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Bellas y con nombre

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Noticiario

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Los nombres vulgares de las plantas fueron, y son sin duda, muy útiles para el habla cotidiana. Pero estos nombres vernáculos resultaban en ocasiones imprecisos puesto que no eran universales -eran aplicables a una sola lengua-, únicamente algunas plantas tenían nombre y para rizar el rizo, a veces el nombre de dos plantas coincidía -o una planta tenía más de un nombre-. Fue Carl Linné quién en el siglo XVIII puso fin al entuerto y sentó las bases de la nomenclatura botánica, según la cual toda especie quedaba definida de forma exclusiva mediante la combinación de dos palabras en latín: el género y el epíteto específico. Y es así como botánicos de todas las épocas han ido nombrando las plantas, removiendo entre latinajosy seleccionando, a veces muy elegantemente, palabras que en muchos casos son capaces de provocar vuelos de nuestra imaginación. Dilatemos nuestras pupilas frente a algunas de las más bellas flores del Parc Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici y reflexionemos un poco sobre sus nombres. Místicos son los nombres de algunos géneros, como es el caso de Dianthus, los claveles silvestres, quienes nos conectan, quizás por el embriagador olor de algunas de sus especies, con la mismísima divinidad. De hecho el nombre Dianthus procede de las palabras griegas «dios» (genitivo de «zeus» -dios-) y «anthos» (“flor”). Otro género con representantes en la alta montaña del parque, Alchemilla, opta asimismo por la mística, ya que las gotitas que de forma tan sutil y artística rezuma el borde de sus hojas no fueron sino el agua celeste que los alquimistas utilizaron en la obtención de la piedra filosofal. Hay otro grupo de plantas cuyos géneros rinden homenaje a personajes mitológicos, Aquí tenemos atractivas flores de montaña incluidas en los géneros Narcissus, Adonis, Daphne o Silene, este último padre adoptivo y preceptor de Dionisos, siempre representado con vientre hinchado, similar a los cálices de algunas especies de este género. También el nombre del delicado lirio que salpica los prados estivales del parque, Iris xiphiodeshace, por un lado referencia al parecido de la flor a una espada («xiphos») y por otro, evoca la figura de la mitológica Iris, hermana de las Harpías y personificación del arco iris que anuncia el pacto entre los hombres y los dioses poniendo el broche final a la tormenta.

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Otro grupo de botánicos decidieron honrar la figura de personajes históricos o pseudohistóricos. Por ejemplo, el género Achillea, recuerda que, según la Iliada, los soldados del griego Aquiles usaron la milenrama, nombre con el que se conoce a la Achillea millefolium, para sanar las heridas del combate. El género Gentianaproviene de Gentio, rey de Iliria, de quién se cuenta dio a conocer las propiedades medicinales de la genciana ( Gentiana lutea). Por su parte el género Carlina, y más concretamente Carlina acanthifolia, recuerda cómo Carlomagno logró evitar una epidemia entre sus tropas con el uso de esta planta. Para ello rezó a Dios y éste le envió un ángel que lanzó una flecha que fue a caer justamente sobre esta planta, para más datos, de hojas parecidas al acanto (« acanthifolia»). Otras veces fueron los propios descubridores de la planta, o científicos de diversas ramas de las ciencias naturales, los galardonados con el privilegio de bautizar a los nuevos géneros. Así es como aparece un numeroso grupo de plantas bien representadas en el parque, tales como Loiseleuria (de Loiseleur-Deslongchamps, médico y botánico francés de los siglos XVIII-XIX), Vitaliana(de Vitaliano Donati, naturalista italiano del siglo XVI), Tofieldia (de Tofield, botánico inglés del siglo XVIII), Swertia (de Sweert, jardinero holandés de los siglos XVI-XVII), Sesleria (de Sesler, naturalista veneciano del siglo XVIII), Sibbaldia (de Sibbald, médico escocés de los siglos XVII-XVIII), Paradisia (de Paradisi, conde naturalista de los siglos XVIII-XIX), Hutchinsia (de Miss Hutchins, dama irlandesa entusiasta de la flora alpina del siglo XVIII), Koeleria(de Koeler, botánico alemán de los siglos XVIII-XIX), Murbeckiella (de Murbeck, botánico sueco de los siglos XIX-XX), Molinia(de Molina, jesuita chileno de los siglos XVII-XVIII), Minuartia(de Minuart, botánico catalán del siglo XVIII), Lonicera (de Lonitzer, médico y botánico alemán del siglo XVI), Listera (de Lister, médico y naturalistas inglés de los siglos XVII-XVIII)… Otro grupo de nombres de plantas se alejan de la mística, de la mitología y de los personajes históricos acercándose a un mundo más material, si bien en pequeñas dosis, como es el de las formas. De este modo una especie de elegantes flores rosadas como es Soldanella alpina nos abre los ojos sobre la innegable evidencia de que sus hojas redondeadas recuerdan a las monedas de oro («solidus» en latín) de la época romana. La no menos bella Dryas octopetala

