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Desde Llebreta: la obra hidráulica y el Parque Nacional
Este artículo es un diálogo interno del autor, donde refleja dos visiones diferentes del mundo hidroeléctrico. Hay que especificar que en inglés, tanto I como M se traducen por yo.
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Paramos un momento en el lago de Llebreta, vamos de paso. Da gusto ver la lámina de agua otra vez cubriendo todo el llano, como corresponde a una situación de caudal natural. Miro los escombros distribuidos siguiendo la trayectoria de la galería subterránea que lleva agua de la derivación de Sant Esperit hacia la central de Caldes. Incluso ojos expertos podrían confundir este resultado de la excavación con tarteras o conos de aludes naturales. Parece un buen momento para hablar del tema. I: Pronto hará quince años de la publicación del estudio “La obra hidráulica en los Pirineos. Evaluación, corrección y prevención del impacto ambiental. El Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici” y nos han pedido hacer un escrito para la revista El Portarró sobre qué pensamos acerca del tema después de estos años. La verdad es que de entrada he tenido ganas de decir no. Me parece que no hemos seguido bastante el tema durante este periodo de tiempo como para decir nada nuevo. Por otro lado, los aspectos básicos probablemente no han cambiado, de manera que cuatro cosas se pueden decir, ¿verdad? Aunque sea repetir de manera resumida lo que expusimos en ese libro de cerca de 600 páginas. M: ¿Qué quieres que te diga? Con los años cada vez lo veo de una manera más relativa. Hace treinta años, cuando empezamos a estudiar los lagos, queríamos descubrir la naturaleza en su forma original, salvaje. Huíamos de las aguas contaminadas que había por todas partes. De manera un poco ilusa veíamos los lagos como sistemas naturales sin la huella humana. Por eso, los lagos con presas, sufriendo oscilaciones draconianas, aguas turbias o verdosas y sin rastro evidente de vida alrededor, nos parecía un atentado a todo: a la naturaleza, al mundo y a la propia civilización. Recuerdo nuestro primer estudio en el Llebreta, entonces aún reducido a su cubeta central y rodeado de prado. El conjunto de derivaciones hacia la central de Caldes mantenían el caudal muy reducido y el nivel del lago bajaba y quedaba exclusivamente la cubeta de la parte más honda. Era el año 1986, íbamos saltando de lago en lago con una pequeña barca naranja (O terror dos mares). Ese verano ya habíamos muestreado unas cuantas decenas de lagos antes de llegar a Llebreta. Juanito nos pilló cuando ya casi acabábamos. Nos había estado observando desde arriba. No se lo debía poder creer, unos pardillos paseando con una barquita. Ni se nos había pasado por la mente que tuviésemos que pedir permiso a Lleida. Como han cambiado las cosas, también en este aspecto. Ya hacía unos pocos años que estábamos estudiando los lagos. Todo el año, verano e invierno. Ya nos los habíamos hecho nuestros. ¿Qué quiere esta gente que pide papeles? Entonces las explotaciones tradicionales forestales y ganaderas ya iban muy en retroceso, sobretodo en las partes menos productivas, y tenías la sensación de moverte libremente por la naturaleza. La explotación hidroeléctrica, sin embargo, aún aparecía arrogante, desarrollando nuevos proyectos, persistiendo como señores de aquellas aguas ultrajadas. I: Caramba como se nota que te haces viejo e idealizas el pasado. Paradójicamente, los temas relacionados con lo que podríamos llamar la “fechorías” del desarrollo industrial son los que nos han permitido persistir como grupo de investigación durante estas décadas. No me refiero a la obra hidráulica, sino a la multitud de temas que ahora ponen en conjunto del fenómeno que nombramos “Cambio global”. En nuestro caso particular, sobretodo aquello relacionado con la contaminación a larga distancia (lluvia ácida, contaminantes orgánicos persistentes, metales pesados), y la introducción de nuevas especies (peces), a la alteración de