Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología No. 27

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ANTIPODA 27

REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA | UNIVERSIDAD DE LOS ANDES | BOGOTÁ, COLOMBIA Enero-abril 2017 | pp. 1-232 | ISSN 1900-5407 | eISSN 2011-4273 | http://antipoda.uniandes.edu.co

ANTROPOLOGÍA DE LA ANTROPOLOGÍA. A PROPÓSITO DE GERARDO REICHEL-DOLMATOFF


Rector

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Vicerrector de Desarrollo y Egresados

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Vicerrectora de Investigaciones

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Editora Facultad de Ciencias Sociales

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Directora Departamento de Antropología

Margarita Serje

ANTIPODA REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27, Enero-abril 2017 Antropología de la antropología. A propósito de Gerardo Reichel-Dolmatoff ISSN 1900 – 5407 e-ISSN 2011-4273 http://antipoda.uniandes.edu.co Universidad de los Andes Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Dirección Postal: Carrera 1 Este No. 18A – 12 - Edificio Gb, Piso 4, Oficina 417 - Bogotá D.C., Colombia Teléfono: 57 1 339 4949, Ext. 3483 Telefax: 57 1 332 4056





ANTIPODA R E V I S TA D E A N T R O P O L O G Í A Y A R Q U E O L O G Í A A n t i p o d . R e v. A n t r o p o l . A r q u e o l . N o . 2 7, E N E R O - A B R I L 2 0 17 A N T R O P O L O G Í A D E L A A N T R O P O L O G Í A . A P R O P Ó S I T O D E G E R A R D O R E I C H E L - D O L M AT O F F I S S N ( V . I m p r e s a ) 1 9 0 0 - 5 4 0 7 , I S S N ( V . D i g i t a l ) 2 0 11 - 4 2 7 3 ht tp://antipoda .uniandes.edu.co

E QU I P O E DI TOR IA L Directora

Margarita Serje Asesor contenido visual

Xavier Andrade Andrade

Editor

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Margarita Sierra Hurtado

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Friederike Fleischer, Ph.D.

Universidad de los Andes, Colombia f.fleischer406@uniandes.edu.co

L. Antonio Curet, Ph.D.

National Museum of the American Indian. cureta@si.edu

María Clara Van Der Hammen, Ph.D. Universidad Externado de Colombia mariaclaravanderhammen@hotmail.com

Margarita Chaves Chamorro, Ph.D.

Instituto Colombiano de Antropología e Historia – Icanh mchaves@icanh.gov.co

Pablo Jaramillo, Ph.D.

Universidad de los Andes, Colombia p.jaramillo23@uniandes.edu.co

Alexander Herrera, Ph.D.

Universidad de los Andes, Colombia alherrer@uniandes.edu.co

Alejandro Diez Hurtado, Ph.D.

Pontificia Universidad Católica del Perú adiez@pucp.edu.pe

Rosana Guber, Ph.D.

Ides-Idaes, Universidad Nacional General San Martín guber@arnet.com.ar

Joanne Rapapport, Ph.D.

Georgetown University, Estados Unidos rappapoj@georgetown.edu

Cris Shore, Ph.D.

Max Planck Institute for Social Anthropology, Nueva Zelanda c.shor@auckland.ac.nz

Christine Hastorf, Ph.D.

University of California, Berkeley, Estados Unidos hastorf@berkeley.edu

Christopher Hann, Ph.D. Max Planck Institute, Alemania hann@eth.mpg.de

Claudia Briones, Ph.D.

Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de cambio IID y PCa CONICET - Universidad Nacional de Río Negro, Argentina brionesc@gmail.com

Eduardo G. Neves, Ph.D.

Universidade de São Paulo, Brasil edgneves@usp.br

Gerardo Otero, Ph.D.

Simon Fraser University, Canadá otero@sfu.ca

Jon Landaburu, Ph.D.

Centre National de la Recherche Scientifique, Francia jalandaburu@gmail.com

Marisol de La Cadena, Ph.D.

University of California, Davis, Estados Unidos mdelac@usdavis.edu

Peter Wade, Ph.D.

University of Manchester, Inglaterra peter.wade@manchester.ac.uk

Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia


ANTIPODA Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación cuatrimestral (enero-abril, mayo-agosto y septiembre-diciembre) que circula al inicio de cada periodo señalado, creada en 2005 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). Su objetivo es contribuir tanto al avance y difusión del conocimiento antropológico y arqueológico, como al análisis crítico de temas socioculturales, metodológicos y teóricos, relevantes para los diversos subcampos de la disciplina y de otras áreas afines de las ciencias sociales y humanas. Antípoda conforma un foro abierto, crítico y plural en donde se publican artículos y trabajos inéditos en español, inglés y portugués. Antípoda tiene un interés especial en difundir las experiencias y los resultados de trabajos antropológicos y de investigación social de las antropologías del mundo, especialmente latinoamericanas. A partir del nombre de Antípoda como una metáfora de la alteridad, la Revista presenta diversas visiones. Las secciones se organizan a partir de las siguientes alegorías espaciales: • Meridianos: esta sección señala la orientación del número. Aquí se publican artículos resultados de investigaciones relacionadas con un tema central. •

Paralelos: tienen lugar en esta sección artículos relacionados con el tema central del número desde diversos enfoques y perspectivas teóricas y metodológicas.

Panorámicas: sección abierta que recoge escritos con temas relevantes para la disciplina.

Reseñas: presenta contenidos sobre publicaciones de interés para la revista y sus lectores.

Documentos: contiene escritos y entrevistas en antropología y arqueología, así como una presentación de la propuesta visual que acompaña el número.

Cuando un número de Antípoda contiene en su totalidad artículos de tema libre, su estructura cambia. En ese caso se conservan las secciones Panorámicas, Reseñas y Documentos. Palabras clave: Antropología social y cultural, Etnografía, Arqueología, Antropología Biológica, Lingüística, Etno-historia, Cultura. Antípoda declara que, todos los artículos que se reciben son sometidos a la herramienta de detección de plagio; los contenidos que se publican en la versión digital son de libre acceso y se pueden descargar en formato PDF, HTML y en versión e-book; los autores deben manifestar que el texto es de su autoría, inédito, y que respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros; y los evaluadores, señalar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y temas sobre los que van a conceptuar.


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A N T I P O D A I N D I C E NOTA EDITORIAL Antropología de la antropología. A propósito de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 10-13 Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina – Universidad de los Andes, Colombia

MERIDIANOS Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia | 17-34 Carl Henrik Langebaek – Universidad de los Andes, Colombia

De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 35-60 Carlos Alberto Uribe Tobón – Universidad de los Andes, Colombia

PARALELOS Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal | 65-91 Sergio E. Visacovsky – Instituto de Desarrollo Económico y Social, CONICET, Argentina

El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile: una aproximación a las publicaciones contenidas en revistas científicas (1860-1954) | 93-115

Héctor Mora Nawrath – Universidad Católica de Temuco, Chile

PANORÁMICAS “Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango en la ciudad de Buenos Aires, Argentina | 121-140 Hernán Morel – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina). Nuevos aportes para su conocimiento a partir del caso de la Unidad Habitacional 1 | 141-163

Clarisa Otero – Universidad Nacional de Jujuy, Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina María A. Bordach – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina Osvaldo J. Mendonça – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina

RESEÑAS Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, editores. 2016. Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana | 167-172 Camilo Jaramillo – Universidad de Wyoming, Estados Unidos

D O CUMENTOS Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 177-203

Claudio Lomnitz – Universidad de Columbia, Estados Unidos – Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de Reichel para la antropología colombiana Erna von der Walde – Investigadora independiente, Colombia – Comentario a las “Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de Reichel para la antropología colombiana” de Claudio Lomnitz Gerhard Drekonja-Kornat – Universidad de Viena, Austria – Crecer en Europa en tiempos violentos, un melodrama

Roberto Suárez M. – Universidad de los Andes, Colombia – Esa es otra historia. Reflexiones en torno a la memoria de Erasmus Gerhard Reichel o Gerardo Reichel-Dolmatoff

Ricardo Rey Cervantes: una trayectoria fotográfica multisituada | 205-207 Margarita Serje – Universidad de los Andes, Colombia


A N T I P O D A C O N T E N T S EDITORIAL NOTE Anthropology of Anthropology: About Gerardo Reichel-Dolmatoff | 10-13

Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina – Universidad de los Andes, Colombia

MERIDIANS Gerardo Reichel, in Light of his Work. The Invention of Indigenism and Environmentalism in Colombia | 17-34 Carl Henrik Langebaek – Universidad de los Andes, Colombia

From Great Jaguar to Symbolic Father: Gerardo Reichel-Dolmatoff´s “official” Biography | 35-60 Carlos Alberto Uribe Tobón – Universidad de los Andes, Colombia

PARALLELS Ethnography and Anthropology in Argentina: Suggestions for the Reconstruction of a Research Program on Universality | 65-91

Sergio E. Visacovsky – Instituto de Desarrollo Económico y Social, CONICET, Argentina

The Space of Production in Anthropological Sciences in Chile: A closer look at the Publications contained within Scientific Journals (1860-1954) | 93-115 Héctor Mora Nawrath – Universidad Católica de Temuco, Chile

PANORAMICS “Se armó la milonga”: About Policies, Heritage and Tango Dance Spaces in Buenos Aires, Argentina | 121-140 Hernán Morel – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

New Interpretations of the Funerary Practices at the Pucara de Tilcara (Jujuy, Argentina): the Residentia1 Unit 1 case | 141-163

Clarisa Otero – Universidad Nacional de Jujuy, Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina María Asunción Bordach – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina Osvaldo J. Mendonça – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina

REVIEWS Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, editors. 2016. Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana | 167-172 Camilo Jaramillo – University of Wyoming, United States

D O CUMENTS Debates around the figure of Gerardo Reichel-Dolmatoff | 177-203

Claudio Lomnitz – Columbia University, United States –Nine thesis on the relevance of Reichel’s nazism for Colombian Anthropology Erna von der Walde – Independent scholar, Colombia – Comments on “Nine thesis on the relevance of Reichel’s nazism for Colombian Anthropology” by Claudio Lomnitz Gerhard Drekonja-Kornat – University of Vienna, Austria – Gerardo Reichel-Dolmatoff. Growing up in Europe amidst violence, a melodrama Roberto Suárez M. – Universidad de los Andes, Colombia – A different story. Reflections about the memory of Erasmus Gerhard, also known as, Gerardo Reichel-Dolmatoff

Ricardo Rey Cervantes: A multi-site photographic journey | 205-207 Margarita Serje – Universidad de los Andes, Colombia


A N T I P O D A I N D I C E NOTA EDITORIAL Antropologia da antropologia. A propósito de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 10-13 Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina – Universidad de los Andes, Colômbia

MERIDIANOS Gerardo Reichel, à luz de sua obra. Invenção do indigenismo e ecologismo na Colômbia | 17-34 Carl Henrik Langebaek – Universidad de los Andes, Colômbia

De grande jaguar a pai simbólico: a biografia “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 35-60 Carlos Alberto Uribe Tobón – Universidad de los Andes, Colômbia

PARALELOS Etnografia e antropologia na Argentina: propostas para a reconstrução de um programa de pesquisa do universal | 65-91 Sergio E. Visacovsky – Instituto de Desarrollo Económico y Social, CONICET, Argentina

O espaço de produção em ciências antropológicas no Chile: uma aproximação às publicações contidas em revistas científicas (1860-1954) | 93-115

Héctor Mora Nawrath – Universidad Católica de Temuco, Chile

PANORÂMICAS “Se armó la milonga”: sobre as políticas, o patrimônio e os espaços de baile de tango na cidade de Buenos Aires, Argentina | 121-140 Hernán Morel – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

As práticas funerárias em Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina). Novas contribuições para seu conhecimento a partir do caso da Unidade Habitacional 1 | 141-163

Clarisa Otero – Universidad Nacional de Jujuy, Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina María Asunción Bordach – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina Osvaldo J. Mendonça – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina

RESENHAS Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, editores. 2016. Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana | 167-172 Camilo Jaramillo – Universidade do Wyoming, Estados Unidos

D O CUMENTOS Debates sobre a figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 177-203

Claudio Lomnitz – Universidade Columbia, Estados Unidos – Nove teses sobre a relevância do nazismo de Reichel para a antropologia colombiana Erna von der Walde – Pesquisador independente – Comentário às “Nove teses sobre a relevância do nazismo de Reichel para a antropologia colombiana”, de Claudio Lomnitz Gerhard Drekonja-Kornat – Universidade do Viena –Gerardo Reichel-Dolmatoff. Crescer na Europa em tempos violentos, um melodrama Roberto Suárez M. – Universidad de los Andes, Colômbia – Esta é outra história. Reflexões sobre a memória de Erasmus Gerhard Reichel ou Gerardo Reichel-Dolmatoff

Ricardo Rey Cervantes: uma trajetória fotográfica multisituada | 205-207 Margarita Serje – Universidad de los Andes, Colômbia


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 10-13

Nota Editorial

Antropología de la antropología. A propósito de Gerardo Reichel-Dolmatoff Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina* Universidad de los Andes, Colombia

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ditar una revista de antropología como Antípoda nunca es una tarea sencilla, más cuando se trata de hacer de nuestra propia actividad un objeto de reflexión. En esta ocasión hemos elegido detenernos en la figura más polémica de la historia de la antropología colombiana: Gerardo Reichel-Dolmatoff, protagonista indiscutible de las primeras generaciones de antropología en el país. Pionero, padre simbólico, maestro. Su preeminencia indiscutible en los anales de nuestra disciplina hace que aún hoy, años después de su muerte, estemos refiriéndonos con cierta insistencia a su obra y a su vida, especialmente después de las revelaciones sobre su militancia en el nacionalsocialismo alemán en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Fue precisamente en su propio país, Austria, y en el marco del 54 Congreso Internacional de Americanistas, donde la mayoría de nosotros nos enteramos de ese pasado oculto y ocultado que no tardó en generar toda clase de reacciones en los círculos intelectuales y académicos colombianos y extranjeros. Como en una suerte de tragedia griega –o si se quiere, de descubrimiento de diván– la figura entronizada del antropólogo colombiano más influyente de su tiempo se transformó para siempre. De repente, nuestra historia disciplinar empezó a lidiar con que uno de sus fundadores –para muchos, de hecho, el fundador– haya participado en las ideas y acciones del nazismo en uno de los periodos más convulsos de la historia del siglo XX. Reichel-Dolmatoff es más que el profesor austriaco autor de muchos libros y artículos y cofundador del departamento donde nació esta revista. Su vida muestra las múltiples relaciones que lo produjeron, y que aún lo hacen, como personaje y como autor. Incluso, la biografía de su vida es el recuento de muchos otros que escribieron y escriben sobre él (ver Carlos Alberto Uribe en este número) y que participaron en los ires y venires del reconocimiento y la influencia. Reichel-Dolmatoff es por ello una figura sobre la cual vale la pena reflexionar, porque puede enseñarnos no *

Editor invitado y editor de Antípoda, respectivamente. *curibe@uniandes.edu.co; *antipoda@uniandes.edu.co


Antípoda Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina

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sólo de la historia de nuestra antropología, sino también de las condiciones mismas de posibilidad a partir de las cuales se produce un autor con su prestigio, sus ambivalencias y sus ambigüedades. Por ello mismo, el problema de esos años juveniles del profesor es un problema de todos nosotros: ¿podemos después de Viena citar a Reichel-Dolmatoff como lo hacíamos antes?, ¿podemos enseñar con su trabajo sin evadir el recuento de esos años juveniles? En última instancia: ¿qué hacemos con las revelaciones de Viena? Este número de Antípoda no espera solucionar estos interrogantes. Pensamos incluso que el verdadero valor ético, político y académico de estos es permanecer en ellos, no darles una solución taxativa que cierre la discusión. Se trata más bien de ir descubriendo sus aristas, de ir complejizando cada punto de vista. Esperamos así continuar con una conversación importante para nuestra disciplina que ya ha tenido otros escenarios, como las conferencias organizadas en la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de los Andes o el número especial de la revista Baukara. En la sección Meridianos, Carl Langebaek decide volver a la obra de Reichel-Dolmatoff con una detallada revisión, precisamente porque las noticias sobre su pasado nazi despiertan interrogantes sobre la manera en que este influyó ideológicamente en su trabajo como antropólogo en Colombia. Su conclusión es más que relevante para esta discusión: “simplificar su obra como producto del nacionalsocialismo no resiste un análisis riguroso […] [esta] debe más al ambiente de la etnología liberal de la época de su llegada a Colombia que a ideas raciales y culturales del núcleo del pensamiento nacionalsocialista”. En esta ruta, Langebaek describe además las complejidades y contradicciones propias de un trabajo de varias décadas que permiten al lector no sólo atisbar el desarrollo cambiante de una obra antropológica, sino también el surgimiento del indigenismo y el ecologismo en la antropología de nuestro país. Acto seguido, Carlos Alberto Uribe decide analizar la historia de vida de Reichel-Dolmatoff a la manera del etnógrafo que se dedica a encontrar las fuentes, muchas veces contradictorias, de un relato. Importan pues tanto la verdad detrás de los recuentos sobre la vida del protagonista como la manera en la que las sucesivas versiones van constituyendo una versión más o menos oficial de esta. Reichel-Dolmatoff, como el “Gran Jaguar” de nuestra antropología, es un resultado no sólo de la manera en la que él mismo silenció o subrayó fragmentos de su vida, sino también de todos aquellos que hicieron parte de esa producción conjunta, de aquellos que contaron una y otra vez los pormenores de una vida sobre la que no sabían mucho. Por eso mismo, la militancia en las filas del nazismo no es simplemente una pregunta biográfica, sino también una cuestión sobre la manera en la que adoptamos o no las zonas silenciadas de un relato, sobre aquello que elegimos atender o dejar pasar. Lo cierto es que el joven Reichel-Dolmatoff fue acogido calurosamente en una sociedad que no sólo lo volvió con rapidez uno de los suyos, sino que también le permitió desarrollar a sus anchas su obra académica. Por ello, es mucho lo que podemos aprender sobre nuestro país y nuestra academia si decidimos no dar por terminado este debate, si lo alimentamos con el fin de aprender un poco más sobre nosotros mismos. En ese sentido, el Departamento de Antropología de la Universidad de


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 10-13

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los Andes organizó a principios de 2016 el evento “Los años oscuros de Gerardo Reichel-Dolmatoff ”, simposio que contó con una amplia participación de académicos locales e internacionales. Claudio Lomnitz, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez prepararon para este número de Antípoda una serie de breves manuscritos a modo de reflexión sobre su propio trabajo con respecto a este caso. Este conjunto de documentos, que hemos titulado “Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff ”, es rematado por la contribución de Erna Von Der Walde. Esperamos de este modo continuar con este debate e invitamos a otros autores a ampliar esta polémica y difícil conversación en nuestras páginas. En la sección Paralelos, el lector encontrará dos artículos muy diferentes entre sí que reflexionan sobre la antropología en Argentina y en Chile. En el primero, Sergio Visacovsky nos brinda una maravillosa revisión etnográfica sobre la etnografía en su país. Conceptualmente, su propuesta es muy interesante, comoquiera que genera una amplia variedad de preguntas sobre las relaciones entre el trabajo empírico y teórico, sobre la manera en la que, desde situaciones concretas, podemos o no responder a lo que el autor llama “una agenda de investigación propiamente antropológica”. Para Antípoda es además un privilegio contar con este análisis de una academia que sentimos cercana, puesto que muchos de los trabajos que alimentan nuestras páginas provienen de colegas argentinos y tienen, vale decirlo, un marcado acento en lo etnográfico. Héctor Mora Nawrath elige un camino completamente distinto para caracterizar la publicación antropológica temprana en Chile. A través de metodologías cualitativas, su trabajo trata de dar cuenta del “espacio de producción” de la disciplina cuando este no estaba aun oficialmente constituido. Esperamos que las diferencias entre ambos artículos permitan a los lectores entrever posibilidades analíticas diversas para pensar la antropología como objeto de análisis antropológico. Ya sea desde la propia experiencia o desde análisis multivariados, lo cierto es que dar cuenta de las singularidades y complejidades de nuestras academias nacionales es una tarea que en gran parte se encuentra por hacer. Antípoda 27 continúa con su tradicional sección Panorámicas. En esta oportunidad encontramos dos artículos resultado de nuestra convocatoria de tema abierto permanente. Las contribuciones de Hernán Morel y el equipo conformado por Clarisa Otero, María A. Bordach y Osvaldo J. Mendonça muestran la inmensa variedad temática que abarcan los documentos que día a día enriquecen nuestra publicación. La sección Reseñas, por su parte, incluye una revisión sobre un texto que promete ser importante para el análisis de nuestras violencias: Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina, volumen editado por Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, escrita por Camilo Jaramillo. Mención especial merece el ensayo visual que acompaña a este número de Antípoda. Como ya es habitual, nuestros lectores encontrarán en la sección Documentos un texto que acompaña las imágenes. En esta oportunidad, nuestra directora, Margarita Serje, nos presenta un breve esbozo del trabajo de Ricardo Rey Cervantes, quien cámara en mano ha recorrido palmo a palmo la Sierra Nevada de Santa Marta. Sus fotografías no sólo se refieren al presente de sus gentes sino también al fotógrafo que, en este caso, retrata una cotidianidad que es también la suya.


Antípoda Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina

No podemos terminar esta nota editorial sin agradecer a los autores que participaron en la convocatoria que dio origen a este número y a los evaluadores que participaron en su confección. No fue fácil preparar esta Antípoda porque el tema de Reichel-Dolmatoff es más espinoso y tiene implicaciones más íntimas de lo que los académicos estamos acostumbrados a tratar. *** Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología Agradece la colaboración de los evaluadores anónimos de este número

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M E R I D I A N O S Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia | 17-34

Carl Henrik Langebaek

De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo ReichelDolmatoff | 35-60

Carlos Alberto Uribe Tobón



Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia* Carl Henrik Langebaek** Universidad de los Andes, Colombia

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.01

Artículo recibido: 30 de julio de 2016; aceptado: 8 de noviembre de 2016; modificado: 12 de diciembre de 2016

Palabras clave: Nacionalsocialismo, antropología colombiana, Gerardo Reichel-Dolmatoff, antropología de la antropología (palabras clave del autor).

*

Agradezco a Carlos Uribe por su invitación a participar en este número de Antípoda. Algunos apartes de este artículo son un desarrollo de discusiones previas publicadas en Herederos del pasado-Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela (2009). También de Langebaek (2001).

** Doctor en Antropología, Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos. Actualmente es el vicerrector de Asuntos Académicos de la Universidad de los Andes, Colombia. Entre sus últimas publicaciones están: “Experiencias oníricas, el más allá y el purgatorio en la Nueva Granada. La demonización de las entrañas americanas y la conversión de los indios”. Boletín de Historia y Antigüedades 94 (1): 251-306, 2012. “Condiciones de vida y jerarquías sociales en el norte de Suramérica: el caso de la población muisca en Tibanica, Soacha”. Indiana 23 (1): 15-34, 2011. *clangeba@uniandes.edu.co

17 M E R I D I A N O S

Resumen: Este artículo examina la obra de Gerardo Reichel-Dolmatoff, y no su vida, lo que parecería una salida fácil después de las revelaciones sobre su pasado en las filas del nacionalsocialismo. Sin embargo, esta propuesta se desprende de la propia denuncia sobre ese pasado que pidió reexaminar su obra a la luz de los antecedentes de preguerra. Propongo que simplificar su obra como un producto del nacionalsocialismo no resiste un análisis riguroso, ya que esta se debe más al ambiente de la etnología liberal de la época de su llegada a Colombia que a ideas raciales y culturales del núcleo del pensamiento nacionalsocialista. De hecho, hay en su obra una experiencia americana, académica y social que no se puede ignorar, y que la torna compleja y contradictoria. Por ende, el pasado personal de Reichel no se puede, ni se debe, echar por la borda, pero su obra tampoco, aunque sea para disentir de ella. Hay quienes quieren encontrar en los pioneros de la antropología, o en general en los interesados en los “pueblos primitivos”, ejemplos perfectos, héroes intachables. Y también quienes ven en el nacimiento de la antropología colombiana una ideología desmarcada por completo de aspectos racistas. Nada de eso puede estar más lejos de la realidad y merece una crítica profunda que recién hace poco ha comenzado y que debe continuarse para comprender mejor la labor antropológica en nuestro país.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 17-34 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.01

Gerardo Reichel, in Light of his Work. The Invention of Indigenism and Environmentalism in Colombia Abstract: This paper examines the work of Gerardo Reichel-Dolmatoff, after recent information about his past related to nacional socialist movements in Germany. This paper focuses in his work, not his life, as a response to the call to re examinate his academic production in light of the new information regarding his past. It is proposed that to describe his work as a product of national socialist does not resist any academic analysis. His work, it is proposed, is more the product of ideas regarding race and cultural in Colombia and the post war World. There is a New World experience, both academic and social that cannot be ignored, and marked Reichel's work as both complex and contradictory. It is emphasized that Reichel's personal past cannot be ignored, but neither his academic production. Gerardo Reichel's work is far from perfect. The rise of Colombian anthropology was influenced by racial and cultural theories that need to be examinated and criticized, and Reichel's work was part of it. Keywords: Nationalsocialism, Colombian anthropology, Gerardo ReichelDolmatoff, Anthropology of anthropology (author´s keywords). 18

Gerardo Reichel, à luz de sua obra. Invenção do indigenismo e ecologismo na Colômbia Resumo: Este artigo examina a obra de Gerardo Reichel-Dolmatoff, e não sua vida, o que pareceria uma saída fácil depois das revelações sobre seu passado no âmbito do nacional-socialismo. Contudo, esta proposta se origina da própria denúncia sobre esse passado que pediu reexaminar sua obra à luz dos antecedentes de pré-guerra. Proponho que simplificar sua obra como um produto do nacional-socialismo não resiste a uma análise rigorosa, já que esta se deve mais ao ambiente da etnologia liberal da época de sua chegada à Colômbia do que a ideias raciais e culturais do núcleo do pensamento nacionalsocialista. De fato, há, em sua obra, uma experiência americana, acadêmica e social que não pode ser ignorada, e que a torna complexa e contraditória. Em consequência, o passado pessoal de Reichel não pode, nem deve, ser rejeitado, assim como sua obra, embora seja para divergir dela. Há quem queira encontrar nos pioneiros da antropologia, ou em geral nos interessados nos “povos primitivos”, exemplos perfeitos, heróis impecáveis. E também os que veem no nascimento da antropologia colombiana uma ideologia livre por completo de aspectos racistas. Nada disso pode estar mais longe da realidade e merece uma crítica profunda que recentemente começou e que deve continuar para compreender o trabalho antropológico em nosso país. Palavras-chave: Antropologia colombiana, antropologia da antropologia, Gerardo Reichel-Dolmatoff, nacional-socialismo (palavras-chave do autor).


ui testigo distante del escándalo sobre los llamados “años oscuros” de Gerardo Reichel. No participé de ninguna forma en el debate, impresionado por la carga emotiva de las intervenciones. Emotiva entre quienes habían visto en Reichel el más perfecto de los antropólogos, y también entre quienes se transformaron en furibundos cruzados contra un Reichel al cual había que pasarle cuenta de cobro por su pasado. Uno que súbitamente resultó ser criticado con toda suerte de argumentos que habían permanecido latentes, y que por años no habían sido explícitos. Mucho se habló de Reichel, poco de su obra, lo cual se entiende por la coyuntura, aunque más de uno la descalificara rápidamente como legado del nacionalsocialismo germano. En todo caso, se le criticó o se le glorificó de forma expedita. Desde ese día, para no pocos, su idea de pueblos impolutos no sería más que una versión tropicalizada de la ideología de la raza pura nacionalsocialista; todo lo hecho por Reichel ameritaba revaluarse desde la perspectiva de sus crímenes. Fueron comunes el linchamiento mediático y los textos cortos e irreflexivos, los juicios rápidos y contundentes que propician los medios electrónicos entre gente que en otros contextos suele ser inteligente. Eso por un lado; por el otro, estuvieron quienes no pudieron admitir que Reichel pudiera tener un pasado oscuro; los que pensaban que su obra era de tal perfección que aguantaba toda mirada crítica. Y quienes daban por sentado que una obra excelente debía corresponder a una persona también excelente. No todo lo que se presentó en el Congreso Internacional de Americanistas fue nuevo (Ulm 2007), pero aun así el agitado debate terminó siendo uno entre buenos y malos: se llegó a afirmar que defender la obra de Reichel era sinónimo de avalar el genocidio o, a la inversa, que criticarla era atentar contra los más sagrados principios del indigenismo. Todo esto, por supuesto, con honrosas excepciones. En fin, el ambiente enrarecido y la pugnacidad tanto de autoproclamados herederos como de verdugos de Reichel fueron la nota predominante. En este artículo se quiere dejar sentada una posición sobre la obra de Reichel, aprovechando este número especial de Antípoda. Ante todo, se debe dejar en claro que los académicos y el público en general tienen derecho legítimo de saber sobre la vida de Reichel y sobre todos aquellos que participan en la vida académica. En este sentido, respeto a Oyuela y a quienes decidieron hacer público el tema, académicos y miembros de la familia Reichel. La excusa de la culpa colectiva de los alemanes y austriacos ha ocultado durante años responsabilidades individuales. Y esas responsabilidades individuales existen. Las culpas de Reichel jamás podrás excusarse con su obra académica. Millones de víctimas inocentes de los nazis –judíos, gitanos, comunistas, liberales– recuerdan el silencio de tanta gente durante tanto tiempo y más aún a quienes de alguna forma contribuyeron. Lo más fácil siempre ha sido callar, y aunque también se debe reconocer que descubrir el pasado de grandes personajes da sus réditos académicos, silenciar los hechos es una mala práctica. Por el otro lado, aunque la tarea de evaluar la obra de Reichel, y no su vida, parecería la salida más fácil de todas, la necesidad de hacerlo se desprende de la propia denuncia sobre su

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 17-34 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.01

pasado que pidió reexaminarla a la luz de los antecedes de preguerra, y que con poco análisis pidió revaluarla por estar contaminada de ideas nacionalsocialistas. La tarea vale la pena, además, porque Reichel no murió en 1945 defendiendo los ideales del nacionalsocialismo. Murió en Colombia, y para muchos colombianos fue, con o sin razón, uno de los defensores más conocidos de la dignidad de los pueblos indígenas. Después de sus años oscuros, Reichel tuvo un proceso de formación en Francia, y largos años de trabajo de campo y experiencia directa con la realidad de Colombia. Su impacto entre académicos, políticos y divulgadores es indudable (Pineda 2003; Arocha 2015; Colajanni 2015; Meisel 2015; Quiroz 2015). Esto amerita hacerse preguntas que deben ir más allá de la denuncia o de las alabanzas de sus obsecuentes seguidores. Preguntas que reconozcan la complejidad del problema y que tomen seriamente su trabajo como un punto de referencia que no se puede ignorar, aunque sea para controverlo.

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Reichel en Colombia Cuando Reichel llegó a Colombia, lo hizo en un momento en que el régimen liberal estaba interesado en demostrar la invalidez de las teorías de la raza degenerada que intelectuales conservadores defendieron en las dos primeras décadas del siglo XX. Lo anterior no quiere decir que algunos liberales no compartieran preocupaciones por el tema de la raza. De hecho, personajes que se consideran tan de “avanzada” como el propio Jorge Eliécer Gaitán tuvieron serias inquietudes sobre la composición racial del pueblo colombiano. Ese era el contexto: para muchos, tanto la ubicación tropical de Colombia como el mestizaje atentaban contra el progreso del país. Por eso precisamente se trajo a Paul Rivet, médico y reconocido defensor de la mezcla de razas. Rivet pensaba que la diversidad racial había sido característica de Europa durante milenios como resultado de migraciones y difusión, y defendía las bondades de la mezcla racial. Él y sus alumnos gastaron meses de trabajo de campo tomando muestras de sangre o recopilando palabras para demostrar que las razas indígenas no eran puras y que la mezcla era una constante histórica. Reichel, por instrucciones de Rivet, se embarcó en esa tarea tomando muestras de sangre de los pijaos o buscando a los misteriosos yurumanguines del Pacífico. Sus primeros trabajos son difíciles de diferenciar del de muchos de sus colegas. Hay que decir, además, que el proyecto liberal era integracionista y que Rivet, en consecuencia, apoyó la idea de incorporar de la mejor manera a los pueblos indígenas en la vida nacional, sin renunciar a que esa incorporación se hiciera lo menos dolorosa posible y con asesoría científica. Muy en la tónica de Rivet, sus alumnos enfatizaron que los indios podían aportar a la vida moderna especialmente por el conocimiento que tenían de la naturaleza. Todos ellos, en mayor o menor grado, se interesaron por la integración pacífica del indio y porque el conocimiento que podía generar la ciencia del hombre estuviera al servicio de ese proyecto. Reichel participó en todo ello. Su trabajo en Atánquez en 1952, del cual se desprendieron muchos de los textos citados más adelante, consistió en determinar qué


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factores incidían en las políticas de modernización que el Estado había tratado de implementar (Reichel-Dolmatoff 1953a). Como se describirá en detalle más adelante, en esa época Reichel sostuvo que el cambio económico generaba el cambio social pero que aspectos ideológicos como la magia, la imagen cultural sobre el trabajo, el afán desmedido por el prestigio y la envidia obstaculizaban el desarrollo. En ese momento, la resistencia al cambio fue vista como un problema. Sin embargo, no quiere decir que Reichel no valorara desde temprano algunos aspectos de las sociedades indígenas. En un texto de 1959 se quejaba de la ausencia de entidades del Estado que velaran por los intereses del indio y destacó que su valor residía en la capacidad de adaptación a las diferentes regiones del país (Reichel-Dolmatoff 1959, 251). Desde muy temprano Reichel se quejó de que no se reconociera que Colombia tuviera un “problema indígena” y que algunos indigenistas hubieran “obscurecido ocasionalmente tanto el tema como sus problemas, en lugar de sintetizarlos y analizarlos metódicamente”. En particular, se equivocaban quienes pensaban que el principal enemigo de los indígenas eran los latifundistas, cuando eran los pequeños colonos mestizos, quienes, “por coerción o persuasión, se aprovechaban de la labor del indígena y le usurpa sus tierras y labranzas”. En pocas palabras, el problema indígena había sido planteado “más bien sobre un terreno emotivo y aun político”, y no con criterios científicos y realistas (Reichel-Dolmatoff 1959, 252). No sorprende que el tema de la etnología aplicada fuera clave para Reichel durante años. En 1963, con su esposa, Alicia Dussán, fundó el Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, aunque apenas cuatro años más tarde ambos renunciaron en medio de un ambiente difícil. Parte del problema tuvo que ver con la forma como él entendía la ciencia y su aplicación. En 1967 Reichel hizo un diagnóstico del descontento de los jóvenes estudiantes que tenían una visión del mundo “etnocéntrica y dominada por prejuicios tradicionales”. Precisamente la peor experiencia se había presentado con el curso de Antropología Aplicada, en el cual los estudiantes habían confundido la ciencia con “la acción administrativa-política” y, así, se perdían en “discursos emotivos sobre lo que se debía hacer, para salvar el mundo y la humanidad”. Su actitud, en lugar de corresponder a la de académicos, era más semejante a la de las hermanas de la caridad o a la de asistentes sociales (Langebaek 2009, 2, 195). Entre las quejas de Reichel en su carta de renuncia a la Universidad, el 12 de noviembre de 1968, consigna que los estudiantes habían pedido reducir la formación científica y eliminar la Arqueología, la Antropología Física y la Lingüística, consideradas como simples pasatiempos intelectuales. En esos tiempos, la antropología había caído en dos tendencias en contravía de una antropología aplicada basada en la investigación científica: por un lado, la ciencia inductiva, la inocua acumulación de datos e información; la otra, que vino madurándose precisamente durante los sesenta, se basaba en el marxismo y en su versión más primaria de agitación política en las universidades, y pretendía neutralizar la ideología burguesa. Para algunos, ciertamente no los más sólidos en su perspectiva marxista, pero quizá sí los más vociferantes, había que transformar una realidad que ya era suficientemente conocida.


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En el seminario interno del Departamento del 16 de julio de 1964, la Antropología se definió como un puente entre las humanidades y las ciencias naturales. Los problemas que se planteaban, de ninguna manera eran parroquiales o locales; hacían parte, por el contrario, de una “gran tarea internacional”. Desde luego, ese conocimiento era importante para la acción, pero sobre todo, para educar una élite que no conocía el país, y más cuando existían “verdaderos fenómenos de patología social” que tenían causas culturales y ambientales. Por otra parte, aunque el Departamento tenía interés en temas campesinos, la visión más común era que “el verdadero campo de la antropología ha sido siempre el mundo de los primitivos”. Culturas milenarias que no habían sido aprovechadas por la ciencia, pero también primitivos en los cuales Reichel ya vislumbraba ciertas virtudes que los etnólogos europeos había encontrado en el siglo XIX. No en vano, Reichel repitió desde ese entonces que los primitivos llevaban una vida “integrada y armónica”. La característica más notable de Reichel fue haber propuesto una vertiente completamente diferente de las dos corrientes predominantes: la puramente científica y la politiquera. No comulgó con la idea de una ciencia que simplemente acumulaba datos, y siempre quiso que la antropología sirviera para algo, pero no orientada por cualquier clase de militancia. En su lugar, Reichel creyó en la interpretación científica sin compromiso político explícito, pero esa creencia tuvo mutaciones innegables a lo largo de su trayectoria. Como se vio, sus primeros escritos siguieron las directrices de Paul Rivet. Pero muy pronto emprendió investigaciones etnológicas y arqueológicas por diversas regiones, muy lejos con frecuencia de los llamados centros de civilización donde se habían concentrado los alumnos de Rivet. Esas travesías lo llevaron al tema del ambiente, y eventualmente al del indio-ecológico, que quizá es su marca más conocida. Pero no por un camino fácil. Al comienzo fue su lectura del evolucionismo norteamericano la que hizo que Reichel se interesara en el tema ambiental. Julian Steward fue la fuente de inspiración más obvia. Para explicar los desarrollos prehispánicos en la Costa Caribe, Reichel sostuvo que las condiciones naturales de la región no permitían el desarrollo de grandes civilizaciones y que el medioambiente imponía límites muy estrictos al crecimiento. Para dar un ejemplo de su idea, cuando en La Guajira encontró sitios arqueológicos densos y profundos, lo consideró una anomalía: esos lugares debían ser tempranos, y el crecimiento incontrolado de la población habría generado una catástrofe ambiental que obligó al abandono de la región. Ese fue el primer paso: imaginar una geografía relativamente hostil, la cual obligaba a duras prácticas culturales orientadas a la adaptación. Prácticas, por cierto, que no siempre se habían cumplido con sentido ecológico. Reichel propuso inicialmente que la ideología cumplía un papel más bien negativo en las prácticas ecológicas. En Las bases agrícolas (1961, 87) sugirió que los indígenas habían tenido poco sentido ambiental, y en su trabajo sobre La Guajira no tuvo la más mínima duda de que habían deteriorado el medio hasta hacerlo prácticamente inhabitable (Reichel-Dolmatoff y Dussán de Reichel-Dolmatoff 1950, 196). Es más, en Aspectos económicos entre los indios de la Sierra Nevada de Santa Marta,


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de 1949, había señalado que las pocas tierras fértiles de la Sierra no eran aprovechadas por consideraciones mágicas y que los indios destruían indiscriminadamente la vegetación (Reichel-Dolmatoff 1949, 575-576). Por si fuera poco, en Los kogi, de 1950, anotó que los indígenas sembraban hasta que agotaban la tierra y que, aunque acudían a la magia, en realidad, “no conocían remedios eficaces” y las cosechas se perdían (Reichel-Dolmatoff 1985, 1, 112).

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El Reichel ecológico Todo lo anterior cambió en 1967 con Desana, su punto de inflexión. El libro había nacido de una decisión difícil: dado que las sociedades primitivas pronto desaparecerían, era necesario concentrarse en lo prioritario. Entonces no tuvo la menor duda de que era imprescindible estudiar las manifestaciones más fundamentales del espíritu, las mismas que años antes habían sido tomadas como obstáculos para el progreso. Era más importante lo que los indígenas pensaban, que lo que hacían. El cambio económico ya no era deseable, sino catastrófico. En efecto, Desana inauguró el planteamiento de que los indígenas eran filósofos que a través de sus chamanes regulaban su interacción con el medio. Su idea era la siguiente: enfrentados al hostil medio tropical, los desana habían elaborado una cosmovisión que preservaba celosamente el equilibrio entre lo que se tomaba y daba del medio (Reichel-Dolmatoff 1977; 1986). El caso es que, poco más tarde, en un artículo dedicado al tema de la cultura y el medioambiente entre los kogi (Reichel-Dolmatoff 1982), exactamente los mismos ejemplos que servían treinta años antes para demostrar que los indígenas no tenían conciencia ecológica probaban todo lo contrario: si los indígenas no intensificaban el cultivo, era porque no querían modificar el ambiente. Los críticos períodos de escasez de los que se habló con frecuencia, ahora resultaban inimaginables. Si antes las tierras fértiles escaseaban, ahora eran abundantes. Si se había leído que los indígenas no tenían conocimientos prácticos, ahora sí que los tenían. Si los indígenas le habían parecido en ocasiones violentos, ahora eran un ejemplo de paz. Estas ideas, más gestadas por el contexto ideológico cambiante de los años sesenta y setenta que por cualquier otra cosa, acompañarían a Gerardo Reichel hasta la obra donde se presentan ampliamente: Indios de Colombia-Momentos vividos-Mundos concebidos (1991). En esta, los indígenas se destacaban por sus conocimientos científicos, por su apego a la paz y por su desinterés por los bienes materiales. Esto exigía que los científicos olvidaran sus intereses por cuestiones irrelevantes y se dedicaran a ser intérpretes de una forma de ver el universo que podría aportar al mundo de hoy. El objeto del antropólogo dejó de ser entender el desarrollo de las sociedades, y menos aún propiciar cambios desde afuera de esas culturas. Ahora consistía en traducir para el blanco un mundo fabuloso que ignoraba por completo. Hay que admitir que con Desana también vendría la etapa más productiva de Reichel, marcada por libros inolvidables, bien escritos, que fueron los que hicieron conocer la antropología colombiana por fuera del país (Laurière 2010). Un ejemplo formidable de esta literatura es, por supuesto, El chamán y el jaguar (1975). Reichel


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agregó con esa obra, además de una nueva imagen del manejo ecológico, un giro en otros dos aspectos: primero, en el papel del chamán, y segundo, en el uso de drogas alucinógenas. En algunos de sus primeros trabajos había mantenido cierta indiferencia frente a los chamanes. Su escrito sobre la economía kogi mencionaba que el poder de los líderes religiosos –entonces llamados brujos a secas– se amplificaba en tiempos de crisis y angustia. En su estudio monográfico, los mamas más tradicionales trabajan en bien de la preservación de la cultura, pero al mismo tiempo eran autoritarios, ocultaban de manera deliberada su ignorancia en aspectos fundamentales de la mitología y probablemente tenían algo que ver con el envenenamiento de algunas personas que hablaban mal de ellos; eso por no mencionar a los menos tradicionales, alcohólicos inveterados y dados a la violencia. Lo que escribió Reichel sobre los chamanes en ese entonces es lo mismo que aparece en la obra y diarios de campo de connotados etnólogos colombianos y extranjeros de la época. Pero en Desana, Reichel concluyó algo completamente distinto: el chamán era “indudablemente el especialista más importante en toda sociedad” y sobre él recaían “responsabilidades grandes con las cuales trata de cumplir con dedicación y energía extraordinaria” (Reichel-Dolmatoff 1986, 155). No se trataba de “un simple brujo o curandero que, con sus supercherías engaña a la gente para dominarla o utilizarla, sino que es un individuo dedicado, convencido de su misión sagrada y, generalmente, imbuido de un alto sentido de servicio a la comunidad”. Más tarde, lo mismo sería cierto para los mamas kogi. Sobra recordar que las nuevas propuestas de Reichel cayeron en suelo fértil. Era la época en que la “Madre Tierra” se convirtió en consigna, y también la del tejano Ted Pray, quien inventó un famoso discurso ecológico que puso en boca de un igualmente idealizado cacique Seattle, del siglo XIX, y con ello logró que nadie dudara de que los indígenas vivieran siempre y en cada lugar en armonía con la naturaleza. Por supuesto, hubo cosas en la obra de Reichel que no cuadraron con la imagen que los blancos urbanos y bien intencionados románticos construían de los indios: el sexo. No es que el tema fuera evadido; todo lo contrario, el segundo volumen de Los kogi tuvo que ser publicado por cuenta del autor, ante el mojigato rechazo de sus superiores. El problema consistió en que los kogi podrían ser sinónimo de trato digno a la naturaleza y de liderazgo espiritual, pero no de amor libre. La sexualidad invadía todas las actividades cotidianas del indígena: cada objeto parecía tener siempre una connotación sexual. Incluso tejer simbolizaba el coito. Al texto no le faltaban provocadoras referencias sobre temas tabú: masturbación, violaciones, posiciones sexuales y homosexualismo (Reichel-Dolmatoff 1985, 2, 146 y 239-246). El problema fue que la sociedad indígena se representó como represiva y cargada de conflictos y tensiones sexuales. El trasegar del kogi por la vida parecía relacionarse estrechamente con el apego a la madre, la represión sexual y la agresividad. Sin duda, se trataba de una sociedad paranoide e hipocondríaca. Los kogi se presentaron como personas reprimidas en lo sexual, la homosexualidad se caracterizó como una degeneración, había incesto, adulterio y sexo con animales. Había, además, una imagen de


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permanente abuso de la autoridad paterna y un trato duro y hasta cruel con los niños. Por cierto, incluso en Desana tampoco faltaron referencias a una vida sexual reprimida que frecuentemente desembocaba en violencia (Reichel-Dolmatoff 1986, 236). Desde un comienzo, Gerardo Reichel trató de explicar las anomalías del comportamiento indígena en términos adaptativos. Por ejemplo, en Conceptos biológicos de los indios kogi (1951), insistió en que los indígenas tenían una cultura paranoide que, sin embargo, servía para controlar el tamaño de la población y no llevar a la sociedad al desastre. Con el paso del tiempo, las justificaciones parecieron más benévolas. En 1982 admitió que la sociedad kogi era represiva en lo sexual, pero matizó añadiendo que se trataba de una estrategia para no alterar el balance ecológico. Luego, en 1987, anotó que la adaptación psicosocial de los kogi, basada en opciones que parecían crueles, era la estrategia a la que los indígenas le debían su sobrevivencia. Incluso, trató de que la represión sexual entre los kogi encerrara un contenido moral y sugirió que su estudio ayudaría a comprender el inconsciente y los complejos edípicos del occidental. Más recientemente, en 1991, la imagen de una sociedad reprimida se había hundido en el olvido. En Los kogi había descrito una peligrosa agresividad que atribuyó a la represión sexual, y no había dejado de mencionar cierto incidente con un indígena borracho que trató de matarlo. Todo ello se omitió posteriormente. En Indios de Colombia, los nativos de la Sierra desconocían la violencia. Pero era tarde: la imagen de la sexualidad reprimida que se proyectaba en la monografía original, verdadera o falsa, había nacido para no servir de ejemplo en los setenta: la gente quería modelos a seguir, no gente que tuviera los mismos problemas que se asumían exclusivos de la sociedad moderna. El énfasis de Reichel en el indio ecológico, prácticamente heredero impoluto de tradiciones prehispánicas, ha sido estudiado y criticado con anterioridad (Uribe 1986; 1995; Langebaek 2001). Lo que quiero enfatizar es que hay cierta ironía en que el trabajo de Reichel terminara por ayudar a enterrar el proyecto de nación mestiza de Rivet y de tantos liberales colombianos. Para mostrarlo es necesario regresar en el tiempo y volver a sus trabajos sobre los mestizos, los cuales fueron la base para su libro The People of Aritama. Es bueno volver a esos trabajos porque sirven para entender la mutación en el pensamiento de Reichel a lo largo de los años. Un primer texto se refirió a la estructura social colombiana (Reichel-Dolmatoff 1952) y se escribió como crítica a un trabajo del norteamericano Smith, en el cual se afirmaba que sólo había dos clases sociales en Colombia: una alta, pequeña y blanca, y otra pobre, sin educación ni posibilidades de movilidad social. Por el contrario, Reichel defendió la idea de que la clase alta tenía cierta diversidad étnica, y que existía movilidad social, evidenciada en una clase media creciente y cada vez más educada. En ese trabajo, por cierto, se refirió a la llegada de migrantes alemanes, austriacos, húngaros y polacos que sufrieron persecuciones en Europa como un bienvenido aporte a la clase media nacional. También habló de la importancia de los valores democráticos y de una nación que tenía su fundamento en la clase media y el campesinado mestizo. Estas ideas sobre el ideal mestizo se irían transformando con el tiempo.


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El segundo texto tuvo como objeto de estudio la medicina popular entre los campesinos de la Sierra Nevada (Reichel-Dolmatoff 1955). En ese trabajo, Reichel describió que los campesinos consideraban que la enfermedad estaba presente en la naturaleza pero que tenía un valor neutro. Sólo se desarrollaba cuando coincidía con la malevolencia de algún prójimo, y en una ocasión determinada se manifestaba. La enfermedad entonces dependía siempre de la voluntad de otra persona, a menos que fuera autoinfligida, como ocurría con alguna frecuencia. La envidia por el prestigio adquirido por otras personas era un factor clave para desearles la enfermedad, lo cual muchas veces era suficiente para que la padecieran. Los habitantes de Atánquez reconocían dos tipos de enfermedades –las calientes y las frías–, pero además insistían en que los hombres estaban menos expuestos que las mujeres a enfermarse y que las enfermedades de unos y otras eran diferentes. Detrás de los factores que explican las enfermedades se ocultaba un control social de la conducta: algunas trataban de evitar las tensiones generadas por el prestigio; otros factores, como la creencia en las apariciones, se relacionaban con la prohibición de salir de noche. Según sus manifestaciones, las enfermedades se podían diferenciar entre las que tenían síntomas definidos y las que no los tenían. En ambos casos podían representar la agresión de algún enemigo, lo cual evidenciaba una marcada hostilidad en la comunidad. En particular, enfermedades como la locura y la idiotez típicamente se originaban en un enemigo personal. En términos de cambio cultural, las creencias tradicionales se relacionaban con las creencias científicas. La eficacia de un antibiótico no alteraba la convicción de que la enfermedad pudo haber sido causada por factores mágicos y que por lo tanto requería un tratamiento también mágico. El medicamento moderno solo, apenas solucionaría parte del problema. La medicina moderna, además, se aceptaba como parte de la solución, sólo en la medida en que también contenía elementos mágicos. Los elementos “españoles”, como rezar a los santos o tomar remedios modernos, hacían parte del sistema de prestigio con que los miembros de la comunidad competían por parecer más aculturados. Es más: la relación entre prestigio y enfermedad era tan evidente que todos los individuos de alto prestigio padecían “algún defecto físico o mental permanente”: eran cojos, ciegos, mancos, o sufrían ataques de histeria o epilepsia (Reichel-Dolmatoff 1955, 15). El tercer texto data de 1956, y su propósito fue ofrecer una explicación cultural de las viviendas campesinas del departamento del Magdalena. Este escrito ofrece un ejemplo bastante interesante de la forma como Reichel manejó el tema de la raza y de la cultura, privilegiando a esta última sobre la primera. Con la tarea de ofrecer un contexto cultural al tema de la vivienda en esa parte del país, Reichel elaboró a partir de su idea de cultura, raza y cambio cultural. En primer lugar defendió la unidad de la especie humana, del Homo sapiens, y se preguntó si los conceptos cultura mestiza o cultura criolla daban una buena idea de una definición de la cultura en Latinoamérica. Primero descartó la noción cultura mestiza por su connotación biológica (Reichel-Dolmatoff 1956, 2) y se inclinó por la de cultura criolla. Sin embargo, rechazó de inmediato que esto implicara aceptar la idea de una cultura criolla como


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un listado de atributos culturales, por ejemplo, “el interés por las bellas frases en oposición al poco interés por hechos y acciones concretas”; no se trataba, en efecto, de “rasgos culturales” sino más bien de procesos que daban sentido a una cultura en transición que no había logrado síntesis alguna aún, pero que se orientaba hacia un tipo europeo imaginado, a un ideal de civilizado, especialmente a través del mecanismo de prestigio. El prestigio, en efecto, se podría pensar como el medio mediante el cual se aspiraba a mostrar la condición de no indígena. Las estrategias para mostrar ese prestigio iban desde las más obvias, como por ejemplo el vestido o evitar trabajos físicos poco prestigiosos, hasta otras menos evidentes, como consumir medicinas costosas o preferir las inyecciones a los remedios más sencillos. Mostrar estatus parecía resumir el tema. El otro aspecto que valoró Reichel en su interpretación fue el de la familia, en este caso muy alejada del ideal cristiano, polígama, donde el hombre buscaba satisfacer sus necesidades biológicas, y la mujer, sus carencias económicas; esa familia donde existía una fuerte ambiente de hostilidad y donde la mujer era, en la mayor parte de los casos, la dueña de las viviendas. El asunto central para Reichel es que la vivienda entraba dentro de la lógica de la estructura familiar y de la búsqueda de prestigio. Las casas coloniales eran feas y poco prestigiosas, lo mismo que las estructuras de cuatro aguas que se identificaban con lo “indígena”. Los aposentos eran lugares oscuros, sucios y repletos de insectos, mientras que la sala era el lugar del prestigio; allí se exhibía el estatus al visitante. Por último, Reichel anotó que cualquier cambio en la vivienda campesina enfrentaría otro elemento al menos tan importante como el del prestigio y relacionado con él: “la envidia, la murmuración, la crítica del vecino” (Reichel-Dolmatoff 1956, 15). Dos eventos demuestran que los académicos e intelectuales colombianos estaban dispuestos a dar una lectura muy específica a Desana y a otros muchos trabajos posteriores de Reichel: el hallazgo de Ciudad Perdida en la Sierra Nevada de Santa Marta. Este asentamiento y otros menos conocidos en la Sierra dieron origen a todo tipo de tensiones entre el Estado, los indígenas, los campesinos y los académicos (Sánchez 2008; Langebaek 2009, 2, 244). Cuando en los setenta se descubrió el primer sitio, los antropólogos asumieron, sin mayor investigación que los respaldara, que habían encontrado la prueba de que antes de la llegada de los españoles, Colombia estaba repleta de “frutos tropicales y una exuberante vida salvaje”, y también que los colonos mestizos encarnaban la continuación de la Conquista. Los mestizos pasaron a ser descritos como personas “de escaso o ningún nivel educacional” que destruían los sitios arqueológicos, maltrataban a los indígenas, erosionaban el suelo y se aliaban con el narcotráfico Más aún, se reforzó la idea de un extraordinario caso de continuidad cultural entre los actuales indígenas de la región, especialmente los kogi, y los antiguos tairona. Reichel no necesariamente comulgó con esa interpretación tan simplista de las cosas y explícitamente valoró a Colombia como nación mestiza, pero sin duda contribuyó de alguna manera a que esas ideas tuvieran un aire de respaldo académico.


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Su trabajo inicial entre comunidades indígenas y campesinas, como se anotó más arriba, estaba orientado a dar insumos para el cambio social que impulsaba el Estado. En el caso de su estudio de enfermedades, por ejemplo, la información aportada por sus observaciones etnográficas debía servir a higienistas y educadores. Lo mismo era cierto en sus estudios sobre la vivienda. Pero el mismo complejo de creencias sobre prestigio llevaba fácilmente a la idea de la aculturación como algo indeseable. Es más, el tránsito de aculturación a veces tenía evidentes resultados negativos. En el caso de las prácticas obstétricas, por ejemplo, Reichel observó que el parto entre los indígenas de la Sierra era considerado algo natural, pero con la llegada de los colonos se introdujo el miedo. Los colonos no sólo quitaron las mejores viviendas y tierras a los indios, sino que introdujeron el concubinato y aumentaron las tensiones (Reichel-Dolmatoff 1953b, 33). Inicialmente Reichel encontró evidencias de malestar tanto en las sociedades indígenas como en las mestizas. Serios problemas de adaptación y violencia estaban presentes en las dos. Pero con el tiempo, su visión sobre la necesidad del cambio cultural y el juicio bastante estricto sobre la convivencia entre campesinos e indígenas dio paso a una imagen de la sociedad mestiza como tránsito hacia un ideal “occidental” que no era tal y que estaba marcado por complejos procesos de prestigio y envidia. Finalmente terminó valorando más a la sociedad nativa y siendo crítico del cambio. De hecho, durante años había encontrado valores en las sociedades indígenas, aunque a su modo, y a veces de forma muy propia de él, que no eran exactamente los que el público esperaba. Por ejemplo: el propio Reichel había afirmado en The People of Aritama que los indios eran más cercanos a los valores de la cultura occidental que la propia sociedad moderna: su catolicismo del siglo XVIII, su respeto por la ley, su vida familiar y su concepto de autoridad los hacían muy diferentes del mestizo materialista, hedonista, irrespetuoso de la ley y la autoridad, y disoluto en su vida familiar. De alguna manera, los indios estaban más cercanos a los verdaderos y profundos valores occidentales que a los de la sociedad moderna.

Impacto y balance El caso es que toda suerte de antropólogos se transformaron –por decirlo de alguna manera– en “reichelianos”. De ser un individuo atrapado entre la ciencia positiva y el materialismo histórico, pasó a aglutinar buena cantidad de admiradores. Incluso, personas que habían criticado que la antropología burguesa desconociera las raíces económicas de los procesos culturales y que sostuvieron que los indios se debían entender a la luz de Marx y Mao, años más tarde postularon explícitamente que los antropólogos actuaran como “traductores” para que las concepciones ideológicas nativas se pudieran explicar al blanco. Hasta las revistas Voz Proletaria y Tribuna Roja se reichelizaron: inicialmente defendían que los indígenas eran campesinos, criticaban con dureza al “indigenismo cósmico” y explicaban que los campesinos y colonos eran explotados por los terratenientes. A veces incluso se mencionó que algunos indígenas se explotaban unos a otros. En los noventa, esas mismas revistas


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elogiaban a Rivet y hablaban de la civilización blanca como amenaza y de grupos indígenas en “aceptable grado de pureza”. Reichel comenzó a ser citado extensamente por los más inusitados autores, todos interesados en la cosmovisión nativa. Nadie los obligó. Académicos que no hacía mucho habían estudiado el sistema económico de los indios muiscas, que hablaban de modos de producción, de explotación y de clases sociales, terminaron plegados por completo a la imagen del indio ecológico que promulgó Reichel (Langebaek 2010a). Quizá el punto culminante fue la Constitución de 1991. Tres fuerzas mayoritarias, el liberalismo, el Movimiento de Salvación Nacional (conservador) y el grupo exguerrillero del M-19 lideraron los debates. Quizás esa diversidad ideológica explica por qué probablemente los tres personajes más citados en los debates fueron Bolívar, Lenin y el propio Reichel. En el tema del medioambiente y de los indígenas parecía haber acuerdos fundamentales, establecidos de antemano. Primero, aparecía recurrentemente la típica imagen criolla de un país con una naturaleza generosa, aunque amenazada; segundo, se reconocía el predominio de lo cultural sobre lo económico; y tercero, se aceptaba la imagen del nativo ecológico. La preocupación ambiental figuró como una de las más importantes entre los constituyentes, independientemente de su partido político. En opinión de la mayoría, se debía reorganizar el país, reconociendo los derechos de los pueblos indígenas “como primeros titulares de territorialidad en el país”. No se dijo nada semejante sobre los derechos del mestizo o del trabajador obrero. Incluso, un constituyente pidió perdón públicamente por ser mestizo. Al final, se aceptó la idea de que los grupos étnicos eran los guardianes de la naturaleza. Como lo había demostrado Reichel, la naturaleza era “alimento espiritual” del nativo. Y así quedó consignado. Y por eso hoy en día cargamos con una idea del campesino y del colono bastante más que conservadora, como predador y explotador de indios, más incluso que los terratenientes (Langebaek 2009, 2, 259). Para terminar, lo siguiente. La obra de Reichel no permaneció inamovible en el tiempo; por el contrario, sufrió cambios importantes a medida que se expuso a influencias de su entorno. Su trabajo tiene algunas constantes, pero importantísimas mutaciones, las cuales provienen del entorno cambiante en que se desenvolvió, primero bajo la influencia de Rivet, luego con el evolucionismo norteamericano y por último con las nociones de indio ecológico que habían madurado especialmente en Estados Unidos y que encontraron en Colombia un eco enorme. Un agudo observador de la época encontró tempranas influencias de Linton y Kardiner y más tardías de Lévi-Stauss (Chávez 1986, 210). De hecho, una de las críticas que se le pueden hacer a Reichel tiene que ver con esas mutaciones, algunas de las cuales no tienen mayor coherencia con su investigación empírica, caso por ejemplo de su idea de cómo los indígenas manejaban el tema ambiental. Aunque Reichel proclamó que se aproximó al estudio de los kogi sin ideas preconcebidas, abierto a todo lo que pudieran enseñarle, en la realidad eso no fue verdad, ni puede llegar a serlo en ningún caso: el investigador fue consistente en actualizar sus posturas sobre diversos temas, se trepó a la Sierra con un bagaje intelectual y con el test de Rorschach en la mano.


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Llegó con ideas preconcebidas, y a lo largo de su trabajo modificó su manera de entender las sociedades indígenas, a veces en contravía de las mismas observaciones empíricas que había hecho en el pasado. Simplificar su obra como un producto del nacionalsocialismo no resiste un análisis riguroso, pero eso no quiere decir que compartiera con sus colegas colombianos una disciplina que no se desmarcaba de nociones conservadoras. Su obra debe más al ambiente de la etnología liberal de la época de su llegada a Colombia que a ideas raciales y culturales del núcleo del pensamiento nacionalsocialista. Unas palabras sobre este tema: existían diferentes vertientes de extrema derecha en Alemania (y no sólo en ella), aunque todas compartían algunos elementos centrales. En Alemania, los nazis acogieron la idea del Volksgemeinschaft, la comunidad del pueblo (Volk), unida por la continuidad histórica y representada por el verdadero y auténtico habitante de una región que amaba profundamente la naturaleza que lo rodeaba y que despreciaba lo material en beneficio de lo espiritual. Para los nazis, los conceptos cultura y raza estaban íntimamente unidos, y, por supuesto, las mezclas raciales implicaban la degeneración (Arnold 2006; Katz 2014). Hitler mismo, en Mi lucha, consideró que los pueblos mezclados de América del Sur eran el perfecto ejemplo de una deshonrosa confusión de sangres. En los trabajos más tempranos de Reichel se pueden encontrar algunas interpretaciones de corte materialista (como en Las bases agrícolas, por ejemplo), completamente opuestas a la agenda del idealismo nacionalsocialista, hasta preocupaciones higienistas y críticas al comportamiento cultural como obstáculo para el cambio social que son coherentes con la agenda política de la antropología colombiana de la época, pero no con la rígida división nazi entre pueblos creadores, conservadores y destructores. Más tarde, cuando se inclinó por “encontrar” nativos prístinos incapaces de afectar el medioambiente y defendió tesis exageradas sobre continuidad cultural, esto se debió a un proceso muy propio de los sesenta y setenta, que evidentemente se puede señalar como conservador (y no en todos los casos), pero no como nacionalsocialista. Por otra parte, algunas ideas de Reichel se adoptaron y se amplificaron mucho más allá de lo que él jamás propuso, y eso remite no sólo a su producción intelectual sino a los mecanismos mediante los cuales sus propuestas fueron asimiladas por la sociedad colombiana. El hecho es que en la última parte del siglo XX se vio el espectáculo de marxistas que terminaron defendiendo a ultranza propuestas idealistas sobre la sociedad y la historia. También se vio a liberales y marxistas adoptando visiones esencialistas sobre el “indio ecológico” y minimizando la alusión a las tensiones económicas y a las reivindicaciones de los campesinos. En fin, durante los noventa se impuso una agenda que habla de una sociedad colombiana inclinada a ideas fundamentalmente idealistas, aunque se presentaran como liberales o aun “de izquierda”. Con el mejor ánimo progresista se aceptaron propuestas de Reichel sobre el indio ecológico pero además las erigieron en componente integral, casi genético, de las virtudes de la nacionalidad y del “colombiano”. Se llegó a definirlo como mez-


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cla de la espiritualidad “latina” y del “ambientalismo” nativo, producto de la cual sólo podía surgir un carácter predestinado, un tipo de persona que llegó a ser definida, con todo y justificación histórica, como un poco “menos exquisit[a] pero un poco más natural, un poco menos racional pero un poco más sensitiv[a], un poco menos segur[a] pero un poco más curios[a]” en relación con los sajones (Ospina 2001, 30). En fin, un “tipo humano”, en el mejor espíritu conservador, nativista e idealista, del siglo XIX, adornado de las gracias y virtudes de una estirpe sino “superior” por lo menos más “digna” y “sublime”. Lo que a la larga sorprende no son tanto las ideas consevadoras de Reichel sino el grado de conservadurismo de la sociedad que recibió su obra, la amplificó y la llevó a extremos casi ridículos, mezcla de nacionalismo, purezas y virtudes de pueblos que deberían dar escalofríos pero que son recibidos por el amplio auditorio con beneplácito. Sin duda, el pasado personal de Reichel no se puede, ni se debe, echar por la borda, pero su obra tampoco, aunque sea para disentir de ella. Hay quienes quieren encontrar en los pioneros de la antropología, o en general en los interesados en los “pueblos primitivos”, ejemplos perfectos, héroes intachables. Y también quienes ven en el nacimiento de la antropología colombiana una ideología desmarcada por completo de aspectos racistas. Nada de eso puede estar más lejos de la realidad y merece una crítica profunda (Langebaek 2009; Páramo 2010). No es necesario remitirse a Leni Riefenstahl o a Mircea Eliade, sino a casos más cercanos como el de un Pérez de Barradas o un Hernández de Alba, que tanto aportaron a la antropología colombiana pero cuyos diarios descubren personas bastante imperfectas, aunque lejos de las actuaciones de las que se ha señalado a Reichel (Langebaek 2010b). E igual sucede con personajes fundacionales del pensamiento social colombiano como Luis López de Mesa o el propio Jorge Eliécer Gaitán, para citar dos ejemplos. En resumen, el pasado de Reichel en Europa de la preguerra no es suficiente para entender su obra. Hay una experiencia americana, académica y social, que marcó su trabajo y que no se puede ignorar. El trabajo de Reichel es criticable, complejo y contradictorio. Fue considerado por algunos de sus colegas como arrogante y más cercano al Partido Conservador que al Liberal. Incluso se le acusó de despreciar a sus colegas. Y sin duda se puede señalar a Reichel como una persona alejada de la política, y poco dada a jucios explícitos que se pudieran matricular en vertientes de pensamiento críticas de la explotación. Reichel prefirió criticar la civilización en libros de gran formato que leían las élites, y no la plusvalía en libros de papel barato que leían los revolucionarios. Y estuvo lejos de ser un personaje de las características de un Juan Friede, que combinaba la excelencia académica con el compromiso político. Pero, en aras del equilibrio, se podría poner en tela de juicio buena parte de la militancia de su época, la hipocresía de quienes, al tiempo que criticaban la guerra imperialista en Vietnam, avalaban las agresiones de la Unión Soviética (o viceversa), o rendían culto casi infantil a los personajes más dudosos de la historia reciente. De quienes se dolían de los muertos de un lado y justificaban los del otro lado.


