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En cuestión de segundos

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Natualeza

Natualeza

En cuestión de segundos

Gemma Ramírez

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El rítmico sacudir de la tierra desesperezándose. El grito angustioso de la sirena terrenal despierta.

En un edificio, un latigazo, una sacudida. En segundos, el estremecimiento mudo de muchas personas que no entienden lo que pasa, en sus rostros reflejan el terror. Salen de donde están. Con la mirada, buscan un lugar seguro para protegerse, pero no saben hacia dónde avanzar. Sus pies presurosos los guían a las escaleras en donde la gente se amontonan con bocas repletas de gritos que explotan o se atoran en sus gargantas. Aferran las manos a otros cuerpos. Otros se quedan en donde están, con las manos sostendiendo la nada; a una pared que se mueve. Todos los sonidos se unen con el crujir de las paredes, de las lámparas, de objetos azotándose. No esperan nada, la mente en blanco, la respiración agitada, las piernas temblorosas, piensan que morirán y lo inexplicable recorre su cuerpo. Dejan los objetos, sólo el celular es lo que importa salvar. Las pláticas se detienen, las reglas y recomendaciones no valen. Quieren huir de la naturaleza y de lo que ellos mismos han construido. Imágenes que se quedan grabadas no sólo en la memoria de las personas: también en los celulares. Y la sirena continúa su cantar. Los amantes interrumpen su ansiedad: la ebriedad de estar juntos; el abrazo estremecedor; instinto carnal; los mordisqueos y los besos sedientos; el jaloneo de las manos en el cabello, sobre los hombros, los muslos y las piernas temblorosas se repiten. El momento cumbre lo dejan en la sábana para levantarse despavoridos y salir del cuarto que ahora podría convertirse en su tumba. Recuerdan el pudor y las ropas de las que se habían despojado, y que esperaban silenciosas sobre el suelo, la silla, en una esquina de la cama. La ropa interior, arrancada bruscamente de los cuerpos y que cayó con delicadeza en un rincón, era arrebatada nuevamente de su lugar de reposo.

La gente que no pudo salir, porque el edificio era de papel, porque estaban completamente encerrados; había quién los vigilara. ¿Tuvieron la oportunidad de reaparecer a los que vemos en fotografías con el título “Le has visto”?, ¿el estremecimiento de la tierra habrá destapado tantas cosas, hasta los cuerpos clavados en ella? En cuestión de segundos, en algún otro lugar, muchas personas caen a la nada y los escombros sobre ellos, el piso abriendo sus fauces. Los semáforos y postes enloqueciendo y los árboles sacudiéndose alegremente el polvo sobre sus hojas. El cuerpo inservible, los edificios muertos y con ellos lo que había en sus entrañas, aunque existe el renacer para los que logran salir. Todo se detiene y la sirena duerme nuevamente sobre la tierra cuando ésta vuelve a descansar. Después los murmullos y las miradas se cruzan, ahora sólo queda ir a casa: toma mucho tiempo. El tráfico enojado, un desesperado abrazo infantil entre los escombros, los gritos de cuerpos que aún no sucumben y el edificio de costura derrumbado hasta sus cimientos que después será removido con todo y mujeres. Uno corre por la calle con el celular apretado en su mano y graba con nerviosismo cómo una señora se desangra. Los pueblos de adobe rojo, alejados de la ciudad, solo vieron el estremecimiento de la tierra derrumbarlo todo y lloran porque saben que tienen que empezar desde cero y sin ayuda de nadie, porque habrá gente con armas que estará tapando las carreteras y la ayuda no llegará, ni siquiera las promesas de los que están arriba. Ahora quedan ruinas. Las cámaras por todos lados, fotografías, videos, historias, lágrimas, Fridas. Gente caminando sin rumbo fijo por las calles. El tráfico, los gritos, la gente desesperada por llegar a cualquier lugar, los asaltos, la ansiedad por ayudar, por levantar escombros y recuperar gente, por donar cosas, por demostrar que no necesitamos a nadie de arriba ─efervescencia que dura un par de días─ y los de arriba se ponen la bandera y toman todo lo que pueden. Los cantantes estadounidenses donando millones. Donativos de agua, comida, farmacias amontonadas sobre el suelo y mesas, que tiempo después algunas personas revenderán. Luego, el revuelo y la estupidez, los mismos que se burlaban días antes del sismo ocurrido por la noche y que estaban a salvo en aquel momento, fueron los mismos que con hashtags mandaban fuerzas a México con su fotografía personal incluida. Todo eso ocurre, en cuestión de segundos.

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