Revista de Estudios Sociales No. 24

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24 agosto / 2006

Revista24 de Estudios Sociales Bogotá

facultad de ciencias sociales, uniandes / fundación social

agosto 2006

9 Editorial Germán Rey

15 Dossier

Tomás Eloy Martínez Arturo Alape Amparo Marroquín Miguel Huezo Carolina Alzate Aníbal Ford Eliseo Verón Martín Hopenhayn

55 Debate María Teresa Ronderos Ricardo Valencia

71 Documentos Graciela Uribe

93 Lecturas

ISSN 0123-885X

Alexandra Guáqueta

Bogotá

Otros relatos de lo social (I)

issn 0123-885X tarifa postal reducida no. 818 - vence 12/07 $15.000 pesos (Colombia)



Acerca de la Revista La Revista de Estudios Sociales (RES) es una publicación cuatrimestral creada en 1998 por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundación Social. Su objetivo es contribuir a la difusión de las investigaciones, los análisis y las opiniones que sobre los problemas sociales elabore la comunidad académica nacional e internacional, además de otros sectores de la sociedad que merecen ser conocidos por la opinión pública. De esta manera, la Revista busca ampliar el campo del conocimiento en materias que contribuyen a entender mejor nuestra realidad más inmediata y a mejorar las condiciones de vida de la población. La estructura de la Revista contempla seis secciones, a saber: El Editorial destaca aspectos que merecen la atención de algún miembro del Comité Editorial y que están relacionados con los temas del número que se publica. El Dossier integra un conjunto de versiones sobre un problema específico en un contexto general y presenta resultados de investigaciones científicas sobre la base de una perspectiva crítica y analítica. También se incluyen textos que integren resultados sobre investigaciones en las que se muestra el desarrollo y las nuevas tendencias en un área específica del conocimiento. Otras Voces presenta problemas que pueden tener cabida en otras secciones, pero que tienen perspectivas diferentes a la de los artículos del Dossier. Son trabajos que muestran los resultados preliminares de investigaciones o de reflexiones sobre un tema, reportes de caso o revisiones bibliográficas sobre un área del conocimiento. El Debate responde a los escritos de las secciones anteriores y también presenta entrevistas de conocedores de un tema particular. Documentos difunde una o más reflexiones, por lo general de autoridades en la materia, sobre temas de interés social. Lecturas muestra adelantos y reseñas bibliográficas en el campo de las Ciencias Sociales. La estructura de la Revista responde a una política editorial que busca hacer énfasis en ciertos aspectos, entre los cuales cabe destacar los siguientes: proporcionar un espacio disponible para diferentes discursos sobre teoría, investigación, coyuntura e información bibliográfica; facilitar el intercambio de información sobre las Ciencias Sociales con buena parte de los países de la región latinoamericana; difundir la Revista entre diversos públicos y no sólo entre los académicos; incorporar diversos lenguajes, como el ensayo, el relato, el informe y el debate, para que el conocimiento sea de utilidad social; finalmente, mostrar una noción flexible del concepto de investigación social, con el fin de dar cabida a expresiones ajenas al campo específico de las Ciencias Sociales.

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Fundadores Francisco Leal Germán Rey Director Carl Henrik Langebaek Comité Editorial Álvaro Camacho Felipe Castañeda Andrés Dávila Jesús Martín Barbero Lina María Saldarriaga Fernando Viviescas Comité Científico Charles Bergquist Gerhard Drekonja-Kornat Atilio Borón Mabel Moraña Marco Palacios Daniel Pécaut Editor invitado Germán Rey Editores Lina Mendoza Nicolás Rodríguez Diagramación Gatos Gemelos Comunicación Impresión y encuadernación Panamericana Formas e Impresos S.A. Tarifa postal reducida No. 818 Vence diciembre 2007 ISSN 0123-885X Distribución y Ventas Librería Universidad de los Andes Cra. 1 No. 19-27 Ed. AU106 PBX: 3394949 – 3394999 Exts. 2071-2099-2181 Fax: 2158 Bogotá, D. C., Colombia Correo electrónico libreria@uniandes.edu.co http://ediciones.uniandes.edu.co Suscripciones Asociación de Revistas Culturales Colombianas - ARCCA Tel./Fax. 2 88 58 92 Correo electrónico: arcca@cable.net.co Esta Revista pertenece a la Asociación de Revistas Culturales Colombianas y a la Federación Iberoamericana de Revistas Culturales

Decanatura de la Facultad de Ciencias Sociales Cra. 1ª E No. 18ª-10, Edificio Franco Of. 202 Universidad de los Andes. Tel: 3324505 Fax: 3324508 Correo electrónico: res@uniandes.edu.co


Editorial

9-12

Germán Rey

Dossier “Hojas al viento de una larga guerra”/ “Leaves in the Wind of a Long War” • Tomás Eloy Martínez

15-19

“Voces en el taller de la memoria”/ “Voices in the Memory Workshop” • Arturo Alape

21-26

“Brújula rota. Cultura nómada de los trabajadores migratorios centroamericanos”/ “Broken Compass. “Nomadic” Culture of the Central American Working Immigrants” • Amparo Marroquín y Miguel Huezo

27-32

“El diario epistolar de dos amantes del siglo XIX. Soledad Acosta y José María Samper”/ "Poetic Diary of Two 19th Century Lovers. Soledad Acosta and José María Samper” • Carolina Alzate

33-37

“Sobre experiencia y discurso”/ “On Experience and Discourse” • Aníbal Ford y Eliseo Verón

39-44

“”Faúndez” y otros textos”/ “”Faúndez” and Other Texts” • Martín Hopenhayn

45-51

Debate “El canciller”/ “The Chancellor” • María Teresa Ronderos

55-59

“El nuevo sospechoso”/ “The New Suspect” • Ricardo Valencia

61-67

Documentos ““Perdí a mi esposo y a mi hijo” y otras historias de desplazados y desplazadas” (I)/ ““I Lost my Husband and my Son” and Other Stories of Forced Displacement Victims” (I) • Graciela Uribe

71-89

Lecturas Reseña/Comentarios de Francisco Leal Buitrago, La inseguridad de la seguridad. Colombia 1958-2005 (Bogotá: Planeta, 2006) • Alexandra Guáqueta

93-94


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Editorial Germán Rey1 A medida que la vida social se diversifica y se torna compleja, los lugares y los modos de hablar de ella, de escudriñarla, cambian también sustancialmente. Al lado de los fenómenos urbanos o de las modificaciones que introducen las tecnologías en la vida corriente, están las formas de aproximación que buscan hacerlas inteligibles. Y no se trata simplemente de fenómenos de forma sino de construcciones que revelan de manera inédita los acontecimientos sociales. En otras palabras: los mundos se hacen posibles en los lugares desde donde se observan y en los relatos a través de los cuales se cuentan. Y estos lugares y relatos han ido variando de una manera plural y creativa. Hace años Gregory Bateson utilizó la fotografía para seguir los rastros de la cultura a través de las imágenes, mientras su esposa, Margaret Mead, recurría a los métodos más textuales de la indagación etnográfica. El mismo Bateson creó sus Metálogos para encontrar otras resonancias de la explicación, más allá del diálogo que Sócrates usó maravillosamente como uno de los instrumentos de la mayéutica. Las ciencias sociales refinaron los caminos para la exploración de la sociedad, mientras que desde otras disciplinas y sensibilidades se fueron produciendo metodologías originales. Al acercarse los saberes y al hacerse mucho más maleables las fronteras entre ellos, los caminos se entrecruzaron. Los senderos fijos de otros tiempos cedieron al cruce y las interconexiones. La psicología cultural insistió en la importancia de las narrativas y la morfología del cuento y los relatos para proponer alternativas a las modalidades lógico-científicas del pensar; la sociología acudió a la teoría de los juegos o a las explicaciones de la física del caos, el psicoanálisis recuperó para sí la lingüística y la dramaturgia, y las comunicaciones tuvieron en cuenta el análisis del discurso y la pragmática. No se trató solamente de un intercambio provechoso de métodos, sino realmente de una interacción de disciplinas que perdían la rigidez de sus límites, enriqueciendo su propio campo o dando lugar a otros completamente nuevos. Los números 24 y 25 de la Revista de Estudios Sociales buscan precisamente hacer un rastreo de estos caminos desde los cuales se tienen otras visiones de la sociedad, con textos de autores latinoamericanos de reconocida prestancia: la crónica, el diario, la autobiografía, el relato literario, el testimonio, las historias de vida, la entrevista, el perfil, el informe especial, la columna de opinión, el guión cinematográfico, la fotografía, el libreto televisivo, el texto teatral, el blog, la crítica o el aforismo. Otros relatos de lo social. Acostumbrada, o mal acostumbrada a los formatos de la investigación científica tradicional, la universidad se encuentra cercada por otros lugares y otros tonos de voz, por otros caminos y otros enfoques de sus propias búsquedas sociales. Y aunque haya convertido a algunos de estos géneros en soporte del trabajo investigativo, en una suerte de transmutación subalterna (por ejemplo utilizando periódicos y testimonios para el trabajo histórico o sociológico), los otros relatos se incrustan en la pesada coraza académica, por lo menos para recordar los efectos tornasolados de lo social. La crónica periodística, le escuché decir a Gabriel García Márquez, “es un cuento que es verdad”. Se trata de una narración que se extiende en el tiempo, mucho más allá del registro de hechos que obsesivamente hacen los periódicos o la televisión, para tomar aliento, crear personajes, construir tramas y procurar el despliegue de un relato, que se basa en hechos reales y sucesos acontecidos. Quizás el verbo adecuado para dibujar la acción temporal de la crónica sea “desplegar”. Porque en la crónica más que los acontecimientos se observan los procesos, contados además desde la mirada del cronista que en ocasiones la cede a los otros protagonistas, siempre con un matiz personal, con una manera particular de encarar los pliegues de las historias, dejando

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Cofundador de la Revista de Estudios Sociales

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EDITORIAL

que construyan sin presiones sus propias verdades. Tomás Eloy Martínez, el celebrado autor de La novela de Perón o de Santa Evita escribe en “Hojas al viento de una larga guerra”, el texto que abre esta Revista, un relato que se encontrará con los estremecedores testimonios de desplazados recogidos por Graciela Uribe Ramón. Episodios de una misma guerra, la crónica del escritor argentino arranca con la irrupción de una brigada de guerrilleros en el comedor de una familia que almorzaba un hervido de res. También irrumpen los paramilitares y el ejército en las casas de los campesinos del Caquetá y el Putumayo a los que con una sensibilidad sin atenuantes se acerca etnográficamente la investigadora colombiana. Historias de amenazas y de abandonos, de luchas y de dignidad, son las que acompañan el despliegue de una crónica y la diacronía vital de una desplazada. Los testimonios se tornan documentos cuando se reconstruyen las voces de los protagonistas de conflictos indecibles. Las vidas entonces reciben el rostro que se les debe, la identidad que la guerra profundiza. Es lo que se observa en los trabajos de reconstrucción realizados por la colombiana Graciela Uribe Ramón. El texto del escritor Arturo Alape, uno de los cronistas decisivos para entender la historia de Colombia a partir de la segunda mitad del siglo XX, es la mejor lección de cómo se elaboran narraciones entrelazadas con las vidas reales de los habitantes de la ciudad. “Quiero reflexionar sobre esta experiencia de investigación social y diversas escrituras porque hacen parte de mi posterior trabajo narrativo”, escribe. Y emprende un relato en el que se encuentran los jóvenes de Ciudad Bolívar, una de las zonas más pobres de Bogotá, con las memorias de sus pobladores, las resistencias y desconfianzas iniciales con “sus instancias íntimas, sus maneras de actuar”. Las “Voces en el taller de la Memoria” de Alape es la reconstrucción de esos otros relatos de lo social que van permitiendo la emergencia de una conversación hecha de una doble ganancia: la de hablar de sí mismos y la de escuchar a los otros. El texto del autor de El Bogotazo: memorias del olvido o de Las muertes de Tirofijo tiene la propiedad de desentrañar una metodología en la que el investigador no es un observador distante, sino alguien que participa de una experiencia de comunalidad. “La esencia misma de la propuesta— escribe—se basaba en la pedagogía de la provocación: la discusión sobre sus vidas sería ante todo, un espacio de reflexión que los ayudaría a conocer las fibras de su propia identidad”. Los textos del investigador chileno Martín Hopenhayn, quien obtuvo el premio LASA de ciencias sociales por su libro Ni apocalípticos ni integrados, son breves y contundentes ensayos que toman la forma de artículos de opinión y que modulan lúcidos registros de la vida contemporánea. No es nueva la presencia de los intelectuales latinoamericanos en las páginas de libros y revistas, en donde suelen dejar el rastro de un pensamiento más cercano, incisivo y temporal. El ensayo tiene como ningún otro género un sentido de libertad y autonomía plenas, acompañado del estilo y la perspectiva individual como una impronta que lo hace un texto excesiva y lúdicamente personal. “De entrada te advierto que con él—dice Montaigne en la introducción a sus Ensayos— no me he propuesto otro fin que el doméstico y privado. En él no he tenido en cuenta ni el servicio a tí, ni mi gloria. No son capaces mis fuerzas de tales designios”. Pero además la Revista presenta algunos aforismos de Martín Hopenhayn quien ya ha publicado un celebrado libro de este género en la editorial Norma en Buenos Aires. El aforismo, pariente próximo de la sentencia, es una condensación cognitiva, muchas veces irritante, otras irónica, pero siempre lúcida y sobre todo clarividente. A grandes aforistas como Lichtenberger, Lec, Karl Kraus o Canetti se suman, en el caso colombiano, por lo menos dos ejemplos espléndidos, Nicolás Gómez Dávila y Freddy Téllez. El aforismo le hace una torsión al conocimiento y hay en él unos movimientos del pensamiento y del lenguaje, tan repentinos como estudiados, tan rápidos como extraordinariamente densos. Se asemejan a los haikús japoneses, no tanto por su medida sobriedad y brevedad, como por la epifanía de sus sugerencias y en el estremecimiento de sus figuraciones. La desmitificación suele ser una de sus características. Tiene unos efectos de deconstrucción del argumento manido a través de la elaboración condensada y contundente. 10


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El diario íntimo es un género de introspección, que reconoce que las vidas pueden ser captadas por momentos, sensaciones parciales, pensamientos repentinos. Siendo un género relativamente antiguo, tiene propiedades muy cercanas a expresiones más modernas como la fotografía o el video-clip. Cuando se expone al público la intimidad, el hablar de sí mismo mantiene una distancia despojada de moralismos o de la intención de aleccionar a otros. Se trata de una memoria que se retrae a la historia personal y que muchas veces capta los contornos sociales de una forma muy diferente a como lo hacen las memorias (de la que tendremos un excelente ejemplo en la RES 25) o los estudios sociológicos. Los rasgos sociales acompañan las reflexiones personales logrando ese vínculo tan difícil, entre subjetividades e historia, subjetividades y vida social. Parecen tan alejadas las vidas íntimas de las relaciones sociales, que nos sorprende el puente que el diario traza entre ellas. Pero “El diario epistolar de dos amantes del siglo XIX. Soledad Acosta y José María Samper” recuerda que hay un entrelazamiento en estos textos entre el amor y la guerra, las contingencias personales y los desastres de los conflictos que desde hace décadas asolan a Colombia. El texto de Carolina Alzate, quien además ha hecho un excelente trabajo de análisis y reconstrucción histórica de la escritora colombiana del siglo XIX Soledad Acosta de Samper, explora el tema de los diarios epistolares. Como lo señala en el inicio de su trabajo, no era nada frecuente que las mujeres de la época pudiesen hablar de sí mismas, que pudieran constituirse en sujetos autobiográficos. “Cuando emprenden la configuración de un yo que les permita redescribirse con respecto al orden patriarcal— escribe—lo hacen en la forma de cartas o de diarios, siendo el diario un subgénero marginal dentro de la autobiografía”. El perfil es un género narrativo que está cerca de lo que los psicólogos llaman test de personalidad. Pero, a diferencia de éstos, que finalmente tienen un afán de medición, el relato reconstruye la vida de personajes desde fuentes diversas que componen su identidad con la técnica del puzzle, tratando de hallar su consistencia o sus fragilidades mediante un trabajo investigativo riguroso, que se fundamenta ya sea en su itinerario histórico o en los laberintos de su propia personalidad. Más que el despliegue temporal de la crónica, el perfil rastrea las intensidades (y ambigüedades) de la existencia personal, generalmente mezclada con las repercusiones del paisaje social y con las perplejidades que conforman incluso las existencias más corrientes. “El Canciller” es el perfil de un narcotraficante, realizado con maestría por María Teresa Ronderos, quien ha hecho trabajos memorables en el género, por ejemplo como los que recogió en su libro Retratos del poder. El informe especial es, a su vez, un género que reúne al periodismo con la investigación. Se centra en un tema, lo desmenuza, busca causalidades, desglosa con bisturí los componentes de tramas atrapadas muchas veces por las confusiones o por las distorsiones interesadas. “El nuevo sospechoso” del joven periodista salvadoreño Ricardo Valencia de La Prensa Gráfica de El Salvador, plantea nuevas hipótesis sobre el asesinato de Monseñor Romero durante los días más crudos de la guerra en ese país, utilizando información desclasificada de archivos de la CIA en los Estados Unidos. El texto es ejemplar para analizar los significados de los magnicidios, los intereses oscuros que actúan en estos crímenes, sus implicaciones políticas y sus repercusiones sociales. Con frecuencia el periodismo de investigación aporta elementos a la reconsideración de procesos judiciales olvidados, ofreciendo pistas plausibles, testimonios inéditos, pruebas desconocidas. Y, aunque desgraciadamente muchas veces las conspiraciones llegan hasta los propios tribunales, el informe especial tiene la virtud de hacer público ante la sociedad lo que los criminales intentan que sea permanentemente oscuro ante la justicia. El diálogo y la conversación pertenecen a una zona común de la significación, pero a formas diferentes de operación constructiva. El diálogo, a diferencia de la entrevista, fluye en un plano más simétrico que ésta, se hace entre pares y va generando sus propias estrategias de conversación como lo demuestran estudios como los de Van Dijk. La entrevista, por el contrario, parte del reconocimiento de una interacción en planos diferentes, que es la primera condición para que las hegemonías de las palabras no terminen por sobreponer su poder sobre el fluir de la conversación. En la entrevista hay 11


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entrevistados; en el diálogo interlocutores. En la Revista se publica un diálogo rico en sugerencias, entre dos investigadores argentinos del lenguaje y la comunicación: Aníbal Ford y Eliseo Verón. El texto de los salvadoreños Miguel Huezo y Amparo Marroquín, parte de un corpus rico de entrevistas a emigrantes salvadoreños para tratar de entender los procesos que se viven en una diáspora que suma nada menos que un cuarto de la población de todo el país centroamericano. Los textos que se publican en este número de la Revista y en el próximo, gracias a la generosidad de sus autores, tienen entonces la misión de mostrar esos otros lugares en donde lo social se representa y se cuenta con una vitalidad sin cortapisas, a través de tonalidades diversas y contrastantes, asegurando que nuestra visión de la sociedad sea tan plural como los finos trazos de los que está compuesta.

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HOJAS AL VIENTO DE UNA LARGA GUERRA / LEAVES IN THE WIND OF A LONG WAR Tomás Eloy Martínez*

Resumen La crónica narra la historia de violencia de un niño de 12 años, Clemente Mosquera, al que los grupos paramilitares le asesinan la familia en Apartadó por considerar que colaboraba con la guerrilla. La narración ocurre en 1996, durante el periodo del presidente Ernesto Samper. Clemente es reclutado, años después, por el grupo guerrillero FARC y muere en un enfrentamiento con el ejército. El autor reflexiona, a partir del caso concreto de Clemente Mosquera, en torno al desplazamiento forzado del que son víctimas colombianos inocentes.

Palabras clave: Violencia, paramilitares, grupos guerrilleros, desplazamiento, odio.

Abstract The present chronicle narrates the violence story of Clemente Mosquera, a 12 year-old boy whose family is murdered by paramilitary groups at Apartadó, for considering them helpers of the guerrillas. The story takes place in 1996, during the Samper Administration period. Years after, Clemente is recruited by the guerrilla group FARC and dies in a combat against the army. Based on Clemente Mosquera’s story, the author reflects on the forced displacement phenomenon, of which innocent Colombians are victims.

Keywords: Violence, paramilitaries, guerrilla groups, forced displacement, hate.

“Todo empezó a mediados o a fines de abril de 1996", dice Clemente Mosquera. “Estábamos a la entrada del pueblo almorzando un hervido de res cuando llegó una brigada de guerrilleros pidiendo que les regaláramos comida. Mi mamá los invitó a que vinieran a mi casa y se sirvieran lo que les diera gusto. Ella sabía que no se deben hacer esas cosas, mi padre le había dicho que nunca llevara guerrilleros ni jueces ni soldados a la mesa donde nos sentábamos nosotros, pero mi mamá se asustó y los invitó a mi casa. Se asustó porque uno de los hombres puso la ametralladora en la nuca de mi hermanita y otro me apuntó a la cabeza. Seis de los hombres entraron a la casa y otros seis se quedaron vigilando. Tardaron una hora en comer y en llevarse todo lo que había. Después se fueron. Cuando se fueron, mi papá castigó a mi mamá y ella no pudo levantarse de la cama por más de tres días. Cuando se levantó, rengueaba. Siguió rengueando hasta el día que la mataron, a ella y a mi papá.” *

Escritor y periodista argentino, autor de obras celebradas como Santa Evita y La novela de Perón. Fue profesor en la Universidad de Maryland. Actual director del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Rutgers.

Fecha de recepción: junio de 2006 · Fecha de aceptación: julio de 2006

¿Cómo descifrar la historia que está narrando un niño de doce años? “Me acuerdo de las cosas como si no hubieran sucedido”, dice Clemente Mosquera. “A veces me despierto y pienso que las cosas no sucedieron, que todo va a ser otra vez como fue antes”. Tiene doce años pero cualquiera diría que aún no ha cumplido seis. Es frágil, oscuro, con unos grandes ojos inmóviles, huesos de pájaro y una cicatriz en forma de labio que le atraviesa la mejilla derecha, desde la oreja, que está partida en dos, hasta el extremo del mentón. Llegó hace tres meses al barrio Nelson Mandela, situado junto a los basurales de Cartagena de Indias, en Colombia, y todavía no ha visto la ciudad. Le han contado que sobre las calles estrechas penden unos largos balcones colgantes, en los que crecen flores azules y anaranjadas, y que hay un cerco de murallas y fortalezas construido sobre el mar. Duerme en la casa de una costurera que vio morir a su mamá y que es casi tan miserable como él. La historia de Clemente no difiere demasiado de las que sufren, desde hace dos años, más de un millón de campesinos en Colombia. Siempre los hechos suceden rítmicamente, de la misma manera. Un día cualquiera, ya entrada la mañana o a la caída de la tarde, una banda de guerrilleros irrumpe en el pueblo, captura a diez o doce rehenes y entra a las casas para que los aldeanos les den comida. Semanas después llegan escuadrones de paramilitares, reúnen a todos los habitantes en la plaza principal, y matan a seis o siete familias como escarmiento, “por haber sido cómplices de la guerrilla”. Luego, conceden a los sobrevivientes un plazo de veinticuatro horas para abandonar sus casas. A veces la tragedia es al revés: los paramilitares—los ejércitos armados por los dueños de haciendas para protegerse de las guerrillas—son los que llegan primero y las bandas de irregulares las que vienen después. Rara vez los adversarios combaten entre sí. Su campo de batalla es el cuerpo de los campesinos. Hay cientos de pueblos abandonados en el norte y en el centro de Colombia: aldeas enteras sin un alma a un lado y otro del río Magdalena, en el Chocó, en Córdoba, en Bolívar. Si alguien pregunta por esas historias más allá de las fronteras colombianas, nadie parece conocerlas. Suceden tan a menudo que ya nadie las ve. Son tan terribles—a veces más—que las de Bosnia, Ruanda o el Congo. Pero no hay quién las oiga. “El mundo es sordo”, dice Amneris Santacruz, la costurera con la que vive Clemente. “El mundo ha sido siempre sordo y ciego para los que no tienen nada como nosotros. Ciego, sordo, injusto”. Desde el principio de los tiempos, desplazar a pueblos enteros fue una de las señales que confirmaban el poder de los grandes señores. Doscientos veinte años antes de Cristo, el emperador S'in She Huang-ti ordenó la construcción de la Gran Muralla en la frontera norte de China. Para satisfacer los reclamos de los ingenieros, setecientos mil trabajadores fueron trasladados desde sus aldeas, en el sur y en el oeste del imperio. La mitad de esos 15


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DOSSIER • Tomás Eloy Martínez

albañiles sucumbió bajo el látigo de los crueles capataces. Menos desmesurada que la voluntad del emperador, la muralla avanzó sólo seiscientos kilómetros en once años. El siglo que ahora termina ha sido aún más pródigo en esas calamidades. Ciudades enteras de Polonia, Moldavia, Hungría y Besarabia fueron vaciadas por los esbirros de Hitler para alimentar los campos de exterminio racial, entre 1941 y 1944. En 1975, un asesino -Pol Pot- tomó el poder en Cambodia e, invocando un difuso credo maoísta cuyo primer mandamiento era la supresión de la cultura urbana, ordenó el exterminio de los estudiantes, de los religiosos y de los alfabetizados, decretó el cierre de todas las escuelas y la eliminación de pagodas y monasterios. En menos de dos años, movilizó innumerables multitudes de un lado a otro del país y consiguió que en ese éxodo sin sentido perecieran dos millones de personas. A comienzos de 1994, decenas de poblaciones en Ruanda fueron abandonadas al compás de las guerras tribales entre hutus y tutsis. Los muertos suman allí millones, y la matanza todavía no ha terminado. En todas esas historias delirantes, los desplazamientos de poblaciones tienen un sentido. Alguien ordena que la gente abandone sus casas por razones que nunca son equívocas: construir murallas, exterminar a enemigos de religión o de raza, afirmar el poder de un hombre o de unos pocos hombres. En Colombia no hay—o no parece haber—razón alguna: los pueblos se vacían y los hombres son exterminados por obra de lo que quizá sea un azar absoluto. ¿Hay azares absolutos? ¿Hay palos de ciego en los que el atroz peso de la historia cae sobre cualquiera, sin distinción de edades o de culpas? La vida de Clemente Mosquera parece confirmar que esas fatalidades son posibles, que suceden un absurdo día, sin aviso previo, como el rayo. En vísperas de la Semana Santa de 1996—vísperas también de la incursión de guerrilleros que iba a cambiar la vida de la familia Mosquera—, Clemente y su padre salieron a cazar iguanas en las selvas de Apartadó, a orillas del río Sinú, unos 60 kilómetros al este de la frontera con Panamá. No buscaban las iguanas sino los huevos, con los que las mujeres de la costa oriental del Caribe cocinan el plato más lujoso de la región. La escena es cruel. Las iguanas caen en las trampas y los cazadores les abren el vientre, arrancándoles los huevos de las entrañas y abandonándolas a su agonía, sin perder tiempo en rematarlas. Lo mismo pasa con los campesinos que se niegan a dejar sus casas. Los invasores los atan a los árboles y los dejan agonizando a solas, con el estómago abierto por lo que todos llaman “el corte de la iguana”. Entre Semana Santa y octubre de 1996 llovió tanto que se desbordaron los ríos. El padre de Clemente oyó en alguna parte el rumor de que el gobierno iba a construir un canal interoceánico al sur de la frontera con Panamá: una enorme lengua de agua que iría desde el golfo de Urabá, siguiendo la línea del río Atrato, hasta el puerto de Juradó, en el Pacífico. Al poco tiempo, le confirmaron que el rumor era cierto. El presidente Ernesto Samper había anunciado que habría un canal, líneas férreas, oleoductos y nuevas centrales eléctricas. El precio de las tierras empezó a 16

multiplicarse de un día para el otro. Los campesinos creían tener la prosperidad al alcance de las manos, pero no eran felices. Todos sentían la zozobra y la oscuridad o la luz, ¿cómo saberlo?, del día siguiente. Clemente y su familia vivían en la calle mayor de Apartadó, a cien metros del coliseo deportivo. El padre había construido una casa de dos plantas, cercada por una galería de madera. En un campo situado al sur del pueblo, a medio kilómetro de camino, criaba treinta cabezas de ganado. La vida fluía siempre igual, como si no quisiera moverse. Hasta que un día, en julio, oyeron las remotas noticias de las matanzas. Tres campesinos que llegaron desde La Bonga—una aldea panameña situada cerca del límite con Colombia—y otros cuatro que trabajaban en Riosucio, cien kilómetros al sur, les contaron que, tras la estela dejada por los guerrilleros, aparecían fatalmente los escuadrones de paramilitares. Traían machetes, fusiles y sierras eléctricas. Elegían a unos pocos hombres y mujeres y los paraban frente a un poste, en el centro del pueblo. Jamás se equivocaban en la elección: los hombres eran líderes campesinos, alcaldes, defensores de derechos humanos. Las mujeres eran madres prolíficas, enfermeras del dispensario, propietarias de almacenes. Todo sucedía en medio de un atroz silencio. El jefe de los paramilitares—¿o tal vez eran guerrilleros, o quizá el ejército?, diría mucho después Amneris Santacruz, la modista con la que vivía Clemente—leyó una proclama en la que anunciaba que el pueblo había sido sentenciado a muerte por “ayudar a los subversivos. Si todos los que viven aquí no abandonan sus casas en veinticuatro horas, van a sufrir el mismo castigo de las personas que hemos elegido para el escarmiento”. De pronto se oyó la crepitación de las sierras eléctricas y el silbido de los machetes. Y la gente vio cómo los invasores mutilaban, con atroz precisión, las manos y los pies de los hombres parados junto al poste y cortaban los pechos de las mujeres. El estrépito de las malas noticias horrorizó a la gente. Ciento veinte familias de Apartadó decidieron abandonar el pueblo a mediados de octubre y emigrar hacia las bocas del río Atrato, en el golfo de Urabá. A la madre de Clemente le contaron que había miles de personas viviendo en carpa sobre las riberas lodosas, sin alimentos ni alcaldes a los cuales quejarse. Casi todos contaban las mismas historias: las bandas de paracos—paramilitares— habían entrado en las aldeas y les habían dado plazos que oscilaban entre un día y tres para partir. “Necesitamos el lugar”, era la única explicación que daban. “Al que se quede, le vamos a mochar la cabeza”. Los mochacabezas—los cortadores de cabezas—era la palabra que tenía en vela a la madre de Clemente. “Vámonos también nosotros”, le dijo al padre un día. “Vámonos a cualquier parte antes de que nos maten”. Pero el padre consultó a una adivina y a través de ella supo—o quiso saber—que nada les pasaría, que los mochacabezas nunca se acercarían a Apartadó. También la alcaldesa del pueblo, Gloria Cuartas, les aconsejó que no se marcharan. “Es preferible morir defendiendo lo que es de uno que hacerle


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el juego a la violencia”, dijo. Nada angustió tanto a la madre de Clemente como esa recomendación de heroísmo. Cuando los paramilitares llegaron, poco antes de la Navidad de 1996, decenas de pueblos ya habían sido abandonados por completo: El Salado, Turbo, Tipaná. Muchos de ellos estaban situados sobre la línea imaginaria del futuro canal interoceánico y otros a orillas del golfo de Urabá. La invasión sucedió una tarde sin lluvia, y nadie vio acercarse a los hombres. Todo fue veloz, inverosímil, terrible. Clemente no recuerda casi nada de lo que sucedió esa tarde. Recuerda que lo dejaron tendido en la galería de su casa, con un machetazo que le atravesaba la mejilla derecha, y que sus padres y sus hermanos mayores estaban salvajemente mutilados, cerca de un poste, en el centro del pueblo. Recuerda también—pero todavía no sabe si fue un recuerdo o un sueño—que la madre aún estaba viva y que, cuando corrió a abrazarla, el cuerpo se le desmembró entre las manos y un relámpago de sangre lo bañó por completo. Clemente se unió a una caravana de lanchones que remontó los lodos del río Sinú y avanzó hacia la ciudad de Montería en un viaje de tres jornadas interminables. Le dieron una ración de agua y dos bananas. Bebió y comió su magro alimento el primer día, de una sola vez, para que no se lo robaran al quedar dormido. Nadie sabe cuántas familias sin casa vagan por los caminos de Colombia o acampan a la entrada de las grandes ciudades. El gobierno cree que son, en total, novecientas mil almas. La oficina de consulta para los Derechos Humanos y el Desplazamiento—una institución oficial— eleva la cifra a poco menos de un millón. “Más de 36 mil hogares en Colombia fueron vaciados por la violencia entre diciembre de 1995 y diciembre de 1996", dice el informe anual de la oficina. “En ese lapso, las afectadas fueron alrededor de 181 mil personas”. Las estadísticas excluyen, sin embargo, a los que fueron cobijados por parientes cercanos o a los que se asentaron en una casa o en un trabajo poco después de llegar a destino. Un millón, entonces, es una cifra demasiado avara. Hay que pensar en trescientos mil más, o cuatrocientos. El azar absoluto rige sus vidas. No saben quién es el enemigo, por qué los expulsan de sus tierras ni tampoco adónde van. Se mueven a ciegas, como hordas nómades, en dirección hacia ninguna parte. Si oyen o ven una señal de amparo, allí se quedan. Buscan signos, apoyos, en un país donde el piso nunca está quieto y donde se oyen, cada mañana, los fuertes vientos del odio. El odio se lee a menudo en los periódicos de Colombia. Dos de los columnistas más famosos del país intercambiaron, en mayo, algunos epítetos de tono subido. Se llamaron el uno al otro “mezquino, racista, criminal, maloliente, venal”. Esos insultos—inimaginables en la prensa de cualquier otro país latinoamericano—son sin embargo frecuentes en los diarios y revistas de Bogotá. Cualquiera que haya estado antes en Colombia sentirá que el país está ahora despedazado, como si él también hubiera sido víctima de los mochacabezas. Se tiene la sensación de que hay todavía historia, pero ya no hay Estado. El

gobierno es frágil y casi nadie lo quiere, pero lo peor que podría pasar es que el gobierno caiga. El desamparo moral—que es ya demasiado grande—se volvería entonces intolerable. En esa atmósfera, ¿quién podría pensar en los desplazados? Están en todas partes y pocos quieren verlos. La revista Cambio 16 les dedicó una portada a mediados de mayo [1997] con un título que resume la tragedia: “Nuestra Ruanda”. Un recuadro de la revista explica que los esfuerzos del gobierno por acudir en su ayuda resultan ínfimos en relación con el problema monstruoso. Las tasas de mortalidad son sesenta veces más altas en esa oscura estela de vagabundos que en las capas más pobres de la población estable. Cuando alguien quiere hablar de ellos, la gente vuelve la cara. Suponen que es una historia demasiado ajena, demasiado vieja, y se asombran de que los extranjeros no hayan oído hablar de ella. Las casas donde se refugian son todas insalubres y precarias: a veces enormes coliseos deportivos sin baño, servicios eléctricos ni agua potable, donde las hileras de colchones dejan apenas espacio para caminar, como en un campo de concentración herido por miles de goteras. Las del barrio Nelson Mandela, junto a los basurales de Cartagena de Indias, están hechas de tablones viejos, bolsas de basura y desechos de plástico. No hay baños, por supuesto, y los niños juegan entre los excrementos y las oleadas de cuervos. Clemente Mosquera se considera afortunado, y en cierto modo lo es. Durante tres días anduvo como alma en pena por los alrededores de Montería hasta que un camionero lo transportó a Ciénaga de Oro, a Corozal y a Turbaco, donde cargaba cajones de Coca Cola por un plátano diario. En Turbaco, por fin, se encontró con Amneris Santacruz, la modista de Apartadó, que cortaba blusas para su madre y que acababa de perder su máquina de coser en una casa de empeños. Ambos llegaron caminando al barrio Nelson Mandela—en verdad, no hay otro modo de llegar: los camiones no se aventuran hasta allí y la ruta queda demasiado lejos—: los primeros días se ofrecían de puerta en puerta para acarrear agua; después, Amneris empezó a remendar ropas ajenas y Clemente a pegar carteles para un candidato a concejal de Cartagena de Indias. A veces comen, a veces no. A veces oyen noticias terribles de los mochacabezas, que siguen despejando las tierras donde se construirá algún día el canal interoceánico: matanzas o mutilaciones de cientos de personas en Ciénaga La Honda, en el río Cacarica, en el cerro El Cuchillo. O se enteran de crueldades aún peores que han sucedido lejos, en Pasto cerca de la frontera con Ecuador o al oeste, en el valle del Cauca. Con tanta muerte alrededor, sienten cada mañana la felicidad de seguir vivos. “Ya no somos gente, no somos nada”, dice Amneris. “Pero siquiera Dios nos ha dado la gracia de seguir respirando”. Más fatalista que su protectora, Clemente resume en una frase terrible el azar absoluto al que están sometidos más de un millón de colombianos nómades: “Todos tenemos que morir, tarde o temprano. Si se muere temprano, se sufre menos”. 17


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DOSSIER • Tomás Eloy Martínez

Tierras de nadie A mediados de mayo de 1997 conocí a Clemente Mosquera en un barrio precario de Cartagena de Indias, donde se había refugiado después que una patrulla militar mutiló y asesinó a toda su familia en la calle mayor de Apartadó, cerca de la frontera con Panamá. Recuerdo muy bien a Clemente: era frágil y menudo como un pájaro, el pelo oscuro y salvaje, la mirada huidiza, y una cicatriz enorme en la mejilla, abierta por el mismo machete que había segado la vida de sus padres. Estaba a punto de cumplir trece años, pero parecía de seis. Durante la media hora que duró nuestro encuentro en el dispensario del barrio donde vivía, al lado de un basural, Clemente estaba siempre apurado por marcharse. No tenía nada qué hacer ni adónde ir, pero los largos meses de continua fuga lo habían acostumbrado a no quedarse quieto. “Todos tenemos que morir tarde o temprano”, me dijo aquel día. “Morir temprano es mejor. Se sufre menos”. Hace un par de semanas recibí, casi al mismo tiempo, la noticia de la muerte de Clemente Mosquera y un ejemplar de Las guerras en Colombia, el extraordinario libro en el que la periodista Alma Guillermoprieto reúne los tres artículos que escribió para The New York Review of Books entre abril y mayo del 2000. El libro me permitió entender mejor la interminable violencia que azota a Colombia desde hace medio siglo y, de paso, descubrir una razón para el precoz final de Clemente, que murió en las montañas próximas a Bucaramanga, al nordeste del país. Al parecer, cayó con el fusil en la mano durante una de las cotidianas escaramuzas entre el ejército regular y un pelotón de las FARC o Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que lo habían reclutado dos años antes. Una carta del matrimonio Mendoza, en cuya casa de Cartagena se refugió Clemente al huir de Apartadó, resume la odisea de los incontables niños colombianos que andan a la deriva por el país incierto. Isabel de Mendoza escribe que, entre febrero y marzo de 1998, cuando le pareció que la situación se había calmado y que ya nadie tenía memoria de los estropicios causados en su pueblo natal, Clemente Mosquera intentó regresar en busca de un tío que había sobrevivido a la matanza y que estaba escondido en la ciudad de Montería. Quería que lo ayudara a reconstruir la casa de dos plantas levantada por su padre en la calle mayor, cerca del coliseo deportivo, y a recuperar el hato donde la familia había criado cerdos y vacas durante dos o tres generaciones. A los trece años, Clemente creía que la vida es una sucesión de fatalidades interrumpidas sólo por la voluntad de perdurar. “Las personas somos tan sólo hojas al viento, que Dios mueve según su santa voluntad”, escribió Isabel de Mendoza. “Clemente suponía que las hojas pueden moverse solas cuando no hay viento. Dios le mostró que no es así”. Clemente intentó salir de Cartagena de Indias por el mismo camino que lo había llevado. Se unió a una caravana de lanchones y descendió hacia Montería por los lodos del río Sinú, en un viaje de tres jornadas interminables. Comió dos 18

bananas y tomó dos dedos de agua. Al amanecer del cuarto día, cuando los viajeros avistaron a lo lejos las torres de la catedral, los atacó una avanzada de la guerrilla. Las cartas que Clemente envió a la familia Mendoza un año después del asalto nunca explicaron cuál fue el destino de los que iban con él. Con un lenguaje escueto, laborioso, difícil de descifrar, Clemente sólo contó que los oficiales atacantes le ofrecieron adiestrarlo en el uso de las armas y pagarle un salario quincenal si se les unía. “Les dije que sí. Ya estoy en edad de ganar algún dinero”, escribió. Aunque la costumbre de reclutar adolescentes y niños es casi tan antigua como la guerra de medio siglo que lleva Colombia, sólo en el año 2000 se convirtió en un hecho público. Alma Guillermoprieto refiere en su libro que Manuel Marulanda o Tirofijo, el jefe de las FARC, se negó siempre a reducir la edad de la leva de guerrilleros: “Nosotros tenemos una norma que nos exige reclutar sólo de quince años en adelante”, dijo. Pero nunca fue así. También el ejército y los paramilitares levantan niños de los campos cada vez más despoblados: en las tropas de avanzada, la edad promedio de los combatientes es de catorce años. Clemente Mosquera dijo que se había incorporado como voluntario. Quién sabe si esa es la verdad. Según Alma Guillermoprieto, casi todos los niños fugitivos de la guerrilla cuentan que ingresaron a ella como parte de pago por los impuestos que su familia no pudo pagar—los pesadísimos gravámenes a los cultivos de coca o a las cosechas de maíz—, o bajo la amenaza de que sus padres serán castigados. “Parece lógico reclutar a los más jóvenes”, se lee en el libro de Alma Guillermoprieto. “Son maleables y lo bastante fuertes como para sobrevivir a las incontables exigencias físicas de la campaña”. En agosto del 2000, fecha de su última carta a los Mendoza, Clemente Mosquera era un experto tirador de ametralladoras AK 47—tardaba menos de tres minutos en desmontarlas y limpiarlas—y de rifles de asalto Galil. Vivía “en sociedad” con Nora, una chica de trece años, y su única infelicidad era no tener hijos, porque el reglamento de las FARC, que no reprime ni vigila las relaciones sexuales entre los combatientes, es en cambio intolerante con las parejas demasiado estables y con los lazos de familia demasiado sólidos. En la primera revisión médica, se les coloca a las adolescentes un dispositivo intrauterino obligatorio. “Tal vez algún día, cuando termine tanta injusticia como la que hay en Colombia”, escribió Clemente, “Nora y yo podamos regresar a Apartadó y tener allá la familia que nunca tuvimos”. Tal vez, algún día, son expresiones que en la Colombia de estos tiempos equivalen a nunca. A través de la versión de un guerrillero desertor que volvió al barrio Nelson Mandela, la familia Mendoza pudo reconstruir en parte los pasos de Clemente durante los últimos dos años, desde la leva forzosa cerca de Montería hasta su muerte en combate. Fue entrenado en las selvas de la zona de despeje durante más de seis meses, enfermó de malaria y sobrevivió gracias a los cuidados de Nora, en


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uno de esos dispensarios de fin de mundo que están junto a las destilerías de cocaína; combatió contra los paramilitares de Carlos Castaño en los infiernos de Putumayo y contra el ejército regular en los bañados de Caquetá. Mató a diez hombres, fue herido en una pierna. Nunca recibió la paga que le habían prometido. A fines de noviembre, lo incorporaron a un batallón de élite que comenzó a hostigar al ejército cerca de las montañas de Bucaramanga. Clemente dirigía un pelotón de doce guerrilleros, todos menores que él, niños de entre doce y trece años. Las versiones sobre su final son confusas: Isabel de Mendoza dice que su patrulla cayó en una emboscada tendida por el grupo Autodefensas de Castaño, la víspera de Navidad. Otros vecinos del barrio Nelson Mandela suponen

que Clemente sucumbió en una de las más cruentas batallas de las FARC contra el ejército, al oeste de Bucaramanga. Nadie sabe cómo hacer para que cese en Colombia una violencia que lleva más de medio siglo. Hay cinco o seis facciones en pugna, y la entrada de los norteamericanos en la pelea, con el pretexto de la lucha contra los traficantes de cocaína, agregará una leña más a tanto fuego. Como escribe con sensatez Alma Guillermoprieto, el principal escollo para la paz es que nunca hay dos bandos, y cada vez que uno de ellos busca negociar una tregua, los otros se oponen o exigen soluciones imposibles. Tampoco nadie sabe ya por qué o contra quién pelea. Clemente Mosquera fue una hoja al viento llena de preguntas y se acaba de morir sin ninguna respuesta.

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VOCES EN EL “TALLER DE LA MEMORIA” / VOICES IN THE “MEMORY WORKSHOP” Arturo Alape*

Resumen El autor explica el proceso vivido en jóvenes y pobladores de Ciudad Bolívar, una de las zonas más pobres de Bogotá, durante el desarrollo de su investigación recogida en el texto Ciudad Bolívar: la hoguera de las ilusiones. A través de la escucha y la interlocución, del despliegue de las historias personales de los jóvenes entrelazadas con los contextos sociales, y la experiencia del Taller de la Memoria, el autor logra acercarse a los imaginarios de jóvenes de barrios populares y su visión de la ciudad.

Palabras clave: Jóvenes, Imaginarios, Memoria, Ciudad Bolívar.

Abstract In the present article, the author describes the process lived by young inhabitants of Ciudad Bolívar—one of Bogotá’s poorest areas—throughout the research that served as base for the book Ciudad Bolívar: la hoguera de las ilusiones. By means of hearing and dialoguing, as well as by presenting these young people’s stories tangled with their social contexts, and their experience with the “Memory Workshop”, the author approaches the imaginaries of youngsters from popular neighborhoods and their vision of the city.

Keywords: Young people, Imaginaries, Memory, Ciudad Bolívar.

La inclinación hacia lo histórico siempre ha ejercido una profunda influencia en mi trabajo narrativo y en mis pesquisas periodísticas. Por lo tanto, con el acercamiento a la comunidad de Ciudad Bolívar retomo mi preocupación por la problemática de la ciudad. En la universidad, en mis clases de periodismo, nos hacemos muchas preguntas sobre qué es la ciudad—una ciudad como Bogotá de 6 o 7 millones de habitantes—, si realmente se tiene un conocimiento parcial de esa ciudad, cómo se piensa esa ciudad, cómo se camina, cómo la hemos vivido, cuáles son nuestros itinerarios diarios, cómo es la relación con los vecinos y la percepción que tenemos de ciudad como espacios de encuentros y desencuentros. Pensar la ciudad como la posibilidad de estructuración de un gran relato urbano: como la ciudad capital donde confluye el país, Bogotá es el país configurado a retazos culturales, regionales, colores, gestualidades y voces. Estas reflexiones conducen a plantearme un trabajo *

Escritor, cronista y pintor. Autor de obras como El Bogotazo: memorias del olvido, Valoración múltiple sobre Tomás Carrasquilla, Sangre Ajena, El cadáver insepulto, entre otras.

