Historias Chiquitas Tomo II

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Si le hubiera cortado las alas Habría sido mío, No se habría ido Si le hubiera cortado las alas Habría sido mío, No se habría ido Pero así, Habría dejado de ser un pájaro. Pero así, Habría dejado de ser un pájaro. Y yo… Yo lo que amaba era un pájaro Y yo… Yo lo que amaba era un pájaro .

Traducción aproximada de Txoria txori, (euskera, lengua vasca). El pájaro es pájaro, poema del poeta y músico Joxean Artze,

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HISTORIAS CHIQUITAS QUE CUENTAN LA HISTORIA GRANDE TOMO II

MEDEHS – GOYA – CORRIENTES

Goya, Corrientes, Argentina. 2018

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Fernández, Mabel Irene Historias chiquitas que cuentan la historia grande II/ Mabel Irene Fernández, 1a ed. – Santa Fe : Lux, 2018. 376 p. ; 23 x 16 cm. ISBN 978-987-98892-8-2

1. Historia de los Organismos de Derechos Humanos. I. Título. CDD 323..6 MEDEHSMEDEHS - GOYA – Corrientes – República Argentina Hecho el depósito que marca la Ley N° 11.723 Derechos reservados conforme a la ley.

©2018 MEDEHS ©2018 MABEL IRENE FERNÁNDEZ

Diseño de Tapa y Diseño Gráfico Digital: Pedro J. Torres “Fatiga”. Mendoza. Argentina. pedrojuliotorresar@gmail.com Foto de tapa tomada por Elsa Sáenz, el 28 de julio de 2014, fecha de inauguración del Paseo de la Memoria de Goya

Impreso y hecho en Argentina

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ÍNDICE 9 13 15

Prólogo Agradecimientos A Modo de Introducción

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LOS 70: UNA DÉCADA INCONCLUSA

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NUESTRAS Y NUESTROS IMPRESCINDIBLES

CONTAR… CONTARSE Testimonios sobre los compañeros 67 107 131 135 169 177 209 225 243 249 261 265 281 285 309 345 361

Juan Carlos Aguirre Perrota Marcos Salvador Aguirre Perrota María Emilia Monasterio Meynet Víctor Hugo Lomónaco Peluffo Raúl Antonio Méndez Barceló Eduardo Fernández Parodi Dora Elena Vargas Alegre Juan Ramón Vargas Alegre Roque Juan Monzón Montenegro Justo José Pelozo Fernández Ernesto Víctor Enrique Traverso Treiti Arturo Baibiene Etcheto Elba Leonor Ramírez Abella Olga Élida Goyeneche Tellería Pedro Miguel Sobko Kolenko Alfredo González Gómez Edgardo Domingo Guerra Roldán

COMPAÑEROS 7


Estuvieron presentes en el Tomo I (2016)

Delicia González Verdún Héctor Rolando Puntín Díaz Raúl Eduardo Gómez Estigarribia Ramón Miguel Ávalos Vargas Juan Antonio Olivo Gómez Pantaleón Romero López José Oviedo Delgado Abel Arce Gómez Alice Domon. Hermana Caty Norma Blanca Tomasella D’ Bórtoli

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PRÓLOGO Quién sabe quién -irresponsable del espacioLanzó ese globo inmenso y rojo… Quién sabe quién En su calor crece y ama Y otros nunca jamás Volverán a ser bajo sus rayos (Mayo del 77, un triste amanecer clandestino) Este segundo tomo de “Historias Chiquitas que Cuentan la Historia Grande”, nos invita a conocer la vida de hombres y mujeres detenidos desaparecidos, que de un modo u otro están vinculados a esta provincia de Corrientes y en su mayoría a Goya, territorio de injusticias ancestrales y de hermosas historias de amor. Haremos el recorrido, de la mano de familiares, amigos y compañeros, cuyos testimonios fueron tejidos amorosamente por Mabel Fernández, también protagonista de la historia que se narra. Vamos a encontrar constantes en la caracterización de los compañeros, así como también anécdotas e historias personales. Las primeras hablan del Encuentro, de lo que produjo un movimiento en el que confluyeron miles de personas que creyeron que el cambio hacia un futuro de justicia social, era posible. Las segundas hablan del sujeto, de su identidad única e irrepetible. Dicen de cada uno de ellos: era muy “inteligente”, buen alumno, maestro de sus compañeros, hábil en la resolución de problemas… Veremos desde un grupo de estudiantes secundarios dando batalla en la escuela, para abrir la biblioteca a la comunidad, hasta un científico, creador de una fórmula química aún no publicada al momento de su detención y por la cual fue “interrogado”. 9


Muchos testimonios hablan de “talentos creativos”. Destacados dibujantes y pintores; amantes de la música; diseñadores. Encontraremos a Renoir “departiendo” con Condorcanqui en el cuarto de un joven militante; a un coro interpretando Nabucco que luego brinda con “La Balsa”; a Ernesto Montiel integrado a Sui Generis en la guitarra de un compañero. Entre las historias que se cuentan, con frecuencia aparece el “deportista”. Jugadores de fútbol, jugadoras de vóley, hasta un atleta en competencias nacionales y un insólito (para aquellos tiempos) jugador de rugby. Hermoso el relato del grupo que encontró en el fútbol una manera de juntar a los chicos en el barrio en el que militaban y que para recaudar dinero, decidieron desfilar en los corsos con una fallida carroza, que después de lanzar fuego, saturó con humo al público. La “coherencia” es también un atributo presente en todos los casos. Con admiración y cariño, los testimonios cuentan cómo un profesor universitario terminaba de dar clases y se iba a fabricar ladrillos; cómo un contador en ejercicio, compartía su trabajo con el de cocinero para ollas populares. Vivían con lo que se podía, como las personas con las que compartían el sueño de “pan y trabajo”. Y siempre había una boca más. Tal el caso de “Comenunca”, un perrito compañero que alegraba la vida de una pareja militante. Habían sido niños y jóvenes alegres. No son pocas las anécdotas que lo ilustran. La Virgen que se mueve como resultado del desplazamiento de una alfombra sobre la que reposaba la imagen, frente a la mirada atónita de un grupo de creyentes mujeres. El zapato de la egresada que vuela en el solemne acto de la recepción. Travesuras de chicos y chicas que, con esa misma alegría, emprendieron la lucha por la felicidad de todos. “Historias…” también nos cuenta la vida de las familias. Ningún militante llegó a la militancia por una inspiración repentina. Padres y madres de muchos de ellos, tenían historias de lucha. Algunos perseguidos por ser gremialistas, otros por pertenecer a la resistencia peronista e incluso el caso de un compañero cuyo abuelo fue soldado del Ejército Rojo en Rusia, también perseguido y asesinado. 10


La tradición católica de muchas familias, había sembrado en sus hijos la fe. Una fe, que de la mano de una nueva Iglesia secularizada y de opción por los oprimidos, pasó de ser un ejercicio espiritual a un compromiso activo. Pero los mayores, a veces no asumían el cambio del mismo modo que los jóvenes. El libro cuenta la perplejidad de unos padres que ante la asistencia de su hija a una charla de monseñor Devoto sobre “Juventud y Amor”, interpretaron que se trataba de una charla introductoria al matrimonio. Veremos aquí, el homenaje a los familiares que lucharon por la aparición de sus hijos, por la recuperación de sus nietos, por la libertad de sus presos. Bellas historias de valientes que con perseverancia y soportando todas las adversidades posibles, seguían buscando justicia. Conmueve el saber que en medio de sus fatigantes ajetreos, el grupo de Familiares de Goya, se hacía tiempo para juntar ropas y alimentos para otros familiares de detenidos desaparecidos, que en parajes alejados sufrían la desaparición de sus familiares y del sustento. Emociona la comprensión de que el miedo impedía que estuvieran acompañados, aunque la excepción hace enorme la figura del que aún con miedo, acompañaba. Por último, “Historias…” nos ofrece pistas, nos señala caminos y nos orienta en la búsqueda de respuestas a las preguntas que nos hacemos quienes creemos que otra forma de convivencia es posible. Oportunamente, este segundo tomo se edita en 2018, tercer año de una etapa en nuestro país, en la que se intensificó la campaña para devaluar y negar la importancia de los Derechos Humanos en todas sus dimensiones. Pero también es un año de despertar, donde las fuerzas se renuevan y la conciencia emerge poco a poco. Y esto es “Historias…”, tal como se construye un devenir: de a uno, de a dos, de a grupo, de a miles. En cada testimonio estamos todos y en cada uno de nosotros está la historia grande.

Elsa Beatriz Sáenz Sartor

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AGRADECIMIENTOS A los compañeros desparecidos y/o asesinados, porque continúan haciendo honor a la existencia, la perfuman, convocan al afecto y dan deseos de imitarlos. A quienes brindaron testimonio, abriendo sus corazones para compartir la dicha de haber vivido o caminado con estos compañeros por senderos cotidianos o de lucha, así como el dolor de las ausencias y las pérdidas. A quienes acompañaron esta construcción gentilmente dispuestos para buscar un dato, un mail, una foto, un teléfono… abriendo la posibilidad de contactar a quien podía hacer un aporte y tantos compañeros que contribuyeron en las investigaciones, ya sea con testimonios concretos como con conversaciones sobre sus vivencias y experiencias en esa porción de historia compartida. A quienes facilitaron la realización de entrevistas fuera de Goya, brindándome un cálido alojamiento en Corrientes: Jorge y Elsa Sartor; mis sobrinos: Laurita y Pablo Clemente; en Paraná, Graciela Schaab; en Santa Fe: Stella Vallejo y Carlos Raviolo; Alicia Angela Ferrer (la Fati) y Liliana Ríos, en Gualeguaychú, Entre Ríos. A Elsa, por el prólogo, además. Y a Rosita Cañete, por la entrevista al compañero que vive en Formosa. A Juan Carlos Fernández (hijo del querido Lalo), Coordinador del Registro Único de la Verdad (R.U.V.) del Chaco. A Amelia Báez, de la Secretaría de DDHH, de Misiones. A Francisco Klaric, integrante del equipo de trabajo del libro que homenajea a los militantes santafesinos, editado por la Secretaría de DDHH, de la provincia de Santa Fe. Gracias por socializar información sobre los compañeros A Gladys Marcon, por su trabajo sobre la represión en la educación en Goya. Fue inspirador. A Jorge Migueles y Arturo Alemis, por hacer tangible el desafío de entablar un diálogo entre dos generaciones y producir el texto incluido en el libro. 13


A Silvia Luz Arana y Pedro Torres, quienes como en el Tomo I, cada uno desde su especialidad, colaboraron con la revisión, compaginación y diseño de impresión. A quienes generosamente colaboraron con el financiamiento de esta edición. A los lectores del primer tomo que enviaron comentarios, agradecidas palabras e incentivos para continuar. Y a Paulina, mi mamá, a quien sentí presente durante todo el tiempo de producción de estos libros, desde no sé qué lugar… pero como siempre, acompañando el vuelo.

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A MODO DE INTRODUCCIÓN En el grupo inicial de MEDEHS que impulsó la producción de “Historias Chiquitas que Cuentan la Historia Grande” no teníamos el título pero sabíamos que queríamos honrar a nuestros compañeros; nos animaba un sentido de responsabilidad hacia las víctimas del genocidio argentino y hacia nosotros como sociedad. Quizás por eso, en la solapa del tomo I se puede leer a Julius Fucik, periodista checo, víctima del nazismo, diciéndonos: Solo les pido una cosa. Los que sobrevivan a esta época no olviden. No olviden a los buenos ni a los malos. Reúnan con paciencia testimonios de los que han caído por sí y por ustedes… Entre la publicación de ese tomo y éste accedimos a varios textos escritos en otras provincias contando sobre los compañeros y sobre hechos que los contenían y nos encontramos con interpelaciones semejantes respecto del contar sobre lo que ocurría: Julio Benítez, campesino detenido en la U17 de Misiones, en junio de 1977 dijo a Enrique Igor Peczak: Gringo, si salís vivo de esta no olvides. Contá esta historia. 1 Néstor, el Flaco Salas, detenido en la U7 de Resistencia, cuando en diciembre de 1976, lo sacan junto a otros compañeros hacia la muerte en Margarita Belén, habló de esta manera a sus compañeros del pabellón:2 Compañeros, sé que nos sacan para matarnos; es mentira que es un traslado y si lo es, es un traslado a la muerte. Pero quiero que sepan que moriré de pie, peleando como pueda, a los mordiscones si estoy atado.

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URQUIZA, Yolanda. Misiones bajo el terror 1976-1983. Haciendo historia de la dictadura cívico-militar. P.234. Dic. 2010 2 GILES, Jorge . Allí va la vida: la masacre de Margarita Belén. Colihue. Buenos Aires. 2003

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Todos los que hoy nos sacan de acá como los que esperan afuera... son culpables ante la historia, culpables de la miseria del pueblo y culpables de nuestras muertes. Solo quiero pedirles que cuenten de esta matanza a mis hijos, cuando ellos tengan edad de entender qué pasó en la Argentina de estos años. Y a mi compañera cuando puedan verla. También les digo compañeros que de nada vale este sacrificio nuestro si Uds. no siguen peleando por mantener viva la memoria popular. Por eso cuéntenle a nuestro pueblo porqué nos asesinan y porqué decidimos morir de pie Chau compañeros, cuídense. ¡Libres o muertos, jamás esclavos! Entonces… hacer Memoria… ¿es un deber? Como protagonistas de esa época y frente a la pretensión de la dictadura de borrar la existencia de los desaparecidos, dijimos “No al olvido” y nos planteamos diferentes modos de traer a los compañeros a nuestro presente, cerca de las familias, de nosotros y en este libro lo hacemos a través de las palabras de otros, en las que el compañero ocupa el lugar central, intentando además, transmitir a las nuevas generaciones retazos de vivencias compartidas con tantos compañeros. ¿Hacemos Memoria… porque es un deber? Sí, pero también hacemos memoria porque la consideramos un derecho. Hacer memoria es un derecho civil y también personal. Un derecho que estuvo conculcado en los años en los que imperó el silencio por la represión, la censura, el aislamiento, por el temor, el terror, por el dolor… El tiempo, las luchas de los organismos de defensa de los derechos humanos y las políticas de públicas de los diferentes gobiernos democráticos, fueron abriendo caminos para el recuerdo, para el habla, para la Memoria, la Verdad y la Justicia. El Juicio a las Juntas, el Nunca Más, los Juicios por la Verdad, la declaración de nulidad e inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida (bien llamadas leyes del “olvido”), la concreción de cientos de juicios por delitos de lesa humanidad y la condena de los represores que participaron del genocidio, abrieron y ampliaron el camino hacia el ejercicio de nuestras memorias. 16


Decimos que la memoria es un derecho porque además es una parte fundamental del duelo. De los 27 compañeros de la zona, solo se tiene certeza de muerte de tres de ellos Raúl Eduardo Gómez Estigarribia, Edgardo Domingo Guerra y Juan Carlos Aguirre. Conocer la verdad permitió la identificación y restitución de sus restos, hoy sepultados entre los suyos, los nuestros... Liana3, hija mayor de Juan Carlos Aguirre, señaló: El ejercicio del derecho a sepultar a nuestro padre como una forma de elaborar un duelo largamente pospuesto, sólo fue posible porque miramos hacia atrás, buscamos, preguntamos, reconstruimos, recurrimos a la justicia. Lamentablemente, aún hoy persiste la reticencia e incluso el miedo a dar respuestas. Mas, estas conductas devienen imperdonables pues para reconstruir cada historia individual de los que todavía hoy se encuentran desaparecidos, se necesitan personas e instituciones que contesten, abran archivos, informen. Es inaceptable que a esta altura de la historia se pretenda y promueva el criterio de dejar todo atrás, olvidar. Asumir definitivamente esa postura importaría privar a miles de familias conocer dónde, cuándo y cómo murieron sus seres queridos; y también cuál fue el destino final de sus restos. O dicho de otro modo, sería despojarlos de su derecho a la identidad y reconstrucción de su propia historia. Ejercitar la memoria no conlleva aspiraciones de revancha o venganza. Aquellos que, como nosotros, transitaron por la dolorosa experiencia de no saber o saber a medias, de no haber tenido la prueba cierta de la muerte como es el cuerpo, de haber perdido a un padre, esposo, hijo, amigo, sin poder reclamarlo a riesgo de correr su misma suerte, sin poder despedirse, velarlo y darle sepultura, tenemos el derecho y también la obligación de luchar para que en medio de la tragedia de estas pérdidas injustificadas, se impongan la verdad y la justicia. Es que, relegarlos al olvido, importaría volver a matarlos. Si el recuerdo y la memoria, fueron una parte imprescindible para la identificación y recuperación de los restos y el entierro de los compañeros, pensemos lo que significa en relación a los niños robados

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Del libro: Historias de Vida TOMO 2. Homenaje a militantes santafesinos. Pág. 184-86. Año 2010

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de los brazos de las compañeros y compañeros, y qué decir para los 127 niños, hoy adultos recuperados, con sus identidades restituidas y sus lazos familiares originales en reconstitución. En este libro donde la herida de la ausencia sigue abierta en tantas familias, las de Marita Monasterolo y Cacho Aguirre, Dorita Vargas y Juan Carlos Sofía , Juan Ramón Vargas y Dora Noriega, tienen además, el dolor de no conocer el destino del niño o niña que debió nacer en cautiverio. Y de ser conscientes que esos niños o niñas si nacieron, todavía continúan retenidos y con su identidad usurpada. Por todo esto la Memoria es un deber, un derecho y un camino hacia la Verdad y la Justicia. Nuestras y nuestros imprescindibles; así nos referimos a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, así también sentimos a nuestros familiares, padres, madres, hermanxs, cuñadxs, sobrinxs…. Unas breves líneas como un homenaje a ellos que supieron transformar el dolor en lucha para buscarnos, acompañarnos, sostener denuncias y exigir respuestas y seguir haciéndolo. A ellos que tuvieron el valor de organizarse para ver autoridades, buscar recursos, pedir, reclamar, exigir, participar de manifestaciones, hacer miles de tareas que nunca antes imaginaron, y muchas veces en total soledad. Y en especial a quienes aún siguen tenazmente buscando, esperando…a todos ellos, nuestro reconocimiento. Estos jóvenes, cuyas vidas estamos reconstruyendo, en general fueron muchachos y muchachas que por razones de época, al terminar el secundario debieron desplazarse hacia otras ciudades para trabajar o iniciar sus estudios universitarios; allí varios comenzaron o desarrollaron su militancia. Muchos se integraron a las organizaciones revolucionarias de esa época: la O.P.M. Montoneros o el PRT-ERP. Abordar esos períodos de sus vidas presentó algunas dificultades, por un lado lo ya mencionado de las distancias, había que ir a buscar contactos con compañeros de otros lugares y de esos tiempos (cierto que las nuevas tecnologías facilitaron esos encuentros), por otro, la represión y la persecución, la clandestinidad, las formas “celulares” de 18


funcionamiento de estas organizaciones hacían que los encuentros entre compañeros fueran breves, que se desconocieran los nombres y apellidos reales, incluso conviviendo en un mismo espacio no se sabía casi nada de la vida privada ni de la vida militante del otro. En las historias que contamos en este tomo la principal fuente de información fueron las personas que habían compartido la niñez y la adolescencia: familiares, amigos o compañeros de escuelas y colegios; en esos relatos, algunos muy risueños, podemos ver la esencia de cada uno de los compañeros. Esas características con las que los describen, las cualidades que destacan: austeridad, sentido de la solidaridad, generosidad, respeto a los demás, la responsabilidad y el compromiso con sus propósitos se manifestarán en sus vidas de revolucionarios. Así los veremos entregándose a una causa, aceptando los sacrificios que significaba la vida en clandestinidad, renunciando a una realización personal, conociendo los riesgos propios de la acción revolucionaria, incluso el de la propia muerte, asumiendo una lucha colectiva en favor de la vida y la libertad. Los 70: una década inconclusa. A fin de asomarnos a sus sueños, sus proyectos y sus causas, intentamos propiciar una aproximación al tiempo histórico en que vivieron e invitamos a Jorge Migueles y Arturo Alemis, a exponer algunos elementos que nos introdujeran en la década en la que transcurrieron sus vidas los compañeros motivo de estos dos tomos. Los autores sostienen que no es un texto de historia sino un texto interpretativo de procesos intentando que registre los principales debates y dilemas de esa época; instalando puentes con los temas y debates actuales. Este trabajo cumplirá el doble propósito de aporte a la comprensión histórica del presente y de estímulo a la investigación si además, es recibido como una invitación al pensamiento. En Argentina, más allá de los cambios de gobiernos, de políticos y de políticas, hubo una constante: el trabajo y la perseverancia de los organismos que luchan por la reafirmación de los derechos fundamentales de las personas. Lucha que iluminó de modo tal que 19


incluso al interior de las familias de los genocidas, pudieron ver, buscar y saber la verdad.4 Hubo quien dijo que los derechos humanos “son un curro”, “que los desaparecidos no son 30.000”, “que no fue un genocidio”…, no porque les interese la verdad. Son intentos de deslegitimar los procesos de juzgamiento, la historia y la lucha de años contra la impunidad que llevan adelante las organizaciones de derechos humanos. Lo dicen porque con su negacionismo son cómplices de la peor tragedia de la historia argentina. La masiva marcha en mayo de 2017, en la que miles de personas alzaron los pañuelos blancos, emblema de las Madres de la Plaza de Mayo, en rechazo al fallo de la Corte conocido como 2x1, demuestra que no pueden opacar el enorme trabajo de recepción y análisis de testimonios, de reconstrucción del pasado hecho por los organismos y la sociedad en su conjunto. En estos tiempos en los que se intenta vaciar de contenido las políticas de Memoria, Verdad y Justicia, reafirmamos nuestro compromiso en la defensa de las conquistas históricas del pueblo argentino, en defensa de los derechos adquiridos y la ampliación de los mismos, por más justicia, hasta encontrar a los nietos y nietas que faltan.

Mabel Irene Fernández Compiladora

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Refiere a “Historias desobedientes”

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LOS 70: UNA DÉCADA INCONCLUSA Hay un debate no resuelto en la sociedad, que cada tanto se reinstala en el primer plano, desplazando otros temas, y que tiene que ver con la complejísima sucesión de hechos que se produjeron en los llamados “años 70”. No solo se trata de la historia de lo que pasó, también se trata de cómo y por qué pasó, y sobre todo cómo se interpreta lo que estaba en juego en las disputas políticas, económicas, sociales y culturales que se producían entonces. Y pensar la historia, leer y releer este período, ¿acaso es diferente que tener que pensar, analizar o interpretar cualquier otro período de nuestra historia? No. Sería lo mismo. Pero he aquí que hay etapas de la vida de los pueblos y naciones que, aunque metodológicamente se podría estudiar de la misma forma, al parecer en términos político-históricos su denotación y connotación no significan lo mismo para esas sociedades. Esto de alguna forma ocurre con los 70, porque en términos históricos se puede decir que …es una década que empezó mucho antes…, y lo que parece aún más desafiante, es una década que en gran medida no terminó, se la sigue “debatiendo”, y también coexistiendo intensamente con ella, aunque ya no tenga su contexto de origen. De allí que, con alguna legitimidad podemos decir que es una década inconclusa…. Las tensiones que descarnadamente pugnaron en esa década no solo están completamente vigentes, sino que en gran medida se agravaron en sus direcciones principales. Una obra que tiene que ver con testimonios respecto de los militantes que padecieron la cara más perversa de la dictadura cívicomilitar, necesita un esfuerzo de contextualización, no para profundizar los temas (imposible en tan poco espacio), sino para que al menos tengamos en nuestro radar de análisis los principales hechos o procesos políticos que impactaron en esa década, para luego en cada lugar, individual o colectivamente, seguir profundizando estas cuestiones, pues al decir de don Arturo Jauretche: La política es la historia del presente y la historia es la política de épocas pasadas.

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CONTEXTOS I. “La política es esencialmente la política internacional” Esta frase que siempre utilizaba el General Perón, porque en principio estaba convencido de esto y para que sus dirigentes no se creyeran el ombligo del mundo, nos ayuda a bucear las oleadas centrales del contexto internacional que pegaron en nuestras costas. Es así que para hablar de la “década del 70” en Argentina, debemos instalarnos en varios lugares del mundo casi simultáneamente, y seleccionar los vectores que aportaron algunas resultantes en nuestra historia. Intentémoslo: La guerra de Argelia. La llamada “Guerra de liberación de Argelia” se desarrolló durante los años 1954-1962, en la entonces colonia francesa, que tenía este rango colonial desde 1830. Este período fue el más intenso por el protagonismo que adquiere el Frente Nacional de Liberación, que logra encauzar a la mayor parte de las fuerzas anticolonialistas de Argelia. Dos cuestiones relacionadas a este proceso argelino, impregnaron una parte de nuestras realidades: Frantz Fanon con sus escritos, y la OAS. Dos sujetos históricos de esta guerra en posiciones diametralmente opuestas, pero de eso se trata la historia: de intereses y actores en disputa. ¿Quién era Frantz Fanon?5 Era un filósofo, escritor y psiquiatra nacido en Martinica, isla que pertenece a Francia desde 1635. Su praxis y su obra escrita sobre la cuestión de la violencia colonial, los procesos de descolonización y la psicopatología derivada de la colonización, tuvieron enorme influencia en los movimientos revolucionarios de los años 60 y 70. Fanon apoyó la lucha por la independencia de Argelia, y fue un importante miembro del Frente de Liberación Nacional argelino, y su obra más difundida Los condenados de la tierra ha inspirado a movimientos de liberación anticoloniales durante muchos años. 5

https://iberoamericasocial.com/vida-y-obra-de-frantz-fanon/

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La humanidad espera de nosotros alguna otra cosa que una imitación, algo que sería una caricatura (…). Por Europa misma, por nosotros y por la humanidad, camaradas, debemos dar vuelta a la hoja, debemos desarrollar concepciones nuevas, y debemos tratar de ayudar a dar los primeros pasos al hombre nuevo. La OAS (Organisation de l’Armée Secréte, por sus siglas en francés), era una organización terrorista de extrema derecha nacida en 1961, integrada por militares y civiles franceses y argelinos, unificados en su rechazo a las negociaciones con el FLN argelino, que entonces representaba la mayor oposición anticolonial, y contaba con un brazo armado. La OAS y la llamada “escuela francesa” (experimentada en Indochina y perfeccionada en Argelia), fue el otro “sujeto aportante” a los eslabones que se articularon frenéticamente en nuestros “procesos setentistas”. El perverso aporte de la OAS -con intermediación de la derecha católica “integrista”- fue considerar imprescindible para la eliminación del oponente la “construcción del enemigo interno” en forma planificada y consciente, y que para este enfoque puede ser tu amigo, tu vecino, tu compañero de trabajo, tu hermano si resulta necesario, etc. …El coronel Lacheroy fue inventor de la guerra moderna… donde la población es el agua donde está el pez, para acabar con la guerrilla, para acabar con los peces hay que sacarles el agua, que es la población. Esta concepción de la guerra moderna después se llamará guerra antisubversiva….6. Esta “escuela francesa”, tempranamente aprehendida por las cúpulas militares argentinas, también fue adoptada por la Escuela de las Américas7 (que desde Panamá entrenaba a las FFAA de Latinoamérica durante los 50 y 60), madurando en esta parte de occidente lo que se conoció luego como la Doctrina de la Seguridad Nacional8: “….Esta característica de “enemigo interno” iba desembocando en la ingobernabilidad democrática, incapacidades ejecutivas de los gobiernos elegidos popularmente,

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http://www.mdzol.com/nota/271904-como-la-batalla-de-argel-enseno-a-torturar-a-los-militaresargentinos/ (Marie Monique Robin, periodista y escritora francesa, en su extenso y revelador testimonio en el Juicio a los represores que se llevó adelante en Mendoza. Cómo los militares fueron buenos alumnos de las peores prácticas europeas) 7 https://www.lanacion.com.ar/162824-la-terrible-historia-de-la-escuela-de-las-americas 8 http://www.flacsoandes.edu.ec/biblio/catalog/resGet.php?resId=11265

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democracias condicionadas y, a partir de los setenta, se generalizan las dictaduras abiertas en el continente, y la irrupción masiva de la tortura, las desapariciones forzadas de personas, las ejecuciones sumarias y la censura….”. Esta cuestión es determinante para comprender los procesos actuales, puesto que la “demonización” periódica de un enemigo interno es una estrategia persistente que ya tienen incorporada las elites dominantes cuando deciden que algún sector puede afectar sus intereses, con la diferencia que antes ejecutaban sus designios a través de las fuerzas armadas, y hoy ese papel lo cumple el aparato mediático-judicial. La guerra de Vietnam. Este conflicto fue probablemente el más costoso y prolongado después de la Segunda Guerra Mundial, y el más icónico de las decenas de conflictos bélicos que se dieron en el marco de la denominada “Guerra Fría”9 (Esta se refiere al enfrentamiento durante el siglo XX, desde 1945 -fin de la Segunda Guerra Mundial- hasta 1991, el fin de la URSS, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). La disputa por la hegemonía mundial de los dos bloques (EE.UU. y la OTAN; y la URSS con su Pacto de Varsovia) se daba en todos los terrenos (ideológico, cultural, deportivo, económico, político, científico-técnico y militar), pero dado que sus respectivas carreras armamentísticas les dotó de una trágica paridad nuclear, no podían ni querían un enfrentamiento directo, pero llevaban esta “guerra fría” a todos los rincones del mundo y cada conflicto político, social o religioso que se producía en cualquier país, más tarde o más temprano se impregnaba por esta “bipolaridad” y ese juego de intereses. Pocos países pudieron o intentaron escaparse de esta disputa para no ser “furgón de cola” de alguno de estos dos bloques. El Movimiento de Países No alineados (MPNA), originalmente promovido por Jawaharlal Nehru (India), Gamal Abdel Nasser (Egipto), y Sukarno (Indonesia), fue uno de estos intentos. ¿Qué significó para el mundo y para Occidente en especial la “Guerra de Vietnam”? Muchas secuelas y efectos en todas las dimensiones tuvo esta

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https://historia1imagen.files.wordpress.com/2010/11/tesis-guerra-fria-daniel-dieguez.pdf

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guerra, pero hay tres elementos que instaló este prolongado conflicto en el imaginario colectivo, y pesaron en nuestra década en cuestión: 1. Los costos10 sociales, humanitarios y económicos fueron tan exagerados -tan trágicamente obscena la saturación, exhibición y ejecución de los recursos bélicos (sentidos principalmente dentro de la misma sociedad estadounidense)- que se tornó insostenible la permanencia de EE.UU. en esa guerra y fue una de las causas que le indujeron a pactar su retiro en 1973; 2. La rebelión pacifista: como contracara de los masivos y crueles costos, el movimiento pacifista fue creciendo en todo el mundo, especialmente en Occidente, y fue particularmente masiva dentro de las mismas fronteras de EE.UU. Estas protestas tenían alta preponderancia juvenil, sector que en simultáneo venía desestructurando otros pilares de la cultura autoritaria, sexista, formalista, guerrerista y materialista de Occidente y otras partes del mundo; 3. La resistencia y organización combativa del pueblo vietnamita. Que uno de los pueblos más pobres y pequeños del mundo resista sostenidamente y derrote a la mayor potencia del mundo fue un pésimo mensaje para ese imperio, pero fue una canción de esperanza para todos los pueblos y los jóvenes idealistas, pacifistas y sectores revolucionarios del mundo. El 68. Sería interminable reseñar todas las transformaciones que con más o menos visibilidad, se fueron realizando, incubando o generando en los años sesenta. Cualquier intento de recuperación de hechos o sucesos importantes de este período no podrá ignorar por ejemplo -a “modo titulares”- acontecimientos históricos como el Concilio Vaticano II; la Beatlemanía; crisis de los misiles entre USA, Rusia y Cuba; comienzo de la comercialización de la píldora anticonceptiva; televisión en colores, etc. etc. etc. Algunos autores intentando sintetizar las grandes tendencias sociales transformadoras del momento, dicen: La década de los años 60 fue de los jóvenes y de la mujer en el Primer Mundo, de la

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http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/04/150429_guerra_vietnam_claves_men

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resistencia vietnamita en Oriente, de los derechos de los negros en los Estados Unidos, de la vuelta al mundo del cristianismo posconciliar, de los ecos de la revolución cubana en Latinoamérica y de la descolonización de África. Todo con el telón de fondo de la “Guerra Fría”. Pero de todos estos sucesos, resaltar algunos hechos del “año 11 1968 y sus alrededores” es quizás lo más gráfico de las convulsiones de esta etapa, porque su naturaleza y simbología impactaron decididamente en la década que nos ocupa. En una grosera “imitación” de la metodología del historiador Eric Hobsman (que prefiere una periodización histórica y no cronológica), se podría decir que en el 68 se inició la década del 70. En el 68 tuvimos nada menos que: El “Mayo francés”; La “Primavera” de Praga; Revolución cultural china (auge y caída); Ofensiva del “Tet” en Vietnam; Matanza de Tlatelolco (México); Medellín (Conferencia Episcopado Latinoamericano); Asesinato de Martin Luther King (líder de la lucha por derechos civiles de negros estadounidenses) y de Robert Kennedy, todo enmarcado en la muerte del “Che” Guevara el año anterior (1967), y el Festival contracultural de Woodstock, el año siguiente (1969). Sin dudas ese año 1968 tuvo la riqueza de estos hitos simbólicos de protestas sociales, revolucionarias y manifestaciones contraculturales del momento. Una síntesis que contextualice la posterior conflictividad de los 70, no permite una profundización de cada uno de estos hechos (NR: que además se puede revisar en decenas de estudios, como el que referenciamos abajo), pero lo cierto es que impactaron decididamente en la construcción de la subjetividad de los movimientos populares, especialmente de los sectores juveniles que en diversos lugares del mundo canalizaron su rebeldía y ansias de transformar esas sociedades capitalistas, o de otro tipo, a las que sentían cada vez más injustas y cada vez menos libres. “El socialismo y el capitalismo se han edificado como sistemas que minimizan el “deseo”, la carga libidinal que motiva la acción humana, la cual se reprime en las sociedades del control exhaustivo de las vidas. El error del capitalismo es igualar “deseo” y “consumo” y reducir otras esferas mucho más importantes de la vida humana. De este modo una gran cantidad de individuos rechazan el sistema de vida impuesto, y se sienten como auténticas anomalías 11 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4027164

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dentro del esquema de vida pensado para ellos: educarse para trabajar, trabajar para consumir, consumir para ser felices. Por eso se reclama la relevancia de liberar el deseo más allá de la cárcel de la ley del valor de cambio, del fetichismo de la mercancía, donde la felicidad se entiende a partir de la posesión de objetos materiales…12 Estas reflexiones de dos pensadores (Lyotard y Vattimo) que acompañaron “los sesenta” en sociedades que lograron un “Estado de bienestar”, nos dan una pauta de los debates político-ideológicos y culturales que estaban en juego en las oleadas transformadoras de los 60 y 70. Lejos estaban de pensar que las élites mundiales tenían otros planes para el mundo, que nada tenía que ver con mejorar o consolidar ese “estado de bienestar”, aún dentro del marco capitalista. Los dueños del poder mundial, creían que el planeta no alcanzaba para que vivan -ni siquiera con pobreza digna- los que ya están, y menos si aspiran a una “movilidad social ascendente”. Para este enfoque de las élites, la humanidad iba evolucionando muy rápido en sus derechos, y vislumbraban que podían perder poder y privilegios si no se frenaban estos procesos. Y para frenarlos debían suprimir incluso la democracia liberal, que en otras etapas del capitalismo fue “su traje a medida”. Por ello, desde la crisis del petróleo de los setenta, el capitalismo entró en otra etapa y la ciudadanía en términos políticos solo conoció procesos de dictaduras cívico-militares o de dictaduras del mercado con “democracias ficticias o degradadas”. CONTEXTOS II. La Patria grande: “…somos un país, porque no supimos ser una Nación…”13 Revolución cubana. Entre 1902 y 1958, en Cuba se consolida un modelo capitalista agrario dependiente sobre el monocultivo azucarero y, como lo era en el resto de América Latina, Cuba se suma a la “división internacional del trabajo” como mero productor de materias

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Oñate-Arribas. La posmodernidad. Jean-Francois Lyotard y Gianni Vattimo. RAMOS, Jorge Abelardo. Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Las masas y las lanzas. Buenos Aires. Hyspanoamérica. 1986 13

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primas. Los sectores clave de la economía cubana van a estar sujeto a los dictámenes de EE.UU., es decir; el transporte, empresas de servicios, latifundios cañeros, refinerías, el comercio local estuvieron bajo control norteamericano. A esto se suma una burguesía local fuertemente ligada a los intereses extranjeros en la explotación para la exportación del azúcar, café, tabaco y la ganadería, lo que robustece un intercambio alocado de productos importados, con lo que esta minoría social imitaba un estilo de vida alejado de la realidad cubana, donde su población en su mayoría se mantenía en la extrema explotación laboral, desempleo y pobreza. Una pequeña burguesía rica sin poder político, sobre una población pobre y analfabeta, fue la fotografía habitual de la isla por mucho tiempo. Cuba no va a escapar al protagonismo político de los ejércitos, propio del siglo XX en Latinoamérica, y en 1933, la llamada Revolución de Sargentos, va a colocar en primera plana a Fulgencio Batista, que habría de evolucionar rápidamente a un régimen autocrático. El 26 de julio de 1953- ya en el segundo período dictatorial del ascendido General Batista- un grupo armado intenta tomar por asalto el cuartel de la Moncada en Santiago de Cuba. La acción fue reprimida y los apresados fueros llevados a la cárcel de Isla del Pino. Entre ellos se encontraba el joven abogado Fidel Castro quien llevó adelante su propia defensa durante el juicio, pasando de acusado a acusador con su alegato conocido con el título: La historia me absolverá. Posteriormente tras una obligada amnistía, la mayoría de los revolucionarios se exilaron en México. En diciembre de 1956, en el pequeño barco de paseo “Granma”, al mando de Fidel, logran desembarcar ochenta y dos hombres que habían partido desde el Golfo de México (siguiendo el camino que el siglo anterior, alcanzara el prócer cubano José Martí). Los que lograron sobrevivir a las peripecias de un mar enardecido y al bombardeo de aviones de Batista se instalaron en Sierra Maestra, en la parte suroriental de Cuba. El plan revolucionario era desarrollar una guerra de guerrillas, con un apoyo urbano del M-26 (Movimiento 26 de Julio). Hombres como Raúl Castro, hermano de Fidel, Camilo Cienfuegos, Ernesto “Che” Guevara, quien se unió al grupo en México, serán algunos líderes del ejército 28


revolucionario que con tres columnas derribarán a Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959, con un desfile triunfal sobre las calles de La Habana. Este hecho marcará a los movimientos de liberación en América Latina. Cuando EE.UU. detecta la radicalización de la Revolución despliega diversas iniciativas político-económicas (Ej. la Alianza para el Progreso14), pero también acciones de injerencia directa a través de la CIA (Central de Inteligencia Americana) impulsando diferentes políticas de intervención sobre esta región de América con el objetivo de frenar las acciones de los movimientos sociales y políticos que existían en el continente, y que el triunfo de la revolución cubana oxigenaba. Muerte del “Che” en Bolivia. Sin lugar a dudas otro vector que influye con gran peso en ese momento es la muerte de Ernesto Guevara. Perón diría desde Puerta de Hierro: “Compañeros, con profundo dolor he recibido la noticia de una irreparable pérdida para la causa de los pueblos que luchan por su liberación (…) Hoy ha caído en esa lucha, como un héroe, la figura joven más extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica (…) Su muerte me desgarra el alma porque era uno de los nuestros, quizás el mejor…”15. Guevara se había sumado al grupo de cubanos exiliados liderados por Fidel en México. El médico argentino, llamado el “Che” por sus pares revolucionarios, no solo combatió con un enemigo de carne y hueso, sino también debió enfrentar las dificultades que presentaba el terreno húmedo que incrementaba los ataques del asma que padecía, muchas veces sin medicamentos. Su condición de médico del ejército revolucionario, luego de comandante de una columna que logra tempranamente tomar Santa Clara en la ofensiva final, y en los cargos públicos que la Revolución le confió luego de la victoria, nunca dejó dudas de su compromiso con la idea de liberar a los Pueblos y de su enfoque internacionalista. Fue un activo defensor de la teoría del “foco”: “Crear dos, tres... muchos Vietnam es la consigna”16,

14 http://www.scielo.org.ar/pdf/ciclos/v20n40/v20n40a01.pdf 15 Ver nota. http://depoliticaehistoria.blogspot.com.ar/2017/06/guevara-y-peron.html 16 Mensaje de Ernesto Guevara en enero de 1965 en el marco de la Tricontinental reunida en La Habana. El Che en este mensaje a los pueblos del mundo deja en claro que el enemigo es el

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planteaba, en la convicción de que ninguna revolución se podía sostener si quedaba como una experiencia puntual y aislada. Bajo esta visión se instala en Bolivia, con compañeros cubanos y locales para iniciar un sistema de guerra de guerrillas 17 contra el régimen del general René Barrientos, alumno de la Escuela de Panamá. Lograr la liberación de este país era también darle a Cuba un país de respaldo y romper con el aislamiento. Según su propio diario personal, el Che instala su campamento guerrillero en noviembre de 1966 e intenta llevar adelante su plan pero el ejército boliviano- con la “colaboración” de los Boinas Verdes enviados por EE.UU.- detecta sus movimientos, sigue sus pasos y logra cercarlo. En octubre de 1967, en los primeros días, luego de algunos enfrentamientos, y no habiendo desarrollado el consenso ni la logística necesarias, el Che fue capturado herido y con vida. Fue trasladado a una escuelita del pueblo de La Higuera, donde el 8 de octubre de 1967 va a ser fusilado por orden del ejército de Barrientos. Si bien el Che fue eliminado, su muerte va a causar un impacto en toda América Latina resaltando su ideal de la construcción del “Hombre Nuevo” 18. La idea de luchar por los desposeídos, de entregar la vida por la causa de liberar a los oprimidos de América, hacer de esta parte del mundo una Patria Grande y liberada de los imperios, son más que simples consignas. Su muerte, dado el contexto de falta de libertad en nuestro continente por la vigencia de regímenes dictatoriales, lo habría de potenciar involuntariamente, hacia el héroe romántico e idealista que millones de jóvenes quizás buscaban. Concilio Vaticano II19- Teología de la liberación20- Medellín: Conferencia Episcopal Latinoamericana21:

imperialismo norteamericano y el camino era la estrategia que los vietnamitas estaban llevando adelante con líderes como Hồ Chí Minh y el General Võ Nguyên Giáp. 17 GUEVARA Ernesto, La Guerra de guerrillas. Editorial 21. Argentina 2003. 18 En El socialismo y el hombre en Cuba, el Che desarrolla su teoría del Hombre Nuevo, de notas realizadas por él luego de su presencia en el continente africano. 19 Ver: www.iglesiasanjosemaria.org.mx/images/di/magisterio/concilio_vaticano_ii.pdf 20 Teología de la Liberación, un término utilizado por primera vez en 1973 por Gustavo Gutiérrez, un sacerdote católico del Perú, es una escuela de pensamiento entre los católicos latinoamericanos, según

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El Papa Juan XXIII fue el encargado de convocar el Concilio Vaticano II, y entre 1962 y 1965, la Iglesia Católica se abre a un diálogo entre sectores que eran negados por la misma. Laicos, diferentes iglesias cristianas, incluyendo mujeres fueron los partícipes activos. Si bien estos no contaban con voto, el cambio era y terminó siendo importante. El resultado de esta apertura fue un cuerpo de reformas: por ejemplo, la misa se dejó de dar en latín y de espaldas al pueblo, se abrió el debate sobre el rol de los medios de comunicación, el trato entre católicos y judíos, relación entre cristianos y no cristianos, la educación de los sacerdotes y obispos. Lo más importante fue lo referido al rol y comportamiento que debía seguir la Iglesia ante los problemas sociales y estructurales que enfrentaba la humanidad, induciendo en sus debates y conclusiones a un compromiso más profundo con los desposeídos del mundo. Así la Iglesia condena la explotación laboral que sufrían millones de obreros en el mundo de post guerra y, voluntariamente o no, terció desde su doctrina en la polarización instalada por la “Guerra Fría”. Este compromiso de alto contenido social desató energías contenidas en todos los países donde se hacía sentir su influencia. El Concilio fue clausurado por el Papa Pablo VI, en diciembre de 1965, que asumiendo los documentos esenciales del Vaticano II (Gaudium et Spes, y la Lumen Gentium, por ejemplo), deja su huella doctrinaria en la encíclica “Populorum Progressio” (lat. El desarrollo de los pueblos), publicada en 1967. Denuncia el neocolonialismo sobre los países subdesarrollados, rechaza al capitalismo liberal y critica al marxismo como postulado para lograr desarrollo, e incluso cuestiona la propiedad privada como derecho absoluto. Con el marco de la apertura “al mundo…” que brindaba el Concilio Vaticano II, y el impulso derivado de la Populorum Progressio (entre los cuales cabe señalar el Manifiesto de los Obispos del Tercer Mundo del año 67, hijo dilecto de esta Encíclica). Entre agosto y septiembre de 1968, en Medellín (Colombia), se realiza la Conferencia

la cual el Evangelio de Cristo exige a la iglesia concentrar sus esfuerzos en la liberación de los pueblos del mundo, bajo la consigna “ya no basta con rezar”. 21 Ver: www.diocese-braga.pt/catequese/sim/biblioteca/publicacoes_online/91/medellin.pdf

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Episcopal Latinoamericana, que sumada al contexto convulsionado del continente, produjo definiciones de alto contenido social, reconociendo realidades preexistentes y habilitando a la vez, procesos transformadores dentro y fuera de la Iglesia. Conceptos como “…la paz es ante todo obra de la justicia. Supone y exige la instauración de un orden justo, en el que los hombres puedan realizarse como hombres, en donde su dignidad sea respetada, sus legítimas aspiraciones satisfechas, su acceso a la verdad reconocido, su libertad garantizada. Un orden en el que los hombres no sean objetos, sino agentes de su propia historia. Allí, pues, donde existen injustas desigualdades entre los hombres y naciones, se atenta contra la paz…”; no solo impactó en su época, sino que, aún hoy mantiene una vigencia cotidiana. Derrocamiento de Salvador Allende22 e instalación de dictaduras latinoamericanas23: Desde los años 20 en adelante, decir Latinoamérica era en gran medida decir “inestabilidad institucional y/o dictaduras”, pero esto fue desembozado desde los años 50 y 60, en que se conjugaron en nuestro continente -con el telón de la “Guerra Fría”- intentos sociales de autonomía nacional y soberanía popular en varios países, y aplastamiento militar violento de estas experiencias “populistas” por parte de las élites oligárquicas, siempre con apoyo irrestricto de las estructuras intervencionistas de EE.UU. El sangriento derrocamiento de Salvador Allende en Chile, por la dinámica real y por la simbología, es sin dudas uno de los mejores casos de estudio del modus operandi de los factores y actores internos y externos señalados que siempre estaban en juego. Allende, médico socialista, con larga trayectoria política, que desde 1945 fue electo senador, intentó cuatro veces ser presidente de Chile: 1952, 1958, 1964 y finalmente en 1970 accedió a la Presidencia de Chile, con un frente que tenía como base los partidos Socialista y Comunista. En ese momento, Allende se convierte 22

Ver “La batalla de Chile” del cineasta Pedro Guzmán. Este director desarrolla una interesante descripción para poder comprender el proceso que llevó al golpe militar sobre el gobierno constitucional de Allende y su muerte. 23

https://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:0FNDvqNFVucJ:https://www.unicen.edu.ar/ content/dictaduras-en-am%25C3%25A9rica-latina-factores-internacionales-yregionales+&cd=21&hl=es&ct=clnk&gl=ar

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en el primer presidente latinoamericano socialista que gana la presidencia por el voto popular. Sus mil días de gobierno van a estar marcados por gran participación popular, y como presidente produjo múltiples y profundos cambios en lo económico y social en Chile, manteniendo vigente las instituciones del viejo sistema liberal. Sus enemigos internos y externos no podían tolerar que esta experiencia se mantuviera, y menos que tuviera éxito pues empezó a conocerse como “la vía chilena al socialismo”. Antes de ganar las elecciones en 1970 ya existieron grupos civiles y militares, en coordinación con EE.UU., delineando su derrocamiento24, lo que habrían de concretar finalmente el 11 de septiembre de 1973, después que la Unidad Popular de Allende lograra un resonante triunfo electoral en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, triunfo que “convenció” a los sectores golpistas que el camino democrático para derrotar a Salvador Allende debía ser descartado. El nivel de impunidad, crueldad y violencia impuesta por la dictadura chilena, fue suficiente garantía para la CIA, para asignar a la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional de Chile), la convocatoria en noviembre de 1975, y la coordinación de lo que posteriormente se conoció como “Plan Cóndor”25, que no fue ni más ni menos que transformar todo el Cono Sur y los países que se adhieran, en un solo territorio unificado para la represión, el terrorismo de Estado y eliminación de personas indeseables para esas dictaduras firmantes. En todos los casos de golpe y dictaduras en el continente, se daban las mismas constantes que fueron tan desembozadamente visibles durante el boicot y posterior derrocamiento de Salvador Allende. La excusa esgrimida en todos los casos -el freno al avance comunista- de por sí antidemocrática e ilegal sirvió en realidad para acallar la totalidad de las voces opositoras y para disciplinar a los sectores sociales que se oponían a la concentración económica que se daba en cada proceso dictatorial. Es decir, cada dictadura constituyó en la práctica un gigantesco negocio para las élites de cada país y las corporaciones

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http://www.letrasperdidas.galeon.com/consagrados/c_garciamarquez09.htm http://radio.uchile.cl/2014/10/12/operacion-condor-los-archivos-del-dolor-que-condenan-alatinoamerica/ 25

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multinacionales con quienes se aliaban. La abierta complicidad y auspicio de los EE.UU. en estos procesos, se dio a través de la totalidad de los instrumentos políticos, “diplomáticos”, militares y económicos, pero sin dudas quedó evidenciado nítidamente a través de dos instrumentos constantes: el aumento y dependencia de la deuda externa, y los más de 60.000 militares y policías de América Latina que pasaron por la Escuela de la Américas26 (dependiente del Ejército de los EE.UU., legalmente inscripto como Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad, en inglés: Western Hemisphere Institute for Security Cooperation,), y que fuera desde su creación en 1946, una verdadera escuela de técnicas de torturas, desapariciones, desestabilización, y del golpismo en general. CONTEXTOS III. Argentina El fenómeno de la radicalización de sectores sindicales y juveniles. ¿Por qué si las condiciones de oportunidades o imposibilidades del sistema político-económico vigente fueron similares (o peores incluso) en diversas épocas, no siempre se radicalizaron los sectores juveniles como ocurrió hacia fines de los 60 y en los 70? Esta enmarañada cuestión tiene numerosos estudios buscando aproximarse a una interpretación más o menos aceptable en varios países, también en el nuestro27. Pero asumimos que siempre serán insuficientes las explicaciones con respecto a qué factores incidieron con mayor o menor peso específico en este proceso de radicalización de algunos sectores sociales, en especial sindicales y juveniles. Si nos mantenemos en el plano de las memorias, hubo una primera etapa entre el 56 y el 62 en la que confluyeron las militancias que participaban activamente en la “resistencia peronista”, la tradición nacionalista que no adhiere a los golpistas del 55, sumándose luego las que simpatizaban con la naciente Revolución Cubana e incluso aquellas que creyeron en la “apertura frondizista” y luego, al ver como los

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https://www.lanacion.com.ar/162824-la-terrible-historia-de-la-escuela-de-las-americas Ver (entre otras obras): TERÁN, Oscar, Nuestros años sesentas. la formación de la nueva izquierda intelectual argentina Siglo XXI editores, 2013 27

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militares primero acorralan y luego derrocan a Frondizi, empiezan a sellar progresivamente en su imaginario y en sus debates una íntima convicción de que al final “…el poder último sigue estando en las armas…”28 . Esto no necesariamente implicó avanzar en decisiones operativas, y éstas solo fueron visibles en las puntuales experiencias de los Uturuncos (1959) en Tucumán , y de Masetti en Orán, Salta (1964): “…en efecto, a partir de 1959 los Uturuncos y otras protoguerrillas, tanto urbanas como rurales, iniciaron el camino y fueron consecuencia de un intenso debate de la militancia peronista y marxista acerca de la conveniencia u oportunidad de formar focos guerrilleros en el campo o la ciudad; las posiciones éticas acerca de la utilización de la violencia como camino de liberación fueron también una parte importante de dicho debate…” 29. En las elecciones presidenciales de 1963 Illia fue elegido presidente con apenas el 25,15% de los votos por la proscripción del peronismo, y también porque a último momento impidieron que la Democracia Cristiana participe por inscribir como candidato a Raúl Matera, candidato con “antecedente peronista”). Hubo cerca de 2 millones de votos en blanco, que fue la medida que sugirió Perón a modo de protesta pacífica, por este verdadero “exilio político interno” de millones de compatriotas. Illia y los radicales de buena fe, pronto habrían de comprender que las corporaciones no tolerarían ni la más mínima reforma que tenga olor a soberanía nacional. Con todos los años de lucha, represión y proscripción acumulados, llegó como remate el golpe de Onganía (1966), que se autodenominó “Revolución Argentina”, en el cual las FFAA sancionaron un “estatuto revolucionario” que suspendió la Constitución, prohibió la actividad política, disolvió los partidos políticos, intervino los sindicatos y las universidades, y le brindó todos los poderes al presidente. Que uno de los ejes discursivos de este golpe militar, insistiera que esta “revolución argentina”, solo tenía “objetivos, pero no plazos”, no hacía más que abrir las puertas para que -sin cauces políticos legales para expresarse- las luchas sociales y políticas buscasen natural y

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Ibid, p. 33. Siglo XXI editores, 2013. SALAS, Ernesto: Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (1959-1960) Ed. Encuentro. 2015

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progresivamente, otros canales para expresarse, muchos de los cuales tuvieron un carácter semi-insurreccional; y con el tiempo cualquier acción de protesta- incluyendo acciones directas o armadas- lograban alto consenso popular, especialmente en sectores juveniles. Este largo proceso interno de disputas históricas, estructurales y coyunturales, que se fueron dando en Argentina, siempre tuvieron como eje central el antagonismo entre dos visiones de país: por un lado un proyecto nacional y popular que buscaba pleno empleo, mercado interno fuerte con altos salarios, desarrollo autónomo industrial y científico-técnico, con progresiva inclusión social, reconocimiento universal a los derechos humanos, con activo rol del Estado en todo estos procesos; y por otro lado un proyecto oligárquico- conservador que priorizaba el mercado externo y las exportaciones, que no industrializa ni fortalece el mercado interno, que auspicia bajos salarios y alta desocupación para bajar costos y lograr “competitividad”; lo que aumenta la exclusión y la conflictividad social; secuelas que las élites argentinas intentaron resolver siempre con la represión, la censura y la proscripción, que en los hechos privó a generaciones enteras de conocer y ejercitar gobiernos y prácticas democráticas. Desde la militancia -no desde la academia- cuando se hace “memoria” se identifican como hitos de gran peso en la conciencia política revolucionaria, algunos hechos como: el bombardeo a la Plaza de Mayo de junio del 55; el fusilamiento del Gral. Valle por parte de Aramburu, los fusilamiento en los basurales de León Suarez, la desaparición del cadáver de Evita, la extrema censura (expresada tan obscena y patéticamente en el Decreto ley N° 4161 del 5 de marzo de 195630), y el abandono y destrucción por odio clasista de miles de obras del peronismo en el período de la denominada “Revolución Libertadora” (1955-1958). La “defección” de Frondizi en su compromiso ante el peronismo, y su posterior derrocamiento; la persistencia de la proscripción del peronismo; el desprendimientos por

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https://www.elhistoriador.com.ar/frases/revolucion_libertadora/decreto_4161_prohibicion_de_elem entos_de_afirmacion_ideologica_o_de_propaganda_peronista.php

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izquierda del histórico Partido Comunista que no lograba dialogar con la clase obrera peronista; la politización de comunidades de base cristianas también han pesado enormemente en sedimentar una conciencia de que se “acababan las alternativas” en los marcos de la legalidad restringida de la época Y si faltaba la frutilla a este postre de la historia del inmenso retroceso político-cultural del golpe militar de Onganía contra el gobierno radical de Arturo Illia (1966) vino a colocarla “la noche de los bastones largos” interviniendo las universidades que, con la intervención y el cierre masivo de los ingenios tucumanos en 196631, habrían de simbolizar un remate trágico a cualquier esperanza de recuperación y ampliación democrática. La dictadura de Onganía, cual profecía autocumplida, habría de crear las condiciones para definir en primer lugar los campos en pugna: la oligarquía, las multinacionales y los sectores políticos y sindicales “colaboracionistas” por un lado, y los sectores nacionales y populares, con todos sus matices, por el otro. En segundo lugar, estos sectores populares en la medida que más excluidos se sentían, más radicalizaban su postura y ampliaban sus movilizaciones, y así veremos surgir la CGT de los Argentinos que en su “Documento del 1°de Mayo” del 6832 recogía las mejores tradiciones combativas del sindicalismo peronista expresadas oportunamente en los Programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962); también el crecimiento del sindicalismo clasista y combativo en Córdoba (SMATA, Luz y Fuerza, SITRAC-SITRAM) y otros lugares del país; así como la progresiva politización del movimiento universitario a través del peronismo y otros sectores de las izquierdas. Las enormes movilizaciones sectoriales como fueran las de la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar), por el cierre masivo de los ingenios en Tucumán33 habrían de sucederse en varios sectores y economías regionales afectadas, hasta escalar a protestas globales contra las condiciones del régimen, que habría de

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http://repositorio.filo.uba.ar/bitstream/handle/filodigital/3003/uba_ffyl_t_2015_899550.pdf?sequence=1 http://www.cgtargentinos.org/documentos2.htm 33 https://laizquierdadiario.com/A-50-anos-del-cierre-de-los-ingenios-azucareros-en-Tucuman 32

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alcanzar en el “Cordobazo”34 del 29 y 30 de marzo de 1969 un alto pico de masividad y sobretodo de confluencia obrero-estudiantil que preocupó y desestabilizó a la dictadura, y que luego, aun intentando cambios en su gestión (Levingston por Onganía, Lanusse por Levingston), esta dictadura ya no habría de recuperar más su iniciativa estratégica desde entonces. En ese contexto internacional y nacional, el PRT (Partido Revolucionario de las Trabajadores), de origen marxista-leninista y estrategia guevarista, en su V Congreso de julio de 1970 decide la organización del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), como herramienta de lucha armada. De la misma forma que la organización Montoneros, de origen peronista y con sectores católicos en su seno, surge a la luz pública con el operativo que luego se conocería como el “Aramburazo”35 (mayo-junio de 1970). La toma de estas decisiones por parte de estas organizaciones políticas, aunque con distintos objetivos y estrategias, para quienes eran protagonistas activos de esa época no resultaba sorpresivo. Aparecía como una consecuencia natural de los debates y necesidades que se desprendían del escalamiento del conflicto social provocado por la persistencia de políticas neoliberales y represivas de las sucesivas dictaduras. Lo que resultaba extraño era la aparente “sorpresa" de los conductores del régimen militar ante las protestas sociales masivas y el surgimiento de acciones armadas; y era lógico preguntarse: ¿se sorprendieron por ignorancia política e histórica?, ¿o por especular con el “aguante social”?, ¿o por confiar en la fuerza disciplinadora de la represión? Las memorias de numerosos militantes coinciden en una pregunta que además de pragmática, suponía una explicación política del momento: ¿qué esperaban Onganía y sus socios dictatoriales después de decir que tenían objetivos y no plazos, después de cerrar decenas de ingenios, fábricas, prohibir partidos políticos, intervenir sindicatos y universidades, reprimir a mansalva cualquier protesta... ¿qué esperaban? ¿que el pueblo los aplaudiera y la militancia los elogiara? Independientemente de

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http://www.igualdadycalidadcba.gov.ar/SIPECCBA/Efemerides/Mayo/Efemeride%20del%20Cordobazo.pdf 35 http://argentina1970-1973.blogspot.com.ar/2007/11/operativo-pindapoy.html

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los motivos del poder dictatorial para no asumir su responsabilidad en las causas de tales consecuencias del conflicto social implosionado; lo cierto es que la historia y sus respectivas dinámicas después tienden a independizarse de las causas originales, y es bueno que en nuestro imaginario de aprendizajes incorporemos esta “capa geológica” de esas dinámicas libradas a sus propias potencialidades. Estos contextos, bueno es recordarlo, influyeron en las generaciones que entraron a la vida política entre el 56 y el 72, y estas culturalmente asociaron la política como un universo limitado a pocas herramientas: por ejemplo, esquivar represiones diarias, organizar resistencias sociales u operativas, y una profunda falta de libertades individuales y sociales. Ese telón de fondo impregnado por la disputa central señalada más arriba, inhabilita al menos dos de las muchas explicaciones que todavía se escuchan respecto a la responsabilidad de la violencia política que fue creciendo desde el 55: a) por un lado la llamada “teoría de los dos demonios”, que a la luz de los acontecimientos parece claro que si existió algún “demonio”, fue solo uno (los sectores antidemocráticos de la oligarquía que impidieron por años el ejercicio de los derechos civiles y políticos de la mayoría de la población), y en todo caso el pueblo solo resistió con más o menos virulencia a tan sistemática violación de derechos; b) por otro lado aquella teoría que postula que hubo una alta incidencia o “agresión externa de la subversión internacional” en las protestas y resistencias encabezadas por obreros y jóvenes de diversas extracciones políticas en Argentina, también queda sin sustento, porque en todo caso la historia demuestra claramente que la más alta incidencia y el mayor incentivo para las masivas protestas sociales, el aumento de los movimientos cuasi-insurreccionales y el surgimiento de las organizaciones políticas armadas fue claramente fruto del descreimiento esencial de la farsa “democrática” y la desesperanza profunda respecto de lograr “algún día” una democracia verdadera y participativa. Es hora de que en nuestros análisis incluyamos un mojón interpretativo que responda a la originalidad propia de la historia argentina, recordando por ejemplo aquella expresión de Julio Cortázar: “Es necesario comprender quién pone en práctica la violencia…si son los que 39


provocan la miseria o los que luchan contra ella”; y también aquel viejo y universal refrán: “Algún día el yunque cansado de ser yunque, pasará a ser martillo”. Es decir, cierto es que esos años transcurrían en un complejo contexto, claro es que estábamos influenciados por un mundo que nunca fue ajeno, pero lejos de “conspiraciones externas” y de rebuscadas “luchas ideológicas”, el proceso argentino, obviamente situado en esos mundos en pugna, debe explicarse también y quizás parece explicarse mejor por ese tan elemental, tan lógico, tan natural y tan humano hartazgo de varias generaciones que solo buscaban un poco de oxígeno libertario, y un piso de justicia social para ellos, para sus hijos y para su Patria, en el marco de aquella disputa de proyectos de país, que sigue ahora tan vigente como entonces. Triunfo del "Luche y Vuelve". Vuelta de Perón. Muerte de Perón36 y Golpe Militar. Desde el 28 de julio de 1972 (acto masivo de la combativa Juventud Peronista repudiando el llamado Gran Acuerdo Nacional, con el cual la dictadura de Lanusse pretendía condicionar su retirada) hasta el golpe del 24 de marzo de 1976, se produjeron en la Argentina, Latinoamérica y el mundo acontecimientos de tal magnitud e intensidad que resultan difíciles de compendiar. En esos tres años y ocho meses podríamos fotografiar y condensar la casi totalidad de las contradicciones y tensiones que anidaban en la sociedad argentina desde 1930, y al menos desde los años 50. Que le haya tocado a esta generación de jóvenes, trabajadores y campesinos, ser partícipe del barro mismo de ese momento histórico, quedará como eterna incógnita si fue un fenómeno azaroso o debía ser en esa y no en otra etapa, esta confluencia de esos históricos antagonismos que quedaron al desnudo en la agenda cotidiana de los 70. No es intención de estos párrafos hacer historia, pero sabemos que gran parte de lo que sucede hoy y de lo que sucederá en el futuro son ecos del “bigbang setentista”, no resueltos o 36

PUCCIARELLI, Alfredo. La primacía de la política Lanusse, Perón y la Nueva Izquiesrda en tiempos del GAN. Editorial Eudeba. Bs. As. Argentina.1999

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mal resueltos, tanto en lo que podemos llamar “campo popular”, como en la incógnita sobre el mayor o menor apego a la democracia del “campo oligárquico”. Los testimonios que se reúnen en este libro son sobre militantes populares, por lo que estos comentarios sobre contextualización también lo estamos haciendo desde esa vereda de la historia. Y sin aspirar a ser objetivos, pero buscando aprender lo que podamos de esta década inconclusa, nos permitimos arrimar trazos gruesos de las dimensiones que se discutían entonces con pasión, y cuyas resonancias siguen taladrando en ambos “bloques históricos” en pugna. Consignamos brevemente algunos ejes de esas discusiones: Respecto de cómo apreciar la realidad: de cómo observamos y analizamos la realidad, con qué elementos de la historia, con qué datos del presente y con el auxilio de qué enfoque teórico procesamos estos datos, sin dudas definió decisiones, estrategias y también las fragmentaciones de los sectores populares (a decir verdad también del bloque oligárquico, pero no es nuestro tema hoy). Más allá de las siglas de las agrupaciones y organizaciones lo cierto es que se necesita poner sobre la mesa algunos debates de entonces que persisten de algún modo en parte de nuestras praxis actuales: a) La dicotomía de “enfoques con énfasis en el pensamiento nacional” (peronistas, nacionalistas, cristianos, etc.), en contradicción con “enfoques con énfasis en la visión internacionalista” (trotkistas, socialistas, comunistas, maoístas, etc.) b) También la dicotomía para la construcción política en base a “enfoques con acento en las vanguardias de conducción” (y ésta con su versión gregaria de “liderazgos personalistas”), en contradicción con “enfoques con acento en la conciencia y el movimiento popular organizado”. c) “¿Juega o no el campo contrario”? Notablemente tanto dirigencias como militancias del campo popular en numerosas oportunidades hemos tomado decisiones solo teniendo en cuenta “nuestros objetivos e intereses”, no incorporando en el radar de análisis ni en las decisiones, los objetivos, las acciones ni las reacciones del campo antagónico. 41


d) Las disputas por el protagonismo o la “conducción” en el campo popular, si bien humanamente inevitables: ¿se deben dar sobre presupuestos ideológicos o sobre programas políticos y planes de gobierno? e) ¿La correlación de fuerzas se analiza solo en el plano partidario, en el plano nacional o debe incorporarse también los factores internacionales en el análisis cotidiano? f) ¿La incorporación y diversificación de estrategias y herramientas de lucha es una decisión que depende solo de la apreciación del Líder? ¿de la conducción?, o ¿debe consensuarse en espacios más amplios? ¿hasta dónde? g) Las hegemonías económico-geográficas (por caso Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba): ¿suponen acaso también hegemonías de la razón? ¿están mejor oxigenadas las neuronas de la pampa húmeda que de las demás provincias?, ¿cómo construir anticuerpos ante el “colonialismo interno”? h) Si las fuerzas populares disputan y luchan dentro de las normas y las leyes vigentes, pero el campo contrario no respeta en su accionar las reglas de juego democráticas: ¿cómo, cuándo y quiénes deciden el tipo de respuesta defensiva u ofensiva? Señalamos estas cuestiones no solo por la vigencia de algunos debates, sino porque cuando estas contradicciones se tornaban antagónicas, se produjeron las mayores derrotas de los sectores populares, así como cuando las luchas pecaban de ingenuas respecto al grado de respuesta del poder de facto. Respecto a ese intenso período de poco más de tres años previos al golpe del 76, podríamos subdividirlos en tres momentos, y cada uno de ellos con sus mensajes, sus herramientas, roles de conducción y estrategias enfrentadas con finales más o menos abiertos: El primer momento: durante la ofensiva electoral del 72-73 y la primera etapa de gobierno de Cámpora se tuvo claridad tanto en el mensaje (“Luche y Vuelve”, “Liberación o Dependencia”) como en la conducción táctica y estratégica reconocida y herramientas adecuadas de participación para transitar esa etapa (Movilización por el 17 de 42


noviembre- la Hora del Pueblo- el FREJULI – Pacto Social y el Plan Trienal, éste quizás el más progresista de Latinoamérica en ese momento). El segundo momento: después de la venida definitiva al país (20 de junio de 1973), Perón prioriza su alianza con los sectores ortodoxos del peronismo y además, abandona y permite el debilitamiento de la entonces llamada “tendencia revolucionaria” (Con las “TRES A” de López Rega37 se traducirá pronto en aniquilamiento selectivo). Estas definiciones de Perón exigen análisis más complejos, y quizás sean solo explicables (no necesariamente justificables) por la enorme debilidad en la correlación de fuerzas que contaba tanto dentro del país (un movimiento ingobernable, un país a reconstruir desde las cenizas), como fuera del país (quedaba en Latinoamérica solo Argentina con “democracia”, y explotaba en Occidente la primera gran crisis del petróleo con secuelas impredecibles). El mensaje público se tornó contradictorio, la conducción -erróneamente o no- empezó a ser cuestionada en algunas decisiones, y las herramientas de participación se fragmentaron y se comprimieron. El tercer momento: la debacle (Gobierno.de Isabel), y la planificación del exterminio. El inevitable vacío de conducción al morir Perón, el delirio fascistoide de López Rega, el “Rodrigazo”38, y los Decretos de Isabel y Luder donde se utiliza la palabra “aniquilamiento del accionar subversivo…”39, habrían de marcar los hitos de la frustración social y política irreversible, agravados por errores de apreciación y estrategia de las organizaciones populares, claramente señalados en los escritos de Rodolfo Walsh40. En esta etapa el mensaje público fue de confusión general (el mensaje cotidiano era el del antagonismo de todos contra todos, lo cual desmovilizaba profundamente a la sociedad y aislaba a la militancia de su pueblo), no había conducción política ni del Estado, las herramientas de participación en común desaparecieron, y se consolida la hiper fragmentación 37

http://www.elortiba.org/old/lopezrega.html https://www.sitiosargentina.com.ar/notas/2012/junio/rodrigazo.htm 39 http://constitucionweb.blogspot.com.ar/2009/12/los-decretos-de-aniquilamiento-de-la.html 40 http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article2232 38

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organizativa que terminó siendo la regla (cada sector pensaba, analizaba y diseñaba sus propias estrategias). La planificación operativa detallada del golpe del 76, se inicia a partir de las facultades que le otorgan a las Fuerzas Armadas, los tres decretos que firma el presidente provisional Ítalo Luder. En lo estrictamente político, los golpistas necesitaban el máximo deterioro del gobierno “peronista” de Isabel, y simultáneamente inducir progresivamente a las organizaciones nacionales y populares a pensar en la “inevitabilidad” del golpe militar, con todos los debates y errores que hábilmente suponían que se producirían en el interior de las organizaciones populares41. El preludio del nuevo golpe criminal tenía el mejor escenario para que se produzca: el principal movimiento popular de Argentina dividido, con su líder muerto y con facciones irreconciliables, caído el Pacto Social que trabajosamente se mantenía en vida de Perón, Plan Trienal paralizado y con escasa vigencia, casi toda Latinoamérica con dictaduras en el gobierno, militantes populares encapsulados y aislados de sus territorios en grandes ciudades por represión selectiva, partidos políticos desmoralizados y sin el coraje civil necesario para exigir las elecciones que estaban previstas en el corto plazo, las FFAA y fuerzas de seguridad mentalizadas en el concepto del “enemigo interno” expresado en los “subversivos” que podía ser cualquier militante de cualquier sector político, y especialmente, una élite oligárquica necesitada de reconvertirse aceleradamente en la globalización en curso, y lista para asaltar los resortes del Estado e instalar un nuevo ciclo de acumulación y concentración económica, mediante los recursos habitualmente usados: devaluación del peso, concentración financiera, bajos salarios y “bicicleta financiera” a través del intenso endeudamiento externo. A principios del 76 los poderes de facto, tenían configurada la “tormenta perfecta” para volver a golpear a la democracia argentina, y hasta conseguir cierto consenso en el emprendimiento. De nuevo se 41

Ibídem.

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corroboraría la reiterada hipótesis de que las dictaduras (como las guerras), son en realidad un gran negocio para las oligarquías locales y las corporaciones internacionales aliadas. Si destruyen la institucionalidad, mancillan gravemente a sus FFAA, y desatan en la sociedad un verdadero genocidio como fue en este caso, es un tema menor para estos mercaderes de la historia y verdaderos “depredadores sociales” de la humanidad. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria… -Rodolfo Walsh, Carta Abierta a la Junta Militar, marzo de 1977 …Yo con mis manos de hueso/ vos con tu vientre de pan/ yo con mi germen de gloria/ vos con tu tierra feraz/ vos con tus pechos boreales/ yo con mi caricia austral/ inventamos una patria/ patria es humanidad. -Mario Benedetti

En homenaje a los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos. Dr. Jorge Luis Migueles - Prof. Arturo Alemis Goya, 1 de mayo de 2018

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NUESTRAS Y NUESTROS IMPRESCINDIBLES MADRES DE PLAZA DE MAYO

Las rondas de la Memoria42 Abril 30 Esta tarde del año 1977, se reunieron por primera vez catorce madres de hijos desaparecidos. Desde entonces, buscaron juntas, juntas golpearon las puertas que no se abrían: –Todas por todas –decían. Y decían: –Todos son nuestros hijos. Miles y miles de hijos habían sido devorados por la dictadura militar argentina y más de quinientos niños habían sido repartidos como botín de guerra, y ni una palabra decían los diarios, las radios, ni los canales de televisión. Unos meses después de la primera reunión, tres de aquellas madres, Azucena Villaflor, Esther Ballestrino y María Eugenia Ponce, desaparecieron también, como sus hijos, y como ellos fueron torturadas y asesinadas. Pero ya era imparable la ronda de los jueves. Los pañuelos blancos daban vueltas y más vueltas a la Plaza de Mayo, y al mapa del mundo. 42

GALEANO, Eduardo, Los hijos de los días. Ed. Siglo XXI. España

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ABUELAS DE PLAZA DE MAYO

Hacía ya seis meses que las Madres de Plaza de Mayo habían convertido la orden policial de “circular” en la “ronda de los jueves”, verdadero símbolo de coraje cívico. Habían golpeado muchas puertas: ministerios, cuarteles, comisarías, iglesias, hospitales, con el silencio como única respuesta. Aquel jueves de 1977 una madre se apartó de la ronda y preguntó: “¿Quién está buscando a su nieto, o tiene a su hija o nuera embarazada?” Una a una fueron saliendo. En ese momento, 12 madres comprendieron que debían organizarse para buscar a los hijos de sus hijos secuestrados por la dictadura. Ese mismo sábado 22 de octubre, se juntaron por primera vez para esbozar los lineamientos de su búsqueda e iniciar una lucha colectiva que sigue hasta hoy. Recién en abril de 1978 un medio, el diario Buenos Aires Herald, se atrevió a publicar una carta de lectores que daba cuenta de la existencia de niños desaparecidos en el país. Las mujeres se bautizaron como Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, más tarde adoptaron el nombre con que el periodismo internacional las llamaba: Abuelas de Plaza de Mayo. Alrededor de 400 hijos de desaparecidos, algunos secuestrados con sus padres y otros nacidos en cautiverio, fueron apropiados por las fuerzas de la represión. Hasta enero de 2018, son 127 los jóvenes ubicados, que han recuperado su identidad y se han reintegrado a sus familias legítimas.

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Vemos con dolor que muchas abuelas ya partieron sin encontrar a sus hijos, sin conocer a sus nietos, sin conmover a quienes tienen las llaves secretas de dónde están, con quiénes están… Pero las Abuelas siguen buscando a los nietos de todos, hoy adultos, pero también a sus bisnietos que, como sus padres-, han sido privados de su derecho a la identidad, trabajan además para crear las condiciones para que nunca más se repita tan terrible violación de los derechos de los niños y exigir castigo a todos los responsables de estos gravísimos delitos que siguen ocurriendo.

Abuelas de Plaza de Mayo rodeadas de algunos de los 127 jóvenes que fueron recuperados y restituidos a sus familias.

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Las abuelas dejan marcas en sus nietos Así como nuestros padres y madres asumieron la responsabilidad de buscarnos y cuidarnos hasta donde podían, una vez que sabían de nuestro secuestro, desaparición o muerte, ellos tuvieron que aprender a viajar, golpear puertas, reclamar a las autoridades militares y eclesiásticas, buscar recursos, pedir, participar de manifestaciones, hacer miles de tareas que nunca se imaginaron que harían alguna vez y a todo eso se sumó la humana tarea de estar con los hijos de sus hijos y no como abuelos comunes, sino que con el dolor de la ausencia a cuestas, hicieron de padres sustitutos y tuvieron que poner buena cara, un corazón alegre y joven para llevarlos a ver a sus padres a una cárcel… buscar la palabra justa para responder sus preguntas, esconder alguna lágrima.. y ayudar a sus nietos a crecer con amor. Graciela Cuyatti de Atencio, de Santa Fe, en su aporte nos pone frente una de las situaciones que estas queridas abuelas debieron enfrentar y superar. Dice de Nélida, la abuela materna de Juan Manuel Aguirre: “La abuela cuenta que el nene le preguntaba por los padres y ella, teniendo en cuenta lo que era San Carlos, le dijo que el padre y la madre eran como enfermeros y que estaban cuidando chicos. Entonces, el nene le decía: –Y abuela ¿vos no me podés llevar a mí? –No, no se puede... –le respondía ella. Pobrecito el chico, ¡hay que estar en el lugar de la mamá de Marita! Ella me dijo que cuando él empezó el Jardín, ella se dio cuenta de que ahí le iban a contar y entonces le contó la verdad; a los cuatro o cinco años él supo la historia de sus padres.”

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La abuela Elba tenía una frase de cabecera, no…, mentira, tenía muchísimas frases de cabecera, pero hoy quiero rescatar una (la que daba más bronca): ¡Hechos, no palabras! La abuela nació allá por el año 1921 sus padres murieron por el año 1924 a causa de una epidemia de fiebre amarilla. La crió su abuela, una mujer oriunda de Italia que hablaba un dialecto propio de su tierra natal y apenas un opaco castellano. En la hornalla de atrás el agua hierve a borbotones. “Puñado de sal y tirás los fideos. En otra hornalla un sartén bien caliente, tiras un calamar trozado y un ajo (dos) fileteado, tres vuelteretas de sartén y un chorrito del vino (da igual blanco, tinto, el que esté tomando el cocinero, ése va) al ratín (un minuto) le agregas dos tomates cortaditos, pimienta y ají molido (que pique). Escurres los fideos, los tiras en la salcita y para terminar le pones aceitunas negras y albahaca”. Así hablaba mi abuela. Del FB, de Ramón Baibiene, 19 de agosto de 2016

"La herida es el lugar por donde entra la luz" hoy cumpliría años mi abuela, no encuentro las palabras para expresar todo lo que esa mujer significa en mi vida... la sigo encontrando en mis palabras, en mis acciones, siempre hay un dicho de ella para cada situación. eternamente agradecida... te llevo en mi corazón Del FB, de Leticia Baibiene, 4 de octubre de 2017

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Rumi


FAMILIARES Los nuestros, dejaron la huella por la cual caminaríamos con MEDEHS Como respuesta al secuestro, desaparición y detención de muchos jóvenes en manos de la represión, situación agravada con el golpe cívico militar de marzo de 1976, los familiares comenzaron a reunirse para defender la vida y el derecho, para denunciar, tener presencia en los medios y reclamar por los secuestrados, detenidos, presos por razones políticas o desaparecidos. Así varios organismos de Derechos Humanos existentes como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), la Liga Argentina de los Derechos del Hombre (LADH), el Movimiento Ecuménico por los DDHH (MEDH), el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ) los acogieron especialmente urgidos por la necesidad de ayuda legal y económica; se crearon otras organizaciones como Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas en Capital Federal, la mayúscula Madres de Plaza de Mayo, posteriormente Abuelas de Mayo, entre otras43. La Diócesis de Goya no estuvo ajena a estos movimiento y en defensa de la vida de sus hijos e hijas, yernos, amigos, conocidos desaparecidos y/o detenidos nuestros familiares, que se conocían por diversas gestiones ante los organismos oficiales, comenzaron a reunirse dos, tres, cuatro… para reclamar por nosotros con la invalorable compañía de Mons. Devoto, Pepita Tellerías y Oscar Goyeneche, Clorinda R. de Pfeiffer , Florentina Alegre y Juan Crisóstomo Vargas, Celina Enrique de Varela, Ana Elena Macías y Urbano Casabonne, Dora Emilia Perrota de Ortiz, Guillermina Correa y Rudecindo Migueles y mi mamá, Paulina García, fueron algunos de ellos.

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Ya en democracia, y por razones de edad, en 1995, se creó H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). Y recientemente nació el Colectivo Historias Desobedientes, un grupo de hijos, hijas y familiares de genocidas que decidieron romper con el mandato de silencio, la historia de complicidad y encubrimiento que envuelve a todos los que participaron del Terrorismo de Estado.

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Liderados por Don Migueles conformaron la Comisión de Familiares de Presos Políticos y Desaparecidos de la zona, a los fines de estar informados, asesorados y acompañados y hacer así presentaciones conjuntas ante los responsables de esa situación, juntos recorrer los organismos de derechos humanos, enviar notas a las autoridades eclesiásticas, tramitar habeas corpus, recurrir a las embajadas que otorgaban visas para las salidas del país… Fueron los grandes resistentes a la dictadura. En homenaje a ellos que ya partieron, los recordamos incorporando esta entrevista realizada en Goya, el 19 de diciembre de 2012.44 °°°°°°°°°°°°° Don Migueles, vamos a intentar recuperar parte de la historia de la Comisión de Familiares durante la dictadura. Podemos pensar varias líneas de relato. ¿Ud. tiene ganas de contar o quiere que yo haga algunas preguntas...? D. Migueles: Mejor preguntas. M.F.: ¿Le parece que podemos empezar con el hecho de la detención de su hijo Jorge, que quizás fue el detonante de todo este movimiento de los familiares, o mejor por los sucesos de unos años antes cuando un grupo de muchachos comienza a manifestar interés por lo que sucedía políticamente? D. Migueles: Yo diría que antes... Creo que cuando Jorge tenía 15 años, no sé si por la radio, nos enteramos que integraba la Juventud Peronista Secundaria de Goya. Y yo me acuerdo que a mi señora y a mí no nos cayó mal... ¿Qué tiene de malo que un jovencito se interese por la política? dijimos... no imaginábamos la etapa.... que se venía ¿no? M.F.: Jorge y otros jóvenes, previamente tuvieron una militancia social ¿se acuerda?

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Don Migueles estaba casado con Guillermina Correa, tuvieron cuatro hijos, uno de ellos, Jorge, fue detenido por la DCM, en junio de 1976, puesto a disposición del PEN y sometido a Consejo de Guerra. Esther Alicia, su hija, participa de la entrevista.