la vegetación natural…y más recientemente, el cambio climático. La obra hidráulica aparece como una pieza más de una historia que, de hecho, viene de muy lejos y que continuamente va acelerando la transformación de la naturaleza con consecuencias imprevisibles. M: Claro, es cierto que los retos en los próximos años (décadas) para la conservación de los sistemas naturales del Parque Nacional, acuáticos o no, serán unos distintos a la obra hidráulica. Pero esto no quita que la huella de ésta no haya sido y puede que continúe siendo muy fuerte, tanto en lo que es estrictamente Parque como en toda la zona del Pirineo tan singularmente rica en lagos. Los lagos más grandes fueron aprovechados prácticamente todos. Los que se libraron fue más por problemas técnicos (o de coste-beneficio), que no porque hubiera un mínimo de conciencia de preservar unos pocos ejemplares en estado natural. Como tantos otros casos, si el recurso se hubiera podido agotar se hubiera hecho. I: Quizás este énfasis en la necesidad de preservar lagos grandes parece más emocional que científica, de hecho hay un continuo en la medida de los lagos. Pues no, cabe decir que esta distinción entre lagos pequeños y grandes no es arbitraria. Hace pocos años, en un estudio de algunos centenares de lagos de montaña distribuidos por las princi
pales sierras europeas, hemos podido ver que, por lo que hace referencia a la distribución de muchas comunidades de organismos y de cómo el ecosistema se organiza, existe un umbral de medida que distingue dos grandes conjuntos de lagos. Este umbral está alrededor de las 2 o 3 hectáreas de superficie, medida que corresponde a unos 15 metros de profundidad. Probablemente la discontinuidad depende de la llegada de suficiente luz en el fondo como para que crezcan algas de manera abundante. Ya sabemos que estas aguas de alta montaña son muy transparentes y la luz puede penetrar mucho. Esto hace que en capas más hondas encontremos vida. En los lagos más profundos, encontrar el máximo de organismos hacia los 30 o 40 metros es común, incluso en relación a los peces. M: Sí, por lo que se refiere a los lagos, los más grandes han sido generalmente los más afectados. También cabe recalcar la dejadez a la que se había llegado en algunas de estas explotaciones. Lagos con tiempo de residencia media del agua de tres, cuatro o más años, se vaciaban a unos niveles que hacía imposible volverlos a llenar en el mismo año, ya que la precipitación que podían recoger en su cuenca era inferior al volumen necesario. Había zonas que parecían paisajes lunares, era absurdo. Bien, talvez era problema de válvulas; pero como no había ningún tipo de presión, la cosa tiraba millas. Supongo que ahora, periódicamente, también existe algún caso de estos, pero se debe estar más pendiente. I: Por otra parte teníamos el caudal del río. Por poca agua que dejen bajar, las comunidades de estos riachuelos de montaña resisten mucho, ya están acostumbradas a muchas oscilaciones naturales, pero ningún organismo acuático resiste la sequía permanente. La necesidad de mantener unos caudales mínimos era una cosa muy evidente y fácil de ver. Durante el estudio, no obstante, pusimos datos y tuvimos la suerte que era un tema que se desarrollaba entonces también por las áreas del llano. Hecho que facilitó la comprensión de todos los implicados. M: De todas maneras, a mi, quizás lo que más me sorprendió al hacer el estudio, fue la cantidad de “basura” que, de las antiguas obras o sistemas de explotación posteriores, quedaban esparcidas aquí y allá. No querría exagerar demasiado, pero posiblemente la mitad de los centenares de fotografías que hay en el libro hacen referencia a cosas de estas. Aunque por aquella época del estudio, inicios de los noventa, alguna empresa ya había empezado actuaciones para recoger la chatarra esparcida, eliminar instalaciones obsoletas y derribar edificaciones abandonadas, la cantidad era impresionante, pero sólo eras consciente realmente al catalogarla. Algunas de las actuaciones de restauración recibían