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La esencia de las palabras: Elogio de los pirenaicos

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Estany Negre de Peguera

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la esencia de las palabras elogio de los pirenaicos

Ser o no ser pirenaico, ¡esa es la cuestión! Detrás de este adjetivo calificativo, de origen geográfico, no hay duda de que se esconden, por un lado, un haz de tópicos y, por la otra, un montón de realidades. De los primeros no hablaremos mucho ya que son demasiado conocidos y aburridos; de los segundos, trataremos de descubrirlos. ¿Cómo lo haremos? Os proponemos descubrir qué se esconde detrás de la palabra pirenaico o pirenaica recorriendo un camino. Un camino sencillo y llano: observaremos el comportamiento de algunas especies animales y vegetales de la historia natural más reciente de los Pirineos. Cada cual, después, que saque las oportunas conclusiones. Una lagartija, un alga, un árbol, una rapaz, un cuadrúpedo y nosotros, los sapiens, seremos algunos de los protagonistas naturales y culturales que ayudaremos a hacer esta aproximación al archivo genético de emociones que se esconde detrás de la naturaleza pirenaica. Unas emociones que se renuevan constantemente con la llegada y con la extinción de especies como...

La lagartija prodigiosa

¿Qué hace una lagartija (Iberolacerta bonnali) viviendo más allá de tres mil metros de altitud sobre el nivel del mar? ¿Qué carajo se le ha perdido a un animal de sangre fría entre aquellas montañas, también gélidas, en donde hibernan prácticamente durante nueve meses al año? La naturaleza es sabia y si este pequeño aunque robusto animalito pleistocénico se ha rendido a sobrevivir en los Pirineos, sus razones y adaptaciones biológicas debe sin duda de tener. Por ejemplo, una cierta predilección por los lugares protegidos, las rocas fisuradas o las zonas de tránsito entre los prados y los canchales. Una golosa atracción por las moscas, las arañas, las langostas, los saltamontes y otros ortópteros. Un terror manifiesto a enemigos reconocidos como la víbora, los topos de montaña o los malditos coleccionistas de reptiles raros, que no dudan en capturar los últimos lacértidos de una especie en peligro de extinción. Dos especies hermanas de la pirenaica son la lagartija pallaresa (Iberolacerta aurelioi) y la lagartija aranesa (Iberolacerta aranica). Durante el verano las tres disfrutan de las montañas pirenaicas, pero la llegada de unas simples nubes puede provocar que se escondan con prontitud. Una curiosidad científica sobre su coloración está presumiblemente relacionada con las estrategias para combatir su depredación y hace que las que viven sobre rocas calcáreas sean más claras mientras que las que lo hacen sobre esquistos sean más oscuras. ¡El camuflaje salva vidas! Otra estrategia antidepredatoria consiste en desprenderse la cola, parte anatómica terminal que los niños de los pueblos pirenaicos han perseguido desde los tiempos de Maria Castaña y que, curiosamente, estos niños también habían perdido millones de años atrás. La

Lagartija pirenaica

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hora predilecta de salir de estos bichitos, amantes de la energía solar, suele ser por la mañana, momento en el que aprovechan para comer o para despacharse a gusto con algún competidor, aunque la territorialidad no es su fuerte. Por último, una pregunta que nos hacemos sobre muchos animales: ¿cuántos años puede vivir una lagartija? Dicen los expertos que, machos y hembras, pueden llegar ¡hasta los 10 años! ¡Larga vida, pues, a una de las joyas endémicas de la herpetofauna pirenaica!

El alga gélida

¿Os habéis fijado en unas manchas, entre rojizas y rosadas, que se dibujan tanto en los lagos pirenaicos-poco antes del deshielo-como en los puertos nevados más altos de montaña? ¡No! Pues hacedlo a partir de la próxima primavera. La culpable es una alga (Chlamydomonas nivalis). Una alga verde, amante del frío y del agua helada, que se identifica con relativa facilidad por una coloración rojiza que forma atractivas manchas entre los últimos paisajes primaverales. El origen del color es un pigmento que sintetiza el organismo para defenderse de la radiación solar, tanto de la visible como de la perjudicial ultravioleta. Conocida como la alga de la nieve, nieve roja o nieve sangre, este microorganismo fue confundido, desde los tiempos de Aristóteles, con la presencia de sangre, de hierro, de depósitos de meteoritos o, incluso, ¡con señales divinas! A comienzos del siglo XIX, gracias al uso del microscopio, se pudo demostrar que no era ni un fluido, ni un mineral, ni un milagro... sino un ser unicelular brillante, capaz de combinar la clorofila con unos pigmentos secundarios rojizos, fundamentales para absorber mejor el calor y aislarse así del frío, en un mundo extremadamente blanco y reflectante. La presencia y el crecimiento de esta nieve coloreada en los Pirineos es un indicador de la llegada boletín del parque nacional de aigüestortes i estany de sant maurici 22

