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Comunidades sostenibles y patrimonio cultural
Juliana Forero Bordamalo
Especialista de programa, Entidad de patrimonio vivo, UNESCO
▲ Vecinos de Monguí, Boyacá. Fotografía:
MINCIT-FONTUR Es fundamental establecer una relación continua entre las personas, el desarrollo y el patrimonio […]. En términos más simples, el objetivo debe ser integrar desarrollo con preservación. (Asia Society et al, 1995)1
Este capítulo reflexiona sobre cómo el patrimonio cultural es un agente que contribuye al desarrollo sostenible, abrazando siempre a sus principales protagonistas: las personas. En este marco, será introducida la categoría comunidades sostenibles, como el enfoque a través del cual se ha consolidado la participación de las comunidades en el desarrollo sostenible desde el corazón de la cultura, es decir, el patrimonio cultural. De esta manera, la identidad, la memoria y el territorio se reconocen como agentes activos del desarrollo. Finalmente, a partir de una selección de proyectos desarrollados por la AECID durante los últimos treinta años, será posible entender cómo estos enfoques teóricos del desarrollo sostenible, y por lo tanto de las comunidades sostenibles, se convierten en prácticas para el mejoramiento de calidad de vida, el bienestar colectivo y la felicidad de las comunidades.
Patrimonio cultural y desarrollo sostenible: la comunidad su punto de encuentro
Aunque se despliegan desde diferentes perspectivas, el desarrollo sostenible y el patrimonio cultural tienen en común tres elementos principales: 1. su fundamento se centra en las personas y sus experiencias de vida; 2. sus principales ejes de acción son el territorio y los valores culturales y sociales de una comunidad; 3. sus objetivos centrales son el mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades, el bienestar colectivo, su grado de felicidad y su prospecto de vida, los cuales se expresan en los ámbitos personales, sociales, culturales, económicos, ambientales y políticos.
El patrimonio cultural se entiende como un proceso comunitario y dinámico de construcción de la identidad, la memoria y las nociones de territorio, en un contexto social, cultural y político específico. Es importante subrayar cómo las prácticas y expresiones del patrimonio están compuestas también por valores simbólicos y políticos en permanente diálogo.
El desarrollo sostenible, desde una perspectiva inclusiva, promueve acciones con resultados de larga duración, que involucran la equidad intergeneracional; un equilibrio entre las esferas social, ambiental y económica, la cohesión social, los ambientes saludables, condiciones de vida dignas y la participación de las comunidades. Tal ejercicio de integración implica indefectiblemente el
1 Cita original: A continuing relationship between people, development and heritage must be established […]. Simply put, the aim should be to integrate development with preservation (Asia Society, Getty Conservation Institute and the Siam Society. The Future of Asia’s Past; Preservation of the Architectural Heritage of Asia. Chiang Mai: Getty Conservation Institute and the Siam Society, 1995).
fomento de políticas públicas y metodologías de desarrollo en las que la forma de vida de las comunidades se contemple desde la institucionalidad. Como resultado se ha dado un lugar a la cultura y a la vida cotidiana de las personas, y a sus comportamientos, creencias, tradiciones, costumbres y sistemas de organización social, entre otros, a partir de la utilización de los potenciales de las comunidades para lograr procesos de desarrollo endógeno. En consecuencia, el desarrollo sostenible se basa también en los componentes sociales del patrimonio cultural, como la definición del tiempo y el espacio de las relaciones sociales, los recursos materiales e inmateriales y el nexo entre la identidad de las comunidades y los procesos de cambio.
En esta línea, el patrimonio cultural contribuye al desarrollo sostenible desde el reconocimiento y ejercicio de las expresiones y necesidades propias de las comunidades. El patrimonio y los valores socioculturales asociados al mismo, son elementos esenciales en la experiencia de vida de las comunidades, la felicidad de sus miembros y la construcción de sus territorios. Los lazos permanentes tejidos por el patrimonio cultural entre la memoria, la identidad y el territorio, se presentan como elementos fundacionales del bienestar de las comunidades, su cohesión social y la cohabitación pacífica de la diversidad cultural.