nos revela con su epíteto específico el número de pétalos de la flor, ocho, además de subrayar el parecido de su hoja con la del roble («drys» en griego). En otros casos los nombres nos revelan un parecido de las flores con formas comunes y familiares, como en los preciosos géneros Trollius(del latín «trullius», “olla o palangana”) y Scutellaria (del latín «scutella», “escudella”, “vaso”). Unas formas astronómicas tan magníficas como las estrellas tampoco pasan desapercibidas al botánico y son una buenísima excusa para nombrar plantas con inflorescencia estrellada. ¡Y son tan bellas que en los prados o bosques parecen realmente brillar! Me refiero a especies de géneros tales como Stellaria (del latín «stella»,”estrella”) o Aster y Astrantia (del griego «aster», “estrella”). Los colores también inspiran nombres. El nombre « galanthus » quiere decir flor de leche y es que el color blanco, casi resplandeciente, de la romántica flor Galanthus nivalis sienta como un guante (blanco, por supuesto) a esta especie. También hacen referencia al color blanco, entre otros, el género de orquídeas Leuchorchis o el de margaritas Leucanthemum. Pero hay más colores en el elenco taxonómico botánico; la sugerente y curiosa Erytronium(del griego «erythros», “rojo”) quizás nos pone sobre la pista del color púrpuraceo o rosado de sus flores, cabizbajas y con los pétalos girados hacia atrás. Nigritella, una delicada orquídea que embelesa el olfato con su delicioso olor de vainilla, muestra al que quiera no mirar sino ver, el color púrpura-negruzco de la inflorescencia. En otras ocasiones y con un objetivo meramente descriptivo, los botánicos optan por implementar el género con un nombre que ponga de relieve algún aspecto morfológico distintivo. Son varios los géneros que nos señalan una posición más o menos péndula de algún órgano de la planta. Enseñoreándose de los prados, las especies de Filipendula(en latín «filum» quiere decir “hilo” y «pendula», “colgante”) explican cómo sus tubérculos están situados en el extremo de unas raíces finas como hilos. De aquellas especies que ningunean el color verde por ser parásitas - su color es pálido-, destaca sobre el mantillo de pinos, abetos o hayas, un género que emergiendo entre la hojarasca con las flores inclinadas va irguiéndose hasta la vertical; se trata de Monotropa (del griego «mono», “única” y «trope», “vuelta”) cuyo nombre señala cómo sus flores están inicial