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En todo caso, de aceptar su más bien explícita antipatía por la militancia, a que su obra sea descalificada por estar inspirada en principios nacionalsocialistas, hay un trecho enorme. Quizá le reprochen algunos su falta de activismo, pero el impacto de su obra en temas como la revaluación del trabajo del misionero y la valoración de las comunidades indígenas fue mayor que el de muchos activistas, y esto es particularmente valioso en una época en que en muchas partes del país los indígenas no sólo eran despojados de su cultura sino físicamente eliminados, como no ha dejado de pasar hoy (Ardila 1997; García 2005; Pineda 2003). Llama la atención que algunos pidan depurar la obra de Reichel de su contenido nacionalsocialista. ¿Los denunciantes habían leído su obra con tanto descuido como para dejar pasar durante años el contenido “nazi” de su obra? ¿Había que encontrar su pasado terrible para, ahora sí, leer con juicio sus contenidos y detectar tamaño problema? ¿Acaso se dejará pasar la oportunidad de evaluar críticamente el pensamiento “progresista” de los noventa, o como siempre se encontrará un culpable, en este caso un nazi extranjero? Los aduladores que nunca criticaron a Reichel, los que le rindieron culto acrítico y a veces hasta patético, así como los detractores silenciosos que tampoco hicieron públicamente sus reservas sino hasta cuando existió el ambiente propicio del escándalo público, no hablan bien de nuestra comunidad académica. Nadie, absolutamente nadie, puede negar que Reichel fuera el más provocativo de los antropólogos que trabajaron en Colombia en la segunda mitad del siglo pasado. Nadie puede negar que su trabajo tuvo impacto entre muchas personas y que sirvió de inspiración para que más de uno se dedicara al oficio con una buena dosis de compromiso y desprendimiento. Flaco favor le han hecho los que nunca fueron capaces de criticarlo y ahora lo consideran como un cadáver insepulto. Y flaco favor también los que aún ahora lo ven como un héroe impoluto.

Referencias

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De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff Carlos Alberto Uribe Tobón* Universidad de los Andes, Colombia

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.02

Artículo recibido: 30 de julio de 2016; aceptado: 16 de noviembre de 2016; modificado: 11 de diciembre de 2016

Palabras clave: Biografía (Thesaurus); Gerardo Reichel-Dolmatoff, historia antropología colombiana, antropología de la antropología (palabras clave del autor). From Great Jaguar to Symbolic Father: Gerardo Reichel-Dolmatoff´s “official” Biography Abstract: This paper reviews the controversy around anthropologist Gerardo Reichel-Dolmatoff from a particular standpoint. I intend to question how and by which conceptual artifacts Reichel-Dolmatoff was enthroned as the “father-figure” of Colombian Anthropology. Thus, I examine the collective elaboration of a life-history, professor Reichel-Dolmatoff ’s life-history, based upon the exegesis of his published biographies and an analysis of his

*

Doctor en Antropología, Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos. Profesor titular, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes. Entre sus últimas publicaciones están: “Erich Fromm, José Gutiérrez y el psicoanálisis humanista en Colombia”. Trashumante. Revista Americana de Historia Social 5: 244-263, 2015. *curibe@uniandes.edu.co

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Resumen: En este artículo reviso la polémica que rodea la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff desde una perspectiva particular. Me interesa indagar cómo y con el auxilio de cuáles artificios se llegó a la noción del profesor Gerardo Reichel-Dolmatoff como el “padre de la antropología colombiana”. Para ello examino el proceso de elaboración colectiva de una historia de vida, la historia de vida del profesor, mediante la exégesis de sus biografías en la literatura, rematadas con un análisis de los ejercicios autobiográficos acometidos por él mismo. Me interesa proponer una “antropología de la antropología” sobre este autor, para comprender mejor las relaciones entre la vida y la obra de Reichel-Dolmatoff. Concluyo con el argumento de cómo la figura del profesor, contradictoria desde su llegada a Colombia, estuvo marcada por silencios y revelaciones parciales que dieron forma a su vida académica, mientras que muchos de sus seguidores hicieron de Reichel-Dolmatoff una figura paterna, totémica, pensada en términos del Gran Jaguar, en una versión canónica que siempre osciló entre lo verosímil y lo verificable.


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own auto-biographical attempts. My aim is to propose an “Anthropology of Anthropology” in order to better understand the relationship between Reichel-Dolmatoff ’s life and work. I conclude with the argument that professor Reichel-Dolmatoff ’s figure, contradictory since he arrived in Colombia, was dotted by silences and partial revelations which shaped his academic life. Meanwhile, his followers made of him a father-figure thought in terms of a totemic “Great Jaguar” through a canonic biography that oscillates between plausibility and verifiability. Keywords: Gerardo Reichel-Dolmatoff, biography, history of Colombian anthropology, anthropology of anthropology (author´s keywords). De grande jaguar a pai simbólico: a biografia “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff

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Resumo: Neste artigo, reviso a polêmica que rodeia a figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff sob uma perspectiva particular. Interessa-me indagar como e com o auxílio de quais artifícios chegou-se à noção do professor Gerardo Reichel-Dolmatoff como o “pai da antropologia colombiana”. Para isso, examino o processo de elaboração coletiva de uma história de vida, a história de vida do professor, mediante a exegese de suas biografias na literatura, finalizadas com uma análise dos exercícios autobiográficos empreendidos por ele mesmo. Interessa-me propor uma “antropologia da antropologia” sobre esse autor, para compreender melhor as relações entre a vida e a obra de Reichel-Dolmatoff. Concluo com o argumento de como a figura do professor, contraditória desde sua chegada à Colômbia, esteve marcada por silêncios e revelações parciais que deram forma à sua vida acadêmica, enquanto muitos de seus seguidores fizeram de Reichel-Dolmatoff uma figura paterna, totêmica, pensada em termos do Grande Jaguar, numa versão canônica que sempre oscilou entre o verossímil e o verificável. Palavras-chave: Biografia (Thesaurus); antropologia da antropologia, história da antropologia colombiana, Gerardo Reichel-Dolmatoff (palavras-chave do autor).


De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff Carlos Alberto Uribe Tobón

“[…] nadie es tan grande que pueda avergonzarse de hallarse sometido a aquellas leyes que rigen con idéntico rigor tanto la actividad normal como la patológica”.

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Sigmund Freud. Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1981 [1910], 1577)

1

“En Colombia la cultura es muy conservadora”. Entrevista a Marianne Ponsford por María Jimena Duzán. (Semana, 19 de abril de 2014). Disponible en http://www.semana.com/nacion/articulo/en-plata-blanca-con-marianne-ponsford/384005-3

2

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ara muchos, la obra intelectual que Gerardo Reichel-Dolmatoff realizó durante sus más de cincuenta años en Colombia es un monumento antropológico vigente en el escenario nacional e internacional. Empero, lo que sucedió en aquel recinto de la Universidad de Viena en el verano de 2012 desencadenó una onda expansiva de tremores profundos que conmocionó el campo antropológico global. En una ponencia del 54 Congreso Internacional de Americanistas se reveló que, antes de emigrar a Colombia en 1939, la vida del insigne antropólogo colombo-austriaco escondía un pasado oscuro de militancia activa en el Partido Nacionalsocialista alemán (Oyuela-Caycedo 2012). Con los días, sobre todo después de una publicación en la revista cultural Arcadia, el maremágnum creció. Las pasiones se inflamaron, y dos bandos, uno a favor y el otro en contra de la vida y la obra del personaje, o de la ponencia de Viena, llenaron de mensajes las redes sociales y los medios de comunicación. Pero como se estila por estas partes, del incendio no quedó sino la humareda, que a poco se disipó. Casi dos años después de aquella mañana del verano vienés, Marianne Ponsford, directora saliente de Arcadia, confesó su sorpresa ante este estado de negación. En palabras de la señora Ponsford: “Lo que sí me ha impresionado es saber que el tema de Reichel-Dolmatoff y su relación con el nazismo, que fue denunciado por Arcadia, es hoy tema vedado en la Facultad de Antropología de la Universidad de los Andes. Cuénteme usted si un tema como ese no ha debido ser un tema de debate si hablamos del fundador de la Antropología en Colombia”1. Más allá de vetos que no existieron, hay que reconocer el valor de esa opinión: este es un tema de debate importante y relevante para la antropología en Colombia. En su apreciación del affaire Reichel-Dolmatoff, los antropólogos y antropólogas colombianos parecieron olvidar principios claves del corazón de sus quehaceres: la etnografía. Olvidaron, por ejemplo, aquella máxima que predica que en la etnografía siempre hay que contrastar lo que se dice que se hace con lo que en efecto se hace y se dice. Tal principio entraña siempre una actitud de sospecha e incertidumbre, y lleva a ponerse en entredicho y no abrazar de entrada la versión oficial de los hechos a la mano. Además, la antropología tiene otra directriz fundamental: toda actividad humana deja sus huellas, huellas que permiten, con el tiempo, que todo termine por saberse2. Muy poco de esto se dio en lo que nos atañe. Con algunas excepciones, los


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participantes en la polémica no revelaron desde dónde lanzaron al viento sus opiniones y sus insinuaciones; cuáles eran sus intereses y, por lo tanto, cuáles eran sus sesgos y motivos personales e ideológicos. Los antropólogos olvidaron aquella monserga que habla del “sujeto situado”, de lo fragmentario e incierto de la memoria, de la necesidad de tejer con tiento y con paciencia la historia de vida de los personajes relevantes que se atraviesan en el trabajo de campo. En este artículo propongo revisitar la polémica que rodea la figura de Reichel-Dolmatoff desde una perspectiva particular. Me interesa indagar cómo, y con el auxilio de cuáles artificios, se llegó a la noción del profesor Gerardo Reichel-Dolmatoff como el “padre de la antropología colombiana”. Para ello propongo examinar el peculiar proceso de elaboración colectiva de una historia de vida, la historia de vida del profesor, mediante una aproximación exegética a las sucesivas biografías que sobre el personaje existen en la literatura, rematadas al final de sus días por importantes ejercicios autobiográficos acometidos por él mismo. Me interesa avanzar como una tarea etnográfica una “antropología de la antropología” sobre este autor, con el fin de encontrar claves para comprender mejor la obra de Reichel-Dolmatoff como fundadora de una cierta discursividad sobre lo indígena en Colombia (Foucault 1998 [1969]). Ello es urgente, en la medida en que con el tiempo se van aclarando historiográficamente los tempranos “años oscuros” de Reichel-Dolmatoff (veáse Drekonja-Kornat, en este número). El debate suscitado por la ponencia de Viena de Oyuela-Caycedo, con la incertidumbre que trajo la certeza de que algo grave pasó en la vida del profesor durante esos años convulsionados de la Europa de la década de 1930, no puede ser obviado. Con la deferencia debida a los colegas que han escrito perfiles biográficos del personaje, que me servirán de base en este ensayo, el registro del análisis que propongo no puede ser otro que el de la paradoja.

La paradoja del Gran Jaguar La primera paradoja remite al mismo simposio del 54 Congreso de Americanistas de Viena, donde empezó el incendio. Desde el título del simposio, “Gerardo Reichel-Dolmatoff (Salzburgo 1912-Bogotá 1994): el legado de un americanista austro-colombiano”, se entendió que las deliberaciones debían transcurrir en un tono laudatorio de la obra americanista de una figura puente entre la patria del congreso y su nueva patria colombiana –una figura casi por entero desconocida en su país de origen–. Tal tono fue introducido desde el principio por los dos coordinadores del evento, Roberto Pineda Camacho y el mismo Augusto Oyuela-Caycedo3. Muestra de la intencionalidad de una valoración positiva de la obra de Reichel-Dolmatoff se encuentra en la descripción del simposio: En este simposio se conmemoran los 100 años del nacimiento de uno de los más grandes investigadores de la antropología austro-colombiana y de la america3

El presente autor fue invitado inicialmente por Pineda y Oyuela-Caycedo a ser parte del panel de coordinadores. Como la organización del Congreso de Americanistas no aceptó los tres coordinadores, al final quedaron ellos dos.


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nística. Se espera que en este simposio en su honor se presente un análisis de su vida, obra y contribución al desarrollo de la antropología y a la arqueología americanista. Se espera la presentación de estudios que contextualicen la vida del profesor Gerardo Reichel-Dolmatoff, así como su compañera de vida e investigación Alicia Dussán en su producción académica a nivel regional, nacional e internacional. Se espera la participación de investigadores que examinen los diferentes periodos de su vida y sus contribuciones tanto en arqueología como en antropología. [...] La vida y obra de Gerardo Reichel-Dolmatoff nos ayuda a entender ese proceso [de desarrollo de una antropología americanista] y la importancia de la circulación de ideas universales más allá de las limitaciones políticas e históricas, generando procesos que enriquecen la existencia humana. (54 ICA 2012, Resúmenes, Abstracts)

En esta ponencia se introduce el simposio al análisis de la vida de Gerardo Reichel-Dolmatoff contextualizando algunos de los problemas del agente intelectual y el contexto de las cambiantes agendas de acuerdo a los momentos históricos de la vida de dicho investigador. El descubrimiento reciente de documentos, aclara el pasado de GRD y sus asociaciones antes de su llegada a Colombia. El estudio de la construcción de redes académicas nos pone a repensar su carrera y examinar meticulosamente su contribución científica y las agendas que gobernaban su pensamiento teórico […] (Mi énfasis). (54 ICA 2012, Resúmenes, Abstracts)

Aquello del “descubrimiento reciente de documentos […]” es el quid del asunto. Según reveló después Oyuela-Caycedo, como gran admirador de la vida y la producción intelectual de la pareja Reichel-Dolmatoff, y como su contertulio intelectual, el interés por la vida del personaje lo llevó a investigarla biográficamente. En el proceso encontró lagunas, períodos oscuros, referencias veladas aquí y allá, como Oyuela-Caycedo confesó en varias entrevistas, hasta que fue a las fuentes, a los archivos alemanes del periodo nacionalsocialista. En el camino se tropezó con miembros de los Reichel en Austria, quienes también le seguían la pista al pasado nazi de sus familiares. Pronto se desvelaron los hechos que detalló en su emocional ponencia del miércoles 18 de julio de ese año de 2012 –emociones por las que muchos lo vapulearon con saña por considerarlas impropias de una presentación académica–. Que Oyuela-Caycedo era un gran admirador de la obra y la personalidad de Reichel-Dolmatoff no cabe duda. En efecto, Oyuela-Caycedo se formó como an-

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Si se examinan los resúmenes de las ponencias de los seis convocados (uno de los cuales no asistió a las deliberaciones), no puede colegirse nada distinto de que las deliberaciones iban a evaluar y a poner en contexto la vida y la obra académica de Reichel-Dolmatoff y su esposa. Sin embargo, quizá nadie reparó en el título de la ponencia de Oyuela-Caycedo, la ponencia que lanzó al ruedo todo este asunto: “Gerardo Reichel-Dolmatoff: su pasado, legado y problemas”. El título ya dejaba entrever su contenido final. Tal mensaje de soslayo continuó con el resumen del texto:


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tropólogo en la Universidad de los Andes en la primera mitad del decenio de 1980, cuando una joven generación de profesores –algunos de ellos nunca fueron discípulos de los Reichel-Dolmatoff, organizadores de la antropología en esa universidad– se encargó del entrenamiento de los jóvenes antropólogos. Todo ello en medio de una gran precariedad de recursos académicos y financieros, producto de más de una década de vicisitudes y de debates políticos posteriores a la salida de los Reichel, que incluso llegaron a poner en peligro la misma continuidad de esta unidad académica en la Universidad de los Andes. Oyuela-Caycedo, por tanto, no fue un discípulo directo del profesor austro-colombiano. Su fascinación con el personaje debió coincidir con sus posteriores estudios doctorales en Estados Unidos, o con la lectura de sus obras arqueológicas. Oyuela-Caycedo es, ante todo, un experto arqueólogo. Una prueba al canto de su admiración es el obituario que publicó en el primer número de 1996 de American Antiquity, menos de dos años después de su muerte, en 1994. Allí, Oyuela-Caycedo denominó al homenajeado y a su esposa “Grandes Jaguares” de la antropología local. El siguiente es el párrafo inicial del obituario: El 16 de mayo de 1994, la comunidad académica perdió a uno de sus más grandes investigadores. El padre de la arqueología antropológica murió en Bogotá. Más de cincuenta años de investigación continua hecha por Gerardo Reichel-Dolmatoff y su esposa Alicia sentaron unas bases sólidas para la academia antropológica en Colombia. Para Reichel-Dolmatoff no existía una división entre la investigación arqueológica y la antropológica. Él siempre pensaba la investigación holísticamente, según el modelo de conocimiento que desarrolló en su trabajo con los habitantes nativos de Colombia. Más de una vez expresó la opinión de que si la humanidad quería sobrevivir y parar la destrucción de la naturaleza, debíamos comenzar a aprender las lecciones del pasado e incorporarlas en nuestro conocimiento, además de que tiene sentido imitar algunos de los modelos desarrollados por las sociedades indígenas. Su vasto conocimiento de diversos campos, desde la botánica hasta la lingüística, y su dominio impresionante del español, el inglés, el alemán y el francés, y su conocimiento de varias lenguas indígenas, hicieron de él un verdadero enciclopedista. (Oyuela-Caycedo 1996, 52)4

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Como se trata de un homenaje, el tono hagiográfico es de esperar. Después de todo, en un obituario nadie espera que se revelen detalles incómodos que manchen la vida de aquel a quien se recuerda post mortem. No obstante, aquí se repite una máxima que hasta hace poco era un lugar común en el medio antropológico anglosajón: decir antropología en Colombia equivale a decir Reichel-Dolmatoff. Todo lo que en esos lares se conocía de nuestra antropología parecía ser producto de la pluma de ese autor, y se asumía, además, que quienes dábamos como profesión la antropología debíamos haber sido discípulos directos del profesor y conocedores de toda su obra. Estoy aquí hablando como alguien que experimentó personalmente 4

Traducción del inglés por el autor. Todas las citas en inglés serán traducidas al español por el autor.


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Mucho de su trabajo fue incomprendido por los intelectuales protagonistas de su tiempo, época donde el discurso de la retórica es lo que se valoraba o por sus estudiantes de finales de los años 60 y comienzos de los 70, influenciados por el marxismo, y sin una autocrítica válida de las modas académicas, quienes nunca ayudaron a llenar el vacío de conocimiento que existe sobre nosotros mismos como cultura multiétnica, como pueblo, como indígenas, o como campesinos. El profesor sabía bien que su trabajo solo sería apreciado en el futuro. El profesor Reichel-Dolmatoff y su esposa Alicia Dussán alcanzaron un nivel de calidad investigativa difícil de superar o igualar, que debe ser tomado como ejemplo donde prime el sacrificio por el país. Es increíble pensar que su producción académica es más conocida internacionalmente que dentro de Colombia, lo cual se explica

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este fenómeno en la segunda mitad del decenio de 1970. Por ello, no sorprende la frase final del obituario: “Gerardo y Alicia siempre serán los jaguares y la luz de la arqueología de los neotrópicos” (Oyuela-Caycedo 1996, 55). La fórmula del Gran Jaguar fue usada por Oyuela-Caycedo en su prólogo a la segunda edición de Arqueología de Colombia. Un texto introductorio de Reichel-Dolmatoff (1997). El prólogo abre con un dejo familiar, al referirle al lector un encuentro personal con Reichel-Dolmatoff en una conferencia en el Centro para el Estudio de las Religiones del Mundo, de la Universidad de Harvard, en el otoño de 1993. Después de relatar otros detalles de su relación –cómo le dedicó su tesis doctoral y cómo Reichel-Dolmatoff lo reprendió por no dedicársela mejor a los indígenas–, el personaje recibe el apelativo doble de maestro y de Gran Jaguar. En manos del prologuista, Reichel-Dolmatoff se convierte en “el fundador de un linaje de arqueólogos y etnógrafos colombianos, cuyo trabajo le mereció el calificativo de padre de la antropología colombiana” (Oyuela-Caycedo 1997). Esta afirmación no se puede dejar pasar como un mero comentario afectuoso de un discípulo no directo hacia alguien que después se convirtió en su mentor –o por lo menos así lo dio a entender Oyuela-Caycedo en sus confidencias anteriores–. Ella encapsula un universo de problemas centrales sobre la condición humana. Resalta como tema principal una figura heroica, un héroe cultural proveniente del extranjero, quien funda un nuevo linaje en su patria adoptiva, más exactamente, un patrilinaje conformado por una comunidad de hombres de saber. Con el paso del tiempo, el personaje deviene figura mítica, antepasado de un clan totémico, el clan del jaguar. Y el jaguar, lo escribió el mismo Reichel-Dolmatoff (1978), es por antonomasia el chamán, el gran sabio. Una figura antropo-zoomorfa que deambula, en el ritual del yajé, por los diversos niveles del cosmos en la búsqueda del saber, la luz, la armonía energética en la naturaleza y la cura de las enfermedades. En un momento posterior, esa mimesis de los discípulos, los hijos del gran padre, y el padre se transforma en el drama de la violencia sacrificial. Sacrificio que culmina en el asesinato simbólico del padre, a la manera en que Sigmund Freud lo señaló en Tótem y tabú. Esto de la mimesis entre discípulo y maestro hay que tomarlo en serio. El siguiente, in extenso, es el párrafo final del prólogo al Gran Jaguar:


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por las prioridades y valores que se han establecido en el país en los últimos 20 años. Se puede afirmar que el Gran Jaguar fue un exilado intelectual que, a pesar de vivir en Colombia, la mayor parte de su vida, tenía mayores opciones de divulgación en el exterior. Muchas veces se aterraba de la mediocridad en que había caído la antropología y la arqueología del país, donde el discurso se politizó o se volvió de promoción individual. Esta crítica hizo que sus últimos años fueran amargos al encontrar muy pocos discípulos, colegas, o interlocutores válidos con quien discutir seriamente diversos temas antropológicos y arqueológicos. Esta situación lo empujó a salir del país con frecuencia, y así evitar perderse en el conformismo local. (Oyuela Caycedo 1997, xix)

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El eje del argumento es la soledad del profesor Reichel-Dolmatoff en su patria adoptiva. Tal soledad la tornó más dramática la incomprensión de los intelectuales “marxistas” locales, aparentemente sus discípulos directos o próximos a los tiempos de su estadía en los claustros de la Universidad de los Andes, presos como estaban de “modas académicas” y más interesados en la retórica que en la investigación empírica. Soledad, incomprensión, falta de pares intelectuales locales de altura, todo esto llevó al Gran Jaguar a buscar un refugio en el exterior como un “exilado intelectual” y dar a conocer allí su mensaje, con la esperanza de que su voz se sintiese en el medio local con más resonancia en un futuro. ¿Qué significan estas aseveraciones tan severas y definitivas, en un prólogo que habla de fundación de linajes antropológicos? ¿Se trata del reconocimiento tácito de la existencia de disidencias en el seno del linaje? ¿Se da a entender que en el trópico o en el páramo es imposible pensar con solvencia, quizá por las nocivas influencias de la politiquería y de las modas locales? El texto nos deja en la penumbra y no es del caso especular. Lo que no es especulación es que estos asertos son tomados casi verbatim de aseveraciones del antropólogo Reichel-Dolmatoff en ciertas publicaciones suyas, o aun en conversaciones informales con los pocos antropólogos locales e internacionales que en alguna ocasión mantuvieron contacto con el personaje. El texto contiene en clave un patrón argumental que conforma el libreto estándar de organización de una biografía intelectual y personal “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff. Un patrón donde la figura del Gran Jaguar es representada en términos de victimización y desconocimiento locales, a la par de reconocimiento y valoración de su obra en el extranjero. Pero vamos por partes. Este prólogo es una especie de hermano gemelo del obituario. Ambas piezas repiten, en su cuerpo principal, una cronología similar de la biografía de Reichel-Dolmatoff, su obra y la de su esposa, Alicia. Inserto aquí una cita que se encuentra de forma casi idéntica en ambos artículos, y que trata de los primeros años del personaje: El profesor Reichel-Dolmatoff nació en Salzburgo el 6 de marzo de 1912, en lo que entonces era el Imperio Austro-húngaro. Su educación secundaria estuvo orientada hacia los estudios clásicos (latín y cultura griega), la cual adquirió en el colegio Benedictino de Kremsmünster en Austria (1923-1931). Más tarde se


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gradúo en artes en la Akademie der Bildenden Künste de Múnich (1934-1936). Allí pudo ver el horror del desarrollo de una Alemania nazi y esto lo impulsó a emigrar a París (1937-1939), donde atendió la Facultad de Letras de la Sorbona y asistió a la Universidad de París, así como a la Escuela del Louvre. Allí aprendió directamente de Marcel Mauss y del sociólogo Georges Gurvitch. En 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, viajó a Colombia por consejo del politólogo André Siegfried. Una vez en Colombia, el profesor trabajó en la sección de paleontología de la compañía Texas Petroleum (1941-1946) en Bogotá. Durante ese tiempo fue nombrado Secretario General de la delegación permanente de la “Francia Libre”, organizada por el general Charles De Gaulle. El profesor Reichel-Dolmatoff obtuvo la nacionalidad colombiana en 1942 y al año siguiente contrajo matrimonio con la antropóloga Alicia Dussán Maldonado, quien fue una de las primeras mujeres profesionales en Colombia, y formó parte de la primera generación de estudiantes graduados del Instituto Etnológico Nacional, dirigido por el etnólogo francés Paul Rivet. Esta pareja se convirtió en equipo de investigación por el resto de su vida. (Oyuela-Caycedo 1997, xiii)

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De la lectura del trozo se tiene la impresión de una vida coherente, clara, consecuente y sin esguinces. Y por supuesto que apunta hacia el éxito. No obstante, si se mira en detalle la cronología aparecen baches y saltos aquí y allá, además de superposiciones difíciles de comprender, como aquella que afirma que, de 1941 a 1946, Reichel-Dolmatoff se ocupó de hacer paleontología para la Texas, a la par que hacía etnografía entre los sikuani (“guahibo”) de los Llanos Orientales, excavaba en Soacha (Cundinamarca), estudiaba a los pijaos en el Tolima, andaba de expedición en la Sierra de Perijá para hacer etnografía de los yuko (“motilones”), además de sus actividades en la Francia Libre. Lo más probable es que se trate de imprecisiones por parte del biógrafo. Sin embargo, lo importante es la presentación de una secuencia ordenada del tiempo, una línea temporal que esconde, como en el cuento de Borges, la trivialidad de las “meras circunstancias biográficas”: “Wilkins nació en 1614, Wilkins murió en 1672, Wilkins fue capellán de Carlos Luis, príncipe italiano; Wilkins fue nombrado rector de uno de los colegios de Oxford, Wilkins fue el primer secretario de la Real Sociedad de Londres, etcétera” (Borges 1989 [1952], 84). Esta línea del tiempo, no obstante, logra muy bien lo que se propone, esto es, ordenar de forma armónica el paso del tiempo contingente. Ello se logra de una manera análoga a la coherencia y certeza de lo posible que permite la clasificación de la enciclopedia china Emporio celestial de conocimientos benévolos, también de interés en el idioma analítico de John Wilkins. Como en esta última, al decir de Foucault (2007), la clave está en la enumeración, en las fechas. O en términos distintos, se trata de una secuencia que revela, mediante el ordenamiento temporal, tanto como permite el ocultamiento, la elusión, el pasar de largo cual bailarina en puntas. Hoy está en cuestión si, en efecto, Reichel-Dolmatoff se graduó de colegio, academia o instituto etnológico alguno; si su estadía en París no correspondió a ningún plan académico


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explícito; si su venida a Colombia fue más bien debida al azar o a la conveniencia. Lo que sí sorprende es la rápida ciudadanía colombiana después de tres años de estadía en el país, en un período en el cual el Gobierno colombiano rechazaba sistemáticamente a los inmigrantes europeos perseguidos por el nazismo, en particular si eran de origen judío (lo cual no era, obviamente, el caso de Reichel-Dolmatoff) (Galvis y Donadio 1986; Leal 2015). En suma, este párrafo y todas las elaboraciones sucedáneas no son más que “historia” sin historia. El pasado en función del presente. Mito. No se trata de fungir como árbitro de la verdad histórica. Tampoco importa mucho, ante la falta de evidencia y de más investigación pertinente, la realidad o no de los “diplomas” de Reichel-Dolmatoff, a quien nadie le puede negar que en vida fue un autodidacta en la antropología tremendamente influyente y exitoso. Lo que importa señalar es que el prologuista es apenas uno de los representantes de este género biográfico, mejor, hagiográfico, de Reichel-Dolmatoff. Otros autores repiten el mismo canon (Ardila 1997; 1998; López 2001). Más adelante consideraré esos casos. Mi cuestión es descubrir las improntas de las estructuras profundas que permiten la génesis de “historias oficiales”. En este punto anida otra paradoja que quiero explorar.

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Reichel-Dolmatoff: “una biografía oficial y autorizada” Hay una premisa básica en el giro de esta exploración. Durante la mayor parte de su vida en Colombia, entre 1939 y 1994, Reichel-Dolmatoff fue en extremo discreto y cuidadoso en no dejar huellas de su trayectoria vital. En abstenerse de hablar de sí mismo en primera persona. Mientras que un mutismo encerraba su vida personal y las condiciones que marcaron los principales jalones de su actividad intelectual, su curriculum vitae acumulaba publicación tras publicación, y proyectos, reuniones, congresos y conferencias nacionales o internacionales se sucedían uno tras otro. Muchas de estas actividades quedaron consignadas en los informes que Reichel-Dolmatoff presentaba a sus superiores, como cuando con su esposa Alicia Dussán estuvo al frente del Instituto Etnológico del Magdalena, hacia mediados de la década de 1940 (García 2005). No obstante, en los últimos años de su vida, Reichel-Dolmatoff reversó esta actitud. A cambio del hermetismo y la reserva iniciales, el profesor se esmeró en dejar algunos testimonios fundamentales de su propia vida. Los dos testimonios personales que examinaré datan de 1991 y de 1992. El segundo lo escribió con motivo del doctorado honoris causa que le otorgó la Universidad de los Andes el 15 de noviembre de 1990. Consiste en una pieza con intención autobiográfica, para explicar las motivaciones que lo indujeron a dedicarse a la antropología. El escrito abre con una reminiscencia de sus años tempranos en la Salzburgo del Imperio austro húngaro, sus lecturas más tempranas, las conversaciones familiares y su educación secundaria, “en un antiquísimo convento de benedictinos, donde se despertó en mí un vivo y duradero amor por la filología, la mitología griega y romana y, en general, por la historia del Mediterráneo”. Esta educación, añade, constituyó la base de su “formación humanística” y de su interés por la diversidad cultural. Más adelante prosigue: “Creo que el máximo estímulo intelectual fueron


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mis años en París, ciudad que para mí sigue siendo el centro de la civilización y, en buena parte, el centro de la antropología moderna” (Reichel-Dolmatoff s.f.). Luego hace la siguiente afirmación: A fines de la década de los años treinta, al extenderse por Europa las sombras de una guerra inminente, decidí emigrar a los Estados Unidos. Pero en el curso de mis preparativos, por consejo de algunos profesores del Collège de France, especialmente André Siegfried, y del Centre National de la Recherche Scientifique, vine primero a Colombia recomendado por ellos al entonces presidente Eduardo Santos. Esta debía ser una estadía transitoria, pero, como ocurre a veces, en aquel entonces se combinaron elementos y eventos que me hicieron cambiar todos mis planes. Estalló la segunda Guerra Mundial, me encontré con Alicia, mi futura esposa, y me vi en un nuevo mundo, el Nuevo Mundo, el cual inmediata e irremediablemente me abrumó con su vitalidad, su pluralismo de ideas y soluciones, su naturaleza y, ante todo, su población indígena. (Reichel-Dolmatoff s.f., 13)

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Al leer estos párrafos, llenos de expresividad y evocaciones emotivas, resaltan la efectividad retórica y el dominio de la escritura. Son unos veintisiete años de una vida, años formativos y fundantes de una destacada trayectoria intelectual, que preparan al lector para aceptar la grandeza del personaje. Sólo que, en su aparente revelar, esconden verdades parciales, negaciones o sutiles transformaciones de la realidad de los eventos –de los hechos que rodearon su educación con los benedictinos, de las peripecias y travesías que lo condujeron a París, de su vida en esa ciudad y, por último, de su arribo a esa especie de Tierra Prometida, para capturar con un conocido tropo su llegada al Nuevo Mundo–. Lo más importante es que estos son elementos de una puesta en escena de una vida, quizá de una puesta en escena hecha de forma consciente, y eso no podemos saberlo con certeza. En todo caso es una puesta en escena de una vida representada por el autor y con un auditorio concreto como principal destinatario. El auditorio es la comunidad antropológica local, cuyos miembros estaban dispuestos a escuchar la epopeya. En suma, se trata de un montaje que combina realidad, imaginación, fantasía y tergiversación, con hechos que sin duda ocurrieron en algún momento, pero no con los giros que da a entender el autor. Montaje que contiene el modelo que da coherencia a la biografía oficial de un personaje que, después de su paso final, inició un tránsito que lo volverá definitivamente un ídolo. Quizá, aun después de aquella mañana del verano vienés de 2012. Para entender la “complicidad” aquí sugerida entre el autor y su público no es necesario acusar a nadie de tendencioso y falaz. Sólo es necesario decir que la etnografía enseña que todo ejercicio autobiográfico está fuertemente condicionado por la audiencia que recibe el texto –ya sea que esta audiencia esté conformada sólo por el etnógrafo que registra lo que llamamos la “historia de vida”, ya sea este público una comunidad de gentes más amplia, gentes que en todo caso tienen una comunidad de intereses y expectativas con quien enuncia su propia vida–. En este tránsito se ponen en marcha estrategias retóricas que buscan hacer de lo narrado algo por lo menos verosímil, si


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no verificable en algún grado. Lo que sucede es que esa biografía en primera persona se deposita en ese terreno incierto situado entre lo que es verosímil y lo que es verificable. Y luego viene la labor de la crítica. De la duda. De la lucha contra esa incertidumbre que se produce en un observador, la certeza de que algo pasó y que apenas se vislumbra entre las líneas del relato porque no logra salir a la luz. Cuando finalmente se produce esa epifanía, todo empieza a cuadrar, el rompecabezas se muestra en su totalidad. Peripecias biográficas y autobiográficas como las que van descritas son numerosas en el período de la “desnazificación” alemana de la segunda posguerra. Como ejemplos son pertinentes, primero, el caso del escritor alemán Günter Grass, quien en su autobiografía, escrita casi al final de sus días, reveló sus andanzas juveniles con las Waffen-SS nazis. Para Grass, este pasado y su silencio consecuente fueron un gran lastre durante toda su vida: “Esto fue siempre un gran peso […]. Mi silencio a través de todos estos años es una de las razones por las cuales escribí el libro [su autobiografía]”. En otro lugar añade, a propósito de los caprichos de la memoria humana y de las artes del olvido: “Aquello que acepté con la arrogancia estúpida de la juventud, quise después ocultarlo por una recurrente sensación de vergüenza”5. El segundo caso es el de Leni Riefenstahl, actriz alemana de las décadas de los veinte y los treinta del siglo pasado, convertida después en la directora cinematográfica preferida de Adolf Hitler –y como directora, una gran innovadora en técnicas cinematográficas–. Después de la guerra, y tras eludir las investigaciones aliadas de los criminales de guerra, Riefenstahl se “reinventó” su vida autobiográficamente y pasó a ser una afamada fotógrafa de temas antropológicos entre los pueblos nilóticos del Sudán, en África. Produjo entonces un par de libros fotográficos, con estudios etnográficos de apoyo. Esos libros exhiben “bellas” fotografías de hombres y mujeres afro semidesnudos, los hombres generalmente enfrascados en sangrientos combates físicos previos a sus galanteos amorosos. Como acotó Susan Sontag, “si se examinan cuidadosamente las fotografías, en conjunción con el largo texto escrito por Riefenstahl, se vuelve claro que siguen una continuidad con su obra nazi” (Sontag 1981, 86)6. El tercer ejemplo es el de Mircea Eliade, el conocido historiador comparativo de las religiones. La exposición de los antecedentes fascistas de este personaje rumano y la pertinencia de estos en su obra han sido analizados por Carlo Ginzburg (2010). Para Ginzburg, no se puede desligar el pensamiento teórico de Eliade de sus ideas políticas, aunque la relación entre ambos tipos de pensamiento no es obvia. Además, Ginzburg analiza con cuidado la sospechosa fascinación del autor rumano con el mito, y la historia como no más que la reactualización de lo mitológico. 5

“Günter Grass Dies at 87; Writer Pried Open Germany´s Past but Hid His Own”, Stephen Kinzer (The New York Times, 13 de abril de 2015). Disponible en http://www.nytimes.com/2015/04/14/world/europe/ gunter-grass-german-novelist-dies-at-87.html?_r=0

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Es importante comparar la memoria edulcorada de estos antiguos militantes nazis con la biografía de personajes que escogieron no aceptar el terror del nazismo y huir de la amenaza, algunos sin lograrlo –como fue el caso de Walter Benjamin– (Taussig 2006).


De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff Carlos Alberto Uribe Tobón

Gerardo Reichel-Dolmatoff nació en Salzburgo en 1914 (sic). Su infancia y juventud las pasó estudiando en Austria, Alemania y Francia, logrando una sólida formación humanística, en la que siempre reconoció la influencia de los benedictinos. En 1937 se vinculó al Museo del Hombre, en París, en donde formó parte del “comité de acogida” a los españoles exiliados (Ardila 1998, 15).

El fragmento es tomado de la publicación del Museo del Oro del Banco de la 7

“Historia del pasado nazi del padre de la antropología colombiana”, Patricia Salazar Figueroa (El Tiempo, 25 de agosto de 2012). Disponible en http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12163993

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La moraleja de este breve recuento de pasados ocultos de vínculos con el nacionalsocialismo –y hay muchos más ejemplos, como los del filósofo Martin Heidegger o el psicoanalista austriaco de origen ruso Igor A. Caruso (González 2015)– es doble. Primero, a diferencia de Grass, el profesor Reichel-Dolmatoff nunca reveló sus juveniles vínculos con las Waffen-SS. Más bien, y a semejanza de la Riefenstahl, logró reinventarse su pasado y tener una exitosa carrera profesional posterior. No obstante, en la obra de Reichel-Dolmatoff, como en la de Eliade, su pensamiento antropológico trasluce, si se mira bien, algunas de sus ideas políticas. Y segundo, el descubrimiento de estos vínculos de intelectuales y artistas que vivieron la horrorosa experiencia de la Alemania nazi no debiera espantarnos tanto. La vida en los años oscuros de Reichel-Dolmatoff es apenas una historia marginal en esa maraña que resultó ser lo que pasó en la culta Europa durante esos años tormentosos del siglo XX. Como le revelaron a la periodista de El Tiempo Patricia Salazar los historiadores alemanes Holger Stoecker y Sören Flachowsky, quienes colaboraron con Oyuela-Caycedo en su investigación: “Somos historiadores alemanes y estamos acostumbrados a digerir cosas de ese calibre y otras aún más fuertes. Entendemos que la biografía germana de Reichel cause estupor en Colombia, por la imagen posterior que él labró en su país. Pero aquí es un caso más entre muchos”7. Vuelvo a las reminiscencias de Reichel-Dolmatoff de su vida temprana, pero ahora en manos de otros de sus biógrafos. Empiezo por Gerardo Ardila, reconocido por ser uno de los antropólogos colombianos de generaciones posteriores que mantuvo una larga relación personal con el profesor. No en vano, Ardila le confesó a David García, discípulo colombiano de Gerhard Drekonja en la Universidad de Viena, que él era el heredero del baúl de herramientas de excavación arqueológica de Reichel-Dolmatoff –un gesto con un valor simbólico que a nadie escapa– (García 2005). El profesor Ardila, graduado como antropólogo en la Universidad Nacional de Colombia, también a comienzos de los ochenta del siglo pasado, se destacó desde sus años de estudiante como investigador de la arqueología del período paleoindio colombiano, bajo la égida de los prestigiosos investigadores Gonzalo Correal Urrego y Thomas van der Hammen. Más tarde, en su carrera, Ardila se dedicó a otros menesteres de la antropología ecológica y del diseño de políticas públicas urbanas. En una publicación de 1998, este autor escribe:


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República, en asocio con el Departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia, con motivo de la exhibición Gerardo Reichel-Dolmatoff, antropólogo de Colombia, 1912-1994. Compárese ahora con el siguiente texto, que corresponde a la exhibición hecha con motivo del VIII Congreso de Antropología en Colombia, realizado en la Universidad Nacional en diciembre de 1997. La exposición llevó el mismo título de Gerardo Reichel-Dolmatoff, antropólogo de Colombia, y, de nuevo, su curador fue Gerardo Ardila. El telón de fondo de estas dos publicaciones, tan indiferenciables la una de la otra, fue el otorgamiento del doctorado honoris causa al profesor en la Universidad Nacional de Colombia el 16 de diciembre de 1987. En el catálogo se repite la misma fórmula, sólo que un tanto ampliada por un comentario personal sobre el “antropólogo como héroe”, diría Susan Sontag (1966), y que liga bien con la elegía a la libertad y al humanismo clásico del profesor. La cita reza así:

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Su espíritu de libertad lo llevó a París cuando se cernía sobre Europa la amenaza nazi. Allí se integró a uno de los templos de la libertad: el Museo del Hombre, donde se organizó el primer núcleo de la resistencia. Recién llegado a Francia se relacionó con los comités estudiantiles que ayudaban a los exiliados españoles. […]. Una vez en Colombia continuó jugando un papel muy importante como miembro de los grupos de apoyo a los españoles exiliados, y se convirtió en secretario de la delegación de Francia Libre, por encargo de De Gaulle y recomendación de Paul Rivet.

A continuación, el texto prosigue: Quizás fue su espíritu de libertad el que lo obligó a retirarse de la vida social de la antropología colombiana. Nunca cayó en las flaquezas de la tolerancia. Era respetuoso de sus opositores, pero no era tolerante, porque la tolerancia es una forma de aceptar la mediocridad. (Ardila 1997, 5)

La hagiografía se ha convertido en un panegírico con ribetes moralistas. El hombre, el ídolo, es no sólo una fuente de sabiduría por imitar, sino una fuente de enseñanzas morales y éticas que deben seguir los antropólogos locales, en general con resultados poco prometedores: Como ocurre siempre con los grandes hombres, los demás no pudimos caminar a su ritmo y necesitaremos muchos años más para acabar de leer, de entender, y de asimilar haciendo nuestras, las ideas de libertad y de respeto que Gerardo Reichel-Dolmatoff repitió sin cansancio a través de sus escritos. (Ardila 1997, 6)

Otro panegirista es Luis Horacio López, muy cercano al profesor como su asistente personal en los tiempos de director del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, en la década de 1960. López fue un discípulo directo del profesor, pues además de asistente cursó sus seminarios. Sólo presentaré una cita de este material, publicado en 2001, para ilustrar una vez más cómo es que se ha realizado esta co-construcción del canon biográfico del profesor:


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Había nacido Reichel-Dolmatoff en Salzburgo, en época en que aún se mantenía el imperio Austro Húngaro, el 6 de marzo de 1912, bajo el signo astrológico Piscis. De su infancia, reconocía en las tiendas de los anticuarios de Londres que visitaba en su ancianidad, sus preferencias por los objetos y juguetes prusianos que le fueron familiares. […]. Por nueve años se le internó en un colegio regentado por los monjes de la regla de san Benito, en el monasterio de Kremsmünster, y luego continuó su formación en Viena, hasta 1933. […]. En sus primeros años de vida en familia le había favorecido ese ambiente de campo, unido a un clima académico de sus parientes sanguíneos paternos, que le orientan en sus lecturas, le acogen en sus charlas de adultos y le abren interrogantes sin tregua. […]. En plena juventud viaja a Berlín y París. En Alemania su estancia alcanza tres años, en la Akademie der Bildenden Künste, de Múnich. […]. Sale en 1937 de Alemania y continúa su orientación hacia las bellas artes y las letras, en la Universidad de París (Sorbona), en la facultad de letras, hasta 1939. Paralelamente asiste a la escuela del Louvre, donde tiene ocasión de alternar con los curadores, estudiar los testimonios materiales y artísticos de las civilizaciones de Oriente, consolidando lo que él llamaba una cultura humanística. (López 2001, 12-13)

Antropólogo nacido en Salzburgo, Austria, el 6 de marzo de 1912, muerto en Bogotá, el 17 de mayo de 1994. De padre austriaco y madre rusa, Gerardo Reichel-Dolmatoff fue educado en los clásicos y las humanidades en un colegio benedictino; posteriormente siguió estudios de arte y comenzó a dedicarse a la antropología, durante sus cursos en la Universidad de París en los años treinta. Antes de estallar la segunda Guerra Mundial, fue invitado a venir a Colombia por recomendación del historiador de ciencias políticas profesor André Siegfried, del College de France, al presidente de la República, doctor Eduardo Santos. En 1942 le fue concedida la nacionalidad colombiana, considerando sus méritos excepcionales, demostrados desde las primeras investigaciones antropológicas que efectuó en el país. (Dussán s.f.)

Este encabezamiento biográfico representa el modelo narrativo básico de la biografía que se encuentra en Wikipedia, tanto la versión española como la versión inglesa. Se trata de la biografía que aparece en la biblioteca virtual del Banco de la República, donde se anota al final que “esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías”. Asimismo, la autora informa que su fuente fue la publicación de la Asociación Colombiana

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Puedo seguir con esta serie de perfiles biográficos de Reichel-Dolmatoff, todos con débil fundamentación histórica en lo que hace relación al uso de las cronologías, la documentación, el control de las fuentes, etcétera. Sin embargo, no puedo dejar pasar por alto la descripción biográfica de su marido hecha por Alicia Dussán. Copio sólo la parte de la vida de Reichel-Dolmatoff que corresponde a sus “años oscuros”. Dice así doña Alicia de la vida de su esposo:


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para el Avance de la Ciencia, con motivo del Premio Nacional al Mérito Científico a Reichel-Dolmatoff en 1991. La compilación la realizó Alicia Dussán de Reichel. No obstante, el canon continúa con la insistencia de hechos no muy bien documentados y controversiales de la vida temprana del profesor. En particular, sigue el énfasis en sus estudios en el colegio benedictino y en sus cursos de antropología en París, que parece que no obedecieron a un plan académico explícito. Y ahora, como asuntos adicionales, figuran la invitación a venir a Colombia por el mismo presidente y la ciudadanía colombiana por méritos científicos en sólo tres años de residencia local.

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Momentos vividos, mundos concebidos Voy a considerar ahora una obra capital en la vida y obra de Gerardo ReichelDolmatoff. Se trata de otro recuento autobiográfico. Esta memoria contiene temas que arriba hemos tocado: su formación en los clásicos gracias a su educación con los benedictinos y las demás influencias de su temprana juventud; su formación humanística; sus viajes por el continente europeo, especialmente su estadía en París, y su experiencia en Colombia y con los colombianos. Para entender estas confesiones se requiere una hermenéutica situada en el tiempo histórico de Colombia de mediados del siglo XX, navegar entre versiones de la historia de la antropología colombiana y, muy importante, tener presente la creación del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, en 1963. Ese recuento se encuentra en el famoso libro de lujo Indios de Colombia. Momentos vividos, mundos concebidos (Reichel-Dolmatoff 1991). El año de su publicación, 1991, es muy pertinente. Ese es el año en el que estaba reunida la Asamblea Nacional Constituyente que modificó la vieja Constitución Política de 1886 y puso en pie la vigente de 1991. El nuevo texto constitucional, en un giro radical de prioridades, entronizó en el país nuevas sensibilidades en torno a la diversidad cultural y al carácter pluriétnico de la nación, y dio paso franco al estereotipo del “indio ecológico”, notorio en el pensamiento del profesor después de su adopción del enfoque ecológico representado, por ejemplo, en su obra Desana (Reichel-Dolmatoff 1968). El prologuista, nadie menos que el entonces presidente de la República, César Gaviria, hace alusión a estos temas, a la vez que deja claro el reconocimiento de la Asamblea y la nueva Constitución a los pueblos indígenas. Todo ello en un contexto elogioso del profesor –elogios que continúan en la nota del editor, Benjamín Villegas, quien se extiende en su humanismo, sin obviar la idealización de la sabiduría y la armonía de la vida indígena que sigue el “discurso fundante” de Reichel-Dolmatoff del gran ecólogo, visión entronizada en el Museo del Oro del Banco de la República por el despliegue en la entrada del mito de origen de los kogi de la Sierra Nevada–. El cuerpo principal del libro consta de cinco capítulos. Cada uno de ellos está encabezado por un texto del autor, y a continuación se encuentra una selección de fotografías en blanco y negro tomadas por él mismo entre 1942 y 1986. Las fotografías son muy “bellas”, en el sentido que da Sontag a las fotografías de Riefenstahl,


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y organizan de manera cronológica las vivencias del autor desde que empezó su trayectoria etnográfica en Colombia, a comienzos del decenio de 1940. El eje del argumento de la narrativa es preciso: en la década de 1960 se dieron unos “cambios paradigmáticos” en la “comprensión y apreciación de las sociedades autóctonas de América Latina”, tanto del pasado más remoto como del presente de esas sociedades. Estos cambios han sido tan cruciales que el profesor no duda en afirmar que se trata de “un segundo encuentro con el Indio”, cuatrocientos años después del primero, en 1492 (Reichel-Dolmatoff 1991, 20). Pues bien, estos años sesenta corresponden al período durante el cual varios eventos separaron en su trayectoria vital e intelectual un “antes” y un “después”. Son hechos como la creación del Departamento de Antropología de Los Andes; la entrada en la vida de Reichel-Dolmatoff del indígena tukano Antonio Guzmán, el único connacional que es mencionado con su nombre propio en toda la obra, y, finalmente, el paso de las montañas serranas y las vastas llanuras del Caribe a la selva tropical húmeda del noroccidente amazónico. El eje de esta conversión fue el indígena Antonio Guzmán, quien murió hace pocos años, pobre y enfermo, por siempre recordando el “libro que hicimos con el profesor” (Reichel-Dolmatoff 1968; Guzmán Ocampo 2015). Esta es la descripción de ese encuentro:

La intención implícita de toda la “historia de vida”, organizada en torno a este encuentro fortuito “indio”-profesor, es mostrarnos cómo el profesor fue un actor principalísimo en esos “cambios paradigmáticos” que se dieron en el estudio de las sociedades amerindias latinoamericanas después de 1960. Estos cambios, no obstante, ya se avizoraban en el panorama intelectual del antropólogo merced a su trabajo previo con los indígenas kággaba (o kogi, según los denominó siempre) de la Sierra Nevada de Santa Marta. La circunstancia de ese encuentro inicial fue otra fundación del matrimonio Reichel-Dolmatoff, en esa ocasión, la fundación del Instituto Etnológico del Magdalena en 1945, y su consecuente desplazamiento a Santa Marta. Un desplazamiento que Reichel-Dolmatoff sentó en esta memoria intelectual como una “liberación”: Nuestra ida a Santa Marta fue una liberación en todo sentido. No solo se nos abrió entonces un infinito horizonte de posibilidades investigativas, sino que nos alejábamos del ambiente burocratizado y político que ya en aquel entonces se sentía entre los antropólogos colombianos. En realidad, fue ahora cuando resolvimos dedicarnos totalmente a la investigación de campo, sin la más mínima aspiración de ocupar en Bogotá cambios directivos o docentes y menos aún vernos envueltos en nebulosos proyectos de “colonización” o de “integración” o cualquiera que fuese en esa época la

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Un día vino a mi oficina [de la Universidad de los Andes] un joven indio del Vaupés. Después de conversar con él por un largo rato, me di cuenta de que se trataba de una persona de gran inteligencia. Este encuentro casual fue el comienzo de una colaboración que ha seguido desarrollándose durante años; Antonio Guzmán me introdujo a su familia y sus amigos en Mitú y a través de ellos entré a este mundo tan extraño y ahora tan familiar, que es la selva amazónica. (Reichel-Dolmatoff 1991, 134)


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terminología de moda para la acción de las llamadas ciencias sociales. Se interrumpió pues el contacto tan enervante con la capital y en cambio nos familiarizamos con la Costa Caribe, la Sierra Nevada y la Guajira. (Reichel-Dolmatoff 1991, 54-55)

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¿Cuál es el telón de fondo de semejante confesión? A mediados de los cuarenta, el proyecto liberal que apoyó la fundación del Instituto Etnológico como parte de la Escuela Normal Superior enfrentaba serios embates. La oposición del Partido Conservador y su líder, Laureano Gómez, era implacable. Las críticas iban desde reparos a la coeducación de hombres y mujeres, y de sus “expediciones” al campo como algo inmoral, hasta acusaciones de simpatías “comunistas” por parte de los miembros del Instituto. Se anunciaban los años aciagos posteriores al asesinato de Gaitán en 1948, y el período de la Violencia. Todo en medio del caos de la salida del antropólogo francés Paul Rivet, fundador del Instituto e inspirador principal de los primeros antropólogos colombianos, y de las pugnas por el poder ahora vacante. A todos estos hechos se refiere el profesor cuando habla del “ambiente burocratizado y político” (Chaves 1986, 100). Como única alternativa queda una opción por la investigación científica “pura y dura”, alejada de los debates políticos del momento y de la acción práctica del saber antropológico en las comunidades indígenas, la posición defendida por compañeros de la generación de Gerardo y Alicia agrupados en el Instituto Nacional Indigenista (Chaves 1986, 130-131). Esas son, precisamente, las acciones que le merecieron el calificativo de “proyectos nebulosos”, que respondían a “terminologías de moda”. Algo muy en línea con la inveterada acusación de “comunistas” a aquellos intelectuales y activistas con preocupaciones políticas disidentes. Muchos de esos compañeros generacionales –casos de Roberto Pineda Giraldo, Virginia Gutiérrez y Milcíades Chaves, entre otros–, coinvestigadores de los Reichel-Dolmatoff en varias “expediciones” de campo organizadas por Rivet, sufrieron el embate de la reacción conservadora. Víctimas de la persecución por sus ideas, fueron expulsados de sus cargos y tuvieron que dedicarse a otras actividades para paliar sus estrecheces económicas. Hasta que la Fundación Guggenheim les concedió becas para especializarse en Estados Unidos (Chaves 1986). Los Reichel-Dolmatoff, en cambio, bien pudieron dedicarse exclusivamente a sus investigaciones y lograr respaldos locales para sus labores. Un testigo de estos giros en la vida de Reichel-Dolmatoff fue su compañero de generación en el Instituto Etnológico, el mismo Milcíades Chaves. Chaves, quien acompañó a Reichel Dolmatoff a donde los chimilas (ette) del piedemonte de la Sierra Nevada de Santa Marta en 1945 y al poblado kogi de San Andrés el año siguiente, informa sobre los resultados intelectuales de estos años de liberación de la “enervante capital”. Se trata de un testimonio presencial, directo, con un gran conocimiento de los quehaceres de Reichel-Dolmatoff –testimonio tanto más valioso por cuanto, en curioso lapsus, la figura de Milcíades quedó reducida a la del “informante” de Alicia en las excavaciones de Pueblito, un asentamiento “tairona” de la Sierra Nevada8–: 8

Se trata de un pie de foto que muestra a doña Alicia y a Milcíades, que reza así: “Alicia Dussán y su informante Milcíades Chaves sobre cimientos de una casa, en Pueblito, Sierra Nevada de Santa Marta, 1946” (López 2001, 3).


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Como su compañero en los primeros trabajos de campo, Chaves conoció pues muy bien al personaje. A pesar de las voces elogiosas que emite ante su figura como investigador, su disciplina y su tesón, Chaves deja sentada una descripción pertinente del perfil social del emigrante europeo en su nuevo medio. Para este testigo, Reichel-Dolmatoff logró mimetizarse rápidamente entre las élites colombianas, en especial las bogotanas, por siempre fascinadas con todo lo que aparezca como “aristocrático”, “civilizado”, “blanco”. A ello contribuyó en no poca medida su rápido matrimonio con una mujer colombiana de sociedad, que sin embargo rompía de plano convenciones culturales de la época (Pineda Camacho 2012). Hay otras revelaciones de aquellos años previos al “cambio paradigmático”. Tal fue el descubrimiento de los pensadores indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, los famosos sacerdotes nativos o mamos kogi, “que se estaban haciendo preguntas existenciales y teológicas de una profundidad inesperada” (Reichel-Dolmatoff 1991, 83). Los kogi le enseñaron al profesor, según su propia aseveración, a hacer una etnología diferente: Entre los kogi aprendí a preguntar por qué, a buscar significados y al mismo tiempo a liberarme hasta donde me fue posible, de mi deformación aristotélica, del pensamiento lineal y causal, de la pretensión de creer que la etnología era una ciencia cuyos resultados podían medirse con métodos y técnicas de laboratorio. El interés en significados comenzó desde mis primeros contactos con los kogi. (Reichel-Dolmatoff 1991, 83)

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Reichel-Dolmatoff, ajeno al ajetreo político, más cercano al partido conservador que al liberal, con fuertes reminiscencias aristocráticas, pudo permanecer distante del drama político que vivía Colombia y no fue interferido ni molestado por los cambios en el fragor político que se efectuaba desde 1948. Por otro lado, sus investigaciones arqueológicas como etnográficas se mantenían alejadas de las discusiones sobre la explotación del indio, del problema de la tierra, del problema educativo. Su estampa aparece como el antropólogo preocupado por la ciencia, por las expresiones culturales de los pueblos desaparecidos, estudiando cosas raras a los ojos de la mayoría de las gentes, empeñado con pasión a desentrañar secretos de la alfarería a unas vasijas primorosamente acabadas cuando no a unas estadísticas de tiestos en una complicada estratigrafía. Siempre, siempre encerrado en su torre de marfil, por eso no tiene el mínimo roce en este turbulento período de seis años, sino todo lo contrario, es bien recibido por liberales y conservadores, se oye con admiración sus disertaciones, se ensalza sus conocimientos sobre una ciencia social que apenas se está abriendo paso en una Colombia mestiza […]. Todo, todo resuena interesante y el estatus de este investigador se acrecienta. Las sociedades de Bogotá, Santa Marta, Cartagena, Medellín, le abren sus puertas y él es consciente de que su fenotipo de elegante europeo le ayuda a reforzar la imagen de científico, mirando una parte de la realidad colombiana desde su escritorio de investigador. (Chaves 1986, 188-189)


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El resultado de esta “visión nueva” es interesante. En primer lugar, el reconocimiento de la sabiduría de los sacerdotes nativos hecho en esta parte tardía de su vida intelectual contradice las visiones sombrías y críticas que el profesor tiene de estos personajes en su obra temprana (Reichel-Dolmatoff 1985 [1950-1951]). En segundo lugar, esta nueva visión dio paso a una forma de hacer etnografía que desdice de la “observación participante” característica del canon etnográfico clásico. Se trata de un “mito”, sentencia, que además de su “impracticabilidad metodológica”, constituye una forma de “insulto” a las culturas indígenas y una “ridiculez” de cara a la cultura propia (Reichel-Dolmatoff 1991, 84). En tercer lugar, ese desdén por la observación participante se tradujo en un trabajo de campo intenso realizado sólo con expertos indígenas escogidos, con los mamas, y en una discusión de sus textos narrativos nativos, siempre en pos de los significados más profundos del sistema cultural “tribal”. La voz de los indígenas del común, de los vasallos, no es tenida en cuenta casi en nada. Esta aproximación simbólica a la etnología caracteriza todos los trabajos etnográficos de los Reichel-Dolmatoff en la Sierra Nevada. No sólo sobre los kogi y demás comunidades indígenas serranas, sino también sobre la aldea mestiza de Aritama, en realidad Atánquez, materia del muy ponderado libro The People of Aritama (Reichel-Dolmatoff y Dussán de Reichel 1961). Todo esto representa un acercamiento del antropólogo colombo-austriaco a la antropología cultural de Estados Unidos heredera de las orientaciones de Franz Boas. Este giro a la antropología cultural es evidente en la vida de los Reichel-Dolmatoff de finales de la década de 1950. Gerardo, en particular, fue cada vez más conocido en los medios antropológicos norteamericanos, sobre todo después de que en su proyecto de investigación arqueológica en las llanuras del Caribe encontró importantes yacimientos del formativo americano –por ejemplo, el sitio cerámico temprano de Puerto Hormiga– (Meisel 2015). De reunir el programa boasiano de antropología con las directrices de su viejo mentor, Rivet, relativas a inventariar las culturas tradicionales indígenas, sus lenguas y su cultura material ante el “avance de la colonización y la aculturación”, surgió la orientación del programa del Departamento de Antropología fundado por Gerardo y Alicia en 1963. Entonces llegó a sus vidas Antonio Guzmán, y el profesor Reichel-Dolmatoff pudo cumplir su sueño de aplicar su visión nueva de la etnografía en las selvas húmedas tropicales del noroccidente amazónico (Reichel-Dolmatoff 1991, 47; 134). Y publicar con sólo su firma el libro de Desana, otro de sus textos más conocidos y reconocidos (Colajanni 2015). Pocos años después, en 1968, sobrevino el gran trauma de la renuncia de los Reichel-Dolmatoff a los Andes. En el fundamento de la cuestión estuvo la protesta de estudiantes que requerían otras orientaciones teóricas y su expresión en el pénsum curricular; por ejemplo, la consideración de cátedras de antropología aplicada y de estudios campesinos. Como siempre, los “comunistas” disidentes. Los mismos estudiantes e intelectuales que Oyuela-Caycedo (1997), haciendo eco a su por entonces mentor Reichel-Dolmatoff, lapida como “retóricos” influenciados por el marxismo,


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exponentes de “modas académicas” incomprendidas e inmunes a la autocrítica, y “quienes nunca ayudaron a llenar el vacío de conocimientos que existe sobre nosotros mismos”. En esta crítica de “los sesenta” no están solos ni el profesor colombo-austriaco ni su biógrafo Oyuela-Caycedo, tornado después en censor. De hecho, autores como Steven Pinker (2011), desde una perspectiva conservadora y defensora del statu quo, desdicen de esos años, por su señalada proclividad al desorden, la rebeldía, el izquierdismo y la contracultura de los jóvenes inconformes de entonces (véase Tirado Mejía 2014). Con el trauma de la salida de Los Andes comienza el mito del héroe caído. No obstante, y en un giro sorprendente, la salida de la universidad da principio a la entronización de su nombre en la academia, de quien desde entonces pareciera que no se pudiera discutir su trayectoria vital e intelectual con serenidad, por la pasión y desmesura que exhiben sus defensores y detractores a ultranza. Y en medio de la refriega resuenan todavía las palabras del profesor: “Y me citarán por muchos años más” (Uribe 2006).

