That photograph… «Son, Dr. Kenneth Gibson is giving a lecture today on his days in the jungle.» Kenneth had just arrived from his internship as a rural doctor in San Juan de Manapiare, in the midst of the Venezuelan Amazon. That day, through a picture I wanted forever imprinted in my mind, I realized that there was a new life plan for me.
Aquella foto…
«Hijo, hoy en la Sociedad Médica, el Dr. Kenneth Gibson va a presentar una conferencia con sus experiencias en la selva». En ese momento, Kenneth recién había llegado de hacer su pasantía como médico rural en San Juan de Manapiare, en el corazón del Amazonas venezolano. Ese día y con una foto que nunca quise olvidar, supe que había un nuevo plan de vida para mí. 02. 1982
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fotografía Héctor Padula
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Lo que la Fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez: la Fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. En ella el acontecimiento no se sobrepasa jamás para acceder a otra cosa: la Fotografía remite siempre el corpus que necesito, al cuerpo que veo, es el Particular absoluto, la Contingencia soberana, mate y elemental, el Tal (tal foto, y no la Foto), en resumidas cuentas, la Tuché, la Ocasión, el Encuentro, lo Real en su expresión infatigable. Roland Barthes What photography reproduces infinitely has only taken place once: photography repeats mechanically what can never be repeated existentially. The photographed event is never overtaken to make something else accessible: photography always refers the corpus I need to the body I see, it is the absolute Particular, the sovereign Contingency, matte and
. . . There was this photographic
elementary, the That (that photo and not the photo), in other words, the Touché, the Occasion, the Meeting, the Real in its tireless expression.
Roland Barthes
element beckoning to me again, that calling to capture experiences in order to remember them. I left the talk enthralled by the last black and white picture he shared with us, showing his back as he walked down a path, going into the jungle . . . and the whole jungle seemed to be there, over him, inside of him . . . Roland Barthes. La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. España: Paidós Comunicación, 1990, p.31.
DESDE EL CORAZÓN DE LO IMPRONUNCIABLE Sobre la obra fotográfica de Héctor Padula S. en el Alto Orinoco From the heart of the unpronounceable On the photographic work of Hector Padula S. in the Upper Orinoco
Conversar con Héctor Padula sobre su labor fotográfica es una experiencia que trasciende las texturas de la imagen para desplazarse hacia los albores de la fotografía como un espacio de reconocimiento ante lo desconocido. No existe en su caso el apego a los logros particulares de la foto autoral o la fijación sobre la trascendencia de una imagen como estructura vibrante de competencia creativa; el cuerpo fotográfico de Padula es sin lugar a dudas el ancla que le ayudó a sobrevivir a una aventura que lo desestabilizó desde todos los ángulos probables: la inmersión de una humanidad en la otredad que vibra desde los inexplorados territorios del Sur del país; contingencia que derivó en un campo visual inédito donde la ingenuidad del afuera poco a poco se fue convirtiendo en la epidermis sustancial de la propia existencia. ¿Cuánto tiempo estuviste allí? hp: La primera vez estuve viajando en períodos repetidos, desde el año 1984 hasta que finalmente en el año 1986 creamos el proyecto de salud «Médicos de la selva», el Programa Parima Culebra, y nos establecimos allá. Todo comenzó en la Universidad Central de Venezuela con varias incursiones relacionadas con campañas de vacunación para el Alto Orinoco. En esos primeros viajes quedé muy motivado, apasionado con aquel sitio pero también frustrado, porque como futuro médico me di cuenta de que si nadie hacía algo por esa gente, ellos iban a morir, y si yo no hacía algo para solucionarlo, pues entonces era cómplice de esas muertes. Allí había comunidades que tenían niños de uno, dos y tres años, pero de pronto saltaban a niños de nueve años. ¿Y dónde están los niños de tres a nueve? Pues morían. Epidemias de sarampión, de paludismo, de cualquier cosa. Al principio fuimos varias veces a vacunar, íbamos en helicóptero, nos bajábamos, agarrábamos a cuatro carajitos que corrían y los inyectábamos… Sin embargo, siempre me quedaba esa sensación de todo lo que faltaba por hacer y que no estaba en los libros. Así fui palpando esa realidad, adentrándome sin querer… lgi:
The experience of talking to Hector Padula about his photographic work transcends the images of texture moving towards the dawn of photography as an area of recognition in the face of the unknown. For him, there is no adherence to specific achievements in photographic authorship nor an obsession with the significance of an image as a vibrant structure of creative competence; Padula’s photographic dossier is, without a doubt, the anchor which helped him survive an adventure that destabilized him from every possible angle: the immersion of humanity in otherness that vibrates from the unexplored territories in the South of the country; this possibility led to an unedited visual field where the outward ingenuity turned into the substantial epidermis of existence itself. LGI: How long where you there? HP: I went there periodically starting in 1984, and finally settled in the area in 1986, when we created the «Doctors of the jungle» health project, the Parima Snake Program. It all started at Central University of Venezuela, with the immunization campaigns at the Upper Orinoco. After the first few trips, I was very motivated, in love with the place, but also frustrated because I realized, as a future doctor, that these people needed help and, without it, they would die, and that doing nothing would turn me into an accomplice. In some of these communities, there was a gap in the age of children: from the 1, 2 or 3 year-old range, to 9 or older. Where were the children between three and nine years old? Well, they died, in epidemics of measles, malaria, anything. At first, a helicopter took us there several times, to vaccinate them. We would get out, grab a couple of kids as they ran, and inoculate them. However, I always had the feeling that there was still so much more to do, and I was not learning it from books. So I started to feel this reality without realizing it . . .