Fecha de recepción: agosto de 2006 · Fecha de aceptación: agosto de 2006

experimental, a indagar desde la literatura en una localidad muy pobre en Bogotá—Ciudad Bolívar—y a hacerlo con la idea de escribir un libro sobre jóvenes. El tema de los jóvenes se había vuelto moda influyente en las ciencias humanas en algunas ciudades, especialmente Medellín y Cali: en los años 80 y 90 apareció la figura prominente del sicario y daba la impresión que el mundo de la realización humana de los jóvenes entre los 12 y los 15 años era volverse sicario, asesino a sueldo para ganar grandes sumas de dinero, vivir de marca y escuchar su música, morir en su ley a los 17 y dejar un techo como herencia a la madre. Quiero reflexionar sobre esta experiencia de investigación social y diversas escrituras porque hace parte de mi posterior trabajo narrativo. Ciudad Bolívar es una ciudadela parecida a las favelas de Río de Janeiro; medio millón de habitantes con la particularidad de ser hoy el epicentro de la miseria en Bogotá y el espejismo de la tierra prometida para muchos desplazados, que culmina con la ilusión de tener casa propia construida con todo tipo de material en medio de un paisaje desolado de inmensas piedras. Ese conglomerado humano tiene la particularidad de ser una población eminentemente mayoritaria de niños y jóvenes de 12 a 18 años y, una población adulta, los padres de familia que llegaron a esa zona huyendo de la violencia o arribaron a Bogotá con el sueño de la realización humana bajo el acicate del peso de la exigua economía casera. En la localidad se produce un enfrentamiento de dos memorias: la memoria de la transhumancia de adultos que expresa un imaginario campesino: la tierra en la lejanía, frustración por los sueños perdidos, y en su mirada una reciente mezcla explosiva urbana; por el otro lado, miles de niños que crecen y viven su experiencia de niñez en el contexto de una ciudad que no les pertenece porque físicamente son excluidos, ya que son mirados como sospechosos y advenedizos. Los adultos conviven con la memoria que trajina geografías: la imagen del perseguido en un viaje interminable, luego el choque cultural de llegar y adaptarse asumiendo la visión del mundo que expresa los límites de otras necesidades humanas impuestas por la ley del consumo y por actitudes dominantes del dinero fácil que ellos tratan de conseguir, como dóciles criaturas. En los noventa, durante cinco años, los medios de comunicación, radio, prensa y televisión, aseguraban en sus informes—por supuesto sin ninguna profunda investigación—que Ciudad Bolívar era la zona más peligrosa de Bogotá, que si ibas de visitante te asaltaban, te mataban, te enterraban, te secuestraban, en fin no te dejaban hueso bueno. Con ojos escrutadores de escritor, entro a la zona para hacer la experiencia de escribir relatos o historia de vida que desde el punto de vista teórico había trabajado en la universidad con mis estudiantes. Quería construir estos relatos de vida no sólo desde lo periodístico, sociológico o antropológico sino desde de la literatura. Me carcomía la necesidad de conocer a profundidad esa parte de la otra ciudad, la ciudadela oculta para la inmensa 21


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DOSSIER • Arturo Alape

mayoría de los habitantes de Bogotá. La otra ciudad también desconocida para mis huellas. Entro a la localidad acompañado de personas que trabajan especialmente con jóvenes agrupados en organizaciones no gubernamentales. Entre el tiempo de la iniciación de la investigación y la culminación del texto, invierto cerca de 3 años. Quiero subrayar algunos momentos de esta experiencia, importante como escritura y la posibilidad real de entablar con el otro una larga y profunda conversación. Cuando llego a la zona, de inmediato siento el rechazo de alguien que está excluido por la ciudad, alguien que por su misma condición social es mirado como transeúnte y sospechoso, absolutamente excluido de ciertos espacios urbanos. El excluido socialmente también excluye al otro que llega, la exclusión se vuelve también una manera de ser socialmente para enmascarar la necesidad de sobrevivir. Me encuentro con jóvenes terriblemente agresivos para quienes somos forasteros y llegamos de otros desconocidos territorios urbanos. Son mentalidades cerradas, digamos que actitudes brindadas contra el virus del visitante. A medida que voy conociendo a un grupo de jóvenes, me doy cuenta que era inoficioso escribir sobre estos, porque comencé por aprender la piedra lección: para escribir sobre ellos, debía aprender a hablar con ellos, conocer sus gestualidades y, además, escuchar y descifrar su lenguaje, y eso requería de un proceso lento de observación y aprendizaje. En el grupo de jóvenes que voy conociendo, hay sicarios, estudiantes, desocupados, niñas de 12 a 15 años con un aborto sobre la vida, guerrilleros urbanos y posiblemente integrantes de grupos de limpieza social. En la zona confluye el país político, el conflicto armado, la dramática situación social y económica: amalgama humana de regiones. Pasa el tiempo y voy aprendiendo con mucha sutileza cómo conversar con ellos, dejando a un lado la desconfianza mutua, el temor a lo desconocido, aprendiendo a escuchar el sonido de la voz del otro. Un día asisto a una reunión muy interesante, concurren cerca de 300 jóvenes. La citación corre a cargo de una organización no gubernamental; su objetivo, escuchar las diversas propuestas de trabajo de quienes hemos llegado recientemente a la zona. Los muchachos están ávidos por escucharnos: la sala está repleta. Un cineasta de la televisión que trabajaba para el viceministro de la Juventud, hizo un discurso por cierto corto y muy significativo que a mí me enseñó muchísimo. Él dijo lo siguiente: señores yo vengo a realizar un documental para la televisión sobre los jóvenes de Ciudad Bolívar. El documental será muy importante para ustedes los jóvenes de esta localidad, pues será una oportunidad para que el país conozca su problemática. Quiero, a través del documental, adentrarme en sus vidas, en sus necesidades, en sus sueños. Al final de su improvisación, hizo un premeditado silencio a la espera de un largo aplauso, luego sacó a flote la logística que necesitaba para realizar el documental. Dijo en tono muy convincente: necesito que ustedes me consigan cuatro jóvenes sicarios, tres prostitutas de 12 a 15 años, dos 22

ladrones de apartamentos y, además, que ustedes mismos determinen cuántos muchachos pueden ayudarme a cargar la cámara. Mientras escuchaba al hombre de la televisión, miraba los ojos de los muchachos y esa tarde percibí el profundo odio que había en esas cientos de miradas, que le estaban diciendo al personaje televisivo que simplemente era un hijo de puta. La pobreza no se puede manosear, la pobreza no se puede manipular. Cuando me tocó el turno de intervención, me preguntaron: ¿Qué quiere de nosotros? ¿Por qué usted viene a Ciudad Bolívar? Con cierta timidez dije, soy un escritor que he publicado 15 libros, quiero simplemente escribir un libro sobre los jóvenes de Ciudad Bolívar, no sé si lo pueda escribir, si ustedes están interesados. Un silencio de incredulidad se apoderó de la sala: me estaban diciendo que no eran ratones de laboratorio. En esa reunión aprendí que debía realizar un proceso distinto de acercamiento a los jóvenes, que debía usar un método poco usual en el país: aprender a escuchar al otro, conocer su voz y a través de su voz conocer sus pensamientos, sus instancias íntimas, su manera de actuar. El origen y razones desde el punto de vista sociológico del conflicto armado colombiano, en su raíz histórica lo define la relación con el desconocimiento hacia la existencia del otro. El otro es alguien que camina con figura prestada, un hombre invisible que no piensa: ese hombre invisible que sólo sirve para darle una patada en el culo. ¿Por qué debe escucharlo y visualizarlo? ¿Por qué debe escuchar a un hombre que no piensa? Y si no piensa es porque no existe y si existe es para borrarlo de la faz de la tierra: se precisa un disparo sobre la frente. Es el comportamiento que se ha socializado muchísimo y hace parte de la mentalidad que ha desarrollado en el ejercicio de la violencia en todas sus características: oficial, guerrillera, paramilitar. Ejercicio autoritario del poder político, de las clases políticas, de los diversos actores armados. El otro existe para matarlo o secuestrarlo, el otro no existe para escuchar de él lo que piensa. Somos un país de autistas armados hasta los dientes, con mentalidad que piensa que el mundo gira alrededor de nuestros pies, y sólo debemos escuchar en nuestra perturbada soledad el hermoso sonido de nuestras palabras. Duré 4 meses en compañía de diversos grupos de muchachos. Comencé a identificar en ellos un elemento que me pareció era decisivo, conmigo siempre hablaban de la siguiente manera: la gente de Bogotá no nos comprende; nosotros queremos que nos entiendan, porque somos jóvenes con los mismos conflictos que tienen los jóvenes en el país: tenemos problemas familiares, problemas educativos, vivimos entre todo tipo de violencia y drogadicción, somos de origen muy humilde, pero somos jóvenes. Es decir, que en ellos existía la profunda necesidad de que los reconocieran en su condición de ser jóvenes. Ya era un indicio para hablar con ellos, para que me abrieran las puertas de su intimidad memoriosa y de sus emociones recónditas. Pero también encontré a otros jóvenes que querían utilizarme como puente para conseguir cosas materiales.


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 21-26 pgs. Voces en el “taller de la memoria” / Voices in the “Memory Workshop”

Alguien que llega a un sitio de pobreza, se encuentra con personas con mentalidades mendicantes y menesterosas: el que viene de afuera con una cámara fotográfica es un hombre rico y, por lo tanto, puede y debe hacerme favores, resolver de pronto nuestra pobreza. Incluso, cuento una historia, un muchacho un día me dijo: mire señor escritor, yo tengo la historia más escabrosa: hago el amor con mi mamá, también con mi hermana, me gusta mi tía, he matado como a cuatro…Al final me dijo, ¿cuánto me paga para terminar de contarle mi historia para que usted la escriba? Con el aprendizaje diario, fui quitando de camino lo que podríamos llamar los obstáculos humanos, psicológicos, ideológicos e históricos para poder establecer con ellos una conversación de larga duración, que en últimas es la que puede consolidar un relato o una historia de vida. Y tres meses después de esta extenuante confrontación verbal con esa dura cotidianidad, a mí se me ocurrió una idea que al final se volvió como una especie de trueque con ellos: yo les doy, les aporto conocimientos y ustedes me cuentan historias, claro que voluntariamente. Pasaban los meses, no había escrito nada y ninguna institución me estaba pagando; la investigación corría a cargo de plata de mi propio bolsillo, financiaba la ansiedad de escritor. Iba a la zona cada sábado, toda la tarde y regresaba a casa en la noche. Ciudad Bolívar es una localidad de 250 barrios, que crece porque cada día hay nuevos barrios de invasión: medio millón de habitantes, es decir, una ciudad intermedia. Un día le puse nombre al trueque verbal con los muchachos, lo bauticé: El Taller de la Memoria. Yo les dije en tono muy emocionado: hagamos un Taller de la Memoria y preguntaron, ¿qué es eso? Les dije que íbamos a crear un espacio de discusión en el cual ellos pudieran expresar abiertamente lo que pensaban del mundo que los rodeaba. Yo simplemente les facilitaría unos textos para discutir y, así, abrir la discusión colectiva. Ellos responden, qué vamos a ganar nosotros, yo les digo, van a ganar la posibilidad de hablar y discutir sobre la problemática de ustedes como jóvenes, ¿Y usted qué va a ganar? Yo les respondí, la posibilidad de escucharlos, quizá escribir un libro sobre ustedes. Se rieron con sorna y el escepticismo se reflejó en sus rostros. Convoqué a una reunión y les dije, el plan es el siguiente: durante 6 meses vamos a reunirnos, leeremos y discutiremos una serie de textos, ustedes discutirán sobre sus problemas. Ese día asistieron 35 muchachos, en el grupo había una chica que había estudiado sociología en la universidad. El resto había terminado la primaria y otros ni siquiera habían alcanzado el bachillerato. También asistieron ese día algunas jóvenes madres comunitarias y profesores de escuela primaria, era un grupo de gente joven. Fluctuaban entre 13 y 17 años y los adultos apenas pasaban de los 20 años. Yo les propuse la metodología: leeremos en grupo varios libros, cito los títulos: Biografía de cimarrón de Miguel Barnet, bello texto en el cual un negro cubano de 104 años cuenta la historia desconocida de los esclavos cimarrones durante las luchas de independencia;

un según libro, Juan Pérez Jolote, de Ricardo Pozas A, la historia de un indígena que va a estudiar antropología a ciudad de México y regresa a su comunidad, luego escribe sobre comunidad; Antropología de la Pobreza, de Oscar Lewis, texto fundador, profundo acercamiento a ese puente humano entre lo rural y lo urbano; No nacimos pa´semilla, de Alonso Salazar, lacerante libro que a través de relatos testimoniales, nos descubre el mundo de los jóvenes sicarios bajo las órdenes del Cartel de Medellín, y agregué otras lecturas adicionales. Yo les dije, vamos a organizar grupos que deben leer los libros, lectura referida a diversos temas sobre los jóvenes en Ciudad Bolívar: historia de la comunidad, historia del barrio, historia de la familia, los sueños como realización humana, los sueños cotidianos convertidos en pesadillas por la continuidad, significado, y valor de los sitios de reunión, como por ejemplo la cuadra o la esquina; relaciones entre jóvenes, relación con la policía y el ejército, relación con la guerrilla; su visión de la ciudad y del país; todo un eje problemático implícito en sus propias vivencias. Además, flotaba en el ambiente una pregunta terriblemente provocadora: ¿Los jóvenes de Ciudad Bolívar son, por naturaleza, violentos, pisto locos, sicarios? Los medios de comunicación habían dictado cátedra escrita, visual y verbal, durante cinco años comparando a los jóvenes de esta zona con los jóvenes de las Comunas de Medellín. Y claro, una conclusión al aire: si viven en las mismas condiciones infrahumanas como los jóvenes de las Comunas de Medellín, por lógica deben pensar lo mismo y por lo tanto deben actuar siempre con un revólver en la mano o una patecabra al cinto. El Taller de la Memoria era el comienzo de una loca experiencia pedagógica, contradictoria en su esencia por la desigualdad en los conocimientos y formación o deformación de los asistentes. Pero la esencia misma de la propuesta se basaba en la pedagogía de la provocación: la discusión sobre sus vidas sería, ante todo, un espacio de reflexión que los ayudaría a conocer las fibras de su propia identidad. Escogimos los grupos lectores, se suponía que leerían y hablarían de los textos, además la lectura los incitaría a profundizar en su razón de ser social. Hice fotocopias, y todos entusiasmados de verdad comenzaron a leer. La propuesta había calado: en el grupo se detectaba cierto febril nerviosismo, como si se estuvieran metiendo las manos dentro de sus cuerpos. Estaban tocados y provocados. Hermosas tardes de lecturas, exposiciones comparativas y discusiones sobre los textos propuestos. Cada sesión era un hallazgo porque cada quien se documentaba no sólo desde su propia experiencia sino desde la experiencia de la comunidad. Se conjugaba lo propio con el entorno, se rescataba y se asumía la historia de los padres como memoria de transición y memoria contemporánea. La idea del libro salía a flote. Entonces, una tarde aparecieron Los Testigos y el libro comenzó a escribirse. El tema propuesto era la historia de los barrios, una visión de la comunidad. Había mucha expectativa en la sala 23


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cuando de pronto, el grupo que le tocaba hablar sobre los barrios, llevó a un viejo curtido en su rostro, vivaz en los ademanes y gestos, de una seguridad imperturbable. Los muchachos que debían exponer lo leído, dijeron: nosotros no hablaremos sino que él lo hará en nombre de nosotros, don Guillermo aquí presente, porque él es nuestra memoria en estas lomas. Don Guillermo contó o narró en forma maravillosa, su experiencia de cinco o siete barrios que él había invadido, de cómo esos barrios comenzaron a fundarse cuando se les bautizó con el nombre escogido por la mayoría de los habitantes; de cómo se habían construido, de cómo había sido la primera noche de una familia cuando llegaba con sus cosas y armaba una casa de cartón o de tela asfáltica, dormía y soñaba por primera vez en habitación propia; noche de fundación y regocijo familiar; de cómo los habitantes para poder llegar al terreno que habían comprado, cambiado por un electrodoméstico o invadido a la fuerza, debían pasar por retenes establecidos por la policía y, a su vez, cómo ellos debían pagar los impuestos a la policía para pasar legalmente sus enseres; en fin, todo ese proceso social y humano que consiste en construir una vivienda propia, en una zona geográfica asentada en inmensas rocas. Hoy en día, son barrios con vías de comunicación, con agua y luz. Don Guillermo había narrado en dos o tres sesiones, una historia de vida de muchos años cuando el tiempo detiene su ritmo endemoniado para abrir cause a la reflexión de naturaleza vital. Don Guillermo se convirtió en algo definitivo para la escritura posterior del libro: la figura del testigo histórico que hablaba a través de la experiencia vivida y convertida en memoria social, memoria de la comunidad. Don Guillermo nos hizo sentir que estábamos en presencia de un hombre que no se arrugaba ante su voz, por el contrario, cuando hablaba en su mirada no había vacilación alguna: expresaba decisiones. En la exposición de los temas posteriores, los muchachos se apropiaron de nuevos Testigos que hablaban en nombre de ellos. No era una apropiación en el sentido mecánico y brutal de la apropiación e imposición de la experiencia ajena. Tampoco que ellos hubieran adquirido de pronto el virus de la mudez. La palabra no se había ahogado en el río de la memoria. Por el contrario, para ellos la presencia de El Testigo fundamentaba y permitía que la huella de uno y de todos quedara como huella definitiva en quienes escuchábamos atentos esa narración convertida en puentehumano de la memoria. Entonces El Testigo se volvió figura fundamental en el transcurrir del Taller de la Memoria: su voz y gestualidad creaban como recuerdos ámbitos de profundidad de lo que había sido la experiencia social en lo individual y en lo colectivo. La confluencia de muchas voces, escenificada en la voz única y auténtica de El Testigo, quien asumía y representaba las otras voces que yacían en el silencio impuesto por la fuerza del olvido. Por ejemplo, las madres comunitarias eran tres y llevaron al Taller otras cinco y cada una durante una semana fue contando la historia de cómo el jardín infantil fue creándose en su barrio, en su cuadra. 24

Su origen: una madre con cinco hijos de diversas edades, mientras va a trabajar los deja encerrados durante el día, en un cuarto cubierto por tela asfáltica, espacio de dos metros por tres, entre camas y una estufa de gasolina. Muchos niños habían muerto incinerados en incendios provocados accidentalmente en aquellos cuartos miserables, con candado en las puertas para que los niños no salieran a jugar al aire libre. Otra mujer madre con cinco hijos, le propone a las otras madres-padres: yo les cuido los hijos a ustedes. Ellas le pagan algún pequeño valor y después ese patio o casa con 15 o 20 niños se vuelve un jardín infantil a la fuerza. Y esta mujer se transforma a la fuerza en una madre comunitaria que por oficio cuida niños ajenos y, posteriormente, podrá asistir a pequeños cursos de pedagogía infantil, dictados por profesionales pagados miserablemente por el Estado. El Taller de la Memoria tuvo un desarrollo pleno, la gente leía los textos y llevaba sus propios testigos, la discusión se encendía a plenitud: la palabra provocaba comentarios encontrados, el tono verbal se acaloraba, al final la historia narrada unía ánimos y reflexión. Se fue creando un espacio propicio: los muchachos hablaban de su vida personal sin tapujos, ni rencores, ni odios o frustraciones frente a 30 o 40 personas; hablaban porque todo el mundo los escuchaba con respeto; hablaban sin temor de las historias vividas: hablaban de robos o acciones criminales como asesinatos, problemas familiares, adicción a la droga, de su participación en la guerrilla. El olvido de la historia personal había quedado anclado en los límites de un río lejano. El espacio del Taller de la Memoria se volvió un espacio de complicidad, quienes escuchábamos nos convertimos en cómplices, nadie asumía el papel de policía ni de juez ni siquiera de periodista. Comenzó a crearse en el inconsciente del grupo, la idea o la conclusión de que las historias que se estaban escuchando en ese ámbito de respeto y complicidad, serían incluidas posteriormente en el libro. La idea de escribir el libro era ya una necesidad suprema en todos los asistentes, se volvió una obligación que debía cumplirse. Claro que sería el libro de ellos, escrito por alguien muy atento que estaba escuchando sus historias. En el quinto o sexto mes de reuniones semanales, aparecieron las historias de los jóvenes y continuaron con el mismo proceso: sus Testigos escogidos. Fue cuando sentí en lo más hondo de mi ser que el libro se escribiría por fin. Habíamos logrado trabajar a unos niveles de reflexión colectiva extraordinarios, porque en el contexto de tantas historias narradas aparecía la conjugación de lo íntimo personal con los sueños posibles de realizar. Aparecía en las narraciones, por ejemplo, la hermosa, contradictoria y dramática relación de familia, encierro en un pequeño espacio de 2x3 m donde vivían cinco, seis o siete personas hacinadas en construcciones de cemento, adobe o tela asfáltica. Y en ese espacio asfixiante, vislumbrar o detectar cómo puede desarrollarse la convivencia de lo cotidiano familiar; cómo los padres hacen el amor, mientras los hijos duermen o hacen que duermen; y aparece el morbo inocente de lo


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erótico entre hermanos y hermanas; cómo se mezcla el sueño imaginado con el sueño real de todos los días, cuando se hablan de éstos en las mesa sin pan; cómo en ese espacio de la miseria la gente puede construir una vida digna, que les permite caminar por la ciudad como cualquier ciudadano normal. Esa relación encerrada y agobiada por el desdén de la miseria, produce en los muchachos un creciente odio acumulado hacia ese espacio urbano que les impide caminar tres pasos seguidos, entonces por inercia libertaria buscan la esquina. Y en la esquina se reúnen 20 muchachos, hablan de los sueños, fuman marihuana, meten droga, bazuco, se regocijan con el ritmo cadencioso de los cuerpos de las muchachas, hablan de lo aprendido en la escuela, planean fechorías por diversión o quizá con mentalidad profesional. Viven ese espacio de la esquina gozándolo a intenso ritmo interior. Ellos, los jóvenes agrupados en esquina, se vuelven un conflicto para el entorno social, familiar. Los padres que han venido del campo no pueden tolerar que sus hijas estén con esos tipos que pierden el tiempo en el día y la noche, y son como estatuas fortificadas en la esquina, sombras definitivas. Es decir, es una mentalidad policíaca: si esa persona está parada en la esquina es porque está pensando en algo malo, la lógica demencial creada por el temor a lo envolvente inquisidor. Ese muchacho está pensando meter droga, robar un apartamento o matar a alguien. Entonces esa mentalidad y ese distanciamiento generacional, de una u otra manera, produce un fenómeno terrible: impulsa los llamados actos de limpieza social, parecidos a las razzias de limpieza que suceden en muchas de las ciudades del Brasil. En lo años 92 y 95 asesinan en Ciudad Bolívar alrededor de 500 muchachos de 12 a 15 años. Y los asesinos, apoyados por sectores de la autoridad, incluso de la propia comunidad y pagados por dueños de establecimientos comerciales, son grupos enmascarados que los cogen, los llevan a un sitio y los matan a quemarropa. Grupos que tienen un nombre singular: grupos de limpieza social. Muchos de estos muchachos roban tiendas, pequeños supermercados y los dueños de los supermercados tienen contactos con aparatos oficiales y se crea un grupo desde adentro y afuera del barrio que tiene como tarea limpiar el mal ejemplo y matar a los muchachos. Esta situación se vuelve algo muy normal. Lo terrible es que algunos padres de familia aceptaron como concepto definitivo de una mentalidad para sobrevivir: si mataban a un muchacho, lo mataron con razón porque andaba metido en algo malo: acto de fe social para justificar el asesinato colectivo. Cuando en el Taller de la Memoria aparecen los muchachos contando sus historias, que por cierto una de éstas la retomo 8 años después en mi novela Sangre Ajena, digo en ese momento: el libro va a escribirse, debe escribirse. Es la presencia de la escritura con su ritmo endemoniado que asoma como necesidad vital impulsada por sus propias leyes. Era tanto el material escuchado y recogido que había que entrar a procesarlo como escritura. Después tendría

que plantearme los conflictos de la estructura narrativa. Hasta ese momento yo no había escrito ni una página. Esa es una extensa documentación que aún conservo en mis archivos. Cuando terminamos el Taller de la Memoria, los muchachos dicen muy convencidos: ahora sí querido Arturo a escribir el libro. Yo les dije, necesito más historias, otras historias para aproximarme a ese mundo complejo de la mentalidad de los jóvenes que habitan esta zona periférica donde pulula el desarraigo. Cada 8 días ellos aparecían con nuevas historias y nuevos personajes, en ese transcurrir de hallazgos narrativos duramos dos o tres meses. Ellos buscaban afanosamente personajes y yo comencé a escribir las historias escuchadas. Surgieron conversaciones de larga duración, que se fundamentaban en ciertos principios enraizados en la experiencia de hablar con el otro: hablan dos, vamos a discutir los dos, a construir una historia entre los dos, dos sujetos hablan y escuchan en igualdad de condiciones, ninguno de los dos será un objeto de uso y de información para el otro; es decir la historia escuchada por uno pero contada por la memoria del otro, en una situación de respeto y reflexión; conversación cimentada en una profunda confianza o empatía mutua que pueda crear una adecuada atmósfera posible para hablar y escuchar; situar la conversación en el espacio y en el tiempo histórico en que sucedieron los acontecimientos, entorno social para el logro de una relativa veracidad de la historia que se escucha; introducir en la conversación el arma de la pregunta y la contra-pregunta en quienes asumen el rol de preguntar, narrar y escuchar; la pregunta suele convertirse en un acto de imposición de quien, por razones de supuesta formación académica, piensa que el otro no debe preguntar sino simplemente escuchar la pregunta y narrar la intimidad de su vida. El que confiesa también pregunta. De antemano propuse un compromiso con los protagonistas: antes de publicar la historia, los muchachos, muchacha o muchacho, leerían el texto escrito sobre su vida, propondrían reformas y se publicaría lo que quisieran que publicara; incluso, en algunas conversaciones surgieron nexos de éstos con la guerrilla y esos datos comprometedores los fui eliminando de acuerdo con ellos. Me interesaba construir relatos en los cuales se pudiera constatar y medir una profunda dimensión de vida de unos jóvenes de 14 o 15 años; una niñez y una juventud que nunca tuvieron y, a la vez, la relación con el crecer humano que tiene tantas complicaciones en la periferia de una ciudad violenta en sus ejes fundacionales. Posteriormente fui trabajando textos y un día, en boca de uno de los protagonistas, escuché una verdad que me dolió en el alma: “nosotros los jóvenes somos gente muy buena, gente sana, gente soñadora, gente que abraza con mucho afecto, gente aventurera, pero también los jóvenes somos unos hijos de puta…” Esto me situó en la dura realidad para poder entender ese fenómeno de lo que es la mentalidad de muchos jóvenes. Busqué literatura, leí una novela de Paul Nizán que se titula: Aden Arabia. Nizán comienza su novela: “Yo tenía 20 años y no permitiré que 25


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nadie diga que es la edad más hermosa de la vida”. Afirmación que a renglón seguido, le da un hondo significado de apropiación de una realidad compleja, cuando escribe: “Todo amenaza con la ruina a un hombre joven: el amor, las ideas, la pérdida de la familia, la entrega al mundo adulto. Le es duro aprender cuál es su lugar en el mundo”. Y luego Sartre hace un sesudo prólogo sobre la novela y dice: “hemos traicionado tantas veces nuestra juventud que no mencionarla es una decencia mínima. Nuestros antiguos recuerdos han perdido sus dientes y sus garras; veinte años, sí, he debido tenerlos, pero tengo cincuenta y cinco y no tendría la audacia de escribir: “Tenía veinte años y no permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida”. Esto me hace descifrar más a fondo esa mentalidad juvenil. Entonces ocurre el fenómeno hermoso en el que ellos, por iniciativa propia, comienzan a buscar otras historias y son muchas las historias que vienen hacia mí con su vuelo oral. Yo voy seleccionando el material, me reúno y trabajo con los personajes tres o seis días, grabo entrevistas de una a diez horas y comienzo a elaborar ese proceso escritural a través de lo que califico el proceso de los originales. En síntesis, hice seis originales del texto Ciudad Bolívar, la hoguera de las ilusiones. El primer original era la trascripción absoluta sin editar de la conversación grabada, especie de constancia de ésta en su conjunto lingüístico, con sus silencios, repeticiones y modismos; el segundo original un texto dramático, que consiste en hacer una lectura de la historia dándole prioridad a los hechos dramáticos; es decir, subrayar o numerar en secuencias las situaciones más cruciales en la vida del personaje y luego, reorganizar de nuevo el texto en su estructura a partir de la importancia de cada secuencia dramática, y así evitar la monotonía de la cronología cuando se trata de un texto oral. El tercer original era el mismo relato contado desde los hechos dramáticos conservando la esencia lingüística del texto en su trascripción. El cuarto original era el

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estudio lingüístico del texto oral para unificar secuencias semánticas y rescatar ritmos connotativos que se pierden en la oralidad y, a la vez, limpiando el texto de repeticiones y modismos. El quinto original era una confluencia de lo dramático y lo lingüístico, y, en el sexto original, el escritor introduce su voz escritural en segmentos cuando la historia oral lo permite o necesita profundizar en ciertas situaciones de la intimidad del personaje o en cuestiones relacionadas con sus diversos entornos sociales e históricos. Finalmente apareció el libro con un inmenso éxito editorial y esto produjo una serie de nuevas situaciones que quiero sintetizar: uno, que con su publicación, cuando los medios de comunicación se refieren a Ciudad Bolívar hoy día lo hacen con mayor respeto; se demostró que Ciudad Bolívar no era el infierno de la violencia capitalina que los medios de comunicación habían propagado como peste ambulante en sus mensajes; se aclaró que en Ciudad Bolívar viven jóvenes que están luchando para que se les entienda su identidad de jóvenes, que piensan, viven la ciudad y tienen una visión sobre el país. Dos, los relatos producen una profunda transformación en los propios personajes; uno de ellos, que en esa época pintaba, después del texto publicado va a la universidad y estudia Filosofía y Letras, continúa su carrera de pintor y hoy día es profesor. Tres, el libro como experiencia humana se convirtió en un texto muy leído en todos los colegios de Bogotá y ha logrado, a través de su lectura, abrir un amplio diálogo entre los muchachos del sur con los muchachos del norte de la ciudad. En últimas, el texto es una reflexión profunda sobre los imaginarios de los jóvenes, de su visión de la ciudad, de sus itinerarios y desplazamientos geográficos. El libro no sólo es texto sobre jóvenes o texto sobre la ciudad, es también una íntima y larga conversación que abre puertas a esa memoria, que yace en los recuerdos individuales del otro cuando el tiempo no tiene prisa y rehace en una conjugación de voces, otra orilla clarividente de la memoria colectiva urbana.


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 27-32 pgs.

BRÚJULA ROTA. CULTURA “NÓMADA” DE LOS TRABAJADORES MIGRATORIOS CENTROAMERICANOS / BROKEN COMPASS. “NOMADIC” CULTURE OF THE CENTRAL AMERICAN WORKING IMMIGRANTS Amparo Marroquín Parducci * y Miguel Huezo-Mixco**

Resumen El texto, fundamentado en entrevistas, aborda el tema de las migraciones de centroamericanos hacia los Estados Unidos. A través de testimonios de personas que han recorrido difíciles caminos como el desierto, la selva y el río, y han utilizado crueles medios de trasporte como el tren del que son empujados hasta perder pedazos de sus cuerpos, los autores se centran en un análisis de la identidad cambiante del “nómada”, que va y viene sin un lugar fijo al cual llegar o del cual partir.

Palabras clave: Migraciones, identidad, cultura, Centroamérica, tránsito.

Abstract Based on interviews, the present text approaches the issue of Central American migrations towards the United States. By means of testimonies of people who have walked across the desert, the jungle, and the river, and who have used cruel means of transport—such as the train from which they are pulled-off until they lose parts of their bodies—, the authors analyze the changing identity of “nomads”, who come and go with no stable starting point or destination.

Keywords: Migrations, identity, culture, Central America, transit.

La pobreza ha salido de sus escondrijos a peregrinar. Desde los años 70 del siglo pasado, verdaderas muchedumbres de centroamericanos buscan anhelantes el llamado “sueño americano”, transitando por una de las zonas más peligrosas del hemisferio, la llamada “ruta del Soconusco”. Una garganta infestada de salteadores, víboras, malaria y traficantes de humanos, que se extiende a lo largo de unos 150 kilómetros desde Tecún-Umán, en el borde fronterizo de Guatemala, hasta Tapachula, en México. Estuvimos allí, en julio de 2005, en el curso de una investigación sobre los impactos culturales de los migrantes en la sociedad salvadoreña. Luego, en San Salvador, *

Amparo Marroquín Parducci es profesora de comunicación e investigadora sobre procesos de cultura e identidad en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador. ** Miguel Huezo Mixco es poeta y ensayista, autor de nueve libros; en 1999 se hizo acreedor a un Premio Centroamericano de Literatura. Desde 2004 han iniciado una relación de colaboración en torno al tema de las migraciones internacionales salvadoreñas.

Fecha de recepción: junio de 2006 · Fecha de aceptación: julio de 2006

participamos de una serie de conversaciones con diferentes grupos de personas asociadas al tema, incluyendo una mesa (“grupo de discusión”) con personas que vivieron en carne propia la experiencia del viaje al norte y el regreso, en unos casos voluntario, en otros forzado, a El Salvador. De aquella vivencia, tanto como de las lecturas y la escucha de esos testimonios, de la revisión del rico material fílmico recogido por el colectivo Meridiano 89° y el documentalista Uli Stelzner, es posible concluir que muchos de nuestros migrantes tienen allí la primera gran prueba de su tránsito hacia el norte. Un tránsito que puede prolongarse por muchos años, hasta configurar, poco a poco, una cultura nómada, un proyecto de vida que consiste en un constante ir y venir, en muchos casos sin saber a dónde se llegará. Para cruzar hacia Guatemala un centroamericano no necesita de una visa, pero las autoridades policiales suelen aprovecharse de la vulnerabilidad y las incertidumbres de los migrantes para empezar a cobrarles “mordidas” desde que ponen un pie en la frontera. De manera convencional se concibe a la migración como un proceso de ida y retorno, con etapas diferenciadas. Cuando el grupo mexicano Los Tigres del Norte canta la experiencia de los cruces a nado de los tres ríos fronterizos —Paz (El Salvador/Guatemala), Suchiate Guatemala/México) y Bravo (México/Estados Unidos)— y sostiene que los salvadoreños son tres veces mojados, no hace sino recoger las sagas contadas por los nómadas salvadoreños. En realidad, puede ser un proceso de tránsito, largo y complejo, con numerosas estaciones, que incluye pasos decisivos, como el de Soconusco, a los que le sigue el arriesgado tránsito por el territorio mexicano, pasando por toda clase de vejaciones (robos, violaciones, heridas), y a veces encontrando hasta la muerte. El salto a los Estados Unidos incluye, a su vez, la tortuosa travesía por las zonas desérticas y las diferentes etapas del internamiento urbano, el encuentro de un espacio para vivir, la obtención de uno o varios trabajos, las capturas, la deportación... Pero el tránsito no termina allí. La estadía misma en Estados Unidos suele ser vivida como una nueva transición que tiene como horizonte el regreso, más tarde o más temprano, al lugar de origen. Este retorno, con frecuencia, no significa el fin de la travesía sino sólo una nueva estación, una parte consustancial de su forma de ser: en tránsito. De ello vienen dando testimonio muchos nómadas que han ido al norte “sin papeles”, retornando a sus lugares de origen y reemprendiendo de nuevo la ruta. Una, dos, tres veces más. No sólo la música nos habla de estas experiencias, también las cartas, álbumes de fotos y poemas lo hacen desde una vivencia más íntima. Un ejemplo de ello es el poema “Apátrida” de Alex Canizález: 27


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 27-32 pgs.

DOSSIER • Amparo Marroquín Parducci y Miguel Huezo-Mixco

“Siempre me siento extranjero no importa dónde estoy... alguien rompió mi brújula me echó a transitar por el mundo vuelvo siempre buscando una calle una casa a la que nunca regreso”.1

Foto 1. Subiendo al tren. Fotografía del documental “Asalto a un sueño”.Tapachula. Uli Stelzner ©

Foto 2. Inmigrantes centroamericanos esperan el tren en la estación de Tapachula. Fotografía del documental “Asalto a un sueño”.Tapachula. Uli Stelzner ©

Aquella estación es un enorme plantel con numerosas vías que convergen y se separan. Huele a gasolina y orines. Entre la escasa luz de la luna se miran los lomos de los vagones parqueados. El sitio no es muy seguro. La comida y el agua escasean. Los policías federales o los pandilleros—no se sabe cuál de los dos grupos es más de temer—caen sorpresivamente para desvalijarlos de dinero, golpearlos, o llevarse a las mujeres y pasar un rato loco, de sexo forzado, alcohol, drogas y golpes. Allí conocimos a Mauricio N., originario de Honduras, padre de dos niños. A sus 23 años se considera un veterano de la ruta. La primera vez que emigró tenía 19 años. Recostado sobre su mochila, nos habló de su trabajo como peón en un circo en Miami, y luego la historia de sus cuatro viajes al norte. “Me deportaron la última vez hace sólo ocho días. Ahora voy de regreso para el ‘otro lado’. No sé cuánto tiempo voy a quedarme, pero volveré las veces que haga falta”. Sonia R. estaba esperando también en la estación, junto con su marido, René D. Ambos son originarios de Guatemala. Hace tres años, Sonia se fue por primera vez, ella sola, por las líneas del tren. René se quedó cuidando a los hijos. Ahora los hijos están con los abuelos y los dos se aventuran en el viaje. Sonia ríe. “Ahora estamos felices porque, si Dios quiere, ya pronto llegaremos allá. Si llegamos en cuanto se pueda mandamos a traer a los niños. Este—señala a René—está nervioso. Es la primera vez que viaja así y tiene miedo. Los hombres son más miedosos y por eso toman (licor) para aguantar el viaje. Pero así ya tomados entonces se caen del tren, como aquel de allá, mire—nos muestra a otro viajero que parece sumergido en los vapores del alcohol—”. René también ríe y toma fuerte la mano de Sonia. No la suelta. Pese a lo que propone cierta retórica, las fronteras no son imaginarias. En los últimos años y especialmente en los últimos meses, se habla mucho de los peligros que corren los migrantes en la demarcación entre México y Estados Unidos. La ruta de Soconusco es todavía uno de los pasadizos más riesgosos, pero sobre los que todavía existe poca atención. Las políticas migratorias de Estados Unidos han convertido la zona en el primer gran coto de caza de centroamericanos. En esa vía se producen miles de detenciones, principalmente en el perímetro de los primeros kilómetros posteriores al borde fronterizo. Allí tiene lugar también la mayor cantidad de vejaciones y abusos de parte de autoridades y particulares contra los migrantes.

Caminos de extravío

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Canizález pertenece al grupo literario Talega, que se formó después de la guerra civil. El poema está en el libro Casa prestada (2005), San Salvador: Ediciones Escorpión.

Los migrantes indocumentados, provenientes de países pobres, despedazados por guerras y violencia, son la encarnación de una atávica discriminación sistemática de clase, género y etnicidad. Pero en ese paraje, también la historia y la naturaleza parecieran confabularse contra ellos. La historia de la zona ha estado amarrada a la de los países centroamericanos: fue conquistada en 1524 por el español Pedro de Alvarado—el mismo que conquistó


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 27-32 pgs. Brújula rota. Cultura “nómada” de los trabajadores migratorios centroamericanos / Broken Compass. “Nomadic” Culture of the Central American Working Immigrants

Guatemala y El Salvador—y formó parte de la Capitanía General de Guatemala, la Centroamérica de nuestros días. Al consumarse la independencia centroamericana en 1821, el Soconusco decidió formar parte del llamado Primer Imperio Mexicano, de Agustín de Iturbide. Tras el fracaso anexionista, el Soconusco optó por existir como nación independiente. En 1842, en otro golpe de timón, se unió a la jurisdicción de Chiapas y a la república mexicana. Por su historia y ubicación geográfica, esa franja ha seguido entrelazada con Centroamérica. De hecho, una parte de la riqueza de la zona proviene de la agricultura y la mano de obra centroamericana que comenzó a llegar tras la introducción del cultivo del café, a principios del siglo XIX. El flujo de trabajadores migrantes estacionales no se ha detenido desde entonces. Durante nuestra travesía, en el puesto fronterizo de Ciudad Hidalgo, México, mientras las autoridades sellaban nuestros pasaportes, se formó una larga cola de hombres y mujeres indígenas guatemaltecos, probablemente en camino de las fincas chiapanecas. Las mujeres, todas muy jóvenes, casi niñas, vestían invariablemente las prendas de su etnia, y algunas cargaban a sus bebés atados a la espalda. En aquella historia, los migrantes salvadoreños, hondureños y nicaragüenses aparecieron más tarde. El auge agrícola hizo posible en 1908 la construcción de la línea férrea del tren carguero destinado a conectar la zona con el resto de México. Con los años, este ferrocarril vendría a convertir la “ruta de Soconusco” en el camino cardinal para migrar al norte. En efecto, el principal polo de atracción de los migrantes de nuestros días son las estaciones del tren de Ciudad Hidalgo y de Tapachula. La naturaleza de la zona presenta sus propios desafíos. La densa cobertura vegetal impone el uso de carreteras, vías férreas y veredas. Durante los meses de invierno, la zona registra una importante concentración de lluvias. Entre junio y diciembre, las lluvias torrenciales ensanchan los ríos y la zona se mira azotada por frecuentes huracanes. Aunque en esa temporada la temperatura promedio es de 30° centígrados, en el verano el calor puede alcanzar los 40°. La conjunción de agua y calor ha creado un medio fértil para la proliferación de zancudos que propagan la malaria y el dengue. A esto debe sumarse la presencia de víboras de cascabel, alacranes y también de “personas de corazón negro”, como sostuvo Roberto, un inmigrante hondureño que fue asaltado en la zona y ahora mendiga por las calles. En esa ratonera existen algunos oasis, como la Casa del Migrante, que dirige el misionero Ademar Barilli, donde nómadas de Centroamérica, Ecuador y otros países, encuentran una cama limpia y pueden descansar por un par de días. Por allí han pasado más de 70 mil personas migrantes desde 1995. De acuerdo con sus estadísticas, casi 90 de cada cien deportados deciden emprender de nuevo el viaje al norte. “Muchos que pasan, aquí los volvemos a ver”, nos dijo Walter Arreaga, coordinador del trabajo de atención.

Foto 3. Mural en La Casa del Migrante, Tecún Umán.

La revista Sin fronteras, publicada por la Casa, asegura que 75 de cada cien delitos cometidos contra los migrantes en Guatemala ocurren a manos de policías corruptos. De igual manera, una de las peores experiencias son las continuas extorsiones de la policía mexicana. Cuando los migrantes rodean las casetas permanentes de las autoridades para evitar ser detectados, se topan con los delincuentes que los acechan en el monte. Olivia Ruiz, investigadora del Center U.S.-Mexican Studies de California, describe que en los caminos de extravío suelen verse, entre las coronas de los árboles, plataformas construidas por ladrones para observar y esperar el paso de los nómadas. Los forajidos se lanzan sorpresivamente sobre ellos desde lo alto de los árboles. El 27 de julio de 2005, la visita al albergue Jesús El Buen Pastor, en Tapachula, fue particularmente impresionante. Allí, voluntarios dirigidos por Olga Sánchez Martínez, una mujer menuda y de ademanes suaves, atienden a las víctimas del tren: hombres y mujeres de Centroamérica mutilados de manos, pies, piernas y brazos. Ningún otro lugar acoge a estas personas y sus proyectos truncados. Se va demasiada energía, demasiado dinero en sanar las heridas del alma y del cuerpo. En la sala principal se observa, en la pared, un inmenso crucifijo y dos muletas a su lado. Para quienes han ido a parar a este albergue, las posibilidades de continuar el viaje han terminado. Incluso, la posibilidad misma de retornar a su país pues muchos carecen de papeles. Tal es el caso de Consuelo, una salvadoreña de 21 años. Ella perdió un brazo y una pierna al ser derribada de lo alto de uno de los vagones por lo que ella supone fue una rama. Fue levantada inconsciente por una patrulla del mexicano Grupo Beta que intenta proteger a los migrantes en las rutas críticas. No tiene papeles pues para evadir el control de las autoridades intentó hacerse pasar por guatemalteca y luego por mexicana. Lleva ya nueve meses en el albergue. Muchos van, muchos vienen. Algunos, como Consuelo, no saben cuándo regresarán. No saben si regresarán. 29


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DOSSIER • Amparo Marroquín Parducci y Miguel Huezo-Mixco

Nuestro viaje fue asomarnos a otro mundo. Habíamos estado en El Soconusco, a medio camino entre la desesperación y la esperanza. Habíamos sentido sus olores, el rostro de la muerte, del hambre, también de la lucha y de la vida. Los rostros que trajimos para contar no son sólo los suyos. Pudieron ser los de muchos otros que, esta noche, mientras escribimos, están acurrucados en la sombra, esperando el rugido de “la bestia” que los llevará al sueño o a la muerte.

Los relatos: (Tránsito a dos voces y coro) Como parte de la investigación, entrevistamos en San Salvador a un grupo de migrantes. Unos que no alcanzaron a llegar a Estados Unidos, y otros que regresaron, después de trabajar allá. Nos dijeron que podíamos contar sus historias, pero sin revelar sus verdaderos nombres. Muchos piensan volver a cruzar fronteras; su proyecto no es quedarse en esta tierra para siempre. Los relatos fueron muchos. En todo caso, las historias iniciaban siempre con ese momento en el que hicieron una pequeña mochila. Dos cambios de ropa, agua, un suéter, algunas veces una cuerda para amarrarse al tren, las fotos de los hijos, de la mamá, o de la esposa y un poco de dinero escondido en los zapatos, en las costuras del pantalón. Se dejaban atrás las querencias y el tránsito iniciaba. José emigró la primera vez hace veintiséis años. Cuando su mamá huyó del país a Canadá. Él tenía entonces ocho años. Aprendió inglés, se adaptó al estilo de vida, intentó quedarse amparándose en un programa de amnistía pero fue imposible. Regresó a su país cuando tenía veinte años. Después de algunos años en El Salvador decidió probar suerte. “Un día un amigo llegó a mi casa y me dijo que si no quería irme con él. Era un día de la madre, y yo le dije que sí. Le pregunté cuánto tenía de dinero y me dijo que 100 colones2; yo tenía 14 dólares que me había mandado mi mamá. Así nos fuimos.” Estuvo en Estados Unidos casi tres años, dos de ellos en Nueva York, ahí fue deportado. En unos años más probará de nuevo suerte para reencontrarse con su familia. Carmen, en cambio se fue porque quería buscar un mejor futuro para sus hijos. Después de algunos años logró llevárselos a Estados Unidos. Ella fue deportada y sus hijos quedaron allá. Piensa intentar subirse al tren, aunque le da miedo: “Hoy está bien difícil, yo miro cómo salen sin una pierna, es bien riesgoso irse, si estoy completa aquí...”. Sus ojos se pierden pensando en sus hijos. La identidad del tránsito no termina, no descansa. Las historias trenzadas nos hablaron de cuatro tránsitos y de las muchas estaciones que han hecho. Las estaciones son apenas espacios de paso, que conectan un tránsito con el siguiente. 2

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Aproximadamente once dólares.