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Coda en clave inglesa Después de la epifanía selvática del profesor y de su renuncia a la Universidad de los Andes comienza una relación compleja y ambigua con Colombia. Criticado por algunos, pero condecorado y ensalzado por muchos, convertido por sus biógrafos locales en el paradigma del investigador antropológico y en el referente ético de la profesión, él mismo se consideró un exiliado de la antropología colombiana. El eterno incomprendido por todos sus colegas locales, sobre todo, según se aduce, por muchos de quienes lo sucedieron en la generación siguiente de antropólogos. Hay un personaje inglés que ayuda en esta empresa de mirar las contradicciones vitales del antropólogo colombo-austriaco. Se llama Alan Ereira y es un cinematografista famoso desde que produjo para la BBC un documental sobre los kogi de la Sierra Nevada, Los kogi, desde el corazón del mundo (1990), seguido del más reciente, Aluna (2012). En el libro que acompaña el primer documental, Ereira narra las peripecias por las que pasó en el proceso de realizar su película (Ereira 1990). Se trata del típico relato de corresponsal extranjero del norte que sobrevivió a la guerra colombiana de los ochenta, y su libreto conocido de guerrilleros, mafiosos, militares y policías corruptos, todos al son de burócratas y funcionarios estatales ineptos. Esto es, el desastre de la “civilización”, versión criolla y tropical –mirada estrecha, torpe y cargada de prejuicios, como es de rigor en este tipo de narrativa de aventuras “primermundistas” por las regiones subdesarrolladas del planeta–, y un sencillo expediente para mostrar por contraste la superioridad moral de la sociedad kogi de la Sierra Nevada. Este último es, precisamente, el eje argumental de Desde el corazón del mundo. Toda la construcción del libreto, además, sigue paso a paso la visión discursiva etnográfica que de los kogi elaboró Reichel-Dolmatoff en su obra. Sólo que en el documental no se le da ningún crédito intelectual al profesor, quien parece que nunca hubiera trasegado por la Sierra Nevada –ni Reichel-Dolmatoff, ni los otros etnógra-


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fos y antropólogos que han escrito sobre los nativos serranos–. Y en una muestra de soberbia desembozada, Alan Ereira nos comunica que él fue el primero y será el único “civilizado” escogido por los Hermanos Mayores para transmitir su mensaje urgente a nosotros, sus Hermanitos Menores. Ereira, empero, no pudo evitar todo lo que significa el profesor para la antropología serrana. En su libro narra los dos encuentros con una figura que pinta como la gran figura de la antropología colombiana. Las conversaciones entre ambos personajes son pintorescas y están llenas de anécdotas. Ellas transpiran las reservas, los temores y resentimientos del profesor. Así se colige cuando le informa al documentalista que sus “enemigos se han tomado la universidad” y lo acusan de “ser amante de los indios”, ser “paternalista” con ellos –sin dejar de lado los señalamientos de que es un “agente del imperialismo”, un “levistrusiano” (seguidor del antropólogo francés Claude Lévi-Strauss) y hasta “amante de tomar té” (sic) (Ereira 1990, 109)–. Ante estas revelaciones, Ereira acota sentenciosamente que los “estándares racionales no aplican en Colombia”, y prosigue con esta perla que hace eco de los temores del profesor (y de la superioridad moral de lo europeo):

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Todos los europeos que logran destacarse en Colombia tienen clara conciencia de los sentimientos nacionalistas inseguros y defensivos del país. Colombia está tratando de afirmar sus credenciales académicas nacionales, para demostrar que no es simplemente un puesto fronterizo de Europa y de Norteamérica, y por ello hay personas que sienten que esto demanda una hostilidad enfrente de los académicos expatriados. Reichel fue el creador virtual de la antropología colombiana, y por lo tanto estaba acostumbrado a verse como el bastión solitario del racionalismo europeo. En Colombia, donde identificar una figura como extranjera puede ponerla literalmente en peligro de muerte, un hombre solitario puede volverse terriblemente temeroso. (Ereira 1990, 110)

¿Asesoró finalmente Reichel-Dolmatoff el documental de Ereira? En realidad sí lo asesoró, pero tal acción no podía aparecer públicamente –y de ahí la ausencia de los créditos respectivos en la película–. Es que resultó, explica sin convicción Ereira, que uno de los antropólogos que trabajó con él en el documental, Graham Townsley, se doctoró en la Universidad de Cambridge bajo la tutoría de otro antropólogo de esa escuela. El profesor Reichel-Dolmatoff se mostró reticente a adentrarse en “territorios ajenos”, como miembro que era de otra corriente teórica diferente. Otra querella escondida detrás de tal rechazo, comenta Ereira, otro sentimiento de que alguien más le había “traicionado” en Inglaterra. “A la larga” –remata el de la película–, “llegamos a un acuerdo. Reichel mantendría correspondencia conmigo, me aconsejaría de forma privada, pero nadie debía suponer que lo que yo produciría sería su trabajo o fuese hecho bajo su tutoría” (Ereira 1990, 111). Más allá del anecdotario narcisista del inglés, esta narrativa da pie para cerrar los argumentos del presente escrito. En ella aparecen la complicada y muy humana ambigüedad del personaje Reichel-Dolmatoff; sus silencios y sus revelaciones; su


De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff Carlos Alberto Uribe Tobón

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mutismo, sus evasiones, acompañadas de una gran sed de reconocimiento, de honores y homenajes. Una vida, la del profesor, atrapada entre sus ideales personales y su imagen de gran científico, de Gran Jaguar y padre simbólico de la antropología colombiana, y la negación de acontecimientos tempranos que debieron producirle gran tormento interior y una urgencia de reprimir su memoria dolorosa. Por ello, la vida adulta de alguien que se llamó en vida, primero, Erasmus Gerhard Reichel, y después Gerardo Reichel-Dolmatoff, fue en muchos sentidos una vida impostada en una tierra muy lejana y distante de los campos de su niñez austro-húngara. Como lo explica el historiador François Dosse, los acontecimientos que roturan la historia no quedan por siempre guardados y sellados en archivos del pasado. Siempre tienen el poder de “retornar como espectros, habitar la escena del presente e hipotecar el porvenir” (Dosse 2013; González 2015, 43). Tal es precisamente lo que el mentado congreso de Viena logró: arrojar sobre el campo antropológico colombiano un gran manto espectral, que obliga a todos los que en él se desempeñan a mirar cara a cara lo siniestro de la experiencia humana –el Unheimlich del que habló Sigmund Freud (1981 [1919])–. Es incompleto y facilista, empero, situar sólo esa impostura en el significado simbólico que conlleva la transformación del nombre propio original y su sustitución por un nuevo nombre, ahora españolizado como Gerardo, pero con el distingo que provee un simple guion que vincula Reichel con Dolmatoff. Se trata ahora de un nuevo nombre, el nombre de un autor que no fue sólo el autor de sus propias obras, sino también el autor que creó la “posibilidad y la regla de producción de otros textos” sobre el indio en Colombia (Foucault 1998 [1969]). Reichel-Dolmatoff fue entonces investido con los títulos de Gran Jaguar y padre simbólico de la antropología por sus admiradores, discípulos y panegiristas colombianos. Esos últimos fueron vitales en fundamentar todas las distinciones, grados honoris causa y condecoraciones colombianas que recibió el profesor en la etapa final de su existencia. A todos esos reconocimientos contribuyó la admiración local por lo aristocrático europeo, por la distinción que porta la estampa de la “raza blanca”, en un país que, a su arribo en 1939, todavía debatía sobre la “degeneración de la raza colombiana”. Tal rasgo de admiración a lo europeo, a lo “civilizado”, a lo “Otro”, es algo que caracteriza buena parte de la historia de la cultura en Colombia. Como una incongruencia palmaria, el “civilizado” nos mostró la “pureza” y la grandeza de “nuestro indio”. Algo que fue calificado de “humanista”, no obstante la estudiada distancia del profesor enfrente de los dramas sociales y políticos de la Colombia que lo acogió. Su claro desdén ante los desvelos y persecuciones que sufrieron sus colegas colombianos de generación, a quienes les dio la espalda, no fue óbice para que sus epígonos co-construyeran una biografía intelectual en términos heroicos –una biografía no exenta de dictados y enseñanzas morales, destinados a servir ejemplarmente a las futuras generaciones de antropólogos nacionales–. Restituido a su verdadera condición humana, quizá podremos emprender una relectura serena de su inmensa obra, ver sus logros y sus limitaciones; ver sus tras-


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formaciones y aun sus contradicciones internas –que son muchas–, y resituar su biografía dentro del campo disciplinar de la antropología. El Gran Jaguar, el padre simbólico, definitivamente ya no existe. Sólo quedan el hombre –el hombre en toda su extraordinaria complejidad; el hombre en la precariedad que trazan sus conflictos interiores y sus contradicciones, que lo llevaron a huir de Europa y de sí mismo, para refugiarse en una tierra lejana que lo albergó siempre, a pesar de su ambigüedad con lo mestizo, lo criollo, lo colombiano– y el antropólogo, el intelectual que se planteó un ambicioso programa de investigación antropológica. Como en el canto de Zalamea ante las escalinatas del templo, ¡cese, pues, esta gran audiencia! (Zalamea 1973).

Referencias

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Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal | 65-91 Sergio E. Visacovsky

El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile: una aproximación a las publicaciones contenidas en revistas científicas (1860-1954) | 93-115

Héctor Mora Nawrath



Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal* Sergio E. Visacovsky** Insituto de Desarrollo Económico y Social, CONICET, Argentina

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.03

Artículo recibido: 30 de julio de 2016; aceptado: 26 de octubre de 2016; modificado: 10 de noviembre de 2016

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El presente trabajo es una reelaboración de la ponencia presentada en el Seminario de discusión y debate “¿Viejos problemas, otros argumentos, nuevos desafíos? Des-aprehendiendo posturas en investigaciones sociológicas y antropológicas”, llevado a cabo en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, el 8 de octubre de 2014. Mi agradecimiento a María Epele, Adrián Scribano (organizadores del evento), Fernando Balbi, Rosana Guber y Gabriel Kessler por sus valiosos comentarios y críticas; y a Julieta Lenarduzzi por su revisión de la versión final.

** Doctor en Antropología Cultural por la Universidad de Utrecht, Países Bajos, y graduado en Ciencias Antropológicas por la Universidad de Buenos Aires. Es investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Director del Centro de Investigaciones Sociales (CIS) del CONICET e Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES). Entre sus libros están: El Lanús. Memoria y política en la construcción de una tradición psiquiátrica y psicoanalítica argentina. Buenos Aires: Alianza Estudio, 2002; Historias y estilos de trabajo de campo en la Argentina. Buenos Aires: Antropofagia, 2002 (compilador con Rosana Guber); Moralidades, economías e identidades de clase media. Estudios históricos y etnográficos. Buenos Aires: Antropofagia, 2009 (compilador con Enrique Garguin); Estados críticos. La experiencia social de la calamidad. La Plata: Ediciones Al Margen, 2011 (compilador); y Clases medias. Nuevos enfoques desde la sociología, la historia y la antropología. Buenos Aires: Ariel, 2014 (compilador con Ezequiel Adamovsky y Patricia Vargas). *sergio.visacovsky@ides.org.ar

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Resumen: Desde el comienzo de la Antropología en Argentina, etnólogos y especialistas en folklore practicaron distintas formas de trabajo de campo. Ya en los años 1960 y 1970, un conjunto heterogéneo de investigadores gestó estilos de producción próximos a la antropología social anglosajona. Pero no fue sino en los albores del siglo XXI que el trabajo de campo basado en la observación participante y la elaboración de monografías (“etnografías”) se convirtió en el modo aceptado y normal de producción de conocimiento antropológico. Por un lado, mi intención es exponer este proceso de transformación mediante un relato en el que combinaré mi experiencia como nativo de la antropología de Buenos Aires con investigación sobre la historia de la disciplina en el país. Por otro, consideraré la situación presente como una oportunidad para interrogar nuestros modos de pensar y practicar la disciplina. Sostengo que lo etnográfico ha abierto caminos sumamente valiosos para entender nuestras realidades de un modo original, pero al mismo tiempo ha postergado otros. A partir del diálogo con una literatura internacional crítica de la situación disciplinaria actual, sugiero la revisión del modo en que esta-


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mos pensando la conexión entre lo etnográfico y lo que llamo una agenda de investigación propiamente antropológica, con la finalidad de subordinar los modos de trabajo a las preguntas y teorías. A mi juicio, este camino debiera llevarnos a realizar apuestas de investigación cada vez más riesgosas, que sean verdaderos desafíos intelectuales, lo que incluye hacer del mismo enfoque etnográfico algo más incierto y experimental. Palabras clave: Antropología, etnografía, Argentina, teoría (Thesaurus); universalismo, programa de investigación científica (palabras clave del autor). Ethnography and Anthropology in Argentina: Suggestions for the Reconstruction of a Research Program on Universality

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Abstract: From the beginning of Anthropology in Argentina, ethnologists and folklore specialists conducted various forms of fieldwork. In the 1960s and 1970s, a heterogeneous group of researchers created renewed research styles and approaches closer to the Anglo-Saxon Social Anthropology. But only in the early twenty-first century, fieldwork based on participative observation and the creation of monographs (“ethnographies”) became the socially accepted and normal way of production of anthropological knowledge. On one hand, I intend to expose this process of transformation, combining my biographical experience as a native of Buenos Aires Anthropology, together with, research on the history of the discipline in the country. On the other hand, I will consider the current situation of Anthropology in Argentina as an opportunity to question the ways we think and carry out the discipline. I argue that the ethnographic perspective has led the way to understanding our realities in an original manner, but it has also delayed the effect of others. Through dialogue with the international critical literature which has questioned the current disciplinary situation, I suggest reviewing the way we understand the connection between ethnography and what I refer to as an anthropological agenda, so that writing and fieldwork stay subordinated to problems and theories. From my viewpoint, a new program should encourage us to conduct riskier research, which would embrace real intellectual challenges. This will naturally imply turning the very ethnographic perspective into a more uncertain and experimental approach. Keywords: Anthropology, ethnography, Argentina, theory (Thesaurus); universalism, scientific research program (author´s keywords). Etnografia e antropologia na Argentina: propostas para a reconstrução de um programa de pesquisa do universal Resumo: Desde o começo da antropologia na Argentina, etnólogos e especialistas em folclore praticaram diferentes formas de trabalho de campo. Já nos anos 1960 e 1970, um conjunto heterogêneo de pesquisadores geraram estilos de produção próximos à antropologia social anglo-saxã. Contudo, só no início do século XXI o trabalho de campo baseado na observação participante e na elaboração de monografias (“etnografias”) se tornou o modo aceito


Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal Sergio E. Visacovsky

e normal de produção de conhecimento antropológico. Por um lado, minha intenção é expor esse processo de transformação mediante um relato no qual combinarei minha experiência como nativo da antropologia de Buenos Aires com uma pesquisa sobre a história da disciplina no país. Por outro, considerarei a situação presente como uma oportunidade para interrogar nossos modos de pensar e praticar a disciplina. Sustento que o etnográfico abriu caminhos sumamente valiosos para entender nossas realidades de um modo original, mas, ao mesmo tempo, adiou outros. A partir do diálogo com uma literatura internacional crítica da situação disciplinar atual, sugiro a revisão do modo no qual estamos pensando a conexão entre o etnográfico e o que chamo uma agenda de pesquisa propriamente antropológica, a fim de subordinar as formas de trabalho às perguntas e às teorias. Ao meu ver, esse caminho deveria levar-nos a realizar pesquisas cada vez mais ousadas, que sejam verdadeiros desafios intelectuais, o que inclui fazer da mesma abordagem etnográfica algo mais incerto e experimental. Palavras-chave: Antropologia, Argentina, etnografia, teoria (Thesaurus); programa de pesquisa científica, universalismo (palavras-chave do autor).

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n capítulo de la investigación sobre el desarrollo de la antropología le corresponde a lo etnográfico. En el caso de Argentina, todavía se trata de una línea de estudio incipiente. Contamos, por un lado, con estudios sobre la historia del trabajo de campo en conexión con la formación de las “ciencias antropológicas” en sentido amplio (Guber y Visacovsky 2002); por otro, con análisis sobre estilos de trabajo de campo y producción textual vinculados a una constitución temprana y trunca de la antropología social en los años 1960 y 1970 (Guber y Visacovsky 1999 y 2000; Guber 2010b). Todavía la antropología argentina está esperando investigaciones acerca del curso que ha tomado la disciplina luego del retorno democrático en 1983, un período que es tratado como si fuera un todo homogéneo –como muy bien nota Hugo Ratier (2010, 42)– en el que, sencillamente, se habría producido un progreso constante sólo alterado por los vaivenes de la política y la economía. ¡Y han pasado treinta y tres años ya! Ese tiempo puede entreverse muy fugazmente en Guber (2002) y especialmente en la pintura simplificada de Perelman (2015); pero también en trabajos que reseñan la conformación de ciertos campos o áreas temáticos de investigación disciplinar (Wright y Ceriani Cernadas 2007; Frederic y Soprano 2008; Milstein et al. 2006). Pero fundamentalmente faltan trabajos en los que se expongan y discutan los modos establecidos de pensar y practicar la disciplina en esta parte del mundo. Cuando la crítica asume un carácter público y formal, los interlocutores suelen ser académicos, teorías e investigaciones extranjeros, principalmente de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, a los que eventualmente se suman Brasil y México. Al

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parecer, muchos están convencidos de que la teoría no se produce ni se producirá aquí, sino en los países mencionados. En consecuencia, el desacuerdo, el cuestionamiento a modos de pensar y practicar la disciplina por parte de colegas y equipos institucional y/o espacialmente próximos, rara vez se expresa mediante textos o eventos públicos. Seguramente, una ciencia que se ha especializado en la investigación del papel del chisme y el rumor en la vida social podría proporcionarnos una más que interesante lectura del modo de funcionamiento de las comunidades académicas locales. Pero quisiera plantear aquí la necesidad crucial de instalar entre nosotros un tipo de análisis consistente en la consideración de lo que podríamos llamar un estado de situación o balance de la disciplina en Argentina. Pretendo hacerlo a partir de mi inserción específica en la antropología social, aunque también me referiré en menor medida a ese campo más vasto e impreciso que solemos llamar ciencias sociales. Voy a limitarme a lo que conozco, a mi experiencia como investigador y como profesor, con el sesgo propio de quien estudió y trabajó como académico fundamentalmente en instituciones de la ciudad de Buenos Aires. El núcleo de este artículo es la transformación de la valoración de lo etnográfico por parte de los antropólogos argentinos. Desde los inicios fueron practicadas distintas formas de trabajo de campo por etnólogos y especialistas en folklore (a los que se sumó un conjunto heterogéneo que en los años 1960 y 1970 gestó estilos de producción próximos a la antropología social anglosajona); pero no fue sino en los albores del nuevo siglo (como parte de un proceso de globalización de la práctica de la antropología) que el trabajo de campo basado en la observación participante y (sobre todo) la elaboración de monografías (denominadas usualmente “etnografías”) se convirtió en el modo aceptado y normal de producción de conocimiento. Por un lado, mi intención es exponer este proceso de transformación mediante un relato en el que combinaré mi propia experiencia biográfica como nativo de la antropología de Buenos Aires con investigación sobre la historia de la disciplina en el país, con el fin de resaltar la importancia que tuvo la incorporación de lo etnográfico para el desarrollo disciplinar. Por otro, consideraré la situación presente como una oportunidad para interrogar nuestros modos de pensar y practicar la disciplina. Mi posición al respecto es que lo etnográfico (de acuerdo con los sentidos principales que ha asumido) ha abierto caminos sumamente valiosos para entender nuestras realidades de un modo original, pero al mismo tiempo ha postergado otros. A partir del diálogo con una literatura internacional crítica de la situación disciplinaria actual (Bloch 2005; Ingold 2008 y 2014), sugiero la revisión del modo en que estamos pensando la conexión entre lo etnográfico y lo que llamo una agenda de investigación propiamente antropológica, con la finalidad de argumentar la necesidad de subordinar los modos de trabajo a las preguntas y teorías. A mi juicio, este camino debiera llevarnos a realizar apuestas de investigación cada vez más riesgosas, que sean verdaderos desafíos intelectuales, lo que incluye hacer del mismo enfoque etnográfico algo más incierto y experimental.


Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal Sergio E. Visacovsky

La antropología de Buenos Aires en los 1980 y 1990: una versión autobiográfica

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Diversos análisis de su obra pueden verse en: Gordillo (1996); Visacovsky, Guber y Gurevich (1997); Guber y Visacovsky (2006); Guber (2002, 2003, 2007, 2008, 2010a); Silla (2012).

2 Borrero fue uno de los principales difusores de la New Archeology, poniendo a disposición de sus estudiantes los trabajos de Lewis Binford o Kent Flannery, entre otros. Borrero discurría en sus exposiciones por el falsacionismo de Karl Popper o el positivismo lógico de Carl Hempel, y de ese modo introducía una perspectiva racionalista opuesta al irracionalismo como metodología, impulsado por Bórmida y su círculo (Mario Califano, Andrés Pérez Diez, Anatilde Idoyaga Molina, Miguel A. De los Ríos). 3

Siffredi transmitió el valor de los estudios regionales comparativos y proponía la lectura de textos etnográficos fundamentales para comprender la realidad americana. Merced a su curso de Etnología Americana pude entrar en contacto con la ecología cultural y el neoevolucionismo de Julian Steward y el materialismo cultural de Leslie White. Por su parte, Cordeu ponía a disposición de los estudiantes una amplísima literatura teórica de autores ignorados desde la escuela de Bórmida.

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Estudié la carrera de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires (en adelante, CA-UBA) entre 1979 y 1985, o sea que una buena parte de esta ocurrió durante la última dictadura militar (1976-1983). En lo personal, 1984 fue un año importante, puesto que algunas materias se renovaron sensiblemente en sus contenidos. Hasta 1984, los programas de las materias excluían a Boas, Margaret Mead, Durkheim, Mauss, Malinowski, Radcliffe-Brown, Evans-Pritchard, Gluckman, Lévi-Strauss, Godelier, Victor Turner, Mary Douglas o Sahlins. Los autores estelares de aquellos años previos a 1984 eran, entre otros, el teólogo protestante alemán Rudolf Otto (1869-1937), con su idea de lo sagrado como lo numinoso; el historiador holandés Gerardus van der Leeuw (1890-1950), y su fenomenología de la religión; el historiador de las religiones rumano Mircea Eliade (1907-1986), y la manifestación de lo sagrado (hierofanía); el etnólogo alemán Adolf Ellegard Jensen (1899-1965); el filósofo e historiador de las ideas francés Georges Gusdorf (1912-2000); el neurólogo y psiquiatra austríaco, fundador de la logoterapia, Viktor Emil Frankl (1905-1997); el etnólogo italiano Ernesto de Martino (1908-1965); y principalmente el italiano Marcelo Bórmida (1925-1978), quien desde su lugar en el Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires apeló a la mayoría de los autores anteriormente citados para producir lo que él definió como una “aproximación fenomenológica a la conciencia mítica”1. Quienes fuimos estudiantes (y muchos de nuestros profesores, incluso mucho antes de 1976), transitamos buena parte de la carrera ignorando la crisis del estructural funcionalismo en Gran Bretaña y la emergencia de la Escuela de Manchester, el neoevolucionismo, el materialismo cultural, la Etnociencia, el estructuralismo francés o el giro interpretativo. No obstante, algunos profesores se esforzaban por abrir las persianas y dejar entrar algo de la luz del día: en mi caso, ellos fueron el arqueólogo Luis Alberto Borrero2 y los etnólogos Alejandra Siffredi y Edgardo Cordeu3. Tras el retorno democrático, en diciembre de 1983, el Departamento de Ciencias Antropológicas formuló un nuevo plan de estudios en 1985. En aquel tiempo, además de Cordeu y Siffredi, Esther Hermitte (1921-1990) tuvo un papel relevante, aunque breve. Con Hermitte llegó al Departamento la concepción del trabajo de campo etnográfico basado en la corresidencia y la estadía prolongada, así como la


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 65-91 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.03

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antropología social de tradición anglosajona4. Para otros colegas y grupos, fueron relevantes los aportes de Hugo Ratier (antropólogo egresado de la UBA en 1964, quien retornaba de su exilio en Brasil, y fue importante para impulsar los estudios rurales), Marta Blache (doctorada en la Universidad de Indiana en 1977, que se haría cargo de la cátedra de Folklore General), Eduardo Menéndez (muy importante en la formación de un área de investigación sobre antropología médica) y Néstor García Canclini5, estos dos últimos influyendo a la distancia desde su residencia en México. Paralelamente, el retorno de la democracia nos despertó a mí y a muchos otros un entusiasmo mayúsculo por la producción filosófica y sociológica internacional. Pensadores clásicos como Gramsci, Lukács, Adorno, Horkheimer, Althusser y, más recientemente, Foucault, Giddens, Habermas y Ágnes Heller constituyeron referencias permanentes de aquellos tiempos. Entre otras, leía la revista Punto de Vista (fundada en 1978 por la escritora y ensayista Beatriz Sarlo), que difundía los debates vigentes sobre la posmodernidad. En aquellos tiempos, la antropología y el trabajo de campo eran vistos por mí y por otros como algo menor, que no podía competir en pie de igualdad con los gigantes de la filosofía o la teoría social. Si Punto de Vista o la revista Espacios (de la Facultad de Filosofía y Letras) eran el espejo en el que había que mirarse, los asuntos antropológicos podían parecer, por contraste, poco relevantes, pequeños, hasta vergonzantes. La antropología no estaba presente en modo alguno en los debates intelectuales, y uno apenas se animaba a nombrar en voz alta a Lévi-Strauss6 por su enorme prestigio, su universalidad y su impacto en diversos campos, aunque el estructuralismo ya no era visto con la misma simpatía que en décadas anteriores7. Y la mayoría todavía desconocía a Geertz8. Prevalecía entre mu4

María Esther Álvarez de Hermitte había obtenido un título de “Profesora de Enseñanza Media, Normal y Especial en Historia”. Desde 1958 llevó a cabo estudios en Antropología en la Universidad de Chicago, en la que se doctoró en 1964 con una tesis basada en trabajo de campo en la comunidad maya de Pinola, en el estado de Chiapas (México), bajo la dirección de Norman A. McQuown y Julian A. Pitt-Rivers. Para una aproximación a la perspectiva de Hermitte, véanse: Guber (2006, 2007, 2010b, 2013); Guber y Visacovsky (1999, 2000).

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García Canclini se había doctorado en Filosofía en la Universidad de París X-Nanterre en 1978 con una tesis dirigida por Paul Ricoeur sobre Merleau-Ponty.

6 La primera edición de Antropología estructural de Lévi-Strauss la llevó a cabo la Editorial Universitaria de Buenos Aires en 1961; la traducción de la obra la había realizado Eliseo Verón, con la colaboración de Eduardo L. Menéndez, alumno de la primera promoción de la CA-UBA, recientemente creada. 7

Ciertamente, el impacto de Lévi-Strauss en la antropología argentina ha sido muy pobre, por varios motivos. En primer lugar, en el período de difusión de su obra (décadas de 1960-1970), la antropología en Buenos Aires estuvo dominada por las perspectivas ya señaladas de Bórmida, para quien Lévi-Strauss representaba una forma de racionalismo reduccionista. En segundo lugar, las reacciones al pensamiento de Bórmida se nutrieron más de autores críticos de la antropología anglosajona y sus vínculos con el colonialismo, como el británico Peter Worsley. En tercer y último lugar, la obra de Lévi-Strauss tuvo mayor recepción inicial en el campo de la filosofía. Prueba de ello es el libro Claude Lévi-Strauss. Problemas del estructuralismo (1967), que incluye textos traducidos de Pierre Verstraeten, Paul Ricœur, Enzo Paci, y un par de entrevistas a Lévi-Strauss de Raymond Bellour y Paolo Caruso. El filósofo Oscar del Barco fue el coordinador general del libro, además de ser el autor de una interesantísima introducción.

8 Si bien es imposible asegurarlo con total certeza, una de las primeras recepciones de la obra de Geertz en Argentina se debió al politólogo José Nun (1985, 1986, 1987). Nun cita The Interpretation of Cultures (1973) y Local Knowledge: Further Essays in Interpretive Anthropology (1983) en sus versiones en inglés. La


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suerte de Geertz respecto a su difusión en el campo de la antropología fue diferente a la de Lévi-Strauss: el programa de investigación geertziano adquirió un rápido consenso en el curso de los años 1990, incluso fuera de las fronteras de la antropología. 9

La primera versión de “El modelo antropológico clásico” circuló en forma mecanografiada en 1975. Un análisis contextual y crítico puede verse en Guber (2008, 85-90).

10 Como muestra, hacia fines de los años 1980, un grupo de estudiantes llevó a cabo una performance: representaron un cortejo fúnebre por los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, transportando un ataúd que se suponía contenía los restos de la antropología funcionalista. Según Lebedinsky (1994, 103), el ataúd contenía los restos del “funcionalismo”, que fue finalmente quemado, simbolizando la caducidad de dicho paradigma. 11 Algunos mantuvimos vínculos profundos como colegas y amigos con Leopoldo Bartolomé, fallecido en 2013, quien dirigía el Programa de Postgrado en Antropología Social (PPAS) de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones, donde muchos antropólogos argentinos se formaron; Eduardo Archetti, por entonces profesor en la Universidad de Oslo (Noruega), fallecido en 2005; Kristi-Anne Stølen, también profesora e investigadora en la Universidad de Oslo; y Guillermo Ruben, director y profesor en la Universidad Estadual de Campinas, Brasil. Vía Guber, tuve la oportunidad de conocer al antropólogo holandés Antonius Robben, quien sería finalmente mi director de tesis en la Universidad de Utrecht, Países Bajos, y con quien entablaría un vínculo de colegas y de amistad hasta el día de hoy. 12 Los cuatro eran egresados de la CA-UBA. De los cuatro, Boivin ya contaba con una maestría en Antropología Social de la London School of Economics. Más tarde, Briones obtendría un doctorado en Antropología en

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chos de nosotros el gusto por la crítica epistemológica. En nuestras conversaciones de principiantes, las teorías de la antropología social y cultural eran invariablemente sometidas al bisturí de la crítica filosófica o de la teoría social. Al mismo tiempo, imperaba en nuestra antropología una visión hostil hacia la llamada “antropología clásica”. Algunas cátedras (como la de “Antropología” del CBC-UBA, cuya Profesora Titular era Mirtha Lischetti) difundían “El modelo antropológico clásico” de Eduardo Menéndez, esto es, “la perspectiva antropológica producida básicamente por el funcionalismo británico y por el culturalismo norteamericano entre 1920 y 1950, y que no sólo devino hegemónica sino que operó hasta la actualidad como parte nuclear del imaginario antropológico” (Menéndez 2002, 81)9. Con algunas excepciones, la tónica reinante por esos años era la de una reducción de las teorías e investigaciones de la antropología cultural y social norteamericana y británica a una suerte de colección de empirismo ingenuo e ideología colonialista. Tanto la lectura analítica de monografías etnográficas clásicas como el trabajo de campo y la producción de conocimiento basado en investigación etnográfica no constituían prácticas reconocidas como legítimas. En suma, dominaba a comienzos de los años 1990 una resistencia generalizada a dichos tópicos10. Como consecuencia de la desconexión respecto a otras producciones antropológicas, existían enormes dificultades para acceder a la producción académica actualizada. Sin embargo, algunos de los profesores del Departamento traían una mirada diferente de la antropología; si bien no rechazaban la crítica a las visiones colonialistas, procuraban a la vez enseñar y practicar una disciplina recuperando su historia, sus intereses específicos, sus modos peculiares de conocer, orientados al estudio de la propia realidad social de Argentina11. Protagonistas del desarrollo de esta línea en la segunda mitad de los años 1980 fueron Claudia Briones, Mauricio Boivin, Sofía Tiscornia y Rosana Guber12. Briones realizó una importante contribución a los es-


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tudios sobre etnicidad desde enfoques analíticos novedosos. Boivin traía un profundo conocimiento de la Escuela Británica y los clásicos sociológicos y antropológicos. También Tiscornia enfatizaba el valor de los clásicos y la especificidad del conocimiento antropológico. Por su parte, Guber se había formado junto a Hermitte13, razón por la cual otorgaba un valor especial al trabajo de campo etnográfico14. Guber partió a Estados Unidos en 1988, para desarrollar estudios de posgrado en el Departamento de Antropología de la Universidad Johns Hopkins y regresó al país en 1991. Ese año publicó una obra fundamental para la antropología argentina: El salvaje metropolitano (Guber 1991), en la colección Comunicación y Sociedad de Editorial Legasa, que dirigía el escritor, periodista y teórico de la comunicación Aníbal Ford15. A comienzos de la década de 1990, esta perspectiva disciplinar pugnaba con gran dificultad por hacerse escuchar en el espacio universitario porteño. En aquel entonces, desde un lugar diferente a la mencionada crítica ideológico-política a la

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la Universidad de Texas, en Austin, bajo la dirección de Henry Selby; Guber, un doctorado en Antropología Social de la Universidad Johns Hopkins en 1999; y Tiscornia, el Doctorado en Filosofía y Letras (UBA), en 2006. Conocí a los cuatro como docentes de trabajos prácticos en diversas materias: Briones, en Etnología Americana y Argentina en 1982, cuya profesora titular era Siffredi. Boivin y Tiscornia, en 1984, en la cátedra de Etnología, cuyo titular era Cordeu. Y Guber, en la cátedra de Metodología y Técnica de la Investigación Etnológica, en 1984, cuyos titulares fueron excepcionalmente por esa vez Hermitte, Carlos Herrán, Malvina Segre (especialista en estadística) y el filósofo Félix Schuster, un profesor extraordinario. Con Tiscornia trabajé en dos cátedras del nuevo plan de estudios: entre 1986 y 1990, en Antropología Sistemática I (Organización Social y Política), a cargo de María Rosa Neufeld, y en la que también estaban colegas como Mabel Grimberg, Susana Margulies y Santiago Wallace; en 1986, también Tiscornia me invitó a trabajar en la cátedra de Antropología Sistemática III (Sistemas Simbólicos), cuyo titular era Cordeu, y en la que también participaban Miguel Olivera y Pablo Wright. Este último, egresado de la UBA (1981) y Ph.D. en Antropología por la Universidad Temple (1997), realizó una contribución importante tanto en el afianzamiento del trabajo de campo como en el desarrollo de temáticas ligadas al simbolismo y lo religioso entre los Qom (Toba) del Chaco argentino. 13 A mediados de los años 1990 aproximadamente, Guber refundó el Centro de Antropología Social en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), creado en 1975 con Hermitte. Guber organizó allí el Grupo-Taller de Trabajo de Campo Etnográfico, en el que participaron jóvenes estudiantes, antropólogos y no antropólogos, muchos de los cuales realizarían contribuciones muy importantes en los años siguientes. 14 En términos personales, la relación con todos estos colegas fue vital para que mi visión académica diese paso a otra más interesada en la historia de la antropología, en sus peculiaridades teóricas y metodológicas, y en el valor decisivo del trabajo de campo en el proceso de construcción de un conocimiento específico. Pero con Guber compartimos un largo camino de trabajo. En 1985 participamos, junto a Raúl Díaz y Martín Sorter (fallecido prematuramente en 2003), en un grupo de estudios centrado en las relaciones entre la teoría marxista de las ideologías y la antropología. Desde 1992 compartimos la cátedra “Metodología y técnicas de la investigación de campo” (que había estado a cargo de Hermitte desde 1985 hasta su fallecimiento, en 1990), en la que Guber era Profesora Adjunta concursada. El trabajo en la cátedra (en la que se mantuvo hasta 1996) nos enfrentó al serio desafío que implicaba por entonces tratar de enseñar la metodología del trabajo de campo etnográfico, al mismo tiempo que transmitir la importancia de leer los grandes clásicos de la disciplina. Por su parte, Graciela Batallán (Profesora Titular de dicha materia desde 1992) ponía especial atención en los debates filosóficos y epistemológicos contemporáneos, en las discusiones en torno a la teoría social, el lugar de la interpretación, la hermenéutica, el giro lingüístico y la crítica posmoderna al realismo etnográfico. 15 El salvaje metropolitano es, en principio, un manual de metodología etnográfica del trabajo de campo con el que se formaron y siguen formando varias generaciones de antropólogos y científicos sociales en Argentina y en América Latina. Su valor es inmenso, porque fue escrito y publicado en un momento en que la etnografía y el trabajo de campo no constituían todavía un modo aceptado de investigación en el país. Sin duda, ha sido una de las obras que más ha contribuido a la difusión del trabajo de campo etnográfico en Argentina.


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16 Pese a su crítica a las corrientes interpretativas y al llamado posmodernismo etnográfico, Reynoso había desarrollado una meritoria contribución a la difusión de tales corrientes. Así, sus estudiantes pudieron leer dicha producción en sus clases de Teorías Antropológicas Contemporáneas, o en un seminario de posgrado en el que participé. Y a través de la editorial española Gedisa, primero, en 1987, realizó la revisión técnica y escribió el prólogo de La interpretación de las culturas, de Clifford Geertz (publicado originalmente por Basic Books en 1973); segundo, realizó la revisión técnica en 1988 de Islas de Historia, de Marshall Sahlins (cuyo original de The University of Chicago Press es de 1985); y tercero, en 1991, tradujo, compiló y escribió la presentación de El surgimiento de la Antropología Posmoderna, reuniendo a autores como Geertz, Richard A. Shweder, Michael Agar, James Clifford, George E. Marcus, Dick E. Cushman, Marilyn Strathern, Dennis Tedlock y Stephen Tyler. 17 Reynoso postulaba que la antropología como disciplina estaba muerta (o pronta a fenecer), debido a la predominancia desde los años 1970 de las corrientes hermenéuticas e interpretativas, y a partir de los años 1980, del llamado posmodernismo etnográfico, que la habían expulsado del espacio de la ciencia. Para revertir este proceso, sugería que la antropología debía incorporar teorías y análisis de redes, teorías de los sistemas complejos adaptativos, el modelo basado en agentes, sintaxis espacial, etcétera. Varios años después retomó la polémica (Reynoso 2011). Tras el tiempo transcurrido, hoy mis comentarios serían distintos a los de 1992, ya que no tengo inconvenientes en admitir la incorporación cuidadosa de enfoques analíticos y técnicos como los sugeridos por Reynoso.

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antropología, Carlos Reynoso16 publicó en el primer número de la revista del Colegio de Graduados un duro ataque al presente disciplinario (Reynoso 1992), artículo que fue acompañado con un par de comentarios críticos (Guber 1992; Visacovsky 1992)17. Poco después, entre 1994 y 1997, Guber encabezó un proyecto financiado por la UBA, titulado “Antropología y Nación. La invención etnográfica de la Argentina”, en el que nos propusimos estudiar la constitución del campo disciplinario como vía para comprender algunos de los conflictos del presente. Una parte medular de la investigación consistió en estudiar un desarrollo iniciado a mediados de los años 1960, interrumpido por el avance del terrorismo de Estado, primero durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón (1 de julio de 1974-24 de marzo de 1976) y luego con la última dictadura militar (24 de marzo de 1976-10 de diciembre de 1983). Los protagonistas de ese desarrollo fueron Eduardo Archetti, Leopoldo Bartolomé, Santiago Bilbao, Hermitte y Hebe M. C. Vessuri (Guber y Visacovsky 1999 y 2000). Dado que estos investigadores llevaron adelante sus indagaciones mediante trabajos de campo intensivos en diferentes zonas del país, podían constituirse en el origen de una genealogía local que permitiese legitimar un estilo de investigación empírica para conocer la propia realidad social. A la vez, ellos apelaron a enfoques diversos que podían ir desde la corriente norteamericana de economía política en estudios del campesinado (Sidney Mintz, Charles Wagley, Eric Wolf) hasta la discusión Lenin-Chayanov y el neomarxismo francés de Maurice Godelier. Y así, a inicios de los años de 1990, yo trataba de enseñar el trabajo de campo y a la vez practicarlo, concurriendo cotidianamente a un servicio “psiquiátrico” (más tarde, renombrado “de salud mental”), pero también participando en conmemoraciones públicas, fiestas en hogares y entrevistas en cafés y consultorios terapéuticos. Por entonces, los modos de enseñar e investigar en la antropología (al menos en el ámbito de Buenos Aires) estaban cambiando, lo cual será mucho más notorio en los años siguientes.


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El triunfo de lo etnográfico Los inicios del siglo XXI ofrecieron un panorama profundamente diferente al expuesto en el apartado anterior. Liberado de las precondiciones del período previo, el trabajo de campo a menudo recibió el calificativo de “etnográfico”, al punto de convertirse en el modo usual de investigación disciplinar. Aún más, ese trabajo de campo recibió una amplia aceptación más allá de los límites de la antropología, siendo practicado por sociólogos, especialistas en educación o comunicación o trabajo social. En consecuencia, a medida que fueron pasando los años fue creciendo el corpus de monografías definidas como “etnografías”. Puedo ilustrar este punto a través de mi participación como jurado en 2014 en los Premios Nacionales de Ensayo en el rubro “Ensayo Antropológico”, distinción que concede el Ministerio de Cultura de la Nación. En esa ocasión concursaron los autores de libros publicados entre 2010 y 2013. De los 93 libros recibidos (entre los cuales se mezclaban la arqueología, la bioantropología, la paleoantropología, la lingüística, la historiografía y hasta la poesía), 22 eran textos que fueron clasificados como “etnográficos”, ya sea porque así lo consideraban los autores o por decisión del jurado, basándose en ciertos criterios. Este conjunto de obras ponía de manifiesto cómo desde el inicio del corriente siglo se habían multiplicado los temas de investigación, cómo poblaciones, regiones y escenarios nuevos habían sido transformados en objetos de atención, de modo tal que, si aún quedaban aspectos de la realidad que no hubiesen sido convertidos en focos de una indagación que recibiera el nombre de “etnográfica”, era de esperar que en los próximos años fuesen objeto de estudio con todo derecho18. Por supuesto, es necesario decir que la gran difusión y aprobación que alcanzó el tipo de producción definida como “etnográfica” en Argentina en los últimos quince años no es un caso aislado, sino que forma parte de un proceso global. Al menos en nuestro país, este éxito actual también fue consecuencia de una larga batalla librada en el terreno de la metodología de la investigación19. Es posible que la fuerte ligazón que se estableció con la antropología brasileña a partir de los años 1990 fuese decisiva para este cambio: los antropólogos argentinos tenían la posibilidad de dialogar, estudiar y/o leer a colegas brasileños formados en las principales antropologías del mundo, con las cuales mantenían un intenso intercambio científico20. Los convenios institucionales con posgrados de Río de Janeiro, Campinas, São Paulo o Porto 18 Los temas de los libros que concursaron incluían: la memoria colectiva del terrorismo de Estado, las políticas públicas, los movimientos de desempleados, la política local, la segregación urbana, la vida de los migrantes, pueblos originarios, la institución escolar y la educación, los militares y el régimen democrático, la economía cotidiana de los sectores subalternos, el mundo de los diseñadores como emprendedores, la violencia en el fútbol, el consumo y los jóvenes, el narcotráfico y la justicia, por citar sólo algunos. 19 Como ya señalé, en Argentina la aceptación del trabajo de campo y la escritura llamada “etnográfica” fue consecuencia de una larga lucha tanto dentro como fuera de la disciplina, y en la que fue crucial la emergencia de una nueva generación de antropólogos sociales, parte de los cuales llevó a cabo estudios doctorales en Estados Unidos, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Brasil y Países Bajos. 20 El lugar de la antropología brasileña para dicha generación puede verse en Grimson, Lins Ribeiro y Semán (2004). Para el desarrollo anterior de la antropología brasileña desde la perspectiva de antropólogos brasileños, véanse, por ejemplo, Lins Ribeiro (1987) y Correa (1994).


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21 Por nombrar sólo a algunos: Ruben George Oliven, Luiz Fernando Dias Duarte, Lygia Sigaud, Gustavo Lins Ribeiro, Moacir Palmeira, José Sergio Leite Lopes y Arno Vogel. A estos habría que sumar a los argentinos residentes en Brasil, como Guillermo Ruben, Beatriz Heredia, Rita Segato y Federico Neiburg. Es necesario incluir aquí los nexos, incluso más activos y profundos, con el PPAS de la Universidad Nacional de Misiones. 22 Hoy existen, sólo en la ciudad de Buenos Aires, dos carreras de grado, la CA-UBA y, más recientemente, la de Antropología Social y Cultural del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM); tres Maestrías, en Antropología Social, proyecto conjunto del IDES y el IDAES/UNSAM, en Antropología Social y Política de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y en Antropología Social de la UBA; y un único Doctorado específico en Antropología Social de IDAES/UNSAM. 23 Tal es el caso de Estudios en Antropología Social (del CAS-IDES, desde 2008), Etnografías contemporáneas (del IDAES-UNSAM, desde 2012) o Avá (desde 2011, del PPAS de la Universidad Nacional de Misiones), que se sumarían a Cuadernos de Antropología Social (del ICA-UBA).

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Alegre no sólo permitieron que muchos argentinos estudiasen en Brasil, sino que algunos de los más prestigiosos profesores brasileños visitasen Argentina ofreciendo cursos y conferencias21. Eventos científicos como los de la Associação Nacional de Pós-Graduação e Pesquisa em Ciências Sociais (ANPOCS), la Associação Brasileira de Antropologia (ABA) o la Reunión de Antropología del Mercosur (RAM) fueron fundamentales para introducir agendas de investigación y estilos de discusión nuevos entre los antropólogos argentinos. Todo esto potenció y enriqueció las maestrías y los doctorados nacionales en los que se formarían los antropólogos sociales en el curso del nuevo siglo. Por supuesto, desde los años 1980 y 1990, muchas más cosas han cambiado, no sólo la índole y la identidad del trabajo de campo. Con la expansión de los estudios de posgrado creció el número de tesis de maestría y doctorado22. También, la aparición de editoriales como Antropofagia, dirigida por Santiago Álvarez (y en especial la Serie Etnográfica, dirigida por Rosana Guber), ha sido vital para que las señaladas producciones fuesen publicadas y alcanzasen una importante difusión. Del mismo modo, fueron creadas nuevas revistas23. Y entre muchos otros efectos positivos, creció la presencia de antropólogos o de científicos sociales que llevan a cabo sus investigaciones sobre la base de un enfoque etnográfico en la esfera pública, en los medios de comunicación, y aun en la función estatal. Para quien no conoció la situación del campo antropológico descripto en la sección anterior, la situación presente puede parecerle natural, obvia y esperable. Diría que para un nativo de la antropología argentina actual, aquella del pasado se presenta –jugando con el título de una célebre obra de David Lowenthal– como un país extraño. Vivimos un tiempo no sólo distinto, sino cualitativamente mejor. En general, hoy la etnografía no admite las mismas resistencias que en el pasado, aun cuando no necesariamente signifique lo mismo para todos. No puede sino causar beneplácito que la mayor parte de los estudiantes de antropología social o cultural (o, como ya dije, de otras ciencias sociales) se proponga llevar adelante investigación empírica y que para muchos esta implique una forma de trabajo de campo donde el investigador interactúa con personas de carne y hueso, situadas en tiempos y lugares


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específicos. Ciertamente es tan fantástico el lugar que ha adquirido la etnografía –sea lo que fuere lo que se entienda por ella–, que a veces pareciera que discutirla o interrogarla constituye una suerte de sacrilegio o insensatez. Sin embargo, estoy convencido de que debemos hacerlo, porque de lo contrario corremos serios riesgos de quedar sometidos al imperio de la tradición o la autoridad.

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Trabajos de campo A juzgar por el formidable entusiasmo que manifiestan por el trabajo de campo etnográfico muchos de los colegas –en especial los jóvenes–, la visión despectiva imperante antaño ha quedado atrás. Uno de los aspectos más interesantes es el de los reportes de diferentes instancias de trabajo de campo (tales of the field, según la expresión de John Van Maanen), los cuales suelen tener cierto tono heroico. En ellos se presenta a un personaje, el investigador o la investigadora, que enfrenta situaciones iniciales difíciles, tales como incomprensión, desplantes, exclusiones, indiferencia, maltrato recibido, del mismo modo que lidia con sus propios errores y torpezas. Paulatinamente, el investigador o la investigadora logra sobreponerse a través de la confianza alcanzada con sus interlocutores y el aprendizaje de las reglas implícitas, que le permite ser aceptado, mientras alcanza niveles más profundos de comprensión. Esta transformación secuencial se asemeja a la sugerida por Roberto Da Matta (1978 y 1981), quien comparaba el trabajo de campo con un rito de pasaje, que dividiría a los auténticos antropólogos de quienes no lo son. O mejor dicho: a los auténticos etnógrafos de quienes no lo son. He escuchado y leído muchas veces estas historias de campo, narradas con un singular fervor. Confieso que frente a los colegas que las narran, me siento extraño. No porque no haya hecho trabajo de campo, o porque este no haya tenido sus dosis de dificultad física o padecimiento psíquico, o porque no considere su lugar crucial en mis investigaciones, sino porque no defino mi identidad de investigador desde aquel, ni hablo con exaltación superlativa de mis anécdotas de campo. Como yo fui partícipe de la formación de muchos de estos colegas, muchas veces me pregunto qué ha pasado para que ellos sientan algo que yo no siento. Las razones del éxito alcanzado por la “etnografía” a escala local –teniendo en cuenta el contexto de recepción descripto previamente– merecen un estudio profundo, que excede mis pretensiones aquí. Si recorremos algunas producciones de los últimos años, encontraremos recurrentemente expresiones que ponderan el conocimiento de la vida cotidiana, las prácticas sociales y el punto de vista nativo. Este conocimiento particular permitiría enriquecer los grandes problemas teóricos (Manzano 2013) o de modo directo debatir las pretensiones universalistas y normativas de otros saberes, como la economía, las ciencias políticas o el discurso periodístico, tal como lo hicieron José Garriga (2010) y Julieta Quirós (2011) al discutir los estereotipos sobre las “hinchadas” de fútbol (particularmente en su relación con la violencia) y la vida cotidiana de quienes participan en organizaciones de trabajadores desocupados (“piqueteros”), respectivamente. Aún más: teniendo en cuenta


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24 En una entrevista publicada un año antes de su muerte, Eduardo Archetti cuestionaba esta modalidad de investigación en Argentina. Sugería que resultaba perjudicial para la disciplina la ausencia de una perspectiva comparativa, producto de la ausencia de especialistas en regiones etnográficas (Lobato 2004).

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el valor concedido a la participación en la vida de un grupo social y a la posibilidad de acceder a “lo que se hace” (que, en algunas perspectivas, pareciera constituir un grado de realidad superior respecto a “lo que se dice”), algunos defienden un tipo de entendimiento “vivencial”, centrado en la experiencia del hacer y el crear, por sobre otro “intelectual” o “mental”, más preocupado por las concepciones y las significaciones que elaboran los sujetos. Incluso, esto constituiría un desafío que debe ser resuelto a la hora de su representación textual (Quirós 2014, 47). Está claro que la práctica del trabajo de campo “etnográfico” abre las puertas a una realidad a la que no puede accederse de otro modo. Pero de ello no se infiere que mediante el trabajo de campo es posible aprehender una autenticidad mayor e inigualable. En efecto, hacer o no hacer trabajo de campo parece establecer los límites de una discusión académica, lo que resulta aceptable y lo que no. Sabemos que el trabajo de campo intensivo, tal como se lo conoce desde comienzos del siglo XX en Europa y Estados Unidos, nunca fue practicado en Argentina del mismo modo o, al menos, lo fue esporádicamente. Esto recibió siempre una crítica por parte de antropólogos extranjeros de visita en el país, o de argentinos entrenados en las academias de Estados Unidos y Gran Bretaña (Guber 2008, 97). Desde la perspectiva de algunos antropólogos estadounidenses, ingleses o franceses, el trabajo de campo practicado en nuestro país durante una gran parte del siglo XX se basaba en estadías breves en las zonas de estudio de población indígena o criolla, que abordaba la etnología y el folklore (el Noroeste, la región Chaqueña, la Mesopotamia, la Patagonia). Es cierto que en Argentina no ha existido una tradición de estudios que suponga el desplazamiento del investigador a regiones lejanas y la convivencia prolongada con modos de vida profundamente diferentes al propio24. Y tal vez aun esté pendiente la discusión sobre cuánto se ha modificado esta modalidad posteriormente, pese a la ya mencionada amplia difusión y aceptación del trabajo de campo en la actualidad. Quizá no sea sólo un asunto de “estilo” de trabajo: hay que tener en cuenta las conocidas limitaciones de financiamiento para la investigación en ciencias sociales, como el hecho innegable de que la mayor parte de los investigadores realizamos trabajo de campo en lugares muy próximos a nuestras residencias. Esta suele ser una manera de ver el asunto. Pero al mismo tiempo, en lugar de cuestionar la práctica del trabajo de campo por lo que no es, podríamos preguntarnos por lo que efectivamente es. A decir verdad, bajo el rótulo “trabajo de campo” se engloban prácticas muy distintas, incluso en las antropologías llamadas “centrales” (véase, por ejemplo, Marcus 2009). En nuestro medio local sabemos muy bien que aquello que se practica en cada investigación concreta bajo la etiqueta de “trabajo de campo etnográfico” puede ser muy diferente. No es extraño encontrar cierta asimilación entre métodos cualitativos (en general) y trabajo de campo etnográfico. El objetivo común parece residir en comprender “el punto de vista nativo”, aunque muchas veces se trate de material


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discursivo obtenido a través de entrevistas. No es este el lugar para volver a discutir los problemas que conlleva una investigación orientada de este modo. Pero también sería saludable desterrar esa fe ciega según la cual la enseñanza de la célebre introducción de Los argonautas del Pacífico Occidental de Malinowski es un mandato que encierra una suerte de sabiduría antigua inescrutable; mejor sería detenerse en las líneas en las que el gran antropólogo polaco reclamaba que cada investigador debía poner al lector en conocimiento de las condiciones en que realizó el experimento o las observaciones (Malinowski 1986, 20). En consecuencia, resulta más sensato tratar de entender lo que se hace, cómo y por qué se lo hace, qué resultados produjo lo que se hizo y qué hubiera pasado si se hubiese procedido de otro modo. Mi preocupación aquí no está centrada en la evaluación de los tipos de trabajo de campo que los diferentes investigadores en nuestro medio ponen en práctica. En su lugar, me interesa que una gama muy diversa de prácticas sean asumidas como “etnográficas” y que esto haya alcanzado una amplia difusión en nuestro medio, incluso fuera de los límites de los saberes institucionalizados como “antropológicos”.

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Eso que llamamos etnografía Como he dicho, una amplia mayoría coincide en el valor de lo “etnográfico” y, en consecuencia, produce “etnografías” trabajando “etnográficamente”. Los estudiantes escriben tesis que, lo sepan de antemano o no, serán “etnográficas”, esto es, resultarán “etnografías”; sus materiales empíricos provendrán de trabajos de campo “etnográficos”; se preguntarán una y otra vez, entre otras cosas, cómo entraron en contacto (o no) con determinadas personas, en qué circunstancias dialogaron, cómo fueron recibidos y tratados, todo esto tratando de entender los puntos de vista nativos de un modo ni sociocéntrico ni etnocéntrico. Sus carreras de grado y posgrado consistirán, pues, en la práctica de la etnografía (o en “etnografiar”, una verbalización del sustantivo que ha alcanzado bastante aceptación en América Latina, pero que me resisto a adoptar). En sus solicitudes de financiamientos y becas, informes, artículos y, finalmente, tesis y libros insistirán en que para lograr sus objetivos harán “trabajo de campo etnográfico”, consistente fundamentalmente en “observación participante” y “entrevistas en profundidad” (o “entrevistas etnográficas”, o “abiertas” o “no estructuradas”). No en pocas ocasiones, este trabajo de campo irá acompañado de un relevamiento documental diverso, del uso de fuentes estadísticas, de fotografía y video o la confección de historias de vida. Por cierto, este panorama no constituye una sorpresa. No difiere significativamente del que es posible encontrar en otras academias, con más o menos tradición, prestigio o financiamiento. Parece darle la razón a Clifford Geertz cuando sostenía que en “antropología o, en todo caso, en antropología social lo que hacen los que la practican es etnografía” (Geertz 2003, 20). Pero llegado a este punto, nada he dicho acerca de qué se está entendiendo por “etnografía”. Es evidente que, en gran medida, constituye algo sobreentendido, que todos quienes la practican suponen saber, aunque no sea usual explicitar una definición. No quiero decir que muchos no lo hagan apelando al trabajo de campo, pero


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25 De todos modos, me pregunto por qué ha prevalecido más en nuestro medio el tipo de interpretación inspirado en Geertz (en el que abundan los entimemas), y no programas como la etnografía del habla o la etnometodología, que proporcionan medios más específicos y concretos de estudiar empíricamente la comunicación humana.

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para otros puede ser innecesario. Es cierto que los antropólogos sociales sostienen que practican “etnografía”, pero no creo que estas expresiones apodícticas ayuden mucho. El término etnografía es utilizado para referirse a diversas cosas, tales como enfoques, método y texto, lo cual sólo puede implicar la existencia de problemas complejos que no han tenido aún una resolución satisfactoria (Ingold 2014, 384-385; Balbi 2012, 485). Por el contrario, Guber entiende que debe aceptarse el carácter polisémico de la etnografía; aún más, que todos los aspectos están interconectados. Desde su perspectiva, involucra un enfoque, un método y un tipo de producto textual a la vez. El enfoque tiene por meta aprehender el punto de vista nativo; el método consiste en el trabajo de campo basado en la estadía prolongada, la corresidencia y, fundamentalmente, la observación participante; y el producto textual es descriptivo, orientado a lo particular, situacional y contextual, con el propósito de interpretar, esto es, desentrañar las significaciones en juego en cada contexto (Guber 2001, 12). Siguiendo las posiciones interpretativas de Walter Garrison Runciman y Geertz, Guber sostiene que el vínculo entre las diferentes instancias se debe a la naturaleza descriptiva de la etnografía, entendiendo por esta un modo no etnocéntrico de aprehender las maneras en que los actores clasifican sus conductas y les confieren sentido (Guber 2001, 13-16). La discusión de esta asociación entre interpretativismo y etnografía excede las pretensiones de este artículo25; de todos modos, es importante destacar que los esfuerzos por evitar el etnocentrismo corresponden a una relativización metodológica o esfuerzo de imaginación (como los llama Bloch), que forman parte del arsenal de los antropólogos desde Boas y Malinowski en adelante, incluso de aquellos no necesariamente enrolados en una perspectiva interpretativa. A su vez, la caracterización de la etnografía como texto es una consecuencia de la preocupación posmoderna por ver las monografías basadas en el trabajo de campo como una suerte de género literario, con sus propias convenciones, así como la tarea del investigador como la de un autor. La llamada “etnografía posmoderna” se presentó como un programa en el que los etnógrafos debían asumir los problemas de la representación textual del trabajo de campo, el peligro de la obliteración de voces nativas (que habría caracterizado a los clásicos) y la necesidad de una escritura diferente. En sus críticas al realismo, textos monográficos producidos desde intereses, tradiciones disciplinares, teorías y condiciones tremendamente diferentes fueron asimilados como “etnografías”. En cuanto a la etnografía considerada como “método”, algunos diferencian entre las técnicas de recolección (o mejor, de generación) de datos como un método y un marco teórico y filosófico (una metodología), que correspondería al enfoque en Guber (Hammersley y Atkinson 1983; Brewer 1994). No faltan quienes plantean la necesidad de relativizar el vínculo entre etnografía y observación participante y


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llaman a reconsiderar otros modos de investigación empírica, como los basados en entrevistas (Hockey y Forsey 2012). En la misma línea está quien manifiesta que la observación participante dista mucho de asemejarse a un método de investigación, si por tal se entiende una secuencia de procedimientos que permiten alcanzar un objetivo (Ingold 2014, 390)26. De ahí que hayan surgido exhortaciones a imaginar nuevas formas de investigación para dar cuenta de un mundo complejo y cambiante, en virtud de las dificultades y los desafíos que la realidad impone (Marcus 2009), puesto que “el trabajo de campo ya no es lo que solía ser” (Faubion y Marcus 2009). En consecuencia, el trabajo de campo debería ser menos un modelo canónico y más un ámbito de exploración respecto de cómo las condiciones efectivas que encuentran los investigadores hacen posibles determinados caminos de indagación, y no otros27. Todo esto es algo muy distinto a tratar de encontrar un sentido en nuestras investigaciones a través de nuestras biografías o de convencer y convencernos de cómo se derrumbaron prejuicios propios o de las audiencias, gracias a un incidente, un malentendido o un desplante. El contar ahora con un corpus importante de investigaciones específicas sobre los más diversos tópicos no debiera hacernos perder de vista que el programa de investigación científico vigente (en el sentido de Imre Lakatos)28 promueve el estudio de la particularidad (Balbi 2015, 172-173), que, en ocasiones felices, se intenta trascender con la esforzada tarea de mostrar cómo el caso representa, de algún modo, una situación general o una población más amplia. Sólo para ilustrar el punto, quienes conocemos cómo se gestan las investigaciones doctorales sabemos que usual26 Ingold (2008, 84; 2014, 390) considera a la observación participante una artesanía, un oficio, una destreza, antes que un método. La razón es que en la observación participante, como en la vida cotidiana, los pasos que damos son contingentes y no se dirigen hacia una meta específica. Aún más: sostiene la necesidad de liberarse de la tiranía del método (2008, 88). Puede que la ácida crítica de Ingold esté dirigida a la cristalización de un modelo rutinario de trabajo, basado en ciertos principios bastante difusos. Sin embargo, esto no implica que no existan aspectos metódicos en la tarea de investigación antropológica (las diferentes formas de registro, por ejemplo), o que también la práctica de ciertos saberes físico-naturales no demande el desarrollo de destrezas o no constituya una especie de “oficio”. 27 En Trabajo de campo bajo fuego, los antropólogos Antonius Robben y Carolyn Nordstrom (1995) compilaron una serie de artículos centrados en las diferentes estrategias y en las elaboraciones que debieron generar los investigadores para llevar a cabo sus trabajos de campo en situaciones de violencia y extremo peligro para sus propias vidas, tales como la guerra o la persecución política. Años después, Robben (2011) compiló un nuevo libro, cuyo problema central fue cómo estudiar zonas de guerra inaccesibles por su peligrosidad, donde el trabajo de campo en su versión tradicional es imposible: tal el caso de la guerra en Irak (2003-2011). La propuesta fue explotar al máximo la “imaginación etnográfica a distancia”, mediante comparaciones con los conflictos armados anteriores y actuales en Camboya, Israel, Palestina, Irlanda del Norte, Afganistán y Argentina. En terrenos bastante diferentes, una compilación coordinada por el inglés Daniel Miller (2001) se planteó el desafío de llevar a cabo trabajo de campo etnográfico en hogares, entre ellos de clase media urbana. La dificultad fue cómo llevar adelante observación participante y corresidencia cuando el investigador no puede convivir con la población bajo estudio (a menos que se transforme en un huésped permanente), y sólo puede visitar periódicamente a los residentes por períodos breves y en circunstancias determinadas. Podríamos sumar muchos más ejemplos provenientes de investigadores que lidian con las condiciones complejas de las guardias hospitalarias, los laboratorios, las centrales nucleares, las instituciones profesionales y académicas, los cuarteles militares, etcétera. 28 A menudo, es el programa interpretativo de Geertz el que termina imponiendo su agenda, aunque luego este intente ser articulado con Bourdieu o algún otro autor estelar predilecto.


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mente los estudiantes se interesan por un tema muy amplio y luego buscan un caso de estudio; o de modo directo deciden llevar adelante un trabajo de campo en una institución o un barrio (muchas veces, debido a vínculos preexistentes). A la hora de la escritura, llegarán los problemas usuales sobre qué hacer con la información registrada, sobre qué grandes temáticas puede dar cuenta el caso y cómo problematizarlo. “Lo que uno encuentra en las pequeñas ciudades y aldeas es (¡ay!) vida de pequeñas ciudades o aldeas”, sostenía el mismísimo Geertz (2003, 33). Sospecho que muchos viven enamorados de sus aldeas, de sus islas, e infieren que, una vez que nos las hagan conocer, también nos enamoraremos de ellas. Seguramente, tendrán su público, pero es lícito que les pregunte qué hay en ellas que pueda despertar interés.