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Lo que la Fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez: la Fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente. En ella el acontecimiento no se sobrepasa jamás para acceder a otra cosa: la Fotografía remite siempre el corpus que necesito, al cuerpo que veo, es el Particular absoluto, la Contingencia soberana, mate y elemental, el Tal (tal foto, y no la Foto), en resumidas cuentas, la Tuché, la Ocasión, el Encuentro, lo Real en su expresión infatigable. Roland Barthes What photography reproduces infinitely has only taken place once: photography repeats mechanically what can never be repeated existentially. The photographed event is never overtaken to make something else accessible: photography always refers the corpus I need to the body I see, it is the absolute Particular, the sovereign Contingency, matte and elementary, the That (that photo and not the photo), in other words, the Touché, the Occasion, the Meeting, the Real in its tireless expression. Roland Barthes
Roland Barthes. La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. España: Paidós Comunicación, 1990, p.31.
DESDE EL CORAZÓN DE LO IMPRONUNCIABLE Sobre la obra fotográfica de Héctor Padula S. en el Alto Orinoco From the heart of the unpronounceable On the photographic work of Hector Padula S. in the Upper Orinoco
… Allí estaba otra vez el elemento fotográfico que venía a halarme, ese mandato de capturar lo vivido para no olvidar. Salí de la charla embebido por la última imagen en blanco y negro que este hombre mostró: él estaba de espaldas caminando por un sendero, metiéndose en la selva… y toda la selva estaba allí, sobre él, dentro de él…
Conversar con Héctor Padula sobre su labor fotográfica es una experiencia que trasciende las texturas de la imagen para desplazarse hacia los albores de la fotografía como un espacio de reconocimiento ante lo desconocido. No existe en su caso el apego a los logros particulares de la foto autoral o la fijación sobre la trascendencia de una imagen como estructura vibrante de competencia creativa; el cuerpo fotográfico de Padula es sin lugar a dudas el ancla que le ayudó a sobrevivir a una aventura que lo desestabilizó desde todos los ángulos probables: la inmersión de una humanidad en la otredad que vibra desde los inexplorados territorios del Sur del país; contingencia que derivó en un campo visual inédito donde la ingenuidad del afuera poco a poco se fue convirtiendo en la epidermis sustancial de la propia existencia.
