Música Ryuichi Sakamoto dedica sus shows a pedir que cuidemos el medio ambiente. El gran pianista japonés cuenta cómo empezó a pensar en verde. Texto: Florencia Goldsman
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anó un Oscar por la banda de sonido de El último emperador, actuó junto a Bowie en una mítica película de los ‘80 (Merry Christmas Mr. Lawrence) y fue elegido por Madonna para uno de sus clips más llamativos (Rain). Sin embargo, Ryuichi recorre la calle donde vive en Manhattan como cualquier hijo de vecino, y al terminar la entrevista su manager nos pide que le recomendemos un lugar de comida japonesa aquí, en Montreal, para después del concierto. Sakamoto asiente: la comida china de la noche anterior fue el capítulo más olvidable de la gira. Este músico, actor y compositor pop, que mixtura música clásica y experiencias electrónicas, alguien imposible de encasillar, atraviesa el escenario como una sombra. Enfundado en un traje negro, acompañado por un fondo de sonido que grabó con el fluir del agua del Artico, se sienta frente al piano. Sus dedos acarician las teclas negras y blancas. Los sonidos de la naturaleza, rescatados de un viaje al que fue invitado junto a otros artistas y científicos, rescatan el sonido de los glaciares. Su música se funde con la voz de una mujer que advierte que el cambio climático es un problema de todos. Recién al promediar la cuarta canción, en un show con entradas agotadas en el teatro Outremont de Montreal, Ryuchi deja ver sus ojos tras las cortinas de su pelo gris, que se cierra gracioso sobre su cara. Hace un suave gestodeagradecimiento y arremete con Nostalgia, bella melodía que representa esa bossa nova única de espíritu japonés de su viejo disco Smoochy. Su gira por Norteamérica empezó en los Estados Unidos siguió con una visita a Canadá, y terminó en California días atrás. Presentaba su último
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disco doble, Playing the Piano / Out of noise (Decca Records). Y si bien revela que antes de salir de tour padece de pereza, una vez en el camino disfruta de las ciudades, el buen vino, la gente. Sus giras, no obstante, se distinguen de las de otros artistas: la suya tiene “sonido sustentable y ecológico”. Es que este japonés nacido en Kyoto sigue a la vanguardia, pero esta vez encabeza un frente de artistas ecológicos al que se suman Radiohead, Moby, Sheryl Crow o Dave Matthews Band, quienes vienen adoptando prácticas verdes en sus tours. Estas acciones se traducen en el uso de energías renovables, en solicitar al público que utilice botellas reutilizables en los recitales, comprar catering orgánico durante las giras, e instar a elegir el transporte público antes que el auto para ir a los shows, entre otras. DelúltimodiscodeSakamoto se infiere cada vez más consistente su cambio de eje, su “pasar de ego a eco”, una creencia que manifestó en 1994 cuando lanzó un disco en sobres de papel biodegradable. “En nuestro tour las emisiones de dióxido de carbono (CO2) están compensadas. Reducimos esas emisiones e intentamos bajarlas a cero. Para achicar la huella de carbono existe una variedad de formas de actuar. La más simple es trabajar con energía renovable. También se pueden reducir las emisiones de carbono preservando los bosques y plantando más árboles. Para eso creé hace tres años la organización More Trees. Pero lleva mucho tiempo crecer un bosque, al menos cincuenta años, y sólo existen dos maneras de preservar la atmósfera: una es el cuidado de océanos y mares, y la otra está relacionada con plantar en la tierra. Como no podemos expandir los mares (ríe), lo único que podemos hacer es expandir los bosques.” 62 VIVA
El hecho de tener un Grammy o haber trabajado con Pedro Almodóvar en Tacones lejanos no hace de Ryuichi una superestrella de ego inflamado. El prefiere enfocar sus energías en difundir la misión de More Trees, con la que ya creó dos bosques en Japón y proyecta otro en las Filipinas. Sakamoto se toma su tiempo antes de contestar cada pregunta. Se relaja en el respaldo del sillón, el volumen de su voz es bajo, pero se hace escuchar cuando habla de la emisión alocada de dióxido de carbono, su gran tema de conversación. ¿De qué manera influenció en su último trabajo su viaje al Artico?