soporte público. En conjunto, empresas y administración, se apresuraron a que esto constase en la publicación. I: El estudio estaba financiado por la Fundación “La Caixa”, como premio de un concurso de proyectos que convocaron sobre el tema del impacto ambiental de las grandes obras públicas. La condición para publicar el estudio en forma de libro fue que teníamos que obtener la colaboración de las partes implicadas (empresas eléctricas y administración). Esto se veía como una garantía de que la obra podía tener utilidad práctica, ya los principales actores, implícitamente reconocían el contenido. Pronto vimos que esta condición podía inducir a algunos sectores a dudar de la independencia del estudio; pero para nosotros era más importante que toda esa documentación no quedase enterrada en un despacho. Cabe decir que nuestro redactado no se cambió en absoluto. Sólo nos pidieron incluir un apartado nuevo donde se hiciera referencia a las actuaciones de restauración que se habían iniciado y las que tenían previstas en la línea de nuestras sugerencias. En los prólogos respectivos, administración y empresas miraron que esto quedase bien presente. M: Quizás esto sí que marcase un poco el libro como una obra de “colaboracionistas con el sistema” desde una perspectiva ecológica extrema, pero era fundamental que saliese toda la documentación a la luz. Ya estábamos escarmentados en este sentido. De hecho aprovechamos para poner en la edición mapas de información generales sobre sistemas naturales que se había recogido como base para Planes de ordenación que nunca se llegaron a hacer, y que por tanto, se habían arrinconado en un armario. El uso que se ha hecho posteriormente del libro como una herramienta de gestión y planificación ha demostrado que valía la pena publicarlo. Como anécdota, pero que en parte demuestra el resquemor que nos suponía incluir aspectos ajenos a nuestro trabajo, recuerdo que nos permitieron criticar una de las actuaciones hechas en la presa de Sant Esperit. Pusieron unas barandillas de madera de mucho impacto visual. Que fueran de madera venía a demostrar que ya eran “ecológicas”. Nosotros no acabamos de ver qué era peor si el remedio o la enfermedad. La seguridad mejoró, en un lugar tan visitado era imperativo, pero estéticamente parecía un jardincillo. Puede que aún estén, suerte que con el paso del tiempo la naturaleza todo lo hace más suyo. I: La actitud un poco “pánfila” quizás aún está demasiado presente en temas de restauración y mitigación de los impactos ambientales, seguramente aún queda mucho camino por hacer. Cabe aumentar la exigencia y los conocimientos para acabar de integrar la urbanización en el entorno. De hecho se necesita inventar el paisaje al que queremos llegar. El crecimiento de la población, y al mismo tiempo el gasto en recursos por habitante, nos conduce a una situación en que la tutela de los recursos planetarios por parte de la humanidad es creciente y nos llena de responsabilidad. Hoy en día nadie discutirá que la exigencia de seguridad debe estar presente en el análisis socioeconómico de cualquier obra. Sería deseable que esta misma exigencia existiese para la integración de la gran obra pública en el paisaje y toda la matriz natural que sostiene. Creo que se olvida demasiado rápido que durante millones de años nuestra especie ha evolucionado en un entorno natural y que, por tanto, nuestra sensibilidad y nuestras emociones se han forjado bajo unas pautas que son más
