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Las aguas más ancestrales de los Pirineos
Un curso sobre hidrogeologia y termalismo organizado el pasado mes de julio por la UdL (Universitat de Lleida), en coordinación con el Conselh Generau d’Aran, y los balnearios de Les, Tredòs y Caldes de Boí, puso de manifiesto el alto valor mineromedicinal de las aguas de Caldes de Boí y de otros acuíferos del entorno del Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici. Uno de los datos que se revelaron en el citado curso es que el complejo y apasionante proceso de formación de las aguas termales implica un intenso circuito, desde su entrada hacia las entrañas de la Tierra hasta su expulsión de nuevo al exterior, que transcurre en un recorrido de miles de años y de quilómetros de duración. En este sentido, algunos de los expertos que impartieron el curso han establecido en sus tesis que las aguas de Caldes de Boí son las más ancianas del Pirineo, con más de 16.000 años de recorrido; las de los Baños de Tredòs tienen unos 11.000 años; y las de Arties y Les están entorno a los 10.000 años; mientras que las de otros acuíferos del Pirineo tienen edades similares o inferiores a las de estos últimos. Los sistemas hidrogeológicos del entorno del Parque son similares pero de acuíferos diferentes, que dan como resultado un importante número de fuentes o emanaciones de aguas con composiciones químicas distintas, y con propiedades medicinales y aplicaciones muy diversas. Pero, antes de explicar el apasionante viaje geológico que experimentan estas aguas, para llegar a tener una temperatura y composición química particulares, que las hacen distintas a otras aguas superficiales, conviene aclarar algunos conceptos y desvanecer algunos tópicos que pueden llevar a confusiones. Se llaman aguas termales las aguas subterráneas que presentan una temperatura 4º superior a la media de los acuíferos superficiales de la misma zona; y son aguas minerales aquellas que poseen una concentración anormalmente alta de algunas substancias químicas disueltas. Si hay una combinación de las dos características, temperatura y concentración de minerales, tenemos como resultados aguas termomedicinales. Y si, además, se les reconoce oficialmente, a unas y otras, unas propiedades curativas, más o menos reales, reciben el nombre de aguas medicinales o mineromedicinales. Los sistemas termales de los Pirineos se ubican en los macizos granodioríticos post-hercinianos (emplazados hace casi 300 millones de años). Las vías generales de salida de las aguas son las fallas periféricas de los macizos granodioríticos o también la zona de contacto entre el batolito granoidiorítico y las rocas paleozoicas que los rodean. Aun así, localmente también pueden intervenir otros materiales intrusivos que pueden actuar como líneas de permeabilidad o como auténticas barreras impermeables. Pero, en general, las emanaciones del Pirineo presentan un modelo de fondo de valle, generadas por líneas de fracturas importantes sobre las cuales se desarrolla el sistema termal principal, que luego se ramifica al llegar a la superficie, dando lugar a una red de fracturación secundaria, que originará varias fuentes difusas. El ejemplo más espectacular es el de Caldes de Boí, con sus 37 fuentes de aguas termales, de temperaturas diferentes todas ellas. En las emanaciones del Pirineo, las temperaturas de las fuentes pueden ir desde los 28º de la de Espot (en el sector de Sant Maurici) a los 67º de las fuente de Escaldes (en Andorra). Pero, a pesar de esta complejidad y variedad de sus emanaciones, la composición química de las fuentes de los Pirineos se caracteriza por su homogeneidad. En términos generales, su composición química nos revela que presentan una circulación y un equilibrio donde predominan los materiales graníticos, sin influencias importantes de los materiales paleozoicos, como esquistos o calcáreas, que rodean los batolitos graníticos donde se forman. La transformación que experimentan las aguas, para llegar a tener las citadas propiedades mineromedicinales y termales es, pues, un proceso hidrogeológico con elementos comunes, pero donde cada acuífero tiene su propia historia. La velocidad de recorrido de sus aguas, más el nivel de contacto con los distintos materiales, y las características de los propios materiales, son factores clave que contribuirán en el resultado final de su composición química y propiedades de las aguas. Los bellísimos Estanys Gémena, a 2.270 metros de altitud, por ejemplo, son el punto de recarga del acuífero de Caldes de Boí, tanto en lo que se refiera a la entrada de aguas gla