Sobre expresiones concretas de la relación entre patrimonio cultural y el desarrollo sostenible, la Convención de 20032 de la UNESCO ha señalado algunos ejemplos: 1. En el campo de la sostenibilidad social el patrimonio aporta a través de las aproximaciones tradicionales a la seguridad alimentaria, las prácticas medicinales, el manejo del agua, los métodos educativos y la igualdad de género. 2. En el campo de la sostenibilidad ambiental el patrimonio aporta desde la protección de la biodiversidad, los conocimientos y las prácticas
2 Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. ◀ Comunidad indígena Ika-Arhuaco de
Nabusímake, Sierra Nevada. Fotografía:
María Paula Durán
▶ Comunidad ribereña del Chocó.
Fotografía: archivo OTC
locales de manejo medioambiental, el papel del conocimiento y las estrategias de adaptación de las comunidades, y la resiliencia ante las catástrofes naturales climáticas. 3. En el campo de la sostenibilidad económica el patrimonio puede proveer sustento económico para las comunidades generando oportunidades de trabajo dignas (sobre todo para poblaciones vulnerables), promueve métodos de innovación, contribuyendo a la industria turística desde una mirada alternativa, a la creatividad y al tejido productivo. 4. En relación con la construcción de paz, se contemplan las prácticas del patrimonio cultural en torno a sistemas de resolución de conflicto tradicionales, rituales de reconciliación y recuperación de la memoria, eventos para el encuentro de la diversidad.
En suma,
(…) el sector patrimonio, en su condición de importante agente en la esfera más amplia de la sociedad y el elemento de un sistema más vasto de componentes mutuamente interdependientes, debe aceptar la responsabilidad que le incumbe en el desafío global de la sostenibilidad. En la situación actual, caracterizada por la creciente presión de las actividades humanas, los menores recursos financieros y ambientales y el cambio climático, la contribución de la protección del patrimonio a la sostenibilidad y el desarrollo sostenible ya no puede darse más por supuesto, sino que debe demostrarse caso por caso en cada uno de los tres «pilares»: la dimensión social, la dimensión económica y la dimensión ambiental (UNESCO, 2014:22).3
A esta afirmación deben integrarse la construcción de paz y la seguridad, incluyendo además de los conflictos armados, cualquier forma de discriminación o de violencia.
3 UNESCO. Gestión del patrimonio mundial cultural. París: UNESCO, 2014.
◀ Fiesta en el Museo Comunitario de San Jacinto. Fotografía: archivo MCSJ
Comunidades sostenibles: el patrimonio cultural para la sostenibilidad del desarrollo
El vínculo inherente entre identidad, memoria y territorio es el principio sobre el cual se sostiene una comunidad. La identidad de la comunidad se define por su historia a partir de las múltiples expresiones de la cultura: la lengua, los instrumentos de comunicación, las relaciones sociales, las ceremonias, los comportamientos colectivos, los valores, las creencias, etcétera. Uno de los valores más importantes de la identidad es la inmaterialidad y la anonimidad, así como la huella cultural que se imprime en el territorio. La puesta en escena de la identidad ocurre a través de las prácticas del patrimonio cultural. Al mismo tiempo, la identidad está ligada a la historia y no es posible su existencia sin la memoria, es decir, sin la capacidad de reconocer el propio pasado y sus referentes, para entender el presente y construir el futuro. Otro componente vital para las comunidades es el territorio, el cual se convierte en escenario donde la memoria colectiva actúa como conector de la cultura; también es el espacio socioculturalmente construido, donde se encuentra la diversidad cultural.
