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NO MATES EN EL TREN

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Flota

Flota

Siéntase bien tranquilo, o tranquila, en el asiento de este tren. Se me ocurren pocos lugares más complicados para cometer un crimen que aquí. Y se lo dice una experta en matar. En la ficción, eso sí, por si hacía falta aclararlo. El tren en el que viaja, o en el que está a punto de viajar usted, es un espacio cerrado, lleno de gente, en constante movimiento –lo que impide actos de extrema precisión para un asesinato discreto–, y sin escapatoria posible.

Bueno, aclaremos también otra cosa. Cometer, se puede cometer cualquier crimen en cualquier lugar, pero que no te pillen –la prioridad evidente de cualquier asesino tras asegurarse el éxito de su misión– ya es algo más complicado dentro de un tren.

¿Qué haría yo? Bueno, mis queridos lectores saben que soy experta en muertes extrañas, retorcidas y sorprendentes. He asesinado a gente poniendo explosivos en el suelo de un ascensor de un hospital y haciéndolos caer al vacío. Introduciéndoles dados garganta abajo. Vertiéndoles oro fundido en la boca. Arrancándoles la piel con cáscaras de mejillón.

Sí. Con esta carita dulce he matado de maneras muy variopintas y en lugares muy extraños, insisto, siempre en la ficción y para deleite de mis queridos lectores, y siempre sin morbo, aunque parezca lo contrario, pero nunca lo he hecho en un vagón. Quizá va siendo hora de que piense cómo iniciar una nueva novela con algo impactante que suceda en un tren en marcha, porque son escenarios muy cinematográficos para asesinar. El paisaje deslizándose a toda velocidad tras las ventanas. Los pasillos estrechos. La claustrofobia de los baños. Un punto de fuga de asientos interminables hasta el fondo de la imagen. Las ruidosas plataformas entre vagón y vagón. Los cristales en los que se pueden dejar mensajes.

O venenos.

Imaginemos que usted va en un asiento de ventanilla. Está cansado. Se le cierran los ojos. Apoya la cabeza en el cristal para tratar de relajarse y, si hay suerte, dormir. Tiene suerte porque está en el vagón del silencio. Pero alguien se ha adelantado a todos sus movimientos. Alguien sabe cómo, cuándo y dónde viaja. Alguien ha tenido la necesidad de deshacerse de usted. Y ese alguien ha pensado que el asiento 7C del vagón 8 puede ser el lugar ideal para que usted no llegue a su destino. Bueno, que llegue. Pero no vivo.

¿Cómo? Recuerden lo que les acabo de decir. Somnolencia –es fácil provocarla–, un asiento asignado, un veneno que penetra fácilmente a través de la piel, y una cabeza que se apoya en una ventana para dormir. ¿Ven como no es tan difícil?

Y ahora, ya les dejo echarse un sueñecito. Buen viaje.

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