La dualidad gitana en el Romancero gitano de Federico García Lorca Catherine Bakewell
El joven Federico García Lorca escuchó música flamenca con fascinación. Su niñez tuvo lugar en Andalucía y allí aprendió a apreciar la guitarra, la música y los cuentos de los gitanos. García Lorca incluso mencionó que su bisabuela era gitana (Stainton 86, 92; Cano, citado en Durán 764). Le fascinó esa comunidad, y no es una sorpresa que él identificó si fuertemente con ellos. En España, los gitanos han sido considerados como “no más que una asociación de malhechores” casi hasta que su llegada a España cerca el siglo XV (Leblon 37). Los gitanos no se asimilaron a la cultura castellana, sino que se distinguen con sus prácticas religiosas y sus tradiciones (Cazorla Pérez 29). El autor, homosexual y también parte de un movimiento literario no tradicional, se relaciona con este pueblo marginado. Más, los gitanos, como él, utilizaron su arte para expresar su cólera, pasión y tristeza para responder a las dificultades de sus vidas. Por eso, él se identifica con los gitanos, y cuenta historias de su exilio, de su miedo y de sus dolores (Stone 65). Es lógico, entonces, que él utilizó protagonistas gitanos y la estructura de un romance para contar historias gitanas. El romance es conocido por su estructura octosilábica y su rima asonante; un estilo muy fácil de recordar y muy utilizado para contar historias (“El romancero español”). El formato octosilábico también es común en la música flamenca (Katz), una manifestación cultural muy presente en 9