Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología No. 28

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ANTIPODA 28

REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA | UNIVERSIDAD DE LOS ANDES | BOGOTÁ, COLOMBIA Mayo-agosto 2017 | pp. 1-244 | ISSN 1900-5407 | eISSN 2011-4273 | http://antipoda.uniandes.edu.co

HUMANOS Y FAUNA EN INTERACCIÓN. MIRADAS DESDE LATINOAMÉRICA


Rector

Pablo Navas Sanz de Santamaría Vicerrector de Asuntos Académicos

Carl Langebaek Rueda

Vicerrector de Asuntos Administrativos y Financieros

Teresa Gómez Torres

Vicerrector de Desarrollo y Egresados

Eduardo Behrentz

Vicerrectora de Investigaciones

Silvia Restrepo Restrepo

Decano Facultad de Ciencias Sociales

Hugo Fazio

Editora Facultad de Ciencias Sociales

Martha Lux

Directora Departamento de Antropología

Margarita Serje

ANTIPODA REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28, Mayo-agosto 2017 Humanos y fauna en interacción. Miradas desde latinoamérica ISSN 1900 – 5407 e-ISSN 2011-4273 http://antipoda.uniandes.edu.co Universidad de los Andes Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Dirección Postal: Carrera 1 Este No. 18A – 12 - Edificio Gb, Piso 4, Oficina 417 - Bogotá D.C., Colombia Teléfono: 57 1 339 4949, Ext. 3483 Telefax: 57 1 332 4056



ANTIPODA R E V I S TA D E A N T R O P O L O G Í A Y A R Q U E O L O G Í A A n t i p o d . R e v. A n t r o p o l . A r q u e o l . N o . 2 8 , M AYO - A G O S T O 2 0 17 H U M A N O S Y F A U N A E N I N T E R A C C I Ó N . M I R A D A S D E S D E L AT I N O A M É R I C A I S S N ( V . I m p r e s a ) 1 9 0 0 - 5 4 0 7 , I S S N ( V . D i g i t a l ) 2 0 11 - 4 2 7 3 ht tp://antipoda .uniandes.edu.co

E QU I P O E DI TOR IA L Directora

Margarita Serje Editores invitados

Elizabeth Ramos Roca Eduardo Corona-M. Fabio Flores Granados

Editor

Santiago Martínez Medina Gestora Editorial

Margarita Sierra Hurtado Asesor contenido visual

Xavier Andrade Andrade

C ON SE JO E DI TOR IA L Consuelo de Vengoechea Rodríguez, Dra. Universidad Nacional de Colombia mcder@unal.edu.co

Friederike Fleischer, Ph.D.

Universidad de los Andes, Colombia f.fleischer406@uniandes.edu.co

L. Antonio Curet, Ph.D.

National Museum of the American Indian, Estados Unidos cureta@si.edu

María Clara Van Der Hammen, Ph.D. Universidad Externado de Colombia mariaclaravanderhammen@hotmail.com

Margarita Chaves Chamorro, Ph.D.

Instituto Colombiano de Antropología e Historia – Icanh mchaves@icanh.gov.co

Pablo Jaramillo, Ph.D.

Universidad de los Andes, Colombia p.jaramillo23@uniandes.edu.co

Alexander Herrera, Ph.D.

Universidad de los Andes, Colombia alherrer@uniandes.edu.co

Alejandro Diez Hurtado, Ph.D.

Pontificia Universidad Católica del Perú adiez@pucp.edu.pe

Rosana Guber, Ph.D.

Ides-Idaes, Universidad Nacional General San Martín guber@arnet.com.ar

Joanne Rapapport, Ph.D.

Georgetown University, Estados Unidos rappapoj@georgetown.edu

Cris Shore, Ph.D.

The University of Auckland, Nueva Zelanda c.shor@auckland.ac.nz

Christine Hastorf, Ph.D.

University of California, Berkeley, Estados Unidos hastorf@berkeley.edu

Christopher Hann, Ph.D. Max Planck Institute, Alemania hann@eth.mpg.de

Claudia Briones, Ph.D.

Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de cambio IID y PCa CONICET - Universidad Nacional de Río Negro, Argentina brionesc@gmail.com

Eduardo G. Neves, Ph.D.

Universidade de São Paulo, Brasil edgneves@usp.br

Gerardo Otero, Ph.D.

Simon Fraser University, Canadá otero@sfu.ca

Jon Landaburu, Ph.D.

Centre National de la Recherche Scientifique, Francia jalandaburu@gmail.com

Marisol de La Cadena, Ph.D.

University of California, Davis, Estados Unidos mdelac@usdavis.edu

Peter Wade, Ph.D.

University of Manchester, Inglaterra peter.wade@manchester.ac.uk

Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia


ANTIPODA Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación cuatrimestral (enero-abril, mayo-agosto y septiembre-diciembre) que circula al inicio de cada periodo señalado, creada en 2005 y financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). Su objetivo es contribuir tanto al avance y difusión del conocimiento antropológico y arqueológico, como al análisis crítico de temas socioculturales, metodológicos y teóricos, relevantes para los diversos subcampos de la disciplina y de otras áreas afines de las ciencias sociales y humanas. Antípoda conforma un foro abierto, crítico y plural en donde se publican artículos y trabajos inéditos en español, inglés y portugués. Antípoda tiene un interés especial en difundir las experiencias y los resultados de trabajos antropológicos y de investigación social de las antropologías del mundo, especialmente latinoamericanas. A partir del nombre de Antípoda como una metáfora de la alteridad, la Revista presenta diversas visiones. Las secciones se organizan a partir de las siguientes alegorías espaciales: • Meridianos: esta sección señala la orientación del número. Aquí se publican artículos resultados de investigaciones relacionadas con un tema central. •

Paralelos: tienen lugar en esta sección artículos relacionados con el tema central del número desde diversos enfoques y perspectivas teóricas y metodológicas.

Panorámicas: sección abierta que recoge escritos con temas relevantes para la disciplina.

Reseñas: presenta contenidos sobre publicaciones de interés para la revista y sus lectores.

Documentos: contiene escritos y entrevistas en antropología y arqueología, así como una presentación de la propuesta visual que acompaña el número.

Cuando un número de Antípoda contiene en su totalidad artículos de tema libre, su estructura cambia. En ese caso se conservan las secciones Panorámicas, Reseñas y Documentos. Palabras clave: Antropología social y cultural, Etnografía, Arqueología, Antropología Biológica, Lingüística, Etno-historia, Cultura. Antípoda es una publicación de acceso abierto. La Revista declara que, todos los artículos que se reciben son sometidos a la herramienta de detección de plagio; los contenidos que se publican en la versión digital son de libre acceso y se pueden descargar en formato PDF, HTML y en versión e-book; los autores deben manifestar que el texto es de su autoría, inédito, y que respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros; y los evaluadores, señalar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y temas sobre los que van a conceptuar.


ANTÍPODA - REVISTA DE ANTROPOLOGÍA Y ARQUEOLOGÍA pertenece a los siguientes índices, sistemas de indexación, catálogos, bases bibliográficas y repositorios: • SciELO Citation Index (Thomson Reuters – SciELO), desde 2013. • SCOPUS (Database of Abstracts and Citation for Scholarly Journal Articles.) Elsevier, desde 2013. • PUBLINDEX– Índice Nacional de Publicaciones (Colciencias, Colombia) desde 2008. Actualmente en categoría A2. • SciELO - Scientific Electronic Library Online (Colombia), desde 2010. • European Science Foundation - ERIH PLUS (Noruega), desde 2017. • HLAS – Handbook of Latin American Studies (Library of Congress, Estados Unidos), desde 2009. • LatAm – Studies, Estudios Latinoamericanos (International Information Services, Estados Unidos), desde 2009. • HAPI – Hispanic American Periodicals Index (UCLA – Latin American Institute, Estados Unidos), desde 2008. • IBSS – International Bibliography of the Social Sciences (Proquest, Estados Unidos), desde 2008. • Sociological Abstracts and Language Behavior Abstracts (CSA – Cambridge Scientific Abstracts, Proquest, Estados Unidos), desde 2008. • CREDI – Centro de Recursos Documentales e Informáticos (OEI – Organización de Estados Iberoamericanos), desde 2008. • Latindex – Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal, desde 2008. • CLASE – Citas Latinoamericanas de Ciencias Sociales y Humanidades (UNAM, México), desde 2007. • DIALNET – Difusión de Alertas en la Red (Universidad de La Rioja, España), desde 2007. • DOAJ – Directory of Open Access Journals (Lund University Library, Suecia), desde 2007. • Informe Académico, Academic OneFile (Gale Cengage Learning, Estados Unidos), desde 2007. • RedALyC – Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (CLACSO, UAEM, México), desde 2007. • CIBERA – Biblioteca Virtual Iberoamericana (German Institute of Global and Area Studies, Alemania), desde 2007. • AIO – Anthropological Index Online – Royal Anthropological Institute (Reino Unido), desde 2005. • EP Smartlink Fulltext, Fuente Académica, Current Abstract, TOC Premier, Académica Research Complete (EBSCO Information Services, Estados Unidos), desde 2005. • PRISMA – Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (Proquest, Estados Unidos), desde 2005. • Ulrich’s Periodicals Directory (Proquest, Estados Unidos), desde 2005. • OCENET (Editorial Océano España), desde 2003. PORTALES WEB EN LOS CUALES ESTÁ ANTÍPODA • www.lablaa.org/listado_revistas.htm (Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia). • www.portalquorum.org (Quórum Portal de Revistas, España). • biblioteca.clacso.edu.ar (Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO, Argentina). • https://uniandes.academia.edu/RevistaDeAntropologiaYArqueologiaYArqueologia


A N T I P O D A I N D I C E EDITORIAL Nota editorial | 8-10 La importancia de diversas, complementarias y comparativas miradas en la investigación sobre las interacciones entre los humanos y la fauna en América Latina | 13-29 Elizabeth Ramos Roca – Universidad de los Andes, Colombia Eduardo Corona-M – INAH Delegación Morelos, México

MERIDIANOS Narrativas etnográficas sobre ballenas y balleneros en las costas de Chile | 35-55 Daniel Quiroz – Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Chile Gastón Carreño – Centro de Estudios de Antropología Visual, Chile

¿Animales como psicopompos en las sepulturas del Sitio Arqueológico Justino? (Canindé de São Francisco — Sub-región de Xingó — Sergipe, Brasil) | 57-73 Albérico Nogueira de Queiroz, Carlos Eduardo Cardoso, Olivia Alexandre de Carvalho – Universidade Federal de Sergipe, Brasil

Comunión e interexistencia. El Spondylus spp. en la Costa Norte del Perú durante el Intermedio Tardío (800-1450 d.C) | 77-97 Antonio Jaramillo Arango – Universidad Nacional Autónoma de México

El espacio y los recursos: el análisis arqueofaunístico mediante SIG en los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe (Argentina) | 99-125 Julieta Sartori – Universidad Nacional del Litoral, CONICET, Argentina Fernando Santiago – Centro Austral de Investigaciones Científicas, CONICET, Argentina María Belén Colasurdo – Universidad Nacional de Rosario, CONICET, Argentina

PARALELOS Iconografías y representaciones del jaguar en Colombia: de la permanencia simbólica a la conservación biológica | 131-152 Cristina Gómez Garcia-Reyes – Panthera, Unidad de Parques Nacionales Naturales de Colombia Esteban Payán Garrido – Panthera, Colombia

“Yo soy jaguar”. Una lectura cruzada entre la filosofía y la antropología sobre los enunciados con contenido animal en las comunidades Inga y Kamëntsa | 153-170 Jennifer Andrea Rivera Zambrano – Universidad Externado de Colombia

PANORÁMICAS Emoción y nuevas espiritualidades. Por una perspectiva relacional y situada de los afectos | 175-191 Nicolás Viotti – FLACSO, CONICET, Argentina

“Invertir en vida”: decisiones económicas y diferencias generacionales en torno a la vivienda en jóvenes de la ciudad de Buenos Aires, Argentina | 193-212 Magdalena Felice – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

D O CUMENTOS Entre caballos y elefantes. Una conversación sobre documentar, intervenir y fotografiar | 218-221

Juanita Escobar y Santiago Escobar-Jaramillo – Fotógrafos e investigadores independientes, Colombia


A N T I P O D A C O N T E N T S EDITORIAL Editorial note | 8-10 The Importance of Varied, Complementary and Comparative Approaches to the Investigation of the Interactions between Humans and Fauna in Latin America | 13-29 Elizabeth Ramos Roca – Universidad de los Andes, Colombia Eduardo Corona-M – INAH Delegación Morelos, México

MERIDIANS Ethnographical Narratives about Whales and Whaling off the Coast of Chile | 35-55 Daniel Quiroz – Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Chile Gastón Carreño – Centro de Estudios de Antropología Visual, Chile

Animals as Psychopomps in the Tombs of the Justino Archaeological Site? (Canindé de São Francisco — Sub-region of Xingó — Sergipe, Brazil) | 57-73 Albérico Nogueira de Queiroz, Carlos Eduardo Cardoso, Olivia Alexandre de Carvalho – Universidade Federal de Sergipe, Brazil

Communion and Inter-Existence: the Spondylus spp. on the Northern Coast of Peru during the Late Intermediate Period (800-1450 A.D.) | 77-97 Antonio Jaramillo Arango – Universidad Nacional Autónoma de México

The Space and its Resources: An Archaeo-faunistical Analysis, using GIS, of Several Environments in Santa Fe Province (Argentina) | 99-125 Julieta Sartori – Universidad Nacional del Litoral, CONICET, Argentina Fernando Santiago – Centro Austral de Investigaciones Científicas, CONICET, Argentina María Belén Colasurdo – Universidad Nacional de Rosario, CONICET, Argentina

PARALLELS Iconographies and Representations of the Jaguar in Colombia: from Symbolic Permanence to Biological Conservation | 131-152

Cristina Gómez Garcia-Reyes – Panthera, Unidad de Parques Nacionales Naturales de Colombia Esteban Payán Garrido – Panthera, Colombia

“I am a jaguar.” A Transversal Interpretation, between Philosophy and Anthropology, of Shamanic Accounts of Animals in the Inga and Kamënsta Indigenous Communities | 153-170 Jennifer Andrea Rivera Zambrano – Universidad Externado de Colombia

PANORAMICS Emotion and the New Spiritualities. Towards a Relational and Situated View of Affects | 175-191 Nicolás Viotti – FLACSO, CONICET, Argentina

“Investing in Life”: Economic Decisions and Generational Differences about Housing among Young People in the City of Buenos Aires, Argentina | 193-212 Magdalena Felice – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

D O CUMENTS Between horses and elephants: a conversation about documenting, intervening and photographing | 218-221

Juanita Escobar y Santiago Escobar-Jaramillo – Independent Photographers and researchers, Colombia


A N T I P O D A I N D I C E EDITORIAL Nota editorial | 8-10 A importância dos diversos, complementares e comparativos olhares na pesquisa das interações entre os humanos e a fauna em America Latina| 13-29

Elizabeth Ramos Roca– Universidad de los Andes, Colômbia Eduardo Corona-M. – INAH Delegación Morelos, México

MERIDIANOS Narrativas etnográficas sobre baleias e baleeiros no litoral do Chile | 35-55 Daniel Quiroz – Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Chile Gastón Carreño – Centro de Estudios de Antropología Visual, Chile

Animais como psicopompos nas sepulturas do Sítio Arqueológico Justino? (Canindé de São Francisco — Sub-região de Xingó — Sergipe, Brasil) | 57-73 Albérico Nogueira de Queiroz, Carlos Eduardo Cardoso, Olivia Alexandre de Carvalho – Universidade Federal de Sergipe, Brasil

Comunhão e interexistência. O Spondylus spp. no litoral norte do Peru durante o Intermediário Tardio (800-1450 d.C.) | 77-97 Antonio Jaramillo Arango – Universidad Nacional Autónoma de México

O espaço e os recursos: análise arqueofaunística mediante SIG nos diferentes ambientes da província de Santa Fe (Argentina) | 99-125

Julieta Sartori – Universidad Nacional del Litoral, CONICET, Argentina Fernando Santiago – Centro Austral de Investigaciones Científicas, CONICET, Argentina María Belén Colasurdo – Universidad Nacional de Rosario, CONICET, Argentina

PARALELOS Iconografias e representações da onça-pintada na Colômbia: da permanência simbólica à conservação biológica | 131-152

Cristina Gómez Garcia-Reyes – Panthera Unidad de Parques Nacionales Naturales de Colombia Esteban Payán Garrido – Panthera, Colômbia

“Eu sou jaguar”. Uma leitura cruzada entre a filosofia e a antropologia sobre os enunciados com conteúdo animal na comunidade Inga e Kamëntsa | 153-170 Jennifer Andrea Rivera Zambrano – Universidad Externado de Colômbia

PANORÂMICAS Emoção e novas espiritualidades. Por uma perspectiva relacional e situada dos afetos | 175-191 Nicolás Viotti – FLACSO, CONICET, Argentina

“Investir em vida”: decisões econômicas e diferenças geracionais sobre a moradia em jovens da cidade de Buenos Aires, Argentina | 193-212 Magdalena Felice – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

D O CUMENTOS “Entre cavalos e elefantes”. Uma conversa sobre documentar, intervir e fotografar | 218-221

Juanita Escobar y Santiago Escobar-Jaramillo – Pesquisadores e fotógrafos independentes, Colômbia


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 8-10

Nota editorial Santiago Martínez Medina* Universidad de los Andes, Colombia

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ste año será muy importante para Antípoda. Como nuestros lectores irán descubriendo, en los meses por venir implementaremos una serie de cambios con el fin de continuar ampliando y mejorando nuestra propuesta editorial. En primera instancia, la Revista contará con una nueva plataforma para la administración de contenidos, Scholar One (Clarivate Analytics), a través de la cual trabajaremos con autores, evaluadores y editores invitados de una forma más organizada y eficiente. Se trata de fortalecer nuestros procesos para continuar ofreciendo a la comunidad académica una revista seria, abierta y de alta calidad. En segundo lugar, también en el transcurso de este año, inauguraremos por fin una página web con la que esperamos continuar avanzando en nuestra digitalización. Esperamos tener novedades importantes para su fecha del lanzamiento, particularmente en cuanto al fortalecimiento de nuestra oferta de publicación de propuestas visuales. A ello nos referiremos en su momento. Estos cambios son importantes en el contexto de las rápidas transformaciones que está sufriendo la publicación científica en todos los niveles. Antípoda, a pesar de llegar a muchos más sitios y de forma mucho más eficiente gracias a su página web, se sigue aun pensando e imaginando en su versión impresa. La publicación de propuestas en nuestro espacio de ensayo visual es un buen ejemplo de esta particular situación: dedicamos una gran cantidad de energía para brindar al lector una revista que pueda leerse también a través de las imágenes. En nuestro número 26, por ejemplo, Carolina Rojas y su grupo de estudiantes, con las aves vivas y muertas, reflexionaban sobre muchas de las mismas tensiones a las que se referían los artículos. Pero este efecto es particularmente apreciable en el impreso. Tal vez por ello, alcanzamos un número de observadores récord en la versión Issuu –plataforma que permite la visualización en línea del número impreso– de ese número. Sin embargo, sabemos que estamos aún lejos de reproducir ese mismo efecto en nuestra versión digital, que favorece la publicación de los artículos como propuestas discretas. Este no es un tema menor, en la medida en que para Antípoda se trata no sólo de publicar los ensayos visuales que diferentes autores nos están haciendo llegar, cada vez con mayor frecuencia, sino también de abrir al lector nuevas formas de lectura, o dicho de otra manera, de ampliar nuestra oferta en algo más que el número de artículos que publicamos al año. Nuestro propósito último es hacernos con un grupo cada vez mayor de lectores de la Revista, aquellos que se acercan a nuestras páginas buscando algo más que artículos dispersos. Ese sigue siendo nuestro ambicioso objetivo, cuyo derrotero incluye un amplio rango de modificaciones que ya hemos iniciado. *

Editor s.martinez65@uniandes.edu.co; antipoda@uniandes.edu.co


Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología

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La publicación de números con temáticas particulares que permitan el diálogo de diferentes subdisciplinas de la antropología y la arqueología es también una de nuestras apuestas. En Antípoda 28 esto es precisamente lo que encontrará el lector. Gracias al trabajo de nuestro equipo de editores invitados, los profesores Elizabeth Ramos Roca, Eduardo Corona-M y Fabio Flores Granados, ensamblamos un número en el que aspiramos a que puedan apreciarse las complejas relaciones entre lo humano y lo animal en contextos temporales y geográficos específicos, y mediante un amplio rango de aproximaciones. Iniciamos con un artículo, autoría de dos de nuestros editores invitados, que, además de dar cuenta de una revisión sobre el campo, presenta los contenidos de Antípoda 28 en el marco de las interacciones entre subdisciplinas, particularmente entre la zooarqueología y la etnozoología. El lector encontrará además otros muchos campos de intersección en los documentos publicados en esta oportunidad. Por ejemplo, el artículo de Daniel Quiroz y Gastón Carreño habla desde una “etnografía retrospectiva”, en la que el documento histórico es parte de narrativas sobre ballenas y balleneros que desafían la temporalidad; mientras que la propuesta de Jennifer Andrea Rivera Zambrano argumenta, desde una “lectura cruzada” entre la antropología y la filosofía, que las historias de chamanes que devienen jaguares merecen pensarse más allá del registro culturalista de la creencia. Es notable cómo los editores invitados optaron por dar fuerza a estas interacciones montando, uno tras otro, artículos diversos en sus apuestas analíticas y metodológicas. Muchas diferencias pueden apreciarse entre las propuestas incluidas en la sección Meridianos, aunque también pueden encontrarse muchos puntos de encuentro. Así, los artículos se tocan y se repelen. Tal vez por ello, dedicamos toda la sección de Panorámicas a una discusión alrededor del jaguar. Lo que para Gómez Garcia-Reyes y Payán son iconografías y representaciones que permiten incluir lo humano en el hábitat de la Panthera onca, para Rivera Zambrano son pistas de un devenir, formas densas de una relación en la que taita y jaguar pueden ser uno con el otro. Ambas propuestas, mediante caminos muy diversos, intentan a la larga mostrarnos que la forma en que pensamos la relación entre las personas y los jaguares excede los parámetros amparados por las viejas y persistentes divisiones propias de la modernidad. Entrecruzamiento, amalgama, mezcla. Pareciese que este fuera el tono indicado para leer este número de Antípoda. Una vez más, la propuesta visual no puede ser inmune a estas mutuas infecciones. Esta vez, dos fotógrafos jóvenes colombianos dialogan, discuten, se interpelan y divergen a través de sus imágenes. Para Juanita Escobar, el tema es la relación de los llaneros del Casanare colombiano con sus caballos, y a partir de allí el paisaje, el ganado, los cielos y los pastos. Es imposible no mencionar la cercanía de su forma de trabajar con la etnografía. Juanita requiere largos períodos en el campo para captar esos instantes fugaces, que, al fin y al cabo, son el tiempo que dura abierto el diafragma de su cámara en una toma. Pero esa fugacidad de la fotografía no debe engañarnos, pues en cada imagen está también –con la fugacidad y a pesar de ella, como en una buena descripción etnográfica– todo el tiempo transcurrido junto a caballos y llaneros, todos esos años de cabalgata bajo la lluvia y el sol, todo ese tiempo de aprendizaje de las faenas propias de una forma muy particular de habitar el mundo. Si la aproximación de Juanita es más cercana a lo documental, la de Santiago Escobar-Jaramillo prefiere rehuir lo que usualmente


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 8-10

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entendemos como tal. En su trabajo, la luz, la tela de construcción blanca, las obras de infraestructura sin terminar y los elefantes –y claro, nuestra idea de los elefantes y la manera como podemos llamar con la palabra elefante a algo más que al animal, lo que a la postre hace más complejo al animal mismo– confluyen para documentar sequía y corrupción. Así pues, la aparente diferencia entre ambas propuestas no es simple. A esta conclusión llegaron los dos fotógrafos a fuerza de trabajar juntos para este número de Antípoda. Caballo y elefante, Escobar y Escobar-Jaramillo, reflexionan a partir de lo visible y lo intuido, de lo que esperamos de la fotografía y de las artes plásticas, de lo que permitimos o no hacer a los animales con los que habitamos este contaminado planeta. Una vez más, la Revista se cierra con un pequeño documento sobre la propuesta visual, en el que esperamos dar cuenta de esa mutua interferencia entre ambos artistas. Nuestros lectores podrán encontrar en este número también nuestra sección de temática libre, Panorámicas, en donde, con el mismo ánimo, emparejamos dos documentos muy diferentes que insisten en la diversidad creciente de nuestra disciplina. Así pues, jóvenes porteños y hombres que lloran al sentirse en relación con el Espíritu Santo terminan de poblar este número habitado por caballos, jinetes, balleneros, jaguares y taitas que son también jaguares; todo este buen número de personajes que se suman a editores, autores y lectores para hacer de Antípoda el tipo de conversación que nos gusta sostener. Finalmente nos complace contarles que Antípoda se encuentra ya en el repositorio de la European Science Fundation-ERICH PLUS (Noruega). De esta manera continuamos ampliando los espacios de difusión para nuestra Revista. *** Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología Agradece la colaboración de los evaluadores anónimos de este número. Agradece a los profesores Elizabeth Ramos Roca, Eduardo Corona-M y Fabio Flores Granados por su participación como editores invitados de este número.




La importancia de diversas, complementarias y comparativas miradas en la investigación sobre las interacciones entre los humanos y la fauna en América Latina* Elizabeth Ramos Roca** Universidad de los Andes, Colombia Eduardo Corona-M*** INAH Delegación Morelos, México Como citar este artículo: Ramos Roca, Elizabeth y Eduardo Corona-M. “La importancia de diversas, complementarias y comparativas miradas en la investigación sobre las interacciones entre los humanos y la fauna en América Latina”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 13-29. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.01

*

Elizabeth Ramos Roca agradece a al Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes, en particular al editor de la revista Antípoda Dr. Santiago Martínez, por su colaboración. De igual forma, a la estudiante de la Universidad de los Andes, Erika Mejía por su ayuda en la sistematización bibliográfica. Eduardo Corona-M agradece el apoyo del INAH (proyecto #4998) y del Seminario Relaciones Hombre-Fauna (INAH).

** Doctora en Antropología, Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos. Profesora del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. Entre sus última publicaciones están: “Etnozoología y Zooarqueología aplicada a la conservación de especies de fauna en el Caribe colombiano: Primeros pasos en un largo camino”. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, Series Especiales 2 (1): 44-66, 2014. Coautora con Ana María Jiménez en “¿‘Acollarao’ o ‘Labiado’? Las fuentes históricas primarias como apoyo a la investigación arqueozoológica en el Caribe colombiano. El caso de la familia Tayassuidae”. Archaeobios 1 (9): 174-201, 2015. *eramosroca@uniandes.edu.co *** Doctor en Paleontología, Universidad Autónoma de Madrid, España. Investigador del Centro INAH Morelos, Integrante de la Red Temática de Patrimonio Biocultural (CONACYT). Entre sus últimas publicaciones están: coeditor con Erin Thornton y Kitty Emery en la sección especial de “Turkey Husbandry and Domestication: Recent Scientific Advances”. Journal of Archaeological Science Reports 10: 514-654, 2016. Coautor de “La visión comparativa en las interacciones humano-fauna de contextos prehispánicos neotropicales: Un homenaje a la trayectoria de Richard Cooke”. Archaeobios 1(9): 6-12, 2015. *eduardo_corona@inah.gob.mx

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Resumen: América Latina comprende una de las regiones del mundo con la mayor diversidad biológica y cultural, donde por milenios y hasta la actualidad, las sociedades humanas han desarrollado una compleja y estrecha relación con los animales. Aunque esta relación ha sido estudiada desde las particularidades disciplinarias y bajo distintos enfoques dentro de las ciencias naturales y sociales, no son comunes los trabajos en el tema de las relaciones entre los humanos y la fauna que se proyecten a la búsqueda de patrones comparativos entre regiones distintas a un nivel sincrónico y/o diacrónico. En este contexto, este artículo recoge algunas reflexiones sobre las particularidades de la información proporcionada por la investigación en campos como la Etnozoología y la Zooarqueología, enfoque multidisciplinario que nos resulta no sólo deseable sino indispensable para explorar las complejidades presentes en las relaciones entre los humanos y la fauna.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 13-29 Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.01

Palabras clave: Antropología (Thesaurus); relaciones humano-fauna, etnozoología, zooarqueología, investigación multidisciplinaria (palabras clave de los autores). The Importance of Varied, Complementary and Comparative Approaches to the Investigation of the Interactions between Humans and Fauna

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Abstract: Latin America covers one of the regions with the greatest biodiversity in the world, where, for millennia and up to the present time, human societies have developed a complex and close biological and cultural relationship with animals. While this relationship has been studied from the particular standpoint of different disciplines and with different focuses within the natural and social sciences, studies aimed at the search for comparative patterns among regions which are different at a synchronic and/or diachronic level have not been common. In that regard, this article presents some reflections on the importance of conjugating different fields, like Ethnobiology, Zooarchaeology, Anthropology and Conservation biology, among others. It stresses that this perspective is not only desirable but also indispensable for exploring the complexities found in the relations between humans and animals from a multi-disciplinary and integrating standpoint. As examples of the strengths of this approach, it cites recent studies in some Latin American countries. Keywords: Anthropology (Thesaurus); human-faunal relationships, ethnozoology, Zooarchaeology, multidisciplinary research (authors´ keywords). A importância dos diversos, complementares e comparativos olhares na pesquisa das interações entre os humanos e a fauna Resumo: a América Latina compreende uma das regiões do mundo com a maior biodiversidade, onde, por milênios e até a atualidade, as sociedades humanas vêm desenvolvendo uma complexa e íntima relação biológica e cultural com os animais. Embora essa relação tenha sido estudada sob as particularidades disciplinares e sob diferentes abordagens dentro das ciências naturais e sociais, não são comuns os trabalhos orientados à busca de padrões comparativos entre regiões diferentes num nível sincrônico e/ou diacrônico. Nesse sentido, este artigo reúne algumas reflexões sobre a importância de conjugar diversos campos como a etnobiologia, a zooarqueologia, a antropologia e a biologia da conservação, entre vários outros, enfatizando em que essa perspectiva não é somente desejável, mas também indispensável para explorar as complexidades presentes nas relações entre os humanos e os animais do ponto de vista multidisciplinar e integrador. Para exemplificar as fortalezas dessa aproximação, utilizam-se exemplos de trabalhos recentes em alguns países da América Latina. Palavras-chave: Antropologia (Thesaurus); etnozoologia, pesquisa multidisciplinar, relações humano-fauna, zooarqueologia (palavras-chave dos autores).


l ser humano, sea de manera individual o colectiva, forma parte de un contexto natural y cultural con el cual establece relaciones complejas que involucran no sólo los aspectos utilitarios sino también los simbólicos. En el marco de estas relaciones, la fauna es siempre un elemento presente, hecho que se observa desde las manifestaciones humanas más tempranas hasta nuestros días, donde adquiere diversas formas individuales o sociales, las cuales se evidencian en procesos como la domesticación y las distintas maneras como se ritualiza a los animales, entre muchas otras (Corona-M. 2011; Corona-M. y Ramos Roca 2015). En América Latina, durante los últimos años se han intensificado el estudio y análisis de las interacciones humano-fauna, lo que ha dado lugar a una serie de encuentros y publicaciones internacionales, regionales y nacionales en esta gran área geográfica (Corona-M. y Arroyo-Cabrales 2014; Corona-M. y Ramos Roca 2015). América es un área privilegiada del planeta, ya que en el confluyen tanto la megadiversidad biológica, producto de procesos evolutivos desarrollados en, al menos, los últimos cinco millones de años, como la gran diversidad cultural desarrollada en los últimos veinte mil años, a partir del exitoso ingreso de los grupos de humanos modernos que avanzaron en el hasta entonces ignoto continente. Estos grupos ocuparon los más de 12.000 km lineales que separan el norte del sur de América; se adaptaron a la gran variedad geográfica y ambiental, originando una de las mayores diversidades culturales en el mundo, la cual se mantiene a pesar de los efectos de la globalización, como se puede ver en los casos de Brasil, Bolivia, Colombia, Guatemala, Perú y México. Los procesos de adaptación a los ambientes locales dieron lugar, también, al surgimiento de diversas estrategias de subsistencia, como la caza y la recolección, la agricultura, la pesca y las economías mixtas. Estas prácticas fueron un componente central para producir tradiciones culturales, donde algunas se extendieron y dominaron regiones, mientras que otras se preservaron sólo como culturas locales, pero todas ellas dejaron manifestaciones en la cultura material, prácticas en las que se evidencian el cambio y la persistencia de las tradiciones culturales americanas. También de estas poblaciones originarias derivan las diferentes prácticas que llevaron al descubrimiento de la gran cantidad de especies endémicas de hongos, plantas y animales, las cuales fueron útiles para la supervivencia y se constituyeron en una fuente de recursos, que, mediante los procesos de selección, a veces dirigida, a veces no, generaron linajes particulares de las muy variadas especies que a lo largo del continente son ahora un componente fundamental de nuestras culturas, entre las que se cuentan, por ejemplo, los camélidos sudamericanos, los patos peruleros, el guajolote, el perro xoloizcuintli, el curí, la calabaza, el chile, los frijoles, la papaya, la papa, la batata, el maíz, entre muchas otras. Posteriormente, un evento que afectó a las poblaciones humanas americanas se origina en los procesos de conquista y ocupación europea, lo que generó también un intercambio transoceánico de especies, además de modificarse los espacios natu-

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rales para dar paso a la agricultura en formato europeo y a la ganadería de caballos, vacas, cerdos, chivos y gallinas. Es así como los patrones alimentarios y muchas de las prácticas de los pueblos originarios se transformaron de manera radical, pero tomaron la forma que incluso todavía reconocemos en varios de los pueblos indígenas y campesinos que hoy subsisten en América Latina. Como resumió acertadamente el escritor colombiano William Ospina en su obra América mestiza, “América ha vivido varios descubrimientos”, y claro, el de las interacciones humano-fauna es sólo uno de ellos, donde se conjugan la intensidad de la naturaleza americana y la diversidad cultural que ha persistido en América Latina. Con este proceso histórico para el manejo y la domesticación del medioambiente, parte de la diversidad biológica se incorpora a la cotidianeidad humana y a su impronta cultural, donde el recurso natural adquiere significaciones diversas, que van desde cubrir los aspectos más básicos y utilitarios, ya sea como recurso alimentario o terapéutico, o bien como materia prima para la elaboración de artefactos, e incluso adquiere atributos simbólico-religiosos. Con lo cual, todos estos organismos también se pueden analizar como elementos bioculturales, por cuanto son un objeto de estudio donde interactúan tanto su origen como su forma de obtención, al hacer parte de un ambiente o hábitat, a la vez que están determinados por los valores que se les asignan como parte del proceso cultural de las sociedades. Estos elementos bioculturales son dinámicos, ya que también nos permiten explorar desde los procesos de cambio y persistencia en su aprovechamiento hasta los procesos donde se asumen como parte de un patrimonio, ya sea de carácter material o inmaterial (Corona-M. 2017). En tal contexto, el campo de estudio de las interacciones humano-fauna en América Latina está frente a un gran reto, pues, a pesar de nuestras historias comunes, en realidad son escasos los estudios comparativos en el área, y este se agiganta cuando se intenta comprender nuestros continuos impactos sobre el ambiente y la diversidad biológica, aun cuando la experiencia del pasado nos ha mostrado que pueden provocar la caída de grandes ciudades y la transformación profunda de las culturas (Diamond 2007; Ramos 2014). El estudio de dichas interacciones se deriva de diversos tipos de información, que van desde el registro arqueológico al etnográfico, donde se pueden observar restos consumidos o convertidos en herramientas, diversas manifestaciones artísticas (pintura rupestre, esculturas, etcétera); desde las asignaciones totémicas hasta el uso de sobrenombres, individuales o colectivos, usadas en el simbolismo, ya sea religioso o deportivo; o bien, del manejo local de animales que deriva a los zoológicos hasta el uso como mascotas y las prácticas para la conservación de las especies, entre otros aspectos. Dichos aspectos se revisan a través de distintos enfoques teóricos y metodológicos, que comprenden tres dimensiones: la cronológica, la geográfica y la cultural (Corona-M. 2011; Ramos 2013; Ramos y Jiménez 2015). En el caso particular de este artículo, nos interesa resaltar el potencial de una perspectiva integradora y diacrónica, la cual consideramos necesaria y de gran relevancia para el estudio de las problemáticas actuales que competen a estas relaciones.


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Creemos que un conocimiento más adecuado de dichas relaciones requiere inventarios regionales con evidencias de las interacciones humano-fauna en una escala de tiempo amplia, para lo cual se hacen necesarias aproximaciones antropológicas, biológicas y arqueológicas y estudios comparativos acerca de los diversos aprovechamientos de los organismos. La aproximación al estudio de las interacciones entre los humanos y los animales se ha realizado, a su vez, desde distintas disciplinas dentro de las ciencias sociales y naturales, destacándose dentro de las Ciencias Sociales la Antropología y la Arqueología, –particularmente la Zooarqueología–, y dentro de las Ciencias Naturales, la Biología, en particular la Etnozoología. Sin embargo, es usual encontrar una desarticulación entre los resultados de investigaciones sobre esta temática que se producen desde los distintos campos, desarticulación que se ve reflejada en una mirada parcial y que, por lo tanto, no da cuenta, en su real dimensión, de las complejidades implícitas en la relación entre los humanos y los animales (Corona-M. 2011; Ramos y Borrero 2011). Desde la Antropología cultural existen importantes aproximaciones a este tema. En el contexto colombiano, por ejemplo, vale la pena destacar los aportes de Ulloa (2002), donde se recopila una serie de trabajos que desde distintas temáticas y perspectivas abordan el tema de las relaciones entre los humanos y la fauna. Se concluye, entre muchas otras reflexiones, que, dada la relación asimétrica que los seres humanos hemos construido con la naturaleza, se ha producido la extinción de muchas especies animales, desconociendo su importancia dentro del funcionamiento de los ecosistemas (Turbay 2002). Por otra parte, se argumenta que la dualidad entre animales y humanos es un reflejo de la dicotomía que tradicionalmente se ha establecido entre naturaleza y cultura, dejando de lado otras formas de pensamiento, contrarias a las concepciones occidentales, y donde tanto las categorías de lo animal como las relaciones entre los seres humanos y los animales operan bajo lógicas distintas. Se resalta, entonces, la necesidad de reconsiderar conceptos como el de sostenibilidad, a la luz del análisis de las variables sociales, económicas y culturales que cumplen un papel fundamental en las actividades de cacería, por ejemplo (Campos-Rozo 2002). Para lo anterior, se plantea que es necesario ampliar el trabajo interdisciplinario, y resulta indispensable dejar de considerar a los animales sólo como un recurso económico, no sólo en el contexto de la cacería sino del tráfico y comercialización de especies (Baptiste-Ballera et al. 2002). Teniendo en cuenta los puntos anteriormente señalados, consideramos importante integrar a estas miradas los aportes de dos campos disciplinares que proporcionan miradas complementarias diferentes en el tipo de información proporcionada y de enorme importancia para ampliar la escala temporal desde la cual analizamos las relaciones entre los humanos y la fauna, por una parte, y por la otra, el nivel de resolución con el cual nos aproximamos a cómo las comunidades perciben esta relación. Así, en las secciones siguientes, y en el contexto de América Latina, se señalan, en primer lugar, los aportes que la Zooarqueología, como disciplina, puede hacer para comprender dichas relaciones, indicando tanto las fortalezas como las limita-


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ciones en esta aproximación. En la sección siguiente se sintetizan los aportes de la Etnozoología, y cómo los cambios en los alcances interpretativos de esta disciplina han impactado nuestro entendimiento sobre las relaciones entre los humanos y los animales, enfatizando particularmente en la importancia de una mirada diacrónica de dicha relación. En la sección final, y a manera de conclusión, se discute la importancia que –para aproximarnos al entendimiento de las relaciones entre los humanos y los animales– tienen la investigación interdisciplinar y transdisciplinar, y desde distintas miradas, y donde las distintas perspectivas, más que sumarse, se integren, permitiéndonos una más amplia y mejor comprensión de las diversidades y complejidades involucradas en dichas relaciones.

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La Zooarqueología: un campo interdisciplinario e integrador En el contexto de la arqueología mundial, la investigación zooarqueológica ha venido tomando un rol preponderante, dada la importancia que tiene la información obtenida a partir de este tipo de análisis para el estudio de las trayectorias de desarrollo humanas en sus diversas dimensiones. Los aportes de esta disciplina, inicialmente centrados en documentar patrones de subsistencia, incorporan hoy otras dimensiones en el plano social y simbólico, las cuales contribuyen a lograr reconstrucciones más integrales acerca de las relaciones entre los humanos y los animales. Concomitantemente, han venido aumentando de manera notable las estrategias metodológicas y las técnicas y los estudios experimentales, que garantizan una aproximación más precisa a los diversos temas que se articulan en este campo. Las publicaciones relacionadas con el desarrollo de la Zooarqueología se han venido realizando durante las dos últimas décadas desde distintas perspectivas y para distintas regiones del mundo (O´Connor 1996; Thomas 1996; Hockett 2002; Emery 2004b; Mengoni 2004; 2007; Corona-M. 2008; Reitz y Wing 2008; Corona-M., Arroyo y Polaco 2010; Grouard 2010; Mengoni et al. 2010; Albarella et al. 2017, entre otros). Estos estudios muestran que las variaciones en enfoques teóricos y metodológicos, y los cambios en el énfasis de los temas estudiados, han estado correlacionados tanto con la historia de la disciplina arqueológica en general como con las concepciones científicas vigentes sobre la naturaleza, y en particular con los condicionamientos derivados del desarrollo histórico en cada país. Es de notar que los análisis zooarqueológicos, en su mayoría, se han orientado hacia el tema de la dieta y las economías de subsistencia de las sociedades antiguas, y poco se abordan otros usos, notándose que sólo muy recientemente empieza a existir un marcado interés por trascender la esfera económica, y por realizar interpretaciones más integrales que involucren aspectos simbólicos y rituales sobre la relación entre los humanos y la fauna. Lo anterior es evidente en los trabajos de los últimos diez años, donde cada vez son más comunes los estudios zooarqueológicos, cuyos resultados se integran más efectivamente con datos proporcionados por otras disciplinas, y que además se ocupan de indagar acerca de otros posibles usos de la fauna (Pohl 1985; Carr 1985; Jackson y Scott 1995; Ziemmermann 1996; Dietler y Hayden 2001; Lentacker, Ervynck y


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Wim Van Neer 2002; Galik 2002; Muir y Driver 2002; Bray 2003; Emery 2003; 2004a; 2004b; 2006; O´Day, Van Neer y Ervynck 2004; Montón de Subías 2005; Sardá 2010; Corona-M. y Arroyo Cabrales 2014; Corona-M. y Ramos Roca 2015). En relación con esto, se señala la necesidad de prestar especial atención a los problemas metodológicos inherentes a los análisis zooarqueológicos que en muchas ocasiones permean las posibilidades de estudiar las relaciones entre los humanos y la fauna más allá de su importancia económica.

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Tres referentes analíticos para el análisis de las interacciones humano-fauna Cada vez es más claro el llamado a considerar que para indagar, a partir de los análisis de fauna, sobre las “complejidades” de las relaciones entre los humanos y la fauna resulta imperativo asumir grandes retos metodológicos y construir referentes analíticos particulares para las distintas zonas geográficas y los diversos problemas investigados. En este sentido, además de las dimensiones cronológica, geográfica y cultural (Corona-M. 2011) que tienen este tipo de estudios, consideramos que deben resaltarse los análisis zooarqueológicos que han hecho aportes al estudio de los procesos de complejización social en distintas partes del mundo (Crabtree 1990; Gumerman 1997; Emery 2004a; 2004b; De France 2009, entre otros). Las conclusiones a las que llegan se hacen extensivas y son aplicables a cualquiera de los aspectos relacionados con las relaciones entre los humanos y la fauna. Puntualmente, consideramos importante destacar tres aspectos. El primero es la necesidad de considerar, además del papel económico de los animales, su rol en la esfera simbólica y ritual; más que agregar otras esferas de análisis, lo que se plantea es la importancia de que, en las interpretaciones sobre el rol de los animales, estas distintas esferas se integren analíticamente (De France 2009; Gumerman 1997). En este volumen se incluyen tres artículos donde el aspecto simbólico y ritual es un elemento clave; uno es el trabajo de Nogueira, Cardoso y Carvalho (en este número), donde los restos animales asociados a entierros humanos son interpretados bajo el concepto de psicopompas o guías de almas, casos que se han documentado en otras culturas, pero escasamente en Brasil. Los otros artículos son dos miradas sobre uno de los mamíferos emblemáticos de América, como lo es el jaguar. En uno se hace un recuento de la importancia simbólica de este organismo, principalmente en Colombia (Gómez García Reyes y Payán en este número), pero lo interesante es vincular estos antiguos procesos simbólicos con la necesidad de efectuar acciones que conduzcan a la conservación de esta especie, afectada por la continua degradación de su hábitat. Los autores, entonces, encuentran un punto que puede vincular la cosmovisión con un efecto práctico, con lo cual nuestra lectura es que esta especie puede ser vista como un recurso biocultural que puede ser transformado en un patrimonio continental, vinculando entonces las distintas cosmovisiones pasadas y presentes. El otro es una relectura de los procesos de interacción entre los sabedores de dos comunidades indígenas de Colombia con los jaguares (ver Rivera Zambrano en este


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número). En este caso, se analizan como parte del devenir, o sea, de las distintas transformaciones de los seres y de los aspectos afectivos en que se ven involucradas ambas entidades, el sabedor y el animal. Este tipo de relecturas, nos sugieren otras perspectivas de los procesos de simbolización que se pueden hacer desde la antropología filosófica. Otra perspectiva que no se aborda plenamente en el volumen, pero que queremos apuntar, es el papel de los actos alimentarios como parte de los sistemas simbólicos. En relación con este punto, Gumerman (1997) propone que la investigación sobre la comida consumida, y, por ende, también sobre lo que compete al estudio de la fauna, debe ser enfocada desde la óptica de los “Sistemas Alimentarios” (Food Systems), argumentando que, de esta manera, se integran roles extradietarios y elementos simbólicos, y rituales fundamentales, para entender el rol de la fauna en los procesos de complejización de las sociedades humanas. Visto desde esta perspectiva, resulta de enorme importancia poder documentar los eventos no cotidianos o rituales ligados al consumo de comidas y bebidas, prácticas que, en el contexto del estudio de las sociedades complejas, resultan especialmente relevantes, dada la importancia que estas adquieren en las discusiones sobre control y legitimización del poder, establecimiento de jerarquías sociales, etcétera (O´Day et al. 2004; Dietler y Hayden 2001; Bray 2003). Sin embargo, identificar estos eventos o “rituales de comensalidad” en el registro arqueológico puede resultar bastante complejo, requiriendo en primera instancia poder diferenciar y “tener bien definidas las pautas que caracterizan los hábitos domésticos de consumo y las prácticas cotidianas de una comunidad” (Sardá 2010, 45); para lo cual es indispensable desarrollar estrategias metodológicas particulares acordes, entre otras cosas, con la naturaleza fragmentaria del registro arqueológico y con las múltiples variables, entre ellas, los factores tafonómicos, que condicionan las interpretaciones arqueológicas. En esta perspectiva, el artículo que se ubica en la costa norte del Perú (Arango Jaramillo en este número), donde, además de la comparación entre dos culturas con influencia regional, se establecen tanto los aspectos ecológicos que implica la recolección del molusco como su consumo y sus diversas implicaciones simbólicas. En relación con el factor tafonómico, y refiriéndose particularmente al estudio de las prácticas culinarias ligadas a temas como la etnicidad, la clase y el género, Montón de Subías (2005, 167 y 170) enfatiza en la importancia de considerar la “cocina como agente tafonómico”, y llama nuestra atención acerca de cómo las distintas actividades ligadas a la cotidianidad y a los rituales de preparación y consumo de alimentos, particularmente el fuego, pueden afectar la naturaleza de las muestras objeto de análisis, factor que escasamente es tenido en cuenta en la interpretación arqueológica, al menos con el nivel de cuidado que su estudio requiere, para lo cual sugiere la necesidad de ahondar en estudios tafonómicos y experimentales. El segundo tema ineludible en los estudios zooarqueológicos es la necesidad de asumir los restos de fauna de contextos arqueológicos como un “conjunto de restos de una comunidad de animales” (Emery 2004b, 7), implicando con esto que su estudio debe incorporar una serie de eventos, que van desde lo que pasa en las comunidades de los animales vivos, y que involucra la dinámica de las poblaciones biológicas y la escogen-


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cia humana (Life Assemblage), hasta la muestra (Curated Assamblage), que, después de pasar por los procesos de muerte, depositación, fosilización y excavación, es tratada y analizada en el laboratorio (Emery 2004b, 18). El tercer tema es la necesidad de generar muestras y resultados de análisis zooarqueológicos que, a pesar de provenir de contextos espaciales y temporales distintos, sean analíticamente comparables. De acuerdo con Emery (2004b, 18), “las muestras analíticamente comparables son aquellas para las cuales los sesgos impuestos por la continuidad de los cambios están claramente definidos y para las cuales los sesgos han sido mitigados al máximo de las capacidades de los que realizan el análisis”. En este sentido, el factor más determinante lo constituye el hecho de poder generar para cada contexto matrices de información zooarqueológica susceptibles de ser comparadas. Para lograr esta compatibilidad se requiere que los resultados de los análisis zooarqueológicos, en cada una de sus etapas, involucren consideraciones sobre los varios tipos de eventos que están involucrados en la conformación de una muestra de fauna (como los mencionados en el segundo de estos temas), y, por lo tanto, no partir de considerar solamente la muestra que llega al laboratorio como tal. Otro factor de gran importancia en relación con la posibilidad de generar conjuntos analíticamente comparables es la clara y explícita mención de los marcos conceptuales, metodologías y técnicas utilizados en cada uno de los contextos zooarqueológicos investigados, ya que de esto depende, en gran medida, la posibilidad de hacer comparaciones válidas. En este volumen se incluyen dos trabajos con aproximaciones para construir esas matrices de datos que permiten abordar sus temas desde el punto de vista comparativo, y obtener patrones que sirven de base para la elaboración de hipótesis explicativas sobre las interacciones humano-fauna. Uno es desde el registro etnohistórico, como se aborda en el texto de la caza de ballenas (Quiroz y Carreño en este número), donde, al revisar los textos, logran discernir los datos para establecer una matriz comparativa, y con ello, determinar las tradiciones existentes, que implican el concepto de organismo y los recursos tecnológicos disponibles o elaborados para su obtención y procesamiento. Otro es mediante el uso de los sistemas de información geográfica (Sartori, Santiago y Colasurdo en este número), donde los datos arqueológicos y ecológicos se convierten en variables; el resultado es la obtención de los procesos de adaptación cultural de las comunidades a sus entornos locales. Consideramos que las asociaciones que surgen de este trabajo son producto de este esfuerzo comparativo a que hemos aludido, y por ello, creemos que es vital que se continúen desarrollando. Los tres temas antes discutidos son de vital importancia para las interpretaciones sobre los diversos aspectos que median en la relación entre los humanos y la fauna, tales como el estatus, el género, el rango y el poder, entre otros, variables especialmente relevantes en la discusión sobre los modelos propuestos en torno a los procesos de complejización social; estos aspectos, en muchos casos, no son evidenciados por el consumo diferencial de especies o partes de los animales, sino en los rituales


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asociados donde se comparte comida. En este sentido, se piensa que, más que las diferencias entre frecuencias de especies, partes de los animales y grupos de edad de los animales utilizados, lo que se podría relacionar con el estatus y la diferenciación social y la complejidad social estaría reflejado, como lo mencionamos anteriormente, en los “rituales de comensalidad” (Sardá 2010). Es por esto que las consideraciones de orden tafonómico en el sentido “irrestricto”, como lo señala Borrero (2010) –y que involucran una concepción más amplia de la tafonomía y sus alcances, no limitados al componente zooarqueológico–, resultan prácticamente ineludibles. Las consideraciones tafonómicas nos obligan a revisar en detalle la integralidad de los conjuntos arqueofaunísticos, lo cual conlleva, como es de suponer, una serie de “complicaciones”, principalmente de orden metodológico y práctico, como es el hecho de que, al tiempo que realizamos los análisis zooarqueológicos, debamos realizar, por ejemplo, estudios experimentales y actualísticos, es decir, reproducir situaciones que permitan modelar y comprender los fenómenos sucedidos a un conjunto de restos, que nos ayuden a legitimar algunas de las interpretaciones más amplias sobre los diversos procesos humanos.

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La Etnozoología y la necesaria mirada diacrónica en el análisis de las interacciones humano-fauna Una visión más completa y dinámica en el estudio de las interacciones humano-fauna se obtiene al introducir la dimensión cronológica, por cuanto nos permite obtener una perspectiva diacrónica acerca de la dinámica de cambio y persistencia en el aprovechamiento de los recursos faunísticos por parte de las culturas (Corona-M. 2011). Cuando se adopta esta perspectiva se pueden romper las ataduras tradicionalistas y reduccionistas, donde lo arqueozoológico sólo estudia el pasado, y lo etnozoológico sólo estudia las comunidades actuales y su pasado inmediato. En la Etnozoología, esta tradición se explica por la definición que le dieron sus fundadores, al referir que esta debía estudiar el uso y aprovechamiento de animales por los pueblos y culturas “no occidentales” o indígenas, sobre todo aquellos con las que se entraba en contacto. En tanto, era parte de una etnografía especializada, y llevaba a cabo una labor plenamente descriptiva. Con el tiempo, sin embargo, las preguntas se fueron ampliando y dieron lugar a nuevas perspectivas temáticas, tales como los sistemas de saberes indígenas, tradicionales y populares (ver Argueta et al. 2012, y referencias allí indicadas). En tal sentido, en algunos países como México hubo autores pioneros como Maldonado Koerdell (1940), que en sus propuestas ya rebasaba estas líneas argumentales básicas al señalar que la Etnobiología se encarga de identificar, describir y clasificar los organismos que tienen un valor cultural para un grupo humano, además de conocer su distribución y las relaciones ecológicas que mantienen con ellos, precisando su valor y los modos de utilización en el complejo cultural correspondiente. En esa misma tendencia, encontramos definiciones actuales de Etnozoología, como la de Hunn (2011), que la concibe como el estudio de las relaciones entre las


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A modo de conclusión: iniciativas y caminos por recorrer en la búsqueda de miradas diversas y perspectivas integradoras Como hemos discutido en los párrafos anteriores, tanto la Zooarqueología como la Etnobiología han venido ampliando sus respectivos campos de acción, y también desdibujando sus límites para favorecer, así, cada vez más la investigación interdisciplinar y transdisciplinar con sus particularidades (para una discusión en este sentido, véase Pérez y Setién 2008). Un importante aporte y ejemplo sobre las fortalezas que

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comunidades humanas con sus faunas locales, que son mediadas por las comprensiones culturales. En ambos casos se entiende que su objeto de estudio incorpora a la zoología y la antropología, pero, por su metodología y su epistemología, es interdisciplinaria, integrándose con la lingüística, la historia, la arqueología, la geografía, la genética, entre otras, por lo que sus unidades de estudio van entonces del gen a las comunidades, es decir, abarcan todos los niveles de la biodiversidad (Argueta et al. 2012; Corona-M. 2011). Es decir que la Etnozoología transita desde un carácter descriptivo y utilitario, como lo hacían las definiciones iniciales que hemos aludido, hasta la actualidad, donde se busca la construcción de modelos explicativos para las interacciones de las sociedades y sus culturas con la biodiversidad, las cuales tienen diversos grados de intensidad, y, dado su componente histórico y cultural, sólo pueden entenderse en el contexto en que se crean, llegando a formar interacciones ocasionales pero también lazos indisolubles. Desde esta perspectiva, la versión más actual e interdisciplinaria pone énfasis en el estudio de las interrelaciones, es decir, las ideas, los procesos y formas de relación, bajo las dimensiones tiempo y espacio, entre los pueblos o poblaciones humanas y las especies y ecosistemas. Con ello queda rebasado el marco cronológico, entre lo etnozoológico y lo zooarqueológico, lo cual ciertamente les permite a estas disciplinas crear una sinergia para comprender las diversas relaciones que establecen los seres humanos con la fauna, facilitando la comprensión de una perspectiva diacrónica sobre el cambio y persistencia en el aprovechamiento de los recursos animales por parte de las culturas (Harris 2006; Albarella y Trentacoste 2011; Corona-M. y Enríquez 2011; Ramos y Borrero 2011). De este modo, se tiende a construir marcos conceptuales, donde es preferible hablar de interacciones humano-fauna, más que acotarse a lo disciplinario, con la finalidad de elaborar hipótesis y explicaciones sobre la forma en que es organizado el entorno y se aspira a reconstruir el modo en el que una cultura representa y categoriza el mundo animal (Argueta et al. 2012; Corona-M. 2011). Pero, esta representación confronta también sus propios retos y limitaciones. El primero, retomando las ideas de Alves y Souto (2011), es que faltaría desarrollar marcos teóricos más robustos y actualizar sus procedimientos metodológicos, haciendo efectivo el diálogo interdisciplinario y estableciendo convergencias con la Etnobotánica y, en general, con la Etnobiología. Procesos que no son simples, pero que necesitan ser señalados, para promover la reflexión sobre ello.