El primer tránsito: Soconusco. El paso a México. El tren El tren lo toman hombres y mujeres que no tienen el dinero suficiente para costearse una ruta más segura con un coyote. Aunque últimamente, como nos contaba Estela, en el albergue de Tecún Umán, también los coyotes utilizan estas rutas. Nos hablaron sobre las redes de corrupción, pero también de las otras, las de la solidaridad que se vive en diferentes momentos del trayecto, como nos explicó David, que anduvo errante por Estados Unidos por casi cuatro años. “¿Qué puedo contar? Yo llegué allá viajando en tren... Uno está expuesto a muchas cosas, uno come de todo, si es posible hasta de lo que está en la calle. Hay alguna gente que es buena onda, pues cuando uno se va, le toca andar pidiendo.” José también nos relató su paso desde Guatemala, donde los problemas iniciaron, hasta el Soconusco. “Llegamos a Tecún Umán y el dinero ya se nos había acabado. Estuvimos dos días en una casa de inmigrantes. Lavábamos los platos y hacíamos limpieza para que nos dejaran dormir. Para cruzar la frontera, le ayudé a una señora a subir unas cosas a una balsa, ella les dijo a los oficiales que yo era su hijo. Seguí hasta Tapachula en donde caí preso. Entonces, le pregunté al oficial si tenía hijos, le dije que yo también y que iba para el norte, porque quería trabajar para mis hijos. Pero el oficial me dijo que si me dejaba libre por cualquier lado que agarrara me iban a matar. Le respondí que con la fe en Dios no me iba a pasar nada. Me dijo que me esperara a que pasaran todos los inmigrantes y luego nos soltó, y salimos corriendo. Un guatemalteco se metió en una choza y yo me quedé en la calle. Ahí encontré a alguien que me dió dinero para que tomara el bus hasta Arriaga (Chiapas), ya en mi nuevo destino me encontré a un señor que me llevó a una iglesia adventista, andaba sucio, todo mugroso, pero el pastor me presentó y pidió ayuda para mí. Con ese dinero me fui y llegué a otro lugar de Arriaga en donde una señora que tenía un comedor me acogió. Me dijo que yo era bien inteligente porque trabajaba, me levantaba a las cuatro de la mañana a barrer, a lavar los trastes. Luego, llegó un señor solicitando trabajadores y ella le dijo que yo estaba disponible.” Su nuevo empleador lo llevó a Veracruz. Le enseñó las tradiciones de San Carlos, por si las autoridades lo interrogaban, él podría probar que era veracruzano. Anduvo como vendedor ambulante y no tuvo problemas, incluso llegaba a los cuarteles de los soldados a venderles ropa. De Veracruz siguió a Matamoros vendiendo sillas, láminas, colchonetas, de todo lo que le pidieran. Con el dinero que le pagaron tomó un autobús. Para que los oficiales no lo agarraran se fue sentado adelante, junto al chofer. Al llegar a su nuevo destino buscó a un señor que le habían referido para que le consiguiera trabajo. Para identificarse como migrante sin ponerse en peligro, debía decir que buscaba a una persona llamada Carlos.


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“Cuando lo encontré, le dije que andaba buscando a ese mi tío, que se llamaba Carlos. Él me dijo que lo conocía. Me dijo que a un kilómetro estaba su casa y me llevó hasta ella. Ya en su casa, me preguntó de dónde era yo realmente, le dije que salvadoreño. Me preguntó si tenía lana, a lo que respondí que sí. Entonces, me dijo que me quedara pero no en su casa, sino en la ‘troca’. Puse un cartón como colchón y allí dormía, mis sábanas eran unos periódicos, le pagaba por la comida y por estar allí. Trabajé unos días como ayudante de albañil, me pagaron, compré una tarjeta y le hablé a mi mamá. Ella me mandó 400 dólares para que le pagara a un guía que me pasara por el Río Bravo.” Algunos pasan muchos días, semanas, meses, en territorio mexicano. Para otros, la experiencia se va de un tren a otro, de una estación a la siguiente. Un viaje en autobús. Aunque viajen solos poco a poco se juntan en grupos para cruzar el desierto. Muchas veces la inexperiencia hace que la ruta se extravíe. Otras más, las pandillas y los asaltantes comunes aparecen. Si estos peligros no llegan, la policía está siempre al acecho. El río Bravo es uno de los últimos obstáculos de este primer tránsito, también guarda sus sorpresas, como lo que le sucedió a Ernesto: “Lo peor en río Bravo fue que llegando a la orilla me dijo el guía que me desnudara y que me tirara al agua. Ya en el agua me tiró la ropa y me robó los últimos cien dólares que me habían quedado. Gracias a Dios que sabía nadar y me fui bajo de agua hasta alcanzar mi ropa y salir.” El migrante que logra sortear estos obstáculos alcanzará su siguiente tránsito.

Foto 4. En el tren. María, salvadoreña, lucha contra el sueño: “Ya van cuatro días que no duermo. Hay que hacer un gran sacrificio para no dormirse”. Fotografía del documental “Asalto a un sueño”. Tapachula. Uli Stelzner ©

Segundo tránsito: Estados Unidos Llegar no significa terminar, no se cierra un ciclo. No se sueltan anclas con la brújula rota. Llegar a la tierra prometida es, para nuestros nómadas, continuar. De un lugar a otro van, duran algunos días, o meses, incluso años. Pero no está ahí la meta, nuevos tránsitos llegarán posteriormente. Hemos recopilado algunas estaciones de ese tren abordado por los migrantes; parajes donde se hace un alto en el camino, donde se espera un momento a que llegue un nuevo transporte. En estas estaciones aparecen de nuevo el sufrimiento, la corrupción, la cárcel o los centros de detención de la frontera sur de Estados Unidos, los “corralones”. También aparece la solidaridad y la posibilidad de enviar el dinero a sus parientes con todo lo que implica simbólicamente. Es volver a estar allá y aquí, tener presencia y voz entre los que se quedaron lejos. Los primeros envíos serán para la mamá, el hijo o la abuela. Con las primeras compras habrá, en la casa que se dejó atrás, objetos que hablen del migrante que, desde lejos, vivirá cada acontecimiento familiar. Estos son algunos relatos de las estaciones que tanto David como José nos compartieron.

Estación casa de migrantes Después de una larga estación en México y de hacerse pasar por veracruzano, José pasó el río Bravo. Después de caminar mucho rato encontró a unas personas. Les preguntó por una casa de migrantes que quedaba por la zona. “Ellos me dijeron que la casa estaba a unos kilómetros de allí, pero yo ya no podía seguir caminando porque me dolían los pies. Uno de ellos me dijo que me esperara. En la madrugada me llevaron a esa casa de acogida. Allí estuve. Al siguiente día nos entrevistó una monja, nos dijo que ahí llegaban a buscar trabajadores y me dijo que si quería, que trabajara allí. Llegó un gringo con quien hice el trato de trabajar por cinco dólares la hora. Trabajé desde las seis de la mañana hasta las seis de tarde. El gringo me llevó a cortar naranjas a una finca. Todos me preguntaban que cómo había hecho para lograr esa paga tan buena y les dije que porque sabía hablar inglés.”

Estación jardinería Mientras José cortaba naranjas, David estuvo en Houston un tiempo, trabajando como jardinero. “Una señora nos consiguió un chance de trabajar, pero nos estaba estafando, el pago nos los quitaba casi todo y nos tenía amenazados de que iba a llamar a migración. Los voy a tener así y tienen que hacer lo que yo quiera, decía.” David decidió buscar mejor suerte con una pariente que tenía en California.

Estación el corralón Después de trabajar y vivir un tiempo en la casa para migrantes, José siguió su camino pues quería llegar a Nueva York, donde se encontraban sus hermanos y donde era más sencillo encontrarse con su mamá que entonces 31


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seguía viviendo en Canadá. Su camino no fue sencillo. “Pasé quince días en una montaña. Solo, sin comida, ni agua, ni nada… Yo sé lo que es beberse sus propios orines. En el camino, me agarraron los policías y me llevaron al corralón. Ahí estuve seis meses. Me cayó una multa de diez mil dólares. Mi familia no podía pagar ese dinero y buscaron una casa de fianzas. Cuando usted sale del corralón y lo dejan en Estados Unidos lo mandan sucio, pero si lo regresan para su país lo mandan limpio. A mí me mandaron mugroso para allá. Mi familia pagó un hotel para que yo me bañara y lavara mi ropa. Entonces me fui para Nueva York.”

Estación nuevo tren Cuando David llegó a California se encontró con que su pariente no podía darle alojamiento, ni contactos. Sin tener a dónde ir, y sin querer regresar a Houston, se fue a la estación del tren. “Estuve durmiendo en la estación, andaba como con 300 dólares. Ya me había resignado a que si no me salía trabajo en una semana mejor me regresaba a Houston. La primera noche no salió nada, yo me ponía en la esquina viendo qué salía. Ya al tercer día estaba desesperado, me puse a pedirle a Dios. Pero en la madrugada me despertó mi amigo, un hondureño, y me dijo que había un ‘jale’. Nos llegaron a traer en una camioneta para ir a ‘zanjear’, en una construcción. Nos tardamos cerca de dos semanas haciendo ese trabajo. El propio contratista, todos los días me llegaba a traer a la estación, pues allí estuve viviendo casi un mes completo, pero al menos tenía con qué estar comiendo.” Salieron luego algunos trabajos, se aprendieron nuevos oficios. En algunas ocasiones se reunían con amigos y familia para descansar un poco, recordar a la familia que se quedó “allá” y agarrar de nuevo fuerzas. Ninguno de nuestros nómadas creó una nueva familia en Estados Unidos. “No quedaba tiempo—explica Ernesto—, yo trabajaba de nueve de la mañana a cuatro de la tarde en donde se hacía cerámica. Luego entraba de seis a nueve haciendo cosas de jardinería. Luego de once a una de la mañana recogiendo basura. Me tocaba bien penquiado… pero yo digo que el sacrificio vale la pena.” Las estaciones se suceden de un empleo y al otro. De un estado al siguiente. Pero el tránsito muchas veces se detiene y vuelve al ciclo de origen cuando la deportación aparece en el horizonte.

Tercer tránsito: deportado, como garrobo Los nómadas no miran la deportación como un fracaso. Unos tienen más suerte que otros, pero no está escrito sobre piedra que no se pueda volver. Siempre es posible

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tomar el tren una vez más. Lo que aparece es un alto en el camino. Una vuelta de tuerca que los trae de nuevo al país, pero que no los compromete a nada definitivo, no los ancla. En el caso de David, la deportación llegó de manera rápida y simple. Lo esperaba en su lugar de trabajo. “Me salió otra oportunidad de ganar un poquito más, pero esa era la mala, pues fue de donde me deportaron. Yo estaba trabajando cuando nos cayó una redada de oficiales y por no tener papeles nos deportaron. Fue de una forma hasta graciosa a la vez, pues de 25 que agarraron, hicieron un sorteo de quiénes se quedaban. Los oficiales nos pidieron que sacáramos un número. Cinco tuvieron suerte y se quedaron. Nosotros nos vinimos.” José, con toda su familia allá, tuvo un abogado que tramitó sus papeles para la residencia definitiva. Cada cierto tiempo debía presentarse a la corte para comprobar su estilo de vida. Sin embargo, su abogado equivocó la quinta cita y él no asistió la fecha que las autoridades solicitaban. Lo obligaron a pagar dos mil quinientos dólares de multa y su pasaje. “Para El Salvador a uno lo mandan esposado de pies, manos, cintura y cuello. Como un garrobo. Yo pagué mi fianza y no me dejaron ni siquiera sacar un pantalón, nada de ropa, ni mi dinero que tenía guardado en el banco. Me dijeron que no tenía derecho a nada, por castigo. El aeropuerto Kennedy es grandísimo. Me hicieron caminar todo un piso, esposado, y que me viera la gente. El juez se molestó porque me sacaron a las tres de la madrugada y me llevaron al aeropuerto. Mi vuelo era a las siete de la mañana. Mis pies hasta se inflamaron por caminar con las esposas. Caminar como si uno es robot, no es bonito.”

El regreso Se llega con la brújula rota. Se traen nuevas costumbres, gestos y palabras que no gustan. Algunos los señalan como “la mala semilla” que pierde nuestra “identidad verdadera”. Son deportados. Vienen sin dólares. Algunos tienen antecedentes penales en el país del norte. Ser deportado es un estigma que equivale, según cierto discurso oficial dominante, a decir que son mareros. Causantes de la violencia que el país vive. Su llegada es considerada como una violación a los derechos de las y los salvadoreños. Se busca evitar que las autoridades de Estados Unidos los deporte. Que se queden allá. Vuelven a un país donde lo que más ha crecido en la economía durante los últimos cinco años es el desempleo. Después de muchos esfuerzos la gran mayoría ha conseguido establecerse de nuevo, al menos por un tiempo. Muchas veces se vuelve y se sigue siendo extranjero. ¿Terminará en algún momento el viaje? Para muchos la esperanza es justamente que esto no llegue a pasar.


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 33-37 pgs.

EL DIARIO EPISTOLAR DE DOS AMANTES DEL SIGLO XIX. SOLEDAD ACOSTA Y JOSÉ MARÍA SAMPER* / POETIC DIARY OF TWO 19TH CENTURY LOVERS. SOLEDAD ACOSTA AND JOSÉ MARÍA SAMPER Carolina Alzate **

Resumen Este trabajo hace una lectura comparada de los diarios íntimos de Soledad Acosta y José María Samper, escritos el primero entre 1853 y 1855 y el segundo entre enero y mayo de 1855. Sitúa a ambos autores, amantes entonces y esposos después, en el escenario de fundación nacional de mediados del siglo XIX colombiano y trata de estudiar en estos textos la configuración de género sexual en esta pareja de letrados.

Palabras clave: Nación, estudios de género, estudios literarios, autobiografía, Colombia siglo XIX.

Abstract This article makes a comparative reading of two diaries by Soledad Acosta and José María Samper, written between 1853 and 1855, the first one, and between January and February 1855, the second one. It places both authors, lovers at that time and future husband and wife, in the context of Colombian 19th century national foundation, and tries to study their texts in terms of gender studies.

Keywords: Nation, gender studies, literary studies, autobiography, 19th century Colombia.

El diario de Soledad Acosta Soledad Acosta de Samper, nacida en 1833 y muerta en 1913, es la escritora colombiana más importante del siglo XIX y se encuentra dentro de los escritores hispanoamericanos más relevantes de su generación, hombres y mujeres. Aunque es referencia obligada en las historias de la literatura colombiana, fue muy poco estudiada antes de la década de 19801. Este trabajo hace parte de una investigación en curso, titulada Del yo lector al yo escritor: génesis de la ficción autobiográfica. Colombia, segunda mitad del siglo XIX, Universidad de los Andes. Es una versión revisada de la ponencia presentada para LASA (Puerto Rico, marzo de 2006). ** Profesora Asociada, Departamento de Humanidades y Literatura, Universidad de los Andes, Bogotá. Master of Arts, Universidad de Massachussets. PhD. en Literatura Universidad de Massachussets. Correo electrónico: calzate@uniandes.edu.co 1 Esta ponencia retoma en su primera parte el estudio preliminar del Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, Edición y notas de Carolina Alzate. Bogotá: Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2004. Con frecuencia me veo repitiéndome al presentar a la autora, pues la sé aún relativamente desconocida. Entre las pioneras en los estudios contemporáneos de la obra de la autora se encuentran Montserrat Ordóñez y Flor María Rodríguez-Arenas.Acaba de ser publicada una compilación de textos críticos sobre la autora, Soledad Acosta de Samper. Escritura, género y nación en el siglo XIX, edición de Carolina Alzate y Montserrat Ordóñez (Madrid-Frankfurt: Iberoamericana Editorial /Vervuert, 2005).

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Fecha de recepción: Marzo 2006 · Fecha de aceptación: Agosto de 2006

Emprender el estudio del manuscrito suyo publicado como Diario íntimo en 2004 significó aproximarse a lo marginal dentro de lo marginal. La escritura autobiográfica masculina es abundante, respetada y apetecida a lo largo de todo el siglo XIX, y en Colombia e Hispanoamérica existe en forma de Memorias. Sin embargo, para las mujeres de la época hablar de sí mismas era aún más difícil que emprender una carrera literaria y hacer pública su producción (Kirkpatric, 1989). Como sabemos, la descripción genérica que se hacía entonces de las mujeres hacía muy difícil que ellas pudieran constituirse en sujetos autobiográficos: la escritura de este tipo de textos niega, entre otros rasgos, la condición de abnegación (autonegación) fundamental del sujeto femenino decimonónico. Nuestras escritoras del siglo XIX parecen no escribir Memorias, el género autobiográfico más prestigioso. Cuando emprenden la configuración de un yo que les permita redescribirse con respecto al orden patriarcal, lo hacen en la forma de cartas o de diarios, siendo el diario un subgénero marginal dentro del de la autobiografía. O lo hacen de manera indirecta, y tal vez en la mayoría de los casos que se conservan, a través de los personajes de sus novelas, heterogéneos, variados y contradictorios. Las Memorias suelen presentarse como crónica del mundo hecha por un personaje excepcional que protagonizó acontecimientos fundamentales de las historias nacionales. En contraste con estos rasgos, el diario se percibe como narración de segundo orden y por tanto prescindible: relato de asuntos privados e individuales sin trascendencia sobre lo público y lo colectivo, que se presenta de manera evidente más como texto que como obra cerrada y acabada, y que en esta medida carecería del valor literario que se les asigna a las autobiografías ‘propiamente dichas’. El yo exaltado, egocentrado y protagonista que requiere la escritura autobiográfica, con mucha dificultad podía ser ocupado por una identidad femenina de mediados del siglo XIX (Smith, 1991). Los textos autobiográficos femeninos de esta época son, pues, escasísimos en América Latina, y en Colombia los creíamos inexistentes hasta el hallazgo de este Diario. Superando la inmensa dificultad que significaba para las mujeres del momento emprender una escritura pública, Soledad Acosta se convirtió en una de las más importantes escritoras hispanoamericanas de su momento y en uno de los más prolíficos escritores colombianos. A lo largo de toda su obra los temas de la patria y de la mujer se entretejen y son protagonistas: como la generalidad de los escritores de su generación, está comprometida y ocupada con el tema de la fundación de la nación a través de la escritura, entendida ésta como una labor política de primer orden. Pero a diferencia de la mayoría de ellos, le interesa también explorar la manera en que las mujeres pueden y deben involucrarse en esa fundación, no sólo como madres y esposas sino también en términos intelectuales más ambiciosos y en último término políticos. Su Diario es básicamente un diario de amor. Soledad Acosta comienza a escribirlo en septiembre de 1853 en 33


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DOSSIER • Carolina Alzate

Bogotá, cuando acaba de conocer en Guaduas al hombre del que se enamorará perdidamente, y termina en mayo de 1855, en la víspera de su matrimonio (y de su cumpleaños). Durante ocho de esos meses Colombia vive una de sus guerras civiles del siglo XIX. Su amado, poeta y miembro del Congreso, huye de Bogotá, se une al gobierno constitucionalista provisional y lucha dentro del ejército que toma el control de la Capital y restablece el orden constitucional. De tal manera, si bien el hilo que conserva el Diario de comienzo a fin es el del desarrollo de la relación amorosa, éste se entreteje con el relato de los hechos que precedieron el golpe de estado y con la narración de los sucesos bélicos y del ambiente político y militar que se vivía en Bogotá durante guerra. Ya en este texto temprano se encuentran los temas que van a ocupar a la autora a lo largo de su carrera intelectual: la patria y las mujeres. La joven Acosta de veinte años se compromete políticamente con el momento en que vive y, desde una perspectiva muy consciente de sus circunstancias de género sexual, evalúa el espacio dentro del cual las mujeres pueden moverse tanto en términos amorosos como políticos, y comienza ya a criticar lo restringido de ambos. Su Diario podría estudiarse siguiendo al menos tres hilos conductores: el de la autobiografía, el de la historia nacional y bogotana de esos años y el de la vida cotidiana. Desde el punto de vista de la historia y de la vida cotidiana, el Diario es un documento de gran valor como testimonio de una mujer que vivió desde esa ciudad momentos cruciales de nuestra historia decimonónica y su misma cotidianidad. El estudio del asunto auto-bio-gráfico, tema del estudio preliminar publicado con la primera edición del Diario en 2004, muestra la manera en que una mujer colombiana—que se convertiría en una de las más importantes escritoras hispanoamericanas—va delineando para sí un tipo de subjetividad y de historia que le permitirá constituirse en el personaje que conocemos. Su Diario es testimonio y práctica de un esfuerzo escriturario dirigido a la exploración de su interioridad y del mundo que la rodea, al trabajo sobre la complejidad del oficio, y al ensayo y búsqueda de sus temas. Es una escritura dirigida hacia la autofiguración romántica de un yo femenino que escribe. El rostro que se da Soledad Acosta en su Diario es plenamente romántico, y su amor es el de quien busca un alma gemela a través de la cual pueda en último término amarse a sí misma y tal vez a partir de allí comenzar a escribir. Los interlocutores de la joven Acosta son el diario mismo, el amado y el padre. El diario es el primero de ellos. La interlocución con el amado aparece cuando gana alguna certidumbre acerca de su amor. Su otro interlocutor, el padre, fallecido en 1852, es una figura en ausencia. Resulta interesante que sus interlocutores sean figuras masculinas. Interesante, pero parece que no extraño: según muestra Mercedes Arriaga en su libro Mi amor, mi juez (2001), las mujeres autobiógrafas suelen configurar sus subjetividades en relación con personajes masculinos. Esta 34

elección puede deberse al tipo de figura del cual quieren dotarse: los hombres son los intelectuales y quienes escriben, y hacerlo no va bien con los rasgos femeninos definidos por la época. Su correlato es pues difícil de encontrar entre las mujeres, y sobre todo difícil de legitimar. El amado, y de cierta forma también el padre, se caracterizan en el Diario como interlocutores ideales, como formas alternas del yo. Recordando a su padre afirma: “[Él era] la única persona que sabía lo que era yo porque me parecía en sus sentimientos, en el genio” (18 de nov., 1854). Respecto del amado, hay un momento de gran trascendencia en el cual la autora se da cuenta de que él sabe comprenderla: “Sólo él ha sabido comprender mi fisonomía. Él me dijo que era melancólica” (14 de diciembre de 1854). Él, como su padre, la conoce y, más importante aún, la reconoce. La autora admira a su amado por patriota, buen poeta, pensador político y de sensibilidad exquisita: es un Genio, como su padre. Ella desea que él la comprenda y la ame, y el momento en el que se convence de que es así significa un momento de autoafirmación. En esas figuras masculinas, y sobre todo en la relación que establece con ellas, la autora se mira y se configura. Esta caracterización de cierta forma masculina de su subjetividad va de la mano con la manera crítica en que percibe la descripción genérica femenina de su momento. A lo largo de toda su carrera Soledad Acosta sufrió las diversas barreras que el orden establecido trató de imponer a su producción intelectual, y buena parte de su escritura reflexionó acerca de este hecho y argumentó por su modificación. En el Diario se encuentran ocasionalmente comentarios anti-patriarcales que luego tomarán forma en su narrativa y en sus ensayos: “[F]uimos a donde María G. pero no la vimos. Anoche a las dos de la mañana le nació una niñita, lo que sienten mucho. Deseaban que fuera hombre, pero así sucede: siempre nos reciben a las pobres mujeres en el mundo malísimamente. Y tienen razón, que es la suerte de las esclavas” (31 de mayo de 1854). Otro rasgo característico de su diario es su carácter intertextual, señalado constantemente y de forma directa a lo largo del manuscrito de setecientas páginas. Allí están por supuesto Mme. de Staël y otras escritoras europeas menos conocidas hoy, además de dos mujeres colombianas: Josefa Acevedo y Agripina Samper (Pía Rigan, poetisa y cuñada suya, de quien hablaré más adelante). En su auto-figuración como escritora romántica entreteje además los poemas del amado y sus lecturas de los románticos europeos, cuyas citas aparecen de manera constante a lo largo del Diario: Byron, Moore, Goethe, Schiller, Heine, Lamartine, Chateubriand. En su configuración autobiográfica, la autora se teje, pues, de textos que escribe sobre otros (el padre, el amado) y de textos escritos por otros. Todo ello dentro de una actitud escrituraria común en las autoras del Romanticismo, para quienes las marcas culturales de la vida que vivimos resultan evidentes y vivir es entonces escribir y re-escribir lo que se lee.


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 33-37 pgs. El Diario Epistolar de dos amantes del siglo XIX. Soledad Acosta y José María Samper / Poetic Diary of Two 19th Century Lovers. Soledad Acosta and José María Samper

Otro hallazgo: diarios de dos amantes del siglo XIX Hasta aquí he hecho una introducción al texto siguiendo las conclusiones del estudio publicado con la edición de 2004. Después de su publicación otro escenario surgió para el análisis de ese sujeto autobiográfico en términos género: en la misma colección de manuscritos de la pareja Samper Acosta a la que pertenece el diario, encontramos otro de José María Samper, escrito entre el 1 de enero y el 4 de mayo de 1855 y hasta ahora inédito2. Samper le regala a Soledad Acosta, ese 1 de enero, un libro en blanco para que continúe allí la escritura de su diario y compra uno idéntico para sí mismo. A partir de entonces escriben sus diarios simultáneamente. Tenemos aquí un caso peculiar y sumamente atrayente en las letras hispanoamericanas: los diarios de una pareja de escritores, un escenario ideal para contrastar, en un caso específico, las estrategias empleadas por un sujeto femenino y otro masculino en la elaboración de su subjetividad. Pero aquí debo reconocer que la estrategia de Samper lo es en sentido doble: en su diario son menos evidentes los rasgos masculinos de lo que yo imaginaba: su diario es una estrategia no tanto de construcción de sujeto como de seducción de la amada. Me atrevo a afirmar que Samper no escribía diarios y que comenzó a escribir éste durante su conquista. Cuando él comienza a escribirlo, Acosta se anima a mostrarle el suyo. Él comienza a seguir las estrategias narrativas de ella y estos relatos terminan convirtiéndose en diarios epistolares que consiguen para él finalmente la mano reticente de la amada. Como señalé antes, Soledad Acosta habla con su diario durante dieciséis de los veinte meses que narra; sólo después del compromiso comienza a dirigirse también a Samper. Éste comienza hablando en tercera persona de su diario, de forma muy impersonal; después de leer los apartes de Acosta que ella le muestra, comienza a hablar como ella: “Ven, mi amado diario”, le dice el 9 de enero; ya al final reconoce abiertamente el destinatario de su escritura: “Mañana te escribiré la última página de este diario”, refiriéndose a Solita (3 de mayo. Mi énfasis). A medida que leemos el diario de Samper asistimos a algo así como una feminización de la subjetividad de Samper y de su diario, que en su género de diario íntimo es tal vez ya de por sí femenino. Todo ello ocurre como parte de la seducción: los autobiografemas esenciales son la sensibilidad y la alabanza del espacio doméstico. El de la sensibilidad es el que le gana el corazón de la romántica amada: no olvidemos que ésta es una marca, no sólo de la subjetividad femenina del siglo XIX, sino también del poeta romántico. Samper lleva a cabo dicha feminización sin dejar 2

El manuscrito se titula Diario de José María Samper Agudelo. Comenzado el 1 de enero de 1855, y hace parte de la colección de la Biblioteca Rivas Sacconi del Instituto Caro y Cuervo. El período narrado cubre los últimos cuatro meses del narrado por Soledad Acosta y termina, como el de ella, en la víspera de su matrimonio.

de ser el hombre público del que se enorgullecen él y la amada, y comentando aspectos que también nos interesan, como el de la diferenciación genérica del momento. La forma de los dos diarios es claramente diferente. El de Samper es el de un conocido poeta, político y periodista. No titubea, ni en conceptos ni en su escritura. Con el pasar de las página va resultando evidente que su relato es un autorretrato hecho para la mujer de la que está enamorado, a la cual ha podido identificar como romántica en su trato y en lo que ella le ha dado a leer. A diferencia de Samper, Acosta se va construyendo para sí misma durante la mayor parte del relato. Duda, tacha, recorta y pule su escritura: se dota progresivamente de la autoridad y de la voz con las que luego comenzará a escribir sus ensayos y novelas. Su diario comienza así: Me he decidido a escribir todos los días alguna cosa en mi diario, así se aprende a clasificar los pensamientos y a recoger las ideas que una puede haber tenido en el día. Estuvimos hoy adonde el Dr. Cardoso que vino de Tocaima ya bueno, se habló de la casa de Guaduas y se repitieron las mismas cosas que se dicen mil veces en visitas, los mismos cumplimientos, las mismas contestaciones. [...] ¡cuántas veces, si se pudiera levantar el velo que cubre nuestros verdaderos sentimientos, se asustarían al conocer las ideas que se encuentran al fondo de nuestra mente! [14 de septiembre de 1853]

Tal vez estos rasgos son los que llevan a Samper a describir el diario de su amada con las palabras ternura, nobleza, sencillez y naturalidad (3 de enero). Para hablar de su propia escritura masculina, por el contrario, se admira ante su constancia y señala cómo ésta le procura la “admirable facilidad” con que aborda tanto la política como la poesía, los trabajos financieros, históricos, filosóficos y su vida íntima (5 de enero). Su diario es, desde el comienzo, el de alguien que domina la escritura y que escribe para ser leído: Este libro, destinado a ser el santuario de mis íntimos pensamientos, a contener todos los misterios de mi alma soñadora y todas las impresiones ocultas a mi agitado corazón; este libro, que va a ser el espejo de mi vida en todos sus instantes, debe tener por único brillo la verdad, por único perfume el de las flores de mi jardín de esperanzas... (1 de enero)

Samper no sólo tiene autoridad para escribir sino que se desempeña en ese oficio y es reconocido. Además se mueve confortablemente entre las esferas privada y la pública, y dentro de ésta última en múltiples espacios: “Hoy he comenzado la publicación de un periódico, y Dios sabe que sólo me animan dos estímulos: el amor de la patria y una noble ambición de gloria. ¿La alcanzaré? Tal vez no; pero de seguro que nadie me hará extraviar el camino del honor, de la justicia y de la moderación” (5 de enero). Se describe como “periodista, poeta, orador popular, institutor, publicista, apóstol de la República, 35


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DOSSIER • Carolina Alzate

abogado, negociante, empleado notable de la Nación, Diputado, Elector, Concejal, Jefe Municipal; casado, viudo, feliz, desgraciado, popular, perseguido, ministerial, oposicionista, proscrito, soldado” (7 de marzo. La segunda parte de la lista no deja de ser curiosa). A nuestra autora la vemos, en cambio, sufriendo con frecuencia su vida doméstica como confinamiento, reclusión: Mañana o pasado mañana será la batalla…[...]¡Y tener que quedar inmóvil, y tener que pasar en calma aparente estos días terribles! ¡Y esperar aquí quieta que se decida la suerte de mi Patria ... y tal vez la mía! ¡Sin poder dar un paso para detenerla! Y a esto estamos destinadas las mujeres, tenemos que estar sin movimiento, tenemos que esperar a que nos traigan las noticias. ¿Por qué esta esclavitud?… ¡El bello sexo! Las cadenas en que nos tienen las doran con dulces palabras nuestros amos. Dicen adorarnos y nos admiran mientras humildes les obedecemos… [25 de octubre de 1854]

En otro fragmento trata el mismo tema en los siguientes términos: Nada de particular, ¿qué puede haber digno de escribirse en la monotonía de la vida? Esta tarde hubo una especie de guerrilla por allá abajo en el llano y aprestáronse los soldados para en caso de necesidad. Nosotros fuimos adonde las Vélez: ¡pobres señoras, siempre una misma rutina, siempre enfermedades, siempre tener que aguantar muchachos molestos, exigentes, bravos, sin esperanza de cambiar esta vida sino con la muerte! [...] Y están resignadas y felices tal vez, a su modo; ¡lo que es la costumbre!, si yo tuviera que vivir así, antes de poco moriría de desesperación. [15 de septiembre de 1853]

Estos comentarios sobre la vida doméstica vienen unidos, como vemos y como cabría esperar, al cuestionamiento del restringido rol asignado a las mujeres. Samper parece simpatizar con ella en esto, al menos en parte. En la entrada del 4 de marzo se muestra preocupado porque su hermana Agripina, poetisa, acaba de cumplir veinticuatro años y no ha podido casarse: ¡la pobre Agripina no tiene porvenir, y cuenta cada año un aniversario más y una esperanza y una ilusión de menos! Sin porvenir en las letras, porque una mujer literata no vale ni puede valer en esta sociedad rústica, indolente y envidiosa. [Sin porvenir en el amor] porque no conoce sus misterios ni los encontrará en la oscuridad de estos pueblos. / ¿De qué sirven la belleza, la educación esmerada y el talento si sólo han de resaltar más el contraste con la soledad, el desencanto y la tristeza de una vida estéril y desierta? (4 de marzo)

Como vemos, aunque simpatiza, suscribe la opinión del momento según la cual la vida de una mujer sólo en el matrimonio tiene sentido y la de la soltera no puede ser sino estéril. Su Soledad, Solita, será en cambio el ángel de su 36

hogar, y ángel la llama repetidamente (marzo 4 y 7, mayo 1), y cuando está pasando revista al sinnúmero de espacios en los que él se mueve: ella es y será su centro. En el texto de él ella es bella, casta e inocente (4 de enero), es su consuelo (8 de enero). “Si Soledad no me amase, yo tendría que llorar mi desventura y le daría un adiós eterno a la esperanza de la felicidad doméstica...” (2 de enero). Resumiendo los días de dicha que está viviendo cuenta: Los días los paso en honrosas ocupaciones y las tardes y las noches al lado de mi amor, en dulces pláticas, en improvisaciones poéticas, trabajos de dibujo, gratas lecturas y gozosos comentarios. / La verdadera felicidad no se encuentra sino en los goces inocentes y pacíficos del hogar doméstico. [23 de enero] Es tal mi placer que olvido todo lo demás. Yo que en otro tiempo deliraba con la política, que vivía siempre en movimiento, en acción... siguiendo el vaivén que imprimen al espíritu los acontecimientos públicos / Sí, tú me has transformado, ¡me has engrandecido, purificado y abierto el camino en cuyo comienzo está la esperanza, en cuyo curso está la virtud y en cuyo extremo misterioso encontraré el cielo! [23 de febrero]

El único que seduce no es él, por supuesto. Ese diario epistolar les sirve para decirse cosas que no se atreven, o para las cuales les faltan las palabras. Sin embargo es curioso ver también qué fragmentos de su diario le da ella a leer. El 5 de enero le entrega las páginas de una evocación de su casa de la infancia y el relato de un paseo suyo al río Fucha durante la guerra, en el cual el regalo que le hicieron de un nido ocupado le inspiró una reflexión sobre la fragilidad de la vida y sobre la insensibilidad de algunos ante ésta. Sin querer tal vez, pero llena del ideal decimonónico femenino, acaba ofreciéndose como ángel del hogar, no como pura sensibilidad romántica, melancólica, que es por mucho lo que predomina en su diario. Samper parece haber sido propicio a la carrera literaria de su esposa, si bien en la relación de los esposos pudo acabar pesando más el ideal doméstico que el romántico. Soledad Acosta nunca emprendería de nuevo un género autobiográfico, y su voz la encontramos para siempre dispersa y contradictoria entre sus múltiples personajes de ficción. Hay una novela, sin embargo, con un altísimo contenido autobiográfico que retoma los hechos narrados en su diario de juventud. Se trata de Una holandesa en América, publicada por entregas en 1876 y en libro en 1888. Una de sus protagonistas va a casarse con su amado después de la guerra de 1854. Él y ella recuerdan en todo a la pareja Samper Acosta. Poco antes del matrimonio, y después de reconocer a su pesar que “una mujer casada nada tiene de poética”, Mercedes expresa sus dudas en una carta a su amiga: Veo que Rafael desearía hallar en mí una mujer más tierna, más sumisa, más femenina quizás. Los hombres me lo han dicho y


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yo lo siento así: buscan en el ser amado absoluta sumisión; quieren ejercer un domino completo sobre nuestra alma; figúraseme a veces que ellos querrían vernos moralmente a sus pies, a pesar de que se fingen nuestros vasallos y nos llaman ángeles y diosas. [...] He pensado que debería romper con Rafael y quedarme soltera. (281-282. Mi énfasis)

El personaje se casa, sin embargo: su deseo es más fuerte que cualquier intento de reflexión. Como señala Catharina Vallejo3, Acosta nunca emprenderá la redacción de unas Memorias. Esa vía pública permanece sellada para ella. Samper, por el contrario, comenzará la redacción de su Historia de una alma en 1880: dos tomos que apenas cubren treinta y seis de los sesenta años que viviría (desde su nacimiento en 1828 hasta su regreso de Lima con su esposa e hijas en 1864). Sus Memorias son definitivamente las de un personaje excepcional, protagonista de acontecimientos fundamentales de la historia patria, las de esa subjetividad exaltada, egocentrada y protagonista, que con mucha dificultad podía ocupar un personaje femenino de nuestro siglo XIX. Los efectos de la tensión genérica que sufren las autoras de nuestro siglo XIX latinoamericano pueden rastrearse a lo largo de la obra de la autora. En la lectura simultánea de los diarios de estos dos amantes puede rastrearse de forma singular su origen. Se trata de dos textos que sin duda enriquecen, por su singularidad, el corpus de los estudios latinoamericanos contemporáneos, y no sólo en lo que a estudios literarios se refiere.

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Referencias Acosta de Samper, Soledad (2004). Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper, Edición y notas de Carolina Alzate. Bogotá: Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Acosta de Samper, Soledad (1888). Una holandesa en América. Curazao: Bethencourt e Hijos Editores. Arriaga, Mercedes (2001). Mi amor, mi juez. Alteridad autobiográfica femenina. Barcelona: Anthropos. Kirkpatrick, Susan (1989). Las románticas. Berkeley: U. of California Press. Samper, José María (1855). Diario íntimo de José María Samper Agudelo. Comenzado el 1 de enero de 1855. Manuscrito. Colección de la Biblioteca Rivas Sacconi del Instituto Caro y Cuervo. Samper, José María (1971). Historia de un alma. Medellín: Editorial Bedout. Smith, Sidonie (1991). Hacia una poética de la autobiografía de mujeres. En A. Loureiro (ed), La autobiografía y sus problemas teóricos. Barcelona: Suplementos Anthropos.

Ponencia presentada en el Coloquio Internacional Las escrituras del yo en la cultura de mujeres latinoamericanas y caribeñas, Casa de las Américas, La Habana, 14 a 18 de febrero de 2005.

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SOBRE EXPERIENCIA Y DISCURSO* / ON EXPERIENCE AND DISCOURSE Aníbal Ford y Eliseo Verón**

Resumen Conversando a través de El Tigre, Eliseo Verón y Anibal Ford, hacen del viaje una oportunidad para reflexionar sobre la constitución del discurso, el referente que presupone el signo y las tensiones entre discurso y experiencia.

Palabras clave: Discurso, referente, Peirce, navegar.

Abstract While traveling across the El Tigre river, Eliseo Verón and Anibal Ford, discuss about the constitution of discourse, the reference existent in the sign, and the tensions between discourse and experience.

Keywords: Discourse, reference, Peirce, travel.

El fracaso de transformar la experiencia en escritura Aníbal Ford En el pequeño camarote vuela un vaso y me corta una ceja. Al mismo tiempo un enorme armario se cae sobre nosotros y cubre con carpetas y papeles a mi compañero de viaje, Carlos Masotta. Trato de quedarme quieto para controlar los efectos de los cabeceos y rolidos del aviso Sobral que va cuerpeando la mar gruesa del Estrecho de Lemaire, "cementerio de barcos" para los antiguos y entrada frecuente al Pacífico cuando no existía el Canal de Panamá. Estamos escribiendo un libro sobre el Faro del Fin del Mundo, pero también estamos navegando el referente. ¿Cuáles son los límites entre la experiencia y el discurso? ¿Qué diferencia hay entre el hundir las botas en los turbales que cubren las empinadas montañas de la Isla de los Estados, ultimo fragmento de los Andes, y relatar esa * Publicados en Zona Erógena, enero, agosto y octubre de 2000. ** Aníbal Ford es escritor, periodista, investigador. Durante años ha sido profesor en la Universidad de Buenos Aires. Director de la Enciclopedia Latinoamericana de Sociocultura y Comunicación (Editorial Norma). Entre sus obras más recientes están La marca de la Bestia, Oxidación, Navegaciones. Eliseo Verón es doctor en lingüística por la Universidad de París. Dirigió el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de París VIII y actualmente dirige la carrera de Comunicación de la Universidad de San Andrés. Entre sus libros más recientes están: Esto no es un libro, Efectos de agenda, y El cuerpo de las imágenes.

Fecha de recepción: junio de 2006 · Fecha de aceptación: julio de 2006

experiencia? ¿Sólo la retórica, el "verosímil" del "yo estuve allí" de Clifford Geertz? A veces las distinciones o los hermanajes entre experiencia y discurso o entre diversos tipos de discurso no son tan claros como quisiéramos. Cuando vamos entrando en la estructura del libro, en los testimonios y en los registros sobre el Faro y sobre la Isla, vemos que no es fácil separar, por ejemplo, la cultura marítima de la expansión imperialista de la segunda mitad del siglo pasado—con sus versiones científicas y comerciales, o duras como las de los loberos, piratas de naúfragos (raqueadores), balleneros que la habitaron—de aquello que Edgar Morin llamó, en El Método, la "pulsión exploradora". Es decir, de ese afán del hombre de ir más allá de los límites de lo conocido, de superar las fronteras. O también de la atracción que sobre él ejercen los arquetipos—no lo digo en sentido junguiano—o los mitos que subyacen en ese territorio del fin de la tierra (finis terrae), de la tierra desconocida (terra incognita) o de nadie (res nullius) que aún hoy forman parte del fuerte y persistente imaginario universal sobre la Patagonia. Tampoco de lo que significa el faro como índice y señal, como realidad y metáfora en la noche oscura de los océanos o del alma. Julio Verne, que aún hoy figura entre los diez escritores más traducidos del mundo, fue muy hábil al fundir todo esto en una floja novela, que hasta retomó Hollywood, cuyo mayor valor está en el título: El Faro del Fin del Mundo. Y lo fue porque aún en los testimonios de aquellos que enfrentaron los extremos australes con un objetivo científico, político o comercial, aparecen, se filtran con frecuencia los rastros "arcaicos" del imaginario humano, las pulsiones oscuras e indecibles. O el crudo fracaso de transformar la experiencia en escritura o, tal vez, la necesidad de romper el cerrojo del lenguaje y de los discursos educados y formalizados.

Del discurso privado al discurso público Eliseo Verón La lancha cabecea sobre las ondulaciones que deja la estela de la colectiva interisleña: uack, uack, uack...y uack. Mi amiga le tiene mucho miedo al agua, y su presencia en la isla sólo se explica por mi poder de persuasión. Casi me arrepiento de haberla convencido, pero recapacito: sus gritos, guturales y breves en los momentos del cabeceo, tienen un claro ritmo sexual. Además, es bien sabido que en los momentos de peligro, el hombre debe proteger a la mujer rodéandola con sus brazos. El Tigre es para mí una experiencia muy difícil de describir. No es pura naturaleza (no es el delta amazónico) y las marcas humanas, aunque se trate de una espléndida casa isleña sobre sus sólidos pilones, tienen siempre un aire de conmovedora precariedad. Es como un encuentro sosegado, respetuoso, entre la naturaleza y la cultura. En el Tigre, es muy difícil la ostentación de una socialidad de la riqueza. Por suerte, los viejos y los nuevos ricos se encierran en los countries. (Ellos, que creen estar 39


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DOSSIER • Aníbal Ford y Eliseo Verón

protegiéndose de los demás, en realidad nos están protegiendo). Por ahora, en la isla, sólo tenemos que soportar el paso de alguno que otro yate de superlujo, cuya presencia me ha parecido siempre incongruente (aunque más no sea por su tamaño). Juntando material para el segundo volumen de Efectos de agenda, guardé el número de la revista Viva del 7 de noviembre de 1999. La tapa está atravesada por el sugestivo título: “Tigre. El nuevo Miami”; y ocupada por una foto que muestra la marina y una de las torres de Marinas Golf. La imagen es periodísticamente perfecta: representa la quintaesencia de la barbarie civilizatoria del dinero. Sigo pensando que tenemos todavía una sociedad que admite la coexistencia simbólica de varios mundos posibles. Y sin embargo, la riqueza tiene una furia incontenible, como si no admitiera espacios para los otros. Los demás, como su nombre lo indica, estamos de más. Como si su ideal fuera un país constituido por una red infinita de barrios privados, club houses, canchas de tenis y campos de golf. Una anticipación, en suma, del infierno. No dejo solo a Aníbal en su aviso Sobral. Quiero decir que el proyecto de escritura que a veces nos habita, hace difícil diferenciar la experiencia del discurso, pensar que la primera precede al segundo. A partir de ese proyecto de texto sobre la isla, antes de que lleguen los dólares de Rockefeller, mi experiencia del Tigre está ya invadida por sensaciones, ruidos, colores y olores más intensos, tal vez, que antes. Como si respirara un aire condenado a desaparecer. Mi experiencia está ya impregnada de bronca, de anticipada nostalgia, de impotencia, es decir, de discurso potencialmente público. Pienso que pasa lo mismo con el viaje de Aníbal al Faro del fin del mundo: su experiencia es inseparable, indistinguible, del libro que ya estaba escribiendo (en su cabeza) sobre él. Es lo que ocurre en el enamoramiento: cuando uno está lejos de la amada y vive experiencias intensas (estéticas, intelectuales, laborales o lo que fuere) esas experiencias están marcadas, en el momento mismo en que ocurren, por el relato que él le hará después a ella. Es la misma razón, en un plano más prosaico, por la cual los turistas sacan fotos de sus viajes.