de cambios estacionales importantes. En concreto, de la llegada de la primavera. Pero, ¿qué hace durante el invierno? Durante la época más fría descansa bajo la cubierta de nieve, protegida por una particular hibernación de la cual se despierta cuando llega el momento de germinar. El trabajo terminará con la colonización del suelo una vez finalizado el deshielo. Dos indiscreciones evolutivas interesantes son, por un lado, las grandes dificultades que tienen para mantenerse erguidas, ¡de pie!, ya que no disponen de tejidos esqueléticos y, por otra, la falta de sistemas para evitar la pérdida de agua. No es de extrañar, pues, que sea un organismo amigo del agua dulce. Durante muchos siglos exploradores, pirineistas y esquiadores han tenido la oportunidad de identificar estas algas verdes con altas concentraciones de pigmentos rojizos durante sus ascensiones y travesías. Un descubrimiento que llevó a los ingleses a bautizarlas con el nombre de nieve de sandía (watermelon), por su perfume fresco, que recuerda a la deliciosa fruta. Alimento esencial de los gusanos de hielo, de las pulgas de nieve o de los crustáceos del plancton, la alga de la nieve es una prueba biológica más de que la vida puede prosperar en cualquier lugar, en los ambientes más hostiles, en las condiciones más extremas. ¡Solo hay que darle la oportunidad de hacerlo!

El árbol combativo

Cuando los bosques pirenaicos ascienden por encima de los 2.000 metros, las condiciones de vida no son las más adecuadas para crecer de manera normal. Los suelos esqueléticos, la erosión, la disminución de nutrientes, el rigor del clima (temperaturas bajas, precipitaciones frecuentes, vientos fuertes...), los contrastes entre umbrías y solanas, y otros factores y procesos ligados a la altitud hacen que más

23 Imagen invernal de un pino negro

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de una especie, animal o vegetal, se plante o dé marcha atrás. Es el caso de los esbeltos abetos, de los pomposos hayas o de los temerarios álamos. Pero una especie arbórea valiente, una superviviente de las zonas de combate forestal, una conífera sufridora como pocas insistirá a nacer, crecer, reproducirse, morir y descomponerse más cerca del mundo mineral que del mundo vegetal. Este árbol combativo es el pino negro. La adaptación del pino negro (Pinus uncinata) a las zonas más críticas para el desarrollo de la vida se ha fundamentado en el saber dar respuestas eficaces a situaciones complejas. Vamos a ver algunas. ¡Pequeño, pero fuerte! Dos adjetivos que resumen muy bien al conquistador por excelencia de la alta montaña. Pequeño porque sus troncos o guías, de crecimiento lento, raramente superan los 20 metros de altura. Es capaz de hacerlo a partir de la formación del suelo poco profundo y raquítico que le ofrecen la fisura de una sencilla roca, en un estado de enanismo cercano al mundo ¡de los bonsáis naturales! Fuerte porque es un árbol achaparrado, deformado, retorcido por la nieve, el viento y las depredaciones, tal como podemos apreciar en las formas caprichosas de las ramas. Fuerte también por la rudeza de unas hojas oscuras y punzantes que pueden servir de alimento a animales como el urogallo durante los inviernos más duros, y manchar su pico blanco de un verde brillante. Fuerte a su vez por fabricar aquellos conos femeninos que son las piñas compactas, asimétricas y ganchudas que devoran con deleite animales forestales como la ardilla, los pájaros carpinteros, los ratoncillos de bosque o el habilidoso piquituerto. Fuerte, por último, como por ejemplo el caso de los ejemplares más viejos que pueden convertirse en árboles monumentales, de perímetros excepcionales, con más de 800 años de vida biológica. Los bosques de pino negro son espacios de convivencia para los seres humanos. En un árbol siempre está la huella de otra especie y la nuestra no ha sido una excepción. Fuegos de pastor, marcas de hachas y otras señales visibles al buen observador convierten a los lugares que ocupa esta especie en entornos singulares donde nos hemos escondido durante centurias de las tormentas, hemos cercado el ganado hemos hecho buen uso de la gran diversidad de líquenes barbudos que cuelgan de los troncos y de las ramas. Bosques productores, pero también ¡bosques protectores! Pino arriba, pino abajo, dicen que en Cataluña hay unos sesenta millones de ejemplares. A pesar de su dominio absoluto a partir de ciertas alturas, no olvidemos que es una especie paraguas bajo la cual se cobijan otros tantos seres vivos tales como el mochuelo boreal, el arándano, las hormigas rojas o la desconocida becada. El pino negro es el último combatiente del arbolado pirenaico y nosotros su mejor defensor. ¡Cerca de un pino negro se esconden muchas vidas!