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nos brindan las perspectivas diversas, complementarias e integradoras, son los trabajos que en algunas partes del mundo se vienen realizando, principalmente en las últimas dos décadas, integrando la Etnobiología, la Zooarqueología y la Biología de la Conservación (Lyman y Cannon 2004; Lauwerier y Plug 2004; Wolverton y Lyman 2012; Wolverton et al. 2011; Ramos 2014; Wolverton, Nolan y Ahmed 2014). En el contexto latinoamericano, los trabajos recientes compilados por Muñoz, Götz y Ramos (2014), en una publicación sobre mamíferos acuáticos en los neotrópicos y el Caribe, son un ejemplo de los caminos que hemos empezado a recorrer en ese sentido. Los editores de este número hemos sido promotores activos, pero no los únicos, para incrementar el interés en el estudio de las interacciones humano-fauna y de los aportes que la interacción entre la Zooarqueología y la Etnozoología puede hacer en este sentido. De las diversas propuestas que se recibieron para este volumen fue difícil seleccionar las que, a nuestro juicio, nos permitían ilustrar las complejidades del análisis que hemos delineado en las secciones anteriores. En todas ellas se observó una tendencia a trascender el hecho y a abordar los trabajos desde lo que denominamos la mirada complementaria, integradora y comparativa. Sin embargo, aunque creemos que esta mirada es indispensable para acercarnos a las complejas relaciones entre los humanos y los animales, somos conscientes de las diversas dificultades que conlleva efectuar este tipo de análisis. Estamos seguros, sin embargo, de que, en la medida que las comparaciones se hagan extensivas en lo geográfico, en lo diacrónico y en la multiculturalidad, estaremos en capacidad de analizar dichas relaciones con criterios mucho más sólidos y podremos evaluar la naturaleza de las similitudes y diferencias en el aprovechamiento de ciertos recursos animales a nivel continental, lo que nos permitirá dilucidar con mayor certeza diversos aspectos, tales como redes de intercambio y comercio entre regiones, la transmisión cultural en el plano geográfico, para la obtención y el procesamiento de recursos naturales, o bien clarificar los procesos de convergencia, es decir, la coincidencia en el uso de algún recurso animal, pero que surgen como procesos independientes en el tiempo y el espacio, ya que pueden estar más influidos por la distribución y abundancia del organismo. A modo de reflexión final, las investigaciones en el presente se enfrentan a cambios cada vez más rápidos en los cuerpos sociales y en el medioambiente, inducidos por la globalización y tecnificación crecientes; por los cambios en la distribución de las especies, debido al predominio de las especies domésticas para satisfacer las necesidades alimentarias. La urbanización e industrialización cada vez mayores afectan ya las formas del registro etnográfico, debido a la transformación rápida de las prácticas culturales. Igualmente, la importante información proporcionada por la evidencia arqueológica se ve influida por estos procesos, ya que los sitios se pierden, a veces sin ser registrados, pero también se ven afectados los depósitos, debido a los cambios físico-químicos de los suelos, que pueden perturbar su composición y, por tanto, la tafonomía del sitio. Es por ello que consideramos importante señalar estos puntos de reflexión y llamar la atención sobre cómo ahora, más que nunca, es indispensable esforzarnos


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Narrativas etnográficas sobre ballenas y balleneros en las costas de Chile* Daniel Quiroz** Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Chile

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Como citar este artículo: Quiroz, Daniel y Gastón Carreño. 2017. “Narrativas etnográficas sobre ballenas y balleneros en las costas de Chile”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 35-55. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.02 Artículo recibido: 14 de octubre de 2016; aceptado: 22 de febrero de 2017; modificado: 15 de marzo de 2017

Palabras clave: Chile, caza (Theasurus); caza de ballenas, tradiciones balleneras, narrativas etnográficas (palabras clave de los autores). * Este trabajo fue escrito gracias al financiamiento del Proyecto de Investigación Regular Fondecyt 1140056 “Una etnografía retrospectiva de la caza de ballenas en las costas de Chile durante el siglo XIX”, CONICYT-Chile. ** Doctor en Historia, Universidad de Chile. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “El procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia Occidental [a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX]”. Magallania 44 (1): 57-72, 2016. “Excursiones etnográficas entre los pescadores de ballenas de Tumbes y la isla Santa María, Chile, a comienzos del siglo XX”. Antropologías del Sur 5: 103-123, 2016. “Notas sobre el control de la etnografía desde una etnografía descontrolada [a propósito de la caza de ballenas en las costas de Chile]”. Revista Chilena de Antropología 33: 59-70, 2016. *daniel.quiroz@museosdibam.cl *** Doctor en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile. Entre sus últimas publicaciones está: coautor en “El procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia Occidental [a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX]”. Magallania 44 (1): 57-72, 2016. *manqacen@hotmail.com

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Resumen: La historia de la caza comercial de ballenas en Chile permite distinguir la presencia de tres tradiciones balleneras foráneas, que denominamos “yanqui”, “noruega” y “japonesa”, que se instalan sobre una tradición preexistente: la caza pasiva o el procesamiento de ballenas varadas en las playas, realizado no sólo por los pueblos originarios sino también por los europeos y sus descendientes. Este montaje de tradiciones configura una secuencia de procesos sobrepuestos que ha sido narrada por un conjunto de observadores contemporáneos de los hechos. La revisión de los textos escritos por estos observadores muestra distintas construcciones conceptuales sobre las ballenas (como “monstruo”, “recurso” y “recurso escaso”) y los balleneros (como “héroes” y “profesionales”), vinculadas con la evolución tecnológica (caza pasiva, caza tradicional, caza moderna) de la caza de ballenas en nuestro país.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 35-55 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.02

Ethnographical Narratives about Whales and Whaling off the Coast of Chile Abstract: The history of the commercial hunting of whales in Chile allows us to distinguish three foreign whaling traditions, which we shall call the “Yankee”, the “Norwegian” and the “Japanese”, which inserted themselves into a pre-existing tradition: passive hunting or the butchering of whales stranded on beaches undertaken not only by the native populations but Europeans and their descendants as well. This montage of traditions shapes a sequence of superposed processes which have been narrated by a group of contemporary observers of these events. A review of the accounts written by these observers reveals different conceptual constructions about whales (as a “monster”, “resource” and “scarce resource”) and the whale hunters (as “heroes” and “professionals”), linked to the technological evolution of whale hunting in our country (passive hunting, traditional hunting, modern hunting). Keywords: Chile, hunting (Thesaurus); whale hunting, whaling traditions, ethnographic narratives (authors´ keywords). Narrativas etnográficas sobre baleias e baleeiros no litoral do Chile 36

Resumo: a história da caça comercial de baleias no Chile permite diferenciar a presença de três tradições baleeiras estrangeiras que denominamos “yankee”, “noruega” e “japonesa”, que são instaladas sobre uma tradição preexistente: a caça passiva ou o processamento de baleias atoladas nas praias, realizado não somente pelos povos originários, mas também pelos europeus e seus descendentes. Essa montagem de tradições configura uma sequência de processos sobrepostos que vem sido narrada por um conjunto de observadores contemporâneos dos fatos. A revisão dos textos escritos por esses observadores mostra diferentes construções conceituais sobre as baleias (como “monstro”, “recurso” e “recurso escasso”) e os baleeiros (como “heróis” e “profissionais”), vinculadas com a evolução tecnológica (caça passiva, caça tradicional, caça moderna) da caça de baleias em nosso país. Palavras-chave: caça, Chile (Thesaurus); caça de baleias, tradições baleeiras, narrativas etnográficas (palavras-chave dos autores).


a caza de ballenas, definida como “la matanza intencional de grandes cetáceos con el fin de obtener productos económicamente útiles” (Reeves y Smith 2006, 82), fue precedida en muchos lugares del mundo por la “caza pasiva”, es decir, por “la captura y el procesamiento de las ballenas varadas en las costas” (Kalland y Moeran 1992). Las representaciones visuales de ballenas y su “posible” caza tienen una historia de miles de años, como lo atestiguan diversas manifestaciones rupestres repartidas por el mundo (Bahn 2013). Los escritos son algo más recientes, pero algunos “textos cuneiformes sugieren que los fenicios podrían haber cazado ballenas (incluso cachalotes)” hace unos 3.200 años, práctica que habría desaparecido por completo en la época de griegos y romanos (Proulx 1986, 8-9). Los historiadores han asegurado que la caza comercial de ballenas se inicia en el mundo occidental recién a partir del siglo X o XI de nuestra era (Ellis 1991, 45), cuando pescadores vascos capturaban ballenas en las costas del golfo de Vizcaya, usando botes abiertos y arpones de mano, para obtener la grasa, que comercializaban por toda Europa (Azpiazu 2000). Los vascos extenderán luego sus sistemas de caza en aguas atlánticas llegando hasta Terranova (Canadá) en el siglo XVI, e incluso instalándose en las costas de Brasil a comienzos del siglo XVII (Du Pasquier 2000). Entre los siglos XVII y XVIII, holandeses e ingleses (también franceses, daneses, rusos y alemanes) cazaron ballenas por todo el Atlántico norte continuando con la tradición iniciada por los vascos. Los balleneros anclaban sus naves cerca de la costa y construían una estación terrestre con materiales del barco. Las ballenas eran avistadas desde la playa y luego perseguidas y cazadas desde la proa de una chalupa. La carcasa de la ballena era remolcada a la estación costera, donde la grasa era removida y derretida. El aceite de ballena se almacenaba en barriles de madera (Hacquebord 2003). En la segunda mitad del siglo XVIII comienza desde las costas de Nueva Inglaterra una nueva forma de cazar y procesar cetáceos. La caza se realizaba con veleros que llevaban a bordo botes balleneros. Cuando se divisaba una ballena, los botes eran bajados de los buques. Desde el bote, el arponero lanzaba, a muy corta distancia, uno o más arpones contra la ballena. Herida, esta remolcaba los botes balleneros en su huida. Cuando se cansaba, el timonel la mataba con una lanza que hundía en el cuerpo de la ballena, la cual era llevada a un costado del velero, donde era descuartizada; la grasa era retirada y subida a bordo mediante poleas. En el velero era transformada en aceite usando hornos instalados a bordo. Con este sistema se mejoraba la calidad del aceite, y las expediciones duraban entre tres y cuatro años (Davis, Gallman y Gleiter 1997, 36). La caza de ballenas alcanzó las costas del Pacífico a fines del siglo XVIII y se globalizó durante la primera mitad del siglo XIX (Dolin 2007). Es la denominada caza “tradicional” o “premoderna” (Ellis 1991). La caza “moderna” de ballenas surgió en el norte de Noruega en la segunda mitad del siglo XIX, cuando Sven Foynd “inventa” el cañón arponero montado en buques de vapor, construidos para hacer más eficiente la cacería. El buque debía ser “rápido, poderoso, maniobrable y virtualmente imposible de hundirse” y usaba “un

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Narrativas etnográficas sobre ballenas y balleneros en las costas de Chile Daniel Quiroz y Gastón Carreño


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arpón explosivo lanzado desde un cañón montado en la proa” (Brown 1976, 25). Estas innovaciones permitieron capturar todo tipo de ballenas, incluidos grandes rorcuales como la ballena azul y la de aleta, y la explotación de los mares antárticos. Las carcasas eran procesadas en plantas terrestres para producir aceite y abono. El proceso comenzaba con la llegada de la ballena a la planta, que, luego de ser izada a la rampa, era llevada a la plataforma de descuartizamiento, donde se separaban el tocino, la carne y los huesos, que iban a las “cocinerías”. Se obtenía un aceite que era enviado a plantas de purificación, y el resto -una mezcla de líquidos y sólidos-, a la planta de harina o de guano (Basberg 2004, 83-84). Usaban también buques factoría, considerados como verdaderas “fábricas en movimiento”. Los primeros buques factoría sólo permitían que se trabajara al costado de la nave, cortando el tocino en grandes trozos que luego eran subidos a bordo, picados en trozos más pequeños y cocinados en calderas para obtener el aceite. Las verdaderas fábricas flotantes, con una rampa que permitía subir el cetáceo completo, sin necesidad de un procesamiento previo, se usaron desde 1925 (Basberg 1998, 31-32). Los japoneses siguieron el modelo noruego pero, como su objetivo no era el aceite sino la carne para consumo humano, modificaron las plantas de procesamiento de las ballenas (Kalland y Moeran 1992, 79). El 23 de julio de 1982, la Comisión Ballenera Internacional (CBI) aprobó una moratoria o pausa a la caza comercial de todas las especies de ballenas (Donovan 1982), que entra en vigor en 1986. Se autoriza la caza con fines científicos y la caza aborigen de subsistencia, que la CBI define como aquella cuyo propósito es el consumo local, y que desarrollan pueblos aborígenes que comparten fuertes vínculos comunitarios, familiares, sociales y culturales, con una dependencia tradicional de la caza y el uso de las ballenas (Donovan 1982).

Lineamientos teóricos Este trabajo se inscribe en lo que se ha denominado “antropología histórica”. C. Lévi-Strauss reflexiona sobre las relaciones entre historia y antropología señalando que la historia se preocupa de las sociedades complejas, “cuyo pasado se evidencia en archivos”, y la antropología, de las sociedades sin escritura, “cuyo pasado se reduce a conjeturas, lo que incita a restringir su estudio al tiempo presente”. Sin embargo, la historia, al entrar en contacto con la antropología, genera estudios que se han agrupado “bajo el nombre de antropología histórica” (Lévi-Strauss 1981, 1218). J. C. Schmitt señala que para el historiador, la antropología histórica, sin renunciar a las reglas de su “oficio” y a la tradición de su “saber hacer”, busca “en su reflexión teórica y en su trabajo práctico, inspirarse en las problemáticas, los objetos y métodos de la antropología social y cultural”, lo que constituye “un enriquecimiento por ‘mestizaje’ de tradiciones científicas distintas, con la esperanza, sino de una reunificación de saberes, al menos de un mejor diálogo entre las disciplinas, respetando el criterio de evolución de cada una de ellas” (Schmitt 2010). E. Ohnuki-Tierney afirma que los antropólogos interesados en la historia han producido dos tipos de “antropologías


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históricas”, una que examina la cultura como un proceso histórico, y otra que se dedica a construir historias (Ohnuki-Tierney 2005, 180). El interés de este trabajo es “construir una historia” de la caza de ballenas en Chile desde la antropología, en el espíritu sugerido por Schmitt: buscando un diálogo interdisciplinario, sin renunciar al propio “saber hacer”. La etnografía retrospectiva es la herramienta escogida pues busca estudiar “el pasado de la misma manera como un antropólogo aborda una sociedad exótica” (Thomas 2009, 2) y analizar un modo de vida del ayer como si fuera contemporáneo, usando “los mejores equivalentes históricos de las observaciones de los etnógrafos” (Tilly 1978, 210). La caza de ballenas en Chile es un “evento del pasado” que no puede ser observado directamente, por lo que se debe recurrir a otro tipo de datos, que denominamos “recuerdos”, “recortes” y “ruinas”. Son los “recuerdos” de las personas que pudieron observar directamente la experiencia ballenera o les hablaron de ella; los “recortes” de documentos administrativos, científicos y literarios, de noticias y entrevistas de prensa, depositados en archivos; y las “ruinas” son testimonios y huellas materiales posibles de relevar en visitas a los lugares donde la caza de ballenas se produjo (Quiroz 2014b). La gran mayoría de las investigaciones antropológicas sobre la caza de ballenas han estudiado la caza de subsistencia, siendo la cultura ballenera el concepto más usado. La cultura ballenera es “un complejo de rasgos que comprende no sólo las diversas maneras de capturar las ballenas sino también las formas de usar cada una de sus partes (piel, carne, aceite, huesos), tanto en su vida cotidiana como en la religión y el arte” (Takahashi et al. 1989, 105). Se la considera como “un conocimiento compartido sobre la cacería de ballenas que es transmitido a través de generaciones [… y que] abarca un patrimonio y una cosmovisión comunes, una comprensión de las relaciones ecológicas (incluidas las espirituales) y tecnológicas entre seres humanos y ballenas, procesos de distribución especiales y una cultura alimenticia” (Akimichi et al. 1988, 75). Sin embargo, los antropólogos que estudian la caza comercial de ballenas evitan usar el concepto cultura ballenera pues implica considerar “una adaptación marítima, tecnológica y económicamente especializada en la explotación de cetáceos, y donde las ballenas son particularmente importantes en otras esferas de la vida cotidiana” (Lindquist 1994, 15), aspectos no siempre presentes en el marco de la caza comercial. Se recomienda usar, entonces, el concepto tradición ballenera, entendida como “una forma particular de organización social, que integra habilidades y conocimientos individuales y colectivos, reglas de captura de una o varias especies de cetáceos, su procesamiento y la distribución y el uso de los productos transmitidos a través de generaciones” (Lindquist 1994, 16). La tradición no es sólo un patrón heredado de pensamiento y/o acción, una práctica específica a largo plazo, transmitida de generación en generación, sino también una interpretación del pasado mediatizada simbólicamente en el presente, en una transformación permanente, con continuidades y discontinuidades (Van Ginkel 2007, 9). Sabemos de las tradiciones balleneras a través del estudio de las narrativas que se han construido y se siguen construyendo para representarlas y valorarlas. Las na-


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rrativas son formaciones discursivas que podemos entender como representaciones de una serie o secuencia de eventos. Una narrativa es una forma de contar, a menudo con palabras escritas o dichas (aunque es posible la mímica), algo que sucedió, una historia: la narrativa no es la historia sino su relato (Rudrum 2005). Las narrativas seleccionan algunos elementos, dejan fuera otros, y los ordenan dándoles un significado: crean historia (Kreiswirth 2000). Michel de Certeau define la narrativa etnográfica como el relato de un viaje desarrollado en tres etapas: “el viaje de ida”, la búsqueda de lo extraño que se presume diferente; “la permanencia en el lugar”, espacio en el que se realiza la traducción, y “el viaje de regreso”, la vuelta a casa del viajero-narrador y su escritura. Es la representación del otro por un “testigo” (De Certeau 1986, 69-70). De este modo, “los horizontes narrativos de la escritura etnográfica son los parámetros de semejanza que permiten la verosimilitud del relato”, son sus principios de coherencia y correspondencia (Pina-Cabral 2003, 119). El término “narrativa etnográfica” se usa en un sentido muy amplio, incluyendo no sólo los relatos elaborados por “etnógrafos profesionales” sino también por sujetos que no son nativos ni colegas, simplemente socios epistemológicos en la construcción de conocimientos (Quiroz 2015a, 321). 40

Operaciones balleneras en Chile Reeves y Smith (2006, 83-84) usan el término “operación ballenera” para estudiar no sólo las formas de matar los cetáceos sino también la manera de procesar sus carcasas con el fin de obtener productos que luego serán consumidos y/o comercializados. Cada operación ballenera ocurre en un espacio/tiempo determinado, y los autores elaboran una compleja tipología, ordenando las distintas operaciones en una secuencia de “eras balleneras”, con ciertos traslapes históricos. Las eras balleneras corresponden a “porciones de espacio/tiempo”, donde es posible encontrar continuidades tecnológicas, sociales y culturales específicas, diferentes a las precedentes (Reeves y Smith 2006, 85). En nuestro trabajo hemos reemplazado el concepto era ballenera, más asociado a la geología y/o la historia natural, por el de tradición ballenera, en el mismo sentido planteado por Lindquist (1994, 15-16). La historia de la caza comercial de ballenas en Chile permite distinguir la presencia de tres tradiciones balleneras foráneas, que denominamos “yanqui”, “noruega” y “japonesa” (Quiroz 2014a), que se instalan sobre una forma preexistente: la caza pasiva o el procesamiento de ballenas varadas en las playas, realizado no sólo por los pueblos originarios sino también por los europeos y sus descendientes (Quiroz 2015a). Este montaje de tradiciones configura una secuencia histórica en la que se organizan las distintas operaciones balleneras en Chile. La caza pasiva Martin Gusinde piensa que los nómades canoeros del extremo sur sudamericano no cazaban ballenas: “nunca se aproximan a un animal completamente sano, pues podría resultarles muy peligroso”, pero cuando ven una ballena acosada o herida se


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La caza tradicional La presencia de balleneros extranjeros, principalmente estadounidenses, desde finales del siglo XVIII en los puertos chilenos estimuló una serie de operaciones locales, de naturaleza tanto pelágica como costera. La participación chilena en la caza pelágica aumentó significativamente entre 1868 y 1870, llegando a conformar en 1869 una flota de unos veinte veleros, adquiridos en Estados Unidos e Inglaterra, que usaban para cazar ballenas siguiendo el modelo pelágico yanqui, recorriendo las costas entre Chile y Panamá en viajes que duraban cerca de diez meses (Quiroz 2015b). Del puerto de Talcahuano salieron algunas expediciones para cazar ballenas en los mares antárticos (Cartes 2009). Desde 1830 se desarrollaron en el centro-sur del país algunas operaciones costeras, con botes abiertos y arpón de mano, para capturar ballenas y beneficiarlas en instalaciones terrestres bastante precarias. Los establecimientos más importantes estaban en Tumbes, isla Santa María y Lebu, pero se expandieron mucho más al sur, llegando hasta Chiloé a comienzos del siglo XX (Quiroz 2016). Una de las experiencias más notables es la de la Familia Macaya, primero en isla Santa María y luego en Chome, cerca de Talcahuano. Los orígenes son, en cierto modo, “mitológicos”. Su iniciador, Juan Macaya Aravena, habría aprendido el oficio de Juan da Silva, un portugués que llegó a la isla Santa María en 1890. Da Silva habría aprendido las artes de la caza y el procesamiento de las ballenas en las islas Azores, desde donde se habría embarcado en los veleros balleneros norteamericanos (Hernández 1998, 43). La relación ballenera entre estos dos personajes

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acercan en sus canoas desde todas direcciones, “los hombres lanzan sus largos arpones” y todos tiran “de las cuerdas para hacer mayores las muchas y graves heridas del animal”. Si la matan, “arrastran la enorme presa a la playa, aprovechándose de la marea, con cuyo auxilio empujan el deforme cuerpo del animal lo más alto que pueden tierra adentro”. El resultado “abastece a muchas familias durante varias semanas; su carne y aceite, huesos y tendones, barbas y dientes tienen un útil y variado aprovechamiento” (Gusinde 1951, 212-213). Antonio Vásquez de Espinoza describió a comienzos del siglo XVII, en la provincia de Atacama, otra operación ballenera en la que grupos de pescadores se acercaban sigilosamente en balsas de cuero de lobo a los cetáceos mientras dormían, asestándoles un golpe con una lanza con punta de cobre debajo de la aleta. Se arrojaban al agua y regresaban a la costa en la balsa. Observando desde la playa, esperaban a que la ballena muriera y varara. Acudían luego con toda la “parentela” y “parcialidad” para faenarla. Comían su carne y esperaban a que el sol derritiera la grasa para obtener el aceite, que guardaban en odres de tripas de lobo (Vásquez de Espinosa 1948, 618-619). La llegada de los europeos no terminó con esta práctica, sino que su propia experiencia (si se considera que la caza comercial de ballenas se inició en el norte de España y Francia alrededor del siglo X) se mezcló con la de los primeros habitantes del territorio, por lo que la caza pasiva y el aprovechamiento de ballenas varadas se continuaron practicando en las costas de Chile hasta bien avanzado el siglo XX.


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se materializó con la creación de la Sociedad de los dos Juanes, sellada además por el matrimonio de Juan da Silva con Isabel Macaya (sobrina de don Juan). La sociedad no duró mucho tiempo, “apenas lo suficiente para que los Macaya descubrieran su vocación ballenera y aprendieran las técnicas de caza del portugués” (Sepúlveda 2008, 26). La Sociedad de los dos Juanes usaba chalupas balleneras y arpones manuales para la cacería y precarias instalaciones en la costa noreste de la isla Santa María para su procesamiento (Hernández 1998). En 1932 se constituyó la Compañía Chilena de Pesca y Comercio Juan Macaya Aravena e Hijos, y se instaló una planta para el procesamiento de ballenas en Puerto Macaya, isla Santa María.

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La caza moderna La caza de tradición noruega llegó a Chile en 1903 y se formalizó con la creación de la Sociedad Ballenera de Magallanes, empresa que operó tanto con plantas costeras como con buques factoría (Martinic 2004). Hacia 1910, la actividad ballenera moderna en Chile estaba completamente en manos noruegas, con plantas en Punta Arenas, Valdivia y Chiloé, aunque los capitales chilenos no eran tan ajenos. La retirada de los noruegos en 1913 permitió la emergencia de la Sociedad Ballenera de Corral, una empresa chilena que operó desde Valdivia bajo el modelo noruego hasta 1935 (Quiroz y Pastene 2014). La Sociedad Ballenera de Corral fue adquirida en 1935 por la Compañía Industrial S. A. (Indus) de Valparaíso, dando inicio a una nueva etapa en la industria ballenera nacional. La empresa, organizada como sociedad anónima, emprendió un negocio a gran escala, a fin de asegurar la materia prima para la elaboración de sus productos –jabones, detergentes, velas, aceites y margarinas–. Sus operaciones balleneras representaron la culminación del modelo noruego de caza costera (Pastene y Quiroz 2010). Sus actividades terminan con el cierre en 1967 de la planta de Quintay. Pero la Indus no fue la única empresa ballenera en la segunda mitad del siglo XX. La familia de Juan Macaya y sus hijos había iniciado sus operaciones durante los primeros años del siglo XX en isla Santa María, bajo la modalidad de caza “costera tradicional”, y adopta paulatinamente elementos de la modalidad “costera moderna”, como el uso de remolcadores y, luego, buques balleneros con cañón arponero, y, finalmente, la instalación en 1950 de una planta ballenera moderna en Chome, cerca de Talcahuano. El cierre de esta planta en 1983 constituyó el punto final de la actividad ballenera chilena. La presencia japonesa fue breve, pero resultó significativa. Se instaló en Chile en 1964 mediante una sociedad entre la empresa chilena Indus y la japonesa Nitto Whaling Co., que duró hasta 1967. La misma empresa se asoció durante la temporada siguiente con la familia Macaya, retirándose de Chile en 1968. Los japoneses cambiaron la orientación de la actividad ballenera de la elaboración de aceite a la producción de carne para consumo humano (Kasuya 2009), que principalmente se exportaba a Japón pues en Chile nunca tuvo demasiada aceptación en la población.


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Narrativas balleneras en Chile

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Las operaciones balleneras son contadas por quienes las observaron y regresaron para hacerlo, y las narrativas se han modificado junto a las transformaciones producidas en las mismas relaciones cinegéticas entre seres humanos y ballenas. La caza de ballenas en las costas chilenas ha sido relatada por diversos “cronistas” que pudieron observarla en un presente etnográfico (Sanjek 1993; Pina-Cabral 2000). En este trabajo hemos escogido, por su relevancia, las narraciones elaboradas sobre la industria ballenera de dos funcionarios gubernamentales: Carlos Pozzi, oficial de la Armada de Chile, y Luis Castillo, biólogo, que trabajaba en la Sección de Aguas y Bosques del Ministerio de Industrias y Obras Públicas de Chile. Para la época de la caza pasiva utilizamos las descripciones de los historiadores jesuitas del siglo XVII Alonso de Ovalle y Diego de Rosales. Charlotte Epstein habla de “una ruptura” que ocurre en algún momento durante la segunda mitad del siglo XX entre el “mundo ballenero” y el “mundo antiballenero” (Epstein 2008, 2). Este cambio fue provocado por la emergencia de un poderoso discurso antiballenero, donde los roles en el “enfrentamiento” entre seres humanos y ballenas fueron permutados: en uno de los mundos, “los balleneros persiguen monstruos en frágiles embarcaciones”; en el otro, son los “gigantescos buques balleneros” los que persiguen “ballenas indefensas”, y “las frágiles embarcaciones” son ahora las de los “valientes activistas” de Greenpeace (Epstein 2008, 96-98). Indudablemente, el surgimiento y expansión global de la caza moderna de ballenas contribuirán a reducir en el imaginario de la época la importancia de ciertas cualidades en los balleneros, y comenzará a predominar la naturaleza tecnológica de las armas utilizadas para cazarlas. El cañón arponero representa, sin duda, la eficiencia tecnológica, un poco en desmedro de la pericia humana (aunque obviamente se la necesite para usarlo de buena manera). La caza de ballenas pasa de ser considerada una actividad heroica, en la que el hombre pone en juego su propia vida en un combate contra un monstruo aterrador, a una actividad cruel e innecesaria, donde el hombre muestra lo peor de sí mismo ante una criatura indefensa (Lawrence y Phillips 2004). En un corto tiempo, pasamos de una narrativa proballenera a la moratoria mundial y al surgimiento de “un poderoso discurso” antiballenero (Epstein 2008, 3), donde la caza es “un acto de barbarismo, no tradicional, sino anacrónico” (Van Ginkel 2007, 11), y los seres humanos pasan a ser considerados los verdaderos “monstruos”, y las ballenas, sus “víctimas”. En este trabajo nos interesa mostrar tres formas específicas de representar las ballenas y su caza en textos escritos entre los siglos XVII y XX, antes del surgimiento de la moratoria y, por ende, del fin de la caza de ballenas en Chile, sin que esto implique agotar el tema. Se distinguen en los textos estudiados varias modalidades de representación de la ballena: como “monstruo marino”, “recurso” y “recurso finito”, sin dejar de considerar que en textos más modernos pueden aparecer otras, como por ejemplo, “objeto de acuario” o “símbolo de la protección del ambiente” (Sowa 2013).


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Las ballenas como “monstruos marinos” y como “un espectáculo” Los primeros testimonios hablan de las ballenas como “monstruos marinos” [del latín monstruum, originalmente “prodigio”], como “criaturas espectaculares que capturaban la imaginación de los escritores” (Szabo 2008, 4). La imagen de la ballena “como agresor y como monstruo es probablemente la descripción medieval más conocida”, pero hay varios “retratos detallados de ballenas que parecen indicar una observación atenta y familiaridad” (Szabo 2008, 30). Es interesante señalar que esta percepción “monstruosa” de la ballena se aplica también a la contemplación de los animales varados, que tanto llamaban la atención de los habitantes de la costa que iban a observar el maravilloso “espectáculo”. A mediados del siglo XVII, el cronista chileno Alonso de Ovalle describe a las ballenas en el capítulo dedicado a “los varios géneros de peces que se pescan en las costas de Chile”, donde “hay tanta abundancia de ballenas”. Señala que “su grandeza parece que la hace reina de todos los demás” peces. Muchas veces, el mar “las arroja o muertas o para morir, que es cosa de ver como dan en aquellas costas”. En la misma costa “se hace el aceite con la fuerza del sol que derrite su gordura y cuando el tiempo ha consumido la carne y quedan las costillas y demás huesos blancos, de que se aprovechan los indios para hacer algunos bancos y pudieran hacerse muchas curiosidades” (Ovalle 1646, 4344). Ovalle resalta la frecuencia de estos varamientos de ballenas en las costas. Figura 1. Grabado de un cachalote varado en 1602 en las costas holandesas, publicado en 1618

Fuente: grabado realizado por Jan Saenredam. El título completo es Illustri generoso Ernesti Comiti de Nassau. fortissimo Horoi, et Belgicae Liberta.is vindici acersimo D. suo clementissimo hoc monstrum [...] monstro so ho faculo D.D.D. J. Saenredam, más conocido como Illustri Monstrum.


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Figura 2. Grabado del aprovechamiento de una ballena en Tierra del Fuego

Diego de Rosales también nos habla de las ballenas en el siglo XVII, definiéndolas como “bestias marinas que son de inmensa grandeza”, pues el mar produce “más corpulentos animales […] que la tierra por las gruesas calidades de sus aguas”. Nos dice que “a los pescados de gran cuerpo que proliferan por partos y no por huevos, se dicen generalmente cetáceos, de la palabra latina con que se nombra la ballena, que es cete, a quien los indios chilenos llaman yene”. La ballena es un pez que se reproduce por crías vivas. Agrega que el “mar de Chile está muy poblado de ballenas, pero no de tanta grandeza […]. En Chiloé hay muchas y de estupenda corpulencia; suelen andar cargadas de caracoles, lapas y otras conchas que se les pegan, de manera que sobreaguadas parecen islotes empedrados de marisco. Unas arrojan el agua que reciben en la boca por dos fistulas o canales que tienen en la frente, otras por solo un caño, con tan gran ímpetu y furioso batido que ponen espanto y se oye de muy lejos”. Finalmente indica que “no hay aquí quien se ocupe en pescarlas y mucho menos en beneficiarlas”, excepto “algunos indios chonos y sus confinantes, vecinos al Estrecho de Magallanes”, quienes “las comen y se untan todo el cuerpo con su aceite o manteca”. Subraya que “no las persiguen, sino que de las muchas que dan al través en sus costas sacan lo que han menester para su alimento” (Rosales 1877, I, 305). Las ballenas son todavía para los habitantes de Chile en el siglo XVII, y también en el XVIII, “peces monstruosos”, y no recursos. El hecho de considerarlas peces implica que, al compararlas con otros, resalte su grandeza relativa y sus peculiares características. Las ballenas aún no se cazaban, pero frecuentemente se las encontraba varadas en las playas. En el mundo, los artistas de la época las van a registrar en

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Fuente: grabado por J. B. Zwecker. En Odd People. Being a Popular Description of Singular Races of Man, T. Mayne Reid, 1860. Nueva York: Harpers & Brothers Publishers.


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innumerables grabados que muestran la enorme cantidad de personas que concurría a observarlas (Barthelmess 2003). Pero, incluso cuando se las cazaba, la presencia de ballenas en las costas seguía siendo “un espectáculo”. Por ejemplo, se informa en un diario local en 1864 que “con motivo de haber dado caza los balleneros a un par de ballenas en nuestra bahía, hemos tenido a Talcahuano de paseo a Tumbes a ver la ballena”1. Era tanto el interés, que en 1873, “una ballena que se ha pescado en la bahía de Talcahuano, se ha puesto en exhibición a 50 centavos la entrada”2.

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Las ballenas como recurso económico, y el ballenero como héroe A fines del siglo XVIII, las ballenas comenzaron a ser consideradas más como “recursos” y menos como “monstruos”, y podemos reconocer que, en la segunda mitad del siglo XIX, todo el mundo conocido era “un mundo ballenero”: las ballenas eran un “recurso estratégico”, “materia prima clave”, “combustible y alimento”; el aceite de ballena “iluminaba las calles de Nueva York o Londres”, sus barbas eran “el equivalente del plástico”, y la industria ballenera era tan importante como hoy lo es “la industria del petróleo” (Epstein 2008, 1). La abundancia de ballenas en las costas de Chile es un dato que aparece en forma continua en las descripciones que se realizan sobre sus costas. Eduard Poeppig lo subraya, notando que son “perseguidas muy poco por los chilenos hasta ahora, por lo cual son tan mansas que se les puede observar nadando sin ninguna preocupación entre los buques anclados en la bahía de Talcahuano”. Los cetáceos son cazados sólo por buques extranjeros, que para hacerlo “tienen que navegar alrededor de la mitad de la tierra”; en cambio, los chilenos, “que pueden alcanzar esas mismas regiones dentro de cuatro a doce semanas”, nunca han realizado “la menor tentativa para dedicarse a ella, ni siquiera en las inmediaciones de sus puertos [… ya] que la preparación de expediciones mayores es todavía demasiado costosa en Chile, por lo cual no sería posible competir con los extranjeros”. Concluye su relato señalando que “como la construcción de buques, la elaboración de telas para velas y de jarcias, etc., se transformarán en ese país en pocos años en un negocio importante, es posible que los chilenos se dediquen entonces también a aquella actividad, que les promete ventajas extraordinarias” (Poeppig 1960 [1835], 314-315). El capitán Carlos Pozzi fue un entusiasta promotor del fomento de la industria ballenera en Chile, desde su posición como Gobernador Marítimo de Concepción, puesto que ejerció el cargo casi veinte años, entre 1857 y 1875. En su opinión, el futuro del puerto de Talcahuano “depende enteramente del mayor o menor número de buques balleneros que [lo] frecuentan anualmente: por datos que tengo se calcula que cada ballenero deja al comercio en el desembolso de sus gastos de 1.500 a 1.800 pesos uno con otro i que no se sustentaría sin aquellos”. Por esta razón, Pozzi pensaba que la Gobernación Marítima les debía prestar una decidida protección (Pozzi 1862, 1 La Tarántula, Concepción, 2 de noviembre de 1864, 4. 2 La Revista del Sur, Concepción, 31 de enero de 1873, 3.


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3 La Tarántula, Concepción, 22 de febrero de 1868.

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116-117). El Gobernador observaba preocupado la disminución progresiva de la presencia ballenera extranjera en Talcahuano: “actualmente la concurrencia de ellos es muy reducida […] pero se ha de esperar que esta mui hermosa bahía recuperará su antigua existencia vital con la afluencia de mayor número de naves que en la presente época, a pesar de todos los auxilios que a los buques balleneros se les presta por esta oficina a mi cargo para evitar deserciones, teniendo a todas las casas de aposentaduría matriculadas” (Pozzi 1865, 162). Esta disminución no se detuvo, pues ninguna medida tomada por las autoridades nacionales y locales fue capaz de frenar una tendencia que era global (Davis, Gallman y Gleiter 1997). En 1866 recalaron en el puerto de Talcahuano solamente doce buques balleneros estadounidenses (Pozzi 1866, 145). Además de reconocer una baja en la presencia ballenera extranjera, Pozzi aplaudió el surgimiento de una verdadera industria ballenera nacional: “la industria de la pesca de ballena va en progreso, aunque no con la rapidez que es de desear, pero se cree con sobrado fundamento que cada año haya más interés por ella y se haga en mayor escala. Inútil me parece hacer presente que merece la protección de las autoridades por ser una industria nacional que regularizada i hecha en grandes proporciones será un bien para el país i dará ocupación segura i lucrativa a muchas personas, formándose al mismo tiempo en crecido número gente de mar experimentada en el manejo de toda clase de embarcaciones i fáciles de convertirse con provecho en buenos ma- Figura 3. Descuartizamiento de ballena en rineros para nuestra armada” (Pozzi 1867, Tumbes, c. 1940 64). Resalta “el rápido progreso que ha tomado este puerto en la industria de la pesca de ballenas”, pues la flota ballenera estaría compuesta en 1868 por los “cinco buques que salieron el año próximo pasado” más otros seis “comprados para armarlos para la pesca”, esperándose “tres buques más”3. Pero el gobernador Pozzi no considera la caza de ballenas sólo desde una perspectiva económica sino también educativa y formativa, pues la actividad permitiría tener “gente de mar” bien preparada. Es así como los cinco buques que operaron en 1867 emplearon “260 individuos de mar, de los cuales, dos terceras partes son nacionales” (Pozzi 1868, 98). Estaba preocupado de la formación de “gente de mar” y consideraba que la participación de nacionales en Fuente: fotografía perteneciente a uno de la caza de ballenas les permitiría aprender los autores (Daniel Quiroz).


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a desempeñarse de buena manera a bordo de los buques, tanto de la marina mercante como de guerra: son los futuros “marinos profesionales”. La ballena era un recurso pero, manteniendo algunas de sus características de “monstruo”, aquellos que podían dominarlos, los balleneros, son construidos como verdaderos “héroes”, involucrados en una lucha cuerpo a cuerpo con “el monstruo”, que los supera muchas veces en tamaño y fuerza. Se requiere esta característica, lo heroico, para dominar al “monstruo” y transformarlo en un recurso, y son innumerables las imágenes que resaltan este aspecto. Pero es tal vez mediante la literatura (el libro Moby Dick es un buen ejemplo), y en especial la poesía, que se intentaba dar cuenta de esta cualidad de los balleneros. Por ejemplo, el poema “El arponero” de Samuel Lillo es una de estas ilustraciones: “Resuelto el arponero/ a dar fin a la lid, se precipita/ al vórtice rugiente en que ya ciega/ la bestia de ira y de dolor se agita./ Y, maniobrando osadamente, llega/ casi a tocar con la barquilla el lomo/ que, a intervalos, se pierde en el sudario/ de espuma que lo baña,/ y en el sitio buscado, hunde con saña/ su lanza el arponero temerario” (Lillo 1914, 17). Figura 4. Trabajadores de la Planta Ballenera de Bajo Molle posan frente a una ballena azul, 1956 48

Fuente: fotografía perteneciente a uno de los autores (Daniel Quiroz).

La ballena como recurso finito La caza de ballenas fue valorada durante mucho tiempo como una actividad económica legítima, pero la explotación desmedida de algunas especies de cetáceos produjo cambios profundos en la manera como las personas comenzaron a percibirla (Van Ginkel 2007). Las ballenas continuaron siendo un recurso, pero se convierten en “un recurso escaso” (Sowa 2013).


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En las transformaciones de los discursos sobre la caza de ballenas en el país es fundamental, en la aparición de nuevas narrativas, la formación en 1903 de la Sección de Aguas y Bosques del Ministerio de Industrias y Obras Públicas de Chile, dirigida por Federico Albert, quien señalaba en 1913 que la ballena “es otro ser de la creación que luego habrá hecho desaparecer de los mares la insaciable codicia del hombre”, como ha ocurrido con otras especies, “si no se atiende al pedido de protección que ha elevado en su favor nuestra Oficina”. Propone proteger a las ballenas mediante el otorgamiento “de concesiones por zonas de costa”, mecanismo que, además de proteger a los cetáceos, le significará importantes ingresos al Estado. Reconoce que la presencia de “seis empresas beneficiadoras” en el país, “dotadas de elementos modernos y rápidos de explotación”, además de “los balleneros extranjeros que explotan nuestros mares australes”, provocará una merma importante en las poblaciones de ballenas. Termina invocando “el concurso de los hombres de corazón i patriotas para que nos ayuden a dar fin a la tarea empezada de salvar, junto con nuestro prestigio, el patrimonio a que tienen derecho nuestros descendientes” (Albert 1913, 196). En la Sección de Aguas y Bosques trabajaba el biólogo Luis Castillo, quien construye un “relato consistente”, etnográficamente fundado, sobre la “pesca de ballenas” en las primeras décadas del siglo XX en las costas de Chile (1906; 1907; 1937). Uno de sus trabajos más conocidos es un texto sobre la caza tradicional de ballenas en la isla Santa María (1906), escrito luego de una visita en el invierno de 1905. El resultado de sus observaciones y conversaciones en la isla es un texto de seis páginas que muestra en toda su complejidad “las primitivas labores con que se realiza la faena” y los precarios métodos “del aprovechamiento industrial” de sus restos (Castillo 1906, 5). Para Castillo, “una industria ballenera no requiere de la protección del Supremo Gobierno para progresar”, al contrario, “puede vivir i progresar espontáneamente por el esfuerzo particular” (Castillo 1906, 6), siendo la función del Estado “reglamentar la caza” y preparar “personal competente en escuelas en que puedan, después de un corto estudio, acreditar la competencia requerida” para el desempeño del oficio y “sustraerse de las desastrosas consecuencias a las que hoy se exponen en estas peligrosas i mal remuneradas tareas” (Castillo 1906, 7). Castillo resalta que, “durante su estadía en las costas de Llanquihue i Chiloé”, pudo enterarse de que la caza de ballenas “abarca en la región de mi referencia a un solo cetáceo de nuestros mares”, la ballena franca, “denominada vulgarmente raituel” (Castillo 1907, 162). En su caza “se ocupan más de veinte empresas balleneras en las dos provincias de Llanquihue i Chiloé, constituyendo en muchos de esos puntos las tareas preferentes de la población” (Castillo 1907, 163). Castillo considera que la ballena franca es una especie que se encontraría en peligro de extinción, debido a un “procedimiento inconveniente adoptado en la caza del animal por los balleneros nacionales” (Castillo 1907, 162), que es hacerlo “durante la época de procreación del cetáceo” (Castillo 1907, 164). Castillo subraya, treinta años después, que “los cetáceos han sido de tal modo perseguidos, que los pocos sobrevivientes de esta persecución inmoderada, han debido recluirse en una zona que ya no puede seguir disputándole el hombre, sino muy de tarde en tarde” (Castillo


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1937, 39): los mares árticos y antárticos. Recuerda a los antiguos balleneros chilenos: “en esos tiempos, […] el animal era atrapado con una audacia temeraria realmente inconcebible para una época tan cobarde e incolora como la presente. Todo se hacía desde una chalupa tripulada por ocho hombres, sin miedo [...]. Eran esos otros tiempos, que no se han ido del todo. Tiempos de menos pericia profesional quizás, pero de más cachaza” (Castillo 1937, 43). Después vino la caza moderna, donde la industria ballenera, “dígase lo que se diga, [...] es ante todo una industria noruega” (Castillo 1937, 46). Castillo manifiesta una opinión positiva sobre la caza tradicional, con balleneros audaces, sin miedo, y otra negativa sobre la caza moderna, inmoderada, mostrándola como paradigma de una nueva época, cobarde e incolora. Esta opinión negativa de la caza moderna, y positiva de la tradicional, es una narrativa previa a la aparición del “poderoso discurso” antiballenero (Epstein 2008). Este nuevo ballenero, de tradición noruega, con “más pericia profesional” pero menos agallas, fue nuestro nuevo ballenero, ya no un “héroe” sino un “profesional”. En 1946 se crea la Comisión Ballenera Internacional, con la finalidad de asegurar “la conservación apropiada de los stocks de ballenas y hacer posible, así, el desarrollo organizado de la industria ballenera” (Donovan 1982). Las organizaciones ambientalistas focalizan “la atención del mundo en el problema de la ballena”, haciendo de su caza un asunto “controversial” (Van Ginkel 2007, 10). El ballenero no es ya un “héroe”, ni siquiera se le trata como un “profesional”, ahora es el “monstruo”.

Conclusiones El propósito de este trabajo fue revisar lo que se había escrito sobre las ballenas y su caza, con el fin de buscar las ideas centrales de los respectivos discursos construidos sobre el tema. Las narrativas que hemos revisado son anteriores a la “ruptura” (Epstein 2008) pero prefiguran el discurso que dominará a Occidente en el siglo XXI. El itinerario de la imagen de la ballena de “monstruo” a “símbolo” de la conservación de la fauna es sin duda una trayectoria que debemos escudriñar con mucha atención. Se nos dice que la ballena no es más “un recurso que debe ser administrado ni una especie en peligro de extinción, sino animales con cualidades que los hacen inherentemente valiosos” (Lawrence y Phillips 2004, 696). El relato antiballenero se mueve de una base ecológica a una ética. Las ballenas han sido “reconstruidas”, no como recursos que deben ser cosechados, ni especies que deben ser salvadas, sino como individuos que, por exhibir conductas casi humanas, deben ser apreciados y respetados (Lawrence y Phillips 2004, 698). Las narrativas proballeneras han estado asociadas a la “la clase política y empresarial del Estado, favorables a la mantención de la caza de ballenas”, que son desafiadas y han sido derrotadas por los discursos antiballeneros planteados “por ambientalistas y simpatizantes de las ballenas” (Filho y Aguiar 2014, 139-142). Es interesante la definición de los antagonistas en el “conflicto ballenero”: por un lado, el Estado, con su clase política y empresarial, y por el otro, la Ciudadanía, represen-


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tada por un conjunto de grupos de ambientalistas y amigos de las ballenas. Esta dicotomía es sin duda discutible, y la discusión misma es contemporánea. El conflicto Estado-Ciudadanía emerge con fuerza frente a problemas muy diversos, aunque sobre la temática de las ballenas y los balleneros se ha llegado casi a una coincidencia. Esta línea de investigación requiere, sin duda, mayor trabajo y más profundidad. Menos conocidas son las narrativas anteriores a la moratoria y, por ende, a la “ruptura”, como las que hemos revisado en este texto. La caza pasiva tiene como núcleo duro la idea de la ballena como “monstruo”, y su presencia en las costas chilenas será vista como “espectáculo”; la caza tradicional genera una percepción de la ballena como recurso y la aparición de la figura del ballenero como héroe; la caza moderna y su impacto sobre las poblaciones de ballenas provocan el surgimiento del concepto de la ballena como “recurso finito” o escaso, y la transformación del ballenero en un “profesional”. Es la idea de montaje la que ofrecemos para intentar comprender el juego histórico de las tradiciones balleneras. El montaje es un procedimiento narrativo que opera por efecto “de continuidad entre espacios y tiempos” diversos, donde confluyen las tradiciones. Este efecto de continuidad funciona como una transición entre las distintas tradiciones (Cozarinsky 1974). Las antiguas nociones no desaparecen con la instalación de una nueva tradición sino que conviven con las emergentes, como una especie de “supervivencias”. El antropólogo noruego Arne Kalland señala que, entre todos los animales, las ballenas han sido transformadas en Occidente en seres únicos: la “superballena”, un constructo conceptual que reemplaza un reconocimiento apropiado de las setenta y cinco especies diferentes incluidas en el orden taxonómico de los cetáceos y sobresimplifica y oscurece las actuales circunstancias ecológicas de cada especie de ballena: todas las ballenas están en peligro de extinción y todos los balleneros son unos bárbaros (Kalland 2009, 28-46). En Occidente existe un discurso dominante, antiballenero, en el que se ha reemplazado “el ciclo de consumo de las ballenas” de los balleneros por “el ciclo de consumo de la superballena”, mediante la masificación del turismo, la personificación de la ballena y la generación de un discurso que la describe como una propiedad común, y no como un recurso de acceso abierto (Kalland 2009, 135). La industria turística se ha apropiado de las ballenas. La transición de la caza al avistamiento con fines turísticos es una de las características más relevante de la relación contemporánea entre los hombres y las ballenas. La “caza de ballenas” se hace ahora con cámara fotográfica, lo que es bastante “menos letal” para las ballenas, pero siguen siendo consideradas un “recurso”, ahora no por la industria ballenera sino por la turística. Se ha convertido en un gran negocio, que durante el 2006 significó que 13 millones de personas gastaron más de 2.100 millones de dólares en 119 países del mundo (O’Connor et al. 2009). Esta actividad no es inofensiva para las distintas especies de cetáceos objeto de la industria turística del avistamiento. Hay varios estudios que han registrado cambios problemáticos en la conducta de los


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cetáceos producto del avistamiento de ballenas, por lo que se ha insistido en que esta industria sea “sustentable” (Hoyt y Parsons 2014). La ciencia se ha apropiado también de las ballenas; los científicos se les han acercado para estudiarlas. En el pasado, lo hicieron de la mano de los cazadores de ballenas. Ahora prefieren olvidar esa historia. A la caza letal de ballenas con fines científicos aprobada por la Comisión Ballenera Internacional, y reprobada por gran parte de la comunidad internacional, se le opone una caza no letal que permita seguir conociéndolas sin afectar sus poblaciones. Los científicos, los “héroes” de los nuevos tiempos (no sabemos hasta cuándo), les disparan dardos para recoger muestras que permitan estudiar sus características genéticas y otros temas de interés. La industria ballenera, la industria turística y la industria científica son cosas distintas pero tienen algo en común: son industrias. Las ballenas siguen portando esa naturaleza “monstruosa” que las hace tan atractivas para los seres humanos, quienes las siguen por todas partes del mundo, en algún momento para matarlas, y ahora sólo para “verlas” y/o “estudiarlas”.

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Animais como psicopompos nas sepulturas do sítio arqueológico Justino? (Canindé de São Francisco — Sub-região de Xingó — Sergipe, Brasil)* Albérico Nogueira de Queiroz** Universidade Federal de Sergipe, Brasil Carlos Eduardo Cardoso*** Universidade Federal de Sergipe, Brasil Olivia Alexandre de Carvalho**** Universidade Federal de Sergipe, Brasil Como citar este artículo: Queiroz, Albérico Nogueira de, Carlos Eduardo Cardoso y Olivia Alexandre de Carvalho. 2017. “Animais como psicopompos nas sepulturas do sítio arqueológico Justino? (Canindé de São Francisco — Sub-região de Xingó — Sergipe, Brasil)”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 57-73. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.03 Artículo recibido: 30 de diciembre de 2016; aceptado: 27 de febrero de 2017; modificado: 27 de marzo de 2017.

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Projeto de Pesquisa desenvolvido no Laboratório de Bioarqueologia (LABIARQ), Departamento de Arqueologia (DARQ) da Universidade Federal de Sergipe (UFS), Brasil.

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Doutor em Sciences — mention biologique. Université de Genève, Suíça. Professor do Laboratório de Bioarqueologia, Departamento de Arqueologia da Universidade Federal de Sergipe (UFS). Dentre as últimas publicações, destaca-se: coautor em “Whole Vertebrates and Invertebrates Related to Human Burials From Xingo Region, Sergipe and Alagoas States, Northeastern Brazil”. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 1: 122-128, 2014; coautor em “Dated evidence of the interaction between humans and megafauna in the late Pleistocene of Sergipe state, northeastern Brazil”. Quaternary International 352: 197-199, 2014. *anqueiroz@hotmail.com

*** Mestrado em Arqueologia, Programa de Pós-graduação em Arqueologia, Universidade Federal de Sergipe (UFS). Dentre as últimas publicações, destaca-se: coautor em “Whole Vertebrates and Invertebrates Related to Human Burials From Xingo Region, Sergipe and Alagoas States, Northeastern Brazil”. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 1: 122-128, 2014. *kaduhandebol@hotmail.com **** Doutora em Sciences — mention biologique. Université de Genève, Suíça. Professora do Laboratório de Bioarqueologia, Departamento de Arqueologia da Universidade Federal de Sergipe (UFS). Dentre as últimas publicações, destaca-se: coautora em “Dated evidence of the interaction between humans and megafauna in the late Pleistocene of Sergipe state, northeastern Brazil”. Quaternary International 352: 197-199, 2014. *ocarvalho99@hotmail.com

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Resumo: a sub-região conhecida como Xingó, a qual engloba a cidade de Canindé de São Francisco, localizado no estado de Sergipe, no nordeste do Brasil, abriga uma série de sítios arqueológicos. Destes, pode-se destacar o sítio Justino devido à presença de um grande quantitativo de vestígios, testemunho de populações pretéritas que ocuparam essa região. Nessa área, os remanescentes faunísticos integrados às sepulturas humanas sob os números 119 e 166 foram analisados com base em suas características morfológicas e contexto fúnebre,


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 57-73 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.03

cujos resultados demonstraram tratar-se da espécie Galictis cuja (Molina 1782) (mamífero da família Mustelidae) e de uma ave de rapina de tamanho médio, com características semelhantes a um falconídeo adulto, respectivamente. O estudo das sepulturas humanas na região de Xingó, nas quais os animais foram inumados inteiros, com os ossos em conexão, indicou um contexto ritual e simbólico elaborado de práticas mortuárias humanas e animais. Esse conjunto levou ao estabelecimento de uma analogia com o encontrado na literatura sul-americana, a qual relata, em casos caracteristicamente semelhantes no Peru (complexo Huaca del Sol e Huaca de la Luna), a função de animais como condutores da vida à morte, ou guia das almas, conhecidos na literatura como psicopompos. Essa prática em especial envolve comumente a fauna de diferentes espécies associadas a sepultamentos humanos, cuja iconografia, inclusive, relata essas relações humano-animal nos contextos funerários em períodos pré-coloniais. Palavras-chave: Arqueologia, morte, Brasil (Thesaurus); zooarqueologia, psicopompos, Sítio arqueológico Justino (palavras-chave dos autores). ¿Animales como psicopompos en las sepulturas del Sitio Arqueológico Justino? (Canindé de São Francisco — Sub-región de Xingó — Sergipe, Brasil) 58

Resumen: la sub-región conocida como Xingó, la que engloba la ciudad de Canindé de São Francisco, ubicada en el departamento de Sergipe, en el noreste de Brasil, abarca una serie de sitios arqueológicos. De estos, se puede destacar el sitio Justino dada la presencia de un gran número de vestigios, testigo de poblaciones pretéritas que ocuparon esa región. En esta área, los remanecientes faunísticos integrados a las sepulturas humanas bajo los números 119 y 166 se analizaron con base en sus características morfológicas y contexto fúnebre, cuyos resultados demostraron que se trataba de la especie Galictis cuja (Molina 1782) (mamífero de la familia Mustelidae) y de una ave de rapiña de tamaño mediano, con características similares a un falcónido adulto, respectivamente. El estudio de las sepulturas humanas en la región de Xingó, en las que los animales fueron inhumados enteros, con los huesos en conexión, indicó un contexto ritual y simbólico elaborado de prácticas fúnebres humanas y animales. Ese conjunto llevó al establecimiento de una analogía con el encontrado en la literatura suramericana, la que relata, en casos característicamente similares en Perú (complejo Huaca del Sol y Huaca de la Luna), la función de animales como conductores de la vida a la muerte, o guía de las almas, conocidos en la literatura como psicopompos. Esta práctica en especial involucra comúnmente la fauna de diferentes especies asociadas a enterramientos humanos, cuya iconografía, incluso, relata esas relaciones humano-animal en los contextos funerarios en períodos precoloniales. Palabras clave: arqueología, Brasil, muerte (Thesaurus); psicopompos, Sitio Arqueológico Justino, zooarqueología (palabras clave de los autores).


Animais como psicopompos nas sepulturas do sítio arqueológico Justino? Albérico Nogueira de Queiroz, Carlos Eduardo Cardoso y Olivia Alexandre de Carvalho

Animals as Psychopomps in the Tombs of the Justino Archaeological Site? (Canindé de São Francisco — Sub-region of Xingó — Sergipe, Brazil)

Keywords: Archaeology, Brazil (Thesaurus); zooarchaeology, psychopomps, Justino Archaeological Site, human burial (authors´ keywords).

O

sítio arqueológico Justino está localizado no município de Canindé de São Francisco, numa sub-região conhecida como Xingó, no semiárido do estado de Sergipe (figura 1). A área onde foram realizadas as escavações possui um regime pluviométrico extremamente baixo durante o decorrer do ano (Reis 1976). Já a vegetação é caracterizada por espécies arbustivas, espaçadas, caducifólias, hiperxerófilas plenamente adaptadas ao clima quente e seco (Dominguez e Britcha 1997). A exemplo da vegetação, a fauna também apresenta propriedades adaptativas referentes ao ambiente encontrado na caatinga, como a baixa retenção hídrica e a quantidade escassa das opções alimentares, em relação a outras regiões do país. Apesar das adversidades impostas pelo clima, a biodiversidade revela os mais variados taxa, tais como: mamíferos, aves, répteis, peixes e anfíbios (Leal et al. 2005). Sobre o desenvolvimento das pesquisas arqueológicas, a região de Xingó foi estabelecida em três áreas distintas de acordo com as divisões geográficas e ecológicas que compartilham números expressivos de assentamentos de grupos humanos pré-históricos (pré-coloniais) (Martin 2005). O sítio arqueológico Justino faz parte da área 3 num total de 16 sítios, onde o potencial de estudos científicos se demonstrou multidisciplinar devido à quantidade e à diversidade da cultura material (Silva 2013).

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Abstract: The sub-region known as Xingó in the town of Canindé de São Francisco, in the State of Sergipe (Northeastern Brazil), has several important archaeological sites, among which the Justino site stands out for having many traces of the ancient populations who occupied it. In this area faunal remains found in human tombs (numbers 119 and 166) were analyzed on the basis of their morphological characteristics and funerary context and identified, respectively, as the Galictis cuja species (Molina, 1782) (tomb 119), a mammal of the Mustelidae family, and a bird of prey of medium size (tomb 166), with characteristics similar to an adult of the Falconidae family. A study of the human burials in the region of Xingó, where whole animals were buried indicates a symbolic ritual context associated with practices of human and animal burial. This grouping raises the possibility of establishing an analogy with what is found in the anthropological literature on South America, which refers to cases with similar characteristics in Peru (Huaca del Sol and Huaca de la Luna complex), where animals served as guides to the realm of death, ones which, in that context, are known as psychopomps. This practice especially involved the common use of the fauna of different species associated with human burials, and even the iconography of such sites speak of these human-animal relationships in pre-Columbian funerary contexts.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 57-73 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.03

Figura 1. Localização do município de Canindé de São Francisco, Sub-região de Xingó, Sergipe, Brasil

Sub-região de Xingó

Município de Canindé de São Francisco

Sergipe

Brasil

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Fonte: autores.

A princípio, o sítio arqueológico Justino estaria incluído no processo de salvamento arqueológico, contudo, durante as escavações, foi observada capacidade demonstrada pela quantidade de elementos referentes aos grupos humanos que ocupações e/ou passaram nessa região. Esse sítio é até o momento considerado a maior necrópole escavada sistematicamente no nordeste brasileiro (figura 2), acreditando-se que a intervenção tenha atingido as ocupações mais antigas que existiram nessa área (Martin 1996). Figura 2. Escavação no sítio arqueológico Justino

Fonte: acervo do Museu de Arqueologia de Xingó (MAX).


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O salvamento arqueológico na área impactada pela Usina Hidrelétrica de Xingó (UHE-Xingó/CHESF) foi realizado pelo Projeto Arqueológico de Xingó (PAX) e corresponde à Lei 3.924 de julho de 1961, na qual há a necessidade de salvaguardar “jazidas” ou sítios identificados como cemitérios, sepulturas ou locais com existência prolongadas de aldeamentos, nos quais oferecem vestígios da presença humana de interesse arqueológico ou paleoetnográfico. A intervenção foi necessária devido à iminência da implantação da usina hidrelétrica no fim dos anos 1980, principalmente pelo impacto ambiental e social que viria a causar (Luna 1996). O resultado das escavações no sítio arqueológico Justino foi a quantidade de dados arqueológicos encontrados a respeito da cultura material das populações pretéritas, cujos vestígios se mostram imensuravelmente importantes para realizar inferências sobre o cotidiano desses grupos que ocuparam a região de Xingó. Entre esses remanescentes, restos faunísticos têm particular relevância para a pesquisa zooarqueológica, sobretudo em relação aos animais evidenciados em sepulturas humanas (Simon et al. 1999; Queiroz e Carvalho 2005; Carvalho 2006; Queiroz et al. 2014; Cardoso 2015). No aspecto contextual geral do sítio Justino, o quantitativo e a variabilidade tipológica dos artefatos resgatados no Justino, onde se constatou a presença de uma indústria lítica constituída por instrumentos talhados e polidos; vasilhames cerâmicos de diversos tamanhos, alguns dos quais associados aos sepultamentos humanos, além de uma necrópole bem-estabelecida, caracterizada por diversos enterramentos primários (em sua maioria) e secundários, permitem considerar para esse sítio um modo de vida predominantemente gregário, adaptado às condições naturais oferecidas pela vegetação da caatinga e pelo rio São Francisco. As cronologias obtidas para a necrópole do Justino apontam igualmente para quatro cemitérios (A, B, C e D), cinco fases, três ocupações e oito datações não calibradas que vão de 8950±70BP a 1780±60BP (Fagundes 2007; Santana 2013). Em algumas sepulturas, foi verificada a existência de conchas e esqueletos animais associados aos indivíduos humanos (Carvalho et al. 2002), hipoteticamente como parte de rituais funerários, em que a fauna pode ter uma importância similar a uma oferenda ou sacrifício para determinados indivíduos mortos daquela população, provavelmente em função de sua posição hierárquica naquela população. As sepulturas 119 e 166 estão entre as amostras observadas por apresentarem um perfil incomum em sítios com presença de fauna no nordeste do Brasil; em ambas as sepulturas, existe uma evidente associação entre o ser humano e os vestígios animais, a qual merece uma particular observação no que se refere a esqueletos de animais completos ou parcialmente completos, ou seja, os ossos foram evidenciados ainda em conexão anatômica (Simon et al. 1999; Queiroz e Carvalho 2005; Queiroz et al. 2014; Cardoso 2015), o que provavelmente denotaria a inumação desses animais ainda com pele (um furão) e penas (uma ave de rapina), respectivamente, porém, apesar da suposição de um ritual fúnebre complexo para a necrópole do sítio arqueológico


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Justino, com elementos adicionais distintos de outros sítios no país, animais inteiros ou parcialmente inteiros associados aos sepultamentos humanos.

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Psicopompo As atribuições dessa terminologia não definem apenas um ser vivo ou objeto de forma específica, as referências sobre o psicopompo estão em inúmeras culturas distantes espacial e cronologicamente. Assim, os detentores da função de psicopompo possuem diversas origens conforme suas crenças, embora compartilhem de algumas propriedades em comum, tais como: as possíveis ligações culturais existentes no núcleo de determinado grupo humano, a transição da vida à morte que dependa do guia das almas (psicopompo) e, em muitos casos, os objetos e/ou animais são geralmente enterrados associados aos indivíduos mortos (Goepfert 2008). A palavra psicopompo tem sua gênese no grego e sugere a junção de dois termos: psyché (alma ou espírito) e pompós (guia), ou seja, algo ou alguém, cuja atribuição é conduzir as almas dos mortos para o inframundo ou mundo dos mortos. A mitologia em que se originou o termo relata a literalidade da função de conduzir ou levar o espírito dos indivíduos (Goepfert 2008). Segundo Balieiro et al. (2015), o termo descrito aponta essa função do ser ou figura, cuja propriedade é acompanhar a alma nos processos de transição. Conforme Whitmont (2002), o arquétipo psicopompo é observado como um guia interior, que atua como mediador entre a consciência e a inconsciência. De fato, não se pretende aqui evocar todos os contextos possíveis ou buscar um amplo entendimento sobre os aspectos arqueológicos, etnoarqueológicos ou etnológicos e antropológicos relacionados ao psicopompo nem se pretende defender posicionamentos teóricos mais profundos, mas tenciona-se introduzir uma ampla discussão sobre a temática, a partir das evidências registradas num sítio arqueológico pré-colonial brasileiro, comparando com uma cultura pré-andina no tocante à complexidade dos ritos funerários e recorte cronológico. As informações a respeito do psicopompo apresentam diversas interpretações e sofrem mudanças que dependem do núcleo cultural ou regional. Alguns casos mundiais poderiam servir como breves exemplos, ilustrando os diversos contextos, por exemplo, na mitologia hindu, em que se estabelece o falcão como raptor, como um ser sagrado que conduz a alma do morto através dos ventos para o “criador” até a libertação da “nova morte” (Jung 2011), ou como termos definidos, de acordo com a região, Exu (África), Ganesha (Índia), Hermes (grega) e Toth (egípcia), ou “condutores de almas” na Mesoamérica (Franch 1997; González Torres 2001), e mais particularmente na América do Sul (Franch 1997; García Escudero 2010). Logicamente, existem outras denominações de seres diferentes em outras culturas, isso se explica pela generalidade da compreensão dos grupos em relação ao psicopompo e à complexidade das implicações xamânicas ou arquetípicas (Jung 2011; Moreman 2014), o que suscitaria inúmeras controvérsias, em se tratando de um universo considerado por alguns estudiosos ainda como abstrato. Outros casos nos quais os “guias


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das almas” poderiam igualmente estar simbolizados seriam pelos vestígios animais associados aos contextos fúnebres humanos resultantes de escavações arqueológicas ou mesmo presentes nas representações iconográficas (figura 3). Figura 3. Cena de união sexual no ambiente dos mortos

Fonte: Goepfert 2008 citado por Donnan 1982.

A figura do psicopompo no Justino? Os esqueletos das sepulturas 119 (Mustelídeo) e 166 (Ave) fazem parte de um universo mortuário de populações pré-históricas, cuja ocupação deixou vestígios ao longo das margens do rio São Francisco. Existem fatores que levam a acreditar na prática de oferenda ou sacrifício no núcleo mortuário desses grupos (Queiroz e Carvalho 2005; Queiroz et al. 2014). Esses fatores observados durante a investigação são, num primeiro momento, a associação com os esqueletos humanos inumados num mesmo enterramento, além do fato de que, em ambas as sepulturas, os animais encontravam-se articulados. Num segundo momento, as observações realizadas de forma minuciosa apresentam características capazes de fornecer dados suscetíveis de inferir uma interpretação das possíveis motivações dessas populações associarem elementos da fauna em sepulturas humanas. Os vestígios faunísticos encontrados no contexto funerário oferecem subsídios para a compreensão do cotidiano dos grupos pretéritos, sobretudo com relação às

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A terminologia permite a simples compreensão da função de conduzir as almas; no entanto, uma quantidade imensurável de culturas nas quais o psicopompo é parte integrante dos rituais de passagem se torna um desafio aos pesquisadores, considerando a alta carga simbólica intrínseca a essas populações. Na figura 3, observa-se uma cena de uma manifestação sexual funerária da Cultura Moche do Peru, num primeiro plano, envolve animais, celebrações, relações sexuais e um indivíduo que é inumado. No segundo plano, a representação da transição da vida à morte na qual podem ser observados artefatos como oferenda e animais possivelmente sacrificados para acompanhar o morto até o mundo dos mortos (Goepfert 2008).


