Revista de Estudios Sociales No. 31

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Presentación Natalia Rubio Vanessa Gómez

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Dossier Temas Varios

La novela Yngermina de Juan José Nieto y el mundo racial del Bolívar Grande en el siglo XIX • Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colombia.

34-47

La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia • Camilo Quintero Toro – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

48-59

La Universidad de París en el siglo XIII: historia, filosofía y métodos • Ana María Mora – Universidad de París 1, París, Francia.

60-71

El problema de la subjetividad en la explicación sociológica. Una mirada a partir del debate Schutz-Parsons • Daniela Griselda López– Universidad de Buenos Aires, Argentina.

72-83

Economía y racionalidad de las organizaciones. Los aportes de Herbert A. Simon • Fernando Estrada– Universidad Externado de Colombia, Colombia.

84-103

Socialization to the Academic Culture: a Framework of Inquiry • Pilar Mendoza–University of Florida, Estados Unidos.

104-117

Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo • Javier Alfonso Racero-Casarrubia–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Carlos C. Vidal–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Oscar D. Ruíz – Grupo de investigación Unicórdoba, Colombia; Jesús Ballesteros C.– Universidad de Córdoba, Colombia.

118-131

Criminalización, arbitrariedad y doble militancia. La policía y la violencia en el fútbol argentino • Gastón Julián Gil–Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

132-145

El trueque: tradición, resistencia y fortalecimiento de la economía indígena en el Cauca • Jairo Tocancipá Falla– Universidad del Cauca, Colombia.

146-161

Vigencia y pertinencia del pensamiento de Hannah Arendt: sus aportes sobre el totalitarismo • Álvaro Díaz Gómez–Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia/ Universidad de Manizales, Colombia; Cristina Sánchez Muñoz– Universidad Autónoma de Madrid, España.

164-171

Presentación

Natalia Rubio Vanessa Gómez

Dossier

María Margarita Malagón-Kurka Sergio Paolo Solano Camilo Quintero Toro Ana María Mora Daniela Griselda López Fernando Estrada Pilar Mendoza Javier Alfonso Racero-Casarrubia Carlos C. Vidal Oscar D. Ruíz Jesús Ballesteros C. Gastón Julián Gil Jairo Tocancipá Falla

Documentos

Álvaro Díaz Gómez Cristina Sánchez Muñoz

Bogotá - Colombia

Documentos

diciembre 2008

ISSN 0123-885X

ISSN 0123-885X

16-33 diciembre 2008

Dos lenguajes contrastantes en el arte colombiano: nueva figuración e indexicalidad, en el contexto de la problemática sociopolítica de las décadas de 1960 y 1980 • María Margarita Malagón-Kurka – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

Lecturas

Joanne Rappaport Renzo Ramírez Bacca Catalina Uribe

Lecturas Myriam Jimeno–Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida • Joanne Rappaport, Georgetown University, Estados Unidos.

174-177

Una comprensión sobre el impacto y transformación de la caficultura colombiana en los años 90. Reseña del libro de John Jairo Rincón García– Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002 • Renzo Ramírez Bacca, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia.

178-181

La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre • Catalina Uribe, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

182-189 Pp.1-208 $15.000 pesos (Colombia)

Temas varios


ISSN0123-885X Periodicidad: Cuatrimestral (abril, agosto y diciembre) Pp: 1-208 Formato: 21.5 X 28 cm Tiraje: 500 ejemplares Precio: $ 15.000 (Colombia) US $ 8.00 (Exterior) No incluye gastos de envío

Carrera 1a Este No 18 A 10 Bogotá D.C. Colombia Tel. (571) 3 39 49 49 www.uniandes.edu.co C arlos A ngulo Galvis Rector José R afael Toro Gómez Vicerrector Académico C arl Henrik L angebaek Rueda Facultad de Ciencias Sociales Decano José A ntonio R amírez Facultad de Ciencias Sociales Coordinador Editorial de Publicaciones Seriadas Suscripciones Revista de Estudios Sociales Universidad de los A ndes Decanatura de la Facultad de Ciencias Sociales Carrera 1 E No 18ª -10, Edifício Franco Of. 202 Bogotá D.C. Colombia Tel. (571) 3324505 -Fax (571) 3324508

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Librería Universidad de los Andes Cra. 1 No. 19-27 Ed. AU106, Bogotá, D. C., Colombia PBX. (571) 3 39 49 49 / (571) 3 39 49 99 Exts. 2071-2099-2181 Fax. 2158 libreria@uniandes.edu.co

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Revista31 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

diciembre 2008

ISSN 0123-885X

http://res.uniandes.edu.co

Fundadores Francisco Leal Buitrago Ph.D. Universidad de los Andes - Colombia frleal@uniandes.edu.co

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Natalia Rubio Universidad de los Andes - Colombia n-rubio@uniandes.edu.co

Coordinadora Editorial Vanessa Gómez Pereira Universidad de los Andes, Colombia vane-gom@uniandes.edu.co

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Revista de Estudios Sociales Universidad de los Andes Colaboradores Decanatura de la Facultad de Ciencias Sociales Carrera 1 E No 18ª -10, Edifício Franco Of. 202 Bogotá D.C. Colombia Tel. (571) 3324505 -Fax (571) 3324508 res@uniandes.edu.co Diagramación Gatos Gemelos Comunicación www.gatosgemelos.com

Beth Leon Bernardo Montoya Chaux José Antonio Ramírez Sonia Romanello Shawn Van Ausdal

Impresión y encuadernación Panamericana Formas e Impresos S.A. www.panamericanafei.com

Corrección de estilo Guillermo Díez gudiezteacher@yahoo.com

Portada: Bernardo Montoya Chaux, Av. Jiménez con carrera 6-vista sur, oleo sobre lienzo 60cm x 60cm. El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para su uso personal o en el aula de clase, siempre y cuando se mencione como fuente el artículo y su autor, y la Revista de Estudios Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero autorización del Comité Editorial de la Revista. Las opiniones e ideas aquí consignadas son de responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente reflejan la opinión de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.


Revista31 de Estudios Sociales Bogotá - Colombia

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes / Fundación Social

http://res.uniandes.edu.co

diciembre 2008

ISSN 0123-885X

La Revista de Estudios Sociales (RES) es una publicación cuatrimestral creada en 1998 por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundación Social. Su objetivo es contribuir a la difusión de las investigaciones, los análisis y las opiniones que sobre los problemas sociales elabore la comunidad académica nacional e internacional, además de otros sectores de la sociedad que merecen ser conocidos por la opinión pública. De esta manera, la Revista busca ampliar el campo del conocimiento en materias que contribuyen a entender mejor nuestra realidad más inmediata y a mejorar las condiciones de vida de la población. La estructura de la Revista contempla seis secciones, a saber: La Presentación contextualiza y da forma al respectivo número, además de destacar aspectos particulares que merecen la atención de los lectores. El Dossier integra un conjunto de versiones sobre un problema o tema específico en un contexto general, al presentar avances o resultados de investigaciones científicas sobre la base de una perspectiva crítica y analítica. También incluye textos que incorporan investigaciones en las que se muestran el desarrollo y las nuevas tendencias en un área específica del conocimiento. Otras Voces se diferencia del Dossier en que incluye textos que presentan investigaciones o reflexiones que tratan problemas o temas distintos. El Debate responde a escritos de las secciones anteriores mediante entrevistas de conocedores de un tema particular o documentos representativos del tema en discusión. Documentos difunde una o más reflexiones, por lo general de autoridades en la materia, sobre temas de interés social. Lecturas muestra adelantos y reseñas bibliográficas en el campo de las Ciencias Sociales. La estructura de la Revista responde a una política editorial que busca hacer énfasis en ciertos aspectos, entre los cuales cabe destacar los siguientes: proporcionar un espacio disponible para diferentes discursos sobre teoría, investigación, coyuntura e información bibliográfica; facilitar el intercambio de información sobre las Ciencias Sociales con buena parte de los países de la región latinoamericana; difundir la Revista entre diversos públicos y no sólo entre los académicos; incorporar diversos lenguajes, como el ensayo, el relato, el informe y el debate, para que el conocimiento sea de utilidad social; finalmente, mostrar una noción flexible del concepto de investigación social, con el fin de dar cabida a expresiones ajenas al campo específico de las Ciencias Sociales.


Presentación Natalia Rubio Vanessa Gómez

11-12

Dossier Temas Varios Dos lenguajes contrastantes en el arte colombiano: nueva figuración e indexicalidad, en el contexto de la problemática sociopolítica de las décadas de 1960 y 1980 • María Margarita Malagón-Kurka – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

16-33

La novela Yngermina de Juan José Nieto y el mundo racial del Bolívar Grande en el siglo XIX • Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colombia.

34-47

La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia • Camilo Quintero Toro – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

48-59

La Universidad de París en el siglo XIII: historia, filosofía y métodos • Ana María Mora – Universidad de París 1, París, Francia.

60-71

El problema de la subjetividad en la explicación sociológica. Una mirada a partir del debate Schutz-Parsons • Daniela Griselda López– Universidad de Buenos Aires, Argentina.

72-83

Economía y racionalidad de las organizaciones. Los aportes de Herbert A. Simon • Fernando Estrada– Universidad Externado de Colombia, Colombia.

84-103

Socialization to the Academic Culture: a Framework of Inquiry • Pilar Mendoza–University of Florida, Estados Unidos.

104-117

Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo • Javier Alfonso Racero-Casarrubia–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Carlos C. Vidal–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Óscar D. Ruiz – Grupo de investigación Unicórdoba, Colombia; Jesús Ballesteros C.– Universidad de Córdoba, Colombia.

118-131

Criminalización, arbitrariedad y doble militancia. La policía y la violencia en el fútbol argentino • Gastón Julián Gil–Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

132-145

El trueque: tradición, resistencia y fortalecimiento de la economía indígena en el Cauca • Jairo Tocancipá Falla– Universidad del Cauca, Colombia.

146-161

Documentos Vigencia y pertinencia del pensamiento de Hannah Arendt: sus aportes sobre el totalitarismo • Álvaro Díaz Gómez–Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia/ Universidad de Manizales, Colombia; Cristina Sánchez Muñoz– Universidad Autónoma de Madrid, España.

164-171

Lecturas Myriam Jimeno–Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida • Joanne Rappaport, Georgetown University, Estados Unidos.

174-177

Una comprensión sobre el impacto y transformación de la caficultura colombiana en los años 90. Reseña del libro de John Jairo Rincón García– Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002 • Renzo Ramírez Bacca, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia.

178-181

La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre • Catalina Uribe, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

182-189


Introduction 11-12

Natalia Rubio Vanessa Gómez

Dossier Varied Topics 16-33

Neo-figuration and Indexicality. Two Contrasting Languages in Colombian Art within the Socio-political context of the 1960s, and 1980s • María Margarita Malagón-Kurka – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

34-47

Juan José Nieto’s Novel, Yngermina, and the Racial World of Bolívar Grande in the Nineteenth Century • Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colombia.

48-59

North American Science goes Global: New York’s American Museum of Natural History in Colombia • Camilo Quintero Toro – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

60-71

The University of Paris in the Thirteenth Century: History, Philosophy, and Methods • Ana María Mora – Universidad de París 1, París, Francia.

72-83

The Problem of Subjectivity in Sociological Explanation: Reflections on the Schutz-Parsons Debate • Daniela Griselda López– Universidad de Buenos Aires, Argentina.

84-103

The Economics and Rationality of Organizations: the Contribution of Herbert A. Simon • Fernando Estrada– Universidad Externado de Colombia.

104-117

Socialization to the Academic Culture: a Framework of Inquiry • Pilar Mendoza–University of Florida, Estados Unidos.

118-131

Perceptions and Uses of Wild Fauna by the Embera-Katíos Indigenous Communities of the San Jorge River Valley, in the Buffer Zone around Paramillo National Park • Javier Alfonso Racero-Casarrubia–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Carlos C. Vidal–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Óscar D. Ruiz – Grupo de investigación Unicórdoba, Colombia; Jesús Ballesteros C.– Universidad de Córdoba, Colombia.

132-145

Criminalization, Arbitrariness and Double Militancy: Police and Violence in Argentine Soccer • Gastón Julián Gil–Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

146-161

Bartering: Tradition, Resistance, and the Strengthening of the Local Economy within Indigenous Communities of the Department of Cauca • Jairo Tocancipá Falla– Universidad del Cauca, Colombia.

Documents 164-171

The Relevance and Pertinence of the Thinking of Hanna Arendt: her Contributions Towards an Understanding of Totalitarianism • Álvaro Díaz Gómez–Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia/ Universidad de Manizales, Colombia; Cristina Sánchez Muñoz– Universidad Autónoma de Madrid, España.

Readings 174-177 178-181

182-189

Myriam Jimeno–Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida • Joanne Rappaport, Georgetown University, Estados Unidos. Understanding the impact and transformation of Colombia coffee production in the 1990s. Review to John Jairo Rincón García´s Book– Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002 • Renzo Ramírez Bacca, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia. The importance of contextualizing morals and language in the evaluation of acts: Review to – Historia de la ética, Alasdair Macintyre • Catalina Uribe, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.


Apresentação Natalia Rubio Vanessa Gómez

11-12

Dossier Temas Vários Duas linguagens contrastantes na arte colombiana: nova figuração e indexicalidade, no contexto da problemática sócio-política das décadas de 1960 e 1980 • María Margarita Malagón-Kurka – Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

16-33

O romance Yngermina de Juan José Nieto e o mundo racial de Bolívar Grande no século XIX • Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colômbia.

34-47

A ciência norte-americana torna-se global: o Museu Americano de História Natural de Nova York na Colômbia • Camilo Quintero Toro – Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

48-59

A Universidade de Paris no século xiii: história, filosofia e métodos • Ana María Mora – Universidad de París 1, París, França.

60-71

O problema da subjetividade na explicação sociológica. Uma olhada a partir do debate Schutz-Parsons • Daniela Griselda López– Universidad de Buenos Aires, Argentina.

72-83

Economia e racionalidade das organizações. As contribuições de Herbert A. Simon • Fernando Estrada– Universidad Externado de Colombia, Colômbia.

84-103

Socialização para a cultura acadêmica: um marco de investigação • Pilar Mendoza–University of Florida, Estados Unidos.

104-117

Percepção e padrões de uso da fauna silvestre pelas comunidades indígenas Embera-Katíos na bacia do rio San Jorge, zona amortecedora do PNN-Paramillo • Javier Alfonso Racero-Casarrubia–Universidad Nacional de Córdoba, Colômbia; Carlos C. Vidal–Universidad Nacional de Córdoba, Colômbia; Óscar D. Ruiz – Grupo de investigación Unicórdoba, Colômbia; Jesús Ballesteros C.– Universidad de Córdoba, Colômbia.

118-131

Criminalização, arbitrariedade e dupla militância. A polícia e a violência no futebol argentino • Gastón Julián Gil–Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

132-145

A troca: tradição, resistência e fortalecimento da economia indígena no Cauca • Jairo Tocancipá Falla– Universidad del Cauca, Colômbia.

146-161

Documentos Vigência e pertinência do pensamento de Hannah Arendt: seus aportes sobre o totalitarismo • Álvaro Díaz Gómez–Universidad Tecnológica de Pereira, Colômbia / Universidad de Manizales, Colômbia; Cristina Sánchez Muñoz– Universidad Autónoma de Madrid, Espanha.

164-171

Leituras Myriam Jimeno–Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida • Joanne Rappaport, Georgetown University, Estados Unidos.

174-177

Uma compreensão sobre o impacto e transformação da cafeicultura colombiana nos anos 90. Resenha do livro de John Jairo Rincón García– Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002 • Renzo Ramírez Bacca, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colômbia.

178-181

A importância do contexto da moral e da linguagem na valorização dos atos: leitura do livro– Historia de la ética de Alasdair Macintyre • Catalina Uribe, Universidad de los Andes, Bogotá, Colômbia.

182-189


Natalia Rubio, Vanessa Gómez

presentación

Presentación Natalia Rubio* Vanessa Gómez**

T

ras celebrar diez años de publicación continua, la Revista de Estudios Sociales cierra el año 2008 con una nueva edición de Temas Varios. Desde su aparición en agosto de 1998, han sido ya bastantes números dedicados a iluminar problemas específicos del debate académico nacional e internacional, y este año, tuvimos la oportunidad de presentar dos temas sin precedentes en la historia de la revista: estudios sobre la comida y la alimentación (No. 29), y análisis sobre la relación entre arte, caricatura, prensa y sociedad (No. 30). Pero esta vez, como otras tantas, las páginas de la RES se convierten en vehículo de la diversidad, no sólo de enfoques, sino también de contenido y objeto. Esta vez, la revista se impregna de Otras Voces. No hay un eje temático que agrupe los textos que conforman el presente número, aunque cada uno ofrece distintas posibilidades para pensar su relación con otros artículos de ésta y de anteriores ediciones de la revista, y todos contribuyen con el fin ulterior de nuestra publicación: ser un medio para la circulación e intercambio de ideas que estimulen el diálogo continuo en la comunidad académica. Buscamos, de esta forma, mantener un espacio que integre, en cada ocasión y según la relevancia que demanda la dinámica de la academia, el trabajo de quienes han concentrado su empeño en participar del mundo del pensamiento y de las letras, y de fortalecerlo. Los 10 artículos del Dossier definen un espacio variopinto y de apertura, con temas tan distintos entre sí como el contraste entre obras producidas en dos momentos distintos del arte colombiano y su relación con la realidad sociopolítica del país (María Margarita Malagón), y la permanencia del trueque entre el pueblo indígena de Kokonuco como una tradición que representa a la vez resistencia y fortalecimiento (Jairo Tocancipá). En medio de estos dos artículos, el primero y último de la sección, se despliega una multiplicidad de reflexiones sobre problemas como la configuración racial del Bolívar Grande, analizada a través de la novela Yngermina de Juan José Nieto (Sergio Paolo Solano); el imperialismo estadounidense a comienzos del siglo XX, su relación con la ciencia y su expresión en las colecciones de aves del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York (Camilo Quintero Toro); el surgimiento de la Universidad de París en los comienzos del siglo XIII (Ana María Mora); el debate entre Alfred Schutz y Talcott Parsons en torno al problema de la subjetividad en la explicación sociológica (Daniela Griselda López); los aportes de Herbert A. Simon a la Economía institucional en general, y en particular, a la Teoría de las Organizaciones (Fernando Estrada); la cultura académica vista desde las perspectivas sociológica y cognitiva (Pilar Mendoza); La percepción y los patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos (Javier Alfonso Racero-C., Carlos C. Vidal, Óscar D. Ruiz y Jesús Ballesteros C.); y la criminalización, la policía y la violencia en el fútbol argentino (Gastón Julián Gil). Así pues, el Dossier contiene propuestas provenientes de disciplinas como la Antropología, la Sociología, la Historia y la filosofía. La sección de Documentos incluye una entrevista realizada por Álvaro Díaz a la filósofa española Cristina Sánchez Muñoz sobre el trabajo de Hannah Arendt. El núcleo del diálogo es la pertinencia y vigencia de la obra arendtiana en los contextos de Europa y Latinoamérica, especialmente, en cuanto al problema del totalitarismo y sus principales rasgos. Con este texto se pone en evidencia la necesidad de mantener vivo el pensamiento de la filósofa judía, y por tanto, de fijar el valor de sus planteamientos en la tradición

* Editora de la Revista de Estudios Sociales ** Coordinadora editorial de la Revista de Estudios Sociales

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Revista de Estudios Sociales No. 31 rev.estud.soc. diciembre de 2008: Pp. 208. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.11-13.

filosófica contemporánea y de reconocer su relevancia para comprender los retos y problemas que enfrenta la política en la actualidad. Concluyen este número tres reseñas de libros -dos nacionales y uno internacional- que han sobresalido en la comunidad académica: Joanne Rappaport abre la sección Lecturas con una reseña de la publicación Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida de Myriam Jimeno; seguida de Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002, escrito por John Jairo Rincón; y finalmente Catalina Uribe nos presenta Historia de la ética de Alasdair MacIntyre.

Nota Editorial Agradecemos especialmente a Bernardo Montoya Chaux, por permitirnos reproducir sus imágenes en este número. Con excepción de la portada, las imágenes empleadas en el cierre de algunos artículos y apertura de algunas secciones se muestran parcialmente. En la página web http://www.saatchi-gallery.co.uk se pueden apreciar sus obras originales. •

Relación de imágenes: Av. Jiménez con carrera 7 - vista - oriente 2007, óleo sobre lienzo, 70cm x 100cm (Pág 13). Av. Jiménez con carrera 6-vista - sur, 2007, óleo sobre lienzo, 70cm x 100cm (Pág 14). Av. Jiménez con carrera 7 - vista - occidente, 2007, óleo sobre lienzo, 95cm x 145cm (Pág 71). Av. Jiménez con carrera 4 - vista costado norte, 2007, óleo sobre lienzo, 70cm x 100cm (Pág 103). Av. Jiménez con carrera 7 - vista - sur, 2007, óleo sobre lienzo, 70cm x 100cm (Pág 117). Av. Jiménez con carrera 7 - vista - oriente, 2007, óleo sobre lienzo, 70cm x 100cm (Pág 145). Av. Jiménez con carrera 7 - vista - norte, 2007, óleo sobre lienzo, 70cm x 100cm (Pág 172).

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Revista de Estudios Sociales No. 31 rev.estud.soc. diciembre de 2008: Pp. 208. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.16-33.

Dos lenguajes contrastantes en el arte colombiano: nueva figuración e indexicalidad, en el contexto de la problemática sociopolítica de las décadas de 1960 y 1980 por

María Margarita Malagón-Kurka*

Fecha de recepción: 27 de marzo de 2008 Fecha de aceptación: 4 de agosto de 2008 Fecha de modificación: 21 de agosto de 2008

Resumen En 1999 el Museo de Arte Moderno de Bogotá presentó la exposición “Arte y violencia en Colombia desde 1948”. El presente artículo explora el contraste observado en esta exposición entre obras realizadas en las décadas de 1950 y 1960 por artistas tales como Alejandro Obregón, Norman Mejía y Pedro Alcántara, y obras de mediados de la década de 1980 y 1990 de artistas como Beatriz González, Óscar Muñoz y Doris Salcedo. Se analizan y comparan las obras de los dos grupos de artistas en términos del lenguaje visual utilizado, la temática tratada y la relación, en cada caso, con la cambiante situación sociopolítica en Colombia. Se plantea que mientras el primer grupo de artistas tiende a usar un lenguaje de tipo “neofigurativo” en el contexto de acontecimientos ocurridos durante la época de “La Violencia” (ca. 1945-1960), el segundo grupo desarrolló un lenguaje de tipo “indéxico”, en el marco de una nueva situación generada por un conflicto armado que involucró nuevos actores, se expandió geográficamente y adquirió un carácter cotidiano hacia la década de 1980. El análisis y comparación realizados permitieron reconocer que el contraste entre las obras de los dos grupos implica la existencia de diferencias significativas entre los artistas en cuanto a la percepción de la condición humana, la violencia y la actividad artística. Estas diferencias son indicativas de una nueva tendencia en el arte colombiano contemporáneo que invita a los espectadores a afrontar de una nueva manera crítica y reflexiva tanto las obras mismas como a los seres y acciones humanas a los que aquéllas aluden.

Palabras clave: Arte y violencia, neofiguración, indéxico, arte contemporáneo, arte y política.

Neo-Figuration And Indexicality. Two Contrasting Languages In Colombian Art Within The Socio-Political Context Of The 1960s, And 1980s

Abstract In 1999, The Museum of Modern Art in Bogotá organized an exhibition entitled “Art and Violence in Colombia since 1948.” I explore the contrast, observed in this exhibition, between works done in the 1950s and 1960s by artists such as Alejandro Obregón, Norman Mejía, and Pedro Alcántara, and works from the 1980s and 1990s by artists such as Beatriz González, Óscar Muñoz, and Doris Salcedo. I analyze and compare the works of these two groups of artists in terms of their visual language, the themes they explore, and their relation to the changing socio-political environment in Colombia. I argue that the first group of artists used mainly a “neo-figurative” language within the context of the period of “La Violencia” (ca. 1945-1960). By contrast, the second group developed an “indexical” language while working under new socio-political conditions generated by an armed conflict that, by the 1980s, involved new participants, had expanded geographically and acquired a normalized character. The analysis and comparison between the two groups of artists allowed me to recognize that the contrast between their works implies significant differences in relation to how the artists perceived the human condition, violence, and their own artistic activity. These differences are indicative of an innovative trend in contemporary Colombian art that invites viewers to consider the works, as well as the human beings and actions they allude to, in a new critical and reflective manner.

Key words: Art and violence, art and politics, neo-figuration, indexical, Contemporary art.

Duas linguagens contrastantes na arte colombiana: nova figuração e indexicalidade, no contexto da problemática sócio-política das décadas de 1960 e 1980

Resumo Em 1999, o Museu da Arte Moderno de Bogotá apresentou a exposição “Arte e violência na Colômbia desde 1948”. O presente artigo explora o contraste observado nesta exposição entre obras realizadas nas décadas de 1950 e 1960 por artistas como Alejandro Obregón, Norman Mejía e Pedro Alcántara, e obras de meados da década de 1980 e 1990 de artistas como Beatriz González, Oscar Muñóz e Doris Salcedo. São analisadas e comparadas as obras dos dois grupos de artistas em termos da linguagem visual utilizada, a temática tratada, e a relação, em cada caso, com a cambiante situação sócio-política da Colômbia. Argumenta-se que enquanto o primeiro grupo de artistas tende usar uma linguagem de tipo “neo-figurativa” no contexto de acontecimentos ocorridos durante a época de “La Violência” (Ca. 1945-1960), o segundo grupo desenvolveu uma linguagem de tipo “indéxica” no marco duma situação gerada por um conflito armado que envolveu a novos atores, expandiu-se geograficamente e adquiriu um caráter cotidiano na década de 1980. A análise e a comparação efetuadas permitiram reconhecer que o contraste entre as obras dos dois grupos implica na existência de significativas diferencias entre os artistas em quanto à percepção da condição humana, a violência e a atividade artística. As diferencias são indicativas em uma nova tendência na arte colombiana contemporânea que convida aos espectadores a confrontar, de uma nova maneira crítica e reflexiva, tanto as mesmas obras como aos seres e ações humanas aos quais aquelas aludem.

Palavras-chave: Arte e violência, neo-figuração, indéxica, arte contemporânea, arte e política.

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Con el fin de apreciar y caracterizar teóricamente el contraste entre las obras de los dos períodos, los rasgos comunes de cada grupo son considerados aquí desde dos conceptos particularmente iluminadores de la historia del arte contemporánea: el de la nueva figuración y el de la indexicalidad.

n 1999 tuvo lugar la exposición “Arte y violencia en Colombia desde 1948”, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Tanto la exposición como el catálogo de “Arte y violencia en Colombia desde 1948” permiten realizar una comparación entre las obras de artistas contemporáneos, como Beatriz González, Óscar Muñoz y Doris Salcedo, y aquellas realizadas por artistas precedentes. Sin pretender desconocer el carácter único de cada uno, ni las similitudes entre las diferentes épocas, es posible identificar rasgos significativos comunes en las obras realizadas en la década de los años sesenta, que difieren de los de las obras de la década de los ochenta.

El primer concepto fue desarrollado a finales de la década de 1950 por historiadores como Marta Traba, Aldo Pellegrini y Peter Selz, para caracterizar obras de la segunda postguerra en las que la figura humana reapareció, usualmente con un alto grado de distorsión, tras haber perdido vigencia durante una época en que se hizo especial énfasis en la abstracción (Traba, 1965; Pellegrini, 1967; Selz, 1959). Artistas de diferentes países, como Francis Bacon, Arnold Belkin, José Luis Cuevas y Luis Felipe Noé, exploraron diferentes dimensiones de la condición humana individual y colectiva, por medio de líneas y colores expresivos que buscaban conmover emocionalmente al espectador. En Colombia, durante la década de 1960, Alejandro Obregón, Luis Ángel Rengifo, Carlos Granada, Norman Mejía y Pedro Alcántara orientaron sus obras en esta misma dirección, tal y como entonces lo señaló Marta Traba, y posteriormente, Ivonne Pini, Germán Rubiano y Eduardo Serrano.

Además de diferenciarse en el uso de los materiales, en las técnicas y en los medios, las obras divergen en cuanto a su lenguaje visual y al tratamiento de la figura humana. En los años cincuenta y sesenta, artistas como Alejandro Obregón, Luis Ángel Rengifo, Carlos Granada, Norman Mejía y Pedro Alcántara desarrollaron un lenguaje visual simbólico y altamente expresivo. En sus obras la figura humana aparece altamente distorsionada, fragmentada y, en ocasiones, eviscerada. Por contraste, en las de González, Muñoz y Salcedo predomina un lenguaje de tipo evocativo e indicativo, y la figura es representada de manera gráfica, es apenas sugerida o está totalmente ausente. Tal divergencia en el tratamiento de la figura es especialmente significativa teniendo en cuenta que todos estos artistas enfatizan las implicaciones humanas de acontecimientos que ocurren en el país de manera intermitente pero continua desde la década de los años cuarenta: masacres, desapariciones, ataques a poblaciones y asesinatos.

Por su parte, el concepto de indexicalidad fue propuesto por Rosalind Krauss a principios de la década de 1970 para analizar los trabajos de una nueva generación de artistas, como Gordon Matta-Clark, Michelle Stuart y Lucio Pozzi, quienes participaron en una exposición en P.S.1, en Nueva York, en 1976 (Krauss, 1977). En sus obras se enfatizaba la presencia de “signos indéxicos” tales como huellas y rastros (entre otras manifestaciones físicas), de objetos o estructuras con los que los artistas habían interactuado durante su elaboración. Por lo tanto, éstos no buscaban expresar o representar una realidad, sino presentar indicios y señales que aludían a ella.

* Egresada del programa de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana. Magíster en análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos, Universidad Externado de Colombia y Magíster en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia. Doctorado en Historia del Arte, la Universidad de Texas, en Austin. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Arte del siglo XX. La imagen necesaria en Luis Caballero. Documentos de Historia y Teoría, Textos (11). (Bogotá, Universidad Nacional de Colombia), 2004; Gusto y gesto en la obra de Beatriz González, en Beatriz González (Bogotá, Villegas Editores), 2005; Ensayos sobre dos artistas colombianos contemporáneos: Luis Caballero y Óscar Muñoz, en Gabriel Pérez-Barreiro (Ed.), Blanton Museum of Art, Latin American Collection (Austin, TX: Blanton Museum of Art, The University of Texas at Austin), 2005 y Doris Salcedo, irresolución como posibilidad, Arte al día international 123 (Junio-Julio) 2008. Actualmente se desempeña como profesora invitada en el área de Historia y Teoría del Arte en el Departamento de Arte de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia y como investigadora independiente. Correo electrónico: mamarita35@aol.com.

En la década de 1990, el concepto de indexicalidad fue retomado y reevaluado por críticos como David Campany en su análisis de trabajos fotográficos realizados, entre otros artistas, por Willie Doherty, Anthony Hernandez y Sophie Ristelhueber (Campany, 2003). Campany estimó que en sus fotografías se añadía una dimensión temporal no considerada por Krauss: las huellas y los indicios registrados por ellas eran resultado no de un objeto o una estructura, sino de acciones realizadas por seres humanos en un tiempo anterior a la llegada de los fotógrafos al lugar de los acontecimientos. Krauss y Campany coincidieron en afirmar que aunque estas obras pueden ser valoradas en y por sí mismas, el lenguaje indéxico que las caracteri-

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za compele al espectador a indagar por el referente –objetos u acciones– generador de los indicios presentes en ellas (vinculándolas así con un contexto que las trasciende), tal y como ocurre con las obras de González, Muñoz y Salcedo realizadas a partir de la década de 1980. Dado que en Colombia las obras neofigurativas de las décadas de 1950 y 1960 y las indéxicas de 1980 y 1990 fueron realizadas durante períodos en los que ocurrieron cambios significativos en el entorno político, incluidas transformaciones en el conflicto armado entre 1950 y 1980, resulta pertinente preguntarse por la posible relación entre el énfasis dado a un determinado tipo de lenguaje visual y las cambiantes circunstancias sociopolíticas del país. Adicionalmente, en la medida en que es posible apreciar un contraste significativo entre las obras de los diferentes períodos, es importante considerar las repercusiones que las opciones plásticas de los artistas tuvieron sobre la concepción del arte y su papel en la sociedad. No obstante los aportes de la exposición realizada en el MAMBO en 1999, una discusión sobre ésta o el catálogo no tendrá lugar dentro de los límites del presente artículo, que se centra en el estudio y análisis de las obras de las diferentes décadas. El contraste propuesto, así como los conceptos aplicados, son herramientas analíticas que en ningún momento pretenden imponerse sobre la riqueza y diversidad de las obras estudiadas. Estas herramientas permiten poner de relieve cambios en el arte colombiano, con el ánimo de identificar tendencias recientes y preguntarse si estas obras tienen una vigencia exclusivamente local, o si ésta es también universal.

Figura 1. Alipio Jaramillo, 9 de abril, 1948 (Medina, 1999, p. 18).

