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Conozcamos el Parque: - Dentro del bosque: aleluya o pan de cuclillo - La becada
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flora dentro del bosque: la aleluya o pan de cuclillo
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Dentro de los bosques espesos, más húmedos y frescos, poca cosa puede crecer. La luz es el factor limitador. Los hayedos y robledales, que son árboles de hoja caduca, como mínimo dejan pasar el sol durante el invierno, así que muchas de las hierbas del sotobosque se afanan en florecer antes de que la aparición de las hojas de los árboles les condenen a pasar una buena temporada en la sombra. En los bosques de abetos del Parque la oscuridad es permanente: verano y invierno, sólo algún rayo de sol es capaz de llegar a tierra, sólo durante unos breves instantes, esquivando todas las ramas, todas les hojas, poniéndose de acuerdo con el viento que sopla en el momento oportuno... Así, no es de extrañar que el sotobosque de un abetal típico sea más bien pobre. Bajo los abetos no encontraremos mucha cosa más que una alfombra de musgos y algún arbusto o hierba escasa creciendo aquí y allá. La aleluya (Oxalis acetosella) es una de estas humildes hierbecillas que seguramente veremos paseando por los bosques del Parque. La aleluya es una hierba sin un tallo verdadero: presenta una especie de tallos rastreros, llamados estolones, que van circulando a ras de tierra, entre el humus del suelo, y que van echando raíces nuevas en cada nudo. Las hojas, con un mango bastante largo, de hasta 10 cm, salen de tierra todas juntas, formando una roseta basal. Estas hojas recuerdan mucho a un trébol, con la lámina compuesta de tres folíolos en forma de corazón (la hoja está dividida en tres porciones bien diferenciadas). Pero los tréboles son especies del género Trifolium, que se identifican muy bien por la forma de su flor, muy típica de la familia de las papilionáceas. En cambio, la aleluya pertenece a otra familia (las oxalidáceas) y tiene una flor totalmente diferente: con cinco pétalos blancos, dispuestos radialmente y con unas venas normalmente teñidas de color rosa. La floración es bastante temprana, teniendo en cuenta que en la alta montaña todo viene con bastante retraso, y a finales de abril ya empiezan a encontrarse las flores en el interior de los bosques umbríos. El nombre de aleluya o pan de cuclillo hace referencia precisamente a que la floración de esta especie coincide en el tiempo, sobretodo en tierras más bajas, con la Pascua de Resurrección (aleluya) o con la llegada del cuco. En cambio el nombre científico, Oxalis acetosella, hace referencia al gusto que tienen sus hojas, con un agradable sabor ácido, parecido al vinagre (“acético”), debido al contenido de oxalato cálcico, un compuesto químico presente en las hojas. Es una planta que se puede comer cruda, añadiendo unas cuantas hojas a una ensalada para darle un toque refrescante... Pero conviene no abusar de ellas, porque el oxalato cálcico, presente también en las espinacas o en las acelgas, es el principal componente de las piedras del riñón, por lo que se desaconseja su consumo para personas que sufran gota, artritis o piedras en el riñón.
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la becada
Una de las aves más raras, más esquivas y más enigmáticas que hay en el Parque es sin duda la becada (Scolopax rusticola). Pocas personas de la gran cantidad de visitantes de nuestro Parque Nacional han llegado a ver algún ejemplar de esta especie. No es ninguna casualidad y existen diversos motivos: En primer lugar, es una especie escasa (pocos efectivos por unidad de superficie). En segundo lugar es migradora y permanece en las zonas montanas y sobretodo subalpinas forestales tan sólo durante los meses comprendidos entre abril y octubre. Finalmente, la becada está muy activa durante las horas crepusculares – a primera y última hora del día- cuando prácticamente la visibilidad es nula. Así mismo se necesita la presencia de perros adiestrados para contactar con la especie, y así es como se caza (se trata de una especie cinegética) en los humedales de tierra baja donde pasa el invierno. En definitiva, todos estos argumentos justifican los pocos datos existentes en nuestro territorio y la rareza en cuanto a datos de observación se refiere. Tiene la medida aproximada de una perdiz. Si tenemos suerte de levantar alguna becada del suelo, que es donde pasa prácticamente toda la jornada, nos sorprenderá un vuelo un tanto caótico y difícil de seguir. Quizás será un poco menos difícil de observarla durante los meses de abril, mayo y hasta principios de junio, cuando la becada emite un característico canto en vuelo a lo largo de las primeras luces del día y en la puesta del sol. Es el vuelo nupcial del macho, uno de los mejores y más escondidos espectáculos de los que podemos disfrutar en los bosques subalpinos del Parque Nacional. Su alimentación es básicamente de origen animal (invertebrados) que caza durante la noche con su largo y característico pico (adaptado para introducirlo en el suelo). Su comida preferida son los anélidos, más conocidos como
gusanos de tierra. La becada además, tiene un factor limitante que condiciona aún más su presencia. El hielo en la tierra o las fuertes nevadas imposibilitan del todo la alimentación de la especie. Es entonces cuando la becada realiza desplazamientos importantes en busca de zonas donde pueda disponer de alimento, comportándose como un migrador parcial. En efecto, en nuestro espacio natural la población de becadas es reproductora y en parte, migradora, y se desconoce actualmente sus zonas de hibernación. En el Parque Nacional y su área de influencia se encuentra bien representada como reproductora. De hecho, ha sido detectada en todas las cuadrículas de 10 x 10 Km. que configuran el ámbito de trabajo del Atlas de las aves nidificantes del Parque. Aunque está restringida en las vertientes más umbrías con mayor número de coníferas. Su hábitat preferencial de reproducción lo representan las formaciones arboladas (cuanto más maduras y abiertas mejor) de pino silvestre (Pinus sylvestris), abeto (Abies alba) y pino negro (Pinus uncinata). En la Alta Ribagorça y la Val d’Aran también se encuentra asociada al hayedoabetal, mientras que en el Pallars Sobirà, los aclarados bosques de pino negro son uno de los mejores refugios reproductores de la becada. Incluso aquí se le conoce como “raspes”. No obstante, los abetales acogen una importante población destacada en la Mata de València y ciertas umbrías del valle de Espot y la Val d’Aran. A pesar de la dificultad de su censo, se estima un número mínimo de 40 machos reproductores en el ámbito del Parque Nacional. Se necesita sin embargo mucho estudio con esta interesante y bonita especie dado que se desconoce en la actualidad su dinámica poblacional.
Jordi Canut i Bartra
Foto: Alfons Raspall