29 Ahí está el Journal of Ethnographic Theory (un título que es todo un manifiesto), cuyo primer número es de 2011. En su página web se afirma que su propósito es “situar a la etnografía como la heurística principal de la antropología, y devolverla a la vanguardia de los avances conceptuales en la disciplina”. Sostienen que es necesario “restablecer la teorización etnográfica en la antropología contemporánea”, algo que se

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Etnografía sin antropología Hasta aquí he expuesto el proceso que derivó en la autonomización de “lo etnográfico”, que se ha convertido en un fin en sí mismo. Sabemos que no es algo distintivo de Argentina, pero sí tiene resonancias especiales, precisamente por la historia de la disciplina en el país. Ahora bien, uno de los aspectos más preocupantes de la actual difusión y hegemonía de la etnografía es que tanto la formulación de los proyectos que plantean su necesidad como los textos en los que se exponen los resultados de las investigaciones están, muchas veces, divorciados de una agenda de investigación propiamente antropológica. Para explicar qué es lo que entiendo por esto, quisiera empezar considerando la distinción clásica entre etnografía, etnología y antropología, tal como fue expuesta por Claude Lévi-Strauss hace nada menos que sesenta y dos años. Siguiendo un criterio disciplinar vigente por entonces, Lévi-Strauss concebía la etnografía como una primera etapa descriptiva de la investigación; las etapas siguientes (la etnológica y la antropológica) se diferenciaban por incluir la comparación temporal y espacial y la generalización y abstracción. Incluía en la etapa descriptiva el trabajo sobre el terreno (del cual provendrían los materiales en los que se basarían las descripciones) y la descripción, clasificación y el análisis de los fenómenos culturales, que correspondería a la dimensión propiamente textual, que no quedaba reducida sólo a la producción de monografías (Lévi-Strauss 1977, 318-319). El objeto de las observaciones y los análisis eran los grupos humanos particulares, con la pretensión de restituir lo más fielmente posible sus vidas (Lévi-Strauss 1977, 2). La diferenciación entre etnografía, etnología y antropología como niveles distintos de la investigación es algo inaceptable hoy, en la medida que somos conscientes de que no hay descripción posible sin teoría. Pero lo que me atrae de este programa son sus pretensiones universalistas. Como lo que dicen que hacen los antropólogos (y otros parientes más o menos cercanos dentro de las ciencias sociales) es etnografía, los niveles de mayor o menor generalidad se deberían buscar allí29. Escucho muy a


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menudo despotricar contra los trabajos que divorcian la teoría de la empiria, que tales trabajos no son estrictamente etnográficos porque en estos últimos la teoría debería estar encarnada en los datos. Es una posición curiosa, si lo que se pretende es darle una oportunidad al lector de conocer los conceptos y las operaciones analíticas en juego. La autojustificación usual es que la etnografía es algo tan especial que no se parece a ningún otro saber, porque desde la experiencia de trabajo de campo, la producción textual y su recepción por las audiencias nativas, todo es único, singular, irreductible. Todo estaría allí, en la escritura, no en abstracto, sino en concreto. Pero esta aversión a la abstracción, que es incluso enarbolada en más de una ocasión como un orgulloso rasgo de superioridad frente a otras disciplinas, poco tiene que ver con la antropología, con la ciencia y con las formas de pensar de los seres humanos que son objeto de estudio. Por eso, más que nunca es necesario diferenciar antropología de etnografía. Como sabemos, la etnografía posmoderna efectuó una dura crítica de los conceptos clásicos de la disciplina; potenciada con los estudios poscoloniales y las corrientes feministas, pareció condenar al olvido la casi totalidad del vocabulario clásico de la antropología. Sin duda, estos estudios han realizado aportes imprescindibles a la hora de replantear conceptualmente la antropología y las ciencias sociales, proponiendo un fascinante problema: cómo construir conceptos con potencialidad analítica para aprehender múltiples realidades sociales e históricas, a partir de categorías vinculadas a contextos de producción particulares. Pero la crítica al realismo etnográfico y a los conceptos antropológicos que dieron lugar a agendas de investigación sobre mitología, ritual, religión, no implica que estemos atrapados entre Escila y Caribdis: o sea, entre universalizar categorías particulares y descontextualizarlas o no trascender jamás los contextos singulares. Si es cierto que estos estudios nos previenen de usos irreflexivos de los conceptos, esto no nos debiera conducir necesariamente a un nihilismo cognoscitivo: aún quedan pendientes las preguntas que pretendieron responder. Pero el camino particularista que ha elegido la disciplina en los últimos treinta o cuarenta años ha postergado el interés por responder preguntas que han sido durante décadas medulares al desarrollo disciplinar, y que lejos están de contar con soluciones satisfactorias. Me refiero a una agenda de investigación interesada en resolver cuestiones ligadas a nuestras características como especie; diagnosticando la situación presente, Bloch (2005) se refiere a un desinterés por la naturaleza humana. Eso pretendía Lévi-Strauss cuando se propuso explicar la existencia de la prohibición del incesto, a la cual consideraba decisiva para la instauración de la cultura como una instancia separada de la naturaleza. O en el campo de investigación sobre las formas de pensar y conocer, sobre las clásicas discusiones evolucionistas y relativistas (debates que incluyen a toda la antropología desde fines del siglo XIX ha perdido (y en lo que coincido). Pero al sostener que posee un potencial para “cuestionar los supuestos cosmológicos occidentales” o para “repensar la humanidad y la alteridad”, retorna a un lugar importante pero, al fin y al cabo, común y muy antiguo de la disciplina. Disponible en http://www.haujournal.org/ index.php/hau/index


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30 El artículo de Bloch incorpora otro valor, que merecería ser discutido en profundidad: la elaboración de una interpretación sobre un aspecto de la realidad que resulta imposible conocer, sino a través de caminos indirectos, apelando a información fragmentaria, comparaciones y el planteo de conjeturas. Después de todo, la historia conjetural de los evolucionistas cuestionada por Radcliffe-Brown puede estar de regreso con otros recaudos. 31 Al respecto, véase Gingrich y Fox (2002) y Thomas (1991).

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hasta la primera mitad del siglo XX), cuando Jack Goody (1985) elaboró una solución original basándose en sus propios estudios etnográficos sobre alfabetización e históricos acerca del pasaje de la lengua oral a la escrita. O nuevamente Bloch (2008), al retomar los antiguos debates sobre el origen de la religión por caminos distintos a los de Edward B. Tylor, James G. Frazer, Émile Durkheim o Robin Horton, teniendo como trasfondo las teorías clásicas y sus investigaciones etnográficas en Madagascar pero añadiendo recientes estudios en primatología, teoría evolutiva y neurociencias30. Estos ejemplos comparten la preocupación por lo que es común a todos los seres humanos, un rasgo propio de la antropología evolucionista decimonónica (con todas las críticas que ya conocemos), de gran parte de los funcionalistas, de la Escuela Sociológica Francesa y el estructuralismo, el neoevolucionismo y el cognitivismo. Al mismo tiempo, sostengo que es indispensable asumir como una tarea urgente la producción de teoría, y que esto no puede sino incluir, simultáneamente, un programa de investigación empírica. Esto implica un cambio de concepción del trabajo científico y una noción diferente de la producción de teoría. Lejos está de mis inquietudes un retorno a la situación local que describí al comienzo, donde prevalecía la lectura de textos de las ciencias sociales y la filosofía aislados de un programa de investigación empírica (con las excepciones ya conocidas). Mi apuesta por la producción de teoría tampoco tiene que ver con la abundancia de exegetas expertos en desentrañar el sentido último de las escrituras de Foucault, Giddens, Williams, Elias o Bourdieu. Ante todo, exige asumir seriamente que no deberíamos ser meros receptores y usuarios de las grandes elaboraciones teóricas sociológicas y antropológicas (o lingüísticas, historiográficas, filosóficas) producidas en Europa y Estados Unidos. Comprendo que muchos perciban en todo esto una vuelta a la dominación colonial a través del sometimiento a agendas extranjeras. También sé que hay otros problemas en juego, como las asimetrías económico-financieras, la publicación y difusión de resultados en inglés, e incluso la poca predisposición de muchos de los investigadores europeos y norteamericanos a dialogar simétricamente con los del resto del planeta. Todo esto constituye un desafío para nuestras “antropologías del sur”, como las llama Esteban Krotz (1993), quien, no obstante, no reniega de un proyecto planetario para la disciplina. Pero según parece, tenemos mucho más en común hoy con las antropologías más consolidadas y antiguas que hace treinta años atrás. Como a ellas, también nos llegó la hora de interrogar el programa etnográfico vigente; esto equivale a transformar la relación entre etnografía y antropología como una de las posibles, mas no la única. Restituyendo el valor de la comparación31, es


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imprescindible descubrir en lo recóndito de las aldeas lo humano y universal, como si se tratase de un tesoro perdido al que debemos desenterrar.

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Conclusiones Mi pretensión en este artículo ha sido doble. Por un lado, quise mostrar cómo se transformaron los modos de pensar y practicar la antropología en Argentina en el curso de las últimas tres décadas, transformación comandada por la generalización y consolidación de lo etnográfico; este último fue entendido como un estilo de trabajo de campo, una perspectiva hermenéutica respecto a los puntos de vistas ajenos y un tipo peculiar de escritura. Por otro lado, utilicé como punto de partida esta realidad local para formularme preguntas que trascienden el caso argentino. De modo sintético, quise llamar la atención, primero, sobre el carácter autoevidente que ha adoptado lo etnográfico para quienes se asumen como “antropólogos”, que resulta usualmente el único modo admisible de conocer la realidad social; segundo, procuré mostrar cómo lo etnográfico y la antropología se han confundido, al punto que el primero ha sustituido o desplazado a la segunda, desentendiéndose así de problemas, teorías, conceptos e investigaciones capitales que históricamente le han dado sentido al quehacer etnográfico; tercero, intenté señalar que la primacía de lo etnográfico sin antropología (o sociología, o historia) ha promovido un discurso relativista y moralizador, con muchos aspectos valiosos pero despreocupado de dar respuestas a cuestiones sustantivas de las agendas de investigación. Sostuve que la perspectiva actual ha dado lugar a una proliferación de estudios de caso con escasas o nulas pretensiones comparativas y, peor aún, con un desinterés por dialogar críticamente con teorías producidas en Europa y Estados Unidos, las cuales, no obstante, son usadas mayormente invocando un principio de autoridad. En consecuencia, planteé como posible salida retornar a un estilo de investigación basado en la subordinación de lo etnográfico a la agenda de problemas que han conformado el campo de investigación que institucionalmente es conocido como “antropología”. He definido algunos de estos problemas como sustantivos, aunque su significado puede conducir a algunos equívocos. En el sentido en que estoy empleando el término, se trata de cuestiones fundamentales respecto a la índole de la especie humana. Obviamente, no todos están obligados a trabajar en este nivel, pero sí resultaría importante que las investigaciones orientadas a dar respuestas más específicas, situadas en tiempo y espacio, presupusiesen tales estudios. En suma, se trata de despertar de nuevo la pasión por resolver los problemas complejos que han obsesionado a generaciones de antropólogos. Este cometido supone un cambio de programa de investigación, que yo definiría como universalista, básicamente porque su interés primordial consistiría en dar respuesta a problemas ligados a la naturaleza de la especie: la delimitación y el origen de lo que llamamos religión, el sentido de la prohibición del incesto, los fundamentos del parentesco, las relaciones entre lenguaje y percepción, los principios y desarrollo del pensamiento, las bases de la aprehensión del acontecimiento mediante el pensamiento narrativo, tan sólo para


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ilustrar de modo muy parcial algunas de las grandes cuestiones implicadas. Claro está que universalismo puede entenderse de otros modos, que van desde la creación de comunidades científicas transnacionales más amplias, capaces de dialogar en términos de intercambio más igualitarios, hasta la adopción de enfoques que postulan la existencia de principios invariantes, ya sea en relación con la cognición o la transformación de los sistemas sociales. Como lo señalé, si bien el desarrollo de la antropología en Argentina tiene características específicas (incluso respecto a otras regiones de América Latina), su situación presente posee aspectos convergentes con otras antropologías, incluso europeas y norteamericanas. Entre estas últimas se han generado discusiones acerca del estado actual y el rumbo de la disciplina, en gran parte centradas en lo que muchos suponen una suerte de Santo Grial por defender a capa y espada: la etnografía. Pero como lo expresé a lo largo de este trabajo, la etnografía no puede continuar siendo una tarea irreflexiva, acrítica, no problemática. Quiero decir que en nombre de sostener una modalidad de trabajo que frecuentemente es definida como “crítica” (al menos así lo asume gran parte de quienes afirman trabajar “etnográficamente”, en la medida que cuestionan los conceptos y teorías de otros saberes), su uso se ha tornado en buena medida acrítico. Evidentemente, gran parte de las prácticas de los miembros de una comunidad científica adoptan ese carácter autoevidente. Y en el caso de nuestra disciplina, la práctica de aquello que se considera como “etnografía” no resulta, a menudo, de una evaluación de varias alternativas posibles, sino más bien de una convicción profunda respecto a qué es lo que debe ser (y por ende, no debe ser) la disciplina (y en consecuencia, lo que deben ser quienes la practican). A veces, da la impresión de que estamos más preocupados por defender una identidad que por emprender el desafío de responder preguntas sustantivas. A mi juicio, esta manera de pensar y actuar no nos resulta útil si de lo que se trata es de preguntarnos por qué conocemos nuestros objetos del modo en que lo hacemos, o por qué una determinada forma de estudiar la realidad es más apropiada y fructífera frente a otras posibles. ¿Hay algo menos etnográfico que el suspender la pregunta acerca de por qué hacer etnografía? Cuando la antropóloga brasileña Mariza Peirano (1994, 218) publicó el artículo “A favor da etnografía”, muchos antropólogos argentinos creímos ver allí una defensa de las luchas que llevábamos adelante en nuestro medio para que la etnografía (o lo que entendíamos por ella) fuese aceptada. En ese trabajo, Peirano sostenía que la verdadera herencia de la antropología estaba en las etnografías (es decir, las monografías), más que en las teorías que las promovieron. La afirmación parece razonable, si lo que pretendía decir Peirano es que los estudios etnográficos podían ser reinterpretados a partir de otros enfoques analíticos; claro que para ello había que discutir las perspectivas teóricas en las que habían sido generados y analizados los datos. Pero la aserción de Peirano parece ser mucho más extremista: reproducía la reducción de la antropología a la etnografía (estrictamente, a las monografías), a la vez que proclamaba una convicción antiteórica, el tipo de menosprecio hacia la generalización y la abstracción que luego será transmitido en las aulas


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para consagrar un estilo de pensar y practicar la disciplina. Hoy estoy convencido de que no es esta la mejor defensa de la etnografía (a decir verdad, tampoco creo que debamos atrincherarnos). A lo largo de este trabajo, he tratado de mostrar lo beneficioso que ha sido para nuestra disciplina la adopción de un estilo de producción intelectual que predomina en la mayoría de las academias donde se practica y enseña la antropología; pero en ese mismo acto (quizá por las mismas condiciones locales de recepción), adquirimos la mayor parte de las consecuencias problemáticas que caracterizan a las antropologías mundiales. La disconformidad o el malestar con determinados aspectos de la situación disciplinar se ha expresado también en Brasil, México y Colombia. Así, algunos antropólogos brasileños han planteado diversos problemas relacionados con la etnografía: las transformaciones de la práctica etnográfica bajo condiciones de trabajo no previstas en sus formas originales; el presunto malestar resultante del conflicto entre las prácticas de investigación concretas y las autorrepresentaciones disciplinares; o su especificidad al ser utilizada fuera de los ámbitos de la antropología (de Carvalho 2002; Ramos 2007; Magnani 2009; Pacheco 2011). En México, ya Bonfil Batalla (1991) planteaba la crisis del lugar de la antropología como parte del proyecto nacional, cuestión que fue retomada por Claudio Lomnitz (2014), quien advertía sobre la pérdida de prestigio y de presencia en el debate público frente a politólogos, historiadores y economistas, y postulaba la necesidad de recuperar el terreno perdido a través de redoblar la apuesta por la etnografía y desarrollar una estrategia de cooperación y diálogo interdisciplinar. Y en Colombia, Carlos Uribe (2005) ha interrogado el rol de los antropólogos locales como mediadores respecto a las teorías e investigaciones producidas en las llamadas antropologías centrales, en tanto Myriam Jimeno (2005) sostuvo que el sesgo valioso de la antropología latinoamericana residía en su proximidad y compromiso con los grupos sociales estudiados, haciendo posible así una vocación crítica. Tal vez los temas abordados por estos trabajos sugieran que la región exige cosas muy diferentes a las que he propuesto. Que la antropología, como otras disciplinas sociales, debería enfocarse en aportar conocimientos específicos acerca de cuestiones muy concretas, en especial respecto a aspectos de la vida social que exigen soluciones vía el Estado. Pero no es este el punto. Desde hace varios años, los antropólogos argentinos abordan temas de interés público, asuntos que forman parte de las agendas del Estado, de partidos políticos, movimientos sociales u ONG. Continuamente son consultados por los medios de comunicación, y algunos han llegado a desempeñar cargos públicos merced a su condición de expertos. Por el contrario, lo que quiero interrogar son nuestros modos de pensar y practicar la antropología de cada día. Y esto, claro, incide en aquello que decimos respecto a los asuntos de agenda pública. Estoy sugiriendo la elección de un camino riesgoso, donde no hay otro remedio que hacer apuestas. Poco tiene que ver esto con el amor por una aldea y sus pobladores a los que dedicamos nuestras vidas. Si fuese posible dialogar cada vez más con agendas más amplias, con un espacio de problemas y conceptos que se reconozcan


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como propios, donde fuese posible identificar y evaluar qué respuestas han dado otros a esos problemas, estoy convencido de que podríamos poner nuestros pies fuera de las aldeas y empezar a pensar y hablar otras lenguas científicas. Geertz y el programa interpretativo se han hecho fuertes aun entre quienes niegan ser geertzianos. Esto se advierte en los objetivos científicos al practicar etnografía, ya que se niega la posibilidad de explicar las razones de los comportamientos en cuanto preguntas no pertinentes, limitándose a describir las acciones y los sentidos que los actores les atribuyen; pero también sus consecuencias pueden observarse en la escasez de investigaciones en otros campos de la antropología, como los estudios cognitivos32. En lugar de buscar lugares donde hacer trabajo de campo y luego intentar hacer de ellos casos por ser problematizados, es indispensable volvernos cada vez más conscientes de las agendas de investigación disciplinar, de cómo temas específicos que están en el centro de las preocupaciones públicas (el terrorismo, la pobreza, el medioambiente, las políticas económicas de ajuste, la guerra) están asociados con problemas disciplinares y respuestas que exigen una permanente revisión. Son los problemas, en suma, los que constituyen la médula de la actividad científica, si es que así consideramos lo que hacemos bajo el rótulo de antropología y etnografía.

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32 El desarrollo de los estudios cognitivos en antropología siempre ha sido difícil, en especial porque se trata de programas que mantienen relaciones conflictivas con la antropología social y cultural. Véase al respecto Blount (2011).

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Referencias


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El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile: una aproximación a las publicaciones contenidas en revistas científicas (1860-1954)* Héctor Mora Nawrath** Universidad Católica de Temuco, Chile

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04

Artículo recibido: 26 de julio de 2016; aceptado: 28 de noviembre de 2016; modificado: 5 de diciembre de 2016

Palabras clave: Disciplina, investigación antropológica (Thesaurus); espacio de producción antropológica, institucionalización académica (palabras clave del autor). *

Este artículo expone algunos resultados de la investigación doctoral “La institucionalización de las Ciencias Antropológicas en Chile. Una aproximación a las dinámicas socio-organizativas y cognoscitivas en la conformación del espacio científico (1860-1954)”, presentada en la Universidad Nacional de La Plata para la obtención del grado de Doctor en Ciencias Sociales. Agradezco a mis colegas del Departamento de Antropología José Díaz Diego y Mario Samaniego por los comentarios a este artículo.

** Doctor en Ciencias Sociales Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Especialista en Epistemología y Metodología en la Investigación Social. Entre sus últimas publicaciones están: “Descentrar las miradas. Institucionalización de la antropología académica en la sede Temuco de la Pontificia Universidad Católica de Chile (1970-1978)”. Tabula Rasa 21: 197-227, 2014. “El método etnográfico: origen y fundamentos de una aproximación multitécnica”. Forum: Qualitative Social Research 11 (2), 2010. *hectmora@uct.cl

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Resumen: Este artículo analiza las publicaciones en ciencias antropológicas realizadas en revistas especializadas de circulación en Chile, en una etapa previa a su institucionalización académica, en la que tiene lugar la emergencia de un campo que se conforma en torno a investigaciones en diversas áreas (etnológica, etnográfica, arqueológica, prehistórica, folclórica, lingüística y física), y que en condiciones de relativa estabilidad, se desarrolló en museos y sociedades científicas situados en el ámbito de las ciencias naturales, y en menor medida, en ciencias humanas y antropológicas. En este contexto, se analiza el espacio de producción de orientación antropológica con base en la relación entre variables tales como áreas temáticas, etapa temporal de la producción, formación de origen de los investigadores, revistas y autores. El espacio relacional, construido con apoyo de las técnicas de correspondencias múltiples, sumado a los antecedentes recabados a través del trabajo de archivos, permite articular una reflexión en torno a la estructura de dicho espacio. Ello posibilita advertir áreas de especialización asociada tanto a las trayectorias de actores como a temáticas de investigación –distinguiendo un área humanista, arqueológica y física–, así como cierta vocación interdisciplinaria e hibridación en el quehacer que también ha caracterizado a las antropologías a escala internacional.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04

The Space of Production in Anthropological Sciences in Chile: A closer look at the Publications contained within Scientific Journals (1860-1954)

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Abstract: This article analyses anthropological sciences publications from specialized journals on a prior stage of academic institutionalization of Anthropology in Chile. This period of time gave birth to a field conformed by an array of research areas (ethnological, ethnographic, archaeological, prehistoric, folkloric, linguistic and physical or biological). Moreover, it developed in conditions of relative stability within museums and scientific societies, both situated in natural sciences but less so, in human and anthropological sciences. In this context, publications made in specialized journals of circulation in Chile are analyzed based on the relationship between different variables such as, thematic areas, temporal stages of production, training and origin of the researchers, journals and authors. This relational space –built upon multiple correspondence techniques– along with background facts recovered through the work in archives, allow us to articulate a reflection of its structure. Hence, this article highlights areas of specialization that are associated with the individuals’ backgrounds, as much as, with the research theme. Therefore, it distinguishes a humanist, archaeological and physical or biological area along with certain interdisciplinary vocation and hybridization of the discipline. This has also characterized anthropologies to an international scale. Keywords: Discipline, anthropological research (Thesaurus); space of anthropological production, academic institutionalization (author´s keywords). O espaço de produção em ciências antropológicas no Chile: uma aproximação às publicações contidas em revistas científicas (1860-1954) Resumo: Este artigo analisa as publicações em ciências antropológicas realizadas em revistas especializadas de circulação no Chile, numa etapa anterior à sua institucionalização acadêmica, na qual ocorre a emergência de um campo formado em torno de pesquisas em diversas áreas (etnológica, etnográfica, arqueológica, pré-histórica, folclórica, linguística e física), e que em condições de relativa estabilidade, desenvolveu-se em museus e sociedades científicas posicionadas no âmbito das ciências naturais, e, em menor medida, em ciências humanas e antropológicas. Nesse contexto, analisa-se o espaço de produção de orientação antropológica com base na relação entre variáveis, tais como: áreas temáticas, etapa temporal da produção, formação de origem dos pesquisadores, revistas e autores. O espaço relacional –construído com apoio de análises de correspondências múltiplas– somado aos antecedentes coletados pelo trabalho com arquivos, permite articular uma reflexão sobre a estrutura desse espaço. Isso possibilita advertir áreas de especialização associada tanto às trajetórias de atores quanto à temática de pesquisa –diferenciando uma área humanista, arqueológica e física–, assim como certa vocação interdisciplinar e hibridação no fazer que também caracteriza as antropologias internacionalmente. Palavras-chave: Disciplina, pesquisa antropológica (Thesaurus); espaço de produção antropológica, institucionalização acadêmica (palavras-chave do autor).


n la primera década del siglo XX, el entomólogo y zoólogo Carlos Porter (1906; 1910) realizó dos trabajos que constituyen el primer esfuerzo por catastrar el volumen de publicaciones de orientación antropológica en Chile entre 1845 y 1905. Más allá de inventariar y dimensionar la producción –197 títulos identificados–, ello se torna en evidencia de la temprana emergencia de un área de estudios antropológicos, que comienza a adquirir forma a partir de las primeras décadas del siglo XX. Esta se desarrolla en torno a un objeto de estudio cuya fundamentación teórica proviene de la academia europea, la “diferencia” en cuanto amalgama entre raza y cultura (Briones 1998), que a inicios de los años veinte se reorienta hacia los estudios de la diversidad cultural humana (Conklin 2013). La diferencia operó como una forma de alteridad, siendo su expresión la población indígena y los vestigios materiales de los habitantes prehistóricos, lo que, recurriendo a Peirano (2008), podemos conceptualizar como “alteridad radical próxima”. Es así como los esfuerzos iniciales por la institucionalización científica1 de la antropología se desenvuelven bajo el argumento que el estímulo de esta nueva ciencia ponía a la nación a la altura de los países cultos, siendo su tarea fundamental recoger y clasificar los datos de aquellas razas que desaparecen ante la marcha del progreso y de la civilización (Porter 1909). El interés investigativo se articuló a través de la conformación de organizaciones especializadas como sociedades científicas y museos, que canalizaron la investigación en diversas áreas de conocimiento, al mismo tiempo que crearon mecanismos de comunicación –generación de revistas, boletines y libros– por medio de los cuales se encauzaron las reflexiones o los estudios relativos a la población indígena que habitó o habitaba el territorio nacional. Estas instituciones, en particular las Sociedades Científicas, resultan gravitantes en el desarrollo de la investigación científica nacional y antropológica en particular (Fuenzalida 1964), pues concentraron prácticamente todas las iniciativas que se realizaron hasta mediados del siglo XX. Su fortalecimiento fue expresión del intento por replicar el modelo de ciencia europeo (Broca 1870; Bouza 1988; Conklin 2013), modelo 1

Siguiendo a Shils (1970), dicho proceso se materializa en la formación de comunidades o asociaciones de investigadores que demarcan un área de conocimiento específico, desarrollando indagaciones o estudios de manera sistemática en torno a un “objeto”, y regulando su actividad a partir de un conjunto de normas mediante las cuales se definen adscripciones y posiciones. Entran en escena dispositivos cognoscitivos, procedimentales y escriturales que permiten conferir autoridad y legitimación a las construcciones discursivas realizadas, conforme a ideales normativos de ciencia. Al respecto, algunas de las prescripciones metodológicas más tempranas las podemos encontrar en De Gérando (1800) y Broca (1870), quienes sitúan ciertos requerimientos para la descripción de las sociedades nativas. Ya hacia principios del siglo XX, estos criterios se estandarizan, estableciendo exigencias del método etnográfico como la necesidad de estar allí –realizando descripciones concretas, sistemáticas y prolongadas entre los grupos nativos–, lo que se materializaba a través de formas de representación que textualizan requisitos metodológicos, con el objetivo de establecer comunicación con una audiencia de especialistas –para quienes se escribe– a través de la denominada retórica etnográfica (Geertz 1989 [1988]; Clifford 1992 [1988]; Marcus y Fisher 2000 [1986]). Era indicativo el carácter altamente concreto, descriptivo y factual de la textualización, que buscaba reproducir una narrativa despersonalizada y/o neutral, que a través de un efecto objetivista e inocuo intentaba demostrar que se entró en profundidad en la vida de los otros (Geertz 1989 [1988]; Trinchero 2007).

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04

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en el cual estas sociedades –que surgen a mediados del siglo XVII– y las revistas científicas –específicamente, los artículos especializados– cobran relevancia, constituyéndose por excelencia en el medio a través del cual comenzó la circulación de la producción científica, siendo el formato que finalmente reemplazó la comunicación epistolar y los informes de circulación privada (Schaffner 1994)2. Cada institución –sea sociedad científica, museo o universidad– contaba en su haber con una revista o un boletín de divulgación, y sus miembros realizaban esfuerzos destinados a que estos mantuvieran cierta periodicidad3. Se puede agregar que en su mayoría, las sociedades científicas se concibieron desde una visión amplia de las ciencias –concepción arraigada en el modelo de ciencia clásico de base naturalista–, constituyéndose en espacios de reflexión en torno a temáticas de orientación antropológica, consignando que las únicas instancias especializadas para la época –de breve duración– fueron la Sociedad Arqueológica de Santiago (1878-1881) y el Museo Etnológico y Antropológico de Chile (1912-1926). Al respecto, se puede advertir que las principales diferencias en el desarrollo de la antropología con otros países de América (Estados Unidos, México, Brasil, Colombia) fueron la no consolidación de entidades especializadas durante las primeras décadas del siglo XX, así como la tardía institucionalización académica, y con ello, la incorporación de planes de formación de especialistas; y agregar que el primer programa de formación profesional en Chile se implementó en 1966, en la Universidad de Concepción (Garbulsky 2000; Mora 2014). Como complemento, señalar que hacia los años cincuenta, el espacio universitario en el país estaba orientado a ciertas áreas del conocimiento (Teología, Leyes, Ciencias Políticas, Matemáticas y Física, Medicina, Filosofía, Educación, Arquitectura, Economía y Comercio, Farmacia y Química, Industria y Ciencias Aplicadas, entre otras)4 y en general abocado al desarrollo profesional (Feliú 1969)5. Al igual que otras ciencias, esta primera antropología expresa una institucionalización más bien débil, efecto de las tensiones y fluctuaciones sociopolíticas y económicas que atravesó el país (Cariola y Sunkel 1982), huellas de las dilaciones y discontinuidades que emergen en el proceso de consolidación del Estado-Nación chileno (Salazar y Pinto 1999). A ello se podría sumar el escaso interés manifestado 2 Varias de las primeras publicaciones en las revistas refieren a correspondencia entre investigadores que contenía el informe, debate o discusión sobre algún tópico. En muchos casos se trata de textos extensos que superan las veinte páginas. 3

Como ejemplo, la Sociedad Arqueológica de Santiago (1878-1881), primera sociedad científica creada en Chile, lanza su único número el 1 de enero de 1880, lo cual se interrumpe por motivos económicos (Orellana 1996). Posteriormente, varios de sus miembros crean la Sociedad Científica Alemana.

4

Entre las áreas “afines” que se insertan en el espacio académico en el plano de la investigación figura la psicología experimental, a través de un laboratorio creado en 1908 en la Universidad de Chile; allí desarrolló su trabajo Wilhelm Mann (Jaksic 2013).

5

A pesar de la existencia de cátedras y seminarios anteriores, la antropología se inserta como instancia académica en el espacio universitario hacia mediados de los cincuenta, y a nivel de la formación universitaria, hacia mediados de los sesenta (Mora 2014).


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Al respecto podemos mencionar el apoyo e interés de los gobiernos de Pedro Montt Montt (1906-1910), Ramón Barros Luco (1910-1915) y Juan Luis Sanfuentes Andonaegui (1915-1920).

7

En el Boletín de 1929, Latcham señala con dureza que “A pesar de la escasez de fondos y la miseria de remuneración con que ha contado el personal del Museo, el establecimiento ha entrado en un periodo de gran actividad […]” (1929, 158).

8

Pese a que varios de los primeros científicos se encontraban vinculados a universidades o instituciones educativas –como el Instituto Nacional y el Instituto Pedagógico–, su labor académica no tenía directa relación con sus inquietudes investigativas: estudios del folclore, lenguas nativas, arqueología, etnología, etcétera.

9

Al respecto, resulta muy iluminadora la descripción que Feliú (1969) realiza a propósito de la biografía de Ricardo Latcham, a quien tuvo la posibilidad de entrevistar antes de su muerte: “Pero estos éxitos de la activa vida intelectual de Latcham están llenos de sufrimientos ocasionados por las dificultades económicas. Ha pasado sobre estos quebrantos silenciosamente, con dignidad, decoro y sin muestra de perder el sano y vigoroso optimismo que le animó siempre. Hubo momentos muy duros en este periodo de 1905 a 1908 y quizá hasta 1910. En lo más álgido de la crisis, la voluntad no flaquea para servir su vocación de estudioso […] nada de su pluma aparece en el período de 5 años comprendido entre 1916 y 1921. Luchaba por rehacerse” (1969, 15).

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por parte de la élite política e intelectual del país por impulsar la inserción de estas materias en las universidades nacionales, y con ello, procurar su consolidación a través de instituciones especializadas de investigación (Porter 1909; Delegación Chilena en el Congreso Americanista de Buenos Aires 1910). Al no existir una política e inversión económica sostenida, y mediando el interés exhibido sólo por algunos gobiernos6, el desarrollo de la antropología se llevó a cabo con mucha dificultad, al alero de los primeros museos y sociedades científicas (Gusinde 1916; Lenz 1924; Oyarzún 1927; Latcham 1929; Fuenzalida 1964)7. En este desarrollo cumplen un rol importante los recursos privados y el fuerte compromiso individual, consignado que la mayor parte del trabajo científico –en particular, el de carácter antropológico– se realiza en condiciones económicas y laborales precarias, y cuando no, a través del autofinanciamiento8, siendo otras actividades remuneradas las que permiten el sustento de estos primeros investigadores: profesores de idiomas, de matemáticas, de química, de castellano, médicos, abogados, empresarios, etcétera9. En estas difíciles condiciones se lleva a cabo la investigación de orientación antropológica, aun cuando se puede apreciar una importante producción intelectual: sólo en revistas de circulación nacional se registran 532 artículos entre 1860 y 1954, publicados por un total de 91 “investigadores-autores” (Mora 2016). A lo anterior podemos agregar la existencia de debates sobre los cánones científicos que legitiman las prácticas, así como relativos a las formas de representación de la otredad a nivel teórico, empírico y escritural (Orellana 1996; Pavéz 2015). En esta dirección, se puede hablar de un territorio y una tribu de científicos (Becher 2001 [1989]) que demarcan un espacio fuera del ámbito académico-universitario. Si bien no hay formación-socialización a través de un sistema formal o de cátedras a la manera de una disciplina académica (Beyer y Lodahl 1976; Apostel 1979; Heckhausen 1979; Clark 1983; Greenhalgh 1996; Dogan 2001; Stichweh 2001; Siler 2005), en el plano informal se reproduce algo similar a un colegio invisible (Crane 1972), donde sociedades científicas y museos se transforman en instancias que permiten la transmisión de conocimientos entre pares.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04

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Al no existir cátedras permanentes, y siendo canalizada la actividad científica a través de instituciones que aglutinan diversas áreas de conocimiento, resulta de interés conocer algunas características vinculadas a la organización de espacio científico y la orientación temática que sigue la producción en la investigación de dicha época. Ello, teniendo en cuenta además que a inicios del siglo XX fue hegemónica una visión amplia de ciencia, donde la antropología cobró sentido como ciencia integral (biológica y social), abordando la historia natural del hombre (Broca 1870; Porter 1909). Entre los distintos aspectos por considerar en los estudios sociales de la ciencia (Kreimer y Thomas 2004)10, este artículo presenta algunos resultados referidos al espacio de producción del conocimiento de orientación antropológica, lo cual se desprende del análisis de las publicaciones aparecidas en revistas científicas entre 1860 y 1954. Desde el punto de vista topológico, el espacio se construye como una representación geométrica multidimensional que establece la vinculación entre distintos puntos, los cuales están representados por la relación de las modalidades-propiedades activas que se proyectan en él (Bourdieu 1989). Dicho espacio relacional permite generar una reflexión en torno a las particularidades del conocimiento antropológico de la época estudiada, a fin de apreciar esta configuración a la luz de la relación entre temáticas, profesiones, etapas, actores, publicaciones, orígenes de los autores y localización geográfica de los estudios. Ello hace posible apreciar –por medio de la construcción tipológica– no sólo la estructura de dichos espacio; también entrega elementos para precisar de qué manera se hace operativa esta concepción de antropología. Frente a la inexistencia de una estructura disciplinaria y una división departamental que defina un territorio académico instituido (Becher 2001 [1989])11, la pregunta o hipótesis orientadora de este trabajo plantea la configuración de un espacio heterogéneo, sin una estructura relacional que muestre la vinculación entre temáticas, profesiones y publicaciones, es decir, que no exprese la emergencia de especializaciones o áreas de desempeño claramente distinguibles a la manera de líneas temáticas, disciplinas o subdisciplinas.

Materiales y métodos La investigación que da origen a este artículo siguió una metodología que combinó 10 Entre ellas, las dimensiones cognitivas, generacionales y de interacción. 11 La anterior se distingue de lo que se denomina la institucionalización académica-profesional, y que resulta de la consolidación de prácticas de investigación con base en la delimitación de un campo u objeto, y de ciertos enfoques o perspectivas teórico-metodológicos relativamente consensuados. Desde esta consolidación se proyecta la formación sistemática de “capital humano”, que da paso a la especialización y formación profesionales, lo que se desarrolla en el marco de centros de investigación y/o al alero de instituciones universitarias. En esta instancia cobra pleno sentido la noción de disciplina; el espacio universitario o formativo no sólo posibilita la organización de especialidades –es decir, la delimitación de campos o disciplinas–, sino que también establece tradiciones intelectuales locales, da lugar a la socialización de nuevos miembros, a la construcción de una identidad y la definición de un territorio académico (Clark 1983; Becher 2001 [1989]).


El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile Héctor Mora Nawrath

el trabajo de archivo con técnicas de codificación/clasificación y análisis estadístico uni- y multivariado, recogiendo la tradición cienciométrica desarrollada en el marco de la sociología de la ciencia (Callon, Courtial y Penan 1995 [1993]). Ello permitió dimensionar el volumen de la producción de orientación antropológica contenida en revistas especializadas que circularon en Chile entre 1860 y 1954, pudiendo identificar un total de 532 artículos publicados en nueve revistas de las más diversas materias (ver la tabla 1). Tabla 1. Instituciones con publicación de revistas y número de artículos en áreas afines a las ciencias antropológicas entre 1860 y 1954 Artículos publicados

Boletín del Museo Nacional de Historia Museo Nacional de Natural (BMHN). Creada en 1910. Historia Natural12

1830 a la fecha

36

Revista Chilena de Historia Natural (RCHHN). Creada en 1897.

Museo de Historia Natural de Valparaíso

1878 a la fecha

70

Museo de Etnología y Antropología de Chile

1912 a 1928

1213

1885 a 1936

7

1891 a 1956

38

1911 a la fecha

134

1927 a la fecha

15

Universidad de Chile

1843 a la fecha

179

Academia Chilena de Ciencias Naturales (Universidad Católica de Chile)

1926 a 1968

41

Revista Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología (BMEA). Creada en 1916. Sociedad Científica Alemana (SCA). Creada en 1885. Anales de la Sociedad Científica de Chile (ASCCH). Creada en 1891. Revista Chilena de Historia y Geografía (RHYG). Creada en 1911. Anales de la Sociedad Biológica de Concepción (ASBC). Creada en 1927. Anales de la Universidad de Chile (AUCH). Creada en 1843. Anales de la Academia de Ciencias Naturales (AACHCN). Aparece desde 1936 como Anales, que se desprende de la Revista Universitaria creada en 1915.

Institución

Sociedad Científica Alemana Sociedad Científica de Chile Sociedad Chilena de Historia y Geografía Sociedad Biológica de Concepción

Fuente: elaboración propia.

El trabajo de clasificación temática involucró la creación de seis categorías bajo las cuales se codificó el contenido de los artículos analizados. Estas categorías recogen las áreas clásicas de la antropología (Broca 1870), estando además en concordancia con la terminología que se utilizó a inicios del siglo XX en el círculo 12 Reemplaza a la publicación de Anales del Museo Nacional de Chile (creada en 1891), un boletín monográfico que incluye en 1903 un especial sobre la Isla Mocha, en el cual publican, entre otros trabajos: “Los habitantes antiguos de la Isla Mocha” –Carlos Reiche–, “Arqueolojia” –Federico Philippi– y “Tres cráneos de la Isla Mocha” –Luis Vergara–. 13 Corresponde al total de artículos a los cuales se tuvo acceso.

99 P A R A L E L O S

Periodo de edición

Revista


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04

100

intelectual chileno (Porter 1909; Lenz 1924), donde la antropología se define como una ciencia integral que se ocupa de la historia natural del hombre (De Gérando 1800; Broca 1870; Barros Arana 1999 [1884]; Porter 1909). Desde un punto de vista operacional, el carácter antropológico de los estudios se define en torno a temáticas asociadas a la población indígena, distinguiendo las siguientes categorías: a. Etnografía/Etnología: referencias descriptivas breves o extensas concernientes a cualquier grupo indígena y que involucran la presencia u observación directa del “investigador”, cuyo trabajo busca caracterizar y/o comparar las costumbres y tradiciones de estos grupos. b. Antropología Física: trabajos que consideraran estudios antropométricos y/o histológicos de la población indígena. c. Lingüística: trabajos que tratan sobre el idioma y etimología de la lengua indígena, ya sea a través de estudios de tipo léxico y/o gramaticales. d. Folklore: trabajos que refieran a la compilación de relatos –cuentos, historias, canciones, consejas, adivinanzas– recogidos de la población indígena y de los sectores rurales o populares. e. Arqueología/Prehistoria: trabajos que incluyen la descripción y/o interpretación de objetos, ya sea contenidos en colecciones o a través de la prospección y excavación. f. Historia/Etnohistoria: trabajos que incorporan descripciones y/o interpretaciones sobre la población indígena, particularmente orientadas a caracterizar su forma de vida y relación con la sociedad nacional, lo cual se desprende de un trabajo de fuentes escritas u orales del pasado. Para explorar la configuración del “espacio de la producción de orientación antropológica” se recurrió al análisis de correspondencias múltiples (ACM), que agrupa un conjunto de técnicas que permiten apoyar la representación/interpretación de una tabla de datos14 en función de las proximidades y distancias en cuanto expresión de relaciones alcanzadas, en este caso, por un conjunto de variables/modalidades15. Este tipo de análisis corresponde a la familia factorial y hace posible la reducción de una gran cantidad de datos en un número menor de dimensiones procurando la menor pérdida de información (Crivisqui 1999; Abad, Muñiz y Cervantes 2003)16. Entre sus particularidades, el análisis toma en consideración la distancia entre los elementos de la tabla disyuntiva completa y las relaciones baricéntricas particulares, para así calcu14 Es decir, una tabla en codificación disyuntiva completa de individuos x variables categóricas. 15 En este caso se procederá a la exploración e interpretación de las proximidades entre variables/modalidades (es decir, de los perfiles columna). Los perfiles líneas de la tabla de datos están constituidos por los 532 artículos analizados –títulos de los artículos y un ID–, por lo cual su representación en el plano factorial se torna compleja –gran cantidad de individuos– y de escasa relevancia, al ser los títulos de los artículos. 16 Los objetivos de dichos análisis son: 1) Elaborar tipologías de individuos mediante la comparación y el resumen de todas las unidades de observación a través de todas las modalidades de las características observadas; 2) Estudiar la relación existente entre las características observadas, así como de las modalidades de dichas características (Crivisqui 1999).


El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile Héctor Mora Nawrath

lar la contribución y calidad de representación de cada modalidad (contribuciones, cosenos cuadrados, coordenadas)17, siendo de interés aquellas que se desprenden de: • La proximidad entre modalidades de variables en términos de asociación, que corresponden a puntos medios de los individuos que las presentan próximas entre sí, ya que la componen individuos semejantes. • La proximidad entre dos modalidades de una misma variable en términos de sus semejanzas, donde esta se interpreta como la similaridad entre grupos e individuos que las presentan. La propuesta de construcción del espacio incorpora tres variables activas y tres variables ilustrativas: • Activas: área temática de conocimiento, etapa de producción antropológica y área profesional de origen. • Suplementarias o ilustrativas: autor del artículo, revista, origen del autor y localización. No forman parte del cómputo, pero se utilizan para establecer criterios de comparación en el sistema de coordenadas factoriales.

Resultados Los artículos en la producción de conocimiento de orientación antropológica Como se mencionó, un número significativo de artículos de orientación antropológica comenzó a circular en distintas revistas especializadas relevantes en la difusión de la investigación de la época en Chile19. 17 El análisis considera la descomposición de la inercia de la nube de modalidades, a partir de la cual se calcula la contribución de una variable q al factor α, sumado el aporte de cada modalidad a ese factor. Junto con las modalidades que constituyen la formación de los ejes factoriales, es posible encontrar las variables que han participado en la definición del factor, obteniendo un indicador de relación entre variable y factor (Abad, Muñiz y Cervantes 2003). La inercia se puede entender como la variabilidad o dispersión de la nube de puntos respecto del baricentro o centro de gravedad, y se define como la suma de las contribuciones de cada punto respecto del baricentro ponderado por su peso en la nube de puntos. En este sentido, la inercia total esta en relación con el número de características observadas y el número total de modalidades que presentaron tal característica. 18 Es necesario advertir la dificultad que presenta realizar el análisis de correspondencias teniendo modalidades con pesos bajos. Si bien esto se suele sobrellevar realizando una recategorización de las variables, ello se torna muy complejo en este análisis, debido a que ciertas distinciones resultan ser irreductibles entre sí. Por ejemplo, abogacía (3,2%) no se puede subsumir en arqueología (5,3%), o viceversa. Esto tiene un efecto en la calidad de la representación de algunas modalidades, lo que tiene como causa el aumento de la inercia. 19 Destacan Anales de la Universidad de Chile y la Revista Chilena de Historia y Geografía (ver la tabla 1), cuyas publicaciones proveen la base para la edición de libros hoy clásicos, referidos a población nativa del

101 P A R A L E L O S

El análisis implica la consideración de cada eje por separado, observando la inercia o variabilidad explicada, las modalidades que más contribuyen a su formación y aquellas que muestran una mejor representación en cada eje, a fin de interpretar y conceptualizar cada uno de estos y, posteriormente, desarrollar la definición de los planos considerados en el análisis18.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04

102

Según lo constatado, la revista de divulgación especializada más antigua del país es Anales de la Universidad de Chile. Se crea en 1843, y en su primer número incorpora una sección denominada “memorias”, en la cual se presentan los resultados de los trabajos de grado otorgados por la Universidad de Chile y otros relativos a investigaciones y algunos ensayos20. Por otro lado, la primera revista vinculada exclusivamente al campo de las ciencias antropológicas –segunda más antigua de Chile– fue la Revista de la Sociedad de Arqueología –la sociedad científica más antigua del país–, que da a luz un primer y único número el 1 de enero de 188021; la segunda en esta línea fue la Revista Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología de Chile, creada en 1916 y que se editó hasta 1927. La mayoría de los trabajos de orientación antropológica se publican en los Anales de la Universidad de Chile (33,6%) y en la Revista Chilena de Historia y Geografía (25,2%), agrupando en su conjunto el 58,8% del total de artículos catastrados. El 40% de los artículos restantes fue publicado en revistas que definían sus lineamientos en el marco de las ciencias de la naturaleza o la historia natural, lo que se explica por el modelo de ciencia que operó hacia fines del siglo XIX e inicios del XX, el cual definía la antropología como una ciencia integral –una especie de monismo que agrupa todas las ramas del saber–, y en la que el hombre es considerado como un ser biológico y social. En relación con las líneas temáticas contenidas en las publicaciones, la distribución permite apreciar que un 29% corresponde a arqueología-prehistoria, un 24% a etnología-etnografía, seguidas de folklore (19%) e historia-etnohistoria (15%). Los menores porcentajes se encuentran en las áreas de antropología física (9%) y lingüística (4%). Respecto a la antigüedad de los artículos, el trabajo más temprano corresponde a “Antigüedades americanas”, publicado por Favry en 1860, trabajo de orientación etnológica que trata de manera comparativa la situación de pueblos aborígenes del continente, cuyo material se obtiene de fuentes secundarias. Otros dos trabajos tempaís. A modo de ejemplo, se pueden mencionar, entre otros: “Historia de la civilización araucana”, publicado por Tomás Guevara a través de 35 entregas en los Anales de la Universidad de Chile entre 1898 y 1903; “Las últimas familias y costumbres araucanas”, publicado por Tomás Guevara a través de seis entregas en los Anales de la Universidad de Chile en 1912; “Estudios araucanos”, publicado por Rodolfo Lenz a través de dieciséis entregas, entre 1895 y 1897; “Vida y costumbre de los araucanos en la segunda mitad del siglo XIX”, publicado por el padre Ernesto Wilhelm de Moesbach en la Revista Chilena de Historia y Geografía a través de nueve entregas, entre 1929 y 1935. 20 En el primer número se destacan la investigación presentada por José Victorino Lastarria, “Investigaciones sobre la influencia social de la conquista i del sistema colonial de los españoles en Chile”, un ensayo sobre la disentería en Chile –producto de una memoria elaborada para optar al grado de Licenciado de la Facultad de Medicina–, una memoria sobre ortografía americana, leída por Domingo Faustino Sarmiento; otra sobre la conveniencia y el objeto de un congreso general americano, leída por Juan Batista Alberdi para optar al grado de licenciado en la Facultad de Leyes. 21 Este número contenía tres trabajos definidos bajo la categoría “antigüedades”, el primero titulado “Antigüedades Bolivianas”, elaborado por Nicolás Acosta; el segundo, “Antigüedades Chilenas”, de Luis Montt, y el tercero, “Antigüedades Ecuatorianas” de Rodulfo Philippi. Además, se incluyeron dos trabajos sin firma: “El araucano antiguo i el araucano moderno” y “La Jeografía antigua de Chile” (Orellana 1996).


El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile Héctor Mora Nawrath

El espacio de la producción En la etapa previa a la institucionalización académico-disciplinaria de la antropología en Chile, la hipótesis plantea la configuración de un espacio heterogéneo, sin una estructura relacional que defina la especialización en áreas o subdisciplinas. Frente a ella, el análisis de correspondencias múltiples permite señalar que: a. Se advierte una estructura relacional que puede ser interpretada a la luz de la vinculación de las variables propuestas como activas. b. Dicha estructura permite visibilizar cierto grado de especialización temática que se vincula a las áreas de conocimiento, de formación profesional y etapas de producción, y que se ilustra a través de actores y revistas. En consideración al primer punto, y como muestra el histograma (ver la tabla 2), la variabilidad total de la tabla de datos puede ser explicada teniendo en cuenta 13 de un total de 532 ejes posibles –se descompone en 13 valores propios–, lo que permite afirmar la existencia de dicha estructura relacional. En relación con el segundo punto, la interpretación de cada eje se desprende de tres fuentes de información: coordenadas, contribuciones y cosenos cuadrados22 (ver la tabla 3).

2

22 La fórmula CTA > j x 100 establece un criterio orientador que permite fijar el valor estimativo para seleccionar la contribución de una modalidad a la conformación de un factor. Este valor señala que una buena contribución se encuentra en torno a 12,5.

103 P A R A L E L O S

pranos (1863 y 1871) corresponden a informes de exploración llevados a cabo por miembros de la marina de Chile (Thompson y Simpson, respectivamente), y que dan cuenta, el primero, de los habitantes de la zona del afluente del Biobío, y el segundo, de los indígenas de los archipiélagos de las Guaitecas y Chonos. En la línea arqueológica, uno de los primeros corresponde a “Antigüedades Americanas. Una cabeza adorada por los dioses” (1872), un trabajo descriptivo de la cultura material que realiza Rodulfo Philippi; el segundo pertenece al mismo Philippi y trata sobre los jeroglíficos encontrados en la Isla de Pascua (1875). En lo referido a antropología física, el primero aparece en 1894 y fue publicado por el doctor Luis Vergara Flores, bajo la denominación “Un cráneo boliviano”, seguido de otros dos trabajos referidos a estudios descriptivos y comparativos de cráneos bolivianos, publicados también en 1894. Con anterioridad, Alphonse Nogues entregaba algunas reflexiones en torno al darwinismo y la descendencia del hombre (1892). En el área del folklore, la primera publicación se registra en 1895; se trata de “Diálogos araucanos en dialecto Huilliche”, publicado por Rodolfo Lenz, el cual se sitúa en la intersección entre el folklore y la lingüística, tal y como fue la tónica de la mayoría de sus investigaciones. En la línea histórica-etnohistórica, uno de los primeros artículos corresponde a “Historia de la Civilización Araucana. La conquista”, publicado en 1900 por Tomás Guevara.


0.6639 0.5434 0.4702 0.4166 0.3855 0.3555 0.2969 0.2638 0.2433 0.2240 0.1945 0.1673 0.1084

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

15.32 12.54 10.85 9.61 8.90 8.20 6.85 6.09 5.61 5.17 4.49 3.86 2.50

Porcentaje

Porcentaje acumulado 15.32 27.86 38.71 48.33 57.22 65.42 72.28 78.36 83.98 89.15 93.64 97.50 100.00

******************************************************************************** ****************************************************************** ********************************************************* *************************************************** *********************************************** ******************************************* ************************************ ******************************** ****************************** *************************** ************************ ********************* **************

104

Fuente: elaboración propia.

Valores propios

Número

Histograma de los primeros 13 valores propios

Tabla 2. Histograma de valores propios

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4.89

8.15

2.88

7.58

4.20

6.02

4.76

1.07

1.75

14.54

1.00

6.64

14.16

5.39

7.14

AR02 - Historia-Etnohistori

AR03 - Etnología-Etnografía

AR04 - A. Física

AR05 - Folk-Lingüística

11 . Área profesional de orígen PR01 - Médicina

PR02 - Ingeniería

PR03 - Esp. CCNN

PR04 - Abogacía

PR05 - Arqueología

PR06 - Esp. Humanidades

PR07 - Militar/Armada

12 . Etapas de producción ET01 - 1860-1903

ET02 - 1904-1924

ET03 - 1925-1931

ET04 - 1932-1954

Fuente: elaboración propia.

9.84

Rel. Wt.

AR01 - Arqueol-Prehist

Iden - Etiqueta 3 . Área Conocimiento

Categorías

3.67

5.19

1.35

4.02

32.25

1.29

18.00

30.29

6.00

4.54

6.94

3.40

10.57

3.09

5.82

2.39

Disto

1.16

0.52

-0.64

-0.31

-0.55

-0.85

1.71

-0.76

0.60

0.71

0.85

-0.96

0.74

-0.51

-0.42

1.15

1

3.1 2.4 28.4

1.00

0.08 0.00 0.01 0.44 0.05

0.03 0.09 0.28 0.02 0.00

0.55 0.04 0.04 0.02 0.04

2.6 0.9 7.8 15.8

0.64 -0.27 -0.89 0.15

-0.17

0.08

0.28

-0.47

14.5

0.09

0.6

8.8

5.6 2.2 14.0 14.0

0.43

0.0

8.6

0.25

7.7 10.1

1.0

-0.98

Contribución acumulada = 26.3 22.4 38.5

0.76

-1.10

0.43

-0.84

0.7

3.6

0.2

0.1

0.5

6.6 21.4

2.6

2.3 0.1

2.6

3.5 16.4

6.4

4.6

5.0

0.6

3.2

0.16 0.01 0.28 0.06 0.04

0.02 0.00 0.05 0.46 0.00

0.06 0.05 0.00 0.02 0.07

0.11 0.19 0.12 0.01 0.01

0.10 0.53 0.04 0.01 0.04

0.37 0.01 0.16 0.01 0.00

0.05 0.27 0.24 0.00 0.04

0.30 0.00 0.14 0.06 0.05

0.02 0.16 0.18 0.05 0.24

0.56 0.00 0.02 0.14 0.02

0.0

1.2

0.6

0.9

3.6 35.5

0.1 0.3 19.1

0.1

2.5

7.0

2.3

0.01 0.03 0.01 0.00 0.59

-0.43

4.6

9.7

4.6 28.5

0.54 -0.20

0.8

0.15

-1.05

3.73

0.33

0.20

0.29

-0.50 0.09 -4.35 0.4 1.6 0.5 0.0 49.3 Contribución acumulada = 36.7 42.7 33.3 49.2 62.8

2.26

1.26

-0.09

-0.74

-0.51

0.7

3.0

0.1

2.5

Cosenos cuadrados 2 3 4 5

0.27 0.00 0.08 0.23 0.04

4.1

0.6 26.7

1.4

0.9

1

0.05 0.51 0.06 0.01 0.10

0.0

4.7 17.0

1.3

0.09 -0.38

2.1

1.8

19.6

-0.31

5

7.5

0.31

1.17

-0.34

-0.20

Contribuciones 2 3 4

1

5

0.52 -0.89 0.37 10.6 0.0 4.4 14.5 2.7 Contribución acumulada = 37.0 34.9 28.2 44.2 15.8

-0.81

0.18

-1.28

0.32

P A R A L E L O S

-0.22

1.19

0.03

-0.79

-0.94

0.00

0.32

0.24

0.54

0.93

-1.92

-0.04

-2.31

0.04

0.72

0.31

Ejes del 1 al 5 Coordenadas 2 3 4

Tabla 3. Coordenadas, contribuciones y cosenos cuadrados de las modalidades activas.

El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile Héctor Mora Nawrath

105


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04

Tabla 4. Descripción del primer factor Categorias activas Iden. Valores T PR06 -17.23 ET02 -12.59 AR05 -12.02 AR03 -6.62 PR02 PR05 ET04 AR01

7.69 9.31 13.98 17.16

Etiqueta de categoria Etiqueta de variables Esp. Humanidades Área profesional de orígen 1904-1924 Etapas de producción Folk-Lingüística Área Conocimiento Etnología-Etnografía Área Conocimiento Área media Ingeniería Área profesional de orígen Arqueología Área profesional de orígen 1932-1954 Etapas de producción Arqueol-Prehist Área Conocimiento

Peso 232.00 226.00 121.00 130.00

Número 1 2 3 4

96.00 28.00 114.00 157.00

13 14 15 16

Peso

Número

Fuente: elaboración propia. Tabla 5. Descripción del segundo factor Categorias activas Iden. Valores T Etiqueta de categoria 106

PR01 AR04 ET01 PR07

-16.79 -16.40 -9.14 -3.82

PR03 AR02 PR02 ET03

5.06 6.89 10.11 12.02

Médicina A. Física 1860-1903 Militar/Armada

Etiqueta de variables

Área profesional de orígen Área Conocimiento Etapas de producción Área profesional de orígen Área media Esp. CCNN Área profesional de orígen Historia-Etnohistoria Área Conocimiento Ingeniería Área profesional de orígen 1925-1931 Etapas de producción

67.00 46.00 106.00 16.00

1 2 3 4

76.00 78.00 96.00 86.00

13 14 15 16

Fuente: elaboración propia.

Conforme a lo anterior, y siguiendo el criterio de interpretabilidad señalado por Crivisqui (1999), se estima que la representación más adecuada se obtiene de las lectura de los dos primeros ejes que conforma el primer plano factorial (27,6%). En este sentido, el eje semipositivo del primer factor (ver la tabla 4) se encuentra definido por las modalidades área de arqueología-prehistoria –con una buena representación–, profesión ingeniería, profesión arqueología y etapa 1932-1954. El semieje negativo está conformado por las modalidades especialidad de las humanidades –que representa a la variable formación de origen del autor de los artículos–, por etapa 1904-1924 y por las áreas de conocimiento folklore-lingüística y etnología-etnografía. Este factor puede ser interpretado como especialización, distinguiendo una antropología sociocultural de una arqueología, distinción que se encuentra asociada a las etapas de producción, al predominio de un área de conocimiento y a la orientación profesional de estos primeros investigadores. Por otro lado, el semieje negativo del segundo factor se encuentra conformado por las áreas antropología física, formación en medicina, de desempeño profesional militar-armada, y la etapa


El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile Héctor Mora Nawrath

que va entre 1860-1903. A la conformación del semieje positivo contribuyen aquellos con estudios en especialidades de las ciencias naturales y la ingeniería, el área de conocimiento de la historia-etnohistoria y la etapa de producción que va entre 1925 y 1931. En este eje (ver la tabla 5) se diferencia o distingue con mayor claridad lo referido al componente médico que se vincula al desarrollo de la especialidad de la antropología física, que precisamente registra su mayor producción temática entre 1860 y 1903. Con base en estos antecedentes, y con el apoyo de la figura 1 –que expone la representación de relaciones entre variables/modalidades que se expresan en el primer plano factorial–, es posible indicar la emergencia de cierto grado de especialización en la producción antropológica. Figura 1. Primer plano factorial. Espacio de la producción (modalidades activas, complementarias y trayectos) Factor 2

0.75

Media T.Thayer

Latcham Ingeniería 1925-1931 Looser Rengifo Gunckel Joseph Capdeville

R. Román Historia-Etnohistori

Reed Esp. CCNN Gigoux

Gusinde

F. San Roman

J. Santa Cruz Vives Solar Laval Cordovéz Abogacía

W. de Moesbach Ambrega Europa P.I.Sur Extremo G. Ampuero RHYG Maquilef Guevara Robles 1904-1924 RMEA 0 AUCH P.I.Sur P.I. Varios grupos R.Schuller Esp. Humanidades Ludemann Etnología-Etnografía VicuñaFolk-Lingüística SCA O. Plath Nordenskjold L.Matus Lenz P.I. No. indígenas Barros Arana –0.75

Stolp

P.I.Norte

107

Hornkohl Fontecilla Bullock Uhle Arqueología

Arqueol-Prehist

Iribarren

RCHHN Darapsky 1932-1954 Strube

Oliver

Etapas de producción

F. Vidal Gormaz Militar/Armada

ASCCH

Oyarzún Rahm

Gajardo Tobar

P.I.RapaNui Augusta

Irarrazaval

Imbelloni A. Nogues

L. Thayer

Philippi

Harrison

Fonck Constanzó

ASBC Médicina

–2.25 A. Física Mardones

Knoche Vergara

Henckel Ibar

Solis Varela

–3.00 –0.75

Fuente: elaboración propia.

00

0.75

Serrano

Mostny

AACHCN Área Conocimiento Cornely A. Santa Cruz

P.I.América

Cañas Pinochet 1860-1903

–1.50

Barros Grez

Jaffuel

1.50

de la Cerda

P A R A L E L O S

Heise


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 93-115 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.04

A pesar de no existir una “normalización disciplinaria” ni la demarcación formal de un “territorio-especialidad”, el espacio de la investigación se encuentra definido por la formación de base de estos primeros investigadores –que es también una expresión indirecta de sus intereses– y el área de estudio sobre la cual se vuelcan. Es decir, la formación profesional o el quehacer se vinculan al área de estudios hacia la cual estos se orientan, así como con la etapa en la cual se sitúa la producción. Lo anterior permite fundamentar la idea de que la producción de ciertos temas está vinculada a algunos periodos, tal y como se aprecia en la figura 2.

70 60 50 40 30 20 10 0

Arqueol-Prehist Historia-Etnohistoria Etnología-Etnografía A. Física

48

-1

95

4

7

6

94

-1

37

19

Lingüística

19

5

93

-1

19

26

4 19

15

-1

92

3

91

04

-1

2

90

-1

93

18

19

1

89

-1

18

82

-1

71

18

60 18

108

-1

87

0

Folklore

88

Nº publicaciones

Figura 2. Distribución temporal de artículos, según área

Fuente: elaboración propia.

Como se puede observar en el primer plano factorial (figura 1), en el espacio de la producción se expresan al menos tres grupos interpretables como áreas de especialización temática, configuración que se obtiene de la relación que expresan las variables activas “área temática de conocimiento”, “etapa de producción antropológica” y “área profesional de origen”. Dicha representación se enriquece y complementa por medio de la incorporación de las variables suplementarias: autor, revista, origen del autor y localización del trabajo. La lectura del primer plano permite distinguir sobre el cuadrante II una estructura definible como especialización humanista, que se manifiesta a través de la proximidad de áreas temáticas como folklore-lingüística, etnología-etnografía e historia-etnohistoria; ello es expresión de lo que actualmente se denominaría antropología sociocultural, en cuanto ramas o subdisciplinas de la antropología. Quienes contribuyen a definir esta área de especialización son investigadores con formación en humanidades (Educación, Idiomas, Historia, Filosofía, entre otros) y abogacía, siendo el periodo que más caracteriza esta producción el que se encuentra entre 1904 y 1924, en el que se destacan las revistas Anales de la Universidad de Chile y Revista Chilena de Historia y Geografía. Entre los autores asociados a esta área figuran Eulogio Robles, Tomás Guevara, Ramón Laval, Manuel Manquilef, Rodolfo Lenz, Rodolfo Schuller, Julio Vicuña, Martín Gusinde, Leotardo Matus, entre muchos otros. Respecto a la localización de los trabajos, resulta ser más heterogénea, refiriéndose tanto a la


El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile Héctor Mora Nawrath

Discusión y conclusiones Considerando los antecedentes es posible efectuar algunas interpretaciones relativas al desarrollo de la antropología en Chile, en particular referidas a la construcción del espacio de la producción de orientación antropológica. En primer lugar, señalar que la institucionalización de esta ciencia tiene su expresión más temprana en la fundación de sociedades científicas y museos, así como en la publicación de artículos en revistas especializadas, lo que da cuenta de la preocupación intelectual referida a un objeto de estudio, y la existencia de una comunidad de investigadores que se organiza y articula en torno a este, cuestiones que 23 Bajo pueblo o pueblo bajo es una expresión que designa a lo que hoy podemos denominar habitantes de Chile que ponen en marcha una tradición popular o una cultura que se practica fuera de los círculos burgueses. Esta expresión podría ser entendida –con ciertas distancias– como equivalente a clase baja o cultura popular. 24 Si bien el enclave de mayor producción en el área se encuentra vinculado a esta sociedad y a sus publicaciones, los estudios craneométricos realizados por Vergara Flores se publicaron en la Revista del Museo de Historia Natural y en la revista de la Sociedad Científica de Chile.