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atividades, cuja realização resultou em cultura material, na qual os esqueletos de animais inumados em enterramentos humanos são fortes indícios da apropriação simbólica das populações pré-hispânicas a respeito da fauna, como os cães na Mesoamérica (González Torres 2001) e outros animais vertebrados e invertebrados (García Escudero 2010). Tanto o furão (Galictis cuja Molina 1782) da sepultura 119 como a ave da sepultura 166, em análises de laboratório, não apresentaram estigmas da utilização de ferramentas, as quais permitiriam caracterizar esses animais em outros contextos, como fonte de dieta ou outro tipo de prática econômica. Os indícios, portanto, tornam-se mais enfáticos com a ausência de marcas nos ossos dos animais, levando em consideração a inserção dessa fauna no âmbito fúnebre que acompanhava os humanos. De acordo com as referências até então disponíveis sobre a presença de elementos faunísticos que acompanham sepulturas humanas em cronologia pré-coloniais no Brasil, não haviam sido encontrados registros semelhantes nos contextos mortuários em outras regiões (particularmente os animais inteiros ou parcialmente inteiros associados aos indivíduos inumados). Ao compreender as questões em torno do termo psicopompo, bem como das manifestações rituais e mortuárias, cuja cultura é claramente um fator introdutório dessa função aplicada a um ser vivo ou objeto, porém é preciso cautela ao aproximar a atribuição de psicopompo dos animais associados aos mortos nas sepulturas 119 e 166, uma vez que essa teoria ainda resta no campo hipotético, até que novos indícios possam reforçar tal colocação. Dessa forma, para fins ilustrativos com outros contextos sul-americanos, indícios apontam comparativamente esses casos ao complexo de sítios no Peru de Huaca de la Luna e Huaca del Sol, ambos formam um conjunto Huacas de Moche, principal núcleo urbano da antiga população Mochica, cujo desenvolvimento ocorreu no Vale del Moche entre os anos 2050 BP à 1450 BP (Aguilar et al. 1999; Goepfert 2008). Assim, respeitando as distinções culturais e histórico-geográficas, é possível postular a hipótese de guia das almas para a fauna do sítio Justino. Nessa cultura peruana, a iconografia é largamente estudada desde o século XIX; nela, é possível observar cenas de festins, que envolvem rituais mortuários e a referência à função de guia das almas, ou psicopompo, vinculados à fauna, sobretudo aos camelídeos (Goepfert 2010) e às aves strigiforrmes (corujas) inumados juntos aos mortos da cultura mochica. Esse dado é uma forte evidência da importância desses animais no contexto funerário para essa população pretérita (Arsenault 1992; 1994). Considerando as características similares, é plenamente plausível explorar a hipótese de prática ritual em que há uma manifestação, na qual é possível apontar a fauna no Justino como psicopompo. A comparação tem, logicamente, e conforme mencionado, adversidades ligadas principalmente ao contexto histórico-cultural nas diferentes populações apresentadas neste estudo; no entanto, devido às condições observáveis em ambas as realidades, torna-se considerável o postulado para o mustelídeo e a ave associados às inumações humanas do Justino como “condutores de almas”.


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Sepultura 119 Conforme a diagnose da sepultura, esse indivíduo foi sepultado numa posição decúbito dorsal, num sepultamento primário e individual; seus membros inferiores estavam elevados e flexionados, e peças cerâmicas foram encontradas sobre a região do crânio e do abdômen. O esqueleto em questão pertence ao sexo masculino, afirmativa resultante da análise das características dos ossos que contribuem para a determinação do sexo (Queiroz e Carvalho 2005; Carvalho 2006). A datação estabelecida para esse indivíduo foi de 2650±160 B.P. (Queiroz e Carvalho 2005); utilizando pequenas amostras de tecido ósseo, a respeito da idade, o resultado revelou uma faixa aproximada entre 40 e 45 anos de acordo com

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É importante salientar que a configuração da fauna, tanto no sítio Justino como nos sítios peruanos mochicas, parece apresentar uma função bastante específica nesses contextos. As análises realizadas em laboratório sobre os animais associados aos esqueletos 119 e 166, foram reveladoras no tocante a essa proposição, uma vez que foi evidente a ausência de estigmas que corroboram contrariamente à hipótese de apropriação simbólica desses animais pelos grupos humanos pretéritos em Xingó. A leitura contextual dos esqueletos e sua fauna associada foi fundamental para o desenvolvimento da pesquisa a respeito dos aspectos culturais e mortuários dos grupos que habitaram a região estudada. É imprescindível refletir sobre quais circunstâncias os animais eram escolhidos para fazer parte do “cerimonial” funerário, bem como a relação existente entre o indivíduo morto e as espécies selecionadas para esse fim. Apesar de constituírem uma pequena fração, se comparado ao quantitativo de esqueletos humanos exumados no sítio arqueológico Justino (quase 200), dos quais, ao menos 21 sepultamentos apresentavam elementos faunísticos associados (Carvalho et al. 2002), em sua maioria sob forma de artefatos (contas de colar em osso, dentes perfurados na região da raiz, “flauta” óssea perfurada e polida), os indivíduos das sepulturas 119 e 166 foram os poucos que apresentaram esqueletos de animais completos, bem-articulados e posicionados por sobre os esqueletos humanos ou parcialmente completos, visto que alguns elementos ósseos não estavam presentes e possivelmente foram dispersos por agentes naturais ou por atividades antrópicas recentes, as quais teriam provocado algum tipo de perturbação nas sepulturas em questão. Assim, essas duas sepulturas foram as que melhor apresentaram dados relevantes para a formulação de hipóteses sobre as práticas fúnebres e suas prováveis inferências simbólicas durante o período de ocupação humana pré-colonial naquela área; portanto, foram o principal foco desta investigação. Uma outra perspectiva poderia ser considerada para explicar a complexidade da relação entre os humanos e os animais em contextos funerários, partindo da concepção do “animal de estimação”, também conhecido como “xerimbabo” por alguns grupos indígenas amazônicos recentes (Erikson 1983; 2012); entretanto, optamos por manter o foco entre os contextos pré-coloniais, mesmo que oriundos de distintas regiões e culturas, devido à proximidade cronológica e a semelhanças ritualísticas.


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consolidação das suturas cranianas. Devido aos fatores naturais como agentes químico-físicos, cuja ação pode afetar elementos orgânicos como ossos, pele e pelos, o esqueleto estava em estado friável e apresentava fraturas transversais, longitudinais e oblíquas somadas, ainda, a microfissuras e fissuras. Alguns ossos sofreram pressão sedimentar, além de reentrâncias e perfurações ocasionadas pela ação da erosão e de agentes fúngicos, o que comprometeu a conservação do esqueleto ao longo do tempo (Queiroz e Carvalho 2005). Segundo Queiroz e Carvalho (2005), nessa mesma sepultura, foi evidenciado um esqueleto de animal parcialmente completo, articulado, com esqueleto em conexão anatômica, com poucos ossos menores dispersos, tratando-se de um representante da família Mustelidae, um furão Galictis cuja (Molina 1782), cujas características morfológicas levam a acreditar que este teria sido inumado antes da fase adulta (figura 4). Torna-se importante considerar que o registro dessa espécie em contextos funerários no Brasil, até o presente momento, configura-se como inédito e que, devido às particularidades de sua inumação (posição do corpo em relação ao esqueleto humano, ausência de estigmas ou marcas de violência, ossos articulados), não se considerou a possibilidade deste ser um animal intrusivo (bioturbação). 66

Figura 4. Desenho da sepultura 119, em destaque, na região abdominal do indivíduo humano, o furão (Galictis cuja Molina 1782)

Fonte: autores, modificado de Simon et al. 1999 e Carvalho 2006.

O furão (Galictis cuja Molina 1782) foi depositado sobre o abdômen do indivíduo humano na sepultura. Ao levar em consideração que esse animal apresentou um esqueleto com os ossos articulados e em conexão, foi possível propor a hipótese de ato simbólico ao inumar no mesmo enterramento um ser humano e um animal. Nesse sentido, um fator a se tratar são os valores provavelmente atribuídos ao Galictis cuja (Molina 1782), que podem estar associados à esfera funerária, quando esse animal foi inserido no contexto fúnebre exclusivamente para a cerimônia de enterramento ou numa representatividade material, referindo-se a uma ligação pré-morte do indivíduo humano com o animal (mascote ou animal de companhia).


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Figura 5. Indivíduo inumado (sepultura 166) em recipiente cerâmico com uma ave de rapina associada (em detalhe)

Fonte: Carlos Eduardo Cardoso.

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Sepultura 166 Nessa sepultura, foi evidenciado um indivíduo humano adulto com sexo indeterminado, inumado de forma primária num recipiente cerâmico, provavelmente como parte de um ritual mortuário. O esqueleto humano estava em mau estado de conservação, com ossos friáveis, fissurados e fraturados, de forma similar ao do indivíduo 119. A bioerosão foi provocada pelos processos tafonômicos do sedimento. A datação apontou para uma cronologia de 1770 B.P. (Queiroz e Carvalho 2005). Um fato que distingue essa sepultura da do sepultamento 119, na qual foram depositados vasilhames cerâmicos que recobriam a região cranial e abdominal do indivíduo humano, com o esqueleto do animal, refere-se à inumação dos indivíduos (humano e animal) dentro de uma peça cerâmica. Embora exista um ponto em comum entre as duas sepulturas, a presença de animais completos (com ausência de alguns ossos devido à dispersão e a agentes tafonômicos), com esqueleto articulado e em conexão anatômica. Quanto ao esqueleto humano da sepultura 166, foi evidenciada uma ave de médio porte, cujas análises morfológicas -em particular do bico, alongado, ligeiramente recurvado e pontiagudo- apontaram para uma ave de rapina (figura 5). As observações realizadas sobre o exemplar faunístico não foram bem-sucedidas na determinação de espécie. No mesmo sentido, as análises resultaram em informações aproximadas, em virtude de o conjunto sepulcral ter sido completamente recoberto por resina acrílica (Paraloid), o que impossibilitou a inumação completa da sepultura. Em estudos posteriores, procedeu-se com a remoção química e mecânica dessa resina acrílica (Cardoso 2015), contudo se observou que a continuidade do procedimento comprometeria a integridade das peças ósseas; assim, o procedimento foi interrompido.


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Conforme informado, essa ave foi encontrada articulada e com ossos em visível conexão anatômica e associada ao corpo de um indivíduo humano; grande parte dos ossos do animal estava presente. A descoberta de elementos ósseos de animais que acompanham os esqueletos humanos é uma amostra bastante plausível da existência de interações entre o homem e a fauna nessa população pré-colonial no âmbito sepulcral, e cuja relação amplia as hipóteses suscetíveis diante das evidências encontradas na sepultura, principalmente com referências às práticas de teor ritual nos sepultamentos dessas populações (Queiroz e Carvalho 2005). A presença de restos faunísticos pode determinar uma parcela do cotidiano de vida dessas populações em que a fauna silvestre parece deter um caráter importante diante desses grupos pré-coloniais que habitaram a região Nordeste, em particular a sub-região de Xingó. Assim como na inumação do indivíduo 119, existe uma palpável possibilidade de que o esqueleto 166 tenha sido sepultado por meio de práticas rituais, fator esse que sugere uma considerável carga simbólica e pode envolver múltiplas interpretações sobre os motivos que levaram essa população a inserir animais em sepulturas ocupadas por humanos. 68

Resultados e discussão No universo das complexas relações humano-animais, existem diversos questionamentos e hipóteses sobre as origens e as formas de representação no decorrer do tempo. No Brasil, ainda existem diversas lacunas quanto ao estudo e à busca do entendimento sobre o quão importante o elemento animal é na psique e como compreender sua presença no ambiente funerário. No caso particular da necrópole do sítio arqueológico Justino, os dados obtidos nas análises empreendidas sobre as duas sepulturas que apresentaram animais completos ou parcialmente completos associados aos sepultamentos humanos consideram o pressuposto em que os vestígios zooarqueológicos estavam incluídos no contexto simbólico presente na inumação dos indivíduos, o que caracteriza um exemplo de relação multifacetada entre as populações humanas pré-coloniais e a fauna. Apesar de poucas amostras, é possível que haja uma reincidência de esqueletos completos desses animais encontrados no sítio Justino e talvez em outras regiões arqueológicas do país, ainda pouco representativas na literatura zooarqueológica, mas que abrem a possibilidade de se propor padrões de enterramentos humanos com a inserção de elementos faunísticos depositados simbolicamente como psicopompo. Estudos sobre o modo de vida das populações pretéritas na Mesomérica e na América do Sul, bem como de grupos indígenas recentes na Amazônia, apontam para a importância de alguns animais símbolos de poder ou mesmo como “guias das almas”, ainda que o status de “psicopompo” não figure claramente nos trabalhos (González Torres 2001; García Escudero 2010; Erikson 2012). Dessa forma, para o sítio Justino, os resultados baseados em evidências obtidas em escavações forneceram dados promissores sobre os animais presentes nos


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enterramentos 119 e 166, além de permitirem subsidiar as primeiras inferências a respeito do comportamento simbólico, aqui proposto, entre os indivíduos das populações ocupantes daquelas áreas arqueológicas estudadas em Xingó e a arqueofauna presente em suas práticas funerárias. Ainda, apresentaram uma pretensa importância e influência social exercida pelos indivíduos e a motivação desses grupos para inumar os animais associados aos humanos nas sepulturas nessas sociedades. Neste estudo, o parâmetro de comparação utilizado foram os resultados das escavações arqueológicas no vale peruano onde, em enterramentos mochicas (Goepfert 2008; 2010), foram encontrados animais completos associados a humanos numa mesma sepultura, muito semelhantes aos encontrados no Justino em Xingó (Simon et al. 1999; Queiroz e Carvalho 2005; Queiroz et al. 2014; Cardoso 2015). Dessa forma, acreditamos que se possa elaborar hipóteses a respeito das possíveis relações existentes entre ambos, mesmo diante de regiões e contextos distintos. Assim, é possível considerar os prováveis aspectos simbólicos dos indivíduos inumados na região nordeste do Brasil, uma vez que os esqueletos de animais se encontravam de forma organizada dentro das sepulturas humanas relacionadas neste estudo, o que poderia estar relacionado à posição social diferenciada do indivíduo com respeito aos demais. O tratamento diferenciado do morto na prática funerária estaria diretamente vinculado ao status social dele; assim, todo o mobiliário mortuário, inclusive os elementos da fauna, corroboraria com legitimação da influência social desse indivíduo em vida. Além disso, a ideologia do psicopompo demonstrada na iconografia Moche poderia ser seletiva, ou seja, somente os indivíduos privilegiados socialmente acabariam sendo conduzidos por esses animais (Goepfert 2008). Será que tais princípios poderiam ser considerados nos casos apresentados para o sítio Justino? Essa hipótese ocupa grande parte da pesquisa a partir da observação das estruturas, já que parece expor um comportamento de interação entre o homem e os animais no contexto ritual/funerário, que envolve o papel de psicopompo desses elementos faunísticos e as inumações com seres humanos. Essa associação é evidente no sítio Justino, embora seja necessário estabelecer mais evidências que relacionem os aspectos ligados à função de psicopompo do furão (Galictis cuja Molina 1782) e da ave de rapina em outra sepultura. Além dos aspectos que relacionam os humanos aos animais no sítio arqueológico Justino, existem igualmente fatores ecológicos e paleoecológicos relevantes a se considerar, uma vez que o furão é um animal raramente relatado para a sub-região semiárida de Xingó, mesmo sendo um animal também ocorrente no Bioma da Caatinga (Bornholdt et al. 2013). Já entre as aves de rapina frequentemente encontradas naquela localidade, a espécie Caracara planctos (Miller 1777), conhecida em boa parte do nordeste brasileiro como “carcará”, com outros nomes regionais (“caracará”, “carancho”, “gavião-de-queimada”, “caracaraí”). Em revisões sobre a zooarqueologia brasileira, em particular no tocante aos vertebrados terrestres, não ocorrem registros em outras regiões sobre a presença de Galictis cuja (Molina 1782) relacionado a contextos culinários ou mortuários,


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nem mesmo para as aves de rapina em geral (Queiroz 1999; Queiroz e Carvalho 2008; Queiroz 2010). Tomando-se como exemplo os diversos aspectos da cultura Moche, enquanto significado da fauna no universo simbólico e na psique mochica, os camelídeos seriam normalmente utilizados como meio de transporte de carga. Assim, nessa ideologia, esses animais teriam o papel, uma vez sacrificados, de levar as almas dos mortos para o plano espiritual; já as aves com sua habilidade de voo, eram vistas como “raptoras de almas”, cuja função seria levar (roubar) o espírito do morto (Goepfert 2012).

Conclusão

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Levando-se em consideração as particularidades observadas na necrópole do Justino, caracterizada pela presença de acompanhamentos faunísticos sob a forma de adornos e artefatos, em particular as duas sepulturas humanas cujos ossos animais se encontravam articulados e em conexão anatômica, muito diferente do registrado em outros sítios continentais brasileiros, foi possível propor, ainda que de forma preliminar, uma comparação com outras áreas arqueológicas com contextos similares em estrutura funerária. Nesse sentido, este estudo buscou compreender o possível status dos animais considerados como “psicopompo”. Seguindo os princípios teóricos e as observações empíricas no contexto peruano como um provável exemplo, a partir de suas semelhanças com as duas amostras brasileiras do sítio arqueológico Justino, o conceito de psicopompo poderia ser atribuído à fauna em algumas práticas funerárias da considerada “cultura xingoana”. O aspecto comum encontrado nas escavações arqueológicas daquele contexto sul-americano com o registrado no sítio arqueológico Justino ocorreu pela observação das estruturas funerárias, onde foram encontrados animais completos associados aos enterramentos humanos. No Justino, existem igualmente inumações humanas com conchas, ossos e esqueletos de animais incompletos, o que caracteriza um modo de vida bastante adaptado às condições ambientais, o que poderia promover a subsistência desses grupos pré-coloniais nos últimos três milênios e permitir, assim, o desenvolvimento de práticas mortuárias complexas. No caso das sepulturas humanas 119 e 166, em que os esqueletos animais se encontravam em perfeita conexão anatômica, além da ausência de marcas de violência nos ossos, as quais poderiam igualmente indicar uma das formas violentas de sacrifício, há um tratamento diferenciado, bem distinto daqueles comumente observados no processamento dos animais para finalidades culinárias e econômicas, assim como no tratamento e na produção de subprodutos, artefatos e utensílios. As semelhanças estruturais com o caso peruano nos levam a defender a hipótese de que esses animais possuíam um significado diferencial quanto à sua representatividade simbólica, assim como, rituais fúnebres desenvolvidas pelos indivíduos que habitaram a sub-região de Xingó.


Animais como psicopompos nas sepulturas do sítio arqueológico Justino? Albérico Nogueira de Queiroz, Carlos Eduardo Cardoso y Olivia Alexandre de Carvalho

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Comunión e interexistencia. El Spondylus spp. en la Costa Norte del Perú durante el Intermedio Tardío (800-1450 d.C)* Antonio Jaramillo Arango** Universidad Nacional Autónoma de México

Como citar este artículo: Jaramillo Arango, Antonio. “Comunión e interexistencia. El Spondylus spp. en la Costa Norte del Perú durante el Intermedio Tardío (800-1450 d.C)”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 77-97. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.04 Artículo recibido: 6 de abril de 2016; aceptado: 13 de septiembre de 2016; modificado: 12 de diciembre de 2016

Palabras clave: Ontología, ritual, comunicación (Thesaurus); concha, chimú, lambayeque (palabras clave del autor). Communion and Inter-Existence: the Spondylus spp. on the Northern Coast of Peru during the Late Intermediate Period (800-1450 A.D.) Abstract: The aim of this article is to explain the importance of the Spondylus spp. on the northern coast of Peru during the development of the Chimu and *

Este artículo es resultado de la estancia de Investigación en el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera en Lima, Perú, entre agosto de 2015 y febrero de 2016, con el proyecto: “Una relación de relaciones: objetos de plata con escenas de recolección de Spondylus”.

** Maestro en Estudios Mesoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente, estudiante de doctorado en Estudios Mesoamericanos en la misma institución. Entre sus últimas publicaciones están: “Régimen objetual entre los mayas del periodo Clásico, una propuesta”, Estudios de Cultura Maya 47: 163191, 2016. “Bitácora de un Colgante Darién en el ‘cenote sagrado’ de Chichén Itzá”. En Cuevas y cenotes: una mirada interdisciplinaria, editado por Roberto Romero, 173-195. México: Centro de Estudios Mayas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2016. *a.jaramillo232@gmail.com

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Resumen: El presente artículo se propone explicar la importancia que tuvo el Spondylus spp. en la costa norte del Perú durante el desarrollo de las culturas chimú y lambayeque (800-1450 d.C). Partiendo de fuentes arqueológicas propias de la región del norte del Perú, el trabajo analiza las escenas de recolección y utilización ritual de esta concha. En el momento de la obtención, los humanos son asistidos por dioses, y esta relación es condensada por el material malacológico. En la realización de rituales, el Spondylus spp. ayuda a desenvolver la relación que condensa y permite, de nuevo, la comunión entre humanos y dioses. Esta relación involucra la creación de dos mundos, uno de los humanos y otro fuera del alcance de estos, con un vínculo tan estrecho que ambos deben su existencia a la interacción constante. En ese sentido, ambas realidades interexisten gracias a la relación que supone la comunión a través del Spondylus spp. entre seres pertenecientes a los dos planos: humanos y dioses.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 77-97 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.04

Lambayeque cultures (800-1450 A.D.). Through the study of archaeological sources in the north of Peru, this paper analyzes the places where these shells were collected and their ritual use. When humans gathered them, they were helped by the gods and the relationship between them was condensed by the malacological material. When the rituals were held, the Spondylus spp. helped to unfold the condensed relationship and once again, establish a communion between humans and gods. This relationship resulted in the creation of two different worlds, one that belonged to humans and another that was beyond their control. These two worlds were so closely connected that both owed their existence to that constant interaction. In this sense, both realities inter-existed due to the relationship which rested on the communion, through the Spondylus spp., between beings from the two spheres: humans and gods. Keywords: Ritual, ontology, communication (Thesaurus); shell, chimu, lambayeque (author´s keywords). Comunhão e interexistência. O Spondylus spp. no litoral norte do Peru durante o Intermediário Tardio (800-1450 d.C.) 78

Resumo: este artigo propõe-se explicar a importância que o Spondylus spp. teve no litoral norte do Peru durante o desenvolvimento das culturas chimú e lambayeque (800-1450 d.C.). Partindo de fontes arqueológicas próprias da região do norte do Peru, este trabalho analisa as cenas de coleta e utilização ritual dessa concha. No momento da obtenção, os humanos são auxiliados por deuses, e essa relação é condensada pelo material malacológico. Na realização de rituais, o Spondylus spp. ajuda a desenvolver a relação que condensa e permite, de novo, a comunhão entre humanos e deuses. Essa relação envolve a criação de dois mundos, um dos humanos e outro fora do alcance deles, com um vínculo tão estreito que ambos devem sua existência à interação constante. Nesse sentido, ambas as realidades interexistem graças à relação que supõe a comunhão por meio do Spondylus spp. entre seres pertencentes aos dois planos: humanos e deuses. Palavras-chave: comunicação, ontologia, ritual (Thesaurus); concha, chimú, lambayeque (palavras-chave do autor).


Comunión e interexistencia. El Spondylus spp. en la Costa Norte del Perú durante el Intermedio Tardío (800-1450 d.C) Antonio Jaramillo Arango

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1 El Spondylus spp. es una concha bivalva caracterizada por sus tonos de color rojizo, sus espinas y su dureza. Fue explotada en época precolombina por muchos pueblos del continente desde Perú hasta Norteamérica. Existen especies de Spondylus en el Pacífico y en el Atlántico, pero las del Pacífico son mucho más grandes y tienen colores más intensos. 2

En esta selección, por pertinencia se buscó utilizar materiales muy conocidos y estudiados, para establecer el diálogo con otros autores, analizar piezas que no habían sido estudiadas a profundidad y dar a conocer objetos ausentes de la literatura especializada. Todo esto acompañado de dibujos arqueológicos actualizados y ajustados al original para facilitar su interpretación.

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De manera específica se analizaron las colecciones del Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, el Museo del Oro y el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia de Lima (Perú), el Museo Arqueológico Nacional Heinrich Brüning en Lambayeque (Perú) y el Museo Nacional del Banco Central del Ecuador, en Quito; se entró en contacto con los proyectos arqueológicos y se revisaron las colecciones de los museos de sitio de Huacas del Moche en La Libertad (Perú), Túcume y Chotuna-Chornancap en Lambayeque (Perú), Cerro Hojas-Jaboncillo en Portoviejo (Ecuador) y en Salango, en Manabí (Ecuador). Además se realizaron visitas a diversas zonas arqueológicas y museos de la costa norte del Perú. Este proyecto de investigación fue posible gracias a la voluntad académica del Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera y la Universidad Nacional Autónoma de México, y al financiamiento de una beca mixta de CONACyT. A las personas encargadas debo todo mi agradecimiento.

4 Adaptar fuentes incas o del Horizonte Temprano (1400-100 a.C) para explicar la importancia de este bivalvo en la costa norte del Perú ya ha sido intentado por Judith Davidson (1981).

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l presente artículo tiene como objetivo explorar la importancia del Spondylus spp.1 para las sociedades que ocuparon la costa norte del Perú durante el Intermedio Tardío (800-1450 d.C). Se procuró escoger algunas piezas lo suficientemente representativas para poder enfocarse en un estudio iconográfico profundo y comparado, sin la necesidad de enumerar grandes listados de objetos que, a causa del espacio disponible, no pudieran ser analizados en detalle2. El texto es producto de una investigación llevada a cabo en excavaciones arqueológicas de la costa norte del Perú y Ecuador, y en museos que resguardan piezas de esta región, durante el 20153. La costa norte del Perú, perteneciente a los Andes Centrales, es definida geográficamente por el litoral de Piura, Lambayeque, La Libertad y Ancash (ver la figura 1). Esta pesquisa procuró documentar las vías de introducción del Spondylus spp. en la región y la importancia de este material partiendo de fuentes propias del norte del Perú, sin tener que aplicar conclusiones surgidas de otros contextos geográficos o históricos4. Más que la interpretación de un simbolismo mítico, se intenta comprender la existencia de varios mundos (humanos y más que humanos) que se relacionan por la recolección y el uso ritual del Spondylus spp. Estos mundos no existen previamente a su puesta en contacto, sino que se configuran en cuanto se relacionan; en ese sentido, interexisten. Las fuentes consultadas son figuraciones plásticas en donde el Spondylus spp. aparece siendo recolectado o siendo utilizado ritualmente, pues en estas escenas se aprecia el contexto de uso de la concha. Entender estas figuraciones se presenta como un paso previo indispensable antes de interpretar los contextos arqueológicos en donde aparecen la concha y los objetos manufacturados en este material. Específicamente, los contextos analizados pertenecen al Período Intermedio Tardío, que en la costa norte del Perú coincide con el desarrollo Chimú y Lambayeque (800-1450 d.C).


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Figura 1. Mapa de la región de estudio con los lugares mencionados en el texto

Salango Guayaquil Frontera Perú-Ecuador

Cabo Blanco

Jotoro

Túcume

Chotuna Chornancap

Costa norte del Perú Chan Chan Chavín de Huantar

Océano Pacífico

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Huarmey Supe Lima

Fuente: el autor.

El Spondylus spp. en el intercambio interregional El uso de las conchas de Spondylus princeps y Spondylus calcifer5 en los Andes Centrales durante la época precolombina ha llamado la atención de los arqueólogos durante décadas. Tan sólo la presencia de este material malacológico es evidencia de un contacto cultural a larga distancia, pues el Spondylus spp. sólo puede vivir en las costas cálidas del Pacífico norandino6, y su introducción a tierras centroandinas fue necesariamente producto del intercambio entre pueblos asentados en el norte y el centro de Sudamérica. 5

A partir de este punto, usaré la contracción Spondylus spp. para referirme a dos especies panámicas del género, princeps y calcifer (Keen 1971, 96). Estas dos se distinguen por su color; mientras que el princeps tiene tonos que van del crema al naranja rojizo, el calcifer es de color morado intenso. La distribución de ambas va desde la Baja California en México hasta Cabo Blanco en Perú. Aunque en algunos trabajos arqueológicos se incluye también a la especie leucacanthus, esta vive en profundidades tan extremas que difícilmente se tuvo acceso a ella en época precolombina. Además, los colores del leucacanthus son similares a los del princeps, por lo que no es segura su identificación en artefactos manufacturados (Carter 2011, 64).

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La costa norandina se refiere a la costa del norte de Sudamérica, a partir de los bosques de manglares existentes en Tumbes, en el extremo norte del Perú, que ya indica un cambio climático de relevancia respecto al litoral desértico de los Andes Centrales.


Comunión e interexistencia. El Spondylus spp. en la Costa Norte del Perú durante el Intermedio Tardío (800-1450 d.C) Antonio Jaramillo Arango

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Un caso parecido al de la Costa Pacífica norandina ha sido registrado en el caribe hondureño durante el Clásico Tardío (600-950 d.C), donde las ciudades costeras no hacen un uso masivo de las conchas que exportan tierra adentro y que son más comunes en contextos arqueológicos alejados del litoral (Schortman y Urban 1994).

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Existen evidencias del uso del Spondylus spp. en el actual territorio peruano desde el precerámico hasta la época incaica, y en la gran mayoría de sitios arqueológicos andinos de importancia de todos los períodos prehispánicos se halla este material exótico (Carter 2011). Es importante resaltar que se encuentran bivalvos enteros de Spondylus spp., lo cual indica que este material fue recogido directamente bajo el mar cuando el animal aún se encontraba con vida, pues sólo de esta manera se encuentran las dos conchas juntas; también se debió complementar con una recolección en playa de la concha cuando el animal ya hubiera fallecido, pero de esta manera sólo es posible recuperar una valva, pues la otra queda sujeta al sustrato rocoso. Aunque el Spondylus spp. tuvo que ser explotado y posteriormente comerciado por las sociedades asentadas en la costa ecuatoriana, la arqueología de este país no ha develado un uso tan intenso de esta concha como en los Andes Centrales, sobre todo en la manufactura de objetos de este material; en Salango, uno de los puertos prehispánicos más importantes de la costa de Manabí, en Ecuador, los hallazgos de Spondylus spp. son modestos, en comparación con los sitios de la costa norte peruana. Este hecho no ha de sorprender demasiado, pues muchas sociedades que exportan un producto determinado no lo consumen a gran escala, ya que resulta más conveniente para ellos su intercambio7. Vale la pena mencionar que existió la posibilidad real de que las sociedades de la costa norte peruana se proveyeran de Spondylus spp. desde otras fuentes distintas a la de las costas norandinas. Existen bancos de Spondylus spp. en Panamá y en el Occidente Mesoamericano que las poblaciones allí asentadas usaron para manufacturar objetos. La navegación entre Ecuador y México utilizando tecnología precolombina fue posible y ha sido comprobada por simulaciones por computador (Callaghan 2003), cálculos ingenieriles (Dewan y Hosler 2008) y arqueología experimental (Smith y Haslett 2000). En punta Mita (Nayarit, México) se ha encontrado evidencia de uso de tecnología ecuatoriana prehispánica para el buceo apnea, usada para la procura del Spondylus spp. (Beltrán 2001). En estas travesías desde Ecuador hasta México, Panamá debió ser un punto de paso importante, aunque son pocas las evidencias que efectivamente se tienen de dicho tránsito (Cooke y Sánchez 2001, 35-37; Jaramillo 2015). Aunque se sabe que el Spondylus spp. fue un producto involucrado en el tráfico oceánico por el Pacífico, no se tiene certeza de su flujo: si los pueblos ecuatorianos fueron en búsqueda de nuevas fuentes del material malacológico (Callagham 2003, 803; Hoqcenghem 2009), o, en cambio, si ellos exportaban conchas a otras regiones (Cooke y Sánchez 2001, 36). Sea como fuere, quienes emprendieron la conexión con otros pueblos del Pacífico fueron los pueblos de la costa norandina, no así los de la costa norte del Perú, pues eran los norandinos los que contaban con la tecnología necesaria para la navegación, y los materiales de


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origen suramericano registrados en Mesoamérica apuntan a la región ecuatoriana, antes que a la centroandina. Los habitantes de la costa norte del Perú se proveían de Spondylus spp. gracias al intercambio con los pueblos costeros norandinos, ya sea que estos los sacaran de sus propias costas o los obtuvieran de más al norte. Se han propuesto varias vías de introducción de esta concha a los Andes Centrales, ya sea por vías marítimas, terrestres o utilizando una combinación de ambas (Hocquenghem 1995; Jaramillo 2015). Lo que queda claro es que la importación masiva de material malacológico estuvo afianzada en la relevancia que las poblaciones centroandinas conferían a esta concha, importancia que ha sido analizada desde varios ángulos. Básicamente son tres los argumentos que se emplean para resaltar la importancia del Spondylus spp. para los centroandinos: como predictor climático del fenómeno de El Niño, como asociación femenina en la díada de opuestos complementarios que generan fertilidad y como alimento de los dioses. La idea de que las especies de Spondylus funcionan como predictor del Fenómeno de El Niño está basada en la sospecha de que en estas épocas –al producirse el cambio de correlación de fuerzas de las corrientes marinas que lleva al aumento de temperatura del océano Pacífico frente a las costas del norte peruano–, el Spondylus spp. puede expandir su hábitat hacia el sur. Así, al encontrar estas conchas frente a sus costas, era señal para los pueblos centroandinos de que se avecinaban lluvias torrenciales asociadas al Fenómeno de El Niño (Jaramillo 2015, 296). Sin embargo, esta idea parece tener pocos sustentos documentales. Aunque muchos arqueólogos atribuyen el aumento de Spondylus spp. en sitios arqueológicos peruanos a una ampliación de la distribución de estas especies, datos biológicos y paleontológicos no corroboran tal suposición. No existen evidencias fósiles de Spondylus spp. en costas centroandinas durante el Holoceno ni el Pleistoceno Superior –como sí existen de otras especies de agua cálida– (Díaz y Ortlieb 1993, 171), y actualmente, el período de elevación de temperatura en esta región no es lo suficientemente prolongado como para que estas especies amplíen su distribución (Carter 2011, 67). Además de los datos de los autores anteriormente citados, que permiten dudar de la presencia de Spondylus spp. en las costas peruanas en el pasado y el presente, tuve la oportunidad de estar en la costa del Perú en octubre de 2015, en medio de un Fenómeno de El Niño de relativa importancia. Frente a las costas de Casma (en Ancash, Perú), los pescadores de la comunidad de Las Aldas encontraban especies de agua caliente como bonito y pez espada, pero no Spondylus spp. La valencia femenina de la concha bivalva es una interpretación apoyada en los relieves pétreos de la ciudad de Chavín de Huantar (1500-500 a.C). En estas escenas aparecen personajes alternados portando Spondylus spp. y Strombus spp., o personajes que tienen en una mano un caracol y en la otra una concha. Partiendo de una asociación naturalista, en la que el bivalvo estaría vinculado con el órgano sexual femenino, y el caracol con el masculino, se argumenta que la díada de Spondylus spp. y Strombus spp. estaría formando un complejo de opuestos complementarios femenino/masculino. Siguiendo esta línea argumentativa, la oposición complementaria sería la géne-


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Las escenas de recolección Aunque en ciertos contextos arqueológicos de la costa norte del Perú durante el período moche (100-700 d.C) se encuentran grandes cantidades de Spondylus spp. (sobre todo en Pampa Grande y en Huaca Rajada), son pocos los ejemplos de objetos en los que se figuró plásticamente a este bivalvo en la realista iconografía moche (Cordy-Collins 1999; Narváez 2011, 114), y no se conoce ninguna escena de la recolección de esta concha durante este período. Esta situación cambiaría para el Intermedio Tardío, en el que chimús y lambayeques representaron la recolección del Spondylus spp. en diversos soportes. El Spondylus spp. se reconoce en figuraciones plásticas de esta época por ser un semicírculo dentado que puede o no tener algunas marcas internas (un triángulo, un semicírculo, cuadrados o líneas paralelas); la intención fue resaltar las espinas características de la concha –en especial, en algunos objetos de origen chimú, el semicírculo puede no estar dentado pero sus espinas son resaltadas con una rejilla interna–. Existe una larga tradición de estudio iconográfico que relaciona este tipo de figuración con la concha mediante la comparación de escenas y de contextos arqueológicos (Cordy-Collins 1990; Pillsbury 1996; Narváez 2011; Mackey y Pillsbury 2013, entre otros). En las formas de figurar plásticamente el Spondylus spp. por otros pueblos en otros contextos geográficos (desde Chavín de Huantar hasta los

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sis de la fertilidad humana y natural (Cordy-Collins 1999). La valencia femenina del Spondylus spp. es utilizada en la interpretación de contextos arqueológicos posteriores y de textos coloniales de tradición indígena (Davidson 1981; Campana 2012, 49). En cuanto al argumento referente a la comida de los dioses, este se basa en el Manuscrito de Huarochirí, una de las pocas fuentes de tradición indígena en quechua colonial conocida actualmente, que es bastante explícito en describir cómo la huaca Macahuisa pide para comer mullu (Spondylus spp.) al inca como contraprestación por su participación en una campaña bélica (Huarochiri Manuscript 1991 [c.a. 1608], 114-116). Tomando como referencia esta fuente, se categoriza al Spondylus spp. como “el alimento de los dioses”, que a menudo se complementa con la idea de que la parte blanda del Spondylus spp. no puede ser ingerida por los seres humanos en ciertas épocas del año, por lo que estaría reservada para los seres sobrenaturales (Davidson 1981, 84; Pillsbury 1996, 318). Sin embargo, y en contra de este último argumento, el Manuscrito de Huarochirí es explícito en indicar que Macahuisa consumió la parte dura de las conchas de Spondylus spp., incluso indicando el ruido de sus dientes triturando el material malacológico: “clap, clap, clap!”. Para poder ampliar y ajustar tales ideas sobre la trascendencia del Spondylus spp. es de vital importancia contextualizar la obtención de esta concha en los Andes Septentrionales y su uso ritual en la costa norte peruana durante el Intermedio Tardío. Afortunadamente, tanto los chimús como los lambayeques tienen figuraciones plásticas que muestran la manera en que estas conchas eran recolectadas y posteriormente utilizadas ritualmente. El análisis de algunas de estas figuraciones –las más representativas– será el punto central del artículo.


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incas en los Andes Centrales, y desde la tradición de Tumbas de Tiro hasta los Mexica en Mesoamérica) siempre se resaltaron las espinas propias de este animal. Una primera revisión de escenas que contienen recolección de Spondyus spp. fue realizada por Alana Cordy Collins en 1990, quien describe trece ejemplos de objetos que figuran esta actividad, y nombra otros dos que no alcanzó a incluir en su análisis pero que son conocidos por publicaciones posteriores. En la actualidad se conocen muchos otros ejemplos de escenas de recolección de Spondylus spp., todos provenientes de la costa norte del Perú durante el Intermedio Tardío. Resaltan aquellos hallados en excavaciones controladas que no dejan duda de su ubicación espacial y temporal: dos frisos del conjunto Xllangchic An (conocido anteriormente como la ciudadela Uhle) en Chan Chan, un friso de Huaca Las Balsas en Túcume, una tapa de orejera encontrada en Chornancap y un mate pirograbado excavado recientemente en Jotoro. Los estilos artísticos chimú y lambayeque son frecuentemente confundidos por los especialistas, por varias razones: tienen un origen común (el arte moche) del que son explícitamente herederos, tienen un desarrollo paralelo con continuas influencias mutuas, y, además, el Imperio chimú conquistó el territorio lambayecano en el 1375 d.C, llevando su propio estilo a las nuevas tierras anexas y movilizando artesanos de Lambayeque a sus ciudades. Aunque el estilo artístico no pueda ser diferenciado con claridad, los hallazgos de escenas de recolección de Spondylus spp. en contextos controlados nos permiten estar seguros de que tanto chimús como lambayeques tuvieron acceso a la concha desde el momento de su obtención de manera independiente8. Las escenas del conjunto Xllangchic An en Chan Chan están datadas para el período de 1300 a 1350 d.C (Campana 2012, 38), mientras que el mural de Huaca Las Balsas pertenece al período Lambayeque de Túcume, que se ubica desde el 1000 al 1375 d.C (Narváez 2011, 105-129). La existencia de estas dos figuraciones en arquitectura antes de la conquista chimú a Lambayeque da cuenta de que esta práctica fue compartida por estos dos pueblos de la costa norte del Perú. Para comenzar a develar la importancia que para chimús y lambayeques tuvo el Spondylus spp. hay que comenzar por analizar las embarcaciones desde las cuales se recolectaban las conchas.

Las Balsas En la ciudad lambayecana de Túcume, en el edificio conocido como Huaca Las Balsas, el equipo arqueológico liderado por Thor Heyerdahl, Alfredo Narváez y Bernarda Delgado encontró un friso decorativo con una detallada escena de recolección de Spondylus spp. (ver la figura 2). En esta figuración plástica se ve a dos personajes sobre una balsa que sostienen con cuerdas a dos buzos –aparecen otros tres en la composición– que mediante apnea retiran la concha del fondo marino con ayuda 8

Esto en contra de opiniones como la de Cordy-Collins (1990), quien pensó en su momento que el Imperio chimú dependía de los lambayeques para obtener la concha.


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de unos instrumentos (Narváez 2011, 117). Resalta la embarcación desde la que se lleva a cabo esta recolección, pues no parece coincidir con la tradición de navegación del norte peruano. Desde épocas moches, los navegantes y pescadores se muestran utilizando las embarcaciones conocidas como caballitos de totora, tradición que siguió siendo empleada por chimús y lambayeques. Los caballitos son embarcaciones hechas de un amarradijo en forma tubular de cañas de totora (Ortiz-Sotelo 1990). Cuando los navegantes se suben a estos artefactos quedan sentados de la misma manera que lo hace un jinete sobre un caballo, de ahí su nombre. Figura 2. Ilustración del mural con escena de recolección de Spondylus spp. en Huaca Las Balsas, Túcume

Fuente: elaborado por el autor. Rojo: Spondylus spp., verde: humanos y cuerdas, ocre: instrumentos para retirar el Spondylus spp. del fondo rocoso, morado: balsa de fondo plano y vela triangular.

A diferencia de los caballitos de totora, la balsa desde la que se recolecta el Spondylus spp. en Huaca Las Balsas es de fondo plano y posee una vela de forma triangular. Este tipo de embarcaciones fueron muy comunes en el extremo norte del Perú y la costa ecuatoriana, en donde numerosos registros coloniales señalan que fueron utilizadas como medio de transporte por los indígenas locales (Cordy-Collins 1990, 409-411). La representación iconográfica más temprana de este tipo de embarcaciones corresponde a la cultura Bahía (500 a.C-500 d.C) de la costa de Manabí (Ecuador)9 y evidencia una tradición muy antigua de navegación con este tipo de embarcaciones en las costas ecuatorianas. En el Período Intermedio Tardío, esta tecnología de navegación llegó a la costa norte del Perú, donde no sólo se encuentran numerosas figuraciones plásticas de estas, sino que en Chan Chan, capital del Imperio chimú, se halló el único vestigio arqueológico de este tipo de embarcaciones precolombinas, que sobrevivió hasta el siglo XX (Uceda, Cornejo y Hoyle 1980). 9

Se trata de una figuración escultórica en plata de una balsa de troncos. Actualmente se encuentra resguardada en el Museo Nacional del Banco Central del Ecuador, en Quito.

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La recolección de Spondylus spp. está asociada a las balsas de fondo plano y vela, marcando que allí donde se navega con este tipo de tecnología es el lugar en el que se puede encontrar este bivalvo, es decir, en la costa norandina. Incluso, en escenas en donde aparecen varios tipos de embarcaciones, como en Huaca Las Balsas o en la parte superior del Vaso B de Denver (también de origen lambayecano)10, esta relación entre balsas y Spondylus spp. es reforzada, pues cuando aparecen caballitos de totora, no está presente la concha11.

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Los dioses y las cuerdas En algunas escenas de recolección de Spondylus spp., los seres humanos aparecen siendo asistidos por figuras no humanas. Con frecuencia, sobre las embarcaciones aparecen personajes con características que los ubican fuera del ámbito humano: sus extremidades superiores y/o inferiores se convierten en un ser híbrido entre ofidio y felino12. Por ejemplo, en el Vaso B de Denver, esta característica está reservada a los personajes ubicados en la parte superior de la escena, aquellos que son identificados como deidades (para ver ejemplos de personajes con estas características, consultar las figuras 6 y 7, más adelante). En las escenas de recolección de Spondylus spp., estas extremidades felinas/ofídicas fungen como las cuerdas que aseguran a los buzos en búsqueda del Spondylus spp. En un par de orejeras de plata actualmente resguardadas en el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera de Lima (en adelante, Museo Larco) se aprecian unos buzos llevando a cabo la práctica de recolección de Spondylus spp. (ver la figura 3). En cada una de las orejeras aparecen tres buzos rodeados de las conchas. Uno de los recolectores en cada escena posee un tocado semicircular, una característica reservada a la élite gobernante en Lambayeque, lo que indica que este sector estuvo involucrado en la obtención de la concha desde su lugar mismo de obtención. En esta figuración plástica no aparece embarcación alguna, por lo que la atención se centra en las actividades llevadas a cabo dentro del agua. El personaje que sostiene a los buzos desde la superficie es reemplazado por una cuerda que une a todos los recolectores de Spondylus spp.; esta cuerda tiene características de serpiente y felino, que muestran el carácter excepcional de este elemento.

10 Existen dos análisis sobre este vaso, el de Mackey y Pillsbury (2013) y el de Alfredo Narváez (2014, 64110). Este último investigador es quien bautiza a este objeto como “el Vaso B de Denver”, para diferenciarlo de otro vaso (el A) con manufactura similar y resguardado en el mismo museo. 11 Existen dos figuraciones plásticas que parecen mostrar recolección de Spondylus spp. desde un caballito de totora: una orejera del Museum of the American Indian en Nueva York, y la sección C del friso de los buceadores de Xllangchic An en Chan Chan. Considero que estos dos únicos casos excepcionales están mostrando recreaciones locales de recolección de Spondylus spp. hechas con tecnología propia de la región. 12 Algunos autores anotan el carácter felino (Wester 2012, 47) y otros el ofídico (Narváez 2011, 121) de estas extremidades. Al concordar con las dos apreciaciones, considero que se trata de un ser mixto con características de ambos animales.


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Figura 3. Orejeras ML100764 y ML100765, perteneciente a la colección del Museo Larco

Fuente: fotografías cortesía del Museo Larco. Ilustraciones por el autor. Rojo: Spondylus spp., verde: cuerda zoomorfa, ocre: tocado semicircular.

Para recolectar el Spondylus spp. no sólo se viajaba a un lugar lejano geográficamente, las costas norandinas; también se ingresaba a un espacio en donde la asistencia divina era requerida. Las cuerdas son un elemento que refuerza la comunión y comunicación entre humanos y dioses en la iconografía de la costa norte del Perú desde épocas moches (Narváez 2011, 121-125). Esta situación en donde los humanos se encontraban en un lugar liminar, en donde el apoyo de los dioses era requerido, fue reforzada iconográficamente por chimús y lambayeques con otros elementos.

Lugares liminares, posturas liminares Muchas de las piezas chimús y lambayeques en las que aparecen la recolección de Spondylus spp. o el bivalvo en sí cuentan con un decorado en red en el fondo (ver, por ejemplo, la orejera ML101525 y los cuencos ML100635 y ML100754)13. Aunque con frecuencia esta característica se toma como un detalle técnico para resaltar la figura principal, y es descrita como “satinado por rayas”, considero, luego de una revisión y comparación de varios objetos, que tiene una función más allá de la mera decoración. En escenas complejas como el Vaso B de Denver, las puertas, espacios 13 Los ejemplos aquí mencionados pueden ser consultados en la página del Museo Larco con su número de catalogación. http://www.museolarco.org/catalogo/

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de comunicación entre dos ambientes diferenciados, son caracterizadas por un decorado en red (ver la figura 7, más adelante). La red sirve para mostrar el tránsito entre dos espacios, ya sean estos físicos u ontológicos. Sugiero entonces que esta red se utiliza para mostrar que en el momento de la recolección del Spondylus spp. se está en un lugar también límite, en donde seres ontológicamente diferenciados, humanos y dioses, pueden y deben interactuar. Pero la decoración en red no es el único indicio de que los participantes de la recolección de bivalvos se encuentran en lugares límites. Muchos de los objetos presentan buzos en posición fetal (ver, por ejemplo, las orejeras de la figura 3); lejos de ser una convención naturalista, pues esta posición es incómoda y contraindicada para permanecer dentro del agua, la posición fetal es un indicativo del lugar liminar en el que se encuentran los personajes, asimilable al momento de tránsito que supone el nacimiento14.

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La comunicación entre pueblos a través de los objetos En un fragmento textil perteneciente a la colección del Museo Larco (ver figura 4) se aprecia una secuencia de escenas que forma un segmento de una narración que involucra la recolección de Spondylus spp. y su posterior uso ritual en la costa norte del Perú. En las escenas A-1, B-1, A-2 y B-3 se observa a un personaje sobre una embarcación que porta un tocado en medialuna, que, como ya se analizó en el caso de las orejeras de plata, es característico de la clase dirigente lambayecana. Alrededor de este personaje se encuentran recipientes para contener líquidos que pueden ser comparados con ejemplos arqueológicos existentes. Los recipientes arqueológicos que pueden ser comparados con los que aparecen en el textil –muchos de los cuales contienen a su vez escenas de recolección de Spondylus spp. o presentan la concha siendo utilizada ritualmente (ver, por ejemplo, ML100635 y ML100754)– presuponen y alientan la interacción entre por lo menos dos personas mientras se da uso a la vasija. Estos recipientes, que pueden ser copas achatadas, vasos o cuencos, presentan una escena iconográfica incisa en el exterior de la pieza; esto hace que el diseño permanezca oculto a la vista mientras el objeto no está siendo utilizado. Cuando se procede a ingerir el contenido del recipiente, por su forma achatada, este tiene que volcarse de manera vertical, revelando la escena a quien está en frente de quien ingiere el líquido. Estos objetos condensan, presuponen y alientan la relación entre por lo menos dos personas en el momento de la ingesta de líquidos: quien bebe y quien(es) ve(n) el diseño. Su aparición en el fragmento textil, en las escenas de navegación, pone de manifiesto que estos personajes parten a relacionarse con otras personas durante el viaje. 14 Las posiciones corporales con el torso flexionado no son exclusivas de las escenas de recolección de Spondylus spp., y también aparecen cuerpos de esta forma en numerosos contextos mortuorios. Hablar sólo de posición fetal no le hace justicia a la diversidad de ejemplos iconográficos y arqueológicos en los que aparecen cuerpos con torso flexionado de múltiples maneras entre los chimús y lambayeques (Gamboa Velásquez, comunicación personal, 2016). No obstante lo anterior, sí considero que en este caso podría hablarse de una posición flexionada que refiere a momentos y lugares liminares asimilables al nacimiento.


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Figura 4. Fragmento textil de la colección del Museo Larco de Lima (ML600063)

Fuente: fotografía e ilustraciones del autor. Rojo: Spondylus spp.; morado: embarcaciones; amarillo: balsa con fondo plano y vela; verde: recipientes; ocre: tocado semicircular.

15 Agradezco a Ulla Holmquist específicamente por la ayuda en la interpretación de esta escena. Ella fue quien reconoció que esta se trataba de una escena en tierra frente a una estructura arquitectónica, y, sobre todo, la diferenció de la A3.

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La escena A-3 muestra una recolección de Spondylus spp. con las características que se han analizado: dos personajes se encuentran sobre una embarcación de base plana y vela y sostienen mediante cuerdas a dos buzos que recolectan la concha del fondo marino. Por perspectiva y uso del espacio, los buzos se encuentran sobre la embarcación, si bien, por comparación con otras escenas, se puede asegurar que su actividad se desarrolla bajo el agua. Aunque los buzos no presentan cabeza, lo más probable es que estas estuvieran manufacturadas de otro material pegado al textil y que no se ha conservado. La escena B-2 muestra a dos personajes frente a una estructura arquitectónica a cuya parte superior se accede mediante una rampa15. Frente al acceso se encuentra una plaza en la que estos personajes están depositando ofrendas en bolsas y recipientes probablemente llenos de Spondylus spp. Bajo los personajes están dos objetos cerámicos en forma de ave, y sobre sus cabezas, dos copas. Estas copas, también conocidas en ejemplos arqueológicos, son complejos objetos rituales manufacturados en plata (ver la figura 5). Su cuerpo principal es hueco (para introducir pequeños objetos dentro) y se le adicionaban colgantes para que la copa hiciera sonido en el momento de su uso. Sus escenas son marinas, con olas antropomorfas, aves marinas, ¿perlas? y ¿Spondylus spp.? –estas últimas dos identificaciones no son seguras–, que recuerdan el origen de las ofrendas en los rituales de los que hacen parte, como se observa en este fragmento textil.


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Figura 5. Copa de plata con escenas marinas resguardada en el Museo Larco de Lima (ML100809)

Fuente: fotografía cortesía del Museo Larco, ilustración por el autor. Rojo: ¿Spondylus spp.?; amarillo: ¿perlas?; azul: olas antropomorfas; verde: aves marinas.

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Los rituales y la relación condensada Algunas escenas hacen explícito el efecto que tenía el uso ritual del Spondylus spp. entre chimús y lambayeques. Un par de narigueras de plata del Museo Larco (ML100431 y ML100432) muestran dos personajes dentro de estructuras arquitectónicas (reconocidas por el arreglo de los techos, igual a los ejemplos reales encontrados en excavaciones) en posición fetal con Spondylus spp. en las manos. En medio de estos dos personajes aparece un tercer ser antropomorfo con tocado semicircular, con las características que se reservan a los dioses: sus manos se convierten en un personaje con características ofídicas y felinas. Incluso, en uno de estos objetos (ML100431, figura 6), el dios sale con dos valvas de Spondylus spp. en las manos. Figura 6. Nariguera de plata con escena de ritual con Spondylus spp. resguardada en el Museo Larco (ML100431)

Fuente: fotografía del autor. Rojo: Spondylus spp.; verde: extremidades zoomorfas; ocre: tocado semicircular; morado: estructura arquitectónica.


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Estas escenas están figurando un ritual en el que los seres humanos vuelven a adoptar una posición corporal, en este caso fetal, que remite al lugar y momento liminar en el que el Spondylus spp. fue recolectado, para así reactivar la relación que fue necesaria para la obtención de la concha: la comunión con un dios con extremidades de cuerda/serpiente/felino. Esta relación, condensada por el Spondylus spp., es desenvuelta en rituales en búsqueda de objetivos específicos. En una de las escenas de la compleja iconografía del Vaso B de Denver (ver figura 7) se muestra una procesión de seres humanos que cargan ofrendas en bolsas y recipientes, precedida por algunos personajes con cabezas trofeo. Luego del tránsito por varios espacios arquitectónicos se hace explícito que las ofrendas son de Spondylus spp.16. La concha es administrada por un personaje con tocado en medialuna, y finalmente llevada ante un ser femenino con extremidades de ofidio/felino que está ingresando al espacio reservado a los dioses. El Spondylus spp., que condensa la relación entre humanos y dioses, funciona en este ritual específico para la deificación de un personaje femenino al desplegar la comunión entre seres necesaria para tal fin. Figura 7. Fragmento del Vaso B de Denver, en donde se ve la escena de la procesión con cabezas, trofeo y ritual con Spondylus spp.

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Fuente: el autor, modificado de un dibujo de Hélène Bernier, tomado de Mackey y Pillsbury (2013, 124). Rojo: Spondylus spp.; verde: extremidades zoomorfas; amarillo: cabezas trofeo; morado: bolsas con ofrendas.

16 Esta identificación la hacen de manera independiente pero coincidente Carol Mackey y Joanne Pillsbury (2013) y Alfredo Narváez (2014).


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La interexistencia Un plato de madera (probablemente, algarrobo) con incrustaciones de Spondylus spp. de varios colores, Pinctada imbricata, Pinctada mazatlánica y piedra verde (crisocola), reguardado en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú en Lima (MO 4430, figuras 8, 9 y 10), es el mejor ejemplo de la importancia conferida al Spondylus spp. en la costa norte peruana por chimús y lambayeques. Figura 8. Interior y exterior del plato de madera con incrustaciones resguardado en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (MO 4430)

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Fuente: fotografía del autor.

Figura 9. Detalle del interior del plato de madera con incrustaciones resguardado en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (MO 4430), donde se ve la recolección de Spondylus spp.

Fuente: fotografía del autor.


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Figura 10. Ilustración, plato de madera con incrustaciones resguardado en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (MO 4430)

Fuente: elaborado por el autor. Rojo: recolección de Spondylus spp.; verde: chacras o sembradíos; amarillo: canales o ríos; azul: el mar.

17 El museo tiene registrados estos dos lugares como origen de la pieza, de ahí la ambigüedad de su procedencia.

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Este objeto, encontrado en el valle del Huarmey o en del Supe17, es de indudable origen chimú, por la comparación iconográfica con los murales de Xllangchic An en Chan Chan, aunque se hubiera hallado fuera de los límites del territorio de esta cultura. En su escena iconográfica se muestra una escena de recolección de Spondylus spp. duplicada, en la que las representaciones de las bivalvas son manufacturadas en la misma concha. Es el único ejemplo conocido en el que el Spondylus spp. es usado para figurarse a sí mismo, en el que el mismo material es representante y representado a la vez, en el que el objeto enseña y es al mismo tiempo. La escena del plato debe dividirse en dos partes claramente diferenciadas: el exterior y el interior. En el interior (el más conocido y más veces publicado) presenta, del centro a los extremos, las siguientes secciones: una escena de recolección de Spondylus spp. llevada a cabo desde la cabina de una embarcación en la que dos personajes sobre la balsa sostienen a dos buzos mediante cuerdas. Luego, y dividido por una línea fronteriza claramente trazada por piezas de Spondylus princeps naranja, una chacra o sembradío con maíz y frijol, intercalado con olas antropomorfas figurando el agua de los ríos o de los canales. La parte exterior, de nuevo dividida del resto por una frontera de Spondylus princeps, esta vez de color más rojizo, unas olas antropomorfas y peces multicolores figurando el mar. En el borde del objeto, tal vez indicando una nueva línea divisoria entre el interior y el exterior del plato, existen restos de una nueva franja fronteriza hecha con piezas de Spondylus princeps. Los estudios del plato, que se limitan al análisis del interior del objeto, han querido interpretar que esta pieza muestra la relación entre el Spondylus spp. y la fertilidad


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agrícola –siguiendo la idea de la contraparte femenina en los opuestos complementarios– (Pillsbury 1996; Narváez 2011, 124). No obstante, el análisis del exterior del plato arroja conclusiones diferentes. El exterior, menos conocido que su contraparte (publicado en una ocasión por Alana Cordy-Collins 1990, 405), está muy deteriorado, y muchas de sus incrustaciones han desaparecido. De todas maneras, las marcas en la madera, hechas para encajar las piezas que estuvieron en su momento incrustadas, permiten apreciar la escena en su totalidad. De nuevo, la misma escena de recolección de Spondylus spp. se encuentra en el centro de la figuración. Luego, y divididas por una línea fronteriza de la cual se han caído todas las incrustaciones, se encuentran las olas antropomorfas y los peces del mar. Por último, de nuevo separado por una línea ahora con algunas incrustaciones de Pinctada imbricata, se encuentra una chacra o sembradío con unas plantas sin identificar, pero indudablemente diferentes a las que se encuentran en el interior del plato. Aunque a primera vista pudiera parecer que hay una inversión de los elementos entre el interior y el exterior del plato (sobre todo en el orden de los ambientes mostrados), no es del todo exacta esta apreciación. Hay, por ejemplo, elementos que aparecen en un lugar y en el otro no, como las olas antropomorfas intercaladas con el sembradío en el interior, que no están presentes en el exterior (figura 10). También, las especies vegetales a un lado y el otro del plato son diferentes, aunque no necesariamente opuestas. Hay un dato de especial relevancia, las dos escenas están viradas en 90 grados; es decir, mientras una escena se puede apreciar de manera horizontal, la otra queda forzosamente girada verticalmente. La correspondencia no es exacta ni opuesta, está virada. Además, la línea fronteriza en el borde del plato sugiere que se trata de una misma escena doblada, que ambos lados están separados pero pueden ser entendidos también como el continuo de un doblez. En este continuo se presentan dos realidades de existencia, una, la humana, está a la vista del usuario del plato, contiene un orden conocido por este: sus sembrados, que riega con ríos y canales rodeados por el mar, que es la frontera de su capacidad de acción. Del lado exterior, fuera de la vista y, por ende, del control y entendimiento del usuario se encuentra un orden ajeno al humano: el mar es rodeado por un sembrado de plantas desconocidas. Estas dos realidades, lejos de anteponerse, coexisten, son un doblez, y para quien está en una, la otra le queda velada, y viceversa18. No obstante lo anterior, sí hay un punto de encuentro entre estas dos realidades del doblez: la recolección del Spondylus spp., que se repite en el centro de ambos lados. A través de esta acción, las dos realidades se mantienen en contacto, no como espacios ontológicos separados, sino, por el contrario, en constante interacción. La comunión entre humanos y dioses, dos seres que pertenecen a un lado y otro de las realidades del doblez, a través de la recolección y el uso ritual del Spondylus spp., les permite a ambos la exis18 La idea de dos realidades interconectadas por un doblez ya fue propuesta para los mayas de Cancuc, en los altos de Chiapas (México) por Pedro Pitarch (2013).


Comunión e interexistencia. El Spondylus spp. en la Costa Norte del Perú durante el Intermedio Tardío (800-1450 d.C) Antonio Jaramillo Arango

tencia en su propio mundo; es por esto que no sólo coexisten, sino que interexisten a través de las relaciones continuas que entablan. De esta manera se puede entender mejor la escena del Vaso B de Denver, en la que los personajes del espacio de arriba deben su existencia a las acciones de los humanos en el de abajo. La mujer no podría conformar esta realidad de los dioses si no es gracias a las acciones de los humanos abajo, de la misma manera como los humanos no podrían tener acceso al Spondylus spp. si no fuera por la intervención de las deidades que los sostienen con sus extremidades cuerda/serpiente/felino.

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Conclusiones Tenemos suficientes fuentes arqueológicas para conocer cuál fue la importancia del Spondylus spp. para las sociedades de la costa norte del Perú durante el Intermedio Tardío sin tener que apelar a otras fuentes de otras geografías y temporalidades. Esta relevancia empieza a esclarecerse cuando se analizan los puntos que chimús y lambayeques resaltan de la obtención de la concha: se muestra una tecnología de navegación foránea, se insiste en la intervención de dioses y en la posición liminar que se adopta al realizar esta acción. Luego de haber obtenido el Spondylus spp., esta concha condensa la relación entre humanos y dioses que fue necesaria para su recolección, la misma que es desplegada posteriormente a través de rituales. Esta relación-concha permite la interexistencia de dos realidades en permanente contacto: una en donde el orden humano es considerado (con los sembradíos, ríos y canales cerca y el mar como límite de acción), y otra en donde las reglas de existencia son diferentes. Estas conclusiones surgidas del material de la costa norte del Perú durante el Intermedio Tardío no pretenden negar o reemplazar las existentes, sobre todo aquellas que vinculan al Spondylus spp. con los opuestos complementarios (y la fertilidad), y la noción que esta concha fue el alimento de los dioses. Considero que las nociones que los diferentes pueblos tenían sobre el Spondylus spp. no se contraponían, sino que se acumulaban y muchas veces se compartían. Si se entiende a la agricultura como una de las expresiones más explícitas del orden humano, y al Spondylus spp. como un propiciador de este último, las nociones de interexistencia ya expuestas y las de fertilidad no quedan tan alejadas del espectro interpretativo. De la misma manera, si se entiende que Macahuisa no pidió al inca Spondylus spp. para alimentarse sino para establecer una relación de co-comensalidad y reciprocidad con el gobernante humano, el relato quechua contenido en el Manuscrito de Huarochirí puede verse como un ejemplo de las relaciones entre humanos y dioses facilitadas por el Spondylus spp. De todas maneras se ha procurado abordar este estudio pensando a través de los objetos expuestos, esto es, desarrollando una argumentación heurística sin presuponer que estos representan, significan o simbolizan algo más (Henare, Holbraad y Wastel 2007). Los objetos fueron entendidos como la materialización de relaciones de las que son condensaciones y potenciadores; en este caso se puso el énfasis en


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 77-97 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.04

entender la relaciones entre humanos y más que humanos a través del Spondylus spp. durante el Intermedio Tardío; sin embargo, mundos y seres no se agotan en este aparente dualismo. El Spondylus spp. ha funcionado como un relacionador por excelencia en los Andes Centrales: promovió la interacción con las poblaciones de la costa norandina, la comunión entre humanos y dioses, y, también, sobrepasa límites temporales al mantener la atención de investigadores actuales sobre su uso en tiempos antiguos. Lo interesante de esta concha no es sólo que relaciona seres en tiempos, espacios y realidades diferentes, sino que rompe las nociones de existencia que se tienen por seguras, y es una ventana para aproximarnos a mundos radicalmente diferentes al “nuestro” –temporal, geográfico y ontológico–.