El mundo es nuestro Eliseo Verón Releyendo esos dos textos, no puedo menos que subrayar una frase de Aníbal: “Estamos escribiendo un libro sobre el Faro del Fin del Mundo, pero también estamos navegando el referente”. Esa frase, si se me perdona el juego de palabras a propósito del mar, echa agua para mi molino. Realismo epistemológico: un referente no se puede navegar. Si el mar del que se trata es el referente del término ‘mar’, nunca se va a poder navegar. O, como está de moda decir ahora, se lo podrá navegar sólo en forma virtual. Y salvo que el dispositivo virtual utilizado ande muy mal, los vasos virtuales no te cortan una ceja. Una cosa es 40

el mundo, otra cosa es el discurso sobre el mundo. Si se fracasa en transformar la experiencia en escritura, es porque ambas cosas son bien diferentes. El realista evita frases como “navegar el referente”, con lo cual coincide con el sentido común: - “Hola, por favor, ¿me da con fulanito?” - “No, fulanito salió. Se fue al referente.” Este diálogo es poco plausible. Desde un punto de vista realista, decir “estamos navegando el referente” es un error epistemológico. Porque la noción de referente reenvía al discurso, el referente no es algo del mundo, es algo-del-mundo-designado-poralgún-signo. El referente, pues, presupone el signo. Si el mundo se reduce a la referencia, el realismo está equivocado. Porque entonces [el mundo] = [el mundo del cual se dice algo]. No hay residuo no referenciable. Justamente, el realismo necesita un residuo, necesita presuponer que el mundo desborda la referencia: hay más mundo que mundo referenciado. Con lo cual caemos en el objeto absoluto: si el mundo no coincide con el mundo referenciable, hay algo del mundo que es por definición indesignable, que escapa a todo lenguaje. Sobre este punto, no es que no valga la pena discutir; no se puede, por definición, discutir. Creo que la expresión “estamos navegando el referente” no es un error epistemológico por parte de Aníbal, sino más bien un índice de que Aníbal no es realista. Aunque pienso que “el fracaso de transformar la experiencia en escritura” es una frase ambigua, que presta a confusión. La tensión entre experiencia y discurso no es una dificultad entre un mundo a-semiótico y su semiotización, es una tensión (punto aclarado en conversación telefónica entre dos textos) entre dos semiosis: la primeridad (que corresponde a la experiencia e incluye, entre otras cosas, a los inefables qualia de las discusiones de los cognitivistas) y la terceridad (orden del discurso propiamente dicho). Esta es nuestra tensión y nuestro problema. Y en términos de la jerarquización peirciana de las categorías, la terceridad presupone la primeridad pero no a la inversa (sin olvidar que, claro, en otro nivel la primeridad es ya un tercero). No olvidemos que Bateson emparentó lo que él llamaba “códigos analógicos” (primeridad de Peirce) al inconsciente freudiano. La primeridad no es reductible a la terceridad, resiste. Pero no es el mundo que resiste, somos nosotros.

¡Qué importa el retrato si la moza está en París! Aníbal Ford 2.1.Escribo sobre un mundo sobre el cual hay posibilidades de discurso o no las hay (Verón: “no sabría cómo expresarlo”). Son la 7.30. Las brumas cubren o emergen del río y se van diluyendo. En la orilla opuesta el sol brilla entre las casuarinas. Paró la sudestada y el río comenzó a bajar. Pasa un bote isleño. Lo sé por su estructura y porque tiene un motor Villa. Los isleños dirían que “comenzó la


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bajamar” aunque estemos en un río. (He evitado toda metáfora aunque, con seguridad, una investigación etimológica y filológica pondría en evidencia que muchos de los términos que utilizo tienen origen metafórico. ¡Qué sería del ser humano sin su capacidad “isomórfica”! Una aclaración: tendría que haber dicho detrás y no "entre las casuarinas") . 2.2. Jakobson en “Dos tipos de afasia y dos tipos de lenguaje” estudió ciertas alteraciones mentales que impiden reconocer una metáfora. Entonces yo imagino un sujeto, semejante a los sujetos “reales” de Oliver Sakcs, que no tiene capacidad de reconocimiento metafórico, que está atado a lo literal—-pero que ha tenido, antes de enfermarse, cierta formación en filosofía analítica y en historia cultural—y lo enfrento a la afirmación de Verón que dice que mi frase “navegar el referente... echa agua para su molino”. La primera pregunta que este sujeto haría a Eliseo es: ¿Cuando usted dice que un frase echa agua a un a un molino me puede decir qué me está diciendo? Porque: 2.2.1. Es absolutamente imposible que una frase eche o lleve agua a un molino. Aunque “se cure con palabras” sería de una perfomatividad escandalosa. 2.2.2. Eliseo no tiene molino y si lo tuviera seguramente este sería eólico, como sucede con la tradición económica argentina, y no hidraúlico. (En este sentido el “refrán” pareciera referirse a la cultura europea. Pero este es otro problema.) 3. Acotación: en el tomo cinco de los Collected Papers de Peirce este afirma lúcido, ingenuo y esperanzado en el progreso del conocimiento (en el subcapítulo 4, titulado REALITYE, del capítulo "Cómo hacer nuestras ideas claras" ): "... We have, hitherto, not crossed the threshold of scientific logic. It is certainly important to know how to make our ideas clear, but they may be ever so clear without being true. How to make them so, we have next to study. How to give birth to those vital and procreative ideas which multiply into a thousand forms and diffuse themselves everywhere, advancing civilization and making the dignity of man, is an art not yet reduced to rules, but of the secret of which the history of science affords some hints". 4. Vuelvo a la metáfora. La frase “navegar el referente” que proviene seguramente de cuando tuve que escribir un artículo sobre Sudeste de Haroldo Conti y decidí navegar en bote todos los recorridos del personaje de la novela, del Arroyo Anguilas al Bajo del Temor, es, lo reconozco, una semimetáfora. Su condición de verdad parcial, como en la lógica fuzzy, proviene de que si bien como dice Eliseo el referente “no es algo del mundo, es-algo-delmundo-designado-por-algún-signo” (subrayado mío). Mi frase tiene una pata sobre el mundo aunque yo haya puesto las dos. El problema es que si experiencia y escritura (o lenguaje) “son cosas bien diferentes” corremos el riesgo de gritar ¡socorro! (o help me! o aiúdenme!, como traduce la televisión) y que nadie venga a salvarnos. Es cierto que “una cosa es el mundo y otra el

discurso sobre el mundo”. Yo he afirmado en otro texto: “una cosa es el hambre y otra cosa es el discurso sobre el hambre”. Pero esto no impide tomar como ciertas esas formas de discurso tan especiales como las estadísticas que nos "indican" que hay gente que, aunque no la veamos, se esta cagando de hambre en la aldea global. 5. Es cierto que el referente presupone al signo. También que esto origina malentendidos y coartadas. Si hay un tema que aparece claro cuando se trabaja sobre "exploraciones" o historias del descubrimiento geográfico, como el viaje al Faro que relato en la primera reflexión, es que hay "más mundos que mundos referenciados" (aunque se lo referencie por la negativa: terra ingnota, res nullius, etc). Entre el mundo referenciado y el "indesignable", que escapa a todo lenguaje (aquí estoy de acuerdo con Verón y Wittgenstein) hay siempre un designable aún no designado. Esto está claro en el afán toponímico o en sus flujos y reflujos, evidente en la Isla de los Estados o en todos los archipiélágos del sur como lo testimonian las historias y las luchas para "nombrar" a la res nullius. ¿Quién sabe que el Cabo Hornos se llama así por la ciudad holandesa de Hoorn? 6. Pero este no es problema central. Y además yo no me refiero a un mundo a-semiótico y su semiotización— terminaría diciendo que Colón no descubrió sino que semiotizó a América—sino a la tensión que bien señala Verón entre la primeridad y la terceridad. Tal vez a lo que pierde, más que al fracaso, la primeridad al ser reducida a la terceridad. Pero no lo hace sólo porque nos resistamos (Verón) ante tal malestar (Freud) sino por la sospecha que ha caído para siempre sobre el lenguaje y también sobre la cultura. ¿Qué quiere decir hoy "esa persona no tiene palabra"? ¿Es que ya no se puede decir, como en El Padrino II: "Don Corleone es un hombre de palabra"? 7. Puntos para la próxima: 7.1) hay una relación estrecha entre lo que plantea Eliseo sobre la resistencia de la primeridad a la terceridad que está emparentado con los excesos de formalización y control social que se producen en nuestra época (algo de esto trabajé en La Marca de la Bestia); 7.2) frente a irreductibilidad de los discursos que analiza Verón en el prólogo a la última edición de Conducta, Estructura y Comunicación yo pongo en escena, como zona a aclarar, la simultaneidad, también mentada por Verón, entre primeridad, secundidad y terceridad y que es con lo que me encuentro al estudiar los diversos registros del Faro del fin del Mundo que mencioné en la primera reflexión. ¿Desde qué nivel lógico se resuelve esta paradoja?

De escollos, residuos y cíclopes Eliseo Verón Un escollo, se me ocurre, es un malentendido cuando uno está navegando. Esquivemos los escollos, primero. Yo dije (cf. ‘El mundo es nuestro’ ZE 46): “Una cosa es el mundo, 41


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DOSSIER • Aníbal Ford y Eliseo Verón

otra cosa es el discurso sobre el mundo”. Aníbal parece estar de acuerdo. Recuerda haber escrito: “una cosa es el hambre y otra cosa es el discurso sobre el hambre” (cf. ‘¡Qué importa el retrato si la moza está en París!’, ZE, loc. cit.). Pero mi frase, con la que no estoy de acuerdo, yo la puse en boca del realismo. Es mucho más dramático en el caso de la frase de Aníbal: si uno dice no estar de acuerdo con la frase ‘una cosa es el hambre y otra cosa es el discurso sobre el hambre’ uno es un hijo de puta. Aquí hay un primer problema: el que reivindica la lucha contra el hambre, la exclusión, la marginación y la miseria humana en general, o se condena al realismo o es un hijo de puta. Esto es una trampa. Ni realismo ni constructivismo; como diría Varela, enacción. Otro escollo. Aníbal dice reconocer que la frase ‘navegar el referente’ es una semi metáfora. ¡No! No es ni metáfora ni semi. ¿Dónde están la homología y sus cuatro términos, explícitos o implícitos? Pero como ocurre muchas veces con la retórica, la cuestión no tiene mayor importancia. Ahora navegamos en aguas calmas. [Polémica:consenso::aguas agitadas:aguas calmas]. Partimos del tema: escritura y experiencia. Propuse que las dificultades para pasar de la experiencia a la escritura (¿quién no las ha conocido?) son las dificultades para pasar de la primeridad a la terceridad. (En realidad, la primeridad es el aspecto afectivo de la experiencia; la experiencia pone en juego también la secundariedad). Cuando el actor enfrenta esas dificultades, está enfrentándose a sí mismo, en lo que respecta a la puesta en discurso que está buscando (“el mundo es nuestro”). Esto en cuanto a la experiencia subjetiva de las dificultades. Por supuesto que éstas no se reducen a un “obstáculo interno”, a un escollo que podríamos tratar de esquivar navegando acompañados (por un psicoanalista, por ejemplo). No, la conciencia subjetiva de las dificultades para pasar de la experiencia al discurso es sólo, como su nombre lo indica, la cara subjetiva del asunto. Por otro lado, esas dificultades nos recuerdan que, en la semiosis infinita, no estamos solos. La cara otra que la cara subjetiva no es una cara objetiva (realismo), es la cara de la semiosis, no sólo infinita sino colectiva, con sus instituciones, sus intereses, sus ambiciones, sus miedos, sus egoísmos, sus crueldades y muchas cosas más. Ah, por suerte, por suerte: también con sus zonas erógenas. Aunque como puede verse, dentro de este conjunto el Lets fuck! (o, si se prefiere el Make love, not war), tiene una pertinencia bastante limitada. El error de los que hoy protagonizan lo que una amiga mía que vive en París (espero que no sea la moza de Aníbal) llama el papiboom, fue olvidar que se puede hacer la guerra y coger. Bueno, esto del coger me hizo derivar, porque no tenía el ancla echada. La primeridad es el aspecto más irreductible de la experiencia (la secundariedad se puede contar). Irreductible quiere decir aquí: toda transposición (por ejemplo verbal) de una primeridad (por ejemplo, una emoción) deja un residuo. Pero ese residuo no es inefable, no es la emoción “absoluta” o “pura”. Porque esa primeridad-residuo es ya un signo. Lo interesante de Peirce es que permite pensar 42

que hay semiosis (primeras) irreductibles a otras semiosis (terceras) y viceversa. Esa amiga mía que vive en París me dijo enfáticamente que la famosa navegación del referente por Aníbal Ford era una licencia poética (sic) y que yo soy incapaz de percibir esa función del lenguaje. Llegó hasta citar a Jakobson: estaba muy enojada. A esa amiga habrá que darle un derecho a réplica en ZE. Yo le contesté: ¡No me rompas la bola! (respuesta del cíclope a su hijo que le preguntaba por qué tenían un sólo ojo, según Umberto Eco). Y pensé (sin decírselo, porque me pareció demasiado pretencioso): siguiendo su costumbre, Jakobson le puso un nombre al problema; yo prefiero tratar de pensarlo, y para eso un ojo sobra. ¿Cómo hacer entonces para escribir (terceridad)? Decir, por ejemplo: yo no soy de aquellos que hablan cuando hacen el amor. O como decía Enrique Muiño en aquella vieja película: donde mueren las palabras…

El loro y la semiosis infinita Aníbal Ford Eliseo se mueve en el ring como Nicolino Loche. De un round a otro me hace pasar de idealista ingenuo, a realista sádico. Peor, a binarista, cuando es sabido que soy un viejo tercerista. Optimista en la acción, pesimista en el pensamiento, cómo diría don Antonio Gramsci. Dejo para más adelante, la tríada que Verón construye: realismo/constructivismo/enacción porque me parece que tenemos diversas concepciones de esta (faire-émerger según el traductor al francés de Conocer de Varela) y también su crítica a Jackobson por nombrador. Lo dejo a Eliseo pensando o enactuando. Con una aclaración: si es con un sólo ojo, y éste no es el ojo panóptico del cíclope, puede sucederle lo que le pasó a la burra tuerta que descubrieron los hijos del rey de Serendipo—antecesores de Colmes—porque iba por el sendero comiendo del lado en que el verde era de peor calidad. (Serendipo=Ceilan; de ahí viene serendipity, un concepto o procedimiento cognoscitivo muy relacionado con la "enacción".) También dejo entre paréntesis qué tropo es "navegar el referente". En esto difiero con Eliseo no sólo por la amplia serie de metáforas que hay en el eje paradigmático, sino porque la retórica es importante. Y digo esto aunque uno de los objetivos de mi vida haya sido destruir tópica(s) y retórica(s). Pero no quiero dispersarme sino detenerme en una hermosa afirmación de Eliseo: "en la semiosis infinita no estamos solos". (Además, acerca de esto es de lo que vengo preguntándole desde el principio). Sí señor. La semiosis infinita es como esas procesiones medievales que iban a Santiago de Compostela y donde en el peregrinaje se juntaban príncipes, leprosos, prostitutas, duquesas, pajes, apestados, niños cagados hasta las patas y muchos otros seres de la viña del señor a la manera de un cuadro de Bruegel. Pero eso sí: la semiosis infinita no es binaria. No tiene dos caras como el signo de Saussure que critica Eliseo. Tiene múltiples caras, lo que no quiere decir


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que no haya que reconocer que la vida nos exige en cierto momento tener una sola cara. Y a bancárselas. Por suerte Eliseo, que ha luchado contra el imperialismo semiótico—se rumorea que luchado cuerpo a cuerpo hasta con el propio Greimas—está diciendo de alguna manera que la semiótica es una disciplina humilde y humana. (O que necesita ayuda: por eso piensa y piensa.) Mientras tanto afirma: la primeridad es irreductible pero deja un residuo (cosa que se ve bien en los boleros); hay semiosis primas y terceras que son irreductibles entre sí. Y, en otro lado, nombra ¡por fin! a la secundariedad. Que no deja de ser algo que también estaba al principio de esta conversación y que quedó a la deriva. Estamos en el Delta. Entramos a una casa atorranta de un ex corredor de motos. De esas que tienen la mitad de los muebles debajo del alero. Cuelga un loro en la entrada y cuando Eliseo pasa al lado, el loro dice: "Adiós papito, adiós papito". Cuando paso yo, sólo me ronronea (pura primeridad). Pero mi relato es secundariedad que inevitablemente me arrastra a abducciones e hipótesis que debieran ser discutidas en un congreso (terceridad) de animal behaviour: 1- ¿el loro rompió la semiosis social? 2- en la semiosis infinita ¿el loro está solo? 3- ¿por qué a Eliseo le habló y a mí me ronroneó? 4- ¿el loro está fuera o del otro lado de "donde mueren las palabras"? (Donde mueren las palabras es una película cuyo guión soñó Homero Manzi la noche en que vio a los famosos títeres de Podrecca). ¿Cómo hacer entonces para escribir (terceridad) sobre todo ahora que todos tercerean para no pagar las cargas sociales? Verón: decíme la verdad. Dale, vos que te la sabés lunga. ¿Esto de lo primero, lo segundo y lo tercero no lo inventó Peirce para levantarse a Lady Welby? Pensalo. Mientras tanto yo me pongo la campera y me voy, para gratificarme, a comprarme una escalera.

Triangulaciones Eliseo Verón Self 1: Lo que escribís es verdad, es lo que sentís, ¿o no? Self 2: Vos sabrás, pero ¿a quién le importa? Self 1: A nadie, de acuerdo. Pero eso está bien. Self 2: Yo no dije que esté mal. Self 1: Pero entonces ¿para quién escribís? Self 2: Para vos seguro que no. Self 1: Ya sé, escribís para tu interpretante. Eso dejalo para tus seminarios. Además, como nosotros somos uno, necesitamos dos más. Self 2: Con Aníbal Ford ya tenemos un lector. No me digas que Zona Erógena no la lee por lo menos el director… ¡Somos tres! Self1: Sos un marketinero. Lo único que te importa es la cantidad de gente que te lee. Además, se nota que hace tiempo que no venís a mis seminarios. Eso no tiene nada que ver con el interpretante.

Self 2: Empiezo a pensar que lo del triángulo de Peirce no es más que una sublimación. Lo que a vos te gusta, como dirían tus amigas del otro libro, son las fiestitas. Self 1: Mirá, yo escribí, en una respuesta a Aníbal Ford, que “en la semiosis infinita, no estamos solos”. A él le gustó. Self 2: Sí, claro, pero él, que había entendido todo, te pidió que le dijeras la verdad, te preguntó si no pensabas que eso de lo primero, lo segundo y lo tercero, en realidad Peirce lo había inventado para levantarse a Lady Welby. ¿No le pensás contestar? Self 1: ¿Estás insinuando que a Peirce también le gustaban las fiestitas? Self 2: ¿…? Self 1: El problema con lo de Peirce y Lady Welby es el mismo que se plantea con la Expedición Robinson. Lo único que les interesa a los periodistas es: ¿Hubo sexo o no hubo sexo en la isla? (es el vocabulario que usan los periodistas). Bueno, ¿hubo sexo o no hubo sexo entre Peirce y Lady Welby? Yo sospecho que no. Pero en ambos casos, nunca se sabrá. Self 2: Tal vez porque a Peirce sólo le interesaba la semiótica. Vos no corrés ese peligro. Self 1: ¡Estamos salvados! Como diría esa amiga que a vos te gusta: “los que sólo se interesan en la semiótica son unos huevones”. Self 2: Ford no hablaba de sexo, sino de género, ¿entendés? Género. No es lo mismo. Ford seguramente se acordó de la frase de Peirce: “El hombre es un signo que se desarrolla en el tiempo” ¿Te acordás? Bueno, la mujer no es un signo que se desarrolla en el tiempo. Pero tampoco es el objeto, ojo. Para el hombre, la mujer es siempre el interpretante, o mejor dicho, es la depositaria del interpretante. Eso es lo que nos pone tan nerviosos a los hombres. Self 1: Desde aquí veo la cara de sorpresa de Aníbal con tu interpretación… Self 2: Te voy a decir una cosa. Esa amiga que a mí me gusta, hizo una interpretación perfecta de la cuestión del sexo en Expedición Robinson. Self 1: A ver… Self 2: Una de las cuestiones que se plantea es la confusión entre ficción y realidad. ¿De acuerdo? Entonces, ¿qué les pasó a esos dieciséis individuos por la cabeza sobre este tema? ¿Estaban viviendo algo o estaban actuando? Ya sé, ya sé que la alternativa es conceptualmente errónea, pero la gente funciona así. Nosotros también. Entonces, si en sus mentes predominó el sentimiento de la ficción, no hubo sexo. Si predominó el sentimiento de la experiencia vivida, hubo sexo. De todas maneras, no sabremos qué sentimiento predominó, ni si predominó el mismo en todos. Self 1: Yo veo posible otra hipótesis: tendió a predominar el sentimiento de ficción, y justamente por eso, por lo menos algunos necesitaron el sexo para contrarrestar esa sensación insoportable de experiencia virtual. Self 2: Si a algunos les pasó eso, es fantástico. ¿Te das cuenta? Tenían millones de espectadores que podían ser 43


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DOSSIER • Aníbal Ford y Eliseo Verón

los depositarios del interpretante pero no, necesitaban a uno solo, indispensable: el otro género. En tu hipótesis, los millones de espectadores no les servían para nada, porque reforzaban el sentimiento de ficción. Necesitaban al otro género como operador de realidad. Self 1: Los hombres lo necesitaban, las mujeres no. Esa es la hipótesis de Aníbal, ¿entendés?

Verón: entre Pokémon y Betinotti Aníbal Ford 1. Como en los dibujitos japoneses—ejemplo paradigmático Pokémon—Verón se dividió y empezó a atacar desde diversas posiciones. Pienso que de ahora en adelante voy a tener en cuenta su capacidad de mutación. Ya va a venir un self 4 o un self n. Una maniobra que no recuerdo que figure en la Retórica de Aristóteles ni de Quintiliano. 2. Parafraseando a Jorge Luz ( "...como mujer y argentina...") digo que como varón y argentino me ofende que se atribuya sólo a la mujer el rol de depositaria del interpretante. (Aunque las mujeres sean las que bancan la crisis en los hogares latinoamericanos). Tampoco es que me prenda a la "ley del padre" función que según dicen ya no es

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necesariamente masculina. Y aunque haya tenido que jugar el papel de padre muchas veces en mi vida. Cómo "operador de la realidad". 3. Tangos sobre la mujer o la mamá: cita:" Volver con mamá otra vez" (Discepolo) También “Tengo miedo" del Negro Cele. O "Como abrazado a un rencor". Un montonal de Betinotti en adelante. 4. Hay técnicas para averiguar lo de Lady Welby y Peirce. Pero es medio macabro. 5. Creo que, por lo contrario, la mujer es un signo que se desarrolla en el tiempo. Y que es esto lo que pone nervioso al hombre. 6. "¿Estaban viviendo algo o estaban actuando?" dice Verón. ¡Idolo! Ya casi pareces Shakespeare. Son oscuros los caminos de la semiótica. Alguno de los verones anda ceca del obispo de Berkeley o del fundamentalismo constructivista. 7. Hay sexo virtual ¿no sabes? Un amigo decía que era bueno para evitar el SIDA. 8. Yo no creo que sea insoportable "esa sensación de experiencia virtual" sino esa sensación de experiencia simbólica. Por eso uno a veces tiene ganas de meter el cuerpo como te contaba en el 1º round. Vos sabes— perdón Sapir / Whorf—que no solo pensamos con el lenguaje. Soy "translingüístico" viejo".


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“FAÚNDEZ” Y OTROS TEXTOS / “FAÚNDEZ” AND OTHER TEXTS Martín Hopenhayn*

Resumen El autor presenta textos breves, próximos al ensayo, sobre diversos temas. Primero critica la sociedad de consumo en un mundo cada vez más cifrado en términos tecnológicos e interacciones virtuales; luego aborda el significado del amor a la humanidad y analiza las enfermedades y la forma como se segrega moralmente a sus víctimas; inspirado en Borges, acude a una serie de consideraciones sobre el fenómeno de la creación y el destino, y a partir de análisis estadísticos encara el tema de la desigualdad mundial; expone el puritanismo que impera en San Francisco a pesar de su modernidad y del discurso del libre desarrollo de la personalidad que impera en el ambiente; plantea, así mismo, algunas observaciones en torno a la necesidad moderna de evaluarlo todo. Se publica además una selección de aforismos del autor.

Palabras clave: Humanidad, enfermedades, creación, sociedad de consumo, aforismos.

Abstract The author presents short texts, essay-like, on different subjects. He first criticizes consumer society in a world that every day is more into technological terms and virtual interactions; then approaches the meaning of love for humanity, to later analyze sickness and criticize the moral segregation of victims; inspired by Borges, he turns to a series of considerations on the creation and destiny phenomena, as well as giving a thought to the issue of global inequality, based on statistical analysis. By referring to the freedom of personality speech that floats in the environment, he presents the Puritanism existing in San Francisco; then points out several ideas on the actual need of assessing everything. A series of aphorisms is also included.

Keywords: Humanity, sickness, creation, consumer society, aphorisms.

FAÚNDEZ Cuando ayer la telefónica bloqueó su línea móvil fue como si esa sordera inalámbrica se le estampara en el cuerpo y allí lo marcara con el fuego del fracaso. Cualquier cosa, pensó, menos quedarse con el celular muerto en la mano, en el limbo del tele-silencio, inútil como un perro sin olfato. Y también pensó: esta pérdida de señal es la señal

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Escritor e investigador chileno, realizó su tesis en París bajo la dirección del filósofo Gilles Deleuze.Autor de obras como Así de frágil es la cosa, Crítica de la razón irónica: de Sade a Jim Morrison, América Latina: desigual y descentrada, entre otras. Actualmente trabaja en la CEPAL.

Fecha de recepción: junio de 2006 · Fecha de aceptación: julio de 2006

definitiva. Él, que en otros tiempos recorrió las pantallas del país animando la publicidad del progreso y la movilidad social, con celular en mano, símbolo del nuevo empleado de clase media baja enchufado al mundo. El triunfador contratado para el show de la democracia del mercado, el gol de Chile en el arco de la modernidad. Ese es Faúndez, que ya nadie recuerda y cae cuesta abajo y sin freno, devorado por las tasas de interés, despedido del trabajo por la reingeniería laboral, finalmente expropiado del último de sus íconos. ¿Pero quién se acuerda hoy de Faúndez? El hombrecito que en el spot de la tele se codeaba con los ejecutivos en el ascensor de un edificio “corporativo”, y que desafiaba las jerarquías sociales hablando por teléfono a viva voz entre ellos, enrostrándole al país la forma ultramoderna de insurrección de los plebeyos. Apenas con su enseñanza secundaria completa, iluminaba la pantalla abriéndose paso entre los “winners” con el emblema de una tecnología común, compartiendo con ellos, y pese a ellos, el mismo gesto ocupado en el auricular que lo ligaba al baile de las finanzas y al vértigo de la comunicación, donde fuera que estuviese parado. Eso había sido Faúndez: la cenicienta del modelo, seducción de una nueva forma de igualdad, irrupción de las masas en el corazón de las élites. El pequeño ciudadano de traje raído que se encumbraba con el desplante de los patricios, apenas traicionado por una sonrisa de cumpleaños infantil que le delataba el origen. No más diferencias sociales, proclamaban los Faúndez, en esta fiesta todos bailan al mismo ritmo. Pasó el spot y pasaron los tiempos de las vacas gordas. Y Faúndez, empleado de una empresa inmobiliaria o de seguros, se estrelló una mañana con el rostro impersonal de un supervisor que le fue dando todo tipo de explicaciones sobre la austeridad empresarial, la competitividad y la flexibilización. Sólo cuando le cerraron la puerta en la cara con una indemnización irrisoria en la mano supo que se trataba de su despido. Luego vino el revés, igual de rápido pero tanto más difícil de entender y tanto más lejos de las pantallas. Migraron los capitales golondrina hacia pagos más promisorios y los bancos se encargaron de pasar la cuenta a los pequeños hombrecitos. La movilidad hacia abajo puso a tantos empleados eufóricos de vuelta en la precariedad, pero con la sordidez de la caída. Faúndez no bajó los hombros y buscó trabajo durante un año, mientras se endeudaba a tasas de usura para pagar las cuotas del departamento, el auto, los electrodomésticos y la semana en Varadero que se hacía cada vez más brumosa en la memoria. Deuda sobre deuda, tuvo que dejar cada uno de estos bienes y acabar en una pieza de servicio en la casa de un amigo que, gracias a Dios, sigue empleado. Y ayer cayó el último de sus íconos: el aparatito celular que mantenía el hilo de continuidad entre el auge y la caída; el adminículo que, en el fondo de su derrota, le abrigaba la última ilusión de revancha. Una voz neutra le anunció del otro lado que la línea se interrumpía por falta de pago. Fue casi como si su vida se le escurriera por los hoyitos del 45


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DOSSIER • Martín Hopenhayn

auricular. Y poco más tarde, mientras deambulaba como un sonámbulo por la vereda de una calle cualquiera, de la ventana de una casa saltó la voz de un locutor radial que aullaba el nuevo slogan de la complacencia: “¡Faúndez, piensa positivo!”

POCO CUERO PARA TANTO HUESO Vaya donde vaya, y pese a mi corrección política, no dejo de confirmar que la mayoría de quienes viven en esta ciudad me son básicamente indiferentes. Son tantos y tan idénticos en la fila del banco o del supermercado, en el semáforo en rojo o hundidos en las butacas de un cine, que ni hago el intento de distinguirlos o tomarles el peso. Si a cualquiera de ellos le aconteciera una catástrofe, difícilmente podría enterarme o lamentarlo o socorrerlo. Apenas me alcanzan los ojos para pasar a toda velocidad por sus rostros. Y no es que sea egoísta: sólo limitado en mis piernas y mis años, como todos. Poco cuero propio para tanto hueso ajeno. Es cuestión de números: son demasiados allá afuera y mi atención sólo descansa en unos pocos gestos ajenos. La circunsferencia del horizonte se ciñe a cada paso y deja afuera un brutal remanente de anónimos, para quienes yo también soy uno de esos otros que nada significa. Difícil atender o intencionar algún ademán en las espaldas de tanta humanidad. Con suerte rompe la lisura de fondo un sombrero que el viento desparrama, un agujero de gritos en la pantalla del silencio. Así me ocurre y probablemente a ustedes también. Nos movemos en un mundo que nos sobra en su mayor parte en todo momento, y una proporción demasiado alta nos es demasiado prescindible. Quisiéramos ser más compasivos, pero un poco más allá de nuestros amigos y nuestro barrio, seres y cosas se nos hacen vagos e informes. Simple cuestión de alcance físico y de química en la piel. La ecuación humana coloca siempre pocas almas de lado y lado del amor, el afecto y la preocupación. Fuimos creados finitos no sólo en cuanto mortales sino también por el alcance modesto de nuestro abrazo. Hablamos de amor a la humanidad, cierto, pero la frase siempre resuena como un deber ser o una invocación de buena fe más que una devoción estomacal. E incluso si fuera auténtica, nuestros días tienen 24 horas y en su mayoría se nos van durmiendo, ganando el pan y perdiendo el tiempo en trámites. ¿Cuánto de energía nos queda para vibrar con desconocidos, separar uno a uno los rostros informes y empatizar con ellos, sondear la desdicha repartida para ponernos al servicio de los desdichados? Al final del día nos sinceramos con nosotros mismos: está muy bien que todos tengan sus derechos, pero no me pidan a mí que acuda a las urgencias de los demás. Nada que hacer, o muy poco. Ya tenemos bastante con nuestros enfermos en la familia y nuestros duelos que se multiplican con el paso de los años. Son demasiados extraños en demasiados zapatos que caminan a demasiados sitios. Y apenas si me consuelo de a ratos 46

pensando que la humanidad no es asunto de especie ni de población ni de escala, sino un sentimiento que puede ser universal en la empatía con otro único, a expensas de tantos que pasan inadvertidos.

BORGES Y LA CLONACIÓN Recuerdo de modo impreciso un cuento de Borges en que un hombre remeda su soledad en el bosque creando de su imaginación a otro al cual le confiere existencia material; y termina comprobando, ante las llamas de un incendio que no lo quema, que él también ha sido imaginado por otro. Por alguna razón este cuento me vino a la memoria hace un tiempo cuando leí que Brigitte Bosselier, obispo y científica del culto raeliano, anunciaba en conferencia de prensa que Clonaid, el "brazo científico" de la secta, había traído un clon a la vida bajo el sugerente nombre de Eva. Todo esto en un grupo -los realianos- que afirma que el ser humano fue inventado hace 25,000 años por extraterrestres que poblaron la tierra con seres inteligentes. Mezcla sincrética de alta tecnología, culto esotérico y cosmogonía sin dioses. Recuerdo también un par de películas de ciencia ficción estrenadas hace poco. En la primera un grupo de astronautas desembarcan en Marte y, luego de vivir las peripecias de rigor que dan suspenso a la trama, comprueba que los humanos son un invento remoto de marcianos, quienes al sucumbir a accidentes cósmicos que hicieron inhabitable el planeta rojo, depositaron en la tierra a sus herederos para garantizar la propia continuidad. La otra es Matrix, en que el protagonista descubría que su vida no era más que un guión inventado retrospectivamente desde demiurgos del futuro, y que su drama consistía en luchar desesperadamente contra un destino fijado en marcha reversa. Verdades que matan o nos reducen a marionetas, desde otro espacio u otro tiempo. Imaginé entonces, en la lógica del relato de Borges, que lo peor del apocalipsis no es la extinción de nuestro género sino todo lo contrario: sobrevivir al embate del universo o a la cuenta del tiempo, y cargar luego con la certeza de que fuimos programados por otros, condenados a una vida diferida o mediatizada en que la identidad personal responde a esta herencia urdida en otro planeta o en un futuro anterior. ¿Cómo seguir habitando estos cuerpos tan humanos, esta tierra tan entrañable, luego de saber que nuestro origen está en otra parte o en otro momento, en la voluntad remota de quienes reconocemos como ajenos a todo lo que hemos visto y querido? Y vuelvo al clon fabricado por una secta que nos redefine como invento de extraterrestres, y que a la vez replica o imita la mano del creador clonando un ser humano. Y si lo del clon resulta cierto ¿de qué manera, bajo qué azar de la biografía que le aguarda, descubrirá con horror que es humano sólo a medias? ¿Qué accidente de la vida le revelará su condición de réplica, construcción, artificio? ¿Y con qué armas intentará vanamente subvertir esa decisión


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 45-51 pgs. “Faúndez” y otros textos / “Faúndez” and Other Texts

original en la cual no tuvo arte ni parte, con qué impotente coraje pretenderá abrir el sobre de su propia vida y tratar de borrar, una y otra vez, el texto de la carta indeleble? ¿Será que el sueño de quien está solo en el bosque, o en el cosmos, engendra monstruos?

LA DURA DANZA DE LA FINANZA En lo profundo del mundo, una bronca ronca. En Zambia todo cambia, pero para peor: tiene casi un millón de personas infectadas con el virus del SIDA, pero gasta 30% más en pagar su deuda externa que en servicios de salud. Si hace unos tres años el capital financiero global le hubiese perdonado la deuda externa a veinte de los países más pobres, y si ese dinero se hubiese invertido en salud básica, hoy vivirían 21 millones de niños que murieron por falta de atención (19 mil niños salvados por día). Luego de celebrarse la reducción de su deuda a los acreedores del mundo financiero, Mali pagó 88 millones de dólares en 2000 por concepto de intereses, lo que es más que el gasto público en salud en un país donde uno de cada cuatro niños no vive hasta cumplir cinco años por falta de atención. Eso es sólo un detalle. Hace cinco años el 20% de la población mundial que vive en los países más ricos, tenía 74 veces más ingresos que el 20% más pobres, desigualdad cuya proporción era de 30 a 1 en 1960. Amortizado en 20 años, el costo de cancelar las deudas de 52 países pobres sería menos de 4 dólares al mes por cada habitante de los países ricos. Para ellos, un cabello. Todavía en 1999, cada día se transferían 128 millones de dólares desde los países pobres a los más ricos por pago de deudas, o más bien de intereses. Y si en 1999 se transfirieron 120 mil millones de dólares de países pobres a ricos, el año pasado esta suma aumentó a 147 mil millones. A pura usura, nadie dura: Costa Rica tomó prestados 4 millones de libras de Inglaterra en 1973, y en 1999 ya había pagado más de 7 millones por este préstamos y seguía debiendo más de un millón de libras. Volamos bajo. Estados Unidos anunció que extendería su ayuda externa hasta un promedio de 5 mil millones de dólares adicionales por año. Parece mucho desde aquí, pero hay que pensar que el portaviones USS George Bush, botado a la basura en diciembre de 2002 por la Marina, costó casi esa misma cantidad. Desde 1990 la Asistencia Oficial al Desarrollo, como porcentaje del ingreso nacional bruto de los países donantes, ha ido disminuyendo hasta tocar su punto más bajo en el año 2001, y prácticamente ninguno de los países de la OCDE cumple el compromiso de destinar 0.7% del PIB a dicha cooperación. Y hasta los Estados Unidos andan desunidos: Entre 1983 y 1998 el valor neto del 1% más rico de los hogares nortamericanos, 1

Todos estos datos fueron extraídos de la siguiente dirección electrónica: www.socialwatch.org

sumando propiedades inmobiliarias y activos y pasivos financieros, se incrementó en 42%, mientras que el del 40% más pobre quedó como estaba. La cosa andaba mal y se puso fatal. Actualmente la Unión Europea otorga un subsidio de 2.20 dólares por día por cada vaca, mientras la mitad de la población del mundo vive con menos de 2 dólares por día. Mucho vacuno y poco desayuno: para la mitad del mundo sería preferible ser vaca europea a ser persona bajo la media en ingresos. Los subsidios internos en los países ricos subieron de 275 mil millones de dólares en 1987 a 326 mil millones en 1999; y en vez de reducirlos, como prometió, Estados Unidos los aumentó mientras la Unión Europea resolvió prolongarlos por otros doce años. En industrias de baja tecnología, los países no desarrollados pierden al año 700 mil millones de dólares adicionales de exportaciones por barreras comerciales de los países ricos: cuatro veces más que el ingreso de capitales privados de países ricos al resto del mundo. Mientras tanto, el norte le dice al sur que hay que producir más para exportar más para crecer más para salir de la pobreza. Tremenda contradicción, reza la canción. Si tambaleamos, peor andamos. Entre 1980 y 1998, los trabajadores del mundo transfirieron a los ricos unos 545 mil millones de dólares por caída de salarios después de las crisis monetarias; y entre trabajadores y contribuyentes aportaron unos 947 mil millones de dólares a los ricos derivados del flujo de capitales. De los 1.198 mil millones de dólares acumulados en ese lapso en el mundo no desarrollado, gracias al crecimiento derivado del ingreso de capitales, no más de 100 mil millones beneficiaron al 20% más pobre de cada país. ¿Qué más cuento de este cuento? La conclusión es una provocación: sin un cobre y hecho añico, el pobre financia al rico.

ENFERMEDADES VERGONZOSAS ¿Por qué las enfermedades de contagio sexual tiñen a la víctima con la triste marca de la vergüenza? Es como si les tocara cargar con un estigma en que concurre el peso de la religión, la moral y otros atavismos de la cultura. En el África del subsahara varios países tienen casi un tercio de su población contagiada con el virus del SIDA. Los estados desperdiciaron una década, sacrificando millones de vidas, negando la magnitud de la epidemia. Uno de ellos todavía no se decide a legislar el uso masivo del condón. En otro se impuso por años la teoría de que el SIDA no se contraía por vía de relaciones sexuales. Cuando muere un pariente, simplemente se dice que estaba enfermo. En Chile la muerte de un famoso director de teatro también estuvo rodeada de eufemismos y omisiones, y hasta el deceso por SIDA de un filósofo tan lúcido como Michel Foucault, hace más de veinte años, sigue errando ambiguamente entre vagas explicaciones. Hoy es el SIDA, pero en el siglo XIX fue la sífilis. La padecieron célebres escritores y filósofos como Daudet, 47


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DOSSIER • Martín Hopenhayn

Nerval, Maupassant y Nietzsche. De Maupassant y Nerval la versión para el público masivo habló de demencia o esquizofrenia. Daudet nos legó unos hermosos escritos sobre el dolor de la sífilis, que al parecer alcanza intensidades insondables. La vergüenza y el sufrimiento de Daudet quedaron plasmados en textos como estos: "Desde que me enfermé, ya no puedo soportar ver a mi esposa o a mis hijos asomarse por una ventana". O "En mi cubículo en los baños de regadera, enfrente del espejo: ¡qué demacración! Me he convertido de pronto en un extraño viejecito." O bien: "Ni una vez, ni en el médico, ni en los baños, ni en los spas donde se atiende la enfermedad, se la ha mencionado por su nombre, su verdadero nombre." La confusión crece en derredor y se habla de afaxia, enfermedades degenerativas u oportunistas. Las manchas en el cuerpo o las que el cuerpo exhuda y marca en la ropa (piénsese en la gonorrea) se convierten en improntas del mal tanto en sentido moral como sanitario. Los silencios y los eufemismos se multiplican en torno a la cama, el hogar o la clínica. El imaginario de la lepra o la peste bubónica, que siglos antes hacía tapiar las puertas en las casas de los enfermos o confinar a estos últimos en sitios remotos, se vistió de guante blanco para enfrentar estas nuevas pestes de la vida moderna. Podemos imaginar la soledad de estos enfermos, adivinar los surcos con que el tabú le inflinge heridas al alma, lloviendo sobre mojado, camino a esa cruz que nadie ve y que a veces hasta la familia borra de las ventanas de la casa. Hasta que la muerte los libera doblemente, del maldito secreto y del impío dolor.

LA FIESTA DE LAS EQUIVALENCIAS El uso frecuente de una tarjeta de pre-pago en un centro comercial, o de una tarjeta de crédito en la gasolinera de la esquina, otorga al comprador bonificaciones tan diversas como millaje en compañías aéreas, descuentos en hoteles y alquiler de autos, rebajas en servicios de comida a domicilio, minutos de teléfono en larga distancia, precios preferenciales en cines y conciertos, participación en sorteos variados, y otros tantos beneficios y placeres. Parece un cuento futurista, pero es cada vez más real: cuando nos toca pagar con tarjeta entramos por una puerta lateral a una red global de servicios múltiples. Una vez arrojados a ese mare magnum de potenciales ofertas y privilegios, un extraño vértigo de opciones y posibilidades se apodera de nosotros. No sabemos si celebrar o condenar esta modalidad integrada de circulación del dinero electrónico. Las opciones se hacen cada vez mayores, como también la información sobre ellas que llega a los usuarios por vía de cartas, correos electrónicos, llamados telefónicos, folletos en los bancos y en los cajeros, publicaciones periódicas, y otros. La vida amenaza, curiosamente, con convertirse en una pesada carga por exceso de información a procesar y opciones a dirimir, todas ellas sobre la base de la 48

conversión de una cosa en cualquier otra. Cuanto más usamos el dinero electrónico y más se integra éste a múltiples formas de equivalencia entre distintos servicios, más tiempo debemos invertir en evaluar los posibles beneficios, comparando lo que hasta hace poco nada tenía que ver entre sí: litros de gasolina con noches de hotel, horas de navegación en Internet con millas aéreas, uso de tarjetas de crédito con descuentos en cadenas de ropa exclusiva. Lo que sea con tal de que exprimamos nuestra capacidad de compra con tarjetas electrónicas. ¿Comenzamos a ver el mundo "on-line"? Difícil saber en qué medida las oportunidades que se abren nos internan en este modo emergente de mirar el entorno, calcular y sacar partido en un mercado virtual integrado. Cuanto más puedan traducirse los servicios en unidades divisibles, más pueden integrarse en la convergencia financiera-electrónica del dinero virtual, y con ello, mayores posibilidades de ampliar mercados y carteras de clientes. Ante el impulso expansivo donde las señales electrónicas del dinero encarnan en beneficios tan diversos que se acumulan por el costado: ¿cómo irán entrando servicios menos conmensurables en esta fiesta de las equivalencias? Pienso, por ejemplo, en las atenciones de salud, la entrega de conocimientos, las asesorías jurídicas y tantas otras prestaciones. ¿Hay límite para los canjes virtuales a los que se accede desde cualquier punto del planeta, con toda la información de venta al instante, adaptados a los requerimientos del usuario, sin demoras en la adquisición y venta, sin rostros o manos o errores en ninguna parte? ¡Compre, compre, compre, y acumule señales, unidades, bonificaciones! ¿De qué? ¡Pero qué importa!

OBSESIÓN POR EVALUAR El prurito de la eficiencia nos puso al frente esta obsesión por evaluar. Al final, de eficiencia poco: los programas sociales gastan casi tanto en evaluar impacto como en obtenerlo. A las empresas llegan otras empresas consultoras con evaluadores rebozantes de dinámicas amigables para medir el rendimiento de los empleados. Sonrisa en ristre, se reúne a la tropa en un ambiente "de confianza" para que unos le pongan nota a otros y viceversa. Vamos por la vida entre un desfile de objetivos, actividades, resultados e indicadores, y son cada vez más horas en la semana o el mes para ponerlos todos en línea. Retiros de fin de semana o maratones al final del día de trabajo para saber cómo estamos, cómo nos portamos y cuánto servimos. Todo en onda positiva y cooperante. Hasta que saltan los trapitos y más de uno queda trasquilado. ¿Por qué ahora esta locura de evaluar en todas partes, desde la política hasta la pedagogía, desde la empresa hasta el club deportivo, desde el municipio hasta la parroquia, desde el programa social hasta el programa de radio? Del uno al cinco o del uno al siete, o del nunca al siempre pasando por el ocasionalmente, o del no logrado al plenamente logrado, o del bajo impacto al alto impacto. Humillación de los viejos y


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cansados que han dejado el cuero en el trabajo o en la vocación, y hoy son evaluados y reprendidos por un puñado de jóvenes que salen dichosos por el mundo a aplicar las técnicas de última generación patentadas en Harvard. Humillación de los empleados de oficina que deben autoevaluarse frente a sus colegas y esperar a que éstos ratifiquen u objeten. Humillación de los propios evaluadores al ser evaluados por meta-evaluadores que a su vez tendrán que someterse a supra-evaluadores. Y sobre todo, humillación de los profesores, que siempre evaluaron a sus alumnos y que ahora son evaluados por los ministerios. O por los evaluadores que los ministerios contratan. Nada nuevo: en las universidades norteamericanas los alumnos hace mucho tiempo que evalúan a los profesores y una mala nota puede costarles el puesto. ¿Por qué esta obsesión por evaluar, esta fiebre súbita de medirlo todo? No faltan las razones: porque así sabemos cómo vamos, dónde ajustar el cinturón y dónde invertir la plata. Porque hay tecnología para evaluar, mezcla rara de cibernética con psicométrica. Porque la sociedad pide rendición de cuentas, transparencia, meritocracia, coherencia entre esfuerzos y logros y recompensas. Sobran argumentos y justificaciones. Hay facilidad, necesidad y provecho en evaluarnos los unos a los otros, contra los otros, con los otros. Para qué, entonces, tensarse en la premonición de la catástrofe, para qué el pánico a la reprobación, si la onda de evaluar viene para quedarse. Mejor mostrar la otra mejilla, mirar al evaluador de turno a los ojos, y de golpe ponerse la peor nota en todas las planillas. Para que de una vez por todas no tengamos nada que perder.

