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Vigencia y futuro del Programa Patrimonio para el Desarrollo

Araceli Sánchez Garrido

Departamento de Cooperación y Promoción Cultural Dirección de Relaciones Culturales y Científicas, AECID

Durante más de treinta años, el Programa Patrimonio para el Desarrollo (P>D) ha contribuido a los objetivos de la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (AECID) —apoyar el desarrollo sostenible y luchar contra la pobreza—, mediante la conservación y la puesta en valor del patrimonio cultural. Por su singularidad en el contexto de la cooperación internacional, el Programa es reconocido como una marca distintiva de la Cooperación Española.

El Programa P>D orienta su trabajo hacia la defensa de la identidad de las comunidades y de la diversidad cultural reflejada en el patrimonio, y diseña sus acciones para que de forma efectiva favorezcan la mejora de las condiciones de vida de las personas promoviendo la actividad económica y el empleo. Se dirige de forma especial a la población en situación de mayor vulnerabilidad: los jóvenes en riesgo de exclusión, aunando esfuerzos en este sentido con el Programa de Escuelas Taller.

El Programa P>D ha tenido siempre una particular incidencia en los entornos urbanos, aunque no olvida el patrimonio de contextos rurales, buscando los equilibrios en el desarrollo global de las poblaciones. La colaboración estrecha con las administraciones locales y la coordinación con otras instancias ministeriales ha permitido tender puentes y fortalecer las instituciones relevantes en este ámbito, algo vital para la sostenibilidad de los procesos de desarrollo.

Todos estos principios han marcado la presencia del Programa P>D en Colombia, donde se han llevado a cabo iniciativas que han calado en el seno de su sociedad y en donde se abren nuevos caminos y perspectivas acordes con la actual situación del país y la Agenda internacional de desarrollo.

En los últimos años se han producido grandes transformaciones en el panorama internacional que han requerido reflexiones sobre el papel de la cultura y el patrimonio cultural. Se ha puesto en evidencia la necesidad de considerar la cultura como un elemento clave para alcanzar sociedades pacíficas y justas, atendiendo los diálogos complejos que se producen en ellas.

La cultura, en esencia, son las formas de organización propias de una sociedad y por ende refleja su identidad, con sus particularidades y atributos específicos. La cultura posibilita la articulación social y la cohesión de los colectivos humanos. De aquí se derivan todas las formas de organización política, económica y religiosa que dan carácter a un pueblo o a una nación. La consideración de esta perspectiva —recogida en los diferentes acuerdos internacionales— nos orienta para avanzar con una mirada prismática hacia los derechos culturales, bajo el respeto a la identidad cultural y al necesario diálogo intercultural, imprescindible en las sociedades multiculturales en las que hoy vivimos. Esta mirada otorga pleno sentido al patrimonio, como la expresión material e inmaterial de la cultura, y reafirma su papel en diversos ámbitos sociales, lo que se alinea transversalmente con muchos de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

En efecto, con las reflexiones propiciadas por esta Agenda, se ha empezado a reconocer el papel facilitador que la cultura tiene a la hora de trabajar en

sectores como la educación, el género, el crecimiento económico, las nuevas actividades financieras, el medio ambiente, la seguridad, la gobernanza, etcétera. Los grandes cambios globales surgidos en la primera década del siglo XXI nos obligan a considerar la particularidad cultural de las sociedades, ciudades y territorios, así como a reconocer la relevancia del patrimonio cultural y el peso económico de la industria cultural.

La Agenda para el Desarrollo Sostenible ha dedicado un Objetivo —el 11— a las ciudades y comunidades con el fin de lograr que sean inclusivas, seguras, sostenibles y resilientes. De este modo, el consenso internacional reconoce que las ciudades y territorios requieren una atención específica, por ser contextos de vida de un gran número de personas y porque deben estar preparados para recibir a quienes por diversas circunstancias se ven obligados a dejar sus lugares de origen, lo que puede provocar confrontaciones tanto en las áreas centrales como periféricas.

Algunas de las metas recogidas en este Objetivo forman parte vertebral del P>D desde sus inicios —y las actuaciones en los países en donde ha intervenido dan fe de ello—. El Programa ha orientado sus proyectos tanto en contextos urbanos como rurales, siendo muy conscientes de que el ejercicio de muchos

▲ Plaza de la Proclamación en Cartagena de

Indias. Fotografía: LVC

derechos humanos tiene lugar en el espacio público, que cumple funciones sociales, económicas, culturales y políticas. Por tanto, es fundamental asegurar que esas funciones se produzcan respetando los derechos y mediante criterios de sostenibilidad, idea que se ve reforzada en el informe de 2019 de la relatora de las Naciones Unidas para los derechos culturales.