Referencias

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El espacio y los recursos: el análisis arqueofaunístico mediante SIG en los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe (Argentina)* Julieta Sartori** Universidad Nacional del Litoral, CONICET, Argentina Fernando Santiago*** Centro Austral de Investigaciones Científicas, CONICET, Argentina María Belén Colasurdo**** Universidad Nacional de Rosario, CONICET, Argentina Como citar este artículo: Sartori, Julieta, Fernando Santiago y María Belén Colasurdo. “El espacio y los recursos: el análisis arqueofaunístico mediante SIG en los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe (Argentina)”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 99-125. Doi: https:// dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.05 Artículo recibido: 7 de marzo de 2016; aceptado: 12 de mayo de 2016; modificado: 9 de diciembre de 2016

Resumen: El objetivo de este trabajo es evaluar el uso de los recursos faunísticos que realizaron las poblaciones humanas que habitaron los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe; particularmente, establecer una comparación entre las ecorregiones del Chaco Húmedo, el Espinal y Delta e Islas del Paraná vs. la llanura pampeana durante el Holoceno. Para ello se compila in*

Esta investigación contó con financiación de CONICET y la Fundación Arqueológica del Litoral. La misma deriva del proyecto “El uso del espacio en la cuenca superior del río Coronda durante el Holoceno tardío: un enfoque geo y zooarqueológico”.

** Doctora en Humanidades y Artes Mención Antropología, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Profesora en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas, Universidad Nacional del Litoral, Fundación Arqueológica del Litoral. Entre sus últimas publicaciones están: “Falanges decoradas de Lama sp. en un sitio del borde de la llanura aluvial del río Paraná (Santa Fe, Argentina)”. Arqueología Iberoamericana 32: 25-29, 2016. Con Fernando Santiago y María Belén Colasurdo, “Zooarchaeology in the Paraná River Flood Plain: GIS Implementation at a Regional Scale”. Journal of Anthropology and Archaeology 2 (2): 77106, 2014. *julisartori@gmail.com *** Doctor en Arqueología, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Investigador del Centro Austral de Investigaciones Científicas, CONICET. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “Guanaco Hunting Strategies in the Northern Plains of Tierra del Fuego, Argentina”. Journal of Anthropological Archaeology 43: 110-127, 2016. Coautor en "Análisis de restos de roedores del sitio arqueológico Las Vueltas 1, Tierra del Fuego, Argentina”. Revista Arqueología 22: 211-230, 2016. *ersant2@gmail.com **** Doctora en Humanidades y Artes Mención Antropología, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Investigadora del Centro de Estudios Regionales e Investigaciones Socio-Históricas Regionales-CONICET. Entre sus últimas publicaciones están: “Primeras aproximaciones al análisis de los marcadores de etnicidad en las pautas alimentarias desde la zooarqueología histórica”. Arqueología Iberoamericana 28: 70-74, 2015. “Presencia de huellas antrópicas en restos zooarqueológicos de sitios históricos de los siglos XVIIIy XIX en la ciudad de Rosario (Santa Fe, Argentina)”. Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana 8: 3-82, 2014. *belencolasurdo@gmail.com

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Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 99-125 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.05

formación zooarqueológica publicada, proveniente de trece contextos de doce sitios arqueológicos, los cuales fueron analizados por diferentes equipos de investigación. Para llevar a cabo el análisis de la composición de los conjuntos en términos espaciales se implementa el uso de un Sistema de Información Geográfica (SIG). Esta herramienta facilita la comparación entre las representaciones de los distintos taxa a nivel espacial, en una zona que presenta diferencias ecológicas que pueden haber redundado en un uso diferencial de los recursos. Palabras clave: Zooarqueología, Sistema de Información Geográfica, ambientes de la provincia de Santa Fe, río Paraná, uso del espacio (palabras clave de los autores). The Space and its Resources: An Archaeo-Faunistical Analysis, using GIS, of Several Environments in Santa Fe Province (Argentina)

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Abstract: The aim of this study is to evaluate the use of wildlife resources by the human populations which inhabited the Santa Fe province. We especially make a comparison between the eco-regions, during the Holocene Epoch, of the Damp Chaco, the Espinal and the delta and islands of Paraná River, on the one hand, and the plain of the Pampas, on the other. Towards that end, we compiled zoo-archaeological information from 13 contexts on 12 archaeological sites that have been analyzed by different research teams. For the spatial analysis of the composition of the sets, a Geographic Information System (GIS) is used. This tool allows us to establish spatial similarities and differences in the use of wildlife resources in a zone that presents ecological differences that may have resulted in a differential use of the taxa. Keywords: zooarchaeology, Geographic Information System, environments of Santa Fe province, Paraná River, use of space (authors´ keywords). O espaço e os recursos: análise arqueofaunística mediante SIG nos diferentes ambientes da província de Santa Fe (Argentina) Resumo: o objetivo deste trabalho é avaliar o uso dos recursos faunísticos que as populações humanas que habitaram os diferentes ambientes da província de Santa Fe (Argentina) realizaram; particularmente, estabelecer uma comparação entre as ecorregiões do Chaco Húmedo, o Espinal e Delta e Islas del Paraná versus o pampa durante o Holoceno. Para isso, coleta-se informação zooarqueológica publicada, proveniente de treze contextos de doze sítios arqueológicos, os quais foram analisados por diferentes equipes de pesquisa. Para realizar a análise da composição dos conjuntos em termos espaciais, implanta-se o uso de um Sistema de Informação Geográfica (SIG). Essa ferramenta facilita a comparação entre a representação dos diferentes taxa no nível espacial, numa área que apresenta diferenças ecológicas que podem ter redundado num uso diferencial dos recursos. Palavras-chave: ambientes da província de Santa Fe, Rio Paraná, Sistema de Informação Geográfica, uso do espaço, zooarqueologia (palavras-chave dos autores).


El espacio y los recursos: el análisis arqueofaunístico mediante SIG en los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe Julieta Sartori, Fernando Santiago y María Belén Colasurdo

L

Tabla 1. Localización de los sitios, fechados radiocarbónicos y número de especímenes identificados por taxón (NISP) de cada uno Abreviatura N°

Latitud

Fechado

NISP

Longitud

Sitio

530±70

23885

Pérez Jimeno 2005 Santiago 2004 Pérez Jimeno 1996

TOTAL

CA

1

28°0’52.99”

59°5’41.96”

Cerro Aguara

BP

2

28°6’45.26”

59°9’32.61”

Barrancas del Paranacito

S/d.

2962

Cbin

3

28°20’19.33” 59°15’15.60”

Campo Binaghi

S/d.

337

PM1

4

29°3’28.43”

59°24’17.91”

Parana Mini 1

S/d.

1557

LL

5

29°54’8.48”

59°55’37.92” La Lechuza 1760±60

5613

Referencia

Sartori y Pérez Jimeno 2012 Schmitz et al. 1972 Cornero, Solomita y Curetti 2010

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a provincia de Santa Fe, y principalmente la llanura aluvial del Paraná, contó con pioneras investigaciones arqueológicas desde fines del siglo XIX y durante el XX, debido a que la zona resultaba atrayente, por cuanto demostraba un gran potencial, dada la cantidad de registro que podía observarse en superficie. Tales investigaciones derivaron en el planteo de diversos modelos de ocupación para el área del Nordeste argentino (en adelante, NEA) (De Aparicio 1936; Frenguelli 1923; Outes 1918; Serrano 1931; Zeballos y Pico 1878). Así mismo, en los últimos años se produjo una mayor diversificación del conocimiento al surgir nuevos enfoques que derivaron en la generación de nuevos interrogantes y la aproximación a nuevas problemáticas. Una de las temáticas que comenzaron a desarrollarse en la provincia de Santa Fe a comienzos del año 2000 fue la zooarqueología, realizándose análisis de conjuntos faunísticos, aunque provenientes generalmente de un solo depósito (Feuillet Terzaghi 2002; Pérez Jimeno 1996; Santiago 2003, entre otros). Recién a partir de los primeros resultados obtenidos a nivel de sitio comenzó a integrarse la información intersitios, lo que permitió realizar inferencias acerca de la subsistencia, los rangos de acción y uso de los recursos (Acosta et al. 2010; Cornaglia 2009; Cornero, Solomita y Curetti 2010; Mucciolo y Pérez Jimeno 2015; Pérez Jimeno 2007; Santiago 2003; Sartori 2008; 2013; Sartori y Colasurdo 2011; Sartori, Colasurdo y Santiago 2014; Sartori y Galligani 2014). En tal sentido, se considera que el presente trabajo constituye un aporte para el desarrollo de investigaciones regionales al permitir comparar el registro arqueofaunístico de doce sitios localizados en diferentes ambientes de la provincia de Santa Fe (ver la tabla 1 y la figura 1).


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 99-125 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.05

Río Salado 1305±48 Coronda II Familia 60°55’25.96” 370±30 Primón 60°50’8.38” Las Tejas 1014±45 Pajas 60º 44’ 35” 506±43 Blancas Bajada 60°34’50.96” S/d. Guereño

RSC

6

31°40’42.23” 60°46’22.88”

179

FP

7

32°0’26.26”

2887

LT

8

32°0’24.69”

PB

9

32° 6’ 37”

BG

10

33°2’28.72”

Pman

11

33°9’56.73”

LED

12

LEDSup

13

33°54’20’’

60°27’5.63”

Playa Mansa

62°08’43’’

Laguna El Doce Laguna El Doce superficie

3445 545 286

2400±20

3456

8274±64

4239

1555±85

7081

TOTAL NISP Fuente: los autores. 102

Figura 1. Mapa de Santa Fe con los conjuntos zooarqueológicos analizados

Fuente: los autores. Los números corresponden con la columna de la tabla 1.

Sartori 2008, 2010a Sartori 2008, 2010a Sartori 2013 Sartori 2010b Escudero y Feuillet 2002 Sartori y Colasurdo 2011 Cornaglia 2014 Cornaglia 2013 56472


El espacio y los recursos: el análisis arqueofaunístico mediante SIG en los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe Julieta Sartori, Fernando Santiago y María Belén Colasurdo

Considerando que la mayor parte de los análisis zooarqueológicos en la provincia de Santa Fe son a nivel microrregional, este trabajo, al realizarse desde una escala regional, pretende integrar la información zooarqueológica para poder comprender cómo se estructuran los distintos conjuntos arqueofaunísticos en las distintas unidades del paisaje que componen la provincia. La aplicación de SIG para este análisis brinda modos gráficos, y más sencillos, de visualizar e interpretar los datos provenientes de los conjuntos faunísticos en términos de sus variaciones espaciales.

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Ambiente La provincia de Santa Fe, al situarse en la llanura chaco-pampeana, carece de accidentes orográficos importantes; sin embargo, su paisaje se desarrolla con suaves ondulaciones y con un fuerte modelado de los ríos de llanura que la surcan. Con base en las características de relieve y el gradiente de temperatura se pueden diferenciar seis ecorregiones. Los sitios que se tratan en este trabajo se ubican, mayormente, en sectores de transición entre el Delta e Islas del Paraná con la región Pampeana (PDP), el Espinal (ESP) y el Chaco Húmedo (CHH). La excepción la constituye el sitio localizado al suroeste de la provincia, el cual se emplaza exclusivamente en la región Pampeana (PAM). Cada una de las zonas posee particularidades en la composición florística y faunística que las caracteriza. A continuación se detallan las generalidades ambientales que poseen los cuatro sectores (PDP, ESP, CHH y PAM) en los cuales se localizan los sitios arqueológicos que permiten generar expectativas arqueológicas respecto a la composición de los conjuntos arquefaunísticos en cada una de las zonas por analizar. Los sitios que se emplazan más hacia el norte corresponden al Chaco Húmedo (CHH), y zoogeográficamente pertenecen a la Región Neotropical y al subdistrito chaqueño, el cual es el más rico por su gran biodiversidad (Cabrera y Yepes 1940). Se caracteriza por la presencia de gran cantidad de especies, como el mono carayá (Alouatta caraya), el ocelote (Felis pardalis), el aguará guazú (Chrysocyon brachyurus), la corzuela colorada (Mazama gouazoubira) y el tapir (Tapirus terrestris), entre otros. En cuanto a los peces, predominan los dos órdenes más representativos, correspondientes a los charácidos y silúridos. Los sitios del Espinal (ESP), en términos zoogeográficos, pertenecen al Dominio Pampásico (Subregión Guayano-brasileña, Región Neotrópica) (Ringuelet 2004) y abarcarían tanto al sector Pampásico como al de transición entre este último y el sector de Delta e Islas del Paraná (Peña 1997). Ambos ambientes se caracterizan por poseer especies pampeanas típicas, tales como Cavia aperea y Chaetophractus villosus; pero también especies características que se encuentran adaptadas a la vida acuática. Dentro de esta pueden mencionarse como los más destacados al carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris) y el coipo (Myocastor coypus). Las aves más características de la zona son el leñatero (Anumbius annumbi), los espineros (Phacellodomus sp.) y los pijuíes (Synallaxis sp.), y también los lechuzones del campo (Asio flammeus).


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 99-125 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.05

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Cabe señalar que, como se mencionó anteriormente, la mayoría de los sitios arqueológicos que se emplazan en las dos ecorregiones descriptas (CHH y ESP) se hallan en realidad en la planicie de inundación del Paraná, es decir, en la intersección con la ecorregión del Delta e Islas del Paraná. Esto se debe a que en el sector este de la provincia de Santa Fe, el ESP y el CHH se ven atravesados por el tramo medio del río Paraná, que se extiende desde la confluencia del río Paraguay hasta las inmediaciones de la ciudad de Rosario. Con una longitud de cauce de unos 800 km, atraviesa todo el sector este de la provincia de Santa Fe (Ramonell et al. 2011). La planicie de inundación del tramo medio del Paraná es compleja, ya que se encuentra formada por un mosaico de unidades geomorfológicas que se disponen a cotas diferentes entre sí y se encuentran atravesadas por cauces de distinta conectividad con el principal del sistema (Bosisio y Ramonell 2014). Debido a esto es que poseen una alta productividad ambiental, ecológicamente regulada por los pulsos de inundación del río (Bó y Malvárez 1999; Neiff 1999). Este ejerce un efecto climático que se traduce en la presencia de una cuña del Dominio Amazónico, el cual permite la penetración de poblaciones animales típicamente amazónicas hacia el sur (Cabrera 1971; Ringuelet y Aramburu 1957). De esta forma, la fauna característica de toda la zona incluye especies subtropicales que se caracterizan por estar adaptadas al ámbito fluvial, como el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), el coipo (Myocastor coypus), el carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris), el lobito de río (Lontra longicaudis), yacaré (Caiman sp.) y tortuga de río (Phrynops sp. e Hydromedusa sp.) (SPANP 1997). Otro aspecto característico de todo el sector es la alta concentración de peces, representados por dos órdenes: Characiformes y Siluriformes. Entre los primeros se encuentran el dorado (Salminus maxillosus), sábalo (Prochilodus platensis), boga (Leporinus obtusidens), tararira (Hoplias malabaricus), pacú (Piaractus mesopotámicus), y las mojarras (Aphyocharax sp., Astyanax sp.); y entre los Siluriformes, el surubí (Pseudoplatystoma coruscans), patí (Luciopimelodus pati), bagre (Pimelodus clarias y Rhamdia sapo), armado (Pterodoras granulosus), moncholo (Pimelodus albicans) y vieja del agua (Plecostomus commersoni) (Ringuelet 2004). Por último, la fauna de región Pampeana (PAM) está caracterizada por especies pampeanas que poseen cierta plasticidad adaptativa, como el venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), el guanaco (Lama guanicoe), el puma (Puma concolor), la comadreja (Didelphis albiventris) y cuis (Cavia aperea). En el orden de los roedores, también se encuentran la vizcacha (Lagostomus maximus) y el tuco-tuco (Ctenomys sp.) (Gollán 1958). Entre los carnívoros se encuentran el zorrino común (Conepatus humboldtii), el zorro pampeano (Lycalopex gymnocercus), el hurón (Galictis cuja) y el gato montés (Oncifelis geoffroyi) (Gollán 1958). También se hallan diversos edentados como el pichiciego (Chlamyphorus truncatus), el quirquincho (Tolypeutes matacus), el peludo (Chaetophractus villosus) y la mulita (Dasypus hybridus) (Gollán 1958; Manzi y Gallardo 1970). Las aves que predominan pertenecen al orden de los Ciconiiformes (Ciconiae y Ardeae), y también a las familias de los anímidos y anátidos, y a la familia Rheidae (Rhea americana) (Manzi y Gallardo 1970).


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1

Otros investigadores que trabajan en la zona no son incluidos en esta síntesis, debido a que no poseen en sus registros conjuntos mayores a 100 especímenes (Cocco, comunicación personal 2013), como en el caso de Cocco (2009), quien localizó diferentes sitios en el sector Bajo de los Saladillos (al norte de la actual ciudad de Santa Fe), de los cuales analizó fundamentalmente su distribución en el espacio.

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El registro arqueofaunístico de la provincia de Santa Fe Cada uno de los ambientes de la provincia de Santa Fe posee datos variados respecto a los análisis arqueofaunísticos. Considerando que el objeto de este apartado es sintetizar la información generada para cada paisaje, aquí se exponen de manera resumida los trabajos que realizan análisis en profundidad y que corresponden a la zona del Chaco Húmedo (CHH) (Cornero, Solomita y Curetti 2010; Pérez Jimeno 2007; Mucciolo y Pérez Jimeno 2015; Santiago 2004; Sartori y Pérez Jimeno 2012), el Espinal (ESP) (Sartori 2008; 2010a; 2012; 2013; Sartori y Galligani 2014)1, la Pampa (PAM) (Cornaglia 2012) y la zona de la pampa en su intersección con el Delta e Islas del Paraná (PDP) (Escudero y Feuillet 2007; Feuillet 2002; Sartori y Colasurdo 2011) (ver la figura 2). Cabe realizar una distinción respecto a los sitios que se emplazan en el ámbito ribereño de las zonas PDP, ESP y CHH vs. aquellos que pertenecen a la llanura pampeana santafesina. Si bien es abundante la cantidad de sitios pertenecientes a este último ambiente (Ceruti 1987), no hay una publicación de análisis zooarqueológicos acorde. En tal sentido, si bien Ceruti estudió sitios que formarían parte de lo que denomina “entidad cultural esperanza” (Ceruti 1984), no existen estudios que abarquen en profundidad al componente arqueofaunístico de los registros, por lo que no pueden ser incluidos aquí (Ceruti 1984; 1987; 2000; 2004). El único sitio en el cual sí se ha realizado un estudio en detalle corresponde a Laguna el 12 (LED12) (Cornaglia 2013; 2014). Este sitio posee diversos fechados, entre los cuales el más antiguo es el de 8274±68 años 14C AP (dientes humanos, 7452-7396 años cal AC, AA-89915; δ13C=-15,1‰). Por su parte, la ocupación más reciente corresponde al Holoceno tardío, y cuenta con dos fechados obtenidos sobre tiestos cerámicos, que arrojaron una antigüedad de 1555±85 14C AP (AA-89918; 420-587 cal AC) y 2350±180 14C AP (AA-89919; 753-685 cal AC) (Avila 2011). Tales dataciones sitúan a este sitio como el más antiguo de la provincia de Santa Fe (Avila 2011). En cuanto a las inferencias del uso del espacio, Cornaglia sostiene que, considerando que la fauna recuperada corresponde a especies de estirpe central y/o patagónica, los grupos cazadores que ocuparon el sitio habrían desarrollado estrategias adaptativas adecuadas para desenvolverse en un ambiente árido-semiárido (Cornaglia 2014). En los conjuntos recuperados de este sitio, tanto en superficie como en estratigrafía, se hallan presentes Lama guanicoe, Rhea americana y Ozotoceros bezoarticus, especies que constituyeron una parte importante de la dieta de los grupos humanos. La dominancia de Lama guanicoe con respecto a las demás es un indicador de que esta fue la principal fuente de proteínas animales para los distintos grupos humanos durante el Holoceno (Cornaglia 2009; 2013; 2014).


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Figura 2. Localización de los sitios y representación de los conjuntos en términos de porcentaje de Número de especímenes identificados (%NISP) por categorías utilizadas en este trabajo

106

Fuente: los autores.

Por su parte, en la ecorregión pampeana, pero en su transición con el Delta e Islas del Paraná (sureste de la provincia de Santa Fe), hay análisis realizados en profundidad acerca de la fauna, pero no se llevaron a cabo planteos de modelos regionales. Esto se debe fundamentalmente a que en la zona sólo se han localizado dos yacimientos, y, por ende, se han realizado estudios a nivel de sitio (Escudero y Feuillet 2007; Feuillet 2002). Estos se centran en el sitio Playa Mansa, que hasta el momento constituye el depósito más antiguo (2400 ± 20 AP) de la planicie de inundación del


El espacio y los recursos: el análisis arqueofaunístico mediante SIG en los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe Julieta Sartori, Fernando Santiago y María Belén Colasurdo

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Paraná en su tramo medio e inferior (Sartori y Colasurdo 2011). En este sitio, los análisis faunísticos habrían estado orientados a discutir las distintas trayectorias de ingreso al registro arqueológico, y también la importancia relativa de cada especie. Las autoras concluyen que en Playa Mansa se constató el consumo por parte humana de diferentes especies, con un aprovechamiento de recursos tanto de alta como de baja jerarquía. Entre los primeros se encuentran Blastocerus dichotomus, Ozotoceros bezoarticus y Mazama gouazoubira, y entre los segundos pueden ubicarse Myocastor coypus, Cavia aperea, dasipódidos y peces (Sartori y Colasurdo 2011). En cuanto al sector más al norte de la provincia, en el Chaco Húmedo, el depósito más antiguo corresponde al sitio La Lechuza, que posee un fechado radiocarbónico de 1760 ± 60 años AP (Cornero, Solomita y Curetti 2010). El modelo de ocupación humana para esa zona ha sido planteado por Pérez Jimeno (2007) para grupos que ocuparon el área, aunque con posterioridad a 1500 años AP. La autora sostiene que habría estado ocupada por grupos humanos semisendentarios, vinculados estrechamente a los ambientes lénticos generados por la dinámica del río Paraná. Los grupos, a su vez, habrían contado con una tecnología especializada (cerámica, ósea y lítica en ciertos sectores), que les permitía basar su subsistencia en la pesca, la caza de mamíferos (fundamentalmente, roedores y ciervos) y la recolección de moluscos. Los ambientes lénticos serían explotados intensivamente durante los períodos de bajante del río, ya que a comienzos de los períodos de inundación se fraccionaban y desplazaban hacia el oeste, hacia áreas ecotonales, o las tierras altas de la margen izquierda del río Paraná (Pérez Jimeno 2007). En los conjuntos de los sitios que fueron estudiados por Pérez Jimeno y colaboradores se refleja una explotación de cérvidos, tales como Blastocerus dichotomus y Ozotoceros bezoarticus, roedores (Myocastor coypus, Cavia aperea e Hydrochoerus hydrochaeris) y peces (Pérez Jimeno 2007; Mucciolo y Pérez Jimeno 2015; Santiago 2002). Sin embargo, hay algunas diferencias respecto a la composición de los conjuntos, que ha sido explicada en términos espaciales (Sartori y Pérez Jimeno 2012). Si bien se estima que la pesca constituyó una actividad importante para los habitantes de este sector, que habrían explotado este recurso en los cuerpos de agua más próximos, y no en el cauce principal del río Paraná (Pérez Jimeno 2007), es interesante que en los sitios ubicados en espacios fuera de la planicie de inundación decrece la dominancia de los peces en los conjuntos (Sartori 2013). Para el Espinal hay planteadas líneas de investigación vinculadas a ciertas expectativas arqueológicas que están siendo desarrolladas por una de las autoras de este manuscrito. Estas sugieren que ca. 1000 años AP, y hasta el momento de contacto entre europeos y pueblos originarios, habría habido una recurrencia en la ocupación de espacios insulares y sectores de borde de la planicie de inundación del Paraná. Estos últimos se ubicarían en terrenos altos, con una buena visibilidad, situados próximos a cursos de agua, pero no inundables. Esto permitiría el abastecimiento de recursos críticos como agua, leña y gran cantidad de vegetales y animales potencialmente consumibles (Sartori 2008; 2010a).


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Por su parte, los espacios insulares serían intensamente ocupados, debido al acceso a los recursos faunísticos que propiciarían, fundamentalmente la obtención de peces en ambientes de bajo riesgo y mayor concentración. Es decir que se daría una jerarquización en la ocupación de ciertos tipos de espacios en detrimento de otros, los cuales serían ocupados recurrentemente a lo largo del tiempo y presentarían una demarcación simbólica, establecida fundamentalmente por la presencia de entierros múltiples (Sartori 2013). En cuanto a los recursos faunísticos para la zona, estos reflejan la diversidad de taxa aprovechados, entre los cuales se encuentran aquellos que son de alta jerarquía (i.e. B. dichotomus, O. bezoarticus y H. hydrochaeris) y de baja jerarquía (i.e. M. coypus, dasipódidos y peces). También pudo corroborarse en los diferentes conjuntos el aprovechamiento de siete especies, considerando los mamíferos y las aves, que habrían sido aprovechados con seguridad, debido a que presentan atributos vinculados a la actividad antrópica (huellas y/o alteraciones térmicas). Por otra parte, si dentro de este conteo se incluye al macrotaxón de los peces, el número se incrementa aún más, ya que se observaron diez especies en los diferentes registros, entre las cuales las más representadas corresponden a bagres (Pimelodus albicans y Pimelodus maculatus) y armado (Pterodoras granulosus). La composición de los conjuntos permite realizar inferencias basadas en la abundancia y presencia/ausencia de ciertos taxa. En tal sentido, la variabilidad de especies presentes indica un predominio de peces en los sitios insulares, mientras que los sitios del borde occidental de la llanura aluvial reflejan un mayor aprovechamiento de mamíferos. De todos modos, en ambos casos se estaría optando por estrategias que reducen o minimizan el riesgo al incluir presas de baja jerarquía (coipo, dasipódidos, peces) en la dieta (Sartori 2013).

Metodología El análisis que se realiza en este trabajo es de escala regional, ya que abarca distintos sectores de la provincia de Santa Fe. Para este fueron relevados los datos provenientes de trece conjuntos provenientes de doce yacimientos arqueológicos localizados en diferentes zonas. La definición de cada conjunto fue establecida en función de la información que se encuentra publicada por los autores que realizaron los análisis para cada muestra, considerándose como requisito que estas se compongan de más de cien especímenes. Para el análisis se descartaron los especímenes no identificados (Número de especímenes indeterminados-NUSP) (Lyman 2008) o indeterminados y se agruparon los taxa en nueve categorías amplias. Para el estudio de las arqueofaunas se consideró sólo al macrotaxón vertebrados; siendo excluidos para los fines de este trabajo aquellos restos que pertenecen a la categoría de invertebrados. En la tabla 2 se enumeran el Número de especímenes identificados por taxón (NISP) de cada conjunto, los índices de abundancia calculados (IA), las fuentes bibliográficas de referencia y el fechado radiocarbónico para cada uno.


1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Fuente: los autores.

CA BP Cbin PM1 LL RSC FP LT PB BG 0,28 0,77 0,41 0,18

980

I.A. 0,84 0,24 0,14 0,53 0,06 0,26 0,33 0,98 0,69 0,95 0,36 0 3284 0 2872 0,50 9884

I.A. 0,11 0,39 0,23 0,05 0,49 0,40 0,08 0,02 0,14 0,01 74

NISP 336 435 28 63 2412 1 16 7 3 9

Camelidae

Aves

Dasipódidos

Reptiles

Carnívoros

0,02

17

0,005

0

0

457 143 850

126

0,11 0,02 0,02

0,04

0 5 632

0

0 0,00 0,011

0

7 133 158

2

0,002 0,02 0,003

0,001

I.A. NISP I.A. NISP I.A. NISP I.A. NISP I.A. NISP I.A. 0,01 0 0 149 0,01 0 0 137 0,01 1 0 0,15 0 0 435 0,15 0 0 231 0,08 0 0 0,08 0 0 0 0 15 0,04 10 0,03 3 0,01 0,04 73 0,05 34 0,02 0 0 220 0,14 0 0 0,43 18 0,00 23 0,00 50 0,01 27 0,00 10 0,002 0,01 5 0,03 0 0 2 0,01 0 0 2 0,01 0,01 0 0 0 0 56 0,02 0 0 0 0 0,002 0 0 5 0,001 0 0 0 0 0 0 0,01 0 0 12 0,02 1 0,002 2 0,004 0 0 0,03 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0

Cérvidos

361 0,09 1 0,000 95 0,02 34 0,01 330 0,05 27 0,00 3150 0,44 421 0,06 8836 0,16 3412 0,06 3359 0,06 1113 0,02

1028 0,30

NISP 2620 1163 79 78 2752 71 220 54 76 4

Roedores

M E R I D I A N O S

Mamm. Indet. NISP I.A. 548 0,02 0 0 154 0,46 265 0,17 0 0,00 52 0,29 1636 0,57 17 0,005 76 0,14 0 0

Peces

NISP 20094 698 Chaco 48 Húmedo 824 321 46 959 Espinal 3362 375 Pampa y 272 Delta del Pman 11 1229 Paraná LED 12 0 Pampa LEDSup 13 0 TOTAL 28228

Abreviatura N° Ecoregión

Tabla 2. Datos zooarqueológicos de sitios de la Provincia de Santa Fe, considerados por ecorregión, NISP por taxones analizados, índices de abundancia calculados y referencias bibliográficas

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Metodológicamente, para poder generar un análisis que contribuyera a evaluar tendencias en términos espaciales se realizó la agregación de categorías taxonómicas, las cuales quedaron englobadas bajo el nivel de Familia o incluso Clase (siguiendo la propuesta de Lyman 2003). Una vez realizado esto se procedió a georreferenciar los sitios de los cuales procedían los conjuntos faunísticos y conformar nuevos conjuntos por medio del agrupamiento de nueve taxa en nuevas categorías (Peces, Roedores, Mammalia Indeterminados, Cérvidos, Reptiles, Aves, Dasipodidae, Camelidae, Carnivoridae). De ellos se calcularon los índices de abundancia (IA) siguiendo lo propuesto por Lyman (2003), para lo cual se empleó la siguiente fórmula: ∑NISPpeces ∑NISPpeces+∑NISPaves+∑NISPMammIndet+∑NISProedores+∑NISPdasipódidos+∑NISPreptiles+∑NISPCamelidae ( +∑NISPcérvidos+∑NISPCarnivoridae) Entre los muchos dispositivos analíticos incorporados en un programa SIG, podemos encontrar la geoestadística, un conjunto de herramientas que pueden ser utilizadas para múltiples usos. Nosotros lo utilizamos para conocer mejor la variación espacial de datos zooarqueológicos, por medio de predicciones fiables de atributos muestreados en ubicaciones no muestreadas. Es decir, tomamos los datos zooarqueológicos de ubicaciones puntuales y obtenemos predicciones o probabilidades para sectores del espacio del cual no tenemos datos. Este procedimiento se denomina Interpolación, que es la estimación del valor de una variable en una ubicación no medida con los valores observados en los alrededores. Por medio de la interpolación construimos nuevos datos a partir de un conjunto discreto de puntos de datos conocidos (las arqueofaunas de los sitios analizados). Mediante el programa ArcGIS 10.1 se generaron mapas en formato raster, denominados Bonescapes, según el procedimiento de Santiago y Vázquez (2013), derivado de Isoscapes: Isotopic Landscapes (sensu West et al. 2010). Estos mapas raster se realizaron por medio de interpolación de datos, con el procedimiento ordinario, llamado Ponderación de las distancias inversas (IDW, por su sigla en inglés). Finalmente se procedió a recortar los mapas raster (estos mapas son superficies continuas, donde cada pixel contiene un dato numérico; en el caso de los Bonescapes, los datos son los valores derivados de los índices de abundancia) con un mapa vectorial de la provincia de Santa Fe. La generación de Bonescapes con datos zooarqueológicos nos permite modelar el uso espacial de los recursos. Estos mapas pueden ayudarnos a interpretar patrones espaciales en el aprovechamiento humano de los animales en toda la provincia de Santa Fe, así como generar nuevos paisajes óseos, con la incorporación de datos de zonas vecinas. Debe tenerse en cuenta que la información faunística para la planicie de inundación del Paraná en la provincia de Santa Fe es amplia, aunque el nivel de análisis con que se han tratado los diferentes conjuntos es heterogéneo, con lo cual resulta un desafío poder realizar comparaciones de grano fino o análisis integradores. Por lo expuesto, y acorde a los objetivos del presente trabajo, se decidió realizar el análisis sobre la base del NISP, lo cual permitirá incluir una mayor cantidad de datos. No obstante, se es consciente de las dificultades de derivar directamente de estos valores patrones de subsistencia, pero se considera que el NISP es la única medida de abundancia taxonómica disponible


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Resultados De los trece conjuntos analizados, cinco (sitios CA, BP, CBin, PM1, LL, de la tabla 1 y figura 1) corresponden a sitios emplazados en el sector CHH; cuatro, al sector ESP (sitios RSC, FP, LT, PB); dos, a PDP (BG, PMan), y dos, a la PAM (sitio LED con dos conjuntos). Los taxa representados se distribuyen en un total de diecinueve especies –considerando a los peces como macrotaxón–, que fueron agrupadas en nueve categorías (ver la tabla 3). Estas han sido establecidas en función de que, en la mayoría de los casos, su presencia en el registro se debe a agentes antrópicos. Todos los conjuntos sumaron un total de 56.472 restos faunísticos, pertenecientes al macrotaxón vertebrados; encontrándose constituido el conjunto más pequeño por 179 restos, y el mayor, por 23.885. Considerando el total de los conjuntos desde categorías taxonómicas amplias, se observa que los peces constituyen, en promedio para toda las ecorregiones, el 49,5%, mientras que los mamíferos representan el 47,5%, y las aves y los reptiles sumados, el 3% restante. Cabe señalar que las cuatro primeras categorías de la tabla 3 (Peces, Roedores, Mammalia Indet. y Cérvidos) representan el 88% de los restos faunísticos de todas las ecorregiones de la provincia de Santa Fe.

111 M E R I D I A N O S

en la gran mayoría de los análisis, y cuyo cálculo es unívoco, lo cual resulta adecuado para fines comparativos (Grayson 1984; Lyman 1994; 2003; 2008). Además, el NISP tiene más ventajas a la hora de realizar comparaciones, tales como las que planteamos en el presente trabajo, que desventajas. Es por ello que consideramos al NISP como una medida robusta en sí misma y óptima para poder realizar este tipo de comparaciones intersitio a nivel regional, ya que otras medidas zooarqueológicas tradicionales (Número mínimo de elementos-MNE y Número mínimo de individuos-MNI) acarrean mayores diferencias a la hora de calcularlas (Grayson 1984; Lyman 1994; Grayson y Frey 2004). Por otra parte, los aspectos culturales, tafonómicos y metodológicos que deben haber influido en la representación de los taxa de los conjuntos se desdibujan a la hora de hacer análisis de grano grueso. Lo que cabe mencionar es que, en mayor o en menor grado, en los distintos sitios incluidos en este trabajo se han realizado análisis tafonómicos por los equipos de trabajo de cada uno de ellos. En aquellos sitios en los que se encuentran realizados en mayor detalle los análisis tafonómicos, los resultados reflejan que no hay agentes que afecten de manera intensa el registro arqueofaunístico (Cornaglia 2009; Pérez Jimeno 2007; Santiago 2012; Sartori 2013; Sartori y Pérez Jimeno 2012; Sartori y Colasurdo 2011). Por otro lado, en lo que refiere a los posibles sesgos generados por diferentes métodos de recuperación, cabe señalar que las técnicas empleadas son prácticamente uniformes, ya que, en todos los casos, los sitios se excavaron por unidades artificiales, tridimensionando los materiales y utilizando zaranda de mayas finas (0,5 cm a muy finas, 0,1 cm). Esto ha permitido la recuperación de elementos muy pequeños, correspondientes generalmente a peces o roedores. Por lo expuesto, no se considera que haya fuentes de variabilidad tan significativas como para que no se pueda realizar el presente análisis.


112

4742

1501

0

7056

3742

11320

0

0,401

0,672

21985 0,640

34354

6156

980

1781

967

0,544

0,262

0,252

0,028

691

1032

421

6692

0,061

0,276

0,060

0,195

NISP Peces Mamm. Indet. Roedores TOTAL NISP I.A. NISP I.A. NISP I.A.

Fuente: los autores.

Chaco Húmedo (CHH) Espinal (ESP) Pampa y Delta del Paraná (PDP) Pampa (PAM)

Sector

28

83

27 18

5

91

0,005

0,001

0,003

Camelidae NISP I.A.

0,002 3245 0,287

0,022

0,004

3274 0,095

Cérvidos NISP I.A.

455

0

17

641

0,040

0

0,002

0,019

Aves NISP I.A.

600

126

59

65

0,053

0,034

0,008

0,002

5

0

2

625

0,000

0

0,000

0,018

140

2

2

14

0,012

0,001

0,000

0,000

Dasipódidos Reptiles Carnívoros NISP I.A. NISP I.A. NISP I.A.

Tabla 3. Datos zooarqueológicos recalculados por ecorregión. NISP total, NISP por taxones analizados e índices de abundancia recalculados

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El espacio y los recursos: el análisis arqueofaunístico mediante SIG en los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe Julieta Sartori, Fernando Santiago y María Belén Colasurdo

Figura 3. Mapa de distribución de los valores por sitio del índice de abundancia de peces. Se indican el NISP total de este conjunto y el Bonescape generado para este taxón

Fuente: los autores.

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Si se observa la composición de cada sector, tenemos que en la zona del CHH, los cinco sitios presentan un total de 34.354 especímenes, con una media de 6.870, mientras que la mediana es de 2.962, y es la que exhibe mayor robustez en sus muestras (tabla 3). Esta zona es la que refleja una mayor abundancia de Cérvidos, Roedores, Aves y Reptiles. El sector ESP presenta NISP más bajos en sus registros, para un total de 7.056, una media de 1.764 y una mediana de 1.716. La zona PDP presenta en sus dos conjuntos un total de 3.742, y por último, la zona PAM presenta un total de 11.320, concentrados en un solo sitio con un conjunto de estratigrafía y otro de superficie. Describiendo cada uno de los recursos, los peces están presentes en once sitios, y en su conjunto constituyen el recurso mejor representado en términos de NISP (N=28228). Cabe señalar que en el sitio ubicado en el sector pampeano, estos se encuentran ausentes. Si nos detenemos en su abundancia a lo largo de la planicie de inundación del Paraná, pueden observarse algunas diferencias. En tal sentido, las representaciones más robustas se observan en sentido decreciente Sur (PDP)-Norte (CHH) (ver la figura 3). Este aspecto concuerda con las proporciones en la presencia de los otros dos recursos que habrían sido centrales para la subsistencia: los roedores y los cérvidos, en esta zona. Es decir que se observa una tendencia inversamente proporcional entre los peces y los demás recursos presentes. Si se atiende a cada ambiente específico, el caso del CHH representa el 77% (N=21985) de todos los restos asignados a peces; siendo destacable el sitio Cerro Aguará, con un NISP de 20.094. Además, en la zona de la planicie de inundación del Paraná (tanto en el CHH como en el ESP), los peces cobran gran importancia, superando en los sitios insulares el 50% de los NISP de los conjuntos.


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En el sector del ESP se produce un incremento de la abundancia de los peces (IA=0,67), y, además, hacia el interior de esta zona fue detectada una diferencia entre la composición de los conjuntos insulares vs. aquellos que corresponden a los sitios localizados en la zona continental. Tal variación refiere al predominio de los mamíferos en la zona continental, mientras que en el sector insular el predominio es de los peces. Este patrón se observa también en el sector CHH, en el que, sin embargo, la disminución de los peces (IA=0,64) va acompañada de un notable incremento en los cérvidos, roedores y aves. Más allá de esto, es precisamente en el CHH donde se encuentra el sitio Cerro Aguará, en el cual se ha registrado la mayor cantidad de especies de peces identificadas (N=23) (Musali, Feuillet y Sartori 2013), mientras que en otras zonas de la planicie de inundación se registran en todos los conjuntos entre cinco y once taxa pertenecientes al macrotaxón peces. Figura 4. Mapa de distribución de los valores por sitio del índice de abundancia de Rodentia. Se indican el NISP total de este conjunto y el Bonescape generado para este taxón

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Fuente: los autores.

Los roedores (N=8836) constituyen, conjuntamente con los peces, el otro recurso ampliamente representado en toda la provincia (ver la figura 4). Sus restos aportan el 15,5% dentro del NISP general para todas las ecorregiones, y si se tiene en cuenta que los mamíferos identificados a nivel de orden-familia en su conjunto constituyen sólo el 29,2% del NISP, puede observarse la gran importancia de estos


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recursos en la dieta de los cazadores-recolectores. La distribución espacial de los roedores como categoría amplia abarca todas las ecorregiones, hallándose presentes en el 100% de los sitios, aunque un notable incremento en su abundancia se observa en los sectores PDP (IA=0,27) y CHH (IA=0,19). En el sector pampeano se registran los NISP más bajos para esta Familia, presentando los índices de abundancia un valor de 0,06, ya que el recurso preponderante es el guanaco. Los cérvidos, como categoría amplia, se encuentran en todos los sitios de los cuatro sectores, pero, a diferencia de los otros dos recursos más abundantes, presentan una acentuada disminución en términos de NISP (N=3412). Dentro del total de especímenes, esta categoría representa sólo el 3%, lo cual refleja valores sustancialmente más bajos que los de peces y roedores. El incremento en el índice de abundancia de los cérvidos se produce en sentido Sur-Norte (ver la figura 5), presentando los registros de la zona CHH el 70% de los elementos identificados para alguna de las tres especies que se registran en dicha zona. La representación aumenta crecientemente en los conjuntos del CHH, mientras que disminuye hacia el sur en el ESP, PDP, y sobre todo en la PAM.

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Figura 5. Mapa de distribución de los valores por sitio del índice de abundancia de Cervidae. Se indican el NISP total de este conjunto y el Bonescape generado para este taxón

Fuente: los autores.


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En cuanto a Lama sp., este taxa se encuentra presente en sólo 33% de los sitios, y el NISP es sustancialmente diferente entre los sitios del CHH, ESP y PDP –que en total suman 78 restos–, mientras que en PAM se encuentra representado por 3.245 especímenes (ver la figura 5). Entre los demás mamíferos que presentan bajas frecuencias se encuentran los dasipódidos (N=850), los cuales se hallan representados en depósitos de los tres sectores, aunque su abundancia refleja un patrón espacial diferencial para los conjuntos de los sectores CHH, ESP, PDP y PAM. Los dasipódidos están presentes en un 33% de los conjuntos y se distribuyen en cuatro especies identificadas. Su presencia es mayor en los sitios ubicados en los sectores PAM (IA=0,05) y PDP (IA=0,03), mientras que en el CHH y ESP, los IA son menores a 0,009 (ver la figura 6). Para el caso de los carnívoros (N=158), si bien se encuentran presentes en seis sitios, el 88% de los restos pertenecen al sector PAM. Cabe señalar que, entre las diferentes especies que se ven representadas, no todas poseen indicios de haber sido aprovechadas, mientras que en el caso de los dasipódidos, su presencia suele estar asociada a su aprovechamiento humano. Figura 6. Mapa de distribución de los valores por sitio del índice de abundancia de Camelidae. Se indican el NISP total de este conjunto y el Bonescape generado para este taxón 116

Fuente: los autores.


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Las aves (N=1113), al igual que los roedores y los cérvidos, presentan mayor abundancia en el sector CHH, decreciendo en sentido Norte-Sur, aunque se observa un incremento en el sector suroeste (ver la figura 7). Como macrotaxón, su presencia se registra en un 41% de los sitios, y no han sido identificadas a niveles específicos en la mayoría de los casos –a excepción de Rhea americana–, debido a la amplia variabilidad específica de toda la zona y la falta de colecciones de referencia. Figura 7. Mapa de distribución de los valores por sitio del índice de abundancia de Aves. Se indican el NISP total de este conjunto y el Bonescape generado para este taxón

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Fuente: los autores.

Por último, los reptiles (N=632) presentan una mayor abundancia en el sector CHH (IA=0,018), decreciendo significativamente sus IA en sentido Norte-Sur (ver la figura 8). Este hecho se ve reflejado también en que la zona del sector CHH posee el 84% de los restos asignados a esta Clase.


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Figura 8. Mapa de distribución de los valores por sitio del índice de abundancia de Reptilidae. Se indican el NISP total de este conjunto y el Bonescape generado para este taxón

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Fuente: los autores.

El sector que posee mayor cantidad de NTAXA, en promedio (sin considerar la variabilidad del macrotaxón peces), es el CHH de la planicie de inundación, con un 11,1; en tanto que el sector ESP (con 7,8) y el PAM (5)2 presentan valores más bajos. El cálculo de la moda –realizada considerando los valores por sitio y por zona–, que refleja la mayor recurrencia en los valores de riqueza específica para cada sector, es de 9 para CHH, de 8 para el ESP, mientras que el PAM sólo se compone de una muestra. Estos valores son coincidentes con la variabilidad faunística que es intrínseca a cada una de las ecorregiones de la provincia de Santa Fe, en donde el Chaco Húmedo se destaca por su mayor riqueza.

Discusión Considerando que la provincia de Santa Fe posee una riqueza en la biodiversidad que se incrementa en sentido Sur-Norte y Oeste-Este, las características ambientales que posee cada una de las zonas en las cuales se emplazan los sitios tornarían esperable que haya diferencias en la preponderancia de los recursos explotados en cada 2

Para el cálculo del NTAXA sólo fueron tenidas en cuenta aquellas especies que presentaron evidencias de acción antrópica; por las características del sitio LED y de las muestras estudiadas, no se quiso sobrerrepresentar el número de especies identificadas, ya que el ingreso al registro de algunos taxa podría ser por causas naturales (ver Cornaglia 2014).


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sector. Es decir que, más allá de las variaciones en la composición de cada conjunto en particular, la expectativa es que se observen tendencias en cada sector, que irían de la mano de la oferta faunística. Se consideró que para realizar un análisis en términos espaciales, el GIS constituye una herramienta versátil que hace posible visualizar tendencias en cada una de las zonas analizadas, permitiendo compararlas entre sí. Los resultados expresados en el apartado anterior posibilitaron observar recurrencias en cuanto a las categorías taxonómicas amplias que dominan los conjuntos en cada ecorregión. Si bien esto es sumamente útil para la discusión de los recursos que habrían tenido un rol central en la subsistencia de los grupos cazadores-recolectores de la región, debe hacerse una consideración al respecto. Dado que las categorías de análisis engloban diferentes taxa, un análisis de grano más fino hacia el interior de cada ecorregión se torna necesario, ya que existen variaciones que reflejan la explotación puntual de ciertas especies, en detrimento de otras. Tal situación se encuentra estrechamente vinculada con la estructura del ambiente y con los requerimientos ecológicos que poseen las distintas especies que constituyeron la base principal de la subsistencia. En lo que respecta a los peces, en sitios del CHH, ESP y PDP, los bagres (Pimelodella laticeps, Pimelodus maculatus y Pimelodus albicans) y otras de las especies identificadas en los diferentes conjuntos (como vieja del agua, cascarudo y torito) tienen mayor presencia dentro de los NISP% de las muestras (Musali, Feuillet y Sartori 2013; Sartori 2013). Si se tiene en cuenta el hábitat de tales especies, puede deducirse que estas habrían sido capturadas en aguas poco profundas y vegetadas. Además, algunas de ellas suelen habitar ambientes lénticos y lóticos, lo cual coincide con las características del emplazamiento de los distintos sitios insulares (Musali, Feuillet y Sartori 2013; Sartori 2013). Cabe destacar que en la PAM, los peces se encuentran totalmente ausentes, y al respecto es interesante que en las prospecciones realizadas por Ceruti en sistemas lagunares del sudoeste santafesino tampoco se registran restos de este macrotaxón, pese a que todos los sitios se encuentran cercanos a cursos de agua o lagunas (Ceruti 1987; Cornaglia 2013; 2014). Los roedores son el segundo recurso más explotado en términos de NISP y se hallan en todos los sitios, aunque cabe señalar que entre las especies potencialmente consumibles, y con evidencia de haberlo sido, se registran diferencias. El coipo presenta la distribución más homogénea, encontrándose en casi todos los conjuntos, a excepción de PAM. En los sitios localizados en el CHH, ESP y PDP se halla representado por una amplia cantidad de restos (N=4186), mientras que para el carpincho, si bien se halla en un 75% de los conjuntos, los NISP son sustancialmente más bajos (N=496), lo cual refleja una baja explotación de este roedor, que supera ampliamente en porte al coipo. Su bajo NISP y su menor presencia en los sitios han llevado a considerar alguna restricción en su aprovechamiento, sobre todo para la zona del Paraná inferior y Delta (Acosta 2005; Feuillet 2002). No obstante, para la zona media, Sartori (2013) propone que las variaciones en su representación podrían estar dadas en términos espaciales, ya que este animal se encuentra mejor representado en los sitios


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insulares, decreciendo su abundancia en la zona continental. En tanto que en la zona más al norte, Pérez Jimeno (2007) y Santiago (2002) concluyen que este gran roedor constituiría parte de la dieta de los grupos cazadores-recolectores-pescadores. Este hecho se ve avalado también con los datos de crónicas y estudios etnográficos entre grupos indígenas del Gran Chaco que registran el consumo de esta especie. Cabe señalar que, a diferencia de lo que ocurre en los sectores CHH, ESP y PDP, en la PAM la oferta de roedores potencialmente consumibles es más baja, y esto se evidencia también en la baja explotación de estos taxa en sitios que están alejados de la influencia de la ecorregión del Delta e Islas del Paraná. En cuanto a las tres especies de cérvidos identificadas, en todos los conjuntos se registra alguna de ellas, aunque existen diferencias entre las especies más abundantes. La especie de mayor porte –ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus)– es la que predomina en todo el centro-este santafesino (hallándose presente en un 75% de los sitios), mientras que en los sitios que se encuentran hacia el interior y en PAM, esta se halla ausente. Le sigue en abundancia el venado de las pampas (Ozotoceros bezoarticus, N=788), que es la segunda especie de mayor tamaño, la cual posee una menor representación, hallándose presente en un 66% de los conjuntos. Por último, Mazama gouazoubira es el cérvido más pequeño, y sólo se halla representada en un 16% de los conjuntos analizados, siendo estos un sitio del noreste y otro del sureste de la provincia de Santa Fe. Probablemente la preponderancia del ciervo de los pantanos responda a cuestiones espaciales que se vinculan con los requerimientos ecológicos de esta especie y de las otras dos que habitan la región en estudio. Es de destacar que no se encuentren presentes restos de ciervo en sectores alejados de zonas anegadas, lo que refleja que en los sectores pampeanos, los grupos humanos estarían explotando recursos locales (como Lama sp. y dasipódidos). Esta tendencia (que debe seguir siendo evaluada a medida que se estudien nuevos contextos pampeanos en la provincia) contrasta con lo que se observa en los sitios del CHH, ESP y PDP emplazados en zonas continentales ecotonales, en donde se encuentran presentes especies adaptadas a diferentes ambientes (tanto acuáticos como secos-abiertos). En cambio, Ozotoceros bezoarticus es un ciervo típico de ambientes llanos, abiertos, sin vegetación arbórea, con lo cual su presencia en algunos conjuntos reflejaría vínculos con la región Pampeana, próxima a la planicie de inundación del Paraná. En cambio, la presencia del ciervo de los pantanos refleja rangos de acción más acotados y vinculados al sector insular. Los camélidos, al igual que la presencia de O. bezoarticus, serían otros de los animales que reflejan contacto con zonas más secas y no anegadas. Al respecto es interesante señalar que las dos especies mencionadas se encuentran siempre asociadas: en todos los casos en que se presenta Lama sp. –que es la que más baja frecuencia presenta– se halla también el venado. Este recurso sería el preponderante en el sitio localizado en la región PAM. Por su parte, Rhea americana sólo se encuentra en un sitio al norte y en la PAM, en donde tiene una representación del NISP% que refleja cierta importancia económica.


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Conclusiones Este trabajo realiza la síntesis de la información arqueofaunística disponible para las distintas ecorregiones de la provincia de Santa Fe. Los estudios en esta zona se han incrementado en los últimos quince años, aunque se observa una desigual producción de información, ya que esta se centra casi exclusivamente en ambientes cercanos al río Paraná. Esto refleja la necesidad de continuar investigando los diferentes espacios de la región para comprender el particular uso del espacio y los recursos que se habrían realizado en este sector de Argentina durante el Holoceno tardío. Sólo a medida que se avance en el conocimiento a nivel de sitio podrán realizarse trabajos integradores que se basen en la información de grano fino ya generada. En toda la zona de la cuenca del Paraná hay una gran cantidad de especies disponibles, sin embargo, la mayor cantidad recae en los peces y en dos especies de roedores, ciervos y Lama sp. No obstante, hay variabilidad en la preponderancia de cada recurso, tanto en sentido Norte-Sur como Este-Oeste. Es decir que la explotación faunística va de la mano de la oferta en cada ecorregión, demostrando que es útil analizar la importancia de los recursos en función de su distribución espacial. Además se observa una especialización recurrente para el CHH, ESP y PDP, aunque si se mira con detenimiento cada uno de los sectores, se presentan casos en donde las aves, los reptiles o los dasipódidos habrían tenido cierta importancia económica.

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La preponderancia de los recursos en términos espaciales ha servido para establecer tendencias que se observan en sentido Norte-Sur, pero también Este-Oeste. En este último caso (si se tiene como referencia el NISP% de los peces, que mantienen una relación inversamente proporcional con los mamíferos –que son la otra clase más representada–) se evidencia que los taxa más representados en espacios insulares son los peces, siguiéndoles en abundancia los roedores y luego los ciervos (y exclusivamente, el ciervo de los pantanos), en los sitios del CHH, ESP y PDP. En este sentido, en los sitos emplazados en los espacios continentales, en cambio, los peces no superan el 50% del NISP de los conjuntos, viéndose más representados los mamíferos, entre cuyas especies se hallan aquellas típicas de ambientes más abiertos y secos. Una mayor diferencia se observa en la PAM, en donde los peces se encuentran ausentes, y Lama sp. posee gran importancia en términos de NISP%. En síntesis, puede considerarse que en el CHH, ESP y PDP, los peces, los roedores y el ciervo de los pantanos habrían tenido un rol preponderante para la dieta-subsistencia de los grupos humanos de la zona. Esto refleja circuitos de explotación vinculados al ambiente ribereño, en tanto que en ciertos sectores (los sitios emplazados en el sector continental) se registra el contacto con recursos propios de la región pampeana. No obstante esto, en la mayoría de los sitios, cuando los peces disminuyen, aumentan los roedores, los cérvidos, y en algunos casos –en la zona norte, fundamentalmente– se produce una mayor diversidad entre los taxa, registrándose, por ejemplo, un incremento en los reptiles y aves.


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La implementación de GIS a escala regional posibilitó evaluar la variabilidad en la explotación faunística en la provincia de Santa Fe, la cual habría estado basada –en términos generales– en las mismas especies en los sectores norte y sur de la provincia de Santa Fe, mientras que en sentido Este-Oeste se produce una variación en la mayor presencia y dominancia de especies pampeanas.

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Iconografías y representaciones del jaguar en Colombia: de la permanencia simbólica a la conservación biológica | 131-152 Cristina Gómez Garcia-Reyes y Esteban Payán Garrido

“Yo soy jaguar”. Una lectura cruzada entre la filosofía y la antropología sobre los enunciados con contenido animal en las comunidades Inga y Kamëntsa | 153-170 Jennifer Andrea Rivera Zambrano



Iconografías y representaciones del jaguar en Colombia: de la permanencia simbólica a la conservación biológica* Cristina Gómez Garcia-Reyes** Panthera, Unidad de Parques Nacionales Naturales de Colombia Esteban Payán Garrido*** Panthera, Colombia Como citar este artículo: Gómez Garcia-Reyes, Cristina y Esteban Payán Garrido. 2017. “Iconografías y representaciones del jaguar en Colombia: de la permanencia simbólica a la conservación biológica”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 131-152. Doi: https://dx.doi. org/10.7440/antipoda28.2017.06 Artículo recibido: 15 de octubre de 2016; aceptado: 6 de marzo de 2017; modificado: 28 de marzo de 2017

*

Los autores quisieran reconocer el apoyo financiero de LCAOF, Bobolink Foundation, USFWS, Consejo de Amigos de Panthera, y de Ross Beaty y de la Fundación Sitka.

** Maestra en Conservación y Desarrollo Rural del Durrell Institute of Conservation and Ecology (DICE), Reino Unido. Antropóloga, Universidad de los Andes. Profesional especializado de la Subdirección y Manejo de Áreas Protegidas de la Unidad de Parques Nacionales Naturales de Colombia. *cristina.gomez@parquesnacionales.gov.co *** Doctor por University College London, y el Zoological Society of London, Reino Unido. Director regional para Suramérica de Panthera. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “Achieving Sustainable Development in Rural Areas in Colombia: Future Scenarios for Biodiversity Conservation Under Land Use Change”. Land Use Policy 59 :27-37, 2016. Doi: doi.org/10.1016/j.landusepol.2016.08.017. Coautor en “Jaguar Densities across Human-dominated Landscapes in Colombia: the Contribution of Unprotected Areas to Long Term Conservation”. PLoS ONE 11 (5): 1-14, 2016. Doi:10.1371/journal.pone.0153973 *epayan@panthera.org

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Resumen: La figura del jaguar (Panthera onca), como principal representante de “lo felino” en América, ha sido protagonista en todas las áreas de expresión étnica a lo largo del continente. Las sociedades se han servido históricamente de iconografías felinas como medios metafóricos para expresar cualidades humanas y simbolizar relaciones sociales. Hoy en día se percibe una relación distinta entre humanos y felinos. El jaguar es actualmente valorado por su función ecológica como especie focal, y como símbolo de conservación de la biodiversidad por académicos y el público en general. Por otro lado, existen un rechazo y una percepción negativa de los habitantes rurales y productores agropecuarios que comparten sus tierras con jaguares, que deriva de la competencia por recursos y hábitats, así como de un miedo heredado sobre su peligrosidad. El presente texto busca rescatar antiguas formas de valoración de lo felino en lo que hoy es el territorio colombiano, y atraer la atención sobre aquellos simbolismos que en el contexto presente podrían cobrar relevancia frente al proceso de metavalorización de la especie, y constituirse en un aporte para su conservación. Se hace


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 131-152 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.06

un llamado a la convivencia entre humanos y jaguares, recalcando que, en una eventual extinción del jaguar, no sólo se perdería su función ecológica sino la relación metonímica que ha enriquecido y enraizado a las culturas del territorio colombiano por milenios. Palabras clave: Conservación, cultura material (Thesaurus); conflicto felinos-humanos, especie focal, Panthera onca (palabras clave de los autores). Iconographies and Representations of the Jaguar in Colombia: from Symbolic Permanence to Biological Conservation

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Abstract: The figure of the jaguar (Panthera onca), as the main representative of “the feline” in America, has played a leading role in all the areas of ethnic expression throughout the continent. Its societies have traditionally made use of feline iconographies as metaphorical means to express human qualities and symbolize social relations. Nowadays, a different relation between humans and felines is seen. The jaguar is currently esteemed for its ecological role as a focal species and a symbol for the conservation of biodiversity by academics and the general public. By contrast, rural inhabitants, farmers and cattle-ranchers whose lands are inhabited by jaguars have a negative view towards them. These attitudes derive from competition for resources, territories and an inherited fear to these large wild cats. This study thus seeks to remark ancient forms of valuing jaguars in what is now Colombia and highlight these ancient symbolisms, which in the current context may be relevant to the process of the meta-valuation of the species, and thus serve as contribution to conservation. This is a call for a peaceful co-existence of humans and jaguars, emphasizing that, if the jaguar were eventually to become extinct, we would not only lose its ecological role but also the metonymic relationship which has enriched the cultures of the territory of Colombia for millennia. Keywords: Conservation, material culture (Thesaurus); focal species, humanjaguar conflict, Panthera onca (authors´ keywords). Iconografias e representações da onça-pintada na Colômbia: da permanência simbólica à conservação biológica Resumo: a figura da onça-pintada (Panthera onca), como principal representante do “felino” na América, tem sido protagonista em todas as áreas de expressão étnica ao longo do continente. As sociedades vêm sendo servidas historicamente de iconografias felinas como meios metafóricos para expressar qualidades humanas e simbolizar relações sociais. Hoje, percebe-se uma relação diferente entre humanos e felinos. A onça-pintada é atualmente valorizada por sua função ecológica como espécie focal e como símbolo de conservação da biodiversidade por acadêmicos e pelo público geral. Contrastam a rejeição e a percepção negativa dos habitantes rurais e produtores agropecuários que compartilham suas terras com jaguares. Essa correspondência encontra sua base na competição por recursos e hábitats bem como num medo herdado sobre o perigo que apresenta


Iconografías y representaciones del jaguar en Colombia: de la permanencia simbólica a la conservación biológica Cristina Gómez Garcia-Reyes y Esteban Payán Garrido

para os humanos. O presente texto procura, então, resgatar antigas formas de valorização do felino no que hoje é o território colombiano e atrair a atenção sobre aqueles simbolismos que, no contexto atual, poderiam ganhar relevância diante do processo de metavalorização da espécie e constituir-se numa contribuição para sua conservação. Faz-se um chamado à convivência entre humanos e onçaspintadas, salientando que, numa eventual extinção delas, não somente se perderia sua função ecológica, mas também a relação metonímica que tem enriquecido as culturas do território colombiano por milênios. Palavras-chave: conservação ambiental, cultura material (Thesaurus); conflito felinos-humanos, espécie focal, Panthera onca (palavras-chave dos autores).

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a figura del jaguar1 (Panthera onca), como principal representante de “lo felino” en América, ha sido protagonista en todas las áreas de expresión étnica a lo largo del continente. Además de hacer parte de la mitología y la filosofía indígenas, el jaguar se ha materializado como símbolo en diversos ámbitos de la cotidianidad. Ha sido fijado y moldeado en las utilerías y la cultura material; representado en rituales e imaginarios transubstanciales; narrado a través de historias y corporizado en prácticas cotidianas como la cacería. 1

La fotografía que abre este artículo es representativa de la relación humano-fauna que aquí se contempla. Nariguera Calima, Valle. Período Yotoco. 200 a.C. - 1300 d.C. 22,1 x 21,1 cm. Créditos: Colección Museo del Oro, Banco de la República, referencia O16637. Foto: Clark M. Rodríguez. Reproducida con permiso del Banco.