las de un paisaje natural que la de un paisaje urbanizado. Si nos dirigimos a la urbanización global, mejor que pensemos cómo la queremos, cómo mantenemos aquellos valores naturales que nos resultan tan placenteros y estimulantes. M: Veo que te has animado. Sin irnos tanto hacia la filosofía barata, sí que me gustaría comentar este aspecto estético, plástico, de la integración de la obra en el paisaje. En este sentido, me resultó muy interesante la colaboración con el equipo de arquitectos que había en el estudio. Recuerdo que cuando nosotros acabábamos, y lo dábamos por terminado, entonces ellos empezaron a darle vueltas. No me hubiera imaginado nunca que se le pudiese dar tantas vueltas al hecho de si una línea debía ir vertical u horizontal. Supongo que con lo de evolución querías decir que hay unas formas que nos resultan de manera innata agradables y otras que nos incomodan, porque rompemos con lo que durante millones de años se ha experimentado. Es decir, cuando estropeamos el paisaje natural, conscientemente o inconscientemente, nos herimos a nosotros mismos. Integrar la obra en el paisaje quiere decir mantener la armonía de formas y presencia de este paisaje natural. I: Así es. La distinción entre forma y presencia es interesante. Los efectos sobre la forma de la obra hidráulica son bastante evidentes, sólo deben considerarse pedreras, escombros, explanaciones, deforestaciones, accesos, canalizaciones, líneas eléctricas aéreas, accesos y caminos. Aquí entraría en juego eso que decías de las líneas horizontales y verticales, las curvas, las concavidades y convexidades. Hay que hacer que las líneas de la obra y el paisaje se respeten mutuamente. El tema de la presencia es posiblemente más sutil. Nuestra percepción recoge una serie de elementos que singularizan, individualizan e identifican un paisaje respecto a otros. La obra debe procurar no desvirtuar estos elementos. A veces, erróneamente, puede pensarse que integrar una obra en el paisaje implica que debe estar bien camuflada. Esto no es necesariamente así, esta digamos sería una opción fácil, pero muy a menudo es imposible dada la naturaleza de la obra. La integración también puede ser posible si la escala y el carácter de la obra se consideran de manera adecuada. Por ejemplo, debe existir un acuerdo de las construcciones con el espacio donde se ubican en términos de medida y ocupación (anchuras, alturas, volúmenes). Se debe evitar la apariencia de artificialidad. En el caso que consideramos, por ejemplo, evitar fluctuaciones de agua excesivas, restos de testimonios de construcción o iluminación nocturna exagerada. Y así podríamos repasar otros elementos (color, textura), pero no hace falta alargarse. Recuerdo que los arquitectos decían que la presa de Cavallers tenía la presencia adecuada en el paisaje que le rodea. De ninguna manera pasa desaparecida, por sus dimensiones es imposible, pero sus proporciones, forma y textura se integran bastante bien en el paisaje que es igualmente duro, fuerte y contundente. Por eso la debieron escoger como portada del libro. Estas consideraciones van más lejos de la obra hidráulica en la montaña y de hecho lo podríamos aplicar en todos sitios. La obra arquitectónica realizada por estos arquitectos desde que hicimos el estudio es un buen ejemplo de lo que comentamos y les ha dado renombre internacional. M: Veo que te ablandas. ¿No insinuarás que ahora tenemos que hacer una atracción de la obra hidráulica en el Parque? Soy consciente que históricamente podemos decir que el Parque apareció porque primero hubo obra hidráulica. Y que ésta supuso un impulso económico en las comarca y en la comunicación con el resto del territorio. Pero esto es pasado. Hoy en día, el retorno social y económico de la obra hidráulica para el entorno inmediato debe ser muy moderado. Incluso en un contexto más general de producción y uso de energía, la explotación hidroeléctrica de la montaña resulta marginal. En el mundo la energía eléctrica tiene mucha importancia; pero en nuestro territorio ha quedado muy reducida. Hace quince años, no hubiésemos pensado que la eólica le pasaría la mano por la cara en tan poco tiempo. Esto también nos indica la dificultad de hacer previsiones en cualquier sentido, aunque sea a pocos años vista. I: Estoy de acuerdo en que no deberíamos hablar si la energía hidroeléctrica es de interés o no. De esto no entendemos suficiente. Está claro que es una energía renovable y eso es positivo. Pero también es evidente que puede entrar en conflicto con otros usos del agua y del territorio que inunda. Por otra parte, la explotación hidroeléctrica