El análisis paralelo de acontecimientos y procesos políticos y sociales ocurridos en el país busca resaltar rasgos relevantes de los contextos en que las obras fueron realizadas. Esto con el fin de ofrecer perspectivas desde las cuales es posible interpretarlas, reconociendo su sentido y aporte no sólo en el campo artístico sino también en el social y cultural.

Visualización de los acontecimientos (1948-1958) 9 de abril (ver la figura 1) de Alipio Jaramillo, Tranvía incendiado (ver la figura 2) de Enrique Grau y Masacre 10 de abril (ver la figura 3) de Alejandro Obregón son ejemplos de obras que tematizaron el trastorno social presente en las décadas de 1940 y 1950 y precedieron a las de Rengifo, Mejía, Correa y Alcántara (Medina, 1999, pp. 14-16).

Figura 2. Enrique Grau, El tranvía incendiado,1948 (Medina, 1999, p.15). Óleo sobre lienzo, 51 x 57 cm. 18


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Jaramillo, Grau y Obregón fueron testigos presenciales de las matanzas y ataques ocurridos en Bogotá durante y después del 9 de abril de 1948. Muchos historiadores consideran el Nueve de Abril como una fecha clave para delimitar el período de “La Violencia”. “La Violencia” se caracterizó por una confrontación política y militar entre los dos partidos políticos, el Liberal y el Conservador, que duró más de una década. El enfrentamiento tuvo lugar principalmente en áreas rurales, excepto por eventos aislados ocurridos en las grandes ciudades (Sánchez, 2001, pp. 87 y 91). Según algunos estimativos, alrededor de 180.000 personas murieron durante esa conflagración, en una época en que la población colombiana constaba de 13 millones de habitantes. A pesar de la magnitud del conflicto, la percepción prevaleciente en las ciudades era la de un evento remoto que ocurría en áreas distantes y rurales del país (Gómez Buendía, 2003, pp. 25 y 427). No obstante, el conflicto se hizo presente en las ciudades cuando fue asesinado en Bogotá Jorge Eliécer Gaitán, uno de los principales líderes del Partido Liberal. Como consecuencia, durante semanas y meses hubo fuertes disturbios en las principales ciudades y en áreas rurales del país.

imágenes fundamentalmente narrativas y descriptivas. En Masacre 10 de abril, Alejandro Obregón hizo, por su parte, una presentación más abstracta y expresiva, reminiscente del Guernica de Picasso, que sería muy influyente en artistas posteriores.

Figura 3. Alejandro Obregón, Masacre 10 de abril, 1948 (Medina, 1999, p.10). Óleo sobre lienzo, 65 x 120 cm.

Figura 4. Alejandro Obregón El Velorio, 1956 (Barnitz, 2001, p.161). 140 x 175 cm.

Las obras de Jaramillo, Grau y Obregón presentan una versión de los acontecimientos que ellos mismos presenciaron (Medina, 1999, pp. 14-16). Sus imágenes difieren con respecto a los eventos específicos a los que cada uno alude y respecto al lenguaje pictórico usado. Jaramillo y Grau se centraron, en estas obras, en escenas relacionadas con disturbios callejeros, a través de

En El velorio, Obregón articula fragmentos quebrados para aludir a diferentes partes deun cadáver humano . En un espacio de tipo cubista, pinta objetos y animales usando planos superpuestos. El drama de la escena es reforzado por el uso de fuertes rojos y amarillos que son intensificados por los tonos neutros grises y marrones. La agresión que el artista inflige sobre el cuerpo está empa-

La confrontación entre los partidos políticos se hizo más intensa cuando el Partido Conservador retomó el poder a finales de la década de 1940 (Sánchez, 2001, pp. 87 y 91). En 1952, el gobierno conservador perdió legitimidad no sólo debido al conflicto sangriento sino también a los ataques directos que se estaban perpetrando contra líderes políticos en las ciudades. Con el propósito de dar fin al conflicto, jefes moderados de ambos partidos acordaron suspender los ataques mutuos y decidieron recurrir al ejército para que asumiera el poder. Como resultado de este acuerdo, el general Gustavo Rojas Pinilla gobernó durante cuatro años, entre 1953 y 1957 (Pécaut, 2001, p. 73). A finales de la década de 1950, Obregón realizó El velorio, 1956 (ver la figura 4), obra caracterizada por un lenguaje expresivo y simbólico.

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rentada con la agresividad implícita en los eventos a los que Obregón estaba aludiendo (Barnitz, 2001, p.162): el asesinato de un estudiante durante un funeral, por parte del ejército, bajo el gobierno del general Rojas Pinilla (Medina, 1999, pp.76-77). El lenguaje visual presente en Masacre 10 de abril y El velorio es testimonio de un cambio generacional que tuvo lugar en el arte colombiano durante los años cincuenta (Jaramillo, 2001b, p. 46). Este lenguaje se caracteriza por un tratamiento más simbólico que anecdótico de los temas; por el uso de líneas y colores no naturalistas y la fragmentación de la figura con propósitos expresivos. El vocabulario usado por Obregón abrió nuevos caminos para artistas de una generación posterior, tales como Fernando Botero, Beatriz González y Luis Caballero. Obregón también influyó sobre aquellos artistas interesados en abordar la problemática sociopolítica durante los años sesenta, quienes desarrollaron un lenguaje figurativo no narrativo en el contexto de una tendencia fuerte hacia la abstracción (Serrano, 1986, pp. 117 ss.).

Figura 5. Decapitado sobre el surco (Guzmán, 1968, s.p )

En 1957 los líderes de los dos partidos políticos despojaron al general Rojas Pinilla del poder y realizaron un acuerdo conocido como el “Pacto del Frente Nacional”. Según éste, cada partido debía alternarse en el poder cada cuatro años y distribuir equitativamente los cargos públicos (Sánchez, 1992, pp. 110-114; Pécaut, 2001, p. 74). Como se mencionó anteriormente, muchos habitantes de las ciudades no estaban al tanto de las dimensiones del conflicto en curso en las áreas rurales, a pesar de que éste había prevalecido ya por muchos años. A finales de la década, sin embargo, dos eventos significativos contribuyeron a generar una mayor conciencia del conflicto. En 1958, una exposición de arte cuyo tema central era la violencia tuvo lugar en Bogotá, en la “Sociedad Económica de Amigos del País” (Rubiano, 1984, p. 33). En ese mismo año, Alberto Lleras Camargo, el primer presidente del Frente Nacional, nombró una comisión para investigar las causas y consecuencias de la violencia en Colombia (Rubiano, 1984, p. 29). Los miembros de esta comisión, Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, viajaron por Colombia entrevistando tanto a víctimas como a victimarios de la violencia. El padre Germán Guzmán dedicó tres años a recopilar testimonios orales y visuales que fueron publicados en 1968 en La Violencia en Colombia. Por su parte, la comisión nombrada por Lleras Camargo había publicado en 1962 La Violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, que incluyó análisis y testimonios perturbadores de algunos testigos y fotografías de víctimas (ver las figuras 5 y 6).

Figura 6. Para que nunca volviera a engendrar (Guzmán, 1968, s.p ) 20


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Las fotografías publicadas en La Violencia en Colombia constituyen una documentación visual del horror y destrucción que caracterizó el conflicto bipartidista entre 1945 y 1960. Estos documentos ofrecieron en su momento una evidencia visible del conflicto, la cual fue altamente influyente sobre la forma expresiva con que muchos artistas optaron por tratar el tema. Las fotografías de cuerpos mutilados, decapitados, torturados y violentados parecen irreales en su apariencia grotesca. Este panorama de atrocidades y humillaciones incluyó también numerosos asesinatos de rivales políticos y homicidios indiscriminados de mujeres, personas mayores y niños. Los límites mínimos de respeto y dignidad hacia el cuerpo y el ser humano fueron transgredidos, en un esfuerzo por aniquilar totalmente al “enemigo” (Perea, 1996; Sánchez, 1991). Germán Guzmán trató estos fenómenos en un capítulo de su libro, titulado “Tanatomanía”, en el que resumió sus impresiones. De acuerdo con Guzmán, los grupos involucrados en el conflicto estaban obsesionados con la muerte y el sadismo; parecía existir un deseo patológico más allá del asesinato del rival, en la medida en que el sufrimiento, la tortura, el dolor, tanto físico como psicológico, eran parte constitutiva del ataque a éste. En el mismo capítulo incluyó el vocabulario especial desarrollado por los grupos en conflicto, para indicar tipos de agresiones y heridas perpetradas sobre el “enemigo” (Guzmán, 1968, pp. 325 y ss.).

Figura 7.Alejandro Obregón, Violencia 1962 (Medina,1999, s.p.). Óleo sobre tela, 155 x 168 cm. 2001, p. 162). Marta Traba elogió la habilidad de Obregón para tratar, a través de tonalidades oscuras, el tema de la violencia, “cuyo carácter dramático terrible podría silenciar a cualquier artista verdadero”. Ella reconoció el carácter pionero de esta obra: “El cuadro es absolutamente gris, absolutamente sordo, absolutamente silencioso: por primera vez, la tragedia tiene un intérprete a su inmensa medida” (Traba, 1990, p. 111).

El mismo año en que el informe de la comisión fue publicado, la obra de Obregón, Violencia, 1962 (ver la figura 7), ganó el primer premio en pintura en el XIV Salón Nacional de Artistas.

Neofiguración y política en la década de 1960 y principios de la de 1970

Esta pintura sugiere la figura de una mujer boca arriba que se funde visualmente con el paisaje. Ha sido atacada y asesinada; la piel de su cara parecería haber sido rasgada y levantada. El cuerpo gris, con rasguños y sutiles pinceladas de rojo, presenta una imagen desolada y triste. El uso predominante de colores neutros y oscuros contribuye a crear esta impresión. Debido a la coincidencia entre las fechas de publicación del informe y la exposición de Violencia en el Salón Nacional, es poco probable que Obregón hubiera visto las fotografías de las acciones grotescas que pudieron haber inspirado su pintura. Sin embargo, tal y como se puede inferir de ésta, él estaba al tanto de las atrocidades.

Al igual que Obregón, muchos artistas fueron influenciados por la perspectiva recientemente adquirida del conflicto. Traba consideró que éstos compartían con pintores contemporáneos como Francis Bacon un lenguaje de tipo neofigurativo. La mención que hace Traba de Francis Bacon no es casual, ya que él fue altamente influyente para muchos artistas latinoamericanos, quienes adquirieron especial conciencia de su trabajo en la Bienal de São Paulo en 1959 (Serrano, 1986, p. 149). Por medio de su libro Los cuatro monstruos cardinales (1965), Traba presentó a Bacon en Colombia, así como a José Luis Cuevas, Jean Dubuffet y William De Kooning. El análisis de sus obras, realizado por Traba desde el punto de vista de la neofiguración, es especialmente relevante, debido a que permite reconocer la relación cercana entre las transgresiones físicas y las estéticas, presentes tanto en la obra de los artistas colombianos como en las imágenes de las

En Violencia, Obregón logró transmitir la atmósfera ominosa y la perversión particular evidente en los actos violentos ocurridos en las áreas rurales, incluido “el ataque a mujeres en cuanto perpetuadoras de la raza” (Barnitz,

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víctimas y los victimarios documentadas por Guzmán. En ambos casos la imagen del ser humano que ellas proyectan muestra “el caos en que vive el hombre y al mismo tiempo la desintegración física del hombre en ese caos” (Traba, 1984, p. 217).

Uno de los discípulos de Rengifo, Carlos Granada (Honda, 1933), hizo explícita su intención de abordar el arte y los hechos políticos a través de un “realismo de tipo subjetivo” (Rubiano, 1977, p.1569). La traducción visual de esta forma de realismo puede apreciarse en Angustia, 1967 (ver la figura 9), una de sus obras más conocidas.

Aunque Obregón, Mejía y Granada usaron predominantemente el óleo sobre tela, el medio preferido por la mayoría era la gráfica. La expresividad de la línea ofrecida por el grabado, así como la posibilidad de reproducir la obra muchas veces con el fin de generar una conciencia política, resultaban atractivas para ellos (Pini, 1987, p. 60). Un análisis visual de algunas obras permite caracterizar el estilo neofigurativo común a éstas. Luis Ángel Rengifo, nacido en 1906, fue un pionero en el uso de un lenguaje visceral desarrollado a través de la gráfica. Rengifo estaba familiarizado con las fotografías publicadas en La Violencia en Colombia, tal y como lo demuestra la serie Testimonios, que expuso y publicó en 1964.

Figura 8. Luis Ángel Rengifo, Piel al Sol, 1963 (Medina ,1999, p.53). Aguafuerte y aguatinta, 16 x 29 cm.

Figura 9. Carlos Granada, Angustia 1967, (Medina, 1999, p.60) Óleo sobre lienzo, 200 x 150 cm.

Uno de los grabados de esta serie, Piel al sol, 1963 (ver la figura 8), presenta un cuerpo femenino estirado como una piel animal sobre un suelo desolado y estéril. La imagen es reminiscente de una crucifixión, debido a las puntillas que clavan el cuero al suelo. La forma del cuerpo alude a la del mapa de Colombia. La cabeza parece desarticulada del cuerpo y reposa sobre el suelo con una expresión de rabia y dolor. Una línea marrón monocromática define la figura y la piel blanca. Aunque están basadas en evidencia documental, las imágenes de Rengifo manifiestan su propia perspectiva e interpretación de los hechos históricos como el producto de actos horrendos, común a las de otros artistas interesados en este mismo tema.

En esta obra (figura 9), Granada representa a dos o quizás tres mujeres de una manera jerárquica y superpuesta al mismo tiempo. Al menos dos de estas mujeres parecen pertenecer a diferentes clases sociales y, en consecuencia, ser afectadas de una manera diferente por la violencia. La que está en la parte superior parece desentendida e indiferente; su lujoso sombrero, cara adusta, manos con uñas largas pintadas y brazos levantados confortablemente, la hacen aparecer intocada por los hechos externos. El cuerpo sin cabeza de la mujer que está debajo carga el cadáver de un niño y transmite una sensación de dolor y desesperación. En la parte inferior, una cabeza que parece pertenecer al segundo cuerpo puede implicar que tam-

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bién la madre ha sido asesinada y decapitada. Esa cabeza también podría pertenecer a un tercer cuerpo. Granada divide la superficie pictórica en varias secciones usando rectángulos y cuadrados. Esta división, al igual que el uso de colores cálidos y fríos, refuerza el tratamiento fragmentario de las formas humanas. Los contrastes de color son especialmente significativos en las figuras: el sombrero rojo, los pómulos, labios y uñas de la figura superior están en oposición a los cuerpos pálidos sangrantes de la madre y el niño.

La horrible mujer castigadora, 1965 (ver la figura 10), obra en la que una enorme mujer desfigurada y distorsionada es vista simultáneamente a través de múltiples capas de su cuerpo. El cuerpo femenino es atacado y transgredido abiertamente por el artista evidenciando una monstruosidad interior. Al igual que en Violencia, 1962 (figura 7), de Obregón, prevalecen los tonos monocromáticos, excepto por manchas rojas en varias partes del cuerpo.

Tres años después de que Obregón ganara el premio con su obra Violencia, Norman Mejía (Cartagena, 1938) obtuvo el primer premio en el Salón Nacional de 1965 con

Figura 11. Pedro Alcántara, de la serie Los Cuerpos, 1968 (Medina, 1999, p.65). Tinta china sobre papel 65 x 45 cm. Pedro Alcántara (Cali, 1943), por su parte, se ocupó no sólo de las víctimas sino también de los victimarios de la guerra (Medina, 1977, p. 514). Sus obras contienen un latente erotismo, al igual que las de Mejía, caracterizado por Barnitz como un “erotismo invertido”, el cual implica la presencia de alusiones sexuales que en lugar de apelar al espectador causan el rechazo de éste (Barnitz, 2001,

Figura 10. Norman Mejía, La horrible mujer castigadora, 1965 (Medina, 1999, p.29) Óleo sobre lienzo, 204 x 147 cm. 23


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p. 271; Serrano, 1986, p.149). En una de sus obras de la serie Los cuerpos, 1968 (ver la figura 11), Alcántara presenta dos figuras distorsionadas, una de las cuales está parcialmente desmembrada. Esta última está ambiguamente superpuesta sobre la otra a modo de un peso a cargar o un agresor. Alcántara expone el interior de las figuras como si estuvieran siendo vistas desde adentro hacia afuera: músculos, tendones y huesos parecen tentáculos y formas orgánicas sin identificar. En otras obras, tales como El martirio agiganta a los hombres raíz, 1966 (ver la figura 12), el erotismo invertido de Alcántara es aún más evidente. Sus cuerpos no sólo “transmiten dolor, no placer”, sino que sus genitales, frecuentemente exhibidos, parecen mutilados (Barnitz, 2001, pp. 271-272).

conflicto político –ahora convertido en revolucionario–, sino también por desigualdades sociales. El uso de un lenguaje expresionista por parte de Alcántara y Mejía, así como su rechazo a cánones tradicionales de belleza a través de su énfasis en una fealdad evidente, eran una manera de sacudir la pasividad y apatía del público hacia los hechos cotidianos (Pini, 1987, p. 62). Estos artistas, más que interpretar la violencia como hechos aislados, la abordaron como una entidad aborrecible y despreciable, proyectando una dimensión humana irracional y monstruosa que buscaron hacer visible usando un lenguaje visual agresivo no muy distante de las fotografías publicadas en La Violencia en Colombia. Las obras de Rengifo, Granada, Mejía y Alcántara tienen una estrecha relación tanto con las imágenes y la información publicadas por Guzmán como con los análisis que estudiosos han hecho del período en el que los artistas y el informe de la Comisión nombrada por Lleras Camargo estaban interesados. A través de su tratamiento neofigurativo, estos artistas simbolizan la distorsión humana física y psicológica, incluyendo el “erotismo invertido” mencionado por Barnitz, manifiesto en los actos perpetrados por los grupos en conflicto. El lenguaje neofigurativo tiene también un carácter funcional: busca generar una mayor conciencia y una actitud crítica en el espectador frente a la situación sociopolítica que vivía el país. A través de la forma agresiva de tratar la figura, tal y como lo señalan Traba, Pini, Rubiano y Serrano, estos artistas ponen un énfasis en las dimensiones grotescas implícitas en la condición humana. Este énfasis cambió durante la década de 1970. Hacia comienzos de la década, el conflicto armado en Colombia y la percepción pública de éste habían entrado en una etapa distinta, en la que nuevos grupos insurgentes desempeñaron un papel principal. Durante las décadas de los sesenta y setenta, buscando alternativas frente al poder excluyente del Frente Nacional (Gómez Buendía, 2003, p. 25), las guerrillas de las FARC, el ELN, el EPL y el “Quintín Lame” se formaron siguiendo diversos prototipos comunistas. Estos grupos se desarrollaron y actuaron principalmente en áreas rurales. Solamente el M-19 (Movimiento 19 de Abril), organizado en 1972, tuvo un origen y una estrategia urbanos. En el contexto de la Guerra Fría se creó una polarización extrema entre los grupos combatientes y el gobierno y el ejército nacional de Colombia.

Figura 12. Pedro Alcántara, El martirio agiganta a los hombres raíz, 1966 (Medina, 1999, p.84). Tinta china sobre papel fijado en madera, 180 x 159 cm. Alcántara tenía intenciones similares a Rengifo, Granada y Mejía. Alcántara y Mejía participaron en el Festival de Arte de Vanguardia de Cali en 1971, en el que artistas y poetas realizaron fuertes críticas sociales. Tal y como Pini plantea, estos festivales tuvieron lugar en un momento en que había no sólo una profunda preocupación por un

Las actividades y planteamientos de los guerrilleros eran vistos por muchos artistas como parte de las guerras revolucionarias que había que emprender para combatir la

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Hacia un nuevo lenguaje visual en la década de 1980

opresión tanto de las clases gobernantes como de los poderes imperialistas (Medina, 1999, p. 32). El rol político que el arte podía cumplir en ese contexto se convirtió en un asunto controvertido en ese momento. Artistas tales como Diego Arango, Nirma Zárate y Clemencia Lucena, interesados en la problemática política durante la fase revolucionaria del conflicto, dejaron de lado el carácter simbólico de las obras anteriores y adoptaron un tipo de lenguaje más literal que comunicaba un mensaje directo y didáctico. Estos artistas se adhirieron al “Llamamiento de La Habana” en 1972, el cual abogaba por una conexión activa entre el arte revolucionario y la lucha contra la opresión (Pini, 1987, p. 65).

El nuevo lenguaje que algunos artistas desarrollaron estaba influido por cambios ocurridos en el campo artístico durante las décadas precedentes. Algunas de esas innovaciones incluyeron un tratamiento no tradicional del tiempo y el espacio; la incorporación del espacio de la galería como una parte activa de la obra, y la obra como modificadora del espacio en torno. Este nuevo tratamiento validó también el uso de objetos, así como nuevos medios y materiales (Jaramillo, 2001a, p. 46). Para algunos artistas como Álvaro Barrios y para críticos como Eduardo Serrano, el arte contemporáneo fue considerado equivalente a una aproximación conceptual a la obra, compartida por artistas como Beatriz González, Bernardo Salcedo, Antonio Caro, Miguel Ángel Rojas y el mismo Barrios (Barrios, 1999, pp. 63-69 y 155-167). Entre los nuevos espacios de exposición promotores de este tipo de arte fueron inaugurados en Bogotá la Galería Garcés Velásquez, el Salón Atenas en el Museo de Arte Moderno y la Galería Belarca.

Durante el régimen de Julio César Turbay (1978-1982), sin embargo, hubo muy pocas obras relacionadas directamente con la violencia o con el activismo político. En este período el ejército se involucró más profundamente en los asuntos públicos. Simultáneamente, nuevas guerrillas urbanas como el M-19 aumentaron su apoyo popular. En su intento por contener y reprimir la insurgencia izquierdista que se había distanciado del Partido Liberal desde los años sesenta, el gobierno y los militares consideraron a los intelectuales, artistas, estudiantes, y a otros grupos, como una amenaza potencial para la estabilidad “democrática” del país. Escritores como Gabriel García Márquez y la escultora Feliza Bursztyn tuvieron que salir del país (esta última después de haber sido llevada a un cuartel militar para ser interrogada) (Barrios, 1999, pp. 68-69).

Con este trasfondo artístico, su serie de dibujos sobre el presidente Turbay, y después de los eventos del Palacio de Justicia, Beatriz González decidió dar prioridad a ser testigo de su tiempo. Esto la llevó a reemplazar el interés por parodias culturales predominante en sus obras precedentes, por una consideración menos sarcástica de su contexto social, percibido por ella como afectado profundamente por la violencia. Como parte de esta nueva etapa realizó Sr. Presidente qué honor estar con usted en este momento histórico, en 1986, expuesta por primera vez en el XXXI Salón Nacional de Artistas en 1987; en esta obra hizo referencia a la toma del Palacio de Justicia en 1985. El comentario de un miembro del gabinete de Betancur expresado en el momento de la toma dio el título a la obra (Malagón, 2003a).

A mediados de la década de 1980 se dio un giro significativo tanto en la producción artística como en la situación política del país. Cuando Belisario Betancur fue elegido presidente en 1982, la estrategia del gobierno hacia las guerrillas y el descontento social cambió. En lugar de medidas represivas, Betancur buscó acuerdos políticos (Gómez Buendía, 2003, p. 39). No obstante, en 1985 concluyó su actitud política conciliatoria. Su reacción frente a uno de los principales ataques de la guerrilla puso esto en evidencia. Cuando el M-19 ocupó el Palacio de Justicia en Bogotá buscando iniciar un juicio público del proceso de paz adelantado por Betancur, éste respondió con un ataque militar masivo. Como resultado, muchos jueces, guerrilleros y civiles murieron y muchos otros desparecieron (Chernick, 1999, p. 34). La toma del Palacio de Justicia en 1985, que duró dos días, fue un punto crucial para algunos artistas como Beatriz González (Barrios, 1999, p. 60) y Doris Salcedo (Basualdo, 2000, p. 14), quienes consideraron la toma como un punto de quiebre en la historia colombiana. Estos sucesos motivaron a éstas y a otros artistas a cambiar de dirección en sus obras.

Sr. Presidente presenta al presidente Betancur como figura central. En el primer plano de una de las versiones (ver la figura 13) reposa un cuerpo monstruoso quemado sobre una mesa pulida y brillante. En un plano intermedio, detrás del Presidente, aparece un oficial, y rodeando a Betancur a cada lado, González sitúa a varios miembros del gabinete presidencial. La sonrisa de Betancur contrasta con el cuerpo sobre la mesa frente a él. La pintura muestra las reacciones del Presidente y su gabinete frente a la figura calcinada: aparecen indiferentes, aquiescentes y cínicos. Óscar Muñoz también cambió en esta época su foco de interés frente a las obras anteriores centradas en escenas

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Figura 14. Oscar Muñoz, Levantamiento I y II, 1987 (MAMBO, 1996, p.23). Grafito sobre papel, 160 x 160 cada uno. Figura 13. Beatriz González, Señor Presidente, qué honor estar con usted en este momento histórico, 1986 (Beatriz González, 1998, p.15). Pastel y carboncillo sobre papel, 150 x 150 cm. de interiores urbanos. A diferencia de González, sin embargo, quien se basó en acontecimientos específicos del momento, Muñoz trabajó sobre temas más genéricos, tales como el crimen, la muerte y el desplazamiento. Levantamiento I y II, 1987 (ver la figura 14), obra presentada en el Festival de Arte de Cali en 1987 por primera vez, es un ejemplo de ello (Iovino, 1987). En una sección del papel, Muñoz hizo un frottage con grafito sobre un piso de baldosín. Arrugó la otra parte del papel y la dobló. La obra fue definida así por las líneas del suelo y las arrugas del papel y no por un acto de dibujo ilusionista (Iovino, 1996, p. 22). A pesar del carácter no figurativo de estas obras, Muñoz mantuvo una fuerte conexión con su entorno social y político. Explicando en una entrevista su transición hacia Levantamientos, expresó su deseo de “hacer un cambio y a la vez afirmar una obsesión de trabajar con la realidad”. A la pregunta “¿Qué tipo de realidad?”, respondió: “[La realidad] de los periódicos, de los muertos envueltos en sábanas, de fotografías” (García, 1988, p. 15).

Figura 15. Doris Salcedo, Sin Título, 1987 (Basualdo, 2000, p.42). Metal, plástico, fibra animal, 220 x 400 x 45 cm. XXXI Salón Nacional de Artistas en 1987, por su obra Sin título, 1987 (ver la figura 15), conformada por partes de camas de hospital desechadas que ella unió a un andamio metálico, creando una unidad disfuncional intencionalmente alterada (Ponce de León, 1988).

Doris Salcedo, quien inició su carrera como escultora a comienzos de 1980, desarrolló un interés temprano en el tema de la violencia. Recibió el primer premio en el

Sr. Presidente, Levantamientos y Sin título permiten contrastar las obras relacionadas con la violencia de mediados de la

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década de 1980 con las de 1950 y 1960. González refleja el estilo gráfico y abstracto usado por Obregón al aludir a los acontecimientos de las décadas de 1950 y 1960, y al mismo tiempo, a diferencia de su predecesor, resalta actitudes y gestos clave de las figuras representadas. Muñoz y Salcedo usan un estilo no figurativo. Ellos buscan comunicarse a través de una selección de materiales y objetos evocadores de experiencias de muerte, en el caso de Muñoz, y de enfermedad, en la obra de Salcedo. A pesar de sus diferencias, las obras comparten rasgos significativos que los distinguen de sus predecesores. El lenguaje predominantemente visceral y orgánico que enfatizaba distorsiones y una figuración grotesca en obras anteriores está ausente en las de los tres artistas: González representa expresiones visuales y verbales (como en el título de la obra, Sr. Presidente qué honor estar con usted en este momento histórico) de indiferencia y aquiescencia por parte de funcionarios del gobierno en su confrontación con la figura calcinada que alude a hechos brutales; Muñoz crea texturas y formas que se contradicen entre sí, mientras que, al mismo tiempo, enfatizan la unidad del papel como retícula del piso, reminiscente de una escena forense; y Salcedo ensambla objetos, normalmente asociados con curación y construcción, con otras piezas de metal, para producir objetos disfuncionales.

lugar de estar basada en la distorsión y la evisceración. Muñoz también recurre al carboncillo y al papel pero expande el uso y significado de los materiales al hacerlos interactuar con factores físicos como la fuerza de la gravedad y la humedad. Salcedo se aleja de los medios tradicionalmente utilizados en escultura para usar readymades transformados, en un formato de instalación. Estas características contrastantes entre obras de mediados de los años ochenta y obras realizadas en décadas anteriores ponen en evidencia que los tres artistas contemporáneos desarrollaron un lenguaje visual indéxico o indicativo, que difiere del vocabulario neofigurativo usado por artistas de generaciones previas. Elementos distintivos de este lenguaje indéxico pueden ser reconocidos en los ejemplos de las obras de González, Muñoz y Salcedo de finales de la década de 1980. Estos artistas extrajeron las imágenes de la figura calcinada y el gabinete de Betancur en Sr. Presidente, el suelo frotado en Levantamientos y las estructuras superpuestas en Sin título, 1987, de su contexto original (fotografías de periódicos, el piso físico y el ambiente hospitalario). En sus obras, cada una de estas imágenes se convierte en un “receptáculo de evidencia” (Krauss, 1977), de signos de acciones que han ocurrido y han dejado indicios, rastros y huellas, para ser interpretadas por el espectador: signos tales como los gestos del Presidente y sus colegas, las líneas y arrugas en el papel trabajado por Muñoz y las piezas ensambladas en la escultura de Salcedo generan preguntas acerca de las razones y causas subyacentes a las acciones implícitas en las obras. Entre las preguntas que las obras sugieren pueden formularse las siguientes: ¿Por qué está una figura calcinada en frente de gente que reacciona de manera indiferente? ¿Por qué está la retícula del suelo separada del piso original? ¿Qué está cubriendo la parte de papel arrugada y por qué? ¿Por qué han sido sacadas las estructuras de su entorno y transformadas en un objeto inservible?

Otra diferencia significativa entre los dos grupos de artistas se relaciona con la visibilidad del cuerpo humano. Mientras que en obras más tempranas predominaba una agresión contra la figura, en la obra de González, Muñoz y Salcedo la figura es tratada ya sea como una imagen gráfica no distorsionada, como evanescente o como una realidad ausente. Adicionalmente, a diferencia de los artistas que trabajaban en los años sesenta y que buscaban representar atrocidades físicas y psicológicas, estos tres artistas optaron por presentar escenas, procesos y objetos que, en lugar de representar, presentan imágenes complejas de indiferencia, olvido y sufrimiento. Los artistas previos querían denunciar realidades relacionadas con un conflicto que había sido poco visible en las áreas urbanas. Ellos aspiraban a impactar a los espectadores para que adquirieran conciencia sobre el carácter monstruoso de los acontecimientos. Los más recientes buscaron centrarse selectivamente en efectos e implicaciones de acciones que con frecuencia pasan desapercibidos, debido a una superabundancia de imágenes e información. De tal manera que, en lugar de impactar a los espectadores, buscan generar preguntas en éstos. Los medios utilizados por ellos a partir de mediados de 1980 contribuyen a este propósito. González recurrió a medios tradicionales como la pintura al óleo y el dibujo con carboncillo pero usando un lenguaje innovador cuya expresividad está basada en la calidad gráfica de las líneas, los colores y las figuras, en

Tal y como los artistas lo han explicitado en sus planteamientos verbales, cuando hicieron estas obras estaban motivados ya sea por acontecimientos específicos, tales como la toma del Palacio de Justicia, en el caso de González y Salcedo, u otros actos de violencia más genéricos, en el caso de Muñoz. Por lo tanto, para que el espectador encuentre claves frente a estas preguntas, o para identificar los referentes indéxicos de estas obras, necesita remitirse a una realidad externa y a las intenciones de los artistas que confrontaron esa realidad. Esta tendencia, que empezó a insinuarse en sus obras desde mediados de la década de 1980, se definió más claramente en la de 1990.