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Todo este conjunto de elementos y apariciones postula un universo con trazos de continuidad tanto cultural como geográfica que llamamos hoy América Latina. Colombia cumple un rol fundamental en esa continuidad, siendo espacio de conexión entre ambos extremos del continente. A la presencia del jaguar como figura simbólica en la escena étnica e histórica se suma su rol biológico en un escenario actual y cambiante de la ruralidad colombiana, donde se encuentran diversas expectativas sobre el territorio, y la dependencia sobre los recursos naturales deriva en nuevas tensiones y formas de convivencia. El presente texto parte de la premisa de que existe una relación íntima entre el humano y el felino en las culturas prehispánicas latinoamericanas. A partir de esto, se encamina a través de su iconografía y simbología, particularmente en Colombia, enfocando dicho territorio con un lente de contemporaneidad que busca revisar las nuevas interpretaciones de lo felino en el contexto presente, no necesariamente étnico, y desmitificar algunos elementos comunes que se atribuyen al “tigre”2 o jaguar, así como recuperar aquellos que se han visto desvanecidos en la dinámica actual. Con el advenimiento de la biología de la conservación, el jaguar ha adquirido nuevos valores y significados como especie vulnerable con necesidades de conservación (International Union for Conservation of Nature [IUCN]), como especie focal para la conservación a largo plazo (Thornton et al. 2016), como herramienta de conectividad genética de la biodiversidad latinoamericana (Rabinowitz y Zeller 2010) que asegura funciones ecológicas significativas para mantener el equilibrio del ecosistema (Terborgh et al. 2001), y como una especie que entra en conflicto con el hombre al depredar sus sistemas pecuarios (Castaño-Uribe et al. 2016). A continuación se relacionan los elementos que revelan una aguda valoración ancestral de la especie en el territorio colombiano, valoración que se sugiere como referente importante para la protección de la especie, actualmente expuesta a la persecución y destrucción de su hábitat. Estas tensiones contemporáneas parecen diferir de los valores culturales ancestrales respecto al universo de los felinos, en especial del jaguar. Un recorrido por sus formas de representación como expresión de los valores que se atribuían a esta especie, y por la relación metonímica con esta, permitirá hacer visible un sistema simbólico que pudo ser determinante en la convivencia de las poblaciones humanas con las poblaciones de jaguar –y de felinos–, y que podrá así mismo influir sobre nuevos esquemas de valoración dentro de las actuales estrategias de conservación y/o propuestas de desarrollo rural.

Simbologías, mitologías y rituales felinos Las sociedades se han servido históricamente de iconografías felinas como medios metafóricos y metonímicos para expresar cualidades humanas y simbolizar relaciones sociales, convergiendo generalmente en escenarios relacionados con expresiones 2

“Tigre” se usa de manera común en varias regiones del país para referirse al jaguar. Es un término heredado desde la Colonia, cuando los exploradores europeos relacionaron al jaguar (Panthera onca) con el tigre (Panthera tigris) del “Viejo Mundo” (Hoogesteijn y Mondolfi 1992).


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El puma o el ocelote es nymy (neme) en muisca. Uno de los últimos caudillos de Bogotá fue Nemequeque “hueso de puma” (Reichel-Dolmatoff 1978a).

4 Estos nombres de ancestros míticos o de antiguos sacerdotes son recurrentemente alusivos al concepto gente-jaguar: Namaku “señor jaguar”, Namsiku “homre-jaguar”, Namsaui “devorador jaguar” (Reichel-Dolmatoff 1978a).

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de poder dominante y la emergencia de un estatus social (Saunders 1998). El jaguar, en su medio natural, es el depredador por excelencia, un cazador preciso: el más fuerte de los carnívoros americanos. Es excelente trepador y nadador, de hábitos nocturnos. Transita libremente por todos los ámbitos del territorio, y las cualidades fisiológicas de su organismo regulan gran parte de su comportamiento social, reproductivo y territorial. Se le atribuye la imagen de guerrero, gobernante, guardián, portador de linaje y progenitor, entre otros caracteres que han sido exaltados de su condición biológica, envolviéndolo en asociaciones culturales y míticas, y convirtiéndolo en un símbolo influyente y ampliamente significante. Estas y otras características de dominancia han llevado a que, además de rendirle culto a través de la cultura material, el perfil del jaguar sea utilizado como factor de empoderamiento, convirtiéndose en imagen potenciadora de habilidades a través de la imitación de su apariencia (Arocha y Friedemann 1982). Además de su cercana relación simbólica con el control y el poder, el jaguar se metaforiza en el trueno, entendido en varias culturas como rugido felino y, por lo tanto, garante de la fertilidad y el bienestar del entorno natural (Arocha y Friedemann 1982; Legast 1998). El rugido –tan ronco, cavernoso, sonoro, grave, potente y rotundo como el trueno– simboliza la aproximación de las lluvias y, con ellas, la creciente corriente de ríos y lagunas, la germinación de las plantas y la atracción de herbívoros y sus depredadores. Se moldea así la figura del jaguar como animal cultural, cumpliendo también desde esta dimensión una función determinante en el control del equilibrio del ecosistema. En cuanto al campo de la antroponimia, se ha identificado una recurrencia de términos y especies de felinos en nombres y conceptos de las sociedades Muisca, Embera y Kogi. El puma y el ocelote aparecen en los nombres de caciques de sociedades andinas como la Muisca3. En los Embera del río Sinú se resalta imamá purrú o “jaguar rojo”, uno de los principales líderes de los años cincuenta (Pardo 1984). Entre los Kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta, el término jaguar o sus raíces se hallan también de manera frecuente en los nombres de sacerdotes, jefes míticos, personificaciones divinas y constelaciones de estrellas4. Además de estas expresiones en el lenguaje, la simbología felina ocupa sin duda un lugar privilegiado en la cultura material de las sociedades prehispánicas, en especial en figuras en cerámica, oro y piedra. A pesar de ser un símbolo de gran fuerza y recurrencia, la imagen del jaguar se vio considerablemente afectada por la aproximación reprobatoria de las misiones y por otras formas de condenación de lo indígena. Las constantes referencias al jaguar y las relaciones de las comunidades étnicas con esta imagen fueron frecuentemente señaladas como acto de brujería


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o atribuidas a un carácter diabólico (Taussig 2002). Esta correlación gravada tuvo como evidente consecuencia el soterramiento de las prácticas y las representaciones de lo felino en la cotidianidad de dichas poblaciones a lo largo del territorio colombiano. Se sucedieron ocultamientos, defunción simbólica y readecuaciones culturales que trasladaron las representaciones a una dimensión narrativa, donde fueron simbólicamente silenciadas, dejando vestigios de relaciones suspendidas u ocultas (Rocha 2010). A esto se sumaron la guaquería y el comercio de objetos precolombinos, que imposibilitaron trazar un camino continuo de reconocimiento de aquellas expresiones culturales. Sin embargo, la imagen del jaguar dentro del mundo indígena permaneció latente en actividades, rituales, comportamientos y procesos de empoderamiento (Tejeda 2010). Teniendo en cuenta estos antecedentes, es preciso hacer un breve recuento de los campos en los que elementos de lo felino, y específicamente del jaguar, se integran en las formas de expresión y representación de las sociedades que habitaron –y habitan– el territorio colombiano. La cerámica, el oro, la piedra, instrumentos musicales y otros objetos, mitologías y rituales, fueron la base de representaciones de hibridación y mimetismos de la relación humano-felino, elementos cosmogónicos fundamentales del área sociocultural que hoy es Colombia (Villegas y Villegas 2006; Gault 2012; Lleras 2015), y muestras tangibles de las formas de correspondencia y convivencia que se tejieron entre ambos sujetos.

La cerámica La incorporación de simbologías felinas en los oficios cerámicos encuentra dos de sus más sobresalientes expresiones en las culturas prehispánicas Calima5 y Tumaco-La Tolita6. En las representaciones de la cultura Calima priman figuras de rasgos felinos como la faz plana, orejas y ojos redondos, composición exagerada de la mandíbula, manchas oscuras, cuerpos decorados con triángulos incisos, y cola grande, peluda y volteada hacia arriba. Sumadas a esto, y aunque escasas, se encuentran también figuras que representan híbridos de animales: felino-serpiente, mico-felino y hombre-felino (Legast 1993). Para el caso de este último, las proporciones entre el mamífero y la figura humana no son naturales, lo cual sugiere, tal vez, a través de esta desproporción, una relación totémica7 con el mamífero, o su evocación como un alter ego, probablemente atada a las prácticas rituales de transformación del hombre en felino (Legast 1993). Para el caso de los objetos cerámicos de la cultura Tumaco, el jaguar es también motivo protagonista. Esta preponderancia de lo felino parece llegar a la Costa Pací5

Se ubica entre 1600 a. C. y 1500 d. C.en el Valle del Cauca, Colombia (Cardale de Schrimpff, Bray y Herrera 1989; Arango 1979).

6

Se ubica entre 600 a.C. y 500 d. C, a lo largo de 700 km del litoral Pacífico, en la frontera entre Colombia y Ecuador (Brezzi 2003).

7

Según Carl Gustav Jung (1995), los animales simbolizan el sí-mismo (self, en inglés), o sea la trascendencia, tanto en el ámbito individual como en el colectivo. El tótem representa el alma colectiva de la tribu o del clan. Los ritos de iniciación a los cuales son sometidos los jóvenes representan la identificación del individuo con el alma colectiva, simbolizada por el animal totémico.


Iconografías y representaciones del jaguar en Colombia: de la permanencia simbólica a la conservación biológica Cristina Gómez Garcia-Reyes y Esteban Payán Garrido

fica hacia el final del Período Formativo8, por conducto de los grandes centros ceremoniales de la vertiente andina oriental, como Chavín de Huántar, en Perú, y Cerro Narrio, en Ecuador, a su vez influidos por el culto al jaguar de la cultura Olmeca del golfo de México (Brezzi 2003).

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El Formativo se define como un período de larga duración, que inicia hacia el año 6000 AP, siguiendo al período Arcaico. La etapa formativa de Colombia se refiere a asentamientos estratégicos y una vida aldeana crecientemente sedentaria, y presenta un aumento de la población y la institucionalización de prácticas religiosas y políticas como elementos característicos de este período (Oyuela 1996; Reichel-Dolmatoff 1965; 1978b; 1997). En el Período Formativo se desarrollaron varias y diversas tradiciones culturales de sociedades agrícolas y, en especial, prácticas precerámicas o cerámicas tempranas (Aceituno y Rojas 2012).

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500 d. C. a 1000 d. C.

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El metal Los objetos en metal –particularmente en oro– de distintas culturas prehispánicas revelan también frecuentes representaciones zoomorfas y antropozoomorfas de rasgos felinos. Los productos de este oficio hallados en territorio colombiano se ostentan como unos de los más variados, elaborados y complejos de América, tanto desde el punto de vista tecnológico como iconográfico (Plazas 1998). La metalurgia se desarrolló a lo largo del territorio nacional, especialmente en las culturas de la zona Andina, en las vertientes del Pacífico, en la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía de San Lucas, y en el sur de los Llanos Orientales, donde se ubica la mayor parte de las minas auríferas del país (Bruhns 1994; Ingeominas 2016). Las muestras de las etapas tempranas de estas culturas se diferencian de aquellas de los períodos tardíos, que se caracterizaron por la elaboración de ajuares, collares, bastones, máscaras, narigueras, tocados de oro y un amplio conjunto de objetos suntuosos que evidencian la transformación hacia una sociedad más jerarquizada (Museo del Oro s. f.; Reichel-Dolmatoff 1978b). Algunas de las piezas notables de estas expresiones tardías son narigueras, en las que la imagen felina fue plasmada de manera recurrente. A estos diseños de placas colgantes que representan felinos con extremidades móviles y agujeros como las manchas de su piel se les atribuye un rol importante en rituales chamánicos, donde la corporización de seres animales era práctica frecuente (Sondereguer y Punta 2003). Además de su presencia en diversos ejemplares de la metalurgia Calima, lo felino aparece como figura emblemática en el arte orfebre de las culturas San Agustín, Malagana y Zenú, especialmente en objetos de carácter funerario, diademas y pectorales que nutrían las esferas de poder y el estatus social (Gutiérrez y Torres 2011). Las representaciones de la fauna en la cultura Zenú Temprana9, en particular los jaguares representados por orfebres, ceramistas y artesanos de la concha, se caracterizaron por mostrar actitudes apacibles, carentes de las expresiones agresivas comunes en las representaciones de otras culturas. Entre los Muiscas del altiplano cundiboyacense se desarrolló una orfebrería de tradición votiva, formada por centenares de objetos, ofrendas, adornos, tecnologías, formas e iconografías, donde la


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 131-152 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.06

figura felina es también constante (Plazas 1998). La orfebrería Tairona, y especialmente su período tardío, se caracterizó por la representación de tres animales que aún conservan su simbolismo para las comunidades étnicas de la Sierra Nevada de Santa Marta: el jaguar, asociado al oriente, sitio del sol naciente, representa la fuerza positiva de la existencia; la serpiente, dueña del oeste, donde muere el sol, es símbolo de oscuridad y muerte; y finalmente, el sapo, que se ubica en el centro, se asocia a la tierra de los hombres (Falchetti 1993).

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La piedra En las expresiones culturales sobre piedra, de las cuales San Agustín es un exponente remarcable, lo felino es también motivo predominante. Un inventario de la temática zoomorfa en San Agustín ubica al jaguar en el tope, seguido en prevalencia por la serpiente (López 1992). Entre los mitos asociados a esta cultura sobresale el del jaguar como representación de la suprema deidad solar, y estrechamente relacionado con la fecundidad y la fertilidad: “El mito del jaguar aparece vibrante en las formas escultóricas pétreas; nunca aislado, jamás de cuerpo entero, sino siempre simbolizado en la representación de personajes o deidades” (Arocha y Friedemann 1982, 51-52). El jaguar copulando o atacando a una mujer, el hombre con atributos felinos y el hombre-jaguar combinado con otras criaturas son motivos que se suman a criterios como la orientación de los objetos de acuerdo con sucesos cosmológicos (Reichel-Dolmatoff 1970), consolidándose en un sistema simbólico que se corresponde con el pensamiento chamánico (Páramo, James y Jiménez 2004). Las estatuas de San Agustín, imponentes y sobresalientes, no constituyen el único caso de tallados en piedra con simbología felina. De la cultura Tumaco-La Tolita se ha recuperado una serie de esculturas antropomorfas que llevan sobre el tocado o sobre la espalda una segunda figura, generalmente animal y comúnmente interpretada como alter ego (Fauria 1985). Los petroglifos hallados en la serranía de Chiribiquete constituyen otro caso ilustrativo del vínculo entre las sociedades prehispánicas y la simbología felina. Los abrigos rocosos de esta serranía, ubicada entre los departamentos de Guaviare y Caquetá, han sido objeto de rigurosos estudios, no sólo por su importancia dentro de un arsenal de significados y simbolismos en el contexto cultural nacional, sino por la antigüedad y resonancia de sus ilustraciones (Castaño-Uribe y Van der Hammen 1988; Castaño-Uribe 2005). El elemento jaguar es un común denominador temático a lo largo del tiempo dentro de las miles de representaciones gráficas en Chiribiquete (Castaño-Uribe 2012). Se encuentran también petroglifos con iconografías felinas en las serranías de la Macarena y La Lindosa (Botiva 1986; Urbina y Peña 2016) y a lo largo del río Caquetá, donde el jaguar, descrito como “cuadrúpedo saltador”, se despliega sobre las geoformas del escudo guayanés (Urbina 1994). El abrigo rocoso de la vereda Perico, en Caldas, constituye otro ejemplar de arte rupestre, donde, a pesar de las deterioradas evidencias, es posible notar la presencia de figuras antropozoomorfas, incluidos los motivos felinos.


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Instrumentos musicales y otros objetos La esfera musical es otro de los ámbitos donde las iconografías felinas se hicieron presentes. Los instrumentos fueron ciertamente objetos significativos durante el período prehispánico. Fabricados a partir de caracoles, conchas marinas, piedra, madera y cerámica, entre otros, los objetos musicales llegaron a ubicarse como bienes de poder y riqueza, dado que su fabricación suponía la formación de una mano de obra especializada y una demanda exigente en niveles de calidad (Gudemos 2009). Entre todos los instrumentos, fueron tal vez las trompetas y ocarinas las que representaron de manera más explícita las características felinas. Se encuentran, por ejemplo, amplios conjuntos de estos instrumentos en la cultura Mochica, o Moche, de la costa norte del Perú, en cuyos motivos y decoraciones prepondera la simbología felina. En cuanto instrumentos de guerra, a través de esta iconografía se propiciaba la victoria e integraba la naturaleza de lo felino, adquiriendo de ella la energía (Gudemos 2009). El instrumento transmitía entonces fuerza y poder, en un sentido mágico, cuando el rugido felino se proyectaba con el aliento del trompetero (Escobar 1985). Para el caso de Colombia se resaltan las ocarinas Tairona, Zenú y Quimbaya. Los bancos de chamanes son otro elemento de gran fuerza simbólica y significado cosmogónico que ha trascendido a lo largo de la historia. Llamados butacos o pensadores, estos objetos se sitúan hoy en día como elemento ritual y cotidiano en muchas de las comunidades étnicas del país. La primera descripción de un butaco amazónico se le atribuye al padre Cristóbal de Acuña, quien hacia 1641 relató que “por el de las Amazonas abaxo, […] hacen bancos forjados en forma de animales, con tanto primor, y tan acomodados para tener el cuerpo con descanso, que ni la comodidad ni el ingenio, los pudiera fingir mejores” (Pineda 1994, 16). Generalmente, su forma de fabricación puede variar de acuerdo con el área, la cultura y su función social y simbólica. En las extremidades de los butacos de los Makiritare y Ye’cuana del Alto Orinoco, por ejemplo, se encuentran figuras que representan al jaguar, aludiendo al proceso reiterativo de metamorfosis del chamán en jaguar (Pineda 1994). El banco es, para muchas sociedades, sinónimo de soporte, de fundamento de vida, “símbolo de estabilidad y sabiduría” (Reichel-Dolmatoff 1968, 83). Cronistas e investigadores han encontrado otro tipo de objetos, en su mayoría rituales, provenientes del cuerpo de un jaguar. En la mayor parte de los casos, estos han sido hallados en las comunidades amazónicas, que tienen una estrecha relación con esta especie en todas las esferas –rituales, laborales, mitológicas–. Se conocen cucharas fabricadas a partir de hueso de puma, instrumentos fabricados a partir del cráneo de tigre, tabacaleras hechas a partir de un hueso tubular o hueso de pata de jaguar, donde se guardan el rapé o el yopo, por citar algunos ejemplos (Reichel-Dolmatoff 1943, 475; 1978a, 54; Arocha y Friedemann 1982, 100). Para varias comunidades étnicas, el jaguar muerto transfiere su energía vital a partes de su cuerpo como los huesos, el cráneo, la piel, los colmillos, donde se considera está presente el alma del animal, y, por lo tanto, al portar alguna de estas insignias, el individuo o chamán mantiene viva la energía vital del jaguar (Gutiérrez y Torres 2011). Se describe, por


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ejemplo, el adorno de los caciques de los Guahibos hacia 1950, que consistía en una corona de garras de tigre soportadas por una base tejida de fibras y con una o dos plumas largas de guacamaya; del hombro colgaba una bolsa rectangular de piel de tigre que contenía los instrumentos para absorber el yopo (Reichel-Dolmatoff 1943). La utilización de partes del cuerpo del jaguar como amuletos protectores no corresponde únicamente a prácticas chamánicas. Individuos de los Llanos Orientales, especialmente Sikuani, utilizan hoy en día colmillos de “tigre” a manera de collar. Además de sentir un poder transferido desde el animal, esta costumbre es para ellos símbolo de orgullo, de adquisición y alcance de habilidades. Además de los huesos y dientes, la piel del jaguar también tiene un significado de adquisición de atributos poderosos y felinos. Para los Tukano del Amazonas, por ejemplo, esta significa la “envoltura invisible de la selva” (Reichel-Dolmatoff 1978a, 192). Los remanentes de la cultura material aquí recogidos, rescatados por trabajos arqueológicos y otras actividades, son expresión significativa de la manera en que se rendía culto a seres, símbolos y figuras como el jaguar, que ocuparon un lugar central en la cosmogonía de los pobladores del territorio colombiano. Esos contornos, temas e imágenes metonímicas, que alguna vez quedaron plasmados en la manufactura del arte indígena, actualmente siguen representados en tradiciones orales, en la ejecución de instrumentos y cánticos, en la complejidad del parentesco de algunos grupos y, naturalmente, en el ritual religioso (Arocha y Friedemann 1982; Accornero 2007).

Mitologías y rituales La esfera de lo mitológico resulta a veces esquiva, debido a los innombrables cambios en las estrategias de narración, así como a las dificultades de acercamiento a este mundo cada vez más cifrado y oculto. Los registros etnográficos sobre las narraciones que desglosan la mecánica del universo indígena son uno de los varios espacios en donde lo felino se encuentra sin dificultad. El origen del mundo, los mandatos morales y la descendencia de los elementos que hacen parte del entorno cuentan con la participación del “tigre” como principio de varios de estos ciclos y procesos. La interpretación del jaguar como ser que dio lugar a un nuevo linaje se observa como un relato compartido por varias etnias del país. En su Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada, Lucas Fernández de Piedrahita se refirió a algunos grupos Chibchas como comunidades que sostenían ser descendientes de legendarios caciques y chamanes de origen jaguar (Fernández de Piedrahita 1688). Por su parte, el padre José Gumilla, S. J.10, afirmó que los Sáliva y Achagua se referían a los Caribes de las sabanas del Orinoco como descendientes legítimos de los tigres, razón que explicaba su comportamiento cruel, heredado de sus padres míticos (Gumilla 1955 [1741]). Los Kogi relatan sobre sus ancestros directos, la gente-jaguar, que descendían de grandes felinos que fueron creados en el inicio de los 10 José Gumilla, S. J. (1686-1750), autor de El Orinoco Ilustrado, primera edición publicada en Madrid en 1741.


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11 La palabra payé es tomada del Tupí, y se usa comúnmente en la región amazónica para referirse al especialista de mayor importancia en la cultura local.

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tiempos (Reichel-Dolmatoff 1970). Grupos Tukano del Amazonas, así como otras etnias de la región Caquetá-Putumayo, derivan también su descendencia de jaguares míticos (Reichel-Dolmatoff 1970), tendencia que comparten con otras etnias amazónicas como los Huorani del Ecuador (Valarezo 2002). El jaguar como ser manchado se asemeja a la luna para los Embera (Rocha 2010), es ser de ojos sigilosos y protector del clan Uriana, en la cultura Wayúu (Arocha y Friedemann 1982), elemento central del clan Newuju Monowi o “clan jaguar” del pueblo Sikuani (Suárez 1996; Guzmán 2004), trueno y artífice de la fertilidad y la fecundidad para los Páez, Ette, Barí y Yukpa (Reichel-Dolmatoff 1970; Guzmán 2004; Rocha 2010). Hay entre los Kogi mitos y tradiciones que hablan de diferentes personificaciones del jaguar, “de esos seres que se dice que fueron grandes chamanes que podían mudarse a voluntad de hombre a animal y viceversa, y que establecieron rituales, hicieron guerras y ejercieron su dominio por todas las montañas” (Reichel-Dolmatoff 1978a, 62). El jaguar ocupa un sitio preferencial en el universo Kogi desde el acto mismo de la creación, realizado por Haba, la Diosa Madre. Su importancia como ascendencia cosmogónica es tal, que se llaman a ellos mismos Gente Jaguar (Arocha y Friedemann 1982). Las personas Kogi encargadas de asumir técnicas curativas o medicinales están embebidas en la simbología felina de sus orígenes (Gómez 2010). El jaguar es la alegoría de la figura del chamán en su pensamiento, ese guardián, sanador, médico, guía, que viaja entre mundos, y, tanto en el relato como en la realidad, se funde en los límites entre lo humano y lo animal (ACEG 2010). Se encuentran también elementos comunes en la mitología de las etnias Tikuna, Tukano, Tunebo, Desana y Huitoto. Allí, la figura del jaguar está íntimamente ligada con la de la anaconda y la de la luna, compartiendo terrenos míticos, rituales y simbologías en la cultura material (Arocha y Friedemann 1982; Guzmán 2004). Para los Desana, el jaguar es el representante del Sol; simboliza la energía fertilizadora de la naturaleza; es el protector de la maloca y de la selva; por su color, está asociado con el fuego, y por su rugido, con el rayo (Brezzi 2003). Otra analogía común es la que figura entre el chamán y el jaguar. Para el caso de las etnias amazónicas, la figura del chamán está embebida en el concepto payé11, un hombre que actúa solitariamente, pero que desempeña un papel mediador con la naturaleza en favor de su comunidad (Pineda 2003). La mitología amazónica, se ha dicho, tiene un componente remarcable de regulación ecológica (Reichel-Dolmatoff 1976; Beltrán 2013), aunque estas teorías deterministas y/o funcionalistas han cambiado con el paso del tiempo. En la cosmovisión de los Tukano, por ejemplo, el payé es el que se comunica con el dueño de los animales y controla la disponibilidad de estos para la cacería, tomando la forma de serpientes y jaguares (Reichel-Dolmatoff 1978a, 90-91). Existe un término medio entre el jaguar y el humano, cuya esencia es interpretada como peligrosa, y el jaguar que inflige temor entre las comunidades no es entonces el animal (Gutiérrez y Torres 2011). En


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su capacidad de infligir temor, este jaguar sobrenatural desempeña entre los Desana, Tanimuka y otras etnias amazónicas una función determinante como controlador de la cacería. Aparece continuamente como figura amenazante a quien falte a las reglas rituales en la caza, reglas que, finalmente, procuran el equilibrio del ecosistema de la selva (Urbina 1991). Estas apariciones de la figura del jaguar en las narraciones y los mitos constituyen un factor determinante en la manera como las comunidades se relacionan con su entorno y, específicamente, con esta especie. Los mitos, como “frutos de la experiencia y estructuradores de la misma” (Urbina 1991, 9), permiten apreciar el nivel más profundo de la visión que tienen los indígenas de su entorno natural y de su origen, haciéndose parte integral del espacio y sus procesos naturales. El cosmos y la naturaleza son el escenario donde se encuentra lo sagrado, allí donde existe el diálogo entre lo social y lo natural. Así, el jaguar se integra como parte de la mítica, gravita en la conducta de los indígenas, en sus actitudes frente al otro y frente a su entorno, en sus formas de organización, en las enfermedades, en las aptitudes y cualidades, y en la muerte (Rodríguez y Mercado 2009). Además de las representaciones materiales de las comunidades prehispánicas, y del breve esbozo de la recurrencia de la figura del jaguar dentro de la dimensión mitológica de algunas de las etnias del país, es preciso referir los rituales como otro de los ejercicios de reproducción y perpetración de estas simbologías. Para este caso, la concepción del ritual no reposa en su carácter festivo sino en una comprensión más amplia de su condición como estado mental fluido, en el que se intercambian identidades, se ablandan los límites y se flexibilizan las categorías: “Plants, animals, and humans merge and exchange identities with one’s human self in rapid flashes of transformation, and shared animation pervades all things […] It is in this visionary realm where the outsized human ego dissolves in the face of essential truths and interconnections” (Stone 2012, 1). La historia del yagé está comúnmente ligada a los orígenes del cosmos, entendiéndose como un elemento estructurante de las culturas (Pinzón y Ramírez 1992). Varias son las interpretaciones sobre sus efectos, y muchas de estas convergen en la visión de algún indicio felino o del jaguar como imagen viva y penetrante (Ronderos 2005). Algunos de los nombres indígenas que designan variedades de alucinógenos aluden al jaguar. Una de las plantas alucinógenas más fuertes utilizadas por la etnia Kamentsá en Putumayo es el mitskway borrachero o embriagante del jaguar (Reichel-Dolmatoff 1978a). El yagé tigre o tigrehuasca es la planta que tiene un vínculo con este animal de poder, y es el yagé efectivo para curar (Ronderos 2005). En el sur de la Amazonía se practica la toma de rapé de vihó entre los payé, una sustancia estrechamente relacionada con la experiencia del ser jaguar. Entre los Tukano, los aprendices que están en proceso de convertirse en payé “suben con su maestro a la Vía Láctea y se vuelven jaguares. […] Sus almas se remontan y toman forma de animal para poder vagar por la selva sin ser reconocidos” (Reichel-Dolmatoff 1978a, 114). Los Desana, cuando toman rapé, “se acuestan […] sólo el corazón les late.


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Ahora son jaguares devoradores. Para convertirse en jaguares se ponen panza arriba. […] Junto con los demás jaguares, vagan por la selva, […] andan errantes y devoran gente. […] Hay también otros jaguares que son reales. Viven en otros lugares” (Reichel-Dolmatoff 1978a, 115). En todos los casos, uno de los efectos manifiestos de las prácticas rituales de las sociedades amazónicas es el de la transubstanciación jaguárica, donde se alcanzan facultades de dominio, control, fuerza y venganza (Reichel-Dolmatoff 1978a, 120-121). Las figuras del jaguar y lo felino aparecen entonces desde los nombres de las plantas rituales hasta la percepción de frecuentes imágenes alucinatorias y prolongadas secuencias oníricas (Pinzón y Ramírez 1992). La tendencia a la transformación en jaguar, o su corporización, puede explicarse en la habilidad adquirida para sobrevivir en ambientes desconocidos y la tranquilidad que genera dentro de un entorno depredador, donde el hombre también corrobora su valentía (Reichel-Dolmatoff 1978a; 1928b).

12 Las especies focales son aquellas que son útiles como objetivos de conservación para beneficiar la biodiversidad asociada o paisajes enteros (Lambeck 1997; Coppolillo et al. 2004). Este concepto abarca múltiples facetas, tales como especie sombrilla, especie paisaje, especie clave y especie bandera. 13 Por debajo de los 2000 msnm.

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Discusión y conclusiones La figura del jaguar en el pasado ha penetrado, integrado y trascendido múltiples culturas en su simbología, su mitología, sus rituales y objetos, consolidando un universo de expresiones felinas que se percibe continuo y recurrente a lo largo del continente americano (Saunders 1998; Reichel-Dolmatoff 1978a; Castaño-Uribe 2005). Aunque el presente texto no agota la descripción de estas recurrencias en cada uno de los casos identificados, presenta una breve revisión de su trasegar por la historia de las culturas étnicas y prehispánicas de Colombia, que con sus raíces y permanencia se consolidan como parte de los elementos formadores del escenario geográfico y cultural que llamamos América Latina. Sin embargo, hoy en día se percibe que la relación hombre-jaguar, así como la representación de su figura, han tomado otras dimensiones. Con el advenimiento de la biología de la conservación, y las apreciaciones del “medioambiente” asociadas, el jaguar ha adquirido el rol de especie focal12 por excelencia, no sólo en Colombia sino en América Latina. El jaguar, por su gran tamaño y hábitos carnívoros, requiere amplios ecosistemas bien conservados, con múltiples y abundantes presas para sobrevivir (Terborgh et al. 2001; Carbone, Pettorelli y Stephens 2010). Al conservar al jaguar a la escala de su distribución actual se logra conservar varios ecosistemas13 y su diversidad biológica. Lo anterior es razón para considerar al jaguar como especie sombrilla –debido a que su conservación cobija más especies– y como especie paisaje –debido a que su conservación permite asegurar la protección de varios paisajes ecológicos, por requerir amplios horizontes para su supervivencia–.


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El estudio de la función ecológica del jaguar ha dilucidado consecuencias de su presencia o ausencia que afectan los intereses de conservación de la biodiversidad y los valores ecosistémicos asociados. Una eventual extinción del jaguar ocasionaría una serie de extinciones y adversidades ecológicas en cadena llamadas cascadas tróficas, que afectan el equilibrio de los ecosistemas en general (Estes et al. 2011). Por ejemplo, la ausencia de jaguares puede cambiar la estructura y regeneración de un bosque, disminuyendo la sombra y aumentando la erosión y la sedimentación de los ríos (Payán 2016). Así mismo, la extinción o variación en abundancia del número de individuos de este gran felino tiene un efecto que repercute directamente en otras especies e individuos de manera negativa. Es por esto que, hoy en día, la conservación de poblaciones de jaguares a largo plazo se ha convertido en una herramienta para la planificación ambiental usada a nivel regional (Borón et al. 2016; Payán et al. 2011) y continental (Olsoy et al. 2016). A esto se suma la Iniciativa del Corredor Jaguar, una estrategia transversal que busca garantizar la conservación de la especie por fuera de áreas protegidas no declaradas, como complemento de la conservación a largo plazo proveída por Parques Nacionales Naturales y demás áreas protegidas (Rabinowitz y Zeller 2010; Payán et al. 2016a). Vemos entonces que el jaguar –como símbolo prehistórico, artístico, cultural, ancestral y de conservación– se configura como una especie ampliamente valorada y reconocida en el imaginario humano. Esta apreciación contrasta con la imagen negativa que tienen del jaguar algunas poblaciones humanas contemporáneas. El jaguar puede ser un depredador de ganado y de especies domésticas, lo cual ocasiona graves pérdidas económicas a los productores pecuarios a lo largo de su distribución actual (Hoogesteijn y Hoogesteijn 2011; Hoogesteijn, Hoogesteijn y Mondolfi 1993; Payán et al. 2013a). Es por esto que en el presente, las estrategias de protección de jaguares consideran el manejo de la depredación como una de las principales para su conservación (Hoogesteijn y Hoogesteijn 2008; Hoogesteijn y Hoogesteijn 2013). Por otra parte, existe comúnmente un rechazo de la sociedad hacia la especie, por miedo a ataques directos (Borón y Payán 2016). Sin embargo, se ha demostrado que la especie sólo ataca a humanos de forma reactiva, es decir, en defensa propia, en defensa de sus cachorros, o al ser sorprendida –comiendo o en cortejo– (Hoogesteijn et al. 2016). Comparados con sus parientes del “Viejo Mundo”14, los ataques de jaguares a humanos son menores y casi inexistentes (Löe y Röskaft 2004; Payán et al. 2016b). Este miedo atávico parece entonces ser heredado por generaciones y transportado como mito, y podría encontrar sus bases en las representaciones rupestres de ataques de cuadrúpedos (Urbina y Peña 2016), en las referencias oníricas de chamanes y culturas de la selva (Beltrán 2013) o en el imaginario cultural alimentado por imágenes mediáticas de textura moral (Luengo 2009). Por la creciente pérdida de su hábitat, su persecución y sus requerimientos de ecosistemas íntegros, de gran escala, y cada vez más escasos, el jaguar es actualmente 14 Tigres (Panthera tigris), leones (Panthera leo) y leopardos (Panthera pardus).


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una especie amenazada en Colombia y el mundo. Esto ha llevado a un movimiento social de conservación frente a la perspectiva de su extinción a mediano plazo. La forma de percibir la naturaleza ha ido cambiando a través de la historia, y un recuento histórico de estos procesos supera los objetivos del presente artículo, pero es preciso resaltar cómo desde hace más de dos siglos, las colecciones de historia natural permitieron un mayor conocimiento y valoración del mundo natural, así como de la diversidad de ecosistemas y especies (Drew 2011). En la década de 1960 se publicaron las primeras referencias a la necesidad de conservar grandes felinos, incluidos los jaguares (Schaller 1967; Adamson 1960; Cabrera y Yepes 1960), que aportaron una nueva perspectiva para su valoración y para la correspondencia humano-jaguar. A esto se suma la dimensión de los medios, que no sólo alimentan percepciones erradas sobre la contingencia de un ataque carnívoro en contra de los humanos, sino que también permiten que un amplio espectro de personas, que supera el grupo de expertos en biología de la conservación, se aproximen a nuevas formas de conocimiento y representación del rol de la especie en el entorno. Los estudiosos de la naturaleza, las personas y sociedades distantes de los ecosistemas, removidos de las presiones y de la competencia directa con el jaguar, interpretan la figura del jaguar a partir de un juicio ético y de una valoración no sólo ecológica sino estética. Contrasta entonces esta valoración con las de los productores rurales que comparten territorio y recursos con esta especie. Para estos, la depredación causa una pérdida patrimonial que puede poner en juego la supervivencia o el bienestar de la economía rural, y la decisión de eliminar la amenaza se basa generalmente en esta razón proximal. Esta competencia por recursos y supervivencia es una condición determinante de la valoración y la correspondencia de estas sociedades con el jaguar. No se trata aquí de remitirnos a una imagen del “buen salvaje” (Ulloa 2004), o de apelar a una “sensibilidad mística” (Taussig 2002), ni mucho menos de imponer una percepción común sobre las comunidades indígenas del siglo XIX como parte de la armonía cósmica de una naturaleza prístina (Gómez 2011). Con los antecedentes arriba citados, sumados a la discusión posterior –que aporta un lente de contemporaneidad sobre la relación de las sociedades modernas con el jaguar–, se busca proponer una interlocución consciente entre antiguas formas de pensar y (con)vivir con el jaguar, y las nuevas tendencias y relaciones que se establecen con esta especie, que no deja de ser competencia evidente para el individuo que habita el mismo rango de distribución, pero que parece carecer hoy en día de un estatus cultural que la revista ante un frente de retaliación y diversas expresiones contemporáneas de poder y dominancia que han llevado a su declive como especie. La deforestación y la alteración de hábitats silvestres para su conversión a la agricultura, entre otras actividades productivas, se distancian de las esferas simbólicas arriba relatadas, y de las prácticas cotidianas de comunidades étnicas para quienes la convivencia y coexistencia con el jaguar y otros elementos del entorno hacen aún parte fundamental de su sistema de vida, incluso en el ámbito de la subsistencia (Payán 2009; Peres y Nascimento 2006; Ohl-Schacherer et al. 2007).


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Debido a estas tensiones de convivencia, que no son nuevas, se ha planteado que los pocos reductos de hábitat que hacen viable la supervivencia del jaguar como especie a largo plazo son aquellos donde hay menos densidad humana (Bernal-Escobar, Payán y Cordovez 2015). Sin embargo, un recorrido preliminar a través de los sistemas simbólicos y la relación de poblaciones históricas con el jaguar sugiere que la densidad humana no es el único factor determinante de su viabilidad como especie. Así mismo, algunos estudios han demostrado que los sistemas productivos actuales pueden encontrar formas de operar con el jaguar en sus tierras, así como formas conciliadoras basadas en un comportamiento de protección o valoración práctico de la especie (Green et al. 2005; Quigley et al. 2015; Borón et al. 2016). Se propone entonces trabajar en estrategias de conservación que integren los modelos culturales y de apreciación simbólica, y se fundan en las más recientes configuraciones de la ruralidad colombiana dentro de los escenarios transicionales del país, entendiendo que, en una eventual extinción del jaguar, no sólo se perdería su función ecológica sino esa relación metonímica que ha enriquecido a las culturas del territorio colombiano por milenios.

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“Yo soy jaguar”. Una lectura cruzada entre la filosofía y la antropología sobre los enunciados con contenido animal en las comunidades Inga y Kamëntsa* Jennifer Andrea Rivera Zambrano** Universidad Externado de Colombia

Como citar este artículo: Rivera Zambrano, Jennifer Andrea. 2017. ‘“Yo soy jaguar’. Una lectura cruzada entre la filosofía y la antropología sobre los enunciados con contenido animal en las comunidades Inga y Kamëntsa”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 153-170. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.07 Artículo recibido: 15 de octubre de 2016; aceptado: 16 de marzo de 2017; modificado: 22 de marzo de 2017

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Este texto surge de los desarrollos alcanzados a la fecha, a propósito de una investigación realizada entre 2009 y 2011 en torno al enunciado “yo soy jaguar” como devenires pobladores de sentido y de saber en la construcción de territorio Inga frente a la emergencia de problemáticas sociales en la región del alto Putumayo en Colombia. Ver “El devenir animal en la construcción del territorio. Aproximación deleuzeana al enunciado ‘yo soy jaguar’”, tesis de maestría, Universidad del Rosario, Colombia.

** Maestra en Filosofía, Universidad del Rosario. Profesora e investigadora del Área de Cultura y Sociedad y del Programa de Filosofía, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad Externado de Colombia. Entre sus últimas publicaciones están: “Pintar las fuerzas: Deleuze y Nietzsche en la pintura de Francis Bacon”. Cuestiones de Filosofía 16: 28-40, 2014. “La borradura de la metáfora en el pensamiento filosófico”. Universitas Philosophica 61: 205-216, 2013. *riverazjennifer@gmail.com *jennifer.rivera@uexternado.edu.co

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Resumen: Este texto da cuenta de un ejercicio conceptual de interpretación entre la filosofía y la antropología; el planteamiento que se presenta es que las descripciones que perviven en el presente entre los sabedores de las comunidades Inga y Kamëntsa y los “jaguares” pueden ser entendidas, en contraste con perspectivas de asociación simbólica, como devenires: relaciones afectivas de hombres que vivencian fuerzas que no son suyas y que en ese proceso efectúan algo particularmente creador en sí mismos, a manera de transcodificación entre lo animal y lo humano en la producción de individuación. Esta perspectiva se desarrolla a través de una aproximación conceptual desde la filosofía contemporánea de Deleuze y Guattari, en función de establecer un diálogo con las comprensiones antropológicas acerca del acontecimiento ser-jaguar. El propósito de este texto es aportar una lectura del acontecimiento zooantropomórfico desde el concepto devenir. Para ello i) se identifica la construcción de individuaciones a través de los enunciados de sabedores de las comunidades Inga y Kamëntsa, con lo cual ii) se abre la conceptualización de esta particular relación como devenir, a la luz de algunos desarrollos ilustrativos de Reichel-Dolmatoff sobre el hombre-jaguar; iii) finalmente, se explicitan los efectos del devenir como creación de sentido.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 153-170 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.07

Palabras clave: Antropología, filosofía (Thesaurus); sabedor, jaguar, yagé, devenir-animal (palabras clave de la autora). “I am a jaguar.” A Transversal Interpretation, between Philosophy and Anthropology, of Shamanic Accounts of Animals in the Inga and Kamënsta Indigenous Communities

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Abstract: This paper gives an account of a conceptual exercise of interpretation which lies between philosophy and anthropology. Its approach is the idea that, in contrast with notions of symbolic association, as a state of becoming, the descriptions which still persist in the Inga and Kamëntsa indigenous communities of the relationship between their sabedores (“knowers”/wise men/ shamans) and “jaguars” may be understood as the affective relations of men who experience forces that are not theirs and that during that process, they summon something which is especially creative in themselves as a way of achieving a trans-codification between the animal and the human in the creation of individuation. Its approach is based on the conceptual framework of the contemporary philosophy of Deleuze and Guattari, with the aim of establishing a dialogue between that philosophy and anthropology´s understanding of the “being a jaguar” phenomenon and providing an interpretation of the zooanthropomorphic occurrence with the use of the concept of becoming. Towards that end: i) the construction of individuations is determined by an analysis of the accounts of sabedores of the Inga and Kamëntsa indigenous communities, which; ii) reveals the conceptualization of this particular relationship as becoming in the light of some developments which are in line with the notions of “the jaguar man” of the anthropologist Reichel Dolmatoff; iii) Finally, the effects of becoming as a creation of meaning are explained. Keywords: Anthropology, philosophy (Thesaurus); sabedor, jaguar, yage, animal-becoming (author´s keywords). “Eu sou jaguar”. Uma leitura cruzada entre a filosofia e a antropologia sobre os enunciados com conteúdo animal na comunidade Inga e Kamëntsa Resumo: este texto apresenta um exercício conceitual de interpretação entre a filosofia e a antropologia; propõe-se que as descrições que sobrevivem no presente entre os sabedores das comunidades Inga e Kamëntsa, e as “onças-pintadas” podem ser entendidas, em contraste com perspectivas de associação simbólica, como porvires: relações afetivas de homens que vivenciam forças que não são suas e que, nesse processo, realizam algo particularmente criador em si mesmos a modo de transcodificação entre o animal e o humano na produção de individuação. Essa perspectiva se desenvolve por meio de uma abordagem conceitual da filosofia contemporânea de Deleuze e Guattari, a fim de estabelecer um diálogo com as compreensões antropológicas sobre o acontecimento ser-onça. O propósito deste texto é contribuir com uma leitura do acontecimento zooantropomórfico a partir do conceito de porvir. Para isso, i) identifica-se a construção de individuações por meio


“Yo soy jaguar”. Una lectura cruzada entre la filosofía y la antropología Jennifer Andrea Rivera Zambrano

dos enunciados de sabedores das comunidades Inga e Kamëntsa; com isso, ii) abre-se a conceituação dessa particular relação como porvir à luz de alguns desenvolvimentos ilustrativos de Reichel Dolmatoff sobre o homem-onça; iii) finalmente, explicitam-se os efeitos do porvir como criação de sentido. Palavras-chave: Antropologia, filosofia (Thesaurus); onça-pintada, sabedor, porvir-animal, yagê (palavras-chave da autora).

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Diversos estudios de arqueología, específicamente los dedicados al ámbito de la iconografía precolombina colombiana, describen cómo las figuras antropo-zoomorfas de distintos grupos prehispánicos, de manera recurrente destacan la asociación hombre-animal. Al respecto, Anne Legast afirma que en las piezas de la región del Sinú anteriores al siglo X, los tocados, pectorales y colgantes representan de forma realista cuerpos humanos de los cuales emergen cabezas de aves, y que en general integran características humanas a la figura animal (2005, 36-37). Igualmente Pineda describe la posibilidad de que los hallazgos de collares y narigueras en oro de sociedades prehispánicas (del Zenú temprano y Calima) hayan servido para que algunos integrantes (los chamanes) transformaran sus rostros humanos en felinos (2002, 40-41).

En esta línea, Brezzi indica que las representaciones cerámicas con rasgos de jaguar en la cultura Tulato no son simplemente la representación de animales, sino que en ellas es posible rastrear diversos grados de antropomorfismo: en primer lugar, en la posición erecta del jaguar; en segundo lugar, en las características felinas de ciertas figuras humanas: una gran “lengua libidinal”, fauces guarnecidas y colmillos afilados; y, en tercer lugar, en las figuras propiamente híbridas. Todas ellas, según el autor, manifiestan las metamorfosis que suceden en el culto al jaguar (2003, 198-202).

2

Asimismo, desde una perspectiva histórica colonial, es posible rastrear el enunciado sobre el jaguar en el siglo XVII. Felipe Guamán Poma de Ayala afirma en El primer nueva corónica y buen gobierno, a propósito del sexto inca, el inca Roca, y de su hijo Guamán Cápac Ynga: “[...] dizen que se tornauan otorongo [jaguar]” (1992 [1615], 82). Testimonios similares, que abundan en los relatos coloniales, apuntan a posibles transformaciones que sobrepasan las maneras en que el individuo se define a sí mismo hoy, y que exceden tanto el sentido común como el punto de vista normativo convencional que proyecta su unicidad.

Hans Staden, en la narración de su estadía entre la comunidad Tupinamba del Brasil, en 1554, informa sobre la existencia de grupos humanos que se creen a sí mismos animales; este autor describe el “salvajismo” de uno de estos grupos: “Y el mismo Konian Bébe, tenía una gran cesta llena de carne humana delante de sí y estaba comiendo una pierna, que puso cerca de mi boca, preguntándome si yo también quería comer. Yo respondí que ningún animal irracional devora a otro, ¿cómo podía entonces un hombre devorar a otro hombre? Clavó entonces los dientes en la carne y dijo: ‘Jau warw sche’ que quiere decir: soy un tigre, ¡está sabroso! Con esto me retiré de su presencia” (Staden 1945 [1557], 147-149).

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anto la antropología como la arqueología han dado espacio a la lectura del vínculo zooantropomorfo de hombres sabedores y de jaguares en su haber. Variadas fuentes acerca del funcionamiento social de comunidades amerindias del pasado dan cuenta de este particular fenómeno. Evidencia de ello son las descripciones de objetos con forma de felinos en terracota, los fragmentos narrativos en los que se hace referencia a hombres-jaguares pertenecientes a culturas prehispánicas1 y los registros literarios del período de la Colonia que muestran elementos importantes sobre esta realidad del zooantropomorfismo2. También, en diversas comunidades suramericanas vivas documentadas en el siglo pasado se identifica la existencia de animales tutelares. Estas consideraciones que se han tejido respecto al fenómeno del zooantropomorfismo permiten afirmar que la relación Jaguar-sabedor es identificada mayormente como


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 153-170 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.07

un componente de las cosmovisiones reconocidas dentro del territorio nacional y suramericano3 (Pineda 2003). En términos generales, esta comprensión está sustentada por los desciframientos arquetípicos o de antítesis que experimentaba el hombre de poder de la comunidad4, y se entiende como parte de una dinámica cultural del pasado. Esto se corresponde con un modo de aproximación conocido como asociación simbólica, esto es, interpretaciones basadas en asociaciones diacrónicas entre diversos componentes ideológico-religiosos que legitimarían la permanencia del fenómeno zooantropomorfo. Este modo de interpretación ha permitido no sólo visibilizar la riqueza de las prácticas cotidianas de las comunidades, sino, por supuesto, pensar en la extraordinaria manera en que en nuestro territorio se hace vida. Es de nuestro interés dialogar con este enfoque y presentar otra clave de lectura para el fenómeno descrito a través de una comprensión de las relaciones del hombre sabedor con el jaguar, desde y con las pulsiones que lo atraviesan en su contexto particular. Consideramos que se pueden reconocer estas relaciones humano-animales como devenires, formas de experimentación sobre la propia vida con base en elementos constitutivos procedentes de la afección que configuran procesos de individuación del o de los sabedores. 156 3

Antonio Guzmán destaca la especial capacidad del chamán para “manipular las energías” que dan apertura a su posibilidad de transformarse a voluntad en tigre y hombre: “Bueno, yo pienso que, como yai, el chamán es un tigre cuadrúpedo. […] Podía cambiar su figura constantemente. Ese es el hombre chamán, el hombre que se vuelve tigre, que convierte las fuerzas invisibles en puras materias” (Guzmán 2004, 79). Casos como estos no son infrecuentes en América Latina e indican, en virtud de los objetos y la información provenientes de distintas comunidades indígenas, que el fenómeno de la transformación de humano en animal hace parte de las prácticas en las que un hombre especializado, el chamán o sabedor, con el recurso de plantas enteogénicas, realiza viajes o encuentros con la vida “suprahumana”. Así, variados análisis antropológicos establecen la existencia de un fenómeno tradicional y explican de manera simbólica cómo los chamanes, en el ejercicio del “vuelo” mediado por un enteógeno, ascienden o descienden por los mundos de los espíritus para negociar la salud y la enfermedad, la caza, el matrimonio, la siembra y otras circunstancias y actividades (Pineda 2003). De manera análoga, afirma Osborn que con el consumo de enteógenos, los mamíferos del mundo de abajo son capaces de volverse machos carnívoros en el mundo intermedio; los mamíferos del mundo intermedio pueden volverse pájaros carnívoros en el mundo de arriba, y los pájaros del mundo intermedio se pueden volver chamanes en el mundo de arriba. El chamán se ve a sí mismo como un jaguar, un oso o un pájaro, según viaje al mundo de abajo o de arriba; y estos animales, a su vez, se ven como gentes en sus respectivos mundos (Osborn 1990, 30). Las conexiones entre estos mundos, que permite vislumbrar el enteógeno, desde esta perspectiva serían esencial y mutuamente simbólicas, por cuanto se conciben un nivel real y otro imaginario, y el segundo explica el primero.

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Gerardo Reichel-Dolmatoff aborda la problemática del ser jaguar en el contexto colombiano, en el que el enunciado se hace manifiesto a través de mitos y de narraciones etnográficas. Según el autor, las personificaciones del jaguar en el grupo Kogi se caracterizan por ejercer el dominio de las montañas, por medio de persecuciones guerreras de tipo felino. En otras latitudes, la necesidad de venganza entre los Tukano conduce a la transformación del hombre en jaguar para desquitarse de los enemigos (matándolos). Por otra parte, el chamán-jaguar, en la comunidad Paez, está relacionado con el uso de su poder voraz y su virilidad para violentar sexualmente a las mujeres; e incluso en cierto relato, cuando padece hambre –una vez se ha transformado en jaguar–, se alimenta de frutas que son mujeres. Según Reichel-Dolmatoff, en estas mitologías el acto de comer está relacionado con el de copular, y por ello interpreta muchas expresiones relativas a la alimentación en clave psicoanalítica, como manifestaciones sexuales. Devorar, para la comunidad Desana, también tiene que ver con raptar a las mujeres de otros clanes (exogamia) (1978, 59-65).


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Comunidad indígena quechuaparlante ubicada en el municipio de Santiago y sus alrededores, en el valle del Sibundoy, alto Putumayo, Colombia.

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Comunidad indígena ubicada en el municipio de Sibundoy, en el valle del Sibundoy, alto Putumayo, Colombia. Ambas comunidades cohabitan el territorio del valle y comparten, guardadas proporciones, prácticas como la toma de yagé, la alimentación y la vestimenta. Es de señalar que estas prácticas tienen sus particularidades y diferencias en cada comunidad.

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Sinchiwairas es el nombre con el que se denomina a los sabedores, chamanes o taitas; ellos organizan el deber ser de la comunidad, convocan y son convocados para resolver conflictos y sanar enfermedades. Para cumplir estas funciones se especializan en el conocimiento de las plantas sagradas de su región, y además reciben conocimientos transmitidos por vía oral de generación en generación.

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Bebida elaborada a base de Banisteriopsis caapi, también conocida como ayahuasca, respecto a cuyo consumo en Colombia, específicamente en la Amazonía, Vaupés y Putumayo, existen registros al menos desde 1873 (Spruce 1873; Reinburg 1921; Fischer 1923; García 1958; Reichel-Dolmatoff 1972; Ramírez y Pinzón 1986; McKenna, Luna y Towers 1986). En su recopilación, Schultes la describe como un tipo de malpigiácea: “Al menos tres especies se empleaban como alucinógenos en el Putumayo colombiano: Banisteriopsis caapi, B. inebrians y B. quitensis” (Schultes 1986).

9 Esta comunidad tiene entre los elementos constitutivos de su ser y quehacer la ingesta del enteógeno ayahuasca –Banisteriopsis Caapi–, por cuanto el sabedor lo usa como vehículo para lograr con las diferentes fuerzas de la naturaleza, la materialización del conocimiento en las pintas. Las pintas corresponden al flujo de manchas de color (rigcha) que el sabedor experimenta. Tanto es así, que en la comunidad Inga, así como en la Kamëntsa, el elemento estructural central es el color. Estas comunidades viven el color, por cuanto el yagé da visión de mundo. El color, para el Ingano, es expresión de vida, del estado anímico; la oscuridad, contraria al color, es muerte. El color se presenta como la dinámica de la “energía vital”. Así, para los Sabedores: “[…] todo tiene su color en lo más profundo”.

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En la región del alto Putumayo tiene lugar, entre los Inganos5 y los Kamëntsá6, una práctica que es rememorada por los sinchiwairas7, la toma de yagé8, con ocasión de una curación u otro tipo de necesidad9. Esta experiencia ritual de curación tiene un carácter abierto, de inserción, de indígenas, de “colonos”, y transeúntes. En la toma, los sinchiwairas narran sus vivencias con el yagé. Llegada la medianoche, cuando los participantes ya han ingerido la primera totuma de yagé, el sinchi comienza a observar sus estados, y, mientras se tejen conversaciones entre los invitados, él interviene para afirmar que en sus visiones pudo estar en algún lugar, cruzando el río, cazando dantas, recolectando alguna planta. El sabedor narra que recorre lugares particulares, y en estos, dialoga con personas o animales o plantas; estas charlas le muestran nuevas alternativas al motivo o problema por el que se realiza la toma de yagé. En términos de McKenna, Luna y Towers (1986, 80), los sabedores experimentan con la ayahuasca procesos de realidad doble, con los cuales contactan con espíritus para adquirir conocimientos o poderes: “La idea de que ciertas plantas, animales y objetos inanimados, tales como las montañas, lagos y ríos, tienen un espíritu, está implícita en la cosmogonía de muchos pueblos amazónicos […]. Estos espíritus, algunas veces llamados las madres de las correspondientes plantas, animales u objetos, pueden ser contactados para adquirir de ellos conocimiento o ciertos poderes”. Para la comunidad en cuestión, lo que McKenna y otros describen como madres se conoce como aire –waira–; cada organismo que habita en el ambiente posee un aire determinado, un determinado viento. En el seno de este universo representacional, el viento manifiesta la yoidad propia de cada ser, es decir, simboliza aquello que lo hace ser.


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Mientras el yagé comienza a hacer efecto en los cuerpos de los partícipes, surgen preguntas: ¿el jaguar hace parte de sus vidas? El o los sinchiwairas responden que sí, que, así como existe el “ají tigre”, con el cual los primeros habitantes de estas tierras mataron una gran culebra que en una noche se comió a muchos sinchis, existe el “yagé tigre”, “con el que uno ve el futuro, va de caza”. Y entre sus narraciones, ellos afirman, de sí mismos o de otros sabedores: “Yo soy jaguar, […] yo soy colibrí, […] yo soy yagé”10. El enunciado “Yo soy jaguar” participa de una doble realidad, en la que se expresa un plano “suprasensible” (la animalidad), que se efectúa en las prácticas cotidianas de la comunidad (lo humano). Una presencia silenciosa del contenido que se expande en la vivencia. En otras palabras, el sabedor indígena –el radicado plenamente en su cultura– manifiesta en él mismo la conjunción de fuerzas presentes en el entorno, que, en un ámbito de contigüidad, a través de la toma, posibilita al sabedor entrar en una relación de heterogéneos que supera la relación social acostumbrada para los no indígenas.

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Nuevas individuaciones… Para entender este gran marco de relaciones se hace necesaria una perspectiva no lineal, heterogénea y dinámica, conforme al ritmo de la vivencia que propone ser jaguar. De esta manera, la metamorfosis del sinchi se explica porque la conexión con el jaguar no está limitada a un único modo y comprensión del animal. Contrariamente, estas personas comprenden que si es posible la relación con el jaguar es porque hay un intercambio de relaciones que interconectan lo humano con el mundo. Un ejemplo de esto lo plantean Deleuze y Guattari (2006) a través de la orquídea y la avispa; estos autores indican que entre la avispa y la orquídea hay una relación que no se compone de elementos símiles pues ni la orquídea es un animal, ni la avispa una planta, y, sin embargo, hay allí una especial codependencia entre las dos que les permite a las especies futuras sobrevivir y permanecer, a fuerza de intercambios relacionales, de composiciones relacionales contra natura. Esto, en sus palabras, es un cambio involutivo o evolución creadora, en la medida en que las entidades pueden entrar en relación de acuerdo a sus grados de potencia. Los enunciados “yo soy jaguar, yo soy colibrí, yo soy yagé” hablan del carácter relacional de la vida; es decir, dan cuenta de una coexistencia referente a las simbiosis en las que participan seres de diversa naturaleza sin caracteres de filiación hereditaria, a manera de comunicación o contagio entre poblaciones distintas –entre heterogéneos–. Así, se evidencian relaciones de manera transversal, “una evolución en sentido estricto, es decir, la posibilidad de una descendencia cuyos grados de modificación dependen de condiciones exteriores” (Deleuze y Guattari 2006, 241)11. 10 Esta información fue recogida por la autora en el curso de una investigación etnográfica realizada en el alto Putumayo, en 2005. 11 Cabe aclarar que Deleuze y Guattari plantean la necesidad de este tipo de evolución a nivel teórico, y que nosotros hemos tomado este concepto para explicar el fenómeno de las relaciones y su diferencia con el parentesco (2006, 241).


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En diversas situaciones se establecen relaciones entre heterogéneos que entran en relación y provocan un modo nuevo de ser, de acuerdo a las condiciones del medio. Esto supone que no todas las relaciones son propiamente cadenas relacionales, sino más bien sistemas que abren líneas de creación. El agenciamiento jaguar está mediado por el juego de relaciones en las que entra el sinchi, que producen el espectáculo de la transformación en jaguar –la noche, sus sonidos, el jaguar, la vejez, la predisposición para la visión, la vegetación, los espectadores (la presa), la venganza, la interconexión de los modos de la selva–. Parados desde una postura filosófica contemporánea, las discusiones acerca del determinismo lógico se anulan en este tipo de ejemplos al evidenciar que, en la discursividad de la comunidad, a mi parecer, tiene sentido el intercambio o transcodificación de elementos animales y humanos. Esto sucede en la medida en que todo puede entrar en relación, lo más semejante o lo más distinto: se dan relaciones de animales entre sí, relaciones del hombre con el animal, lo que no quita que también puedan darse con otros elementos del universo físico. Así, el carácter de una lógica relacional heterogénea es constituido por las combinaciones temporales de extensión, de movimiento y de reposo con el contexto. Toda realidad es producida por el juego de relaciones variables entre los organismos que se relacionan y que, a su vez, configuran otro ser, una nueva individuación. En este juego relacional, el sabedor ya no es un sujeto, aunque manifieste una constante preocupación por su público y delegue órdenes bajo unos mínimos de razonabilidad, pero tampoco es un jaguar. El hombre-jaguar nace de la sumatoria de relaciones entre estas dos entidades, que en el entre-dos revelan las particularidades del poder jaguar que componen este nuevo ser: un sabedor-jaguar con toda la sabiduría del primero y toda la potencia del segundo. El entrecruzamiento de moléculas afectivas compone un entorno de indiscernibilidad. De aquí se sigue que cada cosa, cada elemento en su relación, constituye el agenciamiento jaguar, al igual que el agenciamiento sabedor. Estas relaciones o determinaciones espacio-temporales no son predicados del jaguar (animal), sino dimensiones de multiplicidades. Las experiencias del sinchi manifiestan que el proceso relacional consolida un modo de multiplicidad en los grados de complejidad que experimenta el sujeto en los entrecruzamientos de las moléculas de entorno que se ejercen en él. No hay manera de que no se filtren el deseo, la necesidad, junto con otros componentes propiamente afectivos que constituyen un entorno molecular. Lo molecular, aquí, alude a las velocidades de los afectos que se redistribuyen a manera de partículas indeterminadas y atraviesan al sujeto. Ello implica que el yo es continuamente rebasado por la multiplicidad, por moléculas de afectos que se redistribuyen en él. Hay una simbiosis que se presenta entre el sinchi y el medio –léase la “pinta” o visión del sabedor en la toma como correspondencia de relaciones entre series diversas–; crea una naturaleza distinta, una individuación. La simbiosis alude a la conexión entre series disyuntivas; en este caso, entre un linaje animal y un linaje humano, como participación molecular. Esta conexión indeterminada supone un encuentro del tipo


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captura, en el que se capta a las dos entidades en una distinta. “Así, pues, la simbiosis equivale a la relación de composición entre multiplicidades que cambian de naturaleza dividiéndose” (Sauvagnargues 2006, 85-86). La consistencia de esta redistribución radica en las correlaciones afectivas, en las multiplicidades moleculares que atraviesan al yo. Flujos de partículas en relaciones de movimiento o de reposo, en las que entran para configurar una nueva zona de entorno (entiéndase el espacio de indiscernibilidad entre lo humano y su infinito actual). Concretamente, lo que se presenta es la conexión entre partes del infinito actual, una simbiosis entre linajes biológicos, construcciones culturales, etcétera, que en el encuentro capta las entidades y determina una nueva naturaleza, una nueva forma. Estas entidades, las del medio, conforman una dependencia de la que brota un compuesto singular, una individuación. Por ello, la simbiosis genera un otro, un cambio en la posición de sujeto que es singular, distinto y, por lo tanto, real con relación a lo anterior. Podemos afirmar que las composiciones de sujeto que los sabedores manifiestan en su oralidad son relaciones inhumanas del hombre con su infinito actual, agolpamiento de composiciones moleculares, flujos de afectos que desplazan la sustancialidad o subjetividad para ocupar y componer una nueva individualidad. Si el sabedor revela fuerzas que no son suyas es porque allí fluyen partículas, a manera de intercambio de afectos: molecularidades animales, vegetales, imperceptibles; todos los posibles modos son zonas de entorno, de copresencia, que distan de los caracteres de “persona”. El sabedor ya no se definirá por formas determinantes: sujeto o sustancia, sino por las partículas que le pertenecen en determinadas relaciones de movimiento, de afectación (de afectar y ser afectado). El sabedor se diluye en el dinamismo de los afectos y de los grados que configuran una individuación distinta de la del sujeto. O como indican Deleuze y Guattari: “Si hemos imaginado la posición de un Yo fascinado es porque la multiplicidad hacia la que tiende, ruidosamente, es la continuidad de otra multiplicidad que actúa sobre él y lo distiende por dentro. Por eso el yo sólo es un umbral, una puerta, un devenir entre dos multiplicidades” que se imbrican en el sabedor y generan acontecimientos de devenir (2006, 254). Por ende, hay en estos enunciados un devenir-jaguar que da cuenta de actos en los cuales un sujeto (el sinchiwaira) es desubjetivado por componentes afectivos que circulan de acuerdo a las transmisiones moleculares (todas las dimensiones mentales del Jaguar) de las que él hace parte. Páginas atrás señalamos en una nota algunas “personificaciones” que ReichelDolmatoff interpretó del jaguar en las comunidades Kogi, Tukano y Paez. A continuación, presentaremos algunas de estas ideas, en función de ilustrar un componente del devenir animal. Las transformaciones de los sabedores de estas etnias reflejan, según el antropólogo, actos de poder: poder guerrero y poder voraz-viril, desde una relación entre lo animal y lo humano. Estos agenciamientos animales-humanos dan cuenta de un proceso en el que las relaciones objetivas animales también se efectúan en algunas relaciones subjetivas del ser humano con los


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Una vez, una mujer rechazó a su esposo, que vagó solo por la selva. Dio con un jaguar en figura humana. El hombre-jaguar llevaba un cesto con su vestidura jaguarina. El hombre-jaguar preguntó al hombre dónde iba, y el hombre respondió: “Mi esposa no me quiere y por eso voy a perderme en la selva”. El hombre-jaguar preguntó dónde vivía la mujer. “Allí”, señaló el hombre; y el hombre-jaguar dijo: “Voy a ayudarte a reconquistarla”. El hombre-jaguar llevaba una azada al hombro. Los jaguares devoradores siempre llevan esa azada. Solo los hombres-jaguar la usan. 12 Con una postura distinta, pero igualmente interesante, Viveiros de Castro comprende la realidad animal-humana desde un perspectivismo que la percibe en un único sentido. El fondo originario común de todas las especies es la humanidad, como una relación entre sujetos a través de la caza; no como un tipo de animalidad, sino porque la caza es un tipo de guerra, de relación natural entre los sujetos. De aquí que los sabedores en el viaje extático adopten la perspectiva de las subjetividades no-humanas y puedan ver de qué manera los animales se ven como humanos: “El lado humano de los no-humanos” (Viveiros de Castro 2005). Sin embargo, esta propuesta no deja de tener un semblante demasiado antropocéntrico que desestima el hecho de que en el devenir animal el hombre, de hecho, participa de una “bestialidad”; la caza es, ante todo, de talante animal, pues es siempre el animal el que, por su adecuación biológica y etológica, mata, acecha, captura a su presa y sobrevive porque lo hace. Ello es lo que vivencia el sujeto cuando es desplazado por la posición de “cazador”, de predador, por “una inhumanidad vivida inmediatamente en el cuerpo” (Deleuze y Guattari 2006, 276). 13 Siguiendo a Deleuze, el anomal o anómalo no se refiere únicamente a aquello que se encuentra fuera de la norma y de un orden establecido, sino que, al encontrarse en el límite de la norma, también es simultáneamente límite de la contraparte de la norma. Este se encuentra en una posición de frontera, en un entre dos leyes o normas que se contraponen y que ubican al anomal en la posibilidad de devenir. Dice Deleuze a propósito de las relaciones que se tejen en las obras, de literatura anglosajona, Pentesilea y Melville: “[…] habría, pues, que definir una función especial que no se confunde con la salud ni con la enfermedad: la función Anómalo. El Anómalo está siempre en la frontera, en el límite de una banda o de una multiplicidad; forma parte de ella, pero ya está haciéndola pasar a otra multiplicidad, la hace devenir, traza una línea-entre” (Deleuze y Parnet 2004, 52).

