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CON EL NOMBRE DEL PADRE por Florencia Goldsman
Escritora, guionista y cineasta, Luc铆a Puenzo se prepara para estrenar su 贸pera prima xxy y habla de su tercera novela, La maldici贸n de Jacinta Pichimahuida
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Nada es lo que parece en el mundo de Lucía Puenzo. La hija del laureado director de cine se aleja de la cómoda postura de ser “la hija de” y construye un camino artístico propio. Escritora, guionista y cineasta, próxima a presentar su ópera prima x x y en los grandes cines de todo el país, cuenta en esta entrevista con Quid cuáles fueron los impulsos que la llevaron a escribir La venganza de Jacinta Pichimahuida, su tercer libro. Las apariencias engañan, confirmamos, cuando la joven Puenzo desmiente enfática, mientras cruza hacia Barrancas de Belgrano, cierta excentricidad que le atribuyeron en las primeras notas que dio a algunas conocidas y a algunos de los grandes diarios nacionales. “Ni a Bukowsky se le ocurriría hablar de sus excesos en una revista”, dispara. Revela, por otra parte, que la inquietud que la sacudió para contar esta novela non-fiction emergió cuando rodaba sus primeros cortometrajes. ¿Por qué los niños menores de diez años se referían a “cargas horarias” al hablar de sus trabajos en la pantalla en vez de estar pidiendo que los lleven a jugar a una plaza?, se preguntó esta escritora de figura menu d a , que se expresa a borbotones segura de lo que dice aunque después tergiversen sus declaraciones para vender un poco más. La maldición... fue entonces una excusa ideal que le dio la posibilidad de intentar responder cuestiones acerca de la infancia, la televización de la vida y la protesta social.
“Mi interés empezó por ese lado, por ver qué pensaban esos papás que muchas veces jugaban sus fantasías, no haber podido ser actores, actrices o cantantes y que proyectaban sobre los hijos, quienes terminaban creyéndose ese deseo porque eran vividos por sus padres desde que tenían uso de razón. Entonces creían que les divertía mucho algo que mu chas veces uno veía que era algo anormal, como por ejemplo que un chico de seis años esté laburando 15 horas por día. Por eso, Jacinta… fue la excusa para hablar de lo que pasa con esos padres y los ch icos trabajadores. Y también lo que pasa con la televisión hoy que es muy perversa, porque hasta hay reclamos sociales que si no tienen pantalla no tienen entidad. Todo está teñido con el brillo del espectáculo, parecería que la gente si deja de ser célebre o famosa y es supuestamente `olvidada´ no tiene derecho a existir.” –¿Qué componentes de la tira “Jacinta Pichimahuida” la atrajeron para reconstruir la historia en una ficción? –El libro reúne hechos que ocurrieron en ocho años y constituye una contracción de tiempo para poder narrar un montón de cosas que, puestas todas juntas, parecen ser una tragedia y que, desperdigadas, se asemejan a hechos más relacionados con la mala suerte. Desde las situaciones más terribles que les sucedieron en sus vidas reales, como los suicidios de dos de ellos hasta el encarcelamiento de uno de los actores del elenco. Todas estas noticias juntas se convirtieron en un tema: lo que le
puede pasar a alguien sometido al riesgo de la televisión. Las historias de estos chicos que habían tenido vidas famosas pero que tiempo después habían vivido alguna situación trági c a , h i c i e ron que me aparecieran ganas de escribir esta nove l a . Así, lo que mu chos decían era que les costó varias décadas darse cuenta que, por ejemplo, para uno de ellos ser un remisero de Liniers también le había dado la posibilidad de tener una vida fabulosa, y que no era un fracaso no haber podido conseguir nunca más un bolo. Y cuando se dieron cuenta de eso, de repente tenían 30 años, entonces para ellos fue una tragedia. –¿Tuvo la oportunidad de conocer a los padres de aquellos chicos de la televisión? –No conocí a los padres de los actores de Jacinta…, pero sí a otros papás. Ojo, también hay padres que llevan a sus hijos a castings y lo hacen por un real estímulo de los nenes, tampoco hay que caer en el riesgo de generalizar y endemoniarlos a todos. En el libro, particularmente, elijo a una mamá que se devo ra a su hijo y al resto de su familia en su intento de cumplir su deseo a través de él. Pero en esta historia también me meto con otras cosas: a veces el peligro se relaciona con esas casas en las que los televisores están todo el día prendidos y se convierte en un runrún más del hogar. Cuando empecé a hablar con los técnicos de at c, que hoy son todos bastante viejos y estaban desde el primer programa de Jacinta… y conocieron a las distintas camadas, contaban las diferencias con los hermanos de los actorcitos. Decían que era muy triste ver a esos padres que llegaban con un hijo que era una estrella y con sus tres hermanitos “normales” que estaban todos embarrados jugando en el fondo y los actores estaban todos blancos e inmaculados, dando cuenta de lo que pasaba: era un grupo de pibitos que estaba estudiando los libretos día a día y ellos no podían salir a jugar a la calle. Era el destino que les había tocado, la contracara del éxito era que había todo un costado de libertad y de juego que tenían totalmente vedado. –¿Cómo piensa que se llevan hoy los famosos con la fama? –Me parece que tiene que ver el lugar que ocupa hoy la “televisión basura”, que alimenta a los carroñeros que viven de la miseria ajena, pero también la gente lo consume. Somos todos parte de esa misma rueda que también nosotros tenemos que dejar de consumir para que los medios dejen de ge n e rarlo. Hay toda una maquinaria que se empezó a generar ahí y que empieza a tomar cosas que pueden ser de lo más frívolas hasta cosas que no lo son. Cuando una huelga de un piquetero se convierte en algo que tiene que ser televisado para que sea noticia, entonces hay un pro blema porque ciertos reclamos sociales deberían pasar por otro lado; deberían ser completamente independientes de la prensa. Hay algo ahí que está muy viciado, que se lo ve hasta en sus extremos, por ejemplo cuando la esposa de Castells termina yendo a lo de Tinelli y empieza a mezclarse todo: la idea de revolución con la televisión.
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