Pensando en clave de habitat

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Carlos Mario Yory editor académico Cesar Rodríguez García / Jorge Sánchez Ruiz / Álvaro Ibatá Ceballos / Alberto Gómez Cruz / Mercedes Castillo de Herrera / Luis Fique Pinto / Carlos Alberto Torres Tovar / Jairo Rodríguez Leuro / Miguel Borja Gómez / Carlos Mario Yory García


Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia Pensando en clave de hábitat : una búsqueda por algo más que un techo / ed. Carlos Mario Yory ; Cesar Rodríguez García … [et al.] -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Artes, 2008. 248 p. : il. ISBN : 978-958-719-096-9 1. Desarrollo urbano - Aspectos socioeconómicos 2. Asentamientos urbanos 3. Viviendas – Aspectos económicos 4. Viviendas – Aprovechamiento del espacio I. Yory, Carlos Mario, 1961-, ed. II. Rodríguez, Cesár Alfonso, 1955- III. Universidad Nacional de Colombia (Bogotá). Facultad de Artes IV. Tít.

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2008

Rector Moisés Wasserman Vicerrector de Sede Fernando Montenegro Decano Facultad de Artes Jaime Franky Director Centro de Divulgación y Medios Alfonso Espinosa Diseño y diagramación Maria Victoria Guerra Corrección de estilo Javier Correa Carátula Carlos Mario Yory sobre fotografías de Carlos Alberto Torres Viñetas Obras escogidas de M.C. Escher PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT Primera edición: octubre de 2008 ISBN: 978-958-719-096-0 © DIB 2008 © Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes


CONTENIDO INTRODUCCIÓN: PENSAR EL NUEVO SIGLO “EN CLAVE” DE HÁBITAT

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HÁBITAT, SOCIEDAD Y CULTURA (César Rodríguez García) La mutua dependencia y la planeación de la acción La dimensión política Hábitat, sociedad y cultura Bibliografía

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NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT (Jorge Sánchez Ruíz) Experiencia estética Imagen-concepto Forma sensible Medios de re-presentación cualitativa Cuerpo Ética Arte Dualidad-triada Conclusiones Bibliografia

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BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS Y DE COMPLEJIDAD (Álvaro Ibatá Ceballos y Alberto Gómez Cruz) Un acercamiento teórico general: las trayectorias y las perspectivas Acerca de las trayectorias Caracterización actual de los asentamientos humanos y su hábitat Acerca de las perspectivas Reto: cualificar la ciudad y el territorio como hábitat. Entre el aquí, el ahora y el proyecto de futuro Reto: asumir desde paradigmas de complejidad propuestas para cualificar los asentamientos humanos y su hábitat Reto: identificación o construcción de técnicas de análisis espacio-temporal pertinentes con los asentamientos humanos y su hábitat Consideraciones finales Bibliografía

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EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES (Mercedes Castillo de Herrera) Introducción La economía y la ciudad informales en tanto categorías ideológicas Consideraciones sobre el concepto de economía informal Consideraciones sobre el concepto de ciudad informal La economía y la ciudad emergentes no formales como categorías Hacia una re-categorización de las diferentes formas de economía Algunas consideraciones finales a manera de recomendaciones Bibliografia

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HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN (Luís Fique Pinto) Introducción Un campo de conocimiento Modelización Hábitat Los procesos Esfera individual y hábitat Espacio geográfico y hábitat Bibliografía

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REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA, 1990 – 2008 (Carlos Alberto Torres Tovar) Introducción Breve reflexión sobre los problemas del hábitat y la vivienda en América Latina El hábitat y la vivienda: constructores de ciudad Los problemas del hábitat, la vivienda y la urbanización en Colombia: nuevos contextos y redefinición de sus problemas Algunos rasgos de la problemática del hábitat y la vivienda en Colombia Algunas características que asumen el hábitat y la vivienda desde la década de los años noventa Déficit habitacional en Colombia Oferta formal de vivienda Financiación de la vivienda en Colombia Sistema de financiamiento habitacional vigente en Colombia. Nuevas políticas habitacionales Subsidio Familiar de Vivienda Problemas actuales del hábitat y la vivienda Períodos y perspectivas desde donde se ha abordado el problema de la vivienda en Colombia El periodo actual Hábitat y vivienda: mercancías o satisfactores de necesidades La construcción de la vivienda Definición de la problemática de vivienda social en la ciudad Consideraciones generales Algunas consideraciones sobre las políticas públicas Bibliografía

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LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO (Jairo Rodríguez Leuro) Introducción Primera parte: la región moral Definición Las regiones morales y el conflicto social en los sectores medios bogotanos La definición de las “regiones morales“de los sectores medios La región moral de los sectores medios La primera región moral: el barrio en los sectores medios El vecino. Su escenario: el barrio Algunas preguntas para construir el contexto del vecino y sus relaciones de vecindad Primera región moral de los sectores medios: el barrio y el rol del vecino en el estilo de vida de los sectores medios Segunda región moral de los sectores medios: el lugar de aprovisionamiento Tercera región moral de los sectores medios: los lugares de recreación y esparcimiento La geografía simbólica urbana: la región moral como espacio de conflicto por la hegemonía cultural La región moral o zona gris como una producción ideológica Los ambientes de la sociabilidad en la región moral: expresión de la lucha por la hegemonía Las marcas en la ciudad y la producción ideológica Las marcas y la producción ideológica Ambientes residuales Lo emergente Lo dominantes Bibliografía LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN (Miguel Borja Gómez) Pertinencia del texto Reseña histórica Propuesta de hibridación estética Indagaciones sobre las transformaciones del hábitat. ¿Existen modelos urbanos estéticamente complejos? Los barrios mixtos como entidades estética, tipológica y formalmente complejas Bibliografía CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT (Carlos Mario Yory García) La planificación participativa y su papel en la formulación y ejecución de proyectos colectivos de ciudad La participación entendida como la puesta en obra del capital social Bibliografìa LOS AUTORES

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INTRODUCCIÓN:

PENSAR EL NUEVO SIGLO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


PENSAR EL NUEVO SIGLO “EN CLAVE” DE HÁBITAT En el contexto del cambio de siglo que aún estamos viviendo, dos acontecimientos históricos trascendentales han marcado los últimos años, abriendo un nuevo escenario epocal al modificar la cara del panorama económico y político de este emergente mundo global: la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989 (consecuencia directa de la Perestroika que impulsara Mijaíl Gorbachov en 1987 con ayuda del presidente de Japón, Seiichiro Nishi), y los atentados del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York. En el primer caso, aludimos al colapso y caída del modelo socialista de la URSSS que tuvo como consecuencia la propia desintegración de su Estado-nación ; Cabe destacar aquí que el objetivo de la Perestroika, que culminara emblemáticamente con la caída del muro de Berlín, no era éste, sino, por el contrario, reformar y preservar el sistema socialista, adaptándolo al espíritu de los tiempos, de tal suerte que proyectara en la sociedad soviética un cierto aire de empresa e innovación capaz de adecuarse a las exigencias cambiantes del mercado moderno en el marco de un nuevo modelo de gestión descentralizado; de este modo, si la construcción del “muro de Berlín” simbolizó durante 28 años el contexto de la “Guerra fría” y de la división de Alemania, su famosa “caída” entró a representar (salvo contadas excepciones) el fin de un modelo económico y político finalmente con-vencido por los contundentes argumentos de la economía de mercado de este nuevo mundo global y de su triunfalista modelo económico capitalista y neoliberal.

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en el segundo caso, nos referimos a una de las consecuencias más nefastas y desesperadas del modelo económico capitalista y sus secuelas de miseria y exclusión social; nefastas, por poner en evidencia, no sólo la naturaleza y alcances de dos tipos de terrorismo: uno que vuela edificios y personas en pedazos, y otro que, como causa directa del anterior, atenta contra la autodeterminación de los pueblos, la justicia social, el equilibrio ambiental y los derechos fundamentales (entre ellos la vida, el alimento, el alojamiento digno y el trabajo), y desesperadas, porque dichas consecuencias resultaron incapaces de medir hasta dónde la declaratoria mundial de “guerra al terrorismo” que lanzara Estados Unidos a consecuencia de ese emblemático 11 de septiembre ha implicado un recorte generalizado de las libertades e, incluso, en muchas partes, de los derechos básicos y fundamentales. El hecho es que a partir de las situaciones antes descritas no han parado ni la exclusión social, ni los atentados terroristas, ni la construcción de muros por todo el planeta (y no precisamente para nuevas viviendas o para mejorar la gran cantidad de viviendas deterioradas o en condiciones de miseria); muros que, junto con los infamantes de ladrillo y concreto que separan naciones y pueblos enteros con argumentos étnicos, religiosos o políticos, resultan, en su contundencia estética y simbólica (aunque no siempre material), tan eficaces como estos otros a la hora de marcar barreras y diferencias; son los muros de la indiferencia, los muros de la indolencia o, lo que quizá resulta peor aún, los muros de la ignorancia frente a la importancia “del otro” para la propia supervivencia. Pensar en “el otro” no es, entonces, una cuestión de filantropía o de sensibilidad moral sino un asunto de vida; la justicia social es una necesidad ineludible si queremos conservar el planeta para lo advenidero, hoy más que nunca, cuando su sobrepoblación excede en más del doble su huella ecológica . La convivencia no sólo es un tema de seguridad humana sino, y sobre todo, de bienestar y de calidad de vida; de ahí que la preocupación por la propia calidad de nuestro ambiente resulte ser la primera y fundamental en un momento en el cual el encumbramiento del mercado y el posicionamiento de la llamada “economía global”, junto con el aumento desaforado en los precios del petróleo y de los alimentos, amenazan la ya frágil calidad de nuestro hábitat y, con él, de la estabilidad mundial.

La huella ecológica se calcula sobre la base de la población que la capacidad de carga de un determinado territorio está en condiciones de mantener; en este sentido, se ha calculado la huella ecológica del planeta en alrededor de tres mil millones de personas, poco menos de la mitad de su población actual.

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De este modo, así como en los fríos hielos canadienses año tras año se forman, de manera distinta, “puentes” fractales espontáneos que permiten conectar América con Asia en lo que se conoce como “el paso del Noroeste”, de la misma manera es urgente y necesario construir puentes de comunicación entre los tradicionales polos binarios que encarnan la pugna entre lo público y lo privado, entre lo individual y lo colectivo, entre los países con economías fuertes y aquellos con economías más débiles, entre la naturaleza y la tecnología, entre la razón y la emoción y, finalmente, entre nuestras propias diferencias, a fin de no caer en fundamentalismos o en identidades cerradas, anquilosadas y chauvinistas. Frente al pensamiento único, lineal y hegemónico, es indispensable construir nuevos pasos que den cuenta de la naturaleza compleja del hábitat humano inmerso siempre en un contexto bio-diverso no menos complejo, exigente, frágil y vulnerable; a fin de cuentas, compartimos con las demás especies un solo planeta expuesto, hoy en día, no sólo a las implacables leyes del mercado, sino a dos revolucionarios cambios universales: el cambio climático (producto, entre otras cosas, del proyecto depredador y tecno-industrial de la modernidad) y el cambio de paradigma civilizatorio que nos ha traído el desarrollo tecno-informacional y comunicacional; cambios que a su vez sirven de telón de fondo a la aguda crisis tanto ambiental como social en que nos encontramos. Con todo, no sólo el planeta sino el modelo neoliberal que lo ha conducido los últimos 25 años ha hecho crisis, la utópica esperanza de que los mercados se regulen a sí mismos asignando eficientemente sus recursos al bien público nunca dejó de ser más que un inalcanzable ideal propio de la posición fundamentalista que acompañó el modelo Tatcher-Reagan y, junto con ésta, el llamado “consenso de Washington” que alentara la privatización y la liberalización. El resultado de esta apuesta neoliberal (perversa de partida, en razón de su preocupación por la conservación hegemónica del modelo capitalista) no ha sido el crecimiento económico esperado sino el aumento de las contradicciones sociales, el debilitamiento de los Estados-nación y la expoliación ambiental; situación agravada en aquellos países que aunque pudieron haber crecido durante estos años, han visto que la riqueza se ha quedado en los pocos bolsillos de la privilegiada cumbre social, alentando en sus respectivos contextos un ya atávico y creciente apartheid. En lo que concierne a la vivienda, acaso uno de los aspectos más sensibles de la calidad del hábitat, no sólo es necesario aludir al enorme déficit tanto cuantitativo como cualitativo del planeta, sino a la enorme amenaza que el modelo económico vigente cierne sobre la tenencia, ya que, como señala Joseph Stiglitz (2008):

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Las casas recién construidas para millones de familias que no podían pagarlas se deterioran a medida que se ven obligadas a abandonar sus hogares y el gobierno ha tenido que intervenir, por fin, para retirar las ruinas. En otras se extiende la plaga. De modo que incluso los que han sido ciudadanos modelo, han contraído prestamos prudentes y han mantenido sus hogares, ahora se encuentran con que los mercados han disminuido el valor de sus casas más de lo que habrían podido temer en sus peores pesadillas (…) Millones de personas van a perder sus ahorros de toda la vida al perder sus hogares (Diario El Espectador. Bogotá, 13 de julio de 2008. Editorial, p. 54). La conclusión es simple: el muro de Berlín no fue derribado sino que fue desplazado a las fronteras del Mediterráneo y de las naciones más poderosas del planeta con el fin de salvaguardar una particular y excluyente idea de mundo; la pirámide social; imagen que durante tantos años sirviera para ilustrar las condiciones de “arriba” y “abajo” de la sociedad, resulta acompañada ahora por una nueva metáfora espacial, la del “adentro” y el “afuera” del modelo económico vigente que tiende a suponer, dentro de la idea de pensamiento único, el “adentro” y el “afuera” de la realidad, la realidad de la oferta y la demanda, la realidad de una economía de aglomeración, la realidad del consumo como valor fundamental. De manera paradójica, las políticas internacionales declaran, como consecuencia de todo esto, la “guerra a la pobreza”, como si ésta fuera causa y no efecto de la grave crisis en la que se mece el planeta; la inequidad y la exclusión social son el verdadero enemigo, no la pobreza; a la consigna generalizada de las agencias de cooperación internacional de “pinchar las bolsas de pobreza” (herederas de la famosa frase del dictador venezolano Pérez Jiménez, de “guerra al rancho”), lo único que cabe pensar es que ésta “se riegue” por doquier, lo cual resulta un hecho más que consumado, aun sin necesidad de “pincharlas”. Dentro de esta lógica, ¿no serían las “bolsas de riqueza” las que habría que pinchar? Lo cierto es que en un mundo en el cual la complejidad se abre campo resulta a todas luces contradictoria la desesperada prevalencia de los polos binarios (del tipo dentro-fuera) que a toda costa se empeñan en impedir la construcción de esos “puentes” de los que antes habláramos. De otra parte, el proceso del urbanización en que vivimos (el cual mucho tiene que ver con los cambios mencionados) reclama, ya no sólo por el tema del espacio (generación de suelo y búsqueda de equilibrios territoriales), sino por el del tiempo, y nos referimos, no sólo al gobierno del llamado “tiempo real” de la globalización, sino al escaso tiempo con el que contamos para salvar el planeta.

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En lo que se refiere al espacio, el proceso de urbanización no da tregua (Naciones Unidas calcula que para el 2050, el 70% de la humanidad vivirá en ciudades); a la ingente preocupación por el tema del suelo dónde vivir se debe sumar ahora la pregunta por el cómo hemos de hacerlo en el marco de ese interés cada vez mayor de los Estados y de las agencias multilaterales por el tema de la seguridad humana; una seguridad que, para que resulte continua y sustentable, tendrá que apoyarse menos en la presencia de cascos azules o de amenazas armamentistas y más en la responsabilidad de los Estados y de sus ciudadanos por procurar y hacer valer la exigibilidad y accequibilidad de los derechos fundamentales, el primero de ellos, la vida y la dignidad, para así hablar de la propia calidad, de lo que en consecuencia habría de ser un hábitat digno y sustentable. La responsabilidad de la política pública tendría que ir mucho más allá de la preocupación por la gestión del suelo, como correlato indispensable a la necesidad de “abrir espacio” para el aumento de población, toda vez que a la par que se promueva la generación de techo nuevo y de mejoramiento para el antiguo es fundamental diseñar los instrumentos y mecanismos capaces de gestionar también el riesgo y el conflicto que, de suyo, supone la convivencia; esto es, pensar la vivienda humana en “clave de hábitat” y no sólo de cobijo; una “clave” que debe ser leída y comprendida a la luz de los derechos; el de poder tener un techo pero, sobre todo, el de poder conservarlo en el marco del propio derecho, no sólo a una territorialidad desde donde poder construir la vida social, sino al trabajo, al alimento, a la salud, a la educación, a la recreación y a la cultura. Temas inaplazables en cualquier agenda de política pública, sobre todo en los países con economías más frágiles y vulnerables. A este respecto, América Latina enfrenta el gran desafío que supone superar lo que hasta ahora para nuestros países han resultado ser dos conceptos casi antagónicos e irreconciliables: integrar crecimiento y desarrollo no puede seguir siendo una esquiva utopía; si bien el modelo económico capitalista ha privilegiado lo primero sobre lo segundo, es hora de pensar y posibilitar un nuevo modelo de desarrollo económico y territorial integrado capaz de disminuir, tanto las enormes disparidades en la distribución del ingreso, como los propios desequilibrios territoriales; es hora de demostrarle al mundo que, poniéndolo en el lenguaje de la globalización que hasta ahora hemos construido (ya que podríamos pensar en otra clase de globalización ¿por qué no la de la solidaridad o la de la cooperación?): pensar en lo social también resulta “negocio”. Desde esta perspectiva, la globalización tendría que ser una oportunidad y no una amenaza para la justicia social o para el equilibrio ambiental, pero para que

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esto sea posible es necesario construir los puentes que permitan, como en el ártico canadiense, unir dos mundos, acaso por un mismo ideal: el de conservar el planeta y de legarlo abierto, optimista y dispuesto a lo venidero. Por lo anterior, el tema del hábitat que, con lo dicho, supera en mucho la simple preocupación por la vivienda, deja de ser uno más de los muchos a reflexionar para convertirse en la gran preocupación del siglo XXI sobre la cual se debe volcar tanto el pensamiento como la acción. La pregunta que se deriva de aquí no puede ser otra: ¿cómo hemos de vivir los seres humanos en este nuevo contexto mundial y, en consecuencia ¿cuál es el proyecto de habitación que en el marco de los imperativos antes planteados habremos de construir en esta nueva modernidad agobiada por una flagrante crisis tanto ambiental como social? Bajo estas premisas, la Sede de Bogotá de la Maestría en hábitat de la Universidad Nacional de Colombia ha conformado un equipo de investigadores ocupados de atender los temas planteados, así como de proponer un enfoque del tema orientado a la formación de profesionales idóneos capaces de hacer frente a los complejos problemas antes descritos y que, en resumen, se expresan así: El modelo de desarrollo de la economía mundial ha alterado la vida cotidiana de muchas de las poblaciones de todos los países en la medida en que ha reestructurado las prácticas La Maestría en Hábitat que actualmente opera en las sedes de Bogotá, Medellín y Manizales de la Universidad Nacional de Colombia, resulta de constatar un vacío en el ámbito nacional en lo que tiene que ver con los programas de formación profesional de alto nivel para tratar los asuntos del hábitat humano; su tema de estudio es el par hábitat – vivienda (entendido como ente complejo y dinámico) y su objetivo es el desarrollo de un proceso de reflexión investigativo en torno a las políticas nacionales e internacionales dirigido al logro de un hábitat amable y a la consecución de una vivienda digna y adecuada, en condiciones ambientales deseables y sustentables. La premisa asumida es que “la vivienda constituye la articulación entre lo público y lo privado, lo íntimo y lo social, y que en esa misma medida se requiere poder identificar los sistemas y relaciones que allí interactúan como un todo complejo. Este es el punto de partida para incidir en los procesos que condicionan la construcción del hábitat urbano, conduciéndolos hacia la realización de un proyecto de sociedad que sea viable” (Documento inédito en torno a “La búsqueda de una episteme para la visión compleja del hábitat” elaborado por el equipo de trabajo de la Maestría. 2004).

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productivas, la organización social y las relaciones culturales que en su conjunto han generado impacto en la conformación socio-espacial. En Colombia, así como en la mayor parte de los países latinoamericanos, el anterior modelo ha incorporado gradualmente las esferas claves de la sociedad a las dinámicas del mercado mundial, repercutiendo de manera directa en la calidad de vida de la población y por ende en sus condiciones de habitabilidad. El hábitat donde se localizan y viven las grandes mayorías urbanas queda marcado por las más diversas vulnerabilidades, carencias y desequilibrios de la población, que afectan a su vez las dinámicas sociales, culturales, económicas, físico espaciales y ambientales, reflejándose en nuevas formas del habitar y del hábitat. En esta perspectiva se constata un cambio en los paradigmas que afectan las concepciones y prácticas de las disciplinas relacionadas con los estudios y con la intervención del hábitat. Estos cambios están orientados a la cooperación entre los distintos saberes y disciplinas, lo que exige nuevos métodos y espacios de experimentación interactivos. Estos acercamientos están aportando nuevos conocimientos, consolidando hallazgos teóricos, ratificando y ampliando metodologías que en su conjunto configuran un cuerpo de conocimientos abiertos a procesos disciplinarios e inter y trans-disciplinarios (Documento inédito de auto-evaluación Maestría en Hábitat. 2005). Lo anterior, enmarcado en la búsqueda de una episteme para comprender y desarrollar la visión compleja del hábitat. En este orden de ideas, el presente trabajo reúne algunas de las reflexiones desarrolladas por parte del cuerpo investigador de la Maestría (en su sede de Bogotá) orientadas a establecer relaciones de correspondencia e inseparabilidad entre los temas del hábitat y los del habitar tratados desde perspectivas tan diversas como la relación entre el hábitat, la sociedad y la cultura; las connotaciones ético-estéticas más frecuentemente asociadas al hábitat; el análisis espacio-temporal del hábitat abordado desde enfoques sistémicos y de complejidad; la informalidad urbana y algunas de sus implicaciones económicas sobre el hábitat; la modelación conceptual para abordar el tema de manera integral; la noción compleja del hábitat y su enorme deuda tanto social como ambiental; las regiones morales que comporta la convivencia; la hibridación estética y los sistemas de organización del habitar que caracteriza buena parte de los barrios latinoamericanos, y la planeación participativa en tanto instrumento idóneo para lograr la construcción social del hábitat.

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De esta forma, lo que el equipo de investigadores aquí reunido pretende es contribuir a la construcción de un marco epistémico para abordar la dimensión compleja del hábitat en cuanto tal pues, tal como señala el documento elaborado en esta dirección por la Maestría en el año 2003, El hábitat humano, entendido como asunto complejo, comprende el ámbito en el cual los sujetos (individuales y colectivos) establecen redes de relaciones con unas condiciones materiales de naturaleza biótica, física y antrópica; las cuales, a partir de sus intercambios, hacen posible diversas formas de habitar y de producción de técnicas que de manera permanente configuran y transforman sus hábitos y las formas de organización de su habitar (…). De este modo, las relaciones del sujeto con el hábitat propician una diversidad de lecturas e interpretaciones, algunas de las cuales alcanzan a estructurarse como teorías, conocimientos, métodos, metodologías e instrumentos que configuran un campo propio de conocimiento (Documento inédito coordinado por la profesora Clara Eugenia Sánchez y titulado: “En búsqueda de una episteme”. Maestría en Hábitat. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá. 2003). Es así que Este campo específico de conocimiento, para la visión compleja del hábitat, se ocupa del entorno construido que sirve de base para estructurar distintos sistemas de organización y formalización cultural, institucional, económica, social, ecológica y política del habitar. En síntesis, se corresponde con la escala aprehensible por los sujetos que lo habitan y centra el interés sobre los métodos y capacidad de comprender, intervenir, modelar, simular y reinscribir los procesos inherentes al hábitat y al habitar. Así, se pretende superar la insuficiencia demostrada por la arquitectura y el urbanismo, la ingeniería, la economía, la historia, la ecología, la política y las ciencias sociales para abordar los problemas del hábitat contemporáneo. Abrirles camino a interpretaciones que articulen las discontinuidades propias de los procesos históricos, permitiendo replantear la forma fragmentada de ver que caracteriza a la racionalidad instrumental dominante en el mundo actual. Facilitando la síntesis creativa de lo trans-disciplinar. Ir de lo simple a lo

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complejo es semejante a ir de lo concreto a lo abstracto y de lo particular a lo general. Reflexionar sobre los procesos para generar y gestionar un hábitat que sea incluyente y accesible para todos los ciudadanos; que sea sostenible social, económica y ambientalmente y esté viabilizado por la comprensión integral de los procesos que lo determinan (Op.Cit). Sobre esta base, y en el contexto del presente trabajo, el profesor César Rodríguez enmarca su reflexión en una particular mirada de la vida en general, y de la vida humana en particular, resaltando el tema de la contextura profunda de la interacción e interdependencia de la especie humana con el territorio que ocupa, señalando la dimensión política que en tal sentido habría de caracterizar los procesos “racionales” de planeación del territorio, de suerte tal que la dimensión interactiva de nuestra relación con el mundo, en su carácter gnosio-emocional, sea incorporada de forma explícita al interior de la naturaleza cultural y contingente de tales procesos. En este sentido, señala cómo la relación de mutua dependencia entre la vida humana y el territorio, por un lado, y la anticipación racional de las características de esa relación en la forma de la planeación, por otro, permiten comprender el problema del actual estado precario de la vida en el planeta. Aspiración que en la perspectiva de proponer respuestas a la misma supone la adopción y el desarrollo de una mirada y de una forma de actuación sobre el territorio enmarcada en una profunda dimensión política capaz de brindar respuesta a las múltiples afectaciones que tal situación genera sobre la triada hábitat, sociedad y cultura. Por su parte, el profesor Jorge Sánchez, inspirado en reflexiones desarrolladas por Félix Guattari, propone una serie de consideraciones para atender la connotación ético-estética del hábitat humano a la luz del pensamiento complejo y su aspiración de entender la realidad como una trama o tejido de múltiples relaciones al interior de un paradigma que enfatiza más en las relaciones entre las cosas, que en las cosas mismas. Visión que permite entender el hábitat, no como una cosa entre otras, sino como una imbricación de procesos vitales en permanente interacción. De esta forma, ubica su preocupación en el marco de las siguientes preguntas que, desde esta perspectiva, pudieran, en su resolución, tener alguna inherencia en los procesos de reflexión, transformación y/o construcción del hábitat: ¿Qué implicaciones tendría una aproximación ética-política-estética en la comprensión del hábitat, entendido como realidad compleja y, así mismo, en nuestras acciones para transformarlo? ¿Cómo entender esta nueva orientación? ¿Qué relaciones existen

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entre la teoría de sistemas y una guía ético-estética? ¿Qué concepción de ética y estética es la más adecuada para tratar la naturaleza compleja del hábitat? Interrogantes que finalmente confluyen, a través de las respuestas que aquí se les brindan, en la posibilidad real de trascender cualquier esquema dualista o moral frente a las relaciones entre ética y estética, indisolublemente contempladas en este ensayo, para así proponer un esquema analítico de triadas categoriales interrelacionadas donde se abordan los múltiples lugares de encuentro entre ambos conceptos gracias al reconocimiento de las sinergias que fluyen entre ambas al interior de los distintos saberes y culturas; los cuales, precisamente a través de sus formas de relación entre una y otra, dan respuesta y sentido a su particular idea del hábitat. A su vez, los profesores Alberto Gómez y Álvaro Ibatá señalan la necesidad de que el hábitat humano sea leído y entendido hoy, en el marco de la compleja red de relaciones y emergencias que explican nuestro mundo global, interconectado, fluido, veloz e interdependiente, donde lo trans-sectorial ha desplazado a lo sectorial y donde temas como el del hábitat se presentan, a todas luces, como ineludibles espacios de reflexión pluri, inter y transdisciplinar. A este respecto anotan que se hace necesario reconocer que el camino recorrido por el proceso de urbanización presenta signos de crisis, dada su magnitud e impacto. Emerge lo local-global, donde diferentes espacios y tiempos se relacionan y construyen un sistema complejo y dinámico que sirve de contexto a nuevos patrones de asentamientos de autonomías relativas. Esta nueva situación contrasta con las lógicas individuales y sectoriales predominantes en las construcciones de ciudad y territorio, hasta ahora aceptadas como válidas. Tres retos proponen los investigadores para afrontar esta situación: el de cualificar la ciudad y el territorio, entendiendo el hábitat en el marco de las relaciones entre el aquí y el ahora y el proyecto de futuro; asumir, desde paradigmas de complejidad, propuestas para cualificar los asentamientos humanos y su hábitat, y llevar a cabo una identificación o construcción de técnicas de análisis espacio-temporal pertinentes con la relación entre la sociedad y su entorno. De otro modo, la profesora Mercedes Castillo señala en su trabajo tanto la inexactitud como la precariedad del concepto de “informalidad” para aludir a las formas alternativas de la economía urbana que tanta importancia cobran en nuestras ciudades; concepto que indistintamente se utiliza para hablar, tanto de la economía, como de la ciudad con la intención dar cuenta del desarrollo emergente de una y otra en el contexto de una misma realidad.

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Sobre esta base, expresa su desconfianza respecto al uso del adjetivo “informal” para calificar a una cierta visión de la realidad socio-espacial latinoamericana, pues el uso de este concepto frecuentemente está acompañado de un discurso que, en materia de sus implicaciones sobre el hábitat, suele asociarse con la marginalidad, sirviendo así para implementar y legitimar diversas políticas coyunturales que, a la postre, terminan por estigmatizar “la espontaneidad” y recursividad de estos procesos, combatiendo de tal forma su expresión pero no sus causas estructurales. En este sentido, desarrolla una reflexión teórica orientada hacia la comprensión e interpretación de la relación entre economía y ciudad a través de una mirada que trasciende los sesgos fiscalistas para ubicarse en el contexto de la compleja madeja de relaciones sociales que, de una u otra manera, caracterizan y definen tal relación. A su vez, el profesor Luis Fique se propone el desarrollo de un modelo conceptual para pensar el hábitat humano a partir de la identificación y valoración de los recursos, dimensiones y categorías que, en su opinión, permitirían resaltar la noción de proceso que éste comporta, particularmente en lo que tiene que ver con la transformación del paisaje que mediante su apropiación hace de él la sociedad para así dar cuerpo a la naturaleza simbólica y material de su entorno, entendido así como hábitat construido; lo anterior con el fin de brindar elementos que conecten la política, la tecnología, el ambiente y la sociedad; temas que, según el profesor Fique, hasta ahora empiezan a relacionarse, pues tradicionalmente se habían abordado de manera separada. Desde aquí, reclama el texto la necesidad de superar la mirada excesivamente física y funcional con la cual se ha tratado el tema, para investigar las prácticas, los procesos y los modos concretos como social y ambientalmente surge y se enmarca el habitar; para ello analiza, en primer lugar, la noción de modelo en su correlato científico y posteriormente presenta una propuesta de articulación y síntesis entre diferentes modelos que busca construir una comprensión amplia y suficiente del objeto de estudio en la que convergen la perspectiva técnico-arquitectónica, la ambiental y la de la teoría de sistemas (en su mirada particular de las formas de vida; mirada que entiende la materialidad como la concretización física de un patrón de organización). Por su parte, el profesor Carlos Torres llama la atención sobre los principales vacíos existentes en la escena pública nacional en torno a la real y auténtica comprensión de la noción de hábitat, esto a pesar de que dicha noción ya cuenta con un importante recorrido en el ámbito internacional a la luz, entre otras cosas,

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de los numerosos encuentros internacionales llevados a cabo para abordar el tema través de las propias políticas que al respecto lideran diferentes organismos internacionales de la talla de la Organización de las Naciones Unidas, la cual incluso creó un programa específico en la materia. Recalca a este respecto la deuda que la reflexión contemporánea sobre el tema del hábitat tiene con los paradigmas de la complejidad y su mirada holística, asociacionista e integral de los problemas; del mismo modo, señala la preocupación constante de este tema por procurar a la vez una armónica relación con la naturaleza y una adecuada relación de convivencia entre los seres humanos en un momento en el cual las tendencias mercantilistas del mundo actual convierten en valor de cambio aquellos componentes del hábitat que, de suyo, ostentan un claro valor simbólico y de uso: el ambiente, la naturaleza, la vida humana y, en este mismo rango, la vivienda en cuanto tal. De este modo, recalca la necesidad de abordar el tema desde una perspectiva de derechos que sea capaz de reivindicar la dignidad humana con el fin de superar los discursos retóricos y enfrentar los verdaderos retos que subyacen al tema, tanto del hábitat en general, como de la vivienda en particular; es decir, el de la sostenibilidad, el de la valoración de la vida humana en sus múltiples dimensiones, el del desarrollo y el de la segregación socio-espacial. A continuación, el profesor Jairo Rodríguez reflexiona sobre lo que llama “los espacios simbólicos de los sectores medios desde la moralidad que está implícita en la sociabilidad que desarrollan en la ciudad” en el marco de lo que Robert Park denomina una “región moral”, para aludir a las formas de organización espontánea que se dan en la sociedad a través de la convivencia o del disfrute, uso y/o aprovechamiento de ciertos espacios comunes capaces de constituir un determinado orden simbólico. En ese contexto, señala el valor de la espacialidad urbana, pues ella configura territorios simbólicos que de tal o cual manera retratan la identidad local gracias a los diferentes niveles de sociabilidad que propician; situación que es descrita en este capítulo mediante las aludidas “regiones morales”, las cuales hablan tanto de las formas de afinidad como de las diferencias que caracterizan a los pobladores de otras “regiones morales”; situación que constituye una particular forma de segregación social en la cual se desenvuelve la permanente lucha por la hegemonía cultural que caracteriza la propia construcción simbólica de la ciudad. En este contexto se resalta el valor del barrio como idóneo receptáculo de la vida cotidiana y,

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por tanto, como fundamental referencia a la hora de entender y/o caracterizar los diferentes territorios simbólicos que describen una u otra “región moral”. Posteriormente, el profesor Miguel Borja realiza un análisis en torno a lo que pudiera denominarse “la naturaleza híbrida de los barrios mixtos” y sus formas de estructuración y organización. Reflexión que se enmarca en la creciente tendencia de desconfiguración de los antiguos barrios latinoamericanos (aunque de hecho ilustra su reflexión en el caso de la ciudad de Bogotá) cuyo carácter dependía, en gran medida, de la imagen de unidad que fuesen capaces de proyectar. Sobre esta base, propone reconocer la emergencia de un nuevo tipo de estructuración socio-espacial derivada de los fenómenos de hibridación urbana que viven hoy en día nuestras ciudades y que, entre otras cosas, atentan contra la estructura tradicionalmente especializada de nuestros conglomerados urbanos y, en consecuencia, contra la propia imagen de la ciudad; situación agravada por la modificación constante de las políticas de planeamiento que no permiten la protección y continuidad de la presencia del perfil urbano históricamente construido y socialmente apropiado. A fin de cuentas, señala el autor, los barrios mixtos conforman una nueva realidad urbanística que si bien no corresponde a una teorización que los respalde y de tal forma promueva como modelo a imitar, ni tampoco hacen parte de un plan general de ciudad, sí responden a las dinámicas, particularmente económicas y de satisfacción de servicios que hoy en día, de manera más o menos espontánea, presenta y ofrece la ciudad. Finalmente, el editor académico de este trabajo cierra el conjunto con una reflexión en torno al papel de la planificación participativa en los procesos de construcción, transformación y apropiación social del hábitat; esto en razón del papel sustantivo que ésta cobra a la hora de concebir proyectos colectivos de ciudad. Desde aquí, se contempla la posibilidad real de diseñar y aplicar instrumentos efectivos de control social que, por la vía de la autorregulación ciudadana y la corresponsabilidad social, permitan trascender la planeación participativa para proponer así esquemas territorializados de co-administración de la ciudad. Aspiración enmarcada en la posibilidad de resemantizar el contrato social y, desde aquí, fortalecer la democracia participativa en atención a lograr, por esta vía, tanto el fortalecimiento del Estado como la recualificación y puesta en obra del capital social; tareas que en todo tienen que ver con el mejoramiento integral de las condiciones de habitabilidad en relación directa y co-substancial con el propio mejoramiento de las condiciones de gobernabilidad-gobernancia y productividad de la ciudad.

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El siglo XX, no cabe duda, fue el siglo de los ricos, al menos el siglo del paradigma de la riqueza y de la concentración de capital al cual se orientó, desde sus inicios, el proyecto globalizante de la modernidad; el siglo XXI, por su parte, es y será el siglo de los pobres o, si se prefiere, el siglo del paradigma de la pobreza, cuando justamente la excesiva concentración de riqueza y de desequilibrio en la distribución del ingreso que heredamos del siglo anterior no pueden traer más que un aumento de los desequilibrios territoriales y de la desigualdad. Pensar el hábitat en tanto construcción social, como un asunto complejo, justifica este libro; pensar el hábitat como un asunto de justicia y de derechos le otorga fundamento y sentido; pensar el hábitat como algo más que un techo le pone un reto: el de contribuir en la construcción de un nuevo “paso del noroeste” entre las disciplinas del espacio (la arquitectura, la planificación urbana y el urbanismo, fundamentalmente) y las ciencias sociales, las económicas y las políticas; esto con el fin de que sea posible abrir otro “paso”, particularmente trascendental en el espacio de las ciudades, que permita poner de acuerdo a gobernantes y gobernados. Sólo nos resta anotar que las reflexiones aquí contenidas no tienen otro objeto que el de ahondar en unos pocos aspectos estratégicos –de los muchos que supondría abordar la compleja madeja de problemas y temas relacionados con la calidad del hábitat– en la perspectiva de abrir o renovar interrogantes capaces de alentar, en cualquier caso, el compromiso ético, político y propositivo que como humanos nos toca en relación con la satisfacción de nuestras demandas, no sólo de cobijo, sino de justicia social; he ahí la urgencia de pensar, no sólo el nuevo siglo sino el planeta mismo “en clave” tanto de hábitat como de habitar. El editor académico

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Hテ。ITAT SOCIEDAD Y CULTURA Cテゥsar Rodrテュguez Garcテュa


HÁBITAT, SOCIEDAD Y CULTURA La preocupación por el estado actual de la vida en general, y de la vida humana en particular, pone sobre la mesa de discusión en el mundo entero el tema de la contextura profunda de la interacción de la especie humana con el territorio que ocupa.

La mutua dependencia y la planeación de la acción Aceptando la existencia de una preocupación como la enunciada antes, es necesario hacer un reconocimiento explícito del aspecto más notable asociado a dicha interacción, es el que afirma que ésta supone la existencia de una influencia mutua, compleja e intensa entre humanos y territorios, al punto que uno y otro se han reconfigurado permanente y progresivamente a lo largo del tiempo por medio de los procesos maravillosos de la evolución. Así, la calidad humana del mundo resulta ser un contenido indiscutible de la realidad al punto que lo que comúnmente llamamos Naturaleza es en esencia Naturaleza humanizada. Esta relación interactiva de los seres humanos y el lugar exige, junto con la necesidad, también indiscutible hoy día, de obrar con la anticipación y previsión propias de la planeación racional de la acción, un par de nociones determinantes para

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resolver los problemas asociados con la preocupación mencionada al principio sobre la calidad de la vida. La dependencia interactiva y la planeación racional son las nociones centrales en la relación entre los humanos y el territorio. De la primera se puede afirmar que es natural y necesaria; de la segunda, que es cultural y contingente. Debido a la importancia que se le adjudica al control racional que se realiza en la planeación, por un momento y en este punto es conveniente ahondar en la naturaleza contingente de ésta. La condición opcional y provisional de la planeación racional, calidad que se esconde en su naturaleza contingente, supone que una parte importante de las acciones humanas no suceden enmarcadas en el cálculo, la medición y la precisión, sino que, por el contrario, tengan como característica notable la espontaneidad y el inmediatismo. Que muchas acciones no sucedan dentro de aquellos tres aspectos, supone también que la intuición apoyada en la tradición y en el sentido común es el recurso cognitivo propio de esas acciones que se emprenden sin las mediaciones explícitas propias de la planeación. Aquí se puede precisar que una parte importante de la actividad de los humanos discurre sin la necesidad de una voluntaria, deliberada, consciente y articulada consideración anterior a la acción misma. Aun cuando los emprendimientos humanos se lleven a cabo y finalmente realicen sus intenciones, no significa que para que tal cosa suceda se haya necesitado previamente la mediación de un conjunto de reflexiones conscientes acerca de la acción y, por consiguiente, que se haya tenido que constituir una anticipación racional de los hechos del futuro. Sin embargo, aceptar que no todas las actividades humanas se encuentran reguladas por la razón es simultáneamente resaltar el hecho de que la planeación también es un rasgo complementario de la tradición y, por demás, muy valioso para la acción. Está claro que las acciones humanas centradas en el cálculo y en las mediaciones conscientes suponen la razón como lo cognitivamente propio de ellas. Pero sea predominantemente desde la intuición y la sospecha, tan importantes para la relación con el entorno, sea predominantemente desde la razón y la probabilidad, la recurrencia y la regularidad, tan convenientes para las soluciones certeras o, mejor aún, sea desde la más frecuente combinación de la intuición y la razón, lo que parece más interesante es que siempre, y en cualquiera de las tres situaciones, la relación entre vida humana y geografía se muestra con inmensa diversidad de formas y configuraciones físicamente observables. De esta calidad importante del mundo de la vida humana que aquí nos interesa son evidencias inobjetables las muchas y distintas culturas de humanos

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que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. Esta observación de la diversidad propia de las manifestaciones de lo humano en el entorno va a ser útil en el siguiente apartado sobre la dimensión política de dicha relación. Por ahora se puede decir que la relación de mutua dependencia entre vida humana y territorio, y la anticipación racional de las características de esa relación en la forma de la planeación, forman los dos elementos centrales para abordar el problema del actual estado precario de la vida en el planeta.

La dimensión política La relación entre la vida humana y el territorio, que se muestra compleja y multiforme, no es, como ya se sugirió antes, una relación entre dos entidades singulares: es una relación entre muy diversas configuraciones culturales con muy diversos entornos geográficos. Detrás de la diversidad, especialmente de la que comportan los contenidos culturales de las comunidades humanas, se encuentran los intereses igualmente diversos y usualmente no coincidentes de los miembros de ellas. Es en la función vida humana-territorio en la que se van constituyendo los conjuntos de intereses, que en tanto no son por necesidad coincidentes, procuran tensiones, contradicciones y conflictos entre grupos de sujetos con afinidades, conjuntos nombrados usualmente como grupos de interés. La dinámica de estos desacuerdos se escenifica en el territorio de las comunidades y marca al territorio en tal medida que su forma se encuentra en relación directa con los intereses que han definido los desacuerdos. Para la presente reflexión se ha de entender lo expuesto en el párrafo anterior como la dimensión política de la relación entre la vida humana y el territorio. Pero si lo político acontece en medio de dicha relación, con el ingrediente de los intereses, la acción racional en el acontecimiento de la relación vida humana y territorio se encarna en la planeación como anticipación consciente de los hechos que emergen o son causados por tal relación. En tanto el encuentro entre la vida humana y el territorio, signado por intereses de toda clase, esté mediado por el instrumento sofisticado de la planeación racional, está bien claro que los aludidos intereses tenderán a ser percibidos con mayor claridad y traspasarán el velo de lo irracional, tan cercano a la intuición, para ubicarse en el plano expuesto de lo conscientemente conocible y, por consiguiente, eventualmente comprensible.

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De ahí proviene el valor más apreciable de la planeación racional de la actividad humana en el territorio, pues debido a esa curiosa cualidad, siempre existirá la posibilidad de que abiertamente se pongan sobre el tapete los asuntos álgidos de la comunidad y las intenciones que mueven a sus miembros. La trama tejida de manera consciente entre lo humano, el lugar y los intereses que modelan la relación de los dos primeros, es pura planeación con una profunda dimensión política. La dimensión política de la interacción de doble vía de la vida humana y el territorio, con la mediación de la planeación racional, no sólo como instrumento de anticipación sino, de manera importante, como un revelador de los intereses en conflicto, tiene una instancia de formalización socialmente necesaria en la ley. Este conjunto de normas explícitas y bien articuladas, que por lo general encarnan los intereses de los grupos, es la expresión escrita de una parte importante de la dimensión política de la vida humana, de aquella parte que es susceptible de ser representada de manera consciente y que por esto es diferente de las normas implícitas contenidas en las costumbres. La naturaleza de la ley, en tanto derecho positivo, como se entienden las reglas de la convivencia y las prácticas sociales contenidas en los códigos y constituciones, está determinada para el caso de la relación entre hombre y territorio por tres ideas centrales: el hábitat, la sociedad y la cultura. Según se caractericen estos términos y se precisen sus relaciones, la comprensión del problema del estado de la vida en general, y de la vida humana en particular dentro del marco de la relación entre los seres humanos y el territorio, será de una manera o de otra cualquiera.

Hábitat, sociedad y cultura La importancia que se anotó al final del anterior aparte, de definir, o por lo menos de caracterizar, tres especiales y fundamentales ideas y sus relaciones para poder ocuparse con propiedad intelectual del específico asunto de la calidad de la vida de las comunidades humanas asentadas en un territorio, parece fuera de toda discusión. Así, se entiende el hábitat como territorio concreto, material y físico, como el escenario; la sociedad como el conjunto general pero curiosamente muy concreto de conexiones y rompimientos entre los sujetos componentes de las comunidades, como el actor, y la cultura, como el contenido que emerge de la relación de los dos, escenario y actor, como la consecuencia necesaria de esa relación. Son

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estos tres temas los que se encuentran en el fondo de la relación más amplia y general entre la vida humana y el territorio. Entonces, se puede afirmar, generalizando, que dependiendo de la idea que se tenga de hábitat, de sociedad y de cultura, las relaciones que se puedan reconocer en los hechos que comportan estos tres términos cambian de forma significativa. Esta declaración supone sin dificultad el carácter relativo y, por consiguiente, polémico, de una teorización que se haga acerca de nociones genéricas, como hábitat, sociedad y cultura, reflexión de tanta importancia, como ya se anticipó en párrafos anteriores, para la definición de políticas relacionadas con el desarrollo de los grupos humanos en los territorios que ocupan. Por tanto, antes de cualquier consideración particular, es necesario determinar la manera como en este texto se entienden los tres términos en cuestión para poder abordar la tarea de estudiar la relación entre ellos, con la intención de visualizar cómo inciden en la determinación de políticas que se hagan sobre la vida humana y al territorio. La noción fuerte de esta relación compleja es la de hábitat, palabra cuyo sentido más preciso ha sido acuñado, entre otros, en el campo de estudio de la biología y adoptado sin reserva en el ámbito especial de la ecología. A pesar de la reducción que implica para una reflexión como la presente una perspectiva que es propia de una ciencia dura, la autoridad intelectual que posee tal perspectiva por su origen es incuestionable, y ante la necesidad de ir con cuidado en un ejercicio intelectual que lo que más necesita es claridad, aquí se tendrá en consideración el sentido de hábitat en su más básica y tal vez conveniente dimensión, aquella en la que el término alude a un “lugar de condiciones apropiadas para que viva un organismo, especie o comunidad animal o vegetal” . Sin embargo, es usual que para la comunidad del animal humano esta precisa noción no incluya aquello que lo hace propiamente humano por lo que, perdiendo lo que implica en claridad y concreción una definición como la anotada, se abandona ante tal reserva una idea de hábitat que tiene la virtud de unirnos indisolublemente con todas las otras cosas vivas. En este punto inicial hay que anotar, en favor de la utilización de una definición del diccionario de la lengua, que una definición como esta apela, en primer lugar, al sentido que tiene una palabra en el ejercicio del lenguaje natural de una Hábitat (del latín hab tat, 3ª persona de singular del presente indicativo del verbo habitâre). 1. m. Ecología. Lugar de condiciones apropiadas para que viva un organismo, especie o comunidad animal o vegetal. (Real Academia Española, 2001: 801).

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comunidad en una época determinada. El diccionario quiere así capturar en cada edición el significado y el uso presente de un término. En segundo lugar, por no desconocer la existencia de otros sentidos acuñados en entornos de trabajo especializados como los de la ciencia, el arte o la política, incluye el diccionario sentidos técnicos de naturaleza especial, derivados de convenciones circunstanciales hechas por expertos que resuelven asumir una definición que les resulta más conveniente para sus propósitos. Por consiguiente, la dificultad que se esconde detrás del carácter multisémico de una palabra se resuelve aquí tomando su sentido simple, original, claro y, por demás, útil para el presente trabajo, sentido que provee sin dificultad el diccionario de la lengua castellana. De la misma manera con la que se trata la palabra hábitat, la palabra sociedad en su acepción simple, original, clara y conveniente refiere la existencia, en una gran variedad de formas vivas, de agrupamientos de individuos de manera natural o acordada . Tales agrupamientos suceden según intereses en general convergentes y se materializan en los esfuerzos propios de la supervivencia del grupo y, por extensión, de los individuos que la conforman. La naturaleza gregaria de algunas formas de vida, calidad aquilatada a lo largo de innumerables generaciones e incidencias evolutivas, define la existencia necesaria de lo que nombramos, a veces con sentido especializado, como sociedad. Esta última forma parte del conjunto complejo de materiales concretos y abstractos, acontecimientos e ideas, fenómenos y representaciones, que existen en la forma de vida humana, vida, como todas, de extraordinaria elaboración evolutiva. Pero, una idea de sociedad que incluye las formas gregarias de vida compleja sin excepción, permite reconocer en sociedades no humanas adaptaciones, ajustes y cambios en el territorio que son en sí modelos de relación entre vida y entorno. Puede ser útil recordar una definición de sociedad que la describe técnicamente pero que permite al mismo tiempo captar su dimensión más general. Dicen T. W. Adorno y M. Horkheimer (1969: 23) que:

Sociedad (del latín societas, -âtis). 1. f. Reunión mayor o menor de personas, familias, pueblos o naciones. 2. f. Agrupación natural o pactada de personas, que constituyen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida. 3. f. Agrupación natural de algunos animales. Las abejas viven en sociedad. (Real Academia Española,: 1.413).

