Editorial Germán Rey, Asesor Editorial. "Toda violencia es muda" escribió en La condición humana Hannah Arend. Hace años en uno de sus trabajos etnográficos Michael Taussig, refiriéndose al caso colombiano ya para entonces sumido en las prácticas del terror y de la desaparición, recordaba que "el motivo de silenciar y el temor detrás del silenciamiento no es borrar la memoria. Ni de lejos. El motivo es enterrar la memoria profundamente dentro del individuo, para así crear más temor y una incertidumbre en la cual la realidad y lo onírico se entremezclan"*. Memoria y palabra, ambientación pública y observación juiciosa son algunas de las condiciones que las ciencias sociales pueden ofrecer a la sociedad para oponerse activamente al silenciamiento, el olvido y la intolerancia. Porque junto a la agudización de la guerra, se ha ido construyendo progresivamente -quizá no con la misma intensidad de la confrontación-, un pensamiento que busca explorar los orígenes de nuestras violencias, que intenta rastrear las conexiones no siempre explícitas entre muchos de nuestros procesos sociales y el desarrollo de conflictos que acogen diferentes rostros y diversas expresiones. Por ello surgen preguntas sobre como la configuración de lo público, la fragmentación del poder, la debilidad de las instituciones sociales, los intentos modernizadores o la figuración del Estado han jugado en el fortalecimiento de una realidad compleja en que la guerra se acelera y alcanza límites de deshumanización que ni siquiera imaginábamos. Junto a la conformación de una cierta tradición de los saberes y las disciplinas ha crecido la preocupación por hablar de la guerra y la paz, por nombrarla de otro modo, por tratar de hacerla comprensible. Lo que significa descolocar los lugares comunes tan frecuentes en estos temas, experimentar unas explicaciones que ofrezcan otros acercamientos a los problemas, confrontar con la libertad crítica de la investigación las afirmaciones, con frecuencias monolíticas y casi inamovibles de los propios actores de la guerra. Porque como sabemos una parte de la guerra se libra en los territorios del lenguaje, ya sea a través de la desinformación, las versiones hostiles o la displicente negación del otro. Perder el sentido de las palabras, hundir la paz en la retórica es también un riesgo y un peligro indudables frente a los que se debe permanecer atentos. "Sé que a menudo -escribe John Bergerel arte ha juzgado a los jueces, vengado a los ¡nocentes y enseñado al futuro los sufrimientos del pasado para que nunca se olviden. Se también que en ese caso, los poderosos le temen al arte, cualquiera que sea su forma, y que esa forma de arte corre entre la gente como un rumor y una leyenda porque encuentra un sentido que la atrocidades no encuentran, un sentido que nos une, porque es finalmente inseparable de la justicia". La sociología y la historia, la ciencia política y la antropología son algunas de las ciencias sociales que ofrecen, en un recorrido por su estado del arte, contribuciones que paulatinamente van conformando un corpus para esta exploración, estudios que aún son fragmentarios y provisionales y que además exigirán un mayor debate público y una contrastación académica más rigurosa. En Un gigante en convulsiones, Barcelona, Gedisa, 1995, p. 450. Pero también es evidente que ante la complejidad del conflicto, ante la diversidad de sus causas y de sus actores, es fundamental entrecruzar perspectivas, poner a dialogar saberes, encontrar vínculos aparentemente inexistentes. Procesos como la lenta constitución de las identidades, las formas de exclusión, los bloqueos a la oposición democrática, los fenómenos migracionales que en las últimas décadas han diseñado de otro modo el campo y las ciudades pero también las evoluciones de
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género, la modificación bastante radical por cierto de las pautas de socialización y de los mediadores institucionales, los impactos de la secularización o las transformaciones cognitivas están involucrados en una situación, que desde hace tiempo, fractura dramáticamente la vida de muchos colombianos. El segundo número de la Revista de Estudios Sociales está dedicado al tema de la guerra y la paz en Colombia. Hemos acogido la reflexión sobre este temas para marcar tempranamente el sentido de una revista que quiere favorecer el diálogo sobre el país, la confrontación de ideas sobre nuestros problemas. El dossier recoge en esta ocasión los puntos de vista de una gama de colombianos muy diversa a quienes les hemos pedido su reflexión personal sobre la paz. De la paz como "tarea y como pasión" tal como titula su texto Mauricio García Durán. Proviniendo de orillas muy diversas, de experiencias vitales en algunos casos incluso encontradas, tenemos textos de políticos, empresarios, académicos, ex-guerrilleros, militares, religiosos, artistas. Voces de colombianos que ofrecen sus ideas como un aporte a la deliberación social. Como un gesto para que en este país no sigamos sufriendo de la mudez de la violencia y de los silenciamientos del terror. La Revista de Estudios Sociales se convierte así en un ámbito para la palabra y ojalá también en un lugar para la memoria.
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Reflexiones sobre el derecho humanitario y la paz Héctor Charry Samper *
La delegación de Colombia cree, finalmente, que para asegurar los fines (humanitarios) que esta conferencia invoca, teniendo en cuenta los fenómenos derivados de nuevas situaciones de tipo bélico en el mundo, las obligaciones de los combatientes, bajo
En una de las intervenciones finales que hice ante la
cualquier denominación y con cualquier finalidad, sean defensores
Conferencia Diplomática en Ginebra, que en 1977 aprobó los
de un Estado cualquiera o subversores de éste, deben constituir
dos protocolos adicionales a las Convenciones de 1949,
una ecuación, con términos equiparables en el respeto a un
expresé ciertos conceptos (el 22 de abril, exactamente), que
derecho como el humanitario en conflictos armados, que tiende a
tal vez conviene rescatar:
humanizar lo que de por sí es inhumano, y a racionalizar lo que
Permítaseme recordar cómo hace un siglo largo, cuando se
también de por sí -y me refiero a la violencia- es irracional.
discutía el primer convenio de Ginebra, los civiles estaban al margen de la guerra, no se les tomaba en cuenta, en lo que aparecía como una situación exclusivamente militar, entre
De 1949 a 1977
beligerantes. De un tiempo para acá los civiles están involucrados
El 8 de junio la conferencia adoptó el Protocolo I adicional a
en la guerra de una manera que nuestros antecesores en trabajos
los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949 relativo a
como éste, estuvieron lejos de prever. Hoy corren tantos o más
la protección de las víctimas de Conflictos Armados
riesgos y peligros que los combatientes. La paradoja consiste en
Internacionales y el Protocolo II relativo a la Protección de las
que parece ser en tiempo de paz cuando se distinguen más
víctimas de conflictos armados no internacionales. Este es,
claramente civiles y militares, que en tiempos de guerra, cuando
como lo expresan los mismos comentaristas autorizados del
tienden a confundirse.
Comité Internacional de la Cruz Roja (Ives Sandoz, Cristophe
Ello obedece a factores múltiples, como los que configuran
Swinarski, Bruno Zimmermam edición francesa de 1986) el
el eclipse de la guerra clásica, el aparecimiento de formas no
primer
convencionales, de armamentos, estrategias y dimensiones que
conflictos que no tenían una definición general y que hasta
verdadero instrumento jurídico sobre un tipo de
podemos calificar de revolucionarios en este campo. Coinciden en
entonces, se hallaban "fuera del derecho positivo". Se
la ruptura de ese criterio clásico a la vez las más avanzados
señalaba que Vattel había sido quien por primera vez
inventos tecno-científicos y los más primitivos métodos de lucha.
planteara la cuestión de si el soberano debía observar las
En un mundo que tiende a la intemacionalización -a veces a
leyes de la guerra con respecto a los rebeldes "que han
la supranacionalización- en todo, también la guerra tiende a dicha
tomado abiertamente las armas contra él", y en el siglo
internacionalización. A veces no es nítida la frontera entre un
pasado, se había avanzado hacia asimilarlos a los
conflicto interno y otro internacional, o lo es mucho menos que en
beligerantes, de las guerras entre naciones. Pero ni siquiera
siglos anteriores. Esa es otra consecuencia de la Ley de la inter-
en 1949, después de la Segunda Guerra Mundial, los
dependencia que hoy nos rige...
estados se habían puesto de acuerdo en
Y remataba con el siguiente criterio ante la plenaria en que los representantes de 124 estados actuaban, al lado, de 51 observadores No Gubernamentales, y (por primera vez en la historia), 11 movimientos de "liberación nacional", todos afro-asiáticos:
legislar al
respecto. La conferencia diplomática convocada por el Consejo Federal Suizo en dicho año, aprobó cuatro convenios separados, con vigencia entre las "Altas partes contratantes" o sea los estados. La expresión "guerra" fue reemplazada por la de "conflicto", como leit motiv del nobilísimo y deliberado esfuerzo que dicha nación y el Comité Internacional de la Cruz Roja se han impuesto, desde antes, y aún después, de la creación de la Liga de las Naciones en la postguerra del 18 y de las Naciones Unidas en 1945.
*Exm¡nistro de Justicia. Exembajador de Colombia, ante las Naciones Unidas en Ginebra. Jefe de la Delegación de Colombia a la Conferencia Diplomática que aprobó los protocolos adicionales I y II de 1997 a las Convenciones de Ginebra de 1949. Presidente de la Comisión sobre Armas Convencionales. Reflexiones sobre el derecho humanitario y la paz
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Es un intento formidable y admirable el de éstos y otros
suscitó el mencionado Protocolo II. Tuve en noviembre de 1988
humanitarias frente a lo que John Keegan en Historia de
resonante polémica con el expresidente Alfonso López
la Guerra señala:
Michelsen quien propiciaba la adhesión colombiana del
"la guerra precede a los estados, a la diplomacia y a la estrategia en varios milenios, la guerra es casi tan antigua como el hombre mismo y está arraigada en lo más profundo del corazón humano, un reducto en el que se diluyen los propósitos racionales del yo, reina el orgullo, predomina lo emocional e impera el instinto. En 1949 cada uno de los cuatro convenios de derecho o
Protocolo II, que no había sido llevado al Congreso sino dos años atrás por el presidente Betancur, sin que se hubiese aprobado. Cosa que vino a hacerse en el gobierno del presidente Ernesto Samper en 1995. En un reciente libro Derecho Internacional Humanitario Aplicado, casos de Colombia, El Salvador, Guatemala, Yugoslavia y Ruanda, el profesor holandés Frits Kalshoven,
humanitario incluye un artículo 3 . común con texto idéntico,
en el capítulo sobre el "Protocolo II la Conferencia Diplomática
para "conflicto armado que no sea de índole internacional y
de Derecho Humanitario y Colombia" presenta su versión
que surja en el territorio de una de la altas partes
sobre un aspecto que tuvo en dicha conferencia singular
contratantes". Se introdujo la expresión "partes en conflicto"
interés. Como por una parte se trata del presidente de la
para calificar a los insurgentes y abrir la puerta a las
Comisión Internacional de Encuesta, y por otra, cita con
actividades humanitarias del Comité Internacional de la Cruz
nombre propio actuaciones mías en la Conferencia, creo
Roja.
pertinente referirme a ello. El paso siguiente fue el de 1977 en que se elaboró con
Hace parte de la historia diplomática nacional en cuanto
enormes dificultades y resistencias de muchos estados un
al derecho humanitario. Se trata de la cuestión, fundamental
Protocolo -el II para lo que se continuo llamando "conflictos
para los estados, de a quien corresponde definir el ámbito de
sin carácter internacional"-. No se llegó a una definición
aplicación material del protocolo II teniendo en cuenta que
positiva, o distinta de éstos, por su atipicidad y variedad de
existe un régimen tripartito: a) conflictos internacionales, b)
formas que pueden presentar.
conflictos sin carácter internacional y c) situaciones internas de
El panorama, casi tres décadas después mostraba en
o
disturbios que no son conflictos armados. El artículo 1 .
efecto, fenómenos bélicos que divergían sustancialmente de
establece que el Protocolo II se aplica a todos los conflictos
las viejas guerras civiles. La descolonización violenta en
armados "que no estén cubiertos" por el Protocolo I, y por otra
particular en el África y el Asia, alzamientos en armas,
parte el artículo 3 . en sus dos numerales establece
revueltas, casi todas en las naciones pobres o en desarrollo,
respectivamente que no se podrá invocar el Protocolo para
competían, por así decirlo con los "modelos" europeos. La
"menoscabar la soberanía del Estado" ni como "justificación
guerra de Viet-Nam y la llamada "Guerra Fría" entre las
para intervenir directa o indirectamente" en sus asuntos.
superpotencias habían transformado la escena.
o
Las delegaciones latinoamericanas a la Conferencia estuvieron persistente y coherentemente preocupadas a todo
La injerencia humanitaria
lo largo de las discusiones, por las implicaciones que para sus
El Protocolo II, pese a todo, no se redujo a ser "adicional" a
autonomía de países débiles, en los que el Protocolo II tiene
los convenios del 49; innovó, fue más lejos de lo que algunos
una posibilidad de aplicación que a los estados poderosos no
imaginaban. Firmé, en nombre del Estado el Acta Final de
les afecta. Por eso como esfuerzo final, se me encomendó,
ambos protocolos, pero el gobierno decidió (Télex 01-274 del
en calidad de vocero latinoamericano, procurar que quedase
9/12/77) que no participara Colombia en la firma de los
establecido en el artículo 1 . que el estado en el cual se
Protocolos que se realizó en Berna el 12 de diciembre de
desenvuelve un conflicto "sin carácter internacional" es el
1977. La situación nacional había cambiado hondamente,
único que tiene la competencia para declarar que se cumplen
en materia de orden público, con relación al momento en que
los requisitos para así reconocerlo. La tendencia mayoritaria
se habían ratificado los cuatro convenios de 1949, en 1962.
concurriría a entenderlo así, ya que no eran muchos los que
La preocupación por los efectos de una adhesión era
estaban dispuestos a otorgarle tal poder a una organización
básicamente de las Fuerzas Armadas, pero incluía a muchos
internacional y ninguno a los propios insurgentes o alzados
sectores de la nación, y de los sucesivos gobiernos.
en armas,
No es el momento de relatar mis opiniones
intereses nacionales legítimos se desprendían, para su
o
o
Se dice que el artículo 1 . establece unos criterios
personales, y las alternativas que de ahí en adelante
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"objetivos": que los conflictos se desarrollen en el
pregunta que torturaba a Aldous Huxley en vísperas de la
territorio, entre sus fuerzas armadas y fuerzas armadas
hecatombe del 39 resuena todavía: ¿Qué clase de mundo es
disidentes o grupos armados organizados. Que éstos
éste en que los hombres aspiran al bien y ello no obstante realizan
tengan mando responsable, ejerzan sobre una parte del
tan frecuentemente el mal?
territorio un control que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas. Sin embargo esos criterios "objetivos" son susceptibles -y la experiencia lo comprueba-, de interpretación, de criterios subjetivos. De ahí nuestra insistencia, hace ya veinte años, en que correspondía al Estado evaluar la situación, ponderarla. La enmienda que presenté ante la sesión plenaria en los días finales de la Conferencia excluía la automaticidad de la aplicación del Protocolo II y trataba de precaver intervencionismos indebidos en nuestros estados. Fue retirada después de que el señor Graber, presidente de la Conferencia y miembro del Consejo Federal de Suiza (garante de los protocolos), nos convocó a los latinoamericanos a una reunión en que nos aseguró que esa era la interpretación correcta pero que estando por finalizar la conferencia la pondría en peligro, al abrir una cascada de enmiendas. El profesor Kalshoven dice: Hay que reconocer que la propuesta de dar al Estado una voz decisiva no carecía de cierta lógica, ni, es verdad, de un sentido
Logramos un frágil equilibrio en el conjunto de los textos o
o
de los artículos 1 . y 3 . del Protocolo II convencidos de la necesidad histórica de introducir en el horror de las contiendas internas, no la reciprocidad que sabemos ajena al derecho humanitario, pero sí algún tipo de ecuación entre las partes que de no existir imposibilita en la realidad, el cumplimiento de los inobjetables propósitos de humanización. Como prolegómeno al reencuentro de la paz, el bien más preciado de la civilización, la razón misma de ser del derecho y de lo que llamamos, precisamente, Estado de derecho. Cuando uno escudriña la violencia se pone cara a cara con el problema radical de los medios y los fines. Sucede que los medios condicionan siempre los fines, al contrario de lo que algunos, o muchos, imaginan. Que quien utiliza medios violentos concluye inexorablemente determinado por éstos. No sólo quienes desatan la violencia son generalmente sus víctimas tempranas y
dilectas sino que son "manejados" por
aquella. Es conocida la afirmación de que ninguna gran
de realismo: la experiencia muestra que una negativa de un
revolución, ningún cambio profundo en la historia ha sido
gobierno para reconocer un estado de conflicto armado interno
posible sin violencia. La memoria señala, evidentemente, la
hace mucho más incierta la aplicación de las normas del derecho
presencia de la fuerza descarnada, brutal, implacable, en
internacional humanitario...
grandes momentos culminantes. No en todos. Y con
y también especula alrededor de las hipótesis de temor a los intervencionismos en nuestros países y de búsqueda de una cierta reciprocidad entre las partes de un conflicto armado no internacional, en
frecuencia en las horas más tristes de la especie. Pero eso no demuestra su inevitabilidad ni mucho menos su superioridad frente a la razón. Lo que podemos deducir del proceso histórico conocido es que la civilización, la cultura, la filosofía, las religiones en algunos momentos, han
como parecía sugerir la enmienda colombiana de último minuto,
librado -continúan haciéndolo-, un esfuerzo descomunal
la preocupación por el hecho de que se había dejado sin resolver
contra todo lo que la violencia significa. La violencia es antigua
un elemento esencial de las normas de aplicación del Protocolo II.
y la paz muy reciente, inestable, en perpetua zozobra.
Hasta hoy la interpretación que hicimos en 1977 prevalece. Nadie la ha objetado formalmente. El propio expresidente López Michelsen asevera:
Admito, ¿cómo podría no hacerlo?, que la injusticia, la opresión, la desigualdad, la pobreza, la intolerancia, el abuso, llevan implícitamente un germen de violencia, conducen a ella como respuesta generalmente desesperada. Es muy
esta posición según la cual es el Estado el que auto califica el
significativo, no obstante, que muchos de los que un día
carácter de la insurrección en su territorio se ha ido consolidando
pregonaron la violencia como "partera de la historia" después
en la práctica.
hayan enarbolado, la anti-violencia, los derechos humanos, el humanitarismo mismo, sin entrar a calificar la honestidad
Violencia y revolución Claro que en estas dos décadas convulsas han sucedido
intelectual de sus posturas antinómicas. Lo que hay de más noble en el género humano, de exaltable en su azarosa peripecia terrestre, ha sido
muchas cosas. Algunas de ellas terribles. Retrocesos en conquistas que se creían arrancadas a la barbarie. La
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construido contra la violencia, a pesar de ella, hasta
Internacional), y se advierte una tendencia hacia la
después de ella o en medio de ella, pero negándola
superación de la dicotomía entre los conflictos
dialécticamente con hechos, y con el pensamiento, un poco
internacionales y los no internacionalizados. Por otra parte
como la luz sale y se contrapone a la tiniebla.
se esgrime el "deber" o "derecho" a la "injerencia
Quizás lo que nos corresponde esclarecer es en qué
humanitaria". A muchos preocupa que ello conduzca a
medida la violencia ha limitado, ahogado, desfigurado, lo
neo-intervencionismos, a marcar una especie de división
que las revoluciones se han propuesto. Barthelemy de Ligt
entre países que intervienen y países "intervenibles".
sintetiza al respecto nuestro concepto: "cuanto mayor sea
Son interrogantes que, vistos desde una nación como
la violencia menor será la revolución". Es decir, en la
Colombia, en trágica circunstancia, estamos obligados a
medida en que los procesos de cambio se sumergen en la
afrontar, de buena fe, con todos los elementos de juicio. Y
violencia, se disminuye -drástica y dramáticamente-, la
dentro del ánimo de sustentar derechos esenciales a los
posibilidad fecundante y creadora. A veces desaparece en
que no es lícito renunciar y deberes humanos y
medio del "terror". Entre otras cosas porque la
humanitarios que sería equivocado esquivar.
destrucción de lo creado -tanto material como espirituales un despilfarro irreparable. De muy poco les sirve a los pobres, los humildes, los
Un caso ilustra la hipótesis para explorar. La Comisión Internacional de Encuesta se creó en el Protocolo I (artículo 90), sólo para los conflictos
desposeídos y desamparados, romper lo ya adquirido. La
internacionales cubiertos por dicho instrumento. No está
civilización y la cultura son, en última instancia, el
incluida en el Protocolo II para los conflictos sin carácter
resultado de una acumulación incesante y zigzagueante.
internacional. Sus ilustres miembros resolvieron -por sí y
Infortunadamente inequitativa y por eso el mayor
ante sí-, que podrían a solicitud de las partes en éstos, o
problema de un orden -de cualquier orden- es que se
sea estados y alzados en armas, actuar en su delicada
vuelve injusto muy rápidamente. Por eso también hay que
labor de esclarecimiento. Colombia ha sido, que yo tenga
conjugarlo con la libertad.
conocimiento, el único Estado que expresamente ha
Cuando uno piensa en los años desgarradores que
declarado que la acepta en su conflicto interior. Puede
está viviendo Colombia, en este declinar del siglo XX,
ser de una gran utilidad abrir puertas de verdad e
siente a veces el deseo de darle la razón a André Gide en
investigar con imparcialidad. Pero me asalta la duda de
su Journal: "Hay que hacer contar la historia por alguien
que ningún tribunal o comisión tiene la prerrogativa de
que esté encolerizado".
auto expandir su competencia. Y quizá sería mejor buscar una solución en derecho, que pienso podría abrirse
Nuevos fenómenos Volviendo al derecho humanitario, como expresión de la búsqueda de la paz, y en concreto al Protocolo II, tengo
paso en el propio Protocolo II, porque no se trata de impedir investigaciones o encuestas internacionales sino de sanear una situación jurídicamente controvertible. El derecho de los derechos humanos es distinto del
que confesar que la tarea de 1977, admirable en su
derecho humanitario aunque son convergentes y
conjunto, resultó incompleta. Nuevos fenómenos, inéditos
complementarios. Pero tienen fuentes diversas y mientras
o de una ferocidad imprevista, amenazan su edificio.
los derechos humanos rigen todo el tiempo, el derecho
Nunca discutimos, por ejemplo, el papel que un caso como
humanitario o de la guerra opera exclusivamente en los
el del narcotráfico representa como desafío, que cambia
conflictos armados, en épocas de excepción, como lo
muchos supuestos de la relación entre la subversión y el
recoge la Constitución del 91. Las acusaciones contra
Estado. Tampoco se previo el caso de ataques guerrilleros
Colombia en los distintos foros son por violaciones
que traspasan el ámbito territorial de un Estado (casos
presuntas a los derechos humanos amparados por sus
como los de nuestras fronteras con Venezuela y
diferentes pactos. No a combates militares contra los
prácticamente todos los vecinos), que no son conflicto
subversivos, sobre los que no existe instancia internacional
internacional stricto-sensu pero dejan de ser, a la vez,
competente. La carta de las Naciones Unidas reconoce
conflicto sin carácter internacional. El llamado
la validez del uso de la fuerza para decidir los conflictos
paramilitarismo ¿cómo se encuadra en las normas de
domésticos armados. El Consejo de Seguridad como
1977 de una manera convincente? Se está avanzando en
guardián de la paz y la seguridad tiene atribuciones, que le
materia de tribunales internacionales para juzgamiento de
permiten calificar situaciones que las ponen en peligro.
crímenes de guerra, delitos contra la humanidad, (como el Tribunal Penal
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El derecho humanitario no garantiza per se el encuentro de la paz. Pero allana el camino para adelantar con los distintos alzados en armas, contactos y negociaciones no sólo para contener la barbarie, consolidar los derechos fundamentales de los ciudadanos, respetar frenos en los medios de conducir las instituciones. tengo claro, a estas alturas de la situación
No
nacional,
cual es la posición de los distintos sectores insurrectos frente a los alcances del derecho humanitario. La guerrilla solicitó en distintas ocasiones la ratificación del Protocolo II, después ha dejado de invocarlo, ha buscado condicionarlo. Ecuación humanitaria El derecho humanitario es un intento por impedir las
Actúa generalmente como si su interpretación fuera que éste constituye apenas una auto-limitación del Estado. Es cierto que sólo al Estado corresponde garantizar la
atrocidades, por limitar el uso de la fuerza. Una de las
vigencia del derecho, incluso en medio de la guerra, pero
ventajas del Protocolo II es que establece una ecuación
los alzados en armas también quedan ceñidos a las
entre los contendientes, precisamente la que impulsa la
prohibiciones y mandatos del Protocolo II que, en el
"humanización". En primer lugar con la prohibición
preámbulo, recuerda que los instrumentos relativos a los
absoluta del terrorismo. También al proscribir las
derechos humanos constituyen una protección fundamental
retaliaciones, los rehenes, los sufrimientos inútiles, la
para la persona humana e invoca los "principios de
destrucción de objetivos no militares, como presas,
humanidad" y las "exigencias de la conciencia pública".
oleoductos, plantas de energía eléctrica, acueductos, para reducir daños excesivos a la comunidad. Sin embargo, nunca ha habido más violaciones por parte de los alzados en armas que desde el día en que
Un código de conducta Pensando en la impostergable necesidad de la
se ratificó el Protocolo II de Ginebra. Es comprensible la
reconciliación nacional con el imperativo categórico de
exasperación nacional ante hechos que demuestran la
enrumbar a Colombia por una paz genuina, en no
impotencia para proteger las víctimas, los "terceros
enredarnos más en disquisiciones sobre el papel del
inocentes", que son ciertamente distintos de los
derecho humanitario en un proceso de paz -como el que el
auxiliares, cómplices o encubridores de la subversión. Este
actual gobierno del Presidente Pastrana ha abierto, vuelvo
es, en la práctica, uno de los aspectos de más difícil
a la idea que sugerí hace años y que está basada en el
discernimiento.
convencimiento de que sólo si todas las partes entienden el
Ives Sandoz ha escrito: el derecho humanitario plantea normas fundamentales cuyo respeto distingue al soldado del criminal. Su violación pervierte la mejor de las causas. Ello es evidente para todas las partes que quedan cubiertas por el mandato de "respetar y hacer respetar" el derecho de la guerra en que no se pueden usar todos los medios. Ello distingue también al guerrillero del bandido o el terrorista. El interrogante de cuál es el objetivo final del derecho humanitario, ¿suprimir la guerra o reglamentarla?, cobra acentos que no son simplemente académicos en Colombia. Me inclino a la complementariedad. Como no hay instrumentos para suprimirla hay que hacer todo lo posible por atenuar los efectos de la guerra, poner en marcha buenos oficios, la mediación, la
Protocolo II como una restricción que los obliga a todos, éste alcanza sus objetivos. Proponer la firma de un "Código de Conducta" válido para todas las partes, que no implique un pre-juzgamiento sobre la legitimidad de las autoridades ni sobre los motivos de la insurgencia. Hans Peter Gasser, jurista del Comité Internacional de la Cruz Roja así lo ha recomendado genéricamente-, en vista de las dificultades para la vigencia del derecho humanitario. A partir de la condenación del terrorismo, de la "guerra total" como negación rampante del Protocolo II y de las convenciones de 1949. Estableciendo garantías verificables (para normas preestablecidas por un tribunal internacional con suficiente autoridad ante las partes), en un camino de superación del círculo infernal de violaciones en que hemos estado sumidos tanto tiempo.
iniciativa humanitaria, internacional.
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Reflexiones sobre el fenómeno de la violencia en Colombia Carlos Granada *
El recuerdo de todo lo vivido está lleno de imágenes. Estas imágenes no sólo corresponden a los recuerdos personales, sino a la atmósfera del mundo en que uno ha nacido y se ha formado. En las regiones misteriosas de la memoria hay unos espacios, llanuras y montañas, calles y ríos y cementerios, que no son sólo huellas frías de unos recorridos, sino los símbolos que van llenando la vida de contenidos. Allí en ese espacio está el recuerdo permanente de la violencia, al cual fuimos acostumbrándonos como algo que hacía parte de la vida cotidiana: los muertos, los entierros pobres, los genocidios, el llanto, la desesperación, el miedo, las noticias, los encabezados de los periódicos. Aquí la vida me enseñó, como a tantos de nosotros, el horror de la violencia y de la muerte. Aquí aprendí también, la perplejidad del milagro de la naturaleza, la razón de ser de la rebeldía y la necesidad de un lenguaje para convertir todas estas formas en testimonios de la aventura humana, en fuegos que aspiren a no apagarse nunca . Yo sé que están en mis cuadros estos hombres, estos paisajes, transformados por la imaginación. Sé que están en ellos los cadáveres martirizados que nos enseñaron la tristeza. Este rojo que asoma en ellos es la mancha de la sangre sobre la triste piel de los muertos. También comprendí que la violencia era un fenómeno histórico, en la lucha de los pueblos por su espacio, por la libertad, por la vida. Sabemos que las guerras han asolado pueblos enteros, tenemos también el recuerdo aterrador de la Segunda Guerra Mundial que destruyó Europa, don se produjo ese fenómeno monstruoso del nazismo, en un intento por imponer posiciones ideológicas y políticas, y tratar de establecer un nuevo orden en el mundo. Pero vimos también que, después de esta barbarie desencadenada, de pueblos que habían producido la cultura y el arte, las grandes ciudades, el desarrollo de la técnica y de la ciencia, con nuevos ímpetus, se daban a la tarea de la reconstrucción.
* Maestro en pintura y dibujo. Profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia.
El análisis de los fenómenos de la violencia colombiana, tan brutal y prolongada, y el estudio de sus particularidades, nos lleva a preguntarnos si dentro de la conformación de nuestra nacionalidad hay fallas estructurales, aparte de las contradicciones propias que genera la lucha de clases. Son tantos los orígenes de nuestras formas de conducta para resolver los conflictos sociales, que sumados a la falta de voluntad política para encontrar soluciones adecuadas para la convivencia y el desarrollo del país y al interés de algunos grupos en mantener las actuales condiciones, hace que las formas de violencia permanezcan y se reproduzcan, situándonos dentro de los países más violentos del mundo. A la clase política dominante, a lo largo de la historia republicana, le cabe la responsabilidad de haber creado toda clase de malestares sociales, por su avidez en el dominio de la tierra, por el control de las fuentes de enriquecimiento económico y por el dominio excluyente en el poder político, generando las formas de violencia que conocemos. Esta violencia ha determinado que muchas de las apreciaciones sobre el desarrollo político de nuestra sociedad, sean equívocas, ya que a través de los diferentes períodos se han ido tergiversando los hechos, elaborando finalmente una historia oficial. A partir del Nueve de Abril, con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, líder popular, la rebelión que este hecho produjo en el territorio nacional y la brutal represión con que se aplastó determinaron y generalizaron, lo que posteriormente se conoce como el llamado fenómeno de La Violencia en Colombia. Con la hegemonía del partido conservador y la agresiva posición de sus jefes políticos, se caracteriza en este momento la etapa de Sangre y Fuego, impuesta con el claro propósito de mantener al partido conservador en el poder. Colombia es en esta etapa un país fundamentalmente agrícola y cafetero y es allí, en el campo, en pequeñas ciudades y pueblos de filiación liberal y en zonas cafeteras, don se se ejerce por parte del gobierno conservador y los terratenientes, esta represión brutal de carácter antes no conocido. Los organismos oficiales arman grupos de campesinos que junto con las fuerzas represivas del Estado, ejercen la violencia, cometen genocidios con características atroces, asolan las regiones, amenazan y expropian las tierras de los campesinos. Grupos de ingrata recordación como los Chulavitas, los Pájaros, etc., van sembrando el terror a nombre de ideologías totalitarias y produciendo el desplazamiento forzado de grandes sectores campesinos hacia las ciudades, creando en ellas los cinturones de miseria.
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da que este enfrentamiento avanza van apareciendo Ante estos hechos de la violencia oficial, cómo no
otros grupos armados con clara inspiración en la revolu-
entender las respuestas, que por la defensa de la vida y
ción cubana y en la revolución china. En esta atmósfera,
de la propiedad, surgen en este caos generalizado. Se
las fuerzas guerrilleras se van polarizando y el Estado
arman grupos de bandoleros con nombres simbólicos
intensifica la represión contra estos grupos y los sectores
propios del momento, que van aumentando los
populares. En el desarrollo de esta lucha la guerrilla crece
indicadores de la violencia; grupos sin ninguna claridad
y se fortalece en medio de todo tipo de contradicciones.
política, dando una respuesta brutal e incoherente, donde
En este confuso panorama aparece el narcotráfico,
se expresan en cada acto, en cada masacre cometida,
que gana un gran espacio en la vida económica y política
todos los odios reprimidos y los deseos de venganza. Y es
del país, ante la indiferencia inicial de los distintos
allí en el despertar de esta violencia, donde quedan
gobiernos, creando nuevas formas de corrupción en
implícitas todas las ausencias, todos los vacíos y
algunos sectores políticos y los consiguientes
mistificaciones. Los sectores campesinos, tanto como el
enfrentamientos con el gobierno de los Estados Unidos,
país, no volverán a ser nunca iguales.
quienes ven lesionados sus intereses con el tráfico ilegal,
Es evidente que este desarraigo y esta
la falta de control sobre los dineros que salen de su país,
desintegración de la familia campesina, produce en el
el lavado de dólares y con el desarrollo creciente de una
país situaciones políticas diferentes y traslada a las
delincuencia internacional.
ciudades fenómenos sociales nuevos, de crecimiento
Igualmente aparecen los grupos paramilitares apoyados
desordenado y caótico, que van creando un nuevo tipo
por los sectores más recalcitrantes del establecimiento,
de violencia cotidiana que el país vive con estupor. El
amedrentando sectores campesinos y generando
sistema no produce cambios estructurales adecuados
desplazamientos masivos de la población.
que modifiquen esta situación creciente, creyendo dar
:
El país ve cómo va creciendo la inseguridad. Los
soluciones con medidas de orden público y con el
cordones de miseria van aumentando en las ciudades con
aumento progresivo de la fuerza policiva.
el consecuente crecimiento del desempleo y con ellos todo
Caída la
dictadura de Rojas Pinilla y en un acto de reconciliación,
tipo de delincuencia, los ghettos miserables, la
los dos grandes partidos nacionales -liberal y
mendicidad, produciendo una violencia urbana de
conservador, firman un pacto político llamado el Frente
características alarmantes. En este caos político en que se
Nacional, en el cual se acuerda la alternación en el
debate el país, crece la violación a los derechos humanos,
poder de ambos partidos por dieciseis años y es dentro
el asesinato selectivo de líderes populares y
del gobierno de Guillermo León Valencia, que se
personalidades políticas independientes.
declaran zonas del país como Repúblicas
A partir de este gobierno se movilizan diferentes
Independientes, o sea, zonas dentro de las cuales el
sectores del establecimiento, en la búsqueda de
Estado manifestaba no ejercer un verdadero control,
soluciones al enfrentamiento armado y en el afán de
artificio éste que justificaba diferentes acciones militares
encontrar vías que permitan llegar a unos acuerdos con
y la prolongación de formas de la violencia oficial. En la
los grupos guerrilleros. Pero es importante que tanto el
zona de Marquetalia, el país presencia impasible los
gobierno como el establecimiento tengan la capacidad de
bombardeos que por parte de aviones del Ejército se
implementar medidas sociales, que permitan superar esta
llevan a cabo contra campesinos de la región,
situación de caos, miseria y violencia en que se encuentra
justificando así, en forma violenta, el control
el territorio nacional. El país debe asumir con firmeza una
gubernamental sobre estos territorios. Esta brutal
rectificación de sus políticas, desmontando de manera
agresión genera como respuesta movimientos de
imperiosa todas las formas represivas y de corrupción,
autodefensa campesina y grupos de campesinos
abriendo fuentes de trabajo, modernizando el Estado y las
armados, ya con una estructura ideológica, apartándose
Fuerzas Armadas y dándole prioridad a un plan de
de los llamados bandoleros y con diferencia de la guerilla
educación, que permita rescatar a miles de compatriotas
de los Llanos, que se había caracterizado en otro
sumidos en el analfabetismo y la pobreza, actualizando
momento, como una guerrilla de tipo liberal en claro
sus universidades para que estén acordes con el siglo
enfrentamiento con el gobierno conservador y con la cual
XXI, teniendo en cuenta que contamos con una país
se firma un acuerdo de paz durante la dictadura de
inmensamente rico, tanto en recursos naturales como
Rojas Pinilla.
humanos, además de una privilegiada posición geográfica.
Dentro de estos grupos de autodefensa aparecen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, en vinculación política con los partidos de izquierda. A medi
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Un Atisbo a la Agenda de Negociación de la Paz José Fernando Isaza Delgado * La Agenda Abierta La actual reedición de los procesos de búsqueda de paz con los diferentes grupos de la insurgencia y contra insurgencia presenta un hecho que debe destacarse, consistente en que todos los actores han difundido ampliamente sobre cuáles principios de negociación están dispuestos a llegar a un acuerdo con el establecimiento. Una rápida lectura de las diferentes propuestas enunciadas permitiría, erróneamente, concluir que un acuerdo de paz está a la vuelta de la esquina. La mayor parte de las bases de negociación presentada por los grupos armados corresponde a postulados que están contenidos en las declaraciones de derechos humanos, en la Constitución Nacional, en los convenios de la O.I.T., con los cuales difícilmente se puede estar en desacuerdo. Parece difícil no lograr un amplio consenso sobre puntos relacionados con la garantía de una mayor participación democrática, o con la política de destinar un más elevado porcentaje del gasto público a los sectores de salud y educación. Obviamente sin entrar a discutir aspectos críticos como son los de calidad y equidad o forma de prestación. Difícil sería no celebrar casi con júbilo las propuestas de destinar a la ciencia y a la investigación básica un porcentaje del ingreso nacional, que de aprobarse colocaría a Colombia en una situación al menos sorprendente, pues se destinaría un porcentaje que es cuatro veces el que los países desarrollados dirigen a esta actividad. Pocas personas no comparten el enunciado de la guerrilla consistente en que la política de explotación de los recursos naturales conlleve un mayor bienestar para el país y las regiones. Quién puede estar en desacuerdo en que la actividad petrolera y minera se realice respetando los valores y tradiciones de las comunidades que habitan las regiones, que se preserve la ecología y que no se realicen trabajos que deterioren los parques y santuarios naturales
* Exministro de Minas y Energía.Presidente de la Compañía Colombiana Automotriz
Otro grupo de propuestas corresponde a modelos de desarrollo, con cierto sabor cepalino de la postguerra, o social demócrata de la época de la Guerra Fría. Entre estas propuestas merece destacarse la reforma agraria integral, la autosuficiencia alimentaria, la intervención estatal para definir sectores prioritarios de producción y las acciones de estímulos y controles que permitan crear las condiciones de protección a la industria y el trabajo nacional preservándolos de la competencia externa. Los planteamientos de rechazo a las privatizaciones y nacionalizar las actividades hoy privatizadas como Puertos de Colombia y las empresas de servicios públicos recientemente reestructurados complementa este grupo de iniciativas. Es de esperarse que no todos los actores socio-económicos del país compartan estas tesis, la polémica se asimila a la existente entre los intervencionistas y neoliberales. Es posible que las características de las zonas de operación de grupos insurgentes expliquen por qué el punto de la reforma urbana no se presenta en forma enfática o explícita. Lo que no parece justificable es la defensa de estas tesis basada en enfrentamientos armados dejando a un lado todo el respeto por los derechos humanos y por el derecho internacional humanitario. Lo que ocurre es algo tan inexplicable y exótico como sería el imaginar dos ejércitos, el uno bajo el comando digamos de Hernando Agudelo Villa y el otro dirigido por Plinio Apuleyo, enfrentados a muerte, en tierra caliente y selvática por la defensa de la ideología, sea ésta intervencionista o neoliberal. Hay foros más apropiados para esta discusión, por ejemplo, las universidades, los congresos gremiales, las asambleas sindicales, el Congreso, los medios de comunicación masiva. Parecería que el esfuerzo de negociación se ha concentrado en discutir la agenda abierta y pretender aplicar la misma metodología masiva y protagónica a tópicos igualmente importantes pero más sensibles, como los que corresponden a la agenda reservada. La Agenda Oculta Es bien posible que las dificultades de la negociación no se encuentren en las agendas abiertas, sino en las ocultas. Como diría Perogrullo como la agenda es oculta, no se sabe cual es. Unas observaciones de sentido común llevan a concluir que no es posible tratar de negociar la agenda oculta en foros multitudinarios, o con actores que tengan legítimo interés político o protagonice En estas
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sesiones siempre aflorará la agenda abierta, pero jamás la oculta. La experiencia de procesos de paz exitosos muestra que la negociación de la agenda oculta se hace en secreto, sólo se divulga el acuerdo y no el proceso. El número de participantes es el mínimo indispensable y quienes participan a nombre del establecimiento deben estar prestos a retirarse, sutilmente y sin ningún reconocimiento, cuando no sea posible un acuerdo. Es de esperarse que la agenda oculta incluya puntos como: El adecuado reposo del guerrero. Temas financieros y económicos. Tópicos relativos a la libre convertibilidad del excedente monetario. Uno que otro olvido de documentos. Solución de algunos puntos concernientes a la reforma agraria individual. Perdones y olvido por extensión local o familiar. Es apenas natural que quienes participen por el establecimiento en estos delicados temas, sólo deben tener un interlocutor, el Jefe de Estado o el Alto Comisionado por la Paz. Obviamente los negociadores no deben estar esperando cargos de elección popular ni aspirando a designaciones honoríficas. Su único objetivo debe ser buscar la paz o difuminarse levemente si no se logra el acuerdo. Es posible que este tipo de negociación corresponda a lo que "Destino Colombia" denomina el escenario "Más vale pájaro en mano que ciento volando". En palabras de este grupo: Ante la posibilidad de perderlo todo, por la violencia del conflicto armado, el país resolvió que al menos una parte se podía salvar. Esa fue la tarea que se impusieron el gobierno y la sociedad civil al aceptar las demandas de los grupos armados para ir a la mesa de negociaciones según sus condiciones. Finalmente, ni unos ni otros obtuvieron todo cuanto esperaban ganar. Pero mirado el asunto desde otro ángulo, tampoco perdieron todo, que era lo que muy probablemente podría suceden Fue una solución que se apoyó en ese sentido de las realidades concretas que se expresa en el refrán popular: más vale pájaro en mano que ciento volando.
La Agenda Regional y Política La Agenda Política expresada por la guerrilla puede resumirse así. La participación de los grupos insurgentes en los órganos legislativos y en el ejecutivo debe ser muy
superior a la que les correspondería mediante el sistema de votación con cocientes, residuos, o aún con el nuevo mecanismo propuesto denominado cifra repartidora. Con un poco de realismo, o cinismo, puede analizarse esta propuesta teniendo como hipótesis lo siguiente: nada permite concluir que una mayor participación de la insurgencia en los órganos legislativos deteriore su imagen o realidad. Es posible que su eficiencia, eficacia, transparencia y compromiso de servir a los más altos ideales del Estado no se vean obstaculizados por una menos homogénea composición. Una más amplia participación puede, por el contrario, mejorar el imaginario que tiene la sociedad sobre los representantes que ella misma ha elegido. El planteamiento de la insurgencia de administrar directamente algunos municipios no debe necesariamente conducir al caos. Cualquier lectura de la prensa y las declaraciones del Procurador, del Fiscal, del Contralor, del Defensor del Pueblo permiten concluir que difícilmente la presencia de nuevas fuerzas en la administración pública eleven los niveles de ineficiencia o corrupción de los cuales se les acusa. Un aspecto que requiere un análisis más profundo es el tema regional. Hay que partir de algunos hechos, sin que ésto implique ningún juicio de valor. El Gobierno Central no ejerce soberanía permanente sobre todo el territorio. El Ejército Nacional no puede hacer presencia en todo el país. Sobre las grandes troncales de comunicación, en el mejor de los casos, la soberanía es compartida entre el Estado, la insurgencia y la contrainsurgencia. Algunas de las experiencias pasadas de desmovilización han conducido al exterminio de los antiguos militantes. Los casos de la U.P. en los Llanos Orientales, exterminados por la derecha y los del E.P.L. asesinados en Urabá por la izquierda, son hechos públicos y notorios que hacen pensar en la conveniencia de diferir el tema de la desmovilización para un futuro más apropiado. El tema regional tampoco puede ser un tópico tabú para discutirlo. En el mundo de hoy, a la vez que se avanza hacia la globalización y se van haciendo menos rígidas las fronteras del Estado-Nación, se va consolidando el poder local y regional. Hoy los países modernos han renunciado a la total libertad del manejo de su moneda y comercio exterior en aras de la integración continental y a la vez están consolidando autonomías regionales con amplios poderes para definir la conformación de su gobierno local, los servicios públicos domiciliarios y los servicios de salud y educación.
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En algunos casos han revivido lenguas y ritos locales, las cortes judiciales regionales y los parlamentos ya no son una rareza. Basta analizar dos casos recientes España y Reino Unido. A la muerte del dictador Francisco Franco y ante el riesgo de una nueva guerra civil secesionista, sin una agenda previa, los líderes de las tres principales corrientes ideológicas, González, Fraga y Carrillo fueron llegando a un consenso reflejado en la necesidad de llevar la España Unitaria franquista a una España de Autonomías Regionales. En el Reino Unido la situación presenta algunas similitudes: Blair gana las elecciones en todas las regiones con la excepción del Gran Londres, su bandera fue el otorgar una mayor autonomía con parlamentos locales en Escocia e Irlanda. Estos ejemplos muestran que es posible encontrar soluciones al conflicto regional sin exterminar a quienes tengan una concepción diferente del ordenamiento territorial. Puede argumentarse que en los dos ejemplos anteriores la paz completa no se ha logrado, sin embargo, el número de víctimas por enfrentamientos armados, por ataques terroristas y por guerra sucia en un año en ambos países, es inferior a los caídos en Colombia en una semana. La actual organización territorial de Colombia no corresponde a una realidad geográfica ni histórica. Los límites departamentales no corresponden a los arcifinios, no se tienen en cuenta las cuencas ni las laderas, ni mucho menos la diversidad geográfica. Mucho mejores geógrafos son los grupos insurgentes, contrainsurgentes y los carteles de las drogas, para éstos su territorio es la cuenca, o la ladera, trabajan en unidades geográficas homogéneas, reconocen por ejemplo que el norte del Chocó, el Urabá Antioqueño y el alto Sinú, es una sola región, así comprenda tres departamentos. A ningún grupo armado se le ocurriría operar bajo una misma jurisdicción en Girardot y en Medina, así ambas regiones estén en el departamento de Cundinamarca. Las luchas territoriales a lo largo del Río Magdalena jamás hacen mención a los departamentos. No puede dejar de mencionarse una coincidencia numérica que se obtiene cuando se suman el número de frentes de la FARC con el número de los correspondientes del ELN, agregado con las divisiones de los paramilitares y los carteles del tráfico de drogas. Este número coincide casi exactamente con el de las antiguas provincias colombianas. Si se superpone un mapa de las provincias anteriores a 1886 con las áreas de operación de los anteriores grupos, agregando claro está, las áreas en donde opera el Gobierno Central con total soberanía, no puede dejar de
sorprender la coincidencia de los teatros de operación y las antiguas provincias. Lo anterior muestra que el Gobierno y su oposición armada tienen diferentes esquemas territoriales y una de ellas se acerca más al arraigo local. Basta mencionar que los comandantes guerrilleros operan en zonas y regiones y los comandantes de las Brigadas del Ejército lo hacen en departamentos. Esta realidad regional no debe conducir a gobiernos armados locales ni a estados sin ninguna factibilidad económica o política. Pero sí debe analizarse para buscar un nuevo esquema de desarrollo. No debe ser imposible imaginarse a Colombia con un Gobierno Central con el total monopolio de la dirección y control de todos los estamentos armados. Con el privilegio único de emisión de moneda y con la dirección y acción de las relaciones internacionales, y a la vez con unas regiones divididas en provincias entre las cuales debe existir un libre y absoluto flujo de bienes, servicios y personas. Regiones con altos niveles de autonomía administrativa y fiscal, pero sin alcabalas ni pontazgos, ni mucho menos ejércitos locales. Es posible que este punto de los ejércitos locales surja durante las negociaciones. Sobre este tema existe suficiente evidencia histórica nacional e internacional para concluir su absoluta inconveniencia. Basta analizar los siguientes hechos: No puede repetirse la desastrosa historia del país a mediados del siglo pasado, con los estados soberanos con ejércitos propios. El costo de mantener ejércitos locales es prohibitivo, basta pensar que en Centro América (un país de varias regiones), sólo pudo desarrollarse la región (Costa Rica) que renunció al ejército. El relativo avance del Estado Soberano de Antioquia en el siglo XIX, se debe a la decisión del gobernador Pedro Justo Berrío de no contar con ejército propio y destinar los recursos a la educación y al fomento minero. El derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, más que el fracaso del comunismo, fue la imposibilidad de afrontar los crecientes costos de una carrera armamentista.
Conclusión La paz y la convivencia son posibles. No será gratis. Cada parte en conflicto deberá asumir costos, algunos elevados, pero ninguno tan alto como el costo de no poder vivir.
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La Paz: Un Nuevo Intento Alvaro Uribe Vélez* Mi generación ha vivido en las tinieblas de la guerra y la violencia, rasgadas sólo por furtivos asomos de paz. Pocos gobiernos han tenido la decisión de que el país supere esta tragedia, pero sus períodos y esfuerzos han resultado insuficientes. La pobreza y la inequidad presentan por épocas cambios en las cifras, pero en la realidad mantienen su demoledora dimensión. Hemos tenido un Estado grande, costoso y débil. Con inmensa burocracia, excesivo número de instituciones y muy limitada capacidad de responder a las expectativas de los colombianos en materia de bienestar, equidad y seguridad. La debilidad del Estado ha permitido el ascenso ininterrumpido de la guerrilla durante 40 años y la irrupción paramilitar que parece tomar el mismo rumbo. Los anteriores factores sumados al de la droga han sembrado una actitud de violencia en la ciudadanía, que se expresa en una de las más altas tasas de homicidios (70 por cada 100.000 habitantes), y en el mayor porcentaje mundial de secuestros. Las estadísticas tratan de mostrar un número bajo de homicidios derivados directamente del conflicto político con relación al total. Sin embargo, ésto esconde la realidad de que el conflicto ha sido finalmente una escuela de crimen y violencia generalizada. La campaña presidencial anterior ignoró el tema de la seguridad. Los principales candidatos compitieron sólo alrededor del diálogo. Pusieron a pensar a la ciudadanía que aspiraban a conducir un Estado derrotado, que carecía de alternativas diferentes a la del riesgo de las infinitas concesiones. La actitud de la guerrilla en la campaña presidencial Los gestos de las FARC de apoyo a la candidatura del Doctor Pastrana se aprovecharon publicitariamente para establecer la idea de que con su elección se aseguraría la Particularmente consideré que dicha campaña se había comprometido con las FARC en perjuicio de la independencia que los candidatos deben tener con respecto a los actores ilegales.
* Abogado, exsenador y exgobernador de Antioquia
El triunfo del Doctor Pastrana no evitó las expresiones terroristas de la guerrilla durante el cambio de Gobierno, y éstas no frustraron el encuentro del Presidente electo con los jefes guerrilleros. La reunión del Presidente electo con la guerrilla Ese encuentro cambió la doctrina que hasta hace pocos años parecía haber guiado a la clase dirigente: no hacer este tipo de gestos al terrorismo. Si bien no se puede desconocer el carácter político de la guerrilla, sus hechos tampoco la diferencian del terrorismo que practicó el cartel de Medellín. Fuera de las connotaciones políticas y del contenido. de la conversación, luego de un inicial impacto de júbilo, amplios sectores colombianos empiezan a manifestar reservas que no se atreven a ventilar en público. Disiparlas o confirmarlas dependerá de que se perciba la disminución de la violencia o se sufra la continuación de las acciones violentas. Me preocupa el mayor grado de desconcierto en los millones de colombianos afectados por los hechos cotidianos de violencia y el efecto en la moral de la fuerza pública que producen la reunión, sus fotos y noticias. Conscientes los policías y soldados de su inferioridad numérica frente a los retos del país, de su escasa logística, golpeados por las bajas y los secuestros y sancionados por los medios y la opinión pública, lo menos que puede hacerse es desmotivarlos o desorientarlos por quien como Presidente está ungido como su Comandante. Ante los anuncios de "hacer la paz en medio de la guerra" y los ataques a la población civil, víctima del conflicto y del fenómeno de inseguridad, tan relacionados entre sí, lo lógico es fortalecer la fuerza pública para contener a la insurgencia y proteger a la ciudadanía.Pero ¿qué pensarán los oficiales y los simples uniformados de Colombia cuando elegido el Presidente Pastrana tras el apoyo de las FARC, ésta reincide en sus acciones terroristas y el mandatario celebra la reunión con sus jefes? De este modo se mina la determinación requerida en cada miembro de la fuerza pública para arriesgarlo todo en favor de la Constitución y de la vida y los bienes de los ciudadanos. Que el Presidente prometió como candidato reunirse directamente con los jefes de la guerrilla, es cierto. Errores graves, para no repetir, que se
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cometen al fragor de las campañas. Sin embargo, ¿por qué ante la persistencia de los atentados terroristas después de la elección que supuestamente había dejado satisfecha a las FARC, el Presidente Electo no buscó cumplir su palabra por intermedio de alternativas legítimas como un mediador internacional por ejemplo, que le diera confianza a la guerrilla, reservándose él para una oportunidad posterior cuando las condiciones no arriesgaran maltratar la moral de la fuerza pública ni deteriorar aún más la seguridad de la ciudadanía ni crear el antecedente peligroso de la familiaridad entre los líderes políticos y los actores violentos? Entiendo y acepto que el camino de la paz obliga a desmontar algunos mitos y a explorar soluciones imaginativas y extraordinarias. Mi crítica a la reunión no es por el antecedente que se crea para reconocer a las FARC como actor político. Interpreto en ella un acto de pragmatismo oficial que para buscar la paz prefiere la humildad del Primer Magistrado a la majestad del Estado. Me conturba del mencionado encuentro es la mala señal a la fuerza pública compelida a recuperar la seguridad de los colombianos y a garantizarla aún con posterioridad al conflicto, y también a las otras instituciones del Estado y a la misma población, que después de la euforia inicial se le puede postrar en la incertidumbre.
El despeje de los cinco municipios Al momento de escribir estas líneas todavía no se ha perfeccionado el despeje ni la opinión pública ha conocido todos los requisitos bajo los cuales se hará. Por eso más que cuestionamientos me permito formular cuatro elementales interrogantes que se escuchan entre la gente del común: Primer interrogante: ¿Quién protegerá a los 100 mil ciudadanos civiles que viven en la zona? Los medios de comunicación han informado que los alcaldes continuarán en el ejercicio de sus funciones y que la policía permanecerá en la región. Se ha dicho que la guerrilla acepta la presencia de los alcaldes. El problema radica en la interferencia. La acción de los grupos violentos ha afectado la autonomía de muchos alcaldes, cuya dependencia real ya no es de la Constitución ni del electorado sino de los alzados en armas. En sentido contrario podrá decirse que no nos debe asustar que se reconozca en cinco municipios la realidad que golpea a más de 300 en toda la Nación. Ahí radica la inquietud: en vez de buscar la recuperación del imperio legal en toda la geografía se ha legitimado en estos cinco municipios un hecho de dominio armado, contrario a las normas, de acuerdo con el cual los alcaldes no pueden representar al Estado colombiano y
deben ajustarse al poder de facto imperante. Y la protección de la población civil no podrá realizarla la policía, debido primero que todo a su insuficiencia numérica. Se alega que la población ha estado sometida a la guerrilla y que el despeje no constituye modificación al statu quo. En efecto, el Estado ha incumplido con la protección ciudadana y ahora renuncia definitivamente a prestarla, dejándola a criterio de la guerrilla. Se reconoce un poder surgido de las armas, que si bien alega razones políticas, ha carecido de fronteras éticas para la definición de sus medios de acción, entre los cuales abundan los crímenes, los narcóticos y otras atrocidades. Durante el despeje se correrá el riesgo de que cualquier vestigio del Estado de Derecho se sustituya por la guerrilla, de la cual la población será subdita real y formal, empezando por la carnetización por parte de las FARC que ya publican los medios de comunicación. Y se habrá ignorado una de las razones fundamentales de la democracia: garantizar al ciudadano la posibilidad real de seleccionar el gobierno y explorar las alternativas con solvencia moral y ética. En muchos lugares de la Patria la administración, la justicia, la política y la vida civil están condicionadas por los violentos. En estos cinco municipios los violentos obtendrán la ventaja de que ya no tendrán la limitación del ejército, que es expresión legítima del Estado. Y ¿cuál es el Estado que ofrecerán los violentos, será la democracia de las armas, la negación de reglas claras y estables para la iniciativa privada, la justificación política del narcotráfico, la justicia de la inquisición? También han informado los medios que las instalaciones militares quedarán a cargo de la Cruz Roja Internacional. ¿Por qué no se ha apelado a una solución internacional para proteger a la población civil? ¿Por qué no se examinan opciones como las fuerzas especiales, los Cascos Azules de Naciones Unidas, organismo al cual pertenece nuestro país, o un contingente de fuerzas de países vecinos y hermanos, que permitan que en ausencia de nuestro ejército el Estado colombiano no resigne su soberanía ni abandone a sus ciudadanos? No tenemos noticia que los 100 mil habitantes hayan aceptado el retiro del ejército. Los gobiernos de Gran Bretaña e Irlanda del Sur han aprobado que el futuro de Irlanda del Norte lo decidan autónomamente sus habitantes. En nuestros cinco municipios ¿el poder armado de la guerrilla permitiría la libre expresión democrática? Segundo interrogante: ¿Cómo se garantizará que no sea una región de libre producción y tráfico de narcóticos?
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Sin una especial cooperación de la comunidad internacional y ante el retiro del ejército, el Estado colombiano carecerá de cualquier posibilidad de controlar allí la producción y tráfico de narcóticos. Es bien sabido que no hay cobertura de radares y que la Fuerza Aérea no está en condiciones de ejercer el control requerido sobre el tráfico aéreo. Me angustia pensar que las potencias internacionales decidan negociar con la guerrilla para que ella, a cambio de quien sabe qué reciprocidad, desista del negocio de narcóticos, y en ese proceso aislen a nuestro Estado en razón de su incapacidad frente al tema. Este tipo de riesgos obligan a buscar un control eficaz de la producción y tráfico de drogas ilícitas en esa región, apelando a la cooperación internacional y con liderazgo eficaz del Estado colombiano. Tercer interrogante: ¿Se ubicará allí la totalidad de las FARC o algunos de sus frentes continuarán acciones en otros sitios del territorio? Hasta el momento se ha sabido, de manera extraoficial, que en desarrollo de "la paz dentro de la guerra", la guerrilla continuará sus acciones en diferentes lugares del territorio. Algún prestigioso analista decía que la guerrilla se concentra para negociar cuando está derrotada militarmente, pero que por ser contrario el caso de las FARC, la agrupación exige el despeje pero no acepta ubicar allí la totalidad de sus efectivos. El anterior argumento desconoce que el área de despeje, 42 mil kilómetros, es dos veces la extensión de El Salvador, suficiente para que la guerrilla se concentre allí sin estar en calidad de prisionera del Estado que ha combatido. Cuarto interrogante: A pesar de haber anunciado la guerrilla que la paz no implica desmovilización ni entrega de armas, ¿habrá por lo menos un cese al fuego como beneficio recíproco para la ciudadanía? La guerrilla ha reiterado que no entregará las armas. Sus voceros internacionales afirman que "el diálogo es un acto político de la guerra". Parece inconcebible que un Gobierno, cuya primera autoridad ha dialogado con los jefes de la guerrilla a pesar de sus acciones terroristas, que ha derogado otra costumbre más, aquella de no aceptar el retiro militar de lugar alguno del territorio no obstante la limitación para la presencia real y efectiva, no exija a los insurgentes, en favor del resto de los colombianos, un cese transitorio al fuego. En Irlanda se aprobó el cese al fuego a pesar de que los grupos armados no han aceptado la entrega de las armas. Las disidencias que lo han violado han recibído el rechazo de sus voceros políticos.
Aquí no se vislumbra cese transitorio al fuego, las FARC continúan con sus delitos, la población civil sigue como víctima total de la inseguridad y quienes sirvieron de voceros políticos de la guerrilla para dialogar con el Presidente Pastrana, Manuel Marulanda y Jorge Briceño, no han desautorizado una sola de las acciones terroristas.
La propuesta de indulto Colombia ha tenido una larga tradición de generosidad para otorgar amnistías e indultos por delitos políticos con la obvia exclusión de los delitos atroces como lo prescribe el Derecho Internacional. Nadie protestaría porque como resultado del .. proceso de paz los insurgentes que lo acepten sean beneficiarios de cualquiera de estas dos instituciones. Ha llamado la atención es la posibilidad de concederlas como paso previo al proceso de paz y con alcance sobre delitos atroces. El ministro del Interior ha corregido o aclarado que los instrumentos serían utilizados para perfeccionar el . proceso, no antes. Sin embargo, sigue latente su sugerencia de extensión a los delitos atroces. Proponer polémicas al país está bien. Es propio de democracias deliberantes. Pero lanzar este tipo de ideas a manera de tanteo es dañino porque antes que pulsar la opinión nacional se produce una ola de desconfianza frente a la conveniencia e idoneidad del camino escogido por el Gobierno para lograr la paz. Algunos aprueban la idea de perdonarlo todo con tal de obtener la paz. Sin embargo, se observan incongruencias: al excluir el narcotráfico, con toda buena razón, parece inocua la oferta dados los vínculos de la guerrilla con este delito; el perdón de atrocidades guerrilleras dejaría sin peso ético ni moral la permanencia de otros condenados o sindicados en las cárceles, por ejemplo, de los ladrones de carros, motos, asaltadores de casas y de tantos delincuentes famélicos que abundan entre nosotros; y no se entiende que por un lado se pretenda avanzar hacia la extradición sin retroactividad y la agilización de la extinción de dominio, y por otro se marche por el extremo de la liberalidad de perdonar delitos guerrilleros atroces.
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Aunque nuestro sistema carcelario es un desastre, la hipótesis planteada por el Gobierno obliga a pensar en mecanismos alternativos para garantizar la resocialización y la reducción de la peligrosidad de los autores de delitos atroces beneficiarios de indulto o amnistía. El canje de soldados por guerrilleros presos Cuando se presenta un secuestro, como el que afecta ya a varias decenas de policías y soldados, es bien difícil opinar sobre lo que deben hacer los gobiernos para lograr la liberación. El peso de las razones humanitarias se convierte en el primer condicionante que afecta el margen discrecional de las autoridades. De ahí que no sea conveniente hablar de una única vía de rescate. Sin embargo, es necesario proceder con sumo cuidado para no equiparar los soldados y policías con los guerrilleros, situación que podría tipificarse con un canje que se constituyera en indulto desconectado con el avance o perfeccionamiento del proceso de paz. Mientras los miembros de la fuerza pública cumplen una misión Constitucional, los integrantes de la guerrilla, cualquiera sea su motivación, están incursos en diferentes violaciones del Ordenamiento Jurídico. La defensa del sistema Constitucional y la provisión del servicio de seguridad a la ciudadanía en la etapa posterior a los acuerdos de paz requiere de una fuerza pública de excelente calidad, fuerte, suficiente, eficaz, transparente y rodeada del respeto y confianza de la sociedad, para lo cual no conviene el antecedente de nivelarla con la insurgencia o cualquier otro actor armado. Prevalidos estos grupos con la certeza de un reconocimiento de jerarquía militar o policiva podrían más fácilmente resurgir en el futuro. El canje equivale a un indulto previo al proceso de paz para los guerrilleros, con lo cual surge la duda del destino que tomarán los favorecidos, si se reinsertarán a la vida Constitucional o regresarán a la actividad insurgente. Lo peor que puede suceder con un indulto es que no se tomen las medidas para que los beneficiarios se abstengan de regresar a la actividad ilegal que causó sus condenas. Las declaraciones del Ministro Lloreda El anuncio del ministro de la Defensa de disminuir soldados bachilleres y regulares y aumentar el pie profesional es una señal reconfortante. Ojalá lo haga. Y también lo complemente con el aumento de la policía. No olvidemos que el país cuenta con aproximadamente 2 mil núcleos poblacionales que carecen por completo de fuerza pública.
El Estado con determinación de ejercer autoridad y bien dotado es el mejor camino para recuperar el respeto por los derechos humanos. Al contrario que censurables, fueron oportunas las anotaciones críticas del Ministro Lloreda al acuerdo de Mainz con el ELN. Estas iniciativas de la sociedad civil son necesarias pero a sus resultados y cumplimiento también les conviene el análisis crítico. El secuestro sigue en su fina y los voceros del ELN, después de la reunión de Mainz, lo defienden como "un acto legítimo de la guerra". Así lo dicen desde la cárcel de Itagüí quienes abusan de la generosidad que nuestro sistema de opinió le ha ofrecido a su condición de reclusos. Las declaraciones del Ministro, al contrario que exageradas, fueron prudentes y escasas en la crítica. Por ejemplo frente al caso del mediador de Alemania. Hay muchas posibilidades de mediación que reúnen solidez ética y autoridad moral y que evitarían que los colombianos tengan que acudir con desgano a ciertas personas que se les acepta por ejercer enorme poder sobre la guerrilla al mismo tiempo que se les considera un mal necesario. Una buena mediación puede canalizar toda la presión de la comunidad internacional para que la guerrilla negocie, a su vez darle a ésta la confianza que en determinado momento no le merezca el Gobierno, y buscar y perfeccionar compromisos bilaterales que eviten el generoso unilateralismo oficial que tanto desconcierto empieza a causar, que fija la idea de una paz a brincos, carente de agenda, plazos y de compromisos de parte de la guerrilla. Las propuestas de Federalismo No hay duda que el país debe avanzar en la descentralización. Ojalá las autonomías regionales reemplacen a los departamentos y asuman en su jurisdicción buena parte de las funciones de la Nación. En el horizonte de debilidad del EstadoNación, la unidad de Colombia se preservará a través de un régimen federal moderno con transferencia de fondos de las regiones más ricas a las más pobres para garantizar el equilibrio regional. Pero el federalismo tiene que ser producto de la voluntad democrática y no de una simple solución política para reconocer poderes violentos. Insistiendo en el acuerdo de Irlanda, las partes han aceptado que la permanencia de Irlanda del Norte en el Estado británico, su independencia o anexión a la República de Irlanda, dependerá de la expresión libre de los ciudadanos y no de las exigencias de grupos armados.
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La autonomía regional para efectos administrativos y en buena manera del gasto público no puede conducir a que la fuerza pública de la Nación se desintegre en pequeñas fracciones territoriales o sea sustituida por los grupos violentos atrincherados en las regiones. La democracia de las armas no es democracia. Un país que pide a gritos más reformas para extirpar el clientelismo y demás vicios de la política no puede admitir la imposición política violenta, que sería un riesgo para la unidad nacional y el gobierno de leyes, sometimiento de los gobernantes a normas heterónomas, iniciativa privada con responsabilidad social, separación de ramas de poder y controles de opinión. ¿Existe otro camino? Los hechos de violencia y el discurso político prevalente han convencido a amplios sectores colombianos que la estrategia del Presidente Pastrana es la única posible para obtener la paz. Hace años se dijo que era necesario contener a la guerrilla con la fuerza pública para después negociar con ella. Incluso algunos de quienes citan al expresidente Alfonso López Michelsen, autor de la pauta, suelen cambiar el verbo contener por derrotar que implica connotaciones diferentes. Lo grave es que ahora lo invertido es el papel del sujeto y del objeto. Es el Estado el que ha aceptado que la guerrilla lo ha derrotado o contenido y que no le queda más alternativa que negociar de acuerdo con las condiciones por ella misma impuestas. Sin embargo, yo participo de quienes creemos que el país cuenta con caminos distintos para llegar al diálogo sin correr el riesgo de aceptar las condiciones inconvenientes exigidas por la guerrilla. Lo primero que habría que hacer sería reformar el Estado para que tenga menos costo burocrático e institucional y sea más realizador en cuestiones sociales. La Constitución de 1991 avanzó mucho en descentralización y en la consagración de los derechos ciudadanos, pero continuó por el camino de mantener y crear costosas instituciones que contribuyen a dejar al Estado sin recursos para la satisfacción de los derechos sociales. Mientras tenemos graves deficiencias en educación, salud y financiación del campesinado, para no hablar de lo demás, damos mal ejemplo con los altos gastos del Congreso, de las asambleas, de los concejos, de las contralorías, etc. Profundamente respetable es la Corte Constitucional, pero la guarda de la Carta habría podido mantenerse en la sala respectiva de la Corte
Suprema. Las tareas de administración presupuestal del Consejo de la Judicatura bien pudieran estar a cargo del Ministerio de Justicia sin afectar la independencia de esta rama. Gracias a la elección popular de alcaldes y gobernadores el Ministerio del Interior podría desempeñar algunas de las funciones de la Procuraduría, otras la Función Pública, y entre la misma cartera y un organismo independiente proteger los derechos humanos, hoy tan dispersos como violados. Las auditorías privadas serían suficientes para cumplir la labor de las contralorías. La Vicepresidencia es una institución de cosmética y de contienda electoral. En fin, necesitamos cambiar la ruta histórica de nuestro Estado, no para desmontarlo sino para hacerlo útil en términos de resultados sociales. El Estado que tenemos está representado por un aparato institucional muy grande y muy poco operante para las expectativas de los más pobres. Con un Estado austero y una política sobria, honesta y sin dientelismo, se crearían las condiciones para un manejo económico imaginativo y atípico, como los que exitosamente introdujo el país con la creación de la Federación de Cafeteros, la adopción del Estatuto Cambiario del Presidente Lleras Restrepo y el freno al endeudamiento en petrodólares de la administración López Michelsen. El ejecutivo, el legislativo y la junta del Banco de la República, deberían acordar unas políticas monetarias, fiscales y financieras con rasgos atípicos, que nos permitieran financiar los inmensos faltantes de la educación y las estrategias líderes para la generación de empleo, la erradicación de la pobreza y el mejoramiento de la equidad. Un buen programa de sustitución de narcocultivos por siembras forestales debería financiarse con carácter urgente, sin limitaciones presupuéstales, en la seguridad que contaría con gran apoyo de la comunidad internacional dada la importancia universal de nuestros bosques y la sensibilidad del tema. Dichas tierras son bastante deficientes para cultivos comerciales además de los problemas de comunicación y mercadeo, pero las condiciones de suelo y medio ambiente son muy indicadas para la recuperación y la protección del bosque. Debe aplaudirse la gestión que adelanta el Gobierno del Presidente Pastrana para obtener recursos de los organismos multilaterales y de Naciones Unidas, que serán dedicados a financiar la sustitución de las plantaciones ilegales. De otro lado el país no puede ignorar la necesidad de fortalecer la fuerza pública. Sabemos
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que para proteger 42 millones de habitantes necesitaríamos 400 mil efectivos y contamos con la mitad. Del presupuesto del Ministerio de Defensa sólo el 15% está directamente relacionado con las actividades operativas. Lo demás se gasta en pensiones y administración. No obstante que los países desarrollados han disminuido sus gastos de defensa a consecuencia de la finalización de la guerra fría, algunos están previendo para los próximos años un crecimiento hasta del 7% en el pie de fuerza dedicado a la protección de la ciudadanía. El Gobierno Británico ha presentado a consideración del Parlamento una severísima legislación antiterrorista sin que nadie haya dicho que afecta el proceso de paz de Irlanda. Incluye medidas como la de autorizar la captura de personas acusadas de terrorismo por un informe policial sujeto a posterior corroboración. Colombia necesita además crear un gran marco de confianza entre su fuerza pública y su población para garantizar la eficacia y la operación transparente en las tareas de seguridad. El tema de la seguridad seguirá en la primera línea aún después de acuerdos con la guerrilla. En El Salvador, Nicaragua y Guatemala han aumentado varios de los delitos de mayor impacto social no obstante el gran alivio de los acuerdos de paz. Un Estado legitimado ante sus ciudadanos, fuerte y transparente, contiene a la guerrilla y a todos los grupos violentos y los obliga a negociar en condiciones equitativas y razonables, sin riesgos para el futuro democrático y la unidad nacional. La esencia política El punto político medular para el proceso de paz es que los grupos armados acepten someterse a la Constitución y que el Estado y la opinión se comprometan a garantizar la plenitud de sus derechos políticos para que podamos contar con un universo de representación total y plural, que refleje la diversidad, exprese el disentimiento y haga posible la crítica y la concertación entre verdaderos contrarios. Que no se repita el holocausto de la Unión Patriótica, que no se asesine y persiga a la gente por sus ideas o su activismo político y que esta misión se ejerza con limpieza y sin armas diferentes al argumento y la razón. Esta condición básica de la vida colectiva y democrática la garantiza un Estado fuerte y transparente, necesario para que el país acelere su desarrollo social sin guerrilla, sin paramilitares y sin narcotráfico. Lo demás puede ser lo de menos.