Una rapaz recicladora

Mirad hacia el cielo. No se ve aparentemente ningún pájaro volando. ¡Ninguno! ¡A una cierta altura brilla un cuerpo! Parece suspendido en la atmósfera. De repente, inicia un vuelo en picado. Un picado mortal hacia una tartera de piedras graníticas, originada en la vertiente solana del valle, donde algo se estrella y se rompe en pedazos... El cuerpo que brillaba es el de un gran rapaz, los parches, un fémur de oveja. El quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) se ha levantado con ganas de romper y hacer así honor a su nombre. ¡Qué maravilla! ¡Volar para romper! ¡Romper para comerse los huesos que nadie quiere! Conocida en las tierras ribagorzanas como el “águila roja”, este animal de las montañas-mitad buitre mitad águila-anida en peñascos y covachas, siendo uno de los protagonistas de los Pirineos. Es el único animal del planeta que se alimenta de los huesos de los animales muertos, costumbre a la que ha consagrado su evolución. Un cuello de contorsionista, capaz de tragar piezas óseas que pueden llegar a hacer 25 cm; un estómago con potentes jugos gástricos capaces de deshacerlo todo, y un cuerpo de gran envergadura-cercana a los tres metros-que regularmente somete a baños cosméticos en aguas ferruginosas, son algunas de las señas de identidad. Hablan los expertos que estos baños le ayudan a desparasitar, a pasar más desapercibido pero sobre todo a hacer ostensible su dominancia sobre los compañeros de especie. Enemigos naturales no tiene excepto los derivados de la especie humana como la caza furtiva, los venenos o la alteración de los hábitats. El ruido que genera un helicóptero, por ejemplo, puede ser suficiente para arruinar la

Quebrantahuesos en vuelo

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selección de un nido, la puesta de huevos, una incubación o la crianza del polluelo. ¡El quebrantahuesos es amigo de la tranquilidad! Dos maravillas morfológicas son, por un lado, el penacho negro, en forma de bigote, que le cuelga bajo el pico, y que probablemente juega un papel importante en la regulación de la temperatura del cuerpo. Por otro, la membrana rojiza que rodea su ojo y que se intensifica cuando se pone nervioso. Plumas pizarrosas de raquis blanco; panzas anaranjadas, a menudo más acentuadas en las hembras que en los machos; nidos lanudos a prueba de las inclemencias del duro invierno boreal; depredación fratricida de uno de los dos polluelos; formaciones poliándricas y cópulas homosexuales para reducir las tensiones sociales... El quebrantahuesos, inmerso en un proceso de investigación intensivo, todavía esconde muchos misterios biológicos que seguramente nos ayudarán en el futuro, a tomar decisiones más acertadas en la gestión de los sistemas naturales de alta montaña.

El cuadrúpedo tozudo

Mulos y mulas (Equus mulus) han sido durante los últimos 500 años, unos de los animales de la fauna pirenaica más importantes y decisivos. Del latín MULUS (animal o vegetal obtenido del cruce de dos especies diferentes), las primeras mulas están ya presentes en las sociedades neolíticas, poco después de la domesticación de sus ancestros. Fuerte, resistente, sobria, paciente, tozuda pero de fiar... tiene un cuerpo con una cabeza recha y corta; orejas largas y melena corta; pezuñas estrechas y un curioso bramido ahogado. Un animal históricamente muy querido en la montaña y en las sociedades rurales, con el que hemos compartido largas jornadas de viajes, de trabajo y de diversión. 24

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Puntal de la economía pirenaica, fue el transporte ideal de mercancías y de personas gracias a la gran capacidad de adaptación a los terrenos montañosos, a los cauces afilados, a los caminos empinados que atravesaban difíciles veredas y a los desfiladeros fluviales más aterradores. Las mulas hacían grande una familia, una casa, un pueblo, un país y, dicen los más viejos del Valle, que la construcción de estas casas y masías empezaba por corrales, donde tenían reservado ¡un lugar especial! El instinto y la inteligencia de los mulos y mulas era tal que eran capaces de prever, como otros animales, los cambios de tiempo y las crecidas de los caudales de los ríos y los barrancos por tormentas repentinas. No dudaba, por otra parte, a defender, a ella y a su jinete (el dueño), de los ataques de lobos y de osos utilizando sus temidas patadas. Durante el siglo pasado, la llegada del tractor y de la mecanización de las tareas agropecuarias relegaron a estos magníficos animales a un papel testimonial que ahora, en el siglo XXI, retoma importancia ante la resurrección ganadera y cultural de las especies autóctonas del territorio pirenaico. Mulos y mulas, caballos y yeguas, burros y burras fueron ¡los cuadrúpedos de oro de las montañas! Unas montañas, que sin estos animales, serían difíciles de interpretar en toda su complejidad.