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Por ‘sociedad’, en el sentido más importante, entendemos una especie de contextura interhumana en la cual todos dependen de todos; en la cual el todo sólo subsiste gracias a la unidad de las funciones asumidas por los copartícipes, a cada uno de los cuales, por principio se le asigna una función; y donde todos los individuos, a su vez, son determinados en gran medida por la pertenencia al contexto en su totalidad. El concepto de sociedad, pues, designa más bien las relaciones entre los elementos y las leyes a las cuales esas relaciones subyacen, y no a los elementos y sus descripciones simples. A pesar de la alusión a la humanidad está claro que todo el contenido de la cita se puede predicar de otras formas de vida complejas sin cambiar una palabra. La tercera noción de la relación es la de cultura. Su sentido general presenta en esta ocasión una limitación notable especialmente en el mundo del lenguaje natural o lenguaje de uso cotidiano, común y vulgar, pues es frecuente entender en ese contexto que la cultura es una cualidad que se adquiere, por ejemplo, por medio del esfuerzo de la educación, o en la adquisición y posesión de alguna cosa que se asocia con una cultura particular, o en la asimilación de costumbres y comportamientos específicos. De todas maneras, aunque estos y otros aspectos conforman la cultura de una comunidad de organismos vivos humanos, no es, sin duda, una parte de la cultura la que la define en su sentido total o, de modo general, se puede decir que no es aceptable en este caso tomar la parte por el todo. Con la cultura entendida como una cualidad adquirida solo se consigue adjetivar la palabra permitiendo, por tanto, saber de los grados en que se tiene cultura, pero impidiendo conocer, si es posible, lo que ella es. Para la reflexión cuidadosa de la relación entre hábitat, sociedad y cultura una concepción de esta última como aquí se ha mencionado, reduciría el análisis del complejo a un asunto de mayor o menor medida en tanto que uno de los elementos de la relación, la cultura, es una entidad variable, pues se puede ser más o menos “culto”, mientras que respecto de los términos de hábitat y sociedad solo es dable ser. Estos otros dos elementos de la relación hábitat −sociedad− cultura, se representan lingüísticamente con palabras descriptoras, sustantivos que identifican un estado de la realidad, un hecho. Para el caso del presente trabajo la naturaleza fáctica que representan los términos hábitat y sociedad debe definir la naturaleza y sentido del tercer término.

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Con lo anterior, se puede afirmar que la cultura es un hecho de naturaleza abstracta existente siempre que el lugar y una forma viva se encuentran. Así, tiene la cultura un carácter necesario en tanto se presenten lugar y vida de forma simultánea. Sin embargo, esta noción de cultura se encuentra con la dificultad, según muchos, de desconocer que lo que así llamamos es un fenómeno exclusivamente humano que apoya toda su humanidad en su naturaleza simbólica y en la habilidad representativa del lenguaje de la especie, lo que además la hace propia y exclusiva de la vida inteligente. Es probable que lo propiamente humano se perciba con claridad si se considera que ya desde hace varias decenas de miles de años los humanos, al enfrentar un medio adverso para su supervivencia, no esperan el transcurso de las generaciones para que evolutivamente se sucedan ajustes adaptativos de tipo anatómico sino que ellos hacen los ajustes necesarios al medio, cuidando o cultivando, en su sentido más amplio, el entorno en función de sus intereses (Attemborough, 1987: 225-226). En estas circunstancias, sería equivocado hablar de cultura en conjuntos organizados de formas vivas distintos al animal humano. Más aún, resulta atrevido afirmar el carácter vital antes que humano de la cultura cuando S. Freud (1969: 142) en las primeras frases de su celebre texto “El porvenir de una ilusión” dice que: La cultura humana –entendiendo por tal todo aquello en que la vida humana ha superado sus condiciones zoológicas y se distingue de la vida de los animales..... muestra, como es sabido, al observador dos distintos aspectos. Por un lado, comprende todo el saber y el poder conquistado por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la Naturaleza y extraer los bienes naturales con que satisfacer las necesidades humanas, y por otro, todas las organizaciones necesarias para regular las relaciones de los hombres entre sí y muy especialmente la distribución de los bienes naturales alcanzables.

Ante tan definitiva declaración la acepción más general de cultura peca por excesivamente abstracta e indeterminada. Pero es necesario precisar que la idea de cultura que es apropiada para la reflexión acerca de la relación de los tres elementos, hábitat, sociedad y cultura, está centrada más en la peculiaridad de ser un aspecto de las cosas vivas que de ser una característica singular de lo humano. Con esto es probable que se pueda des-antropologizar el tema y, al descorrer en lo

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posible el velo humanizador que encubre la relación, se observe una dimensión objetiva y por consiguiente determinante del encuentro entre el hábitat, la sociedad y la cultura. Aunque no sea el tema de la actual reflexión, conviene recordar que las nociones de vida, vida inteligente, inteligencia, inteligencia natural y artificial, organismo, organicidad, símbolo y representación simbólica, tan importantes para una definición de cultura, se han relativizado y ampliado en los campos de investigación y desarrollo especialmente de las ciencias duras clásicas y en algunas de sus derivaciones como las de la neurociencia, la ecología, la biología evolutiva y la bioquímica. Se puede decir que no es suficiente la reducción de la idea de cultura al fenómeno humano, pues se debe aceptar que otras formas vivas, cualquiera que sea la definición de vida, operan de manera transformadora sobre el medio siempre con el propósito de sobrevivir a los riesgos de su propia existencia. Pero si además una acción como la descrita constituye pautas organizadas, regulares y eficaces, como sin duda sucede, es posible hablar de un “cultivo” del entorno y por consiguiente hablar en general de algo como la cultura en las formas de vida complejas presentes en medios ambientes específicos. Una consideración de la cultura como la de las anteriores líneas es aplicable a la vida compleja sin reservas. Al igual que en las otras dos nociones, la de hábitat y la de sociedad, ahora la noción de cultura en este análisis toma su sentido de una parte de la definición simple, original y clara que el diccionario de la lengua prescribe. Allí cultura es, en un primer sentido, cultivar, criar y en consecuencia se pude decir que también es cuidar . Ese significado posee el suficiente carácter general para usarlo al hablar de las cosas vivas sin tener que cuestionar su pertinencia. A pesar de todo lo anterior, en particular cultura también es, en cuanto a sus contenidos, un complejo de conocimientos, teorías, creencias, saberes, leyes, normas, costumbres, hábitos, apariencias, configuraciones, herramientas, territorios. De la doble condición de la cultura como un contenido que emerge de la relación entre vida y territorio en general y la cultura como un fenómeno exclusi Cultura (del latín cultura). 1. f. Significa cultivo, crianza. 2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época y grupo social (Real Academia Española de la Lengua: 483).

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vamente humano, se desprende su pertinencia para la reflexión en curso, pues una y otra idea sobre cultura reconoce su primordial condición de efecto de la relación vida y territorio.

Bibliografía Adorno, T. W. y M. Horkheimer (1969). La sociedad. Lecciones de sociología. Buenos Aires: Editorial Proteo. Attemborough, D. (1987). El planeta viviente. Barcelona: Editorial Salvat. Freud, S. (1969). “El porvenir de una ilusión”, en Psicología de las masas. Madrid: Editorial Alianza. Real Academia Española (2001). Diccionario de la lengua española. Madrid: Editorial Real Academia Española. Vigésima segunda edición.

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NOTAS ético-estética

PARA UNA APROXIMACIÓN

al hábitat Jorge Sánchez Ruiz


NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT El pensamiento de la complejidad se caracteriza por entender la realidad como una trama o tejido de múltiples relaciones entre las cosas. Es un paradigma que enfatiza más las relaciones entre las cosas, que las cosas mismas, que privilegia el todo sobre las partes y que, por lo tanto, hace que las partes siempre deban considerarse respecto a la totalidad en las cuales están inscritas y no de manera aislada, entendiendo esa totalidad de manera dinámica como una serie de procesos en permanente evolución. Esta visión de múltiples relaciones dinámicas permite que el hábitat no se entienda como una cosa, sino como un conjunto de procesos vitales en permanente interacción, de la misma manera como la vida. La mayoría de los autores que tratan el tema de la complejidad entienden las dinámicas de estas múltiples relaciones a partir de la teoría de sistemas o del pensamiento sistémico en razón de que estos dos referentes conceptuales parecen proporcionar el modelo más aceptado de análisis y comprensión. Cabe señalar a este respecto que la teoría de sistemas proviene, fundamentalmente, de las ciencias físicas y naturales, en especial de la biología, de ahí que aborde el tema de la vida como metáfora o modelo del nuevo paradigma. Sin renunciar a los presupuestos de la complejidad aparece la propuesta de Félix Guattari (2000) de considerar un nuevo paradigma de carácter ético-estético que se contrastaría con el pensamiento sistémico proveniente de las ciencias

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como modelo de comprensión de la complejidad, pues “parece urgente deshacerse de todas las referencias y metáforas cientifistas para forjar nuevos paradigmas que serán más bien de inspiración ético (política)-estético” (Guattari, 2000: 23) y añade: “…recomposición de las prácticas sociales e individuales, que yo ordeno según tres rúbricas complementarias: la ecología social, la ecología mental, y la ecología medioambiental y bajo la égida ético-estética de una ecosofía” (Op. Cit.: 30) ¿Qué implicaciones tendría una aproximación ética-política-estética en la comprensión del hábitat como realidad compleja y, así mismo, en nuestras acciones para transformarlo? ¿Cómo entender esta nueva orientación? ¿Qué relaciones existen entre la teoría de sistemas y una guía ético-estética? ¿Qué concepciones de ética y estética son las más adecuadas para tratar la realidad compleja del hábitat desde este paradigma ético-estético? Para responder a estas preguntas se hace necesario hacer algunas distinciones respecto a las nociones de estética y de ética que serían apropiadas dentro de esta aproximación propuesta al paradigma de la complejidad, partiendo, por lo tanto, de aceptar la complejidad como un tejido o trama de múltiples interacciones dinámicas entre los componentes de la realidad; nos interesa destacar aquí, en especial, aquellas concepciones de ética y de estética que buscan establecer estas interrelaciones o conexiones entre ellas, y no aquellas que solo hacen una descripción aislada y autónoma de cada una; por tanto, no nos interesan las consideraciones separadas de una y otra, sino las interacciones entre ambas, y además su conexión con otros elementos, integrándolos todos a su vez en una totalidad dinámica y no como relaciones determinadas de manera a priori y de manera absoluta. Empezaremos por tanto a considerar la nociones de estética y de ética que mejor se adapten a una visión compleja, destacando algunos temas que nos resultan pertinentes para construir una aproximación de carácter ético-estético, especialmente aquellas oposiciones que una mirada compleja debe superar con la finalidad de construir un modelo que sea útil para comprender la realidad compleja y, desde aquí, el tema del hábitat; para ello abordaremos ahora algunos conceptos básicos de estética y retomaremos luego la ética para, por último, relacionarlos con los procesos concretos de su realización que en nuestro caso serán los del arte. De acuerdo con lo anterior, en lo que sigue se van a identificar algunos autores que resaltan una aproximación de carácter estético-ético como una alternativa a otras miradas que son de carácter más científico-técnico o económico. Estos autores se han reunido, no sólo por el énfasis que tienen en destacar estos valores

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sobre otros, sino por la manera de comprender cada uno de éstos y, especialmente, las interrelaciones que se dan entre ellos. En esta dirección, este texto buscará, como hemos dicho, interrelacionar los valores de lo estético y lo ético con el conocimiento de lo real, con el valor de verdad. De esta manera estamos integrando los tres valores tradicionales de lo bello, lo bueno y lo verdadero, esta vez articulados e interrelacionados como procesos evolutivos dentro de una totalidad compleja de carácter sistémico y dinámico. Entendiendo además los procesos, no sólo como operaciones fisicotécnicas, sino como acciones humanas orientadas al cambio y a la creación misma de nuestra realidad.

Experiencia estética Iniciaremos con la visión de Noguera (2000 y 2004), no sólo por su enfoque de lo estético-ético, sino también por su interés en integrarlo dentro de una visión de ambientalismo complejo. Con respecto a la estética, se destaca lo que ella denomina una “estética expandida”, concepto que distingue de la mirada del experto del área de la filosofía del arte o de la teoría del arte y que considera “expandida” en el sentido de ampliada al contexto de la vida cotidiana. Por tanto, no se refiere al modo de apreciación estética que realiza el experto, ya sea el crítico, el historiador o el artista, sobre la recepción o producción de una “obra de arte” dentro del campo restringido de lo artístico, sino a una estética entendida como la capacidad que tiene todo ser humano de percibir y sentir el mundo que le rodea, constituido por las cosas y los seres humanos. Una “estética de la cotidianidad” concebida como la capacidad de generar diversas formas, de “co-crear” (Noguera, 2000: 53); un “co-crear” que es una recreación constante, en el sentido de interpretar y reconstruir el mundo alrededor, operación que no sólo hace el artista, sino todos los seres humanos, además, en todo momento. Acercar la estética a lo cotidiano significa, por una parte, considerar lo estético como una actividad que se da de manera más espontánea e integral que la mirada especializada generalmente teórica o técnica del experto, y en donde se ponen en juego en nuestras acciones, no solamente la emoción, sino también la razón, las creencias y los deseos. No obstante, esto no significa que no se requiera de una

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atención especial para que una experiencia corriente se convierta verdaderamente en una experiencia estética. Esta manera de considerar la estética nos permite, por otra parte, apreciar no sólo las obras maestras del arte, sino todos aquellos objetos cotidianos que constituyen el mundo construido cada día por los seres humanos y, en nuestro caso, poder ver y sentir el hábitat popular desde una mirada diferente a la especializada, académica o crítica, que tiende a aplicar cánones estéticos clásicos, como belleza, armonía, unidad, etc., o maneras o estilos que están de moda y que, por tanto, juzgan su apariencia como desordenada, incompleta, fea, etc., conjuntamente con sentimientos de rechazo y disgusto. Sin embargo, desde esta mirada, estas producciones del hábitat popular se constituyen como “construcciones de mundo” al proponer “otros” valores y cualidades y así conformar “otra estética” tan válida como cualquier otra, y que, por lo mismo, requiere ser apreciada sin imponer nuestros propios valores, sino más bien, un diálogo de valores entre estéticas diferentes. Otro autor que nos interesa en esta misma línea es Julio Carrizosa (2001), quien caracteriza la visión ambiental compleja como constituida, entre otras cosas, por un ver con referencia a un deber ser ético y estético, el cual debe ser fortalecido como equilibrantes de la dimensión dominante de lo económico. Este autor presenta una estética ambientalista como una “estética del común”, una estética sin artistas, una estética de la gente del común que sabe utilizar sus cinco sentidos y, además, busca interrelacionar de manera dinámica esta estética con la dimensión ética, con las formas de medir lo equitativo y justo, lo bueno y lo malo. Estos autores en alguna medida están tratando de encontrar salidas al paradigma dominante de carácter racional técnico y economicista. Algunas propuestas surgen a partir de los derechos humanos o desde el arte y otras comienzan por los derechos y terminan en el arte. Un ejemplo de esto último es la propuesta de Henry Lefebvre (1968: 132) quien, a partir de los derechos humanos, específicamente del derecho a la ciudad, planteó ya en los años sesenta una concepción de complejidad; “¿Quién no desearía que la ciudad volviera a lo que fue: un acto y obra de un pensamiento complejo?, semejante realidad nunca podrá ser manejada como cosa, nunca adquirirá rango instrumental. Ni siquiera para el más operativo conocimiento”. Para lograr esto propone una teoría integral que vincule a la vez la ciudad y la sociedad urbana, el hábitat y el habitar, y además, utilice los recursos tanto de la ciencia como del arte. Este último, entendido como la “capacidad de transformar la realidad, de apropiar en el nivel superior los datos de lo “vivido”, del tiempo, del

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espacio, del cuerpo y el deseo” (Op. Cit.: 146) Esto significa entender el hábitat urbano no sólo como un producto material sino especialmente como una obra, lo que significa superar la noción de valor de cambio por el de valor de uso. Esta es una propuesta que, actualizada con los ajustes pertinentes, sigue siendo válida como guía para la comprensión de las relaciones ético-estéticas en el hábitat urbano. En esta búsqueda, es interesante hacer notar que los autores que más nos han interesado utilizan el término ético-estético de manera integrada, más que lo ético y lo estético de manera separada, dando a entender su mutua relación indisoluble. Continuando con esta exploración de autores y de nociones, se hace necesario ampliar las consideraciones estéticas más allá del sujeto individual y superar la apreciación corriente de que la estética se reduce solo a la experiencia subjetiva de un individuo en particular, y entender, además, que si la estética es una experiencia que se relaciona con la ética, conduce necesariamente a vincular a los otros, a lo colectivo, a lo social. En esta dirección encontramos a dos autores, Michel Maffesoli (1997) y George-Hans Gadamer. El primero considera que lo estético no se puede reducir a un comportamiento exclusivamente individual sino que es una manera de sentir compartido, “en Grecia… el bien y la belleza, la ética y la estética estaban íntimamente ligados. No era un ideal individual sino una matriz colectiva” (Maffesoli, 1997; 142). Por su parte, Gadamer (1977 y 1991) busca superar el subjetivismo individualista entendido como una simple reacción subjetiva del gusto personal y considera que el gusto representa un momento nivelador, como un sentido común, “el gusto es comunicativo, representa lo que en mayor o menor grado nos marca a todos”. Este carácter inter-subjetivo y colectivo de la estética y la ética remite, entonces, a una ética de la estética, es decir a un ethos constituido a partir de emociones compartidas en común, como un ideal comunitario, como un vibrar en común, como un sentir al unísono, como un experimentar de manera colectiva un modo de habitar. Es una estética de la recepción, recepción al mundo, recepción del mundo que se basa en la intuición. No es la sensibilidad aislada de un sentir personal ensimismado sino como un sentir compartido con los demás. Más que los propios sentidos involucra aquellos dispositivos sociales que nos permiten captar y sentir juntos, que invitan a la solidaridad al compartir y emocionarnos juntos. Hablando de dispositivos sociales productores de subjetividad, retomamos a Guattari (2000), quien también trata de superar la subjetividad de un individuo y se enfoca más en los componentes o dispositivos colectivos, es decir, de aquellos medios de generación de conocimiento, cultura, sensibilidad y sociabili-

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dad. Buscando que a través de éstos se logre una re-singularización colectiva e individual de la dimensión ético-estética de la realidad en una dirección contraria a la producción estandarizada que estimulan los medios masivos. De acuerdo con lo anterior, el sentido de este texto busca privilegiar una mirada sobre la realidad, de manera específica sobre el hábitat humano, que se aproxime a su comprensión desde una visión ético-estética, más que desde la visión actualmente dominante de carácter científico, técnico, y económico. No obstante, esto no significa desconocer la importancia que tiene lo técnico y económico, sino enriquecer la mirada con otros elementos que busquen contrapesar su imposición unilateral. Todo esto, para tratar de superar una problemática compleja del hábitat de carácter ambiental, social y cultural. Seguimos insistiendo en que un enfoque complejo de carácter ético-estético exige establecer relaciones con los otros elementos considerados diferentes. De esta manera, además, de las relaciones entre ética (valores) y estética (imagen) conviene establecer interrelaciones con la teoría (concepto) y la práctica (reglas, normas, política), o lo que tradicionalmente se ha definido como lo bueno, lo bello y lo verdadero, buscando su actualización en la medida en que se busca establecer más sus interrelaciones que su consideración aislada y además destacando siempre su vinculación con un cuarto elemento de carácter dinámico: lo práctico, los procesos concretos que llevan a la realización efectiva de esas interrelaciones a través de procesos sociales (praxis) y procesos operativos (técnicos-poéticos). De acuerdo con lo dicho, a continuación presentaremos algunos términos o notas que es necesario precisar en sus relaciones con el fin de entender mejor un acercamiento ético-estético al hábitat.

Imagen-concepto Siempre ha existido una tensión entre la pura aspectualidad de la visión, es decir, su apariencia y el significado, lo que lleva a reconocer que además de la simple contemplación de la apariencia sensible aparece siempre asociado un determinado significado. Sin embargo, en la experiencia estética existe un significado relacionado con el concepto pero distinto a éste, ya que no se da de manera absoluta y determinada previamente, sino que tiene una validez estética que solo se

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da en el momento mismo de la experiencia y que no se subsume bajo conceptos teleológicos o aprioris determinados o causales. Es la percepción inmediata del fenómeno la que transforma los significados previos convencionales en significados con sentido. Es la experiencia estética la que permite transformar los significados teóricos y abstractos recibidos en una experiencia concreta de sentido, es la unión de los sentidos y el sentido, además, de un modo consentido, es decir, compartido con los demás, ya que “solo en la visión de lo particular, de la obra de lo individual, se pulsan (resuenan) los conceptos” (Gadamer, 1977). Por tanto, se busca relacionar el significado con la individualidad de lo sensible, con el fenómeno, sin hacer del concepto el punto de referencia propio de la experiencia estética. No se trata de la imposición del concepto, de carácter abstracto y a priori, sino de permitir el desarrollo natural de las cosas (Maffesoli, 1997:20); de este modo, para superar el concepto hay que asociar arte y conocimiento, entendiendo uno y otro en su sentido más amplio. Es la realización concreta de lo abstracto, la interrelación de concepto y de teoría con la imagen, del entendimiento con la imaginación. Como Kant ya lo había dicho, intuición y concepto se dan interrelacionados: “la intuición sin conceptos es ciega y el concepto sin intuición es vacío”. Esta exigencia resuelve la tradicional discusión entre teoría y práctica; no obstante, esta dialéctica es luego transformada con la introducción de la interpretación como el tercer elemento para conformar la tríada. Una vez más, la complementariedad del logos y de la intuición (imaginación), permite comprender lo incomprensible, es decir, el aspecto complejo de una realidad sensible que no se reduce a la pura y simple razón. Sin embargo, es necesario resolver estas dualidades, como veremos después, de manera que una no se imponga sobre la otra o que ambas desaparezcan en una tercera, sino que se resuelvan a través de un tercer elemento que sirva de intermediario para asi articular las tres en una tensión permanente. De las dualidades, entonces, pasamos a las tríadas y de éstas a las cuaternas o cuadraturas, en la medida en que se tiene en cuenta su dimensión dinámica, se consideran los procesos de realización concreta como un cuarto elemento.

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Forma sensible Resaltar la dimensión estética del pensamiento implica fijar la atención en lo sensible, en la apariencia, en lo que se hace ver y, por tanto, en lo que se constituye como un pensamiento de la forma sensible, de la realidad en su existencia pura; es decir, como fenómeno vivido antes de intentar reducirla mediante la explicación a sus causas o a sus partes. Significa describir lo que es y no de dónde viene. Describir cómo las cosas se manifiestan en sí mismas sin pretender explicarlas por relaciones externas. En este sentido cobra una significación distinta lo que hemos venido considerando como descripción, la cual ha sido reducida a una simple técnica de recolección objetiva de datos como paso previo a los procesos de análisis y explicación. La descripción cualitativa se distingue de la descripción anónima y abstracta propia de una realidad estática, acabada, que existe objetivamente de manera independiente de quien observa. Por tanto, nos interesa aquí apoyarnos en una descripción que utilice la clase de lenguajes que vinculen al conocedor y lo que se conoce mediante un proceso de interpretación del acontecimiento que aporte más en la construcción del sentido, que la simple información objetiva. Es el caso de los lenguajes narrativos. Surge entonces la noción de forma, entendiendo por ésta la comprensión de la manera como la totalidad se organiza. Más que reducir todos los fenómenos complejos a un fenómeno simple y fundamental, se trata de comprender la totalidad, su forma, más que tratar de explicar analizando sus partes o determinando sus causas. Sin embargo, la forma capta la totalidad de manera caracterizada resaltando un aspecto que la define (Maffesoli, 1997: 159). Se trata de buscar la significación de un fenómeno antes que centrarse en el descubrimiento de las explicaciones causales propias del determinismo (Aranda, 1997: 110). La forma es, fundamentalmente, una noción cualitativa, no constituye una magnitud que se pueda medir como sí se hace con la longitud, velocidad, masa, temperatura, etc. La figura de un cuerpo, a diferencia de su materia o su volumen, no es susceptible de incremento o disminución, por tal motivo, al no ser cuantificable escapa al estudio científico riguroso (Maffesoli, 1997: 24-25). Es sobre esta base que proponemos la sustitución de la representación por la presentación misma de las cosas. La representación ha sido la palabra clave de la modernidad, queriendo representar el mundo en su verdad esencial, universal e indeformable. La presentación de las cosas, en cambio, es algo totalmente distinto. Se contenta con dejar ser lo que

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es y se esfuerza por resaltar la riqueza, el dinamismo y la vitalidad de este “mundo de aquí”, invitando a la contemplación del mismo (Op. Cit.: 62). Lo máximo que se puede hacer es trazar los contornos, describir la forma, esbozar las características sensibles; así se hace obra de conocimiento sin realizar por ello una taxidermia que fija, cataloga y pone orden dentro de un cuerpo de objetos muertos (Op. Cit.: 162). Lo que se llama esteticidad es, precisamente, la comprensión respetuosa de las diferentes maneras de ser de la realidad, no buscando reducirla sino destacando su característica más relevante. La forma es una fuerza de atracción que acentúa, caricaturiza, exagera el rasgo, hace resaltar lo invisible, lo subterráneo, lo subliminal. El pensamiento moderno, al destacar el análisis, la distinción, olvida que el todo posee una fuerza específica que es cualitativamente distinta a las suma de sus partes. Aquí es importante destacar el papel cognitivo de las imágenes, las cuales no buscan la verdad unívoca, sino que apenas se contentan con señalar la paradoja, la complejidad de cualquier cosa; por tanto, no pretenden trascender lo que es manifiesto, no aspiran a un más allá, sino sencillamente ajustarse a las apariencias, a las formas que son evidentes resaltando la belleza intrínseca de las mismas. Comprender los hechos en sí mismos, por sí mismos y no por lo que deberían ser (Op. Cit.: 154). De esta manera, la descripción se configura como el fundamento mismo de un proceder que es respetuoso de la realidad y que busca más acompañar que someter.

Medios de re-presentación cualitativa La consideración de la “forma” nos lleva, entonces, a recuperar metodologías de conocimiento, como la descripción, considerada en sí misma como un proceso completo y no como un simple paso a posteriores procesos analíticos. Así mismo, para explicar o hacer inteligible la presencia de las formas se recuperan otros medios de carácter cualitativo, como las geometrías y la topología, que se diferencian de la aritmética o del álgebra que son de carácter cuantitativo y que acuden al cálculo y a la mera eficacia. Aquí lo que interesa es la atención al grafismo, al dibujo, a la figura, a los esquemas y a los diagramas, es decir, a los grafos en general para mostrar las formas. Esto, sin olvidar siempre el diálogo con la palabra y el discurso, pues como anota Serres (1991: 72), “hacía falta una ciencia de lo cualitativo: la topología se instala paulatinamente como estética rigurosa”.

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A diferencia de la simple información objetiva, tenemos también el caso del relato que no se preocupa de transmitir el acontecimiento en sí mismo considerándolo de manera aislada, sino que lo incorpora a la vida misma del que lo cuenta para comunicarlo como su propia experiencia a quien lo escucha. De este modo, “el narrador deja en él su huella, como la mano del alfarero sobre el vaso de arcilla” (Guattari, 2000: 75). Dentro del relato encontramos el recurso de la metáfora que juega un papel preferente dado que integra los sentidos con el trabajo intelectual, integra lo sensible con lo inteligible, entendiendo lo sensible como lo que se percibe de la naturaleza humana y, por supuesto, de los efectos sociales que ello supone; por tanto, aspectos como la pasión, el sentimiento, la emoción y el afecto juegan un papel de primer plano (Maffesoli, 1997: 27).

Cuerpo Otro tema que surge de nuestra preocupación por atender lo estético es la recuperación integral del cuerpo (Noguera, 2000: 58), entendiendo corporeidad como sensibilidad o dimensión estética, “mi sensibilidad me permite dar sentido a las cosas, constituir mundo cultural, identidades simbólicas, formas familiares a las cuales pertenezco y me pertenecen” (Op. Cit.: 57). A este respecto, Husserl dirá que la corporeidad es el lugar donde se realiza la trascendencia de mi yo hacia el mundo y hacia el otro y donde se constituye la diferencia gracias a la sensibilidad, de lo que se infiere una idea de cuerpo entendido no solo como sentidos sino como una integralidad entre razón y sensibilidad, entre yo y mundo, entre el yo y el otro. En mi cuerpo, como órgano de percepción, se manifiesta la multiplicidad de formas de constitución de las cosas. Hablamos entonces del cuerpo entendido como lugar de deseo, de emoción, de pasión, de comprensión, de aparición del hombre y, sobretodo, como lugar de construcción del lenguaje. No hay otra forma de manifestación del otro sino a través de su lenguaje, de su gestualidad, de sus formas de expresión. La recuperación de la corporeidad lleva a superar el conocimiento exclusivamente elaborado mediante un lenguaje teórico o intelectual y ampliarse a otros lenguajes y discursos. De igual manera resulta importante entender que el cuerpo es más que cerebro y que hay otros elementos a tener en cuenta, como la totalidad de los sentidos, las destrezas, la posición, la localización, etc.

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Una estética no sólo de la cotidianidad como proceso de recepción o captación del mundo, sino además como medio de expresión de comunicación, superando la imposición de la palabra y buscando recuperar el juego de los gráficos con la palabra. Mostrar más que demostrar. De lo que se trata es de abrir nuevas formas de re-presentación propias del nuevo paradigma.

Ética Siguiendo con nuestras exploraciones de nociones pertinentes para construir nuestra visión estético-ética de compresión del hábitat, ahora veremos unas consideraciones sobre el otro polo de nuestra dualidad, que es la ética. De acuerdo con lo anterior, ¿cuál sería el tipo de eticidad que interesa para construir nuestro paradigma estético-ético? Recordemos que al tratar el tema de la estética se presentó la existencia de sinergia entre estética y ética; de este modo, así como antes se destacaron algunos temas fundamentales de la dimensión estética, aquí también se subrayará una visión esencial de la ética como aquello que queremos o deseamos y que guía nuestras decisiones y acciones; a fin de cuentas, la crisis cultural de valores y normas, la crisis ambiental exige un nuevo tipo de eticidad en las formas de relación de la especie humana consigo misma y con los otros seres, que recupere el mundo de la vida, que la objetivación ha negado. Ética viene de ethos, que significa el carácter, naturaleza o disposición de una persona. El ethos de una comunidad es el espíritu que preside sus actividades. Ética la podemos entender como la interpretación de un modo de vida válido para nuestra “época”. Un modo de vida que traducido en términos de hábitat significa un modo de habitar. La función ética de nuestro hábitat debería ayudarnos continuamente a encontrar nuestro lugar y modo en un mundo cada vez más desorientado. La ética debe ayudar a articular un ethos común, a descubrir nuestro lugar (Harries, 1998: 4) y, por tanto, la manera como los seres humanos existen en el mundo, su manera de morar, de habitar, de vivir. Por tanto, la ética que nos interesa destacar, más que un deber ser moralista o un simple catálogo de normas, es una deontología o ética de las situaciones que de tal suerte nos permita entender estas últimas en lo que tienen de efímero, de oscuro, de equívoco, y también de grandioso (Maffesoli, 1997: 13). Las situacio-

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nes se fijan en la pasión, en la emoción, en los afectos; por tanto, lo relevante aquí es buscar un saber que sepa trazar la topografía de la incertidumbre y del azar, del desorden y de la efervescencia, de lo trágico y de lo no racional, de todas las cosas incontrolables, imprevisibles, pero no por ello menos humanas (Op. Cit.: 198). Esto requiere una intuición activa capaz de captar en toda su concreción los valores cotidianos que compartimos con otros en el marco de un ideal comunitario. Un ideal que debería decirnos cómo vivir en un mundo contemporáneo a partir de reconocer la esencia y requerimientos del habitar. La construcción de un ideal común, de una utopía posible, de un sueño compartidos implica sueños de un mejor hábitat en el cual los seres humanos proyecten sus esperanzas para un mejor habitar en esta tierra; sin embargo, esta distancia que existe entre el ideal y la vida corriente debe ser abolida, no sólo para que se midan las condiciones existentes respecto a ese ideal sino, también, para mejorarlo, para realizar ese ideal aquí en la tierra (Op. Cit.: 209). El construir este ideal muestra la importancia de la vida imaginativa y de las emociones, y aquí conectamos de nuevo con la experiencia estética. A la moral política que había sido la marca de la modernidad le está sucediendo una “ética de la estética”, más que un vínculo contractual, lo que se busca es un vínculo emocional en el que la imagen resulte ser un vector esencial de la socialización en todos los ámbitos. La sinergia entre lo sensible y la sociabilidad está en el vínculo emocional. En la actualidad estamos acostumbrados a entender la ética en su dimensión moral como la aplicación de las normas y leyes establecidas y universales para todos, aunque éstas ya no correspondan a un determinado ideal ni a las aspiraciones y necesidades de una vida presente y cotidiana; por tanto, es necesario interpretar estas normas para adecuarlas a nuestra propia situación. El hábitat es una reacción a una interpretación de una manera de vida, de una manera de habitar. De la misma manera como el significado de un texto no está dado de manera simple e inmediata por lo escrito, de él pueden potencialmente surgir diferentes lecturas. ¿Qué significado descubriremos? Depende, no sólo del texto, de lo escrito, sino de cómo nos aproximamos a él, de nuestros intereses y valores, de nuestros prejuicios y anticipaciones de significado, los cuales van a ser puestos en juego en la medida en que nos enfrentamos al texto. Aquí las normas y reglas establecidas, así como el mismo hábitat, son el texto y nuestros intereses y valores corresponderían a un modo de habitar. Es la interpretación de un orden no preciso sino lleno de conjeturas, de sueños de un habitar ideal, “revelando el hábitat la re-presentación de un habitar ideal” que co-

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rresponde a un sueño de habitar tanto del individuo como de la comunidad. Sin rechazar los diversos deber-ser abstractos consideramos importante ir más allá para constituir el único deber-ser vivido, que es el de la complejidad.

Arte Además de las consideraciones sobre estética y ética, dentro de una visión sistémica compleja, importa ver los procesos concretos en los cuales se reproducen los conceptos antes expuestos de ética y estética. Como procesos prácticos aparecen entonces la praxis, la poiesis y la técnica. Desde nuestra visión estético-ética nos interesa destacar los procesos poéticos propios del arte, tanto los que corresponden a su recepción y comprensión, como a su producción estética. Ya considerados los valores de lo bello (estética) y del bien (la ética) nos queda por tratar el valor de verdad (el arte). Respecto a la verdad, así como hemos hecho con la estética y la ética, buscaremos seleccionar las aproximaciones que se consideran más apropiadas para construir la visión que aquí nos ocupa; por tanto, la consideración de verdad será la que corresponda a la noción de la “verdad del arte”, diferente a la verdad absoluta propia del concepto teórico de la razón positiva. Frente a quienes consideran que solo la ciencia produce conocimiento y que el arte no es una actividad cognoscitiva, nos interesa destacar aquellas aproximaciones que consideran que el arte es una modalidad de conocimiento (Gadamer, Goodman, Deleuze) diferente a la ciencia y a la filosofía, pero igualmente válida para conocer nuestra realidad. El hábitat es un campo de estudio complejo que involucra concepciones y metodologías múltiples de indagación y realización que provienen tanto de las ciencias físico-naturales como de las ciencias humanas; sin embargo, más que tratar de aplicar parcialmente una u otra de estas teorías o metodologías, buscamos encontrar un tercer elemento que sirva de intermediación entre las dos, y que a la vez esté compuesto por ambas partes; es el arte quien puede cumplir con esta función de mediación, ya que logra articular tanto la dimensión física espacial perteneciente al dominio científico y técnico como la dimensión significativa propia de la acción humana. Mediante la obra, el arte está constituido, de una parte, por lo físico sensible y, de otra parte, por su dimensión expresiva que de esta manera trasciende

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el simple producto o cosa material. En la obra se perciben no sólo propiedades estéticas sino que además se comprenden significados que tienen que ver con nuestra situación en el mundo. Esto último es lo que más importa, ya que así captamos el sentido de lo que experimentamos en la medida en que lo consideramos continuamente como una situación concreta insertada en contextos físicos y socio-culturales. Comprender el hábitat como obra y no como un simple producto material es captar su sentido como encarnación, inscripción, proyección en el lugar del espacio y del tiempo, como manifestación en el hábitat de un modo de ser de la sociedad y la cultura. Esta lectura del hábitat como obra requiere construir relaciones entre el lugar y lo que lo rodea que trasciendan la simple descripción física para tratar de captar su sentido. Es la recuperación tanto del valor de uso como de la dimensión lúdica, de la apropiación del tiempo, del espacio y del cuerpo. Es la articulación de una “estética cotidiana” conjuntamente con una “ética situacional” para producir una “ética de la estética” y, por último, lograr su realización por medio de los procesos propios del arte. En este punto surge el arte como el modo de hacer característico de nuestra visión estético-ética del hábitat, que construye tanto apariencia como significado y sentido; no obstante, estos procesos son complementarios de un hacer técnico-científico que construye cosas. Es decir, hacer cosas que pueden ser útiles pero a su vez son significativas y construyen sentido a partir de un ideal de habitar compartido con otros. Sin embargo, estos “otros” no significan con todos, sino con los más próximos, con aquéllos que compartimos una cultura, un modo de concebir, un habitar. Entendemos por tanto el arte como un modo de conocer a través del juego de posibilidades en medio del lenguaje, no es una actividad cerrada en sí misma, referida solo a sí misma (como la concepción moderna del arte por el arte), sino una forma de referirse a la realidad, de captarla y, más particularmente, como una forma de hacer, una forma de crear y constituir la realidad misma, como una forma de construir mundo. En este contexto es pertinente recuperar la condición de verdad del arte desde la cual éste es entendido como una forma cognoscitiva, como un modo de conocimiento. El arte como la unidad entre la percepción espiritual de lo bello y el orden verdadero del mundo (Gadamer). El arte, fundamentalmente, es un hacer significativo, y, por tanto, una producción de sentido que abre posibilidades de ser de la realidad, posibilidades de sentido. Es un hacer que integra sensibilidad, pensamiento, creencias y destrezas y, de tal forma, es más que un simple fabricar o producir cosas útiles; a este respecto

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se puede afirmar que trasciende la cosa para llegar a crear sentido y significación, lo cual es lo mismo que decir que crea la realidad humana. El arte no es un hacer técnico o instrumental de carácter lineal que a partir de unos fines busca los medios adecuados para su realización, sino una actividad que busca los fines mismos en un juego con los medios. Producción que es creación de sentido; apertura de posibilidades de ser para la realidad en tanto recepción del mundo y, a la vez, en tanto guía para su transformación. Producción que es permanente juego de medios y fines, de materiales y significados, de materia y de espíritu. La apertura de sentido requiere trascender la simple materialidad de los medios y alcanzar su significación; por tanto, estamos hablando del lenguaje como el medio siempre presente entre las cosas y su sentido, entre el ser humano y el mundo. Cuando hablamos de construir la realidad, nos referimos, no sólo a su construcción física, sino también significativa y de sentido. La construcción social del hábitat debe entenderse no sólamente como la producción material de la vivienda por sus mismos habitantes sino, especialmente, como la construcción de una manera de habitar, de un ideal de habitar, una manera de darle significado y sentido a nuestra relación con los lugares. No obstante, cuando hablamos del lenguaje del arte no hacemos referencia al lenguaje corriente, sino al lenguaje simbólico que supera la simple función de comunicación o transmisión de información y se convierte en el medio constituyente de la realidad misma en la medida en que entendemos la realidad humana como constituida fundamentalmente por la significación y el sentido. El arte crea la realidad en medio del lenguaje ya que el significado y la realidad al final son indiferenciables (Bruner, 1994: 137). La realidad es, por tanto, lo que uno estipula (y no lo que encuentra), la mente es un instrumento para producir mundos. Desde el momento en que abandonamos la idea de que el “mundo” está allí para siempre de manera inmutable y la reemplazamos por la idea de que lo que consideramos mundo es, en sí mismo, ni más ni menos que una estipulación expresada en un sistema simbólico, podremos considerar las innumerables formas que la realidad puede adoptar; tanto las realidades creadas por el arte como las creadas por la ciencia. Nos interesa, no sólo introducir los procesos que hacen realidad las interacciones sugeridas de ética y estética, sino destacar su dimensión dinámica, su permanente cambio y evolución. Parte esencial del arte es su énfasis en el hacer, que es un hacer con el lenguaje, o juegos de lenguaje, donde el juego es permanente movimiento entre sus elementos constitutivos, entre sus diversos aspectos

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o dimensiones. Juego que, sin embargo, es un hacer imprevisible. El juego enfatiza los procesos, las múltiples interrelaciones, la creación permanente de campos o ámbitos de relaciones entreveradas (López, 1991). Dice Guattari (2000: 36) que liberarse de los paradigmas pseudo-científicos compromete no sólo a la complejidad, sino a una lógica diferente de la que rige la comunicación ordinaria, la inteligibilidad de los discursos y los campos de significación. Es una lógica de las intensidades que se aplica a los agenciamientos existenciales. Esta lógica resalta el movimiento, la intensidad de los procesos evolutivos, la subjetividad y la existencia definiéndose, constituyéndose y, así mismo, desterritorializándose permanentemente en medio de los agenciamientos o medios activos. Se debe entender el arte como una producción dinámica y creativa de múltiples ámbitos de relaciones entreveradas entre las cosas y sus sentidos en medio del lenguaje. Sacar a la luz otros mundos que los de la pura información abstracta, engendrar universos de referencia y territorios existenciales en los que la singularidad y la finitud sean tenidas en cuenta por la lógica multivalente de las ecologías (Op. Cit.: 76)

Dualidad-triada Venimos de una lógica que se mueve en medio de dualidades en las que convencionalmente hay una jerarquización de uno de los polos en detrimento del otro (arte-ciencia, experiencia-razón, hombre-mujer, orden-desorden etc.). La deconstrucción de estas dualidades busca a veces invertir esta relación para mostrar que ésta no es absoluta sino que es histórica y que es posible un valor distinto. Otra solución a las dualidades consiste en una lucha entre ellas que lleve a superarlas en un tercer elemento que las subsumiría. Es la dialéctica hegeliana de tesis, antítesis y síntesis. Sin embargo, ya no se impone “resolver” los contrarios: “las oposiciones dualistas tradicionales que han guiado el pensamiento social y las cartografías geopolíticas están caducas. Las situaciones conflictivas continúan, pero introduciendo sis-temas multipolares” (Op. Cit.: 15). La lógica multipolar para superar la lógica de las dualidades propone vincular un tercer elemento, o “tercero excluido”, que sirva de elemento conector o mediador para establecer relaciones entre los términos antagónicos o contradictorios, pero sin eliminarlos o remplazarlos por un tercero único, sino estableciendo

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un diálogo permanente, manteniendo la tensión y su coexistencia. Se conserva el juego de contrarios a través de este tercer elemento y se hace de manera dinámica y evolutiva. Esto último implica la aparición de un cuarto elemento constituido por los procesos mismos que ponen en movimiento los otros tres componentes. La tríada se convierte, por lo tanto, en una o cuaterna o “cuadratura” (Heidegger). Ejemplo de lo anterior es la polarización tradicional entre sujeto y objeto. Dialéctica en que en un momento predominaba el sujeto (racionalismo, idealismo, romanticismo, etc. deducción); en otros momentos es el objeto (materialismo, positivismo, objetivismo, inducción) y, luego, la integración de esa relación sujeto-objeto por la consideración de un elemento mediador, como es la abducción. Todo esto vinculado e interrelacionado a través de los juegos interpretativos del lenguaje. La constitución de hombre y mundo en medio del lenguaje. Y no de un lenguaje abstracto, universal, sino de un lenguaje vivo, activo, que se da en medio del acontecimiento y no de manera previamente dada o configurada. Destacar una mirada específica de la ética y la estética no implica abandonar la ciencia ni la teoría. Aún más, estas distintas dimensiones encuentran su realidad a través de su interacción, a través de la acción de los procesos que permiten su juego. Procesos que son tanto de producción de cosas materiales como de obras de sentido. Aquí, de todas maneras, dentro de un modelo complejo del hábitat, estamos resaltando una aproximación, una entrada a la totalidad de componentes a través del arte, lo cual se puede hacer también a través de la ciencia o de la filosofía. Las interacciones no se dan establecidas de manera estática, fija de antemano, sino que se requiere su relación dinámica y especialmente definir por donde se entra a la totalidad. Ésta no debe entenderse como una estructura previamente determinada o que para lograr su comprensión se deban conocer las relaciones una a una hasta comprenderlas todas, sino que es una interacción simultánea en la que cada vez se resalta una parte, pero sin perder su relación con la totalidad. Las partes se constituyen plegando o desplegando la totalidad. La realidad está siempre haciéndose, realizándose, tramándose, tejiéndose, auto produciéndose.

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Conclusiones Deshacerse de las metáforas cientificistas para adoptar un paradigma ético-estético no implica, por tanto, abandonar los aportes que desde la ciencia suministre una teoría de sistemas sino mantener las tensiones entre lo abstracto de un conocimiento teórico y lo concreto de una experiencia sensible y valiosa a través de un hacer que más que producir cosas produce la existencia humana misma, tanto de manera individual como colectiva y continuamente reinventando los modos de ser, re-singularizándolos. “Los diferentes modos de aprehensión, ya sea por el concepto, ya sea por el afecto y el precepto, son en efecto, absolutamente complementarios” (Deleuze y Guattari, 2000: 25). Guattari propone en este sentido una consideración integrada de tres ecologías. La ecología social, la ecología ambiental y la ecología mental, las cuales deben concebirse en bloque como dependiendo de una disciplina común ético-estética y como distintas las unas de las otras desde el punto de vista de las prácticas que las caracterizan (Guattari, 2000: 78). SOCIEDAD

MUNDO LENGUAJE + PROCESOS símbolos

AMBIENTE

MENTE hombre

Guattari define una intención ético-política de acuerdo a las tres ecologías para la recomposición de las prácticas sociales e individuales: Socialmente consistirá en desarrollar practicas específicas que tiendan a modificar y a reinventar formas de ser en el seno de la pareja, en el seno de la familia, del contexto urbano, del trabajo, etc. Reconstruir las modalidades del seren-grupo, mediante mutaciones existenciales que tienen por objeto la esencia de la subjetividad, a través de prácticas efectivas de experimentación. Mentalmente, reinventando la relación del sujeto con el cuerpo, el fantasma, la finitud del tiempo, los “misterios” de la vida y de la muerte. Buscando antídotos a la uniformización de las modas, a las manipulaciones de la opinión

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por la publicidad, los sondeos, etc. Y su forma de actuar se aproximará más a la del artista que a los profesionales “psy” siempre obsesionados por un ideal caduco de cientificidad. Sus efectos en la vida cotidiana individual, doméstica, conyugal de vecindad, de creación y de ética personal. Cultivar el dissensus y la producción singular de existencia. Ambientalmente, tal como existe en la actualidad la ecología ambiental no ha hecho más que esbozar y prefigurar la ecología generalizada que yo preconizo aquí. Defensa de la naturaleza; oxígeno, ozono, gas carbonilo, etc. La creación de nuevas especies vivientes, vegetales y humanas hace urgente adoptar una ética ecosófica y una política focalizada en el destino de la humanidad (Guattari, 2000: 19). Comprender desde un enfoque ético y estético es comprender la diferencia de lo individual y concreto dentro del contexto de lo general y universal. Solo en el diálogo entre identidad y diferencia, entre lo local y lo global, se podrá comprender la complejidad (Aranda, 1997: 139). Los problemas locales requieren, para su solución, de elementos no locales y la comprensión de algo exige la reducción del fenómeno global a situaciones locales típicas cuyo carácter sobresaliente las vuelve inteligibles. Semejante a la necesidad de quien viaja en avión de orientarse por una cartografía que puede llegar a englobar la totalidad de la tierra describiendo solamente las características más sobresalientes y generales, pero que una vez se aterriza se requiere caminar y vivir cada detalle en su experiencia inmediata y concreta. Nada es más difícil de pensar que lo riguroso bajo la categoría de lo cultural. Lo riguroso tiende a lo universal, tiende a lo a priori o a lo trascendental; ahí está su mayor tendencia. Lo cultural tiende a lo relativo, a lo temporal, a lo singular, a lo fantástico, ahí esta también su mayor tendencia (Serres, 1991: 72). Sin embargo, tratar de relacionar opuestos como metáforas y teoría, sentimiento y pensamiento, universal y singular, no significa siempre una mezcla indiscriminada de todo con todo, no al mismo tiempo, sino que se deben encadenar en varios tiempos o momentos. La complementariedad no significa necesariamente simultaneidad sino conexión, relación, entreveramiento. Sin embargo, no se pretende buscar el equilibrio igual entre los distintos componentes y aunque todo vale previamente, el acontecimiento exige asumir un punto de vista, una posición, pues solo en la interpretación concreta se da la realidad de todo lo que hasta este momento era virtualidad, posibilidad y se vuelve actualidad. En esta dirección, y dentro de las posibles alternativas viables y válidas,

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este trabajo busca la aproximación desde la ética y la estética y, de manera más específica, desde el arte como construcción de un mundo que guíe nuestra acción. El aspecto más importante que se abre con las consideraciones anteriores de lo estético-ético-teórico, es decir, del conocimiento práctico o del saber qué hacer y sentir y del conocimiento teórico o saber qué pensar, es el estudio de las conexiones entre todos ellos. No tanto como oposiciones dualistas, como se ha presentado aquí, sino en un modelo compuesto de triadas en las cuales, además, los procesos, las acciones serían el cuarto elemento dinamizador e interrelacionador de los anteriores. Como la cuarteta que ya Aristóteles había definido para las cosas, hay causas materiales, formales, finales y eficientes, las cuales requieren su actualización y reconstrucción para adecuarse a una visión compleja que considere la realidad como creación de campos o ámbitos de relaciones entreveradas. Lo que importa es la búsqueda de un mundo fluyente lleno de pasajes o canales entre contrarios, entre lo local y lo global, y el reconocimiento de sinergias entre saberes y culturas. Busco el pasaje entre la ciencia exacta y las ciencias humanas (Serres, 1991: 18). Hoy menos que nunca puede separarse la naturaleza de la cultura y hay que aprender a pensar “transversalmente” las interacciones entre ecosistemas, mecanósfera y Universos de referencias sociales e individuales (Guattari, 2000: 34). El hábitat es soporte físico y trama ecológica; pero también es referente de simbolizaciones y significaciones que configuran identidades culturales y estilos étnicos diversos (Leff, 2000: 241).

Bibliografia Aranda, A. (1997). La Complejidad y la Forma. México: Editorial Fondo de Cultura Económica. Bruner, J. (1994). Realidad Mental y Mundos Posibles. Barcelona: Editorial Gedisa. Carrizosa Umaña, J.(2001) ¿Qué es Ambientalismo? La visión Ambiental Compleja. Bogotá: CEREC, U.N. PUMA. Cassirer, E. (1982). Las ciencias de la cultura. México: Editorial Fondo de Cultura Económica. Deleuze, G. y F. Guattari (1997). ¿Qué es filosofía? Barcelona: Editorial Anagrama. Gadamer, H. (1977). Verdad y método; fundamentos de una h­er­m­e­n­é­u­ti­ca fi­lo­só­fi­ca. S­a­la­m­a­n­ ca, E­s­p­a­ña: Editorial Sí­g­u­e­me. ––––– (1991) La actualidad de lo bello. Barcelona: Editorial Paidós. Guattari, F. (2000). Las tres ecologías. Valencia: Editorial Pretextos.

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Harries, K. (1988). The ethical function of architecture. EEUU: MIT Press. Leff, E. (2000). Saber Ambiental, Sustentabilidad, Racionalidad, Complejidad, Poder. México: Editorial Siglo XXI. Lefebvre, H. (1968). El Derecho a la Ciudad. Barcelona: Ediciones Península. López Quintas, A. (1991). La experiencia estética y su poder formativo. Navarra: Editorial verbo Divino. Maffesoli, M. (1997). Elogio de la razón sensible; una visión intuitiva del mundo contemporáneo. Barcelona: Editorial Paidós. Noguera de Echeverri, A. (2000). “La fenomenología en la educación estético-ambiental”, en Revista Gestión y Ambiente. ––––– (2004).El reencantamiento del Mundo. Manizales: PNUMA, U.N. Serres, M. (1991) El paso del noroeste, Hermes V. Madrid: Editorial Magazín de Troncos.