Viajar al Artico era un sueño muy lejano. Sabía que sería un momento único en mi vida. Para hacer ese viaje, dos años atrás tuve que frenar la grabación de mi disco. Pero valió el esfuerzo apreciar ese paisaje, sentir la naturaleza, conocer ese territorio. Fue una experiencia que me dejó sin aliento. Simplemente ese paisaje... y por supuesto el hecho de sentir el sonido del viento, de los perros ladrando y esa sensación del frío que después intenté llevar a mi disco. Estuve allí diez días y luego regresé a Nueva York. Aún podía sentir esa sensación de frialdad en este último álbum. Pero frialdad no significa necesariamente el frío del Artico, sino la sensación de un mundo hermoso donde todo es frío. Japón siempre estuvo cerca
Los sonidos agudos de su piano recrean una caja musical y
“Si querés conducir un Porsche, hacelo... pero tenés que compensar el dióxido de carbono que emitís. Lo que quiero decir es que no tenés que suprimir tus deseos o tu cultura. No podemos vivir todos en el campo. Pero si emitimos CO2 deberíamos contrarrestar esas emisiones.”
Sakamoto en escena en Montreal en su reciente gira, en la que presentó su disco doble Play the piano / Out of noise.
en escena aparecen los fantasmas señoriales de la aristocracia china que supo concebir para la magistral película El último emperador, dirigida por Bernardo Bertolucci. Esta película que ganó nueve premios Oscar revela con elegancia la soledad del último rey de la dinastía Qing, llamado Pu Yi, en un relato épico que refleja a través de la vida de un hombre la transición de una China que durante seis mil años fue feudalista a la primera versión de la República Popular China. Llamado a experimentar, Sakamoto es un pez en el agua. La música que sale de él y se transforma en piano nos transporta desde China, a la leve melancolía de una melodía que resuena a un tango o al pegadizo vaivén de una bossa nova. En 2001 Sakamoto grabó Casa, un disco homenaje a Antonio Carlos Jobim, y lo hizo en el hogar del mítico músico brasileño al mando del piano de Jobim. Para poder presentarse en la Argentina, nos comenta, necesita conseguir un piano muy particular que utiliza en sus conciertos y con el que realiza sus “duetos virtuales”. Ese piano, un Yamaha Disklavier, le permite tocar a cuatro manos en vivo. Esto significa que el público puede ver a Ryuichi sentado y tocando en un piano pero a la vez interactuando con otro piano ubicado en el extremo complementario del escenario con las bases que él mismo grabó. Su música entonces evoca a un caleidoscopio que acompaña con colores su travesía sonora. ¿Cómo desarrolló su temprano interés por la bossa nova? ¿Cuál era su percepción de Sudamérica en ese entonces?
Escuché a Jobim cuando tenía once o doce años e instantáneamente me enamoré de la bossa
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nova. En ese momento no conocía muchos más músicos que tocaran bossa nova y pensaba que era el estilo de música que primaba en Brasil. Después, a través de mis amigos brasileños o sudamericanos, comencé a conocer una gran variedad de música de Sudamérica. Estoy interesado en una especie de conexión que hay entre la música de Brasil, o de Sudamérica, y la música del Lejano Oriente, de Japón. Coincidentemente los colonizadores portugueses descubrieron –aunque en realidad es un error hablar de “descubrimiento”– a Brasil al mismo tiempo en que llegaban a Japón. Y si bien hay mucha música local en Japón, durante mucho tiempo encontré mezclados, combinados y superpuestos muchos diferentes elementos africanos, indios, europeos, pero una fuerte marca de la cultura portuguesa. Luego, en los dos extremos del mundo los países que recibían la música europea la absorbían, y surgieron diferentes estilos para adaptar esas influencias. ¿Nuncaestuvo en la Argentina?