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Hacia los años 1990:

impresas. La persona viva y la imagen de la persona fallecida interactúan entre sí al hacerse visibles las fotografías. El proceso de inhalación-exhalación en Aliento crea una interacción entre la obra y el espectador en la que las vidas del espectador y de la otra persona en la imagen se intercambian. Pero hay una diferencia fundamental entre la imagen del espectador y las imágenes impresas. Mientras que la del espectador cambia al cambiar cada persona, la imagen impresa es fija. La imagen reflejada es la de alguien que está vivo; la impresa está fija y representa la

consolidación de un lenguaje indéxico

Desde mediados de la década de 1980 el conflicto armado se generalizó por todo el país. También degeneró en muchos casos en un enfrentamiento criminal. Hacia finales de los años ochenta la población civil, rural y urbana se vio progresivamente amenazada. Prácticamente todos los miembros de la UP (Unión Patriótica) fueron eliminados (Pécaut, 2001, p. 188; Chernick, 1999, p. 35), tres candidatos presidenciales, Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo Ossa, fueron asesinados (Chernick, 1999, p. 40), y diversos ataques terroristas tuvieron lugar en las principales ciudades, incluidas Bogotá y Medellín. Al mismo tiempo, las guerrillas (principalmente las FARC y el ELN) y los paramilitares aumentaron sus ataques a civiles y pueblos no combatientes. Los grupos armados expandieron sus actividades a ciudades donde se dio una interacción con otros tipos de violencia (Sánchez, 2001, p. 7; Pécaut, 2001, p. 93). Las obras presentadas por González, Muñoz y Salcedo en la exposición “Arte y violencia en Colombia desde 1948”, que tuvo lugar a finales de la década de 1990, fueron desarrolladas dentro de este marco político y social, y son representativas de su trabajo durante esos años. Estas obras incluyeron: Población civil, 1997 (ver la figura 16), de Beatriz González, componente de la serie Las Delicias, que fue realizada después del ataque y secuestro de soldados en un campo militar en Las Delicias (Putumayo, Colombia) por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) (Becerra, 1997). En esta obra ella usa formas y colores planos para representar de cuerpo entero a una mujer cuyos gestos faciales y corporales son indicativos de sus emociones: confusión, miedo e impotencia. Su vestido, decorado con lágrimas, refuerza la sensación de haber sufrido un impacto emocional. Su pose estática, las manos que cubren su boca y su mirada oblicua transmiten una actitud que es al mismo tiempo de reconocimiento y de atemorizado distanciamiento frente a acontecimientos sucedidos por fuera del campo pictórico. En la misma exposición, Óscar Muñoz presentó Aliento, 1996 (ver la figura 17), en donde hace uso de fotografías y reflejos para hacer alusión a la muerte y a la desaparición. En Aliento, el artista imprimió en discos metálicos imágenes fotoserigráficas de personas fallecidas. Cuando el espectador respira sobre los discos, las imágenes (que funcionan como rastros de esas personas) se hacen visibles. La superficie reflectiva hace posible que la imagen del espectador aparezca simultáneamente con las imágenes

Figura 16. Beatriz González, Población civil, 1997, (Medina, 1999, p. 293.) Óleo sobre tela, 160 x 45 cm.

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Figura 17. Óscar Muñoz, Aliento, 1996 (Iovino, 2003, s.p) (detalle), 12 discos metálicos, serigrafía sobre película grasa, 20 cm diámetro c/u. permanencia de la muerte. El sentido de responsabilidad del espectador se hace particularmente fuerte cuando se da cuenta de que su opción es dar aliento de vida a la imagen de quien ha muerto. Por su parte, Doris Salcedo expuso Sin título, 1989-90, obra construida con ocasión del asesinato de trabajadores de una plantación bananera por parte de un grupo paramilitar (Cerón, 2001, p. 53). Un detalle de esta instalación (ver la figura 18a) demuestra cómo la artista transforma objetos funcionales, en este caso camisas blancas, en entidades no funcionales, como metáfora de los efectos de la violencia en la vida de las personas. Las camisas ponen de manifiesto su propia inutilidad y, al mismo tiempo, la ausencia de sus propietarios. Ellas obran así, como huellas tanto de sus propietarios ausentes como de las acciones de transformación que la artista les ha infligido, atravesándolas con barras de metal y rellenándolas con yeso.

Figura 18a. Doris Salcedo, Detalle de Sin Título, 198990” (Basualdo, 2000, p.47) Camisas de algodón, yeso, acero. Dimensiones variables.

Además de las camisas, originalmente seis marcos rectangulares que contenían una malla de acero completaban Sin título, 1989-90. En su primera exposición en la Galería Garcés Velásquez en 1990 (Ponce de León, 1990), dos de los marcos fueron instalados en posición vertical, uno al lado del otro, en la pared del fondo de la galería (ver la figura 18a), recostados contra la pared como si fueran demasiado débiles para sostenerse por sí mismos. Otros cuatro catres fueron puestos sobre el piso a la entrada de la galería, acomodados uno al lado del otro de forma casi simétrica. Los marcos y la malla se asemejaban a catres sin colchones usados en campamentos, con vendajes de fibra animal amarrados alrededor de ellos. Las dos “camas” en el fondo de la habitación tenían yeso y pedazos de me-

Figura 18b. Sin Título 1989-90 (Detalle) (Basualdo, 2000, p.44) Acero, fibra animal, yeso, 200 x 90 x 8 cm cada uno. 29


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tal atados a ellas, generando un fuerte contraste entre el material orgánico de la fibra y la cualidad metálica de los catres. Los vendajes que rodeaban los marcos creaban una fuerte tensión que deformaba la malla, haciendo que las piezas parecieran estar siendo estranguladas. Las camas alteradas sugerían personas heridas que estaban siendo tratadas en un hospital. En una entrevista concedida en el momento de la exposición en 1990, Salcedo afirmó que aunque estaba preocupada por los hechos violentos que ocurrían en Colombia, ella estaba especialmente interesada en “las huellas” dejadas por esos hechos (García, 1990). Las huellas del evento que motivó Sin título, 1989-90, están presentes metafóricamente en la pila de camisas y los catres vacíos, los cuales contienen las improntas claras de las acciones transformadoras de Salcedo. El espectador se ve compelido a indagar por las razones que están detrás de las características de los objetos y su ubicación en la sala, y también detrás de las acciones de la artista. Ante la instalación surgen preguntas inevitables sobre el destino de las personas ausentes, posiblemente los propietarios o usuarios, los perpetradores y los familiares.

Cabe anotar que la importancia e impacto de los medios ha cambiado a lo largo de los años. Los efectos fuertes y amplios que han tenido en las últimas dos décadas del siglo XX no existían anteriormente. Según Gómez Buendía, paralelamente a las transformaciones del conflicto, ha tenido lugar un desarrollo tecnológico e ideológico de los medios de comunicación, haciendo la violencia más visible. Él identifica cuatro etapas en este proceso. La primera corresponde a “La Violencia”, el período entre 1950 y 1960. Durante este período, los medios consistían principalmente en la prensa escrita, la cual tenía un carácter confesional y partidista. Este tipo de prensa presentaba el conflicto como un episodio fratricida, rural y distante. La segunda etapa se desarrolló durante la década de 1970. La radio se convirtió en una fuente significativa de información que hizo que el conflicto apareciera como una realidad más inmediata. El conflicto era presentado entonces como una lucha insurgente de origen rural que se expandía hacia las ciudades. Los combatientes eran vistos como sujetos que atacaban el sistema con el fin de cambiarlo en nombre de los pobres y excluidos. En los años ochenta la televisión mostró víctimas civiles y evidencia del deterioro del conflicto. Durante la década de 1990, entrando en el siglo XXI, esta tendencia continúa pero con una tecnología más avanzada (Gómez Buendía, 2003, p. 427).

La realización de estas obras coincidió con una tendencia revisionista en el campo de las ciencias políticas. Hacia finales de los años ochenta, algunos intelectuales habían creado un consenso en torno a la complejidad del conflicto y de los acontecimientos violentos que llevaban estudiando durante décadas (Medina, 1999, p. 44). La necesidad de una nueva conceptualización de los problemas sociopolíticos, y en especial sobre la violencia, fue sentida por estudiosos de diversas disciplinas (Peñaranda, 2001, p. 179). En este contexto, Daniel Pécaut desarrolló la noción de la “banalización” de la violencia. Esta noción implica ver la violencia como un fenómeno desensibilizador y normalizado que se asume como parte de la vida cotidiana (Pécaut, 1999, p. 147). Paralelamente a este fenómeno, Pécaut constató “la imposible tarea de construir una imagen significativa del terror” en Colombia (Pécaut, 1999, p.164). En Guerra contra la sociedad (2001) estudió los factores que contribuyeron al fenómeno de la banalización. En su lucha por territorios, los grupos guerrilleros y los paramilitares usan progresivamente el terror contra la población como una estrategia para aislar a sus enemigos y polarizar el país. Esta estrategia conduce a la vez a que la gente no reaccione en contra de sus victimarios (Pécaut, 2001, pp. 242-254). La única representación colectiva de la violencia que existe en Colombia es mítica. La violencia tiende a verse como algo eterno, tan esperable como un desastre natural, anónima y ominosa (Pécaut, 2001, pp.138-139; Zambrano, 1997, pp. 115-139). Diversos investigadores ven los medios de comunicación como un factor que contribuye al fenómeno de banalización.

Varios estudios encontraron que, contrastando con la abundancia de imágenes e información, en los años ochenta y noventa muchas noticias eran presentadas de forma des-contextualizada y aislada. La gente conocía los hechos pero sabía muy poco sobre cualquier cosa relacionada con ellos (Gómez Buendía, 2003, p. 427; Quintero y Jimeno, 1997, pp. 197-263; Comisión de Estudios sobre la Violencia, 1997, pp. 136-147; Restrepo, 2001, p. 115). La presencia de imágenes violentas en los medios generaba una erosión de la sensibilidad del público. Por lo tanto, tendía a haber una tolerancia visual mayor hacia ellas. La sobreabundancia de imágenes erosionaba la eficiencia comunicativa de los medios y especialmente su habilidad para conmover a los espectadores emocionalmente. Estas imágenes proyectaban subliminalmente una amenaza colectiva, contribuyendo así a generar una sensación general de miedo e impotencia (Roca, 2002, p. 78). La percepción de Pécaut acerca de los efectos del conflicto sobre la gente, así como el debate sobre la forma en que los medios tratan el tema de la violencia (Gómez Buendía, 2003, pp. 427-442), son particularmente relevantes en relación con la obra de González, Muñoz y Salcedo, quienes sienten la necesidad de contrarrestar la influencia de las imágenes publicadas por los medios (Malagón, 2003, a,b y c). A diferencia de muchos otros

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que han tenido que afrontar la censura y la falta de imágenes (por ejemplo, los chilenos y argentinos durante las dictaduras de 1970 y 1980), los artistas colombianos en los años noventa enfrentaban una profusión de información e imágenes sobre la violencia. Esta profusión puede explicar la reticencia por parte de ellos a tratar esos eventos usando un lenguaje igualmente directo y literal.

Además de sugerir una nueva tendencia en el arte colombiano de finales del siglo XX y principios del XXI, debido a la amplitud de las cuestiones abiertas estas obras permiten preguntarse sobre la posible vigencia de este lenguaje indéxico en un ámbito más universal. Experiencias internacionales de violencia son ahora ocurrencias prácticamente globales. Las obras de estos artistas ofrecen una herramienta analítica –la habilidad de reconocer y cuestionar signos indéxicos– particularmente significativa en un entorno contemporáneo caracterizado por una proliferación de imágenes y acontecimientos (violentos y no violentos) que tienden a ser abrumadores y desorientadores. Al mismo tiempo, permiten hacer una distinción fundamental entre valores humanos posibilitantes y acciones perturbadoras que indican problemas en esos mismos valores. Con base en esta herramienta analítica y esta distinción, es posible centrar la atención en las causas y consecuencias de las acciones humanas, más que en acontecimientos aislados o hechos inconexos usualmente incomprensibles.

Frente a éste, los tres artistas ofrecen una perspectiva crítica al confrontar dos de las características definitorias del fenómeno de banalización: por un lado, la tendencia de la población a centrarse en eventos aislados y percibirlos como inevitables. Por otro lado, la falta de una visión más amplia de la realidad que trascienda esos eventos. Debido a esta carencia, para mucha gente no hay relación entre los hechos, tales como los asesinatos y las masacres, y las actitudes humanas, acciones, valores y decisiones que generan esos hechos. En sus obras, los tres artistas aluden a esta relación al tratar experiencias emocionales y físicas de dolor, desaparición y pérdida, a la vez que compelen al espectador a cuestionar dimensiones sociales, existenciales y antropológicas más amplias que incluyen e iluminan los acontecimientos aislados pero que no se limitan a ellos. Como consecuencia, estos acontecimientos pierden relevancia mientras que preguntas que indagan por las causas y razones detrás de esos eventos cobran prominencia. Las obras de estos tres artistas constituyen una propuesta alterna y diversa, en la que se consolida un nuevo lenguaje visual. Su carácter indéxico invita a los espectadores a identificar, reconocer y evaluar los signos que ellas contienen (actitudes humanas, rastros, reflejos, superficies grabadas y objetos y espacios alterados) en su alusión a realidades complejas. Este proceso inquisitivo permite no sólo interpretar cada obra, sino también cuestionar los asuntos políticos, sociales y éticos que subyacen a éstas.

Aunque provenientes de entornos locales o nacionales, las opciones y decisiones detrás de masacres, desplazamiento forzado, pobreza y otras formas de “perturbación” de la vida trascienden límites geográficos y culturales. Las obras indéxicas creadas por González, Muñoz y Salcedo ofrecen así claves interpretativas no sólo dentro de un contexto local sino también global. En consecuencia, es posible suponer que la tendencia identificable en el arte colombiano a través de sus obras es indicativa de una más universal, en la que se reconoce la necesidad de replantear cuestiones fundamentales en torno a los vínculos entre el arte, su función social y un profundo sentido de responsabilidad colectiva e individual. •

Referencias

Una implicación profunda de este proceso inquisitivo está relacionada con la concepción de la violencia perceptible en las obras: como un fenómeno humano con un claro carácter indéxico. En lugar de presentar este fenómeno como algo inevitable, o como una fuerza abrumadora y una realidad opuesta a la vida, las obras permiten percibirlo como un síntoma y una indicación de una anomalía; una disfunción de un comportamiento humano. La violencia es un signo de vidas individuales y sociales alteradas y formas de reaccionar y sentir frente a la muerte y al sufrimiento. Como resultado, los espectadores se ven compelidos a hacer preguntas sobre las causas y las razones detrás de los signos de alteración, interferencia y perturbación en estas obras; también, acerca del tipo de acciones humanas y del carácter y valores colectivos que pueden dar lugar a semejantes signos perturbadores.

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La novela Yngermina de Juan José Nieto y el mundo racial del Bolívar Grande* en el siglo xix** por

Sergio Paolo Solano ***

Fecha de recepción: 11 de junio de 2008 Fecha de aceptación: 29 de julio de 2008 Fecha de modificación: 26 de octubre de 2008

Resumen A partir de la novela Yngermina (1844) el autor reflexiona sobre la configuración racial del Bolívar Grande, mostrando que aún a finales del siglo XIX los indígenas tenían presencia significativa entre la población y la sociedad de esta parte de la Región Caribe colombiana. Polemiza con quienes han censurado al autor de la novela haber ficcionalizado la formación de esta región a partir de los indígenas y analiza las razones que llevaron a que en esa centuria se les invisibilizara, y el por qué en los actuales discursos académicos se reproduce esa actitud. Se trata de un aspecto central en las actuales discusiones sobre esta región, la nación y las relaciones identitarias, pues introduce una variable étnica hasta ahora ignorada.

Palabras clave: Relaciones identitarias, novela histórica, Juan José Nieto, configuración étnica, Bolívar Grande, Nación.

Juan José Nieto’s Novel, Yngermina, and The Racial World Of Bolívar Grande In The Nineteenth Century

Abstract Starting from the novel Yngermina (1844), the article reflects on the racial configuration of Bolívar Grande, showing that, even at the end of the nineteenth century, indigenous people still had a significant presence among the population and society of this part of Colombia’s Caribbean region. It critiques those who have censured the novel’s author for rooting his fictionalization of this region’s formation in native peoples. It also analyzes why they were made invisible during that century, and why contemporary academic work reproduces this view. By introducing an hitherto-ignored ethnic variable, it adds a central element to current discussions on this region, nation, and identitarian relationships.

Key words: Identitarian relationships, the historical novel, Juan José Nieto, ethnic configuration, Bolívar Grande, Nation.

O romance Yngermina de Juan José Nieto e o mundo racial de Bolívar Grande no século XIX

Resumo A partir do romance Yngermina (1844) o autor reflete sobre a configuração racial de Bolívar Grande, mostrando que mesmo no final de século XIX os indígenas tinham presença significativa na demografia e na sociedade desta parte da Região Caribe colombiana. O texto polemiza com quem tem censurado o autor do romance por ter ficcionalizado a formação desta região a partir dos indígenas e analisa as razões que levaram a que nessa centúria eles foram invisivilizados e mostra como reproduz-se essa atitude nos atuais discursos acadêmicos. Este estudo trata um aspecto central nas atuais discussões sobre a região, a nação e as relações identitárias, pois introduz uma variável étnica até agora ignorada.

Palavras-chave: Relações identitárias, romance histórico, Juan José Nieto, configuração étnica, Bolívar Grande, Nação.

*

Hasta 1905 el Bolívar Grande comprendía los actuales departamentos de Atlántico, Córdoba, Sucre y Bolívar, situados en la Región Caribe colombiana, al oriente del curso del río Magdalena. Se correspondía con el territorio de la colonial provincia de Cartagena, luego con el del Estado Soberano de Bolívar (1859-1886) y más tarde con el del departamento de Bolívar. ** Este ensayo es resultado del proyecto de investigación Comunidades indígenas, ganadería, tierra y poder en el Bolívar Grande durante el siglo XIX. *** Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Atlántico. Actualmente cursa estudios de maestría en Historia, convenio Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (Tunja)-Universidad de Cartagena, Colombia. Es miembro del grupo de investigación Fronteras, sociedad y cultura y su línea de investigación es Mundo agrario: tierra, sociedad y poder en el Bolívar Grande. Actualmente se desempeña como profesor asociado del programa de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad de Cartagena, Colombia. Correo electrónico: sergiopaolosolano@yahoo.es.

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H

periódicos, historia y literatura, objetos que contribuyen a la construcción de su legitimidad (Rama, 2004). Es aquí donde se le ha conferido una función central a la literatura, en la medida en que forma parte de los diversos mecanismos desplegados para alcanzar la cohesión del colectivo poblacional depositario de la soberanía, ayudando a corporizarlo como una abstracción, el pueblo, y creando así el efecto de unidad que justifica a la nación de ciudadanos como la base y el origen del poder político (Quijada, 2000, pp. 15-55; 2003a, pp. 287-315; 2003b, pp. 469-510).

asta hace pocos decenios los historiadores concebíamos a la literatura como una ficción que nada nos decía sobre el estudio del pasado. Luego empezamos a conferirle algún valor en las investigaciones sobre la vida cotidiana y las mentalidades colectivas, pero sin que alcanzáramos a imaginar que prestara alguna utilidad en temas considerados tan abstrusos como la formación de la nación y la configuración étnica de las regiones colombianas. Aunque los cambios en las percepciones de esos temas los debemos a diversos factores que no son del caso analizar aquí por razones de espacio, sí es obligatorio decir que desde la publicación del libro Ficciones fundacionales de Doris Sommer (1994) asistimos a la construcción de un nuevo paradigma para indagar sobre las relaciones entre la literatura y la historia. Esta profesora de la Universidad de Harvard se ha preocupado por estudiar la función de la literatura decimonónica en la creación de un discurso nacional que suplió la ausencia de narrativas históricas, filosóficas y sociológicas sobre la nacionalidad.

Planteada la legitimidad de la nación en estos términos, hubo que definir la función que se asignó a los distintos grupos sociales y raciales en esa unidad, ya fuera para analizar sus inclusiones o exclusiones, y las formas como las novelas del siglo XIX recrearon el tema de las relaciones interétnicas. Así, la novela histórica se convirtió en un instrumento formidable para hacer inteligible un mundo que recién salía del “caos” del dominio colonial, al brindar la oportunidad de ordenarlo y juzgarlo en concordancia con los valores criollos. En este contexto, en los últimos años en Colombia se viene analizando las relaciones entre la literatura decimonónica y la formación de un imaginario colectivo sobre la nación, sobresaliendo el creciente interés por la novela Yngermina, de Juan José Nieto. Escrita en 1842 y publicada en Jamaica dos años después, es considerada la obra fundacional de la novela republicana de la Colombia del siglo XIX, y recientemente ha llamado la atención por el tratamiento que su autor dio al tema racial de la colonial provincia de Cartagena (Williams, 1991, pp. 119-135; Córdoba, 1998, pp. 128-132; Pineda, 1999, pp. 105-106; Espinosa, 2002, pp. 354-362; Cabrera, 2007, pp. 70-79; Castillo, 2006, pp. 381-383; Langebaek, 2007, pp. 46-57).

Su idea central es que la literatura trató de dar cuenta de un paisaje cultural y social diverso, con el fin de crear la ficción de unión, ligando alegóricamente al amor y la patria, a Eros y polis, buscando subsanar heridas abiertas en la formación de la comunidad nacional. Esto lo logró la novela histórico-romántica produciendo desplazamientos en las formas de la inicial literatura épica que acompaña a la lucha por la independencia, trastocando los valores patrios en sentimentalismo, la épica en romance y al héroe en esposo. Los vínculos entre el amor y la nación son puestos de manifiesto por los escritores del siglo XIX mediante personajes que pertenecen a esferas sociales y étnicas distintas, que llevan al lector a imaginar mundos donde esas diferencias se perpetúen o donde no existan (Sommer, 1994, pp. 23-44; 2006, pp. 3-22).

Interesado en contribuir con las actuales discusiones sobre la región, la nación y las relaciones identitarias, quisiera evaluar los recientes análisis sobre esta novela, e introducir una variable étnica hasta ahora no estudiada, lo que ayudará a tener una imagen mucho más completa sobre la composición social y étnica de esta parte de la Costa Caribe colombiana. Por eso aclaro que no me interesa discutir acerca del trato que Nieto dio a la relación indígenas-mestizaje (Castillo, 2006, pp. 381-383; Córdoba, 1998, pp. 128-132; Gutiérrez, 2007; Langebaek, 2007), o a las intenciones, el contexto y la mentalidad desde los que ocultó el tema de los afrodescendientes, aspectos que concentran la atención de los analistas.

Estas revaluaciones han sido posibles gracias a un cambio de dirección en los estudios históricos y sociológicos sobre la nación, que empezó a concebirse como un sistema cultural moderno que emergió en contraste con comunidades religiosas centralizadas y los dominios de las dinastías, y gracias a los avances tecnológicos de la cultura de la imprenta (Anderson, 1993; Bhabha, 2000, pp. 211-219). Desde esta perspectiva, la nación es vista como resultado de una amplia gama de símbolos, narrativas y discursos de formación, incluidos escritos de

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Asumo la novela como un simple pretexto para mostrar que los historiadores, al igual que el grueso público del Bolívar Grande, hemos sido presidiarios de una herencia acuñada por el discurso liberal del siglo XIX que dio por desaparecidas a las comunidades indígenas de esta parte de la región costeña. En ninguna obra de la vieja ni de la nueva historia hay la más mínima referencia (con la sola excepción de Orlando Fals Borda) a la existencia de comunidades indígenas en esta parte de la Costa durante el primer siglo de la República. La razón no sólo se debe a que los estudios históricos modernos sobre esta región apenas comiencen, o porque las investigaciones sobre su configuración étnica hayan empezado por enfatizar en los afrodescendientes, mientras que se está a la espera de que otros se encarguen de los indígenas bajo la República. El caso real es que para todos nosotros en el Bolívar Grande republicano no existían indígenas, excepto los de Tuchín (San Andrés de Sotavento). Como contrapartida hemos pensado que su población estaba conformada mayoritariamente por mestizos, mulatos, zambos y negros. Por eso, hablar de los indígenas de la Costa bajo la República inmediatamente lleva a evocar a las comunidades que no pudieron ser reducidas (guajiros, cunas, emberá-catíos, motilones) y a los nativos del territorio del Magdalena Grande.1 Sin embargo, hasta finales del siglo XIX persistieron 27 resguardos indígenas en esta parte de la región costeña, que vivieron en continuos conflictos con sectores de las élites, con las poblaciones circunvecinas y con las políticas públicas, marcando la historia del mundo agrario costeño de tal manera que incidieron en el diseño de estas últimas.

naje a lo dicho por Orlando Fals Borda sobre J. J. Nieto, y por otro lado, los enormes vacíos existentes acerca de grandes aspectos de la historia social y política de esta parte de la región costeña, reducida usualmente al estudio de algunos temas del pasado de las ciudades portuarias más importantes, cuyas imágenes son proyectadas para todo el espacio circunvecino. Lo que afirma Fals sobre este personaje –acerca de su familia, la época de su traslado a Cartagena, su condición étnica y su formación intelectual– poco nos ayuda a entender el tratamiento que dio en su novela a los sectores de negros, mulatos, indios y mestizos de la provincia de Cartagena. Y se trata de una carencia lamentable, pues a pesar de que para la elaboración de su estudio Fals consultó la prensa oficial del estado de Bolívar, pasó por alto que en ella se registró buena parte de los conflictos sociales del siglo XIX que tuvieron a los indígenas como protagonistas centrales.2 Asimismo, se registró que después de promulgada la Constitución de Rionegro de 1863, y siendo presidente del mencionado estado (18591864) el autor de Yngermina, defendió algunos derechos de los indígenas sobre las tierras de sus resguardos, mostrando que en pleno ascenso de su carrera política mantuvo un liberalismo que no rompía del todo con algunas formas del viejo pacto social que vinculaba a gobernantes y gobernados. Pese a esta deficiencia, se coincide en que Nieto no era blanco, en su origen humilde, en su condición de autodidacta y en que se sobrepuso a todas las limitaciones sociales hasta lograr su ascenso político y social. Existen diferencias de matices en el momento de ubicarlo en algunos de los cruces que se forman de la triangulación entre blancos, indios y negros. Algunos (Pineda, 1999, pp. 105-106; Cabrera, 2007, pp. 7079; Ortiz, 2008) concuerdan en caracterizarlo como mulato, y le critican que, en medio de una sociedad de mayoría negra y mulata como era la cartagenera, escribiera una novela sobre un apacible encuentro entre españoles e indios, silenciando la presencia de la mayoría negra mulata. Al contrastar la obra de Nieto con María de Jorge Isaacs, en la que está presente el tema de la esclavitud, Alfonso Múnera le achaca al primero festejar “… el mestizaje indígena-español, sin mencionar para nada la presencia negra en Cartagena. El caudillo Nieto era mulato. En esta novela escrita por un mulato, indios y mestizos fundan el Caribe colombiano, y

Los estudios sobre Yngermina En primer lugar quiero llamar la atención sobre los contrastes que algunos estudiosos han creído descubrir entre las características étnicas y sociales del autor, la novela y el contexto racial de mediados del siglo XIX, y también sobre las críticas que se le hacen por la manera como concibió las relaciones entre españoles e indígenas durante la Colonia, y la ausencia de los afrodescendientes, lo que se considera que no estaba a tono con la novela históricoromántica que se estaba escribiendo en Latinoamérica. Considero que en estas aparentes paradojas subyace, por un lado, la reducción del conocimiento sobre este perso-

1 La ligera alusión que recientemente ha hecho Alfonso Múnera (2005, pp. 33 y 141) a un predominio de población indígena y mestiza en la región Caribe neogranadina para desmentir la idea que la asociaba a solo negros y mulatos, para nada invalida lo que aquí estamos afirmando.

2 Fals sólo alude a los indígenas de los resguardos de Jegua y Guazo, y buena parte de sus referencias se remiten al período colonial.

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no aparece nunca un negro. Como si no existiera…” (Múnera, 2006, pp. 49-52).3

se en contravía de las demás novelas decimonónicas que muestran los conflictos sociales y políticos.

Cabrera reconstruye los rasgos generales de un racismo justificado por una tradición que asoció a la gente negra con la inferioridad, como también por el temor al levantamiento de éstos en los primeros años de vida independiente. Atribuye el silenciamiento sobre los negros y mulatos a un interés en reivindicar a la Costa como un espacio de civilización, lo que por esos años constituía una preocupación de Nieto, como también a su empecinamiento por ser aceptado por la élite cartagenera (Cabrera, 2007, pp. 72-74).

Por eso Ortiz afirma que el discurso que Nieto pone en boca de los indígenas sobre la libertad, la independencia y la soberanía parece más de “… un negro o un mulato cartagenero del siglo XIX… [pero] prefiere ponerlos en boca de un indígena, los que precisamente para la época en Cartagena no representaban una fuerza política activa ni constituían el más absoluto elemento de movilización”. En su entender, en comparación con Manuela (1859) y María (1867), la obra de Nieto representa un “indigenismo trasnochado”, pues ya no era un tema llamativo, como sí lo había sido durante la Independencia: “… hace referencia a lo indígena en momentos en que, salvo excepciones, lo indígena no representaba un elemento importante y necesario para la elite dirigente”. Nieto presenta la conquista y colonización españolas como un proceso ordenado, contrario a la imagen que se había construido de ellas durante la retórica independentista.

Javier Ortiz (2008, pp. 151-172) intenta develar las razones ocultas que llevaron a que Nieto silenciara a la población negra, basándose en dos de sus obras más conocidas: la Geografía histórica, estadística y local de la Provincia de Cartagena, que Nieto publicó en 1839, e Yngermina. Aprovecha la primera para analizar lo que este personaje pensaba sobre los negros, su discurso sobre el mestizaje y el papel que le asignaba a la educación como mecanismo de igualación y de ascenso social. La segunda le sirve para estudiar cómo Nieto ficcionalizó a los indígenas abrogándoles unos discursos políticos que eran más propios de los negros. También analiza el discurso del autor sobre el mestizaje.

Juan José Nieto y su época Algunos de los anteriores análisis y censuras (Williams, Pineda, Cabrera y Ortiz) descansan sobre las siguientes conjeturas y errores: 1) desconocer que la obra trata sobre la conquista de los pueblos indígenas, lo que antecede a la llegada de la población negra esclava; 2) proyectar las características étnicas de Cartagena y de su área inmediata de influencia al resto de la población del Bolívar Grande; 3) suponer que negros y mulatos de la primera mitad del siglo XIX tenían un proyecto colectivo de república alternativo al de las élites; 4) desconocer que para esa centuria en esta parte de la región costeña existía una significativa población indígena con la que J. J. Nieto tuvo vínculos que iban más allá de la manipulación clientelista, y 5) presumir que los indígenas no tuvieron ningún protagonismo en las luchas sociales del Bolívar Grande del siglo XIX y en defensa de su identidad étnica.

Su análisis se centra en la idea de que cuando Nieto publicó esas obras la población negra y mulata tenía un significativo protagonismo político y social en Cartagena, lo que hace “sospechoso” ese silenciamiento. A su parecer, esto se debió a dos razones: por un lado, a que en su estrategia de ascenso social, “… sus escritos (…) representan una de las tantas alternativas que usó para ganarse ese reconocimiento (…) alcanzar notoriedad y ganarse el respeto y la aceptación de los sectores privilegiados de la sociedad cartagenera, a pesar de que su base política estaba representada en los artesanos negros y mulatos…” (Ortiz, 2008). Con ese propósito en mente, Nieto –y ésta es la segunda razón– tuvo que destacar en su discurso los aspectos que insistieran en el orden y el control social, ante lo que los negros y mulatos representaban un sector incómodo. Y, caso contrario, los indígenas se prestaban para construir una imagen más cercana al orden soñado por las élites. En estos términos, la novela vino a ser un proyecto de consolidación del orden deseado colocándo-

El primer aspecto no creo que admita discusión, y acerca de los numerales cuatro y cinco, nos referiremos más adelante. Respecto al segundo vale preguntarse hasta dónde seguimos siendo presidiarios de unas imágenes que nos legó la racialización de la geografía nacional efectuada por ilustrados y liberales decimonónicos que asociaron la región costeña con una población mayoritariamente negra y mulata (Arias, 2005, pp. 65 y ss.; Múnera, 2005, pp. 129-152). El resultado ha sido estudiar la configuración étnica en correspondencia con la jerarquía de los principales centros urbanos y de las áreas circunvecinas más

3 Pese a esta afirmación, en sus estudios sobre el censo de 1777-1778 Múnera se ha cuidado en sugerir que la mayoría de la población del Bolívar Grande no era negra y mulata sino indígena y mestiza, pero no incursiona en estos temas, pues el centro de sus cavilaciones no son estos grupos étnicos sino los afrodescendientes.

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inmediatas sobre las que tenían influencias. Las recientes reflexiones sobre el poblamiento y las sociedades indígenas del siglo XVIII (González, 1993; Ruiz, 1996; Herrera, 1998, pp. 124-165; 2002a, pp. 29-105; 2002b, pp. 11-46; 2002c; Blanco, 1987; 1995; 2007; Conde, 1997; 2002a, pp. 45-67) escasamente se han integrado a los estudios sobre las características étnicas de las diversas comarcas de la región.

igual que muchos otros, verbigracia, el propio Pedro Romero y sus descendientes. Desde una perspectiva comparativa con el caso de Cuba, Aline Helg insiste en que en Cartagena y su área de influencia –por razones de la inmediata herencia social colonial que fraccionaba a los afrodescendientes, y por el diseño de estrategias de búsqueda de libertad y autonomía mediante procedimientos individuales (fugas, cimarronismo, redes clientelistas, demanda legal, y otras), por la crisis demográfica que suscitó la Independencia y por el predominio del madresolterismo–, la tendencia fue hacia el diseño de estrategias individuales y familiares, para romper el cerco de la discriminación racial y lograr el ascenso social (Helg, 2000, pp. 219-252; 2004, pp. 162 y ss.).