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La paz: Una guerra para la sabiduría Javier Darío Restrepo * 0.- La sombra de una muerte violenta, de una amenaza, de un secuestro, de un chantaje, persigue a los colombianos hasta impedirles aceptar cualquier fórmula de reconciliación. Un lector de El Tiempo contaba que sus padres habían sido asesinados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, y que, por tanto, pondría todo de su parte para impedir cualquier avenimiento que trajera ventajas para la guerrilla. Su caso no es único. Una encuesta nacional adelantada en 1992 por el Ministerio de Salud encontró que 5 millones de colombianos están afectados por amenazas, cerca de millón y medio por secuestros, y otros cinco millones por homicidios. Y si alguno dudaba sobre las consecuencias de esta situación, despejó sus dudas con el hallazgo hecho por esa misma encuesta sobre el porcentaje de la población colombiana que presenta una alta posibilidad de sufrir trastornos mentales, que es del 61 %. Cuando a los encuestados se les preguntó sobre sus sentimientos ante la situación del país, el 24,5% respondió que sentía rabia, el 37.7% desilusión y el 8.6% amargura1. 0.1.- Es indudable, que más que los daños físicos, la violencia ha destrozado el alma de los colombianos. Los investigadores que analizaron la encuesta concluyeron: "la problemática del país ha llegado a convertir los trastornos mentales en una prioridad para la atención de salud". Y están en lo cierto. Las estructuras políticas, la economía, la misma estructura del Estado han sido deterioradas, pero el destrozo mayor se ha hecho en el espíritu de la población. Lo preocupante es que las fórmulas de solución contemplan todos los otros aspectos menos éste, como ha ocurrido en otros lugares del mundo agobiados por la guerra. En Guatemala, por ejemplo, aún no termina el doloroso asombro que producen las secuelas de la violencia que se había creído superada con la firma de los acuerdos de paz. Las bandas de antiguos guerrilleros, dedicadas al pillaje y al sicariato, los linchamientos ejecutados por muchedumbres enloquecidas de odio y resentimiento, los grupos de justicia privada, indican que se derribaron el tronco y las ramas de la violencia, pero que han quedado intactas las raíces envenenadas.
0.2.- La historia de los países que hoy parecen tener resuelto el problema de la violencia, es una historia de barbarie que en algunos casos hace palidecer nuestra propia historia de violencias. Los campos de concentración, los experimentos biológicos con seres humanos, la extinción de pueblos enteros son sólo versiones de nuestro tiempo de lo que fueron los baños de sangre que tuvieron que sufrir esos pueblos para aprender la democracia. La guerra, como una maestra severa, ha enseñado civilización, según la expresión de Kant2. Pero la guerra no ha sido suficiente. Esta ha motivado, pero no ha enseñado. Hoy la construcción de la civilización no se hace, como en el siglo pasado, a la fuerza. Hoy interviene la fuerza pero, además, el trabajo sobre el alma colectiva, de lo contrario el proceso queda incompleto y, como cuando una herida se cierra mal e infectada, el remedio es peor que la enfermedad. Una política realista de paz tiene que contemplar los datos de la ciencia y de la sabiduría, debe armonizar las tareas políticas con las de recuperación del alma colectiva, para que la salud del cuerpo sea integral. ... El conocimiento y la sabiduría 1.- Son realidades bien distintas el conocimiento y la sabiduría. 1.1.- Unos acuerdos de paz basados en los 10 puntos que plantean las Farc, como proyectos de un nuevo Estado3, son soluciones del conocimiento, pero ninguno de esos puntos supone sabiduría. Los diez puntos, sin embargo, necesitan la sabiduría. Son diez propuestas que se pueden imponer con la fuerza de las armas y que corresponden a la lógica del poder armado, porque el conocimiento se apoya en el poder. Cualquier análisis sobre las posibilidades de la sociedad para cambiar sus estructuras, o para pasar del estado de guerra al de no guerra, conduce a la necesidad de instituciones fuertes,..',. de un monopolio de la fuerza, es decir, del control del poder4. Son los recursos y caminos del conocimiento, pero no los de la sabiduría. El conocimiento posibilita la
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Véase Emanuel Kant, "Comienzo verosímil de la historia humana", en
Filosofía de la Historia, Buenos Aires, Editorial Nova, 1964. 3 Comisión de Conciliación Nacional, "La Paz sobre la mesa", separata en Cambio 16, No. 248, Bogotá, 1998, pág. 41. 4 Véase María Emma Wills, "En contra de la marea o sobre cómo las violencias a veces producen democracia", en Revista de Estudios
* Periodista, defensor del lector de El Tiempo de Bogotá. 1 Centro Nacional de Consultoría y Ministerio de Salud, "Estudio Nacional de Salud Mental", 1993.
Sociales, No. 1, Bogotá, agosto de 1998, págs. 17 y 18. En este artículo está ampliamente expuesta la tesis sobre la necesidad de las instituciones fuertes para que una sociedad pueda cambiar.
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creación de instituciones, realidades, etapas marcadas por la transitoriedad. Esa ha sido la historia de las sociedades y de los estados. En el origen de los países civilizados hay una historia de violencias y de barbarie que son otras tantas creaciones de un conocimiento sin sabiduría. En unos casos se creyó que el precio que debía pagarse para llegar a la civilización debía ser la eliminación de una cultura, o de una raza, o de una frontera, o de una expresión cultural o religiosa, o política, pero todos esos fueron los caminos equivocados del conocimiento sin sabiduría. 1.2.- La sabiduría le da alma al conocimiento. Libra al conocimiento de la tentación de sentirse absoluto y le enseña sus límites y su carácter relativo. Mientras el conocimiento arroja luz sobre los hechos, las personas y las cosas, la sabiduría ilumina por dentro ese conocimiento. Recorrer los caminos que llevaron al hombre al descubrimiento y aplicaciones de la energía nuclear, es conocimiento, también lo es la utilización de esa energía como poder militar para ponerle fin a la guerra. Todo eso es conocimiento. La sabiduría comienza cuando todo ese poder se convierte en servicio. El poder es conocimiento, el servicio es la sabiduría. 1.3.- Esto, que ha sido enseñado una y otra vez por la historia, fue intuido por Platón cuando señaló el poder como la antinomia de la sabiduría y concluyó que si se posee la sabiduría, es posible renunciar al poder. Foucault lee a Platón y cree ver allí otro de sus mitos, desmantelado por Nietzsche cuando afirma que detrás de todo saber o conocimiento lo que está en juego es una lucha de poder5. La lucha de poder está detrás de todo conocimiento y desaparece cuando el conocimiento es redimido por la sabiduría. 1.4.- Con la misma avidez con que los poderosos de hoy acuden a la asesoría de los técnicos en busca del poder del conocimiento, los soberanos de ayer se rodeaban de sabios para exorcizar los demonios del poder. Siguiendo su intuición, Platón describe en La República unos gobernantes aconsejados por los filósofos. Pero la filosofía abandonó su función de sabiduría. Aún en Descartes es posible encontrar esa doble dimensión de la ciencia y la sabiduría. A partir de él se inicia un movimiento racionalista de progresivo debilitamiento de la sabiduría y de poderío de la ciencia, que Revel describe:
se desarrolla la idea de que el conocimiento supremo se identifica con la alegría del sabio que habiendo comprendido cómo funciona la realidad, conoce así la felicidad, el bien supremo6. La ciencia, mirada como la gran cumbre y la gran pana cea, ha eclipsado a la sabiduría. Así se ha construido esa" inmensa paradoja de un mundo que parece liberado de sus limitaciones físicas y cada vez más esclavizado por las servidumbres del espíritu. Mientras la ciencia ha dispersado al espíritu humano en una inmensa variedad] de conocimientos, la sabiduría ha señalado en dirección contraria, ésto es, hacia la concentración del espíritu en lo esencial; mientras el conocimiento abarca lo externo y divorcia lo externo de lo interno del hombre, un principio de la sabiduría es la unidad entre lo que se dice y lo que se hace, lo que se proclama y lo que se es. Como anota Matthieu Ricard, un monje tibetano, "el principal atractivo del sabio es ser la ilustración en carne y hueso de la perfección que enseña"7 En consecuencia, el conocimiento repercute en las cosas e, indirectamente, en las personas, la sabiduría modifica a las personas. Cuando Foucault estudia las relaciones de los filósofos con el poder, los encuentra divididos en cinco categorías: la del filósofo que se ha puesto al servicio del poder, seducido por él; la del que entiende que nada tiene que ver con el poder; una tercera categoría es la del que forma su propio poder; está la del filósofo que se especializa y la del que busca cambiar el poder mediante las armas. Despliega sobre su mesa esas cinco categorías y concluye que sólo hay dos que garantizan el progreso de la humanidad y son los que hacen profesión de fe en las posibilidades de la sabiduría y rechazan el poder, o los que forman un poder de otra naturaleza. Los griegos buscaban ese otro poder, que está más allá del conocimiento, en las palabras de tres personajes, representantes de esa otra esfera: el poeta, el adivino y el rey juez. Ayer y hoy, poetas y profetas han tenido en común la visión no racional de la historia. Mientras el conocimiento averigua indicios, formula hipótesis y comprueba, el poeta y el profeta exploran más allá de superficie, mantienen viva la memoria de los pueblos, revelan la dimensión intuida de la vida. El adivino, en tanto, contra todos los raciocinios y cálculos, demuestra 5
Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, 1980. 6 Jean Francois Revel y Matthieu Ricard, El monje y el filósofo, Barcelona Urano, 1998. 7 Ibíd
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que el hombre no es un esclavo del presente, ni un simple administrador de su pasado y que puede construir el futuro. También él escapa al rigor y límites del conocimiento y bordea por el ancho campo de la sabiduría, que es el que le permite al rey-juez leer los mensajes de los dioses en los signos. El fuego, el cielo, la sangre, las aguas como indicadores de la culpabilidad o la inocencia, de la ventura o de la desventura. La sabiduría, en efecto, libera al hombre de las estrecheces de la ciencia. Debo citar de nuevo al sabio budista, Matthieu Ricard, que de científico, doctor en biología molecular, se hizo monje tibetano. El anota: la ciencia da numerosas informaciones factuales, sitúa nuestra experiencia en un orden coherente magnífico, pero silencia atrozmente lo que está realmente cerca de nuestro corazón, lo que de verdad cuenta para nosotros8.
Una construcción de la sabiduría 2.- Ha sido una larga introducción para decir por qué la paz no es un asunto del conocimiento sino de la sabiduría, no es una construcción que se puede hacer con dinero, con armas o con leyes -expresiones y logros del conocimiento-, sino con acciones y avances del espíritu, o sea con sabiduría, que está más allá de los cálculos, de los rigores de la planificación y de la severidad de las fórmulas matemáticas y entra en las imprevisibles esferas del espíritu. Los efectos de la guerra se pueden reducir a estadísticas, se pueden explicar con razonamientos, se pueden prever con proyecciones. La prevención de las violencias, la búsqueda de sus causas, la visión de su naturaleza es tarea que, en parte, cumple el conocimiento, pero que es dominio de la sabiduría. La razón por la que los políticos, los economistas, los militares o los hombres de gobierno nunca tienen éxito definitivo para lograr la paz es porque la abordan desde
las tareas del conocimiento y desconocen las posibilidades y la necesidad de la sabiduría. 2.1.- La paz, sin embargo, más que una cuestión política, o militar, o económica, es un logro de la sabiduría. Lo reconocen todos los que después de examinar las causas de la violencia y el origen de los violentos, concluyen que más allá de cualquiera otra causa externa, las raíces de la violencia están en el hombre. O si se aplica la sabiduría budista, esa violencia contraría la naturaleza del hombre y provoca sufrimiento en el que la padece y en el que la hace. Los factores externos, injusticia social, ausencia del Estado, factores culturales, políticas que incorporan como medios de lucha los de la violencia, etc., son sólo detonantes para una equivocación radical. Ningún hombre quiere ser violento, porque su naturaleza lo impulsa en sentido contrario. Si se decide a serlo es porque sus resortes internos fueron debilitados por una presión exterior, por eso, propuestas como la de Unesco, para construir una cultura de la paz, toman como punto de partida la sabiduría. Se trata de reemplazar esas presiones o valores falseados de la violencia, por valores que le restituyen al hombre y a la sociedad su vocación propia a la convivencia. 2.2.- No se trata de reemplazar una cultura de guerra por una cultura de paz -una equivocación frecuente entre publicistas que creen que estos asuntos se pueden tratar con técnicas de persuasión como en el mercadeo-, sino de redescubrirle al hombre y a la sociedad su vocación natural. Es un regreso desde la intolerancia, que es contraria a la naturaleza social del hombre, hacia la tolerancia que magnifica esa sociabilidad y potencia su inclinación natural a conocer y a enriquecerse con lo diferente. Es pasar de la exclusión y del aislamiento a la apertura espiritual del pluralismo; es reemplazar el espíritu cerrado de la secta por los brazos y el espíritu abiertos de la compasión, o sea, la capacidad de sintonizar la misma longitud de onda de los demás; es sustituir el ensimismamiento de la indiferencia, por las ventanas abiertas de la comprensión; es curar la enfermedad de la injusticia con la salud desbordante de la equidad, es romper con la estrechez férrea por la invasión de aire y de luz de la es, en consecuencia, dejar sin envenenadas a la violencia y sembrar reconciliación. 8
Ibíd
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2.3.- Tomen ustedes cualquiera de estos capítulos y comprobarán que estamos hablando no desde el poder, la técnica o el conocimiento, sino desde la sabiduría, la única capaz de construir el amor por lo que somos, el amor por lo que debemos ser, el amor por lo que los otros son, el amor por lo que significamos, el amor por lo que los otros nos significan y el amor por lo que cada uno puede dar9. La larga marcha 3.- No es un proceso que se pueda planear a corto plazo, ni como un simple proyecto político. De la filosofía de la vida en MaoTseTung se recuerda aquella expresión, antes de la gran marcha: cuando el camino es largo, es urgente dar el primer paso sin demora. La transformación que supone un proceso de paz como el colombiano, implica un larguísimo recorrido de generaciones, por eso es urgente un primer paso que es el de la transformación de los individuos, punto de partida para que la familia, la ciudad, la sociedad, cambien. Es un acto civilizador, de transformación personal y social que ha sido impuesto de modo inapelable e irreversible por la historia y como fórmula de supervivencia de la sociedad. Las fórmulas propuestas en crisis anteriores, finalmente concluyeron en reformas políticas, económicas o sociales. No hay muchos antecedentes que indiquen tan claramente como ahora, que esos cambios tienen que partir del interior de las personas. Es el caso del proceso inevitable y radical como exigencia, del perdón y la reconciliación.Un camino de sabiduría: el perdón 3.1.- Decía Gabriel García Márquez que "todos sabemos las causas de nuestros males pero las eludimos para eternizar sus raíces". Y una de esas raíces envenenadas es la venganza, que no se puede arrancar simplemente con la firma de un acuerdo de paz sino mediante esa creación interior del perdón y la reconciliación que constituyen una salida inevitable e imprescindible para la situación de violencia Hay un detalle revelador como el que más en la historia de nuestras guerras y es que en cada una de ellas se han utilizado las armas de las guerras anteriores, que se habían guardado enterradas como semillas de odio. Durante siglo y medio se han firmado acuerdos de paz y se han enterrado las armas,
debidamente protegidas contra la humedad. El resultado de esas gestiones de paz a medias ha sido una sociedad que bajo una apariencia de reconciliación ha seguido atada a un pasado de odios guardados como si fueran las joyas de una herencia. Es la herencia que sigue marcando la vida nacional con las cicatrices de la intolerancia, de la desconfianza, del rencor, de la venganza y de la incapacidad para construir un futuro no marcado por la maldición del odio. 3.2.-Nuestra supervivencia física, la que nos corresponde como ciudadanos, tiene que ver con el desmantelamiento de esa herencia. Los romanos intuyeron para ese círculo vicioso del odio una respuesta que nunca cupo en la mentalidad griega, porque iba contra la lógica y la desbordaba, que fue la institución del perdón de los vencidos y la conmutación de la pena de muerte. El perdón de los vencidos era una segunda victoria que se agregaba al triunfo de las armas10. Se otorgaba en medio de la euforia de la paz lograda por la fuerza, les permitía a los vencedores sentir que su gloria no estaba tejida sólo con hilos de destrucción y de muerte, sino con los hilos de oro de una nueva creación. Quizás nunca profundizaron en el hecho, no conozco texto alguno que lo demuestre, pero eso es lo que ocurre cuando se perdona. Los campos por donde ha pasado la guerra Urabá, Putumayo, Sur de Bolívar, Perijá, Córdoba y faltan datos de muchos municipios-, son escenarios de destrucción. Aún si un plan Marshall los recuperara se impondría una larga tarea de reconstrucción, pero ésta sólo comienza en serio y de verdad con el perdón y la reconciliación que de alguna manera se ha simbolizado cuando en vez de enterrarlas, se funden las armas para levantar monumentos de paz. Resumo en estas proposiciones el significado del perdón a que estamos abocados como solución radical. Esta palabra asume todo su sentido original porque el perdón es la solución que está en la raíz de todas las otras soluciones. 3.2.1.- En efecto, perdonar es la única alternativa de que dispone el hombre para rehacer lo que está mal hecho. La
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Citado por Nelson Augusto Patino, "El saber-poder y su ejercicio", en Revista de la Universidad de Medellín, No. 64, Medellín, mayo de 1997, pág. 73.
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Jean Francois Revel y Matthieu Ricard, El monje y..., pág. 205.
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otra alternativa está más que conocida porque es la que se ha utilizado hasta la vulgaridad: la de la destrucción que, a su vez, genera otras destrucciones, muertes que imponen otras muertes en una espiral interminable y diabólica. El perdón corta de tajo esa espiral y le da al que perdona un poder creador. Es el poder de liberarse del pasado y de comenzar de nuevo. Sin el perdón el hombre y la sociedad quedan atados a sus errores y rencores del pasado, como a una servidumbre incancelable.
Conclusión Hablando de este tema con mi hija le pregunté si ella encontraba alguna diferencia entre conocimiento y sabiduría. El conocimiento, dijo, se lleva en la cabeza y la sabiduría está en el corazón. Y esa es probablemente la clave: la paz es una construcción del corazón.
3.2.2.- Una segunda proposición es esta: la disposición para el perdón comienza cuando se acepta una realidad incuestionable que a pesar de su evidencia y comprobación cotidiana, el rencor olvida o cuestiona, y es que el hombre, todo hombre, es un ser que se equivoca siempre y que necesita corregir su error para que la vida siga. Cuanto más se conoce uno a sí mismo y conoce a los demás, más se percibe que el mal voluntariamente deseado es raro. El camino más trillado por el hombre es el de sus equivocaciones y el más deseado es el de la reparación de sus equivocaciones. Hombres del espíritu han comprobado que cuando unos enemigos jurados que durante mucho tiempo han sentido un odio mutuo se reconcilian, sienten un enorme alivio y una gran alegría que provienen, sin duda, del reencuentro con su verdadera naturaleza11. 3.2.3.- Consecuencia de la anterior proposición es ésta: cuando se escoge la alternativa de la venganza es porque se ha negado al otro la posibilidad de equivocarse y de corregir su error. Además, la venganza cierra el camino para la nueva creación que significa todo perdón, y se encierra en la reacción, es decir, la vuelta a lo mismo. 3.2.4.- Finalmente, para que haya perdón se necesita, como mínimo, el respeto del otro12, el reconocimiento de la persona, la valoración de las diferencias, y éste es el aporte que todos estamos debiéndole al proceso de salvación y supervivencia de la sociedad. El momento central de cualquier proceso de paz es el del perdón y el de la reconciliación, hecho que confirma que la paz antes que asunto de dinero, armas o leyes es asunto del espíritu. 11 1
Plan de Unesco para la construcción de una cultura de la paz,
(fotocopia.) 12 Véase Hannah Arendt, La Condición Humana,Barcelona, Paidós, 1996, págs. 255 y ss. La exploración en el significado e implicaciones del perdón están desarrolladas en esta obra desde un punto de vista filosófico.
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Horizontes de paz Mons. Alberto Giraldo Jaramillo *
Existen muchas iniciativas de paz. Hay un anhelo universal de paz. No faltan propósitos de paz. Es conocido de todos nosotros el número grande de estudios y publicaciones en esta materia. Diríamos que la misma problemática nacida de un conflicto armado que se ha deteriorado terriblemente, nos ha urgido a investigar causas y soluciones. Hay un lenguaje cristiano de paz. Existen una propuesta y un camino de paz en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Qué agrega o qué cambia el lenguaje de la fe con relación a la paz? Con su reciente encíclica Fe y Razón, el Papa Juan Pablo II nos ha ayudado a comprender cómo las verdades que Dios nos manifiesta en su revelación amplían el horizonte de nuestra razón, le dan certezas a nuestra capacidad de conocer y nos ayudan, enormemente, a reafirmar lo que hemos logrado con el esfuerzo de nuestra inteligencia. Un ejemplo muy claro es el tema de la paz. El Evangelio nos da nuevas razones de paz: Dios quiere la paz, nos quiere en paz. La obra de Jesucristo es presentada como una obra de paz. El primer anuncio de su nacimiento es noticia de alegría y paz (cf. Lc 2,10.14). El primer saludo de Cristo resucitado es el deseo de la paz (cf. Jn 20,19-20). San Pablo sintetiza así la obra de Jesucristo: El es nuestra paz... El ha creado en sí mismo de los pueblos (judíos y gentiles) una nueva humanidad, restableciendo la paz...Su venida ha traído la buena noticia de la paz: paz para ustedes los de lejos y paz también para los de cerca. (Ef.2,14-15.17) Es a partir de la meditación del Evangelio y de la consideración de su responsabilidad evangelizadora como la Iglesia, en todo el mundo y desde luego en Colombia, entiende que su primera tarea, en el contexto de un pueblo que sufre las consecuencias de un conflicto armado sin sentido, es presentar, no sólo a los católicos sino a todas las personas de buena voluntad, un horizonte de esperanza de paz. Esta tarea es particularmente urgente en medio de las angustias y "sin-sentidos" que se perciben en este fin de siglo. Es un
desafío urgente ante un ambiente de escepticismo y desconfianza que se ha ido creado como fruto de los muchos atentados y masacres bien conocidos por todos. Con razón ha dicho el Concilio Vaticano II: Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar" (Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, 31). La suerte del país y de los colombianos está en manos de quienes logren ofrecer a Colombia horizontes de paz. De manera muy sintética recojo en las siguientes líneas algunos planteamientos fundamentales de la enseñanzas de la Iglesia Católica en materia de paz.
1. Las orientaciones de los últimos Papas. Dadas las condiciones de un mundo que ha vivido la tragedia de la guerra con sus terribles consecuencias, comprendemos por qué para los Pontífices de esta segunda mitad del siglo XX el tema de la paz ha sido particularmente importante. Pío XII: Escogió como lema de su largo servicio como Sumo Pontífice esta frase tomada de la Sagrada Biblia: "La paz es obra de la justicia" Juan XXIII. En su encíclica Pacem in terris (1963), el explica ampliamente la relación entre la búsqueda de los derechos humanos y la paz. Pablo VI. En su encíclica Populorum Progressio, en la cual nos orienta mostrándonos nuevamente el sentido cristiano de un desarrollo con rostro humano, afirma: "El desarrollo es el nuevo nombre de la paz". Juan Pablo II. Desde su primera encíclica Redemptor Hominis (1979), reafirma que la paz se reduce sencillamente a la observancia de los derechos humanos. En su encíclica Sollicitudo rei Socialis (1987), escrita para recordar y evaluar los veinte años de la Populorum Progressio señala que La solidaridad es el camino de la paz
*Arzobispo de Medellín, Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana
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2. Las Jornadas Mundiales de paz Desde el 1o. de enero de 1968 Pablo VI inauguró la Jornada de la Paz. Los 38 mensajes que hasta ahora se han producido son una amplia proclama de paz. Inspirándonos en ellos señalemos algunos derroteros que nos pueden conducir a diseñar un horizonte de paz. - "La paz es posible" (1973). Tenemos firme confianza en la persona, en su valor, su dignidad, su vocación de paz y capacidad de bondad. La condición "normal" de la persona humana es la paz. Como seres humanos, como hijos de Dios no estamos hechos para destruirnos o eliminarnos unos a otros; existimos para la convivencia. - "La paz depende también de ti" (1974). El mensaje de paz en ese año nos recordó la ¡dea fundamental de la participación de todos en un trabajo por la paz. Frente al desinterés, o la indiferencia, se nos invita a un esfuerzo de participación porque "la paz es de todos". En estas consideraciones hemos querido fundamentar todo nuestro esfuerzo por poner en marcha la Asamblea de la sociedad civil. Es una instancia en la que la sociedad civil organizada busca medios para el servicio de al solidaridad y de la verdad, recoge sus iniciativas de manera muy independiente y autónoma para elaborar una agenda de paz, para buscar unos acuerdos sobre Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. Es aquí donde se va fabricando una agenda de paz que la sociedad civil propone a las partes en conflicto. Es aquí
donde podemos encontrar motivos y medios para construir "pequeñas comunidades de paz". "La verdad, fuerza de la paz" (1980). Frente a la dinámica de mentira que se puede llamar deshonestidad o corrupción, necesitamos implementar una pedagogía de la verdad. A partir de premisas de verdad se construye la confianza, básica en toda negociación. Con la verdad logramos encontrar los caminos del diálogo que, como dice el título de otro de los mensajes pontificios, es una urgencia para nuestro tiempo (1983). "Si quieres la paz, defiende la vida" (1977). Para llegar a la paz es necesario que todos nos empeñemos en una gran movilización por la vida. No solamente se trata de una lucha por la supervivencia, sino de esfuerzo por defender toda vida humana desde sus orígenes hasta su consumación en la hora de la muerte. Es todo un propósito de promoción de una vida humana digna. Es precisamente en este contexto donde se debe enmarcar el esfuerzo por defender no solamente el derecho a la vida, sino la defensa de todos los derechos de la persona. Sintéticamente se resume esta materia en el mensaje de 1987: "Desarrollo y solidaridad: dos claves para la paz". Ya lo había dicho Juan Pablo II desde su primera Encíclica: "La paz se reduce al respeto de los derechos inviolables del hombre" ( Enc. Redemptor Hominis - RH 17). "La paz nace de una corazón nuevo" (1984). Surge desde una persona que ha encontrado en su interior las raíces de los conflictos, los reconoce, se convierte, se hace capaz de reconciliación y de verdadero perdón. Se hace capaz de escuchar. Tiene ya una escala de valores que ha asumido personalmente y trata de llevar a la práctica; esta escala se puede sintetizar en este texto del mismo Juan Pablo II: "....consiste en la prioridad de la ética sobre la técnica, en el primado de la persona sobre las cosas, en la superioridad del espíritu sobre la materia" (RH 16).
Conclusión Estas sencillas consideraciones nos permiten comprender algunas de las acciones que los obispos hemos emprendido con relación a la paz. El Evangelio de Jesucristo nos muestra que nunca podemos desfallecer en la búsqueda de la paz; que jamás podemos pensar que a la paz se llega por caminos de guerra; que, en definitiva, solamente el Señor Jesucristo nos puede decir: "Les dejo la paz, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se inquieten ni tengan miedo" (Jn 14,27). El Señor Jesús nos infunde esperanza, nos abre horizontes de paz.
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La paz como tarea y la paz como pasión Mauricio García Duran, s.j * Ante una solicitud como la que se nos ha hecho para un artículo en esta revista, no es fácil saber a ciencia cierta qué escribir. No se pide un artículo propiamente académico, sino más bien algo que exprese un acumulado con relación a un tema tan complejo como el de la paz en Colombia. Luego de darle vueltas al asunto, y no sin algunos interrogantes sobre la pertinencia de lo que voy a escribir, me decidí por compartir con ustedes la forma personal como me enfrento a un tema que es al mismo tiempo trabajo, compromiso, espacio de encuentro, fuente de sentido, en fin... Y en esa dirección, la construcción de la paz se hace realidad a través de dos dinámicas o dimensiones, que no pretendo únicas y excluyentes, pero que en mi caso sí articulan las operaciones humanas que se ponen en juego cuando pretendo que mi quehacer sea un aporte en esa dirección. La paz es, por una parte, tarea y compromiso social y político, con todo lo que ello implica en términos de acciones en los más diversos niveles que van de lo individual a lo interpersonal y de allí a lo social en todos sus ámbitos. Pero, por otro lado, la paz también es pasión, es decir, deseo que se torna compromiso apasionado por hacer realidad una apuesta colectiva. Y cómo estas dos dinámicas se hacen realidad en mí, es lo que quiero compartir con ustedes. Una aclaración antes de desarrollar estos dos puntos. En razón del público al que está dirigido este artículo, es obvio que esté escrito desde una perspectiva accesible a todos. Por eso, aunque soy sacerdote católico no pretendo escribir un texto confesional; sin embargo, tampoco puedo ocultar que la razón última por la cual me siento impelido a trabajar en favor de la paz, la encuentro en el Dios cristiano en el que creo, lo cual no me impide reconocer y tener un gran respeto y valoración por aquellos/as que lo hacen desde otro horizonte de sentido distinto al mío. 1. La paz como tarea En una situación de violencia como la que se vive en nuestro país, aquellos que queremos trabajar por la paz *Politólogo con maestría en Filosofía y especialización en Teología. Investigador del CINEP en temas de paz.
necesariamente tenemos que comprometernos en una tarea reconciliadora de gran envergadura, es decir, en una tarea de construcción de la paz que debe ir más allá de los estrechos límites de una eventual negociación con los grupos guerrilleros. El esfuerzo que hacemos por construir la paz implica muy diversas dimensiones. Ahora bien, no siempre atinamos distinguir todo lo que está en juego. A veces, dejamos de lado dimensiones que son importantes por sobrevalorar otras. O contraponemos unas dimensiones con otras. Tristemente, lo más común es que perdamos la perspectiva de integralidad que debe tener la paz. Por ello, considero que es importante, desde las Ciencias Sociales, hacer un esfuerzo por distinguir conceptualmente estas diversas dimensiones, de forma tal que podamos precisar los posibles horizontes de compromiso que podemos encontrar en el campo de la paz. Sólo cuando una sociedad, como un todo, trabaja en las diversas dimensiones, puede tener la certeza de que va avanzando de forma segura hacia la paz. No basta una buena voluntad "ingenua", ya que puede terminar favoreciendo, aún sin querer, un dinamismo nefasto de guerra. Es necesario un compromiso crítico en favor de la paz, es decir, un compromiso consciente de las consecuencias e implicaciones del mismo y dueño de la dirección que buscamos que tome. a) Distintos niveles de reflexión sobre el tema El trabajo en favor de la paz pide una diversidad en la reflexión tanto en el ámbito de contenido como en el ámbito de la temporalidad. Quisiera llamar la atención sobre algunos de estos puntos concretos de reflexión. (1) Hay un presupuesto básico en esta reflexión: la necesidad de una visión positiva del conflicto. Descubro en muchas personas un temor generalizado frente al conflicto. Parecería que la misma existencia de los conflictos fuera en sí misma negativa. La palabra conflicto remite a muchos a una visión cercana a la lucha de clases y el comunismo (no importa que ya se haya caído el muro de Berlín). Se identifica conflicto con violencia y éste queda cargado con un sentido meramente destructivo. Tenemos necesidad de un cambio profundo en esta forma de ver las cosas: requerimos una visión positiva del conflicto, es decir, una visión que reconozca el lugar y potencialidades del mismo en la vida humana, en la convivencia social. Ciertamente no podemos pensar al ser humano sin conflictos; éstos se dan tanto a nivel personal (interior), como a nivel de las relaciones interpersonales como también de la vida en sociedad1. Los múltiples
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conflictos son parte del dinamismo profundo que mueve al ser humano y a las sociedades. Es la condición de posibilidad de crecer y progresar en la historia humana. El problema no son los conflictos, siempre existirán. El problema es la manera como elaboramos y resolvemos estos conflictos, en especial cuando se lo hace de manera violenta. Los seres humanos estamos ante la disyuntiva de optar por caminos destructivos de resolver los conflictos, es decir, aquellos que acentúan las múltiples exclusiones posibles en la vida en sociedad llegando a la mayor de ellas que es la destrucción de la vida de los otros. Pero también tenemos la posibilidad de una elaboración positiva y constructiva de los conflictos que potencien los dinamismos inclusivos en la vida social y favorezcan una vida con dignidad, es decir, sociedades con una creciente vigencia de los derechos humanos y con una mayor democracia. Decía el maestro Estanislao Zuleta2: Una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz. Ahora bien, ésto pide que exista un espacio público sólido en el cual estos conflictos se puedan expresar, de forma que la interacción social no devenga en violencia sino en múltiples y diversificadas formas de poder, entendido éste como capacidad de acción colectiva. Como lúcidamente lo plantea Hanna Arendt, violencia y poder se contraponen. La tarea de la paz es, por tanto, una tarea de fortalecimiento de los dinamismos de poder presentes en la sociedad, de forma que no imperen las relaciones violentas. La violencia entre los sujetos aparece cuando éstos no se reconocen como personas, sino que cada uno convierte al otro en un simple medio, un objeto más, para conseguir sus fines particulares. (2) Supuesto lo anterior, conviene adentrarnos en los distintos niveles funcionales de reflexión sobre el tema. La práctica y la sistematización sobre el trabajo por la paz y la resolución de conflictos se han dado a muy distintos niveles reflexivos que aportan a la aventura humana distinto tipo de saberes o instrumentos para la acción, los
1
Cf. Mauricio García Duran, "Una mirada filosófica del conflicto y la
violencia", Tesis de Maestría, Facultad de Filosofía, Universidad Javeriana, 1.993. 2
Estanislao Zuleta, "Sobre la Guerra", en Elogio de la Dificultad y otros
ensayos, s.c: Fundación Estanislao Zuleta, 1.994, p. 74.
cuales pueden convertirse efectivamente en un poder que construye la paz o en una potencia que desata la violencia. Es claro que la sistematización va de un saber práctico, que podemos constatar funcionando en nuestra praxis de paz, hasta una intuición existencial, pasando por las técnicas, las diversas elaboraciones teóricas y los presupuestos epistemológicos y antropológicos que se ponen en juego. Todos ellos se conjugan para armar una propuesta integral en favor de la paz, propuesta en la que se dan múltiples relaciones e implicaciones. Y aquí es necesario distinguir que necesitamos trabajar sobre el corto, el mediano y el largo plazo. La paz no se construye únicamente con las reflexiones acerca de la coyuntura, así estas sean muy importantes. La paz pide reflexión, análisis e investigación sobre las dinámicas estructurales de configuración de la sociedad colombiana, desentrañando los procesos seculares de exclusión que subyacen a las actuales expresiones de violencia. Igualmente pide traducir ello en propuestas de reforma o intervención social que puedan ir logrando en el mediano plazo transformaciones que modifiquen la exclusión en inclusión. Y en ésto, la investigación y reflexión sobre la realidad colombiana tiene que pasar de la "violentología" a la "pazología", es decir, de los análisis y descripciones sobre la realidad de la violencia a la articulación de propuestas socialmente válidas y viables que sean alternativas a la misma. (3) Finalmente, tener presentes estos diversos niveles de reflexión e investigación sobre el tema es importante para nuestro compromiso, ya que nos previene contra posiciones simplistas en el trabajo por la paz y nos permite distinguir distintos niveles de tareas como una ayuda para poder discernir qué deberíamos hacer nosotros según nuestras propias condiciones y cualidades. Sin embargo, además se nos exige tener presente una vigilancia ideopolítica de nuestro compromiso por la paz. Cualquier nivel de reflexión debe conectar de alguna manera con los dos extremos que le dan agarre a nuestros esfuerzos por la paz: con la práctica concreta, donde se juegan las opciones específicas en favor de la paz, y con la experiencia espiritual, que marca nuestro dinamismo interior. Por tanto, es necesario preguntarnos, por una parte, si nuestra acción no termina conciliando con las fuerzas que mantienen y consolidan la violencia y, por otra parte, si la motivación profunda que nos mueve en el trabajo por la paz no termina siendo una búsqueda egoísta de nosotros mismos, de nuestros intereses más mezquinos (juegos de poder, protagonismos, etc.)
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b) Cinco niveles de acción por la paz cuando entramos a considerar las acciones en favor de la paz que se realizan hoy en diversos ámbitos sociales, podemos distinguir cinco niveles de lo que se está haciendo por la paz, los cuales, a su vez, tienen relación con los diversos niveles de interacción social. (1) Trabajo por la paz interior : la paz pide personas en paz, personas reconciliadas consigo mismas. No puedo pretender ser constructor de paz si personalmente no la he alcanzado o no estoy en camino hacia ella. Todos tenemos necesidad de ahondar en nuestro propio interior para tomar conciencia de lo que somos y de los mundos que nos habitan; todos tenemos necesidad de ajustar cuentas con nuestro pasado, con los fantasmas que nos persiguen. Todos tenemos necesidad de dar cuenta de los sueños que nos proyectan y de los miedos que nos paralizan, de aquello que nos hace felices y de lo que nos desgarra el alma de tristeza. Todos tenemos necesidad de tomar conciencia de nuestras potencialidades, pero también de nuestras limitaciones. Cuando ésto no ocurre, nos encontramos con "militantes" de la paz que lo que hacen es traer conflicto y dificultades al mismo trabajo por la paz. Se constata que no pueden aportar lo que ellos mismos no viven. La ausencia de un trabajo interior serio hace que muchas veces en los ires y venires del trabajo por la paz lo que aparezca sea: ansias de poder, necesidades de protagonismo, la paz como "una forma de vida" (los que viven del tema de la paz), la paz como un pretexto para manejar intereses ocultos, en fin... Y el resultado en últimas son proyectos y trabajos por la paz estrechos y raquíticos, que manifiestan diverso tipo de 'patologías' propias de los trabajos políticos y organizativos. En el proceso de construcción de la paz todos tenemos necesidad de un trabajo interior, que se puede hacer desde muy diversas tradiciones 'espirituales' y existenciales; lo importante es que nos permita conectar con la fuente de sentido que nos afirma en la existencia y nos proyecta como seres capaces de amor y ternura para con los otros, como seres capaces de participar en una aventura colectiva junto a otros. Aunque este nivel no está propiamente desarrollado por las Ciencias Sociales, son cada vez mayores los científicos sociales que lo presuponen o lo colocan como punto de partida imprescindible si realmente se quieren impulsar transformaciones sociales que hagan viable la paz como una realidad social. (2) Trabajo por la paz en las relaciones interpersonales: son muchos los conflictos, tensiones y diferencias que se presentan en las relaciones interpersonales, ya sea en las
relaciones de pareja o en las relaciones laborales, ya sea en los grupos de pertenencia o en el ámbito de los negocios, ya sea en la vida familiar o en el ámbito de los estudios. Lo típico aquí es que el conflicto tiene ante todo un carácter interpersonal que no trasciende normalmente a la convivencia social más amplia. Son intereses particulares que entran en conflicto limitando o impidiendo la realización de los propósitos de una de las partes. Desde muy diversas ciencias y escuelas se ha buscado solución a ello, especialmente en el campo de la psicología. Hoy contamos con un volumen grande de conocimientos y técnicas acumuladas en este sentido; existe una diversidad de publicaciones que ilustran diversos métodos de resolver conflictos. Aunque muchas de estas técnicas han surgido y se han desarrollado en el ámbito de las empresas y en un contexto laboral, se han ido ampliando su aplicación y cobertura a otros ámbitos de la vida en sociedad. Sin embargo, es necesario tener presente que muestran limitaciones cuando se pretenden aplicar a contextos más amplios (dinámicas de la sociedad mayor, tendencias estructurales, conflictos sociales, políticos y étnico-religiosos). No obstante esto último, es necesario reconocer su aporte en el ámbito específico de las relaciones interpersonales y la vigencia que siguen teniendo a ese nivel. Las relaciones entre las personas se pueden favorecer y evitar así conflictos que pueden ser destructivos en la medida que se fortalezcan dinamismos que permitan ampliar la capacidad de escucha de los otros, se fortalezcan los mecanismos de interacción comunitaria, se potencialicen los procesos identificatorios de los sujetos, pero al mismo tiempo las capacidades de diferenciación, etc. (3) Trabajo por una paz [social] negativa: por paz negativa se entiende la ausencia de violencia y de guerra, de cualquier forma de violencia directa. Ciertamente el trabajo por la paz requiere un esfuerzo serio a este nivel: por parte de toda la sociedad y más en un contexto como el nuestro. No es pensable una convivencia en paz en presencia de tantos y tan diversos actores armados. Planteadas así las cosas, la paz negativa nos remite a la vigencia del Estado de Derecho y en especial a la vigencia del derecho humano fundamental: el derecho a la vida. Para que ello sea posible, se plantea la necesidad de alcanzar un monopolio legítimo de la fuerza por parte del Estado, lo cual prácticamente ha sido inexistente en toda la historia de Colombia. Antes por el contrario, hemos ido presenciando en los últimos años un crecimiento de muy diverso tipo de grupos armados (guerrillas, paramilitares, autodefensas, cooperativas de seguridad, vigilancia
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privada, narcotráfico, delincuencia común, etc.), que hacen de la violencia el instrumento por excelencia para imponer a los demás sus intereses. Lo más grave de ello, es constatar que para gran parte de la población la legitimidad del recurso a la violencia se ha ido haciendo algo normal, de forma tal que se ha ido configurando una serie de matrices culturales que favorecen la solución violenta de los conflictos. De ahí, que el trabajo por la paz pase hoy en Colombia por un esfuerzo serio por deslegitimar cualquier forma de uso de la violencia (no podemos caer en el sofisma de que hay violencias 'buenas' y violencias 'malas') y por construir/consolidar matrices culturales que favorezcan los caminos noviolentos de solución de los conflictos. Por ello la importancia de favorecer las soluciones negociadas a los conflictos violentos. (4) Trabajo por una paz [social] positiva: Sin embargo, la paz no se agota en la ausencia de violencia directa. La paz también tiene el reto de eliminar lo que se ha dado por conocer como 'violencias estructurales', es decir, aquellas que generan exclusión de muy diversos sectores de la población a nivel económico, político y cultural. No se puede hablar de paz en medio de la pobreza, la explotación indiscriminada, la manipulación política, la discriminación social y cultural. Por eso, el trabajo por la paz se juega también en los esfuerzos por generar dinámicas de inclusión que articulen al proceso de la sociedad mayor a los que están excluidos. En otras palabras, la paz significa necesariamente mayor justicia y mayor democracia, una mayor vigencia de los derechos humanos en sentido amplio (lo cual incluye trabajo, salud, educación, medio ambiente, recreación, servicios públicos, etc.). Los esfuerzos por la paz tienen que entrar en relación con los esfuerzos por lograr un mayor desarrollo y una mayor autonomía, una mayor participación de todos los actores presentes en la sociedad. Ahora bien, la paz positiva implica un proyecto de sociedad, con estrategias y alternativas concretas, proyecto que se construye en un espacio público, aunando esfuerzos de los distintos actores sociales, tejiendo consensualmente un horizonte común y articulando una voluntad colectiva que tenga poder para hacer realidad los sueños de justicia y democracia que jalonan el actuar de los distintos hombres y mujeres que formamos nuestro país. La sociedad que soñamos tiene siempre algo de utopía, en el sentido positivo que tiene el término. 5) Trabajo por una paz mundial: los dos niveles
anteriores se realizan ciertamente en el ámbito de los países. Queda, pues, por considerar los esfuerzos que se hacen en el ámbito transnacional, en el ámbito planetario. A ese nivel habría que considerar igualmente una paz negativa y una paz positiva. La primera en la medida que se extienden los esfuerzos por terminar las guerras entre países y por controlar el armamentismo en el mundo; en este punto entran todas las acciones que se adelantan para frenar la amenaza nuclear, el tráfico de armas. Por su parte, lo que tiene que ver con la paz positiva se desarrolla en los esfuerzos que se hacen por construir un orden mundial más justo: la lucha por condiciones equitativas de intercambio comercial, la autonomía de las naciones, el favorecer el desarrollo de los países más pobres, la lucha por la vigencia de derechos humanos especialmente vulnerados, el interés por la ecología, en fin... 2. La paz como pasión Los seres humanos sólo le apostamos realmente a lo que nos apasiona, es decir, lo que nos mueve desde dentro, lo que sentimos como una necesidad honda que se arraiga en lo más profundo de nuestros deseos. Y ésto sí que es importante en lo que se refiere a la paz. No basta una lejana preocupación por las situaciones de violencia que en últimas sentimos que no nos tocan o de las que compulsivamente nos defendemos con vigilancia, rejas, etc. Tampoco basta un etéreo interés por aquellas acciones que se realizan en favor de la paz. Necesitamos verdaderamente "militantes" de la paz, ardorosos constructores de un futuro sin violencia, con justicia y democracia, y ésto a pesar de todas las dificultades, miedos y sufrimientos .que tengamos que afrontar. Pero ello pide mujeres y hombres dispuestos a jugarse la vida, haciendo de la paz una apuesta de sentido profundo de nuestro caminar en la historia. Hombres y mujeres convencidos en lo más profundo de sus afectos que la paz no es un tema o un asunto más entre muchos otros; que la paz es hoy en Colombia una apuesta en la que se nos juega la vida, como personas y. como país, y que es una apuesta que toca todas las dimensiones de nuestra existencia. El compromiso por la paz se debe arraigar en nuestro deseo si no queremos que se nos convierta en una tema más entre otros muchos en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, tenemos el reto que ese deseo que nos lleva a un compromiso apasionado por la paz sea según una dinámica capaz de articular una convivencia humana que nace de la solidaridad y justicia. Todos sabemos que no es así. Veamos por qué.
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(1) La ambigüedad de nuestro deseo: como seres humanos estamos abiertos a la violencia y a la paz. Y este dinamismo de vida o de muerte se encarna en nuestros deseos. Detrás de las grandes realizaciones de servicio y solidaridad hay grandes deseos que impulsan y mueven a los que las adelantan; pero igualmente, detrás de los grandes horrores de la humanidad están las pasiones mezquinas que nos habitan y nos pueden llegar a dominar. Nuestro deseo es ambiguo y no siempre nos conduce a articular relaciones fraternas y solidarias; por el contrario, muchas veces nos descubrimos buscándonos a nosotros mismos y excluyendo al otro, muchas veces nos descubrimos jalonados por los dinamismos de codicia en todas sus manifestaciones: las ansias de poder y dominio, la acumulación desenfrenada de bienes, el cuidado patológico de la autoimagen y el prestigio. Y cuando ésto ocurre, es claro que nuestro deseo no nos lleva a la paz, por el contrario nos hace generadores de exclusión y violencia. (2) Purificar nuestro deseo: porque nuestro deseo es ambiguo y puede hacer de nosotros generadores de exclusión y violencia, es que necesitamos purificar y ordenar nuestro deseo, no negarlo ni reprimirlo ya que ello conduce a diverso tipo de patologías. Nuestro trabajo por la paz no debe tener como su fundamento una 'pasión ciega' que no toma conciencia de las ambigüedades que pueden caracterizarla. La paz requiere que tengamos como motor de nuestro compromiso una 'pasión discernida', es decir, un actuar humano que se abra a la solidaridad y a la fraternidad. Esto nos plantea la necesidad de vivir procesos de búsqueda y cambio interior que nos permitan pasar de la tendencia idolátrica de nuestro deseo a la orientación ¡cónica del mismo, es decir, una vivencia del deseo abierta a las múltiples miradas y diferencias, a los múltiples juegos de la interacción humana.
podamos ensanchar el campo de nuestro deseo en la medida que escuchamos también la voz del deseo de los otros, y en especial la voz de los pobres y las víctimas de la violencia para invitarnos a construir una sociedad igualitaria no-violenta. Sólo así nuestro deseo se abrirá a lo gratuito y se convertirá en un corazón incapacitado para hacer mal al otro y capacitado para el servicio y la solidaridad. Un corazón abierto a la ternura y a la gratuidad, un corazón contemplativo de la vida para poder servirla, estimularla y celebrarla. Cuando esto acontece estamos frente a un corazón cuyos deseos han podido peregrinar del 'eros' al 'ágape' y nos capacita para ser verdaderos instrumentos de paz, ya que en últimas ésta sólo puede nacer del amor. Ahora bien, la realización del deseo pide cauces concretos que no pueden ser otros que la participación en los proyectos que buscan articular los consensos socialmente posibles para hacer frente a la violencia y poder construir positivamente una sociedad incluyente, justa y fraterna. Sólo terminaría diciendo que la paz se hará realidad en nuestro país cuando los distintos actores sociales logremos combinar adecuadamente estas dos dimensiones que hemos mencionado: la paz como tarea social y política y la paz como pasión. En otras palabras, la paz será una realidad cuando seres apasionados se involucren sin lugar a dudas en la tarea de transformar las relaciones sociales para que éstas sean incluyentes, justas, fraternas, no-violentas.
(3) Aprender a desear en el horizonte de una paz socialmente posible: Ahora bien, no basta con purificar nuestro deseo; tenemos necesidad de aprender a desear en el horizonte de una convivencia justa y fraterna, es decir, una convivencia que sin negar mi deseo si lo conjuga positivamente con los deseos de los demás haciendo de él un deseo plural y socialmente reconocido. Para ello, necesitamos escuchar, en primer lugar, nuestros propios deseos, escucha atenta de los deseos hondos, para poder levantar la hojarasca del deseo inducido para descubrir el suelo de nuestros deseos más íntimos. Necesitamos discernir nuestros deseos de forma tal que
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Paz y participación ciudadana: De la concertación civil al poder constituyente Luis Carlos Restrepo*
El camino de las movilizaciones civiles Producto de un movimiento de indignación ciudadana que obligó a reformular el marco de legalidad vigente, la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 se concibió como la posibilidad de sellar un pacto de paz que x ofreciera la llave maestra para resolver la difícil situación de violencia que durante décadas ha oprimido a los colombianos. No obstante haber logrado la apertura de nuevos y novedosos espacios democráticos, la nueva Constitución apenas alcanzó su cometido pacificador. Pensada como un pacto de paz, esa misma Constitución se convirtió en la excusa para continuar la guerra, perpetuando la contienda bajo el manto de un discurso libertario. Exceptuando la significativa participación en la Constituyente de algunos grupos guerrilleros ya reinsertados a la vida civil, como es el caso del M-19, podríamos decir con criterio pragmático que la única violencia que se logró desactivar fue la violencia del narcotráfico, debido a la inclusión en la Carta Magna de la no extradición de nacionales. De esta manera la Constituyente sentó las bases para un implícito tratado de paz con los capos del narcotráfico, a fin de apaciguar la faceta violenta y de abierta confrontación del poder estatal que mostraban algunos barones de la droga. Las potencialidades de la nueva Carta se irían insinuando de manera lenta a través de la brecha participativa, campo que de manera explícita la Constitución no abría a los constructores de paz. Muchos movimientos ciudadanos y sociales verían sin embargo en la Constitución de 1991 un paso adelante, pero insuficiente, para lograr la paz, insistiendo en alcanzar ésta por la vía de la participación democrática1. En los últimos años, como respuesta al ahondamiento del conflicto armado, se ha desatado de manera paralela una dinámica múltiple y diversa de acción civil por la paz. Autoridades locales y regionales, sacerdotes y obispos, políticos y parlamentarios, organizaciones populares, intelectuales, sectores empresariales y miles de
* Psiquíatra y escritor. Ex-Coordinador General del Mandato por la Paz. 1 En este aspecto es importante mencionar el trabajo pionero de Luis Sandoval.En especial sus libros Violencia política y Sociedad Civil, 1992 y Paz: recrear la democracia desde la sociedad civil, 1998.
ciudadanos de buena voluntad, han levantado su voz para condenar la guerra, mostrándose dispuestos a construir la convivencia con una estrategia de paz viable. Ellos entienden, a su manera, que construir la paz es intervenir sobre la problemática de la violencia avanzando en el espíritu participativo y democrático de la Constitución de 1991, convirtiéndola efectivamente en un tratado de paz que cobije a todos los colombianos. Situación por demás curiosa y paradójica en medio de la violencia que nos azota. La crisis política que acompañó durante su gobierno a Ernesto Samper tuvo de contragolpe, y como efecto positivo, el fortalecimiento de los procesos de participación ciudadana en construcción de la Paz. Aunque inicialmente, a través de la figura del Alto Comisionado, Samper se orientó a lograr una negociación con los grandes actores armados, al fracasar esta estrategia fue abriendo el espacio a movimientos civiles que, como en el caso de Redepaz, habían hecho del artículo 22 de la Constitución Nacional eje central de sus propuestas. La Semana por la Paz empezó a tener audiencia nacional y aprovechando la brecha que se abría entre la Iglesia y el Gobierno a raíz de las referencias de Monseñor Rubiano al elefante que había ingresado a la campaña liberal, la Conferencia Episcopal entró a disputar al Ejecutivo la iniciativa en los contactos con la insurgencia, creando bajo su mando la Comisión de Conciliación Nacional, que reunió a personajes de la vida nacional comprometidos con el tema. Pasado el primer año del gobierno Samper y al hundirse las posibilidades de una pronta negociación, la guerra se intensificó con crueldad inusitada. Mientras el paramilitarismo se afirmaba como una estrategia nacional, el gobierno se enfrascó en una absurda guerra contra los campesinos cocaleros, que tuvo como consecuencia indeseable acelerar la alianza entre éstos y la guerrilla, ganando las FARC en poder territorial y dominio político. Fue en medio de las marchas cocaleras cuando se dio el golpe a la base militar de Las Delicias, que anunciaba el cambio radical de la dinámica de guerra y mostraría la debilidad de las Fuerzas Armadas y sus protuberantes fallas en la visión estratégica y los sistemas de inteligencia. De manera simultánea, Redepaz convocaba al país a un Mandato de los Niños por la Paz, que se realizó con el apoyo de UNICEF y otras organizaciones de raigambre popular en octubre de 1996, con resultado favorable de 2.700.000 niños que exigieron a los adultos el respeto inmediato de sus derechos a la vida y la paz, que sentían vulnerados. En diciembre de ese año se produjeron las
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marchas contra el secuestro convocadas por País Libre, que conjugaron el sentimiento antigobiernista y el rechazo a la violencia por parte de sectores de clase media y alta, abriéndose la posibilidad de la convergencia de los dos procesos, articulación que se concretó a comienzos de 1997, cuando Redepaz, País Libre y Unicef, decidieron convocar a la ciudadanía a un Mandato Ciudadano por la Paz, de manera simultánea con los comicios municipales del 26 de octubre. La convocatoria pronto se encontró en medio de una de las elecciones más amenazadas de los últimos años. Por primera vez, tanto las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, como el Ejército de Liberación Nacional, ELN, pretendieron bloquear la realización de los comicios, convencidos del crecimiento de su poder militar y político, invitando a los ciudadanos a conformar formas alternativas de gobierno acordes con sus planes de dominio armado. El Mandato, sin proponérselo, legitimó los mecanismos de la democracia representativa y contuvo las pretensiones de la insurgencia, dejando claro que en Colombia existe una fuerza de poder civil dispuesta a luchar por el control del territorio.
El "efecto mandato" El Mandato logró crear un ámbito de legitimidad para todas las propuestas de paz civil que se adelantan en el país. De allí que podamos hablar del "efecto mandato" como un clima político que en los últimos meses parece mantener a la opinión pública en una actitud favorable a la negociación política del conflicto armado, aún en medio de una intensificación de la guerra como la que en la actualidad vivimos. Este "efecto mandato", como sucede con todo movimiento de opinión, es limitado en el tiempo. De hecho, en los últimos meses parece desgastarse, sobre todo a raíz de las críticas que han despertado los acuerdos que algunos ciudadanos y funcionarios firmaron con el ELN, donde los puntos del tarjetón de la paz se desconocieron, sin que se escuchara ninguna voz que de manera pública defendiera su carácter de principios innegociables. El fracaso en la constitución de una efectiva Comisión de Seguimiento que actuara como Tribunal Etico ante las infracciones que se siguen cometiendo contra los civiles, se suma a las convocatorias retóricas que se hacen para detener la guerra, sin que logren incidir de manera efectiva en la moderación de los combates. Es por eso que el Mandato expresa tanto el máximo momento de potencia de la ciudadanía, como su faceta
de impotencia. Es la fuerza de un poder civil que se afirma frente a las pretensiones de los violentos, pero también una muestra de la impotencia ciudadana, cuyos mandatos no son cumplidos, siendo necesarios nuevos esfuerzos para que la opinión ciudadana se haga escuchar en medio de las armas. Al desconocimiento masivo de los actores de la guerra de esta expresión de la voluntad popular, debe agregarse, además, el desconocimiento institucional, expresado en la postura de la Corte Constitucional que pretende quitar al Mandato efecto legal, reduciéndolo a un simple ejercicio ético y pedagógico2. Va quedando claro que los ejercicios participativos en paz pueden ser tan molestos para los actores de la guerra como para los depositarios de la legalidad jurídica vigente. No podemos negar, sin embargo, que el balance del Mandato es positivo. La votación del 26 de octubre aparece hoy como un capital político transparente, como un hecho de opinión difícilmente superable. Los propósitos de impedir la polarización de la ciudadanía, avanzar en la concertación dentro de la sociedad civil y comprometer a dirigentes políticos y empresariales con la búsqueda de la paz, se cumplieron a cabalidad. Un nuevo mecanismo de participación ciudadana quedó establecido, cuyo perfil y consecuencias todavía debemos explorar. El "efecto mandato" fortaleció a eventos como la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil convocada por la Comisión de Conciliación Nacional y el Episcopado colombiano. Sin embargo, aunque en estos espacios se sigue avanzando de manera prioritaria en la definición de criterios y agenda para la negociación, no es suficiente pensar en quienes hacen la guerra y lo que necesitarían para desistir de su acción. Es preciso pensar también en quienes la padecen pasivamente, alentando la posibilidad de que puedan emerger como fuerza autónoma, con suficientes garantías para reclamar sus derechos, no obstante su condición de desarmados. En el actual momento los espacios de convergencia de la sociedad civil, así como las apariciones públicas de algunos de sus representantes y muchas de sus convocatorias, tienden a desgastarse al mostrar falta de efectividad para coaccionar de manera certera a los guerreros. Sería lamentable que la representación de la sociedad civil quedara confinada en manos de dirigentes políticos y empresariales que atrás alentaron la guerra y 2
La única respuesta efectiva la dio el gobierno de Ernesto Samper que después del 26 de Octubre tramitó una ley para excluir a los menores de 18 años del servicio militar, dando cumplimiento así a uno de los puntos del tarjetón por el que votaron los ciudadanos.
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hoy, con el mismo facilismo, hablan de paz. Ante una intensificación de los combates, fácilmente ellos harían coro con el gobierno para salvar su imagen atribuyendo a la insurgencia armada mala voluntad o intereses protervos. Su ardor por la paz y su cansancio con la guerra, les impiden escuchar que tanto las FARC como el ELN dicen una y otra vez que pretenden "conversar", más no "negociar", y menos aún desarmarse o entregar los territorios que dominan. El papel de los ciudadanos en la construcción de la paz debe ser reformulado, abriendo paso a una acción política que les permita emerger como fuerza constituyente en un país que se fractura, preparados para asumir tanto la posibilidad de una pronta negociación -y Dios así lo quiera-, como el agravamiento de la guerra. Quien no considera con serenidad y entereza esta segunda posibilidad, comete un error grave y se somete a ser arrastrado de manera pasiva y sin compasión por los vendavales de la intolerancia.
Paralelo Colombia La victoria de Andrés Pastrana y su posesión como nuevo presidente ha fortalecido los vientos de paz. Ningún presidente ha contado como él con tanta legitimidad para alcanzar la reconciliación. Sin embargo, todo parece indicar que la paz todavía está lejana. El despeje de los cinco municipios solicitado por las FARC podría desembocar, en el mejor de los casos, en la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que sesionará sin que los grupos insurgentes abandonen previamente sus armas o su dominio territorial. Como en algunas constituyentes que sesionaron en el país a finales del siglo XIX, bajo la amenaza de la guerra, allí tendrá que redefínirse el curso de la Nación. Y corresponderá entonces, no tanto a los negociadores presidenciales como a una fuerza civil independiente del gobierno y de los poderes tradicionales, hacer presencia efectiva en ese escenario para tomar las banderas de la democracia y la libertad, ofreciéndose como puente de confianza para aclimatar las condiciones de la reconcialiación. Existe sin embargo gran temor en aceptar la participación de los ciudadanos como fuerza política autónoma. Se nos acepta como acompañantes de buena voluntad, pero no como actores políticos con pretensión de poder y opiniones propias en medio de la guerra. Esto lleva a que la única carta que juguemos sea la de la negociación. Si esta fracasara y la guerra se profundiza, nos quedaríamos sin derrotero. Por eso, de la misma manera como los ejércitos recurren a los teatros de guerra para proyectar combates imaginarios que les
permiten redefinir sus tácticas o cambiar sus estrategias,, con similar propósito los ciudadanos podemos proyectar en un espacio virtual nuestras pretensiones de paz en caso de que la guerra se intensifique, considerando las ventajas comparativas que se abrirían para que emergiera una forma insurgente de poder civil capaz de asegurar la unidad territorial de la nación y de mediar entre los actores de la guerra. Para eso es necesario asumir, como los guerreros, una lógica que pasa por el control territorial. A la hora de negociar es más fuerte quién controla más territorio. Sin embargo, poco se reconoce que en la actualidad existen en Colombia diversas formas de poder civil, con claro dominio territorial en algunos casos y parcial en otros, cuya realidad e importancia no se puede negar. Bien podría un grupo de ciudadanos desarmados levantarse y declarándose reserva ética de la Nación, ofrecerse a consolidar estos territorios de paz y a construir en medio de la guerra un pacto de confianza. Ciudadanos que deciden fundar sobre este país un nuevo país. Un país paralelo, constituido como realidad política por la pura... fuerza de opinión. Un país civil, que reclama le sea devuelto el territorio que le han expropiado sin ninguna legitimidad las fuerzas del terror. Un país que ostenta el derecho y el deber de la paz, frente a otro que se desangra bajo el imperio de la fuerza. En un mundo internacionalizado, donde las fronteras se diluyen para abrir paso a los flujos de opinión que se oponen cada vez de manera más consistente a los imperios del terror, la conformación de este poder virtual, que encarna la legitimidad que nace de la voluntad de diez millones de colombianos que el 26 de octubre de 1997 se pronunciaron por un cese inmediato de la guerra y la puesta en marcha de un Mandato por la Paz, cuenta con las mejores perspectivas y potenciales resonancias. Al declararse poder constituyente, estos ciudadanos se mostrarían dispuestos a recuperar para el poder civil los, territorios ocupados por los actores de la guerra, invocando si es del caso la solidaridad internacional para que se les reconozca como fuerza de paz que emerge como actor no beligerante del conflicto. En los territorios recuperados se convocarían actas constituyentes de paz que refrenden el desarme general y aseguren un adecuado proyecto de desarrollo social, además del cumplimiento irrestricto de los derechos y deberes ciudadanos. Ciudadanos que en un acto de soberanía deciden refundar sobre este territorio ensangrentado una nación paralela, el Paralelo Colombia, simiente de legitimidad de un nuevo país donde los civiles se niegan a auspiciar el escandaloso desangre de una patria boba.
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La paz comunera
Como prueba palmaria de esta nueva forma de poder civil que emerge en medio de la guerra, podemos citar la "Constituyente de Mogotes", el más interesante experimento político de consolidación ciudadana de la paz acontecido después del 26 de octubre. Los Mogoteños entendieron que el Mandato por la Paz era un cheque nacional que debía cobrarse en lo local, construyendo para eso una nueva legalidad desde la legitimidad que nace de un ejercicio desarmado de la soberanía popular. Después de la toma guerrillera del 11 de diciembre y la retención del alcalde por parte del ELN para juzgarlo por corrupción, el pueblo organizó una Asamblea permanente por la Paz que se convirtió al cabo de algunas semanas en una Constituyente Municipal, cuya instalación estuvo precedida por 18 Asambleas Constituyentes Locales, que contaron con amplia representación de todos los sectores. Una vez reunidos, los 120 delegados exigieron a la insurgencia liberar al mandatario y respetar su vida, a la vez que ellos mismos asumían el juicio político por su comportamiento. Liberado el alcalde, se convocó directamente al pueblo para que se pronunciara sobre su continuidad en el cargo, y de acuerdo con la decisión mayoritaria se le exigió la renuncia. Pasando por alto las afirmaciones leguleyas que señalaban la imposibilidad de convocar constituyentes locales, los nuevos comuneros de la paz invocaron la soberanía popular para enfrentar a la vez amenazas de la insurgencia guerrillera, de los paramilitares y la torpeza de algunos miembros de las Fuerzas Armadas que confundieron el proceso con un intento de la subversión por tomarse el poder "sin disparar un solo tiro". Apoyada por un fuerte componente de espiritualidad cristiana y de evangelización política impulsado desde la Diócesis de Socorro y San Gil3, la Constituyente consiguió que el alcalde renunciara, que se citara a nuevas elecciones, debiendo los distintos candidatos comprometerse ante la magna Asamblea a respetar el Plan de Desarrollo Municipal y el programa Único de Gobierno que esta elaboró. 3
Esta diócesis se caracteriza por combinar su trabajo pastoral con una clara defensa de la participación ciudadana, proceso que encuentra su soporte en grupos eclesiales de base que impulsaron desde sus orígenes la dinámica de Redepaz y actuaron como factor decisivo para la convocatoria del Mandato por la Paz. El término Constituyente de Paz se viene trabajando en la zona desde hace más de tres años, existiendo otros intentos por profundizar esta novedosa combinación de evangelización e insurgencia ciudadana.
En la actualidad, a través de los Mandatos que de manera periódica la Asamblea emite, se sigue ejerciendo control civil sobre el nuevo alcalde y el Concejo Municipal. Invocando el artículo 3 de la Constitución Nacional y la legitimidad del Mandato por la Paz, el pueblo soberano de Mogotes ha escamoteado las trabas de la legalidad democrática para conformar un nuevo poder que se levanta de manera simultánea contra la corrupción, el terror que imponen los actores de la guerra y la pasividad ciudadana. No es éste el único caso de poder civil en medio de la guerra que emerge en Colombia en los últimos años, pues sabemos de otras experiencias políticas que desde lo local insinúan un nuevo camino de construcción de la paz. Camino que, con diferentes grados y matices, pasa por un ejercicio de insurgencia civil y soberanía popular que disputa políticamente el poder a los guerreros, asumiendo de lleno las tareas de la democracia y la libertad.
Las convergencias civiles respetuosas de la legalidad vigente parecen haber llegado a su límite. Podríamos colocar en un nuevo ejercicio democrático quince millones de votos, e igual pensarían los guerreros arrogantes y los juristas escépticos que nada importante ha sucedido. Después del pronunciamiento ciudadano del 26 de octubre no hay sino un paso por dar: convertir esa voluntad en poder y verificar su cumplimiento. Las marchas, los conciertos y las algarabías por la paz corren el peligro de convertirse en intención vacía. Las agendas para una negociación que no comienza empiezan a empolvarse, mientras se confunde a los ciudadanos haciéndoles creer que la consecusión de la paz está cerca. Sólo un movimiento preparado para la participación política de los ciudadanos desarmados en medio de una eventual profundización de la guerra, podrá confrontar tanto a la legalidad vigente como a los poderes que se agazapan tras la violencia, luchando porque el poder pase plenamente a los civiles. A la federalización de la guerra debemos responder con una federalización de la paz, manteniendo sin embrago la pretensión de construir un espacio político común para todos los colombianos. 38
Comentarios sobre seguridad ciudadana Gral(r) Víctor Alberto Delgado Mallarino Son numerosas las encuestas de opinión que suelen realizarse para conocer qué piensan las personas sobre la problemática que las rodea, en especial, en relación con la seguridad. En las respuestas se refleja la angustia que flota en todos los ambientes como resultado del aumento de la criminalidad y de actos que afectan la pacífica y tranquila convivencia, tanto en zonas rurales como urbanas, todo lo cual nos permite hablar de la existencia de una cultura de la violencia. Cuando las personas, naturales o jurídicas, pueden adelantar sus actividades, cuando sin temor a sufrir menoscabo o daño físico, psíquico, social, político, cultural, moral o patrimonial pueden ejercer responsable y libremente sus derechos y libertad, podemos afirmar que tenemos segundad ciudadana . Es indudable que la sociedad se siente segura cuando quienes la integran, sin excepción alguna, pueden cumplir sus labores cotidianas en un ambiente de respeto a la ley, sin sentir temor, viviendo la "sensación" de estar protegidos permanentemente y cuando se respeta el ordenamiento social y existe respeto mutuo. Lamentablemente, por las circunstancias que vivimos, existe la tendencia a reducir la categoría de seguridad ciudadana a su dimensión de integridad física. Como anotamos anteriormente, esta categoría de ninguna manera es la única y el ver la angustia con la que hoy se demanda su vigencia, nos indica la precariedad de nuestra condición ciudadana y el estado de descomposición de la sociedad. Sin duda alguna, esta situación está impidiendo el desarrollo del proceso de construcción de una verdadera convivencia social. Más allá de una dimensión limitada a la "integridad física", la seguridad ciudadana incluye la seguridad jurídica, la seguridad social, la defensa del principio de legalidad, la defensa del medio ambiente, la lucha contra la pobreza, el respeto a los derecho civiles y políticos y el derecho a tener condiciones económicas y sociales que permitan el desarrollo de todas las potencialidades. En síntesis, la seguridad debe entenderse en su más amplio sentido y no restringirla al simple aspecto físico. La casuística y el inmediatismo han iluminado nuestra legislación en materia penal y la planificación relacionada con la seguridad.
Gral (r), exdirector general de la Policía Nacional, consultor.
Parece que lo importante es producir "sensación de seguridad", para lo cual se adoptan medidas efectistas pero incapaces de dar verdadera solución a una problemática cada día más compleja . Se habla de política criminal para referirse a los temas relacionados con el código penal, con el procedimiento penal y con el sistema penitenciario, para concluir en la necesidad de estructurar una estrategia "antidelictual". En no pocas ocasiones se tiende a la criminalización de nuevas conductas, al aumento de penas, y a cambios de poca profundidad, con los que se supone poder controlar el aumento del delito y conseguir modificar el panorama de la inseguridad en el país. De esta manera a lo más que hemos llegado es a constituir un Consejo de Política Criminal que trata únicamente temas relacionados con la criminalidad en sus diversas formas y con la manera de combatirla. No hemos logrado estructurar una verdadera Política de Seguridad Integral que es mucho más que ésto.
El art. 2o de la Carta Política de Colombia establece: Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo: Las autoridades de la república están constituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia en su vida, honra y bienes, creencias y demás derechos y libertades, asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares. No cabe la menor duda que de este mandato se desprende la noción de orden público de la cual se debe partir para hablar de seguridad, convivencia ciudadana y paz. Se crea en las personas y se apoya en un Estado y en unas instituciones que existen para la garantía y protección de condiciones que permitan la realización de las mismas personas. Por tanto es un orden público que no se orienta en razón de Estado, sino en razón de la persona.
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Educar, instruir, estimular y dirigir la comunidad para que el ejercicio responsable y ordenado de la libertad se manifieste en mayor respeto a la seguridad, al orden, la moral pública, las libertades y derechos fundamentales de los demás, al principio de autoridad, constituye función prioritaria de las autoridades, a todos los niveles. El orden público así considerado no puede ser entonces un objetivo, sino el resultado de una buena, efectiva y real acción del Estado, lo que solo se puede conseguir estructurando una verdadera política de seguridad integral.
Lucha contra la inseguridad El sentimiento de inseguridad no siempre tiene bases en una situación real, pero arraigado en la comunidad se convierte en factor de angustia difícil de erradicar. Son frecuentes las ocasiones en que el temor al delito y a la violencia ha llevado a la adopción de medidas represivas que no han servido para eliminar o controlar fenómenos que requieren soluciones más profundas. Los factores impulsores de la delincuencia, son los que deben orientar a las autoridades en la selección de criterios y medios a emplear para enfrentar la lucha contra el delito, la contravención y la violencia, con posibilidades de éxito. No se trata de erradicar totalmente la criminalidad. Esto resultaría utópico por cuanto la contravención y el delito son fenómenos sociales ligados a la existencia misma de la sociedad. Lo que debe pretenderse es conseguir control de los factores negativos. En la lucha contra el delito y la violencia no es suficiente pensar en la utilización de los organismos de seguridad. En forma simplista, en ocasiones se plantea que el sólo fortalecimiento de la Policía, en medios humanos o materiales y con la expedición de medidas represivas de carácter penal o policivo, puede conseguirse controlar y disminuir la criminalidad. Tal forma de pensar no conduce a remediar los problemas que generan inseguridad. En el prólogo de Colombia al filo de la oportunidad,
comenta Gabriel García Márquez: "Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan" Esta afirmación tiene plena validez en el tema que nos ocupa.