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ciares de los propios estanys, como a la entrada de aguas meteoríticas, o de lluvia. A partir de aquí, estas aguas, ya con características especiales por el solo hecho de provenir en buena parte de aguas glaciares del Cuaternario, empiezan un intenso recorrido por las rocas y materiales geológicos de la corteza terrestre y de la litosfera, que les irán aportando las características químicas y de temperatura, hasta convertirse en aguas termominerales. En el caso de Caldes de Boí, ya recibieron hace años el reconocimiento oficial de mineromedicinales, por sus propiedades excepcionales. Estas aguas, que emanan de las 37 fuentes que se explotan en el balneario desde hace años, han tardado unos 16.000 años en completar este recorrido por las entrañas de la Tierra y volver a emanar a la superficie, convertidas en aguas sulfuradas, ferruginosas o carbonatadas, según su composición química, y con temperaturas también diferentes en cada fuente, que van de los 4º a los 56º. Esta variedad de emanaciones con diferentes propiedades y temperaturas le valieron al balneario de Caldes de Boí entrar en el Libro Guinness de los Récords Mundiales. En el caso de los Baños de Tredòs, el punto de recarga son los estanys del circo de Colomès, y la emanación natural, en unos prados subalpinos de la parte trasera del balneario, es un discreto pozo (ver foto) entre rocas y vegetación, donde se pueden observar las burbujas que produce la propia emanación desde el interior de la tierra. En los Baños de Tredòs, como hacen en otros balnearios, utilizan una canalización para poder conducir las aguas termales hasta la construcción del edificio, para poder explotarlas en los jacuzzis y piscinas habilitados para los distintos tratamientos. Para poder realizar todas estas actividades de explotación de estos acuíferos hacen falta muchos trámites de permisos y gestiones, especialmente al encontrarse en espacios naturales protegidos. Así lo explicó Walter Jorge Ankli, propietario actual de Caldes de Boí, Baños de Tredòs y Termas de la Baronía de Les, a los asistentes del curso de termalismo, al recibirlos en sus instalaciones. Ankli advirtió de las dificultades que atraviesan actualmente los balnearios, no solo por la complejidad burocrática, sino también “por la competencia desleal de otros centros de wellness que han adoptado el nombre de centros termales sin estar ni siquiera cerca de ningún acuífero de aguas termales o minerales”. El propietario de los tres balnearios destacó también que el Balneario de Caldes de Boí es uno de los pocos del Estado español que ya hace años que está reconocido como mineromedicinal, y que el de Les está en trámites para este reconocimiento. La analítica de las aguas termales muestra una serie de propiedades que no tienen otras aguas superficiales o de grifo, que vienen determinadas por un complejo proceso, como se ha explicado, donde intervienen múltiples factores, principalmente los materiales que están en contacto con el agua, el tiempo y la distancia de recorrido por las capas más profundas de la litosfera. Pero hay que tener claro que para ser aguas minerales han de tener al menos un mínimo de 1 g/litro de sales, además de los metales y minerales que le darán la denominación final. Según sea mayor la concentración de cada metal, las aguas pueden ser: sulfuradas o sulfúricas (mal denominadas sulfurosas!), cuando el elemento que predomina es el azufre; sulfatadas, cuando predomina un óxido de azufre; bicarbonatadas, cuyo principal componente aniónico es el bicarbonato; cloruradas, con más presencia de iones de cloro; ferruginosas, que contienen más de 1 g/litro de hierro polivalente; radioactivas, que pueden emitir radiaciones ionizantes a causa de su alto contenido en radón (y cuyas propiedades se han cuestionado a menudo); y también pueden ser oligominerales o de baja mineralización; o pueden ser acrotermales, que no llegan a tener 1 g/litro de minerales, pero están fuertemente magnetizadas, como es el caso del agua de Veri, en Bisaurri, o el agua de las Vilas del Turbón, de mineralización muy baja y muy recomendadas para los riñones. En los baños de Arties, de Tredòs, en las termas de Les y en el acuífero de Espot encontramos aguas bicarbonatadassódicas. Estas aguas, donde el componente aniónico predominante es el bicarbonato, pueden ser a su vez cloruradas o sulfatadas, están especialmente recomendadas para el tratamiento de afecciones gastrointestinales. En el caso de las de Tredòs, igual que sucede en otros acuíferos del Pirineo, como Escaldes, Senillers, Dorres o Sant Tomàs, la presencia