Por otra parte, los análisis continúan apegados a los resúmenes que hicieron las autoridades coloniales de los datos del censo de 1778 de la provincia de Cartagena, sin que los interesados en el tema se esfuercen por conocer los censos de cada población que reposan en el Archivo General de la Nación de Colombia, en los que se discrimina de manera más específica la condición de las personas que en los datos globales aparecen agrupadas como “libres de todos los colores”. Un reciente ejercicio muestra que al cruzar los padrones de cada población con otras informaciones de la época se enriquece la comprensión de la configuración racial de la sociedad costeña de finales del siglo XVIII, y permite salir de una discusión hasta cierto punto pantanosa, por los términos en que se ha planteado y por las escasas fuentes en que se apoya (Herrera, 2006, pp. 248-267).

Jorge Conde también pone en duda esa acción colectiva y cuestiona la idea de un supuesto proyecto de república de negros y pardos. Al mismo tiempo problematiza la relación entre las “gentes de todos los colores”, la ciudadanía, la condición de vecino y el patriotismo, para mostrar el fraccionamiento de ese grupo sociorracial. En el tema de la ciudadanía establece unas fases mucho más claras que Lasso y Múnera, para quienes desde los debates de 1811 en las cortes de Cádiz, la población de color asumió la conquista de la ciudadanía en un sentido moderno como su bandera de lucha (Conde, 2000, pp. 189-213; 2001, pp. 196-212, y 2002a, pp. 127-146). De igual manera, Roicer Flórez ha insistido en que durante la primera mitad del siglo XIX la ciudadanía, además de no tener una connotación universal y abstracta, estuvo estrechamente vinculada a la condición de buen vecino, lo que a su vez significaba la proyección de una imagen social valorada positivamente por los demás (Flórez, 2006, pp. 135-152).

Acerca del tercer aspecto, quiero señalar que los escasos estudios históricos sobre el tema racial, su concentración en los dos primeros decenios de vida independiente y las divergencias entre las interpretaciones propuestas imponen mucha cautela al emitir juicios sobre la relación Nieto-la comunidad de afrodescendientes-los indígenas y la novela Yngermina. Hasta el momento, las condenas contra este político y escritor decimonónico provienen de quienes a partir de los estudios de Marixa Lasso y Alfonso Múnera (Lasso, 2003, p. 8; 2006; 2007, pp. 32-45; 2008; Múnera, 1998, pp. 157-176) se consideran autorizados a concluir que entre los años de la Independencia y 1840, aproximadamente, los negros y mulatos representaban una comunidad que amenazaba con una guerra racial contra los blancos, que se aproximaron a la construcción de un proyecto alterno de república. Con una suposición de esta naturaleza, obvio es concluir que la actitud de Nieto aparezca como una especie de “inconsecuencia racial”.

Son más los hechos que aún permanecen en la penumbra, y lo poco conocido hasta ahora desautoriza sacar conclusiones apresuradas. Un tema central que debe discutirse es a qué tipo de ciudadanía aspiraban negros y mulatos de Cartagena en 1811, problema que a su vez debe ser periodizado teniendo en cuenta la evolución de los acontecimientos. Esto nos lleva a un problema que aún no ha sido explorado en todas sus dimensiones: creo que es necesario determinar si las capas medias cartageneras –en las que participaban sectores de “gentes de todos los colores” y blancos pobres, y que se agrupaban en torno a un estilo de vida en el que la proyección de una imagen social digna y respetable era el eje central (Solano y Flórez, 2008a, pp. 173-217)– se vincularon a la lucha por la Independencia con un proyecto político moderno, o si desde el siglo XVIII venían presionando para que al lado del reconocimiento social por razones de nacimiento, raza y pureza de sangre, también se otorgara

Sin embargo, sobre ese tema existe otra interpretación que analiza a negros, mulatos, zambos, cuarterones, tercerones y morenos como una diversidad de sectores que no lograron constituir una sola entidad política agrupada en torno a una misma visión de sus oportunidades y de la discriminación racial, lo que permite analizar a Nieto como un hombre que se construyó un proyecto político al

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reconocimiento a personas y familias virtuosas e hijas de su propio esfuerzo (Solano, 2008c).4 A este respecto, no debe perderse de vista, como lo muestran Conde y Flórez, que la ciudadanía tuvo un fuerte soporte en la condición de vecinos, y que ésta estuvo muy ligada a esas prácticas e imágenes sociales virtuosas. Entonces, es posible que en la fase inicial de la Independencia la ciudadanía lograra condensar aquella aspiración, lo que explicaría que esa categoría moderna arrastrara un fuerte lastre del antiguo orden, como también el fraccionamiento de la comunidad de mulatos, y el diseño de estrategias personales y familiares de movilidad social.

Colosó y Sampués; en Corozal, el de Morroa, y en la provincia de Chinú, los de San Andrés de Sotavento y San Juan de las Palmas (Solano y Flórez, 2007, pp. 92-117). Aún a comienzos del siglo XX, el censo de 1912, que sólo contabilizó a la población masculina, señala que el 6,5% del total de los hombres de los departamentos de Bolívar (excluyendo a San Andrés y Providencia) y Atlántico correspondía a indígenas. Si incluimos igual porcentaje de mujeres, daría un total del 13% de personas de esta condición étnica, cifra aún significativa, pues el censo colonial de la provincia de Cartagena de 1778 dio un poco más del 18%.5 Además, hoy día gruesas franjas de su población se autorreconocen como descendientes de aquéllas (Fals, 1999, pp. 79-81).

Genealogía de los silencios Estas objeciones no invalidan la preocupación de los mencionados analistas que forman parte de un creciente interés por el tema de la configuración étnica de la nación colombiana, en especial por estudiar a los sectores de afrodescendientes que habían permanecido en el olvido frente a los avances de las investigaciones sobre los indígenas impulsadas desde 1940 por el Instituto Etnológico Nacional. No es del caso traer a cuento en estas apretadas líneas las razones de esa situación que han sido analizadas por Peter Wade y Eduardo Restrepo, y para el caso de nuestra región, por A. Helg y A. Múnera (Restrepo, 1997, pp. 279-319; Wade, 1994; Helg, 2004, pp. 219-252, y Múnera, 2005, pp. 129-152). Tampoco será suficiente lo que podamos decir acerca de la justicia que sustenta los esfuerzos por recuperar a los afrodescendientes en la construcción de la región y de la nación.

Ahora bien, sería ingenuo creer que se trataba de los mismos indígenas de los tiempos de la Conquista o de la Colonia temprana, pues a lo largo de tres siglos de dominación española muchas cosas cambiaron, modificaciones que se fueron pronunciando bajo la República. Verbigracia, se trataba de comunidades atravesadas por conflictos internos, debido al proceso de mestizaje a que se vieron abocadas desde el siglo XVIII, como también porque en algunos casos los resguardos estaban adscritos a la jurisdicción de uno o más distritos, que usualmente eran controlados por unos pocos blancos y por los mestizos, convirtiéndose en ambas situaciones en factores de presión que sometieron a tensiones la identidad étnica y las tierras de los indígenas. Además, desde las reformas borbónicas, y luego con el discurso demoliberal que trajo la República, se fue desplazando la política fundada en las teorías pactistas que habían originado cierto proteccionismo estatal para los indígenas. Éstos y otros temas ameritan unas investigaciones más detalladas que esperamos ofrecer más adelante en el tiempo.

Sin embargo, al lado de ese merecido énfasis sobre este grupo étnico es necesario ir colocando a otros sectores cuya presencia, como el caso de los indígenas (éste es el cuarto aspecto de nuestra crítica), aún a finales del siglo XIX, era evidente en áreas importantes del Bolívar Grande: en la provincia de Barranquilla estaban los resguardos de Tubará, Galapa y Malambo; en Sabanalarga, los de Piojó y Usiacurí; en Cartagena, los de Timiriguaco, Turbaco y Turbana; en la de El Carmen, los de Zambrano, Tetón y Yucal; en Mompox, los de Tacaloa, Talaigua, Menchiquejo y Chilloa; en Magangué, los de Yatí, Jegua y Guazo; en Lorica, los de San Nicolás de Bari y Cereté (Retiro y Mateo Gómez); en Sincelejo, los de Toluviejo,

Los indígenas se adaptaron de manera precaria a los cambios y jugaron con una diversidad identitaria (indígenas, mestizos y ciudadanos), en concordancia con sus intereses, apropiándose de los elementos del discurso liberal republicano que les permitían retroalimentar sus puntos de vista sobre los problemas que los aquejaban, en especial, en sus relaciones con otros sectores sociales, los partidos políticos y las autoridades (Flórez, 2008; Sanders, 2007, pp. 28-45; Saether, 2005, pp. 55-80). Y

4 Este problema lo había sugerido en 1998 Mauricio Archila en los comentarios críticos que presentó a la ponencia de Múnera sobre la participación de las clases populares en la independencia de Cartagena. Mauricio Archila, “Comentarios”, en H. Calvo y A. Meisel, Cartagena de Indias y su historia, pp. 182-183.

5 Censo general de la República de Colombia levantado el 5 de marzo de 1912, Bogotá, Imp. Nacional, 1912, pp. 32, 82 y 98-100, y Hermes Tovar et al., Convocatoria al poder del número. Censos y estadísticas de la Nueva Granada, 1750-1830, Bogotá, Archivo General de la Nación, 1994, pp. 470-501.

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esta poliidentidad en ciertas circunstancias fue un arma eficaz para la defensa de sus intereses, pues cuando –a lo largo del primer siglo de la República– la negación de esa condición étnica fue el argumento esgrimido por los interesados en echar mano de las tierras de los resguardos, las comunidades de indígenas podían actuar en varios planos, y buscaban alianzas con sectores políticos para capear las arremetidas de sus enemigos y defender sus intereses. Así, por ejemplo, en 1873, los indígenas de Guazo se organizaron en una sociedad basada en los principios modernos de la ciudadanía, crearon una junta directiva y cada miembro expresó su voluntad de defender las tierras de la comunidad. El paso inmediato que dieron fue elevar representaciones a las autoridades de la región pidiendo la protección de sus derechos, y a la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos de Colombia, solicitando la derogación de las leyes aprobadas por la Asamblea Legislativa del estado de Bolívar que iban en contravía de sus intereses. Pero también decidieron reconstituir el pequeño cabildo indígena y solicitaron a las autoridades judiciales de la provincia de Magangué el deslindamiento de las tierras del resguardo, para evitar las usurpaciones a que estaban sometidos desde tiempo atrás (Flórez, 2008).

Los casos mencionados muestran que la recuperación de la historia republicana de estos sectores étnicos debe empezar por estudiar la elaboración de discursos y sus coetáneas prácticas sociales que, por un lado, negaban la existencia de los indígenas y, por otra parte, los discriminaban y excluían; también debe estudiarse la capacidad de respuesta de estos últimos. Desde los inicios de la República quedó demostrado que una cosa era construir la nación como una comunidad política materializada en un conjunto de normas, imaginarios e instituciones, y otra cosa era cómo los sujetos y grupos sociales que activa o pasivamente quedaban integrados a ella lograban insertarse en el único nivel en que realmente ésta podía operar, en el plano de la cultura. En este nivel la construcción de la nación suponía la intervención de un conjunto de cargas valorativas, de juicios y afinidades decantados en el tiempo que determinaban las actitudes de unos frente a los otros. Y fue así porque en la base de la construcción nacional hispanoamericana encontramos una paradoja entre un voluntarismo igualitario expresado en normas y constituciones, y unas prácticas sociales fundadas en intereses inconciliables, en abismos étnicos, sociales y culturales difícilmente superables a golpe de decretos (Quijada, 2000, pp. 15-55; 2003a, pp. 287-315; 2003b, pp. 469-510).

Años después, en 1899, el Tribunal de Justicia del departamento de Bolívar acogía los argumentos de Manuel Zenón de la Espriella, abogado defensor de los indígenas de Malambo, quien arguyó que eran indígenas porque existía una serie de hechos (demandas, alinderamiento de tierras, pequeños cabildos, arrendamientos de tierras y relaciones de alteridades con otros sectores) en donde se autorreconocían y eran reconocidos por las autoridades y otros grupos como de esa condición racial (Manotas, 1899; Solano y Flórez, 2008b).6 Además, muchos resguardos seguían organizando sus pequeños cabildos y nombraban gobernadores, como fue el caso de Tubará, a pesar de haber sido expropiados de sus tierras en 1886.7

Esa paradoja se expresó, como lo ha señalado el antropólogo Carl Langebaek, en las actitudes de los dirigentes de los decenios iniciales de vida independiente, pues de una fase inicial de exaltación como una relación genética entre la naciente república y las sociedades precolombinas inspirada en los moldes de la poesía y el teatro neoclásico, rápidamente pasaron a otra de estilo romántico y escrito en prosa, en la que ese vínculo se fue rompiendo y dio lugar, por un lado, a la diferencia entre indígenas salvajes y civilizados, y por otro, a una ruptura entre el presente republicano y el pasado indígena. Todo esto terminó en un hiato entre el indio del pasado y el del siglo XIX, pues a este último se le vio como un ser degradado por los efectos que produjo la Conquista en sus sociedades (Langebaek, 2007, pp. 46-57; König, 1984, pp. 389-406; Earle, 2007).

6 Manuel Z. de la Espriella había sido una de las manos derechas de Juan José Nieto y uno de los artífices de la política en defensa de los indígenas entre 1863 y 1865. 7 Estos indígenas dada la cercanía de Puerto Colombia constituyeron la base de sus trabajadores, y en 1893 tuvieron un protagonismo de primera línea en la huelga de los trabajadores portuarios, que también paralizó a Barranquilla. “Los huelguistas pasearon en grupo el pueblo pidiendo aumento de jornal al son de cachos y caracoles”, en “La huelga” y “Editorial La huelga”, en El Anotador, Barranquilla, 2 y 4 de mayo de 1893; “La huelga”, en El Porvenir, Cartagena, 14 de mayo de 1893. “Editorial”, en Diario de la Tarde, Barranquilla, 27 de abril y 1 de mayo de 1893. (Esta información la debo a la historiadora y amiga María Bernarda Lorduy, a quien agradezco su gentileza).

Ambas herencias se materializaron en las ambigüedades del ideario liberal republicano, pues si en el plano político-discursivo pretendió suprimir todas las identidades étnicas y sociales reduciéndolas a la sola condición de ciudadanos, en los análisis que inspiró acerca de la formación social nacional se diseccionó al país en regiones, con base en unas lecturas de la geografía y de la distribución de los grupos étnicos en ellas, remarcando unas imágenes raciales de las diferencias, a las que

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propuso superar por medio del mestizaje (Arias, 2005, pp. 65 y ss.). El primer aspecto de esa ambigüedad dio herramientas políticas y jurídicas a los sectores interesados en declarar la extinción de la población indígena, a través del mestizaje, para así apropiarse de sus tierras, al tiempo que, como un imperativo del modelo económico liberal, demandó que todo estuviera sometido a las leyes del mercado.

Jeografía Jeneral…, en el que la población indígena queda reducida a la no sometida por parte de las autoridades, calculando, para el caso de Bolívar, 2.000 indios que no habían sido reducidos. En 1871, de igual forma procedió el cartagenero Dionisio Araújo en su “Tratado de Jeografía física i política del Estado de Bolívar” (Pérez, 1863; Mosquera, 1866, p. 121, y Araújo, 1871). En 1912 se reeditó la obra Cartagena y sus cercanías de José P. Urueta, con correcciones y ampliaciones hechas por Eduardo Gutiérrez de Piñeres, en la que, en las páginas dedicadas al otrora Bolívar Grande, no se dice nada respecto a las comunidades indígenas. Un año después se publicó Historia, leyendas y tradiciones de Cartagena, obra de Camilo Delgado (Doctor Arcos), muy influyente a comienzos del siglo XX, en la que se dedicaron pocas páginas del tercer tomo a los indígenas de la antigua provincia de Cartagena, mediante reproducciones textuales de algunos apartes de las obras de Liborio Zerda (El Dorado, que vio la luz pública por entregas a partir de 1882) y fray Pedro Simón (Noticias historiales, reeditada entre 1882-1892 por Medardo Rivas) (Delgado, 1943, pp. 1-23; Urueta y Gutiérrez, 1912, pp. 13-16; Gutiérrez, 1924). Cuando se publicó la Geografía económica de Colombia. Bolívar (1942), obra de gran influencia entre los círculos políticos e intelectuales de la región, se presumió que desde finales de la Colonia las comunidades indígenas del Bolívar Grande habían desaparecido, debido a su supuesta extinción y a la transformación de sus antiguas comunidades en distritos, o en agregaciones de éstos, sobreviviendo en la República sólo el resguardo de San Andrés de Sotavento (Tuchín) (Geografía económica de Colombia. Bolívar, 1942, pp. 281-283).

El segundo aspecto llevó a que intelectuales liberales y funcionarios oficiales generalizaran para toda esta parte de la Costa la lectura que hicieron de la composición étnica de la geografía del bajo curso del río Magdalena, legándonos unas imágenes parciales que aún seguimos suscribiendo quienes empleamos estas informaciones en las investigaciones sobre la configuración étnica de la región.8 Así, mientras que la geografía recorrida obligaba a que las descripciones etnográficas de viajeros, intelectuales y funcionarios públicos asociaran el territorio del Bolívar Grande sólo a negros, mulatos y zambos (Samper, 1945, pp. 45 y ss.; 59 y ss.; Noguera, 1981; Acevedo, 1976; Blanco, 1985), la población aborigen de esta parte de la Costa pasó desapercibida, a pesar de que eran indígenas reducidos desde la Colonia, y que vivían en asentamientos reconocidos, muchos de ellos en condición de distritos. Esa imagen fue completada por el ejercicio de los intelectuales decimonónicos que se encargaron de hacer referencia al pasado prehispánico del Bolívar Grande, mediante el establecimiento de un orden jerárquico entre los pueblos indígenas, bajo el supuesto de que algunas áreas geográficas no fueron propicias para el desarrollo de culturas nativas de significativa importancia, mientras que otras, como fue el caso del territorio del Bolívar Grande, sólo sirvieron como puente de tránsito de las corrientes migratorias de amerindios que luego se asentaron y desarrollaron en el interior del país, como los muiscas. En la Geografía histórica de Juan José Nieto, de 1839, las alusiones al pasado indígena de la colonial provincia de Cartagena se basaron en las Noticias historiales del cronista fray Pedro Simón (Nieto, 1993, pp. 163-204). En las páginas de la Jeografia física i política del Estado de Bolívar, publicada en 1863, Felipe Pérez tampoco se detuvo en el tema de la población indígena. En 1866, Tomás Cipriano de Mosquera publicó en Londres su libro Compendio de

Hasta dónde estas imágenes han determinado los problemas que se han planteado las investigaciones de los arqueólogos (Reichel-Dolmatoff, 1997, pp. 117-154; Angulo, 1981, 1983), antropólogos e historiadores, es un tema que apenas comienza a explorarse con los trabajos de Carl Langebaek, quien ha criticado a la arqueología sobre esta región el estar sustentada en un modelo difusionista antes que evolucionista (Langebaek, 2005a, pp. 139-171; 2005b, pp. 180-199; 2006, pp. 38-66, y Silva, 2006, pp. 55-84). Y aún no hemos comenzado a averiguar hasta dónde ese modelo arqueológico domina la mirada que proyectamos los historiadores sobre el mundo indígena de esta parte de la Costa.

8 Aunque no se fundamenta en estas fuentes, el segundo capítulo de la tesis doctoral de Marixa Lasso, dedicado a la composición racial de la provincia de Cartagena, reproduce la imagen de un bajo Magdalena negro y mulato. Ver Race and Republicanism in the Age of Revolution, Cartagena, 1795-1831. University of Florida, pp. 29-55 (2002).

Con las modernas corrientes historiográficas asistimos a una exploración del mundo indígena de esta parte de la Costa, como lo demuestran los trabajos de Julián Ruiz Rivera (1996), María Borrego Pla (1983), Lola González

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Luna (1993), José Agustín Blanco (1987, 1995, 2007), Jorge Conde (1997, 2000, 2001, 2002), y Armando Arrieta (2001), y las investigaciones arqueológicas sobre diversas culturas precolombinas. Sin embargo, todo está circunscrito a los períodos prehispánico (Plazas y Falchetti, 1981, 1993) y colonial, mientras que para la época republicana son escasísimas las investigaciones. Aunque desde 1984 Orlando Fals B. había llamado la atención sobre el hecho de que aún en el siglo XIX continuaron existiendo los resguardos de Jegua y Guazo (Fals, 2002, p. 208) –y pese a que es sabido que el resguardo de San Andrés de Sotavento (actual departamento de Córdoba) nunca desapareció, y de igual forma, aunque gruesas franjas de la población de esta parte de la Costa se autorreconocen como descendientes de los indígenas–, los historiadores hemos pasado por alto tales hechos.

tento de realismo en esta provincia, que tuvo su desenlace en la batalla de Mancomoján (McFarlane, 2007). Después, entre 1834 y 1843, los indígenas nuevamente se movilizaron contra las políticas del gobierno central de repartir los resguardos. Y fue Juan J. Nieto quien defendió a las comunidades de indígenas en la Cámara de la provincia de Cartagena, como se puede leer en algunos informes que aparecen registrados en la prensa oficial regional de esa época. Con el despegue de la ganadería, otra vez acudieron a diversas formas de protestas, como representaciones ante las autoridades, enfrentamientos físicos con hacendados y campesinos de los alrededores, desmonte y deslinde de las tierras para afirmar la propiedad, abigeato, incendios de praderas para ganados, creación de asociaciones de corte moderno, nombramiento de autoridades indígenas, impuestos sobre el ganado de los propietarios no indígenas, poderes a abogados para que los defendieran, demanda ante la Corte Suprema de Justicia federal de disposiciones emanadas de las autoridades regionales. Tubará, Malambo, Jegua, Guazo, Toluviejo y San Andrés de Sotavento fueron las comunidades indígenas más activas en la defensa de sus derechos (Solano y Flórez, 2007, pp. 92-117).

Superar esta tradición también demanda que ampliemos la temporalidad en los estudios, lo que a su vez implica que reconozcamos que el lógico énfasis de los estudios en el decrecimiento demográfico no nos debe llevar a pensar que para la República los indígenas ya no existían. Perder de vista estos aspectos ha dado pie a afirmaciones como la hecha en un reciente estudio sobre los resguardos indígenas del actual territorio del departamento del Atlántico, en donde se dice que el nuevo ordenamiento político y territorial republicano acabó con las comunidades de indígenas, transformándose en poblaciones campesinas adscritas a distritos (Conde, 2002, pp. 66-67).

En muchos de esos conflictos movilizaron una diversidad de ideas que iban desde el reclamo de los derechos que les competían por ser ciudadanos –pasando por el cuestionamiento a la República por ser regresiva en cuanto a los derechos coloniales, reivindicando la contribución de algunas de esas comunidades a la Independencia, pidiendo mantener el pacto social que se traducía en protección de las autoridades, proyectando una imagen deplorable para lograr este fin– hasta la defensa de su identidad de indígenas, por encima de las acusaciones de quienes los tildaban de mestizos.

Esta idea, que la podría suscribir cualquier historiador, lo que muestra es que quienes estudiamos el pasado regional, al igual que el resto de la sociedad del Bolívar Grande, hemos sido presidiarios del discurso liberal del siglo XIX que nos transmitió la idea de que el mestizaje y las transformaciones operadas bajo la República acabaron con las comunidades indígenas, a las que les negamos cualquier influencia en la formación de la identidad colectiva regional (Safford, 1991, pp. 1-33).

Esta sucinta relación de los conflictos y formas de resistencia desplegadas por los indígenas atravesó a la dirigencia política del estado de Bolívar y logró el respaldo de algunos sectores que, como en el caso de la facción dirigida por J. J. Nieto, defendieron sus derechos, y mientras concentraron el poder del Estado, impidieron que los continuos ataques se materializaran en leyes que dispusieran acabar con los resguardos. Como lo he mostrado recientemente en el artículo que publiqué con Roicer Flórez (Solano y Flórez, 2007), durante su hegemonía política en el estado de Bolívar, J. J. Nieto fue inflexible en la defensa de los resguardos, lo que muestra que, y aquí retorno al punto inicial de este artículo, su novela Yngermina estuvo motivada por razones que iban más allá del arribismo social.

Y esto llama la atención, pues no sólo se trata de la existencia de los 27 resguardos, sino también de la gran cantidad de conflictos (y de aquí en adelante abordamos el quinto aspecto de nuestra crítica) en que se vieron vinculadas las comunidades indígenas del Bolívar Grande desde la segunda mitad del siglo XVIII, y prolongados hasta finales de la siguiente centuria (Flórez, 2008). La llamada “Revolución de las Sabanas” (septiembre y noviembre de 1812) protagonizada por los pueblos de esa parte de la colonial provincia de Cartagena contra el gobierno republicano establecido en esta ciudad tiene un soporte étnico en los indígenas que no se puede desconocer, siendo el único in-

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Conclusiones

tralidad espacial y política de sus discursos, que hace de los epicentros urbanos más importantes y de sus grupos étnicos más numerosos el centro de gravedad de sus cavilaciones. En consecuencia, puede decirse que los acentos en uno u otro grupo étnico están en función del sitio desde donde se miren. Esto se muestra en la concentración de los estudios sobre el tema de la Independencia, especie de epifanía que explicaría todo el siglo XIX.

Entonces, es pertinente nuevamente preguntarse por qué no se le ha prestado la debida atención a un grupo étnico cuya existencia es tan evidente y llamativa, por la cantidad de conflictos en que se vio envuelto. Además de los factores señalados, también deben tenerse presentes los siguientes elementos: 1. La reducción del tema indígena bajo la República a lo que el historiador Armando Martínez Garnica ha llamado con mucho tino un enfoque “territorialista”, pues el resguardo se ha reducido al problema de la tierra y se ha dejado de lado a la comunidad indígena que lo habita, a la que sumió en la categoría del campesinado pobre (Martínez, 1993, pp. 111-121).

4. El énfasis de los últimos años en estudiar a la población afrodescendiente, que ha recibido un impulso en los esfuerzos por integrarla al área del gran Caribe. Aunque este propósito se remonta a la década de 1980, el mayor impulso lo han dado el antropólogo Peter Wade, la socióloga Elisabeth Cunin (2003, pp. 90 y ss.) y los historiadores Antonino Vidal, Aline Helg y Alfonso Múnera. Todas las manifestaciones culturales de masas de distintas partes del Caribe (música, gastronomía, deportes como el boxeo y el béisbol, etc.), se convirtieron en un sustrato para identificar el estilo de vida de la Costa norte colombiana con el gran Caribe y con el mundo afroamericano. Esto ha permitido reorientar el interés de base de esta inserción, pues si en un comienzo el discurso se circunscribía a los circuitos mercantiles como potenciales mercados para la producción colombiana (v. g., A. Vidal), ahora el sesgo étnico y, por tanto, popular tomó vuelo y fue dirigido contra sectores de la élite costeña que posaban de caribeños pero que no asumían la cuestión racial. Casi todos los análisis de los últimos años se centran en los nexos de Cartagena y Barranquilla con el Caribe, e inconscientemente se cree que así se explican los enlaces de toda la región con esa área de las Américas.

2. Durante el siglo XIX, la construcción de un conocimiento geográfico que privilegió las zonas afectas al modelo agroexportador. Los periplos de los viajeros extranjeros y nacionales, de los funcionarios oficiales y de los pensadores liberales decimonónicos transcurrían por el bajo curso del río Magdalena hasta Barranquilla; las zonas aledañas al canal del Dique hasta Cartagena, cuando este era útil al tráfico; algunos caños que conducían a los puertos marítimos satélites de Barranquilla; las costas de barlovento hasta las alturas del río Sinú, y en éste, el trayecto hasta Lorica. Publicados en 1875 y 1886, respectivamente, los libros El alto Sinú y El río San Jorge de Louis Striffler tuvieron que esperar hasta finales de esa centuria para que Francisco Javier Vergara y Velasco los insertara en su Nueva Geografía de Colombia, publicada en 1898, y el de Joseph Palacio de la Vega sólo fue publicado a mediados del siglo XX. Entonces, las zonas aledañas a los bajos cursos de los ríos Cauca, San Jorge y parte del Sinú, así como las sabanas que encerraban, quedaron por fuera de ese conocimiento. Asimismo, aunque en la prensa oficial del Estado Soberano y luego departamento de Bolívar se publicaban los informes de los gobernadores de las provincias en las que había resguardos indígenas –y aunque muchos de ellos contenían datos sobre los resguardos indígenas–, sus implicaciones en la lectura del orden social regional fueron nulas.

En fin, es necesario abrir una sana discusión que permita reconocer la diversidad étnica del Bolívar Grande, enriquecer su historiografía y colocar en sus justas dimensiones el Caribe que queremos construir. •

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La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia por

Camilo Quintero Toro *

Fecha de recepción: 7 de abril de 2008 Fecha de aceptación: 25 de agosto de 2008 Fecha de modificación: 21 de octubre de 2008

Resumen Entre 1910 y 1915 el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York llevó a cabo varias expediciones en territorio colombiano. Tomando como base estudios recientes del imperialismo cultural norteamericano y la ciencia y el imperialismo, este artículo estudia las colecciones de aves de estas expediciones, para explorar el rol del imperialismo norteamericano en la ciencia, así como el rol de la ciencia estadounidense en la expansión de Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX. El artículo ilustra cómo algunas teorías de raza y migración moldearon la manera en que los naturalistas norteamericanos se apropiaron y comprendieron la naturaleza colombiana. Así mismo, el artículo estudia la perspectiva de los naturalistas colombianos frente a las expediciones, concluyendo que, lejos de ser simples marionetas de los intereses norteamericanos, los colombianos usaron la relación con naturalistas estadounidenses para cumplir con sus propios programas.

Palabras clave: Historia de la ciencia, Estados Unidos, Colombia, imperialismo, expediciones, museos.

North American Science goes Global: New York’s American Museum of Natural History in Colombia

Abstract Between 1910 and 1915 the American Museum of Natural History carried out several expeditions in Colombian territory. Taking into account recent studies on U.S. cultural imperialism and science and imperialism, this paper analyzes the collections of birds from these expeditions to explore the role of North American imperialism in science, as well as the role of North American science in the expansion of the United States in the first decades of the twentieth century. The paper illustrates how theories of race and migration shaped the way in which North American naturalists appropriated and comprehended Colombian nature. Likewise, the paper explores the perspective of Colombian naturalists towards the expeditions, concluding that, far from being mere puppets of North American interests, Colombians used the relationship with U.S. naturalists to pursue their own agendas.

Key words: History of science, United States, Colombia, imperialism, expeditions, museums.

A ciência norte-americana torna-se global: o Museu Americano de História Natural de Nova York na Colômbia

Resumo No transcurso de 1910 a 1915, o Museu Americano de História Natural de Nova York realizou várias expedições no território colombiano. Tomando como base os estudos recentes do imperialismo cultural norte-americano e a ciência e o imperialismo, este artigo estuda as coleções de aves destas expedições, para explorar o papel do imperialismo norte-americano na ciência, assim como o papel da ciência americana na expansão dos Estados Unidos nas primeiras décadas do século XX. O artigo ilustra como algumas teorias da raça e migração moldaram a maneira pela qual os naturistas norte-americanos se apropriaram e compreenderam a natureza colombiana. O artigo estuda também a perspectiva dos naturistas colombianos perante as expedições, concluindo que, longe de serem simples fantoches dos interesses americanos, os colombianos usaram a relação com os naturistas americanos para cumprir com seus próprios programas.

Palavras-chave: História da ciência, Estados Unidos, Colômbia, imperialismo, expedições, museus.

*

Historiador de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. M.A. y Ph.D. en Historia de la Ciencia, Universidad de Wisconsin, Madison, Estados Unidos. Actualmente se desempeña como profesor asistente en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: cquinter@uniandes.edu.co

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La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia Camilo Quintero Toro

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que los estudios sobre ciencia e imperialismo han ganado un enorme terreno en las tres últimas décadas mostrando cómo la ciencia tiene un inmenso poder para ejercer control sobre colonias y expandir imperios, estos estudios se han centrado en su mayor parte en la interacción de los imperios europeos y sus colonias en Asia, África y América Latina (Arnold, 1993; Lafuente, Elena y Ortega, 1993; MacLeod, 2000; Petitjean, Jami y Moulin, 1992). De hecho, la literatura sobre la importancia científica de los imperios parece detenerse a comienzos del siglo XX, en la época en que el imperialismo europeo comenzó a decaer y cuando las grandes colecciones de historia natural fueron supuestamente reemplazadas por las prácticas de laboratorio como los pilares del trabajo científico (Grove, 1996; Hunt, 1999; Secord, 1996; Storey, 1997). Este artículo busca argumentar que, al tomar a Estados Unidos como una potencia imperial, la relación entre imperialismo y ciencia continuó siendo muy fuerte, por lo menos durante la mayor parte del siglo XX (Anderson, 2006; Cueto, 1994; McCook, 2002; Quintero, 2006).

isitar los grandes museos de historia natural en Estados Unidos es una experiencia abrumadora. Caminar por los pasillos del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, la Academia de Ciencias Naturales en Filadelfia o el Museo Nacional de Historia Natural en Washington nos recuerda la enorme diversidad de vida en nuestro planeta. Los dioramas que representan la vida de las aves en el sudeste asiático son completamente diferentes de aquellos que representan la avifauna de Suramérica. Las exhibiciones sobre mamíferos de Norteamérica tienen poco parecido con la vida animal en Australia. De lo que muy pocos visitantes se dan cuenta es que los especímenes que están exhibidos representan sólo una pequeña fracción de las vastas colecciones de plantas y animales que están guardados a puerta cerrada. Más de dos millones de especímenes de historia natural de todas partes del mundo residen en los museos de Nueva York, Washington y Filadelfia. Los millones de ejemplares de aves, reptiles, mamíferos, peces, entre otros, que fueron recolectados con fines investigativos son en buena medida el resultado de las relaciones globales y la influencia internacional que desarrolló Estados Unidos a lo largo del siglo XX.

