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Lauren Mendinueta: Escribo poesía para acostumbrarme a vivir
from Ulrika 68
Escribo poEsía para acostumbrarmE a vivir
POR JUAN PABLO ROA
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Apartes del prólogo a Una visita al museo de historia natural y otros poemas, de Lauren Mendinueta (Animal Sospechoso Editor, Barcelona, 2021).
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Lauren Mendinueta (14 de abril de 1977, Barranquilla, Colombia) nos invita a presenciar cómo se depura la experiencia de la propia vida, a partir de un ejercicio de observación desapegada de la vida mientras es vivida por uno mismo. En el poema que da título al libro, premiado en Barranquilla en 2013 y que abre esta antología, la reflexión se desarrolla a partir de la mujer del poema que advierte su imagen reflejada en uno de los cristales del museo de historia natural:
Un meteorito. Un cuarzo gigante. Otro fósil. Una sala detrás de otra. Todo antiguo y novedad. Y sin esperarlo mi propio rostro me sorprende. ¿Ya tengo edad para encontrarme en una vitrina?
¿Cuántas veces en la vida nos sorprende el gesto anodino de ver la propia imagen, el propio rostro reflejado en un escaparate? Mamíferos de ciudad que somos, los cristales engendran innumerables veces nuestra imagen para darnos a entender que estamos vivos, que aquí seguimos en la vida mientras los cristales de la ciudad constatan que alguien nos ve. Por un instante logramos comprender ese pacto secreto de saberse aquí, en estas líneas, en esta vida, en esta experiencia que sabe que esa imagen nos hace creer que somos algo en esta Tierra. Yo miro. Yo es alguien que mira el reflejo de sí incluso cuando menos se lo espera. Una vía cerrada que bien podría conducir a la enajenación, pero que, felizmente, en este poema, en esta escritura de la poeta colombiana, lleva al lector a reflexionar acerca del paso del tiempo, acerca de la marcha humana a través del tiempo:
El reflejo de mi rostro en la vitrina iluminada, su gesto sorprendido, y en mí, los deseables estragos del tiempo.
Sin embargo, el punto de inflexión de esta percepción del tiempo que leviga nuestro yo, que moldea la arcilla de la experiencia humana, tal como lo enfatiza el último verso citado: «los deseables estragos del tiempo» confiere a la reflexión temporal un
Lauren Mendinueta. Foto: Archivo particular.
aire de filosofía moral en el que la voz poética tasa el buen vivir, la virtud, la felicidad y el deber. [...]
* La escritura puede llegar a ser la forma real y simbólica que tiene el poeta de delimitar el espacio que le permite existir con dignidad en el exilio, y sin embargo la conciencia del exilio se imprime en su experiencia como una segunda culpa disfrazada de nostalgia. La poeta jamás cuenta por completo los motivos de su exilio y, no obstante, al igual que Hänsel y Gretel, va dejando el bosque sembrado de migas de pan en la esperanza de que el lector vuelva a su hogar en su lugar. Los motivos del exilio siempre tienen algo de personal e íntimo, pero sabemos que el «escritor es el extranjero por excelencia», gracias a Edmond Jabès en Un extranjero con, bajo el brazo, un libro de pequeño formato. «Sin derecho de residencia en sitio alguno, se refugia en el libro, de donde la palabra lo expulsará. Cada vez, su salvación se la deberá, provisionalmente, a un nuevo libro».
Hay, en este sentido, poetas que encuentran su lugar de pertenencia en la lengua y que hacen de su exilio una razón de ser, y en ese gesto de escritura brotan el poema y el sentido. No obstante, cuando el dolor y las razones de ese exilio no se restañan ni siquiera con la escritura –léase: la lengua del poema–, el lugar de pertenencia del poeta es el poema en sí mismo, porque ni siquiera la poesía puede restañar ese exilio que jamás terminará de nombrarse. Bien lo dice la poeta mexicana Jeannette L. Clariond, para quien la madre, de manera análoga, es esa palabra que jamás termina de decirse.
Cuando los motivos del exilio superan las propias fuerzas vitales o racionales, se niega también o se imposibilita el refugio en la lengua. El poeta puede esforzarse por hallar su lugar de pertenencia en la lengua, pero le sucede como al extranjero frente a una lengua nueva: aunque lo intente, en su fuero interno, al poeta lo precede una lengua mucho más vasta que la de la escritura del poema, con lo que todo intento de fundación será imposibilitado por lo perdido porque no hay campo para el olvido.
Un día, despacio, como una hija inocente y cruel la poesía brotó de mi herida y me envolvió en su río de sangre. […] La poesía reemplazó con su hacha al verdugo, en su altar purificó mis delitos, sin vacilar echó sobre mis hombros todo su peso y en un milagro de contradicciones aligeró mi carga. Bajo su presencia imperiosa he vuelto a mirar de frente. Ahora lo sé: estoy viva porque resistí. Escribo poesía para acostumbrarme a vivir.
Por este motivo, muchos de sus poemas dedicados funcionan como una misiva a un destinatario ausente, pues ya de antemano la lengua que impele a la poeta a decirse en el poema, es una lengua negada, una lengua matriz adonde es imposible regresar.
Gentes que me fueron familiares, amores que no volverán, todo grabado en piedra. Como de otro planeta, todo. El amor, como un dinosaurio, fosilizado. El amor como un animal extinto: familiar y extraño a un tiempo.
Se trata de una patria más grande, más voraz que la patria del poeta que encuentra su refugio y su razón de ser en la lengua del poema: la poesía en Lauren