La gestión del patrimonio cultural para el desarrollo sostenible implica abrazar «(…) una amplia gama de marcos (y obstáculos) institucionales y de organización, perspectivas sociales, formas de conocimiento, valores (tanto para las generaciones presentes como para las futuras, a menudo en conflicto) y otros factores» (UNESCO, 2014: 15).4
4 Ibidem.
▲ Viviendas palafíticas en Tumaco, Nariño.
Fotografía: archivo OTC Es primordial resaltar cómo en la gestión del patrimonio se relacionan dos actividades principales: 1. el reconocimiento que hace una comunidad de ciertos valores compartidos, enfatizando la conexión con sus miembros y el territorio; 2. las prácticas formales e informales del patrimonio5 y el reconocimiento de los derechos culturales de una comunidad.
5 En la gestión del patrimonio se han generado dos categorías de clasificación del patrimonio: formal y no formal. El primero, también denominado patrimonio oficial, hace alusión a aquel que se ha identificado, reconocido, gestionado, protegido y salvaguardado de acuerdo a la legislación y reglamentación específica de las instituciones gubernamentales. Por su parte, el patrimonio no formal (también denominado patrimonio no oficial) se desataca por su condición local, es reconocido por su importancia y significado cultural otorgado por las comunidades y colectivos, sin que sea necesario ningún reconocimiento institucional (Harrison, 2010). Tal diferenciación juega un rol definitivo en las aproximaciones al desarrollo sostenible desde la perspectiva patrimonial.
◀ Vendedor de empanadas y arepas de huevo en el barrio de Getsemaní, Cartagena de
Indias. Fotografía: LVC
En el marco de las políticas públicas de la gestión del patrimonio para el desarrollo, el concepto de «comunidades sostenibles» se erige como un enfoque que promueve el empoderamiento de las comunidades (con el patrimonio cultural como herramienta principal), junto al establecimiento de un escenario para la gobernanza comunitaria y el fomento de sociedades equitativas.
Comunidades sostenibles se refiere también a aquellas que comprenden dos elementos principales: los intereses compartidos por una comunidad (tanto de afiliaciones personales como los referentes al patrimonio cultural) y un territorio asociado a sus dinámicas propias. De igual modo, las comunidades sostenibles poseen capacidad de resiliencia, adaptándose a situaciones de cambio. Los agentes encargados de la promoción de las comunidades sostenibles son las instituciones gubernamentales y los ciudadanos; y en algunos casos, las ONGD y las agencias de cooperación internacional.
Con respecto a la intervención de las instituciones para el fomento de comunidades sostenibles, desde finales del siglo XX los Estados comenzaron a ser partícipes de políticas encaminadas a la construcción de procesos de desarrollo sostenible basados en el potencial de las comunidades y la función social del patrimonio cultural. A pesar de ello, las metodologías y los lineamientos para integrar las expresiones y necesidades culturales de las comunidades en procesos de desarrollo sostenible deben ser más elaboradas y concretas. En muchos de los casos, las políticas institucionales están enfocadas en la gestión del patrimonio oficial, por la conveniencia de fomentar el patrimonio que aporte al desarrollo económico, al realce del patriotismo nacional o de otros más próximos al servicio de la institucionalidad. Desde el proceso de construcción de comunidades sostenibles, las instituciones pueden generar consecuencias adversas al desarrollo sostenible, y por lo tanto no se estará promoviendo el bienestar colectivo. Por supuesto, esta no es la única aproximación de los
▶ Construcción autóctona en el territorio del pueblo Kogui en la Sierra Nevada de Santa
Marta. Fotografías: archivo OTC
◀ Inscripción en lengua palenquera criolla,
San Basilio de Palenque. Fotografía: Ana
María Sánchez
gobiernos a la hora de impulsar el patrimonio cultural para la consolidación de comunidades sostenibles. Los Estados igualmente han creado mecanismos de participación para integrar la visión y el sentir de las comunidades cuando se trata de implementar políticas públicas del sector cultural. De esta manera, se puede prever desde la institucionalidad el conflicto de aproximaciones del patrimonio formal y no formal, cuando se trata de integrar al desarrollo sostenible la identidad, la memoria y el territorio.