Es importante aclarar que la idea de ver a Estados Unidos como un imperio informal no es un tema reciente dentro de la academia. Durante los años setenta y ochenta, diversos académicos, tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica, explicaron las relaciones entre ambas regiones como de tipo imperial. En particular, varios estudios argumentaron que como la región latinoamericana tenía una fuerte dependencia económica respecto a Estados Unidos, los estadounidenses tenían un inmenso poder para definir el curso político y social de la región (Cardoso y Faletto, 1969; LaFeber, 1967; Williams, 1972). Aunque esta visión ayudó a mostrar el desequilibrio de poderes entre Estados Unidos y Latinoamérica, su análisis se centró en el estudio económico, dejando de lado otros aspectos históricos importantes. Además, estos académicos miraron las relaciones internacionales estadounidenses desde una perspectiva dicotómica. Es decir, entendieron las relaciones entre Estados Unidos y una gran parte del mundo como una relación entre opresores y oprimidos, sin tener en cuenta los diversos niveles de complejidad, en los que de lado y lado había actores intermedios que no se podían ubicar claramente de un lado o del otro.

Entender cómo se formaron estas colecciones revela una historia sobre imperialismo, relaciones científicas internacionales y estructuras de poder en la ciencia. Este artículo se enfoca en las colecciones de aves que los ornitólogos estadounidenses del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York (MAHN) recolectaron en Colombia a través de expediciones científicas en las primeras décadas del siglo XX, como pretexto para explorar el rol del imperialismo norteamericano en la ciencia. Al mismo tiempo que Estados Unidos expandía su influencia económica, política y cultural sobre Latinoamérica, los naturalistas norteamericanos, quienes ya habían empezado a mirar por fuera de sus fronteras en su búsqueda por entender el mundo natural, extrajeron de Colombia miles de aves y las llevaron consigo a Estados Unidos con la idea de desarrollar mejores estudios sobre la historia natural y los orígenes de la vida en América Latina.

La idea del imperialismo estadounidense ha sido retomada recientemente bajo nuevas perspectivas. Más que ver los encuentros entre Estados Unidos y el mundo como una historia de la relación entre conquistadores y subordinados o explotadores y victimas, nuevos estudios han argumentado que es importante entender los diversos niveles que han caracterizado las relaciones internacionales norteamericanas. En el caso latinoamericano, el impe-

Este estudio de caso nos permite expandir nuestra visión de la historia de la ciencia y el imperialismo, introduciendo a Estados Unidos como un actor importante, un país que por lo general ha estado ausente en los debates sobre la historiografía de la ciencia y el colonialismo. A pesar de

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rialismo norteamericano fue en buena parte un imperialismo invitado que les convino a muchos sectores de la sociedad. Tanto latinoamericanos como norteamericanos sacaron provecho de esta relación, y son estos matices los que le dan complejidad a la relación entre ambas regiones. Más aún, es importante entender que la política expansionista estadounidense tuvo una fuerte influencia no sólo en la cultura de aquellos lugares en donde hubo intervención norteamericana, sino también sobre la cultura nacional de Estados Unidos, en donde el imperialismo ha sido una parte central de la forma de vida. A medida que Estados Unidos fue expandiendo su influencia por el mundo, la cultura norteamericana dentro de su territorio fue cambiando a su vez. Por último, estos estudios han enfatizado que el imperialismo norteamericano no ha sido exclusivamente económico, sino que también ha afectado áreas como la educación, la cultura de consumo o la ciencia, entre otros (Joseph, LeGrand y Salvatore, 1998; Kaplan y Pease, 1993; Stoler, 2006).

Union) en 1883, los ornitólogos lograron crear a su alrededor una institución poderosa que les permitió proponer novedosas teorías que ganaron aceptación no sólo en Norteamérica sino también en Europa (Barrow, 1998). A comienzos del siglo XX los ornitólogos estadounidenses dieron un siguiente paso al enfocarse en aves de otras regiones del mundo, especialmente en Latinoamérica. Como lo explicó Frank Chapman, el curador del departamento de ornitología en el MAHN y uno de los ornitólogos más reconocidos en Estados Unidos en ese momento, al recordar en su autobiografía esta expansión: Los ornitólogos norteamericanos, con pocas excepciones, no habían salido de los límites de su propio país […] En vista de las relaciones cercanas que existían entre las aves de Norte y Suramérica, y debido a la importancia de estas relaciones, el problema del origen, la distribución y la migración, nos pareció obvio que estábamos en la obligación de viajar al extranjero a estudiar las aves de nuestro propio hemisferio (Chapman, 1933, p. 205).

La ciencia y la medicina acompañaron y ayudaron en la expansión global estadounidense. Desde el desarrollo de enclaves como la United Fruit Company o la Tropical Oil Company hasta los sondeos de historia natural financiados por el Estado y las expediciones científicas de los grandes museos, la ciencia norteamericana extendió su alcance por todo el mundo. El sueño de recolectar, clasificar y guardar todo el mundo natural en un solo lugar, un sueño que supuestamente se perdió con la caída de los imperios europeos, se convirtió en el anhelo de ornitólogos, paleontólogos, entomólogos, etc., en instituciones de Estados Unidos. Diversos museos, acuarios y zoológicos estadounidenses en el siglo XX, tal y como lo hicieron sus homólogos europeos en el siglo XIX, se convirtieron en monumentos a la fuerza y la visión del mundo norteamericanos (Cain, 1993; Smocovitis, 1996; Winsor, 1991). Este estudio de cómo estudiaron y recolectaron los norteamericanos la avifauna colombiana en la primera mitad del siglo XX espera dar otro paso para entender el problema del poder en las relaciones científicas entre Estados Unidos y Colombia.

Para Chapman, explorar el continente suramericano parecía ser el paso que la ornitología estadounidense debía dar a continuación. Los intereses expansionistas norteamericanos en Latinoamérica se extendieron mucho más allá de las aves. Desde finales del siglo XIX Estados Unidos ya había comenzado a ver a América Latina no sólo como un potencial comprador de bienes manufacturados sino también como una excelente fuente de materias primas. Para ese entonces los norteamericanos estaban produciendo muchos más artículos industrializados de los que se podían consumir dentro del país. Líderes políticos y dirigentes de las nuevas grandes corporaciones tuvieron que volcar sus ojos hacia otras regiones como América Latina y Asia, en busca de nuevos mercados. En ese tiempo, los gobiernos latinoamericanos habían enfocado sus economías en la producción y exportación de bienes sin procesar, y dependían en buena parte de las importaciones para suplir la demanda de bienes procesados. Los estadounidenses quisieron sacar ventaja de esta situación, y a través de fuertes guerras de precios comenzaron a reemplazar a Europa como el socio comercial más importante de la región (Gilderhus, 2003).

Hacia las expediciones científicas Durante el siglo XIX, la ornitología norteamericana ganó mucho terreno como disciplina. Ayudados en buena parte por miles de aficionados que cada año reportaban y enviaban nueva información sobre avistamientos y posibles nuevas especies, los ornitólogos profesionales habían clasificado hacia finales del siglo casi la totalidad de la avifauna de Estados Unidos. Además, con la creación de la Unión de Ornitólogos Americanos (American Ornithologists’

La guerra Hispano-estadounidense de 1898, en la que Estados Unidos derrotó al ya débil imperio español y tomó el control de Puerto Rico, Cuba y Filipinas, no sólo debe entenderse en este contexto sino que dejó muy en claro los deseos expansionistas de los norteamericanos (Pérez, 1990, 1998). Para 1904, los intereses imperialis-

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La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia Camilo Quintero Toro

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tas sobre Latinoamérica se hicieron aun más explícitos, cuando el presidente Theodore Roosevelt no sólo tomó control absoluto de la zona donde se construiría el canal de Panamá sino que también estableció el llamado Corolario de la Doctrina Monroe. Roosevelt argumentó en ese entonces que Estados Unidos tenía el derecho y el deber de intervenir en América Latina si esto implicaba ayudar y civilizar a sus vecinos del sur. Además de este intervencionismo político, durante las primeras décadas del siglo XX Estados Unidos expandió drásticamente su influencia económica sobre el continente. Los grandes préstamos de los bancos privados norteamericanos a los gobiernos latinoamericanos, así como una creciente presencia de corporaciones y enclaves norteamericanos en la región incrementaron y solidificaron los vínculos políticos, comerciales, sociales y culturales entre ambas regiones (Brands, 1997; Cooper, 1983; Lemaitre Román, 2003).

también empezaron a enfocar su atención en Suramérica, a medida que una nueva era de expansión económica, cultural y científica se abría con la llegada del nuevo siglo. Al mismo tiempo que Estados Unidos reemplazaba lentamente a Europa como la principal fuerza política y económica en diferentes países latinoamericanos, los ornitólogos estadounidenses también empezaron a reemplazar a los europeos en el estudio de la avifauna de la región. Parte de este cambio se dio con el énfasis que dieron los norteamericanos a las expediciones científicas. Hay que recordar que durante el siglo XIX las aves colombianas eran una de las muchas mercancías que colombianos y europeos extrajeron de territorio colombiano para exportar a países como Inglaterra o Francia. Las aves y sus plumas eran cazadas por recolectores comerciales que las vendían en el comercio de Londres y París, donde no sólo naturalistas reconocidos sino también entusiastas y sombrereros las podían comprar (Camerini, 1996). Para comienzos del siglo XX, los norteamericanos cambiaron este modelo comercial de la ciencia europea al volcar su atención más en expediciones científicas y no en la compra de especímenes de historia natural disponibles en el mercado, un cambio que les permitió tomar control del estudio natural latinoamericano (Quintero, 2007).

La ciencia y la exploración fueron aliados importantes en esta expansión norteamericana desde el comienzo. Por ejemplo, dos años después de fundada la National Geographic Society (Sociedad Geográfica Nacional), su presidente, Gardiner G. Hubbard, presentó a Suramérica como una región que merecía atención especial, y utilizó su discurso anual para explicar y analizar algunos de sus aspectos geográficos, políticos, económicos y antropológicos más importantes. El discurso –el cual se publicó un año después en el National Geographic Magazine, la revista oficial de la Sociedad– fue un llamado para usar la ciencia como una forma efectiva de ayudar los intereses norteamericanos en el extranjero a través de expediciones y sondeos científicos que documentaran los recursos y la vida suramericanos. Los intereses comerciales eran uno de los temas que Hubbard tenía en mente, como él mismo lo explicó:

Los antecedentes de las expediciones A comienzos del siglo XX, Frank Chapman fue uno de los primeros naturalistas en Estados Unidos que promovió la realización de nuevos estudios que complementaran los datos de las grandes colecciones del Museo de Historia Natural de Nueva York. Chapman decidió enfocar sus esfuerzos en Suramérica. Las colecciones del MAHN mostraban que Suramérica tenía una enorme variedad de especies de aves. Sin embargo, era poco lo que se conocía sobre ellas. Chapman estaba convencido de que un estudio minucioso de éstas podía revelar grandes conclusiones sobre temas tan importantes como el origen y la evolución de la vida suramericana.

La reciente reunión del Congreso Panamericano ha llamado la atención hacia Suramérica, una parte de nuestro continente bajo formas republicanas de gobierno y rica en productos de los que carecemos, mientras que depende de otros países para obtener productos que nosotros manufacturamos. Norte América y Suramérica deberían estar unidas de manera más cercana, pues la una es el complemento de la otra (Hubbard, 1891, p. 1).

Con este propósito en mente el MAHHN lanzó en 1910 un proyecto para sondear las aves suramericanas, y escogieron a Colombia como el punto de partida (Chapman, 1917). Colombia ya era reconocida dentro del mundo de la ornitología como uno de los países más ricos en cuanto a diversidad de especies de aves. A finales del siglo XIX, cuando en Europa y Estados Unidos muchas mujeres comenzaron a usar plumas y aves como decoración en sus sombreros, los recolectores comerciales encontraron en Colombia (así como en otros países como Papúa-

La National Geographic Society no estaba sola en este nuevo interés en la región. Muchas organizaciones científicas en Estados Unidos, como el Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, el Smithsonian Institution en Washington, el Museo de Zoología Comparada en la Universidad de Harvard y el Museo Carnegie en Pittsburgh,

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Nueva Guinea) una fuente que parecía ilimitada de aves “exóticas”. Las famosas “pieles de Bogotá” inundaron los mercados de Nueva York, Londres y París. Aunque muchas de estas pieles acabaron adornando las cabezas de mujeres, otras terminaron en manos de naturalistas que empezaron a ver a Colombia como un país de una rica diversidad en aves.

mente a la migración de la gran masa terrestre del norte […] En cualquier período determinado las especies más avanzadas y progresistas de la raza son aquellas que habitan esta región; las especies más primitivas y retrógradas son aquellas aisladas de este centro (Matthew, 1915, pp. 178, 201).

La perspectiva de Matthew sobre la biogeografía parecía reflejar y apoyar los intereses expansionistas de Estados Unidos hacia Latinoamérica en ese momento. Si las civilizaciones del norte eran naturalmente más aptas que aquellas del sur, también las primeras tenían un derecho natural a controlar estas últimas.

Sin embargo, como muchas de estas pieles eran destinadas a mercados comerciales, sólo en raras ocasiones llevaban información sobre el lugar en que habían sido recolectadas. Aunque muchos ornitólogos asumieron que la mayoría provenía de regiones cercanas a Bogotá –debido al nombre “pieles de Bogotá”–, Chapman se dio cuenta rápidamente de que éste no parecía ser el caso. Las colecciones del Museo parecían indicar que las aves “de Bogotá” provenían de lugares muy diversos. En el caso colombiano esto parecía ser de vital importancia, en especial por la compleja geografía del país. Para Chapman, en términos de historia natural, parecía fascinante estudiar un lugar en donde los Andes se dividían en tres cordilleras diferentes, cada una con posibles faunas endémicas. Además, la presencia de una costa sobre el Pacífico y otra sobre el Caribe, de zonas selváticas y de llanuras extensas completaba un panorama que parecía explicar la gran diversidad de especies de aves en Colombia.

Chapman hizo parte de este tipo de discusiones en el MANH y desde el principio vio a Colombia como un laboratorio para responder preguntas importantes, no sólo sobre distribución y evolución, sino también alrededor de las formas de migración, y las relaciones y las conexiones entre las faunas de Norte y Suramérica. Con este propósito en mente, entre 1910 y 1915 el MANH llevó a cabo ocho expediciones científicas en territorio colombiano. Chapman dirigió personalmente dos de ellas. Las otras contaron con la participación de reconocidos naturalistas asociados al museo, como Louis Agassiz Fuertes, William B. Richardson, Leo Miller y Arthur A. Allen. Al final del proceso se recolectaron 15.775 aves y cerca de 1.600 mamíferos, especímenes que hoy en día complementan las enormes colecciones de aves del MAHN en Nueva York.

Aparte de esta diversidad, hubo otra razón que motivó a Chapman a empezar su estudio de Suramérica por el caso colombiano, y que nos permite seguir entendiendo la relación entre ciencia y el contexto expansionista norteamericano del momento. Colombia estaba situada en la base del istmo de Panamá, un factor que para Chapman podía traer importantes conclusiones sobre relaciones intercontinentales en el mundo natural. A comienzos del siglo XX varios naturalistas norteamericanos comenzaron a preguntarse no sólo por las relaciones entre las faunas de diferentes continentes sino que buscaron explicaciones sobre la manera en que los animales migraban de un continente a otro y por qué ciertos continentes habían seguido caminos evolutivos muy diferentes. El MAHN fue un centro importante en el desarrollo de estas preguntas. W. D. Matthew, el paleontólogo más reconocido del museo en ese momento, argumentó que el mayor foco de evolución de los vertebrados había tenido lugar en los continentes del norte. Siguiendo líneas darwinistas, Matthew también argumentó que las formas menos aptas tuvieron que migrar y establecerse en el sur del planeta. Como el mismo lo explicó:

Estas expediciones fueron posibles gracias a la relación cercana que tenían los gobiernos de Colombia y Estados Unidos. A pesar del resentimiento que el gobierno colombiano sentía hacia los norteamericanos por su apoyo en la secesión de Panamá, también tenía una relación muy abierta y amistosa con Estados Unidos. Para cumplir el sueño de la modernización en Colombia que la élite buscaba en ese momento, era imperativo cultivar una relación cordial con los norteamericanos. Con este objetivo en mente, el gobierno fomentó la inversión norteamericana a través de subsidios, exenciones fiscales y permisos para la fácil extracción de recursos naturales. De esta manera, en esta época Colombia abrió sus puertas a las grandes corporaciones norteamericanas para que comenzaran a extraer bananos o petróleo, al mismo tiempo que los colombianos empezaron a comprar grandes cantidades de productos manufacturados en Estados Unidos. A Chapman mismo, al llegar a la zona del canal de Panamá en su viaje a Colombia, lo sorprendió este intercambio comercial:

Ha sido reconocido ya desde hace tiempo que la distribución actual de los mamíferos se debe primordial-

El muelle en el que atracamos nos da una lección en el fascinante mundo del intercambio de materias primas por

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diciones de varios museos de historia natural, expresó un sentimiento muy parecido mientras navegaba por el río Magdalena. Sus referencias constantes a los mosquitos y al calor insoportable durante el día le hicieron preguntarse en varias ocasiones cómo era posible que las personas pudieran habitar a lo largo del río.3

productos terminados. En su camino al norte, el cobre de Chile y Perú; el cacao y las nueces del Ecuador; los cueros de Colombia; se encuentran y pasan los automóviles, las máquinas de coser, los zapatos y la ropa que van en su camino hacia el sur (Chapman, 1921b, p. 357).

De lo que Chapman no se daba cuenta era que las expediciones científicas del MAHN hacían parte de las mismas conexiones. Él y sus hombres cazaron y recolectaron millares de animales que fueron llevados a Estados Unidos para convertirlos en conocimiento científico. Un conocimiento científico que posteriormente, como muchos otros productos manufacturados, volvería a Colombia por la misma ruta, para ser analizado y apropiado por científicos colombianos.

Estas impresiones de corte racista hicieron parte de la retórica que usaron muchos norteamericanos para legitimar su expansión sobre países como Colombia. Sólo razas más salvajes podrían vivir en estos lugares y era deber del hombre blanco enseñarles a dominar esa naturaleza. Aunque Chapman constantemente expresó admiración por los paisajes que encontró a su paso y disfrutó la jovialidad de muchos colombianos, siempre percibió a Colombia como una civilización retrógrada con mucho que aprender de la ya civilizada cultura estadounidense. Como le expresó una vez más a su amigo Merriam:

Percibir a Colombia a través del paisaje La primera impresión de Chapman al pisar territorio colombiano no fue la mejor. Poco tiempo después de llegar al puerto de Buenaventura, en el Pacífico, en mayo de 1911, le escribió a su amigo, el reconocido biólogo y etnólogo, C. Hart Merriam:

Nos hemos topado con raras costumbres pero siempre con mucha cortesía –aunque somos de la odiada nación de los “Yanquis”–, y hemos adquirido, eso creemos, algo de entendimiento del carácter de los nativos, que es, ante todo, infantil, carente de balance y valores, impresionable y excitable. Veo pocos prospectos para un verdadero desarrollo de este país.4

Buenaventura es –junto con toda la porción tropical de la costa oeste– un hueco podrido habitado solamente por negros y con una pluviosidad de unas 400 pulgadas. Quedarse una noche aquí puede significar contraer alguna forma desagradable de malaria, la cual, tarde o temprano, nos ataca a todos.1

Chapman atribuyó esta falta de civilización al clima. En 1921, al escribir un artículo para el National Geographic Magazine sobre sus viajes a Colombia, hizo mucho énfasis en los cambios climáticos y las implicaciones que esto tenía en su gente:

Para Chapman, sin embargo, enfrentar cualquier adversidad en el trabajo de campo valía la pena por el valor científico que prometía tener el territorio colombiano, gracias a sus condiciones geográficas.

Con la energía acumulada de nuestros ancestros nacidos en zonas de clima templado en nuestras venas, nosotros podemos mantener nuestros estándares de progreso en el trópico por un tiempo, pero esto no es razón para que esperemos que la gente que ha sido criada en condiciones climáticas menos favorables esté a la altura de éstos (Chapman, 1921b, p. 357).

Otros miembros de la expedición compartieron en algún punto esa impresión de Chapman. En septiembre de 1911, poco tiempo después de que Chapman partiera para Nueva York, Arthur A. Allen le escribió una carta diciendo que ésta “no era una región en la cual pudiera vivir un hombre blanco”.2 Así mismo, en 1913, George Cherrie, un recolector reconocido por su trabajo en expe-

Chapman continuó su relato aconsejando al lector que dejara cualquier prejuicio atrás. El clima había afectado a los latinoamericanos mental y corporalmente y el viajero desprevenido podía impresionarse por la diferencia en las culturas.

1 Frank M. Chapman a C. Hart Merriam, 28 de mayo de 1911, Correspondencia general, Archivo, Departamento de Ornitología, MAHN. 2 Arthur A. Allen a Frank M. Chapman, 29 de septiembre de 1911, Folder Colombian Expeditions 1910-1915: Misc. Correspondence, Caja Colombian Expeditions 1910-1915, Archivo, Departamento de Ornitología, MAHN.

3 George K. Cherrie, “Field Journal,” Folder: Cherrie, George K. Colombia 1913, Box: Cherrie, George Field, Archivo, Departamento de Ornitología, MAHN. 4 Frank M. Chapman a C. Hart Merriam, 28 de mayo de 1911, Correspondencia general, Archivo, Departamento de Ornitología, MAHN.

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Chapman, como muchos otros norteamericanos, desarrolló su ideología racial con base en teorías como la eugenesia que estaban en boga en el momento. En el MAHN en particular, las ideas sobre raza se convirtieron en un tema prominente de discusión con Henry Fairfield Osborn, el director del Departamento de Paleontología de los Vertebrados. Osborn se convirtió en un fuerte opositor de la inmigración a comienzos del siglo XX y usó las exhibiciones del museo sobre neandertales, el hombre de Cro-Magnon y el neolítico para comunicar la idea de que algunas razas eran superiores a otras, que las razas superiores tenían un derecho natural de dominar a otras y que la mezcla racial no era deseable. Para Osborn, la habilidad de una persona de color negro proveniente del África subsahariana o incluso de un inmigrante italiano que venía del mundo mediterráneo no se comparaba con la superioridad intelectual de la gente que habitaba el norte de Europa o Estados Unidos (Rainger, 1991). Las primeras impresiones que Chapman se llevó de Colombia reflejaban esta perspectiva racial prominente en muchos círculos académicos norteamericanos del momento.

origen de las aves que vivían en cada una de éstas. Pronto concluyó que las aves habían poblado los Andes desde abajo hacia arriba. Es decir, los ancestros de las aves en la región subtropical se encontraban en la región tropical, y las aves que se encontraban en la región del páramo eran descendientes de aquellas en la región templada. Al mismo tiempo, sin embargo, Chapman fue un paso más allá y argumentó que no necesariamente las aves de la región del páramo en Colombia eran descendientes de las aves en la región templada. En otras palabras, los Andes deberían estudiarse como un todo, y gracias a las habilidades de las aves, era probable que muchas de las aves del páramo colombiano se hubieran originado en lugares como la Patagonia o el mismo territorio norteamericano y de allí se desplazaron a territorio colombiano (Chapman, 1933, p. 211). Esto implicaba que existía una relación directa entre latitud y altitud, un factor que tendría gran influencia no sólo en sus conclusiones científicas de la región, sino también sobre la gente que habitaba esas regiones. Para Chapman, cada zona de vida tenía una barrera invisible que explicaba las grandes diferencias en la historia evolutiva de una y otra. Como él mismo lo explicó, “Las aves que han extendido su rango de la zona tropical a la zona templada han experimentado un cambio tan pronunciado en su medio ambiente como si, digamos, hubieran pasado de Ecuador a Ontario, y su diferenciación se pronuncia de manera correspondiente”. (Chapman, 1933, p. 212). Si una especie de ave se había trasladado de Patagonia a Colombia, la especie había cambiado simplemente de una zona templada determinada por la latitud a una zona templada determinada por la altitud.

Sin embargo, estas primeras impresiones de Colombia como un lugar estrictamente tropical cambiaron rápidamente en todos los miembros de la expedición. Precisamente porque Colombia tenía una geografía accidentada, el clima cambiaba drásticamente después de solo unas horas de viaje, especialmente cuando las expediciones viajaban por las regiones montañosas. Después de un par de días de viaje a caballo, los expedicionarios veían cómo las regiones húmedas y cálidas cerca de las costas y a lo largo del río Magdalena se convertían en regiones de clima templado y frío. Para Chapman en particular, este cambio repentino de clima y ambiente tendría una influencia importante no sólo en su visión sobre el grado de desarrollo del país en general, sino también en las conclusiones científicas sobre las aves en Colombia.

Las conclusiones científicas que Chapman desarrolló sobre aves reflejaban también su visión del clima y la distribución de razas en Colombia. En varias ocasiones, mientras ascendían los Andes, él y sus expedicionarios sintieron que el clima cambiaba y parecía ser mucho más apropiado para la vida del hombre blanco. Para Chapman, pasar de una región tropical a una región de clima templado implicaba un cambio en el grado de civilización de los habitantes. Mientras más arriba, más civilizada parecía ser la gente. Bogotá, en particular, llamó la atención del naturalista:

Uno de los primeros logros de Chapman mientras estudiaba la avifauna colombiana fue un primer análisis de las zonas de vida en los Andes. Chapman concluyó que había cuatro en particular: la zona tropical, que variaba entre el nivel del mar y los 5.000 pies (1.524 metros) de altura; la zona subtropical, entre 5.000 pies y 9.000 pies (2.743 metros); la zona templada, de los 9.000 pies a los 12.000 pies (3.657 metros) y la zona del páramo, entre 12.000 pies y 15.000 pies (4.572 metros). Cada zona tenía un grupo de aves fundamentalmente diferente del otro y las aves de una zona sólo en raras ocasiones vivían en la otra.

Usualmente un naturalista no tiene tiempo ni inclinación por el estudio de la vida citadina. Siempre he considerado el tiempo que paso en las ciudades como tiempo perdido. Pero Bogotá fue mi primera ciudad suramericana en una zona templada y, como naturalista, noté con interés la ausencia casi absoluta del

Chapman, sin embargo, no sólo quería establecer los límites de cada zona de vida. También quería entender el

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y el problema del expansionismo norteamericano sobre América Latina.

elemento negroide que forma parte de una gran parte de la población en zonas más bajas, donde se sienten como en casa (Chapman, 1933, p. 245).

Uno de los objetivos de Apolinar en Colombia era descubrir nuevas especies desconocidas para la ciencia. Los pocos estudios sistemáticos que se habían hecho sobre la avifauna colombiana y su aparente diversidad hacían de este país un lugar ideal para cumplir el sueño de cualquier naturalista de encontrar especies de animales nunca antes clasificados en la ciencia occidental. Sin embargo, rápidamente Apolinar se dio cuenta de que identificar una nueva especie de ave era una tarea mucho más complicada de lo que él creyó en un principio. La identificación de un pájaro poco común requería de un trabajo meticuloso que podía tardar días, meses o incluso años. Después de cazado y preparado, el pájaro debía ser comparado con otros ejemplares similares para determinar si podía ser clasificado como una nueva especie para la ciencia. Algunas veces este trabajo podía llevarse a cabo usando libros que incluyeran muchas ilustraciones de la familia de aves correspondiente. Pero en la mayoría de los casos era necesario recurrir a grandes colecciones de especímenes. Aún más, una vez un naturalista concluía que el espécimen recolectado parecía ser una nueva especie, debía revisar las más recientes publicaciones mundiales en ornitología para descartar que otro naturalista no lo hubiera descubierto antes. Como regla general, el primer naturalista que describiera una especie nueva en las páginas de alguna publicación se llevaba todo el crédito científico y se le consideraba su descubridor.

La ciudad estaba poblada en su mayoría por los descendientes de los chibchas, una tribu indígena, “quienes, al permanecer en ella, habían obedecido de manera inconsciente las leyes de la distribución” (Chapman, 1933, p. 245). Para Chapman, los indios eran claramente superiores a la población negra que había encontrado en su paso por Buenaventura. En otras palabras, así como era natural que un ave proveniente de climas más civilizados pudiera vivir en la parte alta de los Andes colombianos, también era natural que los habitantes más civilizados estuvieran en la parte alta de las montañas. Sin embargo, Colombia no dejaba de ser un lugar altamente tropical, y era claro que ellos como norteamericanos blancos de paso por el país tenían una clara superioridad sobre la población colombiana en general. La visión europea del siglo XIX que usó las teorías del mundo natural y la evolución para argumentar una superioridad europea sobre lugares como África fue apropiada a comienzos del siglo XX por naturalistas norteamericanos para justificar la superioridad norteamericana sobre los latinoamericanos, así como posibles intervenciones en territorio latinoamericano.

El MAHN y los hermanos de La Salle Poco tiempo después de su primera llegada a Bogotá en 1913 y antes de partir hacia los Llanos Orientales en busca de nuevos especímenes de aves, Chapman conoció a Nicholas Seiler, más conocido entre la comunidad de naturalistas colombianos como el hermano Apolinar María. Apolinar, un cura francés miembro de la comunidad de los hermanos de La Salle, llegó a Colombia en 1904 para apoyar la misión educativa de los lasallistas. En 1910 se convirtió en el director del Instituto de La Salle, uno de los centros educativos más prominentes de la capital en ese momento, y desde allí promovió el estudio de la naturaleza en Colombia. Apolinar fundó el Museo La Salle –el cual fue hasta 1948 el museo de historia natural más importante del país–, así como la Sociedad de Ciencias Naturales del Instituto de La Salle y el Boletín de la Sociedad de Ciencias Naturales del Instituto de La Salle (López López, 1989; Obregón Torres, 1992). El trato que desarrollaron Chapman y Apolinar nos permite entender cómo las relaciones entre un científico estadounidense y un científico en Colombia reflejaban aún más la problemática de las relaciones de poder

A comienzos del siglo XX sólo unas pocas instituciones en el mundo tenían los recursos e instalaciones para este proceso, tales como el Museo de Historia Natural en Londres, el Jardin de las Plantas en París o los crecientes museos de historia natural en Estados Unidos, en particular, el MAHN y la Academia de Ciencias Naturales en Filadelfia. Colombia estaba lejos de tener la infraestructura adecuada. Afortunadamente, Apolinar encontró en Chapman la solución de este problema. Chapman visitó el Museo de La Salle y tanto él como otros expedicionarios quedaron sorprendidos del trabajo que había realizado Apolinar en Colombia. Aunque no se comparaba con las colecciones de los museos norteamericanos, su colección de aves les pareció admirable (Chapman, 1933, p. 246). Poco tiempo después del regreso de la expedición a Nueva York, Apolinar le escribió a Chapman, para revisar si tenía bien su dirección y para preguntarle si podría enviarle algunas aves que había recolectado el museo para su identificación. Chapman le respondió diciéndole que estaría encantando de po-

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der ayudar. Para Chapman, cualquier ave extraña que le enviara Apolinar tenía el potencial de ser un espécimen nuevo para la ciencia y no quería desaprovechar la oportunidad de presentarle a la ciencia posibles nuevos “descubrimientos”.

e intelectual sobre las aves que le enviaban de Colombia, una posición que nunca asumiría con aves que le enviaran de otras instituciones en Estados Unidos o en Europa. Así mismo, Chapman no sólo se reservaba el derecho de publicar si la especie era nueva, sino que buscaba quedarse con algunos ejemplares para las colecciones del MAHN. Por ejemplo, cuando el hermano Nicéforo, otro miembro de la comunidad lasallista en Colombia y naturalista muy cercano al trabajo de Apolinar, le escribió a Chapman pidiéndole ayuda, Chapman le respondió explicándole que el museo por lo general se quedaba con especies en duplicado.6

Desde el principio, sin embargo, la balanza de poder se inclinó claramente hacia el lado de Chapman. Influenciado seguramente por su visión de una superioridad norteamericana sobre la gente que habitaba el mundo latinoamericano, su relación con Apolinar –y con otros científicos en Suramérica– fue muy diferente de la que estableció con naturalistas en Europa o Estados Unidos. En particular, la visión de Chapman sobre quién tenía los derechos sobre un descubrimiento de una nueva especie de ave variaba considerablemente. Un ejemplo nos permite ilustrar mejor este punto. A comienzos de 1914 Chapman le escribió una carta a Outram Bangs, un naturalista del Museo de Zoología Comparada en la Universidad de Harvard, pidiéndole que le prestara varios de los especímenes de este museo para compararlos con las colecciones que el MAHN había traído de Colombia. Bangs le respondió inmediatamente que sería un gusto cooperarle en este asunto, y poco tiempo después le envió a Chapman la caja con los especímenes. Chapman le escribió de vuelta:

Sin embargo, aunque se puede argumentar que la balanza de poder se inclinó claramente sobre el lado de Chapman, sería simplista pensar que los naturalistas en Colombia fueron simples títeres del imperialismo norteamericano. Como han argumentado contundentemente los historiadores de la ciencia y el imperialismo, la ciencia no sólo fue adoptada en las colonias sino que fue apropiada siguiendo intereses locales (Lafuente, Elena y Ortega, 1993; MacLeod, 2000; Petitjean, Jami y Moulin, 1992). Más aún, como han argumentado recientemente algunos académicos, aunque las relaciones culturales entre Estados Unidos y Latinoamérica fueron desequilibradas en términos de poder, éstas sirvieron intereses de ambos lados (Joseph, LeGrand y Salvatore, 1998).