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Bases CONCeptuales para el análisis espacio-temporal

DEL hábitat

desde enfoques sistémicos

y de complejidad Alberto Gómez Cruz y Álvaro Ibatá Ceballos


BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS Y DE COMPLEJIDAD Un acercamiento teórico general: las trayectorias y las perspectivas En algunas de sus reflexiones, Charles Dickens anota: Fue el mejor de los tiempos, fue el peor de los tiempos, Fue la era de la sabiduría, fue la era de la estupidez, Fue la época de la creencia, fue la época de la incredulidad, Fue la estación de la luz, fue la estación de la oscuridad, Fue la primavera de la esperanza, fue el invierno de la desesperación, Tuvimos todo ante nosotros, tuvimos nada ante nosotros, Fuimos directo al cielo, fuimos directo al otro lado. Los tiempos actuales señalan nuevos retos e incertidumbres cuando la necesidad de alternativas y creatividad se referencian en torno a emergencias y a fenómenos desconocidos, dada la diversidad problemática en el mundo, en particular en los últimos doscientos años. La comprensión del impacto de las dinámicas

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históricas, su contextualización, el aquí y el ahora de lo que constituye el proceso de configuración y evolución de los asentamientos humanos (hábitat), entendido como “segunda naturaleza”, al decir de Segre, debe ser estudiado como sistema complejo. Esta connotación invita, no sólo a ámbitos de reflexión de lo disciplinar sino, también, de lo interdisciplinar y de lo transdisciplinar. El mapa siguiente evoca la imagen de los asentamientos humanos en un mundo interconectado dentro de un proceso acelerado de urbanización nunca antes conocido. Los asentamientos humanos dejaron de ser solo puntos en un mapa para dar paso a muchas nuevas configuraciones como ciudades de frontera, conurbaciones nacionales o internacionales, corredores urbanos, áreas metropolitanas, localidades, ciudades intermedias, ciudades-región; todas ellas contenidas unas en otras y a diferentes escalas. Los asentamientos humanos pasaron así de ser un fenómeno aislado, a ser un fenómeno relativamente común y, en últimas, un fenómeno global, interconectado y complejo.

Puente Terrestre Mundial Fuente: http://www.wlym.com/~spanish/Prometeo/Prometeo_v2n9.pdf.

El planeta se ha urbanizado como nunca antes en su historia y algunas visiones proponen la posibilidad de la ecumenópolis o asentamientos globalizados. A todo esto ha contribuido no solo el desarrollo tecnológico del transporte que relativiza distancias y tiempos sino también la idea universal de progreso o desarrollo y, en particular, el proyecto cultural de la modernidad.

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Acerca de las trayectorias Las acciones contemporáneas sobre los asentamientos humanos y su hábitat se caracterizan, muy a menudo y en la práctica profesional genérica, por la diversidad de planes, programas y proyectos de diferente orden y nivel que el interés individual y el mercado hipotéticamente regulan y direccionan en la búsqueda del bienestar común. Normalmente, dicha acción tiene una visión sectorial. La formulación de planes, programas y proyectos aún derivados de una política social es independiente y se plantea en dimensiones como la económica, la cultural, la ambiental, la urbana, la política, la geográfica, etc. La coherencia en su construcción se define como la acción individual y sectorial en la búsqueda del bienestar común. Sin embargo, la noción de hábitat debe responder, como muy bien lo expresa Milton Santos (2000), a que la organización del espacio habitado no es solamente una comodidad técnica; es al mismo tiempo que el lenguaje, la expresión simbólica de un comportamiento globalmente humano. En todos los grupos humanos conocidos el hábitat responde a una triple necesidad: la de crear un medio eficaz técnicamente, la de asegurar un marco al sistema social y la de poner orden, a partir de allí, en el universo circundante. Así mismo señala María Clara Echeverría, en su documento de uso interno para la Maestría en Hábitat: “El hábitat proviene de la acción de los moradores, es móvil, la acción que lo sustenta debe ser variable.” Desde la perspectiva anterior, al abordar el tema del hábitat siguen existiendo tendencias y paradigmas emergentes que conservan las disciplinas como puntos de referencia para el análisis, intentando así unos y otros esquemas de integración. Esta tarea nos conduce a la posibilidad de enfoques inter-transdisciplinares. Sobre esta base, consideramos necesario valorar, desde enfoques sistémicos y de complejidad, los fundamentos de los procesos que intervienen en el análisis espacio-temporal; fundamentos que constituyen los paradigmas contemporáneos para efectuar el adecuado diagnóstico, evaluación y proposición de soluciones a los problemas en la problemática del hábitat. El llamado a la complementariedad que se aduce como una necesidad de las herramientas de análisis actuales se convierte en referente central para repre-

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sentar o modelar procesos complejos y dinámicos. Los asentamientos humanos y su hábitat plantean retos tan conceptuales como operativos, que se caracterizan por la incertidumbre, el azar y la fragilidad, lo cual requiere herramientas de análisis distintas para su comprensión.

Caracterización actual de los asentamientos humanos y su hábitat Boisot (1996: 41), acerca del tema desarrolla su hipótesis de la convergencia, según la cual: En la euforia general que siguió al colapso del comunismo, los artífices de las decisiones políticas en Occidente trataron de dar sentido a los acontecimientos en Europa central y oriental, y más tarde en la Comunidad de Estados Independientes, y utilizaron un modelo que dentro de la evolución del ambiente económico mundial, había contribuido, en gran medida, a organizar las teorías políticas y económicas desde la segunda guerra mundial. En resumen, dicha hipótesis sostiene que los países industrializados adquieren las mismas maneras de tratar los problemas que enfrentan y, por tanto, ciertas críticas respecto de las culturas de cada nación serían más parecidas con el paso del tiempo. La convergencia podría hallarse en los hábitos de los consumidores, la tecnología o las prácticas institucionales. Es decir, se universaliza el carácter general de los procesos de acción en y sobre el territorio afectando de tal suerte lo que se entiende por hábitat. Agrega: Si buscáramos los orígenes de la hipótesis de convergencia los encontraremos en los escritos del Renacimiento del siglo XVI, en los cuales la idea de progreso se basa en la divulgación de la racionalidad en las relaciones humanas, la cual poco a poco reemplazó la de las tradiciones culturales específicas que tenían una función de ordenamiento social (Idem).

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Esta noción local (europea) da paso a referentes universalizantes. Se hace necesario reconocer que el camino recorrido por el proceso de urbanización presenta signos de crisis dada la magnitud e impacto del proceso. La posibilidad de un mundo global nos traslada a un contexto en el que ya no basta el estudio de lo urbano en lo local. Emerge lo local-global, donde diferentes espacios y tiempos se relacionan construyendo un sistema complejo y dinámico que sirve de contexto a nuevos patrones de asentamientos poli-nivelados y de autonomías relativas. Esta nueva situación contrasta con las lógicas individuales y sectoriales predominantes en las construcciones de ciudad y territorio, hasta ahora aceptadas como válidas. En el centro de esta reflexión existe, entonces, una tensión entre unidad y diversidad, entre la unidad del Estado-nación y la diversidad de fenómenos emergentes que ponen en tela de juicio la posibilidad de un mundo homogéneo. La sectorialidad de los proyectos no solo se define institucionalmente; está dada también desde donde se sitúa el sujeto que los formula, ya sea desde lo económico, lo ambiental, lo político, lo social, o cualquier otro campo, así como también desde procesos menos “visibles”, como son su interés, su visión y su voluntad. Tal posicionamiento puede generar dualidades que en la acción final tienden a producir disyuntivas de elección equilibradoras, muy a menudo en el corto plazo, y desequilibradoras en otras esferas a mediano y largo plazo. No es integral, ya que se elige entre dimensiones como lo social o lo económico, lo público o lo privado, lo ambiental o lo social, derechos o mercancías, personas o clientes; es decir, reduce en sus categorías de operación un mundo complejo. Así, el proyecto que hoy soluciona aparentemente los problemas, abre nuevos interrogantes y efectos inesperados en el futuro. De esta manera, el mundo se reduce a instituciones y personas que operan dual y unidireccionalmente, sean éstas del ámbito estatal, privado o mixto. Estas lógicas excluyentes en la construcción del hábitat propician el aislamiento del conocimiento de las personas, bloquean la comunicación entre las mismas y generan crecientes fronteras y distanciamientos que van en contravía de la indivisibilidad del espacio-tiempo de lo social. La creación de nuevos órdenes más sostenibles y cualificados para los asentamientos humanos y su hábitat –imperativo de la urbanización actual– se instalaría en la autonomización de la imaginación, en el rompimiento con la funcionalidad existente, en la determinación de re-ligar lo separado y en la búsqueda y reconfiguración de sentidos; tarea que habría de provenir de la ética y sus valores relacionales; de la estética, entendida como acción refleja de la ética, de la ciencia y la tecnología, enten-

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didas como acción práctica sobre lo material. Sólo desde aquí el hábitat dejaría de ser un simple hecho material, de crecimiento cuantitativo, para convertirse en un ámbito cualitativo de reflexión aplicado sobre el entorno de la vida. El conflicto surge en la existencia de momentos posteriores que no anulan o transforman momentos anteriores; por esto, la reflexión sobre los referentes o paradigmas actuales permite develar las lógicas de significaciones e instituciones históricamente adquiridas, preguntarse sobre las recurrencias y superar la repetición, muchas veces inútil, frente a lo emergente o lo desconocido. Así como Boisot (1996: 54) lo sugiere: El problema radica en que muchas de estas políticas adoptadas en occidente por economistas orientadores de mercado y con poder de decisión en las sociedades posteriores al socialismo, están fundamentadas en el punto de vista del capitalismo que fomenta la creencia de que por ubicar las grandes empresas del Estado en un ambiente de mercado (por ejemplo, privatizarlas) de algún modo estarían eximidas de la amenaza de destrucción creativa al aumentar la turbulencia. O, como lo señala Fritjof Capra: La competencia que fue vital en América para el pequeño grupo de los primeros colonizadores y exploradores, método autosuficiente para los negocios, es parte del legado del individualismo atomizado de John Locke, pero que ahora es insano, incapaz de tratar con la intrincada red de las relaciones ecológicas y sociales propias de las economías industriales maduras. Todavía predomina la creencia de que, en el gobierno y en los negocios, los bienes comunes se maximizarían si todos los individuos, los grupos y las instituciones maximizan sus riquezas materiales –lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos–. El todo se identifica con la suma de sus partes y este resultado, ignora su interferencia recíproca. Las consecuencias de esta falacia reduccionista ahora se hacen dolorosamente visibles a medida que las fuerzas económicas chocan entre sí cada vez más, rompen la estructura social y arruinan el ambiente natural (Op. Cit.).

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La crisis urbana, ambiental y social, indica que la idea de progreso, motor conceptual y criterio de acción para la materialización de lo urbano, está en crisis. Solo el esfuerzo (voluntad) por romper la clausura, sea de la historia personal (psique) o de la institución, permitirá la emergencia de pensamiento alternativo frente a este estado de cosas. Explorar los nuevos umbrales y fronteras que plantea el momento actual del proceso urbanizador para el hábitat sólo es factible en la medida que se tracen, de manera autónoma, unos y otras desde el contexto mismo y no desde afuera; lo cual supone entender las variables endógenas como acto de libertad, pero también las exógenas, en cuanto relacionan lo uno con “lo otro”. La investigación sobre lo fundamental del proceso nos remite, entonces, a la crisis contemporánea en torno a la sostenibilidad de la vida, tanto humana como no humana, y al hecho de que los asentamientos humanos y su hábitat ya no pueden ser entendidos de manera independiente, sino de modo sistémico, múltiple y multi-conexo. Surge de aquí el debate en tomo al principio antrópico: ¿Fue hecho el mundo para el hombre? ¿Es él, el centro del universo? ¿Los asentamientos humanos son hechos aislados o complejos? El espacio-tiempo, cada aquí y cada ahora, ha planteado distintos retos a la humanidad, requiriendo de nuevos enfoques y de nuevos conocimientos. Visto desde una perspectiva espacio-temporal plantear respuestas a las preguntas anteriores nos exigiría colocar el pasado en presente para responderos si sirve lo mismo –el presente en presente, para entender ¿cómo estamos?– y el futuro en presente, para establecer cómo queremos ser. En cualquier caso, reconociendo que existen varios tiempos, simultáneos y no simultáneos: en lo ambiental, en lo público, en lo territorial, en lo económico, en lo cultural y en lo cósmico. Por tanto, no siendo el tiempo uno y lineal, la concepción clásica de éste no da cuenta de los múltiples procesos que constituyen el territorio y lo urbano (hábitat); así, un proyecto no solo debe ser reflexionado en lo inmediatamente cambiante sino también en lo trascendente que da cuenta de la vida; a fin de cuentas existen procesos trans-generacionales que implican mirar el tiempo-espacio de una manera distinta. Auto-organizarse no es necesariamente auto-crearse. Se requiere creatividad en la construcción de alternatividad. Lo permanente en lo humano, posiblemente ontológico, es la sociedad, su capacidad de socialización, lo cambiante es la auto-­institución, o la capacidad de contextualizar en forma autónoma las propuestas de institución y sentido.

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Acerca de las perspectivas Reto: cualificar la ciudad y el territorio como hábitat. Entre el aquí, el ahora y el proyecto de futuro Solo la imaginación permite presentarse, no como objeto, sino como sujeto con actividad representativa; es decir, explora su relación con objetos y sujetos pero no se ubica por fuera de ellos sino que permanece en el campo relacional de sistemas múltiples conectados. Visto así, en una realidad espacio-temporal, el “progreso” se presenta como relativo. La comprensión del contexto se convierte en un proceso cognitivo estratégico que pregunta por el sentido, por el proyecto de futuro y por el nuevo conociendo que éste reclama. Este proceso se sitúa en un contexto en el que la ciudad, que ha sido un fenómeno universal, nunca ha sido tan global y extendido como ahora. La ciudad se concibe como lo “moderno” y lo rural como lo “atrasado”. Incluso el territorio rural no es captado en toda su diversidad y sus relaciones con la ciudad, aparecen como externalidades. En esta perspectiva se hace necesario empezar a mirar con lógicas distintas el fenómeno de los asentamientos humanos, reconociendo la aparición de relaciones y problemáticas emergentes.

Reto: asumir desde paradigmas de complejidad propuestas para cualificar los asentamientos humanos y su hábitat El proceso urbano contemporáneo tradicionalmente se ha visto como un asunto de desarrollo (entendido como progreso material) que recurrentemente sitúa la discusión en materia habitacional desde una perspectiva cuantitativa. Desde aquí, una noción de hábitat integral debería ayudar a redefinir lo urbano y lo territorial aportando una perspectiva cualitativa que incorpore los procesos de vida de los individuos y las comunidades involucradas. En este orden de ideas, consideramos prioritario enmarcar esta particular perspectiva a partir de tres referentes conceptuales. En primer lugar, la dimensión de lo espacio-temporal (Iocal-global, ­tiempos y estructura). El proceso intenso de urbanización a lo largo del siglo XX transforma a

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la ciudad en un escenario múltiple y poli-nivelado; es decir, se mueve en diferentes escalas. Una misma localidad puede ser parte de una frontera, de un área metropolitana y mantener a la vez relaciones con otros sitios del globo. De esta manera la tecnología ha relativizado el tiempo en cuanto a distancias y posibilidades de comunicación. Independientemente del concepto de globalización económica se ha ido construyendo una noción de localidad. Comúnmente, el tiempo da la impresión de ser sólo uno; hoy se sabe que lo local-global exige discernir en los procesos diferentes temporalidades ya que en esta compleja relación aparecen diversidad y multiplicidad de tiempos y de procesos no lineales sino simultáneos. Esta connotación del espacio-tiempo sugiere, en primer lugar, que no todo el conocimiento que hemos acumulado pertenece al reino de las leyes (entendidas como una serie de determinaciones e indeterminaciones conocidas) éstas no abarcan la totalidad de lo posible ya que lo que en el pasado sirvió de referente no necesariamente supone que en el futuro vaya a ser de utilidad dadas las condiciones de incertidumbre y complejidad de los contextos actuales. En segundo lugar, la discusión de los paradigmas actuales sobre el desarrollo (objetividad-subjetividad y omnijetividad). Al entender en su complejidad la ciudad y el territorio como hábitat, es decir, como campo de relaciones, éste adquiere unas connotaciones distintas. Primera y central: lo social cambia. No somos los “dueños” de la creación. Pero al relativizar el principio antrópico como el eje de todo lo que hacemos en la vida, es fácil darse cuenta de que todo está hecho para el desarrollo del hombre; es decir, no se entiende el hecho de estar en el mundo como humano sin pretender su dominio y control total. Lo que aquí aparece son una serie de discusiones que no han sido resueltas. Los elementos de esta crisis paradigmática ya están aquí. Un primer paradigma gira en torno a lo económico. Es el paradigma de desarrollo que se ha manejado por mucho tiempo. La racionalidad económica, particularmente en la modernidad, ha sido el eje del desarrollo. ¿Cómo se desarrollaba un territorio? Como un gran “lote”, que no se consideraba un hábitat pues se reducía, simplemente, a una superficie donde se implantaban industrias, puentes o ciudades con la esperanza de que eso generase un desarrollo económico tal que permitiese la construcción económica del mismo y, desde ahí, las condiciones de supervivencia de sus habitantes. Eso es lo que llamaríamos una visión objetiva: el territorio es para intervenirse y la empresa para el desarrollo de la economía y del mercado; en este contexto,

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el territorio es objeto de intervención institucionalizada por parte de la empresa y del Estado. Dentro de esta concepción, el territorio se ha entendido a través de una dinámica en la que lo político y lo social se supeditan, en gran medida, a lo económico. Un segundo paradigma, derivado del pensamiento crítico de los años sesenta, sugiere que lo urbano-territorial supone un espacio social y cultural contraído por los sujetos. Aparece el tema de la descentralización y el tema de la participación ciudadana y comunitaria para hablarnos de un territorio que se construye socialmente. Aquí lo importante es que la gente participe, que se fortalezca la sociedad civil; lo político resulta ser, al menos en apariencia, lo ordenador; no obstante lo económico sigue siendo importante y lo ambiental sigue ocupando un espacio estrecho. Desde esta perspectiva se pretende solucionar el problema entre los humanos para después pensar el problema de lo ambiental. Un tercer paradigma lo marca la preocupación por las condiciones de los asentamientos humanos y su hábitat en, al menos, cuatro nuevas temáticas: sustentabilidad, equidad, gobernabilidad y conectividad. En este punto, si el desarrollo se mira como un proceso cognitivo, la anterior situación requiere empezar a construir, desde lo relacional (en cuanto lo emergente), otras formas de conexión con la de vida, para lo cual posiblemente no hay textos o referentes anteriores pues el hábitat, entendido como campo de relaciones, es un entretejido de condiciones físicas, geológicas, ambientales, climáticas, de recursos culturales y económicos que empiezan a hacer de cada solución algo novedoso en su momento, en su tiempo y en su espacio. Los fenómenos que transforman el hábitat no se inscriben sólo en un lugar preciso, sino que tienen también un sentido temporal; se trata, fundamentalmente, de entender la manera como el tiempo se inscribe en el espacio atendiendo su capacidad social para modelarlo, para transformarlo. En síntesis, las trayectorias y perspectivas presentadas en el ámbito mundial y aplicadas a las ciudades latinoamericanas, sugieren que no son la excepción de los cambios inducidos sobre el desarrollo urbano mundial, por factores sociales, económicos, geopolíticos, culturales y tecnológicos. Algunos de ellos han dejado su impronta en la trama urbana y suponen retos de primera magnitud para la prosperidad económica y social de nuestros asentamientos. Roberto Segre (1998) lo expresa muy bien, cuando dice, a propósito de los marginales urbanos:

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Concentrados en las 13 mega ciudades del mundo (de las cuales cuatro son latinoamericanas: Buenos Aires, Ciudad de México, Sao Pablo y Río de Janeiro), y en las restantes escalas de los asentamientos urbanos, ocupan precariamente las áreas marginales, carentes de infraestructuras, servicios sociales y básicamente puestos de trabajo estables. Su dimensión numérica hace que en algunas ciudades de Asia, África o América latina, la economía informal resulta más dinámica y significativa que la economía formal. Y continúa diciendo que: Las ciudades “globales”, según Félix Guattari y Saskia Sassen, son los centros direccionales que orientan los destinos de la humanidad, pero al mismo tiempo llevan en su seno las profundas contradicciones del capitalismo avanzado o el neoliberalismo. Una de las consecuencias más preocupantes no es sólo la antítesis entre pobres y ricos, sino entre ocupados y desocupados (Idem). Del mismo modo, agrega: No cabe duda que la complejidad actual de las funciones urbanas hace imposible su integración dentro de un plano unitario, tal como ocurrió hasta la ciudad industrial. El zoning, defendido por la Carta de Atenas, identificado con la separación de las funciones y la organización de estructuras productivas fijas, fue superado por los nuevos condicionantes del capital en la era post-industrial. Las organizaciones móviles y flexibles, tanto a nivel nacional como internacional; la primacía de los flujos de comunicación y de transporte, la dispersión de la vida productiva y social hacia los bordes, las estructuras diluidas, el predominio de los núcleos puntuales sobre la dilatación del hábitat y la coexistencia de actividades disímiles en espacios reducidos, generaron nuevos modelos diferentes a la ciudad clásica (Idem). Continúa: El orden, tan buscado por la teoría urbana de la academia, la disciplinada fluidez de la vida social admirada en París

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por Baudelaire y Hegel, desapareció en la confusión cotidiana de las calles de Manila o Hong Kong. En ellas, casas de cartón subsisten adosadas a rascacielos de acero y cristal; vendedores ambulantes aparecen frente a las lujosas boutiques; poderosos y brillantes Mercedes Benz son flanqueados por improvisados carruajes y bicicletas. El brillo de la alta cultura es opacado por las manifestaciones populares kitsch dominantes en el espacio urbano (Idem). Después de la Segunda Guerra Mundial, anota Segre: La avalancha migratoria del campo a la ciudad, produce la proliferación de las villas miseria, callampas, favelas, poblaciones, pueblos nuevos, en la mayoría de las capitales del Continente y del Caribe. El Estado “benefactor” carece de recursos para afrontar el desmedido crecimiento de la población pobre urbana, así como la creciente expansión horizontal de los nuevos asentamientos. La presión especulativa, el peso de las actividades comerciales y el proceso de industrialización crean los grises suburbios (la ciudad sin “cualidad”), la acumulación de edificios, talleres, comercios, viviendas, servicios, con escaso control por parte de las reglamentaciones urbanísticas vigentes. Desaparecido el diseño o proyecto urbano, tampoco perdura la necesidad del arquitecto. La ciudad no es construida por talentosos profesionales, sino por anónimos constructores, ingenieros o empresarios, cuyos intereses económicos se imponen sobre los valores culturales del entorno. Resulta dramático constatar como el tema de la arquitectura no integra el universo cultural de la población media. Sólo quedaron resabios de formas y estilos del pasado o clichés estereotipados de modelos de viviendas que cubrieron el paisaje de las periferias, ricas y pobres, en las ciudades latinoamericanas. A su vez, las tradiciones populares y el folclore existentes en la ciudad colonial, desparecen en la precariedad del hábitat de la subsistencia (Idem).

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Reto: identificación o construcción de técnicas de análisis espacio-temporal pertinentes con los asentamientos humanos y su hábitat La consideración explícita de las temporalidades urbano-territoriales ayuda a comprender los rasgos particulares de las relaciones entre dinámicas económicas, sociales y ambientales. En especial resulta necesario reconocer las diferencias de temporalidad, para luego entender mejor las condiciones que orientan las relaciones de doble vía entre los distintos conjuntos de hechos. Para este efecto ayudan los enfoques de complejidad que en sus representaciones entienden la ciudad como un hábitat; es decir, como una globalidad compuesta por elementos interdependientes relacionados con su entorno. Desde esta perspectiva, la comprensión de la naturaleza particular del hábitat exige poner a un lado las construcciones científicas tradicionales que parten de un principio de racionalidad clásica en el espacio-tiempo que les corresponde y hacen necesario reconocer pluralidades y complementariedades del conocimiento tanto objetivas, como subjetivas y omnijetivas para reconocer una diversidad de lógicas de organización y entrelazamiento de planos racionales y no racionales.

Consideraciones finales La acción contemporánea sobre los asentamientos humanos y su hábitat, desde los criterios de desarrollo vigentes, se componen de infinidad de planes, programas y proyectos que tocan una amplia gama de posibilidades: lo local, la participación, la familia, el empleo, la economía, la asistencia, el ambiente, la paz, las ciencias, lo internacional, lo regional, lo cultural, lo social, la investigación, la administración pública, etc. Sin embargo, el creciente deterioro de todos los niveles de la economía, de la mano del propio deterioro de lo humano y de la vida en general, nos pone de hecho ante la repetición de más y más de lo mismo sin resultados tangibles de sostenibilidad. Visto desde los procesos espacio-temporales citados encontramos, al menos para efectos de este escrito, algunos referentes que denotan recurrencias sobre las cuales interrogarse.

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Un primer referente lo constituye la insistencia en ubicar al género humano como centro del mundo, lo cual restringe la comprensión de la relación con otros géneros y en la práctica ha significado la destrucción no solo del tejido humano sino también del tejido ambiental. La vida es trans-generacional. Un segundo referente lo constituye la debilidad del conocimiento existente para interpretar y relacionar el sinnúmero de alertas rojas (el aquí, el ahora y sus contextos), que los procesos nos evidencian como recurrencias negativas, al reducir la visión a enfoques en los que el hábitat se reduce a un objeto a ser intervenido, mas no a verlo como sujeto a ser construido (actores y autonomías relativas) y menos como un omnijeto (la vida y sus procesos, poblaciones humanas y no humanas) en un fluir y permanecer trascendente. Un tercer referente lo constituye la idea del cambio reducido a un movimiento pendular (dual) entre tendencia y contra-tendencia: Estado o mercado, lo humano o lo no humano, esto o lo otro, pero que oculta la necesidad de interpretar la realidad como simultaneidades inmersas en redes donde lo uno o lo otro borran sus fronteras y requieren de patrones organizacionales y de análisis que por el momento no conocemos. Un cuarto referente lo constituye la posibilidad de que el tejido social se convierta en el “proyecto de proyectos”, es decir un espacio-tiempo de unidad desde donde se posibilite la sostenibilidad de tejidos humanos y ambientales en diferentes escalas territoriales. Este tipo de decisión, más que técnica, es de carácter ético filosófico. Un quinto referente lo constituye, entonces, la revaloración de la relación sujeto-objeto. El desarrollo no tendría referentes exclusivamente materiales. El nivel de la conciencia, o de los procesos cognitivos serían, también, un indicador de desarrollo. Finalmente, el aquí y el ahora adquieren una multi-dimensionalidad necesaria, no se es sólo ciudadano del mundo (conciencia planetaria): se es también ciudadano local, regional, nacional, ambiental, lo cual invoca un proyecto de vida individual. Así, lo importante no es sólo el Estado nacional y la empresa, sino la vida y con ella el centro de la vida, es decir, lo social.

BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL DEL HÁBITAT DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS y DE COMPLEJIDAD

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Bibliografía Baumont, C. & J. M. Huriot (1996): «La ville et ces representations formelles», en Derycke, P.- H., J. Hurriot y Pumain. Penser la Ville: théories et modeles. París: Economic. Boisot (1996) citado por Boot, R., J. Lawrence y J. Morris (1996). Manejo de lo desconocido. Mc Grawhill. s.l.p. 41,54. Capra, F. (1982). The Turning Point. Flamingo. s.d. Castells, M. (2000). “La Ciudad de la nueva economía”. Conferencia pronunciada en el Salón de Ciento del ayuntamiento de Barcelona, el 21 de febrero de 2000 a la cloenda del master «La ciudad: políticas, proyectos y gestión» (http//:www.fbg.ub.es) organitzat per la Universitat de Barcelona. Castoriades, C. (1997). «Ontología de la Creación», en Rev. Ensayo y Error. s.l. Derycke, P-H, J-M Huriot y D. Pumain (1996). Penser la ville: théories et modeles. París: Anthropos. Dickens, Ch. Historia de Dos Ciudades.s.d. EIR -Informe Especial N°6. El Puente Terrestre Euroasiático: Camino para salir de la depresión mundial. - Jonathan Tennenbaum. s.l. Lefebvre, H. (1976). Espacio y política. El derecho a la ciudad. Barcelona: Ediciones Península. Santos, M. (2000). La naturaleza del espacio. Barcelona: Ariel. Segre, R. (1998). «Evolución de las estructuras simbólicas en la ciudad latinoamericana». Ensayo que forma parte de un proyecto de investigación sobre el tema, Río de Janeiro. s.l.

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En torno a la relaci贸n entre

econom铆as y ciudades emergentes

no formales Mercedes Castillo de Herrera


EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS Y CIUDADES EMERGENTES NO FORMALES Introducción Una de las características del modo de producción capitalista es la de generar un remanente creciente de población que no se integra al proceso productivo. Esta masa de desempleados que Marx designó como superpoblación relativa fue reconocida según tres formas: la masa flotante, entendida como un “flujo continuo que se absorbe y se repele constantemente cuando la maquinaria reemplaza mano de obra permitiendo el desplazamiento de trabajadores de unas fábricas a otras” (Ramírez y Suárez, 1987: 22); la latente, que llega del campo a medida que la agricultura se moderniza, y la intermitente, que no encuentra un empleo estable y remunerado según el nivel mínimo promedio de salarios y de la que “todo obrero forma parte… durante el tiempo que está desocupado o trabaja solamente a medias” (Op. Cit.: 21). De estas tres formas que constituyen el ejército industrial de reserva es la tercera la que podría asimilarse más a lo que se denominó “sector informal de la economía” o “economía informal”. Durante décadas se ha hablado tanto de la economía informal que podría pensarse que se trata de una categoría superada, pero nunca se precisó lo que

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se quería denominar exactamente con ella, ni sus alcances, ni sus implicaciones. Hoy en día, con el desarrollo inusitado de las fuerzas productivas: el cambio en las formas de organización de la producción y del trabajo, la deslocalización de la industria y el desarrollo de la tecnología en informática y comunicaciones y de los transportes, el estudio de la economía informal vuelve a tomar relevancia, pues se descubren las proporciones tan descomunales que ha adquirido, tanto que resulta incierta su vinculación a un proceso productivo capitalista y, por ende, es absoluta la contingencia en su inserción dentro de los circuitos económicos. Este abordaje implica plantear, en primer lugar, una discusión que se ha aplazado en el tiempo y es el hecho de que los conceptos de economía informal siguen sin ser depurados y escindidos de otros conceptos paralelos que no necesariamente tienen la misma significación. Por otra parte, el impacto de la nueva fase en las formas de adaptación del régimen de acumulación, llámese capitalismo global, post-fordista o informacional, pero siempre en convergencia con la universalización del Estado neoliberal y del paradigma sociocultural postmoderno (Ciccolella, 2003: 206), se ve reflejado en procesos de desterritorialidad y trans-territorialidad de la producción y en una nueva espacialización al interior de las ciudades y las regiones caracterizada, entre otras cosas, por la deslocalización de las grandes empresas que privilegia la conformación de maquilas y economías satélite y por la generación de nuevos usos para las, hasta entonces, gigantescas fábricas o extensas zonas industriales, usos tales como la realización de las mercancías (diversas ventas de bienes y servicios) o el consumo de vivienda. Esta “alteración de las condiciones espaciales y temporales de producción, circulación y consumo, derivadas del proceso de cambio tecnológico que caracteriza al nuevo régimen de acumulación y su modelo productivo” (Torres, 2001. s/p.), agrava o agudiza la estructura socio-económica-territorial y espacial, encareciendo el precio del suelo urbano y potenciando las exclusiones al interior de las ciudades al definir, por demás, una nueva red de ciudades y una nueva red de poderes al interior de las regiones o los países.

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La economía y la ciudad informales en tanto categorías ideológicas La economía y la ciudad emergentes no formales constituyen una misma realidad en tanto manifestaciones de la pobreza, de las desigualdades y de la exclusión. En primer lugar, la función del mercado ha estado ligada desde sus comienzos a la ciudad, siendo uno de los grandes espacios públicos urbanos reconocibles a través de la historia en las diversas sociedades que poblaron el mundo; los mercados callejeros en la China, los diversos mercados en las puertas y calles techadas de las ciudades musulmanas y el espacio dedicado específicamente a esta función en las plazas de las ciudades europeas, la stoa de la ciudad griega y la plaza de mercado (galerías o ferias) de la ciudad iberoamericana son expresiones espaciales de la actividad económica, no necesariamente localizadas en las periferias, sino, por el contrario, en zonas centrales de las ciudades que adquirieron su carácter de “informalidad” con el desarrollo del modo de producción capitalista. En segundo lugar, en la ciudad no formal la vivienda no se puede ver desligada del sitio de trabajo, por las múltiples relaciones que se establecen entre una y otro: por un lado, la vivienda termina, en un gran número de casos, convertida en vivienda productiva como una de las formas de generar ingresos a la familia; por otro, la vivienda es producto o cristalización del sobre-trabajo y de múltiples privaciones del trabajador y de su familia y, por tanto, surge de la sumatoria o superposición de pequeños ingresos obtenidos con trabajos no formales y de consumos no realizados. De igual manera, el barrio es la materialización del trabajo y los ingresos de la comunidad, siendo su trabajo no sólo instrumental sino también simbólico. La ciudad y la economía informales, en tanto categorías universales, han sido impuestas en el discurso, y en tanto categorías particulares han servido como instrumento para proponer, justificar o simplemente imponer diferentes políticas coyunturales. En el primer caso, basta con analizar el tratamiento que se les ha dado a las categorías economía y ciudad informal desde las tres grandes tendencias que las han estudiado a partir de los años setenta , atendiendo a su significación inicial, a

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Marginalistas o dualistas, estructuralistas y legalistas o neoliberales.

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la evolución que han tenido a través del tiempo, a la presencia de conceptos que se asocian a ellos y a las realidades que buscan comprender. En el segundo caso, se pueden mirar las políticas diseñadas respecto a la ciudad y a las economías informales aplicadas en los países latinoamericanos en las que se puede leer fácilmente el seguimiento a las directrices trazadas por los organismos de Naciones Unidas encargados para cada fin. Como ejemplo se puede citar que a partir de una definición de ciudad informal hecha por los organismos estatales en referencia a normas de ordenamiento y situación fiscal de los predios, éstos facilitan una regulación urbanística y jurídica para la titularidad de la propiedad como fórmula para que las viviendas puedan ingresar en los circuitos de mercado o sub-mercado. Como efecto contrario a los propósitos de las reglamentaciones de cada país aparece que la propiedad de las viviendas genera a sus “recién reconocidos” propietarios unos costos que antes no tenían y que difícilmente pueden asumir, tales como impuestos, servicios públicos regularizados, valorizaciones, plusvalías, etc. Así, a la par de que sus viviendas se transforman en mercancías, el reconocimiento de la propiedad sobre ellas se convierte en una forma de ejercicio de poder y control social. Cabría anotar que las viviendas cuya titularidad ha sido regularizada cuentan en las estadísticas en forma de reducción del déficit cuantitativo, aunque de manera efectiva no se aporte mucho a la reducción ni de éste ni del déficit cualitativo. De igual manera, se puede partir de la definición de economía informal en términos de ilegalidad jurídica y/o fiscal-tributaria para generar políticas de “formalización” que facilitarían la inserción de las empresas personales o micro-empresas en los circuitos de mercado. Una vez regularizadas, los volúmenes de transacciones realizadas por ellas empiezan a generar impuestos y suman dentro de las cuentas nacionales; además, las operaciones de estas empresas, ahora “formalizadas”, empiezan a viabilizar los procesos de maquila y a asumir costos que corresponden a empresas transnacionales, ayudándoles a aumentar su cuota de ganancia. Nos atrevemos a preguntar, entonces, hasta qué punto es posible considerar los programas de mejoramiento de barrios, vengan de las administraciones locales o estatales, y la profusión de programas de generación o apoyo a las mipymes (en algunos países mypes) como una preocupación del Estado por mejorar las condiciones de vida de la población; hasta dónde deben ser considerados como respuesta a la presión social de una población creciente en condiciones de pobreza que exige sus derechos a la ciudad, al trabajo, a una vivienda digna, al uso del espacio público, etc.; hasta dónde

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tales programas deben entenderse como una forma de adaptación a las condiciones exigidas por los grandes poderes económicos y hasta dónde deben entenderse como un intento retardatario de frenar un proceso que parece inevitable. Estos interrogantes constituyen una propuesta de reflexión, con un fuerte correlato crítico, a propósito de la forma como son interpretadas las categorías principales de la investigación y es por ello que su comprensión para los tiempos actuales resulta fundamental.

Consideraciones sobre el concepto de economía informal Hablar de economía informal, no oficial, no registrada, paralela, irregular, oculta, subterránea, sumergida, invisible, segundo empleo, segunda economía, economía en la sombra, bolsa negra, sub-mundo económico, economía negra o, simplemente, mercado negro, no es hablar de lo mismo, como generalmente se supone. Siempre se han querido asimilar estos conceptos pero, en realidad, no tienen el mismo significado. La mal llamada “economía informal” ha sido definida como aquella economía no registrada, es decir, la que se mantiene al margen de las cuentas nacionales; incluye a los ‘cuenta propia’, a los trabajadores independientes y, entre otras cosas, al autoempleo. Abarca una gama de trabajos tan amplia y tan heterogénea que se ha incluido allí desde el vendedor ambulante ubicado en el semáforo hasta el comerciante de la plaza de mercado; desde el pequeño productor hasta el profesional independiente. Sin embargo, la diversa literatura sobre el tema reúne bajo este nombre también a la producción ilegal o clandestina de mercancías, a su tráfico y hasta a su consumo: No cabe duda de que en la economía informal hay actividades delictivas, como el tráfico de drogas, el tráfico de personas y el blanqueo de dinero (…). También existen otras actividades ilegales, como la evasión deliberada de impuestos. Pero la mayoría de los que se encuentran en la economía informal, aunque no están registrados o declarados, producen bienes y servicios legales (OIT, s.f:3). Feige (en Portes y Haller, 2004: 10), por ejemplo, incluye dentro del sector informal “las acciones de los agentes económicos que no adhieren a las normas

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institucionales establecidas o a los que se les niega su protección”. Feige (1990: 990) y Castells y Portes (1989: 12) afirman que “todas las actividades generadoras de ingresos no reguladas por el Estado en entornos sociales en que sí están reguladas actividades similares”. Con todo, es fundamental hacer precisiones y diferenciaciones, porque: La cuestión terminológica –la discusión sobre el nombre con que se la puede identificar más exactamente– tiene importancia en cuanto detrás de las palabras está no solamente la definición de un concepto sino también una valoración del fenómeno en términos culturales e ideológicos. Economía “informal”, por ejemplo, tiene implícita una connotación negativa, y destaca el hecho que muchas de tales actividades mantienen una situación jurídica y tributaria irregular, y que sus operaciones no aparecen registradas en las cuentas nacionales (Razeto, s.f.). Aquí resultan ambiguas las designaciones de informal y de marginal, dado que el primer término no supone la “carencia de alguna forma” ni el segundo supone una marginalidad total (insignificancia o exclusión total del sistema oficial). Tras una revisión exhaustiva (que no reproduciremos aquí por cuestiones de espacio) realizada sobre la literatura acerca de la economía informal emergen, de manera evidente, varias conclusiones que procedemos a plantear: 1. A pesar del tiempo transcurrido desde la aparición de la categoría informal, varios de los conceptos que se han mezclado con ésta siguen sin ser separados, precisados y semantizados. Hasta el momento no se han elaborado distinciones entre la economía informal y otras formas de economía no oficial o no registrada como la economía “negra”, la subterránea, la sumergida o el segundo empleo. Esta diferenciación es, no sólo conveniente, sino absolutamente necesaria, tanto para la academia como para desarrollar procesos de planificación, pues permitiría clarificar el comportamiento de ciertas cadenas productivas, el origen y destino de los flujos de dinero, dónde existe generación de capitales y dónde acumulación. Como un ejemplo simple podría argumentar que no se pueden diseñar políticas del mismo carácter para intentar integrar dentro de la economía formal (“formalizar”) a la economía informal y a la economía subterránea, la cual deriva sus cuantiosos ingresos justamente de la clandestinidad.

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2. El concepto de economía informal de la Organización Internacional del Trabajo se ha mantenido en el tiempo sin modificaciones significativas, desde su aparición en los estudios de Kenya y Colombia realizados por Hart en 1969 y 1972. 3. La primera intencionalidad de Hart (1969) cuando habló de economía informal fue mostrar su enorme potencial como generador de recursos para la supervivencia y proponer su análisis y comprensión como forma para inducir la dinamización y el crecimiento de la economía. Esta propuesta fue recogida por Tokman (1978), Sethuraman (1981), Londoño (1984) y De Soto (1989); este último para estimular la desregulación del Estado sobre los múltiples trámites que impiden la expresión amplia del carácter empresarial de los trabajadores informales. Posiblemente esta teoría ha tenido una gran acogida por parte de gobiernos tanto del primer mundo como del tercero (especialmente en estos últimos) a través del impulso a las mipymes , a pesar de consideraciones liberales como las que critican Salama y Valier (1997), según las cuales la polarización en la concentración del ingreso tiene una lógica como es la de producir el suficiente ahorro que permita generar volúmenes de inversión adecuados para el crecimiento económico. Una mejor distribución sólo tendría el efecto perverso de disminuir la inversión por la propensión de los pobres al consumo ligada a su poca cultura de ahorro, al tiempo que un bajo ingreso en estos sectores de la población les impulsaría a ser más productivos. Sean las que sean las consideraciones que se quieran tener en cuenta para justificar (y propender por) el funcionamiento más eficiente del mercado, el no respeto por sus formas de ser y de hacer y la presión por su reemplazo, termina empeorando la situación de las personas que adoptan estas formas de vivir.

Consideraciones sobre el concepto de ciudad informal Por ciudad informal tradicionalmente se han entendido las “zonas urbanas que crecen espontáneamente, desequilibradamente escalonadas y montañosas, y generalmente, extremamente pobres” . El DRAE define un asentamiento irregular o asentamiento informal como el “lugar donde se establece una persona o una co-

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Micro, pequeño y mediano empresarios.

http://www.vitruvius.com.br/arquitextos/arq000/esp100e.asp.

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munidad que esta al margen de los reglamentos y/o las normas establecidas por las autoridades encargadas del ordenamiento urbano” . Con el término asentamiento irregular se hace referencia a un conglomerado de edificaciones sobre terrenos fiscales o privados ilegalmente ocupados, que carecen de la dotación mínima de servicios públicos o privados, de acceso a bienes sociales o de infraestructura de base como saneamiento, vialidad, transporte o iluminación. Los terrenos ocupados no son en muchos casos aptos para viviendas ya sea porque se inundan al estar ubicados a la vera de arroyos contaminados, porque son linderos de accesos a la ciudad o porque forman parte del área rural o rural-urbana (Ávila, et alt, s.f. s/p). Al contrario de lo que sucede con la categoría economía informal, respecto de la ciudad no formal han aparecido variadas categorías para nombrar realidades muy cercanas. Sin embargo, al igual que aquélla, todas las denominaciones se refieren a lo “no formal” como lo patológico o anormal, desde los diferentes puntos de vista desde los que se estudia: se habla de ciudad espontánea desde la arquitectura, de ciudad informal desde la economía, de barrios ilegales desde los aspectos jurídicos, de ciudad subnormal desde el punto de vista de la normativa, de desarrollos incompletos, desde la planeación; así las ciencias sociales podrían hablar de barrios obreros, de barrios populares o de ciudad marginal. En Colombia se habla de suburbios, de ciudad periférica, de barrios clandestinos, de invasiones o de barrios piratas para referirse a los asentamientos irregulares; en Venezuela se habla de barrios de ranchos; en Brasil, de favelas; en México, de barriadas o de colonias populares; en Uruguay se llamaban cantegriles o asentamientos; en Chile se les denominaba campamentos de temporeros o simplemente campamentos y poblaciones callampa, señalando la rapidez con la que se reproducían estos sectores; en Argentina se les conocía como Villas de Emergencia o Villas Miseria, a partir de la novela de 1957 de Bernardo Verbitsky, Villa Miseria también es América, en la que se describen las terribles condiciones de vida de los migrantes internos en la Década Infame (DRAE). Se han utilizado diferentes nombres para referirse tanto a las viviendas no formales como a los barrios o a los sectores de ciudad donde se hallan, dependien Versión vigésima segunda de 2001, Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/ Chabola,consultada el 31 de marzo de 2006.

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do del país e incluso la ciudad donde se aplique: chabola es un término utilizado en España; en Colombia se habla de tugurios; en Venezuela se les denomina ranchos; en Chile, mediaguas. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define, por ejemplo, chabola como la “vivienda de escasas proporciones y pobre construcción, que suele edificarse en zonas subnormales”, o en asentamientos irregulares. Las chabolas, tugurios o ranchos, son “alojamientos que se instalan con materiales de desecho de obras, plásticos, tablas de madera o uralita”, paroy y otros desechos industriales e, incluso, desechos domésticos, “habitáculos que no reúnen las características y condiciones para ser calificados de viviendas, ni son susceptibles de convertirse en tales con una mejora de rehabilitación o transformación diferentes de las viviendas prefabricadas o las infraviviendas que permiten procesos de mejoramiento ” (Idem). Siguiendo a Geisse (1985), podría definirse como el sitio de confluencia de la pobreza de la ciudad y de la pobreza en la ciudad . Pero la ciudad no formal no es sólo aquella que se expresa en asentamientos no planificados. También aparece en las áreas centrales de las ciudades; de hecho, su primera localización fue allí, pero para entonces no existían las regulaciones que hubieran hecho posible una consideración en este sentido; nos estamos refiriendo tanto a las zonas centrales de vivienda compartida (los barrios de tradición que cayeron en deterioro abandonados por sus propietarios, las zonas de la ciudad que perdieron funciones de cierta jerarquía y entraron en desuso y que conocemos con los nombres de inquilinatos, vecindades o conventillos), como al espacio público asiento de innumerables actividades de las economías no formales.

Tela asfáltica.

Guillermo Geisse (1985) hace una distinción entre pobreza en la ciudad y pobreza de la ciudad. En la primera, incluye a las formas de pobreza que tienen que ver con la población (nivel de ingresos, educacional, salud, seguridad social) y en la segunda, a aspectos meramente físicos urbanísticos (precariedad de la vivienda, de los servicios urbanos, de la accesibilidad, etc.).

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La economía y la ciudad emergentes no formales como categorías La economía no formal no se agota en una dimensión económica, sino que atiende a una multiplicidad de dimensiones: social, cultural, espacial, territorial, etc. La ciudad no formal no hace referencia, simplemente, a una condición física, sino también a una condición socio-espacial económica y cultural que se expresa como territorio. Por tanto, la economía y la ciudad emergentes no formales constituyen una misma realidad que se puede comprender bajo la categoría englobante comprehensiva de lo “no formal”. Esta categoría da cuenta de otras formas de hacer y de entender la vida y la economía urbanas que se expresan en variadas prácticas y procesos económico-territoriales urbanos no formales (y/o alternativos, es decir, como emergencia resultante de la co-creación de otro mundo), y que se oponen a un modo de producción ya establecido (formal) que, o bien tiende a incluirlos o a excluirlos, o bien los tolera dentro de ciertas restricciones para seguir sirviéndose tácitamente de ellos en sus irreversibles propósitos de acumulación. Las economías y ciudades no formales, si bien no asumen la formalidad del establecimiento, no son, como hemos señalado, completamente informales (carentes de toda forma), ni enteramente “marginales” (sin incidencia ni relevancia alguna en el aparato formal), sino que hacen emerger otras prácticas, “otras formas” y procesos económicos que guardan relaciones recíprocas con otras prácticas, “otras formas” y procesos de usar, habitar y transformar las ciudades formales. La forma propia de economías y ciudades no formales no se puede comprender desde la categoría de lo “local” porque ésta privilegia la forma física y particular, sino desde un enfoque heterogéneo, diferencial, variadamente combinatorio y dinámico del espacio como “territorio”. Esta nueva categoría permite dar cuenta de “redes”, “coremas” (modelos: punto, línea, aire, red, gravitación, contacto, tropismo, etc.) y “jerarquías” económicas y espaciales sujetas a mutaciones diversas de mayor o menor velocidad que la categoría tradicional simplemente ignora o valora de un modo siempre negativo. Tanto la forma urbana como sus economías no formales hacen explícita la diferencia y la diversidad, no sólo frente a la dominancia capitalista de occidente en general, sino también frente a sus connotaciones individualistas, sexistas, racistas o imperialistas. Espacialidades y economías no formales urbanas acuñan, por

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consiguiente, semiologías, sentidos y valoraciones críticas del post-colonialismo, e impregnan sus prácticas y relaciones de nuevas connotaciones anti neo-colonialistas, feministas, gay, minorías, ONG, etnias, migraciones, desplazados, etc. Por consiguiente, los habitantes de la no formalidad adoptan una muy peculiar y variada semiología, semántica y pragmática del espacio al interior y exterior de sus viviendas, de los puntos de venta de sus mercancías y productos, y de los sitios de trabajo, callejeros o no. Parte de esta pragmática se refleja en una constante exposición a situaciones de riesgo o de vulnerabilidad extremas. Indicadoras de este comportamiento son las formas variadas que adoptan los procesos y las prácticas económicas (producción, intercambio, distribución, circulación, consumo), asociadas tanto a formas diversas de habitar, desplazarse, emplear o transformar los espacios y servicios urbanos, como a formas diversas de relación e intercambio social. En éstas se halla también una especie de fascinación por el riesgo y el peligro que se asume, antes que optar por los mecanismos de participaciónpresión sobre los organismos estatales, como fórmula para satisfacer sus necesidades más inmediatas.

Hacia una re-categorización de las diferentes formas de economía La economía sumergida es definida por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su versión vigésimo primera, como “aquella que se mantiene al margen de la legislación”, equiparando el término al de clandestino, que significa “secreto, oculto, y especialmente hecho o dicho secretamente por temor a la ley o para eludirla”. La economía sumergida es, pues, aquella economía que se realiza de manera clandestina, lo que estaría dejando por fuera a las actividades informales. En la edición mencionada aparece definida como la “actividad económica practicada al margen de los cauces legales, sin figurar en los registros fiscales ni estadísticos” (DRAE). Esta definición ampliada entra a complicar las cosas, de nuevo, al mezclar lo ilegal con lo que, simplemente, no se declara y tampoco suma dentro de la contabilidad nacional.