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de granito da como resultado agua bicarbonatada sódica. Mientras que en los casos de Arties y de Espot, a pesar de la presencia de calcáreas en uno y de esquistos en el otro, la composición de ambos da como resultado agua bicarbonatada-sulfatada sódica, que es la misma composición de las aguas de Caldes de Boí, a pesar que en ese acuífero predomina el granito. De nuevo Caldes de Boí aparece como un caso excepcional, y sus aguas están especialmente recomendadas para el tratamiento de afecciones de las articulaciones, como artritis, reumatismos y artrosis, y también para afecciones pulmonares, como las bronquitis. En los balnearios reconocidos como mineromedicinales, los tratamientos con aguas termales son muy diversificados, y en algunos de los más antiguos, como el balneario de Luchon (en el Pirineo francés), disponen de unas instalaciones con aparatos muy especializados. Los baños (aplicados de forma progresiva entre 15 y 21 sesiones de un máximo de 30 minutos cada una) son la forma más conocida de aplicación de las aguas termales, y se utilizan para tratamientos de afecciones somáticas y dermatológicas. Pero hay otros usos menos conocidos, como las inhalaciones, los colutorios bucales o las irrigaciones rectales y vaginales. Con las aguas bicarbonatadas, las sulfatadas y las magnésicas también se pueden realizar tratamientos por hidropinoterapia, que consiste en beber concentraciones inferiores a 5 g/litro de los componentes respectivos, y se utilizan principalmente como laxantes. Estas aguas también se pueden utilizar para instilaciones, para el tratamiento de rinitis y otitis. La balneoterapia, pues, utiliza todos estos métodos y distintas formas de aplicación de sus aguas termales. Otro caso es el de la talasoterapia, que utiliza el agua del mar en forma de baños, además de realizar tratamientos con algas, arena y terapias con el sol. Sin embargo, y a pesar de las reconocidas propiedades e indicaciones de las aguas termales, con sus diferentes com
posiciones y temperaturas, hay que tener en cuenta que también pueden tener algunas contraindicaciones, o casos en los cuales no se pueden utilizar, y vale la pena citarlas: quemadas recientes en la piel; heridas abiertas; caquexia; enfermedades en estado agudo, infectocontagiosas o malignas; tirotoxicosis; diabetes mellitus grave; colitis ulcerativa grave; psicopatías y neurosis graves; enfermedades cardíacas descompensadas; nefroesclerosis; HTA maligna; infarto de miocardio en fase aguda; diabetes hemorrágica; eritrosedimentación superior a 50 mm.; epilepsias. Es por este motivo que los balnearios reconocidos como tales disponen siempre de la presencia y asesoramiento de un médico, siendo este otro factor importante de distinción entre un balneario y cualquier otro centro de spa o de wellness. Los baños de Arties están actualmente en desuso pero con un proyecto de construcción de un balneario y hotel de lujo, diseñado por el prestigioso arquitecto japonés Isozaki, y para su explotación se ha creado un tipo de consorcio entre varios propietarios de la Val d’Aran y del Pallars Sobirà. En el acuífero continua emanando agua bicarbonatada-clorurada sódica, a una temperatura de unos 43º y una presión de 0’75 litros por segundo, y está en el bello entorno del Camin Reiau, entre Arties y Garòs, en la Val d’Aran. En cambio, el acuífero de Espot, con las mismas propiedades que el de Arties, está actualmente sin uso y sin ningún proyecto de explotación conocido, a pesar de su buena ubicación, a caballo entre la entrada más popular del Parque Nacional de Aigüestortes y la estación de esquí de Espot Esquí. El de Tredòs está reconocido sólo como lúdico, mientras que el de Les está a la espera de ser reconocido como mineromedicinal.
Meritxell Centeno Magí Periodista ambiental y vocal de la Asociación de Guías del Parque en el Aran
Poca gente de montaña no conoce o no ha oído nunca hablar del árnica, “la margarita amarilla,¡pero la buena!”, que corresponde a la especie botánica Arnica montana (L.). Y es que esta planta, de importantes propiedades medicinales y de distribución restringida, es una de las más queridas en los Pirineos y en el resto de montañas europeas. La popularidad del árnica viene de antiguo. Durante la edad media en las montañas del centro de Europa era utilizada como remedio abortivo y para los dolores menstruales, e incluso se le atribuían propiedades mágicas. Pero la fama del árnica como planta medicinal se debe principalmente a sus propiedades antiinflamatorias y analgésicas externas, que se conocen desde el siglo XVI y son debidas a un grupo de substancias químicas presentes en la planta, las lactonas sesquiterpénicas. Hoy en día todavía se pueden encontrar casas pirenaicas donde no falta la botella con flores de árnica maceradas en anís, ron, aguardiente o directamente alcohol etílico, o bien en aceite, y así tener el conocido “alcohol” o “aceite de árnica” listo para hacer friegas en golpes, torceduras, esguinces, articulaciones doloridas o para el reuma. El árnica no sólo es usada de forma tradicional. Desde el siglo XIX esta planta disfruta de un uso médico consolidado y, de hecho, actualmente es una de las plantas más valoradas en el mercado fitoterapéutico y cosmético, tanto a nivel