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animales (Deleuze y Guattari 2006, 242). Toda vez que se encuentren dos especies diversas, entablan algún tipo de relación; más concretamente, piénsese en un cazador: él establece una simbiosis con el animal, una lucha de fuerzas en la cual el cazador es ya un animal al acecho. En este caso, se comprenderá que el cazador ha entrado en el paisaje del animal (que ahora es la presa), y revela en su dinamismo fuerzas que no son suyas, se ha vuelto otro, se ha vuelto animal porque en él se efectúan las molecularidades del agenciamiento caza12. Lo que se efectúa en la relación sabedor-jaguar es la conformación de un compuesto de sensaciones que manifiesta una relación animal con el animal. Hablamos de compuesto de sensaciones porque se trata de imbricaciones disímiles entre el ser humano y lo otro, que a su vez componen el devenir. Son relaciones enmarcadas en la línea de la afección, y comportan todas las pulsiones que atraviesan al hombre-sabedor y que se patentizan en el encuentro con individuos excepcionales (individuo excepcional es el animal o el componente que comparte con el hombre un intercambio de afección). Sin embargo, esta relación involucra mucho más que un individuo; en ella se ejerce un pacto de tipo grupal que produce en este sujeto su propio devenir. Se deviene porque hay un outsider, un intruso, un enemigo que excede la posición del sujeto, un anomal13. Veamos esto a través del siguiente fragmento de un mito desana recopilado por Reichel-Dolmatoff:


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Usan la azada para agarrar a la gente con ella. El hombre-jaguar fue a echarse en espera de la mujer; fue en figura humana, pero en realidad era un enorme jaguar negro. La mujer fue al embarcadero llevando una vasija. Cuando estuvo bastante cerca, él la agarró con su azada. Ella solo vio un enorme jaguar. Las demás personas solo vieron manchas de sangre y huellas de jaguar. El hombre-jaguar devolvió la mujer al hombre: “Esta es la que no te quiere”, dijo; “vengan conmigo a la maloca de las fuentes occidentales, que vamos a tomar cashirí”, dijo a la pareja (1978, 126-127).

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Por su parte, Reichel-Dolmatoff, en su análisis sobre los Tukano, concluye que “[...] el jaguar es la antítesis del modo de vida organizado y normado que llevan los demás; es el enemigo de todos; es el carnívoro poderoso entre los herbívoros tímidos y mansos; por eso el jaguar es un ajeno” (Reichel-Dolmatoff 1978, 133). Podría pensarse por qué el indígena –Kogi, Tukano, Paez– deviene jaguar, por qué deviene anomal, y la respuesta es que, si el indígena entra en relación con el animal, es porque este lo excede, porque ocupa un lugar inabarcable en su deseo, el de equilibrar las fuerzas de la comunidad. Entre los Desana, según Reichel-Dolmatoff, el hombre jaguar representa el poder libidinal que se satisface sólo en la caza de la mujer, en devorarla (sexualmente), y entonces devolverla a su marido. Ello evidencia que el anomal14 es, en primera instancia, el outsider que está al acecho, la amenaza para el hombre (por ello mismo es necesario hacer con él una alianza o pacto, como veremos más adelante). Para Reichel-Dolmatoff (1978), como para Eliade (2001), el deseo del chamán es dominar la selva para acceder al conocimiento-poder15 y explorar de manera efectiva el territorio (los humanos, las plantas, los animales), pero el jaguar se lo ha imposibilitado, en su condición de depredador. En esta medida, el jaguar no solamente es el animal natural que ronda en la selva, sino que en él circulan multiplicidades: los animales de la selva, lo desconocido; en el felino, así entendido, yacen las múltiples relaciones que el sabedor desea (comportamiento depredador, dominancia, agresión sexual); y en esta condición es también una zona de entorno, una “manada”. Por ello, las partículas de la molecularidad jaguar, los afectos, se agolpan sobre el yo del sabedor, sobre su modo de organización subjetiva, y producen el devenir. El mito desana afirma que el hombre con el que se encontró el indígena llevaba una “vestidura jaguarina”: 14 Traigo a colación la referencia que hace Sauvagnargues a Canguilhem para subrayar el concepto anomal: “La anomalía es definida como un ‘hecho de variación individual’ que ilustra el principio leibniziano de los indiscernibles, es decir, la primacía epistemológica de la diferencia. Pues la norma, para Canguilhem, es ‘morfológica y funcional’, variable y fluctuante, no general. […] lo anómalo es la diferencia constituyente que se produce como caso singular a partir del cual la norma reflexiva se desprende por variación”. “La desviación no solo es anormal (es, podríamos decir, normalmente anómala), sino que el viviente, así como no depende de un dualismo ente materia y forma, tampoco se explica en términos de escisión lógica entre individuo y especie: todo viviente es anómalo. Toda multiplicidad se produce por anomia constituyente” (Sauvagnargues 2006, 53-54). 15 Cavelier señala el importante papel de la búsqueda y domesticación de plantas en distintos climas como ejercicio chamánico entre sociedades recolectoras y cazadoras, 9.000 años atrás (2005, 27-33).


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Cuando los dos estuvieron dormidos se puso su vestidura de jaguar y se acostó. Cuando despertaron vieron un enorme jaguar echado allí y hablaron de él. Pero el jaguar escuchaba. Movía las orejas como si dijera: “Estoy escuchando”. Después se quitó el traje de jaguar. “¿De qué hablaban?”, preguntó; “no se asusten de mí; así es como cambio de vestido” (Reichel-Dolmatoff 1978, 126).

Para el grupo Desana, según Reichel-Dolmatoff, la palabra suriró, a la vez que se utiliza para designar la vestimenta, también describe el estado de una persona, el estar investida o revestida de ciertas cualidades. Así que este hombre-jaguar ya se encuentra revestido de los múltiples afectos del jaguar; está cubierto por un algo que no le pertenece: el comportamiento depredador, el ataque, la agresión sexual, en últimas, el deseo anomal y la multiplicidad de la manada sustentados en todos estos posibles modos. Esta manera comportamental se hace evidente cuando, en la finalización del mito, el hombre-jaguar advierte a la pareja no contar lo sucedido, pues de lo contrario morirían –y, en efecto, tras hablar sobre el asunto, ambos mueren en la misma noche–.

Establecer relaciones con el jaguar tiene que ver con la propagación de las molecularidades jaguar en el plano molar –entrar en relación es ocupar, contagiar lo existente, revestir (suriró)–. Tal como lo enuncia Reichel-Dolmatoff de la comunidad Desana con el término suriró, el hombre es revestido de lo animal; o el plano molar es infectado por las multiplicidades que lo atraviesan y que componen la multiplicidad jaguar –de ahí que todo proceso de individuación sea ejercido por un contagio–. De esta manera, se entiende que dicha multiplicidad es el conjunto de la manada, esto es, todas las interrelaciones que lo pueblan y lo componen en una situación específica. Por ello, toda relación que se establece con una manada tiene como fin caracteres de propagación, de ocupación. Aquella población que tiene por voluntad propagarse expandirá un poblamiento sobre lo ya ocupado, contagiará lo existente y provocará un nuevo y distinto tipo de multiplicidad que posibilita decir “yo soy jaguar”.

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[…] Cuando llegaron al término de su viaje vieron una gran maloca pintada. “Tomen mi cola”, dijo; “asiéndose de ella pueden seguirme”. Era el jefe de todos los demás que allí estaban. Había ido a danzar con ellos. […] Cuando entró en la maloca se quitó la vestidura de jaguar. Danzaron allí, y cuando hubieron danzado se volvieron a ir. Cuando los jaguares viajan así uno puede oír su jadeo. El hombre-jaguar llevó de nuevo a la pareja a su maloca y les advirtió que no hablaran de lo que habían visto. “Si hablan de esto, morirán”, les dijo; “si lo dicen, inmediatamente tendrán que venir a mi maloca. Al año que viene si todavía están vivos, volveré por ustedes y los llevaré otra vez conmigo”, dijo. Pasó mucho tiempo después de que la pareja saliera de su tierra, un año más o menos. […] Las demás personas les preguntaban qué les había ocurrido, pero ellos no querían decirlo. Primero escuchaban todas las preguntas, pero al final se cansaron y dijeron lo que había sucedido. Ambos murieron aquella misma noche (Reichel-Dolmatoff 1978, 127).


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El sabedor vivencia, en una duración de horas, una noche “chumada”16, los dinamismos afectivos de una serie de vidas que componen la vida misma. El devenir es la experiencia del sabedor que ha hecho posible generar una nueva individuación entre el jaguar y el hombre. El jaguar deviene pensamiento en el sabedor, pensamiento expectante, en el mismo momento en el que el sabedor deviene jaguar. Este rebasamiento se consolida, en tanto, en el dinamismo del devenir, se da un devenir jaguar en un no jaguar. Para que exista dicha condición, el sabedor se aventura a devenir-animal de un no animal, recurriendo a una micropolítica activa dirigida por las potencias de jaguar. La micropolítica es lo contrario de la macropolítica, que asegura y conquista (la mayoría) a la minoría. La micropolítica tiene por efecto movilizarse desde una diagonal o bloque de afección, una potencia de jaguar que no tiene punto de origen (punto contrario a línea); está en medio, ya no es un sujeto sino un bloque afectivo que abandona –desterritorializado– los puntos, las coordenadas, y prolifera afectos. Aquí, el sistema puntual o el cuerpo está subordinado a las líneas de flujo, e indica la proliferación del flujo (su precipitación, su furor o su agonía) de configuración de comunidad o de normalidad dentro del grupo; devenir que implica multiplicidad, celeridad, ubicuidad, metamorfosis y traición, potencia de afecto. Dada la liberación del cuerpo, una línea de fuga jaguar pasa entre el sujeto, y al crecer forma algo ajeno a la memoria oficial, antimemoria del sentido de morada. El cuerpo se desterritorializa en un devenir jaguar, pero el jaguar en el que él deviene está a su vez desterritorializado, inengendrado, deviniendo (devenires colores, sonidos). El sabedor se desterritorializa en un animal desterritorializado en imagen; el sabedor no imita al animal, deviene. Este es, entonces, un doble devenir: el sabedor solamente deviene jaguar cuando el jaguar deviene sensación; deviene jaguar en el ritual a condición de que el jaguar devenga a su vez sonido y color, sensación que le da consistencia a su noción de mundo. Por ello, el devenir es producirse a sí mismo y es real sin que haya un animal devenido, sin que exista un animal sobre el que él devenga. Es real porque no tiene otro sujeto que sí mismo, porque sólo existe en el devenir del que el hombre es sujeto y desde el cual el sabedor crea un mundo, en la conjugación de afectos, que recubre al mundo real en transparencia. Este mundo crea nuevas líneas con otras molecularidades que instauran multitud. Vale decir que la efectuación de este contagio se ejecuta desde dos planos. El primero, el plan de organización estructural genético, en el que se desarrollan las formas 16 Esta palabra, de raíz quechua, es utilizada comúnmente en las regiones del Putumayo y de Nariño para describir que alguien se encuentra borracho o ebrio. Afirmaciones como “está chumadito”, a modo de burla, ponen énfasis en la pérdida de la voluntad y del control del cuerpo. Es habitual en las tomas de yagé que los participantes más experimentados estén atentos a los efectos que la bebida pueda generar en los participantes nuevos, que genera comparativamente una intoxicación alimentaria. Pero estar chumado no sólo habla de encontrarse en estado de embriaguez, sino del particular estado al que se llega con la ingesta del yagé: del cambio de visión y sensibilidad nueva que logran experimentar el sabedor y los participantes. Da la sensación que el sabedor y los más experimentados en las tomas de yagé logran tener autocontrol de su cuerpo y, aun así, ver las visiones del yagé.


“Yo soy jaguar”. Una lectura cruzada entre la filosofía y la antropología Jennifer Andrea Rivera Zambrano

No un cuerpo... un bloque de sensaciones El sabedor que dice de sí mismo “yo soy jaguar” efectúa, de hecho, algo sobre sí y sobre su entorno. Ello requiere un enfoque que dé cuenta de las relaciones entre estos dos términos. Por lo tanto, se comprenderá este enunciado como expresión de un devenir-animal: una serie de relaciones de transcodificación entre lo humano y lo animal, que circulan entre un outsider y un sujeto sabedor. El efecto o resultado de la

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y se subjetivan los sujetos (sus formas, sus motivos, sus caracteres, sus sentimientos). En el segundo, en el plan de consistencia o composición, se efectúan relaciones de velocidad y lentitud, de reposo y de movimiento de elementos no formados, de afectos entre entidades no subjetivadas (Deleuze y Guattari 2006, 270). En este segundo plano se inhiben las potencias molares (las organizaciones familiares, filiales) propias del plano de organización y se da cabida a las distribuciones de tipo molecular. El recurso de constituir vida familiar y social a través del trabajo y la organización hace que se configure el sujeto social. Estos procesos molares son, sin embargo, rebasados por las distribuciones moleculares en la toma de enteógenos; en la actualización del rito, todas aquellas formalizaciones organizacionales son reconfiguradas de manera única. El plan de consistencia se superpone al plan de organización; o, en otras palabras, el accionar animal, en la toma, se superpone al yo del sabedor. De aquí que todo devenir sea un devenir molecular, pues son las partículas de afectos (jaguar) las que atraviesan el yo. Con esto se evidencia que la consistencia del devenir radica en multiplicidades moleculares, coexistencias de duraciones del tipo planta, olor, animal, objeto, efecto natural. De esta forma, se aclara que la relación del sabedor no es sólo con un jaguar sino con los modos de expansión, de propagación, de ocupación, de contagio. Ya el sabedor –que, en sentido estricto, ya no es sabedor sino una materia de afecciones– es también la manada. Esta condición genera nuevas relaciones de borde o frontera con la manada. El jaguar es la potencia del anomal y el borde de su manada; y frente a esta, el sabedor es a su vez un anomal, por cuanto ella –la manada– lo instala en una posición de borde respecto a las constantes formaciones molares filiativas de la comunidad. Su posición de anomal permite al sabedor establecerse en la frontera, entre-dos, entre el grupo y la selva; y, por ello, realiza el pacto con la multiplicidad jaguar. Así, el devenir jaguar, como bloque de sensaciones, implica la simultaneidad de un movimiento en el cual el sujeto sabedor se resta a la mayoría (comunidad), a la vez que el jaguar –outsider– emerge de la minoría; un intercambio dado por un bloque de alianza en el que los dos, animal y humano, entran en un devenir-jaguar. El contagio distiende al yo en la circulación de partículas de afectos; el yo del sabedor (plan de desarrollo) es contagiado por molecularidades que lo pueblan y forman (plan de consistencia), y este nuevo agenciamiento desdibuja la categoría hombre entre las multiplicidades que lo ocupan. En este nuevo reagrupamiento de talante simbiótico, el individuo ha sido compuesto y rebasado por otros grados de individuación, que forman a continuación otro individuo, otra intensidad.


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relación es una configuración molecular que, como red de significación, se evidencia a través del cuerpo, como devenires pobladores de sentido y de saber. En este momento surge la pregunta: ¿por dónde circula el devenir? Las relaciones y distensiones mencionadas entre el plan de organización y desarrollo y el plan de consistencia sólo son posibles, en el caso del devenir-jaguar, a través del cuerpo. Una de las condiciones en las que el sabedor se ve inmerso para cumplir sus deseos es el ejercicio sacrificial de su cuerpo: la intoxicación orgánica. A condición de que en su cuerpo se instale la multiplicidad o circulación de devenires, el sabedor ejerce su propia desintegración a través de los múltiples cambios que la planta Banisteriopsis caapi le proporciona. Este ejercicio sobre el propio cuerpo da lugar a la configuración de un cuerpo sin órganos (CsO)17. El sabedor va de un agenciamiento a otro desde la sacrificialización del cuerpo. Al llenarse de la planta, en las tomas, al tener sangre de planta y estar “pintado”, el cuerpo-planta compone con el cuerpo-hombre otro cuerpo, una haecceidad ubicada en la frontera entre lo orgánico y lo inorgánico, un estar de borde. Por ejemplo, según relata el sabedor ingano Domingo Cuatindioy, en conversaciones sostenidas con la autora, en su particular viaje obtiene un poder, como visión-poder, con relación al saber de la naturaleza como la caza, las esencias del universo, el encuentro con los primeros sinchiswaira. Dice taita Domingo Cuatindioy que en una toma anterior él estaba de camino por el monte y se encontró con los taitas mayores, y luego con el yagecito tigre. Él era un taita mayor. En el camino olfateó la planta que daría a un hombre para sanarlo. Esto se expresa en varias de sus obras pictóricas18, en donde, en su decir, pinta los lugares por los que ha transitado en el mundo de las fuerzas. La planta vehicula los subsiguientes pactos que lo harán transitar por el devenir jaguar, entre otros. En la multiplicidad planta están atrapadas o yacen la multiplicidad jaguar y todas las simbiosis heterogéneas en las que el yo se distiende. Lo que se está efectuando es una línea de fuga que va a bordear distintas dimensiones de multiplicidad en este proceso de desubjetivación. Para dar cuenta de lo anterior haremos uso de los registros de charlas con sabedores de las comunidades Inga y Kamëntsa que la autora en 2005 tuvo oportunidad de compartir, pues manifiestan la efectuación de líneas de fuga como dinámica propia del devenir. Nuestros ancestros se transformaban en jaguares para defenderse de los curacas del bajo Putumayo, que les gustaba hacer el mal. En el tiempo pasado, ellos andaban por entre los hombres, ellos transitan por los caminos de noche. Los verda17 El cuerpo sin órganos se refiere al agenciamiento por el que el cuerpo puede ser redefinido, al margen de las formas que lo determinan (de la sustancia o sujeto, de los órganos y las estructuras de las facultades mentales). Se trata de un ejercicio sobre la propia vida que no necesariamente es consciente y que excede la experiencia sensorial; esta experimentación no disgrega lo físico de lo mental sino que los aúna en la intensidad de una forma de vida que se evidencia en el cuerpo. 18 Ver https://www.youtube.com/watch?v=nazCMLg3JaU


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deros taitas, como tienen la sangre pintada por el yagecito, pueden convertirse en jaguares. “¿O sea, taita, que usted también es un jaguar?”. “Sí, yo soy tigre, a veces cuy, río, yagé, todo depende del yagecito”19.

Cuando oscureció y llegó la noche, se acostó y se quedó dormido; al despertarse se vio y ya no era hombre sino tigre, un tigre muy grande. A la mañana siguiente ya no era tigre sino nuevamente hombre. Podía cambiar su figura constantemente. Ese es el hombre chamán, el hombre que se vuelve tigre, que convierte las fuerzas invisibles en puras materias (Guzmán 2004, 79).

Según el relato de Antonio Guzmán, diríamos que la inclusión de fuerzas en el organismo equivale a los niveles con los que el cuerpo es capaz de percibir o presentir; movimientos de afectos que subsisten a la percepción subjetiva (percepción mediadora), pero que ya están siendo, simultáneamente, en el instante en que se aproximan por encima del umbral de percepción subjetiva (que a su vez se hace perceptible en la captación provista por el CsO). Se entenderá que en el tránsito de 19 Esta información es un extracto de grabaciones realizadas por la autora acerca de experiencias con el yagé, con motivo de una investigación etnográfica en el alto Putumayo, en 2005, con los sabedores Paulino Mojomboy, de San Andrés, Olimpo y Domingo Cuatindioy, de Sibundoy.

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Estas palabras evidencian las tres dimensiones que componen el devenir: 1) devenir animal, 2) devenir planta y 3) devenir molecular, en el que se advierten una mutación de la percepción y de la sensación, y la emisión de un jaguar molecular. De tal modo, el intercambio corporal que experimenta el sabedor es una serie de agenciamientos que desterritorializan la estructura molar del yo. Todos ellos, en distintos reordenamientos de lo vivo, proyectan las junturas de multiplicidad que recomponen singularmente las formas de ser de quien es atravesado por el devenir. El sabedor está envuelto en segmentos de devenir que se conducen de unos a otros. Las intensidades y las potencias de afectos redefinen los órganos en función de la fuga que ha atravesado al cuerpo. Esto quiere decir que si el cuerpo es la condición del devenir, es porque el cuerpo como cartografía es una determinación surcada por caracteres variables que lo componen y recomponen en una total y continua variación en pro del propio plan de vida. Por ello, el CsO aparece aquí como una nueva producción vital, desde donde se producen las emisiones de partículas de distinta aceleración que son perceptibles en y por el órgano. De este modo, las relaciones animales, vegetales y moleculares en el cuerpo tienen lugar en un ámbito abierto de combinaciones diversas, ya no de semejanza o de cercanía, sino que, en pro de la vida, los cuerpos adquieren otras individualidades de acuerdo a las funciones que adquieren los órganos. Estas transformaciones son el plegamiento, la plicatura entre una y otra individualidad en su composibilidad, plegamiento que subsiste como una población anónima. Los órganos ya no son órganos, son materiales por los que fluyen intensidades más veloces o más lentas: movimientos.


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afectos, en el intercambio de acciones y pasiones, el cuerpo como entidad orgánica se compone o descompone con otros cuerpos, y el resultado es la desterritorialización de su organicidad hacia una función maquínica (un CsO). Al sabedor le son trastocadas todas aquellas formas estructurales-genéticas con las que se relaciona y convive por modos inhumanos (afectos impersonales) que transmutan la manera en que se manifiesta como sujeto. Lo que antes era respirar, ahora es un olfatear; lo que antes era ver, ahora es estar a la mira; lo que antes era recorrer, ahora es acechar; potencias animales que establecen un nuevo territorio vivencial. Estas relaciones de movimiento y de reposo reconfiguran el funcionamiento orgánico por modos maquínicos. Para el caso, el sabedor hace de su cuerpo un nuevo cuerpo con el animal, con la planta o con un elemento natural; sus órganos son redefinidos como materiales por donde pasan las intensidades del animal: partículas felinas en función del entorno molecular en el que entra. El jaguar se relaciona con un entorno, con su alimento, con la luz, con la oscuridad, su actuar es en relación con… Allí está su indiscernibilidad. No es el jaguar y sus características o modos, es su acción con relación al entorno molecular en el que está inmerso el sabedor. Posibilidad en la que el cuerpo capta los microfenómenos, micropercepciones. Los anteriores ejemplos muestran que el sabedor despliega su plan de consistencia con el enteógeno. El agente del devenir, sin embargo, no sólo equivale al enteógeno, también puede ser la fe, el arte o, en últimas, todo móvil que redireccione la percepción y logre transformar la vida. Para el caso del sabedor ingano, el agente de sus múltiples devenires será el bejuco Banisteriopsis caapi, cuyo consumo promueve una percepción ya no dada entre un sujeto y un objeto percibido, sino en la captación de las partículas de las entidades en movimiento, su aceleración o desaceleración20. El bejuco interviene con sus velocidades el cuerpo e invade la percepción y el deseo21, de tal forma que lo imperceptible es percibido, y, a la vez, la percepción se hace molecular: movimiento simultáneo. El agente del devenir será entonces aquello que interviene en las velocidades perceptivas molecuralizando lo percibido. De este modo, la percepción es ya molecular, capta el movimiento de lo imperceptible, y, con la participación del agente, lo imperceptible será percibido, además de que el deseo investirá la percepción y lo percibido. Es un cambio en el que los sujetos y las formas desaparecen por el rebasamiento de la cosa, pues ella invadirá el deseo, la percepción, los pensamientos del cuerpo sacrificializado.

20 La experiencia extática no está vinculada, para todos los pueblos, con el uso de los enteógenos; en cambio, puede estarlo con otros agentes externos, como el frío extremo del Ártico. Diversos estudios concuerdan en que los agentes externos incitan transformaciones en la percepción y en el cuerpo. Al respecto, véanse las investigaciones de Mircea Eliade (2001) y Peter Furst (1980). 21 Es importante comprender que la desterritorialización puede partir del consumo del enteógeno. Sin embargo, este consumo no explica la desterritorialización, es más bien la función de un nuevo deseo que inviste la percepción.


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Llegados a este punto, podemos concluir que el devenir-animal es configurado por un movimiento que se caracteriza por: 1) una individuación que se consolida en una serie de relaciones con otros grados de velocidad pertenecientes a otros individuos, como el jaguar; en esta relación, el movimiento del jaguar hace saltar el ámbito propio de saber o de percepción de la realidad del sabedor; 2) un posicionamiento anomal, en el que se presenta un contagio de flujos moleculares que traspasan el ámbito molar, incitado por un deseo que viabiliza una alianza con otro (la población jaguar); 3) una experimentación del cuerpo viabilizada por las intensidades que desplazan los puntos organizacionales; se incrementa la potencia de acción de un cuerpo al recomponerse (CsO) en función de la vida. De aquí que la vida no sólo sea los aconteceres posibles de un espacio normalizado, o un ideal normalizado de agentes sociopolíticos, sino la eterna rebelión, el perenne salto sobre ellos. De este modo, la vida tiene una ampliación como proceso, un plus en su propagación. Magma del devenir que genera en su contracción la apertura o reconstitución de nuevas dinámicas de sentido en el mundo social.

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P A N O R Á M I C A S Emoción y nuevas espiritualidades. Por una perspectiva relacional y situada de los afectos | 175-191 Nicolás Viotti

“Invertir en vida”: decisiones económicas y diferencias generacionales en torno a la vivienda en jóvenes de la ciudad de Buenos Aires, Argentina | 193-212 Magdalena Felice



Emoción y nuevas espiritualidades. Por una perspectiva relacional y situada de los afectos* Nicolás Viotti** FLACSO, CONICET, Argentina

Como citar este artículo: Viotti, Nicolás. “Emoción y nuevas espiritualidades. Por una perspectiva relacional y situada de los afectos”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 175-191. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.08 Artículo recibido: 31 de mayo de 2016; aceptado: 16 de diciembre de 2016; modificado: 13 de marzo de 2017.

Palabras clave: Emoción, espiritualidad Nueva Era, Catolicismo renovado, subjetividad, teoría nativa (palabras clave del autor).

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Este artículo es resultado del trabajo de investigación realizado en el marco de mi tesis doctoral en Antropología Social, Museo Nacional, Universidad Federal de Río de Janeiro, y del proyecto sobre espiritualidad, subjetivación y mercado, financiado por el CONICET, Argentina.

** Doctor en Antropología Social por el Museo Nacional, Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil. Sociólogo, Universidad de Buenos Aires. Investigador del CONICET. Entre sus últimas publicaciones están: coautor en “El paraíso está dentro de nosotros”. Nueva Sociedad 260: 81-94, 2016; y autor en “El affaire Ravi Shankar. Espiritualidad y medios de comunicación en Argentina”. Sociedad y Religión 25 (43): 13-46, 2015. *nicolas.viotti@gmail.com

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Resumen: Las religiosidades con un fuerte componente “emocional” tuvieron gran visibilidad en la sociedad argentina durante las últimas décadas. Este trabajo analiza el llanto en grupos vinculados a la espiritualidad al estilo de la Nueva Era y el catolicismo revivalista y/o renovado, en el contexto más amplio de las llamadas “nuevas espiritualidades”. Asimismo, pretende reflexionar sobre las afinidades entre sacralidad y emocionalidad como objetos de análisis complejos de las ciencias sociales, y sobre lo que el enfoque relacional de una corriente de la religiosidad contemporánea tiene para decir sobre el campo más amplio del estudio de los afectos en el análisis de la religiosidad. Sobre todo, cuando los análisis más difundidos oscilan entre diagnósticos sociologistas, o bien subjetivistas, es decir que entienden el “emocionalismo” como crisis contemporánea de lo “social”, o la emoción como locus de la “experiencia subjetiva”. En suma, el artículo quiere subrayar cómo el hecho de atender a las teorías nativas sobre las causas de la emoción –en cuanto proceso relacional que prioriza un enfoque comunicacional, que articula componentes humanos y no humanos situados, y nociones específicas de eficacia y causalidad– resulta ser una estrategia complementaria para analizar las emociones.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 175-191 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.08

Emotion and the New Spiritualities. Towards a Relational and Situated View of Affects Summary: Religiosities with a strong “emotional” component had strong visibility in Argentina over the past decades. This paper analyses the crying in groups linked to the New Age spirituality and revivalist Catholicism in the broader context of the so-called “new spiritualities”. It also aims to reflect on the affinities between sacred and emotionality as a research focus in the social sciences and what the relational approach has to say about the broader field of affect studies in the analysis of religiosity. Especially when the most widespread analysis understand “emotionalism” as a contemporary crisis of the “social” or as a locus of “subjective experience”. In short, the article intend to emphasize how considering native theories about the causes of emotion, as a relational and situated process that considers human and non-human agents, ideas of cause and efficacy, could be a complementary strategy to analyse emotions. Keywords: Emotion, New Age spirituality, Catholic Renewal, Subjectivity, native theory (author´s keywords). Emoção e novas espiritualidades. Por uma perspectiva relacional e situada dos afetos 176

Resumo: Religiosidades com um forte componente “emocional” tiveram grande visibilidade na sociedade Argentina nas últimas décadas. Este artigo analisa o choro nos grupos ligados às espiritualidades Nova Era e ao catolicismo revivalista no contexto mais amplo das chamadas “novas espiritualidades”. O artigo tem também o objetivo de refletir sobre as afinidades entre o sagrado e os afetos como objetos da análise nas ciências sociais, particularmente frisa a importância da abordagem relacional no campo mais amplo do estudo dos afetos. Considera criticamente as análises mais generalizadas sobre o “emocionalismo” como crise contemporânea do “social” ou como locus da “experiência subjetiva”. Em suma, pretende-se enfatizar como reconstruir as teorias nativas sobre as causas da emoção, em tanto processo relacional e situado que considera as relações entre humanos e não-humanos, as ideias sobre a causa e a eficácia, resulta uma estratégia complementar para o estudo antropológico das emoções. Palavras-chave: Emoção, espiritualidade Nova Era, Catolicismo renovado, subjetividade, teoria nativa (palavras-chave do autor).


a centralidad de rituales públicos donde se narran los sentimientos personales y las escenas de conmoción que se manifiestan en el llanto o la risa es el rasgo de diferentes expresiones religiosas, que van desde el cristianismo pentecostal, las variadas expresiones del catolicismo de tipo carismático e incluso de las manifestaciones más difusas de la espiritualidad de la Nueva Era1. La “nueva cultura emocional” estaría en sintonía con lo que algunos analistas describen como un “nuevo emocionalismo religioso”, viendo allí un proceso simultáneo de autonomización subjetiva que estaría en sincronía con la cultura capitalista de las sociedades occidentales (Illouz 2008). Religiosidad y emoción son categorías que guardan una relación estructural e histórica entre sí, en la medida en que, dentro del pensamiento ilustrado, ambas son imaginadas como sujetas a un proceso de intimización o, en su defecto, como parte de un proceso de reemergencia pública contemporánea. Son imaginadas también como representantes de lo “arcaico”, lo “no moderno” o lo “tradicional”. Frente a estas miradas, perspectivas más reflexivas han mostrado que esas imágenes corresponden más a las formas en que las sociedades modernas se autolegitiman, que a un fenómeno empírico, y que tanto la sacralidad como las emociones son constitutivas de buena parte de la experiencia social pasada y contemporánea. Ello, sin embargo, no quiere decir que no existan especificidades vinculadas con diferentes momentos históricos y diversos recortes de la vida social: regionales, nacionales, étnicos, de género, de clase o de estilo de vida. Como categoría histórica y moderna, la religiosidad remite a los procesos de autonomización y privatización de la vida en las sociedades europeas del siglo XVIII. Como muestra Talal Asad (1993; 2003) no existe nada propio de lo religioso o de lo secular en sí mismo; estas son categorías históricas que se construyeron como opuestas y complementarias. Lo religioso, en cuanto tal, emergió como categoría, y también como experiencia específica, como consecuencia de la reforma protestante, produciendo nuevas distinciones entre lo sagrado y lo secular, tanto en el orden estatal como en el subjetivo. La religión se convirtió en asunto privado, y, asimismo, la “creencia” fue consecuencia directa de una “elección personal” que debía mantenerse al margen

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Entiendo por catolicismo revivalista y/o renovado a las expresiones centradas en una experiencia extática con lo sagrado que suponen una experiencia biográfica previa de relativa secularización. Sin reducir el fenómeno a un movimiento eclesial, la expresión paradigmática del catolicismo revivalista es la Renovación Carismática Católica, surgida en el contexto del Concilio Vaticano II, en el ámbito norteamericano, y con una fuerte impronta de la matriz protestante pentecostal de la manifestación del Espíritu Santo (Csordas 1994; 2001; Champion y Hervieu-Léger 1990; para Argentina ver Cabrera 2011; Giménez Béliveau 2003). Entiendo por Nueva Era a una sensibilidad religiosa que comparte con el catolicismo revivalista la experiencia biográfica de relativa secularización en sus adherentes. A diferencia del catolicismo, es más difícil reconocer un sistema cosmológico estable y una lógica eclesial. Sin embargo, entendemos que la sensibilidad Nueva Era incluye al menos dos componentes que comparten con el catolicismo revivalista una gramática cultural semejante centrada en la intimidad personal y en las relaciones extendidas más allá del cuerpo: un Yo sagrado como un reducto intimista de la subjetividad y la Energía, una fuerza holística que es agente de la transformación (Heelas 1996; 2008; sobre Argentina ver Carozzi 2000; para una síntesis sobre los elementos ordenadores de la Nueva Era con base a la literatura latinoamericana ver Frigerio 2013).

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Emoción y nuevas espiritualidades. Por una perspectiva relacional y situada de los afectos Nicolás Viotti


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 175-191 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.08

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de los actos públicos. La matriz cristiana pasaba de un orden encantado propio del catolicismo a un dios privado, idealmente encarnado en la tradición protestante. A su vez, esa nueva relación con lo sagrado no tenía la centralidad que adquiría en órdenes sociales donde lo sagrado resultaba el eje de la organización política y subjetiva de la vida social. El registro de lo sensible siguió un proceso semejante de autonomización relativa. Su exclusión de la vida pública, y la construcción de una subjetividad escindida entre una “conciencia cognoscente” y una “esfera emocional”, tuvieron una eficacia relativamente extendida. El análisis de Norbert Elias (1989) resulta un ejemplo sustancial sobre ese proceso de autocontrol de las emociones en las sociedades del norte europeo, sobre todo entre sus sectores ilustrados, durante los siglos XVII y XVIII. Ese proceso de intimización de las emociones sigue un modelo comparable con el de lo religioso. Si en las sociedades del Antiguo Régimen lo sagrado resulta de una relación distribuida entre subjetividad y su entorno –mercado, Estado, relaciones de parentesco–, también la emoción resultaba de una concepción relacional y, por lo tanto, manifestada públicamente. Los procesos de autonomización subjetiva de la cultura europea, siguiendo este argumento, habrían producido en el orden emocional algo semejante a la compresión de lo sagrado al “fuero íntimo”. Leídos en conjunto, tanto lo sagrado como la emoción quedarían dentro de un orden dualista: a nivel político, con la construcción de lo “privado”; en la dimensión subjetivo-corporal, en la emergencia del “fuero íntimo”. Por lo tanto, serían categorías asociadas a lo “no representable” –en cuanto poseedoras de una cualidad opaca–, a una racionalidad universal –ideal de la comunicabilidad y el entendimiento democráticos–. Categorías racionales que estarían encarnadas en un espacio público expresado en lo visible y una conciencia que se manifestaba con lo decible. Si bien esos análisis que muestran la intimización de lo sagrado y de las emociones dan cuenta de procesos históricamente efectivos, en muchos casos, esos procesos han sido leídos con niveles de homogeneidad y de generalidad muy amplios que invisibilizan sobrevivencias, reapropiaciones e, incluso, transformaciones más contemporáneas. Sobre todo, con ese nivel de generalidad puede funcionar como una metanarrativa de la modernidad occidental que legitima una imagen lineal de la transformación de las sociedades modernas (Englund y Leach 2000). Una visión alternativa podría entender que los procesos de secularización y de autocontrol de las emociones son más un problema por investigar que un dato dado. Lo mismo puede decirse sobre dos ideas bien contemporáneas: el “reencantamiento del mundo” y la “nueva cultura emocional”, o, aun, las “religiosidades de la emoción” como síntesis de ambas. Esas ideas, utilizadas en forma abstracta, pueden replicar la metanarrativa moderna acríticamente, leyendo cierta visibilidad contemporánea de lo sagrado y lo emocional como una reacción al proceso de racionalización e institucionalización de la religión y/o la cultura, o bien como consecuencia de la “crisis de lo social”, entendido como sinónimo de lo racional y lo secular. De esta manera, la emocionalidad religiosa contemporánea sería consecuencia de la “revancha” de la religión y de la emoción,


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En Argentina, este tipo de análisis cuenta con trabajos importantes que adaptan algunos de esos enfoques a situaciones históricas y geográficas diferenciales. Ver, por ejemplo, Mallimaci (2009) y Mallimaci y Giménez Béliveau (2007).

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Entiendo por clases medias a una configuración relacional e histórica que en Argentina incluye al menos tres aspectos: identificaciones y autoidentificaciones con la “clase media”, tanto en los discursos y las prácticas públicas como en las performances personales; aspectos culturales y valorativos sedimentados en una experiencia sociohistórica de hábitat relativamente común, y, por último, rasgos sociodemográficos propios, tales como ingreso, nivel educativo o área de residencia.

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aspectos “reprimidos” de la cultura occidental, o el resultado de una disolución de lo social y la emergencia del individualismo. Ambas concepciones condensan, primero, la idea de una disolución efectiva difícil de comprobar históricamente, y, segundo, una separación entre lo social y lo individual que responde a una separación analítica demasiado asociada a la teoría nativa sobre la acción humana de las élites intelectuales europeas del siglo XIX (Latour 2007). Muchos científicos sociales interesados en la religiosidad han descripto como “emocional” la relativa visibilidad de movimientos carismáticos católicos o la espiritualidad al estilo de la Nueva Era (Champion y Hervieu-Léger 1990; Bellah 1985; Heelas 1996; 2008)2. Para esta perspectiva, ese fenómeno sería simultáneo con una desinstitucionalización de la religión y la emergencia de una creatividad personal inusitada en los modos de creencia que llevaría a religiosidades “nómadas” y “sincréticas”. En algunos casos extremos, al asociar el emocionalismo contemporáneo con una concepción radicalmente autónoma de la subjetividad, este tipo de aproximaciones tienden a ver las emociones como sinónimo del individualismo empírico y, por lo tanto, como un fenómeno enfrentado a una concepción de lo social reducida a la lógica institucional-eclesial. Entendemos que esas miradas, por lo tanto, pueden producir una lectura muy general de un fenómeno que, creemos, podría entenderse mejor atendiendo a las redes sociales, los estilos de vínculo con lo sagrado, y todo el entramado de relaciones entre humanos y no humanos que producen particulares regímenes de afectividad. Nos parece que relocalizar los regímenes de afectación religiosa en situaciones específicas es una perspectiva complementaria, que, incluso, sin desconocer los procesos efectivos de autonomización, ayudaría a entenderlos mejor, y permitiría concebir más y mejor qué significan esos procesos en colectivos concretos y en función de configuraciones nacionales, étnicas, de clase, o estilos de vida. Al mismo tiempo, permitiría comprender mejor el supuesto contraste con regímenes de subjetivación menos autónomos, y comparar con regímenes de afectación religiosa diferenciales, en términos de jerarquía sociocultural, o históricos. Una perspectiva relacional sobre las emociones religiosas puede, aun, ser una herramienta para la reflexión sobre el estudio socioantropológico de las emociones en general que no incluya un aspecto sagrado en sentido estricto. Con ello en mente, me detendré en algunos relatos y prácticas sobre el llanto en mi propio trabajo de campo en dos redes religiosas localizadas en una zona central de Buenos Aires identificadas con identidades y estilos de vida de las clases medias3.


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Esas redes están vinculadas con el catolicismo revivalista y la Nueva Era, y condensan una trama de marcadores, imágenes, discursos, prácticas, cuerpos y agentes no humanos centrados en la gestión del bienestar personal, con un fuerte componente intimista en el vínculo con lo sagrado y, al mismo tiempo, con un elemento holístico y relacional de reintegración con los otros sociales y con el cosmos. En principio, examino algunas posiciones analíticas sobre la emoción. A continuación, me detengo en las manifestaciones del llanto en las redes católicas y la espiritualidad al estilo de la Nueva Era. El material expuesto aquí proviene de diez meses de trabajo de campo en dos grupos de la Renovación Carismática Católica, un Taller de Cura Interior impulsado por una monja católica y dos centros de meditación y prácticas “holísticas” inspirados en una ideología orientalista ecléctica. Estos grupos constituyen una red católica espiritualista y otra vinculada con la denominada Nueva Era, localizados en la zona norte de Buenos Aires. Muestro cómo se conjugan elementos íntimos de la persona y dispositivos relacionales que disputan el dualismo cuerpo/alma y sagrado/secular. Por último, sugiero que las emociones en esa trama religiosa de una zona del mundo de los sectores medios de Buenos Aires sirven para pensar a la emoción como un dispositivo relacional y comunicacional entre diferentes componentes, y que ese enfoque permite complejizar los análisis circunscritos únicamente a la totalidad social o a la experiencia corporal intersubjetiva. Retomando algunas ideas de la antropóloga Jeanne Favret-Saada (2009) sobre la noción de afectación, proponemos que, antes que remitir a una construcción sociocultural, aun corporal –como ha sido habitual en la antropología norteamericana–, o a una representación social –recurso común en una corriente influyente de la sociología de la religión francesa–, la emoción puede entenderse mejor como un dispositivo comunicacional que articula componentes situados específicos y que moviliza teorías nativas de la eficacia y la causa.

El afecto: entre lo social, la cultura y la experiencia corporal Un grupo importante de trabajos, sobre todo inspirados en una corriente contemporánea de la sociología francesa y la antropología anglosajona, han reconocido la centralidad de la afectividad. Sin embargo, esas perspectivas de análisis tienden a priorizar algún aspecto como “determinante” de las emociones, relativizando o dejando de lado las teorías nativas. Estos recursos son parte central de nuestras herramientas disponibles para imaginar problemas de investigación. A riesgo de reducir sus argumentos principales, mencionaré brevemente tres enfoques más o menos canónicos para pensar las emociones: el de la sociología de la religión francesa de Danièle Hervieu-Léger, la antropología de las emociones norteamericana de inspiración posmoderna y, finalmente, una derivación de esta última: la antropología del embodiment de Thomas Csordas. Una propuesta fundamental para el estudio de las relaciones entre emoción y religiosidades contemporáneas es la de Champion y Hervieu-Léger (1990), quienes caracterizan la afectividad por la “falta de lo social”. Inspirados en la teoría del caris-


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Para una mirada crítica a esta perspectiva ver Favret-Saada (1994).

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ma de Max Weber, estos autores desarrollan una concepción emocional del carisma como algo “volátil” e “inestable” que sirve para pensar las nuevas religiosidades en las sociedades occidentales contemporáneas, caracterizadas por la “crisis de lo social” y la emergencia de un marcado “individualismo”. La identificación del carisma con lo afectivo caracterizaría a las religiosidades poco institucionalizadas y, por ello, individualistas. Ese retrato tiende a condensar lo social en una imagen reificada de lo institucional como sinónimo de lo eclesial; por lo tanto, las religiones de la emoción serían la consecuencia de un crecimiento de modos de creer y de practicar la religiosidad por fuera de lo eclesial. En síntesis, el afecto es analizado como asocial, y, en todo caso, puede convertirse en social sólo cuando es incorporado en un proceso de institucionalización que lo hace socialmente viable. El problema con tales definiciones de las religiosidades emocionales es que naturalizan el modelo eclesial (en general, el de las iglesias cristianas) como socialmente válido, dejando de lado la dimensión colectiva de todas las experiencias religiosas que no funcionan bajo el orden de una estructura jerárquica. Asimismo, al oponer lo social y racional a lo individual y emotivo, esa mirada supone una forma dualista de entender la vida social demasiado anclada en la teoría nativa de la sociedad europea del siglo XIX sobre lo “social” y el “individuo”, dejando de lado las relaciones sociales efectivas, siempre colectivas, que producen subjetividad4. Otro enfoque prioritario en el estudio de las emociones es el de una corriente de la antropología norteamericana de la década de 1980. El punto de partida de lo que quiero esbozar aquí es un núcleo clásico que se planteó las formas de entender las experiencias emocionales dentro del paradigma de la antropología llamada posmoderna. Un tema que esa corriente se propuso discutir, por cuanto había sido problemático para el canon de unas ciencias sociales –excesivamente preocupadas por su propia epistemología occidental– que distinguía entre esfera pública y privada, objetiva y subjetiva. Según Rosaldo (1989), un antecedente en la antropología es el bien conocido trabajo de Radcliffe-Brown (1922) sobre el llanto ceremonial en las islas Andamán. Los andamaneses lloran en ocasiones prescritas durante los rituales referidos a las crisis vitales; el llanto es explicado como un acto simbólico, como una convención. Contra esta lectura del llanto de los andamaneses, y amparado en el giro subjetivista de una corriente influyente de la antropología norteamericana, Rosaldo rechaza las apelaciones a la autoridad etnográfica llamando a la integridad de la experiencia, objetando que semejante análisis ignoraba y devaluaba las emociones de los andamaneses cuando luchan por sobrellevar acontecimientos trágicos (Rosaldo 1989, 21). La pretensión de objetividad, según este autor, es una maniobra en una batalla por la autoridad. En su propio trabajo de campo, nos dice, sólo consiguió entender el sentimiento de rabia ilongot que provocaba la pulsión a la caza de cabezas que acompañaba al pesar, un daño espiritual o la pérdida de un ser querido, cuando él mismo experimentó la trágica muerte de su mujer. En esta breve reseña se


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concentran clásicamente los polos objetivista y subjetivista de la aproximación a las emociones y al estatuto de la relación entre la “experiencia subjetiva” nativa y el conocimiento “objetivo” del investigador. Tomando partido por la primera, si Rosaldo (1989) consigue argumentar que puede haber conocimiento sólo a partir de una “experiencia” asimilable entre nativos y antropólogo, es porque existe una continuidad dada entre corporalidades. El problema de la autoridad y de la experiencia etnográfica era simultáneo con una preocupación por los aspectos “subjetivos” como las emociones, incluso para disolverlos en análisis que superaran las distinciones entre cuerpo/mente, cognición/emoción razón/sensibilidad. Los trabajos iniciales que tomaron seriamente la etnografía de la emoción insisten en la importancia de diluir esas distinciones para acceder a sistemas simbólicos unificados (Rosaldo 1984; Lutz y With 1986). Las críticas a algunos de estos trabajos en la década siguiente subrayan la importancia de otros aspectos no estrictamente simbólico-expresivos, es decir, sociales, históricos, ideológicos o corporales5. El trabajo de Csordas (1994; 1999) es paradigmático del esfuerzo por integrar la semiótica (textual o estructural) y el aspecto creativo de la práctica a partir de la noción experiencia corporal. Por estar íntimamente ligadas a la veta subjetiva y remitir a aspectos “interiores”, algunos de los puntos críticos en los estudios sobre emociones, o, en su defecto, de la “experiencia corporal” son todavía las posibilidades metodológicas de acceso a la “experiencia nativa”. Centrándose en la categoría embodiment para entender al cuerpo como fundamento existencial del self y la cultura, Csordas (1994; 1999) desarrolló una aproximación original que no se limita a la mimesis propuesta por Rosaldo (1989). Reconoce la importancia de los aspectos no corporales, lo que denomina “representacionales” o “semióticos”, pero como parte de un análisis que debe integrarlos con la “experiencia corporal” (Csordas 1999, 184). El análisis de Csordas, si bien critica aspectos puramente cognitivos y sistémicos, da por sentada la experiencia corporal como un fenómeno relativamente general. Si bien es un recurso significativo para entender las formas de emocionalidad en situaciones específicas como las del catolicismo carismático o la dimensión emocional de las espiritualidades al estilo de la Nueva Era, la corporalidad aparece aquí como un factor prioritario para explicar la emoción. Si las aproximaciones que identifican lo emocional como una crisis de lo social restringen lo religioso a una manifestación eclesial, el enfoque de la corporalidad como fundamento de las emociones lo restringe al cuerpo como una categoría predefinida, que en muchos casos puede no corresponderse con las teorías nativas sobre las causas de la emoción.

La emoción: entre el Espíritu Santo y la Energía Las situaciones de fuerte emocionalidad son prácticas habituales en las llamadas nuevas espiritualidades. Las causas que las personas les atribuyen, sin embargo, distan bastante de las causas que los analistas imputan a esas manifestaciones. El llorar 5

Ver, por ejemplo, los trabajos de Crapanzano (1994) y Reddy (1997).


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El material sobre este tipo de afectos en el mundo católico, sobre todo en relación con la masculinidad, fue analizado con más amplitud en un trabajo anterior (Viotti 2009).

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en público en ceremonias del catolicismo emocional o en encuentros vinculados con la espiritualidad Nueva Era, por ejemplo, es atribuido, o bien a representaciones sociales que constituyen el marco general de un movimiento emocional en la religiosidad contemporánea, o bien a experiencias corporales intersubjetivas aprendidas en procesos de socialización situados. En ambos casos, las teorías nativas sobre las causas del llanto quedan relativamente suspendidas. En la medida en que las teorías nativas se refieren a entidades o fuerzas que no pueden ser incluidas en el modelo de lo social o lo culturalmente dado, son reducidas a un proceso de gran escala que supone totalidades preexistentes a los agentes. Según esta perspectiva, estarían sujetas a un proceso de disolución contemporáneo y a la emergencia de una dimensión individual no representable (Champion y Hervieu-Léger 1990). En un movimiento paralelo, esos agentes o fuerzas no naturales descriptos son subordinados a la conciencia intersubjetiva (o, en su defecto, el cuerpo), en cuanto categoría analítica universal y totalizante que es el fundamento de la realidad (Csordas 1994). Los agentes o fuerzas como el Espíritu Santo o la Energía son entendidos como una construcción social intersubjetiva o intercorporal que no tiene una existencia autónoma respecto de las personas. Como veremos, considerar a los participantes en los grupos católicos renovados y los círculos de la espiritualidad Nueva Era podría mostrarnos que el llanto y las situaciones de fuerte emocionalidad son producto de algo más que una totalidad social en crisis o una construcción intersubjetiva. Entender la emoción como resultado de una combinación de agentes que suponen la presencia de fuerzas como el Espíritu Santo y la Energía, que no se reducen a una representación ni a una experiencia puramente corporal, es una alternativa analítica que creemos fecunda. El movimiento carismático en el barrio se localizaba en dos iglesias, donde semanalmente funcionaban dos grupos de oración6. Los encuentros de los grupos de oración promueven la oración, el recogimiento, pero también el canto, el baile y la experiencia del Espíritu Santo, un modo de posesión fugaz donde la entidad entra en el cuerpo y produce sensaciones de conmoción y placer. En general, la presencia del Espíritu suele estar acompañada de la caída del cuerpo y una situación posterior de “descanso en el Espíritu” que deja a los fieles en el suelo en estado de gracia. Estas prácticas son habituales en los grupos, en las misas y en los retiros espirituales, donde se espera que el Espíritu cure y sane las aflicciones del “cuerpo”, el “alma” y la “psiquis”. En muchos casos, estas experiencias finalizan con un momento dedicado a lo que denominan “compartir testimonios”. En este ritual público que cierra los encuentros se espera que los asistentes o algunos de ellos cuenten públicamente sus experiencias y relaten su propia perspectiva sobre la presencia del Espíritu Santo en la cotidianidad de sus vidas semanales o durante la reunión. Los momentos de oración suelen estar dedicados a la emoción, y cualquier tipo de sensación y de manifestación sensible es promovida y valorada.


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Uno de los grupos en los que participaba tenía un ministerio de música particularmente activo, es decir, un grupo de participantes que acompañan la reunión con guitarra y cantos. Durante uno de los encuentros, realizado en un aula de la escuela que depende de la parroquia, ocurrió lo siguiente: Jorge, un empleado de banco que vivió desde su adolescencia en el barrio, y que participaba en el grupo desde hacía pocos meses junto a su mujer, intentó contar su testimonio. Antes de conseguir decir una palabra, comenzó a llorar, cubriéndose la cara con las manos. En ese momento, uno de los servidores, como se autodenominan los responsables del grupo, lo tocó con delicadeza y le dijo suavemente: “Soltá las manos, soltá las manos, es una bendición llorar, ¡llorá todo lo que puedas!”. Jorge soltó las manos, dejó caer la cabeza sobre su pecho y siguió llorando, con los brazos y hombros sueltos sobre cada costado de su cuerpo. Cuando terminaba el encuentro, algunos de los servidores celebraron la actitud de Jorge de “dejarse llevar por el Espíritu Santo”. Mariano, otro asistente habitual al grupo carismático, es gerente de marketing de una empresa multinacional con sede en Buenos Aires. A pesar de contar con más de 40 años, reconoce, con cierto pesar, que nunca se casó. Estudió en un colegio católico parroquial del barrio de Palermo y fue un miembro activo en movimientos estudiantiles durante su juventud. Participa en la Renovación Carismática desde hace más de quince años, y fue una de las personas más activas dentro del grupo y con quien pude realizar varias entrevistas, charlar de manera informal y preguntar con insistencia sobre todo lo que ocurría. En una de las misas dedicadas a la sanación, encontré a Mariano apoyado contra una de las altas columnas de la nave central de la iglesia. Se encontraba con la espalda apoyada, los ojos cerrados y los brazos levemente erguidos, con las palmas hacia arriba, el rostro lleno de lágrimas y una leve sonrisa. Registré en mi cuaderno de campo la situación, y, tiempo después, durante una conversación, dijo lo siguiente: A mí me hizo bien llorar, tenemos como una idea de que no podemos llorar, desde chicos nos dicen eso de que no tenemos que llorar, que está mal. ¡Los hombres no lloran! Yo quedo profundamente conmovido, es un estado de gracia, un sentimiento profundo. No lloro de tristeza, lloro de alegría. Es un lujo poder llorar, es liberador […] es algo que pasa a veces, es una gracia, no siempre se da, no lloras cuando querés, sino cuando podés, cuando se da.

Finalmente, los encuentros del Taller de Cura Interior en un colegio católico del barrio nos muestran situaciones similares. Marcos y su mujer frecuentaron el grupo por un año, fueron convencidos por una pareja de amigos que les había garantizado que les “cambiaría la vida”. Los Talleres de Cura Interior son una práctica relativamente difundida por coordinadores independientes, en este caso, por una monja de la orden Misioneras de María que niegan cualquier asociación con la Renovación Carismática. Cada encuentro está dedicado a reconocer un tipo diferente de “recuerdo traumático”, adquiridos en distintas etapas vitales, y causa de malestar, sufrimientos y enfermedades. Cada uno de los cursos tiene una duración de dos meses y cada


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Son habituales las referencias a estados interiores (“buscar en sí mismos lo reprimido”) como catalizadores de una aflicción o, incluso, de la búsqueda de cura. Como ha sido remarcado por algunos autores como Csordas (1994, 110), se perciben rasgos psi propios de un cristianismo que dialoga con los saberes seculares de la interioridad (también presentes, por cierto, aunque de un modo diverso, entre los participantes de la Renovación). Para un panorama más amplio sobre los procesos de psicologización de la religiosidad en este ámbito ver Viotti (2014).

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encuentro se dedica a tratar las sucesivas etapas vitales, desde la concepción hasta la adultez. Los encuentros usualmente ocurren en aulas, salas de actos de colegios de la zona, o en algún recinto de alguna iglesia que ceda el lugar para la ocasión. Constan de un primer momento, donde la coordinadora diserta, durante el lapso aproximado de una hora. Los temas recurrentes son la desculpabilización por el sufrimiento, la autorresponsabilización de la sanación personal o familiar y la importancia de entender a la persona como un “todo integrado entre mente, cuerpo y alma”7. En una de las reuniones, luego de oír con cuidado la charla de la hermana, nos retiramos hacia un recinto separado con bancos y sillas localizados frente a un ostensorio con una hostia consagrada. Luego de rezar, se les pedía a los asistentes que cerraran los ojos y que se concentraran en los recuerdos infantiles que pudieran haber dejado “heridas vitales”. La voz de la hermana se oía sobre el fondo de una música delicada. En un momento determinado, Marcos comenzó a llorar agitadamente. Puso sus manos en la cara y se quedó acurrucado sobre sus piernas en una de las sillas. Al acabar la sesión, la hermana agradeció la posibilidad de la sanación, de haber sido “tocados por Dios”, y resaltó la expresión del llanto de uno de los participantes como una manifestación “liberadora y sanadora”. “Esta tarde Dios ha obrado”, dijo. Un rato más tarde, Marcos ofreció llevarme en su auto. Durante el trayecto, me comentó su experiencia: “Yo tuve muy en cuenta una imagen de mi padre de cuando yo era muy chico. Esa imagen que tenía guardada de él, me la había borrado de la cabeza”, e hizo referencia a que sentía que pudo perdonarlo y que “recordarlo fue muy liberador”. Mencionó además que había sentido un “ardor en el pecho”: “como algo que me quemaba”. Estas tres breves historias sobre el llanto de una corriente revivalista del catolicismo contemporáneo nos permiten decir algunas cosas sobre la emocionalidad. Constituyen un posible punto de partida para reflexionar sobre un estilo católico que es parte de una trama más amplia, donde pueden registrarse las transformaciones de los modos de creencias entre las clases medias, un modo de creencias que valora la emoción, el trabajo de la interioridad, el holismo cuerpo-alma y el bienestar (Viotti 2010). El papel del llanto y de la emocionalidad no era menor en los centros de espiritualidad Nueva Era; algunos momentos allí condensaban expresiones de sensibilidad particularmente significativas. Uno de esos momentos era aquel dedicado a hablar de las experiencias, el acto de contar en público experiencias personales, sentimientos, casos de mejoría, conquistas y éxitos. Al igual que en los grupos católicos revivalistas, en muchos centros de espiritualidad o prácticas espirituales no católicas –pero sensibles a técnicas de crecimiento personal, ejercicios orientales de meditación y trabajo corporal–, un momento estaba dedicado a la “puesta en


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común”: contar en público las percepciones personales sobre las sensaciones o autopercepción de la práctica. En uno de los centros donde se practicaba meditación grupal, el contar en público las experiencias personales estaba, en realidad, restringido a comentarios sobre la vida cotidiana o a pedidos de bendición para situaciones concretas. En general, los procesos de transformación personal o de mejoramiento físico, emocional, psicológico y/o espiritual eran asuntos de cierta reserva, o comentados indirectamente. En otro de los centros, esas prácticas eran mucho más promovidas y aceptadas. Su coordinadora se llamaba Mariela, una arquitecta de poco más de 45 años, con experiencia en diferentes practicas alternativas en Brasil y Estados Unidos. Mariela designaba su ejercicio como una serie de “técnicas híbridas” que ella misma se encargaba de promover. Las actividades incluían biodanza, bioenergía, y otras formas no convencionales de establecer un diálogo entre los participantes a partir del cuerpo. La biodanza, me explicaba, es un sistema que busca el desarrollo de aspectos positivos de las personas que va contra la idea de que la persona hace una terapia sólo para curarse de un problema específico8. Era entendida como una “terapia para personas saludables”, una actividad que potencia las cosas buenas y funciona como una especie de “medicina preventiva” que hace a las personas “encontrar un equilibrio”. Referencias al “equilibrio” eran, de hecho, bastante frecuentes entre los participantes de ambos grupos. En este segundo grupo se desarrollaba una teoría especialmente elaborada a ese respecto, donde se afirmaba que cuando estimulamos la alegría, el movimiento, la vinculación afectiva y corporal, y principalmente la creatividad, son estimulados aspectos que, en palabras de su coordinadora, “la cultura en que vivimos insiste en mantener adormecidos”. Esa práctica era una forma de transformación y mantenimiento permanente de bienestar, no una mera respuesta a la aflicción. De esta manera, la dimensión terapéutica que la práctica de la biodanza promovía concernía a un estilo de vida, a una serie de vivencias y una actividad cotidiana que transformaban la totalidad de la persona. La música y los cuerpos de los demás participantes producían, según ellos, una articulación que estimulaba no sólo la dimensión espiritual, sino también la parte biológica de la persona. La propuesta consistía en potencializar la “Energía vital” que todos las personas llevan consigo a través del contacto físico y emocional (no racional). Práctica que, según sus participantes, regenera el organismo, las células y la dimensión “biológica del cuerpo”, junto a los aspectos “energéticos”, “espirituales” y “psicológicos”. Se evocaba una concepción de las relaciones entre interioridad y corporalidad que apuntaba a una integración igualitaria. La música y el contacto físico tenían efecto no sólo sobre la 8

La biodanza es una práctica elaborada por el psicólogo chileno Rolando Toro durante la década de 1960, con inspiración en las nuevas psicologías y terapias corporales. La práctica se basa en un sistema de integración afectiva, que busca la renovación orgánica y el reaprendizaje de funciones vitales originales; la aproximación consiste en la inducción de vivencias a través de la música, de la danza, del canto y de diversas situaciones de encuentro en grupo. La “terapia bioenergética”, según me explicaban, remite a un principio de Energía producida e intercambiada por los organismos humanos. Esa Energía puede generar tanto bienestar como destrucción, de modo que la práctica terapéutica busca conducirla a una finalidad positiva.


