POEMAS DE NAVIDAD PARA LOS MÁS PEQUEÑOS Fernando Carratalá Teruel “La hormiguita cojita”, de Joaquín González Estrada. Joaquín González Estrada (Puente Genil, 1922; +Madrid, 1990), maestro de profesión y escritor por vocación, es autor de cuatro libros para niños, de versos ingenuos, en los que exhibe un fino sentido del humor; libros que, por lo general, tienen como protagonistas a los animales: Casita de fieras (Barcelona, La Galera, 1971); Monigote pintado (Valladolid, Miñón, 1982. Colección Las campanas, núm. 38); Cinturón negro (Madrid, Escuela Española, 1998. Colección “Caballo de cartón”, núm. 51); y Yupanaki (Madrid, Susaeta, 1990), libro publicado poco después de su muerte, integrado por 50 ingeniosos poemas breves o haikus, mezcla de sabiduría oriental, gracejo andaluz y espontáneas ocurrencias muy propias de niños. Ritmo sostenido, sonoridad de la rima, versos de arte menor -con predominio del hexasílabo-y plasticidad de imágenes sencillas permiten a la poesía de González Estrada llegar fácilmente al corazón de los niños. Y de entre los animales que integran su mundo poético preferido, destaca esa hormiguita cojita que llegó volando a Belén para no perderse el nacimiento del Redentor. Este poema, tantas veces repetido en libros de poesía para los más pequeños, pertenece a la obra Cinturón negro; y lo reproducimos aquí sorprendidos, una vez más, por ese candor inocente que caracteriza el universo poético del autor. La hormiguita cojita La hormiguita cojita, rota la patita, sin poder andar, la pobre hormiguita se puso a llorar. -“¡A ver cómo voy, cojita que estoy...! La oyó el caracol: “No llore, señora, la llevaré yo”. A ochenta por hora pasó una tortuga: -“¡Suba, suba, suba...!” Pero un gorrión la cogió en su pico y se la llevó... Así es como fue la pobre hormiguita cojita volando a Belén.
“Villancico de las cinco letras”, de José Javier Aleixandre. Del polifacético escritor vasco José Javier Aleixandre (Irún, 1922) hemos seleccionado el sencillo poema titulado “Villancico de las cinco letras”, compuesto en sencillas estrofas de cuatro versos hexasílabos, con rima asonante aguda en -e en los versos pares -en las estrofas 2 a 6-, y consonante llana en -ales en las estrofas primera y última, en las que se repiten los versos 2 y 4 de cada una de ellas. Villancico de las cinco letras Aquí llegan, Niño, las cinco vocales, sencillas y claras como unos pañales. De tanto mirarte, de tanto admirar, con la boca abierta se queda la a. Para que le vuelvas tus ojos, la e desde su ventana te tira un clavel. Porque quiere siempre mirar hacia Ti, su punto redondo te entrega la i. Nunca como ahora le dolió a la o que su forma sea para decir no. De rodillas pide llenar de tu luz su pequeño cuenco vacío la u. Escucha, Cordero; las cinco vocales te ofrecen los niños su voz en pañales.
Nanas
Son las nanas cantos con que se arrullan a los niños. Nuestro riquísimo folclore poético recoge nanas sobre los más variados temas; y también sobre el misterio de la Natividad, que ha merecido la atención de múltiples poetas, que se han acercado a él a través de ingenuas nanas. He aquí un ejemplo -adecuado para la Navidad-de nanas; y también un ejemplo de poesía llena de encanto y musicalidad, original de la uruguaya Juana Ibarbourou, de J. V. Picó, y de Juan F. Muñoz Pavón. Canción de Natacha Por los caminitos de Jerusalén un niñito rubio camino a Belén. Le dan los pastores torta de maíz, leche de sus cabras y pan con anís. El niño tiene dos rizos del luz. Duérmete, Natacha, sueña con Jesús Juana de Ibarbourou
Ea, ea, ea... La gallina ciega. La luz se ha marchado: duérmete, mi bien. El cielo estrellado, portal de Belén. La estrella ha nacido, la caña de olor. El niño dormido, la nieve y la flor.