nacional como internacional, principalmente porque las fuentes de aprovisionamiento de esta especie son cada vez más escasas. Una de les causas del descenso en la disponibilidad de materia primera es el abandono del medio y de la vida rural, que ha comportado la pérdida de la actividad recolectora, a menudo asociada a una actividad agraria tradicional y al pastoralismo. Y otra causa importante a tener en cuenta es la disminución de las poblaciones silvestres de esta especie. El árnica es una planta típica de los prados de cervuno (Nardus stricta L.) que crece en tierras ácidas y húmedas habitualmente por encima de los 1.600 m y con un nivel de nutrientes en el suelo pobre o muy pobre. Sus raíces, mediante la simbiosis con micorrizas, son capaces de utilizar estos escasos nutrientes y facilitar que en este ambiente pobre, el árnica sea más competitiva que otras especies más exigentes en nutrientes. Cuando aumenta el nivel de nutrientes en el suelo, otras especies se desarrollan más fácilmente que el árnica y ésta termina desapareciendo. En las últimas décadas, los cambios en los usos del suelo y la intensificación del manejo y fertilización de los prados de siega han comportado que las poblaciones silvestres de árnica de la mayoría de países europeos donde crece de forma natural hayan disminuido y todavía no se hayan recuperado. Esta reducción, tanto del número de poblaciones como del de plantas, se ha agravado con la recolección en el medio natural, a menudo excesiva, ya que se arrancaba toda la planta sin ningún tipo de control ni medida. Esto ha comportado que actualmente el árnica se considere amenazada en diversos países europeos y que forme parte de la lista de especies de interés comunitario (anexo V de la Directiva Hábitat), hecho que implica que hay que conocer su estado de conservación y, en caso necesario, tomar medidas para su gestión. En el año 2009 se consideraba que el estado de conservación de el árnica era “desfavorable – inadecuado” para el conjunto de la Unión Europea y, en algunos países como España, se desconocía todavía su estado de conservación. Ante este descenso de la cantidad de planta disponible, el mercado de árnica ha buscado materias vegetales substi
tutivas, como es el árnica mejicana (Heterotheca inuloides Cass.) o el árnica americana (Arnica chamissonis Less.), que se han hecho un hueco importante en el sector cosmético, pero no en el sector fitomedicinal, donde el árnica reconocida es únicamente la especie Arnica montana y el resto de especies se consideran adulteraciones. Es por ello que el interés por parte de empresas del sector fitomedicinal para disponer de flor de árnica (Arnica montana) se mantiene constante. Y en sectores como la homeopatía, la demanda en concreto es de producto silvestre recolectado del medio natural. Actualmente hay dos fuentes de aprovisionamiento de Arnica montana: el aprovechamiento silvestre, que es la más habitual, y el cultivo, que se conoce muy bien a nivel técnico pero está limitado a pequeñas áreas productivas por el hecho que tiene unos requerimientos altos en mano de obra. Teniendo en cuenta el estado de conservación actual del árnica en Europa, cualquier aprovechamiento que se pueda plantear de esta especie ha de ser necesariamente sostenible, es decir, que el hecho de recolectar las flores de árnica ha de permitir mantener o mejorar la cantidad de plantas que hay en el medio natural y en ningún caso la debe hacer disminuir. Inicialmente esto implica conocer el recurso disponible, respondiendo a preguntas como “¿cuántas plantas tenemos?”, “¿cuántas flores se pueden coger?”, ¿“cómo se reproducen?” o “¿cómo se puede favorecer su desarrollo?”. Pero también requiere conocer las posibles zonas de recolección permitidas, así como respetar y aplicar unas normas básicas a la hora de recolectar. En el caso del árnica se recomienda: - Recoger sólo la mitad de las plantas que tienen tallo de flor. - Recoger sólo 1 flor por cada tallo de flor. Para poder valorar las posibilidades de producir árnica en volúmenes comerciales y de forma sostenible en los Pirineos, durante el año 2009 se realizó un estudio tomando como referencia la zona de influencia socioeconómica (ZIS) del Parque Nacional 1 , dado que es una de las zonas de distribución natural del árnica en Cataluña donde la especie está más bien representada. En este estudio se analizaron 4 aspectos básicos que podían limitar el desarrollo de la actividad productiva: 1) características del recurso en estado silvestre. 2) características del mercado de flor de árnica a nivel nacional. 