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mente giradas hacia un solo lado. También Prenanthes(del griego «prenes», “inclinado o colgante”, y «anthos», “flor”) muestra una posición péndula de las tímidas inflorescencias de esta compuesta de abetal con hoja musical -su forma de caja de violín así lo confirma-. Con sus cuatro hojas verticiladas, e insólita como pocas, Paris quadrifolia denota el aspecto uniforme («par» quiere decir en latín “igual”) de la planta. Propia de formaciones megafórbicas -aquellos circos botánicos estivales del parque nacional, en los que el porte exagerado, el follaje exuberante y el gran tamaño de las inflorescencias son las escenas exigidas en el guión para sus protagonistas- no suele faltar nunca Adenostyles (del griego «aden», “glándula” y «stylos», “columna = estilo”) cuyo nombre destaca la presencia en el estigma de unas papilas glandulosas. Uno de los pocos géneros de plantas insectívoras del parque es Pinguicola. Estas plantas embelesan a pequeños insectos con el apetitoso aspecto carnoso y brillante de sus hojas para atraparlos con sus secreciones viscosas y, acto seguido, digerirlos gracias a la acción fermentativa de algunas bacterias. Precisamente la forma «pinguis» en latín equivales a “grasoso”, su estrategia de captura. Entre aquellas plantas que en los prados de la alta montaña pirenaica gritan a los cuatro vientos que acaba de llegar la primavera, lo que los botánicos conocen con el nombre de plantas vernales, destaca el rosado género Bulbocodium, del cual entenderemos el nombre si desenterramos uno de sus bulbos: apuntemos que en latín «bulbus» quiere decir “bulbo” y el diminutivo «codion», “pelaje o lana”. En ciertos humedales del parque y garantizando un espectáculo de color podemos sorprender algún que otro corrillo de Eriophorum, un género que también se engalana con lana; y es que sus frutos están rodeados de numerosos pelos largos y blancos de modo que las espiguillas maduras parecen plumeros algodonosos. En este caso del griego «erion», “lana” y «phero», “llevar”. Y todavía podríamos citar muchos otros géneros que indican, señalan, subrayan o explican caracteres morfológicos: Biscutella («bis», “dos” y «scutella», “escudella” ya que fruto se compone de dos piezas llanas y redondeadas), Cryptograma (de griego «cryptos», “escondido” y «gramma», “letras”, puesto que posee soros lineares escondidos), Epilobium(con corola situada “sobre” -«epi» en griego- un ovario alargado en forma de “legumbre” -«lobion»- ), Homogyne (flores femeninas y hermafroditas con “pistilos” «gyne = mujer»- “parecidos”«homos»), Polygonatum (su rizoma tiene “muchos” -«poly»- nudos, como si fuesen “rodillas” -«gony» en griego, Stachys («stachys» quiere decir “espiga” en griego, como su inflorescencia), Antennaria (los pelos que hay en los capítulos masculinos de esta planta están engrosados en la punta y se parecen a las “antenas”-«antenna» en latín- de algunos insectos)... Plantas y animales forman la sustancia misma de la naturaleza. Por este motivo parece lógico que algunos géneros de plantas hagan referencia a animales. La famosa y casi inexistente en el parque Leontopodium alpinum evoca la huella («podion», “pequeño pie” en griego) del león. También el género Leontodon hace referencia, en este caso, al “diente” -«odon» en griego- del rey de la selva. La huella del enigmático lobo queda retratada en el nombre del falso musgo Lycopodium (-«lycos» es “lobo” en griego), una planta enigmática y confusa como pocas. Otra huella, la de la oca -«chen», en griego- tiene su dibujo en la hoja del género de los Chenopodium. Otras veces el objetivo son las orejas como ocurre con las bonitas flores azul cielo del género Myosotis(en griego «myos», “ratón” y «otis», “oreja”). Una planta de muy fácil identificación, sobretodo si se ha experimentado con anterioridad el pinchazo múltiple al caer sobre uno de sus cojinetes, es Echinospartium horridum (del griego «echinos», “erizo” y «spartos», ginesta). Caballos, osos y hasta cerdos tienen también su rinconcito botánico: un género cuyos frutos tienen forma de herradura Hippocrepis (del giego «hippo», “caballo” y «crepis», “zapato”). Aunque ya no haya prácticamente en el parque osos que se alimenten de ella Arctostaphyllos (del griego «arctos», “oso” y «staphyle» “uva”, o finalmente Hyoscyamus (del griego «hyos», “cerdo” y «kyamos», “haba”). Acabaremos retornando a las gentes y al saber popular, el cual muchas veces explica de forma breve e inteligentísima ciertos sucesos cotidianos. Así, el género Merendera hace referencia a que estas plantas florecen en otoño, cuando el día se acorta y anochece temprano, por lo que el pastor prefería guardarse la merienda para el retorno al hogar y no llevársela, por lo tanto, en el zurrón. Como sucedía con los apelativos de los ¿salvajes? indios norteamericanos asimismo los nombres de las flores nos arrullan con su magia y nos permiten hallar un tesoro sonoro con el que apuntillar el deleite visual de su contemplación.

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