A la luna, luna, y al verde limón. El niño en la cuna sonrisa y canción. Vendrán los pastores, los Reyes de Oriente. La nieve y las flores, el río y la fuente.
La oveja de armiño, la gentil palmera. Si durmiera el niño, si el niño durmiera... Palomas de lino, olas de los mares. ¡Y el blanco molino moliendo cantares!
*** Ea, ea, ea... La gallina fea. Ea, ea, ea... *** (La madre cantaba; y el niño dormía, y mientras soñaba, la fuente se oía). J. V. Picó
La nanita Canción de cuna al Niño Jesús ¡A la nanita, nana, nanita, ea! Mi Jesús tiene sueño, ¡bendito sea!
Pimpollo de canela, lirio en capullo; duérmete, mi vida, mientras te arrullo.
Fuentecilla que corres, clara y sonora; ruiseñor que en la noche cantando llora... Cantad mientras la cuna se balancea:
¡A la nanita, nana, nanita, ea!
Manojito de rosas y de alhelíes, ¿qué es lo que estás soñando que te sonríes? Pajaritos y fuentes, auras y brisas, ¡respetad ese sueño y esas sonrisas!
Callad mientras la cuna se balancea. ¡Que el Niño está soñando! ¡Bendito sea! ¡Ea! ¡A la nanita, nana, nanita, ea! ¡Ea!
Juan Francisco Muñoz y Pavón
REYES MAGOS DE CUENTO
Breves relatos de José González Torices, Juan Farias y Concha Castroviejo con los Reyes Magos al fondo Fernando Carratalá Teruel
“El general de chocolate”, de José González Torices. El escritor zamorano José González Torices -nacido en Quintanilla de Olmo, en 1947-es autor de más de medio centenar de libros entre poesía, cuento, novela y teatro; y está en posesión de múltiples premios por su labor literaria. González Torices se ha dedicado a la literatura infantil; y en los diferentes géneros que ha cultivado destaca por su imaginación y sentido del humor. Disfruta escribiendo para lectores infantiles y juveniles; y pretende que también ellos disfruten con sus obras, que resultan divertidas por ese humor tan suyo que se mueve en la línea del absurdo y del sinsentido, pero que muchas veces, desde la sonrisa, estimula la reflexión. De él es el cuento titulado “El general de Chocolate”, que transcribimos a continuación. El General de Chocolate Después de leer una carta de lo más especial, los tres hombres más buenos del mundo se quedaron sorprendidos, anodadados y patidispuestos. El REY MELCHOR se tiraba de los cuatro blancos pelos de la barba. El REY GASPAR contaba una y otra vez, muy nervioso, los dedos de su mano derecha. El REY BALTASAR se rascaba la cabeza como si le picara la rodilla. El rey Melchor gritó: -¡Eso no es posible! El rey Gaspar gritó: -¡Eso no es posible! El rey Baltasar dijo: -Pensemos un poco. Un poco más. Y así, los tres Reyes Magos pensaron tres días más. Pensaban cuando dormían. Pensaban cuando comían. Pensaban cuando daban de beber a sus camellos. Pensaban. Pensaban. Pensaban. El rey Baltasar dijo por la mañana: -Ya lo tengo. -¿Qué tienes? -preguntaron Melchor y Gaspar a la vez. -Que se le manda lo que nos pide la carta -dijo el rey Baltasar. -¡Ah, no! Eso no -negó el rey Melchor. -¡Ah, no! Eso no -negó el rey Gaspar. El rey Baltasar, entonces, convenció a sus compañeros de que lo mejor era mandar un paje a Sisaltomecaigo, el país del general Masables. El paje tendría la misión de informar sobre quién era el general y lo que pretendía, al pedirles, en aquella carta, que le regalaran un camión de bombas. Y se envió, en misión muy especial y secreta, al paje Todolosé, quien regresó siete días después para contar a los Reyes Magos todo lo que había averiguado. El espía de sus majestades les dijo: - El general Masables es un hombre muy gordo. Se pasa todo el día comiendo gallos, codornices y pasteles de nata con piñones. Tiene mal genio. Cuando se enfada, hasta los árboles tiritan de miedo perdiendo sus hojas. Es muy avaro; y un envidioso. Ahora se le ha metido en la cabeza que quiere apoderarse de la nación de Milpaces. Pretende arrebatarles un gallo llamado Quiquirico. El gallo Quiquirico es el único reloj despertador de Milpaces. Como no se lo quieren vender ni entregar por las