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D. Migueles: Ester Berdini tenía un grupo de adolescentes, grupo religioso digamos... En esa época estaba Lanusse. No era tan dura nomás, pero era dictadura. Nosotros vivíamos allá en Villa Vital. Vino un policía... yo no estuve, estuvo mi señora. Era un conocido el policía, vivía a la vuelta de nuestra casa, y le dice: –Es para avisarle que su hijo está preso. Porque dicen que le consideraban muy cabecilla. Fuimos a la Policía y estaba allí el Tte. Burgos, él allanó la casa de las monjas y llevó a todos los chicos que estaban ahí, en la policía estaban. Allí estaban los dos, el dúo dinámico como les decíamos: Jorge y Roberto Polimeni, los dos, siempre. Después los liberaron y nos fuimos. Y ahí nomás terminó eso. M.F.: Yo recuerdo ese hecho. Ellos tenían un boletín que imprimían y distribuían entre los estudiantes. D. Migueles: Sí, hacían un boletín no sé si era mensual o qué, y sacaron justo, un chiste pesado sobre los militares. Eso les molestó. Esther: Sí y cuando la fiesta de la primavera o del estudiante se hacía la Estudiantina. En esa época había una serie de actividades previas charlas, paneles, debates, todo sobre la actualidad. Los chicos hicieron un panel en la pared donde mostraban críticamente el momento con militares, políticos, iglesia... También ahí estuvo el control de Burgos y compañía. Eso lo contó muy bien Ester Berdini en su declaración testimonial en el juicio Goya. Ahí los jóvenes tuvieron una pre-represión, después se vino la otra. D. Migueles: Después Jorge terminó el secundario y se fue a intentar estudiar medicina, el problema era económico, el salario no daba para pagar estudios universitarios... pero él se las arregló. Entró en una pensión dirigida por monjas. Era la Liga de Madres de Familia, algo así. Me parece que dependía del obispado de Corrientes, en la calle Santa Fe y cobraban más barato. M.F.: Así pudo ir a estudiar a Corrientes. D. Migueles: Sí, allá se fue. Se integró a la Juventud Universitaria Peronista. Anduvo bien, cursó primer año, segundo año y empezó tercero. Comenzó el tercer año en el 76 y ahí vino la pesada en marzo. Lo detuvieron en mayo, el 24. Nos dio la noticia Rodolfo Barboza en el Instituto. Al principio estaba medio desaparecido. Yo a Monseñor 56


Devoto, no le conocía de cerca sino a la distancia nomás. Vivía cerca de San Cayetano, ahí tenía su casita. Y un día me fui, cuando me dieron la noticia me voy y le cuento, con toda la angustia por supuesto. Y Monseñor Devoto no era de hablar mucho... escuchaba nomás, escuchaba nomás... después dijo: –No le abandone, vaya, vaya y vaya... porque el detenido que está abandonado por la familia... corre el riesgo de desaparecer. M.F.: ¿Usó la palabra desaparecer ya en ese momento? D. Migueles: Sí, porque no sabíamos dónde estaba, sabíamos que estaba detenido pero no sabíamos dónde estaba. Esther: Cuando Jorge cae detenido, papá trabajaba, entonces nosotros con mi mamá decidimos ir a preguntar, a ver dónde estaba detenido, solo sabíamos que estaba en Resistencia. Entonces nos fuimos, antes papá ya había hablado con el obispo... Pasamos por el obispado para llevar algo del Obispo de Goya. Y nos atendió y nos dio como una esquelita para el obispo Marossi de Resistencia. Y llevamos la cartita. Primero fuimos a Corrientes, llegamos al pensionado en el que vivía Jorge. Allí nos dieron la noticia que hacía varios meses que ya no vivía allí. Aparentemente comenzó el año sin estar allí. Habían quedado algunas de sus cosas, la mayoría ya había llevado. Entonces nos cruzamos a Resistencia. Fuimos al obispado, nos atendió el Obispo Marossi. Le dimos la cartita que nos dio Devoto y nos mandó a la Brigada de Investigaciones, que quedaba ahí nomás, cruzando la plaza. Fuimos a la Brigada, entramos, preguntamos. "No, acá no se encuentra.", nos dijeron. Era tarde, tardecita ya. Entonces fuimos a la casa de la tía, hermana de papá. Y bueno, esa noche cenando y qué se yo, le contamos nuestra tarea. Estaban todos al tanto de lo que pasaba. Entonces mi tía nos informa... creo que fue sábado. Dijo: –Lo que hay que hacer es lo que hace la mayoría de los familiares que no saben dónde están sus hijos, el primer paso que dan es ir a la Alcaidía. Hacé la cola y cuando llegás al lugar, pedís verlo como que sabés que está allí. Y bueno, eso hicimos. Al otro día, al mediodía creo que era la visita, nos pusimos en la cola y cuando nos tocó el turno dijimos: –Venimos a ver a 57


Jorge Migueles. Así directamente. Entonces se va el guarda y vuelve y nos dice: –Jorge Migueles se encuentra incomunicado. Bueno, ahí tuvimos la seguridad de que estaba allí. Mi mamá se largó a llorar. Por lo menos ya sabemos dónde está; bueno, ahora hay que empezar a ver qué hacer –le dije. Fijate que él cayó el 20 de mayo y nosotros nos habíamos ido ahí el 3 o 5 de junio. Ese día previo nos habían dicho que él tenía una compañera que estudiaba ahí con él y fuimos a ver también a la compañera a su casa, la familia nos dijo que no estaba. Eso fue domingo. El lunes cruzamos a Corrientes y fuimos al Regimiento 9, para saber por qué lo detuvieron. No sé, casi toda la mañana estuvimos allí, nos atendió un alto jefe, que no sé quién era, no sé si lo vimos a Nicolaides... no sé. Nos atendió alguien que tenía peso, preguntamos por qué lo habían puesto preso porque si bien lo detuvieron en Resistencia, él vivía en Corrientes. Y sí, estaba la orden de detención. Fuimos al Regimiento de Corrientes, porque según mi primo y mi prima, si bien lo detuvieron allí él dependía de Corrientes. Entonces vinimos y nos quedamos ahí. Nos dijeron que estaba por "averiguación de antecedentes". Y ahora siempre decimos... “mirá 7 años para averiguar antecedentes” ...Y bueno, esa fue la primera tarea, después siguió papá. Después papá negoció en la fábrica para poder salir. Y ahí siguieron ellos papá y mamá, todo el tiempo. Eso fue en junio del 76, después creo que hasta diciembre no lo vimos. Después ya lo vimos en la U7. D. Migueles: Yo me fui solo esa vuelta, el 8 de julio. Llegué a la nochecita a la casa de mi hermano. Al otro día en la mañanita estuve en el obispado. El obispo estaba sacando el auto, nos atendió bien los primeros tiempos y después se borró. Hacía misa en las cárceles parece. Estaba sacando el auto y me llevó a la Alcaidía. Ellos entraron a hacer su ceremonia y yo me quedé a hacer trámites. Se acerca un policía, pedí entrevistar al Comisario y me hizo pasar. El Comisario se portó bien. Le dije: –Soy el padre de fulano de tal y quiero saber cómo está y si necesita algo. Fue y volvió, y dijo que necesitaba un termo. Por lo menos ya me aseguraba que estaba allí. Porque dice que la Policía de la provincia fue la que lo tomó a Jorge y otro muchacho. Y Jorge le dijo a la policía, no sé si será cierto, a lo mejor un cuento... dijo 58


que estaba queriendo ir a la casa de la tía y no sabía qué colectivo tomar, se acercó a una persona para preguntar y ahí los agarraron a los dos. No sé si habrá sido una estrategia de él. Esther: Hasta hoy a nosotros nos cuesta hablar. Nos enteramos de muchas cosas cuando declaró en el Juicio. Nos contaron que a él lo tomaron con otra persona y creo que la otra persona está desaparecida. M.F.: Acá en Corrientes, ¿qué otras gestiones hicieron? D. Migueles: Yo pedí audiencia con el General Nicolaides, me dieron, me fui, pero no estaba él, me atendió otro militar que no sé qué grado tenía. Fui a preguntar por la situación de mi hijo y me dice: –Mire su hijo está Juzgado por la Justicia Militar, condenado por 24 años de prisión por tales y tales causas. Yo sabía que Jorge era de la Juventud Universitaria Peronista. Yo creo que quisieron exterminar a la Juventud Peronista porque el 90 % de los desaparecidos era peronista, el 10% otros, porque radicales poco o nada. Después a Jorge lo trasladaron a la U7. M.F. : ¿Cuándo fue eso, antes de Margarita Belén? D. Migueles: Sí. Estábamos con mi señora en la casa de mi hermana a la noche. La radio de repente para el programa y da una noticia medio confusa, dice que presos que estaban siendo trasladados a Formosa, los compañeros quisieron liberarlos... Esther: Yo no sé si nosotros estábamos pendientes de esos temas pero yo en Goya también escuché la noticia. Estábamos alertas. D. Migueles: Y después la tortura psicológica para los presos y también para las familias. Cuando estaban sacando a los presos que llevaron a Margarita Belén, los demás se decían "cuándo me toca a mí". Mi hijo se salvó, yo suelo decir que gracias a Dios y a Monseñor Devoto. Después teníamos que pedir permiso en el Regimiento. Hacíamos cola ahí y cuando querían esos "señores" nos daban el permiso. En la U7, lo mismo, en verano, en enero de Resistencia... Esther: En diciembre también fuimos a verlo, Silvina, mi hija, tenía 6 meses. Yo me acuerdo. D. Migueles: Con tu mamá te fuiste. Yo no fui esa vez. Estaba trabajando todavía. 59


Esther: Fuimos, a mi nena le sacaron los aritos, llevaba una mamadera con agua porque hacía mucho calor y se la sacaron, nada de mamadera. ...Lo pudimos ver a los ocho meses desde que lo tomaron. D. Migueles: Sí, fue en diciembre. Entonces no tenía locutorio. Tenía tejido nomas. ... Y yo me acuerdo que salía el "reo" y nos decía “calma, calma, calma”. El tipo estaba preparado, estaba jugado. Después de eso, recurrimos a Palito, como era empleado judicial tenía relaciones con abogados y me dio la dirección de un abogado que era amigo de él en Corrientes. Machado me parece, yo fui y me atendió... me dijo: –Yo no tengo experiencia en esto, pero conozco una colega que tiene experiencia, es Araceli Méndez -y agarra el teléfono y habla con ella. Tenía oficina en Resistencia y en Corrientes, entonces le dijo que me vaya al día siguiente. Y me atendió bien esa muchacha. Le cuento un poco y me dice: –Vamos a hacer un habeas corpus. Venga mañana. Yo fui y lo tenía listo ya y me dice: –Yo no puedo firmar. Porque ella sabía que abogados que se quisieron interesar por los presos políticos también desaparecieron. Entonces ella lo hacía y lo hacía firmar por el familiar. Me hizo firmar a mí. Y me dijo: –Esto dentro de no sé cuánto, va a ser elevado, entonces lo van a llamar, Ud. firme pero a continuación Ud. debe escribir: "Apelo y hago reserva del caso federal" memorícelo. Después pensé que ese hecho blanqueó al preso. Ya no era tan fácil hacerlo desaparecer, eso pienso. Creo que todos los familiares de Goya presentaron también habeas corpus. M.F.: No había garantías totales, pero era algo. ¿Qué sucedió luego? D. Migueles: Después a Jorge lo llevaron a Devoto y después a La Plata. Había un bar enfrente de la cárcel. Se portaron bien esa gente, no había que meter nada, ni plata ni nada. Fuimos en julio y entramos de a uno, una hora cada uno. Contaba mi señora que [dentro de la cárcel] tanto frío hacía que quiso ir al baño y no le daban permiso para ir al baño. ¡Pero qué animales... son, qué cosa...! M.F. : Mons. Devoto visitó en todas la cárceles a los presos de la diócesis. Cuéntenos por favor. D. Migueles: Mons. Devoto, cada vez que iba por sus cosas... visitaba los presos goyanos. Hacía las visitas cuando iba a la reunión de Obispos. Creo que la primera vez lo vio a Jorge en Resistencia, habrá 60


sido 1977. El obispo Devoto iba a visitar a los presos goyanos, a donde estuvieran. Creo que en La Plata llevaron a un salón a todo el grupo y los visitó a todos juntos. ¡Ah, me olvidaba! las madres de Resistencia, que conocimos allí, cuando se enteraron que Devoto visitaba los presos goyanos, vinieron a pedirle que viera a sus hijos, a mí me pidieron que las acompañe. Y él tomó nota de todo. Y habrá ido... ¡Mirá que era valiente...! Y el obispo Marossi, se quedó. Vimos un cartel de Obras Públicas en la Catedral de Resistencia... Después los familiares fueron y no les recibió. M.F.: En septiembre de 1979 llegó la CIDH45 a la Argentina para investigar las denuncias contra la dictadura. ¿Ud. Don Migueles, fue a la sede de la OEA, donde recibían a los familiares? D. Migueles: Yo fui a la CIDH, una cantidad impresionante de gente y muchos los que no habrán podido ir. De a cuatro y no tenía fin la cola. Hubo unos intentos de desorden por ahí, los más alejados, pero bueno... M.F.: ¿Cuándo se empezaron a juntar Uds. como familiares aquí, en Goya? D. Migueles: Bueno, cuando nos enteramos más o menos dónde estaban Uds. Yo visitaba las personas y un poco me hice el coordinador. Para reunirnos la única puerta que se nos abrió fue la del obispado. Y el obispo presente ahí, con nosotros, porque al obispo los militares no lo querían pero lo respetaban. Paulina, su mamá, estuvo en esa primera reunión. M.F.: Sí, ella nos llevó la noticia de esta reunión, en una visita en Devoto. D. Migueles: Yo me encargaba de avisarles cuando nos reuníamos. Había una señora de Santa Fe, Pfeiffer, que tenía la hija (Beatriz), el yerno y el hijo preso. Le vaciaron la casa. Tenía otro yerno que trabajaba en Massalin, vivía en el Bo. Pando y bueno contaba toda la historia ella. Ahora viven en Santa Fe. M.F.: ¿Quiénes estaban en la Comisión al principio? D. Migueles: Bueno, estaba la mamá de Olimpia, la Sra. Pfeiffer y su mamá, Paulina. Éramos los 4. La mamá de Oli, Pfeiffer, Paulina y yo. 45

CIDH. Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

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... Ah! después se integró don Goyeneche con Pepita, la señora. Y los demás familiares venían con menor regularidad, pero siempre eran informados. M.F.: Recuerdo que Devoto comentó en una visita de este nuevo integrante que era militar. D. Migueles: Sí, militar retirado. Me dijo una vuelta: –Yo no hubiera creído que mis compañeros militares hagan este desastre. Una vez fuimos, él tenía un auto y vimos a Puntín que tenía un hijo desaparecido. Puntín también era militar, del ejército. Yo lo conocía de hacía mucho, porque somos de Perugorría. Y le visitamos a esta señora Olivo... esposa del hermano de Anita que también estaba preso. Me acuerdo que llevábamos unas ropitas para las criaturas. Eran dos desaparecidos en Perugorría: Olivo y Romero. A él lo conozco era mi contemporáneo más o menos. Eran de las Ligas Agrarias... Ése era el delito. M.F.: ¿Ud. dice que juntaban ropitas para llevarles a los familiares de los presos, recibieron ayuda de la gente de Goya? D. Migueles: Acá la gente se enteraba por la televisión. Algunos se abrieron, yo entiendo, por el miedo. Quien nos acompañó, como podía porque también estaba perseguida, fue Rosarito Obregón. Ella llevó a Buenos Aires nuestra última nota reclamando por los que aún seguíamos sin respuesta. M.F.: ¿Recurrieron a los organismos de DDHH nacionales? D. Migueles: Con la tarjeta de Mons. Devoto, llegamos al Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos, MEDH, nos asesoraban, tenían abogados y nos daban para pasaje ida y vuelta y hotel. Todo, si no no podíamos ir como íbamos cuando estaban acá en Resistencia, pero cuando lo trasladaron a La Plata allá íbamos cada seis meses. Entonces no estaba todavía la terminal de Retiro, allí en la Plaza Once llegábamos en la distintas empresas. De la Plaza, tomábamos otro colectivo para ir a la cárcel. Un día era verano, parece que me bajó la presión, no me sentí bien y se animó mamá (a Ester) a ir sola. Yo me quedé a esperarla en la plaza. En La Plata estaba más flojo el régimen. También la Comisión de Familiares de Presos Políticos, que estaba en la 62


calle Riobamba, cerca del Congreso, nos ayudaba, En una oportunidad vinieron a Goya los Vicentín. Vinieron estuvieron en la Parroquia. M.F.: Llegó la Democracia con desaparecidos y presos políticos. ¿Qué acciones implementaron Uds. como familiares? D. Migueles: En los días que asumió Alfonsín anduvimos por allá por Resistencia, se hizo una marcha, fuimos hasta la Legislatura, Goyeneche andaba con nosotros y en esos días antes, un ministro de la dictadura todavía dijo de los presos... “que hay que revisarlos...” Y yo en la Legislatura dije: “si tienen que revisar, tienen que liberar primero y después revisar”. Cuando ya fue electo Alfonsín que asumió el 10 de diciembre del 83, parece que como despedida alzaron a todos los presos de esta zona que estaban en La Plata y los llevaron a Rawson. ¡De La Plata a Rawson, con Alfonsín! Jorgito le escribió una carta a su mamá y decía: –Había sido que había que estar preso para subir a un avión (se ríe). Pensamos que ya no lo veríamos de tan lejos. Bueno, un día nos hace llamar el Obispo. Le avisan que hay un colectivo de Buenos Aires a Rawson, e invitan. Le dijimos que sí, y al otro día presentes ahí. De la Plaza Once salió el colectivo. ¡Once horas de viaje! Mi señora bromeando decía: –Mediante esto fuimos a conocer el mar. M.F.: ¿Cómo fueron ese viaje y esa visita ya en democracia? D. Migueles: Yo recuerdo que Trelew era una linda ciudad, parecida a Santa Lucía. Eso sí llena de policías, de todos los colores: gendarmería, policía federal, de la provincia, y vaya a saber los militares... Ya se estaban yendo los militares. Se hizo una marcha ahí de vecinos y familiares. Paramos en un hotel frente a la Plaza. Seis días estuvimos. Entre los familiares siempre hubo mucha camaradería. M.F.: ¿Cuál era la situación legal de Jorge? D. Migueles: Jorge siempre estuvo a disposición del PEN46. El pidió salir del país, se lo negaron y le hicieron Consejo de Guerra. En Buenos Aires fuimos a la embajada de Bélgica. Una hermosa muchacha grandota, nos atendió muy bien. Esa muchacha nos dijo que no podían darle la opción de salida porque estaba juzgado por Consejo de Guerra, 46

Poder Ejecutivo Nacional.

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pero que ellos periódicamente los visitaban, les recordaban esta situación, como una forma de presionar, decía ella. Fuimos a uno de los superiores de los curas, pero tampoco pasaba nada. M.F.: ¿Cómo se sintió Ud. al estar acompañado por Mons. Devoto? D. Migueles: Bueno... la presencia de Devoto... fue la confianza. Fue así. Había un comentario que cuando Monseñor vivía en su casita como pobre entre los pobres..., un día vinieron dos “sacerdotes” a visitarlo. Él no estaba. Decían que eran dos que vinieron para matarlo, dos vestidos de sacerdotes. Revolvieron todo. Así encontró su casita. Yo quiero creer que es cierto, porque después se mudó al Obispado. Esther: Quisiera comentar algo, papá siempre contaba, que cuando ya estaban ustedes presos, los familiares empezaron a organizarse tras los derechos humanos ¿viste que él contó que era un poco el coordinador? pero él siempre decía: –No te creas que no teníamos miedo. Iba con su bicicleta y avisaba de las reuniones. Si había novedades se reunían, lo hacían en el obispado, y la presencia del Obispo les daba un poco de tranquilidad. Y quiero resaltar esto, hoy a la distancia y luego de conocer más cosas y siendo madre, me imagino lo que habrá sido para ellos, estar meses sin ver a sus hijos y capaz que después iban y no los encontraban… Hoy comprendo y entiendo más quizás que en aquellos momentos, así que yo digo que esos grupos de Derechos Humanos fueron verdaderos espacios de contención. Mostraron la importancia de no estar solos, de estar acompañándose.

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CONTAR… CONTARSE Testimonios sobre los compañeros

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JUAN CARLOS AGUIRRE, YACARÉ, TITO

… Y lo que es testimonial y decisivo es que atrás de la cabeza está la vida… A veces encontramos cosas separadas, un tipo que se compromete mucho pero no te convoca porque no tiene consistencia. Él era totalmente sólido…

Alicia Beatriz Benedí, Niqui, esposa Cuando Juan Carlos egresó de la Escuela Normal ganó la medalla al mejor compañero... Me arreglé con Juan Carlos cuando estaba en primer año, fue de "ojito" nomás como decíamos. Y después sí, estando yo en tercero y él en quinto, nos pusimos de novios y seguimos con alguna interrupción en el medio, hasta que nos casamos. Juan Carlos me visitaba en casa, antes no había boliches. Con él estudiamos taquigrafía en una época, era un cuento para que vaya a casa y estar juntos en realidad. Mi hermano más chico no nos dejaba en paz, 67


mi mamá lo mandaba para que nos controle. (Risas). Fui compañera de Milagro Palacios y luego trabajamos juntas en una escuela, éramos muy amigas; con ella, Estela Astorga y el Colorado Albizatti solíamos salir, nos encantaba el cine. Juan Carlos leía de todo y le gustaba la música, una vez formaron un conjunto con Tini Sánchez y un primo de Tini. Él tocaba la percusión, Tini cantaba y creo que el primo tocaba la guitarra, duró poquito pero lo hicieron. Teníamos muchas inquietudes; yo estaba en coro, estaba en deporte, en teatro, ¡qué sé yo! Y él también participaba en otras cosas. (Se ríe). Cuando éramos adolescentes había una española que se llamaba Salomé, era profesora de danzas españolas y tradicionales y para los carnavales organizó una comparsa... y Juan Carlos que bailaba folklore y era lo más patadura que te puedas imaginar ... ¡entró en la comparsa! (Risas) ¡Participó un año de los bailes de la comparsa! Después con el padre Camozzi participó en teatro. Presentaban obras teatrales hechas por las escuelas. Una obra creo que se llamaba "El Mago", Juan Carlos hacía el personaje principal. Y otra “El amante imaginario”, todavía recuerdo una palabra de esa obra, fue la primera vez que escuché: sicomoro, los "árboles de sicomoro"… Después que terminó la secundaria, Juan Carlos se fue a La Plata, estuvo unos meses y se volvió a Goya. En esa época estaba como Inspector de escuelas un tío mío, Laprovitta, que le consiguió trabajo en el campo y entonces de lunes a viernes vivía en el campo trabajando de maestro. Estuvo todo el año, yo estaba en quinto año ya. Terminé la secundaria en 1964. Cuando me recibí de maestra él estaba trabajando en Paraje Mora, no había 68


en qué venir y … ¿sabés lo que hizo para estar en mi colación? ¡Se vino caminando! Salió a la tarde y llegó al otro día a la madrugada. ¡Tenía todos los pies ampollados! Como maestro, me acuerdo que siempre tenía problemas con los planes de clases, los tenía que presentar dos días antes y siempre los presentaba más tarde, porque era lo más impuntual que había, me daba tanta rabia tener que esperarlo y esperarlo... pero bueno… era así, nadie es perfecto ¿viste? Era dormilón, re dormilón, impuntual… creo que el único día que fue puntual fue el día que nos casamos. ¡Mirá!. En el 65, fuimos los dos a Santa Fe, él consiguió media beca en el Colegio Mayor y yo me fui al Instituto de Educación Física. Si aprobabas el examen de ingreso y eras del interior, ingresabas becada. Así pude cursar enseguida. Yo fui a vivir en la calle 25 de Mayo al 1800 y a él lo habían destinado en principio, a una casa del CM que estaba en esa misma cuadra, pero como le quedaba muy lejos de la facultad de Ingeniería Química, se fue a San Jerónimo. En el Instituto nosotros teníamos un régimen muy estricto de salidas, podíamos salir hasta las 9 de la noche, salíamos sábados y domingos así que nos veíamos los fines de semana nada más. Participábamos de las reuniones que organizaban los estudiantes en el CM, siempre dentro de las limitaciones del horario, pero él participaba mucho de Ateneos, yo no mucho pero hicimos un grupo de amigos, con otras parejas digamos, Ambrossino con Eva, Osvaldo Alberio con María del Carmen, fuimos muy amigos. Mi carrera era de tres años, en 1967 terminé los estudios y me ofrecieron quedar como profesora interna del Instituto, eran seis horitas pero bueno, me mantenían el alojamiento. Nuestro planteo era que si yo me volvía a Goya, no íbamos a poder continuar... viste que la distancia... Justo tuve el ofrecimiento y trabajé un año como profesora interna; también conseguí trabajar en Paraná un poco. Después ya proyectamos casarnos.

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Nos casamos en Santa Fe, porque consideramos que ahí teníamos nuestros amigos reales... Nos casó el padre Rosso. Alquilamos una casita... muy modesta en un barrio, no recuerdo el nombre. Los domingos siempre teníamos gente que venía a pasar el día con nosotros, a almorzar o solo juntarnos y jugar a las cartas... no teníamos muchas posibilidades, pero teníamos amigos. Era una linda casita, con un fondo con varios árboles cítricos. La gente que vivía ahí se iba a vivir al centro y no podían llevar al perro, entonces nos lo dejaron... pero nosotros apenas teníamos para comer... cuando sos joven no medís la magnitud de lo que significa tener un animal... fue un desastre para el perro... pero bueno... pobre, siempre estaba con hambre, ¡pobre bicho! Nos casamos en el 69; Laura nace en el 70, el 11 de julio, y Liana el 7 de julio del 71, es decir que durante cuatro días ellas tienen la misma edad... Yo trabajaba en un gimnasio privado, teníamos siempre ayuda de mi papá y mi mamá, con la ropa de los chicos sobre todo. Juan Carlos trabajaba en la Facultad en la parte de la producción del papel, porque eran químicos y también el cura Rosso nos ayudaba muchísimo, siempre alguna changa de bibliotecario, algo así... la verdad que el cura nos ayudó siempre. Juan Carlos comenzó a conectarse con personas que estaban en la Organización... antes estaba en el Ateneo. Había un muchacho que iba a casa, conversaban, después empezaron a llevar cosas para guardar, enterrar, hasta que... ¿Cómo fue? No me acuerdo... en el 72, creo que no estábamos en la casa cuando allanaron y encontraron la tierra removida. Ahí nos fuimos, anduvimos yirando, fuimos a Salta, vivimos en una casa y de ahí fuimos a otra que aparentemente era segura. Ahí estábamos muchos, siempre había compañeros hasta que llegó la policía y todos adentro. Era en octubre de 1972, en Salta. Mamá fue y buscó 70


las nenas. A mí me llevaron al Buen Pastor, a Juan Carlos lo llevaron a la cárcel de allí y después lo llevaron con todos los detenidos al sur, a Rawson. Lo de la fuga de Trelew fue en agosto y a él lo habrán llevado en noviembre de ese año. Fue después del 10 de noviembre porque para el 10 yo les pedí a las monjas si podíamos hacer una torta para mandarle por su cumpleaños; hicimos una torta y se la mandaron, yo no lo volví a ver. Después, no sé para qué fecha, el abogado que nos atendía a nosotras, en el Buen Pastor y a ellos en la cárcel, fue quien nos dijo que lo habían llevado a Rawson. Era el Dr. Salím. Me quedó grabado su nombre, creo que no había organismos de derechos humanos ni nada. En enero de 1973, me llevaron a Devoto, yo estaba embarazada de Clarisa que nació en marzo. Le pusimos ese nombre por Clarisa Lea Place, que murió en Trelew. Yo salí en libertad en abril, el cura Rosso, me estaba esperando a la salida de Devoto... ¡qué hombre extraordinario! Y Juan Carlos salió el 25 de mayo del 73, con la amnistía. Me acuerdo de las fechas porque el 24 de octubre día en el que nos detuvieron fue el cumpleaños de un familiar, el 11 de enero que nos llevaron a Buenos Aires fue el cumpleaños de otro familiar y el 11 de abril que me liberan a mí, ese día fue el cumpleaños de otro familiar... Cuando Juan Carlos salió el 25 de mayo, yo había viajado a Buenos Aires con Jorge, mi cuñado, y las nenas para esperarlo. Llegamos y él ya se había ido directamente a Santa Fe así que tuvimos que volver y cuando volvíamos a Goya, en avión, al llegar a Paraná nos avisaron que teníamos que bajar ahí porque Juan Carlos estaba en Santa Fe, así que nos reencontramos ahí, yo estaba con las nenas más grandes y Clarisa había quedado con mi mamá. De ahí vinimos para Goya unos días y luego ya nos fuimos. Fuimos a Santa Fe, a la casa de la Vieja Ambrosino, estuvimos un tiempito, recuerdo que Ale, la hija mayor de Eva y Ambrosino, justo tuvo paperas, así que yo tenía que lavar pañales y pañales... lavaba pañales para todos. De ahí fuimos a Salta y Jujuy... porque la otra versión de destino podía haber sido Tucumán, tal vez. Habremos estado unos días en Salta, de ahí a Jujuy y de Jujuy a Tucumán. Te digo porque nosotros en Jujuy 71


habíamos conseguido una casa en el valle de Yala, a 27 km. más o menos de Jujuy, ahí vivimos un tiempo. Nosotros estábamos en una zona de casas quinta con pileta. Mi mamá había ido a visitarnos. Vienen unas vecinas y llevan a Laura y a Liana a una casa con pileta, Laura casi se ahoga, la sacaron inconsciente la llevamos al hospital, gracias a Dios reaccionó bien. Laura tenía cuatro años, fue al Jardín ahí. Había una familia, muy buena, con la que nos visitábamos, pero ellos nada que ver, claro que algo de afinidad había. Después de eso nos trasladamos a Tucumán. Fuimos todos juntos, hasta que detienen a un compañero que estaba viviendo en casa, por suerte Juan Carlos que no estaba allí, escuchó y se pudo escapar, yo estuve unos días en otras casas y luego me vine para Goya con los cuatro chicos, ya teníamos a José. Me vengo para acá a la casa de mi mamá, eso fue en enero del 76 más o menos. En Semana Santa nos vimos con Juan Carlos en Santa Fe, fui con los chicos. En julio Juan Carlos, me dice que consiguió casa, que íbamos a vivir con Norita Spagni y yo me fui allá, nos encontramos en la casa de un amigo y ahí escuchamos por la radio que habían detenido a Norita y me tuve que volver. Bueno, Norita zafó, porque la podían haber matado, porque en esa época te agarraban y te mataban, debe haber sido que se salvó porque estaba con las criaturas, ¡no sé! Yo me volví a Goya y Juan Carlos se fue a Tucumán. Yo tenía guardado ese diario, donde estaba la noticia de la muerte del Negro González, esposo de Norita y el gordo Saavedra... pero ahora no lo encuentro. Juan Carlos muere un 12 de julio y yo me entero el 14 de julio del 76, porque el Dr. Acosta escuchó por radio y le llamó a papi. Justo que él se lo estaba diciendo a papi, aparece el padre de Juan Carlos, que venía en bicicleta a dar la noticia. Salió el nombre en el diario, alias Tito que era el nombre que tenía en ese momento y el de Margarita Azize Weiss. Decían que él muere en una casa que quedaba en Piedras al 110, algo así...que era la casa de esta chica. Pero después Liana estuvo investigando... y parece que en realidad Juan Carlos no murió ahí, ella sí murió ahí, pero Juan Carlos no, lo matan en otro lado. Cuando encuentran los restos se ve que el balazo se lo dieron en alguna parte blanda digamos porque en los huesos no hay señales de impacto. 72


Juan Carlos era mi ídolo (hace un silencio) y bueno…, la verdad que yo, en un punto dije: –Tengo que seguir. Yo soy así, no soy de mirar mucho para atrás; necesitaba fortalecerme por nuestros hijos, ¡teníamos cuatro hijos!... tenía que trabajar... Vivía con mis padres, pero no podía depender de ellos, eran trabajadores, no tenían títulos así que sus trabajos eran simples. Me inscribí como docente y me dieron un cargo acá en la ciudad, empecé a trabajar y en marzo allanaron la casa y me detuvieron, era 1977. Me detuvieron y me dejaron en la Comisaría de Goya, estuve con los Ocampo47 ahí, Isabel y su marido. Estuve desde el 24 de marzo hasta abril creo, que me llevaron al Chaco, me tuvieron unos días allí, en una comisaría; ahí fue cuando me conoció Enrique, había venido gente de Tucumán a interrogarme, pero no pasó nada, él me trajo acá y el 30 de mayo, cumpleaños de mi papá, me dan la vigilada en mi casa, más o menos hasta mediados de agosto ahí ya me la levantaron y pude reintegrarme a trabajar. Con Enrique conviví 10 años, tenemos un hijo Enriquito. La verdad que capaz que peco un poco de orgullosa ¡qué sé yo! pero creo que tuve mucha suerte porque mis hijos, ¡mirá lo que son! Sé que fui muy exigente con ellos, siempre les enseñé a veces no de buenas maneras pero les decía: –Sacaste un 8 por qué no un 9 o 10 si vos podés, qué sé yo; gracias a eso ellos estudiaron en tiempo y forma, hicieron ellos el sacrificio y yo me rompí porque trabajaba todo el día, pero valió la pena... Juan Carlos era muy buen papá. Con Laura orgulloso porque era la primera. Con Liana también, obviamente… además era la más parecida a él. Liana y José son los dos parecidos a la familia de Juan Carlos, Clarisa y Laura son más parecidas a nosotros. Juan Carlos siempre me reprochaba que yo malcriaba mucho a Clarisa, pero… con todo el embarazo que tuve cuando ella y después su nacimiento en la cárcel… fueron momentos difíciles… También era muy buen hijo. Siempre que podía visitaba a sus padres. Adoraba a su madre, ¡cómo quería a su mamá! No era que no

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Militantes de Ligas Agrarias.

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quisiera a su papá, pero no le gustaban algunas cosas de él, pero de su mamá… todo le gustaba. Y eran muy buenos hermanos, muy buenos hermanos. Lamento que Jorge haya muerto de la manera que murió, porque realmente una muerte sin sentido. Una época hubo un acercamiento con esos primos, el promotor fue Raulito Aguirre, Raulito para nosotros es como de nuestra familia. Él fue quien hizo los enganches, se juntaron en Corrientes y acá, tengo fotos de todos ellos, después se diluyó, pero cuando murió Jorge, Horacio su hijo mayor, llamó por teléfono así que fuimos para el velatorio de Jorge. Juan Carlos era muy inteligente, en la secundaria era buen alumno, podría haber sido mejor. Y en la facultad podía haberse dedicado un poco más, pero bueno, le gustaba todo el tema político y eso le llevaba mucho tiempo. Era una persona especial. A mí me costaba muchísimo, era difícil… uno tiene que vivir sin expectativa de futuro, sin saber qué te puede pasar en el día de mañana... sin pasado, con las criaturas; yo respetaba lo que él hacía, algunas veces tuvimos crisis porque para mí era difícil... era difícil. Y bueno... yo lo acompañé siempre.

Rolando Camozzi Barrios Testimonio mínimo de los años mozos Conocí a Juan Carlos Aguirre con motivo de su integración en el grupo de Jóvenes de Acción Católica. Él era entonces un estudiante de magisterio en la Escuela Normal Mariano I. Loza de Goya. Tendría entre 16/17 años. Y sería el año 1960/61. Yo había llegado a Goya un tórrido cuatro de enero de l957, tras diez horas de viaje en colectivo desde la capital correntina, un camino espeso de arenales y momentos de tierra barrosa. El asfaltado quedaba todavía lejos. Llegaba a un mes de mi ordenación en la catedral de Corrientes, cumpliendo mi primera destinación, para participar como Coadjutor, en la parroquia Ntra. Sra. del Rosario. Una de las actividades más gratificantes que se me ofreció de inmediato, fue la asesoría del grupo de Jóvenes (varones) de la Acción 74


Católica. Un núcleo que ya estaba constituido por gente muy entusiasta que había que ir ampliando y profundizando. Andando el tiempo, la experiencia cotidiana nos indicaba la necesidad de estrechar filas con la rama femenina si queríamos hacer más eficaz nuestra acción. Y esta aproximación dio como resultado un conjunto de actividades culturales, de encuentros promocionales y de expresiones vivenciales. Y todo culminó, especialmente, en la formación de un conjunto teatral que denominamos “Elenco Juvenil”. Destaco de manera especial esta actividad teatral, por su aspecto pedagógico relevante en valores de convivencia, compromiso con los demás y empeño de realización que atañe a responsabilidades solidarias. El tedio de los ensayos, el aprendizaje de memoria, la corrección de escenas, la puntualidad necesaria, todo es exigencia. Y ahí entre tantos actores y actrices jóvenes estaba también Juan Carlos Aguirre, siempre puntual, responsable, exigente consigo mismo. Lo cierto fue la posibilidad real de ofrecer varias obras, especialmente en el teatro Solari, entonces. Y nuestro mayor proveedor de obras fue Alejandro Casona, con su teatro dinámico, poético, vivo, juvenil también. Pudimos representar así: “Siete gritos en el mar”, “Los árboles mueren de pie”, “Prohibido suicidarse en primavera”… y otras, también de autores argentinos. Esos cuatro o cinco años (1959 a 1964 aproximadamente) que duró el “Elenco Juvenil” fueron, pues, productivos en cultura y humanidad. Cuando en el año 1964, (ya Goya convertida en diócesis y con el apoyo del obispo Mons. Devoto),fundamos el Colegio “Pbro. Manuel Alberti” y se inauguró el primer curso (teniendo el honor y la responsabilidad de ser su primer rector) invité a Juan Carlos Aguirre a acompañarme en las múltiples y diversas tareas. Para entonces se había recibido ya de flamante Maestro. Sus estudios habían sido brillantes y su distinción como compañero, excelente. Puntualmente, en su bicicleta, aparecía siempre dispuesto con generosa entrega. Y su empatía era muy buena con los alumnos, todavía adolescentes. Al año siguiente, 1965, Juan Carlos se trasladó a un Colegio Mayor Universitario de orientación cristiana, en la ciudad de Santa Fe, para comenzar sus estudios de química (o ingeniería química) en la 75


Universidad de El Litoral. Muy pocas veces volvimos a encontrarnos, salvo esporádicamente, en algunas de sus visitas a sus familiares goyanos. Por otra parte, durante dos años 1966 a 1968, dejé mi país, con destino a Europa (Roma y Madrid), al obtener dos becas, una para licenciatura en Filosofía y otra, para actualización bíblica y pastoral. En cuanto a Juan Carlos, universitario, fue en ese periodo de mayor exigencia, cuando comenzó también su proceso de maduración social y política, que culminaría en su decisión asumida de pertenecer al Movimiento Montonero, tal como años después me enterara. Fue volviendo de la ciudad de Corrientes, a la altura de Bella Vista, ya cerrada la noche, (la noche del 12 de julio de 1976 ) cuando me golpeó la noticia de su muerte. Había sido abatido en Tucumán. Fue esa misma noche, al llegar a Goya, recordando al talentoso colaborador de entonces, cuando con doloroso sentir, escribí en su memoria, con la memoria de mi corazón todavía estremecido, estos versos que empiezan: Boca arriba, muchacho,/ para contar estrellas o pájaros de escarcha./ Las tres Marías,/ Orión,/ la Cruz del sur,/y las Siete Cabrillas– ,/ y qué inmensa la noche de esta invierno de julio,/ y que escasas estrellas para tantas heridas.48

José Erasmo Gauto, compañero de trabajo en el Colegio “Pbro. Manuel Alberti” El Colegio Alberti se inaugura en 1964. Juan Carlos fue el celador del primer año. Yo me incorporé al año siguiente; él siguió con los de segundo año y yo me quedé con el primer año. Ambos trabajamos ad honorem porque no había presupuesto. Fueron varias las actividades relacionadas con el Colegio. Me acuerdo que ese año se hizo una feria del libro en Plaza Mitre, apuntaba a la formación de los jóvenes. Raro en aquellos tiempos. Ahí atendíamos Juan Carlos y yo, con los alumnos del Alberti. Después, en el mes de

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CAMOZZI BARRIOS, Rolando. Oráculos de la primavera. Bajo tu cabecera, p.45. Ed. Betania, Madrid. España. 1990.

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julio se hizo un campamento en una estancia de los Alarcón, en Paraje Casualidad. Juan Carlos ya era un líder muy querido por la juventud. Yo fui presidente de la Juventud de la Acción Católica y allí estaban Juan Carlos, Jorge y Marcos, los tres hermanos. Jorge, que es el menos nombrado de los tres, participaba mucho, por ejemplo, en el año 69, actuó en las marchas por Cabral. Está contado en el libro Puebladas y en el de Educación y Represión49. Estaba Jorge y seguramente los otros hermanos. Al más chico le decíamos Marquitos o Cacho. Jorge se recibió conmigo de maestro en la Normal en 1964. Recuerdo que viajamos con un grupo de diez jóvenes a Río IV (Córdoba) a un congreso nacional de la juventud católica. La formación básica de Juan Carlos fue católica. También lo vi en Perugorría en ocasión de un cierre de misión de AMA (Acción Misionera Argentina) en 1964. En su promoción, año 1962 de la Escuela Normal, Juan Carlos fue elegido mejor compañero. Está registrado en el programa de egresados de esa promoción. Consta también en la prensa de aquellos tiempos. Se hacía una elección bastante rigurosa de mejor compañero. Como celador estuvo uno o dos años porque después se fue a estudiar a Santa Fe. Me acuerdo que el padre Camozzi, que era asesor de los grupos juveniles, nos hacía notar que estaba muy bien en Santa Fe. Allí era como delegado en el Consejo del Colegio Mayor, o sea que se destacó siempre. Para el 73, él volvió a Goya cuando fue liberado el 25 de mayo de ese año, con Niqui. Cuando se toma la radio (13 de junio) él estaba en Goya, había un acompañamiento externo y él acompaña con la JP, Regional IV, digamos. Estuvo un tiempo acá. No sé si ese mismo año o el año siguiente viajamos en colectivo a Buenos Aires, éramos un contingente importante, salido de lo de Alberio. Fuimos a Buenos Aires, a Plaza de Mayo con Perón. Recuerdo que hicimos una parada en Santa Fe, sería en el Colegio Mayor. Él estaba en la organización de todo eso. Fue la última vez que lo vi.

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GAUTO, José. Puebladas. Editora Patria Grande, Agosto 2014 y MARCON, Gladys M. Dictadura, memoria y verdad. Educación y represión en la ciudad de Goya. Librería de la Paz. 2009

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Cuando Juan Carlos estaba en la clandestinidad, le costaba muchísimo venir a visitar a la familia. Me enteré que vino a Goya en el 76, porque Jorge me pidió un vehículo para hacer un trasbordo y que él pudiera ver a los padres, a fines del 75 o principios del 76. Le dije a Jorge que se lo prestaba, pero a última hora me dijo que no porque era muy conocido ese vehículo por la radio donde yo trabajaba. La muerte de Juan Carlos salió en los medios y acá en Primera Hora salieron unos relatos del padre. No sé si habló libremente o no. En esa generación juvenil, una característica es que se rompe con el vínculo familiar: los padres pensaban diferente. Era muy general. Jorge, su hermano, trabajaba en el Banco Provincia y lo trasladaron me dijeron que lo mandaron como castigado por lo de su hermano. En aquella época, quedé como corresponsal de la revista Cristianismo y Revolución. En general los compradores eran gente del Instituto y de la JP. Ahí aparecía un panorama no sólo de Argentina sino también de EEUU. Siempre recuerdo que en un artículo decía que el Tercer Mundo se refería no sólo a los pueblos pobres sino también a los pobres de los pueblos. Por ejemplo, los negros norteamericanos marginados. Otra característica de esos tiempos era la cuestión femenina, la mujer entra en la cuestión social de una, en aquellos tiempos llamaba la atención y engrosaba todo el movimiento. Pero en el sindicalismo no se produjo esa canalización femenina. Salvo en el gremio docente, donde aparece la mujer como dirigente. En la CGT de Goya, predominaba el elemento masculino. Me acuerdo que en los plenarios las únicas mujeres que estaban eran docentes de CTERA50. En el Partido Justicialista sí había mujeres, como rama femenina. En la Acción Católica también había una rama femenina. Por otro lado, se desarrolló Acción Misionera Argentina, AMA, paralela al Movimiento Rural. Salió de Goya, con representantes y al finalizar las misiones que duraban 30 días, invitaban a la gente a

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Central de Trabajadores de la Educación Argentina

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participar de encuentros nacionales. Me acuerdo que Juan Carlos fue un año como invitado. Es interesante eso, porque si vos tomás las Ligas, Mons. Devoto, el Instituto, los militantes... te encontrás siempre con el mismo cuadro general. Y fueron los tres ejes que tenían autonomía y puntos de contacto. Y los tres sufrieron represión. Esta memoria que se está haciendo ahora es una memoria de reconstrucción necesaria. Salió en los diarios que Juan Carlos murió luchando en Tucumán, tenía el alias de comandante Tito. Lo apodan ahora "Yacaré", pero para mí fue siempre el comandante Tito. Fue un joven completo, muy simpático, atento, activo, idealista.

Rosa del Milagro Palacios, compañera de Niqui en la Escuela Normal de Goya Yo fui compañera de Niqui Benedí desde la primaria. Con ella, Estela Astorga y Pancho Albizzati éramos muy amigos. Empezamos primer año del secundario y ahí conocimos a Juan Carlos, creo que estaba en tercero. Recuerdo que enseguida comenzó la relación con Niqui, cuando nosotras estábamos en segundo año ya eran novios. ¡Eran chicos en realidad! En primer año teníamos 13, 14 años. Y para nosotros, los de tercero ¡eran unos hombres ya! Se pusieron de novios y era todo el ¡bum! ya te digo, se los miraba como ... qué sé yo. Juan Carlos era un alumno excelente... en esa época se valoraba eso. Era un chico que sobresalía porque era brillante. Fue abanderado de la Escuela Normal, en una época que llevar la bandera era …¡yo qué sé! ¡tener medallas!... y además él era un pibe lúcido. Te acordás que en la Escuela Normal era estudiar de tal página a tal página y repetías y así te sacabas 10, 8, y éramos no sé, como buenos alumnos todos. Ahí lo conocimos al padre Camozzi, yo no tenía nada que ver con la Iglesia, pero nos dimos cuenta que era una línea diferente y empezamos a vislumbrar ya, yo por lo menos, que había otra manera de estar en el mundo y de estudiar también. 79


En primer año nadie nos daba bola, pero ya en segundo empecé a escuchar por ejemplo que empezaron a hablar de armar el Club Colegial. Formar una agrupación de estudiantes, que en la escuela no existía, ¡yo nunca había escuchado eso! Nos sumamos, no sé… será porque teníamos la inquietud ya. Juan Carlos era el promotor, fue presidente de la primera comisión que se hizo. Sí, yo creo que ya en primer año se empezó a hablar del Club y él era el que andaba recorriendo los salones explicando qué era eso. Hablaba de organizarnos, ver las necesidades de la escuela y de participar. Cosa que nadie había mencionado antes, nunca había escuchado que se podía participar en una institución ¡y menos en la Escuela Normal! En segundo año salíamos mucho, íbamos al cine el sábado o al continuado del domingo y después a comer algo. En casa preguntaban: –¿Con quién vas? Como ya estaban ellos de novios, salíamos con Juan Carlos, Niqui, Estela y Pancho. Entonces mamá decía: –¡Ay qué suerte, qué buen muchacho!, porque él era un chico atento entonces a las madres les gustaba, mamá decía: –¡Qué chico tan agradable, tan respetuoso, tan qué se yo…! Además tenía conversación, cuando me buscaban si salía papá, conversaban de la historia de Corrientes, ¡él sabía de todo! Yo decía –¡Pero qué bárbaro!, porque eso, en la escuela no se estudiaba, la historia de la provincia de Corrientes, por ejemplo. Ahí empecé a armar que la historia no era solo la historia de personas, sino que había corrientes, que estaba el liberalismo, que existía el conservadurismo..., se me fue abriendo la cabeza con las corrientes históricas y empecé a interesarme también. Había una vía de conocimiento que no se estudiaba en la escuela y que me daba acceso a otra historia, a otra realidad. Juan Carlos él era más grande que nosotras ya lo tenía sabido a eso y la historia de la provincia le encantaba. ¡Era muy correntino! Le encantaban los próceres nuestros, los correntinos, que en realidad no eran revolucionarios, todos eran o liberales o conservadores, después yo me di cuenta. Pero a él le gustaba cómo defendían la correntinidad desde sus posturas. ¡Éramos tan jóvenes, nosotros tendríamos 15 y él tendría 17, 18! Nosotros empezamos el secundario en el 61 y terminamos en el 65. Bueno, lo del Club Colegial se armó cuando estábamos en 2° año. 80


Juan Carlos y otros compañeros fueron curso por curso y nos enganchamos varios de cada curso. Y se organizó pronto, en cada curso se votó y eligió un delegado y era una revolución, nunca antes había pasado. A la Dirección no le gustó mucho. Se votó la comisión y Juan Carlos salió presidente, creo que lo fue hasta 5° año. Se votaba una vez por año. Yo también salí delegada de mi curso. Me encantó era una cosa rarísima, porque aparte te posibilitaba hablar de otras cosas o ir a la escuela por ahí en otro turno, o en alguna hora libre, te permitía ver lo que era la dinámica de una institución como la Escuela Normal que era muy rígida. Más que nada me parece que se trabajó con la Biblioteca, no sé si te acordás que la Biblioteca de la Normal era una biblioteca muerta. En cada curso allá arriba, había como embutidos algunos libros ¡encuadernados del año de no sé cuánto! Después me di cuenta del valor que tenían. Eran libros de investigadores del siglo XIX, viajeros de Europa que venía a levantar información acá, como se hacía en el Sur también, como el Perito Moreno, libros de esa época. Pero no había quien te los entregue para leer, ni quien te atienda tampoco. Yo me acuerdo de haber ido en grupo a hablar con la directora. Nosotros queríamos acceso para organizarlos para que la gente los pueda mirar y aprovechar y que alguno de nosotros controlara eso. No le gustó mucho. Pero ¿por qué? si es algo tan inocente, pensaba yo. Claro, pero era como darte la llave del conocimiento, eso sería. No lo vieron bien, nos decían: –Pero ustedes ¿qué tienen que ver con eso? Tenían bibliotecario, no recuerdo quién era pero me parece que cumplía otra función, no sé. Hicimos también reclamos porque estaba el tema del libro negro ¿te acordás? Era un sistema que si un profesor o una celadora consideraba que correspondía, te enviaba a firmar el libro negro y cada tantas firmas (tres creo) tenías amonestaciones; era muy rígido, a veces por el solo hecho de no tener los moños en el pelo o las medias tres cuarto azules obligatorias, ¡marche a firmar el libro! La directora terminó mal con nosotros: fue con la fiesta de la promoción, hubo un planteo porque el alumno no tenía participación así que mi promoción tuvo problemas con eso, con la fiesta, no me acuerdo como fue, pero al 81


final terminamos haciéndola nosotros nomás y las autoridades no fueron. Cuando estábamos en los últimos años, el Instituto del Profesorado José Manuel Estrada empezó a visitar la escuela promocionándolo, yo estaba en cuarto año cuando fueron chicos del Instituto a explicar qué carreras existían... Y Camozzi, que tenía horas en la Normal, me acuerdo que dijo que si había algún interesado podía ir como oyente. Y Gauto, Niqui, Estela Astorga y yo, éramos un grupito de cuarto año, comenzamos a ir y ahí creo que la directora se sintió molesta. A mí a esa altura ya me quedó claro que no le gustó el pensamiento, la búsqueda del conocimiento, la ideología. Me acuerdo de María Josefa que era profesora del Instituto también, una vez que nos organizó en grupos, a charlar y discutir sobre un tema y después compartir con otros. Yo no podía creer que esto existiera en este planeta porque no lo había vivido nunca. Veníamos de un cascarón, yo misma me preguntaba, "Si sos profesora, ¿corresponde esto?" Claro, era pensar, sacar una conclusión. Yo no lo podía creer, entonces yo quiero esto, me dije. Cuando pasaba todo esto ya Juan Carlos se había recibido de maestro. La familia de Juan Carlos era una familia de trabajadores y como todo el mundo con problemas económicos, así que no pudo ir a estudiar afuera en ese momento. Se fue al campo a ejercer. Vivía allí, él pasaba la semana en el campo y venía a la ciudad los fines de semana. Estando ahí, él ya tenía armado el contexto histórico de la provincia y el país, lo tenía claro. Eso a mí me maravillaba, me acuerdo de una vez que estábamos todos y él explicaba la política de Frondizi, ¡mirá vos! 59, 60 habrá sido. Me acuerdo que estando en la escuela nos reunimos y él desarrolló el planteo de Frondizi respecto de la escuela. Y yo, mirá la ingenuidad de donde veníamos, que le dije: –Pero ¿qué tiene que ver Frondizi con la historia del país? ¡Yo tenía un mambo en la cabeza! No tenía ni idea, tenía todo como compartimentado, “el Presidente allá, sentado, ¿qué tiene que ver con nosotros?” pensaba yo y agregué –¿Cómo es el tema con Frondizi? Bueno –me dijo–tenés que leer, tenés que informarte, vos tenés que estudiar. Y ¿cómo? –le dije. Y bueno. vos tenés que buscar –me respondió. Así era en esa época, no te venía a dar cátedra, 82


acá hay una información, ahora ponete a averiguar vos, más o menos era eso, así fue. Juan Carlos pertenecía a la Juventud Católica del obispado. Justo estando en el campo él se conecta con toda la propuesta para los maestros rurales. Fue el inicio del Movimiento Rural, él tenía mucha relación con Coca Morello, creo que debe ser de esa generación. Y ahí en ese momento, nosotros terminando el 4°o 5° año, y me acuerdo que a través de él, nos llega la invitación para participar con Mons. Devoto en una charla. Eso fue un punto crucial para mí, en cuanto me dijo de ir, yo me prendí y me dije: –Ésta es la mía. Y no me estaba por perder esa oportunidad ¡por nada, ni loca! No me olvido que era a las 8 de la noche en la Casa Parroquial. En esa época, en casa teníamos que decir dónde nos íbamos y con quién. Y siempre era o un cumpleaños o ir a estudiar a casa de fulana o mengana... La cuestión es que me voy con esta historia y le digo a mamá y ella dice: –¿Pero cómo es eso? Y le contesté: –Es una reunión que hace el obispo y quiere conversar con jóvenes, por eso me invitan. Mamá me dijo: –Hablá con tu padre. Y el otro tema era que en casa a las 8 de la noche se cenaba y cuando se almorzaba o se cenaba y jamás faltaba nadie a la mesa solo papá si viajaba, pero nosotros ni soñando. Y viene papá y dice: –Cómo es ese asunto de que te invitaron, y ¿quién te invitó? Dije: –El obispo. –Y ¿qué es? ¿una reunión de qué?, y ¿dónde es? –dijo. –Una reunión con el obispo –dije– en la Casa Parroquial Y papá dice: –¿Y a qué hora es? –A las ocho–dije. –¿De la noche? – preguntó. –Pero no mi hija, pero eso no es para vos. Esas son reuniones que hacen para los que se están por casar, para prepararlos para el matrimonio, no... Bueno así fue. Siempre me acuerdo de la cara de mi viejo. No dijo nada más. Siempre me acuerdo porque me miró y creo que ahí pensó "Esta se va". Y bueno, me fui a la reunión. ¡Hermosa fue, con Monseñor! Éramos pocos, no eran multitudinarias, éramos grupos pequeños. ¡Ah! el tema era "La juventud y el amor", por eso mi papá había pensado que era para los casamientos. Te imaginás que ese tema nos encantaba. Era el amor desde el Evangelio, la relación amorosa, solidaria. Nosotros 83


volvimos maravillados. Esa reunión marcó nuestras vidas. Yo sentí que encontré eso que buscaba. Yo encontré mi camino. ¿Viste la Casa Parroquial que siempre está medio en penumbras? Llegamos nosotros, los primeros... era a las 8 y nosotros, a las 8 menos 10 ya estábamos... Había otros de la Acción Católica... Benjamín López Torres, capaz que Gauto... Nosotros nos sentamos bien atrás, como siempre que uno acostumbraba a dejar los lugares de adelante para las autoridades. Y a las 8 en punto, se abre la puerta y aparece Monseñor, con sus papeles y sus cosas. Puso sus papeles en una mesita… todo recontra sencillo Estaba una monja, una hermana parroquial que nos dice: –Vengan más adelante así empezamos... Él le preguntó si avisó a un doctor, no sé si era médico o abogado. La cuestión que le dijo: – No, no le dije porque él no tiene tiempo. Y él, le respondió: –Bueno pero a esa es la gente que Ud. tiene que avisar, a esa gente no tiene tiempo, porque al que le sobra el tiempo es que no hace nada... por algo ya le sobra. Así que invítelo nomas para la próxima –dijo. Bueno, vamos a empezar –dijo–. Si decimos a las 8, hay que empezar, la gente que venga que se vaya integrando, porque todos tenemos obligaciones –dijo. Se dio vuelta, me miró y dijo: –Por ejemplo esta niña, tiene que volver a su casa, ella estudia, tiene sus ocupaciones. No podía creer que esté valorando que nosotros estudiáramos ¡era una cosa increíble! porque nunca nadie tuvo en cuenta que también nosotros teníamos cosas que hacer. Esas cosas que parecen tan pequeñas... e importan, y él siempre mantuvo esa puntualidad que hasta el día de hoy me marcó. Siempre pienso tantas veces Mons. hablaba para tres o cuatro personas, que éramos nosotros... Después me di cuenta del valor que tenía eso. En eso estaba Juan Carlos en esa época. Se fue al campo, después vino a Goya quería irse a estudiar, pero el tema era que tenía que juntar dinero porque no tenía plata. Entonces volvió y fue bedel en el Colegio Alberti, no sé si un año. Ahí hacía estas participaciones que te cuento, con los grupos juveniles de secundario y del Instituto Estrada. Me acuerdo que Niqui y yo fuimos como oyentes a Sociología. Estábamos como descubriendo un mundo que no sabíamos que existía. 84


Teníamos un entusiasmo tremendo. Juan Carlos ya estaba con el Movimiento Rural, viajaba, tenía encuentros con jóvenes. Después Niqui y Juan Carlos se fueron a estudiar a Santa Fe. Niqui se fue a estudiar Educación Física y Juan Carlos primero se fue a La Plata, no sé si estuvo allá un año y después a Santa Fe. No recuerdo bien, pero me parece que él ya tenía inclinaciones políticas, creo que alguna vez comentó. Todo ese planteo que nos venía por el lado de los curas del Tercer Mundo ya mucho antes de los años 70 él veía que se necesitaba un marco o sustento político para poder desarrollar un proyecto... No recuerdo bien los años, pero nuestra historia en general fue tan plena y tan comprimida... entre el 68 y el 71, porque después cayeron presos los dos. Creo que en La Plata no encontró canal para su inquietud, él ya estaba inclinado por el campo popular y el peronismo... Ahí se fue a Santa Fe. Y ahí es donde recaló en el Colegio Mayor. Fue a la Facultad de Ingeniería que estaba muy politizada. Pero él ya tenía claro por dónde iba su búsqueda. Ahí se casaron Niqui y Juan Carlos. Con Estela fuimos a Santa Fe, al casamiento. Ellos se casaron en el Colegio Mayor, se hizo la fiesta y todo, compartimos con compañeros. En el Colegio Mayor vivían él y Cacho, el hermano. No me acuerdo el cargo que tenía, porque el Colegio Mayor tenía una estructura de responsabilidades de los estudiantes que vivían ahí. Tenía a cargo grupos de discusión, dentro del mismo Colegio, dentro de la línea de la Doctrina Social de la Iglesia. Era una experiencia completa. Después cuando venían a Goya, en las vacaciones nos encontrábamos, hablábamos... de la coyuntura, de la política. Juan Carlos solía ir al Instituto Estrada y todos nosotros detrás de los que venían de afuera, para escuchar noticias. Tenía mucha capacidad de expresarse con sencillez, hablar de cosas importantes en forma sencilla. En esas charlas... nos dábamos cuenta que tenían responsabilidades que nosotros no teníamos. Por supuesto nadie preguntaba sobre eso. Ellos caen presos. ¡Mirá qué condensada es esa historia! No me acuerdo si tenían dos de las chicas, creo que dos quedan acá y Clarisa nace en la cárcel. La cuestión es que cayeron en cana, creo que fue en el 72. Fue una mortificación tremenda, ¡imaginate! No me acuerdo si se les podía 85


escribir, recuerdo que con Estela compramos unas lanas y se las mandamos a Niqui para que teja... El padre de Niqui iba a visitarla a Devoto, ahí sabíamos de ella. Y Juan Carlos estaba en Rawson. Fueron unos meses en realidad, no fueron años como fue más tarde, pero a uno le parecía eterno todo ese tiempo. Íbamos a ver a las chicas que quedaron en Goya, con los abuelos. Así fue esa etapa. El 25 de mayo del 73, liberaron a todos los presos y ellos volvieron; ¡una alegría! Ahí ya estaba claro en qué línea estaban. Cuando llegaron a Goya, se los invitaba a las casas, cada noche teníamos charlas privadamente. Nosotros con esa avidez de escuchar y de saber. Ellos salieron el 25 de mayo y bueno, el 20 de junio ya fue Ezeiza y ahí ya se fueron a Santa Fe, me parece. A los pocos días nos dimos cuenta que tenían que tener mucho cuidado, por el solo hecho de haber estado presos tenían que cuidarse porque no era el paraíso para nada, después de Ezeiza, cada vez se puso más claro. Tenían que resguardarse. Estuvieron aquí un tiempo ya con recaudos, era evidente que había que cuidarse. Ya era una relación distante, no preguntábamos a dónde iban, qué iban a hacer, se fue dando naturalmente, por seguridad. Cuando mataron a Juan Carlos yo ya estaba en Misiones, estaba clandestina y me enteré por un diario. Por El Territorio, de Misiones. Cuando leí eso... ¡no te imaginás! No fue el primero, ya habían caído otros compañeros Cacho Ayala, los nuestros de acá y después bueno, a nivel nacional... Reprodujeron la noticia que salió publicada en Tucumán. Decía: “En un enfrentamiento fue abatido... porque habían armado una emboscada”. Yo no sabía nada de ellos, pero me parecía raro que pongan el nombre, me llamó mucho la atención. No sé cómo lo identificaron porque no usaban sus nombres. Y era un verso, no hubo una embocada, pero querían mostrar que los guerrilleros en una emboscada rural quisieron atacar al ejército: "Guerrilleros que hicieron la emboscada a los militares y fueron abatidos". Y estaba el nombre y el número de documento. Me llamó la atención porque ya no publicaban los nombres, ya como política de esa época los comunicados decían: " subversivos", así quedaban como desaparecidos... Qué raro, pensé, que aparecieran con nombre y documento... Esto fue en julio del 76. Yo 86


tuve esa noticia y no tenía ni a quien preguntarle... Estábamos en una etapa en la que no se preguntaba más nada. Y después ya caí detenida. Hay un libro que se llama algo así como La historia de los 12 Montoneros originales51, está escrito por un Lanusse. Yo pensé que iba a aparecer el nombre de Juan Carlos, pero ellos estuvieron tan guardados por seguridad... siempre aparecen los mascarones, los que ya estaban expuestos. Te decía que el libro está escrito por un sociólogo, no un historiador... hizo un análisis del origen de Montoneros distinto de todos los que leí. Me pareció muy acertado cuando habla de que no hubo un origen como una fundación, viste que siempre se pone el tema de Aramburu. El autor marca la previa de ese hecho de cómo se fueron armando grupos muy dinámicos en varios lugares. Hubo grupos originarios... no montoneros sino grupos de discusión que fueron la argamasa de las organizaciones, entre ellas Montoneros. O sea que esta historia no comienza en el 70, toda esta previa viene de los años 65, 66… Gente que se va formando en la vida misma en esas búsquedas que iban haciendo sobre la marcha y eso es lo que pesca este autor y entonces marca un grupo en Córdoba, otro en Santa Fe como los más sólidos. Y los de Santa Fe se extienden por todo el Nordeste, te acordás esas experiencias de los estudiantes que iban a trabajar en sus vacaciones en el Chaco, los hacheros del norte, grupos que iban formándose en contacto con la gente. En esa época estaba el trabajo de Yacuzzi en Reconquista y así en otros lugares. No era algo organizado, siempre era como un ida y vuelta, no hay un límite fijo en esos movimientos, circulaba mucho, se hablaba y se escuchaba mucho... Esa es la idea de inicio de la organización que este hombre señala en el libro, marca Córdoba y Santa Fe como los más fuertes y Buenos Aires luego y que no fue lo más importante, pero de últimas con el centralismo que tenemos salen las conducciones que conocimos nosotros. Estos compañeros como Juan Carlos y todavía muchísimos más, marcaron caminos. Él tenía una relación con Goya por su origen y la responsabilidad que sentía para acercarse, preguntar cómo andamos,

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LANUSSE, Lucas, Montoneros. El mito de los 12 fundadores. Ediciones B. Argentina. 2°ed. 2010

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contar, bajar información. Juan Carlos siempre se ocupó mucho de nosotros y me imagino que así hacían los demás compañeros en otras zonas. Esa es nuestra historia.

Horacio Emilio Lanza, Cococho, compañero de estudios en Goya En aquella época en la Escuela Normal, había profesores que nos tomaban prueba poniendo diferentes ejercicios o preguntas por hilera o por banco. Era tema 1, tema 2, tema 3... Y así seguía… De ese modo, no te podías copiar... Bueno... Juan Carlos nos hacía las respuestas de todos los temas del número 1, del número 2, del número 3... ¡Y él quedaba para lo último y resolvía sus problemas! ¡Y en el tiempo que teníamos, de una hora! Era de una inteligencia terrible. Me acuerdo de cosas muy puntuales... como que el padre Ricardo Roch52 jamás le dijo “Aguirre”, le decía “Master” y le quedó “Master”, así le decíamos todos en la escuela. Juan Carlos era buenísimo, muy bueno. Niqui fue su amor, su única novia. Con Juan Carlos fui compañero de primero a cuarto año. Creo que la primaria la hizo en la Graduada, de ahí ya se conocían con Tiza Cima, eran compinches y por lejos los más capaces... eran los dos más sabihondos del secundario nuestro... En quinto no sé qué pasó, que nos separaron, Juan Carlos se fue con Tiza y yo me quedé solo de este lado, con otro curso. Esa fue la etapa más fea para mí, sentí el haberme separado de mis compañeros con los que venía desde el primer año y terminé con alumnos que conocía, buenos compañeros, pero que no eran mis amigos. En aquella época me acuerdo que jugábamos al básquet. ¡Época de inter-colegiales famosos! ¡Se llenaban las canchas! Juan Carlos no participaba de esos campeonatos, creo que le gustaba el deporte, pero nunca practicó mucho... Era de familia humilde y a lo mejor no tenían contactos en ese momento como para que alguien lo llevara a jugar el 52

Párroco de Nuestra Señora del Rosario. Docente en la Escuela Normal de Goya.

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fútbol a Huracán o el básquet o nunca le atrajo... A lo mejor tenían su grupo de barrio, no sé. Sí sé que le fascinaba leer. Te hablaba de libros en esa época cuando vos no conocías más que "Upa", por decir lo elemental. Después que terminamos la secundaria yo me fui a Córdoba a estudiar y él a Santa Fe. Luego supe sí, que estuvo preso hasta el 73 cuando salió con la amnistía... Nunca supe cómo fue que cayó... Después medio que nadie sabía de su vida porque además Juan Carlos era de bajo perfil, no era un tipo conocido por todo el mundo.... era uno más del montón, pasaba desapercibido, no así por su capacidad, por su inteligencia, por lo bueno, por todo eso. Yo no sabía de su vida política en Santa Fe y cuando lo encontraba se reía y siempre me decía que le faltaba una materia. Yo no sabía en qué andaba... Hasta que después me enteré de su muerte. Salió en los diarios. Años después recuperaron sus restos en Tucumán. Lo trajeron y lo velaron en familia; cuando lo llevaron al cementerio, ahí fuimos con Tiza... Sí, cuando lo pusieron en tierra, vino el cura que lo conocía, que fue su confesor, tuvo unas palabras hermosas para Juan Carlos. Nadie te va a hablar mal de Juan Carlos porque era muy buena persona, era muy querido, igual Cacho, su hermano menor que está desaparecido también. Todo lo que te puedo contar son bondades de Juan Carlos, excelente para mí y se lo manifesté muchas veces... a las chicas, sus hijas... Yo lo sentí mucho a Juan Carlos, muchísimo....

Osvaldo Alberio, compañero de estudios de la Facultad y en el CMU, de Santa Fe Juan Carlos se recibió de Maestro Normal Nacional en 1962. Trabajó como maestro rural, uno o dos años, para poder ir a estudiar luego. Estaba integrado, como yo y muchos otros, a la Acción Católica, al grupo de la iglesia, ahí lo conocí. Los Aguirre eran tres hermanos. Con Cacho, el menor, tuve poco trato pero con Jorge y Juan Carlos sí, por el grupo con el padre Camozzi. El obispo Devoto lo tenía a Juan Carlos como referente en la secundaria. El papá de Juan Carlos trabajaba en Tomasella Hnos. Era viajante, recorría todos los almacenes y levantaba pedidos, a veces 89


andaba a caballo y a veces en bicicleta. La mamá era ama de casa. Vivían al norte de la calle Colón. El hermano del medio, Jorge, trabajaba en el Banco de Corrientes, lo trasladaron a Buenos Aires y luego volvió a Corrientes, capital. Murió en un accidente, en la 3 de Abril. Cacho, su hermano menor, está desaparecido. Supe que tuvo un hijo, el padrino de él es Pochettino, vive en Rosario. Cuando se arma el desbande Pochettino se fue a vivir a Suecia, estuvo 5 años y volvió. Cacho le había pedido que si le pasaba algo se ocupara de su hijo, cuando volvió fue a verlo a casa de sus abuelos, con quienes vivía, en San Carlos, pero no sé qué pasó después. Con Juan Carlos perdimos contacto cuando fue a trabajar al campo, nos volvimos a encontrar en Santa Fe. Estuve un tiempo, año y medio, en la casa del CMU, de la calle San Jerónimo entonces cursamos y estudiamos algunas materias juntos. Yo siempre conservé apuntes de él, ya se los di a las hijas, son apuntes de reflexión y de estudios que siempre hacía. Tenía una letra chica, muy prolija. Todo lo que escribía era muy prolijo. Además, teníamos varias actividades comunes y solíamos salir juntos con Niqui y María del Cármen.

Juan Carlos era una persona muy reflexiva, siempre estuvo con el tema de la gente pobre, la que siempre estuvo fuera del tablero; siempre estuvo, le preocupó y le dolió eso, siempre quiso trabajar para 90


ellos. Él por su formación cristiana era peronista digamos, no marxista y solíamos tener largas conversaciones y discusiones en las que participaba siempre Atilio Rosso, el cura Rector de los CMU. Juan Carlos era católico practicante, de ir a misa y comulgar. Atilio era su confesor, yo me acuerdo, que al principio no estaba tan convencido de que la lucha armada fuera el camino, sí estaba muy comprometido con todas las acciones de difusión y propaganda, acordémonos que en ese tiempo estaba Onganía, después vinieron Levingston y Lanusse. Las discusiones políticas de concientización se daban en la universidad, en el barrio, en las reuniones que solíamos hacer en el Colegio Mayor, una vez por semana, cada quince días, pero no había expresiones formales políticas. Juan Carlos dejaba hablar a todos y después exponía sus pro y sus contras. Eso era muy propio de él. Era una persona muy querida porque su vida y sus actitudes eran coherentes. Nunca tenía dobleces ni apañaba nada tampoco. Era un tipo alegre en las reuniones que hacíamos, asados, almuerzos, él era una persona que sabía contar cuentos... Cuando se casó con Niqui fueron a vivir a un barrio. Mientras estuvieron en Santa Fe, tuvieron las dos hijas mayores. Luego los detienen, y los liberan con Cámpora. Creo que su hija Clarisa nace en prisión. Los liberan, vienen a Goya, están un tiempo acá y luego se van. Yo los vi una vez después, los vi acá en Goya, en el 73, salimos a cenar con Niqui y María del Carmen, mi esposa. Después creo haberlo visto una vez en Santa Fe, en un acto; tenía bigote en ese tiempo. Sé que estuvo un tiempo en Salta, de Salta vuelve a Tucumán y ahí creo que Niqui se vuelve a Goya y se queda acá con los hijos. Niqui fue medalla en la Escuela Normal quiso llevar a sus hijas a estudiar allí, le dieron vueltas y vueltas para que no las inscriba, entonces las anotó en la Escuela Graduada. Yo estaba viviendo en Río Negro cuando me enteré de la muerte de Juan Carlos. Me enteré por los diarios y después pregunté en Santa Fe. Al principio se quedaron medio en el molde digamos, hasta que vieron el número de documento. Podía ser otro del mismo nombre, era 91


un nombre común, o un nombre ficticio, hasta que apareció el número de documento. Ahí hablé a Santa Fe y me confirmaron. Sus hijas mayores Liana y Laura siempre fueron las que se movieron por lo del padre. Ellas fueron a hablar con los antropólogos y siempre siguieron buscando, los otros hijos eran muy chicos cuando Juan Carlos desaparece. Cuando trajeron los restos de Juan Carlos, estuvo Rosso, él dio el sermón. Rosso tenía cuatro o cinco personas en las que confiaba y decía que todo lo que él estaba haciendo lo tenían que seguir ellos. Juan Carlos era uno de ellos con Ambrosino, un muchacho Juri (bioquímico que luego se fue...) y otro, ahora no me voy a acordar el apellido... Boso. De ellos, Juan Carlos y Bosso, no están más. Rosso lo tenía muy claro y muy preciso, una confianza total en Juan Carlos.

José Luis Ambrosino53, compañero de facultad y del CMU. Yo no conozco que haya una carta de él como dicen. Lo que sí es cierto es que hay unas palabras de Juan Carlos que quedaron como paradigma de todo aquél que quiere comprometerse en serio, incluso para el padre Rosso. Juan Carlos se iba a Tucumán y Atilio (Rosso) tenía la intuición de que lo iban a matar, era una situación difícil. Lo contó Atilio en una reunión... Atilio le C.M.U. CALLE SAN G ERÓNIMO dijo: –No te vayas, no te vayas, te van a matar... y Juan Carlos le respondió así: –Mirá Atilio, alguien tiene que morir primero. Esas fueron sus palabras. Así que más que una carta, hay un paradigma de compromiso cuando la causa es noble. 53

Actualmente Rector del CMU y Coordinador General del Movimiento de los Sin Techo. Foto: Casa de calle San Jerónimo.

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¡Mirá como son las cosas!, eso era el año 75.... Atilio ya estaba con el Movimiento de los Sin Techo, pero si hay una cosa que lo decidió a consagrarse hacia los pobres, fue esa frase. Yo lo relaté en una revista del Colegio. Después de eso, Atilio deja el CM y se dedica de lleno al Movimiento. A pesar de su fe religiosa, de su conversión, esas palabras fueron decisivas; para él fue un testimonio y siempre que hablaba recordaba esa frase. Se siguen usando acá con otras definiciones, pero en relación a la valentía con el compromiso, el compromiso en serio. Yo soy de San José, un pueblo próximo a Santa Fe, a 100 km, viví mucho tiempo acá; no sé si entramos juntos con Juan Carlos, yo entré al Colegio en el 65. Él habrá entrado en el 65 o el 64, un tipo muy inteligente, con mucha formación, él era un director intelectual en el Colegio. Siempre con la transformación social, la integración. Éramos muy amigos, yo incluso fui padrino de su boda con Niqui. En general una persona muy austera, sin ningún tipo de lujo, razonaba muy fuerte. No era muy vueltero porque había gente que le buscaba la vuelta y siempre necesitaba otra explicación para comprometerse... Me acuerdo que un amigo me dijo que Juan Carlos le había dicho que frente a la realidad había mucho miedo, había gente que la manejaba bien intelectualmente, pero no se animaba a dar los pasos. Le dijo: – Mirá, tu problema ¿es político o es hormonal? El tipo tenía miedo, no era que no lo viera políticamente. Y siguió: –Si es hormonal andá al psiquiatra ¡qué sé yo! Si no, no hay mucha salida acá. Bueno hay muchas cosas para contar de esa época, ésta es medio cómica, íbamos en auto a un casamiento, de Córdoba a Buenos Aires. Íbamos mirando, conversando sobre la realidad, sobre la Reforma Agraria... Yo decía: –Mirá todas estas vacas, mirá estas tierras... y él me dijo: –Quedate tranquilo que cuando las administremos nosotros todo va a llegar al pueblo... Me acuerdo como si fuera hoy. El vago tenía una visión de futuro, un poco en broma y un poco en serio tenía idea de todo. Una vez mirando un edificio que estaban construyendo alguien dice: –¿Viste? están haciendo ese edificio carísimo... están gastando guita esos h. de p. Juan Carlos preguntó: –¿De qué lo están haciendo? – De cemento– dije. Bueno, dejalo que el cemento lo vamos a manejar nosotros – dijo. 93


Para mí fue un testimonio de compromiso, de vida, yo compartí muchas cosas con él, la familia incluso vivió en mi casa en situaciones difíciles... siempre tuvimos una amistad muy grande. Un testimonio su vida, fundamentalmente transmitía austeridad. Destilaba mansedumbre pero rigurosidad política. Yo creo que políticamente era uno de los más inteligentes que teníamos en el colegio. Después José, el hijo, vino a estudiar acá también, creo que es ingeniero industrial. Y una vez tuve una experiencia medio "espiritista". Juan Carlos, cuando vivió acá, estaba en la pieza de arriba, uno pasaba por allí, para ir al comedor ahora, y a la terraza antes, y él siempre estaba recostado con las piernas cruzadas, leyendo. Y el chico, el hijo, vino y se alojó en la misma habitación y dormía en la misma cama. Un día paso y estaba la puerta abierta y veo a José en la misma postura, con los pies cruzados y leyendo... Tuve varias sensaciones y un día le dije: – Mirá cada vez que paso tengo la sensación de que veo a tu viejo. El pibe, muy bueno, ya de otra época pero de mucha calidad humana, eso se notaba. Yo era muy amigo de la familia también. Yo lo que he visto... yo soy medio clerical, pero el testimonio de entrega que he visto.... Mirá que yo aquí atiendo a los pobres, gente que no sabe qué va a comer hoy... Juan Carlos estaba entregado, no sabía si comía o no comía, si comía bien o mal... Él vivía en un barrio y lo íbamos a visitar siempre, una vez nos invitó a cenar y ¡trajo una olla de sopa! ¡Seis éramos! Atilio dijo: –Nosotros no probemos porque van a pasar hambre. En serio era un tipo muy desprendido y no se quejaba ¿eh? Tenía asumido, lo tenía recontra asumido. A veces para nosotros, que éramos más conservadores, nos parecía irresponsable, porque tenía tres, cuatro hijos... y la mujer lo acompañó siempre, vos sabés lo que era ir y venir: Jujuy, Tucumán, Santa Fe. Tenían un perro, y el cura me dice: –Y el perro éste, ¿qué come? Pero decía el Yaca: –¡No se resfría nunca! Comía naranjas del patio nomás el perro (Se ríe). Ese humor lo tenía siempre. Comenunca le decíamos al perro. Supe que también estuvo en Jujuy, después pasó y vino a saludar a Atilio, no sé, esas cosas que se dan... estuvo en mi casa también, entonces él le comentó que se iba para Tucumán, ahí es donde Atilio le 94


dice: –Pará, fijate un poco, evaluá porque Tucumán está complicadísimo. Ahí es donde Yaca le responde eso, sabía que se iba donde podía correr riesgos. Y dijo así, eran esas frases decisivas, de los grandes hombres, de las grandes epopeyas... "porque si vos querés iniciar algo y tenés miedo a morir, ni lo intentés porque así no funciona". Como decía alguno "las ganas de morir por una causa, hará que la causa no muera". Es fundamental eso, y él lo había asumido en su totalidad. Lo que estoy comentándote es entre el 68 y el 71... no me acuerdo ya, tengo un problema con mi memoria... De Juan Carlos no recuerdo que haya sido Decano, pero sí Consejero. El Colegio se gobierna por una Comisión, el jefe de la Comisión es el Decano y los otros son Consejeros. Hay un nivel estable, en el que Rosso era el Rector y yo el Vicerrector. En este momento soy el Rector y hay otro muchacho que es el Vicerrector. Lo que cambia es el Consejo, que se elige todos los años, a veces reelige un decano. El Consejo organiza toda la política del Colegio, los consejeros eran los responsables de las Casas. Se reunían una vez por semana, a veces con el Rector, a veces solos y organizaban todo lo del Colegio desde que las Casas se pinten hasta cuando había una manifestación en la Universidad si se iba o no se iba, si había una lucha o una huelga... se discutía. Es un grupo donde siempre se reflexionaba, se discutía, había grupos militantes muy fuertes. Este Colegio es para todas las carreras, en esa época predominaban fundamentalmente Derecho, Ingeniería y en menor medida Ciencias Económicas. Ahora hay diversidad de carreras... hay una mezcla total. En aquella época predominaba históricamente la Facultad de Química, con militancia de avanzada. En Derecho también, pero era una militancia más reformista reivindicaba más aspectos universitarios, en cambio en la de Química la avanzada era más ideológica, no discutir tanto lo académico sino más bien discutir la estructura del país... Era la vanguardia la Ffacultad de Ingeniería Química. Hay muchos desparecidos de esta facultad. En lo que hace a la Iglesia, acá hubo siempre un conflicto. El cura Rosso firmó el documento del Tercer Mundo. Pero cuando comienza a evolucionar y los sacerdotes comienzan a tomar una 95


identidad más partidaria, políticamente hablando se acercan más al peronismo, al socialismo nacional: el peronismo como columna vertebral y la acción revolucionaria como método… cuando se llega a eso empieza a dividirse el Movimiento para el Tercer Mundo. El Movimiento para el Tercer Mundo se borra prácticamente en el año 72. Nació en el 69, en el 72 se descompaginó, por esas causas y también porque clericalmente había mucha gente que junto a eso planteaba el tema de los sacerdote casados entre otras cosas. Ahí ya Atilio no estuvo y además él nunca fue peronista, no fue antiperonista pero nunca fue peronista, más bien un desarrollista aunque yo sé que en alguna elección votó al peronismo, era un tipo muy especial. Pero había otra cosa que le preocupaba, era la seguridad de la gente del Colegio. En eso hay que reconocer que hizo mucho, a nosotros nos ayudó mucho. Había Casas enteras que iban en cana, Rosso los sacaba. La de Rivadavia fue entera. Sí... Y había conflictos, en esa época estaba muy politizado todo. Acá alguien decía "la toma del poder" pero bueno tenías que explicar qué era y porqué había que hacerlo. A veces se consideraba que si estudiabas cometías traición, estabas claudicando, perdías tiempo de lucha. Hay que ubicarse en los tiempos. Torrijos en Panamá, Allende en Chile, El Che en Bolivia…Era un momento de eclosión, había entrevistas, charlas, revistas... ¡Me acuerdo de una charla de Arturo Paoli54! Ya estaba en el Norte de Santa Fe. Paoli murió en el 2015, tenía 102 años. Últimamente estaba en Italia, en un convento de monjas que lo cuidaban. Vino un amigo que lo vio y cuenta que le preguntó: –A los 101 años, ¿qué es ser cristiano? y Paoli le contestó: – Y, después de 101 años, ser cristiano es amar al prójimo. ¡Eso lo dijo Paoli, con 101 54

Arturo Paoli fue un sacerdote católico y misionero italiano, que perteneció a la Congregación de los Pequeños Hermanos de Jesús. Se instaló en Argentina en Fortín Olmos, al norte de Santa Fe, entre los hacheros que trabajaban para una compañía inglesa de madera. Cuando la compañía decidió abandonar la zona ya empobrecida de la preciada madera, Arturo organizó una cooperativa para permitir a los hacheros continuar viviendo allí. En 1974 tuvo que abandonar el país debido a las amenazas recibidas.

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años...! De Paoli tenía santidad. Muy comprometido. ¡Qué hormonas, ni qué miércoles! En lo religioso era durísimo, no veía otra salida que el compromiso a cualquier costo. Recuerdo que yo estaba en la facultad en una clase de Química Inorgánica y se me cae clorhídrico al suelo, y me dice un profesor: – Echale amoníaco. Para neutralizarlo porque el clorhídrico es un ácido agresivo. Si vos al clorhídrico le echás amoníaco al lado, se juntan en el aire y se forma un producto que se llama cloruro de amonio, que es humo, empezó a salir humo…¡se terminaron las clases! ¡evacuaron la facultad! y era yo que sin querer había volcado clorhídrico. Era así el clima. ¡Había tal sensibilidad que evacuaron la facultad! Yo me acuerdo de Juan Carlos cuando tengo que tomar decisiones o siento que hago un poco de agua. Teníamos una relación muy directa, éramos muy amigos, con él y con su familia. Y además estaba su capacidad intelectual: era muy inteligente y una consistencia en el razonamiento y todo eso... Y lo que es testimonial y decisivo es que atrás de la cabeza está la vida. A veces encontramos cosas separadas, un tipo que se compromete mucho pero no te convoca porque no tiene consistencia. Él era totalmente sólido, y además vivía todas las cuestiones juveniles; era un tipo diríamos normal, no era esos tipos reservados o soberbios... desde jugar al fútbol, una truqueada, al pin pon, a comer un asado y tomar un vino era totalmente común... pero cuando empezaba a hablar, se hacía la diferencia…Él tenía una formación filosófica, no sé si era autodidacta. Él venía de las juventudes católicas, de la diócesis de Mons. Devoto… Claro de ahí viene todo, era un tipo muy rico. Acá nos sacaba dos kilómetros en tres segundos...

Nora Spagni, compañera de militancia (en Santa Fe y Tucumán) Yo era una persona que venía de la militancia religiosa desde muy chica; estuve en el colegio donde el padre Catena era capellán, Nuestra Señora del Calvario (nosotros le decimos El Calvario). Después, cuando ya era trabajadora social, el padre Catena estaba profundamente comprometido con un barrio humilde que se llama Villa del Parque. 97


Desde ese trabajo, fuimos teniendo similares objetivos en la militancia social religiosa, por la influencia de los documentos del Concilio, tanto en la promoción humana como en la promoción comunitaria. En el ambiente universitario estábamos muy cerca del CMU (Colegio Mayor Universitario). Así conocí a Juan Carlos Aguirre. En el año 1967, unos curas que habían hecho el compromiso de opción por los pobres, convocan a un movimiento que sería luego el Movimiento para el Tercer Mundo. Fue un acto muy importante unos años antes del Cordobazo así que fue novedoso que estuviéramos distintos sectores sociales convocados por la Iglesia. La idea era hacer un movimiento de la Iglesia que reuniera a sindicalistas, profesionales, estudiantes, gente ubicada en distintos lugares. En la Sala de Actos del Colegio San José de varones, se desarrolló la reunión donde hicieron conocer el documento y a posteriori hubo una misa. Cuando se dio esta convocatoria, conocí y me enamoré de Eduardo; era de Salta … había venido a Santa Fe para estudiar. En este espacio nos conocimos y comenzamos a formar parte del grupo de amigos porque la convocatoria proponía los encuentros. Los chicos eran todos de Ingeniería Química. Eduardo estaba una de las casas del CMU, ubicada de la calle Rivadavia, no era la misma de Juan Carlos. Era una casa muy conocida como un lugar de militancia. Tenía, como era común, un sótano; una vez allanaron y encontraron en ese sótano una imprenta, lo que provocó que todos los de la Casa fueran detenidos. La Casa era conocida por ese allanamiento que fue en el año 1969. Lo que te quería contar es que el cura Rosso, que era el capellán de todas las casas del CMU, tenía algunos chicos en los que confiaba mucho porque eran militantes cristianos como Juan Carlos o la "Vieja" Ambrosino que venían con un historial cristiano. Esos compañeros gozaban de mayor confianza del cura. Nosotros ya estábamos de novios y había otras parejitas, entonces el cura le da a Juan Carlos la responsabilidad de que nos convoque para hacer reflexión y de paso que nos conozcamos más; los curas cuidaban mucho su gente y en derredor y ahora que digo esto 98


recuerdo que una de las palabras fundamentales de esa época, era una palabra en alemán que el cura nos explicó lo que quería decir: Weltanschauung, suena beltanyang, es una palabra que quiere decir “nosotros y el contexto”. Rosso estaba estudiando siempre filosofía y le interesaba que nos comprometiéramos con lo que decíamos, no era una palabra carente de meta en un momento así. Era comenzar a pensarse no uno solo en el mundo sino uno con otros. El sentido de reflexionar en pareja, también tiene que ver como después dice el poeta Benedetti, "somos mucho más que dos", era el compromiso de la pareja con las cosas que íbamos descubriendo y que tenían que ver con los otros. Así que nosotros nos reuníamos. Ese entorno nos favoreció para darle un sentido y formarnos como pareja. En todo eso estaban los chicos con las mismas ideas que nosotros entre quienes estaban Juan Carlos y Niqui, su compañera. Cuando nosotros nos pusimos de novios, Eduardo comenzó a comprometerse con un barrio, Villa del Parque, yo estaba en otro, en Alto Verde donde tenía todo mi trabajo, mis vínculos, mis relaciones así que Eduardo al tiempo vino a este barrio. Alto Verde está frente a Santa Fe, es como si fuese un barrio pero en realidad es una isla, la gente que está más adentro se dice "de la isla". En cambio la que está frente a Santa Fe, se siente más “de barrio”. Nosotros nos fuimos a vivir bien lejos, nos favoreció mucho para la relación con las personas. El día que nos casamos, lo hicimos en el barrio, habíamos trabajado la Pastoral de hacer un hecho comunitario de los casamientos. Nosotros nos casamos con una misa concelebrada, en el día de la familia, donde se casaron todos... todos los que estaban con ganas de casarse. Estaban el padre Catena, que era mi amigo (luego de Eduardo), estaba el párroco, el padre Buntig, lo mismo, y estaba el Padre Rosso que era amigo de Eduardo. Allí tuvimos a Lucas, nuestro hijo, estuvimos hasta el 72, en esa zona y en esas condiciones, no teníamos luz eléctrica y escuchábamos radio a pila, conocíamos poco de música, me acuerdo que como dicen

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"a la hora de la oración", se escuchaba en toda la isla el programa de INCUPO55, en esa época fue muy importante, la gente lo vivía como un factor de unidad, de valorización de las creencias y de la cultura propia. Trabajábamos y compartíamos con la gente del barrio, ya no íbamos al CMU y solo nos veíamos con los amigos. Fue muy hermoso para mí cuando se abrió la primera Unidad Básica porque yo nunca me había definido públicamente como peronista, primero porque éramos militantes cristianos, segundo porque estaba prohibido –una época que el peronismo estuvo proscripto y funcionaba en la Resistencia–, y tercero porque el proceso de nuestra peronización tuvo que ver con la profundización de los vínculos con los vecinos que eran todos peronistas. Cuando se abrió esta primera Unidad Básica con tanta emoción la gente escuchaba después de tantos años la Marcha Peronista, mujeres del barrio fueron a mi casa a invitarme para participar. Para nosotros fue la época más feliz de nuestras vidas. En 1972 nos fuimos de ahí hacia Salta, mi hijo tenía dos años. Ya no tuve más contacto con Juan Carlos y su familia, y no lo vi más; recién volví a encontrarme con él en esa época tan emotiva luego de la muerte de Eduardo. Después que nos fuimos de Santa Fe vivimos en Salta, luego en Tucumán. En febrero del 75 se había largado el Operativo Independencia y nuestra vida era coherente con el cambio de época y costumbres, pero vivíamos en un pueblo cañero tranquilo formado en torno a un ingenio. Para mayo del 76 no tenía noticias de Eduardo y como teníamos los boletos para viajar para festejar mi cumpleaños, me dirigí con mis hijos al lugar que habíamos quedado con Eduardo. Fue mi papá quien me dijo por teléfono que compre los diarios. Télam había dado la noticia. Cuando leo la noticia decía que había habido en la capital de Tucumán un enfrentamiento en el que murió un importante grupo de la conducción de Montoneros y entre los nombrados aparezco yo muerta, mi marido muerto, otros dos compañeros más.... Yo digo: –¿Qué hago? Figuro como muerta...yo no

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Instituto de Cultura Popular (INCUPO)

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sabía qué hacer... Pero dado que no había estado en un enfrentamiento, ni éramos un grupo, ni yo era lo que decían, pensé que todo era una mentira, entonces empecé a esperar a mi marido. En esta situación yo decidí volver a mi hogar en Tucumán porque era el lugar donde me sentía más segura. En Salta ya habían desaparecido al gobernador Ragone56, ¡qué se podía esperar para el grueso de la militancia! Paula nuestra hija había nacido en el 75 en Tucumán. Mis padres querían que fuera a Santa Fe, pero yo me sentía insegura allí. Me van a detener en cuanto llegue, pensaba, en cambio a la casa de Tucumán nadie la conocía. Mis suegros querían pasarme a Bolivia cerca de parientes, pero no. Empecé a vivir sola con mis hijos, no te encontrabas con nadie... además la tristeza que sentía...la cantidad de desaparecidos, de muertos, la destrucción. Fue muy difícil vivir sola con mis hijos ese tiempo. Yo llevaba a mi hijo a una guardería de la ciudad y seguía llevándolo, aparentando la mayor normalidad y sobre todo por él. Llevaba a los chicos al parque, volvía... pasé muchísimas razzias... Nosotros teníamos un negocio, yo tenía que atender el negocio... en todo este entorno... Vivía disciplinada por los horarios de los chicos, no sé qué hubiera pasado sola sin ellos, los chicos te obligaban a conectarte con la vida, con todo, no te podés quedar un minuto, no sé qué hubiera sido sin la presencia de los chicos... Para junio, al mes ... entró el Ejército al pueblo donde vivíamos, que pertenece al departamento Cruz Alta, muy cerca, bueno en Tucumán todo es cerca, está la ciudad de Tucumán, está el río Salí, hay un puente, está el ingenio Concepción y están todos los pueblos así uno tras otro. Bueno, los días anteriores al 20 de junio apareció el párroco con un camión con altavoz, haciendo un rastrillaje de todo el pueblo con este mensaje: –Atención feligreses, el 20 de junio saludemos al Ejército que llega –decía– pongan la bandera en todas las casas. Yo no sabía si el 56

Miguel Ragone. Único gobernador constitucional secuestrado y desaparecido por la DCM. Peronista, electo en Salta, en 1973, con el 57% de los votos del padrón electoral. Secuestrado y desaparecido a un año del golpe, el 11 de marzo de 1977..

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cura hacía esto porque estaba de acuerdo con los militares o para advertirnos que venían. Todos pusimos la bandera. De ahí en más el ingenio se transformó en regimiento y cuando pasabas para hacer los mandados, te decían: –¡Alto, quién vive! Te quería contar cómo fue el último encuentro con Juan Carlos. Bueno, un día salgo a hacer un mandado e iba por una de las calles internas del barrio, imaginate que para esa altura... Yo no sabía qué había pasado con mi marido. No tenía idea. Yo pensaba esperanzadamente, que estaría entre medio de las cañas escondido porque los compañeros cuando estaban en riesgo se escondían en los cañaverales; así como lo mío del diario era mentira, tenía la esperanza que Eduardo cuando pudiera volver, volvería… Yo iba por la calle y de pronto lo veo a Juan Carlos, abrió los brazos y nos fundimos en un abrazo... era tanta la soledad que sentía... él estaba solo también y sentimos toda la historia, de nuestros ideales de juventud y parejas compartidas, aunque no nos hubiéramos visto durante tanto tiempo. Quedamos abrazados... yo lloraba, lloraba y lloraba. Era demoledoramente triste todo. Y me dijo que sabía por lo que decía la gente del barrio donde había ocurrido, que a Eduardo y los compañeros los habían matado. Además quería contarme porque él necesitaba compartirlo, que no se iba a entregar, que tenía todo planificado lo que iba a hacer. Y se abrió la campera y acá... como si tuviera un chaleco salvavidas.... tenía todos los dibujos … los que le mandaban los hijos, era un momento muy grave en la vida de cada uno. No me voy a olvidar de ese abrazo en el medio de la calle conteniendo la soledad de nuestras parejas y de nuestros hijos, de compañeros víctimas de la misma represión. Luego supe que efectivamente mi marido, tan amado, fue muerto junto a otros compañeros en una caída conocida como la “de calle Azcuénaga” en Tucumán, el 20 de mayo de 1976; estaban reunidos y llegaron y los ametrallaron. Gracias al Juicio por delitos de lesa humanidad, de esa causa, supimos bien cómo había sido el asesinato pero, como no entregaron su cuerpo, mi marido quedó como desaparecido. Por la forma en que nosotros hemos vivido, los 102


compañeros que nos ha tocado estar cerca tenían más o menos la misma historia... A mí me detuvieron en esa casa en Tucumán, vino una persona a avisarme, un albañil que venía a trabajar a mi casa, quizás era un compañero o no, no sé, vino y me dijo, que la policía estaba buscando una casa idéntica a la mía, que si podía irme que me fuera; preparé todos los bolsos, pero no alcancé a irme. Esa madrugada llegaron a mi casa y bueno... Me detienen el 6 de julio, estuve en un lugar con muchísimo frío, había nevado en los cerros y estaba esposada de manos y de pies, con una frazada nada más que servía de colchón y de manta. Hacía un frío terrible. No me dejaron llevar los chicos, me los sacaron a golpes de karate, los entregaron a la vecina. Cuando me llevaron a la cárcel de Villa Urquiza las chicas que estaban desde el 75, tenían escondida una radio. Entonces bajito la usábamos para escuchar las noticias, era una radio eléctrica. Ahí yo me enteré que lo habían matado a Juan Carlos. A Juan Carlos yo lo conocía con su nombre, apellido y familia, de la época de la militancia religiosa. En general a los compañeros de la agrupación se los nombraba por el sobrenombre. De Juan Carlos no me preguntaron quizás, por la sencilla razón que no estuvimos juntos en ninguna agrupación, pero lo que me admira es que en ningún momento yo me acordé de Juan Carlos. En principio te digo que actuó tan fuerte el propósito de olvidarme que hay algunos de quienes, hasta la fecha, no me acuerdo ni el nombre. Cuando escuché por la radio sobre la muerte de Juan Carlos, me emocioné muchísimo, lloré, pero tenía la tranquilidad de saber que él tenía muy claro todos los pasos. No sé. Pero tenía la certeza de que él supo qué hacer, porque él no quería ser detenido. Lo de Juan Carlos me dio mucha tristeza, y cuando salí en libertad y caminaba por las calles, miraba a la gente, ... me iba al centro, a ver si me encontraba con alguien conocido, me encontré con Niqui. Era mucho lo que nos unía. Le puse mi corazón en las manos. Así como compartimos tanto, le dije que yo confiaba en ella, que iba a poder transmitirle a sus hijos quién era su papá. Cuando fue el primer acto en la Facultad de Ingeniería Química, allí nos volvimos a encontrar, Niqui vino con sus hijos. Fue un 103


acto muy genuino, donde estaban comprometidos los sentimientos... ¡Entrar al octógono, sin saber quiénes estaban vivos y quiénes muertos! Ese momento fue muy emotivo porque del piso de arriba habían largado una pieza de tela, con todos los nombres escritos y lo veías cuando vos entrabas. Ver eso era impresionante. Porque claro... era inmensa la lista de los compañeros desaparecidos y muertos. Un muchacho conocido, de apellido Rintul, que había sido compañero de mi marido del Colegio Mayor y de Ingeniería Química, desde una cátedra, había hecho con los alumnos una investigación donde habían buscado todas las personas que probablemente podían ser desaparecidos o muertos por la dictadura. Y lo hicieron a partir de buscar a quiénes habían dejado de concurrir siendo buenos alumnos. Hicieron esa investigación académica. Allí vieron todos los legajos de los estudiantes y las fechas en que habían dejado en relación con las notas. O sea que si era muy buen alumno y había dejado, había un signo de interrogación ¿qué había pasado con él? A mí me regalaron igual que a toda la gente, ese legajo con la fotito de cuando empezó primer año, como un recuerdo de la investigación. Después que los muchachos contaron cómo había sido la investigación, habló un bibliotecario de aquella época y dijo que él era un bibliotecario, que no era un militante político, que le había emocionado mucho ver que era a los mejores alumnos a quienes habían matado; que él los conoció y no solamente eran buenos alumnos, sino que además eran muy atentos y muy buenas personas. Después no me acuerdo si habló alguien más, nosotros estábamos con nuestros hijos. ¿Qué pasó luego? Convocaron a hablar a la chica representante de HIJOS. Ella subió a la tarima y dijo: – Acá hay muchos hijos de los desaparecidos, necesito que me acompañen porque es muy fuerte para mí, entonces subieron todos los chicos y llenaron toda la tarima. Ella dijo: –Yo no puedo hablar. Y se abrazaron. Fue fuertísimo eso. Cuando pasó eso, el corazón se te reventaba. En esa ocasión Niqui me buscó y me dijo: –Yo te voy a pedir un favor, voy a buscar a mis hijos y si vos estás de acuerdo, me gustaría que les cuentes las cosas que me contaste. Entonces los reunió y yo les conté. Les conté ese último encuentro, yo creía que era la última que lo 104


había visto. Entonces los chicos me agradecieron muchísimo. Niqui estaba contenta, muy emocionada y no terminaba de agradecerme.

Gladys Leonor Hanke, Beby, militante de la JP En el año 1971, más precisamente a principios de abril vine a Goya a comenzar las clases para el profesorado de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior “José Manuel Estrada”, y me alojé como pensionista con la familia Benedí, los dueños de casa eran don Juanito y Ñata, padres de Niqui y suegros de Juan Carlos. Cuando llegué a la casa esa tarde calurosa, estaba Niqui con su hija Laura, bañándola en la galería, recuerdo la escena como si fuera hoy. Ahí comenzamos a charlar y me contó que era profesora de Educación Física, había estudiado en Santa Fe y vivía allí con su marido Juan Carlos Aguirre, estudiante de Ingeniería Química. Al poco tiempo nació Liana, la segunda hija. Los veía a veces cuando venían en vacaciones, generalmente venía más Niqui con las nenas. En el año 1972 Niqui y Juan Carlos deben trasladarse a otro lugar por motivos de seguridad (él militaba en Montoneros, según supe después). En octubre si mal no recuerdo son apresados en Salta, estando Niqui embarazada de su tercera hija, Clarisa. Fue una gran conmoción familiar y en el barrio. La abuela Ñata fue a buscar a las nietas, que al parecer habían quedado depositadas en una casa cuna. Cuando la abuela trajo a las nietas mientras ella trabajaba en Rentas por la mañana, las cuidábamos Amita, Norma y yo (las estudiantes pensionistas, todas de Bella Vista). Luego nos enteramos que a Niqui la trasladaron a Devoto y a Juan Carlos a Rawson. Niqui tuvo a Clarisa creo que en marzo del 73. Al poco tiempo la liberan (ya había ganado Cámpora el 11 de marzo) y ella viene a Goya con la bebé. Juan Carlos sale en libertad el 25 de mayo del 73 y viene también a casa de los suegros por un tiempo. Para esa época yo estaba totalmente identificada con el peronismo, formaba parte de la JP de Goya y él solía ir a algunas de nuestras reuniones. Se les dio la bienvenida a los liberados en el local del PJ y en lo de Dante Alberio 105


estaban también Uli Casabonne, su marido el Negri Guerra y otro compañero de apellido Canceco. Juan Carlos era muy claro políticamente, de convicciones muy firmes, padre y compañero muy cariñoso con Niqui, y también con los militantes. Era el compañero del abrazo fuerte, la carcajada amplia y ese optimismo del militante convencido que va al frente. Parecía no tener miedo a nada. En realidad, en aquel momento todos nos sentíamos triunfadores. También en esa época conocí fugazmente a su hermano Cacho y a su esposa Marita que en febrero del 76 son secuestrados en Buenos Aires, creo que en Escobar. Luego de la liberación, con el Gobierno de Cámpora Juan Carlos y su familia fueron a vivir a otro lugar, no sé si a Santa Fe nuevamente. Yo también a fines del 73 me cambié de pensión y perdí un poco el contacto con ellos. Creo que en 1975, viene Niqui a Goya pues las nenas empezaban la primaria. Luego tiene a su cuarto hijo, José Manuel, y en julio de 1976 nos enteramos por los medios que Juan Carlos cayó en Tucumán. Según las noticias de la época, lo mataron en un operativo militar en un domicilio particular. Sus restos fueron hallados en el 2009 en el cementerio Norte de Tucumán e identificados por el EAAF (Equipo Argentino de Antropología Forense). El 20 de febrero de 2010 fueron traídos a Goya e inhumados en una ceremonia muy emotiva a la que concurrieron muchos goyanos. En octubre de 2010, condenan en Tucumán al policía que lo asesinó. En octubre de 2012 se colocó una baldosa en su memoria en la vereda de la Escuela Normal “Dr. Mariano I. Loza”. Juan Carlos es una de esas personas a las que no se puede olvidar a lo largo de la vida. Esa clase de personas que han nacido para cumplir una misión muy importante, quizás el ideal del héroe, por su valentía, humildad, integridad moral, calidad y calidez humana. Tanta es mi admiración que cuando nació mi hijo mayor, estando yo detenida en Corrientes, sin dudar le puse el nombre de Juan Carlos en su homenaje. Ojalá estos compañeros figuren alguna vez en los libros de la historia argentina como ejemplos de entrega de vida y solidaridad. 106


MARCOS SALVADOR AGUIRRE, CACHO

… y me imagino que si hubiera estado el Cacho, hubiera estado conmigo en mi consagración, porque él me decía: –Vas a tener que pelear con mucha gente, pero el tema es sentirlo uno y actuar en consecuencia.

Norma Ayala y Luis Horacio, Corcho, Magistrali compañeros en la Escuela Nacional de Comercio de Goya. Norma: Cacho, una belleza de persona, era un muchacho muy humilde, muy sencillo, lamento que haya tenido ese final su vida. Me acuerdo que yo tenía que rendir Matemáticas y le dije: –Cacho ¿vos me vas a enseñar? Sí –me dijo. Pero cobrame –dije. No –me dijo– vos vení todas las siestas. Yo vivía en el barrio también, así que me iba a su casa y me enseñaba Matemáticas que era tan difícil para mí; rendí bien. 107


Era una persona muy honesta, muy entregada. Pero yo no sabía que dentro suyo había otro Cacho mucho más generoso todavía como para dar su vida, porque creo que dio su vida por los demás, un ideal tan valorable lo que él tenía… Corcho: Cacho como compañero de escuela fue buenísimo. Él participaba de la joda, pero él no se burlaba si uno metía la pata. Él, Novello, Eliseo Pipaón y yo éramos vecinos, los cuatro estábamos siempre juntos, a veces en la casa de Cacho, otras en el galpón de trabajo de mi padre, que se quejaba porque dejábamos carozos de aceitunas por todos lados después de las "pizeadas". Norma: Cacho era un superdotado, no hablaba mucho pero lo poco que hablaba se hacía oír. Ese era el tiempo que nos respetábamos, había bromas… pero nunca dañaban, ni se decían malas palabras... Corcho: Nuestras juntadas era inocentes. Ni éramos chicos... ni éramos grandes… En esa época mis padres nos tenían cortito, seguramente los de Cacho también, me acuerdo que íbamos al cine, Solari o Italiano, por lo general agarrábamos el turno familiar, empezaba a las seis de la tarde y terminaba a las nueve de la noche. No era muy costoso el cine, daban dos películas y el noticiero argentino, y de paso, veíamos a las chicas. Yo conocí alguna chica que estaba enamorada de él, pero ¡Qué tipo pavo! pensaba yo, porque tenía su presencia, su elegancia, pero no se puso de novio acá. Norma: No, yo no le conocí novia. Era tan correcto… Nunca se burló de nadie, porque a veces en el grupo por ahí, se hacían bromas y él se reía, participaba, pero nunca dijo una mala palabra.... porque había algunos que se pasaban en sus manifestaciones, pero Cacho... ¡nunca! Para mí era todo, una persona dispuesta a dar la vida como la dio, por sus amigos, porque con él más que compañeros éramos amigos. Él con todos compartía porque éramos treinta y pico. Estaban Cleofe Benítez, María Zulman Baibiene, Estela Lezcano, Morito Riobó… buenísimos y muy inteligentes. Corcho: Yo era muy asiduo a la casa de Cacho, la mamá era una santa. El papá tenía un carácter fuerte, pero nunca estaba en la casa. El salía en bicicleta a levantar pedidos para los negocios, trabajaba para Tomasella, antes la gente iba al negocio. Don Aguirre visitaba al cliente, levantaba 108


el pedido y luego venía el camión de Tomasella a traer el pedido. Fue revolucionario ese cambio que hubo. Era sí un hombre con un carácter fuerte, así lo recuerdo. Norma: Los profesores lo adoraban y lo respetaban porque era un tipo muy inteligente y muy ubicado, pues había otros que eran inteligentes, pero... Morito, por ejemplo, ¡Morito caminaba dando la lección! (Se ríe) En cambio, Cacho era un chico con el que se podía hablar y ya te digo que todos lo respetaban. Hablaba poco, pero por ahí hacía unas bromitas y nos matábamos todos de risa, era muy gracioso. Corcho: Cacho era un punto de referencia para los profesores. Eso se me grabó a mí. Además, el acercamiento que tenía con el director Juan Tomás López Ríos. López Ríos se reunía con todos nosotros, pero con Cacho era diferente; era como una consulta. Con los compañeros, él ejercía cierta forma de liderazgo, pero con tanta humildad que nunca hubo problemas, pero nos acostumbramos mal y después todo consultábamos con Cacho. ¡Siempre! ¿Norma, te acordás de esa época que tuvimos la cantina?: "Cacho ¿qué te parece esto?" o "Cacho ¿hacemos esto?" Y él: "Pueden hacer esto o aquello...". Siempre aportaba, siempre tenía una respuesta. Me acuerdo que recién empezaba eso de los viajes de fin de curso, no eran frecuentes y para eso hicimos el kiosco, para juntar fondos. Norma: Parece que no se juntó mucho pero lo poco que juntamos en el kiosco, lo gastaron ellos, los varones, se iban al cine, se juntaban para jugar al truco. Todos estaban, incluso Cacho. Se reunieron entre ellos y las mujeres, a un costado y bueno… quedó ahí. Corcho: Mirá, Cacho me enseñaba de todo. Y si estuviera vivo Cacho no sé qué le diría porque… ¡44 años de casados por culpa de él! (Se ríen). El tema es que con Norma, nos pusimos de novios y teníamos un poco de vergüenza con los compañeros, con el director... Norma: Sí, nos pusimos de novios en octubre del 65, cuidábamos que no se supiera. Corcho: Fue así. Con lo poco que había de la cantina, algo había que hacer y nos alcanzó para ir a pasar un día en el puente del río Santa Lucía, fue en octubre, faltaba poco para terminar las clases. Y ahí nos arreglamos con Norma. Yo recurrí a Cacho, montones de preguntas: – 109


¿Cómo me arreglo? ¿Qué le digo?... que esto... que lo otro, que me cargan... –Es fácil –me dijo Cacho– mirá, fulano, tenía que traer la pelota para jugar al fútbol y se olvidó; zutano tenía que llevar la caña o el mojarrero para pescar en el río y se olvidó y Quico Novello, de ese me acuerdo bien, era el designado para llevar los naipes para jugar al truco... y se olvidó... (¡Y era cierto, no podíamos jugar, no podíamos pescar...!) Cuando te pregunten para salir del paso, argumentá eso –me decía. Y así me enseñó a zafar de las cargadas de los compañeros. ¡Teníamos 17 años! (Risas). Norma: Yo tenía vergüenza, se lo contaron todo a López Ríos y él nos miraba y se reía, como diciendo “en eso andamos”. Yo me reía, pero por dentro sentía un calor que me subía, porque me cargaban mucho. Pero Cacho lo sabía porque salíamos de la escuela y veníamos caminando juntos hasta esta esquina de Corrientes y Madariaga. Corcho: En el 5° año, un equipo hubo una seguidilla de tiempo que salíamos los viernes a cenar. En esa época estaba una parrillada en Belgrano y Ángel Soto. Y después donde más nos hallábamos porque éramos bien atendidos y nos conocían era en lo de Perrota en Lavalle, también una parrillada. Íbamos con Cacho y un grupo, en La Estanciera de uno de los celadores.. Norma: ¿Te acordás cuando se hicieron la rata? Corcho: Un día decidimos hacernos la rata, no ir a la escuela. Y en la esquina de la Catedral nos juntamos para hacer el planteo a los compañeros. Éramos muchos, no todos pero la mayoría de los varones. Teníamos la Catedral para escondernos. Fue idea de Cacho designar uno o dos para que se escondan en la plaza y estén atentos entonces para que cuando vieran el Falcon azul, con techo vinílico de López Ríos, avisaran. Pero justo ese día López Ríos dejó el Falcon, sacó una voituré Ford A y no nos dimos cuenta. ¡Había sido que estaba en la esquina y anotaba los nombres en un papel! ¿Qué hicimos? Lo mandamos a Cacho Aguirre para que hable. Seguro que va a haber amonestaciones –le dijo. Pero que iba a decidir en dos o tres días y nunca más nos llamó. Se ve que hubo un arreglo con Cacho. Habrá dicho no les doy ya la sanción, pero tampoco les perdono ya, para que no se repita, que no vuelva a pasar. 110


Norma: Cacho también tenía muy buena relación con el padre Galán, ese hombre era su guía. Se juntaban en la Catedral. Galán lo quería muchísimo. Corcho: Yo recuerdo cuando Cacho hablaba con los compañeros: fenómeno, diez puntos, pero en un determinado momento ¡oírlo hablar con López Ríos! Era distinto, de otro nivel. Y después conversaba con Galán, Camozzi… eran reuniones de otro nivel, hablaban del Vaticano, del Concilio, de Medellín… Norma: Cacho tuvo para mí, no sé para Corcho porque nunca tocamos bien este tema, como una doble vida. Era un excelente compañero y amigo, muy inteligente, nunca nada de violencia… ni siquiera verbal, por eso pienso que para incluirse en ese grupo por el que dejó la vida, solamente él sabrá por qué lo habrá hecho. Seguramente empezó a dar sus primeros pasos, con el obispo Devoto que para mí era un santo y nuestro padre Galán que era rebueno. Pero para mí, fue una sorpresa. Corcho: Cacho se fue formando con el Obispo y el padre Galán. Las bases de Cacho se asentaron ahí y luego fue evolucionando. Para mí, lo fundamental fue el Movimiento Tercermundista, de ahí partió su pensamiento de lucha. 111


Conociendo lo bueno, lo humilde, lo colaborador que era, todo eso y su inteligencia creo que lo llevaron a un plano diferente del nuestro: la lucha de él y la vida de él. El terminó su secundario y nunca sus compañeros podrán decir que se imaginaron algo. Él se fue y trabajó allá para los demás también. Nosotros nos recibimos, él se fue y después nunca más vino. O yo no lo vi. Norma: Cuando nos enteramos lo que había pasado con Cacho no lo podíamos creer, fue muy fuerte. Corcho: Sí, lo de Cacho fue impresionante, porque sucedió a los pocos días del golpe militar. Pasó el tiempo y yo tenía un acercamiento con Jorge, su hermano, porque los dos trabajábamos en el banco, él en el Provincia y yo en el Nación. Siempre charlábamos y me dije: – Voy a aprovechar algún día y voy a ver a Jorge y preguntarle sobre cómo fue la vida de Cacho, porque lo único que sé es que desapareció. Y después me enteré que Jorge falleció en un accidente. Creo que no volví a hablar de Cacho hasta ahora.

F IESTA DE RECEPCIÓN

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Ovidio Atencio, El Billy, amigo y compañero de trabajo y militancia en Santa Fe Cacho era el encargado de la casa del CMU de 9 de Julio al 2757, donde estuve como estudiante. Compartíamos todo, el comedor, la misma Facultad. Después fui a San Luis, otra casa del CMU. Él ingresó a la Facultad dos años antes que yo o sea que él terminó la secundaria en el 65, vino más tarde porque creo que estuvo en un Seminario. Con ese contacto con el seminario es que él vino a Santa Fe. Era muy creyente, casi todos los domingos íbamos a misa. Había un colegio de monjas donde daba misa el cura Rosso, ahí íbamos. También coincidimos con Marita, que era su novia en ese momento, cuando conseguimos trabajo en Estadística y Censo de la Provincia. Nos hicieron un contrato, Marita ya estaba trabajando allí y Cacho también entró. Al tiempo, por medio del gremio, pasamos a planta permanente, ahí nos adscribieron a la Dirección de Turismo, donde conocí a Graciela57 quien luego sería mi esposa; ella también trabajó con Cacho. Cacho, como nosotros, no tenía ni la más pálida idea de turismo; hacíamos lo que podíamos. Él militaba en la JP, Montoneros, y yo estaba en el frente estudiantil pero igual nos veíamos todos los días porque trabajábamos juntos. Políticamente estábamos en otros frentes. Marita estaba en Estadística y Censo, pero teníamos permanente contacto. Graciela y Marita sí militaban en su trabajo, eran delegadas del gremio, nosotros no. Marita anteriormente estuvo militando en el Ateneo de la Facultad de Ingeniería Química y es ahí donde se conocieron con Cacho. Cuando nosotros vinimos de Mendoza, en el año 1970, no teníamos la más pálida idea de nada, no sé si sabíamos quién era el presidente de la República. Vinimos a estudiar a Santa Fe, porque había Química y todo era más accesible, no veníamos de familias pudientes. Llegamos a Santa Fe y no sabíamos para dónde rajar, nos instalamos una 57

Graciela Cuyatti, necesaria ayuda memoria, acompañó la entrevista.

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noche en una pensión y al otro día salimos, fuimos a la facultad a ver qué papeles había que llenar, en la facultad había publicidad de hospedajes, alojamientos... etc. y ahí fuimos al CMU, si nos hubieran dicho que no había lugar, nos habríamos ido. ¿Qué hubiera sido de nuestras vidas? No sé, todo habría sido totalmente distinto. En mi casa, mi viejo antiperonista... nada qué ver... así que bueno, gracias a Dios que caímos ahí y nos cambió la vida a todos, los conceptos y los valores que teníamos eran lo opuesto total...y eso, casi todos... Cacho estaba en La Embajada, casa del CMU ubicada en calle San Jerónimo al 3100, era el lugar más fuerte. Yo estaba en la casa de calle San Luis 3172. A nosotros, a los tres que vinimos de Mendoza, Cacho nos dio una mano bárbara, aparte una enseñanza…, no tanto verbal porque no era de muchas palabras, pero sí con el ejemplo. El recuerdo de Cacho es especial, siempre estuvimos en contacto, hasta que se tuvieron que ir de Santa Fe. Era un ejemplo de vida, digamos, de buena persona, de ser un tipo que no te iba a mentir, que no te iba a defraudar, que te iba a dar una mano cuando la necesitabas... Era un tipo… que además de ser muy inteligente, te podía dar un consejo cuando lo necesitabas, era un tipo querible, que se destacaba por su solidaridad, sencillez y compañerismo, todavía hay gente que lo recuerda en el barrio donde militó. En los tiempos libres salíamos, íbamos al Cine Club, el Luxor; en el comedor nos daban ticket más barato para concurrir, eran dos días por semana, y nos quedaba cerca. No te daban películas.... como decirte… no te iban a poner Olmedo y Porcel, te ponían películas más o menos interesantes. Después, veíamos todas las películas como La Patagonia Rebelde, Z, todas esas, y después había debate, quien dirigía el debate era el cura Kin que después dejó los hábitos. También veíamos televisión, algunos partidos en El Valencia, un bar, al que se le cayó el techo una vez; por poca plata nos divertíamos, el cine, el bar y el fútbol. Cacho jugaba bien al fútbol, íbamos al seminario a jugar. ¡Hemos hecho tantas cosas!... cuando armábamos los bailes del colegio... también... Siempre era un clavo el teléfono 58, porque lo 58

En esos tiempos el teléfono de línea era la forma más común que tenían los estudiantes, en su

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usábamos mucho, hablábamos de más, entonces hacíamos un baile para pagar el teléfono, se cobraba la entrada o la bebida... la consumición, lo hacíamos en las piezas, corríamos las camas y ahí hacíamos el baile. En el Colegio al principio había mujeres también, cuando el cura vino de Europa desarmó y dejó para varones, ahora es mixto otra vez. Había un comedor grande, conseguíamos vino, una jarrita, una guitarra y eso era suficiente. Un día nos agarramos un pedo, toda la Casa, no nos alcanzaban los dos baños, en calle 9 de Julio. ¿Viste que al correntino le dicen cuchillero? Bueno, él tenía un cuchillo y lo ponía arriba de la mesa cuando estudiaba. Una vez no me acuerdo quién era que iba y le golpeaba la puerta de la pieza... para molestar nomás, aguantó hasta que le dijo: –Vení, pasá... y tiró el cuchillo y quedó ¡clavado en la puerta! Nunca más jodió... Nos quedamos todos asombrados porque le decíamos cuchillero, pero creíamos que solo lo usaba para comer pero lo tiraba bien, lo ensartó en la puerta y nunca más lo jodieron. Marita y Cacho estaban de novios, no sé en qué fecha se casaron. Me acuerdo que bromeaba y decía: –A mí me engañaron, porque yo vine acá a estudiar y ¡me casaron! Cacho tenía otra pretendiente. Cuando nosotros fuimos al colegio iba muy seguido a verlo, no me acuerdo el nombre... y después empezó a ir Marita y también iba a ver a Cacho, ellas iban a estudiar... Marita se lo fue ganando así, ella estudiaba Bioquímica y Cacho Ingeniería, pero tenían materias comunes, hasta que la desbancó a la otra... ¡Lo atrapó! Antes el colegio no tenía comedor. Había un Comedor Universitario. Con los tickets de almuerzo y cena para todo el mes, teníamos todo cubierto, las chirolas que te quedaban eran para cigarrillos o armar cigarros. Cacho fumaba, Marita no, Marita era derechísima, muy inteligente y sobre todo responsable y comprometida con los que menos tienen. Después Cacho dejó de fumar en el Colegio. La flaca no lo pudo conquistar al Cacho, pero la petisa sí lo logró.

mayoría de ciudades del interior, de comunicarse con sus familias y era costoso sobre todo para los magros presupuestos de los estudiantes.

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Después lo tenía zumbando, terrible. Después de casarse fueron a vivir a un barrio. Una vez nos fuimos con él, en bicicleta a tomar unos mates, ya lo tenía al nene, era chiquitito. De lo que yo conozco, aparte de ser inteligente era buen estudiante. Cuando recién llegó se dedicaba a estudiar a full y leía mucho sobre todo de autores peronistas. Después, cuando comenzó a militar en el barrio, el estudio fue pasando a un segundo plano... No terminó la carrera, ninguno de nosotros terminó. Año 74, hasta fines del 75 ahí fue el desbande, nos fuimos todos, Cacho también. Lo mío se da porque cae el Grillo Marini (también muy amigo de Cacho y excelentísima persona, que continúa desaparecido) que vivía con nosotros también, y estábamos todos pegados porque yo fui testigo de casamiento...entonces me dijeron que me fuera... Cacho ya se había ido, creo que en diciembre del 74. Pedimos licencia sin goce de sueldo en Estadística y Censos. Yo me enteré que Cacho y Marita habían desaparecido, no sabíamos cómo ni dónde, solo sabíamos que fue en Buenos Aires... En la placa que pusieron por los desaparecidos en Casa de Gobierno, por la entrada de calle San Martín, están los nombres de ellos, a Marita la pusieron como empleada de Turismo, pero era de Estadística. Cuando se hizo el acto en la Facultad, nosotros conseguimos los legajos y se los entregamos a las familias, tanto de Cacho como de Juan Carlos. Recuerdo a dos de los compañeros desaparecidos con todo sobresalientes o distinguidos... otros que también tenían muy buenas notas. Cacho y Marita siguen siendo referentes de los que queremos el Hombre Nuevo, para la construcción de un mundo más justo.

Graciela Cuyatti de Atencio, compañera de trabajo y de militancia de Cacho y Marita. La mamá de Marita vivía acá en Santa Fe. La última vez que vino Juan Manuel dijo que la abuela vivía, pero estaba muy grande. La que había hablado con ella fue Juanita Kholer, Pochi, por el libro de los compañeros de Santa Fe, fue hace 7, 8 años... 116


Dijo que cuando se enteró de que los habían llevado, Nélida fue a buscar el nieto y cuando volvió tomó un colectivo y en distintos lugares fue buscando datos hasta que alguien le dijo que un cura tenía chicos... y ella se fue a buscarlo. No sé cómo llegó a él. Juan Manuel habrá tenido como tres años. El cura se lo entregó sin ningún problema porque (la abuela y el nieto) se reconocieron inmediatamente. ¡Un milagro que lo encontrara! Y se lo llevó a San Carlos. La abuela cuenta que el nene le preguntaba por los padres y ella, teniendo en cuenta lo que era San Carlos, le dijo que el padre y la madre eran como enfermeros y que estaban cuidando chicos. Entonces, el nene le decía: –Y abuela ¿vos no me podés llevar a mí? –No, no se puede... –le respondía ella. Pobrecito el chico, ¡hay que estar en el lugar de la mamá de Marita! Ella me dijo que cuando él empezó el Jardín, ella se da cuenta de que ahí le iban a contar y entonces le contó la verdad; a los cuatro o cinco años él supo la historia de sus padres. Una vez me dijeron que Juan Manuel estaba en Rafaela y trabajaba en Megatone, fui allí, lo vi y lo reconocí. Hablé con él, lo conocía de chiquito, era colorado, Cacho lo llevaba a la oficina y estábamos todos enloquecidos con él. Me acuerdo que yo le decía a Cacho: –¿No querés que yo vaya a buscarlo a la guardería? ¡Le rompí tanto, tanto! que él me firmó un permiso y así un día lo pasé a buscar. Tomamos el colectivo, el me miró y se quedó dormido. No te imaginás… cuando nos bajamos… lo que me costó caminar las dos cuadras con el gordo alzado ¡Casi me muero porque estaba totalmente dormido y lo que pesaba! Creo que no lo fui a buscar nunca más. En la oficina era el juguete de todos. En Megatone me acerqué y le dije que yo lo conocía al papá y él me dijo que quería que le contara, que le gustaba hablar con alguien que supiera algo del padre; le dije que Billy, mi esposo, lo conocía. Nos encontramos en un asado en casa de amigos en Santa Fe y contó que un amigo le había dicho: –En algún momento te va a caer el chip y vas a querer saber. Y así fue. Pero desconectado, desconectado… nunca estuvo porque siempre tuvo contacto con los primos, era muy amigo de José, el hijo más chico de Juan Carlos. Los dos decían: –Tenemos las cejas de los Aguirre porque Cacho tenía unas cejas enormes, eso me 117


acuerdo que habían dicho los dos. Después lo volví a ver, quería saber más de la casa, no sé… Ahora se casó y tiene un nene igualito a él, idéntico, idéntico. Cuando se colocó en Casa de Gobierno la placa recordando a los trabajadores desaparecidos, Juan Manuel no pudo venir, entonces yo puse una flor en su nombre para Cacho y Marita.

Blanca M. C. Suárez de Durussel, compañera de trabajo de Cacho Cacho tenía el nene chiquito, Juan Manuel. A mí me hacía acordar a mi hijo. Yo desde el primer día me encanté con él y le debo haber convidado una masita, entonces todos los días cuando el Cacho lo iba a buscar del Jardín.. él venía derecho a mi escritorio... ¿Y dónde están?– decía. –Vos buscá en los cajones –le decía yo. Y él iba abriendo los cajones... ¡Una hermosura!… y realmente, Cacho era una linda persona. Trabajamos en la Dirección de Turismo. Cacho era un poco tímido, callado... nosotros llegábamos casi juntos al trabajo, yo iba a la cocina a hacer unos mates y él aparecía y decía; –Compañera, ¿tenés un mate? Sí, sí, sí –le decía yo, y entonces venía y se sentaba. Luego comenzaban a llegar los otros y nos cargaban. Yo soy viuda de toda la vida, quedé viuda muy joven, entonces venían y nos cargaban, decían: – ¿Qué irá a salir de este encuentro? ¿Qué irá a salir? Y él decía: –Con eso no se juega. Y si para mí es como un hijo –decía yo. Bueno, pero a veces salen medio degenerados –decían. Y nos reíamos... Ahora yo soy una laica consagrada, en esa época yo era muy de la Iglesia y ahí, nadie casi. Y por ahí, charlábamos y él decía que con la Iglesia no estaba todo bien... pero con tanto respeto que podíamos charlar de cualquier cosa con Cacho. Y era un chico inteligente, realmente... a mí me dolió mucho, nunca pensé que todo iba a ser así; no me imaginé que iba a ser así. Marita y Cacho habían venido con un grupo de Rosario, cuando era la época de los militares y todos llegaron a la Dirección nuestra, pero ¿quién iba a aguantar...? Los sueldos no eran muy 118


exquisitos... así que la gente de Rosario probó un mes, no aguantó y se fueron pero ellos se quedaron. Y realmente ellos llegaron y había tanta tarea... Primero ellos trabajaron en Estadística y Censo. Con el tema ese que no tenían tarea asignada y yo tenía personal a mi cargo, venía Cacho y decía –¿En qué querés que te ayude? Y se sentaba a trabajar y pasaban los compañeros y decían: –Y siguen juntos!, y dale... ¿Qué tanto tienen que conversar! A la hora del café hacían chistes y por ahí contaban algún cuento… Se sentía ese cariño tan lindo. Marita trabajaba en Casa de Gobierno. En ese tiempo Graciela Cuyatti era nuestra delegada gremial en UPCN y estaba embarazada de Ezequiel y como ella me tenía mucha confianza, me dijo: –¿Vos te animás a ir a las reuniones? Yo le decía: –¡Ay no sé, mirá si me preguntan algo! Mirá– decía– si te preguntan algo inventá o decí "no sé", pero vos escribís todo lo que digan. Y yo soy muy rápida para escribir. Así que iba y anotaba todo. Iba en nombre de ella y le traía hojas escritas y ahí estaba Marita y era muy activa. Me acuerdo que, en oportunidad de una huelga, escuché una voz potente. Y yo buscaba con la vista y no encontraba de quién era esa voz. Y entonces se puso un poco al frente porque claro, nadie la veía y ahí me di cuenta que era Marita. Sí, la escuché y me sorprendí, porque era chiquitita de físico y tenía una forma imponente de hablar. Por ahí hay gente que habla por compromiso. Pero ¿viste cuando escuchás a una persona que está convencida de lo que dice? Así hablaba. Después yo le decía a Cacho: –¡Pero Cacho era mandona la Marita! ¡Nooo, en mi casa mando yo! –decía. Pero lo decía con una cara... ¡hermoso ese Cacho! La verdad que en mí dejó un recuerdo muy, muy lindo. Realmente... dejar la vida por un ideal... En la Dirección, yo era como la única católica muy practicante y había cosas de las que no me podían convencer, por ejemplo un paro, a mí me dolía. Entonces venía Graciela y me decía: –Mirá Kuki, vamos hacer el paro por esto, por esto y por esto... a vos ¿te parece que no es justo? Sí, pero ¡un paro, Graciela!... al final terminaban convenciéndome y aplaudía el paro y todo (Risas). Con eso de andar derecho, mi vocación hacía agua... nosotros tenemos que demostrar en el mundo que estamos viviendo el Evangelio... ¡y yo haciendo paro, 119


rezongando contra el gobierno! –Pero vos sos una monja especial –me decía Cacho. Y mirá que nosotros como familia... pasamos cosas... Mi papá tenía acá en Santo Tomé, el tema de publicidad. Tenía un sistema de sonido y acá que era todavía pueblo, no éramos tan ciudad; organizaban algunos bailes y lo llamaban porque papá tenía un Fiat viejo, con los parlantes arriba y era quien hacía publicidad. Y entonces en dos oportunidades lo secuestraron, en realidad no por él sino porque los chicos precisaban el auto. En ese tiempo Fiat era una cosa importante, tenía como cinco mil obreros... entonces necesitaban los altavoces en realidad. Y cuando pasó lo del secuestro vinieron el contador y otros a mi casa y yo decía: –Pero ¿por qué a él? Porque aparte mi papá era un hombre grande, mayor. Es que no podían venir de Santa Fe, venirse hasta acá, con esos aparatos grandes… Las dos veces que vinieron los muchachos, vinieron para organizar un baile en Santa Fe y la segunda vez que lo secuestraron, era para ir a San Carlos. Vinieron a ver a mi papá, la primera vez era un baile de jóvenes, pero mi papá estaba muy entusiasmado con la segunda porque era un trabajo que le iba a reportar dinero, era ir a San Carlos para la propaganda de unos caramelos, iban a ir a la puerta de las escuelas llamando la atención con los parlantes. Bueno cuando ya iban por el Luján para allá, le dijeron: – Pajarito (a mi papá le decían Pajarito Suárez, era corredor en bicicleta) esto no es un baile ni una propaganda, tenemos necesidad de hacer una proclama en la Fiat, y necesitamos este auto. Mi papá les dice: –Pero bueno, yo lo hago marchar, pongo el grabador todo... No, nosotros tenemos todo –le dijeron– así que Ud. quédese tranquilo pero lo vamos a tener que dejar en un lugar escondido. Las dos veces fue en invierno, y mi papá tenía problemas de corazón. Bueno, yo estaba durmiendo la siesta y viene un primo, él trabajaba en Fiat y me avisa: – Kuki levantate, el auto está pasando propaganda de los muchachos (no sé si era ERP o Montoneros) y no está tu papá dentro del auto, así que tu papá ¿dónde está? Me levanté, no le dije nada a mi mamá, y me fui a casa de una amiga a una cuadra; su marido era militar, pero super familiar, para que 120


me lleve en auto. Empezamos a recorrer sin saber para dónde ir, no podíamos ir para Fiat porque ya estaba toda alborotada la policía; se llevaron a todos los trabajadores a una comisaría, detenidos. Después gente que pasaba por allí dijo: –Había dos motos, los muchachos pusieron en marcha los parlantes y se fueron. Bueno, el gordo, mi papá, esperó un rato y salió a la ruta, y gracias a Dios que era un tipo muy conocido, en esa época no era que te levantaban así nomás, pero pasó alguien que lo conoció, paró, lo levantó y lo llevaron al médico. Él decía: –Tengo el corazón aquí arriba, pero me trataron bien. Con todo esto que te estoy contando, yo igual los apreciaba a los muchachos, con Cacho tenía un cariño muy especial y por supuesto con Billy, el marido de Graciela, y las chicas… Ellos en cuanto se enteraron, vinieron a casa, como pidiéndome disculpas... Las dos veces fueron para ir a Fiat, lo único que la segunda, papá había hecho todos los cálculos de lo que iba a ganar, ¡pobre gordo! Entonces... después nos reíamos. Mi mamá había salido hasta la puerta y les dijo: –Cuídenme el gordo porque tiene problemas cardíacos. Esa vez había uno que lo quería atar y papá le dice: –Mirá pibe no me dejen atado, en todo caso hacé algo ahora ya, porque con el frío que hace... me va a dar un infarto. Bueno, lo dejaron desatado y con la condición de que esperara 20 minutos para salir a la ruta. Mi papá esperó los 20 minutos y ¡otra vez a hacer dedo en la ruta! Bueno pasó un conocido, que justamente era médico y lo levantó y lo llevó a controlar. Bueno esas cosas pasaron en mi familia, que fueron dolorosas porque podrían haber terminado mal. Enseguida vinieron los chicos, mi sobrino igual, fueron a preguntar a la policía y los dejaron adentro a todos. Yo entré a la Policía desaforada, diciendo: –Cómo puede ser que estén con esto y no busquen a mi papá que está enfermo... La cuestión que el gordo apareció solo, a él le gustaba hablar, como a mí (Se ríe). No sé qué pasó luego que en un momento fuimos todos sospechosos. Vino un sobrino y nos dijo: –Abuela y Kuki, prepárense porque van a tener que ir Uds. también a la comisaría. ¿A qué vamos a ir nosotras? –dijimos. Tuvimos que ir dos veces. Mi papá nos dijo: – Seguro que nos van a mostrar fotos... No conocemos a nadie, no conocemos a nadie... Él fue sí, y luego fuimos todos, la primera y 121


última vez que pisé una comisaría. Fuimos y ya habíamos acordado de que no conocíamos a nadie. Todo ese tiempo nosotros vivíamos en la calle San Martín. Y una tarde se habían concentrado todos en la punta del puente y habían empezado a incendiar todo, por una protesta. Por ahí uno, ¡con un olor a humo! vino por el costado de mi casa y me dijo: –¿Vos sos Kuki? Sí – dije. –Dijo Mario que me dejés pasar... –Bueno, pasá. Si lo decía Mario... (Mario Haas) –Pasá, pasá a la cocina, ¿querés tomar algo? No, me dijo Mario que vaya a un lugar donde Pajarito tiene todo el estudio de música. En ese estudio mi papá preparaba los pequeños parlantes que se colocaban en los comercios, le decían música funcional. Bueno, si lo mandaba mi primo Mario era palabra santa. Me daba cosa dejarlo solo y le dije: –¿Estás seguro de que no precisás nada? –No, no, quédese tranquila. Entonces después cayó Mario, con mucho olor a humo también, entonces me di cuenta y ya empezaba la radio a contar. Y llegó un tercero y bueno, cuando lo vi dije: –¡Marche para el estudio a escuchar música! (Risas). Tuvimos esas experiencias y después, cuando yo los defendía a los muchachos, me decían –Y vos los defendés ¿con lo que pasaron? Pero bueno ellos no le querían hacer daño a papá, necesitaban lo que él tenía, nosotros lo entendimos así. Yo estaba de acuerdo con el ideal que ellos defendían, nada más que no los podía acompañar, yo decía... salir a esta altura del partido, yo tenía ya 30 años... y aparte con un hijo. ¡Te tiene que nacer hacer algo así! Por eso esa vez que vi y escuché a Marita me dio la sensación de que era una líder y que tenía las cosas claras. Los veía tan compañeros, a veces le decía a Graciela: –Qué lindo que los dos estén juntos... porque ella también lo acompañaba a Billy, porque en un matrimonio no es fácil, tienen que estar los dos tras la misma huella y ellos, gracias a Dios, estuvieron juntos. Hay un cariño muy especial. Un recuerdo muy lindo, hemos tenido charlas como no tuve con ninguno, incluso con el Billy, que hay que esperar, que hable... (Se ríe). Cacho era muy inteligente, me acuerdo cuando hablábamos de la Iglesia yo me daba cuenta que él buscaba la forma de decirme lo que pensaba sin provocarme, porque cuando uno quiere y practica te duele 122


la crítica, como me pasaba cuando los criticaban a los compañeros. Son cariños que te quedan en el corazón. No me puedo dejar de acordar de Cacho en ese sentido, muy compañero, muy compañero. Cuando Graciela me contó lo que había pasado, lo sentí mucho. Me enteré mucho tiempo después. Cuando ellos se fueron de Santa Fe, yo sabía que era una escapada, pero ante la gente, decíamos que habían tenido un pase a otra Delegación. Incluso, yo tenía personal a mi cargo y tenía que hacer los papeles del pase... pero el Director, me dijo –Está bien, está todo arreglado, no pasa nada. No sé si sabía porque esas cosas no las contábamos a nadie. A veces pasaba Graciela y me decía: –Voy al baño, andá atrás mío que te tengo que contar algo. A veces ella necesitaba compartir algo con alguien y no había mucha gente que pudiera escucharla. Ella sabía que yo iba a escuchar y que iba a guardar y lo iba a cumplir, siempre recomendándome las oraciones, yo siempre rezaba mucho por ellos. Graciela a veces me decía, están por hacer algo los muchachos, es delicado, ponelos en tu oración, y yo por supuesto... los ponía siempre en oración. A algunos yo los conocía, y un día me dio el nombre de uno que yo no conocía y le pregunté –¿Quién es? Es el hijo de una amiga –me dijo. –No lo conozco pero no importa, igual lo pongo en la oración –decía yo. No hubo grandes cosas, sino esas cosas pequeñas todos los días, muy lindas, muy sinceras... y sentirlo a él muy servicial. Hubo cosas que hubiera querido decir y lamenté realmente no haber podido decírselas. Porque bueno, un día no nos vimos más y ¡no nos vimos más! Y nunca me animé a comunicarme con los padres que estaban en Corrientes. Ahora ya deben estar todos juntos, esa es la esperanza que te queda. Y tener paz. Aparte con una tarea de esas, que sabes que no es fácil, que corrían tantos apremios. Yo entonces decía: ¡Ay, por qué no terminará todo! Después pensaba... ¡qué alegría sentirán ellos de estar cumpliendo con un ideal! Y se arriesgaban, se arriesgaban mucho, no por nada fue la cantidad que fue ¿no? Y después que ahora todavía siguen con eso cuando salen los temas de los juicios y todo eso. Digo, ya a esta altura... ya es para mortificarlos un poco porque se van a morir 123


pronto. Quedan presos en las casas. Y otra de las cosas que también me da bronca es que no digan ni devuelvan nada. Tengo la esperanza, espero que se cumpla, que se hagan los juicios que se tienen que hacer. Mirá que en la Argentina pasaron cosas y seguimos, seguimos... yo digo que somos un pueblo manso. Te decía que soy laica consagrada. Graciela, incluso, cuando hicimos nuestros votos, ya definitivos, vino. Fue acá en la Iglesia grande de la Plaza. Ya me habían acompañado con Billy, a los primeros en Maciel. Ella sabía que era algo muy importante para mí. Hay que ir haciendo votos hasta llegar al sexto, cuando se llega al sexto, ese ya es el definitivo. A mí me cargaban mucho, quedé viuda antes de los 25 años y mi bebé tenía 9 meses. Ellos no entendían cómo yo no estaba en búsqueda de otro esposo. Es tan claro el tema si uno ya se enamoró... Pero bueno, cada uno elige su camino. Después cuando los votos definitivos, Graciela me cargaba: –¡Te terminaste casando de últimas! Y otro compañero le decía a Darío, mi hijo –¿Viste? se terminó casando y encima con uno que no le da de comer, no le paga nada, no tiene casa... y es más... lo siguen todas las mujeres... (Se ríe). Ellos me acompañaron y me imagino que si hubiera estado el Cacho, hubiera estado conmigo en mi consagración porque él me decía: –Vas a tener que pelear con mucha gente, pero el tema es sentirlo uno y actuar en consecuencia. Ahora no estaba haciendo misas por Cacho y Marita, pero me viene al pelo que hayas venido porque ahora las voy a volver a hacer.

Francisco Alfonso Klaric, Pancho, compañero de militancia gremial y política en Santa Fe En Santa Fe, en los 70 hubo una creciente participación de la juventud en lo político y en lo social que se expresaba fundamentalmente en las universidades y en los barrios, especialmente en las villas. A nivel nacional, entre los sectores trabajadores desde el 68 ya venía desarrollándose un accionar marcadamente opositor a las dictaduras, con la conformación de la CGT de los Argentinos, proyecto del que muchos jóvenes nos sentimos parte; muchos de los compañeros, por lo 124


menos los de mayor edad, habíamos participado si no directamente, en forma de militancia juvenil ligada a ese proyecto y nos destacamos por la capacidad de movilización que se evidenció en la campaña del Luche y Vuelve y en nuestro trabajo en todos los espacios laborales de base. Aunque los sectores más ortodoxos de la dirigencia sindical obstaculizaban este desarrollo para evitar la competencia por las conducciones, las distintas organizaciones revolucionarias aunamos fuerzas en las filas del peronismo. A fines de 1971 comenzamos a armar la Agrupación Eva Perón de empleados públicos donde confluimos un grupo de compañeros como Carlos Molina, un compañero entrañable; construimos en el espacio del empleo público una agrupación gremial que llegó a ser muy importante en esa época y tener un gran número de delegados en UPCN. La JTP comenzó a tener una fuerte presencia en el ámbito sindical o gremial. Así conocí a Cacho y Marita. En distintos momentos fueron ingresando compañeros a la administración pública del gobierno provincial entre ellos Marita y Cacho así como otros compañeros como María Esther, la hermana de Marita, el Negrito Córdoba, la Tucu Pineda…. A Cacho se lo conocía como el Yacaré chico porque había un Yacaré grande, su hermano Juan Carlos, quien había venido a Santa Fe a estudiar, nacido en Goya, Corrientes, de ahí su apodo. Se había formado en su ciudad natal con los curas ligados a Mons. Devoto, aquí inicialmente milita en el Ateneo y luego, ya desde el peronismo, en los barrios. Yacaré grande era un cuadro de Montoneros. Era parte de un grupo con características particulares... Me acuerdo de El Mormón59 . El Mormón se iba ahí nomás, cerca de la guardia, tenía un pisadero para hacer ladrillos, en patas haciendo ladrillos y ¡era profesor adjunto de 59 Fred Mario Ernst, puntano, dirigente Montonero. Secuestrado y asesinado el 19 de julio 1975. La ladrillería era un emprendimiento de la Organización, en el que participaban otros militantes para recaudar fondos.

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Termodinámica en la Facultad de Ingeniería Química! Fue toda una corriente que se dio: Cambiasso, Yacaré, el viejo Turelli, Nívoli... ¿cómo era el otro?, el viejo... Carulo. Vivía en Mendoza hasta hace poco. El Cabezón Habbeger, también era profesor de química, otro jefe montonero. Cacho, también vino de Goya a estudiar. Fue responsable de una de las casas del CMU, le gustaban las peñas, donde se escuchaban chamamés seguramente recordando sus pagos. El fuerte de su militancia estaba en el territorio, en los barrios. Marita había nacido en San Carlos, Santa Fe, estudió en el Colegio Sagrado Corazón y se recibió de maestra, si bien no trabajó en escuelas oficiales, ejerció su profesión en el Barrio Santa Rosa de Lima, ayudando en la educación de los chicos. Vino a estudiar bioquímica en la UNL y ahí conoció a Cacho y se casaron en la Iglesia de Cristo Obrero, los casó el cura Catena. Vivieron en una casa sencilla de Barranquita Oeste. Yo recuerdo de Cacho y Marita cómo congeniaban, cómo se llevaban bien como pareja. Quizás no puedo profundizar mucho, pero eran dos compañeros alegres en el sentido de esa alegría que tiene que ver con el ser agradecido con la vida. La recuerdo a ella especialmente con ese chiquito a cuestas sin dejar de militar un segundo. A Cacho vos lo veías y nadie podía pensar que era el militante que se escondía en esa figura sonriente, tranquila, de miradas cómplices. La práctica de estos compañeros era una práctica generalizada entre los jóvenes: provenían del Ateneo y con una fuerte relación con sectores de la iglesia del Tercer Mundo, por lo que impregnaban el peronismo de un profundo contenido cristiano que los llevaba a transformar la propia vida en opción por los más humildes, volviéndose ellos mismos en un humilde más. Cacho y Marita ya ingresados a la administración pública, participaban indirectamente de la acción gremial dado que ellos pertenecían al frente territorial. Colaboraban en las asambleas con la transmisión y defensa de las propuestas que nosotros realizábamos hacia los empleados públicos. Ellos tenían características personales que facilitaba el acercamiento con sus compañeros, eran muy queridos y 126


respetados, lo pude corroborar en el regreso de la democracia, ya como dirigente de la UPCN, en contacto con sus compañeros de trabajo me comentaron con cariño que habían trabajado con ellos, ¡Los querían porque eran buena gente! Por aquellos tiempos Marita y Cacho tuvieron a Juan Manuel. Fue una experiencia linda para todos ya que Marita venía a las reuniones con Juan Manuel y todos nos turnábamos para atenderlo, cambiarle los pañales, cosas que de alguna manera yo estaba mucho más entrenado porque ya tenía tres chicos. Aún tengo presente los rostros de muchos compañeros. La petisa, Marita, era chiquitita, era una militante muy particular, una compañera absolutamente simple, minuciosa y con un compromiso, una lealtad, una consecuencia muy grande; todavía hoy recuerdo su sonrisa, bueno las de los dos, sus rostros y sus actitudes frente a la vida expresada en la militancia, en la entrega, el compromiso. Nuestras compañeras eran realmente lindas; por esa proletarización que nos agarró en el 72 y 73… las podías ver en el barrio de vaqueros, camisa ombú, zapatillas, qué se yo… y si fumaban ¡fumaban Particulares 30! Después hubo que cambiar porque vos veías un o una militante por la calle y lo reconocías por las pilchas… Por eso decidimos que las mujeres tenían que andar “disfrazadas de mujeres”, así decíamos nosotros. Me acuerdo que me encuentro en la San Martín con una compañera con minifalda, botas, tacos… ¡casi no la conocí! Pero algún detalle siempre se nos escapaba… ¡éramos tan evidentes! A Cacho vos lo veías y no dabas nada por él. Amable, tranquilo… ¡Y era el responsable de la zona oeste! ¡Lo más pesado! Villa del Parque, Santa Rosa… era la zona donde más desarrollo había, incluso los grupos de izquierda, los “perros 60” tenían desarrollo ahí. Hoy es como que todas las sonrisas se nos juntan, porque hubo una etapa que solo nos veíamos en citas, no nos podíamos parar a charlar con un compañero, vos veías un compañero en la calle y tenías que pasar sin reconocerlo...pero si te cruzabas con esos compañeros,

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Militantes del PRT. Patido Revolucionario de los Trabajadores.

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siempre había un gesto, una mirada que nos comunicaba de corazón a corazón. El Yacaré chico era de esas caras que mirabas y no podías esconder la sonrisa; Cacho, la Marita, siempre había una sonrisa cómplice...Y eso es bueno, esa manera de decir ¿cómo andás? sin siquiera pararte. Hoy a la luz de lo que nos pasó, es bueno recordar eso. Creo que en la mayoría de estos compañeros se conjuga la esencia cristiana más valiosa desde la perspectiva de la enseñanza de Cristo, no desde el púlpito o de la iglesia alejada del pueblo, sino la de la bondad, que es la bondad de la pelea del pobre por construir su futuro. Entonces la conjunción da compañeros de un nivel de militancia, de compromiso que es muy difícil de entender hoy, aquello fue una transformación generacional donde el peronismo nos capturó a nivel político desde una práctica popular y nos enseñó que en la política (como dice Cristina61) La Patria es el otro. Eso fue siempre el peronismo, el verdadero peronismo, el que como decía Evita será revolucionario o no será y que nosotros aprendimos de los viejos compañeros de la resistencia que se transmite de generación en generación y que don Arturo (Jauretche) define como el aluvión de la militancia popular que se levantará otra vez como el batallón escogido de un ejército invencible. Yo agrego que siempre retorna porque son generaciones puerto de donde zarpan las mejores utopías y que se han dado a lo largo de nuestra historia que alguna vez fue la resistencia, luego la juventud maravillosa y hoy seguramente, en el camino de las madres y las abuelas y los hijos estará resurgiendo ese batallón escogido. Quiero mencionar a María Esther Monasterolo, la hermana menor de Marita quien comenzó a trabajar en el Ministerio de Agricultura en el año 73. Era una compañera muy dulce, muy querible, comenzó a militar en el área gremial y pronto fue elegida delegada por su sector en la UPCN. Nosotros comenzamos a sentir la represión muy pronto y muy fuertemente. En septiembre de 1975, María Esther fue secuestrada y torturada por una patota de inteligencia. Inmediatamente

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Cristina Elisabet Fernández de Kirchner

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promovimos movilizaciones desde la agrupación y el sindicato y fue liberada en diciembre de ese mismo año. Luego del secuestro, todos los compañeros ajustamos las medidas de seguridad y Marita y Cacho fueron al cordón industrial de San Nicolás. Creo que Esther fue para allá también, alguien me dijo que volvió y quedó en Esperanza. No nos encontramos nunca, ni en democracia, después me enteré que murió de cáncer. Supe que en marzo del 76, Esther le avisó a su mamá que Marita y Marcos habían desaparecido junto al pequeño Juan Manuel de apenas 2 años; estaban en la zona de Escobar (prov. de Buenos Aires). Después de una intensa búsqueda, Nélida, la mamá de Marita, como buena Madre de Plaza de Mayo, consiguió rescatar a Juan Manuel, en Arroyo Seco. Los cuerpos de Marita y Cacho nunca aparecieron, son dos crímenes que todavía debe la dictadura y por los que seguiremos la búsqueda de Justicia. Muchos compañeros fueron muertos o desaparecidos por la dictadura y otros terminaron presos o exiliados, tanto interna como externamente. Participé en el libro62 sobre los compañeros desaparecidos de Santa Fe y allí está todo, sobre Cacho y Marita también. La dictadura fue implacable tanto en Santa Fe, como en otras ciudades de la provincia. Se puede decir que la dictadura nos pasó a todos y quizás en el frente gremial, este grupo fue uno de los más golpeados. Nosotros fuimos una generación que amamos a personas de quienes ni conocíamos el nombre, como el Gaita, que era jefe de la columna; otros como Nariz con Pelo y Leandro de quienes leyendo literatura sobre historias recientes, o recuperando historias… recién supe cómo se llamaban. Pero fueron esencialmente eso: compañeros, a todos ellos mi reconocimiento.

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Historias de vida. Homenaje a militantes santafesinos. Aportes para la construcción de la memoria colectiva. Tomos I y II. Ed. 2010. Imprenta oficial de la provincia de Santa Fe.

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MARÍA EMILIA MONASTEROLO, MARITA

Me acuerdo que en oportunidad de una huelga escuché una voz potente. Y yo buscaba con la vista y no encontraba de quién era esa voz. Y entonces se puso un poco al frente porque claro, nadie la veía y ahí me di cuenta que era Marita. Sí, la escuché y me sorprendí, porque era chiquitita de físico y tenía una forma imponente de hablar.

Marita nació el 10 de diciembre de 1949, en San Carlos Sur, Santa Fe. Su familia estaba compuesta por sus padres Lucindo Antonio Monasterolo y Nélida Maynet, y sus hermanos: María Ester, Carlos y Oscar. San Carlos era una ciudad pequeña y las calles y plazas fueron el espacio cotidiano para las carreras y juegos infantiles de los cuatro hermanos. Marita hizo los estudios primarios en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús. Era una niña muy alegre, amable y responsable con todo lo que emprendía. Le gustaba bailar y practicaba patinaje artístico. En el mismo colegio completó el secundario. 131


Se recibió de Maestra Normal Nacional y fue a Santa Fe a estudiar bioquímica, en la Universidad Nacional del Litoral. En la Facultad se conoció con Cacho, Marcos Salvador Aguirre, un joven goyano, también estudiante y se enamoraron. Compartieron estudios e ideales, el peronismo fue el espacio político en el que militaron, primero en la JUP, luego ya incorporados a Montoneros, en otros ámbitos. El 17 de enero de 1973, se casaron. En la Parroquia Cristo Obrero, en una ceremonia muy sencilla, los casó el Padre Osvaldo Catena, un sacerdote tercermundista que dejó huella especialmente, en el Barrio Villa del Parque. Así, rodeados de vecinos del barrio y compañeros, celebraron la unión. Se instalaron en una casita muy pequeña del barrio Barranquitas Oeste. Allí, el 3 de marzo de 1974, nació Juan Manuel. Marita y Cacho trabajaban en Casa de Gobierno, en Estadística y Censo y en Turismo; allí, Marita fue delegada de sus compañeros en UPCN. Paralelamente trabajaba en la educación popular en el barrio Santa Rosa de Lima y en la Parroquia Cristo Obrero, desarrollando tareas con los chicos y con las madres. Como era común en aquella época, frecuentemente se podía encontrar a Juan Manuel, tanto en la oficina donde trabajaban así como también, en las reuniones del barrio donde militaban, jugando o durmiendo en brazos de los compañeros. Cuando la represión se intensificó (se produjeron detenciones de compañeros, entre ellos María Esther, hermana de Marita, delegada de UPCN), se fueron de Santa Fe y se instalaron en la zona de Villa Constitución, en Escobar, en una casa que compartían con otra pareja de compañeros María Bibiana Pieli y José Luis Iturralde. Allí, el 29 de 132


marzo de 1976, fueron secuestrados y desaparecidos Marita con un embarazo incipiente, Cacho y José Luis, El Vasco. Juan Manuel, quien actualmente se encuentra viviendo en la ciudad de Corrientes, está casado con Clarisa Aguirre y es padre de Julián y Emilia (como mi mamá-dice), cuenta que recién en el año 2014, en un encuentro donde estaba María Bibiana Pieli, se enteró de detalles de lo sucedido esa noche. Bibiana estaba embarazada de ocho meses y pareciera que por ese motivo, en esa misma noche que la secuestraron, la dejaron en un Centro de Salud de la zona. Juan Manuel tenía 2 años y ella al salir lo tomó de la mano y lo llevó con ella. Sabe que contactaron a su tía y su abuela Nélida, quien fue va a buscarlo sin saber exactamente dónde estaba; lo encontró y lo retiró de la casa de la parroquia de Arroyo Seco, el 8 de abril de 1976. Juan Manuel estuvo a su cuidado hasta su juventud. Supo también, que el cuerpo de José Luis Iturralde quien había sido secuestrado juntamente con su padre, fue encontrado en Arroyo Guazú Nambí (paraje Villa La Ñata) zona de Tigre, enterrado como NN, en el cementerio de Benavidez. Las pericias revelaron que había sido asesinado el mismo día de su detención, de un tiro en la nuca. De Cacho y Marita no se supo nada más desde el momento de su detención, nadie dijo haberlos visto en ningún ex CCDD y hasta el día de hoy, se encuentran desaparecidos.

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De la pรกgina de Abuelas de Plaza de Mayo63

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https://www.abuelas.org.ar/caso/aguirre-monasterolo-36

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VÍCTOR HUGO LOMÓNACO, CAROZO

… fuiste un ídolo para muchos de Santa Lucia al consagrarte campeón nacional de 100 y 200 m. Fuiste una estrella que brilló con luz propia y generó alegría y orgullo en todo un pueblo. El destino quiso que fueras uno de los 30.000 "desaparecidos". ¡En el día de la Memoria, honro tu corta vida, honro tu memoria, honro tu destino!... 64

Gladys Beatriz Lomónaco, Meli, hermana Soy hermana de Víctor, le decíamos Carozo, él tenía 12 años cuando murió mamá y yo seis. Mamá tenía treinta y algo, le decían Chuchi y se llamaba Gladys Beatriz Peluffo, papá era Salvador Lomónaco. Nosotros fuimos seis hermanos: el mayor Salvador Marcelo, Didi; Luis Alberto, luego viene Raúl Horacio, Cacho, después Víctor Hugo, Carozo, luego yo y después nació Silvia Beatriz, Silvita. Éramos seis. Cacho, falleció de un infarto, el día del cumpleaños de Didi, un 12 de

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Del Fb de Cristina Galarza. 24 de marzo de 2011

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marzo y papá falleció un 22 de marzo. Esa semana fue fatal, fallecieron ese mismo año, hace 5 o 6 años... Papá, enseguida de fallecer mamá, se casa de nuevo y tuvimos una historia no muy buena, nos fuimos yendo de a uno. Se fueron primero los varones mayores y la última en irme fui yo. Estuve prácticamente diez años con ellos. Sí, fue bastante tiempo. Yo fui la que más me quedé y a los 16 años me fui con la abuela. Todos fuimos con la abuela Desideria en Santa Lucía. Era la mamá de papá, nos fuimos a vivir ahí. Te cuento lo que me acuerdo de Carozo. Carozo era alto, alto, piel bien blanca. Tenía las cejas tupidas... Tenía su elegancia… Estudió los primeros años en Goya y luego terminó la secundaria en Santa Lucía en la Escuela Normal Hipólito Ernesto Baibiene. Carozo era muy compañero y como todo hermano era hinchapelotas, cariñoso, me tiraba de los rulos siempre... bromas de hermanos..., me solía ir a buscar a la escuela Graduada cuando era chica. Solía sentarse y charlar conmigo, yo era la más chica y siendo mujer vienen un montón de preguntas y bueno… él es quien me cuenta qué mi iba a pasar siendo mujer, me habló de mi primera menstruación... Papá nunca me habló de esto, antes era distinto, era como tema tabú, no sé y capaz que te morías de miedo hasta que te pasó y pensabas que te ibas a morir y Carozo me habló... él me habló. Siempre me preguntaba sobre la escuela y una vez me sentó y me dijo: –Vos sabés que la mujer esto... y lo otro... y qué sé yo. Y ahí me enteré porque papá nunca... Siendo adolescente salíamos juntos a hacer mandados, ir a la plaza un rato; él salía y volvía tarde me acuerdo; le gustaba mucho el deporte, él se fue becado por el atletismo a estudiar a La Plata. Estaba de novio con Juanita, yo la conocía, era novia oficial, otra novia no le conocí yo. De su desaparición, yo no supe nada. Pispé que Didi hablaba con papá de Carozo y todo eso, esas conversaciones que quedaban entre ellos. Hoy capaz que estamos hablando vos y yo, y se acerca mi hijo y escucha tranquilamente, pero antes, hablaban ellos y vos te retirabas, o ibas al patio y ¡guay que estés escuchando...! Porque era así antes... algo escuché pero después sí, después pregunté y papá me dijo: –Mirá mi 136


hija, tu hermano se fue a estudiar y no se lo encuentra, no sé lo que hará, parece que estuvo entre gente mala y no sé dónde se fue, no se lo encuentra. Yo me quedé con esa versión, que él se fue a estudiar... y yo me hice la idea que estaba en otro lado. Me había dicho: –Se fue a estudiar y no sabemos dónde está; era como que se perdió... que salió a la calle y no supo volver a la casa, no más. Yo interpreté así, en ese momento. No se conocía lo que pasaba. Por ahí venía mi hermano, se encerraban y hablaban entre ellos... obvio que delante mío no iban a hablar. Y puedo decirte que yo sabía que era Carozo el tema, pero no más, salía para el patio... Los que más se movieron para encontrarlo fueron mis hermanos. Papá, por lo que pude enterarme no pudo hacer mucho porque no debe ser fácil... Los que más anduvieron fueron mis hermanos... no sé por qué no le buscaron más... Por el lado de mi mamá recuerdo a la abuela Celestina y al abuelo Rafael, ellos eran mis padrinos. Me acuerdo mucho de ellos, siempre íbamos a visitarlos. En esta foto están ellos con Carozo. Yo tengo siete hijos; tengo un varón, cinco mujeres en el medio y el último un varón. Mi hijo más chico lleva el nombre de su tío, se llama Francisco Víctor Hugo. Iba a ser Víctor Hugo, pero los hermanos eligieron uno más y se llama así. Es Francisco Víctor Hugo D’Onofrio. Mi hija Mariana está casada con un hijo de Kanki Méndez, que tiene su hermano desaparecido. Mis hijos fueron conmigo y con los Méndez al acto de este último 24 de marzo (2016), a la vigilia que organizaron en Goya. Ellos, mis hijos, saben de Carozo, lo que yo sé. 137


Luis Alberto Lomónaco, hermano Carozo vino a vivir acá a Santa Lucía, a casa de una tía. Al morir mamá, papá se casó y tuvimos problemas. Yo me quedé allí en la casa. Carozo vino, y vinieron Cacho, Didi, la Meli vino más tarde. Después tengo una hermana, Silvita, a quien la adoptó mi tía. Con esos tíos vivió Carozo cuando vino. Ahora ya fallecieron ambos. Cuando nace Silvita, muere mamá, ella ni siquiera la conoció. Yo me quedé en Goya, en la casa de la calle Rolón. Nosotros, los varones, nacimos en Santa Lucía. Papá se separa de la Sociedad Lomónaco, y como mamá tenía familiares en Goya, se fueron a vivir a allá, pero nosotros nacimos acá, menos Meli y Silvita. Como éramos muy chicos no recuerdo mucho. Hacíamos una vida independiente todos, al morir mamá, nos dispersamos. Papá prácticamente perdió todo contacto con los muchachos. Yo seguí un poco y después me separé también. Éramos muchos para esa mujer también. Era un drama. Quedamos muy dispersos, no mantuvimos mucho contacto. Creo que entre todos los hermanos nos fuimos separando. Yo era mayor que él. Éramos independientes. Didi también era deportista, una especialidad en carrera y era muy bueno también. Acá en Santa Lucía Carozo se destacó en atletismo. Ganó medallas en competencias nacionales. Rita, mi esposa, publicó las fotos en un aniversario: las fotos de las medallas de Carozo. Rolando Galarza, el exdirector de la Escuela Normal le consiguió una beca y así fue a La Plata a estudiar arquitectura; él era como el papá de Carozo, él y Calvi, porque eran amigos y lo querían como a un hijo. Sufrieron mucho los dos cuando desapareció. Yo estuve con él un rato antes de que lo secuestren. Había ido porque estaba por estudiar en la Escuela de Oficiales de Gendarmería, conocía a Calvi, de Santa Lucía que era Comandante de Gendarmería. Y fui a visitar a Carozo, conversamos, le dejé plata, amanecí con él. Y ese mismo día que yo viajo desaparece él. Yo viajaba a la mañana. Al rato nomás, horas después, llegaron. 138


El chico que vivía con él también desaparece con él. No sé el nombre. Carozo empezaba recién sus estudios, estuvo meses, 5 o 6 meses. Nunca fue militante, la vida de él era el atletismo, las chicas... era pintón, el hombre perfecto era. Inclusive un tío mío donde él vivía acá, decía: –Yo tengo miedo que le pase algo a este chico, porque es demasiado lindo. Vivía prácticamente disfrutando. Didi te habrá contado que recorrimos iglesias en La Plata, pero viste en esa época la gente tenía terror, incluso Calvi, que era el comandante de Gendarmería no quería ni hablar y ¡era comandante! Sobre eso del policía que lo vio, yo no supe nada. Venían pistas falsas, que lo vieron en Entre Ríos, después en otro lado. ¡No, nada! eran pistas falsas porque nosotros lo buscamos mucho con Didi. Acá lo recuerdan a Carozo, el Polideportivo de Santa Lucía lleva su nombre. Eso lo pusieron en la época de la intendencia de Cordero. En esa oportunidad pusieron una placa con el nombre pero se la robaron, por el bronce. Hubo otros homenajes. Pusieron las baldosas en la Plaza con los nombres de Carozo y de Raúl Méndez, otro joven desaparecido de Santa Lucía. Mara, mi hija, cantó una canción en uno de los actos, interpretó Mara65 de Víctor Heredia.

Antonio Orlando Lomónaco, Toni, primo Mi papá era Antonio Lomónaco. Acá en esta casa vive Silvita también, la hermana menor. Carozo vivió un año más o menos acá, dormíamos en la misma pieza. Después se fue a vivir con la abuela, la mamá del papá, acá cerca nomás... ¡Éramos tan amigos, tan compinches! Yo soy mayor que él, dos años más tengo. Pero todos los primos nos criamos juntos, en esta cuadra somos todos Lomónaco: vivían papá, el hermano de papá y después otro hermano de papá. Éramos como 15 o 16 chicos, más o menos de la misma edad, casi todos varones, solo dos mujeres.

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Esta canción refiere a María Cristina Cornú, embarazada de 4 meses, hermana del cantautor, detenida– desaparecida junto a su esposo en junio de 1976.

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Jugábamos a la pelota, había una canchita allí donde ahora es la playa. Papá y eso hicieron una cancha, íbamos a jugar ahí. Carozo siempre se entrenó. Primero estuvo en Goya, después terminó el estudio acá. Creo que cuando estaba conmigo él ya practicaba atletismo o capaz desde que se fue con la abuela, no recuerdo el año. Era un chico con un carácter extraordinario, alegre, re–amigo, con nosotros estaba todo bien. Lo queríamos mucho, todos. En esa época estaba mi mamá también, se llamaba Antonia (eran Antonio y Antonia). Cuando vivía mamá, solían venir todos los hermanos, después dejaron de venir. Yo también hacía atletismo con Carozo. Íbamos juntos a la Normal, esa escuela que está ahí nomás, por esta cuadra, en la esquina. Él corría para la Escuela Normal, pero entrenaba en el Sportivo, ahí hacíamos torneos provinciales. Todo eso lo sostenía Rolando Galarza, excelente persona. Era el que lo llevaba a todos lados a Carozo. Como él salió campeón nacional de 100 metros, le convocaron de la Selección Argentina de Atletismo para ir a los Panamericanos, en la ciudad de Cali (Colombia). Y estaba entrenando para ir a competir ahí. Se entrenaba con Tito Steiner, no sé si le conoce. Él corría 100 m llanos, y estaba entrenando junto con la selección argentina y ahí fue cuando desapareció. Ganó medallas Carozo, como atleta. No sé quién las debe tener. Él jugaba al básquet también e iba a correr a la Sportiva; había fotos de él en todas esas actividades: mamá tenía muchas fotos, se perdieron con la inundación. Carozo era de piel blanca y pelo oscuro. Físicamente lo recuerdo alto y musculoso como todo atleta. ¡Tenía una pinta! De novia le conocí a la Juani. En la escuela era medio vago... Vago era: poco estudio más vagancia... Tenía un primo, que ahora vive en Corrientes, que era fanático de los Beatles y a él también le gustaban. Salíamos de noche, había una confitería, la confitería Pack, donde íbamos todos los jóvenes. El Club Español, el Argentino, íbamos a jugar al billar, así esas cosas… no eran lugares bailables. También íbamos al cine, a él le gustaban las películas de cowboys. En fútbol, Carozo era de River y de equipo local, del Sportivo. Nos gustaban las revistas de fútbol, creo que leíamos El Gráfico. 140


Como papá era el mayor de todos los hermanos, era a quien consultaban todos. Una vez fui al negocio de acá de la esquina y recuerdo que lo llamaron por teléfono y le dijeron que se fuera a la isla, frente a Reconquista, que ahí iba a encontrar a Carozo y se fue, pero no pasó nada, y así le buscó, pero nada. Y así como ése varios llamados. Mi papá mucho le buscó a Carozo porque desapareció y nosotros no teníamos noticias de qué le pasó. Nos imaginábamos que le sucedió lo que les sucedía a todas las personas en ese tiempo.

María Bueno de Lomónaco, tía Me dicen Negra; yo soy la negra en la familia, Pedro, mi esposo, es rubio y de ojos azules. Esta era la casa paterna de los Lomónaco, de los abuelos de Carozo. Ahora está toda reformada, pero esta era la casa donde vivió de chico Salvador, el papá de Carozo. Carozo vivió acá el primer tiempo, acá vivieron todos hasta que se fueron a Goya. Después que murió la mamá se fueron viniendo de a poco todos para acá. Él siempre fue un chico alegre, muy deportista, siempre con todos los primos, había un montón de varones acá, toda la cuadra era Lomónaco, así que se criaron entre ellos. Mi hijo Oscar era compañero de él, hace seis años falleció; eran muy compañeros, de la misma edad. Carozo nació el 29 de agosto y mi hijo nació el 29 de septiembre del mismo año, se llevaban un mes. Fueron compañeros del colegio también, hasta terminar quinto año. Ellos eran jugadores de vóley. Viajaban por todos lados con esos deportes, carrera, salto en alto, salto en largo, antes acá había una cancha de atletismo ¡que era una belleza! Ahora los chicos no quieren hacer ejercicio, están con la computadora nomás. No leen más y la lectura se terminó. Él era muy deportista, así se vestía: cuando salía en verano usaba remera y jean. Antes se usaban zapatos, ahora son zapatillas, pero entonces era con zapatos para andar. En comidas todas le gustaban, no había nada que dejara, no tenía problemas él. Lástima que a mí también se me fundieron todas las fotos, en la inundación del 98 tuvimos metro y medio de agua dentro de la casa. No quedó nada, cuando entra el agua 141


te funde todo, quedó ésta del cumpleaños de Silvita, están los abuelos Peluffo y su tía Chabela.

Carozo después que terminó quinto año (antes era quinto no sexto como ahora) se fue a Buenos Aires. Como él era un atleta muy bueno, un gran atleta, el Sr. Rolando Galarza lo llevó a La Plata. Y ahí sucedió. Una vez que se fue a Buenos Aires, no vino nunca y de ahí desapareció. El hermano se salvó por unas horas. Salió para tomar su colectivo a Goya y a las pocas horas cayeron. Si no iban a caer los dos. El papá le buscó mucho, el cura de Santa Lucía, el padre Ratti también, ¡dónde no hizo averiguaciones! Hubo llamadas, pero no había nada. Según las versiones los cargaban en los aviones, abrían las puertas de abajo y tiraban a los chicos al mar.

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Miriam Cristina Galarza, amiga de Carozo El objetivo por el cual Carozo va a La Plata es porque papá 66 que era director de la Escuela Normal y trabajaba como profesor de Educación Física, le contacta con un profesor para que él siga entrenándose para jugar en los Juegos Panamericanos, porque podía haber estudiado en Resistencia. Esa es la finalidad por la que él va a la Plata. Carozo había ganado la carrera de 100 m, fue campeón nacional de 100 y 200 metros. No sé si ganaron la posta de 4 x 400, porque tengo la foto de los cuatro que compitieron, pero no sé si ganaron. Él sí ganó, tengo la medalla que le regaló a mi papá, en agradecimiento por todo lo que hacía. Por todo eso su historia está enganchada con mi familia. A veces mi papá hacía que fuera a almorzar a casa, incluso a veces también a cenar... para que coma liviano, coma bien, coma variado, por la parte deportiva. Y mis hermanos le acompañaban, mi hermano más chico Mariano, recuerda acompañarle a papá, a llevarle a Carozo al club Sportivo y él llevar la botellita de agua. Como te decía, mi papá organizaba las competencias intercolegiales y le daba mucha importancia a la participación de la gente del pueblo en las competencias y lo que era el Club Sportivo Santa Lucía. Papá arreglaba todo para recibir a las distintas delegaciones de la provincia, en ese sentido tuvo un gran reconocimiento, incluso fue supervisor de Educación Física de la provincia por esto que hacía.

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Su papá era Rolando Galarza

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No sé si vos conociste a Tito González que también era atleta... Cuando se cumplieron los 50 años de la Escuela Normal dijo: –Si yo hoy, soy esto, es gracias al Sr. Rolando. Porque él le dijo a mi papá: “Tu hijo tiene que seguir estudiando, no sé cómo pero lo tenés que mandar”. Empezó a correr al costado de la escuela y luego estudió. Así como hizo con Tito, hizo con Carozo. El veía los talentos que había en algunas personas. Alguien me contó que Didi, hermano de Carozo, tenía más condiciones físicas que Carozo, pero que Carozo era mucho más disciplinado. Después del horario de clase, seis menos cuarto sería, él llegaba a casa y papá lo llevaba a entrenar; venía con ropa deportiva, de zapatillas, y llevaba los otros con tacos o tapones para correr, en la mano. Para mí, no sé cómo te contaron a vos, pero para mí, Carozo es un desaparecido inocente. Digo inocente porque no tenía militancia política. Siempre me pregunté entre los 30 mil desaparecidos, cuántos Carozo, habrá en la historia. Y ojo que no estoy en contra de quien tenía sus ideales y se jugó por una ideología. O sea quien se jugó por su ideología, enarboló su bandera, tampoco se merece estar desaparecido. Pero digo, sabía en qué estaba, por qué luchaba. En cambio él fue un verdadero inocente de la época de la represión… que le costó la vida. Él desaparece en octubre. A mediados de septiembre visitó Santa Lucía y yo tengo el recuerdo de mi papá caminando con él y mi mamá conmigo atrás diciéndole: –¡Cuidate Carozo, cuidate! Porque era un chico inocente, bien de pueblo. Y para mí, papá lo sufrió. Por eso te digo que mi familia está atravesada por esa historia porque nosotros lo vimos sufrir a papá. Porque él fue el que propició su ida a La Plata, incluso le mandaba plata para que pudiera estar allí. Y así como te digo, él le contacta con Mendoza, el profesor de allí. Yo he llegado a tener en mis manos cartas de Carozo, donde le decía: –Sr. Rolando (siempre lo trató de Ud. a mi papá) no lo voy a defraudar, aguánteme! Pasó qué él llegó a La Plata y no empezaban las clases. En las cartas él le relataba sobre sus actividades, le contaba que estuvo con el profesor Mendoza, que pudo ir a entrenar…, de esas cosas hablaba, de lo cotidiano, que tampoco la comida era buena y él tenía que cuidarse, no podía subir de peso. Parece que primero estuvo 144


en una pensión donde el agua era fría, entonces después consiguió otro lugar, que era el departamento de donde lo sacan luego. Lo que yo recuerdo que le cuenta el profesor Mendoza a papá es que cuando Carozo no aparece él va a buscarlo después de unos días. Los del departamento de al lado decían que gritaba: –Yo no tengo nada que ver, yo no tengo nada que ver, pregúntenle al Comandante Calvi. Calvi era de Santa Lucía y era Comandante de Gendarmería. Calvi pidió una entrevista con Videla y con Harguindeguy que era Ministro del Interior, se movilizó mucho porque era su responsabilidad la ida de Carozo. Incluso a Calvi le costó no tener un ascenso más. El papá de Carozo recuerdo que estuvo una vez reunido con mi papá, eran los hermanos y Juani la novia, quienes venían y papá les informaba lo que sabía. Papá también se movió mucho. Después de varios intentos de solicitar entrevistas vinieron unos militares de Goya; el recuerdo que tengo es que llegaron a mi casa en varios autos verdes, (el otro día vi un Falcon verde, cerca de la costanera y se me pararon los pelos) pararon frente a mi casa, era de día y nos mandaron al fondo a nosotros. Tuvieron una conversación a solas con mi papá; mamá siempre decía que ahí lo frenaron, “que no hagás más nada, que tenés una familia numerosa, que cuidá a tu familia…” Y después de eso él se quedó con el cargo de conciencia sin poder hacer nada, porque por lo menos si vos tenés una entrevista, por más que te hagan un verso sentías que había esperanzas porque tampoco se sabía tanto lo que hacían los militares, estábamos todavía en el 76,. Ese fue el año que mi papá más padeció. Una Navidad muy triste fue para nosotros. Y... fijate que pasó mucho tiempo hasta que pudimos hablar de Carozo. Meli, su hermana, se acerca a mí y se hace amiga mía porque quería saber del hermano y porque quería tener alguna foto de él. Porque el irse los hermanos de la casa paterna a las casas de los tíos y el abuelo, no quedó nada y entonces ella quería saber, cargaba el dolor de la muerte de la mamá y la desaparición del hermano. Meli va a vivir a casa de su abuela, pero ella sufrió mucho de no tener contacto con el papá, porque no solamente perdieron a la mamá, sino que también de algún modo perdieron al papá al cortarse los lazos. Hay una foto del 145


acto cuando un 24 de marzo, que salió en un diario y en la cara de Meli y el hermano, veo que la historia sigue viva. Sobre la fecha de la desaparición de Carozo para mí, fue el 6 de octubre. En la baldosa figura el 8 de octubre de 1976 como fecha de su desaparición, pero para mí fue el día 6. Mi papá había estado el lunes 4 allí, creo que el hermano estuvo un día antes con él, me parece que estuvieron de guitarreada y como te dije, el profesor Mendoza dijo que cuando pasan dos días y Carozo no aparece, va a buscarlo y el día 8 se entera de lo que sucedió. Me acuerdo que el día 9, el equipo de vóley de Santa Lucía, fue a competir a Mercedes y en ese ínterin en que ellos van regresando, acordate que no teníamos celular ni FB, todas esas cosas, como venían ganadores, mi mamá hizo pizza. Pero cuando mi mamá abre la puerta de mi casa y llega papá le dice: –Carozo no está, me acaban de llamar; todo el mundo comió la pizza en silencio. Pero el 8, fue el día que el profesor Mendoza, supo. ¡Era no saber qué pasó! Ya se sabía que desaparecían personas pero teníamos la expectativa de que este no fuera el caso. Y esa expectativa, es lo que te estaba por contar antes, era que muchas veces, con los compañeros de promoción mía como con la de mis hermanos, que eran anteriores a la mía, decíamos: –¿Qué haríamos si aparece Carozo? Lo pasearíamos por el pueblo, ¿entendés? ¡en andas!, porque cuando el ganó sus medallas se recorrió toda la ciudad con él en una camioneta. Arriba de la camioneta de mi papá, arriba con sus medallas... ¡Caravana de la alegría, del triunfo! Y después... ¿qué haríamos? Porque esa nueva categoría que generaron los militares cuando dijeron: "no están muertos ni vivos, sino desaparecidos... " generó eso: el no saber, el no tener un lugar donde recordarlos, pero también siempre te quedaba la duda ¿Y si aparece? Y una vez que desapareció aunque no tuviste más datos...no tenés porqué necesariamente suponer la muerte. Después vino, sobre todo con la democracia el conocimiento de todo lo pasó. Pero en ese momento no decíamos está muerto sino desaparecido que era una nueva categoría. Habrás oído hablar de Chelito Tanure. En Santa Lucía desaparece Méndez, desaparece Carozo, desaparece Chelito .Chelito sí militaba, allanaron la casa de los padres, allanaron la casa de la hermana, 146


nosotros nos tuvimos que meter todos porque dieron la orden de meternos en nuestras casas. Vivíamos en la manzana donde vivía la hermana. Todo un operativo que te asustaba. Él después aparece, ahí está la cuestión, durante años... es más creo que estuvo fuera del país en algún momento. Entonces eso te generaba esperanzas. Pero de Carozo fue imposible tener datos. Yo sé que los hermanos trabajaban para pagar un investigador privado. Viste que había gente que pudieron sacarle del país, me parece que hubo quien les hizo el verso. Yo sabía que trabajaban mucho para pagar esos investigadores. Ellos se ocuparon de esa manera. Pero nunca tuvieron información verdadera. Cuando pasa el tiempo uno puede darse cuenta... tomar dimensión de las cosas de otra manera. Entonces: –¡Mirá está por venir el gobernador a visitar la escuela! El gobernador era Feu . El helicóptero paró en el patio de la escuela. ¡Llega el gobernador ! ¿entendés? Todo, saludos… respeto a la jerarquía, a la autoridad, todo lo que sea. Todo eso ocurrió después del golpe. Por eso te digo que todo eso no fue casual. Cuando llegaron a la escuela había un teniente, me acuerdo que había un teniente porque mi mamá se agarró con él porque a los soldaditos, a los que hacían la colimba, los hacía hacer cuerpo a tierra y salto rana delante de los alumnos y mi mamá le decía: –¡No te voy a permitir que hagas esto delante de los alumnos! Ahora ¿Qué hacían esos militares? Pintaban la escuela, pero mientras tanto observaban porque si de esa escuela salió un chico que desaparece y el director está preguntando....La historia tiene otra perspectiva. Tiene otra mirada en el tiempo. Todo eso lo pudimos charlar con mi mamá. E incluso ella decía: –Yo creo que otras personas que se acercaron a nuestra casa en ese tiempo… era lo mismo. Mamá dice que papá se llevó eso a la tumba sin trasmitirle a ella para no generarle más angustia. Siempre que viajaba le decía: –Cuidate Rolando, cuidate porque tenemos hijos chicos. Porque era la forma en que lo apretaron los militares. Pero ¿quién era el que estaba entre los militares que vinieron a apretar a mi papá? My Uranga . Yo me acuerdo que con mis hermanos, fui invitada al cumpleaños de 15 de la hija de My Uranga. Fuimos con mis cuatro hermanos. Siempre íbamos juntos a los cumpleaños. Era ya 1977, 78... Pero después mirás distinto eso, 147


entendés, entonces después ves distinto. ¡Ah! mirá esto se relaciona con esto... y así. Era todo con posterioridad a la desaparición de Carozo. Era una manera de decirte: te estamos mirando.... te estamos vigilando... Es más, en el 2008 cuando fuimos a retirar cosas a la casa de Santa Lucía, que fuimos con mi hermano, ahí encuentro además de las cartas de Carozo que te dije, encuentro una carpeta donde a mi papá lo pasan a otra escuela. Yo sabía que en el año 80, 81, lo trasladan como Vice Rector de la Escuela Regional de Corrientes. No sabemos si era un ascenso o un castigo, porque era dejar Santa Lucía y venir a vivir a Corrientes. Por un lado para él era importante porque él se recibió en la Escuela Regional, pero no estaba claro si era un ascenso o un castigo. Cuando fuimos a Santa Lucía encuentro esa carpeta donde el Supervisor de Escuelas, que era de Goya hace un informe y dice que mi papá no hablaba y no hacía reuniones con padres, con alumnos para hablar de la subversión. Que no entregaba los libros que mandaban los militares, que pasaron por mis manos y leí porque era curiosa,... había todo un plan sistemático no solo de desaparición de personas sino también de instrucción: “Éstos son los valores, éstas son las cosas que hay que promover. Esto es la libertad”. El que escribió el informe era una persona que era bien recibida en mi casa y muchas veces recibida, incluso mi hermano más chico se sentaba en su regazo, pero esa persona casi te diría que entregó a mi papá. Un año después mi papá muere de un infarto al corazón. Todo esto lo llevó al infarto a los cuarenta y nueve, ya para cumplir cincuenta. Cada promoción era un motivo de orgullo para mi papá. Había dos momentos. Estaba el acto que se hacía el último día de clase, que era bien familiar y después el acto de recepción que era la fiesta. Al acto familiar, papá siempre lo hacía el último día de clase con todos los alumnos. Y en esas oportunidades papá tocaba el piano. No recuerdo qué música era, pero siempre tocaba el piano. Me acuerdo el día que Carozo termina la secundaria. Papá le hace subir a al escenario y Carozo le dice que para él fue como un padre, un hermano, un amigo. A pesar de eso en las cartas Carozo le trataba de usted, mi papá era mucho para él y lo dice ante toda la escuela. El resto de la escuela despedía a los de 148


5° año. De primero a quinto año estaban todos ahí y algunos profesores que tenían su clase ese día. Ese era el acto, te vuelvo a decir, de entrecasa… Cantábamos siempre una canción, no sé el nombre, pero la cantábamos todos: Se va la luz, se esconde el sol/ pero siempre ha de brillar/ la antorcha que en su fuego da/ el calor de la amistad. (coro) … Honremos al amigo de hoy/ recordemos al de ayer/ amigo que aunque hoy no esté/ siempre amigo ha de ser. Carozo era como un hijo dilecto del pueblo, un hijo que se destacó, se destacó en el deporte y despertaba admiración en muchos. Creo que una vez puse en FB que era como un luz, así, con luz propia, como una estrella para otros, por lo que se destacó. Le cortaron su vida.

Rolando Daniel Galarza, auxiliar en el entrenamiento

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Esta foto es en Embalse de Río Tercero, Córdoba, es del día antes de la final. Para esta competencia se entrenaron meses en Santa Lucía. Yo los acompañé en el entrenamiento. Había una pista que era de césped, entonces cuando llovía papá los llevaba a un camino que va hacia el río y yo los acompañaba para sostener el "taco". El taco era de madera donde pisaban para salir, digamos. Yo sostenía el taco con el pie y probaban las largadas. Y fui con ellos a Río Tercero. Había seis finalistas de toda la Argentina y cuando fuimos a reconocer la cancha, papá dice: –Me parece que nos embromaron. Había llovido la noche anterior y la pista tenía una inclinación hacia el centro. A Corrientes le tocaba el nivel 6 y ¿qué hacen? Cambian, ponen a Capital Federal en el nivel 6, el lado más seco, y los ponen a ellos en el andarivel 1, que es pegado al centro que era donde desaguaba. Papá estaba un poco nervioso. En esa época no había como ahora proteínas, energizantes sintéticos... era naturaleza pura y entrenamiento, entrenamiento... entrenamiento. Y Carozo me decía: –Fijate si conseguís tal cosa, había una especie como Redoxón, un multivitamínico. Le gustaba el jugo de limón después de entrenar, Minerva era el que le gustaba, así que yo salía a buscarle. Estuvimos como quince días en Embalse. Para papá Carozo era “su atleta”, su alumno dilecto. Estaba todo el día mirándolo, le decía: –Carozo te veo un poco flaco ¿te vas mañana por casa? –Sí señor. Siempre se dirigía a él de esa manera Carozo a mi papá. Y se iba a casa y ¡comía el bife más grande! En serio. Le hacía un bife grande y le decía: –Quedate toda la semana comiendo en casa, que a vos te están faltando proteínas y pastas, hidratos ... En Embalse papá decía: – ¿Qué tal están comiendo en el comedor? Voy a ir a comer con Uds. Profe nosotros estamos comiendo mejor que en el comedor de profesores –le decía Carozo. Voy a ir a mirar cómo están comiendo 67

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Atletismo. Embalse Río Tercero (Córdoba). Año 1975. Santaluceños representando a Corrientes. De izquierda a derecha: Jorge David Sananez (Cocoliche) Gimi Cardozo, Victor Hugo Lomónaco (Carozo) y Oscar Lomónaco. (Archivo Dr. Juan Manuel Cámera)

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Uds. –decía papá. Iba y se sentaba y controlaba las comidas. Yo recuerdo como si fuera hoy. Tendría 12, 13 años. Con papá Carozo tenía una relación especial. Lo tenía como un amigo, confidente, padrino, todo… Mi papá era un estudioso del biotipo del negro y decía: –El único tipo que puede hacer algo, competir con esa raza, es Carozo, porque tiene un talento innato, la forma en que levanta las piernas... la velocidad, el ancho del paso… Él le medía cuando corría Carozo, agarraba el zapato y le ponía un poco de cal y le decía: –Salí Carozo, salí. Quedaba marcado el paso y le decía: – Mirá Carozo, tenés un pie y medio más, o esto o lo otro... era un detallista. Papá una vez llevó un esqueleto y le mostró a Carozo, él escuchaba con atención, creo que por eso había esa simbiosis...Y papá soñaba con todo eso. Decía: –¡Mirá este tipo (por Carozo) está por debajo de los 11 puntos...! Cuando Guillermo Vilas intentó meter una pista sintética para entrenar tenis, era cemento en esa época, lo que se llama tartán ahora, papá dijo: –Esa es la pista que tenemos que conseguir para que entrene Carozo. Si Carozo llega a entrenar en esas pistas va a estar primero en el orden mundial porque ahora está por debajo de 11 segundos. Si está en 10.9, puede estar en 10.6, puede estar en 10. 4. Con un poquito de preparación con la tecnología, la biotecnología, Carozo tiene que estar en los Juegos Olímpicos, porque tiene todas las condiciones. Estando en Río Tercero papá le dijo al equipo: –Si estamos en el podio comemos todos chivito. Y ellos le decían: –Profe, ¿no podemos comer antes el chivito? y bueno, nos fuimos a un lugar cercano y nos dijo: –Hoy van a comer proteínas y nos llevó en el auto a comer chivito. Salieron terceros. ¡Estuvieron en el podio! Después de lo de Córdoba, fueron los nacionales de Rosario… Cuando iban a viajar a Rosario, Carozo le dice: –Señor dos cosas, yo quiero ir a estudiar a La Plata. Papá le contestó... –¡Hum!... Yo no me olvido de eso. Y después –dijo– cuando volvamos, ya voy a ser campeón argentino, vamos a ir parando en cada luz que encontremos prendida para tomar algo. Mi papá tomaba Coca Cola. Decían ellos que tardaron no sé cuántas horas. Pero es mentira... vinieron derecho a Santa Lucía y una caravana infernal los recibió. 151


Ahí Carozo salió campeón argentino de 100 m. Él hacía 10.9; ¡diez segundos ... nueve! en la tierra, en el polvo de arcilla. Carozo le llevó a papá la medalla que había ganado y le dijo: – Esto es tuyo, sin vos yo no conseguía esto. Mi papá tenía el sueño, porque él era profesor de Educación Física, de que él siga profesorado o algo afín. Es más, él en algún momento le dijo: –Mirá depende de lo que vos sigas, yo te puedo conseguir que después te vayas a perfeccionar. ¿A dónde profe? A Alemania–le contestó. Y ¿por qué? Porque yo conozco un profesor que me invitó a los juegos de Múnich del 72. Pero típico de mi papá no le acotó lo que tenía que hacer, en vez de eso le abrió todo el panorama. Vos lo que tenés que hacer es lo que te haga feliz –le dijo. Y él empezó a insistir con arquitectura, yo no puedo entender porque se le ocurrió arquitectura. Si me acuerdo que papá le dijo: –Tenés en Resistencia, tenés en Santa Fe y se te ocurre La Plata ¿por qué? Pero él tenía la idea fija de ir a La Plata. Y se fue. La última vez que vi a Carozo, fue en la puerta de mi casa. Vino a Santa Lucía en las vacaciones de invierno. Un día de sol espectacular, frío pero un sol divino. En el frente de mi casa había una planta de granada estábamos ahí papá, Carozo, mi hermano mellizo y yo. Carozo le dice: –Señor, Ud. sabe es difícil.(hablando de arquitectura). Y papá callado, casi no le importó el estudio. Carozo había estado contando de uno que apareció en la facultad con una moto Ducati porque mi papá había tenido una moto así. Me dijo que me va a conseguir libros –dijo. Él estaba hablando de arquitectura y papá le dijo: –¿Qué libros? como diciendo "pará, qué te está por traer éste". No pero señor... Mire. ¿Con quién te juntás Carozo?– dijo. Pero Sr. no se preocupe tanto... Vos no lo conocés–le dijo. Pero hay uno que me prometió que me iba a llevar unos libros...¿Qué libros? –preguntó papá. Porque eran tiempos que si te encontraban libros de Cuba, Marx y qué sé yo ... ¿Qué libros? Vos no lo conocés– dijo. Pero son una pareja Señor –dijo. Pero ¿cuánto hace que los conocés? ¿dos meses? No son de Santa Lucía, no conocés la familia.. no conocés nada, acá conocés todo, allá no conocés a nadie. ¡Cuidate! esa fue la palabra que escuché tres, cuatro, cinco veces: Cuidate. Insistió: –Acá vos conocés la mamá, el papá, la tía,... conocés 152


todos en tu pueblo. Pero allá no. Cuidate, cuidate y cuidate. Como que lo estoy viendo, Carozo se dio vuelta y le dijo: –Señor, quédese tranquilo… Y le empezó a hablar de otras cosas. De lo que eran sus actividades deportivas no se habló. Después con el tiempo yo pensaba ¿Por qué no hablaron de eso, si era lo que más les gustaba? La conversación fue de la preocupación de con quién se juntaba, que se cuide, que no los conocía porque no conocía la familia, etc. etc. de eso hablaron, de lo otro nada. Esto que te digo a mí me llamó la atención porque yo anduve tras de ellos todo el tiempo, comprando el jugo de limón, buscando pastas… y escuchaba conversaciones interminables, presenciaba entrenamientos interminables... todas las tardes, todas las tardes...Viajando con ellos a la Regional, a Córdoba... etc. nunca escuché algo que no sea sobre la realización personal, el deporte, la salud... Vos me preguntás: ¿Cómo se lookeaba Carozo? y yo te diría, en mi cabeza tengo dos imágenes: buzo azul, lo máximo fue marca Diportto, y zapatillas blancas, o una remerita con jeans y unas zapatillas. Él era tan simple como nosotros. Claro lo vi también con delantal escolar, pero si me decís: –Che, le viste alguna vez con un saquito... no! Otra cosa: yo me ponía pulóver, bufanda y un blazer azul y él se ponía una cosita así ¡nada! Yo le decía: –Carozo ¿no tenés frío? No Melli, no –me decía. ¡Tenía una prestancia! En Río Tercero entraba él y todo el mundo mirándole porque como entrenaba, tenía porte. Cuando entraba al comedor … ¡Fa! santafesinas, cordobesas... lo miraban todas… Nosotros le decíamos a papá: –¡Papá lo miran todas! ¡Shhh, muchachos! –decía papá. Pero hasta en eso no era un aprovechador de su pinta. Era buen tipo. Ganaba solo. Con relación a Carozo me pasaron dos cosas: una 28 años después y la otra 30 años después. El 31 de diciembre del año 2017, entro al Automóvil Club y alguien me dice – ¡Galarza! ¡Rolando! Muy poca gente me dice Rolando. Che ¿cómo andás? ¿te acordás cuando íbamos a Santa Lucía a competir y Uds. venían a Empedrado... a Corrientes, a las Regionales? –me dice. Era un chico de Empedrado, 153


que ahora es abogado, después de treinta años me habló de Carozo y de papá. Él competía con Carozo y me dijo: –¡Nos ganaban siempre! Lo otro. Hace dos años me llaman por un trabajo en la autovía de Sáenz Peña. Vialidad Nacional. Voy a hablar con un ingeniero para que me acompañe. Cuando vuelvo este ingeniero me quería presentar al jefe de la unidad o distrito, vamos y me dice: –Bueno ingeniero, o te digo Rolandito Daniel... Y el jefe me mira y me dice: –¿Quién sos vos? –Rolando Daniel Galarza. ¡No puede ser ( el hombre tendría hoy 66, 68 años), no puede ser! –dice. Y ¿de dónde sos? –De Santa Lucía. ¡Peor aún...!–dijo. Y me empezó a contar historias de mi papá y Carozo. Yo no podía hablar. ¡Me fui a ver un trabajo en la autovía en el Chaco y me encuentro con este hombre que fue a correr a Santa Lucía hacía 38 años! Contó que había tres categorías, él tenía 18 años y Carozo habrá tenido 16 y se sentaban todos al borde de la pista a mirar qué hacía , mirarlo correr, al “fenómeno”. Y este señor me empezó a hablar de Carozo. Me dijo: –Yo me enteré que estuvo en tal lugar... Le dije: –Mire yo prefiero que no me diga nada porque si me va a decir que terminó en un avión, prefiero que no me cuente nada. Yo estaba en esa reunión con mi hermano más chico, Mariano, y ahí descubrí, porque yo pensaba que mi hermano como era más chico no lo vivió igual que nosotros, descubrí que lo vivió igual o peor, porque salimos de ahí y mi hermano estaba totalmente emocionado, conmocionado, sin palabras… Después mi hermana me contó que Mariano había vivido una situación en Goya, hacía más de 15 años, alguien le dijo que había visto a Carozo, y se lo guardó todo ese tiempo. Carozo era un tipo carismático, era tan buen tipo, tan agradable, aparte de pintón, no tenía maldad... nada. La vida de él era: entrenar, estar bien... guitarrear en la costa del río Santa Lucía con sus primos, sus amigos, tomarse algo, pero hasta ahí digamos. Esa era su vida: sus amigos, su escuela, sus afectos y él no participaba de ninguna conversación que no tuviera que ver con eso. Él era puro entrenamiento, se preocupaba de alimentarse bien, de disfrutar la vida, no era una persona compleja, le gustaban las cosas simples. 154


Fue una represión fuertísima y en este caso cayó sobre un tipo que no tenía nada que ver con un movimiento, con una línea de pensamiento... A ver, te lo digo en términos exagerados: Carozo era un símbolo de paz, de deporte, de amigo, de familia... igual lo chuparon. ¡Desapareció! Yo sé lo que han sufrido Oscar68 y los hermanos. Papá sintió un dolor enorme, enorme...nosotros creemos que no lo pudo superar. Más aun, papá a partir de eso en su vida personal cambió, creemos nosotros, como se dice ahora, "derrapó". Esto último lo hablé con mamá pocos días antes de su partida en septiembre del 2016, y ella estaba segura que fue la segunda gran pérdida de la vida de mi Padre, primero su hermano menor y segundo Carozo. Él decía: ¿Por qué no lo convencí que estudie acá? ¿Por qué no le dije que estudiara profesorado en Santa Fe? ... ¿ Por qué no hice esto? ¿ Por qué.. por qué y por qué...? … No hay respuestas.

Juana Giménez Piasentini, Juani, amiga y novia Yo lo conocí a Carozo cuando tenía 14 años, íbamos a la Escuela Normal de Santa Lucía. Él hizo la primera parte del secundario en Goya, no sé si en el Colegio Nacional o en la Escuela de Comercio; había repetido un año y entonces fue a seguir sus estudios en Santa Lucía donde hizo cuarto y quinto año. Aquí en Santa Lucía vivió en casa de la abuela Desideria. En realidad primero creo que vivió con su tía Tona y su tío Antonio Lomónaco. Ellos son cuatro hermanos varones: Didi, Luis, Cacho y Carozo, como Chuchi moría por una hija mujer adoptaron a Meli (Gladys Beatriz), hoy está casada con Pedro D' Onofrio, viven en Santa Lucía. Silvita es la hermana menor nació en junio de 1969, en el Sanatorio San Martín de acá de Goya. Después que adoptan a Meli, Chuchi, la madre, se queda embarazada. Hete aquí que antes de nacer Silvita, un auto se incrustó en 68

Oscar. Primo ya fallecido. Hijo de María Bueno y Pedro Lomónaco.

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la casa donde vivían, sobre calle Rolón, yendo para el sur. Y ahí se le adelantó el parto, no sé si Chuchi no tenía presión alta... Silvita nace en junio del 69 ¡Preciosa! Una nena divina, divina, divina. Ahí murió la madre. Entonces la adoptó Tona, tía política. Fue a vivir a su casa. Carozo también vivió en esa casa pero ella era muy chiquita, no sé si recordará algo. Silvita tenía seis años menos que Carozo. El padre se llamaba Salvador después que quedó viudo se casó de vuelta con una señora de nombre Berta. Yo vivía en casa de mi tía abuela, ella recibía unos libritos del Perpetuo Socorro y cuando era niña yo me encargaba de repartirlos y se los llevaba a ella, a la abuela Desideria, la recuerdo mucho. Con Carozo nos conocimos en la Escuela Normal, yo estaba en tercer año y él en cuarto. Y nos pusimos de novios. Visita: martes, jueves y sábado...¡de living room! hasta que después cumplí mis 15. En la fiesta estuvo el "novio de la nena" posando con las tías, las tías fascinadas, enamoradas del novio, ¡divino! Ya te voy a mostrar las fotos. Con él conocí la música rockera... me hizo enamorar de los Beatles. Tengo toda, toda, toda la colección de los Beatles..., no me faltaba ningún disco. A Carozo le gustaba Queens, los Rolling Stone... Protestábamos porque el equipo no sonaba bien...Así que de regalo de 15 ¡tuve un equipo! No sabés lo que era...tenía unos parlantes así de grandes... sonaba... ¡unos amplificadores! Te conté que yo vivía con mi tía abuela ... y cuando se iba a la iglesia o estaba en su jardín, le metíamos música con Carozo y escuchábamos a lo loco. A él le copaba escuchar, escuchar... La cuestión que ahora... me voy con mi hija más chica ¡a ver a Paul McCartney! ¿Podés creer? Enamoradísimos de los Beatles. Y mis hijas salieron igual a mí, de tanto escuchar... hace 40 años ¿te imaginás?... En enero del 76 fui a un casamiento a Bahía Blanca y ahí le traje un disco de Queens, Qué mar se llamaba.

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Te muestro el álbum de mis 15. Mirá acá está... Lo festejamos en Santa Lucía. Hay otra foto, de su graduación, se la di a su cuñada Rita, era una foto color y le di también tres medallas a ella, una de oro, una de plata y una de bronce. Volviendo a Carozo, en diciembre del 75 fue su graduación. Cuando se graduó, no tenía con quien entrar en el baile de recepción y me pidió a mí. Un escandalete… “qué cómo si no era su esposa” ... “que sí, que no” y finalmente mi tía Teresita dijo –Y si no tiene mamá, vos tenés que entrar con él. Me dio una solera y entré con él. Él tenía un traje azul. Estaba contento. Yo estaba con una solera divina rayada, blanca y rosa, de Teresita. El vestía bien siempre... Era muy clásico para vestir. Él tenía su jean Levis, la remerita rosa o blanca... ¡zapatillas All Star! La ropa deportiva solo para ir a gimnasia. En atletismo siempre fue genial, compitió ese año, el 75, en Córdoba, en los Campeonatos Evita. Eran cuatro y trajeron las medallas, con su primo Oscar Lomónaco, Sananez y otro del que no recuerdo el nombre, fueron y ganaron. La marca de él: 9.3, en cien metros. ¡Brutal!, en Santa Lucía hizo eso. En Córdoba hicieron también carrera de posta. En 1976 se va a estudiar Arquitectura a La Plata. Como se destacaba en atletismo Rolando Galarza, director de la Normal, le hace el contacto con el profesor Mendoza que era un profesor de un Instituto de allí. Va y comienza a entrenar, marzo, abril. Meta carta. Carta va, carta viene. Después las quemé todas. Vino a Santa Lucía el 19 o 20 de agosto del 76. Tuvimos una discusión porque no quería que me fuera al viaje de estudios. De celos nomás no quería que fuera. Por supuesto, mis compañeros me querían matar, habíamos trabajado tanto juntando plata desde primer año. Teníamos programado hacer una gira, conocer Córdoba, La Rioja.... 157


Tucumán... todo. Chamiga, nos agarró el Rodrigazo y después con los milicos nos quedó apenas para ir a las Cataratas, cinco días y volver. Se devaluó toda nuestra plata, ¡fue un corralito lento, pue! Carozo se fue a La Plata, no recuerdo la fecha, el 29 de agosto era su cumpleaños pero ya se había ido. En septiembre le escribí que yo lamentaba mucho pero que yo me iba de viaje, le dije: –Cinco años me rompí haciendo fideos, haciendo copetín, vendiendo choripán... ¡no! Si vos me querés me tenés que querer igual. Y no me contestó más. No supe más nada de él. El 8 de octubre estaba estudiando en casa de una compañera, trigonometría, con la chica Leguizamón, excelente profesora. Yo estudiaba con los apuntes de él porque fue alumno de ella. La cuestión que llegan las nueve y media y sentí algo acá en el centro de mi cuerpo, te juro que tuve esa sensación. Bueno, me tranquilicé y seguimos estudiando. Pasó una semana vino un compañero (el hijo de Rolando) y me dijo: –Juani, Carozo está preso. –¿Qué?–dije. Carozo está preso. – Pero ¿qué hizo? –No, preguntale al profe. Fui y le pregunté y él me dijo: –Andá a hablar con Rolando. Fui y pregunté: –Rolando ¿qué le pasó a Carozo? –Vení sentate. Y ahí me contó: –Mirá, los pampeanos que viven al lado del departamento de Carozo, llamaron al profesor Mendoza, porque el 8 de octubre a las 9,30 de la mañana, entraron unos encapuchados y le revisaron todo a los pampeanos. Y los dejaron sentados y maniatados en unas sillas y ahí entraron al departamento de Carozo. Ellos escucharon los gritos de Carozo que pedía por favor que lo dejen vestir, estaba recién salido del baño, envuelto en toalla... después oyeron que decía que porqué lo llevaban que porqué lo llevaban.... y vieron que lo llevaron ¡envuelto en toalla! Parece que estaban siguiendo al Turco un amigo de Carozo. Supimos, días después, que los cuerpos del Turco, la hermana del Turco y el cuñado aparecieron ¡tirados en Berisso! Y Carozo no apareció más. En las cartas contaba de su amistad con el Turco, tan es así que me estaba por mandar una perrita dálmata, que había tenido la perra del Turco. No sé quién me decía: –Vos no caíste, de casualidad, porque todas mis cartas estaban en el departamento de Carozo. Rolando me dijo que por qué no había contado de ese amigo, pero qué iba a contar si 158


contaba cosas que se hacen con un amigo, que iban a la cancha, que salían.... Según Silvia, su cuñada, que la última vez que vino, en agosto, había dicho que quería volver, que no se quería quedar más allá. Sé que estaba escaso de plata, aunque Silvia sabe que Didi le mandaba plata. Él tenía la beca, pero vivir allí era carísimo y la carrera de arquitectura era más todavía. De todo el desenlace último de Carozo, Silvia su cuñada, por ejemplo, no sabía nada, Didi tampoco sabía nada. Su hermano Luis que estuvo con él en su departamento horas antes que llegaran los encapuchados. Eso me enteré por Rolando Galarza. A las nueve salió Luis del departamento de Carozo para tomar el colectivo a Buenos Aires, porque no había directo de La Plata a Goya, y a las nueve y media llegaron los encapuchados. A mí me costó aceptar su muerte. Una vez después que pasó todo, crucé al Paraguay y compré unas zapatillas para él. Y era como que deposité todo en él. No me convencía, de que lo habían matado. Mi tía Teresita fue a hablar con Acdel Vilas, que era familiar de ella y él le dijo: –Mirá Teresita... algo habrá hecho para que lo hayan matado. Y una vez creo que fueron a ver a ¡Harguindeguy! no se daban cuenta que ellos eran los hacían todo eso. Yo me fui a una vidente te cuento. Ya no sabía más dónde ir. ¡Dónde no me fui! Me dijo que estaba lejos, muy lejos de aquí, en un lugar oscuro y muy frío. Yo pensaba “estará en la Patagonia”... decía yo. Un lugar muy lejos, muy oscuro y muy frío. Después dijeron que se había ido a España. ¡De cuántos dijeron eso y después aparecieron en las costas los cuerpos que fueron tirados al mar o al río! Cuando tengo oportunidad, me manifiesto. ¡Son innombrables! Desde lo que le pasó a Carozo no los puedo ver. ¡Quiénes son para ajusticiarlo de esa manera! ¡Genocidas! ¡Seis meses estuvo en La Plata! Y ahí se terminó todo.

Roberto Román Ramírez, amigo y compañero de la Esc. de Comercio de Goya 159


Te quiero comentar lo que hemos vivido en la adolescencia con Víctor Hugo Lomónaco, Carozo, siempre se lo extraña, para mí siempre sigue vivo. Lo veo vivo y pienso: capaz que puede estar en otro país porque era un muchacho que le gustaba mucho el atletismo. Él fue a estudiar a La Plata y le consiguieron entrenamiento en atletismo, que era lo que mejor hacía, en el Club Gimnasia y Esgrima. En su momento, en algunas de las Olimpíadas de esa época en las que estaba el gran Tito Steiner, que era el mejor atleta del país, preparándose para ir a competir, Carozo le hacía de sparring; sparring es el que tiene prácticamente la misma velocidad y entonces trabajaba mucho con él. El profesor Mendoza fue el que lo llevó. Carozo en 8, 9’’ te hacía 100 metros. Ha llegado a tener mucho menos tiempo, porque inclusive yo lo llevaba a la arena a trabajar. Su especialidad era los 100 metros. Carozo viene a Goya desde Santa Lucía, aquí estudió en la Escuela de Comercio, a la tarde, frente a la plaza Mitre. Yo venía de repetir un año en la Escuela Normal, en ese tiempo no se podía repetir y entonces me fui a la Escuela de Comercio. Y ahí tuve el agrado de conocerlo, primer año, segundo y tercero juntos. Entre el 71 y 72, porque nosotros nos recibimos en el 75, yo con mi promoción y él, cuarto y quinto año termina en Santa Lucía. Era un chico realmente muy bueno, muy dado, caía muy bien a la gente, para nada tenía maldad. Si bien su vida era algo bohemia, porque aparte de ser un atleta que vivía para eso, porque inclusive yo lo ayudaba a trabajar en eso, su única debilidad era la noche (se ríe), la noche en el sentido de salir. Su mamá murió, entonces el papá se vuelve a casar con otra señora que era maestra y ella iba el lunes al campo, el padre iba a la arrocera y él vivía solo porque los hermanos Luis y Didi, estaban estudiando y él quedaba solo. Y ahí comenzaban las aventuras porque aparte de ser un atleta, era muy requerido por las 160


adolescentes y más que adolescentes también, me acuerdo que chicas grandes le invitaban a las piletas... era un chico de muy buena talla física. Bueno, esa era su única debilidad. No voy a entrar en detalles de vida sentimental, pero él vivía la vida que vivía cualquier adolescente. La separación la tuvimos en el tercer año, porque él va a Santa Lucía, por dos materias que debía. Él va y cursa cuarto año allí. Ahí tuvimos una pequeña separación, aunque él con un primo de apellido García, venía continuamente a Goya. Este primo tenía su cafetería bien en la esquina de la Casa de Gobierno de Corrientes. Tenía una movilidad, un Citroën tuneado como le dicen ahora, y venían de Santa Lucía a Goya y salíamos, teníamos nuestras aventuras. Carozo fue un chico que después de la muerte de la madre creció muy solo. Yo no puedo criticar a la mamá de corazón porque la conocí muy poco, cuando iba a su casa estaba solo, le dejaban la comida o para hacerse la comida... Didi ya trabajaba en la arrocera y Luis estaba estudiando en Resistencia. Y bueno, es lo que te puedo contar de la vida de Carozo en Goya; lo conocía mucha gente, lo quería mucha gente, que obvio cuando le ocurre eso, todo Goya, me empezaba a preguntar a mí ¿qué es lo que pasó? Él se va a La Plata, tuvo la suerte de entrar en el Club y vivía con otro chico en un departamento. Nunca lo fui a ver. Un día me encuentro con Luis y me dice: –Roberto estoy preocupado porque Carozo está viviendo con un chico que está metido con el boleto estudiantil... y hacían reuniones y venía con panfletos... y repartía panfletos... Carozo no le da mucho artículo... Ahora Carozo, está en Santa Lucía, se va mañana a la noche, te pido por favor, anda y hablale, capaz a vos te escucha. Y lo vi, cuando ya se iba me acerqué y por la ventanilla del colectivo, le dije: –Dos cosas Carozo, ¿Y mis anteojos...? (se los había prestado) y me contesta: – Pedile a Juani (era su novia), ella los tiene. – Che, y lo otro Carozo –le digo– cuidate...fijate con quien estás… – No, –me dijo– yo no le doy artículo, él entra y sale con panfletos y me invita a reuniones, pero yo no voy a ninguna porque vos sabés que a mí no me gusta eso. Yo estudio y me voy a practicar... – Fijate –le digo– fijate si podés hacer algo, cambiarte a otro lugar, decile a Rolando 161


porque no es fácil esto, no te metas en eso. Fijate... Nosotros ya estábamos sabiendo lo que pasaba desde el golpe militar. Al poco tiempo me encuentro con Didi en la calle y me dice: – Roberto, ¿te enteraste?, ¿supiste lo que pasó? –¿Qué pasó? –le digo. ¡Desapareció Carozo! –me dice. ¡Uy! Mirá que le hablé yo y me dijo que mientras él no esté metido no le iba a pasar nada. Y ¿cómo fue? – Mirá –me dijo– lo único que sabemos es que entraron cuatro o cinco tipos abrían todas las puertas del edificio y decían: –Acá no están, no, estos no son...., acá no están y entran a una tercera o cuarta puerta y ahí los sacan a ellos dos. Eso contado por Luis, por los familiares que se habían ido allá e investigaron, los sacaron a la rastra a los dos. Y de ahí no se supo más nada. Lo único que el compañero aparece muerto, con un tiro en la cabeza en un baldío. Pero Carozo no. Ahí empezaron, ahí empezaron a averiguar. Luis me dijo: –Mi tío anda averiguando... El jefe de la policía de ese momento, que son parientes de Lomónaco le dijo: – No puedo hacer nada, no puedo hacer nada. Le buscaron por todos lados y nada. ¡Qué íbamos a saber que a estos chicos les daban esa famosa pastillita para sedarlos, para tirarlos al mar! Y lo último que supe de Carozo, fue cuando me encontré por la calle con el padre, que venía de la policía, no sé dónde... y me cuenta que se lo vio a Carozo, en una casa antigua toda enrejada, y que la gente que hacía guardia caminaba alrededor. Y ellos estaban todos ahí dentro. No sé si eso estaba cerrado... Ellos saben porque un policía que estuvo allí, que hacía guardia lo ve a Carozo, le llama la atención y se reconocen los dos. Se acerca Carozo, lo saluda y le dice: –Vos ¿me conocés? Sí –le contesta– vos sos Lomónaco. Mañana ¿yo te puedo dar algo para que vos lleves a Santa Lucía? –le preguntó. ¿Qué iba a mandar?... no sé, cosa que al otro día...cuando este muchacho fue a verlo, ya no estaba más Carozo. Fue el último en verlo. Luis tiene que saber. En Santa Lucía tienen que saber quién era el policía. Después nunca más se supo. Cada vez que me encuentro con Luis, me dice, – Bueno quedó todo ahí nomás... se cree que pudo haber estado entre los chicos de la Noche de los Lápices... aunque en la película no aparece el nombre de él. Yo miraba, pero no. Eran del secundario. Quién sabe 162


qué otras cosas hacían, capaz incineraban o estará enterrado como NN... Eso es todo cuanto puedo comentar de Carozo. Recuerdo sí algunas anécdotas risueñas de la secundaria. El andaba bien en la escuela, llegó a recibirse, si bien tuvo esas dos materias que llevó previas y por lo que tuvo que ir a Santa Lucía, era un chico muy pícaro. Te cuento una anécdota, un día me dice: –Vamos a comer a casa este mediodía. –No, yo tengo que comer en casa... –Bueno, –me dice– entonces buscame para ir a la escuela. Terminá de comer, andate para casa y vamos a la escuela. Fui, tenía el delantal puesto arriba del cuero. Le digo: –Carozo, ¿no te vas a poner nada debajo del delantal? No, –me dice– sacate vos también la camisa y vamos así a la escuela. Y me saqué yo también, los dos nos divertíamos así. Fuimos y entramos, y nadie se dio cuenta. (risas) Otro día me dice: –Vamos a llevar este vino y estas campanelli. Era vino El Abuelo, me acuerdo que pusimos dentro de una bolsa de harina...Nosotros estábamos en el tercer año, allá arriba de la escuela. Pusimos la bolsa escondida en el techo de la parte de abajo. Cuando toca el timbre metimos la bolsa en el salón. Era la hora de la Barreto, en ese momento la rectora era Techí Urquijo. Mientras la profesora completaba los libros e indicaba las tareas, nosotros los más vagos atrás, levantamos la tapa del pupitre y teníamos las galletitas, el vino El Abuelo y un vaso y una soda que habíamos conseguido... En un momento la Barreto dice: – ¿Qué están tomando ahí? –No, Señorita– contestamos– un poco de coca nomás. – A ver –dice– traigan la coca... ¡Bue!... a la Dirección directo salió. Vuelve al salón y nos dice: –Ahí los espera la Directora a los dos. Nos vamos los dos. Medio se sonreía Techí... –¿Cómo se les ocurrió traer esto? –dice– porque yo no creo que sea porque les guste la bebida... lo están haciendo de vagos nomás que son ¡¿Cómo van a traer esto a la escuela?! Techí nos dijo que no volvíamos al salón, pero que nos fuéramos a nuestras casas. Y a los pocos días... ¡otra! Estaban los que hacían de estafeta ahí en el colegio, que llevaban las amonestaciones a las casas, las citaciones a los padres... nosotros les teníamos bronca, no me acuerdo cómo se llamaban. El de la Escuela era Escobar y tenía su bicicleta. Bueno, ¡le 163


izamos la bicicleta! Cuando llega el momento de izar la bandera, ven la bicicleta arriba, toda la escuela era un reír... Han pasado cosas así, bueno… toda la escuela se reía... Y Techí nos apreciaba mucho, no solo a nosotros dos, sino a todos, porque Techí era muy amiga de los alumnos. Bueno, así era Carozo. Yo nunca llegué a pensar que a él le podía haber ocurrido eso, porque vos le preguntabas a Carozo quién era el presidente de Argentina y no sabía... él tenía su mundo y nunca estuvo, nunca estuvimos... en política.

José Carlos, Tata, Sananez69 , amigo de Santa Lucía La historia sintéticamente es así. Ellos, los Lomónaco, son una familia de acá, de Santa Lucía. El padre se casó con una goyana de apellido Peluffo y se fue para allá. Creo que los hijos son todos nacidos aquí. Yo no fui compañero de Carozo en la escuela, era más chico que yo. Cursó algunos años de la secundaria en Goya y otros acá, en la Normal. Más adelante falleció la madre y todos los hermanos vinieron a vivir a esta ciudad donde estaban sus abuelos y tíos paternos. Era muy amigo de mi hermano, que tenía un par de años menos que yo, y de sus primos Oscar, que ya falleció también, y Tony, hijo de Antonio y Antonia Lomónaco. Eran muy unidos con Tony porque un tiempo Carozo vivió en la casa de esos tíos... Como a Carozo le gustaba el deporte y se destacaba en atletismo, era muy conocido. Me tocó competir con él porque yo también hacía atletismo. Me ganaba siempre. Didi, su hermano mayor, también era atleta. En esa época no había gimnasios como ahora, pero él hacía mucho deporte. Santa Lucía tenía muy buen trabajo en atletismo, el director de la Escuela Normal mi tío Rolando Galarza, era promotor de esas actividades. La historia es dura. Aquí se destacaron dos deportistas,

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José Carlos Sananez, hoy (2016) es Intendente de la ciudad de Santa Lucía.

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Carozo y el otro atleta famoso era Tito González, luego abogado famoso, que mataron hace pocos años en Corrientes, en un bar. Carozo terminó la secundaria acá y después se fue a estudiar arquitectura. Mi tío Rolando le bancaba, le ayudaba y le consiguió una beca. Se fue Carozo y llegado un momento no supimos más de él: desapareció. Mi tío tenía un amigo comandante de gendarmería que rastreó todo, pero en esa época no podías hacer nada, aunque fueras comandante de gendarmería, porque era el Ejército más que nada y la Armada. En esa época yo ya vivía en Rosario, estaba estudiando arquitectura también. En Rosario fue fuerte la represión, hubo muchos desaparecidos. Yo estaba en la JP, teníamos que cuidarnos mucho porque en la facultad siempre había alcahuetes. Que a Carozo no le encontraban, de la desaparición de Carozo, me enteré allá. También de la de Raúl Antonio, Habano, Méndez. Habano era súper militante, Carozo no. Pero estos tipos no tenían compasión de nada te ibas a comer un asado con un grupo y caían y ¡adentro todos! En Santa Lucía se los recuerda. En la Plaza hay dos baldosas con sus nombres, el de Carozo y el de Habano. Allí se los homenajea cada año. También el Polideportivo lleva el nombre de Carozo. Tenemos que reponer la placa porque era de bronce y la robaron. Carozo era así como te contaba: un tipo de poco hablar, extremadamente educado al que le gustaba mucho el deporte y se ocupaba de compartir con los amigos. Era un buen amigo, era un chico sano, en aquella época no había droga nada, un trago podía ser… Él hacía un culto de la amistad.

Rory Gómez (San Roque) y Alberto Niveyro (Empedrado), participantes de los Juegos Evita en 1974 Rory Gómez: Tuve oportunidad de conocerlo cuando mi pueblo fue a competir a Santa Lucía. ¡Lomónaco ganaba siempre! Los de San Roque “lo padecimos” a Víctor Hugo Lomónaco porque era el mejor de todos, el mejor deportista, mejor atleta… alto, pintón, grandote... ¡Todo lo hacía bien! Yo competía por fútbol, en los campeonatos Evita, 165


afortunadamente él no jugaba al fútbol... corría, saltaba, salto en largo... todo bien. Alberto Niveyro: Soy de Empedrado, Corrientes; en esa época yo competía en los campeonatos Evita. Y es cierto, en atletismo Lomónaco ganaba todo. Rory: Además, se ganaba a todas las mujeres que creo que era lo que más nos molestaba al resto... teníamos 14 años... Era en el 74, el Evita fue en el 74. Alberto: Era Campeonatos Evita y el otro se llamaba Hombre Nuevo 74. Rory: Evita era categoría comunes... y Hombre Nuevo 74, categoría intermedia que éramos nosotros. Cuando fuimos al Campeonato en el 74, yo era uno más de los 10.000 chicos del país que participábamos. Alberto: Los juegos Evita se hacían en la Escuela Regional de Corrientes, que aún existe; venían las delegaciones del interior de la provincia, que habían ganado en cada una de sus especialidades y ahí se hacía el provincial, estaban los mejores atletas y cuando entraba Lomónaco... se paraba la Escuela Regional completa... ¡el tipo era el Usain Bolt! 70 Rory: Porque aparte era un tipo con presencia, tenía físico de atleta, presencia de atleta, ética de atleta... todo... todo. Alberto: Era lo que lo llevaba a ganar. Era al que todos querían ganar y nadie pudo ganar. De los que yo me acuerdo nadie pudo ganar a Lomónaco, no me acuerdo el nombre, sé que tenía varios hermanos. Rory: Este compañero era “El Deportista”, porque aparte se distinguía en disciplinas difíciles…, yo jugaba al fútbol, en el fútbol éramos once, uno pasa desapercibido salvo que seas Messi... el resto éramos 10 obreros y un chico llamado Turín que era el sobresaliente... Sería: Turín y 10 más... Messi y 10 más... es la realidad. Pero Lomónaco sobresalía en 100 metros llanos, salto en largo, salto en alto y garrocha...

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Usain Bolt, atleta olímpico jamaicano que, como velocista, ostenta once títulos mundiales y ocho olímpicos. Record mundial de los 100 y 200 m (marca 100m: 9,58). Retirado en 2017.

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Alberto: Carlos Rodríguez, el famoso atleta Chango Rodríguez, era un compañero nuestro de la facultad, ahora es médico y vive en Palmar Grande, Corrientes. Lomónaco era el eterno ganador del Chango Rodríguez, nadie le ganaba en los 100 metros, ni en salto en largo ni en salto en alto tampoco. Porque en salto en alto, que era la especialidad del Chango Rodríguez, nunca le pudo ganar a Lomónaco. El Chango era de Corrientes, Capital. Lomónaco era diferente…, porque en los 100 m era imbatible; en esa época no me acuerdo la marca, pero la marca de él era imbatible, en salto en alto también, me consta porque un muchacho de mi pueblo, Empedrado, que es Mariano Faraone, gran atleta, brillante saltador, jamás le pudo ganar en salto en alto. Lomónaco era el número uno en 100 m. Era un dotado, Un diferente. No lo puedo imaginar vestido de calle, lo veo con su equipo, grandote, con ese físico privilegiado que tenía... Rory: Sí, era eso, la imagen que tengo de él es del año 73, 74. Alberto: No sabía que estaba desaparecido hasta ahora. Rory: Yo me enteré acá en San Roque, creo que en el 78 o 79, que Lomónaco estaba desaparecido. Pasaron muchos años y no me animé a preguntar; acá venía un muchacho Lomónaco de Santa Lucía, vendedor de joyas, nunca me animé a preguntarle si tenía algo que ver con él porque yo sabía que estaba desaparecido y no quería exponerlo, era 78... 80... en esa época. Acá se conoció enseguida porque era el referente del atletismo. Era el atleta de Corrientes, era el mejor, sin dudas. Tenía un futuro brillante. ¡La dictadura malogró un gran atleta!

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RAÚL ANTONIO MÉNDEZ, EL HABANO

Hubo una Navidad que estaba toda la familia reunida para festejar y ¿quién faltaba? … ¿dónde estaba?... Sentado sobre un cajón de tomates, a la mesa de la familia Bobadilla, paraguayo, zapatero del pueblo, tomando un vino... Y ante el reclamo de la familia, los miró y dijo: –Estoy donde tengo que estar.

Evar Méndez, hermano mayor Raúl nació en Santa Lucía, Corrientes, el 12 de enero de 1951. Hijo de Leopoldo Méndez y de Margarita Barceló, fue el tercero de los 6 hijos del matrimonio, es dos años menor que yo. Papá fue agricultor, empleado y comerciante; tenía un almacén en la zona rural con venta de granos, harina, carne, grasa, todos productos habituales en la comida de los campesinos. Nuestra familia siempre estuvo comprometida con las luchas populares. El tío Judelio, trabajó en los quebrachales de Villa Guillermina y fue asesinado en tiempos de La Forestal; el tío Sulpicio Méndez cuando el gobierno de Perón, fue electo diputado en dos períodos, su segundo mandato fue interrumpido por el golpe, pudo 169


refugiarse en Paraguay, donde se mantuvo 10 años exilado. Papá, peronista, fue detenido en la comisaría de Santa Lucía cuando el golpe del 55. En la casa todos ayudábamos, todos trabajábamos en soldadura, mecánica, albañilería…, eso fue inculcado por papá que decía “Como buen peronista, hay que trabajar”. Raúl desde chico, se destacaba: en la escuela primaria lo convocaban para las representaciones, fue San Martín, Belgrano, Mariano Moreno… En la escuela secundaria fue parte de la selección de básquet y fútbol, fue integrante del Coro Estable de la escuela. Le gustaba mucho cantar, era cantor de chamamé, sus preferidos eran Montiel y Mario Millán Medina, de este último decía que era un cantor de protesta. También le gustaba Sui Generis. Muy amigo de la gente, visitaba sus casas; muchas veces mamá salía a buscarlo a la hora de comer y lo encontraba sentado a la mesa de alguna familia amiga, conversando, compartiendo una carcajada. Hubo una Navidad que estaba toda la familia reunida para festejar y … ¿quién faltaba? ¿dónde estaba?... Sentado sobre un cajón de tomates, a la mesa de la familia Bobadilla, paraguayo, zapatero del pueblo, tomando un vino. Y ante el reclamo de la familia, los miró y dijo: –Estoy donde tengo que estar. Era muy respetuoso de la mujer. Expresaba mucho rechazo al machismo, al maltrato, a las fiestas comercializadas… cuestionaba a los comercios que para Navidad adornaban una vidriera con luces y un pesebre, solo para vender, decía: –Es el capitalismo el que se beneficia, va contra nosotros… ¡déjense de joder! En 1975, hubo una reunión abierta de empresarios, organizada creo que por la Cámara de Comercio de Goya, en un momento habló alguien del Partido Justicialista y dijo algo así como que el peronismo era el que iba a defender a los pobres, Raúl, desde su lugar, se plantó y dijo: –El peronismo tiene que ser revolucionario, no tiene que haber pobres, no va a haber pobres, así que ¿a quiénes van a defender? Con eso tenemos que terminar. Raúl estudió en Santa Lucía, en la Escuela Normal se recibió de maestro a los 17 años. Su primer trabajo en la docencia lo cumplió en una escuela rural próxima al Puente San Juan, al sur de Goya, se 170


desempeñó allí durante los años 69 y 70. Eran tiempos en los que los campesinos tomaban consciencia de sus derechos y comenzaban organizarse y a luchar por ellos. Raúl era católico y acompañó a Mons. Devoto, obispo de Goya, en las reuniones que se hacían en Cruz de los Milagros, Paraje La Bolsa, Villa Córdoba. También hubo reuniones en su casa, entonces doña Margarita mostraba sus dotes de cocinera y su satisfacción ante esa mesa compartida muchas veces con Mons. Devoto y el padre Jorge Torres, a quienes les preparaba sus empanadas preferidas. Aunque era muy joven, Raúl siempre sobresalió en las reuniones, sabía escuchar y dialogar, era muy respetado y querido por los campesinos mayores. Solía decir “hay que luchar… resignarse es lo peor”. En un momento hubo problemas con el dueño de la estancia donde se encontraba la escuela en la que trabajaba y, como consecuencia, quedó detenido en Goya, 3 o 4 días. Para mí ese fue un punto de inflexión en la vida de Raúl. Dejó la docencia y se fue a estudiar medicina en la UNNE, en la capital de Corrientes. Militando en la JUP en 1974 fue con los compañeros a Buenos Aires, a la Plaza de Mayo, de la que se retiró con el conjunto de cros. del peronismo revolucionario y Montoneros. No obstante, en una oportunidad cuando volvió a Santa Lucía, minimizaba el hecho, y reafirmaba su confianza en Perón. En 1975, fue parte de la Junta Promotora del Partido Peronista Auténtico, promoviendo su organización en Santa Lucía con compañeros de Goya, luego de una amplia reunión realizada en “El Ancla”, costanera de Goya, con la presencia de Jorge Cepernic, de Santa Cruz. Era muy activo, andaba y vivía para la gente, estaba allí donde era necesario, discutiendo y difundiendo su pensamiento. Era firme en sus ideas, estaba convencido de la necesidad de encarar la lucha armada como único modo de lograr las tres banderas peronistas. En octubre del 76, fue la última vez que lo vimos en Santa Lucía. Fue, limpió todo lo que tenía en la casa, dijo que se iba a Curuzú Cuatiá, pero luego supimos que lo vieron en Corrientes. Poco antes de la fiesta de San Judas Tadeo, llegó el primer allanamiento a la casa de la familia, estábamos todos: papá, mamá muy enferma y nosotros, los 171


hermanos; buscaban a Raúl, amenazaban diciendo que si lo “cazaban”, lo quemaban vivo, nos maltrataron a los muchachos y las chicas. Posteriormente hubo cinco allanamientos. Luego supimos que había sido secuestrado entre el 6 y el 8 de noviembre, en Corrientes. Fue visto en el Regimiento de Infantería 9, de Corrientes y en la Brigada de Investigaciones y en la Alcaidía de Resistencia, Chaco. Sobrevivientes testimoniaron las crueles torturas a las que fue sometido, a las que enfrentó manifestándose Oficial del Ejército Montonero y exigiendo respeto en esa condición. En diciembre de 1976 mamá recibió un llamado telefónico de una persona que no se identificó y afirmó que Raúl había sido asesinado en la Masacre de Margarita Belén. No lo sabemos y aún permanece desaparecido.

Jose Carlos Méndez, hermano menor

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“La forma de permanecer sentado, y más en esa época, ya te demuestra su personalidad rebelde”, escribió José Carlos mirando la foto en FB. Era mi maestro, mi compañero, mi guía, mi protección. Al ver esta foto que no conocía, inmediatamente me vino a la memoria una mañana de tal vez abril del 68, frente a la iglesia de Santa Lucía, él portando con otro compañero una pancarta, nombre quizás muy pomposo para una cartulina escrita con reiterados trazos de birome letra por letra, para dar inicio a una Marcha Por La Paz convocada por nuestro sublime Padre Torres y Monseñor Alberto Devoto ante el asesinato de Martin Luther King. Yo, todavía parado en la vereda viéndolo iniciar la marcha, tan chiquitito, diminuto pero lo veía gigante, tanto que hasta hoy sigue su imagen agrandándose. ...¡Y una multitud dimos vuelta alrededor de la plaza!

Ramón Rodríguez, compañero militante del PJ ¡Claro que me acuerdo del Habano! Los compañeros de fútbol le pusieron ese nombre, porque era medio petiso y fornido. Tenía mucha fuerza y era un gran jugador de fútbol. Yo nací en la Loma de Lavalle, en 1941 y hace más o menos 50 años que vivo en Santa Lucía. medio poco es lo que me queda…¡y justicialista viejo, ya! Yo no sabía casi pero me gustaba, me gustó el peronismo desde el día que me di cuenta en la escuela…la escuela 288, me di cuenta lo que era y bueno, ahí yo…ya quedé. Siempre me gustó la política, desgraciadamente todas las vueltas nos tocó mal, pero aguanté, aguanto, todavía sigo trabajando ahí, en el peronismo, ya no cambio más. De Habano nicó ¡todo era la política no más! Acá teníamos una Unidad Básica, en lo de Isidoro. Anduvimos mucho para las elecciones cuando Cámpora-Solano Lima. Y el día de las elecciones, la primera vez que ganó, que ganó…Cámpora-Solano Lima…Bueno, Raúl me dijo a mí ese día “Ahora llega lo que queremos”. Fuimos a esperar a Perón, fuimos a Ezeiza, en colectivo, pero no alcanzamos a llegar donde él 173


estaba y ya nos dimos vuelta. A los pocos días no más, fue Presidente. Se fue Cámpora y vino Perón. Raúl andaba y en esa época yo andaba con él, con las Ligas Agrarias, luchando a la par del padre Torres, Diego Orlandini… El padre Torres, era muy humilde, muy bueno, político demás era, organizaba todo. Anduvieron siendo buscados por la policía ya en época de don Julio Romero. Fueron detenidos Diego Orlandini y el padre Torres, también la maestra Vargas bien a principios del 76. Después del golpe fueron todos buscados por el ejército y algunos detenidos mucho tiempo. Yo me salvé porque hacía unos días había escondido todos los papeles, tiré todo porque sabía que me iban a llegar a mi casa a revisar… me allanaron un montón de veces. Me acuerdo que tuvimos que meter por todos lados los libros, teníamos montón de libros del peronismo, del peronismo revolucionario. Al Habano lo acompañaba la gente, tenía no sé, carisma ¡un carisma!…muy simpático y luchaba por la gente pobre…por los humildes. Porque él sabía hacer de todo, sabía poner inyecciones, sabía curar, sabía enyesar, sabía coser heridas, no había cosa que no hacía…hasta se iba a atender parto allá en medio del monte cuando las mujeres no podían…no tenían en qué venir. Si, ¡tenía que ir! ¡de todo sabía! Después en la época de los militares, …pasamos mal porque acá mandaban los militares pue…El Teniente Primero Uturriaga que vino como interventor y le empezó a perseguir al Habano y no le encontró más… vino y se instaló en la Municipalidad con un grupo de soldados…Había un montón de alcahuetes en Santa Lucia…que le pasaban informes… Del Habano no se supo nunca más... Y ya poco, lo último ya…de lo último no le visto yo pue, no, quince días habrá sido que no lo visto; la última vez que estuve con él fue el día que le vinieron a buscar a él pue, pero no le encontraron… Los militares pensaban que nosotros le teníamos escondido y preguntaban. A mí me preguntó una vez un Teniente 1°, no me acuerdo más el apellido, por El Habano y le dije que no, que éramos 174


conocidos sí, pero que no nos veíamos nunca con él (Se ríe) ¡Todas las noche estábamos juntos! Hasta esa noche antes que se perdió. Y sí, como yo siempre andaba con Habano…no sé cómo no caí cuando él perdió y yo quedé solo…¡va...quedamos unos cuantos!, pero yo era la junta de Habano y…era otra cosa salir con él,. Yo sabía… sabía que cuando lo cazaban a él me llevaban a mí también, no había salvación. Pero no me detuvieron nunca porque al Habano es que le buscaban nomás… Y hay a veces me pongo a pensar a la noche y yo digo que le agradezco a Dios que me da vida…

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EDUARDO FERNÁNDEZ, LALO

…No era agresivo con nadie, siempre tenía una sonrisa, por ahí si perdía... con una sonrisa te ganaba. Siempre era ganador en ese aspecto porque si no sacaba su diez, o a lo mejor no le ponían nota, con su concepto y con su simpatía doblegaba a cualquiera...

Gladys Leonor Hanke, Beby, esposa y compañera de militancia. Yo lo conocí a Lalo cuando se hizo la huelga tabacalera en el 73, antes de que se formara la Juventud Peronista en Goya. Apoyábamos la huelga como estudiantes y decíamos "Estudiantes, campesinos... todos un mismo camino”. Así nos conocimos, fuimos amigos; él estaba terminando la Escuela Técnica y yo estudiaba Literatura en el Instituto Superior del Profesorado “José Manuel Estrada”. 177


En esa huelga tabacalera, desde el Instituto y desde distintos grupos de la Iglesia se apoyó a los campesinos, los gremios también apoyaron, tan es así que en el Sindicato de Obreros del Tabaco se preparaban las bolsas de alimentos para entregar a las familias para que puedan sostener la huelga. La huelga duró mucho tiempo, por 40 días no entregaron el tabaco. Un grupo de campesinos, alrededor de diez, empezó una huelga de hambre en la Catedral. Al principio estaban en el atrio y después Mons. Devoto los dejó ingresar y esto fue un escándalo para parte de la sociedad goyana: ¡Ocupaban la catedral para estas huelgas! ¡Que los huelguistas y los catres daban mal espectáculo! Pero la cuestión es que esto atrajo a la prensa nacional, tanto que salimos en la revista ASÍ. Recuerdo que un vendedor de diarios me dice un día por la calle: – Señorita ¿ésta es Ud.? Estaba yo en una foto de la revista así que se la compré. Entonces no era tanto el impacto de la TV, la revista ASÍ era lo más popular. Era sensacionalista pero este hecho de Goya llamó mucho la atención. Evidentemente la presencia del Obispo, del padre Ramondetti, toda esa actividad llamaba la atención. Creo que este grupo de apoyo es el que más tarde dio origen a la JP, ya en el 73. No recuerdo mucho de Lalo en ese momento, en la catedral estábamos cuidando la entrada mientras los huelguistas descansaban, y charlábamos entre los integrantes del grupo.... No lo recuerdo mucho en particular, sí recuerdo que estaba dentro del grupo. Después nos volvemos a encontrar cuando gana Cámpora. Vino a Goya Gerardo Gómez Muñoz a hablar de la necesidad de organizar la juventud para tener una participación política; hasta entonces éramos un grupo de jóvenes que teníamos una inquietud social, nada más. No recuerdo exactamente cuándo se comienzan a hacer las reuniones para organizar la Juventud Peronista, fue en la casa de Lalo; al padre le decían don Cheto, era dirigente de la CGT, peronista, había sido diputado provincial, muy conocido y en el amplio garaje de su casa se hacían las reuniones, éramos 50 o más jóvenes y comenzamos a interesarnos por todo lo que estaba ocurriendo. Yo no era peronista, no tenía una ideología partidaria o un partido, lo que si tenía claro era que desde el 178


cristianismo, necesitábamos tener un compromiso social para ser coherentes con el pensamiento cristiano. Ahí empiezo a conocer el peronismo, también en una charla con Camozzi, en el 72 cuando Perón iba a volver, me empezó a intrigar que qué era esto, qué iba a pasar, si era bueno o si era malo, porque siempre había escuchado que la dictadura... que la tiranía..., todo ese discurso, ¿no? Entonces Camozzi con la claridad que tenía, me explicó en forma personal en una oportunidad en que fui a la casa parroquial a buscar un libro y vi una revista Panorama sobre su mesa de lectura, en la tapa estaban Perón y Evita y le pregunté sobre el peronismo. Con toda esta explicación me quedó bastante claro qué significaba Perón para la Argentina, empecé a visualizar que por ahí venía un camino o posibilidad de cambio. Así que empecé a leer todo lo que encontraba, a informarme. Cuando nos estábamos organizando hacíamos estas reuniones y recuerdo que una vez alguien dice que iban a poner de responsable a Lalo y don Cheto dijo: –Si quieren un irresponsable... ahí lo tienen. Un poco en broma, pero después me enteré que Lalo desde los 8 años andaba con su papá, iba a las reuniones del campo y a todas las reuniones políticas. Lalo sabía mucho del peronismo. Lo había vivido y estaba compenetrado con todo lo que significaba eso. Así había

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formado en su casa, cuando tenía 8, 10 años, el Club de Niños Peronistas. Lalo más tarde forma la Unión de Estudiantes Secundarios en la Escuela Técnica, creo que era presidente del Centro de Estudiantes. Esa frase del padre es lo que tengo de ese momento y Lalo con su pinta: de overol de la escuela técnica, sus ojotas y su pelo siempre despeinado. Con el triunfo de Cámpora, el 11 de marzo de 1973, se abre todo un panorama para los que éramos nuevos en la militancia y creo que acá en Goya, como jóvenes era la primera vez que asumíamos un compromiso político. Anteriormente habíamos militado en grupos de la Iglesia, íbamos a los barrios, dábamos catequesis, hacíamos reuniones de concientización con los jóvenes. Recuerdo que también en ese año, se produjo una inundación a causa de las lluvias. El barrio San Ramón estaba lleno de agua, nos organizamos y al grupo del Instituto le tocó ir a ayudar en la Capilla San José donde había familias evacuadas, Lalo también estaba en esas tareas. Recuerdo que Mons. Devoto iba a la Capilla, hablaba con la gente. Había una olla grande para los evacuados y nosotros preparábamos la comida, tanto es así que el primer guiso nos salió un matete, no éramos muy expertos.... Después fuimos charlando en forma más personal con Lalo, porque comenzó a concurrir a las clases abiertas del Instituto ya que el Padre Camozzi abrió su cátedra de Filosofía Contemporánea, a quien quisiera ir a escuchar. Él era profesor de los cursos de Filosofía, pero podían asistir los alumnos de otros cursos incluso gente de afuera del instituto. Había un grupo de jóvenes interesados en un nuevo pensamiento, y Camozzi hacía hincapié en el diálogo entre cristianismo y marxismo, no promoviendo el marxismo sino que mostrando que no había demonios, ni se trataba de un pensamiento nefasto sino que había algo en común, el interés por el ser humano. La diferencia era que el cristianismo miraba hacia la transcendencia del hombre mientras que el marxismo planteaba lo problemas concretos solamente. Pero el cristianismo desde la nueva óptica también planteaba los problemas sociales en una actitud solidaria y comprometida. La filosofía existencialista planteaba la existencia del ser humano “aquí y ahora”. 180


Lalo comenzó a concurrir a esas clases que siempre eran en la última hora. Iba manejando el taxi del padre, un Rambler verde claro. A la salida, íbamos a tomar un café o seguíamos charlando. Yo no tenía ningún otro interés más que el de charlar, me contaba de su militancia en la comunidad de San Ramón, de allí él conocía a Roque Monzón, Roquiño. Creo que en esa época es cuando empezamos a conocernos en forma más cercana y yo no sé por qué... esto es gracioso, quizás por su forma de ser medio rústica... yo le decía "sos un guanaco", él se reía. A fin de año luego de terminar las clases y rendir las materias yo me iba a pasar las vacaciones a Bella Vista, mi ciudad natal, y cuando estoy en la terminal llega Lalo y me da un papelito doblado. Cuando subo al colectivo abro el papelito, era una poesía manuscrita, lo que me acuerdo que decía algo como "mi niña", porque por ahí me decía niña, no me acuerdo, pero luego decía "es un regalo muy humilde del guanaco que te espera", todo eso se lo llevaron los milicos. Después fuimos a Córdoba, a Carlos Paz, con un grupo del Instituto y yo le mandé a Lalo una postal, porque en ese entonces mandábamos postales, era enero de 1974. En el 74 ya estaba más organizada la JP, a todo esto habíamos hecho un curso de sindicalismo, con Alfredo Di Pacce, todas estas actividades hacían que nos relacionáramos con muchas personas pues se había formado el Sindicato Docente. Al organizarse la JP, vinieron compañeros de Corrientes, Judit, Charito y otros... recuerdo que un compañero dijo: –Esto ya deja de ser un club de amigos, ahora tenemos que militar en serio, hacer trabajo en los barrios. Después del 11 de marzo del 73, íbamos al partido, hacíamos planteos para trabajar en los barrios, en las necesidades concretas de la gente. Queríamos hacer una cooperativa para fabricar ladrillos en la isla, eran intentos de hacer cosas. Cuando vienen estos compañeros nos organizamos por grupos y por barrios y a mí me toca La Rotonda. Así que hice mi militancia allí. Fue una experiencia muy interesante trabajar con la gente, iba con Judit. Lalo estaba en el Bo. San José. En las reuniones de la JP empezamos a tener más discusiones políticas, y se comienza a conversar la relación con Montoneros. Nuestro local estaba en lo de Dante Alberio. El 1º de mayo de 1974, Perón, echa de la plaza 181


de Mayo a JP y Montoneros, gritándoles “imberbes”. Lalo había ido a ese acto y cuando volvió nos contó lo mal que se sintieron ese día. Una noche de invierno, hacía un frío bárbaro y estaba cayendo la helada, cuando luego de una reunión en el local de la JP, veníamos cruzando la plaza San Martín y yo le dije que sí, que lo aceptaba como novio. Hacía un tiempo Lalo me había planteado formar pareja, pero yo no me decidía, si bien me gustaba eso de compartir la militancia, la pareja era algo distinto, de más compromiso personal. Se emocionó, estábamos en el medio de la plaza, era el 26 de julio de 1974, aniversario de la muerte de Evita. Lo que recuerdo es que dijo: –¡Ah, cuando les cuente a los muchachos! Parece que ellos lo cargaban por mí. Lo interesante de aquella época era que estas relaciones eran realmente de amistad, yo creo que era algo lindo y cuando decíamos que sí, también lo tomábamos muy en serio. A partir de allí comenzó el noviazgo. Yo ya no vivía en la pensión de la familia Benedí, vivía en lo de Marilú Genes, así que estaba cerca de la casa de él. En cualquier momento del día pasaba por la pensión. Esto fue en el 74. Recuerdo que a Ana María, una de mis compañeras de curso en el profesorado, que andaba de novia con un muchacho al que le decían Satanás, yo le decía "Susanita" (el personaje de Mafalda) porque lo que ella quería era casarse, luego cuando me vio de novia se desquitaba cargándome. Estábamos cada vez más comprometidos con la militancia y con Montoneros. Se produjo ya el quiebre con Perón luego del 1º de mayo, renunciaron ocho diputados de la JP, la Triple A asesinaba compañeros, el ambiente se ponía cada vez más difícil. En octubre del 74, don Cheto le planteó a Lalo que tenía que optar. Evidentemente la relación de familia se hizo difícil también, él no contaba mucho eso, pero un día vino muy afectado, creo que lloraba y me contó que el padre le había dicho que opte entre su militancia o la familia. Él no aceptaba que su hijo no siguiera sus pasos políticamente, se había formado con él y ahora estaba en otra dirección. Era una cuestión política y personal, por su forma de ser patriarcal; políticamente era progresista pero en su forma de ser, en su familia era patriarcal, incluso a las mujeres de su familia se las escuchaba poco. En su familia él era al que consultaban todos, sus 182


hijos y todos sus parientes y que el hijo saliera con otro planteo, no lo aceptó. Al parecer siempre Lalo transgredía las reglas que le imponía. Lalo vivía en una habitación independiente de la casa y el padre le trancaba con llave la puerta para que no saliera de noche y él salía por la ventana; el padre quiso que estudie perito mercantil para que atienda el negocio de venta de repuestos y Lalo aunque se recibió de perito luego se recibió de Técnico mecánico en la Escuela Técnica. Lalo a los cuatro años ya iba a la escuela primaria con su madre Clarita Parodi que era maestra en la Escuela D'Arrigo (la actual Isabel King). Hizo el secundario en la Escuela de Comercio (por indicación de su padre) pero luego de recibirse de perito mercantil ingresó al Ciclo Superior de la Escuela Técnica donde se recibió de Técnico electromecánico a fines del año 73. Le gustaba la mecánica, el taller. Venía de ese ambiente, en su casa, su papá tenía un taller de motos que atendía un primo y venta de repuestos. Le gustaban las motos, arreglarlas y manejarlas. Por eso andaba siempre de overol. Tenía una motito Puma y varias caídas, incluso se había fracturado un brazo y no se lo dijo a nadie, se le remendó solo el brazo. Cuando el padre le obligó a optar entre la militancia o la familia, me preguntó qué pensaba yo, le dije que opte por lo que él quería, que yo lo iba a apoyar. Y es así que eligió seguir con su militancia. El padre fue tajante, si seguía con la militancia tenía que irse de la casa. No era... si te parece... nomás. Tenía que irse a vivir a otro lado. Yo hablé con el padre Pablo Sánchez de Bella Vista, si podía alojarlo hasta que nos casáramos porque yo estaba terminando de estudiar, y Lalo fue a vivir por unos meses a la capilla San José, en Bella Vista. El Padre Sánchez era del grupo de Sacerdotes para el Tercer Mundo así que teníamos un pensamiento afín. No sé si actualmente vive, tenía cáncer de pulmón, en el 99 lo vi en Corrientes. Lalo se hizo muy amigo de él y se integró a las tareas de la capilla. A fines del 74 cuando yo había terminado de cursar el profesorado me quedaban dos o tres materias para marzo: Literatura latina, Literatura griega, Historia de la lengua… En las vacaciones fui a instalarme a Bella vista. Lalo se contactó con el referente de la JP y comenzó a militar en el Barrio Laguna Aguilar. Lalo era muy 183


extrovertido, con la gente del barrio hacía bromas. Lo querían mucho porque era uno más. Nunca dejó de tomar unos vinos, jugar a las cartas, al truco... bromeaba siempre, por ahí veía una chica linda por la calle y se daba vuelta y me decía: –Bueno… me voy un ratito y vuelvo ... Para Navidad fuimos a festejar al Barrio, a él le gustaba la guitarra, le gustaba cantar. Cantaba música de Los de Imaguaré, de Horacio Guarany, nosotros meta baile y él con la guitarra. Cuando volvimos no sé qué hora sería si las 4 o 5 de la mañana y mi mamá me acuerdo que estaba en el medio de la calle, él venía con la guitarra al hombro y sosteniéndose un poco. Mi mamá estaba enfurecida... ¡Qué iban a decir los vecinos, a la hora que llegaba... y que no estaba casada todavía...! Apuramos el casamiento, yo siempre fui de la idea que los noviazgos largos no servían para mucho. En Goya, las compañeras del Instituto me hicieron la despedida de soltera en lo de Elsa Sáenz, a mí y a otra compañera, Ana María. Nos casamos más o menos en la misma fecha. Nos regalaron a cada una un afiche dibujado a mano. En el de Ana María, estaba ella sentada en la cama y Satanás practicando básquet en un aro... Y el mío era uno en el que yo en ropa interior, sentada en la cama esperaba a Lalo mientras él estaba leyendo un libro de Perón, no me acuerdo si era la Comunidad organizada y en un globito de diálogo él me decía: –Esperame china que ya termino de leer. Elsa dibujaba eso, cada uno con sus características. Estaban buenos. Un tiempo después mi mamá vio el dibujo y rompió el mío ofendida. Nos casamos el 13 de febrero de 1975, en Goya, en la capilla San José. Juan Carlos tiene fotos del casamiento por el civil porque lamentablemente las de la iglesia se las llevaron los milicos. Las fotos que había sacado Chela, mi tía, primero estuvieron en lo de Doña Clarita, después las llevamos y 184


se perdieron en el segundo allanamiento, en casa de mi mamá, se las llevaron. Estaban los Bello en la foto, ellos fueron nuestros testigos de casamiento. El casamiento por civil se hizo a la mañana y el de la iglesia a la noche, en la capilla San José. La mamá y Graciela, la hermana de Lalo estuvieron en el Civil, Lalo tenía 20 años por lo que no era mayor de edad para casarse (debía tener 21) por lo tanto la madre tuvo que firmar la autorización, pero don Cheto no estuvo en ninguna de las dos ceremonias. Fue un casamiento al estilo de la época, sin vestido de novia blanco sino un vestido común. Los curas que nos casaron fueron Camozzi, el padre Paolo Sánchez, que lo había alojado en Bella Vista y Diego Orlandini, que era el cura de San José. El festejo fue a la canasta en el patio de la Capilla, cada uno llevaba algo para comer o tomar. Fuimos a vivir a Bella Vista, allí militábamos en el Barrio Laguna Aguilar y alquilamos una pieza precaria. Ahora esa laguna está seca, pero en esa época el hotel El Triángulo que estaba sobre la ruta, desagotaba las aguas servidas en la laguna porque no había red cloacal. Los chicos se metían en el agua y tenían un montón de problemas de salud. Bueno, así se armó toda una movida con Roque Martínez que era un referente peronista, un muchacho de mediana edad, muy particular, flaco y solterón, pero que tenía muchas novias. Todo el barrio lo reconocía mucho, era imprescindible estar con él para que la gente nos recibiera. Luego no supe qué fue de él porque en 1976 se fue a Buenos Aires y no volvió más por Bella Vista. Fueron muchas las actividades en el Barrio. Se organizó una Comisión Vecinal que presentó al Concejo Deliberante una nota de los vecinos para que se clausure el desagüe del hotel. El barrio ganó la pulseada. Yo los sábados a la mañana daba clase de apoyo a los chicos y a la tarde trabajaba con un grupo de mujeres. Los compañeros nos llevaron una máquina de coser, me parece que fue Ñaró[1], una máquina para el costurero del barrio que funcionaba en la casa del presidente de la Comisión Vecinal. Era un rancho con una galería, allí una modista del barrio nos enseñaba a coser, hasta yo me cosí un vestido, cosa impensable para mí. En la reunión de mujeres se hablaba de todo, incluso de los chismes del barrio… 185


Lalo trabajaba con los muchachos, en los barrios era separado el trabajo entre varones y mujeres. A veces jugaban al fútbol. Él trabajaba con los despojadores de naranja. En los camiones con los despojadores iba a las quintas con la intención de formar el gremio de FATRE (Federación de Trabajadores Rurales y Estibadores). En Bella Vista la producción de naranjas era muy importante en esa época, luego decayó mucho. Había varias fábricas, l Crush, COBEVI, Río Bermejo. FADESA era otra fábrica que estaban construyendo y quedó todo el esqueleto de hormigón incompleto. Procesaban los cítricos, se extraían los aceites esenciales, se hacían los jugos, los concentrados. Mi papá en 1960 construyó una de esas fábricas, diseñó toda la maquinaria ya que él tenía su taller mecánico, había estudiado en una escuela industrial de Alemania y era muy creativo. Durante 1975 Lalo militaba con los despojadores de naranja, pero también venía a Goya, porque integraba la Organización Montoneros así que tenía reuniones en Goya. Yo terminé de cursar el Profesorado de Castellano, Literatura y Latín a fines de 1974, y rendí en marzo de 1975, las materias pendientes. Me costó estudiarlas porque mi vida ya era otra. Recuerdo que Lalo quedó lavando unas ropas que había en un fuentón y yo me vine a Goya a rendir. La JP estaba dividida en siete Regionales. Nosotros éramos la IV. En enero de 1976 vinimos a vivir a Goya. Nos alojamos un tiempo en lo de Mabel (recuerdo a su mamá doña Paulina, siempre muy amable, recibiéndonos). Luego fuimos a vivir a un ranchito al fondo de la casa de doña Tota Cometa, militante histórica de la Rama Femenina, en la Avenida Sarmiento cerca de la estación de ferrocarril. Era de lo más precario, había una pieza y una cocinita tipo Carú, el baño estaba afuera y nos bañábamos en la misma cocina. Habremos estado dos meses, hasta el golpe. Desde antes del golpe ya había mucha inseguridad. Ya habían caído compañeros presos y hubo secuestros y muertes en Corrientes, Chaco y otros lugares del país. Al principio no nos dimos cuenta cómo venía la mano hasta que llegaron las noticias de las primeras desapariciones. Después del golpe del 24 de marzo de 1976, dejamos lo de Doña Tota y fuimos a Bella Vista por unos días y luego fuimos 186


destinados por la Organización a establecernos en Corrientes. Había habido detenciones en Goya como la de María Josefa Raimbault, profesora del Instituto. Lalo viajaba a Corrientes con frecuencia. Finalmente, la decisión fue que nos estableciéramos allá, él fue primero y después fui yo. Era una pieza en un lugar medio raro en las afueras, digo esto porque fue una época medio fea, porque más allá de vivir con la inseguridad siempre yo estaba con ese temor de que si Lalo iba a volver cuando salía o cruzaba a Resistencia. Recuerdo esa sensación de inseguridad y de soledad. Además, yo no tenía mucho contacto con la gente de allí. Había un grupito con el que por ahí me encontraba, pero... Estuve en Corrientes de abril a junio, fines de junio. En Corrientes también se puso bastante dura la mano así que se decidió que yo me quedara en Bella Vista en lo de mi mamá y Lalo vivía entre Corrientes y el Chaco. Creo que no tenía domicilio fijo. En Bella Vista, en octubre de 1975, se realizó una cena en un comedor sobre la ruta, para festejar la formación del Partido Peronista Auténtico, con intenciones de participar en las elecciones previstas para 1976. Ya había muerto Perón y estábamos fuera de las estructuras partidarias justicialistas y si queríamos participar en las elecciones teníamos que tener una herramienta electoral, un partido. La gente que participó en ese partido también fue muy perseguida. En ese acto, durante la cena, yo dije unas palabras; había venido un compañero de Corrientes, los dirigentes y líderes del barrio, habremos estado unas 4050 personas. Cuando en junio del 76 volví a Bella Vista, estaba embarazada. Con Lalo queríamos tener un hijo, estábamos contentos. Apostábamos a la vida, por eso queríamos tener hijos, hacer la vida de cualquier pareja, cualquier familia, la mayoría de los compañeros tuvieron familia. Así estando en Bella Vista una vez me visitó Elsa, otra vez, Mabel. Se evitaban los llamados telefónicos. Una vez recibí una carta de Lalo, por correo, sin remitente, donde preguntaba por el “zapallito”, si crecía bien. Si era un varón decía, le iba a regalar una camiseta de River y una pelota, y si era nena una muñeca. En oportunidad de mi detención esa carta estaba entre mis ropas, revisaron todo y por suerte no la 187


encontraron. Después la quemé junto con otros escritos de Lalo, unos poemas hermosos. Ahora lo lamento, pero no podía mantenerlos. Lalo anduvo por la casa de mi mamá entre el 6 y el 9 de agosto. De tanto en tanto, venía algún fin de semana. Pero luego de esa fecha no volvió a Bella Vista y no lo vi más ni tuve más noticias, salvo la carta que mencioné. Siempre tenía esa angustia de no saber qué pasaba, muy difícil de sobrellevar, siempre estaba pensando en él y en como estaría. El 12 de julio del 76 mataron en Tucumán a Juan Carlos Aguirre (militante goyano de Montoneros y en cuyo homenaje puse ese nombre a mi hijo cuando nació). Yo me enteré por la radio del lamentable suceso. La muerte de alguien tan cercano (yo lo conocía porque había vivido de pensionista en casa de su suegra, como dije antes), fue un hecho muy fuerte. En agosto supe que detuvieron a las profesoras del Instituto “José Manuel Estrada”. A mediados de septiembre en Bella Vista realizaron el denominado Operativo Toba, de acción cívica. Iban a las escuelas, daban atención médica y odontológica a los niños, pero a la vez hacían operaciones de inteligencia y detenciones de militantes sociales y políticos. Lo hicieron también en el interior del Chaco, y en zonas vecinas a Goya como Gobernador Martínez, donde se habían desarrollado las Ligas Agrarias. Cuando allanan la casa de mi mamá, no sabían bien quién era yo. Pienso que como en Bella Vista todos nos conocíamos, al preguntar a cualquiera, me podían haber nombrado o mencionado mi casa, porque el trabajo del barrio era a la vista de todos. La primera llegada de los militares y policías a las cuatro de la mañana fue preguntar quién vivía allí, algunas preguntas más y se fueron. Justo estaba de visita Mabel. A las dos horas volvieron con fotos de la cena del Partido Auténtico, siempre pensé que se las facilitó el hijo del dueño del restaurant que esa noche las estaba sacando, en aquel momento parecía que estuvieran recién reveladas, todavía húmedas. Allanaron la casa y me dejaron con detención domiciliaria con un policía en la puerta. Nadie podía entrar ni salir de la casa. Esa noche nos interrogaron por separado a Mabel y a mí. Por suerte no sabían nada específico sobre ella y dejaron que llamara por teléfono a su familia en Goya para que la buscaran, cosa que ocurrió 188


a la medianoche. Cuando se iba, por lo bajo le pedí que mandara avisar a Lalo de mi detención. Evidentemente el aviso llegó a destino porque cuando él se encontró con Mirta Alaya y también Elsa Sáenz en Buenos Aires les dijo que yo estaba detenida. Me dejan detenida, en el mismo domicilio de mi mamá hasta el día siguiente a la noche en que me llevan a la Comisaría de Bella Vista donde permanecí 15 días. Durante los primeros días estuve con los ojos vendados y escuchaba que entraba y salía gente. Habían llevado a vecinos del Barrio Laguna Aguilar y otros militantes del lugar. Luego los dejaron en libertad. La única que permaneció detenida fui yo. Con Lalo no tuve más contacto ni supe de él, estando detenida cuando me visitaban siempre había alguien delante. Estuve 15 días en Bella Vista y luego me llevan al RI9, al galpón que ahora es Sitio de Memoria. Una semana después fue mi mamá a verme, me llevaron en un salón donde había unos sillones allí, pero había alguien delante siempre escuchando. Después en la Federal que estuve una semana hasta que me llevan al Buen Pastor o Pelletier. Juan Carlos nace el 31 de enero de 1977. Como en el Buen Pastor no había atención médica ante las primeras señales del parto, llamaron al Regimiento; hicieron todo un operativo para llevarme a la Maternidad Nacional de Corrientes, hoy Banco de Sangre. Mi mamá siempre me siguió el rastro, sabíamos que me podían sacar al bebé, así que ella para que no le saquen el nieto, estaba siempre atenta. Justo el día que nació Juan Carlos, que fue lunes, aparece ella en la maternidad. Juan Carlos estuvo conmigo hasta los 7 meses en el Pelletier, porque allí se podía tener a los chicos; dentro de todo estábamos bien allí en el pabellón de madres Una vez que nació Juan Carlos, mi mamá les dijo a los militares: –Pero mi nieto no está anotado en el Registro Civil, es NN. ¿Cómo van a hacer para registrarlo? Insistió una y otra vez hasta que, que en febrero fue alguien del Regimiento con la Jefa del Registro Civil, con el libro de nacimientos y lo anotaron. Me preguntaron el domicilio del padre y yo les dije que no sabía. Y dice la del Registro Civil: –Pero este caso nunca vi... de todos modos di la dirección de la casa paterna de Lalo, en Goya. Yo no sabía dónde estaba él y tampoco se lo iba a decir. Y así Juan 189


Carlos quedó anotado con domicilio en el Pelletier, con esa constancia pudo gestionar la reparación a hijos nacidos en cautiverio. Incluso ahí se lo bautizó el 1° de mayo, fueron mi mamá, mi hermana y a mi hermana le dejaron sacar fotos. Con Juan Carlos estuve hasta los siete meses. El 14 de septiembre del 77 nos trasladan a Devoto y él queda en el Pelletier. Yo no sabía que iba a pasar con él. Yo salí a los gritos. Pero me dijo la Superiora: –Gladys Ud. no puede llevar su hijo, Uds. no saben adónde las llevan. Me dijo así. Luego me enteré que en Devoto solamente te dejaban tener a los chicos hasta los 6 meses. Yo pedí que le avisen a mi mamá. Fuimos trasladadas del Pelletier a Devoto: Martha Álvarez de Repetto, su marido que era médico traumatólogo había sido referente o apoderado del Partido Auténtico y estaba detenido en la U7 de Resistencia, tenía cuatro hijas que habían quedado al cuidado de la abuela materna, Teresita Fernández, formoseña, militante de la JUP, Lilian Losada, de Paso de los Libres y yo. Cuatro fuimos las trasladadas de Corrientes, vimos que en Cambá Punta había soldados tirados en el pasto por todos lados. Al avión nos tiraron como a unas bolsas de papas; nos llevaron con la cabeza entre las piernas y a no mover la cabeza, me acuerdo que me esposaron con mi compañera de asiento. Escuchábamos voces con acento porteño que iban diciendo por el camino que nos iban tirar al Río de la Plata, tanto voces de mujeres como de varones. Yo sentía que subía y bajaba el avión, después supimos que alzaron más detenidas en Resistencia y Misiones. Fuimos en total veintiuna las trasladadas de esta zona. Cuando llegamos nos sacan del avión a empujones y nos tiran esposadas de a dos dentro de un camión celular. Espié por la mirilla de la celda del camión y vi que decía "El Palomar". Llegamos a Devoto. Pasamos la requisa en la Capilla y ya de noche nos llevaron a un pabellón y allí una compañera, Luisa Rodríguez de Caire y me dice: – Mirá ¿conocés esto? Era el pantalón que Lalo había dejado en un bolso de ropa en la casa de ellos en Resistencia. Lo que me cuenta es que ella lo vio a principios de noviembre, antes de caer detenida. Lo encontró cerca de la Terminal vieja, porque antes la terminal de colectivos estaba en el centro. Él le dijo que estaba haciendo tiempo para viajar al sur, a 190


Buenos Aires seguramente. Elsa Sáenz también expresa en su testimonio que ella deja de verlo en Buenos Aires a principios de noviembre del 76. Por estos testimonios deduzco que cayó en Resistencia alrededor de esa fecha. Hoy lo seguimos buscando como posible víctima de la Masacre de Margarita Belén, por la fecha. Juan Carlos, nuestro hijo, es ingeniero en sistemas, vive en Resistencia, trabaja y milita en el sitio de la Memoria (Ex Brigada de Investigaciones). Tiene dos hijas: Constanza de cinco años y Valentina de tres. Su compañera es Vanesa. De Lalo puedo decir que fue una persona excepcional. Solidario, sensible, bondadoso, divertido, inteligente. Muy piola y buen amigo. Maduró tempranamente y vivió sus cortos años a full. Tenía 22 años cuando desapareció. Como militante era muy firme y comprometido, por eso creo que no le perdonaron la vida, seguramente como dice Elsa, guardó silencio para protegernos. Su memoria sigue viva en mí en nuestro hijo y en los que lo conocieron. Constanza con sus cinco añitos ya habla del Abu Lalo y va a los actos del 24 de marzo y de Margarita Belén.

Graciela Fernández, hermana Mamá se llamaba Clara y papá, Cirilo Roberto Fernández. A Eduardo, mi mamá y yo le decíamos Negro y los amigos le decían Lalo. Nació el 27 de diciembre de 1954 en Córdoba, donde nos encontrábamos por razones de salud de papá. Somos dos hermanos nada más, yo soy mayor. Nosotros estudiamos la primaria en la Escuela D'Arrigo, allí había hasta 3° grado nada más y luego fuimos los dos hermanos a la Escuela del Sur. Lalo era muy terrible, pero en la escuela se portaba muy bien, un chico uy inteligente. Entró a primer grado con 5 años. Era travieso, iba a jugar por ahí, se le pasaba la hora jugando con los amigos y había que ir a buscarlo para comer. Me acuerdo que un día desapareció, lo buscamos en todas partes... estaba escondido en un zarzo que había arriba del depósito, allí estaba escondido entre los cajones. ¡Terrible era! 191


Terminamos la primaria en la Escuela del Sur y fuimos a la Escuela de Comercio. Nos recibimos de Perito Comercial, primero yo y al año siguiente él, en el 71. Siguió estudiando en la Escuela Técnica después; le gustaba la mecánica, la carpintería. Era muy buen alumno, no estudiaba mucho, era medio vago pero siempre salía bien. Nosotros no compartíamos amistades, él tenía sus amigos y yo los míos. Yo era más de la casa, vivía prácticamente en la casa, solo salía con tías o primas. Casi no tenía amistades fuera de la escuela. El sí, él tenía muchos amigos. La verdad que yo no los conocía mucho. Deportes no le gustaban mucho, practicaba solo los de la escuela. Le gustaba la moto, eso sí le gustaba. Le gustaba andar, no competía en carreras. Le gustaba la música, a él le había quedado una guitarra del papá de mi abuelito que era guitarrero. Después mi papá le trajo su guitarra de Buenos Aires. Le gustaba el folklore, generalmente tocaba zambas, chacareras... Me acuerdo que una vez cantó una canción que me encantaba: Canción de las cosas simples de Tejada Gómez y César Isella, esa me gustaba mucho. Yo no le conocí novia, a la única que conocí fue a Beby con quien luego se casó. Físicamente era delgado, siempre fue delgado. Le gustaba el asado, esas cosas... tomaba mate y me parece que no fumaba, no lo recuerdo fumando. Para vestirse era muy informal... medio “reo” nomás... Siempre con el pelo medio despeinado y sobre los ojos. No era muy meticuloso para vestirse. Era de muy buen carácter. Mi papá era católico, íbamos a misa, pero no todos los domingos sino a veces. Mi mamá sí, pero Lalo no era tanto de la religión. Mi padre era muy amigo de Monseñor Devoto. Al principio, cuando era 192


más joven, no andaba muy bien con la iglesia, cambió cuando lo conoció a Devoto. Ahí volvió otra vez a la iglesia. Y tenía muchos libros del Concilio Vaticano II, de la Populorum progressio... era muy amigo de Palito Leiva... compartían muchas cosas... compartían ideas... actividad gremial, mi papá era del gremio de taxistas... Políticamente papá era militante peronista y Lalo lo acompañó un tiempo, después se separaron. Yo creo que las diferencias vinieron por la línea, papá era del peronismo más ortodoxo y no le gustó que él optara por la Juventud Peronista que tenía diferencias con Perón. No sé bien porque yo ya no vivía acá, estudiaba Medicina en Corrientes y solo venía los fines de semana largos y ya me iba, era poco lo que compartíamos. Cuando yo estaba estudiando en Corrientes... Lalo me visitaba. Pero nunca me dijo nada, en qué andaba, nunca. Yo vivía en casa de una chica que también estudiaba Medicina conmigo, me alquilaba una pieza. Yo iba a estudiar a casa de otra compañera y una vez para no ir de noche, me quedé en la casa de esa compañera. Me pegaba un baño, me acostaba ahí y al otro día a estudiar, aparecía por la pensión para cambiarme la ropa. Y una vez tuve un problema grande porque después de la facultad fui a estudiar a la casa de esa compañera; habrán sido dos o tres días que yo no estuve en la casa, y parece que alguien le dijo a la gente de allí que yo podía estar desaparecida, entonces llamaron y le dijeron a mi madre que yo estaba desaparecida. Y no, a mí no me había pasado nada, ellos se preocuparon nomás, les avisaron que yo no aparecía por la pensión. Ya era fines del 76. Un día, llegó Lalo, andaba con saco lo que me llamó la atención, después de aquella visita, no lo vi más incluso dejó una caja de cartón con unos almohadones y dijo que después iba a pasar a buscarla y nunca más pasó. Yo tuve la caja acá. Después supe que él andaba por Buenos Aires, en la casa de un tío mío, hermano de mi papá, y dice que estuvo un tiempo en Buenos Aires, pero no me acuerdo la fecha. Eso fue lo último que supe. Lalo se había casado con Beby y tuvieron un hijo, Juan Carlos, que nació en la cárcel, creo que en el 77. A Juan Carlos no lo veo parecido a Lalo, aunque todos dicen que se parece... Es mezcla, tiene 193

R ECEPCIÓN DE L ALO


gestos por ahí que sí son como de él, por ahí ocurrencias que tiene Juan Carlos (Se ríe) me hacen acordar a Lalo. Lalo sí que tenía cada ocurrencia... bromas, chistes... tenía sentido del humor. Cuando lo acompañé en su recepción, yo estaba nerviosa y Lalo no paraba de hacerme chistes... No recuerdo otras cosas...

Ramona Genes de Paganini, Ramoní, prima La historia del Negro es así. Mi tío Cheto se había enfermado y se fue a Córdoba. Él era diputado por el peronismo. Fue dos veces presidente de la Cámara de Diputados. Le dieron dos medallas de oro. Se enfermó de los pulmones y antes no había casi remedios y le dijeron que el clima de Córdoba era muy favorable y ahí se fue, solo. Mi tía Clarita, que era maestra, quedó aquí, Graciela era chiquita. Cuando Cheto consiguió casa, nos avisó y nos fuimos, yo vivía con ellos. A Clarita le decía Nona, todos les decíamos así, ella hacía de madre de todos, era buenísima Allí quedó embarazada del Negro y en ese inter le operaron al tío de los pulmones, en el día de San Lorenzo, el 10 de agosto, se mejoró y se sanó. Nosotros vivíamos en una casa que estaba cerquita de Cosquín, en Villa Bustos, bien sobre la ruta quedaba. En diciembre llegó el 194


momento del parto. El tío Cheto preparó el auto, tenía un Forcito, y se fueron, una hora de viaje hasta Córdoba. Lalo nació en el sanatorio Mayo, el mismo sanatorio en el que el tío se había operado. ¡Menos mal que tuvo normal el parto! Porque apenas llegaron al sanatorio, la tía salió con dolores de parto, una hora hasta Córdoba y ya fue. Estacionó el auto tío Cheto, le alzó arriba a tía Clarita, porque era arriba donde atendían los partos, él se bajó para buscar el bolso del bebé y cuando llegó arriba... ¡Ya había nacido el bebé! ¡Rápido vino! Yo me quedé con Graciela, Graciela era bebé y yo tenía 15 años. Y era una feroz casa, menos mal que teníamos unos vecinos buenísimos, que nos miraban y nos cuidaban. Y Gracielita siempre era muy enferma, pobrecita. Yo ya sabía lo que le tenía que dar, cómo le tenía que tratar. Después vinieron... menos mal. Quedaron un día o dos, después volvieron y ahí estábamos toda la familia juntita. Teníamos unos vecinos fabulosos. Eran españoles, vivían la sobrina y los dos viejitos. Y ella fue la madrina del Negro, Raquel se llamaba. No sé si viven, ya habrán muerto porque era enferma y los viejitos también. Llegó mi tío, uno que vivía en Buenos Aires, el tío Amancio hermano de tío Cheto, fue a visitarnos, él es el padrino de Lalo, con la chica Raquel. No recuerdo cuánto nos quedamos en Córdoba, se mejoraron y después vinimos todos juntos a Goya. Y ahí siguió ejerciendo su profesión la tía Clarita y yo le cuidaba los chicos. Y yo me acuerdo que cuando Graciela fue más grande le gustaba cantar, siempre le gustó la música. Y yo le hacía los vestidos, que se usaban todo almidonados, con volados... y se iba a cantar a LT6, a "Mañanitas infantiles", los domingos. Estaban José Abel Salgado y América Bonisoli, ellos tenían el programa y le llevábamos, Fideli la hermana del tío Cheto y yo. Lalo 195


era menor, le llevábamos pero él no iba a cantar allí. Le gustó la guitarra después, de grande. Lalo comenzó la escuela a los cuatro años porque le llevaba la madre, hizo la secundaria en la Escuela de Comercio y la Técnica, allí estudió electromecánica. Era muy inteligente, si tenía que ir a rendir o si tenía un examen... un rato antes agarraba el libro, le pegaba una leída y ya estaba, siempre se sacaba una buena nota. Era alegre, muy alegre, jodón como quien dice, hablando mal y pronto. Cuando nosotros nos casamos Lalo tendría 10 u 11 años. Paganini tenía el taller, de YPF en la otra esquina, ahí tenía el taller. Con él aprendió todo de la mecánica, siempre estaba en el taller. Se juntaban con Paganini y tenían sus amigos... a éste le quería como a un padre. Y Paganini siempre dice que a Lalo le tiene acá (se señala el corazón). A Lalo lo que le gustaba era la moto. Tenía una moto viejita, me acuerdo. Y él la arreglaba y Paganini le enseñaba lo que tenía que hacerle. Y con esa moto se iba a Bella Vista, chiquitita y viejita era. Paganini dice que Lalo se arreglaba bien con la mecánica, ellos tenían taxi, y si había un problema con el auto, llegaba lo arreglaba y al otro día salía a trabajar; el chofer llegaba a las 8, 9 o 10 de la noche y a día siguiente salía tío Cheto a trabajar. Lalo era divertido, toda la gente le quería mucho. Era amiguero, le gustaban los amigos y le gustaba la guitarra. Él siempre estaba en las reuniones de familia, éste era un terreno grande y les gustaba juntarse, allá había un árbol grandote y allí hacía el asado, comíamos en la mesa larga, hay una foto linda que se le ve bien la cara, se la di a Juan Carlos. Gracielita también compartía la mesa, ella estudiaba en Corrientes, cuando venía la esperábamos y … directamente a comer. Lalo y su padre eran de la misma idea, pero después se separaron. Lástima que no pudieron convivir. Cuando cayó Isabelita 71, cuando supo que hubo el golpe militar... ahí desapareció. Desapareció

71

María Isabel Perón, presidenta de los argentinos, derrocada por la DCM, en 1976

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de nosotros, habrá andado por ahí, acá en la ciudad. Sabemos que se fue a ver al tío Caraícho y parece que estuvo escondido en la casa de Li, un taxista amigo, fue a refugiarse ahí, estuvo un tiempo y un buen día desapareció nomás, eso contó la hija. Sabe lo que habrá sido el dolor de Lalo ¡dejarle a la mujer y embarazada! Quedó embarazada la Beby y ahí le agarraron a ella. Esa es la historia de Lalo. ¿Será cierto que Lalo está en el pozo de Margarita Belén? Porque el nombre de él está ahí, en el monolito. A tía Clarita vinieron a sacarle sangre para la identificación. Y ella se fue sin saber el paradero del hijo. Estará muerto sí, pero ella no supo ni siquiera donde está enterrado. Ella supo que el nombre de Lalo esta allá en Margarita Belén.

Héctor Vallejo, amigo y compañero de estudios Yo de Lalo me acuerdo de chiquito… éramos vecinos en esa época, me lo acuerdo con su pelo lacio. Le gustaba el fútbol y estar con los amigos. Nos juntábamos a jugar en la canchita de Tunquelén, un sitio donde estaba la distribuidora de un vino en la calle A. P. Justo entre José Gómez y Colón. Íbamos todos los chicos del barrio, Daniel Florito, Lalo, Juan Ramón Vargas… Terminábamos de jugar e íbamos a la casa de Lalo que estaba ahí nomás, en la otra cuadra. Recuerdo la cara de la mamá de Lalo, llegábamos y ella sonriente nos hacía la leche. Esto era frecuente antes de la secundaria, luego lo seguimos haciendo pero más espaciado. Lalo era tranquilo, inteligente, enseguida aprendía y le gustaba mucho leer. Creo que fuimos compañeros en primer año de la escuela de Comercio, porque yo me pasé al Alberti, que primero era de varones, después entraron las mujeres, poquitas al principio, me acuerdo de Martita Hirch, Mizuky…. Estaban Juan Ramón Vargas y Ramón Ávalos, Ramón era medio eléctrico, andaba en alpargatas, hacía frío y él andaba en alpargatas. Viajamos en el tren Diesel, que duró poco porque los rieles no resistían, pero salíamos del colegio y nos íbamos a la casa de Ávalos, nos gustaba, era campo, nos encantaba y bueno, todo eso compartimos. 197


Del Alberti valoro esa formación que tuve, eso ayuda mucho en la vida cuando sos grande, uno se mide por lo que es. Uno lo lleva adentro a eso. Lo material es un medio siempre decía, si Dios te da, te da, si no, no importa, lo que vale es ser buena gente, buena persona... y eso aprendí mucho en el Colegio Alberti, lo humanístico, lo que llevás adentro, los valores, la importancia del otro, ser solidario, todo eso aprendí ahí. Será por eso que hoy la injusticia no me gusta, me arde la sangre cuando veo algo, soy así, uno lo lleva adentro. Lalo no estudió en el Alberti, pero nos veíamos y él tenía incorporado ya todos esos valores. Después cada uno ya partimos para distintos lugares... a estudiar o trabajar. No supe más de él.

Fernando Ramón Sánchez, compañero de estudios secundarios. Con Lalo fuimos compañeros en la Escuela Nacional de Comercio, comenzamos en 1967. Yo me recibí de Perito Mercantil en 1971. En principio funcionaba en calle San Martín y José Gómez, después en el edificio del Colegio Nacional, frente a la plaza Mitre. Dos turnos, tarde y noche, yo fui a la noche. Y Lalo y la mayoría de mis compañeros a la tarde. Estuvimos juntos hasta tercer año, después no nos vimos más porque yo estudiaba y trabajaba, era más difícil. Con Lalo fuimos compañeros y amigos también; compartimos muchos momentos lindos. Siempre nos juntábamos porque hacíamos grupos para estudiar. ¡Lalo era muy inteligente! Tanto en las materias teóricas como en Matemáticas... Siempre el motivo de las reuniones era el estudio, y de ahí podíamos 198


hacer algún asadito o también un truco, qué se yo. Lo recuerdo flaquito, siempre flaquito y ¡comía bien! Con su flequillo, siempre… Pelo bien lacio y siempre estaba acomodándose así, pero siempre ese gesto… Esa imagen la tengo presente, y cuando por ahí se ponía nervioso, era medio rápido el movimiento… ¡Para él era tan fácil! A nosotros nos costaba, pero para él todas las materias eran muy fáciles, entonces era como nuestro segundo profesor porque él nos orientaba, nos guiaba y también nos contagiaba de toda su experiencia porque él leía mucho y tenía mucha capacidad de síntesis. A nosotros nos costaba porque nos faltaba lo que él tenía con las lecturas, aparte de su súper inteligencia... estaba lo que leía, nosotros nos dábamos cuenta porque éramos compañeros; yo me sentaba al lado de él. El día lunes era crítico, a veces por ahí él no estudiaba porque como le gustaba también la música… entonces a la mañana llegaba a veces sin desayunar, pero ¿qué hacía? Leía el tema del día de la clase, y con una lectura nada más se sacaba diez y nosotros ocho. ¡Te imaginás! A nosotros nos incentivaba mucho; lo admirábamos, aparte era muy buen compañero, su inteligencia y capacidad creería que le daban esa virtud. El único problema que siempre discutíamos, era el tema del pucho. A veces en invierno por el frío nos encerrábamos y él fumaba, y como eran dos los fumadores no podíamos protestar, siempre gana la mayoría pero como éramos dos y dos....Y antes no había ley, no había nada... ¡Aguantate! Son muchos gratos recuerdos con Lalo, fuimos hasta tercer año... Después pasó el tiempo, pasé al turno de la noche, terminé a la noche porque tenía que trabajar y estudiar y perdimos un poco el contacto. Nunca más lo vi. Pasados unos años, me enteré de lo que pasó. Yo nunca quería preguntar. Graciela, su hermana era amiga mía, la mamá había sido mi maestra en la Escuela 67, y viste que a veces te llega el comentario, pero no quería preguntar. Yo estuve 8 años en el Chaco y siempre se comentaba el tema de Margarita Belén y ahí decían que posiblemente él haya tenido esa mala suerte; otros decían: –No, él se fue al Paraguay. Comentarios que hace la gente. Hasta que cuando regresé a Goya, 199


Graciela que era médica, lo atiende a uno de mis hijos y yo tengo tantos años de compañero que a uno le queda el dolor porque lo que menos pensábamos que eso podía pasar y le dije: –Nunca quise preguntar, pero siempre quise saber qué pasó con Lalo. Entonces ella me dijo: –Sí, nosotros ya podemos hablar, pero mucho tiempo nos costó hablar de él, mucho. ¡Imaginate! ¡Dos hermanos! Ya te digo Lalo era servicial, era... no sé… un chico sin maldad, por ahí nos pesó un tiempo cuando salió el comentario que no estaba más; lo sentimos siempre, y siempre lo tenemos presente. Y después cuando trabajé en la Escuela Técnica, ahí me enteré que Juan Carlos, su hijo estaba en la escuela y que era como él, muy inteligente y muy capaz. Hasta que un día lo saludé, lo vi al chico porque quería conocerlo ya que no lo veía más a Lalo, quería conocerlo a él. Después también, conversando con Gladys su esposa; ella trabajó en la Escuela Técnica mucho tiempo, ahí hablamos varias veces, pero ahí ya sin retorno. Creo que se perdió a una persona muy capaz, muy capaz. Su futuro hubiese sido un gran profesional, un excelente profesional, cuando compartíamos el grupo él aún no tenía definida su carrera... Me acuerdo también que él tenía una moto. Su tío Paganini tenía un taller, ahí solía estar, le gustaba. En principio, él era un poco más de los libros, más parte intelectual, digamos, nunca pensé que se orientaría por la parte mecánica. Lo veía más en ese aspecto, porque para él era todo fácil, lo que era lectura, estudio, matemáticas era una luz así que lo pensaba en una ingeniería, por la capacidad que él tenía y el desenvolvimiento. Había veces que te hacían dar la lección desde al lado del asiento y una vez no había estudiado y le apuntaron, tenía el libro en el pupitre, estaba leyendo y así con unas miradas al libro ¡se sacó un diez! Porque era diez, ¡él era diez! Y si no le daba vuelta a la materia hasta que llegaba y pasaba. Tengo recuerdos de él de primero y segundo año, que eran los años que estuvimos más juntos, en tercero cuando se juntaron los dos cursos, ya nos dispersamos un poco más. En primer año éramos como 38-40 compañeros, en segundo ya menos... y el colador en tercero, ahí se unificaba porque éramos muchos menos. Después quedaban cuarto y quinto ya no había dos divisiones. Con los profesores tenía una 200


excelente relación, cuando él levantaba la mano, se la hacían bajar porque sabían que siempre se preparaba, siempre tenía la respuesta ¿me entendés? Eso le hizo ganarse un concepto muy bueno entre los profesores. No era agresivo con nadie, siempre tenía una sonrisa, por ahí si perdía... con una sonrisa te ganaba. Siempre era ganador en ese aspecto porque si no sacaba su diez, o a lo mejor no le ponían nota, con su concepto y con su simpatía doblegaba a cualquiera. Teníamos una profesora de Matemáticas que no era fácil; en Geografía teníamos a Mireya, que tampoco era fácil; en Castellano la teníamos a la profesora Polimeni, que tampoco te regalaba nada ¿viste? Eran profesores que te exigían y el que la peleaba llegaba, pero se formaba porque las exigencias eran bastante considerables y vos te tenías que exigir. En deportes, solo fútbol, pero más jugábamos cuando teníamos clase de gimnasia para la escuela, pero después no, no era habitual en aquella época. Por ahí a él le gustaban las reuniones de guitarreadas, él cantaba y tocaba la guitarra, folklore, no tanto el chamamé. Salíamos poco éramos chicos, teníamos 14 en primer año, él era más chico todavía y antes a esa edad no salíamos. Íbamos al cine, a la matiné, a él le gustaban las de acción, no era como ahora que dicen me voy al cine y te vas, antes teníamos permiso para ir al cine una vez por mes y cuando tenías el permiso te ibas y por ahí no encontrabas la película que vos querías ver, pero te ibas porque si no, no ibas más hasta el próximo mes. En primer año. hicimos con Lalo un trabajo de botánica, con una profesora a la que llamábamos la Tía Puci72. Exigente era, ni al sobrino le perdonaba, de ahí me quedó el lema, siendo docente también tuve sobrinos como alumnos y siempre les decía: –De la puerta para afuera: sobrino y de la puerta para adentro: alumno. Así era la Tía Puci, el día del estudiante íbamos a su casa, y nos brindaba todo, pero el día lunes: ¡era lunes y era clase! Igual el profesor Frattini, el contador... Me acuerdo que con Lalo y Juan Cenoz, bueno… todos, era el robo de

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Puci Scheller.

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la gallina el día del Estudiante ¡Sí o sí robabas una gallina de algún gallinero! ¡Hay esos recuerdos! A Lalo le gustaba mucho la matemática y todo lo que era sociales, historia... él leía mucho historia, la parte política y todo eso. Él tenía conocimientos porque tenía el semillero en su casa, tenía acceso a esos libros, que nosotros no teníamos. Eran libros importantes y los leía y le gustaban. Por eso yo siempre pensaba que también podía seguir abogacía, alguna carrera universitaria... Pero en fin, lamentablemente…

Dante Alberio, militante peronista Lalo estaba en la Escuela Técnica, se recibe y el padre le compra un torno para trabajar. Trabajaba, pero era un chico que tenía mucho interés en la política, en aprender; se crio en una casa que siempre tuvo militantes y ya tenía disidencias con el padre. Él quería avanzar más rápido que Cheto. El padre de Lalo, Cheto Fernández, viejo militante del peronismo, fue uno de los primeros gremialistas de acá. Muy vinculado a la Iglesia también. Fue secretario de la CGT de Goya, durante años. Cheto fue diputado por el partido Unión Popular cuando estaba proscripto el Partido Peronista y Cheto hablaba, hablaba, hablaba... En una oportunidad en una reunión donde no tenía que aprobarse no me acuerdo qué, lo llaman. Él fue con su estanciera 73 y se puso a hablar, porque tenían que ganar tiempo, tenía que pasar determinada hora para que se caiga el proyecto y así no podían presentarlo hasta el año próximo. Y lo llevaron a Cheto y empezó a hablar, hablar... y ¡no pudieron aprobar la ley! Así Lalo se crio en ese entorno de militantes. Me acuerdo que cuando gobernaba Velazco Alvarado en Perú, se fue una delegación de la Juventud Peronista: Kunkel, Gullo... toda la plana mayor, invitada por Velazco Alvarado para conversar de política continental. Te conté que yo entraba en la Casa de Gobierno porque 73

Modelo de automóvil de la época.

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me habían propuesto la Secretaría del Ministro de Gobierno Llambí y allí estaba Díaz Colodrero... Entonces cuando ellos estaban por volver, me dicen que, en el camino a Ezeiza los iban a esperar las Tres A para liquidar a toda la delegación que volvía. Yo me voy a la calle Chile, donde funcionaba la JP y no encuentro a nadie. Para mi trabajo tenía un camión 350, cargado de los concentrados de naranja y demás, que no podían estar fuera del frío, me vengo rajando a Goya y lo veo al hijo de Cheto, le doy la plata para el pasaje y un día o dos de estadía para que lleve una nota y se la dé al que estaba en la sede de la Juventud, no recuerdo quien era. Y le dije:–¡Que no vengan todavía! Lalo fue y la llevó. Efectivamente, los tipos no vinieron hasta que acá se solucionó porque había un sector mejor, no todo era de López Rega. Y ahí se engancha Lalo con las organizaciones, era el 74 creo, no recuerdo si esto fue 74 o 75.

Elsa Beatriz Sáenz, compañera de militancia Lo primero que me conecta con el recuerdo de Lalo, son unos mates en casa, acompañados por unos horribles buñuelos de manzana de mi autoría y que con total generosidad no dejaba de elogiar. ¿Sería el 74? Yo conocí a Lalo en las guitarreadas ligadas al Instituto Estrada y a los curas. Desde ahí, nuestra relación andaba entre las reuniones de militancia y los encuentros como los que conté al principio. Lalo era una persona de esas sobre las que nunca nadie puede decir nada malo. El único conflicto personal que le conocí era con su papá, don Cheto. Lo recuerdo en el inicio de su romance con Beby. Contaban ellos que durante las pintadas, ante la pasada de algún patrullero, disimulaban ser pareja...hasta que se les pegó. Tengo con Lalo, como con todos los compañeros varones de entonces, la seguridad del respeto y de la protección de ellos hacia nosotras. Nunca una insinuación o un avance de prepo. A medida que la militancia "liviana" se tornaba más compleja y compartimentada, los espacios compartidos se redujeron. Sin embargo, cuando comenzó la represión, nos tocó ir a 9 de julio, a la casa de unos compañeros. Íbamos a coordinar salidas para los que estaban más en 203


riesgo y a guardar documentación y cosas de las Ligas. Fuimos con la moto de Lalo y un equipo de pesca (caña y lombrices que nos proveyó mi vieja). Dimos muchas vueltas pero llegamos sin problema; nos tomamos unos vasos enormes de leche fresca con pan casero y cayendo la noche, emprendimos la vuelta. Habremos llegado a la mitad del camino, en pleno campo, y la moto no anduvo más. No había luna y solo se escuchaban animales (vacas, creo) que corrían produciendo un ruido que parecía que nos iban a pasar por encima. No sé si fue ese momento en sí o su recuerdo, pero creo que la definición perfecta de lo que sentí, es la desolación, el desamparo. Esa imagen me persiguió mucho tiempo. Lalo arregló la moto, pero no recuperó la luz, de modo que volvimos a Goya a oscuras. Yo tenía mucho miedo (iniciaba el embarazo de nuestra hija mayor) y Lalo me acariciaba la mano con la que me sostenía a su cintura. Nos separamos sin despedirnos, tomamos diferentes rutas. El salió primero de Goya y yo, bastante después. Yo tuve noticias suyas, cuando en mayo del 76 y saliendo de Goya, pasé por Bella Vista a ver a Beby. La siguiente vez que nos vimos, fue en una cita en Buenos Aires, allá por octubre del 76. Yo no sabía que era él con quien me iba a encontrar, de modo que verlo fue una enorme alegría, una manera de recuperar un poquito de todo lo que habíamos perdido ya. Estábamos muy tristes y nos contábamos las caídas, los compañeros muertos, los presos...La excepción fue la charla sobre nuestros hijos. Nos habremos encontrado así, dos veces y después no vino más. Pese a que la consigna era no volver a una cita "abandonada", seguí yendo un par de veces. Mucho después, supe que había caído y mucho después también, confirmé que me había protegido, como cuando las pintadas, como cuando la moto rota.

Roberto Polimeni, compañero de militancia La imagen que siempre tengo presente es la de las visitas que yo hacía a la casa de Cheto Fernández, el papá de Lalo. Porque en esa casa no estaba solo Lalo sino también Cheto, una especie de gurú para nosotros 204


por toda su historia gremial y política... Y aparte estaba el resto de la familia, la mamá que se veía más distante (quizás por la preocupación que tenían las madres por sus hijos). Había una hermana también. Con frecuencia nos encontrábamos allí en la casa paterna, en la calle Agustín P. Justo. Entonces había ahí como un circuito, estaba la casa de Lalo, la casa de Olimpia cerca... Yo circulaba mucho por esos lugares. Tengo esos recuerdos de Lalo. Bueno, el tema es que cuando ya empezamos a participar en Montoneros, Lalo era el Responsable de un grupo de compañeros entre los que estaba yo; entonces le debíamos respeto (Se ríe). No me acuerdo bien quiénes más integraban ese grupo. El Responsable era en el orden jerárquico, la persona que tenía a cargo un grupo de compañeros, de hecho se sabía que ejercía una jefatura y una responsabilidad para con ese grupo de compañeros. Nos reuníamos con él, nos informaba de las cosas que la Organización le asignaba como responsable de ese grupo y ciertas actividades que eran propias de “la Orga” y de los grupos de compañeros y moderaba la discusión política; cumplía todas las funciones que tenía como integrante de la organización Montoneros en ese momento. Sé que a Lalo le gustaban las peñas, la guitarra, pero yo no recuerdo mucho esas circunstancias. Me perdía un poco esas pequeñas delicias de la vida mundana porque estaba muy metido en la militancia. Era muy lector (lo que 205


conservo hasta ahora), me concentraba en eso, mi abordaje a la militancia fue más que nada por ese lado. Mi ingreso al peronismo fue más intelectual que sentimental, si se pudiera dividir eso, aunque creo que no se puede dividir; aun así el peronismo era muy vital en ese momento y la Revolución era invasiva. Por ahí me perdí algunas de esas cosas que sé que a Lalo le gustaban, pero yo me perdía esas experiencias. Lamentablemente a veces uno por opción, porque tiene poco tiempo, porque elige otra cosa, se pierde la posibilidad de ese conocimiento de las personas, y en aquel momento andábamos con urgencias... y entonces hubo cosas que uno se perdió de conocer, de él y de muchos otros compañeros. Otro hecho que vale recordar también, es la pareja que arma con Beby Hanke, por los ribetes pintorescos que tenía. Lalo creo que era mecánico o le gustaba la mecánica... andaba siempre así... el aspecto era descuidado, desgarbado, parecía que el cuerpo se le iba para todos lados, él se ensuciaba con las piezas de las motos, de los autos, todo eso. Y por otro lado ver a una rubia tan resplandeciente como era Beby en aquel momento, blanca. Llamaba un poco la atención ese contraste visual ¿viste? A ella la conocí en un boliche bailable en Bella Vista. Eso fue cuando se armó la pareja entre ellos dos. Es todo lo que recuerdo de aquella pareja que parecían el agua y el aceite. Todos éramos muy diferentes, como en la vida misma ¿no?, pero la Revolución se encargaba de borrar todas esas distancias porque en aquellos tiempos de construcción colectiva lo personal no contaba, nuestro sueño parecía alcanzable, creíamos que estaba a la vuelta de la esquina. Lalo tenía una sonrisa muy pícara, se burlaba de muchas cosas, con la ironía a flor de piel... Pero era muy serio, muy plantado en su función como Responsable. Él asume esa función con fortaleza y seguridad, se confirma cuando él me tiene que sacar de Goya, con todo lo que eso implicaba que no era solamente una responsabilidad política, sino que era jugarse el cuero por un amigo, un compañero. Fue una experiencia muy intensa cuando yo tuve que irme sí o sí de Goya porque tenía que “salvar el pellejo”. Recuerdo que mi hermano, José Polimeni, viene un día y se ofrece para sacarme de la zona, en su auto particular, hacia el sur. Yo le dije: –Te agradezco pero 206


ya está preparado, me va a sacar otra persona. De algún modo lo liberé de eso (mi hermano me adoraba, hubiera hecho cualquier cosa para salvarme). Yo sabía que Lalo ya había sacado a otro compañero de la misma forma. Fue a fines del 75 que él tuvo que liberarme de la persecución en mi propia ciudad natal, pasé buena parte de la noche en casa de una familia amiga que me bancaba, arriesgándose, sabiendo la situación que yo estaba viviendo. A la madrugada viene Lalo en moto, creo que era la moto de él (parecida a la moto del Che, aparatosa y ruidosa) y me saca por un camino alternativo, camino arenoso, no sé si era el Paso Rubio… algo así. Era medio fantasmagórico, de madrugada… sin luz, la única luz era la de su moto que zigzagueaba por el arenal (hasta daría, pienso ahora, para escribir una novela negra). Un trayecto de una hora más o menos, porque era para salir a Bella Vista. La moto se quejaba y la arena también, a cada rato se frenaba y vuelta a pelearle a la adversidad. Encontró finalmente la salida y desde Bella Vista viajé en colectivo. Me salvó la vida porque en Goya yo ya estaba buscado por las Fuerzas Armadas. No me olvido nunca de eso. Fue una aventura que agradezco poder contar ahora, y él con esa misión de hierro, como eran todas las misiones que teníamos en esos momentos, con el convencimiento de que había que hacer lo que se nos asignaba. Y bueno, después de esa travesía en moto, hacia Bella Vista, no lo vi nunca más. De su desaparición yo me enteré acá, en el país, al poco tiempo. Aún lo suelo ver: desgarbado, con la guitarra en una mano, las herramientas de mecánica en la otra y la comisura de la boca insinuando una sonrisa traviesa.

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DORA ELENA y JUAN RAMÓN VARGAS, hermanos

Juan Crisóstomo Vargas y Florentina Alegre vivían en Saladas, Corrientes, se casaron y tuvieron cinco hijos: Gilda, Olimpia, Dora, Juan Ramón y Horacio. Los cuatro primeros nacieron en Saladas, luego vinieron a vivir a Goya, donde nació Horacio. Todos los hijos fueron catequistas; primero fue Gilda y entre los 14 y 15 años ya estaban Dorita y Olimpia, también en esas acciones. Después se incorporó Juan Ramón, él aún era chiquito. Trabajaron con Quico Bianciotto y Ramondetti, el cura de San Ramón en la catequesis barrial así como también en la Capilla de la Buena Esperanza. Con 209


Ramondetti también formaron parte de la Juventud de la Rotonda, se reunían, pasaban películas, compartían todo. Luego estos jóvenes se interesaron por la política, fueron los iniciadores de la Juventud Peronista de Goya. Estaban Dorita, Osmar Bello, Jorge Migueles, Roberto Polimeni, Juan Rajoy y Roque Monzón. Gilda ya estaba en Buenos Aires. Dorita y Juan Ramón después que terminaron la secundaria, se fueron a estudiar a Corrientes. Ambos continuaron su militancia en las organizaciones universitarias peronistas y luego se integraron a Montoneros. Juan Ramón fue secuestrado en noviembre de 1976, en Corrientes y Dorita, ya radicada en provincia de Buenos Aires, fue secuestrada en el mes de diciembre de 1977. Los dos continúan desaparecidos. Los padres ya no están, los buscaron incansablemente, murieron sin tener el consuelo de saber siquiera dónde están enterrados. Sus hermanos y familiares continúan la búsqueda.

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DORA ELENA VARGAS, CRISTINA, JOSEFINA

… sentía un profundo compromiso por cambiar la realidad de su ciudad y su país, tenía muchos sueños, como tantos jóvenes soñaba con una sociedad más justa, un país grande que mereciera ser habitado.

Olimpia Eduviges Vargas, hermana y compañera de militancia Dorita nació el 20 de mayo de 1953, estudió en la escuela primaria N°65 “José Eusebio Gómez” y su secundario lo cursó en la Escuela Normal Mixta “Dr. Mariano I. Loza”. Desde pequeña era muy inquieta, se interesaba por todo lo que la rodeaba, permanentemente discutía todo y a todos, era muy obstinada. Era de carácter alegre siempre con su sonrisa pero también de carácter fuerte. Le gustaban los 211


deportes, practicaba vóley, básquet. En su adolescencia fue catequista, en la capilla de La Buena Esperanza. Formó parte de la juventud de la Iglesia La Rotonda y a partir de allí comenzó a preguntar y cuestionar muchas cosas que veía. Era hacendosa, con la comida hacía cualquier cosa…; igual con la ropa, agarraba un vestido y lo arreglaba; mamá tenía una Singer y en un ratito, meta pedal y pedal y listo, ya estaba ¡lo planchaba, se lo ponía y salía! A Dorita le encantaba salir, el peor castigo para ella era que se lo prohibieran. Siempre cambiaba de peinado, tenía el pelo bien armado y bien negro. Tenía los ojos como más achinaditos y los colmillos como de perfil. Tenía un carácter muy alegre y muy fuerte, podía llegar a un cumpleaños y decir: –Bueno, mamacha, no traje ningún regalo pero con mi presencia es suficiente. Me acuerdo que cuando ella estaba haciendo la secundaria todavía, con una amiga que era maestra en el campo, organizaron una fiesta para un 25 de mayo o no sé qué fecha y entre las dos armaron un conjunto para cantar y recaudar fondos para la escuela. Vivía cantando, en cualquier lugar en una peña o algo, se anotaba para cantar. Siempre fue muy compañera de sus hermanos, eso nos inculcó mamá... compartir todo. Nos prestábamos la ropa entre nosotras. Ella era muy afectuosa, por ejemplo hacía de maestra particular, con ese dinero compraba algo para mami o para la casa, o traía algún regalito o algún presente para alguno de nosotros. No tuvo novio aquí en Goya, no le preocupaba eso. Enseguida empezó a interesarse en la política. En realidad salimos un poco de lo religioso y de la participación de los jóvenes de la iglesia. Aparte de ser solidarios, predicar la palabra de Jesucristo, salimos todos en búsqueda de ese Hombre Nuevo, de la justicia. Pronto con Dorita nos integramos a la JP, éramos jóvenes queríamos cambiar la realidad de nuestro país y especialmente de Goya. Hacíamos trabajo barrial, social, territorial, como vos quieras llamarlo. Cada grupo de compañeros íbamos a distintos barrios, hacíamos apoyo escolar, armamos un taller, hacíamos costura con una máquina de coser que conseguimos, aprendíamos a tejer mientras charlábamos de los 212


problemas y necesidades del barrio. Recorríamos los “caminitos” del interior de las manzanas. Dorita, se recibió y se fue a estudiar a Corrientes. Primero se inscribió en Biología, no le gustó y luego se pasó a Veterinaria. En esa época venía a Goya para los cumpleaños, las fiestas familiares. Luego se suma a la Juventud Universitaria Peronista, con el tiempo fue tomando responsabilidades mayores y pasó a formar parte de la Organización Montoneros. Cuando a fines del 75 se da el pase a la clandestinidad Dorita supo que la estaban siguiendo, permaneció un tiempo en Corrientes y se fue al Chaco para seguir hacia Buenos Aires. A ella le decían La Negra, cuando pasó a la clandestinidad la llamaban Cristina. Luego vino la cárcel para mi papá, mi marido, el Negro, y para mí. Papá salió enseguida y con mamá se ocupaban de visitarnos. Mis padres habían perdido todo contacto con Dorita; pero a comienzos del 77 cuando mamá bajaba de un tren en la provincia de Buenos Aires, se encontró con ella, charlaron un ratito y se fueron ambas. Mami supo así que estaba embarazada y que había una felicidad inmensa en ella a pesar de las circunstancias que estaba atravesando junto a su compañero. Fue la última vez que se vieron. Dorita fue secuestrada en una parada de colectivo, el 12 de noviembre de DORITA Y UN COMPAÑERO DEL CHACO 1977. Nunca más

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supimos de ella, continúa desaparecida. Mamá conoció a su compañero, Juan, quien actualmente vive en San Andrés de Gile; él confirmó el embarazo de tres meses. Quiero destacar y reconocer de Dorita que fue una hermana y compañera sumamente solidaria; sentía un profundo compromiso por cambiar la realidad de su ciudad y su país, tenía muchos sueños, como tantos jóvenes soñaba con una sociedad más justa, un país grande que mereciera ser habitado.

Osmar Elías Bello, cuñado y compañero de militancia Dorita era como muy alegre, muy divertida… me llamaba la atención porque ¿vos te crees que ella iba a salir de su casa si no salía pintada? Ni loca…Solíamos ir juntos al baile del Club Libertad que era muy familiar, iba todo el barrio. En verano una, dos veces al mes se hacía el baile, tocaban Los Bárbaros, un conjunto de jóvenes goyanos que tocaban rock y solía venir también algún conjunto de Santa Fe y ella si estaba en Goya, iba con nosotros, pero ¿vos te crees que vamos “así nomás, si vamos a bailar un ratito”? ¡No!, ella se ponía la mejor ropita que tenía y se pintaba toda; me acuerdo que ella se hacía la ropa solita… También le hizo el traje de casamiento a la Oli… Sí, un pantalón y una chaqueta no más… Dora era una tipa con la que se podía charlar, era de convicciones firmes y si se ponía a discutir no se estaba por achicar ante nadie. Cuando venía a Goya aprovechábamos para enterarnos de muchas cosas que a nosotros no nos llegaban. En el Chaco, militaba con Goya, un compañero que ahora es funcionario. Una vez él me dice: –Tu cuñada era Josefina, y ahí ya me acordé porqué supe yo que el nombre de ella era Josefina. Fue en la cárcel. ¿Sabes cómo llegué a saber que era Josefina? porque cuando la secuestran a Dora, yo ya estaba detenido y aparece la policía en la cárcel, no sé si era la Policía Federal y me llaman, era verano, habrá sido enero del 78 porque ella desaparece en noviembre o diciembre del 77. El Policía me dice : –¿Qué sos vos con Josefina? ¿Qué Josefina? –le dije. Ah, no –dice– ¿qué sos vos con Dora Elena? Soy cuñado –contesté. Y 214


no me preguntaron nada más. Yo ya sabía lo de Dorita, porque me lo había dicho mi suegra en una visita. Sí, de mi experiencia con Dora lo que más recuerdo es su comienzo en la Juventud Peronista…porque ella se fue en el 73 de acá de Goya, se fue para estudiar en la UNNE, comienzos del 73…Se fue antes que Juan Ramón y militó allí en Corrientes y Resistencia.

María Silvia Chamorro Costa, compañera en la escuela primaria. Sí, yo fui compañera de Dora, Dora Elena Vargas… en la escuela primaria, cuando hacíamos primer grado, turno tarde. Éramos las más chiquitas del curso, en ese entonces en la Escuela Graduada, en especial en el turno tarde, las chicas en general eran bastantes mayores, motivo por el cual Dora y yo éramos las más chiquitas y éramos muy amiguitas. Me acuerdo que teníamos de compañeras unas gemelas, era muy gracioso porque una se llamaba Mercedes Estela y la otra Estela Mercedes Zamudio. Tenían el nombre invertido las dos. Y después estaba una chica, que era la hija del Ñato, el mozo de La Gallega, ¿te acordás? era un apellido italiano algo así como Donato, algo por el estilo. Con ellas también éramos amigas. Y no me acuerdo cuantos grados pero habremos hecho toda la primaria juntas. Ese es el recuerdo que tengo de Dora, no de haber ido a la casa a jugar, ni ella tampoco a la mía, era en la escuela nuestra amistad. . Teníamos cinco años, habremos empezado en el 57, 58. En esa época había primer grado y primero superior así que yo creo ... no me acuerdo si comenzamos juntas, mi memoria no llega hasta tan lejos, pero sí me acuerdo de esa foto de esa época en la que iban los fotógrafos a sacar foto de los cursos, esa famosa en el escritorio con el globo terráqueo al lado y otra de todo el curso con el cartelito que decía el grado, Escuela N°65 y el año en curso. Me acuerdo que tenía esos pelos lacios... ¡chuza! como su hermana, pero ella tenía mucho pelo, usaba una vincha blanca y todos parados los pelos, cortitos. Ella tenía la vincha y el pelo que le hacía así toda una cosa redonda, tipo el dibujito de Mafalda 215


Era muy risueña, muy divertida, muy graciosa y pícara, medio salvaje también, pero aunque tengo buena memoria no recuerdo hechos o anécdotas especiales, sí la recuerdo con mucho afecto como mi compañerita de primaria. Después no fuimos más compañeras porque en sexto grado fui a la Escuela Normal, turno tarde; no sé dónde ella hizo el secundario… Después ya la perdí de vista. Me enteré después de su desaparición, porque yo vivía en Córdoba y volví a vivir acá después en el 81, recién.

Juan Carlos Sofía, compañero de militancia y de vida, en Buenos Aires, 1977/78 Yo pertenecía a la UES, de zona sur (Buenos Aires) y por una invitación de UES Capital, me sumé a una delegación que vino a Goya a hacer un trabajo de apoyo a las Ligas Agrarias, era enero de 1975, hace más de 40 años. En ese momento todos fuimos distribuidos en distintas áreas rurales a mí me tocó la 5° Sección, casi en límite con Esquina, y me tocó convivir con un compañero que yo no conocía, era Juan Ramón Vargas. Con él estuvimos compartiendo la jornada diaria en ámbito 216


rural. En ese contexto nos tratamos. Fruto de encuentros que se hacían como fogones y guitarreadas, conocí a Dorita, como otra militante y nada más. Punto. Dorita era hermana de Juan Ramón. A principios de 1976, un compañero que había sido parte de esta delegación que fue a Goya, sacerdote él, Guillermo Noé, me comunica que había una compañera, que resultó ser Dorita, que por cuestiones de seguridad, estaba en Buenos Aires y quería engancharse con los compañeros. Cuando me rencuentro con Dorita, yo seguía todavía en la UES, era un trabajo de frente, frente político y por el otro ya estaba integrado a la organización Montoneros. Entonces en esa iglesia que está en Constitución, que sobrevivió a la construcción de la autopista, nos encontramos Guillermo Noé, Dorita y yo, con vistas a conseguirle una cita, se llamaban citas nacionales, para que se enganche. Yo le consigo la cita, sin saber contenido, ni lugar, ni nada. Le doy a Dorita la cita y no nos vemos más. Hete aquí que ese mismo año, meses después, yo iba caminando por la avenida Mitre desde Villa Dominico para Wilde, Avellaneda, y Dorita iba en el colectivo 148 con destino a la casa de su hermana Gilda. Me ve, se baja y me comunica que no se había enganchado, que había ido a la cita y que no había ido nadie. Cosa muy común porque estábamos en plena época de represión. A esa altura, no te puedo precisar fechas, yo ya no estaba integrado a la UES, sino que había quedado asignado al área de Informaciones, lo que sería el área de Inteligencia de Montoneros. Entonces Dorita empezó a funcionar conmigo. Yo había terminado la secundaria en el 74, pero habíamos quedado desarrollando el frente. Ya en el 76 tenía 19 años, podía haber seguido, se me abrieron distintas posibilidades una era hacerme cargo de la UES en Córdoba, otras tenían que ver con el gran Buenos Aires y se terminó decidiendo que fuera asignado al área de Informaciones. Dorita queda trabajando conmigo en esa área. En ese devenir del funcionamiento conmigo sucede que alquilamos un departamento en el barrio La Florida, que es límite con Solano, en Quilmes, zona sur. Era la zona donde estaba Dorita, porque allí vivía su hermana. Nosotros teníamos que buscar un lugar, incluso creo que el lugar lo 217


consiguió Dorita. No buscábamos por inmobiliarias porque estaban controladas por los servicios. Un matrimonio joven o pareja joven... era inmediatamente detectado. Entonces buscábamos esos alquileres con carteles que aparecen en los barrios y Dorita consigue uno cerca de donde vivía la hermana. Efectivamente consigue un departamento, de esos que los tanos construyen con varios departamentitos, y lo alquilamos sin ser todavía pareja, solo fuimos a vivir juntos. Cuando nos encontramos ella estaba dando clases particulares y yo laburaba en una empresa de autopartes. Eso en inicios del 77, más o menos. En ese contexto de alta represión, de tensión... qué sé yo..., siempre funcionando dentro del área de Informaciones de la zona sur, específicamente Quilmes, toda esa zona, terminamos conformando una pareja Y bueno en lo que respecta a la relación de pareja, en ese momento una semana era un mes y un mes un año, no son los tiempos que uno imagina normales. No estábamos en tiempos normales. Vivimos en escasísimo tiempo cosas muy intensas y también en el plano de la pareja en poco tiempo decidimos tener un hijo. Por eso es que el embarazo de Dorita no fue una cuestión accidental sino fue una cuestión conversada, decidida y acordada entre los dos. Teníamos la expectativa que tiene cualquier pareja, pensábamos en el futuro, esto puede sonar muy loco pero aún en ese contexto de represión, actuábamos como cualquier pareja normal. Ahora viéndolo a la distancia, quizás más todavía, ante tanta muerte, tanta destrucción digamos, tanta represión, era como apoyar la vida. Sí, hoy viéndolo a la distancia era eso, aferrarnos a la vida. Dorita era muy coqueta, alegre, con mucha iniciativa, con un coraje a toda prueba, muy impulsiva, a veces la tenías que frenar. Carácter fuerte así, muy capaz, eran componentes que se manifestaban en toda esa generación, de una u otra manera. Lo que me acuerdo es que ella me afeitaba, porque lo hacía con su padre. Estaba acostumbrada, a mí me llamaba la atención eso. Era muy dulce, de carácter fuerte, pero muy dulce. Ella me ha contado cosas, pero no recuerdo, no sé si es un mecanismo de defensa pero no recuerdo. Hemos tenido muchas conversaciones, mucho diálogo... 218


Nuestra vida social era muy escasa. Alguna vez fuimos al cine a Buenos Aires, pero era muy limitado. Yo no podía pisar los cines de la zona sur. Estaba vedado todo eso de manejarnos en los Centros, todo estaba muy controlado. No era el caso de Dorita que no era conocida en Buenos Aires pero en mi caso sí, yo era una persona conocida, más que nada en Avellaneda, Lanús...Berazategui Entonces estaba muy limitada nuestra vida, teníamos las tareas militantes concretas y después la vida hacia adentro. A Dorita le gustaba cocinar, sabía desempeñarse... Siguió siendo muy coqueta siempre. Sí, sí. Lectura no demasiado, había rescatado algunos libros de filosofía que me interesaban y luego teníamos el diario, algunas publicaciones Ella seguía teniendo contacto con Gilda e incluso con la madre. A la madre la vi un día, una sola vez, en la calle. Hicimos una cita para conocernos. Dorita le había hablado que estábamos en pareja, me parece que a esa altura estaba ya el embarazo y parece que me ha querido presentar, que me conociera y todo eso, pero fue en la calle y una sola vez. Con la hermana estaba en contacto permanente, vivíamos cerca. Por supuesto, no quiero dejar de manifestarte que yo había introducido la cuestión de algunas dudas sobre el futuro. Eso lo conversamos con Dora, era invierno del 77 y específicamente en una conversación que tuvimos yendo a una cita, hablando del devenir de nuestro proyecto político, veíamos que no teníamos destino. Yo veía que la forma como se estaba encarando no tenía resultados óptimos. Pero bueno, yo no veía cómo revertirlo y a pesar de eso, decidimos continuar. Era muy difícil el funcionamiento. Para que te des una idea, específicamente en Quilmes, Montoneros tenía un alto nivel de operatividad, lo que pasa es que no salía en los diarios. Tenés que ver el libro: Montoneros Silvestres74. Te decía que teníamos planes de futuro, tener el bebé, qué sé yo, en el plano de la pareja se fue afianzando por ese lado. Y en el plano

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PACHECO, MARIANO, Montoneros Silvestres (1976-1983) Historias de resistencia a la dictadura en el Sur del Conurbano. Buenos Aires. Ed. Planeta 2014.

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político teníamos el devenir que vivíamos, el carácter de la resistencia y la sobrevivencia digamos, más en el área que militábamos nosotros que era un área que estratégicamente le interesaba a las fuerzas armadas. Era el área de Inteligencia que siempre se trata de desarmar. O sea que estaban sobre nosotros, por eso el espacio nuestro sufre una serie de caídas constantes. A tal punto que en el período que vivíamos en ese departamento tuvo que venir a vivir quien era nuestro responsable, el Dere Tajés, con su pareja Tato Bevilacua, Tato era su sobrenombre, no recuerdo su nombre completo. Tato tenía una nena que en ese momento tendría 8 años de un compañero anterior y estaba embarazada de Tajés, luego supe que tuvo una nena. Me enteré después porque lo vi publicado. Ellos desaparecieron los dos en diciembre del 78, con una diferencia de dos semanas. Duraron un año más. En la zona sur el Dere figura desaparecido y dos semanas después, en Capital, Tato. Esto es lo que me entero después. Dere y Tato habían tenido que levantar su casa, cosa que era muy común, levantar las casas, ir de acá para allá... y obviamente éramos solidarios con los compañeros. A pesar de que era un departamento muy chico, estábamos conviviendo en esos momentos. Ellos estaban viviendo en el departamento en el momento que Dora desaparece. Dorita estaba en Buenos Aires con documentos falsos, había habido un operativo militar, entonces ella tiró sus documentos legales y se quedó con los documentos que le habían hecho y con los que se manejaba en Quilmes. No recuerdo qué nombre utilizaba con los compañeros pero tampoco era masivo el funcionamiento. Era todo más cerrado, inclusive había cosas que no hacíamos juntos para reducir el tema de seguridad, hacíamos chequeos, había tareas que eran específicas del área de Inteligencia que hacíamos los dos. Cuando Dorita cae yo no estaba en ese momento. Los días previos... los dos fuimos a hacer un control por el tema del embarazo al Hospital Finochietto, en Sarandí, era noviembre del 77. Yo había tomado la decisión... estaba buscando alguna salida, del tipo de oxígeno político. Entonces organicé un viaje al interior de la provincia de Buenos Aires para ver qué alternativa había para hacer desde el punto de vista político. Y de paso también iba a pasar por casa de mi familia, en 220


San Andrés de Giles, donde actualmente vivo. Tenía la misma ruta. Entonces acuerdo con Dorita que se hace el examen médico y ella va para Quilmes y yo me voy un par de días, en ese transcurso es cuando ella cae. Yo ya no estaba en ese momento en el departamento. Estaba el matrimonio de compañeros que mencioné. Después me entero de la peor manera posible. Era un departamento como te conté y alrededor era terreno baldío, estábamos a cuatro cuadras de Camino Gral. Belgrano y a seis cuadras de la principal de Solano que era la 844. Vivíamos en la calle 838. El colectivo me dejaba no sé si 839, es decir una después. Y teníamos una contraseña. El departamento tenía una luz externa. Si la luz externa no estaba prendida es que algo había pasado. Cuando yo vengo de ese viaje, era la tardecita, así que justificaba el tema de la luz, te hablo de seis, siete de la tarde. Y no estaba la luz prendida. Me entré a desesperar. Me di cuenta que algo había pasado y entré igual al departamento ¡una locura! Llego, abro el departamento y me encuentro con una nota de los compañeros que decía que Dorita había salido, había pasado determinada hora y que no había vuelto. Entonces ahí me di cuenta que había caído. La casa no estaba cantada. No estuvo cantada tampoco. Inmediatamente de eso yo me retiré y traté de rengancharme con los compañeros lo que llevó unos días. Dorita cayó en una cita interna de Inteligencia, ella cayó en Solano, a 10, 12 cuadras de donde estábamos nosotros. Cuando vi la nota de los compañeros no toqué nada, me fui a un barrio Monte Chingolo donde yo tenía compañeros. Que lo tenía reservado para caso de emergencia, me instalé ahí. En esa época se usaba el sistema de controles telefónicos. Se alquilaban teléfonos y se hacían figurar como movimientos comerciales. Estamos hablando del 77. Teníamos un sistema de control diario. Era muy común que gente, en general jubilados, pusiera su teléfono en función de una actividad comercial. Por ejemplo yo era "Perelman" entonces llamaba al responsable que era ponele, "Tuchaski", y le dejaba este mensaje: Mandame 100 pares de zapatos, o -Se canceló la deuda... etcétera, era un código, la persona que atendía el teléfono retrasmitía tal cual los mensajes. Ahí los milicos me tiraban la cita para que yo fuera. Pero yo 221


ya sabía, me están esperando todavía, yo los llamaba a propósito para confundirlos. Bueno, yo alquilé un flete y en una semana levantamos la casa y distribuimos todo lo que había. A partir de la situación anímica mía, le dije al Dere que quería irme de la zona sur. No tenía más sentido continuar en la zona, era zona de exterminio ya. Anímicamente tampoco podía. Viajé al interior pero... si bien entré en contacto con alguna gente en Mendoza, no vi perspectiva. El tema de seguridad no daba. Ahí ya quedé desenganchado. De Mendoza vuelvo a San Andrés de Giles, que es el pueblo de mi familia paterna y ahí me quedo hasta el día de hoy. Mi familia me guardó. Tuve que hacer todo un proceso de exilio interno y una revisión de todo lo vivido. Igual luego seguí militando en política. En el Frente para la Victoria, el PJ, soy Secretario del Partido. No renuncié a la actividad política, sigo manteniendo los mismos ideales, las mismas inquietudes, pero planteados de diferente manera y en un contexto diferente, por supuesto. Recién en los años 2006, 2007 entré en contacto con Olimpia, Horacio y Osmar. Había conocido a Gilda, a la mamá, a Juan Ramón, Después que secuestraron a Dorita no tuve contacto con la familia Vargas. Yo monitoreé y vi aparecer a Dorita en el Primer Libro de las Madres de Plaza de Mayo, en el diario Página 12, sabía que la familia había hecho todas las gestiones y así lo imaginaba porque Dorita me había contado de su familia. En paralelo yo también entré en contacto con el Equipo de Antropología Forense averiguando y es a través de Carlos Maco Somigliana, del EAAF75, que los Vargas se enteraron que yo estaba vivo. Y siendo Secretario de Cultura en la Municipalidad de San Andrés de Giles, recibí una llamada de Olimpia. Era la primera vez que hablaba con Olimpia, me llamaban, preguntando sobre el tema del embarazo, detalles. Y después por otras circunstancias el año pasado entré en contacto con Olimpia y su esposo. Nos encontramos y seguimos viéndonos.

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Equipo Argentino de Antropología Forense, EAAF

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Dorita no escapó al compromiso, me entendés. Fijate vos que ella se podía haber quedado en Buenos Aires, haciendo una vida tranquila. Ella desaparece el 12 de noviembre de 1977, con tres meses de embarazo. Nunca supe bien lo que pasó, si cayó muerta o si la detuvieron y pudo continuar su embarazo. No lo sabemos, por eso ella figura en la página de Abuelas, yo también, no está mi foto pero está mi nombre. De la página de Abuelas de Plaza de Mayo76.

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https://www.abuelas.org.ar/caso/sofia-vargas-185?orden=c

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JUAN RAMÓN VARGAS, EL MONO

“… el hombre le dio plata, un suponer... treinta pesos, año 76, y él me dice: –¿Qué hacemos?. Acá no tenemos nada más que hacer –digo – tenemos que separarnos o vamos a caer juntos... el que se salva, se salva. Me dio un abrazo y me dijo: –Tomá 15 pesos para vos y 15 pesos para mí, yo tengo visto donde ir…”

Olimpia Eduviges Vargas, hermana y compañera de militancia Él siempre fue delgadito aunque le gustaban las pastas, especialmente los ravioles de picadillo; era lleno de rulos, yo le veía como bajito, siempre le gustó el fútbol, de chiquito 5, 6 años participaba en la Rotonda y en el Club Libertad que estaba en la Caá Guazú, donde ahora está el Círculo Médico, cerca de la Colonita Loza; en esa época el Club era famoso, era un club donde iba toda la familia, sobre todo en los corsos. La Despensa del Rubio (próxima a casa) tenía un equipo de baby fútbol y Juan Ramón participaba. Se armaban lindos equipos con los chicos del barrio, cada barrio presentaba diferentes equipos La 225


competencia se realizaba en el Club Libertad y en el fondo de La Rotonda, en el costado, había una hermosa cancha. Varias veces salieron campeones, él era el número 10. Mientras jugaba comía maní, por eso le pusieron Mono de sobrenombre. Mientras los otros tenían la pelota, él comía maní, claro empezaba a las siete de la tarde y eran 11, 12 de la noche y seguían y él tenía hambre. Por eso le quedó el nombre Mono y además porque siempre fue bien morochito. Toda la familia le acompañábamos, éramos la hinchada. Hizo la primaria en la escuela Graduada. Luego ingresó al Colegio Alberti para la secundaria, siempre fue buen alumno. Papá se encargaba de nosotros, nos sentábamos a una mesa y teníamos que aprender las tablas, teníamos que saber las tablas de arriba hacia abajo y

de abajo hacia arriba y después él nos preguntaba en forma salteada y el que no sabía... ¡A sentarse aparte! y no te podías levantar hasta que no aprendieras. Otra cosa que me acuerdo es que cuando él era chiquito, nosotros no podíamos hacer nada porque Juan Ramón todo le contaba a papá. Volviendo a la secundaria, me acuerdo que Juan Ramón era muy coqueto, tenía que tener ropa fina, así tuviera una o dos camisas o pantalones... tenían que ser finos. Nosotras éramos petizas y gorditas y 226


él era delgadito, siempre hizo deportes, siempre coqueto. Me hace acordar mucho a mi hijo Fernando, tenía un carácter muy especial, yo hago la comparación con Horacio y Horacio es más frontal, campechano, ... habla poco. Sin embargo él no, era muy amigable, muy solidario, le gustaba compincharse con los gurises, siempre estaba rodeado de gurises, el buscaba organizar un partidito, un “picadito” como le llamaban ellos en el campito, al lado de nuestra casa o enfrente, porque esto era todo baldío en esa época. Incluso los domingos, cada casa cocinaba, él venía buscaba su parte y partía a comer con todos los otros jugadores digamos. En ese período, con sus compañeros Jorge Migueles, Juan Rajoy, todos ellos tenían la revista que se llamaba VISTE. En un número hablaron mal de los milicos y terminaron todos presos. El que se va acordar es Juan Rajoy o Jorge Migueles. Acá en esta casa, se venía a imprimir la revista. También estaba... ¿te acordás de Roberto Polimeni? él trabajaba en la librería del Obispado, ahí se juntaban y leían los libros, llevaban, traían; era la época de las charlas en el Instituto del Profesorado Estrada. A Juan Ramón le gustaba mucho leer, leía todo lo que fuera revista con un tinte político. Para las elecciones en las que ganó el PJ, con Julio Romero nosotros participamos. La consigna que se pintaba en las paredes era “Cómanle las vacas pero no los voten”, por los asados que hacían los liberales y autonomistas para comprar a los votantes. Juan Ramón estaba en esas pintadas con Jorge Migueles, Roberto Polimeni, Rodolfo Barboza, el Negro, Dorita. Esa noche ellos se sientan en un muro y cuando vieron la policía tiraron la pintura en el sitio, por la Tucumán, cerca de la casa de Maradey, igual ahí los agarró la cana y los llevó detenidos. Y después lo sacó Jaime Martínez, el abogado de las Ligas. Juan Ramón era muy tranquilo, le gustaban las peñas donde comían y tomaban como lo hacían los jóvenes en esa época, él no era de tocar guitarra ni de cantar, era uno más en los grupos. Era callado, no era parlanchín, era alegre pero era muy observador, vos hablabas y él te escuchaba, no era que quería meterse, sumamente respetuoso para todo. Era del grupo de Camozzi, tenía como modelo el Hombre Nuevo, Cristo. Juan Ramón participó de la UES, ellos estaban 227


trabajando para formarla en las diferentes escuelas. Terminó el secundario en el 74. Una parte del 75 estuvo aquí y luego se fue a Corrientes, a una pensión con otros gurises a estudiar Odontología. Mientras vivió en Corrientes venía con frecuencia a Goya, por ejemplo para el cumpleaños de mami o para la Navidad, el Año Nuevo o para su cumpleaños. Sé que militó en la JUP, en Corrientes y no tengo idea de cuando pasa a pertenecer a Montoneros, sé que estaba encuadrado. En la Universidad cumplía la función de consejero creo, no sé bien como se llamaba esa función. A Mamá los tíos le contaron que hubo noches en que se iba a dormir a esas casas; después ya cuando la época de la clandestinidad, anduvo mucho tiempo de casa en casa, incluso a veces iba a dormir a moteles, no tenía lugar fijo. Fue muy grande la desbandada, los compañeros quedaron sin protección. En el mes de octubre, en Goya se hicieron detenciones masivas y ahí nos detuvieron a papá, a Osmar y a mí (ya estábamos casados) así que nosotros que estuvimos aislados no nos enteramos cuando secuestraron a Juan Ramón. Mamá tampoco y cuando permitieron las visitas en la cárcel del Chaco, fue a visitar a, ahí se enteró de que otros presos lo habían visto a Juan Ramón, en el Regimiento de Corrientes. Supimos así que a mediados de noviembre del 76 fue secuestrado. Lo vieron en el Regimiento de Infantería N° 9. El último que lo vio fue Mariano Nadalich, él confirmó que estaba allí; creo que el Chengo Almirón y el Pollo Miño caen antes que Mariano. Los tres lo vieron y Lilian Losada, compañera detenida también, lo vio en el Regimiento. Después supimos que quien era su compañera, Dora Noriega, estando embarazada de dos meses, también fue secuestrada. Se cree que fue asesinado en Margarita Belén porque luego no lo vieron más. Se sabe con certeza de los compañeros que sacaron de la cárcel de Resistencia. A Juan Ramón nadie lo vio en la Brigada, ni en la Alcaidía ni en la cárcel, pero sabemos que también sacaron gente del Regimiento...

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Osmar Elías Bello, cuñado y compañero de militancia Yo a Ramón lo conocí en el 73 por ahí, él militaba en la UES… Sí, estaban formándola, la estaban armando. Había varios…no recuerdo bien, sé que estaban Juan Rajoy, Jorge Migueles y Maradey…eran unos cuantos, creo que eran siete u ocho los que por ahí se juntaban. Yo no participaba en eso pero sí sabía porque yo ya andaba de novio con Olimpia y solían reunirse en la casa. A Juan Ramón lo conozco más por sus actividades deportivas digamos, porque él…donde había un deporte se anotaba, o sea, no hacía boxeo pero hacía fútbol, rugby, vóley… Jugaba muy bien, el Instituto Alberti siempre tuvo un buen equipo de vóley digamos y Juan jugaba en ese equipo. También jugaba al rugby practicaban en el campichuelo de Massalin Particulares. En Goya se empezó a jugar al rugby en el Colegio Alberti porque había profesores que lo promovían; por ahí se jugaba en el fondo donde estaba la canchita del Alberti pero después muchos fueron a jugar a los equipos de acá, uno de esos equipos se llamaba Taragüi. Yo me acuerdo que siempre le buscaban a él para jugar; en ese momento Ramón jugaba acá y me enteré que después, en Corrientes, siguió jugando creo que en el Regatas.77 En el fútbol era muy bueno,…estaba en los juveniles de Matienzo; jugó siempre, creo que había jugado una vez en Primera, tenía 17, 18 años… era un tipo muy disciplinado. Dice

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9 y 10 de diciembre de 2017, se realizó una Jornada por la Memoria de 120 rugbiers militantes y víctimas del Terrorismo de Estado, en el Colegio Nacional Rafael Hernández, Campus deportivo de la UNLP

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Olimpia que jugaba de chiquito, empezó jugando…el “baby fútbol” en el barrio La Rotonda y en el Club Libertad donde se hacían mil torneos de vóley, fútbol… participaban muchos chicos del barrio. Además estaban los campeonatos estudiantiles. De Juan Ramón es eso lo que más recuerdo. Juan Ramón terminó la secundaria en el 74 y a mediados del 75, se fue a Corrientes. Después supimos que allí militó con Tere Fernández, en la JUP y en lo territorial con Chengo Almirón y el Pollo Miño. En una oportunidad de salvó de caer preso, fue cuando la cana llegó a a casa de un compañero, Juan Ramón estaba en esa casa pero se escapó por el fondo. Después sí, lo secuestraron y no apareció más. En el Regimiento de Infantería 9, lo vieron varios compañeros: Lilian Losada, Chengo Almirón, Mariano Nadalich. Ellos fueron testigos en el juicio que se inició el 5 de febrero de 2008 y terminó en el 2010, con la condena a los militares responsables del RI9, que funcionó como centro clandestino de detención y tortura, durante la última dictadura militar.

Héctor Vallejo, compañero del secundario y amigo La Plaza Plácido Martínez siempre fue una plaza llena de chicos. Yo vivía enfrente y allí nos encontrábanmos y jugábamos con chicos de familias vecinas, así conocí a Juan Ramón. Con Ramón, nos juntábamos en la casa de él, a hacer las tareas mientras tomábamos mate. Me acuerdo que íbamos a hacer las tareas de Contabilidad, del profesor Villa, que era el más terrible del Colegio Alberti, no nos perdonaba una. Terror le teníamos, no era acorde al grupo de profesores, no sé cómo estaba ahí, para mí no daba con los objetivos del Instituto, muy distinto... El papá era panadero y era bajito él. Y aparecía de vez en cuando Dora, se cruzaba nomás. Tenían un hermano más chiquito, Horacio. Después del secundario yo me casé y Ramón y otros amigos fueron a estudiar a Corrientes o Resistencia. Nosotros, Mabel y yo, trabajamos de jovencitos, 19 años y habíamos comprado un auto a los 21. ¡Éramos corajudos! Me fui a comprarlo todo financiado. Me hicieron el seguro y tuve problemas con el seguro del auto entonces 230


tuve que ir a Corrientes. Compré unas butifarras para llevar para el viaje. Llego a Corrientes, hago mis trámites y estando en la Plaza Cabral lo veo a Jorge Migueles en la esquina... Y Migueles como siempre. Era compañero mío, muy inteligente, sabía mucho más que yo, me pasaba lejos, porque yo era medio haragán...Y él me ayudaba. Era un muchacho muy buenito ¡por supuesto me fui al humo! ¡Tanto tiempo que no nos veíamos!… Hola –le dije. Hola Camello, ¿qué andás haciendo por acá?–me dijo. (Me decían Camello por el cuello largo ¿viste?) Le conté lo del seguro y le dije: –Y vos, ¿qué andás haciendo acá en la plaza? Estoy esperando el colectivo para irme a la pensión –me dijo. Vamos te llevo– le dije. Entonces subimos al auto y nos fuimos, no me acuerdo por dónde era. Llegamos y estaban Ramón, Dorita, y otro chico que no me acuerdo el nombre, vivían todos juntos. Los cuatro vivían en la pensión. El otro chico, era uno carita redondita, sé que en Goya vivía por el Bo. Scófano. Ellos querían estudiar y todo era precario... Era la hora del almuerzo así que estaban en eso. En el medio de la habitación tenían un calentador con una ollita, pusieron huevos y zanahoria, para comer entre todos. Les dije –Tengo unas butifarras, las voy a bajar. ¡Hay! ¡Sí! –dijeron rápido (se ríe). Bajé todo lo que había comprado ese día y compartimos. Fue en 1976, mayo, junio creo. Esa fue la última vez que los vi. Dorita, tirada en una cama con un libro, estudiando; me acuerdo la cara de ella, una sonrisa tenía en la cara. ¿Viste? Nunca más los vi, a ninguno de los dos.

José Luis Cano, compañero del secundario Estudié en el Alberti desde el año 69 al 74. En primer año éramos un montón, pero en segundo año ya se fue raleando digamos, mayoritariamente porque como no había seguridad de que el Alberti que era humanista, continuara, era probable que más adelante tuviéramos que cambiarnos al Colegio Nacional o a la Escuela de Comercio; era todo un incordio porque había que rendir las 231


equivalencias. Entonces la mayoría ya en segundo se iba yendo, mucha gente se fue. Juan Ramón repite un año porque tenía práctica contable o contabilidad y salió mal, repitió tercero. Desde tercero fuimos compañeros hasta recibirnos en el 74. Yo conocía a los padres porque vivían a la vuelta de mi casa, el padre era un buen trabajador... Juan Ramón era callado, muy reservado, no era de jorobar, no era de faltar el respeto a nadie, era un tipo muy educado. El padre era muy callado, él se parecía al padre. Fui varias veces a la casa, pero nunca profundizamos nada quizás no se dio o no me interesé. En cuarto año Juan Ramón se preocupaba por los estudios, era un buen compañero. Nos dimos cuenta de su actividad política cuando el regreso de Perón, cuando fue a aquella marcha famosa a Ezeiza. Y bueno ahí sí, vino un poco más cambiado pero capaz que él tenía más responsabilidades sociales que los otros que estábamos dando vueltas ahí. Cuando él volvió de ese viaje a Ezeiza, ya vino con su vincha que decía Montoneros, le decíamos: –Juan Ramón... ¿de dónde saliste Montonero vos? Me acuerdo que Camozzi se había ido a España ya, creo que enviado por la iglesia. En Tercero y Cuarto el padre daba filosofía y psicología, cuando estuvimos en cuarto se va, no estuvo más. Quedó de Rectora María Octavia Rolón Soto y luego la señora de Ramadán. Nosotros terminamos con ella el secundario. Había poca efervescencia en el Colegio, hicimos algunas acciones juntos con la Normal, actividades para juntar plata para un viaje, estaban las hermanas, Dora y Olimpia y del Alberti nosotros.... pero no llegamos, hicimos dos o tres actividades pero no viajamos. No teníamos vida social compartida. Nos juntábamos para estudiar algunas materias a veces, porque yo fui vago en la escuela.... seguramente preparamos alguna materia para rendir pero jamás tocamos el tema político. Compartíamos el deporte. Recién comenzaba a haber rugby, y él practicaba. Yo me acuerdo que jugaba muy bien al fútbol, en Matienzo jugábamos. Pero de política nunca habló, nunca dijo nada, para nosotros, para mí, cuando supe el problema de él fue algo 232


inesperado, no pensé que se había metido tanto o qué es lo que pasó en el medio. Ahora me acuerdo que una vez, no recuerdo mucho, pero me acuerdo que fui a estudiar y los veo a todos Santana, Rosales, Sotelo, el petizo Ayala y Maradey... en fila india, con la policía cargándolos a un celular... Ahora uno se ríe, pero los llevaron a todos presos... aunque los largaron en seguida. Yo nunca participé en política después de grande sí participé, pero en aquella época, nada Terminamos en el 74, y nos fuimos a Corrientes a estudiar, él creo que fue a estudiar veterinaria; no nos vimos más, una vez nos cruzamos en un colectivo pero no nos quedamos a conversar, él justo bajaba. Mi recuerdo de Juan Ramón es el de un buen compañero. Me enteré de su desaparición pero yo ya no estaba en Corrientes. Lamento lo que pasó con él, no tendría que ocurrirle a nadie eso.

Cervando Alfonso, compañero en el Colegio Alberti Con Juan Ramón fuimos compañeros en el Colegio Alberti, desde tercero hasta el sexto año. En particular no recuerdo nada que llame la atención, sí, que era muy bueno. Una o dos veces fui a la casa, no recuerdo para qué fui, seguramente pasaba por ahí o por estudios. Pero vivíamos bastante distantes. Como alumno era uno del montón, los mejores alumnos eran una chica Rossi y Tomé, de familia de Mendoza, los demás éramos del montón. Jugaba al rugby, estuve con él en una oportunidad, creo que fue en Central, yo no jugaba, me fui a mirar nomás. Sí, también jugábamos al fútbol y hacíamos ejercicios... Como se hacía en aquella época salíamos de serenata el día del profesor, del estudiante...Él participaba, era jodón, era amable, nunca tuvo ningún problema. Me acuerdo que con un grupo, en el que estaba, yo no participé, se trabajó un tiempo con las chicas de la Escuela Normal, para viajar no sé a dónde, pero iban y organizaban bailes en Tres Bocas, en San Isidro; en una oportunidad vino Coco Marola. Trabajaban para juntar fondos no recuerdo si llegaron a viajar. 233


Creo que era amigo de Santana porque se sentaban juntos y también volvían juntos de la escuela, vivían por el mismo lugar. Una vez lo que me acuerdo... es que los dos copiaron mal. Delante de ellos se sentaba Leopoldo Rolón Soto y no sé quién más, era una prueba con González Ocanto, que era profesor de Instrucción Cívica o Historia. ¡Ligamos todos! Me acuerdo que había que responder una serie de preguntas y Santana y Juan Ramón, le preguntan por lo bajo a Leopoldo

y éste, les contesta dos nombres que nada que ver y ¡los dos pusieron lo mismo!, nos ligamos un levante todos (se ríe). Era muy buen profesor González Ocanto... Terminamos sexto año en 1974. Fue un acto en el Colegio Alberti y nos entregaron los títulos la Sra de Ramadán y Mons. Devoto. No se hizo baile, creo que no era costumbre en el colegio. Después fuimos a estudiar a Corrientes, pero no tuve más contacto con Juan Ramón. Cuando lo secuestraron yo estaba estudiando todavía pero no supe nada en ese momento, después me enteré. Falcone o Santana, no sé, creo que uno de ellos fue quien contó que Juan Ramón estaba desaparecido.

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Fernando Oscar Cerimelli, compañero de militancia Yo conocí al Mono Vargas cuando estuve viajando por Corrientes; él era un estudiante de odontología legal, estaba en un pensionado de estudiantes, ahí lo conocí, sabía su nombre verdadero, pero él no sabía el mío. Habrá sido el 15 de noviembre del 76 cuando lo vi por última vez. Teníamos una cita de control a las 8 de la mañana y me dice: – Estoy sin comer y sin dormir. ¿Qué pasó? –pregunté. A mi compañera la levantaron anoche –dijo– Yo no volví a casa, estuve en el parque Mitre, toda la noche. Y le dije: –A nosotros nos pasó lo mismo veníamos rajando, hubo una movida, rajamos de entre las patas de la cana sin que ellos se dieran cuenta y estábamos sin plata, sin comida. Y el Mono Vargas me preguntó: –¿Tenés hambre? Sí –le dije. Entonces él dijo: –Bueno voy a buscar un compañero que me conoce, que es de la ciudad a ver si nos da el desayuno. Y no solo me llevó a la casa de ese señor, un amigo de él en Corrientes, cerca de la avenida Maipú, donde desayunamos en forma abundante sino que el hombre le dio plata, un suponer... treinta pesos, año 76, y él me dice: –¿Qué hacemos?. Acá no tenemos nada más que hacer –dije– tenemos que separarnos o vamos a caer juntos... el que se salva, se salva. Me dio un abrazo y me dijo: – Tomá 15 pesos para vos y 15 pesos para mí, yo tengo visto donde ir. De él no sabía nada más, que era de Goya y el apellido. Nos dimos un abrazo y nunca más, después con el tiempo, cuando regresé a Formosa, después de estar preso, me enteré que él estaba desaparecido. Yo conocí a la mamá, a una hermana y nunca supe más de él.

José Pedro Almirón, Chengo, amigo y compañero de militancia En los 70 militaba en la Juventud Peronista. Así, conocí a Juan Ramón y Dorita Vargas, también a Roque Monzón entre tantos militantes que pasaron por el barrio Cambá Cuá. A Juan Ramón lo conocí en una reunión con muchos compañeros pero lo que me acuerdo es su aspecto 235


físico, era fornido en comparación con nosotros, se notaba que practicaba deportes. Ese fue un encuentro único prácticamente, no era habitual. Éramos de distintos barrios, en esos momentos no preguntábamos mucho. No recuerdo la fecha, se me confunden los tiempos; sí me acuerdo del lugar, era una quinta que consiguió el papá de Carlos Marcón, un militante del barrio. El papá era una persona muy amable, muy solidaria, conocía nuestra militancia y no sé cómo habrá sido el pedido de su hijo pero él nos consiguió la quinta. Había una laguna, nos fuimos a nadar. Un día maravilloso. Tengo un recuerdo de un encuentro agradable, todo el día estuvimos conversando, discutiendo, luego guitarreamos, siempre había quien sabía tocar la guitarra o cantar. También estuvieron otros compañeros de otros barrios de Corrientes y entre ellos Dorita, la hermana de Juan Ramón. A Dorita la conocí más tiempo que a Juan Ramón, por la participación acá en este barrio. No era que trabajaba en este barrio pero nos visitaba, hacíamos algunas actividades juntos. En esa época no había edificios como ahora, eran todas casas, y de gente trabajadora, humildes. Dorita participó varias veces con nosotros, era muy apreciada en el barrio. Como Juventud Peronista hacíamos campeonatos acá en la cancha del colegio de los curas, el Pio XI. Ésta es zona futbolera así que ahí organizábamos los torneos con equipos que venían de todas partes de Corrientes, les decíamos Torneos Relámpago. Comenzábamos el sábado y terminábamos el domingo, eran como 30, 35 partidos. Participaba mucha gente, pero lo interesante que me acuerdo es que decidimos no poner policías. En otras partes pagaban a la policía. Nosotros dijimos, nosotros vamos a hacer la custodia, vamos a garantizar que esto se desarrolle todo bien. Y lo conseguimos y fue muy lindo. El 85% de lo que se recaudaba iba para pagar los premios, lo otro iba para pagar algún gasto. En este barrio hicimos cosas interesantes, creamos por ejemplo, el Club Social, Deportivo y Cultural Cambá Cuá. Lo hicimos para contención de los jóvenes, queríamos hacer una biblioteca y desarrollar otras actividades; habíamos sacado personería jurídica, eso debe estar en la documentación de la Municipalidad. 236


Yo era muy conocido en el barrio, desde muy chico trabajé, andaba con carro, caballo, después compré una chatita Ford A y después una camioneta, siempre trabajé. En esta casa teníamos una fábrica, no sé si se dice así, de lavandina, íbamos al Chaco traíamos el cloro, aquí había un tanque grande, lo poníamos en botellas, hacíamos las etiquetas y vendíamos. Era un trabajo interesante había varias familias que hacíamos eso y salíamos en la camioneta a vender. Así fue mi vida, y como la mía la de muchos militantes de los barrios. Haciendo la venta de lo que producíamos conocíamos mucha gente, así conocí a un señor de apellido Méndez, que era director de los réferis, y entonces le hablé de lo que estábamos haciendo, de los partidos que armábamos. Le pedimos que nos asesore con los árbitros porque queríamos buenos réferis que cobren bien y no haya líos. Se entusiasmó. Le gustó la idea, porque los muchachos estaban estudiando para ser profesionales y le pareció que sería bueno que vayan aprendiendo en los barrios, así fue que nos mandaba varios réferis y con eso garantizábamos que los partidos se desarrollaran sin problemas. Funcionó perfecto. Otro trabajo que realizamos acá fue con relación a los carnavales. Nos juntamos los compañeros y dijimos: –El carnaval es muy sentido en Corrientes y en este barrio muy especialmente. Vamos a meternos en eso también. Éramos jóvenes, 21, 22, 23 años y fuimos a la Comisión Provincial del Carnaval. Nos presentamos como Comisión del barrio, con presidente, secretario... todo como era requerido y dijimos: –Vamos a representar el barrio Cambá Cuá en los Corsos. Era una responsabilidad muy grande porque el barrio siempre se presentó bien y esta vez tomamos nosotros la posta. Hicimos la carroza del barrio; como experiencia fue algo lindo y feo también, ya te voy a contar. En esa época la Comisión Central daba dinero para hacer bailes y eventos para juntar fondos para hacer la carroza. Estaba todo bien, nos dieron una cierta cantidad de dinero y organizamos un baile aquí en esta misma calle Chaco. En ese tiempo se bailaba en la calle. Mucha cantidad de gente hubo. Atendíamos una cantina donde se vendía sangría, choripán.... todo para juntar fondos para cubrir los gastos de la 237


carroza. Mi papá trabajó muchísimo. Ahí lo interesante también era que cada vez que había una actividad de estas venían a colaborar compañeros de la JP de otros barrios, del barrio Popular, de la villa Juan de Vera... Fue en el año 74 me parece. Para hacer la carroza nos reunimos para ver qué motivo presentábamos. Se hicieron bocetos, salieron muchas ideas, no nos decidíamos hasta que alguien dijo: –¡Vamos a hacer un Triceratops78 que largue fuego por la boca! Entonces eso nos gustó y nos dividimos las tareas había un grupo para soldar, otro que sabía de carpintería, otro pintar…Se trabajaba muchísimo, cuando se necesitaban maderas y materiales y se le pedía el dinero al Tesorero de la comisión del barrio, era el compañero Carlos Marcón. Decíamos vamos a comprar tal material y nos entregaba lo necesario. Pasó que Carlos comenzó a tener problemas de seguridad y nos dice que tiene que irse de la zona, él era uno de los pilares de este barrio pero tuvo que irse. Entonces buscamos otra persona que tuviera tiempo para dedicarse y ser responsable de la parte de tesorería. Nosotros queríamos delegar tareas, que sea el barrio el que participe, así se designó otro Tesorero. Bueno, el grupo que hacía el armazón viene a pedir dinero para comprar electrodos para soldar, porque llevaba toda una estructura metálica y había que hacerla bien, segura. Vamos nosotros al Tesorero, le pedimos y nos dice: –No hay más. No puede ser con todo lo que nos dieron y lo que recaudamos con los bailes y las cantinas...–dijimos. No, no hay más –dijo. ¡Nosotros trabajábamos y él gastaba! Teníamos un problema grave porque teníamos la carroza ahí y no podíamos continuar. Fuimos a la Comisión Provincial a pedir más dinero y le explicamos el problema. Los de la Comisión nos dijeron: – ¡No muchachos a nosotros no nos interesa, Uds. tienen que salir o si no van a ir todos presos! Estábamos varios compañeros, con mucha bronca, mucho esfuerzo habíamos hecho para que venga un tipo y nos saque así el dinero. ¡No íbamos a poder representar al barrio! ¡Era una derrota! Más

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Género de dinosaurio.

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o menos así lo vivíamos. ¿Qué podíamos hacer? Bueno, teníamos aerosoles que quedaron de una campaña política de ese tiempo y dijimos: –El barrio tiene que saber que nosotros no somos culpables. Nos fuimos a la casa y pintamos: "Aquí vive el ladrón que robó la plata de la carroza". Y luego ¡pintamos todo el barrio! Una pintada que hicimos acá en la esquina decía: "gallo... ladrón, a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor" El tipo llegó a su casa, vio que la pintada era reciente, y avisó a la policía. La policía encontró a varios muchachos del barrio. Y entre esos encontró a dos compañeros, el Chacho, que era muy jovencito y a Roquiño (Roque Monzón), los detuvieron a los dos. A Chacho lo largaron porque tenía 16, 17 años pero Roque era un poco mayor y lo dejaron. Fuimos a un abogado, nuevito, militante peronista, creo que ahora es juez. Le contamos y respecto de la última pintada nos dijo: – ¡Vayan ya! ¡Borren esa pintada! Y fuimos, y estábamos borrándola cuando salió el dueño de casa y nos pilló. Le explicamos que estábamos borrando. Era ya una cuestión política. Bueno, se llegó a borrar. A los dos o tres días Roquiño recuperó la libertad. La cuestión es que terminamos como pudimos el Triceratops, con cambios, no echaba fuego sino humo... había un compañero que se iba adentro con un matafuego y con eso tiraba el humo. Vos miraba de abajo y se veía lindo pero el que miraba de la tribuna se veía todo el armazón porque no nos alcanzó la plata. Finalmente con la carroza ganamos el 5° lugar, que nos dieron de lástima, porque era el barrio Camba Cuá nada más. Y la reina del barrio ese año salió Reina de Reinas. ¡Ahí nos reivindicamos! Después que se terminaron los carnavales hicimos una gran fiesta, en una quinta en la ruta hacia Santa Ana e invitamos a todas las personas que colaboraron e inclusive tuvimos dinero para alquilar orquesta, estaba el grupo musical de cumbia que recién empezaba, se llamaba Los Yaneiros. Así fue como salimos de esa situación. Me acuerdo que estuvo Roquiño, que había sido liberado de las pintadas y que colaboró muchísimo para esa fiesta pero su campo de acción era el barrio Popular. 239


En el barrio éramos muy activos, nosotros éramos de la Juventud Peronista, acá teníamos la Unidad Básica, por Belgrano y Pago Largo pero se sumaban todos, trabajábamos en conjunto. Desarrollamos los juegos infantiles. Los partidos de fútbol en la cancha del Pío XI y las chocolatadas al aire libre. Íbamos casa por casa a pedir colaboración, lo que pudieran para servirles algo a los chicos, azúcar, leche, algún dulce, las panaderías colaboraban con pan dulce. Después nos metimos en otro proyecto. En el barrio siempre se hacía la fiesta de San Baltazar, se menciona al barrio y este festejo en una canción79. Era muy tradicional acá, salía de Irigoyen y Chaco. Primero fue una familia de Vedoya, que vivía aquí, la que organizaba, luego otro, no sé quién pero siempre se hacía. Y después llegó un momento que dejó de hacerse. Entonces dijimos: –¡Tomemos la posta! Y la tomamos y la hicimos. Era gratis la entrada pero fuimos a hablar con las orquestas de ese tiempo, le decíamos lo que significaba como tradición para el barrio y conseguimos conjuntos musicales, vinieron gratis. Hicimos venta de sangría y choripán para juntar plata. La hicimos en esta misma calle. Era un lleno total, un éxito total. Fue la última actividad en el barrio, para el 6 de enero del 76. En esos primeros meses del 76 ya veíamos cómo se venía. El trabajo que hacíamos en este barrio se termina. Se da el golpe y tuvimos que trasladar compañeros por seguridad, hubo detenciones y tuvimos a ayudar en la villa Juan de Vera, donde estaban compañeros que luego fueron asesinados en Margarita Belén. En septiembre de ese año me detienen. Me dejan libre una semana más o menos y me vuelven a detener. A mi papá también lo llevan, fue en noviembre. Yo estaba sentado en el lugar que me pusieron y por la noche escucho que traen como un bulto y lo tiran y en un momento determinado cuando me doy cuenta que se fueron todos del lugar, me saco la venda y lo vi. Era Juan Ramón Vargas. Lo reconocí. Estaba consciente. Le hablé y me contestó y dijo cosas de su detención, de

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Canción del Cambá Cuá. Letra y música de Osvaldo Sosa Cordero. Acordes por Alejandro Aristimuño.

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cómo fue y que le habían pegado mucho, que temía por su vida. Yo le dije que no se preocupe que a mí me tenían ahí hacía varios días. No va a pasar nada le dije. Pero él insistió: –Decile a los compañeros que me porté bien. Mandale saludos a mi familia. Ese día, más tarde, no sé el tiempo que pasó me di cuenta que él ya no estaba. Pero era una cosa común justo enfrente de la ducha donde yo estaba había un pasillito y una puerta que daba a ese lugar donde te interrogaban y te castigaban. Yo pensé que lo habían llevado allí pero pasó el tiempo y no lo vi más. Del Regimiento nos llevaron a la Alcaidía de Corrientes y de ahí a la cárcel del Chaco. Cuando nos llevaron a la Alcaidía pregunté por Juan Ramón porque así como me llevaron a mí él podía haber estado ahí. Pero no, no lo habían llevado ahí. Me acuerdo que cuando nos trasladaron al Chaco ya sabíamos lo que había pasado en Margarita Belén ahí tuvimos temor de que nos pase lo mismo, pero nos llevaron a la cárcel del Chaco. Estuve hasta el 78 en el Chaco, luego nos trasladaron a La Plata y después a Caseros y de ahí salí con la opción hacia Alemania. Vengo a Corrientes casi todos los años pero cuando me jubile pienso volver y quedar en mi país. A mí me duele que haya compañeros que nada ni nadie los recuerde. Tengo un proyecto para cuando regrese. Yo veo en Alemania que en todas las casas donde vivía una persona que fue a parar a los campos de concentración hay una baldosa que lo recuerda. Mi idea es hacer el Bosque de la Memoria y que cada árbol lleve el nombre del compañero que estuvo preso. Pienso en Carlos Marcón, de quien no quedó nadie de la familia, en Pegi Gómez, en Julio Repetto y tantos otros…

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https://www.abuelas.org.ar/caso/vargas–noriega–113

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ROQUE JUAN MONZÓN, ROQUIÑO

… No nos vimos nunca pero no importaba, mi hermano despierto mientras yo dormía, mi hermano mostrándome detrás de la noche su estrella elegida. 80

Eugenia María Ramona Monzón, hermana Roquín nació el 5 de noviembre de 1946 en la ciudad de Goya, Corrientes. Nuestros padres fueron Roque Monzón e Irene Montenegro, ambos nacidos en la misma ciudad. Yo soy la mayor de los cinco hermanos; luego Florentino, Roquín es el tercero, el cuarto es Valentín y mi hermana menor era Juana Irene. A mí me puso tres nombres: Eugenia María Ramona porque mamá tenía dificultad en tener familia y ¡hacía cada cosa para poder tener! Le decían que tenía que tomar la ortiga macho, no sé cómo tomaba, pero ella tomaba para que la criatura se quede y nací. Ella decía: –Si nace bien la criatura le voy a poder el nombre de la Virgen María, y como es San Ramón el santo de las

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Julio Cortazar. Del libro "Fervor de la Argentina" de Roberto Fernández Retamar, Ediciones del Sol, Buenos Aires, Argentina 1993

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mujeres parturientas le voy a poner Ramón o Ramona y el santo del día. Nací el 4 de marzo y el santo de ese día es San Casimiro ¡me puso Eugenia por suerte! Mi hermano se llamó así por el nombre de papá; le puso Roque y Juan... Me dijo mamá: –Andá fijate en el calendario qué santo es este día, el 5 de noviembre. Decía: Zacarías padre de San Juan Bautista. Y me dije: –¿Qué le voy a decir? Y dije: –Mamá, dice Juan. Y así fue Roque Juan, si no sería Roque Zacarías. Yo tenía 9 años. Es más lindo Juan que Zacarías. Roquín era delgado, de mediana estatura, pelo negro. Hizo el jardín de infantes y la primaria en la Escuela Graduada N°65. De carácter era amable, respetuoso; mi papá se embriagaba y se ponía malo, nos insultaba. Bueno, a él le insultaba y le decía de todo y Roquín se mandaba a mudar, él no peleaba. Yo era muy peleadora, le decía cualquier cosa, lo que me salía... Pero él no. Él era muy respetuoso. Un día que yo estaba tan enojada me dijo: –No te pongas así, nuestro papá no es nuestro enemigo. Nuestro enemigo son los capitalistas. Con nosotros, los hermanos, era buenísimo. A veces yo enfrentaba a mi hermana, ella quería muchas cosas, quería vestirse bien... y papá era un hombre pobre que ganaba poco, y le exigía a él. Ella iba a la escuela Normal y las compañeras eran de clase alta, ella iba con zapatos así nomás sencillos, y quería que papá le compre unas botas largas. Justo cuando él estuvo enfermo internado y mi hermano le decía: –Vos tenés que hacer tu lugar... hay que ir bien limpio, ordenado, pero no con lujos. Decía: –No hay que pedirle a papá cosas caras. Mirá yo me voy a la facultad y tengo un solo traje y con ese traje voy y nadie... nadie me critica. Voy con ese solo traje y vos estás apretando a papá, ahora que está enfermo internado. Y mi hermana lloraba a gritos y no le pudo hacer callar. Y le dijo a mi primo: –No podés con las mujeres. Él era así, muy respetuoso y no era atrevido, él respetaba y aceptaba; en cambio mi hermana no. Roquiño cuando niño era travieso, me contaba las travesuras y me hacía reír demasiado. Papá era desconfiado y decía: –Seguro que éstos se están riendo de nosotros –le decía a mamá. -No, papá, venga le vamos a contar –decía Roquiño. Era muy travieso en la escuela, hacía 244


travesuras con los compañeros. También en casa era muy cabezudo. Saltaba los alambrados. Una vez saltó un alambrado y se clavó con el alambre de púa en el brazo. Cuando iba a segundo o tercer grado trepó a un árbol grande y se cayó y se fracturó. Me acuerdo que después en la escuela le encerraron los chicos porque él era el más chiquito de todos, fue de 5 años a la escuela. Era el más chiquito y era así que no peleaba. Los otros le encerraban. Después se quejó papá, ¡qué sé yo! De su fractura acá le trataron así nomás, pero consiguió papá llevarlo a Buenos Aires. Entonces estaba Perón. Fue en el 52 por ahí, y consiguió pasaje con camarote en el tren hasta Buenos Aires. Fue al hospital de niños, no era el Gutiérrez, no me puedo acordar... ahí le operaron de la cadera porque él se descaderó, por eso no quedó bien. Allí estaban las hermanas franciscanas que atendían en el Hospital. La hermana Marta Rosa María era muy buena y lo atendía y conversaba con él. Y tanto se encariñó con él y él con ella, que le dijo si no quería ser sacerdote franciscano. Y yo quería ir al convento de las Carmelitas, y por ahí nos ayudábamos. Y papá lo mezquinaba porque él se fue de 13 años a Buenos Aires; fuimos a Cangallo 2124, donde estaba la sede de las Carmelitas. Y ahí le vinieron a buscar los franciscanos y le llevaron al convento, que era una escuela para los estudiantes franciscanos. Él estudió primero en Paso del Rey, Moreno, después se fue al Uruguay, cuando ya era novicio. Lo llevaron al Uruguay antes de ir a Catamarca. En total estuvo desde los 13 hasta los veintitantos con los franciscanos, allí estudió Latín, Filosofía y luego Teología. Cuando estaba estudiando en Catamarca su profesor de latín me dijo un día: –Tu hermano es el mejor de mis alumnos de latín. Una vez me contó y nos reíamos a carcajadas que había un cura, Narváez de apellido, que era músico e interpretaba canciones. Se fue a Tierra Santa y trajo una caja como de dulce de batata. Pasaban hambre los novicios. Y el cura jefe de novicios les dijo: –Vayan y vean que es eso del padre Narváez, eso que trajo, debe ser dulce de batata o algo para comer. Se fueron los novicios, partieron la caja y se encontraron con que estaba llena de partituras. Los franciscanos son austeros, pero ya se pasaban con el hambre. (Se ríe) 245


Roquiño vino a Goya y comenzó a trabajar en Imparciales, la fábrica de cigarrillos. Tenía muchos amigos, me acuerdo de Rodolfo, la Vargas, Bello… Era parte de la Juventud Peronista, con ellos se dedicó a atender necesidades de las familias más pobres haciendo arreglos en sus casas, buscando elementos como pajas, alambres y clavos para techarlas. Como era organista, tocaba el órgano en la capilla San Ramón y ahí una vecina se casó y él le tocó la Marcha Nupcial. Hasta ahora se acuerdan los vecinos. No tocaba otros instrumentos, solo el órgano. Él aprendió en Catamarca, allí había un profesor de órgano y de piano, era el profesor Valderrama. Él le enseñó a tocar. Era seglar, no sacerdote. Y ya estando en Corrientes, él iba y tocaba el órgano en la iglesia de San Francisco. Allá seguía en contacto con los sacerdotes. Él se fue para estudiar abogacía a Corrientes. En el 75 ingresó a la Facultad de Derecho de la UNNE, creo que yo estaba en Catamarca todavía. Cuando se fue a Corrientes, a veces venía para los cumpleaños, o para fin de año. Le costaba porque no era que tenía mucho dinero. A veces mi papá le ayudaba, era vendedor ambulante, vendía cosas así como cacerolas, como venden acá. Cuando eran niños, mis hermanos eran verduleros. Los tres eran verduleros. Vendían por la calle. Después cuando a mi papá lo indemnizaron en la farmacia donde trabajaba, pudo tener un puesto de verdulería en el mercado grande. Ahí trabajaron papá con mis hermanos. Iban al campo a buscar mercadería, papas, batatas, mandioca, zapallo, para vender ahí, y teníamos una charré para ir al campo. Toda la vida mis padres vivieron en Bo. San Ramón. Ahora uno de mis hermanos vive en otro barrio. En la Capilla de San Ramón estaba Ramondetti. Esta casa donde vivo ahora con mi hijo era de él. Yo era muy amiga de Ester, María Ester Borzani. En julio del 76 fue la última vez que le vimos. En esa oportunidad trajo dinero a papá para salvar una cuenta pendiente de un hermano que estaba enfermo. ¡Ah!... después mandó un telegrama a papá, porque cumplía años el 16 de agosto. “Felicidades papá" decía. En octubre del 76 vinieron los militares. Rodearon toda la manzana y entraron. ¡No te imaginás! A mi madre le decían: –Sra., ¿Ud. es casada? Porque muchos decían que los hijos de padres no 246


casados o separados eran los que militaban. Pero papá y mamá eran casados... Uno que no recuerdo el nombre, no era My Uranga, uno grandote, no era Silveyra tampoco, otro... me dijo: –A vos no te llevamos por la criatura (por mi hijo). No recuerdo el día pero nosotros sabemos por boca de un compañero que lo tomaron en una plaza. Mi hermano más chico se fue a una reunión que hubo en Curuzú creo y alguien le contó que él se escapaba y que en una plaza le habían tiroteado. Eso le contaron a mi hermano y él me contó a mí. Seguro no se sabe. En Corrientes vivía en una pensión. La señora de la pensión era una señora mayor, no sé si vive. Cuando yo fui a Corrientes, que me citaron de la Policía Federal, mi mamá me dijo, yo te voy a cuidar mi hija, pero no te vayas. Y me fui a averiguar por él si no estaba allí preso. Registraron todo y no estaba allí. Está desaparecido.

Olimpia Vargas, compañera de militancia. Le decíamos Roquiño. Era morocho, pelo chuzo, duro, bien renegrido ese pelo; un poco más alto que yo y rellenito. Él tenía la familia en el barrio San Ramón, familia muy humilde. Me parece que era maestro. Estaba muy relacionado con los curas, siempre hizo de monaguillo en la capilla de San Ramón, con Ramondetti. Incluso hay una foto suya con una sotana negra. Físicamente tuvo un problema de caderas y tenía una renguera muy notoria. Prácticamente estaba más en Corrientes que en Goya porque terminó la secundaria y se fue a estudiar abogacía; siempre que venía solía ir a verlo y conversar con Mons. Devoto. Sé que cuando venía se contactaba con Ramondetti, con la gente de San José, a veces ayudaba a hacer algún trabajo social en San Ramón, charlaba con la gente, con los jóvenes del barrio. Su hermano Valentín Monzón, también militaba en la JP. Así que cuando Roquiño venía a visitar a su familia, si había alguna acción de la JP, él se incluía y participaba también. Nos juntábamos para charlar de política, pero luego cada uno militaba en su lugar. Sé que en 247


Corientes participaba en el barrio Cambá Cuá y en el barrio Popular. Supe que también se encuadró en Montoneros. Yo creo que a Roquiño no lo secuestran en una pensión como dijeron, creo que fue en una plaza, incluso creo que lo tirotean y él se parapeta detrás de unos árboles. Puede ser enero del 77. Me parece que tenía más de 30 años cuando desaparece. Tenía cara de persona madura, entre 35 y 36 años... La que más se movió buscándolo fue la hermana que fue monja. En esa época estaba en otra provincia, dejó los hábitos y vino a Goya, me parece que vive en el mismo barrio San Ramón.

Rosario Ayala, Charito81 Me produce alegría volver a verlo después de tanto tiempo. Y tristeza obvio, porque lo conocí mucho, no por militar con él, sino porque venía todos los días a la pensión donde vivíamos con mi compañero apenas nos casamos, a estudiar materias de Derecho. Supongo estaría bastante adelantado especialmente si siguió en Corrientes, porque esto que les digo fue en 1971. Con los avatares que siguieron, nunca más lo vi pero lo estoy contemplando y recordando con su pequeña renguera y una bondad infinita. Era más bueno que el pan. En la Facultad de Derecho está su nombre en la chapa que se puso en honor de los abogados y estudiantes desaparecidos donde están Roberto Yedro, mi hermano Cacho y como estudiantes avanzados el Bocha Arqueros y Roquiño. ¡Jamás te olvidaré querido Roquiño!

Nota: En páginas anteriores Chengo Almirón también refiere a Roquiño,

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El 3 de febrero de este año 2018 recibí y publiqué, la foto con que se inicia esta historia y a la que refiere Charito

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JUSTO JOSÉ PELOZO, EMILIO

…Ni bien terminó el secundario empezó a trabajar y con el sueldo de ese trabajo se bancó el primer año de la Universidad. Era un trabajador natural, muy aplicado, muy preparado y era muy hábil para todo. Emilio tenía carisma de líder.

Alcides Martín Pelozo, hermano Han pasado más de 41 años de aquella noche del 14 al 15 de febrero de 1977, cuando protegidos en la oscuridad y la calma pueblerina, cercana la medianoche, un grupo de personas invadió (en Mercedes) la vivienda familiar de Emilio (el nombre con que llamábamos en la intimidad a Justo José). Puso la casa patas para arriba, rompió y desparramó muebles y papeles, encerró en el baño a Isabel y sus dos hijos pequeños. Lo golpearon y se lo llevaron con rumbo desconocido, así como algunos documentos y “recuerdos” que encontraron en la casa. Eso narraba la dolida carta de papá que recibí días después en Corrientes, donde estudiaba desde hacía unos años. Pocos años antes él me había contado que Emilio era mi hermano, teníamos madres distintas. Fue una siesta cuando, tras bajar del colectivo que nos llevaba de Corrientes, caminábamos para ir a visitarlo a la casita que en esa época ocupaba en Resistencia. La confesión fue inesperada, pero de alguna manera no me sorprendió completamente. Aunque sin certeza, imaginaba algo así de mis largas visitas a las casas de mis abuelos donde él vivía cuando niño. 249


Emilio cursaba entonces uno de los últimos años de la carrera de Contaduría en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). Una vez obtenido el título se trasladó a Mercedes donde se había criado y donde poco después se casó con Isabel y tuvieron dos hijos. A Emilio no lo conocía mucho. Era unos años mayor y se confundía con mis varios primos que vivían en Mercedes, cuando visitábamos a nuestros abuelos en vacaciones en la enorme casona de la entonces calle Independencia al 1000. A veces se mezclaba en nuestros juegos de niños, era mayor a todos y a esa edad esa diferencia de años tiene su incidencia. Era uno más, pero extraño, quizás, por el cariño especial de papá hacia él. Morocho, de pelo lacio, corto, sin barba y de cuerpo menudo, parco en sus expresiones. Cuando estaba fuera de nuestros juegos se lo veía realizando otras tareas en la casa o, imitando a mi abuelo, se sentaba cerca nuestro atento, mientras leía historias que después nos narraría cuando lo acompañábamos para hacer algún mandado o encargo de los abuelos, las tías solteronas o alguno de los mayores. Para nosotros ir con él al almacén cercano, o a la verdulería o carnicería más lejanos, era toda una aventura; ésta, se volvía épica cuando teníamos que cruzar la vía del ferrocarril que separaba el barrio del resto del pueblo. Nunca indagué mucho sobre su pasado, ni me animé a preguntar. En esos años y más aun posteriormente a su desaparición, en ocasiones veía llegar a un hombre algo menor a papá, con botas y sombrero, al que papá recibía con mucho cariño. Pasaban largo tiempo en el escritorio de nuestra casa paterna en Paso de los Libres sin que nosotros pudiéramos acercarnos. Siempre lo consideré un buen amigo de mi padre que muchas veces solía traernos modestos presentes o golosinas. Más adelante supe que era hermano de la madre de Emilio, era de Tabay, un pueblito cercano a Saladas donde mi padre había trabajado como maestro cuando joven, antes de sus 30 años y cuando mamá aún no había aparecido en su vida. Dos o tres veces me encontré con él en Corrientes y años después de la muerte de papá me visitó en Posadas, en compañía de uno de sus hijos. Después lo perdí de vista. Desde un principio papá nunca bajó los brazos buscando a mi hermano y como era conocedor del medio judicial, se desempeñaba 250


como secretario de la Cámara en lo Penal y Criminal de Paso de los Libres, se valió de los recursos posibles que le permitieran hallarlo o saber de su paradero. Además de Mercedes, hizo gestiones el Curuzú Cuatía, sede de la III Brigada de Infantería y de donde dependían las fuerzas militares y policiales del sur correntino; en Paso de los Libres y Corrientes en las justicias federal y provincial y llegó hasta el comando del II Cuerpo de Ejército, en Rosario, en esa época a cargo del exgeneral Leopoldo Galtieri. Siempre chocó con negativas o evasivas, aun entre quienes lo conocían y respetaban de su trabajo. Esto llevó a que desde el Superior Tribunal de Justicia de Corrientes urgieran su jubilación, ya que había superado el límite de 65 años de edad. Con el retorno a la democracia no cejó en su búsqueda y llevó la denuncia ante la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (Conadep) que, si mal no recuerdo, incorporó el caso en el libro “Nunca más”. En ese 1984 a fines de mayo o principios de junio se constituyó en la Legislatura correntina una Comisión Bicameral con el propósito de investigar las desapariciones y secuestros ocurridos en la provincia entre 1976 y 1983. Por razones de proximidad y el trabajo que desarrollaba como periodista en el diario “Época”, me tocó radicar la denuncia ante el secretario de ese cuerpo Ceferino Olivera, muerto unos meses después. En esos años se descubren tres cadáveres a la vera de un arroyo en zona cercana a Mercedes y en principio fueron considerados como NN. Ya en gobierno civil se los exhuma y se dice que uno de ellos corresponde a mi hermano, según el estudio forense antropométrico hecho por el comisario médico, también docente de la Facultad de Medicina de la UNNE, y se lo entregaron a papá para su inhumación. Aunque papá aceptó el cuerpo, que quedó sepultado en el sector familiar del cementerio de Mercedes, por varias razones como su tamaño y contextura ósea, nunca admitió que haya pertenecido a Emilio. En 2002 murió convencido de que era así; en algunas oportunidades me confesó sus sospechas y dijo que lo recibió para cerrar el duelo de mis tías, que lo habían criado como su propio hijo, y darles un poco de tranquilidad y consuelo. “Nunca confié en el trabajo del 251


médico porque he visto su proceder como forense en otros casos”, me comentó en más de una oportunidad. No recuerdo mucho de las visitad de Emilio a nuestra casa en Paso de los Libres que fueron muy esporádicas y por alguna necesidad especial, médica principalmente. Sí tengo presente cuando en febrero de 1975 asistió al casamiento de la mayor de mis hermanas porque ya en esa época no lo veía como otro primo más, sino como un hermano.

Fernando Cerimelli, primo82 Su nombre completo era Justo José Pelozo. Su apodo: Emilio. No sé por qué le pusieron ese apodo. En la familia le decíamos así. Nació en departamento de Concepción, Corrientes, Paraje Tabay. Al año más o menos vino a vivir con los abuelos a Mercedes. Era hijo natural de un hermano de mamá, Hipólito Pelozo, Poldo. Mi tío es de Mercedes, maestro. Su familia estaba constituida por el papá, Poldo Pelozo, la mamá, Agustina Fernández, una nativa de Concepción y los medio hermanos; tenía medio hermanos de parte de padre y de parte de madre. Él siempre fue a visitar a la madre, siempre, siempre. Ella tuvo once hijos. De sus hermanos conocí a uno que se llamaba Luciano. Luego formó su familia propia con su esposa Isabel Sánchez y sus hijos Sergio y Alejandro. Isabel fue su novia desde el secundario; él se fue a estudiar a Resistencia, se recibió de Contador Público y luego se casaron. Desde mi punto de vista… Emilio se destacó siempre, fue un tipo muy estudioso, muy inteligente. Hizo la primaria en Mercedes y se recibió de Perito. Fue brillante alumno. Ni bien terminó el secundario empezó a trabajar y con el sueldo de ese trabajo se bancó el primer año de la Universidad. Era un trabajador natural, muy aplicado, muy preparado y era muy hábil para todo. Emilio tenía carisma de líder.

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Entrevista realizada por Rosita Cañete, en la ciudad de Formosa.

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En Mercedes tenía un referente, el profesor Ojeda; un profesor que había sido de la Resistencia Peronista, fue un hombre muy preparado, lo habían perseguido, más aún en Mercedes una sociedad muy conservadora, muy gorila. Ojeda fue un referente para él, profesor de Historia encima y lo formó. Tenía una relación excelente con ese hombre. Ojeda murió, creo que sus hijos están en Mercedes. En su relación con sus padres hermanos, amigos.... era excelente, un referente, un líder. Hermano mayor en todos los aspectos, le decía "papá" a mi abuelo y "ma" a mi abuela, entonces le pregunté a mi mamá y así supe que era hijo natural de un hermano de ella. Me llamaba la atención cómo los mimaba a los abuelos y no eran sus padres. Y cuando venía a Paso de los Libres, allí vivía mi tío (su padre) con sus señora, ya era casado y Emilio le decía papá al tío.... y tenía dos papás, yo no entendía. En ese momento yo era muy chico. Mamá no nos había contado. Con sus padres tenía una relación armoniosa... lo querían todos. Un carácter especial, un tipo muy extrovertido, se vivía riendo y yo lo admiraba porque hacía de todo, era alegre, vivaz, nada tímido, nada encerrado, abierto, le gustaban las bromas. Le gustaba hablar, hablaba mucho. Era voluntarioso, dispuesto, perfeccionista, todo eso era él. No era seco, no era parco, era afectuoso pero abrazador no. Hablaba de sus cosas diarias, sí. Soñaba, vivía soñando, me acuerdo cuando yo tenía 8 o 10 años hablábamos de ahorro; nosotros trabajábamos con él nos daba una monedita y la íbamos guardando en una alcancía. ¡Y nos daba clases de cooperativismo! era admirable por donde lo mires. En los momentos libres le gustaba la pesca y en Mercedes no hay ningún río y se iba al arroyo más cercano y pescaba tarariras y mojarras y yo admiraba cómo carneaba las mojarras. Mi abuelo tenía un caballo y él era el encargado de cuidarlo. El abuelo era hombre de campo pero en la ciudad el caballo estaba de adorno. Y lo único que hacía él era ir a bañarlo en las canteras de piedra... era un tipo muy comunicativo y nos transmitía eso: amor a las cosas lindas, comunes, como la pesca, el campo, la naturaleza. Emilio era fanático de los deportes, fanático de la lectura, de las peñas, las guitarreadas. El cine nos gustaba pero era inaccesible para nosotros. Amigos tenía muchos. Andaba en bicicleta y 253


cantaba y silbaba todo el día. Él se vestía humildemente. Él era uno más, era chiquito físicamente así que para nosotros era un "mitaí", íbamos todos juntos al club del barrio. Yo digo que nuestro hogar materno ya era un templo de trabajo social desde la iglesia; quien le cuidó de niño a él, cuando le trajeron de Tabay a Mercedes, fue mi abuela y mi abuela era un referente en el barrio por ser muy caritativa, muy cristiana. Era una mujer católica muy piadosa, muy piadosa, tenía santos por donde mires. Y practicaba la caridad. Todos los hermanos de mi madre y mi madre, fueron militantes de la iglesia. Mi mamá fue Ministro de Eucaristía... ¡y él fue el resultado de eso! Era un militante de la Iglesia. Como dije, en la familia no eran militantes políticos sí militantes de la iglesia, había una persona en especial, la tía Eva, que fue su madre adoptiva, prácticamente lo crio, diez años mayor nomás. La tía Eva murió hace poquito y fue un referente para nosotros como guía y una líder espiritual. La tía Eva recorría las calles, fue una docente inclaudicable, fue un ejemplo y en la familia se dio esa formación. Fue un ejemplo para todos los sobrinos, incluso Emilio, de lo que era ser un militante. El padre era escribano público, o sea se da un hecho muy importante para mí, tenía mucha provocación por la formación, por la instrucción, por la cultura... Los bisabuelos eran muy pobres, minifundistas... pero siempre tuvieron una provocación por el crecimiento cultural. Tan es así que un hermano del padre, su tío, fue piloto de Aerolíneas Argentinas, un tío abuelo fue docente y ya hubo tres generaciones docentes antes de mí, en la familia. Yo no fui maestro. En Mercedes o eras maestro o eras Perito Mercantil. Siendo estudiante Emilio venía a Mercedes y nos hablaba de la formación de los grupos, nos dejaba material de lectura, él era muy cauto, no imponía, nos dejaba lecturas. Tenía una biblioteca, siendo muy jovencito, 18, 20 años..., tenía un mueble al lado de la cama, lleno de libros de historia principalmente. Me llamó la atención cuando nos habló del Peronismo, cuando en casa el único peronista era papá. En la familia materna eran docentes y en consecuencia había una cierta aversión a Perón. La escuela era formadora de maestros y no querían 254


saber nada de Perón. Papá era obrero de la construcción, peronista de sangre, trabajó en el ministerio de Obras Públicas en la época de Perón. Anécdotas hay a patadas... muchas muy lindas. Por ejemplo a mí me tocó vivir con él durante dos o tres años. Yo era estudiante de la escuela técnica y me dijo en una oportunidad: –Vos te animás a hacer una instalación eléctrica. Yo le dije que sí. Yo te voy a ayudar –dijo– hacemos un combo de presupuesto Yo no entendía que era un combo, él era perito mercantil, era un tipo que estaba en todas. Y te alentaba a hacer, era un promotor... te decía: –Vos buscá los materiales, buscá precios y.... vamos a ver. Entonces me exigía muy seriamente las cosas que tenía que saber y hacer. En otra oportunidad como a él le gustaba mucho la pesca y yo iba a la escuela técnica, me dijo: –Vos te animás a hacerme una "fija" Una fija era un cono de acero que tenía unas aletas, entonces cuando se alzaba el fijazo, se introducían las aletas en él y cuando salía o pasaba el pescado, teóricamente, se movían las aletas, y se la hice, quedó chocho; él tenía esa capacidad de incentivarte, motivarte. Miles de anécdotas, una vez me dijo: –Hay algo que vos podés hacer para ganarte tu platita. Yo te propongo esto: vamos a buscar un puesto de venta de diario, cada cual tiene su esquina y no tenemos que trasgredir las normas entre los canillitas. Yo voy a buscar –dijo– y vos nos vendés a nosotros en el Tribunal de Cuentas, allí trabajaba él. Yo tenía 17 años y ¡me consiguió el trabajo y los clientes...! Como estaba estudiando yo no podía trabajar mañana y tarde y así salí a vender diarios. A las cuatro de la mañana me levantaba, a las 5 iba a buscar los diarios y a las 7 tenía que estar en la escuela. Me acuerdo de uno de los títulos La muerte de Cabral..., era mayo de 1969, fue uno de los diarios más vendidos, el día que más vendí, vendí, vendí, vendí, muy motivado por el hecho, porque yo a Juan José Cabral lo conocí. Bueno anécdotas como ésta, hay muchísimas. Era muy servicial Emilio. Todos lo querían. Andaba en su moto. Y el hermano, el medio hermano de apellido Fernández, mucho menor fue traído por él de Tabay a Resistencia. Siempre mostró una solidaridad enorme con su familia materna, con la que no se crio. Él tenía sus vacaciones y se iba a Tabay y pasaba un mes, dos meses... y le ayudaba económicamente a la 255


mamá. O sea, se ve que tenía bien claro el hecho de ser hijo natural de una mujer. Emilio era un apasionado de la historia, sabía muchísimo. Practicaba yoga ¡yoga, en el año sesenta y pico, increíble! Yo le pregunté que era yoga y me dio una clase magistral. Era un inquieto por donde se lo mire. Leía mucho. Le gustaba la música, la música nuestra, todo el día cantaba y silbaba, escuchaba chamamé y cantaba. Fanático de los amigos que tocaban la guitarra, familia paterna y materna, lo mismo, siempre había una guitarra. En la Universidad había muchas peñas, yo participaba en ellas pero el no tanto. Ya estaba recibido en esa época. Le gustaba mucho el ciclismo, le gustaba mucho el deporte y hacía mucha gimnasia. Cuando yo voy a Resistencia, en el año 69, año del Cordobazo y el Rosariazo, ya había sucedido lo de Juan José Cabral en la Plaza Cabral de Corrientes, Emilio estaba estudiando todavía en Resistencia. Pero… yo no le conocí militancia en Resistencia. El sigue acercado a los grupos de formación de Juventud Peronista. Fue un intelectual, tenía una preparación impresionante... junto a otros... yo lo oía hablar de historia… formaba a sus pares. Había una formación muy profunda en eso... y una actitud de militante...; después en el año 70 o 71, fue profesor en la escuela secundaria de Mercedes, ahí fue candidato por el Partido Justicialista y fue formador de jóvenes. Era un líder natural. De sus compañeros de estudio y/o militancia sí... me acuerdo de una compañera que escribió un libro que lo tengo ahí, un libro de su militancia y lo hizo como una novela. Ella se llama Ana María Fernández Piñar y está radicada en Corrientes. Su esposo fue... un tipo muy preparado y Ana María también. Excelentes. Son conocidos, son compañeros que están en los DDHH en Corrientes. De estudios me acuerdo de Mariano Fernández, compañero del barrio, que fue un militante también. Siempre él fue formador de esta gente, tenía mucha ascendencia allí. Yo nunca milité con él, porque era menor, pero veía la gente cuando contaba de su militancia estudiantil, era en Juventud Universitaria Peronista, en esa época se peleaba por el regreso del General Perón, en el 72, el Luche y Vuelve. En la Juventud Peronista 256


debió estar en los cuadros superiores porque era un formador. Aparentemente no tuvo un compromiso orgánico con Montoneros. Hay muchos hombres que hoy tienen alrededor de 50 años y hablan maravillas de su personalidad. Pasé en muchos hechos donde él estuvo, por ejemplo en el Bo. Villa Itatí de Resistencia, hicimos el tendido de agua potable con gente que él conoció. Entre ellos Mario Díaz de Resistencia, que ya está muerto, Raúl Figueredo que está desaparecido, Hugo Cerimelli, mi hermano que fue uno de los que me llevaron y acompañaron mientras hice el secundario, Luciani también desaparecido. Tenía relaciones excelentes con amigos, con vecinos, en Resistencia los vecinos le decían Josecito, porque él se llamaba Justo José, para nosotros era Emilio. Cuando volvió a Mercedes, de lo que yo no fui testigo porque yo no fui para allá, lo que supe fue que él estuvo en el ámbito del Partido Justicialista. Fue profesor en una escuela secundaria. En esa época trabajaba en la cooperativa INGAMER, Industria Ganadera Mercedes, fue el contador de la Cooperativa, los obreros hicieron una huelga y él se adhirió y comió de la olla popular de los obreros, y eso lo condenó. Comió con los obreros y eso nunca perdonaron sus "amos". Era un líder importante que iba a hacer sombra... había que sacarlo. En la época más difícil, yo ya estaba perseguido era noviembre del 76, fuimos a Corrientes. Tal fue que él hizo contención a mis padres del allanamiento que hubo en Corrientes, ya que estábamos prófugos y mi compañera estaba embarazada. Hasta ahí, estuvo aguantando el cimbronazo por mí. Luego pasamos por Mercedes fugando. Estuve escondido en la casa de mi tía Eva, donde él vivía cuando era soltero, donde él se crio. Él no me vio, estuvimos tres días, una semana y pregunté por él y me dijeron que estaba muy preocupado y le había ayudado mucho a mis tíos... hizo desaparecer muchas cosas, estaban todos muy preocupados... y de ahí nunca más supe de él hasta que volví y por esas casualidades del destino nos encontramos en una esquina con el hermano, casi chocamos... y ahí me enteré. Fue cuando pasamos por Concordia, así que no supe más nada todo lo que sé es por comentarios nada más. Después me radiqué aquí, en Formosa. Hay 257


compañeros de Mercedes que pueden atestiguar, yo solo como pariente, era mi primo. Tenía 34 años cuando lo secuestraron. Su esposa era una compañera no militante, no participaba en ningún tipo de actividades, actualmente vive en Resistencia, Chaco, con sus hijos. Después de todo lo que pasó, yo me acerqué y tenemos una relación bastante linda con los hijos. El 24 de junio de 2015, se realizó en la UNNE, un homenaje a trece estudiantes de la carrera de Ciencias Económicas que fueron desaparecidos o asesinados por el terrorismo de Estado. La rectora de UNNE, Prof. María Delfina Veiravé saludó la iniciativa que “nos permite restituir a las familias estos legajos, rastros de la vida estudiantil de los homenajeados y volver a instalarlos en la escena de la vida universitaria de esta casa”. Los 13 legajos corresponden a los estudiantes y militantes Guillermo Amarilla, Oscar Aragón, Luis Díaz, Carlos Duarte, Raúl Figueredo, Gladys Gómez, Carlos Marcón, Héctor Navarro, Rosa Irmina Nusbaum, Justo Pelozo, Ana Rubel, Roberto Tapia, y Carlos Zamudio. Díaz, Duarte y Zamudio fueron asesinados en la Masacre de Margarita Belén. El homenaje tuvo lugar en el salón auditorio de la Facultad de Ciencias Económicas en el marco de las actividades por su 64°

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aniversario, en consonancia los lineamientos de Memoria Verdad y Justicia que promueve la Comisión Provincial por la Memoria de Chaco, co-organizadora de la actividad a través del Registro Único por la Verdad (RUV).83

Nota: Entre febrero y marzo de 1977 además de Pelozo, habían sido secuestrados en la zona, Juan Antonio Olivo y Pantaleón Romero, ambos delegados de las Ligas Agrarias Correntinas, por lo que al trascender el hallazgo en el río Miriñay, de tres cadáveres atados a bloques de piedras, las familias concurrieron a realizar los trámites para su reconocimiento, lo que no fue posible por el estado de los cuerpos. Según el diario Momarandú. Intervino el Juzgado de Curuzú Cuatiá, se calificaron como NN a los cuerpos y se enterraron los restos hallados en el cementerio La Merced de la ciudad de Mercedes. Posteriormente la Justicia Federal de Paso de los Libres, resolvió que se inicien nuevas investigaciones en el marco del expediente caratulado: Niveyro José s/ denuncia.

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Información brindada por el Registro Ünico por la Verdad (RUV), de Resistencia. Chaco

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ERNESTO VÍCTOR ENRIQUE TRAVERSO, Chango

… a todos y a cada uno de los que se han jugado la ropa y la vida con la dignidad, les decimos: –No, no, no; tú no moriste contigo.84

María Amelia González85, Meli, su esposa Su nombre completo es Ernesto Víctor Enrique Traverso, le decíamos Chango. Nació el 4 de julio de 1948 en Rosario, Santa Fe donde vivió 84

Del discurso que Eduardo Galeano pronunció el 19 de enero de 1988, en Santiago de Chile, al recibir el Premio José Carrasco Tapia. 85

Meli es oriunda de Bella Vista, Corrientes. Se trasladó a Rosario para seguir estudios universitarios. Conoció a Ernesto, se enamoraron, se casaron y tuvieron sus hijos. Fue detenida y luego de su liberación regresó a Bella Vista. Su hermano también está desaparecido. Integra MEDEHS. Goya.

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toda su vida y los papás eran: el oftalmólogo Honorio Ernesto Traverso y María Ester Treiti. Tenía dos hermanas, la menor falleció hace unos años y la mayor, Silvia, vive en Mar del Plata. Estudió desde el jardín hasta el 5°año, en el Sagrado Corazón de Rosario. Y después hizo algunos años de medicina en la Facultad. Los compañeros con los que coincidió desde el jardín de infantes, siempre lo recuerdan. Cuando el colegio cumplió años se hizo un acto importante y allí le hicieron un homenaje a Chango, les entregaron un recordatorio a nuestros hijos. Con Ernesto nos conocimos en Rosario y tuvimos dos hijos: María Sol Victoria y Ernesto Víctor Manuel. ¿Cómo era Ernesto? Él era un tipo muy sencillo, cariñoso con las criaturas, con los animales y además muy trabajador... siempre estaba ocupado. Físicamente era delgado, de mediana estatura, como eran todos los jóvenes de esa época, no musculosos como son ahora ¿viste? A veces usaba barba, a veces se afeitaba, a veces tenía bigotes solamente.... Más que leer él era muy estudioso de temas; tomaba temas y entonces se dedicaba a profundizar, por ejemplo la mecánica, la medicina... Ernesto estudió algunos años en la Facultad de Medicina de Rosario, en esa época participaba de un centro de estudiantes. En ese tiempo todo el mundo era militante, más en la facultad. Cuando deja la facultad, se dedica al comercio, con un socio tenía una casa de regalos y con otra persona tenían una imprenta. Nosotros estábamos en nuestra casa y cuatro y media, cinco de la mañana... golpean la puerta, Ernesto abre y entran quince personas camufladas, revuelven toda la casa, los chicos estaban durmiendo y no se despertaron. Habremos estado unos cuarenta minutos, nos tabicaron y nos llevaron a los dos. A mí me pusieron en el baúl de un auto sola, el auto recorrió aproximadamente cincuenta minutos por la ciudad y después se notó que estábamos por las afueras. Cuando llegamos ya estaba amaneciendo, me ponen en una habitación al lado de una cocina, como un sótano, se bajaba ahí un poco. Ahí estuve como 15 días hasta que me largaron. Durante los días que permanecí allí escuché las torturas que le hacían a Ernesto y a otros detenidos. Después no se supo más de él. 262


Después supe que era el CCDD La Calamita donde estuvimos secuestrados; cuando se hizo un juicio yo volví y reconocí el lugar. Las primeras actuaciones judiciales que se hicieron en el caso de Ernesto Traverso, fueron inmediatamente después que yo salí en libertad. Ahí empezó, año 1977 ¡¿quién te hacía un habeas corpus en esa época?! Y ahí estaba sindicado Galtieri como responsable del II Cuerpo de Ejército. Tiene dos cuerpos el expediente, siguió su curso con distintas actuaciones y después se muere Galtieri, así quedó trunco ese expediente, con la muerte del principal imputado. Después se abrió la causa Guerrieri donde hubo condenas. Cuando a nosotros nos llevan a los dos, el 26 de febrero del 77, Solcito tenía dos años y medio y Ernesto tenía diez meses y los dejan en la casa, los dos quedan solos en la casa. Los recoge la vecina a la mañana temprano, se comunica con mi suegra que vivía en Rosario y ella se va a buscarlos a la casa de esa vecina. Ese mismo día viajan desde Bella Vista, mi mamá con dos de mis hermanos y los traen a Bella Vista. Quince días después, cuando me dan la libertad me vengo a Bella Vista. Ellos estudiaron y se criaron acá. Actualmente ambos viven en Rosario.

Roberto Mauriño, amigo y compañero de estudios. Conocí a Chango Traverso el día 19 de marzo del año 1962, fecha a en la cual iniciamos primer año del colegio secundario en el Sagrado Corazón de Rosario. Nos sentamos sin conocernos en el mismo banco. Chango había entrado al Colegio desde el Jardín de Infantes, en cambio yo llegué como pupilo o interno desde El Trébol en la fecha indicada. Chango era muy amigo de otro gran compañero Francisco, Pancho, Iturraspe y su amistad provenía del Colegio pero también era vecinos, casa con casa (3 de Febrero y Buenos Aires). Durante los dos primeros años el trato con Chango fue ser simples compañeros de curso, pero a partir de 3er. año formamos un grupo de amigos a saber: Chango, Pancho Iturraspe, Fernando Belizán ( compañero asesinado en Tucumán el 19 de agosto de 1976), Alfredo Paganini , Guillermo Amelong y el Negro Pérez Cortez. 263


A su vez dentro del grupo, Chango y Fernando Belizán se hicieron más que amigos. Francisco Iturraspe y yo entramos a militar en 3er. año o sea 1964, Fernando entró en Ingeniería Química de Santa Fe y comenzó la militancia en 1968, en el Ateneo. Chango debe haber ingresado a militar a fines del 71, y está directamente vinculado a las FAR y seguramente allí hay un vínculo inicial con Meli. A su vez nos reencontramos en el año 1973 con la JP y la unión de las organizaciones. Nos vimos varias veces en actos o peñas barriales. A partir del 75 ya estamos totalmente desvinculados por estar en ámbitos diferentes. Chango era reservado, taciturno, misterioso. En el colegio era vago, pero luego entre diciembre y marzo aprobaba sus materias. Cuando terminamos 4to. año Chango y Pancho se vinieron en el mes de diciembre de 1965 unos días a mi casa en El Trébol. Chango además tenía "facha" y las pibas lo seguían. Esos son mis recuerdos de uno de mis mejores amigos y que por supuesto, extraño y extrañamos. De nuestro grupo del Colegio que mencioné antes faltan él y Fernando Belizán. Chango tiene una hija hermosa a quien frecuento y que se llama Sol.

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ARTURO BAIBIENE, EL NEGRO, RODOLFO

Y si a uno le matan al mejor amigo te sacan, en mi caso, al compañerazo simultáneo de ideales. Por eso, no es uno, sino que son dos los golpes muy fuertes que te dan. ¿Y cómo se nota eso? Cuando ausentan su mirada a mis ojos....

María Zulman Baibiene, hermana Su nombre completo es Arturo Baibiene, nació el 17 de septiembre de 1945, en Goya. Hijo de Ambrosio Baibiene, un hacendado goyano, y de Celia María Etcheto, oriunda de Juan B. Alberdi, provincia de Buenos Aires. Éramos cinco hermanos, Arturo el tercer hijo varón de ese matrimonio. Tres varones primero y después dos mujeres. Siempre vivimos en la esquina de Corrientes y San Martín, esa casa era de nuestro tatarabuelo, ahora hay un restaurante. Arturo fue a la Escuela Normal Dr. Mariano I. Loza y en esa época tenía su maestra particular, la Sra. Dora Salas de Cialzeta, quien después fue directora de la Normal. Nosotros siempre teníamos maestras particulares para hacer las tareas y Arturo después fue con las 265


hermanas Colombo, Milí, Marta; María Amalia era su compañera de escuela. Después que terminó la Normal, hizo todo el secundario en el Colegio Nacional. Terminó la secundaria muy joven y se fue a estudiar abogacía a Corrientes. Había un profesor que lo tenía loco, no recuerdo si se llamaba Abelenda y no podía aprobar esa materia que él daba y nosotros, cada vez que sonaba el teléfono le decíamos: –Ahí te llama Abelenda dice si querés ir a rendir... Gran pelea de hermanos. Cursó en Corrientes el principio de la carrera, después tuvo que hacer el servicio militar, que era obligatorio en esa época y le tocó marina; como se tenía que ir dos años de Corrientes, pidió el pase a La Plata y ahí se recibió. Él siempre ponía avisos en la facultad para estudiar sus materias, porque a él no le gustaba leer, le gustaba escuchar. Estudiaba escuchando entonces siempre buscaba alguien que leyera y así preparaba sus materias. De ese modo conoció a Elbita que era de La Plata, de familia de La Plata. Estudiaron juntos, se pusieron de novios y se casaron. No recuerdo en qué año se recibió, sí que se recibió bastante joven. Arturo era muy jovial, bueno… era joven, era alegre y muy ocurrente. Era muy estudioso, amiguero, no practicaba deportes, leía mucho, todos leíamos mucho, teníamos libros muy viejos, como El Tesoro de la Juventud, que era la locura de todos. Nos encantaban las fábulas de Esopo, esa colección era hermosa, era de nuestros padres supongo porque era una edición bastante vieja. Era muy macanudo, 266


conmigo era muy macanudo, éramos los más cercanos en la edad, me llevaba dos años; mis otros hermanos eran mucho más grandes. Teníamos muchas cosas en común: no fuimos religiosos, nos gustaba mucho el cine, íbamos mucho a cine, había una película que nos encantaba era Amor sin barreras, teníamos también el disco, el longplay que escuchábamos todo el día. No encantaba la música. Teníamos una colección de clásicos, con la que aprendimos a escuchar música clásica, después te voy a decir cómo se llamaba, era Selecciones del Reader's Digest, era la caja de longplay, la escuchábamos en un Winco86, vivíamos escuchando música clásica que nos gustaba mucho. Las novelas pasatistas eran del Círculo de Lectores, al cual estaba asociado papá y recibíamos novelas todos los meses, eran unos libros muy bien encuadernados. Publicaron El árbol de Judas, La ciudadela... esos eran los libros que leíamos cuando éramos ya adolescentes, no niños. De niños leíamos Tom Sawyer, Parsifal, eran tres niños norteamericanos, terribles, tres personajitos, eso nos encantaba. Cuando estudiaba en Corrientes, Arturo venía a visitar a mamá regularmente pero no muy a menudo. Por ejemplo, siempre estuvo para sus distintos cumpleaños. Mamá era del 7 de septiembre, así que venía para el cumpleaños de mamá y generalmente se quedaba hasta su cumpleaños que era el 17. Nuestra vida transcurría en esa casa que era enorme, donde caía todo el mundo a jugar, porque mamá estaba siempre en casa, así que siempre estaba llena de amigos, también íbamos al campo con papá donde también jugábamos mucho. Era sobre el Paraná, un lugar muy lindo. Ahí pasábamos los tres meses de verano o bien íbamos a Alberdi, el pueblo de mamá, donde vivían mi abuela y sus hermanas, y éramos muy mimados por ellos, que no tenían tantos chicos como mi mamá, entonces pasábamos unas vacaciones fantásticas. Como mi abuelo era abogado también, Arturo tuvo siempre presente la política, mi mamá le decía si alguna vez tengo un juicio te voy a nombrar a vos mi abogado porque sos un leguleyo... términos de antes ¿no?

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Long play: disco de pasta de larga duración. Winco: reproductor de discos musicales.

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De su modo de ser, recuerdo que era muy inquieto y muy simpático, era el que siempre nos hacía reír en la mesa. Y muy ocurrente, le encantaba ponerle sobrenombre a la gente y se reía de todo el mundo como también se reía de él mismo. Era muy chiquito físicamente, entonces se hacía llama Elena, por "el enano". Decía: –Yo soy el ena de la familia... el enano. Mamá era muy chiquita. Papá era de estatura mediana, no era alto, tampoco bajito, mamá sí era muy chiquita. Y Arturo era el más chico de todos. Otro lugar de juegos era la Plaza San Martín ¡cómo jugábamos en esa plaza! Todas las tardes sacábamos los sillones a la vereda y nosotros íbamos a jugar a la escondida, lo divertido era sentarnos en una hamaca a hamacarnos y así pasar como uno más del montón, no te descubrían. Así nos re divertíamos, horas jugábamos. También con los amigos del barrio. Arturo dibujaba muy bien, porque mi abuelo dibujaba, vivía prendido de los papeles del abuelo y haciendo dibujos, también hacía esculturitas infantiles con greda, antes no había crealina ni esas cosas, o con yeso. No lo desarrolló, pero hizo muchas cosas, iba a dibujo con el profesor Justo Gutiérrez, con el que tenía muy buena relación. En general tenía buena relación con la gente porque era muy simpático. Todos sus profesores decían siempre: –¡Es tan simpático! ... Quienes fueron sus maestras te pueden contar. Vivió en Berisso. Se casó y tuvo dos hijos. Leticia y Ramón. Arturo y Elbita eran una hermosa pareja. Ella era muy diferente de nosotros. Criada de otra manera, en una gran ciudad, era distinta, nada que ver pero eran una buena pareja. Fueron a vivir un tiempo largo a Alberdi, cerca de Junín, era uno de esos pueblos ferroviarios que una vez que levantaron el ferrocarril desaparecieron. Nos enteramos de su muerte por los diarios. Cuando supimos nos juntaron a todos los hermanos y nos aconsejaron no ir porque era muy peligroso. No fuimos a buscar el cuerpo. Había mucho miedo. Supimos que Elbita, fue vista en La Cacha. Allí le entregó a una compañera, un par de aros que tenía puestos para que se los dé a su hija. Al momento de su secuestro, los hijos fueron llevados a la Casa Cuna de La Plata. Los retiran los abuelos maternos. Cuando estaban por irse, 268


Leticia que tenía 3 o 4 años, toma a otra niña de la mano y dice: –Es mi hermanita. Era Julia, la hija de unos compañeros que hoy vive en Mar del Plata, siguen siendo muy amigas.

María Celia Baibiene, Pequi, hermana menor Hay bastante diferencia de edad entre Arturo y yo. Recuerdo poco porque me crié con una tía en Junín, vine a Goya para hacer la primaria y él se fue enseguida a Corrientes para estudiar abogacía. De ese tiempo que compartimos me acuerdo cosas sueltas sí, sobre todo que mis hermanos eran terribles; cuando estaban en el secundario se mudaron a la vuelta los Goitia, eran varios jóvenes. Llegó el día de los estudiantes y mamá decía: –Tengan cuidado porque están los Goitia y me van a robar las gallinas; era costumbre en esa época que hubiera gallinero en los fondos de las casas y que para el día del estudiante, éstos salieran a robarlas. Por ahí escuchamos unos ruidos y mamá dice: –Arturo sacá tu rifle de aire comprimido y vamos a correr a quien está robando las gallinas. Salieron a la galería y paf, paf... encajaron unos tiros y ven que uno pasa corriendo y pega un salto al muro, pero se engancha en un pomelo y no era Goitia... ¡era mi hermano, el Chino, nomás que se estaba robando las gallinas! ¡El hijo mayor! Arturo se mandó unos tiros pero era su hermano el que estaba robando las gallinas. ¡Pero eran tremendos! ¡Ay no, no sabés!... Viste que Arturo era petiso y Carozo Del Zotto es alto. Los vieras… una vez llevaban un catre al hombro, de mi casa a la de Carozo, cruzando la plaza San Martín. Carozo llevaba una punta y Arturo la otra. Vos miraba y ¿qué veías? ¡Iban en declive! (risas) También me acuerdo que había una nenita que venía a casa y María Zulman no la quería y le decía: –Che, Arturo, ya está por venir otra vez la fulana. –Dejá que le voy a hacer un pozo ciego –decía Arturo. Y lo hacía en el patio, un pozo lleno de barro y lo tapaba con ramitas. María Zulman le decía: –Vamos a caminar. Y le hacía pisar el pozo y quedaba ¡toda embarrada! Yo era menor, pero los veía. 269


Los varones se recibieron y se fueron. El único que estudió fue Arturo, pero los otros dos se fueron también. El Chino se fue a Rosario y Ambrosio a Buenos Aires. Mirá esta foto que salió en una revista, de cuando estudiaba en La Plata.87 A las mujeres no nos dejaron ir a estudiar, si mirás hubo montón de compañeras que no estudiaron más que el secundario. Papá era un tipo muy culto pero machista. Nosotras no nos podíamos ir de casa. Nos quedamos criando hijos. Y sí, son las historias de la época. Cuando mataron a Arturo, mamá no estaba acá, estaba en Junín, provincia de Buenos Aires, con mi tía. Y la fue a buscar Chino, mi hermano con Kammerich, que eran re amigos. Le dijeron a mi tía que por favor no la dejen escuchar radio, nada, viste que en esa época nos enterábamos por la radio y habíamos escuchado por la radio que lo habían matado. Mamá tenía un primo, Diego Urricarrier, militar, que le dijo que no vayan a retirar el cuerpo, que era peligroso. Después de eso mamá entró en un estado depresivo y se murió. Habrá vivido tres años más. Tenía 59 cuando mataron a Arturo, fue en abril y mamá cumplía 60 en septiembre. Vinieron mis tías y compartieron una cena muy íntima, para acompañarla y al día siguiente de cumplir los sesenta, ella se hizo pis en la cama, yo no me voy a olvidar nunca. Y a partir de ese momento... no se recuperó. Para nosotros fue una tragedia y bueno... se murió. Me acuerdo que la

87 Con Néstor Kirchner cuando ambos realizaban sus estudios en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata.

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llevamos a Rosario, pero en esa época no se conocía la depresión y entonces nos dijeron que era demencia senil. Pero yo ahora atando cabos, me doy cuenta que lo que tenía era un estado depresivo. Pero no existía la palabra en esa época. Chino la llevó a Rosario, nosotros trabajábamos y teníamos los hijos chicos. A los chicos, los vimos a los 17 años de la muerte de Arturo. Ya mis hermanos estaban muertos cuando vinieron Ramón y Leticia. Con la muerte de Arturo mamá perdió el hijo y los nietos. Después los encontramos a los chicos, que vinieron y ellos nos dijeron que vinieron a buscar su historia, después no vinieron más. Vinieron dos o tres veces... y no vinieron más. Ellos lo pasaron mal, muy mal. Muy difícil. Cuando hicieron lo de las Palmeras88 ahí vino Ramón, creo que él es militante de HIJOS. Yo creo que hay que encontrar algo para seguir viviendo, porque esos golpes a esa edad… María Zulman le había dicho a Arturo la última vez que lo vio, que le deje una carta donde le autorice a criar sus hijos si les pasaba algo y él no quiso, dijo que sus compañeros se iban a encargar. Lo que no pensaron fue que se iban a morir todos. Los chicos tuvieron una familia espectacular, porque la familia de Elbita los crió re bien, todo lo que podían hacer porque eran ocho chicos sin padre ni madre. La madre de ellos, la hermana y después primos... ¡toda la familia completa! Creo que quedaron ocho huérfanos. Eran tres matrimonios de personas grandes que eran abuelos y entre todos hicieron una comunidad, y los seis u ocho chicos circulaban en esas casas. Con seguridad recuerdo que eran Leticia, Ramón y dos que eran sus primos hermanos y otro que se llama Arturo, hijo de un primo que nació después que mataron a Arturo y por él le pusieron ese nombre. Ahí ya tenés cinco, pero eran más. La verdad es que a los chicos no los vimos más..., después nuestros hijos fueron para allá… Son muy distintos, tienen una historia muy dolorosa que nuestros hijos no tienen, nuestros hijos tienen familia, tienen padre, madre, abuelos y eso influye. Mantienen el

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Paseo de la Memoria. Inaugurada en 2014 en el que 27 palmeras recuerdan los veintisiete militantes de la zona desaparecidos o muertos por la Dictadura Cívico Militar.

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vínculo, se contactan por allí, pero las relaciones las hacés alimentándolas, yo tengo medio hermanos y no los siento hermanos porque no me crié con ellos, por ahí más hermana es una amiga, con la que comparto cosas, me acompaña cuando estoy bien y me acompaña cuando estoy mal. Pero bueno, a ellos les pasó lo mismo, los chicos los conocieron de grandes, son chicos que sufrieron demasiado, que pasaron cosas horribles y bueno obviamente, son distintos, mis hijos y mis sobrinos de acá tuvieron una vida más light, como te diré. Pero entre ellos se contactan a veces y ¡qué sé yo! Cuando vino Ramón la última vez, no nos avisó nada a nosotros. De casualidad lo encontró uno de los chicos en el Turismo, almorzando o cenando y pasó por acá un ratito. Pero bueno, todos son caminos distintos, la vida es así, te toca una cosa, te toca otra, qué se yo. Yo nunca milité en política. No me interesa. Aparte es como que te queda, cómo te voy a decir, no resentimiento, pero sí una sensación fea... todo lo que pasó... ¡él perdió la vida!... Perdió la vida y no cambió nada, sigue todo mal, todo igual. Hasta sus amigos, para mí lo traicionaron, me da mucha rabia, me duele, me duele porque ver lo que veo y ¡pensar que él dio la vida para eso! La verdad...yo tengo en este momento 66 años, no quiero ni leer el diario... te juro... yo vivo acá, escucho radio, no miro televisión, tengo mis hijos espero que a todos les vaya bien, todos trabajan, todos laburan, somos todos de trabajo. No quiero saber nada. Me dicen: –Fulano es funcionario. Ya no lo quiero no me importa de qué partido es. No creo en nada. No sé, creo que tiene que ver lo que pasó con Arturo porque pensar que dejó la vida para nada, para que después los basureen... me da mucha rabia. Cuando me fui a la inauguración de las Palmeras y vi algunos personajes que estaban con banderas... Llorando salí de ahí. Indignada. Para mí, mi hermano es un héroe ¡dio su vida! ¿Para que después estos bandidos hagan lo que hacen? ¡A mí me indigna! ¡Me duele! Mi hermano era un idealista... y a mí me duele, me duele... porque a lo mejor si él hubiera estado lo hubiese acompañado porque gente como él me encanta y creo yo, que es la gente que falta. Hoy, es la gente que falta, son las ausencias que se notan. Y bueno, probablemente se equivocaron en la metodología... yo creo que si 272


hubieran ido por otro camino, hubieran conseguido cosas mejores y estarían vivos. Pero eso no se sabe, ni nunca lo vamos a saber. Es una lástima, es una lástima porque se perdieron los intelectuales, los honestos. Me duele y da rabia porque la gente como Arturo era muy valiosa. Era otro concepto de política, de vida... porque él era coherente con lo que decía; Arturo vivía no te digo que como un croto, pero era tipo re modesto para vivir, no usaba ropa de marca, no tenía una mansión, no tenía un auto 0 km , él era modesto, era un tipo que vivía con sus hijos, con su familia. Era coherente, era lo que era. Era transparente, no tenía nada que ocultar y así se criaron sus hijos... Pero bueno, es una lástima. Es una pena. ¡Él quería otra cosa!

Marta Colombo de Alonso, maestra particular y vecina Al solicitarme recuerdos de Arturo Baibiene me viene a la memoria la presencia (que es constante) de uno de mis primeros alumnos particulares, cuando me iniciaba con mis 18 o 19 años. Arturo ¡llenaba todo! Con su inquietud, sus innumerables travesuras (una tras otra), sus ganas de saber, con una inteligencia brillante. Siempre estaba, pese a su edad, dispuesto a tener la última palabra, con respeto y cariño. Como a toda la familia los recuerdo con cariño pues con todos y cada uno de ellos hemos estado ligados afectuosamente sobre todo en nuestra niñez y adolescencia. Arturo fue y será siempre un hermoso recuerdo por su dulzura y su participación con los que lo rodeábamos.

Amalia Colombo, compañera de la escuela primaria y vecina Fui compañera en algún grado de la primaria. Arturo hizo un grado en Alberdi, provincia de Buenos Aires, lugar de donde era su mamá. Cuando vino a Goya, primero fue a una maestra particular, la Sra. Cialzeta. Se preparó un tiempo con ella para ingresar a la Escuela Normal ya que, en esa época, había que dar un examen para ser admitido. El nivel de la escuela era alto y tenía prestigio académico. 273


Los alumnos obtenían el título de maestro. Arturo entra en segundo grado, en ese año fuimos compañeros. Yo además era vecina, vivía a la vuelta de la manzana. Arturo vivía en una casa muy grande con un patio inmenso y con árboles, era el lugar donde íbamos muchos chicos del barrio, de diferentes edades pues ellos eran varios hermanos. En la escuela lo recuerdo como un niño muy estudioso, muy inteligente, se notaba que leía mucho, le gustaba leer. María Zulma, su hermana, era mi amiga. Cuando iba a la casa jugábamos todos, mujeres y varones, todos juntos. Arturo no tenía problemas de integrarse ni en la escuela, ni con los chicos del barrio. La plaza era otro lugar de reunión, donde se jugaban los juegos clásicos de esa y todas las épocas, la mancha, la escondida... Lo recuerdo como muy inquieto, muy alegre, muy dispuesto a prenderse y a ayudar. Era muy buen amigo, en una oportunidad que estuve enferma y tuve que guardar reposo largo tiempo, casi un mes. Arturo venía casi todos los días, golpeaba con una piedrita la ventana para que le abrieran la puerta y él entraba a visitarme, contarme de la escuela o traerme un libro. Íbamos a muchos cumpleaños infantiles juntos, todos los domingos íbamos a la matiné al cine, nos acompañaba María, una señora que trabajaba en la casa; en el cine daban dos películas, en general de vaqueros y además se intercambiaban revistas de historietas. En una oportunidad íbamos a un cumpleaños, María Zulma, Arturo y yo. Cruzábamos la plaza y ellos llevaban de regalo un libro. En esa época se acostumbraba a llevar libros de cuentos de regalo de cumpleaños. Abren el paquete en la plaza y Arturo dice: –Me parece que yo a este libro lo conozco. Y efectivamente era un libro de ellos, que ya habían leído y bueno... la mamá decidió regalarlo. Como suelen hacer muchas mamás. La relación con su mamá era muy amorosa, ella los estimulaba con la lectura y los estudios y me acuerdo que durante las vacaciones les conseguía un trabajo en negocios de gente conocida, en la tienda La Regional y en un negocio de los Speroni. Hay muchas anécdotas en mi memoria respecto de Arturo. En el patio de su casa había un pino altísimo, se lo podía ver desde mi casa 274


incluso. Siempre andaba trepando árboles escondiéndose, corriendo, era un chico muy dinámico. Se lo veía subir al pino con frecuencia, pero en una oportunidad se subió arriba, ¡tan alto!… que una vez arriba puso en tensión a toda la familia porque el árbol oscilaba y parecía que no podría bajarse: todos abajo listos para atajarlo. Se vino abajo y no fue grave, pero creo que se rompió el tobillo. En otra ocasión habían llevado la virgen en procesión a la casa. Era costumbre que los vecinos se congreguen y recen juntos, luego se quedaba esa noche en la casa y recién al día siguiente se llevaba la virgen a otra casa. Estaban todos rezando de rodillas y en un momento vieron que la virgen se movía, todos sorprendidos no entendían que pasaba... y bueno era ¡Arturo que desde el costado de la habitación tiraba de la alfombra sobre la que estaba la mesa donde estaba depositada la virgen!

Jorge Alberto Berman, amigo y compañero de militancia en la ciudad de Corrientes. Cuando uno consigue al mejor amigo de su vida, siempre hay un momento de inicio, un antes y un después. Empecé a conocerlo a través de sus relatos sobre sí mismo. A partir de ese momento ya lo conocemos por lo que se comparte y por los nuevos relatos que surgen cada vez que coincidíamos, cuando no asado, mate o café por medio. Y si a uno le matan al mejor amigo te sacan, en mi caso, al compañerazo simultáneo de ideales. Por eso, no es uno, sino que son dos los golpes muy fuertes que te dan. ¿Y cómo se nota eso? Cuando te ausentan su mirada a mis ojos. Porque cuando coincide el mejor tipo de amigo con el mejor tipo de compañero, te sacan esa comunicación que no necesita palabras. Los ojos son los primero, aunque después venga el estrecharse la mano o abrazarse cálidamente. Sólo mirarnos y saber que coincidíamos para empezar a entender lo que estábamos presenciando o viviendo. A Arturo Baibiene, correntino de Goya, lo conocí en la coincidencia de los tiempos juveniles de la Universidad del Nordeste, a inicios de la década del 60. Se dio por un activismo distinto, pero con ideales comunes. La mía era la militancia de las luchas universitarias, la 275


de él pasaba por la militancia política barrial en la capital correntina. Él formaba parte de un grupo maravilloso que había repletado la ciudad de Corrientes con las consignas “Luche y Vuelve” y “Lucha Popular por el Retorno de Perón”. La mía se hacía en Resistencia, capital de mi provincia del Chaco, desde la Federación Universitaria del Nordeste en los años que la clase media abandonaba el pensamiento positivista– liberal de la oligarquía y pasaba a enriquecerse con la conciencia nacional que predicaban los mejores intelectuales argentinos de ese tiempo. Por eso cuando él me llama, se encuentran dos chicos que teníamos lecturas y comprensiones comunes: la de un pueblo que había sido arrasado a bombazos en la Plaza de Mayo del 55 y que frente al arrase de sus derechos, comenzaba a recuperarse en el pensamiento y en la lucha. En la capital de Corrientes, el comedor universitario era el punto de coincidencia de mediodías y anocheceres de los estudiantes de las dos capitales de provincia, que se encontraban tras viaje en balsa por medio. El reparto de volantes constituía una forma de comunicación. Se mimeografiaba para convocar y concienciar. Las copias iban del repartidor a los que formaban la cola para entrar en cada turno de ingreso al comedor. En esa cola fue cuando Arturo me recibe un volante, pero me para y me dice: –Yo a vos te conozco, me gustaría que entremos y nos sentemos a comer juntos. Así conversamos. Fue el inicio. Compartir el almuerzo y empezar a conocernos. Desde allí compartir una historia que pasó primero por el Litoral y luego por Buenos Aires y La Plata, fueron más de 10 años que pretendo contar a sus compueblanos de origen en el merecido homenaje en que lo incorporan con similares de su allá ité . Convocar para concienciar, concienciar para organizarse, organizarse para crecer y superar la gran trampa de esos tiempos: la proscripción. La trampa de la democracia falsa de esos tiempos era esa: éste sí, este no. Éste puede ser elegible, éste puede permitirse tener un partido, pero éstos no. Romper esa trampa era la consigna. La lucha organizada era el canal. “Democratismo” manejado por y para minorías, reservándose la provocación permanente de las armas. Proscripción para las mayorías. Y cada vez que la organización del pueblo rompía la 276


trampa venía el golpe, la persecución y los encarcelamientos, la dictadura se desenmascaraba. Las opciones civiles caían por su propia debilidad y la fuerza era el derecho de las bestias. Este es el marco histórico en el que participaron Arturo Baibiene y sus compañeros, entre los que tuve y tengo la dignidad y el orgullo de haberlos acompañado. Lo imprevisible fue el carácter retrógrado profundo del ciclo iniciado con Videla y Martínez de Hoz. Donde la consigna de hacer asesino al Estado no tuvo límites. Por eso no fue Arturo el único, fue un increíble exterminio que tiene los mismos antecedentes del exterminio de nuestros originarios en los gobiernos oligárquicos de fines del siglo XIX. Goyano lindo, que me cantabas el chamamé “Bañado Norte”: “Quiero mi bien, que esta canción, llegue a tu oído, quizás recién comprenderás que no te olvido”. Me hiciste conocer tu casa y tu pueblo natal, me llevaste al río de tu infancia para darme instrucciones de pesca, que continuaste en los arroyos entrerrianos y en el río Uruguay. Entre tantas muchas otras cosas que hicimos para la amistad y la lucha común, solo me resta decirte lo que te extraño y lo que te querré siempre. 5 de julio de 2014, desde Colonia Wanda, Provincia de Misiones.

Miriam Larrañaga, Pelusa, compañera de militancia en prov. de Buenos Aires. Conocí a Rodolfo (Arturo) y Lía (Elbita) en la JP de Berisso; ellos militaban en un barrio muy humilde de Los Talas, la Unidad Básica era precaria, se llamaba Evita si mal no recuerdo. Yo militaba en la JP en otro barrio, Villa Nueva, y en la UES porque tenía 14–15 años; iba siempre a casa de una familia en Villa Zula (barrio lindero a Los Talas) porque su hija era compañera de la UES, a la casa de esa familia iban Rodolfo y Lía. Dejaban a Leti en esa casa mientras iban a patear y organizar actividades en el barrio, Leti era el chiche de la casa y la cuidábamos entre varios. Siempre nos reíamos con los compañeros de la casa de Villa Zula que se llamaban Lito y Ana (fallecieron los dos), porque Lía era muy tranquila, de expresión suave 277


pero muy despistada, solía olvidarse diversas cosas (ropa, el chupete, etc.) de Leti, y Rodolfo le decía suavemente: –Pero Bichi, ¿cómo te vas a olvidar tal o cual cosa? Rodolfo era muy alegre, siempre estaba haciendo bromas, un enamorado de Los Beatles. En esa época estábamos todos muy coordinados y conectados, a pesar de que no existían las redes sociales, cuando se hacían actividades especiales en alguna barriada íbamos desde distintos lugares a acompañar. Recuerdo puntualmente una actividad: en el barrio de Los Talas donde militaban los chicos había un señor que tenía un criadero de gallinas y las moscas eran una epidemia en las casitas, fueron a hablar con él en reiteradas oportunidades y ante la falta de respuesta o intento de mejorar las condiciones de producción los compañeros de la Básica decidieron hacer una movilización frente al criadero a la que llamaron "El Gallinazo". Todo el barrio movilizado con un cartel que decía: "Las moscas son de nosotros, las gallinas son ajenas". Otra actividad que recuerdo en ese barrio fue una peña en la que habló Rodolfo como referente de la Básica y como todos seguíamos cantando y bailando, por micrófono nos dijo a viva voz: –Compañeros no sean chotos, estoy hablando. En esa primera etapa militante de los chicos en Berisso todavía vivían en La Plata, después con el tema de la territorialidad y demás se mudaron a Berisso y debido a problemas de seguridad ya no iban tanto al barrio. Recuerdo que ya a fines del 75 estaba muy complicado para ir al barrio, aunque inesperadamente se aparecían cada tanto en la casa de algunos vecinos. Cuando se produce el golpe de Estado muchos compañeros fueron trasladados a otros destinos, otros fueron detenidos, otros asesinados, otros dejaron de militar, etc. Así fue como me cambiaron de responsable y mi responsable pasó a ser Rodolfo con el que debía realizar las citas diarias, cuando conseguíamos alguna casa nos reuníamos a conversar y planificar alguna actividad mínima como volanteadas en la puerta de YPF con la “famosa cajita” , o tirar los volantes en algún lado y desaparecer rápido. Recuerdo que a los últimos controles se sumó “Roberto" el Ruso Alberto Paira, a veces venía Rodolfo y otras el Ruso. 278


Cuando Rodolfo y Lía vinieron a Berisso vivían a 6 cuadras de mi casa, pero nunca lo supe hasta que fue el operativo donde asesinaron a Rodolfo y al Ruso y se llevaron a Lía y Negrita . El día del operativo mi vieja me avisa que había gente en autos y con armas rastrillando mi barrio y preguntando por un hombre rubio con una beba. Después del operativo quedé desenganchada y a fines del 79 principios del 80 comencé a militar en familiares de desaparecidos y sigo militando hasta hoy.

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ELBA LEONOR RAMÍREZ ABELLA, BICHI, LÍA

Recibir un par de aros y sentir que un amor gigante y tibio, te inunda de ternura

Nació en La Plata un 16 de enero de 1946; se llamó Elba, como su mamá. Ignacio Ramírez Abella es el nombre de su papá. Elba hizo sus estudios primarios y secundarios y luego se inscribió en la Facultad de Derecho donde conoció a Arturo Baibiene. Compartían estudios e ideales, se enamoraron y decidieron continuar juntos en la militancia y en la vida. 281


La campaña del Luche y Vuelve fue central en ese período, así que con el triunfo que significó la vuelta a la democracia, el gobierno de Cámpora y el regreso de Perón, el 73 fue un año de felicidad para muchos argentinos. María Silvia, compañera misionera, recuerda esos momentos en los que compartió unas vacaciones con ellos en Valeria del Mar. Entre las fotos que envió está ésta donde se puede ver a Elba distendida y disfrutando con Arturo y otros compañeros. Elba era parte de una familia muy reconocida de La Plata, también muy golpeada ya que varios integrantes fueron secuestrados, desaparecidos y/o asesinados. El 27 de abril de 1977 la familia se entera por los diarios, que hubo un operativo en el que Arturo y el compañero de apellido Paira fueron asesinados y, Elba y Liliana secuestradas con sus hijos: Leticia y Ramón, y Julia. Inmediatamente el padre de Elba y el tío Carlos se movilizan y logran ubicar y recuperar a los niños. Carlos Ramírez Abella,89 tío de Elba, abogado y militante político desde muy temprana edad, sufrió en carne propia, lo que muchísimas familias durante la última dictadura cívico-militar. Casado con Haydee Pérez, tuvo tres hijos. En sólo ocho meses, su familia fue diezmada y desaparecieron seis miembros: su hija Manely con su marido, y dos sobrinas Elbita y su hermana Alicia con sus respectivos esposos. En todos los casos, los secuestradores se llevaron a los pequeños hijos de las parejas, y Carlos y su esposa, se encargaron de recuperarlos a todos. Fueron co-fundadores de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Plata y parte activa de los movimientos por la justicia, por la memoria y por la verdad. Haydée se dedicó a la militancia de Madres de Plaza de Mayo, hasta su fallecimiento, sus cenizas fueron

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http://perio.unlp.edu.ar/sitios/puntoperio/2014/11/26/el-padre-de-los-desaparecidos/

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esparcidas en la Plaza. En este ambiente crecieron estos niños, primos que se juntaban y entre ellos hacían catarsis mientras elaboraban la desaparición de sus padres. Con la llegada de la democracia y la creación de entes que recopilaban testimonios como la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) los relatos comenzaron a surgir. Elba Leonor Ramírez Abella fue vista por distintos sobrevivientes en el ex Centro Clandestino de Detención La Cacha, nombrada así por la bruja Cachavacha de Hijitus, la misma que desaparecía gente. Patricia, sobreviviente de ese centro soltó el nombre de Elba. La conoció La Cacha, donde estuvo detenida desde abril de 1977 hasta junio de ese mismo año. Durante su tiempo ahí, compartió la colchoneta con ella; lo que más recordaba de Elba era su sonrisa y su energía. En La Cacha, Elba le dio la idea de intercambiar los aritos con la promesa de que, aquella que resultara sobreviviente, se comprometería a dárselos a la familia. Dice Leticia: –Cuando Patricia nos dio el arito, fue como si nos devolvieran el cuerpo de mi mamá. Patricia, la recuerda como una mujer alegre, con una sonrisa a pesar del horror. Pero no la llamaba por el nombre, sino por el apodo: Bichi. – Cuando mi hermana y yo nos enteramos que se hizo llamar Bichi dijimos —Ah, qué bárbaro. Después se lo dijimos a nuestro abuelo, a la familia, y todos estallaron en llanto. Bichi le decía mi papá: un hermoso homenaje de amor —declaró Ramón Baibiene. En la sala donde hoy funciona el Tribunal Oral nº1 de La Plata, ese día de febrero de 2014 en el que se llevaba a cabo el Juicio por La Cacha, Leticia dijo: –Cuando uno sabe la verdad, por más terrible que sea, uno la tiene ahí: la mira, se aleja, vuelve, y hay un momento en donde uno la puede procesar. Pero no saber qué, es la angustia más terrible y más dolorosa. Saber debería ser un derecho para todos nosotros. 283


…haberlo visto bailar sobre las mesas a Arturo con esa total alegría me es imborrable, …más el reír de tu mamá ante esa "cosa loca" que lo caracterizaba... Mucho afecto para los dos. ..90

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De Jorge Berman. FB de Leticia. 26/4/2014

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ÉLIDA OLGA GOYENECHE Y PEDRO MIGUEL SOBKO, LUCHO Y CLARA

DE ALMA A ALMA91 Oscar ensambla como piezas de un rompecabezas los recuerdos de los tres años que compartió con su padre. Tiene en la retina la imagen de los dos viajando en el subte de Buenos Aires, posiblemente en la línea

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http://www.xn--telaraadigital-vnb.com.ar/noticia.aspx?id=1951. Crónica realizada el 18/09/2014, por Alfredo Hoffman, para Telaraña Digital.

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A. Pedro, un hombre alto y flaco, lo alzaba para que él pudiera tomarse con sus pequeñas manos de las manijas circulares, mientras el vagón avanzaba y se bamboleaba. En su memoria aparece también una casa de dos pisos; juegos en una calle donde había broza o quizás tierra. Tiene grabada aquella vez que se le volcó el plato de sopa cuando estaba en la falda de su papá y le quemó las piernas. No mucho más que eso se acuerda y evoca con una risa breve y melancólica. Pero es más que la nada que puede recordar su hermana Clarisa, que tenía seis meses cuando mataron a Pedro y lo hicieron desaparecer. Pedro Miguel Sobko tenía una habilidad especial con las manos. Podía arreglar cosas o desarmar objetos sin dificultad. Era una facilidad que había heredado de su padre, el abuelo de Clarisa y Oscar, conocido a mediados del siglo XX en la provincia de Misiones y toda la triple frontera por su especialidad en reparar llantas de camiones. Por eso Pedro trabajó durante 25 cuadras, desde calle Bolivia, en el barrio Las Flores, hasta La Paz y avenida Ramírez, hasta que por fin logró abrir el baúl del auto en que se lo llevaban secuestrado. Saltó y corrió como pudo, a pesar de su renguera. Los vecinos lo vieron cruzar entre el tránsito hacia la vereda Este de la avenida, meterse en un baldío y llegar a metros del Pasaje Perren, por donde hubiera podido escapar. Pero los testigos observaron a un hombre, Cosme Ignacio Marino Demonte, policía federal, perseguirlo, apuntar con su arma y fusilarlo. Era la mañana del lunes 2 de mayo de 1977, casi mediodía. Demonte y sus secuaces lo volvieron a cargar en el auto y lo llevaron al Hospital Militar. A poco de llegar murió desangrado. Hasta último momento, cuando agonizaba en una camilla, sus asesinos le hablaban al oído, seguramente pretendiendo obtener datos sobre su agrupación política, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Un soldado testimonió que el cuerpo inmóvil quedó durante un tiempo solo en un pasillo y luego lo pusieron en un cajón de maderas de pino. Nunca volvió a aparecer. Al momento de publicarse esta crónica, la causa Área Paraná, donde se encuentra comprendido el caso de Pedro Sobko, espera por el inicio de las testimoniales. Después de tres décadas transcurridas de iniciado el expediente y una desde el desarchivo por la caída de las leyes 286


de Obediencia Debida y Punto Final, el proceso transcurre a paso lento y por escrito y la sentencia no termina de llegar. La posibilidad de acabar de una vez con las postergaciones está en manos del juez federal Leandro Ríos. –Espero que haya sentencia. Que haya sentencia ya –responde Clarisa Élida Sobko a la pregunta por sus expectativas en esta etapa del juicio por la mega causa–. Después espero una pena acorde a lo que hicieron. Y me gustaría verlo a Cosme Ignacio Marino Demonte preso de por vida. También me gustaría que sea más visible, que podamos lograr que se visibilice esta etapa y la sentencia. Espero también que sigamos investigando para encontrar los restos de Pedro. –Eso es fundamental: que se abra un poco la cabeza de esta gente –acota Oscar Sobko– y que ese pacto de silencio que tienen se rompa de una vez por todas. Que tengamos un lugar donde llevarle flores, donde visitarlo. Creo que eso no lo entiende nadie. Por otro lado, como argentino me parece que estamos dando cátedra. Andá a preguntarle a los españoles, que tienen el doble, el triple de gente desaparecida por Franco, qué hicieron ellos por su historia. Sí, hay otra forma de solucionarlo: Mandela dijo “bueno, les perdonamos todo, vamos a calmar las aguas”. No sé, parece que no da mucho resultado. La justicia es el único bálsamo que termina, no te digo cerrando las heridas, pero aplacando las cicatrices. Solo la justicia. Y ojalá esta gente abra su cabeza porque no tienen corazón. Y piensen un poco el infierno que nos han hecho vivir, que no conocimos a nuestros viejos. Y tengamos un lugar donde puedan descansar Pedro, Élida, todos los desaparecidos. No somos carne y hueso nada más, sino que tenemos un espíritu que traspasa de generación en generación y va en toda nuestra familia y eso debe ser respetado por todos. Eso es el derecho de toda persona, el derecho humano, de trascender, y se trasciende así con el recuerdo, con la memoria y teniendo una tumba donde llevar flores. Qué sé yo, yo pienso así. Eso de ir, conversar secretamente, alma con alma, te relaja, un montón. Clarisa y Oscar perdieron también a su mamá, Élida Goyeneche de Sobko, quien fue secuestrada el 12 de enero de 1978 en Goya, Corrientes, y todavía se encuentra desaparecida. Los hermanos se 287


criaron con los abuelos maternos, Pepita y Oscar Goyeneche. Por Élida, aunque sus restos no han sido localizados, sí hubo justicia: el 5 de agosto de 2011 fueron condenados a 25 años de prisión cada uno de los seis acusados de graves delitos de lesa humanidad en la conocida como “Causa Panetta”: los ex policías Juan Antonio Obregón y Romualdo del Rosario Baigorria; los ex militares Juan Ramón Alcoberro, Alberto Silveira Escamendi, y Leopoldo Norberto Cao y el ex efectivo de la Prefectura Naval, Luis Leónidas Lemos. Oscar tiene muy presente el recuerdo de su mamá. Será porque Pedro ya no estaba tanto con ellos el último tiempo, porque andaba de acá para allá, ocultándose, escapándose. Será porque los ocho meses que Élida sobrevivió a Pedro fueron muy intensos. Oscar tiene el amor de su madre en la memoria y a flor de piel. Como también tiene grabado el terror de aquella fatídica tarde de enero de 1978, cuando se la llevaron. Estaban en el club Doña Goya, averiguando por una colonia de vacaciones. La abuela Pepita había descendido del auto. Todavía siente el miedo que sintió –dice Oscar que lo tiene grabado por el resto de sus días– cuando los rodearon y les franquearon el paso. Cuando ese tipo entró al vehículo donde estaban Élida, Clarisa y él. El tipo trataba de ¿tranquilizar? una situación que era por demás pesada, espesa. Mucho calor y mucho, mucho miedo. Terror. Entonces, arrancó el auto, los llevó. Después vio a una persona de traje oscuro con un arma en la mano. Eso fue violentísimo. Él y su hermanita fueron encontrados en un camino cercano, llorando dentro del auto. Mamá ya había desaparecido. Mamá y papá, desaparecidos Al miedo y el terror siguieron el dolor y el desconcierto. La bronca de intuir lo que había pasado, preguntar cuándo regresaría mamá y recibir evasivas, silencios o la mentira de que estaba de viaje, que ya iba a volver. Pero no volvía y ellos seguían preguntando. En una oportunidad, en la pieza de la abuelita, la madre de Élida, un Oscar de seis años le dijo a una Clarisa de tres que la situación ya no se sostenía, que tenían que hablar en serio con los abuelos. La tomó de la mano y le explicó que debían terminar con la incertidumbre, enfrentarlos, 288


obligarlos a que les dijeran la verdad. En la casa de Goya, antes del comedor, un comedor gigante, había un living donde el abuelo tenía un escritorio y sus papeles, un archivero, un sillón. Allí se sentaron los cuatro y, muy seriamente, como cuasi adultos, preguntaron dónde estaba mamá. Los viejos se miraron y se resignaron: “No sabemos. Fue gente mala que se la llevó. Estamos haciendo todo lo posible”. La confirmación los golpeó. Pero, al mismo tiempo, saber la verdad fue tranquilizador. Oscar, ahora con 40 años, intenta refrescarle la memoria a su hermana, ayudarla a reconstruir aquellos primeros años de su infancia: –Después de eso vos me preguntaste si les podías llamar papá y mamá y yo te decía que no, que ellos eran los abuelos. Papá y mamá no. Y después les preguntaste a ellos si les podías decir pa y ma y siempre les dijiste pa y ma. Y yo nunca pude. Aquellos años en Goya fueron los años del comienzo de la búsqueda del destino de Élida y Pedro, una lucha que iniciaron los abuelos y hoy continúan Oscar y Clarisa. Pero también fueron los años en que la estigmatización no tenía piedad con las familias de los desaparecidos. La sociedad goyana fue muy cruel con los niños. El hermano mayor empezó el jardín de cinco y cursó los primeros años de la primaria hasta los nueve años en la escuela Normal. Siempre sintió que el trato hacia él era diferente y hoy entiende que sus compañeros lo dejaban de lado porque sus padres –abogados, médicos, ingenieros, militares– se encargaban de recomendarles que no se juntaran con ese chico, que tuvieran cuidado, porque era hijo de subversivos. En todos esos años lo invitaron a un solo cumpleaños de un chico de su grado. Un solo cumpleaños. Por suerte, en el barrio era distinto. Ahí estaban los amigos. Ahí sí existían la aceptación y la integración. Los últimos días de clase de 1983, que fueron también los últimos de la dictadura, Oscar ya no fue a la escuela. Eso fue un alivio. En 1984, cuando se mudaron a Paraná, lo que más extrañaron –quizás lo único– fueron los amigos del barrio. El cambio de ciudad les permitió dejar atrás la mirada inquisidora de una gran parte de la sociedad goyana. En la capital entrerriana, además, vivían familiares de los Goyeneche y estaban más cerca de la tía Beatriz, la hermana de Élida, 289


que residía en Buenos Aires. Además el abuelo, que había nacido en Rosario del Tala, regresaba a su provincia. Paraná fue un nuevo comenzar. Paraná fue la escuela Estrada, otro trato, otros gurises, más humildes. Más diversión, más trompadas, más compañerismo. Más inclusión. Los abuelos Pepita y Oscar comenzaron a vincularse con otros familiares de víctimas del terrorismo de Estado con quienes luego conformarían la Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos Entrerrianos y en Entre Ríos (Afader) y se fueron transformando en referentes de la lucha por los derechos humanos. Tratando de escapar Conocer a Pedro y conocer a los Sobko es una tarea cotidiana. Primero fue casi imposible, después demasiado lenta. Todavía hoy se tropiezan con anécdotas que describen aspectos de su padre desconocidos para ellos. El azar hizo que Oscar llevara su mascota a un veterinario que le habló del “Loco Sobko”. El hombre estudiaba Veterinaria en la misma universidad donde Pedro estudiaba Medicina, la Universidad Nacional del Nordeste, en Corrientes Capital. El Loco Sobko se destacaba por su capacidad como orador y por su valentía en tiempos de plomo. Irrumpía en las aulas y arengaba a los estudiantes con sus discursos políticos. En una de esas intervenciones el profesor llamó a la Policía y la Policía fue y lo sacó a balazos del aula. Pero eso no hizo que abandonara la militancia. Esa conducta arriesgada y audaz fue la que motivó que el estudiantado le diera aquel apodo. Pedro comenzó su militancia avanzada la década del 60. Su territorio fue Corrientes, donde estudiando se conoció con Élida, pero también Misiones, Formosa y Chaco. Su definición fue por el PRT. Estudiante de Medicina y militante también era Rodolfo Sobko, su hermano mayor, quien fue detenido y torturado y permaneció preso durante toda la dictadura, y hoy es un médico destacado por su trabajo con las comunidades originarias de Chaco. Ambos se sintieron movilizados por las miserias que sufrían los habitantes del noreste 290


argentino. Eran de Posadas, donde vivían sus padres, Don Pedro y Doña Olga. La represión hizo que Pedro y Élida dejaran los estudios y Corrientes y se trasladaran a Chaco. En marzo de 1974, allí nació Oscar. Cuando llegó Clarisa, en noviembre de 1976, estaban en algún lugar de Entre Ríos. Pedro trabajaba en un taller de chapa y pintura de Paraná y se hacía llamar Schmidt. El parto pudo haber sido en la capital entrerriana, en Victoria, Viale, Pueblo Brugo; localidades que fueron surgiendo en el relato de familiares y compañeros. En 1977, cuando fue lo que Clarisa denomina “la gran chupada” del PRT-ERP, estaban en algún punto del sur del Gran Buenos Aires, probablemente en la zona de Wilde o Bosques. Seguramente se movían en medio de un estado de desesperación, buscando salvar su vida. Por lo que fueron escuchando de boca de quienes militaban junto a la pareja, la idea era salir del país por Concordia, refugiarse en Brasil y luego decidir por dónde seguir huyendo. Élida y los chicos estaban ya en una villa concordiense junto otros a militantes. Pedro viajó a Paraná a buscar algo a la casa donde habían vivido en calle Bolivia. La vivienda estaba tomada por policías provinciales y federales. El compañero que lo había acompañado y lo esperaba en la esquina, vio cuando lo secuestraron. –Estuvo cerca de zafar –murmura Oscar, iniciando un intercambio de reflexiones que brotan en voz alta. –Al pedo vino para acá –sentencia Clarisa. –Ajá, tendría que haberse ido a Concordia. Élida con nosotros estaba en Concordia. No sé qué vino a buscar Pedro acá. ¡Cómo no volamos también nosotros! Élida se asustó y se fue a Goya. –La tía Bety dice que Élida se fue a su casa y le dijo “dame plata que me voy a Chaco” y la Bety le dijo “no querida, si yo te doy plata vos te vas a Goya”. –Se relaja, Élida se relaja. Mirá vos cómo será que se relaja que empieza a buscar trabajo como maestra. –Prefiere jugársela y estar con sus vínculos. Piensa que si le pasaba algo, sus hijos iban a estar con sus padres. 291


–Veníamos hacía un añito, dos añitos, huyendo nada más – repasa Oscar–. Vos tratás de hacer una ruta y se pierde. Yo nazco en Chaco, en el hospital Madre y Niño, según las palabras de Rodolfo. En el último encuentro que tienen ellos antes de caer preso Rodolfo, mi padre llevaba una estufa de kerosene con leche y víveres escondidos, y le dice a Rodolfo algo así como “Oscar está bien, Élida está bien, esta es la última etapa: o ganamos o nos hacen percha”. El último encuentro, un beso, una despedida y no se vieron más, nunca más. Después ese itinerario medio raro: de Chaco a Paraná, de Paraná a Wilde, de Wilde a Concordia, de Concordia a Paraná, de Paraná a Goya... Están tratando de escaparse. Herencias Contactarse con Rodolfo fue la llave para ir conociendo más de Pedro y su militancia y a los Sobko. Pero no fue nada fácil. El tío estuvo siete años encarcelado y al salir tuvo que rearmar su vida como pudo. Todo fue cuesta arriba desde el principio. Cuando lo liberaron, en Rawson, en 1984, no tenía una moneda para regresar a su casa. Lo fue ayudando la gente que encontraba en el camino. Debieron pasar quince años, hasta 1999, para que pudiera reencontrarse con sus sobrinos. Con los abuelos paternos –Don Pedro, polaco, y Doña Olga, ucraniana, ambos inmigrantes que huyeron de la Segunda Guerra Mundial– se vieron en tres o cuatro oportunidades, cuando los chicos viajaron a Posadas a visitarlos. Hubo también algún intercambio de cartas, pero la distancia jugó en contra de la posibilidad de tejer un vínculo que ya había desanudado el terrorismo de Estado. Cuando murieron, doña Olga en el 90 y don Pedro en el 92, Clarisa y Oscar no se enteraron. Pedro, además de su habilidad para los trabajos manuales y su decisión y audacia a la hora de la militancia, tenía otra particularidad que lo caracterizaba: una fiebre reumática europea muy rara y complicada que lo hacía caminar con dificultad y que le había merecido el apodo de “El Chueco” o “El Rengo”. Su hijo Oscar heredó algo de eso: “Tengo espina bífida, no tengo bien formado el hueso sacro. Subo de peso y 292


ando medio chueco”. Pero en Pedro era más grave; en ocasiones no podía caminar durante meses enteros, sobre todo en su adolescencia. Por eso Don Pedro le había fabricado con sus manos una silla de ruedas con movimientos especiales. Clarisa, que fue Clarisa Victoria durante los dos primeros años de su vida, pasó a llamarse Clarisa Élida cuando sus abuelos la inscribieron y decidieron darle en el nombre algo de su mamá. Pero aquel segundo nombre sigue presente hoy, está en su militancia en Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.) y en la búsqueda de justicia que ahora está a un paso de concretarse en la causa Área Paraná. Esa búsqueda que es colectiva permitió encontrar a los testigos que vieron cómo asesinaron a Pedro en avenida Ramírez. Desmentir a la prensa de la época que desinformó publicando que un delincuente subversivo había sido abatido en un enfrentamiento armado. Comenzar a revocar poco a poco una impunidad que parecía inmutable hasta dejarla ya casi casi en el pasado. Los hermanos Sobko están seguros de que los restos de su padre están cerca, tal vez en algún lugar de cementerio municipal, y que pronto amanecerá el día en que serán localizados e identificados. Entonces podrán ir a su encuentro y entablar ese diálogo secreto, de alma a alma. A pesar de todo, a pesar del silencio de los que hoy tienen la posibilidad de defenderse ante un juez de la Nación, ese será un gran día.

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ÉLIDA OLGA GOYENECHE, CLARA

… era una chica muy divertida, nunca estaba triste Vivía la vida; era un canto a la vida. Élida era primera figura siempre…

Pepita Zelmira Tellerías de Goyeneche92, su mamá Corría el año 1978 y estábamos en las vacaciones de verano. Élida, desde un tiempo atrás, se encontraba en nuestra casa con sus dos pequeños hijos: Oscar y Clarisa. Ese día, 12 de enero, hacía un calor que partía la tierra. Nosotros teníamos una empleada doméstica, Ticha como la llamábamos cariñosamente, con dos niños. Ella nos había pedido que inscribiéramos

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Del libro Dictadura, memoria y verdad. Educación y represión en la ciudad de Goya. Ed. 2009. Pág. 227-228. Pepita y Oscar, su esposo fueron integrantes activos de la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos de la ciudad de Goya.

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a sus hijos en una colonia de vacaciones del Club de Caza y Pesca “Doña Goya”, donde había dos hermosas piletas de natación. Por la tarde de ese día mi hija, con sus dos niños, y yo decidimos ir hasta el club para realizar el trámite. Fuimos en nuestro auto y manejaba Élida. Cuando llegamos me bajé para hablar con la encargada de la colonia y ella quedó esperándome en el auto con Clarisa y Oscar. Ni bien me dirigí al lugar un operativo con varios vehículos rodeó nuestro auto y comenzó el secuestro de nuestra hija. El hecho ocurrió en plena tarde y ante la presencia de muchas personas. En un instante se perdieron en la ruta que va desde el puerto a la ciudad. Ante mi desesperación una persona conocida, el Sr. Wilton Dalinger, se ofreció llevarme en su auto para realizar el seguimiento. Pero a pesar de la rapidez de la reacción fue demasiado tarde. Desaparecieron a alta velocidad, como si se los hubiese tragado la tierra. No pudimos alcanzarlos y durante el trayecto no encontramos rastros ni indicios de qué atajos tomaron, en ese camino que conduce al puerto y al club. Mi angustia llegó al límite. Entonces fuimos directamente a la sede de la comisaría departamental de Goya, donde a los pocos minutos me encontré con mi esposo para hacer la denuncia. Allí me tomaron declaración y un vehículo de la repartición salió en búsqueda de los secuestrados. Al rato volvieron con nuestro auto y los chicos: Oscar de 4 años y Clarisa de 2. Los habían encontrado en un camino de atajo que va por detrás del Regimiento, estaban encerrados en el auto y llorando desesperadamente. Fue emocionante, y tremendo a la vez, encontrarnos con nuestros nietos, pero sin nuestra hija. Desde ese día nos quedamos con los niños a cargo. Fuimos abuelos y padres al mismo tiempo; los cuidamos y les dimos toda la contención de nuestro afecto. Comenzaron días de dolor y de pesadilla en una búsqueda inútil y frustrante de Élida, y así fue que nos enteramos de la desaparición de su marido, Pedro Sobko, en Paraná. De Goya nos mudamos a Paraná para proteger la integridad psicológica de los nietos e intentamos una vida diferente. 296


Esta es una larga historia que tiene un comienzo pero que, para nosotros no tiene fin, ya que no hemos conseguido ningún dato sobre los padres

de los chicos. A ellos les proporcionamos todo: cariño, y educación hasta el nivel superior. Hoy, ambos ya adultos, están casados. Oscar Alberto se recibió de abogado y Clarisa Élida es sicóloga social. Ellos han tomado la posta de buscar a sus padres y han comenzado a rehacer su propia historia. La Semana. Goya- Del 18 al 21 de Enero 1978 – AÑA 1 – Nro. 58. 93

Zelmira Beatriz Goyeneche, Beti, hermana ¡Qué emoción, qué cimbronazo, qué salto de mi corazón! Pensar en hablar de mi hermana, recuerdos que había enterrado tanto tiempo; no quería recordarla con mi madre, para que no se sintiera mal y se pusiera a llorar. Sí, siempre fue una hermana muy querida y de pequeña se sentía mucho su presencia en casa.

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El periodista Walter Operto, autor de la nota, hizo una valiente cobertura del hecho. En el 2011, testimonió en la Causa Goya.

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Paso a comentarte que siempre fue muy alegre, salvo que mamá dijera que iba a salir, allí se armaba la gran bataola, Élida lloraba en el patio y gritaba que quería ir con ella a donde fuera, tales eran sus gritos que Doña Josefina (vecina) se acercaba a saber si pasaba algo con ella; por supuesto se iba con mamá a hacer los mandados. Lo más lindo eran los juegos que hacíamos desde pequeñas, teníamos hermosos juguetes que mis padres se encargaban de proveernos: muñecos, sulky de pedales pequeño, ropitas de bebé que hacíamos juntas, con retazo que mamá nos daba etcétera. Los días de lluvia le pedíamos a Ticha (señora que trabajaba en casa) nos hiciera tortas fritas ¡que panzadas!, y hablando de comida, recuerdo los buñuelos que hacía mamá con el zapallo, se los robábamos antes de terminar y salíamos corriendo. Mamá, ¡que hermosa palabra! ¡Que llena de cariño fue siempre! nos amenazaba con una paliza y decía: – ¡Voy a decirle a tu padre, para que les dé un chirlo!, nunca se cumplía. Nos festejaban los cumpleaños juntas; lo peor fue cuando nos comimos el dulce de leche, con el que había decorado la torta, paradas ambas en las sillas porque no alcanzábamos. Nos pescó y ese día creo, que nos corrió para luego de ir a comprar otro poco para adornar nuevamente la torta. Élida inicia la escuela en la Isabel King, a media cuadra de la comisaría y, como estaba disconforme porque quería venir conmigo, hacía tantos desastres que la pusieron, conmigo, eso ocurrió después de 298


un año, creo que en ese momento fue feliz, había logrado lo que tanto le había costado desde muy pequeñita, que fuéramos juntas a la escuela. Recostadas en la cama de nuestros padres mirábamos la puerta del ropero con una lata muy conocida en la época: caramelos Tofy, a la que mirábamos y admirábamos, ya que era papá el que nos daba uno cada noche; solo recuerdos y de los más lindos, me salen luego de tanto tiempo. Épocas sin cine ni televisión, nuestros padres iban de los amigos a jugar a las cartas y allí íbamos nosotras dos, así los Tournier, los Sanz, los Báez, los Portillo, también Difilippo, sí, el de la Talabartería. Fueron nuestras amigas también chicas del barrio como Carmen Carrea, Negrita Heine, Alicia Delelici, con las que compartimos hermosos momentos de algarabía y distracción. Como éramos compañeras en la escuela y nos apoyábamos en el estudio, nuestro padre nos despertaba a las 6 para que repasáramos las lecciones; nos poníamos a estudiar, lo lamentable era que yo me dormía y ella se enojaba por ello. Élida siempre fue muy juguetona y se reía como una cascada. Las siestas provincianas las pasábamos comiendo naranjas y corriéndonos en el patio de casa, eso de muy pequeñas y luego, como nos escapábamos de la cama nos poníamos la radio muy bajito y escuchábamos las radionovelas de la época; allí con nuestra mentalidad inocente nos cobijábamos del enojo de nuestros padres. 299


Mi padre como era militar (lo echan del Ejército en el 56) tenía Imaginarias, es decir tenía que cubrir guardias durante la noche en el Regimiento, entonces mamá nos invitaba a dormir en su cama; la que gritaba primero: ¡Yo pegada a mamá!, ganaba, ella siempre lo lograba, y me enojaba por esas salidas, siempre diciendo que debía ser una vez cada una, pero bueno ella terminaba allí y yo en una cama pegada a la de mamá. En las mañanas muy temprano, íbamos a la escuela caminando por la calle Belgrano, conversando y comentando los sueños nocturnos así lográbamos que nuestros temores se diluyeran, nos sentíamos fuertes una en compañía de la otra, nos cuidábamos mucho en esas calles. Salíamos de Goya de vacaciones una vez al año, un año íbamos a la casa del hermano de mamá y otro a la casa de mi abuela paterna, en Rosario del Tala, donde las dos debíamos ir a misa todos los domingos. En Bernal, lugar donde vivía el hermano de mamá, tenemos primos con los cuales jugábamos y usábamos mucho a Élida de muñeca para decorar, cosas de niños. En Rosario del Tala, nuestros primos también compartían nuestros juegos, pero nuestra Abuela acostumbrada a una vida más dura, nos ponía a hacer cosas de la casa, Élida se enojaba mucho. Los cantos de nuestra niñez eran Arroz con leche, La farolera, El buribu car che… nos reuníamos en las noches de verano con las vecinas con las que hacíamos rondas y cantábamos, luego por supuesto las consabidas peleas por algún juguete sustraído y reclamado. En la adolescencia el baile y los primeros amores, Charles Aznavour, nos hacía correr mariposas en el estómago. Nos gustaba ir a los bailes de AGDA.94 y escuchar música, en esos momentos se hacían famosos Palito Ortega, Sergio Denis, etc. Los “asaltos” eran reuniones en casas de familia con el objeto de socializar entre jóvenes, los chicos traían la bebida y las chicas preparábamos algo comestible, que nunca alcanzaba ya que nuestros cortos años nos hacían unos devoradores tremendos. Papá tuvo que comprar un tocadiscos para hacer esos

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A.G.D.A. (Asociación Goyana de Atletismo)

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“asaltos” en casa, y no perder de vista a sus hijas, ¡Ja qué épocas! han pasado, pero cada momento ha dejado una estela de remembranzas inolvidables. Recuerdo la canción que nos dice "se hace camino al andar" y se anduvo lo suficiente como para hacer el camino que aquí puedo señalar. Élida participaba siempre en juegos, bailes, estudios y competencias, mostraba su gusto por poder comentar y estudiar, fue una persona curiosa y así como sabía la existencia de Lumumba y los rasgos particulares de lo que sucedía en África, su sensibilidad hacía que pensara en ayudar a aquellos que lo necesitaban. Nuestra madre nos cosía nuestros vestidos, todavía recuerdo uno de color celeste con tres rombos y botones en la parte inferior, que era solero; esa mañana mamá estaba ocupada en sus quehaceres y nosotras, no pudiéndonos contener y aunque hacía bastante frío, nos los pusimos y salimos a la esquina para lucirlos. Por coquetas y desobedientes, nos castigó no dejándonos usarlo en el momento del festejo. Nuestro padre miraba las notas de la escuela, y en algunas oportunidades, cuando ellas no eran lo suficientemente satisfactorias, el esperado tirón de orejas caía sobre nosotras, pero Élida salía disparando y la que caía era yo, era rápida para eso, sabía cómo hacerlo. También papá tenía un rebenque con el que nos amenazaba cuándo las cosas se ponían feas, y nosotras se lo tirábamos al techo; él se subía y lo recogía, hasta que en una oportunidad no se lo encontró más, supongo cayó en la calle y alguno lo recogió, quedándose con él. Tuvimos en algún momento un loro, al que llamamos Perico, era la locura de nuestro padre, pero Élida no lo quiso lo nunca, el loro tampoco a ella, y si podía la picoteaba Fue histórico, ya que se paseaba sobre papá en forma permanente, lástima un día le crecieron las alas y se fue. Cuando en las tardes de verano papá salía de su trabajo (saladero de cueros de Alal) íbamos en al auto a la Pucú, laguna no muy lejana de Goya, allí pasábamos los atardeceres que se prolongaban hasta las 22 o 23, ya que el calor es muy fuerte en esa zona. Nuestra madre preparaba 301


para la ocasión galletitas con picadillo, o llevaba algún pan dulce para saciar el apetito que nos daba después de bañarnos un rato. Estos y quizá algunos más son los recuerdos que se aprietan en mi interior listos para salir y contarlos. Hay una canción que nos dice “se hace camino al andar” y se anduvo lo suficiente como para hacer el camino que aquí puedo señalar. Élida era “la vida” participaba de juegos, bailes, estudios, competencias, fue una persona curiosa y se interesaba por todo lo que ocurría en el mundo, así también sabía de la existencia de la pobreza y el dolor, cuando oyó hablar de África, del líder independentista Lumumba y de la situación de la población africana… ella comenzó a decir que quería ir a esa zona para ayudar a los chicos, es decir expresaba desde su más tierna juventud, su espíritu de apoyo y protección para con los más desamparados. Élida fue una persona sensible que pensaba aportar a la sociedad sus estudios y conocimientos, y así fue a Corrientes a estudiar medicina. Allí se enamoró de Pedro, otro estudiante, y tuvieron a Oscar y Clarisa mis sobrinos. Dieron fin a su historia aquellos que no comprenden la verdadera intención de la vida, solo les importan sus propios intereses, pero no quiero ahondar en el tema ya que en este momento, estoy llena de mucha dulzura y no quiero amargarme la mente y las ideas, gracias por escuchar.

Gladys Marcon, amiga de la familia Con respecto a Élida Goyeneche muy poco te puedo informar acerca de su infancia. Yo conocí a toda la familia a través de Pepita, su mamá, cuando comencé a trabajar en la Escuela Normal de Goya. Me acuerdo que cuando llegué a la sala de profesores el primer día que comenzaba mi labor, fue la única persona de todas las que estaban allí, que respondió a mi saludo. Ese mismo día nos encontramos al final de las clases y caminamos juntas un largo trayecto de regreso a nuestras casas. Élida y Betty eran por entonces, adolescentes y fueron mis alumnas creo que en segundo o tercer año, no me acuerdo bien. Así luego comenzó el trato con Oscar Goyeneche pues comenzamos a ir a su casa por invitación de ellos. Este fue el comienzo de nuestra larga 302


amistad que duró hasta ahora con los familiares que van quedando. Élida era una jovencita alegre, dicharachera con las características propias de una adolescente. Ambas hijas eran muy apegadas a su padre. Era militar retirado, lo habían retirado después de la llamada Revolución Libertadora del 55, pues ellos eran muy peronistas. Mi marido y Oscar se hicieron amigos y así fuimos compartiendo una amistad entrañable con toda la familia. Conocimos a los hermanos y a la hermana de Pepita que vivían en Buenos Aires y a los familiares de Oscar que eran de Rosario del Tala, Entre Ríos. Las dos hermanas se recibieron de maestras en la Escuela Normal Mixta de Goya. Entonces Élida partió a Corrientes para comenzar su carrera de Medicina. Allí lo conoció a Pedro Sobko, con quien después se casó y compartió su militancia política. Betty en cambio, se quedó en Goya y eligió el Profesorado de Historia que cursó en el Instituto José Manuel Estrada durante la gestión de Rolando Camozzi Barrios, como rector. Debido a su compromiso político Élida y el marido pasaron a la clandestinidad. Nosotros nos enteramos de esto cuando ya las papas quemaban y la situación política del país comenzaba a complicarse mucho. Élida tuvo sus hijos en la clandestinidad, el primero fue el hijo varón, Oscarcito, después vino Clarisa. Siempre estuvimos al lado de nuestros amigos acompañándolos y poniéndoles el hombro, hasta en los peores momentos que fueron los del día del secuestro y los posteriores que duraron toda la vida.

Daisy Beneventano, compañera de estudios en la Escuela Normal de Goya Esto es mi álbum de cuando terminamos la secundaria. Aquí dice la fecha: 12 de noviembre de 1968 y ésta es su firma, dice Élida Olga Goyeneche. Éramos 40. Yo tengo el programa de la promoción... Tengo el diario con la foto de la promoción: Fin de curso Escuela Normal Mixta. Estas fotos que tengo aquí son del viaje de fin de curso, fuimos a Córdoba. Élida tenía el pelo corto ahí. En esta foto está al lado de la hermana. Era de nuestro grupo. Fuimos nosotras las mujeres 303


nomás y la mamá de una compañera. Pasamos Navidad allá. Había un grupo de chicos del sur de la provincia de Buenos Aires, con ellos salíamos y luego mantuvimos correspondencia por un tiempo. Cuando viajamos a Córdoba, fuimos a Carlos Paz. Estuvimos en un lindo hotel, con pileta, se usaban ya las mallas dos piezas. Fuimos varias, entre ellas Zelmira la hermana. Visitamos el dique. Los pantalones eran tipo pescadores como ahora, y estampados. También empezamos a usar el jean las mujeres, porque antes era solo para varones.

La última vez que la vi fue durante unas vacaciones que vino a Goya y era amiga de la familia vecina, acá al lado, y vino a visitarme. Me parece que ya tenía los dos chicos, pero me acuerdo de uno. Me contó que estaba por venir a vivir acá. No teníamos mucha relación de salir, de visitarnos... Yo estaba en ese momento ocupada en mi trabajo así que esa fue la única vez que nos vimos. Yo tenía 28 años, creo que ella tenía un año menos, porque la hermana era de mi edad. De la primaria no tengo nada y de la secundaria lo que recuerdo es que llamaba la atención, era una chica muy divertida, nunca estaba triste Vivía la vida, era un canto a la vida. Élida era primera figura siempre. Mirá las fotos; está bien adelante. 304


En la escuela se sentaba al lado mío y me decía: –¡Ay! gracias a vos, no me fui a examen en francés. Ella estaba en el grupo de estudio de Liliana, yo no, solo estudiaba con una chica... Como directora se jubiló la Sra. Dora Cialzeta y asumió Marta Olmos. Durísima y cuando estuvo de vice la Srta. Biyi, la exigencia al máximo; siempre fueron exigentes, teníamos que llevar moños y si uno tenía el pelo cortito había que hacer un moñito con un invisible y ponerse los dos... Biyi era muy exigente. Me acuerdo que una vez alguien dijo que no había ninguna obligación de ir con medias, yo entonces fui sin medias, esos días de calor habrá sido... y ella me llamó la atención. A Élida, muchas veces la pescaban porque ella siempre estaba haciendo algo como te voy a decir... algo gracioso, alguna picardía, pero sin nada de maldad. Con este grupo estuvimos desde el Jardín, hicimos una vida juntos. Me siento como si estuviera con muchas amigas de toda la vida. Es único lo que yo siento por ese grupo, muy unido. Hacíamos copetines, en la casa que ahora es la AFIP, del que era Banco Hipotecario, por Mariano y Loza estaba la casa del gerente, la hija era nuestra compañera. Había conjuntos en vivo, estaban "Los Bárbaros" y "The Pockers" y los contratábamos y nos arreglábamos no sé cómo hacíamos con la bebida ya que en aquella época que no había tanto... Al papá de Graciela Fatelevich era a quien jorobábamos para que nos traslade las cosas. Y en esa casa, que siempre estaba bien dispuesta y era muy linda, muy lindo patio... se cobraba entrada porque era para juntar fondos para el viaje a Córdoba. En esa época bailábamos chicos con chicas, no como ahora. Entre las músicas recuerdo que empezó el twist, Élida era bailarina. Cuando ya no íbamos más a la escuela, luego de recibirnos solíamos ir al Club Unida, a los bailes. A las tres de la mañana terminaban los bailes, ponían esa canción que dice: “es hora de dormir…” Y volvíamos caminando a nuestras casas. Me acuerdo que tomábamos la calle José Gómez, veníamos por el medio de la calle, Élida con sus zapatos en la mano… siempre descalza. Creo que Élida no estaba de novia, Zelmira la hermana sí, estaba de novia. Élida no, había chicos que le gustaban pero de ojito nomás y era muy divertida siempre pero nunca tuvo nadie. También íbamos al 305


cine como grupo, no sé quiénes más, era según cómo nos comunicábamos porque el teléfono no era fácil, no teníamos teléfono, al principio siempre había un padre que nos llevaba y otro que nos buscaba; después, volvíamos solas. A Élida le gustaba mucho el dibujo. La mamá era profesora nuestra y ellas tenían que ir a hacer los trabajos con la preceptora o no sé con quién para que la madre no las califique. Nos reuníamos mucho en la casa de ella. Tengo en el corazón un recuerdo muy lindo, muy agradable, muy feliz de esa época compartida con ella, con "Ela", así le decíamos.

Liliana Padín, compañera de la Escuela Normal Mixta de Goya En la Escuela Normal fui compañera de las dos hermanas Goyeneche, Betty y Élida. Betty era la flaca parecida al padre. Y Élida, parecida a la madre, gordita, nada más que con el pelo morocho. Se reía todo el día, hincha bola, cabezuda... ¡Élida! …no sabés lo que era, ¡cabezudísima, tremenda!... y compartíamos el grupo que estudiábamos los trimestrales, inclusive nos instalábamos a vivir en las distintas casas, porque estudiábamos de noche, hacíamos unas camas comunes, fumábamos a escondidas...todas esas cosas que se hacen a esa edad. En ese grupo te digo, estábamos nosotras, Gilda Cedrolla (que falleció hace un tiempo en Corrientes), Norma Macías (que no vive en Goya, es la hermana menor de Marta Macías) y Elvira Vérgez (que vive en Corrientes). Generalmente dormíamos en mi casa o en la de las Goyeneche, igual podíamos ir a casa de Gilda y quedábamos todas a comer. Una vez se nos ocurrió ir a estudiar a la playita... te imaginás lo que podíamos haber estudiado... vinimos tan incendiadas... que me acuerdo que Pepita en el patio preparó unas tazas con maicena, nosotras en camisón y ella nos ponía maicena por todo el cuerpo para que nos calme el ardor que teníamos. Bueno, Betty era la más seria y Élida, la gordita cabezuda. Y los padres que nos contenían un montón porque les gustaba que estuviéramos en la casa, en grupo y encima, no te digo que éramos brillantes... bueno Elvira Vérgez era excelente, Gilda era muy 306


responsable y nosotras que éramos un poco bartolas y nos tomábamos la lección antes de entrar a clase pero aprobábamos todas las materias... especialmente en quinto año. La directora era la Sra. de Cialzeta y después fue Marta Olmos, que creía que era la dueña de la escuela... y Edith Arriola, la celadora... eterna celadora, era un grupo terrible. Norma una vez revoleaba el borrador al techo para que se caiga cielorraso que estaba medio desprendido, se hacía la que se desmayaba, y abarajaba porque si no se hacía pelota. ¡Cabezudísima también! Para vestirse Élida era un despelote, Betty era la flaca y de pelo largo y Élida era rellenita y de pelito cortito. Y Élida era un despelote, jocosa, era querida porque era buena. Amorosa, nos hacía reír y la risa de ella era contagiosa porque se reía y recontra reía, a cada rato. Era un plato porque teníamos el delantal cerrado atrás, con tres tablas y cinturón y nos arruchábamos en la cintura para que fuera más minifalda, porque no nos dejaban. En esa época nosotros no salíamos a la noche, éramos más bien compañeras de escuela -al boliche recién empezamos a ir a los 18 años. Con Élida estuvimos un fin de año en un campamento que había dentro del programa de Educación Física con la profesora Elsa García Arroyo. Lo hicimos en la estancia de Hugo Vilas y de María Haydée. Acampamos cerca de una laguna que se llamaba Tataré, por eso el campamento se llamó Tataré. Y ahí estaba "el zorro" que hacía travesuras, la guitarreada a la noche, Chacho Blanco con sus cuentos que nos hacía reír, nosotros con Élida, nos agarrábamos las costillas de tanto reír. El día de nuestra colación... armaron una tarima en el Salón Blanco y nosotras con Élida éramos las más altitas... atrás de todos; Élida estaba estrenando mocasines que le apretaban y se los sacó, bueno… teníamos unos compañeros varones cabezudos también, Lacho Arriola Iglesias, Carlitos Scheller... Y le hicieron volar un zapato por todos lados... vos sabés que nadie lloró en esa colación, con un discurso de Graciela Fatelevich que con Susana Cima eran las primeras alumnas y se sacaban chispas para tener las mejores notas. Y bueno... te imaginás 307


Graciela abanderada, con su discurso despidiéndonos, y nosotros éramos una sola carcajada ni una mísera lágrima… (Se ríe). La nuestra fue la anteúltima promoción que terminaba con el título de maestra. Nos recibimos en diciembre del 68. Después se hizo el baile en Juventud Unida, era con vestido largo, la consigna para entrar y hacer la vuelta. Nos divertimos mucho. De Élida nunca más supe, la perdí de vista, la última vez que vino ya con los hijos no nos vimos, parece que ella se quedaba en la casa de la madre.

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PEDRO MIGUEL SOBKO, LUCHO

¡Personaje era Pedro! vos lo tenés, un pibe que manejaba idiomas, que la música no le era extraña, que casi todos los años, tanto en la Normal como en el Nacional, lo elegían mejor compañero…

Rodolfo Amado Sobko Kolenko, Rody, su hermano “Scheherezade” Élida Olga Goyeneche Tellería Sobko Pedro Miguel Sobko Kolenko Por las mil y una noches Que pasaron y pasan juntos Pedro Miguel nació el 24 de marzo de 1950 en Posadas provincia de Misiones, un día vincular para su propia historia, a modo de Alfa y Omega. En 1921 nace nuestra madre Olga Eva Kolenko Bakun, en Kiev, Ucrania. A los 8 años de edad, su madre, Ana Bakun, nacida en Minsk, bielorrusa campesina, y su padre Simón Kolenko, de 309


origen ruso, suboficial de las caballerizas del zar en Kiev, toman la decisión de evacuar la familia entera por las terribles secuelas imperantes por la primera guerra mundial (1914-1919) y la guerra civil rusa (1917-1923). En sendas caravanas de carros, Olga y sus once hermanos, junto a otros tantos primos cuya madre era una de las hermanas de don Simón, salieron de Ucrania con destino a puertos franceses. Olga llevaba en brazos a su hermanita de alrededor de un año. La criatura se encontraba en estado febril, afectada por vómitos y despeños diarreicos, desmejorando kilómetro a kilómetro. Ante la imposibilidad de detener la caravana por la presencia de asaltantes, que ponía en un alto riesgo a ambas familias, don Simón dio la orden que, de continuar agravándose, al cruzar próximos ríos debía arrojarla, la orden se cumplió y hasta 1996 la llevó en su memoria. Al llegar a puerto, don Simón logra embarcar su núcleo familiar con destino a Buenos Aires, Argentina, y a su hermana a Boston, EEUU. Una vez llegados, parte de sus hermanos, con respectivas parejas e hijos, se radican unos en Montevideo, otros en provincia de Buenos Aires, Rosario, Apóstoles, Corpus, El Dorado, Wanda y Posadas. El hermano mayor de Olga en Corpus y sus padres en la terminal de ómnibus de Posadas, donde se dedican a la gastronomía. Diez años antes, en 1911, nace nuestro padre Pedro Sobko Bilas en la ciudad estado autónoma de Danzing (por entonces puerto alemán/polaco) en el mar Báltico, ubicado en el llamado Corredor Alemán (actualmente Corredor Polaco), que es la única salida al mar de Polonia. Su madre, la abuela Cora Bilas, alemana, y su padre, el abuelo Juan Sobko, checoeslovaco, tuvieron cuatro hijos: nuestro padre, dos varones mayores, quienes mueren en el frente alemán, y una hermana, que desaparece cuando la abuela Bilas fallece en los últimos combates y bombardeos aéreos que destruyeron el 90 % de la ciudad de Danzig. La historia cuenta que el Ejército Rojo logró entrar en Danzig el 30 de marzo de 1945, encontrándose con que también cerca del 90 % de la población, por ser un puerto estratégico, había huido o muerto en el conflicto de intereses durante la guerra. Previamente, la abuela Bilas acompañó con sus hijos a su esposo Juan Sobko, que formaba parte del Ejército Rojo que actuó del 1918 al 310


1923, compuesto de campesinos y obreros rusos, en la Guerra Civil Rusa. Cerca del Cáucaso, el abuelo junto a otros camaradas mueren en enfrentamientos con el Ejército Blanco contrarrevolucionario, que contaba con la poderosa alianza de fuerzas extranjeras británicas, francesas, canadienses, estadounidenses y el Imperio del Japón, con intereses particulares de expandirse en territorio siberiano, oficiales zaristas, diversos grupos de cosacos, mencheviques, liberales, monárquicos, banqueros, empresarios, terratenientes y campesinos ricos. De cualquier manera, hacia 1923, el Ejército Rojo controla y derrota en todos los frentes al Ejército Blanco contrarrevolucionario. La abuela Bilas, junto con los hijos y sobrevivientes del batallón, regresaron a Danzig a pie, en carros, en balsas y algunas partes en tren. Asentarse en el puerto les garantizó trabajo, techo y educación. Los hermanos de nuestro padre, siendo mayores que él en la segunda mitad de la década del treinta, fueron incorporados en el ejército alemán, sucumbiendo en el frente al poco tiempo. Ante la situación reinante, la abuela Bilas dispuso que nuestro padre, siendo tornero, mecánico y herrero artístico, formado en la Escuela Industrial de Danzig, que en ese momento era de altísimo prestigio técnico, junto a otros jóvenes, un afro brasileño, un checo y un ruso, partieran del lugar de inmediato en busca de un destino a la altura de sus posibilidades. Finalmente, en 1938, abordan un barco que parte de puertos del Mar Báltico, cruzan el océano Atlántico y consiguen llegar a San Pablo, Brasil. Una vez en San Pablo, los cuatro jóvenes ingresan al complejo de tornería y metalurgia de la Iglesia Luterana, pensando regresar a Europa cuando terminara la guerra. Allí, trabajan desde 1938 a 1944. En 1944 nuestro padre se entera de los combates y bombardeos que arrasaron el barrio donde vivían en Danzig. Supo que murió su madre y desapareció su hermana menor. A su hermana la buscó desde el 45 hasta el 63, con los métodos de entonces, sin lograr hallarla. Durante la primera década del 2000, ocurrió un hecho cardinal y vital para la familia, desde Francia la hija de esa hermana (nuestra prima) escudriñando por internet “detenidos desaparecidos” vinculados con dictaduras del cono sur “cívicas, judiciales y eclesiásticas, oligárquico empresariales y mediáticas, de banqueros, embajadas y 311


militares”, particularmente de Brasil y Argentina, localiza en Paraná a Clarisa y Oscar hijos de Pedro Miguel Sobko Kolenko y de su esposa Élida Olga Goyeneche Tellería. A su vez, hacen conexión con Pedro Ariel Sobko Giorgetti, el cuarto de mis hijos, en Resistencia; así supimos que ella nació en 1948. Es decir, que la hermana de nuestro viejo sobrevivió la guerra, pero él nunca se enteró. Cuando se informan de los bombardeos en los que desaparecen integrantes de sus respectivas familias, los cuatro compañeros deciden no volver a Europa y afianzarse en donde les deparó el destino de la huida. A finales de 1944 resuelven irse de San Pablo, cargando al hombro colchones, herramientas y pertenencias indispensables de a pie, a dedo, en ônibus, caminhões y canoas, atraviesan territorio brasileño hasta llegar a Puerto Iguazú, donde ven por primera vez las cataratas de día y las recorren de noche. Prosiguen por territorio misionero hasta Leandro N. Alem, donde se incorporan a unas chacras productivas de la Iglesia Luterana. En 1945, los pastores de la Iglesia Luterana proponen a nuestro padre radicarse en Posadas y trabajar allí en los talleres metalúrgicos de la familia Frill. Lo hace y, al año siguiente, en 1946, compra un terreno en el barrio El Palomar; construye con sus propias manos las tres casas de madera y el taller metalúrgico en donde trabajaría toda su vida. Lo curioso es que, a solo seis cuadras, se encontraba el lugar donde conoció a nuestra madre Olga Eva Kolenko Bakun, una bellísima ucraniana de entonces 26 años de edad. Olga, nuestra madre, trabajaba de mesera en el bar restaurante de la terminal de ómnibus de Posadas en donde almorzaba y cenaba por aquel entonces con sus 36 años, nuestro padre. Se conocen en el 46 y se enamoran. En el 1947 nazco yo y Pedro Miguel nace en 1950 y en 1977, a la edad de 27 años, desaparece. Con su desaparición deja por donde transitó, improntas trascendentes. Hay que decir que, desde 1967, ya los conocía a Brzezinski, Kissinger y Fidel. En el 56 inició la primaria en el Colegio Roque González de Posadas, un símil al Don Bosco en Resistencia. La familia había resuelto que ambos fuésemos formados en valores del cristianismo, para que cuando crezcamos sepamos discernir qué camino tiene la caridad y cuál la solidaridad. Estando en el segundo 312


y cuarto grado, por razones intrafamiliares de índole religiosa, por ser Ana y don Simón abuelos maternos católicos ortodoxos rusos, nuestra madre evangélica bautista y nuestro padre luterano, pasamos a completar la primaria en la Escuela Normal Mixta “Domingo Faustino Sarmiento”, que era laica, aunque ecuménicamente proseguimos yendo a misas y cultos, coros y retiros espirituales para párvulos y principiantes de cada una de las iglesias que la fe familiar practicaba. Don Pedro nos llevaba a la escuela en bicicleta, en el caño a mi hermano y a mí en el asiento de atrás. Cada vez que algunos conocidos le preguntaban: –Don Pedro: ¿Cuándo va a comprar un auto?. Él contestaba – ¿Para qué?, si todos los autos son míos, los camiones son míos, los colectivos son míos. Los vaporcitos son míos, incluso las lanchas del cruce Posadas a Encarnación, los sulkis son todos míos, si yo los arreglo. Ambos Pedros con el tiempo, en el taller arreglaron juntos, todo. Concurríamos a la Escuela Normal por la mañana y a la tarde íbamos a la escuela alemana. Allí, en la escuela alemana, no se podían usar palabras en castellano; uno tenía que escribir, leer y hablar en alemán. Pedro Miguel que tenía tres años menos, se desenvolvió siempre bien y mejor que yo. Eso fue facilitador porque después manejó con suma naturalidad varios idiomas. Nuestro padre utilizaba el polaco, ucraniano, ruso y checo, tanto como el alemán y el idish, según la necesidad y de acuerdo con los interlocutores concurrentes en su condición de políglota. El portugués y el castellano los aprendió leyendo diarios. Pedro Miguel decía que iba a recorrer todos los países de origen de la familia, por eso quería conocer cada uno de los idiomas de los abuelos y de nuestros padres. Posteriormente, nuestra escuela trocaría el nombre por Escuela Normal Superior “Estados Unidos del Brasil”. Cursando años de secundaria, en los turnos mañana y tarde, sin que esto nos parezca incontrovertible, cumplíamos la liturgia protocolar de ambas banderas e himnos nacionales, argentino primero y, seguido, el correspondiente “Ouviram do Ipiranga às margens plácidas…”, con Pedro Miguel diciéndome, de tanto en tanto, me acuerdo como si fuese ayer, que los 313


himnos argentino y brasilero, son mejores que recitar coactivamente aquello de “…con la espada, con la pluma y la palabra”. En la Normal nos topamos con profes de historia argentina, revisionistas. Con los de letras y filosofía de extracción marxista y él con una profesora de geografía que tres veces lo mandó a rendir, tres veces salió mal y no pudo cursar el cuarto porque en aquella época no se podían llevar previas al ciclo superior para ser maestro normalista. Entonces optó por ir al Nacional. Ahora bien, ese tercer año de la Normal no es que lo pierde por geografía solamente. Él y yo teníamos un reuma, a él se le manifestó a los 8 años y a mí a los 18, entrando a la facultad de medicina. Es de origen escandinavo, la abuela Ana, nació bastante más cerca de la península escandinava, tanto ella como nosotros dos lo teníamos de allí. La abuela sufría amores, tratábamos que funcione su columna y el abuelo Pedro viendo eso, entre el taller y la casa armó un gimnasio entero y nos hizo hacer gimnasia para sostener la columna. Si me sacan una radiografía o una resonancia... no tengo columna, los músculos de mi columna me mantienen y se mantienen, a Pedro también. Pedro tenía que hacer la gimnasia para poder caminar. Había períodos en los que se le aflojaban las piernas y era necesario llevarlo al colegio, al Nacional en especial. Además en el Nacional supieron contenerlo en oportunidades en que este problema de salud lo derribaba inutilizándole la posición de pie y la marcha, con intensos dolores en las pequeñas articulaciones de sus manos y pies, toda la columna y ambas piernas. La inestabilidad lumbar y de ambas caderas, generaban sus rengueras y no poder caminar. En taxi y en brazos, iba a clase (1966 y 1967), mantenía un muy buen promedio, era excelente alumno. Don Pedro que nos había hecho un gimnasio con aparatos entre el taller y la casa, le construye una “silla de rueda multipropósito”, que se hacía fija. Tres prototipos, cada uno mejor que el anterior. Uno quedaba en el Nacional, otro en casa. El tercero, era para la facultad si iniciaba la carrera de medicina. Este tenía iluminación propia, a batería. Sonido y reloj despertador. Inclinación horizontal total y posición de pie total, apoyabrazos y piernas, mesada rebatible para escribir y estudiar, matear y comer, podías dormir. Apodo: “Sputnik III”. 314


Toda su vida sobrellevó el no poder levantarse por las mañanas, caminar y caminar para mover sus articulaciones, hasta estar lo más bien por meses, “normal, recuperándose” y, de pronto, sorpresivamente tratar de no caerse al aflojársele una o ambas piernas, sus manos y pies sin fuerzas pero con dolores. En otros momentos, normal. Pedro decía, a pesar de todo: “Sonreír y estar sereno”. Eran sus dos mejores muletas. Yo lo relaciono con lo que los chamanes guaraníes llaman Alegremia o el “nivel de alegría en sangre”. Ese estado de alta Alegremia era lo que Pedro Miguel proclamaba con su “sonreír y sereno”, a pesar de los vientos y las mareas perturbadoras. Los síntomas fueron episódicos, desapareciendo espontáneamente por un periodo de tiempo variable, para volver a aparecer con mayor o menor intensidad. Su participación en las actividades deportivas fue optativa y temporales, convenientemente reducidas, pero nada le impidió participar de casi todas las otras actividades juveniles. Pedro Miguel junto a otros condiscípulos se destacaba en música, sobre todo en coros y dúos, eran referentes de la Escuela Normal, compitiendo preferentemente con el Colegio Nacional. Al cabo de unos años Pedro Miguel y otros se cambian al Colegio Nacional. Cuando estuvieron allí, armaron dúos y corales, esta vez para competir con su ex Escuela Normal, con el María Auxiliadora, el Roque González, el Colegio Industrial y demás, desempeñándose del mejor modo. Ya en primer año entró en la APES. Hace muchos años existe, de 1962 a la fecha, la Asociación Posadeña de Estudiantes Secundarios. La fundamos cuando yo cursaba el tercer año, reúne a todas las escuelas y colegios secundarios de Posadas. Fue y es coordinante en lo social, lo festivo y deportivo. Eventos, carrozas, asaltos bailables, campañas preventivas en salud, albañilería para mejorar viviendas, mejora de los edificios escolares y campeonatos multidisciplinarios con alumnos, preceptores y docentes de diversos establecimientos de Misiones, Paraguay, Uruguay y Brasil. El primer presidente de APES democráticamente elegido fue un joven de apellido Andrés, de la Normal ¡tipo extraordinario!, después ejerció como maestro en los 315


parajes de la selva misionera y ofició como camionero, su padre era del PC y él también. La APES tenía actividad cultural, ideológica y política, de derechas y de izquierdas. Los profesores también la integraron como apadrinando, poniendo el cuerpo y sabiduría ante aciertos o desaciertos personales e institucionales. Más adelante, en sus años de militancia intensa, Pedro Miguel rescató la experiencia integradora adquirida en la APES, las letras, la historia y filosofía inculcadas por los profes antes señalados y bendijo incluso a la profe de geografía, porque ya en clandestinidad le permitieron entender rápidamente dónde estaba parado, en qué geografía política se encontraba, para lo que correspondía tener cuidado. Hace poco estuve en un emotivo encuentro al cumplir cincuenta años la promoción de 1964 de la Escuela Normal, donde acudimos con Pedro Miguel. En el evento recordaron con acentuación su paso por allí, al igual que con otros detenidos desaparecidos. Incluso se acuerdan muy bien de él en la APES, los compas de la facultad, como los de las Ligas Agrarias formoseñas, correntinas y de Misiones orgánicamente ligados al PRT ERP. Como dije, Pedro Miguel fue un pibe solidario que manejaba muchos idiomas, a quien la música, la pintura, la mecánica, los centros de estudiantes y sus reivindicaciones, nada le era extraño, nada le era indiferente, con todo se comprometía, motivo por el cual quizás, tanto en la Normal como en el Nacional, lo eligieron “mejor compañero”, cosa que explica bastante bien el recuerdo entrañable que guardan de él. Precisamente en ese cincuenta aniversario (1964-2014) de la Escuela Normal, reunidos en una noche fría de lluvia, en un salón de usos múltiples en la amplia y extensa costanera posadeña, con el marco majestuoso del Paraná encrespado y nocturno asistí a un encuentro coral musical fantástico y superlativo. En ese encuentro, una pareja entrada en años, sobrevivientes de La Perla, nos trajeron las canciones, recitados y poesías que crearon los que allí perecieron y quienes sobrevivieron. Con esas creaciones se conjuraron para resistir y propalar entonces y después, por el mundo, sus voces a modo de canto a la Vida. Y esto fue así, mañana tarde y noche, cuando, ante el terror total, desde 316


el piso, en cuclillas, parados, tabicados, engrillados, destrozados, viendo asesinar, sosteniéndose de las vigas del techo o del marco de las puertas de los calabozos, en el patio, en los pabellones “el coro de la Resistencia en La Perla”, sus ocupantes, le rompieron el esquema a Menéndez y al Tercer Cuerpo del Ejército, hasta ahora. Hubo compañeros de Pedro Miguel, que hicieron lo mismo, recordándolo por sus canciones y poesías en la APES, como en los momentos compartidos cuando la clandestinidad forzada lo permitía. Con grata emoción y sorpresa me enteré de nuevos detalles de su ser especial y polifacético. En un momento la persona sentada a mi lado, me pregunta por mi nombre, se lo digo. Sigue, me pregunta qué soy de Pedro Miguel Sobko, Pedrito. Soy su hermano –dije. Desde ese instante nos tomamos de las manos y supe que ella fue compañera de curso en la Normal, de los coros y la aventura de hacer del canto a la vida, amistad. Ella es Lidia. Lidia, sentada esa noche en la primera fila, en la silla de al lado, sin conocernos, sobreviviente del terrorismo de Estado que avasalló Posadas y toda Misiones, durante las dos últimas dictaduras cívico militares. Impronta total, gracias por existir Lidia y hacernos conocer otras propiedades del flaco, con su sonrisa y serenidad espacial permanente. Pedro gustaba de la lectura, el teatro, el canto y la pintura porque en los períodos que no podía caminar por la actividad reumática, se manejaba con esos bastones que alimentan el alma. La biblioteca sobre museos y pinturas que él tenía en nuestra casa posadeña cuando fue a estudiar medicina (1968) la llevó a Corrientes. Era verdadero placer escucharlo hablar de los cuadros en detalle y con contexto biográfico de cada autor. Así, entre otros, nos hizo conocer a Cézanne, Van Gogh, Monet, Gauguin y a “Las Meninas” de Diego Velázquez, “Guernica” de Pablo Picasso, “El 3 de Mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos de patriotas madrileños” y “Ya, tienen silla” de Francisco Goya y Lucientes, “Leda y el cisne” de Salvador Dalí. Pero, con especiales pinceladas “El almuerzo de remeros”, “La Grenouillère”, “Dos hermanas” y “Mujer con sombrilla en un jardín” porque los hizo su “triple tocayo” por nombre, 317


cantor y padecer de artritis reumatoide progresiva en las articulaciones de sus manos, el impresionista Pedro Augusto Renoir. O, premonitoriamente, traía a nuestras vistas las placas de la colección de “Desastres de la Guerra” de Goya y Lucientes, las ponía en paralelo con imágenes y las historias de José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru y su joven esposa Micaela Bastidas quienes llevaron a cabo la mayor revolución indígena en el continente americano. Advirtiendo que, en la vida como en el arte, era bueno recordar un axioma de J. D. Perón: “Hay que tener la distancia del pintor”. Si uno se acerca mucho a la tela ve la pincelada, ve los defectos y al final no ve el cuadro. Si se aleja mucho, ve solo un punto. Pero hay un punto medio para apreciar el cuadro, para entenderlo. Hay una distancia del pintor. En los años 1970 al 1972, cuando el terrorismo de Estado de Onganía, Levingston, Lanusse y sus “civiles mandantes” dispararon cascadas de allanamientos sobre las pensiones estudiantiles en ciudad de Corrientes, cuando lo detienen por primera vez a Pedro Miguel, la patota de las “fuerzas conjuntas” le secuestran esa colección de museos y pinturas, una robusta bicicleta alemana a frenos contra pedal marca Miele regalo de un pastor luterano y la “silla móvil multipropósito” construida por nuestro padre. Esos tres “elementos robados”, como botín de guerra, por la patota interviniente, lo dejaron muy mal anímicamente. Aún más que las torturas y todo lo que pasó cuando estuvo detenido en la Jefatura Policial, en el Regimiento 9 de Infantería de Corrientes y en la Cárcel de Devoto, desde donde recuperó su libertad el 25 de mayo de 1973 por la movilización popular además de Bittel, Torresagasti, Righi y el presidente Héctor José Cámpora, mediante. Pedro Miguel tenía una habilidad manual extraordinaria. Es evidente que esa habilidad tenía origen en el trabajo familiar del taller de papá. En el taller aprendimos a manejar los tornos, el esmeril, la soldadura autógena y eléctrica, la fragua y los moldes de fundición para fabricar piezas de repuestos y el trabajo de herrería general. A lo largo del día, el ruido de los motores, el golpeteo en el yunque, el enderezar y equilibrar grandes llantas en frio, eran cosas habituales para nosotros. ¡La hoz y el martillo! solía decirnos nuestro padre. La hoz, 318


seguramente, por doña Olga campesina y el martillo por él mismo, don Pedro herrero. Aun así, la imposición familiar era que ambos hermanos debíamos salir del taller y seguir estudiando. En aquellos días, entre esas largas jornadas de taller, escuchábamos juntos a Edith Piaf, vocalizando “Non, je ne regrette rien”, “El Himno al Amor” y tantas otras. A veces, le pedíamos al abuelo Simón que nos cante las canciones rusas que sabía, que eran del ejército zarista, también nos cantaba en castellano “Ansiedad” o “Adelita”, y hacíamos trío con Nat King Cole. Pedro Miguel acompañaba mucho más que yo a papá en el taller. Tanto era así, que incluso participaba de unas reuniones que de vez en cuando nuestro padre organizaba con un equipo de “ingenieri’s” de diversas nacionalidades de “la América y la Europa”, en las que deliberaban y armaban proyectos extravagantes a manera de los personajes de Roberto Arlt. En esa época, solíamos participar en “batallas barriales”, que se practicaban en las calles de tierra de nuestro barrio, El Palomar. Y como yo era muy ejercitado con el torno metálico trastocado a carpintero, fabricaba con los pibes de mi barra toda clase de objetos para la competencia. Hacíamos lanzas, ballestas, arcos y flechas en los tornos y, cuando reinaba la paz, construíamos autos de carrera tipos Gálvez o Fangio. Esto era un problema después con Don Pedro, porque llenábamos las bancadas y las bandejas de los tornos metálicos de virutas de madera. Don Pedro tenía paciencia pero nos hacía limpiar el taller a todos los gurises, no quería ver ni una sola viruta de madera en sus máquinas de herrería. Terminábamos, de ese modo, limpiando todo el taller. Pero al poco tiempo volvíamos a las andanzas, hacíamos otros modelos, llenábamos de virutas y limpiábamos antes de que nos reten. Pedrito, se nos reía a risa plena porque él cumplía con las instrucciones, él allí estaba para aprender, y no se metía con la madera. Nosotros sí, al contrario, y por eso éramos “rechazados” por los dos Pedros, herreros. Así, esta firme habilidad de Pedro Miguel para realizar múltiples oficios, le permitió la sobrevivencia en la militancia intensa junto a Élida Olga, Clarisa y Oscar, mantener los alquileres, alimentos, pañales y la vida sobretodo. Y esta misma habilidad le permitió zafar cuando lo encerraron en el baúl de un Renault 12, ese fatídico 2 de mayo de 1977. 319


Fue cuando lo trasladaban a alguno de los centros clandestinos de detención en Paraná, Entre Ríos. Buscó escape, pudo correr y correr, hasta que fue aprehendido. Reducido por los captores e indefenso, recibe los impactos de los disparos a quemarropa ejecutados por el policía federal Cosme Ignacio Marino Demonte, quien por obra y gracia de Clarisa y Oscar e H.I.J.O.S., entre todos los integrantes de organismos de Paraná, luego de un prolongado juicio de lesa humanidad, está condenado a prisión perpetua por la desaparición forzada de "Coco" Erbetta y Pedro Miguel Sobko. En el Hospital para la Madre y el Niño de Resistencia, ejerciendo como médico Pediatra y Neonatólogo, con profesionales del servicio de Tocoginecología, internábamos compañeras embarazadas que estaban detenidas en la Alcaidía de Resistencia y además atendíamos a quienes cursaban el embarazo en condiciones de clandestinidad. En esas condiciones asistimos el parto donde nace Oscar Alberto (1974) primogénito de Pedro y Élida. En otras oportunidades Oscar, Élida y Pedro se acercaban y eran alojados en casas tranquilas, mientras chequeábamos la salud de “ambos los tres”. Ya en 1975, en un lugar céntrico de Resistencia esperando a Pedro Miguel, de manera previamente acordada, lo veo cruzar la calle con una estufa de esas que contienen una garrafa dentro, con alimentos no perecederos: leche en polvo, arroz, fideos y otros enseres. Nos saludamos con abrazos y dijo: – “Carga bendita” traigo desde donde vengo, voy hacia donde están los míos, que la necesitan. Luego hablamos sobre lo acontecido en Formosa, señalando que al PRT ERP teniendo un significativo desarrollo en territorio, con las Ligas Agrarias de Formosa y Paraguay, le significó levantar todo y reprogramar. Hubo que hacerlo. Él era uno de los últimos compañeros que se estaba retirando de esta región. Que ya habían superado cuatro cercos. Dijo que no iba a ser fácil lo que se venía y si una noticia llega diciendo que cayó, que no lo busque porque no lo iba a encontrar. Hasta entonces, por aquí no teníamos bien claro que era ser “desaparecido”. Entre Alfa y Omega, esto era Omega. Yo preguntaba por Oscar, por Élida, me preocupaba por la vida que se llevaba en clandestinidad y precisamente por los cercos, ya 320


habíamos tenido información de que barrían con esposa, hijos, vecinos... Con los hijos Pedro decía: –Es difícil, pero los podemos tener. No tenía el conflicto de tener bebés en clandestinidad. Él decía: – Los hijos vienen, desearlos hace bien. No estaba de acuerdo con el aborto... ya que es el universo y la vida que traspasa todo; él me decía que una mujer violada pasa una cosa terrible pero que en la violación también pasa la vida por ahí; ni ahí estaba de acuerdo con el aborto. Pienso, en la causa Paraná, si no hubiesen nacido Clarisa y Oscar, ni realizado el trabajo que hicieron como H.I.J.O.S., esos criminales de lesa humanidad quizás hoy no estarían condenados. Hay que hacerle saber a Massot y a los “2x1” , que se debió a las presencias de Clarisas y Oscares, de H.I.J.O.S. en todos los puntos cardinales del país, que empujando con todos los sentidos posibles la Memoria, la Verdad y la Justicia esclarecieron los tenebrosos sucesos como los sobrevenidos maliciosamente sobre Élida Olga Goyeneche en Goya, y Pedro Miguel Sobko en Paraná, los responsables ya tienen condena social y penal, de por vida. Como la política, se cierran las puertas, pero entra por la ventana, diría Pedro Ariel. El “polvo de estrellas” llegó por todos lados. Recuerdo que el nacimiento de Clarisa me fue anunciado telefónicamente, sin mayores detalles, se suponía que los teléfonos estaban pinchados. Pedro Miguel trasmitió el nacimiento de Clarisa con energía y una singular alegría. Sentí en la voz y como retrucándome aquella conversación del 75, decirme que los “huracanes del polvo estelar” siguen y seguirán, que tienen ruta, que tienen camino ahora en Oscar y Clarisa que previamente pasaron por sus cuerpos, almas y espíritus. Pues sí, sus átomos cósmicos creo que están en “ambos los cuatro”. Bien, escribir me ha hecho “recordar” (volver a pasar por el corazón, según el inefable Bosquín Ortega, poeta) otras dos pequeñas grandes cosas relacionadas con Pedro Miguel. Son los nombres de nuestros respectivos huracanes, la hija de Élida y Pedro y el cuarto de los primeros cinco varones, por mi parte. Ambos nombres, los conocí o mejor los ratifiqué en esa maliciosa máquina de matar que fue la brigada 321


de investigaciones de Resistencia donde permanecí secuestrado del 17 de mayo al 7 de julio de 1977. En primer término, en medio del ajetreo inhumano, dos oficiales de inteligencia del ejército, teniente Luis Pateta y capitán José Tadeo Luis Bettoli (más bien “flor de ceibo", pues si estos hubieren sido formados durante cuatro u ocho años en inteligencia y contrainteligencia para luego vestirlos con uniforme, no hubiésemos quedado ni uno solo vivo), el comisario José Rodríguez Valiente y el suboficial Gabino Manader, terribles hdp de la policía provincia Chaco, más la patota de turno, insistían en encontrar respuestas vinculadas en torno a un corto llamado telefónico realizado por Pedrito, en noviembre o diciembre de 1976, al teléfono fijo de nuestra vivienda familiar, lugar donde me habían secuestrado el 17 de mayo de 1977. Además de inquirir a viva voz, leían reiteradas veces un texto que contenía llamadas recibidas en ese número telefónico (obvio, pinchado). A ratos, levantando la venda, me reclamaban que lo leyera. Simple, corta. "Rody, habla Pedro. Victoria nació, nació Victoria. Es una nena". "Buenísimo, todo bien". "Si todo bien. Abrazos. Chau". "Abrazos, chau”. Todas las veces que repetían el interrogatorio, les respondía: "Y, una nena. Se llama Victoria". Los hdp insistían “por la procedencia de la llamada. Fecha exacta. Qué números de teléfonos tenía Pedro Miguel. Yo, seguía... "Nena y se llama Victoria". Tiempo después (1999) cuando logramos vernos con Clarisa "Victoria", ella me confirmó que ella “es Victoria”. En horas de la siesta de ese día, me bajan con la violencia acostumbrada a la “sala negra”, me colocan a la cabecera de la mesa grande, sentado en una silla. Se van. Al rato, sacando las esposas y pasando mis brazos para delante, levanto la venda y observo cuerpos de compañeras y compañeros tirados en el piso en torno a la mesa. Vivos, tabicados, pero con secuelas de los apremios que soportaron en la madrugada y hasta media mañana. Hablo con algunos. Raro todo. Sin explicación de por qué fui traído a ese lugar, cuando ya había pasado reiteradas veces por allí, por ambos sótanos, más la “sala del cónclave” y su “sala piso madera”. Mi pregunta era ¿empezarán de nuevo? Ruidos, silencio. La venda, vuelvo a tapar mis ojos. Entran y se van. Venda 322


arriba y veo el termo Termolar de boca ancha en el cual mi familia hacía llegar alimentos líquidos. Lo abro y al hacerlo cae un diminuto papel, lo desdoblo y leo: “Pedro Ariel, son los nombres de tu hijo. Kuki”. Así conocí el nombre de mi hijo que nació días antes de mi secuestro. No fueron extraños para Pedro Miguel tampoco para mí los avatares y desenlaces de nuestras vidas, integrando familia comprometida en sus espacios tiempos y circunstancias. Vivimos concordados con las vivencias y el trajinar de nuestro padre Pedro Sobko, de la abuela Cora Bilas y el abuelo Juan Sobko, con nuestra madre Olga Eva Kolenko, la abuela Ana Bakun y el abuelo Simón Kolenko. Con las religiones que conocimos desde niños luterana, ortodoxa rusa, evangélica bautista, católica, de altares japoneses, cosmovisión guaranítica y de agnósticos. Con los idiomas más usados en la familia ruso y ucraniano. Con los “amables diálogos plurilingües” entre un abuelo zarista y ortodoxo ruso más padre bolchevique y luterano checo alemán, reiterativos y apasionados. Con una madre que nos leía “La Razón de mi Vida” y nos enseñaba la vida de “Evita Duarte” de Perón mientras nos iniciaba a escribir y leer en ruso, por lo que la abuela Ana apodó a Olga Eva como “la Bakunina”. Con los padrinos de mi hermano, de bautismo Horiansky y una japonesa, de confirmación Husulak y una paraguaya, quienes lograron que nuestro padre además de patrocinar al PC integrara la Unidad Básica de El Palomar y obtuviera el carnet número uno como afiliado extranjero, al Partido Justicialista. Los cumpleaños de Pedro Miguel y los míos, eran recordados siempre tres días antes y tres días después, a veces más días, pues “se sabe que al nacer el universo se abre para que llegues, igualmente para cuando regresas a las estrellas”. Por lo tanto, si no lo celebras, el universo “no sabe si quieres seguir”. Por lo tanto a pedir tres deseos días antes y después.

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Finalmente dos episodios aleccionadores, que como Alfa y Omega calaron hondo en mi ser en relación a quién y cómo era mi hermano. En Alfa, en un punto de los almanaques de la década de los 70 estando en Corrientes ciudad, al finalizar un importante evento cultural en el Teatro Juan de Vera, cruzando la calle San Juan en la vereda de enfrente ocupamos mesas de un bar de época, concurrencia plena de universitarios. Solicitamos el pedido. En tiempo prudencial un flaco bandeja en manos dice: – ¿Quién pidió ‘los superpedros’… especialidad de la casa? Reconozco la voz y Pedro Miguel, se sienta con nosotros. Nos cuenta cuándo y cómo los cuatro, una pareja amiga y militante, Élida Olga y él, siendo ayudantes de cátedra de Química Biológica de la Facultad de Medicina de la UNNE, iniciaron CON DON PEDRO, EN LA UNNE el bar. Que su especialidad eran los más variados sándwiches, pero obvio ‘pedros y superpedros’, ambos de gran demanda, ¡excelentes! Así, entre “las estrellas, el lucero y el sol” un tema se encargó de acompañarnos. Días antes (1974) en el predio de exposición de la Sociedad Rural de Chaco, galardonado con el premio mayor un acicalado Toro, en su corral principal sufre un percance. Un par de artefactos preparados para tal efecto dejan en total cenizas el entorno (sin lastimar al laureado semental). Otros artefactos producen similar resultado al impactar las puertas principales de la sede céntrica de la Sociedad Rural por la avenida “Domingo Faustino Sarmiento”. Y, un 324


tercer episodio ígneo, con vidrieras rotas en el majestuoso local de Olivetti. Tres hechos, tres. Manifesté mi sorpresa y enérgico desacuerdo con respecto a lo acontecido a la “simple y popular máquina de escribir”, como al “preciado y noble animal”. Entonces, Pedro Miguel sugirió que regrese al Chaco serenamente y con tiempo, pida a los compañeros significado e impacto de la “oligarquía vacuna” en la historia de vida de los pueblos que habitaron, habitan y habitarán territorio argentino. Y pregunte ¿Qué es una multinacional, quiénes son sus cómplices locales? ¿Cómo afectan nuestro cotidiano? Esa noche, con Pedro Miguel aprehendí lo básico para poder conocer de ahí en más qué carajo han sido y son para la historia patria tanto los toros y las “oligarquías empresarial, financiera y mediática” como “las multi y transnacionales olivettis”, con sus respectivos Ceos. Fue el Alfa. El otro episodio, en el año 1975, el último encuentro con Pedro Miguel, en una confitería de Resistencia, hablamos en profundidad y sus testimonios de militancia templada en clandestinidad, me hicieron traslucir qué ocurría en la vorágine del terrorismo de Estado en todo el territorio patrio, aprehendí entonces el significado de los secuestros y a evidenciar la perdurable, perversa y permanente condición “desaparecidos, detenidos por razones políticas”. Fue el Omega. Siempre, conviene saber que entre el Alfa y el Omega, también “hay una distancia del pintor”. Olga´s y Pedro´s, Clarisa y Oscar “My Way”

Lidia Gladys Romero, compañera del secundario y de los coros Conocí a Pedro Miguel, cursando mi primer año del secundario, en la escuela Normal Mixta República Federativa de Brasil, de nuestra ciudad de Posadas, Misiones. En esos tiempos, debíamos rendir examen de ingreso, requisito indispensable para acceder a esa nueva etapa de nuestras vidas, teníamos que demostrar tener los conocimientos 325


básicos. Esa Mañana, me tocó compartir mi espacio con un joven adolescente rubio, muy alegre y solidario, que me extendió la mano y me dijo: –Hola, me llamo Pedro. Asombrada respondí al saludo con un ligero: –Hola, me llamo Lidia. No volvimos a cruzar palabras pues mi extrema timidez no me permitía seguir dialogando. Nos reencontramos en febrero, cuando fuimos a ver el resultado de nuestros exámenes. Ahí estaba él con su amable sonrisa, ambos aprobamos el ingreso; luego sortearon las divisiones y fuimos a parar los dos, a la División " C", Primer año C, él se sentó en el banco de atrás y me tiraba las trenzas para comunicarse conmigo. Pedro era muy aplicado y siempre compartía con todos, sobre todos los ejercicios de matemáticas. En el recreo compartíamos el sándwich de mortadela y queso que vendía la mujer del portero en el recreo de las diez. Le gustaba la música y se inscribió en el coro del Colegio, yo también. Él estaba en el grupo de tercera voz y yo en segunda, compartíamos los ensayos y nuestra amistad se afianzaba. Nuestra primera actuación en sociedad fue cuando el aniversario del Colegio Nacional Martin de Moussy, la fiesta de gala se hizo en el Teatro Español de Posadas, donde también funcionaba el cine, sobre calle Bolívar. Fue una gran gala cantamos a tres voces: Nabucco, Madreselva y La Bamba entre otros. Fue todo un éxito. Corrían los años 70, en música brillaban el twist y el rock nacional, escuchábamos Suis Generis, León Giecco y Litto Nebbia con su banda Los Gatos y su tema La Balsa. Debatíamos largamente acerca de las políticas de esos tiempos, coincidíamos en que la clase trabajadora estaba oprimida, los sueldos eran muy bajos y los peones rurales eran explotados. Analizábamos los discursos de los presidentes y compartimos la lectura de la Lucha por la Desigualdad de Ponton y textos de Marx entre otros. Pedrito venía de una clase media, trabajadora tradicional; solía llegar al colegio con una sonrisa ancha y estrechaba la mano a cada compañero ¡éramos 45! En el recreo largo, de las 10 de la mañana, nos hablaba de Políticas Educativas y Sociales. Su gran desvelo eran los compañeros que no se eximían en algunas materias, así que en las horas libres, él enseñaba Matemáticas y Química. 326


Estaba siempre feliz, soñaba con una Argentina grande e igualitaria, era un ser extremadamente sensible y transmitía amor a todos. Así era Pedro, un ser increíble. Estoy persuadida de que donde esté estará brillando y celebrando este momento en que su Amado hermano nos convocó para honrar su vida. ¡Hasta la Victoria Siempre Pedro!

Alcides Martín Pelozo95, militante y compañero de estudios en Corrientes. De los Sobko, Élida y Pedro La Negra y Pedro constituían una pareja especial, difícil de comprender cómo estaban juntos. Parecían ser el día y la noche, pero como ellos estaban juntos… se complementaban. Ella era terminante en sus opiniones, “se es o no se es”, no había matices ni colores difusos. Un poco lo que se veía en su aspecto físico y, quizás en su vestir poco femenino para los parámetros de la época, sin maquillaje, con ropa sencilla preferentemente oscura, zapatos cerrados sin taco, o sandalias. Siempre dispuesta a poner el hombro para lo que se lo pidiera, aunque no pocas veces se negaba a quienes consideraba “diferentes”, los ganados por lo fútil y vanidoso, los despreciativos del otro, los “nenes y nenas de papá”, como solía definirlos. Él era la antítesis. Siempre dispuesto a debatirlo todo, a enfrascarse en conversaciones políticas por largas horas y no pocas veces compartir delirios y alucinaciones muy lejanas a nuestra realidad cotidiana. Aunque, en la medida en que crecían sus compromisos políticos, fue volviéndose más parco y comenzaba a mostrar posiciones en las que no admitía discrepancias. A pesar de esas diferencias y los distanciamientos cada vez más habituales, esa amistad que nos juntó en el primer año de la Facultad se mantuvo, con la discreción de cada uno y más de una vez salir por la tangente para evitar las repetidas confrontaciones. 95

Aporte escrito el 24 de abril de 2018.

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A Pedro lo conocí en 1969 en Corrientes, cuando iniciábamos el primer año de la carrera de Medicina en la Universidad del Nordeste. No sé si fue durante el cursillo de ingreso o al poco de que lo hubiésemos aprobado. “Los marcianos se conocen por las antenas” decía otro amigo en común, cuando entre más de doscientos compañeros nos descubrimos en la multitud. Y él compartía esa idea, porque pronto hablábamos de inquietudes comunes, de visiones similares de la medicina, de sueños para el mañana por venir, del onganiato que parecía invencible en esos primeros meses de aquel año. Los hechos de mayo de aquel primer año, nos empujaron hacia la militancia. Tomamos caminos diferentes. Fue el Correntinazo, donde la policía provincial ultimó al estudiante Juan José Cabral, que marcó un punto de inflexión en la llamada Revolución Argentina que, pese a sus contradicciones y el creciente malestar social, parecía conservar el pleno control de una realidad que se veía estable y tranquila. Significó además el principio del fin del dictador de turno, Juan Carlos Onganía y la eclosión de una crisis social, política e institucional que llevaría al 11 de marzo de 1973. A partir de allí se inició una sucesión de revueltas universitarias y luego obrero-estudiantiles, que se extendieron hasta fines de ese año, aunque sus coletazos continuaron hasta la huida del régimen dictatorial. La expresión máxima fue el Cordobazo, el 29 de mayo de 1969, aunque también hubo un Rosariazo y otras protestas que se dieron en numerosas ciudades argentinas. Pedro comienza a militar en el trotzskismo y yo me acerco al peronismo juvenil. Pero eso no logró romper la relación iniciada meses antes. Fue la época en que Élida, La Negra, comienza a aparecer más asiduamente en nuestro entorno. A ella la conocía de haberla visto en algunas clases del ingreso, donde se la diferenciaba con facilidad porque en nada se parecía a las demás compañeras, en su trato, en su vestir. Solo se confundía con alguna de las otras chicas “raras” (por lo diferente en razón de múltiples motivos), aunque no completamente. Pocas veces intervenía en las asambleas estudiantiles que en aquellos años eran muy frecuentes, aunque sí, participaba en casi todas ellas. Cuando lo hacía sus opiniones 328


eran breves y tajantes. Pedro tampoco era partidario de opinar muchas veces, pero si hablaba, explicaba con claridad su postura. La aparición de los grupos armados, “formaciones especiales” en el eufemismo de Perón, quien en mayo de 1974 las desconoce y traiciona públicamente, y el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu, además de significar el adiós para el dictador Onganía, abre un nuevo frente de lucha que modifica de raíz ese panorama entonces existente. En secreto, ambos asumen esa opción y crece la relación entre ellos. La vorágine política y social que se desata entonces, con marchas y contramarchas, gana los siete años siguientes. Primero se llega a las elecciones, ya sin Perón proscripto pero sin poder participar en la primera de ellas; después ese “león herbívoro” llega a la Presidencia y muere. Su viuda lo hereda, el período democrático comienza su declive, mientras la represión se generaliza y surge la Triple A que, junto al operativo Independencia, institucionaliza la brutal represión y genocidio que vendrá después, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. Fue en esos años en que los perdí de vista. Después supe que habían salido de Corrientes y entre las muchas muertes y desapariciones que fueron sucediéndose en esa oscura época, me enteré por amigos comunes y otros que conocí en su huida de las garras del "proceso” de la suerte de la Negra: que la habían matado en Goya. Aunque en una versión más brutal y diferente a la que años más adelante leí en alguna publicación web de los organismos de derechos humanos, y en la que también conocí el destino incierto de Pedro; que suponía, pero nunca había llegado a confirmar. Allí supe de sus hijos y la búsqueda tras la verdad y la justicia que habían emprendido. Una tarde, no hace muchos años, una década tal vez, en un muro de una de las principales avenidas de Posadas vi escrito el nombre de Pedro entre varios otros misioneros que habían sido víctimas del genocidio, en su mayoría asesinados en Margarita Belén, el 13 de diciembre de 1976. Por un lado me llenó de alegría porque se lo reconocía en su provincia, pero a la vez sentí indignación y bronca porque formaba parte de una publicidad política que aprovechaba la proximidad del 24 de marzo. 329


María Concepción Bar, amiga y compañera de militancia, en la ciudad de Corrientes. Todos me conocen como María Bar, nací en Corrientes, soy Trabajadora Social, tengo dos hijos y dos nietos. Aquí viví siempre y cuando estudiante, conocí a Pedro. Ese escrito de FB que mencionás lo hice porque conocí a Clarisa su hija y supuse que le pasaría lo que a la mayoría de los hijos de desaparecidos: no tienen referencias concretas de lo que fueron sus padres y entonces sentí que debía aportarle parte de esa vivencia compartida con su papá, más allá de no poder relatar muchas anécdotas, porque lo conocí en un tiempo relativamente corto, fue una amistad sostenida, durante un año y medio, más o menos, entre el 71, 72. Pedro era una persona muy segura de sí misma, muy tierna y amorosa...Lo recuerdo como alguien que jamás se extralimitaba, tenía una calma interior a prueba de todo, no era como un flan, que se iba de un lado al otro, yo no veía contradicciones en su vida. Todos sabíamos que él era un militante revolucionario, integrante del PRT, que estudiaba Medicina y que amaba su carrera que le gustaba muchísimo. ¿Cómo iba en los estudios? No sé. Sé que tenía un problema de salud, no me acuerdo bien, pero cuando estábamos en grupo y nos veíamos con otros amigos, siempre tenía esa clara actitud de pensar en el otro, nunca en él, siempre en el otro. Y eso te marca, te marca porque cuantas veces actuamos por egoísmo, nos enojamos con alguien -a veces- por cuestiones secundarias, ¡cuántas veces! sólo porque no tuvo en cuenta lo que yo dije y ahí nomás, aflora nuestra soberbia, nuestro egoísmo, nuestra limitada manera de ser. Pedro no. Pedro era puro, amplio, generoso y con un sentido práctico muy pocas veces visto. Él no era un teórico que se quedaba ahí, no, él iba y actuaba. En esos años, en Corrientes, el comedor universitario era un lugar en el que los estudiantes no solamente comían sino que se hacían reuniones, asambleas, había cine, guitarreadas y siempre los que tenían el permiso para entrar, para hablar, para opinar eran justamente los estudiantes. Recuerdo distintas tendencias estudiantiles, FAUDI, 330


Vanguardia Comunista y otros grupos. En general, muchos estudiantes realizaban una lectura muy crítica de los grupos armados, aunque en relación a sectores vinculados al peronismo no pasaba esto. Las agrupaciones de izquierda eran críticas con la lucha armada y en una ciudad como Corrientes, como lo digo en ese escrito, se sabía, circulaba en el ambiente, quién y en qué grupo militaba. A nivel universitario, puede ser que Pedro haya hecho algún trabajo con los compañeros en la facultad, pero el PRT no tenía una organización de base estudiantil, seguramente no consideraron viable su inserción. Quizás tuvieron en cuenta la actitud de los grupos políticos de esa época que los criticaban despiadadamente tal vez, para diferenciarse. No me acuerdo bien los nombres de los actores intervinientes en este tipo de situaciones porque pasaron muchos años pero Pedro, estaba más allá de todo eso: él militaba por un proyecto revolucionario. En ese tiempo estaba muy latente la historia del Che en Bolivia, había grupos que estaban operando al Norte de nuestro país, estaba fresca la revolución cubana, había pensadores que sostenían que no se podía tomar el poder, si no era a través de las armas... existían intelectuales que apoyaban todo proyecto de Revolución Popular, generando o produciendo lecturas para los compañeros. Si bien no se había vivido aún la dictadura, ya se sabía lo que pasaba en América Latina y se venía de soportar varias dictaduras, ninguna como la del 76, pero siempre, el poder determinando intereses, negocios, priorizando sectores económicos y nunca pensando en un país que tuviera una perspectiva basada en la producción, el trabajo, en los sectores populares. O sea, para hablar de esa época, siempre habría que tener en cuenta el contexto latinoamericano que se vivía al comienzo de los 70. Recuerdo que en varias oportunidades estuvimos con Oscar Wurm, amigo y compañero de militancia de Pedro, supe que él también, fue asesinado en un raro operativo en Buenos Aires y al igual que Pedro era muy solidario y tranquilo para explicar el sentido del proyecto que ellos impulsaban. De estos compañeros recuerdo especialmente el humor. Yo creo que esa tranquilidad de conciencia, les 331


llevaba a vivir ese proyecto revolucionario con alegría, no era una alegría ficticia ni forzada, todo era en el marco de una actitud positiva. Te explicaban la historia, con genuinas ganas de incluirte, nunca como manipulación, jamás como una cuestión imperativa de arriba hacia abajo. Ellos establecían siempre una relación horizontal, acompañada del buen humor; del humor de ellos, no me voy a olvidar. En el 72 Pedro y un grupo de compañeros son detenidos, porque pretendían entregar útiles en una escuela, situada en la zona sur de la Ciudad de Corrientes, en un barrio pobre, en una villa de emergencia. Ellos se trasladaban en un automóvil donde estaban las bolsas de útiles que iban a repartir junto al comunicado de la Organización. Son detenidos y a la vez, son delatados por ese material que trasladaban. Luego supe que fueron muy torturados acá, en Corrientes. Este hecho ha sido publicado en medios de comunicación, de la época. Fueron liberados en Mayo del 73, durante el Gobierno de Cámpora. A Pedro no volví a verlo más en esta ciudad. Lo vi, sí, una vez en un acto, pero no recuerdo nada del mismo (localidad y porqué estábamos ahí). Habrá sido entre el 73 y el 76, se trataba de un acto político, lo vi y hablamos. Estaba con Élida, estaba feliz. Es ella quien me recuerda que un día, fui yo a la casa donde vivía Pedro a buscarlo, porque él, no había concurrido a un lugar donde debíamos encontrarnos. Élida prosigue diciéndome que cuando le informo que él no concurrió al lugar, comprende que algo le había pasado a Pedro. Se da cuenta y sale, deja la casa. Luego toma conocimiento que al momento de salir, la vivienda es allanada. Es así que se salva, de una detención en esa oportunidad, en el 72. Sobre la posterior detención de Pedro yo me entero relativamente hace poco tiempo, con la información de los Juicios por Delitos de Lesa Humanidad y hablando con personas que también conocieron a Pedro, eran abogados y personas vinculadas a la Comisión de Derechos Humanos de Corrientes. Así me entero que Pedro fue detenido en Paraná en el 77, creo que él se escapa del baúl y lo vuelven a detener. Bueno, ¡ése era Pedro! El riesgo lo iba a asumir siempre, no tenía miedo, tenía convicciones firmes y seguras pero a la vez, no era 332


agresivo, ni violento menos, imperativo. No, era un ser especial, no porque sea un desaparecido, era así. Sobre el secuestro de Élida, en el 78, no supe nada en ese momento, creo que con la democracia una empieza más o menos a enterarse. Hubo una carta de Clarisa, yo no la conocía aún, que sale publicada en Momarandú96 , en la misma ella solicita a quienes hayan conocido a sus padres, que traten de aportar datos sobre ellos. Le escribí varias veces, pero sistemáticamente el correo me venía devuelto, seguramente había un error en la dirección electrónica. Después, enterada por amigos de la Comisión de DDHH que Clarisa venía a la zona, les digo que la quiero conocer. Así fue que la conocí, tuvimos un encuentro, fuimos a la casa donde Pedro vivía, la casa donde encontré a su mamá aquel día, caminamos juntas por la vereda de la vivienda, tocamos el árbol, que aún se encuentra, y por Clarisa me entero con precisión de lo que pasó con ambos. No sé, no me gusta hablar de otras organizaciones armadas... porque no es ético, pero más allá de las críticas que se puedan hacer hoy a la lucha armada, creo que dentro del PRT hubo muchos dirigentes puros, gente valiosa que entregaban todo ¡Qué sé yo!, Una lee la vida de Santucho y concluye que no tenía fisuras. La verdad y de corazón te digo que valoro enormemente este trabajo que están haciendo porque siempre, en general, nos callamos, nos quedamos sumidos en un silencio atroz y es muy valioso que alguien se ocupe y entre todos quienes los conocimos, podamos construir esta historia de hombres y mujeres maravillosos. A veces uno dice "me está faltando un Pedro Sobko", “me está faltando esta gente hermosa, que dio la vida. ...” Sobre todo para soportar este momento tan difícil, de gran retroceso, triste porque lo que pasa ahora, produce una enorme tristeza97.

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Diario digital de Corrientes.

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Relato realizado a treinta días de la desaparición de Santiago Maldonado, cuando Gendarmería Nacional desalojó una protesta mapuche en la provincia de Chubut.

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Podemos hacer una lectura diferente, hoy no se plantea la lucha armada para el acceso al poder, pero no podemos, no debemos dejarlos en el lugar en el que muchos pretenden, no fueron unos locos violentos, de ninguna manera, eran seres comprometidos, racionales, sabían lo que querían, había todo un contexto latinoamericano que explica el fundamento que sostenían. Así que toda acción que pueda relatar lo que ellos fueron, para mí, es sumamente valiosa, porque implica la recuperación de una historia negada. Así que, los felicito y agradezco que me hayan convocado para esto.

Gustavo Piérola, compañero de militancia PRT. Entre Ríos Estaba corriendo el mes de mayo de 1976. Nuestra responsable del PRT era La Negra de quien aún hoy no sabemos su nombre ni qué pasó con ella. Con Marisa (esposa en ese momento) habíamos alquilado una casa en calle Montevideo de Paraná. Marisa estaba embarazada de nuestra primera hija, Verónica, que nació en julio de ese año. La Negra llega un día a casa y nos informa que teníamos que ubicar a una pareja de compañeros que por seguridad venían de otra provincia. Un par de días después llegó esta pareja a quienes conocimos como Lucho y Clara quien también estaba embarazada y tenía fecha de parto para septiembre aproximadamente. Sus nombres reales eran Pedro Sobko y Élida Goyeneche. Se ubican en casa y nuestra primera tarea con respecto a ellos fue conseguirle algún trabajo a Pedro quien tenía un documento a nombre de Daniel Smith. Él me comenta sobre sus habilidades y conocimientos para de esta manera tratar de conseguirle un trabajo. Finalmente lo ubicamos en un taller mecánico y de chapa y pintura llamado El martillito de oro que estaba en la Avenida Ramírez y que era de una familia amiga. En casa hubo reuniones con otros compañeros que vinieron de Buenos Aires, Rosario y Santa Fe fundamentalmente para tratar los temas de seguridad dado los momentos difíciles que estábamos viviendo. 334


Pedro era muy meticuloso, ordenado y disciplinado con el estudio, con la lectura, con las tareas hogareñas y de convivencia y con un alto grado de compromiso revolucionario, era muy optimista a pesar de lo que se estaba viviendo era muy equilibrado y pausado en el diálogo. La militancia continuaba pero cada vez más complicada. Al Combatiente y el Estrella Roja los buscábamos en Santa Fe y los repartíamos en algunos barrios de la zona oeste de la ciudad. Recuerdo una noche que nos turnábamos en las guardias observando para el lado de la calle por la ventana, notamos la presencia de un hombre parado en la esquina sobre Pellegrini a pocos metros de la casa. Cuando pasó una hora y el sujeto no se movía del lugar, Pedro armó un plan de fuga para que las panzonas salgan por atrás de la casa, en la casa no había armas por lo que Pedro conectó un cable a la baranda del balcón con un enchufe pronto como una única opción de resistencia. Él se reía. Por lo menos alguno se va a quemar las patas –dijo. Al rato, el hombre se fue con su amante, volvió la tranquilidad y pudimos dormir un rato. Convivimos un mes aproximadamente hasta que decidimos levantar la casa por varias caídas. Nuestra familia había tenido varios allanamientos buscándolo a mi hermano Fernando militante de Montoneros, a quien detienen en Misiones en octubre de ese año juntamente con su compañera María Julia Morressi. Fernando fue fusilado el 13 de diciembre de 1976 en lo que se denominó la Masacre de Margarita Belén y aún seguimos buscando sus restos. Previo a esos hechos a mediados de año cae preso mi otro hermano Álvaro por lo que decidimos irnos a vivir a Buenos Aires luego del nacimiento de Verónica. Seguimos la militancia en Buenos Aires hasta que nos desenganchamos del Partido con las grandes caídas de 1977. A Pedro y a Élida no los vimos más, luego supimos que fueron a vivir a la casa de otros compañeros: Juan Boutet y Lucrecia Brasseur. Después Pedro siguió solo y su última morada fue con Carlos Boutet, militante también y hermano del anterior. Carlos fue la última persona 335


que lo vio cuando lo estaban secuestrando. De Élida supimos de su secuestro en Goya. Con Marisa nos fuimos al exilio en mayo de 1978 a San Pablo, Brasil. Después llegaron allá Juan, Lucrecia y Carlos.

Juan Boutet y Lucrecia

Brasseur, Quequecha,

compañeros de militancia en ciudad de Paraná Juan: –A Clarisa, así la llamábamos a Élida, la conocí en Santa Fe en el año 75 en una reunión barrial. No nos vimos muchas veces, solo dos recuerdo. Ella era encargada de Propaganda Regional. Luego volví a tener contacto con ella y su compañero Lucho en Paraná, por los meses de septiembre, octubre del 76, tal vez antes; conviví con ellos. Eran buenos compañeros, laburantes. Él trabajaba en un taller, era chapista, había sido estudiante de medicina, exigente, buen compañero, más grande que nosotros. Quequecha: –Juan y yo no éramos pareja conviviente. Yo tenía contacto con Lucho, como militante, pero no con Élida. Trabajábamos, como células, entonces vos conocías pocos compañeros. No estábamos vinculados por la amistad. Quienes éramos de Paraná nos conocíamos más, de pronto en actividades más grandes te encontrabas con otros compañeros, pero en la militancia éramos grupos más chicos, tres, cuatro personas. Cuando conocimos a Lucho Sobko, el Partido tenía diseñado el Proyecto de ocupar el territorio, militarmente, en Tucumán y generar una zona liberada “Socialista”. Por lo tanto las tareas nuestras estaban en esa perspectiva de consolidar la idea y de tener gente con distintas responsabilidades, así existían personas que era simpatizantes, que te compraban la revista, también había gente un poco más comprometida que podía darte una mano en infraestructura o contener un compañero si necesitabas. En mi caso por ejemplo, me entusiasmaba mucho y me preparaba en salud, quería formarme como enfermera. Fui enfermera empírica. Trabajé como enfermera después, pero inmediatamente que volví al país, después de estar refugiada, me dediqué a la educación. La 336


idea de la enfermería, estaba conectada conmigo, influenciada por Lucho tal vez, se hablaba de que íbamos a necesitar en algún momento una infraestructura de salud. Estábamos en un proceso de propagación como militantes, con poco despliegue territorial. Juan: –Acá en Paraná, el PRT, tuvo un desarrollo muy incipiente. No soy paranaense, vengo de Santa Fe. Estuve en el frente estudiantil, después me pasé al frente barrial. Llegué en julio del 76 a Paraná. En ese momento, nos interesaba el frente fabril, acá no había un desarrollo muy grande, lo hacíamos en la Portland. Quequecha: –Fábrica Porland tenía un funcionamiento con cientos de obreros. Juan: –En ese momento la Fábrica Porland, intervenía en el proceso productivo de la ciudad, un polo importante. En la ciudad de Paraná existía un cordón industrial, pero era muy chico. Nuestro trabajo era más de propaganda, de difusión en diferentes sectores. Existió un desarrollo político y económico importante en la zona de Concordia, por la construcción de Salto Grande en el 75, 76, y por decisión del Partido nos propusimos militar en esa zona. Concordia vivió una explosión de clase trabajadora de la construcción, alrededor de la represa, y nosotros nos preparamos para ir a vivir allí. Por lo tanto fue muy poco el tiempo que convivimos con Lucho, semanas te diré. En la casa que alquiló el Partido, estuvimos Gustavo Piérola y su compañera Marisa. Cuando ellos, Lucho y Élida llegaron de afuera, prácticamente yo estaba solo. La compañera de Gustavo se fue a casa de su madre para tener un bebé y Gustavo vivía viajando porque era profesor de educación física, y bueno, como había lugar, conviví con ellos. Creo que allí empezó el embarazo de Élida. Quequecha: –Así fue. Yo tenía relación con el Partido antes que Lucho viniera; Juan también antes, en Santa Fe; cada uno tenía su militancia. En realidad, casi que los conozco simultáneamente a Sobko y a Juan. Nosotros a partir de que nos conocimos formamos una pareja casi en seguida y nunca más nos separamos, hasta ahora, con todo lo que nos tocó vivir. Sobko, Lucho, era nuestro responsable político. De Lucho, puedo decir que en lo político era muy responsable, muy bien formado, estudioso, muy estudioso, exigente y nos obligaba a estudiar 337


mucho. Tenía muy claros sus conceptos políticos, poseía un desarrollo de la palabra importante, podía difundir sus ideas con seriedad, leíamos los materiales del Partido que él los interpretaba muy bien. En algún momento nos dimos cuenta que tenía buena formación sobre temas de salud y claro, después supimos que estuvo a punto de ser médico, le faltaba muy poco para recibirse. En esa área nos asesoraba mucho. En lo político teníamos muy claro que queríamos una patria socialista, que por eso luchábamos. Bueno, también hay que decir que había mucho debate, con otras fuerzas políticas, con el peronismo especialmente. Teníamos puntos de contacto con otros compañeros y otras experiencias, yo venía de una práctica barrial importante. Volviendo a Lucho, eso era él, muy activo, hiperactivo a pesar de que padecía un defecto físico, bastante grave. Tenía, creo, un problema renal, severo, hacía cálculos, él explicaba, exceso de hierro decía y ese problema le ocasionaba muchos dolores. Juan: –Si, él tenía un problema, nunca lo explicitó, pero era rengo, caminaba con dificultad, tenía dolores. Muchos años después, estuve con el hermano en Trelew, en un homenaje que les hicimos a los presos de aquella época y me confirmó su dolencia. Quequecha: –A pesar de eso, lo que se necesitaba hacía, se descomponía la plancha y te la arreglaba, era "multiuso", él resolvía casi todas las cosas... desde la consulta de salud hasta la lamparita... él siempre decía que nosotros teníamos que ser capaces de solucionar las cosas. Era un gran maestro, que predicaba con la práctica, por eso, cuando me encontré con el hijo mucho años después, Oscarcito, lo re– conocí, y le dije que el padre era de todos nosotros el mejor, siempre fue el mejor, en todo sentido. A veces cuesta ser coherente entre lo que se dice y lo que se hace. Eso era este muchacho y esa fue su mayor enseñanza. Juan: –Nosotros no estábamos en esta ciudad, cuando sucede su secuestro, ya nos habíamos ido. Yo creo que él arriesgaba demasiado. Cuando fallaba una cita, nos cubríamos. Sabíamos que él era un compañero importante, nos buscaban a todos y lo buscaban fundamentalmente a él. 338


No sé si te contaron el conflicto en el trabajo que le habían conseguido. Hubo allí una situación muy confusa de un personaje que llegó hasta ese taller y preguntó por él, y aun así no dejó de trabajar. Tal vez exigido por la necesidad, pero no dejó de trabajar y siempre me pareció una actitud muy arriesgada. Quequecha: –Creo que era un problema político de la organización en ese momento, más que una característica personal, se tenía una sobreestimación de algunas cuestiones: “La Patria Socialista”, estaba ahí a la vuelta de la esquina. Esos eran los temas de debate. Yo era un poco más conservadora y de pronto no estaba tan involucrada... no participaba tanto del microclima del Partido o de la organización, era más libre en ese punto, tenía otros contactos, otra visión y otros miedos también, por qué no decirlo, discutía bastante con Lucho en ese punto. Es verdad que era arriesgado. Juan: –Sí, a él lo agarran cuando fue a su casa a buscar cosas, a buscar muebles, que nosotros nunca lo hicimos. Ya había alquilado una pieza en Concordia. La idea era quedar allí. Él vuelve, a Paraná. El tema laburo lo tenía condicionado. Quequecha: –Yo no tenía idea de donde trabajaba. Lo que supimos es que él vuelve de Concordia a Paraná y un compañero muy querido por nosotros lo lleva en su auto a retirar algunas cosas de la casa y cuando va llegando, o deja el auto cerca, a Lucho, lo detienen. Al compañero que se llamaba Alejandro Grubert, después lo siguen y a los días lo detienen. Juan: –A él lo canta un vecino a quien Lucho le dejaba las llaves. No sé si era servicio o qué, pero ese tipo es el que pasa el dato de la venida. Él fue dos o tres veces. Alejandro, lo había llevado y dejó el auto en la esquina. La cuestión es que después viene la persecución a Alejandro. Y después cae preso. Creo que fue la segunda vez. Habían ido primero, luego vuelven esta vez con Carlos, mi hermano, a buscar los muebles y a los dos minutos que llega Lucho, caen dos o tres patrulleros y Carlos alcanza a irse, se salva. Quequecha: – Primero fueron con Alejandro, sacaron cosas de la casa. A Alejandro lo siguen, le allanan la casa y le llevan una garrafa con documentos adentro, máquina de escribir y otras cosas. Queda preso, lo torturan muy mal, era una gran persona. Hace algunos años murió. 339


El último que lo ve a Lucho, es Carlos. Carlos ve el despliegue de los autos y se va. Nos enteramos por él en Concordia. Supimos que lo detienen a Lucho y lo detienen a Alejandro. Alejandro tenía con nosotros contacto directo porque el hermano de él es mi cuñado, casado con mi hermana. Por el lado familiar, enseguida supimos. Ahí decidimos irnos a Concordia. Estuvimos como un año más en el país. Yo tengo idea que Élida se va con La Negra, otra compañera de la que hasta el día de hoy no sabemos nada, suponemos que era del norte de Santa Fe. No sabemos si está desaparecida, si está viva, no sabemos nada. No sabemos el nombre. ¡Qué increíble! Pensamos que era del grupo de Reconquista. No conocimos reclamo... Nosotros no dábamos nuestros nombres, podíamos hablar miles de horas seguidas, pero no nos dábamos pistas. De La Negra por ejemplo, sabíamos que era maestra. Juan: –La Negra, se recibió de maestra, pero nunca trabajó como maestra. Ella trabajaba de empleada doméstica, digamos, tenía todo el perfil de mujer de campo, sufrida... era morocha, curtida, eso hizo que sobreviviera en esta ciudad... no sé, pudo permanecer acá, quizás meses más que nosotros... Quequecha: –La Negra era muy amiga de Élida. Eran compañeras y siguieron juntas un tiempo ellas dos, no sé cómo. Juan: – Lo que pasa es que Lucho se va de Paraná, alquila en Concordia Y ellas se van a Buenos Aires. Me parece que luego se dividen, que la Negra se va para un lado y Élida se va a Goya. Quequecha: –Yo tengo eso pendiente. Yo me voy a dedicar a ver qué pasó con la Negra. De alguna manera tendríamos que encontrar una punta. En Brasil nosotros denunciamos la desaparición de compañeros que no habían sido denunciados por sus familias, Cristina Serra, por ejemplo, no estaba en las listas de desaparecidos, era del pueblo de mis abuelos, de Hernández, por eso la conocía. Había tanto miedo, tanto miedo… eran pueblos chicos. Juan: –A la Negra, yo sí la conocía, fue responsable nuestra un tiempo, también era de Santa Fe; éramos todos compañeros que estábamos de acá para allá. 340


Quequecha: –Yo fui de la nueva camada acá, por eso a los viejos compañeros del Partido no los conocía. Apenas tenía 19 años. Juan: –La mayoría ya se había ido: Darío, el Oso... Quequecha: –Otra cosa que se estaba desarrollado era el trabajo de la Iglesia. Acá existió una primera comunidad de base, ahí empecé yo, habré tenido 16, 17 años. Fue importante. Cuando los curas del Tercer Mundo eran lo más progresista que podíamos tener acá. O sea si vos querías insertarte realmente en un grupo de base, territorial era desde ahí. Yo me acuerdo que en ese grupo Guillermina, mi hermana, también participaba. Hacíamos encuentros, caminatas, lecturas. Mi primer encuentro con la situación social fue a través de la iglesia. No sé en qué momento me convertí en “marxista” (se ríe). En las reuniones hacíamos análisis de las propagandas. No había terminado la secundaria, creo que estaba en 4° o 5° año, analizábamos la penetración cultural a través de la propaganda. Me acuerdo como si fuera hoy, del laburo que se hacía... Era una usina de pensamiento, de sensibilidad. Me acuerdo que en esa época me enteré, por las monjas del Cristo Redentor, del secuestro de Norma Morello, en Goya. Me enteré por las monjas y por Coca Florenza, que era nuestra profesora de filosofía, me acuerdo que entró a la clase y nos dijo que a esa mujer la habían secuestrado y que se aproximaban momentos difíciles. Eso tuvo resonancia, me afectó mucho. Quequecha: –Nosotros en la clandestinidad tuvimos dos hijos, antes de irnos del país No tenemos fotos de esa época ni de familiares, ni de mis hijos. Pasamos la noche más negra, desvinculados del Partido, viviendo en las villas de Buenos Aires, antes de salir hacia Brasil, y tuvimos dos hijos. Y no tengo fotos de ellos cuando eran chiquitos. Volviendo al tema que nos convocó me gustaría contarte que, cuando iba a nacer Clarisa, la hija de Lucho y Élida, Lucho me deja el nene para que lo cuide, Oscarcito. Me parece que me lo dejaron dos días, un día y medio, no recuerdo, pero se quedó a dormir... él me dijo que la mamá iba a tener un nene, que iba a tener un hermanito. Por eso me enteré que a la mamá la habían llevado al hospital o no sé dónde para tener un nene. No nos conocíamos con el pequeño, pero fue muy gracioso, andaba con un tonete, que es una flauta más chica pero que se 341


podía afinar y a mí me gustaba mucho la música, tocaba la guitarra y cantaba. Y él andaba con su tonete y le dije: –Vení que te voy a enseñar. Le enseñé a apretar con dos dedos o tres y yo lo acompañaba con la guitarra. Así que cuando volvió el papá a buscarlo, lo recibió con música. Lucho me dijo: – Tuve una hija. Se llama Victoria. – ¡Se llama Victoria, me encanta el nombre!– dije yo. –Yo quiero ponerle Victoria –dijo él. ¡Después, no sé cómo fue la cuestión que se llamó Clarisa! Ana Martínez , vecina del callejón en Paraná Doce años, esa era mi edad, doce años y yo, terca desde siempre, me empecinaba en seguir trepando al viejo ombú y haciendo “junta” en la siesta con los gurises del callejón. Dos de mayo, ése era el día, el cumpleaños de mi madre. Además de Tati y los compañeros del barrio, estaba con nosotros mi hermano y una prima remota de la que ya no puedo recordar el nombre. Ante nuestras miradas curiosas, hombres uniformados y cargados de armas, caminaban firmes y sin titubeos hacia el bajo, el “fondo”, como nosotros le decíamos a esa parte imprecisa del callejón antes de la bajada al arroyo. Podía ser la última hora de la mañana o las primeras de la siesta, el sol caía fuerte y aún picaba en medio del otoño lleno de hojas secas y frutos podridos del glorioso ombú. - ¡Mirá, mirá! ¡Se lo están llevando a Smith! El hombre joven y que cuidaba a unos hijos que no tenían contacto con nosotros, habitaba desde hacía un tiempo una pequeña casita que siempre se alquilaba y nunca nadie ocupó por mucho tiempo . Cuando pasaba siempre saludaba, se decía que era misionero, yo no entendía si de Misiones o misionero de verdad. No hablaba con la gente del barrio, en el callejón sólo le decían “el gringo” Smith y ni él 342


sospechaba que así lo llamábamos cuando por alguna razón se lo mencionaba en nuestras charlas. Los milicos se lo llevaron aquella mañana. Dicen las crónicas que estoy leyendo en la prensa paranaense de hoy que fueron de la policía federal y de la provincia. Mi recuerdo son uniformes del Ejército así que quizás no era, o era otro, o se están equivocando, no lo sé… Yo entonces no sabía que eran uniformes del Ejército, ahora que los recuerdo me doy cuenta que sí lo eran. Los gurises del callejón no supimos nunca más nada de Smith, hasta hoy que le pongo nombre y apellido: Pedro Miguel Sobko.

A LA IZQUIERDA : OLGA, SU MAMÁ , DETRÁS PEDRO

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ALFREDO GONZÁLEZ, PAPACHÍN

Mural en homenaje a Alfredo. Reinterpretado el 17 de octubre 2015, en Santa Fe y La Rioja. Bella Vista. Corrientes

María Amelia González, hermana. Alfredo es el séptimo hijo de once hermanos. Él siempre fue, dentro de la familia, como un pilar, el primer universitario en la familia y era un poco el que organizaba la vida de los sobrinos y los impulsaba a hacer lo que les gustaba a cada uno. Todos lo querían muchísimo, lo respetaban y lo consultaban. Era consultor de los grandes y de los chicos. Era muy inteligente, superaba todo lo común. Se destacaba en todo lo que hacía, tanto por su humor, como por sus conocimientos. Le gustaba mucho el cine. Era un estudioso, todos los libros que hay en la casa o que había en esa época los trajo él. 345


Sus estudios primarios y secundarios los hizo en el Colegio Nacional de Bella Vista. Luego fue a Santa Fe donde hizo una carrera brillante, era Ingeniero Químico. Recorrió el mundo, fue becario de la UNESCO y en varias oportunidades estuvo en Japón, en Alemania, en EEUU, en Colombia, en distintos países, estudiando siempre; en esa época las becas eran becas de estudio realmente. De todos los lugares donde estuvo hay fotos, diapositivas, proyecciones... Se desempeñó como profesor en Santa Fe, en la Universidad Nacional del Litoral, donde había cursado su carrera. Como la carrera de Ingeniería Química de Posadas dependía de la UNL, Alfredo fue a Misiones como profesor. Ahora se llama Facultad de Ciencias Químicas y Naturales y llegó a ser Decano de la Facultad. Políticamente se identificaba con la Democracia Cristina, fue delegado de la DC, en Misiones. A él lo toman preso en Posadas, el 24 de marzo de 1976, en lo que se llamó el Operativo Claridad, operativo dirigido a reprimir artistas, escritores, científicos, educadores de todo el país. Y ahí hubo una lista negra impresionante, fue cuando persiguieron a León Gieco, Mercedes Sosa… personalidades que fueron muy conocidas. Estuvo desaparecido unos días y después lo legalizaron, permaneció en la cárcel de Misiones como preso político hasta el mes de diciembre de ese año. Dos años más tarde, el 4 de marzo de 1978, lo buscan en su casa y lo desaparecen directamente. Tenía 38 años.

Mario A. Marturet,98 amigo y compañero de miliancia en la Democracia Cristiana Luego del juicio efectuado en Posadas en el marco de los “delitos de lesa humanidad”, en el año 2008 en el que el Tribunal Federal Penal

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Misiones: historias con nombres propios. Tomo III, p. 543 / compilado por Amelia Rosa Báez. - 2a ed. - Posadas : Ministerio de Derechos Humanos de Misiones. Subsecretaría de Derechos Humanos, 2011.

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Oral en lo Criminal condenó al militar Caggiano Tedesco, se conocen aspectos de la vida del Ingeniero Químico Alfredo González, docente e investigador Científico en la Provincia de Misiones. Su carrera universitaria en Santa Fe, el ingreso a la docencia en la Facultad de Posadas en la que llegó a ser Decano, cursos de especialización en Alemania, Japón, EEUU., España y otros., sus trabajos de investigación y participación técnica en industrias de diversas tecnologías en San Javier, Alem, Alto Paraná, etc. fueron destacados en dicho juicio. Su detención el mismo día del golpe genocida, 24 de marzo de 1976, en Candelaria, en Resistencia, su liberación en octubre del mismo año, después su desaparición definitiva en marzo de 1978, su paso por el Centro clandestino de detención “La casita de Mártires” sufriendo tormentos y muerte, sin conocerse el destino de sus restos. Todo dicho con detalles estremecedores atestiguados en el referido juicio. Trataré de analizar aspectos de la personalidad sencilla y humanista de Alfredo González en lo cotidiano de su vida. Actuar de frente siempre en cualquier circunstancia, transmitir con naturalidad sus conocimientos técnicos y humanos, todo en el marco de la dignidad, de la propia y del otro, en el enfrentamiento contra la calumnia, la mentira, la deslealtad. Una pregunta con varias respuestas posibles nos hicimos y nos hacemos. Ante la evidencia del peligro extremo que se vivía, ¿ Por qué se quedó en la Argentina?, teniendo puertas abiertas y trabajo asegurado en varios lugares del mundo, además requerido, solicitado, no solo se quedó en el país, sino en la propia Posadas, epicentro del peligro para él como para tantos otros, ¿Por qué se quedó?. Hipótesis: Se quedó por patriota, por guapo, por duro, por no darles argumentos a sus perseguidores en la Universidad que lo tildarían de cobarde, por ingenuidad, infantilismo, exceso de confianza en sí mismo? Respondo, me respondo. Parodiando a la actriz y cantante Susana Rinaldi digo: –Se quedó en la Argentina, porque se quedó nomás. No lo hizo por guapo que era en el sentido de la entrega, del trabajo, del sacrificio pero no por 347


“macho” como nos gusta decir. Pensó-sin darse cuenta-que en su vida actuó con corrección, con patriotismo, sin sentirse patriota, haciendo el bien “sin mirar a quien”. Cuando tuvo adversarios los enfrentó con valentía, en contra de la calumnia y a favor de su honor, su dignidad, hasta pudo pensar ¿quién soy yo para que me liquiden?, sin entender, a pesar de lo que ya le había ocurrido, que a los genocidas no les importaba el nivel ni el rango de sus víctimas. Seguramente no dimensionó la profundidad del perverso mal que se había apoderado del gobierno del Estado Nacional destruyendo la dignidad del mismo, sustituyendo el Honor de la República por la capucha de los delincuentes. Acaso pensó que con la detención y suplicio ya sufridos, no volverían sobre él. A los que le sugerían tal posibilidad de irse al exterior donde tenía puertas abiertas para su ciencia y su trabajo les respondía con un simple subir de hombros. Estimo que su conciencia no le permitía dimensionar el peligro que lo acechaba, entusiasmado además por los proyectos industriales que los acercaba día a día a su concreción. Lejos de no irse por ser patriota, ya que los consideraba tales a muchos que tomaron el rumbo del exilio, obligados por la situación que se vivía. Finalmente una lejana posibilidad de que Alfredo González se fuera del país estaría en que su madre se lo pidiera. Pero Elba no lo haría pues el mismo respeto que le enseñó a su hijo por las opiniones de otra persona, lo practicaba ella con la de sus propios hijos ya realizados en la vida. Ese mismo respeto le dio plena autoridad moral para decirle a un jefe militar que le informó que su hijo estaba desaparecido, “¡COBARDE! SE VIVE O SE MUERE PERO NO SE DESAPARECE”. Esta frase salida del alma de una madre, supera con claridad y contundencia a la definición académica “desaparecido significa no vidano muerte”. Otro aspecto destacable en la actividad del Ingeniero Alfredo González es su participación en un Partido Político. Militó en el Partido Demócrata Cristiano, atraído por la posibilidad de poner en práctica el mensaje temporal del evangelio. Para llevar a la práctica desde la política el contenido terrenal del mensaje para lo mejor del hombrevarón y mujer-en esta tierra sin confundir en esta práctica al mensaje 348


espiritual y trascendente que contiene el Evangelio. Respetando la libertad de cada persona humana de asumir la confesión religiosa que su convicción le dicte, también el respeto a quienes practican el agnosticismo o son ateos. La acción política está destinada al bien común de los pueblos de una nación, provincia o región, sin contar color de piel, nacionalidad o creencia religiosa. La práctica política de Alfredo González de no mezclar lo religioso del cristianismo con la actividad partidaria sirvió de modelo dentro del partido. Una clara prueba de su posición política fueron las elecciones de 1975 en Misiones para elegir gobernador y vice. Ubicando el contexto político nacional dominado por la tenebrosa organización de las “tres AAA” comandada por López Rega se toma real dimensión de la misma. Con su contundente claridad política logró que la junta Nacional del Partido Demócrata Cristiano apoyara públicamente al Partido Auténtico Misionero, por el apoyo y representatividad del mismo a la lucha de la mayoría de los agricultores agrupados en el Movimiento Agrario Misionero, MAM, y a las Ligas Agrarias, posteriormente blanco preferido de los genocidas de la dictadura cívico militar.

Liliana Maya, 99 Periodista. Sus días y sus actos pueden seguirse hasta abril del 78. La dictadura se lo llevó. Fue el primer decano de la Facultad de Ingeniería Química. “Quiero que me digan donde lo tienen” Es la única vez que se le endurece la voz y el gesto a la dulcísima mujer de 98 años que parió once hijos y que, como miles de otras madres

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Artículo extraído de la publicación de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales /UNaM/ 1957 – 2007, en ocasión del festejo por los 50 años de su creación. Producido con la colaboración de la entonces Subsecretaría de Derechos Humanos. Y publicado en; Misiones: historias con nombres propios . Tomo III, p. 547 / compilado por Amelia Rosa Báez. - 2a ed. - Posadas : Ministerio de Derechos Humanos de Misiones. Subsecretaría de Derechos Humanos, 2011.

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argentinas, sufre la incertidumbre de la suerte que corrió uno de ellos, el séptimo, Papachín. “Quiero que me digan donde lo tienen” Es la única vez que se le endurece la voz y el gesto a lo largo de una extensa charla en su casa de Bella Vista, Corrientes. En ese instante interpela, exige, sufre la incertidumbre de la suerte del desaparecido Alfredo González. “Quiero que me digan donde lo tienen” – se endurecen la voz y el gesto como un cachetazo inesperado a la complicidad de la indiferencia desde el mar de dulzura a los 98 años de Elba Dolores Arriera, la madre del ingeniero químico Alfredo González, primer decano de la entonces Facultad de Ingeniería Química de la UNNE. Graduado en Ingeniería Química en la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral, República Argentina, 1966”, dice su CV cuyos últimos datos se ubican cronológicamente en julio de 1977, por lo que se deduce que lo compuso entre esa fecha y marzo del siguiente. Con por lo menos cuatro años de experiencia docente en la Universidad que le otorgó el título, Alfredo González llegó como profesor adjunto en Termodinámica de la FIQ, Posadas, UNNE, el 10 de abril de 1967. Ejerció la docencia en esa y otras áreas hasta el 1 de octubre de 1968 y se fue… Se fue becado por la UNESCO a la Tokio Kogyo Daidaku (Universidad de Ingeniería de Tokio) para cursar durante un año el “International Post Graduate University Course in Chemietry and Chemical Engeneering”. Paso luego a Alemania becado por el Goethe Institut en Brannenburg en el que permaneció hasta el último día de febrero de 1970. No hubo temporada estival ese año para Alfredo; del invierno del Norte regresó al otoño del sur, se incorporó a su cátedra de 350


“Procesos Unitarios” en la FIQ y empezó a brindar a sus más altos servicios en lo institucional y en lo académico. Durante su gestión como secretario académico, desarrollada entre el 27 de marzo y el 26 de noviembre, el ingeniero González participó en un hito relevante en el plano institucional: se cubrieron por concurso ocho cargos de profesores titulares y siete cargos de profesores adjuntos. El reconocimiento de sus pares del Consejo Académico de la FIQ habría de expresarse en su nominación para ejercer el decanato en su condición de presidente del Consejo Académico, designación avalada por el Poder Ejecutivo Nacional por Decreto 2371/70 (que era como entonces se hacían estas cosas). De tal manera, el ingeniero Alfredo González resultó el primer decano de la Facultad, hasta entonces la conducción era ejercida por académicos designados delegados organizadores o interventores por el Rectorado o el Consejo Superior de la UNNE. Desde ese lugar – según lo por él señalado en su CV – habría de elaborar: • “Objetivos para la acción de gobierno” • Proyecto para la modificación del Plan de estudios de la carrera de Ingeniería Química • “Reglamento de funcionamiento de los departamentos pedagógicos” (en coautoría) • “Normas Generales para la institución de los Reglamentos Internos de Cátedra” • Normas para la concesión de Becas de Iniciación a la actividad creadora para estudiantes” (en co-autoría) • “Ordenanza para los exámenes libres” (en co-autoría) • “Criterios de Planificación general de la Docencia, Investigación, Técnica creadora y Extensión Universitaria” Todavía hubo más, pero los señalados son las producciones más significativas como aporte institucional a la FIQ y, en todos los casos, legitimadas por resoluciones del Consejo Académico de la Facultad. Al momento de asumir el decanato el ingeniero González, la FIQ había producido ya los primeros cinco ingenieros químicos 351


formados en la zona. En la etapa de consolidación que le cupo dirigir a él, habrían de egresar otros nueve. Mientras tanto, su inquietud investigativa lo movió a gestar y dirigir el Programa de Investigación “Estudios para la obtención de pastas celulósicas y otros productos forestales”, iniciado en 1972 y con subsidio del Consejo Nacional de Investigaciones desde 1974. Mayo del `73 marcó un hito significativo en la vida políticoinstitucional del país y para González fue el momento de alejarse de la conducción de la FIQ, pero no de la actividad académica. La facultad, su facultad, había pasado a integrar hacía muy pocos días la flamante Universidad Nacional de Misiones (UNaM) y Alfredo por ese tiempo se ocupó sucesivamente de las cátedras de “Procesos Unitarios”, de “Operaciones Unitarias II” y de “Procesos Unitarios/Procesos Básicos”. También fue director del Departamento de Tecnología. El último cuatrimestre de 1974 y los dos primeros meses del 75 cuando en el país se empezaba a reemplazar el debate por la acción directa, Alfredo los pasó becado por el programa Fulbright-Hays del National Research Council de los EE.UU. en la Universidad de Maine. Pero ya estaba “Marcado”: su actividad académica, su compromiso ético con la universidad, su obstinación en obtener y compartir el mejor conocimiento, su solidaridad, su madera de “buen tipo” resultaban una combinación intolerable para los pioneros del país en el que “da lo mismo producir acero que caramelos”. La oscura claridad Por todo eso se lo llevaron, como a miles, en marzo del `76 en los primeros ensayos de la “Operación Claridad” el mecanismo clandestino para alcanzar la “depuración ideológica” en el ámbito educativo, en el artístico y, en general, en cualquier campo de creación o multiplicación de pensamiento; mecanismo que habría de perfeccionarse a medida que pasaban vidas por las manos de los terroristas de Estado. La resolución del delegado militar en la UNaM que lo dejó cesante tenía fecha del 5 de abril del 76 y luego de varios meses en las cárceles de Candelaria y Resistencia lo pusieron en libertad. Tenía Alfredo las suficientes relaciones profesionales, académicas y personales 352


en varios países del exterior como para elegir irse, sobre todo después de haber visto y padecido en esos meses las prisiones del terrorismo de Estado. Pero estaba muy ocupado: retomó sus investigaciones para abaratar considerablemente el proceso de fabricación del papel prensa y otra línea de investigación y desarrollo a escala industrial de pulimentos con abrasivos en un establecimiento de Leandro N. Alem. En efecto, andaba muy ocupado en construir soberanía desde el conocimiento y el desarrollo tecnológico y es posible que haya errado su apreciación de la realidad: la Argentina de 1976, la de Videla, la ESMA, la “casita” de Mártires y Martínez de Hoz, no eran el lugar ni el momento más apropiado. Reincorporado al cuerpo docente de la facultad entre febrero de 1977 por resolución del entonces Rector de la UNaM, ocupó la dirección de la cátedra “Proyectos de Grado”. En eso andaba el 4 de marzo de 1978 cuando fue secuestrado por segunda vez en su casa de Sarmiento 312, de Posadas. Algunos torturados que sobrevivieron a ese horror aseguraron en el Juicio por la Verdad que penosamente avanza en el Juzgado Federal de Posadas, que vieron y oyeron con vida a Alfredo en “la casita del Mártires” de la triste memoria. Y esa fue la última noticia que de él se tuvo… Hasta donde es posible saber, Alfredo González no era cuadro de alguna de las organizaciones político-militares de ese entonces. En cambio, como ya se ha dicho, era promotor de la soberanía del conocimiento tanto en su faceta de investigador científico como en la de organizador institucional para promoverla en los demás y buena persona, motivos suficientes para ser considerado pecador impenitente por el santo oficio del Proceso de Reorganización Nacional. Tal vez la esencia pueblerina incorporada con el zumo de naranjas de la Bella Vista correntina no se rindió ante las posibilidades del científico que estudió en los países más desarrollados del mundo y lo previno para que el resultado de sus investigaciones quedase sólo en el registro de sus neuronas, no en papeles. Tal vez había comido demasiado del árbol del conocimiento. Tal vez lo torturaron para 353


conocer no un esquema de organización clandestina sino para anticipar el componente activo de productos masivos explotados muchos años después por multinacionales. Tal vez… Del libro HISTORIAS DE VIDA. Homenaje a militantes santafesinos. Aportes para la construcción de la memoria colectiva. Tomo II. P. 149-151100 Para la época, Alfredo era un adelantado. Con su aspecto menudo, su estatura chiquita, sus inmensos pares de lentes, el tono locuaz y su incorregible aspecto de científico, era uno de los pocos académicos con acceso a masters y posgrados en el exterior. Llegó a la UNaM cuando la universidad aún era un conglomerado de facultades con la cabecera en Corrientes. En el primer tomo de Historias de Vida, hicimos una breve referencia a quien, en Santa Fe, conocimos como Gonzalito, Alfredo González. Posteriormente a esa publicación tuvimos conocimiento de los hechos surgidos durante el juicio que por su desaparición se celebró en Posadas, Misiones. Por la importancia de esta información, nos parece oportuno incluir en este nuevo volumen, algunos párrafos de la nota publicada por Alejandra Dandán, en Página 12, el 30 de enero de 2006. “Alfredo vivió sus últimos años en su casa de soltero de Posadas, pero recorría habitualmente los 80 kilómetros que lo separaban del pequeño laboratorio del pueblo de Alem, donde hacía sus investigaciones de rutina. (...)” “Alfredo era uno de los académicos reconocidos de la UNaM. Había nacido en la ciudad correntina de Bella Vista, donde aún vive María Amelia, su hermana, que es la querellante de la causa por su desaparición, que se inició en 2004. Hace unos días, ella tuvo entre sus manos el viejo pasaporte de su hermano. Lo miró aún sorprendida por 100

Realizado por: Equipo de trabajo ad-honorem de militantes, integrantes de la Secretaría de DDHH de la provincia de Santa Fe. Apoyo de la Dirección Provincial de Investigación y Reconstrucción de la Memoria Histórica. Impreso en diciembre de 2010. Imprenta oficial de la Provincia de Santa Fe.

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la turbulencia de fechas, viajes y recorridos: ¡Eran un montón! -dice-. Pero mi hermano no viajaba por turismo. Tenía viajes a Japón, Estados Unidos y Alemania, donde hacía cursos de posgrado.» “Posteriormente en su provincia comenzó a trabajar dentro de una convulsionada estructura de la democracia cristiana. Aunque muchos de los que lo conocieron aseguran que nunca se asoció a las organizaciones armadas ni tuvo gran militancia política, dentro del partido era uno de los que mantenían posiciones más cercanas a la izquierda.” “Mario Alfredo Marturet fue uno de sus compañeros de militancia. (...) 'Alfredo tenía una gran militancia -dice- y no sólo dentro del partido, sino con todo lo que tenga que ver con un nacionalismo sin zeta. Para muchos de los detenidos de la época, la militancia de Alfredo iba en la línea de los que trabajaban por un mundo mejor sólo a partir de sus convicciones internas.” “Los conflictos en la universidad y los enfrentamientos políticos con los grupos de la derecha católica universitaria no son ajenos a la investigación de su desaparición, se transforman en otra línea de análisis que puede confluir, o no, en la investigación del aún supuesto robo de la fórmula. Alfredo trabajó en la universidad para la época de los bastones largos del gobierno de Juan Carlos Onganía. Y cuando los correntinos se aproximaban a la revuelta estudiantil que terminó con la muerte del estudiante Juan José Cabral, herido durante la protesta multitudinaria del 15 de mayo de 1969. La sede correntina de la UNaM estaba intervenida por los amigos del brigadier y gobernador Hugo Garay Sánchez, nombrado por Onganía: 'Fue el que trajo los cursillos de la cristiandad hasta Corrientes, de la clásica derecha católica; no sé si me explico, apunta Marturet.' (...)” “(...) Alfredo no había cambiado de partido pero aquellos debates, su compromiso universitario y su participación en el bloque de la Confederación Universitaria del Nordeste que le disputó la dirección de la universidad a la derecha, le valieron la calificación de comunista en las páginas de los diarios: 'Lo acusaban de izquierdista -dice Marturet-.' Esa derecha lo acusó siempre de idiota útil, que quería decir que no era comunista pero que trabajaba para los comunistas.” 355


”Sus padres aún estaban en Bella Vista. 'El Gallego' don Manuel era panadero y doña Elba había criado a más de una decena de hermanos. Alfredo pasó a visitarlos luego de su primera detención, producida el mismo día del golpe de marzo de 1976. A esa altura, no sólo había avanzado con su carrera y sus estudios sino también con la fórmula. Sus captores lo sabían. Dicen que se lo preguntaron en el interrogatorio» La fórmula “Alfredo pasó seis meses detenido, primero en la unidad penitenciaria de La Candelaria, a unos 20 kilómetros de Posadas, y luego en la UR 7 de Resistencia... Parece que dentro de la cárcel no lo acosaron. Por lo menos al comienzo. Pero finalmente lo trasladaron a Resistencia cansados de su modo de pasar el tiempo. Había comenzado a dar clases de química entre sus compañeros; los carceleros no lo soportaban. El abogado Ramón Alfredo Glinka es un ex detenido político de Misiones. Hace unos días su testimonio se incorporó a la causa porque estuvo detenido en el mismo período que Alfredo. Su relato aportó detalles sobre el aún supuesto robo de la fórmula. Según dice, el propio Alfredo mencionó el interés de los militares sobre el tema cuando lo liberaron para septiembre de 1976.”¿Cuál era la importancia del invento? ¿Por qué había tanto interés por su fórmula? ¿Por qué no lo vendió o lo cedió? Las preguntas siguen sin respuestas, pero algunos testimonios cercanos empiezan a darle sentido al rompecabezas.” Cuál fue la importancia?, pregunta su hermana María Amelia en forma retórica. 'Imagínese que lo que descubrió era cómo fabricar papel 50.000 veces más barato de lo que en ese momento se pagaba por el papel que comprábamos a Chile o Estados Unidos. Yo no le puedo contar de la fórmula porque no la sé, lo único que puedo decir es que siempre le preguntaron por la fórmula.' Se lo preguntaron los militares, pero no fueron los únicos. También lo hicieron insistentemente sus socios del pueblo de Alem. Querían que Alfredo la compartiera pero el académico no lo hizo, convencido aparentemente de que la patentarían para producirla en Norteamérica.” Al parecer, la fórmula que descubrió se 356


parecía al CIF. Además del abrasivo y del método de fabricación de papel, Glinka explica que su amigo identificó 'las propiedades de las tierras lateríticas para una fabricación mucho más económica del aluminio y de otras arcillas misioneras que suplantaban a un costo mucho menor la potabilización del agua'. Era un genio, insiste su compañero de cárcel aún sorprendido porque sin la ayuda de las computadoras el otro se tragaba las fórmulas de memoria”. “Aún hay dudas, y muchas, sobre el modo en el que la información, si es cierta, llegó a la cúpula militar. ¿Dónde se escuchó? ¿Quién la recibió? ¿Y desde qué sector se dispuso su secuestro? El ingeniero no sólo se había metido a trabajar sobre el proyecto del abrasivo y su comercialización. Dicen que cuando desapareció llevaba años detrás de una inversión de papel misionero adjudicada a Alfredo Martínez de Hoz y Albano Harguindeguy. Esas pistas y el enfrentamiento con algunos dirigentes de la facultad son parte de las hipótesis que se investigan en la causa (...)”Alfredo Gómez fue detenido por segunda vez el 4 de marzo de 1978 con un operativo impresionante frente a su casa. Lo acusaron de subversión económica, una figura por la que la dictadura militar misionera avanzó contra muchos militantes (...)” “Glinka creyó oír allí dentro la voz de González. Y durante el juicio explicó que, de acuerdo al relato de un policía de nombre Sánchez Boado, cliente suyo (...) el académico de la UNaM murió de un ataque cardíaco en la sala de torturas. Su cuerpo, dijo este tal Boado, habría sido arrojado al río Paraná”

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Silvio Liuzzi101, París, Octubre 2015 ALFREDO QUERIDO “¿Te acordás hermano? ¡Qué tiempos aquellos!” (1970.73-75-76) Do you remember, brother? What time those were! Erinnerst Du dich, Bruder, an diesen Zeiten? Broza, ano toki oboiteiru? Mata aouyo Nemandu´ ápa cheiru upéro guarére ¿Cuando vos eras Decano de la Facultad de Ingeniería Química y yo Párroco de la Catedral de Posadas? ¿Que como tales teníamos mucho poder, pero no le dábamos mucha importancia? ¿Que ambas casas, de altos estudios y oración, distaban tres cuadras? ¿Que vos y yo rondábamos los 30 años, a esa edad podíamos ejercer tales cargos? ¿Que por nuestras instituciones circulaba lo más progresista y lo más reaccionario de nuestra época? ¿Y que en esa época no interesaba que fuéramos correntinos? La lista de preguntas podría alargarse, pero solo quiero destacar lo de Párroco, porque mis amigos de DDHH de Posadas lo rescatan y reivindican como algo importante para ellos, y por ello destaco otro dato sobre Alfredo: iba a misa vespertina de la Catedral y comulgaba con la comunidad el cuerpo y la sangre de Cristo, pero no era un “come hostias” ¿Que de esta fundamental diferencia teníamos reiteradas charlas en tu casa, donde filosofía, teología y política no se contradecían, más

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Carta leída el 17 de octubre 2015, en oportunidad de la reinterpretación del Mural en homenaje a Alfredo en su ciudad natal, Bella Vista. Corrientes

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bien se complementaban conjugando el rol laico y sacerdotal empleando un mismo lenguaje? Alfredo era en ese sentido una perla rara, porque era el cristiano comprometido con su fe profesionalmente, inserto activamente en la sociedad para transformarla desde adentro como lo postulaba del laico el Concilio Vaticano II. Y Alfredo era eso como un arquetipo. Su fe lo impulsaba a que fuera eso que todos sabían y veían. ¿Cómo no crear problemas entonces? Porque problemas los tuviste… como todos lo sabíamos, de los cuales hablábamos en los recreos de la Candelaria, donde vos dabas inglés y yo guaraní, y que los problemas después se agravaron, hasta llevarte definitivamente… En el ambiente universitario se aspiraba ir a Europa, Estados Unidos o algún organismo internacional donde cobrarían confortables sueldos en dólares. Pero Alfredo ya anduvo por ahí y ya estaba de vuelta, por eso su opción fue crear un laboratorio para investigar materia prima regional. Él apostaba por un made in Argentina en gran escala y su valor agregado en materia gris nacional lo usó para eso, como hoy se ve en los de ARSAT. Todos los desaparecidos tenían esta impronta de Alfredo que pensaba en una Argentina mejor y posible, lo que molestaba a los centros hegemónicos, tal como lo expresa el Informe Rockefeller, Vicepresidente de Nixon. Tras su gira latinoamericana, según resumen de Jon Sobrino, afirmaba que “si los obispos dijeron eso que dicen que dijeron en Medellín, entonces nuestros intereses están en peligro”. Ello significaba que el peligro provenía tanto del Manifiesto Comunista vía Cuba como de la Teología de la Liberación vía Medellín. Corolario: se elimina el peligro eliminando a los peligrosos. Adelante CIA y Cía.… Doctrina de Seguridad Nacional, leyes de seguridad del Estado… Japyta upépe, Alfredo… nde niko, reikuaháma… S.M.L.102 102

Silvio M. Liuzzi es oriundo de Ituzaingó, Corrientes. Ejerció su sacerdocio en la Catedral de Posadas, Misiones. Adhirió al MSTM. Perseguido por su compromiso con los más pobres fue detenido el 15 de

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abril de 1976; en agosto de 1978 hace uso de la opción para salir del país y se exilia en Francia. Licenciado en Trabajo Social y Técnico en Investigación Socio Económica, UNAM; Doctorado en Lingüística, tesis sobre guaraní, Ingeniería en Informática, La Sorbona, París

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EDUARDO DOMINGO GUERRA, NEGRI, GUECHO

Creo que era la única orquesta que tenía instrumento de viento ¡El de Guecho! ¡Y negro encima! Él era muy bonachón, lo que me acuerdo perfecto era..., no me voy a olvidar nunca, ¡La figura de él tocando el clarinete…!

Alicia Helena Casabonne, Uli, esposa y compañera de militancia Todos lo conocíamos como Negri. Él fue mi esposo. Por circunstancias que después voy a narrar va a quedar en claro en qué condiciones fallece. Yo lo conocí al Negri a fines de los años 60, en Corrientes. Él estaba vinculado a sectores de la militancia católica, lo que en ese momento se conocía como Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, porque había sacerdotes que descubrieron esa opción por los 361


pobres. El Negri estaba en un proceso donde estaba replanteándose su concepción cristiana y su vocación por el sacerdocio, cosa que no concretó. Estaba en un planteo de ese tipo. Yo lo conozco ahí, desde la militancia estudiantil, él desde la Iglesia... La Merced. Allí vivían algunos muchachos que estaban en ese planteo (no recibían una formación ortodoxa allí). Fines de los 60, en Corrientes ya habían sucedido o era en ese tiempo en el que se dan las movilizaciones de estudiantes por el comedor estudiantil. Era un movimiento obrero, estudiantil y popular por reivindicaciones del Movimiento Estudiantil, eso fue en el 69. Así nos conocemos y vamos conformando un grupo social y político diverso: yo por el movimiento estudiantil, él por ese espacio, y otro compañero con el que nos conectamos y formamos el grupo, el flaco Cian, que viene del movimiento rural, de lo que fue la lucha en la cuña boscosa del norte santafesino. Fue un compañero con el que también continuamos el compromiso militante, él también muere; el flaco Cian cae asesinado en Rosario. Hay otros compañeros más, uno que volví a encontrar en Goya, pero que estuvo muy al principio, era el compañero de apellido Dans. De alguna manera, ese grupo inicial que nos reencontramos en la militancia de los 70, en la organización Montoneros, somos los tres: el Negri, yo y el flaco Cian. En el grupo éramos seis, aproximadamente, seis, siete. Esta es la historia, así lo conozco, así se me presentan las primeras imágenes de él. El Negri no era correntino, nació e hizo la primaria y parte de la secundaria en Gualeguaychú, Entre Ríos. Era de una familia humilde, el padre era obrero de la carne; la madre, Paula Micaela Roldán, una señora ama de casa, pero muy interesada en las cuestiones políticas, muy peronista... muy "evitista". Y su familia venía de una formación socialista. En Gualeguaychú existieron con bastante fuerza organizaciones obrero–socialistas vinculadas a la industria de la carne, los frigoríficos, que ya desde la década infame estuvieron al frente de grandes huelgas. La madre del Negri siempre contaba que a raíz de la actividad de su padre siempre se realizaban acciones vinculadas a las huelgas, así las 362


mujeres, cuando los hombres tomaban el frigorífico, ellas les llevaban la comida, y para poder ingresar –ella era chica entonces– las mujeres se envolvían en la bandera argentina para no ser reprimidas, porque un soldado no podía reprimir la bandera, entonces entraban y salían, así planteada la cosa. La familia de él era una familia humilde y trabajadora. Nace en 1941, en Gualeguaychú, y cuando surge el peronismo –a partir del 43 comienza a estructurarse– al poco tiempo el padre y la madre, comienzan a volcarse al movimiento peronista. La madre, siendo ama de casa, apoyó mucho a su marido y luego influyó mucho en la formación de sus hijos por el lado del movimiento peronista. No me queda muy claro por qué circunstancias va a Corrientes. Va a Corrientes antes de los 20 años, ya trabajaba, hizo diversas tareas. Él como que tuvo (después) una concepción antiperonista de "esto no va más", pero influye mucho el resentimiento, digo yo, porque digamos que había sido un ortodoxo peronista. Yo no. Yo era apolítica, mi familia era más bien radical. De los otros compañeros no sé, cuando nos empezamos a encontrar ya teníamos la concepción de que cuanto menos sepamos del resto mejor. Yo, por ejemplo, había militado con el flaco Cian y yo no sabía que él era de Reconquista, me vengo a enterar después. Ellos dos hicieron una dupla muy importante, vivieron juntos,

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trabajaron en fotografía: el Negri hizo muy buen trabajo en fotografía, él era quien hacía la fotografía, y el Flaco hacía la parte más técnica, él revelaba. Siempre los cargaban porque no había fin de semana que no tomaran fotos en un casamiento, un cumpleaños de 15; eran muy considerados como fotógrafos, y por supuesto comían y chupaban de arriba toda la noche. La fotografía era el primer compromiso que tenían, siempre los cargábamos. Hacían muy buenos trabajos, yo tengo unas fotos (tomadas por él), incluso de una compañera desaparecida de Corrientes, Nelly Vázquez, muy linda foto. Eran, un poco, fotos artísticas. Otra cosa que tenía muy dentro de él y era muy importante, era el tema de la música. Él había logrado estudiar, aún en esa condición tan humilde de su familia. Una vez me contaron algo así como que en el barrio había un señor que enseñaba a tocar el violín, él decía que quería aprender a tocar el violín, y que el padre le decía que para qué, que los hombres trabajaban y no tocaban el violín. Cuando adolescente, se puso en contacto con este señor que le enseñó a tocar el violín, no sé si le pagó o no. Cuando yo lo conocí nunca lo escuché tocar el violín, pero sí el clarinete y también vi que si se encontraba con algún piano también podía tocar. Cantaba muy bien, tenía muy linda voz y cantó en el coro de La Merced (la Iglesia de La Merced de Corrientes); tenía muy buena voz, una voz bastante alta, de barítono. Tenía oído musical, inclinación al canto y esas cosas... El tema de la definición por la organización Montoneros, la organización para la lucha armada, surgió en el grupo nuestro como una cosa no tan conflictiva digamos, como escuché de otros relatos. En él noté que tenía una decisión clara: él se conecta, y todos nos conectamos con un compañero que viene de Santa Fe. Muchos años después, ya el Negri estaba muerto, me entero que ese compañero era Yaguer, que cae en Córdoba, en la Contraofensiva; estaba en el extranjero, y en el 79-80 vuelve al país y lo asesinan. Con ese grupo inicial y con ese compañero constituimos la primera célula (que era una cosa bien cerrada) de Montoneros. Y bueno... ahí, cada uno seguía en sus cosas, yo seguía en la facultad, el Negri terminó el secundario... pero al principio del año 72, hay que 364


salir de Corrientes, todos salimos. No sé muy bien en qué mes, hubo un problema de seguridad vinculado a una caída en Santa Fe. Ahí el Negri va destinado a la ciudad de Santa Fe. A principios del año 72 va a reorganizar algunas cosas de la organización: él era un especialista en crear logística, desde lo más elemental hasta lo más complejo de la época, desde el punto de vista de documentación, de fotografía, de diseño de depósitos, lo que llamábamos los embutes... Eso era un poco la vida de él. Mantenía esa habilidad de trabajar en lo organizativo y la logística. En Santa Fe... por supuesto ya viene la época de la vida clandestina, a principios del 72, él pasa a la clandestinidad... y ahí en esa época es que vamos a vivir juntos. De vivir juntos como pareja digamos porque antes éramos novios, digamos. La vida era también muy movida, uno viajaba a un lado a otro; cuando fuimos a Santa Fe tomamos la decisión de la convivencia. En Santa Fe había una mueblería donde diseñaba un compañero de Montoneros. Eran muebles que tenían depósitos para guardar armas chicas, documentación, todas esas cosas... El Negri fue el encargado de trasladar esos materiales a Buenos Aires. En el traslado, hay un inconveniente, y "caen" esos muebles que llevaban materiales, un poco de todo y ahí se produce nuestra primera detención, en Buenos Aires, a fines del año 72. Nos detienen en la estación de trenes y nos llevan a Coordinación Federal, donde nos separan e incomunican por 15 días. Lo más terrible en el país en esa época era la Policía Federal que por la lucha antisubversiva, la convierten en un área especializada y la llamaban Coordinación Federal: especializada para la represión, para la tortura, para la información y se correspondía con la cuestión jurídica porque eso dependía de una Cámara antisubversiva algo así, que llamaban la "Cámara del Terror, el Camarón". Estaba hecho el dispositivo policial–jurídico, ahí te tenían 15-20 días, porque en esa época no existían los campos de concentración, pero sí ya empiezan a armarse y más o menos te tenían esos días en forma clandestina para torturarte, te pasaban después a un período de reacondicionamiento, recauchutaje y aparecías. 365


Ahí, una vez que "aparecemos", a mí me trasladan a la cárcel de Villa Devoto y a él lo destinan a la cárcel de Trelew. Allí el régimen era muy, muy riguroso, a dos meses de la masacre y los últimos meses de la dictadura de Lanusse. Estamos hablando que era a fines del 72, y en marzo del 73 son las elecciones. El régimen allí era muy duro. Él no recibe visita, nada, la familia se preocupa, tiene correspondencia y le mandan una o dos encomiendas, pero la familia no va hasta el Sur. El día 25 de mayo del año 73, salimos con la amnistía desde Villa Devoto, y el día 26 de mayo llegaron los aviones con los compañeros de Rawson que también fueron amnistiados. Ahí viene la segunda etapa, una militancia abierta, no clandestina, por ser ex-presos: la organización definió que todos aquellos que habían sido detenidos y de alguna manera estaban identificados por los servicios y las fuerzas represivas asuman la cara de Montoneros. Viene ese momento en el que ya se da la militancia explícita como miembros de la Organización Montoneros, eso hasta el año y medio, después ya viene el período en el que se pasa a la clandestinidad. Ahí él trabaja en dos o tres cosas, no se retorna a Corrientes. La dirección de la organización era trabajar en los movimientos rurales, se aprovechaba -en el buen sentido de la palabra- a los compañeros que de alguna manera tenían una formación en esa zona que tenían posibilidades de comunicación, de contacto y de comprensión de la problemática rural y que se iban insertando en los movimientos rurales. Hay una primera experiencia en Entre Ríos, después va al Chaco, en Resistencia, directamente en relación a las Ligas del Chaco, que era el movimiento alrededor del algodón. Y ahí viene toda esa experiencia del trabajo, identificados al principio como Montoneros. En marzo del 74, nace 366


nuestra hija, María Eva. Cuando se produce la represión con todo, viene la clandestinidad, y ahí se da el traslado a Sáenz Peña, en realidad desde el punto de vista de la protección, nada. Sáenz Peña es un lugar muy pequeño, muy chico y ahí el contacto era sobre todo con el flaco Lovey, Secretario General de las Ligas del Chaco, y se trabaja en un proyecto antiguo, no solamente de Montoneros, sino también de otras organizaciones que se llamaba la Ruta Juana Azurduy, que era hacer una conexión entre el Litoral atravesar toda la zona del Chaco, Salta, Jujuy y hacer contacto con Bolivia. Una ruta que uniera zonas que se consideraban estratégicas para la lucha rural, para la guerra, la guerrilla, que también, lo piensa el PRT, cuando se instala en Tucumán. Apuntando a esa zona, ahí él viajó, fue al Sauzalito, la zona del Impenetrable, una ruta en función de las postas que comuniquen y posibiliten el desplazamiento de personas y de materiales por caminos secundarios. Se estaba trabajando en eso, pero qué pasa, a fines del 74 y principios del 75, el cargaba con el hecho de que estaba identificado como subversivo, digamos, y tiene la desgracia... Un día me dice. –Me encontré con un yuta103 de Rawson, que cuando me vio salió disparando; el Negri queda así identificado como ex-detenido, expreso. En ese momento nosotros, me incluyo, también ya teníamos pedido de captura porque a fines del 74, se larga el pedido de captura de los liberados, es lo que decía, cuando hay que pasar a la clandestinidad es porque había pedido de captura de los presos que habían sido liberados por la Amnistía del 73. Ahí, él se queda y yo viajo a Resistencia, a plantear el problema y a pedir nuevamente el traslado: no podíamos seguir ahí, pues a él ya lo habían identificado. Bueno, no sé, días más días menos, cuándo se produce la detención, no hubo tiempo de buscar otro destino digamos, se ve que lo habían seguido, Sáenz Peña es una ciudad muy chica. El 16 de abril de 1975, nos detienen a los dos, a mí en la calle y al Negri en la casa que fue allanada previo rodeo de la misma. Bueno,

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Yuta: Policía

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allí viene la época triste en la experiencia de él, según cuenta después, cuando a él lo detienen y lo llevan directamente a la Brigada del Chaco donde la tortura fue impresionante y ahí él, como decíamos en aquella época, "se quiebra" y larga datos, caen compañeros, caen cosas y se produce una caída grande, que después se va amplificando porque cuando hay alguien que se quiebra se genera un clima que muchos otros dicen "si éste habló, yo también". De alguna manera, digo yo porque yo mucho no pude hablar con él; no pude hablar porque estuvimos en distintos lugares. A raíz de esto algunos compañeros pasan a la clandestinidad, algunos se salvan también, otros caen detenidos. Eso fue en abril del 75. Está un mes en la Alcaidía del Chaco, va a la Cárcel de Resistencia, ahí se viene después el período muy jodido en la cárcel de Resistencia porque ya se dio el asalto al Regimiento de Formosa, se ajusta mucho la represión a los presos, prácticamente hay una incomunicación de los presos en las cárceles, y a él en ese período lo trasladan al Sur. Nuevamente Rawson, tiene comunicación con cartas con la familia, pero vamos a suponer que él moría por ver a María, su hija. A María él la vio por última vez cuando tenía un año, un año y pico y después no la vio más. María estaba con mis padres, ellos le escribían, le mandaban cartas, fotos, le hacían alguna que otra encomienda, pero viajar al Sur, nunca. Así que la familia de él tampoco viajó al Sur. Muchos de los compañeros que estaban el en Sur, sus familias no podían llegar, hoy es casi imposible, en esa época era peor. Ese quiebre en la tortura lo signó y se encontró con distintas situaciones en la cárcel, así me contaron después a mí, hubo grupos que lo aceptaban y grupos que lo rechazaban. Por esa situación, en la cárcel siguió sufriendo, son temas que aún están en discusión, esa problemática que aún no está saldada desde mi punto de vista... A raíz de la situación que se produce en su detención, él vive esa problemática además de su propio conflicto interior; un vez me dijo que él no se perdonaba lo que había hecho, así que vivió martirizado, siguió sintiéndose torturado por todo eso, y en la cárcel tuvo grupos de compañeros que lo apoyaron y grupos que lo rechazaron, y si bien tuvo apoyo de la familia tuvo un apoyo también condicionado ya que él estaba allá en ese lugar tan inhóspito, tan alejado y sin visitas, como muchísimos compañeros. 368


En el año 79, se empieza a hacer la apertura de las cárceles, con la llegada de la Comisión Inter Americana de DDHH y la visita de la Cruz Roja. Luego, yo pude ver el informe de la Cruz Roja en la visita que le hacen a Rawson: el informe dice que él ya estaba en un período de depresión, un conflicto depresivo que requería de medicación. La Cruz Roja le deja medicación unos dos meses antes de que se produzca la muerte de él. La muerte de él se produce en circunstancia que se sabe y no se sabe. En Rawson estaban en celdas individuales, solo una mirilla que habitualmente estaba cerrada, totalmente individuales. La muerte del Negri se produce, según el informe al que tengo acceso y por lo cual después tiene lugar la investigación, por suicidio: se ahorcó con un cinturón, algo así. Hablando con compañeros, dicen que todo el régimen, todo el acorralamiento digamos, determinan esa situación, es posible que haya sido realmente así, que no haya habido una acción como dicen ahora de un tercero ahí en el lugar, pero obviamente todas las circunstancias llevaron a eso. Ya estaba el diagnóstico de la Cruz Roja que necesitaba atención psicológica y medicación, y esa medicación que le dejan era obvio que iba a durar un tiempo y nada más. Y allá atención psicológica o psiquiátrica no había y si había, mejor alejarte. Bueno, así pasa, y lo que sí hacen mis padres, que tenían a María Eva, ellos traen el cuerpo, lo trasladan a Goya, según cuentan fue todo un operativo impresionante. Mis padres trasladan el cuerpo de él, no se permitió hacer un velorio ni nada. En el cementerio quedó un rato el cajón, se hizo un responso con un sacerdote. Mis padres contaban que ellos estaban esperando, en el Cementerio de Goya, que llegara la ambulancia con el cuerpo y que sobrevolaban aviones permanentemente y venía él preso dentro de todo un operativo militar. Esto fue en noviembre de 1979. Una persona cuenta que durante meses siempre había policías vestidos de civil, que simulaban ser personas comunes, pero que estaban permanentemente controlando la tumba, como esperando por si venía alguien. Yo hablé con esa persona, dice que eran policías, pero él no los conocía. Bueno, el Negri está sepultado en el Cementerio de Goya. Yo estaba detenida en la cárcel de Villa Devoto. Y viene la celadora y me llama: –Casabonne... y obviamente no te decían para 369


dónde te llevaban. Entramos en una oficina donde había una persona que se presenta como asistente social de la cárcel, recién me enteraba que había una asistente social. Bien estuvieron, creo que había una enfermera y me dijeron que tenían una noticia mala para darme, yo no sabía si era de la causa judicial o qué, ahí me dicen: –Su esposo falleció en la cárcel. Yo me levanto, no entendía qué pasaba. Después vienen las preguntas: "¿Qué pasó?, ¿Cómo?", pero no supieron informarme absolutamente nada de nada. Me dijeron si necesitaba algo, y dije que necesitaba escribir a mi familia, porque las cartas de Devoto salían un día a la semana, no salían todos los días. Yo quería escribir en el acto. Me dijeron que sí, que escribiera que la despacharían en el día. Así me enteré, de esa manera. A la semana le escribo al juez, había una causa abierta, yo tenía defensor oficial, creo que teníamos una condena en apelación. Me presento yo como querellante para que se investigue. Se abre una causa, no viene a la cárcel el defensor oficial, pero sí teníamos comunicación por correspondencia y oficios. Bueno, por supuesto, todo termina en que el penal no tenía responsabilidad. Creo que esto es lo más sustancial. Lo otro que recién recordaba es que estando preso tuvo dos momentos difíciles, recuerdo por algunas cartas, lo que habrá sido enterarse de la muerte de un hermano mayor, con quien había tenido muy buena relación, era dirigente gremialista, fue secretario de la UOCRA de Gualeguaychú, mucho tiempo, y con un cargo en la CGT de Entre Ríos. Ese hermano queda después en posturas más de la derecha del peronismo, tuvo enfrentamientos políticos con él, pero era su hermano y se había criado juntos. Su hermano fallece y, al tiempo, también muere su padre. Aunque uno pedía o solicitaba ir al velorio, participar en la despedida del familiar, en esa época no accedían. Yo también pedí estar en Goya cuando llevaron su cuerpo, pero no fue posible. Eso fue a fines del 79, yo salí en libertad en abril de 1983.

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María Teresa Guerra, La Negra, y Claudio Guerra, sobrinos La Negra: Yo soy sobrina de Guecho, para nosotras acá en Gualeguaychú, él es Guecho. No me acuerdo de su adolescencia acá. Él era más chico que la tía Mangacha104. Él acá tenía un equipo de música; era músico, tocaba el clarinete. Se fue de acá de muy chico, mamá no se acuerda, si a los palotinos o los salesianos..., él entró a estudiar de sacerdote. Yo le di hasta la última foto a María Eva, su única hija. Cuando vino a visitarnos pensé que todo lo tenía que tener ella. Le di muchas cosas que en una época aparecieron en lo de mi mamá y papá. Hasta cierto punto de la historia, mi papá no, más bien mi mamá, lo miraba con recelo... cuando él venía y se daba su vueltita a ver a los abuelos. Mi mamá siempre cuenta que, como mi papá siempre estuvo en el sindicalismo, que él le decía que en este país era el momento de agarrar las armas, entonces... mi mamá... no lo veía bien, como ultra católica que era, aunque ya en ese momento había una iglesia bastante comprometida, con diáconos y curas como el cura Benetti. Había parte de la iglesia con un compromiso con el pueblo. Y mi mamá estaba en Cáritas... pero no veía esta otra parte. Después él se iba a la casa de mis abuelos... era muy silencioso... tengo esa idea yo. El venía, y tenía el mundo puesto en su cabeza. Él se encerraba en su pieza, leía mucho, escribía mucho. Nosotros no teníamos casi contacto con él. Íbamos a casa de la abuela porque estaba Guecho. Nosotros éramos chicos y yo lo veía muy poco pero me acuerdo mucho. Hace unos años me encontré con Julia Tizzoni, cuando trabajaba como representante de los docentes, en educación y como me enteré que ella había estado presa, fui y le pregunté si había conocido a Uli y me dice: –Sí, pero yo era amiga de tu tío, el Negro, ¡vos sabés lo que era tu tío, si yo te contara todas las cosas de él... la persona que era. ¡Yo

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Margarita Guerra. Hermana de Guecho.

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le tengo un aprecio! Y bueno quedamos que nos íbamos a juntar para contarnos y viste que uno deja y pasa el tiempo. Victoria Jáuregui, no sé si habrá estado con vos en la cárcel, o si la conocés... Victoria es nuestra representante en el IOSPER 105, está dentro de la otra agrupación gremial y el otro día me dice: –Negra, vos sabés que mi marido era amigo de tu tío Guerra, Guecho. ¿Sí? –le dije. –Sí, era amigo. –Bueno Vicki, invitame que quiero saber. Porque mis tíos nunca se arrimaron a los grupos de trabajo... Cuando Uli me mandó el CD con los actos de Goya, yo se lo llevé al grupo de Apoyo a Madres de aquí, que trabaja mucho. Yo suelo ir siempre, por más que no esté el nombre de mi tío y me duele que no esté el nombre de él. El nació, se crió acá, fue a la escuela, tuvo su grupo de la Manhattan Jazz. En esa carpeta están los temas que tocaban, los días que se reunían, qué iban a tocar. Él tocaba el clarinete. Y yo encontré un papelito con la firma de él. Todo esto te lo doy para que veas y después se lo lleves a María Eva. El otro día, Mirta Harispe (del grupo de apoyo a Madres), contaba que ella vivió en el Sur y protegieron mucho a los presos de Rawson, en toda esa época. También está esta muchacha Savoy. Ella trabaja mucho, tiene su hermana desaparecida106. Yo siempre voy por ahí y les conté que yo tengo un tío que no soportó la cárcel Y también me encontré en una reunión que hubo con la CTA, yo soy secretaria de la mesa local de la CTA, en la época que comenzó todo lo de la papelera Bosnia, nosotros hicimos un encuentro grande donde vino mucha gente de todas partes, de la provincia y del país. Y yo creo que vinieron muchos compañeros que estuvieron con él en la cárcel... Hablaban que habían estado en Rawson. Entonces les digo si conocieron a mi tío porque yo nunca lo podía conversar con nadie porque a mi tía nunca se le dio por contarnos. Y se dan vuelta y me dicen: –¿Quién era tu tío? – Guecho Guerra, él se suicidó en la cárcel –les dije. Sí, lo conocimos. No pudimos, no pudimos sostenerlo, fue muy fuerte su depresión. Era 105

IOSPER. Instituto de Obra Social de la Provincia de Entre Ríos.

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En el año 2014 se recuperó el cuerpo de Adela Cristina Savoy, Leli.

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muy duro todo, fue muy dura su tortura. Sí, se suicidó, no pudimos sostenerlo –dijeron. Y eso que le pasaban libros y todo. Pero estaban muy aislados. Sí, lo quebraron, porque hay personas más fuertes y otras menos. Se cortó ahí el tema. Y de Guecho, ¿qué otra cosa…? Me acuerdo que murió un compañero de él, de su adolescencia, muy amigo y sé que lo sufrió mucho. De acá yo no recuerdo quienes fueron sus compañeros políticos. No hablan mucho de él. Dicen que era un duro, rígido en sus principios. Yo no lo conozco en esa parte, a mí nadie me contó esa parte. Y yo con Uli nunca pude tener esa intimidad para poder conversarlo. Yo también necesito hablar de esto, yo tenía 17, 18 años y acá se hablaba de las muertes y yo no podía decir nada... Cuando me llegó tu correo, contándome que estabas recuperando la historia de Guecho, me quería morir de la alegría porque para mí es muy necesario hacerlo. Yo decía, ojalá tenga algo de él y me puse a buscar y encontré los papeles que te conté. Mi mamá, después de muchos años, dijo: – Esto fue una guerra. Mi mamá, te va a contar cosas, su postura del momento, hay que entender cómo lo vivía cada uno. En el grupo de apoyo a las Madres está Osvaldo Delmonte, es uno de los que puede armar la historia de él acá, así como hace dos años lo pusieron a Nardetti, otro compañero muerto de la dictadura, yo necesito por la familia, por lo que fue él, tenerlo presente. En una oportunidad Uli me mandó lo del árbol, cuando plantaron el árbol 107, cuando hicieron el monumento, yo lo puse en mi FB, se lo mandé al grupo de apoyo a Madres, en FB. ¡Y ahora que vos estés acá, en Gualeguaychú, haciendo las entrevistas… para mí es tan importante! El tío Guecho tenía otro hermano que era sindicalista, hasta llegó a ser concejal. Lázaro Guerra, estuvo preso también, pero después salió, al tiempo. Ahora ya no vive. Pasó también cosas. Le decían Cachi y sé que lo pasó mal el tío Cachi. Nosotros tenemos eso también. Eso lo

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En la ciudad de Goya, en la Plaza de la Democracia Mons. Alberto Devoto, MEDEHS y familiares plantaron un árbol por cada compañero de la zona.

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contó la familia de él. La hija de este tío vive acá, trabajan de artesanos. Suelo pasar por allí y la saludo. Pero de la familia, no sé más. Llegó Claudio Guerra, hermano de La Negra, y se sumó al diálogo: La Negra: Claudio, mi hermano, es ahijado de Guecho. Él ha cambiado mucho su manera de pensar ahora que los derechos humanos dieron este paso tan importante, porque antes era muy crítico. Y siempre lo tiene presente a Guecho. A lo mejor te puede decir algo. Claudio: Guecho estuvo en una orquesta. ¡Tuvo su orquesta! Es más, Pipo Pescador, a quien conocerás como gran autor de canciones infantiles, tocaba el piano y era muy amigo de él. Cada vez que lo encuentro me dice: –Yo me acuerdo mucho de Guecho, era excelente clarinetista y los inicios de la música, los hicimos con él. Acá te puedo presentar novias de Guecho. Ellas vienen y me dicen: – Ah, no sabés lo bueno que era. ¡Y lo bailarín que era! Sobre las novias… Una que fue novia de Guecho y bailaban en el club Frigorífico me dijo: –Hasta los gestos tenés. El gen Guerra en la manera de ser y hablar. Yo hago teatro, ahora. Lo del teatro me dio de grande. La Negra: También te abriste a los tiempos políticos porque eras bastante duro. Claudio: Soy duro, pero conmigo también. Me estoy permitiendo cosas que antes no me permitía. Tiene su lado positivo. Guecho era mi padrino de bautismo. Habrá tenido menos de 20 años cuando fue mi padrino. Yo me acuerdo de dos regalos que me trajo. Uno, siendo yo muy chiquito, cuando hubo la amnistía y él salió de la cárcel en el 73. En la casa de mis abuelos lo esperábamos todos. Él vino con un juego de pistolas y ametralladoras y cargadores de plástico. ¡Y yo tenía una alegría tan grande! Porque nosotros éramos de condición muy humilde y ¿de regalos? poquitos. ¡Y ese regalo me lo acuerdo hasta el día de hoy! ... Yo tenía más o menos 10 años. Me trajo el cargador, las pistolas con cinto y una ametralladora. Yo jugaba como cualquier chico... No me voy a olvidar nunca. Al otro día ya no lo tenía más. Mi mamá me lo escondió. No sé si se acuerda mi mamá. Yo sí me acuerdo porque son recuerdos que te quedan muy grabados, son regalos como la primera 374


bicicleta o el primer día de clase. El otro regalo que también recuerdo es un helicóptero amarillo, que me trajo en otra oportunidad. La Negra: Yo contaba que él le decía a papá: –Hay que tomar las armas. Claudio: – Y mi mamá le respondía: –Guecho, tenemos seis hijos... no es lo mismo que lo tuyo. Bueno eran épocas distintas y mamá muy estructurada. Mamá es la fuerte, la líder de la familia, la jefa, hasta el día de hoy. Mi mamá ha sido jefa, en la voz y en el ejemplo, porque ella lo que dice lo respalda con su acción solidaria. Todos somos solidarios, ella en Cáritas y papá en su vida, muy buena gente él también. En Corrientes se inició en la acción, comenzó ahí, con el tercermundismo, muy creyente, muy creyente. Y nosotros desde acá nos dábamos cuenta, había una particularidad diferente. Era notoria enseguida. Y muy buena persona el tío Guecho. Él me decía: – ¡Chamigo!, siempre me decía chamigo. Un modismo correntino. Y después volvió con la incorporación en su lenguaje de la "ll", que nosotros acá no usamos ¿viste? Una de las cosas pendientes que me queda, porque soy medio viajero ahora, de andar de aquí para allá... porque soy maratonista ... es llegar al Penal de Rawson, quisiera llegar hasta ahí. Porque Enrique, mi papá... (Claudio se quiebra), si no hubiera estado enfermo, sé que hubiera ido a buscarlo, porque mi papá no lo hubiera dejado solo, por su condición no pudo, pero hubiera llegado al menos hasta allí. Si hiciera el viaje lo haría como un homenaje a los dos, a Guecho y a mi papá. Pero bueno, yo sé que lo voy a hacer porque la maratón es una excusa. Por ahí voy en cualquier momento porque maratones hay en cualquier lugar o rincón del país. Basta ponerle y llegar nomás...

Teresa Eva A. Almada Vda. de Guerra, cuñada Tengo 83 años de edad, soy cuñada de Guecho. Mi marido, Enrique, era el hermano mayor. Yo me habré puesto de novia con mi marido en el 52 y me casé en el 56. Guecho nos regaló la araña con caireles: ¡Él la hizo! Él trabajaba con hierro, fundiciones, en una fábrica. 375


Me acuerdo poco, muy poco... Nosotros éramos de andar siempre en la calle, en los bailes... me decían: –¿Con quién te casaste? – Con Guerra. ¿Qué Guerra? Los famosos Guerra de los bailes. Porque eran 3, 4, todos bailarines. Después de casarme yo trabajaba, no tenía mucho tiempo, cuando veníamos a la casa ya veníamos tarde, nos quedábamos a cenar; poco nos visitábamos. Cuando ya se hizo más viejita la madre de Enrique, nos tocaba ir a cuidarla, a estar con ella, pero intimar mucho no, ellos eran de poco salir y yo también, como todas las mujeres de esa época. De cuando Guecho se metió en la orden religiosa, lo supimos después, no me acuerdo por quien. Creo que había un sacerdote amigo que venía a contarles de él. Fue poco y nada lo que estuvo, no sé cuánto. Como familia teníamos poca intimidad, no como yo hago con mis hijos de reunirnos y de estar y conversar y de acordarnos de las cosas, así no. Cuando estábamos en la mesa, él era muy chico, solo escuchaba. Me acuerdo que los padres le festejaron los 18 años. Una fiestita con los compañeros. Era de ir poco a casa, no eran de visitarnos. Me acuerdo que nosotros en esas visitas que hacíamos los domingos... nos enteramos cuando cayó preso en Buenos Aires. Después salió con la amnistía. El segundo hermano, el que era gremialista, fue a buscarlo, luego fue concejal y también estuvo preso cuando el golpe militar. Guecho después que salió del convento, quiso tomar la Biblia, que para nosotros es sagrada. Él la difundía, la conversaba de otra manera que nosotros los cristianos; veíamos que tenía intolerancia para algunas cosas, discutíamos a veces... Una Navidad fuimos a pasar unas fiestas en lo de Cachi, el hermano segundo, y Guecho discutió con un hermano de mi mamá que en ese momento estaba en la Policía Federal. Casi se fueron a las manos con esa discusión. Alguien dijo: –¡Bueno basta! y se fue Guecho, no me acuerdo bien. En ese momento él estaba en plena efervescencia, en plena lucha vamos a decir. Cuando él venía, pasaba de noche por acá. El padre decía que él cuando venía con Uli se encerraban a estudiar, leer y escribir. El padre decía: –Y escriben... escriben... escriben todo el día encerrados. Me acuerdo de un invierno que le 376


pusieron una estufa de carbón y Uli medio que se intoxicó, se desmayó. Salieron disparando al sanatorio. Cuando se casó en Paraná también fue Enrique. Una vez me parece que fue Juan Carlos, el marido de Mangacha, quien los acompañó una noche que se iban no se para dónde como perseguidos, me parece. Tiene que haber papeles... las cartas, las tiene que haber tenido la abuela y se las debe haber pasado a Mangacha. Habría que preguntarle a Paola su sobrina, porque él carteó hasta lo último... bueno hasta que se mató. El escribía siempre desde la cárcel. Eso se comentaba siempre cuando íbamos los domingos: que habían recibido carta... que a Enrique le decía que se dejara del vicio, que se dejara del vino. Algo así le decía. Hasta lo último se carteaban. No sé, ese papel que anda circulando, esa memoria... que no sé quién la escribió. Por la radio la pasaron. Decía que él se quebró porque le dijeron que la habían matado a Uli, entonces se quebró. Eso lo escuché, lo leí y lo tengo por ahí, tengo que buscarlo. Ese papel me lo trajo Claudio. ¿Qué fue lo que lo quebró y lo llevó al suicidio? No sé, a nosotros medio que nos ocultaron que él se suicidó. Vino un telegrama, creo que decía: "Falleció su hijo dispongan el traslado de su cuerpo", me acuerdo que yo hablé para traerlo, pero nadie estaba en situación de irse al sur para traerlo. Me acuerdo que yo hablé con un cura que no me acuerdo quién era... si se podía hacer algo... me acuerdo que el cura dijo que en ese entonces no había obispado allá en Rawson. Después, no sé cómo hicieron, que fue Mangacha a traerlo. Y se hicieron cargo los papás de Uli. Porque Uli estaba en Devoto. Antes acá, cuando ellos venían, los dos, Guecho y Uli, los llamábamos... y discutíamos un poquito... pero... (se ríe). Enrique era muy de hacer cena, de cocinar. Les hacía chupín, ¡los chupines que hacía! Guecho decía: –Es el momento de luchar, hay que hacer Patria... Ahí decía yo: –Estamos haciendo Patria: criando 7 hijos... La abuela y el abuelo, después compraron casa porque trabajaban bien, pero después les fue mal, pobrecito porque lo echaron al abuelo. Cuando las huelgas... esas... ¿hasta estuvo preso? No... Enrique estuvo preso. Era un buen trabajador, en cuadrilla general, jefe de cuadrilla general, junto con don Pedro Delfino, que me acuerdo 377


antes se trabajaba lindo en los lugares, hace años, éramos dos mujeres y trabajábamos y nos respetábamos todos trabajadores y jefes. Y acá también con los trabajadores en el frigorífico también... Yo me llamo Teresa Eva, pero mi papá era radical por eso nunca fui peronista hasta ahora... Papá era radical de los Martínez Garbino. ¡Martínez Garbino... si se habrá peleado con los hijos!… Me acuerdo de Jaime y María... tengo debilidad por esa parejita... esos eran buena gente. Ojalá la mayoría hubieran sido como ellos, hubieran luchado me parece como lucharon los otros... Así. Ahora veo otras cosas, es que antes no había la comunicación que hay ahora. Por un lado te dicen la verdad y por el otro te están macaneando. Entonces vos sacás conclusión de lo que puede estar pasando. Antes no, no escuchábamos nada, si teníamos miedo hasta de prender la radio. Solo radio Colonia que informaba siempre. Cuando empezaron a quemar los libros que eran de Eva y de Perón. La única radio que decía algo era radio Colonia.

Adolfo Roldán, tío Yo soy hermano de Micaela, su mamá. Papá me contó que el viejo Guerra, abuelo de Guecho, iba a llevar mercadería a una estancia y antes de eso pasaba por acá. A las 2, las 3 de la mañana ya tenía atado el carro para salir. Él trabajó en una panadería y -vos podés creer- que él hacía el pan. Sabés que amasaban el pan con los pies, corrían por una batea larga que había para amar el pan porque no había las herramientas que hay hoy en día. Y mi padre lo conoció ahí, después al pasar los años. De su familia sabemos poco, que era del campo, que a los 11 o 12 años se vino de Rosario del Tala y acá lo terminó de criar una familia, se formó muy solito. Era un hombre muy orgulloso, muy fuerte. Se hizo de lo que él vivió. Él era bien morocho, bien negro, crespo. Micaela, mi hermana, era hija del primer matrimonio de mi padre. Ella lo vino a conocer a Guerra... no sé... en una fiesta...Mi padre era una persona muy estrecha en su manera de ser... como te diré... no era de darse... él tenía sus ideales... y si había una persona que no le gustaba, él no la trataba. No sé cómo le dio lugar para que 378


mi hermana anduviera de novia con Guerra. Ella era blanca, piel bien clara y él era re negro. Papá le decía a ella, a Micaela que él era negro, si no lo iba a despreciar luego y Micaela le decía: –Pero no, si yo lo quiero. Había una unión muy estrecha en la familia, gracias a Dios. Toda la familia era muy unida. No había diferencia de color, de lo que fuese porque como te diré... que él era negro y ella tan blanca... Los hijos salieron prácticamente, todos mezclados; eran cruzados... El padre de María Teresa, Enrique, debe ser el que salió más parecido al finado Guerra, después venía Guecho y Mangacha era la menor. La última, por eso la celaban tanto, era la única mujer y Dios te libre y te guarde que la celábamos... El padre decía: –Ésta anda con ganas de entreverarse con un fulano de tal... ¿Viste? Cosas de pibas, de la juventud. Y resulta que con Guecho decíamos: –Anda disgustado el viejo por quien anda arrastrándole el ala a Mangacha. Y ella no se merece una cosa así, se merece algo mejor. No recuerdo mucho la edad, Guecho sería un año menor que yo y nos peleamos con ése que le arrastraba el ala a ella. Nos encontramos en un parque de diversiones con él y otros que eran compañeros de él. Nos peleamos allí... Y siempre nos tenían esa bronca por meternos en la vida privada de los demás. Nosotros queríamos que fuese una persona de trabajo. Tal era así que la celábamos tanto, que la cuidábamos tanto pobrecita a ella, que por esas cosas raras de la vida, no sé cómo fue, que lo conoció a Juan Carlos, que era un foráneo, digamos. Vino a trabajar al frigorífico, no sé cómo fue el encuentro, pero comenzaron a andar de novios, después se casaron. En aquella época, Guecho tendría 14,15 años... y entró a trabajar a la FITI, una fábrica que había al lado del frigorífico. Era una fábrica de fundición. Y como quien no quiere la cosa, Guecho dejó de estudiar cuando entró a la fábrica. El ganaba bien... eran tiempos peronistas y un trabajador ganaba mucho... Era lo mismo que yo, yo tenía 15, 16 años cuando entré a trabajar a una concesionaria de automóviles y ganaba lo que ganaba mi hermano en el frigorífico, él era capataz en el frigorífico. Y Guecho ganaba tanto como ganaba su padre. Aparte de eso, se hacían muchas horas extras. En esas empresas estábamos bien. Andábamos bien vestidos. 379


Gracias a Dios, ganábamos bien. Yo me admiraba porque mi hermano mantenía una familia grandísima y la plata que yo ganaba ¡no me alcanzaba para vaguear! Te das cuenta, sí porque yo era gran vago. Generalmente, nosotros con Guecho nos criamos con gente bien del centro y todos tenían buen nivel social, hasta ahora hay gente que vive y que eran nuestras amistades. A muchos les llamaba la atención. Les decían insectos galerudos a la gente del centro, ¿viste? ¿Sabés que son los insectos galerudos? Los catangas o escarabajos. Pero eran nuestros amigos. Con las chicas, el Guecho tenía una manera de ser muy especial, de desempeñarse. No era mujeriego. Si tuvo alguna novia acá, yo no supe. Guecho era muy creyente, muy católico, igual que yo, nada más que yo no era una persona de acercarme a la iglesia. Pero tal es así que... hasta después de grande, la mayor parte de gente o amistades que tenía eran muy amigos de los curas. Y todas las amistades de Guecho eran así. Siempre andábamos bien vestiditos con Guecho e íbamos al centro. Siempre nos arreglábamos. Íbamos a la catedral, a Santa Teresita. Yo también tenía amistades que eran muy católicas y los sábados era sagrado ir a misa. Se llenaban las iglesias de fieles, igual la catedral y después salir a vaguear. Siempre estaba impecable el Guecho, le decíamos "Muñeco", muy bien arregladito. Las amistades de él eran todas como las mías. Nos sentábamos a una mesa, la rodeábamos y la compartíamos entre amigos, éramos diez, quince… generalmente, en la vereda o en la calle ya que no había tantos medios de locomoción como hoy. La gente cruzaba despacio por la 25 y los veía. Íbamos a la confitería Barili, después a la otra que estaba enfrente al Caravana, no recuerdo como era porque después cambiaron... A la confitería de calle Urquiza. A lo de Orué también frente a la pizzería. En los años... calculale vos, yo tendría 15,17 años. Yo nací en el año 1940. Guecho era unos años menor, igual que Mangacha. A veces me emociono mucho conversando estas cosas. Me trae muchos recuerdos de mi familia. Éramos muy unidos y la familia se criaba entre familia, cuidándonos los unos a los otros.... No sé cómo Guecho comenzó con la música. Él aprendió y luego se preparaba con un profesor de música. Pero más aprendió él 380


solo, de oído, que con los profesores. Tenían una orquesta: Manhattan Jazz con los Zoni, los Díaz, los hermanos... Esperate que me vengan a la mente. Sí, eran muy allegados los unos a los otros ¿te acordás de la casa de Pueblo Nuevo? A veces iba yo para buscarlo para salir a algún lado, y él se entrenaba ahí dentro con el clarinete, tan es así que para que sonara mejor hizo hacer una bocina. Estuvimos buscando, revolviendo cielo y tierra para conseguir el platino y el bronce para hacerle una corneta más grande para que tocara mejor. Él era muy hábil, muy inteligente para ver todas esas cosas. Generalmente se reunían un día sábado, un domingo, para tocar música, todos ellos. Reuniones de amigos que siempre tenían que entrenarse y cosas así. En la orquesta estaba Jorge Reynoso, el kinesiólogo, deben haber estado los Díaz, el Tuga que está fallecido y Tony que era muy amigo, También Polola, el hermano de Tuga Díaz. Tenía muchos amigos. Hizo el servicio militar a los 20, 21. Hay una foto de él vestido de soldado tocando el clarinete. No sé si estaba en la orquesta del Regimiento. Después se fue a estudiar de cura a Corrientes. Sobre su ida al Seminario cómo te diré… a él se le ocurrió, me sorprendió sabiendo cómo le gustaba la música, la fiesta, el baile, siempre íbamos al Club Frigorífico... con toda la gente… No sé cómo fue la cosa, pero ni la madre ni el padre se enteraron. Fue una decisión que tomó él. Cuando lo detuvieron, no sabíamos qué hacer porque esas cosas no las compartíamos en la familia, no se hablaba de esas cosas. No sé cómo estoy haciendo yo ahora para hablar... Después cuando murió, fue 381


el suegro a buscar el cuerpo; está enterrado en Goya. Se dijo suicidio, en ese momento teníamos dudas acá. ¿Será cierto? Y nadie se animaba a enfrentar, a decir nada... porque en una de esas te metés y había consecuencias. Había que quedarse en el molde. Desgraciadamente las cosas eran así en aquellos tiempos y más aún si estabas complicado en la política. Tan es así que, por sus ideales, el finado mi hermano, tuvo que prender fuego a fotos y libros para no tener cosas de política.

Jorge Reynoso, integrante de la Manhattan Jazz. Lo que yo pueda decir sobre la figura de Guecho no creo que sea de mucha importancia. La Manhattan Jazz, que era una orquesta muy buena de fines del 50, ya estaba formada cuando entramos yo y el Pelicano Pérez, gran guitarrista, el mejor de Gualeguaychú. Yo era el más chiquito, tenía 14 años. Y era muy amigo de Quico, el baterista de la M. Jazz, muy amigo de Guecho, muy amigo de Pipo Pescador que estuvo también en la M. Jazz, y muy amigo de la Negra López (que no era una mujer, sino un varón que tocaba el piano), un excelente músico. Yo entré por un tal Poroto Ríos que se fue. Cuando se fue Poroto, en vez de entrar un guitarrista... entramos dos a prueba: yo y el Pelicano Pérez y quedamos los dos guitarristas: yo como segunda guitarra y el Pelicano como primera. Otro integrante, el más viejo de todos, era Mario Rodríguez, que tocaba el contrabajo...y era un hombre que venía del Ejército. Esos éramos todos los integrantes. El Guecho tocaba un instrumento de viento, el clarinete y no recuerdo, pero Marcelo un amigo mío, dice que también tocaba la trompeta... No sé dónde aprendió Guecho, pero era raro, siempre fue raro, viste que no había instrumentos de viento en las bandas que tocaban en esa época. Después ya en el año 80 sí, se mezclaban en los carnavales con los de Uruguay, que venían acá. Fines del 50. No había escuela de música y menos de instrumentos de viento. Casi todos los músicos, ese tipo de músicos, se forman así. Bueno, ese sería el panorama más o menos. Yo, entonces entro chiquito a esa banda, a la Manhattan. Se llamaban así, no sé… por el tipo de música que hacían no sé, ya existía la Dixiland Jazz en 382


Gualeguaychú. Y había otra más que también se llamaba... "No sé cuánto" Jazz. Pero lo curioso era que no solamente tocaban jazz, generalmente tocaban de todo. Era como un marca que se les ponía Manhattan Jazz, Dixiland Jazz, Tropicana Jazz...no eran jazzeros puros. La música que tocaban era bailable como el foxtrot, que era algo un poquito más rápido, digamos. Con más ritmo, yo llegué a bailar el foxtrot, muy poquito, quizás un año. Los muchachos eran mucho mayores que yo, en ese momento yo tendría 14 y Guecho tendría 19... eran los años 68, 69. Para mí Guecho era un personaje, primero porque tocaba ese instrumento de viento, que era rarísimo. Creo que era la única orquesta que tenía instrumento de viento ¡el de Guecho! ¡Y negro encima! Él era muy bonachón, lo que me acuerdo perfecto era... no me voy a olvidar nunca de la figura de él tocando el clarinete. Era suave, nunca fue muy pasado, digamos... un tipo más bien tranquilo, de poco hablar, hablar suave es lo que recuerdo. De nuestro grupo, esto ya es historia musical. Creo que el primero que se va del grupo fue el pianista, Enrique Fischer que luego fue conocido como Pipo Pescador. Tendo idea de que en esa época Pipo estaba ya en Buenos aires, pero cuando venía integraba la banda, muy de vez en cuando, por eso no lo tengo muy presente. Y date cuenta que en ese tiempo no existían los pianos transportables, ¡tenías que tener un piano en el baile! Entonces él en algunos lugares tocaba y en otros no. Ahora les dicen piano, teclado... tienen otros nombres. La cuestión que Pipo tocaba el piano y ni idea de ser Pipo Pescador. Uno de los primeros en irse fue Pipo. Luego fue Guecho, con una opción religiosa. Ahí lo perdí de vista. Le perdí el hilo a Guecho. Y la orquesta empezó a sufrir transformación porque tanto La Negra López, el Pelicano Pérez y otros queríamos salir de ese tipo de música para hacer más rock nacional y hacer otra cosa. Pipo y Guecho ya no estaban, nos juntamos los cuatro que quedábamos y al acordeonista lo transformamos en bajista, ahí teníamos primera guitarra, La Negra López, impresionante, aprendió todo en una semana. Entonces la orquesta la Manhattan se fusiona en The players boys, y al poco tiempo le pusimos Los Demonios. Quisimos grabar un disco en Buenos Aires, pero no 383


trascendimos. Era como ir a Europa más o menos... ahí termina la historia que te puedo contar.

Julia Tizzoni, compañera de militancia en Paraná No puedo precisar el año en que traté a Edgardo Guerra, militante del peronismo que traía un bagaje de experiencias políticas nuevas para mí. Venía del norte y había llegado a Paraná con su compañera a quien llamaban Uli. Yo era la Delegada de Educación del Adulto de la provincia y tenía a cargo una campaña de alfabetización (CREAR ). En cierta ocasión, un grupo de compañeros me invitó a una reunión para tratar temas de la política educativa y ahí estaba el Negro Guerra, presentándose como el responsable de observar el desarrollo de esta área en los barrios. Lo recuerdo como un hombre concentrado, pensativo, cargado de vivencias duras, no superadas hasta aquel momento. Había estado en la cárcel en la época de Lanusse y el temblor permanente de sus dedos nos señalaba las consecuencias que aquel trance le había dejado. Las dos o tres veces que lo vi se manifestó amable pero algo dubitativo, analizó la situación política del país con prudencia, tratando de no caer en dramatismos ni entusiasmos extremos. Fue en una de esas oportunidades cuando me solicitó ayuda para buscar una vivienda. Me comprometí en la búsqueda, pero el resultado fue infructuoso porque lo que se había conseguido no le convenía. Creo que nos reunimos dos o tres veces, después de lo cual nos manifestó que se retiraría porque había acordado desenvolver su actividad de otra manera. Al poco tiempo la situación política se tornó compleja. No recuerdo si hubo otro responsable, como tampoco supe nada de su destino hasta que estando yo en Devoto me enteré de su suicidio. Me conmovió esta decisión suya, pero no me sorprendió. El dolor puso un límite.

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En memoria de Edgardo Domingo Guerra, muerto en Argentina108 Señor director: En la edición, número mil de ese periódico, en el artículo sobre los suicidios en las cárceles Argentinas, he tenido la confirmación de un hecho sobre el que ya había recibido algunas noticias verbales. Edgardo Domingo Guerra se suicidó en la cárcel de Rawson. No fui de ninguna manera su amiga profunda, solamente compañeros de ruta entre los años 69 y 73 aproximadamente. Si bien el tiempo no fue mucho, era una época en que las relaciones humanas se intensificaban, como si fuéramos conscientes del apuro. No quiero volcar mis sentimientos personales, si bien de alguna manera no lo puedo-evitar, sólo trato de aportar un poco de luz sobre alguien que fue nombrado en el exterior únicamente a través de su suicidio.- Este acto no fue un hecho aislado, producto de un timorato o de un depresivo, sino la última respuesta de alguien a quien no se ha permitió el beneficio de la esperanza. Es imposible pensar en Edgardo Domingo Guerra sin entrar un poco en la ya tan lejana Argentina de los años 70. El Gordo había nacido en Gualeguaychú, pueblo de campos arroceros y tremendos trigales en el nordeste del país. Oficiaba de monaguillo en la parroquia central mientras transcurría su infancia. Fue esa una época que siempre recordarla en su juventud: mañanas de sol en la plaza jugando a las canicas con ese cuerpo que ya se insinuaba demasiado grande para él. Lo llevó a entrar al seminario el miedo a todo lo que no fuera esa vida sin ángulos ni sorpresas que veía se le estaba acabando junto con la adolescencia. Cambió la parroquia del pueblo por la catedral de una capital de provincia, pero siempre el mismo silencio a la sombra de los árboles conventuales.

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Carta publicada en el periódico UNO MAS UNO. México, 07/09/1980

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Misas y procesiones eran sus acontecimientos sociales, Dios era esa mezcla de mansedumbre y amparo que él tanto precisaba. Pero un día descubrió que los mercaderes no se habían salido de los templos, sino que, por el contrario, habían echado a Cristo. Vio que los descalzos no tenían cabida en las basílicas y salió a la calle a encontrarse con ellos; conoció a los pobres y los que padecían injusticias, a los eternos sonrientes y a los necios de siempre. También se encontró con el amor de una mujer por primera vez; era una muchacha rubia y robusta como sacada de una estampa de una campesina rusa. Se amaron en las siestas bochornosas de Corrientes, mientras él dejaba los hábitos. Seguramente ella recordará esos tiempos mientras espera en la cárcel de mujeres, donde está en estos momentos. Junto con los hábitos, él abandonó los signos mágicos y las distinciones, por delante la incertidumbre de los mil caminos. Cual eligió el Gordo ya no importa, todos llegaron al mismo punto. Fue en ese momento que lo vi por última vez, trabajaba en una cooperativa de ladrilleros a la orilla del río. Había perdido la blancura que le dieron los claustros, estaba tostado por el sol, aprendía con sus compañeros de trabajo a vivir como se lo había propuesto. Eran los tiempos de la esperanza, el futuro parecía estar entre estas manos. Pero, como ya se sabe, las cosas salieron mal y todos saltamos por el aire como verdaderas hojas en la tormenta. Al cabo de un tiempo empezaron a aparecer los nombres de los presos y los muertos y el número de los desterrados. Él estaba entre los primeros y yo entre los últimos. Así pasaron estos últimos cuatro años, yo caminando y él clavado en su cruz entre las rejas. Para no atormentarme, no quiero pensar en los laberintos de su tortura, no quiero ver su cuerpo fofo en la camilla ni imaginarme sus ojos agrandados por el espanto; pero no puedo callarlo.

Amalia Pérez109

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Lic. Amalia Pérez, es experta en el Área de Física Médica , vivió su exilio en Israel y México. Regreóa a la Argentina, se radicó en Buenos Aires y se incorporó como Directora CEUNIM, en ECYT- UNSAM

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Marcos Salvador AGUIRRE PERROTA Estado: Detenido desaparecido Fecha de secuestro: 29/03/1976 Lugar de secuestro: Escobar. Buenos Aires Edad: 27 Fecha de nacimiento: 08/04/1948 Lugar de nacimiento: Goya, Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Trab. Estado. Estudiante Militancia: Montoneros Conadep N° 562

María Emilia MONASTEROLO MEYNET Estado: Detenida desaparecida Fecha de secuestro: 29/03/1976 Lugar de secuestro: Escobar. Buenos Aires Edad: 26 Fecha de nacimiento: 10/12/1949 Lugar de nacimiento: San Carlos Sur. Santa Fe Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Trab. Estado. Militancia: Montoneros. Conadep N° 561 Juan Carlos AGUIRRE PERROTA Estado: Asesinado en Tucumán Hoy en Jardín de Paz. Goya Fecha: 12/07/1976 Lugar: S. M. de Tucumán Edad: 31 Fecha de nacimiento: 10/11/1944 Lugar de nacimiento: Goya. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Maestro. Militancia Montoneros

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Víctor Hugo LOMÓNACO PELUFFO Estado: Detenido desaparecido Fecha de secuestro: 08/10/76 Lugar de secuestro: La Plata. Buenos Aires Edad: 19 Fecha de nacimiento: 29/08/1957 Lugar de nacimiento: Santa Lucía. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Estudiante. Atleta. Militancia Desconocida Conadep N° 825 Raul Antonio MÉNDEZ BARCELÓ Estado: Detenido desaparecido Fecha de secuestro: 08/11/1976 Lugar de secuestro: Corrientes Edad: 25 Fecha de nacimiento: 12/01/1951 Lugar de nacimiento: Santa Lucía. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Estudiantes Militancia: Montoneros Conadep N°: 824

Eduardo FERNÁNDEZ PARODI Estado: Detenido desaparecido. Fecha de secuestro: 17/11/1976 Lugar de secuestro: Resistencia. Chaco Edad: 21 Fecha de nacimiento: 27/12/1954 Lugar de nacimiento: Córdoba Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Mecánico Militancia MontoneroS Conadep N° 823

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Juan Ramón VARGAS ALEGRE Estado: Detenido desaparecido M.B. Fecha de secuestro: 20/11/1976 Lugar de secuestro: Corrientes Edad: 21 Fecha de nacimiento: 06/03/1955 Lugar de nacimiento: Saladas. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Estudiante Militancia Montoneros Conadep N° 834 Dora Elena VARGAS ALEGRE Estado: Detenida desaparecida Fecha de secuestro: 12/12/1977 Lugar de secuestro: Solano. Buenos Aires Edad: 24 Fecha de nacimiento: 20/05/1953 Lugar de nacimiento: Saladas. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Estudiante Militancia Montoneros Conadep N° 833 Roque Juan MONZÓN MONTENEGRO Estado: Detenido desaparecido Fecha de secuestro: 01/01/1977 Lugar de secuestro: Corrientes. Edad: 30 Fecha de nacimiento: 05/11/1946 Lugar de nacimiento: Goya. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Canillita. Estudiante. Militancia Montoneros Conadep N° 828

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Justo José PELOZO FERNÁNDEZ Estado: Detenido desaparecido Fecha de secuestro: 15/02/1977 Lugar de secuestro: Mercedes. Corrientes Edad: 34 Fecha de nacimiento: 25/05/1942 Lugar de nacimiento: Tabay. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Contador Público. Doc Militancia JP.PJ Conadep N° 1195 Ernesto Víctor Enrique TRAVERSO TREITI Estado: Detenido desaparecido Fecha de secuestro: 26/02/1977 Lugar de secuestro: Rosario. Santa Fe Edad: 28 Fecha de nacimiento: 04/07/1948 Lugar de nacimiento: Rosario Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Comerciante Militancia JP Conadep N° 3149 Arturo BAIBIENE ETCHETO Estado: Asesinado Fecha : 24/04/1977 Lugar: Berisso. Buenos Aires Edad: 31 Fecha de nacimiento: 17/09/1945 Lugar de nacimiento: Goya. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Abogado Militancia Montoneros

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Elba Leonor RAMÍREZ ABELLA Estado: Detenida desaparecida Fecha de secuestro: 26/04/1977 Lugar de secuestro: Berisso. Buenos Aires Edad: 31 Fecha de nacimiento: 16/01/1946 Lugar de nacimiento: La Plata. Buenos Aires Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Trab. Hipódromo Militancia Montoneros

Pedro Miguel SOBKO KOLENKO Estado: Detenido desaparecido Fecha de secuestro: 02/05/1977 Lugar de secuestro: Paraná. Entre Ríos Edad: 27 Fecha de nacimiento: 24 de marzo de 1950 Lugar de nacimiento: Posadas. Misiones Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Mecánico-Estudiante Militancia PRT Conadep N° 2826

Olga Élida GOYENECHE TELLERÍAS Estado: Secuestrada desaparecida Fecha de secuestro: 12/01/1978 Lugar de secuestro: Goya. Corrientes Edad: 26 Fecha de nacimiento: 01/11/1951 Lugar de nacimiento: Goya. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Estudiante. Militancia PRT Conadep N° 830

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Alfredo GONZÁLEZ GÓMEZ Estado: Detenido desaparecido Fecha de secuestro: 04/03/1978 Lugar de secuestro: Posadas. Misiones Edad: 38 Fecha de nacimiento: 22/09/1939 Lugar de nacimiento: Goya. Corrientes Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Ing. Químico. Docente Militancia D. Cristiana Conadep N° 682

Edgardo Domingo GUERRA ROLDÁN Estado: Fallecido. Fecha: 11/11/1979 Lugar: U.P. Rawson. Chubut Edad: 38 Fecha de nacimiento: 23/10/1941 Lugar de nacimiento: Gualeguaychú. Entre Ríos Nacionalidad: Argentina Ocupaciones: Militancia Montoneros

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Este libro se terminaó de imprimir en El mes de junio de 2018 en los Talleres gráficos de Imprenta Lux S. A. Hipólito Yrigoyen 2463 – San Fe – Argentina www.imprentalux.com.ar

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