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El Webster Dictionary (2004) trae una definición en el mismo sentido: “Hidden or concealed; clandestine”, “Of or relating to an organization involved in secret or illegal activity”. Feige (1990) propone una taxonomía según las normas institucionales de las que se hace caso omiso en una actividad económica determinada reuniendo bajo el término genérico economía subterránea cuatro sub-formas (en Portes y Haller, Op. Cit: 11): 1. La economía ilegal, que abarca la producción y distribución de bienes y servicios prohibidos por la ley. Comprende las actividades como el narcotráfico, la prostitución y los juegos de azar ilegales. 2. La economía no declarada, que consiste en la realización de acciones que “soslayan o evaden las normas impositivas establecidas en los códigos tributarios” (Feige: 991). El monto de los ingresos que deberían declararse a las autoridades impositivas, pero no se declaran, representa un ejemplo sumario de este tipo de economía subterránea. 3. La economía no registrada, que comprende las actividades que transgreden los requisitos de los organismos estadísticos del Estado en materia de declaración. Su medida estricta es el monto de los ingresos que deberían registrarse en los sistemas de cuentas nacionales pero no se registra. 4. La economía informal, que abarca las actividades económicas que hacen caso omiso del costo que supone el cumplimiento de las leyes y las normas administrativas que rigen las “relaciones de propiedad, el otorgamiento de licencias comerciales, los contratos de trabajo, los daños, el crédito financiero y los sistemas de seguridad social” y están excluidas de la protección de aquéllas (Beige: 992). Recomendamos con Frey y Schneider (2000) no identificar la economía subterránea con la ilegalidad. “Algunas actividades son perfectamente legales pero no tienen obligaciones tributarias (debido a su pequeña escala, por ejemplo) y no se registran en las estadísticas oficiales. Otras actividades también legales evaden impuestos. Finalmente, existen actividades ilegales que no pagan impuestos (“como la producción y distribución de drogas, la trata de blancas, el tráfico de armas, el comercio de órganos, el cine snuff, el comercio de biodiversidad y el tráfico de flora y fauna silvestre” (Idem). Castells y Portes (1989) recuerdan que la diferencia fundamental entre la economía formal y la informal guarda relación con la forma como el producto final es producido o intercambiado y no con sus características mismas, proponiendo tres categorías: actividades formales, actividades informales y actividades ilegales.

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La economía oculta podría definirse, si nos atenemos a la definición del término ‘oculto’ del diccionario, como aquella escondida, ignorada, que no se da a conocer ni se deja ver ni sentir. Es decir, economía realizada de manera clandestina. La utilización del concepto de economía oculta se diferencia del de informalidad (que generalmente se asocia a “precariedad” aunque hay múltiples definiciones) y al de ilegal (asociada a operaciones económicas pasibles de ser juzgadas como delitos penales) (Narodowski, s.f.). Una fuente importante de esta economía oculta son los sub-registros de las empresas realizados como “una forma de ajuste en la cadena de valor, comandada por la empresa con poder dentro del cluster, en general de alto beneficio, en detrimento de las de baja rentabilidad” (Vincenso, 2000, en Narodowski). Así, la economía oculta no estaría asociada necesariamente a la falta de capacidad competitiva sino a la lógica del mercado de cada sector en particular, no siendo posible que se circunscriba a los sectores tradicionales, intensivos en mano de obra, y sí, más bien, a las cadenas de valor de la economía. Siguiendo la taxonomía de Feige (1990), estaríamos hablando de la segunda sub-forma. En la misma clasificación estaría también el mercado negro o bolsa negra, definido como el comercio prohibido por las leyes, mercancía de producción legal o ilegal, por la que no se han pagado impuestos de ingreso al país o cuyo intercambio no es permitido por las legislaciones nacionales; en otras palabras, contrabando. Igual sucede con la economía paralela que se asimila, generalmente, a los comportamientos tipificados como de evasión fiscal, por lo que podía entenderse, para efectos de las cuentas nacionales, como economía no registrada y, por tanto, economía no oficial, aunque por su escala y actividades deba ser declarada. Estas tres clasificaciones que integrarían la segunda sub-forma de Feige constituyen actividad económica no registrada en la matriz input-output, tercera sub-forma de Feige y por ser evasión fiscal constituyen una violación de la ley. La economía informal también ha sido definida como: …un sector residual de la economía capitalista: un sector que concentraría al subempleo y la sub-remuneración, siendo una especie de colchón amortiguador del desempleo en el sector formal de la economía. En éste se encontrarían aquellos trabajadores que no encuentran empleo en el sector formal, ya sea por la inexistencia de puestos o porque carezcan de las calificaciones profesionales necesarias para tener acceso a los puestos de trabajo demandados por el sector formal (Lazarte, 2000: 11).

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Desde los países industrializados también se han elaborado definiciones que tienen que ver más con actividades de auto-abastecimiento o de generación de ingresos (Gershuny, 1978 y 1985; Pahl, 1980; Pahl y Wallace, 1985, en Portes y Haller). La definición de economía informal como segunda economía, quizás en donde toma su mayor significado es en casos como los de la producción clandestina de bienes de consumo realizada por los judíos en Georgia en la ex Unión Soviética (citado por Portes y Haller) o la producción e intercambio –sobre todo éste último– en Cuba, a raíz de las fuertes restricciones estatales. Rivera Pizarro (1990) asimila al informal como sector invisible y lo define como el conjunto de actividades generadas por individuos y familias que no tienen opción de ingresar en procesos de trabajo de carácter estatal ni del capital privado, al menos en forma estable y permanente. Economía “invisible” también es una expresión negativa, aunque en verdad alude más a la situación del observador que a la realidad observada; esta economía es hoy invisible sólo para el que no quiere ver, o para quien mira la realidad popular desde demasiado lejos (Razeto, Idem). En Colombia se asume al ‘sector informal’ como un conjunto de unidades dedicadas a la producción de bienes y prestación de servicios con la finalidad primordial de crear empleos y generar ingresos para las personas que participan en esa actividad. Estas unidades funcionan típicamente en pequeña escala, con una organización rudimentaria, en la que hay muy poca o ninguna distinción entre el trabajo y el capital como factores de producción. Las relaciones de empleo –en los casos en que existan– se basan más bien en el empleo ocasional, el parentesco o las relaciones personales y sociales, y no en acuerdos contractuales que supongan garantías formales (DANE, 1999). Se consideran informales las unidades económicas de comercio, servicio e industria cuya forma de organización es “sociedades de hecho” y/o “persona natural”, que no llevan contabilidad completa ni tienen o presentan estados financieros, o que no tienen registro mercantil y que sean unidades pequeñas (menos de 10 personas ocupadas) (Alcaldía de Bogotá, 2004).

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Algunas consideraciones finales a manera de recomendaciones 1. Es fundamental partir del reconocimiento de que las economías y las ciudades emergentes no formales denominadas de manera equivocada como economía informal y ciudad informal, siguen sin ser comprendidas en su totalidad, pues siempre se han hecho lecturas desde lo formal. La no formalidad continúa sin ser leída desde ella misma. 2. Algunas teorías sobre la “economía informal” y sobre la “ciudad informal” las han convertido en categorías ideológicas con el propósito de buscar los mecanismos de “formalizar” su desarrollo en un intento por meterlas dentro de los parámetros de funcionamiento del mercado. 3. Un primer paso para avanzar en esa comprensión es definir las categorías en un sentido más amplio, re-categorizarlas, re-significarlas, separando otras categorías que han estado asociadas a ellas para reemplazarlas, complementarlas o modificar su verdadero significado. 4. Buscar las soluciones a estas cuestiones a partir de la comprensión de la economía no formal y de la ciudad no formal emergentes, entendidas como territorio, como una sola realidad compleja y dinámica, particular dentro de la globalización. 5. A partir de este entendimiento, la planificación no podrá pretender formalizar sino integrar.

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H谩bitat: hacia un modelo

decomprensi贸n Luis Fique Pinto


HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN Introducción La configuración contemporánea de una nueva crisis acerca de cómo vive y cómo podrá vivir la humanidad en las ciudades del planeta –en una nueva onda que, a la manera de ver de Alberto Saldarriaga, repite elementos de las crisis de la ciudad industrial y de la ciudad moderna– obliga a hacer observación atenta y ojalá inédita de los fenómenos de la realidad de nuestro medio y de la apropiación que hacemos de él y a reconfigurar nuestras comprensiones e interpretaciones al respecto. La crisis ambiental contemporánea −planetaria, según Félix Guattari− ya no es sólo de salubridad, de “funcionamiento“ o del confort, sino que se comprende relacionada con la necesaria recuperación y preservación de la integridad del medio natural y construido, con la obtención del bien-estar humano y con el acceso equitativo a los recursos y a los beneficios obtenidos de ellos. De cara a reconfigurar nuestra comprensión es necesario reconocer el valor que tiene el estudio contemporáneo del hábitat con el que buscamos redirigir la mirada −tradicionalmente enfocada hacia las estructuras físicas o hacia las es-

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tructuras sociales sólamente− hacia la interacción entre ambas. Es decir, observar sus formas de relación en los procesos dinámicos y complejos en los cuales la sociedad produce y se apropia de las estructuras físicas del medio. El “hilo conductor” es, entonces, el interés por la problemática relacionada con el tercer aspecto de la comprensión aludida, es decir, la relacionada, entre otros muchos aspectos, con el acceso a los recursos, a los medios productivos y a los beneficios obtenidos y, desde aquí, con el manejo que hacemos de ellos, aspectos problemáticos que por su valor le dan sentido a una reflexión como la que se propone a continuación. Mediante la comprensión de estas interrelaciones será posible abordar el problema, en forma tal vez inédita, y con ello contribuír en la reconfiguración de temas ligados a las políticas y a la tecnología, elementos fundamentales en la definición de los escenarios productivos; el mercado, como escenario predominante; la actuación profesional en los procesos productivos; y la calidad del producto y su asequibilidad. Con el fin de elaborar un marco para dicha comprehensión que permita identificar y caracterizar aquellas interrelaciones, se ha venido elaborando un modelo de comprensión en torno al tema del hábitat, cuyo estado se presenta en este texto. Este modelo busca aportar en la construcción de la noción de hábitat, como campo de estudio −no simplemente como objeto material− en el cual se elaboren referentes para el adecuado manejo de realidades múltiples y diversas recientemente reconocidas en el medio en que vivimos. Como se planteó ya, los objetos de estudio e intervención tradicionales de la actividad académica, profesional e institucional, en relación con lo que se ha llamado hábitat, han sido, de acuerdo con las nociones que adelante se elaboran, sus estructuras físicas y sus estructuras sociales, las cuales se han concebido y tratado tradicionalmente de manera separada. Solo recientemente, la noción de hábitat ha dado la posibilidad de identificar y definir un campo conceptual en el cual se “encuentren” y consideren simultánea e integralmente. Precisar la noción de hábitat permite vislumbrar nuevas explicaciones (redescripciones) de realidades que se han venido denominando con la misma palabra, pero con un sentido restringido que las asocia a las estructuras físicas solamente. La noción de hábitat, como campo conceptual, y no como simple objeto material, sin embargo, aborda fenómenos que la materializan, tales como: acciones, relaciones, procesos, significados y apropiaciones.

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Precisar la noción busca articular e integrar, entonces, la gran cantidad y diversidad (complejidad), por una parte, de objetos, sujetos y fenómenos y, por otra, de nociones, conceptos y categorías que deben ser considerados y relacionados ante la complejidad y dinamismo del hábitat como objeto de estudio10. El texto se construye haciendo apropiación, contextualización e interpretación (operacióninterpretación) de proposiciones desarrolladas o presentadas por algunos autores. La primera parte busca constituir, como marco metodológico, una comprensión de lo propuesto por dichos autores acerca de la Modelización como explicación científica y el carácter de tal que tendría el cuerpo de conocimientos desarrollado acerca del hábitat. La segunda parte presenta una propuesta de conexión y síntesis entre diferentes modelos de comprensión, que busca construir una comprensión del objeto de estudio, como marco para la definición –o la simple identificación– de las categorías y conceptos propios del campo de estudio.

Un campo de conocimiento Sin la pretensión –por lo menos aún– de adquirir un estatus científico11, el desarrollo de una comprensión abstracta de las realidades que conceptualmente vienen entendiéndose como hábitat, aspira a “Una teoría de lo ambiental, en tanto voluntad científica de aplicar un método, a un objeto, aparece como una especie de misión imposible, en cuanto a la posibilidad de instituir una forma clásica de articular, por caso, leyes y fenómenos, dado sobre todo, la aprehensión, incluso modelizada, de la enorme masa de datos fenoménicos que habría que procesar” (Fernández, 2000:5). 10

“Un conocimiento científico supone, en principio, un desdoblamiento de la realidad en una vivencia que es la experiencia concreta, actual o virtual del cognoscente, y en una imagen más o menos abstracta de lo conocido... La ciencia supone aún otra condición –que ya Aristóteles reconocía– un conocimiento científico debe poder ser exacto e integralmente transmisible por medio de un discurso. Sólo una transmisión exacta e íntegra puede dar sentido a la noción de progreso, acumulación y de refundición de los conocimientos... Diremos, en estas condiciones, que explicar científicamente un fenómeno es establecer un esquema conceptual o modelo abstracto y mostrar que este esquema se integra en un esquema más comprehensivo, o bien como una de sus partes(modelo parcial), o bien como uno de sus casos particulares (submodelo). Asumimos aquí la imagen de la ciencia contemporánea, es decir, la operacionalidad. La explicación debe implicar necesariamente esta integración: establecer un esquema del fenómeno es preferible a des11

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la construcción metódica de un campo coherente de conocimiento, es decir, dotado de coherencia interna y externa. Externamente tal coherencia se establece en relación con otros saberes, mediante la posibilidad de que el campo respectivo se muestre distinto y sea, al mismo tiempo, completado y complemento, en el proceso común de conocimiento total de lo real. La coherencia interna se obtiene a través de la separación de categorías analíticas que, por un lado, puedan abordar la respectiva superficie de lo real, propia de tal fracción del saber y, por otro lado, permitan la producción de instrumentos de análisis, extraídos del proceso histórico. Los conceptos así destacados deben, por definición, ser internos al objeto correspondiente,...y al mismo tiempo constitutivos y operacionales. A través de esta ambición de sistematizar imaginamos poder construir un marco analítico unitario que permita superar ambigüedades y tautologías. De este modo estaremos en condiciones de formular problemas y al mismo tiempo de ver aparecer conceptos, según la observación de G. Canguilhem (1955), (Santos, 1966:18).12 De las proposiciones de Milton Santos cabe destacar la necesidad de desarrollar –inicialmente, identificar– las categorías y los instrumentos de análisis y los conceptos constitutivos del hábitat como objeto de estudio, “dotados de condiciones de coherencia y operatividad” (Santos,1966:18).

cribirlo simplemente, puesto que se desvelan los elementos y sus relaciones mutuas. Y esto aún no es explicar. Tomamos como explicación científica la relación de este esquema con un esquema más amplio” (Rubio, 1993:64). “La operación es una acción de transformación que se define por sus propiedades formales. La operación se puede constituir, ella misma, en objeto de estudio; es decir, se puede tematizar. La operación se puede generalizar y, además, está inscrita en la red operatoria. Encontramos operaciones tanto a nivel formal como a nivel de la construcción de interpretaciones. Esto nos permite sugerir que la inteligibilidad, la credibilidad, la eficacia propias del saber científico le vienen de sus carácter operatorio y es este carácter el que le confiere a la ciencia su estatuto definitivo”. Cfr. Jean Ladriere, “El reto de la racionalidad. Salamanca, Unesco-Sígueme, 1980, (citado por J. Rubio, 1993:65).

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Los resaltados en todas las citas son del autor de este texto.

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Se registran aquí13 algunas reflexiones que buscan articular y contextualizar la diversidad temática constitutiva del objeto de estudio y acotarla y referirla, para reconocer en ella −e incluso darle− un valor relativo hacia “una conceptualización multisectorial e integrativa..., trascendiendo la habitual enumeración de rubros o aspectos estancos, típica de la planificación y gestión urbana convencional” (Fernández, 2000:11).

Modelización Contextualizar, referir, articular esa diversidad temática relativa al hábitat exige la construcción de un referente con respecto al cual se defina (delimite o explique) la naturaleza de sus elementos y se reconozcan sus relaciones. Es claro, sin embargo, que la definición (delimitación, acotación) lleva implícita el riesgo de dejar por fuera del límite, o simplemente ignorar –por lo menos temporalmente– aspectos que desde otros referentes puedan ser significativos. Parece ineludible asumir el riesgo permaneciendo alerta ante las seguras exclusiones; a fin de cuentas: es la realidad del todo lo que buscamos aprehender. Pero la totalidad es una realidad fugaz, que está siempre deshaciéndose para volver a rehacerse. El todo es algo que está siempre buscando renovarse para hacerse, de nuevo, otro todo. Entonces, ¿cómo aprehenderlo?.... La primera idea a tener en cuenta es la de que el conocimiento presupone análisis, y la segunda idea esencial es la de que el análisis presupone la división....Karel Kosik (1967,p. 30) considera la descomposición del todo como ¨el rasgo más característico del conocimiento. (Santos 1966:98). En este sentido, y dado que parece ineludible asumir el riesgo que implican la división de la totalidad y la definición de las partes, con ella escindida como referente. R. Fernández (2000: 226 - 227), haciendo referencia a una metodología para la evaluación y el diagnóstico en la investigación sobre problemáticas del desarrollo en general, plantea que

“...a modo de resumen o estado del arte de los aportes existentes...” (Fernández 2000:1). 13

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la carencia de modelos o patrones de referencia (a su vez, determinados experimentalmente y mediante operaciones empíricas) es lo que hace pensar a muchos epistemólogos que el actual estado de la investigación ambiental dista de poseer estatus científico. En las temáticas referentes a situaciones ambientales susceptibles de contener diferentes instancias problemáticas, la posibilidad de una evaluación imaginada como comparación referenciada a una condición o modelo ideal es bastante compleja sino imposible, por cuanto la complejidad de modelizar las diferentes variables que interactúan en la situación ambiental, hacen prácticamente inexistente la posibilidad de modelos genéricos. La extremada condición casuística de las problemáticas ambientales urbanas impiden una medición cuasi canónica con un modelo y por lo tanto es imposible evaluar –poner en valor– magnitudes y calidades de desviación entre realidad y modelo. Construir un modelo de comprensión de las realidades aprehensibles mediante el concepto de hábitat puede ofrecer un referente que permita desarrollar la producción de un sistema de ideas que sea, al mismo tiempo, un punto de partida para la presentación de un sistema descriptivo y de un sistema interpretativo... 14 (Santos, 1996:15). Sobre esta base: Descripción y explicación son inseparables. Lo que debe estar en el fundamento de la descripción es la voluntad de explicación, que supone la existencia previa de un sistema. Cuando éste falta, lo que resulta en cada ocasión son piezas aisladas, distanciándonos del ideal de coherencia propio de una determinada rama del saber y del objeto de pertinencia indispensable (Op. cit: 16).

Milton Santos (1996:16), al referirse a la geografía, en forma muy pertinente –o coincidente– con los estudios sobre el hábitat, dice: “Esta disciplina siempre ha pretendido construirse como una descripción de la tierra, de sus habitantes y de las relaciones de estos entre sí y con las obras resultantes, lo cual incluye toda acción humana sobre el planeta. Pero ¿qué es una buena descripción?”. 14

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Explicar, que es dar ¨razones¨ o ¨causas¨15, supone contemporáneamente “formalizar mediante la construcción de modelos”16, tal como lo plantea J. Rubio en el texto aludido anteriormente; a fin de cuentas: explicar solo tiene un sentido relativo. Nuestra concepción descarta de entrada la idea de una explicación radical, total y definitiva del fenómeno. Es decir, debemos comprender que toda explicación tiene una historia y depende del sistema de referencia adoptado provisionalmente como estructura de conexión de un esquema. Segundo, queda claro que explicar no es necesariamente ¨ reducir¨ un esquema a otro. Es posible, sin duda, que una explicación adopte la forma de una ¨reducción¨ pura y simple” (Rubio, 1993:65) J. Rubio (1993: Cfr. 32, 33, 66, 69, 72, 80) define la naturaleza de los modelos, así:

· En un proceso de interrogación no se pueden tener respuestas sin haber comprendido los términos del problema; es decir, sin la constitución y la integración de los acontecimientos en un contexto interrogativo. Es necesario remontarnos al contexto que ha originado la pregunta. · Los modelos serán vistos como estructuras que organizan el campo de las cuestiones; construcciones teóricas que suponen una definición precisa, exhaustiva y no demasiado complicada. · La teoría enuncia relaciones abstractas, el modelo suministra como una realización concreta de esas relaciones. El modelo ocupa una posición intermediaria entre la teoría y la realidad que se puede observar (es, en este sentido, el referente para la observación). El modelo, en si mismo, es una representación mental (en la cual el original se describe sin ser construido). · Lo importante no es que uno tenga que ver algo mentalmente, sino que uno pueda operar sobre un objeto, por una parte mejor conocido –y en este sentido más familiar– y,

Fenómenos anteriores a un efecto e irreductibles a éste (Rubio, 2002). “...dar razones o causas es una formulación tradicional bastante ambigua y llena de problemas para quienes quieren explicar fenómenos como la comunicación” (Rubio, 1993: 65). Veremos adelante, de acuerdo con las proposiciones de Luz Teresa Gómez, como, el hábitat, como “cultivo de lo humano”, es “un espacio de lo lingüístico”. 15

“No es posible operar en un gran volumen de información (variables) sino formalizando, modelizando, lo cual da posibilidades operatorias” (Rubio, 2002). 16

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por otra, más rico en implicaciones –en este sentido más fecudo en el plano de la hipótesis –. · El modelo pertenece a la lógica del descubrimiento, no a la lógica de la prueba. · Lo importante es que el modelo solo tiene las propiedades que le son asignadas por convención de lenguaje (describir a diferencia de construir). El corazón del método consiste en hablar de cierta manera. Su fecundidad consiste en que sepamos servirnos de él. El poder esencialmente verbal de ensayar nuevas relaciones “en un modelo escrito”. La imaginación científica consiste en ver nuevas relaciones por el rodeo de esa cosa “descrita”. La explicación científica es una re-descripción de la realidad. · Todo modelo científico, en el momento en el cual ofrece una síntesis de sentido para un campo problemático, instituye un horizonte específico de visualización y de objetivación (¿un punto de vista desde el cual ampliarse en una mirada cónica?). El modelo nos permite reinventar lo real, reestructurar el sentido para producir un vínculo interpretativo inédito entre problema y solución. Los modelos como redes metafóricas (las cosas son “vistas como”) proyectan un mundo respondiendo a un campo de cuestiones. Así, hablaremos del carácter hermenéutico de los modelos. · De lo dicho hasta ahora podemos concluir que concebimos la explicación científica fundada sobre la construcción de modelos. Un doble tipo de relaciones concurre en la explicación: por una parte las relaciones lógico-matemáticas que se dan en el interior del modelo entre sus elementos; y, por otra, las relaciones externas de enlace con otros modelos.

Hábitat Con lo anterior como marco metodológico, cabe presentar el estado de una comprensión del hábitat −objeto de estudio conceptual− o, como se ha dicho, de las diversas realidades aprehensibles en él. Se aspira a reconocer en la diversidad temática que esas realidades generan una suerte de categorías de análisis y de sus conceptos constitutivos y operacionales, metodológicamente indispensables, de acuerdo con lo dicho hasta ahora. En la noción básica, prácticamente axiomática, a partir de la cual se ha propuesto por varios autores la construcción de la comprensión del medio ambiente

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−como realidad englobante de las comprendidas en el hábitat− se entiende “lo ambiental como el campo de la realidad en el cual se establecen y definen interacciones entre las esferas de la naturaleza y la sociedad... una articulación entre los superobjetos naturaleza y sociedad” (Fernández 2000: 3, 5), los dos polos de la relación ambiental básica17. Se define ambiente, entonces, como: un campo teórico en el cual se inscriben las problemáticas presentes en la articulación sociedad / naturaleza. El concepto en sí de ambiente alude aquello que ya no es ni sociedad ni naturaleza, sino su interrelación... un espacio –el medio– en el que se inscribe dicha articulación entre ofertas de un soporte natural...y demandas de un grupo social... El campo específico de las interrelaciones –aquello que denominamos ¨lo ambiental¨– es básicamente un conjunto de acciones tecnológico− productivas y de re-acciones ecológicas... En este cruce de acciones... y de re-acciones... se concentra sumariamente toda la problemática ambiental” 18 (Fernández 2000: 7,8).

Naturaleza y Sociedad han sido reconocidos en diversos contextos históricos, científicos e ideológicos. Así, en diferentes enfoques se encuentran sus correspondientes: en el ecológico, ecosistema y cultura; en el sistémico, sistema natural y sistema social; en el territorial, territorio y población; en el Marxista, biosfera y hombre (O. Sáenz, 2002). 17

“La estructura científica del conocimiento trata de delimitar un campo teórico y un campo práctico, ambos en una interacción continua, paro con una preeminencia epistemológica de lo teórico, en tanto definición y establecimiento de las leyes generales científicas que estipulan la recurrencia de un determinado conjunto fenoménico... La teoría, o más precisamente la teoría científica, constituye la forma epistemológica de delimitar o demarcar los campos del conocimiento, en tanto sistema de conocimiento preciso de un determinado espacio fenoménico. Así, la teoría científica suele definirse por la existencia de un objeto de conocimiento y un método... de establecer correspondencias, a través de la experimentación, entre la teoría y la práctica (como realidad fenoménica, que incluye fenómenos naturales y fenómenos sociales o, más precisamente, en segundo caso, unidades de praxis o prácticas) o las leyes y los fenómenos. Los saberes modernos han visto una complejización de estas formas clásicas de estipulación del conocimiento científico. Han aparecido objetos nuevos, en tanto más complejos o resultantes de articulaciones de otros campos u objetos, y también métodos nuevos, en tanto superación de la correlación clásica entre leyes y fenómenos. Por ejemplo, el método propio de la teoría general de los sistemas, que se interesa más por los campos de relaciones entre objetos que en los objetos en sí, aunque a la vez, instituye modélicamente al sistema como un objeto (de conocimiento) nuevo.” (Fernández, 2000: 4). 18

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Aceptando con Chiapponni19 que el “ambiente” posee muchas características de sistema −está, evidentemente, constituido por partes que interactúan−, la resolución20 de esa polaridad puede plantearse, desde la teoría general de los sistemas, en los procesos.21 Esta comprensión es completamente congruente con la que, en otras escalas y disciplinas, se encuentran en la arquitectura y en la biología: El gráfico 1, desarrollado desde la disciplina arquitectónica22, en el cual Vida, Lugar y Técnica se plantean como los referentes básicos del quehacer arquitectural, coincide, en esta escala, con lo reconocido por diversos autores, pero muy enfáticamente, para el análisis ambiental, por Milton Santos (1996: 27): “es sabido que la principal forma de relación entre el hombre y la naturaleza, o mejor, entre el hombre y el medio, viene dada por la técnica. Las técnicas constituyen un conjunto de medios instrumentales y sociales, con los cuales el hombre realiza su vida, produce y, al mismo tiempo, crea espacio”.

Quien, de acuerdo con lo citado por Roberto Fernández (2000: 11, 12), “ha llegado a formular una conceptualización del ambiente como sistema”. 19

20 La “evolución de las cosas mediante la oposición y la superación de la oposición” corresponde al Principio Dialéctico Aristotélico, en el cual dos entidades en relación se resuelven en otra.

Roberto Fernández (2000: 12) cita a R. García en Conceptos básicos para el estudio de sistemas complejos, quien denomina como “nudo central del análisis de la dinámica de los sistemas, al estudio de los procesos, que definen los cambios que tienen lugar en el sistema” 21

Presentado por Antonio Armesto en el Seminario “El proyecto como instrumento de investigación en Arquitectura” U.N.,2001, citando a Antonio Monestirolli, “La Arquitectura de la realidad”, Editorial El Serval, Colegio de Arquitectos de Cataluña. 22

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VIDA

LUGAR

TECNICA

Gráfico N° 1 REFERENTES DE LA ARQUITECTURA

El gráfico 2, esquematiza la comprensión ambientalista de la relación entre sociedad y naturleza hasta ahora presentada.

ACCIONES Tecnológico - productivas SOCIEDAD Demandas

RE- ACCIONES Ecológicas

NATURALEZA Ofertas

Gráfico N° 2 LO AMBIENTAL

El gráfico 3 esquematiza la comprensión de las formas de vida desde la teoría de sistemas23, en la cual las estructuras son la “corporeización física de un patrón de organización”, son la materialización de unos componentes y de sus formas de relación.

Capra (1998:174) propone el entendimiento del concepto de autoorganización (autopoiesis) como patrón de organización de los sistemas vivos; de estructura disipativa como su estructura; y de cognición, como el proceso vital. “A través de sus interacciones con el medio, los organismos vivos se mantienen y renuevan a sí mismos continuamente, utilizando para ello energía y recursos del medio. Además, la continua autogeneración incluye también la habilidad para formar nuevas estructuras y patrones de comportamiento. Veremos que esta creación de novedad, que da luigar al desarrollo y la evolución, es un aspecto intrínseco de la autopoiesis” (Capra, 1998:181). 23

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


ESTRUCTURA

PROCESO

PATRON

Gráfico N° 3 LOS SISTEMAS VIVOS

Mientras la descripción de Patrón de organización implica una cartografía abstracta de relaciones, la descripción de la Estructura implica la de sus componentes físicos presentes: sus formas, sus composiciones químicas, etc. (Capra, 1998:181). Hasta aquí, esta comprensión abarca los sistemas vivos y los no vivos. En un sistema vivo los componentes cambian continuamente. Hay un flujo incesante de materia y energía a través del organismo. ... Esta sorprendente propiedad de los sistemas vivos sugiere el proceso como tercer criterio para una completa descripción de la naturaleza de la vida... El proceso constituye el vínculo entre patrón y estructura... el patrón de organización siempre está corporeizado por la estructura del sistema, mientras que el vínculo entre patrón y estructura reside en el proceso de continua corporeización (Capra, Op.cit:173). Los conceptos constitutivos de este modelo de comprensión de los sistemas vivos, trasladado24 a la comprensión de los fenómenos ambientales –el hábitat entre ellos−25 permite elaborar distinciones necesarias en la definición de las categorías y conceptos constitutivos del campo de estudio de éste.

Ver en Jaime Rubio (1993:71) la construcción de modelos análogos, mediante la traducción de un sistema de relaciones de un medio a otro. 24

La conceptualización de fenómenos del hábitat y del habitar mediante el traslado de categorías de la biología puede verse, por ejemplo, en “Cartografía Social” (Restrepo, Velasco, Preciado, 1998), en donde los conceptos de autoorganización y autorregulación, germen o relación causativa, estructura disipativa, (p.p. 18, 19, 23) han sido adoptados para la descripción de situaciones sociales referidas al hábitat y al territorio. 25

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN

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Así, en la interrelación fundamental sociedad/naturaleza (acciones y re-acciones en la apropiación y construcción del medio) se ha reconocido esencialmente un proceso de carácter cultural26. “El elemento del proceso establece el movimiento, los cambios permanentes27 en la elaboración de las estructuras simbólicas que se involucran a la estructura social” (Gómez, 2000:2) y −cabe agregar− a las estructuras físicas, para transformarlas. De esta manera, el concepto de proceso, en “lo ambiental” como sistema vivo (gráfico 4), constituye la resolución del encuentro dialéctico entre las estructuras sociales y las estructuras físicas (materialización de unos patrones). La esencia de lo ambiental, estando aquí de acuerdo con Roberto Fernández (2000: 7), ya no alude ni a las estructuras sociales, ni a las estructuras físicas (naturales o construidas), sino a su interrelación, constituida desde aquí en los procesos.

ESTRUCTURAS SOCIALES

PROCESOS

ESTRUCTURAS FÍSICAS

PATRONES LO AMBIENTAL

Gráfico N° 4 “LO AMBIENTAL” COMO SISTEMA VIVO

Desde la biología se plantea que “una red autopoiésica no es un conjunto de relaciones entre componentes estáticos (como, por ejemplo, el patrón de organización de un cristal), sino un conjunto de relaciones entre procesos de producción de componentes. Si estos procesos se detienen, lo hace también toda la organización. En otras palabras, las redes autopoiésicas deben regenerarse continuamente para mantener su organización. Esta es, por supuesto, una característica de la vida” (Capra 1998:181). L.T. Gómez (2000:2) cita a N. García Canclini quien “ha construido en varios de sus textos un concepto de cultura...autocomprensivo. Señala que la cultura es un conjunto de procesos donde se elabora la significación de las estructuras sociales –y, habría que agregar, de las estructuras materiales−, se las reproduce y se las transforma mediante operaciones (acciones) simbólicas”, ver García Canclini, “Las culturas híbridas, Editorial Grijalbo, México,1989 y “Consumidores y Ciudadanos”, Editorial Grijalbo, México, 1995. 26

Los cambios ya reconocidos por Capra (1998:173) como esencia de los sistemas vivos. 27

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


La naturaleza de estos procesos en el hábitat, que dan lugar –como sistemas vivos− al desarrollo y a la evolución, se definen aún más cuando se ha considerado, desde diferentes ópticas, que la producción física y simbólica28 es la que los caracteriza29. En este punto cabe evidenciar el paralelismo que, a diversas escalas, presentan las tres comprensiones aludidas anteriormente. En el gráfico 5 se superponen los gráficos 1, 2, y 4, mostrando que cada categoría (entidad dialéctica) tiene su correspondiente en cada una de las escalas de comprensión. Así, la introducción de la categoría estructura (materia, cuerpo) en la comprensión de lo ambiental ha permitido precisar el carácter de sociedad y naturaleza (el medio), como estructuras social y física respectivamente (material, corporal), diferente de “lo ambiental” (con-

“Es ampliamente conocida la tipología de acción social, propuesta por Weber, según la cual se pueden distinguir una actividad racional con vistas a un fin práctico y una actividad comunicacional, mediada por los símbolos. J. Habermas (1968, 1973,1981,1985,1987) y otros autores retomaron esa cuestión, en extensión y en profundidad, para realzar el papel de la interacción en la producción de los sistemas sociales. Partiendo del fenómeno técnico, G. Simonds (1958) ya había propuesto distinguir entre, por un lado, una acción humana sobre el medio y, por otro, una acción simbólica sobre el ser humano. Sin escribirlo explícitamente, B. Stiegler (1994; 25) aproxima esas dos propuestas, cuando reinterpreta a Gehlen y Habermas, al realzar la oposición entre una interacción mediada por las técnicas y su racionalidad y una interacción mediada por los símbolos y por la acción comunicacional” (Santos, 1996: 268). 28

“¿Cuál es la forma más clara como el hombre evidencia su vínculo con la naturaleza?. Es sin duda la producción. Marx ha señalado en “La introducción a la crítica de la economía política”(Editorial Oveja Negra, 1973), que cuanto más nos remontamos hacia atrás en la historia, encontramos a los hombres produciendo conjuntamente con otros hombres. La historia medioambiental es la historia de la producción” L.T. Gómez (2000: 12). “Las relaciones entre la naturaleza y la sociedad –es decir, las relaciones políticas o de dominación entre un grupo social organizado que se apropia de un territorio− constituyen un nivel eminente en la explicación de los procesos históricos, sustantivamente referido al concepto de modo de producción, instituido por Marx. ...La idea permitió la disponibilidad de un instrumento de análisis claro para el análisis histórico, cuyo cambio o decurso queda definido por los cambios en los modos dominantes de producción, los cuales, por otra parte, establecen formas precisas de relación entre las estructuras sociales y la intensidad de la apropiación de la naturaleza como procedimiento de generación de riqueza. En todo caso, la noción marxista acerca de una riqueza solo resultante de la aplicación de trabajo sobre la naturaleza, no solo resulta muy consistente para la aprehensión del progreso histórico sino que, en cualquier caso, queda bierta para la incorporación de las variables ambientales de análisis” (Fernández, 2000:18). 29

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN

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ceptual: interrelaciones, procesos)30como cuerpo conceptual, en cuya constitución resulta relevante la noción de patrón. En una comprensión del ambiente como sistema vivo los procesos productivos resuelven la relación dialéctica entre las estructuras social y física, dando lugar al desarrollo y a la evolución.

ESTRUCTURAS SOCIALES

ESTRUCTURAS FÍSICAS SOCIEDAD

NATURALEZA VIDA

LUGAR

TÉCNICA

ACCIONES

PROCESOS PRODUCTIVOS

PATRONES

Gráfico N° 5 ARQUITECTURA – AMBIENTE – “LO AMBIENTAL” COMO SISTEMA VIVO

En este punto, como en otros de este texto donde se ha evidenciado la importancia de enfocar observaciones y reflexiones en el proceso de construcción de conocimiento de la realidad, se está reconociendo su naturaleza compleja. Está implícita la aceptación de principios y conceptos desarrollados por el Pensamiento Complejo como: la conformación de redes, la existencia dialéctica (¿dialógica?) de acciones y retroacciones, la relación hologramática en la dinámica del todo y la de las partes, los conceptos de fronteras y límites y, como en este punto, el valor de las relaciones sobre el de los componentes. 30

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Reconociendo este carácter vital en lo ambiental −y en el hábitat, como parte de él− puede plantearse el esquema de comprensión presentado en el gráfico 6. Allí, el hábitat, como objeto de estudio (objeto conceptual) o campo de conocimiento (no como simple realidad material, corpórea)31 surge a partir, nuevamente, de comprenderlo como la resolución de la relación entre las estructuras físicas y las sociales en los procesos de producción material y simbólica.

Acciones ESTRUCTURAS SOCIALES

PROCESOS PRODUCTIVOS

ESTRUCTURAS FÍSICAS

Reacciones Simbólicos-Materiales HÁBITAT PRACTICAS DEL HABITAR PATRONES TENDENCIAS

Gráfico N° 6

Queda definido así lo esencial en el concepto de hábitat: los procesos vitales en los cuales las estructuras sociales buscan apropiarse de los recursos del medio para actuar −física y simbólicamente− sobre las estructuras físicas, “dándoles sentido y significación” (Gómez, 2000:2). El concepto de hábitat se complementa con la noción de “prácticas del habitar” (formas de habitar) que, ubicadas allí, buscan establecer una correspondencia entre la teoría (el hábitat) y la práctica (el habitar) “como realidad fenoménica que incluye fenómenos naturales y fenómenos sociales (unidades de praxis o prácticas)” (Cfr. Fernández, 2000:4; ). En este punto se confluye con lo planteado por Orlando Sáenz cuando dice que “hábitat es una categoría que se refiere al entorno del ser humano” (estructura física con un valor simbólico). “Hábitat no designa al objeto...es un punto de vista”, de esta manera, “no es objeto real sino objeto científico” (O. Sáenz, 2002). 31

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN

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Establecer esta correspondencia permite tener en las prácticas − y en los procesos del habitar y sus patrones − un objeto real de observación como alternativa a las estructuras físicas y/o a las estructuras sociales− los objetos reales usualmente observados en la investigación.− Es claro, a la luz de las consideraciones precedentes, que estas últimas no ofrecen, consideradas aisladamente, la posibilidad de mostrar la complejidad de las realidades (la multiplicidad de todas ellas), si aprehensibles mediante el concepto de hábitat. La definición del campo conceptual constitutivo del hábitat se complementa con las nociones de patrón y de tendencias, inherentes ambas a los procesos y a las prácticas que, sin ser efectivamente objetos reales, son susceptibles de observación y, a partir de ella, de operación. Este cuerpo conceptual constitutivo del hábitat se define, entonces, como categoría dentro del campo de conocimiento de “lo ambiental” como sistema vivo. Desde lo esencial de esta propuesta de comprensión integral −acciones y procesos− se aspira a identificar los “conceptos constitutivos y operatorios... necesarios para la construcción metódica de un campo coherente de conocimiento” (Santos, 1966:18). Cabe anotar aquí que esta propuesta de comprensión tiene relación con el modelo epistemológico desarrollado por K. Popper32, en el cual (ver gráfico 7) la relación entre Sujeto (Mundo3, estructuras sociales) y Objeto (Mundo 1, estructuras físicas) se resuelve en el lenguaje33. Vista a partir de esta consideración, la noción de hábitat refuerza su carácter de objeto conceptual, producto de una operación de lenguaje (es ya de hecho, como re-descripción de la realidad, un juego de lenguaje34) y susceptible de otras operaciones de lenguaje. 32 Ver, por ejemplo, Sociedad abierta, universo abierto, Conversaciones con Franz Kreuzer. Karl R. Popper.

L.T. Gómez (2000:2) señala al respecto que “la cultura en el sentido señalado arriba (ver nota 17) supone lenguaje. Es decir, que la cultura sólo es posible en procesos de sociabilidad. Los habitantes que hacen cultura son seres humanos que hablan con otros. El cultivo de lo humano es un espacio de lo lingüístico, mejor del intercambio lingüístico, es un espacio de intercambio de símbolos, de significantes y de significados que expresan, desde cada ámbito de los interlocutores, racionalidades y poderes. En el lenguaje expresamos nuestros habitus y con ellos aquello que consideramos legítimo. “...en ese juego de los intercambios lingüísticos (y por supuesto de los no lingüísticos que le son concomitantes) se establecen tensiones de intereses y de valores entre los hablantes, porque lo cultural expresa las tensionalidades del Poder”. 33

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Ver Jaime Rubio (1993: 52).

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ESTRUCTURAS SOCIALES

Mundo 3 SUJETO

HÁBITAT

ESTRUCTURAS FÍSICAS

Mundo 1 OBJETO

Mundo 2 LENGUAJE

Gráfico N° 7

Los procesos Recapitulando lo pertinente para lo que sigue, la noción central, ahora, es la de proceso, la cual surge de comprender la relación básica entre la apropiación y la transformación que la sociedad hace del medio físico (natural y construido) −los dos polos fundamentales de esa relación− dándole sentido como hábitat; en procesos que son , en esencia, de producción simbólica y material. “Los procesos ambientales, esto es las formas de apropiación y transformación de la naturaleza para obtener beneficios sociales, se desarrollan históricamente como un juego de actores sociales, con diferentes roles, intereses y responsabilidades” (Fernández, 2000: 67) Luz Teresa Gómez de Mantilla (2000: 2 - 3), a partir de la teoría de la comunicación a la que alude, plantea que la actividad humana en la construcción cultural es un “espacio de intercambio lingüístico... que expresa racionalidades y poderes desde el ámbito de cada uno de los interlocutores, en donde se establecen tensiones de in-

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN

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tereses y de valores entre los habitantes”. Por otra parte afirma: “¿Cuál es la forma más clara como el hombre evidencia su vínculo con la naturaleza? Es, sin duda, la producción... La historia medioambiental es la historia de la producción” (Op. cit.: 12).35 Los procesos de apropiación y transformación del medio físico −natural y construido− , mediante los cuales se configura un hábitat, vistos de esta manera, tienen carácter productivo. La naturaleza de los procesos ambientales en la “formación” del hábitat, en el que dan lugar −como sistema vivo− al desarrollo y la evolución, se acota aún más considerando, desde diferentes ópticas, que la producción es material y simbólica. Es ampliamente conocida la tipología de acción social propuesta por Weber según la cual se pueden distinguir una actividad racional con vistas a un fin práctico y una actividad comunicacional, mediada por los símbolos. J.Habermas (1968, 1973, 1981,1985, 1987) y otros autores retomaron esta cuestión, en extensión y en profundidad, para realzar el papel de la interacción en la producción de los sistemas sociales. Partiendo del fenómeno técnico, G. Simonds (1958)ya había propuesto distinguir entre, por un lado, una acción humana sobre el medio y, por otro, una acción simbólica sobre el ser humano. Sin escribirlo explícitamente, B. Stiegler(1994, p. 25) aproxima esas dos propuestas, cuando reinterpreta a Gehlen y Habermas, al realzar la oposición entre una interacción mediada por las técnicas y su racio Otros autores, a partir de los desarrollos teóricos en la biología y en el pensamiento de sistemas, elaboran el concepto ambiental de proceso y su carácter productivo. J. Carrizosa (2001: 96 y100) propone la comprensión de proceso como un “conjunto de elementos interrelacionados en movimiento continuo; ... No se puede ver las cosas ambientalmente y complejamente si no se percibe en ellas su propio cambio, su movimiento, .... Un primer paso es hablar más de procesos que de sistemas”. M. Santos (1966: 109), propone un “esquema operacional para el análisis de la situación actual” que permita “el conocimiento de los procesos subyacentes a la realidad y… reconocer tendencias…”. O. Yujnovsky (1971: 31), dedica el segundo capítulo a los “sistemas de decisión” que considera el criterio definitorio dentro del modelo de comprensión de los procesos de conformación urbana que busca “comprender cabalmente las fuerzas que operan en la formación de la ciudad”. El modelo de comprensión desarrollado por Yujnovsky en 1971 tiene un interés especial, pues integró en forma visionaria, en un modelo urbano, los actuales planteamientos del pensamiento complejo y de la teoría de sistemas, y dejó planteadas nociones como las de proceso, fuerzas, interrelaciones, tendencia, patrón, decisión. 35

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


nalidad y una interacción mediada por los símbolos y por la acción comunicacional (Santos, 1996: 268). Un proceso productivo de hábitat es, entonces, el conjunto de acciones y retroacciones −materiales y simbólicas− desarrolladas, en unos contextos específicos, entre numerosos y diversos agentes (sociales, empresariales, institucionales e, incluso, individuales) para el desarrollo o consecución y utilización (apropiación) de los recursos necesarios para la gestión, planeación, producción, distribución, uso, mantenimiento y/o transformación (adecuación) del medio físico. Es un proceso dinámico −en movimiento cambiante- y complejo -pleno de variables e interrelaciones− de toma de decisiones, en el cual cada agente actúa desarrollando estrategias y haciendo uso de técnicas que buscan atender a sus valores y satisfacer sus intereses. Esta noción de proceso productivo incluye tanto la producción propiamente dicha −pública o privada− como los procesos más amplios o generales de formulación y adopción de las decisiones sociales públicas, es decir, “los procesos políticos que legitiman y concretizan la orientación de las políticas públicas” (Roth, 2002:20). Aquí se hace referencia a ellos como procesos productivos y procesos políticos respectivamente. El desarrollo de los conceptos constitutivos correspondientes a estas nociones de proceso es una de las vertientes de mayor interés en la configuración del campo conceptual del hábitat. Los agentes/actores, sus motivaciones en la actuación (valores, intereses, objetivos), sus estrategias para obtener satisfacción (modalidades de acción y movilización, instrumentos de intervención, lógicas en su comportamiento) y sus decisiones36 en la interacción (acción-reacción), son elementos cualitativos inherentes a la noción de proceso. Su comprensión y valoración cualitativa y su “medición” cuantitativa a la manera de indicadores, permitirá desarrollar una “valoración acotada” de los fenómenos del hábitat. Será una forma de hacer operativo el modelo de comprensión propuesto. Sin embargo, el modelo no se agota en esta vertiente de reflexión. Cabe registrar dos consideraciones adicionales provenientes de disciplinas diversas. Una propone la inclusión de la esfera individual en el modelo, decisiva en los procesos del hábitat, otra sugiere un paralelo con las nociones de espacio y paisaje desarrolladas en la geografía.

Éstas “representan la cristalización de un momento en el estado de la relación de fuerzas entre los distintos actores que intervienen en el proceso de definición…” (Roth, 200:19). 36

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN

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Esfera individual y hábitat Los modelos de comprensión ambiental de la realidad aludidos por autores como Roberto Fernández o Luz Teresa Gómez de Mantilla no integran explícitamente la esfera de lo individual como elemento o dimensión, en la cual se originan acciones productivas simbólicas y materiales, definitivamente diferenciadas de las de las originadas en la esfera social. Aún cuando estas acciones individuales son consideradas por algunos autores como un simple intermediario que transmite los patrones de actuación aprobados socialmente, es allí donde puede considerarse que se gestan las acciones que generan los cambios en estos patrones37, precisamente cuando cada uno de los individuos subvierte, en diferentes mediadas, ese rol de intermediario. De ahí que debamos articular lo comprendido hasta ahora con las propuestas que llaman la atención hacia el reconocimiento del individuo como dimensión esencial38 en la comprensión de la realidad ambiental. Se propone aquí una forma de articular los planteamientos desarrollados por R. Fernández desde un pensamiento ambiental, escueto y operativista, con los de F. Guattari en su propuesta “ecosófica”, despreocupada , por lo menos hasta ahora, de obtener esa operatividad. El gráfico 8 muestra como, en la comprensión ambiental más escueta, la relación ambiental básica −entre la esfera social y del medio ambiente− se resuelve en la esfera productiva de carácter económico. El discurso político-ambiental contemporáneo plantea que la articulación/conciliación de los objetivos de la acción humana en cada una de estas esferas, independientemente: el bienestar social, la integridad de la naturaleza y el desarrollo económico, implica lograr la confluencia equilibrada de tres nuevos objetivos surgidos en la articulación de las tres esferas:

Este es el caso de la función social del arte, desarrollado por individuos cuya actitud vital esencial sería la de gestar comprensiones de la realidad, que ofrezcan alternativas a los patrones convencionales de acción. 37

Félix Guattari y Niklas Luhmann, reconocen desde diferentes perspectivas la esfera individual. Luhmann diferencia individuo de sociedad cuando reconoce que el uno es entorno del otro, el cual, a su vez, es considerado como sistema –el individuo es un sistema cuyo entorno es la sociedad o viceversa−. Guattari proclama el valor de la esfera individual y asienta en ella su propuesta Ecosófica. 38

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


equidad y eficiencia, habitabilidad y sostenibilidad, en un desarrollo sostenible39. Establecer los términos de factibilidad de dicho desarrollo implica llegar a redefinir equitativamente40 los patrones de vida y de comportamiento −los estilos de vida− de la especie humana en la tierra41.

HABITABILIDAD

SISTEMA SOCIAL Bienestar

SISTEMA NATURAL Integridad D.S.

EQUIDAD

SUSTENTABILIDAD SISTEMA ECONÓMICO Desarrollo

Gráfico N° 8

39 “La Unión mundial de la conservación (Programa del Medio ambiente de las Naciones Unidas y del Foro Mundial para la conservación de la Naturaleza) indicaba en 1991 que “el desarrollo sostenible implica mejora de la calidad de vida dentro de los límites de los ecosistemas”. Y con el fin de acomodar la idea de sostenibilidad a la ciudad, el Consejo Internacional de Iniciativas Ambientales (ICLEI) propuso la siguiente definición: “el desarrollo sostenible es aquel que ofrece servicios ambientales, sociales y económicos básicos a todos los miembros de una comunidad sin poner en peligro la viabilidad de los entornos naturales, construidos y sociales de los que depende el ofrecimiento de estos servicios” (Rueda, 1998).