buenas, les ha amenazado con destruirles sus tierras y arrasar, desde el aire, sus viviendas. -Tiene el corazón de madera -dijo el rey Melchor. -Tiene el corazón de piedra -dijo el rey Gaspar. -Tiene el corazón de hiedra -dijo el rey Baltasar. Gaspar, releyendo la carta, insistió: -Aquí dice que le mandemos un camión de bombas. -Bombas de verdad -recalcó el acento de Melchor. -Pues bombas le empaquetamos -dijo sonriendo pícaramente Baltasar-. No podemos defraudarle. Entonces los tres Magos se pusieron a fabricar bombas y más bombas. El paje Todolosé se acercó a los Reyes y les dijo: -Tenemos una protesta del pueblo de Malgatos. Se quejan los labradores de que les han desaparecido de sus almacenes muchos sacos de harina. -Ya solucionaremos más tarde su problema -contestó el rey Gaspar mientras fabricaba las bombas. El paje Todolosé les dijo en otra ocasión: -Los habitantes del pueblo de Tontarón se quejan de que les han desaparecido de sus casas los sacos de azúcar. -Ya solucionaremos más tarde su problema -contestó el rey Baltasar mientras preparaba las bombas encargadas. Y así, fabricando bombas y más bombas, llegaron hasta el mismo día cinco de enero, noche de Reyes. Cargaron en cien camellos las municiones y se pusieron en camino hacia la nación del general Masables. Cuando llegaron a su palacio, dejaron en un rincón de la ventana las bombas solicitadas. El general Masables, al despertar, se puso muy contento: ya podía comenzar la batalla. Ya podía empezar a destruir las calles, las casas y las escuelas de la nación de Milpaces. Estaba muy contento el militar. Pronto de apoderaría del gallo Quiquirico. Su estómago saltaba de alegría. Por la tarde, cargó de bombas a setecientos setenta y siete aviones de combate. Con ellos, se dispuso a atacar a la nación de Milpaces. Desde el aire las iba arrojando. Al caer de lo alto, los explosivos de fueron abriendo. De su interior salía todo tipo de golosinas: caramelos, bollos, pasteles muy variados, etc. El general, al comprobar lo que estaba ocurriendo, se mordía de rabia las uñas de los dedos y gritaba muy enfadado: -¡Me han engañado! Los Reyes Magos, desde el suelo, se lo estaban pasando "bomba". Ellos habían cumplido. Le había traído lo que en la carta pidió. El general regresó a su nación avergonzado. -Soy tonto. Un tonto -voceaba dándose golpes en la nariz. Una noche, cuando el general estaba haciendo planes para atacar de nuevo, le llegó el hambre al estómago. Y como era muy golosazo y comilón, probó una de aquellas bombas tan dulces. Aquella bomba, mientras dormía, le fue recorriendo el cuerpo por dentro hasta colocarse en el mismo centro de su corazón. Y el corazón dicen unos-se le convirtió en chocolate. Hoy le llaman “el General de Chocolate”, pues nunca un hombre, desde entonces, desde la llegada de los Reyes Magos, fue tan buenazo. Los tres Reyes ahora siguen por otros caminos. Van dejando en los pueblos de Malgatos y Tonratón los sacos de harina y azúcar que les quitaron para fabricar las bombas de golosinas. Y también, claro que sí, todos los pedidos de miles y miles de niños y niños que no pegan ojo, esperando que por la mañana, los zapatos se llenen de
regalos y pelos de camello. ¡Qué cosas pasan, qué cosas, a ver si con estas prisas, los Reyes Magos ni tienen tiempo de probar un poquito de roscón!