ORGÁNICO, DEMASIADO ORGÁNICO En todo sentido la bahía de San Francisco, en California, es una de las zonas más privilegiadas del mundo. Goza de un paisaje donde en pocos kilómetros se transita de bosques nativos a acantilados marinos, campos de viñedos, pueblos apacibles y prados sembrados de vacas que pastan a su antojo. A lo ancho de estos parajes, y sin violentarlos nunca, se esparcen pequeñas ciudades donde hay comida y cocina de todo el mundo, ofertas espirituales a gusto del consumidor, música sofisticada en todos los géneros y universidades donde el conocimiento se encumbra a su máximo umbral. El ingreso per cápita en la zona es uno de los más altos del planeta, con la gracia de que la ostentación es mal vista y por lo tanto nadie hace alarde de opulencia. Todo muy cool. Y como broche de oro, la ciudad de San Francisco exuda belleza por los poros, con vistas a la bahía, la mejor arquitectura victoriana, pródiga en perspectivas y calles enrevesadas que suben y bajan. Lejos de la mediocridad típica de la cultura norteamericana, allí se consolidó una sensibilidad distinta, alimentada por los hippies y el rock contestatario de los sesenta, las migraciones de Oriente, el underground cultural, la comunidad gay y lesbiana que se expresa sin

restricciones y goza de ciudadanía plena, la experimentación estética que une el arte pop con los escaparates de las tiendas, las ideologías progresistas y el refinamiento cultural. Los proyectos de vida tienen la diversidad que permite esta feliz combinación de recursos materiales, experiencias sensoriales, ofertas formativas y políticas al servicio del desarrollo personal. ¿El paraíso? Salvo por un detalle: el puritanismo se cuela allí donde todo se da para superarlo. Una triste ironía hizo de esta obsesión por la felicidad personal una cruzada implícita, silenciosa pero efectiva, donde el sagrado derecho a la salud propia confina a los demás al cubículo ascéptico en que nada de lo que se haga debe cruzarse en el camino que cada cual elige para cultivar su cuerpo, ilustrar su espíritu y salvar su alma. Y allí empiezan los problemas. El primero y más visible es el cigarrillo. Fumar, en la zona de San Franciso, es pecado y abuso: viola el derecho a la salud de los fumadores pasivos en un país donde los derechos individuales son el más alto precepto cívico y moral. No sólo está prohibido encender un pucho en restoranes, oficinas o establecimientos comerciales. En varios de los distritos de la bahía los residentes han forzado a proscribir su consumo en la vía pública. Y en las pocas zonas habilitadas para fumadores, éstos hacen lo suyo con un aire de pecado y de verguenza estampado en el rostro. Puritanos hasta en la transgresión. Este sistema de contención tiene códigos que todo buen vecino del Bay Area sabe recitar. Son alfabetos implícitos que extienden el puritanismo hacia otros ámbitos: engordar es mal ejemplo, descuidarse es caer en la indolencia. Aunque la prosperidad ya da para soltarse, recurre el mandato de no aflojar la voluntad, incluso fuera del mundo del trabajo: el peso, la lozanía, la digestión, el reciclaje, y la descontaminación son otras tantas varas para apretar los dientes y no ceder a la fatiga. Las conversaciones giran en torno a los lugares donde uno compra el pan, el té, el arroz o la fruta, y en esta sutil competencia por lo incontaminado gana el que adquiere su pan diario en las granjas que llevan más tiempo invictas frente a la conspiración de colorantes o pesticidas. Por lo mismo, San Francisco es un símbolo muy particular de la modernidad. Allí se confunden los derechos individuales y la calidad de vida, en su sorprendente desarrollo, con la escrupulosa regimentación del cuerpo, la programación obsesiva del proyecto de vida, el veto a cualquier comportamiento que pueda interpretarse como invasión o contaminación del espacio en que otros transitan exigiendo que nada altere sus propias opciones. El paraíso material, cultural y estético incuba su propio aguafiestas, pero de modo tan institucionalizado que sólo lo percibe el extraño que lo visita. Como una utopía insular en que nada de lo que allí desembarque debe alterar las libertades y derechos personales, San Francisco humea ascepcia. Enfermos de sanos, sus habitantes replican el puritanismo secular del país bajo la forma más impalpable de un nuevo fundamentalismo sanitario. En medio de esta obsesión por lo orgánico en que me vi 49


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DOSSIER • Martín Hopenhayn

sumergido durante unos días, terminé por añorar la híbrida vida de la metrópoli latinoamericana donde el aire es tanto más impuro, los derechos tanto menos estilizados, la alimentación más descuidada y la cultura menos cosmopolita. Me pregunto qué es más provinciano: nuestras ciudades periféricas arrojadas al descuido, o esa otra ciudad enclavada en el ombligo del mundo donde el puritanismo opera solapadamente, resistiendo contra viento y marea los embates del desborde mediante un discurso de derechos que plasma en un catálogo de deberes. En América Latina tenemos más Opus Dei, más Legionarios de Cristo, mucho delirio beatífico y arrebatos marciales donde el discurso del orden es pretexto para la violación de los derechos. En San Francisco se impone esta otra cruzada que huele a endorfina, pan integral y huerto orgánico. Puede que la diferencia de contenido oculte cierta analogía en la forma. Quizás la principal diferencia radica en que, mientras los latinoamericanos beatos reniegan del condón, los californianos ascépticos lo usan tanto en la cabeza como en el pene.

AFORISMOS DE MARTÍN HOPENHAYN Arrastramos un aborigen que a ratos nos encumbra. Entre él y nosotros circulan visiones, no sabemos si nuestras o de él. El aborigen se arrodilla o se ovilla: a veces en la médula, otras en el ánimo. Otras se hace licor o anzuelo en la sangre, surco o demiurgo en el pensamiento. De a ratos lo olvidamos, pero aparece cada vez que desfallecemos, nos empuja contra la tierra y nos fuerza a sobrevivir. Con su linterna de hueso y su brújula de palo. Eficaz como el tiempo y sólido como los años. Lo irreversible de la paternidad no es que los hijos estarán allí para siempre, sino un sentimiento tan claro e indesmentible que al reconocerlo sabemos que siempre estuvo allí. La vida revela una continuidad sobrecogedora, precisamente allí donde antes no había nadie. Hay pensamientos chúcaros que nos hacen vulnerables. Como flujos que soplan a contracorriente, vienen cargados con otra espesura y otro ritmo. A medias bastardos y reclamando máxima legitimidad, renuentes al filtro de la utilidad con que la brújula de la conciencia selecciona los pensamientos. Tienen algo de parasitarios: se instalan en el árbol de los pensamientos y se alimentan con la savia que van robando cada vez que logran clavar sus dientes en la costra del árbol. Chupan, pero no matan. Son claramente inorgánicos. Pero entran y salen como si fuesen la sustancia misma del organismo. Como alcahuetes en el oído interior, convencen sobre la futilidad de todo otro pensamiento. Pintan otros pensamientos más auspiciosos con colores que no combinan, y así los disfrazan de inverosímiles. Y nosotros, que nos creemos diestros en pensamientos chúcaros, todavía los dejamos hacer ese trabajo desleal. 50

Un acto gratuito puede provocar una devastación de años o una iluminación de minutos. Hijo de la inspiración o la crueldad, irrumpe en orgías y en velorios, de la boca o de las manos del amante o del vecino. Nos salva tanto como nos condena. Hace relucir la belleza y zozobrar la carne. Por su culpa nos empaña el remordimiento y por su inocencia abrazamos el azar. Engendro de la ocurrencia, el acto gratuito reverbera desde el vacío y colma los huecos con chistes de mal gusto o chispazos del más allá. El problema de la imperfección de la vida. Solución budista: “Sufrimiento, enfermedad y muerte son ineludibles. Contemplándolos como simple dato de la vida, ni siquiera la juzgamos imperfecta”. ¡Cuánta disciplina para semejante desapego! ¡Cuánto rigor para ver pasar este cuerpo como si fuera otro! Trabajar no ya para ganarse el paraíso, sino para objetivar los golpes de la vida en la pantalla de la ecuanimidad. Hasta que la existencia de Dios se vuelva asunto irrelevante. Ni preguntas ni respuestas. Sólo la respiración que nos aleja y arrima al absoluto de la no mirada. Ya no escribo. Sólo borro lo no dicho de la pizarra de su ausencia. La poesía mira hacia atrás. Es como si debiera siempre preservar lo acontecido y lo que ya no sucedió, reiterar su adhesión al verbo puro o recién encarnado, a la palabra remota que todavía no se separaba de las cosas. Pero también es la aguja que escarba la herida, reminiscencia de un abandono originario que la poesía no abandona. Desvelo que devela o insomnio que cuida el sueño. La reputación es el no-ser que somos. Hecha de una larga acumulación de aciertos y desaciertos, los condensa y encarna en un lugar fuera de nosotros. Nos saca lo vivido y lo convierte en un espejo poblado por voces y juicios y miradas. Un espejo sin cuerpo, pero que le comenta al alma la biografía de nuestro cuerpo. Y nos condena, la reputación, a seguir siendo lo que ya fuimos. Pulida por el viento del desierto, la calavera templa su memoria. Más se blanquea, más pura su recapitulación de lo vivido. Equidistante del aliento que fue y del polvo que será. Cuando se pierde la familiaridad con las cosas éstas se revelan en su naturaleza última, dejan reverberar la muda locuacidad de su permanencia. O se opacan para siempre, inhóspitas y perpetuas, mostrando el colmillo del sarcasmo. Una esterilidad por exceso en la cabeza del genio. Son tantas las combinaciones nuevas que borbotean, que nunca logra persistir en un desarrollo único. Se prodiga en proyectos truncos, en melodías interrumpidas por otras que ya empiezan a cantarse en la cabeza. Con la edad adquiere plena conciencia de que su mayor don es, al mismo tiempo,


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la razón de su fracaso: una inspiración atorada o derramada hacia adentro. Sólo él reconoce todo lo que, incesantemente, se crea en su interior y se condena de antemano a no cristalizar. El solipsismo lo empaña, la voluptuosidad lo incendia.

Un espíritu blando por debilidad, otro por flexibilidad. Uno duro por sólido, otro por rígido. Empate cerrado entre el problema y la solución.

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EL CANCILLER / THE CHANCELLOR María Teresa Ronderos*

Resumen Por veinte años, sin ejércitos y sin control de rutas, a pura diplomacia, Gabriel Puerta se ganó la confianza de narcotraficantes y paramilitares colombianos. Esta es su historia.

Palabras clave: Narcotráfico, paramilitares, confianza, extradición, violencia.

Abstract Without armies or route-control, but based on pure diplomacy, Gabriel Puerta gained the trust of Colombian drug traffickers and paramilitaries throughout a period of 20 years. This is his story.

Keywords: Drug trafficking, paramilitaries, trust, extradition, violence.

Por segunda vez el doctor Gabriel Puerta está en el patíbulo. Hace 14 años, con once amigos, resolvieron enfrentar al narcotraficante Pablo Escobar, reclutando informantes y desertores de su organización y colaborar con la justicia colombiana para que diera con él. Los llamaron los Doce del Patíbulo por su desafío temerario a un Escobar paranoico dispuesto a matar hasta su sombra. Ahora su supervivencia no está en juego. Pero sí la posibilidad de vivir. Puerta, de 63 años, aguarda en una cárcel de máxima seguridad en Valledupar; cuarenta grados centígrados de las dos de la tarde, dormir sobre suelo mojado para mitigar el bochorno al nororiente colombiano. Falta el último trámite para que un avión de la DEA se lo lleve a Estados Unidos. Quizás para cuando esta nota esté publicada, él ya esté en una prisión del país del Norte. Una corte de Florida lo señala de “conspirar para poseer cocaína con la intención de distribuirla en Estados Unidos” y otra de Washington, bajo la norma Rico (Racketeer Influenced and Corrupt Organizations), de ser uno de los “líderes del cartel del Norte del Valle”, el último de los grandes carteles de la droga colombiana, que floreció en el espacio que dejó una guerra tremenda entre el cartel de Medellín de Escobar y el de Cali de los Rodríguez Orejuela. El Departamento del Tesoro lo puso a él y a sus empresas en la lista de los designados narcotraficantes, para “poner al descubierto y socavar la red financiera de éste cartel”. “Conocí a muchas personas señaladas por las autoridades como miembros del Cartel del Norte del Valle, como

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Periodista colombiana. Ha sido editora política de El Tiempo y Editora de la Revista SEMANA. Maestra en Ciencias Políticas de la Universidad de Syracuse, obtuvo la Knight Fellowship de la Universidad de Stanford.

Fecha de recepción: junio de 2006 · Fecha de aceptación: julio de 2006

también a otras de distintos carteles nacionales, debido a mi actividad salvando vidas y con ocasión del conflicto colombiano. Ni líder ni jefe de nada. Llevo 42 años viviendo en Bogotá y 25 con dedicación completa a las actividades agropecuarias en Antioquia, Boyacá, la Sabana de Bogotá y en otros municipios de Guaduas, Cambao y Chaguaní. No en el Norte del Valle. ¿Quién me podría aceptar como jefe a control remoto?” Para capturar a Puerta, según aseguró un investigador colombiano cercano al caso, el gobierno estadounidense pagó la más grande recompensa que jamás haya girado por narcotraficante alguno (la Embajada de ese país en Bogotá ni negó ni confirmó esta información); muy cercana a los cinco millones de dólares que ofrecieron cuando lo pusieron en la lista de los más buscados. Y cuando supieron dónde estaba, fue tal su celo para que no se les escapara que, contraviniendo las normas que impiden a oficiales extranjeros emprender acciones policiales en territorio nacional, cinco agentes de la DEA en persona y quince experimentados oficiales de la policía colombiana salieron a media noche a buscarlo, se perdieron, subieron trochas, hasta que irrumpieron blandiendo sus armas, en la finca donde estaba Puerta. No encontraron resistencia, ni droga. Sólo una pistola en la mesa de noche a la mano de Puerta y un cuchillo de cocina que ofreció la empleada doméstica cuando le preguntaron dónde estaban las armas. Gabriel Puerta despertó sobresaltado con el alborto, pero pronto se identificó, llamó a la calma, y salió tranquilo con los policías. Puerta no es un Escobar, emperador del tráfico y del terror. Tampoco es un trofeo simbólico de un cartel desmantelado, como lo son los envejecidos Rodríguez Orejuela, a quienes extraditaron a comienzos del 2005. Y, aunque ha sido entrañable al fenómeno de las autodefensas, tampoco es uno de los señores de la guerra paramilitar, traficantes de droga y de armas. Incluso, la acusación que le hace la justicia de la Florida por el envío de la droga a ese estado, es más genérica de lo que suelen ser estos “indictments”, sin fechas exactas, ni circunstancias precisas (Puerta dijo que explicará esta acusación allá y tendrá “que ver con la incursión de las autodefensas en el conflicto colombiano”). Sin control de rutas, ni ejércitos, ni territorios, ¿por qué tanto empeño de los gringos en llevárselo?

El narcotráfico La señora de Puerta dice que está a dieta. Por la ansiedad se ha engordado casi tantos kilos como su marido ha perdido en la cárcel. Nerviosa, saca carpetas y papeles, que están en varias cajas en el comedor de su departamento. Para que no piense que lleva una vida lujosa, aclara que el Guyasamín que exhibe en la pared de la escalera es una copia. Las autoridades colombianas los acusan de haber obtenido sus bienes con las ganancias de actividades ilícitas y, mientras avanza el proceso para extinguirles el dominio, se los han incautado casi todos: la hacienda Aguas Vivas de más de 800 55


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DEBATE • María Teresa Ronderos

hectáreas en las tierras calientes del valle del Magdalena Medio, otra de 300 hectáreas de las valiosas tierras en la Sabana de Bogotá, otras empresas agrícolas y mineras y la oficina en un barrio bogotano de clase media. El departamento donde vive la familia Puerta hace 18 años también entró al proceso, pero por ahora le dejaron el bien en custodia. En la biblioteca donde nos sentamos a conversar, no parece que faltara ninguno de los libros que se han publicado en los últimos años sobre narcotráfico y paramilitarismo en Colombia. No se sabe bien cuándo Puerta empezó a tener que ver con ese mundo de carteles de la droga y negocios clandestinos. Nació en San Carlos, un pueblo montañoso al oriente de Antioquia. Creció, como muchos colombianos del país rural en los años cincuenta, viendo a conservadores y liberales matar por política. Su papá fue alcalde, juez y concejal del pueblo, y cuando murió su mamá—de una familia de alcurnia del pueblo, los Parra París— entre ella y sus hermanas mayores sostuvieron la casa cosiendo, trabajando en oficinas públicas, como pudieron. “En los últimos 20 años San Carlos ha sido uno de los lugares donde se han cometido cantidad de masacres, con historias que aún me trastornan y me condicionan. Personalmente fui y sigo siendo víctima de esa violencia, y un ser desplazado y desarraigado de la tierra chica.” Estudió derecho en Medellín y luego en Bogotá. Luego de varios cargos públicos, se fue a vivir a un pueblo en la frontera con Ecuador, dice él que “huyéndole a problemas sentimentales”, a probar suerte con una tienda de cerámicas. Quebró y puso un negocio de cambio de divisas con el que prosperó, invirtió en minas y compró fincas en su natal Antioquia. “La confianza que yo le inspiraba a los clientes hacía que depositaran sus dineros, para devolverlos cambiados a la moneda requerida—dólar, sucre o pesos—a los tres o a los 30 días y muchas veces hasta dos y tres meses, cuando regresaban, sabe Dios de dónde. Los negocios de frontera son así. Adquirí desde entonces fama de hombre correcto y serio. Principio de todas mis intervenciones futuras en las autodefensas y paramilitarismo.” Extendió su negocio de cambista a Cali. Ya separado de su primera esposa, madre de sus tres hijos mayores, se enamoró precisamente de la gerente del banco donde tenía las cuentas de sus casas de cambio, y, a juzgar por las emotivas tarjetas que le ha enviado desde la cárcel, sigue enamorado de ella 25 años después. En 1985, poco después de vender las casas, y ya metido de lleno en las fincas ganaderas, compró el 17 por ciento de una aerolínea llamada Intercontinental de Aviación. Según las autoridades colombianas y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, la empresa fue creada para camuflar viajes de droga a Estados Unidos y para lavar dinero a través de sus múltiples subsidiarias, algunas registradas en paraísos fiscales como Islas Vanuatu y Gran Caimán. Aseguran que Orlando Henao Montoya—la figura fundadora del cartel del Norte del Valle—fue su socio 56

principal. La fiscalía colombiana ordenó la incautación de todas las empresas asociadas a la quebrada Inter, incluidos hoteles en San Andrés, y acusó a Puerta de ser uno de sus dueños. Los Puerta niegan estas acusaciones: “Eso de que Inter sirvió para facilitar el tráfico de drogas ilícitas es la mentira más mal diseñada y orientada a exagerar y a destruirla junto con sus dueños. La compañía jamás estuvo envuelta en asuntos de narcotráfico. Eso es un invento asqueroso. Que investiguen y al final tendrán que decir la verdad.”

El paramilitarismo La vida de ganadero no alejó a Puerta Parra del conflicto colombiano. Fue víctima de atentados guerrilleros. Fue secuestrado dos veces, y, en 1990, en su finca de Puerto Bélgica, dieciséis bombas le volaron casa, bodegas y maquinarias. Luego también hubo de enfrentar a Pablo Escobar que estaba secuestrando narcotraficantes y hacendados. Entonces fue cuando crearon los Doce del Patíbulo. “El problema social formado por las acciones de Escobar y su aspiración política, sumado a esto el empuje de la guerrilla y la necesidad de suplir las deficiencias de seguridad inherentes al Estado, nos llevó a muchos, de distinta clase social y económica, a enfrentar el reto de la guerra y de la descomposición social. El narcotráfico no era la meta, pero había que conocerlo a fondo para tratarlo, pues las FARC y las autodefensas comenzaban a nutrirse de esa fuente”. El trato de los Doce con la Fiscalía para limpiar sus prontuarios a cambio de ayudar a frenar la sangrienta guerra de Escobar contra todos, se filtró en la prensa. Y desde entonces comenzaron los estadounidenses a seguirle la pista a Puerta. “Sobre mí (los americanos) hurgaron y encontraron, pues en desarrollo y atención del conflicto armado interno, los conocedores del tema fuimos requeridos, directa o indirectamente, para que aportáramos ideas, dinero y contactos. Así fue que las autodefensas, que los ganaderos sosteníamos por presión gubernamental y social, se transformaron en poderosos ejércitos paramilitares.” “Los paras, para 1995, ya abandonados por los promotores, terratenientes, industriales, comerciantes y militares que encontraron difícil el financiamiento conocido de cuotas anuales, le entregaron de lleno la responsabilidad a los narcotraficantes. Autodefensas campesinas que desaparecen, se transforman en paramilitarismo y “agarran” el negocio de la coca cobrando impuestos de bodega y salida al mar y de aeropuertos y luego el mercadeo redondo. Ellos y la guerrilla, por una necesidad de financiación que no encuentran suficiente en el secuestro, cuando los fusiles pasan de costar 300 dólares a 8.000 sin oferta fluida. Además por la necesidad de dinero para sus ejércitos.” “Políticos, industriales, gerentes gremiales, militares, “gentes de bien” visitan a los unos y a los otros y muchos


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de nosotros servimos de enlace y coordinación con los jefes. Unos siguen bien camuflados y otros, más arrojados o ingenuos, caso personal, salvando vidas y evitando conflictos internos o solucionándolos, al descubierto, caímos fácilmente.”

La mediación En la misma amplia biblioteca, es imposible no ver una estatuilla de un metro de alta de Mahatma Gandhi. Está hecha en una sola pieza en madera de sándalo. Puerta la trajo cuando estuvo en India, durante 45 días, con otros colombianos y venezolanos. Según escribió luego en la revista de la Asociación Colombiana de Criadores de Ganado Cebú (Asocebú), fue a ese país “en plan ganadero, para recorrer los caminos abiertos por los brasileros desde 1885 y a conocer la hazaña realizada por estos”, pues trajeron a América los bos indicus, las razas primogenias del Cebú. Su admiración por Gandhi parece auténtica. Quienes lo conocen saben que medió entre hombres malos para arreglar desavenencias y llamar a la cordura, lo que en el mundo del crimen implica evitar muchas muertes. Así, hace unos años, cuenta un investigador policial, un transportista chileno que prestaba sus servicios a los jefes del Norte del Valle llevaba una cocaína en altamar cuando se vio alcanzado por los guardacostas estadounidenses. Éste creyó que alguien lo había “vendido” porque era la segunda vez que lo interceptaban. Furioso hundió el barco con cinco toneladas. Una fortuna, que puesta en México habría podido valer unos 20 millones de dólares. Cuando volvió a Colombia, lo aguardaban los patrones con una condena a muerte. Desesperado acudió al “doctor Puerta” y él logró que lo perdonaran. Un conocedor de las autodefensas relató, hace unos meses, cómo fue determinante su gestión para que los jefes paramilitares del Magdalena Medio finalmente accedieran a entrar a la mesa de negociación entre las Autodefensas Unidas de Colombia con el gobierno de Alvaro Uribe en Santafé de Ralito. A Puerta también lo invitaron a meterse bajo ese paraguas, que ha impedido que varios jefes de las AUC, pedidos en extradición por narcotráfico, como Salvatore Mancuso, Don Berna y Vicente Castaño, sean enviados a Estados Unidos. Pero él declinó la oferta. Se supo porque cuando lo capturaron, encontraron en su computador una carta a los jefes de Ralito explicando sus motivos. “El asunto mal informado de mi intención de acogerme a los diálogos de Ralito, para la fecha de mi captura es cierto, pero anticipadamente me arrepentí de hacerlo porque estaba planteándose en forma vulgar y no conceptual, como era mi derecho dentro de las autodefensas...Los líderes de las autodefensas siempre me han reconocido y me han apoyado, pero fue mi decisión no agravarles su situación con mi presencia, ni causarle complicaciones al gobierno nacional con mi aparición allí.” En otra ocasión, una viuda de un banquero, que había

estado preso por delitos financieros, intentó recuperar una finca de su marido en el Magdalena Medio que estaba a nombre de un testaferro. Éste se negó a devolverla. Acudió a un jefe paramilitar para conseguirla a las malas, pero éste no sólo no le ayudó sino que se quedó con parte de la finca. A la postre fue a dar donde Puerta. Y el doctor Gabriel arregló el asunto e hizo que le devolvieran sus tierras. “Nunca cobró un peso por estos favores, dijo alguien que lo conoce hace veinte años, y eso le granjeó aún mayor confianza y respeto de todos”. El investigador policial matiza: “De todos modos, todos ellos terminan recibiendo regalos considerables—una finca, una plata— de los agradecidos beneficiarios de esas gestiones”. No todas las mediaciones de Puerta tuvieron que ver con negocios oscuros de la mafia. También abogó a favor de guerrilleros desmovilizados. Luego de firmar la paz con el gobierno en 1993, la Corriente de Renovación Socialista (CRS), una facción de la guerrilla castrista, Ejército de Liberación Nacional, comenzó a recibir un embate feroz de los narcotraficantes en el Valle. Estos se querían vengar porque resentían algunas acciones de las CRS del pasado y creían que su desmovilización era mera fachada. “Fue Gabriel Puerta el que los convenció de que estaban errados y gracias a su gestión se salvaron decenas de vidas de hombres y mujeres que ya estaban en la paz”, dijo un testigo directo de los hechos. Puerta puede aconsejar y mediar y ser escuchado por varias razones. Como él mismo lo dice siempre ha sido serio en los negocios. Parece haber construido un código de honor que nunca rompe, y que tiene algo del silencio, la lealtad y el valor de la palabra de las viejas mafias sicilianas. Y alguien así es muy valioso en el ambiente de feroz desconfianza y traiciones en el que se mueven los actores de la guerra colombiana. Esta carta es una prueba fehaciente de ello:

Doctor Gabriel Puerta Parra E.S.M. “…Dejas entre tus compañeros de este presidio un recuerdo gratísimo, un vacío insondable porque fuiste maestro sin par y protector celoso de tus discípulos, atentos siempre a tus directrices y dispuestos a tu consejo atinado. Hoy nos abrazamos a tu ausencia determinada por burócratas que son como Roquetín, el héroe de la naúsea sartriana: “unos hombres sin importancia alguna, exactamente unos individuos”…(Tu familia) tienen nuestro afecto y reconocimiento por su solidaridad con este suplicio que nos enseñaste a sobrellevar. “Quien tiene un por qué para vivir puede soportar cualquier cómo”, sentenció Nietzsche. Dios te bendice Gabriel, porque eres íntegro, eres inmensamente humano, eres amigo y como lo consignó Yupanqui, “un amigo es uno mismo en otra piel”. Te añoramos y abrazamos tus compañeros de siempre, (Firman 102 reclusos del pabellón de extraditables en la cárcel de máxima seguridad de Combita, Boyacá). 57


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DEBATE • María Teresa Ronderos

El liderazgo que ejerció en la cárcel de Cómbita, donde cientos de acusados de narcotráfico o delitos conexos, aguardan los trámites para ser enviados a Estados Unidos, lo metió en problemas. Inició con ellos una cruzada contra la extradición a las buenas, según su estilo, persuadiéndolos de que era mejor dar la batalla en los estrados judiciales y de opinión, mediante avisos en los diarios. Por esto fue trasladado a la cárcel de Valledupar a una celda de vigilancia permanente. “En Combita está el patio 7 exclusivo de los extraditables, como Campo de Concentración, donde el director y la guardia los miran como los peores bandidos del mundo. De “arriba” les han vendido esa idea. Claro cada uno de los extraditables es oro en polvo. Setecientos millones de dólares anuales de ayuda para acabar (¿?) con el conflicto. Por atreverme a escribir y denunciar pacíficamente me mandaron a un pasillo de Atención Especial, al lado de delincuentes violentos, con encierro de 24 horas…” Es que a diferencia de los consiglieri de la mafia italiana, Puerta cree en la razón, más que en las armas. Por eso cuando lo capturaron le encontraron sólo una pistola, pero miles de documentos de reflexión sobre cómo buscarle una salida al narcotráfico. Está convencido de que pese a la represión estatal, el negocio ilícito no decrece en el mundo, enriquece a los violentos, y corrompe a las clases dirigentes. “En Colombia se está cogiendo el toro por la cola y no por los cuernos en la lucha contra el narcotráfico. Creer que al terminar con este flagelo la guerrilla se someterá y el paramilitarismo terminará es un cuento de hadas. Primero el narcotráfico no se acabará, pues 250 millones de habitantes de este planeta consumiendo no lo permitirán. Segundo ese es un negocio que ya los venezolanos, argentinos, peruanos, brasileros, ecuatorianos y centroamericanos, especialmente mexicanos, realizan con mayor solvencia que Colombia. La mayor parte de las ganancias se quedan en México y en los países consumidores, que hoy suman a ellos mercados incipientes como los de India y China y la insaciable Europa...¡qué horror! ¿Se acabará el fenómeno porque fumiguen, extraditen y encarcelen? No. …todos los pueblos del mundo deben reaccionar a favor de los consumidores, con campañas masivas de concientización y alternativas...toda esa gran fortuna que se gasta ahora en la represión debe destinarse a convencer al consumidor social y al desadaptado que consume diariamente por necesidad, que deje la droga… Los dirigentes actuales están engañando a los pueblos y al mundo en general, respecto a la droga...Despenalizar la droga sería un paso trascendental y atender su consumo con educación y salud pública es el remedio inicial. No nos engañemos, asumamos correctamente el compromiso con la humanidad.” 58

El ganadero La señora de Puerta quiere que suba a mirar el estudio donde trabajaba su marido. Allí tenía otra biblioteca, pero muy distinta: colecciones de revistas empastadas del mundo pecuario, como la brasilera DBO rural y la Carta Ganadera, entre otras, libros como La geometría del Cebú y una decena de libretas con notas sobre los potreros que necesitan corte de pasto, los pagos al veterinario, las cercas que hacían falta, etc.. “Del 2000 y al 2002 seguimos a Puerta intensamente, dice el investigador policial. Le interceptamos teléfonos, vigilamos sus pasos, conseguimos informantes y no encontramos sino una vida normal de un ganadero que iba a ferias y daba conferencias”. Puerta tuvo fincas desde los años setenta, pero no fue un terrateniente convencional. Se obsesionó con mejorar la productividad ganadera del país y para ello importó del Brasil razas (originarias de la India) de alto rendimiento en carne y leche, como la Gir y de triple fin como la Guzerá, para carne, leche y trabajo (bueyes de arado). Desarrolló cruces nuevos y predicó en cuanta reunión ganadera la necesidad de usar medios científicos para mejorar las razas. Publicó varios artículos en revistas especializadas y le dieron menciones y premios. Dirigentes ganaderos buscaron su apoyo para lograr influir en el gobierno en cuestiones que les afectaban, como la importación de leche en polvo. Abrió las puertas de sus fincas a decenas de estudiantes de veterinaria y zootecnia de planteles de todo el país para talleres y prácticas. “Mención especial le debo al hecho de despertar la conciencia gremial sobre la necesidad urgente de promover las pruebas—evaluación genética, prueba de desempeño o pastoreo y prueba de progenie— que posicionen al país en el concierto mundial pecuario. Sobre todo a emplear el organismo bovino apropiado para las zonas templadas y cálidas y para el cinturón tropical del mundo. Una acertada política que nos ayude a vencer la eterna humillación de ser los dueños del 75 por ciento del hato bovino mundial y a producir apenas el 25 por ciento de la carne y la leche que se extraen diariamente en la tierra”. Puerta cree, como dijo en una charla en el Magdalena Medio en 2000, que es fundamental no continuar “sumergidos en el colonialismo, copiando los mandamientos de la pecuaria europea, sino conocer y profundizar en los fundamentos de la tropicología pecuaria”. Es la misma filosofía nacionalista detrás de su rechazo a la forma como se ha combatido el narcotráfico en el mundo: “Debemos vencer la desconfianza y la falta de fe recurriendo a lo sencillo, a lo elemental de la agronomía y la genética, practicando investigaciones propias: además debemos exigir la paz inmediatamente, de la cual fuimos dueños y nos la arrebataron los violentos e incluso los gobiernos de turno”. Paradójicamente el conocimiento y la veneración de Puerta por el ganado también hicieron que muchos narcotraficantes y paramilitares confiaran en él y lo consultaran. Prácticamente no hay narco colombiano que


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no tenga cientos de hectáreas de tierras y que no se enorgullezca de ellas, sin importarle si las consiguió con dineros ilícitos, o peor, a plomo, arrasando miles de hogares campesinos, como si allí, en sus anchos pastizales y bellos paisajes, pudieran borrar el horror que han causado.

El poder Puerta se ganó la confianza de muchos en un mundo implacable donde cualquier desliz se puede pagar con la vida. Él ha podido mantenerse fiel a su código de honor, sin decepcionar. Lo que no lo hace ningún santo, y él lo sabe. Pero sí le dio la posibilidad de ser uno de los pocos sobrevivientes de las guerras colombianas de los últimos veinte años, y quizás el único que ha tenido contacto directo con tantos de sus protagonistas. Ha sido testigo excepcional de los cruces entre autodefensas y narcotráfico, y de éste último con las guerrillas. Ha sabido de las sórdidas relaciones entre todos ellos y la política colombiana. Esa condición de consejero de fiar, le dio acceso privilegiado a la información, que es en realidad la base de su poder. Ahí puede estar la clave de por qué los estadounidenses lo han buscado tanto.

Por lo que sabe, preocupa su visión pesimista del rumbo de Colombia, a pesar de la creciente sensación de seguridad que se percibe. “No debemos seguir equivocándonos en el hallazgo del camino de la paz con alegaciones futiles…La paradoja de mi historia se entenderá cuando conozcamos la historia real de la Colombia actual y aceptemos la responsabilidad que todos tenemos en la expansión del narcotráfico y en la no solución de los problemas de los más necesitados. Cuando los poderosos entiendan que su aberración criminal por los credos ajenos los está también acercando al final. La historia individual no importa, pero la colectiva conmueve. Ojalá no lleguemos a extremos terribles.” En la última conversación telefónica con la señora Puerta, me dice que teme que ya esté muy cerca la hora de la partida. Pronto su marido—quien vivió en las arenas movedizas en las que suelen sucumbir quienes creen que el fin justifica los medios—será un reo más del congestionado sistema penitenciario estadounidense, vestido de naranja y con grilletes. (Gabriel Puerta fue extraditado a fines de mayo de 2006, cuando una versión más corta de esta historia salió publicada en la revista argentina Surcos)

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EL NUEVO SOSPECHOSO / THE NEW SUSPECT Ricardo Valencia* Con reportes de Jorge Basilago, desde Buenos Aires, Argentina

Resumen Informe especial publicado originalmente en La Prensa Gráfica de El Salvador. El texto retoma la incógnita existente en torno al asesinato del arzobispo Óscar Romero, ocurrida el 24 de marzo de 1980 en El Salvador. A partir de hallazgos nuevos, provenientes en su mayoría de la desclasificación de archivos secretos de la CIA y del Departamento de Estado, el autor explica la posible participación del oficial argentino Emilio Antonio Mendoza en el asesinato del líder religioso.

Palabras clave: CIA, Estados Unidos, insurgencia, derecha, Argentina.

Abstract Special report first published in La Prensa Gráfica at El Salvador. This text brings back the mystery around the murder of archbishop Óscar Romero, which took place on March 24th 1980 at El Salvador. Based on new information, registered in confidential files of the CIA and the State Department, the author explains the eventual participation of Argentinean Officer Emilio Antonio Mendoza in the crime.

Keywords: CIA, United States, insurgency, right wing, Argentina.

Después de 21 años se revela un cable que la estación de la CIA en San Salvador envió, en mayo de 1985, a sus cuarteles generales en Washington. En el documento, desclasificado hasta 1993, la inteligencia de Estados Unidos abría la posibilidad de que un argentino hubiese disparado contra el arzobispo Óscar Romero el 24 de marzo de 1980. Este hallazgo puede obligar a repensar la historia sobre el asesinato del religioso al que decenas de documentos de la CIA vinculan a la extrema derecha. Enfoques tuvo acceso a centenares de informes desclasificados de la CIA y del Departamento de Estado. Además, entrevistó a los principales protagonistas que dan luces sobre la perspectiva en que Washington vio al religioso hasta su brutal deceso. Una muerte nada sencilla. Estados Unidos siempre percibió a Romero como un apetecible aliado que se resistía a colaborar. De ahí los intentos de “moderarlo” con la ayuda del Vaticano y del entonces arzobispo de Managua, Miguel Obando y Bravo. En el documento está tachado con tinta negra en donde se especifica la oficina de procedencia del cable que un día de mayo de 1985 fue enviado de San Salvador a la sede de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), *

Periodista salvadoreño, residenciado en su país de origen. Escribe en La Prensa Gráfica de ese país.

Fecha de recepción: junio de 2006 · Fecha de aceptación: julio de 2006

en Washington. También han quedado escondidas, entre otra multitud de tachones, las fuentes que dieron la información de lo que hasta ahora había quedado en la penumbra del caso. Después de 21 años, ese documento puede obligar a muchos a ver hacia otro lado para buscar al autor material del asesinato del arzobispo de San Salvador Óscar Romero la tarde del 24 de marzo de 1980. Escondido, entre miles de archivos desclasificados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) en 1993, un cable de mayo de 1985 deja claro que la CIA tuvo información de que el responsable de halar el gatillo fue un extranjero. El documento señala a un tal Emilio Antonio Mendoza, oficial del Ejército argentino. “Se reportó que Mendoza tiene contacto directo con oficiales salvadoreños asignados a la sección GII de la Guardia Nacional y alegan que admitió, de hecho, haber disparado a Romero”, relata el informe. La GII era la sección de inteligencia del extinto cuerpo de seguridad. El documento plantea nada menos que una nueva puerta en la investigación del crimen, que quedó judicialmente sin resolverse en el país. Abre la posibilidad de que se empiece a dibujar el rostro de un hombre que, según Amado Garay—testigo de cargo en el juicio contra el supuesto planificador del asesinato, Álvaro Saravia—sólo describió como “un hombre alto con barba y bien parecido”. El informe de la CIA detalla que el oficial Mendoza fue enviado a El Salvador, junto a otros militares, por quien entonces era el comandante en jefe del Ejército argentino, general Roberto Viola. Un año más tarde, en marzo de 1981, Viola asumió como presidente de facto de Argentina. La investigación de Enfoques, reporteada en Argentina, Nicaragua, Estados Unidos y El Salvador, encontró indicios de cómo Mendoza pudo haber llegado hasta Centroamérica: como parte de un contingente de especialistas en inteligencia para ayudar a neutralizar la insurgencia en esos años en la región. A través de los años se han mencionado nombres como el de Héctor Regalado, antiguo jefe de seguridad de la Asamblea Legislativa, quien nunca llegó a tener en los tribunales carácter de imputado y que en una entrevista con Enfoques, hace un año, negó tener relación alguna con el homicidio. La información sobre Emilio Antonio Mendoza, así como datos complementarios de contexto, antecedentes y actividades ulteriores al asesinato, aparecen recogidos en centenares de documentos de la CIA y del Departamento de Estado. Están resguardados por la Embajada de Estados Unidos en El Salvador, el National Security Archive (NSA), el Departamento de Estado de los Estados Unidos y el Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI) de la UCA. El NSA también da información sobre la dictadura militar argentina de 1976 a 1983. 61


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DEBATE • Ricardo Valencia

El cable escondido Thomas Pickering fue embajador de los Estados Unidos en El Salvador entre septiembre de 1983 y junio de 1985. Ahora, después de retirarse del servicio diplomático, es vicepresidente de la compañía Boeing. Pickering, desde su oficina en Virginia, Estados Unidos, asegura a Enfoques que, aunque no recuerda haber visto el documento, supo de su existencia por medio de un informe de la CIA que llegó a su escritorio en su tiempo como jefe de la sede diplomática. “Lo que recuerdo es que la pregunta de quién era Mendoza apareció, pero no recuerdo cómo fue resuelta.” Se quiso conocer la versión de las autoridades estadounidenses sobre este y otros cables y memorandos, pero las gestiones ante la Embajada de Estados Unidos no tuvieron respuesta. El informe de 1985 en que se menciona al militar argentino no era el primero en que se hablaba de extranjeros vinculados con grupos paramilitares de extrema derecha salvadoreños. Días antes del asesinato de Romero, el entonces embajador Robert White—marzo de 1980 a febrero de 1981—recibió datos sobre actividad de “exiliados cubanos” en El Salvador. Otro cable de la CIA, fechado en mayo de 1987, cita a otra fuente que involucra a esos extranjeros con un complot para matar a Romero. El nombre Mendoza está anexado a la posibilidad de que con él hayan llegado otros argentinos. “De acuerdo con la información obtenida por el oficial legal (de la embajada), Mendoza fue enviado a El Salvador en 1980 con otros argentinos por el general Roberto Viola”, revela el documento. En marzo de 1981, cuando Viola se convirtió en presidente, el secretario del Ejército, Alfredo Saint Jean, hizo público el interés de la dictadura de “tener una participación práctica” en el conflicto salvadoreño. Saint Jean matizó: “Si las autoridades de ese país lo requieren”. Las palabras del secretario fueron recogidas por la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, que envió una nota al Departamento de Estado. En el informe de la sede diplomática se agrega información extra: “Si es requerida por GOES—siglas para referirse al Gobierno de El Salvador—”. El documento asegura que cuando Viola asumió la presidencia, en su conferencia de prensa fue interrogado acerca del envío de asesores argentinos al extranjero. “No tengo comentarios para eso”, contestó. Sin embargo, en San Salvador, la embajada ya tenía desde meses atrás información sobre la presencia de efectivos del ejército de Viola.

D'Aubuisson: faltó evidencia Las advertencias sobre la presencia de argentinos en El Salvador las tuvo la embajada durante los primeros cinco años de la década de los ochenta. No era nada descabellado, pues un grupo de oficiales de aquella nación “acampaban” en Honduras y por varios años. El cable sólo era una pequeña muestra del complejo entramado de 62

inteligencia que el Gobierno estadounidense había construido en El Salvador. Situación que se complejizó aún más con el asesinato del arzobispo. Para Estados Unidos nunca fue suficiente el sistema judicial salvadoreño, por ello realizó sus propias pesquisas. Durante más de una década después de la muerte de Romero, la inteligencia estadounidense y el Departamento de Estado aún seguían recolectando y enviando información sobre el caso a sus centrales en Washington. Conocer los nombres de los responsables del homicidio fue una labor de espionaje. Se desarrolló en, al menos, dos vías: una encabezada por la embajada y otra por la CIA. Dos entes que, si bien comparten datos, tienen un funcionamiento independiente. Ambos esfuerzos hicieron que el Gobierno norteamericano manejara fuentes provenientes de diferentes espectros de la sociedad salvadoreña. Un país de cerca de 21 kilómetros cuadrados, un cuarto del tamaño del estado de Pensilvania, produjo miles de cables que se alimentaron de la información brindada por una red de espías. Los informes de la CIA citaban fuentes tan dispares a la política exterior estadounidense como miembros del Partido Comunista de El Salvador, quienes advirtieron el interés de la organización de matar, en 1984, al mayor Roberto d'Aubuisson, entonces candidato presidencial de ARENA. “El Mayor” fue un reiterado sospechoso de la muerte de Romero, de acuerdo con lo que muestran los documentos desclasificados. Aunque las sospechas eran fuertes, la inteligencia norteamericana, tal como lo detalla uno de los informes, nunca encontró una prueba contundente para amarrar la relación del líder de derecha con el asesinato del arzobispo. En un cable de mayo 1987, la CIA explica esa dificultad que sobrevivió con los años. “Una variedad de fuentes han acusado a Roberto d'Aubuisson de complicidad en el asesinato de Romero. Aunque el bloque de reportes es creíble, no hay nada que pueda ser interpretado como una prueba dura.” Pickering describe a qué se refieren con prueba dura (hard proof en inglés): “Recibimos información indicando esa conexión, pero no era tan conclusiva o tan exacta para ser usada como evidencia en una corte”. Un eslabón que sólo puede mostrar Álvaro Saravia, quien ha confesado su participación en el asesinato. En 2004, Saravia se declaró culpable ante una corte en Fresno, California. Pese a los problemas para probar la relación con el asesinato, la CIA utilizó una fauna de informantes para seguir la vida de D'Aubuisson. Entre ellos se cuentan militantes de ARENA, gente cercana a los escuadrones de la muerte, funcionarios del Gobierno, sectores próximos a grupos paramilitares y efectivos de la Fuerza Armada. Todo era poco para los estadounidenses. “El Gobierno norteamericano estaba interesado seria e intensamente involucrado (en el caso). Este tenía un fuerte impacto en las relaciones entre El Salvador y Estados Unidos”, explica Pickering. El ahora vicepresidente de la Boeing reconoce el hecho de que muchos de los dedos índices apuntaban al líder de


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derecha. Ni la docena de entrevistas que sostuvo con D'Aubuisson le facilitaron al político salvadoreño aliviar su tormentosa relación con Washington. Ni siquiera la llegada al poder del republicano Ronald Reagan. Pickering confiesa que durante la presidencia de Reagan, Washington le negó a D'Aubuisson en varias ocasiones la visa. Las solicitudes del fundador de ARENA para entrar a suelo estadounidense eran decididas en Washington. La embajada en San Salvador sólo recomendaba. Esa demostración de esfuerzos deja claro que el asesinato de Romero resultó una experiencia traumática para los planes estadounidenses. Hasta el 24 de marzo de 1980, el gobierno del demócrata James Carter consideraba al religioso como “la figura pública más prominente” de El Salvador. Por tanto, apetecible. Su apoyo podía intentar cercar la posibilidad de que una izquierda encantada con la revolución se levantara en armas y a la vez socavar las raíces de extrema derecha que Estados Unidos pensaba cobijaban a los escuadrones de la muerte. Entre 1979 y 1980, las homilías del arzobispo eran transcritas y enviadas al Departamento de Estado en Washington. Los despachos incluían comentarios sobre las implicaciones políticas de éstas. Por eso resulta lapidario el tono de un texto de la CIA enviado horas después del disparo. “El asesinato del arzobispo Romero, la figura pública más influyente en El Salvador, podría provocar el esparcimiento de la violencia y nublar más las oportunidades de sobrevivencia del Gobierno.” Con los meses, estas palabras se convirtieron en una profecía. Tras la partida de Romero, y al lado de los informes sobre la convulsionada situación salvadoreña, empezaron a llegar a la estación de la CIA en San Salvador datos sobre implicados en el asesinato y cómo supuestamente participaron en la operación. En uno de estos cables iba el nombre de Mendoza, un hombre del que no se ha encontrado rastro ni en Argentina ni en El Salvador ni en Estados Unidos.

Sociales (CELS) y el del Centro de Militares para la Democracia Argentina (CEMIDA). En San Salvador, la Dirección General de Migración no registra en su base de datos ninguna entrada de Mendoza, y lo mismo sucede en el NSA, en Washington. El coronel argentino José Luis García, secretario general del CEMIDA—organización formada por militares críticos de la dictadura—razona: “De los argentinos que tuvieron actuación en América Central, alrededor de un 95 por ciento eran miembros de los servicios de inteligencia y sólo los comandantes o líderes de grupo usaban sus nombres auténticos”. García conoce la materia y ha sido designado experto en casos contra militares auspiciados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA). También fungió como perito en el juicio sobre el asesinato de los seis sacerdotes jesuitas y dos de sus colaboradoras en El Salvador, ocurrido el 16 de noviembre de 1989. “En época de la dictadura, era un secreto a voces que el personal de inteligencia de las fuerzas armadas argentinas adiestraba a militares de otros países”, sostiene el militar. A este grupo de oficiales se lo conoció como el Grupo de Tareas Exterior (GTE), que dependía del Batallón 601 de Inteligencia de las fuerzas armadas argentinas. La labor de esta fuerza era de carácter transnacional. En un cable interno de la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, fechado 17 días antes de la muerte de Romero, se detalla cómo efectivos del 601 lograron la captura de dos miembros de la organización argentina de izquierda Montoneros que habían aterrizado en Brasil procedentes de México. “La inteligencia de Argentina (601) contactó a su contraparte brasileña para conducir una operación en Río (de Janeiro) a dos Montoneros. Los brasileños dieron su permiso”, explica el documento. Los Montoneros eran un grupo de izquierda que operaba dentro del peronismo y que resistía a la junta militar que en 1976 había depuesto a la presidenta Estela Martínez de Perón.