“¿Cuáles son los “servicios ambientales, sociales y económicos básicos”? ¿Se pueden “ofrecer a todos los miembros de la comunidad” los servicios propuestos sin que ello redunde en contra de la sostenibilidad?. El problema global estriba en que los patrones de vida y comportamiento propios de las metrópolis del mundo “desarrollado”, son tan exigentes en recursos y tan pródigos en residuos, que su generalización al resto de la población planetaria se revela hoy a todas luces insostenible. Por lo que... el objetivo de la sostenibilidad global se encuentra hoy más relacionado con la equidad que con el desarrollo” (Rueda, 1998). 40

“Modos de vida” que, para lo que interesa aquí, pueden comprenderse como el conjunto de valores, hábitos, expectativas y necesidades individuales, sociales e institucionales. Modos de vida que vienen siendo moldeados por las relaciones económicas, mediante la llamada mass-mediatización. 41

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN

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Por otra parte, con la intención de “abrir” esta comprensión, hacia otras que viabilicen dicho cambio en los patrones de vida y comportamiento, cabe intentar articular lo mensionado con la propuesta de Felix Guattari (ver gráfico 9) que plantea la esfera individual (alrededor de la subjetividad individual −la psiquis− construye una ecología mental) como dimensión de la realidad en la cual vislumbra una posibilidad de construir condiciones para el cambio a partir de la producción de una subjetividad −social e individual− re-singularizada y re-territorializada42.

ECOLOGÍA MENTAL

Ecosofía ECOLOGÍA SOCIAL

ECOLOGÍA MEDIOAMBIENTAL

Gráfico N° 9

En esta articulación (gráfico 10), los “estilos de vida” (patrones de vida y comportamiento) y la producción de las subjetividades individual y social, que están en el centro de las preocupaciones de cada modelo y son el factor de resolución de las problemáticas que los motivan, muestran la relación que se planteó en el párrafo anterior. Allí, la viabilidad de un “estilo de vida” que garantice un “desarrollo sostenible –tal vez mejor, un eco-desarrollo− se obtendría a partir del reconocimiento del valor de las subjetividades individual y social y de su producción simbólica, tan específica e incidente en el desarrollo de la vida como la producción material de la actividad económica. Individuo y actividad económica se ven allí en extremos opuestos; sin embargo, es en el encuentro de la subjetividad con los patrones de vida inherentes a las formas económicas dominantes donde se vislumbran las posibilidades de cambio hacia el logro en condiciones de equidad de los objetivos surgidos de las tres esferas inicialmente consideradas: eficiencia, habitabilidad y sostenibilidad.

“... alcanzar más rápidamente, como objetivo principal, los modos de producción de la subjetividad, es decir de conocimiento, de cultura, de sensibilidad y de sociabilidad, que dependen de sistemas de valor incorporal que desde ahora se sitúan en la raíz de los nuevos agenciamientos productivos” (Guattari, 2000:45). 42

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


PRODUCCION DE SUBJETIVIDAD Re-singularizada Re-territorializada

Discurso orientado a la recomposición de los mecanismos sociales y de las actividades productivas (económicas).

MEDIO AMBIENTE

SOCIEDAD PATRONES DE VIDA

ACCIONES PRODUCTIVAS Económicas

F. Guattari R.Fernández

Discurso que enfatiza el cambio en los “estilos de vida”, pero no en los patrones de la relación productiva.

Gráfico N° 10

Se trata de reconocer y buscar la confluencia del carácter productivo esencial de la acción humana −producción material y producción simbólica− y la naturaleza económica de las relaciones de producción, con el valor del conocimiento, la cultura, la sensibilidad y la sociabilidad −la subjetividad social e individual− como actores (sujetos de acción), dimensiones éstas de la realidad en un conflicto que aún no se comprende suficientemente. Intentar “abrir” el discurso oficializado o institucionalizado del desarrollo sostenible, introduciendo la dimensión individual, a partir de la propuesta de re-singularizar y re-territorializar las subjetividades o la producción subjetiva (concepciones aún por aprehender y apropiar), es una alternativa sugerente.

Espacio geográfico y hábitat Enmarcadas en el pensamiento ambientalista surgen comprensiones paralelas o complementarias al concepto de hábitat y a sus nociones conexas. Al respecto resulta útil resaltar la congruencia existente entre la comprensión planteada

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN

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aquí y algunas de las comprensiones elaboradas por Milton Santos en relación con el concepto de espacio geográfico (Santos, 2000). Este autor propone, a partir de desarrollos de otros investigadores, “cuestionar... el equívoco epistemológico, heredado de la modernidad, de pretender trabajar a partir de conceptos puros... no tenemos necesidad de amarrar nuestras teorizaciones a dos formas puras: por un lado, el objeto y por otro, el sujeto-sociedad, ya que naturaleza y sociedad ya no son los términos explicativos, sino, por el contrario, requieren una explicación conjunta” (Santos, 2000:84, citando a Latour) 43. Tal como se propuso antes, hábitat, comprendido como objeto de estudio (objeto conceptual, abstracción de fenómenos para los cuales los procesos y sus patrones son esenciales) o campo de conocimiento (no realidad material, corpórea), surge como resolución de las relaciones (esencialmente acciones y retroacciones) entre las estructuras físicas y las sociales, relaciones que, a su vez, acontecen en los procesos productivos. Lo esencial del concepto de hábitat serían los procesos vitales en los cuales las estructuras sociales movilizan los recursos del medio, actuando −material y simbólicamente− en apropiación de las estructuras físicas, dándoles significación y sentido. Dicho de otra manera, el hábitat sería la estructura física apropiada en las prácticas del habitar44. Por otra parte, Orlando Sáenz (2002) ha planteado que “hábitat no es una cosa, es solo un referente de sentido, una estructura física con sentido. El barrio, por ejemplo, es la coincidencia de una unidad social con una unidad física, concepto

“Siguiendo la propuesta de Michel Serres, Latour se pregunta ¿por qué entonces en nuestra construcción epistemológica, no preferimos partir de los híbridos, en vez de partir de conceptos puros?. Esta es la posición de Hägerstrand (1989, 1991) cuando propone tratar de forma simultánea el mundo de la materia y el mundo del significado humano” (Santos, 2000:85). 43

“La noción de apropiación referida tanto al espacio, los bienes, los recursos y los hechos sociales... permite relacionar el objeto en sí, la imagen y la identificación en un profundo y dinámico proceso que afectará tanto lo cognitivo, lo afectivo, lo funcional, como lo satisfactorio en un proceso de retroalimentación constante. M.J. Chombart de Lauwe (1978) da una definición clara de apropiación, que relaciona con el espacio, pero que es extensible a todas las facetas antes mencionadas. “Apropiarse de un lugar –dirá− no es únicamente hacer de él una utilización reconocida, es establecer con él una relación, integrarlo a las vivencias propias, enraizarse, dejar en él la huella propia y convertirse en actor de su propia transformación” (Rueda, 1998:3). 44

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


que M. Castells, planteó con anticipación. Una estructura física existe como hábitat solo para quienes le otorgan un sentido”.45 Por su parte, Milton Santos, desarrollando la noción de espacio como forma-contenido, dice: “Con cada acontecimiento la forma (estructura espacial) se recrea. Así, la forma-contenido no puede ser considerada solo como forma, ni solo como contenido... Desde el momento en que el acontecimiento se realiza, la forma, el objeto que lo acoge adquiere otra significación, proveniente de ese encuentro. En términos de significación y de realidad, uno no puede ser entendido sin el otro y, de hecho, uno no existe sin el otro. No pueden verse por separado” (Santos, 2000:86)46. Se reafirma con esto que hábitat/espacio es una entidad conceptual independiente de la estructura social o de la estructura física, las cuales ya no son términos explicativos sino que encuentran en ella su explicación conjunta. La congruencia de los dos términos en un mismo concepto se evidencia al hacer una re-lectura de algunos apartes del texto de Milton Santos en el cual enfatiza la distinción entre paisaje/estructura física y espacio/hábitat. Si se cambian en el texto cada uno de los términos de Santos, por su correspondiente en nuestra comprensión, el sentido no cambia. Estructura física/ Paisaje (E.F.) y hábitat/espacio (H.) no son sinónimos. La E.F. es el conjunto de formas que, en un momento dado, expresa las herencias que representan las sucesivas relaciones localizadas entre hombre y naturaleza (medio físico en general). El H. es la reunión de esas formas más la vida que las anima. La E.F. se da como un conjunto de objetos reales-concretos. En ese sentido, la E.F. es transtemporal, juntando objetos pasados y presentes, una construcción transversal. El H. es siempre un presente, una situación única. Cada E.F. se El mismo planteamiento lo hace Milton Santos “Una casa vacía o un terreno baldío, un lago, una selva, no participan del proceso dialéctico (con la sociedad), sino porque les son atribuidos determinados valores, es decir, cuando son transformados en espacio (hábitat). El simple hecho de existir como formas, es decir, como paisaje (estructura física), no basta. La forma ya utilizada es algo diferente, pues su contenido es social. Se vuelve espacio (hábitat) porque es forma-contenido.” (Santos, 2000: 91). La comprensión corriente, inercial de hábitat lo hace coincidente con la estructura física desprovista del sentido que le dan sus habitantes al habitarlo. 45

La noción de forma-contenido, inherente al concepto de espacio geográfico de Santos, corresponde con la idea de los conceptos híbridos antes aludidos. 46

HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN

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caracteriza por una determinada distribución de formasobjetos, provistas de un contenido técnico específico. El H. resulta de la intrusión de la sociedad en formas-objeto. Por ello esos objetos no cambian de lugar, pero cambian de función, es decir, de significación, de valor sistémico. La E.F. es, pues, un sistema material y, por esa condición, es relativamente inmutable; el H. es un sistema de valores, que se transforma permanentemente. El H. no puede ser estudiado como si los objetos materiales que forman las E.F. tuviesen vida propia, y pudiesen explicarse por sí mismos. Sin duda, las formas son importantes. Esa materialidad sobrevive a los modos de producción que le dieron origen o a los momentos de esos modos de producción... A nuestro modo de ver, la cuestión a plantear es la de la propia naturaleza del H., formado, por un lado, por el resultado material acumulado de las acciones humanas a través del tiempo y, por otro lado, por las acciones actuales que le animan y que hoy le atribuyen un dinamismo y una funcionalidad. E.F. y sociedad (estructuras sociales) son variables complementarias cuya síntesis, siempre por rehacerse, viene dada por el H. humano. Los movimientos de la sociedad (estructuras sociales), atribuyendo nuevas funciones a las formas... transforman la organización del H., crean nuevas situaciones de equilibrio y al mismo tiempo nuevos puntos de partida para un nuevo movimiento. En tanto que simple materialidad, ninguna parte de las E.F. posee, en sí, condiciones para provocar cambios en el conjunto (Santos. 2000: 86 a 91). Con esto es posible pensar que la comprensión elaborada hasta ahora −aún cuando esté motivada por el conocimiento de fenómenos tal vez menos generales y por tanto se enfoque hacia la definición de nociones operativas diferentes− encuentre en la comprensión de Milton Santos un marco congruente desde donde la diferencia entre los dos términos −espacio y hábitat− sería solo de escala.

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Bibliografía CAPRA, Fritjof. (1998) La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Barcelona: Anagrama, Colección Argumentos. FERNÁNDEZ, Roberto. (2000) La Ciudad Verde. Teoría de la gestión ambiental urbana. Buenos Aires: Espacio Editorial. GÓMEZ de Mantilla, Luz Teresa. (2000) Habitar, habitación, habitable, hábito, habitus. Bogotá: Maestría en Medio ambiente, U. N. GUATTARI, Félix. (2000) “Las tres ecologías”, Valencia, España: Pre-textos. ROTH D., André-Noël. (2002) Políticas Públicas. Formulación, implementación y evaluación. Bogotá: Ediciones Aurora. RUBIO A., Jaime. (1993) Modelos y Mensajes. Significantes de papel. Bogotá: Ediciones. RUBIO A., Jaime. (2002) Conferencias, Maestría en Hábitat. Bogotá: Universidad Nacional. RUEDA, Salvador. “Habitabilidad y Calidad de vida”, artículo on-line, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. SAENZ, Orlando. (2002) Conferencias, Maestría en Hábitat, Bogotá, Universidad Nacional. SANTOS, Milton. (2000) La naturaleza del Espacio. Técnica y tiempo. Razón y emoción. Barcelona: Editorial Ariel, Ariel geografía. Primera edición, 1996. SANTOS, Milton. “Metamorfosis del Espacio Habitado”, Oikos.Tau,, Barcelona, 1966, YUJNOVSKY, Oscar. (1971) “La estructura interna de la ciudad. El caso Latinoamericano”, Buenos Aires: Ediciones SIAP.



Reflexiones sobre hĂĄbitat y vivienda en Colombia,

1990 – 2008 Carlos Alberto Torres Tovar


REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA, 1990 – 2008 Introducción A pesar de su reciente aparición en la escena pública nacional y de su aún corta realización material contrastada con la frecuencia de su uso discursivo en la construcción de política pública en Colombia, la noción de hábitat tiene ya un largo recorrido en el ámbito mundial; ésta surge y se fortalece a la luz de los paradigmas de la complejidad, por una parte, y la preocupación constante por una relación armónica con la naturaleza, por otra, y por último, por una necesidad de ir comprendiendo, de una manera mucho más integral y plural, la lógica misma del vivir humano. Sin embargo, los paradigmas que dan origen a la idea del hábitat no son los predominantes, a pesar del fuerte impacto que generaron sobre diversas maneras de entender la ciencia, la relación ser humano - naturaleza, la vida social y cultural, la lógica del mundo natural, el desarrollo y la economía, entre otros. Este hecho, sumado a la omnipresencia de la tendencia neoliberal, tiene la habilidad de interpretar a su manera cualquier noción o concepto, de darle una realidad mercantil y convertirlo en elemento funcional del mismo mundo en contra de cuya lógica ese concepto surgió y se constituyó.

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De esa manera, la noción de hábitat, a pesar de su amplio uso, no ha logrado que los enfoques orienten realmente una desmercantilización del ambiente, la naturaleza y la vida humana; por el contrario, ha incidido en la generación de unas maneras alternativas de mercantilización y apropiación de estas esferas, que trastocan los estilos de vida mas no las relaciones estructurales del ser humano con el mundo. Sin embargo, la noción de hábitat también se ha convertido en un ámbito de reflexión para la revalidación de los derechos, como un enfoque particular y reivindicatorio de la dignidad humana que pretende volver a posicionar, desde una nueva perspectiva, la noción de condiciones necesarias para la vida de los seres humanos; de cualquier manera, aún hoy es más fuerte la expresión retórica del hábitat que sus manifestaciones y expresiones materiales. En relación con los asentamientos humanos en general y con la vivienda en particular, la noción de hábitat se refiere a la sostenibilidad y a las condiciones en las que trascurre la vida humana. Esta especificación puede tomar diferentes enfoques o énfasis; sin embargo, aquí se hace referencia a la posibilidad de transformar y generar asentamientos humanos que permitan un equilibrio a mediano y largo plazo mediante la optimización del uso de los recursos naturales y el suelo, así como a la posibilidad de construir nuevas formas de relacionar los componentes del desarrollo y a avanzar en la superación de las brechas y segregaciones socio espaciales que se expresan en los diferentes territorios urbanos y rurales, entre otros aspectos. El hábitat, entendido de esta manera, se refiere principalmente a los asentamientos humanos de carácter urbano que por su materialidad y complejidad, requieren hoy día de una reflexión urgente y a fondo con respecto a su sostenibilidad y formas de construcción de equidad. Trasladando tal perspectiva al escenario político, organizaciones y procesos sociales en el ámbito mundial, convocados en torno al Foro Social Mundial (2004), han venido planteando la discusión por el Derecho a la Ciudad47, como una manera de generar, La Carta Mundial del Derecho a la Ciudad fue discutida y apoyada por distintas entidades de derechos humanos, movimientos sociales, municipalidades, gobiernos locales, gobiernos nacionales, foros nacionales de reforma urbana, universidades y organizaciones no gubernamentales presentes en el Foro Social de las Américas (Quito, julio de 2004) y en el Foro Mundial Urbano (Barcelona, septiembre de 2004). Como todo borrador, está abierto a los comentarios y sugerencias de quienes trabajan y sueñan con una ciudad para todos. La carta se propone construir un modelo sustentable para la sociedad y el modo de vida urbano, basada en los principios de solidaridad, libertad, equidad, dignidad y justicia social. 47

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…el usufructo equitativo de las ciudades dentro de los principios de sustentabilidad y justicia social y el derecho colectivo de los habitantes de las ciudades, en especial de los grupos vulnerables que le otorgan legitimidad de acción y de organización, basado en los usos y costumbres, con el objetivo de alcanzar el pleno ejercicio del derecho a un nivel de vida adecuado (Foro Social Mundial, 2004. Carta Mundial del Derecho a la Ciudad). Expresiones como ésta, que son múltiples en el mundo y se presentan desde los campos institucional y extra-institucional, pretenden poner de nuevo en el centro de la discusión del desarrollo y la sociedad el tema de lo humano y de la vida, como criterios guías superiores a los estructurados por el mercado. Además, abordan todos los ámbitos de la vida de las ciudades, con un especial énfasis en los sistemas de gobierno, la participación y la construcción de política pública. En este escenario, el tema de la vivienda es inseparable de la discusión y construcción del hábitat, constituyéndose una unidad fundamental indisoluble al ser el escenario que por excelencia refleja y expresa la vida humana; por lo tanto, el hábitat es el espacio en el que, de manera preferente, tienen lugar las prácticas sociales y culturales del habitar humano. El acceso a la vivienda y sus condiciones básicas para la vida son dos de las expresiones más profundas de la segregación socio espacial que soportan las actuales ciudades. La problemática de la vivienda, por tanto, no se puede reducir a indicadores económicos, ya que ello significa un desconocimiento de los derechos fundamentales de la gente y una fuente de conflicto permanente para las ciudades colombianas y, por qué no, latinoamericanas. La vivienda también es una expresión de la multiplicidad de sectores que intervienen en la construcción de la ciudad, pues dado que es una necesidad irremplazable y que (al menos en los países latinoamericanos) el Estado no ha sabido brindar las condiciones para el acceso masivo a ésta, amplios sectores de la población han tenido que resolver el problema de la mejor manera en la que han podido, autoproduciendo su hábitat y su vivienda, de acuerdo con la disponibilidad territorial y de recursos, ya sea con reconocimiento legal o mediante procesos informales. Así, la vivienda es el mejor indicador que da cuenta de cómo la ciudad la construyen todos los que allí moran, perteneciéndole a muchos, a pesar de que incontables veces se intenta invisibilizar a los sectores vulnerables de la sociedad

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que también participan en su producción y consumo, como son los sectores de población de más bajos recursos transformados en pobladores informales.

Breve reflexión sobre los problemas del hábitat y la vivienda en América Latina La irrupción tardía de la revolución industrial en América Latina desata un proceso de urbanización creciente que se desarrolla entre los años treinta y cincuenta, principalmente en las ciudades capitales; pero es realmente desde los años cincuenta en adelante, cuando se desarrolla un proceso acelerado de urbanización que ha significado la consolidación de un conjunto de ciudades que hoy presentan un nivel de concentración de más del 75% de la población en áreas urbanas (PNUD, 2006). Durante los años 1950-2000, la ciudad latinoamericana se materializa en el transcurso del siglo XX, tanto en su configuración físico espacial, como en tamaño y población, con altos niveles de concentración y una baja respuesta a las dinámicas y demandas derivadas del proceso de consolidación urbana. El nivel de urbanización de la región pasó del 41,6% al 76,6% en 50 años, con una población absoluta en este periodo de 333.629 millones de nuevos habitantes viviendo en centros urbanos (Mc Donald, 2004a); esperándose que para el año 2025, según estimativos de la Naciones Unidas (1993:164), el porcentaje de urbanización en la región llegué al 84,6%, con un incremento poblacional en ciudades de 199.591 millones de nuevos habitantes. Esta urbanización acelerada y en la mayor cantidad de los casos no planificada, ha llevado a la carencia generalizada entre los hogares urbanos de bajos ingresos, localizados en áreas de asentamientos de origen informal, al no acceso a saneamiento (50% de los hogares), el no acceso a redes de agua potable (22%), y el irresoluble y permanente problema de la inseguridad de la tenencia de la vivienda (8 millones a 2005) (Mc Donald, 2004b). Así mismo, y pese a su disminución, los problemas físico espaciales de las viviendas continúan (15% de los hogares urbanos habitan en viviendas elaboradas con materiales precarios) (Mc Donald, 2004b). A ello han de sumarse los graves problemas de movilidad y los grandes costos sociales, ambientales y económicos que ellos generan.

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Las etapas recientes del crecimiento de la urbanización en América Latina y el Caribe han estado mediadas por la búsqueda de la construcción de racionalidades en el ejercicio de la planeación, pretendiendo, mediante el impulso de planes reguladores, planes maestros, planes estratégicos, entre otras figuras, armonizar los procesos de estructuración y ordenación del territorio urbano; sin embargo, éstos no han producido la respuesta esperada; muy por el contrario, el avance de la ciudad en todos sus órdenes refleja la construcción social de un territorio desestructurado y fragmentado como resultado de los modelos de desarrollo económico impuestos por fuera de los contextos presentes en América Latina y el Caribe; modelos de desarrollo generalmente desequilibrados que no construyen equidad y que pretenden obtenerla por la vía de la simple regulación. Como resultado de estas lógicas de actuación se generan todo tipo de tensiones que se manifiestan en la ciudad, marcadas por la desigualdad, tensiones que a nivel del territorio se expresan con búsquedas y respuestas individuales a la solución de los problemas como el del hábitat y la vivienda, los cuales terminan siendo resueltos por la mayor parte de la población por el mecanismo de la auto-producción como única vía alternativa frente a la imposibilidad de cumplir con las exigencias establecidas por las dinámicas del mercado formal. La denominada ciudad informal se constituye, por tanto, en un espejo de la ciudad formal en términos del no reparto equitativo de la riqueza generada y sus complejos mecanismos de distribución. No es gratuito que la ciudad informal constituya aproximadamente el 50%48 de los territorios urbanos actualmente producidos y que la magnitud que han adquirido hoy por su tamaño y problemática genere preocupaciones sobre el desenvolvimiento futuro del modelo de desarrollo en un mundo globalizado y urbanizado. Las cifras muestran que de un total de 6.134 millones de habitantes en esta aldea global (Naciones Unidas, 2002), 2.802 millones –46%– (Banco Mundial, 2003) se encuentran en condición de pobreza y miseria. De este conjunto, 180.000 millones corresponden a América Latina y el Caribe, que a su vez habitan la ciudad informal.

El reporte global de las Naciones Unidas para el año 2004 presenta cifras por países y regiones al respecto. 48

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El hábitat y la vivienda: constructores de ciudad Entre los elementos que se comparten con claridad en las problemáticas del hábitat y la vivienda en la región se encuentran: una tendencia generalizada a priorizar las políticas cuantitativas sobre las cualitativas; la aplicación de modelos que no se adecúan a las características ambientales, topográficas y de contexto; la falta de esquemas de participación ciudadana y una ausencia de proyectos para la regeneración y repoblamiento de los centros urbanos en busca de ciudades más compactas y menos extendidas. Esto, en gran medida, es consecuencia de una falta de vinculación de la planificación urbana y la planificación sectorial del hábitat y la vivienda. Así mismo, las ciudades, entendidas como motores del crecimiento y desarrollo de los países, son sistemas que requieren de un adecuado marco de políticas nacionales y locales, y de calidad en la gestión, para funcionar en forma coordinada y ofrecer igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos de mejorar su calidad de vida. La pobreza urbana es necesario abordarla en forma integral; las intervenciones no pueden seguir siendo sectoriales; los problemas de desigualdad de ingresos e inequidad, típicos de la pobreza urbana, están directamente relacionados con la falta de poder y con la vulnerabilidad individual y colectiva. Ante estos problemas, se plantea hoy en día que corresponde a los gobiernos locales, a través del diseño y ejecución de políticas públicas, encontrar respuesta a las necesidades y proveer satisfactores a los habitantes urbanos, asumiendo un nivel adecuado de suministro de servicios públicos esenciales e infraestructura. Señalar, entonces, los nuevos conflictos en la ciudad, significa empezar por reconocer las principales contradicciones acumuladas, al igual que aquellas que aún no han logrado ser resueltas y que a pesar del paso de los años siguen requiriendo de atención prioritaria. Entre los problemas presentes están los relacionados en materia de habitabilidad y vivienda que siguen generando conflicto y que están presentes en la ciudad, particularmente en la ciudad informal. Se debe construir, entonces, una relectura de la ciudad en la que el hábitat y la vivienda se aborden de manera colectiva; una lectura que recoja la diversidad y la complejidad existente en los territorios urbanos, que reconozca la existencia de lo informal. Para encontrar las soluciones necesarias, se requiere articular las formas de producción informal de ciudad con las vías tradicionales de actuación desde lo formal, entender las diferencias entre éstas y sus complementariedades.

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Esta relectura debe llevar a la actuación y al mejoramiento de las condiciones de los asentamientos precarios, a la definición de unas normas mínimas (básicas) de hábitat, vivienda y urbanización no sujetas de manera exclusiva al mercado y al mundo financiero; debe conducir, además, a la reinterpretación actual del proceso de expansión y consolidación urbana en las ciudades, al establecimiento de lineamientos para el reordenamiento territorial de las periferias y a la configuración de instrumentos reales de planeación participativa con la capacidad de acción para la toma de decisiones. El reto de la ciudad latinoamericana futura radica en la construcción colectiva de las políticas públicas para la ciudad, así como para el hábitat y la vivienda; políticas que junto a los adecuados instrumentos de gestión y regulación urbana superen el papel y se materialicen en la realidad, tanto en su configuración como en su aplicación, a partir de un enfoque de derechos que se sitúe en el contexto actual del conjunto de sus ciudadanos y los considere como iguales; se trata de garantizar la responsabilidad de lo público como un bien común colectivo y no de intereses particulares.

Los problemas del hábitat, la vivienda y la urbanización en Colombia: nuevos contextos y redefinición de sus problemas49 Hoy en día es necesario ocuparse de la identificación, caracterización y reconocimiento de líneas de trabajo que contribuyen a comprender cuál es el comportamiento de los viejos y nuevos problemas del hábitat y la vivienda contemporáneos en el contexto de los actuales procesos de urbanización en el caso colombiano; como también es necesario el reconocimiento de procesos y mecanismos de intervención que contribuyan a la superación de sus problemáticas. Desde esta perspectiva, el hábitat colombiano de comienzos del milenio tiene rasgos comunes con muchas ciudades latinoamericanas, derivados del con Este aparte se basa en el texto en extenso que se produjo para la convocatoria de la mesa: hábitat y urbanización: nuevos contextos y redefinición de sus problemas, en el marco del seminario ACIUR 2008 (Diciembre 2007, María Clara Echeverría, Luis Dapena, Luis Fernando González y Carlos Torres, Universidad Nacional de Colombia). 49

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texto de globalización económica, de la mundialización de la cultura, de la transformación en los roles, protagonismos y relaciones entre el Estado, de las fuerzas del mercado y de las organizaciones sociales y comunitarias y, finalmente, de los lineamientos internacionales establecidos para el desarrollo urbano. Pero, además, está marcado por condiciones muy propias referidas a la inestabilidad derivada del desplazamiento permanente de población producido por el conflicto interno colombiano, a las particularidades de nuestros conflictos territoriales intra-urbanos y al agravamiento de la crisis social, entre otros aspectos, lo cual ocasiona que sus tendencias demográficas, sociales y espaciales sean diferentes a las de otros países de América Latina. Hoy, los problemas del hábitat, de la vivienda y de la urbanización se sitúan en asuntos como la pobreza, las distintas formas de exclusión social y sus perspectivas del desarrollo, el desplazamiento, la migración, el reasentamiento e inserción en la vida urbana, la transformación del espacio urbano informal y formal de la ciudad; lo anterior, junto a los impactos producidos sobre los hábitats de la población de menores ingresos, la economía y la actividad inmobiliaria en la ciudad informal, las políticas públicas de regularización y mejoramiento, y la transformación de los actores urbanos y de los movimientos sociales, a la par que las formas de participación comunitaria y la acción inter-institucional. Desde el reconocimiento de la multi-causalidad inherente a los problemas del hábitat colombiano resulta necesario llevar a cabo reflexiones sobre políticas y prácticas sociales desde las cuales se aborden alternativas para su investigación, tratamiento y resolución, lo cual configura el siguiente panorama temático que está por explorar y profundizar: 1. Problemáticas de los hábitats urbanos consolidados. Variaciones que vienen sufriendo las problemáticas de los hábitats urbanos ya consolidados al ser impactados por su gradual diferenciación frente al modelo global que se impone a la ciudad contemporánea alterando los sentidos de los centros urbanos tradicionales, los asentamientos ubicados en áreas de frontera centro-periferia, los barrios tradicionales y las periferias fundadas desde mediados del siglo pasado. 2. Nuevos asentamientos urbanos de origen informal o formal habitados por población de bajos ingresos. Nuevas condiciones de gestación de los asentamientos urbanos informales (que hoy no se localizan de manera exclusiva en las periferias) o formales habitados por población de bajos ingresos y cambios en las formas de densificación de las periferias o centros urbanos populares ocasionados, tanto por

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el crecimiento vegetativo y la migración voluntaria, como por el desplazamiento forzado. Cada vez son más difíciles las condiciones de llegada a la ciudad y a su vez su localización y asentamiento en ésta. Para esta población cada vez existen menos oportunidades de reconocimiento e integración social, laboral y territorial, de realización humana y de sostenibilidad a largo plazo en la ciudad. 3. Nuevas tensiones urbanas derivadas de los roles del mercado y de su intervención inmobiliaria. Tensiones producto de la fuerza que viene adquiriendo el ejercicio del mercado con sus intervenciones inmobiliarias sobre territorios de la ciudad y, particularmente, los impactos sobre las poblaciones de menores ingresos o más vulnerables de la ciudad; aquí es necesario atender a los procesos de gentrificación, de guetificación y de acorralamiento de los sectores populares, a la adquisición de predios populares, a la elevación en los costos de localización, al desmembramiento de los tejidos sociales y a la expulsión de la población económicamente débil. 4. Estrategias y formas de habitar la ciudad. Viejas y nuevas estrategias y formas de habitar la ciudad donde aparecen, además de la conformación de asentamientos y barrios delimitables, múltiples acciones de sujetos y grupos desde los cuales se conforman tramas de hábitat, como el tejido de redes sociales, económicas, culturales y espaciales que dan soporte a su existencia y sobrevivencia en el espacio de la ciudad. 5. Tensiones territoriales en las zonas de frontera urbano-rural. Tensiones, que se producen en los territorios urbano-rurales e impactan los procesos de urbanización sobre los hábitats, la habitabilidad y la sostenibilidad en corregimientos, municipios y regiones afectadas por ello. Allí son fundamentales asuntos como peri-urbanización, procesos de urbanización de fronteras urbano-rurales, urbanización del suelo rural próximo a la ciudad, áreas rur-urbanas, intersticios urbano-rurales, agricultura urbana, sostenibilidad agroalimentaria y otros tratamientos. 6. Relaciones entre escalas territoriales municipales, metropolitanas y regionales frente al hábitat. Experiencias y vacíos en las relaciones y la coordinación en las relaciones intermunicipales, metropolitanas y regionales para el reconocimiento y manejo de los problemas y tensiones territoriales referidas a las problemáticas del hábitat y la vivienda. 7. Hábitats en pequeños municipios y en la ruralidad colombiana. Allí se hace necesario reconocer la existencia de nuevas realidades y condiciones del hábitat y sus alteraciones ante los impactos de la inestabilidad ocasionada por la fuerza de las centralidades urbanas, el conflicto interno y los intereses económicos internacionales sobre éstos.

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8. Desarrollos teóricos, metodológicos y novedades investigativas del hábitat y del habitar. Nuevas construcciones teóricas, metodologías y novedades investigativas dentro de la reflexión sobre la problemática del hábitat y el habitar contemporáneo.

Algunos rasgos de la problemática del hábitat y la vivienda en Colombia El tema de la vivienda, mas no el del hábitat, ha sido una preocupación constante en la política pública colombiana, aunque paradójicamente nunca ha sido el tema prioritario. Ello ha significado que no se haya concebido una política nacional permanente e integral –tampoco de Estado–, y que las propuestas adoptadas hayan estado muy lejos de resolver, así sea en un mínimo porcentaje, las demandas acumuladas existentes en el país. De otra parte, a pesar de la presencia que tiene en el discurso público, el asunto de la vivienda es en Colombia un asunto privado, planeado, diseñado y ejecutado por entes privados, empresariales o no, mas que por el Estado en cualquiera de sus expresiones de gobierno ya sean estos locales, regionales o nacionales. Las políticas de vivienda en Colombia en los últimos años reducen el tema a su problemática económica, la cual se relaciona con los sistemas de financiación y políticas de asignación de subsidios. Sin embargo, el país no cuenta hoy con una política integral de hábitat y vivienda que abarque aspectos como la calidad de vida, de la vivienda, sus aspectos legales, formas de implantación, normas y estándares mínimos, incorporación tecnológica, aspectos culturales, seguridad y confort, espacio público, acceso a equipamientos colectivos, entre otros. Así, el tema de la vivienda ha pasado por diferentes lecturas: 1. En primera instancia se planteó como el factor ordenador de la ciudad donde se pretendía la definición de modelos de unidades habitacionales integrales que tejieran ordenadamente la trama de la ciudad (años cincuenta y sesenta). 2. La búsqueda de soluciones particulares centradas en la autoconstrucción y la tecnología (años setenta y ochenta). 3. A comienzos de los años noventa se interpretó que el Estado no debía ser su ejecutor directo sino un facilitador de la iniciativa privada, convirtiéndola en un problema de mercado.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

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4. Finalmente, hoy (2008) el Estado se ha alejado de la responsabilidad social en esta materia, apartándose del mandato constitucional50.

Algunas características que describen el hábitat y la vivienda desde la década de los años noventa51 La vivienda en Colombia presenta cambios significativos a partir de la década de los noventa en relación con sus características anteriores, cambios que se pueden sintetizar según sea su origen informal o formal. En relación con la autoproducción de ciudad y el desarrollo de viviendas en asentamientos de carácter informal se presenta la ocupación del espacio urbano, cada vez con mayor frecuencia, en zonas de riesgo y alta vulnerabilidad por disminución de áreas urbanizables; la disminución en el tamaño de los lotes y el encarecimiento del valor del suelo urbano, así como la ampliación en el tiempo de consolidación de la vivienda de origen informal (más de 15 años); el mayor consumo de electrodomésticos por mayor accesibilidad a conexiones a los servicios públicos domiciliarios, especialmente la electricidad y el gas natural, lo cual ha significado a su vez el aumento de consumos culturales globales por las posibilidades de acceso a antenas parabólicas, constituyéndose en una de las principales formas de recreación y uso del tiempo libre por parte de estos pobladores urbanos. Con respecto a las viviendas producidas bajo el esquema formal y planificado de la ciudad y bajo los modelos normativos y ur-

La Constitución Política de Colombia 1991 en su Artículo 51 señala que: “…todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho y promoverá planes de vivienda de interés social, sistemas adecuados de financiación a largo plazo y formas asociativas de ejecución de estos programas de vivienda”. 50

Este aparte es tomado del documento elaborado para CODHES en abril de 2008: “la vivienda de la población desplazada en Colombia. un derecho vulnerado que demanda reparación”. Proceso nacional de verificación a la sentencia T-025 de 2004. Mesa de expertos - derecho a la vivienda. La vivienda para población desplazada en Colombia. Recomendaciones para la construcción de política pública y exigibilidad del derecho. 51

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banísticos imperantes, ello ha significado el aumento de los plazos de financiación hipotecaria hasta los 30 años52, entre otros.

Déficit habitacional en Colombia El Departamento Nacional de Planeación –DNP– estimaba para 1990 el déficit habitacional de Colombia cercano a 1.800.000 familias, equivalente al 29,0% de los hogares del país (USAID et al, 1993). Precisaba, además, que en esos momentos cerca de 980.000 familias (54,0% del déficit), se encontraban en estado de hacinamiento, que sumado al crecimiento demográfico, calculaba una demanda de 100.000 nuevas viviendas por año (DNP, 1990). Fresneda (1998) señala que la situación de déficit de vivienda urbana en Colombia para el año 1993 ascendía a 1.945.662 familias, de las cuales 813.658 necesitaban una vivienda nueva debido a los materiales inadecuados o al hecho de convivir con otras familias, y 1.132.005 presentaban carencias cualitativas en términos de hacinamiento, dotación de servicios básicos y materiales inadecuados. Según los resultados del Censo General de Población del año 2005 (DANE), el 36,2% de los hogares del país presentó necesidades habitacionales; frente al censo de 1993 (53,6%), disminuyó en 17,44 puntos. En la cabecera el déficit afecta el 27,0% de los hogares, y en la zona rural, al 68,2%; con respecto a 1993, se registraron reducciones de 18,30 y de 10,55 puntos, respectivamente. Ver gráfica y tabla siguiente.

En el caso de la población de más bajos ingresos y que logra acceder a una solución habitacional por la vía del mercado, se le hace entrega de una unidad habitacional básica que oscila entre los 28 y 42 mts2, obligándose a seguirla desarrollando bajo el mecanismo denominado de desarrollo progresivo, que trae como consecuencia, hoy en día, la informalización de la vivienda formal. 52

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

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Porcentaje %

90 80 70 60 50 40 30 20 10 0

78,80

68,25 53,65 45,30 36,21 27,00

Total nacional

Cabecera

Resto

1993 2005 Gráfico N°1 Porcentaje de hogares en déficit Total nacional, Cabecera y resto. Censos 1993 y 2005 Fuente: Censo general de población y vivienda 2005, DANE.

Hogares

%

Total

3.963.557

36,21

Cabecera

2.219.023

27,00

Resto

1.861.468

68,25

Tabla Nº 1. Número de hogares en déficit. Censo 2005. Fuente: Censo general 2005. Resultados de población conciliada (a junio 30 de 2005). DANE

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


8.309.837

100,00

2.614.704

Hogares sin déficit

63,79

6.968.765

73,00

6.066.181

31,75

1.908.734

Hogares en déficit

36,21

100,00

3.955.776

27,00

100,00

2.243.656

68,25

100,00

705.970

Hogares en déficit cuantitativo

12,37

34,16

1.351.366

12,56

46,52

1.043.716

11,71

46,52

328.407

Hogares en déficit cualitativo

23,84

65,84

2.604.411

14,44

53,48

1.199.940

56,54

53,48

377.563

Total

Hogares

Resto

% del déficit

Hogares

100,00

Total hogares

% del déficit

10.924.541

% del déficit

100,00

Año 2005

Hogares

Cabecera

El déficit cuantitativo, cuya atención demanda la generación de unidades habitacionales nuevas, asciende a 1.351.336 hogares y corresponde principalmente (67,9%) al tipo cohabitación (hogares que comparten la vivienda con otros hogares). La proporción restante (432.612 hogares) pertenece a categorías en las cuales coexisten carencias críticas de la estructura de la vivienda (inexistencia de paredes y pisos de tierra) con la falta de los servicios domiciliarios de acueducto y alcantarillado, teniendo especial incidencia la existencia de hogares cuyas viviendas no cuentan con servicios de alcantarillado y presentan pisos en tierra. Ver tabla adjunta.

Porcentaje %

Tabla Nº 2. Número de hogares en déficit 2005. Fuentes: Boletín censo general 2005. Déficit de vivienda. DANE. Censo general 2005. Resultados de población conciliada (a junio 30 de 2005). DANE

90 80 70 60 50 40 30 20 10 0

71,86 56,54 36,65 23,84

24,96 14,44 1993

Total nacional

Cabecera

Resto

2005

Gráfico N° 2. Porcentaje de hogares en déficit cualitativo Total nacional, Cabecera y resto. Censos 1993 y 2005. Fuente: Censo general de población y vivienda 2005. DANE.

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Hogares

%

Total

2.604.411

23,84

Cabecera

1.199.940

14,44

Resto

377.563

56,54

Porcentaje %

Tabla Nº 3. Número de hogares en déficit cualitativo. Censo 2005 Fuente: Censo general 2005. Resultados de población conciliada (a junio 30 de 2005). DANE.

25 20 15 10 5 0

20,34 17,00 12,56

12,37

11,71 6,95

Total nacional

Cabecera

Resto

1993 2005 Gráfico N° 3. Porcentaje de hogares en déficit cuantitativo. Total nacional, Cabecera y resto. Censos 1993 y 2005. Fuente: Censo general de población y vivienda 2005. DANE.

Hogares

%

Total

1.351.366

23,84

Cabecera

1.043.716

12,56

Resto

328.407

11,71

Tabla Nº 4. Número de hogares en déficit cuantitativo. Censo 2005. Fuente: Censo general 2005. Resultados de población conciliada (a junio 30 de 2005). DANE

146

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Cubrir las demandas a nivel cuantitativo y cualitativo de la vivienda actual en Colombia es una tarea difícil53. Así mismo, deben solucionarse problemas como el hacinamiento que se produce en las viviendas ofertadas a los sectores de población de bajos ingresos a través de programas de Vivienda de Interés Social –VIS– o Vivienda de Interés Prioritario –VIP–. También se ha de reconocer que el problema no es solo al interior de las viviendas sino que a su vez está en la infraestructura de servicios comunales y equipamientos colectivos ofertados. Estos factores determinan que el problema crezca en cantidad y empeore en calidad, tendencias que no solo se mantienen sino que se agudizan dejando como única vía para acceder a una solución de “vivienda digna”, la urbanización en la ciudad informal a través de la autoprodución de la vivienda por parte de los pobladores urbanos y entre ellos la población desplazada. A nivel del déficit, el 61,0% corresponde a familias en circunstancias de pobreza crítica, con NBI e ingresos inferiores a dos salarios mínimos legales, el 24,0% de 2 a 4 smmvl y el 16,0% de 4 a 8 smmlv. Para el año 2004, el documento CONPES 3305 sobre lineamientos para optimizar la política de desarrollo urbano en Colombia señala que las …estimaciones recientes muestran que al menos 1.3 millones de hogares, que representan el 16% de los hogares urbanos, se encuentran en condiciones de precariedad habitacional, es decir, habitan viviendas sin servicios básicos, que están construidas en materiales inadecuados, presentan hacinamiento o se encuentran en zonas de alto riesgo. Así mismo, de acuerdo con información catastral, se calcula que el 16% del área neta de uso residencial corresponde a asentamientos precarios en las 5 principales ciudades del país. Este mismo documento indica que “…superar el déficit de vivienda urbana, implica la construcción de 1.5 millones de unidades nuevas y el mejoramiento de 830 mil adicionales” (CONPES, 2004), siendo éste uno de los retos más importantes que enfrentan las ciudades colombianas en el mediano y largo plazo, metas que

Hoy día, los programas de mejoramiento barrial son los que resultan más exitosos para atender el déficit cualitativo de la vivienda y la ciudad, produciendo efectos en la vida y economía de los hogares. 53

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

147


se esperaría alcanzar a partir de las decisiones y acciones de la política pública en el año 2019. Igualmente, para el año 2005 el DNP establecía que el crecimiento anual del déficit cuantitativo de vivienda en el ámbito nacional se estima en 91.500 unidades, que representan el 49% de los 185.500 nuevos hogares que se forman cada año. En las 5 ciudades más grandes el crecimiento del déficit de vivienda asciende a algo más de 47.655 unidades, o 50% de la demanda anual (95.655 hogares). Esta demanda insatisfecha puede optar por la cohabitación, incrementar el nivel de hacinamiento en el stock actual, o recurrir a una solución de vivienda en el mercado informal (DNP. 2005). Ver gráficos 4 y 5.

185.500

2.500

160.000

Hogares

120.000

2.319

91.500

2.000 94.000

47.655

95.655

21.134

80.000 48.000

40.000

50.834 29.700

Nacional Incremento de hogares

5 áreas urbanas

Bogotá

Viviendas nuevas legales

Área (Ha)

200.000

3.568 Ha

1.500

1.407 Ha

1.247

957

1.000

762 Ha 508

500

450

Nacional

5 áreas urbanas

Incremento de hogares

253

Bogotá

Viviendas nuevas legales

Gráfico Nº 4. Incremento hogares vs. incremento de viviGráfico Nº 5. Incremento hogares vs. incremento endas legales nacional, urbana y Bogotá año 2004. de viviendas legales nacional, urbana y Bogotá Fuente: DANE. ECH 1999-2003 y Censo de edificaciones año 2004. ajustado con licencias de construcción. Cálculos: Fuente: DANE. ECH 1999-2003 y censo de edificaDNP- DDUPA. ciones ajustado con licencias de construcción. Cálculos: DNP-DDUPA

148

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Con respecto al déficit cualitativo de vivienda, el principal problema radica en los asentamientos de origen informal, que no cumplen con las condiciones necesarias para la vida digna de las familias e individuos que habitan estos espacios auto-producidos. Si bien está resuelta de la necesidad de tener un techo, eso está muy lejos de ser una vivienda realmente habitable y digna. La encuesta de calidad de vida –ECS– del DANE (2003) indica la existencia de 1.346.000 hogares en asentamientos informales en Colombia que requieren acciones de mejoramiento barrial y de vivienda, como se observa en la tabla siguiente:

Miles

Participación

224

17%

b. Hogares que presentan déficit cualitativo b1 Hacinamiento b2 Materiales inadecuados b3 Acueducto b4 Alcantarillado

847 315 134 47 350

63% 23,4% 9,9% 3,5% 26%

c. Riesgo

274

20,3%

1.346

100%

a. Hogares en viviendas no susceptibles de mejorar

Total

Tabla Nº 5. Hogares en asentamientos de origen informal. 2003 Fuente: DANE-ECV. 2003.

Así, al observar las cifras anteriores se presentan dos miradas rápidas sobre el aspecto del déficit en materia de vivienda, desde la relación que guardan el déficit cualitativo y el cuantitativo y desde los hogares que presentan precariedad en las condiciones de vida y la clasificación de estos. Este aspecto y sus diversas manifestaciones son fundamentales hoy para entender las acciones que se adelantan en relación con el tema de mejoramiento de barrios y de vivienda, el cual puede ser una de las alternativas presentes para la resolución del problema de vivienda en un país en el que, según datos del Departamento Nacional de Planeación (2005), en las principales ciudades del país, donde más de la mitad de la vivienda construida son de origen informal.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

149


A su vez, el Mapa Nº 1 muestra la situación de esa problemática en el ámbito nacional, permitiendo distinguir la situación de las distintas regiones.

Mapa Nº 1 Asentamientos de origen informal por regiones

El déficit cualitativo y cuantitativo tiene que comenzar a comprenderse en su justa dimensión, pues ambos estructuran una realidad que se ha configurado de manera distinta en cada una de las ciudades y regiones del país y que por tanto requiere de tratamientos diferentes para su resolución. Los números de los indicadores y estadísticas en general, como única manera de valorar estas problemáticas terminan tergiversando las propiedades cualitativas del problema e impiden la construcción de mejores soluciones. Paralelo a los problemas del déficit están los relacionados con la escasez de suelo urbanizable, los problemas de tenencia, los sistemas de financiamiento habitacional, entre otros. Como ya se señaló, a la situación anterior hay que agregar la escasez de suelo urbanizable, unida a su alto nivel de concentración en pocos propietarios, lo que favorece la especulación en este mercado, obstaculizando la provisión de vivienda a los hogares de bajos ingresos. No hay oferta de suelo urbano para atender esta demanda, ya que el suelo disponible se privilegia para atender otras actividades más rentables. Junto al tema de déficit, está también el de la tenencia de la vivienda. Según el Censo General (DANE, 2005), existe un parque habitacional calculado en 9.530.375 viviendas al IV trimestre del año 2007; de los cuales, el 62,9% son de hogares propietarios (6.001.259 viviendas), el 30,6% están ocupadas por arrendatarios

150

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


(2.918.447 viviendas), y el 6,4% manifiesta habitar bajo alguna otra modalidad (usufructo, posesión, etc.) (610.669 viviendas), lo anterior comprendido de un total de 10.924.541 hogares que se calculaban en el año 2005 (DANE, 2007). La Vivienda de Interés Social –VIS– constituye una rama del sector de la construcción que se encuentra mayoritariamente en manos privadas y que hoy por hoy, no está orientada a los sectores de población de menores ingresos. Estos sectores se encuentran excluidos de las políticas que guían el sector construcción, pues no cuentan con los recursos suficientes para acceder a las VIS y tampoco hay mayor eficiencia en la entrega de subsidios y préstamos a través del sistema financiero, que tampoco están pensados para esos pobladores de más bajos recursos. De esa manera, la única vía de acceso a la vivienda para los sectores más vulnerables de la población colombiana es a través de la apropiación ilegal de terrenos (invasión de terrenos o acceso a un lote por vía de la urbanización pirata o por procesos irregulares de parcelación) y a la auto-producción y autoconstrucción de la vivienda. Los datos oficiales revelan que a partir de los ajustes de planeación urbana que se han hecho desde comienzos de la década de los años noventa, los índices de urbanización informal están controlados; sin embargo, teniendo en cuenta la cantidad de población desplazada que reciben las ciudades colombianas y las condiciones cualitativas de los asentamientos urbanos informales, esta afirmación se puede poner en duda, ya que el hecho de haber aumentado la construcción de VIS y VIP no implica que haya disminuido la población que resuelve el problema de vivienda informalmente.

Oferta formal de vivienda Del mismo modo, el nivel de construcción formal apenas logra satisfacer el 51% de la demanda de vivienda existente en el país. Como lo manifiesta el documento Ciudades Amables (2005: 29): …el sector de edificaciones ha presentado crecimientos anuales muy superiores al resto de la economía desde 2001. Esta recuperación obedeció, en gran medida, al auge de los proyectos de vivienda de interés social en 2001 y 2002, segmento inexistente durante el auge de los 90; y poste-

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

151


riormente, durante 2003- 2004, a los proyectos diferentes a VIS, lo cual es importante por dos razones: por un lado, en términos de política de vivienda es importante, pues incrementa el acervo y permite la movilidad de los hogares; y por otro, es el tipo de vivienda que más recursos moviliza y más empleo genera. Con este panorama se pueden observar algunas cifras propias del sector de la construcción correspondientes a las viviendas urbanas iniciadas desde el año 1990 hasta el año 2005. Ver gráfico Nº 6. 120.000 100.000

105.653

99.164

80.000

66.891

60.000 40.000

31.763

20.000 0

56.270

56.382 46.447

29.779

23.661 16.312

1.535

1990-1994 TOTAL

692

1994-1998

2002-2005

1998-2002 VIS

VIP

Gráfico Nº 6 Viviendas urbanas iniciadas, 1990-2005. Promedio anual * A tercer trimestre del año 2005. Fuente y cálculos: DNP-DDUPA. 2005.