“Carta del abuelo a los Reyes Magos”, de Juan Farias. El escritor gallego Juan Farias Díaz-Noguera -nacido en Serantes (A Coruña), en 1935-ha hecho de la Literatura su profesión. Farias es, ante todo, un escritor de libros para niños; libros -más bien breves-que también saben apreciar los lectores adultos, y en los que personajes tan reales como verdaderos protagonizan historias que ponen al descubierto las pasiones intemporales del alma humana, con todas sus grandezas y miserias. No es, pues, de extrañar que niños y adultos se dejan arrastrar, además, por la inmensa capacidad evocadora de la prosa con que tales historias están contadas. Son las suyas historias generalmente cortas, porque en un ejercicio de autocontención, Farias ha prescindido de lo anecdótico en beneficio de lo esencial; historias con una trama perfectamente urdida y desarrollada sin sobresaltos, que permite a cualquier lector grande o chico-seguir el hilo argumental hacia un desenlace inesperado y resuelto con altas dosis de creatividad; historias con personajes atractivos por su verosimilitud, y cuya caracterización la obtiene el lector a través de lo que hacen y dicen; historias, en definitiva, escritas en una prosa -las más de las veces poética-breve y concisa, que no necesita de los grandes alardes retóricos para atrapar al lector, subyugado por la dimensión profundamente humana que subyace en su trasfondo. Carta del abuelo a los Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar. ¿Por qué no he de creerlo, hijo? Un amigo mío les pidió la Luna reflejada en un charco y se la han traído. Cuando yo tenía seis años y era pobre, les pedí un juguete. Me trajeron el mar. Papá, tan asombrado como yo, dijo: Nunca había visto nada tan grande ni tan divertido. Otro año, les pedí otro amigo y así seríamos siete, cinco en la cancha y dos en el banquillo, por lo que pudiera pasar. Les pedí un amigo de un metro y mucho de alto, todo un pivot. Cuando vuelva a ser niño, a la hora de pedir, en la noche de los prodigios, pediré que me dejen tener un perro, que a mamá, el día 24 de todos los meses, aún le queden dos panes en la despensa y que papá vuelva a casa y sonría. Cuando sea niño, a la hora de pedir, pediré que los mapas políticos cambien por las buenas, que cada uno pueda colorearlos como quiera, con los colores que más le gusten y que todos quepan en el mismo libro. Mi padre, hijo, pedía los vientos de marzo, las lluvias de abril, las amapolas de junio, ver madurar el trigo y que el alcalde fuese un hombre honrado. Cuando sea niño, a la hora de pedir, pediré motivos para cantar contento, que la niña del pomar vuelva a sonreírme, que nazcas tú, pediré una canción, una sonrisa y un beso, un amigo y, en todo caso, hijo, un vaso de buen vino. Cuando sea niño, a la hora de pedir, pediré cosas que no se rompen, ni se oxidan, ni aburren, cosas que se quedan en la memoria, en tanto vuelva a ir de niño a viejo y para siempre, seguro que por los siglos de los siglos. Amén. Esta es la carta que mi abuelo escribirá a los Reyes Magos cuando vuelva a ser niño.
“Tenemos las estrellas”, de Concha Castroviejo. Concha Castroviejo es la autora de El zopilote presumido, Los piratas de “La Terrible”, El jardín de las siete puertas, etc. En un cuento tan breve como “Tenemos las estrellas”, aquí reproducido, puede comprobarse su talento narrativo. La visión triste de la realidad a través de los ojos de un niño que el día de Reyes carece de juguetes, dada su pobreza, contrasta con la más esperanzadora del abuelo, que le hace ver que tienen “todas las estrellas de Dios” brillando en el firmamento. Tenemos las estrellas Aquella noche, además de cansado, yo regresaba triste. Era la noche del 6 de enero. Mi abuelo había ido a tocar a un barrio que no frecuentábamos. Los niños andaban por la calle con sus juguetes nuevos, y yo pensé que nunca, en muchos años, había tenido un juguete. Envidiaba los roscos que veía en los escaparates, las bolsas de dulces y las ropas buenas y confortables. Al entrar en nuestra buhardilla miré alrededor. Me sentí tan triste que me volví al abuelo y exclamé: -¡No tenemos nada! El abuelo, entonces, fue hacia la ventana y la abrió a la noche. -Mira... -me dijo-. Tenemos las estrellas. Yo miré hacia afuera. En la noche seca, bajo el cielo negro, miles de estrellas brillaban sobre nosotros. -Tenemos las estrellas -repitió el abuelo-. Todas las estrellas de Dios.