Nosotros, los sapiens

Los Pirineos tampoco pueden entenderse sin la llegada hace aproximadamente unos 30.000 años de una nueva especie, procedente probablemente del norte del viejo continente: los humanos anatómicamente modernos (Homo sapiens). Eran tiempos de un frío riguroso en donde los glaciares ocupaban gran parte de los valles pirenaicos y en donde los recursos

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alimenticios disponibles no eran en absoluto abundantes. Pero la retirada gradual de los hielos aceleró la colonización de un espacio geográfico rico, pero salvaje. La capacidad de supervivencia en un medio hostil forjó, pues, la primera y la más importante de las adaptaciones de nuestra especie. ¡Laberintos de montañas feroces se convirtieron en paraísos de caza, de pesca, de recolección y de pastoreo! Las bestias orográficas de mil, dos mil, tres mil metros de altitud, fueron lentamente ocupadas y explotadas. La vinculación a la tierra nos hizo cazadores, pescadores, pero sobre todo ¡ganaderos! Los pirenaicos somos ganaderos. Una ganadería que se remonta a la observación sorprendente de las grandes migraciones animales y a los inicios de la domesticación de ciertas especies, lo que nos facilitó seguramente el diseño de las primeras rutas trashumantes desde las llanuras hasta las montañas. Nosotros, los pirenaicos, también somos hijos de una marca. Una marca o frontera entendida como un territorio permeable, de tránsito y de mestizaje, que se extiende desde los tiempos de los primeros homínidos hasta la aparición de los primeros agricultores y ganaderos. Los íberos, los griegos y los fenicios. Los romanos y los visigodos. Los árabes. Los Pirineos han sido siempre un pasillo geográfico e histórico, más amable de lo que muchos piensan, aunque eso sí, ¡custodiado por desafiantes montañas! Pero los desafíos llevan a la fragilidad y nosotros, los pirenaicos, somos frágiles. Frágiles a tsunamis orgánicos que generan las sociedades demográficas contemporáneas. Frágiles en la defensa de valores ancestrales plenamente vigentes. Frágiles a las comodidades del progreso irresponsable. Hay que regenerar, por tanto, el árbol pirenaico con savia nueva. Una savia mutante que alimente el viejo árbol genético. ¡Evolución, por favor!

Elogio final

¡Los pirenaicos venimos del vacío! ¡Del vacío más desnudo! ¡Somos sin duda un gran diseño! Un diseño del azar en la evolución natural y cultural. Un diseño fruto, entre otros, de una lagartija prodigiosa, de un alga gélida, de un pino negro combativo, de una rapaz recicladora, de un cuadrúpedo tozudo, y de nosotros, los sapiens, especies únicas e irrepetibles en el universo pirenaico. Los humanos siempre hemos vivido junto a los animales. La vida sin embargo, ¡es un combate constante! Muchos de estos compañeros de cordillera habían llegado antes que nosotros a los valles y a las montañas que supuestamente conquistamos y, por ello, durante muchas generaciones los hemos observado con detenimiento. Hemos estudiado donde vivían, cómo comían, cuando se reproducían, de quien se defendían... La evolución humana en los Pirineos no se puede entender sin conocer la historia natural de los otros pirenaicos. Vivimos junto a las zonas de transición paisajística, junto a las fuentes de agua, a no mucha altitud. Hemos aprendido a protegernos del frío, hibernando a nuestra manera. Hemos levantado los pueblos en las partes más estériles de los paisajes pirenaicos para explotar las tierras más fértiles. Reciclamos la materia para disminuir la saturación de los ecosistemas naturales y, por tanto, las probabilidades de extinción. Somos tercos pero también eficaces e innovadores. Aquí termina el camino. Un camino sencillo y llano. No hay ninguna fuerza superior. Los Pirineos son la fuerza superior disfrazada de geografía y de historia. Es tiempo ya de recorrer un nuevo sendero. Todos somos animales y formamos parte del mismo paisaje. Un paisaje que hay que caminar y compartir en armonía. Un viaje que iniciamos hace miles de milenios y que no tiene sentido continuar separados. ¡Venimos del norte, venimos del sur, del este y del oeste! Tenemos necesidades similares. Unas necesidades, por cierto, que hacen aparecer conflictos. Sin embargo la colaboración ha sido la clave del éxito hasta ahora. Como escribiría el griego Esopo, en alguna de las sus fábulas, los animales han pensado y razonado como los seres humanos. El futuro de las especies pirenaicas depende, pues, de la colaboración y no de la confrontación. Somos hijos de las lagartijas, de las algas, de los árboles, de los pájaros y de los mamíferos. Respuestas inteligentes a la vida con formas y funciones diversas. Prodigiosos, gélidos, combativos, recicladores, tozudos pero sabios. Pirineos rima con montañas. Somos la gente de la Montaña. ¡Vivimos allá arriba! ¡Somos pirenaicos!

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