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población indígena –del sur, extremo sur de Chile, como de otras regiones de América– como a la no indígena –para el caso de los estudios folclóricos del bajo pueblo–23. En oposición, el cuadrante I se encuentra definido por la producción de investigadores formados en las ciencias naturales e ingeniería –también se puede mencionar la arqueología–, con trabajos que mayoritariamente se publicaron entre 1925 y 1931, y que se vinculan a la temática de arqueología-prehistoria. Los artículos refieren principalmente a la población indígena del norte de Chile –que se opone a la investigación etnológica, etnográfica, folklórica y lingüística desarrollada en el sur–, que se publicaron en Anales de la Asociación Chilena de Ciencias Naturales y en la Revista Chilena de Historia Natural. A este grupo se asocian investigadores como Ricardo Latcham, Gualterio Looser, Hugo Gunckel, Ramón Barros Grez, Francisco Cornely, Luis Darapsky, Manuel Rengifo, Augusto Capdeville, Max Uhle, Dillman Bullock, Grete Mostny, Jorge Iribarren, entre otros. El cuadrante IV se encuentra caracterizado por sujetos con formación en el área de la medicina, y cuyos trabajos publicados se vinculan a la antropología física –principalmente en craneometría, osteología y fisiología–. En esta línea, los artículos se publicaron mayoritariamente en Anales de la Sociedad Biológica de Concepción24, donde se destacan autores como Luis Vergara Flores, Walter Knoche, Francisco Fonk, Rodulfo Philippi, Carlos Henckel, entre otros. También es posible observar algunos elementos que no se definen o asocian con un área particular. Corresponden a revistas o sujetos que no se definen en un área específica. Por ejemplo, la revista Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología no se perfila en función de un área temática particular, incorporando estudios arqueológicos, etnográficos, etnohistóricos y etnológicos. Para el caso de la posición de los autores se puede mencionar Aureliano Oyarzún, quien fue de profesión médico y realizó aportes a los estudios arqueológicos, así como a los de tipo etnológico y etnográfico.


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con distintos énfasis también aparecen más o menos definidas en investigaciones profundas y sistemáticas como las desarrolladas por Orellana (1996) y Pavez (2015). Si bien la especialización en la organización de las ciencias sociales se comienza a gestar hacia fines del siglo XIX (Dogan y Pahre 1993), el caso de Chile resulta una excepción, particularmente para ciencias como la antropología. La distinción y consolidación de un espacio autónomo no prosperan, lo que se asocia tanto al estilo cognitivo como a la política de los gobiernos y la escasa disponibilidad de recursos económicos (Gusinde 1916; Lenz 1924; Oyarzún 1927; Latcham 1929; Fuenzalida 1964). A ello se suma la tardía incorporación a instituciones académico-universitarias (Mora 2014), lugar donde la demarcación de territorios disciplinarios cobra su mayor sentido a través de las distinciones departamentales y la formación de los nuevos iniciados (Beyer y Lodahl 1976; Apostel 1979; Heckhausen 1979; Clark 1983; Greenhalgh 1996; Dogan 2001; Stichweh 2001; Siler 2005; Whitley 2000). Para el periodo que va entre 1860 y 1954, la antropología se entiende como la ciencia integral del hombre, y su desarrollo inicial se produce al alero de instituciones que se abocan al cultivo de lo que podemos denominar ciencias biológicas y/o naturales. No obstante se reproduce una concepción amplia de ciencia, sobre la cual no se hacen visibles aún las jerarquías y separaciones propias de que podríamos denominar parcelación disciplinaria. En este sentido, la producción de orientación antropológica se desarrolla y promueve en instituciones –sociedades científicas y museos– de orientación naturalista, y en otros casos, en revistas que no definen un corte editorial que se circunscribe a un área específica de conocimiento. Se puede agregar que la distinción epistemológica natural/social asoma en la literatura que se ubica hacia la segunda década del siglo XX, ello con la incorporación de los estudios del folklore y la etnología histórico-cultural (Lenz 1909; Oyarzún 1979), sin lograr su consolidación. Esto se condice con lo planteado por Etzkowitz (2008), para quien la investigación interdisciplinaria –con sus implicancias teóricas y prácticas– fue el formato original en el cual se produce la institucionalización de la ciencia a partir del siglo XVII. Esta constituyó la base material, marcando el trabajo colaborativo, la formación de redes y la constitución de colegios invisibles (Etzkowitz 2008). La característica de fusión o “vocación interdisciplinaria” de la antropología fue reconocida por el historiador de la ciencia George Stocking (2002), para quien ha sido “[…] profundamente interdisciplinaria tanto en su origen como en su constitución” (14). Este cruce de fronteras y su acople a instituciones que albergan ciencias diversas se vinculan, en muchos casos, con la formación y los intereses de estos primeros investigadores. Como señalaron Dogan y Pahre (1993), existen itinerarios individuales que revelan una fuerte creatividad, la cual se apoya en la combinación de dos o más subdisciplinas. Se trata de investigadores “híbridos” e “híbridos secuenciales”, quienes utilizan la fortaleza de varias subdisciplinas o disciplinas formales, estudiando todo lo que está a su paso, situándose en los intersticios para llenar un campo vacío, o desarrollar paralelamente investigaciones en varios campos. Esto aplica tanto para las ciencias en general como para el espacio de la producción de


El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile Héctor Mora Nawrath

25 De formación inicial Bachiller en Humanidades por la Universidad de Chile (1916), se vincula a la botánica realizando un sinnúmero de investigaciones y publicaciones que alcanzan reconocimiento internacional –138 publicaciones en total–, lo cual lleva a que en 1977 la Universidad de Zúrich le conceda el grado de Doctor Honoris Causa en Filosofía (Martínez 1983).

111 P A R A L E L O S

orientación antropológica. Por ejemplo, si observamos la trayectoria de Gualterio Looser25, en esta se aprecian una destacada contribución y el reconocimiento internacional en el campo de la botánica, llegando a ser reconocido Doctor Honoris Causa en la Universidad de Zúrich en 1977. A partir de 1928, Looser fue jefe de la sección de Antropología del Museo Nacional de Historia Natural, y en esta línea, su trabajo de investigación se orientó hacia la arqueología. Algo similar sucede con Rodolfo Lenz, con una destacada labor en el campo de la gramática y la lingüística, así como una contribución relevante y reconocida a nivel internacional en torno a los estudios etnológicos y de folklore. Por otro lado, Aureliano Oyarzún, médico de profesión, desarrolla –incluso de manera paralela al ejercicio de médico– una trayectoria de investigación en distintas áreas de la antropología (trabajos etnológicos, etnográficos y arqueológicos), trayectoria similar a la que siguen otros investigadores de gran profundidad y relevancia nacional como el ingeniero Ricardo Latcham. Si bien el espacio institucional permite advertir la comunicación y coexistencias entre distintas área de conocimiento o ciencias, el espacio de la producción en antropología muestra tendencias a la especialización, lo que se observa en la existencia de áreas temáticas, las cuales se definen en relación con periodos o etapas de producción, formación profesional u oficio de origen del autor, revista y áreas geográficas. Tal y como se advirtió, estas áreas temáticas pueden ser interpretadas como área humanista, a la manera de una antropología sociocultural (proximidad entre temas folclórico-lingüísticos, etnológico-etnográfico e histórico-etnohistórico), arqueológico-prehistórica y física. En estas áreas se visualiza la existencia de especialistas, que se definen en torno a su formación de base (humanistas y abogados; cercanos a la ingeniería y a la arqueología, cercanos a la medicina). También se aprecian investigadores que no se definen según un área específica, tensionados en la configuración del espacio por su producción en distintas temáticas, así como por su formación de origen, las revistas donde publican, la etapa de producción, etcétera. Esta configuración se puede entender a la luz de las trayectorias y estrategias definidas por los denominados “híbridos secuenciales” (Dogan y Pahre 1993), como también por las dinámicas que siguen las instituciones científicas de la época. Las sociedades científicas dictan lineamientos generales respecto del quehacer de sus miembros, posibilitando en muchos casos la formación especializada a través de disciplinamiento científico y/o en torno a saberes específicos, aclarando que, en su mayoría, mantienen una vocación “multidisciplinaria” e incluso “interdisciplinaria”, al no articular el desenvolvimiento de estos y sus dinámicas a un área específica de conocimiento. Estas características también pueden ser observadas en instituciones como los museos, donde se conjugan diversas áreas de conocimiento, y se produce –en la convivencia diaria– el traspaso e intercambio de saberes fuera del


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espacio de instrucción académica. En esta dirección, se puede pensar en los “Colegios invisibles” (Price 1973 [1972]; Crane 1972), por cuanto se manifiestan redes de cooperación que decantaron en la fundación de sociedades científicas y de equipos de trabajo en los museos, que permitieron el mantenimiento de lazos que se conservaron fuera de la adscripción orgánica a determinadas sociedades y museos –por ejemplo, el contacto entre Oyarzún y Gusinde, una vez que este último deja Chile–, y la difusión de prescripciones formativas a través del intercambio epistolar o en la reuniones que se extendían más allá de las sesiones de las mismas sociedades o equipos de trabajo (Pavez 2015). Podríamos concluir señalando que esta primera antropología se acopla y subsiste en distintos espacios, conviviendo legítimamente con otras ciencias y otros saberes. En este sentido, se advierten una producción intelectual y publicaciones que permiten postular condiciones de emergencia disciplinaria, en cuanto ámbito especializado de conocimientos, lo que se expresa en la persistencia de una dimensión cognoscitiva, aspecto que prima en ciertas conceptualizaciones de disciplina (Toulmin 1977; Boisot 1979; Morin 2001). La antropología como ciencia integral aparece representada en el espacio por distintas áreas temáticas, donde se pueden encontrar autores especializados, así como otros que definen un quehacer que transita entre distintas ciencias o disciplinas, constituyéndose ellos mismos en una especie de enclave interdisciplinario.

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“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango en la ciudad de Buenos Aires, Argentina* Hernán Morel** Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05

Artículo recibido: 10 de febrero de 2016; aceptado: 12 de abril de 2016; modificado: 19 de julio de 2016

Palabras clave: Política pública, patrimonio cultural (Thesaurus); milongas, espacios de baile, asociaciones culturales (palabras clave del autor).

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Este artículo es resultado de los proyectos “Dinámicas Contemporáneas de la Cultura. Políticas culturales y diversidad”, de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires, programación 20142017, y “Procesos de legitimación en las transformaciones del baile social del tango en la ciudad de Buenos Aires”, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

** Doctor en Antropología Social, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “Circo, murga e tango em Buenos Aires: Processos de ressurgimento e Arte Popular da pós-ditadura (1983)”. Antropolíticas: Revista Contemporánea de Antropología 38: 271-297, 2015. “Buenos Aires, la meca del tango: procesos de activación, megaeventos culturales, turismo y dilemas en el patrimonio local”. Revista PUBLICAR- En Antropología y Ciencias Sociales 15: 55-74, 2013. *hermorel@hotmail.com

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Resumen: En este trabajo presentamos un estudio etnográfico centrado en las milongas de Buenos Aires (Argentina), procurando explorar las interrelaciones que estos lugares de baile establecen con determinadas políticas públicas. El artículo trae una reflexión sobre los procesos políticos y organizativos que posibilitan el despliegue de este tipo de eventos de danza, abordando un campo de acuerdos, demandas y conflictos que los organizadores de milongas plantean frente al accionar de las políticas públicas. A fin de analizar estos procesos, me enfocaré en las acciones de clausura que a partir del 2005 afectaron el normal funcionamiento de las milongas. Esta investigación demuestra las articulaciones y las relaciones variables que los organizadores de milongas fueron estableciendo con las políticas públicas, destacando algunas de las problemáticas y contradicciones que emergen en torno a la gestión del denominado patrimonio cultural inmaterial por parte del poder estatal.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 121-140 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05

“Se armó la milonga”: About Policies, Heritage and Tango Dance Spaces in Buenos Aires, Argentina Abstract: This paper introduces an ethnographic study focused on the milongas of Buenos Aires (Argentina), seeking to explore the interrelations developed between dancing spaces and certain public policies. This article reflects upon the political and organizational processes that enable the deployment of this kind of dance events, pointing out agreements, conflicts and demands raised by the milongas organizers against the actions of public policies. To analyze these processes, I will focus on closures carried out in 2005 that affected the normal functioning of the milongas. This research shows the articulations and changing relations that the milongas organizers established with public policies, highlighting some issues and contradictions that emerge around the management of the intangible cultural heritage by the power of State. Keywords: Public policies, cultural heritage (Thesaurus); milongas, dance spaces, cultural associations (author´s keywords). “Se armó la milonga”: sobre as políticas, o patrimônio e os espaços de baile de tango na cidade de Buenos Aires, Argentina 122

Resumo: Neste trabalho, apresentamos um estudo etnográfico centralizado nas milongas de Buenos Aires (Argentina), procurando explorar as inter-relações que esses lugares de baile estabelecem com determinadas políticas públicas. Este artigo traz uma reflexão sobre os processos políticos e organizativos que possibilitam o desenvolver desse tipo de eventos de dança, abordando um campo de acordos, demandas e conflitos que os organizadores de milongas propõem diante do agir das políticas públicas. A fim de analisar esses processos, darei ênfase nas ações de encerramento que, a partir de 2005, afetaram o funcionamento normal das milongas. Esta pesquisa demonstra as articulações e as relações variáveis que os organizadores de milongas foram estabelecendo com as políticas públicas, destacando algumas das problemáticas e das contradições que emergem acerca da gestão do denominado patrimônio cultural imaterial por parte do poder estatal. Palavras-chave: Patrimônio cultural, política pública (Thesaurus); associações culturais, espaços de baile, milongas (palavras-chave do autor).


urante el 2015 el Gobierno de la Ciudad realizó una serie de clausuras repentinas que afectaron a distintas milongas1 y a varios espacios destinados a la difusión del tango en Buenos Aires, Argentina. Las autoridades del Gobierno justificaban estas acciones argumentando problemas en la seguridad y en la habilitación de estos espacios. En respuesta, los organizadores de estos lugares acusaban al Gobierno por las trabas burocráticas y la carencia de políticas oficiales que les permitan la sustentabilidad de la actividad que realizan. En vista de que consideraban que la “ola de clausuras” amenazaba la continuidad de estos espacios, los organizadores de milongas decidieron realizar una protesta pública, para lo cual montaron una milonga frente al Ministerio de Cultura de la Ciudad. Procurando visibilizar la problemática que los estaba afectando, más de una centena de milongueros bailaron al aire libre sobre la céntrica Avenida de Mayo, mientras denunciaban con carteles la arbitrariedad de las medidas de clausura y convocaban a los transeúntes a sumarse al reclamo por la “defensa del patrimonio”. En la actualidad las milongas en Buenos Aires se emplazan en salones, confiterías, clubes sociales y deportivos, sociedades de fomento, centros culturales, así como existen algunas que se organizan en espacios al aire libre como plazas y parques públicos. Según datos oficiales se estima que existen más de cien milongas funcionando en la ciudad durante distintos días de la semana (Ministerio de Cultura de la Ciudad 2015). Destaquemos que en las últimas décadas las milongas porteñas, del mismo modo que las denominadas “prácticas”2, han tenido un importante crecimiento, así como se han diversificado considerablemente. En este sentido, además de que se registra una revitalización de milongas históricas, también han proliferado nuevos espacios de baile, multiplicándose las propuestas de lugares a donde poder ir a practicar el baile social del tango3. En términos generales, distintas investigaciones recientes han dado cuenta del tipo de relaciones y dinámicas sociales que se despliegan hacia el interior de las milongas porteñas, centrándose en aspectos vinculados con su organización, sus modos de interacción, formas de sociabilidad, sentidos de pertenencia, relaciones de género, estilos de baile que las caracterizan, entre otros (Carozzi 2015; Cecconi 2010; Liska 2013; Morel 2011a; 2012; Savigliano 2002). 1

Las milongas como espacios de baile de tango en la ciudad de Buenos Aires existen al menos desde comienzos del siglo XX. El término milonga en el área del Río de la Plata, además de referirse a un lugar y un evento en donde las personas se juntan para bailar tango (así como otras músicas), recoge diferentes acepciones, entre otras, refiere a un género musical y dancístico con características propias, así como también se lo utiliza como una expresión coloquial asociada a la idea de desorden social, discusión o diversión bulliciosa, como cuando se dice “Se armó la milonga”.

2 Por práctica de tango nos referimos a un evento que se organiza para que las personas entrenen, ensayen, investiguen y/o intercambien ideas sobre el baile, en algunos casos con la asistencia de profesores. Estos encuentros no necesariamente cumplen con los códigos de comportamiento que se acostumbran en las milongas. 3

Recordemos que luego de las llamadas “década de oro del tango” del cuarenta y el cincuenta –período en que el género alcanzó su máxima difusión–, a partir de los años sesenta las milongas porteñas dejaron de tener el protagonismo y la afluencia de público de las décadas anteriores, por lo que dejaron de ser un ámbito de incorporación para las nuevas generaciones, situación que se fue revirtiendo de manera gradual a partir de la década del ochenta, tras el fin de la última dictadura militar (Morel 2012).

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En el presente artículo procuro abordar las relaciones que construyen las milongas y sus organizadores4 con un contexto mayor, por lo cual me enfoco en determinados procesos políticos y aspectos organizativos que posibilitan o dificultan el despliegue de este tipo de eventos de danza5 dentro del ámbito de la ciudad de Buenos Aires. Como ha enfatizado Becker (2008) en su trabajo sobre los mundos del arte, en general, toda práctica artística y cultural se sostiene a partir de una actividad cooperativa y conflictiva, en la que interviene un conjunto de agentes variados (personas, grupos, organizaciones sociales e instituciones) que hacen posible que estos mundos puedan ser sostenidos, producidos y reproducidos. De manera que en este artículo exploramos las formas de cooperación y las tensiones que atraviesan a las actuales milongas, prestando especial atención a los modos en que los organizadores de estos espacios consiguen desarrollar sus actividades. Señalemos que ya desde fines de la década del noventa comenzó a instalarse un discurso oficial en torno al valor y la importancia del tango como referente patrimonial de la ciudad de Buenos Aires, hecho que con el devenir de los años conllevó el desarrollo de distintas políticas culturales proclives a la promoción y el resguardo de este género tradicional, luego de que el tango fuera declarado Patrimonio Cultural tanto en el ámbito nacional en 1996 (Ley 24.684) como en la ciudad de Buenos Aires en 1998 (Ley 130). Asimismo, es importante también mencionar que en el 2009 el tango fue registrado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco6. En particular, como desarrollaremos en este trabajo, un punto de inflexión para la actividad que realizan las milongas surgió a partir de la tragedia de Cromañón, momento que fue seguido por la aplicación de multas y clausuras a los locales que no se ajustaban a la normativa vigente, situación que obligó a que distintos organizadores de milongas comenzaran a agruparse y colaborar entre sí a través de nuevas modalidades de asociación y coordinación conjunta. De manera específica, buscamos reflexionar sobre el papel llevado a cabo por estas formaciones culturales7, como instancias de mediación y base organizativa para el establecimiento de nuevas acciones conjuntas, reclamos y demandas ante el poder estatal. En este sentido, resulta central comprender el proceso de práctica y construcción de estas formaciones culturales en relación con una serie de coyunturas específicas y contextos sociopolíticos que las enmarcan (Grossberg 2012), incluido el rol de las políticas culturales públicas. 4 La gestión de todo lo necesario para la realización de una milonga o práctica depende del organizador, figura que se encarga de convocar al público asistente y que coordina todo el desarrollo del evento. Los organizadores pueden estar representados por una o más personas y, en cierto modo, podemos considerarlos como los “pequeños empresarios” del evento. 5

Siguiendo a Carozzi (2015), designamos estos espacios de encuentro llamados milongas como eventos de danza, en este caso lugares en donde las personas van con el propósito de bailar socialmente el tango.

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Para un análisis de estos procesos de patrimonializacion, tanto locales como nacionales e internacionales, puede verse Morel (2009; 2011b; 2013).

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La noción de formación cultural planteada por Raymond Williams (1994) nos invita a problematizar las formas de asociación que las personas y los grupos ligados a la producción cultural establecen para la prosecución común de objetivos específicamente artísticos y culturales.


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Para analizar este proceso describiré distintos acontecimientos y situaciones que fueron ocurriendo a partir de la tragedia acaecida en la discoteca República Cromañón, espacio destinado a recitales de grupos de rock que en diciembre de 2004 se cobró más de un centenar de víctimas a raíz de un incendio. Por un lado, destacaré la creación en el 2007 de una normativa que establece una habilitación especial en la ciudad para los lugares de baile de tango. Luego analizaré algunos de los efectos que provocó su implementación, viendo cómo simultáneamente fue consolidando la formación cultural de un colectivo ligado a los organizadores de milongas. Por último, reflexionamos sobre una marcha de protesta que se realizó en el espacio público en julio de 2015, a partir de las acciones de clausura que venían implementando autoridades del Gobierno de la Ciudad. Partiendo de una perspectiva que sitúa al patrimonio cultural como un espacio de fuerza y negociación mediado por la interfaz de diversos agentes sociales (Cruces 1998; García Canclini 1994; Rosas Mantecón 1998), el trabajo pretende analizar las articulaciones y el proceso de organización colectiva que los responsables de las milongas fueron estableciendo entre sí, reflexionando sobre el accionar de esta organización. Al mismo tiempo, mostramos las relaciones variables que esta organización establece con ciertas políticas y acciones estatales. Basándonos en la idea de que el patrimonio es una construcción social, intentamos comprender mejor las prácticas y las situaciones sociales que lo producen, reproducen y le confieren sentido (Arantes 2006), en especial, poniendo el foco en algunas de las problemáticas contemporáneas que enfrenta el denominado patrimonio cultural inmaterial. En lo que concierne a la investigación de campo, inicié mi inmersión en el mundo de las milongas de Buenos Aires en el 2006, cuando comencé una pesquisa de doctorado enfocada en la práctica del baile y las políticas de patrimonialización del tango. De manera que la información sobre la que se basa este trabajo proviene de experiencias de observación y participación en distintos espacios y milongas de la ciudad, de entrevistas abiertas y conversaciones informales con milongueros y organizadores de milongas, así como de la participación en eventos de diversa índole vinculados con el baile social del tango. A su vez, esta información se complementa con las noticias suministradas por distintos medios de prensa y redes electrónicas de comunicación. En términos metodológicos, a través de una perspectiva etnográfica atendemos a los distintos puntos de vista de los actores y agentes sociales involucrados, percibiendo el marco significativo de sus prácticas y nociones. En tal sentido hay que aclarar que “la perspectiva del actor es una construcción orientada teóricamente por el investigador, quien busca dar cuenta de la realidad empírica tal como es vivida y experimentada por los actores” (Guber 1991, 71). En consecuencia, no hay una escisión radical entre el trabajo de campo y el análisis conceptual y teórico sino que ambos se articulan y dialogan permanentemente (Peirano 1995). Asimismo, la perspectiva etnográfica permite visibilizar una serie de interconexiones existentes entre esferas de distinto orden (políticas, económicas, culturales) produciendo totalidades en las que


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el campo etnográfico se presenta como indivisible (Peirano 1995). En nuestro caso, la etnografía nos permite acceder también a las complejas relaciones que se establecen entre la formulación de determinada política y la dinámica real de su implementación, en el marco de los procesos de revalorización patrimonial contemporáneos.

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“El tango no se clausura” En la noche del 30 de diciembre de 2004, en una discoteca denominada República Cromañón, ubicada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, mientras se realizaba un recital de la banda de rock Callejeros, sorpresivamente ocurrió un incendio. Este incendio provocó una de las mayores tragedias por causas no naturales en Argentina; allí murieron 194 personas y hubo más de 700 heridos, en su mayoría personas jóvenes. Entre otras razones, la tragedia fue posible a causa de que el local no cumplía con las normativas municipales de seguridad vigentes, carecía de materiales ignífugos, estaba habilitado para una capacidad de personas mucho menor a las que habían ingresado y tenía las salidas de emergencia clausuradas. A partir de esta coyuntura, y tras los trágicos acontecimientos de Cromañón, se generaron nuevas normas de estricto control sobre los lugares bailables que funcionaban en la ciudad de Buenos Aires. En virtud de ello, durante varias semanas las milongas porteñas8 estuvieron cerradas a partir de un decreto promulgado por el jefe de gobierno Aníbal Ibarra, el cual prohibió las actividades en todos los locales de baile que funcionaban en la ciudad. Según lo publicado en un matutino: La medida extraordinaria rige hasta el próximo jueves 20 de enero y a sólo cinco días de levantarse, los propietarios [de las milongas] no están conformes. Quieren diferenciarse de las discos, los boliches, las bailantas y los recitales. Mientras, cientos de turistas se quedan afuera y unos mil trabajadores, entre mozos, musicalizadores, parejas de baile y orquestas esperan retomar sus trabajos. Por este motivo, la Asociación de Organizadores de Milongas (AOM) reclama una nueva ley y la Secretaría de Cultura porteña les expresó su apoyo. (Clarín, 14 de enero de 2005; énfasis en el original)9

Preocupados y movilizados por esta situación de crisis, en la que Estado local imposibilitó la actividad de las milongas, se consolida una nueva asociación que aglutina a los responsables de las milongas: la Asociación de Organizadores de Milongas (AOM)10. En principio, dadas las características específicas de la actividad que transcurre en las milongas, la AOM se planteó reclamar una legislación que 8

Se estima que por aquel entonces había alrededor de ochenta milongas en actividad.

9

“Las milongas quieren reabrir sus puertas” (Clarín, enero de 2005). Disponible en http://edant.clarin.com/ diario/2005/01/14/conexiones/t-904228.htm.

10 Señalemos que, de manera informal, esta asociación empezó a funcionar ya en el 2003, a partir de un pequeño grupo de organizadores que se reunía con el propósito de solucionar distintos problemas relacionados con el rubro. Su primer presidente fue Omar Viola. Cabe mencionar que él empezó a organizar milongas en la ciudad a comienzos de la década del noventa. Actualmente es el organizador de la Milonga Parakultural.


“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango Hernán Morel

fuera más acorde al tipo de prácticas que rige en estas, en particular, buscando diferenciarse de otros ámbitos bailables. Al respecto afirmaba un organizador: “Realmente nos llama la atención que se mida con la misma vara a lugares de gente apacible como la que concurre a las milongas, con las discotecas y lugares multitudinarios donde se hacen recitales”, afirma Carlos Matera, responsable de la milonga Club Sunderland. […] “Acá no se trata de empujar y meter gente. A cada persona hay que darle la silla, hay mesas y un lugar libre para la pista de baile”, aclara Matera. (Clarín, 14 de enero de 2005)

Uno de los argumentos que se esgrimió desde el área de Cultura fue que el tango está protegido como patrimonio cultural de la Ciudad por la ley 130, que obliga al Estado a preservarlo y difundirlo. Otro, la proximidad del VII Festival Buenos Aires Tango, que comienza el 25 de febrero. (Clarín, 29 de enero de 2005; énfasis en el original)11

De manera que, luego de subsanada esta situación de crisis que atravesaban las milongas, la AOM se abocó a trabajar en la elaboración de una nueva normativa que permita corregir esta especie de vacío legal que afectaba a las mismas. Por su parte, tanto el secretario de Cultura, Gustavo López, como la mayoría de los legisladores se mostraron a favor de satisfacer esta demanda. Como resultado de ello, en mayo de 2007 la Legislatura de la ciudad creó una normativa específica para las milongas, la cual establece un marco regulatorio para su habilitación12. Al respecto, es importante 11 “Autorizaron por decreto la reapertura de las milongas” (Clarín, 29 de enero de 2005). Disponible en http://edant.clarin.com/diario/2005/01/29/laciudad/h-04801.htm. 12 La Ley 2.323/07 incorpora la definición y el uso del “Salón Milonga” al Código de Planeamiento Urbano y al Código de Habilitaciones y Verificaciones.

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Por su parte, algunos organizadores de milonga consideraban que los lugares en que se baila tango son menos riesgosos, en comparación con otros espacios bailables, en vista de que allí asiste un público menos masivo, además de que se observa un criterio de autorregulación en la cantidad de gente que participa en estos espacios. Según planteaban, ello se debe a la existencia de ciertos códigos propios de las milongas que hacen que los participantes requieran cierto espacio mínimo para interactuar y bailar con comodidad en la pista. Luego de varias semanas, y a partir de distintos reclamos realizados por la AOM a funcionarios del Gobierno de la Ciudad, se llegó a una solución, por lo que se autorizó por decretó la reapertura de las milongas a través de la excepción de la veda a los lugares donde se enseña o baila tango. Desde el punto de vista del Gobierno de la Ciudad, algunos de los criterios que fundamentaron la pronta reapertura de las milongas tuvieron que ver tanto con la idea de preservar la identidad y el patrimonio cultural de la ciudad como con el hecho de apoyar la industria cultural y el turismo, en particular, a través de los festivales que organiza el mismo gobierno en la promoción del género:


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destacar el amplio consenso que acompañó la aprobación de esta ley. Por un lado, ello estuvo vinculado a que el proyecto de ley fue creado e impulsado por el legislador de la ciudad Elvio Vitale, el cual, además de ser un apasionado del tango, solía frecuentar y bailar en las milongas porteñas. A su vez, colaboró en este proceso el hecho de que estuvo articulado con los reclamos de otros grupos artísticos y movimientos culturales que también demandaban una normativa para la habilitación de sus espacios, como fue el caso de los músicos que tocan en vivo, los teatros independientes y los grupos que realizan peñas folklóricas, todos ellos afectados tras los hechos de Cromañón. En este sentido, como han enfatizado Oszlak y O’Donnell (1995, 110), las políticas públicas suelen atender aquellos reclamos y demandas sociales que en algún momento son problematizados, agrupando a determinados actores que buscan soluciones y recursos para dichas problemáticas. A partir de la descripción hasta aquí desarrollada vemos cómo con base en un proceso estrechamente ligado a una acumulación de peticiones y reclamos frente al Estado local, los organizadores de milongas fueron consolidando su organización colectiva. Fue luego de que se registraran dificultades para el normal funcionamiento de la actividad de las milongas que los responsables de estas establecen lazos cooperativos y acciones conjuntas, por cierto un tipo de asociación inexistente en tiempos pretéritos. Como desarrollaremos a continuación, de la mano de estos lazos colaborativos entre los organizadores de milongas surgirán también nuevos sentidos de organización y de compromiso colectivo que permitirán ensayar tanto acciones de coparticipación con el estado local como de confrontación con este.

“Milongas en peligro” A pesar del logro en la ciudad de Buenos Aires de una legislación especial que protege la actividad que realizan las milongas, los organizadores de estos espacios continuaron teniendo dificultades para la sustentabilidad de las mismas, del mismo modo que siguieron sufriendo clausuras, en muchos casos repentinas. En una nota que realiza la Asociación de Maestros Bailarines y Coreógrafos de Tango Argentino, titulada “Milongas en peligro”, se narra la situación de clausura en una concurrida milonga barrial: El viernes 24 de julio de 2009, bien pasada la medianoche, fue clausurada la Milonga La Baldosa con el consiguiente desalojo y ante el estupor de las parejas de milongueros que habitualmente concurren a pasar la noche del viernes, en ese cálido ámbito barrial y cultural. Sin mediar aviso o requerimiento previo, inspectores de la Dirección General de Habilitaciones y Permisos del GCBA, cerraron las puertas del Club El Pial. Esto despertó una gran agitación en los organizadores de milongas dado que, desde la época del lamentable suceso de Cromañón, que dio origen a la reglamentación que creó la Categoría –Salón Milonga–, parecería que para muchos no quedó lo suficientemente clara la misma. (Asociación de Maestros Bailarines y Coreógrafos de Tango Argentino 2009)


“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango Hernán Morel

En efecto, como podemos advertir, la puesta en práctica de una nueva legislación planteó una serie de obligaciones y procedimientos burocráticos para el otorgamiento de la habilitación correspondiente. A su vez, este procedimiento burocrático supuso que, con posterioridad al otorgamiento de la habilitación, el Gobierno de la Ciudad tenga que inspeccionar los locales de baile a fin de controlar que las características declaradas son las efectivamente existentes. En consecuencia, esta normativa especial para la habilitación de las milongas introdujo ciertas exigencias en cuanto a los costos de infraestructura, del mismo modo que planteó nuevas formas de control sobre estas. Retomaremos esta cuestión más adelante. De cualquier manera, la AOM siguió siendo la principal organización colectiva que trabajó en la resolución de los problemas que enfrentaba el sector. Como ya señalamos, su activismo se afianzó ante la necesidad de afrontar las clausuras post-Cromañón, y ya para el 2009 formaliza su organización, constituyéndose para ello en una asociación civil13. Por su parte, Eugenia, como integrante de la AOM, comenta:

Es interesante señalar que entre 2013 y 2014, la AOM empieza a incrementar considerablemente el número de sus asociados15, del mismo modo que intensifica y toma mayor relevancia su activismo cultural16. En particular, durante este período la AOM empezó a desarrollar una serie de iniciativas y proyectos para la difusión del tango y el fortalecimiento de la actividad de las milongas. Por un lado, realizan distintos emprendimientos por iniciativa propia, entre los que se incluyen eventos como una “Milonga solidaria”, un “Festival de tango universitario” y la realización del “Primer Encuentro Nacional de Organizadores de Milongas y Prácticas de Tan13 Esta asociación con personería jurídica se constituye a partir de ocho miembros. Actualmente la entidad tiene más de noventa socios en todo el país (la mayoría de la ciudad de Buenos Aires), y algunos del exterior. La AOM cuenta con una página web en http://www.milongas.org.ar/ 14 “Organizar una milonga y no claudicar en el intento” (La Nación, 16 de abril de 2015). Disponible en http://blogs.lanacion.com.ar/maldito-tango/excursion-tanguera/organizar-una-milonga-y-no-claudicar-en-el-intento/ 15 En el 2013 las milongas de la ciudad que integraban la AOM eran trece, mientras que para el año siguiente eran más de sesenta. 16 Tengamos en cuenta que a partir de este período se produce un recambio de personas en la dirección de la AOM; muchas de estas personas generacionalmente más jóvenes que las anteriores. Por un lado, ingresan nuevos miembros a la Comisión Directiva, y, por otro, deja la presidencia Omar Viola y la asume Julio Bassan, quien además de bailarín y profesor de tango es un joven organizador de milongas.

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La AOM es un espacio fundamental para los organizadores de milongas. En primer lugar es un espacio de contención absoluta porque compartir el obstáculo con los colegas es sumamente enriquecedor, al menos yo lo vivo así. Es una asociación muy bien organizada en la que hemos tenido logros enormes en los dos años. La AOM, en realidad, somos todos los que la componen. Y no lo pensamos como un espacio para pagar una cuota y “recibir” un beneficio, sino un lugar de encuentro donde se potencian las acciones para el tango y para las milongas (todas las milongas, no la mía en particular). (La Nación 2015)14


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go”17. Además de estos eventos puntuales, comenzaron a desarrollar distintas acciones y políticas culturales, muchas de ellas conjuntamente con esferas del gobierno local y otros organismos oficiales. Por ejemplo, en el 2013 colaboran con representantes de la Unesco (a través de la participación en este proyecto del presidente de la AOM) en la confección de un inventario piloto sobre seis milongas de la ciudad de Buenos Aires (Unesco 2014). Luego de ello, y a partir de los vínculos establecidos con representantes del Ministerio de Cultura de la Ciudad, la AOM y la Dirección General Patrimonio e Instituto Histórico (DGPEIH)18 realizan distintas actividades conjuntas: se confecciona el primer proyecto de mapeo de las milongas de Buenos Aires, la “Semana de las Milongas” y “La Noche de las Milongas”. A esto se agrega su colaboración como veedores y jurados del “Campeonato de Tango de la Ciudad”. Sin embargo, y a pesar de estos acuerdos de trabajo conjunto entre la AOM y algunas dependencias del estado local, en lo que refiere a la organización en el año 2013 del “Festival y Campeonato Mundial de la Ciudad”, esta asociación planteó no participar en este, informando que decidieron no hacerlo:

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[…] por sentirse excluida del encuentro organizado por el Ministerio de Cultura porteño. “No fuimos invitados a participar aportando criterios en lo que refiere a los espacios en los que se desarrolla el baile de tango de pista, sino que la participación de las milongas fue reducida a avalar el Festival con un veedor y una recreación artificial de cuatro milongas”, señaló la AOM a través de un comunicado. Desde la entidad apuntaron que “no compartimos el criterio de la dirección artística con respecto a las milongas y su participación, ya que en lugar de promover la asistencia del público a los ámbitos en que funcionan todo el año, en espacios de pertenencia socio cultural, sin ningún tipo de apoyo oficial, ni privado, se las excluyó del catálogo, la folletería y la web del Festival”. Los responsables de la movida milonguera porteña, añadieron en su escrito que “las milongas trabajan los 365 días del año sosteniendo con mucho esfuerzo el espacio en el que se tejen lazos sociales, se recrea el tango genuino y que reúne a quienes bailamos tango, además de dar lugar a músicos, bailarines, musicalizadores, fotógrafos y otros artistas”. El texto concluyó que “quienes formamos parte de la AOM estamos dispuestos a transmitir lo que mejor sabemos hacer para que nuestro tango se difunda de la mejor manera posible, teniendo una visión de mediano y largo plazo, y no una mirada de tan solo 15 días al año”. (Télam 2013)19

17 Este encuentro nucleó organizadores de todo el país con el fin de compartir experiencias, debates y posibles soluciones a las problemáticas de los organizadores. 18 Tengamos en cuenta que en agosto de 2013 el Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires inauguró, a través de la Dirección General Patrimonio e Instituto Histórico, el Centro de Investigaciones y Estudios sobre el Tango. 19 “Organizadores de milongas no participan del festival de tango porteño” (Télam-Agencia Nacional de Noticias, 2013).


“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango Hernán Morel

Burocracias estatales y la “marcha por las milongas” A lo largo de 2014 y 2015 se fue incrementando la ola de clausuras de distintas milongas de la ciudad. Además de la cantidad de clausuras realizadas, estas acciones cobraron gran visibilidad y difusión pública al afectar a determinados lugares de baile que suelen ser considerados como los más emblemáticos y tradicionales de Buenos Aires, más que todo por la antigüedad y por el prestigio simbólico que detentan entre los milongueros.

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Como sugieren algunos estudios sobre patrimonio, este constituye una construcción social que opera a partir de procesos selectivos incluyentes y excluyentes. A menudo, estos procesos primero separan las expresiones culturales del flujo de la vida cotidiana de actuación, para luego reincorporarlas a ella a través de un trabajo de mediación que implica una reinterpretación, codificación y normalización (Cruces 1998, 76), que supone jerarquías que valorizan unas producciones y excluyen otras (Rosas Mantecón 1998). Dicho esto, ¿no se está a través de estas acciones culturales ejercidas por las agencias oficiales seleccionando y legitimando algunos aspectos de estas prácticas culturales, al mismo tiempo que se invisibilizan otros? Sin duda, los representantes de la AOM advierten que el Gobierno de la Ciudad para algunos eventos internacionales los convoca enfáticamente, a través de la promoción de un repertorio unificado que ellos perciben como una recreación artificial, mientras que para aquellas prácticas culturales que ellos sostienen en sus espacios cotidianamente suelen ser olvidados. Vemos así que el vínculo de diálogo que la AOM establece con distintos funcionarios y dependencias estatales es fluctuante y diferencial. Es decir, si, por un lado, se comenzaron a realizar algunos proyectos conjuntos y acuerdos de colaboración con el sector de patrimonio del Ministerio de Cultura de la Ciudad –en particular con la DGPEIH–, por otro se fueron agudizando también los conflictos y tensiones con otros estamentos dependientes del mismo Ministerio, como el área que organiza el “Festival y Mundial de Tango”. Cabe señalar que estos conflictos ante la política que lleva a cabo la dirección que organiza el “Festival y el Mundial de Tango” son muy semejantes a otras tensiones que ya venían ocurriendo desde el 2010. Como planteamos en anteriores trabajos (Morel 2013), ello estuvo estrechamente asociado al cambio de orientación que planteó la política cultural del jefe de gobierno de la ciudad, Mauricio Macri, la cual dio mayor impulso a la organización de megaeventos centralizados, masivos y espectacularizados, en especial orientados a promover el consumo del turismo internacional. De manera que teniendo como telón de fondo estas tensiones que se fueron evidenciando con la gestión oficial, a continuación veremos cómo la carencia de políticas de fomento para el sector de las milongas fue generando un importante descontento de los organizadores de milongas, lo cual derivó en un proceso de politización y de organización colectiva que culminó en una protesta en el espacio público.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 121-140 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05

Figura 1. Imagen de la pista de la milonga del Club Sin Rumbo

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Fuente: el autor.

Entre las famosas milongas que se clausuraron estuvo la del club Sin Rumbo (figura 1). Al respecto, una de sus organizadoras comenta en Facebook las razones de la clausura, la cual duró dos semanas: El motivo de la clausura fue algo referido a la documentación […] Los inspectores dejaron un Acta solicitando que se presentaran para aportar dicha documentación, después de eso solo sabemos que una semana después [viernes 22 de mayo, en horas de la tarde] clausuraron el Sin Rumbo. […] Gracias a todos por su solidaridad y recordemos que “No hay mal que por bien no venga”, porque la clausura del Sin Rumbo ha servido para que se haga público a la comunidad en general de lo que está ocurriendo hace tiempo con las clausuras no sólo de milongas, sino de peñas y centros culturales.

A partir de esta narrativa advertimos que las milongas no fueron las únicas afectadas por las acciones de clausuras, dado que abarcaron el cierre de otros espacios como centros culturales autogestivos20, teatros independientes y distintos locales en donde se realiza música en vivo. 20 A partir de la sistemática aplicación de multas y clausuras a distintos centros culturales independientes, estos se organizaron a través de un movimiento cultural para impulsar la llamada “Ley MECA” (Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos).


“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango Hernán Morel

Con respecto a la clausura del Club Sunderland, otro famoso y tradicional espacio de baile (figura 2), esta fue más problemática, ya que obligó a que la milonga permaneciera cerrada durante dos meses. Según lo informado por el propio organizador de la milonga, los inspectores exigían que las instalaciones del club tuvieran un sistema especial que incluye mangueras contra incendios. Ante ello, las autoridades del club manifestaron no poder hacer frente a esos gastos, habida cuenta de que la ley que regula al “Salón Milonga” tampoco lo exige. Figura 2. Parejas bailando en el Club Sunderland

Fuente: el autor.

En general, la opinión de los integrantes de la AOM era que el problema de las habilitaciones tenía más que ver con aspectos burocráticos, y no tanto con el hecho de que las milongas no cumplen con los criterios de seguridad necesarios. Por lo que en reiteradas ocasiones mencionaban que el inconveniente principal derivaba de una supuesta descoordinación entre diferentes dependencias del Gobierno de la Ciudad, a saber: la Dirección General de Habilitaciones y Permisos, por un lado, y la Dirección General de Fiscalización y Control, por otro. De todos modos, lo extraño de esta situación es que ambas Direcciones Generales dependían de la Agencia Gubernamental de Control (AGC). En realidad, según afirmaban de manera informal distintos21 organizadores de milongas, esta aparente problemática burocrática suponía en el fondo un conflicto político de orden interno entre distintas dependencias pertenecientes al Gobierno de la Ciudad. 21 Según el rumor que circulaba entre los organizadores de milongas, dentro de la AGC hay una facción político-partidaria que no es la del partido que gobierna en la ciudad. A su vez, tengamos en cuenta que esta coyuntura de conflictos también puede estar relacionada con las disputas derivadas de las elecciones generales que estaban por realizarse el 5 de julio de 2015, en las que se renovaban distintas autoridades de la ciudad (Jefe y Vicejefe de Gobierno, Diputados locales y miembros de las Juntas Comunales).

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Pese a que la AOM intentó seguir avanzando en la búsqueda de una solución al problema de las clausuras, la persistencia de esta descoordinación fue desatando un gran descontento e incertidumbre entre los organizadores. De manera que, agotados todos los posibles canales de diálogo con los funcionarios de la AGC, los organizadores de milonga decidieron llevar a cabo una manifestación de protesta en el espacio público para denunciar esta situación. En términos de contexto, señalemos que la protesta fue realizada tan sólo dos días antes de las elecciones generales que estaban por efectuarse en la ciudad, con lo cual, a través de esta iniciativa, los organizadores buscaban, de algún modo u otro, llamar la atención tanto de las actuales autoridades como de los futuros candidatos. Así, en la tarde del viernes 3 de julio de 2015, bajo la consigna “Marchamos por las milongas” y en “defensa de nuestro patrimonio”, la AOM convocó a bailarines, milongueros, músicos, musicalizadores, organizadores de milongas, empleados de las milongas y gente allegada al tango en general, a manifestarse frente al Ministerio de Cultura de la Ciudad. Allí, un grupo de más de una centena de personas se hicieron presentes para cortar la Avenida de Mayo, en una zona muy céntrica que se encuentra a pocos metros de la Plaza de Mayo (Figura 3). Distintos medios de comunicación gráficos y televisivos, tanto nacionales como extranjeros, se hicieron eco de la movilización milonguera (Figura 4). Figura 3. Parejas bailando tango durante la protesta sobre la Av. de Mayo

Fuente: el autor.


“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango Hernán Morel

Figura 4. Imagen televisiva en la que se muestra la protesta

Fuente: el autor.

Por su parte, una nota periodística describe la protesta del siguiente modo:

Mientras esto ocurría, algunos de los asistentes a la movilización repartían volantes que decían “Macri-Larreta, el Tango NO se clausura”, y otros pegaban carteles sobre el edificio municipal con consignas que expresaban “basta de clausuras express”, “política urgente para defender el tango”, “el tango es la cultura de Buenos Aires, defendámoslo”, “el tango es patrimonio inmaterial de la humanidad” y “milongas unidas contra las clausuras”. Asimismo, durante la protesta se leyó un petitorio ante el público presente. Por su parte, en una entrevista periodística el presidente de la AOM, Julio Bassan, alerta sobre lo que estaba ocurriendo: No puedo entender que en la capital mundial del tango no haya desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires una política que respalde estos espacios que son los que lo mantienen vivo: porque a las milongas vienen los vecinos, los artistas, los poetas, los músicos, los bailarines, es un lugar donde se respira lo que dice la 22 “Así se baila el tango para protestar” (Página 12, 4 de julio de 2015). Disponible en http://www.pagina12. com.ar/diario/sociedad/3-276348-2015-07-04.html

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[…] en Avenida de Mayo sonaba “Así se baila el tango”, un clásico que anima las pistas desde los años ’40. Y con la avenida cortada en varios carriles, cantidad de tangueros se manifestaban como mejor saben: bailando. Con gorritos de lana, con guantes, con botas de caña alta, sobretodo y bufanda, con zapatillas y pantalones de tela de avión […]. En los alrededores circulaban, incrédulos, algunos extranjeros que no podían creer lo que Bassan les repetía a los periodistas locales: que en “la meca mundial del tango, que mueve cientos de millones al año” con esa industria cultural, se cierran sus espacios. (Página 12, 4 de julio de 2015)22


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 121-140 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05

ley 130 de la Ciudad: el patrimonio mismo. Es el patrimonio cultural de la Ciudad y somos completamente desoídos. (Página 12, 4 de julio de 2015)

En esta narrativa se evidencian algunas cuestiones interesantes. Por un lado, vemos que la propia declaratoria municipal de patrimonio se convierte en una herramienta fundamental en el momento de presionar y peticionar por el reconocimiento de derechos culturales23, en este caso, una puesta en valor del patrimonio que se plantea en función de las necesidades de aquellos que lo practican y vivencian cotidianamente. Por otro lado, advertimos las profundas contradicciones que las políticas de gestión del patrimonio expresan desde la perspectiva de los propios practicantes. Así, a pesar de que el tango fuera declarado patrimonio cultural en la ciudad, en términos generales los organizadores de milongas siguen enfrentando un panorama de precariedad en las actividades que realizan, basado en la insuficiencia de políticas públicas que los respalden.

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Comentarios finales Muchos estudios contemporáneos señalan las múltiples y variables articulaciones que las políticas públicas establecen con distintas manifestaciones culturales (Crespo, Morel y Ondelj 2015; García Canclini 1987; 1994; Vich 2014). Por su parte, estas aproximaciones no sólo conciben las políticas culturales teniendo en cuenta el rol ejercido por las instituciones estatales y las acciones gubernamentales en el desempeño de estas políticas, sino que incorporan las prácticas y formas de producción realizadas por los agentes no estatales. Esta definición amplia de las políticas culturales destaca el rol activo y los intereses muchas veces en disputa de los agentes sociales que intervienen en este campo, al mismo tiempo que reconoce los posicionamientos de poder desiguales y las relaciones de fuerza que operan en la configuración de estos procesos. El hecho de que las políticas culturales sean también promovidas y generadas desde diferentes actores sociales supone una “tensión entre un Estado que debe asumir ciertos roles dirigentes y, al mismo tiempo, observar cómo la sociedad lo obliga a posesionarse como un promotor o facilitador de iniciativas propuestas desde otros lugares” (Vich 2014, 61). En vista de ello, podemos considerar al Estado como algo más que una entidad unificada, instrumental y racional que opera de “arriba hacia abajo”, ya que este está atravesado por múltiples lógicas, demandas e intereses de grupos particulares que intervienen en la concreción de las políticas (Shore 2010). De manera que explorar los devenires de las políticas públicas supone reconstruir los múltiples procesos de divergencias y convergencias que operan entre actores –heterogéneos– con desiguales cuotas de poder, sobre la base de contextos y situaciones cambiantes. 23 Distintos autores advierten cómo los procesos de activación patrimonial ponen en marcha y posibilitan la emergencia de demandas de diversos sectores y movimientos culturales que disputan algún grado de reconocimiento de sus patrimonios locales a partir de su participación en la esfera pública (Morel 2009); ver también Cruces (1998), García Canclini (1994), Rosas Mantecón (1998) y Rotman (2001).


“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango Hernán Morel

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Partiendo de algunas de estas aproximaciones, en este trabajo buscamos problematizar el proceso de formación cultural que implicó el surgimiento de una asociación que conglomera a los organizadores de milonga. Vimos que si por un lado, en muchas ocasiones, el poder público interfiere de manera negativa en la actividad que realizan las milongas, este a la vez también siempre posee intersticios o espacios de maniobra a partir de los cuales se puede intervenir para generar transformaciones o cambios de rumbo, en especial a través de iniciativas colectivas. Así, en ocasiones, algunas áreas del Estado muestran una mano más receptiva y favorable al trabajo conjunto, mientras que en otras se evidencian posiciones más autoritarias y cerradas a las posibilidades de participación ciudadana. En líneas generales podemos afirmar que si, por un lado, las políticas culturales públicas tienden a percibir al tango como un recurso para el fomento del turismo, por el contrario, desde el punto de vista de los organizadores de milongas la apelación a la condición de patrimonio cultural implica una estrategia para la continuidad de sus actividades cotidianas. Otra cuestión que advertimos a lo largo del trabajo es la relevancia que tienen los espacios y lugares concretos para la actividad que llevan a cabo los sujetos y grupos ligados al patrimonio. Siendo así, ¿no habría que contemplar en mayor grado esta dimensión material del patrimonio? Sabemos que la categoría patrimonio cultural ha desplegado una renovada discusión en el campo de la gestión cultural y patrimonial en las últimas décadas. En especial, las nuevas políticas de preservación reconocen, definen y enfatizan los aspectos inmateriales del patrimonio, destacando los conocimientos, los saberes y las prácticas que singularizan a diferentes grupos y comunidades que forman parte de la sociedad nacional. En relación con ello, si bien algo importante es que estas nuevas concepciones y políticas de preservación del patrimonio reconocen y definen sus aspectos inmateriales, no siempre tienen demasiado presente la importancia que adquieren los lugares concretos, en cuanto espacios sociales de pertenencia y reproducción cultural necesarios para las personas y los grupos que se relacionan con el patrimonio cotidianamente. Más aun, el problema aparece cuando las políticas de preservación del patrimonio inmaterial se reducen al simple registro, inventario o relevamiento de los conocimientos, las prácticas y las tradiciones, desconsiderando las condiciones materiales necesarias para la existencia de dichas expresiones patrimonializadas y, por tanto, no dando cuenta de la complejidad de las dinámicas y las prácticas culturales que se pretende proteger (Tamaso 2005, 17). A esto se agrega que, en el caso que analizamos, se requiere algo más que lugares y personas para que esta práctica cultural pueda ser sostenida y reproducida en el tiempo. Es decir, el montaje y la posibilidad de que se arme la milonga no se reducen a la participación de los agentes que se despliegan hacia el interior de la misma (público asistente, profesores de baile, organizadores, músicos, musicalizadores, etcétera), sino que también incluyen la intervención de un conjunto de discursos y prácticas estatales que se manifiestan a través de leyes, reglamentaciones, burócratas, representantes gubernamentales, entre otros. En tal sentido, al analizar situadamente y de


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 121-140 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.05

manera etnográfica estos modos de intervención estatal advertimos las dificultades que emergen cuando el Estado, a través de sus distintas instituciones y dependencias, está guiado por agendas contradictorias entre sí o por políticas reduccionistas que ponen de manifiesto cierto desconocimiento, menosprecio o desinterés por los usos consuetudinarios que desarrollan las milongas dentro de cada uno de sus espacios. ¿Por qué las milongas siguen evidenciando dificultades en la sustentabilidad de sus espacios, a pesar de que el tango posee medidas de protección patrimonial?, ¿cuál es la relevancia de las milongas en la actualidad? Teniendo en cuenta algunas de las problemáticas que delineamos en este artículo, sugerimos que las milongas porteñas, junto a las personas que las habitan, se caracterizan por la construcción de diversos sentidos de lugar24, vale decir, representan territorios concretos e imaginados a través de los cuales los grupos habitan sus espacios, al mismo tiempo que perpetúan y renuevan constantemente sus prácticas y sentidos identitarios. Tal como lo destacan otras investigaciones etnográficas (Gonçalves 2013; Trajano Filho 2012), la relevancia de estos diversos sentidos de lugar es mayor aún si tenemos en cuenta los lazos estrechos que allí se construyen entre los sentimientos de pertenencia, el espacio físico y las personas que lo vivencian, todos ellos aspectos que, en definitiva, posibilitan la continuidad efectiva de las expresiones patrimonializadas. 138

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24 Tal como destaca Antonio Arantes: “A construção de sentidos de lugar no espaço público é um processo de grande importância para entender as questões atuais do patrimônio […]” (2006, 430).


“Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango Hernán Morel

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Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina). Nuevos aportes para su conocimiento a partir del caso de la Unidad Habitacional 1* Clarisa Otero** Universidad Nacional de Jujuy, Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina María Asunción Bordach*** Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina Osvaldo J. Mendonça**** Universidad Nacional de Río Cuarto, CONICET, Argentina DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.06

Artículo recibido: 17 de septiembre de 2015; aceptado: 09 de marzo de 2015; modificado: 24 de julio de 2016

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Este artículo es resultado del proyecto UBACYT Espacios domésticos Andinos: cambios y transformaciones en perspectiva histórica, financiado por la Universidad de Buenos Aires, y de los proyectos Procesos sociales, paisaje y cultura material del sector central de la Quebrada de Humahuaca (Jujuy). Organización estatal de una provincia del Collasuyu y Cronología y materialidades del Pucará de Tilcara (Quebrada de Humahuaca, Jujuy), financiados en el marco del Programa de Reconocimiento Institucional de equipos de investigación de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

** Doctora en Arqueología, Universidad de Buenos Aires. Investigadora CONICET, Universidad Nacional de Jujuy, Instituto de Ecorregiones Andinas. Actualmente vinculada con el Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Entre sus últimas publicaciones están: coautora de “Chronology of Settlements With Pre-Inca and Inca Occupations Superimposed. The Case of Pucará de Tilcara (Humahuaca Gorge, Argentina)”. Archaeometry 58 (5): 848-862, 2016. Coautora de “Nuevas interpretaciones para la secuencia de ocupación de Tilcara (Quebrada de Humahuaca, Jujuy)”. Intersecciones en Antropología 16: 145-159, 2015, y coautora de “At the feet of the fortress. Late Pre-hispanic Period (ca. AD 1200-1500) archaeofaunal assemblages analysis from Residential Unit (RU1), Pukara de Tilcara (Jujuy, Argentina)”. PLoS ONE 11 (10). *clarisaotero@yahoo.com.ar *** Master of Arts Anthropology, Universidad de Chicago. Profesora Asociada, Departamento de Ciencias Naturales, Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales, Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: coautora en “Dimensiones sociales del comportamiento mortuorio en Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina. Estudio comparado de cuatro sitios funerarios”. En Avances Recientes de la Bioarqueología Latinoamericana, editado por Leandro H. Luna, Claudia M. Aranda y Jorge Suby, 385-408, 2014. Coautora en “Violencia interpersonal en el NOA prehistórico: Expresiones regionales, socioculturales y cronológicas”. Estudios Atacameños, en prensa. *mbordach@exa.unrc.edu.ar **** Master of Arts Anthropology, Universidad de Chicago. Profesor Titular, Departamento de Ciencias Naturales, Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales, Universidad Nacional de Río Cuarto, Investigador CONICET, Argentina. Entre sus últimas publicaciones están: coautor de “Bioarchaeological research in Argentina. Past, Present, and Future Changes”. En Archaeological Human Remains. A Global Perspective, editado por Barra O’Donnabhain y María Cecilia Lozada, 13-27. Springer Briefs in Archaeology, 2014. Coautor en “Violencia interpersonal en el NOA prehistórico: Expresiones regionales, socioculturales y cronológicas”. Estudios Atacameños, en prensa. *omendonca@exa.unrc.edu.ar

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Resumen: Este artículo analiza las prácticas funerarias desarrolladas en una vivienda del poblado prehispánico conocido como Pucará de Tilcara, con la intención de evaluar los atributos de pertenencia social entre los diferentes


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 141-163 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.06

tipos de inhumaciones hasta el momento detectadas y excavadas. Se presenta la caracterización de las sepulturas identificadas en la vivienda denominada Unidad Habitacional 1 del Barrio Corrales. Durante la época incaica, momento en que el Pucará llegó a constituirse como cabecera política de la región, esta unidad habitacional sufrió importantes transformaciones. En el marco de la estructura económica estatal se reorganizó como casa-taller, destinada principalmente a la producción alfarera y metalúrgica, esta última desarrollada de forma especializada. Luego de su abandono como espacio de trabajo artesanal y residencial, esta vivienda pasó a ser objeto de remodelaciones y redimensionamientos con fines estrictamente funerarios. El estudio del comportamiento mortuorio ha permitido revelar los vínculos que las personas establecieron con los muertos en el ámbito doméstico. Asimismo, en una escala más amplia, a nivel intrasitio, posibilitó la comparación de las prácticas allí registradas con las identificadas en otros contextos mortuorios del Pucará. Palabras clave: Época Prehispánica Tardía, Quebrada de Humahuaca, Bioarqueología, arqueología de la muerte, ritualidad andina (palabras clave del autor). New interpretations of the Funerary Practices at the Pucara de Tilcara (Jujuy, Argentina): the Residentia1 Unit 1 case 142

Abstract: This paper analyzes the funerary practices developed at a household of the prehistoric site known as the Pucará de Tilcara, in order to evaluate attributes of social belonging among the different types of inhumations, so far detected and excavated. We also present the characterization of the sepultures identified in the so called Residential Unit 1. During the Inca occupation, when the Pucará de Tilcara became the political head of the region, this house functioned as a household and, as a workshop mostly dedicated to ceramic and specialized metallurgical production. Once abandoned, it suffered different transformations in order to be used as a mortuary place. The study of funerary behavior allowed us to reveal the relationship between the living and the death at the domestic sphere of the archaeological village. At a broader intrasite scale, the authors will compare this case to other mortuary contexts in Pucara de Tilcara. Keywords: Late Precolumbian period, Quebrada de Humahuaca, Bioarchaeology, archaeology of death, Andean rituality (author´s keywords). As práticas funerárias em Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina). Novas contribuições para seu conhecimento a partir do caso da Unidade Habitacional 1 Resumo: Este artigo analisa as práticas funerárias desenvolvidas numa moradia do povoado pré-hispânico conhecido como Pucará de Tilcara, com a intenção de avaliar os atributos de pertencimento social entre os diferentes tipos de inumações até o momento detectadas e escavadas. Apresenta-se a caracterização das sepulturas identificadas na moradia denominada Unidade Habitacional 1 do bairro Corrales. Durante a época incaica, momento em que


Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina). Clarisa Otero, María Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça

o Pucará chegou a se constituir como liderança política da região, essa unidade habitacional sofreu importantes transformações. No âmbito da estrutura econômica estatal, reorganizou-se como casa-oficina, destinada principalmente à produção ceramista e metalúrgica, esta última desenvolvida de forma especializada. Após seu abandono como espaço de trabalho artesanal e residencial, essa moradia passou a ser objeto de reformas e redimensionamentos com fins estritamente funerários. O estudo do comportamento mortuário permitiu revelar os vínculos que as pessoas estabeleceram com os mortos no ambiente doméstico. Além disso, numa escala mais ampla, a nível intrassítio, possibilitou a comparação das práticas ali registradas com as identificadas em outros contextos mortuários do Pucará. Palavras-chave: Arqueologia da morte, bioarqueologia, época pré-hispânica tardia, Quebrada de Humahuaca, ritualidade andina (palavras-chave do autor).

1

Referimos a esta configuración en relación con los tres espacios sagrados de la cosmovisión andina: Ucu Pacha, Hanan Pacha y Kay Pacha. Si bien se puede argumentar que estos planos respondieron al traslado de la imagen ternaria cristiana (Steele y Allen 2004), Pease (2007) define al Ucu como uno de los dos mundos que en la cosmovisión andina hacían, y aún en muchas comunidades hacen, referencia al mundo de abajo, por donde transitan los difuntos, en forma opuesta al Hanan o mundo de arriba.

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a manipulación de los cuerpos, la cuidadosa disposición de las inclusiones o acompañamientos funerarios, la rigurosa observación de los ritos de pasaje destinados a asegurar tanto el reposicionamiento de la persona fallecida dentro de la esfera de los vivos como su ingreso definitivo en el mundo de los muertos, así como la preservación y la estrecha proximidad cotidiana con los difuntos, se cuentan entre las múltiples y variadas prácticas que caracterizaron el comportamiento funerario en los Andes prehispánicos. Tales prácticas pueden incluso enmarcarse dentro del ámbito de procesos geopolíticos con fuerte trascendencia histórica como lo fue, por ejemplo, la esfera de la dominación incaica materializada en el noroeste argentino, la cual, a su vez, seguramente respondió a cosmovisiones, creencias y valores relacionados con la percepción cultural ante el fenómeno de la muerte y con la relevancia del culto a los antepasados (Millones y Kapsoli 2001; Nielsen y Boschi 2007). En la Quebrada de Humahuaca (provincia de Jujuy, Argentina), el tipo de tratamiento que se les proporcionó a los difuntos a lo largo de los diferentes períodos de su desarrollo cultural demuestra que estas creencias, si bien en muchos casos resignificadas, perduraron en su gran mayoría hasta bien adentrado el ámbito propio del dominio colonial. Para la época prehispánica tardía, el Pucará de Tilcara presenta numerosas evidencias que reflejan el desarrollo de prácticas relacionadas con la ejecución de ritos funerarios, tanto a nivel doméstico como en espacios de uso colectivo. Asimismo, la configuración espacial tanto horizontal como vertical1 de este importante sitio


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arqueológico da cuenta de la magnitud del significado que tuvieron los difuntos en la vida cotidiana de sus habitantes, más aún si se tiene en cuenta la existencia de los varios y diversos cementerios ubicados a la vera de los senderos de los principales accesos al poblado. De allí que para profundizar el conocimiento de los vínculos que los habitantes prehispánicos establecieron con sus muertos en las diferentes esferas de su vida social y religiosa, en esta contribución se presentan, discuten e interpretan algunas de las evidencias actualmente disponibles, a partir del análisis de los entierros realizados en una vivienda del “Barrio Corrales” del Pucará de Tilcara (SJuj Til 1), denominada Unidad Habitacional 1.