Financiación de la vivienda en Colombia El tema de la financiación es uno de los más problemáticos en el asunto de la vivienda en Colombia. Por una parte, porque la financiación ha sido el centro que dinamiza la vivienda, en cuanto a elemento estructurante de la política a partir de los intereses y ganancias que ésta puede representar, lo que hace que se desvíe la noción de vivienda como factor fundamental para la vida y dignidad humana. De otra parte, la financiación se puede mirar también desde lo relativo a la canti-

152

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


dad de recursos que significa como dimensión; debido al hecho de que no existe una política pública de Estado referente al tema de la vivienda, los recursos que se asignan e invierten para este rubro dependen de la estructuración de jerarquías, de prioridades coyunturales y corto-placistas en el sector público y de los intereses particulares específicos de un momento u otro en el caso del sector privado (construcción, adquisición de terrenos, sector financiero, etc.). Así, la vivienda se ha constituido en Colombia como el bien más costoso que un hogar pueda tener; por lo tanto, la sociedad debería contar con un sistema de financiación que garantice un mínimo de condiciones, tales como cuotas ajustadas al ingreso de las familias, amplios plazos y un sistema confiable y sostenible. La crisis del sistema de Unidades de Poder Adquisitivo Constante –UPAC– 54 a mediados de los años noventa55 y la aparición del denominado sistema de unidades de valor real –UVRv no han logrado devolverle al sistema financiero la credibilidad de los sistemas de financiamiento a largo plazo, lo que en la práctica ha impulsado aún más el acceso informal a las soluciones habitacionales; vale la pena recordar que el tema dio origen a un movimiento de los adjudicatarios y propietarios de vivienda por las altas tasas de interés en la intermediación del mercado hipotecario de la vivienda. Un ejemplo importante de esta crisis es la constante devolución de inmuebles56 a las Corporaciones de Ahorro y Vivienda –CAV– y los bancos por hogares que no lograron sostener el ritmo creciente de las cuotas financieras en relación con el tamaño de los ingresos familiares (ya sea en la forma de reestructuraciones, pago parcial o dación en pago del bien). A ello hay que sumar que la industria de la construcción y el sistema financiero no dan respuesta a la tota-

54 Sistema creado en los albores de los años setenta durante la presidencia de Misael Pastrana Borrero.

Debido al cambio en la forma de valorarlo, ubicándolo como uno más de los mecanismos de fortalecimiento del sistema financiero, asumiendo tasas de financiación insostenibles que desbordaron los ingresos reales de los deudores hipotecarios. 55

En el año 2001 se devolvieron 8.600 inmuebles y en el 2.002 fueron 6.500 inmuebles que se entregaron como dación de pago a las cajas y los bancos por imposibilidad de amortización de las cuotas establecidas por el sistema de financiación establecido –UVR. Según la Asobancaria, “…al cierre de 2002 los procesos en curso correspondientes a demandas instauradas por los bancos hipotecarios alcanzaron un pico de 122 mil, y a diciembre de 2006 el número se había reducido a 51 mil”. Cabe resaltar que, si bien esta cifra sigue siendo alta, en los últimos cinco años el 84% de los procesos ha terminado por acuerdo entre las partes 6 y sólo el 16% llegó hasta el remate del inmueble. 56

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

153


lidad de los 185.500 hogares que se forman anualmente y a la demanda de vivienda nueva que alcanza las 145.000 unidades nuevas57 por año. En esta sociedad, con un alto riesgo de desempleo e inseguridad, la única forma de acumulación segura a la que puede aspirar la mayoría de la población es la propiedad de la vivienda, que además les permite constituir un patrimonio para la familia o el hogar.

Sistema de financiamiento habitacional vigente en Colombia. Nuevas políticas habitacionales Para los estratos socioeconómicos con ingresos superiores a 4 smmlv, el crédito hipotecario es el sistema de financiación habitacional, con una cuota inicial equivalente al 30,0% del valor del inmueble y el excedente se financia en plazos que oscilan entre los 10 y 30 años, con un sistema de tasas indexado bajo la figura de la Unidad de Valor Real –UVR–. Por otra parte, la política para la Vivienda de Interés Social –VIS– (Ley 3 de 1991) se desarrolla con base en el subsidio familiar de vivienda, consistente en un aporte en dinero o especie (terreno), que otorga el gobierno nacional por una sola vez al beneficiario, y que constituye un complemento de su ahorro, crédito, u otros aportes para facilitarle el acceso a la vivienda, el cual se aplica en todas las zonas definidas como suelo urbano en los planes de ordenamiento territorial (Ley 388 de 1997). El subsidio se puede usar para adquisición de vivienda nueva, construcción en sitio propio o mejoramiento de vivienda. El otorgamiento del subsidio se basaba, hasta el año 2007, en una tabla relacionada con el tipo de vivienda (I, II, III y IV), su valor y su localización según el tamaño poblacional del municipio. A partir del año 2008, el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial modificó esta escala de acceso y se redujo a dos tipos de vivienda (VIS y VIP), y el monto del subsidio está asociado al tamaño de los ingresos familiares y a la clasificación en el SISBEN, siendo diferenciado en todos los casos.

De éstas, 40.000 corresponden a hogares con ingresos hasta de 4 smmlv –salarios mínimos mensuales legales vigentes– y 70.000 corresponden a hogares con ingresos hasta de 2 smmlv. 57

154

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Valor Smmlv 2008

CCF

FNV

Ingresos (Smmlv)

Puntaje Sisbén

Valor SFV (Smmlv)

461.500 (pesos col 2008)

Desde

Hasta

Desde

Hasta

>0,00

1,0

0

10,88

22

10.153.000

>1,00

1,5

>10,88

14,81

21,5

9.922.250

>1,50

2,0

>14,81

18,75

21

9.691.500

>2,00

2,25

>18,75

20,72

19

8.768.500

>2,25

2,5

>20,72

22,69

17

7.845.500

>2,50

2,75

>22,69

24,66

15

6.922.500

>2,75

3,0

>24,66

26,63

13

5.999.500

>3,00

3,5

>26,63

30,56

9

4.153.500

>3,50

4,0

>30,56

34,50

4

1.846.000

Tabla Nº 6 Valor del Subsidio Familiar de Vivienda -SFV- de interés social urbano Fuente: Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. 2008.

Si bien el gobierno nacional reconoce que en el sistema de subsidios no puede concentrar el éxito de su política de vivienda, fue definida para el cuatrienio (2002-2006) como “Colombia un país de propietarios”, y para el cuatrienio (20072010) como “vivienda: soluciones al alcance de todos”, en el marco del slogan “ciudades amables”. En este sentido, el gobierno de Uribe Vélez ha venido otorgando para su desarrollo un rol estratégico al sector financiero; para ello ha generado una serie de políticas específicas, herramientas e instrumentos financieros que incentivan la utilización de crédito en la adquisición de vivienda, tales como el mecanismo de créditos con cobertura contra la inflación, las cuentas ahorro para el fomento de la construcción –AFC–, el leasing habitacional y la colocación de micro créditos inmobiliarios, incentivos para las entidades financieras y creación de nuevos operadores privados, entre otros. En general, el subsidio de vivienda aplica para estratos socioeconómicos con salarios inferiores a 4 smmlv. Sin embargo, los sectores de población de menos

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

155


de 2smmlv no tienen acceso al crédito y resuelven el problema habitacional auto produciendo su vivienda y accediendo a redes informales de financiamiento no sujetas de crédito y verificación. Son estos grandes sectores de población los que construyen la mayor cantidad de viviendas y simultáneamente ciudad informal, que en el caso colombiano constituye más del 30,0% del stock de las viviendas existentes. El análisis regional es otro elemento importante en la problemática de la vivienda, pues la política para ésta no es una prioridad pública en sí misma, más allá de lo que puede significar como ganancia para la dinámica del mercado. En parte ello se demuestra con la concentración de los escasos subsidios familiares de vivienda que se entregan –y que por lo general no llegan a las capas más pobres de la población–, los cuales se quedan en las grandes ciudades. Según cifras gubernamentales del año 2006, el 80% de estos subsidios se entrega en dos ciudades (Cali y Bogotá), marcando un fuerte desequilibrio con las demás regiones y una concentración potenciada desde la misma dinámica institucional del Estado. Además, la política de subsidios del Estado colombiano ha sido dura y criticada de forma reiterada por tres motivos: por una parte, que es totalmente insuficiente en comparación con la demanda de vivienda que existe en el país; por otra parte, la ineficiencia en el manejo institucional ha hecho que los recursos se retracen o se pierdan, y, por último, porque en realidad no ha estado orientada a los sectores de población de más bajos ingresos y más necesitados, lo que refleja una visión social muy precaria del Estado.

Subsidio familiar de vivienda En términos generales, la concentración de subsidios nacionales de vivienda en el caso de la ciudad de Bogotá, representan un 36,01%, los cuales internamente indican mayor participación de las cajas de compensación familiar, con un 64,37%, seguido de los otorgados por la Caja Promotora de Vivienda Militar, con un 26,62%, y en último lugar por los otorgados por Fonvivienda.

156

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


COMPARATIVO BOGOTÁNACIÓN

FONDO NACIONAL DE VIVIENDA

CAJAS DE COMPENSACIÓN FAMILIAR

SUBSIDIOS URBANOS ASIGNADOS AGOS02 JUL 06

SUBSIDIOS URBANOS ASIGNADOS AGOS02 JUN 06

SUBSIDIOS URBANOS ASIGNADOS AGOS02 JUN 06

TOTAL SUBSIDIOS URBANOS ASIGNADOS AGOS02 JUN 06

NUMERO

$MILLONES

NUMERO

$MILLONES

NUMERO

$MILLONES

NUMERO

$MILLONES

Bogotá

11.064

79.815

86.086

559.711

5.643

86.151

102.793

725.678

Bogotá (part %)

8.47

9.65

64.37

80.41

26.62

27.05

36.01

39.40

Nacional

130.566

827.448

133.733

696.057

21.195

318.480

285.494

1.841.984

Tabla Nº 7. Subsidios familiares de vivienda urbanos asignados Periodo: Agosto 7 de 2002 - Agosto 7 de 2006

Ya se ha reiterado que constitucionalmente el derecho a la vivienda digna está consagrado, no solo desde la nueva carta política del año 1991, sino desde las reformas constitucionales que le anteceden. Sin embargo, la vivienda hoy, antes de ser un problema de Estado, se ha convertido en una mercancía más, eliminando toda la condición de bien necesario para el desarrollo de las actividades humanas. La vivienda como problema colectivo que reclama la intervención de políticas públicas solamente aparece en Colombia en los años cuarenta con la creación del Instituto de Crédito Territorial, responsable por 50 años de producir viviendas, con una cifra de 500.000 soluciones alcanzadas que nunca pudieron atender la demanda presente y acumulada. Con su desaparición en los años noventa y el surgimiento del INURBE, el Estado pasa de ser productor de vivienda a regulador de mercado, asumiendo a través de los subsidios a la demanda una nueva forma de promover el acceso a la vivienda. En este período adjudica por distintas modalidades un número equivalente a 1.200.000 soluciones, demostrando una mayor eficiencia en la distribución financiera, pero abandonando la perspectiva de la calidad de la vivienda, como se observa en las tablas siguientes.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

157


SUBSIDIOS ASIGNADOS 1991-2007 BANCO AGRARIO

TOTAL

AÑOS

Mil ($)

Subsidio

Mil ($)

Subsidio

Mil ($)

Subsidio

Mil ($)

Promedio Subsidio ($)

Subsidio

C.P.V.M.

Mil ($)

C.C.F.

Subsidio

INURBE/ FONVIVIENDA

1.991

17.402

70.509

-

-

9.128

17.840

1.949

33.152

28.479

121.501

4.266.334

1.992

40.313

48.026

20.165

22.363

10.028

34.315

3.028

58.516

73.534

163.220

2.219.653

1.993

57.490

89.002

38.912

43.762

22.066

18.966

2.547

44.060

121.015

195.790

1.617.899

1.994

65.760

155.691

81.206

68.885

14.381

42.447

4.338

59.916

165.685

326.939

1.973.256

1.995

71.380

136.691

40.888

52.028

33.227

60.082

4.097

23.826

149.592

272.627

1.822.470

1.996

49.390

89.168

50.441

62.057

31.922

87.165

4.058

22.421

135.811

260.811

1.920.397

1.997

57.479

118.974

25.201

54.353

93.694

141.751

3.120

20.923

125.494

336.001

2.677.427

1.998

19.966

44.828

12.369

31.612

28.847

121.631

6.046

46.100

67.228

244.171

3.631.984

1.999

21.369

120.853

3.085

8.414

20.374

98.908

5.150

45.578

49.978

273.753

5.477.470

2.000

22.226

127.692

12.345

46.646

20.069

119.750

3.535

36.388

58.175

330.476

5.680.722

2.001

32.139

208.760

12.582

51.697

32.139

208.760

3.677

41.877

80.537

511.094

6.346.077

2.002

15.012

108.907

9.650

40.227

32.178

233.760

3.638

45.078

60.478

427.972

7.076.491

2.003

20.441

141.570

9.370

39.172

24.840

163.126

4.534

60.667

59.185

404.535

6.835.088

2.004

36.763

256.079

14.979

72.940

32.696

181.541

4.793

70.562

89.231

581.122

6.512.561

2.005

46.871

206.799

12.954

66.051

39.427

266.126

7.166

112.860

106.418

651.836

6.125.242

2.006

38.538

298.689

12.882

75.771

48.796

341.774

6.101

104.439

106.317

820.673

7.719.114

2.007

14.138

108.299

9.506

57.749

18.298

130.704

2.897

50.873

44.839

347.625

7.752.738

TOTAL

626.677

2.330.537

366.535

793.727

458.110

2.268.646

70.674

877.236

1.521.996

6.270.146

4.119.686

Tabla Nº 8. Subsidios asignados 1991-2007. Fuente: Cálculos dirección del sistema habitacional – MAVDT

158

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


Familias

Subsidio

Vigencia

Solicitudes

Adjudicados

%

Solicitudes

Adjudicados

%

2000

45.903

12.345

21

180.848

46.646

19

2001

104.582

12.585

21

451.169

51.697

21

2002

94.751

9.650

16

396.090

40.227

16

2003

71.287

9.370

16

295.027

36.270

15

2004

87.321

15.250

26

390.830

68.986

28

TOTAL

403.844

59.200

1.713.964

243.826

Tabla Nº 9. Subsidios otorgados vs. solicitudes Vigencias 2000-2004. Fuente: Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.

Del total de subsidios de vivienda otorgados en el ámbito nacional en 14 años, en Bogotá se han adjudicado 283.475 subsidios, que representan el 31,8% de los hogares beneficiados, que recibieron en asignación monetaria la suma de 1,2 billones de pesos (4.838.710 USD), que equivalen al 37% de los recursos asignados en el país58. La tabla siguiente muestra el comportamiento en el periodo 2004 - 2007.

Informe del contralor de Bogotá en el año 2005 sobre la situación en materia de vivienda para la ciudad. 58

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

159


CANTIDAD

VALOR

1.481 887 1.716 385 4.140 437

2.185.249.200

966.984.480

66.231.608.688

VALOR

CANTIDAD

3.625.099.978

466

2.186.249.200

3.737

26.444.481.148

20.080.468.297

108

3.625.099.978

466 3.589

18.148.718

2.294

Resentimiento por desalojo de espacio público

TOTAL

3.298.674.000

9.620

4.738.543.237

437

Mejoramiento de ihabitabilidad

17.315.466.733

5.329.500.000

3.298.674.000

1.011

Construcción en sitio propio

7.123.297.500

15.341.925.060

11.958.966.733

385

Mejoramiento de vivienda

11.636.368.500

966.984.480

609.948.000

1.216

Vendedores ambulantes

TOTAL 2004-2007

21.638.409.540

74

Desplazamiento forzoso

500

6.513.349.500

2007 VALOR

VALOR 11.635.368.500

Reasentamientos

CANTIDAD

CANTIDAD 1.481

2006

813

2005

Lista viabilizada del gobierno nacional

VALOR

CANTIDAD

MODALIDAD DE SUBSIDIO

2004

Tabla Nº 10. Subsidios y montos asignados 2004-2007. Fuente: Contraloría Distrital. Bogotá. 2007

160

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


A pesar de que este tipo de subsidios distritales fue creado en el año 2005, su principal impacto ha sido en población vulnerable que el esquema convencional de subsidios no acepta por no cumplir con el requisito de contar con ingresos superiores a cuatro salarios mínimos. Por tanto, su mayor impacto se concentra en las modalidades de mejoramiento de vivienda y desplazamiento forzado, y en un tercer lugar en el rezago del gobierno nacional. De igual modo, en el año 2004, el gobierno nacional expidió el Decreto 2060, por medio del cual se establecieron nuevas normas mínimas para vivienda de interés social urbana, señalando que para la vivienda tipo 1 y 2 es admisible un lote de hasta 35 m2 para vivienda unifamiliar y 120 m2 para vivienda multifamiliar, manteniendo sin modificación alguna las áreas públicas y comunales de cesión para espacio público y equipamientos, generando por la vía normativa un aumento de las densidades poblacionales y elevando los precios del suelo urbano. Se minimiza el aislamiento posterior a 2 m2.

Problemas actuales del hábitat y la vivienda Períodos y perspectivas desde donde se ha abordado el problema de la vivienda en Colombia Según Gilberto Arango (2001:227-263), existen tres grandes periodos mediante los cuales se puede delimitar el enfoque frente al problema de la vivienda en Colombia. Éstos son: Periodo asistencialista, 1945 - 1972; Periodo de transición, 1973 - 1988; Periodo del mercado –que extenderíamos hasta hoy–, 1989 - 2008. En relación con el último periodo, señala Arango que el sector público da el paso definitivo hacia su conversión en un simple facilitador de mercado para la dinámica de la vivienda en el país. La política frente al tema se convierte abiertamente en una propuesta centrada en la necesidad de fortalecimiento del mercado de vivienda y del sector financiero como su principal actor. A la luz de una época de auge del narcotráfico en el país, las pautas que se encuentran para regularizar y controlar la dinámica de la vivienda y su papel en el lavado de activos, la opción es formalizar ese papel por medio de la entrega del control al sector financiero.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

161


Es de destacar que la Ley 3ª de 1991 reforma y suprime el Instituto de Crédito Territorial –ICT–, entidad estatal responsable de la construcción de las soluciones de vivienda popular en Colombia durante más de cincuenta años59, y crea el Instituto Nacional De Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana –INURBE– como instancia que a través del otorgamiento de subsidios económicos parciales procura el acceso a soluciones de la denominada vivienda de interés social mediante el sistema financiero regulado por la mencionada ley60. Esta decisión de política pública ha permitido el mayor posicionamiento de formas no reguladas de acceso a la vivienda o al suelo urbano, dadas las dificultades para acceder al sistema financiero tradicional. Similar situación le sucedió al Banco Central Hipotecario –BCH– que también desapareció e inició su proceso de liquidación a mediados de la década de los años noventa como organismo institucional promotor y constructor de vivienda y estándares para la misma. Para el año 2003 se suprime el INURBE61 y se establece el Fondo Nacional de Vivienda –Fonvivienda–62 (Decreto 555/03). Se crea la estrategia de subsidio a la demanda que tampoco logra abordar a las capas más vulnerables de la población, a pesar de que lo señala como una de sus intenciones; el manejo que estos subsidios adquieren es burocrático y politiquero y no logra tener un impacto de disminución en el costro final de la vivienda, lo que sigue con la línea de la no asequibilidad.

El ICT, durante sus cincuenta años de existencia, edificó alrededor de 500.000 soluciones de vivienda en toda Colombia. 59

60 La Ley 3 de 1991 establece múltiples opciones de acceso y mejoramiento de la vivienda, y plantea la necesidad de establecer variados mecanismos de financiación. 61

Durante el periodo 1999-2003 se financiaron 300.000 soluciones VIS.

Los objetivos planteados para el Fondo Nacional de Vivienda –Fonvivienda– son consolidar el Sistema Nacional de Información de Vivienda y ejecutar las políticas del gobierno nacional en materia de Vivienda de Interés Social Urbana, en particular aquellas orientadas a la descentralización territorial de la inversión de los recursos destinados a Vivienda de Interés Social, administrando los recursos asignados en el Presupuesto General de la Nación en inversión para Vivienda de Interés Social Urbana; los recursos que se apropien para la formulación, organización, promoción, desarrollo, mantenimiento y consolidación del Sistema Nacional de Información de Vivienda y en general los bienes y recursos de que trata el presente decreto. 62

162

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


El periodo actual Estos tres periodos preceden la situación descrita al comienzo de este apartado, la cual ilustra el momento que atraviesa la problemática de la vivienda en el año 2008. Ésta se ha convertido en un elemento central de la especulación que hoy penetra todas las dimensiones relacionadas con la construcción y mejoramiento del hábitat y la vivienda, tanto en la esfera pública, como en la privada. La política habitacional que se adelanta dentro del actual modelo de desarrollo propone como estrategia económico-financiera un modelo abierto de mercado que se enmarca dentro del modelo económico neoliberal y a su vez se asume como política que da sentido al concepto de nación y de pertenencia a las personas; sin embargo, este modelo representa en la práctica la usurpación de derechos colectivos, la enajenación de los patrimonios familiares y sociales en provecho del interés privado y de las grandes empresas nacionales y transnacionales. En Colombia este modelo ha ampliado el déficit habitacional, el crédito63 se hace cada día más inaccesible, los estándares de habitabilidad y calidad para los estratos medios de la población son cada vez menores, acercando a estos pobladores a las condiciones de los estratos socioeconómicos más bajos e incluso a los de asentamientos de carácter informal auto-producidos. Los cambios permanentes en materia de decisiones sobre política pública de vivienda continúan desde el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, responsable actual del manejo de estos temas, sin que se evalúen adecuadamente los resultados obtenidos previamente o se haga un seguimiento adecuado a las decisiones tomadas años atrás. Hoy, a comienzos de 2008, se producen cambios que se expresan a través de nuevos desarrollos a la Ley 708 de 200164, la cual hace énfasis en la Vivienda de Interés Prioritario –VIP– tipos II y I; este último tiene como María Mercedes Cuéllar, presidenta del ICAV señala que entre enero de 2000 y junio de 2003, se desembolsaron 116.000 créditos hipotecarios por un valor de 2,6 billones de pesos. De este total, el 71% (82.1906 créditos) se destinaron a financiar VIS por un monto de 1,25 billones de pesos. Al realizar el conteo se concluye que el 26% del número de créditos de VIS se ubica en el rango comprendido entre 0 y 10 millones; otro 26%, en la categoría de desembolsos menores entre 10 y 15 millones. En el caso de créditos diferentes de VIS, el 87% es inferior a 60 millones. En el diario El Tiempo, 13 de septiembre de 2003. 63

Ley por la cual se establecen normas relacionadas con el Subsidio Familiar para Vivienda de Interés Social y se dictan otras disposiciones. 64

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

163


precio techo los 50 smmlv (23.075.000 pesos de 2008, 12.800 USD aproximadamente), así como el impulso a los denominados macroproyectos (Decreto 4260 de noviembre de 2007)65 desde el gobierno nacional a través del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.

Hábitat y vivienda: mercancías o satisfactores de necesidades Los problemas del hábitat y la vivienda continúan siendo, en el caso de América Latina, uno de los grandes problemas por atender de manera oportuna. Los déficits que se presentan tienen múltiples aristas que reclaman de un conjunto de políticas y acciones articuladas para atender las demandas acumuladas y prever los escenarios de los próximos años. Sin embargo, la realidad política, social, económica y ambiental que afrontan nuestros países hace que ni las acciones ni los recursos sean suficientes para atender todos los frentes que reclaman intervención.

La construcción de la vivienda Al igual que lo que ocurre con otras necesidades básicas, existe un alto porcentaje de la población que no está en condiciones de acceder a los bienes y servicios indispensables para habitar un espacio apropiado. Esta realidad no se puede abordar de manera individual debido a que estos sectores de la población se encuentran condicionados por su ubicación en el espacio social y no cuentan con el capital suficiente para su obtención (siendo el precio del suelo urbano determinado de manera fundamental por el mercado). “… el Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010 incorporó dentro de los Programas Integrales de Ciudades Amables la figura de Macroproyectos de Interés Social Nacional –MISN–, definidos como el conjunto de acciones orientadas a la ejecución de operaciones urbanas integrales, con capacidad de generar impactos en el conjunto de la estructura espacial urbana y regional y de orientar el crecimiento general de las mismas. Los MISN garantizan la actuación integral del Estado conjuntamente con la participación del sector privado para la generación de suelo para VIS y la construcción e incorporación de equipamientos e infraestructura de escala regional o nacional en el ordenamiento territorial” (CONPES, 3476:3). 65

164

PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


De acuerdo con María Carla Rodríguez (1998), uno de los factores que intervienen en la dificultad de acceso al hábitat y la vivienda es la desigual distribución del sistema productivo que condiciona a los sectores de más bajos ingresos a acceder a las mínimas condiciones de confort y habitabilidad. La vivienda-suelo, entendida como mercancía, es un bien que se oferta y demanda en el mercado. De acuerdo con lo expuesto por Nora Clichevsky (1998:22), “…la tierra (suelo) es una mercadería especial, dado que no se produce como el resto de las mercaderías, es un bien que existe en la naturaleza. Lo que se produce son subdivisiones de la misma y servicios que la definen como urbana…”. El eje central de esta problemática son los sectores pobres urbanos, que no resuelven sus necesidades de vivienda. Son los que habitan en una amplia gama de asentamientos con alto nivel de precariedad (barrios informales, inquilinatos, hoteles, entre otros) que conjugan una serie de deficiencias en la vivienda y sus servicios internos, en la infraestructura urbana y en los equipamientos barriales. Se entiende que la necesidad de vivienda constituye un requerimiento esencial del ser humano (Heller, 1986)66, fundamental para el desarrollo de la vida cotidiana de las familias y hogares, es decir, para el desempeño de sus capacidades esenciales en la obtención de recursos tendientes a lograr la formación e integración del individuo en la sociedad. En el marco del estado neoliberal, las políticas habitacionales quedan definidas como un problema de índole económico financiero macro-estructural y la vivienda es problematizada como una necesidad de orden privado que cada familia deberá resolver de manera individual. La vivienda así es definida y aceptada como un bien privado para el cual los recursos individuales constituyen la vía exclusiva de acceso. El proceso de reestructuración del aparato estatal y las lógicas gubernamentales, emprendidas desde comienzos de la década de los noventa, pone en juego el contenido de integración social de la política habitacional y debilita el sentido

Cuando se habla de necesidades, se toma la definición de Agnes Heller (1986), que establece que “…son necesidades de todos, todas aquellas posibles de ser satisfechas en las actuales condiciones de desarrollo de capacidades humanas (técnicos, materiales y culturales) que las comunidades o grupos sociales hacen deseables o reconocen como positivas para su desenvolvimiento y bienestar, en procesos comunicativos y reflexivos públicos y a la vez que, consecuentemente, los individuos pueden aspirar legítimamente”. 66

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

165


de la vivienda como bien público, restringiendo la responsabilidad del Estado y el resultante gasto social destinado a ello. Siguiendo a Pradilla (1982), se puede afirmar que la intervención estatal en las sociedades capitalistas provoca que la vivienda promovida por el Estado sea solo accesible a un grupo de ingresos altos y medios, y que por fuera de sectores asalariados las acciones estatales sean de escala limitada y tiendan a reproducir condiciones de marginalidad. Contrario a la definición de vivienda como mercancía, se considera que la falta de vivienda es una necesidad social, por lo que el acceso a la misma es un derecho que debe ser satisfecho mediante la intervención del Estado (siendo éste uno de los agentes sociales que interviene en el intercambio demandante, oferente y regulador de las relaciones de transacción). El Estado debe garantizar el acceso a una vivienda digna como un derecho social implementando, para lograrlo, una política social que tenga como objetivo el bienestar social, en un sentido amplio, tal como es definido por Margarita Rozas Pagaza (1998: 20) cuando explica que “… el concepto de bienestar social no solo se refiere a la suma de bienestares individuales sino a la creación de condiciones de igualdad y de justicia social…”.

Definición de la problemática de vivienda social en la ciudad Vivir en la ciudad no es solo ocupar una vivienda. También es contar con unas condiciones de habitabilidad, una calidad ambiental en el lugar donde se vive y tener acceso a los servicios públicos y sociales, al igual que a equipamientos. Cuestiones que indican que el tema no es solo la vivienda sino que es el hábitat el debe ser abordado desde una perspectiva integral que contemple todos estos aspectos. Como se mencionó antes, el “problema de la vivienda”, en particular la vivienda para los sectores de más bajos ingresos, no es sectorial sino que, debido a su magnitud, a su continuidad en el tiempo y a su progresivo incremento, es estructural de la ciudad y de la sociedad, y como tal debe ser considerado en la definición de los proyectos para la transformación de la ciudad. El derecho a la ciudad implica el derecho a un hábitat y a una vivienda digna, el derecho al medio ambiente, y así podemos seguir enumerando todos los derechos fundamentales, los derechos humanos, los derechos económicos, sociales y

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


culturales, que deberían estar plenamente garantizados por el Estado, incluyendo la participación activa de la sociedad en su conjunto, y que en la actualidad se encuentran vulnerados, generando exclusión y fragmentación social. La vivienda no se puede entender solo como una unidad que acoge a la familia o el hogar, sino que en lo físico espacial es un sistema integrado por el suelo, la infraestructura de urbanización, los servicios públicos domiciliarios y los equipamientos social-comunitarios. Por otra parte, es el conjunto de relaciones sociales, económico-políticas y culturales que se desarrollan en una comunidad en un hábitat determinado, siendo “… los atributos colectivos del hábitat urbano los que determinan en mayor medida la calidad de vida de los ciudadanos o lo que algunos llaman el disfrute pleno del derecho a la ciudad…” (Florián, 2005). Estos atributos colectivos del hábitat urbano se manifiestan en diversas escalas, tales como la escala local (urbana o rural), de barrio, vecindario, a nivel de conjunto habitacional y de agrupación de unidades de vivienda. Los diversos atributos de la vivienda se expresan en aspectos funcionales, espaciales o formales, tanto estéticos como significativos, materiales, ambientales, incluyendo también todas las fases del proceso habitacional (planificación, programación, diseño, construcción, asignación y transferencia, alojamiento y mantenimiento, seguimiento y evaluación). En dicho proceso participan como agentes sociales los sistemas públicos, privados, técnico profesionales y la población.Para los sectores de población de más bajos ingresos y los grupos más vulnerables, la vivienda social se ha de entender como la finalidad de la política de vivienda social, es decir que ésta “…no se justifica por sus productos sino por sus efectos...” (Florián). Una política en ese sentido y de provisión de servicios tiene por finalidad, entre otros aspectos, los siguientes: 1. Reducir el déficit habitacional que, fundamentalmente, afecta a los sectores de la población de más bajos ingresos y/o de recursos inciertos. 2. Mejorar las condiciones de la calidad de vida urbana que actualmente ofrecen los barrios auto-producidos de las ciudades, de modo tal que los servicios públicos y los equipamientos urbanos sean apropiados en forma socialmente justa y equilibrada por todos los habitantes 3. Adelantar infraestructuras y/o condiciones de saneamiento al proceso de urbanización.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

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4. Componer áreas urbanas deprimidas o desestructuradas a partir de intervenciones que incorporen nueva vivienda.

Consideraciones generales En este apartado, retomaremos algunas de las ideas planteadas a lo largo del texto con la intención de reafirmarlas y comprender su carácter estructural. 1. Los problemas del hábitat y la vivienda en Colombia son inseparables de los ritmos y dinámicas generales del proceso de urbanización. Las particularidades de este último marcan profundamente los rasgos de la problemática habitacional, por tanto ésta debe tratarse de manera integral con todo lo relacionado con el problema del desarrollo urbano. 2. Los procesos de urbanización en Colombia se han dado con base en dinámicas de migración campo–ciudad y simultáneamente a partir de procesos de especulación del suelo. De esta manera, estos mismos elementos se convierten en aspectos estructurantes para comprender la problemática de la vivienda en Colombia. 3. La política de vivienda en Colombia se caracteriza más por ser una política financiera que por ser un elemento que evidencie una visión sostenida a largo plazo para enfrentar la magnitud de la problemática que se presenta en el país. 4. Las políticas planteadas hasta el momento como un posible alivio o solución del problema de la vivienda no han sido suficientes para enfrentarlo. Además de la insuficiencia de recursos, esto evidencia la ausencia de voluntad política para priorizar este tema (entendido tanto desde el aspecto de la construcción de nuevas unidades como desde los aspectos del mejoramiento del hábitat, tanto en la escala barrial como de la vivienda) dentro de la agenda pública, lo que, a su vez, implica no comprender su importancia estratégica dentro del marco del ordenamiento territorial urbano. 5. Otro factor que refuerza lo anterior, es que –a pesar del paso del tiempo y de la experimentación con diversas fórmulas de solución– el problema se ha agravado, con base en los mismos elementos estructurales que han trascendido sin hallar solución. Un ejemplo reiterado es la incapacidad del gobierno nacional de proporcionar una vivienda digna a la población desplazada por el conflicto interno

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


por un mecanismo diferente al de los subsidios, dándoles el mismo tratamiento que el de los pobres históricos de las ciudades. 6. El diseño y ejecución de la política de vivienda se ha entregado al sector privado, la rama pública se ha limitado al papel de veedor y a la entrega de una parte de los recursos, mas no ha marcado la lectura del problema. Por lo tanto, el sector privado ha obtenido un “cheque en blanco” para disponer de las decisiones que ha terminado orientando en torno a sus intereses particulares y sobre las que el mayor beneficiado ha terminado siendo el denominado sector de la construcción, que ha repuntado en sus grandes utilidades monetarias a lo largo de las dos últimas décadas gracias a la construcción de Viviendas de Interés Social. Es decir, la política de asignación de subsidios directos a la demanda han dinamizado el sector de la construcción, antes que para atender a la población más vulnerable. Una evidencia concreta de ello lo constituye el hecho de que un porcentaje importante de los subsidios se traslade a los propietarios del suelo. 7. Lo anterior hace que, muchas veces, el tema de la solución de la problemática de la vivienda se confunda con el de la construcción, generando unilateralidad en la mirada. 8. Haber optado por priorizar el mecanismo de subsidios por encima de otro tipo de soluciones implica aceptar que la prioridad de la denominada política pública de la vivienda no se centra en los sectores de población de menores ingresos, sino en la población que es sujeto de crédito. Se asume que la mejor estrategia consiste en “mejorar” la capacidad de pago de los más pobres con una ayuda individual. 9. Unido a lo anterior, es necesario comprender que los sectores de población de más bajos ingresos han participado activamente en la construcción de ciudad por medio de la auto-producción de vivienda, y en general del entorno urbano de los barrios informales auto-producidos. Esto hace que el mejoramiento deba ser un punto prioritario en la política de vivienda, pues la llamada ciudad informal constituye más del 24% del total de las áreas urbanizadas de las ciudades colombianas, como ya se señaló. 10. La experiencia acumulada de la auto-producción de ciudad en Latinoamérica, donde Colombia no ha sido la excepción, a lo largo de más de seis décadas demuestra que los pobladores urbanos han sido capaces de auto-producir progresivamente sus viviendas y con ellas su hábitat inmediato, disponiendo de mecanismos de financiación acordes con sus condiciones de trabajo y de movilización de recursos.

REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA 1990 – 2008

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11. El papel de los municipios es fundamental en la resolución del problema de la vivienda, a partir de la implementación y profundización de la política de descentralización; sin embargo, eso no ha sucedido, por falta de conciencia, posibilidades e instrumentos eficaces, pero también porque la descentralización no ha sido un proceso real en la mayoría de municipios y regiones del país. 12. Es clave recalcar permanentemente que el tema de la vivienda no puede ni debe dedicarse a favorecer los sectores solventes de la sociedad, que es urgente que se oriente hacía los sectores más desfavorecidos. 13. Por último, es importante recoger algunas de las recomendaciones en torno al tema de la vivienda, que ha planteado Gilberto Arango (2001: 227-263) como alternativas al manejo del mismo, las cuales aún continúan vigentes: • Formular una ley integral de vivienda que atienda y garantice las condiciones mínimas de calidad, en términos de confort, habitabilidad, durabilidad y sostenibilidad. • Garantizar una tenencia segura para la población económicamente más vulnerable. • Establecer un régimen de compromisos y responsabilidades entre los diferentes agentes sociales. • Dotar de instrumentos eficaces a los municipios para que puedan intervenir en el mercado del suelo urbano y la vivienda. • Crear un sistema nacional de información sobre la población demandante de vivienda. • Educar a la población respecto al tema de la vivienda y su gestión. • Sacar a la Vivienda de Interés Social de la esfera del mercado, facilitando el acceso al crédito, estableciendo criterios claros de operación del mercado y garantizando la calidad de las soluciones. • Sincronizar la movilización de los recursos, la administración de los procesos y el desempeño de los actores que intervienen en ellos. Una política de vivienda comprometida con el desarrollo equilibrado de la nación tiene que hacer posible su accesibilidad, mejorar la calidad de vida y garantizar una tenencia segura para todos. Sobre las alternativas a la oferta de vivienda se requiere la diversificación de ofertas que generen condiciones de universalización y mayores impactos sociales y de integración urbana. Para ello, se ha de partir por reconocer que la solución a los problemas de hábitat y vivienda, en el caso colombiano, no ha de ser solo una vivienda nueva, sino un abanico de múltiples alternativas que van desde la vivienda

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT


en arrendamiento o con opción de compra –leasing habitacional– hasta la plena propiedad. Ello implica reconocer que es un proceso que implica gradualidad en el tiempo. El diseño de este abanico de posibilidades de solución para el acceso a una vivienda digna para la población de más bajos ingresos permitirá determinar el tipo de solución para cada hogar, o grupo específico, dependiendo de varios factores, tales como sus condiciones étnicas y culturales, su situación actual, su tiempo desplazamiento –en el caso de la población desplazada– y el tipo de hogar, entre otras. Ahora bien, es claro que la realización plena del derecho a la vivienda para la totalidad de la población colombiana no puede darse a corto o, incluso, a mediano plazo, siendo por tanto necesario diseñar distintas alternativas para solucionar la precaria situación habitacional del colombiano analizando distintas formas de tenencia segura que puedan irse asegurando, siempre con la perspectiva de convertirlas en soluciones de largo plazo. También es necesario reconocer que la política de vivienda ha sido fundamentalmente orientada hacia la generación de vivienda nueva y aunque se han planteado otras alternativas, éstas no se han fomentado. Entre las soluciones a observar como algunas de las alternativas a la vivienda para la población colombiana se enumeran las siguientes posibilidades: 1. Adquisición de vivienda nueva. 2. Adquisición de vivienda usada (frente al acceso a una vivienda usada se requiere de un peritazgo más flexible para su valoración –ello implica acciones de mejoramiento de vivienda y mejoramiento barrial). 3. Construcción en sitio propio (implica reconocer que ya se cuenta con un lote urbanizable). 4. Mejoramiento de vivienda actual (se presentan casos en los cuales la población satisfizo por su propio esfuerzo el acceso a una vivienda pero ella requiere ser mejorada y adecuada). 5. Adecuación de asentamientos de origen informal (implicaría la legalización de títulos, mejoramiento de entorno y vivienda, etc.). 6. Propiedad colectiva de vivienda (es necesario pensar en formas de propiedad colectiva poco comunes en Colombia). 7. Sería posible estructurar programas de reciclaje de estructuras urbanas para vivienda mediante la adquisición y readecuación de edificios abandonados y

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vivienda usada que estén aptos estructuralmente, ya sea para vivienda nueva o vivienda en alquiler, considerando distintas opciones de tenencia (propiedad colectiva, arriendo de largo plazo, arriendo con opción de compra, entre otros, para algunos grupos de población que encuentren albergue temporal en tanto acceden a una vivienda definitiva). 8. Vivienda agro-productiva en los bordes urbanos y áreas rur-urbanas (suelos de expansión), con el desarrollo de proyectos agroforestales, guardabosques, entre otros. 9. Diseño de asentamientos humanos rurales. Así mismo, en el diseño y concepción de las alternativas de vivienda para la población de más bajos ingresos ha de tenerse en consideración el concepto de vivienda productiva, ya que ésta no cumple una función única de dormitorio o lugar de alojamiento. Ello ratifica el hecho de que la vivienda es entendida y apropiada como solución a una necesidad y no una mercancía que se configura para ser comercializada. Todos estos conceptos técnicos son tan importantes como la accesibilidad y los esquemas novedosos y ágiles de tipo financiero dirigidos a las poblaciones de menores recursos. La vivienda tiene un papel decisivo en la calidad de vida y el hábitat de las personas. El acceso a una vivienda digna no está limitado por factores de tipo tecnológico o de falta de insumos, sino por restricciones financieras, al absorber una parte significativa del ingreso familiar. Sin políticas nacionales de vivienda, solo los grupos de mayores ingresos podrán tener acceso a una vivienda. En países con limitaciones de recursos, como los latinoamericanos, debería impulsarse la recuperación y rehabilitación de la vivienda y el aprovechamiento máximo de las infraestructuras existentes. La tendencia que se seguirá desarrollando como política pública en materia de habitabilidad y vivienda será el fortalecimiento de los sistemas nacional y municipal de subsidios a la vivienda nueva, el apoyo a la definición de políticas financieras para la construcción de nuevas soluciones habitacionales por parte de la denominada industria de la construcción y el impulso a programas locales de gestión del hábitat y entorno construidos para su mejoramiento. Ello, sumado a la reducción cada vez mayor del número de metros cuadrados ofertados como soluciones formales habitacionales que hoy llegan en algunos casos a los 28 metros

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cuadrados ofertados67; es decir, el déficit cuantitativo y cualitativo de vivienda continuará, sumado a la “supuesta” escasez de suelo urbanizable en la mayoría de las ciudades, la sostenibilidad de los incrementos de cobertura en agua y saneamiento, así como el desorden del transporte público. En paralelo a esta situación del ámbito estatal y del mundo del mercado, el mercado informal de suelo urbano y la auto-producción de las viviendas en asentamientos informales seguirá siendo, en el caso colombiano, la característica mayoritaria y prioritaria para resolver el acceso a la vivienda, que hoy ya alcanza el 24% de las áreas urbanizadas, que suman más del 40% de la población que vive en las ciudades colombianas68. A todo ello hay que sumarle el abandono de las áreas centrales y los procesos de renovación y re-habilitación de las antiguas zonas residenciales de estratos medios y altos, que está produciendo graves desequilibrios en el territorio de la ciudad, con consecuencias graves sobre los niveles de calidad de vida, productividad y sostenibilidad de las ciudades. Los documentos nacionales de política pública establecen que la gestión del desarrollo urbano en Colombia ha de basarse en seis ejes de actuación: 1. 2. 3. 4. 5. 6.

Impulso a la renovación y redensificación urbana. Mejora a las condiciones de los asentamientos precarios. Mejora a la movilidad de las ciudades. Prevención y mitigación de riesgos ambientales urbanos. Mejora a la calidad de las áreas de expansión de las ciudades. Ajuste institucional y normativo.

En las ciudadelas de Metrovivienda, en Bogotá, se observan proyectos de la Constructora Bolívar con estas dimensiones. 67

El documento CONPES 3305 calcula que el área neta de uso residencial que corresponde a asentamientos de origen informal construidos mediante el denominado desarrollo progresivo, con enormes problemas de calidad, habitabilidad y sostenibilidad, en las principales ciudades del país varía significativamente. En el caso de las cinco principales ciudades, corresponde al 16% en promedio; para las ciudades con más de 300.000 habitantes, el porcentaje es de 19% y en las que tienen entre 100.000 y 300.000 habitantes es de 24%, lo cual implica una problemática más seria en términos relativos en este grupo de ciudades. 68

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Algunas consideraciones sobre las políticas públicas Las políticas públicas no se pueden limitar a atender solamente las preexistencias, sino que también han de actuar sobre las causas que generan las problemáticas del hábitat y la vivienda. Ello exige atender en paralelo acciones frente a la legislación urbanística, establecer políticas de prevención y mejora de la vivienda ya producida, y fiscalizae y controlar los nuevos asentamientos auto-producidos. Así mismo, y como señala Nora Clichevsky, se deben generar acciones en torno a políticas macro de generación de empleo y mejora en la redistribución del ingreso. De lo contrario, estos programas se convierten en paliativos que pueden redundar negativamente en la población pobre urbana. Se han de implementar aspectos operativos en la agenda institucional –institucionalidad, gobernabilidad y financiamiento– que configuren una propuesta de plan estratégico-instrumental que permita resolver los desafíos planteados en horizontes temporales de corto, mediano y largo plazo. Agenda que se ha de priorizar para conseguir avances sustantivos en el logro de la sostenibilidad urbana y territorial en Colombia, que a su vez dialogue con una estrategia de acción según los cinco ejes estratégicos propuestos en la agenda urbana para América Latina. Para el caso colombiano, las prioridades serían así: 1. empleo e ingresos, 2. suelo, 3. vivienda, 4. servicios públicos, y 5. espacio público. Dado que el motor del actual modelo de desarrollo basa su accionar en el mercado y con éste el dinero, se requiere por tanto garantizar que las sociedades cuenten con mecanismos eficientes y efectivos de acceso a capital, para la inversión y el consumo. Por tanto, el empleo se convierte en la pieza fundamental de todo el engranaje, ya que al generar ingresos permite la rotación del capital a través del consumo de mercancías que simultáneamente estimulan la producción y circulación de mercancías en el ciclo económico de producción-distribución-consumoproducción. Desde esta perspectiva, la prioridad ha de ser la habilitación de empleo, principalmente productivo, y de otros mecanismos que generen ingresos al conjunto de la población para satisfacer sus necesidades básicas, acceder a bienes y servicios, entre ellos la vivienda. Por otra parte, en los escenarios urbano y rural el acceso a la tierra se convierte en un anhelo de la población, sumado a un factor cultural que solo reconoce como válida esta forma de acceso al suelo. Para el caso del suelo urbano se debe dis-

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poner suelo urbanizable para que los sectores de población de más bajos ingresos puedan acceder a la vivienda y desarrollar su hábitat. Ello implica la intervención directa del Estado en su producción, en su intermediación y en la regulación en función de la oferta privada, aplicando el principio establecido por la carta constitucional (1991) sobre la prevalencia y predominio del interés general respecto del interés particular (artículos 1º, 58 y 82)69. Con la garantía del acceso a suelo urbanizable es posible ordenar los procesos de configuración del territorio urbano y, por tanto, implementar una política de vivienda para sectores de bajos ingresos, ya sea a través de vivienda nueva terminada, unidades básicas para desarrollo progresivo con acompañamiento técnico o programas de lotes con servicios, entre otras modalidades. Es decir, el suelo urbanizable se convierte en el catalizador de las necesidades y demandas de acceso a la vivienda y en un instrumento que combate de manera directa los procesos de ocupación irregular del suelo. Esta política de acceso a suelo urbanizable ha de estar acompañada de un fuerte impulso a garantizar desde un primer momento condiciones básicas de calidad de vida urbana. La disponibilidad del acceso a servicios públicos domiciliarios e infraestructura contribuye de manera sustancial a la mejoría de las condiciones de salubridad, recreación y generación de actividades productivas en la vivienda (entre otros aspectos), al convertirse en factor de mejoramiento tanto de la vivienda como del hábitat construido, pues influyen en la generación de ingresos y en la aparición de puestos de trabajo a través del desarrollo de la vivienda productiva. Por su parte, el proceso de consolidación de las condiciones de mejoramiento barrial, de las viviendas y el hábitat, así como la consolidación de los mismos, exige la aparición y fortalecimiento del espacio público junto a los equipamientos, tanto para la atención de las necesidades de seguridad social básica (educación, salud, bienestar social) como para el disfrute de la recreación y el ocio (parques, plazas, alamedas, ciclorrutas, etc.), así como la socialización y disfrute de lo público. Ello exige su definición, construcción y adecuación, sumado a la implementación de mecanismos adecuados de mantenimiento y sostenibilidad.

De otra parte, el ordenamiento del territorio en Colombia se fundamenta en tres principios que se interrelacionan entre sí, los cuales enmarcan y fundamentan la acción de las autoridades (Artículo 2º de la Ley 388 de 1997): 1. La función social y ecológica de la propiedad. 2. La prevalencia del interés general sobre el particular. 3. La distribución equitativa de las cargas y los beneficios. 69

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El asocio de estos cinco aspectos permitiría conseguir avances sustantivos en el logro de la sostenibilidad urbana y territorial en Colombia; sin embargo, la realidad es otra, pues las acciones en cada uno de estos cinco ejes hoy tienen prioridades distintas, al igual que niveles de actuación y decisión diferentes. Un ejemplo lo constituye el manejo del espacio público, cuya responsabilidad está asociada exclusivamente al escenario municipal en tanto que la vivienda hace parte de las escalas de actuación y preocupación nacional, regional y local. Ello demanda una articulación de políticas y programas que le den la coherencia necesaria para poder generar el efecto positivo de contribución a la superación de la pobreza y la precariedad urbana en Colombia. Como última consideración, es fundamental garantizar que se reconozca la existencia de un alto porcentaje de población de muy bajos ingresos que seguirá excluida y no será tomada en cuenta a través de los actuales mecanismos de la denominada política de vivienda. Así mismo, es necesario reconocer que la solución a la problemática del hábitat y la vivienda en Colombia no puede seguir estando sustentada en la ampliación de estímulos a los propietarios de suelo urbano y la denominada industria de la construcción, como tampoco al sistema financiero, que fuerza a todos los colombianos a poseer una cuenta bancaria como política “obligada de ahorro” (bancarización). Es hora de pensar en alternativas efectivas que atiendan a los sectores de población de más bajos ingresos, reconociendo la importancia y el aporte que éstos han hecho a la generación de riqueza en la ciudad y la economía a través de los procesos de auto-producción del hábitat y la vivienda en las ciudades colombianas.

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Las regiones morales

en los sectores

medios La diseminación de lo

subalterno y lo hegemónico EN LA CARACTERIZACIÓN

DEL HÁBITAT URBANO Jairo Rodríguez Leuro


LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO EN LA CARACTERIZACIÓN DEL HÁBITAT URBANO Introducción La pretensión de este ensayo es reflexionar sobre la producción de los espacios simbólicos de los sectores medios desde la moralidad que está implícita en la sociabilidad que desarrollan en la ciudad. Por medio de las reglas para el encuentro, los diseños arquitectónicos, las formas de presentarse en público, la moralidad se visibiliza. En últimas, en la ciudad se configuran territorios simbólicos en los cuales los gustos e intereses se visibilizan constituyendo una atmósfera que habla de la identidad de sus habitantes y define que la ciudad se configure mediante regiones morales. En la sociabilidad que se genera en el barrio se visibiliza la moralidad que regula las relaciones de los habitantes. En los consensos que regulan la vida cotidiana en el barrio se manifiestan las reglas, los territorios y los gustos que construyen lo colectivo, pero además definen la diferencia con los otros que no lo habitan. Por lo anterior, el barrio se constituye en uno de los territorios simbólicos que nos permiten abordar la moralidad de los sectores medios, constituyéndose en la primera región moral de los mismos.