3) posibles condicionantes legales, desde la protección de la especie y del entorno hasta los requerimientos del producto final, y 4) condicionantes socioeconómicos de la zona de influencia del Parque Nacional. Los resultados del estudio descartan la recolección silvestre sostenible como posible fuente de aprovisionamiento de materia primera, principalmente por su baja productividad, pero también por posibles limitaciones a nivel legal en cuánto a las áreas donde sería posible llevarla a cabo dentro de la zona de influencia socioeconómica de Aigüestortes, ya que los diferentes usos que se pueden hacer de este territorio están regulados. Según los resultados obtenidos, se puede decir que aunque en Aigüestortes es frecuente encontrar árnica, habitualmente crece en rodales dispersos o en pequeñas áreas de menos de 1’5 ha. En estas zonas, la densidad es de menos de 500 plantas florecidas por hectárea, y la mayor parte de estas plantas sólo tienen 1 flor. Con esto y en condiciones de recolección silvestre sostenible, es decir, cogiendo sólo la mitad de las plantas florecidas y sólo 1 flor por planta, para Aigüestortes se estima un rendimiento teórico de sólo 70 g/ha de flores en seco, valor que queda muy lejos de los 5 Kg./ha de otras zonas tradicionalmente recolectoras o de los 550 Kg./ha que se obtienen cuando se cultiva la especie. Con el rendimiento obtenido, si se considerara toda la superficie de la zona periférica de protección del parque, es decir, más de 26.700 hectáreas, ¡sólo se podrían llegar a recoger unos 21 Kg. de flores de árnica en seco al año! Por otro lado, a partir del análisis del mercado nacional, se estimó que el consumo de Árnica montana en el mercado español en el 2009 era del orden de 1.000 kg al año. Dado que no sería recomendable realizar un aprovechamiento silvestre sostenible, el cultivo de árnica en pequeñas
superficies sería una buena alternativa productiva para dar respuesta a este nivel de consumo, que se puede considerar relativamente bajo. Cultivo por diversas razones: porque se conoce bien en otros países y hasta aquí existe una experiencia en Taüll; porque los rendimientos que se pueden obtener son mayores y más fáciles de conseguir que en recolección silvestre; porque se puede disponer de un producto final homogéneo; y porque se puede ofrecer una continuidad de aprovisionamiento, cosa que permite gestionar mejor la materia primera. Y pequeñas superficies porque las necesidades de mano de obra del cultivo y del procesado de la materia primera son altas, de manera que pequeñas producciones son más adaptables a la realidad del sector agrícola y ganadero de la zona, poco habituado a asumir riesgos económicos excesivamente elevados. Otras recomendaciones derivadas del estudio son la producción ecológica y la elaboración de productos finales, ya que esto permite conseguir productos de elevada calidad y con un valor añadido más grande. Si se quisiera establecer un cultivo de árnica en la zona de influencia socioeconómica de Aigüestortes, o en cualquier otra zona de los Pirineos, sería conveniente que se utilizara material vegetal local, es decir, procedente de semillas de las montañas cercanas a las parcelas de cultivo. De esta manera se evita la introducción de material vegetal foráneo más o menos seleccionado, que a la larga podría desplazar los genotipos locales y, por otro lado, las parcelas de cultivo pueden convertirse en una especie de “reservas de árnica local”. Esto vendría reforzado por el hecho que la flor de árnica local es de buena calidad medicinal y que las semillas y rizomas tienen una buena capacidad de germinación y de rebrote. Estos factores son básicos para poder plantear la puesta en cultivo de cualquier especie medicinal. A partir de aquí, es necesario plantear y tutorar convenientemente un mínimo proceso de domesticación, que debería servir para testar y conocer los rendimientos potenciales de los genotipos locales en las condiciones de las parcelas de cultivo de la zona, que pueden variar respecto a las del entorno de dónde son originarios. Además de la puesta en cultivo, hay que hacer una consideración final sobre el aprovechamiento silvestre. Y es que, poco o mucho, cada año habrá alguna familia, grupo de amigos o algún conocedor de las hierbas, que subirán a coger flor para preparar su botella de aceite o de alcohol de árnica. Esta recolección de ”autoconsumo” es difícil de prohibir o de regular, pero sí que se puede seguir y mejorar si es necesario. Convendría establecer un método de seguimiento periódico que permitiera, en primer lugar, conocer en que situación se encuentran actualmente las poblaciones silvestres de árnica. En segundo lugar, este seguimiento debería permitir determinar de forma sencilla la evolución del estado de conservación de las poblaciones silvestres actuales y, en caso que fuera necesario, tomar las medidas oportunas para mejorarlo. Igualmente sería muy conveniente conocer bien a los recolectores y saber cómo se recoge el árnica actualmente, para poder corregir posibles prácticas que puedan resultar negativas para la conservación de esta planta tan querida.