¿Cuánto tiempo estuviste allí? hp: La primera vez estuve viajando en períodos repetidos, desde el año 1984 hasta que finalmente en el año 1986 creamos el proyecto de salud «Médicos de la selva», el Programa Parima Culebra, y nos establecimos allá. Todo comenzó en la Universidad Central de Venezuela con varias incursiones relacionadas con campañas de vacunación para el Alto Orinoco. En esos primeros viajes quedé muy motivado, apasionado con aquel sitio pero también frustrado, porque como futuro médico me di cuenta de que si nadie hacía algo por esa gente, ellos iban a morir, y si yo no hacía algo para solucionarlo, pues entonces era cómplice de esas muertes. Allí había comunidades que tenían niños de uno, dos y tres años, pero de pronto saltaban a niños de nueve años. ¿Y dónde están los niños de tres a nueve? Pues morían. Epidemias de sarampión, de paludismo, de cualquier cosa. Al principio fuimos varias veces a vacunar, íbamos en helicóptero, nos bajábamos, agarrábamos a cuatro carajitos que corrían y los inyectábamos… Sin embargo, siempre me quedaba esa sensación de todo lo que faltaba por hacer y que no estaba en los libros. Así fui palpando esa realidad, adentrándome sin querer… lgi:
The experience of talking to Hector Padula about his photographic work transcends the images of texture moving towards the dawn of photography as an area of recognition in the face of the unknown. For him, there is no adherence to specific achievements in photographic authorship nor an obsession with the significance of an image as a vibrant structure of creative competence; Padula’s photographic dossier is, without a doubt, the anchor which helped him survive an adventure that destabilized him from every possible angle: the immersion of humanity in otherness that vibrates from the unexplored territories in the South of the country; this possibility led to an unedited visual field where the outward ingenuity turned into the substantial epidermis of existence itself. LGI: How long where you there? HP: I went there periodically starting in 1984, and finally settled in the area in 1986, when we created the «Doctors of the jungle» health project, the Parima Snake Program. It all started at Central University of Venezuela, with the immunization campaigns at the Upper Orinoco. After the first few trips, I was very motivated, in love with the place, but also frustrated because I realized, as a future doctor, that these people needed help and, without it, they would die, and that doing nothing would turn me into an accomplice. In some of these communities, there was a gap in the age of children: from the 1, 2 or 3 year-old range, to 9 or older. Where were the children between three and nine years old? Well, they died, in epidemics of measles, malaria, anything. At first, a helicopter took us there several times, to vaccinate them. We would get out, grab a couple of kids as they ran, and inoculate them. However, I always had the feeling that there was still so much more to do, and I was not learning it from books. So I started to feel this reality without realizing it . . .
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I am possessed by nostalgia, by a lacerating feeling of need. Photography is the balsam to relive the instant, to be able to experience, with lessened intensity, the events captured by these images.
Estoy poseído por la nostalgia, por un sentimiento desgarrador de necesidad. La fotografía es el bálsamo para revivir el instante y permitirme vivir con intensidad desvirtuada los hechos capturados en estas imágenes. hp
I do not want to forget; I cannot allow my visual memory to fade or disappear. I need to engrave in my soul the look in the eyes of that kid, who screamed at the skies, as loud as he could, smashing the arrow on his chest, as confident as a giant, a son of the moon. I do my best to thank and belong to a past I never left behind.
No quiero olvidar esto, no quiero que mi memoria visual se desvanezca o se pierda. Necesito llevarme puesta esa mirada de este niño que grita soberano al cielo, grita muy duro, rompe la flecha sobre su pecho y con la seguridad de un gigante, es un hijo de la luna. Hago todo lo posible por agradecer y pertenecer a un pasado que nunca abandoné.
HÉCTOR PADULA La fotografía como pulsión de vida desde los fulgores del Alto Orinoco Hector Padula Photography as life pulsating from the glint of the Upper Orinoco
Héctor Padula es un fotógrafo cuya experiencia trasciende las texturas de la imagen para desplazarse hacia los albores de la fotografía como un espacio de reconocimiento ante lo desconocido. Fundador del proyecto Parima Culebra. Médicos de la selva, desarrolló en distintos períodos –entre 1984 y 1988– un cuerpo de trabajo fotógrafico que desplegó su invivencia personal y profesional en el Alto Orinoco. En esta actividad, el desarrollo de la fotografía surgió de una forma tan azarosa como particular. La imagen se fue construyendo como un apego por la sobrevivencia, marca ante lo ignoto, aprehensión de un relato iconográfico que se volvió la reflexión y el apunte de ese testimonio capturado por las maravillas y los abismos del día a día, forjado en la necesidad de permanecer representado frente a la vastedad incierta de una topografía y de una humanidad completamente distintas a lo ya sabido, a lo dominado, a lo habitual.