Política de Seguridad Integral Si queremos asumir en forma seria y responsable el problema de la inseguridad y la violencia, debe buscarse, a través de la investigación, el estudio y análisis permanentes y continuos de los fenómenos sociales, elementos de juicio suficientes para trazar una política de seguridad integral, que permita diseñar estrategias, tácticas y medios sociales adecuados para conseguir control óptimo de la criminalidad y violencia. Esta política , entre otros aspectos debe abarcar: - El conocimiento profundo de los fenómenos delictuales y contravencionales y de las características y tendencias de la criminalidad. Para ello deben utilizarse métodos modernos de investigación y el aporte de todos los sectores de la comunidad. - Legislación penal y de policía armónica, actualizada, adecuada y estable; alejada de criterios casuísticos e inmediatistas. - Organización, coordinación y control de todos los sistemas de justicia, seguridad y de la aplicación de las sanciones o medidas correctivas, evitando roces y tensiones que sólo benefician a los delincuentes y desestimulan a la comunidad. - Integración, por razones de coherencia y eficacia, de la planificación de seguridad integral a la planificación general del país. Igualmente, debe incluirse el concepto de seguridad integral como un área estructurante en los planes de desarrollo local. - En la formulación de una Política de seguridad integral, deben diseñarse sistemas de seguimiento y control esenciales para hacerla eficaz. Es indispensable para conseguir el éxito, la. participación, colaboración, e integración de la comunidad en la solución de los problemas que la afectan. Es responsabilidad del Estado brindar seguridad y mantener el orden público, pero corresponde también la colectividad contribuir, en la medida de sus posibilidades, al esfuerzo de conseguir la paz. Debe reflexionarse que para combatir la delincuencia y la inseguridad que tiene origen en múltiples causas, hay que trazar una Política de seguridad integral. Soluciones parciales sólo sirven para eternizar los
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problemas, hacerlos crónicos y deteriorar la imagen de las autoridades ante la comunidad. Se han trazado muchos programas respecto a la comunidad, pero los resultados nos indican que se requiere una acción más efectiva y práctica que, a la vez que vincula y hace participe a la comunidad en la política de seguridad integral, estimule las relaciones entre ésta, las autoridades, la Fuerza Pública y los servicios públicos. La tan anhelada y necesaria integración entre sociedad y autoridades, en materia de seguridad, sólo será posible en la medida en que se diseñen, implanten y desarrollen auténticos "modelos de participación" en los que partiendo de unos objetivos colectivos, formulados de manera concertada en función de las características y necesidades de la población, sea posible identificar plenamente el grado de participación y por ende, de responsabilidad de quienes en él intervienen.
Algunos requisitos de una Política de Seguridad Integral No es mi intención, en estas cortas líneas diseñar en detalle lo que podría ser una Política de seguridad integral, pero no quiero dejar de comentar otros aspectos que considero importantes para su desarrollo. Nos hemos demorado mucho en la adopción de medidas de fondo para combatir la inseguridad en todos sus aspectos. Creo que la situación que vive el país no da mucha espera para que, de una vez por todas, asumamos esta responsabilidad: a) Una Política de seguridad integral debe considerar medidas de prevención, continuas y permanentes, para combatir todas las condiciones (factores criminógenos) que ponen en peligro a la comunidad y alteran la convivencia pacífica. Lo anterior debe comprender políticas económicas y sociales, educativas y culturales, de salud, vivienda y urbanismo, de comunicación y participación social, de recreación, de servicios básicos, de justicia, de seguridad (en todos los órdenes), capaces de crear y fortalecer el espíritu comunitario, el sentido de pertenencia al país y la solidaridad social. Como puede deducirse, una Política de seguridad integral no puede confundirse con una política simplemente antidelictual. Como he venido insistiendo, es mucho más que ésto. b) Es indispensable diseñar normas penales y de policía para el control y sanción de delitos y contravenciones, de acuerdo con análisis, estudios y observaciones que
permitan diagnósticos objetivos y seguros. Esto únicamente es posible mediante el seguimiento riguroso de la evolución de los fenómenos sociales lo que sólo puede hacerlo un organismo multidisciplinario (abogados, médicos, sicólogos, antropólogos, ecologistas, economistas, etc.), que funcione técnica, adecuada y permanentemente y contando con la dinámica de una justicia que sea una verdadera palanca para el desarrollo, no simple administración de justicia y la existencia de instituciones y organismos capaces de aplicar técnica y convenientemente sanciones y correctivos. c) El concepto del orden público, concebido como se comentó anteriormente, debe integrarse a la filosofía y acción de todos los servicios públicos. La criminalidad y la violencia no son producto exclusivo de factores sociales y económicos tales como la pobreza y las desigualdades, pero éstas influyen notablemente en su generación. Por tanto debe tenerse en cuenta todo aquello que pueda contribuir a crear o estimular factores criminógenos (entorno de la inseguridad), que afectan el orden público y deterioran el ambiente del país. Estimo que estamos en mora de estructurar una verdadera Política de seguridad integral. Tradicionalmente los asuntos relativos a la seguridad y a la criminalidad se han encargado a profesionales del derecho y la medicina. La complejidad del problema nos indica que debe buscarse la participación de otros profesionales y técnicos. El organismo creado para adelantar los estudios e investigaciones que sirvan de base y marco para trazar una verdadera Política de seguridad integral no podría ni debería reunirse esporádica o periódicamente. Debe ser permanente, eminentemente técnico y que cuente con el apoyo del Estado, la comunidad, la Universidad, etc., que requiera para el cumplimiento de su misión. Lo urgente no debe seguir primando sobre lo realmente importante. Estoy cierto que la creación e implementación de un organismo de investigación y estudio requiere tiempo y esfuerzo y que su desarrollo y el fruto de su trabajo no se podrá apreciar en muy corto tiempo, pero las experiencias vividas en otros países y la profundización sobre la problemática de Colombia en materia de seguridad, nos debe llevar a decisiones de fondo, serias y responsables, que nos permitan contar con elementos de juicio objetivos sobre los cuales podamos planear estrategias y tomar medidas efectivas para garantizar la seguridad ciudadana. Creo que vale la pena intentarlo.
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Precisiones sobre el conflicto e inquietudes sobre el proceso de paz
Este concepto del pensador español en su escrito sobre pacifismo, que hemos tomado como epígrafe, resulta conveniente y oportuno para intentar corregir nuestra tendencia a pensar con el deseo y de inducir a otros a hacerlo, lo cual propicia frustraciones y desengaños frente a los choques contra la realidad. El presente ensayo que escribimos por invitación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, pretende hacer algunas precisiones sobre el conflicto y expresar además nuestras inquietudes sobre el proceso de paz, para que en los posibles diálogos podamos llegar a hablar un mismo idioma que nos evite interpretaciones equívocas y contribuya a damos claridad, a fin de no caer en ingenuidades que más tarde pudieran agravar la situación, ante las posiciones intransigentes de los interlocutores.
de Mainz. Sin embargo, la euforia con la cual en un principio se recibió la noticia, se fue desvaneciendo al conocerse el texto del documento y los comentarios del delegado del Ejército de Liberación Nacional, ELN, produciendo confusión y desconcierto, que a muchos nos causó una sensación dolorosa. Porque sin desconocer los patrióticos esfuerzos y las buenas intenciones de quienes fueran seleccionados por los mismos subversivos como representantes de la sociedad civil, vimos en ellos casi sin excepciones, una actitud de capitulación, que reflejó la imagen deprimente de una sociedad arrodillada y vencida, quizás por esa especie de complejo de culpa que a todos y a cada uno de nosotros nos corresponde reconocer en este drama que vive la república y en el cual tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Pero lo grave de esta primera sensación deprimente, no fue sólo la actitud arrogante y despectiva de los subversivos, sino la conducta claudicante de sus interlocutores que sin mayores reparos fueron aceptando los puntos que quedaron registrados en el documento final, así no tuvieran fuerza de compromiso para quienes los suscribieron. El cinismo del delegado del ELN al pretender institucionalizar en el nuevo orden que ellos pregonan la práctica del delito del secuestro, nos produjo además de una gran desilusión, un sentimiento de rechazo que no podemos disimular.
Signos positivos e impresión deprimente
Causas y peculiaridades del conflicto
El "Mandato por la Paz" de octubre del año pasado marcó un paso decisivo, no por los resultados prácticos que no podían esperarse, pero sí por el efecto que en favor de la solidaridad nacional y como rechazo a los violentos, produjo dicho plebiscito. El primer contacto del doctor Ricardo con las FARC y posteriormente la entrevista del ya presidente electo con su cúpula subversiva, contribuyeron a reafirmar las expectativas y a generar un alto grado de credibilidad presidencial, por cierto muy menoscabada en el gobierno anterior y que con la audacia de su gesto, sirvió para demostrar que él habría de liderar personalmente la conducción del proceso. Otro signo importante al menos en su inicio, fue la reunión en Alemania que produjera el llamado acuerdo
Para facilitar los acuerdos, es necesario como punto de partida, buscar coincidencias de criterios que permitan reducir distancias entre los interlocutores. Desde el gobierno del presidente Betancur, vienen produciéndose toda clase de ensayos y de estudios académicos, difundidos en libros, foros y en toda clase de medios y eventos, sobre la etiología del conflicto. Entre la vastedad de las causas analizadas se han discutido aspectos de orden histórico, político, cultural, social y económico, pero1 para simplificar esta compleja visión y facilitar el entendimiento y la claridad del asunto, nos atrevemos a expresar que en el fondo, sólo existen dos grandes causas esenciales que enmarcan a todas las demás: la injusticia social y la falta de autoridad del Estado. Al respecto queremos hacer las siguientes reflexiones.
Gral (r) Gabriel Puyana García" " No hay mayor amoralidad que la de hacer creer que una cosa se realiza por el sólo hecho de desearla". Ortega y Gasset.
Introducción
La injusticia social *Brig. General, en retiro, excomandante de la Brigada de Institutos Militares Guarnición. Bogotá, escritor, académico.
Para justificar la violencia y la agresividad de nuestras gentes, se ha pretendido explicar este fenómeno como 42
consecuencia de la injusticia social que padece Colombia y
de batalla de la guerra magna y el cual todos debemos
que nos muestra como una sociedad egoísta, carente de
contribuir a mejorar y transformar para hacerlo digno de ser
sensibilidad ante el dolor, signada por la codicia del dinero y
defendido, pero no a derrumbarlo con el afán iconoclasta de
por los abusos de los dirigentes.
una lucha fratricida que no tiene razón ni sentido.
Con lo anterior se intenta justificar cualquier medio de
Cuando dentro del nuevo orden mundial ya no es
lucha que se emplee para corregir estas anomalías y casi sin
posible obtener la ayuda externa para la lucha revolucionaria,
apercibirnos, en contradicción con nuestra moral cristiana,
porque ha desaparecido la confrontación ideológica Este-
nos inclinamos a aceptar el principio de que el fin justifica los
Oeste, los alzados en armas han tenido que recurrir a sus
medios.
propios sistemas de financiación para sostener su "guerra"
El conocimiento de nuestras realidades sociales, tanto
bajo el criterio de la validez de todos los medios y ello los ha
dentro como fuera del país, produce la imagen de un
llevado a caer continuamente en la acción delictiva y en el
Estado incapaz de resolver los problemas, el cual se ha
contubernio con el crimen organizado de los alucinógenos, lo
convertido en protector de los poderosos y en agresor de los
cual los confunde con los delincuentes comunes, así pregonen
humildes, lo que dispone el ánimo en favor de quienes se
una y otra vez sus presuntos fines altruistas que se
presentan como los reivindicadores de los derechos de los
contradicen con sus actividades criminales. Al respecto, el
marginados y así el Estado y los elementos representativos
General Rafael Uribe Uribe, alguna vez afirmó: "No hay
de éste, como es la Fuerza Pública, pasan a ser satanizados,
guerrilla que no degenere en banda de forajidos".
mientras sus contradictores adquieren la aureola de nuevos
Infortunadamente, la corrupción que sufrimos ha
"Robín Hood" que luchan en favor de los oprimidos.
contribuido a legitimar la acción de la guerrilla así nos
Justo es reconocer que Colombia heredó de España las
parezca absurdo decirlo y, además, el auge del
estructuras de una nación señorial y de ahí que esta injusticia
narcotráfico con su innegable vinculación al movimiento
social venga desde la colonia. Siete años antes del 20 de
subversivo, le da al conflicto colombiano un carácter su
julio de 1810, el virrey Mendinueta al referirse a la Nueva
géneris que lo hace diferente de otros de Latinoamérica.
Granada, expresaba:
Debido a diversos factores y circunstancias, ha hecho de
Esto es una injusticia que no puede durar mucho tiempo y me parece que llegará el día en que los jornaleros, impongan la ley a sus señores y estos se vean precisados a hacer partícipes de su ganancias a los brazos que ayudan a adquirirlas.
la subversión un instrumento de lucro criminal, mediante la ejecución de los delitos más atroces, como son el secuestro, la extorsión, el chantaje, el magnicidio, las masacres, todos ellos proscritos por las normas del Derecho Internacional Humanitario. Delitos éstos que
Con razón un escritor latinoamericano dijo sobre la
jamás podrán justificarse como medios para financiar su
emancipación que "sólo había sido un cambio de fraile,
aparato político y militar, porque ningún ideal -si es que
porque la muía siguió siendo el pueblo".
existe-, puede sustentarse sobre la acción perversa de
Esta injusta distribución de la riqueza ha contribuido a generar conflictos sociales por cuanto el liderazgo político no ha sido capaz de crear condiciones de desarrollo y de progreso para todos los colombianos. Por su parte, los grupos subversivos pretenden
quienes pretenden encarnarlo.
.....
La falta de autoridad del Estado Al estudiar los conflictos de otros países, no obstante sufrir más hondas injusticias sociales, se descubre que los índices de
aparecer como los forjadores de un nuevo orden que corrija
violencia son mucho menores que los nuestros, lo cual nos hace
las injusticias existentes, con la ilusión de que una concepción
pensar que existen muchas otras causas, además de la
política, sustentada en ideologías ya revaluadas por razón de
injusticia social que motivan nuestras
sus estruendosos fracasos, sirva de panacea a los anhelos de
, conductas violentas.
De variados estudios e investigaciones se ha podido
cambio que todos compartimos. Dicho en otros términos, para
establecer que los mayores porcentajes de víctimas, no son
la subversión colombiana "aún no se ha caído el muro de
los causados por los grupos en armas en las áreas rurales, así
Berlín y se continúa dentro de la Guerra Fría"; por eso
sean los que más impacto causan por la publicidad de los
todavía miran en el modelo cubano y quizás en el de la
medios de comunicación. En el libro de los llamados
China Comunista un ejemplo de redención para nuestro país
violentólogos, Colombia, Violencia y
en contradicción a nuestro sistema democrático, que nace
Democracia, desde 1985 se precisó que sólo el 7.51% de las víctimas resultaban por acción directa de dichos grupos. Desde entonces se afirmó que "mucho más que las del monte, las violencias que nos
con la república por el triunfo del Ejército en los campos
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están matando son las de la calle". Una década más tarde, la Comisión de Conciliación Nacional, en su documento básico Hacia la estructuración de una política nacional permanente de paz—Aportes para un debate reajusta esta cifra en un 14 % y expresa que el otro 86% "lo pone la cotidianidad al margen de la guerra". Obvio es entender que, si se disminuyera el choque entre los distintos actores de violencia, estos índices serían menores, por cuanto nuestros múltiples conflictos están muy estrechamente relacionados entre sí. Empero, es de aceptar que un proceso de paz exitoso con las guerrillas y con los paramilitares, no habría de garantizar que la violencia llegara a desaparecer, por cuanto día a día los índices de criminalidad se incrementan más debido a la impunidad que incita a las conductas delictivas. Para darnos una idea de lo que esta criminalidad significa, nos valemos del análisis comparativo que respecto a otros países hiciera el politólogo Francisco de Roux, (transcrito por el doctor y catedrático Rodrigo Escobar Navia en un reciente ensayo sobre estos temas), del cual resumimos algunos datos: así por ejemplo, si los homicidios cometidos en 1960 en varios países, se hubieran realizado al mismo ritmo de Colombia, por cada uno perpetrado en Inglaterra, hubieran llegado a 48 y en Noruega a 86; los 1.500 en el Japón hubieran sido 79.000, las 1.474 personas asesinadas en Indonesia hubieran resultado en 145.597, las 786 de Egipto hubieran correspondido a 41.396 y en China las 11.330 víctimas se habrían convertido en 889.910 en nuestro país. Si bien es cierto que esta asombrosa criminalidad obedece a diferentes razones y circunstancias, esa impunidad reconocida en un 98% por los mismos organismos judiciales, no es sino el reflejo de un Estado débil, incapaz de hacer respetar la ley y de ejercer la justicia y esta situación vergonzosa indica a su vez la falta de autoridad del Estado para mantener el orden y cumplir su básica razón de ser, que no es otra que la de proteger y garantizar la vida de sus habitantes. Y esta falta de potestad, obedece a la carencia de los fundamentos éticos y morales que tanto los dirigentes (en especial la clase política), como los gobernantes, han venido perdiendo al haber supeditado su función de servidores a la de usufructuarios de sus propias prebendas personales o de sus intereses egoístas de partido cuando no mezquinos, pues la legitimidad de un mandato no se desprende de su elección popular en comicios frecuentemente cuestionados y normalmente
manipulados, sino en la actitud decorosa, eficiente y proba de quienes ejerzan el poder en bien del interés colectivo de todos los ciudadanos y de los objetivos de la nación. Esta realidad muestra la quiebra de nuestro sistemé judicial como factor que induce al delito, pues el malhechor potencial, como el que se ha acostumbrado a serlo, sabe que solo tiene un 2 % de probabilidad de llegar a ser sancionado y de ahí la proliferación de los antisociales comunes y de los que pretenden ser delincuentes políticos. De lo anterior se infiere que el proceso de paz, no solo debe buscar el término del enfrentamiento armado, sino reforzar la autoridad y la justicia para garantizar la convivencia entre los habitantes del país y para que la sociedad recupere la confianza en el Estado y en el gobierno. Bolívar lo expresó claramente: Para que un pueblo sea libre se requiere de un gobierno fuerte, que lo libre de la anarquía popular y del abuso de los grandes. Reconozcamos que sin autoridad, no hay democracia posible. ¿Guerra o delincuencia? Hasta 1996 acostumbrábamos a plantearnos esta disyuntiva de ¿Guerra o Delincuencia?, por cuanto el accionar de los grupos guerrilleros y de los paramilitares, con muy raras excepciones, se manifestaba básicamente por una actividad delictiva y no de combate, así fuera dentro de la guerra irregular. Los llamados operativos militares, con los cuales los subversivos o los paramilitares pretendían demostrar una supuesta capacidad de combate, eran en su gran mayoría actos de bandolerismo, similares a los de la década del sesenta, cuando aquellas cuadrillas de maleantes cayeron abatidas por la Fuerza Pública y la paz volvió a casi todo el territorio nacional. Estos desmanes de terrorismo y sabotaje más propios de forajidos que de guerrilleros, como los secuestros, las extorsiones, las vacunas, la destrucción de las infraestructura nacional, los asesinato selectivos, los carros bombas, las masacres de civiles inermes, nos acostumbraron a decir peyorativamente Estamos en guerra! pues el número de víctimas justificaba este calificativo, pero en realidad, y ante todo, ésto era el desbordamiento delincuencial que aún estamos sufriendo.
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La subversión se aprovechó de la debilidad del estado y de los gobiernos de tinte populista que fueron otorgando a los alzados, la condición de "Alta Parte en Pugna" como si se tratara de una guerra entre estados o contra ejércitos en rebelión, como ocurriera en nuestras guerras civiles, en las cuales se libraban batallas campales tipo "Palonegro" y los dos adversarios repudiaban por igual a los delincuentes comunes. Por la comprobada vinculación de algunos frentes guerrilleros con el narcotráfico y por sus conductas criminales, varias naciones los han calificado de terroristas y de bandoleros tanto a los subversivos como a los paramilitares y en nuestro país bajo la misma justificada impugnación, los gobiernos establecieron sistemas de recompensas por la captura de sus cabecillas. Por su parte, los altos mandos militares les negaron a los subversivos cualquier tipo de agenda política. De lo anterior surgió una apreciación equivocada pues, si efectivamente el accionar de las guerrillas continuaba siendo delincuencial, las inculpaciones en contra del gobierno del doctor Samper que a la postre resultaron ciertas, como nuestras criticables estructuras socio económicas, sumadas a la corrupción administrativa y a la continua violación de los derechos humanos, fueron cuestionando la legitimación del Estado colombiano. Circunstancia ésta que ha venido siendo aprovechada por la subversión para lograr un decidido apoyo internacional, no sólo en contra el gobierno de turno, sino de nuestro sistema político que ha mostrado sus debilidades, sus brechas y sus lacras, por lo que bien merece ser cambiado. Pero con la emboscada de Puerres a principios de 1996 y meses más tarde con la toma de Las Delicias, la guerrilla empieza a cambiar sus procedimientos y tácticas. Dentro de los dos años siguientes con los combates de La Carpa, la toma del cerro Patascoy, los ataques de El Billar, el Caguán, y últimamente a la base de Miraflores y a Pavarandó, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, demuestran una innegable capacidad militar, que ha sido explotada en el campo de la propaganda política, como sucedió con la entrega de los soldados capturados en Las Delicias. A pesar de estos reconocidos éxitos militares, las guerrillas no han cesado en sus prácticas terroristas, pues este es el tipo de guerra "sucia" que estamos librando, como se demuestra con el sólo hecho de que los subversivos se cubran el rostro, como lo hacen los bandidos para no ser descubiertos, lo que no ocurre entre soldados.
Lo anterior lleva a pensar que la subversión, especialmente en el caso de las FARC, con los ingentes recursos económicos de que dispone y con el incremento de su capacidad combativa y su experiencia de varios lustros, está llegando a esa etapa decisiva en que se pasa de la acción irregular a la guerra de movimientos (no de posiciones como equivocadamente la llaman algunos periodistas). Es decir, que habrán de continuar tras de su objetivo político nunca disimulado, que es la toma del poder para implantar una democracia popular, para lo cual no se requiere de un triunfo militar decisivo, por cierto difícil de lograr, pero que sí podría obtenerse mediante acuerdos que se logren en una negociación, ante la actitud derrotista y claudicante de un Estado pusilánime y de una sociedad civil temerosa e incapaz de defender sus propias convicciones. Debido a esta naturaleza peculiar del conflicto, un proceso de negociación, con la bien intencionada "Humanización de la Guerra" merece un análisis objetivo que nos libre de apreciaciones candorosas y de errores que por nuestra ingenuidad, podrían agravar la confrontación haciendo más lejana la posibilidad de la paz, como ya empieza infortunadamente a vislumbrarse con estas primeras aproximaciones e intentos. La negociación Nada más grave para una nación que sumirse en una guerra de estrategia prolongada por cuanto se va acabando no sólo con la vida de los contendores armados, sino con la de gentes inocentes y destruyendo por el terrorismo y el sabotaje la infraestructura económica del país, con los consiguientes daños irreparables al ecosistema. Como militares sabemos que la guerra no se libra únicamente en los campos de combate, muy escasos por cierto en esta clase de conflicto "sin frente y sin fronteras", sino que abarca otros espacios, como el político, el social, el económico y el diplomático, por lo cual para ahorrarle males al país, somos partidarios de la solución negociada. Pero lo fundamental para que la negociación pueda darse y sea conveniente a los intereses de la patria, es • tener la certidumbre de que las partes entran a negociar con la decidida y honesta voluntad de alcanzar la paz y no como un medio para prolongar la guerra y obtener la victoria a cualquier precio que sea, dentro del pregonado concepto de la validez de todos los medios de lucha. Desde el gobierno de Betancur, el país ha venido buscando afanosamente la posibilidad de esa 45
negociación, que sólo tuvo éxitos parciales con el Movimiento 19 de abril, M-19, el Ejército Popular de Liberación, EPL, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT y el Quintín Lame, pero no con los dos grupos más importantes. Al respecto debe recordarse que en abril de 1982, cuando ya se había logrado una tregua con las FARC, dentro de la negociación iniciada, al ser entrevistado su máximo líder Manuel Marulanda (Tiro Fijo), por los periodistas de la televisión francesa difundió textualmente ante todo el mundo, entre otros, los siguientes conceptos: Tenemos calculado que nosotros podríamos llegar en una
nuestros objetivos ai la comunidad internacional y sectores a los cuales no tenemos acceso directo. La primera condición es avanzar en unidad; que tenga mayor peso el interés estratégico que el coyuntural; la segunda condición es la acumulación revolucionaria de fuerzas sobre la base de la unidad y que la actitud ofensiva se muestre capaz de imponer condiciones a la negociación con el enemigo. La tercera condición es que logremos la participación de organizaciones políticas y sociales de las masas. Una propuesta de negociación es sólo un factor de táctica..«í Podemos hacer ceses temporales en los ataques a ciertos objetivos específicos, podemos hacer ceses generales en tiempos cortos, pero en ningún momento se debe dejar establecer la premisa de
primera etapa, que sería la primera ofensiva, según nuestros
la desmovilización y el desarme. Tampoco debemos dejarnos
diseños, a unos cuarenta mil hombres para tomar parte del
imponer treguas unilaterales como condición para iniciar
territorio nacional y formar un gobierno provisional.
negociaciones.
La segunda ofensiva esta calculada en cien mil hombres para llegar a la toma del poder, no solamente sobre la base de
Si bien es posible que estos planteamientos hechos años* atrás, puedan haber sido revaluados, con sólo conocer los acuerdos
que sean cien mil hombres, sino que ellos deban contar con un
de Mainz y la posición radical del representante del ELN, se
apoyo político de la mayoría del pueblo colombiano, de la clase
comprueba que aún siguen vigentes estas pautas, lo cual
obrera, de conservadores, de liberales, de muchas gentes que
hace pensar que su "negociación" no tiene el propósito de
quieren el cambio.
encontrar la paz, sino simplemente de continuar la guerra que
Debemos contar con todos para realizar esta ofensiva y derrotar definitivamente el sistema.
están librando contra el Estado colombiano, sin que la sociedad civil y en el país tomen conciencia de ello. Es oportuno hacer notar, que el uso de la negociación
Y de estas declaraciones, el periodista interpretó con
como táctica o como medio auxiliar para seguir la guerra no
exactitud el pensamiento y el deseo del jefe guerrillero así:
tiene nada de original. Desde la época de Lenín, el Mariscal
Tomar el poder y derrocar el sistema, se trata de ésto y la
ruso Shaposchnikov, impregnado en, el espíritu de Clausewitz,
tregua no ha modificado el objetivo. Después de catorce años, los hechos han demostrado que la guerrilla ha sido
supo adaptar su tradicional concepto sobre la política y la guerra, en estos términos;
coherente en sus planteamientos y que la tregua de aquella negociación, sólo fue para reforzar su aparato militar y poder
Si la guerra no es más que la continuación de la política por otros
ampliar su dominio territorial y así continuar la guerra en
medios, la paz no es a su vez, sino la continuación de la lucha
busca de su objetivo político. Con los éxitos que últimamente las FARC han tenido en todos los campos, quedaría por establecer si en verdad les interesa la negociación para lograr la paz, o simplemente para obtener un escenario diplomático que les permita mediante manipulaciones y subterfugios apoyados por el terror en el seno de una asamblea constituyente, realizar sus aspiraciones, como ya ocurrió en 1991 con el narcotráfico respecto a la extradición y más cuando se evidencia el miedo de una sociedad civil aterrorizada, dispuesta a lograr la paz a cualquier costo que fuere. En cuanto al ELN, su actitud ha sido más clara y
por otros medios diferentes.
preocupante. El Ejército Nacional con ocasión de la "Convención Camilista", efectuada en septiembre de 1990, incautó una serie de documentos importantes de los que se transcriben algunos apartes: La negociación, la diplomacia es una parte de la guerra; una continuación de la guerra... A la Mesa de Negociaciones, acudimos para presentar el proyecto global y las reivindicaciones: particulares que estamos peleando en los campos de batalla. Utilizamos este escenario para hacer conocer
Kissinger en su obra Diplomacy al referirse a las argucias y habilidades del representante de Vietnam del Norte, Lo DucTho, en las conversaciones de París llegó a la conclusión de que "las guerras de guerrillas no se hacen para llegar a acuerdos, sino para que haya Vencedores y Vencidos". El triunfo final en una confrontación armada, no se logra simplemente por medio de las armas, sino por la diplomacia en las mesa de negociaciones. Para fundamentar esta aseveración, recordemos que si los americanos han demostrado capacidad para combatir, en las negociaciones han sido débiles, quizás por su ingenuidad. Así lo reconoce el general Mark Clark en su libro Las decisiones de la debilidad al explicar cómo y por qué se produjo la Guerra de Corea.
La humanización de la guerra Por todo lo anterior, "Humanizar la Guerra" no pasa de ser sino un noble propósito que se convierte en entelequia, debido
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a que el conflicto que vivimos por su modalidad de guerra "sucia", es más de carácter delincuencial que de orden militar por ser esencialmente violatorio del derecho humanitario y de los derechos humanos. A este respecto el Doctor Hans Peter alto funcionario de la Cruz Roja y miembro permanente del Comité Internacional de la Cruz Roja, CICR, expresa: En el ámbito del Derecho Internacional Humanitario, el terrorismo y los artos terroristas están terminantemente prohibídos en toda circunstancia y sin excepciones. Nada justifica los actos terroristas o la tortura, la violación indiscriminada, o las desapariciones forzadas, la toma de rehenes o cualquier otro atentado grave contra la dignidad. Por
a los subversivos la razón de emplear la violencia como arma política y por tanto aceptar que no es posible dirimir el problema por medios pacíficos. En nuestro sentir, lo importante no es reglamentar la forma de seguir matándonos, quizás con menos sevicia, sino encontrar la manera de parar este desangre que no tiene ninguna justificación y que obedece más a la insania de quienes se empeñan en continuarlo ya sea para lograr sus objetivos políticos o por motivos de lucro criminal sin que les importe la suerte del país y en particular del pueblo que presumen de representar y de defender y que es el que más sufre estos crueles efectos.
ello cualquiera que sea la gravedad de los disturbios internos o de las tensiones de un país, hay ciertas normas del Derecho Internacional Humanitario escrito o consuetudinario que deben ser respetadas por todos. Ni la responsabilidad del gobierno de mantener o restablecer el orden, ni ningún motivo que puedan invocar quienes se oponen a las autoridades, justifican la violación de estas normas. El acuerdo de Mainz dejó en claro que el ELN con el pretexto de financiar su lucha habrá de continuar con sus secuestros que llama retenciones, un tanto restringidos por edad y otras razones "humanitarias" que pretende que se le agradezcan y se le reconozcan como muestras de buena voluntad en favor de la paz. En una guerra regular entre soldados, en la que no se actúa con los rostros cubiertos, la humanización sí se puede cumplir. Pero en esta guerra irregular, donde se acostumbra
Conclusiones 1. Dialogar en medio de la guerra se acostumbra y es aceptable en conflictos convencionales, donde hay teatros de operaciones y frentes definidos de combate, pero no en la guerra irregular donde se combinan las acciones militares con el terrorismo criminal que puede originar graves reacciones en contra de las posibilidades de la paz. 2. Si últimamente la subversión, especialmente las FARC, ha demostrado su fortaleza y su capacidad militar, no puede por ello presumir de vencedora ni asumir posiciones arrogantes, como tampoco puede hacerlo el Ejército, pues lo cierto es que nadie esta ganado esta guerra, sino que la está perdiendo todo Colombia.
declarar como objetivos militares a personas inermes para justificar su asesinato, donde la "lucha heroica" consiste en el empleo de minas "quiebra patas", carros bombas, masacres de gentes inermes, extorsiones, sabotajes y el más atroz de los delitos como es el secuestro, es imposible de humanizar. Por cuanto quienes así actúan no pueden ser sujetos del derecho internacional humanitario, pues su conducta, en sí misma, es la negación de ese derecho que falazmente invocan. Porque les conviene para su propaganda internacional y para mostrase como respetuosos de las normas que continuamente infringen.
Infortunadamente el terrorismo en los últimos tiempos se ha convertido en eficaz arma de presión política (de no ser así no existiría el Estado de Palestina y muchos otros más) pero nunca será posible humanizar el terrorismo que es la modalidad en esa clase de guerra sucia. La loable intención de humanizar el conflicto, lo único que consigue es reconocer
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3. Como lo expresa David Galula, célebre escritor francés, la lucha entre un Ejercito regular y una guerrilla, es la misma que ocurre entre un león enjaulado y unas avispas que lo pican todo el día; ni las avispas acaban con el león, ni la fiera con las avispas. Este símil muestra lo absurdo de esta lucha sin fin que está destruyendo la patria. 4. La Guerrilla sólo podrá merecer credibilidad cuando ajuste sus peticiones a razonamientos lógicos, pues nadie puede comprender que para sentarse a negociar requiera de 40.000 kilómetros cuadrados y ello da base para desconfiar de sus verdaderos propósitos y de sospechar de sus vinculaciones con el narcotráfico. 5.-Pretender que para alcanzar la paz, debe acabarse primero con la injusticia social, es hacer que la tragedia continúe indefinidamente, pues sin desarrollo no será posible el cambio social que a su vez dependerá del logro de la paz. 6.-El respeto y la defensa de los derechos humanos debe ser el fundamento del empleo de la Fuerza Pública, pero no se puede aceptar la politización de estos derechos con un sentido utilitarista y discriminatorio, como se ha venido haciendo en contra de la verdad mediante ardides y falacias que se aprovechan tanto de la ingenuidad como de la ignorancia de muchas gentes de buena voluntad nacionales y extranjeras. 7.-La "Guerra" no es entre militares y subversivos; es contra la nación, porque el Ejército es parte substancial de la nación misma y de lo que se trata es de imponer por las armas y por la acción criminal, una concepción diferente del Estado que hemos defendido y en cuya lucha, las víctimas las pone generalmente la población civil. Sobre esta realidad debe analizarse, si se debe o no, s e r n e u t r a l .
Recomendaciones 1.-Desde el inicio de las conversaciones debe establecerse claramente el tipo de Estado que se aspira lograr, precisar la agenda por discutir y comprometerse a que las reformas constitucionales o la nueva carta, serán sometidas a un referéndum nacional para su aprobación, a fin de evitar presiones terroristas sobre los constituyentes. 2.-No podrán aceptarse fraccionamientos del territorio nacional, ni tampoco partidos o movimientos
políticos con brazos armados, pues para obtener y consolidar la paz es indispensable recuperar el monopolio de la fuerza por parte del Estado. 3.-Para empezar las conversaciones, debe contarse con una comisión conciliadora integrada por delegados de los organismos internacionales y de los países amigos, que además de su tarea mediadora y de verificación de los acuerdos, facilite el entendimiento de las partes durante todo el proceso y la no interrupción de éste. 4.- Simultáneamente con el proceso de paz pueden irse adelantando los programas de reestructuración de las Fuerzas Militares de acuerdo con los objetivos nacionales de la seguridad externa e interna, pero no por la imposición de los grupos subversivos. 5.-Pensar que en un estado grave de conmoción interior como el que vivimos, se deba terminar con la obligatoriedad del servicio militar es acabar con el Ejército y arriesgar con ello la supervivencia de la república. Se requiere es modernizar este servicio, con la eliminación de las diferencias y las prebendas de tipo social que no deben existir. 6.-Los planes de la reingenieria de las Fuerzas Militares deben salir de los Estados Mayores y de sus Centros de Estudios Académicos, con la deseable asesoría de expertos en estos temas y no de artículos de los ocasionales estrategas de periódico. 7.-Los militares deben ser parte activa en los diálogos, pues por pertenecer a la nación les corresponde velar por la supervivencia de la república democrática, ser garantes de los acuerdos y responder por la seguridad de los interlocutores para que no sea necesaria la presencia de individuos armados en los escenarios de la negociación. Palabras finales Reiteremos nuestra convicción de que al país le conviene la solución negociada, siempre y cuando dicha negociación sea para encontrar la paz y no para continuar la guerra. Al respecto recordemos la frase de Churchill al regreso de Chamberlain de Alemania : "Una paz a cualquier precio es una guerra perdida de antemano". Y continuemos con tesón en la búsqueda de la paz, pero sin olvidar las palabras de Rodó que hemos repetido en varias ocasiones: Querer la paz por temor a la guerra es condición miserable de los pueblos que no tienen en si mismos la garantía suprema de su persistencia y de su dignidad.
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De la paz, las Fuerzas Militares y la guerra Gral (r) Juan Salcedo Lora * En Colombia está presente una forma de guerra revolucionaria, como conflicto armado (regular, irregular o combinado), que persigue reemplazar un orden político antiguo, por uno radicalmente nuevo y diferente. Se planteó como una guerra irregular, ésto es, un conflicto armado, no convencional entre grupos pequeños, dispersos, móviles, de esos que persiguen su resultado por medio de operaciones igualmente irregulares y que tienen por objeto el desgaste del enemigo hasta debilitar su capacidad de lucha. Lo que sucede es que dentro del marco colombiano, lo que existe da para pensar que, o las definiciones no corresponden a lo que tenemos, o que se está llegando al final de todas y a la iniciación de la regularización de la guerra interna. Si la revolucionaria aún persigue el cambio del orden político, hoy se habla de todo, menos de ello, y las dimensiones abandonaron hace varios años el conflicto irregular pequeño y limitado a los espacios de la región o la municipalidad. No se puede hablar de guerra civil por la falta de ese aglutinante popular en los bandos tradicionales que usualmente se presenta en este tipo de guerra. El grave problema nuestro es la falta de definición de lo que tenemos y en ello ni siquiera nos ayuda la Constitución Nacional que contempla solamente la guerra como fenómeno externo y lo demás como conmoción interior. Dentro de los factores político, social, económico y militar, sólo éste último ha tenido que afrontar la responsabilidad total, de algo que se ha escapado de sus capacidades. Un soldado se prepara para la guerra y ésta aún no ha sido declarada. Hay un conflicto grave que ahora se denomina "conmoción interior". Las reglas para participar en esa conmoción no son reglas de guerra. El tiempo para ese tipo de conflicto está debidamente reglamentado: serán tres tiempo de 90 días y nada más, pero sucede que cuando crearon la norma llevábamos 40 años de lucha indefinida y ya llevamos siete años con la nueva Constitución y seguimos peleando algo que no es la conmoción interior pero tampoco se atreven a llamarla guerra. Leyes de guerra se hacen imperativas para que los soldados hechos para la guerra, puedan participar en ella, de lo contrario se estarían usando herramientas * Mayor General en retiro, exagregado militar de la Embajada de Colombia en Washington, Estados Unidos, asesor del informativo Insignia.
inapropiadas en tales tareas. ¿Cómo será nuestra guerra, si para algunos no existe el enemigo interior contra el cual se enfrenta el Estado desde hace cincuenta años? La incubación de la reacción en los pueblos ha sido una constante histórica. Los estados de inconformidad son la vía expedita para que la acumulación de frustraciones eleve en el termómetro los indicadores precisos o aproximados para producir los cambios necesarios por evolución, dentro de la dinámica política en los pueblos organizados, o por revolución en los pueblos en donde la política no permite el proceso inicial; y, por otro lado, provoca el recalentamiento de los ánimos hasta producir la violencia, cuando tales extremos aparecen como única solución. ¿Qué calificativo merece una sociedad en donde las cosas no evolucionan?, ¿Sociedad excluyeme? Quienes desconocen en Colombia la existencia del enemigo interior, refuerzan sus planteamientos con el propósito de descalificar todo lo que lo enfrente, asimilando que ello es posible por la consabida Doctrina de Seguridad Nacional. Después de leer cada planteamiento, la conclusión posible es que la Doctrina de Seguridad es mala: Porque vino de los Estados Unidos. Porque combate al enemigo interior Porque le dio preponderancia al militarismo en Suramérica Todas las anteriores Las especificidades nacionales unidas al peso de los factores comunes externos son determinantes, según Francisco Leal Buitrago1, para comprender la naturaleza del nuevo militarismo suramericano (del sesenta al ochenta), en tanto que ese mismo militarismo provenía de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Pues bien, parte del meollo radica en que el "enemigo interior" también mantuvo y mantiene un larguísimo cordón umbilical con "enemigos externos" del sistema, que los primeros trataron y tratan de hacer a un lado con las armas en las manos. La Doctrina de Seguridad Nacional en tal contexto se enfrentaba no a los enemigos internos que socavaban la estabilidad nacional, sino a aquellos enemigos externos que utilizando a los primeros, pretendían romper las estructuras soberanas de las naciones democráticas del continente americano. Advierte el mismo autor que algunas naciones fueron influenciadas por la referida doctrina en tanto que 1 F. Leal Buitrago, El Oficio de la Guerra: La seguridad Nacional en Colombia, Bogotá, TM Editores-IEPRI, 1994, pág. 12.
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en otras naciones se sintió el peso total de este argumento. Colombia es ubicada en donde apenas se sintieron las influencias. ¿Será acaso por eso que aún tenemos el lastre de cientos de frentes de guerra del "enemigo interior" que muchos se niegan a reconocer? En las naciones donde la Doctrina fue sólida, el enemigo interno no existe con las armas en la mano o por lo menos no está disputándole al Estado respectivo el monopolio del uso de las mismas. Se cita este argumento por cuanto es uno de los que plantea la guerrilla al actual Estado y a la sociedad colombiana, como pre-requisito para completar el proceso de paz: extinguir la Doctrina de Seguridad Nacional. Piensan aún, que "eso" está siendo usado por los gobiernos actuales y los militares actuales en la lucha interna. Por demás, que el Estado puede dar por cumplida la petición de hacer desaparecer algo que antes jamás ha aparecido. La paz que se está pidiendo es aquella no sólo con ausencia de guerra y de violencia, sino también con ausencia de un sistema de amenazas a la convivencia ciudadana. Se pretende una paz, no sólo con la ausencia de enfrentamientos armados entre grupos de colombianos alineados en diferentes y absurdos bandos (por lo menos uno), sino también y muy importante resaltarlo, con el respeto y el desarrollo de la vida humana como condiciones elementales exigibles. La paz que pide la comunidad colombiana no está sujeta a tantos condicionamientos. Está pidiendo algo que se merece, y es que además de la no-existencia de la guerra actual se propicien condiciones de orden y respeto entre todos. Innecesariamente, muchos analistas de los procesos de paz que se están propiciando, hablan de la paridad y equilibrio militar, en tanto otros aumentan el volumen de las derrotas militares del Estado. Seguramente aspiran o promueven a que la paz que se concerte sea una cesión del vencedor hacia el vencido. La guerra contemporánea es un fenómeno social y popular. Cuando la nación no está comprometida integralmente en ella, corre el riesgo ostensible de perderla y de perderse con ella. Si en el presente como en el pasado, es indispensable ganar la paz una vez concluida la guerra, hoy es posible obtener por la estrategia de paz y las
acciones subversivas, los objetivos normales de la guerra, haciéndola inútil. Si tenemos una guerra interna, que nadie ha querido declarar y nos desangramos año tras año, sin definiciones importantes, pero en retroceso continuo, sin que la nación se comprometa integralmente a librar la pelea, ésto es: a usar el poder, estaremos en el futuro inmediato en grave riesgo de perder la guerra no declarada, no peleada y no enfrentada con decisión política. Karl W. Deutsch en su obra Política y gobierno2 lo sintetizó en los siguientes términos: ...Cuando se pierde la legitimidad, los acuerdos se rompen o se convierten en cuestiones de conveniencia que se pueden violar cuando resulte pertinente. Las consecuencias pueden ser la tiranía, la revolución, la secesión o alguna otra forma de rompimiento... Terminarán por convencernos que quién da la paz es la guerrilla victoriosa. Por eso no es extraño que lleguen propuestas de la partición territorial de la gran Colombia, inicialmente en cantones como los de Suiza, y seguramente después en pequeñas republiquetas balcanizadas. En el futuro la lucha no será entre facciones insurgentes de una misma sociedad, sino entre naciones formadas por virtud de extraños y amañados procesos de paz. Lo que se intenta y a lo que aspira el pueblo colombiano es a solucionar el conflicto larguísimo en el que estamos inmersos por desgracia. Las soluciones a la conflictos armados internos en otros escenarios del mundo, han sido posibles bien por la vía del triunfo de lo estados afectados, bien por la vía del triunfo de las fuerzas rebeldes, por las negociaciones cuando existe ¿ equilibrio real o potencial entre las fuerzas estatales y las rebeldes, o bien y finalmente, por la desmembración del Estado y la constitución de uno o varios estados independientes del primero. De nada sirve que se levante la mano del supuesto empatador o ganador moral (si es que lo quieren llamar así), si las esperanzas están fincadas en una verdadera paz sembrada o forjada para que haya un Estado nuevo, si se quiere, pero alejado e inaccesible de una destrucción de previo aviso. Convocar al pueblo y a la comunidad internacional para que ayude a que Colombia quede definitivamente dividida y arruinada como Nación, es un tremendo despropósito. 2
Karl W. Deutsch, "Naturaleza de la política", en Política y gobierno, México, Fondo de Cultura Económica, 1962, pág. 27
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La gran contribución de las Fuerzas Militares es el mantenimiento de la paz. Desde su nacimiento el rol de las fuerzas militares guarda estrecha relación con la paz. La paz misma es el objetivo primordial. Prepararse para mantenerla y perpetuarla. A defenderla, una vez establecida aunque sea inicialmente precaria, ya restablecerla, cuando ya se han producido los conflictos bélicos. Todos los colombianos tienen ese compromiso. El compromiso es con todo el paquete de consideraciones que representa la paz como se explicara antes. Creo que hay identidad de pensamiento con lo que expone el actual Ministro de la Defensa en el sentido que las Fuerzas Armadas deben acondicionarse para la función que deben cumplir confiada y exitosamente, llenando el vacío que dejan los ejércitos privados3. Agregaría, que más que llenar el vacío es crearlo, empujando con el peso de la ley a los que se encuentran fuera de ella. Pero se ha planteado una guerra y entonces: corresponde al Presidente de la República como Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Suprema autoridad administrativa dirigir la fuerza pública y disponer de ella como comandante supremo de las Fuerzas Armadas de la República (Artículo 189 de la Constitución Nacional), y todos los colombianos están obligados a tomar las armas cuando las necesidades públicas lo exijan para defender la independencia nacional y las instituciones públicas (Artículo 216 de la Constitución Nacional).
De los anteriores apartes del articulado de la Constitución Nacional se desprende claramente que las Fuerzas Militares dirigidas por su comandante supremo, con las armas en la mano, pelearán la guerra y la ganarán o sucumbirán en ella, lo primero es su rol y lo segundo el destino incierto de los que portan armas para la guerra. Razón de ser y rol, para ello nacieron a la vida legal y gozan del respaldo de la nación o la nación perece con ellas en ese destino incierto. Luchar la clase de conflicto que plantean los violentos enfrentados al Estado y a la sociedad colombiana y luchar con la ley, por la ley y dentro de la ley. Si ellos plantean guerra sucia, la fuerza pública responderá con guerra limpia. Hay algunas regiones en paz, muy pocas ya, infortunadamente, y muchas en guerra. ¿Cómo se conducen las fuerzas de la nación, las de las armas en la mano? Si la situación es tal que la paz mínima y la guerra máxima están entremezcladas e inestables, lo único cuerdo es seguir las directrices que le fija la política nacional desde los altos niveles de la conducción estratégica de la nación y continuar con el cumplimiento de las misiones impuestas por la Constitución Nacional y por el Gobierno. En Colombia el conflicto se ha prolongado a pesar del esfuerzo de la mayor parte de los colombianos en parar esa guerra de desangre que hace la vida imposible y se ha estimulado la idea, y se ha inculcado en libros, conferencias, comentarios y discusiones, que las Fuerzas Militares colombianas se oponen sistemáticamente a los procesos de paz. Cualquier argumento es válido para darle fuerza a los planteamientos que se hacen en tal sentido y ya es casi una generalidad en-la opinión nacional e internacional que los militares sacan ventajas de la guerra y el conflicto, por lo que necesariamente, para éstos, la paz es inconveniente.
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"Entrevista al Ministro de la Defensa Rodrigo Lloreda", en Cambio, No.
272,Agosto 17/98,.
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Fácil es decirlo, cuando se desconoce el valor de una entrega total en medio de grandes sacrificios, cuando quienes sirven a las armas de la república no ven nacer sus hijos, ni morir a sus padres y hermanos. Se sostiene que durante el gobierno Betancur los militares se resistieron a aceptar un proceso de negociación para la búsqueda de la paz, y que si bien a escala institucional se respaldaron algunas propuestas, su resistencia se expresó a través de formas ilegales de acción militar, para lo cual "contaron con el respaldo velado de algunos sectores sociales civiles que tampoco apoyaban los procesos de paz y por el contrario actuaban en contravía de esta política"4. No tengo que hacer esfuerzo alguno para entender que alguien estuvo en la búsqueda de un buen beneficio de inventario. Como miembro del Estado Mayor del Ejército, de una Brigada comprometida seriamente en operaciones, como Comandante de otra más comprometida que la anterior, soy testigo directo de lo que se pensó, de lo que se hizo y de las razones que impusieran lo uno y lo otro. Mi vivencia es mi libro de ilustración y no corrijo una coma porque alguien me indique o me pida lo contrario. Mi primera gran tarea en el Estado Mayor del Ejercito en 1982, fue preparar una información con destino al Presidente electo de los colombianos. Se laboró con entusiasmo y se elaboró un documento de primer orden para que el prometiente hombre de Estado supiera a que atenerse con respecto a la verdadera situación e intención de los movimientos guerrilleros. No eran secretas para el Estado Mayor las informaciones, que el tiempo ha corroborado, y que sirvieran de base para los análisis que condujeron a recomendaciones honestas. Todo lo que se dijo con respecto a la subversión fue cumplido por ésta. Se obraba de buena fe, pero desde la simple recepción de la información por parte del futuro primer mandatario, supimos que se había arado en el mar y sembrado en el desierto. Nos impresionó hondamente el que no le hubiera impresionado, en lo mas mínimo, la verdad sobre las intenciones de la guerrilla colombiana. No un movimiento en particular: todos los movimientos fueron analizados y de todos se le dijo y se le advirtió lo que podía esperar. No era posible fingir indiferencia. No fue posible en ese entonces y nosotros lo supimos. Salió de la Sala de Guerra tal como había entrado y lo sucedido no
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Elsa BlairTrujillo, Las Fuerzas Armadas: una mirada civil, Bogotá, Cinep, 1993, págs. 129 y 130.
le cambiaba para nada el plan magistral que se había trazado y que no podía fallar, ni debía fallar, aun por encima de la opinión de los profesionales de la milicia. Creo que obraba con sensible buena fe, pero ello no le impedía ser realista. La confianza que sí se depositaba en la verdad guerrillera, no le fue reconocida a la verdad militar; la sensación que dejó fue que no encontró la verdad donde la había, para tratar de encontrarla donde no existían visos de ella. De reciente data, leo a un politólogo quién manifiesta, pésimamente informado, que la reunión prevista en el Municipio de Colombia, Huila, en 1983, entre la Comisión de Paz y el secretariado de las Fuerzas] Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, había fracasado porque el Ejército lanzó un operativo en contra de Tiro Fijo, quién por lo mismo no asistió a la cita programada. Es cierto lo del operativo y es cierto que desde hacía por lo menos veinte años las tropas del Batallón Tenerife perseguían al antisocial. Lo que desconoce el politólogo y gran parte de la opinión pública, es que de esa reunión no fue informado el mando militar a ningún nivel. De muchas otras cosas se limitó al mando militar en el conocimiento. Se jugaba a las escondidas con la moral y el profesionalismo de las Fuerzas Militares. Se le exigía, como hoy se le exige, el cumplimiento de sus tareas constitucionales, pero se le ocultaba la realidad concertada de diálogos y reuniones de apariencia clandestina, para luego acusarlas de "enemigos agazapados de la paz". No había derecho a tanta maldad, en contra de un institución que cada día recoge de los campos colombianos más muertos y heridos de sus propias filas Para mejor ilustración, la frase reciente del Comandante General de las Fuerzas Militares, General Tapias Staheli que es la línea tradicional de los mandos colombianos, expresar: Nuestro apoyo al Gobierno es total, irrestricto y producto de nuestra convicción y por eso no se podrá decir jamás que un fracaso en el proceso -sobre el cual somos optimistas- será atribuible a las Fuerzas Militares. Lo cierto es que aún no se dan los resultados de paz buscados por los gobiernos sucesivos y la paz sigue siendo esquiva. Entre otras razones, por la posición intransigente asumida por los grupos subversivos en armas, que persisten frente a cada propuesta, abierta disimulada, en presionar al gobierno para que los diálogos o las conversaciones se desarrollen en un
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ambiente exento de cualquier tipo de condicionamiento. En la parte que corresponde al Estado, no ha existido una estrategia político-militar que gobierne los comportamientos y por tal razón los efectos buscados han sido puramente coyunturales y parciales careciendo, por lo mismo, de dinámica y alcance verdadero de llegar a su definición y término, lo cual ha restado seriedad y confianza ante la opinión pública que cuestiona sus logros. El balance general de los procesos de paz en Colombia arroja resultados parciales y carentes de integración a nivel del Estado y la nación, por una parte, y de unidad real del movimiento subversivo armado, por la otra. Lo cual lleva a deducir que no se han reunido las condiciones adecuadas para pactar la paz y que para lograrla es requisito indispensable fijar posiciones que busquen clarificar los términos sobre los cuales se busca discutir y la capacidad de compromiso de las partes para llegar a resultados positivos que conduzcan a la paz anhelada dentro de cauces de justicia, orden legal y autoridad legítima. De tal manera, que garanticen el respeto a los derechos humanos, que se sienta la voluntad de transar y que se asegure un programa de reinserción planificado y con los apoyos requeridos. La subversión armada no aparece como una alternativa válida para reemplazar lo que tanto critican, pero a su vez el país la ha subestimado como la amenaza creciente que es. No es clara ni seria la dirigencia subversiva y sus ejecutorias van en contravía de las aspiraciones de paz del pueblo colombiano. Parece ser que no han notado el paso del tiempo desde cuando se iniciara el conflicto. Las motivaciones iniciales que hubieran podido justificar el alzamiento en armas quedaron tan olvidadas como la misma ideología que las impulsara. Ya ni ellos mismos creen en la bondad de otro sistema más justo que el que tratan de reemplazar y aun cuando las circunstancias de violencia pudieran hacer creer en la cercanía del triunfo revolucionario, lo cierto es que faltan miles de muertes injustas por cumplirse, antes que se dé el gran salto al poder. La población civil colombiana ajena al conflicto, si es que alguien puede seguir siendo ajeno, ve angustiada que la pretendida alternativa violenta es más nociva y desastrosa que el sistema democrático imperfecto que se aspira cambiar. Pero todo ello sería discutible, en tanto que se humanizara la guerra con la cesación de actos criminales contra la población civil: todo es pactable si se cede y se exige a la vez, ojalá en ese orden. No quiero herir con esto la delicadísima
susceptibilidad del ilustre jurisperito Bernal Cuéllar, egregio representante del Ministerio Público, pero el Ministro de la Defensa es igualmente defensor del Derecho Internacional Humanitario, parcelado inexplicablemente en Maguncia con el aval del Procurador General de la Nación. El cumplimiento estricto, por parte del Ejército de Liberación Nacional, ELN, de los postulados del Derecho Internacional Humanitario, DIH, de cara a la comunidad internacional, le significa colocar una "camisa de fuerza" a sus tácticas y estrategias guerreras, a menos que verdaderamente quiera por esa vía iniciar un proceso real de reconciliación con la comunidad colombiana. Allí debieron los miembros de la sociedad civil y el Procurador General de la nación establecer la posición de defensa de la comunidad colombiana. Ese debió ser el momento de las delicadísimas susceptibilidades. Es cierto que se dieron unos pasitos en la humanización de la guerra; se reconoce el derecho a la vida y se promueve la necesidad de acoger y aplicar el DIH, pero inexplicablemente se mantiene la práctica selectiva y gradual del secuestro con fines económicos. Los ingresos que deja de percibir el ELN por la concesión de no secuestrar menores de edad, mayores de 65 años y de mujeres embarazadas, son fácilmente recuperados con creces dentro de la amplia franja declarada no exenta. Tal como se consigna en el acuerdo, la suspensión del secuestro dependerá exclusivamente de la voluntad subjetiva del ELN, dado que ha sido condicionada a la "suficiente disponibilidad de recursos" que obtenga por otros medios, "siempre que no se incurra en el debilitamiento estratégico". Como la. "suficiencia" depende del nivel de satisfacción y, obviamente, no puede ser cuantificada en otras instancias diferentes, la pretensión se convierte en un cheque en blanco al portador. La posición estratégica del ELN desde el punto de vista del poder de combate y de su fortaleza política, económica y social, al igual que la medición del "debilitamiento estratégico " resultan difíciles de evaluar. Por lo tanto, el nivel de exigencia y la valoración estratégica es de su propia discreción. El secuestro es y seguirá siendo un delito grave que, debido a su proliferación en Colombia, ha motivado a la comunidad para reclamar cada vez mayores penas. Para el ELN, la oferta le representa una fuente justificada en la obtención de recursos económicos; para un segmento de la sociedad constituye un alivio a su permanente angustia y para el resto de la población, la terrible notificación de seguir siendo víctima del secuestro.
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De otra parte, cualquier acuerdo, por limitado que sea, que busque con su aplicación humanizar el conflicto, es bien recibído porque le imprime, un toque de civilización al enfrentamiento. En realidad de verdad, el objetivo no debería ser humanizar la guerra sino, terminarla! Como lo sostiene Iván Orozco5, "el DIH es un derecho incondicional en su validez, pero progresivo en su aplicación", por lo cual cada amanecer puede traer un beneplácito para alguien en la forma de un acuerdo o simples compromisos de las partes. Importante sí, que quienes suscriban los favorecimientos, los cumplan. El doloroso caso de Machuca, en el nordeste antioqueño, con casi un centenar de personas incineradas, todas civiles, es muestra de que la cosa es en serio. Se pueden reconectar las buenas intenciones, puesto que por allá, en los recodos del difícil camino hacia la paz, a principios de la década, se enredaron los hilos, se traspapelaron los criterios, se malentendieron las ponencias y se confundieron los indicios de la agitación laboral. Caracas y Tlaxcala fueron hitos de la historia que ya casi nadie recuerda. Pero es posible desde allí recomenzar y en nuevo intento, calmados un poco los ánimos, sentarse a la mesa con proyectos serios de reconstrucción.
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Iván Orozco Abad, "Los acuerdos humanitarios", en El Espectador, 8 Septiembre de 1998.
El Estado y el pueblo desean la paz. Creo que la guerrilla tiene la palabra y es bueno que concreten con razonamientos serios lo que esperan y lo que aspiran, sin juegos de palabras o distracciones innecesarias. La reunión de Mainz en Alemania con el ELN y representantes de diferentes sectores colombianos es un buen principio, aunque los compromisos hubiesen estado pegados con algo de baba. Del mismo tenor, la reunión de nuestro Presidente con los cabecillas de las FARC. Con menos se iniciaron los procesos centroamericanos. Es bien sabido que la reunión tuvo lugar sin que mediara la sociedad civil y sin necesidad de despeje. A veces los despejes son sofismas de distracción o pruebas de tanteo que las FARC le hace al Estado y a la sociedad colombiana para ver que tanto y tan rápido están dispuestos a ceder. Si se habla de despeje el más indicado debe ser el de los nubarrones que cubren cada oferta que hacen: hay mucha bruma y nada de claridad. De todos modos tendrá que buscarse una metodología de alcance nacionalista que busque proyectar la necesaria colaboración general en favor del futuro que le espera a la nación, sin criterios revanchistas y dentro de cauces de orden cristiano y moral, analizar las causas y consecuencias de los hechos que nos vienen distanciando. No deben resultar vencedores ni vencidos, pues en el estado actual de cosas todos estamos perdiendo. . Se trata pues, a diferencia de la tristemente conocida etapa de la "violencia política", llegar a la paz y la concordia eliminando la violencia con el empleo de la política o por lo menos reducirla a los términos justos de una nación que aspira a su desarrollo y no a su destrucción. El Estado no ha podido garantizar el monopolio del uso legítimo de las armas y ello ha llevado a que los analistas definan sin pensar mucho, que no hay instrumento distinto para enfrentar a la guerrilla que el diálogo. Es erróneo tal planteamiento. El instrumento bélico del Estado no se puede abandonar por el hecho de esgrimir el instrumento del diálogo. La disposición de negociar en medio del conflicto exige guante blanco para dialogar y puño de hierro para golpear. No hay que llamarse a engaño, pues lo cortés no quita lo valiente, en tanto que la debilidad conduce a la claudicación y a la derrota.
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Género, Violencias y Construcción de Paz Suzy Bermúdez Q* La guerra y las violencias en culturas patriarcales como la nuestra se asocian con los hombres. La construcción de la paz queda así vinculada a las acciones que realizan las mujeres o que podrían ser fomentadas por las mujeres. Considero que tal afirmación si bien tiene aspectos con los que me identifico, contiene otros que me generan resistencia y a continuación explicaré las razones de tal ambivalencia. I La mayor parte de las investigaciones sobre la violencia en Colombia se han realizado en el espacio que Occidente ha llamado "público" que es el que de tiempo atrás ha sido controlado por los varones hegemónicos; igualmente analizan o describen las violencias directas es decir, las organizadas como el conflicto armado, o las no organizadas como la inseguridad ciudadana. Sin embargo, estas violencias ocurren igualmente en espacios "privados" como el hogar (violencia intrafamiliar), en prisiones, o en centros de educación formal. En todos estos casos, la violencia se caracteriza por ser visible además, por afectar no sólo el inconsciente de las personas, sino el consciente y el físico, tal como lo han planteado autores como Johan Galtung1 ó Birgit Brock-Utne2. Son estas las violencias que más atraen la atención porque se las puede identificar fácilmente a partir de los sentidos que más se estimulan en la cultura letrada, es decir, la visión, la audición y el habla. Cuando el análisis de la paz se circunscribe a acabar con el conflicto armado, que es lo que por lo general en la historia de Occidente se ha buscado hacer, nos estaríamos moviendo en el ámbito que los especialistas en esta área de trabajo denominan como paz negativa. Afortunadamente, cada vez se investiga más sobre las violencias que autores como los antes citados han llamado indirectas, que ocurren tanto en el espacio público como en el privado, que no siempre dejan heridas físicas sino que por el contrario agreden principalmente el inconsciente de la persona, violencia que a veces se hace consciente y que cuando no afecta en el momento el físico de la víctima, a mediano o largo plazo, si ésta persiste, lo hace.
Podría citar como ejemplos la discriminación por género, preferencia sexual, origen étnico, social, edad, estado del cuerpo y de la mente; el desempleo; la falta de o la inadecuada asistencia en el campo de la salud, de la educación, de la seguridad social, etc. La aproximación de Fisas Armengol a la violencia en términos de que ésta es no sólo una forma de hacer, sino que nos impide hacer y ( podríamos añadir) ser, se acopla a lo antes expuesto. El debilitar las violencias que no se contemplan en la paz negativa, se conoce como trabajar en la construcción de la paz positiva. Mejorar la convivencia desde ambos espacios, es decir el de la paz negativa y el de la positiva, es fundamental para atacar la violencia desde sus raíces. La presencia de mayoría de varones en los escenarios de la violencia directa es evidente, tal como lo han mostrado los varios estudios que se han realizado sobre el tema, aun cuando la participación de mujeres en forma menos notoria, bien desde el mundo privado como desde el público, también ha sido descrita a lo largo de la historia de Occidente. Por ejemplo, se sabe que han estado presentes en los campos de batalla como espías, amantes, prostitutas, o bien empuñando las armas. Se conoce igualmente, que en ocasiones han alentado a los futuros "héroes" a participar en el conflicto armado; que han alimentado a las tropas, que asisten a enfermos y heridos de diversas formas; que cosen y arreglan vestimentas, que hacen donaciones a favor de la causa que defienden, y que a partir de este siglo, en particular, trabajan en industrias bélicas. Fuera del conflicto armado se sabe que atracan, maltratan a compañeros e hijos/as, y hasta se agreden físicamente entre ellas. Es decir, que si bien no son siempre visibles en los diversos frentes de la violencia directa, sustentan de variadas formas su existencia. Autores como Ofen Zur3 señalan que aun cuando en ocasiones ellas son victimarías, de manera más frecuente que los hombres se convierten en víctimas. La razón es que existen mujeres que no apoyan este tipo de violencias, por el contrario, en ocasiones hasta las denuncian de diversas formas en los ámbitos que frecuentan. Estas mujeres, al igual que los/as niños/as4, por ejemplo, sufren las muertes y lesiones de sus seres 3
*Profesora Departamento de Historia, Universidad de los Andes. 1 Johan Galtung,, "Twenty five years of peace Research", en Journal of Peace Research, 22:2,1985. y "Violence, peace an peace research", en Journal of Peace Research 6:3, 1989. 2 Birgit Brock-Utne, Feminist perspectives on peace and peace education. Oslo, University of Oslo y New York Pergamon Press.
Glendenning and Ôfer Zur. "Men/women, War/peace: a system approach." en Mark Macy (editora), Solutions for a troubled world, Boulder, Peace Series, Earthview Press, Volume 1,1987. 4 En este escrito aprovecho la posibilidad que nos ofrece nuestra lengua en cuanto a introducir las diferencias pertinentes acerca del género cuando la información me lo permite.
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cercanos, además de los costos económicos, políticos, sociales y culturales que deja esta modalidad relacional. Otro factor diferencial es que ellas no violan a sus enemigos/as o víctimas, difícilmente agreden a menores o personas de tercera edad, tampoco tienen la tradición de estar al mando de ejércitos, pandillas, etc., y de ser las beneficiarías directas de los aparentes logros de este tipo de violencia. Es cierto que ambos géneros son actores violentos, pero en lo que concierne al conflicto armado que es la. Violencia más investigada, como lo señalaba anteriormente, las motivaciones por las cuales varones y mujeres participan varían. Brock-Utne y Ôfen Zur5 mencionan que los hombres aceptan más fácilmente la guerra por razones abstractas, por normas racionales y jurídicas, por la política pública, por la "libertad", por el poder sobre otros/as, es decir el relacionado con la explotación y la opresión. Cuando las mujeres apoyan el conflicto armado, es más común que lo hagan por empatìa con los oprimidos, por defensa de seres humanos vulnerables, por favorecer la cohesión en los grupos o para mejorar las relaciones interpersonales. A su vez, las mujeres condenan, critican y denuncian actos de violencia, muerte o destrucción durante las guerras, mientras que es más usual entre los hombres que busquen preservar roles estereotipados, pues entre ellos es más frecuente clasificaciones de "amigos/enemigos", percepciones de "protectores" de lo social, imágenes de "salvadores", siendo ellas las "protegidas", las "desvalidas". En el caso de la violencia estructural o indirecta, ¿qué se ha planteado? Nuevamente, por tratarse de una sociedad androcéntrica (patriarcal y etnocéntrica), y por tal motivo estando al frente del poder en la gran mayoría de los casos aún hoy en día, varones hegemónicos, son ellos quienes de manera visible más contribuyen a que esta violencia se perpetúe y en ocasiones se recrudezca. Si bien la construcción de la paz no siempre se asocia con el debilitamiento de este tipo de violencias, pues en este caso ya no se habla de violencia sino de subdesarrollo, de injusticias, de desigualdades, el hecho es que sorprende que a mayor participación de mujeres en espacios tradicionalmente controlados por los varones hegemónicos, las inequidades, desigualdades y por ende las violencias tiendan a persistir. Deseo entonces abordar la discusión desde una perspectiva de género, es decir, desde una aproximación en la que se acepta que ser hombre y ser mujer es en
gran parte resultado de un proceso histórico y no solo biológico; en el que se acepta igualmente que en todos los hombres y mujeres existen características masculinas y femeninas que se desarrollan de manera específica según la cultura, y que la convivencia depende en parte de la forma cómo desarrollemos ese masculino y ese femenino. A partir de las discusiones en torno a las relaciones de género se han realizado invaluables aportes a diferentes áreas del conocimiento occidental letrado, al igual que en el desarrollo de programas de tipo político, social y económico. No obstante, se percibe aún en el presente la dificultad de encontrar en dichos escritos6 y en otros en los que se aborda la problemática de varones y mujeres, una asociación que debería haber desaparecido si se tienen en cuenta las aclaraciones antes hechas. Entre éstas, hacer equivaler el masculino con hombre y femenino con mujer, pues dificulta la reflexión, dado que la discusión vuelve a ponerse en el plano esencialista y biologista; además, mantiene imágenes polarizadas que no favorecen la paz.
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Véase notas 2 y 3.
II Recordemos que nuestra cultura es androcéntrica, al igual que antropocéntrica (es decir que tanto los hombres como las mujeres nos consideramos el centro del universo, si bien con variaciones entre ambos géneros; además, nos percibimos escindidos del entorno). Estos, entre otros factores como la clase, han incidido en la forma como nos hemos relacionado con nuestro masculino y con el femenino. Es más, esta forma particular de construcción de los géneros nos la han presentado como natural, limitando nuestra posibilidad de cuestionamiento al masculino y femenino hegemónicos impuestos. ¿Qué entendemos por masculino y por femenino hegemónicos? Es de señalar que en este caso se ha descrito a mi parecer más minuciosamente el masculino que el femenino, trayendo como consecuencia una idealización del segundo, pues es el que menos hemos explorado en la práctica, teniendo repercusiones significativas en la construcción de la paz. Incluyendo los míos, claro está.
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Una aclaración a realizar es por qué se los considera hegemónicos, y la respuesta es que son modelos que se originan en la cultura judeocristiana y que perviven después de la Independencia. Otras formas de ser y de hacer, aun cuando cada vez se abren más campo, difícilmente se las ha permitido prosperar después de la separación de España, aduciendo la necesidad bien de civilizarnos, como lo ha señalado el profesor Jaime Jaramillo Uribe, y de salvar nuestras almas o de modernizarno, como lo planteaba recientemente Sergio De Zubiría Samper, especialmente en este siglo. A continuación, me permito describir lo que en las publicaciones se ha descrito como características de lo masculino hegemónico, que es lo que se asocia con la generación y perpetuación de las violencias: a. En cuanto al conocimiento se ha privilegiado lo letrado y sabemos que ésta es tan sólo una de las posibles formas existentes para construir, reconstruir y transmitir saberes; lo visual, oral y auditivo en lo concerniente al desarrollo de los sentidos; la razón y en ella, la lógica dicotómica y asimétrica, en la que se valora más lo que se asocia con lo masculino hegemónico; así mismo se sobrevalora lo jurídico y la cultura. b. En el manejo del espacio o en la relación con el entorno se ha favorecido el sedentarismo; la propiedad privada; el antropocentrismo; lo "público"; la expansión y defensa de las fronteras a través de conquistas de territorios (no sólo físicos claro está), prevaleciendo entonces una aproximación a los límites de tipo excluyente y rígidos. c. El manejo del tiempo tiende a ser lineal; se establece una cronología a partir de la figura de Jesús en Antes de Cristo y Después de Cristo, cronología que se apoya en un calendario patriarcal (solar)7, y que ha sido difundido como el calendario. El cambio se lo asocia entre otras con la acción violenta8. d. La edad que se privilegia es la adulta, es decir, como bien lo señaló Amparo Moreno Sarda, de "hombre hecho", de "hombre completo", variando la noción de adultez a lo largo de la historia en cuanto a los límites de esta edad o a los modelos de comportamiento, pero
tomando siempre como referente el varón9. e. Se espera que la persona tenga un "cuerpo sano", siendo el de los varones "blancos" y heterosexuales el referente; en cuanto a la mente, ésta se rige por el funcionamiento, debates y discusiones eurocéntricos f. En lo relacional, prevalece la aproximación ganador-perdedor en el tratamiento de los conflictos; igual-desigual en contextos en los que se plantea la igualdad (no olvidemos que el varón hegemónico es el referente); homogenización y se reivindica la diversidad; orden, disciplina y planeamiento, construidos a partir de la razón, de la abstracción; familia nuclear, monógama y endógama; Estado-nación y democracia como la forma de gobierno. g. La comunicación que más se valora es la letrada, si bien la que más se utiliza es la oral y la auditiva, aun cuando la visual también es cada vez más estimulada, por eso el auge de los audiovisuales. El lenguaje que se acepta es el oficial y se lo presenta como neutro. La comunicación corporal es distante tanto en lo público como en lo privado. h. La orientación sexual es la heterosexual. i. En cuanto a lo sagrado sobresale la figura del Dios patriarcal, de "la" "verdad" defendida por "el héroe", al igual que el dolor y la muerte como parte de su heroicidad. Se parte del supuesto que somos hijos del pecado, esto por causa de las debilidades de Eva y por ende, parte de la redención se basa en el castigo y el sufrimiento. j. La noción de persona que se maneja, está ligada al antropocentrismo, por tal motivo a partir de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial se habla de individuo y de ciudadano (este último se construye a partir del imaginario citadino). En las próximas líneas señalo lo que de acuerdo a la literatura escrita caracterizaría lo femenino hegemónico, que como se podrá observar se encuentra bastante -subordinado al masculino, incidiendo este hecho en la relación violencias/paz. Es de señalar que si bien existían diferencias notorias entre ambos géneros en los siglos anteriores, en particular a partir de la segunda mitad de este siglo se han ido reduciendo, aunque no siempre a favor de la convivencia, como se verá a continuación. No se debe olvidar, como lo ha planteado Florence Tomás10,
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Las feministas han señalado que éste énfasis ha hecho que se le de La importancia a lo lunar y a la influencia de otros planetas del universo a la tierra, como lo han hecho otras culturas tales como la Maya ó la Inca...Tan solo en términos de la luna señalan la influencia que este astro tiene sobre las mareas, sobre el cuerpo de mujeres en cuanto la menstruación y al parto, por ejemplo. 8 Dos ejemplos nos pueden ayudar para pensar al respecto: primero, la 8 forma cómo se periodiza en la historia occidental y segundo la sección o de películas de acción en las video tiendas
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Actualmente hasta los programas de desarrollo permiten identificar fácilmente esa franja privilegiada que no cubre "minorías" como los/as niños/as, los/as jóvenes y los/as ancianos/as. 10 Florence Tomás, Conversaciones con un hombre ausente, Bogotá, Editorial Presencia, 1998.
