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por Mauricio Contreras
Raúl Gómez Jattin, una poética del desarraigo
n EUGENIA SÁNCHEZ NIETO
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La poesía de Raúl Gómez Jattin es sincera. Nace de su inconsciente y de todo aquello que le ha afectado y tocado sus fibras más profundas. No es una poesía largamente buscada y pensada, es un lenguaje sin imposturas intelectuales, sin artificios. Su expresión artística no busca disimular, no es un lenguaje de la parodia, no intenta un estilo o unas maneras de otros. Su lenguaje tiende diversos hilos comunicativos. Casi siempre se dirige a los amigos y ese espectro cubre y tiende diálogos diversos. Exhibe un canto a la amistad y franqueza en cómo se concibe esa amistad –de preferencia se quiere cuando se está lejos–: «…y esa alma gentil y bondadosa de ustedes mis amigos / que saben con una botella de ron blanco / entre pecho y espalda / prometer este cielo y el otro Los amo más en el exilio / Los recuerdo con un sollozo a punto de estallar…». Su voz poética claramente nos refiere su vida, sus estados de ánimo, sus dificultades económicas y carencias de todo orden. Esa voz es un grito que nos duele, pues refiere las penurias de un inmenso grupo social: «…Porque soy solo / Porque dormí siete meses en una mecedora / y cinco en las aceras de una ciudad /…Porque cuando estoy enfermo / voy al hospital de caridad…». Su voz reivindica al loco, su capacidad de decir la verdad. Nadie como él –dice Raúl– nos acerca más al lenguaje poético. De hecho, Gómez Jattin, en muchos momentos de su vida, estuvo en clínicas de reposo y en contacto con estos seres imbuidos de su propia realidad, lacerados por un mundo agresivo y una clínica que no los saca, sino que los hunde más, y los vuelve dependientes de drogas que afectan comportamientos y los inmovilizan.
Sus desencuentros, en su relación con sus padres, su lamento por el abandono de su madre y su canto de amor a ellos es una poesía cargada de diversos hechos que tocan la vida de Gómez Jattin: los habitantes de la aldea, la clínica, el cuerpo físico, el armazón que lo
acompaña: «En este cuerpo / en el cual la vida ya anochece / vivo yo Vientre blando y cabeza calva / Pocos dientes / Y yo adentro / como un condenado…». El amor, en Gómez Jattin, es un gozo, un deleite inalcanzable, es el placer del cuerpo no duradero: «Seres inhospitalarios Así me gustaban / Ellos me enseñaron que cuando se ama así se pierde / y que cuanto se pierde en el amar / se gana en el alma». La vejez, la soledad, la poesía como la única posibilidad, el único asidero, pero no como paraíso sino como dificultad: «La poesía es la única compañera / acostúmbrate a sus cuchillos…». Su poesía está poblada de un clima caliente, de árboles, gallos, futas, música de acordeones; la presencia
Raúl Gómez Jattin, Bogotá, 1987. Foto tomada del libro Arde Raúl.
de sus antepasados orientales, como una raíz fuerte que lo acompañaría desde su niñez; la reivindicación de los alucinógenos como un camino que desentraña las múltiples realidades y completa la visión del mundo.
La poesía de Raúl Gómez Jattin en vida fue admirada, sobre todo por los jóvenes. Publicó por lo menos nueve libros desde 1981 hasta su fallecimiento, libros estos financiados por personas que lo valoraban como escritor. Él conoció y dialogó con varios escritores, pero no perteneció a ningún colectivo de poetas o grupo de amigos con el que se reuniera con frecuencia. Tuvo amigos especiales, pero esos encuentros se realizaban ocasionalmente, cuando Gómez Jattin se encontraba en Bogotá. Actualmente sus seguidores crecen a lo largo y ancho del país, y en su lugar de crianza, Cereté, existe un centro cultural con su nombre y un festival de poesía de mujeres que año tras año lo recuerdan e invocan.
Hizo lo que quiso tanto en su vida como en su obra. La mayor dificultad fue no haber tenido una estabilidad económica que lo hubiera librado del hambre
en varias oportunidades y de la vida en hoteluchos. Su poesía y su vida gozaron de plena libertad. Raúl Gómez Jattin no se cohibió en su palabra, la ejerció con total libertad y honestidad. Ejemplo de ello es el poema a «la burrita» sin asomo de ningún pudor: «Te quiero burrita / porque no hablas / ni te quejas / ni pides plata». Gómez Jattin no simula nada, todos sus deseos reprimidos salen a flote. En su poética no hay limitaciones, no hay reglas, la imaginación vaga sin respetar a nada ni a nadie, solo se rige por los deseos del escritor. En muchos de sus poemas afecta, conmueve y perturba por ello su comunicación plena con todo aquel que persiga una mirada amplia y diversa de la vida. La palabra de Gómez Jattin provoca ideas y pensamientos, y esto se vuelve de importancia porque puede producir crisis y cambios en la mirada «ordenada» de la vida. Raúl Gómez Jattin escribía libre de cualquier atadura o prohibición social, es una poética desarraigada de cualquier norma, de ahí su importancia transgresora, la que lo ubica en un lugar destacado en el ámbito de la poética nacional y latinoamericana.