El batallón 601

Embajador contra embajador

Stella Segado expresó un tono de duda en su voz cuando se le dio el nombre de Mendoza. “Ummm... ese nombre me suena a seudónimo”, sugirió la mujer, quien trabaja en el archivo de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), de Argentina, uno de los más extensos que contiene información sobre las víctimas de la dictadura y nombres de oficiales del Ejército relacionados con el gobierno militar que administró Argentina durante siete años. Aunque la experiencia le ha dado un sexto sentido cuando escucha un nuevo nombre, Segado teclea la computadora en su despacho ubicado en la capital argentina. El ordenador no encuentra ninguna referencia. No hay nada en los registros de la CONADEP. Idénticos resultados arrojó la búsqueda en otros dos importantes archivos de organizaciones no gubernamentales: el del Centro de Estudios Legales y

Los informes sobre el asesinato de Romero y sobre la presencia argentina en El Salvador que recibieron en esos años los una vez embajadores White y Pickering eran similares, pese a que el segundo llegó a San Salvador dos años después del otro. Ambos citan fuentes de la embajada. White es más específico y sostiene que su agregado militar lo puso al tanto, y entonces decidió discutirlo con su colega de Argentina en El Salvador. “El tema lo hablé con el embajador de Argentina de la época. Se puso furibundo conmigo. Era un pobre diablo adepto del ejército”, comentó a Enfoques el diplomático, uno de los últimos políticos que habló con Romero 10 días antes del asesinato. De acuerdo con versiones recogidas por el periódico argentino El Clarìn, una misión de 40 militares argentinos se estableció en Honduras para colaborar en tareas de 63


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contrainsurgencia en ese país y en Nicaragua desde principios de 1980 hasta enero de 1984. Era el famoso GTE que funcionó como una legión extranjera de la dictadura. Duane Clarridge, ex jefe de la división de América Latina de la CIA, explicó al diario argentino la misión de ese grupo de oficiales: “Ellos tenían una visión mesiánica. Querían llenar el vacío que había dejado Estados Unidos. El objetivo era terminar con el comunismo donde pudieran encontrarlo”. Los militares estuvieron comandados por el coronel José Osvaldo Riveiro y coordinaron su trabajo con la CIA y el Gobierno hondureño. A pesar de la cercanía entre San Salvador y Tegucigalpa, Pickering y White aseguran no haber conocido más que escuetas informaciones que les transmitieron sus funcionarios sobre la presencia de los suramericanos en El Salvador. Tal vez porque la embajada, en esa época, era un lugar en el que la información corría en los mismos dos carriles en los que se investigó el caso Romero: CIA y Departamento de Estado. Esta distancia se hizo más palpable durante la gestión de White, quien mantuvo una relación tirante con la CIA. Tan crispados eran los vínculos que el diplomático asegura que ese fue uno de los mayores obstáculos durante su estancia en el país. Lógico: White representaba al típico funcionario demócrata que seguía al pie de la letra la política de la administración Carter, que exigía, al máximo, el respeto a los derechos humanos. “Muchos de la embajada tenían su propia interpretación de los Estados Unidos. Tuve que hablar para forzarlos a que se alinearan con la política de Carter”, asegura. Clarridge devela, con igual desenfado, sus diferencias con la gestión que defendía el ex embajador White: “Carter instrumentaba una política con acento en los derechos humanos que no favorecía los operativos encubiertos”. El desenfado se convierte en desdén cuando el espía habla de su entonces jefe: “El director de la CIA, Stanfield Turner, era un moralista. La CIA estaba en retirada”.

Un cable “crudo” El oficial de la CIA asegura que la inteligencia estadounidense rompió sus nexos con los argentinos por la complicada dirección que tenía la legión suramericana. “Riveiro y su segundo al mando eran agresivos y desafiantes en los días buenos. En los malos, daban contraórdenes que no sólo repercutían negativamente en América Central, sino también en el Congreso estadounidense.” La preocupación de Clarridge estaba bien justificada. La ayuda militar a Centroamérica tuvo una serie de reparos en el Congreso a finales de los setenta y principios de los ochenta: los principales constructores de los “peros” fueron los congresistas demócratas. Tanto que en abril de 1981— siete meses antes de la primera reunión en la que Clarridge y el comandante del Ejército argentino, Leopoldo Galtieri, 64

pactaran cooperación entre la CIA y la milicia argentina— los senadores demócratas amenazaron al nuevo inquilino de la Casa Blanca, Ronald Reagan, con restringir la ayuda militar a El Salvador. Al final, lejos de eso, subió la asistencia militar a Centroamérica. La política de Carter quedaba enterrada con un Reagan dispuesto a neutralizar el avance soviético en lo que Washington consideraba su patio trasero. Independientemente de las posturas, uno de los dolores de cabeza de Washington era la relación de las fuerzas armadas centroamericanas con los escuadrones de la muerte. En especial, dentro del Ejército salvadoreño. Un análisis de la CIA, titulado “Latin Review—fechado el 17 de abril de 1981—, explicaba el equilibrio que existía, para los estadounidenses, dentro de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES). “Los oficiales de la extrema derecha han estado en vigilancia por un alto mando más pragmático, el cual representa la línea de pensamiento militar”, sostenía el documento en el que calificaba de “relativamente inteligente”, “egocéntrico” e “imprudente” a D'Aubuisson. Además, llama con desdén “pandilla” a los militares de extrema derecha. “No tienen un solo oficial importante en servicio como su líder”, especificaba el documento. En su visita a El Salvador, George Bush padre, entonces vicepresidente, trajo las mismas inquietudes sobre la participación de la FAES en violaciones de derechos humanos. Pickering asegura que el papel del Ejército en este campo “nunca estuvo cien por ciento claro”. Por eso Bush le recordó sobre los peligros de que aquellos “excesos”—tal como los califican algunos militares salvadoreños de la época—fueran la norma dentro de la institución castrense. “Ellos tenían que saber que el Congreso podría detener la asistencia y no había nada que el presidente Reagan o el vicepresidente Bush pudieran hacer en ese caso”, sentencia Pickering, un fiel defensor de la ayuda militar estadounidense al Ejército salvadoreño en aquellos años. Entonces, la posibilidad de que el Congreso pusiera reparos en la necesidad de apoyar la lucha contrainsurgente en Centroamérica quebró, de acuerdo con Clarridge, la relación con los argentinos, que de pronto se convertían en un obstáculo para los planes de Washington. Katherine Doyle conoce de sobra de documentos desclasificados. Es analista del NSA, una organización adscrita a la Universidad George Washington, de la capital estadounidense. Ha trabajado con las comisiones de la Verdad de Honduras, Guatemala y El Salvador. Frente a los ojos de Doyle han pasado miles de cables de la CIA y del Departamento de Estado que alguna vez fueron secretos. El documento en el que se menciona a Mendoza, la experta lo cataloga como “crudo”, como se conoce a los documentos obtenidos en el campo. “Fue enviado directamente de la estación de la CIA en El Salvador sin ser evaluado por la rama analítica de la CIA.” En ninguno de los centenares de cables desclasificados por el presidente Clinton en 1993 aparece la valoración sobre la tesis de la mano argentina en el asesinato de Óscar Romero.


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Tampoco se ha podido constatar la relación de Mendoza con la Guardia Nacional. Los archivos del desaparecido cuerpo de seguridad permanecen en manos de los militares. Al respecto, se pidió al Ejecutivo salvadoreño acceso a los archivos militares de aquella época y una entrevista con el ministro de la Defensa, para conocer su opinión sobre la revelación del nombre, pero no hubo respuesta. El coronel David Munguía Payés, jefe de inteligencia de Casa Presidencial en el gobierno de Duarte, asegura haber escuchado “rumores” sobre la implicación de argentinos en el caso Romero. “Eso se hablaba en el medio político”, explica.

“La Heidi” de la Guardia En los cables de la CIA nunca dejaron de mencionarse nombres de efectivos de la Policía Nacional, Guardia Nacional y Policía de Hacienda, a quienes vinculaban a los escuadrones de la muerte. Si los Estados Unidos tenían dudas sobre la limpieza de la Fuerza Armada, los cuerpos de seguridad corrían la misma suerte al estar subordinados al Estado Mayor Conjunto (EMC) del Ejército. Era la sección II de la Guardia Nacional la supuestamente vinculada a los argentinos para el asesinato. Aunque formalmente sobre el EMC había una institución similar llamada Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), la misma forma de escoger sus miembros hacía que estuviesen vinculados con los militares. El Estado Mayor nombraba a los funcionarios de la DNI. El día del asesinato de Romero, el teniente Francisco Amaya Rosa estaba de servicio en la academia de guardias nacionales, en la que era instructor. Asegura no haber visto nada anormal. “La Policía Nacional centralizó la investigación, no hubo nada para la Guardia”, expresa quien ha sido señalado como uno de los ayudantes más cercanos de D'Aubuisson, aunque él lo niega. Sin embargo, coloca otro hilo en la intrincada madeja del caso Romero: “A Garay le decían ‘la Heidi’. Trabajaba en el GII”. Esta y otras dudas podrían disiparse si la Fuerza Armada salvadoreña abriera sus archivos. Por ahora, la voz cantante la tienen los informes que preparaba la red de espías de los Estados Unidos.

Traducción “Sujeto: Emilio Antonio Mendoza. 1. El oficial legal de la embajada (L/O), actualmente investigando el asesinato del arzobispo salvadoreño Óscar (Romero), ha solicitado las pistas sobre el oficial militar argentino Emilio Antonio (Mendoza). De acuerdo con la información obtenida por L/O, Mendoza fue enviado a El Salvador en 1980 con varios otros argentinos por el general Roberto (Viola). Se reportó que Mendoza ha estado en contacto directo con los oficiales salvadoreños asignados a las sección G-II de la

Guardia Nacional y que ha admitido, de hecho, haber disparado contra Romero.”

El arzobispo “rebelde” Horas después de la muerte de Romero, la Embajada de Estados Unidos y la CIA empezaron a predecir lo que sería, de acuerdo con sus cálculos, el panorama futuro para El Salvador. Los pronósticos no eran nada alentadores. Poco tardó la guerra en aparecer. Con el asesinato del religioso morían las posibilidades del cambio sin violencia que buscaba Washington, que soñaba con un Romero moderado. Enfoques revela detalles sobre las conversaciones que mantuvo el arzobispo con la embajada y los informes que enviaron los estadounidenses después de la muerte del que consideraban un hombre poderoso. “Las próximas 48 horas serán críticas. El tráfico de la embajada (y el análisis basado en él), abrumadoramente pesimista.” Las palabras del agente de la CIA en el cable evidencian el choque que había causado el asesinato del arzobispo de San Salvador Óscar Romero. Al mencionar “tráfico de la embajada”, el funcionario se refería a la cantidad de reportes que se esperaban de los informantes en el campo y de las distintas dependencias del Gobierno estadounidense. Eran momentos de tensión para una potencia involucrada hasta el cuello con la entonces Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG), formada de una alianza entre dirigentes del PDC y militares. La nota fue enviada—desde la estación de la CIA San Salvador—horas después del disparo que mató al religioso. El documento lanza una solicitud: “La comunidad Intel necesita información de los perpetradores del crimen de Romero”. Con la frase pedían la colaboración de todos los organismos de inteligencia del Gobierno norteamericano. Si el país estaba en alerta, mucho más los Estados Unidos, que jugaban un papel determinante en el ajedrez político salvadoreño. De acuerdo con la estrategia del entonces presidente estadounidense, James Carter, se tenía que romper la posibilidad de que las extremas derecha e izquierda socavaran las bases de la JRG, que parecía estar en medio de dos gigantescas espadas. Para esto, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, el equivalente a la Cancillería salvadoreña, caminó los pasos para hacer un movimiento ambicioso: tener de su lado a la pieza más importante sobre el tablero. Desde la óptica estadounidense, este papel lo jugaba Romero. El entonces embajador de los Estados Unidos en San Salvador, Robert White, explica a Enfoques la estrategia que utilizó la administración Carter en el complicado juego. “Tuve la esperanza de que Romero, la Iglesia Católica y la embajada iban a poder buscar la reconciliación”, revela el diplomático, a 26 años del asesinato. White fue el encargado de enviar a Washington constantes reportes sobre lo dividido del ambiente después de la muerte del arzobispo. “Las reacciones de los ciudadanos 65


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oscilan entre la satisfacción, la profunda pena y el enojo”, expresa uno los mensajes redactados horas después del atentado. En este, el embajador afirma que la JRG se muestra desconcertada ante el homicidio. Un cable de la CIA fue mucho más pesimista sobre el futuro de la junta. “La reacción al asesinato también puede fracturar la coalición gubernamental—explica el documento—, debilitada por el disenso alrededor del fracaso de los militares para limitar la violencia de la derecha.” Las palabras de los estadounidenses no escondían la preocupación de que el crimen tirara al suelo el delicado ajedrez que meses anteriores habían tratado de controlar. En una de esas jugadas, White se había reunido con Romero 10 día antes de su muerte. Le llevaba una carta de respuesta del secretario de Estado, Cyrus Vance, en la cual le recordaba al religioso el “rol mayor” que le competía jugar en “ayudar a sus compatriotas”. Ese encuentro era el tercero en seis meses, de acuerdo con la información que arrojan los archivos que fueron desclasificados por el Gobierno estadounidense en 2003. En los tres se encontraron, por un lado, una delegación de la embajada y, por el otro, Romero y sus más cercanos allegados.

Romero se resiente El viernes 14 de marzo de 1980, White visitó al religioso a las 9 de una mañana soleada. Tenía la misión de entregarle una misiva en la que Vance le respondía a la carta en la que el arzobispo—hoy en proceso de beatificación—exigía parar la ayuda militar al país. El diplomático, que había llegado tres días antes a El Salvador, no se había convertido en embajador por casualidad. “A mí me escogieron como defensor de los derechos humanos”, confiesa. A su llegada, White programó un itinerario que no dejó dudas sobre el nivel de importancia que tenía el religioso. En las primeras horas del día visitó a Romero y programó para la tarde su reunión con el ministro de Defensa, Guillermo García, que representaba la línea más cercana a la extrema derecha dentro del gabinete de la junta. “La coordinación entre el arzobispo y la embajada fue muy problemática para el Ejército y la ultraderecha”, admite White desde su oficina en la capital estadounidense. La conversación con el religioso duró dos horas. Un 80% de ese tiempo—como lo revela un informe—giró alrededor de la extrema derecha. Mientras caminaban, Romero habló de sus corazonadas y temores. “Estoy cien por ciento seguro de que me van a matar”, le dijo Romero a White. El diplomático, resignado, le respondió: “Sus enemigos no tienen freno”. Al arzobispo lo acompañaron el jesuita Francisco Estrada y monseñor Ricardo Urioste, a quienes el Gobierno estadounidense calificaba como sus más cercanos consejeros. Ambos habían presenciado antes reuniones con diplomáticos estadounidenses. Los cables del Departamento de Estado 66

dan fe de dos encuentros anteriores. En uno celebrado el 29 de octubre de 1979—14 días después del golpe de Estado que Romero apoyó en un principio—, el arzobispo refrendaba su beneplácito hacia la Junta, que contaba con el visto bueno de Estados Unidos. En la conversación, Romero confesó su queja hacia algunas organizaciones populares vinculadas a la naciente guerrilla. “Él (Romero) dijo que el Frente de Acción Popular Unificado (FAPU) lo había llamado traidor.”

La distancia En ese octubre todo parecía indicar que las coincidencias entre Washington y el jerarca crecían, pero la situación no duraría mucho. Con los días y los cambios en la integración de la Junta, la cercanía de Romero con el gobierno provisional se fue desdibujando. El arzobispo puso en duda el “compromiso cristiano” de algunos dirigentes del PDC y atacó con fuerza al Ejército por sus supuestas vinculaciones con violaciones de derechos humanos. Eso era muy importante viniendo de un salvadoreño que tenía el poder para que los medios extranjeros posaran su mirada sobre él y, al mismo tiempo, de atraer a una buena cantidad radioescuchas que seguían sus homilías dominicales. Los discursos también produjeron un sentimiento entre los diplomáticos y funcionarios de inteligencia de que poco a poco el jerarca se acercaba a las posiciones de la izquierda revolucionaria de la que era abiertamente enemiga la Casa Blanca. Un informe de la CIA sostuvo, después del asesinato: “Él (Romero) también se acercó a apoyar una alianza de las organizaciones de extrema izquierda como una alternativa política”. White explica las bases de ese miedo: “El Departamento de Estado quería suavizar las diferencias entre los jugadores del drama salvadoreño, pero las palabras de Romero no ayudaban”. La meta de moderar al religioso se convirtió a la llegada del papa Juan Pablo II, en 1979, en una cruzada internacional de la política de los Estados Unidos (ver nota aparte). Washington tocó las puertas del Vaticano y, entre otras, las del cardenal nicaragüense Miguel Obando y Bravo, entonces arzobispo de Managua. “Algunos en el Departamento de Estado creían que Romero se acercaba demasiado a la izquierda”, relata a Enfoques Obando y Bravo. Antes de que los estadounidenses cantaran victoria, el asesinato de Romero se interpuso, y en lugar de reportar el contenido de las homilías, pronosticaban la nueva etapa y temían los daños del crimen. “El asesinato de Romero ha endurecido la opinión internacional hacia la Junta”, advertía un reporte de la CIA liberado cinco días después del homicidio.


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Mensajes rojos para Washington

Junio 1980

Abril 1980

“Le pasamos los puntos de Reftel al presidente del PRI en el Distrito Federal José Luis Alonso. Junio 10. Sugerimos que la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM) está interesada en El Salvador, ellos deben contactar a DCM Dion, embajador White o al oficial político Millspaugh, quien puede arreglar los contactos. Alonso dijo que se pondrá en contacto con la CRM y que nos proveería de una respuesta alrededor del 13 de junio.” Cable enviado a Washington desde la Embajada de Estados Unidos en México.

“En vista de las preocupaciones esbozadas en el REF B (repetido a San Salvador) y el importante rol el cual Gov/COPEI—presumiblemente se refería al Gobierno venezolano en manos del Comité de Organización Política Electoral Independiente—está jugando en El Salvador. Creemos que deberíamos coordinarnos cuidadosamente antes de que oficiales de la embajada se reúnan con la Coordinadora (Revolucionaria de Masas).” Telegrama del entonces Secretario de Estado Cyrus Vance a San Salvador.

Mayo 1980 “El Departamento ha considerado cuidadosamente la propuesta esbozada en Reftel para entrar en contacto con los representantes de la Coordinadora de Masas (CRM). Por varios meses hemos buscado contactos de la CRM en El Salvador. A esta fecha, estos esfuerzos han sido (ILEGIBLE) por las imposiciones de las CRM de poner condiciones, especialmente sobre el acceso público de estos contactos.” Telegrama desde Washington a Embajada en Ciudad de México, con copia a las sedes en San Salvador, Panamá y Caracas.

Junio 1980 “El presidente del PRI para el Distrito Federal (México D.F.) nos telefoneó el 3 de junio y dijo que él ha transmitido la propuesta a sus contactos de la Coordinadora. La respuesta fue que antes de considerar los contactos en El Salvador los grupos desean tener “conversaciones informales” con Estados Unidos en la Ciudad de México. CRM le dijo a Alonso que no quieren publicitar las conversaciones.” Informe enviado de la Embajada de México a la sede del Departamento de Estado en Washington.

Diciembre 1980 “Monseñor (Arturo) Rivera y Damas (...) y Monseñor (Ricardo) Urioste llamaron a la Cancillería. Rivera y Damas dijo que traía un mensaje del FDR/DRU (Frente Democrático Revolucionario/Dirección Revolucionaria Unificada). Al FDR/DRU le gustaría entrar en diálogo con el embajador como parte preliminar para una negociación más amplia. La condición para mantener el diálogo es que los Estados Unidos mantengan la suspensión de la ayuda militar.” Documento originado en la Embajada en San Salvador.

Mayo 1981 El Departamento de Estado calculaba que el FMLN había causado 119 atentados contra civiles desde octubre de 1979 hasta el 21 de mayo de 1981. El documento “Terrorismo izquierdista en El Salvador” le atribuía acciones a varias organizaciones ligadas al FMLN, entre ellas la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM). Una de estas supuestas actividades era la muerte de 125 campesinos en dos semanas de junio de 1980. Justo cuando la coordinadora y la embajada trataban de establecer contacto en México.

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Documentos ““Perdí a mi esposo y a mi hijo” y otras historias de desplazados y desplazadas” (I)/ ““I Lost my Husband and my Son” and Other Stories of Forced Displacement Victims” (I) • Graciela Uribe

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“PERDÍ A MI ESPOSO Y A MI HIJO” Y OTRAS HISTORIAS DE DESPLAZADOS Y DESPLAZADAS (I) / “I LOST MY HUSBAND AND MY SON” AND OTHER STORIES OF FORCED DISPLACEMENT VICTIMS (I) Graciela Uribe*

“Perdí a mi esposo y a mi hijo”1 CCEh Vivíamos en la pobreza pero vivíamos bien Mi situación es la siguiente: me mataron a mi esposo y me desaparecieron a mi hijo. Yo quedé sola con mis cuatro hijos. Pues sí, digamos que para mí esto fue un cambio total. Y eso de pronto ha hecho que yo haga cosas para acercarse más a Dios. Y pues uno a veces espera a que sucedan las cosas, para después sí acercarse más a Dios y decir, “Dios mío, perdóname porque yo he estado alejada de ti”. Porque yo he estado lejos de Dios y todo eso2. Pero enfrentar uno una situación con cuatro hijos no es cosa fácil. Eso es algo terrible. Mejor dicho, en donde uno tiene que hacer de mamá y papá. Mis cuatro hijos estudiaban todos en el colegio, en un colegio que cuando estaba mi esposo pues él les pagaba, pues era un colegio más o menos. Pero cuando yo ya me quedé sola me tocó retirar mis hijos y buscar mejor dicho al acomode mío, porque ya uno no está en capacidad, sin trabajo, sin casa. Porque yo me quedé en la calle, completamente en la calle, porque pagábamos un arriendo y a los ocho días me tocó desocupar, porque yo no me sentía en capacidad de pagar un arriendo de esos. Sí, pues entonces yo pienso que es algo que le puede pasar a uno en la vida, muy duro, para comenzar uno a sufrir con los hijos y pues uno unos días tiene para comer y otros días no, pero a pesar de todo uno como que va acogiendo esa rutina diaria. De pronto yo le pido mucho a mi Dios que me dé esas capacidades de yo acabar de levantar a mis hijos y de poder salir adelante. Yo todavía tengo las esperanzas de que me consigo un buen trabajo, puede ser con el que tengo, con el mismo trabajo, o de otra manera, pero guardo las esperanzas *

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Coautora del libro El orden de la guerra. Las FARC-Ep, entre la organización y la política. Asesora de la Fundación Sinergia. Estas entrevistas fueron realizadas dentro del marco de la investigación "Desarraigos e imaginarios religiosos", llevada a cabo por la Facultad de Estudios Ambientales y Sociales de la Universidad Javeriana con el apoyo de Colciencias. Entrevista a María Oliva Pérez.A María Oliva le desaparecieron a su esposo en el Municipio de Curillo. Con cuatro hijos se desplazó a Florencia.Allí fue asesinado su hijo mayor. Lugar: Curillo.Vicaría del Sur Entrevistada por: Graciela Uribe Fecha: Julio de 2003 Es recurrente en los relatos de la mayor parte de la población desplazada, entrevistada para este proyecto, el hacer alusión a que siempre han estado alejados de Dios y que sólo en el momento en que se vieron en peligro y perdieron todo es que recurrieron a él.

Fecha de recepción: junio de 2006 · Fecha de aceptación: julio de 2006

de poder trabajar y de poder darle a mis hijos. En este momento no tengo a mi hijo estudiando, el que tiene quince años que es el menor. Pues no está estudiando, porque me dejé colgar con las pensiones. Entonces pues no puede estudiar, está trabajando, el niño necesita estudiar, el niño necesita capacitarse, pero si no puede uno, pues qué se va hacer, ¿cierto? Cuando a uno le matan y le desaparecen a alguien uno siente, sinceramente que todo va a terminar ahí, ¿no es cierto?, pues cuando perdí a mi esposo para mí fue algo muy terrible, yo sinceramente yo vivía mejor dicho desorientada, pues ahora ¿qué iremos hacer? Tantas cosas que piensa uno, le va a faltar todo a mis hijos, porque yo no trabajaba, mis hijos estudiaban, nosotros vivíamos bien en la pobreza pero vivíamos bien. Vivíamos bien en el hogar, pues cómo le digo, yo tenía un hogar bien bonito, y esas son las cosas que le llegan al corazón, porque si hubiera sido un hogar mal formado, todo eso, pues yo creo que a uno no se le da tan duro con esos hechos, pero no, a lo contrario. Y al año fue cuando mataron a mi hijo, eso fue otro golpe mejor dicho, terrible. Yo sinceramente decía, cuando no ha pasado por ahí, uno no siente. Uno sí siente el dolor de los amigos de uno, pero cuando uno ha pasado por ahí, uno dice: “Dios mío, bendito”, uno quiere desvanecerse, como que uno no quiere seguir luchando. Pero uno vuelve y recapacita otra vez, y dice ¿pero qué me está pasando?, tengo que salir adelante, tengo que luchar hasta que Dios lo tenga a uno con vida. Eso que me ha pasado a mí, son unas experiencias.

Yo conté mi historia y no me la creyeron3 Yo fui, cuando me pasó todo eso, a pasarme como desplazada, yo conté mi historia tal como era, yo no mentí porque uno de pronto no es la persona que está a acostumbrada a venir y pedir, pero pues yo dije no, a mi me pasó esto y esto y lo otro, pues yo conté mi historia ¡y no me la creyeron! Como les dije yo allá, no es porque ustedes me ven a mí, pues lo único que yo necesito es un seguro, algo como un carné para salud. Porque yo pensaba tantas cosas, se enferma alguno y no tenemos el carné, no tenemos nada, eso fue lo único que yo les dije allá, yo no necesito sino eso. Es más, si ustedes no me quieren pasar por desplazada, pues ayúdenme, yo les pedí, les rogué, les pedí el favor que me dieran una ayuda. Tenía la ficha del SISBEN, porque a mí me habían aceptado cuando estaba mi esposo, pues tenía un puntaje alto pero ya yo conté mi historia, ellos me habían podido dar un carné o algo, pero dijeron que esas historias pasaban a diario y que había gente que iba con mentiras y que decían que les habían matado el hijo, que les habían matado el esposo y yo no sé cuántas cosas, y no salí favorecida. 3

Hecho muy frecuente en la atención a la población desplazada.

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DOCUMENTOS • Graciela Uribe

Le cuento que eso a mí me dio mucha impaciencia, porque yo decía cuántos no hay que sinceramente no lo necesitan y van y se hacen pasar por desplazados y lo tienen todo, porque así hay, uno aquí conoce personas que van así. Y eso me desilusionó mucho.

Pedirle primeramente perdón por los errores de uno y yo pienso que si Dios le perdona a uno y que si Dios escucha las súplicas de uno, Dios va a estar conmigo yo estoy con paz siempre, hay sanidad, ¡hay todo lo bueno! Yo lo veo así de esa manera.

Dios, aquí estoy con mis hijos

Lo único que tengo que hacer es luchar

Cuando me siento tan sola y desamparada, los primeros pasos que doy son buscar a Dios realmente, decir: “Dios mío, aquí estoy con mis hijos, en tus manos dejo todas mis dificultades, mis necesidades y todo lo que ha pasado”. Yo no tuve otra alternativa, decirle a Él: “¡aquí estoy!”. Yo me la pasaba malgeniada de todo lo que me pasaba, los muchachos estudiando y no tenía con qué cubrir las necesidades y pues a mí me daba desesperación, yo me desesperaba y decía: “Dios mío, yo qué hago”. Pero he aprendido y Dios me ha dado esa capacidad de enfrentar las situaciones tal y cual como le vienen a uno y sin desesperación. Mire que a mí ahora soy una mujer humilde, no me desespero, si no hay nada, pues a veces la niña me dice: “mañana no hay con qué comer, con qué vamos hacer almuerzo, con qué vamos hacer comida”. Y yo pues, siempre le digo que tranquila, pues tengo como esa tranquilidad y eso de saber que Dios está con uno y que Dios siempre le va a tender la mano a uno. Sí, yo no siento que estaba tan alejada de Dios, porque nosotros vivimos mucho tiempo, ocho años así sin casarnos, solamente así, después nos pusimos de acuerdo nos casamos e íbamos muy bien. Nosotros éramos unas personas que no teníamos nada, pagábamos un arriendo pero mi esposo trabajaba, vivía uno bien, pero entonces yo si iba a misa, él también iba, mis hijos también, íbamos todos y siempre practicábamos lo que siempre tiene que practicar uno. Pero pienso que después de todo esto yo me he acercado más a Dios, yo participo en los grupos, aunque antes yo participaba de los grupos pues no con esas ganas, pues como decir uno que el día domingo es para Dios o es para la Santa Misa, para ir a orar por las tardes. Yo no pienso que estuviera así como tan alejada, pero sí he pensado en tantas cosas que uno ha sido, pues yo me considero que yo había sido una persona negativa, y todo eso es falta de estar uno como más cerca de Dios, para aprender a ser positivo. Ahora, yo le he pedido mucho a Dios y le he dicho: Dios mío—en todo momento que yo oro—: “yo te entrego esas personas y te pido por ellos”, porque el único que tiene derecho de juzgar es Dios. Yo soy inocente de lo que esas personas hicieron con mi esposo, sé que se lo llevaron y todo, pero yo digo que si yo me los llegara a encontrar algún día y de frente, pues yo no siento ese odio, de que mejor dicho, que le voy hacer esto o lo otro. Me siento como en paz, pues todo pasó. Antes pues yo sentía odio, yo dije que lo van a pagar, tantas cosas que dice uno con rabia, pues yo le he pedido tanto a Dios de que me enseñe a perdonar a las personas, a perdonar al que le hace mal a uno, que Dios es el que me ha concedido todo.

Frente a la vida de antes y la de ahora hay como diferentes actitudes porque yo pienso que cuando una mujer se queda sola, lo primero que hace es decir que se va a conseguir una persona, un compañero para que le ayude a sostener el hogar, ¡bueno, tantas cosas que puede pensar uno! Y yo diría que esa es la diferencia que hay, porque mire que a mí no se me ha pasado por mi mente eso, yo he pensado que lo único que tengo que hacer yo es luchar, por salir adelante. Y lo que más he aprendido es a respetar a la persona que tiene al lado. Y yo siento de que si de pronto yo ahora me consigo un compañero estoy faltando ante Dios, o ese es el temor de uno. Uno cometer un error de pronto yo, que por tener aquello, que esto y lo otro, ¡no puede ser! Y por ese motivo lucho, salgo, voy, trabajo, salgo que una cosa o la otra pero mejor dicho muy juiciosamente, y todo eso lo he logrado porque Dios me lo ha concedido. En mis hijos he notado que hay resentimiento, en mi hijo mayor. No sé, yo trataba de controlarlo, de hacerle caer en cuenta las cosas, pero él me decía: “no, mami, es que por qué tienen que hacer una cosa de esas con mi papá”. Y por lo menos el niño menor que tiene quince años él es también así. Y para mí es preocupante porque yo me siento, un cambio, a mí no me gusta lo que él dice, lo que él explota, no sé, eso no es bueno. Yo trato de hablar con ellos, trato de hacerles entender las cosas, que todo pasó. Pero a él no se le quita de la cabeza, tiene como un resentimiento, y como decir él dice: “yo me voy a pagar servicio porque yo tengo que encontrarlos” y pues eso no es nada normal. Y en este momento es eso lo que preocupa más.4 Ahora tengo que responder por dos hijos no más. Mi otra niña, la mayor y la otra, la que le sigue vive en Neiva con el marido. Y esta niña también tiene su marido pero está aquí. Son cuatro hijos. Pues para dónde me voy a ir a pagar un arriendo sin tener con qué, y vea que Dios le pone en las manos de uno las cosas, yo desesperada nueve o diez meses pagando un arriendo que eso si conseguía para pagar un arriendo no conseguía para comer, o si comía, pues mentirosos sería si uno no comiera, pero mire, gracias a Dios este rancho esta aquí, al menos tenemos en donde estar. Es propio yo un día desesperada salí y me vine y dije: “yo tengo que conseguir una casa con la ayuda de mi Dios”, y yo salí y me vine, y esto era muy feo, era un

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Se resalta el hecho de los jóvenes que buscan vengar la muerte de su padre. Resentimientos que hacen de la violencia una cadena que no se acaba.


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 71-89 pgs. “Perdí a mi esposo y a mi hijo” y otras historias de desplazados y desplazadas (I)/ “I Lost my Husband and my Son” and Other Stories of Forced Displacement Victims (I)

parqueadero, pero entonces Nidia, una amiga, y el compañero, me prestaron una plata para que yo comprara este lote. Esto era un ranchito muy pequeñito, y eso apenas cabíamos ahí, eso eran apenas las camas. Gracias a Dios, ya lo tengo libre, ya pagué la deuda, y pues así, aquí estamos, aquí estoy, luchando. Pero yo considero que yo ya pasé el peor momento, porque ya uno va aprendiendo. Nada se mueve sin la voluntad de Dios, pero a veces pienso si será que uno se las busca, o por qué me pasó a mí, todas esas cosas. Mejor dicho, comienza uno a preguntarse a uno mismo, pero qué está pasando.

Me la pasaba durmiendo Pero yo pienso que yo ya me superé, para mí fueron días sobre días en donde yo no trabajaba porque yo no me sentía. A mí sí me dio muy duro, pero yo si le cuento una cosa yo me la pasé dos, cuatro, seis meses durmiendo día y noche, y la comida, la cuñada, la hermana de mi esposo, ellos me mandaban de comer. ¡Qué sería de mí, todo el día durmiendo! Y mis hijos estudiando. Cuando fue lo del desplazamiento yo me vine inmediatamente desde Curillo, cuando mataron a mi esposo y a mi hijo. Me vine acá porque yo dije, qué voy hacer, uno solo, quedarse uno en ese pueblo. Pues yo pensé que uno acá tenía salida, de pronto para trabajar, para todo eso, y pues gracias a Dios, me hice amiga de una señora que pasaba todos los días a trabajar y yo le dije para dónde va, y me dijo a trabajar, entonces yo le comenté y ella me consiguió trabajo, me ayudó a conseguir un trabajo con almacenes, en un taller de corsetería. Eso me sirvió demasiado, aún cuando yo me dormía en la máquina, porque yo no quería vivir sino durmiendo, durmiendo, me decía el médico que eso era normal, que uno disipaba las angustias de distintas maneras.

Mis hijos todos perdieron el año5 Pero yo ahorita yo siento, y a pesar de todo, pues yo he aprendido a sacar a mis hijos adelante y uno se vuelve fuerte, yo digo que los muchachos aman lo que yo digo, ¿cierto? Porque yo pienso que cuando está la persona al lado de uno, ellos le ayudan a corregir a uno o le ayudan a corregir o los muchachos pues por lo que como uno dice una cosa y el otro otra. Pero ya uno mirándose de que yo soy la que tengo que luchar, que soy yo la que todo, como dice el cuento, a uno como que le pone sabor amargo. Y de pronto a veces toca con mano dura con los hijos porque no es por uno cansón, sino porque le toca. Por ejemplo a mi hija, la gordita que está en Neiva, no sé si como a mi se me vinieron muchos problemas encima. A mí me dicen que psicológicamente uno los enferma a los hijos, mis hijos 5

Los efectos psicológicos del conflicto en la población constituyen una seria dificultad, en cuanto no hay una ayuda profesional para ayudar y superar los efectos traumáticos del desplazamiento y las muertes violentas.

todos, sólo una no me perdió el año, de resto todos, al año siguiente de que pasó eso, todos tres me perdieron el año. El niño, la niña que está embarazada,—la que salió—me llamaban los rectores y me decían: ”mire, venga y mire a su hija, con las rodillas así y con la cabeza entre las piernas y no le ponía atención a la profesora y el niño también”. Entonces fue ahí que me dijo la profesora: “si usted no pone estos niños con un psicólogo, con grande pena yo no se los puedo aceptar más en el colegio, no por indisciplinados ni nada de eso, sino porque ellos no prestaban atención”, la profesora hablaba y ellos se hacían los que hacían la tarea pero no, eso fue perdido todo. Y de repeso a mi niña, la gorda, ella me decía a mí, ella me decía: “mami, me vienen siguiendo”. Pues no sé como puede que haya sido real o como puede que se lo imaginaba, pues ella me decía que no se lo imaginaba, que la perseguían, a mí me daba mucho miedo y me vi obligada por eso a sacarla de aquí, mandarla por allá, para el Putumayo a que terminara el bachillerato. Porque le estaba yendo bien, estaba en décimo, sólo le faltaba el once. Yo dije, no puede ser que mi hija pierda el último año y yo la saqué de aquí y ella se fue por allá. Eso es algo muy duro para uno, porque desprenderse uno de un hijo y mandarlo por allá, tener ella que trabajar, tener que luchar duro para ayudarse porque yo a veces no tenía qué mandarle, entonces ella tenía que trabajar. Ella duró más de un año por allá.

No quiero volver a escuchar que mi papá está muerto Terrible y yo pienso que a todos, pues yo no sentía que me siguieran, yo salía y normal, y pues como yo iba en mi búsqueda, pues yo no sentía nervios hasta que un día me fui para La Novia, para ese pueblo, solita, con Dios y la Virgen y por allá me pararon y me dijeron ¿usted qué hace? (la guerrilla) Increíble todo lo que pasa pero es cierto. Y porque a mí me dijeron que fuera a La Novia6, para hablar con uno de ellos. Yo fui, yo no sentía miedo por nada, pero ese día sí sentí, ese día sí dije no vuelvo por acá porque tengo resto de hijos por quien responder, ellos me dijeron no la queremos ver más por acá, yo qué más tuve que hacer, volver como a las seis de la tarde, pasó una de esas líneas, de esos motores (lanchas con motor fuera de borda) y me vine para Curillo y nunca jamás volví a salir por ninguna parte a buscarlo, a ninguna parte. Pues pensé que eso de la muerte de él está como raro, o sea, yo no puedo decir ahora está muerto, porque los muchachos me lo prohibieron. Yo primero decía, a lo mejor viene un día molestando, entonces mi papá me dijo, no mijita no siga molestando, a lo mejor está muerto y ustedes acá haciéndose ilusiones. Ese día la hija mayor me dice: “¿sabe qué mamá? le digo que no quiero volver a escuchar esa palabra acá en la casa, que mi papá está muerto”. Aún cuando pienso que uno está así porque uno 6

Caserío del municipio de Curillo de dominio de las FARC. Hasta allá fue María Oliva en la búsqueda de su esposo.

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no lo ha visto muerto, pues uno dice, vive, de pronto dice, no, está muerto, entonces eso es una cosa que no se ha superado. Porque uno piensa, uno trata de hacer que las cosas queden así, pero no se puede. Le digo porque la gente le dice a uno cosas. Por lo menos hace poquito alguien dijo que a él lo tenían en una finca, por allá en Suncillas7 en el Putumayo. Sí, por allá que lo tenían manejando un carro, entonces todas esas cosas hacen de que como que uno mantiene con la duda, Dios mío, ¿estará muerto, estará vivo? Si él estuviera vivo, él hubiera hecho lo posible por hacernos saber. Eso lo he pensado, yo he pensado, porque, pues dicen, uno se atiene a lo que dicen allá, ¿cierto?, que ellos (se refiere a la guerrilla) cuando los tienen allá no los dejan ni hablar con nadie, que no sea persona ni familiares ni nada y hasta pasan cinco o seis años. Ahora hace dos meses apareció un muchacho, que hace seis años se lo llevaron, la familia lo hacía muerto, y ahora que pasaron por televisión eso que la ley rescató como a setenta, cuando el nombre del muchacho ahí, seis años y apareció y ahí vino aquí a Florencia y a la Finca porque vive por acá cerca por Pueblitos. Entonces todo eso le hace a uno de pronto guardar esa esperanza, ¿cierto?8

Cuando uno puede hacer el novenario, como que descansa No haberlo visto es lo que hace más difícil hacer un verdadero duelo. Yo por lo menos cuando lo de mi hijo, ya uno sabe que fuimos lo dejamos allá en el cementerio, sabe uno que ahí está, ¿cierto? en ese pedacito de tierra está mi hijo, y ya, uno siempre lo tiene aquí, y sabe que está muerto cierto, que ya no vive. Pero entonces lo otro, por lo menos no, por lo menos cuando llegamos de buscarlo de por allá (el lugar donde le decían que la guerrilla se había llevado a mi esposo), estaba toda la gente esperando y le habían traído coronas, nosotros llegamos solos. La niña, la embarazadita, esa niña sí muy positiva no sé, ella dice, que su papá no está muerto, ella no lo siente muerto, ella fue grosera en ese momento, tiró las coronas en la sala y dijo: “aquí no ha pasado nada”. Tenía en ese tiempo trece años, eso hace cuatro años, tiene diecisiete, dijo: “aquí no ha pasado nada, mi papá no está muerto, ¿dónde está mi papá para que ustedes traigan coronas aquí?” y desbarató el altar, cogió todos esos manteles, los dobló, las coronas por allá las tiró y se acabó el altar, se acabó la novena. Para mí, entonces si tiene mucho sentido hacerle el novenario a los muertos para que el alma no se quede por ahí. Y primero que todo digo que como aquí ha habido una tradición, cierto, que viene desde muy atrás. Yo por lo 7

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Sector del bajo Putumayo a orillas de la quebrada Suncillas.Aunque está en el Putumayo, la población tiene más vínculo comercial con el Caquetá en el municipio de Curillo. Cuando las personas han sido desaparecidas y no se encuentra el cadáver es más difícil asumir su muerte.

menos voy al cementerio, yo rezo el Padre Nuestro por él, yo todas las noches yo oro por él, tal vez por lo que le han enseñado a uno de que uno debe orar por lo difuntos, ¿cierto? Y el sentido de que hacen una novena, para mí eso es algo que como uno descansa. Uno dice le hice el novenario, le mandé hacer la misa todo eso, uno siente que como que ha cumplido con un deber. Y eso de no hacerle la novena al muerto, eso téngalo por seguro que eso le mortifica a uno, yo me digo de noche: “Dios mío, si está contigo acógelo pero si está en este mundo acuérdese de él”. Yo por lo menos no digo por el alma de José Ignacio, yo no le rezo un Padre Nuestro así, cuando rezamos el rosario por las almas benditas del purgatorio en mí digo, por José, si está muerto, cierto, pero yo no abro mi boca para decirlo, ¡eso es tenaz! Eso es lo más duro y yo les dije (a la guerrilla): “Entréguenlo, por errores que tengamos, por malos que seamos merecemos darle una sepultura, entréguenlo.” Dijeron “no, ¿para qué se lo vamos a entregar?”. Imagínese con lo que le sale a uno esta gente tan ignorante, entonces yo les dije, yo tenía mucha ira, yo les dije muchas cosas, les dije: “yo no les estoy pidiendo a ustedes para darles sepultura, simplemente les exijo, les estoy pidiéndoles que por favor me lo entreguen, para llevármelo”. Y me dijeron: “Para evitarle gastos no se lo vamos a entregar”9. Porque yo lo hubiera visto, me lo entregaron, lo trajimos, lo enterramos, ya, sabemos que está ahí, es muy diferente. Uno no tiene paz, tranquilidad, yo le pido mucho a Dios que me dé esas capacidades de poder hacerle entender a mis hijos de que ya son cuatro años, que ya estoy en paz, ¿qué podemos hacer ya? Pero no, porque yo no siento ya mucha desesperación, pero uno tiene ahí como esa cosita que no lo deja tranquilo. Hasta ahora nadie ha dicho nada y él (el marido) era una persona conocida por el Putumayo, por toda parte, nadie ha dicho, aquí en mi finca lo enterramos, todo el mundo sabe quién es José Ignacio. Nadie nos ha dicho aquí está enterrado, que vaya que allá lo enterraron en tal parte, nosotros vimos. Porque ellos (los milicianos) no están alejados de las casas en donde ellos viven, ellos moran en casas de familias y en fincas y en el momento ninguno dice, aquí está muerto, vamos a ir a mirarlo. En una ocasión un señor me dijo que si yo no iba a hacer nada por él, como a los dos años. Yo le dije “pero yo qué voy a hacer” le dije, “si de allá me dijeron que estaba muerto”, y me dijeron “no señora, él no está muerto, a él lo tienen castigado”. Y cuando le dicen a uno esas cosas vuelve y reviven esas esperanzas así uno quiera olvidarlo, no lo dejan, no puede. Yo todo eso le hacía caer en cuenta a él. Y él decía que no 9

María Oliva resalta la importancia de poder dar una sepultura digna al difunto, porque su cuerpo merece respeto, hacer el novenario y sentir que ha cumplido con su deber para que el alma descanse en paz (ver cap. 3, interpretación entrevista a Monseñor Múnera).


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que él no debía nada, lo mismo que decía José Ignacio “no debemos nada, ¿por qué tenemos que escondernos?, ¿por qué tenemos que irnos?”. Porque cuando él estaba yo le decía: “si esto sigue nos vamos todos de acá”. Para sacarlo a él, para evitar y no fue posible convencerlo, sólo lo convencí que se fuera un buen tiempo, meses, pero volvió y ahí fue donde pasaron las cosas.

Dios mío por qué lo mataron A mi hijo me lo mataron un domingo por la tarde. Él venía todos los domingos con la mujer y el bebé y ese domingo no vino, Dios mío por qué lo mataron si ese muchacho era muy especial conmigo, estaba pendiente, yo estaba trabajando en ese tiempo. El lunes me fui a trabajar por la tarde porque salimos a las seis de trabajar fui y me senté, pensando siempre en qué pasó con él, cuando yo que me acababa de sentar, y me dijeron que el lunes por la tarde, lo habían llevado por allá que dicen que es una casa sola, que es una calle oscura, por Villa Mónica10, así, esa calle que da la vuelta a la Iglesia Carismática. Cuando a mí me avisaron, ya lo tenían acá, ya lo había recogido una funeraria de ahí, lo tenían en el hospital. Yo fui esa noche, a mí me dijeron que no me dejaban entrar yo no se si era mentira, pero no me dejaron entrar. Mi amiga se quedó conmigo aquí, esa noche vine, me dormí y mejor dicho vine me acosté, al otro día me despertaron, por la mañana, imagínese con todos estos problemas y yo como si me hubieran dopado.