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que este femenino se sigue construyendo en contextos patriarcales, en los que por la sobrevaloración no siempre consciente que persiste del masculino, el femenino para subsistir se sigue acomodando a esta forma relaciona!, más en unos espacios que en otros, y manifestándose bajo formas, códigos y ámbitos validados por la cultura hegemónica. Cuando se sale de estos patrones, o bien es considerado subversivo o bien es difícilmente tenido en cuenta por los/as hegemónicos/as. Lo femenino está permeado cada vez más por las letras, pues en su mayoría está representado por mujeres profesionales. En ellas/os11, lo visual, oral y auditivo está desarrollado especialmente de acuerdo a los estímulos de la educación formal y actualmente de los medios de comunicación; la razón, lo jurídico, la cultura y las lógicas dicotómicas y asimétricas, juegan un importante papel. Siguen sobrevalorando lo masculino pues piensan que el mundo es "neutro", y es "el humano", o bien, idealizan lo femenino, negándole posibilidades a un masculino sano, es decir, no arrasador. Dadas las características antes enunciadas, no siempre consultan otras formas de lógica, al igual que las emociones, la intuición, el cuerpo y la naturaleza que es lo que se asocia con lo no masculino para construir conocimiento. Este femenino por haberse constituido en una cultura sedentaria y de propiedad privada, está condicionado por este imaginario. Se ha desarrollado prestando mayor atención a lo "público", a las conquistas de diverso orden que allí se libran y a la defensa estratégica y militar (aun cuando no siempre en forma literal sino simbólica), de las fronteras, de los límites. Estos no los construyen a partir de las vivencias personales, o de las comunidades, sino de lo que impone la cultura hegemónica, por ende, estos límites tienden a ser más excluyentes que complementarios, más rígidos que relativos. Así, por ejemplo, otras formas de relación con el espacio como el nomadismo, seminomadismo o aproximaciones holísticas son vistas como primitivas y/o como rarezas que sobreviven del ayer y que tienden a desaparecer. Si bien todas/os realizamos acciones en lo doméstico y en otros ámbitos "privados", dichas acciones al igual que los espacios son poco valorados. Este femenino igualmente se rige por un tiempo lineal y por la edad adulta. Así, otras aproximaciones al manejo del tiempo cuando se las percibe o se las conoce, se las subvalora o desconoce; el cambio en gran medida se lo asocia con violencia, lo que conlleva
a prestar menor atención al cotidiano en donde ésto no siempre ocurre. En el ciclo de vida se tiende a diferenciar de manera rígida y jerarquizada las variaciones entre la niñez, juventud, adultez y ancianidad, no aproximando la vida como un proceso de crecimiento permanente, en la que las etapas no son excluyentes, perdiendo así en parte la sensibilidad para aproximarnos como semejantes. Este femenino se apoya en nociones de cuerpo y mente sanos, no a partir del reconocimiento del propio cuerpo, del de los géneros y del entorno, sino al estilo masculino, es decir de la abstracción eurocéntrica, que conlleva en ocasiones a considerar aún hoy en día a quienes no encajan en los patrones identificados como normales, de enfermas/os, incompletas/os, minusválidas/ os, impuras/os o primitivas/os, perezosas/os12 o incapaces. En las relaciones el femenino se somete a la competencia y agresividad imperante en el espacio público, manifestándose en formas más afectuosas, conciliatorias, solidarias y responsables en el privado, aun cuando no siempre no violentas13 consigo misma/o o con otras/os. Este femenino acepta el mundo jerarquizado por razones de clase, etnia, edad, etc. El patriarcalismo puede o no ser cuestionado, pero en ambos casos ellas/os desean imponer su perspectiva. Se acomoda a la homogenización, orden y disciplina construidos a partir de la razón, dando difícil cabida a la diferencia, de esta forma, no se aproxima a los/as otros/as como semejantes, sino como "otros". Respalda la construcción del Estado- nación y de la democracia como única salida política. Asocia lo "político" con lo institucional, con relaciones y acciones de participación en el espacio "público" y a la "Alta Política" con las relaciones entre los estados, dejando así sin posibilidad de acción política los espacios "privados" y el cotidiano.
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Lo femenino se incentiva más en mujeres y lo masculino en hombres.
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En este caso el énfasis en lo femenino desea además recordar que Ia anormalidad ha sido asociada desde la perspectiva hegemónica en primera instancia con las mujeres y después con los varones no hegemónicos. 13
Se usa el "noviolento" en este caso como sustantivo, tal como lo hacen algunos/as de los/as constructores/as de paz.
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La forma de comunicación se canaliza hacia lo visual, oral y auditivo, lo escrito y el lenguaje oficial "neutro", desconociendo las subjetividades y las relaciones de poder que lo embeben como a cualquier otro acto comunicativo. El lenguaje corporal es distante en lo público y más cercano en lo privado. Otros lenguajes no verbales, se los explora menos. En cuanto a la preferencia sexual, no es de las posibilidades que se discuten o se tienen en cuenta. Este femenino acoge como opción válida la heterosexual, tal como lo plantea la cultura hegemónica; a los homosexuales, lesbianas y/o bisexuales se los/as identifica como desviaciones de lo normal. Lo sagrado se lo asocia con la existencia de un Dios varón supremo, con quien hay que congraciarse dado que somos fruto del pecado cometido por Eva; este femenino se somete a la resignación, dolor, sufrimiento y hasta la muerte para lograr la salvación que está más en el Cielo (abstracción masculina hegemónica) que en la Tierra, la naturaleza, el entorno, las relaciones, el cuerpo y por ende en la defensa de la vida. No se ve lo sagrado como otra construcción cultural resultante del proceso histórico, como cualquier otro hecho social, sino como una verdad natural. Por último, este femenino susbsiste en un mundo de individuos, de ciudadanos, en el que se describe a hombres y mujeres en lenguaje "neutro", es decir masculino. Además, no le es fácil abrirse a otras posibilidades como tener en cuenta que existen grupos que consultan otras nociones de persona más ligadas a la comunidad y al entorno. De esta aproximación un poco estereotipada que he presentado en las páginas anteriores, vale la pena hacer algunas reflexiones antes de proseguir: 1. La descripción del masculino y femenino hegemónicos permite apreciar que nosotras hemos o fortalecido especialmente el masculino siguiendo el
modelo hegemónico y que nuestro femenino está bastante descuidado, sigue subordinado y es por ésto que posiblemente quienes consultan propuestas presentadas por feministas o por otros grupos que cuestionan las relaciones de poder aquí señaladas y otras, la perspectiva tradicional (neutra), no las identifica como viables. 2. Françoise Collin señala que a pesar de los avances logrados por las mujeres, éstos se han dado más en los caminos de la liberación y no de la libertad, que es para ella la relación con uno/a mismo/a que permite entender su propia singularidad para entender las singularidades de otros/as. Esto último podríamos añadir se genera más en el ámbito de la equidad, de lo femenino, que de la igualdad o de lo masculino, siendo la búsqueda de la igualdad la que ha sustentado en particular la liberación. 3. No todos los hombres y las mujeres hegemónicos/ as tenemos las características antes descritas mecánicamente internalizadas. Posiblemente unas estén más cimentadas que otras, pero al fin y al cabo son parte del legado cultural hegemónico, y en ocasiones no hegemónico14, que en algunos aspectos compagina muy bien con el anterior. 4. Estos legados no quiero presentarlos como inaceptables. El problema es, de una parte, seguirlos aproximando como las formas válidas de ser y de hacer, desconociendo la existencia de otros femeninos y masculinos con necesidades de formas relaciónales diferentes a las nuestras; de la otra, no aceptar la estrecha relación que existe entre el patriarcalismo, etnocentrismo, antropocentrismo, clasismo, racismo y las otras formas de opresión, con la persistencia de las violencias, pues las aproximaciones neutras permiten que se perpetúen. 5. Öfen Zur15 señala que la lógica masculina hegemónica se fortalece especialmente en los períodos de guerra y ésto parece ser cierto en países como el nuestro en el que la violencia se ha recrudecido no solo entre los varones sino al parecer entre las mujeres, pues afecta de manera bastante dolorosa los espacios de conflicto armado y el cotidiano en general. Recordemos que lo masculino hace también parte de nosotras.
14 Recordemos que culturas como la Inca o la Azteca fueron muy parecidas a la cristiana por ser imperios, en ellas el patriarcalismo, explotación social, etnocentrismo, ...estuvieron presentes; en otros casos tenían algunas de estas características como el machismo, fortaleciéndose así por lo menos el imaginario patriarcal. Las que fueron llamadas salvajes fueron en ocasiones las más distantes a las características antes descritas. ¿Qué nos viene del lado africano? Es también un ejercicio a realizar, pues todo el peso no lo tiene la tradición judeo-cristiana. 15 Glendenning and Öfer Zur. "Men/women ..."
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Pienso, como lo plantean otros/as que es mejor orientar el esfuerzo hacia la revisión de los procesos educativos. A los hombres les enfatizan en su socialización la negación de su parte femenina, al tener que debilitar o cortar el fuerte lazo físico y psico-afectivo que se establece con la madre o figuras maternas durante los primeros años. Autoras como Elyzabeth Badinter18 muestran igualmente cómo la parte infantil y la homosexual (así no se manifieste como preferencia sexual), que existe en varones y mujeres, son igualmente negadas. La abstracción, la racionalidad, la normatividad, la disciplina y el convertirse en congéneres de padres o figuras paternas ausentes de los hogares, se constituyen en el piso de lo masculino. Esto es importante para la sociedad en general, porque hemos mencionado en el apartado anterior que el varón se convierte en el modelo de adulto normal en lo social, y cuando no, la mujer hegemónica. Nuestro proceso de socialización es diferente. No se sustenta en la negación del femenino, pues el lazo que se establece con la madre o figuras maternas persiste, sino que, como ya se describió en el segundo apartado, se construye a partir de un femenino subordinado al masculino; sin embargo, para este femenino las relaciones, la comunicación, la conexión interpersonal, el criar, cuidar y preservar la vida y el entorno, son sustanciales particularmente en el caso de las mujeres criadas en ámbitos tradicionales, contando además con un sentido de los límites y las fronteras más fluidos y una aproximación a lo social más relativa.
Quienes se interesan por las diferencias de comportamiento en la relación violencias/paz y tienen en cuenta poco los procesos de socialización diferenciados que viven hombres y mujeres, han prestado atención a los contrastes biológicos. Si bien es cierto, como lo señala Laurel Halliday16, que se han encontrado variaciones notorias en los índices de agresión17 entre hombres y mujeres, y que los mismos se han asociado a los más altos niveles de andrógenos en ellos, recomendaciones como la castración o limitar el número de nacimientos de niños en la sociedad por medio de prácticas de control natal que permiten tratar de seleccionar el sexo del bebé, no parecen ser salidas pacíficas sino mas bien pacificadoras. .................
16
Laurel Halliday, The violent Sex. Male Psychobiology and evolution consciousness. Guemeville, Bluestocking Books, 1988. 17 Se la entiende como la forma de ser que conlleva dolor e injuria a otros/as.
18
Elyzabeth Badinter, El XY de la identidad masculina. Bogotá, Norma. 1994.
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La violencia directa, a la cual hice mención en el apartado anterior, se asocia con el culto al heroísmo que conlleva reverenciar el peligro y el coraje que se identifican fácilmente en actos como los deportes competitivos, o los que ofrecen altos riesgos, como muchos de los que hoy en día están de moda, o bien, en la guerra. Ambos cultos se incentivan permanentemente a través de los medios de comunicación. En estas actividades en particular se entrena a los varones a ser competitivos, agresivos y a negar el miedo o el dolor19. En la violencia indirecta se le rinde culto al poder sobre otros/as, y por ende a la subordinación y a la explotación. Esto se proclama en los diferentes espacios sociales como válido para ser valorados, para tener éxito. Ambos tipos de violencias de manera inconsciente o consciente siguen siendo incentivadas en este país, como en cualquiera de los de Occidente; sin embargo, a partir de los últimos decenios, con el auge del narcotráfico, estos aspectos adquieren un mayor significado en nuestro caso. En otras culturas, en las que el androcentrismo es casi inexistente, los procesos de socialización son muy diferentes, tal como se puede observar el caso de los Massai o de los Mbuti. Pero bueno, recordemos la pregunta que nos hadamos en el segundo apartado: si las mujeres somos menos agresivas que los hombres, y dado que cada vez participamos más en espacios controlados por los varones hegemónicos, ¿por qué el cambio no se ha dado en una forma más notoria? En primer lugar, vale la pena recordar que, tal como lo ha planteado el historiador Fernand Braudel, las variaciones culturales, las de las mentalidades, son las más lentas, por ende, de una tradición de cerca de cinco mil años, llevamos tan sólo algunos decenios trabajando en cambiar la cultura. En segundo lugar, se debe recordar que las feministas cada vez insisten más que a las mujeres se nos está socializando bajo patrones que tienden a masculinizarnos y no tanto a fortalecer nuestro femenino; prueba de ésto es que si bien es cierto que se nos cría para cuidar y preservar la vida, ser solidarias, dóciles y complacientes en el hogar, también se nos entrena para ser leales y obedientes a las estructuras del patriarcalismo, etnocentrismo, antropocentrismo, racismo y clasismo. De esta forma, como lo planteaba anteriormente, rendimos igualmente culto a la violencia indirecta, aun cuando posiblemente no de la misma forma que los varones; recordemos además que estas violencias sustentan las directas. 19 No es casual que una de las figuras de mujer más populares en el presente en la televisión sea precisamente La Femme Nikita. Género,
En este escrito deseo finalizar recordando lo que se ha desarrollado en las líneas anteriores: parece peligroso seguir equiparando a hombres con lo masculino y a mujeres con lo femenino, pues ésto, en lugar de fortalecer las relaciones entre los géneros a manera de semejantes, crea por el contrario división entre los mismos y no favorece la convivencia. Igualmente, parece ser que la lectura de los géneros se ha realizado particularmente a partir de un masculino y femenino hegemónicos y al respecto debemos tener cuidado para evitar generalizaciones. El concepto género es occidental y se ha constituido en una herramienta de apoyo apreciable, especialmente para los/as occidentales letrados/as que nos interesamos por el respeto al/a la semejante. Finalmente, debilitar el patriarcalismo, etnocentrismo, antropocentrismo, clasismo y racismo (para mencionar tan solo algunas de las relaciones de poder sobre), parece ser de los retos que conllevarían a crear una infraestructura cultural para la paz. Los pasos que se han dado hasta el presente al parecer, como se ha visto en este documento, se han realizado especialmente a partir de reflexiones y políticas de planeamiento elaboradas por letrados/as, en las que posiblemente ha primado el masculino y el femenino hegemónicos sobre otros masculinos y femeninos. Por consiguiente, se vislumbra que no hemos explorado lo suficiente las posibilidades que existan en los masculinos y femeninos no hegemónicos, no sólo los que puedan existir en los/as otros/as, sino en nosotros/as mismos/as; tampoco se han abierto los suficientes espacios de participación y en ese proceso, algunos de esos masculinos y femeninos nos gustarán, otros, posiblemente menos. Lo que sí es de recalcar es que aún hoy en día, es decir quinientos años después de la llegada de la cultura judeo cristiana a América, los grupos minoritarios (mujeres y varones no hegemónicos), siguen haciendo parte de tradiciones culturales no letradas (así sepan leer, escribir y consuman bienes occidentales), de manejo de otro tipo de sentidos, lenguajes y códigos, entre otros, que hacen que sus imaginarios y percepciones no siempre coincidan con las propuestas hegemónicas. Uno de los varios retos que tenemos es entonces, abrirnos menos tímidamente al mundo no letrado que existe en nosotros/as y entre quienes más fuertemente conservan esta herencia, para construir no sólo a partir de abstracciones, sino para aproximarnos a otras formas de ser y de hacer, sabiendo que algunas de ellas están presentes en el cotidiano, y son subvaloradas por la cultura hegemónica. 61
Las negociaciones de paz y el papel de la Sociedad Civil María Eugenia Querubín Londoño El Estado colombiano tiene una responsabilidad histórica e indelegable, en construir la paz pero ello no será posible como consecuencia de una iniciativa exclusivamente gubernamental. Dada su complejidad, no podrá lograrse como resultado de una negociación exclusiva entre el Estado colombiano y la insurgencia alzada en armas, no sólo porque el problema no es únicamente militar: desde el principio fue económico, político y cultural, sino porque, especialmente en los últimos años, ha venido alcanzando el espacio público. Y no únicamente en el limitado y logrado campo de los medios de comunicación, sino que a cada momento crece el número y la calidad representativa de sectores de la sociedad civil que reconocen que el conflicto como tal, y sus eventuales soluciones, involucran directamente al conjunto de los estamentos y determinan el proyecto de sociedad que podamos construir hacia el futuro.
*Vicepresidenta de Desarrollo Fundación Social
1. La sociedad civil y la creciente complejidad de las consideraciones de la paz Por esta ampliación creciente de quienes se interesan y concurren en el tema, se ha pasado rápidamente a superar la singularidad de la participación centrada en los gremios para incluir, en la reflexión y el examen de la problemática, tanto a grupos y miembros individuales con poder de los sectores económicos, como a organismos no gubernamentales y a movimientos incipientes de organizaciones de base que los sectores populares han venido conformando y consolidando autónomamente con reconocimiento como actores reales de la vida nacional. En el orden temático, el espectro de consideraciones -sin desconocer (al contrario redimensionando), el peso específico que tienen las componentes política y militar (junto con la económica y la social)- se ha venido haciendo más complejo para incluir, además de la conformación de una férrea voluntad de paz ampliamente compartida, la construcción de referentes que cubran aspectos tan fundamentales como la atención psicológica de los afectados diariamente por el conflicto y los efectos que el mismo tiene en la creación de los imaginarios de los ciudadanos colombianos hacia el futuro. De esta manera, a la par con problemas tan intensos como la extrema pobreza de amplios sectores de la población, la debilidad de nuestro sistema democrático y la fragilidad misma de la vida en medio de la guerra, se ha venido consolidando la emergencia de movimientos por la paz que con muchas dificultades y recelos intentan una nueva manera de concebir la convivencia y la solidaridad, y de hacerlas posibles; de debatir y entender el progreso en función del desarrollo humano sostenible; de buscar en el entorno social sus propias oportunidades de crecimiento y asumir un compromiso directo con la defensa de la vida, la superación de la miseria y la consolidación de la democracia. En gran medida por ese movimiento de muchos ciudadanos -a pesar de su incipiencia organizativa, teórica y política-, tanto por la extensión de su cubrimiento como por la creatividad y dinamización de sus métodos y prácticas, así como también por la cualificación y profundización de su responsabilidad social y política, es claro que la paz no se obtiene sólo con silenciar las armas: los acuerdos deben ir a las raíces mismas del problemas social y político para desactivar los factores que reproducen la violencia, construir mejores condiciones para la convivencia democrática y mayores oportunidades para la superación de la pobreza y para garantizar la permanencia de la 62
convivencia social y política, y solidificar la cultura de manejo del conflicto por vías civilistas. Es por ello que se habla de nuestra guerra interna como un conflicto social y armado. Esta conciencia creciente sobre la necesidad de dar soluciones políticas y sociales al conflicto se ha venido consolidando en el nuevo contexto político en el país. El esquema de negociación basado en beneficios individuales de carácter económico o político ha fracasado. El proceso de reinserción que intentamos basado en: "crédito, beca y curul a cambio del fusil", no funciona. Hasta el momento, los procesos de negociación con la guerrilla en Colombia no han hecho más que reproducir y extender el conflicto. La mayoría de quienes dejaron las armas no lograron incorporarse plenamente a la vida civil: algunos viven en la ¡legalidad o en condiciones de exclusión económica y social y otros no pudieron realizar su vocación política y han sido perseguidos, amenazados o asesinados. Esos esquemas obedecieron a la interpretación gubernamental del proceso de negociación como la búsqueda de elementos que permitieran la desmovilización de quienes desde la subversión previamente habían decidido abandonar la guerra por libre voluntad o por derrota militar. Como es evidente actualmente, éste no es el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, o del Ejército de Liberación Nacional, ELN. Se habla entonces, de negociación política para referirse a un proceso que requiere para su culminación una transformación profunda de las relaciones de poder y de convivencia como requisito para dejar las armas por parte de la insurgencia. Es ahí donde se ha hecho evidente la necesidad de la participación del conjunto de la sociedad civil en los procesos que aclimaten, faciliten, acompañen y lleven a la finalización del conflicto. 2. La constitución de la sociedad civil y las amenazas del entorno Esa participación, por lo demás ineludible, en la búsqueda de la renovación y del fortalecimiento de la democracia colombiana e imparable en la actual coyuntura, no es de ninguna manera una cuestión simple ni puede abocarse de manera mecánica o espontánea. Ella pasa necesariamente tanto por la dilucidación de los soportes teóricos y políticos de la constitución misma de la sociedad civil: de su composición, de sus funciones, de su autoconsideración e identidad, como por el tratamiento en su interior de los problemas que la compleja historia
reciente de nuestra formación social ha introducido tanto en sus componentes (individuales y colectivos), como en los ámbitos sociales, culturales, intelectuales y políticos, en los cuales y desde los cuales, se puede dar la posibilidad de su conformación cierta. Como se ha ido evidenciando -a medida que se profundizan los complejos procesos que se dirigen a crear el ambiente para las conversaciones sobre el tratamiento del conflicto y se extiende la posibilidad de la participación y de la discusión en el espacio público por parte de la población-, el discurso colombiano sobre la paz utiliza de manera masiva el concepto de sociedad civil, sin que exista un deslinde conceptual ni práctico entre organizaciones sociales o cívicas o entre sociedad civil y sociedad política, etc. De hecho, por parte del creciente número de actores, indistintamente, se comparten espacios, procesos, acciones y estrategias. Y si en Maguncia a los comerciantes, profesores universitarios y periodistas (autodenominados los "representantes de la sociedad civil colombiana"), que inicialmente fueron a Alemania a hablar con los delegados del ELN y luego viajaron al alto de Paramillo para conversar con los paramilitares, los acompañaron el señor Procurador y uno que otro parlamentario, en las regiones y localidades rurales participan, como miembros activos de las mesas de trabajo por la paz, funcionarios públicos de diversa índole: delegados de la Defensoría del Pueblo, personeros municipales, jueces de paz, promotores de derechos humanos, funcionarios de reinserción, diputados y concejales. A toda la confusión, la incertidumbre y la debilidad de los procesos modernos de conformación de tejido social, y de comprensión y auscultamiento de la diversidad social propia de Colombia en este fin de siglo, se deben agregar hechos como el de que -como consecuencia de la complejidad que ha ido alcanzando el país y el mundo especialmente en las últimas décadas-, la sociedad civil colombiana alberga en su seno intereses muy variados. Estos, debido fundamentalmente al atraso de nuestra sociedad para darle salida a un manejo de tipo civilizado a los conflictos, han ido profundizando los enfrentamientos entre sectores sociales, desembocando casi siempre en luchas de poder que no descartan las mismas actuaciones delincuenciales. La monstruosa cantidad de homicidios individuales y colectivos, repetitivos y compulsivos, expresa la extensión de la utilización indiscriminada de la violencia a todos los niveles y sectores del complejo social, enrareciendo de esta manera el ámbito de formación y desarrollo de la misma sociedad civil, dado que involucra a todos los estamentos sociales. 63
Como consecuencia de la extendida tendencia a tomar la justicia por la propia mano y del crecimiento de los grupos armados ilegales por todo el territorio nacional y de la impotencia del Estado para controlarlos, el país ha entrado en un proceso de fragmentación en el que la población ha tenido que aceptar las reglas de juego impuestas por los ejércitos privados. Por lo anterior, el sistema judicial se encuentra desbordado por una masa inconmensurable de actos delictivos que no logra ni de asomo procesar. La inmensa mayoría de los delitos queda a medio investigar; la impunidad no es la excepción sino la norma. Esto ha traído como consecuencia la privatización de la seguridad y de la administración de justicia en muchas regiones del territorio nacional alcanzando, aunque de manera bastante diversa y con desiguales grados de sistematización y de regularidad, a los centros urbanos. De igual manera, se ha impuesto la retaliación ciega como la medida de lo justo y la violencia arbitraria como la base del derecho. Se ha entrado en una dinámica de terrores y contra-terrores y en un escalamiento de la lógica de la guerra en la que es la población civil la que paga los costos más altos. Los desplazamientos masivos de población provocados por los grupos guerrilleros y paramilitares, que son eventualmente seguidos de repoblamientos selectivos del territorio que buscan garantizar el establecimiento de zonas seguras, en cada caso, para dichos grupos armados, han traído como consecuencia -en un práctica regresiva que nos retrotrae a los años cuarenta y cincuenta-, la imposición de la homogenización políticas de las regiones y la total exclusión (incluida la eliminación directa), de quienes no se avienen a reconocer como autoridad a quienes les han impuesto por la fuerza las reglas de juego. Dichos grupos se han convertido así en redes de poder local: entendidas como tales, grupos organizados que manejan instrumentos de fuerza, capaces de diseñar y desarrollar estrategias para adquirir y mantener dominio sobre territorios y poblaciones a través de la administración de dosis más o menos grandes de coacción y terror. En estas condiciones, las posibilidades de cooperación y de formación y mantenimiento de la confianza colectiva que constituyen el capital social básico e imprescindible tanto para construir sociedad civil como para que la vida en comunidad genere el desarrollo y la prosperidad, han sido reemplazadas, sobre todo en las zonas que están siendo disputadas por la fuerza de las armas, por la ley del silencio, la prevención mutua, el
empobrecimiento de la actividad asociativa, la incomunicación, el refugio en la vida privada y la desconfianza generalizada. Esta situación trae consigo la caída de la inversión, la descapitalización física y humana de las regiones, las "desadministración" de los negocios y la caída del producto y del ingreso, por todo lo cual -además de impedirse el surgimiento y potenciación de la sociedad civil-, las posibilidades de mejoramiento de las condiciones de vida de la población se deterioran de manera progresiva. El empobrecimiento generalizado resultante contribuirá, a su vez, a exacerbar la disputa por el reparto violento del disminuido producto regional, en un proceso de retroalimentación de la violencia en el que los únicos indicadores que suben son los del crimen y el delito. Este entorno afecta tremendamente tanto a la formación de la sociedad civil -que es un producto social, ésto es, que hay que crearlo, y no un apareamiento "natural" o voluntarista-, como a su fortalecimiento; y, por tanto, a su capacidad para influir, de manera positiva y eficiente, procesos tan complicados y decisivos como el de la búsqueda y consolidación de la paz en nuestro país. Mientras no exista un monopolio legítimo de la fuerza por parte del Estado y por el contrario sobrevivan patrones culturales que favorecen la justicia de propia mano y el enriquecimiento ilícito, conservaremos, sin duda, una sociedad civil débil, polarizada y violenta, inmersa en un contexto en el cual sectores importantes de la clase dominante seguirán pagando por su seguridad privada y, en muchos casos, su derecho a la impunidad y donde sectores populares numerosos continuarán, viviendo en la exclusión, la marginalidad y la ilegalidad.
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3. El requerimiento de los acuerdos mínimos En este contexto, la conformación de las condiciones que permitan el desempeño propositivo y facilitador de la sociedad civil en el escenario de las conversaciones y eventuales diálogos y negociaciones del Estado con la insurgencia pasa por la creación, en su interior, de una cultura de la responsabilidad social y política. Esta debe facilitar tanto los procesos de acercamiento entre los diversos movimientos y organizaciones como la aclimatación del consenso y de la concertación. De un lado, para enfrentar y disminuir en sus comportamientos e intercambios los efectos de intolerancia y de la violencia; y, del otro, para pensar, formalizar, viabilizar y vehiculizar de manera democrática e inteligente las propuestas que tendrán que ser llevadas a las mesas de negociación. En esta perspectiva, para las organizaciones de la sociedad civil es necesario establecer, antes de abocar directamente la interlocución con los protagonistas de los enfrentamientos, unos acuerdos mínimos sobre algunas temáticas que faciliten tanto el aglutinamiento de la ciudadanía organizada como la experiencia misma de la conversación y la discusión para construir propuestas de manera colectiva. De hecho, en la experiencia reciente de la Fundación Social con diversos colectivos1 -que han ido asumiendo la búsqueda de la paz como deber y derecho ciudadanos y que reconocen la necesidad de impulsar el cumplimiento de Derecho Internacional Humanitario,
DIH, durante el período de negociaciones-, se han ido perfilando estos temas que han permitido el avance en los niveles de compromiso y en la clarificación conceptual y política de los distintos procesos de paz que se adelantan en el país. Estos acuerdos mínimos se han ido alcanzando alrededor de las siguientes temáticas: 1. La violencia tiene como una de sus raíces el temor a lo diferente, a lo opuesto. El desconocimiento del otro nos llevar a resolver los conflictos por la vía de la aniquilación del adversario. El conflicto es parte natural de la dinámica social, debe ser reconocido como fuente de vida y no de destrucción y muerte. 2. Construir la paz es un imperativo ético y político que se deriva del reconocimiento de la vida y la dignidad humana como valores fundamentales. La paz se construye como fruto de la transparencia, de la verdad y de la justicia. La construcción de una paz integral está ligada a la resolución de los problemas sociales. El desarrollo con equidad es el nuevo nombre de la paz. 3. La solución pacífica de los conflictos encuentra en el diálogo su principal aliado. Por ello es indispensable defender la negociación y la concertación como procesos muy importantes para construir la paz. 4. La construcción de una sociedad democrática y civilizada tiene que rechazar toda forma de violencia deliberada: la confrontación armada, la tortura, la retención arbitraria de personas, las violaciones a los derechos humanos, las agresiones contra la población civil, la impunidad y la corrupción. 5. Es imperativo asumir que la vida, la honra y la integridad personal son derechos inviolables y defender, por sobre todo, el valor de la vida. 6. La paz debe ser un propósito nacional de todos los ciudadanos y debe comprometer al Estado más allá de la coyuntura de los diferentes gobiernos. 7. Dado que la violencia atraviesa desde la vida cotidiana y familiar hasta los espacios más públicos de actuación, la construcción de la paz tiene que tener una perspectiva integral. 4. Hacia una política permanente de paz: una propuesta desde la sociedad civil
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Existen múltiples espacios de convocatoria ciudadana para la búsqueda
de la paz. Por razones de espacio, acá mencionamos sólo aquellos con los cuales la Fundación Social tiene una relación directa en torno a esta temática: La Comisión de Conciliación Nacional, El Consejo Nacional de Paz, la Red Nacional de Iniciativas por la Paz (Redepaz), el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad, el Comité de Búsqueda de la Paz, la Comisión de Conciliación Nacional, la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, el Frente Social Amplio por la Vida y contra la Impunidad.
En el marco de estas consideraciones y con el ánimo de contribuir tanto a la construcción de la sociedad civil como a la dilucidación de los papeles que ella tiene que jugar en los distintos escenarios en la búsqueda de la paz, se atendió a una convocatoria extendida por la Comisión de Conciliación Nacional en 1996. Esta iba 65
dirigida a diversos sectores de la sociedad civil para que presentaran sus iniciativas y propuestas sobre cómo diseñar una política de Estado sobre la paz, de carácter permanente, que trascendiera las administraciones y que interpretara el anhelo de los colombianos. La Fundación Social elaboró un documento que fue debatido y enriquecido en el Grupo de Empresarios por la Paz2 cuya síntesis constituye un aporte a la discusión que, a nuestro juicio, debe adelantar la sociedad civil colombiana en torno a esta problemática. Los puntos más relevantes que se propone como marco de acción son los siguientes: 1. Se parte del convencimiento de que es necesario llegar a una verdadera convivencia democrática como requisito para lograr una sociedad en paz. Entre tanto todos los colombianos no reconozcamos que estamos viviendo una guerra, la paz estará lejos. Es muy importante comprender la complejidad del tema, para que a partir de allí en los respectivos espacios de vidas laborales, familiares y personales, nuestras decisiones tengan un marco más amplio. 2. Debe pensarse en una perspectiva de largo plazo, en la cual se participe activamente en la construcción de un nuevo proyecto de sociedad en la que sea posible dirimir los conflictos sin destruirnos, respetar la diferencia, garantizar el ejercicio del pluralismo y hacer posible la vida digna para todos sin excepción. 3. La dirigencia económica como constructora de paz, debe asumir su responsabilidad en la construcción de ese proyecto de sociedad. Jugar un papel de primera importancia en la consolidación de valores que permitan superar las causas estructurales de la pobreza3 3.1. Con eficiencia, productividad y sustentabilidad, generar una nueva cultura empresarial; 3.2. Promover con la palabra y con el ejemplo el respeto por la legalidad, por el Estado de Derecho y por
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Esta es una iniciativa empresarial que se enmarca en un nuevo enfoque de responsabilidad social. El grupo es un espacio amplio de convocatoria a empresarios para aclimatar él tema de la paz. Es una invitación para cualificar la opinión, conversar e intercambiar posiciones. Es convocado y liderado por la Fundación Social. En el grupo participan alrededor de 75 personas: además de quienes gerencian las empresas de la Fundación, como el Banco Caja Social, Colmena, etc., participan representantes de gremios como Asobancaria, Colfecar, Andi, Acopi, Asoexport, SAC, Proban, Cámara de Comercio Colombo Japonesa; de más de 20 empresas tales como Mazda, Tipiel, Suramericana, El Espectador, Danaranjo, Sekuritas, Incorbank, Oikos; de Corporaciones como Financiera del Valle, y algunos profesionales destacados en el sector empresarial y en la academia. A lo largo de tres años el grupo ha tenido 26 reuniones, en las cuales se buscó compartir diferentes opiniones respecto a la guerra y a la construcción de la paz.
la igualdad de oportunidades económicas y políticas para todos los colombianos. 3.3. Aportar soluciones efectivas a los futuros procesos de incorporación plena a la vida civil de quienes dejan las armas. 4. Es indispensable hacer posible el respaldo de la ley para garantizar los derechos y cumplir los deberes, fortalecer la justicia y su funcionamiento efectivo, suprimir la impunidad y penalizar en forma drástica la corrupción. 5. Se requiere reorganizar la utilización del territorio nacional para lograr construir una patria que brinde albergue humano a todos sus hijos. Declarar la extinción de dominio sobre los latifundios adquiridos mediante enriquecimiento ilícito y adelantar la reforma agraria dentro de la frontera agrícola. Hallar, con apoyo internacional, alternativas para los cultivos ilícitos, que preserven los ecosistemas frágiles y protejan a los pequeños cultivadores. 6. Es necesario impulsar un desarrollo regional ampliamente concertado, para expandir el capital social de las regiones mediante un proceso en el cual los pobladores asuman el control sobre la construcción de lo público. 7. Para hacer de la paz un propósito permanente es indispensable comprometer nuestra voluntad política en la construcción de un espacio público para tramitar conflictos y generar valores de convivencia. Potenciar la educación como eje del desarrollo humano, económico ycultural de la nación. 8. Hay que ofrecer a los jóvenes de los barrios populares de las ciudades condiciones para su pleno
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En la experiencia de Empresarios por la Paz ha ¡do quedando claro que] para hacer aportes sustantivos se tienen que enfrentar retos tan importantes como los siguientes: ampliar la convocatoria actual para lograr que la voluntad de paz se generalice entre los sectores con poder) mayor capacidad económica; consolidar el trabajo realizado impulsando, dentro de las empresas que participan en el grupo, un compromiso real a| diferentes niveles; definir prioridades de acción que le permitan incidir positivamente en la búsqueda de una salida política al conflicto armado; actuar de manera clara y contundente en defensa de la vida y contra la escalada de la guerra, con acciones cotidianas que apoyen la labor de la Comisión de Conciliación y garanticen neutralidad frente a los actores armados; contribuir a que la dirigencia empresarial asuma el papel de liderazgo que le corresponde y sea consciente de su real responsabilidad social en la construcción de una patria más digna, justa y pacífica.
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desarrollo humano y productivo y oportunidades de incorporación, con iniciativa y poder, a la vida ciudadana. 9. Se tiene que garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales de las poblaciones desplazadas para que mediante el retorno voluntario o el reasentamiento inicien una vida con dignidad y en paz. 10.Mantener, desarrollar y hacer cumplir como pacto de paz, la Constitución de 1991, en sus principios fundamentales de equilibrio de poderes, participación ciudadana y pluralismo político. 11.Garantizar el derecho a la seguridad ciudadana para todos, el derecho a la neutralidad para la población civil y el monopolio de la fuerza para el Estado.Rechazar todas las formas de organización que polarizan y enfrentan a los ciudadanos. Exigir el respeto por el D.I.H. 12. Buscar una reconciliación auténtica sin vencedores ni vencidos. Rechazar la guerra y exigir una solución política al conflicto armado, con plenas garantías para la incorporación digna de los desmovilizados a la vida civil y para el ejercicio de la oposición política legal. De otra parte, sobre la necesidad de una Convención Nacional, o una Asamblea Constituyente para modificar la Constitución Política, el debate se presenta en torno a tres aspectos fundamentales: a)Democratización política: superar las violaciones a los derechos humanos, la impunidad y la corrupción a través de reformas profundas de la fuerza pública, la administración de justicia y el régimen político. b)Modificación de la estructura agraria y protección del medio ambiente: conservación de los recursos naturales con reforma agraria y desarrollo regional para obtener un nuevo reordenamiento territorial, con redistribución del poder local, de la propiedad y el uso de la tierra. c) Democratización económica: definir un nuevo modelo de desarrollo con mayores oportunidades para generar empleo digno y productivo, controlar los monopolios y democratizar el acceso a los medios de producción. Lo anterior, sobre la base de hacer realidad el Estado social de derecho consagrado en la Constitución y que implica conservar, aplicar y desarrollar los principios de la democracia participativa y el respeto por los derechos fundamentales de los ciudadanos, por tanto, implica, en algunos casos, suprimir las normas vigentes que los mutilan y proponer desarrollos legislativos en aquellos que no han sido objeto de reglamentación como jueces de paz, promotores de derechos humanos, funcionarios
de reinserción, diputados y concejales. 5. A manera de conclusión: perfil del rol de la sociedad civil en las negociaciones En relación con la participación de la sociedad civil en el proceso de negociación podemos concluir: 1. Es necesaria la participación de la sociedad civil en la elaboración de propuestas de política nacional permanente de paz, que trasciendan los gobiernos y que comprometan en su aplicación a diversos sectores sociales, dentro de una perspectiva de paz integral en un proceso de largo plazo. 2. Es importante la elaboración de una agenda de paz de la sociedad civil para el proceso de negociación, con puntos o propuestas específicas sobre las reformas indispensables para superar el conflicto armado, que puedan ser consideradas en la mesa de negociación, en el momento y por el procedimiento que las partes decidan. 3. Serán de gran utilidad para el proceso, sus servicios como facilitadora, mediadora y veedora de los acuerdos. Así como también para hacer efectivo el control ciudadano sobre la aplicación del DIH y el cumplimiento de los compromisos internacionales. Para exigir a los partidos políticos transparencia y coherencia y para apoyar las iniciativas gubernamentales de paz. 4. Por último, pero no por ello menos importante, la participación de la sociedad civil es fundamental para lograr que el nuevo pacto de paz no se limite a formalizar una redistribución del poder entre los actores armados y que, por el contrario, exprese y materialice la voluntad de superar la exclusión mediante compromisos concretos sobre cómo generar una nueva institucionalidad para la convivencia pacífica entre todos los colombianos. 5. Corresponde a la sociedad civil generar, difundir y consolidar nuevos valores ciudadanos relacionados con el respeto a la diferencia, las soluciones concertadas, la ampliación de oportunidades, la seriedad en el cumplimiento de los compromisos. Promover con la palabra y el ejemplo el respeto por el Estado Social de Derecho para contribuir de manera efectiva a deslegitimar la violencia como forma de hacer política. En fin, como sociedad civil a todos nos toca tomar conciencia de la guerra, desarmar nuestros espíritus, abrirnos a soluciones novedosas, ser creativos y proactivos y sobre todo aunarnos como una fuerza social que puede, con voz legítima y potente exigir que no haya más muerte, violencia o destrucción.
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Las FARC y los desafios de la posguerra en el Caquetá Juan Guillermo Ferro* Este artículo trata sobre dos problemáticas centrales que deben ser consideradas en aras de un proceso de negociación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, tomando como ejemplo el caso del Caquetá que es sin duda la zona de mayor poder político y militar de esta organización armada. Las preguntas que se plantean son fruto del análisis de diversas entrevistas realizadas dentro del trabajo de campo iniciado recientemente para la investigación que estoy realizando, en compañía de la investigadora Graciela Uribe, sobre el tema de las FARC y los cultivos de coca en el Caquetá y que cuenta con el respaldo de la Universidad Javeriana y de Colciencias.
¿Qué hacer con los cultivos de coca en el Caquetá? No existe todavía suficiente investigación agropecuaria, estudios de comercialización y menos aun experimentación con respecto a la sustitución del cultivo de la coca. La producción agropecuaria sostenible y rentable para la Amazonia es algo que todavía está por hacerse. Los intentos más exitosos de sustitución por caucho, cacao, frutales y otros productos, son todavía experiencias aisladas y de corto alcance en los que se destacan los de iniciativa de la Iglesia pero que aun requieren de mucha validación. De igual manera, la ganadería desarrollada en el departamento tiene enormes problemas y son muy pocos los ensayos en materia de ganadería sostenible. Hay haciendas ganaderas que han dejado los suelos inutilizares para la agricultura. Algunos hablan que más daño ha hecho el pasto braquiaria que la propia coca y que en la práctica sólo una porción muy pequeña del suelo amazónico (1%), está en condiciones de ser explotado en tareas agropecuarias. Los programas desarrollados por Naciones Unidas y actualmente por el Plante han tenido muy poco impacto; su legitimidad ha sido cuestionada pues son programas paralelos a la política de fumigación que proviene del mismo Estado y tienen el problema de ser vistos como proyectos contrainsurgentes. Es muy difícil mantener el argumento de la precariedad del Estado como
*Politólogo, profesor de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad Javeriana
justificación al abandono y marginalidad de estas zonas amazónicas cuando los campesinos ven un enorme despliegue de poderío, organización y recursos en las cerca de 12 de aeronaves entre avionetas, aviones y helicópteros que vuelan simultáneamente y fumigan en este momento sus cultivos. Según los miembros de la Comisión de Seguimiento de las Marchas Campesinas el costo de fumigar una hectárea es cercano a los 10 millones de pesos. Como ya se han fumigado cerca de 12.000 hectáreas el gasto es equivalente al costo del plan de desarrollo alternativo para el Caquetá. Es decir, el campesino ante esa acción se convence que cuando el Estado tiene voluntad política puede ser muy fuerte y decidido en sus empresas y por lo tanto si no ha sido eficiente en la política social no es porque no pueda. El reciente ataque a la base antinarcóticos de Miraflores puede ser mirado como la repuesta que las FARC le está dando a las fumigaciones. Para la guerrilla impulsar una marcha como la de 1996 es hoy en día imposible. Fueron tantos los sufrimientos que padecieron durante esos 45 días que los colonos afirman que prefieren que la guerrilla los mate a tener que marchar de nuevo. En los medios de comunicación se afirma que las FARC con estos actos demuestran que defienden el narcotráfico. El argumento es por lo menos incompleto en la medida en que son muchos los pequeños colonos que ven esta acción militar como una defensa de sus intereses. A través de algunas entrevistas hemos sabido del interés de las FARC por acabar con los cultivos de hoja de coca. Hoy en día, tienen el poder de las armas para obligar a los campesinos a abandonarlos. El problema es que siempre se ha pensado que la paz implica necesariamente la dejación de las armas. Esto conduce a pensar que este proceso de paz a la colombiana sería un proceso inédito en donde las guerrillas, en concreto las FARC, no dejarían las armas por lo menos durante el tiempo que lleve la reconversión socio-económica de las regiones bajo su influencia. No hay duda de que hay que pensar en forma original, lo cual incluye imaginar procesos de transición hacia la paz (que incluso pueden durar años), bajo la tutela de este grupo armado. El problema social de los miles de colonos y sobretodo del ejército de raspachines puede ser enorme, pues la coca ha sido prácticamente el último refugio de los cosecheros de este país. Las fumigaciones hacen cada vez más difícil el proceso de recuperación de las tierras afectadas. Actualmente, dentro de la población juvenil, hay un aumento de solicitudes para entrar a la guerrilla sobretodo después de la euforia producida por los
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triunfos militares de Las Delicias y El Billar. Qué ocupación ciarle a ese creciente grupo de jóvenes que en un eventual proceso de paz y de sustitución de cultivos se quedarían sin empleo, es uno de los grandes retos de la etapa de la paz. De igual manera, son muchos los comisionistas, guardaespaldas y pequeños comerciantes de coca que tendrían que cambiar de oficio. Existe ya una cultura económica de la coca que dificulta la vuelta a la agricultura tradicional. Los campesinos-colonos se acostumbraron a la cosecha corta, al transporte fácil, a la durabilidad del producto, al pago inmediato y en efectivo. Los riesgos provenientes del combate del Estado a este cultivo, si bien son un problema, también son una oportunidad de mejores precios. Actualmente la guerrilla no administra directamente los cultivos de coca o las pistas de aterrizaje pero sí siguen cobrando un impuesto a los narcotraficantes. Una oposición de las FARC al cultivo de la coca desataría un enfrenamiento de no pocas proporciones con los narcos, en donde de nuevo la guerrilla tendría que contar con las armas para imponerse. Del lado de las propuestas está, inicialmente, el proyecto de las Reservas Campesinas que recientemente se inicia con el crédito del Banco Mundial para la zona del Pato. Es una iniciativa interesante que abre posibilidades para enfrentar varios problemas, entre ellos, el de los cultivos ilícitos. A través de la reagrupación de la población colona dentro de un territorio, que cuente con potencial productivo y con una infraestructura de servicios y sobre todo de comunicaciones más apropiada, se pretende el desarrollo de economías campesinas legales e integradas al mercado, y frenar así la expansión de la frontera agrícola y el deterioro del medio ambiente. Esta propuesta cuenta con el apoyo de las FARC y su desarrollo formaría parte de las negociaciones de paz en el ámbito del futuro desarrollo rural del Caquetá. Uno de sus inconvenientes es el costo, pues sólo para la región del Pato se destinaron cerca de 2 millones de dólares y esto apenas cubre a cerca de 70 familias. Esperamos que las gestiones de nuestro nuevo presidente en materia de consecución de recursos para la paz y la sustitución de cultivos ilícitos vayan en la dirección de apoyar este tipo de iniciativas. Existen también propuestas de desarrollo rural alternativo interesantes como las de la Vicaría del Sur en compañía de la Asociación de Comuneros del Sur, Asocosur; y del Vicariato de San Vicente y Puerto Leguízamo a través del Centro de Investigación, Formación e Información para el Servicio Amazónico,
Cifisam. Estas propuestas tienen la virtud de involucrar Las dimensiones ambiental, económica, social, cultural, política y técnica propias de la complejidad y las múltiples internaciones que plantea la vida y el sistema de producción amazónico. Otras de sus fortalezas son la constancia (más de diez años en medio de un ambiente muy adverso producido por la cultura de la coca y la violencia de distintos tipos), y el permanente ajuste de la propuesta misma. Sus limitaciones hasta el momento son de recursos, de cobertura y de capacidad para el desarrollo de la investigación en el área técnica y de comercialización. Estas iniciativas que han sido seguidas por las FARC con cierta curiosidad y respeto, deben ser recogidas en la actual coyuntura para no pretender que se parte de cero en la experiencia sobre propuestas novedosas de desarrollo para el Caquetá. ¿Qué hacer con la democracia local? Las FARC está desarrollando su propio concepto de democracia y de sistema electoral. No es la democracia liberal y el sistema de elecciones que encontramos en nuestra Constitución. En las últimas semanas esta agrupación viene patrocinando la elección de nuevos alcaldes populares en varios municipios del Caquetá que se mantienen en la sombra mientras aparece el momento indicado para su posesión. En uno de los municipios del sur, y a manera de ejemplo, el procedimiento consistió en ordenar a todos los habitantes de las veredas inscribirse en las Juntas de Acción Comunal respectivas y elegir directivas. Tales directivas fueron "invitadas" a una reunión que recogía a todo el municipio incluyendo el alcalde, el Concejo Municipal (elegidos en octubre del año pasado) y a algunos representantes del comercio. Entre los puntos principales de la agenda estaba discutir el plan de desarrollo presentado por el alcalde actual y hacerle los cambios y sugerencias respectivas. Igualmente, se eligió un nuevo alcalde y un nuevo Concejo mediante el sistema de escoger una de dos planchas propuestas. En Cartagena del Chairá el proceso de elección patrocinado por las FARC ha tenido algunas
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Diferencias, en la medida en que el alcalde elegido en octubre fue forzado a renunciar y en agosto del presente año se eligió nuevo alcalde dentro de un proceso semejante al descrito anteriormente y, por lo tanto, el proceso de elección que se adelanta en este momento es para ocupar una vacante. Aquí los interrogantes son sobre los alcances que esta práctica tiene hacia el futuro. ¿Se trata de una estrategia propia de la clandestinidad o es ya el embrión del tipo de régimen político-electoral que las FARC quisieran para sus zonas de influencia? Si aceptamos que lo segundo es cierto habría varios problemas con este sistema de elección. Primero, aquí el sufragio universal es indirecto y por lo tanto menos democrático pues son los directivos de las juntas los que eligen a los alcaldes. Es claro que para las FARC es más fácil influir sobre un pequeño grupo de directivos que sobre toda la población. Se sabe que el sistema de listas cerradas agrava las desigualdades de representación pues al no haber proporcionalidad la lista perdedora de la minoría no gana un solo escaño así tenga el 40% de los votos. Hay, adicionalmente, otra desigualdad en la representación, pues las juntas tienen un número desigual de miembros y cada una está eligiendo el mismo número de delegados. Aunque la población rural es mayoritaria en la mayoría de los municipios del departamento queda sobrerrepresentada con relación a la población de los cascos urbanos. Además, existen unas pautas no escritas pero si divulgadas por las FARC que sugieren que los posibles alcaldes no deben tener vínculo con los partidos políticos tradicionales y no deben haber ocupado puestos en la administración. Estas condiciones obviamente se traducen en candidatos a la alcaldía con una hoja de vida intachable pero sin el nivel educativo adecuado y sin experiencia administrativa. Lo que puede ser más significativo de este proceso es que deja traslucir la posibilidad de que las FARC no acepten el pluripartidismo, sin que se pueda vislumbrar cuál sería su propia organización política. Sabemos que el intento de crear un Movimiento Bolivariano ha sido hasta ahora un fracaso, pues en este momento nadie quiere repetir la experiencia mortal de la Unión Patriótica y menos aun con la reciente entrada del paramilitarismo al Caquetá. Esto podría significar que las FARC llegarían a la paz sin un movimiento o partido político con algún desarrollo. No estaría entonces claro si serían los milicianos y los guerrilleros mismos los que conformarían el grupo grueso de militantes, pues siendo así éste tendría características propias de un partido facista. Estamos enfrente, entonces, de una elección popular, pero no muy democrática. Y este es, tal vez, un problema mayor para los agentes externos (para nosotros), que para la mayoría de la población involucrada. Ésta, en
líneas generales, ve con buenos ojos que a toda la gente se le obligue a participar y considera saludable que las FARC controlen el proceso para que no se introduzcan elementos "perversos" propios del sistema electoral tradicional. Se trata de un autoritarismo popular que las FARC se han encargado de representar y desarrollar en sus 25 años de presencia en el departamento. En la esfera de la justicia es aun más abierta esta actitud autoritaria. Según la Cruz Roja Internacional las propias FARC confesaron haber matado a varios Coreguajes durante el segundo semestre del año pasado. La justificación fue que estas personas ya estaban avisadas y que las FARC no podían tolerar la creación de bandas de atracadores y de asesinos por parte de los indígenas. Lo grave aquí, ante un hecho que se ha repetido de otras maneras, es la complacencia que existe por parte de la mayoría de la población que considera que así se hace justicia y se logra escarmentar a los potenciales ladrones. Eso sin contar las consecuencias políticas y culturales que trae para las comunidades indígenas que sean agentes externos los que resuelvan sus problemas de justicia. En el Caquetá, las FARC han aclimatado la cultura del ojo por ojo diente por diente para los que se aprovechan abusivamente del trabajo de los demás y ésto no deja de ser un gran desafío para el tipo de justicia que se implante en la nueva sociedad resultante de los posibles acuerdos de paz. Esta concepción representa un gran desconsuelo para las pocas pero constantes ONG's de desarrollo comunitario que llevan muchos años trabajando por inculcar en la gente los valores propios de una cultura democrática que niegue el autoritarismo incluso cuando éste es utilizado en beneficio de los intereses populares. Sin embargo, habría que reconocer que, para el caso de estas atípicas elecciones, es mejor que los grupos insurgentes estén participando en procesos político-electorales a que se dediquen exclusivamente a la guerra. En conclusión, no son de poca monta los desafíos que se plantean en el departamento del Caquetá en aras de una negociación con la guerrilla. Lo interesante es mirar que mucho de estos escollos no son sólo un problema de esta región sino que involucran muchos de los territorios ocupados por las FARC en el país e incluso por el propio ELN. Nuestro compromiso académico, dentro de una investigación que apenas se inicia, es contextualizar históricamente este proceso y hacerle un seguimiento crítico a su evolución.
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Diez reflexiones sobre el conflicto armado y su resolución Otty Patiño *
*Exguerritlero M-19, Constituyente, Presidente Observatorio para la Paz.
Primera. La ligazón entre reforma política y paz tiene que ver con aspectos sustanciales. No con la letra menuda de indultos, zonas de distensión, circunscripciones especiales y demás temas que pueden ser importantes para consolidar un proceso, pero no para sostenerlo. Un primer aspecto fundamental es la garantía de la vida de los actores políticos. "¿Por qué se armó señor guerrillero?" "-Porque, si no estoy armado, me matan como a Gaitán, a Pardo Leal, a Bernardo Jaramillo y como a tres mil dirigentes y activistas de la Unión Patriótica. Porque en este país matan al que hace política exitosa distinta a la de los partidos tradicionales". "¿Por qué no se desarma señor guerrillero?" "-Porque si me desarmo me matan como lo hicieron con Guadalupe Salcedo o con Carlos Pizarro. Porque en este país los asesinos de los líderes populares nunca son convictos ni apresados" Son argumentos contundentes, frente a los cuales no hay respuesta todavía. (Claro que todavía hay muchos imbéciles que preguntan: ¿Y dónde está la izquierda?) Una reforma política que favorezca la paz tiene que poner punto final a los crímenes políticos como medio para acabar con la oposición real, (no la oposición virtual del bipartidismo). Hay que crear ya una Comisión de Verdad y Justicia para que hablemos pública y claramente del genocidio de la Unión Patriótica, de los asesinatos de Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro. Para que los instigadores de la criminalidad política, los que manejan medios de comunicación, poder político o económico, los que ordenaron, pagaron, aplaudieron o promovieron estos crímenes, salgan de sus escondites y respondan por sus actos. Y no se los carguen solamente a los autores materiales o al narcotráfico. Si ello no sucede, si no hay una catarsis nacional, el odio y el miedo, principales alimentos de la violencia, seguirán anidando en el alma de los colombianos. Esa Comisión de Verdad y Justicia no puede ser solamente para acompañar las próximas negociaciones. Tiene que empezar por establecer la responsabilidad de los crímenes políticos cometidos durante los procesos de paz que vienen desde 1982, muros de impunidad que deben *Ex guerrillero M-19, Constituyente, Presidente observatorio para la paz
ser derribados para hacer posible el tránsito a futuros procesos. Si articulamos esta propuesta con la creación de la Corte Penal Internacional, podríamos pensar que dicha comisión sea también de Instrucción preliminar que mire las causas de la disfuncionalidad de la justicia colombiana frente a los crímenes atroces que serían competencia de la Corte, para poder determinar los mecanismos de complementariedad entre la justicia colombiana y la justicia internacional.
Segunda. Un segundo aspecto fundamental para una reforma política es la limpieza electoral. Los crímenes contra dirigentes nunca han estado aislados de otros crímenes contra la democracia. El fraude, la compraventa de votos, las financiaciones ilegales, la presión indebida al elector,-el soborno a las autoridades electorales, son un compendio de faltas y delitos, todos ellos parte del manual del manzanillo. La Constitución del 91 avanzó un poquito, pero no lo suficiente. Es necesario hacer un paquete de delitos contra la democracia con especial énfasis en los delitos electorales y penalizarlos de manera ejemplar. No hay que tenerle miedo a ser altamente represivos contra los que atenían contra la democracia abusando o corrompiendo los mecanismos que ésta tiene para acceder al poder. Por supuesto, consignarlo en una ley no es suficiente: la juridicidad es un proceso social que requiere algo más que un articulado con sus respectivos incisos. Una pedagogía política para que el ciudadano, la fuerza pública, los funcionarios, los partidos, las ONGs, sepan que los fraudes a la democracia son origen de la desgracia nacional y, por lo tanto, que no son admisibles. La democracia, o es limpia o es farsa. Y los políticos, en general, son en Colombia delincuentes electorales. 71
Si repasamos nuestra historia, caeremos en cuenta que las organizaciones insurgentes surgieron como reacciones frente a la antidemocracia. Desde las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, cuyos orígenes se remontan a la persecución política de los años cincuenta, en ese todavía oscuro y vergonzoso episodio que es nombrado de manera genérica como "la violencia", pasando por el Ejército de Liberación Nacional, ELN, el cual legitimó su alzamiento en las palabras de Camilo Torres cuando argumentaba que "las vías electorales están cerradas, por cuanto quien escruta, elige". Sin olvidar al Movimiento 19 de Abril, M-19, que nació como respuesta a un fraude electoral, el origen de nuestros conflictos armados es político. La teorización de "las causas estructurales" se ha convertido en una manera de ocultar la semilla política de nuestras confrontaciones armadas. Tercera. El tercer elemento para una reforma política que le sirva a la paz, es la igualdad de oportunidades. No es suficiente una ley para la financiación de las campañas, si los partidos tradicionales les llevan a los demás una ventaja inicial representada en financiación partidaria y en ventajas burocráticas. El lastre de unos partidos del pasado, con una cultura de violencia y fraude, pesa demasiado en el mantenimiento del status quo. Sacudirse de ésto no es fácil. Hay que igualar el financiamiento de todas las agrupaciones partidarias con personería jurídica, así la consecución y mantenimiento de esa personería jurídica sea más exigente. El pluralismo político no puede ser una entelequia sostenida por dos partidos "históricos" y una irrisoria gama de organizaciones pequeñas, frágiles y fugaces. Y sin pluralismo no habrá paz.
Cuarta. Lo que le da todavía legitimidad a la insurgencia no es ni su ideología, ni su programa político, ni su fue militar. Es su base campesina. Hay
una inmensa deuda social con esa población en un país donde la riqueza proviene, en una inmensa proporción, del trabajo rural. Pero sobre todo, hay que pagar la deuda política, tal ve; más grande que la social. Las oligarquías liberal y conservadora dirimieron sus diferencias atizando a los pobladores del campo en el ruedo de la guerra fratricida Y ninguno de esos partidos le pagó la deuda política a esta población. El régimen democrático, como régimen representación, que iguala a los hombres en el voto, genera nuevas inequidades con ese sector. Allí donde la densidad poblacional es tan pobre que no es atractiva para los políticos, la democracia no es funcional. Cobrar: la deuda social, como lo hace la guerrilla, mediante el secuestro de ricos, el boleteo a empresas, o el impuesto la coca, no le genera dignidad ni poder a esa población. Y sin una cierta cantidad de decoro no hay paz. Por ello, hay que saldar la deuda política con la gente del agro. Sí necesita una reforma que contemple una circunscripción especial para esa población dispersa, abandonada y marginal que son nuestros trabajadores y propietarios agrícolas. No basta que Tirofijo pueda ir una vez al Congreso. Es necesario que la voz del campo Colombia esté siempre en el Congreso, en las asambleas y en los concejos municipales. Quinta. Hablemos ahora de la guerra: allí en el sur oriente del país, donde las FARC le han ido ganando la iniciativa militar al Ejército, lo que hay es una población campesina que encontró en la economía ilícita el único medio posible de supervivencia viable. La aplicación de una errática política antidrogas, producto del fariseísmo de la clase dirigente y de la no compasiva presión gringa, han ido afirmando el sentimiento de marginalidad de dicha población hasta convertirlo en una cultura. Ese fue el caldo de cultivo que encontraron las FARC logrando encajar de manera perfecta su discurso antimperialista, su experiencia armada, su virulencia contra el Estado bogotano, su raíz campesina y una alta dosis de autoritarismo para mantener el orden dentro de la ilegalidad, con una población de expulsados del resto del país, de "colonos", de aventureros, de rebuscadores, de gentes para quienes "la ley" es un sujeto uniformado al servicio de otros, y que los ha atropellado desde siempre.* Así las cosas, las FARC se convirtieron en el "martillo de Dios" con el que esos habitantes, expulsados del edén de la frontera agrícola, se defienden de un Estado que los ha corrido, vejado y humillado.
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La vastedad del territorio, las llanuras de la Orinoquía que facilitan la improvisación de aeropuertos, desplazamiento en vehículos terrestres allí donde nunca existió una carretera, una red de ríos y caños que proveen la movilización fluvial, una escasa población dispersa y fácil de controlar desde la irregularidad, y la gran selva amazónica para el ocultamiento cuando la llanura no es suficiente protección. Estos son los factores geográficos que bien aprovechados por la insurgencia, les ha permitido tanto el desarrollo en torno a Bogotá, la capital del país, como la cristalización del poder. Por ello, si el Gobierno no hace la paz con esos campesinos, no habrá paz, así la firme con Marulanda. A lo que está enfrentado el Estado colombiano en esas zonas rebasa el desafío de un movimiento guerrillero. Lo que hay allá es una insurrección a la colombiana, un poco taimada, pero no por ello menos profunda. Se debe aprovechar el despeje de los cinco municipios para hacer una mesa del tamaño del problema. Porque no se compadece un despeje tan grande para una mesa tan chiquita. Sexta. El esquema del proceso que propone el ELN recoge algunos elementos que se han trabajado en procesos anteriores. La participación de la sociedad civil siempre ha sido un ingrediente en todo proceso de paz. Desde los tiempos de Belisario1, cuando el cuento de la paz generó un gran entusiasmo y propició la participación popular en torno al Diálogo Nacional, hasta los procesos de principios de esta década, en donde fue clave la movilización ciudadana en la preparación, elección y aplicación de la Constituyente. Los "campamentos de paz", sitios de concentración de la guerrilla y de ubicación de las mesas de negociación, se convirtieron en lugares de romería de pobladores en busca de oportunidades políticas y económicas, como también de reclamos a daños de guerra no resueltos o de propuestas de reconciliación o de esclarecimiento sobre hechos y sobre personas desaparecidas en la vorágine de la guerra. De modo que la participación de la civilidad en la paz no es un invento reciente, ni es exclusivo de una u otra organización. Por el contrario, es lo tradicional. Sin embargo, en la actualidad, la falta de interlocución clara y permanente del ELN con el Gobierno Nacional hace que este esquema de Convención Nacional, en lugar de distensionar las relaciones entre los actores armados, alimente la polarización y dificulte la solución de los mil y un
inconvenientes y tropiezos que todo proceso de paz tiene. Todo ello, puede terminar desanimando la participación de una población que quiere ser activista de paz sin que sea calificada de paramilitar o de insurgente, produciendo el efecto contrario al que se pretende, ésto es, el de estimular el acompañamiento ciudadano. Hay también un gran interrogante al diseño del ELN. ¿Quién elige o nombra a los miembros de la Convención Nacional? Porque de esa pregunta depende en gran parte la validez y el peso de lo que allí se concluya. Indudablemente, entre más transparente, democrático y representativo sea el método de escogencia de los convencionistas, mayor fuerza tendrá la Convención Nacional para ser un preludio de una Asamblea Constituyente. Certeza, confianza y generosidad son los ingredientes para que un proceso de paz se convierta en proceso de masas. Séptima. La gran ventaja de los paramilitares es su invisibilidad. Fidel Castaño desapareció del panorama dejando como rastro una fotografía borrosa que la revista Semana publicó varias veces. Carlos Castaño, su hermano y sucesor, es también eso, una borrosa imagen. ¿Quiénes componen el Estado Mayor de las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá? Misterio. ¿Quiénes son los empresarios, militares, políticos en ese Estado Mayor? Misterio. La única manera de develarlo es sentando a los "paras" en una mesa de negociación. A los que mandan, a los verdaderos jefes. No a los mitos, a los rambos. Que el paramilitarismo dé la cara. Mientras que la guerrilla mantenga su posición de no negociar con los "paras", a lo único que ayuda es al ocultamiento, que es la principal fortaleza de éstos. Necesitamos una paz que ilumine todos los rostros de la guerra. . Octava. La paz es un tiempo de oportunidades que al no ser aprovechadas, las gana la guerra. No haber. Aprovechado el momento de democracia que generó la Constitución del 91 para hacer la paz definitiva fue la gran falla del gobierno de Gaviria. Haber ordenado o permitido la ofensiva contra Casa Verde el mismo día de sus elecciones manchó en su origen a la Asamblea Constituyente. Proclamada la nueva Constitución, gobernar en la lógica de la cultura clientelista de un Congreso reincidente en su mayoría, fue la segunda. 1
Belisario Betancur, presidente de Colombia entre 1982 y 1986. Al iniciar su gobierno dio inicio al Proceso de Paz con las guerrillas con el otorgamiento de una amnistía a los presos políticos y la apertura de un o proceso de tregua y diálogo nacional con los alzados en armas.
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Suspender las conversaciones deTlaxcala fue la tercera, y la vencida. Después vendría la guerra integral, el triunfo de Samper con el billete de los narcos y el concurso de los politiqueros. A pesar de todo ello, la Constitución del 91 ha sobrevivido a las iniquidades. La inútil e injusta prolongación del desangre después de la Constitución del 91, siete años más de barbarie, ha sido pagada principalmente por la civilidad. No sólo nos hemos estancado, hemos retrocedido, día a día, año por año. Cada muerto, cada desplazado, cada mutilado, cada secuestrado, cada desaparecido, son un escalón descendente en el abismo del atraso. La deuda con este país por parte de quienes pudiendo parar la guerra no lo han hecho, se acrecienta cada día. Las omisiones contra la paz pueden ser tan graves y tan imperdonables como los peores crímenes de guerra.
Novena. La paz en Colombia ya cumplió 18 años. Es mayor de edad. Empezó en 1980, en una camioneta amarilla, en la Carrera 30 de Bogotá, al frente de la Embajada Dominicana y de la Universidad Nacional. La Chiqui, guerrillera, y el delegado del gobierno deTurbay, Camilo Jiménez, los testigos internacionales, el país y el mundo mirando los avances. La audacia de Bateman cortando el nudo gordiano con el planteamiento de que lo importante no era darle solución a la Toma de la Embajada, lo importante era darle salida al conflicto colombiano. De allí nació el Diálogo Nacional, el famoso sancocho nacional, las amnistías, las recortadas y las incondicionales, las treguas, los ceses unilaterales y toda la gama de iniciativas para frenar la guerra. En 1990, Pizarro (Carlos), en el más alto nivel de valentía de un guerrero inventaría el desafío del desarme para un pacto1: constitucional y para tres grandes rectificaciones.
Ignorar el pasado que tenemos, descalificando lo que se ha hecho por imperfecto, por incompleto, por los desaciertos y errores en que se ha incurrido, es condenar la paz a una infancia perpetua, a una candidez más irremediable que la de Remedios la Bella, es permitir que continuamente se nos escape a los cielos, inalcanzable e inasible. Dieciocho años son sabiduría suficiente para terminar una guerra que empezó hace cincuenta. Habrá paz si la vanidad de cada gobierno, la vanidad de "la foto de la firma del acuerdo" no sigue obnubilando mentes en el imaginario de que la paz se condensa en ese instante, en el flash de esa fotografía. Habrá paz si los intelectuales, que son las neuronas de la nación, se vuelven serios, valoran el acumulado de experiencia, tienen sentido histórico para dimensionar los caminos recorridos, si con humildad reconocen los procesos, examinan la realidad con la honestidad y profundidad de un Estanislao Zuleta, si dejan de pelear por ser las vedettes que producen opiniones dominicales en revistas y periódicos y cumplen con el prodigioso papel de estimular con nuevas visiones la creatividad necesaria para inventarnos el país donde quepamos todos. Décima. Nuestra guerra también tiene unos plazos internacionales. La voracidad de países que nos miran como posibilidad de banquete, cocinándonos en nuestra propia salsa. El cansancio de unos países vecinos, a quienes nuestros conflictos empiezan a desajustarlos afectando su población, la confrontación bélica rompiendo fronteras en sus afanes logísticos, irritando a sus gobiernos, a sus políticos, a sus fuerzas armadas y policiales. La determinación de muchos países del mundo de superar la barbarie y que se puso de manifiesto con la creación de la Corte Penal Internacional. Y nuestra propia ceguera, al creer que el acompañamiento del mundo es un ingrediente aleatorio a la paz, quizás la oportunidad de conseguir algún billete en las arcas cada vez más vacías y menos filantrópicas de la llamada cooperación internacional. La construcción de la paz debe ser oportunidad y camino para integrarnos en las filas de la civilización, a sabiendas que ese mundo civilizado lo es, porque ha podido superar sus desquiciamientos y porque está compuesto por gente no mejor ni peor que nosotros, los colombianos.
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Recetas no. Lecciones si. Vera Grabe L* Hay una paz que está por hacerse; hay una paz que ya se hizo. Y en una historia de guerra de cincuenta años hay una historia de paz de casi veinte años, que cuenta y enseña. Alguien más antiguo y mucho más sabio que nosotros, decía que si uno no aprende de la historia, está condenado a repetirla. Es algo que nos ocurre con frecuencia a los colombianos que padecemos o queremos padecer de amnesia crónica. Por eso hay tanta obsesión por ser inventores de lo inventado, de inaugurar, de fundar nuevas etapas, de ser diferentes negando lo que hicieron otros. Sería interesante desentrañar el por qué, pero ésto es más bien asunto de otro escrito. A nuestra experiencia de paz y al camino andado le sucede algo semejante. En foros, cátedras, simposios, investigaciones hay un -a veces soterrada, a veces intencional-, desconocimiento u olvido de los procesos de paz que Colombia ha hecho. Y en gestiones de paz y procesos que se inician existe un veto tácito o expreso a dichos procesos de paz y a sus protagonistas. Como si aprender de la historia fuese pecado, como si reconocer lo hecho quitara méritos y no fuese fuente de aprendizaje, bien sea para repetir, para mejorar o innovar. Entonces, al intentar mirar experiencias de paz para inspirar nuevos caminos, prohombres de la paz de hoy prefieren dar el salto al Salvador y Guatemala antes de nutrirnos de lo que en Colombia se ha hecho, olvidando de paso, que procesos como el de El Salvador aprendieron del proceso colombiano, y no lo niegan.
A la paz hecha con el Movimiento 19 de Abril, M-19, el Ejército Popular de Liberación, EPL (luego Esperanza, paz y Libertad), el Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, el Quintín Lame, la Corriente de Renovación Socialista, CRS, las Milicias, la rodean una serie de falsas verdades que hicieron carrera y hoy se dan por establecidas y admitidas, tales como: la paz de los noventa es "una paz barata", "una paz de casa, carro y beca", o como escribía en día pasados un editorialista del periódico Caja de herramientas, citando a uno de nuestros eminentes pazólogos: Si dentro del poder no se le da cupo ni entrada a la oposición política, sino que se le manda al monte, o se le trae o se le compra como al M-19 o se le asesina como a la UP, pues no habrá solución. (Paga la pregunta: si la paz fue tan gratuita, ¿cuál fue el gran negocio del M-19 y quién lo compró?). Vale la pena llamar la atención sobre este tipo de afirmaciones, no sólo por irrespetuosas y por hacer reclamos y reivindicaciones, sino porque afirmaciones falsas o distorsionadas no contribuyen ni a hacer la paz, ni a pensar paces más integrales. Es desconocer que cada paz responde a un momento, a una concepción, a un contexto, y que tiene sus propias lecciones, útiles aunque sea como aprendizaje, si se les mira con respeto. Si los hechos no se miran como son, se descontextualizan, no se valoran históricamente. De ahí nacen entonces nuevos sectarismos, otras exclusiones y nuevos vetos que en vez de ayudar a ampliar y ensanchar la paz, la empequeñecen. Suficiente violencia tenemos como para no defender, cultivar, engrandecer, dignificar la paz y paces que hemos construido. Y poco sentido tiene plantear que lo hecho excluye lo que está por hacerse, así obedezca a otros momentos, modelos, concepciones. Nuestra paz no fue barata, tampoco gratuita: fue gratis Nació de una honda convicción, nacida en el corazón y la mente de un guerrero, Carlos Pizarro, que inició un intenso proceso de debate y reflexión. Nació de la confrontación con la sociedad que, después del Palacio de Justicia, fue manifestando sus quererse, voces, actitudes, demandas, silencios, todos conducentes a la paz. Vimos que la guerra no era opción deseada por la gente, que la guerra como solución no era viable ni deseable, mirando la creciente complejidad de frentes y actores, y el alto costo que suponía pagar su continuación. Ya desde entonces era previsible lo que se ha ido confirmando a lo largo de estos años en Colombia
*Ex guerrillera M-19, ex-senadora, ex-diplomática, Directora Ejecutiva Observatorio para la Paz
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como en la mayoría de los conflictos contemporáneos en el mundo: el costo lo paga la población civil, el pueblo, en nombre del cual se pelea. La sintonía fuerza en armaspueblo, que era la razón de ser de nuestra forma de actuar y cuya unidad era básica, había que reemplazarla ahora por la llave pueblo-paz. Y de ahí nació una decisión soberana y libre de paz, distinta a la paz armada de otros momentos. Una paz que era más una apuesta que un negocio: el negocio estaba en el respaldo y la aprobación de la gente y el proceso político de apertura democrática que el mismo proceso iba a generar.