Muchas gracias a usted por enviarme sus series de Dysithamus y Elainopsis del occidente de Colombia. Me alegrará compararlas con las nuestras, pero en caso de que alguna resulte ser nueva preferiría que usted la describiera, pues éstas estaban en su colección antes de que las recibiéramos.5

En el caso de Apolinar, éste no sólo obtuvo información científica que de otra manera no hubieran podido recopilar, sino que, más importante aún, recibió un reconocimiento mucho mayor dentro de la comunidad científica colombiana. Tener correspondencia directa con un científico extranjero y poder demostrar que gracias a su labor de naturalista la ciencia mundial había podido descubrir nuevas especies de animales lo convertían dentro de la sociedad colombiana en uno de los grandes naturalistas del país. Dentro del Instituto de La Salle, una de las instituciones educativas más prestigiosas de la Bogotá de comienzos del siglo XX, estos vínculos le permitían corroborar su posición como director, sobre todo ante las familias de élite que seguían vinculando a sus hijos con esta institución.

Esta cita revela varias conclusiones importantes. Para Chapman el lugar de Bangs y de Apolinar en la ciencia era diferente. Si las aves que enviaba Bangs a Chapman resultaban ser especies nuevas para la ornitología, Chapman no consideraba apropiado sacar ventaja de la situación y describirlas él en publicaciones, para llevarse todo el crédito del descubrimiento. Por el contrario, pensaba que las aves le pertenecían al Museo de Harvard, y deberían ser los ornitólogos de esa institución los que las identificaran como nuevas. Esta perspectiva contrastó drásticamente con la relación que entabló Chapman con el museo de los hermanos de La Salle. Si los especímenes que enviaba Apolinar a Nueva York resultaban ser especies nuevas, él nunca asumió que Apolinar tenía el derecho de describirlas y presentarlas a la comunidad científica por primera vez. En los ojos de Chapman, él tenía el derecho científico

Pero hay que llevar este argumento un paso más allá. Aunque hay que entender que Apolinar claramente sacó ventaja de su relación con el MAHN, también es importante ver que él también se encargó de perpetuar las relaciones de poder que para Chapman se inclinaban naturalmente

5 Frank Chapman a Outram Bangs, 17 de abril de 1914, Correspondencia General, Archivo, Departamento de Ornitología, MAHN.

6 Frank Chapman al hermano Nicéforo María, 11 de diciembre de 1914, Correspondencia General, Archivo, Departamento de Ornitología, MAHN.

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sobre el lado norteamericano. En otras palabras, Apolinar invitó al imperialismo norteamericano a su Sociedad de Ciencias Naturales. Por ejemplo, la sola visita de Chapman en 1913 a Bogotá fue suficiente para que Apolinar y el resto de miembros de la Sociedad lo nombraran como gran miembro honorario. Así mismo, las cartas que enviaba Chapman a Bogotá se recibían con gran entusiasmo y se leían ante la Sociedad como una distinción que honraba no sólo al grupo de naturalistas alrededor de Apolinar, sino también a la ciencia colombiana (Mutis Dávila, 1915). En otras palabras, Apolinar –como muchos otros científicos y académicos colombianos a lo largo del siglo XX– se encargó de glorificar la ciencia norteamericana. El imperialismo científico norteamericano de principios del siglo XX respondió, pues, no sólo a que a ojos de los científicos norteamericanos existía una superioridad inherente de ellos sobre los colombianos, sino también a que fueron los mismos colombianos los que reprodujeron estas relaciones de poder. Mientras que Chapman veía a Apolinar como un entusiasta más de los muchos aficionados que en Estados Unidos le mandaban preguntas y especímenes sin identificar, Apolinar enalteció su relación con Chapman.

nos permite explorar la naturaleza de las relaciones científicas norteamericanas con Latinoamérica. Los estudios sobre ciencia e imperialismo han reconocido el poder que tiene la ciencia para expandir imperios. Sin embargo, Estados Unidos ha estado ausente de estos estudios que se han centrado, por lo general, en el imperialismo formal europeo y sus colonias. El proyecto expansionista norteamericano de comienzos del siglo XX recibió un fuerte apoyo de las expediciones que científicos norteamericanos llevaron a cabo en ese momento. Hacer un análisis de las relaciones de poder que desarrollaron los norteamericanos con regiones como Latinoamérica es una buena herramienta para que los historiadores continúen enriqueciendo el estudio de las interacciones científicas entre culturas diferentes. Desde esta perspectiva, este artículo argumentó que las características de las relaciones económicas entre Estados Unidos y Latinoamérica, así como los debates sobre la degeneración de la raza en el trópico, la migración entre norte y sur, y la eugenesia, son variables clave para entender la relación entre ciencia e imperialismo norteamericano. No sólo legitimaron –a ojos de los norteamericanos– la expansión de Estados Unidos sobre América Latina, sino que también tuvieron una fuerte influencia en las conclusiones a las que llegaron ornitólogos reconocidos como Frank Chapman sobre la vida animal suramericana.

La relación entre los lasallistas y los norteamericanos comenzó a atenuarse después de 1917. En ese año Chapman terminó de escribir sus conclusiones sobre las expediciones del MAHN en territorio colombiano (Chapman, 1917). Durante un par de años más, Apolinar siguió mandando aves a Nueva York pero rápidamente se dio cuenta de que el MAHN había perdido todo interés. Después de 1917 el museo se alejó del caso colombiano como parte central de su trabajo científico. Chapman se ocupó entonces de llevar a cabo estudios en otros países como Perú, Ecuador y Panamá (Chapman, 1921a, 1926). Mientras que los lasallistas, así como otros naturalistas en Colombia de ese momento, continuaron con la labor de entender el mundo natural colombiano dentro de las fronteras políticas nacionales –y posteriormente recurrirían a otras instituciones en Estados Unidos como la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia o el Smithsonian Institution para complementar sus trabajos–, los científicos norteamericanos se interesaron más por una aproximación diferente del estudio de la ornitología y, así como lo harían diplomáticos o políticos norteamericanos, entendieron a Suramérica más como una región que como un conjunto de países (Quintero, 2007).

Así mismo, no podemos mirar esta historia sólo desde el lado norteamericano. Tomando nuevas perspectivas sobre el imperialismo cultural norteamericano, este escrito argumentó que debemos evitar discursos hegemónicos en Latinoamérica. Naturalistas como el hermano Apolinar María en Colombia usaron los vínculos con Estados Unidos para ganar un fuerte reconocimiento en la sociedad colombiana en general, así como para ganar algo de reconocimiento en el mundo internacional de la ciencia. Dentro del contexto económico de la época, Apolinar –como muchos otros colombianos– se benefició de enviar materias primas a Estados Unidos, buscando a cambio productos científicos manufacturados. Quedan varios temas por mirar para complementar estudios que busquen analizar la problemática alrededor de las relaciones científicas entre Estados Unidos y Colombia. La importancia de los saberes locales, en particular, debe mirarse con más cuidado en el futuro. Es muy probable que las expediciones del MAHN hayan utilizado ayudantes de campo colombianos. ¿De qué manera estos personajes ayudaron al éxito del trabajo de campo en estas expediciones? Más aún, muchos naturalistas en Colombia también usaron la ayuda de recolectores y cazadores

Conclusión Las expediciones del MAHN en territorio colombiano a comienzos del siglo XX presentan un estudio de caso que

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locales para mejorar sus colecciones y conocimiento sobre aves y otros animales. ¿Cómo percibieron los científicos colombianos a estos ayudantes? ¿En qué se diferenció la perspectiva de los norteamericanos sobre estos saberes locales con la de los colombianos? Hacer estudios sobre estos personajes históricos que no muchas veces tienen una voz clara en la historia de la ciencia no sólo traería una perspectiva más amplia sobre las relaciones científicas entre Estados Unidos y Colombia, sino que también ayudaría a ampliar nuestra visión de la construcción del conocimiento científico en general. •

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La Universidad de París en el siglo XIII: historia, filosofía y métodos* por

Ana María Mora**

Fecha de recepción: 5 de septiembre de 2008 Fecha de aceptación: 12 de septiembre de 2008 Fecha de modificación: 17 de octubre de 2008

Resumen El artículo presenta someramente la historia del surgimiento de la Universidad de París en los comienzos del siglo XIII, describiendo al mismo tiempo sus métodos de enseñanza y programas académicos, y dando un énfasis particular al rol cumplido por la filosofía dentro de este programa. El objetivo del artículo es principalmente resaltar que el conocimiento del contexto histórico en el que se enmarca la práctica intelectual del siglo XIII es esencial para el buen desempeño de cualquier historiador de la filosofía cuyo campo de investigación esté centrado en esta época. El artículo concluye con un ejemplo tomado de un texto de Duns Escoto, donde se muestra que el texto es probablemente el testimonio de una lección por cuestiones donde el maestro se interesa más por introducir a sus alumnos un problema filosófico difícil, el problema de la significación del nombre común, que por dar una respuesta definitiva a dicho problema. Ahora, el hecho de acercarse de esta forma al texto de Escoto evitará atribuir al mismo autor tesis sobre la significación que no son las suyas y contribuirá a hacer un trabajo más crítico a la hora de determinar su verdadera posición al respecto.

Palabras clave: Filosofía medieval, Duns Escoto, historia de las universidades, enseñanza de la filosofía.

The University of Paris in the Thirteenth Century: History, Philosophy, and Methods

Abstract This article briefly discusses the rise of the University of Paris in the early thirteenth century. It describes both its teaching methods and academic programs, paying special attention to the role played by philosophy within these programs. The primary objective of the article is to underline the importance of knowing the historical context of the intellectual practices of the period. This contextualization is fundamental for all scholars working on the history of medieval philosophy. The article concludes with an example from a text of Duns Scotus, suggesting that it is probably the testimony of a divine reading (lectio) by questions, in which the teacher is more interested in introducing his students to a difficult philosophical problem − the problem of the meaning of the common name − than in definitively answering the problem itself. Approaching Scotus’ text in this way will help determine his actual position on the problem of meaning and prevent scholars from erroneously attributing ideas to Scotus that were not his.

Key words: Medieval philosophy, Duns Escoto, history of the university, philosophical teaching.

A Universidade de Paris no século xiii: história, filosofia e métodos

Resumo O artigo trata a história do surgimento da Universidade de Paris nos começos do século XIII, descrevendo ao mesmo tempo seus métodos de ensino e programas acadêmicos, e fazendo uma ênfase particular ao papel cumprido pela filosofia dentro deste programa. O alvo do artigo é principalmente salientar que o conhecimento do contexto histórico no qual se encontrava circunscrita a prática intelectual do século XIII é essencial para o bom desempenho de qualquer historiador da filosofia cujo campo de pesquisa esteja centrado nesta época. O estudo conclui com um exemplo tomado de um texto de Duns Escoto, no qual mostra-se que é provavelmente o testemunho de uma lição onde o mestre interessa-se mais por introduzir a seus alunos num problema filosófico difícil, o problema da significação do nome comum, que por dar uma resposta definitiva a dito problema. Agora, o fato de aproximar-se deste jeito ao texto de Escoto vai evitar a atribuição ao mesmo autor das teses sobre a significação que não são as suas e vai contribuir para fazer um trabalho mais crítico quando seja necessário determinar sua verdadeira posição a respeito.

Palavras-chave: Filosofia medieval, Duns Escoto, história das universidades, ensino da filosofia. *

La investigación sobre la enseñanza y la práctica de la filosofía en la Baja Edad Media que se llevó a cabo para este artículo está enmarcada dentro de una investigación más amplia sobre las teorías de la significación en la segunda mitad del siglo XIII, que adelanto desde hace cuatro años, como estudiante-investigador de la Escuela Doctoral de Filosofía de la Universidad de Paris 1. ** Egresada del programa de Filosofía, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. DEA de Historia de la filosofía. Universidad de París 1, París, Francia. Actualmente cursa estudios de doctorado sobre la Filosofía del lenguaje en la Edad Media, en la Escuela Doctoral de Filosofía de Paris 1,Universidad de París 1, París, Francia. Correo electrónico:an_mora@hotmail.com.

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za utilizados para llevar a cabo tal programa. Finalmente, terminaremos mostrando cuál era el rol de la filosofía en este programa: concluiremos que la enseñanza de la filosofía en esta institución tenía sobre todo un objetivo propedéutico, pero que a finales del siglo XIII la filosofía empieza a mostrar cierta independencia con respecto a las otras disciplinas enseñadas. Lo cual es claro a partir de las numerosas cuestiones disputadas en la segunda mitad de siglo que prueban el creciente interés en el medio académico parisino por temas exclusivamente filosóficos. Y hablando sobre estas disputas, aprovecharemos la ocasión para mostrar que éstas no siempre tenían por objetivo dar una respuesta definitiva a la cuestión en juego, sino que algunas veces su intención era simplemente introducir a los estudiantes en una cuestión filosófica ardua, como es el caso de la cuestión segunda de las Cuestiones sobre el Peri hermeneias de Duns Escoto.

ualquier historiador de las ideas filosóficas de la Edad Media tardía se verá inevitablemente enfrentado al siguiente problema: ¿cómo y desde qué perspectiva debe leerse un texto que integra varios problemas filosóficos pero que no es, en sí mismo, un tratado de filosofía? Este problema lo llevará necesariamente a preguntarse de qué manera se daba el ejercicio de la filosofía en la época que está estudiando. Ahora, la búsqueda de una respuesta lo dirigirá sin duda al estudio del contexto en el que el ejercicio filosófico tenía lugar. Este contexto, desde principios del siglo XIII hasta el fin de la Edad Media, estará esencialmente enmarcado en la historia y organización de la universidad medieval. Así, sólo un estudio sobre la estructura de estas instituciones académicas, así como sobre sus programas académicos y métodos de enseñanza, nos permitirá comprender el lugar que tenía la filosofía dentro de las prácticas intelectuales de la Edad Media tardía. Sólo este conocimiento evitará malas interpretaciones o anacronismos al abordar los textos que estudiamos. Ahora bien, como tal estudio corresponde más a los historiadores que a los filósofos, los últimos tendremos que apoyarnos en el trabajo de los primeros y trabajar en colaboración con ellos. Por esto, este artículo recoge los resultados más importantes obtenidos por los historiadores medievales sobre el tema, con el objetivo de presentar una historia sucinta de la Universidad de París en el siglo XIII, y de integrarla al análisis del rol desempeñado por la filosofía en esta última. Nuestro aporte será el breve análisis de un texto filosófico de Duns Escoto, la cuestión tercera de las Cuestiones sobre el Peri hermeneias de Aristóteles, donde mostraremos que uno de los objetivos de las cuestiones de este tipo podía ser simplemente introducir a un grupo de jóvenes investigadores un problema filosófico difícil y ampliamente disputado en el momento, sin que dar una respuesta al problema fuera esencial en el debate.

Historia Las escuelas catedrales

XII1 En los siglos X y XI la Iglesia cristiana pasaba por un grave momento de crisis. La feudalización del clero, así como la venta de sacramentos, el tráfico de reliquias y la desobediencia del clero a los principios de celibato y castidad se multiplicaban de manera preocupante en el occidente latino, reflejando un alarmante estado de corrupción en la institución. Las consecuencias de este estado comenzaban a multiplicarse también, de las cuales el número creciente de herejías populares −cátaros, etc.– era una clara muestra. Ante esta situación el papado, en la cabeza del papa León IX (1049-1054), emprende una serie de reformas que serán conocidas posteriormente bajo el nombre de Reforma Gregoriana (nombre debido al papa Gregorio VII, uno de los continuadores de la reforma). Uno de los objetivos de esta reforma era elevar el estatus del clero por medio de una educación sólida que fuera el pilar de su respeto y autoridad; la intención era entonces educar al clero para que luchara contra los peligros de la herejía con las armas de la retórica, la dialéctica y una fuerte formación bíblica. Este objetivo se tradujo en una clara voluntad por parte del papado de impulsar la creación de escuelas monásticas y catedrales. El canon 18 del tercer Concilio de Letrán, que data de la segunda mitad del siglo XII (1179), expresa esta voluntad recordando a cada obispo la obligación de mantener una esen el florecimiento del siglo

La intención del presente artículo es entonces presentar sucintamente la historia del surgimiento de la Universidad de París como institución académica autónoma y mostrar el rol que tuvo la enseñanza de la filosofía en los primeros años de existencia de esta institución. En un primer momento, describiremos entonces las condiciones contextuales, tanto académicas como económicas y sociales, que determinaron el surgimiento de tal institución. Luego, delinearemos tanto su estructura organizacional como su programa académico y los métodos de enseñan-

1 Dos volúmenes sobre la historia económica, social y cultural de Francia en los siglos XII y XIII, pueden encontrarse en Barthélemy (1990), para el siglo XII, y Bourin-Derruau (1990), para el siglo XIII.

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cuela catedral en su diócesis y de controlar las otras escuelas creadas en su jurisdicción (Verger, 1998, p. 50).

escuelas no presentaban una estructura organizacional muy desarrollada: en general, funcionaban bajo un maestro cuya licencia de enseñanza dependía de la autoridad más alta de los cancilleres de Santa Genoveva o de Nuestra Señora, pero no tenían ni programa de estudios fijos ni horarios determinados y podían escapar muy fácilmente de los controles de las autoridades locales (Verger, 1998, pp. 47 y 68).

El siglo XII fue entonces testigo del desarrollo de las grandes escuelas catedrales del norte de Francia. Laon, Chartres y Reims acogían en su seno al futuro clero para darle una estricta formación en dialéctica y teología. Mientras que en las escuelas monásticas de la Alta Edad Media la gramática y el comentario alegórico de la Biblia eran el centro de la educación religiosa, en el siglo XII la lógica y el comentario literal de la Biblia, bajo las reglas de la dialéctica, desplazaron al programa anterior. El desarrollo de un arte racional de la palabra era entonces el centro del proyecto (Verger, 1998, p. 44).

París es entonces, en las últimas décadas del siglo XII, no solamente la ciudad más grande de Francia (entre 80.000 y 200.000 habitantes), sino la que acoge en sus escuelas y catedrales el número más grande de estudiantes y maestros de todo el occidente cristiano.

El siglo XII es también el siglo de la expansión demográfica, económica y cultural de la sociedad medieval occidental. Económicamente este crecimiento se manifestó en un fuerte desarrollo del comercio artesanal y de los mercados, en el uso cada vez más frecuente del crédito y de la moneda y en la construcción de rutas comerciales terrestres, fluviales y marítimas que facilitaron la fluidez y la rapidez del intercambio comercial. Demográficamente éste se manifestó en la extensión topográfica de ciertos enclaves urbanos. Culturalmente, entre otros, en la creciente demanda del mercado manuscrito que lanzó a los cleros a las rutas europeas y africanas en búsqueda del capital intelectual poseído por otras culturas, como la árabe y la bizantina. Ahora bien, la manifestación conjunta de estos tres factores de expansión fue indudablemente la consolidación de grandes centros urbanos, entre los cuales París ocupa, en Francia, un lugar privilegiado (Verger, 1998, p. 45).

El surgimiento de la Universidad de París en los albores del siglo XIII Es en este contexto en el que surge la Universidad de París como institución académica. La Universidad de París es el punto culminante de una mutación que desde hace algunas décadas venía dándose al interior del sistema educativo del clero cristiano. Esta mutación incluye, por supuesto, los momentos de esplendor y de deterioro de las escuelas catedrales del norte de Francia y el paso de éstas al surgimiento de las escuelas parisinas. Ahora bien, el paso de las escuelas catedrales parisinas a la institución universitaria que nos concierne obedece a un conjunto de causas que el historiador Jacques Verger ha reagrupado en dos grupos diferentes de causas internas y externas (Verger, 1998, pp. 45-59). Las causas internas son aquellas que obedecen a la voluntad de organización de las comunidades académicas mismas. El siglo XIII puede ser visto como un punto de quiebre en el proceso de expansión económica, demográfica y cultural del siglo XII, en el que ciertos grupos sociales, de carácter económico, político o religioso, comenzaron a asociarse en comunidades donde la solidaridad horizontal era el punto de cohesión. Los objetivos de estas asociaciones eran principalmente: a) la autonomía, es decir, la posibilidad de organizarse y regirse según sus propias normas y de elegir sus miembros y representantes de manera independiente; b) la obtención de privilegios por parte de las autoridades políticas, con el fin de protegerse frente a las decisiones arbitrarias de las autoridades locales y a las muestras de hostilidad de la población en general. La intención de estos grupos era entonces que la sociedad los reconociera como comunidades cuyo buen ejercicio era fundamental para el desarrollo y el funcionamiento de la sociedad en su totalidad (Verger, 1998, p. 55).

Después de la década de 1160, las escuelas catedrales del norte de Francia empiezan entonces un proceso de deterioro, para dar paso al esplendor de las escuelas parisinas, como San Víctor, Santa Genoveva, y –sin duda la más importante– la de Nuestra Señora. La particularidad de las escuelas parisinas residía en su marcada predilección por el método dialéctico en lo que concierne la discusión y el análisis de los problemas teológicos (Verger, 1998, p. 67). El prestigio de sus maestros era tal que la segunda mitad de siglo presencia un considerable aumento de la afluencia de estudiantes hacia París.2 Sin embargo, estas 2 El crecimiento demográfico de la población estudiantil explica en parte el crecimiento de las escuelas urbanas, puesto que sólo las grandes ciudades ofrecían el espacio necesario para un mayor número de escuelas y tenían la capacidad de alojar una población grande de estudiantes y maestros. Así, a finales del siglo XII el fenómeno del desplazamiento estudiantil hacia las ciudades parece definitivamente consolidado, de manera que las escuelas de provincia se ven limitadas al modesto rol de formación del clero local.

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Los estudiantes y los maestros de las escuelas parisinas fueron algunos de los grupos sociales que comenzaron, en la segunda mitad del siglo XII, a tomar conciencia de sí mismos, de manera que en las últimas décadas de ese siglo el movimiento hacia una asociación de la comunidad académica estaba ya en marcha. Sin embargo, la organización en comunidades no es una particularidad de la comunidad académica parisina. Es por esto que las causas determinantes de la conformación de una comunidad académica con las características propias de la Universidad de París obedecen más bien a cierta voluntad de los grupos de poder de la época, fundamentalmente del papado; Verger (1998) recoge estas causas bajo el distintivo de causas externas.

cales de jerarquía y de obediencia (Verger, 1998, p. 56). Sin embargo, es difícil encontrar pruebas de tal institución antes de las primeras tres décadas del siglo XIII. Aproximadamente desde el año 1200 hay documentos que prueban la existencia de una cierta agrupación de los maestros y los estudiantes.3 Por ejemplo, en 1200, después de un sangriento enfrentamiento entre estudiantes y sargentos del rey, el rey Felipe Augusto otorga a los estudiantes de París un diploma solemne que los ubica bajo su protección personal.4 Además, ciertos documentos de 1207-08 muestran la existencia de una asociación juramentada de maestros y estudiantes parisinos, de la que también hacían parte teólogos y juristas.5 Pero ninguno de estos documentos habla explícitamente de una institución universitaria autónoma como la que venimos de definir. Sin duda, el primer testimonio de una comunidad debidamente organizada se encuentra en los estatutos otorgados al conjunto de escuelas de artes de París en agosto de 1215 por el cardenal-legado Robert de Courçon.6 Estos estatutos reconocían claramente la autonomía a los estudiantes y maestros de artes parisinos al otorgarles la posibilidad de hacer compromisos y constituciones bajo juramento. Sin embargo, éstos no describen satisfactoriamente los detalles institucionales de la naciente universidad y se limitan, más bien, a dictar una reglamentación externa precisa sobre las normas de disciplina, el contenido de los programas de estudio, la duración de éstos y las edades mínimas para pasar los exámenes de acceso al estatus de Maestro. Citando a Charles Vulliez (1997), se podría afirmar que “la Universidad de París no parece manifestarse, al menos directamente en el plano de los escritos administrativos, durante las primeras décadas de su existencia” (Vulliez, 1997, p. 72).

Hay varias razones por las que las autoridades religiosas favorecieron la transformación del sistema educativo y la consecuente creación de la Universidad de París. La primera y la más importante, consecuencia lógica de la Reforma Gregoriana, era la voluntad de promover ciertos centros de excelencia académica donde educar una élite clerical al servicio de las necesidades doctrinales, funcionales y expansionistas del papado. Las otras dos, íntimamente ligadas a la primera, eran, por una parte, el deseo de éste de controlar el estudio de las disciplinas profanas susceptibles de provocar revoluciones ideológicas indeseadas; por otra parte, la intención de vigilar la formación del clero que se dedicaría a la elaboración y la difusión de las doctrinas cristianas y, además, a la ocupación de cargos importantes al interior de la jerarquía eclesiástica (Verger, 1998, p. 49). Así, a finales de siglo, el deseo del papado de controlar la educación de su élite converge con el deseo de organización de la comunidad académica, de manera que esta convergencia desemboca en el surgimiento de la Universidad de París como centro mayor de educación del clero cristiano, agrupando a la comunidad de estudiantes y maestros parisinos bajo la protección y el control del papado y de las autoridades políticas (Verger, 1998, p. 52).

Es sólo hasta el Estatuto de la Universidad de 12457 y el Reglamento sobre el modo de enseñar en la Facultad de Artes (legere) de 1244-458 que encontramos los primeros estatutos institucionales promulgados exclusivamente por los maestros de la Universidad de París. Así las cosas, sólo hasta la década de los 40 encontramos pruebas administrativas de la universidad como institución autónoma;

Filosofía Estructura organizacional de la Universidad de París La Universidad de París, tal como la define Verger, era un organismo autónomo cuyos miembros estaban reunidos bajo un juramento, obedecían a ciertos dirigentes elegidos por ellos y, en general, arreglaban entre ellos, sin intervención exterior, lo esencial de su vida cotidiana, sus estudios y sus diplomas; este organismo estaba además exento de las obligaciones impuestas por las redes verti-

3 Para un estudio de las fuentes que permiten la reconstrucción de la historia de la Universidad de París, ver Vulliez, 1997. 4 CUP resume Chartulaires de l’Université de Paris: Chartularium Universitatis Parisiensis, H. Denifle, E. Châtelain et al. eds, 6 vol. París, 1894-1964. I, n.1. 5 CUP I, n. 6 y n. 8. 6 CUP I, n. 20. 7 CUP, I, n.136. 8 CUP, I, n.137.

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sin embargo, parece una evidencia que ésta existía como tal desde algunas décadas atrás.

a integrar una de las facultades superiores; aunque veremos más adelante que, en el transcurso del siglo XIII, ésta se emancipa de su función original y se consolida como facultad independiente. Pero a pesar de su rol propedéutico, y probablemente por ser la facultad con la población más grande, la Facultad de Artes era también la que mayor representación tenía dentro de la universidad, hasta el punto de que su rector era también el dirigente de la universidad en su totalidad. Esto, evidentemente, en contra de la voluntad de los directores de las facultades superiores, especialmente de los de la de teología, que trataron de organizarse varias veces, sin éxito, para imponer su autoridad al conjunto universitario y hacer valer su superioridad en la jerarquía intelectual (Verger, 1997, p. 37) .

Haciendo uso de los documentos estatutarios que se conservan en los Cartularios de la Universidad de París, así como de otros textos legislativos y doctrinales de la época, sabemos que la Universidad de París era una institución federativa que aseguraba la reunión y la colaboración de cuatro facultades: tres superiores de teología, derecho y medicina; y la Facultad de Artes. Cada una de estas facultades tenía a su vez una organización interna específica (Verger, 1997, p. 27). El caso más conocido −y el más interesante para un historiador de la filosofía− es el de la Facultad de Artes −la del mayor número de estudiantes−, que en sus inicios cumplía meramente una función propedéutica con respecto a las facultades superiores. Esta facultad federaba a su vez cuatro naciones en las que sus miembros se repartían según el origen regional: la nación anglo-alemana, la francesa, la picarda y la normanda. Cada una de estas naciones era, a su vez, autónoma con respecto a las reglas que regían su vida cotidiana y a la elección de sus estudiantes, maestros y representantes. La cabeza de cada nación era el procurador, quien se ocupaba de las finanzas y de los bienes inmobiliarios, velaba por el orden y la disciplina de sus miembros y organizaba los grandes exámenes que éstos debían presentar ante la universidad. La función de cada nación era entonces alojar, alimentar y controlar la educación y el comportamiento de sus estudiantes (Verger, 1997, p. 31).

Finalmente, cada facultad estaba conformada por escuelas y cada escuela estaba dirigida por un maestro que podía tener bajo su control algunos jóvenes bachelor asistentes que se encargaban de repasar las lecciones del maestro y de entrenar a los estudiantes en ciertos ejercicios de preparación para los exámenes. Las escuelas estaban organizadas de manera que cada estudiante hacía parte de la universidad, siendo parte de la escuela de algún maestro; éste, a su vez, al aceptar a un estudiante, se comprometía a presentarlo a los exámenes y a velar por su disciplina y bienestar. Así, el lazo personal entre el maestro y sus estudiantes era la base pedagógica de las escuelas de la Universidad de París, de modo que la aceptación de tomar un estudiante bajo su responsabilidad, tanto en el sentido académico como en los sentidos cívico y moral, es el carácter diferencial de los maestros medievales con respecto a los maestros de épocas posteriores en la historia de las universidades occidentales (Verger, 1997, p. 29).

Sin embargo, la Facultad de Artes no es la simple reunión de sus cuatro naciones. De hecho, la Facultad de Artes, a través de su rector, podía llamar al orden las naciones en estado de rebeldía e imponer y modificar reglas. Ésta constituía, además, el único lazo entre las naciones y los organismos externos. En efecto, las curias no tenían contacto sino con la cabeza de la Facultad de Artes y no con los procuradores de las naciones. Esta cabeza era el rector, quien era elegido por una asamblea donde participaban los procuradores de las naciones y cumplía sobre todo funciones administrativas, de comunicación externa y de control interno del buen funcionamiento académico y disciplinario de la facultad. La Facultad de Artes era entonces un todo formado a partir de sus cuatro naciones, que velaba por la funcionalidad de esta reunión (Verger, 1997, p. 33).

Diplomas, exámenes y programas académicos de la Facultad de Artes en el siglo XIII9 Para mediados del siglo XIII, la Universidad de París contaba, además de los diplomas de las facultades superiores −doctor en derecho, en teología y en medicina−, con los diplomas otorgados por la Facultad de Artes. Esta última preparaba para la obtención de dos tipos de diplomas: el diploma de Bachelor, correspondiente a la primera fase de estudios y obtenido después de pasar el examen de la determinatio, y el diploma de Licenciado, correspondiente a la segunda fase de estudios y otorgado por las autoridades eclesiásticas en las escuelas de

Ahora, con respecto a la universidad, la Facultad de Artes tenía como función principal impartir una educación introductoria para los estudiantes que pasarían después

9 Ver, en general, Weijers 1997a.

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Nuestra Señora y de Santa Genoveva. En esta facultad también se preparaba a los estudiantes para la ceremonia de la inceptio, con la que la corporación de maestros de la facultad aceptaba e integraba a un nuevo miembro. La edad mínima para pasar la inceptio era de 21 años, y, para ese momento, el estudiante debía haber estado por lo menos 6 años en la facultad.10 Después de la inceptio, el nuevo maestro estaba obligado, salvo en casos excepcionales, a enseñar en la facultad por un período mínimo de dos años (Verger, 1997).

de Artes solamente disciplinas doctrinalmente neutras (Verger, 1997, 1998).12 Luego, una carta del papa Gregorio IX de 1231 precisaba que la filosofía natural y la metafísica de Aristóteles no se debían enseñar hasta el examen y depuración de los textos que las contenían. Una comisión del Papa debía entonces reunirse para determinar qué partes de estos textos debían ser censuradas. La comisión nunca se reunió y parece que aproximadamente desde 1230, la filosofía natural y la metafísica de Aristóteles se enseñaban de manera regular en la facultad, por lo menos de manera privada. Una prueba de esto son los múltiples comentarios sobre el tratado Sobre el alma que datan de la primera mitad de siglo.13

El programa de estudios de la Facultad de Artes estaba entonces dividido en dos fases: la primera antes del Bachelor y la segunda antes de la Licencia (Weijers, 1996). Gracias a tres documentos, que datan del siglo XIII, podemos tener una idea muy precisa de cómo estaba organizado el programa de estudios de esta facultad y de cómo evolucionó a lo largo de la primera mitad de siglo. Estos documentos son: a) los estatutos de 1215 de Robert de Courçon; b) el Estatuto de la nación anglo-alemana de 1252; c) el Estatuto General de la Universidad de París de 1255. Cada uno de estos documentos precisa los textos que se deben leer y la frecuencia semanal con la que se debe leer cada uno de éstos.

