Nota Lonely Planet Argentina sobre Montreal

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montreal

IZQUIERDA: Los FrancoFolies de Montréal en un festival multitudinario. ARRIBA: Vista del centro del Puerto Viejo en pleno otoño.

Temporada de ritmo

Recorré la ciudad en bicicleta, en temporada de verano, al ritmo de la música y los espectáculos que copan las calles. Los cientos de conciertos, la gastronomía y la danza hacen vibrar a locales y turistas. texto: Florencia Goldsman | fotos de apertura: turismo montreal, Stéphan Poulin - Les FrancoFolies de Montréal, Jean-François Leblanc.

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fotos: Stéphan Poulin, David McDougall.

'la créme de los festivales comienza a partir de junio'

fotos: Marie-Reine Mattera, Jean-François Leblanc.

ilas y más pilas de postales, revistitas y flyers desbordan los estantes de los turistas en Montreal. Son las invitaciones multiformato a festivales y eventos musicales que cada día ocurren en esta isla, una de las ciudades más frías de Canadá. Especialmente a partir del mes de junio, cuando asoma el verano, los montrealenses montan la ola de calor y exprimen el jugo de la vida al aire libre a través de los festivales. Como sea, todo el año la ciudad brinda a sus visitantes ofertas culturales que van desde el cine, la música y el teatro hasta el más amplio abanico gastronómico. Descubrí el gusto en la variedad de una ciudad 100 % festivalera. Incluso hasta el momento en que las pestañas se cristalizan por el frío podés festejar el estar en Quebec. Un set de DJs sobre una pista de hielo gigante protagonizan durante enero el Montreal Snow Festival que tiene lugar en el Parc Jean Drapeu. En este parque, al que se llega cruzando la isla en Metro -nos encanta viajar en subte submarino- se alza una esfera que parece representar el esqueleto de Epcot Center en Disney. El evento cuenta con detalles divertidos, a saber: toboganes gigantes para deslizar sobre la nieve, y esculturas en hielo y vino caliente vendido en pingüinitos termoaislantes. En la misma línea, si llegás a esta ciudad en enero pero lo que buscás es un poco de música alternativa para romper el hielo de una jornada a 15 grados bajo cero, podés participar del Igloofest. Definido por sus organizadores como un ambiente “punchy audiovisual”, te dará la posibilidad de presenciar un desfile de moda de equipos de ski retro y mirar un poco de videoarte. Sendos DJs enfundados en miles de capas de ropa harán lo imposible para calentar la sangre de los asistentes en el níveo horizonte. Pero la crème de los festivales comienza a partir de junio. Es el quiebre. Ese momento en que los ciudadanos empujan al fin las botas de lluvia en el rincón del armario y desempolvan las sandalias o las Crocs (creación canadiense). La ciudad da inicio a un raid de festivales de diversa índole que dejará a los visitantes sin aliento hasta el próximo invierno. Además, trasladarse de un evento a otro es fácil, gracias a los 400 kilómetros de ciclovías que la rankean como una de las urbes más biciamigas del mundo. Por eso todos los caminos te conducirán a Place des Artes, uno de los centros neurálgicos para presenciar shows de música, espectáculos de danza moderna e intervenciones callejeras. En esta plaza pública de moderna factura, las ventanas de un edificio se regodean con una galería de fotos gigante con las estrellas legendarias del Festival de Jazz de Montreal. Un concierto gratuito es la punta de lanza de un evento que dio lugar el año pasado a un increíble jam de improvisación con monstruos de la talla de Laurie Anderson, Lou Reed y John Zorn, capaces de conmover a los transeúntes más desprevenidos. Además de mimar los oídos, podés amenizar estos eventos con los más deliciosos shawarmas o unos Sish taouk (pinchos de pollo o

lomo) de Basha, restaurante al paso que ofrece lo mejor de la cocina rápida libanesa. En el mismo punto del año también se inauguran las sesiones semanales del Piknik Electronik. Con bastante de hedonismo y otro tanto de exploración, estos eventos de música electrónica se disfrutan al aire libre con amigos, sandwiches y pies descalzos en el césped. Así, los fans de este evento llegan en bici, metro e ¡incluso en bote! a la zona del Viejo Puerto y encuentran una gran vía de escape al calor del cemento. Al promediar agosto, la postal con los balcones, jardincitos rebosantes de flores y de vecinos es una imagen repetida a lo largo de los diferentes barrios. Los montrealenses, que gozan hasta la última gota de sol, también se encienden a puro ritmo en el Festival de música africana Nuits D´Afrique (Noches de África). Se trata de 11 días de música al aire libre y una gran oferta de recitales gratuitos. Recorre sonidos desde la Costa de Marfil hasta Timbuktu, los oceános de África, el Caribe y Latinoamérica. El público sacude sus anatomías desde el horario after -office hasta que la luna vigila. En la Place Émilie-Gamelin (espacio al aire libre para estos recitales) venden, además, algunos exóticos snacks de sabores especiados provenientes de esas tierras. Por otro lado, ¡aunque en la misma época del año!, el festival Just pour rire (o Just for Laughs) ofrece a los amantes de las artes escénicas un programa nutrido de stand up comedy, cortos, ciclos de cine cómico, desfiles callejeros y espectáculos gratuitos.

La última edición del festival llenó las calles de música, muñecos inflables gigantes y personas con cuernitos rojos en sus cabezas (la mascota del evento es una especie de Bob Esponja verde flúo con cuernitos rojos). El arcoiris de invitados abarcó en la última edición a artistas como Steve Martin en su versión músical, hasta Pamela Anderson en su (¿nueva?) carrera de humorista.