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El Pucará de Tilcara Este sitio arqueológico, emplazado en el sector medio de la Quebrada de Humahuaca, se caracteriza por ser el poblado prehispánico de mayor extensión de toda la región quebradeña. Su superficie abarca 17,5 hectáreas (Otero 2013). Geomorfológicamente se trata de un poblado asentado sobre un promontorio relictual y naturalmente protegido del antiguo espolón sedimentario sucesivamente socavado por el río Huichaira (donde otrora se construyó otro asentamiento prehispánico, el denominado Pucará de Huichaira) y los ríos Grande y Huasamayo. A pesar de que las estimaciones para el inicio de la ocupación del Pucará de Tilcara corresponden al siglo XII d. C. fue durante la ocupación incaica cuando se produjo la mayor ampliación de su traza edilicia como consecuencia directa de un considerable incremento en la agregación habitacional. A partir del número de estructuras detectadas (588 unidades), se estima que durante ese período pudo albergar a más de mil quinientas personas, mayormente dedicadas a distintas actividades productivas y, en casos particulares, a tareas de índole administrativa (ver la figura 1). La extensión, complejidad arquitectónica, número de unidades habitacionales, variedad de materiales recuperados y emplazamiento en un camino principal permitieron definir al Pucará como un sitio de primer orden para la época preincaica (Albeck 1992) y como el centro político y administrativo de mayor jerarquía durante la dominación incaica (Otero 2013). Incluso, sobre la base de la información consignada en las fuentes etnohistóricas se llegó a plantear que el Pucará de Tilcara aparentemente habría funcionado como capital de la provincia incaica o wamani de Humahuaca (González 1982; Williams 2004; Otero 2014). Este sitio, además de cumplir con funciones políticas, también se constituyó como un importante centro productivo. A partir de trabajos recientes de excavación en distintos sectores y de la revisión de las colecciones de materiales excavados a principios de siglo XX, uno de los autores (Clarisa Otero) ha podido detectar más de cincuenta talleres metalúrgicos y de lapidario destinados a la producción especializada de bienes suntuarios (Otero 2015). Estos talleres se pueden definir como casas-taller, debido a que en ellos se han identificado evidencias que hacen referencia tanto a actividades domésticas como de producción multiartesanal (sensu Shimada 2007).


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Figura 1. Plano del Pucará de Tilcara y trazado del sitio con referencias espaciales

Fuente: los autores, basados en Zaburlín (2006) y Lanzelotti, Ochoa y Acuña (2012).

Por tratarse primordialmente de estructuras de habitación, debe considerarse que estas casas-taller, al igual que otras viviendas del Pucará, se constituyeron como el principal espacio de actividades de reproducción social, en el que, a través de su ordenamiento pautado, las personas incorporaron los principios y esquemas generadores de la sociedad (Bourdieu 2007). Tanto es así que, mediante el análisis contextual de las evidencias recuperadas en las numerosas estructuras de habitación, se pudo detectar que en ellas, en cuanto unidades espaciales discretas, se integraron las dimensiones sociales, económicas y simbólicas propias del espacio doméstico y el extradoméstico (Tarragó 1992; Otero 2013; Otero y Cremonte 2014). La inclusión de la esfera extradoméstica responde al hecho de que numerosos contextos arqueológicos no pueden ser descriptos única y exclusivamente como el resultado de las actividades básicas propias de una unidad doméstica (Taboada y Angiorama 2003; Tarragó 2007). En el caso de las casas-taller se observa que en ellas se desarrollaron de forma conjunta actividades de la vida cotidiana, trabajos del tipo

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artesanal especializado –vinculados a la producción de bienes suntuarios destinados durante la época incaica al consumo extradoméstico– y también prácticas rituales, en el marco de eventos de conmemoración y celebración. Estas prácticas, principalmente aquellas ligadas con el culto a los antepasados, también han sido identificadas en otras estructuras que no presentan evidencias de especialización artesanal, y en espacios de uso comunitario, tales como un edificio ceremonial incaico, tipo kancha (sensu Hyslop 1992), y en los cementerios que se generaron a lo largo del perímetro del Pucará (figura 1). La manipulación de los restos humanos y la variación en las formas de inhumación detectadas en todos estos espacios no sólo permiten caracterizar el comportamiento ante la muerte y el tratamiento que se les dio a los difuntos, sino también establecer cuál fue su rol en la sociedad durante su vida y el significado sociocultural asignado al fenómeno mismo de la muerte. Si bien a partir de la revisión de los diarios de campo y las publicaciones de Ambrosetti (Zaburlín y Otero 2014) y Debenedetti (1930)2 fue posible detectar en un gran número de viviendas la apertura y subsecuente reapertura de sepulcros para la incorporación de nuevas inhumaciones y ofrendas, así como la eventual manipulación de restos humanos, por medio de la formatización de huesos y separación de partes del esqueleto para proceder a su traslado y/o relocalización definitivos (Otero 2013), en este caso se atiende particularmente a los hallazgos realizados en una casa-taller excavada en las últimas décadas. Se trata de la Unidad Habitacional 1 (UH-1), que por el momento resulta ser uno de los ejemplos más ilustrativos y confiables, debido a que fue trabajada mediante modernas técnicas de excavación, que comprendieron la casi totalidad de su superficie (Tarragó 1992; Otero 2013). En relación con las inhumaciones detectadas en esta vivienda, específicamente se evalúa el tipo de acompañamiento mortuorio, a fin de intentar incursionar en el análisis crítico de eventuales indicadores relacionados con las posibles identidades sociales de los individuos allí inhumados y la índole de los vínculos establecidos entre los vivos y sus muertos.

Barrio Corrales del Pucará de Tilcara. Las sepulturas de la Unidad Habitacional 1 La Unidad Habitacional 1 (UH-1) consiste en un conjunto de cuatro recintos y dos patios construidos en piedra y unidos con argamasa en dos niveles aterrazados del extremo inferior del faldeo suroeste del Pucará (ver la figura 2), en las proximidades de un sector más bajo, denominado por Casanova (1970) “Barrio Corrales” (figura 1) (Tarragó 1992). La excavación de estos recintos y patios abarcó un total de 127 m², permitiendo establecer, con algunas discontinuidades, la perduración espacial y temporal de su ocupación, iniciada en el siglo XIII y finalizada durante las últimas décadas del XV o inicios del XVI d. C (ver la tabla 1 y la figura 3) (Greco y Otero 2

Se trata además de los siguientes documentos inéditos: 1909/1910, “Diario de campo de la 5a Expedición Arqueológica de las Regiones del Norte Argentino”; 1917/1918, “Diario de campo de la 14a Expedición de la Facultad de Filosofía y Letras”; 1928/1929, “Diario de campo de la 24a Expedición Arqueológica del Museo Etnográfico”.


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2016). A lo largo de estos tres siglos de ocupación, la biografía de esta vivienda sirvió para estimar tres etapas principales en su trayectoria que tuvieron que ver con su construcción y desarrollo durante la época preincaica, su reconfiguración como casa-taller a partir de la conquista incaica y posterior abandono y reutilización con fines funerarios, tal como se mencionó, entre el intervalo final del siglo XV e inicios del XVI d. C. (Otero 2013). Figura 2. Planta de la Unidad Habitacional 1

Fuente: los autores, basados en Tarragó (1992), y modificada por el arquitecto Joaquín Trillo. Ubicación de los fechados presentados en la tabla 1, correspondientes a las dataciones de los pisos de ocupación y las sepulturas. Las siglas S1, S2, S3, S4 y S5 refieren a las sepulturas detectadas durante las diferentes etapas de excavación de esta Unidad. Tabla 1. Lista de fechados calibrados de la Unidad Habitacional 1 Procedencia y código de laboratorio Nº (LP: LATYR; AA: NSF Arizona AMS Facility) Recinto 2.2 Cuad. NO. Estrato superior del piso de ocupación LP 2240 Recinto 2.2. Cuad. NO. Estrato inferior 2 del piso de ocupación. LP 2231

1

Años C14 AP 450±40 450±50

Rango de años calibrados DC 68,2% de probabilidad 1441 (61,1%) 1499 1599 (7,1%) 1610 1436 (54,7%) 1504 1591 (13,5%) 1615 1431 (51,3%) 1508 1585 (16,9%) 1619 1425 (65,9%) 1498 1602 (2,3%) 1607

3 Recinto 2.1. Cuadrícula SE. LP 2191

450±60

4 Cuadrícula N4. LP 2467

470±50

5 Sepultura 5. AA88342

510±46 1414 (68,2%) 1455

Osario. 6 5 º Extracción. AA88340 Osario. 7 7º Extracción. AA88341

Rango de años calibrados DC 95,4% de probabilidad 1425 (72,5%) 1513 1547 (22,9%) 1623 1419 (65,3%) 1520 1537 (30,1%) 1626 1418 (95,4%) 1627 1405 (76,2%) 1513 1545 (19,2%) 1624 1395 (94,3%) 1499

1599 (1,1%) 1609

512±41 1418 (68,2%) 1452

1397 (95,4%) 1484

561±42 1400 (68,2%) 1438

1323 (7,6%) 1346 1388 (87,8%) 1452

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Procedencia y código de laboratorio Nº (LP: LATYR; AA: NSF Arizona AMS Facility)

8 Recinto 3.1 Cuadrícula N1. AA89445 9 Recinto 2.1.Cuadrícula NE. LP 247 10 Recinto 3.3. LP 536

Rango de años Rango de años calibrados DC calibrados DC 95,4% de 68,2% de probabilidad probabilidad 1311 (43,2%) 1359 635±52 1293 (95,4%) 1425 1380 (25,0%) 1409 1182 (90,6%) 1313 800±50 1225 (68,2%) 1286 1358 (4,8%) 1381 1048 (15,1%) 1083 910±70 1139 (49,0%) 1230 1033 (95,4%) 1273 1250 (4,0%) 1261

Años C14 AP

Fuente: los autores. Figura 3. Fechados de la Unidad Habitacional 1

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Fuente: los autores. Curva de calibración ShCal04 (McCormac et al. 2004). Software utilizado OxCal v4.2 (Bronk Ramsey 2009). Calibración realizada por el Dr. Catriel Greco.

La identificación de estas tres etapas ha permitido no sólo avanzar en la funcionalidad o descripción de los espacios que conformaron el conjunto de estas estructuras para diferentes momentos, sino también caracterizar y registrar las transformaciones de la unidad espacial mínima de la sociedad humana: la casa (Tringham 1995; Tarragó 2007). En cuanto casa, la UH-1 se debió constituir como un espacio de reproducción en el que, a través de su ordenamiento a lo largo del tiempo, posiblemente sus ocupantes incorporaron diferentes principios y esquemas generadores de la sociedad (Bourdieu


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2007). Como unidad espacial discreta, no fue un mero contenedor de las actividades del grupo social, sino que sufrió múltiples transformaciones a partir de la interacción entre sus ocupantes, y de estos con la comunidad. Uno de los cambios más drásticos a nivel de su estructuración doméstica posiblemente se produjo a partir de la reorganización socioeconómica de la población local, en pos de los intereses del Estado incaico. En este marco, la especialización de la metalurgia, actividad que realizaban los habitantes de la UH-1 previamente a la llegada de los incas, debió generar grandes modificaciones. En esta Unidad, al igual que se confirmó para el caso de otras viviendas del Pucará (Otero 2015), se desarrollaron actividades productivas del tipo multiartesanal (sensu Shimada 2007), tales como textilería, alfarería y metalurgia (Tarragó y Albeck 1997; Otero y Cremonte 2014). No obstante, las características, abundancia y diversidad de hallazgos presentes en los pisos de ocupación datados para la época incaica reflejan que la producción metalúrgica estuvo destinada a un consumo extradoméstico de diferentes objetos, entre ellos piezas de uso suntuario. A manera de ejemplo, para producir un disco de metal, utilizando un molde circular bivalvo hallado fracturado en dos de los recintos de la UH-1, por lo menos se debieron utilizar dos kilos de mineral (Tarragó y González 1998, 192), lo que debió implicar un suministro y control externo en el uso de los metales. Por otro lado, la morfología idéntica y el tamaño de las estructuras de combustión identificadas en esta vivienda son indicadores de una producción especializada en metalurgia (Otero 2013). A partir de estas y otras evidencias recuperadas, tales como un importante número de herramientas (martillos, yunques, pulidores, morteros), crisoles, restos de escorias y mineral, en el marco de las estrategias estatales para promover la especialización de la metalurgia, la UH-1 se debió transformar en uno de los numerosos espacios productivos del Pucará que se utilizaron para emplazar talleres aprovechando las habilidades artesanales de ciertos miembros de las unidades domésticas preexistentes a la llegada del Inca. Esto refiere a la incorporación de artesanos locales en la política de producción implementada para un centro de gran envergadura como fue este sitio. Es posible que el Estado valorara en gran medida el saber local relacionado con el manejo avanzado del bronce estannífero, que perpetuaba una tradición de fundido y moldeado de siglos, tal como se ha propuesto de forma genérica para las sociedades que desarrollaron la metalurgia en el noroeste argentino (Angiorama 2003; González 2004; González y Tarragó 2005; Lechtman 2007). Durante el transcurso del último intervalo, fines del siglo XV e inicios del XVI d. C., esta casa-taller fue abandonada en cuanto espacio productivo y de habitación, para luego ser posiblemente objeto de modificaciones estructurales y reacomodamiento sedimentario. Como consecuencia de esta dinámica, pasó únicamente a ser utilizada como lugar de relocalización secundaria de entierros primarios en un osario y de ubicación de inhumaciones directas en distintos sectores. Las excavaciones arqueológicas realizadas por el equipo de la Dra. Tarragó entre las décadas de 1980 y 1990, y las que desarrollamos durante el 2009, permitieron que, además del osario construido en el patio central (R3.1) se detectaran otras cinco sepulturas, denomi-


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nadas S1, S2, S3, S4 y S5, respectivamente, en los recintos techados (R1, R2.1, R3.2 y R3.3), y en un pequeño patio lateral (R2.2) (figura 2). El osario constituye claramente un rasgo positivo con contorno en forma circular de 1,6 m de radio y 1,5 m de altura original estimada. Para su construcción se levantó un muro curvo de piedra adosado al ángulo NE de las paredes perimetrales norte y este del patio central, las cuales, por sus características constructivas, debieron además funcionar como muros de contención del relieve en plano inclinado del nivel aterrazado superior (ver la figura 4). Se trata de una construcción especialmente levantada por sobre el piso de ocupación de este patio, con la finalidad de ser empleada para alojar secundariamente múltiples entierros, hecho posiblemente originado por la necesidad de relocalizar restos procedentes de la remoción de inhumaciones primarias, encontradas durante el remodelado de espacios habitacionales previos. Los cálculos del Número Mínimo de Individuos (NMI) permitieron identificar la presencia de un total de 21 individuos (11 adultos y 10 inmaduros, todos estos menores de cuatro años de edad) en su interior (Adaro 2002). Figura 4. Fotografía de los trabajos de excavación y del relevamiento altiplanimétrico del patio central, Recinto 3.1, y del osario 150

Fuente: los autores.

Durante la continuación en profundidad de las excavaciones en la base de esta estructura se encontraron los restos articulados de un inmaduro (Sepultura 1, S1) (Mendonça y Bordach 1988) (figura 2)3. El acompañamiento mortuorio de este inmaduro estaba compuesto por un cubilete de madera que conservaba pigmentos, una cuenta de turquesa y otra de aragonito4, y fragmentos de calabaza y madera con impregnacio3

La excavación del osario y la Sepultura 1, así como el estudio sistemático de los materiales osteológicos humanos, fueron realizados por Mendonça y Bordach (1988), Adaro, Bordach y Mendonça (2005), Bordach, Mendonça y Arrieta (2014).

4

El Geólogo Nicolás Larcher –con lugar de trabajo en el Instituto de Geología y Minería de la Universidad Nacional de Jujuy– realizó la determinación del tipo de rocas con las que fueron confeccionadas las cuentas (comunicación personal, marzo de 2016).


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nes de pintura roja (ver la figura 5). Los restos óseos se encontraron cubiertos por una delgada capa de cenizas. Durante la extracción, aunque no fehacientemente asociados con este rasgo, se recuperaron además un pulidor silíceo con ranuras, posiblemente utilizado como colgante, dos pucos de cerámica y panes de pigmentos (entre ellos limonita, yeso y un polvo gris verdoso con contenido de cobre) (figura 5). Figura 5. Materiales culturales del osario y la Sepultura 1. Arriba: cubilete de madera con restos de pigmento rojo en su interior, pulidor silíceo y puco estilo Rojo Pulido. Abajo: fragmento de calabaza seccionada, tarabita de hueso y fragmento de varilla de madera

Fue con posterioridad a este primer evento de inhumación que se procedió a la construcción del rasgo positivo (osario) y la subsecuente incorporación en su interior de los restos relocalizados de maduros e inmaduros encontrados en éste. Entre los restos óseos humanos del osario se hallaron entremezclados huesos de camélidos, pedazos de madera, algunos con forma de astiles y restos de pintura roja, un fragmento de espátula o varilla de madera de telar, restos de moldes para la producción de objetos de metal mediante la técnica de la cera perdida; más de cuarenta fragmentos de calabaza, parte de los cuales, a juzgar por el modo en que fueron formatizados, debieron usarse como contenedores de líquidos; panes de pigmentos, una tarabita de atalaje, posiblemente empleada con fines funerarios, y también varios fragmentos de ollas, cántaros y pucos de cerámica (figura 5). Cabe mencionar entre los hallazgos un peroné femenino adulto, que presenta en su extremo proximal un tratamiento intencional de biselado en forma de espátula acompañado con notable pulido, que denota su reiterada utilización como instrumento. No se ha podido determinar fehacientemente si la inclusión en el interior del repositorio corresponde a un momento anterior o al del evento mismo de generación del osario (Bordach, Mendonça y Arrieta 2014). Todos estos restos, tanto los óseos como los culturales, se encontraron cubiertos por lentes entreveradas de ceniza y carbón. Por último, y seguramente debido a los efectos de sucesivas acciones gravitacionales, la parte superior de la cámara que contenía el osario finalmente colapsó, produciendo tanto la dispersión pendiente abajo de las rocas y clastos que constituían su tapa de cierre como también el acarreo de la parte superior de sus contenidos.

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Fuente: los autores.


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Entre los objetos que corresponden a este último evento de dispersión extracámara de restos humanos e inclusiones culturales –todos los cuales se encontraron a su vez integrando la matriz superior del relleno del patio– se pueden mencionar siete cuentas de turquesa, un fragmento de valva de Pecten purpuratus Lam., numerosos fragmentos de calabaza –algunos pintados en rojo y negro–, trozos de madera, un vaso y una ollita de cerámica completos, y fragmentos de dos pucos (ver la figura 6). Figura 6. Hallazgos dispersos extracámara. Cuentas de turquesa y un trozo de valva de Pecten purpuratus Lam

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Fuente: los autores.

Un aspecto que se debe mencionar y resaltar es que las piezas cerámicas incluidas en los eventos de inhumación habrían sido todas ellas previamente utilizadas para otra función. En efecto, además de las incorporadas en el osario y la Sepultura 1, esta observación también se verifica en las diferentes piezas restringidas que fueron aprovechadas como urnas para enterrar a otros dos párvulos por debajo del piso del Recinto 3.1. Se trata de las Sepulturas 2 y 3 (S2 y S3) (figura 2), las cuales estaban ubicadas junto al muro este del patio y en estrecha proximidad con la pared externa del osario. Para colocar estas urnas se cortó el piso y se las colocó de manera tal que sus tapas quedaban expuestas a 20 cm de este. Al estar ubicadas junto al muro Este del R3.1, de forma lineal a la Sepultura 1, estratigráficamente se determinó que el entierro de estos infantes fue contemporáneo al inicio del uso de la cámara de la Sepultura 1 (Tarragó 1992). El inmaduro depositado en la Sepultura 2 tenía entre 2,5 y 3 años (Adaro 2002). Este infante se encontró colocado en el interior de una olla de estilo Angosto Chico Inciso partida longitudinalmente (ver la figura 7). La olla presenta abundante hollín tanto en su superficie como en la porción basal del cuerpo, lo que también evidencia sus previos empleo y función. En el entierro que fue identificado como Sepultura 3 se utilizó una olla del tipo Ordinario, también con marcadas evidencias de exposición al fuego. En ella se encontraban los restos de un neonato de aproximadamente tres meses de vida. La olla se encontró dispuesta de forma vertical, pero sin su base. La apertura basal se encontraba a su vez sellada con una capa de barro, y la boca de la olla poseía una base de cántaro como tapa. Esta base estaba colocada de forma tal


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que la superficie interior de dicho fragmento cerámico miraba hacia arriba. En el interior de esta base se halló gran cantidad de hollín, quizás producto de la quema de diversas especies vegetales a manera de ofrenda votiva. En los registros de campo, donde se describieron los trabajos de excavación, se menciona que las piezas cerámicas se encontraron colocadas entre piedras verticales y otras horizontales, que oficiaban como tapa. Sin llegar a formar estrictamente una cámara, estas rocas pudieron funcionar como tal. Figura 7. Olla estilo Angosto Chico Inciso y fotografía del niño aún colocado en su interior; imagen previa al remontaje de la pieza

Fuente: los autores.

La Sepultura 4, encontrada en la esquina NO del cuarto 2 del Recinto 3, al igual que los hallazgos anteriores, fue excavada a fines de la década de 1980 (figura 2). Este entierro también corresponde a la inhumación de un párvulo colocado sobre el piso de habitación entre piedras paradas a modo de cámara. En este caso, numerosos huesos de su esqueleto estaban ausentes. Parte de estos restos se encontraron tapados por una capa de barro consolidado y rodeados de cenizas. La ausencia de piezas esqueléticas podría deberse a una mala preservación postdepósito, o a la introducción de brasas sobre el cuerpo del niño, práctica que ha sido informada para otros sitios del Noroeste argentino. Como acompañamiento mortuorio presentaba tres piezas cerámicas, entre ellas una jarra asimétrica, un cántaro morado alisado y un puco interior negro pulido. Una quinta y última sepultura (S5) fue detectada por uno de los autores (Clarisa Otero) durante la continuación de las excavaciones en el Recinto 2.2 (figura 2). En el ángulo NO de este recinto, a unos 10 cm de la superficie, se detectó un entierro primario, ya que sus elementos anatómicos se hallaron en perfecta relación articular. Este esqueleto corresponde a los restos de una mujer adulta inhumada en posición genuflexa, en decúbito lateral derecho, dentro de una cámara circular de piedra de 1 x 1 m de diámetro y cubierta con lajas. Durante el proceso de excavación se verificó que la cámara estaba parcialmente desplomada y que para su construcción se había limpiado el piso de ocupación en desuso y colocado rocas que funcionaron como cimientos de esta estructura mortuoria positiva (ver la figura 8).

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El acompañamiento mortuorio de esta mujer tan sólo estaba compuesto por un trozo de pigmento rojo. Una vez retirado el conjunto de piedras que conformaban y demarcaban el sepulcro, en el siguiente nivel se detectó una pequeña lente de cenizas, carbones sueltos, huesos de camélido quemados y un pozo de escasa profundidad. Durante la excavación de este pozo se extrajeron restos de maderas; entre ellos se identificaron fragmentos del mango de una cuchara, y un tubo confeccionado sobre hueso de ave. El hallazgo de este tubo de hueso, como inclusión mortuoria (posiblemente se trata de un inhalador), resulta excepcional, ya que tradicionalmente el consumo de alucinógenos estaría mayormente relacionado con los hombres (Bordach 2006). Sin embargo, existen en el ámbito andino casos de individuos de características similares al de la Sepultura 5 (sexo femenino y de edad madura), inhumados junto a elementos propios del complejo de alucinógenos (tubos de inhalación y tabletas) (Llagostera, Torres y Costa 1988; Torres et al. 1991). Figura 8. Sepultura 5. Izquierda: imagen de los restos articulados de la mujer. Fotografía tomada desde el Este. Derecha: aspecto de la cámara mortuoria una vez despejada la cobertura del sepulcro. Imagen tomada desde el Sur

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Fuente: los autores.

Discusión y conclusiones Las excavaciones arqueológicas realizadas en la Unidad Habitacional 1 brindan un conjunto de elementos vinculados con el uso diario de los espacios domésticos y habitacionales, que también se relacionan con aspectos específicos de las prácticas funerarias de los antiguos habitantes del Pucará de Tilcara, que resultan particularmente observables para los momentos finales de la ocupación tardía de este conglomerado semiurbano. En primer lugar, cabe mencionar la presencia del osario en el gran patio central (R3.1). Como se señaló, se trata de un rasgo positivo, destinado a la relocalización respetuosa de un conjunto de enterratorios que fueron objeto de remoción y reacomodamiento por acciones y razones diversas. Entre las más probables, quizás


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tuvo lugar una inevitable y perentoria necesidad de proceder al replanteo de espacios para la construcción de viviendas a partir de la reutilización o remodelación de edificaciones previamente ocupadas y/o temporalmente abandonadas. Asimismo no se debe descartar la necesidad de los antiguos pobladores del Pucará de tener que recurrir a un uso profundamente simbólico de los ancestros para lograr afianzar los derechos a un espacio y a un ambiente caracterizados por la escasez de recursos vitales. En este sentido, la ubicación de los antepasados en una estructura connotada por una alta visibilidad, aun desde la distancia, muy bien podría estar asociada estrechamente con una necesidad de los vivos de mostrar, por un lado, un tratamiento sumamente cuidadoso de los difuntos, ubicándolos significativamente en un lugar prominente, y a la vez recurrir a remarcar con su presencia los derechos de determinados grupos corporativos de acceder a materias primas y minerales variados, y alimentos considerados vitales, prioritarios y a la vez limitados. El uso de los ancestros en asociación con los derechos adquiridos por los vivos ha sido una práctica de afianzamiento de acceso a diferentes ambientes con una amplia dispersión temporal y espacial entre los pobladores prehispánicos del Mundo Andino (Millones y Kapsoli 2001). La sucesión de depósitos realizados hasta colmatar la estructura del osario resulta consistente con una actividad de remoción reiterada de entierros primarios y su posterior ingreso intraestructura positiva, conjuntamente con inclusiones funerarias también alteradas y entremezcladas como producto de estos eventos de extracción y relocalización. Los abundantes restos de origen estrictamente cultural hallados entre los huesos humanos de este osario señalan, por un lado, la sucesión y concomitante secuencia de los depósitos, también la migración vertical de elementos constitutivos de pequeñas dimensiones, y la pertenencia ergológica eminentemente doméstica de todos ellos. La práctica más usual de entierro durante la época prehispánica tardía de la Quebrada de Humahuaca parece haber sido debajo del piso de las viviendas. Esto, unido a las dimensiones que presenta la cámara sepulcral y el número de individuos que contenía, da asidero a la probabilidad de que el osario sea producto de la remoción de entierros primarios en viviendas, y no en áreas específicas y segregadas del espacio habitacional, como lo son los cementerios. En este sentido, la presencia de inmaduros es un elemento más de juicio a favor de la hipótesis de la reutilización perentoria del espacio. Por otro lado, la inclusión en el osario de individuos de muy corta edad es una evidencia importante de que la práctica de redisposición incluyó a los inmaduros como parte constituyente del todo que se buscaba preservar con el reentierro. Cabe recordar que los inmaduros de corta edad no acumulan identidades que les confieran el estatus de persona social (Palkovich 1980; Kamp 2001), sino que conforman una suerte de sociedad con sus padres y con la persona social de éstos (Beck 1990). Esta asociación puede manifestarse en el tratamiento funerario que reciban, que está determinado y depende exclusivamente de sus progenitores. En segundo lugar, y como otro tipo de práctica, se debe destacar el hallazgo de las inhumaciones de cuatro inmaduros por fuera del osario, dos en urnas (S2 y S3) y dos


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enterrados de forma directa (S1 y S4), cuyos repositorios, tal vez por una cuestión de mínimo impacto espacial, fueron dejados en sus lugares originales, no siendo objeto de remoción y relocalización secundaria alguna. La variedad y fragmentariedad de inclusiones funerarias acompañantes de estos inmaduros no alcanzan para plasmar un universo conductual marcadamente diferente entre ellos. En efecto, ninguna de las configuraciones de inhumación escapa al tratamiento ni a la intencionalidad de una voluntad estrictamente parental en la sepultura de pequeños perinatos y/o recién nacidos, cuyo tratamiento queda de esta forma limitado exclusivamente también al ámbito doméstico. Es posible suponer que fueron los padres, deudos y actores directos y principales quienes proporcionaron un tratamiento funerario a los pequeños habitantes fallecidos cuando estos aún no habían alcanzado un tiempo de permanencia intrasocial como para hacerse acreedores de algún tipo de identidad, o acumularla, que les permitiese trascender justamente el ámbito de la influencia parental y doméstica arriba señalado. Por otro lado, cabe referirnos al hallazgo de un único individuo adulto femenino primariamente inhumado en un patio de la UH-1. Su sepultura reitera asimismo un patrón de inhumación de relación doméstica, vertical, donde, al igual que para la construcción de la estructura del osario, se despejó el piso de ocupación para colocar las piedras que cimentaron la base de la cámara. A partir de la correlación de los resultados de los fechados obtenidos para este piso (tabla 1, ver fechados nos 1 y 2), con el resultante del análisis por AMS de uno de los huesos de esta mujer (tabla 1, ver fechado n° 5), se pudo comprobar una aparente contemporaneidad entre los eventos de uso de este espacio durante la época incaica. No obstante, la superposición estratigráfica da cuenta de la sucesión de estos eventos (Tarragó 1992). En este sentido, se debe señalar que el aporte radiocarbónico no necesariamente prevalece respecto de aquello que ha sido registrado durante las excavaciones. Esto también se verifica al considerar los resultados de las dataciones obtenidas para el osario y los pisos de ocupación del patio central (R3.1) y los cuartos adosados (tabla 1). Si bien los resultados de los fechados realizados con muestras de las distintas extracciones se agrupan en el mismo rango temporal, al igual que las dataciones de los pisos, la superposición entre ellos es clara. Se debe tener en cuenta que se trata de una serie de eventos complejos de mayor proximidad temporal que la que puede ser distinguida con el método radiocarbónico. En cuanto a la ubicación de la UH-1, en primer lugar, se debe destacar la notable proximidad de las diferentes estructuras que la componen en relación con el sector del Pucará de Tilcara, alejado y periférico, tradicionalmente denominado Barrio Corrales. Es importante señalar su posición, marcadamente cercana respecto de los límites de la periferia sur del poblado, ya que se trata sin duda de un sector con características de marginalidad edilicia respecto de los lugares con más densa y cercana aglomeración de construcciones (Otero y Cremonte 2014). De esta manera, tanto unas viviendas como otras ponen de manifiesto los problemas y conflictos que posiblemente deben haber surgido como consecuencia de una notable saturación de los espacios disponibles para


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fines constructivos y productivos, es decir, vinculados a la especialización artesanal, lo cual debió haberse vuelto una circunstancia particularmente álgida durante los momentos finales de la ocupación prehispánica de este poblado. Mientras que en la mayoría de los recintos excavados en los sectores más elevados del Pucará –trabajados por Ambrosetti (1908) (Zaburlín y Otero 2014) y Debenedetti (1930)–, tanto en cantidad como en calidad y variedad, los hallazgos parecerían apuntar con claridad a una diferenciación espacial en cuanto a la ocurrencia de desigualdades sociales, económicas y culturales hacia el interior del poblado, los hallazgos del denominado Barrio Corrales estarían representando particulares circunstancias demográficas planteadas básicamente en los estratos más bajos y/o del común del pueblo dentro de la estructuración jerárquica de esta sociedad tilcareña sometida por el Inca. En estos sectores más elevados, específicamente en la cima y los faldeos superiores (figura 1), a diferencia de lo registrado en la Unidad Habitacional 1, se detectaron dispuestos como inclusiones mortuorias discos, placas y vasos de metales preciosos, keros de madera, tabletas y tubos trabajados en madera y turquesa, utilizados para la ingesta de alucinógenos, y piezas cerámicas de fina calidad, que imitan los estilos cuzqueños y vasijas de estilos regionales incaicos como el Inca Paya, Inca Pacajes, entre otros. Más allá de las diferencias entre los acompañamientos funerarios de un sector y otro existen varios rasgos compartidos como la reocupación cuasi inmediata de espacios habitacionales abandonados, la observación rigurosa del tratamiento respetuoso de los muertos, aun de aquellos encontrados durante las tareas de redimensionamiento espacial de las unidades destinadas al uso doméstico. La relocalización de los enterratorios primarios eventualmente perturbados, como consecuencia de la necesidad de redimensionar las construcciones de ámbitos habitacionales para uso tanto artesanal como doméstico, señala la existencia de profundos lazos cosmológicos indicadores de vínculos estrechos existentes entre el mundo de los vivos y la esfera propia de los muertos. Esta circunstancia se observa como una constante en el comportamiento funerario de los antiguos habitantes del Pucará, y seguramente es extensiva al ámbito global de la Quebrada de Humahuaca y posiblemente también a sus regiones aledañas. Por último, la determinación etaria y sexual proporcionada por Adaro (2002) nos permite asimismo reflexionar sobre la estructura y el tamaño del grupo social que habitó la Unidad Habitacional 1. La cuantificación de los veinticinco individuos que se incluyeron en las distintas sepulturas de la UH 1 no significa que esta fuera habitada exclusivamente por este número de personas. A excepción de la mujer de la Sepultura 5, los párvulos de las Sepulturas 2, 3, 4 y el niño colocado en la base de la Sepultura 1, todos los restantes individuos fueron relocalizados en el osario. Esto podría implicar que quizás no habitaron necesariamente en vida la Unidad Habitacional 1 tal como fue encontrada, sino que llegaron a ocuparla como consecuencia de la reocupación de otros espacios en momentos en que el agrupamiento poblacional del Pucará alcanzaba su mayor expresión. En el caso de los individuos inmaduros identificados en los


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entierros primarios se puede estimar que formaron parte del grupo de ocupantes de esta Unidad, considerando que este conjunto osteológico se encuentra mayormente representado por niños de muy corta edad (entre el nacimiento y los tres años de vida) y que las características de sus inhumaciones expresan un tratamiento funerario practicado estrictamente dentro del ámbito doméstico por sus familiares directos. Por otro lado, la existencia de una estructura funeraria positiva en el Barrio Corrales, cuya finalidad ha sido albergar restos humanos muy probablemente procedentes de entierros primarios, es un hecho peculiar, aunque no único en la Quebrada de Humahuaca (Cremonte et al. 2006-2007; Nielsen y Boschi 2007). Es destacable, sin embargo, la construcción de esta cámara cuando, tal como se señaló, el patrón general de inhumación que parece ser la regla en las poblaciones en estudio es negativo (entierro). El osario sería, entonces, una estructura funeraria levantada intencionalmente y claramente visible a la distancia. Un examen detallado de la distribución espacial horizontal (colapso), y en particular la vertical (intracámara) de los materiales recuperados, permite visualizar una muy cuidadosa redisposición de los individuos removidos de sus enterratorios originales e inferir que la conformación del osario no fue aleatoria. En efecto, el ingreso de los cráneos en último lugar, coronando el conjunto de las otras inclusiones óseas, es un evento que sugiere fuertemente el valor tanto ritual como simbólico de este hallazgo (Buechler 1980; van Kessel 2001), ya que el cráneo es el complejo anatómico con mayor poder simbólico para representar el fenómeno de la muerte (Adaro 2002; Adaro, Bordach y Mendonça 2003). Vinculado también con aspectos rituales estaría el hallazgo de un peroné humano tallado intencionalmente para darle la forma de una espátula, que permitiría inferir su conexión con prácticas chamánicas y el posible uso de alucinógenos con el fin de establecer nexos entre las distintas esferas cosmológicas, tal como han sido propuestas para el Mundo Andino. La construcción del osario en la Unidad Habitacional 1 tiene un claro significado social y cultural. Por sus características de recinto-monumento (Bordach, Mendonça y Arrieta 2014), podría ser definido como rasgo potente, posiblemente reconocido e interpretado como tal, tanto por los de adentro como por los de afuera del Pucará. Puede entonces conceptualizarse como una variante más de la utilización por parte de los vivos de sus antepasados para afianzar el sentido de la pertenencia, el derecho y la defensa de un espacio valorizado como propio. Hay indicios de la presencia de esta práctica desde que tiene lugar el fenómeno de concentración poblacional en lugares estratégicos, origen de la aparición de centros semiurbanos. Su manifestación parece haber respondido a una diversidad de factores, entre los que se cuentan el surgimiento de jerarquías y estratificación social y la necesidad concomitante de contar con un poder centralizado; el control de recursos naturales considerados limitados, tales como las fuentes de agua, captación de éstas para asegurar el adecuado regadío, por medio de las larguísimas acequias y/o canales en el curso superior del río Huasamayo (González 2011), y la defensa territorial. Esta circunstancia es coherente con la información etnohistórica vinculada con la defensa del Valle por


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Agradecimientos A Myriam Tarragó y a Guillermo Madrazo por introducirnos y orientarnos generosamente en la apasionante historia prehispánica de la Quebrada. A Marta Ottonello por su apoyo desde la Dirección del IIT durante las excavaciones; a María Ester Albeck, Marta Susana Ruiz, María Beatriz Cremonte, Milena Calderari, María Clara Rivolta, Susana

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parte de las etnias quebradeñas (González y Pérez 1972; Ottonello y Lorandi 1987; Tarragó 2000), y en particular con la protección del Pucará de Tilcara en un momento en que, por la densidad demográfica, el control de puntos estratégicos de acceso a las tierras fértiles era crucial. Este pudo ser el caso del valle de altura de El Alfarcito, distante solamente a unos siete kilómetros hacia el Este y cuya vía de acceso a través de la Garganta del Diablo es perfectamente defendible y controlable desde el Pucará. Dado el carácter conservador de las tradiciones en las sociedades andinas, y teniendo en cuenta que el culto a los ancestros ha constituido desde siempre parte esencial de la religión (Zuidema 1973), consideramos que el uso de los antepasados en la legitimización de distintas prácticas territoriales tuvo una larga presencia en la región. Los ancestros no sólo le dan identidad a la comunidad sino que también legitiman su posesión de tierras y recursos (Gil García 2002). De allí la significación del osario vigente hasta la época de los primeros contactos con los europeos. Si se tiene en cuenta que los ancestros cobraban mayor relevancia en tiempos de crisis por interceder con el mundo sobrenatural (Ramírez 2008, 8), la manipulación, relocalización e incorporación de ofrendas durante los momentos Inca e Hispano-indígena, como se registra para el caso de la Unidad Habitacional 1, podrían sugerir el reiterado pedido de alivio ante el impacto de la dominación incaica, y la incertidumbre ante los primeros intercambios con el español, evidenciados por la inclusión entre los objetos culturales del osario de una pieza cerámica atribuible a este momento (Otero 2013). Es posible que el culto a los ancestros de la comunidad local haya supervivido al culto solar Inca. De allí que el Pucará, en el momento de su abandono en tiempos históricos, pudo haber adquirido otro sentido resignificándose como residencia de los antepasados. En este sentido, la construcción de una estructura funeraria positiva, visible a la distancia, es coherente con la interpretación que se ha hecho en vinculación con el uso de los antepasados para afianzar derechos territoriales y de acceso a los recursos de distintos ambientes (Charles y Buikstra 1983). En síntesis, aunque con variaciones conductuales propias de cada caso considerado, podemos evaluar que el respeto hacia los muertos abarcó entonces todas las categorías de edad y de sexo entre los antiguos habitantes del Pucará de Tilcara. La variación general observada en el tratamiento funerario señala la existencia de diferencias en los modos de inhumación pero también pone de manifiesto la uniformidad de pertenencia social de estos individuos habitantes del común del pueblo y de posiciones periféricas respecto de la mayor diversificación y densidad constructiva de otros sectores del Pucará. La descripción, el análisis y el tratamiento crítico comparativo entre ambos serán objeto de una próxima publicación.


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Basílico, Mercedes Garay de Fumagalli, y a tantos otros compañeros participantes en las muchas, enriquecedoras e inolvidables campañas compartidas. Es por ello que nuestro agradecimiento hacia estos colegas profesionales del quehacer arqueológico va en afectuoso recuerdo de tiempos que siempre importarán. Este trabajo fue realizado gracias al apoyo financiero de la ANPCyT-FONCyT, MinCyt Córdoba, CONICET, CyTUNRC y del IIT-FFyL-UBA. Cualquier error u omisión resultan por supuesto de la exclusiva responsabilidad de los autores.

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dencias”. En Los Desarrollos Locales y sus territorios: Arqueología del NOA y Sur de Bolivia, compilado por M. Beatriz Cremonte, 179-198. San Salvador de Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy. Torres, Constantino M., David Repke, Kelvin Chan, Dennis McKenna, Agustín Llagostera y Richard Evans Schultes. 1991. “Snuff Powders from Pre-Hispanic San Pedro de Atacama: Chemical and Contextual Analysis”. Current Anthropology 32 (5): 640-649. Tringham, Ruth. 1995. “Archaeological Houses, Households, Housework and the Home”. En The Home: Words, Interpretations, Meanings, and Environments, editado por David N. Benjamin, David Stea y Eje Aren, 79-107. Avebury: Aldershot. van Kessel, Juan. 2001. “El ritual mortuorio de los Aymara de Tarapacá como vivencia y crianza de la vida”. Chungará. Revista de Antropología Chilena 33 (2): 221-234. Williams, Verónica I. 2004. “Poder estatal y cultura material en el Kollasuyu”. Boletín de Arqueología PUCP 8: 209-245. Zaburlín, M. Amalia. 2006 “El Proceso de Activación Patrimonial del Pucará de Tilcara”. Tesis de maestría, Universidad Internacional de Andalucía, España. Zaburlín, M. Amalia y Clarisa Otero. 2014. “Un manuscrito olvidado de J.B. Ambrosetti: ‘Exploraciones arqueológicas en la antigua ciudad del Pukará de Tilcara”’. En Colección Saberes. Investigaciones del Instituto Interdisciplinario Tilcara, editado por María Elisa Aparicio, Alejandro Benedetti, Lucila Bugallo, Lina María Mamaní, Pablo Meroclli, Mónica Montenegro, Clarisa Otero, Laura Haydée Paredes, Carolina Rivet, Jorge Tomasi, Marina Weinberg, María Amalia Zaburlín, 161-220. Tilcara: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Zuidema, Reiner Tom. 1973. “Kinship and Ancestro Cult in Three Peruvian Communities. Hernández Principe’s Account of 1622”. Bulletin de’l Institut Française d’Etudes Andines, 2 (1): 16-33.



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Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, editores. 2016. Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana | 167-172

Camilo Jaramillo

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Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, editores. 2016. Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana Camilo Jaramillo* Universidad de Wyoming, Estados Unidos

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.07

* Profesor de Spanish and Latin American Literature, Universidad de Wyoming. Entre sus últimas publicaciones están: “Green Hells: Monstrous Vegetations in 20th-Century Representations of Amazonia”. En Plant Horror: Approaches to the Monstrous Vegetal in Fiction and Film, editado por Angela Tenga y Dawn Keetley, 91-109. Palgrave Macmillan, 2017. *camilojaramilloc@gmail.com 1

Me refiero a los libros Islas imaginadas: la guerra de las Malvinas en la literatura y el cine argentinos (2012) de Julieta Vitullo, El país de la guerra (2015) de Martín Kohan y La última guerra: cultura visual de la guerra contra el Paraguay (2015) de Sebastián Díaz-Duhalde.

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n el principio fue la guerra y todo en América Latina tiene la marca de esa experiencia bélica fundacional, el big-bang que habría hecho posible la independencia, naciones, realidades políticas, [y] soberanías” (p. 88). Esta certera oración, escrita por Álvaro Kaempfer en la colección de ensayos que este texto reseña, es la idea estructural del reciente libro editado por Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Aunque informado por discusiones políticas e históricas, Entre el humo y la niebla busca reflexionar, sobre todo, y como su título lo dice, acerca del campo de las representaciones culturales y las maneras en las que estas han pensado y teorizado la guerra y, de paso, reforzado o desestabilizado lo que se entiende por ella. Al enfocarse en la literatura, la fotografía u otras formas de prácticas culturales, el libro llena un vacío en la producción académica latinoamericana, a la vez que extiende el diálogo con otras publicaciones de algunos de los autores también incluidos en la colección de ensayos, como los de Julieta Vitullo, Martín Kohan y Sebastián Díaz-Duhalde1. Uno de los hallazgos fundamentales del libro está en trascender la idea de la guerra como acto político e histórico y preguntar, como lo hacen los editores, “de qué hablamos cuando hablamos de guerra” (p. 24). Así, pensada a partir de sus representaciones culturales, la guerra se revela como una maquinaria cultural que moviliza las maneras en las que se entienden y construyen los espacios: la guerra, nos convence este libro, es un acto de espacialización. Estas representaciones permiten entender


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la guerra como una maquinaria y “epistemología estatal” (p. 11), y pensar las continuidades y similitudes entre los actos de hacer la guerra y constituir el Estado. Pero, sobre todo, y este es uno de los puntos neurálgicos del libro, se revela la guerra como laboratorio de representación y de ficción que lleva a los límites al lenguaje, a la forma y a sus significados: nos presenta la guerra como una “tecnología discursiva” (p. 5). Al hacer todo esto, Entre el humo y la niebla señala un corpus de representaciones culturales sobre la guerra y consolida un inicio para pensar el tema como eje de la cultura del continente. El punto de partida es, más que la definición, la discusión de la indefinición del concepto de guerra y la delimitación de lo que se entiende por ella. Los editores parten de la idea de esta como “práctica militar y discursiva que da forma a la existencia/inexistencia del Estado-Nación moderno” (p. 12) y proponen “pensar la guerra como manera de entender las dinámicas de poder que constituyen el Estado, y que espacializan la geografía imaginada de las naciones y las regiones que componen América Latina” (p. 26). Este posicionamiento sobre lo que se entiende por guerra se amplía y complica a lo largo de los catorce ensayos mediante una reflexión sobre la cercanía de la guerra con la idea de la revolución (ver, por ejemplo, los ensayos de Juan Pablo Dabove y Wladimir Márquez-Jiménez incluidos en el libro), y se problematiza con reflexiones sobre esa nueva forma de hacer guerra como “condición permanente” (p. 10) entre Estados y sujetos en conflicto continuo, como es el ejemplo que expone el ensayo de João Camillo Penna sobre las favelas de Río de Janeiro. A través del recorrido de los ensayos presentes en la edición queda en evidencia la variedad de formas en las que la guerra se ha manifestado en Latinoamérica y, de ahí, su dificultad para teorizarla. A propósito de esto, Entre el humo y la niebla, aunque no la contesta, prepara el terreno para una pregunta por la transformación radical de la idea de guerra en los Estados neoliberales contemporáneos (y la transformación de la idea de Estado como tal) atravesados, en el caso particular de Colombia y México, por la guerra contra el narcotráfico. Frente a la relación entre la guerra y el Estado, los editores se preguntan “si hacer estado es hacer la guerra” (p. 23) y señalan el acto bélico como una de las maneras más emblemáticas de visibilidad y praxis de este. Pensando en las maneras en las que se visibiliza y teoriza la guerra, cabe resaltar el ensayo de Álvaro Kaempfer, “El crimen de la guerra, de J. B. Alberdi: ‘Sólo en defensa de la vida se puede quitar la vida’”, que ofrece un análisis de cómo esta, constituida como excepción, termina, sin embargo, volviéndose la “matriz política, económica, social y cultural” del continente (p. 86). El ensayo, a través de un análisis del discurso político de Alberdi, identifica uno de los posibles precedentes para pensar la guerra desde y para Latinoamérica. Extendiendo la reflexión sobre el estado de excepción como categoría constitutiva del poder del Estado, aparece y reaparece a lo largo de los ensayos la teorización de la guerra alrededor de las teorías de biopolítica y excepcionalidad de Giorgio Agamben, resaltadas a partir de estudios sobre la animalidad y sobre criaturas umbrales que señalan los límites entre el ser social y el ser animal (ver, por ejemplo, los


Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina Camilo Jaramillo

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ensayos de Gabriel Giorgi y Fermín A. Rodríguez). Las reflexiones de Entre el humo y la niebla invitan a pensar la guerra como mecanismo para constituir, garantizar, manipular y abusar el pacto social entre el Estado y el ciudadano, y revelar así su contradictoria operación desde la normatividad y la prevalencia de sus, sólo en apariencia, momentos de excepción. La literatura se presenta entonces, ante esto, como índice de denuncia y reflexión sobre esta contradicción. La guerra es también una cuestión de espacio: “Guerrear es […] reconocer, mirar, distinguir, ubicarse en el espacio, en ocasiones para apropiarlo, en otras para destruirlo, a veces para ‘liberarlo’, o para volverlo mapeable, legible” (p. 14). No en vano, la geografía es un conocimiento que resulta del ejercicio de “guerrear”, verbo que “crea el mismo espacio que quiere conquistar” (p. 15). En relación con esto, Martín Kohan analiza en su ensayo que la guerra –el texto sobre la guerra– se convierte, sobre todo, en una experiencia en y sobre el espacio; la guerra se transforma en un asunto inaudito de percepción, distancia, movilidad, visibilidad e invisibilidad, en donde la expresión de pronto encima articula la acción como experiencia y entendimiento del espacio y la (im)posibilidad de ver o no en él. En la lectura que hace Kohan de La guerra al malón (1907) y de Conquista a la Pampa (1935, póstumo) del comandante Manuel Prado, la guerra no es una experiencia bélica sino un factor que determina la representación de la Pampa y la negociación con esta. Por otra parte, en “La potencia bélica del clima: representaciones de la Amazonía en la Guerra con Perú (1932-1934)”, Felipe Martínez-Pinzón piensa la guerra como una práctica que se ejerce contra el espacio mismo. Así, la guerra aparece como mecanismo de integración de la selva al imaginario y a la economía de la nación, y como recuperación de un espacio-tiempo que amenaza con corroerlo todo. Guerrear es así, también, ordenar y rescatar. Del ensayo de Martínez-Pinzón hay que resaltar la inclusión y el análisis de una mirada poco frecuente en la literatura, aquella que se da desde el avión. También como maquinaria de guerra, el avión posibilita otra manera de relacionarse y dominar el espacio. Contrario al de pronto encima que analiza Kohen, el avión es una manera de hacer, de ver y de espaciar la guerra desde la distancia, una distancia que ayuda a obnubilar y desaparecer la ética que se pone en juego en la guerra. (Para más sobre la relación entre guerra y espacio, ver el ensayo de Kari Soriano Salkjelsvik incluido en el libro). La guerra es también maquinaria de tiempo: aparece, por ejemplo, en la emergencia de las ruinas tras la guerra de Canudos, que analiza Javier Uriarte; en las fotografías que son índice de muerte, en el ensayo de Sebastián J. Díaz-Duhalde, o en el tiempo corroedor de la selva que se contrasta con el tiempo productivo de la nación, y hasta en el de pronto encima que trabaja Kohen. Pero si bien Entre el humo y la niebla deja claro que la guerra es cuestión de espacio, deja abiertas preguntas sobre la guerra como un mecanismo que impone, produce u oculta ciertas temporalidades. Cabría preguntarse, entonces, por cuál es la temporalidad de la guerra y por el tipo de temporalidades que impone. En el discurso de la nación, la guerra hace parte de la puntuación de la Historia, y, junto con sus formas de ejercitar poder y de crear espa-


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cios y geografías, impone una narrativa de tiempo en aquello que Benjamin llama “a homogeneous, empty time” (2014, 261). Visto así, la guerra produce y participa de una cierta idea (hegeliana) del tiempo como Historia, de la cual habría que generar una distancia crítica. Por otra parte, el trauma de la guerra se recuerda, no sólo en la conmemoración del museo, como lo analiza M. Consuelo Figueroa G. en su ensayo sobre la celebración de guerras en Chile, sino como memoria traumática que se personaliza, se revive, se recuenta, se negocia, y en su proceso se fragmenta en la temporalidad del yo. Pero más allá de la reflexión sobre el Estado, el espacio o el tiempo, el epicentro del libro está en lo que, imitando las palabras de los editores, la guerra le hace al lenguaje. Uno de los más sólidos aportes del libro radica en la propuesta de la guerra como mecanismo de reflexión sobre la representación y como laboratorio de producción literaria. Como explican los editores, la guerra, “a la vez que produce lenguaje y es producida por el lenguaje, lo trastoca, lo cambia, transformando a quienes nombra o deja de nombrar” (p. 25). En otras palabras, la guerra nos acerca al límite del lenguaje y de la representación, a “su indecibilidad e inestabilidad” (p. 25). Es por eso que la guerra, como tal, casi no está. Está su antes, su después, su espera o su mientras tanto, pero no la guerra en su bulla y su acción. De ahí, entonces, que la guerra sea aquello que está entre el humo y la niebla, en esas zonas difusas que la guerra quiere aclarar, y entre esos humos que deja la batalla: “el Estado concibe la guerra como una disipación de zonas de niebla que distorsionan su mirada al permanecer impenetradas por ella” (p. 8). Pero a su vez, “el humo […] es también la huella, el trauma, el conjunto de los discursos que acompañan y suceden al conflicto” (p. 9). A los límites del lenguaje y de lo indecible nos lleva el ensayo de Javier Uriarte sobre Os sertões (1902) de Euclides da Cunha, incluido en Entre el humo y la niebla. En su lectura sobre los acontecimientos de Canudos, en Brasil (1897), la guerra emerge como una lucha con el lenguaje y la imposibilidad de este de decir, de dar cuenta de. Dice el autor: Creo que el logro más importante de Os sertões no radica en las férreas certezas del narrador, sino en el derrumbe de las mismas. Se trata de la textualización de una incomprensión: es el dejar de reconocerse o el reconocerse como otro, como incapaz de entender del todo, el desnudar la guerra como imposibilidad de la mirada. Al mismo tiempo que hace presente este límite y reconoce la insuficiencia de la mirada del narrador, Os sertões presenta la lucha de este último con su propia capacidad de decir. Es en gran medida un libro sobre el propio lenguaje llevado a sus límites máximos, en lucha consigo mismo. (p. 139)

En la narrativa cultural de Brasil, la guerra de Canudos marca un antes y un después. El texto de da Cunha desestabiliza y redefine la manera en la que la nación se piensa en el siglo XX. Es, se puede decir, el temprano antecedente sine qua non del modernismo brasilero y la redefinición de su identidad poscolonial moderna. Al identificar la guerra como un momento en el que el lenguaje entra en crisis, Uriarte


Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina Camilo Jaramillo

apunta, aunque no lo diga, a la guerra como el momento en el que se forja la reinvención del lenguaje del Brasil moderno. Esto, más que organizar la historiografía literaria de Brasil, alerta sobre el poder de la guerra de desmantelar y reinventar un lenguaje para el Estado, la nación y su identidad. En otras palabras, la guerra es laboratorio de la nación y de su lenguaje. Esto también lo extiende el ensayo de Roberto Vechi incluido en el libro. A los límites del lenguaje y de la voz también nos lleva el ensayo de Gabriel Giorgi, “La rebelión de los animales: cultura y biopolítica”. En su lectura de la voz animal –la voz y su sentido distinguen y conceden el reconocimiento político del cuerpo–, Giorgi nos lleva a un análisis del lenguaje en la guerra por partida doble. Por un lado, su enfoque vuelve al animal y a su voz para complicar las fronteras de la inscripción política y de la soberanía, y por otro, reflexiona sobre la cualidad del lenguaje en la guerra y los límites de su decibilidad. En otras palabras, nos lleva a pensar en el aullido de guerra y su in/constancia como lenguaje de la batalla y en la batalla. Dice Giorgi que:

La guerra, pues, se presenta como momento de rearticulación de la voz, el lenguaje, y rearticulación de las políticas que determinan su legibilidad y sentido. Me interesa resaltar el ensayo de Sebastián J. Díaz-Duhalde, “‘Cámara bélica’: escritura e imágenes fotográficas en las crónicas del Coronel Palleja sobre el Paraguay”. Este ensayo introduce la cultura visual como parte fundamental del corpus de representaciones culturales sobre la guerra. Como rastro de la muerte, la fotografía visibiliza la guerra sólo cuando esta ya no está; aparece, como dice el autor del ensayo, “como un resto” (p. 64). Es decir, aunque la hace visible, al registrar eso que ya no está presente, la ubica de nuevo en el humo y en una ambigua categoría temporal. Por otra parte, el ensayo de Díaz-Duhalde extiende la reflexión sobre los límites de la representación al proponer que en los escritos del coronel Pallejas, la fotografía entra a renovar y transformar el discurso narrativo, generando un “nuevo sistema representacional” (p. 74) en el que el lenguaje “echa mano de procedimientos fotográficos para ‘hacer visible’ la guerra” (p. 69); de nuevo, la guerra como laboratorio de una literatura que busca salirse de sus convenciones. En relación con la cultura visual y el campo de los estudios interdisciplinares, habría que notar la ausencia en el libro de estudios sobre la guerra en el cine. Películas como La hamaca paraguaya de Paz Encina (2008), sobre la guerra del Chaco; La sirga de William Vega (2013), sobre el conflicto armado colombiano, o incluso Tropa de élite de José Padilha (2007), sobre las favelas de Río de Janeiro, son algunos ejemplos de producciones fílmicas que

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[…] en los textos de las rebeliones animales, ese espacio de incertidumbre en torno a lo oral es una zona poblada de ruidos, aullidos, gruñidos, que marca el límite no ya entre el lenguaje y no lenguaje, sino el umbral de la virtualidad del sentido; del sentido como inmanencia, como pura potencialidad. La pregunta ahí no es ¿quién habla? o ¿quién tiene derecho a hablar? sino, más bien, ¿qué es hablar? o ¿qué constituye un enunciado? (p. 210)


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en los últimos diez años han pensado la guerra, la violencia y la nación en formas similares a las que los ensayos de Entre el humo y la niebla elaboran críticas del tema. Queda la pregunta abierta: ¿cómo ha aparecido la guerra en el cine latinoamericano? Los aciertos de Entre el humo y la niebla son muchos. El libro está informado por, y a la vez extiende, debates contemporáneos relacionados con la soberanía del Estado y sus límites, la biopolítica, los estudios animales y, en general, sus reflexiones sobre el rol de la literatura y los estudios literarios para darles continuación o interrupción a los aconteceres políticos del continente. La capacidad de la literatura como herramienta que obliga a generar una distancia crítica frente a la guerra, y de paso, también, frente a los discursos nacionalistas se ve con claridad en el ensayo de Julieta Vitullo sobre la guerra de las Malvinas (de 1982) incluido en Entre el humo y la niebla: “La guerra contenida: Malvinas en la literatura argentina más reciente”. Vitullo afirma, por ejemplo, que “la ficción se impuso como interrupción de los discursos sociales y mediáticos sobre la guerra, constituyéndose como saber específico, con estatuto y reglas propias” (p. 272). El libro, editado por Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, identifica un corpus de producciones corporales y consolida un campo de estudio amplio, sólido y relevante. El libro expone y desarrolla aquello que indica Vitullo: las representaciones culturales se constituyen como un saber específico que nos obliga a generar una distancia crítica respecto al fenómeno de la guerra y sus consecuencias. El libro es, pues, un punto de partida clave para el campo de estudios que inaugura.

Referencias

1. Benjamin, Walter. 2014. “Theses on the Philosophy of History”. En Illuminations: Essays

and Reflections, 253-267. Nueva York: Schocken Books. 2. Díaz-Duhalde, Sebastián. 2015. La Última Guerra. Cultura Visual de la Guerra contra

Paraguay. Buenos Aires y Barcelona: Sans Soleil Ediciones. 3. Kohan, Martín. 2014. El país de la guerra. Buenos Aires: Eterna Cadencia. 4. Martínez-Pinzón, Felipe y Javier Uriarte, eds. 2016. Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana. 5. Vitullo, Julieta. 2012. Islas imaginadas. La Guerra de Malvinas en la literatura y el cine argentinos. Buenos Aires: Corregidor.




D O C U M E N T O S Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 177-203 Claudio Lomnitz, Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de Reichel para la antropología colombiana

Erna von der Walde, Comentario a las “Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de Reichel para la antropología colombiana” de Claudio Lomnitz Gerhard Drekonja-Kornat, Gerardo ReichelDolmatoff. Crecer en Europa en tiempos violentos, un melodrama Roberto Suárez M., Esa es otra historia. Reflexiones en torno a la memoria de Erasmus Gerhard Reichel o Gerardo Reichel-Dolmatoff

Ricardo Rey Cervantes: Una trayectoria fotográfica multisituada | 205-207

Margarita Serje



Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff* DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08

Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de Reichel para la antropología colombiana Claudio Lomnitz** Universidad de Columbia, Estados Unidos

refacio. Erasmus Gerhard (Gerardo) Reichel (Dolmatoff) fue un nazi convencido en su juventud, que participó en las SS desde 1931 hasta 1936. Las fechas lo hacen uno de los responsables directos del ascenso de Hitler, aun cuando su salida de las SS y de Alemania después de 1936, y su vida en Colombia a partir de 1939, sugieren que no tuvo participación directa en los crímenes del nazismo durante la guerra, a menos que las investigaciones de archivo, aún no concluidas, mostraran que hubiese tenido algún papel en la inteligencia y el espionaje nazi en Colombia, cosa que no se puede descontar de antemano, aunque parece sumamente improbable, y en lo personal y por los indicios que tenemos, no creo que haya sido el caso. Las tesis que propongo aquí son, en su conjunto, un intento de enmarcar el significado de esta experiencia para la antropología colombiana. No es evidente en sí mismo que el pasado fascista de Reichel haya tenido relevancia para la

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En febrero de 2016 el Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes precidió el evento “Los años oscuros de Gerardo Reichel-Dolmatoff ”, en el que participaron ponentes nacionales y extranjeros. Para su edición número 27, Antípoda agrupa en este documento los aportes posteriores de tres de estos académicos, Claudio Lomnitz, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez Montañez, quienes brevemente exponen información y reflexiones pertinentes para este debate. Finalmente, incluimos también un comentario a la propuesta del profesor Lomnitz, escrito por Erna von der Walde, con el propósito de ampliar el repertorio de voces que participan de esta conversación. En el futuro esperamos contar con nuevas contribuciones de nuestros lectores con el objetivo de ampliar una discusión que consideramos importante para la antropología del país y de la región.