Pero sólo hasta el estatuto de la nación anglo-alemana de 1252 tenemos una prueba institucional de la enseñanza de estos textos en la Facultad de Artes, pues en éste está prescrito que el tratado Sobre el alma debe haberse leído por lo menos una vez antes del examen de la determinatio. La lista de los textos que debían estudiarse en la nación inglesa antes de la determinatio era entonces: i) la lógica vieja de Aristóteles; ii) los Parva logicalia; iii) la lógica nueva de Aristóteles, que incluía ahora además las Refutaciones sofísticas y los Tópicos; iv) las Instituciones de Priscien; v) el tratado Sobre el alma. Este estatuto, a diferencia del primero que vimos, nos dice precisamente cuáles son los textos que deben estudiarse en la primera fase. El estudio de la lógica es ahora intensivo, con respecto a 1215; la retórica, el quadrivium y la ética parecen haber pasado a un segundo plano –o incluso desaparecido−, y un cierto conocimiento de la psicología aristotélica entra a hacer parte de esta primera fase.

El texto de 1215 no indica cómo se dividían los textos a leer según las dos fases de estudios. Para este momento, los textos obligatorios eran: i) toda la lógica de Aristóteles, tanto la vieja como la nueva, que para la época incluía las Categorías y el Peri hermeneias en la vieja; los Analíticos primeros y segundos en la nueva; ii) Las Instituciones de Priscien, tanto el libro mayor como el menor, o al menos uno de los dos; iii) durante los días de fiesta se podía estudiar la Retórica de Aristóteles, la Consolación de Boecio, el libro cuarto de los Tópicos de Boecio, la Ética de Aristóteles, el Barbarismus de Donato o los textos del quadrivium. También se añadía que estaba formalmente prohibido enseñar los libros sobre metafísica o filosofía natural de Aristóteles. Vemos entonces, en la naciente universidad, un interés marcado por la lógica y la gramática y uno apenas secundario por los libros sobre ética y retórica.11 Esto se debe sin duda a que la Facultad de Artes era aún considerada como una simple etapa de adquisición de las herramientas conceptuales para acceder a las facultades superiores. Por otro lado, la prohibición de la metafísica y la filosofía natural de Aristóteles muestra claramente la intención de la universidad de enseñar en la Facultad

Finalmente, en el Estatuto General de la Universidad de París de 1255 tenemos el programa oficial completo de las dos fases de estudio. En este estatuto, a la lógica vieja se añade el estudio del Isagoge de Porfirio, se incluye el estudio de la Ética, se completa el estudio de la gramática con el texto De accentibus, falsamente atribuido a Priscien, y se incluye oficialmente el estudio de la Metafísica, la Física, el tratado Sobre el alma, el libro Sobre las causas, falsamente atribuido a 12 �������������������������������������������������������������������� Sobre la enseñanza de la metafísica y la filosofía natural aristotélicas, ver Lohr, 1997. Sobre el caso específico de la enseñanza de la metafísica por Jean Buridan, ver De Rijk, 1997. 13 También tenemos la certeza de que alrededor de 1240 Roger Bacon enseñaba públicamente la filosofía natural y la metafísica en París (Weijers, 1996, p.17).

10 En el caso de Oxford, la duración de las dos fases era de siete años. 11 Sobre la enseñanza del Trivium, ver Ebbesen y Rosier, 1997.

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Aristóteles, los Parva naturalia y el resto de la filosofía natural de Aristóteles.14

de injerencia de la Facultad de Teología en la Facultad de Artes.16 En conclusión, a mediados del siglo XIII, la Facultad de Artes es tanto un centro de instrucción intensiva en lógica y gramática como de discusión de los temas propios de la práctica filosófica, i.e., una Facultad de Filosofía en sí misma.17

Constatamos entonces que, para 1255, la universidad, ya totalmente establecida, elimina de su programa de estudios el quadrivium y la retórica. Reintegra la Ética y prescribe oficialmente la filosofía natural y la metafísica aristotélicas. Esto, sin duda, como resultado del proceso de consolidación de la Facultad de Artes durante la primera mitad de siglo. En efecto, si antes ésta no era más que un paso obligatorio para acceder a una facultad superior, sólo unas décadas después de su institución es una facultad que ofrece un programa completo y en cierta forma independiente de las otras facultades. De hecho, en la segunda mitad del siglo XIII tenemos el caso de maestros de artes, como Siger de Brabant, que nunca dejaron su oficio como maestros de esta facultad (Weijers, 1996, p. 19).

Métodos Técnica de enseñanza Una vez se conoce el programa de estudios, la pregunta que surge es cómo se llevaba a cabo la enseñanza de estos textos. En este artículo nos limitaremos a hablar de los métodos de enseñanza que se utilizaban regularmente durante todo el año académico −la lección y la disputa–, así como de los géneros literarios que resultan de ellos, con base en su reportatio: el comentario y la cuestión disputada.

La Facultad de Artes de París empieza entonces a mostrar, desde mediados del siglo XIII, una tendencia a la emancipación, que tiene como consecuencia la frecuencia cada vez más alta de los conflictos con la Facultad de Teología. Según Alain de Libera, esta estructura conflictiva de la universidad es la que provoca y permite el desarrollo de los problemas filosóficos típicos de la época. En efecto, la introducción de todo el corpus aristotélico en el programa de la Facultad de Artes implica la introducción en ella de discusiones de un orden superior en la jerarquía intelectual, lo cual mueve a su vez a los doctores de Teología a introducirlas también en la suya, con el fin de mantener un cierto control sobre el debate de temas considerados como peligrosos para el establecimiento del dogma cristiano. Las dos facultades han de pasar entonces el resto del siglo en un conflicto permanente, que será de gran influencia en la evolución de la investigación filosófica en la Baja Edad Media. Y si bien los conflictos con la Facultad de Teología eran constantes, tendremos que esperar unos 20 años más para presenciar, con la condena de 1277,15 un verdadero intento

Comencemos por la reportatio, que es el punto de enlace entre las técnicas de enseñanza de los textos y la difusión de sus resultados. Casi todos los textos con los que contamos en forma manuscrita, que datan del siglo XIII, los tenemos gracias a las reportationes, o bien de un curso, o bien de una disputa. Estas reportationes eran notas que tomaban los estudiantes o los asistentes de un maestro durante sus presentaciones orales. El maestro se apoyaba luego en estas reportationes para redactar su propio texto o simplemente para corregirlas y editarlas. El resultado basado en estas reportationes, después del paso por la mano del maestro, define el conjunto de géneros literarios del siglo XIII, que dependen entonces de la exposición oral de la que vienen. Estos géneros son el Comentario o la Cuestión disputada, dependiendo de si su origen es una lección o una disputa (Hamesse, 1997, p. 405). La lección se dividía fundamentalmente en lección ordinaria y lección cursiva. La lección ordinaria era dictada por el maestro en las horas de la mañana (antes de las nueve), y consistía en un comentario profundo del texto de lectura. Este comentario, dependiendo del momento del siglo que se tome, se hacía literalmente

14 La enseñanza de este programa se apoyaba también en ciertos cuadernos de ejercicios redactados exclusivamente para el entrenamiento de los estudiantes. El más famoso de éstos es “La guía del estudiante”. Sobre esta guía y su uso en la Facultad de Artes de París, ver Lafleur, 1997a y Lafleur 1997b. 15 La condena de 1277, promulgada por el obispo Etienne Tempier, proscribe 219 tesis de filosofía aristotélica, que no deben ser sostenidas ni discutidas públicamente en la Facultad de Artes. Se cree que esta condena apuntaba al grupo de artistas conocidos bajo el nombre de Averroistas latinos, de los que Siger de Brabant era un digno representante. Siger de Brabant debe finalmente exiliarse y abandonar su puesto como Maestro de la Facultad de Artes.

16 Ver Piché, 1999. 17 Existen indicios de que la llamada Logica modernorum era también enseñada, aunque no de manera oficial, en la Facultad de Artes, seguramente utilizando como texto de base el Tratado de Lógica de Pedro de España. Sobre la enseñanza de la Logica modernorum en la Universidad de París, ver Braakhuis, 1997.

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o utilizando el método de la cuestión. El comentario literal era el que tomaba un texto y lo comentaba frase por frase. Este tipo de comentario era muy frecuente antes de 1270 en los textos de lógica y gramática; pero después de 1270 tiende a desaparecer en todas las disciplinas para ser desplazado por el comentario por cuestiones. El comentario por cuestiones tomaba partes importantes del texto y las discutía en forma de pregunta y siguiendo el método dialéctico. La estructura normal de este tipo de lección era entonces la siguiente: el maestro proponía una cuestión con respecto a un tema, exponía las dos posiciones posibles con los argumentos que las sostienen, pasaba a determinar la cuestión dando su respuesta final o determinatio, para terminar respondiendo a las objeciones propuestas por la posición contraria a la suya. En este tipo de lección, algunas veces los estudiantes intervenían, entablando una discusión con su maestro. Simultáneamente el reportador copiaba, y con base en esto el maestro redactaba su comentario por cuestiones, que sería difundido después en la comunidad académica (Maierù, 1997, p. 373; Weijers 1996, p. 39; 1997b).

otro tema.18 Las disputas solemnes o de maestros eran disputas públicas interescolares, donde se reunían maestros para discutir sobre temas difíciles y que causaban debate. Estos temas eran usualmente teológicos, psicológicos, metafísicos, etc. Aunque al final del siglo la lógica y la gramática, que comenzaban a independizarse de su rol propedéutico, también fueron el tema de álgidas disputas. En estas disputas los estudiantes que habían pasado su determinatio y que se preparaban para el examen de licencia o para la inceptio estaban obligados a ser oponentes (opponens) o respondientes (respondens), es decir, a participar en el debate tomando la posición a favor o en contra y defendiéndola con argumentos. En algunos casos la disputa podía tomar más de dos sesiones, una donde se proponía la cuestión y se daba la discusión entre oponentes y respondientes, y otra donde el maestro, después de analizar la reportatio de la primera sesión, daba su respuesta final a la cuestión: determinatio. El resultado basado en la reportatio final de una disputa solemne es conocido, dentro de los géneros literarios del siglo XIII, como una Cuestión disputada. Dentro de los ejercicios de disputa se encuentran también los sofismas, utilizados como ejercicio en lógica y gramática para los estudiantes de la Facultad de Artes, y las disputas sobre cualquier tema (disputatio de quolibet) organizadas dos veces al año por la Facultad de Teología. Los resultados literarios de estos ejercicios son, respectivamente, los sophismata y las cuestiones quodlibetales (Weijers, 1996, 1997c).

La lección cursiva, por su parte, era dictada por el maestro o por un Bachelor, después de las lecciones ordinarias, y su ocurrencia variaba dependiendo de las épocas y días del año. Por ejemplo, no se podía dictar los días en que había disputa de maestros, y tenía horarios precisos dependiendo del trimestre del año. Esta lección consistía en la lectura literal y más bien superficial de un texto, y su rol era probablemente el de ayudar al estudiante a memorizar su contenido literal. Probablemente también había textos de poca importancia en el programa que eran solamente objeto de una lección cursiva (Maierù, 1997, p. 373).

Interés para la filosofía Las cuestiones sobre el Peri hermeneias de Duns Escoto Vemos pues que la Universidad de París estaba dotada en su primer siglo de existencia de una estructura organizacional compleja, donde el programa, los métodos de enseñanza y las formas de evaluación eran decididos y reglamentados de manera interna por su propio cuerpo docente y administrativo, salvo en ciertos casos puntuales de influencia externa del papado. Aun así, ésta era en general una institución autónoma e independiente que impartía una estricta formación filosófica a sus estudiantes y que los entrenaba constantemente en el arte del uso racional de la palabra. La práctica de la reportatio nos muestra además que la universidad se preocupaba

Además de las lecciones, que se dictaban de forma ordinaria dos veces por la mañana y de forma cursiva hasta tres veces en la tarde, los estudiantes y maestros parisinos se reunían con frecuencia (mínimo dos veces a la semana) para ejercitarse en el arte de la disputa. Las disputas se organizaban después de las lecciones ordinarias y eran de dos tipos: las de cada escuela (disputatio in scolis) o las solemnes o disputas de maestros (disputatio magistrorum). Las de cada escuela eran disputas que los maestros organizaban con sus estudiantes una vez por semana para entrenarlos en el arte de debatir. Los estudiantes del Bachelor estaban obligados a asistir a estas disputas durante los dos últimos años de su programa de estudios. En éstas se discutían particularmente temas de lógica y gramática y eran normalmente disputas privadas: en efecto, desde 1276 era prohibido discutir en privado sobre cualquier

18 Prescripción Parisina de 1276: maestros y bachelors de cualquier facultad deben leer exclusivamente en lugares comunes donde todo el mundo pueda entrar y reportare fideliter todo lo que allí se enseña, con excepción de la lectura de los libros de gramática y de lógica que no representan ningún peligro (CUP I, n.468) (Verger, 1997).

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por la difusión del saber que se generaba en sus escuelas, promoviendo la transmisión escrita de sus cursos y de los ejercicios de disputa que organizaba.

e. Se conceden los argumentos positivos a favor de la cosa y se pasa a discutir contra los argumentos negativos contra la species. f. Se introduce otra pequeña discusión a propósito de estos argumentos, con la intervención de otro “contra”, probablemente de nuevo un estudiante, quien refuta la posibilidad de significar la species, bajo cualquier modo de significar. g. Se determina la discusión introducida en F, argumentando de nuevo en contra de los argumentos negativos contra la species. h. Se continúa la discusión sobre los argumentos negativos contra la species. i. Se discute la invalidez de los argumentos positivos a favor de la species. j. Se dan de nuevo argumentos en contra y a favor de cada posición: tres argumentos contra la posición a favor de la species, que son aceptados, tres argumentos en contra de la posición a favor de la cosa, de los cuales dos son refutados. k. Se concluye diciendo que la posición a favor de la cosa es más probable según la razón y que la posición a favor de la species es la más acorde a la autoridad de Aristóteles, Boecio y Priscien. En conclusión, Escoto acepta los argumentos positivos a favor de la cosa, aceptando por consiguiente la posición según la cual el nombre significa directamente la cosa. Sin embargo, rechaza los argumentos negativos con­tra la species, lo cual no indica que esté aceptando dos posiciones contradictorias, sino que está añadiendo que el nombre también puede significar la species directamente, después de un acto de conocimiento reflexivo de esta última. En efecto, él también rechaza que el significado directo del nombre sea únicamente la species, y por esto rechaza los argumentos positivos a favor de la species. En conclusión, sólo acepta los argumentos positivos a favor de la cosa, haciendo la precisión de que “cosa” quiere decir la cosa en tanto que conocida, es decir, la esencia de la cosa particular, y no la cosa particular misma, y añade que la species puede ser también significada, pero que esto no quiere decir que ésta sea el único objeto inmediato de significación del nombre común. Escoto termina la discusión de la cuestión aceptando que la posición a favor de la species tiene el favor de las autoridades, pero que los argumentos filosóficos a favor de la cosa son más fuertes.

Ahora bien, con la exposición de la estructura de un texto de finales del siglo XIII, me gustaría ilustrar una modalidad diferente de investigación y enseñanza en la Baja Edad Media. El texto que analizaremos brevemente es la Cuestión segunda del Comentario sobre el Peri hermeneias de Duns Escoto19; el texto fue muy probablemente producido en Oxford y no en París, pero la historiografía ha mostrado que los métodos de enseñanza y los géneros literarios eran, en general, los mismos en ambas universidades. La dificultad de este texto es saber cuál es la respuesta de Escoto a la cuestión que se propone. En efecto, dada la longitud del texto, es difícil determinar cuál es la posición de Escoto con respecto al problema de la significación del nombre común, problema de gran importancia para la historia de la semántica en la segunda mitad del siglo XIII. Sin embargo, el análisis de su estructura, partiendo del supuesto de que el texto es la reportatio de un curso de Escoto sobre el Peri hermeneias, nos mostrará que la intención de Escoto probablemente no era otra que la exposición de un problema altamente debatido en la época. La cuestión que se propone en esta lección es: “Si el significado del nombre es una species o una cosa”. La estructura de la discusión es la siguiente: a. Escoto introduce la cuestión y precisa qué se entiende por species. b. Introduce la posición a favor de la species junto con 9 argumentos, de los cuales 4 son de autoridad y 3 son argumentos positivos a favor de la species. c. Introduce la posición a favor de la cosa junto con 10 argumentos, de los cuales 3 son de autoridad, 6 son negativos contra la species y uno es positivo a favor de la cosa. d. Se introduce una discusión sobre los sentidos en los que se puede tomar el término species y sobre la equivocidad del nombre. Un estudiante, probablemente, responde con objeciones, que el reportador introduce con el término “contra”. Esta pequeña discusión no se determina explícitamente, pero se continúa sugiriendo que las objeciones del estudiante no son válidas.

Vemos entonces, con este texto, que, a finales del siglo XIII, la enseñanza de un texto de lógica aristotélica como el Peri hermeneias ya no consistía en el comentario literal del texto que el maestro daba desde su propia perspectiva de interpretación. Lo que encontramos en

19 Duns Escoto, Opera Philosophica. St. Bonaventure, NY: The Franciscan Institute, 1997-2006. Questiones super Peri hermeneias (vol. II).

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el caso de Escoto es una discusión del texto, proponiendo cuestiones sobre los pasajes que causan controversia. El caso del pasaje 16A 3-8 del Peri hermeneias es ilustrativo, porque es motivo de debate desde mitad de siglo; en efecto, tenemos dos testimonios, uno de Roger Bacon en el tratado De signis, que data de la década de los 60; y otro, también de Escoto, en la cuestión 27 de su Ordinatio, que data de comienzos del siglo XIV, en los que éstos nos transmiten explícitamente que este problema opone vivamente a los maestros y teólogos de la segunda mitad del siglo. La forma de Escoto de explicar este pasaje a sus estudiantes no consiste, entonces, en la explicación de lo que él cree que Aristóteles está diciendo aquí sobre la significación, sino en un recuento del estado actual de las posiciones más importantes con respecto al problema.

que en este caso, el comentario por cuestiones escapa de su estructura tradicional, en la que el autor termina el comentario dando su determinatio sobre la cuestión, que consiste normalmente en un resumen de las posiciones corrientes, seguido de la exposición explícita de la suya. Escoto parece haberse querido limitar en esta cuestión a dar una apreciación global del estado de la investigación sobre este difícil problema.

Conclusión Podemos entonces terminar con varias conclusiones. Primera, que el surgimiento de la universidad medieval no debe desligarse del contexto sociopolítico de la época; en efecto, hemos visto que en el caso de la Universidad de París, ésta nace gracias a la conjunción de múltiples factores de orden económico, político y social: la expansión económica francesa de los siglos XII y XIII, la necesidad de control de las nuevas clases emergentes por parte de las autoridades políticas y religiosas, así como la necesidad de establecer un entorno estable y regulado donde estas mismas puedan formar a sus futuros miembros; y la necesidad de las clases emergentes mismas de organizarse y establecer su rol en la nueva sociedad.

De manera general, una de las posiciones que presenta es la que resulta de la tradición aristotélica, de la cual el representante más conocido es sin duda Tomás de Aquino. La otra, la de la significación directa de la cosa exterior, sin mediación de la species, es probablemente la de un actor imaginario –en la mayor parte de los comentarios sobre el Peri hermeneias de la segunda mitad del siglo XIII no hay rastro alguno de este tipo de posición–, posición expuesta por Escoto probablemente con el fin de poder introducir la posición media de la que él es más cercano, i.e., la franciscana, según la cual el significado directo del nombre puede ser tanto la cosa como la species y según la cual la species es, en todo caso, una condición epistemológica para la posibilidad de significar una cosa.

Segunda, que el ejercicio de la investigación filosófica en el contexto universitario medieval no debe pensarse como el de un autor que desde el aislamiento de su estudio desarrollaría y estructuraría una investigación que redactaría después para difundirla en un tratado, pues el ejercicio de la investigación en la Edad Media está estrechamente relacionado con las técnicas de enseñanza, que incluyen los métodos de la lección por cuestiones y de la disputa. Así, los textos de filosofía medieval del siglo XIII son esencialmente la transmisión de prácticas orales en las que los maestros y los estudiantes estaban en constante interacción, de manera que la discusión entre estos últimos hace parte fundamental del desarrollo de la investigación en la Baja Edad Media.

Escoto termina entonces la discusión de la cuestión sin tomar una posición firme al respecto: su determinatio no incluye la forma tradicional “Ad questionem dico quod….”, de manera que el texto que contiene la Cuestión segunda sobre el Peri hermeneias de Duns Escoto es el testimonio de un método de enseñanza en el que el maestro se preocupa más por introducir a sus estudiantes en un problema de gran relevancia en el momento –junto con las posiciones más conocidas al respecto– que por darle una respuesta definitiva. Escoto es sin duda un partidario de la posición franciscana, pero esto no puede concluirse de la sola lectura de esta cuestión, sino que hay que recurrir a otros de sus tratados para poder atribuirle una posición determinada con respecto al problema de la significación. Su cuestión segunda sobre el Peri hermeneias de Aristóteles debe, entonces, ser leída como un ejercicio de discusión en el que el maestro introduce a sus estudiantes a un debate con el que seguramente se tendrán que enfrentar después en su carrera académica. Ha de notarse entonces

Tercera, que de los textos medievales podemos esperar que algunas veces no contengan más que el testimonio de un debate o disputa, sin una solución o respuesta definitiva; el caso de Duns Escoto nos muestra particularmente el caso de un maestro medieval que no se atiene de manera dogmática a la posición de su orden con respecto a un tema, sino que ofrece a sus estudiantes una discusión racional en la que se exponen los argumentos que hacen que determinada posición sea más probable que otra, ejercicio que muestra además cierto interés por el análisis crítico en la formación académica medieval.

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Finalmente, terminamos recordando cuán fundamental es, para un historiador de la filosofía medieval, conocer la estructura académica y el contexto social en los que se produjeron las obras que estudia e interpreta, pues de otra manera se corre el riesgo de caer en anacronismos que impliquen la interpretación incorrecta de la posición de un autor o de la evolución de un concepto o de una rama de la filosofía. •

9. Lafleur, Claude (1997). Les textes “didascaliques” (“Introductions à la philosophie” et “Guides de l’étudiant”) de la Faculté des arts de Paris au XIIIe siècle: notabilia et status quaestionis. En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers. 10. Lafleur, Claude y Carrier, Johanne (Eds.) (1997). L’enseignement de la philosophie au XIIIe siècle: autour du “Guide de l’étudiant” dum s. Ripoll 109: actes du Colloque International. Turnhout: Brepols Publishers.

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11. Lohr, Charles (1997). The New Aristotle and “Science” in the Paris Art Faculty (1255). En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers.

2. Bourin-Derruau, Monique (1990). Temps d’équilibres, temps de ruptures: XIIIe siècle. En: Dominique Barthélemy (Ed.), Nouvelle Histoire de la France Médiévale, T. 4. Paris: Editions du Seuil.

12. Maierù, Alfonso (1997). Les cours: lectio et lectio cursoria (d’après les status de Paris et d’Oxford). En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turn����� hout: Brepols Publishers.

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13. Piché, David (1999). La condamnation parisienne de 1277. París: J. Vrin.

4. De Libera, Alain (1997). Faculté des arts ou Faculté de philosophie? Sur l’idée de philosophie et l’idéal philosophique au XIIIe siècle. En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers.

14. Verger, Jacques (1997). La faculté des arts: le cadre institutionnel. En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers. 15. Verger, Jacques (1998). L’essor des universités au XIIIe siècle. París: Editions du Cerf.

5. De Rijk, Lambertus Marie (1997). The Commentaries on Aristotle’s Metaphysics. En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers.

16. Vulliez, Charles (1997). Textes statutaires et autres sources institutionnelles émanées de la Faculté des arts de Paris: esquisse d’un bilan. En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers.

6. Ebbesen, Esten y Rosier, Irène (1997). Le Trivium à la Faculté des arts. En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières un iversités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers.

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7. Escoto, Duns [1997](2006). Opera Philosophica. St. Bonaventure, Nueva York: The Franciscan Institute, 1997-2006. Questiones super Peri hermeneias (vol. II).

18. Weijers, Olga (1997b). Techniques et méthodes d’enseignement. En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers.

8. Hamesse, Jacqueline (1997), La technique de la reportation. En: Olga Weijers (Ed.), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers.

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Fuentes primarias

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20. Weijers, Olga (1996), Le maniement du savoir: pratiques intellectuelles à l’époque des premières universités: XIIIe-XIVe siècles. Turnhout: Brepols Publishers.

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El problema de la subjetividad en la explicación sociológica. Una mirada a partir del debate Schutz-Parsons por

Daniela Griselda López*

Fecha de recepción: 23 de mayo de 2008 Fecha de aceptación: 17 de septiembre de 2008 Fecha de modificación: 22 de octubre de 2008

Resumen El trabajo se propone reconsiderar el debate entre Alfred Schutz y Talcott Parsons tomando como eje de análisis el problema de la subjetividad en la explicación sociológica. Schutz sostiene que Parsons correctamente propone el punto de vista subjetivo como el elemento fundamental de la teoría de la acción, pero no sigue este principio hasta sus raíces, pues confunde los términos subjetivo y objetivo. Para Schutz una teoría de la acción social debe conservar el punto de vista subjetivo en su grado máximo, si tal teoría no pretende perder sus fundamentos básicos, principalmente su referencia al mundo social de la experiencia y la vida cotidiana.

Palabras clave: Fenomenología social, subjetividad, acción social, Alfred Schutz, Talcott Parsons.

The Problem of Subjectivity in Sociological Explanation: Reflections on the Schutz-Parsons Debate

Abstract The aim of the paper is to reconsider the Alfred Schutz and Talcott Parsons debate, taking the problem of subjectivity in sociological explanation as the axis of analysis. Schutz argues that Parsons correctly identifies the subjective point of view as the fundamental element of the theory of action, but he does not reach the root of the problem because he confuses subjective and objective categories. For Schutz, a theory of social action must maintain a subjective point of view in order to uphold its basics principals, which refer to the social world of experience and everyday life.

Key words: Social Phenomenology, subjectivity, social action, Alfred Schutz, Talcott Parsons.

O problema da subjetividade na explicação sociológica. Uma olhada a partir do debate Schutz-Parsons

Resumo O trabalho propõe reconsiderar o debate entre Alfred Schutz e Talcott Parsons tomando como eixo de analise o problema da subjetividade na explicação sociológica. Schutz sustenta que Parsons, de maneira acertada, tem proposto o ponto de vista subjetivo como o elemento fundamental da teoria da ação, mas questiona que não segue esse principio até suas raízes, pois confunde os termos subjetivo e objetivo. Para Shutz uma teoria da ação social deve conservar o ponto de vista subjetivo em seu grau máximo, se não quer perder seus fundamentos teóricos básicos, principalmente sua referência ao mundo social da experiência e vida cotidiana.

Palavras-chave: Fenomenologia social, subjetividade, ação social, Alfred Schutz, Talcott Parsons.

*

Licenciada en Sociología, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Alfred Schutz y la Escuela Austríaca de Economía. Aportes al problema del orden social. Intersticios. Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, 2, (1), 73–79, 2008 y Conocimiento de sentido común y procesos de interpretación. Una mirada a partir de las reflexiones de Alfred Schutz y Harold Garfinkel. Intersticios. Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, 2 (2), 241–250, 2008. Actualmente cursa estudios de doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina y se desempeña como docente del Ciclo Básico Común en la misma universidad. Trabaja temas vinculados a la Fenomenología Social y a la Etnometodología. Correo electrónico: lopez.danielag@gmail.com.

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El problema de la subjetividad en la explicación sociológica. Una mirada a partir del debate Schutz-Parsons Daniela Griselda López

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a. Una concepción general de la relación entre la teoría de las ciencias sociales y los hechos empíricos de la vida social. b. Un esquema conceptual básico de la teoría de las ciencias sociales como una teoría de la acción social. c. Los principios de esa teoría de la acción social, llamada por Parsons, “teoría voluntarista de la acción”. Respecto de la relación entre los hechos empíricos en las ciencias sociales y en la vida cotidiana Parsons sostiene que en el campo científico no existen fenómenos empíricos que no sean “referidos a” o modificados por una teoría analítica. Todo conocimiento empíricamente verificable involucra teoría sistemática, es decir, los hechos de los cuales se ocupa la ciencia son importantes en cuanto sean relevantes para el problema teórico de investigación. “Los hechos no cuentan su propia historia; ellos deben ser interrogados, analizados, sistematizados, comparados e interpretados” (Grathoff, 1978, p. 9).1 Schutz acuerda con la afirmación de Parsons respecto de que todos los conceptos científicos de los hechos sociales ya presuponen una teoría consciente o inconsciente de la estructura del mundo social y que esta teoría determina tanto la elección de los problemas como la dirección del interés respecto a la selección de los hechos. También acuerda con Parsons en que este punto de vista constituye la base común de la metodología de los cuatro sociólogos analizados por Parsons.

n 1978, Richard Grathoff publica la correspondencia entre Talcott Parsons y Alfred Schutz bajo el título La teoría de la acción social. Esa correspondencia se inicia el 30 de octubre de 1940 y termina el 21 de abril de 1941. El 15 de noviembre de 1940 Schutz envía a Parsons su estudio crítico acerca de La estructura de la acción social, libro publicado por Parsons tres años antes. El trabajo, según explica Schutz, le fue pedido por el director de la Revista Económica y debía tener una extensión máxima de 4.000 palabras. El resultado fue un artículo de 20.000 palabras. El volumen publicado por Grathoff incluye diez cartas, el artículo de Schutz y una visión retrospectiva del debate escrito por Parsons en 1974. Las cartas fueron escritas cuando Schutz era un refugiado reciente en Estados Unidos (Giddens, 1999, pp. 101), situación que ha llevado a algunos autores a sostener que Schutz aprovecha una coyuntura para ejercer a través de Parsons su influencia en la ciencia social estadounidense (Mir Araújo, 2000). Resulta bastante claro que este tipo de análisis impide reflexionar profundamente acerca de las relaciones entre ambos autores, motivo por el cual intentaremos centrar nuestro argumento en aquellos aspectos conceptuales de los intercambios que resulten productivos para la discusión del problema planteado. Particularmente, concentraremos nuestra atención en el artículo crítico de Schutz a La estructura de la acción social. Ese libro, publicado en 1937, plantea un análisis de lo que Parsons interpreta como un desarrollo teórico convergente: las teorías sociológicas de Marshall, Pareto, Durkheim y Weber, y que él mismo trata de sintetizar en su teoría de la acción social. Sugeriré que esa crítica puede ser reconstruida a partir del análisis del problema de la subjetividad en la explicación sociológica.

Sin embargo, la crítica de Schutz se dirige a la definición que hace Parsons de los hechos, a la que califica de “peligrosa”. Según esa definición, un hecho es “una afirmación empíricamente verificable acerca de un fenómeno en términos de un esquema conceptual” (Grathoff, 1978, p. 10). Parsons hace una distinción entre fenómenos puros y afirmaciones acerca de los fenómenos, calificando sólo a los últimos como “hechos”. Esta definición, según Schutz, confunde tres categorías esenciales de la epistemología de las ciencias: en primer lugar, los hechos y los fenómenos tal como se presentan a la mente humana; en segundo lugar, la interpretación de esos hechos y fenómenos en el marco de un esquema conceptual; por último, las afirmaciones acerca de los hechos y su interpretación.

Presentación de la Teoría Voluntarista de la Acción de Parsons

Por ejemplo, las afirmaciones de la física tratan con los fenómenos del mundo natural referidos a un esquema conceptual, pero ningún físico estaría de acuerdo en sustituir las afirmaciones acerca de estos fenómenos por los hechos mismos, los cuales observa y son objeto de sus experimentos. Además, la estructura de un hecho social

En su revisión crítica a la teoría de la acción social de Talcott Parsons, Alfred Schutz sintetiza los principales puntos analizados por Parsons en La estructura de la acción social. Allí, Parsons destaca tres postulados fundamentales de la metodología y la epistemología de las ciencias sociales que resultan comunes a los sociólogos, que luego él resumirá en su propia teoría de la acción social. Esos puntos de vista comunes a todos los autores son:

1 Las traducciones del texto son de la autora.

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es mucho más compleja que la de un hecho en el mundo de la física. Mientras que en las ciencias naturales los hechos pueden ser completamente descritos y realmente clasificados sin recurrir a su “genealogía”, los hechos sociales deben ser comprendidos, y esto significa que ellos deben ser interpretados como resultado de la actividad humana y dentro del esquema conceptual de motivaciones y metas que ha conducido al actor a actuar como lo hizo. Pero no sólo la teoría científica, sino que aun el conocimiento de sentido común deben aplicar esta técnica de interpretación de los hechos sociales. Según Schutz, si la definición de Parsons de los hechos es aceptada como punto de partida, se vuelve bastante difícil determinar la línea de demarcación entre la interpretación de sentido común de los hechos sociales y las afirmaciones científicas acerca de los hechos sociales. En este sentido, la discusión concierne al principio de la estructura de los hechos sociales más que a una diferencia puramente terminológica. Esto conduce a ciertas consecuencias que serán mostradas más adelante.

tiempo-espacio de las ciencias naturales o que cualquier otro esquema. Este sistema generalizado de teoría social de la acción, común a los cuatro autores analizados, es tomado por Parsons como un sistema total, un desarrollo teórico nuevo, radicalmente diferente de la vieja teoría social del utilitarismo, así como de la ingenua teoría positivista de la acción. Parsons denomina a esta teoría, teoría voluntarista de la acción.