Hector Padula’s photography experience transcends the texture of an image to
Esta forma de asumir la fotografía y la imagen misma como el extraño eslabón ante la inminencia de la muerte, como el único anclaje posible en aquella experiencia que encarnaba la desparición total de todos los protocolos y estructuras conocidas, construyó en el transcurso del tiempo una representativa recopilación de intervalos visuales; por un lado, se delineó una fotografía separada del apego febril y obcecado que anida en los logros particulares de la foto autoral o en la trascendencia de una imagen como estructura vibrante de competencia creativa. En el caso de Padula, la materia fotográfica es sin lugar a dudas el andamiaje que le ayudó a subsistir en una aventura que lo desestabilizó desde todos los ángulos posibles: la inmersión de su línea estructural, de su propia personalidad, en la otredad vibrante que respira desde los inexplorados territorios del sur del país. Esta contingencia crucial derivó en un campo visual único donde la inexplorada espontaneidad de lo otro se fue convirtiendo, poco a poco, en la epidermis sustancial de la propia existencia. Por otra parte, esa trasmutación con el contexto puso en evidencia los reveladores atajos de una imagen donde la presencia del fotógrafo no era ya el calculado encuadre de un extraño observador del afuera. Padula y su cámara fueron dos instancias que se transformaron en partículas fundamentales de aquella comunidad; personali-
This way of understanding photography, and the image itself, as a strange link in
gravitate towards the dawn of photography as a means to reach a familiar space in the face of the unknown. As a founder of the Parima Culebra, Doctors of the Jungle Project, he developed a photo dossier that showcased his personal and professional experience in the Upper Orinoco from 1984 to 1988. Thus, photography evolved not only in a perilous way, but also in a particular one. Images were built as a means to survive, as markers for the unknown, as the trepidation from an iconographic tale that became both an insight and an outline of everyday wonders and glitches, captured in testimony, shaped by the need to have representation in this vastly uncertain, unknown and unexpected landscape and humankind.
the face of death, as the only possible anchor in an experience entailing the total disappearance of every known protocol and structure, in due course built a comprehensive summary of visual intervals. On the one hand, photography was outlined away from any feverish or stubborn attachment to particular achievements in artistic photography or in the significance of an image as a vibrant structure of creative power. In Padula’s case, photography was, without a doubt, the scaffolding that helped him survive an adventure that destabilized him from every possible angle: The immersion of his core, of his own personality, in the vibrant otherness breathing from the unexplored territories in the south of the country. This crucial contingency gave way to a unique visual field of unexplored spontaneity of the other and slowly became the substantial epidermis of existence itself. On the other hand, this transmutation with the context laid bare revealing shortcuts of images where the photographer’s presence was no longer a calculated frame taken by a stranger observing from the outside. Padula and his camera became fundamental
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dades inherentes a él, gentes que abrieron el espacio relacional para entregarse a una captura fotográfica en la que aceptaron y asumieron que no tenían frente a sí a un temerario raptor de almas, sino a una parte sustancial de la vida de ellos mismos.
particles of that community; an inherent persona, people who opened their per-
Este libro y el recorrido fotográfico que él comporta representan un proyecto editorial inédito frente a los diversos ejercicios de la fotografía documentalista desarrollados en Venezuela durante las últimas tres décadas del siglo xx, proyectos en los cuales distintos profesionales del área intentaron atrapar los movimientos vitales del Alto Orinoco. En este conjunto de imágenes aquí reunidas se convoca con renovado espíritu la prolífica y compleja amplitud, tanto de lo que allí sucedía, como de lo experimentado por el fotógrafo Héctor Padula en su mudanza esencial: un artista que supera el talante antropológico documental para reunir en cada imagen las presencias y ausencias de una invivencia con la que logró emulsionar una producción fotográfica única, un cuerpo de trabajo que no sólo se encuentra embebido por su propio compromiso humano sino también, y con mayor ahínco, por los reveladores claroscuros de un diario de vida que ratifica para nuestro presente los despuntes de una producción vibrante: una obra impregnada por filones soterrados y vetas autorales que al tiempo que desmoronan y quebrantan a la propia obra, también la reconducen; para finalmente colmarla de una gran contemporaneidad.
This book and photographic journey are an unprecedented editorial project in
Lorena González Inneco Curador
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sonal space to agree to be photographed, accepting and assuming they were not facing a reckless soul snatcher, but a substantial part of their own lives.
regard to documentary photography exercises undertaken in Venezuela in the last three decades of the XX century, where photographic professionals tried to capture the vital movement of the Upper Orinoco. In this body of images we bring together, with renewed spirit, the prolific and complex spaciousness not only of what was happening but also of what photographer Hector Padula was experiencing in his essential relocation: an artist who goes beyond the documentary disposition to gather, in every image, the presences and absences of an experience where he managed to emulsify a unique photographic production, a dossier that is not only imbued with its own human commitment but also –and with greater effort– with the chiaroscuro developers of a chronicle that confirms the emergence of a vibrant production; a work impregnated with hidden seams and authorship that shatter and crumble while redirecting the work, finally flooding it with enormous contemporaneity. Lorena González Inneco Curator