Machuca, y pidiera disculpas?, ¿y si el Estado mostrara señas de querer esclarecer y enfrentar la guerra sucia que sigue reclamando víctimas civiles? Lo anterior vuelve a colocar sobre el tapete si es posible la paz en medio de la guerra. No quiere decir paz en medio del conflicto, porque ese sigue estando presente, no se trata de eliminarlo, sino de transformarlo y gestionarlo de otra manera. Por la confianza que se requiere, porque el mismo proceso tiene que estar rodeado de un clima de distensión, confianza, credibilidad, camino de paz, si bien es imposible parar la confrontación, lo mínimo es colocarle una límites a la guerra, unas bases, unas fronteras, ojala un cese al fuego para que se escuchen las voces del diálogo.
Por eso la participación de la sociedad civil no es un invento actual La paz debe partir del nivel de democracia alcanzado Todos los procesos de diferente manera han contado con el acompañamiento, la complicidad, la incidencia de la sociedad civil. Han sido moldeados y caracterizados por su participación. Tanto aquellos como el del 84 cuando la voz de la gente era una sola: paz sin la dejación de las armas. Luego fueron surgiendo voces cada vez más civilistas. Voces y manifestaciones que no asumían vocerías de sociedad civil para hacer acuerdos en nombres de la sociedad civil. Recuerdo incluso momentos de menos sociedad civil vocera, pero de voces más contundentes y exigentes de cara a las armas, mejor dicho, más civilista. Más frente civil, menos mediadora.
La paz requiere responsabilidad y verdad Para que un proceso se pueda construir sobre bases firmes, requiere credibilidad, confianza. Con mayor razón hoy, después de tantos años de intentos sin resultado, después deTlaxcala, las iniciativas de "paz en medio de la guerra" de los cuatro años pasados, con logros tan importantes como el Mandato con diez millones de "No más atrocidades", con el Derecho Internacional Humanitario, aún poco asumido, pero sí convertido en parte de la jerga cotidiana de la paz, con las nubes de mediadores, facilitadores de la paz, con crecientes instrumentos de paz locales, regionales y nacionales.... Todo conducente a que hoy se vuelvan a vislumbrar nuevas posibilidades de negociación. Si bien cada parte juega sus cartas y tiene sus intereses, la paz no puede ser solamente una demanda, sino supone asumir responsabilidades y compromisos propios. ¿Qué credibilidad tendría hoy el ELN, si después de que sus voceros cumplieron la palabra de regresar a la cárcel, se responsabilizara de la tragedia de la población de
Una de las razones fundamentales de la lucha armada ha sido la falta de democracia, un régimen excluyente, la falta de garantías civiles, el no reconocimiento de los derechos. Ha sido el propósito de muchos luchadores, armados y no armados: abrirle este país a la democracia. Y nos ha costado lograrlo. Aún estamos en un proceso de transición, no contamos con el estado democrático que necesitamos, las conductas autoritarias sobreviven, a las costumbres políticas aún les falta saneamiento, las garantías políticas aún dejan mucho que desear. Pero nadie puede negar que el país ha cambiado. La sociedad colombiana ha caminado en democracia. Asamblea Constituyente por elecciones, Mandato Ciudadano, creciente participación electoral, ejercicio ciudadano de mil maneras,... Por eso es imposible una paz pactada entre poderes armados, donde se defina a dedo o a exigencia quienes pueden estar en Convenciones, Asambleas. La paz tiene que partir del nivel de democracia alcanzado; y, al contrario, su reto a futuro es profundizar la democracia existente, y enfrentar al interior de los propios poderes las conductas autoritarias que la propia sociedad ya no acepta y va dejando atrás. Estado y poderes deben permitir y propiciar que la sociedad ocupe su lugar y la conducta que le corresponde asumir. Y la tendencia deseable debe ser cambiar esa vieja frase con la que nos criamos por la que diga que "el poder no nace del fusil" y otra que establezca "todo el poder a los civiles".
No toda propuesta o medida de paz conduce a la paz Hablar de indulto, amnistía, despeje, acción política, no necesariamente conduce a la paz. La amnistía de
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Belisario Betancur, si bien liberó presos políticos y generó debate político, no apuntó a la paz. El acuerdo de Dialogo Nacional estaba inscrito para ambas partes en el marco de un descanso para medir fuerzas, con la perspectiva de ganar en legitimidad -ambas partes, tomar aire para volver a la guerra-. Hay argumentos de paz que nutren la guerra. Por eso, de nuevo con miras a futuros procesos, es necesario ver en qué contexto, dentro de qué concepción, perspectiva, se ubican las propuestas, las medidas políticas y jurídicas. Tanto el Estado como los actores armados pueden moverse sobre sus propuestas dentro de una tónica de ganar tiempo para la guerra o abrir un momento para avanzar en la resolución del conflicto. En esa perspectiva, es vital el papel y la actitud que asuman la sociedad civil y la comunidad internacional como veedoras y garantes para que efectivamente conversaciones y negociaciones conduzcan a desatar los nudos de la confrontación, y a superar la guerra y sus atrocidades. La reingeniería es de todos La inversión de paz fue casi exclusivamente de quienes tomamos la decisión. La inversión de clase política, gremios, Estado fue la menor posible. Aún hoy, a ocho píos de proceso, ser ex-guerrillero no es carta de presentación cuando se busca trabajo y no es extraña la discriminación a hijos de excombatientes en el colegio... Sin embargo, se ha ido construyendo e inventando un proceso de reinserción que ha tenido los costos de un aprendizaje en un país donde el Estado históricamente se concebido dentro de esa extraña mezcla de democracia con violencia, y poco, sobre una clara
definición de paz. Lo que hoy existe, el pedazo de Estado para la paz, ha sido producto de los protagonistas de los procesos y de personas que desde el Estado le han apostado a estos procesos, buscando que la propia reinserción trascienda cada vez más hacia la sociedad y la construcción de una cultura de paz. Pero, no sólo para cultivar lo que se ha hecho, sino con miras a los nuevos procesos, la propia sociedad, el Estado y la clase política necesitan una enorme reingeniería para poder digerir, asumir y reinsertarse en la paz. Y entre mayor es la aspiración
del proceso, mayor tiene que ser la disposición y preparación. Porque la paz no es el final feliz de un cuento, sino también un método de resolución y una cultura a construir. País que no defiende la paz que tiene, tampoco la construye Lo que hemos aprendido en estos años, es que la paz no es un acuerdo, sino una paciente construcción que comienza a partir de su firma. Después de la foto, de la emoción, viene el desarrollo que supone la invención de instrumentos, actitudes, de intentar incorporarle una perspectiva de paz a desarrollos sociales políticos y . civiles, a cambiar lenguajes. En Colombia se trata de revertir toda una historia de guerras, de cambiar lógicas de pensamiento, de edificar un Estado para la Paz, de hacer confluir y potenciar todas las energías de paz que logren imponer la inteligencia de la paz sobre la inercia de la guerra. Mirando hacia los procesos que se avecinan -ojala-, la manera cómo están abordando las conversaciones, es difícil vislumbrar un pacto que involucre a todos los actores armados, de manera que continuaremos en la dinámica de los procesos escalonados. Lo que a su vez demandará cuidar, defender, cultivar, consolidar cada paso que se vaya logrando. De nuestra experiencia hay que aprender y preveer que no se repita, que las zonas donde se pactó la paz y que deberían ser beneficiarías de los procesos, no se vean de nuevo invadidas por la violencia ante la ausencia de planes y soluciones de paz, presencia de Estado y protagonistas de los pactos. Todo ésto para decir que el proceso colombiano, desde la primera propuesta de paz y hecho sobre diversas concepciones -unas de guerra, otras de paz, ha sido una enorme pedagogía de la paz. Si bien no existen recetas, cada proceso tiene enseñanzas que bien vale la pena analizar y recordar, sobre todo con miras a lo que hoy acontece y a las búsquedas de la actualidad.
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El Estado y la Sociedad Leopoldo Peralta* y Mauricio Vasco** Presentación El propósito de este documento es el de contribuir al análisis de los problemas estructurales que afectan a la nación colombiana y proponer lineamientos que orienten soluciones de fondo. Se han registrado en los últimos años y especialmente en la coyuntura actual, polémicas basadas en ideologismos relativos a los eventuales modelos de desarrollo económico y de organización del Estado que le convendrían a Colombia. Estas polémicas ocultan la real situación de la economía política, y conducen hacia acciones que no harán más que posponer transformaciones profundas y prolongar las condiciones que generan la dinámica de violencia social y de confrontación política armada. La Constitución de 1991 es un ejemplo de la forma como el establecimiento colombiano ha soslayado los cambios. Las verdaderas reformas que requería el país fueron sustituidas por modificaciones accesorias y formales del sistema político, sin que se tocara nunca el problema de fondo de la distribución del poder y su interrelación con la estructura económica. Frente a ello, se presenta en este documento una perspectiva basada en un marco de análisis que aísla e identifica los factores y actores del poder actual en Colombia, así como su interrelación y comportamiento, y permite, además, establecer el escenario de ajuste político requerido para modificar, de una manera democrática y constructiva, las condiciones de desarrollo del país.
mecanismos que las ponen al servicio de intereses privados y sectoriales. Cuando ello ocurre, y sobre todo cuando ocurre de manera excesiva, la democracia se desvirtúa absolutamente. En estas condiciones, se transforma en una fachada para legitimar prácticas generalizadas de corrupción. Esto sucede en condiciones de un muy precario desarrollo político de una nación, y tiene la perversidad de constituir un escenario que se retroalimenta y agrava hasta cuando un verdadero mecanismo de ruptura radical rompe el círculo vicioso de su reproducción. Por otra parte, la capacidad de interacción a nivel internacional y, en última instancia, la soberanía de una nación, dependen de la existencia de instituciones legítimas, dentro de las cuales se garantice la sucesión de gobiernos legítimos, la existencia de instituciones parlamentarias respetables y la continuidad de una justicia operante. Las carencias o distorsiones en uno o varios de estos aspectos generan una situación de debilidad que puede llegar a ser extrema-, en la cual la soberanía se ve profundamente afectada por las presiones externas o por la incapacidad de ejercer una interlocución adecuada con los otros actores del sistema internacional. De acuerdo con lo anterior, el aprovechamiento de los recursos naturales, la creación de ventajas comparativas en los mercados internacionales, la distribución de la riqueza, -concebida esta distribución como igualdad en las oportunidades de educación, de salud, de empleo, de bienestar-, la interacción internacional y en general, la movilización de una sociedad a través de sus instituciones en la búsqueda del beneficio general, tienen como requisito el desarrollo político, entendido éste como el adecuado funcionamiento de las instituciones públicas, liberadas de los nocivos mecanismos de corrupción antes descritos.
1. El Estado y la sociedad El desarrollo político de una nación se alcanza a través de la construcción de un Estado en el cual el conjunto de sus instituciones operan en beneficio del interés general. El escenario de la democracia permite que esta operación se efectúe contando con la voz mayoritaria de los ciudadanos y con la opinión que ellos tienen acerca de los problemas y asuntos prioritarios por atender. Se registra con persistente frecuencia una tendencia a la distorsión del escenario democrático por la corrupción de las instituciones públicas mediante
2. La situación colombiana El Estado como relación social refleja la distribución del poder económico y político. En todos los estados se refleja la influencia de los diferentes sectores sociales y grupos de interés, frente a los cuales el Estado debe ejercer un adecuado arbitraje, basado en la búsqueda del interés general. En Colombia, la guerra interna se produce como resultado de la excesiva influencia de grupos privados y sectoriales de interés -incluyendo el narcotráfico-, y de la incapacidad del mismo Estado para disolver tal influencia bajo el prisma del interés general.
* Ingeniero Universidad de los Andes, MBA The University of Georgia " Politólogo Universidad de los Andes, Instituto de Estudios Políticos de París, Escuela Nacional de Administración París.
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Algunos indicadores de esta situación permiten ilustrar la estructura real de la economía política del país, y explicar el conjunto de distorsiones internas y de vulnerabilidades externas que lo afectan de manera aguda y creciente. Tal vez los más reveladores de estos indicadores son los que describen la concentración de la propiedad económica y de los medios de producción. La concentración económica en Colombia se puede caracterizar a través del control de mercado que ejerce un reducido grupo de conglomerados, sobre áreas cruciales de la actividad económica que van desde la intermediación financiera, los transportes y telecomunicaciones, hasta la producción, distribución y comercialización de componentes básicos de consumo. El Estado colombiano opera como el instrumento protector de esta posición privilegiada, imponiendo políticas y medidas que configuran barreras de entrada para el libre y democrático desenvolvimiento de la actividad económica de la nación. De esta manera, las entidades del Estado operan como instrumentos efectivos de intereses particulares. Ello ocurre principalmente en los sectores en que estos grupos requieren mayor protección del Estado, como son la defensa, la energía, las comunicaciones y los sectores reguladores de la actividad económica. El control lo ejercen e incrementan estos grupos a través de prácticas que incluyen la corrupción, la coacción, la manipulación de los procesos políticos electorales y de los mecanismos de formación de la opinión pública nacional. El objetivo de esta intrincada armazón es el de habilitar y mantener, de manera permanente, la transferencia del valor agregado creado por la nación a algunos conglomerados.
3. Los mecanismos de la transferencia de riqueza El estudio comparativo de los ingresos del Gobierno Central con los de algunos conglomerados privados nacionales, ilustra la concentración de poder económico en manos de unos pocos grupos de interés privado. La Ilustración 1 resume esta información, pudiéndose observar allí cómo los ingresos declarados en 1997 por los tres primeros grupos privados, excedieron, en más de 18 por ciento, los ingresos totales del Gobierno Central.
Ilustración 1 - Ingresos del Gobierno Central y de los tres primeros grupos económicos 1997 La Ilustración 2 desagrega por áreas de actividad la fuente de los ingresos de estos tres grupos. Más de tres cuartas partes de éstos provienen de la especulación financiera, de la venta de bebidas alcohólicas y de refrescos y de actividades comerciales. Sólo un 10 por ciento de sus ingresos se puede asociar a gestión empresarial en la economía real.
Ilustración 2 - Ingresos por Sector de tres primeros grupos económicos. Desagregación Porcentual para 1997 En ninguno de los casos estos conglomerados participan en actividades industriales que requieran agregación de valor de alta tecnología. Su participación en algunos sectores de avanzada, como el de las comunicaciones, se reduce al usufructo de concesiones cuasi monopólicas, obtenidas del Estado como retribución a su financiación de campañas políticas. Se observa que su participación en actividades industriales, que requieran altos niveles de preparación gerencial y de contenido técnico, es muy limitada, reduciéndose a algunas operaciones de ensamblaje o a la explotación de fábricas de tecnología primaria, como cementeras o fábricas de envases. La incapacidad de estos conglomerados para gerenciar actividades intensivas en capital y capacidad gerencial se evidencia en desastres industriales y ecológicos como el de Acerías Paz del Río.
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En abierto contraste con la reducida capacidad gerencial y empresarial de estos grupos, se aprecia el continuo crecimiento de sus utilidades declaradas, las cuales constituyeron 2.9 puntos porcentuales del PIB nacional de 1997. Cerca de 16 % del crecimiento nacional ocurrido entre 1995 y 1997 ha sido apropiado como utilidades por estas tres entidades. La Ilustración 3, que compara algunos indicadores del sector privado de Estados Unidos con los del país, pone en perspectiva esta enorme distorsión de nuestra economía. En proporción con el producto nacional de cada país, las utilidades de las tres primeras empresas colombianas fueron más de ocho veces mayores que las correspondientes a las compañías de los Estados Unidos y los ingresos de los grupos colombianos fueron tres veces mayores.
Ilustración 3 - Comparación de Impacto sobre PIB de tres primeras empresas de Estados Unidos con tres primeros grupos económicos colombianos en 1997 Más aún, para que en la economía norteamericana se pudiera igualar la proporción de Ingresos sobre PIB que en Colombia obtienen únicamente tres grupos económicos, sería necesario sumar los Ingresos de las 20 mayores corporaciones de ese país. Si se tiene en cuenta que la propiedad de las empresas norteamericanas se reparte entre millones de accionistas, el grado de concentración en Colombia resulta aun mas acentuado, pues la propiedad de los conglomerados nacionales reposa, en última instancia, en tres personas. No es extraño entonces que la rentabilidad sobre los ingresos netos de los negocios en Colombia, de los grupos colombianos, sea muy superior a la de los negocios de los empresarios norteamericanos en su país. Aun con mercados, tecnologías y capacidades gerenciales inferiores, los tres grupos colombianos obtuvieron 260 % más de utilidad por cada peso de ventas, que la que los empresarios americanos obtuvieron de sus mercados en 1997.
Mirada bajo la óptica de la teoría económica, estas utilidades superiores se pueden explicar únicamente por el control de mercado que permite a estos grupos apropiarse de los excedentes sociales de la nación. En una economía competitiva, la utilidad que habrían podido realizar estos grupos no habría excedido de 870,000 millones de pesos en 1997, en contraposición a los más de 2,200,000 de millones de pesos que registraron en sus informes financieros del mismo período. El costo en 1997 de esta irreversibilidad económica, protegida por el Estado, puede estimarse entonces, en mas de 1,400,000 de millones de pesos o 1.2 puntos porcentuales del PIB. En el período comprendido entre 1995 y 1997, el excedente social trasladado a los tres grupos de interés fue de 3,500,000 de millones de pesos, cifra igual al déficit consolidado del Gobierno Central en 1997. Una tendencia similar de crecimiento a la que exhiben las utilidades de los grupos económicos, se observa en los gastos del Estado en Defensa y Seguridad. Esta correlación positiva entre utilidades privadas y gastos militares coincide con el rol subordinado del Estado al poder económico, capaz de externalizar a toda la sociedad el costo de su protección.
Ilustración 4 - Porcentajes de Participación en el PIB nacional de 1997 de las utilidades de primeros tres grupos, del Sector Defensa y de los gastos totales en Vivienda Social La correlación negativa de estos indicadores con la inversión en vivienda social ejemplifica el abandono de. Estado de sus obligaciones fundamentales. De hecho, si este excedente que se ha señalado hubiera revertido al conjunto de la sociedad, el país habría podido multiplicar en mas de 300 por ciento el número anual de viviendas populares construidas o habría podido duplica la inversión realizada por el Gobierno en 1997 en Agua potable, Saneamiento Básico, Educación y Vivienda social
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La comparación de las cifras de crecimiento del PIB y de desempleo con las de crecimiento de utilidades de los tres grupos privados ilustra el mecanismo de transferencia a unas pocas manos de la riqueza.
Ilustración 5 - Comportamiento de las Utilidades tres primeros grupos, Desempleo nacional y Crecimiento Real PIB en el período 1995-1997 En efecto, se observa en la Ilustración 5 que, mientras el desempleo aumentó en más de 39 % en el período 1995-1997, y que el crecimiento se redujo en más de 40 %, las utilidades privadas se incrementaron a una tasa superior al 30 %. Este comportamiento, contradictorio en una economía en recesión, confirma lo observado anteriormente: en Colombia, la acumulación de riqueza de los principales grupos de interés se realiza, en gran medida, a expensas del empobrecimiento nacional y no como resultado de una gestión empresarial que agregue valor a la economía nacional. A la enorme magnitud de los excedentes sociales apropiados por los conglomerados mayores, debe agregarse lo apropiado por otros grupos menores, que han obtenido del Estado el control de algunos mercados no atendidos por los grandes conglomerados. El perfil de actividades de este segundo grupo es análogo al de los tres grandes grupos. Sus principales campos de actividad son la intermediación y especulación financiera y la producción de bebidas. La actividad industrial se reduce al sector de textiles, de algunos sectores agroindustriales y de transformación de productos químicos y petroquímicos. La ilustración No. 6 presenta en forma gráfica este patrón. Aunque la información económica de este segundo grupo es fragmentaria e incompleta, su tamaño se puede estimar, de acuerdo al volumen de sus ingresos, entre un 40 % y un 75 % del grupo de los tres conglomerados mayores. El rendimiento de sus operaciones es similar al de los tres grupos económicos y sus utilidades, en adición \ a las utilidades normales, se puede tasar entre 0.5 y 0.9 puntos del PIB nacional.
Ilustración 6 - Actividades de los primeros nueve grupos económicos privados de Colombia en 1997 Todos los grupos de interés económico obtienen protección del Estado a través de la imposición de aranceles de importación a productos competitivos, de contratos preferenciales de suministro de materias primas producidas por empresas del Estado o de la venta de servicios a éste, de la imposición a los consumidores de precios administrados, de transferencias de fondos públicos en la forma de estímulos a los exportadores o de la adjudicación de privilegios monopólicos por medio de concursos carentes de transparencia. Las contribuciones a las campañas presidenciales y de Congreso por parte de los grupos de interés resultan entonces explicables. Lo que está en juego en cada campaña son cuatro años más de enormes utilidades económicas y de protección de sus posiciones monopólicas. Se concluye entonces que los grupos económicos que controlan el Estado se apropian anualmente, en adición a las utilidades normales de mercado, de una cantidad equivalente al 1.8 a 2.1 puntos del PIB nacional o expresada ésta en pesos, entre 1, 800,000 de millones y 2,100,000 de millones de pesos. Estas cifras no incluyen el impacto de la eventual evasión de tributos impuestos. Esta gigantesca pérdida social, que permitiría eliminar el déficit fiscal en un período menor a dos años, sólo puede ser sustraída de la sociedad con la protección y complicidad del Estado al servicio de los grupos económicos. En realidad, la práctica de cubrir los faltantes fiscales con nuevos impuestos, no es otra cosa que la socialización de la enorme pérdida económica que estos grupos de interés le causan a toda la sociedad. La propuesta del nuevo gobierno de cubrir el déficit fiscal con nuevos impuestos que afectan exclusivamente a la población colombiana, sin tocar en absoluto a los grandes conglomerados, ilustra el papel del Estado frente a los grupos de interés.
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Por otra parte, la contribución de los grupos económicos a la generación de empleo contrasta con sus enormes utilidades sociales. En efecto, los tres grupos mayores emplearon en 1997 únicamente 152,000 personas. Los siguientes seis grupos utilizaron 82,000 plazas de trabajo. Si se acepta como valor del impacto del crecimiento del PIB sobre la reducción del desempleo el valor de 0.6 % de desempleo por cada punto de aumento del PIB, la cifra neta de ocupación laboral generada por los grandes grupos privados, apenas excedería a los 100,000 empleos, pues al menos 120,000 empleos se habrían dejado de crear debido a la pérdida social que se ha indicado. El grado de concentración de la propiedad y el control de estos conglomerados son abrumadores. Seis de estos grupos son propiedad de otros tantos capitalistas y uno es propiedad de una sociedad cerrada de pocos accionistas. Puesto en la óptica de los agregados nacionales, más de 4 puntos porcentuales del PIB de Colombia son transferidos anualmente a nueve grupos de interés privados. 4. Los efectos de la concentración económica No solamente los indicadores macroeconómicos de desempleo, de crecimiento y de control de la inflación revelan la incapacidad de la clase dirigente colombiana para dirigir la economía nacional. Los indicadores de violencia, de pobreza, de falta de oportunidades, de criminalidad, de corrupción, de inmoralidad y de atraso, constituyen las pruebas patentes de su fracaso histórico para conducir el Estado. La concentración del poder económico en unas pocas manos es no sólo una de las características del subdesarrollo económico sino una de sus causas. Al analizar las características de las nuevas sociedades desarrolladas, Peter Drucker señala cómo los capitalistas individuales de estas economías se han convertido en apenas"... eventos noticiosos, cuyos ires y venires se señalan en las columnas de chismes... Económicamente, han llegado a ser irrelevantes". La teoría económica formal, en su análisis de las imperfecciones de mercado, resalta las consecuencias negativas de las estructuras monopólicas y oligopólicas en términos de: - Pérdida irrecuperable de la eficiencia económica - Pérdida irrecuperable de excedentes económicos sociales - Atraso y empobrecimiento nacional - Conducta predatoria que destruye la innovación
La estructura de concentración económica de Colombia, antes referida, agrava y exacerba estas irreversibilidades hasta el punto de destruir cualquier prospecto de crecimiento económico sostenible. Hoy resulta claro cómo las cifras de crecimiento económico del cuatrienio 1990-1994 fueron producto de la entrada masiva de dineros de narcotráfico y no el resultado de un cambio real en la economía colombiana. El descenso económico del período1994 -1998 corre parejo con la presión internacional sobre Colombia derivada de la política contra el narcotráfico. De hecho, el país vive actualmente bajo la amenaza de una enorme crisis cambiaría al hacerse exigible, en 1999, cerca de 30 % de su deuda externa. Así, al ciclo de obtención de enormes utilidades de los grupos económicos sigue el del agotamiento de la economía, con su secuela de quiebras, de despidos, de pedidos de intervención del Estado para recoger los despojos, de presión para imponer regulaciones proteccionistas y para obtener subsidios. Los grupos privados, defensores de la privatización de las utilidades, se tornan en tales circunstancias en partidarios de la socialización de las pérdidas causadas por ellos. Lo observado en el segundo semestre de 1998 no puede ser más elocuente: la economía ha entrado nuevamente en un profundo ciclo recesivo. La tasa de desempleo llega al 18 %. Las quiebras se multiplican. La estampida de los grupos privados para sacar dinero del país dispara el dólar. Simultáneamente el Gobierno socializa la pérdida de más de 150,000 millones de pesos de Granahorrar y solicita un crédito externo de 800,000 millones para cubrir los dineros desaparecidos del sector financiero en crisis. Estas decisiones, habiendo resultado insuficientes, condujeron a decretar la emergencia económica de noviembre de 1998, dictada por los grupos financieros vinculados al actual gobierno. Por otra parte, la tasa de interés bancaria igual a la tasa legal de usura. En cualquier caso, se desconoce dónde reposan las gigantescas utilidades obtenidas en los años precedentes. En tales circunstancias, el daño causado al subordinar el Estado a los grupos privados de interés, va mucho más allá de la pérdida de crecimiento económico o del drenaje de la riqueza nacional. En última instancia, es la perversión de la misión del Estado la que pone en peligro al ya gravemente afectado sistema democrático, a la sociedad entera, y hace cuestionable la viabilidad de nuestro país como nación. Este Estado desfigurado asiste impasible al proceso de empobrecimiento y de desintegración de la sociedad
L e o p o l d
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y M a u r i c
colombiana. Su incapacidad política se manifiesta, con toda crudeza, en las realidades que describen la situación actual: -Aumento de las injusticias y desigualdades sociales. - Violencia incontrolada de grupos privados de exterminio e interminables migraciones de desplazados. - Deterioro del Estado como garante de los intereses nacionales. - Corrupción de los mecanismos de decisión política. - Destrucción del tejido social y de los mecanismos de solidaridad nacional. - Crecimiento de la criminalidad y de las conductas antisociales de los individuos: tales como el secuestro, la extorsión, la defraudación, el robo, entre otras. - Retroceso nacional en la arena de la competencia global. - Vulneración de la soberanía nacional derivada de la pérdida de legitimidad y respetabilidad de su Estado. El mayor daño social que la acción incontrolada de los grupos económicos le infligen al país es precisamente el costo de oportunidad social creado, al posponerse indefinidamente las reformas económicas y políticas que la sociedad colombiana requiere. El Estado, ante la contradicción antagónica entre los intereses de la sociedad colombiana y los intereses de los grupos de dominación económica, actúa al servicio de éstos últimos. El historiador Paul Kennedy, al examinar la cuestión del liderazgo político de las naciones sobrevientes en la próxima centuria, indica como ...es evidente que una sociedad que desee estar preparada para el siglo XXI pagará un precio por conseguir semejante transición, necesitará renovar las técnicas e infraestructuras nacionales, desafiar intereses creados, alterar muchos hábitos viejos y ... corregir las estructuras gubernamentales.
planteamientos por parte de organizaciones guerrilleras que tienden a reproducir el esquema señalado de subordinación de la política a los grupos privados y al narcotráfico. En efecto, al constituirse como fuerza política de alguna relevancia, han expresado la necesidad de financiar sus actividades con recursos aportados por grupos privados, con la respuesta positiva de algunos voceros de estas entidades. De esta manera, estas organizaciones condicionan su orientación y actuación a la voluntad que tengan los grupos privados de "meterse la mano al dril". Este tipo de condicionamiento repite el esquema de subordinación de la política a los intereses de los grupos. El mecanismo de corrupción predominante en Colombia es el mismo: pagar para obtener la protección de intereses privados. La práctica del secuestro es también una expresión de este fenómeno que se hace evidente por su envergadura y, principalmente, por su inclusión sistemática en las agendas de diálogo entre el gobierno y los grupos insurgentes. Una posición de esta naturaleza, con su aparente fundamento económico-financiero, es en el fondo un aval al esquema tradicional de subordinación y una invitación a la manipulación de la política por parte de grupos privados de interés económico. Las contribuciones de estos grupos no tendrían otro objeto que impedir que el tema de los cambios de la estructura económica nacional se aborde. Cualquier reforma política, hecha en este contexto, no haría otra cosa que repetir el ejercicio falaz de 1991.
6. Los prerrequisitos de la reforma política El dirigente opositor Alfonso Cano, en carta enviada en febrero de este año a uno de los propietarios y directores del periódico El Tiempo, indicaba que en "en Colombia se precisa barajar de nuevo el naipe y hacer una nueva repartición", y preguntaba: ¿La oligarquía está de acuerdo?.
5. Crítica al economicismo de las soluciones de algunos grupos guerrilleros La existencia de un Estado corrompido y manipulable por grupos de interés, explica en gran medida el crecimiento desmesurado del narcotráfico en Colombia, al haber encontrado estas organizaciones en el Estado canales de influencia y corrupción plenamente establecidos y funcionales. No es la supuesta localización estratégica del país para habilitar rutas e instalar cultivos ilícitos lo que lo ha convertido en el centro de operaciones del crimen internacional, sino la protección que, a cambio de dinero y sobornos, reciben estas bandas del mismo Estado para el desarrollo de sus múltiples actividades. La relación de subordinación del Estado y de los agentes políticos a intereses de grupos privados, se ha constituido en modelo de actuación de los grupos emergentes de poder. Los carteles del narcotráfico se acoplaron a esta práctica ya elaborada y operante, para permear el aparato del Estado, así como los procesos electorales de carácter nacional y local en función de sus intereses, copiando los procedimientos utilizados por los grupos económicos. La presencia de dineros del narcotráfico en las campañas presidenciales liberales de 1982 y 1994 constituye uno de los ejemplos del ingreso de estos grupos al uso de estos canales de corrupción. Dentro de este contexto, se producen ahora
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La respuesta a esta pregunta es afirmativa. El establecimiento estará de acuerdo en barajar los naipes las veces que sea necesario, siempre y cuando las cartas del control económico no se repartan. En la Asamblea Constituyente de 1991, el establecimiento barajó todas las cartas, incluyendo las del narcotráfico, pero excluyó las del poder económico de los grupos de interés. No debe sorprender pues que la reforma que el nuevo gobierno impulsa, omita deliberadamente la pregunta fundamental: ¿A quién debe pertenecer el Estado, a los grupos económicos privados o a la sociedad colombiana? En realidad, cualquier reforma política real de la sociedad debe construirse sobre una profunda y radical modificación de la estructura económica colombiana. Esta reforma, sustentada en el principio de la libertad económica como requisito de la libertad política, deberá dirigirse hacia la eliminación de la capacidad corruptora del Estado por parte de agentes de intereses privados. En este contexto, debería incluir estos puntos: Regulación de la actividad económica nacional por medio de: -Implantación de legislación antimonopólica efectiva. -Promulgación de Ley punitiva de las prácticas corruptas. -Definición y sanción de las actividades económicas que lesionen el interés general. Definición de los delitos económicos: - Apropiación ilícita de la riqueza nacional. - Apropiación de los excedentes requeridos para reducir la pobreza. Definición de los delitos políticos: -Protección desde el Estado de los delitos económicos. -Favorecimiento de intereses económicos privados. -Financiación de campañas políticas por parte de grupos privados de interés. Proscripción de prácticas económicas restrictivas por parte de entidades de derecho privado que atenten o limiten la libertad económica de los individuos y de las comunidades. Consagración del Principio de la ilegalidad Per Se de estas prácticas, que establece que la actividad misma es prueba de la violación de la ley. Políticas Económicas y Fiscales: - Expropiación de propiedad obtenida delictivamente.
Recaudo e incorporación a los presupuestos fiscales de las externalidades causadas por los grupos de interés.
- Reforma tributaria que impida la concentración del poder monopólico de mercado. Debe resaltarse que las legislaciones que elevan a delito las conductas económicas predatorias están fundamentadas en razones de conveniencia social. Lo explica el Juez Learned Hand en su famosa sentencia condenatoria de Aluminum Company: "La posesión de poder económico incontrastado mata la iniciativa, desestimula el ahorro y deprime la energía; la inmunidad a la competencia es un narcótico...". El Magistrado Black en el juicio Northern Pacific Ry. Co. V. United States sentencia: "[la Ley antitrust]... provee el entorno conducente a la preservación de nuestras instituciones democráticas políticas y económicas." De esta manera, si los cambios mencionados se efectúan, las necesarias reformas del sistema judicial, de la fuerza pública, de los procesos electorales, de la composición y estructura de las ramas del poder público, del sistema educacional, del ordenamiento territorial, de la estructura de la propiedad rural y urbana, de los sistemas financieros e industriales, de las relaciones de Colombia con el mundo se podrán también realizar.
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El camino hacia la paz: ¿Negociación y estrategia o comprensión y confianza? Alejandro Sanz de Santamaría Economista, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes Todo en la vida depende del equilibrio adecuado, así sea al caminar, al sentarse, al andar en bicicleta o conducir un automóvil. En la actualidad, este equilibrio se ha perdido debido al conocimiento excesivo y al mal uso que se hace de él. Hoy en día, el hombre trata de conocer todo acerca del mundo y se siente orgulloso de que lo sabe todo, pero ha olvidado que no se conoce a sí mismo. Sai Baba
Comprensión y confianza, por el contrario, son prácticas que fundamentan las relaciones humanas en la verdad de cada una de las partes, que inducen un acercamiento progresivo, individual y colectivo, a las verdades que unen, sin cálculos ni análisis ni apuestas probabilísticas sobre lo que el otro puede estar pensando 0 sobre la forma como puede proceder/responder frente a un estímulo cualquiera. Son entonces, en su esencia misma, prácticas de comunicación humana. La comprensión y la confianza son ejercicios del corazón, estados de comunión entre las personas. . La negociación y la estrategia jamás llevarán a la paz verdadera: a ella sólo es posible acceder a través de la comprensión y la confianza. Esta es la hipótesis que quiero proponer en este trabajo con base en la experiencia que voy a relatar. Osho, el conocido y polémico iconoclasta hindú, tiene un texto que sirve muy bien como marco de referencia a esta hipótesis. El texto dice así: La realidad está justo ahí, siempre esperando cerca de tu corazón, cerca de tus ojos, cerca de tus manos. Puedes tocarla, puedes sentirla, puedes vivirla, pero no puedes "pensarla". Se puede ver, se puede sentir, se puede tocar; pero no se puede "pensar". Intenta entender la naturaleza del pensamiento. El pensamiento siempre es acerca de, nunca es directo. Puedes ver la realidad, pero si piensas en ella tendrá que ser acerca de y ese "acerca de" es la trampa, porque cuando piensas acerca de algo ya te has alejado de ello. "Acerca de" quiere decir indirectamente. "Acerca de" quiere decir que no verás la flor aquí y ahora, que pensarás acerca de ella, y ese "acerca de" se convertirá en una barrera. A través de este "acerca de" nunca llegarás a esta flor1.
Negociación y estrategia son prácticas que fundamentan las relaciones humanas en ejercicios cerebrales calculadores, analíticos, en apuestas probabilísticas sobre lo que el otro está pensando y las formas como puede proceder y/o responder frente a diversas circunstancias. Son entonces, en su esencia misma, prácticas de incomunicación humana: relaciones engañosas en las que la verdad última de cada quien está siempre ausente en la relación. La negociación y la estrategia son ejercicios del intelecto, juegos del pensamiento, de conocimientos, que distancian y polarizan.
Las innumerables formas concretas que ha tomado la violencia social se han constituido en un gran tema sobre el cual pensar -es decir, un tema "acerca de" el cual se producen constantemente estudios, reflexiones, hipótesis y análisis de todo orden. Estos estudios, reflexiones, hipótesis y análisis, que no son otra cosa que pensamientos "acerca de" las distintas formas de violencia social, se han convertido, como casi todo en las sociedades de consumo, en unas mercancías cuya producción, circulación y consumo está produciendo grandes "beneficios" para muchos: para los políticos estas mercancías se han convertido en valiosos recursos para sus campañas en torno a la paz; para los medios de comunicación son mercancías muy valiosas porque, al incluirlas dentro de las "informaciones" que divulgan, se ► 1
Véase Osho, El libro de la nada (Hsin Hsin Ming}, Madrid, Editorial NeoPerson, 1997, pág.65.
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incrementan sus ventas; y para el medio académico, productor por excelencia de estas mercancías, el tema de la violencia (y la paz), ha sido un medio muy eficaz para obtener de numerosas agencias nacionales e internacionales fondos de investigación que financien la producción de estas mercancías. Recientemente, en uno de los innumerables foros que se realizan para pensar "acerca de" los temas de la violencia y la paz, un campesino que dedica su vida a hacer la paz en medio de -y en contacto directo con, todos los protagonistas reales y potenciales de violencia en su región, después de escuchar numerosas y eruditas ponencias sobre estos temas, les dijo lo siguiente a los expositores que precedieron a su intervención: Cada vez que asisto a reuniones como ésta -he tenido la oportunidad de asistir a muchas de ellas-, quedo más admirado al escuchar el gran conocimiento que existe sobre las situaciones de violencia que estamos viviendo y sobre las causas que las explican. Pero entonces siempre me pregunto, y quiero ahora preguntarles a ustedes: teniendo este gran conocimiento sobre el problema de la violencia social que tanto sufrimiento ha producido y tanto daño ha causado, ¿por qué es que no se resuelve?, ¿qué es lo que no está dejando que todos estos conocimientos tan admirables produzcan una solución real al problema? "La palabra no es la cosa", ha dicho J. Krishnamurti. Eso es lo que este campesino nos obliga a recordar con su planteamiento: estamos inundados de estudios, análisis, hipótesis y especialistas sobre el problema de la violencia ..., pero el problema sigue, y sigue cada día peor. Los estudios, los análisis y las hipótesis son sólo eso: "palabras"; y los especialistas son quienes las "producen" con su pensamiento y desde su posición de observadores. Los actos concretos de violencia que se dan en el medio social del que este campesino forma parte no son "palabras": son "la cosa" y él es quien la vive. Pensar y hablar "acerca de" el problema de la violencia, y hacerlo además en calidad de observador, es una actividad; pero vivirla es otra muy distinta. Parece absurdo que hayamos llegado a tal extremo, pero parece ser que a quienes nos hemos especializado en pensar y hablar "acerca de" las cosas se nos ha olvidado esta diferencia entre la palabra y la cosa. Este artículo, como todos, no es más que "palabras". Pero las palabras aquí contenidas tienen una característica especial: tienen el propósito de recoger y transmitir el testimonio, la vivencia, de una comunidad campesina que hace más de once años, empujada por la desesperación causada por más de quince años de estar sometida a la violencia más despiadada, se lanzó autónoma, libre y solidariamente, con decisión y firmeza, a imponer sus condiciones de paz, sin ningún tipo de negociación ni estrategia, frente a los grupos armados que habían protagonizado esta violencia. Se trata de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare -ATCC-, formada en 1987 por
un grupo campesino que vive en el corregimiento de La India, cerca del municipio de Cimitarra en el departamento de Santander. Aunque ésta es una historia "conocida" por mucha gente en el país y en el exterior, publicarla en este momento en que tanto se escucha sobre negociaciones y estrategias para la paz, tiene, en mi sentir, una significación y una importancia particulares. En días pasados, en una presentación que hice sobre lo que conozco de esta experiencia, alguien en el auditorio me preguntó: "¿Cree usted que hemos aprendido lo que tenemos que aprender de esta experiencia?" Mi respuesta inmediata fue que no, y procedí a explicar por qué2. La lección más profunda de esta experiencia es, en mi sentir, precisamente la que en nuestro medio social no estamos en capacidad de comprender: que el origen último de la violencia está siempre, invariablemente, en el interior de las personas, de cada persona. Esto significa que la paz no se puede concebir como un "objeto" negociable, al que se puede tener acceso a través de negociaciones y estrategias: la paz está o no está en el interior de cada persona, y cuando no está, que es el caso en la inmensa mayoría de las personas que conformamos el mundo de hoy, sólo es alcanzable mediante esa . transformación interna del individuo -la transformación que erradica de su interior en forma definitiva todo germen de violencia-, que permite el florecimiento de la comprensión y la confianza en sus relaciones con el otro. En Colombia, seguramente por razón del tiempo tan prolongado en que se han vivido formas tan diversas, intensas, visibles y desgarradoras de violencia social, tendemos a ver la violencia sólo en aquellos actos que ocasionan lesiones físicas o psíquicas visibles, constatables, observables. Esta tradición nos ha vuelto ciegos e insensibles frente a formas de violencia infinitamente más sutiles e invisibles, de las que todos 2
Todas las apreciaciones propias que expongo en este artículo sobre la experiencia de la ATCC han surgido del contacto estrecho y permanente que he mantenido desde 1990 con un grupo muy pequeño de personas de la región. Estas apreciaciones representan algunos de los invaluables aprendizajes que he recibido de mi trabajo con ellas. Sin embargo, tales apreciaciones son estrictamente mías y por lo tanto no comprometen en absoluto a esas personas.
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somos protagonistas en los diminutos incidentes que constituyen nuestra vida cotidiana. Estas formas sutiles de violencia van perturbando, de una manera tan profunda como inadvertida, el sentido de la vida de las personas. Si cada uno de nosotros, cada persona, no desarrolla una consciencia creciente sobre estas formas sutiles e invisibles de violencia que en mayor o menor grado todos practicamos -y de las que todos somos también víctimas-, para darmos cuenta cabal de que su origen está invariablemente en los egoísmos, codicias, apegos y envidias que nos condicionan, la verdadera paz social jamás va a ser posible. El desarrollo de esta consciencia requiere de una investigación personal permanente sobre lo que ocurre en el interior de cada uno de nosotros, en la inmediatez de nuestras reacciones frente a lo que nos ocurre cotidianamente. Sólo mediante la ampliación de esta consciencia se desarrollará también nuestra capacidad para comprender -sin juzgar-, lo que ocurre en el interior de los demás. Pero ésta es precisamente la investigación que no estamos en disposición de hacer: el único camino que conduce a la erradicación de la violencia interna -que, según mi hipótesis, es también por el único que es posible alcanzar la paz social verdadera-, es el que nos negamos a recorrer. Es en este campo de la relación entre la paz interna individual y la paz social en el que se ubica la lección más valiosa y más importante que nos da la experiencia de la ATCC, y es nuestra reticencia a considerar la posibilidad de esta hipótesis, y la resistencia aún más fuerte a investigarla con seriedad, en nuestras propias prácticas cotidianas, lo que no nos ha permitido comprenderla. Es bien conocido que la pacificación lograda por la ATCC la hizo merecedora del premio que otorga la organización sueca llamada The Right Livelihood Award Foundation -conocido hoy a nivel mundial como el Premio Nobel Alternativo-, que recibió en 1990.
El artículo está divicido en tres partes. Las dos primeras corresponden, respectivamente, al texto que escribí por solicitud de la fundación que le otorgó el premio a la ATCC sobre la historia de este proceso de paz3, y al texto del discurso que pronunciaron los campesinos que viajaron a Estocolmo al recibir el premio en nombre de la Asociación. En la tercera parte planteo algunas consideraciones adicionales sobre lo que para mí es más significativo de la lección de debemos aprender de toda esta experiencia. I. Una descripción del proceso de pacificación 19871990 [Lo que sigue es la transcripción del texto que elaboré para presentar en Diciembre de 1990, en Londres y Estocolmo, ante distintas audiencias, el trabajo realizado por la ATCC. Por eso el texto está escrito en forma de discurso.] Mi tarea hoy es describir para ustedes el trabajo que la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare ha hecho en su región desde su fundación, en mayo de 1987, hasta hoy. Sin embargo, conociendo como conozco este trabajo, sé que ninguna descripción o análisis puede hacer justicia a la magnitud, la profundidad y la trascendencia de la innovación que esta Asociación está haciendo en lo político, en lo económico y en lo cultural. Y mucho menos si quien intenta hacer tal descripción es alguien distinto a ellos mismos. Por eso decidí aproximarme a este breve recuento utilizando fragmentos tanto de las entrevistas grabadas -hechas con distintas personas de la región del Carare entre diciembre de 1988 y febrero de 1990-, como de las grabaciones que los mismos campesinos han hecho de las reuniones que ellos han propiciado. Pero al intentar describir con testimonios los principales acontecimientos ocurridos en los cuarenta y tres meses de labores que lleva la Asociación, la presentación se hacía demasiado extensa. Y no era posible recortar los testimonios sin sacrificar sus elementos más esenciales. Opté entonces por limitar el uso de testimonios para describir el acontecimiento más importante de esta historia: el nacimiento de la Asociación. En estos testimonios se revela ya lo más profundamente novedoso de lo que estos campesinos han pensado y han hecho a lo largo de los últimos tres ► 3 A este documento lo titulé "De la violencia y el empobrecimiento a la paz y la reconstrucción económica. Descripción del trabajo realizado por la ATCC".
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años y medio, que es a la vez lo que les ha permitido construir la pacificación y el desarropo en su región. La guerra que asoló la región del Carare a partir de 1974 se originó con el enfrentamiento entre dos grupos armados: la guerrilla y el Ejército nacional. A partir de 1983 esta guerra se intensificó por la participación de un tercer grupo: el de los "paramilitares", "autodefensas" o "MAS"4. Cada grupo armado, en sus esfuerzos por combatir al enemigo, fue dejando en el camino a cientos de campesinos inocentes maltratados, humillados, torturados y muertos. Esto lo expresan hoy las gentes de la región diciendo: "La guerra era entre los grupos armados, pero los muertos los poníamos nosotros". En mayo de 1987, cuando la violencia estaba en su climax, aumentó la presión sobre los campesinos. Unas de las víctimas describen esta presión así: En mayo (1987) empezó el acoso por parte del mismo ejército. Nos reunían en La India los sábados y domingos, que era cuando había más campesinos. Nos obligaban a ir a reuniones y nos decían que nos uniéramos al Ejército, o que nos fuéramos con la guerrilla, o que nos fuéramos de la zona, o que nos moríamos. Eran las cuatro alternativas que nos daban. Esas reuniones se hicieron varias veces, pero el 15 y 16 de mayo los militares ya hicieron la reunión en conjunto con los señores de la autodefensa, o sea los del MAS. Pero los campesinos no respondieron a la citación del ejército: tuvieron que ser "arriados" a esta reunión. El ejército planteó que todos los errores del pasado quedarían perdonados a cambio de que hacia adelante los campesinos se comprometieran a colaborarle al ejército. Nosotros nos encontrábamos en un callejón sin salida. No sabíamos qué más hacer. Unos ya estaban para irse, otros esperaban a que los mataran ... y así todos. La gente sembraba muy poco. Ya nadie pensaba en sembrar una mata de cacao. Un producto que fuera de largo plazo no se podía. Cada quien sacaba su madera y listo: ¡se iba! La única salida era entonces que los campesinos nos uniéramos para defendernos porque no le encontrábamos otra salida. Ahí fue el momento decisivo. Como se sabía que había gente honesta y que podíamos organizamos, entonces comenzamos a llamarlos. Nunca nos habíamos reunido más de cinco, y ese día tomamos la decisión: nos reunimos unas doce personas, planteamos la situación, la analizamos y la aceptamos. Hicimos una carta, la firmamos entre todos, y se la mandamos a la guerrilla pidiéndole el primer diálogo. Eso fue un lunes, y el jueves 21 de mayo del 87 se tuvo la primera reunión. "MAS quiere decir para los campesinos de la región Muerte A Secuestradores. Las tres denominaciones -paramilitares, autodefensas o MAS-, son utilizadas indistintamente por los campesinos de la región para designar el mismo grupo armado.
Nosotros fuimos a esa reunión más o menos cincuenta personas, pero convencidas habíamos unas quince o veinte. Los otros treinta iban sólo a mirar cómo la guerrilla nos mataba o nos hacía salir corriendo. Pero al llegar allí y ver la fuerza que tomamos en el diálogo después de cuatro horas y pico de conversaciones, unos de los que estaban allí se unieron a apoyamos. Y cuando salimos de la reunión se comenzó a regar la noticia por toda la región. En esa reunión la guerrilla nos recibió planteando: "Aquí los que mandamos somos nosotros y los que obedecen son ustedes". Pero Josué, nuestro líder5, se levantó y planteó: "No. Nosotros no venimos a que nos pongan condiciones. Venimos a poner las nuestras. Hasta aquí llegaron ustedes. Nosotros no aceptamos condiciones de nadie. Preferimos morir antes que aceptar condiciones de nadie. Si lo que ustedes quieren es matarnos, mátennos aquí de una vez". La reunión duró cuatro horas y media. Tuvo momentos muy duros, de discusiones muy fuertes. Hubo mucha tensión. Las condiciones planteadas por nosotros los campesinos fueron las siguientes: (1) Ni un campesino más muerto por cuenta de la guerrilla; (2) No le prestamos ni un servicio más a la guerrilla (comida, favores, transporte, etc.); (3) No más órdenes ni condiciones impuestas por la guerrilla; (4) No más visitas de la guerrilla a la casa de los campesinos ni reuniones políticas; y, (5) Ustedes: ¡cojan oficio!
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Josué Vargas Mateus, el líder que convocó a la población de La India a adelantar este proceso, quien fue muerto en la plaza de Cimitarra en febrero de 1990. 88
En la semana siguiente, el 28 de mayo, aprovechando una visita oficial del comandante de las Fuerzas Militares de Colombia a la región, los campesinos lo invitaron a una reunión en la que le informaron sobre su propuesta de paz, sobre lo que le plantearon a la guerrilla en la reunión ya celebrada, y sobre la segunda reunión que se tenía planeado hacer con ella en los días siguientes. Le solicitaron al General el apoyo del Ejército a esta propuesta de paz, y él les ofreció su respaldo. Un campesino informó así sobre la respuesta del General: El señor general nos dijo: "Señores, los felicito. Si Colombia pensara toda de esa manera no se dispararía un proyectil para que cambie esta situación que estamos viviendo. Sigan luchando, que esta es la lucha que el país necesita. Hoy no necesitamos proyectiles. La guerra que se lleva a cabo con fusiles, con ametralladoras, con morteros, esa no es la guerra que necesitamos. Necesitamos una guerra contra el hambre; contra la desgracia, contra la pobreza. A eso es que debemos hacerle la guerra". La segunda reunión con la guerrilla, celebrada el 11 de junio, se llevó a cabo entonces con conocimiento previo del Ejército. En ella participaron más de 2.000 campesinos. Por parte de la guerrilla los recibió un comandante de muy alto rango, y asistieron también periodistas y algunas de las autoridades civiles locales. Así plantearon sus cosas los campesinos en esta reunión: El objetivo de nuestra gran reunión hoy es reclamar y llegar a un acuerdo con todos en general, con la guerrilla, con el Ejército, con los grupos paramilitares, para que nuestros derechos se respeten, para obtener la gran paz que nosotros hemos anhelado durante mucho tiempo. Nosotros hemos tomado la gran decisión de empuñar el arma de la razón y la unión para poder defendemos de este gran problema (la violencia). La Organización campesina no pretende armarse para crear más violencia: pretende es seguir adelante con los brazos cruzados, luchando por medio de la unión y la razón contra los grandes peligros que nos asedian día a día. La Organización quiere hacer un llamado a todos los campesinos de la región, y de Colombia entera, para restablecer la paz en nuestro país. Queremos todos unidos protestar, repudiar y reclamar ante todo grupo armado que atropella nuestros derechos, con la bandera de la paz en alto, sin disparar ni una sola arma, sin hacer ningún atentado terrorista contra nuestros semejantes. Por nuestros campos han corrido ríos de sangre: que nos matan un hermano y nos tenemos que callar la boca; que mataron un vecino y nadie puede decir nada. Tenemos que tener conciencia de que todo lo que veamos mal lo debemos reclamar, de que unidos debemos reclamar los derechos de todos. El pueblo unido puede hacer todo. Sí, puede hacer un cambio, puede hacer una revolución, pero una revolución pacífica, no matando gente. Matar gente no es una
revolución, es una destrucción. La Unión Campesina de Trabajadores del Carare no es enemiga de la guerrilla, no es enemiga del Ejército, ni es enemiga del MÁS. Nosotros vamos a luchar unidos de la mano, vamos a luchar nosotros mismos. Solamente queremos que nos dejen extender este manto de la paz, que nos dejen trabajar, que nos dejen producir, que nos dejen vivir libres y que nos dejen acostar y dormir un sueño tranquilo.
En esta segunda reunión la guerrilla aceptó formalmente las condiciones planteadas por los campesinos en la primera reunión: fue la reunión de los grandes acuerdos de paz de la comunidad civil con la guerrilla. De unos grandes acuerdos que no fueron negociados: fueron obtenidos por decisión solidaria de una comunidad civil unida. El 5 de julio siguiente se llevó a cabo la gran reunión con las autoridades militares de más alta jerarquía en la región. Asistieron a ella alrededor de 5.000 campesinos. Algunos apartes de las presentaciones públicas hechas por los campesinos son los siguientes: Todos los grupos que poseen las armas, sea quien sea, han atentado contra nuestra integridad personal y han violado nuestros derechos. Señores militares: en 1974 comienza la gran violencia y el gran atropello en contra de los campesinos, de parte de la guerrilla, de parte del Ejército, y de parte de cualquier otro grupo armado. Surge en esa época la gran represión militar en contra de los campesinos dizque por ser colaboradores de la guerrilla. Nosotros hemos sido unos colaboradores obligados: les hemos tenido que servir por temor, por miedo, porque vale más nuestra vida que un bocado de comida. Pero por esta represión militar los campesinos se vieron obligados a engrosar las filas guerrilleras para tomar venganza o para buscar tal vez la solución a este terrible problema. Y surgen luego los grupos del MAS, o paramilitares o denominados autodefensa, y es inmensa la lista de muertos que aparecen de una y otra parte. Porque todos han disparado sus armas en contra de la humilde persona honesta y trabajadora que realmente nada ha tenido que ver en los grandes problemas sociales que se presentan. Unos dicen: "Ustedes son colaboradores de la guerrilla y por eso los vamos a ajusticiar"; y los otros dicen: "Ustedes son unos sapos, son colaboradores del Ejército y por eso los vamos a matar".
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Entonces en adelante debemos seguir construyendo algo diferente para evitar estos grandes problemas. Después de quedar tantos niños sin sus padres y sus madres, después de quedar tantas fincas abandonadas, después de tantos amigos desaparecer miserablemente de aquí de esta región del Carare, después que hemos sufrido una sangrienta guerra sin ninguna razón, donde los campesinos hemos pagado todas las consecuencias a diestra y siniestra, hoy, por un pequeño grupo que iniciamos esta labor, esta organización que hoy se llama Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, acompañados por todos ustedes, hemos llegado a tener parte en sembrar una semilla de la paz y ya la estamos cultivando. Porque ya en este Carare se siente ambiente de paz, ya dormimos el sueño tranquilos, ya nosotros nos sentimos en otro planeta porque queremos es la paz, queremos trabajar. Y el campesino será un amigo del soldado, un amigo del general, un amigo del coronel. Y en este mundo, que lo hemos convertido en unos contra otros, seremos un solo pueblo.
Luego, en enero de 1988, la Asociación presentó su Plan de Desarrollo ante la oficina del Estado que correspondía. En él se contemplan múltiples frentes de trabajo: la construcción de vías, la mecanización de la producción agrícola, el mercadeo de los productos, el desarrollo de la agroindustria, programas de educación, salud y vivienda, etc. El Plan fue concebido para seis años, con un costo total de $2.823 millones de pesos (US $ 10.5 millones). En este Plan los campesinos comparan así los costos de la guerra con los de la paz: Si el costo del plan es de $2.823 millones de pesos (US $ 10.5 millones) repartidos en seis años para beneficiar a 3.000 familias, quiere decir que el Estado invertiría $157.000 (US $600) anuales por familia, o lo que es lo mismo, $470 millones (US $1.75 millions) anuales para las 3.000 familias. Armar y sostener a un hombre vale un millón de pesos por año. Por lo tanto, el plan cuesta lo que vale armar y sostener anualmente 470 hombres, número inferior a la suma total de hombres armados existentes en el territorio. En otras palabras, la paz es menos costosa y significativamente más productiva que la guerra. En los tres años que han transcurrido desde que fue presentado el Plan de Desarrollo se ha ido avanzando en muchos.de los frentes de trabajo que allí se proponen. Las reuniones con los grupos armados, la formación de la Asociación y los proyectos de desarrollo que ella comienza a concebir y realizar, marcan la iniciación de una Nueva época en La India. Los campesinos identifican muy claramente una de las diferencias más fundamentales entre la vieja y la nueva época. Sobre la primera época dicen:
La Asociación nació de este conjunto de reuniones con que la misma comunidad civil inició su proceso de paz. El espíritu de solidaridad que este esfuerzo autónomo de pacificación generó le permitió a la comunidad civil romper con el silencio a que la violencia la había sometido durante tantos años, lo que los mismos campesinos llamaron: "La criminal ley del silencio" Habiendo puesto en marcha su propio proceso de pacificación, y consciente de que "la paz no consiste simplemente en evitar los muertos, sino que requiere también del desarrollo", la Asociación consiguió un crédito estatal de $5.9 millones (US$22.000), y con este dinero acometió de inmediato dos proyectos: montó una tienda comunitaria, y compró dos canoas con motores fuera de borda para prestarle a la comunidad el servicio de transporte. Con estos dos proyectos solamente, que se iniciaron en el segundo semestre de 1987, se bajó el costo de la vida en el corregimiento de La India un 30% por debajo del que se tenía en el centro urbano del municipio del cual depende económicamente.
Cuando el conflicto está agudo y la comunidad acobardada, todo el mundo habla por los campesinos (itálicas agregadas). La guerrilla se presenta y dice que ella es el vocero de los campesinos. El Ejército dice que no es como dice la guerrilla sino como dicen ellos; entonces piensan por los campesinos también. Y sobre el cambio que da origen a la nueva época dicen: Lo que allí se dio fue que los campesinos por fin decidieron hablar por sí mismos, y en consecuencia actuar. En síntesis: ¡"la criminal ley del silencio" ha muerto! He ahí lo esencial del cambio: la muerte de "la criminal ley del silencio" que caracteriza la nueva época les quita a los grupos armados la prerrogativa de cometer arbitrariedades unilaterales e indiscriminadas contra la población civil sin que nadie alce su voz de protesta. Este cambio que los campesinos identifican tan sencilla y nítidamente conlleva, en mi concepto, una
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revolución muy profunda tanto en el modo de pensamiento que ha predominado en occidente durante muchos siglos como en la moralidad que éste conlleva. Este nuevo modo de pensamiento y la nueva moralidad que la Asociación inauguró desde su nacimiento han sido ampliados y profundizados, en la teoría y en la práctica, a lo largo de los tres años y medio que lleva de existencia. ¿En qué ha consistido esta revolución? ¿Qué la caracteriza? - Quiero terminar esta presentación exponiéndoles brevemente cómo entiendo yo estos dos componentes de la revolución intelectual y moral que están haciendo las gentes del Carare. El elemento crucial que caracteriza el nuevo modo de pensamiento que los campesinos han desarrollado es que en él no se separa la "teoría" de la "práctica", la "reflexión" de la "acción". Las "¡deas nuevas" que producimos los intelectuales y políticos profesionales son, en la gran mayoría de los casos, el resultado de juegos exclusivamente intelectuales; son ideas que no logran liberarse de las tradiciones ideológicas que nos tienen encarcelados, y que las más de las veces se mantienen dicotomizadas de nuestras prácticas personales en la vida cotidiana. La vida cotidiana es una cosa y la producción intelectual otra. Nosotros hemos convertido las ideas en entidades con vida propia que, sin damos cuenta, nos han ido esclavizando. En el caso de la Asociación, por el contrario, las ideas nuevas que se piensan no sólo surgen de una reflexión colectiva sobre las experiencias cotidianas concretas que ellos viven como personas y como grupo, sino que también están inseparablemente comprometidas con las acciones que cada una de estas ideas exige a nivel individual y colectivo. El ejemplo más elocuente de ésto lo hemos visto en la forma como esta comunidad del Carare puso en marcha, a partir de su propia realidad, unos procesos de paz y desarrollo que en las circunstancias vigentes en mayo de 1987 ningún intelectual o político hubiera podido concebir. Esta noseparación entre lo que se piensa y lo que se hace obliga, tanto al individuo como a la colectividad, a romper con todo tipo de paternalismo: cuando la misma comunidad que vive los problemas es la que los analiza, la que ejecuta las acciones para poner en práctica sus propias soluciones, y la que tiene que vivir con los efectos de estas soluciones, ¿en dónde cabe el paternalismo?
En días pasados un campesino de la región decía lleno de entusiasmo: Lo que más me gusta de pertenecer a la Asociación es ver cómo cada día hago más lo propio, me entiendo más a m¡ mismo, y puedo así entender mejor a los demás. El desarrollo personal y el desarrollo colectivo van así pari pasu: cada uno le exige a y se ve exigido por el otro. Se trasciende el dilema milenario, inherente al modo de pensamiento occidental: si debe primar lo individual sobre lo social o lo social sobre lo individual.
Con este modo de
pensar-y-actuar, en el que no se separa la práctica de la teoría, la Asociación ha puesto en marcha la dimensión moral de la revolución a que me estoy refiriendo. Esta dimensión de la revolución ha
consistido en darle vigencia práctica a la
moralidad del respeto al otro, o, lo que es lo mismo, a la moralidad del respeto a la diferencia. Al nivel del pensamiento únicamente, de las ideas, la moralidad del respeto al otro no es nueva para ninguno de nosotros: constituye más bien un lugar común. Lo que es nuevo en El Carare es la consistencia con que se practica esta moralidad en todo lo que se hace. Permítanme terminar esta presentación mostrándoles dos ilustraciones concretas de lo que ha exigido de la Asociación la práctica de esta moralidad. Lo primero ha sido rehusar a inscribirse en -o adoptar-, una ideología totalizante y fija, es decir, rehusar a la adopción de un "modelo" general mental que guíe a priori su pensamiento y su acción. Pensar y actuar siempre distinto, inventándose permanentemente nuevas formas de entender los problemas y de actuar frente a ellos, es para la Asociación un componente práctico central de la moralidad del respeto al otro, del respeto a la diferencia. La Asociación ha entendido a cabalidad la advertencia hecha por un gran pensador colombiano, el maestro Estanislao Zuleta, cuando nos dice: El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. La idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán su conquista. Si se entiende cabalmente esta advertencia, con todas sus consecuencias, se entiende que rehusar a toda ideología totalizante y fija es una condición necesaria para la paz
social. Lo segundo es que la Asociación no define a nadie nunca como un enemigo suyo, así haya siempre quienes le declaren la guerra, abierta o soterradamente. La El camino hacia la paz ¿Negociación y estrategia o comprensión y confianza?
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demostración más clara y elocuente de cómo practica la
inocentes de la guerra sin sentido que asoló esta región durante
Asociación este respeto al otro la di6 cuando tres de sus
más de quince años, y de nuestros tres heroicos dirigentes,
líderes más destacados, Josué Vargas, Saúl Castañeda y
Josué Vargas, Saúl Castañeda y Miguel Ángel Barajas, que
Miguel Ángel Barajas, fueron asesinados en febrero de este
pagaron con su vida en febrero de este afta la invaluable
año. Quienes sucedieron a estos heroicos dirigentes en la
contribución que hicieron para la pacificación y el desarrollo que
Junta Directiva de la organización decidieron de inmediato y
los habitantes de la región hemos disfrutado durante tres años y
sin titubeos que no pondrían ninguna denuncia ni harían
medio. También queremos honrar hoy la memoria de nuestra
acusación alguna. Su respuesta unánime a este atroz
amiga, la periodista Sylvia Duzán, quien murió junto con
acontecimiento ha sido, por el contrario, incrementar sus
nuestros líderes.
esfuerzos para acercarse a y hacerse entender de sus más
Jacob von Uexkull, fundador del premio que hoy
encarnizados enemigos. Así entienden ellos la paz y así
recibimos, lo estableció para apoyar y honrar proyectos
trabajan para construirla.
"prácticos y replicables" que se convirtieran en "piedras
Este nuevo modo de pensar-y-actuar que está
angulares de un nuevo mundo en el que todos podamos
practicando la Asociación de Trabajadores Campesinos del
disfrutar de la vida". El hecho de que la Fundación que otorga
Carare, con su nueva moralidad, le ha permitido sembrar y
el premio nos haya seleccionado como uno de los ganadores
cultivar la paz y el desarrollo en su región durante cuarenta y
significa que sus directivos han visto en nuestra labor uno de
tres meses, no obstante la tensión permanente que genera
esos proyectos prácticos que ayudan a construir un mundo
hoy todavía la presencia de los distintos grupos armados. Esta
mejor. Al expresarles hoy nuestros más sinceros
experiencia constituye una fuente de inspiración y optimismo
agradecimientos, queremos también decirles, con alegría y
para todas las personas que por creer en la posibilidad práctica
satisfacción, que no se equivocaron en su apreciación: estamos
de un mundo mejor estamos trabajando para construirlo.
construyendo la paz y el desarrollo en nuestra región, poniéndole fin así a los años de despiadada violencia y empobrecimiento que tuvimos que soportar. Estamos honrando el lema que inspiró el nacimiento de nuestra Asociación y que ha guiado sus acciones: "Por el derecho a la vida, la paz y el trabajo".