** Doctor en Antropología, Universidad de Stanford, Estados Unidos. Profesor de Antropología en la Universidad de Columbia. Entre sus últimos libros están: La nación desdibujada: México en trece ensayos. México: Malpaso, 2016; The Return of Comrade Ricardo Flores Magón. Nueva York: Zone Books, 2014, y (con Friedrich Katz) El porfiriato y la revolución en la historia de México. México: ERA, 2011. *claudio.lomnitz@gmail.com

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A la memoria de Rodolfo Stavenhagen (1932-2016)


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valoración del papel histórico de quien se ha dicho “ha sido la mayor influencia de la antropología colombiana” (Ardila 1997, 6), como tampoco es evidente que no la tenga. ¿Cómo pensar la cuestión de la relevancia del pasado nazi de Reichel para la antropología colombiana? El propósito de estas tesis es contribuir a pensar esta cuestión. Tesis 1ª. No existe el “nazi eterno”. El nazismo, como cualquier formación cultural y política, es un fenómeno histórico. El hecho de que Reichel proviniera de una familia rebosante de nazis, y que en su juventud y temprana adultez hubiera sido un fascista militante convencido y violento, no implica necesariamente que su racismo y ultraderechismo hayan continuado después, durante sus años en Alemania o en Europa. Es probable, aunque no seguro, que Reichel haya cambiado, y que haya hecho de lado al nazismo desde su llegada a Colombia, o incluso posiblemente un poco antes, en París. Tesis 2ª. El nazismo de Reichel fue un aspecto profundamente vergonzozo de su historia; por lo tanto, no se puede descontar que careciera de mucho significado personal para él durante el resto de su vida. La vergüenza de Reichel queda demostrada, no únicamente por el silencio que guardó respecto de su nazismo, incluso dentro de su familia, sino también por la forma en que mintió respecto de su pasado. Así, cuando la Universidad de los Andes le confirió un doctorado honoris causa, pocos años antes de su muerte, Reichel explicó las causas por las que había estudiado antropología, diciendo haberse “criado en un ambiente de libros, de antigüedades y de conversaciones inteligentes”, en un “imperio multinacional situado en una encrucijada de culturas, razas e idiomas”, y haber recibido su “educación secundaria en un antiquísimo convento de benedictinos, donde se despertó en mí un vivo y duradero amor por la filología, la mitología griega y romana y, en general, por la historia del Mediterráneo [...]”. Habría sido en aquel ambiente familiar y escolar donde, según Reichel, se fincaron en él “las primeras bases de una formación humanística y de un interés cada vez más fuerte en la pluralidad de las culturas y con ello en la asombrosa diversidad de motivaciones y metas de las sociedades humanas” (Reichel-Dolmatoff 1991, 11). Sin embargo, Augusto Oyuela Caycedo ha documentado que el padre de Gerardo Reichel mantuvo amistad personal con Hitler, y fue el enviado del Príncipe de Baviera ante el futuro “Führer” para negociar una relación política entre ambos. Es un dato que califica las “conversaciones inteligentes” de la familia en que se crió nuestro sujeto, y las revela como parte de un ámbito que de ninguna manera sentaba bases para “una formación humanística” interesada por o comprometida con “la pluralidad de las culturas”. En cuanto a la educación humanista que supuestamente recibió en el convento benedictino de Kremsmünster, Oyuela explica que Reichel “[...] crea secretamente en 1928, un grupo (Orsgruppe) de Juventudes Hitlerianas, las cuales se fundan por primera vez en 1926 y entran a familiarizarse con los escritos de Goebbels, Gregor Strasser y Otto Bangert sobre la historia y la situación de Alemania. Menciona también que recibió una copia autografiada de Hitler de ‘Mein Kampf ’” (Oyuela Caycedo 2012, 13). El hecho de que Reichel haya seguido mintiendo de esta manera acerca tan pública su pasado, y ya como un viejito, y en un momento en que se celebraba su vida, y además que sus mentiras se hayan orientado a la glorificación de su familia,


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de su escuela y de sí mismo, sugiere que el sujeto no expurgó el nazismo ni en el plano psicológico, ni en el plano social. Tesis 3ª. En otro homenaje que se realizó a nuestro personaje, Gerardo Ardila publicó que Gerardo Reichel-Dolmatoff consideraba que su misión más importante era “rescatar la dignidad del indio colombiano”, enseñándoles a Colombia y al mundo que los indios han desarrollado y mantienen “una filosofía profunda, coherente, y de gran valor para el futuro de la humanidad” (Ardila 1997, 16). La mención de la “coherencia filosófica” de las culturas indígenas es recurrente en declaraciones de Reichel. Se trata de una verdadera obsesión, que sugiere que Reichel buscaba curarse con los indios de Colombia, ya que su propia filosofía no era ni coherente, ni integradora del plano cósmico. Según Ardila, “El profesor Reichel-Dolmatoff decía con frecuencia que entre los indios de todas las comunidades se podía encontrar un Marx, un Freud, un Jung. Para él la antropología no debía convertirse en misionerismo de ningún tipo” (Ardila 1997, 3-4). Habría sido a través justamente de esos indios-genios, de un diálogo personal con todos los alter-Marxes y los alter-Freuds, que Reichel se dignificó a sí mismo, imaginando, por una parte, que las raíces de su propia acción se hubieran anclado en un saber filosófico, y no en un intento de curarse del racismo militante y nacionalismo rampante del nacionalsocialismo, que, francamente, tienen bastante poco que ver con el aristotelismo especulativo del que Reichel se proclamaba heredero. La supuesta dignificación del indio es en realidad una dignificación de sí mismo y de la cultura de la que proviene; es una dignificación a través de una cura, que se da en el proceso de encuentro esforzado y de rescate obsesivo del indio por parte de un occidental. Tesis 4ª. La dignificación que Reichel le habría conferido al “indio colombiano” se fincó en tres operaciones: la cronología arqueológica, la escritura etnográfica y la valoración estética. Cada una de esas operaciones sirve a su vez de fundamento para productos secundarios que han sido fundamentales para la cultura pública colombiana, como exhibiciones de museo, libros o imágenes fotográficas para el público general. Había por eso importantes coincidencias entre el interés de Reichel por la coherencia filosófica del indio y los intereses del turista, del Gobierno y del educador por retratar a las sociedades indígenas como un mundo paralelo y prístino. Tesis 5ª. La visión de lo indio como un mundo paralelo “dignifica” más y mejor que la del mundo indígena como campo de sometimiento. La cultura del sometimiento difícilmente puede ser “coherente” porque carece de autonomía: responde y es siempre sensible a las exigencias de la cultura dominante. El anhelo de hallar un mundo indígena puro y apartado es bastante antiguo y mana de lo que podríamos llamar la melancolía de la conquista, es decir, de la conciencia de que el contacto con la alteridad radical trastoca la cultura de manera irreparable. Esta conciencia de la alteración por contacto explica dos figuras de la visión de Reichel acerca de su propia antropología: primero, la del trabajo etnográfico como una conversación entre especialistas (el chamán-filósofo y el antropólogo-filósofo), y segundo, la del papel del


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08

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antropólogo como intérprete. Reichel se ve a sí mismo como una persona capacitada para ser intérprete y bisagra entre dos mundos. Tesis 6ª. Estas dos posturas frente al quehacer antropológico no tienen un valor político fijo. De ninguna manera se puede decir que la idea de la etnografía como conversación sea reaccionaria. Tampoco lo es la idea del antropólogo como intérprete. Ni tampoco se puede calificar ni una actitud ni la otra como intrínsicamente progresistas. La conversación y el papel de traducción son inherentes al quehacer antropológico. El problema político está en otra parte. Tesis 7ª. El interés por la mitología y por la coherencia cultural en Reichel está en tensión con la historia, porque se supone que para entender esa coherencia, el antropólogo-intérprete parte de alguna experiencia propia paralela. De ese modo sutil, la historia propia es negada y trastocada, sublimada a través de la mentira o el olvido, una versión bellamente humanista, según la cual Reichel supuestamente habría participado en “el primer movimiento antifascista” del Museo del Hombre de París, fue amigo de Pío Baroja desde París, que probaría su simpatía por la República española y su identificación antifascista, y, por último, fue invitado a Colombia por el “presidente liberal Eduardo Santos”, siendo ministro de Educación Jorge Eliécer Gaitán, hecho que consolidaría su propia imagen de pureza prístina. La obsesión por la coherencia y por su papel como intérprete sirve para restaurar la coherencia y el humanismo de su propia historia. Son los instrumentos de una cura. Traduttore traditore, sí, pero lo que está trastocando Reichel al traducir lo indio como una filosofía coherente es, en primer lugar, la incoherencia de su propia historia. Tesis 8ª. La idealización del indio por parte de Reichel le resultó útil a la sociedad colombiana, que se enorgullecía de tener entre sus filas a un miembro de la aristocracia austríaca dedicado al descubrimiento de su país, y en especial de una Colombia que existiría más allá del sometimiento de clase o político, y que además les ofrecería a los nacionalistas la posibilidad de vanagloriarse por tener en su territorio una alternativa propia para la humanidad. Es la visión del indio como recurso natural del nacionalista. Hay en la sociedad colombiana interés por ubicar el corazón espiritual de la República en sus márgenes. El Museo del Oro es una expresión estética paradigmática de este impulso, que exhibe la forma en que se toca la riqueza material incalculable con la espiritualidad más pura del chamán, y todo conservado en un museo-caja fuerte, propiedad del Banco de la República. Tesis 9ª. El nazismo de Reichel es perturbador para la antropología y para la sociedad colombianas, no porque el Gerardo Reichel-Dolmatoff que todos conocieron haya sido un nazi, sino porque la agencia de la pureza espiritual que, se supone, subyace a la riqueza material de la nación sólo ha recaído en un traductor proveniente de la alta cultura europea, que decía estar conversando con el indio de tú a tú, de Aristóteles a Aristóteles, de Marx a Marx, o de Freud a Freud, cuando en realidad, atrás de la máscara aristotélica de Reichel, lo que había era un hombre curándose de un pasado oculto y sublimando con esa máscara su dolorosa y penosa historia.


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Referencias 1. Ardila, Gerardo. 1997. “Gerardo Reichel-Dolmatoff: antropólogo de Colombia”. VIII

Congreso de Antropología en Colombia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia y Museo del Oro. 2. Oyuela Caycedo, Augusto. 2012. “Las raíces nazis de Erasmus Reichel, la vida en Austria (1912-1933). Memorias”. Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe 18. 3. Reichel-Dolmatoff, Gerardo. 1991. “Motivaciones”. Doctorado Honoris Causa. Bogotá: Universidad de los Andes.

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Comentario a las “Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de Reichel para la antropología colombiana” de Claudio Lomnitz Erna von der Walde* Filiación XX, Colombia

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s un honor que se me haya pedido comentar las tesis de Claudio Lomnitz acerca de la relevancia del nazismo de Gerardo Reichel-Dolmatoff para la antropología colombiana. Al mismo tiempo, puesto que no soy antropóloga, esta tarea constituye un desafío que tal vez exceda mis capacidades para hacerles justicia. Me interesa ante todo resaltar que el propósito es entablar una conversación y examinar con cuidado, en la medida de lo posible, los elementos que permiten avanzar en ese propósito. Las tesis tocan tres puntos fundamentales: el pasado nazi de Reichel y el silencio con el que se encubrió este pasado, su labor como antropólogo y la visión idealizada del indígena que construye como sanación de la culpa, y por último, una apreciación del impacto que tal idealización del indígena tiene sobre la antropología colombiana. Los planteamientos de Lomnitz son pertinentes y merecen ser discutidos. Justamente por esa razón, me parece importante establecer con claridad las “fallas” en el argumento. Y me refiero a fallas no en el sentido de errores, sino en un sentido más geológico, como las fisuras o grietas que permiten leer críticamente su exposición. Lomnitz retoma el debate generado alrededor de las revelaciones que hizo Augusto Oyuela Caycedo acerca del pasado nazi de Reichel en una ponencia presentada el 18 de julio de 2012 en el Congreso Internacional de Americanistas en Viena1. En ese momento, hace casi cinco años, se desató una fuerte polémica, en la que intervinieron notables antropólogos y en la que se planteó la necesidad de revisar las implicaciones de ese pasado nazi del “padre de la antropología” para el quehacer antropológico colombiano2. También intervino Lomnitz con lo que puede llamarse un esbozo de lo que plantea más en detalle en estas tesis. * PhD en Literatura de la Universidad de Essex, Inglaterra. Ha sido profesora de Literatura Latinoamericana en New York University y en la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Entre sus últimas publicación está: “Cien años de soledad, historia en fábula”. Cuadernos de Literatura XVIII (36): 109-114. *evonde@gmail.com 1

La información y documentación en las que se basa Lomnitz provienen del artículo publicado después de la conferencia: Augusto Oyuela Caycedo. “Arqueología Biográfica: Las raíces Nazis de Erasmus Reichel, la vida en Austria (1912-1933)”. Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe Colombiano 9 (18), diciembre de 2012. Disponible en: http://rcientificas.uninorte.edu.co/index.php/memorias/article/ viewArticle/4839/3831

2

Jaime Arocha, “El pasado nazi está en otra parte” (El Espectador, 3 de septiembre de 2012), disponible en http:// www.elespectador.com/opinion/el-pensamiento-nazi-esta-otra-parte-columna-372345. René Campis, “ReichelDolmatoff, con el beneficio de la duda” (El Heraldo, 12 septiembre 2012), disponible en http://revistas.elheraldo.co/ latitud/reichel-dolmatoff-con-el-beneficio-de-la-duda-80225. Federico Moscoso Cintrón, “Legado en la Mirilla: La obra de Reichel-Dolmatoff y su pasado Nazi” (El Post Antillano. Cultura, 19 de octubre de 2012), disponible en http://elpostantillano.net/component/content/article/298-caribe-mas-alla/3264-federico-cintron-moscoso.html.


Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff Claudio Lomnitz, Erna von der Walde, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez M

Camilo Jiménez Santofimio, “El pasado nazi de Reichel-Dolmatoff, la historia oculta” (Arcadia, 13 de agosto de 2012), disponible en http://www.revistaarcadia.com/impresa/polemica/articulo/el-pasado-nazi-reichel-dolmatoff/29258. Claudio Lomnitz, “El expediente Reichel-Dolmatoff” (La Jornada. Opinión, 22 de agosto de 2012), disponible en http://www.jornada.unam.mx/2012/08/22/opinion/017a2pol. Lucas Ospina, “La pureza de Erasmus Gerardo Reichel-Dolmatoff” (La Silla Vacía, 30 de agosto de 2012”, disponible en http://www.lasillavacia.com/ elblogueo/lospina/35777/la-pureza-de-erasmus-gerardo-reichel-dolmatoff. Elías Sevilla Casas, “El debate sobre Reichel-Dolmatoff: más allá del mito” (Razón Pública, s. f.), disponible en http://razonpublica.com/index.php/ econom-y-sociedad-temas-29/3181-el-debate-sobre-reichel-dolmatoff-mas-alla-del-mito.html. María Victoria Uribe, “Lo que va de Erasmus Reichel a Gerardo Reichel Dolmatoff” (Razón Pública, s. f.), disponible en http:// www.razonpublica.com/index.php/econom-y-sociedad-temas-29/3169-lo-que-va-de-erasmus-reichel-a-gerardo-reichel-dolmatoff.html. Luis Guillermo Vasco, “Erasmus Gerardo Reichel-Dolmatoff: fascismo y antropología en Colombia”, blog disponible en http://www.luguiva.net/articulos/detalle.aspx?id=93.

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Conviene comenzar por la afirmación inicial de Lomnitz en el Prefacio a sus tesis. Allí señala que Reichel “fue un nazi convencido en su juventud, que participó en las SS de 1931 a 1936”, y por las fechas, concluye que fue “uno de los responsables directos del ascenso de Hitler”. Los datos en los que se basa son extraídos del mencionado artículo de Oyuela, y, ciertamente, una lectura cuidadosa de este revela que muchos de los datos están sustentados con evidencia documental extraída de archivos en Alemania y en Estados Unidos, pero no siempre queda enteramente claro cuál fue el curso de los eventos ni la responsabilidad de Reichel en estos. La afirmación de Lomnitz no parece totalmente justificada. Según la información que suministra Oyuela, Reichel ingresa a las SS en 1933, o sea, en el mismo año en que Hitler asciende al poder. Esto a nivel factual. A nivel del argumento, sin embargo, se impone la pregunta: ¿es posible hablar de la responsabilidad directa de un joven de 21 años, cuyo padre era un fuerte simpatizante del nazismo, en la carrera de Hitler? Colaborador, seguidor, participante, cómplice, vienen a la mente antes que promotor, responsable o causante. Esto no es una minucia. Si el cometido es establecer el impacto que puede haber tenido la ideología nazi en el pensamiento del así llamado “padre de la antropología” colombiana, es importante establecer si hay niveles de responsabilidad o colaboración e incluso, como paso previo, definir qué entendemos por esa ideología nazi. Un punto ineludible es el de los conceptos de raza, por cuanto están fuertemente entrelazados con la misma historia imperial dentro de la cual se organiza el campo de actividad de la antropología. El artículo de Oyuela señala que la información que se tiene de los primeros años de la vida de Reichel proviene de una novela de Gustav von Festenberg llamada Der Zauberer (El mago), publicada en 1947, y de un escrito publicado en Praga por Ottor Strasser en 1937, bajo el título Geständnisse eines Gestapo-Mörders (Confesiones de un asesino de la Gestapo). Oyuela señala que el título es “equívoco” pero no explica por qué. Una posible explicación es que Reichel no estuvo en la Gestapo (sino en las HJ, en las SA y en las SS). Oyuela señala, pero sin mayores dilucidaciones, que las “confesiones” fueron posiblemente extraídas de los diarios de Reichel y publicadas sin su autorización, por lo cual demandó a Strasser.


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Hay que notar que estas “Confesiones” y la novela son textos que se producen después de la expulsión de Reichel de las SS y de su salida de Alemania. Es más, y esta es una de las “fallas” a las que me refiero, no se rastrea claramente la historia de esas “Confesiones” que publicó Strasser en Praga. ¿Qué pasó entre 1936, cuando Reichel es expulsado de las SS, y 1937, cuando se exilia en París y aparecen publicadas esas confesiones? ¿Por qué y cómo tiene acceso Strasser a los diarios de Reichel? Si se acepta la premisa de que el nazismo de Reichel tiene un impacto en la antropología colombiana, es necesario no sólo evaluar el carácter de esa afiliación, sino también su transición de miembro del Partido Nacionalsocialista a miembro de la resistencia al nazismo. ¿Hay alguna relación entre su expulsión de las SS, el contacto establecido con Otto Strasser (en ese punto, organizador de la resistencia a Hitler, primero en Austria y luego en Checoslovaquia), el exilio en Francia, el contacto con Paul Rivet en Colombia? Con los datos que se tienen a disposición a partir del artículo de Oyuela es difícil, si no imposble, entender lo que sucede en esos años cruciales. Esta “falla”, esta fisura en el relato, requiere mayor indagación. Lomnitz inserta en esa fisura dos hipótesis: una es la de la vergüenza que sintió Reichel por su pasado, demostrada en el silencio y las mentiras sobre su vida, pero también que esas mentiras son prueba de que no “expurgó el nazismo”; la otra es que su quehacer antropológico, supuestamente orientado a la dignificación del indígena, constituye un proceso de cura o sanación. Es decir, en ese punto crucial que va del nazi al antropólogo dignificador del indígena se traza el arco que une las filiaciones políticas del joven Reichel con la antropología colombiana.

*** No es mi intención de ninguna manera “exculpar” a Reichel o negar que pueda haber tal impacto. La apreciación de Lomnitz sobre los usos que el Estado colombiano ha hecho de la idealización del indígena en la obra de Reichel es sugerente. La institucionalización de una estética reificadora de lo indígena, que lo desarticula del proceso histórico y lo consigna en un espacio por fuera del tiempo de la nación, es un debate que atañe no sólo a la antropología, sino a muchas disciplinas, en la medida que atraviesa una multitud de imaginarios colombianos. Mi preocupación, sin embargo, es si ese pasado nazi es el que sobredetermina contundentemente la producción de esa visión del indígena, a su vez apropiada y perpetuada por el Estado colombiano. Pero considero que tampoco puede descartarse. Por eso mismo, si este debate realmente nos puede llevar a aclarar aspectos fundamentales no sólo del quehacer antropológico en Colombia, sino de la creación de imaginarios y la perpetuación de ideologías, tal vez es necesario pasar de la vida de Reichel a la obra misma, a su tejido y entramado. Más allá de ello, considero que es fundamental tener en cuenta los contextos en los que se ha movido esa obra. Por decirlo algo burdamente, la dignificación que


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hizo Reichel del indígena colombiano es, sin la menor duda, problemática, pero antes de ello primaban la violencia y el exterminio. Eso no exculpa ni exime. Pero es importante cuidarse de trazar una excesiva sobredeterminación del nazismo en la evaluación de una obra que, con todas sus “fallas”, tiene también aspectos notables. Se corre el peligro de que también esos aspectos notables y altamente rescatables se los “debamos” a esa misma ideología. Es decir, si aceptamos la premisa de que el nazismo de Reichel tiene un impacto en su obra y que esa obra a su vez atraviesa, como un defecto de nacimiento, el quehacer antropológico colombiano, hay que leerla con todas sus tensiones y contradicciones. No para eximirla de sus responsabilidades, sino para que, como “herederos”, los colombianos podamos procesar y superar sus implicaciones.

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Gerardo Reichel-Dolmatoff. Crecer en Europa en tiempos violentos, un melodrama* Gerhard Drekonja-Kornat** Universidad de Viena, Austria

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a reciente celebración organizada por la Universidad de Viena con motivo del 650 aniversario de su fundación en 1365 da origen al presente artículo. Entre los numerosos actos conmemorativos se contó, al fin, con un espacio dedicado a tematizar el destino que corrieron nuestros profesores y estudiantes antifascistas y, particularmente, el destino que corrieron los judíos. La primera mitad del siglo XX se caracterizó por ser un período muy convulso. En cuestión de pocas décadas, la Universidad asistió a la transición de la monarquía a la república, de la república al autoritarismo católico y finalmente al nacionalsocialismo. El fuerte antisemitismo existente en los círculos académicos, incluso antes de que apareciera Hitler, permitió que peleas, asesinatos, expulsiones y deportaciones estuvieran a la orden del día. En 1945, cuando a la República de Austria se le presenta una segunda oportunidad en la historia, en la Universidad de Viena impera un silencio de plomo respecto al pasado. Algunas décadas después, jóvenes historiadores contribuyen a los actos de celebración del aniversario de la Universidad revisando aquellos difíciles años e introducen el término transformación para denominar el comportamiento de aquella generación de sobrevivientes que pactó con los nazis, es decir, la cooperación y la adaptación de los años posteriores a 1945 son el resultado de una transformación que no pasó por un proceso de limpieza y duelo. Señores profesores, ¿qué era lo que estaban haciendo antes de 1945? La respuesta a esa pregunta era obvia. ¡Evidentemente, estábamos transformándonos! Por mi parte, en lo que a mí respecta, no estaba buscando transformaciones, sino más bien algo heroico, un cambio radical, la purificación, la catarsis. Algo semejante a lo que sucede con la conversión de Saulo descrita en el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 9: Saulo, perseguidor de cristianos, cabalgaba con destino a Damasco para continuar con las persecuciones, cuando ve un resplandor del cielo, oye una voz y, finalmente, cae del caballo: se convierte y a partir de ese momento es Pablo, el cristiano.

*

Este documento presenta una reflexión del autor posterior a su participación en el evento “Los años oscuros de Gerardo Reichel-Dolmatoff ”, celebrado en el mes de febrero de 2016 y organizado por la Universidad de los Andes. Traducción al español por Olga León Touzard a solicitud del autor.

** Profesor emérito en la Universidad de Viena, donde presidió la cátedra de Historia No Europea, con énfasis en América Latina. *gerhard.drekonja@chello.at


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Ahora bien, en el siglo XX los milagros no existen, si bien es cierto que se dan casos de conversiones, de purificaciones que dividen la vida del purificado en dos partes, en un antes y en un después, y que no son una especie de transformación, por el contrario, son más bien una ruptura drástica con el pasado. ¿Será, pues, el profesor Reichel-Dolmatoff lo que yo estaba buscando? Empecemos primero con los datos básicos: Erasmus Gerhard Reichel nació el 6 de marzo de 1912 en Salzburgo, Austria. En 1942, ya establecido en Colombia, añade a su nombre el de su madre, Hilde Konstanze Dolmatoff, una aristócrata rusa, y pasa a llamarse en adelante Gerardo Reichel-Dolmatoff. En 1912, precisamente el año de su nacimiento, no sólo Europa, sino también la Austria de los Habsburgo y Viena, se encontraban en pleno apogeo cultural y político. “Quien no haya vivido antes de 1914”, escribe Max Brod, parafraseando a Talleyrand, “no sabe lo que es la dulzura de la existencia”. En su libro El mundo de ayer, Stefan Zweig evoca la Edad de Oro, la famosa Viena de fin de siglo. Durante los maravillosos veranos anteriores a 1914, brillantes intelectuales caen en los brazos de mujeres cautivadoras. Oskar Kokoschka pinta embriagado La novia del viento. Klimt envuelve a sus mujeres de dorado. En la calle Berggasse de Viena un tal Sigmund Freud funda el psicoanálisis. Europa estalla de energía cultural e impulsa el progreso técnico. En este contexto hay que recordar que Carl Anton Reichel, padre de nuestro protagonista, pertenecía a este mundo característico del fin de siglo. Junto con su aristócrata esposa rusa, residió primero en el palacio Bürglstein y luego en la señorial propiedad familiar rodeada del bello campo austríaco. Era aquí donde le gustaba recibir a artistas, intelectuales y miembros de la alta aristocracia europea, así como también a miembros de sociedades románticas y ocultistas, escribir cartas de admiración a artistas en París, Praga, Berlín y Budapest, y que sus huéspedes apreciaran sus dotes de “mago”. Sin embargo, y pese a haber alcanzado la cima cultural y política, Europa se derrumba con la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, que no sólo mata a millones de soldados y derrumba reinos como la monarquía de los Habsburgo, el Imperio ruso, el Imperio otomano, sino que además también destruye el fundamento humanista que representaba la promesa europea para el futuro. Lo que ardía lentamente bajo el suelo irrumpe con fuerza demoníaca: un nacionalismo exacerbado, un antisemitismo virulento, la anarquía revolucionaria, las ganas de matar que tenían justamente aquellos que, si bien habían sobrevivido la guerra, no sabían orientarse en un mundo liberal-burgués. Los principios democráticos, de corte liberal o socialdemócrata, pierden terreno. En Italia surge un fascismo pomposo que es apadrinado por los artistas futuristas desde sus inicios. En Rusia triunfa el bolchevismo, que busca encender la llama de la revolución mundial. Desde Francia hasta Rumanía, pasando por Austria, aparecen movimientos católico-nacionales. En Alemania, el llamado “socialismo nacional” empieza a ganar terreno. En combinación con las dificultades económicas derivadas de la crisis


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mundial de 1929 se da una mezcolanza revolucionaria que atrae tanto a hombres y mujeres jóvenes como a intelectuales. ¿Cómo pudo, pues, un adolescente proveniente de “buena familia” sentirse atraído por el nacionalsocialismo? Sí, es la pregunta clásica. ¿Por qué hoy en día se unen centenares de jóvenes europeos al Estado Islámico? O, por ejemplo, en Colombia, ¿por qué se unieron mujeres y hombres a la guerrilla? Hay múltiples respuestas. En el caso de nuestro protagonista, como lo explicaré a continuación, son las circunstancias históricas y las actividades de una familia numerosa, a la que me referiré a continuación como el “clan Reichel”. Cabe recordar que en los años veinte del siglo pasado, el nacionalsocialismo ofrecía múltiples atractivos para los jóvenes que crecían en una Alemania traumatizada por los contratos de Versalles (y los jóvenes austríacos de aquella época se sentían alemanes). Las razones eran muchas: porque ofrecía una opción viable para el futuro, porque hacía frente a la inminente revolución comunista y porque quería crear una nueva Europa. En aquellos años era imposible anticipar que esta fórmula maliciosa derivaría en el Holocausto y en la destrucción de Alemania. O también puede ser que sólo aquellas mentes espabiladas que terminaron de leer completamente Mi lucha de Hitler se dieran cuenta de estos peligros. Uno de ellos fue Dietrich von Hildebrand, filósofo alemán –y abuelo del antropólogo colombiano Martín von Hildebrand– que desde un principio calificó al nacionalsocialismo como una doctrina falsa, atroz y pagana. Con la toma del poder por los nazis en 1933 se salva exiliándose primero en Austria, donde el régimen autoritario católico de Dollfuss, a pesar de ser antisemita y antidemocrático, apoya su lucha literaria contra Berlín. Después, en 1938, cuando el Ejército alemán ingresa a Austria, y gracias a tener pasaporte suizo, se refugia esta vez en Suiza, y luego, finalmente, termina exiliándose, por tercera vez, en Estados Unidos. De esta forma, por último y por suerte, la historia de la familia Hildebrand llega a la Universidad de los Andes. Pero esto ya es parte de otra historia. Terminemos de resumir la parte de la biografía de Reichel-Dolmatoff relacionada con el nacionalsocialismo. Para poder entenderla, hay que hacer referencia a la historia de la familia, es decir, al “clan Reichel”, por lo que hay que mencionar a algunos miembros de esta familia. Empecemos por los hermanos Reichel, es decir, por el padre de Erasmus, Carl Anton Reichel (1874-1944), y con su tío, hermano de Carl, Heinrich Reichel (1876-1943). El que va a actuar como jefe de la familia es Heinrich, respetado médico, higienista y promotor de la eugenesia –tanto así que procreó nueve hijos e hijas que a su vez continuaron multiplicándose–. En consecuencia, la familia Reichel contó en su máximo apogeo con aproximadamente ochenta miembros. Por un lado, Heinrich, el tío, que buscaba lo que a su manera era “el buen vivir”, es decir, tener una familia numerosa en el campo, libre de alcohol y tabaco, convencido de poder crear al nuevo hombre dentro de la raza alemana, fuerte, combativo, sano, sin mezcla de sangre impura y dedicado a la misión histórica de Alemania. Sin embargo, no era miembro del Partido Nazi, pero sí afín a todos los planes de Hitler.


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1 Ver reichelkomplex.info, que requiere autorización previa para poder acceder a su contenido, así como también reichelkomplex.net, aunque esta última ya ha sido cerrada. 2

Friedemann, Derschmidt, Sag Du es Deinem Kinde. Nationalsozialismus in der eigenen Familie. Viena: Editorial Loecker, 2015.

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Por otro lado, su hermano mayor, Carl Anton Reichel, era un artista respetado y conocido a nivel europeo, como ya mencionamos. Ideológicamente era un romántico confuso, situado entre Mussolini y Hitler, con conexiones en la alta aristocracia europea, carismático, seductor y mujeriego. Su hijo Erasmus heredó el talento artístico de su padre. Cabe mencionar que ambos hermanos murieron durante la Segunda Guerra Mundial en situaciones ideológicas difíciles. Dentro del clan Reichel, la generación de los hijos inevitablemente creció teniendo una gran simpatía hacia el nacionalsocialismo. Los hijos hicieron carrera en la SA (Sturmabteilung o Sección de Asalto, la fuerza paramilitar de los nazis) o la SS (la Schutzstaffel o Escuadras de Defensa, la fuerza élite). Mientras que Erasmus se salvó retirándose a tiempo, un primo, alto oficial de la SS, murió combatiendo en Rusia. Curiosamente, la historia del “clan Reichel” pasó al olvido después de 1945, hasta que en los años ochenta un descendiente de esta numerosa familia, el cineasta Friedemann Derschmidt, comenzó a investigar. El resultado de esta investigación se traduce en una amplia documentación familiar que cuenta actualmente con decenas de miles de ítems en el internet1, recogidos en forma de un libro grueso y poco ortodoxo, titulado Sag Du es Deinem Kinde. Nationalsozialismus in der eigenen Familie2 (Cuéntaselo tú a tu hijo. Nacionalsocialismo en la propia familia), que se publicó a finales de 2015. Todo lo que Augusto Oyuela-Caycedo presentó en el marco del 54° Congreso Internacional de Americanistas celebrado en Viena en 2012 revelando el pasado nazi de nuestro protagonista ya existía en esta compilación familiar de Derschmidt. Tuvo que pasar cierto tiempo para que el autor Derschmidt pudiera descubrir a Reichel-Dolmatoff, quien en los años ochenta, y después de décadas de silencio, había regresado a Austria de visita dos veces, e incluso había restablecido contacto con algunos miembros de la familia. Pero no con Derschmidt, quien se enteró del pasado nazi de Erasmus sólo cuando en aquellos años una tía desenterró unos ejemplares amarilleados de una revista que contenía la confesión del joven Reichel. A raíz de esta información, Derschmidt pensó viajar a Bogotá pero Reichel-Dolmatoff murió antes, en 1994. Hubiese sido un encuentro interesante. Pero volvamos al momento en que Oyuela-Caycedo revela el pasado nazi del profesor Reichel-Dolmatoff en Viena durante el Congreso Internacional de Americanistas, en julio de 2012: la noticia cayó como una bomba informativa para antropólogos colombianos y latinoamericanos. En Austria, sin embargo, no hubo mayor reacción. Después de todo, tanto en Austria como en Alemania, la gran mayoría ya había tenido experiencias similares. Los que sabían, sabían, y de no ser así, imperaba el silencio. En aquellos tiempos, nadie preguntaba por las historias familiares. El silencio era una estrategia de supervivencia, vital durante los años de reconstrucción, a la que se entrega-


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ron con una determinación obcecada y sin mirar hacia atrás, y que daría paso al milagro económico alemán y austríaco durante las décadas de los cincuenta y sesenta. Tuvieron que llegar los hijos y los hijos de los hijos –pertenecientes a la generación posrevolucionaria de 1968– para que empezaran a cuestionar y a querer documentar sin piedad la historia de sus padres y abuelos. Derschmidt es un ejemplo típico en esta fase de reconstruir la memoria. ¿Pero cómo es que Oyuela, siendo un gran admirador de Reichel-Dolmatoff, descubre rastros de su pasado nazi? Según sus propias declaraciones, fue una tesis doctoral de la Universidad de Viena la que lo llevó a continuar sus investigaciones. De esta manera es como yo entro en escena. Siempre intenté –por medio de mi cátedra de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Viena– despertar el interés de mis estudiantes por investigadores austríacos dedicados a los pueblos indígenas pero olvidados o desconocidos en Austria. Tuve el privilegio de conocer al profesor Reichel-Dolmatoff a finales de los años sesenta en la Universidad de los Andes. El Departamento de Ciencia Política –del que fui uno de sus primeros miembros– se encontraba al lado del Departamento de Antropología. Más aún, permanecí en contacto con el profesor Reichel-Dolmatoff, generalmente en el marco de las recepciones organizadas por la embajada austríaca en Bogotá, hasta poco antes de su muerte. Es así que continuamente intenté divulgar su obra de investigación. Fue Robert Foltyn –un estudiante de arte interesado en las estatuas de piedra de San Agustín y con quien tuve largas y entretenidas discusiones acerca del libro de Reichel-Dolmatoff sobre esta cultura precolombina– quien luego publicó en internet sus comentarios sugiriendo una conexión del autor con el nacionalsocialismo. Poco tiempo después, acepté con gran gusto supervisar la tesis doctoral sobre la obra científica del profesor Reichel-Dolmatoff presentada por el estudiante colombiano David García3. Durante el trabajo de doctorado –que fue completado en 2005 con una evaluación positiva–, mi única recomendación fue revisar sólo las obras a partir de 1939 y dejar de lado la historia de su juventud, en la que había vagas referencias a los nazis. Juntos bautizamos a Reichel-Dolmatoff, más bien de forma irónica, como “el padre de la antropología colombiana”, título que aún perdura4. Fue esta tesis doctoral (cuyo autor es actualmente un respetado gestor cultural en Colombia) la que le dio la pista a Oyuela, con todas las consecuencias que luego esto trajo. Mayores detalles hubiera podido encontrar también en el catálogo de la exposición Goldschätze aus Kolumbien (“Tesoros de Oro de Colombia”), organizada por el Museo Regional de Alta Austria en Linz. Esta extraordinaria exposición se realizó entre marzo y agosto de 2007. En el catálogo de esta exposición, la curadora Dagmar Ulm5 no sólo menciona brevemente la vida del “padre de la antropología 3

David García: david@evolucion.com

4

David Garcia Rodríguez. “Zur Institutionalisierung der Anthropologie in Kolumbien. Die Rolle des Österreichers Reichel-Dolmatoff ”. Institut fuer Geschichte, Universitaet Wien, 2015.

5

Dagmar Ulm: d.ulm@landesmuseum.at


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colombiana” basándose en los resultados de mis dos estudiantes Foltyn y García, sino que además también señala los vínculos con el nacionalsocialismo, información que obtiene de algunos miembros de la familia Reichel que vivían cerca. Ahora bien, estos datos ya se conocían en Austria, pero como el profesor ReichelDolmatoff era más bien un desconocido, no había suscitado mayor reacción. Fue el colombiano Oyuela-Caycedo, al presentarse en Viena en 2012, quien propició el golpe internacional. Sin embargo, ¿fue el joven Reichel realmente un nazi? Definitivamente, sí lo fue. Continuemos con los detalles biográficos de nuestro protagonista: como mencioné antes, nació en 1912 en Salzburgo. En 1925, es decir, a los 13 años de edad y después de haber sido educado privilegiadamente por profesores privados, ingresa a la escuela secundaria (“Gymnasium”) del monasterio benedictino de Kremsmünster, donde empieza a simpatizar con los nazis, ya sea por afinidad familiar o como señal de protesta contra la severa educación católica impartida, motivo por el cual terminan expulsándolo. Continúa su formación en un instituto secular de Linz, donde su conexión con los nazis es ya tan estrecha que –grande y robusto– se ve involucrado en peleas con socialistas y comunistas, una situación típica en aquella época en Austria y Alemania, que se parecía más a una guerra civil. Lo vuelven a expulsar. Al cumplir la mayoría de edad, a los 18 años, ingresa a las SA, las fuerzas de asalto paramilitares del Partido Nacionalsocialista. Se traslada a Viena, ciudad en la cual las diarias batallas campales son aún más violentas, causando muertos y heridos. Gracias a su dedicación se incorpora a la nueva formación élite, las SS, las escuadras de defensa de los nazis, con el número 12.009. Es arrestado varias veces por la policía austríaca, que intenta expulsarlo del país en su condición de ciudadano checoslovaco. Cabe mencionar que, por razones no muy claras, Reichel tenía pasaporte checo. Mientras tanto, llegamos al 30 de enero de 1933, fecha en la que en Alemania se constituye el gobierno de Hitler como canciller del Reich, y que permite el inicio fatal de la dictadura. Por eso se traslada a Alemania, donde continúa sus actividades en distintos lugares entre Berlín y Dachau. Un hecho decisivo en su biografía a partir de entonces es el enfrentamiento sangriento entre las SA, bajo el comando de Ernst Röhm, jefe de la fracción anarquista y socialrevolucionaria, y la fracción de Hitler, que entretanto había hecho las paces con los grandes latifundios y con la gran industria. Este conflicto se decide el 30 de junio de 1934, cuando las SS leales a Hitler –y de las cuales Reichel era miembro– masacran a la fracción de las SA durante la “Noche de los Cuchillos Largos”. Nos resulta chocante el hecho de que Reichel-Dolmatoff participara en estos sucesos. Sin embargo, hay que considerar que eran momentos crueles de una guerra intrapartidaria a muerte y sin perdón. A continuación, sus actividades en las SS empiezan a disminuir, debido a la creciente desconfianza que le tenían por su origen austríaco, por su educación católica, por sus intereses artísticos. Lo siguen momentos de depresión, ataques de nervios y tratamiento médico. Las SS aprueban su solicitud de vacaciones para poder estudiar arte en Múnich, y finalmente lo dejan retirarse de la formación, supuesta-


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mente “por ineptitud”. Este permiso se lo dan el 1 de marzo de 1935, en un momento en que varios camaradas de las SS habían perdido la vida de forma extraña. Reichel sospecha que su nombre está incluido en esta lista e intenta regresar a Austria (en ese entonces, todavía autónoma y enemiga de Hitler), pero debido a su pasado violento, no le otorgan permiso de entrada en Viena sino únicamente de tránsito por 24 horas –obviamente negociado por su influyente padre–, con el cual aprovecha para viajar a Hungría. Nos encontramos en marzo de 1935. Reichel tenía 23 años. Con respecto al término “ineptitud” utilizado por las SS (en alemán, Ungeeignetheit), quiero mencionar dos posibles interpretaciones. En primer lugar, el uso de este término se debe a la arrogancia usual que los prusianos disciplinados muestran frente a la supuesta “debilidad de los austríacos” (en alemán, schlappe Ostmaerker), una característica aún más evidente tratándose de una persona con educación humanista. En segundo lugar, se trata probablemente de la reacción de un joven cuyo talento artístico contrasta crecientemente con la monstruosidad del nacionalsocialismo: las camisas de color amarillo mostaza, las marchas bélicas, los taconazos de las botas sobre el suelo, las estrepitosas manifestaciones, el alcoholismo, la homosexualidad latente en las asociaciones masculinas. Todo esto puede haber contribuido a que se permitiera retirar del servicio al “flojo austríaco”. ¿Por qué sabemos tanto sobre la vida del joven Erasmus Reichel? Porque él escribió a mano sobre sus años en el partido, lo que sería publicado con el engañoso título Geständnisse eines Gestapo-Mörders (Confesiones de un asesino de la Gestapo) en la revista Die Dritte Front (El Tercer Frente) de Otto Strasser. Este manuscrito se publicó en dos partes, una a finales de 1937, y la otra, a principios de 1938, con una extensión total de treinta páginas. Es esta, justamente, la revista que una tía desenterró para Derschmidt, después de haber sido completamente olvidada. Es necesario recordar que Otto Strasser era uno de los sobrevivientes de la fracción nacional-bolchevita de las SA que se había convertido, entretanto, en rival a muerte del hitlerismo. Pongámonos en esa situación: la revista de Strasser –ya exiliado en Praga– atacaba con vehemencia al “traidor” Hitler. De ahí la rabia con la que denunció la crueldad, la vulgaridad, la sed de sangre del hitlerismo y su cuerpo élite, que eran las SS. Después de presentar a Erasmus Reichel, el editor Strasser redactó los siguientes párrafos a modo de introducción: “Lo escalofriante, lo denigrante, la barbaridad de este artículo, es justamente el hecho de que no se trata de un caso aislado, sino más bien de un sistema diabólico que actúa con razonamiento y premeditación, con la precisión de una máquina como revela esta ‘confesión de un asesino’. Por lo tanto, es el deber de todos los alemanes decentes luchar con todas las fuerzas contra este sistema infame y homicida”6. 6 Revista Die Dritte Front, editada en Praga. Cuaderno no. 7 del 15 de noviembre de 1937. Cuaderno no. 8 del 1 de enero de 1938. El citado comentario de Strasser, en el no. 7, página 5. La referencia a la protesta por haberlo publicado sin autorización previa, en el no. 8, página 26. Los originales se encuentran en la Biblioteca Nacional de Viena.


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Yo me pregunto si el joven Reichel escribió esta confesión autobiográfica para sus amigos. ¿O lo hizo para sus familiares? El editor Otto Strasser se apoderó de alguna forma de este manuscrito, tal vez incluyó las atrocidades cometidas por otras personas para que el golpe contra el hitlerismo fuera aún más fuerte. Para la amplia familia Reichel, fiel seguidora del nacionalsocialismo, esto debe haber significado un tremendo shock. ¡Un traidor en la propia familia! Es probable que el padre, Carl Anton Reichel, protestara contra la publicación en un acto de autodefensa argumentando que no había sido autorizada y que más bien había sido falseada. La carta de protesta, con fecha del 27 de noviembre de 1937, la escribió el abogado judío Dr. Herman Löw, de Viena, exigiendo que se incautara la revista. Poco tiempo después, el Ejército alemán ingresó a Austria, con lo cual este reclamo ya no tuvo ningún efecto. Sin embargo, los problemas de la familia Reichel continuaron. Los dibujos de Carl Anton Reichel, el padre artista, no encajaban con lo que los nazis entendían por arte. Su postura aristócrata, sus relaciones internacionales y su romanticismo político levantaban sospechas. Y por si fuera poco, ahora la “traición” de su hijo, que revelaba secretos del interior de las SS. Según la información dada por la familia, el padre se aleja de manera paulatina de los nazis hasta que es encarcelado en un campo de concentración. Amigos influyentes logran sacarlo rápidamente de ahí. Por último, muere solo en 1944. Su hijo Erasmus, obviamente, no supo nada de todo esto porque entretanto su etapa en París ya había comenzado. Esta fase –de la que tenemos muy poca información– abarca los años comprendidos entre 1936 y 1939. Gracias a su pasaporte checoslovaco, y pese a su pasado nazi, pudo, en efecto, esconderse sin dificultades entre los aproximadamente 200.000 refugiados políticos (que huían de Hitler, Stalin o Franco). Para el hitlerismo, él era un desertor, y a raíz de la publicación de sus diarios en la revista de Otto Strasser, se había convertido en un traidor al que había que capturar y eliminar. Gracias a las amistades de su padre –artista y cosmopolita–, pudo recurrir a la ayuda de conocidos del medio intelectual y artístico. Como nunca había terminado sus estudios en Austria, no le quedó otra opción más que dedicarse a callejear y a vivir como un flâneur. De esta forma, no sólo llegó a La Sorbona, donde asistió a charlas como oyente, sino que también participó en cursos libres de la Escuela de Louvre. Podemos afirmar con seguridad que también visitó el Musée de l’Homme, donde el antropólogo Paul Rivet estaba creando un frente antifascista y había empezado a enviar a colaboradores a Latinoamérica, una decisión muy sabia, en vista de la guerra que se aproximaba. No obstante, el contacto decisivo para Reichel fue con el sociólogo y escritor André Siegfried, conocido por sus estudios políticos sobre varios países europeos, así como también sobre Estados Unidos (Les Etats-Unis d´Aujourd´hui, 1929), que desempeñaría un papel importante en el seno de la democracia cristiana después de 1945, al iniciarse el proceso de la integración europea.


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Siegfried, participante activo del frente antihitleriano, tenía contactos con la resistencia católica, incluidos miembros de la familia Habsburgo. Según mi interpretación, Siegfried fue aparentemente el único en París que sabía de la relación de Reichel con el nacionalsocialismo. Esto explica que Siegfried pudiera convencer a los servicios secretos de Estados Unidos del valor informativo que ofrecía aquel individuo que había escapado del interior de ese mundo violento. Se acordó el traslado de Reichel a Estados Unidos con una parada previa en Bogotá. En 1939 Reichel llegó a la capital de Colombia con la intención de quedarse por un tiempo para, finalmente, quedarse para siempre. Bogotá en aquel momento era ciertamente un lugar interesante, aunque provinciano. El presidente Eduardo Santos abrió las puertas a artistas e intelectuales europeos con motivo de la celebración de los cuatrocientos años de la fundación de la capital. Al mismo tiempo se cierran otras puertas porque en 1939 el ministro de Asuntos Exteriores, López de Mesa, influenciado por el antisemitismo del Partido Conservador, ordena a los consulados colombianos en Europa que, de ser posible, denieguen el visado a judíos (“usar todas las trabas humanamente posibles a la visación de nuevos pasaportes a elementos judíos”). Sin embargo, aquellos que pudieron pagar grandes sobornos todavía pudieron llegar a Colombia. Cuando estalló la guerra y el Ejército alemán ocupó París en 1940, Paul Rivet también tuvo que huir. Gracias al presidente Santos se le otorgó asilo en Bogotá. Para el joven Reichel se inicia de esta forma –irónicamente hablando– el “milagro de Bogotá”. ¡Un nazi “purificado” en Bogotá! ¿Cómo logró pasar de agache? La pregunta se responde sola: ¡sólo tenía que mantenerse callado! Gracias a los primeros trabajos ocasionales que tuvo, en los cuales pudo utilizar su talento artístico como dibujante, conoce a un grupo de jóvenes colombianos seguidores de Paul Rivet, quienes estaban realizando los primeros trabajos etnológicos de campo. El pasaporte colombiano lo obtuvo en 1942. La colombiana Alicia Dussan, “mujer bella, inteligente e inmensamente rica”, muestra interés por el joven Reichel, guapo, de estatura teutónica y políglota, y se casa con él en 1943 (Paul Rivet es el padrino de bodas). Esta primera fase del joven Reichel en Colombia es ciertamente una ironía, pues mientras que Rivet lo nombra secretario de la Francia Libre de De Gaulle para el norte de Sudamérica (secretario en México fue el antropólogo Jacques Soustelle, posterior defensor de la Argelia Francesa), los germano-colombianos sospechosos de simpatizar con los nazis estuvieron detenidos a pedido de Estados Unidos en el Hotel Sabaneta, un hotel más bien agradable cerca de Bogotá. Así comienza la nueva vida de Gerardo Reichel-Dolmatoff, quien, dicho sea de paso, antes de 1939 nunca estudió seriamente ni completó una formación académica formal. No obstante, dejó en herencia dos docenas de libros, centenares de artículos y documentaciones fotográficas, condecoraciones, doctorados ad honorem y premios internacionales de Japón, Londres y California, fue educador de varias generaciones de jóvenes antropólogos colombianos y latinoamericanos, y logró entusiasmar incluso a obispos católicos, misioneros y muchos más. Su obra, juzgan los


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antropólogos (que yo no soy), es intocable. Opina Claude Lévi-Strauss (en la segunda edición, en español, de Desana): “He examinado su libro con apasionado interés y estoy maravillado ante las riquezas de aquel universo que usted nos revela en él. A partir de esta obra, la etnografía suramericana nunca será la misma, y usted la ha hecho entrar en una nueva era”. Si algunos críticos consideran como cargadas de un heroísmo exagerado las miles de fotos que el profesor Reichel-Dolmatoff hizo de miembros de la cultura indígena, no hay que asociarlas de inmediato con Leni Riefenstahl, sino más bien recordar el estilo fotográfico imperante en aquellos tiempos, dentro del realismo eximio de los años treinta, practicado por casi todos mundialmente. Ahora bien, si la revelación de Oyuela en Viena en 2012 con respecto al pasado nazi del profesor Reichel-Dolmatoff asestó un duro golpe a la antropología colombiana e internacional, mi trauma personal radica en haber descubierto recientemente el tipo de vida que Reichel quiso adjudicarse en sus últimos años. Mi esperanza había sido encontrarme con una especie de Saulo-Pablo en Colombia, y que Reichel, pese a su trayectoria por el nacionalsocialismo, se hubiera purificado en sus estadías en París y Bogotá para renacer como un hombre nuevo. Puedo entender que guardara silencio consecuentemente acerca de su violenta juventud en distintas organizaciones nazis. Su confesión había revelado esta historia de sus años jóvenes. Como católico formal que era se había confesado. Todo quedó borrado, ¡tabula rasa! Ni la familia, ni la Universidad de los Andes, ni los amigos o colegas necesitaban saber de su vida pasada. Cuando después de 2012 les pregunté a distintas personas sobre este tema, las respuestas que obtuve fueron similares a la que me dio, por ejemplo, Johannes Wilbert, de la Universidad de California, amigo y colega de Reichel durante muchos años: “No, he never mentioned his nazi-past to me, and I was entirely unaware of it” (respuesta al correo electrónico enviado el 24 de julio de 2015). Mi shock personal se debe a que, al final de sus días, Reichel-Dolmatoff confiere nueva vida a este silencio. Me refiero a su discurso de agradecimiento el 15 de noviembre de 1990 con motivo de habérsele concedido el título de doctor honoris causa por la Universidad de los Andes. Este acto fue particularmente significativo para todos, ya que Reichel-Dolmatoff había fundado en 1963 el Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes gestionándolo en conjunto con su esposa Alicia Dussan (a quien, por consiguiente, se debería considerar la “madre de la antropología colombiana”). No obstante, dejó este puesto en 1968 a raíz de un pleito con la generación de estudiantes revolucionarios de 1968, para dedicarse, a continuación y de manera exclusiva, a sus actividades internacionales, aunque siguió viviendo en Bogotá y Villa de Leiva. El título honorífico otorgado en noviembre de 1990 debía servir para curar viejas heridas. ¿De qué habló Reichel-Dolmatoff en su discurso de agradecimiento? Presentó una síntesis de su vida empezando por su infancia, inmersa en la belleza de su


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residencia aristócrata; los años de la escuela con los monjes de Kremsmünster, con la lectura de los filósofos griegos y latinos; la Universidad de Viena; sus estudios de arte en la Academia de Múnich. Habló de París, donde continuó su formación artística en el Louvre y asistió a clases de profesores muy conocidos en la Sorbona. Y luego el salto a Bogotá, en realidad sólo “una estadía transitoria” que se convirtió en duradera, en un entorno bucólico rodeado de paz, belleza, una vida familiar plena, dedicado a la ciencia y a escribir libros. No mencionó en ningún momento y de ninguna manera la violencia nazi. No fue Derschmidt quien destruyó este idilio al intentar elaborar una crónica familiar sobre los tiempos convulsos del nacionalsocialismo en Austria, sino Oyuela, al presentarse en Viena en 2012. De esta forma, las bellas palabras del discurso pasaron a ser un melodrama. Profesor Reichel-Dolmatoff, ¿por qué no te quedaste callado? Es que ese nuevo intento tuyo proyecta una sombra sobre tu persona que hace gritar al silencio inicial. Y ya no queda nada para corregir pues las nuevas palabras se multiplicaron, y fueron reproducidas por Oyuela, tu estudiante que te admiraba tanto, y llegaron al Museo de Oro, que después de tu muerte y en tu homenaje había publicado un extenso fascículo memorial con informaciones biográficas que efectivamente sólo contaban una parte de la historia. Así como yo antes no pude vivir la ilusión de Saulo-Paulo en la Universidad de Viena, ahora tampoco la puedo vivir en Bogotá. ¡Qué desilusión! Postdata: Cada vez que iba a Bogotá, visitaba el espectacular Museo de Oro. Antes siempre se encontraban algunos libros de Reichel-Dolmatoff en el kiosco de ventas, en especial, el citado fascículo Gerardo Reichel-Dolmatoff. Antropólogo de Colombia. 1912-1994, publicado en 1998 en su homenaje. En mi última visita, en febrero de 2016, no encontré un solo libro escrito por Reichel, pero sobre todo, ya no encontré la publicación del Museo en su homenaje. Es más, les pregunté a las jóvenes de la tienda de artesanías pero no sabían quién era Reichel-Dolmatoff. ¡Melodrama perfecto!


Esa es otra historia. Reflexiones en torno a la memoria de Erasmus Gerhard Reichel o Gerardo Reichel-Dolmatoff Roberto Suárez M.* Universidad de los Andes, Colombia

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Doctor en Ciencias de la Educación, Universidad de Ginebra, Suiza. Profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “Verdad e incertidumbre en el marco del conflicto en Colombia: una mirada a los sistemas de información como prácticas de memoria”. Universitas Humanistica 79 (1): 233-254, 2014; coautor en “Paisajes de memoria El intrincado affaire entre el centro de memoria, paz y reconciliación y el cementerio central de Bogotá”. PUBLICAR en Antropología y Ciencias Sociales 15: 9-31, 2013. *rsuarez@uniandes.edu.co

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uizás, para muchas personas, la fecha del 5 de junio de 1945 sea una fecha que no tiene ningún tipo de significado. Sin embargo, es la fecha en que se firmó la declaración de las fuerzas aliadas sobre la derrota total y la toma de poder absoluto de la Alemania vencida, es decir, de la Alemania nazi. El Acuerdo de Potsdam y el Consejo para el control total de ese país por parte de los Aliados en la posguerra permitieron el desarrollo de un programa de desnazificación simbólica y material de la sociedad alemana. Así, se intervinieron símbolos, espacios y lugares para eliminarlos, a la par que se hizo una búsqueda activa de grupos sociales, industrias, universidades, asociaciones y organizaciones que fueron partícipes del régimen nazi. El cuestionamiento social sobre quiénes y cuántos fueron los que participaron en el nazismo de manera activa fue una pregunta corriente en la Alemania ocupada por los Aliados. Por ello, los tribunales y las personas encargadas de los procesos legales eran, continuamente, confrontados respecto a las fronteras de la verdad, a la veracidad de los documentos y testimonios para validar lo que la persona narraba, su rol como ciudadano seguidor o como participante activo en algún crimen en su historia de vida durante la guerra. Cientos de personas fueron condenadas por su participación, pero aún después de 71 años, el problema de la desnazificación sigue despertando controversias, y los imaginarios sobre los nazis fugados al final de la guerra, sobre sus destinos geográficos y sobre su integración en las sociedades que los acogieron siguen siendo todavía un tema controversial en términos morales, sociales y políticos. El caso de Gerardo Reichel-Dolmatoff o Erasmus Gerhard Reichel es importante, ya que, sin lugar a dudas, fue una persona que gozó de un importante reconocimiento académico nacional e internacional, y que, junto a Paul Rivet, fue uno de los personajes centrales en el desarrollo de la antropología colombiana. Este caso suscitó una serie de controversias a las cuales los colombianos no están muy habituados. Preguntas sobre la memoria e historia de vida de personas que buscaron escapar, esconderse, exiliarse o integrarse en sociedades lejanas de la alemana. Es


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una reflexión con muchos interrogantes sobre las decisiones de lo que se recuerda, se sabe, sobre su silencio, su participación activa o pasiva, sobre las narrativas de escape al régimen dentro de una época marcada por el genocidio de un grupo social, y para, finalmente, preguntarse por los conflictos morales y respuestas sociales que suscitó este caso. Mitchell G. Ash, en la reseña sobre el libro de Steven P. Remy y la desnazificación de la Universidad de Heidelberg, ¿Nazis entre nosotros?, plantea la dificultad del descubrimiento de la participación nazi en la universidad, para reflexionar sobre el compromiso ideológico y político que tuvo la academia alemana con el régimen nazi pero, particularmente, se centra en la necesidad de desmitificar la idea de los centros académicos como lugares ascéticos, neutrales y humanistas en donde la mancha de ideologías como la nazi no tuvieron lugar. Este pensamiento se puede observar tanto en la presentación de la ponencia de Augusto Oyuela durante el 54 Congreso de Americanistas en Viena como en las reacciones al hacer público que Gerardo Reichel-Dolmatoff había participado de manera activa en el régimen nazi. Esta presentación generó una constelación de respuestas, debido a la mancha que se ponía a la carrera de Reichel en Colombia. Este hecho fue muy bien resumido por Los Angeles Times, que escribió: “[…] el gran antropólogo colombiano, iniciador, descubridor y promotor de la disciplina antropológica, tenía una omisión importante en su historia de vida, una historia ligada al nazismo mediante su aparente participación en la Leibstandarte SS de Hitler”1. Las controversias que se plantearon pasaron a la reflexión sobre cómo pensar la historia de una persona que fue exitosa y reconocida social e intelectualmente en el contexto local, cómo reflexionar sobre su pasado desde el presente, más aún cuando el presente se encuentra distante, no sólo por la distancia temporal sino por la distancia geográfica, cultural y social entre Colombia y Alemania. Para muchos, quizás la idea de descubrirlos y juzgarlos no tiene la fuerza y significación que tuvo en 1945 porque muchos de ellos fueron integrados a las sociedades, tal como lo plantea Geraldine Schwarz en su documental The Nazi Exiles: The Promise of the Orient, donde muestra cómo los antiguos soldados nazis fueron reciclados como consejeros de los Estados del Medio Oriente para la modernización de los ejércitos. David Cesarani2 analiza el juicio de Oskar Gröning, el contador de Auschwitz, como un proceso legal que para algunos se muestra como cruel e innecesario, debido a la avanzada edad de Gröning, pero, desde otra perspectiva, es una acción ineludible jurídica y educativa, ya que no se puede ni eliminar, ni olvidar su participación en los campos de concentración, simplemente por una idea humanitaria.

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“An anthropologist’s past steps out of the shadows”, Chris Kraul (Los Angeles Times, 13 de noviembre de 2012). Disponible en http://articles.latimes.com/2012/nov/13/world/la-fg-colombia-nazi-20121114

2 “Oskar Gröning’s conviction doesn’t draw a line under Nazi crimes”, David Cesarani (The Guardian, 16 de julio de 2015). Disponible en http://www.theguardian.com/commentisfree/2015/jul/16/oskar-groening-auschwitz-nazi-crimes


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3 “Perón y los nazis: una fraternal relación”, entrevista a Uki Goñi por Pablo Kummetz (Deutsche Welle, 17 de mayo de 2007). Disponible en http://www.dw.de/per%C3%B3n-y-los-nazis-una-fraternal-relaci%C3%B3n/a-2541762

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En Colombia, el problema del nazismo y de haber sido un lugar de refugio para antiguos nazis es un hecho extraño y, quizás, sin alguna significancia social y cultural frente a otros países como Argentina, donde antiguos nazis encontraron resguardo y en donde la comunidad judía es importante. Esto sin olvidar que figuras como Perón, Stroessner y Vargas nutrieron contextos de acogimiento al nazismo, razón por la cual fugitivos del Tercer Reich llegaron al continente escondidos y camuflados como refugiados de la guerra o como científicos, tal como fue el caso de la operación Paperclip. Y que Uki Goñi, en su libro La auténtica Odessa: la fuga nazi a la Argentina de Perón, muestra la organización que se construyó con la ayuda de gobiernos como el suizo y la Iglesia católica3. Si bien en la historia la participación de profesores e intelectuales ha sido descrita y debatida, esto no elimina la controversia entre el conocimiento y lo ético. Por ello, académicos como Martin Heidegger, quien fue rector de la Universidad de Friburgo hasta 1934, fueron declarados Mitläufer (partidario), según el Ejército francés, por lo cual a Heidegger le fue prohibida su cátedra en la posguerra. Hecho que ha generado múltiples reacciones y debates entre diversos autores. Vale la pena recordar que este filosofo ni se excusó ni expresó remordimiento público por su participación durante el nacionalsocialismo, y sólo hizo público un texto donde planteaba que esta había sido la estupidez más grande de su vida. La trayectoria de vida Gerardo Reichel-Dolmatoff en Colombia y la memoria construida en torno a su figura como símbolo icónico de la investigación antropológica nacional, difícilmente permiten ser pensadas de una forma diferente a la que pudiera hacerse desde su participación en el nazismo. Por ello, las respuestas sociales que surgieron en el momento de hacer pública su afiliación y participación en el nazismo permiten entrever la complejidad en la construcción de la memoria y la validación de las evidencias del pasado en el presente sociocultural de un grupo social. Si bien los hechos dramáticos ocurridos durante el nazismo no tienen lugar a dudas, ni dejan espacio a cuestionamientos morales ni éticos, la negación o minimización de la importancia del hecho deben ser cuidadosamente leídas para entender las lógicas de sentido que se instauran cuando la evidencia surge. En el caso de Reichel-Dolmatoff, su presente fue esbozado narrativamente para justificar, olvidar o negar el nazismo a través de la frase “esa es otra historia”, una forma de plantear la discontinuidad histórica de la vida de Reichel y permitir, justificar u olvidar un pasado nazi dentro del presente colombiano, dentro de relaciones sociales de clase y de alumno-maestro. Este misma argumentación se plantea en el libro de Bettina Stangneth, Eichmann Before Jerusalem, a través de la relación entre Willem Sassen –nazi miembro de las SS y padre de Saskia Sassen– y Adolf Eichmann en Argentina. Dado el reconocimiento intelectual internacional de Saskia Sassen, esposa de Richard Sennet, quien fuera estudiante de Hannah Arendt y parte del círculo de Susan Sontag, la relación entre su padre y Eichmann fue dejada de lado.


