Todo el mundo sabe que las apariencias a veces engañan. Lo que no es tan conocido es que pueden ser un gran activo para una empresa. “Por más que tenga el mejor motor, hoy en día nadie se compra un coche feo”. El director del Observatorio Europeo de Violaciones a la Propiedad Intelectual, el francés Paul Maier, defendió así la relevancia de la estética de un producto y la necesidad de que los diseñadores puedan evitar la explotación no autorizada de sus creaciones. Lo hizo ante los más de 600 profesionales y expertos del sector que hace una semana participaron en Alicante de una conferencia para celebrar los diez años de la oficina europea para el registro de diseños y marcas, cuya sede está en esta ciudad costera de España. La Oficina de Armonización del Mercado Interior (OAMI), que puede registrar desde un automóvil a una tarta, comenzó a funcionar en enero de 2003, cuando Casio y DaimlerChrysler presentaron las dos primeras solicitudes. Una década más tarde, ese organismo europeo ha recibido más de 690.000 pedidos. En el imponente Auditorio de la Diputación de Alicante, donde el diseñador de la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona, Javier Mariscal, contó una particular e história de los colores, el clima era de celebración por el cumpleaños de una institución que ha logrado su objetivo de simplificar el registro de diseños. Un único trámite, que puede hacerse en un día y por internet, otorga una protección válida en los Veintisiete. Algunos de los participantes, sin embargo, recordaron que la tarea no ha hecho más que empezar. La eurodiputada húngara Edit Herczog subrayó que las empresas de la UE que protegen sus modelos y diseños a nivel europeo son alrededor de un 20%. Apple es un caso que confirma la relevancia que puede tener el diseño y la necesidad de protegerlo para fomentar la innovación en la economía. El semanario británico The Economist explicaba en 2011 que el gigante tecnológico deja que otras empresas fabriquen y ensamblen los componentes del iPhone para concentrar el esfuerzo en su punto fuerte: el diseño de productos elegantes y prácticos. La multinacional de la manzana lucha con uñas y dientes contra los competidores que violan lo que considera su derechos a la propiedad intelectual. Pero en la protección del diseño, como en tantas otras cosas, a veces es muy difícil saber dónde hay que poner el límite. La surcoreana Samsung, tras perder el año pasado un juicio millonario contra Apple, criticaba a la justicia de Estados Unidos por darle al
fabricante del iPhone “el monopolio de los rectángulos con esquinas redondeadas”. La legislación europea establece que para determinar el alcance de la protección se tendrá en cuenta el grado de libertad del diseñador. Las diferencias de un nuevo modelo con los ya conocidos deberán ser mayores cuando las posibilidades de nuevas creaciones sean más fáciles de realizar y viceversa. Por ejemplo, al crear una nueva botella, la libertad del diseñador estará condicionada por la funcionalidad de la misma (un tamaño y una base estable). Cuando el diseño se aplica a productos menos funcionales, el margen de libertad del diseñador aumenta y por lo tanto se exige una mayor creatividad, según cuenta Luisa Llobregat en el libro Temas de propiedad intelectual (La Ley). La moda fue otro tema caliente en Alicante. Algunos afirmaron que la copia fomenta la generación de nuevos diseños, pero otros, como la presidenta de Armand Basi, Nuria Basi, criticaron la falta de conciencia social sobre la inmoralidad del robo de ideas. “Sea redonda o triangular, una croqueta es una croqueta”. El cocinero Quique Dacosta (tres estrellas Michelin) explicó por qué no ha registrado ninguno de sus platos. “Nuestro restaurante nació de un recetario popular. No sabemos quién inventó la paella”. Pero matizó que pensaría de manera diferente si una empresa vendiera sus creaciones a escala industrial. En 2008, DaimlerChrysler comprobó la utilidad de haber registrado sus productos en la OAMI. La empresa logró que la justicia italiana prohibiera la venta en el país de los automóviles chinos Bubble y Noble por violar sus derechos. Pero el trabajo de la justicia fue uno de los puntos más criticados. Los diseñadores pueden registrar sus obras en un día, pero los jueces pueden tardar ocho años en resolver un caso, según criticó uno de los oradores.