En cuanto a la intervención de los ciudadanos para la construcción de comunidades sostenibles, las herramientas utilizadas son los recursos culturales y sociales propios, entre ellos el patrimonio cultural no oficial. El patrimonio cultural es el vector que permite la sostenibilidad de las comunidades en contextos de cambio, de conflicto, de adversidad o de transformación. La identidad, la memoria y el territorio se convierten en aliados de las comunidades para lograr el desarrollo sostenible de acuerdo con sus exigencias, en tanto la cotidianidad se fundamenta en los rituales de las costumbres de la gente. Las prácticas patrimoniales se transmiten de generación en generación y dependen de la manera como la comunidad elige qué expresiones patrimoniales se conservan, cómo salvaguardar la cultura y las tradiciones, y cuáles se olvidan.
Cuando las comunidades sostenibles son apuntaladas por sus miembros y el patrimonio informal se fortalece, la transformación de la sociedad se produce a través del reconocimiento de la interpretación genuina de su pasado y presente, su visión de futuro, así como de sus recursos culturales, sociales, económicos o ambientales. La resistencia cultural se torna en un valor para alcanzar el desarrollo sostenible. En esta vía, las comunidades son sostenibles a medida que se reconocen a sí mismas. El patrimonio cultural no oficial ha permitido la construcción de procesos donde las personas han sido los agentes principales del camino hacia el bienestar colectivo. La cultura y la identidad son las bases
▲ Miembros de la Corporación Tambó ri Palenge, San Basilio de Palenque.
Fotografía: LVC
▶ Taller de construcción de violines. Patía (Cauca). Fotografía: Lhutiers Colombianos sobre las cuales la cotidianidad de las comunidades se encuentra, dialoga y se transforma de acuerdo a sus propios parámetros de vida. La memoria es el antídoto de la historia oficial y en compañía del territorio trascienden como herramientas de gobernanza que dan lugar a la resistencia cultural, vector del desarrollo sostenible desde el enfoque de las comunidades sostenibles.
En este capítulo la AECID presenta una serie de proyectos cuya contribución se ha centrado en fomentar comunidades sostenibles, mediante un ejercicio respetuoso del reconocimiento del patrimonio cultural no oficial de las comunidades con las que trabajó, como fuente primaria para promover el desarrollo en Colombia. La puesta en práctica de los mecanismos de fomento al desarrollo ha concluido en aportes extraordinarios a comunidades, cuyo patrimonio cultural se convirtió en herramienta de resistencia frente al conflicto armado o a procesos de desarrollo que van en contravía de su naturaleza.
El extenso trabajo en la recuperación de la memoria y la construcción de paz en la Sierra Nevada y el departamento del Chocó ha fortalecido el empoderamiento colectivo y se ha erigido como una valiosa contribución a la sostenibilidad de las comunidades indígenas de esos territorios. Los proyectos en educación y patrimonio cultural en San Jacinto y con las Bibliotecas Públicas Rurales, basados en enfoques participativos, han propiciado espacios de reunión para el fomento de la integración social y un aporte de infraestructuras para la práctica del intercambio entre identidad y territorio. Adicionalmente, el abordaje de problemáticas ambientales, económicas, sociales, políticas, culturales y territoriales en los proyectos implementados en el Chocó, o mediante la Red Turística de Pueblos Patrimonio, contribuye al desarrollo sostenible desde la integración de esas dimensiones. Asimismo, en San Basilio de Palenque y en Pasto, a través del proyecto con el Carnaval de Negros y Blancos, se propuso explícitamente suscitar la mejora en la calidad de vida de la población con la puesta en valor del patrimonio cultural, a partir de procesos de gestión de patrimonio desarrollados previamente por el Estado, centrados en el fortalecimiento los valores culturales de las comunidades.