de montaña tiene connotaciones particulares respecto a las del llano. Por ejemplo, está el tema de la regulación. En la explotación de un recurso siempre se da la secuencia extracción-transporteuso, con la particularidad que antes y después del transporte a menudo es necesario un almacén que permita regular la oferta y la demanda. El problema de la energía eléctrica es que este almacén no es posible a gran escala. De manera que la regulación se debe hacer desde el origen, desde la producción. Esto no es fácil para las grandes centrales térmicas, cuesta subir y bajar su actividad, de aquí que adquiera sentido un contrasentido, como es el hecho de bombear agua de abajo hacia arriba en algunas explotaciones hidroeléctricas de montaña. Este problema de sincronizar producción y consumo se reproduce a todas las escalas, pensemos en la energía solar de uso doméstico, por ejemplo. M: Creo que ante la necesidad de evolucionar hacia una sociedad sostenible, los Parques deberían añadir a su misión de conservación otra de promoción de la discusión de este tipo de cuestiones. Gestionar el flujo de visitantes es ahora uno de los quebraderos de cabeza del día a día de los Parques Nacionales, pienso que la visita a la obra hidráulica y a lugares donde quedase reflejada la historia de ésta y se pudiese ver la problemática de la energética regional y global podrían ser elementos de redistribución de los visitantes que, por un lado bajase la presión puntual en algunos lugares y por otro alargase la permanencia en la zona. Quieras o no, el turismo se debe ver como un recurso económico capital para estos valles. La cuestión es cómo lo queremos, cómo lo gestionaremos y cómo lo integraremos según unos principios que deben ir mucho más allá del beneficio rápido de unos cuantos. I: Ahora veo que eres tú el que se lía. Cuando hicimos el estudio, también incluimos una encuesta a los visitantes y
Presa de Sant Esperit
Presa de Cavallers
Estany des Mangades
gente de la zona sobre qué pensaban de la presencia de la obra hidráulica en un espacio natural. En general era rechazada por unos y otros, con matices diferentes. Pero no saco el tema por esto. Lo que más me sorprendió es que muchos visitantes, cuando volvían de visitar el Parque no se habían dado cuenta de la existencia de ninguna obra hidráulica. Sería fácil hacer escarnio y decir mira que bobos. Nosotros mismos no obstante, a pesar de que la mayoría habíamos pisado mucho estos valles para hacer excursiones o estudios sobre otros temas, no fuimos conscientes de la magnitud de la obra hasta que la inventariamos en detalle. Como excursionista uno se da cuenta de las presas, alguna canalización que te molesta para pasar; pero como el relieve es tan potente y el paisaje tan extraordinario, la verdadera magnitud y diversidad de la obra queda diluida. En algunos casos, simplemente se confunde con elementos naturales. Creo que se debería poner en valor el patrimonio geominero de la montaña, donde la explotación hidráulica ocuparía un lugar preferente. En esto las empresas eléctricas pueden jugar un papel importante y deberían encontrarse mecanismos de cooperación. Desde el conservacionismo se debería ser más flexible posiblemente en algunos aspectos, pero las empresas también deberían dejar de lado las tácticas de meter aguja y sacar reja. No sé si me explico. En la actual situación de cambio global, tanto el desarrollismo como el conservacionismo deben revisarse. El Parque podría ser también un buen entorno para promover la reflexión sobre la energía y el uso de los recursos. Utilizar el caso local para hacer una reflexión más general podría ser útil. M: No entiendo donde quieres ir a parar. ¿Quieres decir que las explotaciones hidráulicas ya están bien en el Parque? ¡Hasta podríamos poner más pues! Yo también he cambiado esa visión un poco ilusa de que nos encontrábamos delante de unos sistemas puramente naturales. Las evidencias arqueológicas ya datan la presencia humana en estos valles del Parque como mínimo desde hace 9000 años, y seguramente