1 minute read

Juan Carlos Acevedo

11

Dialogo con un dios ciego y mudo, Un dios que posee el cansancio de los siglos, El mismo que enciende la luna en mi papel. Dios es poeta, lo puedo jurar, En noches de lluvia abro la puerta Y el poema entra para dormir en el cuaderno. Confieso, lo encomiendo a dios Para que no muera al amanecer. Juego a escribirlo, está solo, No tiene prisa, es estación no pasajero.

Advertisement

Hojas melancólicas Derramadas en los caminos de Sherwood Hablan de una leyenda en el siglo XIV. Pesadas neblinas abrigan la historia De un hombre o un duende Que habita los robles ingleses. Un ser a quien los paganos dieron por nombre: - Espíritu de los bosques - El mismo hombre a quien Nottingham bautizó como: - El Príncipe De los Ladrones - Lo que ignora la historia Son los versos de un poeta inglés Que hablan de un huracán que azotó Inglaterra hace seis siglos. Y según cuentan sus versos Ese huracán fue la venganza de Odin Por las heridas causadas al viento Cada vez que Robín Hood lanzaba una de sus flechas en busca de la riqueza que lo condenó.

La ciudad respira en sus palabras, Desciende hasta los dedos Que se estremecen al escuchar un tango roto; Calles húmedas le estropean la sombra. En el fondo del parque Guitarras de la noche Llueven un rock envuelto en la voz de Fito Páez.

Pasos gigantescos rompen la neblina.

Un olor metálico inunda sus ojos, Su voz de polvo y lluvia, De calles empinadas y teatros Se confunde con la letra fragmentada del tango Que engendra la ciudad y sus pasajeros nocturnos.

Juan Carlos Acevedo. Manizales, 1973. Ha publicado los libros y cuadernillos de poesía Palabras en el Purgatorio y Palabras de la Tribu. Aparece en la antología Inventario a Contraluz, Antología de una Nueva Poesía Colombiana, Bogotá, 2001

This article is from: