El Regreso de Coelacanto

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El regreso del Coelacanto

Será como volver al pasado, pensé esta mañana cuando en el diario me preguntaron si quería cubrir el recital de El Regreso del Coelacanto. Porque ahora ya hace mucho tiempo que no los escucho, pero a El Regreso los sigo desde siempre, desde que eran pibes, y yo también, y ellos tocaban en las fiestas del barrio y del club. Así que dije sí de inmediato, sin dudarlo. Nunca escribo sobre espectáculos y no sé muy bien cómo hacerlo, pero me gustó la idea de, por un fin de semana, abandonar la sección policiales. Además, cubrir un recital nunca puede ser más difícil que un choque, un robo o un asesinato. Y lo mismo, exactamente lo mismo (es como volver al pasado) pienso ahora que, después de muchos años, vuelvo a entrar con Paula a este bar (santuario del rock local) al que vine tantas veces con ella, y veo que casi todo está como antes. (Así lo voy a escribir: escuchar a El Regreso del Coelacanto es, para muchos de nosotros, como volver al pasado.) Me gusta, es un buen comienzo, pienso mientras Paula elige una mesa un tanto alejada y yo la sigo. Cuando nos atiende el mozo pedimos pizza, cerveza y maníes. Ella dice que tiene un poco de calor y se saca la camperita de hilo que traía puesta. Está hermosa con los hombros desnudos, muy hermosa. Debería decírselo, pero no se lo digo. Pienso, en cambio, ahora que el mozo nos destapa la cerveza y Paula la sirve inclinando los vasos para que no haga espuma, en la inmensa casualidad de que yo nunca haya escrito nada sobre música para el diario y ahora me pidan que cubra justamente a El regreso, con lo mucho que los admiro. O como si ella se obstinara siempre en volver de cualquier forma, pienso después, mientras brindo con Paula y los vasos llenos hacen en el aire un ruido seco, inútil. Inmediatamente me obligo a olvidar esa idea. Seguramente ella ya no va a los shows de El Regreso. Yo dejé de hacerlo ni bien nos separamos. El Regreso era nuestro territorio común, nuestro lugar en el mundo. Y ella, como yo, no debe querer revivir aquellas épocas. Y si esta noche vine igual, pienso, no fue por ella. Fue por trabajo. Exclusivamente por trabajo. Casi obligado, diría. Y a Paula la traje porque no me gustan los tipos que salen solos, haciéndose los interesantes o queriendo dar lástima. Claro que no le conté nada. ¿Para qué? Sólo le pregunté si quería venir conmigo a ver a una banda de rock, que tenía entradas gratis para los dos, y listo. Eso es suficiente, ni una palabra más. En general, intento no contarle mucho de mi pasado así evito ponerme nostálgico. Paula ya me lo dijo mil veces: soy insoportable cuando me pongo nostálgico.


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