Esas ganas de llorar se me convertía en sueño11 A mí la dificultad, la angustia, me hace dormir. Allá lo tenían, cuando lo dejaron ver yo fui y lo mire, y yo le pedía mucho a mi Dios de que no me fuera a desmayar, ¿sí?, como a tener una reacción embarazosa, yo le vi a él, pero al mismo tiempo sentí como más fuerzas, como decir Dios mío Bendito, que se haga toda tu santa voluntad. Y todos no me querían dejar verlo, yo dije “no, déjenme verlo que es mi hijo”, que porque él ya estaba descompuesto, ya estaba negro. En esos momentos yo no siento que me vaya a desmayar o siento que vaya a gritar, no. Y lo mismo pasó el día del entierro, yo fui al entierro, yo sí lloré pero no me dió esa desesperación que una mamá siente, ¿cierto?, que era mi hijo y mejor dicho, eso es algo mucho tremendo ¡Dios mío! Pero Dios me dio esas fuerzas para llorar, de yo poder enfrentar hasta ahí. Yo no me explico qué pasa en uno. 10 11

Un barrio de Florencia. La situación vivida por María Oliva pone en evidencia a los cientos de mujeres que solas deben enfrentar el dolor de la muerte y desaparición de sus hijos y esposos, al tiempo que asumir las responsabilidades inherentes a la crianza y educación de los hijos en un estado de enorme vulnerabilidad.

Después yo seguía con mucha angustia, no pasármela llorando no, mucho sueño, horrible, yo mejor dicho, la señora esa donde yo trabajaba, Magdalena, ella me miraba que yo estaba dormida. Una gran persona, me cogía y me decía, “Oliva levántese de esas máquinas, vaya a la tienda”. Cualquier cosa me ponía a hacer, para no tenerme sentada frente a las máquinas porque era que yo me dormía, cerraba los ojos completamente. Es decir esas ganas de llorar, se me convertían en sueño. Ese día en el entierro yo sentía que me dormía. Aunque uno quiere recordar, a veces como que evita hablar de eso, a mí me dicen de mi hijo ya definitivamente no lo voy a volver a ver, si algo me preguntan yo de una vez contesto dos o tres palabras y el resto desvío para no hablar del tema porque esto para mí es algo muy doloroso.

LAS HERMANAS CHOCUE12 CDPi Uno realmente sí ve la presencia de Dios Mi nombre es Leonila Chocué, soy profesora de la escuela La Cabaña, en una región donde hay la presencia de los actores armados. Mi experiencia en un momento de conflicto, digo que se siente miedo, se siente angustia, pero a la vez hay como esa esperanza y esa fe en algo divino en una fuerza superior y que uno después de los casos, de los hechos, uno realmente sí ve la presencia de Dios, la fortaleza de Él. Cómo sucedió, no recuerdo, el año pasado, cuando la guerrilla atacó al ejército en la población El Dorado13 y la guerrilla tomó el camino y pasó por la vereda, al otro día pasó el ejército, los siguió y no llegaron prácticamente a la escuela, pero sí llegaron derecho a la casa14. Pues uno viendo que el día anterior pasó la guerrilla, se escucharon los estruendos y todo lo que habían hecho, al otro día, ya la presencia del ejército en la región pues eso causó miedo15. Pues la forma en que llegaron, que era sembrando terror, pues, la presencia de Dios ahí está muy clara16. También nosotros salimos y nos preguntaron que si había pasado el ejército. Nosotros le dijimos que no habíamos 12

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Leonila Chocué es profesora de la escuela de la vereda la Cabaña, municipio de Albania, departamento del Caquetá. Su hermana Elvia, es animadora cristiana de la comunidad, la situación que describe en la entrevista es la región del bajo Putumayo, bañada por el río Mandur. El centro de referencia de esta región más importante es el municipio de Curillo en el departamento del Caquetá, los separa el río de su mismo nombre. Entrevistada por: Graciela Uribe. Florencia, Julio del 2003. Caserío del Municipio de Albania. Hace referencia a su casa, espacio donde llego el ejercito, sin necesariamente pasar por la escuela. Es común en los relatos que las personas hagan énfasis en el miedo que produce la llegada de otro grupo armado a un territorio controlado por otro. Nótese como necesariamente la vulnerabilidad, facilita la invocación de Dios.

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visto ejercito y nos dijeron que qué habíamos visto, así bravos ellos. Pero entonces les dijimos que nosotros lo que habíamos visto era guerrilla y nos dijeron: “¿Qué porqué decíamos que era guerrilla?”; y nosotros les dijimos que porque ellos dijeron que eran guerrilleros, que eran de las FARC. Nos preguntaban: “Iban mujeres armadas y gente armada” y nosotros les dijimos,”aquí entraron, pidieron agua, se les dió agua y se fueron”. En ese momento salió mi hermana y les dijo “¡sí! Ellos pasaron por aquí y no están lejos”, entonces ese teniente dijo que por qué decía que no estaban lejos; y ella les dijo “que porque aquí como a las nueve vinieron a pedir una aguja con hilo, que seguro necesitaban y dijeron que estaban por ahí, y anoche los perros molestaron mucho no dejaron dormir, por eso creemos que ellos no están lejos”. Entonces de una vez ellos cambiaron el tono de voz dominante y entraron como a un diálogo con nosotros17 y nos pidieron comida, porque no habían desayunado, no habían almorzado, eran como las cuatro de la tarde. Entonces llegaron y se estuvieron ahí hasta las cuatro de la tarde, cuatro y treinta del día y se fueron. Y de ahí para acá pues siguieron como en especie de persecución con nosotros. Eso hasta el Batallón me tocó ir y cada que mandaban cajas de material para la escuela en los retenes me sacudían todo, me esculcaban, que porque, ya estaba fichada. Entonces yo vine a la Procuraduría, hablé con el Procurador, le dije cómo habían sido las cosas, la situación en que estábamos y un señor de la Procuraduría me acompañó hasta el Batallón. Allá también hablamos con los altos mandos militares y como a los dos meses volvieron y me llamaron, yo fui al Batallón y contesté las preguntas que me hacían. Últimamente me dijeron que si yo era auxiliadora de la guerrilla, le dije “yo sí, yo soy auxiliadora de la guerrilla, pero de ustedes también. Porque en mi casa han estado los guerrilleros, han pedido agua, agua se les ha dado y ha pasado el ejército, han pedido comida y lo que se ha podido dar se les ha dado. Porque son dos grupos armados que andan y juntos matan y uno si le brinda un tinto o lo que sea, no lo brinda por amor, por voluntad, sino por miedo18. Porque uno lo que tiene que defender es la vida y uno de campesino no tiene ninguna arma sino pues la voluntad de Dios, lo que Dios quiera hacer”. Y entonces, ahí se rieron, se miraron, de lo que yo les decía, dijo que por qué; “porque uno está entre la espada y la pared, si llegan los unos, uno tiene que responderle y si llegan los otros pues lo mismo. Uno no tiene la culpa de que llegue, de que uno no puede decir: bueno, usted, de qué bando es, se le puede servir o no se le puede servir, uno tiene que servirles necesariamente”.

Yo invoqué el salmo 9119 Así siguieron hasta que ya me dejaron la vida quieta en ese entonces. Pero la verdad es que la gente también, ellos confían mucho en uno20 y uno también les hace ver de que uno tiene que andar pues con la presencia de Dios porque ¿quién más lo defiende a uno por allá, porque está en manos de los unos y de los otros? Nosotros tenemos las experiencias, estas son muy grandes, de la presencia de Dios y entonces hay que agradecerle la presencia de él en muchas cosas de nuestra vida. Yo entiendo la presencia de Dios como la fortaleza, es como la fortaleza, porque el momento en que a mí me dijeron vea ahí están ellos y los niños ya iban saliendo de la escuela, cuando me dijeron, cuando una señora llegó a la escuela corriendo, iba muy asustada y me dijo: “profesora viene el ejército, viene el ejército, ¿ahora qué hacemos? ¿Qué decimos?”. Le dije yo: “pues qué va a decir, lo que se ha vivido, diga lo que usted ha vivido, lo que usted ha visto y no es más. Váyase para la casa”. Ella se devolvió para la casa, yo me fui también para la casa, mandé a los niños a sus casas y ellos se fueron. Yo llegué a la casa, ya en la casa le dije yo a los que estaban allá: “que viene el ejército, que viene en tal parte el ejército”. Y como el que nada debe, nada teme, entonces nos sentamos a comer y espere y espere que llegaran y nada que se miraba el ejército. Ya como a las dos horas y algo más fue cuando empezaron a latir los perros. Ya cuando llegaron ya nos tenían la casa era rodeada. Entonces y me acuerdo tanto que yo invoqué como al Salmo 91, yo entré y yo leí la Biblia, el Salmo 91. Y a mí como ese miedo, esa angustia a mí se me quitó, a mí se me quitó. Yo tuve el valor de salir y contestarle a ese teniente tan bravo que llegó porque de una vez llegó “¿quién trabaja ahí?”, le dije yo; “¡ah!, ¿usted?”; “sí yo soy la profesora”; “¿Cómo se llama?”; “soy Leonila Chocué”. Ahí fue cuando me dijo: “¿y usted, sabe si hace rato pasó el ejercito?”; le dije yo: “no, por aquí no ha pasado el ejército”; “¿cómo que no?”; “no señor por aquí, ejército no ha pasado, lo que pasó fue guerrilla”. Yo se lo dije así, yo ya no tenía miedo, entonces, pues yo atribuyo que es Dios el que le da a uno esa fuerza y ese poder de decir. Había unas botas allí y dijeron,”estas son las botas de los guerrilleros”. Dije yo, “pues yo no sé si nosotros seremos guerrilleros o qué”. Y él decía: “porque éstas son las botas de las FARC”, le dije yo: “pues yo no sé si serán de las FARC, pues esas botas son de aquí, de los que vivimos aquí 19

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Nótese la culpabilización que el ejército hace de la sociedad civil, por simple sospecha. Nótese como las personas son capaces de discernir entre las intenciones del ejército y la guerrilla, cuestionándolos, sin que en ello medie la valoración emocional.

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El Salmo 91 hace parte del bagaje de creencias de las comunidades campesinas, se ha constituido en una oración a través de las cuales se invoca el poder milagroso y protector de Dios. Muchos de los relatos de personas que se han visto en peligro por la presencia de grupos armados invocan este salmo. Los maestros son parte muy importante de la vereda donde la escuela es el centro que convoca la comunidad. De ahí la influencia que tienen en la organización y el papel que desempeñan en situaciones de conflicto.


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de los que estamos aquí”. Dije yo, “pues ustedes también llevan de esas botas”, apenas se sonrió. Había un cabo del ejército que se hizo al pie de un árbol que hay en la casa y dijo:“¿y hace rato pasaron?” Le dije:“no, ellos pasaron ayer”.“Y a qué hora”;“como a las cinco de la tarde”.“¿Y entonces qué camino cogieron?”,“este camino fue el que cogieron, bien puedan, sigan”.Ya dijeron “¡no!, llevamos mucha hambre, regálenos agua”. Entonces salió Elvia21 y les dijo:” ¿y van de mucha prisa para hacerles tinto?”; dijo:“claro esperamos el tinto”. Ahí se le acabó la carrera y todo el afán que ellos llevaban22. Adelante encontraron las huellas donde había estado la guerrilla. El Salmo 91 nos lo sabemos de memoria, por ejemplo la Biblia la tenemos abierta en el salmo 91.Yo sí, me lo sé y es como la profesión que Dios le tiene para el que lo invoque. Me acuerdo que vino una vez el padre Fabio, él me habló del salmo 91 y él me dijo: “frecuente mucho el salmo 91, que es una oración muy bella y muy linda y tiene un significado muy grande”.Yo recuerdo al Padre Fabio con el Salmo 91 y sí, es una oración muy bella, como la presencia de Dios, como esa voz, como ese aliento, esa fortaleza y que uno no está solo lo uno y lo otro que hay una fuerza superior a todas las fuerzas humanas que es Dios23.

Me hacían acordar del caso de María Magdalena y las Marías Toda la comunidad donde yo vivo, yo creo que todos sienten el mismo temor y el miedo. Porque después de esa experiencia tan negativa digamos, llegaron los paramilitares, a la vereda vecina. Se llevaron un muchacho pues él era de allí de La Cabaña. Él ya se había casado, tenía su hogar en la siguiente vereda, cuando a la seis de la tarde llegó la razón que se lo habían llevado la noche anterior. Y nosotras, todas las mujeres dijimos que se sabía que eran los paramilitares y unas decían pues que mi marido no vaya, porque se lo llevan. Y entonces era el miedo de cómo defendernos. Así nos reunimos mujeres, como unas cinco mujeres y nos fuimos acompañar a la mamá del muchacho que se habían llevado, él vivía en la Cabaña. Nos fuimos y llegamos al lugar donde estaba la viuda y pues sí, que se lo llevaron a las nueve de la noche y dijeron que no venía y nos vinimos porque habían dicho que ellos lo devolvían, entonces nos vinimos. Al otro día mandaron razón que si ya había llegado y él no había llegado, ya al tercer día dijimos, “hay que ir” y ya la gente se reunió y fuimos como veinte personas incluida gente de la otra vereda24. Nos unimos y nos fuimos a buscarlo y sí lo rescataron como a los cuatro días. Ellos lo habían matado25, lo habían dejado sepultado por allá cerca de Santiago de la Selva26. La

comunidad fue y lo sacó, lo trajimos. Y el día en que se lo llevaron cuando nosotros bajamos, porque nosotros hicimos varios viajes, al regreso la sorpresa era que toda la vereda estaba minadita de esa gente (los paramilitares), las casas, la escuela, en toda esa región estaban ellos, era mucha gente, hombres que iban por ahí, entonces llegamos y la casa invadida de ellos y nos encontramos con un retén. Al otro día nos íbamos cuatro mujeres y me hacían acordar el caso de María Magdalena y las Marías que se veían tristes, porque con lo que le había pasado a Jesús era parecido a lo que le había pasado al muchacho27. Yo iba pensando en Luis Alfonso y pidiendo a la vez al Señor de que estuviera bien, que le diera fortaleza, que fuera fuerte, que se acordara que él iba a tener un bebé, que bueno, ¡tantas cosas! Y entonces cuando de sorpresa, los gritos ¡alto! Nosotros paramos íbamos cuatro mujeres. Paramos ahí. “¿Que de dónde vienen?” “ Venimos de por ahí”; “que ustedes por qué miran tanto para atrás”; “no, que con quién vienen”; “venimos solas”; “que para dónde van”; “nosotras vivimos aquí, en esta vereda, nosotros somos de esta vereda”, entonces dijo: “¡Preséntese al Comando Mayor allá, el Comando Mayor está en la casa”. Y ellos nos preguntan, que de dónde veníamos; “venimos de por allá, de buscar un muchacho que se había perdido que no sabemos quién se lo llevó” y nos preguntaron que cuándo se lo llevaron; nosotras le dijimos “anoche”; y “para dónde lo llevaron”; “rumbo a Santiago de la Selva”, y dijo: “eso es guerrilla, es que nosotros vamos detrás de la guerrilla y vamos detrás de ellos”, yo dije: “¡pues ojalá! nosotros le recomendamos de allí de la vereda se llevaron el presidente de la Junta y el muchacho, son de ahí, son gente de ahí, entonces se lo recomendamos”.

¡Virgen Santísima ya la presencia de esta gente aquí! Después se fueron, bueno eso también a nosotros nos dió mucho miedo porque comienza uno por radio, por las noticias, por la televisión escucha de cómo es que llegan ellos a los pueblos. ¡No, todas las cosas tan inhumanas que se cometen! y nosotros decíamos: “¡Virgen Santísima ya la presencia de esta gente por aquí! (los paramilitares)”. Así pasó que esa noche se quedaron por ahí, pero ellos ya no iban bravos, no iban violentos; ellos hablaban, conversaban ahí. Cuando yo me di cuenta que ya iban arreglando las hamacas, iban organizando dormitorios y pensé en mis

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Hermana de Leonila. Nótese cómo el actor armado también tiene sentimientos, que muchas veces son invisibilizados por el rol que se les otorga. Nótese cómo se identifica a Dios como la suprema fuerza del universo, fuerza que resume la dinámica de lo que nos rodea. Nótese cómo los hechos luctuosos, que afecten a una persona de la comunidad, tienen un efecto movilizador en la comunidad. Hace referencia al asesinato del joven cometido por los paramilitares. Santiago de la Selva, Inspección de Policía del municipio de Valparaíso

El sufrimiento de la madre, la esposa y otras mujeres que acompañaron a las primeras en la búsqueda del muchacho muerto a mano de los paramilitares para Leonila es un símil de la imagen de María Magdalena, María la madre de Jesús y otras cuando acompañaron a Jesús en su muerte. El hecho de que las mujeres de las comunidades sufrientes de los desaparecidos o asesinados se unan para la búsqueda de cadáveres o para interceder entre los grupos armados es una práctica muy común en el contexto de la guerra. Posiblemente se debe a lo que Gilligan llama la “Ética del cuidado”, es decir la serie de prácticas y acciones que las mujeres despliegan de acompañamiento y apoyo a los otros.

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adentros, estos se van a quedar. Ya entró uno y se puso a conversar, entonces me dijo: “¿usted conoce las autodefensas?” le dije: “sí, yo los he visto”;” y en dónde”, me preguntó, “pues en la televisión y en los retenes”. Me preguntó:”¿usted ha estado en los retenes de las autodefensas?”; dije yo: “sí, en el kilómetro cuatro antes de llegar a Albania28”. Entonces me dijo: “nosotros somos autodefensas, ¿ustedes qué conocimiento tienen de ellos?”; y yo le dije: “sí, que cometen, cosas muy inhumanas”. Dijo: “no, pero eso es pura fama que nos tienen a nosotros, que nosotros vamos antes defendiendo al campesino, vamos combatiendo sí la guerrilla, combatimos a los ladrones, a esa gente sí los eliminamos, pero al campesino no. Antes más vamos defendiendo al campesino”. Yo le dije: “siquiera, ¡ojalá que así sea!” dijo: “pero ¿qué más sabe usted de los autodefensas?”. Dije: “no, de lo que se ve en la televisión, en las noticias pero a mí no me consta nada”. Entonces me preguntó que por qué; yo le respondí: “porque hasta ahora, es la primera vez que se ven las autodefensas”. Entonces fue cuando me dijo: “ahora de una vez, váyase borrando esa idea negativa que tiene de nosotros, no es como nos pintan”. Para qué le digo mentiras, yo les tenía mucho miedo. Pero a ellos yo no les conté que ya habíamos encontrado al muchacho que se habían llevado, porque cuando ya al otro día se jueron y como al cuarto día de haberse ido ellos, encontramos al muchacho. Entonces también nosotros reflexionábamos, pensamos con las señoras, hay que confiar en la presencia de Dios. Pero qué presencia de Dios, si lo hubieran entregado vivo. Yo dije: “bueno, no lo encontramos vivo, pero lo encontramos, que es un descanso para todos”. Y era el momento en que todavía estábamos con ese pensamiento, estará vivo ó estará muerto; lo encontramos, le dimos cristiana sepultura29 y ya.

Lo más fuerte es la solidaridad Es un alivio y que uno ve que a pesar de tanto conflicto como el que había, la gente más bien salió, más bien la gente salió, fue a traer el cadáver, con mucho miedo porque dizque estaban buscando la pala cuando un señor les dijo: “¡vea, váyanse porque esa gente se devuelve, la gente se devuelve y que no dejan sacar el muerto!” Y a pesar de esa noticia, la gente más se afanó en ir, sacarlo, montar en los caballos y corra y corra hasta donde habían dejado el carro, montaron y se fueron, unos para las casas, otros se fueron a reunir a la casa del difunto y otros se fueron para Valparaíso30 a hacerle el arreglo y entonces no se vio la viuda sola, ni la mamá del muchacho sola. 28 29

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Municipio del sur del departamento. Para las personas que sufren la desaparición de sus seres queridos es de vital importancia encontrarlos para darles cristiana sepultura, creencia ligada a que si el cadáver no se encuentra y se entierra con los correspondientes rituales el alma queda divagando y sin descanso. Valparaíso, municipio ubicado al sur del departamento.

Entonces uno ve eso, que la gente siempre, a pesar de todo, la gente no huyó sino que más bien se hicieron presentes. Al velorio, al entierro, le hicieron velorio y fueron al entierro. Lo más fuerte es la solidaridad. Y yo digo también por otro caso, porque yo he sido muy de buenas, esos casos tan difíciles y tan duros que tuvo la Cabaña y yo no los presencié fue cuando la muerte de los Polanía, que fueron de la vereda los Andes31. Que estaba la presencia de la guerrilla porque estaban por ahí, y así la gente bajó fueron a alzarlo, lo sacaron, lo alzaron, lo trajeron, cuando ellos llegaron ya a la escuela de la Cabaña, ya saliendo con los cadáveres, allí los detuvieron. Uno ve que la gente se solidariza, en un sentido, porque no fue solamente la Cabaña los Andes, y las Margaritas. Eso como que uno, viendo harta gente, pues hasta el miedo se acaba; ya uno lo que piensa no es en lo que ha pasado, sino cómo seguir hacia delante. Y la gente le dedica tiempo a buscar el muerto y a darle la cristiana sepultura. Pero lo otro es que no utilizan el aguardiente para acompañar al muerto32, más bien la gente muy sana muy puesta en sus razones, ellos van y hasta que terminan la novena y la gente acompaña, mucho a los familiares. Y yo tampoco veo que la gente diga, tal vez que porque ya pasó esto vámonos, la gente sigue firme y ahí está acompañando a la viuda y a los familiares del muerto. Y entonces yo me pregunto ¿Qué significa para la gente hacerle el novenario a un difunto? Pues yo creo que es como esa religiosidad del pueblo, como esa fe que tienen, como su costumbre y lo hacen. Y también depende, porque si uno hace un novenario con mucha reflexión eso ayuda a la gente, a que la gente tiene como la fe, como la esperanza de seguir adelante. Yo creo que todo depende de cómo ayudarle a la gente y que la gente le ayude a uno. No solamente en el llorar o sentarse uno a decir pobrecito ya lo mataron, ya murió, ya se acabó, ya lo mataron ahora qué vamos hacer. En fin yo pienso que si todavía hay gente que culpa a Dios como el culpable de la situación, pero hay otros que ya no, ya entiende que no es Dios el que se ha alejado, sino uno el que se aleja de Él, como que no cree que el supremo es Dios.

El miedo es el que solidariza Y es que yo creo que es el miedo el que solidariza, yo creo que esto hace que se busque cómo unificar la familia, las personas, se buscan los más allegados: qué vamos a hacer. Por ejemplo, así en las reuniones de Junta de Acción Comunal, se escuchaba, se comentaba el caso de tal parte, que la gente se jué, le tocó salir, ya se jueron, bueno, están amenazados, bueno, nosotros ¿cuál es la posición en un

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Del municipio de Albania. El consumo de licor es una práctica muy común en los velorios de muertos, acción generalizada en las zonas rurales del país.Aunque cabe aclarar que esto ha cambiado bastante.


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caso de estos? si nos llega aquí la nota “se van o... se queda o qué camino van a coger”, qué vamos hacer. Entonces me contesta Isabel, “no, si usted dobla cobija, y se va, yo me voy atrás”. Digo “pues nos vamos las dos, nos salvamos las dos y el resto, ¿el resto qué? No, ahí tenemos como comunidad que tomar una decisión, nos vamos todos o nos quedamos, pero nos quedamos todos”, entonces el miedo que las personas sienten es que hace que ellos busquen unificar a las personas.Yo no sé si llamarlo miedo, o es un miedo que viene revuelto con tristeza. Porque a mí por ejemplo cuando las Marchas Campesinas33 a mí me dolía el alma de ver esas familias, marchar niñitos de siete años con su maletincito y caminando sin saber a dónde van a parar, sin saber las consecuencias. Porque yo tengo que ir con la cobija al hombro o sin cobija, a mí me dolía eso, a mí me mortificaba bastante y considerar pedirle al Señor que mi familia, no vaya a sufrir estas consecuencias, y a Dios gracias que hasta ahora no.

En el Mandur, tiene uno que vivir en solitario34 Es algo como triste, sí, triste en el sentido de que uno no quiere el mal para ninguno, y ¡sí! más bien se ha buscado que haya la confianza, mucha confianza entre la comunidad, entre las veredas. Que si algo se oyó pues que mire, entonces, buscar la forma de cómo enfrentar y no salir corriendo, que si ya tocó, pues hay que correr. Pero, yo lo tomo en ese sentido, más bien pensar, ¡qué vamos hacer! Si esto se da, qué hacemos, como la situación en el Putumayo, en el Putumayo se sufre y se sufrirá y hay una desolación muy tremenda, por la desunión, porque allá no es como el caso de por acá de la Cabaña de por estos lados de aquí. Acá la gente es más unida y como que saca su tiempito para sus reuniones, sus charlas y todo. La verdad es que en la Cabaña se ha tenido mucha concientización, si es la Navidad, si es la Semana Santa, es caso de que se concientiza mucho la gente y eso ha ayudado a mucho. En cambio en el Putumayo no, porque la gente vive muy ocupada, porque la gente no tiene tiempo para nada, ni mujeres, ni niños, ni hombres porque están pendientes de la coca. Entonces en ese sentido es difícil, la situación en el Putumayo, tiene uno que vivir por allá solitario, el que tuvo bien y el que no tuvo pues también. El caso es horrible, lo mismo la desunión que hay, que no hay confianza, no hay nada, no hay esperanza de nada, nadie confía en nadie, entonces vinieron los otros (la guerrilla) y 33

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Marchas de cultivadores de coca que duraron 45 días y paralizaron todo el departamento del Caquetá durante los meses de agosto y septiembre de 1996. Elvia habla de su experiencia en la región del río Mandar (en el Bajo Putumayo, límite con el municipio de Currillo en el Caquetá) de alta producción de coca y control de las FARC. Nótese cómo la organización de las comunidades es diferente según las regiones. Donde la producción de coca es muy grande, prima el individualismo.

eso sí, vinieron y agarraron, a todo el mundo lo concientizan, de la manera en que se les dé la gana y como lo mejor que yo pueda allí es donde la cuestión está tan grave, tan difícil, de reunir a la gente en la escuela y meterles toda la cháchara que ellos quieren a su favor.

El miedo es el que hace desocupar35 Porque eso fue lo que sucedió últimamente. Dijeron (las FARC) que, el profesor, el inspector, el promotor y todos los empleados que hayan, tienen que ser pagados por la misma comunidad. La comunidad tiene que dar veinte mil pesos en cada reunión, para ir almacenando para pagar a esa gente. La otra, la cátedra que se da, ya tiene que ser el profesor es la de Simón Bolívar. Los profesores saben que eso no es válido y que no se puede recibir un aporte del gobierno, nada. El profesor no puede salir a cobrar el sueldo a Curillo, ni puede ir Puerto Guzmán, a ninguna parte. Allá, como el cuento, el que sale y entra es por que anda trayendo de allá para acá o llevando de aquí para allá.36 Cuando decían todas esas cosas, que no se paga el maestro, que no reciba del gobierno nada, yo me cuestionaba, yo estaba sentada y la gente toda agachando la cabeza, decía sí, sí. Entonces yo me dije, como cada cabeza es un mundo y tiene sus formas de pensar, mi pregunta era ¿quién es el que privatiza ahora la educación? ¿es la guerrilla o es el gobierno?, porque dicen que no se recibe el sueldo, la plata de allá del Estado y que tenemos que pagar nosotros, los que tienen pagan y los que no tenemos, ¿cómo pagamos? Menos mal que el profesor se solidariza con la comunidad y dice: “me pagan aún cuando sea el mínimo trescientos mil” y eso hay que pagarle. ¿Y de dónde plata si no tenemos? Si no hubiera pasado la fumigación, que acabó hasta con el nido de la perra como el cuento, había de dónde sacar la plata. Entonces la guerrilla dice “el que queda aquí, es porque está al lado de nosotros y el que no, pues que salga.” Entonces eso es una cuestión. La otra cuestión de la gente es por qué no se hacen a la idea de ellos (de la guerrilla). Entonces, váyase, tiene que salir. Por lo mismo que les da miedo es que hacen desocupar, salen, ahí mismo acomodan y salen. Dejan todo botado y salen, por lo mismo que da miedo y por lo mismo que no hay como esa unión, como esa confianza del uno con el otro. No, nada está organizado, cada uno a su manera, entonces qué puede hacer la gente, la gente que medio entiende, que medio quiere tal vez trabajar, entonces ya no puede. Hablo del Caño del Mandur, (en el Putumayo) de por allá donde yo viví. Ellos no salen, porque ellos ya quitaron la persecución que hubo con los motoristas (que manejan las canoas a motor), todo motorizado que salía, lo cogían. A muchos los mataron, 35

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En la mayor parte de los relatos obtenidos en el departamento del Caquetá se observa la decisión de migrar relacionada con el miedo a la llegada de los paramilitares y las consecuencias por vivir en zonas de presencia guerrillera. Se refiere a traer y llevar información para alguno de los actores armados.

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otros se volaron. Bueno en fin, a muchos que no los cogieron les quitaron la canoa, se las quemaron, se las robaron. Entonces la gente no sale. Ahora pusieron que dejan salir únicamente el lunes, el sábado, el domingo y el viernes. El resto no hay salida, nadie sale porque no dejan mover las canoas. Yo salí hasta fácil, pero con mucho miedo. Porque imagínese en Curillo, estaban los paracos y todo el que salía de allí lo agarraban. Y yo soy tan de buenas, porque yo me venía y a mí nunca me preguntaron en Curillo, usted de dónde viene, una sola vez me pregunta un militar que de dónde venía. De resto no. Yo salía y entraba, últimamente ya no. Porque ya me dijo mi yerno y Esperanza (mi hija): “¡mami es mejor que si se va usted no venga de tan de seguido, porque eso es una ley y hay que cumplirla. Entonces usted pa’ ya y usted pa’ ca, la cogen, de pronto la cogen!” Y sí, en una ocasión nos quitaron la canoa, nos dejaron a pie por allá en el río. Siempre anotan los nombres y mucha requisa y eso era quitándole la cédula y ya ellos lo anotaban Pero siempre el afán de salir era por ella, (la hija) y ya últimamente embarazada me preocupé. Yo me arriesgué y yo fui. La verdad que no encontramos a nadie pero sí hubo una cuestión muy tremenda, a los motoristas que mataron pero eso ya fue los paracos, que los mataron delante de toda la gente que iba allí. Por allá no hay confianza en nadie.Y allá hay mucho machismo. Entonces uno no tiene qué hablar ni con quién coordinar nada. Uno se atreve a preguntar, bueno, “¿y será que uno no puede hacer la denuncia con alguien en Florencia?”, Porque por allá nadie conoce de los derechos humanos, por allá la desunión es la que mata, pero el deseo de ellos (la guerrilla) es acabar los paracos, eso sí. Pero lo otro es que en cuanto a los políticos, ellos lucharon mucho. Pero como ya la gente a pesar de todo ya no les come cuento, ni con el voto ni con nada.Todo el mundo quedó que nadie sale a votar, porque lo uno la guerrilla no dejó, lo otro cuando ellos quisieron que la gente saliera a votar por el candidato que ellos querían, yo ni supe quien era, la gente no salió, la gente no le dio el voto.Y lo otro es que la gente lo que piensa es eso, que la coca es todo. Pero yo veo que a la guerrilla más que todo como que le interesa la coca, porque cuando salió el Plan Colombia el gobierno pedía arrancarla. Entonces ya la guerrilla dijo que el que llegara a arrancar la coca, que de una vez fuera doblando maleta y se juera. Entonces ellos están favoreciendo también la coca. No dejan vender la coca libremente, ellos son los que la compran y eso está por todos lados.

El Dios de allá es el Dios Coca37 En cuanto a la religión de allá, el Dios de allá es el Dios Coca. Por allá no se puede hacer ningún trabajo38 . Lo 37

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La siembra, producción y comercialización de coca en el Departamento se origina desde mediados de la década de los 70, teniendo su auge durante el 80. Como se observó en el primer capítulo, esta actividad implica un cambio radical en todos los aspectos de la vida de las comunidades. De igual manera este proceso incide significativamente en la secularización de la población, tal como lo afirma Elvia en su relato. Elvia se refiere a su trabajo como animadora cristiana de la comunidad.

poquito que se hace es lo que se haga con el vecino ahí más cercano, con el amigo más cercano pero ya no. Yo nunca logre allá, yo mis celebraciones que se hacían era ahí la casa, con la familia, y los vecinos por ahí cerquita pero ya no. Es que ahora ni el padre va ha visitar allá, cuando baja y nadie lo acompaña porque no hay tiempo. Yo creo que la gente de la única manera que se vuelve a acordar de Dios es cuando tienen que salir o están en peligro. Si creo que ahí sí corren y a pesar de todo el padre siempre cuando llega ha ido a la Esmeralda y el obispo también y allá dizque corren a confirmar y a bautizar, pero de resto ellos no se preocupan por una concientización por algo así, no. Eso no. Este caso es distinto al de La Cabaña. Con respecto a la presión de los grupos armados yo creo que se siente más presión por la guerrilla, por la coca. Por la guerrilla porque si ellos no permiten, ni que se venda ni que salga, eso lo tienen ellos de su cuenta. Lo del Putumayo como lo más grave es que ellos utilicen a las comunidades, por ejemplo, a las Juntas de Acción Comunal para que las Juntas sean las transmisoras de todo el ideal de ellos y muchos de las Juntas están cumpliendo esa misión. Yo creo que algunos es por convicción y otros ya lo hacen es como a la fuerza, ¿porque qué más pueden hacer?

Habla Leonila, de nuevo toma el caso de los muertos y desaparecidos en La Cabaña: En eso que estaba pasando, la desconfianza de la guerrilla, nos llegó la razón de que había unos muertos. Porque en la casa habían matado uno y el otro estaba desaparecido. Entonces nosotros éramos amigos con el Inspector, él dijo: “esperen yo voy con ustedes” y nos juimos, como unas quince personas, juimos de ahí con el Inspector. Entonces el inspector dijo: “camine vamos en gallada grande” y nos juimos hasta allá, y allá el hizo el levantamiento (del cadáver). Entonces allá nos dijeron que estaba buscando el otro, porque el otro estaba desaparecido y que lo habían visto que venía de Valparaíso como a las cuatro de la tarde. Y hasta cierto punto lo habían visto ahí, no llegó a la casa. Entonces, cuando unos iban por un camino, los otros venían por otro camino con el otro muchacho que habían encontrado. Bajaron uno y subieron el otro, entonces hablaron así: “que se devuelvan porque el carro que subió con el ataúd ya se fue y ya encontramos el otro”. Se devolvió, nos devolvimos porque nosotros también íbamos allá, nos devolvimos y sí, y los dos muchachos ahí, ya quedaron ahí arreglados y nosotros nos vinimos para la casa, veníamos cuando ya cerca de la casa nos encontramos con la guerrilla. Estaban ahí sentados, entonces nos pararon, nos preguntaron “ustedes de dónde vienen”; “venimos de por allá”; “¿de allá de los finados?”; entonces dijimos que sí; “¿y quién los mató?”, “¡Ah!, nosotros no sabemos, no sabemos quién fue que los Mató”; “¿y los muchachos...?”; “que no son muchachos de aquí de la región, no le conocemos delito”. Nos dejaron ir, pero


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iba un muchacho con nosotros y a él lo detuvieron, “¡venga pa cá!”; y entonces nosotros cuadramos las bestias más allá y nos paramos a esperarlo. A él también le volvieron a preguntar que quién había matado a los muchachos y que por qué los habrán matado; “nosotros no sabemos”. Entonces dijo: “váyase porque allá lo están esperando” y entonces nos fuimos y llegamos a la casa. Llegamos a la casa, y llegando los primeros guerrilleros y nos dijeron “¿ustedes de a dónde venían?”; “de allá abajo donde hay unos muertos”; “¿y ustedes conocen a esa familia?” “sí nosotros los conocemos, es que esos muchachos estaban cuidando la finca porque los viejitos están por allá haciéndose un tratamiento pues están enfermos y ellos estaban ahí cuidando.” Y entonces dijo: “pero es que hay otros de ellos que son torcidos”; “¡nosotros no sabemos!” les dijimos. Se quedaron por allá cerca a la escuela, cuando pasaba el carro con los dos muchachos, los dos finados. Y ahí los detuvieron, ahí mismo que pa’qué cargaban, que pa’qué se los llevaban, que por qué no los dejaban, que los habían matado por ladrones, que porque yo no sé qué. La guerrilla los había matado y la verdad es que nosotros no sabíamos, nosotros no les conocíamos cosas indebidas a los muchachos, los acusaron así, y así los mataron, ese día el momento en que los vi a mí me dio como miedo. Y ya estaba gente armada ahí, que sabíamos que eran ellos. Antes ya habían matado a otros, primero los Polanía y después los Tike. También llegaron a la casa y ahí en presencia de la mamá los mataron. Habían matado un viejito y allá como a los ocho días de los Polanía fueron los Tike y todas esas mortandades así. Y como la razón, como a la una de la tarde que llegaron a la casa, que me fueran avisar que habían matado a “Turupi” y dijeron entonces “¿qué hacemos?”; “vayan avisen al Dorado que lo vayan a recoger o que den la orden de recogerlo”, y nos juimos como a las seis de la tarde. Y me decía “¿usted va a ir al velorio?” Y sí, llegamos pero la gente tenía mucho miedo. Cuando nosotros llegamos habían unos en la pieza, estaba ahí, el cadáver de los hermanos, sí, la verdad es que uno sentía miedo. Esto es parte de nuestra fe, de nuestra creencia la gente tarde en la noche fue al velorio. Una parte se fue al velorio, una parte se fue al entierro.

Es que realmente esa gente no tiene corazón La gente frente a los actores armados, cuando ya saben que son ellos los que están matando, que ya los dos casos que ha contado unos fueron asesinados por los paramilitares y otros por la guerrilla. Bueno la gente dice: “es que realmente esta gente no tiene corazón”. Esta gente comete las cosas tan inhumanas que se da para creer que no tiene corazón, que no tiene miedo a Dios. Ya el Dios para ellos ya no lo hay. De las veces que yo he hablado con los grupos armados, sólo más bien con las autodefensas, fue que sí tocamos el punto de ese Dios, de esa fuerza, de esa presencia y fue tanto que iba un autodefensa y llevaba un librito del Divino Niño y él se fue. Puso el arma así, se sentó y se puso a

hacer la novena del Divino Niño y leyó la Novena del Divino Niño y llamó un niño de ahí de la casa y le dijo: “¿por aquí hay tiendas cerquita?”; y él le dijo: “no pues, sí hay una, pero está bien arriba.” Y dijo: “¿a usted lo dejan ir a la tienda?” dije “sí pero, qué se le ofrece”; dijo: “es para que me compre tres velas y se las prenda al Divino Niño”. Entonces ya le dije yo que por ahí hay velas, “pues sáqueselas y páseselas” porque él pensó que se las iba a llevar y dijo: “no, es que usted la va ha prender aquí. Y es para el Divino Niño”, entonces, en ellos, como que tienen ellos, no sé cómo es allí, porque si él tenía como esa fe o como pedía la ayuda del Divino Niño, yo no sé allí esa fe cómo actúa, cómo es. Otro también me dijo: “si Dios me da licencia de trabajar, yo no trabajo sino dos años, porque la meta mía es comprarle casa a mis hijos y a mi mamá, yo comprándole casa a mi mamá y a mis hijitos yo me salgo de esto, porque esto no es vida.” Entonces pues yo digo que también están en eso es por tanto desempleo que hay, que ya no encuentran otro camino sino que buscar como que la forma de subsistir, y hay tantas formas de entenderlos. Con la guerrilla hubo con uno que sí se pudo hablar. Hablando con él yo le dije: “bueno, ustedes hoy están aquí, nosotros estamos hablando con ustedes aquí hoy. Ya mañana nos toca con el ejército o con los paramilitares, nosotros ¿qué tenemos que hacer? ¿cómo nos vamos a defender?” Y él nos dijo: “pues díganles que nosotros estuvimos aquí, y que nos busquen. Ellos nos buscan y nosotros también los buscamos”, entonces le dije yo: “sí es la verdad que los busquen. Pero uno piensa en una forma como en un ser divino que hay, que lo puede ayudar, ¿qué lo pueda sacar?” Y dijo que no, lo hecho estaba, que ellos habían hecho un compromiso y que eso era un compromiso que ellos tenían que cumplirlo.

Yo se lo atribuyo todo es a Dios En todo esto que ha pasado yo me pongo a pensar, cuál ha sido mi experiencia como maestra frente al conflicto armado que se vive en el Caquetá. Pues yo creo que el apoyo más fuerte que uno recibe como maestra es de la misma comunidad, es la misma comunidad pues es donde uno vive, donde uno ha vivido, donde uno ha sentido las consecuencias de los conflictos, los siento yo, los siente el vecino, los sentimos todos. Hay muchos maestros que han tenido que venir acá, amenazados y hasta perder el puesto porque no se van, porque no están trabajando, le retienen el sueldo. Hay casos tremendos, entonces que el compañero está amenazado, vamos a ubicarlo en otra parte, vamos a cambiarlo de plaza, no porque los traslados están congelados, las permutas no se aceptan, entonces o hay prácticamente un apoyo, me atrevo a decir eso pero pues la verdad es que la comunidad, el apoyo de la comunidad, porque eso yo lo he sentido. Este apoyo yo se lo atribuyo todo es a Dios, porque, cuántos inocentes no han matado, no se han llevado, no han desaparecido, que son inocentes pero yo digo, pero más que todo es esa confianza y el pedir al Espíritu Santo, que lo que yo vaya a 81


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decir, seas Tú el que vas a hablar por mí, la fuerza del Espíritu Santo, que sea Él que va hablar, me va a defender, que sea Él, el que va a estar enfrente como salvador de una comunidad. Entonces no es como que yo porque soy un poco más estudiada que los demás, ¡no! Si no como esa esperanza y esa fe y la fuerza del Espíritu Santo en que está en uno y le da la fortaleza y más que todo yo les digo no les dé miedo, no sientan miedo, contesten tranquilos lo que ustedes sepan, no por miedo. Ustedes tienen que ser muy prudentes en dar sus repuestas, no quiten, no agreguen, porque eso ha pasado en algunas partes. Entonces los van comprometiendo y los van agarrando, y los agarran y los llevan. Entonces más que todo en eso yo les he dicho sean tranquilos, que si vienen, esperen, hablen. Porque sí en una ocasión llegaron muy bravos los de la guerrilla, que uno alzaba la mano y un señor con palabras ¡no!, ¡nada!, Acusándolo y todo. Inclusive llamaron, citaron a los pelados, los directivos de la Junta pero como ellos no eran directiva, ahí mismo me metieron, entonces yo les dije tranquilos, vayan tranquilos, sean serenos, eh, las preguntas piensen muy bien, si ustedes no entienden las preguntas que se las vuelvan a repetir, que sean claros y que ustedes sepan dar la respuesta. No es más, estén tranquilos, que si los van a acusar por esto y esto pidan que a ustedes los acusen la comunidad, que si a mí me acusan que sea la comunidad, la que vaya a decir, es esto, es esto, es lo otro que sea la comunidad, pero no uno, ni dos personas que vayan a decir es que julano, que hable la comunidad entonces eso uno lo va aprendiendo a medida de que va sintiendo las cosas y la confianza. La confianza en que con zutano o julano yo puedo contar y eso nos hace fuertes a todos y nos hace resistir y responderles a ellos y acaba el miedo.

RESISTIR LAS PRUEBAS39 CDRm Él perdió las elecciones Mi nombre es Rosa María Prieto. Para empezar a contar mi historia quiero decir que todo empezó cuando mi esposo se lanzó como alcalde en Curillo40, Caquetá, y fue amenazado. Teníamos una finquita y casita ahí en el pueblo y también teníamos un carro, él perdió las elecciones y después por todo eso quedó sin recursos. Además también por las amenazas, todo se volvió conflictivo para él, todo era problemas y 39 40

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Entrevista a: Rosa María Prieto. Mujer desplazada del municipio de Curillo. Entrevistada hecha por Graciela Uribe, en Florencia, en julio del 2003. Municipio del sur del Departamento, puerto sobre el río Caquetá. El conflicto en este municipio ha sido particularmente duro. Desde hace muchos años ha estado bajo el control de las FARC, una vez llegan los paramilitares, la lucha por el control territorial es la constante. El pueblo se encuentra totalmente militarizado: Ejército, Policía, soldados campesinos y paramilitares. Las FARC por su parte tienen el pueblo rodeado y las escaramuzas son constantes, tanto que el pueblo ya lo entiende como parte de su rutina diaria.También es un pueblo de comercialización de coca.

entonces por eso abandonó el hogar. Y yo quedé abandonada con cuatro niños, y viendo el orden público y a veces se escuchaba que de pronto la gente del monte iba a coger jóvenes41 que estuvieran por ahí deambulantes. Entonces por el conflicto que se vivió ahí en Curillo, que era dramático, entonces tuvimos que salir y pues me ha tocado muy duro. Mis hijos escuchaban que había la posibilidad de reclutar jóvenes42 para ir a trabajar y entonces yo mirándome en esa situación tanto económica, como de angustia, decidimos que saliéramos para que ellos consiguieran trabajo, así ellos vendían maíz, yo les hacía empanaditas o agüita, a ver si de alguna manera ellos hasta en las partes más humildes ayudaban a rebuscar el salario.

Yo me acerqué sola Entonces me dijeron que había la Red de Solidaridad, sin embargo yo me acerqué sola y no pude hacer nada. Luego un amigo me ubicó con el Personero, donde él le testificó al personero que me pusieran atención, que yo venía de Curillo, prácticamente desplazada, con cuatro hijos y no tenía vivienda ni nada. Entonces él me dijo, pues venga le tomo la declaración. Él me dijo que por qué no lo había hecho más antes, yo le dije que porque no había podido yo sola, sino que fue que me encontré otro amigo que me distinguía. Entonces él ya me ubicó y me dio una carta para que me presentara en la Cruz Roja. Entonces en la Cruz Roja me dieron dos remecitas43 y después en Curiplaya44 me dieron otra. No he recibido más ayuda, pero después quise renovar el carné del Sisben, porque fui una vez donde el médico con mis hijos al hospital y me recibieron. Ya la segunda vez me dijeron que el carné tenía que volverlo a renovar. Ya ha sido más difícil, porque me dijeron que entre más tiempo que hubiera, entre más tiempo pasaba, que era tiempo que yo solventara la economía.

Ha sido muy difícil la situación Y no era posible, porque yo no tenía los recursos para la capacitación. Me tocó fue lavar con mis hijos carros, y lavar ropa, planchar en casas de familia y mis hijos pues también me colaboraban lavando carros. Pero eso ha sido muy difícil la situación porque aunque dicen que el

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Los casos de madres de familia que deciden migrar por las intenciones de parte de los grupos armados por reclutar jóvenes de la comunidad. Este tipo de desplazamiento puede ser considerado como una estrategia de supervivencia, ligada a la ética del cuidado. Muchas familias se desplazan por miedo a que sus hijos jóvenes terminen con alguno de los actores armados. Hace referencia a los mercados que da la Red de Solidaridad Social y otras instituciones de ayuda humanitaria. Edificio en Florencia donde funciona una de las oficinas de desplazados.