PÁGINA ANTERIOR: Patinaje en el mercado de Bonsecours; Vista del Festival de Jazz de Montreal, un clásico anual de la ciudad. ARRIBA, IZQUIERDA: Mercado de la Jean-Garra, en Little Italy; paseos en los 400 kilómetros de ciclovías de la ciudad.

Montreal es una fiesta Si querés huir de las aglomeraciones y de los shows masivos, en la bella ciudad en la que residen los músicos Rufus Wainwright y Leonard Cohen (nuero y suegro respectivamente), casi todas las noches hay espectáculos en salas y bares pequeños. Lo mejor de la música alternativa se sube al escenario en la Diván Orange, sala de espectáculos organizada como cooperativa que promueve las bandas emergentes de Quebec. Y si tu deseo es mirar los shows con el corazón contento, podés pedir unos platitos en la barra del mismo bar. Pero si buscás una cena más contundente caminá una cuadra por la avenida Saint Laurent hasta Omnivore, en donde podés elegir entre ensaladas de hojas verdes, guisos de lentejas, sopas del día, o alguna una tierna y bien aderezada porción de carne. En la misma avenida podés visitar la Casa de Popolo, en donde se presentan más bandas alternativas, o cruzarte a La Sala Rossa a escuchar algunas bandas con trayectoria más largas en un Noviembre Xyxyxyxy 2010

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‘la influencia de áfrica y medio oriente se hace

sentir en la oferta cultural de la región’

fotos: Crudessence, Stéphan Poulin, Just for Laugh Festival, Pierre St-Jacques, Cinémathèque québécoise, Tourisme Montréal..

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amplio y elegante salón, no sin antes pedirte unas tapas españolas (la puerta del local avisa: Club Español). Si aún no te alcanza y querés viajar por las venas de showbizz underground, podés conseguir entradas para el Osheaga Festival que en su versión anterior tuvo a los locales Arcade Fire como cereza del postre. O esperar a que asome septiembre con el Pop Montreal que te ofrece un recorrido por todas las pequeñas y grandes “cuevas” del rock en la ciudad. Para quienes quieran llevarse algunos souvenirs de tanta estimulación auditiva, no tienen más que encarar la cuesta de la avenida Mont Royal y sus entrecalles. Con el monte de fondo o de frente las disquerías situadas en el barrio Plateau (área que supo ser una especie de Soho montrealense) exponen algunas joyitas en vinilo. Anotá unas visitas a Aux 33 Tours y Le Free- Son y abrite a descubrir unas bateas que harían las delicias del protagonista de Alta Fidelidad. Si tanta variedad te abre el apetito, a pocas cuadras podés degustar una porción de pastel en Rockaberry, de los mejores de la ciudad, sobre la avenida St Denis. Si aún te queda un casillero vacío en tu ajetreada la agenda y sos amante de la cultura ciclista, apuntá las antenas (o el manubrio) hacia el Bicycle Film Festival. Este festival creado por Brendt Barbur tras haber tenido un accidente mientras pedaleaba en Nueva York también tiene su sede en Montreal. Pero no sólo se trata de velocípedos, piñones y frenos. Esta experiencia que nació desde un accidente se propone transformar lo negativo en positivo. El encuentro se propone como plataforma para celebrar alrededor del mundo a la bici a través de la música, el arte y, por supuesto, el cine. Después de disfrutar de una buena selección de cortos

independientes acerca de historias urbanas, quizá puedas ir a alguna de las fiestas de celebración del evento. Y estacionarás la bici en los múltiples postes que la ciudad te provee a tal fin. ¿Te atraen las culturas perdidas y los sonidos remotos? Montreal también responderá a tus exóticos interrogantes. En muchos barrios, en especial por los aromas que se escapan de los restaurantes, la influencia de los inmigrantes de África y Medio Oriente se hace sentir. Por eso, en medio de esta oferta de propuestas culturales que marea, las culturas más remotas piden pista. En este sentido, la cultura de los beduinos tiene su festival con música y comida. Dirigite entonces hacia el restaurante La Khaima, conocido como la “carpa” del Mile End (barrio elegido por productores de cine y documentales). Su simpático dueño Ould Atigh, quien también protagonizó un corto documental sobre su vida, es el anfitrión de un festival que honra la cultura de los viajeros del desierto. Fiel a sus tradiciones cumple con la hospitalidad de servir té y abrir las puertas de su casa-restaurante a visitantes y foráneos. Con el espíritu de la simpleza y del moverse de un lugar a otro, el Nomade Festival seduce a quienes adoran que la vida quepa en un bolso listo para partir a la aventura. En su edición 2010 hubo ceremonias del té, degustaciones de hummus, ensalada tabulé y dátiles. El cierre del evento se realizó en la sala chic del Cabaret Du Mile End con músicos gitanos, meditaciones sufi y otros sorprendentes músicos de África. Otro de los puntos fuertes de este pequeño festival son las actividades las clase de cocina al estilo del oeste africano. O caminar por el monte real para escuchar las historias del desierto, copita de té de menta por medio.

ARRIBA, DE IZQUIERDA A DERECHA: Crudessence; Barrio Chino de Montreal; máscaras y colores en el festival Just for Laugh; detalles de la arquitectura de la ciudad; Artesanías en el festival internacional Noches de África; Elektra. ABAJO, EN LA PÁGINA ANTERIOR: Villa Central de Montreal.

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