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Esteban Moore

(Buenos Aires, 1952)

La canción construye sus imágenes

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En la habitación desordenada la radio repite una canción de otra época

Es la música o la letra la que te devuelve el cuerpo de esa mujer –sus ojos encendidos en la media luz la boca y las manos /dispuestas–

Y las palabras el ir y venir de su creciente –inflamada marea

Aquellas palabras del momento y aquellas otras que no supieron salir de tus labios

Han transcurrido los días y en su multiplicada noche comprenderás que siempre ha sido demasiado tarde

Los amantes

Se han reunido después de varios años y conversan y continuarán haciéndolo sentados a esa mesa que aún los separa como un océano o un continente o un desierto

La mesa lustrosa, gastada, de un viejo bar en la esquina de un barrio perdido sobre la cual flotan las palabras que registran el pasado dolor /las pequeñas traiciones de la carne

Palabras repetidas, una y otra vez, pegajosas, lentas como pesados trenes de carga que se cruzan en la oscura planicie hacia y desde lugares lejanos

Palabras que con el correr de las horas rescatarán del olvido la dulzura de aquellos tiempos en que ambos eran jóvenes /y la belleza de sus actos –una de sus muchas virtudes

A rumbo abierto

Anduve la tendida llanura de la cuenca del Salado sus rutas –sus caminos –sus canales hinchados de agua Dormí bajo estrellas y lunas envueltas en bruma En el valle del Río Negro me obsequiaron manzanas /del tamaño de una calabaza Apagué mi sed en las heladas aguas del Ñiriguau Todo esto recuerdo hoy aquí a la ribera del Paraná y también los gemidos de un moribundo en un hospital de campaña la furia del viento en los grandes eucaliptos el brillo ardiente de aquellos ojos claros Todo esto recuerdo mientras observo los buques /que navegan lentos contra la corriente y celebro en silencio: el buen sol –la brisa suave –el vino fresco –la palabra mar

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