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gobierno da ayudas, pero ahí yo no he podido, ni siquiera que me den un lote, porque me han exigido que tengo que tener una cuenta. También es jodido decir que: “es que tengo una cuentita en el banco”. Pero si uno no consigue sino por ahí puramente para una libra de arroz. Si hace una sola comida en el día, es una bendición de Dios, a veces es dura la situación y me encuentro aquí desplazada y muy dura la circunstancia. Cuando salí desplazada, yo llegué a donde unos familiares, pero ellos me han exigido ahora que les desocupe, que no me pueden dar más posada.Y porque allá siempre lo invitan a uno a que se prostituya. O sea, ese es el mensaje, que vaya a sitios de prostitución.Y no, yo pienso que esa no es la manera, yo sé que existen ayudas del gobierno, lo que pasa es que no llegan a toda la gente. La misma familia, la misma sociedad y el entorno es el que a uno le exige que se prostituya. ¿Sí? hay muchos mensajes respecto a eso. Sino que yo pienso que no solamente de ese trabajo se vive, sino que también honradamente aunque se sufra, aunque es duro enfrentarlo, hay que de verdad pedirle a Dios coraje, pero se puede enfrentar con la voluntad de Dios y uno mismo.

Yo no habría podido vivir esta situación sin Dios En este momento estoy con mis cuatro hijos y ellos son los que me dan la fuerza45. Pues gracias a mi Dios ya ahorita hay dos que tienen obligación (es decir ya tienen mujer e hijos), pero todavía tengo dos a mi cargo. Y ellos, una niña de dieciséis años y un joven de dieciocho que no han podido conseguir trabajo. Cuando estaba más pequeño vendía pan, pero ya llegó a la edad adolescente, donde ellos sienten y por él ha querido seguir estudiando, pero ha sido muy difícil, ha sido muy difícil para él. Y además pues, yo vivo, aunque pobre y de pronto uno tienen sus complejos grandes, pero con mucho agradecimiento a Dios que ellos hasta la presente no me han cogido ningún vicio. Yo soy evangélica y creo que yo no habría podido vivir esta situación, sin Dios no habría podido vivir esta situación46. A Dios le doy las gracias, aunque no tengo dinero, pero me ha dado un gran valor para salir adelante honestamente, aunque pobre, con mis hijos. Pero yo le agradezco al Señor que nos ha llenado de ese valor, de esas virtudes que solamente en los pies de él se pueden alcanzar. Porque si Él no tuvo en dónde recostar la cabeza47, entonces a veces a uno también le toca así de duro como le toco a él. Porque Dios en algunos momentos prueba, aunque me decía mi niña: “No, pero esta prueba está muy dura”.

Porque hoy más que nunca tengo una situación muy crítica, donde tengo corte de agua y de luz, porque mi familia ya no quiere convivir más, no quieren que yo viva, no me quieren dar más posada.Y por eso, pues escuché a la hermana que me habló de la ayuda, que de pronto había posibilidades de ayuda y por eso pues yo dije: “No, en el nombre de Dios, yo voy a ir” porque me decía la joven: “Mamá, pero ya esta prueba está muy dura, porque vivir sin agua es muy duro”.Yo le decía a ella: “pero más duro pensar que de pronto a uno le van a amputar una mano, un pie”. Eso es más duro, lo que pasa es que la adolescencia, un joven no puede entender eso”Y pues ella de pronto que es mujer, de pronto es más duro, a veces el enemigo o el mundo, le ofrece ofertas.

Ser fuerte y resistir la prueba Pero sabemos que hay engaños y que si uno es valiente y resiste la prueba, Dios también lo coronará de muchos favores, porque la vida así es pasajera48. No sabemos, estamos en frente de dos acontecimientos, la muerte y la venida del Señor, porque no sabemos ni el día ni la hora, y la muerte es lo mismo, ni el día ni la hora. Porque de pronto quizá qué pasaría y uno de qué se va a morir. Y entonces por eso debemos estar preparados. Y para mí esto ha sido una gran ayuda espiritual, si todo Colombia se entregara a Cristo, no habría tanto dolor, pero la verdad es que son pocos los que miran al Señor, porque de pronto hay que pagar un precio, como Él lo pagó en la cruz del Calvario y muchos o sea, es difícil, se les hace difícil. Y esto me da esperanzas en cuanto a lo espiritual49. Me da esperanza porque Dios nos promete vida eterna, y en la Biblia miramos que sus promesas son fieles y pues yo sé que en la lucha Dios ha estado conmigo, me ha ayudado. Es que lo más importante de una crisis es que Dios coloque paz en el corazón de la persona y pueda enfrentar, como se dice, con los pies en el suelo y no desesperarse. La verdad es que manejar adolescentes, y por lo menos, como madre, como cabeza, llevo tanto económico como espiritual, una gran carga, hago de papá, de mamá. Eso es duro, por ejemplo he estado aquí también desde la una y pensándola porque la dejé sola y ella es adolescente, pero pues le he pedido mucho a Dios que la guarde, que la guarde, que le dé conocimiento, que la ayude.Y ella hay veces me dice: “Ay, mamá, yo estoy muy aburrida, muy aburrida, porque estamos sin agua, sin luz y eso es muy perezoso uno estar pidiéndole a los vecinos”. Y yo le digo: “Ay, mamita tranquila, de pronto es una prueba y de pronto Dios nos va a dar una mejor bendición”. Entonces ella me dice: “Ay, pero esta prueba está muy dura, está muy larga, esto no parece prueba50”. 48

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La motivación de muchas mujeres desplazadas para salir adelante son sus hijos, principal motor de esperanza. Nótese cómo para Rosa, parte de su fortaleza emana de la confianza en Dios. Hace referencia al pasaje bíblico sobre Jesús camino al Calvario, no tenía como descansar. Rosa, entonces compara su experiencia del desplazamiento con la pasión y muerte de Jesús. Establece que Dios pone pruebas, las vivencias duras y traumáticas son tomadas como una prueba más y es finalmente lo que ella trae como justificación de sus penurias.

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La vivencia de las pruebas que pone Dios finalmente conducirá a una mejor vida, pensamiento constante en los grupos evangélicos. Pasar la prueba es la posibilidad de conseguir una mejor vida, vida eterna como lo plantea más adelante. Nótese como lo espiritual está por encima de lo material. Entre hija y madre hay diferentes percepciones frente a la prueba que están viviendo, la madre parece más convencida de esto, mientras que la hija cuestiona la experiencia que enfrentan. En este sentido se pueden observar que las diferencias generacionales tienen una incidencia importante en la forma como desde lo religioso las personas explican lo que viven.

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Pero es decir, es que es tan diferente una persona de pronto mayor, que una joven que le faltan años, es tan diferente la mentalidad por la falta de experiencia, tanto con Dios como con la misma vida. Pero he ayunado y le he clamado al Señor, con lágrimas en los ojos, que le dé gracia y que la guarde, porque ella llegara a hacer una locura, lo primero que dice la sociedad dice es: “la mamá no la supo criar”, “o le dio mucha rienda”, de uno u otra manera lo acusan a uno de malo. Pero yo confío en el Señor, que el Señor me va a dar la victoria. Y que le he pedido mucho que me regale aquí una casa, porque me parece que eso es muy triste, en medio de la pobreza y la escasez económica y de sobremesa uno no tener una vivienda, eso es muy duro.

Dios hizo una sanidad en mi vida Mi marido no era el evangélico y creo que por eso fue que él no pudo enfrentar el problema, la amenaza y el no haberse quedado en la Alcaldía. Además él se gastó la fortuna que teníamos, mucha plata, porque él estaba seguro que ganaba. Y yo le aconsejaba que no, pero usted sabe que el hombre poco caso le hace a uno de mujer, ellos siempre piensan que saben cómo enfrentar los problemas. Y dejó botada la obligación y todo, y también porque él recibió amenazas. Pero aquí estoy, y yo tenía confianza en Dios y mi confianza era en Dios. Antes de la campaña yo sí tenía problemas con mi marido por ser evangélica. Lo que pasa es que él no aceptaba que yo hubiera cambiado. Antes de lanzarse como candidato, él era muy cerrado en su manera de ver las cosas, pero luego a él lo relacionaron allá políticamente y era un hombre que de pronto no tenía estudio, pero sí tenía una que agrada al hablar con los demás. Y él cayó como muy bien allá en el Consejo, él estuvo hasta presidente del Consejo. Entonces ya lo pusieron presidente y del Hogar Infantil y entonces él ya me empezó a mirarme como raro, ya como diferente. Entonces ya dizque empezó a añorar la vida que yo antes vivía. Pues yo no sé, yo me pintaba, me mandaba hacer corte de cabello, me había ondulado las puntas y yo me depilaba, me echaba la pestañina, y bueno y era fiestera con él y todo. Pero entonces Dios hizo una sanidad hace mucho tiempo en mi vida, por allá en San Agustín51, que él trabajó en el DAS52 también, y entonces fueron unos de la iglesia pentecostal, porque el médico no podía conmigo y entonces él conoció un señor allá y él le testificó que se volvió evangélico y dijo: “Ay, mire que él era toma trago y peleador con la familia y ahora dizque se volvió evangélico”, y entonces dijo que Cristo sanaba y salvaba, y entonces yo le dije que mi esposa que estaba enferma, que porqué no iban a orar” Y el señor le dijo: “Vaya pregúntele a su esposa si ella quiere” Entonces él fue y me sentó. “Que si quiere los evangélicos vienen y oran por usted” y

yo “pues claro”, no ve que el médico no podía conmigo, droga y droga todo el tiempo y yo estaba cada día más sequita, yo estaba joven cuando eso. Entonces sí fueron un grupo de hombres, y me echaron aceite y oraron en el nombre del Señor Jesucristo y de una vez fue la sanidad para mí. Y entonces se sentaban, testificaban y me leyeron la Biblia y el pastor me dijo que él era un perdido antes de conocer a Cristo, pero ahora por la Palabra de Dios, Dios había obrado maravillas en la vida de él, que él antes era muy dado a las mujeres y el Señor lo había transformado y cambiado53. Y yo era temerosa de Dios, pero de pronto no en esa plenitud, y para mí fue grato escuchar la voz de un hombre testificando de una vida a otro paso. Entonces en Curillo, cuando me hablaron, él fue el primero que dijo: “Mi esposa seguro sí se vuelve evangélica y ellos fueron a orar y fue sana”. O sea, él me reconoció la sanidad que Dios había hecho en mi vida. Y me decía: “Que esa gente no peleaba, que no tomaba, que testificaba que eran borrachos, mujeriegos, que eran ladrones y que Dios los había transformado. Y que habían muchachas bonitas, con el cabello largo y cantan y son muy lindas”. Yo le decía: “Ay, cuando me trae un señor, para que me hable bien cómo es eso”. Entonces mi esposo aceptó bien que yo me volviera evangélica. Pero entonces luego fue que él tuvo ese cambio, que fue cuando lo relacionaron políticamente y socialmente. Entonces claro ya en esas relaciones él ya cambió conmigo. Al principio él me dijo: “Vuélvase usted primero, que yo después me vuelvo” Y yo le dije: “No Misael pues si usted quiere”. Y el aceptaba todo, todo, iban y le leían la Biblia y le contaban testimonio, o la Biblia: “Mire que el Señor esto, lo otro”, “ Ah, sí claro, así es” él decía que así era. Entonces él dijo que me volviera yo primero evangélica. Entonces yo me llevaba un niño que tenía de un año y no me dejaba escuchar el culto bien, entonces yo le dije: “No, yo no vuelvo por allá”. Entonces el me dijo: “¿Por qué?” – “Porque el niño no me deja escuchar” – “Si es por eso, yo le tengo el niño”. O sea, Dios lo usó de apoyo y entonces así yo iba y entonces yo ahí sí escuché y todo, y yo me entregué al Evangelio y me hice bautizar. Y después fue que él empezó a llorar y a decir que yo antes me pintaba y que me arreglaba más, que era más cariñosa con él. Pero él era el que estaba equivocado, yo no había cambiado, porque allá antes a uno le dicen que debe tratar muy bien al esposo, que debe ser muy atenta con el esposo, y yo mejoré ya en esa parte, pero yo no me volví a pintar. Poquito a poco le fui pidiendo a Dios, que me ayudara para que yo no me depilara y todas esas cosas. Pero entonces él ya estaba muy envuelto en esa política y dijo: “No, a mí me hace falta es una mujer que salga a bailar y tomar”. 53

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Municipio del Huila. Departamento Administrativo de Seguridad.

El caso de Rosa María es bastante común en el proceso de conversión hacia las iglesias evangélicas a través de la sanación y el cambio radical en la forma de vida.


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Resulta que allá el cuñado que era del partido conservador y un día llega aburrido y yo le dije: “Ay, sí ve, su cuñado le hizo a usted lo que usted me hizo a mí – le dije – usted me apoyó para que yo me volviera evangélica y si no, yo no me vuelvo evangélica. Usted me apoyó y ahora que me volví evangélica usted me ha hecho le vida imposible”. Entonces me dijo: “Es que eso es bonito uno vencer con un enemigo”. Entonces yo a él no lo tengo por enemigo, pero si él compartió conmigo la idea de que yo me volviera evangélica, a mí me parece eso muy respetable, porque uno hace un trato a solas con Dios. Y a uno, antes, le enseñan a mejorar en sus relaciones con su esposo. Lo que pasa es que él vio fue la vanidad, de cuando uno está pintada, maquillada. Y él me exigía unas cosas muy horribles, yo no sé si las digo. Él me exigía cosas, o sea, después de ser evangélica y él haberse metido en todo ese ambiente, él me exigía relaciones no normales. Y entonces yo cogí la Biblia y se la leí, yo le dije: “Si yo no fuera evangélica, ni esto dijera aquí en la Palabra Santa, yo haría todo lo que usted me exige, pero yo no lo hago por esto. Aquí me dice la palabra que se debe tener a la esposa en amor”. Allá no es que le prohíban hacer a uno esas cosas, pero es todo lo normal cuantas veces le pida y desde que uno esté en esas capacidades, pero normal como el Señor lo ha mandado pero él empezó a exigirme cosas, o sea, a hacer las cosas como Dios mío no las ha dejado. Y entonces yo le dije: “Mire, esto es contra la ley de Dios, porque Dios a cada cosa le dio un lugar. Si yo no fuera evangélica yo puedo resultar haciéndolo, porque yo a usted lo quiero, pero yo por esta bendita Palabra ” y se la leí – y él me decía: “deje el fanatismo” yo le contestaba: “ esto no es fanatismo, esta es la Palabra Santa y además de esto, a mí me va a enfermar, estas relaciones así como usted me las exige”. Entonces él también ha dicho que por fanática me dejó, pero porque él esa parte íntima me la exigía y antes no me la había exigido. Yo creo que él con las otras esposas que él ha tenido comparte esas cosas, porque él me dijo: “Vea, es que ese es el problema, porque si no todo se arregla” – Yo dije: “Vea, yo lo quiero mucho a usted, después de Dios, usted es la segunda persona en mi corazón, pero yo no puedo cambiar esto, yo no puedo cambiar la salvación por darle ese placer a usted, cuando Dios me ha hecho a mí normal”. Así, y él me exigía unas cosas muy horribles. Él o sea, él se puso exagerado en esa parte, pero normalmente la iglesia a mí me dice: “Atienda a su esposo cuantas veces él quiera y después cuando usted quiera que él la atienda”. Pero normalmente, pero así no, eso ya es como Sodoma y Gomorra que cambiaron sus usos naturales.

Yo no he tenido deseos de volver a ser católica A pesar de todo esto que pasó con mi marido yo no he tenido deseos de volver a ser católica. Porque yo salí de una familia que es la más católica. A mí me gustaba mucho ir a misa, me gustaba ir a rezar novenas. Bueno yo hacía sacrificios que para que Dios me ayudara. Cuando yo era

católica yo era con las almas benditas y Virgen Santísima, más que todo así es que lo enseñan los padres. Pero entonces nunca sentí un cambio, una paz. Yo digo que ahora es que yo he sentido algo dentro de mí misma, es que si Dios no hubiera tratado conmigo, o sea, Él no me hubiera llamado, yo no hubiera podido resistir la separación de mi esposo, yo no había podido sin conocimiento de Dios. Porque el contorno que a uno lo rodea la gente, le dice: “No sea boba, haga lo mismo, usted está joven” bueno, eso unos mensajes terribles. Y usted va a creer que yo en una condición que era una persona que yo no sabía hacer nada, no fui estudiada, con cuatro niños pequeños, desprotegida, yo hubiera cogido un mal camino. Pero yo le doy gracias a Dios, al conocimiento que él me dio. Y el Señor me llenó de paz, de valor y pude soportar cuantas cosas tentativas que me ofrecía la gente, pero a cambio de mi perdición, porque nadie le dice a uno: “Vea yo le voy a regalar esto, solamente para que usted se supere”. No. Siempre lo dan a cambio el cuerpo, la persona. Nadie es que diga: “Yo la voy a ayudar para que se haga un curso para que usted se defienda” No, siempre a cambio de algo. Entonces si yo no hubiera tenido este temor a Dios, yo lo había hecho, yo me había entregado a lo más fácil, porque teniendo cuatro niños pequeños sin saber hacer nada, desprotegida, yo me había entregado, tranquilamente, sin el conocimiento de Dios yo me había entregado a la prostitución, a lo malo que me ofrecían, dinero, me ofrecían cosas, hasta casa me ofrecieron, porque yo estaba más joven cuando él me dejó, ya son trece años desde que él me dejó, tenía veintiocho, ahora ya tengo cuarenta y dos. Yo sí estoy muy agradecida con Dios que mis hijos aunque pobres se sienten orgullosos de mí. Y he recibido elogios, sin pensarlo, de la misma sociedad que me dijeron: “Qué hermoso, qué bello que usted se paró en la raya, eso es lo más lindo que usted ha tenido”. Entonces he visto que sí Dios hizo una obra en mi vida. O sea, porque la gente me llegó a elogiar de esa manera antes de venirme de allá. Y de pronto, aquí también la gente también se han aterrado de que: “¿Esa señora vive sola? ¿Cómo así? ¿Por qué?” En Curillo, también me llamaban: “¿Cómo así, es que es algo biológico, pero usted porqué vive sola?”. Cuando estaba más joven me decían y entonces yo les decía: “Para que vean que Dios trasforma, cambia y capacita. Es que es obra de Dios”. Inclusive en la misma iglesia también se aterraban y se admiraban cuando me dejó mi esposo decía que yo no era capaz. O sea, el Señor colocó como eso en mi vida tanto el querer como el hacer para buscarlo en ayuno y oración y gracias a Dios, pude superarlo y mis hijos tienen que agradecer que en esa situación crítica. Yo me siento muy agradecida con el Señor que dentro de la pobreza, pero no hemos estirado la mano, la gloria es toda para Dios, que me siga guardando y guardando mis hijos. En la pobreza, todos, pero no hemos estirado la mano a la inequidad aunque mis hijos también han tenido ofertas de cobardes, de hacer cosas. Y yo sé que hay una mano poderosa interviniendo, porque cualquiera no. Pero no todos mis hijos son evangélicos, tengo dos 85


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hombres y dos mujeres, las dos mujeres sí. Los dos hombres saben y que siempre me dicen: “Mamá ore por mí, porque yo sé que si yo me muero, yo me pierdo”, y ellos no rechazan nada, sino que la edad de la juventud es dura. Ahorita el mayor tiene problemas económicos duros y él está yendo a la iglesia, primero le prometió a Dios que si un préstamo le salía que él estaba yendo todos los sábados, y no, entonces: “ya me di cuenta que al Señor no le gusta eso”. Pero a pesar de toda la pobreza me ofrecieron muchas ofertas, inclusive que me colocaban muy bien económicamente, a superarme intelectualmente, mis hijos también. Pero eso era con la estrategia de que dejara los caminos de Dios. Entonces no, que pena, yo no dejo los caminos de Dios. Porque ya el día que yo me muera, la plata no me va a rescatar, pero Él derramó su sangre preciosa y solamente por Él, somos salvos por gracia, no por intelectualidad ni el dinero. Aunque hace falta, pero si Él no me la quiere dar, Él suplirá las necesidades. Sabemos que es duro, pero Él también tuvo caídas camino a la cruz.

UN DESPLAZADO54 CSDf Uno tiene que sudarlo para comprarlo Entonces el problema es que vea, allá es muy diferente a conseguir la comidita uno aquí, aquí para comprar un plátano hermano, eso tiene es que sudarla para comprarlo. Porque aquí nadie va a venir a decirle a usted, se lo regalo. En cambio nosotros allá, como se dice, no teníamos riquezas, no teníamos plata, pero la comidita no se nos envolataba. Y para venirnos nosotros acá para aguantar hambre, sufrimiento, que la gente lo mire feo a usted “vea que estos son desplazados, quién sabe por qué se vinieron, que de pronto eran ladrones”55. ¿No? hay muchas cosas.

Yo soy el primero que arranco Entonces todo le da tristeza a uno y si algún día vuelve y se arregla esto, vea yo soy el primero que arranco. Porque no cambio el campo nunca. Vea, yo llevo doce años viviendo con la mujer y ella me decía “Compremos un rancho” Cuando teníamos la forma de comprar un rancho acá y no, yo no, nunca, a mí no me gustaba el pueblo. Porque yo siempre he sido así, criado en el monte. Y venirme yo al pueblo a qué, hermano. El trabajo es muy diferente allá, de pronto se jode uno más allá trabajando, pero como le digo, se consiguen las cositas más suave.Y aquí no hermano, aquí usted se toma un vaso de agua y tiene que 54 55

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Señor desplazado, entrevistado por: Graciela Uribe y Manuel Pérez. Lugar: Florencia Otorgar una identidad culpabilizadora, por parte de las personas habitantes de los centros de recepción, es una situación bastante común.

pagarla, para que no quede en la oscuridad tiene que pagar entonces la luz.Y todo es, desde que usted salga de la casa, para fuera, ya es plata. Entonces es muy diferente acá el campo a aquí. Yo primero fui desplazado del Putumayo. En el Putumayo no sé quién sería, no sé nada lo único que sé es que la casa la encontré toda dañada. Una casa que tenía ocho metros de frente, como por quince de fondo. Allá yo tenía coca, allá sí y tenía comida y animales. Y no sé qué motivo sería pero me la destruyeron. Eso fue un sábado, exactamente para el veinticuatro de febrero, de este febrero que pasó dos años. Y entonces yo quedé con la ropa que tenía puesta, la mujer y los niños. Nadie quiere decir, qué pasó. Me entraba a mí fue mucha rabia. Entonces ya arranqué yo, y dije: “Vámonos”. Y entonces por ahí los buenos corazones, fui a Puerto Guzmán56 y allá hablé con el padre y el padre me ayudó para que fuera a Mocoa57. Allá fui y hablé a la parroquia de Mocoa y ahí llegué a la Cruz Roja y el alcalde, allá sí para qué, me dieron sí, me dieron cobijas, me dieron todo. De ahí del Putumayo me fui al Sinaí y ahí compré, ahí también hice una casa de ocho metros, casi por ocho. Y ahí también, no la alcancé ni a construir toda, me faltaba y ahí tampoco tuve la dicha de terminarla. En los once años que yo llevo viviendo con mi mujer, fui a vivir en la Hacienda La Macarena y vivimos cinco meses, porque la verdad no tenía con qué vivir. Entonces me salían contratos, también me ayudaba y me metí de trabajador ahí, hice un cambuche. Y una vez tuve un agarrón con el patrón y le dije: “Hermano, no le vuelvo a trabajar, no vuelvo a salir con la mujer a vivir a otro lado”. Y desde ahí hermano, lo único fue ahí en esa casa, de resto todo el tiempo he vivido en la propiedad.

Eso es casi como humillarlo a uno El desplazamiento eso es casi como humillarlo a uno. Es casi humillarlo a uno porque todos somos humanos y de pronto, por lo menos lo que me pasó a mí, dejar las cosas, venirme para acá casi a mendigar58. Eso es berraco y yo no le deseo a nadie eso. Y como yo digo, yo tuviera la dicha de volver otra vez, yo volvía otra vez. El primero que volvía allá era yo. Yo por ejemplo voy a entender qué es ser desplazado. Por ejemplo a un vecino de aquí, yo tuve un vecino que me dijo: “Usted se vino por ladrón”. Y a mí me dio tanta rabia que le dije a la mujer: “Si me toca morirme pues hoy me muero”, y me fui de una vez. Y saqué el apellido y le dije: “Ladrón hermano, usted. Porque yo no soy ladrón, ni soy ladrón ni ratero ni nada de eso. Honradamente hermano, porque tengo familia”. Y a mi señora yo le digo: “Si usted me pone a barrer, yo me pongo a barrer”59. 56 57 58 59

Municipio del departamento del Putumayo, situado a orillas del Río Caquetá. Capital del departamento del Putumayo. Nótese como la valoración de la dignidad está mediada por el acceso a los recursos, logrado a través del trabajo. Nótese la culpabilidad otorgada por otros a las personas en situación de desplazamiento.


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Pero la gente cree hermano, que si uno se viene de allá “Ese se fue tumbando algo por allá y lo echaron. Ese mató a alguien por allá y lo echaron”. Entonces la gente cuando le dicen uno: “Y usted ¿De dónde viene?” – “No yo vengo de allá” – Y entonces ahí mismo “¡Ah!” Entonces siempre le hacía a uno como el feo. Y siempre uno miraba el cambio de la gente. Entonces a lo último uno decía: “Yo no vuelvo a bajar por allá” Que a la gente le estaban dando ayudas allá y usted de desplazado y siempre lo miraban a uno como con distancia ¿Sí? entonces yo dije: “Por allá no vuelvo más”. Vea yo aquí veo trabajadores que fueron trabajadores míos. Y yo cuando estuve en el Putumayo, llegué a tener hasta quince trabajadores a cuenta mía, cada cuarenta y cinco días yo tenía trabajadores, diez, catorce trabajadores. Y me los encuentro aquí y me dicen: “Uy, hermano ¿a usted qué le pasó?” Le digo: “Hermano, la vida es así”. Me encuentran por allá descargando un camión y me dice: “¿A usted qué le pasó?” Y digo: “hermano ¿qué puedo hacer? Yo ponerme a robar, no me voy a poner a robar, yo trabajo en lo que medio pueda, para ponerme a trabajar”. Entonces la gente, que me ha distinguido a mí sí sabe quién soy yo. Y la gente que no lo distingue a uno dice: “¿Quién sabe que fue, por qué causa se vino, de pronto lo echaron?”. Muchas cosas, a uno le quedan muchas cosas.

Antes del desplazamiento Antes del desplazamiento allá pal Putumayo, había proyectos que la gente iba y ayudaba a construir un pozo, llevaban sus vacas. Pero entonces llegó el problema de la guerrilla y allá recogieron yo no sé cuántos miles de cabezas de ganado, del Fondo Ganadero. Entonces un man dijo: “El día que vengan aquí y traigan la ayuda se la llevan”. Entonces la gente ¿Cómo va a decir: “Voy a una entidad a que me presten para comprar una vaca” o “Voy para que me den para un trapiche de moler caña”? ¿Cómo? Si ellos llegan a saber que usted tiene eso se lo hacen invertir. Allá hay gente que quedó así, vea, sin nada. Gente con plata Don Chucho Patiño, a ese cucho le cogieron ciento veinte reses. Hermano, él dijo con los ojos llenos de lágrimas: “Vea, duré cinco años para tener ese ganado, para que vengan y se lo lleven”. Y lo más doloroso es que tenía que llevarlas él mismo, usted no tenía que mandar a nadie, usted mismo ir a llevar el ganado. Entonces es muy berraco, hermano60. Yo me pongo a ver, cuánto no se jode uno. Por lo menos, cuánto no se jode la mujer, por lo menos para hacer una gallina, para que venga uno a decirle: “Hermano, necesito una gallina”. Vaya diga que no, de una se enojan. Entonces tiene que recoger. Entonces eso es muy berraco. Y como yo digo si yo tuviera la dicha de volver otra vez, yo me volvía otra vez.

Nunca me metí en una pelea Vea, la verdad yo nunca, nunca me metí en una pelea. Yo nací en un pueblo que es Solita61, que fue el que más muertos daba. Y yo nunca tengo problemas, nunca tengo el cuero marcado de nada, ni rayones ni nada de eso, no sé qué es una pelea. Pero yo no sé hermano. Allá cuando a lo último estaba tranquilo cuando una reunión. “Vea que esto pasa, esto y esto y el que no le gusta que se vaya”62. Ellos63 nos decían que tenían que participar con ellos, que si no en un momento de guerra se llevaban a la mujer. A uno de hombre, o los niños mayores de doce años se los llevaban, niñas o niños64. Entonces yo dije “No, la verdad es que yo no nací para eso, la verdad es que mis hijos, ni mis hijos ni mi mujer, nadie nació para eso”. Entonces me dijeron: “Si usted no está de acuerdo es porque no está con nosotros”. Los otros no65, yo con los otros nunca, nunca llegué a hablar. Y sí los distinguí, pero yo nunca nada con ellos. Yo lo único que asistí de reuniones es las que hizo la guerrilla. Pero que los paracos nunca, no sé qué reuniones hacen ellos. Entonces, como le dije a usted, si uno se sale de allá, y regresa le dicen a uno: “No, ya usted es informante, usted es un soldado campesino”66. Entonces el que la embarró más fue el Presidente, ese sí fue el que le metió más la pata. Sí, porque si él no lleva a cabo esos soldados campesinos informantes, de pronto uno llama más unión. Pero ahora que vuelva allá y “no hermano, esperar a ver qué información irá a llevar”. Entonces a todo le buscan la caída, hasta que le encuentran la caída. Ese es el problema.

Yo le pongo cuidado a los hijos Vea, yo le pongo cuidado es en los hijos. Yo ahí veces me siento y se me van lágrimas por los hijos, yo quiero mucho mis hijos y es lo que me hace vivir. Yo le he dicho a mi mujer, que el día que yo no pueda encontrar un poco de comida, ese día yo me voy. Sabe cuál fue el primer trabajo que me conseguí, que me metiera a los paracos, eso sí hermano, como a los cinco días hermano. Sí. Y eso sí fue lo

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Las FARC recogieron todo el ganado que el fondo Ganadero del Caquetá tenía en el municipio de San José porque había sido adquirido con recursos del Plan Colombia.

Municipio del departamento de Caquetá. Nótese cómo enfatiza sobre su comportamiento, el cual fue bueno y no justificaba su desplazamiento. Este tipo de valoración de la vida, es muy común, tras experiencias de cambio, por medio de las cuales se intenta explicar el por qué de los hechos. Hace referencia a la guerrilla. Nótese el temor al reclutamiento de sus seres queridos. Este tipo de amenaza es bastante común en departamentos como el Caquetá, Putumayo y Guaviare, motivando la migración. Hace referencia a los paramilitares. Figura creada por el actual gobierno, para definir a jóvenes campesinos enrolados en el ejército. Este hecho puede ser analizado, desde la óptica del DIH, como una vinculación de la sociedad civil en el conflicto, motivada por el Estado.

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Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 71-89 pgs.

DOCUMENTOS • Graciela Uribe

primero, hermano. Nadie dijo venga le doy un trabajo… pero ellos me llevaban para Cali, me daban comida para los hijos y yo dije: “No hermano, para darle a eso mejor me quedo acá peleando”. Yo para qué voy a dar nada. Bueno eso fue como en marzo, en abril me cogió otro: “Hermano, váyase con nosotros, que allá les pagamos seiscientos mil pesos lo que usted hace es…”. “Yo le dije: “Hermano, yo no nací para pelear ni para matar a otros”. Y entonces aquí nadie le ofrece a usted un trabajo, así no sea un trabajo millonario, pero un trabajo firme. Pero que allá sale un trabajo y seguro que lo consigue67. Entonces yo como le dije, yo para eso me hubiera quedado allá, allá tengo mi casa y mis hijos y allá peleando con ellos. Pero no, yo no nací para eso. Yo vengo le hago, como le digo, si a mí me mandan a barrer yo voy y barro, a mí no me da pena, porque ya me curé del dolor, porque qué más hace uno aquí, a lo que salga. Por aquí hay como tres o cuatro familias en la misma situación que yo, y entonces he pensado en que nos debemos asociar. Yo les había dicho y les había comentado. Pero se va uno a una entidad y primero le meten un taco de papeleos y le dicen en qué mes venga. Y le dicen: “No hermano, no ha salido nada” Y vuelve otra vez, “Que no que no ha salido nada” Entonces uno se aburre, ya empieza uno a sentir que se están burlando de uno. Entonces va usted a una entidad y dicen: “No, no hay” Listo entonces usted ya sabe que no va hacer nada, pero “que venga en veinte días, que venga en ocho días, que venga mañana”. Entonces ahí se armó el lío. Pero sí hay una entidad que le diga: “Vea que allí salió y de pronto le ayudamos” ¡Ah! esa es otra cosa. Así nos pasó con la Red, que nos pagaba la Red que vinieran mañana, que no que quince días, que veinte. No, yo me aburrí.

La Semana Santa la vivíamos diferente Cuando nosotros vivíamos en el Putumayo, la Semana Santa la vivíamos diferente. Nosotros allá en el pueblo arreglábamos las calles, por ahí unas dos cuadras, con hojas de palma en un arco. Y por ahí pasaba la gente y cada casa tenía su altar y el padre iba rezando en cada altar. De pronto la tradición de un pueblo a aquí a la ciudad es muy diferente. A ver, eso nosotros en un Domingo de Ramos es más bonito que el que usted ve aquí. Vea, eso la gente va dos tres cuadras, con ramos hartísimos, bien arreglados los ramitos y eso la calle bien cuadrada, bien aseadita y vamos lejos, con ramos así y el padre pasaba y haciéndolo más o menos como pasó en el tiempo de Jesús. Ya en un pueblo grande de estos no es lo mismo. Ya no es lo mismo porque ya la gente de aquí ya tiene por lo menos, gente rica que tiene ya forma, entonces ya no se presta a eso68.

En cambio allá en los pueblos sí es gente humilde, pero bien arregladitas las cosas. Muy diferente a nosotros allá. Aquí no, aquí el rico ya se va por lo menos a una iglesia y está en misa. En cambio el pobre le pone más interés a esas cosas que un rico. Porque un rico está pensando más en los negocios que en Dios69. Aquí por lo menos lo que hay es pura gente pobre, aquí no hay rica, pero ya allá más para allá ya hay gente de plata70. Y la iglesia que hay allá ya se deforma. Claro, imagínese que nosotros casi aparentamos a lo mismo que hizo María con Jesucristo, con Dios. Pero imagínese que ella andaba con Dios, de lado a lado, casi de desplazados, echan para allá para librarlo de la muerte a Él. Y así somos nosotros, nosotros por librarnos la vida vamos para allá y si tenemos que volver, volvemos otra vez, pero puramente como lo hizo María71. Y ese desplazamiento viene, de pronto, poniéndonos a ver eso viene de mucho tiempo, por lo menos desde María. Si nos ponemos a ver a Él casi lo dejan, lo mismo que estamos viviendo nosotros hoy en día. De pronto por librarnos la vida entonces “Vámonos para allá” y si se fueron para allá, “Vamos para otro lado”. Pero puramente para librar uno la vida, no por plata, sino porque la vida es lo único que no hay más.

Yo leo la Biblia Para enfrentar las situaciones de peligro, yo leo la Biblia. Por ejemplo los Salmos que hay unos bonitos para cuando están en problemas. Yo tuve por allá, en una ocasión, un problema con un vecino, yo sí ese día pensaba de todo corazón, pensaba matarlo y me acosté como a las siete y déle con el tema, y yo con las ganas de matarlo. Y como siempre leo la Biblia y entonces la meto por debajo de la cama. Y como a las dos de la mañana me levanté, ya estaba tan decidido, ya tenía ganas de irme para allá cuando amaneció, muchas ganas de irme para allá, y entonces me levanté y leí un salmo de la Biblia, el 91. Yo me levanté y me cogí de la Biblia y me puse a leer. Entonces yo leí el Salmo y me volvía a acostar y me desperté a las ocho de la mañana y se me olvidó todo hermano, hasta las ocho de la noche pude dormir. Nada de problemas nada, de ahí para allá nada de problemas. Entonces hay veces, hay ocasiones que sí lo ayudan a uno a olvidar las preocupaciones que tiene uno o a recordar. De pronto a olvidarse de tanto problema72.

Nadie sabe cómo está uno por dentro 69 70 71

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La vinculación con los grupos armados, se ha constituido en una estrategia de inserción laboral en Colombia. Nótese la apreciación que él hace sobre los cambios en la celebración, en relación al acceso a recursos económicos.

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Afirmación de lo material como la causa del debilitamiento de lo espiritual. Nótese como distingue la delimitación de la ciudad de Florencia, entre barrios pobres y ricos.Valoración que en el campo no es vigente. Nótese cómo compara la situación de su desplazamiento con lo que vivió Cristo, de camino a la crucifixión. Hace énfasis en la figura de María, como la madre – mujer, que acompaño a su hijo en las horas de martirio. Obsérvese otra de las cualidades del Salmo 91, el debilitamiento del odio hacia el otro.


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 71-89 pgs. “Perdí a mi esposo y a mi hijo” y otras historias de desplazados y desplazadas (I)/ “I Lost my Husband and my Son” and Other Stories of Forced Displacement Victims (I)

Es que nosotros, así como estuvimos depronto desplazados, depronto nos miran contentos, pero nadie sabe cómo está uno por dentro. Como me pasa con el taita73, yo llevo aquí cuatro años y el taita me llamó como dos veces y no fue nada más de volver a llamarme ni de nada. Y yo le dije a mi mamá, bueno es que de pronto usted no se acordó más de que yo estaba acá, pero eso es muy berraco. Muy berraco de llamar a la familia y que no se acuerde. Yo tengo una tía que es la que me da la mano cuando yo la necesito. Y por eso, cuando estuve allá en esa balacera y no tenía ni para el pasaje, no tenía ni con qué venirme y entonces me tocó mandarle un papel a la tía y la tía de una vez me mandó para el pasaje y que me fuera de allá, que me saliera de allá como fuera. Entonces saqué el trasteo a las ocho de la mañana y eran las cinco de la tarde y no pasaba el bus y esos bandidos que había ahí, llegaron cuatro comandantes de esos que eran guerrilleros. Y me dijeron: “Oiga, oiga, no se vaya”. Sí, yo le dije: “Vea yo me voy así sea a pie, pero yo me voy

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hoy”. Y de una vez y a las cinco y media pasó el bus. No, no, es que con ellos, con los que estaba ahí no había problemas. Sino que ese día de la pelea, gracias a Dios no se tenía problemas era con los que llegaban de otras partes. De Putumayo, del Cauca, del Huila, del Putumayo hubo como seis de ahí. Entonces con los que estaban con nosotros ellos no, esos eran diferentes, no operaban ahí, estaban de paseo, de paso. Y entonces me llamaron y me dijeron: “Hermano, usted va a sufrir” y yo le comenté, le dije: “Hermano, me pasa esto y esto” Entonces no me dijo nada más. Y yo: “No, yo me voy hoy, así sea a pie, pero yo me voy hoy”. Y como a las cinco y media pasó el bus. Yo le dije al del bus: “Hermano lléveme” Y sí, cargamos todo eso y salí. Pero esto es muy berraco, eso no se lo deseo a nadie. Es que lo poco que uno tenga para irse, yo no tengo plata, pero sí la casa y la casa es lo más bonito que puede tener un hogar de uno. Usted llegó a cualquier hora y se acostó y nadie le dice: “Párese hermano”. Entonces ahora es muy duro, muy diferente.

Hace referencia a su padre.

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Lecturas Reseña/Comentarios de Francisco Leal Buitrago, La inseguridad de la seguridad. Colombia 1958-2005 (Bogotá: Planeta, 2006) • Alexandra Guáqueta

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Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 93-94 pgs.

RESEÑA/COMENTARIOS DE FRANCISCO LEAL BUITRAGO, LA INSEGURIDAD DE LA SEGURIDAD. COLOMBIA 1958-2005 (BOGOTÁ: PLANETA, 2006) Alexandra Guáqueta

Esta actualización de La seguridad nacional a la deriva (Alfaomega-Ceso, Uniandes-Flacso, 2002), hace un recorrido histórico y analítico de la formulación e implantación de las políticas de seguridad y defensa en Colombia desde los años cincuenta, casi que gobierno por gobierno, hasta la primera administración del Presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2006). El punto de la actualización es, por supuesto, examinar la Política de Seguridad Democrática (PSD) de Uribe. La PDS, como ninguna otra, ha sido objeto de estudio y controversia— por sus innovaciones estratégicas y tácticas; por el incremento en el presupuesto de defensa de la nación; por la manera directa como el Presidente mismo se ha involucrado en la seguridad, micro-gerenciando y haciéndole rendición de cuentas a la Fuerza Pública en cuanto a sus resultados; por el papel de Estados Unidos; por algunos efectos secundarios negativos en la población civil; por el escrutinio de ONGs y la comunidad internacional sobre los derechos humanos y, sencillamente, por lo que ha estado en juego, la posibilidad de disuadir, de una vez por todas, a guerrillas y paramilitares para que se desmovilicen mediante algún tipo de negociación. El autor sostiene que desde comienzos del siglo XX, Colombia vive una situación crítica caracterizada por aberraciones en el comportamiento de las guerrillas (incluyendo el secuestro), la gran acumulación de poder de los paramilitares visible en su penetración en la política, la economía y las instituciones y en la continuidad de algunos “problemas de vieja data como la debilidad política del Estado, la impunidad, la marginalidad social, la inequidad, los privilegios premodernos de una minoría y alta concentración del ingreso y la riqueza” (p.19). Ante esta situación, las preguntas claves son: ¿Por qué estamos como estamos? Y, si lo que estamos haciendo en materia de seguridad para enfrentar dicha situación, ¿es apropiado o no? La PSD ha tenido algunos aciertos, admite Leal. La Fuerza Pública recuperó su “operatividad”, “menguando” así la capacidad bélica de las FARC y llevando a cabo acciones preventivas exitosas frente al secuestro, el sabotaje y el terrorismo (p.231). Sin embargo, los problemas de la PSD son serios. Su eficacia es limitada, prueba de ello es que aún no se desmovilizan las guerrillas y que aún no se ha logrado recuperar y rehabilitar los territorios antiguamente controlados o influenciados por los grupos armados ilegales incluyendo los paramilitares. Adicionalmente, algunas políticas puntuales tienen el potencial de ser terriblemente costosas a largo plazo, pues van en contra de valores democráticos liberales, y no se han frenado con contundencia los excesos de fuerza y la corrupción. Uno de los argumentos esenciales del libro es que las raíces de estos problemas vienen de atrás. Los problemas

Fecha de recepción: agosto de 2006 · Fecha de aceptación: agosto de 2006

no son exclusivos de la administración Uribe y las cúpulas de turno de los militares y la policía. Si se mira la historia con cuidado, sugiere el autor, nos daremos cuenta de que, por décadas, las políticas de seguridad han tendido a privilegiar “soluciones de fuerza” al tratamiento de grupos armados ilegales bajo formatos que no siempre han estado apegados a valores democráticos, lo cual ha hecho que sus efectos sean contraproducentes (por ejemplo, la falta de control sobre los casos de abuso de la fuerza, la existencia de prebendas especiales para la Fuerza Pública, y la tendencia a concebir cualquier a la izquierda como una disidencia ideológica y política y como “el enemigo” sirvieron históricamente para alienar a la población y ganarle apoyo los grupos armados). Por ello, parte de la inseguridad radica justamente en las políticas de seguridad, de ahí el título del libro. Estas anomalías de la democracia colombiana han sido posibles, entre otros, porque por mucho tiempo la dirigencia civil colombiana no se preocupó por los asuntos de seguridad, delegando a los militares no sólo las decisiones sobre lo táctico sino sobre lo políticoestratégico. Tampoco, entonces, diseñó la dirigencia civil mecanismos adecuados de control y rendición de cuentas tanto en lo administrativo y financiero como en lo judicial y en los aspectos relativos a las acciones militares. Fue así como los militares, en realidad, lograron adquirir un importante margen de maniobra, “autonomía”, frente a los civiles, a tal punto que han ejercido poder de veto sobre si deben o no hacerse negociaciones de paz. En todo esto, según el autor, Estados Unidos ha tenido cierto grado de responsabilidad. Fue la potencia, con su forma de privilegiar la seguridad nacional y la estabilidad por encima de la democracia y el bienestar de la gente durante la Guerra Fría, la que a sabiendas o inadvertidamente, ayudó a perpetuar los problemas a través de la llamada Doctrina de Seguridad Nacional que se extendió en América Latina. Sobre éste y otros puntos, el texto invita a la reflexión más allá de los lugares comunes. La actual coyuntura lo amerita pues nunca antes había visto Colombia a un presidente con tanta credibilidad frente a las tropas, tan empeñado en ejercer su liderazgo en asuntos de seguridad y con tanta popularidad política a tal punto de lograr una reforma constitucional y la re-elección en el 2006. Tampoco había vivido Colombia tal grado de intervención de los Estados Unidos como la contemplada en el Plan Colombia. Centenares de asesores militares y ex-militares se han dedicado en los últimos años a entrenar a sus pares colombianos y a introducir nuevas prácticas (métodos de combate, recolección de inteligencia, organización de las fuerzas, administración de recursos). De la mano ha ido lo que se conoce como el “poder suave”, el poder de influir sobre la conducta de los demás a través de las ideas. ¿Qué huella dejará Uribe en el patrón de las relaciones cívicomilitares en Colombia? ¿Será su mayor legado el afianzamiento de la discriminación ideológica o el liderazgo de los civiles sobre los militares, la rendición de cuentas en 93


Revista de Estudios Sociales no. 24, agosto de 2006: 108 pgs. ISSN 0123-885X: Bogotá; 93-94 pgs.

LECTURAS • Alexandra Guáqueta

los resultados o el mantenimiento de protecciones jurídicas especiales? ¿Será que muchos de los problemas que vemos en la Fuerza Pública tienen raíces culturales y que los civiles también adolecen de las mismas falencias—querer mantener sistemas de prebendas y poco control para privilegiar los intereses particulares? Y ¿cuál será el impacto a largo plazo de los Estados Unidos? ¿Será el Estados Unidos de Abu Grahib o el Estados Unidos

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defensor de los derechos humanos y las libertades civiles? El libro fue a imprenta en medio del proceso de desmovilización de los paramilitares y algunas de los retos de la implementación de la Ley de Justicia y Paz ya se anticipan en el texto. Sin duda alguna, en la siguiente actualización de la publicación Leal tendrá que dedicar varias páginas a la reinserción paramilitar y los intentos de Colombia por terminar de construir una nación democrática.


24 agosto / 2006

Revista24 de Estudios Sociales Bogotá

facultad de ciencias sociales, uniandes / fundación social

agosto 2006

9 Editorial Germán Rey

15 Dossier

Tomás Eloy Martínez Arturo Alape Amparo Marroquín Miguel Huezo Carolina Alzate Aníbal Ford Eliseo Verón Martín Hopenhayn

55 Debate María Teresa Ronderos Ricardo Valencia

71 Documentos Graciela Uribe

93 Lecturas

ISSN 0123-885X

Alexandra Guáqueta

Bogotá

Otros relatos de lo social (I)

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