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dimensión sensible, sino también sobre la configuración orgánica del cuerpo, provocando en él una transformación y colocándolo en equilibrio, volviéndolo más sano. Cierto día, al final de un encuentro en su casa, Mariela se sentía mal, tenía una fuerte gripe. La causa de su gripe era natural. Pero la posibilidad de su bienestar, por el contrario, residía en una lógica que iba más allá de la lógica de lo natural. Esa tarde me explicó que había enfermado por haber tomado aire frío, pero que durante la sesión sentía que su resfrío fue curado, algo que percibía en su cuerpo a partir del fluir de la Energía con otras personas. Me contó, incluso, que, a partir de esa relación energética, llegaba a sentir a personas curándose de cosas más graves, como fuertes depresiones, cáncer, o simplemente desánimo y estrés. Había siempre en el grupo un momento inicial de diálogo colectivo acerca de las expectativas, en el cual eran establecidas las propuestas del encuentro. Mariela podía proponer un día, por ejemplo, que imaginásemos “como si estuviésemos dentro del agua”, y, otro día, que nos sintiésemos “como si fuésemos llamas”. Las propuestas debían funcionar como un punto de partida que detonaba la dinámica corporal de las sesiones. Había siempre un momento para compartir las experiencias, en el cual los participantes reflexionaban en grupo sobre sus sensaciones y/u opiniones de las vivencias ocurridas durante la hora de la actividad. En estos diálogos colectivos, en los cuales los asistentes participaban sentados en el suelo, estirados o con las piernas cruzadas, no era raro que alguien se largara a llorar o manifestara estar profundamente emocionado. En una de esas ocasiones, participaba en el encuentro Micaela, una vieja amiga que Mariela conoció en uno de sus viajes a California, y con quien perdió contacto durante años. Al final de la sesión, Micaela no sólo agradeció por el reencuentro, el cual sentía como el presagio de nuevos caminos que se abrían “para hacer cosas juntas”, sino que también relató que aquel era un momento de profunda “vivencia” personal, que la había conmovido (“movido muchas cosas adentro”). En este momento, no obstante, tuvo que interrumpir su discurso, pues sus ojos se llenaron de lágrimas. Mariela explicó luego que no era una emoción triste, sino que eran “lágrimas de alegría”. En esta misma jornada, cuando se esperaba que cada persona hiciese algún comentario, uno de los participantes se disculpó por no poder hablar, pues estaba muy emocionado. Dijo además que todo había sido tan maravilloso, que él no podía decir nada, y que, por sentir muy profundamente aquello que lo había emocionado, prefería guardar la experiencia para sí mismo. Esas situaciones revelaban un proceso semejante a aquel descripto entre los grupos católicos. Si, en el caso de los grupos católicos revivalistas, la causa de la emoción suponía la acción de Dios –que “prendía fuego” al pecho de Marcos en el Taller de Sanación Interior, o conmocionaba a Mariano, que insistía en que no se llora cuando se quiere sino cuando se puede, es decir, cuando se es tocado por el Espíritu Santo–, en los grupos cercanos a la espiritualidad Nueva Era, la explicación del llanto o de la conmoción involucraba la Energía vital como fuente de transformación personal. Considerar este factor en las causas de la emoción podría llevar a pensar que el analista comparte la teoría nativa sobre por qué se llora o por qué las personas se emocionan


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en esos ámbitos espirituales. Lejos de ello, el tomar esa teoría en sus propios términos –suspendiendo la narración de la “emocionalización de la religión contemporánea” o la idea de que la emoción es consecuencia de una “experiencia subjetiva” construida con base en una corporalidad universal– permitiría acceder a un régimen de relaciones que la emoción efectivamente pone en movimiento. Este régimen de relaciones, como vimos en las historias de las espiritualidades católicas y Nueva Era, muestra algo más que una totalidad social que se imprime en las personas, y algo más que una corporalidad como locus de la emoción. Si consideramos la propuesta relacional de Jeanne Favret-Saada (2009) sobre los modos de afectación, tal vez la emoción de la espiritualidad contemporánea pueda ser leída en sus mutuas relaciones como un compuesto de elementos que se potencian entre sí. Las concepciones de mente, las ideas de cuerpo y las de fuerzas con capacidad de agencia sobre los sujetos, entendidas en sus propios términos, sin ser reificadas unas independientemente de las otras, se afectan mutuamente produciendo el llanto o la conmoción, que tan significativa parece ser en esa corriente de la religiosidad contemporánea. Esa mirada relacional permitiría ir aun más allá de la naturalización del dualismo sociedad/individuo, condensado en cierta tradición sociológica, y del sujeto con experiencia corporal, de cierta tradición antropológica. Ambas posiciones, aunque en diferentes niveles, son cercanas a la imagen de un sujeto libre y autónomo que sustenta el análisis de la espiritualidad contemporánea y que hace eco en la idea de nomadismo y pluralismo religioso. Por supuesto que con un llamado a una mirada más situada y relacional de la emoción religiosa en estas corrientes espirituales contemporáneas no queremos negar la existencia efectiva de un proceso de nomadismo y de pluralidad religiosa que tuviese cierta novedad. Pero creemos que, muchas veces, esa imagen da por sentado un sujeto más o menos libre, demasiado encarnado en la autonarrativa moderna de la individualización, ya sea en su faceta sociológica o en su correlato epistemológico, que prioriza enfoques centrados en la experiencia subjetiva y corporal. La posibilidad de abrir esa “caja negra” de la acción religiosa emocional podría incluso mostrarnos, de un modo más realista, el proceso de autonomización e individualización. Los participantes en grupos católicos revivalistas y en espiritualidades Nueva Era promueven interpretaciones que articulan corporalidad e interioridad, condensan una trama de relaciones entre cuerpo, mente y concepciones de lo sagrado que producen una forma de entender a la persona, en donde la agencia individual es relativa a una serie de factores y agentes entrelazados en un modo de subjetivación, donde la “libertad individual” o el “voluntarismo” son, al menos, relativos.

Por una mirada relacional de los afectos Durante las últimas décadas, las religiosidades con un fuerte componente emocional adquirieron fuerte visibilidad en la sociedad argentina. Aunque muchas veces los trabajos sobre grupos religiosos se han concentrado en manifestaciones específicas, en nuestro caso intentamos subrayar aspectos transversales a denominaciones o grupos religiosos, para tratar de reconocer procesos más amplios que puedan mos-


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trarnos movimientos más generales de una configuración relativamente autónoma, identificada con grupos de los sectores medios urbanos, aunque, evidentemente, no pueda reducirse a ellos. Sin embargo, reconocemos allí una serie de elementos que muestran modos de subjetivación en una clave, al mismo tiempo, intimista y relacional. Regímenes en donde la producción de autonomía personal es constantemente negociada con modos heterónomos de subjetivación que incorporan aspectos no personales que extienden la concepción de la persona mucho más allá del individuo y su agencia, su decisión libre, en una concepción integrada de la vida donde una “agencia otra” resulta fundamental. La espiritualidad al estilo de la Nueva Era y el catolicismo revivalista, en el contexto más amplio de las llamadas “nuevas espiritualidades”, es un espacio de producción de regímenes de relación entre personas, cosas y agencias sagradas que configuran emociones específicas. Encontramos en el llanto una manifestación significativa de estos regímenes, en la medida que estos integran la corporalidad con entidades anímicas de la persona y modos de agencia no humanas como el Espíritu Santo y la Energía. La descripción de estas formas de producción de emociones, como resultado de tramas situadas de relaciones entre lo interior (anímico-mental), lo corporal y lo sagrado, nos muestra modos muy situados de manifestación de lo afectivo. ¿Qué es lo que esos procesos nos dicen sobre la teoría social de las emociones? ¿Qué es lo que esa corriente de la religiosidad contemporánea tiene para decir sobre el campo más amplio del estudio de los afectos? Creemos que el análisis de las tramas específicas que producen emociones –tal como son entendidas por las personas que participan en esas formas de religiosidad– puede ser un camino que nos ayude a entender más y mejor la llamada “emocionalidad religiosa contemporánea”, fundamentalmente, en la medida que esta estrategia desafía las naturalizaciones de las fronteras estables entre lo sagrado-secular, al mismo tiempo que no da por sentadas las distinciones estables entre lo público y lo íntimo, e incluso la diferenciación entre lo cognitivo y lo emocional. Esa estrategia puede ser válida, en primer lugar, por cuanto los conceptos disponibles para dar cuenta de ese fenómeno suelen descartar la dimensión sagrada que los actores le atribuyen, considerando ese aspecto como algo dado o construido socialmente. Ese recurso deja la dimensión no humana de las explicaciones sobre la emoción como algo inexplicado o, en todo caso, como un “residuo” de lo que aparece como verdaderamente importante: su determinación social o su construcción intersubjetiva. Este aspecto supone una reflexión más amplia sobre el lugar de las explicaciones que suponen una lógica no secular en ciencias sociales y exceden largamente lo que podemos tratar aquí, pero creemos que el camino de entender los regímenes de producción de los afectos como un proceso relacional y situado que incorpore este tipo de agencias es un desafío significativo para repensar las naturalizaciones de las fronteras entre sagrado y secular. No sólo, sobre todo, cuando las ciencias sociales se proponen como objetivo mostrar las condiciones de producción social de lo religioso,


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 175-191 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.08

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sino también cuando pretenden restituir el lugar de las teorías nativas sobre lo sagrado como un camino para mostrar la diversidad interna de lo religioso. En segundo lugar, creemos que este recurso ayuda a entender más y mejor los procesos centrados en la emoción que se visibilizan en diferentes manifestaciones espirituales y religiosas contemporáneas, incluso los que no dejan de estar enmarcados en procesos históricos a largo plazo. Lejos de una reivindicación puramente situada de las teorías nativas de la emoción, un análisis de las relaciones de afectación que las producen puede mostrar las mediaciones como alternativa a abstracciones a veces demasiado identificadas con la cohesión social, y su supuesta crisis contemporánea, y con el subjetivismo de la experiencia. Lejos también de una reivindicación teórica por sobre otra, el recurso a una mirada relacional y situada sobre la emoción religiosa podría ser también un llamado y una invitación a ver en acción los diferentes modos de vivir y entender la emoción religiosa. Por último, la posibilidad de recuperar la percepción nativa sobre la emoción en ámbitos identificados con lo “religioso” podría ser un ejercicio mucho más ambicioso que requeriría un desarrollo aparte y más extendido. De todos modos, lo que aquí se dijo sobre la emoción, en el campo de estudios de las ciencias sociales de la religión, puede ser también un desafío para ese otro campo en consolidación denominado estudios de la emocionalidad. La reivindicación de una perspectiva situada, relacional, y que considere con fuerza las teorías nativas sobre la acción emocional, podría también ser un llamado a la mirada integrada de los procesos socioculturales en general, que sólo suponen “esferas” o “áreas” independientes en la imaginación de nosotros, los investigadores.

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“Invertir en vida”: decisiones económicas y diferencias generacionales en torno a la vivienda en jóvenes de la ciudad de Buenos Aires, Argentina* Magdalena Felice** Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

Como citar este artículo: Felice, Magdalena. 2017. ‘“Invertir en vida’: decisiones económicas y diferencias generacionales en torno a la vivienda en jóvenes de la ciudad de Buenos Aires, Argentina”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 193-212. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/ antipoda28.2017.09 Artículo recibido: 14 de agosto de 2016; aceptado: 22 de noviembre de 2016; modificado: 18 de enero de 2017

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Este artículo es producto de una investigación realizada entre 2013 y 2015, en el marco de la tesis de maestría en Sociología Económica, titulada “‘Me voy a vivir solo’: economía, afectividad y subjetividad en el proceso de conquista de la vivienda en jóvenes de sectores medios de la Ciudad de Buenos Aires”, Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Argentina. La investigación se inscribe en un proyecto doctoral financiado por el CONICET, durante el período 2013-2018, titulado “Los jóvenes, la independencia habitacional y los arreglos de convivencia: modos de experimentar la emancipación residencial y la conformación de hogares entre los sectores juveniles de Buenos Aires”.

** Becaria doctoral del CONICET, en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Maestra en Sociología Económica, IDAES, UNSAM, Buenos Aires. Entre sus últimas publicaciones están: coautora de “Primera Casa BA: Un programa en la encrucijada”. Revista Debate Público. Reflexión de Trabajo Social 7: 120-130, 2014; coautora de “¿Ciudad sin jóvenes o jóvenes sin ciudad? Reflexiones sobre el derecho a la ciudad en jóvenes que habitan en ciudades intermedias”. Cuaderno Urbano 19 (19): 115-136, 2015. *magdalenafelice@gmail.com

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Resumen: Este artículo explora cómo opera la condición etaria, en cuanto experiencia temporal e histórica particular, en las decisiones económicas de los agentes sociales. Con herramientas de la antropología económica se analiza cómo toma decisiones sobre el acceso a la vivienda un grupo de jóvenes universitarios de la ciudad de Buenos Aires, a partir de explorar sus apreciaciones y valoraciones respecto del alquiler y la propiedad, en el marco del proceso de salida de la casa de origen y formación de un nuevo hogar. Desde una estrategia cualitativa-interpretativa basada en entrevistas en profundidad, el artículo muestra que la condición juvenil le imprime a la búsqueda de una vivienda la marca de su particular tiempo histórico y social. En este momento de sus vidas, y bajo las condiciones actuales del mercado de la vivienda, estos jóvenes universitarios se enfrentan con los mensajes transmitidos por sus padres, para quienes el alquiler representa una “pérdida”, y lo resignifican como una “inversión”, por su utilidad social, antes que económica: alquilar es una herramienta para la construcción de su autonomía.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 193-212 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.09

Palabras clave: juventud, vivienda alquilada (Thesaurus); decisiones económicas, antropología económica (palabras clave de la autora). “Investing in Life”: Economic Decisions and Generational Differences about Housing among Young People in the City of Buenos Aires, Argentina Abstract: This article explores how age, as a particular temporal and historical experience, functions in the economic decisions of social agents. Using the tools of economic anthropology, the article analyzes how a group of young university students in the city of Buenos Aires make decisions about access to housing, on the basis of their opinions and perceptions about renting and property when they leave their family homes and establish an independent life. Employing a qualitative-interpretative approach, based on in-depth interviews, the article shows how young people leave a trace of the particular social and historical circumstances of their age in their search for housing. At that stage of their lives, and governed by the conditions of the housing market, these young university students confront the opinions of their parents, for whom renting is a “waste of money” and resignify it as an “investment” in terms of its social rather than economic utility: renting is a tool for building their autonomy. 194

Keywords: young people, rented housing (Thesaurus); economic decisions, economic anthropology (author´s keywords). “Investir em vida”: decisões econômicas e diferenças geracionais sobre a moradia em jovens da cidade de Buenos Aires, Argentina Resumo: este artigo explora como opera a condição etária, enquanto experiência temporal e história particular, nas decisões econômicas dos agentes sociais. Com ferramentas da antropologia econômica, analisa-se como um grupo de jovens universitários da cidade de Buenos Aires toma decisões sobre o acesso à moradia, a partir de explorar suas apreciações e valorações a respeito do aluguel e da propriedade, no âmbito do processo de saída da casa de origem e formação de um novo lar. De uma estratégia qualitativa-interpretativa baseada em entrevistas em profundidade, o artigo mostra que a condição juvenil imprime à busca de uma moradia a marca de seu particular tempo histórico e social. Nesse momento de suas vidas, e sob as condições atuais do mercado da habitação, esses jovens universitários enfrentam as mensagens transmitidas por seus pais, para os quais o aluguel representa uma “perda” e o ressignificam como um “investimento”, mais por sua utilidade social do que econômica: alugar é uma ferramenta para a construção de sua autonomia. Palavras-chave: juventude, moradia alugada (Thesaurus); antropologia econômica, decisões econômicas (palavras-chave da autora).


a salida de la casa de origen y la formación de un hogar propio, una de las experiencias que atraviesan los jóvenes en su tránsito a la adultez, se presentan en la actualidad como un proceso complejo, prolongado y contradictorio (Ciganda y Pardo 2014; Ferraris 2015)1. Conseguir una vivienda donde habitar es una de las dificultades que deben afrontar quienes se proponen abandonar el nido familiar. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), al igual que en otras metrópolis latinoamericanas (Blanco, Fretes Cibilis y Muñoz 2014; Escallón Gartner 2010), el acceso a una vivienda se ha vuelto durante los últimos diez años una meta cada vez más difícil de concretar para distintos sectores de la población (Baer y Kauw 2016; CEyS 2014). El aumento del precio de las viviendas, la restricción de los créditos hipotecarios (privados o públicos) y el incremento del costo de los alquileres, en un contexto de desregulación del mercado inmobiliario, son algunos de los elementos que contribuyen a explicar esta problemática2. Mis pares de generación –jóvenes universitarios con padres profesionales– enfrentan estas dificultades al salir en búsqueda de una vivienda. Al hablar con ellos sobre sus experiencias de emancipación residencial, noté que varios se van de su casa de origen alquilando un departamento en la CABA, luego de ver frustradas sus expectativas –y la de sus padres– de adquirir una propiedad. La búsqueda de una vivienda para alquilar se presenta como un camino esquivo: precios altos, comisiones inmobiliarias que varían entre uno y dos veces el valor del alquiler mensual, gastos administrativos, depósitos de entrada y garantías exigentes, que implican contar con un familiar que pueda acreditar un inmueble en la CABA. El origen socioeconómico de estos jóvenes y su inserción laboral en empleos calificados y mayormente estables les permiten afrontar tales dificultades3. Hijos de padres profesionales y propietarios, estos jóvenes universitarios cumplen los requisitos que exige el mercado de alquiler y, con más o menos ayuda familiar, consiguen alquilar una vivienda en la CABA. Influenciados por la historia residencial familiar y los mensajes de sus padres, antes de emprender la salida de la casa de origen, estos jóvenes concebían el alquiler como una “pérdida de dinero”. Sin embargo, en el proceso de búsqueda de la vivienda, la experiencia compartida con sus pares de generación y sus necesidades de emancipación familiar fueron revelando el alquiler como “una inversión”: una herramienta para la construcción de su autonomía. Aunque descontentos y contrariados, el alquiler es para ellos el “precio de su autonomía”. ¿La 1 Dentro del campo de estudio sobre juventudes, la sociología de la transición concibe la juventud como un proceso socialmente estructurado y articulado en distintos itinerarios de transición escolar, laboral y doméstica. Bajo esta idea de transición, la juventud se define como un proceso de tránsito a la vida adulta, por el cual “una persona joven se transforma en un adulto independiente, productivo y reproductivo” (Coubès y Zenteno 2004, 331). 2 Cabe advertir un hábito particular del mercado inmobiliario argentino que agudiza aún más la problemática habitacional: el empleo del dólar estadounidense como referente para la cotización de los bienes inmobiliarios y la operación de transacciones de compra-venta. 3

Se trata de empleos protegidos, es decir, con derechos y acceso a la seguridad social (Busso y Pérez 2015).

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edad, en cuanto experiencia temporal e histórica particular, está influyendo en las decisiones económicas de estos jóvenes y en la resignificación del alquiler? Este relato resulta de una investigación realizada entre 2013 y 2015, como parte de mi tesis de maestría en Sociología Económica sobre los modos de acceder a la vivienda en jóvenes universitarios de la CABA, en el marco de los procesos de emancipación residencial. En este artículo recupero una de las dimensiones analizadas, referida a las decisiones económicas que toman los jóvenes respecto de la vivienda en el proceso de salida de su casa de origen y formación de un hogar propio. Desde una estrategia cualitativa-interpretativa basada en entrevistas en profundidad orientadas biográficamente4, el objetivo del presente artículo es analizar cómo interviene la condición juvenil en las decisiones económicas sobre el acceso a una vivienda, a partir de explorar las apreciaciones y valoraciones respecto del alquiler y la propiedad en un grupo de jóvenes universitarios de la CABA. El enfoque de los estudios sociales de la economía, en particular sus corrientes etnográficas y culturales, se revela como una herramienta productiva para abordar la relación entre la condición etaria y las decisiones económicas, así como para explorar las significaciones sobre el alquiler y la compra de una vivienda. De acuerdo con esta perspectiva, aunque la ciencia económica se esfuerce por hacer de la economía un universo diferenciado y autónomo –regido por leyes propias–, al adentrarnos en el mundo de las prácticas concretas, los agentes sociales transitan vidas conectadas (Zelizer 2009 y 2011), y los valores económicos, culturales y morales se entrelazan todo el tiempo, franqueando esa supuesta separación en esferas antagónicas (Dufy y Weber 2008). Situados en esta perspectiva, la obtención de una vivienda no puede ser comprendida desde un análisis que sólo tenga en cuenta la relación entre los medios y los fines, porque esa aproximación ocultaría el carácter social tanto del agente como de los medios y de los fines. Adoptar el enfoque de los estudios sociales de la economía supone romper con el modelo del Homo economicus que postula la ciencia económica en su versión clásica y neoclásica, de acuerdo con el cual los individuos actúan como seres racionales y calculadores que buscan siempre la maximización de la utilidad en función de los recursos disponibles. Este actor individual, racional y calculador del costo-beneficio es ante todo un modelo, es decir, una ficción teórica (Bourdieu 2010); en muchas situaciones, los agentes toman decisiones diferentes de las que pueden preverse a partir del modelo económico hegemónico. Como apunta Bourdieu (2010), las decisiones económicas dependen de las disposiciones económicas –socialmente constituidas– de los agentes, en particular, de sus gustos y de los medios que pueden poner a su servicio; en otras palabras, están asociadas a una posición ocupada en el espacio social. De ahí que “el cálculo estrictamente utilitarista no puede dar completa razón de prácticas que permanecen sumergidas en lo no-económico” (Bourdieu 2010, 22). 4

Las entrevistas tuvieron una duración aproximada de dos horas y se realizaron en los hogares actuales de los jóvenes, lo que permitió complementar sus testimonios con observaciones de la vivienda y del barrio de residencia.


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Lejos de tratarse de individuos aislados que toman decisiones individuales en el vacío, los individuos son agentes sociales cuyas decisiones están enmarcadas en –y constituidas por– el entramado de relaciones sociales de las que forman parte, al tiempo que están atravesadas por las estructuras de significación y las normas implícitas que regulan los diversos tipos de relaciones sociales que constituyen (Zelizer 2012). Estas decisiones también están emplazadas en configuraciones nacionales e históricas específicas, cuyas particulares tradiciones culturales influyen en los gustos de los individuos (Lamont 1992). En este sentido, antes que buscar una racionalidad individual y absoluta, abstracta e instrumental, se trata de explorar las estructuras dentro de las cuales el comportamiento económico adquiere una razonabilidad social. En definitiva, dar cuenta de los matices que pueden introducir dimensiones como el sector social de pertenencia, el género y, como proponemos en este artículo, la condición etaria. En el contexto latinoamericano, Villarreal (2009) analiza la conexión entre prácticas financieras y relaciones de género al explorar el manejo del dinero y de las deudas entre mujeres pobres rurales de México. Müller (2009) indaga las lógicas que orientan la vida económica de las familias populares del sur de Brasil con una mirada atenta a las presiones financieras que derivan de los procesos de endeudamiento. Por su parte, Ossandón (2006) desentraña cómo se articulan transacciones económicas y relaciones afectivas en los modos de usar –y compartir– tarjetas de crédito en familias de bajos recursos de Santiago de Chile. En Argentina, Wilkis (2015) se adentra en la vida personal y colectiva de las clases populares del Gran Buenos Aires para desglosar cómo se entretejen valores morales, personales y familiares en los usos y significaciones del dinero. Hornés y Krause (2015) analizan cómo el sector social de pertenencia influye en las formas de usar y significar el dinero, al describir de modo comparativo las finanzas cotidianas de familias de sectores medios y sectores populares del Área Metropolitana de Buenos Aires. Por su parte, Figueiro (2013), quien indaga sobre las modalidades de consumo en un asentamiento popular del conurbano bonaerense, revela las lógicas heterogéneas de ciertos gastos catalogados como irracionales o ilógicos desde el modelo del Homo economicus. En diálogo con estos trabajos, el presente artículo se propone analizar, a partir de la experiencia de jóvenes universitarios de la CABA, cómo opera la condición etaria en las decisiones económicas de los agentes sociales. Con esto me refiero a los condicionamientos que resultan de ocupar una determinada posición en la estructura temporal vital y pertenecer a una generación particular. La condición etaria no alude sólo a fenómenos de orden biológico vinculados con la edad, sino también a una experiencia de vida diferencial: tener una edad, y no otra, configura un modo específico de estar en el mundo (Margulis y Urresti 1998). En este sentido, los hogares y las familias no son un todo homogéneo. Allí se encuentran –y desencuentran– distintas generaciones, con sus particulares modos de asignar sentido a lo que acontece (Mannheim 1993). Como apuntan Margulis y


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Urresti (1998), cada generación puede ser considerada como perteneciente a una cultura diferente, en la medida que incorpora en su socialización modos propios de percibir, apreciar, clasificar y distinguir. Por lo tanto, la generación de pertenencia “no es una simple coincidencia en la fecha de nacimiento, sino una verdadera hermandad frente a los estímulos de una época” (Margulis y Urresti 2008, 26). La particularidad de los jóvenes como actores históricos radica en el hecho de ser nativos del presente. Los jóvenes aterrizan en este presente y en él construyen sus mundos de vida: forman su personalidad, confeccionan su cultura y organizan su mundo perceptivo y sensible (Margulis y Urresti 2008). Esa particular experiencia histórica toma forma en la historia personal y le imprime una marca temporal a la propia biografía, al tiempo que es incorporada como historia colectiva, esto es, compartida por la generación. Del cruce del enfoque de los estudios sociales de la economía con los estudios de juventud surgen los interrogantes que orientan el presente artículo. ¿Qué apreciaciones y valoraciones realiza un grupo de jóvenes universitarios de la CABA sobre el acceso a una vivienda, en el marco de la formación de un hogar propio? ¿Qué significaciones les atribuyen al alquiler y a la propiedad en este momento de sus vidas? ¿Qué modos de usar el dinero se revelan en el proceso de búsqueda de una vivienda independiente? Al explorar sus relatos en torno al alquiler y la propiedad se iluminan los efectos de la condición etaria en las decisiones económicas y, además, se revelan modos de experimentar la salida del hogar de origen entre las generaciones recientes, que pueden resultar útiles para futuras investigaciones.

Los jóvenes entrevistados: moratoria vital y moratoria social Para establecer los primeros contactos, adopté el criterio de accesibilidad a través de redes personales y recurrí a la técnica de bola de nieve, a fin de acrecentar y complejizar la red. A medida que avanzaba el trabajo de campo, procuré ampliar el rango de heterogeneidad para que emergieran nuevas categorías de análisis que orienten la búsqueda de nuevos casos. Finalmente, quedó conformada una red de veinte jóvenes universitarios de la CABA, diez mujeres y diez varones, que tienen entre 24 y 30 años5. Todos iniciaron y completaron sus estudios secundarios entre los 13 y los 18 años en escuelas ubicadas en la CABA. Al año siguiente de finalizar la escuela media, ya cursaban carreras universitarias como Diseño de Imagen y Sonido, Psicología, Periodismo, Abogacía, Contador Público, Ciencias Políticas, Odontología, entre otras. Algunos se orientaron hacia carreras artísticas e ingresaron a conservatorios o institutos universitarios de Arte. La mayoría completó sus estudios, y los más jóvenes continúan cursando; varios de los que finalizaron la universidad iniciaron estudios de posgrado6. Respecto de su situación laboral, todos son activos, perciben ingresos 5 Para proteger la identidad de los informantes, modifiqué de forma aleatoria los nombres, respetando el género de cada uno de ellos. 6

Respecto del régimen de escolaridad, en la CABA se inicia el nivel primario a partir de los 6 años de edad, e incluye un total de siete grados. Luego de los 13 años comienza el ciclo denominado secundario, que cuenta


“Invertir en vida”: decisiones económicas y diferencias generacionales en torno a la vivienda Magdalena Inés Felice

El discurso modelador de una familia humilde y trabajadora encaró la obtención de la casa propia como una suerte de colador social: por el conventillo o la casilla precaria podían pasar todos, pero sólo los mejores, los más constantes, los más esforzados, se transformarían en propietarios (Torrado 2003, 398).

con un total de cinco años. A partir de los 18 años comienza el ciclo superior (terciario) o universitario (Ferraris y Martínez Salgado 2015).

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y se desempeñan en empleos afines a sus estudios, ya sea en el Estado, en empresas privadas u organizaciones no gubernamentales, o de forma independiente. Algunos comenzaron a trabajar mientras estudiaban en la universidad; otros esperaron a finalizar sus estudios. De una u otra manera, mientras vivían con su familia de origen, no aportaban a la economía del hogar. En cuanto a su situación afectiva, ninguno de estos jóvenes está casado ni tiene hijos y la mitad está en pareja. Por lo general, son nietos o bisnietos de inmigrantes europeos, quienes, según sus relatos, lograron concretar el mito de la casa propia (Lindón 2005) en la CABA a través del ahorro personal y, en menor medida, de créditos ofrecidos por bancos y empresas constructoras, durante las décadas del cincuenta y sesenta. Los padres de estos jóvenes suelen constituir la primera generación de universitarios en sus familias, ya que, si bien algunos de sus antecesores habían terminado la escuela media y unos pocos cursado estudios superiores, la mayoría sólo había llegado a finalizar la primaria. En relación con su situación laboral, algunos son dueños de pequeñas empresas, o directores en estudios contables o jurídicos propios; varios se desempeñan como empleados administrativos en empresas privadas o instituciones estatales, mientras que algunos ocupan allí puestos jerárquicos. Estos padres son dueños de la vivienda que habitan en la CABA, y algunos tienen más de una propiedad. En función de las características educativas y laborales tanto de los jóvenes como de sus padres, resulta posible inscribir este grupo juvenil dentro de un perfil socioeconómico medio y medio-alto. En Argentina, la literatura especializada distingue los estratos medios urbanos por sus niveles medios y medios-altos de instrucción, así como por el tipo de ocupaciones desempeñadas en el mercado laboral, entre las cuales se incluyen dueños de pequeñas empresas, profesionales, técnicos y jefes, trabajadores administrativos y de comercio (Benza 2016; Sautu 2016; Svampa 2001). Asimismo, la conformación y expansión de estos estratos medios se asocian con la experiencia de ascenso social que a fines del siglo XIX y principios del XX vivieron la primera oleada migratoria de origen europeo y sus hijos (Germani 1962). Durante esos años, el acceso a una vivienda en propiedad constituyó una de las formas de ascenso social posibles de protagonizar en el mundo urbano. En un contexto de precariedad y hacinamiento, como aquel en el que habitaban los estratos populares desde fines del XIX hasta principios de los años treinta, la casa propia representaba un horizonte de seguridad, ya que la condición de propietario permitía la organización de la vida en términos de proyecto (Torrado 2003).


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La preferencia por la vivienda en propiedad se ha instalado en la sociedad argentina, al igual que en otros países latinoamericanos, como un patrón cultural transmitido de generación en generación que se establece como la meta hacia la que deben orientarse todos los esfuerzos del hogar (Di Virgilio y Gil y de Anso 2012; Jaramillo e Ibáñez 2002; Escallón Gartner 2010). Asociada a estrategias de consolidación familiar y de la propia posición social, la vivienda en propiedad suele estar ligada a la posibilidad de transmitir un legado familiar (Bonvalet 1997; Fleischer 2007). Componente central del patrimonio de un individuo o familia, “se espera que perdure al menos tanto como su propietario e incluso que le sobreviva, en calidad de herencia transmisible” (Bourdieu 2010, 35). Algunos autores sostienen que llegar a ser propietario es el horizonte de casi todos los hogares, “la culminación de una carrera residencial” (Bonvalet y Dureau 2002, 85). En estas sociedades, como la argentina, el valor está puesto en la propiedad: “el arrendamiento, concebido como resultante unívoco de dificultades de solvencia, es visto como una limitación: ser inquilino es sinónimo de precariedad, y esta precariedad se debe superar” (Jaramillo e Ibáñez 2002, 2). En su dimensión simbólica, la propiedad opera como un indicio de ascenso social, mientras que la condición de inquilino aparece como una forma transitoria de habitar (Coulomb 2006; Gilbert 2003; Lindón 2005). Como advierte el estudio de Escallón Gartner (2010) para Colombia, la propiedad se presenta como la mejor solución habitacional por su asociación a atributos como seguridad y confianza. En este sentido, habría una clasificación jerárquica de los modos de tenencia de la vivienda, según la cual la propiedad se sitúa en la cima de la escala residencial, y el alquiler, en la base. A partir de esa experiencia de ascenso social que vivió la primera oleada migratoria europea se fue configurando un relato de origen sobre la clase media, en torno a que los logros se conquistan a través de méritos personales, a costa de trabajo, ahorro e inversión a largo plazo (Visacovsky y Garguin 2009). Esto ha fomentado la idea de un camino más individual, o eventualmente familiar, que comunitario o de clase; en estos sectores se han consolidado rasgos típicamente individualistas orientados a la maximización de los intereses particulares (Svampa 2001). En su estudio sobre el sentido que las familias de clase media metropolitana les asignan a sus prácticas cotidianas en educación y salud, Krause (2016) señala que estas familias asocian el dinero tanto al esfuerzo que hacen por reproducir o mejorar su posición de clase como a su responsabilidad por el futuro de sus hijos. De acuerdo con la autora, los padres y madres de clase media afirman no estar dispuestos a arriesgar el futuro por gastos inmediatos relacionados con el consumo y el entretenimiento. La pertenencia a los estratos medios y medios-altos introduce diferencias en los modos de experimentar las juventudes. Según los aportes al respecto, los jóvenes de estratos medios y medios-altos postergan su ingreso a las obligaciones que habitualmente corresponden a un adulto, tales como el trabajo y la familia propia, a la vez que permanecen durante más tiempo en el sistema educativo (Busso y Pérez 2015; Ferraris y Martínez Salgado 2015). En cambio, entre los jóvenes de estratos so-


“Invertir en vida”: decisiones económicas y diferencias generacionales en torno a la vivienda Magdalena Inés Felice

El mensaje de los adultos (los padres): el alquiler como “pérdida” En sus relatos, los jóvenes evocan los mensajes permanentes de sus padres sobre las desventajas de ser inquilino. “¿Para qué vas a alquilar? Es tirar la plata. Esperá, esperá a juntar plata para poder acceder a un crédito”, cuenta Andrés que le decía su madre. “¡Vas a tirar la plata! Si podés, en vez de alquilar, esa cuota mensual que pagás ponela en un pozo”, repite Lucas el discurso de sus padres. Agustín recuerda la recomendación de su padre: “¡Vas a perder plata! Acá [en mi casa] vas a poder ahorrar. Tenés que pensar en el futuro, y por ahí armarte un colchoncito para poder despegar hacia algo un poco más importante”. Para expresarlo en palabras de Daniela, los padres “bajan línea”7. Mi papá siempre criticó el hecho de alquilar. Era como el discurso que a mí me bajó, como una cuestión de fracaso alquilar, ¿no? Como un “no llegaste, no pudiste progresar, no pudiste comprar tu propiedad, entonces terminás alquilando 7

Con esta expresión se alude a las órdenes recibidas de una autoridad.

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cioeconómicos bajos resulta habitual que haya cortes o intermitencias en el sistema educativo, que se ingrese tempranamente al mundo del trabajo, cuando las condiciones del mercado laboral lo permiten, y que se contraigan obligaciones familiares a menor edad (Jacinto 2010; Saraví 2006). Para expresarlo en términos conceptuales, la experiencia juvenil en estratos medios y medios-altos se caracteriza por la conjunción de la moratoria vital (Margulis y Urresti 1998) y la moratoria social (Erikson 1974). Con esto me refiero a que los jóvenes con mayores posibilidades económicas no sólo disponen de un “plus de tiempo por vivir”, de un “crédito temporal” significativamente más extenso que el de las generaciones anteriores (Margulis y Urresti 2008, 18), sino que además atraviesan un período más prolongado dedicado a la capacitación, la experimentación y la preparación para el futuro. Margulis y Urresti (1998) acuñan la categoría moratoria vital para designar esa disponibilidad de tiempo diferencial que resulta de ocupar una determinada posición en la estructura temporal vital, y que se traduce en un “período de juego”, de búsqueda tentativa y experimentación, así como en un conjunto menor de compromisos asumidos y, por lo tanto, en un modo de habitar el presente menos condicionado y determinado por decisiones previas. En estratos medios y medios-altos, esta moratoria vital se conjuga con una moratoria social, ya que al pertenecer a familias con mayores recursos económicos, los jóvenes tienen oportunidades de postergar las responsabilidades ligadas a un “adulto normal” (estadísticamente típico), visto como “alguien que ha establecido su vida al margen de su familia de origen, que se autosustenta, que ha constituido su propia familia, que tiene hijos, que ha definido […] –después de prepararse para ello– un destino laboral” (Urresti 2011, 7). En este marco, este artículo se pregunta cómo influye este tipo particular de experiencia juvenil, caracterizada por la conjunción de un crédito temporal y un crédito social, en las decisiones económicas en torno a la vivienda al emprender la salida de la casa de origen.


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y tenés tu familia y tus hijos y estás alquilando”. Yo me lo creí completamente, porque aparte me acuerdo, estando en primaria, secundaria, los padres de amigos que alquilaban eran como “ay, pobres, tienen que alquilar, pobres, no pudieron comprar. Encima, todos los gastos que tienen con los hijos, tienen que afrontar un alquiler”. Como algo terrible. (Daniela)

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La familia de origen es un agente socializador y subjetivador fundamental pues transmite normas, valores, modos de significar, convenciones, que estructuran las experiencias de vida juveniles (Urresti 2000). Por ejemplo, la familia constituye un “grupo de referencia” en relación con la “cultura residencial”, ya que es productora de imágenes y de proyectos respecto al habitar (Bonvalet 1997, 40). Los mensajes de los padres de estos jóvenes reflejan la clasificación jerárquica de los modos de tenencia de la vivienda. Mientras que el alquiler se concibe como una “pérdida”, la compra de la vivienda es evaluada como un resguardo de valor y una “inversión”, cuyo valor se pretende conservar o aumentar. Si el alquiler representa el “gasto”, la compra representa el “ahorro”. En la mayoría de los casos, ese mandato residencial se refuerza con la experiencia concreta de formar parte de una familia propietaria y va configurando una memoria residencial que influye tanto en los cursos de acción como en las aspiraciones y los planes para el futuro. “Yo quería comprar –recuerda Florencia–, tenía mucha expectativa de que iba a poder juntar la plata o que me iba a salir un crédito”. Como cuenta Melina: “Lo tengo inculcado desde siempre eso [ser propietario], y de hecho, todos en mi familia… no hay nadie que alquile, siempre fueron todos propietarios”. Ahora bien, al emprender la búsqueda de la vivienda y toparse con la “realidad”, su particular tiempo histórico y social, estos jóvenes experimentaron un desajuste entre los valores en los que habían sido socializados y el mundo que debían afrontar. “Comprar es imposible”, repiten los jóvenes. “Me tiré para atrás”, dice Daniela, cuando “me di cuenta de que con un sueldo, a los 50 años, con suerte, y privándome de muchas cosas [podía llegar a comprar]”. Algunos habían apostado al ahorro prolongando su residencia en la casa familiar para obtener un crédito hipotecario, pero tampoco les alcanzó. Como muestra el estudio de Baer y Kauw (2016) sobre el mercado inmobiliario y el acceso a la vivienda formal en la CABA, los valores promedio de los departamentos por estrenar de dos y tres ambientes llegaron a duplicarse entre 2006 y 2013. De acuerdo con los autores, esto se agudizó entre el 2009 y el 2013: mientras que en 2009 se necesitaban 8,5 años de ingresos medios para comprar un departamento de dos ambientes por estrenar en un barrio de la CABA, en 2013 se requerían 11,9 (Baer y Kauw 2016, 18). Los jóvenes entrevistados llegaron a comprender que el “sueño de la casa propia”, al menos en la CABA y en los barrios incluidos dentro de su particular horizonte residencial, estaba cada vez más lejos, ya que sus propios ingresos y su capacidad de ahorro resultaban insuficientes frente al precio de las propiedades y las condiciones del sistema crediticio. Tasas de interés altas, plazos cortos, montos máximos que no alcanzan a


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Mi papá quiere que compre. Él tiene la fantasía de que yo ahorrando plata me puedo comprar algo… Él cree eso, y yo no lo creo tanto. En ese plan está la idea de que si yo trabajo, y soy joven y soy soltero puedo juntar plata y comprarme algo. […] Pensá que mi viejo, a mi edad, ya se había comprado un departamento, se había mudado a una casa y se había casado. Y eso nosotros… Dos profesionales, porque se casan, no se compran un departamento, eso no existe más. Porque la realidad cambió un montón […], no tenés forma de ahorrar. (Pablo)

El relato de Pablo deja en evidencia algo que apareció en numerosas entrevistas: estos padres de estratos medios y medios-altos proyectan la vida de sus hijos a partir de la ilusión de que puedan “salir adelante por sus propios medios”. La fórmula del “esfuerzo desde abajo” (según Andrés) y la conquista de logros como resultado de méritos individuales –a costa de trabajo, ahorro e inversión a largo plazo (“Lo voy a hacer sola”, creía Florencia)– conforman el sentido común familiar-individualista que normalmente constituye a los estratos medios. La sociedad adulta intenta transmitir a sus sucesores no sólo sus historias e identidades personales sino también sus concepciones del mundo, sus modelos de referencia, en forma de proyectos y costumbres (Mead 1979); sin embargo, los sectores juveniles suelen cuestionar tales sentidos y proyectos desde su particular experiencia histórica y sus propios modos de percibir, apreciar y clasificar.

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cubrir el costo de un departamento, una desproporcional relación cuota-ingreso: todos estos factores conducen a que el asalariado medio encuentre acotadas sus posibilidades de calificar para un crédito en la CABA. A través de datos estadísticos, el estudio de Baer y Kauw (2016) evidencia aquello que los jóvenes experimentaban: la incidencia de las hipotecas en la compra-venta de inmuebles en la CABA ha tendido a disminuir durante los últimos diez años; mientras que en el 2000 representaba el 20,7%, en 2010 representaba sólo el 5,8% de las operaciones de compra-venta. Esto fue lo que intentaron explicarles a sus padres, quienes, atados a su propia experiencia, a su tiempo histórico y social, les recomendaban esperar, seguir buscando opciones para comprar. Lucas recuerda la conversación que mantuvo en la cocina de la casa de sus padres: “Cuando les dije: ‘Voy a alquilar’ [me dijeron:] ‘No, pero ¿no podés comprar? ¿Por qué no te fijás en los planes que da el Gobierno?’. ‘No, no puedo, papi, no puedo porque es imposible, no puedo, así que voy a alquilar’”. La perspectiva generacional permite comprender que el desacuerdo entre padres e hijos manifiesta, en verdad, una tensión intergeneracional: el (des)encuentro de dos experiencias históricas distintas, dos generaciones socializadas en circunstancias históricas diversas. Los padres creen que las condiciones socioeconómicas en las que maduraron se mantienen, y desde esa particular experiencia temporal se dirigen a sus hijos, nativos del presente. Estas diferencias generacionales suelen expresarse bajo la forma de malentendidos y desencuentros, que pueden derivar en conflictos. El siguiente testimonio refleja este cruce de los jóvenes con las creencias de los adultos (los padres):


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Andrés, por ejemplo, había pensado en obtener un crédito hipotecario. Aunque hacía cuatro años tenía un empleo calificado y formal como empleado judicial en el Estado, no lo logró. El principal motivo era que no conseguía el 30% inicial requerido por el banco. En consecuencia, señala, “no me quedaba otra posibilidad que alquilar o seguir viviendo con mis padres”. Aunque “su plan” es continuar ahorrando para comprar una vivienda en el futuro, finalmente alquiló. Yo ahorraba muchísimo [viviendo] con mis viejos, y dije: “Bueno, más o menos, si sigue así la situación de que uno tiene que poner el 30% de la vivienda para mudarse, tendré que estar dos o tres años viviendo con mis viejos”, para poder sacar un crédito y comprarme una vivienda, y dije: “Dos años o tres no me aguanto, no me voy a aguantar”. Más allá de que yo con mis viejos me llevaba bárbaro, no tenía conflicto en el tema cotidiano, necesitaba mi espacio. Entonces dije: “Bueno, me voy a tener que alquilar algo”. Y no quería. Yo siempre fui de la idea de que el alquiler, no te digo que es tirar plata porque uno está invirtiendo en algo que es su independencia, en tener su espacio, es sano vivir solo, ¿no?, a una edad considerable, con lo cual no creo que sea tirarlo, pero vos estás poniendo mensualmente algo que no es tuyo. Siempre lo mejor es tener tu vivienda, poder adquirir un crédito blando para adquirir una vivienda. (Andrés) 204

Los relatos citados evidencian que los jóvenes, al no compartir vitalmente aquel pasado en el que “la compra era posible” (al menos, según les cuentan sus padres), introducen modificaciones que cuestionan el orden establecido. Este “sueño de la casa propia” toma, por momentos, la forma de una pesadilla, por cuanto se presenta como una trampa que obstaculiza o demora el objetivo final: la salida de la casa de origen. Al reestructurarse el mundo exterior y no poder cumplir el curso de acción esperado ni satisfacer sus necesidades, estos jóvenes reorientan sus expectativas y preferencias, de manera tal que, en el contexto socioeconómico actual, el alquiler aparece como una alternativa pensable, deseable y hasta necesaria. Como apunta Urresti (2000, 21), “cuando aquello que se busca, se concluye razonablemente que no se puede obtener, entonces se deja de buscar. Pasa a otro registro. La decepción es el motor del cambio”.

La experiencia de los jóvenes (los hijos): el alquiler como “inversión” Mientras los padres transmiten mensajes negativos sobre el alquiler, la experiencia de los amigos –aquellos hermanos en lo que hace a la exposición de los estímulos de la época– lo muestra como una opción posible e, incluso, frecuente. Del análisis de las entrevistas surge que esa experiencia colectiva actúa como soporte de la experiencia individual y se establece como una fuente de legitimación de la práctica del alquiler. Yo siempre veía eso de que “hay que comprar”, y de repente empecé a ver que toda la gente de mi entorno, mis amigos, se iban alquilando o se iban de a dos, de a tres o de a uno, lo que fuera, y como que empecé a ver que estaban bien, que no les generaba ningún conflicto el hecho de alquilar […] Llega una edad donde ya te querés


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ir y ves que [tus amigos] están mucho mejor estando solos que estando con sus familias, y como que decís: “Che, por ahí no está tan mal esto de irse y alquilar”. “Si yo no me quiero quedar, ¿cuál es el costo, cuál es el beneficio?”. A ver, hoy por hoy, “Me quiero ir, quiero estar tranquila, no puedo comprar, bueno, me voy a alquilar”. Lo empecé a ver de esa manera. Tengo una idea [la de comprar] que me metieron en mi cabeza toda la vida, también porque las posibilidades en su momento eran otras. Hoy por hoy, con un sueldo promedio, comprarte una casa es imposible. (Daniela)

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Tal como se desprende del testimonio de Daniela, habría un efecto de aprendizaje social con relación a tener que alquilar, al reconocer que la propia dificultad para comprar es también la dificultad del otro, de un amigo, de una pareja, en definitiva, de los pares de generación. Como consecuencia de este aprendizaje generacional, que surge de compartir vivencias y adecuarse a la propia experiencia histórica, se cancelan los efectos de postergación que tenía la representación negativa del alquiler sobre la salida de la casa de origen, y, en lugar de esperar, los jóvenes se vuelcan al mercado de alquiler. Mientras que sus padres fueron la primera generación de universitarios en su familia, algunos de estos jóvenes son la primera generación de inquilinos. Algunos explican su situación a partir de la coyuntura histórica; otros también la relacionan con las condiciones socioeconómicas propias y las de su familia de origen. Ahora bien, ¿se culpabilizan? ¿Les da vergüenza? ¿Sienten que fracasaron? La respuesta es negativa en todos los casos, ya que ellos saben y entienden que, en verdad, las dificultades individuales para comprar constituyen un problema generacional. “En este país el 90% de la población tiene problemas habitacionales. […] Yo no voy a ser el inquilino que se echa la culpa”, remarca Juan. Más que desvalorizados o fracasados, estos jóvenes se sienten objetivamente alejados de la posibilidad de comprar. Sus testimonios encarnan aquello que numerosos informes expresan de forma estadística. Entre 2001 y 2010 se registra un proceso de inquilinización de los hogares de la CABA, que resulta significativo porque involucra una fractura respecto a una constante histórica de disminución de los hogares inquilinos en la Ciudad que se venía desarrollando desde mediados del siglo XX (Rodríguez, Rodríguez y Zapata 2015). Si, en 2001, alrededor del 68% de los hogares de la CABA eran propietarios de la vivienda en que habitaban, y sólo un 22% eran inquilinos; en 2010, la proporción de propietarios disminuyó a un 56%, y la cantidad de hogares que alquilan la vivienda se incrementó a un 30% (CEyS 2014). Los estudios advierten que los hogares inquilinos de la CABA son fundamentalmente hogares juveniles, dado que la mitad de los jefes de hogar tienen 37 años o menos (ACIJ 2016). En el testimonio de Daniela se resignifica el alquiler a la luz de la experiencia generacional y en tensión con la memoria residencial familiar. Cuando el “grupo de referencia” (Bonvalet 1997) de los jóvenes entrevistados es la familia de origen –en particular, los padres–, el alquiler aparece como una situación de precariedad y hasta un símbolo de fracaso individual. Por el contrario, cuando el “grupo de referencia” son los pares de generación, el alquiler se presenta como una alternativa posible,


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frecuente y, sobre todo, efectiva, a fin de marcharse de la casa de origen. “¿Cuál es el costo, cuál es el beneficio?”, se pregunta Daniela. Desde el modelo del Homo economicus, el alquiler constituye un gasto improductivo; sin embargo, desde la lógica juvenil, asume un nuevo sentido: es la oportunidad de conquistar espacios de autonomía. Para decirlo en palabras de los entrevistados, “en este momento” de sus vidas, y también del país (el “hoy por hoy” al que alude Daniela), el alquiler se convierte en una “inversión”. Formaba parte de una inversión, y no de un gasto. Invertir en vida, en individualidad, en autonomía, y crecer en todos esos aspectos que por ahí estaba como muy “apichonado” todavía por este abrazo de los padres, digamos. Entonces en ese momento dije: “Bueno, es plata, es verdad, pero es plata que yo invierto en crecer, en aprender a manejarme solo, a tener mi espacio”. Y no me arrepiento para nada de esa decisión. (Agustín)

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Los testimonios de Agustín y Daniela sugieren que los jóvenes actuarían como seres racionales y calculadores, ya que al alquilar buscan la maximización de la utilidad en función de los recursos disponibles, pero esa utilidad no es económica sino social. Por cuanto posibilita un espacio habitacional, el alquiler contribuye a su “crecimiento personal” y al desarrollo de su individualidad; en definitiva, al proceso de construcción de autonomía. “No lo veo como un derroche, o sea, estoy pagando mi independencia y… sí, mi tranquilidad”, afirma Florencia. Al recomendarles “esperar, ahorrar y comprar”, lo que los adultos no ven y los jóvenes denuncian es el costo social, antes que económico, de renunciar a un espacio propio, más allá de la condición de tenencia. Como señala Lucas, el alquiler le brinda una satisfacción “pero no desde el lado material de que me va a quedar algo sino… en lo interior, desde adentro”; “en un sentido personal”, apunta Tomás. Antes que una racionalidad económica individual y absoluta, sus apreciaciones y valoraciones sobre los comportamientos económicos en torno a la vivienda involucran una contabilidad relacional (Zelizer 2012), pues están enmarcadas en –y constituidas por– la experiencia juvenil. Del análisis de las entrevistas surge que la condición joven, como experiencia temporal particular, influye en las decisiones económicas que despliegan los jóvenes en torno a la vivienda. Como generación, la condición etaria les imprime la marca de su tiempo histórico y social. Como moratoria vital y moratoria social, la condición etaria resignifica el alquiler. En palabras de Juan, “el negocio pasa por otro lado, por esto del crecimiento personal”. “Yo gané un montón yéndome de lo de mis viejos y alquilando”, señala Nicolás. ¿Qué fue lo que ganó Nicolás? Para mí no es tirar la plata. Sí, me molesta pagar el alquiler, pero para mí no es tirar la plata, para mí, de hecho, es como invertir. Yo lo único que hice en este tiempo fue ganar cosas, experiencia, conocimientos, sobre todo eso. Si me hubiese quedado esperando a juntar la plata para comprar una casa, todavía estaría viviendo casi con treinta años con mis viejos, que sería lo más triste que me podría haber


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pasado en la vida. […] Yo diría que estoy invirtiendo en mí, digamos. Esta es una discusión que tuve una vez con el papá de una exnovia mía, que para él alquilar era tirar la plata… Yo gané un montón yéndome de lo de mis viejos y alquilando. Tengo muchos recuerdos y muchas anécdotas lindas y situaciones copadas que, de otra forma, de haber vivido todavía en lo de mis viejos, no hubiese tenido, y que no las puedo cuantificar, no les puedo poner un valor pero es algo que gané también, y fue por haber venido acá. […] Y después, otra cosa que de alguna forma gané, fue como alguna sensación de autonomía que me ayudó a confiar más en mí. De alguna forma, sentí por algunos momentos que yo podía, que no me iba a pasar nada malo, que estaba todo bien con salir de lo de tus viejos. (Nicolás)

Mirá, no sé cuánto junté ahora para irme de vacaciones pero, ponele que me voy con mil y pico de dólares de vacaciones a fin de año, más lo que me salió el pasaje. La verdad es que disfruto más ahorrando para eso que pensando en una propiedad en treinta años. No me sirve, no me causa placer. Siento que te perdés la vida en pos de algo cuando ya está… O, no es que ya está, pero vivo bien igual. Y las cosas que quiero hacer las puedo hacer igual. Sí, por ahí preferiría tener un departamento que fuera mío, pero si es a costa de esto, prefiero alquilar. Y no lo vivo como el horror que me parecía antes, de decir “Ay, alquilé, qué fracasada que soy”. (Daniela)

El testimonio de Daniela, en diálogo con el de otros entrevistados, evidencia que, en el escenario contemporáneo, lo que pierde fuerza atractiva es el ahorro en pos de comprar una vivienda, pero no el ahorro como práctica. Entre estos jóvenes de estratos medios y medios-altos pareciera mantenerse la disposición a ahorrar, aunque tal práctica asumiría singularidades en el marco de la experiencia juvenil. En el trabajo de campo identifiqué que las prácticas de ahorro se organizan en torno a un tiempo futuro de corto o mediano plazo y a un proyecto específico, entre los cuales se destacan la compra de un auto y los viajes. Lucas, por ejemplo, señala: “Yo siento

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En el contexto de la salida de la casa de origen, los jóvenes entrevistados cuestionan los sentidos de aquellas prácticas signadas por el futuro, como el ahorro, que conllevan renuncias en el presente. Cuando la meta no se percibe como factible, el ahorro y el sacrificio implicado tienden a vivirse como un despropósito. Por ello, aunque la decisión de alquilar implica utilizar los ahorros disponibles o disminuir la capacidad de ahorro, esta práctica no es vivida como un disparate. Además, para estos jóvenes, “hipotecar su autonomía” o “privarse de gustos” no es una alternativa admisible, dado que el presente constituye una temporalidad preciada. Para decirlo en palabras de Ignacio, no quieren seguir “preparándose para vivir”, quieren vivir. Como muestra el siguiente testimonio, estos jóvenes no parecen dispuestos a postergar experiencias que favorecen su “crecimiento personal”, en pos de un futuro incierto e indefinido. En búsqueda de vivencias, y en un contexto en el que la vivienda propia resulta cada vez más inasequible, el presente se vuelve el espacio y el tiempo de las satisfacciones.


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que tengo que ahorrar para comprarme el auto, hacer un posgrado, viajar y, muy a futuro, comprarme un departamento”. Nicolás, por su parte, explica: “Tampoco me gusta mucho ahorrar sin tener un objetivo en particular […] En su momento fue para el auto, y ahora el viaje”. El auto, en cuanto bien durable intermedio, suele aparecer en los relatos de los entrevistados como un resguardo de valor, una forma de ahorro no monetario que, a la vez, permite el disfrute en el presente. Pareciera que el dinero ahorrado bajo la forma de un auto tiene la ventaja de articular dos temporalidades en tensión: presente y futuro. Por su parte, los viajes son valorados como “experiencias de vida”, y, por tanto, el dinero ahorrado y luego gastado en viajar también representa una “inversión en vida”, al igual que el alquiler. En definitiva, tanto el proyecto del auto como el del viaje expresan la valoración de estos jóvenes por el disfrute en el presente; ambos se vinculan con marcos valorativos que se inscriben en una cultura más hedonista. Al referirse a sus ahorros, estos jóvenes expresan decisiones económicas que involucran valores centrados tanto en la libertad y la autonomía (el valor de la experiencia) como en el placer y el disfrute. Sin hijos por criar ni padres por mantener, y con más o menos ingresos, estos jóvenes de estratos medios y medios-altos destinan su dinero a satisfacer sus gustos a corto y mediano plazos. 208

Yo trabajo, vivo bien, hago las cosas que me gustan –ir a comer afuera, comprarle un regalo a mis amigos, comprarme ropa, poder viajar, irme de vacaciones–, pero, por otro lado, en forma paralela, es ahorrar para el día de mañana comprarme una vivienda. (Andrés)

Como sugiere el testimonio de Andrés, la resignificación del alquiler y la positiva valorización que asume el disfrute en el presente no suponen que el “sueño de la casa propia” deje de tener vigencia entre estos jóvenes. Al igual que sus padres, ellos también desean ser propietarios porque les brinda “estabilidad” y “tranquilidad”: “Si la empresa en la que trabajo quiebra y me quedo sin trabajo y no tengo más plata, ¿cómo pago el alquiler?”, se pregunta Lucas. Los relatos de los entrevistados sugieren que el deseo de compra de una casa está ligado al proyecto de formar una familia: tener una vivienda propia aparece como una de las condiciones que esperan cumplir antes de tener un hijo. En este sentido, el alquiler es una “inversión” cuando no están en juego la supervivencia cotidiana ni la reproducción de una familia, es decir, cuando se inscribe en la experiencia juvenil de estratos medios y medios-altos. Cabe advertir también que la vigencia del “sueño de la casa propia”, tanto como la concepción del alquiler como “inversión”, descansaría en una ilusión de control de estos jóvenes de estratos medios y medios-altos apoyada en su capacidad –al menos como posibilidad– de generar excedentes, así como en la acumulación de la que dispone su familia de origen. Al preguntarle a Nicolás sobre la posibilidad de comprar, él responde: “Sí, soñé mil veces con comprar una casa, pero son sueños, es imposible que yo compre una casa... al menos, hasta que se muera mi


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viejo [risas]”. En definitiva, la propiedad sigue siendo una apuesta a largo plazo, y la herencia, su promesa.

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Reflexiones finales La revisión del estado de la cuestión ha permitido señalar que la pertenencia a un estrato socioeconómico y a un género influye en las prácticas económicas de los agentes sociales. A este acertado aporte debe sumarse la condición etaria, dado que, como muestra este artículo, la etapa en el ciclo vital y la pertenencia generacional les imprimen una huella particular a las decisiones económicas. Mientras que Hornés y Krause (2015) y Krause (2016) advierten que, en la organización de sus finanzas cotidianas, las familias de clase media suelen priorizar el futuro, cuando nos adentramos en la vida social de los jóvenes, el presente se vuelve el espacio y el tiempo de las satisfacciones. Con crédito temporal y social, estos jóvenes de estratos medios y medios-altos no están dispuestos a sacrificar “vida”, esto es, experiencias que favorezcan su crecimiento personal, en pos de un futuro incierto e indefinido. Como muestran las entrevistas, en un contexto en que la compra de una vivienda no resulta asequible, estos jóvenes revalorizan el alquiler por su utilidad social, antes que económica: el alquiler es una forma de “invertir en vida”. En este sentido, la investigación con jóvenes universitarios de la CABA permite advertir que, al analizar las finanzas cotidianas de los hogares y las familias como una unidad, se invisibilizan las diferencias que puede introducir el hecho generacional en los modos de usar y significar el dinero, incluso dentro de un mismo estrato socioeconómico. Adoptar en este artículo una perspectiva generacional, atenta a las nuevas significaciones con las que los jóvenes integran los universos culturales preexistentes en relación con su particular experiencia histórica, ha permitido comprender que, aun compartiendo el mismo presente, padres e hijos de estratos medios y medios-altos no necesariamente otorgan los mismos sentidos a las prácticas económicas, tales como el alquiler y la compra. Sólo del entrecruzamiento entre la posición ocupada en el espacio social y la posición ocupada en la estructura temporal vital resulta comprensible que para estos jóvenes el alquiler sea una “inversión”. Antes que indicar una ruptura con la tradicional cultura del propietario, esta resignificación del alquiler daría cuenta del carácter situado del ideal de la casa propia, el cual se reactualizaría con las cambiantes circunstancias de la experiencia social de los sujetos. Las decisiones económicas de estos jóvenes en torno a la vivienda también iluminan rasgos del proceso de salida del hogar de origen y la formación de un hogar propio entre las generaciones recientes. Así como los estudios sociodemográficos (Ciganda y Pardo 2014; Ferraris 2015) han evidenciado cambios en los tipos de hogar que forman los jóvenes al abandonar el nido familiar –vinculados con la presencia cada vez más significativa de arreglos de convivencia unipersonales u horizontales (con amigos o compañeros de estudio)–, el análisis cualitativo realizado en este artículo da indicios de las significaciones de este proceso en la experiencia juvenil de estratos medios y medios-altos. La vivencia del alquiler como una “inversión” –en relación


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 193-212 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.09

con el crecimiento personal que favorece– sugiere que la salida de la casa familiar aparece, entre estos jóvenes, más ligada a una suerte de viaje –en el sentido de exploración, descubrimiento y cambio–, que a un proyecto familiar. Bajo estas coordenadas, el hogar propio se configura como un verdadero laboratorio en el que se practica, se juega y se aprende a manejarse solo.