hace más de 3000 que el paisaje vegetal está fuertemente modificado por la actividad humana. Podríamos decir entonces que no hace falta que nos rompamos la cabeza en cómo debe ser la conservación de la naturaleza en un lugar que de natural ya tiene poca cosa. Pero la reflexión no debe ser de ningún modo esta, sino todo lo contrario. Si los lugares aparentemente más salvajes del territorio han experimentado esta fuerte presión y transformación, ¡cómo debe haber sido el impacto en otros lugares más claramente humanizados! I: Tienes razón, y esto nos puede llevar a otra consideración más general. La fuerte transformación de la naturaleza se dio durante milenios en las áreas de desarrollo de las civilizaciones, ahora pasa a escala de todo el planeta. Nos ha tocado vivir la instalación de una civilización global. Y como consecuencia, aún cuesta darse cuenta, se está dando una transformación absoluta de continentes y mares a una velocidad aterradora. ¿Cuál ha de ser la actitud? No podemos agotarlo todo, porque en hacerlo nos consumimos a nosotros mismos. En esta situación así se debe ser radical. Se deben crear reservas absolutas, de toda medida y repartidas por todos sitios. Islas de naturaleza en una matriz de civilización, justo al contrario de la situación habitual hasta hace poco. Y no se trata de hacer reservas para conservar los lugares sin que cambien. Deben ir y venir como siempre han estado haciendo los sistemas naturales, pero deben quedar al margen de la humanización. El impacto general de la humanización, y esto también quedó demostrado por el caso de la obra hidráulica en la montaña, es que se favorece aquello que es más común en detrimento de lo más singular, de tal manera que el conjunto resulta más uniforme, más mediocre. M: Entonces, llevado al tema que se nos pide, ¿qué quieres decir? No acabo de entender el sermón. ¿Quieres decir que a la larga se debe quitar toda la obra o no? Hace un momento parecía que lo teníamos que convertir todo en un parque temático sobre los usos tradicionales y ahora, ¿parece que quieres hacerlo todo una reserva integral? I: No seas tan maniqueísta. Tenemos que hacer un mosaico de espacios. Reservas naturales para que la naturaleza siga su curso. Espacios que nos sirvan para disfrutar de la naturaleza y entenderla. Espacios de divulgación y reflexión sobre la historia del uso de los recursos. Y finalmente espacios de uso tradicional o nuevo. Pero todos estos espacios deben estar relacionados entre ellos al servicio de una visión de sostenibilidad que se tiene que extender desde el entorno local hacia espacios regionales y transnacionales. Y también, de camino de vuelta, la problemática global debe acabar siendo considerada en cada rincón del mundo. No hace falta que nos preocupemos demasiado por qué razón tenemos el Parque Nacional, lo que cuenta es tenerlo y ver en esto una oportunidad de planificar un territorio en el sentido que he expresado. Seamos conservacionistas radicales dentro de sus límites, pero busquemos que pueda coexistir en un mosaico de otras iniciativas que desarrollen este mosaico de espacios del que hablaba. M: No sé si te acabo de entender. Me suena un poco (por ser amable) a palabrería. Creo que las recomendaciones que hicimos en su día sobre cómo corregir los efectos de la obra hidráulica, las posibles prescripciones para hacer obras nuevas, y la planificación del territorio eran cosas bastante claras y concretas. La mayoría continúan siendo válidas. El día a día de la gestión es el que es y todas estas reflexiones generales quizás son de poca utilidad. ¿No lo crees así? I: Pues no veo entonces qué podemos escribir para el Portarró. Todo esto tan concreto que dices, si no se enmarca en una concepción general del uso del territorio –incluso, aún más general, una concepción de cómo queremos el mundo- puede resultar simplemente un conjunto de idas y venidas erráticas que no nos conducen a ningún sitio y sólo entretienen a abogados. ¿Sabes qué? Mejor que dejemos este diálogo imaginario y continuemos el camino.