II. El discurso pronunciado por los representantes de la ATCC en el acto de entrega del premio
Nosotros vivimos en una zona de colonización, todavía muy apartada y aislada de las grandes ciudades. Todos allí somos ciudadanos colombianos muy sencillos, que formamos parte de esa inmensa mayoría de colombianos que una larga
[En este aparte transcribo el discurso que pronunció el Presidente
tradición ha mantenido en la invisibilidad y el silencio. Siguiendo
de la ATCC en el Parlamento Sueco en Estocolmo el día de la
esa tradición, ni los medios masivos de comunicaciones
ceremonia de entrega de los premios el 9 de Diciembre de 1990.
nacionales e internacionales ni las altas jerarquías económicas
Este discurso fue elaborado conjuntamente por tres
y políticas de nuestro país y del exterior tienen oídos para
representantes de la ATCC -Excelino Ariza, Salomón Blandón y
escuchar u ojos para ver los esfuerzos y las realizaciones locales
Orlando Gaitán-, y por mí, durante dos días de trabajo en los que
de comunidades como la nuestra. Ustedes, señores directivos
ellos me iban dando las ideas que querían incluir y yo iba
de la Fundación Premios a la Perfecta Subsistencia, nos han
escribiendo textos para que ellos los revisaran y corrigieran.]
sacado de esta invisibilidad y han roto ese silencio, con lo cual
Estocolmo, Diciembre 9 de 1990 Señores Parlamentarios, Señores .Directivos de la Fundación Premios a la Perfecta Subsistencia, Compañeros Galardonados, Señoras y Señores: Venimos hoy a recibir el Premio a la Perfecta Subsistencia como representantes de muchos campesinos: de las 3.000 familias que vivimos actualmente en nuestra región
se comienza a cambiar esa larga tradición. Como colombianos tenemos la firme esperanza de que este gesto suyo contribuya a desvirtuar la mala imagen que hacia adentro y hacia afuera de nuestra geografía se le ha querido dar a nuestro país. Esa imagen que se ha construido destacando ante la opinión mundial los actos atroces realizados por unas pequeñas minorías de nuestra población con el apoyo de muchas gentes de otras nacionalidades. Invitamos a la prensa y a las
de El Carare, de los varios centenares de compañeros que murieron como víctimas
Alejandro Sanz de Santamaría
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autoridades nacionales y extranjeras a que desplacen su mirada cada vez más hacia los esfuerzos que hacemos diariamente las gentes del común para que nuestra vida, y la de quienes nos rodean, sea cada día más feliz. El beneficio más grande que ha tenido para cada uno de nosotros trabajar con y por la Asociación es muy claro: hemos aprendido a aprender. El compromiso con la paz y el desarrollo de nuestra región nos exige cotidianamente producir ideas y ejecutar acciones nuevas, cada vez más propias y autónomas, para atender con eficacia a las nuevas situaciones que se nos presentan. Este desarrollo de nuestra propia capacidad y confianza para pensar y hacer las cosas a nuestra manera nos ha permitido a todos, a nivel individual y colectivo, entendernos más y entender mejor a los demás. Esta es la base de la solidaridad que nos une en torno a la Asociación. Pero la maravillosa experiencia personal y colectiva que todos estamos viviendo, precisamente por ser tan propia y autónoma, ha hecho muy difícil que otras gentes nos entiendan. Desde mayo de 1987, cuando nuestra organización comenzó a transformar la vida regional a través del diálogo y el entendimiento, la presencia de quienes por no entendernos han querido combatirnos ha sido tan preocupante para nosotros como la ausencia de personas e instituciones que nos crean y nos apoyen. Pero si esta condición nos ha ocasionado grandes dificultades, también nos ha enseñado algo muy importante: que para poder construir la paz y el desarrollo como nosotros los queremos tenemos que entender a quienes no nos entienden. Hoy sabemos que la comprensión de la incomprensión es una condición necesaria para que los cambios sociales que queremos se puedan realizar sin violencia. La paz y el desarrollo que hemos construido no han sido el resultado de una negociación. Una y otro han sido, en la práctica, decisiones propias de nuestra comunidad. Decisiones que hemos podido tomar por nuestra propia cuenta por la solidaridad interna que nos une, por la capacidad que hemos desarrollado para entender a los demás sin enjuiciarlos, y por la disposición que todos tenemos para morir antes que matar. La fidelidad a estos principios tuvo la prueba más dura con la muerte de Josué, Saúl y Miguel Ángel el pasado mes de febrero. Pero podemos decir hoy con mucha satisfacción que pasamos esa prueba: en lugar de hacer acusaciones y denuncias por el asesinato de nuestros líderes, hemos intensificado los esfuerzos para acercamos más a quienes se declaran enemigos nuestros o para demostrarles, en la práctica, que para nosotros nadie es un enemigo, sean cuales fueren los
actos que protagonicen quienes quieren destruirnos. Así entendemos la paz y así actuamos para construirla. Recibir hoy este premio nos compromete ante nosotros mismos, ante la Fundación Premios a la Perfecta Subsistencia, ante nuestros compatriotas, y ante la comunidad internacional, con la tarea de continuar para siempre la labor que hemos venido cumpliendo en nuestra región, sin dar un sólo paso atrás. Para cumplir con este compromiso tenemos que dejar forjado en las generaciones más jóvenes el espíritu que las mantenga a la altura de los desafíos que la vida les imponga. Esta es nuestra más importante tarea. La Fundación, al otorgarmos este premio, nos ha dado una prueba de que sí tenemos interlocutores que nos entienden y nos respaldan. El espíritu de solidaridad internacional que hoy sentimos al recibir este premio nos da el entusiasmo, la alegría y la convicción que necesitamos para hacerle frente con ilusión a todos los desafíos que se nos presenten de hoy en adelante. III. ¿Qué aprender de lo que ha ocurrido en los ocho años transcurridos desde 1990? No voy a hacer aquí una descripción de los acontecimientos que han ocurrido en este período que son muchísimos, y todos tan aleccionadores como el proceso de pacificación descrito en los numerales anteriores-. Sólo pretendo hacer una referencia muy general a algunas de las lecciones que he devengado de lo que he conocido sobre lo que se ha vivido en la región. El hecho más importante que hay que subrayar, en el contexto del propósito de este artículo, es uno: la paz social se ha mantenido. Pero al mismo tiempo hay que subrayar, con todo el énfasis posible, que el mantenimiento de la paz no ha sido el efecto automático de la inercia o impulso de lo que se hizo entre 1987 y 1990. Todo lo contrario: ha requerido de un trabajo constante, abnegado, valiente y comprometido de un grupo muy pequeño de personas de la ATCC. La lección más honda para mi ha sido observar cómo estas personas han logrado mantener ante las condiciones más difíciles, sin ningún tipo de titubeo ni duda, dos actitudes que, en mi sentir, son esenciales para el logro y el mantenimiento de la paz social: la disposición a morir antes que tomar partido en favor o en contra de lo que "plantean" ("la palabra"), los distintos grupos sociales organizados (políticos, militares, religiosos, etc.), presentes e influyentes en la vida regional, y el compromiso de atender y responder a las dificultades sociales concretas
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que van surgiendo ("la cosa"), en el momento y lugar que estas dificultades se presentan,1 y en contacto directo con las personas mismas que son causantes y víctimas (actuales o potenciales), de estas dificultades. Para responder a las dificultades que han tenido que enfrentar, haciéndolo siempre en contacto directo con las personas más directamente involucradas, estas personas de la ATCC han practicado un principio que hace mucho tiempo leí en un texto oriental: el principio de separar las personas de sus actos. La aplicación de este principio exige la comprensión de que toda persona humana, independientemente de los actos que protagonice, es un ser sagrado al que hay que amar y respetar. Sus actos pueden ser indeseables, y por lo tanto rechazables. Pero rechazar un acto de una persona no es lo mismo que rechazar a la persona. Al ver cómo estas personas han sido capaces de practicar este principio y observar los efectos sociales y humanos que se producen, he constatado que en ello reside el secreto de la paz. Ilustro esto con una anécdota. En una ocasión una de estas personas tuvo conocimiento que un comandante de uno de los grupos armados de la región había dado la orden de matar a toda una familia amiga suya. Sin pensarlo dos veces tomó un bus y se dirigió al municipio donde ese comandante reside. Averiguó dónde vivía, y fue a golpear en la puerta de su casa. La conversación duró dos días, y el comandante no sólo dio la contraorden, sino que le manifestó a su visitante que de ahí en adelante podía contar con él como amigo incondicional. Esta comprensión y esta confianza han permitido desde entonces aclarar innumerables malentendidos que hubieran podido desencadenar actos de violencia con consecuencias desastrosas para la vida social regional. Pero la anécdota no termina ahí: cuando esta persona de la ATCC me relató esta historia, me dijo al terminar: "Quiero decirle que, para mí, ese comandante es una gran persona". En ese momento comprendí lo que significa, en la práctica, separar las personas de sus actos: para este representante de la ATCC la misma persona que había ordenado matar a una familia amiga suya, acto que evidentemente rechazaba, era para él, al mismo tiempo, una gran persona. Hay un segundo punto que hay que destacar de lo ocurrido en este período: las pronunciadas fluctuaciones que se han dado en las condiciones internas de la ATCC como organización. Se ha pasado ya varias veces de momentos maravillosos en los que se consolida un alto nivel de unión, solidaridad y efectividad institucional a momentos de conflictos y enfrentamientos internos, por
momentos muy agudos, que han afectado muy seria y adversamente las relaciones institucionales entre la ATC y los grupos armados presentes en la región, con graves peligros para la paz que se ha logrado mantener. La acción decidida y oportuna de ese pequeño grupo de personas de la ATCC ha permitido que los momentos de crisis más aguda sean sorteados favorablemente, no sólo resolviendo de raíz las dificultades específicas que han amenazado con desestabilizar la paz, sino sacando de cada incidente los aprendizajes vitales que necesitan para hacerle frente exitosamente a las dificultades que de ahí en adelante van surgiendo. Finalmente hay un aspecto de inmensa importancia, pero muy difícil de describir, que para mí es una de las dimensiones más importantes de la lección que enseña la experiencia de la ATCC. Voy a intentar una explicación. Observando actuar a las personas con quienes he mantenido un íntimo contacto a través de todos estos años, e influido por las lecturas de muchos maestros orientales que me han abierto a formas nuevas de comprensión del acontecer humano, he llegado a distinguir dos tipos diferentes de inteligencia. Una, la que todos conocemos -la que sobrevaloramos tanto en las instituciones académicas-, es la relacionada con la erudición y la capacidad de análisis, con la acumulación de una gran cantidad de conocimientos e información y el desarrollo de una capacidad muy grande para relacionarlos entre sí en la construcción de teorías y reflexiones analíticas rigurosamente lógicas, y por tanto muy convincentes. A ésta la llamo inteligencia-intelecto. La otra, más difícil de describir por ser tan nueva para mí -y para la cultura occidental en general-, es la que llamaría la inteligencia-sensibilidad. Esta inteligencia la describe Osho de manera magistral en el siguiente pasaje. La inteligencia es simplemente la Habilidad de responder, porque la vida es un flujo. Tienes que ser consciente y ver qué te pide, cuál es el reto que te presenta la situación. La persona inteligente se comporta de acuerdo con la situación, mientras que el estúpido responde con frases hechas. No importa si éstas provienen de Buda, Cristo o Krishna, el estúpido siempre lleva las escrituras con él, le da miedo depender de sí mismo. La persona inteligente depende de su propia visión, confía en su propio ser, se ama y se respeta a sí mismo. La persona no inteligente "respeta" a los demás. (...) Inteligencia es salir de todas las prisiones y no volver a ellas. La inteligencia puede descubrirse a través de la meditación, porque todas esas prisiones existen en tu mente; Alejandro Sanz de Santamaría
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afortunadamente no pueden alcanzar tu ser, no pueden contaminarlo, sólo pueden ejercer su efecto sobre la mente. Si logras salir de tu mente podrás salir del cristianismo, del budismo, y pondrás fin a todo tipo de desperdicios. Podrás hacer un punto y aparte6 Las personas de la ATCC con quienes trabajo, con su práctica cotidiana, y frente a cada situación concreta que enfrentan, me han mostrado que a esta última recomendación de Osho ellos podrían agregarle algo así: Si logras salir de tu mente podrás salir también del marxismo, del neoliberalismo, del estructuralismo, de las ideas 'de izquierda' (guerrilla), de las ¡deas 'de derecha' (autodefensas), de las ideas de 'desarrollo', de las ideas de 'crecimiento económico' -y de muchísimas otras-, y así garantizarás la paz. La esencia misma de la inteligencia-sensibilidad es la liberación progresiva de esquemas mentales preconcebidos. Es una inteligencia que nace del reconocimiento directo de que toda idea pre-concebida es, invariablemente, un obstáculo muy fuerte que obstruye la verdadera comunicación humana, un obstáculo que impide la posibilidad de desarrollar una verdadera comprensión y una verdadera confianza entre las personas. Si se comparan con suficiente atención y sutileza la inteligencia-intelecto y la inteligenciasensibilidad, se verá inmediatamente que mientras la primera se mueve siempre en el terreno de "la palabra" del pensamiento, de lo irreal-, la segunda se mueve siempre en el terreno de "la cosa" -de las situaciones concretas que se viven, de lo real-. La diferencia tan profunda que existe entre la inteligencia-intelecto y la inteligencia-sensibilidad es una de las lecciones más sutiles, más difíciles y más trascendentales de la experiencia de la ATCC. Pero la comprensión de esta diferencia no es "un conocimiento más": es la transformación de la vida misma. Lo afirmo con base en mi propia experiencia. Mis vivencias cotidianas en todas los campos -mis relaciones en la vida familiar, mis relaciones en la vida de trabajo con mis colegas, con mis jefes y con mis estudiantes en la actividad docente-, me corroboran cada día en forma más contundente y clara que estamos todavía prisioneros de la inteligencia-intelecto. Esta prisión nos mantiene cerradas las puertas de entrada al terreno de la inteligencia-sensibilidad. .
6
Osho, Meditación -la primera y última libertad., Madrid, GAIA Ediciones, 1995, págs. 22-23.
En oriente se habla con frecuencia del aprendizaje inferior y del aprendizaje superior, cuya diferencia se parece mucho a la que quiero ilustrar con los conceptos de inteligencia-intelecto e inteligencia-sensibilidad. Sobre esto dice N. Kasturi: Al aprendizaje inferior, comparativamente menos beneficioso, se ocupa de teorías, inferencias, conceptos, conjeturas. El estudio superior acelera y expande el impulso universal por saber y llegar a la verdad, la bondad y la belleza. (...) La raza humana debe enderezar el rumbo, porque se inclina alarmantemente hacia lo que puede ser su tumba: el conocimiento inferior la está hundiendo en un abismo sin fin7. Si se desarrolla primero, como base prioritaria, la inteligencia-sensibilidad, la inteligencia-intelecto puede constituirse en un instrumento valiosísimo para la humanidad; pero el desarrollo de la inteligencia-intelecto sin el desarrollo previo de la inteligencia-sensibilidad, conducirá al descalabro humano que estamos presenciando en el mundo actual: El principal requisito de la vida humana es que sea eso: humana. No importa nuestra erudición ó autoridad; no debemos ignorar los valores humanos. El vertiginoso progreso en ciencia y tecnología ha traído cambios indeseables en la sociedad, desarraigando valores esenciales para el bienestar humano como el altruismo y la dignidad8. La experiencia de la ATCC, para mi, corrobora que mientras no le abramos todos, desde el interior de nosotros mismos, el camino al desarrollo de la inteligencia-sensibilidad, el predominio de la inteligenciaintelecto nos va a mantener encerrados (en el terreno de "la palabra"), en un debate sin fin "acerca de" la violencia y la paz. Este es un debate inzanjable, que jamás conducirá a la paz individual y social verdaderas, que jamás producirá la comprensión y la confianza que son la esencia misma de la paz verdadera. El dominio a que estamos sometidos hoy por la inteligencia-intelecto nos mantiene atados en el terreno de la negociación y la estrategia, y en este terreno, en mi visión de las cosas, la paz verdadera jamás será posible. Esta es la hipótesis que quiero someter a la consideración y la investigación de quienes lean este texto.
7 Kasturi, en Sathya Sai Baba, Vida - Conocimiento y enseñanza, México, Publicaciones Sai Ram, 1990, pág.7. 8 Sathya Sai Baba, Cultura y espiritualidad, México, Editora y distribuidora Yug, S.A., 1994, (contracarátula).
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La historia de Mario, vecino del barrio Guadalupe
cada ocho días había un muerto por aquí. Diez años estuve en esa guerra.
Amparo Díaz Uribe Periodista, miembro de Medios para la Paz
Lograr sentamos a conversar no fue fácil. Jovencitos en estado de agitación permanente entraban y salían con teléfonos portátiles. Sin embargo, una luz brillante que se desprendía de un cielo azul intenso invadía el segundo piso de esta casa aún a medio construir incrustada en las cimas del barrio Guadalupe de Medellín. Mario empezó a contar. Nosotros conformamos las Milicias Metropolitanas por las necesidades que tenían estos barrios. Aquí había mucho ladrón y uno no podía salir porque le robaban los zapatos en la esquina. Hasta había que hablar bajitico para no llamar la atención de los pillos que llegaban, hacían tiros y maltrataban a todo el que quisieran. Recuerdo que una vez un señor todo borracho le dijo a uno de ellos "regáleme un tiro", y lo que hizo el tipo fue darle un tiro, pero en la cabeza. En esos días éramos muy niños, pero también éramos los más afectados porque los bandidos monopolizaban a los pelaos. Yo tenía 11 años, y todos los que nos conformamos en milicias vivíamos en el mismo barrio. Al principio nos juntamos con las Milicias del Vallé de Aburrá que manejaba Lucho. Luego, como unos cien pelados decidimos formar las Milicias Metropolitanas. Para ayudar a mantenernos teníamos una panadería, hacíamos reciclaje y varios de nosotros trabajábamos. Pero el trabajo miliciano era muy duro pues siendo, muy niños habíamos tomado la decisión de unos adultos y nos tocaba ir a los expendios de droga para que dejaran de vender por la zona. Al principio nuestras armas eran muy poquitas, pá qué lo vamos a negar, sólo eran tres: una que prestó un señor, otra que compramos y otra que "recuperamos". En esa guerra con los pillos a muchos nos tocó irnos de las casas. Yo, por ejemplo, tuve que salir a los 13 años. Alquilábamos casas, hoy aquí, pasado mañana allá. Siempre nos tocaba así. Mire entonces cómo la vida se nos fue dañando tan tremendamente. Pero pienso que nosotros organizamos las milicias como una defensa. Y a pesar de que aportamos con tantos muertos, de todas maneras uno piensa que antes eran muchos más los muertos que ahora; antes mataban a un padre de familia para quitarle el mercado; ahora el que se muere es porque algo hizo. ¿Qué cuál era nuestro objetivo? Ah, muy simple: que se acabara el monopolio que tenían las bandas, porque la cosa era tenaz. Si usted tenía una grabadora tenía que esconderla para que no se la quitaran, se vivía con zozobra y uno no podía pararse en la puerta de su casa. Imagínese, por lo menos
De pronto hubo un alboroto y apresuradamente subieron la escalera el muchacho armado de la Cooperativa de Seguridad y un niño de unos 10 años que en medio de un llanto al punto de desatarse miraba aterrado a su "captor": "Mario, éste andaba viendo cómo se robaba algo en la tienda de la vuelta". Con infinita parsimonia Mario interrumpió nuestra conversación y en tono firme y suave le dijo al muchachito: "Que sea la última vez que te veamos en esas. ¡Ponete a estudiar! Y ahora te vas a poner a lavar los carros que tenemos allí abajo". Más tranquilo, el niño y el exmiliciano bajaron a cumplir la orden. Nosotros continuamos, pero esta vez con el tema de la paz. Cuando empezó el proceso de paz con las Milicias del Pueblo y para el Pueblo, Pablo1, monseñor Henao y el padre del barrio Guadalupe comenzaron a hablarnos de la posibilidad de entregar las armas. Tuvimos varias reuniones, nos llamaron, nos fueron interesando. Cuando nos acercamos al proceso impactamos mucho a todo el mundo porque éramos los más sardinos. Pablo nos dio un trato tan bueno que nos dio más confianza y pensamos que sí, que ése era el camino aunque claro que se dieron muchas discusiones aquí. Los demás grupos no se acercaron a esto porque no entendían qué sucedía. Pero ha sido importante porque sentimos que estamos colocando un grano de arena para la paz y ahora hasta los mismos delincuentes se han acercado a trabajar con nosotros. Es que fíjese que antes los niños se acercaban a uno-y le decían "yo quiero ser miliciano". Pero ese no es el hecho y por eso ahora, después de firmar la paz, trabajamos con la comunidad. ¿Y sabe? En estos días sembramos guayacanes amarillos con los pelaos; fue bonito. Es que eso es fácil porque en los barrios populares no es sino hacer un chocolate y ya hay fiesta. 1
►
Carlos Hermán Correrá, alias Pablo, fue comandante de las Milicias del Pueblo y para el Pueblo y líder indiscutible de la zona nororiental. Él guió por parte de las milicias los diálogos de paz con el Gobierno del presidente César Gaviria que terminaron en la firma de un acuerdo a partir del cual las Milicias que él dirigía, así como las del Valle de Aburra y las Milicias Metropolitanas dejaron las armas y conformaron una Cooperativa de Seguridad, Coosercom, que al pretender convertirse en la principal autoridad en los barrios de la Comuna terminó cometiendo desmanes y delitos. En 1997, Coosercom fue disuelta tras la muerte y caída en prisión de muchos exmilicianos, entre ellos el mismo Pablo quien fue asesinado un par de meses después de la firma del acuerdo a manos de sus antiguos compañeros, al parecer, en medio de una lucha por el poder. De hecho, la mayoría de las muertes ocasionadas entre los jóvenes exmilicianos están relacionadas con problemas entre ellos mismos.
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no la podemos canalizar, por lo menos no dejamos que boten basuras para que no se llene de ratas, bichos o infecciones. Con su cuerpo tan menudo no deja de impresionarme el dominio
Por eso le decía que es importante que nos pregunten lo
que tiene sobre sus "pelados", pero sobre todo su inmenso
que sentimos, y no que digan "uyy, ese es un miliciano y debe
nerviosismo. Sin embargo, tenerlo aquí sentado contando su vida
ser más bravo que un chucho" ¿Sabe por qué? Porque el
contrasta inmensamente con el sigilo con que llegó a mi encuentro.
pelao que oye eso, así tenga mucho miedo en su interior, va a
No es de extrañar, pues al conflicto entre los exmilicianos que deja
decir que sí, que es un lobo. Pero mentiras, porque si el día de
varios muertos regados tan sólo al paso de un rumor, se suman las
mañana uno le dice al pelao "oiga, usted no está para que se
luchas entre los exmilicianos y los pillos que fácilmente los ubican
muera aquí", seguro él cambia. Yo lo sé. Pero como le decía,
con sus uniformes de Coosercom, y las insidiosas peleas por el
aquí viene mucha gente y nos habla. Vienen en sus
poder. El mismo Mario había sido objeto de un atentado pocas
conferencias abiertas, para todos. Pero no preguntan qué
semanas antes. Por eso, en medio de sus palabras y gestos
pensamos como personas, como Mario, como Winston.
reposados, tal vez demasiado reposados para su edad, era difícil no
Siempre los que vienen llegan con sus propias ideas y no a
mirar esa cabeza rapada como resultado de las balas que allí
preguntar las que tiene aquí la gente, ni lo que se necesita.
quisieron alojarse, "Desde este proceso de paz he perdido más de
Aquí queremos son personas que miren, sientan y piensen igual
10 kilos", explicó.
que un joven. Eso es lo que necesitamos para que puedan
Hoy me siento muy orgulloso. Es que al vivir en esta zona para mí es de verdad un orgullo haber llegado a los 21 años que tengo hoy. Y eso que antes pasar de los 18 años era una hazaña tremenda, porque la mayoría de amiguitos míos están muertos. Hum, es que a veces ni uno mismo se cree que pasó los 18. Cuando ese día llega uno se dice "uff, ¡ya llegué!" Y uno cree entonces que ya tiene mucha experiencia por todas las cosas que ha vivido, aunque por la calle todavía le dicen a uno que es muy joven para estar en ésto. Pero es que cuando uno está desde tan pequeño en medio de las armas, uno se daña. Por un parte, como joven son muchas las cosas que se pierden porque se vive en círculo chiquito y en la angustia de que la Policía lo va a sacar a uno de la casa. Es siempre una zozobra y se vive escondido. No se puede salir a bailar, ni ir a un cine, ni jugar fútbol. Sí, muchas cosas de la vida se dañan. Del gobierno le puedo decir que sí, que ha cumplido, pero la verdad es que violencia genera violencia y por eso la Cooperativa no es la solución. La pelea por manejarla es muy grande y no se puede estar tranquilo. Tal vez la salida esté en que nosotros como personas seamos capaces de sostenernos nosotros mismos, de tener una familia, de vivir y trabajar como cualquier persona. Eso que parece tan simple, tan normal es lo que nosotros quisiéramos. Pienso que aquí siempre ha hecho falta acercarse al joven para entenderlo. Yo, que tengo jóvenes a mi mando, a veces dialogo con ellos y la mayoría dice "qué bueno poder vivir tranquilo". Pero a los que vienen nunca les importa conocer lo que nosotros sentimos y además nos engañan. Fíjese por ejemplo en esa quebrada que baja por ahí. Desde que era niño todos saben que debe canalizarse y por eso desde que era niño a este barrio llegan los políticos
ayudarnos porque además, ni siquiera es mucho lo que pedimos. Mire, yo tengo un hijo, y quisiera que él trabajara en una empresa, como cualquiera. Es que uno se daña tanto la vida aquí que yo me pregunto a veces qué no diera por no ser la persona que soy, un jefe miliciano, y por no tener toda esta problemática que tengo encima. Me gustaría trabajar en una empresa y vivir con la mamá de mi hijo que no está de acuerdo con lo que hago. Qué le hace que me ganara un mínimo, o hasta menos; pero que tuviera tranquilidad, que pudiera subirme a un bus para ir al trabajo y no sentir que me van a matar en cualquier esquina. También me gustaría ser como mi papá, que ha sido una persona luchadora sin problemas con nadie. Y sé que muchos muchachos de ésta o de otras organizaciones quisieran tener esa vida. Por eso cuando pienso en la paz creo que para mí es que no existieran las armas. Cada vez que se me muere un compañero siento que no debían existir y que nosotros en vez de llevar armas tendríamos es que trabajar para desarmar a más y más personas. No sé, tal vez podrían cambiarse armas por microempresas. Y sé que muchos lo harían porque la mayoría de los jóvenes piensan tener armas es para ser alguien o ingresar a algo. Tuvimos que interrumpir la entrevista cuando dos muchachos llegaron con una información al parecer urgente y peligrosa. Así lo entendí porque a Mario de inmediato se le crisparon varias de esas venas que ya eran tan visibles. Como un gato, pareció tomar posición de defensa. Nos despedimos y quedamos de vernos al día siguiente. Así fue, pero se trataba de la última vez. Hoy está preso, él también, acusado de la muerte de varios de sus antiguos compañeros. ¡Qué tristeza!
siempre a decir que lo van a hacer. ¡Siempre!. Y nada, ahí está. Ahora, como nosotros
La historia de Mario, vecino del barrio Guadalupe
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La pregunta era siempre qué había hecho yo
otros tenían que salir de Barranca por las amenazas. La lista se
Eugenia García
Lucho, que cayeron asesinados juntos, mientras tomaban una
Periodista, miembro de Medios para la Paz
cerveza. Poco antes de eso, Juancho me llamó un día a las
fue haciendo interminable. Me acuerdo mucho de Juancho y
cinco y media de la mañana para decirme 'hermano, yo quiero
Lo más duro es el sentimiento de impotencia, de no poder hacer nada para cambiar el hecho de que tu amigo está metido en un ataúd cuando poco antes estaba cantando vallenatos, y no lo entiendes, no entiendes esa lógica de matar a gente desarmada y que lo único que hace es defender unos derechos que en este país todavía no se comprenden. El féretro de Jorge Ortega, asesinado hace unos días, está a pocos metros. Es otro de los amigos muertos de Olgher Santodomingo, dirigente sindical petrolero en Barranca y miembro del comité ejecutivo de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, desde su llegada a Bogotá como desplazado hasta que en 1996, desde su trabajo con la Red de Iniciativas para la Paz, Redepaz, y el Comité de Búsqueda de la Paz, se, incorpora al movimiento cooperativo. Olgher Santodomingo es barranqueño y trabajador de Ecopetrol. Su abuelo era empleado de la "Troco" (Tropical Oil Petroleum Company), y su padre y su tío, como afiliados a la Unión Sindical Obrera, USO, vivieron la creación de la empresa estatal de petróleos en Colombia. Olgher, después de su paso por la Universidad Industrial de Santander, UIS, como profesor, siguió la tradición familiar.
pedirte un favor, que nunca me dejes sola a mi viejita, a mi mujer'. Cuando lo mataron, su esposa me enseñó su agenda. Había escrito varias veces que se iba a morir. Y es que uno empieza a convivir con la muerte, incluso a desarrollar una coraza que permita resistir. Y lo peor es que nosotros ni siquiera sabíamos de qué se trataba. Unas veces nos acusaban de tener vínculos con la guerrilla. Sólo por ser dirigentes sindicales en Barranca. Otras, ni siquiera se reivindicaba el asesinato. Nosotros siempre respondíamos con paros, con la esperanza de aislar a los asesinos. Pero los asesinatos seguían. No había quién lo parara. Eso fue destrozándonos poco a poco. Por la tristeza y porque nos dimos cuenta de que aunque teníamos que seguir con la movilización social porque nuestras acciones siempre fueron transparentes, también teníamos que tomar en serio las amenazas y pensar en nuestras vidas. Olgher Santodomingo también estaba amenazado. Se nos aconsejaba tener escoltas o un arma. Yo conseguí una pistola, pero la devolví casi en seguida porque tenía miedo de darle a uno de mis hijos en las noches en que me despertaba asustado y con el arma cargada porque oía cualquier ruido en la casa. En noviembre de 1990 varios dirigentes nacionales de la CUT le
Siempre he respetado mucho a mi padre porque es un hombre muy serio, muy consecuente. Y a mi tío Mingo, uno de los hombres que más he admirado, uno de los más solidarios. Por eso, después de ser profesor universitario, acepté entrar a Ecopetrol1 como obrero. Era un sueño y un orgullo trabajar para la mejor empresa del país.
advierten que su nombre está en una lista de dirigentes sociales
Poco después comienza su actividad como dirigente sindical de la USO, cuando en 1980 es elegido para representar, como negociador del pliego de peticiones, a los trabajadores del campo de producción de El Centro.
país tras una visita a sus hijos, estalla una granada en su casa de
Y desde 1985 empiezan a caer asesinados mis compañeros, dirigentes populares de Barranca. Leonardo Posada, Manuel Gustavo Chacón, Hamet Consuegra, El Pichi, Lucho Martínez, Juancho Hernández, Orlando Higuita, Fernando León, Alirio Bermúdez... la lista se fue haciendo interminable. Ellos no solo eran dirigentes de la USO, sino también mis amigos personales. Entre 1987 y 1990 me fui quedando sin amigos, a unos los mataban y
mis hijos. Además, en ese momento tuve que enfrentar no sólo
1
"a eliminar" y que todo parece indicar que las amenazas podían cumplirse pronto. Cogí las cosas que me cabían en una maleta y viajé a Bogotá. En abril de 1991, un día después de volver a la capital del Barranca.
La pregunta era siempre qué había hecho yo, y por qué no me daban a mí en lugar de poner en peligro la vida de lo duro que es rehacer mi vida en otra ciudad y el proceso de ruptura de mi matrimonio, sino también la incomprensión de muchos de mis compañeros en Barranca que veían mi salida como una cobardía, porque en ese momento yo ya era secretario general de la USO. Algunas personas me decían 'tranquilo, quédate, que nosotros te cuidamos'. Yo entiendo esa incomprensión
Empresa Colombiana de Petróleos.
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porque nadie cree que a uno lo pueden matar. Por eso te matan, porque no crees y entonces no te proteges. Y cuando lo matan a uno, la culpa acaba siendo del muerto por no cuidarse, por no irse, y no de los que le han matado. Yo me niego a seguirle el juego psicológico a los asesinos. Según Olgher, ese fue un momento crucial en su vida. Yo lloraba mucho. Me había separado de mi tierra, que es donde yo me sentía protegido porque la gente me conocía, me apreciaba. Yo me siento muy orgulloso de ser de Barranca, aunque muchas veces sea visto como un estigma, como de revoltoso, de problemático. A veces eso se nota cuando
También participa en el proceso de organización del Comité de Búsqueda de la Paz, que está integrado por distintas organizaciones de la sociedad civil, centrales sindicales, ONGs, organismos de defensa de derechos humanos...
muestro la cédula. Pero yo me siento orgulloso porque allí hay
Estoy convencido de que los seres humanos tenemos la
mucha dignidad, eso se ve en las calles. Yo asocio Barranca
capacidad suficiente para resolver los conflictos sin
con el no doblegarse, el no dejarse. Por eso me dolió tanto.
violencia. Ya sea con el diálogo o con el conflicto social,
Además, las posibilidades de volver a ser elegido como
como los paros, las movilizaciones, que son derechos
dirigente de una organización cuando los trabajadores no
absolutamente legales y que en otros países se aceptan
podían ver mi trabajo se alejaron. Me di cuenta de que iba a
como algo normal mientras que aquí se convierten en
ser muy difícil seguir siendo dirigente de la USO, y empecé a
razones para la represión. Luchar por unos derechos no
pensar en escribir la historia de los movimientos sociales de
significa ser violento. Yo estoy convencido de que la lucha
Barranca. Pero en ese momento fui elegido en el comité
sindical no se contrapone a la lucha por el diálogo. Por el
ejecutivo de la CUT en Bogotá, una última oportunidad para
contrario. Para acabar con las diferentes violencias hay
aprender más de la lucha sindical. Esto fue en 1993.
que fortalecer el tejido social del país, la gente que actúa
Desde ese momento, Olgher Santodomingo se concentra en aumentar la presencia del movimiento sindical en los esfuerzos por el diálogo en el país.
políticamente. Desde finales de 1996, Olgher Santodomingo trabaja con las cooperativas petroleras del país, principalmente desde la
En primer lugar, porque hay que legitimar la lucha pacífica.
educación de líderes, porque
La guerra militariza toda la vida, pareciera que tenemos
el mejor aporte que podemos hacer es lograr que la gente
entonces que estar con uno de los bandos, y que la acción social pase a un plano secundario frente a la militarización. Tenemos que acabar con eso. Porque además el movimiento sindical está sufriendo mucho la guerra. En un ambiente de guerra muchos encuentran justificación para acabar con él. Y en segundo lugar, para mí la paz es el espacio en el que las contradicciones normales de toda sociedad se confrontan sin violencia. Sin eso, este país no tiene futuro. No podemos seguir matándonos.
tenga confianza en sus propias capacidades y construya organizaciones sólidas. Si hiciera un balance de todo lo que he hecho, no sería negativo. Si tuviera que repetir mi historia, haría lo mismo. Ahora siento mucha desazón, ayer temblaba de miedo de pensar que les pueda pasar algo a Hernando, Lucho o Gabriel, pero también siento mucho compromiso, porque la gente que cayó era muy valiosa. Es el compromiso de acabar con la guerra, y no solo con la más visible, sino con la guerra
Es nombrado miembro del comité ejecutivo que realizó el
que implica que uno no puede ser dirigente sindical en este
Encuentro de Colombianos por la Paz en 1993, encuentro del que
país. No sé. Son sentimientos encontrados. Da miedo por lo
surge la creación de la Red Nacional de Iniciativas Ciudadanas
que le pueda pasar a uno, y de ver la luz al final del túnel. Y
por la Paz, Redepaz, que para Olgher es importante porque tiene
aunque siguen asesinando con toda tranquilidad a mis
como objetivo no sólo la negociación del conflicto armado,
amigos, y a veces me preocupo por mi vida, creo que no se
sino la solución a las diferentes violencias que vivimos.
ha perdido toda la sensibilidad social contra estos asesinatos, y ya casi nadie discute la necesidad de una negociación política del conflicto armado. Pero hay que seguir trabajando por el respeto a la vida de los dirigentes sociales y las garantías para el ejercicio de nuestra actividad. Si no, no puede haber democracia.
La pregunta era simple que había hecho yo
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En Barranca nadie puede darse el lujo de embobarse' María Cristina Alarcón Periodista, miembro de Medios por la Paz
Me llamó Nicolasa, o sea, que no tengo nombre de puta. Mis amigas se ríen de mi, dicen que yo debería llamarme más bonito....Betty, Leídi, Lucy....me han dicho que tengo nombre de esclava negra, de Cuba o del Valle. No es que yo haya estado, es que me han contado. Soy de Bucaramanga y estoy viniendo a trabajar a Barranca, todas las tardes, desde que el pasaje en bus costaba seis pesos y ahora ya cuesta catorce, ¡imagínese todo el tiempo que ha pasado! Estoy muy aburrida con está viajadera para nada. El trabajo está muy flojo y más desde mayo, cuando la masacre de los muchachos. A mi me gustaba venirme para Barranca a las dos de la tarde, almorzaba y antes de las cinco estaba en el bar. Nos arreglábamos y a las seis estábamos listas para comenzar. Atendíamos hasta cinco clientes y cada uno, a veinte mil pesos, ¡eso sí era bueno! Ahora, que va, de golpe sólo un cliente por los mismos veinte mil, menos los catorce del pasaje, apenas nos queda para un tubito de perico. Este trabajo ya no se aguanta sin perico, el bareto... no, bareta ni de riesgos, porque lo vuelve a uno bobo y en Barranca nadie puede darse el lujo de embobarse. Antes me devolvía a Bucaramanga en el último bus de las once o si la cosa estaba muy buena, me quedaba donde una amigas que tenían una pieza grande cerca al puerto. Aquí en Barranca se acabó la vida. Cerraron todos los cines y ahora son iglesias cristianas. A las ocho de la noche no hay nadie en la calle. Todo el mundo se encierra, nadie sale a conversar como antes, nadie camina, ya se les olvidó hasta bailar. Eso del boletéo se volvió algo muy horrible, aquí no sólo boletéan los mace-tos o la guerrilla, sino también los vecinos, los del otro barrio o el ex novio de la novia. El boletéo se ha convertido en el terror de todos y hay quienes se han tenido que ir sin saber si la cosa era de verdad o de pura sinvergüencería. Nadie quiere correr riesgos, mejor uno se pisa. Tengo una amiga que trabaja en el Súper Estrellas y ella vive muerta de miedo pues sale de turno después de las ocho y nunca encuentra transporte. A veces el novio, viene en la moto y la recoge. Aquí en Barranca todo el mundo tiene moto y mucho miedo. A las ocho ya no se consigue un taxi ni para remedio y si uno llega a andar por ahí, la patrulla lo puede joder. Claro, que las patrullas
no sirven para nada, mire, ala, lo que pasó en mayo... acababan de pasar los malparidos, cuando llegaron los macetos y chao candado. Esos tuvieron que haberlos aventado, ellos estaban en plena rumba sin pensar en nada. Esas patrullas no son seguridad de nada, lo que son es la embarrada. Además no dejan trabajar, no lo dejan a uno hacer el espectáculo en paz. Uno esta en pleno y llega la maldita redada y prenden todas la luces; chau baile y chau billete. Todo el mundo para la casa y nosotras aburridas y sin un peso, la única salvación es el tubito de perico. Ala, ahora hay mucha droga en Barranca, es que ¿qué más se hace? A veces es bueno, si hay costeños, se cierra el negocio dos o tres días y hay fiesta y perico y cabro asado para todo el mundo. Pero esas fiestas casi siempre terminan mal, heridos y muertos y todo el mundo detenido. ¡Ole! y hablando de muertos no se si el señor Foronda, él de la funeraria, volvió. Se había ido de ! Barranca, pues dizque lo habían amenazado por ser informante de la guerrilla, a él le tocaba ir a recoger los muñecos. No era que el supiera donde estaban los cadáveres, sino que lo llamaban los vecinos, pobre güevón. Dicen que los ataúdes los traen de Medellín, qué son más bonitos que los de Bucaramanga. Yo ya llevaba como ocho días sin venir a trabajar. ¿Cómo? con esos paros armados. Hasta la comida se acaba, mire, no queda ni una latica de salchichas, todo el mundo compra y compra. ¿Y dígame quien va a venir a buscarnos a nosotras? Mejor me quedo en Bucaramanga, me voy a inscribir en una academia de modelaje y un día de éstos no vuelvo. Aquí lo único que queda prendido por la noche es la refinería. Nunca he visto a las hijueputas antorchas esas apagadas, parecen de otra parte, como que si no estuvieran en medio del mierdero que es Barranca, sino en otro país. Pero esa es otra cosa, no nos metamos con Ecopetrol. Cómo será la sitúa que ya ni las señoras bien de Bucaramanga han vuelto a comprar la carne de Ecopetrol en el mercado negro del puerto. Pero mire, es que Barranca son dos Barrancas, la de ellos allá entre el río y la ciénaga Miramar y nosotros aquí en medio de los paros, el boletéo y este hijueputa calor. Me gustaría pasarme a trabajar al Tropicana, allá se han inventado una rifa y nos rifan a nosotras, sobretodo a la más bonita. Cuando los tipos entran, ellos compran una botella de aguardiente y todas tienen un número. El número que sale, es el ganador y el ganador se puede quedar toda la noche con la china. Pero como casi no hay plata, casi siempre devuelven a la china, no aceptan el premio y la pobre tonta se queda sin la plática.
* Testimonios recogidos entre marzo y mayo de 1998, en Barrancabermeja.
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Cuando vibra un pueblo María Cristina Alvarado Periodista, miembro de Medios por la Paz
"Yo vengo a pararme aquí, como buen santandereano, A decirle a los presentes que este pueblo es soberano, Que es Mogotes, sí señores, una tierra comunera, Que estamos organizados para hacer la patria nueva..." El 11 de diciembre de 1997, la muerte sacudió a Mogotes cuando el ELN llegó de sorpresa con sus ráfagas, explosiones y disparos a redamar por el nepotismo y los malos manejos que durante muchas generaciones había soportado el pueblo. Se llevaron al alcalde, Doryam Geovanny Rodríguez, a quien acusaban directamente de esas malas mañas administrativas y dejaron a los apacibles habitantes de este pequeño y recio municipio santandereano, sumidos en el terror. Pero en vez de caer en el vaho profundo de la derrota y la desesperanza, Mogotes asumió el dolor por sus muertos y luego levantó sus alas, bien alto, para convertirse en el primer pueblo soberano de Colombia, donde las órdenes las emite una Asamblea Municipal Constituyente. La asamblea está conformada por 120 campesinos que viajan cada mes desde distintas veredas de esta provincia guanentina, para asistir a la cita inaplazable.
Mogotes es un pueblo que tiene una historia similar a muchos municipios del país: con una ineficiencia administrativa milenaria, donde los dineros públicos se los han apropiado los políticos desde épocas inmemoriales, lo que no ha permitido que los servicios se presten allí de manera mínimamente aceptable. La pavimentación de la carretera a San Gil, por ejemplo, fue aprobada mediante una ley en el gobierno del presidente Pastrana Borrero, los dineros se han dispuesto para ello, aparecen en los registros como ya ejecutados varias veces y, sin embargo, la carretera sigue aún sin pavimentar. Hoy, casi un año después de la toma guerrillera, los mogotanos, personas, familias y comunidades plantean que "actos como el secuestro, siguen mereciendo nuestro rechazo y creemos que en nada contribuyen al logro de la paz". El pueblo de Mogotes asume en propiedad su decisión de asumir su soberanía. Las asambleas locales nombran delegados a la Asamblea Municipal Constituyente. 6 de abril: En un acto solemne, llevado a cabo en el templo de la localidad, tomaron posesión los delegados de la Asamblea Municipal Constituyente "Mogotes Pueblo Soberano". 27 de abril: El pueblo soberano y la Asamblea Municipal Constituyente pidieron la renuncia del alcalde. Citación a una consulta directa a los mogotanos, para que determinaran sobre la continuidad del alcalde. Con una altísima votación y por aplastante mayoría (96%) de votos, los ciudadanos exigieron su renuncia. Bajo la presión civil el alcalde accedió a dejar el cargo, por lo cual se convocó, algunas semanas después, a nuevas elecciones, asumiendo la Constituyente la tarea de definir un programa de gobierno único que debieron acoger todos los candidatos. Como nuevo alcalde resultó electo José Ángel Guadrón, quien se había desempeñado como uno de los primeros presidentes colegiados de la Constituyente. Mayo-noviembre: Después de su posesión, la Asamblea se ha venido reuniendo de manera periódica, emitiendo mandatos y creando comités de participación ciudadana. Estos mandatos están orientados a la elaboración de un Plan de Desarrollo Integral y de paz para Mogotes que está liderado por las asambleas locales y la Constituyente Municipal. La Diócesis dialogó con los mandos militares y la insurgencia a fin de que conozcan y respeten el proceso y las decisiones de la Constituyente. Conformación y construcción del nuevo municipio, concertación con instituciones educativas, de salud y con todos los estamentos y entidades del orden municipal. 101
Puesta en marcha de comisiones de trabajo de la Asamblea Municipal Constituyente: Comisión del Plan de Desarrollo, Comisión de Veeduría y Comisión de la Verdad. ¿Cómo lo han hecho? ¿Cómo han hecho, qué metodología utilizan en Mogotes para organizarse? La Constituyente de Mogotes reúne dos elementos que resumen los rasgos característicos de los pobladores guanentinos: la Constitución y el Evangelio, como lo explica Carmenza Rojas: "Pedimos la iluminación del Espíritu Santo y sentimos de verdad una guía espiritual que nos ayuda a organizar las tareas a emprender, con la Constitución en la mano". En una situación de violencia como la que actualmente atraviesa el país, un fenómeno como el de Mogotes se convierte en una experiencia interesante que mezcla el vigor y la delicadeza, la razón y la fe, dos componentes que quizás estamos necesitando para afrontar la crisis que soporta esta desangrada Colombia. ¿Qué han aprendido estos constituyentes? ¿Qué podrían enseñar? Leidy Johana, una niña de sólo 10 años, delegada de los niños en la Asamblea, responde: "El proceso de la Constituyente nos ha indicado hacia dónde va nuestro municipio y cómo se gastan los recursos que le llegan de la Nación, nos ha enseñado a vigilar que se hagan las obras que de verdad se necesitan". Entre los frutos que ha cosechado este proceso, mencionan algo que hace bastante falta en muchas otras zonas del país: el entendimiento, la conversación diaria y la conciencia de la corrupción por la que estaba atravesando el municipio. También tienen claro que fueron capaces de parar la violencia, sin aceptar mediación alguna de los grupos en conflicto, ni de la insurgencia ni de los paramilitares. Leonardo Padilla, uno de los presidentes colegiados de la Constituyente, de la vereda Palmita, afirma: En este país hay violencia debido a que no se
saben repartir los presupuestos y por eso he participado en este proceso; desde que se dijo que nos podíamos organizar para buscar el desarrollo integral de Mogotes no tuve ninguna duda. Si tuviéramos 1.000 Mogotes, afirma Luis Carlos Restrepo, analista de esta experiencia, estaríamos caminando de manera sistemática hacia la paz, pues este proceso bien podría llevarse a cabo en cualquier municipio de Colombia, con la participación de la Iglesia o mediante el trabajo activo de los líderes comunitarios. El domingo, el templo se llena de feligreses y uno se pregunta si ésto es así usualmente o es efecto de la Constituyente; lo cierto es que los curas de la diócesis tienen bien claro el papel de la iglesia en los procesos sociales: ellos están "pastoreando" a su pueblo de manera firme y decidida, esclarecedora y ferviente; el proceso de Mogotes es como si el Evangelio anduviera caminando por sus calles empedradas, se sentara alrededor de la pila de la plaza con los viejos y comenzara a descubrir una nueva forma de vivir en comunidad, sin odios y sin trampas, sin balas y de la mano de un Dios, que ya quisieran tener, así, de carne y hueso, tantos pueblos de Colombia. Leidy Johana confirma este argumento, cuando responde a la pregunta sobre la violencia que arrasa con pueblos enteros en muchos rincones de Colombia: En ese momento quisiera ir a ese lugar y darles esa idea que se nos ha ocurrido a nosotros, la de formar un grupo de personas que representen a toda la comunidad para hacer posible el artículo III de la Constitución Nacional, según el cual la soberanía reside exclusivamente en el pueblo y de ahí emana el poder público. Entonces se hace vivo el verso que cantan todos en Mogotes: Somos pueblo comunero, hicimos la revolución, estamos haciendo otra, con Biblia y Constitución
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"La paz entre palomas y halcones" Gloria Moreno Periodista, miembro de Medios por la Paz
Petrolero europeo, víctima del conflicto, dice La paz entre palomas y halcones Hace 23 años llegó a Colombia un joven ingeniero europeo equipado con 8 años de experiencia profesional, vicio por el trabajo, curiosidad por el país que habitaría durante tres años y empeño por sacar adelante la construcción de una refinería en Barranca. La empresa que yo represento tuvo claro desde el comienzo que el proyecto debía ser realizado en alianza con un socio colombiano, lo que garantizaría un trabajo más integrado con el ambiente local y utilizar al máximo los recursos nacionales recuerda este ingeniero que por razones de la guerra solicita no divulgar su nombre. Las alianzas de firmas extranjeras con socios colombianos en el campo de la ingeniería eran desconocidas en Colombia hasta la llegada de esta empresa europea que implantó la modalidad en nuestro país. Desde entonces, la compañía en cuestión ha prestado importantes servicios al sector petrolero y ha hecho posible el desarrollo de varios proyectos manufactureros. Para quien acababa de terminar un proyecto en Bulgaria, Colombia resultaba un reto profesional y un país nuevo donde casi todo estaba por hacer. Plenamente convencido de que la tecnología de punta no se compra sino que se transfiere, empezó a implementar novedosas modalidades que permitieran el entrenamiento de profesionales colombianos en el exterior y el país pudiera producir productos con un valor agregado más alto que aquel del café, el banano o el mismo petróleo. Mientras persista el desequilibrio en la valoración de los productos que venden unos y compran otros, no habrá justicia y por lo tanto, tampoco habrá paz asegura. Con empresa colombiana asociada y sus dos hijos colombianos, este hombre devoto del trabajo que venía por 3 años y ya lleva 23, le apostó a los proyectos del sector petrolero y manufacturero en varias zonas del país y de manera simultánea a actividades con y para la comunidad. En varias oportunidades su empresa construyó proyectos de alta ingeniería a la par con un hospital, una escuela o un campamento digno para seres humanos. Con nostalgia recuerda su primer proyecto
en Barranca. El ambiente de trabajo era ideal y nuestros ingenieros que venían con esposas, niños y hasta con el perro y el canario, compartían con la comunidad. También he perdido la cuenta del número de matrimonios entre extranjeros y niñas de Barranca. La guerrilla era latente pero no evidente y aunque reconozco que las presiones de los movimientos insurgentes sirvieron para que muchas empresas internacionales dejaran de actuar como verdaderas bandidas, también creo que la guerra se ha corrompido. Durante años la empresa bajo su mando, al contrario de las "Siete Hermanas", pudo trabajar por fuera de bunkers y alambradas. Sin embargo, hace dos décadas cuando construíamos un proyecto industrial y en frente un hospital, cinco de nuestros empleados fueron asesinados. Todos con un tiro en la cabeza. Todo el mundo corrió, los contratistas se fueron y los trabajos se paralizaron. La gente del pueblo cuidó nuestras instalaciones porque ni un celador había. Nosotros hemos regresado a los tres meses y ni un clavo se había perdido. Quien ahora sentía y actuaba como colombiano, hablaba español correctamente, cultivaba el campo en sus escasos ratos libres y disfrutaba de la yuca y el ajiaco, recibió un mensaje de la guerrilla que decía: Perdón, fue un error y pedimos disculpas. Evidentemente había ya un problema bastante profundo de guerrilla y personalmente me apoyé en Monseñor Jaramillo, arzobispo de Arauca, que adelantaba importantes trabajos con la comunidad y a quien la guerrilla asesinó mientras realizaba esa labor. Ya la guerrilla estaba dividida entre palomas y halcones dice con tristeza este europeo que poco recuerda la II Guerra Mundial, pero asegura que nada es peor que una guerra civil. Hoy, después de 23 años y de haber padecido el secuestro de cuatro empleados, la confianza en Colombia parece haber desaparecido. De 250.000 horas/año de trabajo de ingeniería, su empresa apenas si alcanza actualmente las cincuenta. A los pocos proyectos que todavía desarrollan, él y sus empleados deben ser transportados en helicóptero y permanecer encerrados en un bunker.
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Lo primero que se pierde es el espíritu de integración con la comunidad y segundo la posibilidad de hacer un trabajo bien hecho. En definitiva quien más pierde es el país porque se aleja cada día más de la posibilidad de acceder a tecnologías y al desarrollo.
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Algunos expertos consultados aseguran también que, en los últimos años, el riesgo y la inseguridad creados por las condiciones de guerra, han encarecido la mayoría de los proyectos industriales y petroleros del país. Hay quienes calculan sobrecostos de hasta un 10 por ciento que a la postre resultan siendo asumidos por Colombia. Para quien ha dirigido una empresa de servicios del sector petrolero y manufacturero (con utilidades calculadas en un 4%), con socios nacionales, y desarrollado en forma simultánea proyectos industriales y obras para la comunidad, resulta incomprensible su actual condición de víctima del conflicto armado colombiano. No es que desconozca los errores cometidos por las Siete Hermanas, que ignore su inicial falta de preocupación en Colombia por la comunidad y los beneficios obtenidos por ésta, gracias a las presiones de la guerrilla. Pero también debo decir que ellas no están haciendo nada diferente en Colombia a lo que hacen en el resto del mundo. Por eso la lucha debe ser global. Si Colombia la hace sola es antitodo: antilógico, antihistórico y antipatriótico. Diplomático en su trato, preciso en sus informaciones y franco en el momento de abordar el tema de las responsabilidades, este empresario considera que lo que sí es diferente en Colombia es la profundidad de los yacimientos de petróleo que en muchos casos alcanza los 20 mil pies, es decir, la altura a la que vuelan los aviones. También la lucha solitaria que ha generado inseguridad y ahuyentado a las compañías petroleras. ¿Acaso los vecinos venezolanos se han mostrado solidarios?, ¿o por el contrario, han reforzado las fronteras para impedir el paso de la guerrilla colombiana y abierto sus puertas a las empresas internacionales? Exigente consigo mismo y con los demás, quien hace 23 años no vaciló un momento en viajar a Colombia acompañado de su esposa, duda si se le mediría a una aventura así en las circunstancias actuales del país. Porque paradójicamente, hoy extraño lo que más me había gustado: el contacto con la comunidad.
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En este segundo número, Marc Chemick, Malcom Deas y Marco Palacios, participantes en el Foro por la Paz organizado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes el 5 y 6 de noviembre, dan sus opiniones sobre las perspectivas de la paz en Colombia y el papel que puede jugar un contexto internacional en apariencia favorable al proceso. Revista de Estudios Sociales, RES: ¿Cómo ven ustedes las perspectivas de la paz en Colombia en un futuro próximo? Malcom Deas: En el futuro cercano yo veo un panorama muy complejo. Hay razones estructurales para ello. Si se mira el proceso colombiano en comparación con el de Irlanda, hay algunas semejanzas, aun cuando también obvias diferencias. Un rasgo similar, que es \ necesario tener en cuenta, es la lentitud en el cambio de dirección de los movimientos armados. Es muy lento el cambio de orientación del liderazgo guerrillero. Pasan ocho años o una década entre la primera decisión seminal que privilegia la vía política como fundamental a largo plazo y la decisión definitiva de abandonar los métodos violentos. Hay que considerar, además, que inmersos en un proceso de negociación, la estructura del i movimiento armado y su estabilidad resultan frágiles. Adicionalmente, se requiere de ejercicios sicológicos largos. No es fácil admitir que aquello por lo que se luchó estaba mal, que había sido una equivocación. Es importante dorar la píldora respecto a este cambio. | Además, se generan tensiones dentro de la organización!, entre los que han racionalizado el cambio de actitud y los [que no lo tienen previsto y se mantienen del lado guerrerista. Es un proceso delicado dentro del [movimiento y los líderes tienen que mantener su autoridad. Y dentro del movimiento tienen que mantenerse con bastante hermetismo y hacerse los caraduras. En el caso colombiano existe un problema adicional, aun a sabiendas de que siempre hay golpes antes de las conversaciones que tratan de afectar la negociación, como es el caso de Mitú. Este problema tiene que ver con una correlación de fuerzas que no es muy propicia actualmente para hacer viable la negociación. Los casos de negociación exitosa parten de una correlación favorable, en el sentido de que ambas partes ven con claridad que no les conviene seguir en la lucha. Eso no se ve claro aquí, aunque no es fácil saber la situación real. Uno ve que el desarrollo de las negociaciones es realmente imprevisible y no se sabe cómo se puede presionar, pues no se conocen sus reglas. Las FARC, por ejemplo, tienen una gran oportunidad, pero a la vez un desafío, con el Opinión sobre las perspectivas de la paz
despeje. Todo el mundo va a estar mirando con mucho cuidado cómo manejan eso. Esto abre ciertas posibilidades, pero genera cierta responsabilidad y posiblemente ciertos compromisos. Para ellos es difícil manejar esta situación. Si tienen mucho éxito, eso es muy bueno, pero también es difícil saber manejar el éxito. Se pueden envalentonar y pensar en cosas más grandes. Pero el exceso de éxito puede enredar antes que favorecer, crea problemas nuevos. Sin querer entrar en la jerga de los especialistas para hablar de "guerra de movimientos" y "guerra de posiciones", es obvio que los éxitos de la guerrilla generan nuevos problemas; no puede ser sólo una cadena de éxitos. Ante ésto uno tiene apenas intuiciones. Hablando con el jefe de la Cruz Roja Internacional en Colombia se le preguntó cuál era su intuición acerca de qué tanto estarían dispuestos a negociar los comandantes con los que tanto hablaban ellos. Respondió que sí podían estar dispuestos, pero que no tenían afán. Y entonces al razonar sobre el número de años, la respuesta es que nadie sabe, ni ellos mismos. Es evidente que en lo inmediato les interesa el despeje y tener más territorios, más posibilidades y, obviamente, el canje. Tema éste que pone al gobierno en situación difícil porque al respecto el país ya tiene una experiencia. Esta dice que muy pronto se pierde la capacidad de aguante y que eso piensa el gobierno de turno. Así fue el caso con el narcoterrorismo. Después de una, dos y tres bombas, ya nadie quería seguir tal lucha y rogaban por la solución, o eso pensaba el gobierno. Pero en realidad, el país si resistía mucho más. Había gente que pensaba que era necesario acabar con ese sector. Sin ser muy previsible, se optó por la vía fácil. Vistas las cosas de este modo, hay muchos asuntos que se pueden mejorar. El gobierno puede mejorar su capacidad de respuesta frente a los hechos. Pastrana debe tener un plan de contingencia. Sería interesante saber si lo tiene. Y en cierto modo, debe pensar que la guerra es como el billar. A veces el rival le va bien por quince minutos y luego cambian las cosas. Pero sería iluso pensar que el proceso va a ser fácil en la actualidad. Marc Chernick: Depende de la visión de futuro cercano que se tenga. Si se piensa en un año, no creo. Tanto la guerrilla como el gobierno están pensando en el largo plazo, con una visión prolongada. El ELN se está dando casi un año para culminar los temas para la convención, que es un paso de prenegociación, y las FARC apenas están iniciando el despeje que sólo es una base de un gran proceso que podría seguir adelante, pero ésta también es una visión de largo plazo. Entonces,
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estamos en un momento de cambio, de iniciar procesos. No hay mucha claridad, ni definición en ambas partes acerca del camino, lo cual resulta preocupante pues ya van tres meses desde que se inauguró este gobierno. En el tiempo cercano no hay muchas posibilidades de que se concrete la paz, en el tiempo mediano es posible que haya mejores posibilidades, pero sin duda éste es un proceso que va a durar. Ahora bien, en lo inmediato el tema del despeje resulta muy interesante. Especialmente, si se tiene en cuenta el contexto de la historia reciente, de la gran oposición de las Fuerzas Armadas, de las posiciones de estas instituciones a este respecto durante el gobierno de Samper. La evolución de entonces a hoy es grande. Las FARC propusieron cinco municipios y el gobierno aceptó. La idea de despejar, removiendo las Fuerzas Armadas, pero con la llegada de otras instancias estatales, es un paso positivo. Puede ser el núcleo de otras propuestas de despejes más amplios y prolongados en el futuro, como parte de un proceso de transición entre la falta de institucionalidad y presencia estatal en grandes partes del territorio nacional, y una reconstrucción de esta presencia en la cual el despeje puede servir favorablemente. De seguir adelante puede ser positivo. No obstante, no se sabe qué va a pasar, cuánto va a durar, qué se va a hacer cuando se cumplan los noventa días. Esto es preocupante, ojala que en este lapso lleguen a un marco conceptual de cómo usar el despeje como parte de un proceso de paz. Marco Palacios: Es una negociación compleja y prolongada por varias razones. Es compleja, porque hay muchos frentes que cubrir desde el punto de vista del gobierno. Compleja, porque tiene que negociar con varias guerrillas, con dos grandes grupos guerrilleros que no coinciden necesariamente. Tiene que despejar el asunto de los paramilitares que es complicado. Tiene que darle alguna solución y, según sea la perspectiva que tome el gobierno, eso puede afectar la negociación con las guerrillas. Y finalmente está el tema de los cultivos ilícitos, del cual depende la relación con los Estados Unidos que es fundamental para este gobierno. Estos son frentes difíciles de cubrir. Aparte de lo anterior, el problema con las dos guerrillas estriba en que desde la campaña electoral se tejieron afinidades o nexos o como se quiera llamar entre, por un lado, el ELN y el samperismo-serpismo y, del otro, las FARC y el pastranismo. Eso está contando y va a seguir contando. Por eso, no es pura coincidencia el empapelamiento judicial de Álvaro Leyva. Entre los centenares de procesos que tiene la Fiscalía resulta
curioso que tenga que resucitar precisamente este caso. Así va a haber muchos entrabamientos de lado y lado. Hay una competencia de las guerrillas entre sí. Evidentemente no son lo mismo y en procesos de paz como el de Tlaxcala resultó claro que internamente los negociadores estaban sometidos a tensiones mutuas muy fuertes. Hoy las tensiones se dan hacia afuera, con las dos agrupaciones compitiendo. Esto hace muy difícil el proceso. Por otra parte, realmente el tema de los cultivos ilícitos está muy limitado por la forma en que Estados Unidos lo maneja. No se ha visto ningún cambio fundamental en la posición del gobierno de los Estados Unidos frente a un asunto que está plenamente marcado por la política de erradicación de cultivos. Ha habido un compás de espera para ver si las FARC colaboran o no en este tema. Pero inclusive si quisieran colaborar, es igualmente difícil, porque es un tema que no tiene solución. La gente sigue sembrando selva adentro. Si las FARC peleara con los cultivadores, sería como pelear con sus propias bases o con sectores campesinos. Pero no se ve que se pongan en este plan. Entre otras cosas porque ellos han dicho que el de los cultivos ilícitos es un problema social que debe resolver el Estado colombiano. En este caso ellos no quieren ser Estado, pese a que los cultivos están en sus zonas de influencia. Aquí hay un cuello de botella. Adicionalmente, hay una cierta inercia en los grupos guerrilleros, que los hace sentirse que están ganando militarmente. Esto genera en las bases dinámicas muy interesantes y muy propias, como la del reclutamiento. No es difícil suponer que hay cientos de personas haciendo su fila para ir al movimiento insurgente. En fin, todas estas cosas hacen difícil el proceso. Desde el punto de vista del Ejecutivo veo dos posibilidades. La primera, que el presidente entendiera que el voto, el mandato tan grande, la participación inusual de la segunda vuelta en que fue electo, significan que los colombianos si consideran que es necesario un líder nacional, alguien que una la nación alrededor de una serie de propuestas. Es decir, que el presidente tome medidas excepcionales para situaciones excepcionales. Un modelo en que haya un fuerte liderazgo desde la presidencia. La otra posibilidad estriba en que haya una presidencia normal. Parece que el presidente optó por la presidencia normal. Las presidencias normales en las condiciones del país, donde se suman la situación del Congreso, de un poder judicial politizado y de unas Fuerzas Armadas en crisis que tiene que ser resuelta de alguna manera, conducen a una situación enredada. Haciendo un paréntesis, ahora si se pueden reorganizar
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las Fuerzas Armadas adecuadamente, porque las crisis llegó muy lejos. Ahora bien, el enredo obedece a las características de una presidencia normal. Por lo mismo, existe una contradicción entre una agenda política abierta con la guerrilla, que implica negociar la reforma política, económica, social, que quieren tanto las FARC como el ELN. Y, claramente, en lo económico la reforma deseada choca con el modelo económico existente, por ejemplo, que es defendido por el presidente Pastrana. Ahí va a haber conflicto muy fuerte si se toma en serio ese tema de que no es un despeje por aquí o un reparto territorial por allá. Entonces, el panorama no es halagador, porque hay todos esos problemas por resolver. Por otra parte, el asunto es complejo, porque el gobierno se la jugó en un proceso que no tiene reglamentación, no tiene costos, no tiene castigos para los infractores de ciertas cosas. Uno nota una inercia, una pasividad, una falta de imaginación en el gobierno. En ésto puedo equivocarme, ojalá. Sería preferible estar equivocado en asuntos como la existencia de unos acuerdos por debajo de la mesa, secretos, que impliquen que se va a llegar a algo concreto. Pero éste es el momento en que no sabemos la oferta que el gobierno le va a llevar a las FARC durante el despeje. Esto enreda mucho. El formato que adquirió el proceso con el ELN también enreda mucho. La sociedad civil y el plazo de la Convención propician los problemas e incluso le dan tiempo extra a las FARC para dilatar su proceso, hasta el 12 de octubre del 99. A no ser que haya compromisos entendidos y serios entre FARC y ELN. En este caso, por el poderío de las FARC y por lo que se sabe de otras experiencias, éstas podrían presionar al ELN a adherirse al proceso, incluso en el plano militar. Pero esto es una conjetura, una especulación, que francamente no surge con claridad de lo que indica la situación. RES: ¿Cómo cree usted que el contexto internacional puede influir en las negociaciones y en su buen o mal suceso, en su éxito o en su fracaso? Malcom Deas: Mi primera respuesta sencilla es que no tanto como en otras partes. No hay reales ganas de meterse de lleno en el proceso. Los Estados Unidos van a adoptar una actitud bastante prudente, bastante discreta. Segundo, no hay que olvidar a los vecinos inmediatos. Y allí hay ciertos riesgos, ciertos temas. Obviamente, los ecuatorianos no van a pelear con la guerrilla, a veces dudo que los venezolanos. Sin embargo, el ejército venezolano hay que mirarlo con cuidado. Está muy preocupado con la seguridad de las fronteras. Es un ejército que está un poco "a la izquierda", apoyando el
triunfo del general Chávez, lo cual puede complicar la situación en relación con el conflicto interno en Colombia. Pero la duda de fondo es hasta qué punto está dispuesto cada gobierno a dar para sostener el proceso de paz. A primera vista, el resto del mundo estaría dispuesto a ayudar. Mi frase es que es más probable un plancito Marshall que un plan Marshall. Dentro del país uno no se da cuenta del bajo perfil de este conflicto, aunque es más visible que antes. Pero no preocupa por fuera del país. De hecho no se ven intereses vitales allí incluidos. Para Estados Unidos el tema de la droga parecería de primer orden de segundad nacional, pero no es imaginable que el Congreso de Estados Unidos firme cualquier aspecto relacionado con ésto y mucho menos un pacto "diabólico" con la guerrilla a cambio de que deje su relación con la droga. Hay un relativo grado de escepticismo en el congreso de ese país. Además, yo comparto la idea de muchas personas que en estos procesos la intromisión extranjera puede resultar muy distorsionante. En ciertos sectores por fuera del país la guerrilla recibe una excesiva buena prensa. Muchos están buscando la última guerrilla de izquierda en el mundo. Aunque ésto obviamente no influye demasiado, me interesa resaltar que existen múltiples elementos distorsionantes. Siempre he dicho que un verdadero acuerdo de paz tiene que incluir a una sustancial y eficaz mayoría de los colombianos y me parece que sin eso un acuerdo de paz no puede funcionar. Es por eso que considero que para estos acuerdos no se necesita más que la Cruz Roja, las necesidades de facilitadores son menores. Lo que se necesita es más una organización y gente con mucha experiencia, que pensar en gobiernos amigos. Hay que ser cuidadoso con el papel que pueden jugar estos gobiernos. Es cierto que el conflicto es mucho más visible que antes, es el último de su estilo. Es por eso que el tema de derechos humanos es fundamental. Ambos partidos en Estados Unidos son reiterativos respecto a este tema. No he visto a nadie más insistente que el asesor del senador Helms. Esto hay que valorarlo adecuadamente. Marc Chernick: Hay dos temáticas diferentes en este aspecto. Por un lado, está el contexto internacional y, por el otro, la participación internacional. Sobre lo primero, el contexto no es muy propicio por la crisis económica internacional que se ha desatado y que tiende a agravarse. Sobre lo segundo, estamos en otra arena política en términos de la participación de actores internacionales. Estos actores están participando en el proceso de paz, están hablando de un papel más directo
Opiniones sobre las perspectivas de la paz en Colombia
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como facilitadores, como mediadores. Han empezado las discusiones y los programas para acopiar la financiación requerida para las reformas que el país necesita, las cuales sin duda son costosas y requieren de la ayuda principalmente internacional, aunque también nacional. Ya están creando la base para una eventual participación más grande de la comunidad internacional. Los bancos internacionales están dispuestos a ayudar a Colombia en un contexto post-conflicto. Ya están trabajando con el gobierno y con distintas organizaciones de la sociedad civil y aun con grupos alzados en armas para definir un papel dentro de este proceso de negociación. La parte principal de esta ayuda se dará en el período postconflicto. Desde la perspectiva de la historia reciente en Colombia, si los actores del conflicto interno están solos en la mesa de negociación, no van a llegar a la paz. Eso nos lo muestra la historia. Siempre hay un obstáculo, un atraco, un secuestro, una marcha campesina, que sirve de excusa para dejar la mesa de negociación. Se necesita el papel facilitador de la comunidad internacional. Están las experiencias recientes de los países centroamericanos, en los cuales el papel de la comunidad internacional fue fructífero. Creo que es necesario, aunque todavía no está definido. Sin él va a ser difícil llegar a la paz. Adicionalmente, creo que la sociedad civil puede jugar un papel parecido. Desde arriba (comunidad internacional), y desde abajo (sociedad civil), se está generando la presión para que el proceso avance. Marco Palacios: El presidente ha debido poner a la comunidad internacional, a cierto tipo de países u organizaciones a vigilar el proceso desde el comienzo, para evitar la ausencia de reglas, de compromisos, de castigos por los incumplimientos. Pero no, apenas ahora se ha tratado de poner en marcha la Comisión intermediadora de posibles conflictos en las zonas de despeje. Pero ésto es débil. Sin duda, faltó imaginación política, faltó estrategia diplomática en la conducción del proceso. No se ve que el gobierno esté jugando bien sus cartas en lo internacional, a diferencia de la situación de las guerrillas. Como ejemplo, las FARC se mueven de manera más precisa con su canciller en México, que está en la Conferencia de Partidos de América Latina, COPAL, y que ha jugado un papel protagónico en escenarios internacionales como el Foro de partidos latinoamericanos en Sao Paulo. A ésto se suma la fortaleza de las redes católicas cercanas al ELN. Uno ve mayor capacidad de movimiento, inteligencia, organización, dinamismo, en las guerrillas que en el gobierno.
Si se trata de países mediadores, es evidente que ningún país entre a mediar si las dos partes no se ponen de acuerdo acerca de quienes pueden cumplir este papel. Es necesario que se pongan de acuerdo. De todas formas, hay un consenso acerca del papel que podrían jugar países como España, México, tal vez Costa Rica. Pero además de eso es factible que las FARC pidan que participe la COPAL, Amnistía Internacional y otros. A propósito, otra cosa que se ha mostrado como otro frente complejo e incluso como un posible obstáculo a nivel internacional, es que hay una filosofía muy clara de los derechos humanos y de la condena a los delitos de lesa humanidad, delitos de guerra. Mientras tanto, el gobierno, a través del Ministro del Interior, llegó a plantear que tales delitos podían perdonarse para avanzar en una negociación en serio. Esto trajo una reacción muy fuerte de distintos organismos de las Naciones Unidas, de Amnistía Internacional, etc., de todieste tejido de organizaciones internacionales. Inclusive la alta comisionada de las Naciones Unidas para este tema fue explícita en que hay asuntos que no son negociables, ni se pueden perdonar. Este es otro frente importante porque nuestra guerra ha estado llena de este tipo de delitos por parte de todos los actores: guerrillas, paramilitares y Ejército. Este asunto hay que tenerlo en cuenta y tiene una connotación internacional. No va a ser fácil que se diga internacionalmente que es viable un borrón y cuenta nueva. Ese es un tema nuevo que sale y que tiene este aspecto de no aceptación a nivel internacional, de presión desde fuera. Acerca del Plan Marshall yo lo trato en términos de la "Caja de Galletas". Es decir, todos los programas asistenciales, de reformas limitadas, de cosas que juegan un papel importante, pero que en términos de la paz no son suficientes. Es un ingrediente importante: obras de infraestructura, de ayudar, de apoyar a la comunidad. Evidentemente, hay que hacerlo, pero por ahí no es la cosa. Si uno mira el Plan Nacional de Rehabilitación que comenzó con Belisario y se expandió con Barco, hubo realmente cifras importantes, con una estructura burocrática seria que dejó lecciones importantes sobre que se puede hacer en las localidades. Pero ese plan no pacificó, por el contrario genera muchísimas más demandas debido a la magnitud de lo que llaman la deuda social. Pretender que con eso se resuelven estos asuntos o ponerle demasiada fe a ello es desacertado. Sin duda hay que tenerlo en cuenta, muestra muy buena voluntad, se puede armar bien, pero no se le debe dar demasiada centralidad en términos de la pacificación del país.