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Sin embargo, la amistad entre Sassen y Eichmann muestra las narrativas usadas para justificar o minimizar las relaciones entre Eichmann y Sassen en el presente4. Al seguir la argumentación de Stangneth, Eichmann, como muchos otros nazis, tenía un sentido pequeñoburgués puritano de la familia y de la propiedad, lo cual le permitía interactuar y llevar una vida tranquila en Argentina. Mientras que para Saskia Sassen, tal como lo planteó en varias entrevistas, su padre era simplemente un periodista que detestaba a Hitler, para Stangneth, Willem Sassen fue un nazi convencido. De acuerdo con Saskia Sassen, lo escrito sobre su padre deja de lado la complejidad de su trayectoria de vida, ya que es sólo el resultado de un trabajo de archivo en el cual la vida cotidiana de él no está inscrita, ni la experiencia de una hija con su padre. En este sentido, escribir y analizar el pasado en el presente es un proceso que permite entender la relación entre los contextos del dato histórico, las emociones y las relaciones sociales que se enlazan para la construcción de memoria en la sociedad. Así como en el caso de Reichel, la forma como Willem Sassen es recordado por su hija o es descrito por una investigadora, nos muestra las múltiples voces sobre cómo recordamos, qué recordamos y cómo queremos significar e inscribir en una historia aquello que se nos presenta como un dato objetivo. Günter Grass, quien confesó en su autobiografía, Peeling the Onion, haber sido miembro de las SS en su juventud, expresa su arrepentimiento frente a ese episodio en su vida. Grass en ese texto claramente plantea las contradicciones y disputas intelectuales sobre cómo pensar la memoria de la relación del pueblo alemán con el nazismo usando un juego de palabras entre schulden y schuld –deuda y culpa–, que plantean el lugar incómodo del remordimiento y las dudas sobre lo que se recuerda y sobre lo que se olvida. Para este autor, el nacionalsocialismo sedujo a la población alemana, la cual no fue ni inocente, ni manipulada por una fuerza maléfica, ya que el nazismo se construyó de manera abierta con el apoyo de la población5-6. Entonces, plantear la pregunta acerca de si es Gerardo Reichel-Dolmatoff de Colombia el mismo Erasmus Gerhard Reichel de la Alemania de los años treinta, nos obliga, por una parte, a transgredir la memoria oficial, pero también a entender cómo el dato está sujeto a inhibiciones, filtros y marcos interpretativos por parte de aquellos que buscan dar sentido a un hecho histórico (Rousso 1987). Al introducir la afiliación al nazismo de Reichel-Dolmatoff, por cuanto fue un aspecto invisible en su historia de vida hasta el momento, se produjeron una ruptura y una discontinuidad de la memoria sobre esa persona que son mediadas por lo que Anton Pelinka (1988) llama el Gran Tabú Austriaco en Latinoamérica (Great Austrian Taboo). 4 “Saskia Sassen’s Missing Chapter”, Marc Parry (The Chronicle of Higher Education, 5 de diciembre de 2014). Disponible en http://m.chronicle.com/article/Saskia-Sassens-Missing/150337/ 5 “Novelist admits he was a Nazi / Gunter Grass says he joined Hitler’s Waffen SS at 17”, Ruth Ciesinger (SFGate, 12 de agosto de 2006). Disponible en http://www.sfgate.com/news/article/Novelist-admits-hewas-a-Nazi-Gunter-Grass-says-2514283.php 6

‘“No quiero que nadie me excuse: fui de la S.S. nazi”: Günter Grass’, Xavi Ayén (Las 2 Orillas, 13 de abril de 2015). Disponible en http://www.las2orillas.co/no-quiero-nadie-excuse-fui-de-la-s-s-nazi-gunter-grass/


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“Lo que va de Erasmus Reichel a Gerardo Reichel Dolmatoff ”, María Victoria Uribe (esfera pública, 7 de septiembre de 2012). Disponible en http://esferapublica.org/nfblog/?p=44179

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“La pureza de Erasmus Gerardo Reichel-Dolmatoff ”, Lucas Ospina (La Silla Vacía, 30 de agosto de 2012). Disponible en http://www.lasillavacia.com/elblogueo/lospina/35777/la-pureza-de-erasmus-gerardo-reichel-dolmatoff

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La verdad sobre el pasado y sobre las evidencias archivísticas está siempre sujeta al escrutinio, y es usada a favor y en contra; por ello, en el caso de Reichel, esta se erigió en un manto de sospecha sobre la verdad del hecho. Por ello, la investigadora María Victoria Uribe señaló los posibles errores en la exposición del profesor Oyuela, haciendo énfasis en el rol de Reichel-Dolmatoff dentro de la organización Francia Libre, su vida académica colombiana, sus viajes académicos y sus relaciones sociales en el país7. Las preguntas que circularon entre muchas de las personas que conocieron a Reichel-Dolmatoff indicaban duda, incredulidad y desconfianza en lo planteado sobre la vida en Alemania de Reichel. Es en ese proceso que se dio el desencuentro entre la memoria de la persona anclada en el contexto social y cultural bogotano y colombiano, y una nueva memoria que planteaba otra historia a partir de su afiliación al nazismo. Esto se hizo además evidente en revistas como Arcadia, que publicaron textos sobre la “pureza de Erasmus Gerardo Reichel Dolmatoff ”8, que hacían referencia a vacíos de información, a contradicciones aparentes en la evidencia y en los errores del trabajo investigativo, pero en todos ellos, la división temporal y geográfica era central para legitimar o invalidar su nueva historia de vida. En todos ellos se podía inferir que el pasado nazi de una persona podía ser relativizado e incluso negado, sobre la base de una trayectoria de vida en el presente colombiano, que además se podía sustentar con base en las relaciones sociales e intelectuales del país. Así, las frases frecuentemente expresadas en los círculos académicos y sociales enunciaban la incredulidad o banalización de la historia, “[…] ese Reichel no es el Reichel que yo conocí… Yo sólo puedo hablar del Reichel que conocí y es el que conocí en Colombia!… el Reichel del que habla Oyuela no es el Reichel de Colombia… vaya usted a saber si eso es cierto… a nosotros qué nos que importa lo que haya hecho allá, debemos tener en cuenta es lo que hizo aquí… era un tipo brillante… él trabajó mucho por nosotros y por nuestros indios, es injusto que lo difamen de esa manera…”. Estas narraciones orales cuentan una historia del trabajo intelectual, así como de los sentimientos de admiración y solidaridad construidos sobre la base de la experiencia local, que es, precisamente, la que le otorga al individuo el estatus de testigo legítimo para anunciar y enunciar cuál es la verdad sobre la persona, y con ello, negar cualquier posibilidad de una historia diferente. Por ello, son las narraciones del testigo las que ilustran, enriquecen, seleccionan, matizan y completan las historias de vida para otorgarle un sentido coherente y legítimo a la memoria individual y colectiva (Joutard 1986). Finalmente, la pregunta básica sobre si fue o no fue nazi es relativizada para debatir la memoria de una persona como Gerardo Reichel- Dolmatoff. La discusión sobre la verdad alrededor de su pasado nazi implica una respuesta binaria, sí o no.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 177-203 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.08

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En ambas respuestas, la memoria se diluye en debates sobre un pasado y un presente de la persona, sobre los eventos que la rodearon y sobre los silencios en su trayectoria de vida. Para Claudio Lomnitz, el caso Reichel-Dolmatoff evoca el problema de la vinculación fascista de Mircea Eliade, y en ambos casos, sus expresiones académicas responden, quizás, a formas de reciclaje intelectual y existencial: “No sabemos si el nazi botas-negras Erasmus Gerard Reichel haya renacido como el gentil y bien amado profesor Gerardo Reichel-Dolmatoff, gracias a sus baños curativos en la pureza primordial de los mitos de los Tucano. Parece probable que haya sido así”9. Hannah Arendt (2000), al analizar las afiliaciones al nazismo y la manera como se integraron los partidarios del nazismo en la sociedad de posguerra, planteó la complejidad social y cultural que significó y significa develar un pasado nazi, más aún cuando la integración social de la persona fue exitosa. Por ello, la controversia sobre la verdad sirve para trivializar o relativizar las evidencias y conducir a un blanqueamiento moral de lo que pudo haber hecho, en lo que pudo haber participado, y así, salvaguardar la memoria construida sobre la persona. Además, la desnazificación de Reichel-Dolmatoff se puede percibir como una acción de solidaridad de grupo, de clase y de comensalidad (Guglielmucci y Álvarez 2006), tal como lo enuncia María Victoria Uribe en su texto de Razón Pública: “Tampoco es fácil de creer que Reichel-Dolmatoff, quien llegó al país en 1939, se hubiera insertado sin despertar sospechas en la colonia de ciudadanos austro-húngaros radicados en Colombia, entre quienes se contaban y se cuentan intelectuales notables, o cómo pudo convivir con familias tan respetables como los Ungar, los Uprimny, los Cahnspeyer y otras más que lo frecuentaron a lo largo de sus 55 años en Colombia”10. El caso Reichel-Dolmatoff nos remite a reflexionar no sólo sobre el problema de la desnazificación, sobre las bases del negacionismo en un país marcado por el conflicto armado, en donde la memoria sobre la violencia es constantemente reescrita y negociada, en donde se banalizan las masacres, los asesinatos, la impunidad, y, en último lugar, donde son relativizados hechos tan dramáticos como el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces queda por reflexionar cuándo la historia es pertinente para construir memoria o cuándo es simplemente un constructo funcional dependiente de intereses políticos y sociales. Por esto, y parafraseando a Harrowitz (1994), ¿la grandeza intelectual del Reichel-Dolmatoff, como es planteada por sus defensores, discípulos y algunos investigadores, puede ser mancillada a partir de su pasado en Alemania? O pensar simplemente que se ubica en esas zonas grises de las cuales habla Primo Levi. Esas zonas grises que marcan unos lugares ambiguos que dejan de lado el problema ético sobre qué se valida, legitima o niega en las trayectorias de vida individuales y sociales.

9 “Expediente Reichel-Dolmatoff ”, Claudio Lomnitz (La Jornada, 22 de agosto de 2012). Disponible en http://www.jornada.unam.mx/2012/08/22/opinion/017a2pol 10 “Lo que va de Erasmus Reichel a Gerardo Reichel Dolmatoff ”, María Victoria Uribe (Razón Pública, 20 de agosto de 2012). Disponible en http://www.razonpublica.com/index.php/economia-y-sociedad/3169-lo-que-va-de-erasmus-reichel-a-gerardo-reichel-dolmatoff.html


Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff Claudio Lomnitz, Erna von der Walde, Gerhard Drekonja-Kornat y Roberto Suárez M

Referencias 1. Arendt, Hannah. 2000. Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal.

Barcelona: Lumen. 2. Guglielmucci, Ana y Santiago Álvarez. 2006. “Los rituales de la impunidad en Argentina:

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3.

comensalidad y complicidad”. En Etnografias da Participação, editado por Jurema Brites y Claudia Fonseca, 36-58. Santa Cruz do Sul: EDUNISC. Grass, Günter. 2008. Peeling the Onion. Nueva York: Mariner Books. Goñi, Uki. 2002. La auténtica Odessa: la fuga nazi a la Argentina de Perón. Madrid: Paidós Ibérica. Harrowitz, Nancy. 1994. Tainted Greatness: Antisemitism and Cultural Heroes. Filadelfia: Temple University Press. Joutard, Philippe. 1986. Esas voces que nos llegan del pasado. México: FCE. Pelinka, Anton. 1988. “The Great Austrian Taboo: The Repression of the Civil War”. New German Critique. Special Issue on Austria 43: 69-82. Rousso, Henri. 1987. Le syndrome de Vichy de 1944 à nos jours. París: Editions du Seuil. Stangneth, Bettina. 2014. Eichmann Before Jerusalem: The Unexamined Life of a Mass Murderer. Nueva York: Knopf.



Ricardo Rey Cervantes: Una trayectoria fotográfica multisituada Margarita Serje*

Universidad de los Andes, Colombia

DOI: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.09

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ocas personas tienen una experiencia tan rica, tan diversa y desde tan variadas perspectivas de la Sierra Nevada de Santa Marta como Ricardo Rey Cervantes, conocido como “Richi”. Tal vez por ello, su trayectoria fotográfica en esta región podría ser descrita en antropología como una propuesta multisituada. No en el sentido meramente geográfico del concepto, sino en referencia a las diferentes formas de posicionarse frente a un fenómeno, en este caso frente al devenir de la Sierra Nevada de Santa Marta. Su recorrido fotográfico nos narra la experiencia y el compromiso de alguien que ha logrado situarse frente a esta región y sus habitantes de múltiples formas. En esta trayectoria documental se expresa precisamente cómo ha venido configurando un lugar desde donde mostrarnos la Sierra Nevada: como nativo, como miembro de un proyecto de investigación, como activista de la conservación del macizo, como pionero, como aprendiz de los saberes indígenas y como copartícipe en su lucha por la defensa de la Sierra. Y aunque con sus fotografías propone, sin duda, un relato etnográfico, Richi no nos narra la Sierra como antropólogo, ni la presenta con el sesgo de una disciplina en particular, sino desde la evolución de su experiencia vital. En este sentido, su trabajo fotográfico es expresión tanto de una “autoetnografía” como de un ejercicio de documentación sistemática de la historia reciente de la Sierra Nevada y de los eventos que la han marcado social y físicamente: las heridas en sus bosques y ríos, los retos y los logros que han enfrentado sus comunidades, las amistades que se han forjado. Richi Rey conoce la Sierra primero, como se conoce la tierra natal. Se crió entre Santa Marta y “El Recuerdo”, la hacienda donde trabajaron muchos miembros de su familia en el valle del río Minca, cerca de Tigrera. Conoció el área tairona en los ríos de la vertiente norte de la Sierra, como miembro de cuadrillas de guaquería, con su hermano Franky Rey, un personaje legendario en la región. Con ellos aprendió a distinguir los sitios arqueológicos y a conocer la red de caminos tairona, y sobre

* Doctora en Antropología y Etnografía, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Francia. Directora del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes y de Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología. *mserje@uniandes.edu.co

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 27 · Bogotá, enero-abril 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 205-207 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda27.2017.09

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todo, aprendió a moverse entre los ríos y los bosques de la vertiente norte. Unos años más tarde se vinculó al proyecto de recuperación arqueológica de Ciudad Perdida e hizo parte del equipo de trabajo que se consolidó en esa etapa de la investigación. Se trataba de un grupo interdisciplinario de investigadores que buscamos poner en marcha un proceso de “intercambio de saberes” entre la antropología, la arqueología, la biología y los conocimientos de indígenas, campesinos, colonos, guaqueros y guardaparques. Fue como parte de esta experiencia que a Richi lo picó el interés por la fotografía y tuvo como guía a Juan Mayr, a quien familiarmente llamábamos el “Etnofotógrafo”. Para todos los que participamos en ese proyecto, durante esos años vivimos una experiencia que marcó indeleblemente nuestra forma de ver el mundo. Significó un cambio en la manera de entender el conocimiento, las relaciones humanas y, ante todo, la Sierra Nevada y sus habitantes. Allí desarrollamos un interés especial –y creo que la fotografía de Richi lo expresa de manera particular– por el mundo indígena y por sus paisajes, por sus formas de hacer y vivir y de pensar los acontecimientos cotidianos y los retos del mundo moderno que siguen llegando como grandes oleadas a la Sierra: la guaquería, la colonización, la marihuana, la coca, la guerrilla, más coca, el paramilitarismo, la agroindustria. Este encuentro con la visión indígena nos inspiró a comprometernos con diversas iniciativas de apoyo a las Comunidades Serranas, y con la conservación ecológica del macizo, teniendo como referente las formas indígenas de manejo del entorno. Así nació la Fundación Pro Sierra Nevada, con la que Richi colaboró durante casi tres décadas. Uno de los primeros proyectos de la Fundación fue el montaje de Centros de Atención Comunitaria, en los que su participación era crucial para la logística del montaje de campamentos, para establecer relaciones con la gente y para documentar todo el trabajo de campo. Por esos años conoció a Juana Londoño, su compañera, quien nos transmitió a todos su especial sensibilidad por el hábitat y el entorno. Juana y Richi fueron el motor de la relación cotidiana de amistad que la Fundación estableció con las comunidades, en especial con las indígenas, lo que hizo posible la realización de numerosos proyectos conjuntos: los campamentos y centros de atención en los ríos Guachaca, Buritaca y Río Frío, el “diagnóstico de la Sierra Nevada”, la Estrategia de Conservación de la Biodiversidad del Macizo, el Proyecto de Aprendizaje e Innovación, entre muchos otros. Toda esta secuencia de iniciativas trajo consigo un proceso de cambio en la manera de entender la Sierra Nevada y sus problemas y en la forma de posicionarse frente a estos, que es lo que nos expresa su trayectoria fotográfica. Por último, no sobra señalar la pertinencia de presentar este relato visual de la Sierra Nevada de Santa Marta en un número de Antípoda que tiene como tema “Antropología de la antropología: a propósito de Gerardo Reichel-Dolmatoff ”. Precisamente se trata de dos figuras y dos visiones contrastantes de la Sierra. Reichel, con una mirada europea, sin duda privilegiada, marcada necesariamente, para bien o para mal, por la historia de ese continente (como lo discuten varios de los artículos


Ricardo Rey Cervantes: Una trayectoria fotográfica multisituada Margarita Serje

publicados en este número), propone una mirada necesariamente externa que deja como parte de su legado una comprensión de la Sierra indígena como un mundo en sí mismo. Por otro lado, Ricardo Rey, una persona “nativa”, muy arraigada en la vida local, que ha vivido directamente en carne propia los avatares de la región, nos muestra desde lugares más marginales el contexto cambiante en que viven hoy estas comunidades: una visión autoetnográfica y multisituada que deja testimonio de las avanzadas del mundo moderno en la Sierra Nevada y del punto de vista de quienes han asumido el reto de trabajar activamente en proyectos conservacionistas y de apoyo a las comunidades locales del macizo.

Fotografías en orden de aparición

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Río Garavito, Pueblo Viejo · Portada Río Badillo · Guardas Río San Miguel · pp. 2-3 Buritaca, Alto de Mira · pp. 14-15 Buritaca, Ciudad Perdida · pp. 16 Platanillo · pp. 61 Río Ariguaní, Kantinurwa · pp. 62-63 Río Buritaca, Gotzhezhi, pueblo wiwa · pp. 64 Río Badillo, Achintukua · pp. 92 Mamos arhuacos · pp. 116-117 Palomino, Sewiaja · pp. 118-119 Koguis, construcción de una vivienda · pp. 120 Buritaca, tala de bosques · pp. 164-165 Teyuna, niños wiwa aprendiendo la historia de los sitios sagrados · pp. 166 Buritaca, riqueza natural · pp. 173 Jukulwa · pp. 174-175 Río Fundación, Kankawarwa · pp. 176 Ranchería, Marocaso · pp. 204 Jukulwa · pp. 230-231 Jerez, Jaba Tañiwaskaka, Mama Shibulata Zarabata · Guardas finales


Política Editorial

Normas para Autores Tipo de artículos, convocatorias y modalidad de recepción

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología tiene como objetivo contribuir al avance y difusión del conocimiento antropológico, y al análisis crítico de temas socioculturales, metodológicos y teóricos relevantes para los diversos subcampos de la disciplina y de otras disciplinas afines de las ciencias sociales y humanas, particularmente en antropología, arqueología y sus respectivas especialidades. La Revista es una publicación cuatrimestral (enero-abril, mayo-agosto y septiembre-diciembre) que circula al inicio de cada periodo señalado, creada en 2005 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). Antípoda conforma un foro abierto, crítico y plural en donde se publican artículos y trabajos inéditos en español, inglés y portugués. Todos los artículos publicados cuentan con un número de identificación DOI, que, de acuerdo con las políticas editoriales internacionales, debe ser citado por los autores que utilizan los contenidos al igual que el título abreviado de la Revista: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. 208

Las fechas de recepción de artículos para dossier se informan en las respectivas convocatorias. La Revista mantiene abierta la recepción de artículos de tema libre. Los artículos deben ser remitidos a través del sistema disponible en la página web: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, pestaña “Presentar Artículo” (menú del costado izquierdo). Las propuestas presentadas a la Revista deben ser originales e inéditas y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Antípoda no cobra a los autores los costos de los procesos editoriales. La Revista somete todos los artículos que recibe a la herramienta para la detección de plagio. Cuando éste se detecte total o parcialmente (sin la citación correspondiente), el texto es rechazado y se procede a notificar al autor. La Revista recibe propuestas para números monográficos en cualquiera de sus temas objeto. Los interesados deben descargar y diligenciar la ficha disponible en el enlace FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF, y enviarla a antipoda@uniandes.edu.co. Las propuestas serán revisadas y aprobadas por el Editor y el Comité Editorial. Teniendo en cuenta la cantidad de artículos que recibe la Revista, no se publican textos de un mismo autor en un período de dos años.

Evaluación de artículos y proceso editorial

Al recibir un artículo el Equipo Editorial revisa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la Revista. Los autores deben presentar en una hoja aparte su información (nombre, afiliación institucional, etcétera) Asimismo deben garantizar la confidencialidad de su autoría dentro del texto. Los artículos que pasan ese primer filtro son sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de dos evaluadores, nacionales e internacionales (con al menos el 50% con afiliación internacional), quienes pueden formular sugerencias al autor. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como los de los evaluadores se mantienen en el anonimato. El resultado de la evaluación le será comunicado al autor en un periodo de máximo seis meses a partir de la fecha de recepción del artículo. En caso de superar este plazo el Equipo Editorial informa al autor esta situación. La


decisión final de publicar o rechazar los artículos es tomada por el Equipo Editorial, con base en los informes presentados por los evaluadores; esta decisión es comunicada al autor por medio de un concepto escrito emitido por el Editor de la Revista (aprobado, aprobado con modificaciones, aprobado con modificaciones importantes, o rechazado). Las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, deben ser tenidas en cuenta por el autor, quien debe realizar los ajustes solicitados en el plazo estipulado por la Revista. La fecha de publicación informada por los editores se cumple, siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación solicitada en el plazo indicado. Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. No obstante, Antípoda se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. Los autores reciben dos ejemplares del número en el que publican.

Parámetros para la presentación de artículos

Es requisito indispensable que en el momento de la remisión los artículos cumplan con los parámetros de la Revista: • Tener una extensión de máximo veinticinco (25) páginas (8.500 palabras aproximadamente, incluidos pies de página y referencias bibliográficas). • Estar escritos en formatos Word, tamaño carta, márgenes de 2,54 cm, doble espacio, letra Times New Roman 12 puntos, numeración de página desde 1 hasta n, en el margen superior derecho, con un uso mínimo de estilos: negrita sólo para títulos y subtítulos y cursiva para énfasis dentro del texto. Las citas textuales deberán aparecer siempre entre comillas. • Tener el título del artículo y un resumen en español o en el idioma escrito y en inglés. • El resumen debe tener un rango entre 150 y 250 palabras y debe describir los objetivos, métodos, hallazgos más importantes y conclusiones del artículo; debe ser informativo y no debe incluir ninguna cita ni abreviación. • Todo artículo debe tener entre tres y seis palabras clave tanto en inglés como en español. Las palabras clave deben reflejar el contenido del artículo, rescatando las áreas de conocimiento en las que se inscribe y los principales conceptos. Se recomienda revisar los términos y jerarquías establecidos en los listados bibliográficos (Thesaurus), y buscar correspondencia entre títulos, resúmenes y palabras clave. Cuando una palabra no se encuentre normalizada en Thesaurus, debe señalarse. • En un archivo aparte, el autor debe incluir la siguiente información: títulos académicos, afiliación institucional, cargo actual, estudios en curso, grupo de investigación al que pertenece (si aplica), últimas dos publicaciones y correo electrónico. En ese mismo archivo debe incluir la información de procedencia del artículo. En caso de que éste sea resultado de una investigación, la información del proyecto del que hace parte y el nombre de la institución financiadora. • Cuando los contenidos utilizados tengan un número de identificación DOI, este debe incluirse en el listado de referencias. • Todos los cuadros, gráficas, mapas, diagramas y fotografías serán denominados “Figuras”, las cuales deben ser insertadas en marcos o cajas de línea delgada, numeradas, en orden ascendente, e identificadas y referenciadas en el texto mediante un pie de foto. Éstas deben ser enviadas en formato .jpg o .tiff de alta resolución, es decir, de 300 pixeles por pulgada (ppp). Cuando el artículo es aceptado para publicación, los autores asumen la responsabilidad de transformar las figuras a escalas de grises y de suministrar los archivos de alta resolución. • En el momento de remisión, las figuras pueden tener una resolución baja o media; lo impor-

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tante es que sean legibles. Cuando el artículo es aceptado para publicación, las figuras deben tener una calidad de publicación. Los autores asumen la responsabilidad de transformar las figuras a escalas de grises y de suministrar los archivos de alta resolución. • Todos las figuras representadas por mapas deben estar: 1) enmarcadas en una caja de línea delgada, 2) estar geográficamente referenciadas con flechas que indiquen latitud y longitud o con pequeños insertos de mapas que indiquen la localización de la figura principal, y 3) tener una escala en km. • El autor debe emplear los pies de página estrictamente en los casos en los que desea complementar información del texto principal. Los pies de página no se deben emplear para referenciar bibliografía o para referenciar información breve que puede ser incluida en el texto principal. Se exceptúan aquellos casos en los que el autor desea hacer comentarios adicionales sobre un determinado texto o un conjunto de textos alusivo al tema tratado en el artículo. • Parámetros para la presentación de reseñas • Estar escritas en formato Word, letra Times New Roman tamaño 12, paginado, en papel tamaño carta y márgenes de 2,54 cm. • Tener una extensión entre 5 y 8 páginas a espacio doble. • Incluir los datos completos del texto reseñado (autor, título, fecha, ciudad, editorial y páginas totales). • Incluir datos completos del autor: títulos académicos, afiliación institucional, grupo de investigación (si aplica) y correo electrónico. 210

• Se espera que las reseñas no sólo informen sobre el contenido del libro, sino que incorporen una perspectiva crítica y analítica.

Reglas de edición

• La primera vez que se use una sigla o abreviatura, ésta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la sigla o abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. • Antípoda utiliza el formato de estilo del Chicago Manual of Style, última edición, para presentar las referencias incluidas en el artículo. • Todas las referencias bibliográficas deben estar organizadas en estricto orden alfabético, numeradas en número arábigos, en orden ascendente, y deben listarse al final del artículo. Ver modelos de presentación de los datos bibliográficos en los siguientes ejemplos:

Libro con un solo autor o editor

Para libros de un solo autor, invertir el nombre en la lista de referencia; en el texto, incluya únicamente el apellido. En caso de citar una frase, la página específica o el rango de páginas se incluye en la cita dentro del texto (separado del año por una coma), pero no en la lista de referencias. Referencias: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Jaramillo 2014, 99-100) Los libros con un editor en vez de autor incluyen la abreviación ed. (de editor; para más de un editor usar la abreviación eds.). La citación dentro del texto no incluye dicha abreviación.


Referencias: Steiner, Claudia, Carlos Páramo y Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Steiner, Páramo y Pineda 2014, 42)

Libros con múltiples autores

Para libros de dos autores, sólo el apellido del primer autor se invierte en la lista de referencias. Referencias: Espinosa, Mónica y Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Espinosa y Betancourt 2014, 52) Para libros de tres autores, se cita de la siguiente manera: Referencias: Tickner, Arlene, Carolina Cepeda y José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012.Opinión pública y política exterior. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Tickner, Cepeda y Bernal 2013, 188-189) Para libros de cuatro o más autores, incluya todos los autores en la lista de referencias. El orden y la puntuación son exactamente iguales a los de libros de dos o tres autores. Sin embargo, dentro de texto se cita únicamente el apellido del primer autor, seguido por et al. En el texto: (Suárez et al. 2008, 118-119) Libros con autor, más editor o traductor En la lista de referencias, no abrevie Editado por ni Traducido por. Referencias: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Traducido por Edith Grossman. Londres: Cape. En el texto: (García Márquez 1988, 242-255)

Capítulo de un libro editado

Para citar un capítulo de libro de un libro editado, incluya el autor y el título del capítulo entre comillas. Luego, el título del libro en cursivas y el nombre de quien lo editó. Note que el rango de páginas se escribe antes de la ciudad y la editorial. Referencias: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. En El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Serje 2014, 153)

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Artículo en revista indexada

Las citaciones para revistas incluyen el volumen, el número de la edición y la fecha de publicación. El número del volumen sigue inmediatamente después del nombre en itálicas de la revista. La referencia a la página específica se incluye en el texto. El rango de páginas que comprende el artículo se incluye en la lista de referencias, precedido por dos puntos. El número de la edición aparece entre paréntesis, justo después del número del volumen. Referencias: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de ruptura”. Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. En el texto: (Aparicio 2015, 74) Para citación de revistas consultadas online, Chicago recomienda incluir preferiblemente el DOI del artículo, o el URL, en la lista de referencias. Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la “nacional y popular” de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (enero-abril): 21-48. Doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda21.2015.02 (Briones 2015, 40)

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Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (enero-abril): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/view. php/313/index.php?id=313 (Briones 2015, 44)

Políticas Éticas Publicación y autoría

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). La oficina de la Revista se encuentra ubicada en el Edificio Franco, Gb-417 campus universitario. El sitio web de la Revista es http:// antipoda.uniandes.edu.co/index.php, y su correo, antipoda@uniandes.edu.co; el teléfono de contacto es el 3394999, extensión 3483. La Revista cuenta con la siguiente estructura: Equipo Editorial, conformado por el director del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia), Editor y Gestor Editorial, Consejo Editorial (Comité Editorial y Comité Científico), Comité de Revistas de la Facultad y equipo de soporte administrativo y técnico. Los miembros del Consejo son evaluados bianualmente en función de su prestigio en la disciplina y de su producción académica, visible en otras revistas y publicaciones académicas nacionales e internacionales. Los artículos presentados a la Revista deben ser originales e inéditos y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Si el artículo es aceptado, se espera que su aparición anteceda a cualquier otra publicación total o parcial del artículo. Si el autor de un artículo quisiera incluirlo posteriormente en otra publicación, la revista donde se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada al Editor de la Revista. Asimismo, cuando la Revista tiene interés de publicar un artículo que ya ha sido previamente publicado, se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación.


Responsabilidades de los autores

Los autores deben presentar sus artículos a través del siguiente enlace: http://antipoda.uniandes. edu.co/index.php “Presentar Artículo”, que aparece en el menú del costado izquierdo de la página web de la Revista. La Revista tiene normas para los autores, de acceso público, que contienen las pautas para la presentación de los artículos y las reseñas, así como las reglas de edición que pueden consultarse en: Política Editorial o al final de la versión impresa de la Revista. Si bien el Equipo Editorial aprueba los artículos con base en criterios de calidad, pertinencia y rigurosidad investigativa, los autores son los responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es responsabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, etcétera. Los autores aceptan someter sus textos a la herramienta de detección de plagio y a las evaluaciones del Equipo Editorial y de los dos evaluadores externos, y se comprometen a tener en cuenta sus observaciones, para la realización de los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deben realizarse en el plazo que le sea indicado por el Editor. Luego que la Revista reciba el artículo modificado, se le informa al autor acerca del dictamen final y se informa sobre los siguientes pasos del proceso editorial, tiempo en el cuál el autor debe resolver las inquietudes y solicitudes del Equipo Editorial con respecto a su artículo. Cuando los textos sometidos a consideración de la Revista no son aceptados para publicación, el Editor envía una notificación escrita al autor explicándole los motivos por los cuales su texto no será publicado. Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publica. Esa fecha se cumple siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La Revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, para incluir el texto en Antípoda (versión electrónica e impresa). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.

Responsabilidades de los evaluadores/revisión por pares

A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la Revista, teniendo en cuenta formato, calidad (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía) y pertinencia del documento. Después de esta primera revisión, se definen los artículos que inician el proceso de arbitraje. Los textos son, en esta instancia, sometidos a la evaluación de dos pares académicos, nacionales e internacionales (al menos con el 50% con afiliación internacional) y al concepto del Equipo Editorial, quien se reserva la última palabra de los contenidos a publicar. Los evaluadores podrán formular sugerencias al autor señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. El resultado es comunicado al autor en un período de hasta seis meses a partir de la recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación excede este plazo, el Editor informa al autor el motivo de esta situación. Los evaluadores deben

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declarar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y con los temas sobre los que van a conceptuar. Ante cualquier duda se reemplaza al evaluador. La Revista cuenta con un formato que contiene preguntas con criterios cuidadosamente definidos, que el evaluador debe responder sobre el artículo objeto de evaluación. A su vez, tiene la responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones menores o mayores el artículo arbitrado. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como de los evaluadores son mantenidos en anonimato.

Responsabilidades editoriales

El Equipo Editorial de la Revista, con la participación del Consejo Editorial, es responsable de definir las políticas editoriales para que Antípoda cumpla con los estándares que permiten su posicionamiento como una publicación académica de reconocida calidad internacional. La revisión continua de estos parámetros asegura que la Revista mejore y llene las expectativas de sus lectores. Así como se publican normas editoriales, que la Revista espera sean cumplidas en su totalidad, también publica correcciones, aclaraciones, rectificaciones y da justificaciones cuando la situación lo amerite.

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Cuando la Revista recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo responde prontamente, de acuerdo a las Normas establecidas por la publicación, y en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema. Cuando se reconoce falta de exactitud en un contenido publicado, se consulta al Comité Editorial, y se hacen las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la Revista. El Equipo Editorial es responsable de la escogencia de los mejores artículos para ser publicados. Esta selección está basada en las recomendaciones derivadas del proceso de evaluación y del proceso de revisión editorial del artículo, en los que son centrales los criterios de calidad y relevancia, originalidad y contribuciones al conocimiento social, así como diversidad y pluralidad en los contenidos. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado, la justificación que se le da al autor debe orientarse hacia estos aspectos. El Equipo Editorial es responsable de vigilar el proceso editorial de todos los artículos que se postulan a la Revista, y debe desarrollar mecanismos de confidencialidad mientras dura el proceso de evaluación por pares hasta su publicación o rechazo. Tan pronto un número de la Revista es publicado, el Equipo Editorial y el Equipo de Publicaciones son responsables de su difusión y distribución a los colaboradores, evaluadores, y a las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales, y de hacer los envíos a los suscriptores activos.


Editorial Policy

Norms for Authors Type of articles, calls for articles and form of reception

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología aims to contribute to the advancement and dissemination of anthropological knowledge, and to the critical analysis of sociocultural, methodological and theoretical topics that are relevant for the diverse subfields of the discipline and of other related fields in the social and human sciences, particularly in anthropology, archaeology and their respective specialties. The journal is a publication that comes out every four months (JanuaryApril, May-August, September-December) at the beginning of each of the periods indicated. It was created in 2005 and funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). Antípoda constitutes an open, critical and pluralist forum in which unpublished articles and other works are published in Spanish, English and Portuguese. All the articles published have a DOI identification number that, in accordance with international editorial policies, must be cited by authors who use the contents, along with the abbreviated title of the journal: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. The dates of reception of articles for Dossier are announced in the respective calls for articles. The journal receives open theme articles on a permanent basis. All articles should be remitted through the system available on the journal’s web page: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, using the “Present Article” tab on the left-hand menu. The proposals presented to the journal must be original and unpublished and should not be simultaneously undergoing evaluation or have any editorial commitments with any other publication. Antípoda does not charge the authors for the costs of the editorial processes. The journal subjects all the articles it receives to a plagiarism detection test. When plagiarism, either total or partial (i.e., lacking the corresponding citation) is detected, the text is rejected and the author is notified of the fact. The journal receives proposals for thematic issues on any one of the subject areas of its interest. Interested parties should download and complete the form that is available through the following link: FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF, and send it to antipoda@uniandes.edu.co. The proposals will be reviewed and approved by the editor and the Editorial Committee. Given the number of articles the journal receives, no more than one article by the same author will be published within a two-year period.

Evaluation of articles and the editorial process

Upon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic requirements established by the journal. The authors should present their information (name, institutional affiliation, etc.) on a separate sheet. They must also guarantee the confidentiality of the fact of their authorship within the text. The articles that pass this first filter are then subjected to an arbitration process carried out by two evaluators, national and international (at least 50% with international affiliation), who may make suggestions to the author. During the evaluation, the names of the authors and those of the evaluators must be kept anonymous. The result of the evaluation will be communicated to the author within a maximum period of six months from the date of receipt of

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the article. If the process exceeds this time limit, the Editorial Team will inform the author of the situation. The final decision to publish or to reject an article is made by Editorial Team, on the basis of the reports presented by the evaluators; the decision is then communicated to the author by means of a written decision issued by the Editor of the journal (approved, approved with modifications, approved with important modifications, or rejected). The observations of the evaluators, like those of the Editorial Team, should be taken into account by the author, who is expected to make the adjustments requested within the time limit stipulated by the journal. The publication date announced by the editors will be respected as long as the author makes sure that all the documentation requested is delivered before the indicated deadline. During the publication process, the editors may consult the authors to resolve any concerns regarding their articles. Nonetheless, Antípoda reserves the right to make minor corrections of style. Email is the preferred means of communication with the authors during both the evaluation process and the publication process. Authors receive two copies of the issue in which their work is published.

Guidelines for the Presentation of Articles

It is indispensable that the articles comply with the following guidelines when they are presented for publication in the journal: • They must be no more than twenty-five (25) pages long (approximately 8,500 words, including footnotes and bibliographic references). 216

• They must be written in Word formats, letter-size pages with 2.54 cm margins, double spaced, in Times New Roman 12 point font, page numbers from 1 to N in the upper right-hand corner, with a minimum use of different typesets: bold for titles and subtitles only, and italics for emphasis within the text. Quotes within the text must always be placed in quotation marks. • They must include the title and an abstract of the article in Spanish or in the language in which it was written, and in English. • The abstract must be from 50 to 250 words long and should describe the objectives, methods, most important findings, and conclusions of the article. It should be informative and should not include any quotes or abbreviations. • Every article must have from three to six keywords in both English and Spanish. The keywords should reflect the content of the article, indicating the areas of knowledge in which they are inscribed and the main concepts. The terms and hierarchies established in the bibliographic listings should be checked (Thesaurus) and the titles, abstracts, and keywords should be in concordance with each other. When a word does not appear normalized in Thesaurus, this fact should be pointed out. • The author should also provide the following information in a separate file: academic degrees, institutional affiliation, current position, ongoing studies, research group (if applicable), two most recent publications, and e-mail address. This same file should include the source information for the article. When an article is the result of a research study, the information on the project of which it forms part and the name of the financing institution should be included. • When the contents used have a DOI identification, it should be included in the reference. • All charts, graphs, maps, diagrams and photographs will be denominated “Figures,” which should be inserted in thin-line frames or boxes, numbered in ascending order and identified and referenced in the text by captions. These should be presented in .jpg or .tiff format, with high resolution, i.e., 300 dots per inch (dpi). When an article is accepted for publication, the authors assume responsibility for converting the figures to grayscales and for providing high-resolution files.


• Figures may have either low or medium resolution when they are presented; the important thing is that they be legible. When an article is accepted for publication, the figures must be of a quality that is suitable for publication. The authors assume responsibility for converting the figures to gray-scale and providing high-resolution files. • All figures represented by maps should be: 1) framed within a slim-line box, 2) geographically referenced with arrows to indicate latitude and longitude, or with small maps inserted to indicate the location of the main figure, and 3) be on a scale measured in kilometers. • The author must use footnotes only in cases in which it is desirable to complement information from the main text. Footnotes should not be used to reference bibliography or to reference brief data that may be included within the main text. The exceptions are cases in which the author wishes to make additional comments on any given text or on a set of texts alluding to the topic dealt with in the article.

Guidelines for Presenting Reviews

• They must be presented in Word format, Times New Roman Font size 12, and letter-size numbered pages with 2.54 cm margins. • They must be from 5 to 8 pages long, double-spaced. • They must include the complete data regarding the text reviewed (author, title, date, city, publishing house, and total number of pages). • They must include the complete data on the author: academic degrees, institutional affiliation, research group (if applicable), and e-mail address. • Reviews should not only inform about the content of the book, but also incorporate a critical, analytical perspective.

Editing Rules

• The first time that initials or abbreviations appear, they should be placed in parenthesis after the full form, and only the initials or the abbreviation should be used on subsequent occasions. • Quotes more than four lines long should be put in a special format for long quotes, single space, in Font 11, with reduced margins. • Antípoda uses the style format of the Chicago Manual of Style, last edition, for presenting the references included in the articles it publishes. • All bibliographical references should be organized in strict alphabetical order, numbered in ascending order with Arabic numbers, and listed at the end of the article. See models for presenting bibliographical data in the following examples:

Books with Only One Author or Editor

For books with only one author, invert the order of the first and last name on the reference list; include only the last name in the text. When a phrase is cited, the specific page or range of pages is included in the quote within the text (separated from the year by a comma), but not in the list of references. References: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Jaramillo 2014, 99-100) References to books with an editor instead of an author include the abbreviation ed. for editor (for more than one editor use the abbreviation eds.). The citation within the text does not include said abbreviation.

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References: Steiner, Claudia, Carlos Páramo and Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Steiner, Páramo and Pineda 2014, 42) Books with More Than One Author For books with two authors, only the first author’s name is inverted in the list of references. References: Espinosa, Mónica and Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Espinosa and Betancourt 2014, 52)

Books with three authors are cited as follows: References:

Tickner, Arlene, Carolina Cepeda and José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012. Opinión pública y política exterior. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: 218

(Tickner, Cepeda and Bernal 2013, 188-189) For books with four or more authors, the names of all the authors are included in the list of references. The order and punctuation are exactly the same as for books with two or three authors. However, only the last name of the first author is cited within the text, followed by et al. In the text: (Suárez et al. 2008, 118-119)

Books with Author, plus Editor or Translator

Do not abbreviate Edited by or Translated by on the list of references. References: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Translated by Edith Grossman. Londres: Cape. In the text: (García Márquez 1988, 242-255)

Chapter of an Edited Book

To cite a chapter of an edited book, include the author and the title of the chapter in quotation marks, followed by the book title in italics, and then the name of the editor/s. Note that the range of pages is indicated before the city and the publisher. References: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. In El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Serje 2014, 153)


Article in an Indexed Journal

Citations of magazines include the volume number, the issue number, and the date of publication. The number of the volume comes immediately after the name of the magazine written in italics. The reference to a specific page number is included in the text. The range of pages that the article covers is included in the list of references, preceded by a colon. The issue number appears in parenthesis, just after the volume number. References: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de rupture.” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. In the text: (Aparicio 2015, 74) For citing magazines consulted online, Chicago recommends including the DOI of the article, or the URL, in the list of references. Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la “nacional y popular” de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (January-April): 21-48. DOI: http://dx.doi.org/10.7440/ antipoda21.2015.02 (Briones 2015, 40) Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (January-April): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/ view.php/313/index.php?id=313 (Briones 2015, 44)

Ethical Policies Publication and authorship

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología is a publication funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). The office of the journal is located in the Franco Building (Office Gb-417) on the university campus. The journal’s web site is http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php. Its email address is antipoda@uniandes.edu.co , and the telephone number is 3394999, extension 3483. The journal has the following structure: the Editorial Team, composed of the Director of the Anthropology Department of the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia), Editor and Editorial Manager, Editorial Council (Editorial Committee and Scientific Committee), the Board of Journals of the School of Social Sciences and the Administrative and Technical Support Team. The members of the Council are evaluated biannually with respect to their prestige in the discipline and their academic production, as seen in other national and international journals and academic publications. The articles presented to the journal must be original and unpublished and must not be simultaneously undergoing any evaluation process or have editorial commitments with any other publication. If an article is accepted, it is expected that its appearance in Antípoda will precede any other total or partial publication of the article. If the author of an article wishes to include it later in another publication, the journal in which it is to be published should clearly indicate the data

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regarding its original publication, after having requested authorization from the Editor of the journal. In the same way, when the journal has an interest in publishing an article that has previously been published elsewhere, it commits itself to requesting the corresponding authorization from the original publisher.

Responsibilities of the authors

Authors should present their articles through the following link: http://antipoda.uniandes.edu. co/index.php “Present Article,” that appears on the left-hand menu of the journal’s web page. The journal has publicly accessible norms for authors, that provide the guidelines for the presentation of articles and reviews, as well as editorial rules which can be consulted through the Editorial Policy link or at the end of the printed version of the journal. Even though the Editorial Team approves articles based on criteria of quality, relevance and investigative excellence, the authors are responsible for the ideas expressed in their work, as well as for its ethical standards. The authors must explicitly state that the text is of their own authorship and that the intellectual property rights of third parties are respected in it. If material is used that is not the property of the authors, it is their responsibility to make sure to obtain the authorizations for the use, reproduction and publication of charts, graphs, maps, diagrams, photographs, etc.

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The authors agree to submit their texts to a plagiarism detection test and to the evaluations of the Editorial Team and of the two external evaluators, and they agree to take the resulting observations into account for making the adjustments requested. These modifications and corrections to the manuscript should be done within the time limit indicated by the editor. After the journal receives the modified article, the author is informed of the final decision and of the following steps in the publishing process, during which time the author must resolve concerns and requests of the Editorial Team with respect to the article. When the texts submitted for the consideration of the journal are not accepted for publication, the editor sends a written notification to the author explaining the reasons why the text will not be published. During the editing process, the editors may consult the authors to resolve concerns regarding their articles. In both the evaluation process and in the editing process, email constitutes the preferred means of communication with the authors. The Editorial Team reserves the last word on the publication of articles and the issue in which they are to be published. That publication date will be respected as long as the author delivers all the documentation requested within the indicated time limit. The journal reserves the right to make minor corrections of style. The authors of the texts that are accepted authorize, by signing the “Document of Authorization of Use of Intellectual Property Rights,” the use of the author’s economic rights (reproduction, public communication, transformation and distribution) to the Universidad de los Andes, in order to include the text in Antípoda (electronic version and printed version). In the same document the authors confirm that the text is of their own authorship and that the intellectual rights of third parties are respected in it.

Responsibilities of the evaluators/peer review

Upon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic requirements established by the journal, taking into account the format, quality (objective, theoretical framework, methodology, conclusions and bibliography) and relevance of the document. After this first review, it is decided which articles will begin the arbitration process. In this stage the texts are subjected to evaluation by two academic peers, national and international (at least 50% with international affiliation) and to the opinion of the Editorial Team, who reserve the last word regarding


the contents to be published. The evaluators may make suggestions to the author, e.g., pointing out significant references that have not been included in the work. The result is communicated to the author within a maximum period of six months from the date of receipt of the article. When the evaluation process exceeds this time limit, the editor informs the author or the reason for this situation. The evaluators must declare on the evaluation format that they have no conflict of interest with the authors or with the topics on which they are going to render judgment. When there is any doubt, the evaluator is replaced. The journal has a format that contains questions with carefully defined criteria that the evaluator must answer regarding the article that is to be evaluated. The evaluator also has the responsibility of accepting, rejecting, or approving the arbitrated article with major or minor modifications. During the evaluation, the names of the authors and of the evaluators are kept anonymous.

Editorial responsibilities

The Editorial Team of the journal, with the participation of the Editorial Council, is responsible for defining the editorial policies so that Antípoda meets the standards that make it possible for it to be positioned as an academic publication of internationally recognized quality. The continual revision of these parameters ensures that the journal will continue to improve and fulfill the expectations of its readers. Just as the journal publishes its editorial norms, which it expects authors to follow in their totality, it also publishes corrections, clarifications, amendments and gives justifications when the situation warrants it. When the journal receives complaints of any type, the Editorial Team responds promptly, in accordance with the norms it has established and, when warranted, it must ensure that the complaint receives the attention it deserves in order to help resolve the problem. When a lack of precision is recognized in a published content, the Editorial Committee is consulted and the corrections and/ or clarifications are made on the journal’s web page. The Editorial Team is responsible for choosing the best articles to be published. This selection is based on the recommendations derived from the process of evaluation and from the process of editorial review of the article, in which the main criteria are quality and relevance, originality and contributions to social knowledge, as ell as diversity and plurality in terms of contents. In this same sense, when an article is rejected, the justification given to the author should be oriented towards these aspects. The Editorial Team is responsible for overseeing the editorial process of all the articles submitted to the journal, and it must develop mechanisms to ensure confidentiality throughout the process, from peer review to final publication or rejection. As soon as an issue of the journal is published, the Editorial Team and the Publications Team are responsible for its dissemination and distribution to collaborators, evaluators, and to the entities with which exchange agreements have been established, as well as to national and international repositories and indexation systems, and for mailings to active subscribers.

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Política editorial

Instruções aos autores Tipo de artigo, edital e modalidade de recepção

A Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología tem como objetivo contribuir para o avanço e a difusão do conhecimento antropológico e a análise crítica de temas socioculturais, metodológicos e teóricos, relevantes para os diversos subcampos da disciplina e de outras áreas afins das ciências sociais e humanas, particularmente antropologia, arqueologia e suas respectivas especialidades. A Revista é uma publicação quadrimestral (janeiro-abril, maio-agosto e setembro-dezembro), que circula no início de cada período mencionado. Ela foi criada em 2005 e é financiada pela Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). A Antípoda conforma um fórum aberto, crítico e plural, em que são publicados artigos e trabalhos inéditos em espanhol, inglês e português. Todos os artigos publicados contam com um número de identificação DOI, que, de acordo com as políticas editoriais internacionais, deve ser citado pelos autores que utilizam os conteúdos assim como o título abreviado da revista: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. 222

As datas de recepção de artigos para dossiê são informadas nos respectivos editais. A Revista mantém aberta a recepção de artigos com tema livre. Os textos devem ser enviados pelo sistema disponível na página web: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, opção “Presentar Artículo” (“Apresentar artigo”, na lateral esquerda). As propostas apresentadas à Revista devem ser originais e inéditas, e não devem estar em processo simultâneo de avaliação nem ter outros compromissos editoriais com nenhum outro periódico. A Antípoda não cobra dos autores os custos dos processos editoriais. A Revista submete todos os artigos recebidos à ferramenta de detecção de plágio. Quando este for detectado total ou parcialmente (sem a citação correspondente, por exemplo), o texto é recusado e notifica-se o autor. A Revista recebe propostas para números monográficos em qualquer de seus temas de investigação. Os interessados devem baixar o formulário disponível na página web e preenchê-lo FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF. Em seguida, devem enviá-lo ao e-mail antipoda@uniandes. edu.co. O Editor e a Comissão Editorial revisarão e aprovarão as propostas enviadas. Considerando a quantidade de artigos que a Revista recebe, não se publicam textos de um mesmo autor durante um período de dois anos.

Parecer de artigos e processo editorial

Ao receber um artigo, a Equipe Editorial confere se ele cumpre com os requisitos básicos exigidos pela revista. Os autores devem apresentar num arquivo em separado sua informação (nome completo, afiliação institucional etc.). Além disso, devem garantir a confidencialidade de sua autoria dentro do texto. Os artigos que passam por esse primeiro filtro são submetidos a um processo de arbitragem sob a responsabilidade de dois pareceristas, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional), que farão sugestões ao autor, se for o caso. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos pareceristas se manterão no anonimato. O resultado do parecer será comunicado ao autor num período de, no máximo, seis meses a partir da data de recepção do artigo. Caso se esgote esse prazo, a Equipe Editorial informa o autor dessa situação. A decisão final de publicar ou recusar os artigos é tomada pela Equipe Editorial com base


nos relatórios apresentados pelos pareceristas; essa decisão é comunicada ao autor por meio de um conceito escrito emitido pelo Editor da Revista (aceito, aceito com modificações, aceito com modificações substanciais ou recusado). Os autores devem considerar as observações dos pareceristas e as da Equipe Editorial e realizar os ajustes solicitados no prazo estipulado pela revista. A data de publicação informada pelos editores se cumpre contanto que o autor envie toda a documentação solicitada no prazo indicado. Durante o processo de edição, os autores podem ser consultados pelos editores para resolver possíveis dúvidas. Contudo, a Antípoda se reserva o direito de fazer correções de forma ou adequações ao perfil gráfico da Revista. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail. Os autores receberão dois exemplares do número no qual seus artigos foram publicados.

Parâmetros para a apresentação de artigos

É requisito indispensável que, no momento da remissão, os artigos cumpram com os parâmetros da Revista relacionados a seguir. • Ter uma extensão de máximo 25 páginas (8.500 palavras aproximadamente, incluídas notas de rodapé e referências bibliográficas). • Estar escritos em formatos Word, tamanho carta, margens de 2,54 cm, espaço duplo, fonte Times New Roman tamanho 12, numeração de página a partir de 1 até n, na margem superior direita, com um uso mínimo de estilos: negrito só para títulos e subtítulos, e itálico para ênfase dentro do texto. As citações textuais deverão aparecer sempre entre aspas. • Ter o título do artigo e um resumo em espanhol ou no idioma escrito e em inglês. • O resumo deve ter entre 150 e 250 palavras e deve descrever os objetivos, métodos, descobertas mais importantes e conclusões do artigo; deve ser informativo e não deve incluir nenhuma citação nem abreviação. • Todo artigo deve ter entre três e seis palavras-chave, tanto em inglês quanto em espanhol. As palavras-chave devem refletir o conteúdo do artigo e resgatar as áreas de conhecimento nas quais se inscreve e os principais conceitos. Recomenda-se revisar os termos e hierarquias estabelecidos nas listas bibliográficas (Thesaurus), além de procurar correspondência entre títulos, resumos e palavras-chave. Quando uma palavra não se encontrar normalizada em Thesaurus, deve ser indicada. • Em um arquivo à parte, o autor deve incluir a seguinte informação: títulos acadêmicos, filiação institucional, cargo atual, estudos em curso, grupo de pesquisa ao que pertence (se aplicar), últimas duas publicações e e-mail. Nesse mesmo arquivo, deve incluir a informação de procedência do artigo. Caso este seja resultado de uma pesquisa, a informação do projeto do qual faz parte e o nome da instituição financiadora. • Quando os conteúdos utilizados tiverem um número de identificação DOI, este deve ser incluído na lista de referências. • Quadros, gráficos, mapas, diagramas e fotografias serão denominados “figuras” e devem ser numerados em ordem ascendente, e identificados com uma legenda, bem como ter sido mencionados no texto. Sobre seu formato, devem apresentar linhas de bordas finas e ser enviados em formato .jpg ou .tiff de alta resolução (300 dpi). Quando o artigo é aceito para publicação, os autores assumem a responsabilidade de transformar as figuras em escala de cinzas e de fornecê-las em alta resolução. • No momento de remissão, as figuras podem ter uma resolução baixa ou média; o importante é que sejam legíveis. Quando o artigo for aceito para publicação, as figuras devem ter uma qualidade de publicação. Os autores assumem a responsabilidade de transformar as figuras em tons de cinza e de fornecer os arquivos de alta resolução.

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• Todas as figuras representadas por mapas devem: 1) estar enquadradas em uma caixa de linha fina, 2) estar geograficamente referenciadas com setas que indiquem latitude e longitude ou com pequenas inserções de mapas que indiquem a localização da figura principal, e 3) ter uma escala em km. • O autor deve usar as notas de rodapé estritamente nos casos em que quiser complementar informação do texto principal. As notas de rodapé não devem ser usadas para referenciar bibliografia ou para referenciar informação breve que pode ser incluída no texto principal. Excetuam-se aquelas situações em que o autor desejar fazer comentários adicionais sobre um determinado texto ou um conjunto de textos alusivos ao tema tratado no artigo.

Parâmetros para a apresentação de resenhas

• Estar escritas em formato Word, fonte Times New Roman, tamanho 12, paginado, em papel tamanho carta e margens de 2,54 cm. • Ter uma extensão entre 5 e 8 páginas com espaço duplo. • Incluir os dados completos do texto resenhado (autor, título, data, cidade, editora e páginas totais). • Incluir dados completos do autor: títulos acadêmicos, afiliação institucional, grupo de pesquisa (se aplicar) e e-mail. • Espera-se que as resenhas não apenas informem sobre o conteúdo do livro, mas que também incorporem uma perspectiva crítica e analítica. 224

Regras de edição

• Na primeira vez que se usar uma sigla ou abreviatura, esta deverá ir entre parênteses depois da fórmula completa (do nome por extenso); nas seguintes vezes será usado somente a sigla ou a abreviatura. • As citações textuais que ultrapassarem as quatro linhas devem ser colocadas em formato de citação longa, com espaço simples, tamanho de letra 11 e margens reduzidas. • A Antípoda utiliza o formato de estilo do Chicago Manual of Style, última edição, para apresentar as referências incluídas no artigo. • Todas as referências bibliográficas devem estar organizadas em rigorosa ordem alfabética, numeradas com números arábicos, em ordem ascendente, e devem ser listadas ao final do artigo. Ver modelos de apresentação dos dados bibliográficos nos seguintes exemplos.

Livro com apenas um autor ou editor

Para livros de apenas um autor, inverter o nome na lista de referência; no texto inclua unicamente o sobrenome. Ao citar uma frase, a página específica ou o intervalo de páginas inclui-se na citação dentro do texto (separado do ano por uma vírgula), mas não na lista de referências. Referências: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Jaramillo 2014, 99-100) Os livros com um editor em vez de autor incluem a abreviação ed. (de editor; para mais de um editor usar a abreviação eds.). A citação dentro do texto não inclui essa abreviação. Referências: Steiner, Claudia, Carlos Páramo e Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger


Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Steiner, Páramo e Pineda 2014, 42)

Livros com vários autores

Para livros de dois autores, apenas o sobrenome do primeiro autor inverte-se na lista de referências. Referências: Espinosa, Mónica e Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Espinosa e Betancourt 2014, 52) Para livros de três autores, cita-se da seguinte maneira: Referências: Tickner, Arlene, Carolina Cepeda e José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012.Opinión pública y política exterior. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Tickner, Cepeda e Bernal 2013, 188-189) Para livros de quatro ou mais autores, inclua todos os autores na lista de referências. A ordem e a pontuação são exatamente iguais às de livros de dois ou três autores. No entanto, dentro do texto cita-se unicamente o sobrenome do primeiro autor, seguido por et al. No texto: (Suárez et al. 2008, 118-119)

Livros com autor, mais editor ou tradutor

Na lista de referências, não abrevie Editado por nem Traduzido por. Referências: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Traduzido por Edith Grossman. Londres: Cape. No texto: (García Márquez 1988, 242-255)

Capítulo de um livro editado

Para citar um capítulo de livro de um livro editado, inclua o autor e o título do capítulo entre aspas. Depois o título do livro em itálico e o nome de quem o editou. Note que o intervalo de páginas escreve-se antes da cidade e da editora. Referências: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. Em El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Serje 2014, 153)

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Artigo em revista indexada

As citações para revistas incluem o volume, o número da edição e a data de publicação. O número do volume vai imediatamente depois do nome em itálico da revista. A referência à página específica inclui-se no texto. O intervalo de páginas que compreende o artigo inclui-se na lista de referências, precedido por dois pontos. O número da edição aparece entre parênteses, logo depois do número do volume. Referências: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de ruptura”. Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. No texto: (Aparicio 2015, 74) Para citação de revistas consultadas on-line, Chicago recomenda incluir preferivelmente o DOI do artigo, ou o URL, na lista de referências. Referências: Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (janeiro-abril): 21-48. Doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda21.2015.02 226

No texto: (Briones 2015, 40) Referências: Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda – Revista de Antropología y Arqueología 21 (janeiro-abril): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/ view.php/313/index.php?id=313 No texto: (Briones 2015, 44)

Políticas éticas Publicação e autoria

A Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología é uma publicação financiada pela Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). O escritório da Revista se localiza no Edifício Franco, Gb-417 campus universitário, Bogotá. A página web da Revista é http://antipoda. uniandes.edu.co/index.php, e seu e-mail, antipoda@uniandes.edu.co; o telefone para contato é o (57 1) 339-4999, ramal 3483. A Revista conta com a seguinte estrutura: Equipe Editorial, conformada pelo diretor do Departamento de Antropologia da Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia), editor e gestor editorial. Conselho Editorial (Comissão Editorial e Comissão Científica), Comissão de Revistas da Faculdade e Equipe de Suporte Administrativo e Técnico. Os membros do Conselho são avaliados bianualmente em função de seu prestígio na disciplina e de sua produção acadêmica, visível em outros periódicos acadêmicos nacionais e internacionais. Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos, e não estar em processo simultâneo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhum outro periódico. Se o


artigo for aceito, espera-se que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total ou parcial dele. Caso o autor de um artigo queira incluí-lo depois em outra publicação, a revista onde for publicado deverá indicar claramente os dados da publicação original, com prévia autorização solicitada ao Editor da Antípoda. Da mesma forma, quando a revista tiver interesse num artigo que já tenha sido publicado, compromete-se a pedir a autorização correspondente à editora que realizou a primeira publicação.

Responsabilidades dos autores

Os autores devem apresentar seus artigos pelo seguinte link: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, opção “Presentar Artículo” (“Apresentar artigo”, na lateral esquerda da página). A Revista tem normas para a apresentação de colaborações de artigos e resenhas, de acesso público, bem como regras de edição, que podem ser consultadas na seção “Política Editorial” ou no final da versão impressa da revista. Embora a Equipe Editorial aprove os artigos com base em critérios de qualidade, pertinência e rigorosidade investigativa, os autores são os responsáveis pelas ideias expressas no texto e pela idoneidade ética deste. Também, eles têm que deixar explícito que o texto é de sua autoria e que nele são respeitados os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Se for utilizado material que não seja de propriedade dos autores, é responsabilidade destes conseguir as autorizações para seu uso, reprodução e publicação (tanto de gráficos, mapas quanto de fotografias, ilustrações etc.). Os autores aceitam submeter seus textos à ferramenta de detecção de plágio e aos pareceres da Equipe Editorial e dos pareceristas externos, e comprometem-se a considerar suas observações para a realização das modificações solicitadas. Estas devem ser realizadas no prazo indicado pelo Editor. Assim que a revista receber o artigo modificado, informam-se ao autor a decisão final e os seguintes passos do processo editorial. Durante esse período, o autor deve resolver as dúvidas e as solicitações da Equipe Editorial a respeito de seu artigo. Quando os textos submetidos ao parecer da Revista não são aceitos para publicação, o Editor envia uma notificação escrita ao autor, na qual explica os motivos pelos quais seu texto não será publicado. Durante o processo de edição, os autores podem ser consultados pelos editores para resolver dúvidas existentes. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail. A Equipe Editorial tem a última palavra sobre a publicação dos artigos e o número no qual serão publicados. Isso se cumpre se o autor enviar toda a documentação solicitada no prazo indicado. A Revista se reserva o direito de fazer correções de forma ou adequações ao seu perfil gráfico. Os autores dos textos aceitos autorizam, por meio da assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais do autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidad de Los Andes, para incluir o texto na revista Antípoda (versão eletrônica e impressa). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros.

Responsabilidades dos pareceristas/avaliação por pares

Na recepção de um artigo, a Equipe Editorial avalia se este cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista: formato, qualidade (objetivo, referencial teórico, metodologia, conclusões e bibliografia) e pertinência do tema. Após essa primeira revisão, definem-se os artigos que iniciam o processo de arbitragem. Os textos são, nesse momento, submetidos ao parecer de dois pares acadêmicos, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional) e ao conceito da Equipe Editorial, que tem a última palavra sobre os conteúdos a publicar. Os pareceris-

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tas poderão, por exemplo, formular sugestões ao autor que indiquem referências significativas que não tenham sido incluídas no trabalho. O parecer é comunicado ao autor num período de até seis meses a partir da submissão do artigo. Quando o processo de avaliação ultrapassar esse prazo, o Editor informará o autor do motivo dessa situação. Os pareceristas devem declarar, no formulário de avaliação, que não têm conflito de interesse com os autores e com os temas sobre os quais emitirão um parecer. Diante de qualquer dúvida sobre isso, o(s) parecerista(s) será(ão) substituído(s). A Revista conta com um formulário com perguntas com critérios cuidadosamente definidos, às quais o parecerista deve responder sobre o artigo em questão. No entanto, a responsabilidade de aceitar, aceitar com modificações menores ou substanciais ou recusar o artigo avaliado é da Revista. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos avaliadores serão mantidos em anonimato.

Responsabilidades editoriais

A Equipe Editorial da Revista, com a participação do Conselho Editorial, é responsável pela definição das políticas editoriais para que a Antípoda cumpra com os padrões que permitem seu posicionamento como uma publicação acadêmica de reconhecida qualidade internacional. A revisão contínua desses parâmetros garante que a Revista melhore e atinja as expectativas de seus leitores. A Revista espera que as normas para apresentação de colaborações sejam cumpridas em sua totalidade. Contudo, se for necessário, ela realizará correções, esclarecimentos, retificações e justificativas a respeito de conteúdos já publicados. 228

Quando a Revista recebe reclamações de qualquer tipo, a Equipe responde brevemente, de acordo com as normas estabelecidas pela publicação; se necessário, será realizada a adequada investigação a fim de resolver o problema. Quando se reconhece falta de exatidão num conteúdo publicado, a Comissão Editorial é consultada e são feitas as correções e/ou esclarecimentos na página web da Revista. A Equipe Editorial é responsável pela escolha dos melhores artigos para serem publicados. Essa seleção está baseada nas recomendações derivadas do processo de avaliação e do de revisão editorial do artigo, nos quais são centrais os critérios de qualidade, relevância, originalidade, contribuições ao conhecimento social, diversidade e pluralidade nos conteúdos. Nesse sentido, quando um artigo é recusado, a justificativa dada ao autor deve ser orientada a esses aspectos. A Equipe Editorial é também a responsável por zelar pelo processo editorial de todos os artigos que são submetidos à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade enquanto durar o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa. Assim que um número da Revista for publicado, a Equipe Editorial e a Equipe de Publicações são responsáveis por sua difusão e distribuição aos colaboradores e pareceristas, às entidades que tenham estabelecido convênios de intercâmbio, bem como aos repositórios e aos sistemas de indexação nacionais e internacionais, além de enviá-lo aos seus assinantes ativos.


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Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología No. 27 Se terminó de imprimir en el mes de enero de 2017. Las opiniones e ideas aquí consignadas son de responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente reflejan la opinión del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para uso personal siempre y cuando se mencionen como fuente el artículo y su autor y a Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero la autorización del Editor de la revista.





ANTIPODA 27

R E V I S T A

D E

A N T R O P O L O G Í A

Y

A R Q U E O L O G Í A

NOTA EDITORIAL Antropología de la antropología. A propósito de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 10-13 Carlos Alberto Uribe Tobón y Santiago Martínez Medina – Universidad de los Andes, Colombia MERIDIANOS Gerardo Reichel, a la luz de su obra. Invención del indigenismo y ecologismo en Colombia | 17-34 Carl Henrik Langebaek – Universidad de los Andes, Colombia De Gran Jaguar a Padre Simbólico: la biografía “oficial” de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 35-60 Carlos Alberto Uribe Tobón – Universidad de los Andes, Colombia PARALELOS Etnografía y antropología en Argentina: propuestas para la reconstrucción de un programa de investigación de lo universal | 65-91 Sergio E. Visacovsky – Instituto de Desarrollo Económico y Social, CONICET, Argentina El espacio de producción en ciencias antropológicas en Chile: una aproximación a las publicaciones contenidas en revistas científicas (1860-1954) | 93-115 Héctor Mora Nawrath – Universidad Católica de Temuco, Chile PANORÁMICAS “Se armó la milonga”: acerca de las políticas, el patrimonio y los espacios de baile de tango en la ciudad de Buenos Aires, Argentina | 121-140 Hernán Morel – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina Las prácticas funerarias en el Pucará de Tilcara (Jujuy, Argentina). Nuevos aportes para su conocimiento a partir del caso de la Unidad Habitacional 1 | 141-163 Clarisa Otero – Universidad Nacional de Jujuy, Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina María A. Bordach – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina Osvaldo J. Mendonça – Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina RESEÑAS Felipe Martínez-Pinzón y Javier Uriarte, editores. 2016. Entre el humo y la niebla: guerra y cultura en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana | 167-172 Camilo Jaramillo – Universidad de Wyoming, Estados Unidos D O CUMENTOS Debates en torno a la figura de Gerardo Reichel-Dolmatoff | 177-203 Claudio Lomnitz – Universidad de Columbia, Estados Unidos – Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de Reichel para la antropología colombiana

Erna von der Walde – Investigadora independiente, Colombia – Comentario a las “Nueve tesis acerca de la relevancia del nazismo de Reichel para la antropología colombiana” de Claudio Lomnitz Gerhard Drekonja-Kornat – Universidad de Viena, Austria – Crecer en Europa en tiempos violentos, un melodrama Roberto Suárez M. – Universidad de los Andes, Colombia – Esa es otra historia. Reflexiones en torno a la memoria de Erasmus Gerhard Reichel o Gerardo Reichel-Dolmatoff

Ricardo Rey Cervantes: una trayectoria fotográfica multisituada | 205-207 Margarita Serje – Universidad de los Andes, Colombia Publicaciones · Facultad de Ciencias Sociales Carrera 1 No. 18A-12 Bogotá, D.C., Colombia Tels: +571 339 4999 Ext 5567 Fax: +57(1) 332 4539 http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.co publicacionesfaciso@uniandes.edu.co


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