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Para los sociólogos Ledrut y Keller, las relaciones de contacto, los puntos de unión, permiten observar la frecuencia de las relaciones de los habitantes de un barrio. Si bien este aspecto es cuantitativo, además podemos destacar uno cualitativo que tiene que ver con la intensidad de la vida barrial, la cual, junto al diseño arquitectónico y al equipamiento de servicios colectivos, son aspectos importantes en la definición de la personalidad y distinción del barrio (Gravano, 2005: 100). En la obra de Ledrut se destacan varios aspectos: el primero se relaciona con la articulación que el barrio tiene con la ciudad por medio de los desplazamientos de los habitantes a los lugares de aprovisionamiento y recreación que están fuera de éste. El segundo aspecto a resaltar es la reflexión que Ledrut hace sobre la relativa autonomía que logran ciertos barrios en relación con el centro comercial y recreativo de la ciudad (Op. Cit.: 99). Estos aspectos nos ofrecen herramientas para proponer otros dos territorios simbólicos de los sectores medios: el lugar de aprovisionamiento y el de esparcimiento. En cada una de ellos se realizan prácticas de sociabilidad que tienen un significado para los participantes, por lo que se constituyen en espacio simbólico, en este caso, para los sectores medios, al mismo tiempo que determinan procesos de segregación con respecto a los otros habitantes de la ciudad. Estas tres regiones morales –barrio, aprovisionamiento y recreación– se convierten en un texto que narra la lucha por la hegemonía cultural en la construcción de la ciudad, entendiendo que en las regiones morales de los sectores medios se disemina la sociabilidad de los sectores campesinos y obreros en ascenso y aquella que tiene como origen a los grupos que han caído de los sectores de la élite. Gary McDonogh entiende que la producción del espacio urbano es el resultado de la lucha ideológica por la hegemonía: la construcción física del barrio, las reglas para el encuentro, las formas de presentación en público que tienen que cumplir los habitantes del barrio, los usuarios de los espacios destinados a la recreación y al aprovisionamiento son todos aspectos que permiten ver las regiones morales de los sectores medios como una arena en la que se desarrolla la lucha por la hegemonía.

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Primera parte: la región moral Definición Según Robert Park (1999: 81), en la ciudad es inevitable que los individuos que buscan las mismas emociones, ya se trate de una carrera de caballos o de una gran ópera, se encuentren de un tiempo a otro en los mismos lugares. Como consecuencia, en la organización espontánea de la vida urbana, la población tiende por sí misma a segregarse, no solo en virtud de sus intereses, sino también de acuerdo a sus gustos y a sus temperamentos. Este tipo de organización espontánea que se da en el espacio urbano, Park (Op. Cit.: 83) lo llama región moral, y afirma que es un término que se aplica más bien a las áreas donde prevalece un código moral divergente –más de lo que sería normal– por un gusto, una pasión o algún interés que se arraiga directamente en la naturaleza del individuo. Puede tratarse de un arte como la música o de un deporte como la hípica… Una región de este tipo se diferencia de otras agrupaciones sociales por el hecho de que sus intereses son más inmediatos y más profundos. Por eso sus diferencias se deben más a un aislamiento moral que intelectual. El antropólogo Ariel Gravano considera que las regiones morales, de un lado carecen de una perspectiva histórica que explique su conformación, y de otro, no abordan el conflicto social como dimensión de su análisis. Por lo que para este enfoque las regiones morales se plantean como algo natural, como un hecho consumado y no problematizante. Bajo esta perspectiva, las regiones morales aluden más al lugar del caos y de “los desviados”, en donde prevalece un código moral divergente, que ha aquellos lugares en donde se establece lo que se considera “normal”. Según Gravano, si se parte de la definición de anormal es por que hay unos valores, normas, preferencias, opiniones y objetivos compartidos por un grupo que se define como “normal”. Lo

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que nos sugiere que las desviaciones a estos ejes normativos son frecuentes en la realidad heterogénea de la gran ciudad (Gravano, 2005: 46). Ahora bien, siendo conscientes de las críticas que se han realizado al concepto de regiones morales, y aclarando que no es de nuestro interés retomarlo para el análisis del estilo de vida de la clase media, sí podemos aceptar que este concepto nos sugiere la moralidad como dimensión para abordar el estilo de vida de los sectores medios. En principio abordaremos la moralidad que se expresa en la sociabilidad como dimensión orientadora para indagar por el estilo de vida de los sectores medios. Desde esta perspectiva, proponemos tres planos para indagar por la moralidad que está involucrada en esta sociabilidad. El primero es el de los valores que están en juego en los encuentros. El segundo tiene que ver con las reglas del encuentro que se sintetizan en la “cortesía”, el “tacto”, y los “buenos” modales. Un tercer plano es el de la estética, que se materializa en las “escenografías” con sus colores, los vestidos y los tipos de cuerpos que usualmente ponen en juego estos sujetos en la sociabilidad. Tomando como base estos tres planos, podemos introducirnos en el proceso de construcción del estilo de vida de los sectores medios; además, estos planos marcan un camino para observar las formas de distancia social que elaboran frente a los que no comparten los mismos valores, no tienen las mismas reglas –“buenos” modales– y no usan las mismas estéticas. Es interesante recalcar que aquellos que no cumplen con estas condiciones se les nombra, en el caso de Bogotá, de una manera particular, son los del “sur”, y aquellos que los cumplen son los del “norte”, a los que también se les dice “gente de bien” por enumerar sólo algunos de los apelativos como se nombra su identidad. Pero esta moralidad que está en juego en la sociabilidad se realiza en varios lugares de la ciudad, de tal manera que se configuran territorios simbólicos en los cuales los intereses, gustos, e incluso temperamentos se visibilizan. Al mismo tiempo, en estos territorios se segrega a los habitantes que no tienen las mismas preferencias ni comportamientos. De esta suerte, los sectores medios producen unos espacios simbólicos en la ciudad demarcados por su sociabilidad que expresan una moralidad particular. En estos espacios se establecen unos mecanismos de segregación que permiten que los sectores medios se diferencien de otros grupos sociales, en especial de los obreros. Llamaremos a estos espacios simbólicos “regiones morales” de la clase media.

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En este sentido, las regiones morales de los sectores medios son, pues, la expresión de su estilo de vida y el seguimiento a su sociabilidad nos permite observar los mecanismos de segregación con los cuales se distinguen socialmente de otros, en especial de los sectores obreros. Ledrut destaca tres espacios en los cuales se concentra la sociabilidad de los habitantes de los barrios que él ha estudiado en la ciudad de Toulouse. El primero es el barrio, como lugar de vivienda; el segundo está definido por los lugares dedicados al esparcimiento y el tercero es el que se destina al aprovisionamiento. Estos lugares permiten construir un mapa para abordar el estilo de vida de los sectores medios en Bogotá. En estos espacios se pueden observar los valores que regulan los encuentros al igual que sus formas definidas desde la “cortesía”, el “tacto”, y los “buenos” modales y sus estéticas o “escenografías” –con sus colores, sus vestidos y sus tipos de cuerpos. En conclusión, podemos observar allí los intereses, gustos y formas de comportamiento que caracterizan a los sectores medios, es decir su estilo de vida.

Las regiones morales y el conflicto social en los sectores medios bogotanos Las regiones morales de la clase media en Bogotá están demarcadas por el conflicto social que ha caracterizado a la sociedad colombiana en los últimos 50 años. Desde la década de los años cincuenta, Bogotá, como capital de Colombia, ha tenido que vivir grandes oleadas de inmigraciones de campesinos que huyen de la guerra y/o que buscan oportunidades económicas. De suerte, que en la capital colombiana una de las características de mayor regularidad es el crecimiento constante de los sectores que poseen su fuerza de trabajo, pero que no la pueden vender, lo cual los convierte en marginales, no sólo en lo económico sino en lo socio-cultural. Ariel Gravano (2005: 93) retoma las reflexiones de José Nun, quien dice que el ejército industrial de reserva, que en la etapa del capitalismo competitivo tenía una clara función dentro del sistema (producir la baja de los salarios), en América Latina es tan grande y numeroso que una variación en su número no afecta el precio de los salarios.

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En Bogotá, este fenómeno va acompañado del aumento de la economía informal, de la subterránea y de otros fenómenos articulados a la ilegalidad. Todos estos aspectos contribuyen a la construcción de un ambiente de inseguridad en la ciudad en el que los medios de comunicación masivo han cumplido un papel importante en su difusión, incluso en algunos momentos, sobredimensionándolos. Estos aspectos han contribuido a la sensación de inseguridad que los sectores medios han vivido. Frente a este clima, los sectores medios reaccionaron por medio de la instauración de estrategias de seguridad para el desarrollo de su sociabilidad. Las reglas de acceso estrictas y los dispositivos de seguridad sofisticados se hicieron cada vez más frecuentes y generaron procesos intensos de segregación urbana. Este contexto conflictivo explica, en parte, que las regiones morales de los sectores medios se demarquen nítidamente en el espacio urbano de Bogotá, materializando de manera intensa el proceso de segregación; característica que no sólo se presenta en el uso que los habitantes le han dado a la ciudad, sino en la distribución geográfica de los barrios.

La definición de las “regiones morales” de los sectores medios En principio, en la ciudad podríamos establecer tres espacios que se configuran como regiones morales de los sectores medios: el lugar de residencia, el de esparcimiento y el de aprovisionamiento. Desde el interior de las regiones morales son los valores que circulan en las interacciones los que convocan a cierto tipo de habitante de la ciudad, excluyendo a otros; del mismo modo se encuentran las reglas que definen el “buen” y “mal” comportamiento como otro de los dispositivos para la definición y delimitación simbólica de las regiones morales. Desde el exterior de las regiones morales, la delimitación tiene como gran protagonista los imaginarios sobre el uso del espacio urbano que se generan en los habitantes de la ciudad. Uno de los actores que participan de manera importante en la construcción de los imaginarios son los medios de comunicación, de tal manera que son algunos diarios los que desde sus columnas y secciones definen a

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una zona como “peligrosa” y “pecaminosa”, mientras que otras son mostradas como modelo de vida moderna.

La región moral de los sectores medios En la sociabilidad se expresan corrientes de valores, de percepciones y de concepciones de la vida que, en últimas, configuran una moralidad. La sociabilidad permite identificar el estilo de vida, en este caso, de la clase media; visibiliza formas de segregación y de inclusión que tienen que ver con el cumplimiento de reglas que se ponen en juego en el encuentro, con las formas de expresarse oralmente, con el tipo de vestido que hay que usar, con las reglas para comer, hablar e incluso caminar, entre otras. Es precisamente a la cristalización de una moralidad en la sociabilidad que se conforma en un espacio simbólico en la ciudad lo que llamaremos “región moral”. Sin embargo, la región moral no se suscribe al barrio, entendido como el mundo del peatón, sino que además de este espacio –el barrio– la región moral se disemina por el espacio urbano; en este sentido se agregan dos escenarios al ya constituido por el barrio: los que se conforman en los lugares de esparcimiento y los que aportan los lugares de aprovisionamiento. La región moral configuraría al espacio urbano como un producto ideológico, ya que en la sociabilidad encontraríamos valores y formas que harían inteligible a estas configuraciones espaciales como producciones simbólicas que segregan a un sector de la población e integran a otro; es decir, en la configuración espacial se visibilizan las representaciones sociales de estos sectores sociales. La primera región moral es el barrio, donde la sociabilidad tiene dos escenarios. El primero es el de la vida cotidiana, donde las interacciones más frecuentes son: el encuentro en la esquina, en la tienda, en el parque o, en su defecto, en la casa. El segundo escenario es el destinado a los encuentros que, mediados por intereses específicos, exigen cierto tipo de organización formal: asociaciones de vecinos y juntas de propietarios, entre otros. La segunda y la tercera región moral estarían dadas por las relaciones de los habitantes con la ciudad, en especial, con los centros de aprovisionamiento y de recreación que están fuera del barrio. Partimos del hecho de que en los sectores medios “la mayor parte de la población no puede ir caminando a su trabajo ni a

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realizar compras al centro”, lo que nos plantea la ponderación de la relación entre asentamiento o instalación y movimiento o circulación, dentro de la cual los barrios conformarían también un resultado histórico producto del impulso a asentarse en una comunidad local y a la vez movilizarse espacialmente alejándose de la misma (Gravano, 2005).

La primera región moral: el barrio en los sectores medios Para Ledrut (1974: 121), un barrio es aquella parte de la ciudad cuya población ha aumentado de tal manera que ya no puede continuar formando una comunidad local. Plantea que: en determinada fase evolutiva de las ciudades aparece una diferenciación de dos zonas: el centro y los suburbios. Se constituyen así barrios que en el pasado tendieron siempre, en mayor o menor medida, a formar comunidades locales. Cada uno de estos barrios tiene individualidad propia. Debe su unidad –que lo convierte en parte distinta, dentro de la ciudad por un lado, a los equipamientos y comportamientos sociales relacionados con el barrio; por el otro, a una organización espacial que se asegura límites hasta cierto punto netos y una cohesión más o menos fuerte. En la elaboración conceptual de barrio que realiza Ledrut destacan una serie de instituciones que deben hacer parte del barrio. Según este sociólogo, frecuentar los comercios, las escuelas, la iglesia, las salas de reunión y de espectáculo, instalados dentro de ciertos perímetros, contribuye a crear un barrio (Ledrut, 1974: 121). Sin embargo, por un lado es preciso que estos equipamientos sean bastante numerosos y se hallen próximos y que el sector pueda aislarse de la ciudad. Por otro lado, asegura esta individualidad del barrio la existencia de un centro o eje (que puede ser una plaza, una calle o un paseo público) donde están reunidos los principales equipamientos. También es menester que la disposición espacial lo separe, de manera continua o discontinua, de los demás barrios. Ambas condiciones se interrelacionan: la existencia de un núcleo de vida y las reuniones periódicas de los habitantes

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tienden a crear límites a alguna distancia. Estos límites se constituyen tanto más fácilmente si existen cortes o interrupciones. Estos límites y extensión de los barrios dependen de la distancia que se pueda recorrer sin esfuerzo, a pie, con el fin de utilizar el equipamiento. Para Ledrut, “el barrio es el mundo del peatón”. El barrio tiene su personalidad colectiva que le da identidad frente a otros barrios. Agrega que la intensidad de la vida del barrio es un factor importante en la definición de su individualidad. El barrio está constituido por una serie de unidades vecinales cuyas características constituyen la personalidad del barrio y lo diferencian del centro de la ciudad y de otros barrios. Así, esta identidad que expresa el barrio no es la sumatoria de las características de las unidades vecinales, convirtiéndose en la síntesis y contribuyendo a generar una cierta autonomía.

El vecino. Su escenario: el barrio Simmel (2002) llama sociabilidad al instante del encuentro; según él, es una configuración pura que no tiene finalidad material, no tiene contenido, ni resultado que estuviera, por así decirlo, fuera del momento sociable del encuentro como tal. En el caso de los barrios, la sociabilidad más importante se da entre los vecinos, aunque, por supuesto, podemos encontrar otros actores sociales, como los amigos y los parientes. Según Susan Keller (1979), el vecino, aunque se le ignore, existe por el hecho de estar próximo en el espacio físico, pero, una vez que interviene la distancia cesa de existir la relación de vecindad como tal. La proximidad física es significativa para la creación y el mantenimiento de las relaciones de vecindad, a diferencia de la relación de amistad que puede hacerse en cualquier lugar: donde uno vive, se divierte o trabaja. Las relaciones entre vecinos están, en parte, colectivamente definidas y, por tanto, tienen normas que las regulan socialmente; en cambio la amistad, por lo general, suele ser una cuestión personal y privada, al igual que su regulación. El nivel de intimidad entre vecinos está definido colectivamente, en la amistad la base real es una reciprocidad estrecha enraizada en la confianza, el afecto y el respeto mutuo (Keller, 1979: 53).

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La relación de amistad se escoge, mientras que al vecino no. Partiendo de la información que se ha obtenido hasta el momento en el caso de los sectores medios, la elección del vecino esta mediada por tres aspectos: en primera instancia, por la capacidad adquisitiva para adquirir vivienda; segundo, aparece el gusto por un tipo de vivienda apartamento o casa en el que se desea vivir; en tercer lugar, está mediada por el sitio de preferencia para vivir que puede ser cerca o en la ciudad70. Según Susan Keller, el vecino al realizar algunas actividades que regularmente realizan los amigos o parientes lejanos puede reemplazarlos pero nunca desplazarlos. Sin embargo, ser un buen vecino no es en absoluto lo mismo que ser un buen amigo. Si se llega a edificar una buena amistad con el vecino, esta relación amistosa desplaza a la relación vecinal. El grado en que los individuos transforman las relaciones vecinales en relaciones de parentesco o amistad probablemente varía según el grupo y el contexto, pero una vez que se ha transformado así la relación vecinal, ésta ha dejado de existir exclusivamente como relación vecinal. Los buenos vecinos, se ha dicho, son amistosos pero no amigos Para Susan Keller el rol de vecino se define de acuerdo a las expectativas que el consenso común de los vecinos determine para esta función, es decir, que tiene una significación local. Esta socióloga resalta tres características que debe tener un vecino: 1) proximidad física, 2) la relación entre vecinos está en parte colectivamente definida y tiene mayores consecuencias sociales que la amistad; y 3) la relación de vecindad tiene un grado de intimidad menor que el de la amistad. En palabras de Susan Keller, el rol de vecino encaja en una red de roles sociales y su explicitación depende de la naturaleza de la estructura social que incluye la densidad de la población, la distancia entre las viviendas, el nivel económico de los habitantes, el grado de cooperación pedida o permitida entre los residentes y la confianza generada por los individuos en los no parientes.

La distancia física no destruye la relación de parentesco porque es prescrita, se tiene que reconocer, aunque no se tiene por qué apreciar; si el pariente se distancia físicamente e incluso socialmente, ésta no desaparece. La relación de parentesco está regulada por la tradición de la familia y por la colectividad a la que pertenece el sujeto. 70

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Algunas preguntas para construir el contexto del vecino y sus relaciones de vecindad Puesto que ni las necesidades de los residentes ni las condiciones que dan lugar a estas necesidades son universales, ni uniformes, encontramos considerables variaciones en los contenidos de las relaciones de vecindad en cada uno de los asentamientos. Retomando a Susan Keller, rescatamos las siguientes variables que se deben tener en cuenta en la construcción de las relaciones de vecindad: 1) El contenido del rol de vecino, 2) su importancia respecto a otros roles, 3) la formalización y rigidez de la definición y 4) el grado de consenso respecto a los derechos y deberes asociados con este rol. De estas variables surgen las siguientes preguntas en cuanto al rol del vecino: ¿cuáles son los “buenos” y “malos” vecinos?, ¿cuáles son las formas de distinción entre los vecinos?, ¿cómo es la distribución espacial de las viviendas?, ¿quiénes regularmente frecuentan las viviendas?, ¿cuáles son los rituales familiares a los que pueden asistir los vecinos?, ¿cuáles son las ayudas que se prestan entre vecinos?, ¿cuáles son las organizaciones en las que más se participaba como vecino?

Primera región moral de los sectores medios: el barrio y el rol del vecino en el estilo de vida de los sectores medios Según el profesor Gravano, para los sectores medios, el barrio es un símbolo de distinción. Uno de los atributos de esta distinción es la personalidad colectiva que esta relacionada con: la intensidad de la sociabilidad en el barrio, con los tipos de la organización y con la autonomía frente a la ciudad de los centros de aprovisionamiento, de recreación y de esparcimiento. La personalidad da cierto prestigio al barrio definiendo uno u otro tipo de habitante. Otro de los atributos del barrio que juega en su constitución como símbolo de distinción de los sectores medios tiene que ver con el modelo arquitectónico, es decir, con que ofrezca un equipamiento colectivo moderno, sistemas de seguridad, facilidad para acceder a los lugares de trabajo y cierto modelo estético. Sin embargo, parecería que la historia del barrio no juega ningún papel en la construc-

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ción de la distinción de los barrios de los sectores medios, por el contrario, parecería que es la búsqueda de lo nuevo lo que define la elección de la vivienda. Pero más que hacer una afirmación sobre este tema, interesa hacer la pregunta sobre ¿cuál es el grado de importancia que tiene la historia en la constitución del barrio como símbolo de prestigio

Segunda región moral de los sectores medios: el lugar de aprovisionamiento Según Ledrut, algunas actividades de consumo no se pueden realizar en el perímetro del barrio, generalmente son aquellas que se hacen con poca frecuencia. En la medida en que la ciudad crece, estas actividades se realizan cada vez más lejos del barrio, sobre todo en aquellos barrios que están mas alejados de los diferentes centros comerciales lo que provoca que los espacios de consumo se amplién a la ciudad Las compras que se realizan a diario están generalmente cerca de la vivienda, lo que hace que el consumidor sea dependiente en relación con el barrio. Un equipamiento completo, particularmente en el plano comercial, permite una relativa autonomía, por lo menos, con respecto a otras zonas de aprovisionamiento. Los alimentos y las compras de menor cuantía tienden a efectuarse dentro del barrio o en lugares cercanos. La poca importancia que se le da, dentro del presupuesto familiar, al consumo diario, en relación con las inversiones de alto costo son factor de desplazamiento regular hacia áreas cercanas. Pero las compras más onerosas, como vestimenta y artículos para el hogar, entre otras, “rara vez se realizan en el barrio, debido al equipamiento insuficiente de comercios capaces de satisfacer tales necesidades” (Ledrut, 1968: 182). A pesar de que el mercado permite la entrada libre de cualquier consumidor, surgen una serie de filtros que impiden la participación en el consumo al que lo desea hacer, el primero, claro esta, es la capacidad económica, luego encontramos el gusto que define que tipo de almacén y de bien es apto para satisfacer el deseo. Estos dos factores afectan las características arquitectónicas y estéticas de los espacios dedicados a este tipo de actividad y las reglas de la sociabilidad que se desarrollan en estos lugares.

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Los bienes, el diseño arquitectónico y las características estéticas de los mercados están en concordancia con los tipos de consumidores que usualmente los frecuentan, lo cual, sumado a los valores y reglas que regulan la sociabilidad practicada en estos lugares, determina formas de segregación simbólica y espacial, de suerte que la configuración espacial y las formas de sociabilidad en el mercado configuran otra región moral de los sectores medios. En Bogotá, por ejemplo, en la década de los cincuenta, los sectores medios se empiezan a alejar del centro histórico, por lo cual las distancias cada vez se hicieron más amplias y se hizo necesario construir lugares de aprovisionamiento cerca de sus residencias. Por lo anterior, para la década de los cincuenta, aparecieron los almacenes de cadena que representaban lo más reciente en comercialización al por menor y estaban relativamente cerca de los barrios de los nacientes sectores medios. Luego, a mediados de los setenta, en las afueras de la ciudad, pero cerca de los barrios de los sectores medios, surge el primer centro comercial- UnicentroComprar, no sólo lo de moda, sino ir a comprar al lugar de moda, son dos características que definen a un tipo de consumidor, por lo que su distinción tiene que ver, no sólo por lo que compra y usa, sino por dónde lo compra y lo exhibe. Estas prácticas de consumo determinan que el espacio urbano donde se realizan se convierta en símbolo de distinción. De otra parte, es necesario tener en cuenta que otro tipo de práctica de consumo se realiza en las plazas de mercado, las cuales, más que simbolizar lo nuevo representan al campesino sinónimo de lo “tradicional”. Surge entonces la pregunta ¿cuál es el significado de estas prácticas de consumo “tradicionales” en la distinción de los sectores medios? Por último, la importancia que históricamente para estos sectores ha tenido la finca- hacienda- como lugar de descanso y de esparcimiento permite que surja la siguiente pregunta ¿cual es el papel que juega el campo como referente para los integrantes de los sectores medios? Incluso, este interrogante se refuerza al observar que en las últimas décadas la búsqueda de vivienda en pueblos cercanos a la ciudad se ha convertido en un comportamiento recurrente en este tipo de habitante urbano.

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Tercera región moral de los sectores medios: los lugares de recreación y esparcimiento En la década de los cincuenta, los sectores medios en Bogotá empiezan a consumir nuevos espacios de recreación y esparcimiento. Estos escenarios son presentados como los de moda e intentan estar al tanto de los últimos cambios en las propuestas para el uso del tiempo libre asi como de las estéticas empleadas en los países industrializados71. Discotecas, teatros, restaurantes y almacenes, entre otros, buscaban atraer a sus clientes por medio del “alo” de lo nuevo. De esta forma la moda aparece relacionada con este sector social y la pregunta que surge es por el lugar que la moda juega en las prácticas de recreación y esparcimiento; situación que tiene que ver con los hábitos de recreación y esparcimiento, así como con el significado de los lugares fuera del barrio para el encuentro; aquí lo que cuenta es el significado de la familia en la recreación, la prácticas recreativas de los jóvenes y mujeres − y sus formas de distinción − y el papel de la moda en las prácticas de recreación.

La geografía simbólica urbana: la región moral como espacio de conflicto por la hegemonía cultural La región moral, o zona gris, como una producción ideológica Las regiones morales de los sectores medios se constituyen en una arena en la que se escenifica la lucha por instituir un modelo cultural hegemónico. Gary McDonogh “define la cultura de las ciudades como caracterizada por tensiones continuas en medio de sistemas simbólicos que configuran el espacio social y delimitan las categorías y los grupos sociales” (Gravano, 2005: 149).

En la década de los cincuenta y sesenta en Bogotá la arquitectura y las formas de decoración de estos lugares intentaban recrear los modelos que eran de moda en países como Inglaterra y Estados Unidos. 71

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Según McDonogh, “Las categorías urbanas significantes toman forma dentro de conflictos tanto ideológicos como de poder político. Los sistemas de clasificación social de los grupos dominantes se imponen en el sentido común del promedio de los ciudadanos” (Op. Cit.: 149), por lo que los sistemas de clasificación social de los grupos dominantes se materializan en la configuración del espacio urbano o, dicho de otra manera, el espacio simbólico es producto de la lucha ideológica por la hegemonía. A diferencia del estudio citado por el profesor Gravano en el que se resalta cómo el poder y el espacio se juntan en el “bar” para definir, en términos de hegemonía, la virtud y su contrario, en el caso de los sectores medios el poder y el espacio se juntan en cada una de las regiones morales para definir, en términos de la hegemonía, las características que configuran el estilo de vida, pero, también, aquellas que se distancian del modelo hegemónico de cultura. Podríamos hablar de dos orígenes de los integrantes de los sectores medios. Primero están los recién llegados y luego los que llevan varias generaciones en esta posición social. Los recién llegados vienen por dos caminos. Por el primero entran los que han ascendido socialmente, generalmente de extracción campesina y obrera y, por supuesto, sus lugares y prácticas de sociabilidad tienen el sello del lugar de origen cultural; aquí, sólo después de la primera generación, se ven procesos de integración cultural con los sectores que han estado varias generaciones en este espacio cultural –el de los sectores medios.– Por el segundo camino entran los que han caído de los sectores de poder, generalmente confinados a sitios subalternos dentro de la burocracia estatal y sus ingresos escasamente les permiten tener ciertos consumos necesarios para mantener la distinción. En el interior de cada una de las regiones morales hay cruces y entre-cruces de formas de sociabilidad, unas de origen campesino y obrero conviven e, incluso, se mezclan con las del modelo hegemónico de cultura. Lo que hace que las regiones morales sean un degradé con muchos grises, producido, precisamente, por la heterogeneidad en las características de las prácticas de sociabilidad; lo cual permite observar la lucha por la hegemonía cultural que se materializa en la ciudad. En este sentido, el cruce de las lógicas dominantes con las de los dominados y los sentidos profundos que se ponen en juego constituyen el eje central en cada una de las regiones morales de los sectores medios. De esta manera, rescatamos el trabajo de Mc Donogh, quien nos sugiere que las ubicaciones en el espacio que se generan con la atribución de un sentido moral distinto y “vicioso” (en el caso

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de barrios que reúnen “colonias“ con mentalidades distintas a las del entorno), sirve para producir una segmentación de la población urbana; esto es, para reforzar la segregación mediante la cultura y sus significados.

Los ambientes de la sociabilidad en la región moral: expresión de la lucha por la hegemonía Partiendo de las diferentes prácticas de sociabilidad que componen los sectores medios y que expresan la tensión entre lo subalterno y lo hegemónico, en las regiones morales de los sectores medios de Bogotá encontramos los tipos de sociabilidades que recogen, tanto la propuesta hegemónica, como otras formas que se le distancian. Para De Certau (1996:131), la reconstrucción de las regiones morales implica entender el espacio como un texto “en el que los relatos efectúan un trabajo que, incesantemente, transforma los lugares en espacios o los espacios en lugares”. En las regiones morales de los sectores medios se diseminan las sociabilidades y valores de los sectores subalternos, lo cual podría asimilarse a los anti-textos del relato hegemónico; también encontramos las puertas que nos permiten la entrada a otros paisajes, tal vez las formas de sociabilidad que cambiaron de significado o las que son reliquias. Rescatar los relatos que se han privatizado y depositan en los rincones de los barrios, de las familias o de los individuos, permitirá descubrir la diversidad que caracteriza las regiones morales de estos sectores. Los lugares se convierten en relatores de viejas prácticas que están en desuso asi como de aquellas que las reemplazan, el territorio se convierte en una serie de fragmentos de múltiples momentos, las décadas se superponen y en varias voces se cuenta la historia de este sector social. Según De Certau, los lugares son historias fragmentadas y replegadas, pasados robados a la legibilidad por el prójimo, tiempos amontonados que pueden desplegarse pero que están allí como relatos a la espera permaneciendo en estado de jeroglífico; en fin, simbolizaciones enquistadas en el dolor o en el placer del cuerpo. El espacio es un texto configurado desde las sociabilidades que nos relata, de manera discontinua, con vacíos y con anti-textos, las luchas por la hegemonía cultural.

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El espacio urbano como texto jerarquiza y ordena semánticamente la superficie de la ciudad y pierde, poco a poco, su valor grabado, como las monedas gastadas; si bien su capacidad de significar sobrevive a su primera determinación porque se convierte en relato del conflicto por lo hegemónico. El espacio urbano es una producción ideológica en la que se representa la lucha por la hegemonía cultural, por lo que entendemos que los sectores medios configuran el espacio urbano como una región moral llena de marcas que cuentan su propia historia así como la del orden hegemónico en el que se inscriben o contra el cual se rebelan.

Las marcas en la ciudad y la producción ideológica Retomando a Raymon Williams (2000), podríamos plantear que el espacio urbano como producción ideológica se expresa en las formas de marcar la ciudad que a su vez se convierten en un relato de la historia de los sectores medios. En principio podríamos hablar de tres tipos de marcas: dominantes, residuales y emergentes, las que además nos sirven como guía para descifrar esta tensión entre lo subalterno y lo hegemónico.

Las marcas y la producción ideológica Al recorrer la ciudad se observan las marcas que los sectores medios han realizado en el espacio urbano a lo largo de su viaje por el siglo XX. Encontramos espacios que fueron habitados en los años treinta y otros de los sesenta y setenta y por último los que recién se han producido. Un bricolaje de arquitectura y de estéticas es tejido en el espacio urbano en el trasegar que estos sectores han hecho por la ciudad.

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Ambientes residuales En la ciudad tenemos las marcas de ambientes que ahora son residuales y que, por definición, han sido formadas efectivamente en el pasado, pero todavía se hallan en actividad dentro del proceso cultural; no sólo –y a menudo ni eso– como elemento del pasado, sino como efectivo elemento del presente. Estas marcas no son expresadas o sustancialmente verificadas en términos de la cultura dominante; son, no obstante, vividas y practicadas sobre la base de un remanente tanto cultural como social de alguna formación o institución social y cultural anterior (Williams, 2000). Los viejos cafés que en la década de los veinte y treinta fueron importantes en Bogotá para el incipiente sector medio de la época, que eran lugares para discutir la actualidad política y renovar los afectos y las alianzas políticas, ya para la década de los setenta y ochenta fueron abandonados por este sector social y lentamente empezaron a convertirse en lugar para el encuentro de sectores marginados. Ahora estos lugares son lugar de encuentro de los “gay”, los “viejos” y los “bohemios”.

Lo emergente También encontramos marcas de ambientes emergentes que, según Raymond Williams (2000: 146), expresan significados, valores nuevos, nuevas prácticas, nuevas relaciones y tipo de relaciones que se crean continuamente y que exponen los elementos que son esencialmente alternativos o de oposición a la hegemonía. Sin embargo, resulta difícil distinguir entre los elementos que constituyen efectivamente una nueva fase de la cultura dominante y los que son efectivamente alternativos. Esta dificultad hace que solo las marcas de los ambientes más evidentes se puedan clasificar como alternativas. Podríamos dar por ejemplo las nuevas formas de sociabilidad que los jóvenes de sectores medios, en la década de los sesenta, desarrollaron como una propuesta crítica y alternativa a la de sus padres: comunas en las ciudades y en el campo, comercios de trueque, fiestas alternativas, entre otras, serían algunas de las formas que, por sus características tan particulares, se podrían clasificar en esta área de la sociabilidad, en la medida que cuestionan el modelo hegemónico. En el momento actual, podríamos ubicar como marcas emergentes

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las desarrolladas por los jóvenes punkeros y metaleros en los bares, al igual que el uso que hacen de la calle. Para esta época, otros tipos de marcas que tienen elementos que juegan como opositores a los de la hegemonía, son aquellos que tenían como origen cultural a los sectores campesinos y obreros. Los restaurantes con sus hábitos de comida acompañados de sus estéticas y reglas para comer fueron, y son, espacios culturales que contribuyen a la producción ideológica de oposición a lo hegemónico. Las marcas dejadas por aquellos lugares para las prácticas de esparcimiento que tenían como origen a los sectores campesino y obrero fueron otro frente en el que se exhiben valores de oposición a lo hegemónico. Al igual que aquellas marcas que quedan por los hábitos de la “rumba”, constituyen otro producto ideológico que se opone a los hegemónicos.

Lo dominante Por último estarían las marcas de ambientes de sociabilidad dominantes ligadas al modelo hegemónico de cultura. Lo nuevo, lo de moda, es el eje para la búsqueda de estas marcas de la sociabilidad. Los ambientes para las prácticas de compras que se desarrollan en los almacenes de moda y en los grandes centros comerciales, al igual que el baile en las discotecas y las prácticas de comida en los restaurantes de moda – que además representan los principios de buen gusto – son esgrimidos desde el modelo hegemónico. Frente a esta clasificación, un poco aventurada de las marcas de los ambientes de la sociabilidad de la clase media, surgen varias preguntas con respecto a los diferentes tipos propuestos: ¿cuáles son las formas de sociabilidad residuales?, ¿qué significado tienen para estos sectores?, ¿quiénes las usan? Para las formas de sociabilidad emergente, se preguntaría ¿qué características tienen?, ¿quiénes las usan?, ¿cuál es el sentido de su uso?, ¿cuál es el ciclo de vida de estas formas? En

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cuanto a las dominantes, la pregunta básica es ¿qué significa lo moderno para los que participan en estas formas?, ¿cuál es la función de la moda?, ¿qué sentido tiene la moda en estas formas de sociabilidad?

Bibliografía De Certeau, M. (1996). La invención de lo cotidiano. México: Editorial Universidad Iberoamericana. Gravano, A. (2006). El barrio en la teoría social. Buenos Aires: Editorial Espacio. Keller, S. (1979). El vecindario urbano. Una perspectiva sociológica. Madrid: Editorial Siglo XXI editores. Ledrut, R. (1974). El espacio social de la ciudad. Buenos Aires: Editorial Amorrortu. Park, R. (1999). La ciudad. Barcelona: Ediciones El Sebral. Williams, R. (2000). Marxismo y Literatura. Barcelona: Editorial Península.



Los barrios mixtos,

hibridación estética

y sistema de organización

en las zonas urbanas

de Bogotá Miguel Borja Gómez


LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN Pertinencia del texto Actualmente, los sistemas urbanos se definen por unas determinadas categorías establecidas por el sistema de ciudad que los cobijan; estas categorías se establecen universalmente como relaciones que provienen de un hecho superior, ya sea su vocación histórica, su implantación geográfica o sus relaciones económicas. Tales categorías llevan a entender a la ciudad como un ente complejo, dándole sentido a conceptos como hábitat en el marco de sectores, unidades o regiones y, desde aquí, a otras categorías alojadas dentro de las primeras. La ciudad hace unos años se entendía como una entidad con un nombre, fraccionada en zonas definibles tanto física como mentalmente, con características comunes y no comunes, con relaciones claras respecto de su estratificación y economía en el marco de unos claros parámetros de gestión, construcción y elaboración de infraestructuras. Hoy en día la definición de un sistema urbano ya no es fácil de hacer por la intersección de esas múltiples variables que van desde lo que se considera como los “métodos” de vida urbana hasta las definiciones de las categorías que ello supone: el barrio o la urbanización ya no son categorías vigentes, ya que la especialización

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de la misma ciudad lleva a reducir las entidades de vivienda o de otras varias actividades en sectores más pequeños e independientes que traducen inquietudes de la sociedad actual, por esta razón se han transformado en sistemas complejos que son capaces de definir la existencia y comportamiento de las personas bajo hábitos urbanos desde donde pretenden satisfacer sus necesidades de accesibilidad, seguridad, consumo, etc. Lo que se suponía que era un hecho circunstancial en la metrópoli, el fraccionamiento, es ahora una causa de transformación general sin relaciones directas con el conjunto urbano. Desde aquí, uno u otro sector de la ciudad se definen por su imagen dentro del contexto. La imagen urbana y su persistencia en el imaginario de la sociedad perduran mientras se refuercen constantemente los lazos de la tradición, pero la ciudad actual dentro del sistema económico imperante, modifica constantemente el perfil urbano, más aun, si la sociedad urbana crece con nuevos habitantes sin una profunda conciencia de lo que significa la imagen de la ciudad –así como la modificación constante de las políticas de planeamiento urbano– no se hace posible la protección y continuidad de un perfil construido tradicionalmente por la propia ciudad, así como la conservación de los valores que ello conlleva. Los barrios mixtos establecen propiedades inconclusas o deterioradas de esos valores pasados que en primera instancia corresponden con una determinada imagen urbana que posee elementos y tipologías, recursos y formas apropiados, al punto que podemos encontrar circunstancias disímiles en los tamaños de los lotes, en su forma de ocupación, en lo heterogéneo de sus funciones y, por lo mismo, en lo fraccionado de su perfil urbano. Así, en su representatividad, la fachada de las construcciones, o la forma como ésta se presenta públicamente a la ciudad, establece, por lo general, muchos años de modificaciones y elaboraciones. Los barrios mixtos surgen entonces como áreas urbanas que hoy no representan modelos urbanos en el sentido académico. En el sentido práctico, si lo son, han sido imitados de manera sistemática, ya que representan la realidad económica de la ciudad, el modelo urbano para imitar e interpretar que está ligado al desarrollo de ésta; no obstante, no responden a un modelo aprobado socialmente debido a que no representan los valores tradicionales de belleza, limpieza y seguridad. El barrio mixto no es una forma urbana imitable porque no está ligada a un plan general de la ciudad que nace de un centro; él es concéntrico en sí mismo y establece sus propias jerarquías; ahora bien, estas jerarquías establecen valores en esas zonas, ya sean residenciales, comerciales, industriales, etcétera, y como tal generan un desarrollo cultural y económico predecible que puede mantenerse de-

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bido a un cuidadoso planteamiento del uso del suelo. Así, la ciudad residencial, o las zonas de actividad comercial, se han valorizado o mantenido en evolución gracias a que dicha jerarquización no se realiza de manera consciente en las zonas mixtas sino que proviene del carácter circunstancial al cual responden las diferentes dinámicas urbanas en el devenir de los éxitos o fracasos que, en cada sector, supone el propio desarrollo urbanístico.

Reseña histórica Aunque el concepto de mixtura urbana debería dejarse de lado –por el uso reiterado del mismo en el análisis histórico de cualquier texto urbano de la ciudad–, el hecho es que es necesario hacer una reflexión del surgimiento de la categoría de lo mixto en la ciudad en su correlato de hibridación estética, la cual corresponde con los procesos interculturales que han evolucionado en una u otra forma urbana a través de “la reconversión económica y simbólica con que los migrantes adaptan sus saberes para vivir en la ciudad” (García Canclini, 1990: 14). Así, la ciudad histórica puede ser definida y llevada al campo social que en combinación con las visiones del arquitecto redefinan la posición de la hibridación, ya que en primer lugar esta condición es estética por su forma y apropiación.

Imagen 1. Plano de Bogotá, 1911, Autor Alberto Borda Tanco

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El plano de Bogotá de 1911(1) nos remite a un estado ideal de la ciudad, el de una forma urbana cerrada, geométricamente regulable, con usos y actividades definidos en las vías principales; aquí, dando jerarquía al tejido urbano, aparecen los equipamientos institucionales y comerciales que concentran las diferentes actividades, al igual que las zonas verdes dispuestas de manera estratégica, creando condiciones de un hábitat volcado sobre sí mismo. No hay efectos normativos todavía debido al incipiente estado de la sociedad y de la economía urbana, y aunque las vías de acceso e infraestructura ya estaban planteadas, no existía una visión de la ciudad y de su potencial desarrollo. El barrio mixto, como lo conocemos, es un núcleo de actividades que convive por adherencia a otros núcleos similares o diferentes articulado a la ciudad por las vías, esto en la primera parte de su origen y desarrollo, ya que si bien se entiende por núcleo algo independiente y autosuficiente, éste mantuvo el cordón umbilical con el centro de la ciudad reafirmando sus vínculos en sucesivas transformaciones sin perder las características de su fundación; un hábitat autónomo, complejo en actividades y con identidad. Al crecer la ciudad, los barrios mixtos quedan encapsulados en medio de otros desarrollos similares o de naturaleza contraria haciendo que sus actividades no trascienden al desarrollo de la ciudad en general por quedar rezagados, muchas veces, tanto en inversiones como en infraestructura y, por lo mismo, enfrentando tradición contra modernidad bajo el entendido genérico de que las características de las urbanizaciones debían tener un carácter de inmutabilidad asociado a una u otra idea de identidad. Por el contrario, lo que la hibridación ofrece es la inexistencia de absolutos en razón de las mismas contradicciones latentes en el desarrollo de la ciudad.

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Imagen 2. Plano de Bogotá, 1932, Autor Secretaría de obras Públicas Municipales

El plano que traemos de Bogotá de 1932(2) identifica la presencia de estas unidades autónomas que crecen separadas de la ciudad bajo la tutela de la iniciativa particular; esto debido a la falta de articulación entre la demanda de nuevos asentamientos y un modelo de ciudad capaz de satisfacer las propias demandas de vivienda, servicios públicos e infraestructura; bien se pueden llamar a estos nuevos desarrollos “unidades secas” que suplen necesidades del centro urbano al dotar de habitación a una nueva clase social emergente; de esta forma se constituyen en verdaderos modernizadores urbanos al llevar a cabo una gestión autosuficiente; son los barrios obreros, de comerciantes, trabajadores estatales o individuos independientes. Como tal, el barrio mixto es una respuesta inmediata a las deficiencias de la ciudad en lo que respecta a necesidades básicas no cubiertas por décadas; en estas condiciones quedarían parcialmente desarrollados por simple falta de planeamiento en el modelamiento de su estructura física y de su infraestructura de servicios. Frente a este aislamiento, los barrios mixtos crearon una determinada cualidad de hábitats entre lo culto y lo popular que da paso a un nuevo saber: el de lo híbrido.

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Imagen 3. Plano de Bogotá, 1923, Autor Manuel Rincón

Un fragmento de un plano de 1923(3), identifica un ejemplo de este particular proceso en el cual hay una ausencia de referencias urbanísticas y, al mismo tiempo, una introspección de una unidad autónoma que se vale de las condiciones del lugar para crear una identidad propia, un hábitat multi-condicionado por el tiempo y por sus habitantes en una sucesión continua de búsquedas. El plano de 1952(4) que vemos abajo condiciona los desarrollos mixtos a límites prediales, por lo general de origen histórico, sin que se establezca una unidad de ciudad, al cual resulta necesaria para efectos de inversión e identidad urbana. Si bien la visión de esta ciudad no es la que compartimos hoy, la misma predominó durante el siglo XX, ya que sus límites coinciden con las vías principales que operan en la actualidad; en ella se evidencia el carácter fraccionado de la ciudad así como el alejamiento normativo de su realidad; de esta forma la norma deviene de ser un instrumento matemático, intelectual y moderno de conciliación y regulación de intereses en un vehículo promotor de exclusión y de segregación socio-espacial respecto de aquello que se consideraba que no era digno representante de la ciudad y del tipo de vivienda que de tal suerte encarnaba los valores estéticos y simbólicos tradicionales.

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Imagen 4. Plano de Sectores Barriales de Bogotá, 1952

El barrio mixto se convierte, entonces, en una extraña mezcla de propuestas de vivienda con actividades comerciales e industriales que a nivel normativo se referencian como áreas de actividad múltiple, definidas para el área central de la siguiente manera en el Decreto 1042 de 1987: “son aquellas que por ser o estar previstas como centro de empleo, por su localización estratégica dentro de la ciudad, por su tendencia a una deseable mezcla de usos urbanos, constituyen sectores de atracción de la actividad cotidiana” (D.A.P.D. Decretos Reglamentarios del Acuerdo 7 de 1979). Si se hace caso a esta definición, corresponde con cualquier sector planificado destinado al ejercicio de actividades laborales. No obstante, dichos lugares nunca fueron propuestos por la administración pública porque la ciudad ha crecido con base en un planeamiento tan circunstancial como coyuntural; desde aquí, los hechos urbanos se han adelantado, muchas veces, a las iniciativas de la administración pública que, en el tiempo, se ve simplemente obligada a legalizar o a institucionalizar, lo cual no quiere decir que no haya lugares previstos para determinados usos.

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No obstante, las actividades laborales suelen escaparse de las políticas de planeación pues suelen provenir de iniciativas particulares, las cuales simplemente toman los lugares que estén disponibles, provocando así una ineludible mezcla de usos, factor desencadenante de la decadencia de los sectores por el deterioro que propician a las estructuras físicas al no haber sido pensadas para actividades pesadas en movilidad y uso extensivo del predio. Otro factor que incidió en la decadencia de estos sectores fue la inconsecuencia de ciertos supuestos jurídicos que amparaban potenciales crecimientos económicos mediante la mezcla de actividades, cuando en la práctica dicha mezcla se rechazaba por no propiciar las características de autosuficiencia que se consideraban que podían hacer viables el desarrollo económico y cultural. En 1987, la ciudad de Bogotá acusaba en sus áreas centrales un marcado deterioro producto del traslado de muchas de sus actividades hacia la periferia (vivienda, oficinas y comercio, entre otras). El barrio mixto ya existía allí desde hacía varias décadas y se había consolidado gracias a la mezcla de viviendas y actividades comerciales e industriales por iniciativa particular, lo cual daba cuenta de una especie de culto-popular por el bricollage funcional; a fin de cuentas, la estética redefine el valor de la hibridación, ya que esta condición es la forma usual de la ciudad. Valga señalar que permitir, y en algunos casos propiciar, que la ciudad se deteriore, es una vieja táctica usada para favorecer procesos de especulación donde no se ve ni se siente la mano del Estado a la hora de proteger el bien público o el particular. Sumado a los procesos normativos vacíos, por regla general, el barrio mixto queda como una caricatura del pasado, sin ninguna reflexión socio-cultural y, por ende, sin un claro futuro económico. Al final, la percepción del progreso y de su consecuente imagen en la ciudad, se queda en “lo representativo” y se reduce a pocas áreas metropolitanas, por lo general de reciente creación en el mercado cultural e inmobiliario. Así, la ciudad histórica no puede ser definida ni llevada al campo social por quedar atrapada en una visión arcaica o arqueologizada de valores aparentes (como la austeridad de los patrones presentes en la casa colonial o en uno que otro recurso urbanístico).

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Imagen 5. Plano de Zonificación del Acuerdo 6 de 1990, Bogotá, Autor D.A.P.D.

El plano oficial del acuerdo 6 de 1990(5) identifica las actividades múltiples consolidadas, así como las industriales que se involucran por toda la ciudad segmentando las áreas de vivienda y los cursos naturales de las quebradas. La forma espontánea de la ciudad es el resultado de este proceso circunstancial en el que la ciudad avanza en su crecimiento sin que el plano de acciones futuras, como éste, identifique potencialidades y valores por quedarse, apenas, en un diagnóstico o, a lo más en una propuesta de cómo consolidar la situación tendencial en los próximos diez años. Una visión especulativa de los usos del suelo que realza las condiciones de los desarrollos mixtos y la autonomía de los mismos. El acuerdo 6 estableció los tratamientos como herramienta para redefinir los sectores de la ciudad que se consideraban deteriorados: Es el manejo diferenciado de los sectores con normas que regulan los aspectos del ordenamiento físico susceptibles de cuantificación, gradación, restricción, bonificación, incentivo, tramite diferencial, y otras formas de regulación sectorizada. Se establecen a partir de la valoración de los elementos de la estructura urbana y se manifiestan a través

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de la adopción de normas específicas (D.A.P.D., Decretos Reglamentarios del Acuerdo 6 de 1990). Normas sobre medidas para los barrios que se habían salido de los parámetros cuantificables y que poseían una dinámica propia. Si bien se pretendía adelantarse al proceso activo de estos sectores, no había tiempo para entender y regular las actividades, por lo general, espontáneas de dicha dinámica. La norma especifica qué tratamiento se aplica a cada sector de la ciudad actuando como el aglutinante y el catalizador que debe actualizar las estructuras urbanas. Nació ante la ausencia de una visión global del ente metropolitano, y así se define en las intenciones del tratamiento general de actualización: La importancia de este tratamiento radica en que la ciudad es un organismo que con el paso del tiempo madura y cambia. La actualización está íntimamente ligada al objetivo de la mejor actualización del suelo. Se aplica en áreas que han perdido su vocación inicial y afrontan el reto de convertirse en áreas centrales, más representativas de la vida urbana (D.A.P.D., Decretos Reglamentarios del Acuerdo 6 de 1990).

Propuesta de hibridación estética La propuesta de hibridación estética se contempla como la consolidación y continuidad de las actividades sociales que se realizan en el predio urbano más allá de vivienda, por tanto se presenta en el marco de una superficie que posee la virtud de contener cualquier actividad propia y necesaria de la vida económica y social de la ciudad y del habitante. La forma de su concepción es la resultante de las diversas redes y tramas urbanas que la definen y sus referencias son los procesos históricos concebidos en un pasado reciente, así como en su estrecha relación con lo ambiental. Hibridar en lo urbano resulta ser, entonces, un procedimiento urbano comprometido con el cruce de respuestas equitativas y de propuestas innovadoras al entorno con el fin de facilitar su comprensión y desarrollo; esto para construir hechos significativos y de calidad que se realicen no solo en el ámbito de la arquitectura y del urbanismo sino en el de lo social y en el de lo económico.

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Imagen 6. Costado de manzana en el barrio San Fernando

Un papel muy importante cumple aquí la vivienda, principio-origen de los sectores mixtos (6), ya que allí la calificación de la zona de habitación, entendida como lugar en su carácter simbólico, acusa una relación indivisible con la apropiación social. Así, el hecho de que sea grande o pequeña, con estereotipos formales, con uno u otro concepto de funcionamiento, con o sin patio, o si representa a su propietario, resultan ser factores decisivos que la determinan. Los contextos mixtos en la ciudad y donde se han realizado, no hay uno igual a otro, no son idénticos a pesar de poseer una determinada identidad como similares referencias históricas y culturales. La realización de viviendas individuales y de edificios de múltiples usos son los tipos comúnmente realizados, acompañados de otras actividades comerciales e industriales, en similares características de ocupación predial y de localización. La vivienda y el comercio establecen parámetros simétricos con los factores de hábitat, no son solo las características ambientales, calidad de vida y condiciones de habitabilidad las que se dan de una manera particular adaptadas a las necesidades del momento.