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Nuestra guerra y otras guerras Alfredo Rangel Suarez 1. Encuadre teórico En el presente artículo realizaremos una revisión comparada del conflicto armado en Colombia tomando como puntos de referencia los conflictos armados que se desarrollaron en Malasia entre 1945 y 1960, conocido como La Emergencia Malaya, El Salvador entre 1980 y 1991, Filipinas entre 1946 y 1955, llamada la Rebelión Huk, y Perú entre 1980 y 1992. El propósito es ampliar el enfoque con el que se ha visto hasta ahora el conflicto en Colombia para indagar nuevos elementos de comprensión sobre su naturaleza, su dinámica y las perspectivas de solución, a la luz de esas cuatro experiencias internacionales. Para este efecto, tomaremos como guía metodológica de análisis la sugerida por Max G. Manwaring, Robert M. Herrick y David Bradford1. Estos autores plantean, retomando a Karl von Clawsewitz, que siendo la guerra la continuación de la política por otros medios, la destrucción de la fuerza militar del oponente, o de sus medios para hacer la guerra, es el objetivo de la política y la violencia militar es para ello una importante herramienta. Sin embargo, el mismo Clawsewitz proporciona dos argumentos que cualifican y matizan tal aseveración. El primero, que la violencia militar es necesaria cuando las condiciones o cambios que un actor político busca lograr no son obtenibles a través de medios políticos, económicos o sicológicos. El segundo, que los métodos sico-políticos pueden mejorar grandemente las posibilidades de obtener los resultados buscados y conformar una ruta más corta que la destrucción física de la oposición armada. Así, el esfuerzo político-militar puede ser una potente combinación de vías y medios para controlar y resolver un conflicto2. Para Clawsewitz existe una trinidad de elementos que son intrínsecos a toda guerra: el objetivo político, la
*Economista y Politólogo. Este trabajo es parte del estudio, "Análisis de la Experiencia internacional para la solución del conflicto armado en Colombia" realizado por el autor con la colaboración de Carina Peña y Felipe Botero, y con el auspicio del Magíster de Ciencia Política de la Universidad de los Andes y Colciencias. 1 Max G. Manwaring, et al., "Strategy for Conflict Control: Un Object Suspended betwen three Political-military Magnats", en, Manwaring, Max G. (Editor), Gray Area Phenomena, Confronting the New Disorder, Boulder, San Francisco, Oxford, Westview Press, 1993, págs. 130 y ss. 2 Karl von Clausewitz, On War, Princeton, NJ, Princeton University Press, 1976, pág. 95.
pasión popular y los instrumentos operacionales. El éxito de los intrumentos operacionales en una guerra depende de los otros dos elementos de la trinidad. El primer elemento es la credibilidad de los objetivos políticos y la resultante motivación política, sicológica y moral que ellos provoquen en la sociedad. El segundo elemento, ésto es, la disposición o buena voluntad del pueblo para resistir los sacrificios necesarios para lograr una conclusión exitosa del conflicto, está estrechamente relacionado con el primero3. Dentro de este contexto, los autores mencionados combinan los dos primeros elementos de la trinidad de Clawsewitz. Primero, que un gobierno necesita establecer los objetivos apropiados y la organización necesaria para encarar el conflicto; estos objetivos tendrían una *■ importante relación con la disposición de la población para resistir el esfuerzo. Después de ésto, las propuestas sobre los instrumentos operacionales pueden ser considerados. El gobierno debe crear la organización de inteligencia necesaria para comprender el problema e implementar el esfuerzo requerido para ocuparse del mismo. El gobierno debe fomentar la capacidad militar y policial requerida para conseguir los fines políticos del conflicto. El resultado final es función directa de la combinación de los tres elementos. Si uno falla, los otros dos no funcionarán. El que logre el menor desarrollo rebajará el resultado de los otros dos, por lo cual debe lograrse un balance adecuado de todos los elementos involucrados. El primer riesgo para un gobierno es no tener claros los objetivos de corto y largo plazo, no definir previamente la visión de una situación de "fin de juego", no proveerse de la ayuda externa consistente y apropiada, y no conseguir en su interior la unidad de propósitos. Si todo ésto ocurre, la opinión no sabrá qué hace su gobierno ni por qué lo hace. O lo sabrá, pero no estará convencida del valor y la necesidad de hacerlo. En ambos casos el manejo del conflicto por parte del gobierno carecerá del necesario apoyo popular y terminará en un fracaso político. Para Max Manwaring et. al., la experiencia indica que los principales componentes del primer postulado, es decir, establecer los objetivos y la organización adecuada, incluiría: 1) un cuidadoso análisis del medio y de sus amenazas; 2) identificación de los centros de gravedad primarios y secundarios del conflicto, con su debida
3 Ibíd.
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priorización, además de la capacidad necesaria para reexaminarlos y cambiarlos periódicamente; 3) determinación de los objetivos que generan el apoyo voluntario de la población para un conflicto de largo plazo; 4) organizar interna y externamente la unidad de esfuerzo4. El primer y más comprensivo paso de un gobierno para controlar un conflicto armado interno es la plena consideración de toda la situación y la valoración de las más importantes amenazas implícitas en ella. En lugar de debatir separadamente cada crisis a medida que ocurre, se debe establecer la clase de guerra en la cual se está embarcado; no equivocarse en ésto, ni intentar reducirla a algo que es ajeno a su naturaleza. La lucha entre el Estado y la insurgencia es siempre por la legitimidad política, ésto es, por el derecho moral a gobernar a la sociedad. Una acción contrainsurgente que falle en entender este principio básico y responda sólo a la fuerza militar del adversario, fracasará con seguridad. Se debe tener en cuenta siempre lo que Michael Howard llama las olvidadas dimensiones sociales de la guerra, subrayando que si esta faceta del conflicto no es conducida con destreza y con base en un análisis realista de la situación de legitimidad moral, ninguna cantidad de capacidad operativa, apoyo logístico o ventaja tecnológica podrá ayudar5. Para un Estado, la amenaza que permite el desarrollo, crecimiento y éxito de la insurgencia es su libertad de acción permanente. Generalmente, la insurgencia intenta mantener esta libertad de acción a través ámbitos de seguridad apropiados, estableciéndose en áreas remotas, consolidando santuarios con rutas múltiples y secretas, desarrollando infraestructuras clandestinas de apoyo. En la trinidad de Clawsewitz está claramente reflejado el hecho de que el principal centro de gravedad de cualquier conflicto es la población del país. Para este teórico de la guerra, la población es la fuente primaria de la fuerza física, sicológica y moral de una nación-Estado, y es el centro del que depende todo poder y capacidad de movilización. Como consecuencia, lo más importante de cualquier conflicto es la legitimidad, o el derecho moral a gobernar. Así, el primer objetivo de un gobierno debe ser proteger, mantener y ampliar su derecho a gobernar. Para nuestros autores, los conflictos modernos son 4
Ibíd., pág. 131. Michael Howard, "The Forgotten Dimensions of Strategy", en The Causes of War, Cambridge MA, Harvard University Press, 1983. Citado en Maxwaring et al., Op. cit., pág. 132. 5
multifacéticos, no unidimensionales. Todo conflicto tiene dimensiones políticas, morales, económicas y sicológicas, independiente de dónde y cuándo tenga lugar. Al final, cada dimensión es un escenario de guerra, de disputa entre las partes, o al interior de cada una de ellas: hay una guerra moral por la legitimidad; hay una guerra burocrática por la unidad de esfuerzo; hay una guerra de propaganda e información por las mentes y los corazones de la población y por mantener los apoyos de los aliados externos; hay una guerra más física dirigida a eliminar o a desacreditar a sus líderes y hay una lucha por crear un ambiente favorable con el cual el gobierno pueda trabajar por el bienestar de la población6. Cada faceta de un conflicto tiene su correspondiente amenaza y centro de gravedad. El problema básico es poder revaluar constantemente la amenaza principal y establecer el apropiado orden de prioridad de las otras. El siguiente problema es desarrollar la capacidad para aplicar a largo plazo los recursos políticos, morales, sicológicos y económicos, contra los varios centros de gravedad que una guerra insurgente genera. Es contra esos centros de gravedad que se deben dirigir los esfuerzos, no para tomar la vía fácil, sino para buscar constantemente el centro de poder del adversario, para atreverse a obtener logros en todos los terrenos, para derrotar realmente al adversario. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el éxito en una dimensión no garantiza el éxito definitivo en el conjunto del conflicto. La idea de los conflictos como fenómenos multidimensionales debe ser seriamente considerada. El problema es crear la habilidad para ser flexibles y considerar la confrontación como un todo. La habilidad para reaccionar apropiadamente al cambio de las circunstancias políticas, sicológicas y militares es la clave para sobrevivir. En relación con los objetivos, en una confrontación irregular cada acción debe estar dirigida hacia un objetivo claramente definido, decisivo y alcanzable. Se debe recordar que en cualquier tipo de guerra, la contribución de la fuerza militar para conseguir las metas estratégicas no es necesariamente directa. Es decir, las operaciones militares apoyan las acciones políticas que establecen las condiciones bajo las cuales el principal objetivo estratégico debe ser alcanzado. De otro lado, el éxito en cualquier tipo de guerra está directamente relacionado con la capacidad del gobierno para determinar, organizar y articular los Ibíd., pág. 134
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objetivos políticos apropiados. Si no existe un mecanismo institucional para llevar a cabo la unificación de funciones y tareas, ese mecanismo debe ser creado. De otra forma, no se puede lograr la unidad de esfuerzo para resolver la miríada de problemas políticos y militares que conlleva una confrontación moderna. Los líderes políticos y militares deben considerar cómo sus acciones contribuyen al logro de los objetivos comunes y a alcanzar la visión del "estado final del conflicto". También deben integrar sus esfuerzos para ganar las ventajas de la acción coordinada. Cuando los conflictos tienen un alto componente internacional, los líderes nacionales deben tener en cuenta cómo sus acciones pueden ser percibidas por miembros de la comunidad internacional que podrían ser involucrados. No obstante la validez de la aplicación de estos planteamientos a la política pública que desde el Estado se diseña y ejecuta para contener una amenaza insurgente, es necesario considerar, sin embargo, que como en todo conflicto existen por lo menos dos partes, en una gran medida el desarrollo de una confrontación es el resultado de la integración de las acciones, los movimientos y las estrategias de todas las partes. En este sentido, se debe tener en cuenta que los factores señalados anteriormente como claves para que un Estado confronte con éxito una amenaza insurgente, también tienen aplicación válida desde el punto de vista de los grupos guerrilleros. Es decir, que la claridad de objetivos, el apoyo popular y la eficacia de los instrumentos operacionales también son elementos definitivos para la suerte de los grupos insurgentes. Por esta razón, es imprescindible realizar un análisis de la situación de la insurgencia en relación con esos factores y de las estrategias que ella adopta para conseguir resultados en cada uno de ellos. La interacción de las estrategias del Estado y de sus oponentes en el plano de la política y de ¡a acción militar es la resultante que determina la dinámica del conflicto y la suerte de su resolución. En este sentido, como lo afirma Byrne, "el diseño y el desarrollo de las estrategias adecuadas en los momentos adecuados, es lo que determina la viabilidad de una revolución", pero también, agregamos, las posibilidades de éxito de una política estatal contrainsurgente7. Los conflictos armados internos estallan debido a una gran suma agregada de condiciones económicas,
políticas, sociales e internacionales incubadas durante mucho tiempo, que no dan paso a fórmulas económicas y sociales que alivien las deterioradas condiciones de la población; la represión política y la exclusión de las fuerzas emergentes, también son factores que casi siempre se suman a esta situación. Pero es necesario señalar en este punto que, aun cuando la existencia de determinadas condiciones sociales, políticas, económicas e internacionales son necesarias para el surgimiento de un conflicto armado, ellas por sí solas no son suficientes para que se desate un conflicto revolucionario que intente retar al régimen imperante. En el enfoque que Byrne utiliza para estudiar los procesos de insurrección, el factor más importante, la condición suficiente, para que se produzca un desenlace revolucionario en una coyuntura crítica, es el factor humano. Y este factor humano se plasma en estrategias. Las estrategias sólo se producen por acción de la voluntad de los individuos ya que la mera existencia de unas condiciones específicas, por propicias que sean, no las producen8. Por ésto, los estudios de la revolución y de la contrainsurgencia no deben dejar de lado la importancia de las decisiones clave, de las estrategias, tanto de los insurgentes como de los regímenes en cuestión, que pueden ser críticas para el éxito o el fracaso de las revoluciones. En nuestro análisis comparativo vamos a tratar de comprobar las siguientes hipótesis: a) que en los casos de los conflictos analizados, la vía de la resolución se abrió cuando el Estado, previa comprensión cabal de la naturaleza y la dinámica de la confrontación, definió claramente sus objetivos, ganó el apoyo popular y adecuó sus instrumentos operacionales para con sus propias estrategias confrontar las estrategias de la insurgencia, b) que el conflicto en Colombia no ha podido entrar por la vía de la solución debido a que el Estado no ha definido con claridad sus propósitos, no ha ganado el apoyo popular para la terminación de la guerra, y sus instrumentos operacionales son inadecuados y c) que por estas últimas circunstancias el Estado no ha podido contener el desarrollo de unos grupos guerrilleros que, a diferencia de aquel, sí tienen objetivos claros de mediano y largo plazo y estrategias para lograrlos; han sabido concitar en muchas regiones del país el apoyo popular y han desarrollado unos instrumentos operacionales muy efectivos. 7
Hugh Byrne, El Salvador's Civil War, A Study of Revolution, Boulder,
Colorado, Lynne Rienner Publishers, 1996, pág. 14.
8 Ibíd.
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2. La Trinidad y los cuatro casos En los cuatro casos de guerras insurgentes analizados, El Salvador, Perú, Filipinas y Malasia, se pueden detectar dos fases de desarrollo del respectivo conflicto, claramente diferenciadas: una primera fase, más o menos larga, según el país, en la que el Estado se ve sorprendido por el surgimiento del problema insurgente; y una segunda fase en la que el Estado logra articular una respuesta comprensiva para neutralizar la amenaza insurgente y, a la postre, resolver el problema. Durante la primera fase es muy frecuente que la falta de comprensión del conflicto y lo inesperado de sus expresiones violentas lleven a los estados a desestimar su potencial de amenaza y a estimar que unas pocas medidas de fuerza, de variable alcance, bastarían para remediarlo. La descalificación del adversario es el corolario más frecuente. Esta situación, acompañada de un uso frecuentemente unilateral y desproporcionado de la fuerza contra la población que aparece como apoyo supuesto o real de los grupos insurgentes, desemboca en una intensificación de los conflictos, pero ya con un nivel superior de base social de las guerrillas. Esta última circunstancia es ocasionada por la percepción generalizada entre sectores de la población de que el Estado es una amenaza mayor, por su uso indiscriminado de la fuerza, que los propios grupos guerrilleros, los cuales, incluso, empiezan a ser vistos como un instrumento de defensa o de resguardo frente a las fuerzas gubernamentales. Posteriormente, durante la segunda fase, el Estado cambia de actitud. El fracaso de las medidas y las políticas aplicadas durante la primera fase, aunado al crecimiento inusitado o al desbordamiento de la insurgencia, lo obliga a reconsiderar el tratamiento que hasta el momento se le venía dando al problema. Se reconoce la verdadera naturaleza y la complejidad de la amenaza insurgente, y la necesidad de ampliar el espectro de las dimensiones de la acción gubernamental. Se logra una comprensión de las estrategias del adversario del Estado y en función de ellas se estructuran respuestas que buscan la prevalencia del gobierno en el campo político y militar. Finalmente, aun cuando el pulso entre el Estado y la insurgencia puede continuar por un largo período, se abre paso la solución del conflicto, bien sea por la vía de la negociación política, o por el camino de la reducción de la fuerza militar de los competidores del Estado, una vez se han mermado de manera suficiente sus apoyos políticos. La primera fase mencionada tuvo desarrollos muy diferentes en cada uno de los conflictos aquí analizados. La insurgencia surge al amparo de un cambio súbito de las circunstancias internacionales que ocasionan un efecto inesperado en el interior del país, cambio que es aprovechado por los núcleos insurgentes para establecer las primeras bases de sus
proyectos políticos y militares. Tales fueron los casos de Malasia y Filipinas, en donde el fin de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación japonesa ocasionó una situación temporal de desorden y de vacío de poder que fue utilizado por la futura dirigencia guerrillera para sorprender y aventajar temporalmente a un Estado cuya principal prioridad era retomar las riendas del gobierno y encauzar el orden social y económico alterado por el conflicto bélico internacional. En el caso de El Salvador, el conflicto tiene su punto de arranque en un deterioro crítico de las condiciones de vida de amplios sectores de la población campesina que coincide con la percepción de una situación de agotamiento y sin salida de un régimen político elitista y excluyente, bajo cuya égida se veía poco menos que imposible encontrar una solución a la crisis estructural del país9. Adicionalmente, a esta situación se sumó una coyuntura internacional y regional muy específica e inesperada como fue la victoria del sandinismo en la vecina Nicaragua. Esta conjunción de factores proporcionó al surgimiento del proyecto insurgente una fuerza y una velocidad inusitadas, que sumado a la grave crisis interna del régimen, llevó a que en muy poco tiempo la guerrilla pusiera en jaque al Estado salvadoreño10. En Perú, a diferencia de otros casos, los factores subjetivos parecen tener un mayor peso en el surgimiento de la insurgencia, que la coyuntura económica y política por la que atravesaba la nación. De hecho, es más bien paradójico que el inicio de las acciones armadas de Sendero Luminoso coincida con un proceso de transición política en el país, marcado por el final de una era de regímenes militares y el inicio del camino de consolidación de la democracia parlamentaria11. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que frente al fracaso relativo del reformismo de los regímenes militares
9
Ibíd., pag. 17 Raúl Benítez, "El Salvador 1980-1990. Guerra, Política y Perspectiva", en El Salvador: el Proceso de Democratización. CIÑAS, diciembre 1990, pág. 79. 11 Carlos Basombrío Iglesias, La Paz: Valor y Precio, Lima IDL, 1996, pág. 156. 10
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anteriores -sobre todo el del general Velasco-, las expectativas frente a la democracia eran muy grandes y no guardaban proporción con el deterioro relativo de la situación económica, sobre todo en la región de Ayacucho, sitio de origen de Sendero Luminoso. La sensación de estarse quedando atrás del desarrollo del resto del país y de ser víctimas de un excesivo centralismo y sujeción al centro del poder nacional, contribuiría a inducir a un sector de la clase media ayacuchana a optar por la vía extrema de las armas. Ante el surgimiento de la insurgencia, en esta primera fase la respuesta de los Estados fue muy desigual, en función de sus posibilidades, pero comúnmente incomprensiva. En Perú, el Estado partió de una gran ignorancia sobre la capacidad bélica de Sendero Luminoso, de la subestimación de sus posibilidades de inserción y de movilización de las masas campesinas y, en general, de la naturaleza de sus demandas. Esto llevó a considerar que Sendero Luminoso era un problema menor y que por tal razón se le podría tratar prácticamente como un asunto de policía. El trabajo de proselitismo político desarrollado por los senderistas resultó muy efectivo y atrajeron a su causa a sectores significativos de la población campesina que habían vivido por muchos años encerrados en sí mismos y donde se habían generado actitudes de rechazo hacia el Estado central, al que veían como un ente extraño e indeseable. Los asaltos que realiza Sendero Luminoso a los puestos de Policía fueron vistos con buenos ojos por estos campesinos, quienes agradecían a los insurrectos el castigo a personas que veían como indeseables en la zona, como abigeos, adúlteros y viciosos. El eje inicial de su acción fue la zona rural de Ayacucho, sobre todo en sus partes altas, las más pobres y abandonadas del Perú; allí los militantes senderistas, que hablaban el quechua, lengua predominante entre la población campesina, consiguieron que la organización creciera y se fortaleciera 12. Sendero Luminoso se transformó en una verdadera autoridad en aquellas regiones donde la presencia del Estado era mínima. El Ejército, recién retirado del poder, era renuente a comprometerse en acciones contraguerrilla; además, Sendero Luminoso lo eludía y se concentró en ataques contra la Policía, que fue retirada de muchos poblados, por lo que se reforzó la presencia de la guerrilla en ellos13.
12
Gustavo Gorriti, "Sendero, Historia de la Guerra Milenaria en el Perú", en Daniel Pereyra, Del Moncada a Chiapas, Historia de la Lucha Armada en América Latina, Madrid, Los Libros de la Catarata, 1994, pág. 217. 13 lbíd.,pág. 218.
Unos dos años después del inicio de las acciones de Sendero, la respuesta del Estado fue brutal. En un comienzo con tropas de la Armada y luego con el Ejército, las violaciones a los derechos humanos se hicieron masivas: cerca de tres mil desaparecidos durante la década de los ochenta14. Esta situación produjo entre la población rural un rechazo a las Fuerzas Armadas y una tolerancia hacia Sendero Luminoso, al que apreciaban como un mal menor, comparado con la brutalidad de la fuerza pública. En el caso de El Salvador, el movimiento insurgente, luego de su unificación en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, logró desde el comienzo un crecimiento vertiginoso. En pocos meses zonas estratégicas del país se volvieron bastiones rebeldes15. Rápidamente las columnas guerrilleras llegaron a tener hasta mil quinientos hombres, en vista de lo cual el Ejército, sorprendido y abrumado, se replegó a sus cuarteles16. La lentitud e incapacidad para responder al desafío de los rebeldes les dio a estos últimos el espacio y el tiempo suficientes para consolidarse. La división al interior de la dirigencia política y entre la cúpula militar se reflejó en la sucesión de juntas cívicomilitares que por su incoherencia y falta de visión unificada del problema no lograron una respuesta rápida a la amenaza insurgente. Tampoco contaban con un ejército capacitado para hacerlo, pues su oficialidad estaba entrenada para realizar acciones tradicionales de un ejército regular, para efectuar maniobras con movilizaciones masivas de soldados y para librar guerras de posiciones17. La falta de resultados contrainsurgentes fue compensada con una escalada de guerra sucia contra los dirigentes de las organizaciones populares y contra la población en general, por parte de las fuerzas militares y grupos de paramilitares amparados por los sectores más conservadores de aquellas. Las reformas políticas se aplazaron y las elecciones se pospusieron. La guerra sucia se desató. Entre 1980 y 1981 creció la cantidad de víctimas de la represión masiva y se calcula en sesenta mil el número de muertos en esos dos años y en trescientos mil los refugiados18.
14
lbíd., pág. 219. José Ángel Moroni Bracamonti y David E. Spencer, Strategy and Tactics of El Salvador FMLN Guerrillas. Last Battle of the Cold War, Westport Connecticut, Praeger Blueprint for Future Conflicts, 1995, pág. 4 15
yss. 16 Raúl Sohr, Centroamérica en Guerra, México, Alianza Editorial, 1988, pág. 100. 17 Ibíd., pág.102. 18 Daniel Peryra, Del Moncada..., pág. 206.
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El caso de Filipinas también es aleccionador. Lo que marcó el inició de la insurgencia huk fue la represión desatada contra el movimiento campesino una vez terminada la ocupación japonesa, así como el cierre de los espacios democráticos para los representantes de esos movimientos que habían sido elegidos como miembros del Parlamento en 1946. Una verdadera campaña de terror se apoderó del país, en la que participaron las fuerzas armadas y grupos paramilitares organizados por los gobernadores provinciales. Esta bárbara represión volcó el apoyo de la población hacia los huk19. El gobierno estimó equivocadamente que la erradicación del movimiento huk era una cuestión que se podía resolver en unos pocos meses de represión sin límites, que incluía el asesinato de sus líderes y el encarcelamiento masivo de sus principales apoyos. Era prácticamente una cuestión de policía20. Pero los huk luchaban por su reconocimiento como sector político, por la reforma agraria y por la reforma gubernamental, y por eso se enfrentaron con las armas contra la represión. La violencia y la represión oficiales y la falta de legitimidad de los gobiernos de esos años, elegidos mediante procesos electorales inocultablemente fraudulentos, eran razones que avalaban al movimiento huk. La intransigencia y la brutalidad gubernamentales hicieron posible que los huk se fortalecieran para posteriormente amenazar de manera mucho más crítica al régimen filipino21. En Malasia, los insurgentes lograron conformar durante la ocupación japonesa un poderoso ejército y tomar una zona bajo control guerrillero. En el momento en que el gobierno declaró el Estado de Emergencia, luego de los intentos frustrados de los rebeldes para provocar una insurrección urbana y derrocar al gobierno, éste no tenía una evaluación objetiva de la fuerza real de las guerrillas ni de su apoyo entre la comunidad china. Las primeras medidas del Estado de Emergencia parecían más adecuadas para controlar los brotes de delincuencia organizada que en forma de bandas criminales aprovechaban el desorden de la postguerra, que para confrontar la amenaza político militar que representaba la insurgencia. 19
Lawrence M. Major Greenberg, The Hukbalahap Insurrection: A Case Study of a succesful Anti insurgency Operation in the Philippines 19461955, Washington D.C., Analysis Branch. U. S. Army Center of Military History, july 1986, pág. 145. 20 Benedict Kervliet, The Huk Rebelion. A Study of Peasant Revolt in the Philippines, Berkeley and Los Angeles, University of California Press, 1977, pág. 38. 21 Ibid.
La falta de distinción por parte del gobierno entre la naturaleza de los grupos insurgentes y la de aquellos grupos de maleantes, contribuyó a confundir y a desinformar a la población22. La coerción del Estado fue utilizada de manera indiscriminada, al amparo de una legislación muy dura que permitía el allanamiento de viviendas, la toma de poblaciones, las detenciones masivas y el destierro y, en general, un control muy estricto de la población. Al inicio del conflicto, las fuerzas militares no estaban preparadas para una lucha contra la guerrilla. Sus formas de operar eran muy convencionales, basadas en ataques masivos que eran previamente detectados por la guerrilla para eludirlos. La policía estaba muy permeada por la corrupción, a cuyo amparo florecía el crimen organizado. En la segunda fase del desarrollo de la confrontación es común encontrar una mayor comprensión por parte del Estado de la verdadera naturaleza del conflicto, lo cual le hace posible definir una política general de contrainsurgencia, que incluye: unos objetivos claros, apoyo popular y adecuación de sus instrumentos operacionales. En el caso de Filipinas, el conflicto cambia su dinámica cuando el Estado, a través de su Secretario de Defensa, Ramón de Magsaysay, comprende que la necesidad más urgente es construir una base política que apoye su lucha, pues sin esa base el ejército filipino seguiría siendo un modelo ejemplar de aplicación de la doctrina militar, pero continuaría perdiendo la guerra. Sobre todo en ese momento cuando en ejército rebelde integrado por cerca de quince mil efectivos hacía retroceder a las fuerzas armadas, entrenadas por los Estados Unidos23. En menos de dos años, el Estado logró someter a los huks, no como resultado de una acción decisiva en el campo de batalla, sino de una estrategia que combinaba la promesa de una reforma política y económica, la realización de elaborados trabajos de inteligencia y la aplicación de operativos de guerra sicológica24. Una vez asegurada una base política era posible montar una campaña popular, imaginativa y audaz en 22
Richard Clutterbuck, The Long Long War. The Emergency in Malaya 1948-1960, London, Casell, 1967, pág. 58. 23 Edward Geary Lansdale, In the Midst of Wars. An American's Mission to Southeast Asia, New York, Harper&Row Publishers, 1972, pág. 75. 24 Walden Bello, "Guerra de Baja Intensidad en Filipinas: Campo Experimental de la Contrainsurgencia", en Michael T. Klare y Peter Kornbluh (coords.), Contrainsurgencia, Proinsurgencia y antiterrorismo en los 80, El Arte de la Guerra de Baja Intensidad, México, Grijalbo-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990, pág. 209.
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contra de la guerrilla huk. El propósito de Magsaysay y de Lansdale, quien trabajó estrechamente con aquel, era invertir la relación de términos en que se había planteado hasta ese momento la confrontación, es decir, de los militares defendiendo unas instituciones civiles corruptas, y estableciendo, en cambio, un gobierno de origen legítimo, por encima de sospechas de corrupción y realmente preocupado por ofrecer soluciones a los problemas de la población. Este nuevo gobierno funcionaría como escudo político para la acción militar de unas fuerzas armadas que deberían organizarse y perfeccionar sus formas de actuación. Los dos pilares de la nueva estrategia fueron la realización de unas elecciones libres y limpias, diferentes de las que hasta entonces se habían realizado, y el anuncio e inicio de un programa de donación de tierras. Lo primero se realizó con la participación activa de las fuerzas militares, lo cual le renovó su imagen que hasta ese momento era de defensores de la corrupción y la ilegitimidad. Lo segundo se dirigió específicamente hacia los rebeldes huks. Una audaz guerra sicológica y propagandística, basada en la difusión de la creencia de que los insurrectos estaban abandonando la lucha armada a cambio de tierras, y la promoción de una nueva imagen del ejército como defensor del proceso democrático, en contra de los políticos corruptos, erosionó el apoyo que las guerrillas tenían entre los campesinos25. En realidad no hubo una reforma agraria. Sólo unos cinco mil huks y sus familias se beneficiaron de ese programa gubernamental, número muy precario si se tiene en cuenta que la base social de los insurrectos se estimaba en un millón de personas. Según David Sturterant "el movimiento huk no fue derrotado por las reformas, sino por las promesas de efectuar reformas. Con eso bastó"26 Pero aun cuando la acción política fue la parte fundamental, ésto no significa que la acción militar no hubiera contribuido de manera significativa a la derrota de la insurrección huk. La combinación de las labores de inteligencia con operativos eficaces fue definitiva. Con base en una agresiva contratación de informantes, uso de desertores e infiltración en las filas adversarias se obtuvo una información muy valiosa para desarticular los últimos reductos de un movimiento insurgente desmoralizado y en proceso de dispersión. Los operativos se realizaron mediante el despliegue de pequeñas unidades de asalto que combatían y derrotaban a la guerrilla en su propio terreno27. Estas pequeñas unidades tácticas pertenecían a batallones autosuficientes para el combate, con una gran movilidad y flexibilidad, con
unidades muy especializadas y con muy buen equipo de operaciones. En el caso de Malasia, la centralización de la planeación estratégica de la política contrainsurgente y de la responsabilidad da su ejecución en una sola persona, el General Sir Gerald Templer, marcó el comienzo de la inflexión en la dinámica de la confrontación28. Era Templer un convencido de que librar una guerra y conducir civilmente a una nación eran asuntos íntimamente relacionados; además, en las condiciones de Malasia, su visión era que la derrota de la insurgencia era solo una parte del proceso de conducir civilmente a un nuevo país hacia la independencia. El objetivo final estaba claramente definido. El propósito de su estrategia conocida como de "mentes y corazones" era aislar a la guerrilla de la población para hacer más eficiente la tarea de las fuerzas de seguridad. La separación de la insurgencia de la población se había empezado a lograr antes del inicio de; la gestión de Templer con la puesta en marcha del programa de aldeas nuevas, que constituía un reasentamiento forzado y masivo de la población. Luego de estos actos de fuerza, Templer buscó persuadir a la población de la conveniencia de apoyar al gobierno, pues este podría brindarles mayor seguridad y mejores condiciones de vida que las que podrían ofrecer los grupos guerrilleros. A las comunidades que se asentaban en las villas el gobierno las dotó de manera preferencial de servicios públicos, las protegió de ataques insurgentes y, en algunos casos, les brindó la posibilidad de elegir a sus propios gobernantes locales. La estrategia también estaba complementada con la reorganización, el reentrenamiento y la expansión de las fuerzas militares. El ejército y la policía empezaron a coordinar estrechamente sus tareas, bajo la responsabilidad y la orientación del poder civil, a todos los niveles. La policía se especializó primero en la defensa estática de las nuevas villas y se reentrenó para darle un trato distinto a la población, menos represivo, más considerado y cooperativo; posteriormente, algunos
25 26
Ibíd., pág. 210. Ibid., pág. 210.
27 Ibíd., pág. 211. 28 Richard Stubbs, Hearts and Minds in Guerrilla Warfare. The Malayan Emergency 1948-1960, Singapore, Oxford University Press, 1989, pág. 155.
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grupos de la policía se convertirían en cuerpos de mucha capacidad para combatir en la selva. El ejército se reestructuró y conformó pequeñas patrullas que, con base en una información de inteligencia muy fidedigna y oportuna, hostigaba, emboscaba y disminuía a la guerrilla, manteniendo una ofensiva permanente y colocando a los insurrectos en actitud defensiva. Una brigada especial de la policía se concentró en controlar los flujos de alimentos y de provisiones para la guerrilla. La confrontación del Estado peruano a la amenaza de Sendero Luminoso llegó a una fase comprensiva luego de pasar por la guerra sucia y la represión indiscriminada, que fueron nefastas para ganar la población, y por una etapa de empantanamiento, durante la presidencia de Alan García, que centró el esfuerzo en corregir, evitar y castigar los desafueros de la fuerza pública, pero sin definir una estrategia integral que incluyera los aspectos militares y no militares de la confrontación. A los militares el poder civil les dijo claramente qué era lo que no deberían hacer -las violaciones de los derechos humanos-, pero no recibió del mismo las directrices indispensables para definir la dirección estratégica de sus acciones. Esto ocasionó un gran desconcierto en las filas y el señalamiento de la irresponsabilidad de la clase política y de los sucesivos gobiernos por no decidirse a aplicar una estrategia integral contra la guerrilla. Fue el propio Ejército el que en 1989 por primera vez caracterizó acertadamente las organizaciones insurgentes que él mismo combatía, analizó sus estrategias y su modo de operar, e identificó sus deficiencias y sus puntos débiles. Dejó claramente establecido que lo que estaba en disputa era el apoyo de la población y que para eso se necesitaba abordar simultáneamente los campos político, económico, sicosocial y militar. También señaló que los elementos clave eran la acción integral, la dirección y el planeamiento centralizado y la ejecución descentralizada29. En el caso peruano, la iniciativa que no tuvo el poder civil para definir la estrategia contrainsurgente, la suplió el Ejército, reservándose a sí mismo un papel preponderante, que, posteriormente, cuando el presidente Fujimori asumió como propia su estrategia, otorgó a las fuerzas armadas una influencia política sobredimensio-nada en el gobierno30.
En la estrategia peruana cabe resaltar la reestructuración del dispositivo del Ejército que solucionó las rigideces y le dio más fluidez a su accionar al condicionar el despliegue de su fuerza a las necesidades de la lucha contrainsurgente, mediante la conformación de Frentes Contra subversivos, y no a las divisiones político administrativas del Estado peruano. También fue muy importante la organización de un sistema de inteligencia que articulaba y aprovechaba la información militar y no militar del Estado evitando la duplicidad de esfuerzos y la dispersión, al tiempo que proveía al gobierno la información más valiosa para la definición de sus políticas y la ejecución de acciones contrainsurgentes. Otro elemento trascendental fue la conformación de un mando único político-militar que, presidido por el mismo Fujimori, debería estar conformado por civiles y militares. Esta instancia se llamó Comando Unificado de Pacificación y, en teoría, se encargaría de asegurar la participación de todos los sectores de la ciudadanía en la pacificación nacional; sin embargo, el poder real de decisión se concentró en el Comando Operativo para el Frente Interno, COFI, conformado por los jefes militares de las regiones y que excluyó a todos los otros sectores del Estado31. Otra medida que contribuyó a lograr la unidad de esfuerzo fue la modificación de la legislación que establecía que la duración de los comandantes de las fuerzas militares era de un año. Se decidió que la permanencia en el desempeño en estos importantes cargos fuera determinado por el Presidente de la República, garantizando la indispensable continuidad del mando militar en la guerra internar. Y, sin lugar a dudas, un rasgo singular de la confrontación armada en Perú fue la organización y el apoyo que le dio el Estado a la autodefensa campesina, conocida como "rondas campesinas", en las regiones donde Sendero Luminoso hacía más presión. El Estado organizó, armó y entrenó a estos grupos que en muchas regiones enfrentaron con éxito a las guerrillas, grupos vinculados a una larga tradición indígena y sujetos a control de las mismas comunidades que les daban origen, lo cual, ciertamente, evitó su desbordamiento. En El Salvador, tal vez por su importancia estratégica, realzada por la victoria reciente de los Sandinistas en al vecina Nicaragua, casi al inicio del conflicto armado, Estados Unidos conformó una comisión de expertos que entregó una serie de recomendaciones en un documento
29Carlos Tapia, Las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso, Dos Estrategias y un Final, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1997, pág. 45.
30Ibíd., pág. 61.
31 Ibíd., págs. 75,76.
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conocido como el Informe Kissinger, por el reconocido diplomático que la presidió32. En este informe se partía de la base de que el objetivo clave era derrotar políticamente al FMLN mediante la conformación de un gobierno legítimo, elegido por medio de comicios limpios y libres, apoyado por el pueblo salvadoreño; la consolidación de una economía estable, en crecimiento y que distribuyera sus beneficios La parte militar se centraba en destruir la retaguardia guerrillera intentando aislar a la población de los insurgentes mediante bombardeos y destrucción de cosechas que obligaran a la población a abandonar las zonas; también se crearon patrullas de defensa civil para sacar a las guerrillas de áreas importantes y para consolidar el control que lograra el gobierno; se realizaron las típicas campañas cívico-militares para asistir problemas de salud, alimentación y vestuario de sectores de la población; y operaciones sicológicas dirigidas a los apoyos y a la militancia del FMLN. Pero la condición para lograr una respuesta militar efectiva era entrenar y dotar a las fuerzas militares para hacer de ellas una poderosa fuerza contrainsurgente. A comienzos de 1983 el Pentágono diseñó una estrategia con la que se esperaba derrotar a las guerrillas. Inicialmente, las tropas se foguearían en operaciones al sur del país combatiendo a una guerrilla débil en zonas importantes desde el punto de vista económico33. Luego, éstas estarían en capacidad de realizar acciones más difíciles y complejas. Este fue el Plan Nacional que contenía cinco puntos: - Búsqueda y destrucción, mediante operaciones ofensivas para localizar, cercar y aniquilar a las guerrillas. - Seguridad, desplegando milicias locales y tropas de poca experiencia para proteger pueblos e infraestructura. - Pacificación, con programas de reconstrucción, distribución de tierras y prestación de servicios a la población, con la ayuda de la Agencia Interamericana de Desarrollo. -Ofensivas secundarias, que eran operaciones menores de persecución en áreas menos pobladas. - Consolidación política, con la realización de elecciones en diciembre de 1983. Se tenía el propósito de sustituir gradualmente al paquidérmico ejército tradicional por batallones de cazadores, de pequeña dimensión, en condiciones de actuar con autonomía para detectar, perseguir y 32 Byrne, El Salvador's..., págs. 121-168; Moroni Bracamonti y Spencer, Strategyand..., pág. 23-33. 33 Ibíd.
exterminar unidades guerrilleras34. Sin embargo, a pesar del diseño de estrategias en todos los campos, el establecimiento salvadoreño no logró unificarse en torno a una misma visión estratégica del conflicto, y debido a sus divisiones internas no tuvieron una estrategia principal durante mucho tiempo; en este punto la ventaja permanente fue de las fuerzas insurgentes que sí tenían unidad de mando, de esfuerzo y de visión35.
3. Colombia y los cuatro casos Para el desarrollo exitoso de una guerra de guerrillas hay tres factores que son decisivos: el tiempo, la geografía y el apoyo popular. En cada uno de ellos la guerrilla colombiana ha contado con ventajas a su favor. En efecto, uno de los aspectos distintivos de las guerrillas colombianas con respecto a los casos analizados es su largo período de gestación. Desde sus lejanos orígenes en la violencia de los años cincuenta hasta el inicio de su etapa actual de desarrollo a comienzos de los años ochenta, pasaron por lo menos veinte años en los que la guerrilla colombiana, después de iniciadas sus primeras acciones armadas, sobrevivió de manera inercial y vegetativa en muchas zonas marginales del país. A diferencia de ella, la guerrilla salvadoreña prácticamente se configura en el momento de iniciar su ofensiva final en 1981; Sendero Luminoso aparece haciendo su primera acción violenta contra la infraestructura electoral y rápidamente acelera su evolución para confrontar al Estado; tanto los huks como la guerrilla malaya se gestaron durante la ocupación japonesa y apenas terminada ésta iniciaron su guerra de guerrillas contra sus Estados, los cuales en menos de diez años las redujeron.
34Raúl Sohr, Centroamérica..., pág. 207. 35Michael Klare, "El Salvador: la Nueva Visita de la Contrainsurgencia", en Michael Klare y Peter Kornbluh (coord.), Contrainsurgencia, Proinsurgencia y Autoritarismo en los 80. El Arte de la Guerra de Baja Intensidad, México, Grijalbo, 1988, págs. 147-148.
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El factor tiempo es clave en una guerra de guerrillas. En general, el éxito de una guerrilla requiere de una guerra prolongada pues ella parte de un punto de inferioridad tal que en su primera etapa sobrevivir ya es un logro. Por esta razón, un conflicto prolongado permite a la guerrilla realizar su propósito real: desarrollar y construir sus propias fuerzas convencionales, abandonar las tácticas de guerrillas y enfrentar al enemigo en sus propios términos36. Este factor temporal, la larga presencia guerrillera en el escenario nacional, podría señalarse como un factor que ha contribuido a su lenta pero continua consolidación en regiones marginales del territorio nacional y a que su expansión por zonas más neurálgicas no haya sido percibida como un fuerte agravamiento de la amenaza sino como algo más o menos natural37. Este proceso representa más una incomodidad que un peligro real aunque en la base de esta expansión puede identificarse un hábil aprovechamiento de la guerrilla de las condiciones de precariedad de la presencia institucional del Estado en las zonas rurales, así como de otros factores que contribuyen a explicar el apoyo campesino indispensable para su permanencia activa en esas zonas. El medio ambiente físico también tiene un peso muy significativo en un conflicto insurgente. Es el factor que tiene el mayor impacto en la selección de una estrategia38. El entorno físico juega un papel clave cuando el gobierno asume la supremacía al comienzo de las hostilidades y los insurgentes adoptan una estrategia de guerra prolongada. En particular, los terrenos selváticos están relacionados con operaciones guerrilleras exitosas porque impiden el movimiento de las tropas gubernamentales39. El terreno pone en igualdad de condiciones a las tropas regulares y a las guerrillas. Los grandes equipos son inútiles: la selva es igualadora. Así, en un país como Colombia con extensas regiones selváticas y despobladas, la guerrilla partió con una ventaja inicial y el gobierno tuvo grandes dificultades para defender la administración civil y para concentrar las tropas. La topografía le permitió a la guerrilla conformar bases de apoyo en sus inicios, fuera del alcance del enemigo. Esas bases permanentes le permitieron a los
36 Anthony James Joes, Modern Guerrilla (nsurgency, Westport, Connecticut, London, Praeger, 1992, pág. 24. 37 Ibid., Pág. 32 38 Bard E. O'Neil, Insurgency and Terrorism, Washington, Maxwell f Macmillan Pergamon Publishing Corp, 1990, págs. 53-57. 39 Ibid., Pág. 32.
insurgentes planear, adiestrar, recuperar y ordenar sus equipos y su gente con relativa seguridad, De otra parte, según Timothy P. Wickham40, el apoyo popular a las guerrillas se logra cuando las estructuras agrarias se combinan con un colapso agrario en áreas con importantes nexos preexistentes entre las guerrillas y el campesinado; también cuando esas estructuras agrarias se ligan a un campesinado históricamente rebelde, o cuando un campesinado rebelde había estado previamente asociado con las protoguerrillas antes de la llegada de la insurgencia. Este mismo autor analiza los cuatro tipos ideales de acción social de MaxWeber racional con arreglo a fines, racional con arreglo a valores, orientada por emociones y orientada por tradición-, y descubre una interesante relación entre los tipos weberianos y las variables que explican el apoyo campesino a las guerrillas. Siguiendo a Weber, señala que la acción puramente racional no es el único modelo analítico de comportamiento y que las formas más comunes de acción de los individuos son las otras. Concluye que los campesinos tienden a apoyar los movimientos guerrilleros sólo cuando múltiples niveles de motivación están involucrados. Motivaciones de muy diverso tipo ayudarían a explicar el apoyo que en diversas regiones de Colombia han obtenido los grupos guerrilleros: el colapso de la economía tradicional en algunas zonas; una sociedad en formación y sin ninguna presencia del Estado, como en extensas regiones de colonización; irrupción súbita de bonanzas económicas en regiones muy atrasadas y donde se originan tensiones sociales por la distribución regional del excedente económico; .y, en muchas de estas zonas, la presencia, sea en asentamientos de vieja data, sea por medio de migraciones recientes, de población campesina a la que la historia y la tradición guerrillera no le es extraña. Así, factores sociales, emocionales, políticos y tradicionales, se entremezclan para que la guerrilla encuentre terrenos abonados para la expansión y consolidación de sus frentes41. La entremezcla de estos factores ha llegado a producir en algunas regiones el ejercicio de una autoridad reconocida por parte de la guerrilla. Establecen periodos para la caza y para la pesca, normas para la explotación maderera, precios mínimos para determinados productos, horarios para los cafetines y
40 Timothy P. Wickham-Crowley, Guerrillas and Revolution in Latin America. A Comparative Study of Insurgents and Regimes since 1956. Princeton, Princeton University Press, págs. 302- 326. 41 Ibid.
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cantinas, multas por mal comportamiento, horario de circulación de vehículos, castigos por maltrato a las mujeres y, en general, las principales normas de convivencia en la región son establecidas por la guerrilla. Adicionalmente, en algunas regiones promueven la creación de organizaciones populares, cooperativas empresariales de producción y comercialización como formas de estimular la economía campesina. En este aspecto de la relación con la población, la guerrilla colombiana presenta un comportamiento muy diferente al que tenía, por ejemplo, Sendero Luminoso en el Perú. Esta organización, superideologizada, hizo del terror la principal forma de enfilar a la población hacia el cumplimento de su estrategia guerrillera, cuyo propósito fundamental era el cerco del campo a la ciudad. En cumplimiento de esta visión, las guerrillas de Sendero Luminoso llegaron hasta prohibir a los campesinos sacar sus productos a los mercados de la ciudad, en el entendido de que el desabastecimiento de alimentos era una medida que contribuiría a someter a los habitantes de las ciudades a los designios de la guerrilla campesina. La reacción de los campesinos ante esta imposición de la guerrilla que los privaba de posibilidades de vender sus productos y de convertirlos en recursos monetarios indispensables para suplir sus necesidades, volcó a la población campesina en contra de Sendero Luminoso. A partir de ese momento su derrota sería cuestión de tiempo. Adicionalmente, la guerrilla colombiana ha logrado un gran éxito en los últimos quince años precisamente porque ha logrado diseñar y articular tres estrategias en los campos económico, político y militar. En efecto, no sólo la relación con la población ayuda a explicar el relativo éxito de las guerrillas en Colombia. De manera importante lo explica su gran eficacia para mantener y fortalecer su financiamiento. Las guerrillas en Colombia podrían encontrarse entre las más exitosas del mundo para conseguir recursos económicos dentro del propio país, sin depender del apoyo externo. Después de ios primeros quince o veinte años durante los cuales vivieron en una situación económica muy restrictiva, sobreviviendo a duras penas en las selvas y en las montañas, armándose y equipándose con lo que lograban sustraerle al Ejército y a la Policía en combates y emboscadas que, además, eran muy raros e infrecuentes, la guerrilla ha logrado construir una maquinaria organizacional muy efectiva para recaudar, gastar e invertir recursos económicos. Todo lo anterior les permite nutrir sus finanzas de manera permanente con más de mil millones de pesos
diarios para invertirlos en la guerra y en el proselitismo político. Han logrado estructurar una muy eficiente y estable economía de guerra que las ha puesto a cubierto del cierre del apoyo financiero internacional que, a decir verdad, nunca fue demasiado significativo para la supervivencia de la insurgencia colombiana. Producto de todas estas circunstancias y de la visión que la guerrilla tiene del conflicto no es improbable que a estas alturas ellas tuvieran acumuladas importantes reservas económicas estratégicas que serían utilizadas en el momento en que el escalamiento del conflicto lo requiera. En una palabra, por primera vez en su historia la economía de las guerrillas les está haciendo posible el desarrollo de sus estrategias. Por la importancia que ésto tiene para la evolución del conflicto en el futuro, es necesario anotar que esta enorme sustracción de recursos financieros del sector real de la economía no ha puesto, sin embargo, en grave riesgo de desaparecer a ninguna actividad económica. Por lo que se puede apreciar una racionalidad y un cálculo por parte de la insurgencia para extraer recursos en las proporciones convenientes que permitan la permanencia de los negocios y un monto ininterrumpido de recursos canalizado hacia los grupos guerrilleros. Tan sólida y estable como la economía parece ser la situación económica de la guerrilla colombiana. Ha logrado en este aspecto una gran autonomía y un fortalecimiento autosostenido, no dependiente de factores externos, ni de terceros. En este aspecto también existe una gran diferencia con relación a otros movimientos guerrilleros, como el caso de la insurgencia salvadoreña aquí analizado. El FMLN fue prácticamente armado desde el exterior durante todo el transcurso de la guerra. Era para esa guerrilla un punto fuerte, pero también una situación que la hacía muy vulnerable42. Disponer de tan amplio apoyo externo le permitió no tener que presionar económicamente a la población salvadoreña para financiar sus acciones bélicas, aún cuando el país sí pagó muy caro la agudización de la guerra con el sabotaje económico a gran escala que realizó la guerrilla como una de sus estrategias principales para debilitar a su adversario43. Es un hecho que el masivo apoyo del campo socialista a los rebeldes salvadoreños se debió a la gran importancia que el resultado del conflicto significaba para la geopolítica regional en el momento en que acababa de 42 Byrne, El Salvador's..., págs. 121-168; Moroni Bracamonti y Spencer, Strategy and..., pág. 175-186. 43 Byrne, El Salvador's..., págs. 38.
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triunfar la revolución sandinista en la vecina Nicaragua: una victoria en Salvador significaba la consolidación de Nicaragua y abría nuevas posibilidades de expansión de la alternativa socialista en Centroamérica44. Por esta razón la disponibilidad de recursos bélicos para los insurgentes fue prácticamente ilimitada, a tal punto que en muchos momentos el cuello de botella para su expansión no era el armamento ni los equipos y provisiones, sino la escasez de cuadros con capacidad de dirección militar de las operaciones. Pero la dependencia externa para el aprovisionamiento también era un aspecto vulnerable para la guerrilla salvadoreña debido a que el ritmo y la magnitud del flujo de provisiones dependía del movimiento de las variables externas. Así, la necesidad de los sandinistas de Nicaragua de disminuir la presión de la contrainsurgencia apoyada por Estados Unidos, llevó a su dirigencia a ofrecerle a los norteamericanos una reducción del compromiso con los insurrectos salvadoreños, a cambio de que ese país disminuyera su apoyo a la contrainsurgencia. La caída del Muro de Berlín, la crisis de la Unión Soviética y su efecto devastador sobre Cuba, significó una merma sustancial y definitiva de las posibilidades bélicas de los insurgentes salvadoreños45. De otra parte, Sendero Luminoso nunca logró (ni siquiera lo buscó), el apoyo externo, como tampoco alcanzó a desarrollar una estrategia flexible y efectiva para obtener internamente los recursos financieros necesarios para costear una guerra de dimensiones importantes en el plano militar contra el Estado peruano. La precariedad de su armamento y de la dotación de su fuerza de combate era extrema, muchos de sus combatientes sólo disponían de armas blancas o armas de fuego hechizas o de corto alcance46. Con el atentado terrorista buscaron compensar su fracaso en la conformación de un ejército irregular con capacidad real de confrontación militar. Su fundamentalismo, incluso, les impidió aprovechar con más eficacia su presencia en las zonas cocaleras para recoger recursos, como sí lo ha hecho con mucho éxito la guerrilla colombiana47. Con excepción de la zona de Huallaga, en Perú la relación entre guerrilla y narcotráfico estuvo predominantemente
44
Ibíd.
45 Byrne, El Salvador's..., pág. 170; Moroni Bracamonti y Spencer, Strategy and ...,págs. 33-39. 46 Tapia, Las Fuerzas Armadas..., págs. 85-152. 47 José E. González, "Guerrillas and Coca in the Uper Huallaga Valley", en David Scott Palmer, The Shíning Path of Perú, New York, St. Martin's
marcada por la disputa del control territorial, en cambio en Colombia existe una alianza táctica entre los dos fenómenos, alianza de mucho beneficio mutuo en las selvas del sur donde se ubican las más grandes plantaciones de coca y los principales laboratorios para su procesamiento, aun cuando esas relaciones sean de confrontación abierta y sin cuartel en el resto del país. , Los casos estudiados aportan enseñanzas fundamentales al Estado colombiano para el tratamiento del problema insurgente interno, a la vez que previenen de riesgos importantes. En el caso de El Salvador, la principal enseñanza es la utilización de la lucha política como una forma de restarle ímpetu a la insurgencia. En efecto, la democratización de régimen mediante la realización de elecciones inobjetablemente limpias le restó a la guerrilla uno de sus principales fuentes de impulso y evitó la polarización definitiva de la población en el campo de la guerrilla que pudiera haber ocurrido de no darse la apertura política. El inicio de procesos electorales mantuvo, al menos en teoría, la posibilidad política de la realización por la vía democrática de las reformas políticas y sociales que estaban en la base del problema insurgente. También es de subrayar la celeridad relativa con que el Estado salvadoreño -inducido, claro está, por una gran presión de los Estados Unidos-, asumió la necesidad de realizar importantes reformas militares para poder confrontar a una guerrillas que recibían un apoyo externo prácticamente ¡limitado y que amenazaban con desbordar totalmente a las fuerzas armadas al inicio de la confrontación. En término de unos pocos años, el ejército salvadoreño redefinió su doctrina militar basada en la realización de operaciones masivas, típicas de guerras convencionales, por un accionar más flexible y ágil, acorde con las necesidades de una guerra irregular de creciente intensidad militar. Esto requirió de una nueva y distinta formación de la oficialidad y un entrenamiento diferente de la tropa; la conformación de nuevas unidades, más pequeñas, más ágiles y más autónomas, capaces de reaccionar con mayor celeridad al accionar insurgente en cualquier parte del país; cambió la forma como libraba la guerra, pasando de ofensivas generalizadas, sin mucha profundidad y de corta duración, a ofensivas concentradas, atacando a profundidad y durante muchos meses zonas de control revolucionario; la modernización de los equipos y la introducción de armamento más liviano; la ampliación del pie de fuerza y el establecimiento de nuevos sistemas logísticos, también Alfredo Rangel Suárez
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fueron factores importantes en el mejoramiento del desempeño de las fuerzas armadas contra el FMLN48. También El Salvador enseña las consecuencias nefastas de la carencia de unidad de mando, de visión y de criterio al interior del Estado para resolver un problema de insurgencia armada. La más amplia ayuda externa y hasta el apoyo al Estado de sectores significativos de la población pueden ser precariamente utilizados y puede conllevar a una prolongación de la guerra si no hay una unidad de mando en la cúpula del Estado y, en particular, entre el poder civil y el poder militar. Del período de la Emergencia en Malasia es de destacar la unidad de mando. La conducción de la confrontación con las guerrillas se centralizó en el poder civil, en todos los niveles, desde el nacional hasta el distrital49. El poder civil dirigía, articulaba y controlaba la cooperación entre la policía y el ejército, teniendo como meta clara el restablecimiento de la normalidad en cada área para que fuera posible en un determinado período de tiempo prescindir de la presencia militar activa y gobernar sólo con el apoyo normal de la policía. Las funciones del ejército y de la policía estaban claramente diferenciadas, aún cuando su cooperación era interactiva: la policía se especializó en la defensa estática de las aldeas y el ejército en acciones ofensivas de búsqueda de grupos guerrilleros con pequeñas unidades de gran capacidad de sobrevivencia en la selva 50. Los llamados Comités de Guerra integrados por el poder civil, el ejército y la policía tenían plena autonomía en las decisiones de su respectiva área, de tal manera que no era necesario realizar consultas engorrosas a los niveles más altos que entrabaran la adopción de medidas y la ejecución de acciones. Había una gran descentralización del comando y del control de las acciones. A estos Comités también se incorporaron miembros destacados de las principales actividades económicas de cada área y líderes reconocidos de los grupos étnicos y religiosos más importantes presentes en la zona. Esta integración entre el poder civil, ejerciendo el mando y el control, el ejército, la policía y los líderes de la comunidad estaba orientada hacia la conquista de las mentes y los corazones de la población con el fin de
sustraerle apoyo a los grupos guerrilleros. Dicha estrategia partía de reconocer que la rebelión popular tenía unas causas y era preciso encontrarlas, que el gobierno estaba en la obligación de satisfacer las necesidades básicas de la población, aún cuando fuera necesario distinguir entre necesidades reales y las percibidas como tales. El aislamiento de la guerrilla, premiando entre la población el apoyo al Estado y castigando su desafección, tenía como propósito lograr su debilitamiento progresivo para de esta manera el gobierno controlarla y desarticularla utilizando la mínima cantidad de fuerza posible51. También del caso filipino se pueden extraer importantes enseñanzas. La primera, que es posible para el Estado ganar la guerra en el campo puramente político, si se logra identificar la razón profunda de la confrontación, el verdadero centro de gravedad del conflicto y, al mismo tiempo, acometer acciones que lleven a convencer a la población de que el Estado puede resolver esos problemas a un menor costo y con más eficiencia que la guerrilla, y también a persuadir a los insurgentes de lo estéril de desarrollar una confrontación cuando se está perdiendo el apoyo popular y cuando los objetivos políticos se pueden lograr por otros medios. La segunda, que en el anterior propósito la acción sicológica y de propaganda pueden resultar muy eficientes a un costo infinitamente menor que la utilización sistemática de la coerción física. Y la tercera, que toda la acción política, sicológica y propagandística, por efectiva que sea para desvertebrar una guerrilla y para ganar el apoyo popular, si no va acompañada de hechos y medidas que realmente solucionen los problemas de la población, tendrá a la postre un éxito efímero, pues la persistencia de una condiciones ominosas, a las que se sume el engaño oficial, con mucha seguridad conducirán más tarde o más temprano a un resurgimiento, incluso más agudo, de la utilización de la violencia como forma de conseguir objetivos políticos y de remediar problemas sociales. La guerra de guerrillas en Perú permite, a su vez, señalar que tan sólo cuando el Estado logra una cabal comprensión del problema insurgente que tiene entre manos y, desechando las descalificaciones y subestimaciones facilistas, encara el asunto en toda su importancia y dimensión, puede estar en condiciones de diseñar una estrategia política y militar que lo conduzca a
Prees Inc., 1994, págs. 123-124. 48 Mario Ungo, El Salvador en los años Ochenta: Contrainsurgencia y
Revolución, La Habana, Casa de las Américas, 1991, pág. 13. 49 Richard Clutterbuck, The Long Long, pág. 58. 50 Richard Stubbs, Hearts and Minds..., pág. 157.
51
Thomas R. Mochaitis, British Counterinsurgency. The Evolution of an Approach, DePaul University. s.f.
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lograr resultados positivos para acabar la guerra y evitar su desbordamiento y degradación52. Esta estrategia gubernamental debe tener, igualmente, como uno de sus aspectos principales, el aprovechamiento a profundidad de los puntos débiles del adversario que tengan mayor posibilidades de incidir en su suerte estratégica: en el caso peruano fue la confrontación entre Sendero y grupos importantes del campesinado en las zonas rurales, y la gran vulnerabilidad de su organización y de sus principales dirigentes en las zonas urbanas, una vez Sendero tuvo que refugiarse en las ciudades, siendo como era un movimiento tan estructuralmente caudillista. Estas enseñanzas son de una gran importancia para Colombia, pues el crecimiento incontrolado de los grupos guerrilleros en los últimos años representa una amenaza muy grave para la seguridad nacional, para la seguridad ciudadana y para la estabilidad institucional del país. En efecto, en los últimos diez años el número de hombres en armas y de frentes subversivos se ha triplicado, al tiempo que su presencia en el ámbito municipal se ha multiplicado por cuatro, pasando en la actualidad de seiscientos los municipios del país en donde hay presencia guerrillera. Esta inusitada ampliación de su fuerza militar y de su cobertura territorial les permite a los grupos subversivos realizar cerca de setecientos secuestros al año y una creciente actividad extorsiva de la que no se libra prácticamente ningún sector social ni ninguna región del territorio nacional, aun cuando su crecimiento se haya concentrado muy notoriamente en la última década en las zonas de más alto potencial económico; todo lo anterior, más el cerco que están adelantando sobre los centros nerviosos del poder político y sus planes de escalamiento del conflicto en el mediano plazo, debe ser objeto de una mayor atención por parte del Estado y de la opinión pública. Es necesario reconocer que la guerrilla se ha venido consolidando políticamente en muchas regiones del país, pero sobre todo en las áreas selváticas del sur. Es reconocida como autoridad legítima por buena parte de los habitantes de esas zonas debido a que, ante la ausencia del Estado, es la insurgencia la que ha ejercido el monopolio de la fuerza, de la justicia y del tributo, que son las funciones esenciales de un Estado para garantizar un orden social. La defensa armada que ha realizado la guerrilla de la principal actividad económica de esa región, el cultivo y el procesamiento de la coca, en contra de la política del Estado nacional que ha procurado su
Tapia, Las Fuerzas Armadas..., pág. 43.
erradicación forzosa mediante la guerra química contra los cultivos y la interdicción la droga, también ha contribuido sin duda a consolidar sus apoyos políticos en esa zonas. Es gracias a esos apoyos que la guerrilla ha logrado desarrollar y mantener una iniciativa militar en los años recientes, lo cual ha generado una crisis militar dentro del Estado colombiano. Por esta razón, es necesario reconocer que en el sur del país existe un problema político de grandes dimensiones y que radica en que buena parte de la población no se siente vinculada al Estado nacional ni a sus instituciones. Si se desconoce esta realidad y no se hace nada por recuperar la legitimidad del Estado en esa región ninguna política militar tendrá posibilidades de éxito. Sin embargo, el reconocimiento de la prevalencia de la acción política como determinante de las posibilidades de realizar una acción coercitiva más efectiva en el sur del país no puede llevar a diluir el análisis de los elementos específicamente militares del conflicto armado en Colombia. Los reveses militares que ha sufrido el Ejército Nacional a partir de la toma y destrucción de la base de Las Delicias han demostrado que las fuerzas militares carecen de una doctrina apropiada para enfrentar la guerra de movimientos que por ahora se realiza en el sur del país, pero que la guerrilla podría extender a otras zonas del territorio nacional. En este aspecto el Ejército permanece atado al pasado, combatiendo a una guerrilla que ya no solamente lo hostiga y lo embosca, sino que ha acumulado una cantidad suficiente de fuerza y experiencia militar, y además, ha innovado de manera trascendental sus formas de operar, todo lo cual la ha dotado de la capacidad logística y operacional para atacar y destruir bases militares, así como ganar combates abiertos contra las fuerzas regulares. La guerrilla ha demostrado una gran capacidad de maniobra, una rigurosa planificación de las operaciones, un gran trabajo de inteligencia operacional basado en el apoyo de la población, un conocimiento y aprovechamiento del terreno magistrales, una selección cuidadosa y afortunada del objetivo, una adecuada dotación y uso del armamento, los pertrechos y las comunicaciones, entre otros aciertos tácticos. Frente a cada uno de estos aciertos, podría mencionarse una desventaja o precariedad en el Ejército nacional: nula capacidad de maniobra defensiva; subestimación del adversario y exceso de confianza que los llevó a bajar la guardia en el trabajo de inteligencia, amén de los abusos cometidos contra la población, lo que contribuyó a que ella le negara su apoyedesconocimiento casi absoluto del terreno y exposición Alfredo Rangel Suárez
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vulnerable en el teatro de operaciones; carencia de objetivos claros y consecuente descoordinación con otras unidades; precaria dotación de armamento y municiones; infortunado desaprovechamiento y desprotección de las comunicaciones; en fin, ausencia de unidad de mando, indisciplina, desmoralización y falta de preparación. Todas estas fallas ponen de presente la necesidad de una reestructuración urgente del Ejército, no sólo en el plano estratégico, sino, incluso, en el plano táctico y operacional. Porque, si no se solucionan estas grandes fallas y la guerrilla sigue propinándole al Ejército golpes tan contundentes como los que le ha ocasionado hasta ahora, la crisis militar del Estado se va a profundizar de manera aún más crítica. De hecho, en el necesario balance que hay que hacer de estos hechos no solo cuentan los militares muertos, los heridos y los cautivos; también, y de qué manera, es necesario registrar las hondas y negativas repercusiones que tienen estos hechos en la moral de las fuerzas militares. Esto se nota no sólo entre quienes, a pesar de todo y con mucho patriotismo, continúan en las filas, sino también en la preocupante cantidad de retiros de personal de las fuerzas militares que se ha producido después de estos fracasos. Lo grave es que la sustitución de quienes se retiran no puede ser automática, demanda tiempo y recursos, siempre escasos. El Ejército debe abordar muy pronto la tarea de establecer una nueva doctrina militar que le permita afrontar los nuevos retos planteados por una guerrilla que va en ascenso, que está pasando exitosamente de la guerra de guerrillas a la guerra de movimientos. Debe convencerse de que ya pasaron los viejos tiempos de las guerrillas paupérrimas armadas de escopetas, emboscando al Ejército para arrebatarle los fusiles, pero que tampoco se han transformado en simples carteles de la droga o grupos de delincuentes comunes. Son ejércitos insurgentes con una creciente capacidad militar, que están imponiendo las condiciones del enfrentamiento bélico y que en este aspecto han demostrado que le están sacando ventaja al Estado. El Ejército debe reconsiderar los sistemas de selección, entrenamiento, preparación y permanencia en las filas de los soldados profesionales; que la capacitación de la oficialidad se encuentra rezagada frente a las exigencias de la dinámica de la confrontación y que, por tanto, es urgente reestructurar todo el sistema de preparación de los
mandos; que la guerra de movimientos, que incluye las maniobras defensivas y el repliegue, está a la orden del día y se debe abandonar la visión caballeresca según la cual toda retirada es una afrenta, o sea, que no solo se debe avanzar sino que también hay que aprender a retroceder; que es necesario olvidarse de que con sólo "hacer presencia" es suficiente para que se garantice el "mantenimiento del orden público", y que las brigadas móviles y los soldados profesionales deben estar capacitados para desarrollar combates con éxito, para lo cual se requiere seleccionar y precisar los objetivos de acuerdo con planes específicos de campaña articulados a una estrategia general; que en función de esto último se debe reorganizar la dotación y la provisión de suministros, y no con criterios rutinarios y burocráticos; que es urgente abandonar la idea de que hasta tanto no se sature de tropa todo el territorio nacional no se podrá desarrollar una lucha contrainsurgente y que se requiere corregir la dispersión, hacer economía de fuerza y concentrar territorialmente los mejores efectivos en áreas estratégicas clave; que la moral de la tropa no se recupera insultando y descalificando a la guerrilla, sino haciendo los cambios necesarios, obteniendo resultados y devolviendo la confianza de la tropa en sus altos mandos; en resumen, que es necesario hacer un replanteamiento de la manera como el Ejército percibe y conduce la confrontación con la guerrilla en el plano militar. Varias corrientes internacionales sostienen que tanto las presiones externas como las internas, o una combinación adecuada de ambas, producen cambios en la doctrina militar de un ejército53. Sin embargo, para realizar esos cambios de doctrina se requiere de un conocimiento sobre la dinámica de las relaciones y de las interacciones entre las influencias que se ejercen tanto externa como internamente sobre la institución. Estos cambios se dan solamente cuando la doctrina existente comienza a ser deficiente, situación que se presenta cuando las instituciones militares no son capaces de cumplir con su misión organizacional de manera exitosa debido al cambio de las condiciones en que se venía desarrollando la doctrina vigente. Estas condiciones pueden ser el cambio de la doctrina del adversario, o de sus capacidades debido al uso de nuevas tecnologías, estrategias o tácticas. También puede deberse a presiones de líderes civiles para asumir nuevas misiones o para mejorar los resultados en áreas específicas y, por último, a cambios en el sistema político internacional. En el caso del Ejército colombiano, en los años recientes se han venido reuniendo una cantidad de
53 Richard Duncan Downie, Leaming from Conflict. The U.S. Military in Vietnam, El Salvador, and the Drug War, London, Praeger,1998, pág. 24.
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factores que obligan a pensar en la necesidad imperiosa de realizar ese cambio de doctrina. Las fuerzas militares han demostrado una gran incapacidad para cumplir exitosamente su misión institucional de garantizar el orden público en el territorio nacional y se han visto desbordadas por grupos armados al margen de la ley que le disputan el monopolio de la fuerza. Las condiciones en que se desarrolla la confrontación armada interna han cambiado radicalmente durante los últimos años, las guerrillas han cambiado sus formas de operar y han adquirido una capacidad militar que no tenían en el pasado. De igual manera, los cambios geoestratégicos globales están ocasionando redefiniciones en la misión y en la doctrina de los ejércitos del mundo y, en particular, en el entorno latinoamericano. Frente a esta situación, el poder civil en Colombia se ha mantenido ausente y no ha presionado la revisión de la doctrina y sólo muy tangencial y tímidamente ha empezado a hablar de reforma militar. La experiencia internacional enseña/sin embargo, que la presión de los civiles puede lograr cambios organizacionales dentro de las fuerzas militares, pero que si existe un bloqueo en el proceso de aprendizaje institucional que lleva a que no se desarrolle un consenso organizacional sobre las causas específicas y las soluciones adecuadas relacionadas con el mal desempeño, los cambios doctrinales no se abrirán camino. Desde esta perspectiva, el cambio de doctrina no se podrá dar mientras el Ejército no dé los pasos necesarios para completar el ciclo. Sin lugar a dudas, en Colombia un factor que ha actuado como bloqueador del proceso de aprendizaje institucional del Ejército en el curso del conflicto armado interno, es la visión descalificadora que ese cuerpo armado ha tenido de su adversario, la guerrilla. Esta visión ha llevado a subestimar permanentemente la capacidad militar de los insurgentes e incluso a negarles cualquier aspiración política. De ahí a no tomar en serio sus planes, a ignorar sus planteamientos estratégicos, a negarse a aceptar las derrotas como tales y a empecinarse en no aceptar la necesidad de realizar una revisión autocrítica de su desempeño, no ha habido sino un sólo paso. El resultado es que el Ejército está peleando contra un enemigo que descalifica, desconoce y no entiende. La consecuencia es que se quedó peleando una guerra que ya no existe. A pesar de la presión civil, el cambio de doctrina militar no se puede dar si el ciclo de aprendizaje militar está bloqueado. El cambio doctrinal sólo será posible cuando se identifique la causa de la deficiencia de la
doctrina existente, se logre un consenso para adoptar una posible solución al vacío en el proceso de conocimiento, y en el desempeño, y transmisión de la nueva organización como la nueva doctrina imperante. Los estudios internacionales sostienen que la rigidez de todo ejército en torno a las doctrinas existentes provoca una resistencia dentro de su organización al cambio54. Por tanto, para impedir esa rigidez dentro de su organización, los militares necesitan estructurarse como organizaciones con mecanismos de aprendizaje que respondan a las influencias externas por medio de la comprensión de su desempeño anterior, de su conocimiento y de su experiencia. Estos asuntos deberían ser examinados sin prevenciones por una comisión de reforma militar conformada por civiles y militares que produzca unas recomendaciones al gobierno nacional a este respecto.
Ibíd., pág. 38.
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Desaparecidos Alejandro Kaufman "Sucede con los seres "desaparecidos" que aunque se sepa que no queda ninguna esperanza, siempre se sigue esperando. Vive uno en acecho, en expectación; las madres de esos muchachos que se embarcaron para una peligrosa exploración se figuran a cada momento, aunque tienen la certidumbre de que ésta muerto ya hace tiempo, que va a entrar su hijo, salvado por milagro, lleno de salud. Y esa espera, según cómo sea la fuerza del recuerdo y la resistencia orgánica, o las ayuda a atravesar ese período de años a cuyo cabo está la resignación a la idea de que su hijo no existe, para olvidar poco a poco y sobrevivir, o las mata" Marcel Proust "Temamos más bien que el dolor termine. Así como se debilita la memoria" "Recuerda que no terminamos de nacer Pero que ellos, los muertos, ya terminaron de morir. Regresa de donde has venido sólo para unirte A esos muertos cuyos nombres mudos en la piedra Nos recuerdan a nosotros, que soñamos con sobrevivir". Louis Rene des Forets En lo que atañe a los desaparecidos, la crítica presenta la dificultad, con respecto a la tragedia que hemos vivido, de sostener una palabra que no puede menos que confrontar con los escasos esfuerzos que ofrecieron resistencia durante la dictadura y luego de ella. Esfuerzos de los que siempre, en la medida de nuestras fuerzas, hemos sido parte y seguiremos siendo. El carácter incalificable de las atrocidades cometidas por los asesinos no tiene atenuantes, pero los excede, y la reflexión no puede detenerse ante ningún cálculo político ni estrategia defensiva. Lo que procura es expandir el horizonte que éstos inevitablemente restringen. El discurso corriente acerca de lo que hemos vivido supone que hay un orden normal, democrático, respecto del cual los genocidas argentinos se desviaron. Aunque -entre nosotros-, la existencia histórica de ese orden era débil y aun discutible, se habría instituido precisamente después de retirada la dictadura. Aquello que no conocíamos aparece justo después de su opuesto más brutal. Lo plausible de semejante cosa radicaría en el contraste. Por oposición, el orden democrático emergente *Filósofo, profesor de la universidad de Buenos Aires. Articulo tomado de Confines, No. 3, Buenos Aires, septiembre 1996.
puede imaginar que se cometieron atrocidades, con anterioridad, y juzgar penalmente. Sin esta ilusión, estaríamos tal vez sumidos en una barbarie aun mayor. El problema radicaría en la represión ilegal, el asesinato y la rotura atroces de decenas de miles de personas en condiciones completamente alejadas de toda semejanza con un combate. La especificidad de lo acontecido en la Argentina se concreta en la emergencia de una figura peculiar, la del desaparecido. Término, como tanto se sabe, que se reproduce en otras lenguas sin traducirse, indicando su singularidad. Los genocidas argentinos redujeron a sus víctimas al estado de un paciente, inerme encapuchado, engrillado, anestesiado, arrojado al vacío desde aviones. Si se quisiera ilustrar una forma de muerte más alejada del combate, sería difícil encontrar un ejemplo más elocuente. Para llegar a esa situación, las víctimas tuvieron que ser tomadas como prisioneros. El problema parece circunscribirse al "crimen de guerra". El tratamiento de los prisioneros en forma transgresora de normas que regularían los conflictos bélicos. El surgimiento de esas normas fue correlativo de la desmesura creciente de la guerra moderna. Tal desmesura ha ocasionado la confusión entre el estado de guerra y el estado de paz, de modo que ambos estados se identifican. "Ya no se es capaz de distinguir entre el soldado y el carnicero"1. Las normas existentes constituyen el recurso disponible para evitar males mayores. Sin embargo, cuando se trata del ejercicio de la crítica, y por lo tanto de la comprensión de lo acontecido, no de su mera condena, estas presunciones aparecen de inmediato como carentes de sustento. Para quienes hemos soñado otros mundos, el hecho de que nos debamos resignar a que el pensamiento de los derechos humanos constituya nuestro horizonte ético es una consecuencia de la derrota de la imaginación utópica. Las Madres desbordan el campo de lo posible. Ellas lo saben y lo dicen: no hay ética ni legitimidad compatibles con la existencia de los ejércitos modernos. Las diferencias entre terrorismo y batallas regulares, entre guerra y paz, dependen exclusivamente de condiciones relativas al poder y a la localización del enunciador. Basta considerar las armas disponibles. Por su sola existencia, por la doctrina que sostiene a organismos técnicos, profesionales, combatientes, son incompatibles con cualquier consideración que pretenda cotejarse con la ilusión de los derechos humanos. Los dispositivos
1 Ernest Jünger, Sobre el dolor, Barcelona, Tusquest, 1995, Pág. 32.
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nucleares, bacteriológicos, convencionales, de las potencias precisamente más "democráticas": las cadenas de mando, las mentes que organizan, diseñan y prueban esos armamentos. Carece de mayor importancia que las pruebas nucleares se hagan en el ambiente o se simulen en espacios virtuales "inofensivos". Infinitas energías, presupuestos y vitalidad dedicados a imaginar cómo se pueden destruir ciudades enteras y millones de vidas en instantes. Todos esos trabajos se realizan en la legalidad. No son seriamente cuestionados. Confirman que en las instituciones militares no existen órdenes que no sean legales. ¿Puede aceptarse moralmente la legalidad de la sola existencia de un dispositivo de destrucción planetaria, masiva? ¿Puede aceptarse la sola existencia de "fuerzas aéreas"?. Miles de individuos "legítimamente" dedicados en su cotidianeidad laboral a esperar, cada uno en su lugar en la cadena de mandos, el momento de cumplir órdenes de bombardeo nuclear. Miles, altamente calificados desde el punto de vista técnico, económico, social, cultura, hasta democrático, se levantan cada mañana, comprometidos, dispuestos, a que el trabajo de tantos otros millones de personas, vehiculizado por enormes esfuerzos impositivos, económicos, productivos, se convierta en realización efectiva ¿Qué grado de ceguera hace falta para hablar, sin que la lengua se caiga a pedazos, de "legitimidad" en los fueros militares?2 Las órdenes son legales porque son órdenes. Las leyes de esta ciudad aceptan semejante cosa. Luego, no se trata de una ciudad. ¿Qué comunidad humana podría aceptar ésto y no obstante llamarse ciudad? Recibiría nombres como Sodoma o Gomorra, pero no el de Atenas. Si se considera la verdadera magnitud fáctica y moral de lo implicado, lo que se discute cuando se discute acerca de torturas y aberraciones versa más bien sobre problemas de detalles, cuestiones que son casi administrativas, que afectan algunos desgraciados, mientras el resto actúa como si todo ese horror potencial no existiera. Porque el horror en su verdadera dimensión es inasimilable. Sólo la más radical intransigencia puede intentar alguna compatibilidad moral con lo que ocurre. ► 2 Las leyes de la guerra tal como se practican en la actualidad permiten señalar a un soldado británico que mató a sangre fría a un prisionero argentino. Permiten perseguirlo, juzgarlo y castigarlo. No permiten pensar siquiera en la significación de que ciudades argentinas fueran rehenes nucleares de Gran Bretaña. No permiten pensar en la calidad moral de que por recuperar para su imperio aquellas islas las fuerzas armadas británicas dispusieran en disposición de ataque fuerzas nucleares. Y de no haberlas dispuesto, tal situación cambiaría en cuanto a su intensidad y potencialidad, pero no en cuanto al significado global de un conflicto con una potencia nuclear.