No, pero aprendí con mis amigos músicos que en muchas ocasiones Brasil recibió influencias europeas a través de sus vecinos argentinos, especialmente en los años ‘20. Música sin propaganda
Ryuichi desaparece del escenario y el público explota en aplausos. Entonces regresa, cumple con el ritual del bis, y toca sus melodías más conocidas. Sabe que gran parte de su público va a escuchar esas piezas. Se lleva la mano al corazón y agradece los vítores del público, baja la cabeza y las cortinas de su flequillo se cierran con su reverencia. Enfrenta una vez más su piano doble y regala a la audiencia Merry Christmas Mr. Lawrence, composición con la que también dio inicio a su 64 VIVA
carrera de actor –papel del que hoy se avergüenza– junto a un lozano David Bowie... ¿Se enriqueció su carrera al trabajar con artistas reconocidos?
Cada vez que colaboré con alguien adquirí una profunda impronta respecto de esa persona, que pudo resultar en algunas ocasiones positiva y en otras negativa. Pero para mí colaborar no se relaciona simplemente con el hecho de recibir ese influjo, sino de entrar en contacto con alguien que tiene diferentes ideas, talento o habilidades. Si no tiene esas cualidades prefiero no colaborar. Siempre estoy abierto y doy la bienvenida a sonidos, imágenes, conceptos, música o cultura desconocida para mí. ¡Siempre tengo hambre de nuevas ideas! Y colaborar con cineastas es para mí una gran oportunidad de aprender acerca de nuevas culturas. Para componer la música de El cielo protector o El pequeño buda tuve que aprender mucho de la tradición local de cada cultura. En El último emperador tuve que aprender de la tradición musical china, de la que no sabía mucho... ¿Siente que la música puede crear conciencia ambiental?
Mirá, veo mucha gente interesada y abierta que trabaja desde la música con fines sociales, relacionados con el medio ambiente o para combatir la pobreza. Pero mi mirada es diferente. No me gusta que el arte o la música funcionen como propaganda. Por supuesto que muchas veces sumo un mensaje a mi música. Aun así mi música no funciona como una herramienta para la propaganda. Claro que todos estamos de acuerdo en que estas causas lo valen. Sin embargo, aunque no me tocó vivirlo, estoy bastante traumatizado por el uso de la propaganda que hizo el régimen nazi. La forma en que los nazis usaron el arte y la música
Sakamoto en el backstage, minutos antes de salir a tocar.
“Ser más ecológico es bueno, pero hablo de la infraestructura para un show y no del contenido o del estilo de la música.”
me traumatizó por completo. Por esa razón, ser más ecológico con el medio ambiente es bueno, pero estoy hablando acerca de la infraestructura que se utiliza y no acerca del contenido o de la forma de la música. La gente en general se imagina que la manera de hacer ecomúsica se vincula con un tipo de música folk o hippie (ríe), pero no tiene nada que ver con eso. Llevado a la práctica ¿qué tipo de cambios debe efectuar una banda para ser más ecológica?
Esto no se relaciona conmigo ni con una banda, sino con cualquier persona que vive en este planeta: cualquier cosa que hagamos genera CO 2, incluso comer o mirar la tele, entonces cuando una banda sale de gira genera más CO2. Antes que nada, se puede calcular la emisión de dióxido de carbono. Después, hay que ver cómo compensar esas emisiones. Es decir: si querés manejar un Porsche, hacelo, pero tenés que compensarlo. ¿En qué lugar recomendaría escuchar Out of noise?
Hay tantos lugares posibles... Seguro que no te recomiendo escucharlo en un avión, porque ya de por sí es muy ruidoso y si querés oír la música vas a tener que subir el volumen y eso puede lastimarte los oídos. A mí me encantaría escucharlo en algún lugar en la naturaleza, si tuviera una casita rodeada por la naturaleza... ¡Ah! En la Toscana, con un hermoso paisaje y una copa de un buen vino. VIVA 65