La conservación del patrimonio cultural y natural es objeto de la meta específica 11.4 de la Agenda 2030. Para el P>D, este patrimonio, considerado en un Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre los asentamientos humanos, incluye los centros históricos, los edificios y espacios naturales más significativos. Ahora bien, las ciudades no son solo una estructura física, se definen a partir de valores culturales que determinan las formas de ocupar el espacio a lo largo de su historia. Además, el dinamismo de las ciudades permite crear nuevos espacios, generar nuevas centralidades donde tiene lugar la vida en comunidad, otorgándoles nuevos referentes simbólicos, y propiciando así nuevas formas de patrimonio. Debemos además considerar el carácter multicultural

▶ Patrimonio edificado de diferentes épocas en el centro histórico de Bogotá. Fotografía:

LVC

de las ciudades de hoy, donde conviven diversos grupos que deben poder ejercer su derecho a usar y disfrutar de la ciudad y de su espacio público, tenga o no valor patrimonial.

El papel del patrimonio cultural para nuestras comunidades es también clave en el ODS 8, Meta 8.9, que impulsa la promoción de un turismo sostenible que ayude a crear puestos de trabajo y fomentar la cultura y los productos autóctonos, incluyendo la artesanía. Es sabido que donde hay territorio y población hay patrimonio. Los paisajes culturales y las actividades productivas en el ámbito rural tienen un indudable potencial para el desarrollo local desde sectores emergentes como el turismo rural comunitario.

Con estas consideraciones, el Programa de Patrimonio está más vigente que nunca en el contexto contemporáneo de la cooperación internacional para el desarrollo y permite a la Cooperación Española una posición de liderazgo.

Pero, más allá de las metas específicas mencionadas, los principios de la Agenda de Desarrollo Sostenible están en línea con el trabajo que el P>D realiza en otros ámbitos. Uno de ellos es la conservación del patrimonio documental y bibliográfico, fuente de derechos, memoria e identidad. Su vulnerabilidad frente al robo, el tráfico ilícito y el deterioro físico nos obligan a conservarlo, pues su pérdida provoca daños invisibles de gran impacto. A estos bienes se suma el patrimonio fotográfico y fílmico cuya importancia es cada vez más reconocida, debido a que la fuerza que poseen las imágenes guardadas en estos archivos es imprescindible para prestar realidad a los imaginarios.

El Programa P>D también está en consonancia con el ODS 16, que la Agenda reserva para hablar de la necesidad de promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas, con instituciones sólidas que permitan un funcionamiento estable. Desde el Programa se trabaja en la promoción de la cultura de paz, orientando las intervenciones hacia la prevención de la radicalización y la violencia extrema. También se acompañan procesos de recuperación de la memoria y la identidad

◀ El espacio urbano en Popayán es escenario y soporte de la diversidad cultural.

Fotografía: LVC

▲ Construcciones autóctonas en la Sierra

Nevada de Santa Marta. Fotografía: María

Paula Durán de la población en situación más vulnerable, entre ella los afrodescendientes e indígenas. Todo en la búsqueda de reducir formas de violencia y, a la vez, trabajar en la defensa de instituciones eficaces y transparentes, que cuenten con la ciudadanía para tomar decisiones inclusivas y participativas, a la vez apoyando nuevas formas narrativas y reforzando procesos de innovación social.

Finalmente, la defensa de la diversidad cultural por la Agenda 2030, encuentra su correlato en la Guía de la AECID para la transversalización de la diversidad cultural del 2019, que refleja la importancia de considerar la diversidad cultural en todos los procesos de desarrollo, si queremos que las acciones tengan beneficios efectivos y sostenibles en las comunidades. Para concluir podemos decir que el Programa P>D se destina a contribuir al desarrollo sostenible, pues considera a las personas y comunidades desde su identidad cultural en todas sus intervenciones; aplica la perspectiva cultural para eliminar desigualdades y preservar los derechos humanos fundamentales frente a prácticas lesivas en nombre de tradiciones culturales; y recoge el principio de igual dignidad y respeto de todas las culturas sin establecer jerarquías. En definitiva, el Programa P>D es parte decisiva de la Estrategia de la Cooperación Española en Cultura y Desarrollo.

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