La distinción por la que una bomba que mata a ochenta personas en un edificio cualquiera de una ciudad es descrita como un horror procedente de una maquinación inhumana y por otra parte el bombardeo de aldeas en las que viven niños y ancianos como actos de guerra debería ser insoportable. Y no lo es. Es mejor decirlo así: son declaraciones las que nos hacemos a nosotros mismo cuando pretendemos señalar este tipo de semejanzas. No estamos en condiciones de comportarnos con la dignidad moral que correspondería a esta semejanza. Si así fuera, mucho de lo que ocurre en cada aniversario, en cada apelación a la memoria, en cada homenaje a víctimas, aparecería con claridad en su injusticia, en su negligencia ética para el que no se encuentra en el mismo bando. Esta certeza aparece como un relámpago cada vez que las Madres asumen actitudes vinculadas con la verdad. Respecto de los crímenes cometidos por los genocidas argentinos, no hay una zona de exterioridad desde la cual se los pueda considerar desde el punto de vista de la justicia. Las reivindicaciones de juicio y castigo constituyen un límite para evitar males mayores. Son ejemplificadoras. Señalan. No castigan verdaderamente. No permitirían restituir la dignidad humana a los castigados, una vez cumplida la condena. Constituyen una forma sublimada de la guerra que culmina con estos actos. Es necesario comprender y recordar que hubo una guerra. Que una guerra no se limita a la violencia ejercida, es un fenómeno mucho más amplio. La existencia de una masa guerrera se conformó en la Argentina en el transcurso de un período de varios años. El advenimiento del gobierno constitucional de 1973 fue el intento fallido desde su inicio por contener de un modo consensual y eventualmente pacífico a toda esa masa deseante de utopía y dispuesta a la guerra. El marco global en el que tuvieron lugar esos acontecimientos fue el de una guerra civil. Sorda, intrincada y heterogénea. El fenómeno esencial que lo definía era la existencia político militar de una masa articulada en proyectos de guerra diversos, en unos casos con rasgos más insurreccionales, en otros de guerra popular prolongada, en unos urbana, en otros rural. No se trataba tan sólo de algunos grupos "vanguardistas", sino de un extenso movimiento social incontrolable. La idea de que aquel movimiento hubiera podido ser combatido por medios legales carece por completo de sentido. El movimiento existía justamente porque no había legalidad respetable ni respetada. No había un orden desde el cual sostenerse para oponérsele. Décadas de conflictividad insoluble lo habían Alejandro Kaufman
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engendrado. ¿Significa que la represión tal como tuvo lugar no pudo ser de otra manera? Es necesario comprender y recordar que hubo una guerra. ¿Cuáles son las leyes propias de la guerra? Elias Canetti dice, en Masa y Poder En las guerras se trata de matar. 'Las filas del enemigo fueron diezmadas'. Se trata de matar por montones. Hay que acabar con la mayor cantidad posible de enemigos; la peligrosa masa de adversarios vivos ha de convertirse en un montón de muertos. Vence el que mata a más enemigos. En la guerra se enfrenta una masa creciente de vecinos. Su aumento es inquietante en sí. Su amenaza, que ya se narra contenida en el mero crecimiento, desencadena la propia masa agresiva que desencadena la guerra. En su conducción se procura ser siempre superior, es decir, tener siempre en el terreno el grupo más numeroso y aprovechar en todo aspecto la debilidad del contrario, antes que él mismo aumente su número... Se habla de "matanza" y "carnicería", se habla de "revés". Mares de sangre tiñen de rojo los ríos. El enemigo deja en el campo hasta el último hombre. Uno mismo se bate "hasta el último hombre". Se entra "a degüello". Canetti cita a Jeremías, que habla de "muertos no plañidos, ni recogidos, ni sepultados; han de yacer sobre el campo y volverse estiércol". La conciencia de que la guerra es intrínsecamente atroz, que siempre fue terrible, pero que ahora, en este siglo, no puede dejar ningún resquicio fuera de la barbarie más extrema, no solamente no exculpa a los criminales, sino que amplía el campo de los culpables. Si se trata de oponerse al crimen, es necesario definirlo en su verdadera magnitud. Un régimen completamente inhumano, como es el nuestro, se corresponde con un tipo de guerra como el que nos amenaza sin pausa. ¿De qué manera se le puede aplicar a un genocida de la dictadura argentina un castigo que a él le resulte comprensible? ¿En qué términos de verdad puede arrepentirse? ¿En qué forma puede aceptar el castigo? En ello radica la diferencia entre castigo y venganza. La venganza consiste en infligir un daño sin importar la condición espiritual del que ha cometido una falta. Responde al odio. El castigo procura restituir a quien ha cometido una falta a una condición espiritual. En nuestros tiempos no hay tal cosa. El sistema penal es un regulador homeostático que asegura cierta funcionalidad al organismo social. Los individuos, en el sentido que nos importa, no cuentan para él. Los individuos son aplastados por la maquinaria social, sin piedad. Todos aquellos que vivimos en estos tiempos somos esencialmente culpables, porque es imposible la administración de una justicia verdadera: "La culpa es siempre indudable ..." Todo es muy simple.
"Si primeramente lo hubiera hecho llamar y lo hubiera interrogado, sólo habrían surgido confusiones. Habría mentido, y si yo hubiera querido desmentirlo, habría reforzado sus mentiras con nuevas mentiras, y así sucesivamente. En cambio,.así lo tengo en mi poder, y no se escapará"3. En consecuencia, cuando pedimos juicio y castigo para los culpables, sabemos qué es lo que estamos haciendo: algo que no difiere en esencia de construir una cloaca para evitar que los efluentes inunden las calles. Y de esa manera tratamos a los inculpados. Por eso también las cárceles son lugares más o menos infernales en todo el mundo, y no parece haber manera de modificar esa situación. No hay argumentos ni actitudes éticas que parezcan ser capaces de modificarla. Pedir cárcel para los culpables de cualquier delito sobre todo en un país como el nuestro, es una paradoja singularmente extraña. De esta manera conseguiremos un cierto control, un cierto límite para las atrocidades, pero nunca conseguiremos lo deseado: que no se repitan. Se repetirán inexorablemente, como se repiten las tormentas y los terremotos, porque nada comprendemos de cómo ni por qué ocurren. El combate suspende la memoria y la conciencia. Quien recordara en el campo de batalla los dichosos tiempos de paz, preferiría tal vez rendirse o morir, en lugar de matar y destruir. El olvido se produce en el acto mismo de izar una bandera, vestir un uniforme y portar un arma, cualesquiera que sean. Las bandas de música, los desfiles y los rituales militares han perdido todo significado. Los emblemas de la guerra son ahora técnicos. Los emblemas dé la guerra son conglomerados discursivos, ingeníenles, científicos... No están situados fuera de lo que constituiría un tiempo de la paz, separado. Desde que se ha identificado primero la cotidianidad como concepto, y el de la performatividad después, la guerra ya no puede ser pensada como lo otro respecto de lo vivido. La guerra ha de ser pensada entonces como el trasfondo permanente del horizonte vital contemporáneo. La guerra como fenómeno abarca, ya no la contienda entre estados nacionales, sino las guerras civiles y el llamado terrorismo. En ningún caso pueden establecerse verdaderas distinciones entre esas tres categorías. Sólo la retórica propagandística de los diversos protagonistas permite unas u otras definiciones.
3 Franz Kafka, "En la colonia penitenciaria", en La condena, Buenos Aires, Emecé, 1952.
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En general, nadie está dispuesto a auto declararse como terrorista. Este es un término que se emplea siempre respecto de terceros. Definitivamente la atribución de una cualquiera de esas tres categorías se convierte en un problema político militar que pasa a formar parte de la lucha misma. Según cómo se califique al adversario, y según cómo se logre ser calificado, se obtendrán resultados en la contienda. El terrorista, para la conciencia corriente de nuestros días, amerita ser tratado como un delincuente desde el punto de vista del código penal. La otra categoría penalizable es la del criminal de guerra. No hay perspectiva alguna desde la cual podamos prescindir por completo de estas distinciones, porque definen cierto control sobre lo que sucede. Sin embargo, para la crítica, y sin dejar de considerar las nociones de lo corriente, las categorías se disponen de maneras diversas. Para la crítica no puede haber "nosotros" que sostenga una reflexión sobre lo que concierne a la guerra. El crítico parte de su idiosincrasia, pero a la vez se ve a sí mismo desde fuera de sí. Pensar en la guerra como condición trágica, en otros tiempos, remitía a las consecuencias del desencadenamiento de las fuerzas que un grupo de individuos fuera capaz de ejercer, sin límite. Porque el límite estaba establecido por la magnitud de las fuerzas mismas, que dependían del cuerpo humano, ayudado por instrumentos crecientemente poderosos. Al constituirse instrumentos guerreros de exterminio, las condiciones de todo conflicto interhumano cambian irreversiblemente. Se sabe que este cambio irreversible tuvo lugar en la primera guerra mundial, pero las consecuencias son impensables. Que son impensables, lo prueban los múltiples discursos circulantes acerca del dirimir violento de las diferencias entre los hombres. La cuestión de si alguien lucha por la justicia queda convertida siempre, desde entonces, en una pregunta. Sólo queda saber cuándo una lucha puede ser descalificada como tal. La lucha contra los nazis, o la resistencia a la dictadura militar argentina son ejemplos en los que una actitud ética puede definirse con claridad. En el siglo XX son excepciones. En el caso de las luchas revolucionarias aparece otro problema: no pueden triunfar. Nunca triunfó grupo humano alguno que pretendiera cambiar las condiciones por las que unos hombres son esclavos y otros señores. No obstante, toda la historia que nos antecede, si nos interesa pensarlo así, nos dice que las únicas luchas que han valido la pena son las que han tenido como meta la justicia, la abolición de la esclavitud. Luchar contra la esclavitud, sabiendo que a la larga o a la corta prevalecerán los señores, implica, primero, fundamentar éticamente la propia conducta, segundo, ofrecer un testimonio a la posteridad. Un testimonio de la justicia que contribuirá a ofrecer
resistencia para siempre, en la memoria y en el olvido, en la lucha contra la esclavitud. En la década de los 70, la conciencia de que finalmente prevalecería un poder contra utópico, de que el ineludible compromiso con la imaginación utópica no podría desprenderse del destino de toda revolución, tenía múltiple formas de saber y de expresión. La historia de la revolución socialista, historia moderna, no hacia más que confirmar una y mil veces cómo terminaba cada vez el rapto del entusiasmo, la fiesta. Una y mil veces se reitera la misma lección. La fiesta, la bella fiesta, finalizaba con diferentes contingencias, pero convergente sentido. Esa fiesta a la que no era posible negarse había corrido siempre inexorablemente hacia su fin. La imaginación utópica estaba dotada de la capacidad de enunciar la verdad de la justicia, pero no era capaz de enunciar la injusticia de su propia verdad. El instante revolucionario es efímero. En él los sujetados se liberan, pero la esclavitud vuelve en el acto en que la liberación trata de sostenerse ante sus enemigos y ante sí misma. El acto de prolongación del grito libertario agota la voz que lo emite, voz frágil y caduca que pronto se silencia aplastada por el poder que reaparece con un nuevo rostro. El acontecimiento revolucionario, repetido y fracasado siempre, presta su servicio en el gesto por el que la sujeción se rompe como la ola que después de alcanzar su máxima altura y esplendor cae sobre la playa. Si la historia no pudiera contener ese grito efímero, desaparecería la esperanza. La violencia es inmanente a la existencia natural o social. Situarla como un fenómeno diferenciado, como si pudiera suprimírsela, no hace más que ocultarla, anestesiar la piel que será lancinada cuando llegue la oportunidad. Suponer que hay algún orden en que la convivencia pueda eludirla solo congenia con la ingenuidad o con la infamia. Aun así, una sociedad y su época puede poseer una plenitud espiritual, y estar
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dotada de un saber y de una sensibilidad acerca de la crueldad, la compasión y el amor, o estas modalidades verse debilitadas hasta la extenuación. En estos casos la barbarie asume rostros paradójicos. El de la brutalidad más extrema, o el de la aparente concordia. El de una hueca hipnosis circundada por la administración más refinada de la crueldad, a la vez que por la carencia de los recursos de enunciación que la pondrían en evidencia. El juicio y la condena morales sólo son pensados en términos penales, porque la insensibilidad que nos asfixia, y la pobreza del lenguaje que nos hiere requieren del auxilio de las pobres recetas y mediciones, de las miradas cuantificadores del código penal, inservible para estos fines. Según el pensamiento penal, Videla es responsable de un número de delitos. Por haber dado las órdenes. El inmenso cortejo que hizo posible las acciones de Videla no es enunciable en términos penales. Y la verdadera magnitud del mal del que es tan responsable Videla como jueces, empresarios, políticos, dirigentes sindicales, eclesiásticos, profesores... se torna irrepresentable. Alimenta un resentimiento difuso o una perplejidad muda que se encauzan en la diaria experiencia de la sujeción. Es imposible encarar ninguna cuestión que merezca llamarse ética o moral sin poner en evidencia el fondo monstruoso que mora en la sombra. Las faltas morales se vuelven posibles cuando hay una forma de vida que contiene aquello que se hace posible de ser transgredido. El homicidio emerge con el lenguaje y la conciencia de la finitud. El robo no existe en el comunismo primitivo. El Holocausto requirió nuevas definiciones morales y leyes que antes no existían. El genocidio, el exterminio masivo infligido de manera industrial y anónima son faltas posibles en las condiciones de las sociedades industriales modernas, capitalistas, con multitudes inclasificables. El crimen antecede a la ley. Se lo reconoce por el espanto que provoca, pero cuando ocurre por primera vez, acontece fuera de las palabras. ¿Acaso soy el guardián de mi hermano? El crimen de la desaparición es un producto de ese estado de cosas. En definitiva, no puede ser castigado porque no existe la ley capaz de reconocerlo. ¿Por qué estas heridas no cierran, si es propio de las heridas cerrar? Las heridas cierran, antes o después. Ni siquiera la injusticia las mantiene abiertas. ¿O acaso puede decirse que están abiertas las heridas por la conquista de América? No, la injusticia simplemente se ha renovado, más o menos, sobre los descendientes de aquellas víctimas. No ha quedado heridas abiertas de la guerra española, ni de la segunda guerra mundial. Las guerras no dejan heridas abiertas. Pueden producir otras guerras, pero no mantenerse en suspenso. Las heridas no se heredan, no se pueden mantener en el tiempo. Si la carne mortificada no muere, entonces sana. No hay tercera opción. Si las heridas permanecen abiertas, es porque la mortificación continúa, está presente, ocurre. Por lo tanto, estas heridas abierta no nos hablan del pasado, sino del presente. ¿Qué esperábamos que hicieran los represores? Jünger nos contestaba desde 1934: al partisano se lo emplea para operaciones que es preciso efectuar por debajo de la zona del orden (...) las tareas que a él le resultan adecuadas consisten en el espionaje, el sabotaje y la desmoralización (...) en
el marco de la guerra civil, el partido al que el partisano pertenece lo emplea para operaciones que no cabe ejecutar dentro de las reglas de juego de la legalidad. Los combates de partisanos llevan en sí, consecuentemente, el sello de una malignidad especial. Al partisano no se le proporciona cobertura; cuando es capturado se lo somete a juicio sumarísimo y se lo liquida. Así como en la guerra exterior se emplea el partisano sin uniforme, así en la guerra civil se le retira, antes de lanzarlo al ataque, el carnet del partido. Eso hace que siempre permanezca incierto a quién pertenece el partisano; nunca podrá comprobarse si es miembro de un partido o del partido contrario, del espionaje o del contraespionaje, de la policía o de la contra policía, o de todo ello a la vez; más aún, tampoco podrá comprobarse si actúa por encargo de otros o por su propia, criminal iniciativa. Ese claroscuro forma parte de la esencia de sus tareas (...) Nunca será posible aclarar la responsabilidad de tales casos, pues los hilos se pierden en la oscuridad propia de los bajos fondos; en esa oscuridad se extingue toda diferenciación consciente, también la de los partidos. De ahí que sea una falta de discernimiento lo que se expresa en las diversas tentativas hoy observables que quieren hacer del partisano un héroe4. En 1984, Orwell muestra cómo el partido clandestino, a través de O¨Brien, exige a Winston Smith su compromiso para exponerse a un destino análogo al descrito por Jünger. ¿Qué esperábamos que hicieran los represores? ¿Qué esperábamos quienes teníamos algo que esperar? No me refiero a quienes tienen para decir "mi vida privada se vio afectada por la guerra", sino a quienes dicen "mi vida privada era la guerra". No esperábamos en absoluto que actuaran, como dicen los socialdemócratas que entablan comparaciones falaces con fenómenos ajenos al nuestro, con el código penal, como si las masas insurreccionales y guerreras de los 70
4 Emest Jünger, Sobre el..., pág. 52.
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fueran efectivamente delincuentes. Esta guerra civil también tuvo como parte de la contienda definir cuáles eran sus términos. Perdieron todos los intervinientes. Los guardianes del orden se convirtieron en represores, en parte de su propia estrategia, y en parte por la estrategia especular de las formas que adoptó la resistencia. La resistencia no fue en esencia armada ni política. El terror arrasó con todos los "actores". Sólo pudieron resistir los organismos de derechos humanos, con apoyo internacional. Esta resistencia fue efectiva en muchos sentidos, pero el discurso que produjo ha de ser objeto de la crítica. No es una descripción de lo real ni un relato de la memoria. No puede renunciar a su carácter instrumental. Defiende un orden ilusorio, y pierde eficacia por eso mismo. Basta mirar alrededor. Las condiciones en que nos encontramos, y la dirección que adopta el curso de los acontecimientos en la actualidad. Lo cierto es que quienes fuimos protagonistas en aquellos años, protagonistas de una guerra, y ésto abarcó a un número incierto de personas, número que fue un múltiplo del número de desaparecidos, sabemos que no esperábamos todo lo que hicieron aunque sí todo lo que se les imputa. Lo que no esperábamos es lo mismo que no esperaba Scilingo. Silingo está tan sorprendido como nosotros. ¿Por qué desaparecidos? Las declaraciones de Scilingo fueron uno de los sucesos más importantes en años. Requiere una escucha atenta, más que desprecio o condena. Lo confuso de su intervención se relaciona con la complejidad de lo que está en juego. Scilingo se reconoce como ejecutor de un grupo de desaparecidos, arrojados vivos y anestesiados al mar. Cumple órdenes. El acto produce repugnancia por falta de hábito: si en lugar de arrojar cuerpos vivos al mar desde el avión, arrojara desde el avión bombas sobre cuerpos vivos en tierra, ¿cuál sería la diferencia? En ambos casos, hay solamente víctimas y un verdugo. No un soldado, pero ni tan siquiera un asesino. Un verdugo es un ejecutor anónimo de una sentencia de muerte5. ¿Dónde están los verdugos que ejecutan sentencias de muerte legítimas?
5 "El aporte novedoso de las cámaras de gas es el anonimato de los verdugos frente al anonimato de las víctimas y en última instancia la inocencia de aquellos. Porque en el sistema de las cámaras nadie mató en forma directa". Pierre Vidal-Naquet, Los judíos, la memoria y el presente, Buenos Aires, FCE, 1996, pág. 275, selección y prólogo de Héctor Schmucler.
En el diálogo que mantiene Scilingo con su * entrevistado6, hay un instante en el que las convicciones morales vacilan: es el verdugo quien afirma que el fusilamiento es una inmoralidad. Es él quien, en términos análogos a los de los nazis, supone que matar sin que la víctima conozca su destino equivale a sufrir menos7. Para el entrevistador "el derecho de saber que se va a morir no se le niega a ningún ser humano. Es una medida de elemental respeto a la dignidad humana, aun en una situación límite"8. ¿Esas son las opciones a las que deberíamos atenernos? Se sitúan en la administración de la muerte. Ambas alejadas de igual modo del combate en el campo de batalla, donde ninguno de los oponentes se encuentra en condiciones de asegurar el desenlace. La posesión de la fuerza necesaria para garantizar el resultado es lo que convierte al otro en víctima. Solamente un castigo que pudiera validarse en su dimensión moral podría quedar exento, pero no se trata de algo que nos encontremos en situación de experimentar. No obstante, hay que decir que, en principio, y aunque la historia que vivimos siguió un trayecto aberrante, las guerrillas se instituyeron en nuestro país sobre el supuesto de que serían capaces de aplicar la pena de muerte de manera compatible con principios morales. Los hechos lo desmintieron. Scilingo dice que le parece inaceptable el termino desaparecido, porque él no hizo desaparecer a nadie. Eliminó al enemigo en una guerra, cosa que también podría haber ocurrido por fusilamiento. Formula un interrogante crucial: ¿quiénes los han transformado en desaparecidos? "Qué distinto hubiese sido si se hubiese sabido la verdad, si se hubiese eliminado los desaparecidos para transformarlos en muertos"9. Omite la participación de los organismos de derechos humanos, fundamentalmente la participación de las Madres, en la constitución de la figura del desaparecido. Las "locas de Plaza de Mayo" no admitieron lo que en una primera instancia fue una desaparición fundada en razones estratégicas ("crear incertidumbre en el enemigo"). Pero
6 Horacio Verbitsky, El vuelo, Buenos Aires, Planeta, 1995. 7 "Acordar una muerte misericordiosa", palabras de Hitler. Citado por Pierre Vidal-Naquet, Los asesinos de la memoria, México, Siglo XXI Editores, 1994, Pág. 146. En la Argentina, la Iglesia Católica propició términos análogos. Lo que está en disputa respecto de las palabras con que los genocidas acompañan sus actos es el humanitarismo, no la inhumanidad. Horacio Verbitsky, El vuelo..., págs. 39-40. "Eliminar los desaparecidos" es la forma de que dispone Scilingo para referirse a lo que omitieron sus superiores. Es indudable la perversidad de estas palabras. Estamos discutiendo la diferencia entre "matar" y "desaparecer".
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los genocidas tampoco dieron fin a esa situación luego de que perdiera toda significación estratégica para ellos. Scilingo declara más tarde todavía, cuando ya se está hablando de historia, no de secretos militares. Es en este terreno encuadrado por tensiones contradictorias donde se configura un fantasma, que no es el fantasma del asesinado. El fantasma del padre de Hamlet pide venganza porque el rey fue asesinado. Se sabe que el rey murió, con seguridad. La mentira radica en la causa. El desaparecido no es un muerto ni un fantasma. Es otra figura. Afirmar que las víctimas de los genocidas desaparecieron no implica la negociación de la sepultura (como el drama de Antígona), sino la negación de la muerte misma. Aquí se huele el humo de los crematorios. Cielo y mar son receptáculos de masas anónimas de víctimas asesinadas para que su recuerdo quede indeleble por haber sido borrado en forma tan extrema. El mal, entre nosotros, ha leído atentamente la historia10. La movilización total no incluye ya tanto como "al bebé en su cuna", sino a los mismos fantasmas. La ausencia imposible del cuerpo, la sustracción, las impersonas, son objeto del campo de batalla. Por parte de los genocidas, como instrumentos apropiados para enloquecer de dolor a quienes los asesinados olvidaron al irse a la aventura, al disponerse en sacrificio11 para la muerte y la tortura, al entregarse a la causa de la justicia. Para los familiares de las víctimas, como referentes de las identidades sustraídas. Identidades que primero les habían sido sustraídas por la clandestinidad revolucionaria, negadora de rostros, nombres y apellidos, documentos de identidad y títulos profesionales. Comunión de almas12. Los familiares y las organizaciones defensoras de derechos humanos movilizan en la resistencia contra la dictadura todo lo que los militantes
10 "Vidal Naquet dice que toda historia es comparativa", en Pierre VidalNaquet, Los asesinos..., Pág. 255. Se refiere al saber que él práctica, a un rasgo metodológico. Sin embargo, ¿puede dudarse de que la historia tiene sus lectores, y que estos lectores, y que esos lectores protagonizan la historia? Las voluntades, los gestos anticipatorios y las expectaciones, ¿no se comparan a sí mismos con la historia, en el acto de realizarse? La memoria invoca al pasado como el actor del drama histórico anticipa el olvido. La analogía no es sólo una construcción del historiador como intérprete, como sucede en la comparación entre shoah y desapariciones, sino también una correspondencia que guía a los actores. 11 Maurice Blanchot cita a Georges Batille, Teoría de la religión, en La comunidad inconfesable, México, Vuelta, 1992, pág. 25. "Sacrificar no es matar, sino abandonar y dar". 12 Maurice Blanchot, La comunidad..., Pág. 26: "Los monjes se despojan de lo que tienen y se despojan ellos mismos para formar parte de la comunidad a partir de la cual se convierten en poseedores de todo, con la garantía de Dios; lo mismo ocurre en el Kibutz, lo mismo de las formas reales o utópicas del comunismo".
políticos, en grados diferentes, con distintos matices, habían abandonado, negligido, distraído. (Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra). "¿Sabe qué está haciendo su hijo?" No lo sabían las madres. No se le cuenta a la madre que de noche se corren riesgos de muerte para cambiar el mundo. Porque la madre forma parte de ese mundo que hay que cambiar. La madre es la que se conforma al mundo porque es la única manera de permanecer en paz. No conoce otra cosa, a veces teme el escándalo. Cuando esa madre ingenua recibe el castigo de la desaparición de su hijo, primero no lo comprende. Luego, "muchas de nosotras, sabemos también como los torturaron, qué les hicieron, con qué aparatos horripilantes que jamás imaginamos... "13 Ellas no los imaginaron. Los hijos debimos imaginarlos, como imagina el soldado el campo de batalla que lo espera. La madre sólo puede imaginar a su hijo sano y salvo, de regreso. La madre sigue el camino de una lenta transformación. Es una forma de martirio. "Hasta el más tonto comienza a comprender. La comprensión se inicia en torno de los ojos. Desde allí se expande (...) el hombre comienza a descifrar la inscripción, estira los labios hacia afuera, como si escuchara (...) la descifra con sus heridas"14. En ese trance, aparece sin embargo la Madre que no se resigna, ni olvida, ni muere. Bastaría con que aceptara lo que debería ser evidente: hubo una guerra, y el vencedor mantiene las heridas abiertas por crueldad. Esto es ya un logro para él, por sí solo. Alguna vez se sabrá que trabaja para la eternidad. Para los mil años. Para su propio nunca más. Para que punca más los esclavos se subleven. No basta con que los esclavos nunca venzan. Los genocidas quieren cambiar el mundo al revés. Tanta fuerza tienen que ejercer para neutralizar la imaginación utópica. Tanta crueldad para invertir el entusiasmo de la masa deseante. La reacción debe ejercer una fuerza superior. A esa poderosa reacción, de los fascismos, totalitarismos, despliegues infinitos del mal, debe el capitalismo su supervivencia gloriosa que nos desangra y promete desangrarnos sin descanso, mientras pueda.
13 Historias de vida, Hebe de Bonafini, Redacción y prólogo e Matilde Sánchez, Buenos Aires, Fraterna, 1985. 14 Kafka, "En la colonia..."
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Entonces, dice la Madre, "volví a gritar, alcé la voz para que oyeran esos miserables que ahora se reían. Seguí gritando con los ojos cerrados, agarrada de los barrotes porque cada grito me devolvía la fuerza perdida en la espera, me daba la razón y el derecho"15. La ambiciosa punición infligida a la imaginación utópica crea y recrea su imagen de ausencia, alrededor de esta figura vacía de la desaparición, que no tiene relación con los muertos, en cuanto los excede. Así, la desaparición, es un "exceso", pero como tal imperdonable. Porque suspende el tiempo. Sus efectos son prolongados y se destinaron a mantener lo irreparable de la pérdida. El crimen de la desaparición es imperdonable como son imperdonables para las futuras generaciones los residuos de plutonio. En el acto de producción está implicada una permanencia irreversible. Esta es la especificidad del crimen de la desaparición. Muertos son provocados por todas las guerras. Los dolores se perdonan y las heridas se cierran. Es así. Pero esto no cuenta para nosotros porque no tenemos muertos. Asistimos, pétreos, imponentes, adheridos al suelo como estatuas de sal, a la sustracción de lo único que se puede esperar ante la desgracia: la presencia de los cuerpos muertos. La tragedia de Antígona ha sido superada hasta hacérsenos irreconocible. El cuerpo, deshonrado, estaba ahí. Mancillado, el cuerpo no eludía el juego de la verdad.
La inmensa operación, sutil y refinadamente perversa de las desapariciones es imperdonable, diríamos, ontológicamente, porque fue concebida para hacerse imperdonable. No por espíritu de venganza, que no se ha dejado ver, por otra parte. Los crímenes que son imperdonables no suscitan la venganza porque no se terminan. Permanecen sus filos acerados hundidos en la carne. Para esas heridas no hay memoria ni olvido porque sólo existen en el presente. Scilingo: verdugo a punto de ser linchado, por lo menos en la imaginación, verdugo que denuncia la desmesura del crimen que no puede soportar, en el que él mismo funge como instrumento inanimado. Scilingo, que atrae la atención vindicatoria contra sí. Mientras tanto, opera lo siniestro, tal como operan las sombras, a la luz del día, pero inadvertidamente. Mientras Scilingo, un simple verdugo, señala y compromete al aparato del terror, desde otro campo, desde el campo nuestro, en el que no hay picanas ni capuchas, sino letras e ideas, reaparece lo siniestro, lo ominoso. Scilingo, al ejecutar las órdenes criminales, tropieza, luego no duerme, después denuncia la desmesura atroz, aun sin terminar de comprenderla. En el mullido prado de la cultura, Víctor Massuh profiere elegantes y encubiertas sugerencias "filosóficas"16. Mientras el verdugo se ensuciaba las manos, el embajador, lejos de los acontecimientos sangrientos, recorría los despachos de la cultura. Ahora se pronuncia contra la memoria:
16 La Nación del 8 de octubre de 1995 publicó una conferencia dictada por el "ensayista y diplomático" Víctor Massuh el 25 de setiembre anterior "como parte del programa desarrollado por La Nación con motivo de haber cumplido este año el 125 aniversario de su fundación". Al disertar sobre "La memoria y el olvido en la historia contemporánea", el embajador de Videla no se limitaba a hacer uso de la libertad de expresión como cualquiera podría hacerlo en un sitio indiferente, sino que llevaba a cabo un acto inscripto precisamente en una conmemoración de particular significación, la de la fundación nada menos que de esa ínclita institución, la cual en forma electiva, colocaba aquella disertación como emblema. La gravitación de Víctor Massuh en el campo cultural argentino no es la proporcionada a sus méritos, pero tampoco esta relegado al ostracismo. Mientras sujetos mucho menos responsables, porque cometieron actos deleznables limitados por el alcance de sus manos, no pueden caminar por las calles, Massuh participaba en manifestaciones culturales que suponen una incompatibilidad concebiblemente obvia con su presencia .Y no se trata de un estigma que querríamos adjudicarle, ni tan siquiera del ejercicio de la memoria que el critica, sino de sus dichos actuales, insidiosamente - y sin revés - apologéticos del horror. Tampoco se trata de atribuirle una importancia que no merece. Ofrece un ejemplo de cómo el debate acerca de la memoria y el olvido se encuentra restringido y requiere revisar los supuestos aceptados, antes que limitarse a la voluntariosa insistencia. Sólo un ejemplo, porque no se trata más de que uno de los centenares (¿?) de funcionarios responsables que ocupan lugares tanto o más significativos. Ocurre que compartimos con la cierta oscura confusión acerca de la cultura. 15 Historias de la vida
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una injusticia inmensa vivida en el pasado no se atenúa con su evocación sistemática sino que incluso puede engendrar otra equivalente. Con el recuerdo también despertamos el odio que una vez enloqueció a un pueblo y lo manchó de sangre inocente (...) es un odio culpable; pero sus imágenes horrendas llegan a cubrir de modo tan persistente todo el ángulo de la mirada que en algún momento, inexplicablemente, se despierta un odio de otro signo (...) Un minuto más otorgado a la descripción del mal y este cobra nueva vida (...) el enemigo es un ser humano, un potencial compañero, el punto de partida de una nueva alianza; no se pregunta qué hizo. Sólo pregunta qué quiere hacer en adelante, si será el interlocutor de un proyecto para colonizar otra vez el futuro (...) El olvido (...) permite el reencuentro de los adversarios bajo una nueva luz. No se exige al otro que reconozca sus errores, que pida perdón; ¿acaso se es Dios para otorgarlo? El saber si sus manos están desarmadas y son aptas para levantar el nuevo edificio, si es capaz de ser solidario en la obra común. ¿Le negaremos esta posibilidad? Sólo el olvido de la culpa puede crear el clima necesario para otra aventura creadora?17 17 El subrayado es mío. Este texto merece formar parte de un verdadero género, con rasgos propios. Literatura que anticipa o justifica el horror, no ofrece directamente flancos al gesto crítico. Elude la impugnación al omitir toda referencia a aquello que se percibe como horroroso. Los victimarios y las víctimas saben de que se esta hablando, aun sin garantías. Los textos que conforman esta clase de literatura no suelen ser combatidos ni comprendidos cuando son escritos. Sus significados se debelan retrospectivamente. En este caso se exponen todos los argumentos convenientes para ocultar aquello que por no haberse terminado de consumar, dado que su esencia es el no acabamiento, se encuentra presente en su continuidad. Textos que mediante sus juegos de velos y develamientos no están destinados a la polémica, sino al acompañamiento intelectual o doctrinario de ciertos actos. La relación entre cultura y barbarie encuentra aquí su manifestación más trivial.
Víctor Massuh y Scilingo nos han inspirado acerca de la reconciliación. Las guerras son las que se olvidan, efectivamente. Massuh ofrece ejemplos heterogéneos pero convergentes, de reconciliación, de paz18. No se comprende entonces por qué no nos reconciliaríamos en la Argentina. ¿Por perversidad de los memoriosos? Cuidado, podríamos despertar al monstruo, sugiere cauto, preocupado por nuestra salud. Es fascinante, con la fascinación que produce el mal absoluto, apreciar cómo omite cuidadosamente decir en forma directa que propone olvidar lo inolvidable. ¿Necesitan las guerras que da como ejemplos sus argumentos para ser olvidadas? Es claro que los adversarios se reconcilian. No lo hacen cuando el conflicto consistió en una ruptura que se infligió como ruptura, como dolor instaurado para siempre. Cuando ésto ocurre y ocurrió pocas veces, ocurrió en el Holocausto y ocurrió en la Argentina de los desaparecidos, el crimen se mantiene en acto por la denegación. Si alguien tuviera dudas sobre el destino de la imposible reconciliación, haría bien en leer atentamente este discurso que La Nación toma como emblema de su aniversario. Si alguien creyera todavía que "cultura" es un término protector del horror haría bien en examinar algunos de los pasos dados por este intelectual de la dictadura, mostrándose en los salones literarios, con sus correspondientes amigos ensayistas judíos, lejos del barro y de la sangre, sólo aportándoles sus avales. Una de las tantas claves, de cuya totalidad no disponemos ni nunca dispondremos, en relación a la pregunta de "cómo pudo suceder", se encuentra allí donde no se espera hallarla.
18 La caída del muro de Berlín, la abolición del apartheid en Sudáfrica y el proceso de paz entre Israel y la OLP. El hecho de que nuestro país se haya visto involucrado en este último conflicto contribuye así mismo con sus rasgos siniestros a la intervención de Massuh. Las dos bombas que estallaron en Buenos Aires, lo hicieron en conexión con la misma trama que fue responsable de los desaparecidos. Quienes no olvidan y enlazan sus memorias asesinas desmienten también al articulista de La Nación.
Desaparecidos
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L a paz perpetua Emanuel Kant*
Sección Primera Artículos preliminares de una paz perpetua entre los estados No debe considerarse como válido un tratado de paz que se haya
A l a paz perpetua Esta inscripción satírica que un hostelero holandés había puesto en la muestra de su casa, debajo de una pintura que representaba un cementerio, ¿estaba dedicada a todos los "hombres" en general, o especialmente a los gobernantes, nunca hartos de guerra, o bien quizá sólo a los filósofos, entretenidos en soñar el dulce sueño de la paz? Quédese sin respuesta la pregunta. Pero el autor de estas líneas hace constar que, puesto que el político práctico acostumbra desdeñar, orgulloso, al teórico, considerándole como un pedante inofensivo, cuyas ideas, desprovistas de toda realidad, no pueden ser peligrosas para el Estado, que debe regirse por principios fundados en la experiencia; puesto que el
ajustado con la reserva mental de ciertos motivos capaces de provocar en el porvenir otra guerra. En efecto: semejante tratado sería un simple armisticio, una interrupción de las hostilidades, nunca una verdadera "paz", la cual significa el término de toda hostilidad; añadirle el epíteto de "perpetua" sería ya un sospechoso pleonasmo. El tratado de paz aniquila y borra por completo las causas existentes de futura guerra posible, aun cuando los que negocian la paz no las vislumbren ni sospechen en el momento de las negociaciones; aniquila incluso aquéllas que puedan luego descubrirse por medio de hábiles y penetrantes inquisiciones en los documentos archivados. [...] Ningún Estado independiente -pequeño o grande, lo mismo
gobernante, "hombre experimentado", deja al teórico jugar su
da- podrá ser adquirido por otro Estado mediante herencia,
juego, sin preocuparse de él, cuando ocurra entre ambos un
cambio, compra o donación...
disentimiento deberá el gobernante ser consecuente y no temer que sean peligrosas para el Estado unas opiniones que el teórico se ha atrevido a concebir, valgan lo que valieren. Sirva, pues, esta "cláusula salvatoria" de precaución que el autor de estas líneas toma expresamente, en la mejor forma, contra toda interpretación malévola.
Un Estado no es -como lo es, por ejemplo, el "suelo" que ocupa- un haber, un patrimonio. Es una sociedad de hombres sobre la cual nadie, sino ella misma, puede mandar y disponer. Es un tronco con raíces propias; por consiguiente, incorporarlo a otro Estado, injertándolo, por decirlo así, en él, vale tanto como anular su existencia de persona moral y hacer de esta persona una cosa. [...] Ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución y gobierno de otro Estado. ¿Con qué derecho lo haría? ¿Acaso fundándose en el escándalo y mal ejemplo que un Estado da a los súbditos de otro Estado? Pero, para éstos, el espectáculo de los grandes males que un pueblo se ocasiona a sí mismo por vivir en el desprecio de la ley es más bien útil como advertencia ejemplar; además, en general, el mal ejemplo que una persona libre da a otra -scandalum acceptum- no implica lesión alguna de esta última. Sin embargo, no es ésto aplicable al caso de que un Estado, a consecuencia de interiores disensiones, se divida en dos partes, cada una de las cuales represente un Estado particular, con la pretensión de ser el todo; porque entonces, si un Estado exterior presta su ayuda a una de las dos partes, no puede ésto considerarse como una intromisión en la constitución de la otra -pues ésta entonces está en pura anarquía-. Sin embargo, mientras esa
*Tomado de Emanuel Kant, La paz perpetua, México, Espasa Calpe colección Austral, 1972, traducción de Manuel García Morente.
interior división no sea francamente manifiesta, la
Emanuel kant
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intromisión de las potencias extranjeras será siempre una violación de los derechos de un pueblo libre, independiente, que lucha sólo en su enfermedad interior. Inmiscuirse en sus pleitos domésticos sería un escándalo que pondría en peligro la autonomía de todos los demás Estados. Ningún Estado que esté en guerra con otro debe permitirse el uso de hostilidades que imposibiliten la recíproca confianza en le paz futura; tales son, por ejemplo, el empleo en el Estado enemigo de asesinos (percussores), envenenadores (venefici), el quebrantamiento de capitulaciones, la excitación a la traición, etc. Estas estratagemas son deshonrosas. Pues aun en plena guerra ha de haber cierta confianza en la conciencia del enemigo. De lo contrario, no podría nunca ajustarse la paz, y las hostilidades degenerarían en guerra de exterminio -bellum intemecinum-. [...] una guerra de exterminio, que llevaría consigo el aniquilamiento de las dos partes y la anulación de todo derecho, haría imposible una paz perpetua, como no fuese la paz del cementerio de todo el género humano. Semejante guerra debe quedar, pues, absolutamente prohibida, y prohibido también, por tanto, el uso de los medios que a ella conducen. Y es bien claro que las citadas estratagemas conducen inevitablemente a aquellos resultados, porque el empleo de esas artes infernales, por sí mismas viles, no se contiene dentro de los límites de la guerra, como sucede con el uso de los espías -uti exploratoribus-, que consiste en aprovechar la indignidad de "otros" -ya que no sea posible extirpar este vicio-, sino que se prosigue aun después de terminada la guerra, destruyendo así los fines mismos de la paz. [...]
Sección segunda Artículos definitivos de la paz perpetua entre los estados La paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza -status naturalis-; el estado de naturaleza es más bien la guerra, es decir, un estado en donde, aunque las hostilidades no hayan sido rotas, existe la constante amenaza de romperlas. Por tanto, la paz es algo que debe ser "instaurado"; pues abstenerse de romper las hostilidades no basta para asegurar la paz, y si los que viven juntos no se han dado mutuas seguridades -cosa que sólo en el estado "civil" puede acontecer-, cabrá que cada uno de ellos, habiendo previamente requerido al otro, lo considere y trate, si se niega, como a un enemigo. Primer artículo definitivo de la paz perpetúa La constitución política debe ser en todo Estado republicana La constitución cuyos fundamentos sean los tres siguientes. 1o, principio de la "libertad" de los miembros de una sociedad -como hombres-; 2°, principio de la "dependencia" en que todos se hallan de una única legislación común -como súbditos-; 3o, principio de la "igualdad" de todos -como ciudadanos-, es la única constitución que nace de la idea del contrato originario, sobre el cual ha de fundarse toda la legislación de un pueblo.[...] La constitución republicana, además de la pureza de su origen, que brota de la clara fuente del concepto de derecho, tiene la ventaja de ser la más propicia para llegar al anhelado fin: la paz perpetua.
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He aquí los motivos de ello. En la constitución republicana no puede por menos de ser necesario el consentimiento de los ciudadanos para declarar la guerra. Nada más natural, por tanto, que, ya que ellos han de sufrir los males de la guerra -como son los combates, los gastos, la devastación, el peso abrumador de la deuda pública, que trasciende a tiempos de paz-, lo piensen mucho y vacilen antes de decidirse a tan arriesgado juego. [...]
libertad racional, los miramos con desprecio profundo y consideramos su conducta como bárbara incultura, como un bestial embrutecimiento de la Humanidad; del mismo modo -debiera pensarse- están obligados los pueblos civilizados. Cada uno de los cuales constituye un Estado a salir cuanto antes de esa situación infame. [...] Considerado el concepto del derecho de gentes como el de un derecho a la guerra, resulta inconcebible; porque habría de concebirse entonces como un derecho a determinar lo justo y lo injusto, no según leyes exteriores de valor universal limitativas de la libertad de cada individuo, sino según máximas parciales, asentadas sobre la fuerza bruta. Sólo hay un modo de entender ese derecho a la guerra, y es el siguiente: que es muy justo y legítimo que quienes piensan de ese modo se destrocen unos a otros y vayan a buscar la paz perpetua en el seno de la tierra, en la tumba, que con su manto fúnebre tapa y cubre los horrores y los causantes de la violencia. [...] Suplemento segundo Un artículo secreto de la paz perpetúa
Segundo artículo definitivo de la paz perpetua El derecho de gentes debe fundarse en una federación de Estados Los pueblos, como estados que son, pueden considerarse como individuos en estado de naturaleza -es decir, independientes de toda ley externa-, cuya convivencia en ese estado natural es ya un perjuicio para todos y cada uno. Todo Estado puede y debe afirmar su propia seguridad, requiriendo a los demás para que entren a formar con él una especie de constitución, semejante a la constitución política, que garantice el derecho de cada uno. [...] Ahora bien; cuando vemos el apego que tienen los salvajes a su libertad sin ley, prefiriendo la continua lucha mejor que someterse a una fuerza legal constituida por ellos mismos, prefiriendo una libertad insensata a la
[...] "Las máximas de los filósofos sobre las condiciones de la posibilidad de la paz pública deberán ser tenidas en cuenta y estudiadas por los Estados apercibidos para la guerra".[...] No quiero decir que el Estado deba dar la preferencia a los principios del filósofo sobre las sentencias del jurista -representante de la potestad pública-, sino sólo que debe oírlos. [...] No hay que esperar ni que los reyes se hagan filósofos ni que los filósofos sean reyes. Tampoco hay que desearlo; la posesión de la fuerza perjudica inevitablemente al libre ejercicio de la razón. Pero sí los reyes o los pueblos príncipes -pueblos que se rigen por leyes de igualdad- no permiten que la clase de los filósofos desaparezca o enmudezca; si les dejan hablar públicamente, obtendrán en el estudio de sus asuntos unas aclaraciones y precisiones de las que no se puede prescindir.!...] Si es un deber, y al mismo tiempo una esperanza, el que contribuyamos todos a realizar un estado de derecho público universal, aunque sólo sea en aproximación progresiva, la idea de la "paz perpetua", que se deduce de los hasta hoy falsamente llamados tratados de paz -en realidad, armisticios-, no es una fantasía vana, sino un problema que hay que ir resolviendo poco a poco, acercándonos con la mayor rapidez al fin apetecido, ya que el movimiento del progreso ha de ser, en lo futuro, más rápido y eficaz que en el pasado. Emanuel Kant
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El Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional de Colombia acaba de publicar una colección de seis títulos, fruto del trabajo adelantado en los últimos años en el marco de propósitos, configurados hace ya 12 años, de fomento a la investigación pluridisciplinaria y de contribución al análisis de los problemas sociales del país. Esta colección pone en evidencia el trabajo continuado, abierto y renovador en el tema "clásico" de la violencia; la investigación consolidada de las poblaciones y culturas afro colombianas; la apertura de nuevos campos, como los estudios de mujer, género, masculinidad y cuerpo; la articulación de los estudios del trabajo con los grandes procesos internacionales y latinoamericanos. Da cuenta de los esfuerzos de investigadores anclados en la realidad nacional y conectada con la comunidad académica internacional; de sus búsquedas en términos de pluralismo metodológico, diversidad temática y debates interdisciplinarios; de las interpelaciones recíprocas entre sus líneas de investigación; de sus propuestas al Estado y a la sociedad colombiana. Los seis libros pueden dividirse en dos tipos de trabajos: tres compilaciones que buscan ubicar el estado de la investigación en sus respectivos campos y tres libros que presentan resultados directos de las investigaciones adelantadas en el CES. Entre los primeros encontramos un panorama diverso, renovador y polémico de los últimos desarrollos investigativos en Colombia sobre las violencias (Arocha, Cubides, Jimeno); un conjunto de perspectivas latinoamericanas comparadas en torno al impacto de la globalización económica sobre las relaciones laborales (Arango, López) y una selección de ensayos que abren trocha en el país en el estudio del "cuerpo" (Viveros, Garay). Estas compilaciones que señalan las tendencias en los campos donde se mueven los investigadores, constituyen un ejercicio necesario de ubicación de sus aportes, enfoques y metodologías en el marco de las comunidades académicas nacionales e internacionales. Entre los libros que presentan resultados directos de las investigaciones, se encuentra una rigurosa sistematización e interpretación histórica y sociológica de datos oficiales sobre violencia en los municipios colombianos entre 1980 y 1997 (Cubides, Olaya, Ortiz); una investigación histórico-antropológica sobre la convivencia interétnica, los saberes ecológicos y las resistencias culturales de poblaciones negras colombianas (Arocha); y cinco estudios de caso que analizan cambios significativos en las relaciones de género en ámbitos diversos como las prácticas de socialización familiares, las decisiones reproductivas, las organizaciones populares, las relaciones laborales y las políticas agrarias (Varias autoras). Como bien lo señala Marco Palacios en su prólogo, el libro Las violencias: inclusión creciente, compilado por investigadores de larga y fecunda trayectoria en el CES y en el país como Fernando Cubides, Jaime Arocha y Myriam Jimeno, "el vigor de estos trabajos que prolongan una línea de muchos años, se alimenta del apoyo en la investigación empírica, del esfuerzo multidisciplinario, de la sospecha en los grandes rendimientos de la teoría general". La compilación no se destaca únicamente por la calidad de las investigaciones empíricas que sustentan los ensayos seleccionados, sino por la propuesta innovadora y plural de las aproximaciones metodológicas y las formas de construir el objeto "violencia" en sus diversas manifestaciones e interrelaciones con otros procesos micro, macro y meso sociales, señalando alguna rupturas y numerosas reformulaciones. El libro incluye análisis documentados sobre los principales actores organizados del conflicto: guerrilla, para militares, ejército y Estado. Sus estrategias y racionalidades son rastreadas en sus dimensiones políticas, económicas, territoriales. Los actores de violencia
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configuración de las modalidades que toma la reestructuración industrial en los distintos países y sectores productivos, en relación directa con sus particularidades históricas. Como arte y parte de esta producción investigativa y editorial, solo me resta agradecer la tribuna y esperar el juicio crítico de las lectoras y lectores. lustitia Interrupta Reflexiones críticas desde la Posición "Postsocialista" Nancy Fraser, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, Uniandes, 1997. Ignacio Abello Filósofo, profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes
No siempre es fácil encontrar libros que al formularse problemas de la contemporaneidad, busquen desarrollar los temas tratados a partir de nuevas categorías de pensamiento y al mismo tiempo tengan tan claros los cambios que las prácticas sociales introducen en los conceptos, así como los conceptos en la comprensión y transformación de esas prácticas sociales. El libro de Nancy Fraser tiene esa cualidad. Desde el principio nos hace caer en cuenta que en los últimos diez años todo el conjunto de las relaciones de poder de orden político y económico han cambiado y, por consiguiente es necesario, para comprenderlo, nuevos conceptos y nuevas categorías. La categoría de análisis central que desarrolla en el libro es la de "condición postsocialista", entendiendo por tal la ausencia de alguna teoría progresista que después de la caida del socialismo, tenga alguna credibilidad. También la caracteriza por un cambio en la gramática, en el sentido en que,según ella, el problema de la justicia ha dejado de ser un
concepto que tenga que ver con la redistribución y se ha convertido en el reconocimiento de un grupo en el cual no aparece la noción de clase social, sino la identidad de un valor cultural. Dicho en otras palabras, ha surgido una oposición entre políticas sociales y políticas culturales; oposición que, considera Nancy Fraser, es completamente falsa, aunque hayan sido puestas como excluyentes y se manejen en los Estados Unidos en esa dirección. La tarea propia del postsocialismo que debe ser pensada hoy con el fin de evitar un adormecimiento en el campo de lo social y lo cultural, adormecimiento que conllevaría consecuentemente a la práctica de una más grande injusticia social y por ende a un mayor empobrecimiento espiritual y material, es cuestionar la distinción entre economía y cultura. En segundo lugar, comprender que mientras no se haga una redefinición conceptual que afecte las prácticas sociales actuales, las dos nociones seguirán produciendo injusticias. Y en tercer lugar, crear un proyecto político mnicomprensivo a partir de la integración de las nociones de reconocimiento y redistribución. Aunque este último punto peca, a mi modo de ver, de cierto toque de ingenuidad, lo más extraño es que después de analizar nuevos conceptos y nuevas situaciones, la autora opte por buscar soluciones que se encuentran en lenguajes que se corresponden con otras formas de organización social. Sin embargo, e independientemente de las tareas o soluciones que se propongan, lo importante es la manera como señala los procesos de injusticia y empobrecimiento a nivel mundial no solamente en los ingresos sino
también de la calidad de vida en la cual se tiene que tener en cuenta, el aire, el agua, la seguridad social y claro, los reconocimientos culturales de grupos grandes y pequeños. Es necesario entonces, según la autora, hacer un examen crítico de todos y cada uno de los conceptos que la condición postsocialista a impuesto con el fin claro y preciso de recuperar la justicia de la redistribución, no en los mismos términos que anteriormente, sino incluyendo todos los nuevos problemas que la práctica social del postsocialismo ha hecho aparecer, y en ese sentido no hay la menor duda que las diversas teorías y prácticas culturales no solamente constituyen un nuevo lenguaje dentro de la noción de justicia, sino que también se constituyen en el nuevo elemento que se encuentra en la base de una teorización política. El libro es pues, atractivo e interesante por su posición clara frente a los aconteceres de las sociedades contemporáneas y en ese sentido es importante, aunque no siempre se llegue en la lectura de los capítulos a encontrar la intensidad de lo propuesto, tal vez por ser una recopilación de diversos artículos. Sin embargo, si en algo se ha avanzado hoy en día es en no pretender encontrar en ningún texto la respuesta plena a un pretendido problema total, sino más bien los elementos de reflexión que permiten abrir y comprender nuevos y viejos problemas. Y ésto, sin duda, lo cumple este libro de Nancy Fraser, que desde el título mismo nos indica su proyecto que sin la menor duda es de carácter ético: hacer que la justicia reanude su marcha, pues en la medida que continué "interrupta" la humanidad entera padecerá lo que ya se pensaba superado.
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configuración de las modalidades que toma la reestructuración industrial en los distintos países y sectores productivos, en relación directa con sus particularidades históricas. Como arte y parte de esta producción investigativa y editorial, solo me resta agradecer la tribuna y esperar el juicio crítico de las lectoras y lectores. lustitia Interrupta Reflexiones críticas desde la Posición "Postsocialista" Nancy Fraser, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, Uniandes, 1997. Ignacio Abello Filósofo, profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes
No siempre es fácil encontrar libros que al formularse problemas de la contemporaneidad, busquen desarrollar los temas tratados a partir de nuevas categorías de pensamiento y al mismo tiempo tengan tan claros los cambios que las prácticas sociales introducen en los conceptos, así como los conceptos en la comprensión y transformación de esas prácticas sociales. El libro de Nancy Fraser tiene esa cualidad. Desde el principio nos hace caer en cuenta que en los últimos diez años todo el conjunto de las relaciones de poder de orden político y económico han cambiado y, por consiguiente es necesario, para comprenderlo, nuevos conceptos y nuevas categorías. La categoría de análisis central que desarrolla en el libro es la de "condición postsocialista", entendiendo por tal la ausencia de alguna teoría progresista que después de la caida del socialismo, tenga alguna credibilidad. También la caracteriza por un cambio en la gramática, en el sentido en que,según ella, el problema de la justicia ha dejado de ser un
concepto que tenga que ver con la redistribución y se ha convertido en el reconocimiento de un grupo en el cual no aparece la noción de clase social, sino la identidad de un valor cultural. Dicho en otras palabras, ha surgido una oposición entre políticas sociales y políticas culturales; oposición que, considera Nancy Fraser, es completamente falsa, aunque hayan sido puestas como excluyentes y se manejen en los Estados Unidos en esa dirección. La tarea propia del postsocialismo que debe ser pensada hoy con el fin de evitar un adormecimiento en el campo de lo social y lo cultural, adormecimiento que conllevaría consecuentemente a la práctica de una más grande injusticia social y por ende a un mayor empobrecimiento espiritual y material, es cuestionar la distinción entre economía y cultura. En segundo lugar, comprender que mientras no se haga una redefinición conceptual que afecte las prácticas sociales actuales, las dos nociones seguirán produciendo injusticias. Y en tercer lugar, crear un proyecto político mnicomprensivo a partir de la integración de las nociones de reconocimiento y redistribución. Aunque este último punto peca, a mi modo de ver, de cierto toque de ingenuidad, lo más extraño es que después de analizar nuevos conceptos y nuevas situaciones, la autora opte por buscar soluciones que se encuentran en lenguajes que se corresponden con otras formas de organización social. Sin embargo, e independientemente de las tareas o soluciones que se propongan, lo importante es la manera como señala los procesos de injusticia y empobrecimiento a nivel mundial no solamente en los ingresos sino
también de la calidad de vida en la cual se tiene que tener en cuenta, el aire, el agua, la seguridad social y claro, los reconocimientos culturales de grupos grandes y pequeños. Es necesario entonces, según la autora, hacer un examen crítico de todos y cada uno de los conceptos que la condición postsocialista a impuesto con el fin claro y preciso de recuperar la justicia de la redistribución, no en los mismos términos que anteriormente, sino incluyendo todos los nuevos problemas que la práctica social del postsocialismo ha hecho aparecer, y en ese sentido no hay la menor duda que las diversas teorías y prácticas culturales no solamente constituyen un nuevo lenguaje dentro de la noción de justicia, sino que también se constituyen en el nuevo elemento que se encuentra en la base de una teorización política. El libro es pues, atractivo e interesante por su posición clara frente a los aconteceres de las sociedades contemporáneas y en ese sentido es importante, aunque no siempre se llegue en la lectura de los capítulos a encontrar la intensidad de lo propuesto, tal vez por ser una recopilación de diversos artículos. Sin embargo, si en algo se ha avanzado hoy en día es en no pretender encontrar en ningún texto la respuesta plena a un pretendido problema total, sino más bien los elementos de reflexión que permiten abrir y comprender nuevos y viejos problemas. Y ésto, sin duda, lo cumple este libro de Nancy Fraser, que desde el título mismo nos indica su proyecto que sin la menor duda es de carácter ético: hacer que la justicia reanude su marcha, pues en la medida que continué "interrupta" la humanidad entera padecerá lo que ya se pensaba superado.
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Figuraciones en Proceso Compiladora Vera Weiler Universidad Nacional de Colombia, Universidad Industrial de Santander y Fundación Social, 1998
Ingrid Johanna Bolívar Politóloga, Investigadora del CINEP y profesora de la Universidad de Los Andes
Desconocidos por gran parte de los investigadores colombianos, los planteamientos del sociólogo Norbert Elias han recibido recientemente un notable impulso en el país gracias a la publicación de distintos comentarios y desarrollos de su obra. Figuraciones en Proceso recoge un artículo de Elias y ocho trabajos que complementan desde distintas perspectivas algunas de sus ideas. Ahora bien, ante la imposibilidad de reseñar todos los textos se presenta un comentario general y una reflexión más detallada sobre
algunos de ellos. Los distintos trabajos compilados en Figuraciones en proceso se alimentan al tiempo que transforman una de las tesis centrales de Elias según la cual la construcción del Estado moderno requiere, al tiempo que posibilita, la configuración de un espacio privado-personal, de mayores niveles de individuación. En este sentido, los diferentes artículos problematizan la relación entre las regulaciones externas, especialmente estatales y las regulaciones internas, expresadas principalmente como dinámicas de autocontrol y como formas cada vez más individualizadas de autoconciencia. En esa tensión que se manifiesta como un continuo y en la que se pueden identificar tendencias generales, se insertan las distintas reflexiones sobre el carácter cambiante de las violencias, las paradojas de la pacificación, los procesos de autocontrol y transformación de las emociones, la existencia de múltiples regímenes, ésto es, de modelos diferenciables de regulación del comportamiento y la configuración de la globalización como proceso social. En el análisis de cada una de estas problemáticas se destacan como ejes de comprensión nociones tales como figuración, entramado social, interdependencia, regulaciones, control de las emociones, modelado de la autoconciencia y la interacción entre procesos sociales y procesos psíquicos. La distinción entre estos procesos parte de insistir en que aunque lo psíquico no tiene un carácter extrasocial, ni lo social una naturaleza extrapsíquica, en tanto dinámicas y momentos particulares de la tensión individuo-sociedad son procesos diferenciables, no antagónicos. Se ha hecho énfasis en el interjuego entre "lo social" y "lo psíquico" porque como problema conceptual aparece frecuentemente en la obra de
Elias y en el texto aquí reseñado. Además porque actúa como "problema bisagra" que conecta al Estado con las transformaciones de la personalidad y de la autoconciencia. Elias ya ha mostrado que a un tipo particular de entramado social y de configuración política corresponde un modelo definido de autorregulación del comportamiento y de las emociones, ésto es un modelado definido de la autoconciencia. Hasta aquí el comentario general que insiste en los problemas y perspectivas comunes a los distintos artículos. A continuación se exploran con algún detalle algunas de las problematizaciones anteriores. Johan Goudsblom en el artículo "La paradoja de la pacificación" insiste en el carácter contradictorio del proceso social que ha permitido la monopolización de la violencia y que la ha dispuesto como recurso de poder, como dispositivo ordenador. La paradoja radica entonces en que "la violencia organizada sólo puede ser efectiva en virtud de un grado de pacificación" y en que "la violencia organizada surge como un medio para mantener a raya la violencia exterior y para desmembrar la violencia al interior". De ahí que proponga que para "entender la naturaleza y la intensidad de la violencia en instancias específicas" haya que explorar "las figuraciones sociales de las que hacen parte los perpetradores y las víctimas; y el curso extenso de la historia humana en el que todas y cada una de estas figuraciones sociales se han desarrollado"
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Figuraciones en Proceso Compiladora Vera Weiler Universidad Nacional de Colombia, Universidad Industrial de Santander y Fundación Social, 1998
Ingrid Johanna Bolívar Politóloga, Investigadora del CINEP y profesora de la Universidad de Los Andes
Desconocidos por gran parte de los investigadores colombianos, los planteamientos del sociólogo Norbert Elias han recibido recientemente un notable impulso en el país gracias a la publicación de distintos comentarios y desarrollos de su obra. Figuraciones en Proceso recoge un artículo de Elias y ocho trabajos que complementan desde distintas perspectivas algunas de sus ideas. Ahora bien, ante la imposibilidad de reseñar todos los textos se presenta un comentario general y una reflexión más detallada sobre
algunos de ellos. Los distintos trabajos compilados en Figuraciones en proceso se alimentan al tiempo que transforman una de las tesis centrales de Elias según la cual la construcción del Estado moderno requiere, al tiempo que posibilita, la configuración de un espacio privado-personal, de mayores niveles de individuación. En este sentido, los diferentes artículos problematizan la relación entre las regulaciones externas, especialmente estatales y las regulaciones internas, expresadas principalmente como dinámicas de autocontrol y como formas cada vez más individualizadas de autoconciencia. En esa tensión que se manifiesta como un continuo y en la que se pueden identificar tendencias generales, se insertan las distintas reflexiones sobre el carácter cambiante de las violencias, las paradojas de la pacificación, los procesos de autocontrol y transformación de las emociones, la existencia de múltiples regímenes, ésto es, de modelos diferenciables de regulación del comportamiento y la configuración de la globalización como proceso social. En el análisis de cada una de estas problemáticas se destacan como ejes de comprensión nociones tales como figuración, entramado social, interdependencia, regulaciones, control de las emociones, modelado de la autoconciencia y la interacción entre procesos sociales y procesos psíquicos. La distinción entre estos procesos parte de insistir en que aunque lo psíquico no tiene un carácter extrasocial, ni lo social una naturaleza extrapsíquica, en tanto dinámicas y momentos particulares de la tensión individuo-sociedad son procesos diferenciables, no antagónicos. Se ha hecho énfasis en el interjuego entre "lo social" y "lo psíquico" porque como problema conceptual aparece frecuentemente en la obra de
Elias y en el texto aquí reseñado. Además porque actúa como "problema bisagra" que conecta al Estado con las transformaciones de la personalidad y de la autoconciencia. Elias ya ha mostrado que a un tipo particular de entramado social y de configuración política corresponde un modelo definido de autorregulación del comportamiento y de las emociones, ésto es un modelado definido de la autoconciencia. Hasta aquí el comentario general que insiste en los problemas y perspectivas comunes a los distintos artículos. A continuación se exploran con algún detalle algunas de las problematizaciones anteriores. Johan Goudsblom en el artículo "La paradoja de la pacificación" insiste en el carácter contradictorio del proceso social que ha permitido la monopolización de la violencia y que la ha dispuesto como recurso de poder, como dispositivo ordenador. La paradoja radica entonces en que "la violencia organizada sólo puede ser efectiva en virtud de un grado de pacificación" y en que "la violencia organizada surge como un medio para mantener a raya la violencia exterior y para desmembrar la violencia al interior". De ahí que proponga que para "entender la naturaleza y la intensidad de la violencia en instancias específicas" haya que explorar "las figuraciones sociales de las que hacen parte los perpetradores y las víctimas; y el curso extenso de la historia humana en el que todas y cada una de estas figuraciones sociales se han desarrollado"
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Desde esta perspectiva, la violencia más que disfunción o patología social se concibe como tipo particular de regulación del comportamiento, de las emociones y en general de las relaciones humanas. Incluso, "la organización de la violencia" puede ser leída como "una de las fuerzas inaugurales del vínculo social". Ahora bien, en tanto tipo de regulación, la violencia sólo es comprensible dentro de un mapa más amplio que de cuenta de las principales características de un entramado social definido, de sus interdependencias y vinculaciones. Goudsblom insiste por eso en que el proceso de monopolización de la violencia hay que verlo como parte de un proceso de mayor alcance: la diferenciación progresiva entre seres humanos y por esa vía la complejización del entramado social. Goudsblom reconstruye los planteamientos de Elias sobre la construcción del monopolio de la violencia en Europa Occidental. Examina la distinción de los tres estadios en el monopolio de la violencia y señala que "de forma superficial" Colombia "puede acercarse al segundo estadio: la monopolización de la violencia organizada por unos guerreros" mientras que globalmente "el mundo se encuentra en un proceso de transición del tercero (la violencia descansa en las organizaciones del estado central) a un cuarto estadio aún muy confuso..." una de cuyas características "es el rápido desarrollo y difusión de nuevas armas con potencial destructivo sin precedentes". Aunque se recogen y comentan los distintos estadios de construcción del monopolio de la violencia identificados por Elias se recalca que "tales procesos de monopolización vienen acompañados de contra tendencias que viran hacia
el debilitamiento del monopolio establecido". Con ésto, el monopolio de la violencia, característico de los estados modernos, deja de ser un hecho, un algo consumado, para mostrarse como un proceso abigarrado, contradictorio, diferenciado en el tiempo y en las regiones, no lineal y siempre puesto a prueba. Bajo esta mirada procesual los análisis políticos sobre el Estado y la violencia ganarían dinamismo y gran capacidad interpretativa. En una dirección similar se orienta el artículo de Pieter Spierenburg "Violencia, castigo, el cuerpo y el honor: una revaluación". El autor discute algunas de las críticas que se le han hecho a Elias en el sentido de que su teoría basada en la privatización, la identificación y la transformación de las sensibilidades no sirve para explicar la evolución del castigo. Luego de señalar los errores conceptuales y metodológicos en los que incurren algunos críticos de Elias y los que buscan explicaciones monocausales de los fenómenos sociales, Spierenburg formula sus objetivos en los siguientes términos "explorar en qué forma los cambios en el castigo reflejan desarrollos más amplios a largo plazo en la sociedad; aprender, a través del estudio del castigo, cómo están interrelacionados estos desarrollos; averiguar si todo ésto puede mejorar nuestra percepción de la estructura de nuestra sociedad y de nosotros mismos". Para el autor, la teoría de la Civilización expuesta por Elias tiene un importante reto en la constatación de que los índices de violencia urbana y de homicidios se han venido incrementando de los años 60 para acá. Spierenburg se pregunta sí este incremento de los homicidios indica una tendencia descivilizadora y una radical oposición a lo planteado por Elias frente a la
marginalización de la violencia como dispositivo regulador de la vida social. Caracterizar la violencia como un proceso social inserto en condiciones particulares de interdependencia, vinculación funcional, configuración de la autoridad, diferenciación social, etc, le permite a Spierenburg reconocer las "caras cambiantes de la violencia". El autor propone un sistema de dos ejes relacionados pero distintos. El uno tiene como opuestos la violencia impulsiva contra la planeada (o racional); el otro tiene la violencia ritual o expresiva contra la instrumental. El primer eje se refiere a lo que sucede en la mente de un homicida; a su personalidad o hábitos... Este eje es el que está más estrechamente asociado con la teoría de Elias y las observaciones sobre las cuales esta basada... El segundo eje se refiere al significado del acto de un homicida en una secuencia de eventos. Mientras que la violencia ritual está guiada por los códigos culturales implícitos de la comunidad, su contraparte instrumental es principalmente un medio hacia un fin. Las distinciones entre los ejes son analíticas, se refieren a la dinámica que predomina en cada caso. Se insiste en que ningún ataque es mera o absolutamente instrumental o simbólico. De lo que se trata es de pensar y de ubicar el ataque más cerca a uno de los polos de la relación. Luego de comentar diversas criticas que se le han hecho al sistema de los dos ejes y entre las cuales se destacan el que lo ritual y lo instrumental son inconmensurables, "debido a que la segunda, a diferencia de la primera, tiene que ver con motivo", y que lo ritual no ha desaparecido sino que ha transformado su carácter, Spierenburg expone su hipótesis. Según el y retomando trabajos de otros autores puede decirse que "las tendencias a largo plazo se desplazaron de una
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dominación de violencia impulsiva a una mayor participación de la violencia planeada y en dirección a ana marginalización de aspectos rituales y a una mayor prominencia de aspectos instrumentales". Para ilustrar ¡o referido a la marginalización de los aspectos rituales, el autor expone lo que llama la "espiritualización del honor". Partiendo de que el honor puede estar orientado hacia adentro o hacia afuera, Spierenburg muestra la tendencia creciente en Europa Occidental, desde el siglo XVI y siguientes, a vincular el honor a las virtudes internas y no a la apariencia externa del cuerpo. La discusión sobre la "espiritualización del honor" recuerda los comentarios del filosofo Charles Taylor en La ética de la autenticidad sobre el "giro subjetivista de la modernidad" y el desplazamiento moderno del honor hacia la dignidad. Ahora bien, preguntarse por las transformaciones de la violencia, de su carácter y de su forma de aparecer en el mundo implica que es necesario indagar sobre los cambios más amplios de la sociedad, sobre los procesos de formación del Estado, de regulación religiosa y por los modelos de articulación económica. Desde esta perspectiva y tras el análisis detallado de numerosas fuentes primarias sobre homicidios y violencia en Ámsterdam y en Holanda en general, Spierenburg insiste en que "la desaparición de las peleas con arma blanca después de 1720 no fue tanto por adoctrinamiento religioso sino por represión por parte del Estado". El autor retoma algunos planteamientos de Elias sobre monopolización de la violencia y los complementa a partir de un estudio cuidadoso de las diversas dinámicas asociadas al honor, la vergüenza, y el rechazo de la ley como posible resarcimiento. Desde estos mismo referentes explora la situación del sur de los Estados Unidos y las continuidades entre la violencia racista y los problemas urbanomarginales de hoy. El autor señala
que la violencia hoy se expresa principalmente en la existencia de "islas sin pacificar" y que las acciones del crimen organizado tienen que leerse como fisuras del monopolio estatal atadas a la expansión del carácter racional y planeado de la violencia como medio. Una de las conclusiones de Spierenburg que más ilumina las múltiples dinámicas de violencia en Colombia y que recoge cabalmente el potencial interpretativo de Elias es formulada en los siguientes términos "cuando el control del Estado es débil, las nociones de una masculinidad ruda y de una fuerte defensa del honor propio tienden a seguir siendo dominantes; la fortaleza del Estado, especialmente un monopolio estable de violencia, facilita el desarrollo de una nueva masculinidad y de nociones espiritualizadas del honor". A partir de esta formulación se aclaran algunas de las relaciones de tensión y continuidad entre las diferentes pero siempre interconectadas violencias. Se establecen los vínculos entre configuración estatal y tipos de individuación, entre autoridad del Estado y formación de una vida privada. También a partir de esta tesis se pueden empezar a explorar formulaciones interpretativas de la violencia social en Colombia como "expresión de frecuentes y persecutorias heridas narcisistas"1. En ese sentido, podría decirse que algunas de las riñas callejeras y de
las frecuentes refriegas son formas particulares de expresar y tramitar un honor que está orientado hacia afuera, que no ha sido objeto de un proceso de individuación y que no cuenta tampoco con el Estado como último regulador. Hasta aquí sólo han sido reseñados dos de los nueve textos compilados por Vera Weiler en Figuraciones en Proceso. Sólo resta insistir en que los demás trabajos, especialmente el de Elias titulado "¿Cómo pueden las utopías científicas y literarias influir sobre el futuro?" y el de Cas Wouters "Sobre la sociogénesis de una tercera naturaleza en la civilización de las emociones", brindan herramientas conceptuales y metodológicas novedosas para repensar los distintos problemas de nuestro entramado social que como dice el maestro Jaime Jaramillo Uribe, participa y se alimenta mal o bien, gústenos o no, de la historia de Europa occidental. Para terminar, sólo queda insistir en una idea que Elias retomo de Comte y que repite en cada uno de sus distintos trabajos, especialmente en Compromiso y Distanciamiento: el conocimiento es un proceso social, la que conoce es la sociedad, no un individuo ahistórico y siempre racional. De ahí que para Elias la lectura de El Proceso de la Civilización fuera parte del proceso de la civilización del que formamos parte todos nosotros, en sus términos, " bárbaros tardíos".
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Tomando una idea de la profesora y terapeuta de la Universidad de Los Andes Paola Bohórquez.
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