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De igual manera, otros condicionantes, como el papel de los equipamientos, los institucionales o los centros de servicios comunes (como las zonas verdes) han impulsado el desarrollo de la vivienda bajo aspectos de su injerencia en el tejido urbano, su funcionamiento y la representación social que manejan. Actualmente hay un cambio de la imagen urbana y una renovación de los usos que ha redundado en un deterioro de las estructuras manifiesto, entre otras cosas, en la discontinuidad de la construcción, en la especialización de las actividades y en el abuso de prácticas asociadas con la especulación. No obstante, en ocasiones se pretende establecer modelos en la elaboración de la vivienda, pensada y realizada por sus habitantes, a través de prácticas efectuadas por arquitectos, constructores o albañiles, los cuales establecen sus propias categorías estéticas, significados y relaciones contextuales a través de un proceso que se va dando en el tiempo; el propio tiempo que necesita una vivienda o un sector para su consolidación espacial y socio-económica. Entre los ejemplos relevantes de categorías paralelas que, de tal suerte empiezan a emerger se encuentran aquellos barrios que han modificado sustancialmente las calidades de su hábitat.

Imagen 7. Plano de Bogotá, 1960, Autor IGAC

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Las categorías de la vivienda como modo de ser y como manera de habitar, poseen actualmente un amplio espectro socio-cultural que les otorga y/o les reconoce su carácter de “proceso”. Así, la vivienda permanece como un catalizador de iniciativas que la provee de argumentos para la re-creación de un ambiente propio (en este caso artificial)(7); ambiente que constituye un hecho, el barrio o la urbanización, y una situación paradigmática en la ciudad, la creación y consolidación de un determinado sector que contiene diversos barrios, los cuales se han formalizado, no solo de acuerdo con las múltiples tendencias sociales que les dan forma, sino en consonancia con las múltiples condiciones que la ciudad le impone de manera deliberada o espontánea. Lo mixto, entonces, se orienta básicamente en la ciudad a la descripción y comprensión de ese conjunto de viviendas cobijadas por el nombre de un barrio que no remite a una o unas características específicas de homogeneidad que de tal forma uniformicen las pautas sociales de aceptación de cómo vivir, y de qué manera se debe habitar en la ciudad por cuanto tales barrios, en consecuencia “mixtos”, obtienen su forma y construyen su estética en atención a las dinámicas que heredan del medio social. Es a esto a lo que denominamos como barrios mixtos, definidos así como aquellos lugares de múltiples actividades que contrastan con la idea tradicional de un sector residencial, están sujetos a fuertes dinámicas de especulación y sirven para desarrollar cualquier actividad, incluso la vivienda. Un gran porcentaje de la ciudad posee barrios mixtos, que son los que le han dado la fisonomía a la actual metrópoli; se consideran no representativos y constantemente poseen un cambio en sus estructuras físicas que se adecuan a las necesidades económicas del sector del que hacen parte. Así, los barrios mixtos poseen una determinada unidad que forman centralidades, las cuales han sido recogidas en las últimas regulaciones normativas con la expectativa de trazar sobre ellas un claro campo de actuaciones futuras.

Indagaciones sobre las transformaciones del hábitat. ¿Existen modelos urbanos estéticamente complejos? Esta preocupación es referida a los sectores ya consolidados que poseen una determina carga histórica local, como en la Bogotá de 1797(8), pues, a fin de

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cuentas, un modelo de estructura urbana es definido como aquel que representa, de manera sintética, la forma de un conjunto urbano en que la masa de sus distintos usos, que responden a las actividades de la vida urbana, están articulados entre sí y con respecto a una red de comunicaciones en un sistema coherente, de modo que se consiga un grado de accesibilidad suficiente al mínimo coste económico posible” (López Candeira,1999: 33).

Imagen 8. Plano de Bogotá, 1797, Autor Carlos Francisco Cabrer

Los elementos enunciados en la cita anterior son físicos, de base formal. De estos elementos suelen provenir los usos y las actividades que se consolidan de acuerdo a la función que se les dé en atención a una u otra expresión socio-cultural, vicisitudes que reafirman el carácter y la vocación del sector; de esta forma, los modelos urbanos son complejos gracias a la interacción de sus tramas o redes físicas, a la interacción de sus funciones y a la superposición de los diferentes parámetros estéticos que allí tienen cobijo. Su naturaleza es progresiva y fluctuante, y como tal cambia desde su inicio a la manera de una planta en la que el tiempo es el único fundamento necesario para su consolidación y complejización. LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN EN LAS ZONAS URBANAS DE BOGOTÁ

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Los barrios mixtos como entidades estética, tipológica y formalmente complejas Desde el crecimiento progresivo de un tejido urbano hasta la realización completa y total de un sector residencial, la ciudad constituye un collegium de espacialidades entitativas que responden, en su diversidad de imágenes, a una cierta lógica en el devenir histórico de su realización. En este caso, tal como lo plantea Scruton, “No hay división entre razón práctica y comprensión estética”, ya que “estética es la comprensión correcta de ciertas capacidades mentales como la capacidad de experiencia y la capacidad de juicio” (Scruton: 11). Las realizaciones del “paisaje urbano”, sea cual fuere su época, categoría o dimensión, han establecido parámetros formales complejos(9) que han interactuado con la capacidad de ver de sus habitantes o realizadores, creando códigos de interpretación; imágenes que se consideran objetos, “ya que el objeto forma parte de un estado mental”. Así, los diversos objetos urbanos nos hablan de una determinada época y de como ésta puede explicarse a través del valor parlante de su imagen a través del cual esta denota un cierto prestigio.

Imagen 9. Casa en el sector de Fontibón

Los barrios y urbanizaciones poseen en sí estas circunstancias; la urbanización, o el barrio mixto, entendido como un evento, aportan un valor estético a la ciudad que a la postre termina por configurar a ésta como una “colcha de retazos”

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carente en todo de la anhelada homogeneidad tradicionalmente buscada por los arquitectos teóricos o visionarios de la modernidad; a fin de cuentas la ciudad, en gran medida, no la hacen los urbanistas ni los arquitectos sino el habitante común propenso a fortalecer sus vínculos sociales mediante sus diferentes modos de expresión; de esta suerte, la estética urbana que construye la práctica cultural, da forma a la ciudad por encima de las normas dictaminadas por las oficinas de planeación; las cuales quedan relegadas, muchas veces, al simple papel de “perseguidoras” de la ilegalidad. Actualmente los barrios mixtos son entidades formalmente complejas debido a la diversidad de sus actividades socio-económicas donde contrasta la prevalencia de lo individual con la permanencia de las estructuras urbanas, lo cual entra a caracterizar la naturaleza fraccionada del conjunto general en atención a la propia capacidad de expresión (interpretación de la realidad) de los distintos inmuebles; interpretación que llega a constituir una verdadera tipología que actúa como modelo a replicar tantas veces como sea posible. De acuerdo con el éxito de una u otra imagen así proyectada, la misma se consolida al resultar apropiada por el habitante de la ciudad.

Imagen 10. Costado de manzana en el barrio la Estanzuela

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Según esto, son tales formas de tipologías emergentes las que entran a caracterizar la heterogénea espontaneidad de los sectores mixtos a través de unos patrones que en su naturaleza nunca fueron definidos o preconcebidos. De otra parte, en los hábitats creados por compañías inmobiliarias o constructoras que se comprometen con la generación de sistemas urbanos completos −desde la adquisición del terreno, hasta la venta de las viviendas que se preocupan de responder a las tendencias culturales que impone el consumo− la tipología ya no se vale de la simple idea de “mirar y copiar” puesto que es la publicidad, a través de una determinada idea de “buen gusto”, la encargada de promover y de posicionar un consecuente modelo social homogéneo que en consecuencia responde a una oferta de tal naturaleza.

Imagen 11. Plano del Centro Urbano Antonio Nariño, ICT, 1951-1958

Así, la ciudad es, entre otras cosas, la resultante de una idea de eficiencia ya establecida y puesta en práctica a través de diferentes tipos de gestión (pública o privada), de unas normas urbanas, de unas actuaciones e, incluso, de unas teorizaciones, mal que bien, llevadas a la práctica unas y otras contribuyen, de diferente manera, con los procesos de desarrollo y con la propia renovación de los sectores urbanos, los cuales, de hecho, se modifican constantemente de una forma u otra a la luz de un sentido práctico de la realidad para el cual la ciudad resulta ser un bien económico. En este sentido, si bien muchos de los bienes urbanos se han desprovisto de una carga tanto social como cultural, los propietarios de los predios urbanos se han volcado, muchas veces, y sin medidas que regulen su actuación en la ciudad,

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a transformar física, funcional y significacionalmente su entorno a la luz de nuevas vocaciones para el espacio habitado, introduciendo en el mismo nuevos caracteres privilegiadamente comerciales e industriales; así las cosas, el predio de vivienda se convierte en zona de producción sin la menor articulación con el entorno y, menos aún, con las prácticas culturales que de manera tradicional lo caracterizaba; en este punto la estética, como fenómeno de amplio espectro, consolida una imagen emergente y fragmentaria de la ciudad, a la espalda de las pretensiones formales de los arquitectos o, incluso, de ciertos sectores de la sociedad. En este punto cabe preguntar: ¿qué papel ejerce en el desarrollo y gestión del medio urbano un hábitat construido de tal forma?, ¿qué dicen estas transformaciones a la vocación de uno u otro sector de la ciudad?, ¿ qué aportan al pensamiento urbano y al modelo de ciudad en general, en sus desarrollos prediales y en sus indagaciones socio-culturales? Preguntas que quedan pendientes de resolver y que se constituyen en importante tema de reflexión, no sólo para el planeamiento urbano, sino para la construcción de una imagen de la ciudad que de manera plena y satisfactoria nos muestre, tanto en lo que somos como en lo que queremos ser.

Bibliografía Aprile-Gniset, J. (1992). La ciudad colombiana. Siglo XIX y siglo XX. Bogotá: Fondo de Promoción de la Cultura, Banco Popular. Departamento Administrativo de Planeación Distrital (1990). Decretos Reglamentarios del Acuerdo 7 de 1979 y el Acuerdo 6 de 1990. Bogotá. Fundación Misión Colombia (1988). Historia de Bogotá. Bogotá: Villegas Editores. García Canclini, N. (1990). Culturas híbridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo. López Candeira, J. (1999). Diseño Urbano, Teoría y Práctica. Editorial Munilla-Lería. Martínez, C. (1976). Bogotá: Sinopsis sobre su evolución urbana. Bogotá: Escala. Scruton, R. (1985). La Estética de la Arquitectura. Barcelona: Editorial Gustavo Gili. Sociedad de Mejoras y Ornato (1938). Álbum de Bogotá. Bogotá.



Control social y participación ciudadana:

de la planificación

a la administración participativa,

una estrategia encaminada

a la construcción social

del hábitat Carlos Mario Yory García


CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN A LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA A LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT La planificación participativa y su papel en la formulación y ejecución de proyectos colectivos de ciudad La ya tradicional separación en el gobierno de las ciudades (particularmente en el contexto latinoamericano) entre Estado y sociedad, junto con la ineficacia de una planificación normalmente de orden inmediatista y coyuntural que, concebida fundamentalmente para legitimar un discurso de poder hegemónico, no logra hacer partícipe al ciudadano común y, por tanto, no sólo adolece de “proyecto colectivo” sino de noción concertada de futuro, acusa cada vez con mayor fuerza la necesidad no solo de replantear la filosofía del gobierno de las ciudades y de sus específicas estrategias de planificación, sino de constituir verdaderos pactos entre los distintos actores sociales para que desde las adecuadas estrategias de participación y control social se involucren en el gobierno mismo y en la construcción-transformación de la ciudad en la que viven.

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El objetivo de lo anterior no es otro que el de buscar y propiciar una relación de correspondencia e inseparabilidad entre gobernabilidad y habitabilidad, pues es tan absurdo tratar de gobernar una ciudad inhabitable como tratar de habitar una ciudad ingobernable, ya que, de hecho, y como lo demuestran las actuales tendencias, gobernar una ciudad (en sentido amplio, distinto del simple administrar) es un asunto de sus habitantes. Sobre esta base, nuestro interés fundamental en este trabajo apunta a esclarecer el papel que el control social y la planificación participativa cumplen a la hora de construir proyectos incluyentes y participativos de ciudad que, al brindar respuesta a las necesidades de la gente, logren promover los vínculos de pertenencia, arraigo y compromiso de ésta con sus ciudades, mitigando en consecuencia tanto el fenómeno de des-adscripcionalidad socio-espacial (indiferencia y desapego por el propio entorno que muchas veces sus habitantes padecen) como el de emigración hacia países y sociedades mejor posicionadas económicamente. De esta forma, lo que pretendemos aquí es establecer, de manera general e introductoria, una serie de consideraciones propositivas orientadas al diseño de políticas y acciones conducentes a aminorar la enorme distancia existente en el contexto urbano latinoamericano entre Estado y sociedad, fundamentalmente a la hora de definir políticas sociales que partan de procesos participativos e incluyentes de planificación participativa y control social; aspiración que, en el marco de la presente reflexión, establecemos desde la perspectiva del planteamiento topofílico72, en la vía de proponer posibles caminos orientados a la concertación, al diálogo, a la construcción de consensos y a la resolución pacífica de conflictos. Sobre esta base, la idea no es otra que proponer mecanismos efectivos de acercamiento e inter-actuación entre el Estado y la sociedad orientados a fortalecer la gobernabilidad, mejorar la habitabilidad e incrementar la productividad de las

El planteamiento topofílico –concepto derivado de las raíces griegas topos (lugar) y philos (amigo)– tal como ha sido concebido por el autor en el marco de un posicionamiento crítico frente al estado del arte en la materia (ver bibliografía), apunta a atenuar el impacto de la exclusión y la desigualdad social presente, en particular, en el contexto urbano de América Latina, proponiendo una específica estrategia pedagógica de desarrollo social sustentable enmarcada en el ámbito de la construcción social del hábitat. Su objetivo fundamental apunta a la generación y aplicación de unos instrumentos específicos de concertación multiactoral, derivados fundamentalmente de la planificación estratégica y participativa, de la formación ciudadana y de la aplicación de principios de economía de escala y solidaria. 72

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ciudades y municipios latinoamericanos a partir del propio fortalecimiento de la noción de lo público en cuanto tal. En esta medida, y sobre la base del diseño de proyectos incorporativos de ciudad derivados de aquí se considera que, si las personas tienen las condiciones para participar activa y comprometidamente en la apropiación y/o recuperación de su entorno, sin duda no solo se fortalecen los nexos de pertenencia de lo que en consecuencia sería una ciudad de todos “hecha por todos”, sino que se promueven el acercamiento y la comunicación entre los distintos actores tanto individuales como colectivos comprometidos de manera conjunta y corresponsable con su construcción y preservación. De esta forma, el propender por la autonomía y fortalecimiento de lo que muchas veces se ha denominado demagógicamente el “poder local”, no tiene otro sentido que el de la construcción de un orden social más justo, y con él, de un nuevo Estado a partir de la implementación de herramientas como la que suponen el control social y la planificación participativa en el marco de la formación ciudadana en la construcción de lo público. A este respecto, el tema de la gobernabilidad resulta particularmente relevante, toda vez que es solo desde el fortalecimiento del Estado (conseguido desde el afianzamiento de su legitimidad, vía el consenso y la concertación) que la ciudad en cuanto tal podrá, no solo fortalecer y optimizar sus condiciones de productividad, sino las de su propia habitabilidad y calidad de vida, mejorando en consecuencia sus niveles de inclusión y equidad social. En esta medida, la concepción de una clara, comprometida y concertada noción de lo público supone, desde esta perspectiva, la determinación de unos lineamientos básicos propositivos desde los cuales se haga posible la elaboración concertada de proyectos concretos de ciudad que, incorporando y potenciando los intereses y diferencias de los potenciales actores comprometidos, redunden en la construcción de ciudades multiculturales, pluralistas e incluyentes. De esta forma, nuestra pretensión no es otra que la de contribuir, a través de la realización de un marco conceptual pro-activo en la materia, en el ajuste y/o definición por parte, tanto de los distintos gobiernos urbanos, como de la ciudadanía en general, de los respectivos derroteros que, desde nuestra perspectiva, posibiliten al interior del contexto socio-histórico de la ciudad latinoamericana, la realización de proyectos concertados de ciudad basados en la aplicación de experiencias concretas en materia de planificación participativa y control social.

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Lo que por esta vía se busca es que los prácticamente “anónimos” habitantes de estas grandes urbes rescaten para sí el espacio que ocupan y hagan verdaderamente suya, no solo la ciudad como generalidad, sino los lugares específicos y comunes que habitan al interior de ella. El aporte de esta reflexión está, entonces, en la línea de alentar y/o proponer nuevas formas de control social derivadas de un esquema concreto de planificación participativa que, interviniendo de forma directa sobre el espacio de la ciudad, contribuyan con la propia construcción de lo público en cuanto tal en el marco de la descentralización administrativa que, de manera general (dado que en cada contexto tiene matices distintos), opera en las grandes ciudades latinoamericanas. En este sentido, nuestra propuesta pretende constituir un consolidado teórico y conceptual útil para la determinación concertada de políticas públicas espaciales (y, consecuentemente, para el diseño de programas institucionales encaminados a la construcción, consolidación y apropiación de la ciudad latinoamericana) y, en tal medida, para la construcción y apropiación de una idea colectiva en torno a lo público en cuanto tal, basada en la inclusión y el “derecho del otro”. En cualquier caso, si bien lo anterior supone reflexionar en torno a los instrumentos que, en primer lugar, permitirían develar los intereses asociados a la participación por parte de la ciudadanía en los procesos de diseño e implementación de políticas públicas “espaciales” (lo cual no supone, para efectos del alcance del presente trabajo, el diseño o la aplicación de dichos instrumentos)73, sí nos exige reflexionar en torno a la definición de cuál debería ser su carácter y sus contenidos; esto, en la ruta de viabilizar la definición, por parte de las administraciones urbanas (en tanto se ocupan de atender lo público mismo), de la realización, aplicación y evaluación de tales instrumentos, sobre la base de “abrir” el escenario de responsabilidad a la activa participación de la ciudadanía pues, a fin de cuentas, la definición de políticas públicas debe competer no solo al ente gubernamental sino a la ciudadanía en general.

Si bien este no es un objetivo directo del presente trabajo, sí lo es el del establecimiento de la manera como, desde aquí, pudiera instrumentalizarse la presente reflexión pues, a fin de cuentas, responder a preguntas sobre la definición y apropiación que hacen los ciudadanos y ciudadanas de los recursos institucionales que ofrece el Estado, permite adentrarse en una de las varias dimensiones de la apropiación de las nuevas formas de gestión y reterritorialización de las relaciones de administración y gestión del territorio que se han configurado (y que se están configurando). 73

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Por lo anterior, la caracterización de una participación comunitaria vinculada a la construcción social del espacio de la ciudad, desde sus referentes de “conexión social y compromiso”74 (Sudarsky,1998) y la indagación del papel de los procesos organizacionales y asociativos (desde el referente de cooperación, solidaridad, confianza y tolerancia), abren un importante camino para la construcción de un marco teórico, metodológico e instrumental que promueva procesos de gobernabilidad y de legitimidad institucional; condición fundamental para lograr el fortalecimiento de la democracia constitutiva de nuestros Estados-Nación en medio de la flagrante crisis que en la actualidad éstos padecen.

La participación entendida como la puesta en obra del capital social75 Sin lugar a dudas, uno de los grandes temas de la ciudad actual, junto al de la competitividad, la sustentabilidad, el equilibrio ambiental, la descentralización, la equidad social, los derechos humanos y la pedagogía social y ciudadana, es el de la participación; al punto que una y otros se constituyen en verdaderos mitos-derroteros para la democracia contemporánea; de hecho, hoy en día no existe ningún plan de ciudad que de una u otra forma no incorpore estos conceptos; especie de piezas de un ambiguo rompecabezas cuyo modelo final, en su imagen de unidad, no alcanza a sustraerse de un proyecto ideologizado de ciudad enmarcado, hay que decirlo, por la idea de ésta que más convenga a la economía mundial. A fin de cuentas, no son ni mucho menos la filantropía, la conciencia ambiental o el deseo de justicia social los que amparan estos principios, sino el interés por el mantenimiento del orden económico y político establecido de tiempo atrás,

Tomado de manuscrito inédito elaborado por el autor en compañía de la profesora Berta Niño, de la Universidad Nacional de Colombia. 74

Acápite ampliado del trabajo Ciudad y Sustentabilidad II (Yory, 2005) en el que, bajo el mismo título, el autor incorpora su reflexión a un previo trabajo que para el efecto realizara el investigador Jairo Chaparro por encargo de éste. Sobre esta base, y reconociendo la autoría del texto básico al profesor Chaparro, la inclusión de comentarios y argumentos nuevos incorporados por el autor de este artículo sobre el manuscrito original exige considerar esta reflexión como una creación conjunta. 75

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junto con el propio proyecto de la modernidad, en el marco del liberalismo (hoy en día diríamos, del neoliberalismo) y del capitalismo global. No es gratuito a este respecto que la modernización del Estado y el fortalecimiento institucional, dos de las líneas de crédito más queridas por las entidades multilaterales concebidas para apoyar los procesos de desarrollo en América Latina, se apoyen, justamente, en la promoción de la participación como instrumento garante de legitimidad; aspiración retórica en la mayoría de los casos que en realidad apunta a la consolidación, por la vía de la “apertura del Estado” a la “consulta popular”, del fortalecimiento del orden hegemónico. Tres ambiguos conceptos resultan en este punto particularmente imbricados con la participación ciudadana en cuanto tal: descentralización, planificación y ciudadanía; respecto de los cuales, como frente a la propia noción de participación, es necesario mantener una prudencial distancia crítica por cuanto en sí mismos no son garantes, ni mucho menos, de justicia social; por el contrario, bien pueden servir, como efectivamente lo hacen en muchos casos, nada más que para garantizar la supervivencia del statu quo. Después de todo, la descentralización (particularmente en el caso de las grandes ciudades latinoamericanas) no garantiza, ni mucho menos ofrece, el autogobierno, sino, por el contrario, la subordinación a un centro incapaz de controlar la inmensa vastedad y diversidad de éstas; desde aquí, a lo más apunta a optimizar la administración de unos recursos a la luz de unos presupuestos funcionalistas de eficiencia, eficacia y efectividad, no comprometiéndose para nada ni con la reestructuración del Estado ni con la formulación colectiva de un imaginario de sociedad deseable posible ni, mucho menos, con una reforma administrativa estructural que vaya más allá de los principios funcionalistas antes señalados. Por su parte, la planificación, aún en su dimensión participativa, no está concebida para trascender el plano consultivo en el que en la mayoría de los casos se inscribe y, de esta suerte, se presenta inocua a la hora de plantear proyectos “concertados” de ciudad, ya que la verdad es que éstos resultan previamente “empacados al vacío” (y, en el mejor de los casos, “puestos a la consulta”) siguiendo los derroteros de las fashion city que por todas parte promueve el ineludible modelo de la ciudad global. En lo que respecta a la ciudadanía, pocos conceptos como éste resultan tan afectados y manipulados por los distintos modelos de participación; toda vez que sobre ésta reposa la participación misma y, por eso, tanto la base del contrato entre el Estado y la sociedad, como su propio estatuto de orden y legitimidad.

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A fin de cuentas, la ciudadanía, o mejor, la idea que cada época acuña de ésta, no hace más que aludir a un modelo de comportamiento, tanto público como privado, ligado inexorablemente a la propia idea de orden que establece, y de tal suerte regula una sociedad a través del ejercicio de unos determinados dispositivos puestos al servicio de unas correspondientes estructuras de poder; dispositivos que en tanto instrumentos de una u otra tecnología política serán tanto más exitosos cuanto más se internalicen moralmente en la sociedad; aspiración a la cual responde, entre otras cosas, ese eufemismo burgués que resulta ser la autorregulación ciudadana y, por esta vía, el denominado control social. No obstante lo señalado, nuestro interés en este punto se concentra menos en ampliar la reflexión en torno al carácter ideologizado y ambiguo de los conceptos antes mencionados, que en ahondar en las enormes potencialidades y oportunidades que éstos presentan para la construcción de un nuevo contrato social derivado del diseño concertado de una arquitectura de la participación (deliberativa, proactiva y reglada por escenarios) orientada tanto a la modernización del Estado como al fortalecimiento institucional por la vía de una reforma administrativa que, para efectos de este trabajo, señale los alcances y derroteros que en la misma podrían cobrar la planeación participativa y el control social en el tema de la construcción social del hábitat. Después de todo, la participación no es sustentable como modelo abstracto, y es necesario territorializarla y adecuarla a unas correspondientes dinámicas sociales que la caractericen y maticen; por tanto, si bien no puede funcionar sobre la base de un previo modelo de territorio, o de uno de sociedad, no puede darse si no es a la luz de una determinada idea de ciudadanía cuya constitución sería la tarea anterior a la de facto; es decir, desde el ejercicio mismo de la participación, ésta tendría que orientarse. Desde esta perspectiva, compartimos la tesis de Tomás Villasante (1997), quien afirma que la participación: poco o nada parece tener que ver con el reequilibrio sustentable de nuestros hábitats. Si la participación ciudadana no está sirviendo para encontrar soluciones creativas ante los problemas de degradación de nuestros espacios, entonces seguirá perdiendo sentido, pues por sí misma, burocratizada, se quedará en discusiones alejadas de las realidades candentes y cotidianas de los ciudadanos. La participación tiene que servir para la integración social, para proyectos sustentables y adaptados a las características concretas de cada territorio. En este sentido debemos

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quitarle a la participación y a la integración mucho lastre heredado de viejas concepciones anquilosadas. No nos interesan modelos finalistas, sino prácticas y métodos “contra-corriente” que abran nuevas potencialidades. Sabemos que no es sustentable lo que se viene haciendo a modo de participación ciudadana, ni para los objetivos de mantener la calidad del hábitat, ni para la auto-educación de la ciudadanía en prácticas participantes. Sobre la base anterior, asumimos de manera general la participación como la interacción territorial entre grupos o personas en procesos de construcción de bienes colectivos; de manera más restringida la entendemos como la interacción de la ciudadanía con el Estado en los procesos de definición y aplicación de políticas públicas; interacción que apunta a revelar necesidades y preferencias de la gente y a obtener una atención más adecuada y oportuna a sus demandas, promoviendo modificaciones en la calidad y la distribución de los bienes y servicios públicos. En este sentido, la participación puede ser vista como un cambio de actitud de los ciudadanos –pero, en nuestro caso, también como un cambio de actitud del Estado– para asumirse como actores responsables de bienes públicos y de las actividades que se desarrollan para su cualificación y adecuada distribución. Igualmente, podríamos decir que la participación se presenta cuando un determinado “cuerpo social”, con intereses distintos (o no) a los gubernamentales, plantea proposiciones diferentes o no pensadas por el Estado, ya sea en procesos de planificación y gestión, o en acciones y procesos de protección de derechos y bienes colectivos. De cualquier forma, la participación tiene un carácter eminentemente político en tanto se orienta a considerar asuntos que gobiernan la vida grupal y social; en esta medida adquiere connotaciones distintas, en forma y contenido, de conformidad a aquellos aspectos de los bienes públicos que interesan a los actores en un momento determinado. Aspectos que, en términos generales, se encuentran inmersos en procesos dinámicos de construcción y distribución de los bienes en razón de la búsqueda de equidad, cobertura, calidad, eficiencia, y transparencia. Por lo anterior, la participación es, ante todo, un tema que tiene que ver con los contenidos y las formas que se dan en la interacción entre ciudadanía y Estado o entre grupos y personas que se expresan en un momento dado de manera colectiva frente a bienes públicos, constituyéndose así en sujetos políticos. Para analizar estos aspectos que configuran la participación hay que tener en cuenta que los actores sociales y el Estado –así como los grupos y las personas– son fenómenos

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dinámicos, condicionados y heterogéneos, lo cual produce distintos tipos y niveles de participación. A su vez, ésta se desarrolla en momentos y escenarios específicos que determinan su oportunidad y pertinencia. De otra parte, es necesario tener en cuenta que la participación es un fenómeno muy variable que evoluciona a través del tiempo. De hecho, la participación ciudadana es, con frecuencia, fuertemente activada por intereses parciales y solo excepcionalmente por el interés general. En efecto, los actores sociales viven con regularidad situaciones y procesos de fragmentación entre sí y también al interior de sus estructuras de agrupación, como resultado del juego de intereses individuales y grupales de carácter social, económico y político que se encuentran atravesados por mentalidades determinadas que pugnan por prevalecer. Podríamos afirmar, entonces, que excepto en casos muy aislados, no existe la participación ciudadana motivada “en abstracto” por la protección y consolidación del bienestar general y que el actor que más se aproxima a ésta, por su carácter y función en la construcción y distribución de bienes públicos (valga decir, por su utilidad), con arreglo a criterios de beneficio universal, es el Estado. Pero, a su vez, este último se encuentra condicionado por los intereses y visiones parciales de gobernantes y funcionarios que la sesgan y manipulan a su coyuntural arbitrio; lo que no le quita importancia al hecho de su presencia, cada vez más protagónica, en las constituciones de los distintos países (particularmente en América Latina) donde la crisis de gobernabilidad y, con ella, el debilitamiento del Estado, acusa la urgente necesidad de plantear un nuevo proyecto político o, cuando menos, unas nuevas estrategias tanto más eficientes cuanto más acerquen a gobernantes y gobernados. Lo que ocurre, entonces, es una clara separación entre lo que está escrito en el papel, respecto al “deber ser” de la participación, y lo que en realidad ocurre a la luz del marco político-institucional en el que la misma pretende llevarse a cabo; en este último caso, la participación se expresa como un conjunto desigual de intereses y aportaciones ciudadanas que agencian motivaciones parciales en su interacción con un Estado específico y concreto que responde a visiones ideológicas y políticas particulares, pero que, de cualquier forma, tiene la obligación de velar por el bienestar general. En este contexto, los bienes públicos, que por definición son de carácter universal, pueden llegar a confundirse con los llamados “bienes de club”, que son aquellos que benefician a grupos determinados. De ahí que, muchas veces, la participación se dirija (particularmente en el caso de América Latina) a reclamar del

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Estado que cumpla su papel de salvaguarda y constructor de bienes públicos, asumiendo que no existe otro actor que pueda cumplir con esa función. En razón de lo anterior, la participación se presenta fuertemente asociada al conflicto, actuando como una especie de alter ego del Estado, siendo capaz de generar resultados tanto positivos como negativos para los directamente involucrados o para terceros excluidos de la interacción participativa. Como quiera que sea, los actores sociales tienen distintas formas de relacionarse con el Estado; están los que piensan problemas y quieren hacer parte de las decisiones (éstos son los que participan); pero también están los que más que pensar problemas, adoptan el lugar de la oposición per se (ni siquiera el necesario papel de la oposición crítica) que, en consecuencia, los margina de la toma de decisiones y les reduce sensiblemente su capacidad participativa. Estos últimos están estrechamente ligados a mentalidades polares y poco complejas (de gran prosperidad en el contexto socio-político del sub-continente), que establecen discursos a partir de estigmas y extremos, sin ahondar en las causas ni, mucho menos, en las diversas facetas de los fenómenos. A su vez, aquellos actores que procuran, antes que proclamar su adhesión o disgusto hacia una política, pensar los alcances de la misma en un contexto determinado, tienen la posibilidad de influir de manera más significativa en las decisiones públicas. Por otra parte, si miramos las formas de agrupación y expresión de los actores sociales, encontramos mecanismos viejos y nuevos de participación, como el sindicato o la asociación gremial, en el primer caso, y el grupo cultural o juvenil, en el segundo. Igualmente se presentan mecanismos formales, como las cooperativas, e informales, como el grupo deportivo. En otro sentido, el Estado desarrolla distintas formas de interacción con los ciudadanos a través de mecanismos legales e institucionales previamente definidos, los cuales no siempre garantizan mayores ni mejores niveles de participación, ya sea por la asimetría de las relaciones Estado-ciudadanía y líderes-ciudadanía, o por las distancias de los mecanismos con respecto a las mentalidades de los actores sociales, por las dificultades en el acceso a la información en la que se basa la participación, por las diferencias de lenguaje, y en general, por las dificultades de comunicación. Al parecer, lo más importante para desatar procesos de participación constructivos radica en la coordinación entre la voluntad política del Estado y la voluntad práctica de los actores sociales, para establecer mayores y más calificados niveles de comunicación y reducir las asimetrías para la toma de decisiones. No obstante, lo

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que ocurre en la mayoría de las grandes ciudades de América Latina es que, como señala el investigador Carlos Torres (1998: 84. Cita a Duhau y Girola, 1990), La estructura misma de la ciudad no ha permitido el desarrollo de mecanismos efectivos de participación de la comunidad en la toma de decisiones (...), ya que el Estado concentra su acción y gestión de manera diferenciada dependiendo del tipo de interés que tenga para las distintas áreas de la ciudad, en correspondencia con los intereses de la administración central y la institución. En otras palabras no puede haber democratización política sin un cierto grado de democratización económica y social76. En este punto, lo prioritario es establecer la caracterización general de los dos actores básicos que surgen de la reflexión anterior: el Estado y la comunidad, con el fin de establecer la viabilidad real de la participación y, sobre todo, de la concertación, en el marco de la democracia existente. A este respecto anota Torres (Op. Cit.: 85) que “el Estado ha operado como agente regulador de la dinámica urbana, desarrollando mecanismos de gestión y acción independientes de la comunidad, actuando como contenedor de la protesta social y desarrollando, en los momentos álgidos, procesos de concertación ante la explosividad social”. Por su parte, la comunidad “entiende y anhela la democracia en términos de poder ejercer una participación real en todas las fases de la toma de decisiones y en la gestión del desarrollo pero, ante todo, en la acción directa que se efectúa en la superación concreta de las necesidades más sentidas” (Idem). Cabe en este momento señalar que la participación no es un ejercicio más de la democracia y, por tanto, una operación que responde a una única naturaleza; en esta medida, es necesario reconocer en ella sus diferentes matices, si lo que se quiere es poder contar con su valioso aporte en la construcción de un Estado que fundamente su fortaleza en los consensos ganados a través de ella y no a través de la imposición, más o menos arbitraria, de un determinado y privilegiado “principio de razón dominante”. En esta medida, nos dejaremos guiar por la clasificación que al respecto lleva a cabo el investigador Leopoldo Múnera y que recoge Carlos Torres, en el do Por democratización se entiende “la progresiva nivelación de las posibilidades de acceso a los bienes societales, a la información necesaria para asumir actitudes racionalmente fundadas respecto de las decisiones colectivamente vinculantes y a la participación en la toma de decisiones” (Duhau y Girola, 1990. Tomada del documento citado). 76

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cumento citado, a través de los tipos de participación que expondremos, de manera resumida, a continuación: 1. Participación subordinada: controlada y tutelada por el Estado, busca llenar el vacío de la participación real y parte de aprobar lo previamente acordado, haciendo aparecer los actos de gobierno, como una construcción colectiva. 2. Participación delegatoria: las responsabilidades se delegan en la comunidad para gerenciar los vacíos dejados por la ineficiencia o la no acción del Estado, privilegiando la llamada “gerencia de la pobreza”. 3. Participación sustitutiva: es la sustitución radical y excluyente del Estado dado que la comunidad no quiere saber nada de éste. 4. Participación emancipatoria: busca una resocialización de la comunidad y el Estado partiendo de la administración conjunta de sus mutuos recursos. Desde esta perspectiva, y en la línea de promover una auténtica democracia participativa desde la cual se relegitime el papel de la representatividad, la participación emancipatoria es, sin duda, la que más posibilita el desarrollo de un proyecto sustentable de ciudad; no obstante, al contrastar los mecanismos legalmente establecidos para participar, con los procesos reales de participación ocurre, con alguna frecuencia, que los mecanismos de participación más dinámicos en la vida real, no han sido previstos en la norma; existiendo, frecuentemente entre éstos y aquélla, enormes distancias solo salvables por la presencia de algunos débiles niveles de proximidad, provenientes, muchas veces, del propio marco institucional que ofrece el proceso de descentralización administrativa y funcional que, en la actualidad, siguiendo una tendencia mundial, promueven la totalidad de las grandes ciudades del sub-continente. Por tal motivo, las relaciones del Estado con los ciudadanos deben ser analizadas a la luz de este importante marco, por cuanto el mismo se orienta a promover, en lo administrativo, mayores niveles de eficiencia y eficacia en la gestión pública, a la vez que una respuesta más oportuna al conflicto social en aquellos territorios y unidades de gobierno que se encuentran más cerca de los ciudadanos; y en lo político, a fortalecer la autonomía de los ciudadanos para que decidan cómo gobernar los asuntos colectivos a través de su interacción con el Estado y con otros ciudadanos que son portadores de intereses y mentalidades diferentes. En este sentido, es indispensable reflexionar acerca de cómo las políticas y mecanismos de descentralización afectan las relaciones de participación y cómo es-

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tas últimas afectan a las primeras. Al respecto, se pueden plantear dos hipótesis de signo contrario. La primera: que a mayor descentralización, en términos absolutos (cada unidad y territorio decide por su cuenta y riesgo), mayor y mejor participación y mejores resultados en la gestión de lo público; y, la segunda: que la descentralización requiere, para su adecuado funcionamiento, un centro fuerte que la oriente y le fije reglas del juego en lo conceptual y lo técnico (mas no en lo político), lo cual hace viable una cualificación sostenida de la participación. Los procesos de participación se configuran, entonces, por una sucesión de interacciones en las cuales los distintos fenómenos que se dan a su interior ensanchan o retraen, se estancan o crecen, de acuerdo con las mentalidades de los actores involucrados, incluido aquí el Estado, por supuesto. Ahora bien, la participación no es positiva en sí y por sí; más aún, puede ser perjudicial en un momento determinado, ya sea por la falta de preparación de los actores para participar, por el deterioro de la interacción o la falta de coordinación entre los interesados, por el carácter parcial y excluyente que puede tener la interacción en un momento dado o, entre otros aspectos, por la inexistencia o debilidad de un aparato instrumental fuerte que la respalde. Lo anterior exige desenmascarar el mito de la participación convertida, muchas veces, en demagógica, inocua e insulsa participadera orientada a “convertir” al anónimo habitante de la ciudad (mediante insidiosas e interminables capacitaciones) en persona (psicológicamente comprometida con una memoria histórica); en sujeto (moralmente comprometido con una sociedad a la que se debe); en ciudadano (contractualmente comprometido con su ciudad través de la aceptación de unas reglas) y, finalmente, en consumidor (acríticamente dispuesto a ejercer desde allí su sentido de pertenencia). Sobre esta base, resulta entonces vital preguntarnos por aquellos factores que condicionan la calidad de la participación en la construcción-transformación del hábitat en que se vive; tarea que, en última instancia, es la que determina, no sólo la calidad de la descentralización política, sino del propio proyecto político de una sociedad. A este respecto podríamos pensar que a mayor cantidad de interacciones, mejor calidad. Sin embargo, ello no es necesariamente así, ya que la calidad está asociada, principalmente, a la mentalidad de quienes intervienen en la interacción, a su capacidad para pensar problemas y formular alternativas, y a su disposición cultural para el diálogo.

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Una participación de calidad requiere de la autonomía de los actores77, esto es, de la existencia de pensamiento propio en cada uno de ellos (constituidos así como sujetos políticos), de forma tal que sea posible pensar conjuntamente problemas “entre diferentes” para construir bienes públicos de manera compartida. La ausencia de pensamiento propio lleva a los actores involucrados en uno u otro proceso de participación a la adhesión o al rechazo de una u otra forma de pensamiento, provenga ésta del Estado o de cualquier otro interlocutor. Cabe entonces preguntarse si en el caso particular de la ciudad latinoamericana, la participación adquiere sentido en tanto proceso para consolidar pensamientos y actores en condiciones de aportar a la construcción de bienes públicos, o si más bien se constituye, de acuerdo con los vicios políticos consuetudinarios que predominan en el subcontinente, en un eficiente y sutil mecanismo de “control social” y de legitimización del orden establecido. En cualquier caso, lo que la participación pone en obra, necesariamente, es el capital social78 de una determinada comunidad o colectivo. Al respecto, resulta sugerente la propuesta de Francisco Gutiérrez (1998), de asumir el capital social “como el conjunto de recursos que permite a la sociedad, o a un subconjunto de ella, solucionar dilemas de acción colectiva”. Dichos recursos podríamos enunciarlos como asociativos (formas de agrupación ciudadana formales e informales), administrativos (entidades públicas que representan la colectividad), de gestión (proyectos para mejorar los bienes colectivos) y comunicativos (mecanismos para la información, el diálogo y el debate entre los actores); a su vez, la utilización que se hace de los mismos tiene que ver, en pri-

De forma general, se puede señalar que la autonomía es la capacidad del individuo o del grupo para determinar por sí mismo y en interacción con otros, qué hacer frente a un determinado problema. 77

El capital social está dado por el tipo y la calidad de las relaciones entre individuos y actores en función del patrimonio colectivo y se asocia con aspectos como confianza, legitimidad y formas de agrupación horizontal. Por eso, la acumulación de capital social se realiza en las estructuras de relaciones que se dan entre personas y actores sociales. 78

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mer lugar, con cuál y cuánta información tienen los actores y cómo acceden a ella79 y, en segundo lugar, con la mentalidad de cada actor80. Otro factor que afecta notablemente la calidad de la participación y sus decisiones, está dado por la pluralidad de los actores que intervienen en ella. La situación deseable a este respecto es aquella en la que convergen constructivamente actores de pensamiento académico, técnico, institucional y empírico. A su vez, resulta igualmente importante reconocer como otra característica definitoria de ésta, las diferencias y asimetrías existentes entre tales actores. Ahora bien, cuando concebimos la participación en términos de interacción en función de bienes y políticas públicas, estamos aludiendo a la incidencia de los ciudadanos en el curso de la acción de la administración pública, el cual se organiza a través de la definición, ejecución y evaluación de planes, programas y proyectos que innegablemente tienen como base y correlato fundamental el territorio. Así, la participación se puede reflejar en las configuraciones específicas que a través de éste adquiere el Estado y, por lo mismo, debe entenderse como un mecanismo fundamental en su propia construcción, en tanto componente político esencial de la descentralización. Diríamos entonces, para concluir, que la participación debe entenderse como la necesaria interacción entre la ciudadanía y el Estado en procesos de definición y ejecución de políticas públicas en razón de las cuales se producen, a la vez que se activan, determinadas construcciones de capital social y niveles específicos de distribución, calidad, eficiencia y transparencia de los bienes públicos. Actividad que supone, en primer lugar, la “adopción espacial” del territorio como escenario común en el que, a través de una ágil y específica estrategia de comunicación, han de dirimirse los intereses, de por sí diversos y asimétricos, entre los diferentes actores sociales en razón de su actuación, de conformidad con los recursos, mentalidades e intereses con que dispongan en cada caso; y, en segundo lugar, la determinación de la planificación como mecanismo a través del cual la propia No está de más recordar el viejo axioma: la base de la participación es la información. La interacción participativa existe cuando se dan los siguientes requisitos: a) acceso previo de las partes a información sobre el asunto que motiva la interacción, b) las partes tienen condiciones para expresarse e involucrarse en el espacio de interacción, c) las partes consideran las opiniones ajenas, ya sea de forma positiva o negativa, y d) las decisiones se adoptan en relación con las ideas manifestadas en la interacción. 79

Las mentalidades condicionan el uso de los recursos y las características que éstos asumen en un proceso determinado. 80

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participación hace efectivos sus intereses sobre el territorio mediante la concertación y la determinación de respectivos compromisos y responsabilidades.

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LOS

AUTORES


LOS AUTORES

César Rodríguez García Arquitecto con estudios de posgrado en Filosofía, Universidad Javeriana. Experiencia en Diseño Arquitectónico y Construcción desde el año 1978. Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia y docente desde 1978 en varias facultades de Arquitectura, entre ellas las de las universidades Javeriana, Católica, Jorge Tadeo Lozano, América, La Salle y Piloto, en Bogotá, y la Universidad de San Buenaventura, en Cali. Directivo universitario en la Universidad Javeriana como Decano (E), Director del Departamento de Diseño Arquitectónico y Director del Departamento de Estética, y en la Universidad Católica como Director del Área de Diseño Urbano. Asesor en temas sobre reforma curricular, acreditación, autoevaluación y diseño de proyecto educativo. Asesor en la Universidad Católica en temas relacionados con educación y desarrollo. Autor de diversos artículos y ensayos especializados publicados en diversas revistas universitarias y culturales. Jorge Sánchez Ruiz Arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, sede de Bogotá. Magíster en Historia y Teoría de la Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia. Gestor y profesor de la Maestría en Hábitat, Estudios de Vivienda de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Investigador en los campos de la fenomenología e interpretación hermenéutica de la arquitectura y del hábitat, de la complejidad y el hábitat y de la estética y la ética. Miembro del PUI sobre Arte e Investigación y del PRIAC (Programa Interdisciplinario de Ayuda comunitaria) en Ciudad Bolívar. Profesor de la

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Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, desde 1974.

Álvaro Ibatá Ceballos Ingeniero Catastral y Geodesta, Universidad Distrital “Francisco José de Caldas”. Asesor y Consultor en las Especialidades de Sistemas de Información Geográfica (SIG), Urbanismo y Ordenamiento Territorial. Profesor de pregrado en la Escuela de Arquitectura y Urbanismo y posgrado en la Maestría en Hábitat y en la Maestría y Especialización en Instrumentos de Ordenamiento Territorial de la Facultad de Artes, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Estudios en la Maestría de Ingeniería de Sistemas y Doctorado en Urbanismo en convenio con la Universidad Central de Venezuela. Colaborador de la administración distrital por cerca de nueve años en el Departamento Administrativo de Catastro Distrital. Alberto Gómez Cruz Arquitecto, Universidad Nacional de Colombia. Diploma de Master of Arts con distinción en Planeación Urbana y Regional. Architectural Association ARAS, Gran Bretaña. Certificado de Antropología Social y Estudios de doctorado en Geografía Humana, University College London, UCL, Inglaterra. Candidato a Doctor en Urbanismo, Universidad Central de Venezuela. Profesor Maestría Hábitat y Vivienda y Maestría en Desarrollo Territorial, Presidente Red de investigación Estudios en fenómenos y procesos complejos para la alternatividad al desarrollo, líder grupo A en Complejidad, alternatividad y desarrollo territorial.


LOS AUTORES

Mercedes Castillo de Herrera Economista con Maestría en Urbanismo, Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, 1986, 1993). Especialización en docencia universitaria, con énfasis en Administración Pública Territorial, ESAP (Villavicencio, 1999) y candidata a doctora en Urbanismo por la Universidad Central de Venezuela (Caracas). Ha sido consultora de diferentes organismos estatales y asesora del Ministerio de Cultura en el Plan Nacional de Recuperación de Centros Históricos y del MAVDT en la construcción de un Marco de Política sobre el tema de hábitat Sostenible. Docente investigadora de varias universidades colombianas, con participación en diversos seminarios en el área del urbanismo y en los cursos de Econometría, Formulación de modelos macroeconómicos, Formulación y evaluación de proyectos, Macroeconomía y Seminarios de Economía colombiana. Actualmente, docente invitada en la Maestría en Hábitat – Estudios en Vivienda, de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá.

Banco Central Hipotecario, 1978-1990. Ha desarrollado su práctica profesional en el diseño de proyectos, particularmente de vivienda de interés social y equipamiento urbano, con los cuales ha obtenido diversos reconocimientos nacionales e internacionales. Autor de diversas investigaciones y publicaciones relacionadas con las políticas, los procesos productivos y el desarrollo tecnológico en el sector VIS.

Carlos Alberto Torres Tovar Arquitecto y Magíster en Urbanismo, Universidad Nacional de Colombia. Diploma de Estudios Avanzados –DEA– en Urbanística y Ordenación del Territorio (2006), Universidad de Valladolid; estudios de doctorado en urbanismo, Universidad Central de Venezuela (2003 - ), y doctorado en arquitectura y ciudad, Universidad de Valladolid, España (2004 - ). Profesor Asociado, Universidad Nacional de Colombia; Escuela de Arquitectura y Urbanismo, Instituto de Investigaciones en Hábitat, Ciudad & Territorio; Coordinador Académico MaesLuis Fique Pinto tría en Hábitat; Editor de la revista Bitácora Arquitecto, Universidad Nacional Urbano-Territorial (indexada en categoría c de Colombia, donde además es profesor – Colciencias, redalyc y clase); líder de los Asociado desde 1982. Especialista en vivien- grupos de investigación “procesos urbanos da, Fundación Rafael Leoz, Madrid, España. en hábitat, vivienda e informalidad” y “háMagíster en Hábitat-Estudios en vivienda, bitat y vivienda”, clasificados en categoría A Universidad Nacional de Colombia, 2005 por Colciencias. (“La habitabilidad de la VIS en los años noventa. Una explicación a partir de la políticas públicas”, Tesis meritoria). Coordinador de la Línea de Profundización en vivienda; Vicedecano académico 2004-2007. Director de la Oficina de Proyectos, 1998-2000. Consultor del PNUD, Min-desarrollo, 1997-1998. Arquitecto de la Subgerencia Técnica del

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LOS AUTORES

Jairo Rodríguez Leuro Economista, Universidad La Gran Colombia y Sociólogo, Universidad Nacional de Colombia. Maestría en Análisis de Problemas Económicos Políticos Internacionales Contemporáneos, Universidad Externado de Colombia. Actualmente realiza estudios de Doctorado en Ciencias Sociales, en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Ha realizado diversas investigaciones sobre vida cotidiana en sectores populares y sobre identidades juveniles de sectores populares. Actualmente es profesor en la Maestría de Hábitat en la Universidad Nacional de Colombia y en la Maestría de Comunicación Social de la Universidad Javeriana. Miguel Borja Gómez Arquitecto. Profesor Asociado Escuela de Arquitectura y Urbanismo Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Historia de la Arquitectura Universidad Politécnica de Cataluña, profesional que ha estado vinculado al Ministerio de Cultura, Dirección de Patrimonio, al Plan de Regularización y Manejo de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá, y al Departamento Administrativo de Planeación Distrital, entre otros, con énfasis en estudios urbanos, hábitat y espacio publico, bienes de interés cultural o inmuebles de conservación, docencia en arquitectura y urbanismo.

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PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT

Carlos Mario Yory García Arquitecto y Magíster en Filosofía, Universidad Javeriana. Especialista en Cooperación para el Desarrollo de Asentamientos Humanos en América Latina y África, por la Universidad Politécnica de Madrid, y Doctor Suma Cum Laude en Geografía Humana, en la Universidad Complutense de esta misma ciudad (Programa Sociedad y Territorio). Ha sido Consultor y/o asesor de numerosas instancias nacionales e internacionales (Colombia, Italia, España, Kenya y El Salvador) en temas de desarrollo territorial integrado, planeación participativa y hábitat. Autor de más de cincuenta publicaciones, entre libros, cartillas, capítulos de libros y artículos especializados (algunos de los cuales han sido traducidos a otros idiomas). Actualmente se desempeña como docente e investigador en las Universidades Nacional y Javeriana, entidad esta última donde dirige la Especialización en Espacio Público. Miembro del Grupo de Trabajo de CLACSO en Desarrollo Urbano desde 2007.



Este libro se termin贸 de imprimir en Editorial Kimpres en octubre de 2008


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