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D O C U M E N T O S Entre caballos y elefantes. Una conversaciรณn sobre documentar, intervenir y fotografiar | 218-221

Juanita Escobar y Santiago Escobar-Jaramillo


Entre caballos y elefantes. Una conversación sobre documentar, intervenir y fotografiar* Juanita Escobar** y Santiago Escobar-Jaramillo*** Fotógrafos e investigadores, Colombia Como citar este artículo: Escobar, Juanita y Santiago Escobar-Jaramillo. “Entre caballos y elefantes. Una conversación sobre documentar, intervenir y fotografiar”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28: 218-221. Doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.10

¿Q

ué es documentar? ¿Por qué decimos que una fotografía es más documental que otra? ¿Qué hace que una foto documente menos o más una realidad? Todo fotógrafo sabe que la relación entre la imagen y la realidad, entre lo que queda en la memoria de la cámara y aquello que estuvo frente a ella, es más compleja de

*

Este documento es una conversación que no hace otra cosa que poner en palabras algunas de las reflexiones producto de preparar conjuntamente la propuesta para Antípoda. En cada párrafo hablamos uno o el otro, aunque siempre estamos hablando los dos porque estamos conversando. Ahora bien, el ejercicio se torna aún más complicado si consideramos que el editor de la Revista participó no sólo en la conversación sino también en el ejercicio de poner nuestras palabras en el texto. Así, aunque hablemos en primera persona, siempre somos varios. Imaginamos este formato como una secuencia de reflexiones a la manera de un álbum fotográfico, del que esperamos participe también el lector, estableciendo vínculos, relacionando, creando.

Juanita agradece a Francisca Reyes, antropóloga, con quien he realizado gran parte de las investigaciones a lo largo de estos diez años en el Llano. Parte de este material aquí publicado viene de la investigación que juntas hicimos sobre el caballo como eje de la cultura y base sobre la cual se construye la idea de territorio.

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** Fotógrafa autodidacta, ganadora del Premio Colombo-Suizo de Fotografía 2009 con su obra Gente-Tierra y la exposición de la misma en el Museo Santa Clara de Bogotá, Colombia. Coautora del libro Silencios. Un llano de mujeres, publicado con la editorial Número en el 2011. Ganadora de la beca Crea Digital, otorgada por el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia para el desarrollo del e-book El Llano a ras de cielo, 2012. Seleccionada por la World Press Photo para el Masterclass Latinoamérica en México 2015, en colaboración con el Instituto Pedro Meyer. Ganadora del Portfolio Review Prize, otorgado por la National Geographic Society en San Jose Photo, Uruguay, 2016. Seleccionada para el Joop Swart Masterclass 2017 de la World Press Photo, en Ámsterdam, Holanda. *juanitafotografa@gmail.com *** Santiago Escobar-Jaramillo. Arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia; Maestro (méritos) en Fotografía y Culturas Urbanas, Goldsmiths College-University of London, Reino Unido. Con proyectos en África, Asia, Suramérica, Europa y Estados Unidos. Con reconocimientos y participación en numerosas exposiciones, tales como 42 Salón Nacional de Artistas; Fototeca de Cuba; en festivales y encuentros en Estambul, Venecia, Lima, Oaxaca, Montevideo, Ciudad de El Salvador, Paraty, San José, Santiago de Querétaro y Fotográfica Bogotá 2011. Ganador de la Revisión de Portafolios Festival de la Luz-Fotográfica 2015 y Memorias del Futuro de Idartes, Bogotá, Colombia. Orador para TEDxCESA y en las universidades de Harvard y MIT con su proyecto Colombia, tierra de luz. Ha publicado varios libros con Villegas Editores desde 2010, como Colombia Solidaria, Apartamentos Bogotá y Formas de Hacer Ciudad: 1913-2013; London, gap my mind y Fiestas de San Pacho de +1, con Ágora Producción Cultural, y autopublicado Elefante Blanco. Mención de Honor y finalista del Premio Futura Felifa, Feria de Fotolibros de Autor (Fola/Turma). También se ha desempeñado como conferencista, jurado, profesor y tallerista para National Geographic Student Expeditions, Fujifilm, ACNUR-ONU, Don Bosco-Camboya, Banco de la República de Colombia y Zona Cinco. Miembro de la Asociación de Fotógrafos Urbanos en Londres, La Hydra en México, Colectivo +1, CROMA Taller Visual y X-Photographer para FUJIFILM Colombia. *santiagoescobarjaramillo@gmail.com


Entre caballos y elefantes. Una conversación sobre documentar, intervenir y fotografiar Juanita Escobar y Santiago Escobar-Jaramillo

lo que aparenta. El mismo acto de seleccionar aquello que encuadramos y obturar implica ya una intervención en el mundo. Aun así, pareciera como si ciertas imágenes se acercaran más a la realidad que otras. Esa es una de las diferencias, hasta cierto punto aparentes, en nuestro trabajo. Cuando el espectador se acerca a las fotografías de Juanita pareciera que ve algo menos intervenido que cuando mira una de las mías. Pero en Elefante Blanco mi intervención documenta: están esos matabueyes, que no son sino los pilares de unos puentes sobre los que no pasa nada y debajo de los cuales tampoco pasa nada, la tela de construcción, la luz, el paisaje desértico y el trabajo de la gente. Mediante todos esos elementos documento corrupción y sequía, o mejor, la relación indisoluble entre las dos. Por eso, para mí, intervenir tiene que ver con documentar, y claro, también con la verdad. Nos enseñan que la verdad es lo que no se toca y que sólo se la fotografía. Pero la cámara es sólo mediadora, vehículo o vínculo entre el afuera y el adentro del fotógrafo. Toda foto es una intervención. Esa idea de que no se puede tocar o intervenir es un concepto que me plantea dudas. A mí me interesa contar mi verdad, mi punto de vista, poder hablar de sequía, corrupción, sueños e imaginación en la intervención misma.

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La fotografía tiene la capacidad de documentar mucho más de eso que muestra. Para llegar a las imágenes que acompañan este número de Antípoda tuve que pasar mucho tiempo en el Llano. Es por eso que, para mí, Llano es una fotografía a caballo, que se vale de pasar siete u ocho años galopando. Yo llegué al Casanare con unos veinte años y desde entonces he hecho una vida allá. Al principio trabajaba en documentar flora y fauna con una fundación. Yo me movía a pie, y entonces todo era muy distinto. Cuando me enseñaron los mismos caminos a caballo empecé a vivir el Llano de otra forma, y desde entonces eso me ha fascinado. El mundo es muy diferente desde el lomo de un caballo, y eso uno lo aprende en el día a día con el llanero. Gracias a ese aprendizaje es que uno puede dar un cierto carácter a su trabajo. Para mí, Llano es sobre la gente y los caballos, sobre una manera de andar. Es sobre la distancia y el ritmo. En mi trabajo intento que lo que cuente esté a lomo de caballo, así se trate de contar una historia de amor. Hay mucho trabajo en cada foto. La idea de intervenir implica que trabajo con otras personas. Elefante Blanco es también el resultado de andar con una de las personas que me colaboró en el proyecto Colombia, tierra de luz. En este caso se trató de Fidel, un señor que vive en La Guajira y que es una víctima del paramilitarismo en Bahía Portete. En el camino fuimos conociendo gente de las rancherías, y así empezaron a aparecer personas interesadas que se fueron sumando. Una de las fotos que más me gusta es una en la que salen unos jóvenes que decidieron envolverse en esas telas, en que se volvieron fantasmas. Intervenir es un eufemismo. Pareciera como si controlara más lo que fotografío, pero no es así. Pasa mucho que la gente que me ayuda hace cosas inesperadas. Nada más en cómo se pliega la tela alrededor de las estructuras. También recuerdo una ocasión en la que estábamos tomando fotos a esas estructuras y no había suficiente luz. Entonces este señor decide meter la moto dentro de la estructura rodeada de telas para iluminarla, convirtiéndola en un ojo.


Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. No. 28 · Bogotá, mayo-agosto 2017 · ISSN 1900-5407 · e-ISSN 2011-4273 · pp. 218-221 doi: https://dx.doi.org/10.7440/antipoda28.2017.10

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En Llano, espero que se sienta una tensión entre la sequía y el agua. Ambos marcan ese ciclo permanente en el que viven las personas y los animales. Intento que mi fotografía sea muy atmosférica, para poder transmitir eso que te cuento, el ritmo, el paisaje, el galope. Siento que para lograr este efecto tuve que pasar mucho tiempo viviendo esa vida, sintiendo esos cambios, experimentando el Llano en ambas condiciones. Es como si aprendieras otra manera de mirar, o como si te fijaras en cosas que antes no. Mi fotografía ha cambiado mucho desde que llegué al Casanare, y siento que ha cambiado por ese contacto, por esa cercanía. Para mí, la intervención es una disculpa para fotografiar. La lectura de la imagen va a ser bidimensional, pero gracias a la intervención logro que lo que registro sea volumétrico, más atmosférico. Como arquitecto aprendí a construir espacios, a entender la espacialidad. Lo traigo aquí a colación porque de eso también se trata Elefante Blanco. Me interesa de esos matabueyes, de esos soportes o pilares, no sólo que son la corrupción hecha cosa, sino también que son las bases o las fundaciones de lo que iba a ser construido. Por eso es importante para mí construir a partir de esas estructuras. En mi trabajo me valgo de la idea de cómo aparece una civilización, encima de la anterior. Construyo a partir de las fundaciones. En una casa, las paredes se pueden caer, los techos también, pero sólo se derrumba si afectas la estructura. En la medida en que me interesa poner en cuestión el concepto de verdad como lo no tocado, que es como un pilar de la fotografía, pienso que mediante la intervención estoy moviendo esos cimientos. Todo eso está en las fotografías que acompañan este número de Antípoda. Los fotógrafos en general siempre quieren sacarle el mayor provecho a lo que encuentran, y para eso a veces deciden dejar por fuera todo lo demás, lo que sobra, lo que no hace la foto. Al intervenir, todo queda ahí, en la imagen, y eso es lo que quiero transmitir al observador, esa vivencia, esa experiencia, la intervención en sí misma. Al mismo tiempo quiero aumentar el tiempo de observación de la fotografía, que el espectador tenga que detenerse para ver lo que tiene al frente. Si se pregunta qué es eso y cómo se hizo, o qué es lo que me están mostrando, ya he logrado mi cometido. Esto es urgente en el mundo sobresaturado de imágenes en el que vivimos. El caballo es pues motor, ritmo y sujeto en mis fotografías. El caballo es Llano en todos esos sentidos. No habría podido tomar esas imágenes si no es porque voy a caballo, y los caballos hacen parte de mis personajes favoritos. Pero el caballo es mucho más. El caballo es también el ganado, que está siempre tan presente en el Llano. El caballo también es pastos y ríos, es planicie y llanero. La idea es que el espectador se encuentre con todo ello, y que en cada foto todo eso esté presente. El elefante es una búsqueda, una fábula. Es una historia surreal salir a buscar el elefante blanco. Me interesa ese juego de palabras, que elefante blanco tenga connotaciones y significados tan distintos. Fue estando en La Guajira que me topé con esta idea y con la necesidad de encontrar mi elefante blanco, entre esas acacias, entre esas dunas. Es una zona de durezas, donde poco a poco fui encontrando lo que buscaba. Así, me percaté de esos matabueyes. Hay más de dieciocho desperdigados por el


Entre caballos y elefantes. Una conversación sobre documentar, intervenir y fotografiar Juanita Escobar y Santiago Escobar-Jaramillo

desierto. Al preguntarle a la gente, me enteré de que son partes de puentes para una vía que nunca se terminó, debajo de la cual debería pasar agua que ya no existe. De eso también se trata Elefante Blanco, de la decepción de encontrarme con sequía y con corrupción buscando algo maravilloso. Decidí cubrir entonces esos pilares, para poner en evidencia esas políticas, esos elefantes en la espalda de los políticos, una expresión que por lo demás sólo tiene sentido en nuestro país. No fue fácil llegar a esta propuesta para Antípoda. En un principio, veíamos nuestros trabajos como muy diferentes. Para empezar, la serie de Santiago es a color, y la de Juanita en blanco y negro. Así que lo primero que hicimos fue pensar todo en grises, para luego poner a jugar las imágenes. Sólo a medida que surgían el montaje final y este documento fuimos descubriendo esos vínculos tan grandes que hay en nuestras propuestas. Ambas documentan, claro, ambas intervienen. Ambas se valen del animal para pensar al animal en relación con las personas, así como para producir ese efecto atmosférico que les da una lectura diferente a las imágenes. Caballo y elefante son búsquedas visuales y son maneras de ver. Son disculpa y objetivo, al mismo tiempo, para emprender los caminos que nuestras fotografías nos van abriendo, siempre buscando, siempre reflexionando, siempre colaborando con otros.

Juanita Escobar: portada, guarda inicial, pp. 11, 30-31, 32-33, 56, 74-75, 126-127, 130, 171, 172-173, 174. Santiago Escobar-Jaramillo: pp. 12, 34, 76, 98, 128-129, 192, 213, 214-215, 216-217, guarda final.

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Fotografías


Política Editorial

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decisión final de publicar o rechazar los artículos es tomada por el Equipo Editorial, con base en los informes presentados por los evaluadores; esta decisión es comunicada al autor por medio de un concepto escrito emitido por el Editor de la Revista (aprobado, aprobado con modificaciones, aprobado con modificaciones importantes, o rechazado). Las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, deben ser tenidas en cuenta por el autor, quien debe realizar los ajustes solicitados en el plazo estipulado por la Revista. La fecha de publicación informada por los editores se cumple, siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación solicitada en el plazo indicado. Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. No obstante, Antípoda se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. Los autores reciben dos ejemplares del número en el que publican.

Parámetros para la presentación de artículos

Es requisito indispensable que en el momento de la remisión los artículos cumplan con los parámetros de la Revista: • Tener una extensión de máximo veinticinco (25) páginas (8.500 palabras aproximadamente, incluidos pies de página y referencias bibliográficas). • Estar escritos en formatos Word, tamaño carta, márgenes de 2,54 cm, doble espacio, letra Times New Roman 12 puntos, numeración de página desde 1 hasta n, en el margen superior derecho, con un uso mínimo de estilos: negrita sólo para títulos y subtítulos y cursiva para énfasis dentro del texto. Las citas textuales deberán aparecer siempre entre comillas. • Tener el título del artículo y un resumen en español o en el idioma escrito y en inglés. • El resumen debe tener un rango entre 150 y 250 palabras y debe describir los objetivos, métodos, hallazgos más importantes y conclusiones del artículo; debe ser informativo y no debe incluir ninguna cita ni abreviación. • Todo artículo debe tener entre tres y seis palabras clave tanto en inglés como en español. Las palabras clave deben reflejar el contenido del artículo, rescatando las áreas de conocimiento en las que se inscribe y los principales conceptos. Se recomienda revisar los términos y jerarquías establecidos en los listados bibliográficos (Thesaurus), y buscar correspondencia entre títulos, resúmenes y palabras clave. Cuando una palabra no se encuentre normalizada en Thesaurus, debe señalarse. • En un archivo aparte, el autor debe incluir la siguiente información: títulos académicos, afiliación institucional, cargo actual, estudios en curso, grupo de investigación al que pertenece (si aplica), últimas dos publicaciones y correo electrónico. En ese mismo archivo debe incluir la información de procedencia del artículo. En caso de que éste sea resultado de una investigación, la información del proyecto del que hace parte y el nombre de la institución financiadora. • Cuando los contenidos utilizados tengan un número de identificación DOI, este debe incluirse en el listado de referencias. • Todos los cuadros, gráficas, mapas, diagramas y fotografías serán denominados “Figuras”, las cuales deben ser insertadas en marcos o cajas de línea delgada, numeradas, en orden ascendente, e identificadas y referenciadas en el texto mediante un pie de foto. Éstas deben ser enviadas en formato .jpg o .tiff de alta resolución, es decir, de 300 pixeles por pulgada (ppp). Cuando el artículo es aceptado para publicación, los autores asumen la responsabilidad de transformar las figuras a escalas de grises y de suministrar los archivos de alta resolución. • En el momento de remisión, las figuras pueden tener una resolución baja o media; lo impor-

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tante es que sean legibles. Cuando el artículo es aceptado para publicación, las figuras deben tener una calidad de publicación. Los autores asumen la responsabilidad de transformar las figuras a escalas de grises y de suministrar los archivos de alta resolución. • Todos las figuras representadas por mapas deben estar: 1) enmarcadas en una caja de línea delgada, 2) estar geográficamente referenciadas con flechas que indiquen latitud y longitud o con pequeños insertos de mapas que indiquen la localización de la figura principal, y 3) tener una escala en km. • El autor debe emplear los pies de página estrictamente en los casos en los que desea complementar información del texto principal. Los pies de página no se deben emplear para referenciar bibliografía o para referenciar información breve que puede ser incluida en el texto principal. Se exceptúan aquellos casos en los que el autor desea hacer comentarios adicionales sobre un determinado texto o un conjunto de textos alusivo al tema tratado en el artículo. • Parámetros para la presentación de reseñas • Estar escritas en formato Word, letra Times New Roman tamaño 12, paginado, en papel tamaño carta y márgenes de 2,54 cm. • Tener una extensión entre 5 y 8 páginas a espacio doble. • Incluir los datos completos del texto reseñado (autor, título, fecha, ciudad, editorial y páginas totales). • Incluir datos completos del autor: títulos académicos, afiliación institucional, grupo de investigación (si aplica) y correo electrónico. 224

• Se espera que las reseñas no sólo informen sobre el contenido del libro, sino que incorporen una perspectiva crítica y analítica.

Reglas de edición

• La primera vez que se use una sigla o abreviatura, ésta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la sigla o abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. • Antípoda utiliza el formato de estilo del Chicago Manual of Style, última edición, para presentar las referencias incluidas en el artículo. • Todas las referencias bibliográficas deben estar organizadas en estricto orden alfabético, numeradas en número arábigos, en orden ascendente, y deben listarse al final del artículo. Ver modelos de presentación de los datos bibliográficos en los siguientes ejemplos:

Libro con un solo autor o editor

Para libros de un solo autor, invertir el nombre en la lista de referencia; en el texto, incluya únicamente el apellido. En caso de citar una frase, la página específica o el rango de páginas se incluye en la cita dentro del texto (separado del año por una coma), pero no en la lista de referencias. Referencias: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Jaramillo 2014, 99-100) Los libros con un editor en vez de autor incluyen la abreviación ed. (de editor; para más de un editor usar la abreviación eds.). La citación dentro del texto no incluye dicha abreviación.


Referencias: Steiner, Claudia, Carlos Páramo y Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Steiner, Páramo y Pineda 2014, 42)

Libros con múltiples autores

Para libros de dos autores, sólo el apellido del primer autor se invierte en la lista de referencias. Referencias: Espinosa, Mónica y Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Espinosa y Betancourt 2014, 52) Para libros de tres autores, se cita de la siguiente manera: Referencias: Tickner, Arlene, Carolina Cepeda y José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012.Opinión pública y política exterior. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Tickner, Cepeda y Bernal 2013, 188-189) Para libros de cuatro o más autores, incluya todos los autores en la lista de referencias. El orden y la puntuación son exactamente iguales a los de libros de dos o tres autores. Sin embargo, dentro de texto se cita únicamente el apellido del primer autor, seguido por et al. En el texto: (Suárez et al. 2008, 118-119) Libros con autor, más editor o traductor En la lista de referencias, no abrevie Editado por ni Traducido por. Referencias: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Traducido por Edith Grossman. Londres: Cape. En el texto: (García Márquez 1988, 242-255)

Capítulo de un libro editado

Para citar un capítulo de libro de un libro editado, incluya el autor y el título del capítulo entre comillas. Luego, el título del libro en cursivas y el nombre de quien lo editó. Note que el rango de páginas se escribe antes de la ciudad y la editorial. Referencias: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. En El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogotá: Ediciones Uniandes. En el texto: (Serje 2014, 153)

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Artículo en revista indexada

Las citaciones para revistas incluyen el volumen, el número de la edición y la fecha de publicación. El número del volumen sigue inmediatamente después del nombre en itálicas de la revista. La referencia a la página específica se incluye en el texto. El rango de páginas que comprende el artículo se incluye en la lista de referencias, precedido por dos puntos. El número de la edición aparece entre paréntesis, justo después del número del volumen. Referencias: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de ruptura”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. En el texto: (Aparicio 2015, 74) Para citación de revistas consultadas online, Chicago recomienda incluir preferiblemente el DOI del artículo, o el URL, en la lista de referencias. Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la “nacional y popular” de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (enero-abril): 21-48. Doi: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda21.2015.02 (Briones 2015, 40)

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Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (enero-abril): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/view. php/313/index.php?id=313 (Briones 2015, 44)

Políticas Éticas Publicación y autoría

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología es una publicación financiada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia). La oficina de la Revista se encuentra ubicada en el Edificio Franco, Gb-417 campus universitario. El sitio web de la Revista es http:// antipoda.uniandes.edu.co/index.php, y su correo, antipoda@uniandes.edu.co; el teléfono de contacto es el 3394999, extensión 3483. La Revista cuenta con la siguiente estructura: Equipo Editorial, conformado por el director del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia), Editor y Gestor Editorial, Consejo Editorial (Comité Editorial y Comité Científico), Comité de Revistas de la Facultad y equipo de soporte administrativo y técnico. Los miembros del Consejo son evaluados bianualmente en función de su prestigio en la disciplina y de su producción académica, visible en otras revistas y publicaciones académicas nacionales e internacionales. Los artículos presentados a la Revista deben ser originales e inéditos y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Si el artículo es aceptado, se espera que su aparición anteceda a cualquier otra publicación total o parcial del artículo. Si el autor de un artículo quisiera incluirlo posteriormente en otra publicación, la revista donde se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada al Editor de la Revista. Asimismo, cuando la Revista tiene interés de publicar un artículo que ya ha sido previamente publicado, se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación.


Responsabilidades de los autores

Los autores deben presentar sus artículos a través del siguiente enlace: http://antipoda.uniandes. edu.co/index.php “Presentar Artículo”, que aparece en el menú del costado izquierdo de la página web de la Revista. La Revista tiene normas para los autores, de acceso público, que contienen las pautas para la presentación de los artículos y las reseñas, así como las reglas de edición que pueden consultarse en: Política Editorial o al final de la versión impresa de la Revista. Si bien el Equipo Editorial aprueba los artículos con base en criterios de calidad, pertinencia y rigurosidad investigativa, los autores son los responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es responsabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, etcétera. Los autores aceptan someter sus textos a la herramienta de detección de plagio y a las evaluaciones del Equipo Editorial y de los dos evaluadores externos, y se comprometen a tener en cuenta sus observaciones, para la realización de los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deben realizarse en el plazo que le sea indicado por el Editor. Luego que la Revista reciba el artículo modificado, se le informa al autor acerca del dictamen final y se informa sobre los siguientes pasos del proceso editorial, tiempo en el cuál el autor debe resolver las inquietudes y solicitudes del Equipo Editorial con respecto a su artículo. Cuando los textos sometidos a consideración de la Revista no son aceptados para publicación, el Editor envía una notificación escrita al autor explicándole los motivos por los cuales su texto no será publicado. Durante el proceso de edición, los autores pueden ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publica. Esa fecha se cumple siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La Revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, para incluir el texto en Antípoda (versión electrónica e impresa). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.

Responsabilidades de los evaluadores/revisión por pares

A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la Revista, teniendo en cuenta formato, calidad (objetivo, marco teórico, metodología, conclusiones y bibliografía) y pertinencia del documento. Después de esta primera revisión, se definen los artículos que inician el proceso de arbitraje. Los textos son, en esta instancia, sometidos a la evaluación de dos pares académicos, nacionales e internacionales (al menos con el 50% con afiliación internacional) y al concepto del Equipo Editorial, quien se reserva la última palabra de los contenidos a publicar. Los evaluadores podrán formular sugerencias al autor señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. El resultado es comunicado al autor en un período de hasta seis meses a partir de la recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación excede este plazo, el Editor informa al autor el motivo de esta situación. Los evaluadores deben

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declarar en el formato de evaluación que no tienen conflicto de interés con los autores y con los temas sobre los que van a conceptuar. Ante cualquier duda se reemplaza al evaluador. La Revista cuenta con un formato que contiene preguntas con criterios cuidadosamente definidos, que el evaluador debe responder sobre el artículo objeto de evaluación. A su vez, tiene la responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones menores o mayores el artículo arbitrado. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como de los evaluadores son mantenidos en anonimato.

Responsabilidades editoriales

El Equipo Editorial de la Revista, con la participación del Consejo Editorial, es responsable de definir las políticas editoriales para que Antípoda cumpla con los estándares que permiten su posicionamiento como una publicación académica de reconocida calidad internacional. La revisión continua de estos parámetros asegura que la Revista mejore y llene las expectativas de sus lectores. Así como se publican normas editoriales, que la Revista espera sean cumplidas en su totalidad, también publica correcciones, aclaraciones, rectificaciones y da justificaciones cuando la situación lo amerite.

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Cuando la Revista recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo responde prontamente, de acuerdo a las Normas establecidas por la publicación, y en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema. Cuando se reconoce falta de exactitud en un contenido publicado, se consulta al Comité Editorial, y se hacen las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la Revista. El Equipo Editorial es responsable de la escogencia de los mejores artículos para ser publicados. Esta selección está basada en las recomendaciones derivadas del proceso de evaluación y del proceso de revisión editorial del artículo, en los que son centrales los criterios de calidad y relevancia, originalidad y contribuciones al conocimiento social, así como diversidad y pluralidad en los contenidos. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado, la justificación que se le da al autor debe orientarse hacia estos aspectos. El Equipo Editorial es responsable de vigilar el proceso editorial de todos los artículos que se postulan a la Revista, y debe desarrollar mecanismos de confidencialidad mientras dura el proceso de evaluación por pares hasta su publicación o rechazo. Tan pronto un número de la Revista es publicado, el Equipo Editorial y el Equipo de Publicaciones son responsables de su difusión y distribución a los colaboradores, evaluadores, y a las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales, y de hacer los envíos a los suscriptores activos.


Editorial Policy

Norms for Authors Type of articles, calls for articles and form of reception

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología aims to contribute to the advancement and dissemination of anthropological knowledge, and to the critical analysis of sociocultural, methodological and theoretical topics that are relevant for the diverse subfields of the discipline and of other related fields in the social and human sciences, particularly in anthropology, archaeology and their respective specialties. The journal is a publication that comes out every four months (JanuaryApril, May-August, September-December) at the beginning of each of the periods indicated. It was created in 2005 and funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). Antípoda constitutes an open, critical and pluralist forum in which unpublished articles and other works are published in Spanish, English and Portuguese. All the articles published have a DOI identification number that, in accordance with international editorial policies, must be cited by authors who use the contents, along with the abbreviated title of the journal: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. The dates of reception of articles for Dossier and Open Theme are announced in the respective calls for articles. All articles should be remitted through the e-mail following the instructions available on the journal’s web page: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, using the "Present Article" tab on the left-hand menu. The proposals presented to the journal must be original and unpublished and should not be simultaneously undergoing evaluation or have any editorial commitments with any other publication. Antípoda does not charge the authors for the costs of the editorial processes. Antípoda does not charge the authors for the costs of the editorial processes. All the digital contents of the journal are open access through its website. The printed version of the journal has a cost and can be purchased at selected points. The journal subjects all the articles it receives to a plagiarism detection test. When plagiarism, either total or partial (i.e., lacking the corresponding citation) is detected, the text is rejected and the author is notified of the fact. The journal receives proposals for thematic issues on any one of the subject areas of its interest. Interested parties should download and complete the form that is available through the following link: FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF, and send it to antipoda@uniandes.edu.co. The proposals will be reviewed and approved by the editor and the Editorial Committee. Given the number of articles the journal receives, no more than one article by the same author will be published within a two-year period.

Evaluation of articles and the editorial process

Upon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic requirements established by the journal. The authors should present their information (name, institutional affiliation, etc.) on a separate sheet. They must also guarantee the confidentiality of the fact of their authorship within the text. The articles that pass this first filter are then subjected to an arbitration process carried out by two evaluators, national and international (at least 50% with international affiliation), who may make suggestions to the author. During the evaluation, the names of the

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authors and those of the evaluators must be kept anonymous. The result of the evaluation will be communicated to the author within a maximum period of six months from the date of receipt of the article. If the process exceeds this time limit, the Editorial Team will inform the author of the situation. The final decision to publish or to reject an article is made by Editorial Team, on the basis of the reports presented by the evaluators; the decision is then communicated to the author by means of a written decision issued by the Editor of the journal (approved, approved with modifications, approved with important modifications, or rejected). The observations of the evaluators, like those of the Editorial Team, should be taken into account by the author, who is expected to make the adjustments requested within the time limit stipulated by the journal. The publication date announced by the editors will be respected as long as the author makes sure that all the documentation requested is delivered before the indicated deadline. During the publication process, the editors may consult the authors to resolve any concerns regarding their articles. Nonetheless, Antípoda reserves the right to make minor corrections of style. Email is the preferred means of communication with the authors during both the evaluation process and the publication process. Authors receive two copies of the issue in which their work is published.

Guidelines for the Presentation of Articles

It is indispensable that the articles comply with the following guidelines when they are presented for publication in the journal: 230

• They must be no more than twenty-five (25) pages long (approximately 8,500 words, including footnotes and bibliographic references). • They must be written in Word formats, letter-size pages with 2.54 cm margins, double spaced, in Times New Roman 12 point font, page numbers from 1 to N in the upper right-hand corner, with a minimum use of different typesets: bold for titles and subtitles only, and italics for emphasis within the text. Quotes within the text must always be placed in quotation marks. • They must include the title and an abstract of the article in Spanish or in the language in which it was written, and in English. • The abstract must be from 50 to 250 words long and should describe the objectives, methods, most important findings, and conclusions of the article. It should be informative and should not include any quotes or abbreviations. • Every article must have from three to six keywords in both English and Spanish. The keywords should reflect the content of the article, indicating the areas of knowledge in which they are inscribed and the main concepts. The terms and hierarchies established in the bibliographic listings should be checked (Thesaurus) and the titles, abstracts, and keywords should be in concordance with each other. When a word does not appear normalized in Thesaurus, this fact should be pointed out. • The author should also provide the following information in a separate file: academic degrees, institutional affiliation, current position, ongoing studies, research group (if applicable), two most recent publications, and e-mail address. This same file should include the source information for the article. When an article is the result of a research study, the information on the project of which it forms part and the name of the financing institution should be included. • When the contents used have a DOI identification, it should be included in the reference. • All charts, graphs, maps, diagrams and photographs will be denominated “Figures,” which should be inserted in thin-line frames or boxes, numbered in ascending order and identified and referenced in the text by captions. These should be presented in .jpg or .tiff format, with high resolution, i.e., 300 dots per inch (dpi). When an article is accepted for publication, the authors assume responsibility for converting the figures to grayscales and for providing high-resolution files.


• Figures may have either low or medium resolution when they are presented; the important thing is that they be legible. When an article is accepted for publication, the figures must be of a quality that is suitable for publication. The authors assume responsibility for converting the figures to gray-scale and providing high-resolution files. • All figures represented by maps should be: 1) framed within a slim-line box, 2) geographically referenced with arrows to indicate latitude and longitude, or with small maps inserted to indicate the location of the main figure, and 3) be on a scale measured in kilometers. • The author must use footnotes only in cases in which it is desirable to complement information from the main text. Footnotes should not be used to reference bibliography or to reference brief data that may be included within the main text. The exceptions are cases in which the author wishes to make additional comments on any given text or on a set of texts alluding to the topic dealt with in the article.

Guidelines for Presenting Reviews

• They must be presented in Word format, Times New Roman Font size 12, and letter-size numbered pages with 2.54 cm margins. • They must be from 5 to 8 pages long, double-spaced. • They must include the complete data regarding the text reviewed (author, title, date, city, publishing house, and total number of pages). • They must include the complete data on the author: academic degrees, institutional affiliation, research group (if applicable), and e-mail address. • Reviews should not only inform about the content of the book, but also incorporate a critical, analytical perspective.

Editing Rules

• The first time that initials or abbreviations appear, they should be placed in parenthesis after the full form, and only the initials or the abbreviation should be used on subsequent occasions. • Quotes more than four lines long should be put in a special format for long quotes, single space, in Font 11, with reduced margins. • Antípoda uses the style format of the Chicago Manual of Style, last edition, for presenting the references included in the articles it publishes. • All bibliographical references should be organized in strict alphabetical order, numbered in ascending order with Arabic numbers, and listed at the end of the article. See models for presenting bibliographical data in the following examples:

Books with Only One Author or Editor

For books with only one author, invert the order of the first and last name on the reference list; include only the last name in the text. When a phrase is cited, the specific page or range of pages is included in the quote within the text (separated from the year by a comma), but not in the list of references. References: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Jaramillo 2014, 99-100) References to books with an editor instead of an author include the abbreviation ed. for editor (for more than one editor use the abbreviation eds.). The citation within the text does not include said abbreviation.

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References: Steiner, Claudia, Carlos Páramo and Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Steiner, Páramo and Pineda 2014, 42) Books with More Than One Author For books with two authors, only the first author’s name is inverted in the list of references. References: Espinosa, Mónica and Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Espinosa and Betancourt 2014, 52)

Books with three authors are cited as follows: References:

Tickner, Arlene, Carolina Cepeda and José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012. Opinión pública y política exterior. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: 232

(Tickner, Cepeda and Bernal 2013, 188-189) For books with four or more authors, the names of all the authors are included in the list of references. The order and punctuation are exactly the same as for books with two or three authors. However, only the last name of the first author is cited within the text, followed by et al. In the text: (Suárez et al. 2008, 118-119)

Books with Author, plus Editor or Translator

Do not abbreviate Edited by or Translated by on the list of references. References: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Translated by Edith Grossman. Londres: Cape. In the text: (García Márquez 1988, 242-255)

Chapter of an Edited Book

To cite a chapter of an edited book, include the author and the title of the chapter in quotation marks, followed by the book title in italics, and then the name of the editor/s. Note that the range of pages is indicated before the city and the publisher. References: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. In El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogota: Ediciones Uniandes. In the text: (Serje 2014, 153)


Article in an Indexed Journal

Citations of magazines include the volume number, the issue number, and the date of publication. The number of the volume comes immediately after the name of the magazine written in italics. The reference to a specific page number is included in the text. The range of pages that the article covers is included in the list of references, preceded by a colon. The issue number appears in parenthesis, just after the volume number. References: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de rupture.” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. In the text: (Aparicio 2015, 74) For citing magazines consulted online, Chicago recommends including the DOI of the article, or the URL, in the list of references. Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la “nacional y popular” de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (January-April): 21-48. DOI: http://dx.doi.org/10.7440/ antipoda21.2015.02 (Briones 2015, 40) Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (January-April): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/view. php/313/index.php?id=313 (Briones 2015, 44)

Ethical Policies Publication and authorship

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología is a publication funded by the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia). The office of the journal is located in the Franco Building (Office Gb-417) on the university campus. The journal’s web site is http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php. Its email address is antipoda@uniandes.edu.co , and the telephone number is 3394999, extension 3483. The journal has the following structure: the Editorial Team, composed of the Director of the Anthropology Department of the School of Social Sciences of the Universidad de los Andes (Colombia), Editor and Editorial Manager, Editorial Council (Editorial Committee and Scientific Committee), the Board of Journals of the School of Social Sciences and the Administrative and Technical Support Team. The members of the Council are evaluated biannually with respect to their prestige in the discipline and their academic production, as seen in other national and international journals and academic publications. The articles presented to the journal must be original and unpublished and must not be simultaneously undergoing any evaluation process or have editorial commitments with any other publication. If an article is accepted, it is expected that its appearance in Antípoda will precede any other total or partial publication of the article. If the author of an article wishes to include it later in another publication, the journal in which it is to be published should clearly indicate the data

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regarding its original publication, after having requested authorization from the Editor of the journal. In the same way, when the journal has an interest in publishing an article that has previously been published elsewhere, it commits itself to requesting the corresponding authorization from the original publisher.

Responsibilities of the authors

Authors should present their articles through the following link: http://antipoda.uniandes.edu. co/index.php “Present Article,” that appears on the left-hand menu of the journal’s web page. The journal has publicly accessible norms for authors, that provide the guidelines for the presentation of articles and reviews, as well as editorial rules which can be consulted through the Editorial Policy link or at the end of the printed version of the journal. Even though the Editorial Team approves articles based on criteria of quality, relevance and investigative excellence, the authors are responsible for the ideas expressed in their work, as well as for its ethical standards. The authors must explicitly state that the text is of their own authorship and that the intellectual property rights of third parties are respected in it. If material is used that is not the property of the authors, it is their responsibility to make sure to obtain the authorizations for the use, reproduction and publication of charts, graphs, maps, diagrams, photographs, etc.

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The authors agree to submit their texts to a plagiarism detection test and to the evaluations of the Editorial Team and of the two external evaluators, and they agree to take the resulting observations into account for making the adjustments requested. These modifications and corrections to the manuscript should be done within the time limit indicated by the editor. After the journal receives the modified article, the author is informed of the final decision and of the following steps in the publishing process, during which time the author must resolve concerns and requests of the Editorial Team with respect to the article. When the texts submitted for the consideration of the journal are not accepted for publication, the editor sends a written notification to the author explaining the reasons why the text will not be published. During the editing process, the editors may consult the authors to resolve concerns regarding their articles. In both the evaluation process and in the editing process, email constitutes the preferred means of communication with the authors. The Editorial Team reserves the last word on the publication of articles and the issue in which they are to be published. That publication date will be respected as long as the author delivers all the documentation requested within the indicated time limit. The journal reserves the right to make minor corrections of style. The authors of the texts that are accepted authorize, by signing the “Document of Authorization of Use of Intellectual Property Rights,” the use of the author’s economic rights (reproduction, public communication, transformation and distribution) to the Universidad de los Andes, in order to include the text in Antípoda (electronic version and printed version). In the same document the authors confirm that the text is of their own authorship and that the intellectual rights of third parties are respected in it.

Responsibilities of the evaluators/peer review

Upon receiving an article, the Editorial Team evaluates whether it fulfills the basic requirements established by the journal, taking into account the format, quality (objective, theoretical framework, methodology, conclusions and bibliography) and relevance of the document. After this first review, it is decided which articles will begin the arbitration process. In this stage the texts are subjected to evaluation by two academic peers, national and international (at least 50% with international affiliation) and to the opinion of the Editorial Team, who reserve the last word regarding


the contents to be published. The evaluators may make suggestions to the author, e.g., pointing out significant references that have not been included in the work. The result is communicated to the author within a maximum period of six months from the date of receipt of the article. When the evaluation process exceeds this time limit, the editor informs the author or the reason for this situation. The evaluators must declare on the evaluation format that they have no conflict of interest with the authors or with the topics on which they are going to render judgment. When there is any doubt, the evaluator is replaced. The journal has a format that contains questions with carefully defined criteria that the evaluator must answer regarding the article that is to be evaluated. The evaluator also has the responsibility of accepting, rejecting, or approving the arbitrated article with major or minor modifications. During the evaluation, the names of the authors and of the evaluators are kept anonymous.

Editorial responsibilities

The Editorial Team of the journal, with the participation of the Editorial Council, is responsible for defining the editorial policies so that Antípoda meets the standards that make it possible for it to be positioned as an academic publication of internationally recognized quality. The continual revision of these parameters ensures that the journal will continue to improve and fulfill the expectations of its readers. Just as the journal publishes its editorial norms, which it expects authors to follow in their totality, it also publishes corrections, clarifications, amendments and gives justifications when the situation warrants it. When the journal receives complaints of any type, the Editorial Team responds promptly, in accordance with the norms it has established and, when warranted, it must ensure that the complaint receives the attention it deserves in order to help resolve the problem. When a lack of precision is recognized in a published content, the Editorial Committee is consulted and the corrections and/ or clarifications are made on the journal’s web page. The Editorial Team is responsible for choosing the best articles to be published. This selection is based on the recommendations derived from the process of evaluation and from the process of editorial review of the article, in which the main criteria are quality and relevance, originality and contributions to social knowledge, as ell as diversity and plurality in terms of contents. In this same sense, when an article is rejected, the justification given to the author should be oriented towards these aspects. The Editorial Team is responsible for overseeing the editorial process of all the articles submitted to the journal, and it must develop mechanisms to ensure confidentiality throughout the process, from peer review to final publication or rejection. As soon as an issue of the journal is published, the Editorial Team and the Publications Team are responsible for its dissemination and distribution to collaborators, evaluators, and to the entities with which exchange agreements have been established, as well as to national and international repositories and indexation systems, and for mailings to active subscribers.

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Política editorial

Instruções aos autores Tipo de artigo, edital e modalidade de recepção

A Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología tem como objetivo contribuir para o avanço e a difusão do conhecimento antropológico e a análise crítica de temas socioculturais, metodológicos e teóricos, relevantes para os diversos subcampos da disciplina e de outras áreas afins das ciências sociais e humanas, particularmente antropologia, arqueologia e suas respectivas especialidades. A Revista é uma publicação quadrimestral (janeiro-abril, maio-agosto e setembro-dezembro), que circula no início de cada período mencionado. Ela foi criada em 2005 e é financiada pela Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). A Antípoda conforma um fórum aberto, crítico e plural, em que são publicados artigos e trabalhos inéditos em espanhol, inglês e português. Todos os artigos publicados contam com um número de identificação DOI, que, de acordo com as políticas editoriais internacionais, deve ser citado pelos autores que utilizam os conteúdos assim como o título abreviado da revista: Antipod. Rev. Antropol. Arqueol. 236

As datas de recepção de artigos para dossiê são informadas nos respectivos editais. Os textos devem ser enviados pelo sistema disponível na página web: http://antipoda.uniandes.edu.co/ index.php, opção “Presentar Artículo” (“Apresentar artigo”, na lateral esquerda). As propostas apresentadas à Revista devem ser originais e inéditas, e não devem estar em processo simultâneo de avaliação nem ter outros compromissos editoriais com nenhum outro periódico. A Antípoda não cobra dos autores os custos dos processos editoriais. A Revista proporciona acesso aberto a todo seu conteúdo. A Revista submete todos os artigos recebidos à ferramenta de detecção de plágio. Quando este for detectado total ou parcialmente (sem a citação correspondente, por exemplo), o texto é recusado e notifica-se o autor. A Revista recebe propostas para números monográficos em qualquer de seus temas de investigação. Os interessados devem baixar o formulário disponível na página web e preenchê-lo FORMATO_DOSSIER_2_ANTIPODA.PDF. Em seguida, devem enviá-lo ao e-mail antipoda@uniandes. edu.co. O Editor e a Comissão Editorial revisarão e aprovarão as propostas enviadas. Considerando a quantidade de artigos que a Revista recebe, não se publicam textos de um mesmo autor durante um período de dois anos.

Parecer de artigos e processo editorial

Ao receber um artigo, a Equipe Editorial confere se ele cumpre com os requisitos básicos exigidos pela revista. Os autores devem apresentar num arquivo em separado sua informação (nome completo, afiliação institucional etc.). Além disso, devem garantir a confidencialidade de sua autoria dentro do texto. Os artigos que passam por esse primeiro filtro são submetidos a um processo de arbitragem sob a responsabilidade de dois pareceristas, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional), que farão sugestões ao autor, se for o caso. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos pareceristas se manterão no anonimato. O resultado do parecer será comunicado ao autor num período de, no máximo, seis meses a partir da data de recepção do artigo. Caso se esgote esse prazo, a Equipe Editorial informa o autor dessa situação. A decisão final de publicar ou recusar os artigos é tomada pela Equipe Editorial com base


nos relatórios apresentados pelos pareceristas; essa decisão é comunicada ao autor por meio de um conceito escrito emitido pelo Editor da Revista (aceito, aceito com modificações, aceito com modificações substanciais ou recusado). Os autores devem considerar as observações dos pareceristas e as da Equipe Editorial e realizar os ajustes solicitados no prazo estipulado pela revista. A data de publicação informada pelos editores se cumpre contanto que o autor envie toda a documentação solicitada no prazo indicado. Durante o processo de edição, os autores podem ser consultados pelos editores para resolver possíveis dúvidas. Contudo, a Antípoda se reserva o direito de fazer correções de forma ou adequações ao perfil gráfico da Revista. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail. Os autores receberão dois exemplares do número no qual seus artigos foram publicados.

Parâmetros para a apresentação de artigos

É requisito indispensável que, no momento da remissão, os artigos cumpram com os parâmetros da Revista relacionados a seguir. • Ter uma extensão de máximo 25 páginas (8.500 palavras aproximadamente, incluídas notas de rodapé e referências bibliográficas). • Estar escritos em formatos Word, tamanho carta, margens de 2,54 cm, espaço duplo, fonte Times New Roman tamanho 12, numeração de página a partir de 1 até n, na margem superior direita, com um uso mínimo de estilos: negrito só para títulos e subtítulos, e itálico para ênfase dentro do texto. As citações textuais deverão aparecer sempre entre aspas. • Ter o título do artigo e um resumo em espanhol ou no idioma escrito e em inglês. • O resumo deve ter entre 150 e 250 palavras e deve descrever os objetivos, métodos, descobertas mais importantes e conclusões do artigo; deve ser informativo e não deve incluir nenhuma citação nem abreviação. • Todo artigo deve ter entre três e seis palavras-chave, tanto em inglês quanto em espanhol. As palavras-chave devem refletir o conteúdo do artigo e resgatar as áreas de conhecimento nas quais se inscreve e os principais conceitos. Recomenda-se revisar os termos e hierarquias estabelecidos nas listas bibliográficas (Thesaurus), além de procurar correspondência entre títulos, resumos e palavras-chave. Quando uma palavra não se encontrar normalizada em Thesaurus, deve ser indicada. • Em um arquivo à parte, o autor deve incluir a seguinte informação: títulos acadêmicos, filiação institucional, cargo atual, estudos em curso, grupo de pesquisa ao que pertence (se aplicar), últimas duas publicações e e-mail. Nesse mesmo arquivo, deve incluir a informação de procedência do artigo. Caso este seja resultado de uma pesquisa, a informação do projeto do qual faz parte e o nome da instituição financiadora. • Quando os conteúdos utilizados tiverem um número de identificação DOI, este deve ser incluído na lista de referências. • Quadros, gráficos, mapas, diagramas e fotografias serão denominados “figuras” e devem ser numerados em ordem ascendente, e identificados com uma legenda, bem como ter sido mencionados no texto. Sobre seu formato, devem apresentar linhas de bordas finas e ser enviados em formato .jpg ou .tiff de alta resolução (300 dpi). Quando o artigo é aceito para publicação, os autores assumem a responsabilidade de transformar as figuras em escala de cinzas e de fornecê-las em alta resolução. • No momento de remissão, as figuras podem ter uma resolução baixa ou média; o importante é que sejam legíveis. Quando o artigo for aceito para publicação, as figuras devem ter uma qualidade de publicação. Os autores assumem a responsabilidade de transformar as figuras em tons de cinza e de fornecer os arquivos de alta resolução.

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• Todas as figuras representadas por mapas devem: 1) estar enquadradas em uma caixa de linha fina, 2) estar geograficamente referenciadas com setas que indiquem latitude e longitude ou com pequenas inserções de mapas que indiquem a localização da figura principal, e 3) ter uma escala em km. • O autor deve usar as notas de rodapé estritamente nos casos em que quiser complementar informação do texto principal. As notas de rodapé não devem ser usadas para referenciar bibliografia ou para referenciar informação breve que pode ser incluída no texto principal. Excetuam-se aquelas situações em que o autor desejar fazer comentários adicionais sobre um determinado texto ou um conjunto de textos alusivos ao tema tratado no artigo.

Parâmetros para a apresentação de resenhas

• Estar escritas em formato Word, fonte Times New Roman, tamanho 12, paginado, em papel tamanho carta e margens de 2,54 cm. • Ter uma extensão entre 5 e 8 páginas com espaço duplo. • Incluir os dados completos do texto resenhado (autor, título, data, cidade, editora e páginas totais). • Incluir dados completos do autor: títulos acadêmicos, afiliação institucional, grupo de pesquisa (se aplicar) e e-mail. • Espera-se que as resenhas não apenas informem sobre o conteúdo do livro, mas que também incorporem uma perspectiva crítica e analítica. 238

Regras de edição

• Na primeira vez que se usar uma sigla ou abreviatura, esta deverá ir entre parênteses depois da fórmula completa (do nome por extenso); nas seguintes vezes será usado somente a sigla ou a abreviatura. • As citações textuais que ultrapassarem as quatro linhas devem ser colocadas em formato de citação longa, com espaço simples, tamanho de letra 11 e margens reduzidas. • A Antípoda utiliza o formato de estilo do Chicago Manual of Style, última edição, para apresentar as referências incluídas no artigo. • Todas as referências bibliográficas devem estar organizadas em rigorosa ordem alfabética, numeradas com números arábicos, em ordem ascendente, e devem ser listadas ao final do artigo. Ver modelos de apresentação dos dados bibliográficos nos seguintes exemplos.

Livro com apenas um autor ou editor

Para livros de apenas um autor, inverter o nome na lista de referência; no texto inclua unicamente o sobrenome. Ao citar uma frase, a página específica ou o intervalo de páginas inclui-se na citação dentro do texto (separado do ano por uma vírgula), mas não na lista de referências. Referências: Jaramillo, Pablo. 2014. Etnicidad y victimización. Genealogías de la violencia y la indigenidad en el norte de Colombia. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Jaramillo 2014, 99-100) Os livros com um editor em vez de autor incluem a abreviação ed. (de editor; para mais de um editor usar a abreviação eds.). A citação dentro do texto não inclui essa abreviação. Referências: Steiner, Claudia, Carlos Páramo e Roberto Pineda, eds. 2014. El paraíso del diablo. Roger


Casement y el informe del Putumayo, un siglo después. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Steiner, Páramo e Pineda 2014, 42)

Livros com vários autores

Para livros de dois autores, apenas o sobrenome do primeiro autor inverte-se na lista de referências. Referências: Espinosa, Mónica e Alex Betancourt. 2014. El poder en plural. Entre la antropología y la teoría política. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Espinosa e Betancourt 2014, 52) Para livros de três autores, cita-se da seguinte maneira: Referências: Tickner, Arlene, Carolina Cepeda e José Luis Bernal. 2013. Colombia, las Américas el mundo 2012.Opinión pública y política exterior. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Tickner, Cepeda e Bernal 2013, 188-189) Para livros de quatro ou mais autores, inclua todos os autores na lista de referências. A ordem e a pontuação são exatamente iguais às de livros de dois ou três autores. No entanto, dentro do texto cita-se unicamente o sobrenome do primeiro autor, seguido por et al. No texto: (Suárez et al. 2008, 118-119)

Livros com autor, mais editor ou tradutor

Na lista de referências, não abrevie Editado por nem Traduzido por. Referências: García Márquez, Gabriel. 1988. Love in Time of Cholera. Traduzido por Edith Grossman. Londres: Cape. No texto: (García Márquez 1988, 242-255)

Capítulo de um livro editado

Para citar um capítulo de livro de um livro editado, inclua o autor e o título do capítulo entre aspas. Depois o título do livro em itálico e o nome de quem o editou. Note que o intervalo de páginas escreve-se antes da cidade e da editora. Referências: Serje, Margarita. 2014. “La selva por cárcel”. Em El paraíso del diablo: Roger Casement y el informe del Putumayo un siglo después, 151-172. Bogotá: Ediciones Uniandes. No texto: (Serje 2014, 153)

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Artigo em revista indexada

As citações para revistas incluem o volume, o número da edição e a data de publicação. O número do volume vai imediatamente depois do nome em itálico da revista. A referência à página específica inclui-se no texto. O intervalo de páginas que compreende o artigo inclui-se na lista de referências, precedido por dois pontos. O número da edição aparece entre parênteses, logo depois do número do volume. Referências: Aparicio, Juan Ricardo. 2015. “El retorno a Mulatos y la Comunidad de Paz de San José de Apartadó: contingencias y momentos de ruptura”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21: 73-95. No texto: (Aparicio 2015, 74) Para citação de revistas consultadas on-line, Chicago recomenda incluir preferivelmente o DOI do artigo, ou o URL, na lista de referências. Referências: Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (janeiro-abril): 21-48. Doi: http://dx.doi.org/10.7440/ antipoda21.2015.02 240

No texto: (Briones 2015, 40) Referências: Briones, Claudia. 2015. “Políticas indigenistas en Argentina: entre la hegemonía neoliberal de los años noventa y la ‘nacional y popular’ de la última década” Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 21 (janeiro-abril): 21-48. http://antipoda.uniandes.edu.co/ view.php/313/index.php?id=313 No texto: (Briones 2015, 44)

Políticas éticas Publicação e autoria

A Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología é uma publicação financiada pela Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia). O escritório da Revista se localiza no Edifício Franco, Gb-417 campus universitário, Bogotá. A página web da Revista é http://antipoda. uniandes.edu.co/index.php, e seu e-mail, antipoda@uniandes.edu.co; o telefone para contato é o (57 1) 339-4999, ramal 3483. A Revista conta com a seguinte estrutura: Equipe Editorial, conformada pelo diretor do Departamento de Antropologia da Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de Los Andes (Colômbia), editor e gestor editorial. Conselho Editorial (Comissão Editorial e Comissão Científica), Comissão de Revistas da Faculdade e Equipe de Suporte Administrativo e Técnico. Os membros do Conselho são avaliados bianualmente em função de seu prestígio na disciplina e de sua produção acadêmica, visível em outros periódicos acadêmicos nacionais e internacionais. Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos, e não estar em processo simultâneo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhum outro periódico. Se o


artigo for aceito, espera-se que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total ou parcial dele. Caso o autor de um artigo queira incluí-lo depois em outra publicação, a revista onde for publicado deverá indicar claramente os dados da publicação original, com prévia autorização solicitada ao Editor da Antípoda. Da mesma forma, quando a revista tiver interesse num artigo que já tenha sido publicado, compromete-se a pedir a autorização correspondente à editora que realizou a primeira publicação.

Responsabilidades dos autores

Os autores devem apresentar seus artigos pelo seguinte link: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, opção “Presentar Artículo” (“Apresentar artigo”, na lateral esquerda da página). A Revista tem normas para a apresentação de colaborações de artigos e resenhas, de acesso público, bem como regras de edição, que podem ser consultadas na seção “Política Editorial” ou no final da versão impressa da revista. Embora a Equipe Editorial aprove os artigos com base em critérios de qualidade, pertinência e rigorosidade investigativa, os autores são os responsáveis pelas ideias expressas no texto e pela idoneidade ética deste. Também, eles têm que deixar explícito que o texto é de sua autoria e que nele são respeitados os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Se for utilizado material que não seja de propriedade dos autores, é responsabilidade destes conseguir as autorizações para seu uso, reprodução e publicação (tanto de gráficos, mapas quanto de fotografias, ilustrações etc.). Os autores aceitam submeter seus textos à ferramenta de detecção de plágio e aos pareceres da Equipe Editorial e dos pareceristas externos, e comprometem-se a considerar suas observações para a realização das modificações solicitadas. Estas devem ser realizadas no prazo indicado pelo Editor. Assim que a revista receber o artigo modificado, informam-se ao autor a decisão final e os seguintes passos do processo editorial. Durante esse período, o autor deve resolver as dúvidas e as solicitações da Equipe Editorial a respeito de seu artigo. Quando os textos submetidos ao parecer da Revista não são aceitos para publicação, o Editor envia uma notificação escrita ao autor, na qual explica os motivos pelos quais seu texto não será publicado. Durante o processo de edição, os autores podem ser consultados pelos editores para resolver dúvidas existentes. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, a comunicação com os autores será feita por e-mail. A Equipe Editorial tem a última palavra sobre a publicação dos artigos e o número no qual serão publicados. Isso se cumpre se o autor enviar toda a documentação solicitada no prazo indicado. A Revista se reserva o direito de fazer correções de forma ou adequações ao seu perfil gráfico. Os autores dos textos aceitos autorizam, por meio da assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais do autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidad de Los Andes, para incluir o texto na revista Antípoda (versão eletrônica e impressa). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros.

Responsabilidades dos pareceristas/avaliação por pares

Na recepção de um artigo, a Equipe Editorial avalia se este cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista: formato, qualidade (objetivo, referencial teórico, metodologia, conclusões e bibliografia) e pertinência do tema. Após essa primeira revisão, definem-se os artigos que iniciam o processo de arbitragem. Os textos são, nesse momento, submetidos ao parecer de dois pares acadêmicos, nacionais e internacionais (com, pelo menos, 50% de afiliação internacional) e ao conceito da Equipe Editorial, que tem a última palavra sobre os conteúdos a publicar. Os pareceristas poderão, por exemplo, formular sugestões ao autor que indiquem referências significativas que

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não tenham sido incluídas no trabalho. O parecer é comunicado ao autor num período de até seis meses a partir da submissão do artigo. Quando o processo de avaliação ultrapassar esse prazo, o Editor informará o autor do motivo dessa situação. Os pareceristas devem declarar, no formulário de avaliação, que não têm conflito de interesse com os autores e com os temas sobre os quais emitirão um parecer. Diante de qualquer dúvida sobre isso, o(s) parecerista(s) será(ão) substituído(s). A Revista conta com um formulário com perguntas com critérios cuidadosamente definidos, às quais o parecerista deve responder sobre o artigo em questão. No entanto, a responsabilidade de aceitar, aceitar com modificações menores ou substanciais ou recusar o artigo avaliado é da Revista. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos avaliadores serão mantidos em anonimato.

Responsabilidades editoriais

A Equipe Editorial da Revista, com a participação do Conselho Editorial, é responsável pela definição das políticas editoriais para que a Antípoda cumpra com os padrões que permitem seu posicionamento como uma publicação acadêmica de reconhecida qualidade internacional. A revisão contínua desses parâmetros garante que a Revista melhore e atinja as expectativas de seus leitores. A Revista espera que as normas para apresentação de colaborações sejam cumpridas em sua totalidade. Contudo, se for necessário, ela realizará correções, esclarecimentos, retificações e justificativas a respeito de conteúdos já publicados.

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Quando a Revista recebe reclamações de qualquer tipo, a Equipe responde brevemente, de acordo com as normas estabelecidas pela publicação; se necessário, será realizada a adequada investigação a fim de resolver o problema. Quando se reconhece falta de exatidão num conteúdo publicado, a Comissão Editorial é consultada e são feitas as correções e/ou esclarecimentos na página web da Revista. A Equipe Editorial é responsável pela escolha dos melhores artigos para serem publicados. Essa seleção está baseada nas recomendações derivadas do processo de avaliação e do de revisão editorial do artigo, nos quais são centrais os critérios de qualidade, relevância, originalidade, contribuições ao conhecimento social, diversidade e pluralidade nos conteúdos. Nesse sentido, quando um artigo é recusado, a justificativa dada ao autor deve ser orientada a esses aspectos. A Equipe Editorial é também a responsável por zelar pelo processo editorial de todos os artigos que são submetidos à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade enquanto durar o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa. Assim que um número da Revista for publicado, a Equipe Editorial e a Equipe de Publicações são responsáveis por sua difusão e distribuição aos colaboradores e pareceristas, às entidades que tenham estabelecido convênios de intercâmbio, bem como aos repositórios e aos sistemas de indexação nacionais e internacionais, além de enviá-lo aos seus assinantes ativos.


Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Dirección postal: Carrera 1 este No. 18ª – 12 - Edificio Gb, Piso 4, oficina 417 Bogotá D.C., Colombia Teléfono: 57.1.339.4949, Ext. 3483, 2550 – Telefax: 57.1.3324056 http://antipoda.uniandes.edu.co

Corrección de estilo Español: Guillermo Diez Inglés: Jimmy Weiskopf Corrección y traducción al portugués Roanita Dalpiaz roanitad@gmail.com

Imágenes Juanita Escobar y Santiago Escobar-Jaramillo Diseño y diagramación Magda Lorena Morales

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Impresión Digiprint Editores S.A.S. La Revista tiene todos sus contenidos en acceso abierto a través de su página web La versión impresa tiene costo y puede adquirirse en: Suscripciones | Librería Universidad de los Andes Cra 1a No 19-27 Ed. AU 106 · Bogotá, Colombia Tels. (571) 339 49 49 ext. 2071 – 2099 http://libreria.uniandes.edu.co Canjes | Facultad de Ciencias Sociales Universidad de los Andes · Cra. 1a Este No. 18A – 10 Ed. Franco, piso 6, oficina 617 · Bogotá – Colombia. Tel [571] 3394949 Ext.: 3585 · publicacionesfaciso@uniandes.edu.co http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.co

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología No. 28 Se terminó de imprimir en el mes de mayo de 2017. Las opiniones e ideas aquí consignadas son de responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente reflejan la opinión del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para uso personal siempre y cuando se mencionen como fuente el artículo y su autor y a Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero la autorización del Editor de la revista.




ANTIPODA 28

R E V I S T A

D E

A N T R O P O L O G Í A

Y

A R Q U E O L O G Í A

EDITORIAL Nota editorial | 8-10 La importancia de diversas, complementarias y comparativas miradas en la investigación sobre las interacciones entre los humanos y la fauna en América Latina | 13-29 Elizabeth Ramos Roca – Universidad de los Andes, Colombia Eduardo Corona-M – INAH Delegación Morelos, México

MERIDIANOS Narrativas etnográficas sobre ballenas y balleneros en las costas de Chile | 35-55 Daniel Quiroz – Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Chile Gastón Carreño – Centro de Estudios de Antropología Visual, Chile

Animais como psicopompos nas sepulturas do Sítio Arqueológico Justino? (Canindé de São Francisco — Sub-região de Xingó — Sergipe, Brasil) | 57-73 Albérico Nogueira de Queiroz, Carlos Eduardo Cardoso, Olivia Alexandre de Carvalho – Universidade Federal de Sergipe, Brasil Comunión e interexistencia. El Spondylus spp. en la Costa Norte del Perú durante el Intermedio Tardío (800-1450 d.C) | 77-97 Antonio Jaramillo Arango – Universidad Nacional Autónoma de México El espacio y los recursos: el análisis arqueofaunístico mediante SIG en los distintos ambientes de la provincia de Santa Fe (Argentina) | 99-125 Julieta Sartori – Universidad Nacional del Litoral, CONICET, Argentina Fernando Santiago – Centro Austral de Investigaciones Científicas, CONICET, Argentina María Belén Colasurdo – Universidad Nacional de Rosario, CONICET, Argentina

PARALELOS Iconografías y representaciones del jaguar en Colombia: de la permanencia simbólica a la conservación biológica | 131-152

Cristina Gómez Garcia-Reyes – Panthera, Unidad de Parques Nacionales Naturales de Colombia Esteban Payán Garrido – Panthera, Colombia

“Yo soy jaguar”. Una lectura cruzada entre la filosofía y la antropología sobre los enunciados con contenido animal en las comunidades Inga y Kamëntsa | 153-170 Jennifer Andrea Rivera Zambrano – Universidad Externado de Colombia

PANORÁMICAS Emoción y nuevas espiritualidades. Por una perspectiva relacional y situada de los afectos | 175-191 Nicolás Viotti – FLACSO, CONICET, Argentina

“Invertir en vida”: decisiones económicas y diferencias generacionales en torno a la vivienda en jóvenes de la ciudad de Buenos Aires, Argentina | 193-212 Magdalena Felice – Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina

D O CUMENTOS Entre caballos y elefantes. Una conversación sobre documentar, intervenir y fotografiar | 218-221 Juanita Escobar y Santiago Escobar-Jaramillo – Fotógrafos e investigadores independientes, Colombia Publicaciones · Facultad de Ciencias Sociales Carrera 1 No. 18A-12 Bogotá, D.C., Colombia Tels: +571 339 4999 Ext 5567 Fax: +57(1) 332 4539 http://publicacionesfaciso.uniandes.edu.co publicacionesfaciso@uniandes.edu.co

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