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Iguales pero diferentes GRACIELA FOURNIER
En un tiempo de excepción, cuando el confinamiento obligatorio ha suspendido o interrumpido las rutinas cotidianas de la vida y los rituales colectivos, en el que los espacios comunes de encuentro se han cerrado y las tradiciones y celebraciones populares han dejado de practicarse, las ceremonias en torno a la muerte también han sido prohibidas. La imposibilidad de las familias de velar y despedir a sus seres queridos, víctimas de la pandemia, se ha convertido en una de las experiencias más desgarradoras de la actual crisis sanitaria. Los procesos de duelo que no se han podido llevar a cabo acrecientan el trauma que ha supuesto la muerte en estos tiempos de aislamiento y distancia social.
En torno a ideas sobre la fragilidad de la vida y la necesidad de procesos de duelo en el presente, esta obra poetiza el dolor a partir de un motivo como el de la rosa. Como esperanza de vida, estas rosas renacen y se reinventan de material reciclado, en una toma de conciencia ecológica sobre el destino de nuestro planeta.
Este manto de rosas de telas reutilizadas se ha construido en memoria de los que han perdido la vida durante estos meses, deseando perpetuar ese instante de solemnidad, familiaridad y afectos que deviene en el último adiós.