Los principios de la teoría voluntarista de la acción Como se señaló, toda conceptualización científica de un fenómeno social concreto, de los sistemas concretos de acción, implica que éstos pueden siempre ser divididos en aquellas unidades o partes que Parsons denomina acto unidad. Un acto unidad tiene las características que se detallan a continuación: a. El acto implica un agente, un “actor”. b. El acto debe tener un “fin”: un futuro estado de cosas hacia el cual es orientado el proceso de acción. c. El acto debe iniciarse en una “situación”, la cual es “analizable” a partir de dos elementos: las “condiciones” de la acción sobre las cuales el actor no tiene control, y los “medios” sobre los cuales tiene control. d. El acto involucra un cierto modo de relación entre esos elementos, una “orientación normativa” de la acción. Para Parsons, una norma es una descripción verbal del curso concreto de la acción así considerado como deseable, combinada con un mandato para conformar este curso a ciertas acciones futuras. Las observaciones críticas realizadas en la discusión de la definición de hecho como una “afirmación acerca de” un fenómeno dentro de un esquema conceptual pueden ser completamente aplicadas a la definición de norma como una descripción verbal de un curso de acción. Según Schutz, Parsons tiene una tendencia a sustituir las afirmaciones por los fenómenos con los que está tratando. Esta tendencia la toma Parsons, a juicio de Schutz, de la teoría del rol de las expresiones lingüísticas de Pareto.

La teoría de las ciencias sociales como una teoría de la acción social

Siguiendo el razonamiento de Parsons, toda observación científica de los hechos debe ser realizada dentro de un esquema conceptual, el cual funciona como un esquema general de referencia. Para las ciencias sociales, ese esquema general de referencia es, de acuerdo con las opiniones convergentes de los grandes sociólogos analizados por Parsons, la teoría de la acción. Esto significa que cualquier fenómeno perteneciente al ámbito de las ciencias sociales puede ser descrito como un sistema de acciones humanas que siempre puede dividirse en “actos unidades” últimos, cualquiera sea el nivel de análisis empleado. La descripción de los componentes concretos de los sistemas de acción y de los actos unidad no comprende todos los hechos posibles que pueden ser conocidos acerca del fenómeno en cuestión, sino sólo aquellos que son relevantes dentro del marco de referencia de la acción. Por ejemplo, al tratar un caso de suicidio por saltar de un puente, el científico social lo describirá como un “acto”, y el físico, como un “evento”. El primero está interesado en el motivo del actor y acepta como dado que el hombre, si salta, caerá. El físico, por otra parte, está interesado en el evento de la caída, y para él es un hecho dado que el hombre salta: no pregunta por qué. Puede afirmarse, entonces, que el marco de referencia de la acción no es el único en el cual los hechos de la acción humana pueden ser adecuadamente descritos. Pero el marco de la acción es, para ciertos propósitos, más adecuado que el esquema

Éste es el esquema conceptual básico del acto unidad. Este esquema conceptual básico tiene varias implicaciones. La primera de ellas es que un acto es siempre un proceso en el tiempo. El concepto de fin implica siempre una referencia futura a un estado que no existe todavía, y no empezaría a existir si el actor no hiciese algo a este respecto. En segundo lugar, el hecho de que se abra al actor un abanico de posibilidades, en combinación con el concepto de una orientación normativa de la acción, supone

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la posibilidad de “error”, de fracaso en la consecución de los fines o en la elección “correcta” de los medios. En tercer lugar, el marco de referencia es subjetivo, es decir, se trata de fenómenos, de cosas y sucesos tal y como aparecen desde el punto de vista del actor cuya acción se analiza y considera. Parsons establece una distinción entre el punto de vista objetivo y el subjetivo. Al decir “objetivo”, en este contexto, quiere decir “desde el punto de vista del observador científico”; y al decir subjetivo, “desde el punto de vista del actor” (Parsons, 1968, p. 85).

entenderse la afirmación de Schutz cuando sostiene que la teoría voluntarista se puede caracterizar por la introducción de un sistema de valor último en un esquema positivista. El principio básico de la teoría voluntarista es que el esquema metodológico del conocimiento científicamente válido no agota, ni positiva ni negativamente, los elementos subjetivos significativos de la acción. Positivamente, un sistema voluntarista entraña elementos de carácter normativo. En la teoría voluntarista resultan intrínsecos al sistema mismo, positivamente interdependientes respecto de los otros elementos de modos específicamente determinados. El sistema voluntarista no niega, en modo alguno, un papel importante a los elementos condicionales y a otros elementos no normativos, pero los considera interdependientes de los normativos (Grathoff, 1978, p. 17).

Parsons establece la distinción entre elementos normativos y no normativos de los sistemas de acción. El punto de partida para el análisis del papel de los elementos normativos es que los hombres no sólo responden a estímulos, sino que, en cierto sentido, tratan de ajustar su acción a modelos que el actor y otros miembros de la misma colectividad estiman deseables. Esto implica un esquema conceptual, el esquema medio-fin. La teoría voluntarista de la acción es una elaboración de ese esquema conceptual básico. El término normativo se aplica a un aspecto, parte o elemento de un sistema de acción, si y sólo si, en la medida en que se pueda considerar que manifiesta o implica un sentimiento de los actores de que algo es un fin en sí, prescindiendo de su estatus como medio para cualquier otro fin, para los miembros de una colectividad, para alguna parte de ellos o para la colectividad como unidad. La acción es, en este sentido, un esfuerzo por ajustarse a normas. Pero las categorías del acto unidad sólo tienen sentido si incluyen el punto de vista subjetivo, es decir, el punto de vista del actor. Para Parsons, la fórmula más generalizada para un sistema de acción consiste en enunciar que un acto unidad está compuesto, en primer lugar, de una situación, la cual, cuando se considera directamente en sus relaciones con la acción, puede consistir en condiciones, medios, elementos normativos o ideales y expresiones simbólicas de elementos normativos o ideales. Cuando el aspecto subjetivo de la acción se analiza de acuerdo con los criterios metodológicos de la ciencia, la situación y sus elementos pueden manifestarse subjetivamente en un conocimiento científicamente válido detentado por el actor, el cual consiste en enunciados de hechos verificables, más deducciones lógicamente correctas de los mismos, elementos que, en términos del conocimiento que tiene el observador, pueden ser susceptibles de formulación científica correcta pero que, de hecho, se separan de este modelo; elementos no científicos (enunciados erróneos que pretenden ser hechos, falacias lógicas, ignorancia y elementos que varían al azar con respecto a los formulados como científicamente válidos); un fin y una norma selectiva que liga al fin con la situación (Parsons, 1968, p. 121). En este sentido puede

En relación con el estatus de este esquema conceptual, Parsons sostiene que pueden emplearse dos niveles distintos: el “concreto” y el “analítico”. En el nivel concreto, un acto unidad se entiende como un acto concreto, real, y por sus elementos, las entidades concretas que lo constituyen. Por concreto se entiende el estado total de cosas del futuro anticipado, en la medida en que sea relevante para el marco de diferencia de la acción. La función de este uso concreto del esquema de la acción es fundamentalmente descriptiva. Los hechos pueden tener significado para el científico en la medida en que sean aplicables a entidades que tengan un puesto en el esquema de “fines” u otros elementos normativos, “medios” o “condiciones” de actos o sistemas de acción. Una unidad en un sistema concreto es la entidad que constituye la referencia común de una combinación de descripciones de hechos realizadas dentro de un marco de referencia, de modo tal que cabe considerar la combinación, a efectos del sistema teórico en cuestión, como una descripción adecuada de una entidad que, dentro del marco de referencia, existe, verosímilmente, con independencia. Pero en este contexto sólo sirve para ordenar de cierto modo los datos, no para analizarlos con el objeto de explicarlos. Por ejemplo, la afirmación de que un cuerpo físico, en un lugar y tiempo determinados, tiene una determinada propiedad, supongamos, una velocidad concreta, no explica por qué tiene dicha velocidad. Para ello es necesaria una nueva abstracción, que consiste en generalizar el esquema conceptual, para formular relaciones funcionales implicadas en los hechos, ya ordenados descriptivamente. En este sentido, una de las funciones principales de un esquema analítico, por contraposición a uno concretamente descriptivo, es la distinción entre el papel de los elementos normativos de la acción y los no normativos. Esta distinción puede ser analizada a partir del concepto

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de “fin”; un fin es un estado futuro de cosas concreto y anticipado. Pero no todo estado de cosas sino sólo ciertos aspectos o caracteres de él pueden atribuirse a elementos normativos; por lo tanto, a la mediación del actor, más que a características de la situación en la que actúa. Por ejemplo, en el proceso de acción que lleva a escribir un trabajo para un curso, varios aspectos del fin concreto no pueden atribuirse a la intervención del estudiante; por ejemplo, que sólo determinados libros se puedan obtener en la biblioteca. Un fin, entonces, en el sentido analítico, debe definirse como la diferencia entre el futuro estado de cosas anticipado y el que pudiera haberse predicho que se habría derivado de la situación inicial si no hubiese intervenido el actor. En un sentido analítico, los medios no se referirán a las cosas concretas que se utilizan en el curso de la acción, sino sólo a aquellos elementos y aspectos de ellos que son susceptibles de control por el actor en la persecución de un fin, y en la medida en que lo son. A los atributos generales de los fenómenos concretos, relevantes dentro de la estructura de un esquema de referencia descriptivo dado, y a ciertas combinaciones de ellos, Parsons, los denomina “elementos analíticos”. Un elemento analítico es cualquier universal cuyos valores correspondientes pueden ser formulados como hechos que determinan, parcialmente, una clase de fenómenos concretos. La distinción entre unidad y elemento es una distinción lógico-operacional (Parsons, 1968, p. 72). De acuerdo con estas definiciones, en el nivel concreto, un acto unidad significa un acto concreto, real. Además, el esquema medios-fin se convierte en el marco central de la explicación causal de la acción. La propiedad específica de este esquema es el hecho que tiene una referencia subjetiva. El mismo involucra un proceso real tanto en la mente del actor como fuera de ella.

dos niveles de análisis, y su uso de este concepto “carece de precisión” (Grathoff, 1978, p. 25). Por un lado, al considerar a un actor concreto y sus actos concretos, las preguntas que se pueden formular son: ¿Qué fin desea realizar el actor; mediante cuáles medios; y cuál es su conocimiento subjetivo acerca de los elementos de su acto? Por otra parte, los elementos analíticos pueden denominarse “subjetivos” por la única razón que involucran un proceso real en la mente del actor, pero no buscan las categorías verdaderamente subjetivas. Como consecuencia de esto, Parsons restringe el punto de vista subjetivo al concepto de valores normativos.

La teoría voluntarista de la acción y el problema del conocimiento científico por parte del actor

El segundo tópico se refiere a la distinción entre conocimiento de sentido común y conocimiento científico. Schutz acuerda con Parsons en que el ideal positivista de conocimiento científicamente válido es insuficiente para la explicación de los actos humanos, pero da un paso más y sostiene que es sólo una excepción que la categoría de conocimiento científicamente válido entre en el esquema de las relaciones medios-fines que el actor utiliza al llevar adelante sus actividades cotidianas. Según Schutz, todo conocimiento científico presupone conceptos y juicios, ambos deben ser formulados con una claridad y una precisión óptimas. Ninguna de estas cualidades es típica del pensamiento de sentido común de la vida cotidiana. Sus conceptos están limitados por las necesidades de una situación concreta y determinada. Sólo se aclaran en cuanto el interés del actor requiera comprender una situación compleja. En sus actividades cotidianas, el actor no es guiado por la intención de descubrir la verdadera naturaleza de los hechos o la esencia real de las secuencias causales o de las leyes naturales. El actor tiene, en principio, sólo un conocimiento parcial del mundo de su vida cotidiana, el cual sólo comprende parcialmente. ¿Es en este sentido un conocimiento no lógico? ¿O son simples reglas de experiencia, que asumen la forma de recetas, y, por lo tanto, no son razonables (o no son “racionales”, en el lenguaje de aquellos que acríticamente identifican racionalidad con razonabilidad)? Schutz contesta que esto no es así, y que sólo es una forma especial de lógica formal, de sus categorías y operaciones, la que rige el pensamiento de la vida cotidiana. Esta lógica modificada de la vida cotidiana es la lógica de los “juicios ocasionales”, como la denominó Husserl. Schutz sostiene que tanto el sistema de Pareto como el de Parsons proponen una identificación (filosóficamente) ingenua del conocimiento científico y la lógica científica como tales con el elemento racional de la acción (Grathoff, 1978, p. 28). Ambas categorías, según

Análisis crítico A juicio de Schutz, Parsons está en lo correcto cuando sostiene que una teoría de la acción carecería de sentido sin la aplicación del punto de vista subjetivo pero, según Schutz, Parsons no sigue este principio hasta sus raíces. Schutz realiza un análisis crítico de algunos temas de discusión que, a su entender, resultan incompatibles con el punto de vista subjetivo. Intentaremos sintetizar brevemente esas discusiones para luego avanzar con la propuesta desarrollada por Schutz acerca de ese problema.

El concepto de niveles concretos y analíticos Según Schutz, Parsons utiliza el concepto de “punto de vista subjetivo” de dos modos diferentes al referirlo a los

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Schutz, son propias del punto de vista objetivo. Normalmente, un actor concreto no considera cuestiones tales como que si su acervo de experiencias de sentido común (su colección de recetas, sus convicciones habituales, sus esperanzas y temores) representa para él oportunidades o riesgos, o eventos probables o improbables, o medios apropiados para fines dados, ni si son o no verificables por la ciencia empírica. Como actor no está interesado en la averiguación de la certeza, sino sólo en las posibilidades de realizar sus predicciones de sentido común. Sólo en los casos en que surge una situación que no puede ser controlada por pura rutina es que el actor “se detiene y piensa”, en términos de Dewey, y puede referirse a la ciencia empírica consultando a un experto acerca de si los medios que intenta aplicar son suficientemente eficientes como para realizar los fines intencionados. Pero aun en este caso, no intenta encontrar la verdad científica sino sólo verificar sus oportunidades personales de éxito. En este punto, Schutz reformula sus preguntas: ¿Cuáles de los elementos pertenecientes al marco de referencia de la acción son realmente categorías en la mente del actor y, por lo tanto, subjetivos en el sentido estricto del término; y cuáles son esquemas de interpretación del observador y, por lo tanto, objetivos? Una vez mostrada la categoría de conocimiento científicamente verificable como una categoría objetiva, Schutz intenta examinar el concepto de valores normativos, el cual, adelantando sus conclusiones, se revelará como un esquema interpretativo puro y, por lo tanto, incompatible con el punto de vista subjetivo.

diferir de cualquier otra elección que no esté regida por un valor normativo. Pero otra interpretación de la teoría de los valores normativos de Parsons es posible: ¿por qué Parsons presupone que el actor tiene conocimiento de los patrones normativos, aun cuando la elección del actor se produce entre actos no racionales y no lógicos? Si, sin excepción, cada acto presupone realmente el conocimiento del actor de sus valores normativos intrínsecos, entonces no habría acto irracional concebible que no sea al menos razonable. Además, si debemos también incluir en el patrón valorativo los diferentes actos, como los que Max Weber denominó actos afectivos y tradicionales, entonces debemos preguntarnos por la distinción existente entre valores normativos y motivos en general. Para Schutz, Parsons trata sólo superficialmente el tema de los motivos en la acción social. Schutz sugiere que una teoría de los motivos puede profundizar el análisis de la acción social sólo si el punto de vista subjetivo es mantenido en su significado estricto e inmodificado. Para ello, Schutz define los motivos de la acción como un complejo de significado en términos del cual una acción es interpretada por el actor. Pero este término abarca dos categorías diferentes los “motivos-para” y los “motivos-porque”. Los primeros se refieren al futuro y son idénticos a la meta o propósito, para la realización del cual la acción es en sí misma un medio. El segundo se refiere al pasado y puede ser denominado la razón o la causa de la acción. De este modo, la acción está determinada por el proyecto, incluyendo el “motivo-para”. El proyecto de la acción es una fantasía de la acción, es el acto imaginado como ya completo (Schutz, 1972, p.118). El “motivo-para” es el futuro estado de cosas a ser realizado por la acción proyectada, y el proyecto en sí mismo es determinado por el “motivoporque”. Los complejos de significado que constituyen el “motivo-para” y el “motivo-porque” se distinguen entre sí porque el primero es una parte integral de la acción en sí misma, mientras que el segundo requiere un acto especial de reflexión en el tiempo pluscuamperfecto, que será llevado a cabo por el actor sólo si existen suficientes motivos pragmáticos para hacer eso. Las cadenas de “motivospara” y “motivos-porque” no son elegidas al azar sino que están organizadas en sistemas subjetivos. Schutz sostiene que Parsons está en lo correcto cuando afirma que una teoría de la acción carecería de sentido sin la aplicación del punto de vista subjetivo. Pero, según Schutz, Parsons no sigue este principio hasta sus raíces. Reemplaza los eventos subjetivos en la mente del actor por un esquema de interpretación para tales eventos, accesibles sólo al observador. De este modo, confunde los esquemas objetivos para la interpretación del fenómeno subjetivo con esos fenómenos subjetivos en sí mismos. Si bien reconoce que debe haber cierto modo de relación entre los elementos

El problema de los motivos Según Schutz, Parsons apunta a restringir el concepto de valores normativos al punto de vista subjetivo. El valor moral es, por un lado, aún el patrón de acción que el actor tiene en mente como deseable de ser realizado por su futura acción. En este sentido, es un elemento teleológico para el actor. Por otro lado, Parsons define la norma como una descripción verbal de un curso de acción. Pero el actor se encuentra, según Schutz, en un dilema teleológico, pues aun dentro de la esfera de la libre elección, cada fin a ser realizado y cada uno de los medios a ser aplicados tienen consecuencias deseables e indeseables, y el actor está siempre enfrentado con la opción de realizar o abandonar su proyecto o de aceptar, con la realización o no de su meta, todas las consecuencias secundarias que interfieren y lo acompañan. En otras palabras, si el concepto de valor normativo es interpretado desde un punto de vista estrictamente subjetivo, ninguna razón puede descubrirse acerca de por qué la elección entre fines (metas) y medios, regida por valores normativos, debería

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del acto unidad, es decir, entre el actor, el fin de la acción y la situación en sí misma, no se pregunta acerca de la estructura subjetiva de tal relación, lo cual lo hubiese llevado al estudio del sistema de motivos. Supera la brecha introduciendo los valores normativos, los cuales le proporcionan un esquema útil para interpretar los motivos de la acción social. La única pregunta que Parsons nunca se formula es qué sucede realmente en la mente del actor desde su punto de vista subjetivo. Sus análisis sólo responden a la pregunta de cómo un esquema teórico puede ser establecido de forma tal que sea capaz de explicar qué sucede o qué puede ser considerado que está sucediendo en la mente del actor. Según Schutz, Parsons no está preocupado en encontrar las categorías verdaderamente subjetivas, sino que sólo busca categorías objetivas para la interpretación del punto de vista subjetivo (Grathoff, 1978, p. 36).

los cuales organizan su propia vida. Éstos son sistemas de planes, proyectos, de metas a alcanzar, de felicidad a ser realizada, de obligaciones, etc. Este sistema de significatividades determina el alcance de las actividades del actor, así como los procedimientos para cada acción concreta. El mismo es un sistema subjetivamente consistente de “motivos-porque”, que Schutz denomina “plan de vida”. En primer lugar, el sistema completo de planes de vida necesariamente cambia con la transición del yo del actor de un momento de su vida interna a otro. Es este sistema de plantes de vida el que determina el significado completo de un acto concreto para el actor. En segundo lugar, este sistema es sólo parcialmente conocido para el actor, en su forma explícita, y es sólo parcialmente captado por el foco actual de atención y, de este modo, interpretado como significativo. En cada momento dado existe un núcleo iluminado, rodeado de un horizonte de oscuridad creciente. Juntos constituyen el fondo (explicable, pero no explicado) sobre el cual resalta el acto proyectado. Es la dimensión del proyecto lo que crea la unidad del acto. Pero todo esto está abierto sólo al conocimiento del actor y permanece más allá del control del observador. Para el observador, no hay otro acceso a la acción del actor que el acto completado. Lo que el observador puede observar son sólo segmentos de la actividad del actor. Si realmente quisiera comenzar a describir qué es lo que sucede en la mente del actor que lleva a cabo una acción, debería entrar en el proceso completo de la corriente de pensamiento del actor, con la historia completa de su personalidad, con todos sus planes de vida subjetivos y su génesis, con todas sus habilidades y experiencias, con todas sus expectativas relativas a futuros estados de las cosas. Para hacer eso, el observador debería haber recorrido todas las etapas de la vida interna de la persona observada, y en la misma sucesión. En vista de este problema, es posible decir que sólo el actor está calificado para responder a la pregunta acerca de dónde comienza un acto y cuándo ese acto se ha completado. Él es el único calificado para descomponer su propio sistema de acción en “actos unidades”. Por el contrario, el observador decide discrecionalmente si la acción observada debe ser interpretada como completa o como parte de un trabajo mayor en progreso. Como consecuencia de esto, todos los rasgos que caracterizan al acto unidad, de acuerdo con la descripción de Parsons, son genuinamente términos subjetivos, interpretables y comprensibles desde el punto de vista subjetivo y sujetos a un cambio de significado cuando son transpuestos al ámbito de la objetividad. Por ejemplo, el término fin: sólo el actor conoce el fin real, o lo que es mejor, la meta real de su acción.

Los límites del acto unidad Éste es otro de los puntos que, a juicio de Schutz, se mezcla con el principio de subjetividad. Parsons define el acto unidad como el último elemento en el que puede ser descompuesto un sistema concreto de acción. Son cuatro las características del acto unidad: un acto dado, un fin dado, una situación dada (que incluye las condiciones y medios del acto) y una orientación normativa, entendida como la relación entre los otros elementos. Hasta ahora Schutz había examinado sólo la interrelación entre la orientación normativa y el punto de vista subjetivo. Su conclusión fue que la función metodológica de los valores normativos, subjetivamente interpretados, no difiere de aquella de los “motivos-para” y de los “motivos-porque”, y que sólo desde un punto de vista objetivo podrían algunos motivos ajustarse al concepto parsoniano de “valores con carácter normativo”. Pero más allá de esto, Schutz se propone mostrar que los demás rasgos enumerados del acto unidad sufren un cambio en su significado intrínseco, si son interpretados tanto desde el punto de vista subjetivo como desde el punto de vista objetivo. La cuestión de la descomposición de un sistema de acción en actos unidades es planteada por Schutz de un modo diferente, teniendo en cuenta si es realizada por un actor o por un observador. Esto es una consecuencia de la ruptura que establece Schutz entre la lógica del conocimiento científico y el conocimiento de sentido común para explicar la acción del actor. En primer lugar, debe señalarse la actitud específica del actor hacia su propio acto. Conduciendo ingenuamente sus asuntos cotidianos, el actor se encuentra a sí mismo desde el comienzo dirigido por varios sistemas subjetivos,

En suma, el concepto de acto unidad, así como cada uno de sus rasgos más salientes, pueden ser interpreta-

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dos tanto desde el punto de vista subjetivo como desde el punto de vista objetivo, y en cada caso el significado de cada término es diferente. Si bien Parsons sostiene que el punto de vista subjetivo es el único aceptable para cualquier teoría de la acción social, no analiza realmente las categorías subjetivas de la acción, sino las categorías objetivas para describir científicamente los puntos de vista subjetivos del actor. Parsons tampoco muestra por qué la referencia al punto de vista subjetivo es un prerrequisito indispensable para la teoría de la acción, y por otra parte, cómo es posible tratar con el fenómeno subjetivo en términos de un esquema conceptual objetivo.

ficativo, es decir, significativo para el observador, cuya única tarea científica consiste en describir y explicar lo que el mundo significa para los observadores científicos, abandonando de este modo la explicación y la descripción de lo que significa para los actores dentro de su mundo social. Una vez hecho esto, los científicos objetivistas dejan el análisis subjetivo a los psicólogos, filósofos y metafísicos. Este tipo de ciencia social no trata directamente con el mundo de la vida cotidiana, común a todos nosotros, sino con idealizaciones y formalizaciones del mundo social cuidadosamente seleccionadas. Así, el objetivismo formula la siguiente pregunta: ¿Qué significa este mundo social para mí, el observador? Pero, según Schutz, la respuesta a esta pregunta tiene como prerrequisito la respuesta a preguntas bastante diferentes: ¿Qué significa el mundo social para el actor observado dentro de ese mundo, y qué quiso significar con su acción dentro de él? Con estas preguntas no sólo aceptamos ingenuamente el mundo social y su corriente de idealizaciones y formalizaciones como ya constituidas y significativas más allá de toda duda, sino que emprendemos el proceso de estudiar el proceso de idealización y formalización como tal, la génesis de significado que el fenómeno tiene para nosotros, así como para los actores, y los mecanismos de la actividad por los cuales los cuales los seres humanos se comprenden mutuamente.

El punto de vista subjetivo Schutz sostiene que debe admitirse que el problema de tratar con el fenómeno subjetivo en términos objetivos es el problema de la metodología de las ciencias sociales. La pregunta es: ¿cómo es posible captar estructuras subjetivas de sentido mediante un sistema de conocimiento objetivo? Schutz critica la respuesta que a esta pregunta formula el punto de vista conductista, el cual parte del supuesto de que la mente del Otro es inaccesible y su inteligencia es inverificable y que si bien es altamente probable que éste sea un ser humano inteligente, es un “hecho débil” que no es susceptible de verificación. Schutz sostiene que desde esta posición es difícil de comprender por qué un individuo inteligente debería escribir libros para Otros, o aun encontrarse con Otros en congresos, si está demostrado que la inteligencia del Otro es un hecho cuestionable. Es aun menos comprensible por qué los mismos autores, que acuerdan que no es verificable la inteligencia de otro ser humano, tienen tal confianza en el principio de la verificabilidad en sí mismo, el cual puede ser realizado sólo a través de la cooperación con Otros y mediante el control mutuo. Pero estas observaciones críticas no tocan el centro del problema. Tanto el conductismo como cualquier esquema objetivo de referencia de las ciencias sociales tienen como principal propósito la explicación de lo que realmente sucede en el mundo social utilizando los métodos correctamente científicos. La falacia de su teoría consiste en la sustitución de la realidad por un mundo ficticio mediante la promulgación de principios metodológicos que son mostrados como apropiados para las ciencias sociales. Este mundo ficticio no tiene referencia en la experiencia de sentido común y demuestra una falla para comprender el ámbito de la subjetividad. Schutz remarca que el conductismo es sólo una forma de objetivismo en las ciencias sociales, si bien el más radical. Pero existen otras formas de objetivismo; éstas aceptan ingenuamente el mundo social con todos los alter ego y las instituciones como un universo signi-

Tipos y realidad El sexto tópico se refiere a los tipos ideales. Según Schutz, el observador científico decide estudiar el mundo social dentro de un marco de referencia objetivo o subjetivo. Esta decisión delimita desde el principio qué sector del mundo social (o, al menos, qué aspecto de tal sector) se transformará en posible de ser estudiado una vez que ese esquema sea seleccionado. Cada fenómeno social puede ser estudiado según el esquema de referencia de la relación social, los grupos sociales o las instituciones, pero con igual legitimidad según el esquema de los actos sociales o de las personas sociales. El primer grupo de esquemas de referencia es el objetivo, que resultará eficaz si se lo aplica exclusivamente a problemas correspondientes a la esfera de los fenómenos objetivos, para cuya explicación han sido concebidas sus idealizaciones y formalizaciones específicas, pero siempre que no contengan ningún elemento incompatible respecto de los otros esquemas (los subjetivos) y respecto de nuestra experiencia de sentido común del mundo social en general. La misma tesis es válida para los esquemas subjetivos (Schutz y Luckmann, 1977, pp. 20-21). El postulado básico de la metodología de las ciencias sociales debe ser el siguiente: elegir

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el esquema de referencia adecuado al problema que nos interesa, examinar sus límites y posibilidades, hacer que sus términos sean compatibles y coherentes entre sí y, una vez aceptado, atenerse a él. Éste es, según Schutz, el significado real del postulado de la “pureza del método”. En su mayoría, las falacias en las ciencias sociales pueden ser reducidas a la fusión de los puntos de vista subjetivo y objetivo, la cual no es percibida por los científicos. Pero una teoría de la acción social debe conservar el punto de vista subjetivo en su grado máximo si pretende no perder sus fundamentos básicos, principalmente su referencia al mundo social de la experiencia y la vida cotidiana. Resguardar el punto de vista subjetivo es garantía suficiente de que la realidad social no será reemplazada por un mundo ficticio inexistente construido por el observador científico. La principal razón por la cual las ciencias sociales deben aceptar el punto de vista subjetivo es que este punto de vista es un principio fundamental de la experiencia de sentido común de la vida cotidiana. Desarrollaremos brevemente este principio fundamental.

tra actitud natural hacia el mundo de la vida cotidiana. El mundo es algo que debemos modificar por nuestras acciones, o que las modifica (Schutz, 2003, p. 197). De tal modo, en la actitud natural de la vida cotidiana, nos interesan únicamente determinados objetos, que se destacan sobre el campo incuestionado. En cualquier momento de su vida diaria, el hombre se encuentra en una situación biográficamente determinada, es decir, en un medio físico y sociocultural que él define y dentro del cual ocupa una posición, no sólo en términos de espacio físico y tiempo exterior, o de su estatus y su rol dentro del sistema social, sino también una posición moral e ideológica. Decir que la definición de una situación está biográficamente determinada implica decir que tiene su historia en cuanto sedimentación de todas las experiencias previas, organizadas en el acervo de conocimiento a mano. La situación biográfica del hombre en la actitud natural determina su propósito a mano. Este propósito es el que define los elementos de determinada situación, que son significativos con respecto a él. Esto constituye su sistema de significatividades, el cual elige determinados objetos y determinados aspectos típicos de tales objetos, destacándolos sobre un fondo incuestionado de cosas presupuestas. Pero como se dijo más arriba, el mundo de la vida cotidiana es desde el comienzo un mundo intersubjetivo. El individuo no sólo actúa sobre las cosas inanimadas, sino también sobre sus semejantes; “ellos me inducen a actuar y yo los induzco a reaccionar”. Esto supone la tarea de reflexionar acerca de las construcciones adicionales que surgen en el pensamiento de sentido común, teniendo en cuenta que este mundo no es mi mundo privado, sino un mundo intersubjetivo, y que, por lo tanto, mi conocimiento de él no es asunto mío privado, sino intersubjetivo o socializado desde el principio. Schutz desarrolla las construcciones del sentido común relacionadas con la comprensión de nuestros semejantes. Para eso realiza un análisis de lo que denomina las distintas regiones del mundo social. Estas regiones se construyen a partir de distintos posicionamientos espaciotemporales del yo respecto de otros. El ser humano, nacido en el mundo social y que vive su existencia cotidiana en él, lo experimenta como construido alrededor del lugar que ocupa en él, como abierto a su interpretación y acción, pero siempre con referencia a su situación real biográficamente determinada. Sólo con referencia a sí mismo logra cierto tipo de relaciones con otros el significado específico que designamos con la palabra “Nosotros”. En la dimensión del tiempo existen con referencia a él, en su momento biográfico actual, “contemporáneos” con quienes puede establecer un intercambio de acción y reacción; “predecesores”, sobre los cuales no puede actuar, pero cuyas

A través de la actitud natural, el individuo presupone el mundo de la vida cotidiana como su realidad, el mundo de la vida cotidiana es el mundo intersubjetivo en cuyo interior y sobre el cual actúa el hombre alerta como un hombre entre sus semejantes. Ese mundo existía antes de nacer nosotros, y era experimentado e interpretado por otros, nuestros predecesores, como un mundo organizado. Ahora es ofrecido a nuestra experiencia e interpretación. Toda interpretación de este mundo se basa en el acervo de experiencias previas sobre él, nuestras o transmitidas por los padres o los maestros; estas experiencias funcionan como un esquema de referencia en forma de conocimiento a mano. A este acervo de conocimiento a mano pertenece nuestro conocimiento de que el mundo en que vivimos es un mundo de objetos más o menos determinados, con cualidades más o menos definidas, entre los cuales nos movemos, que se nos resisten y sobre los cuales podemos actuar. Estos objetos están situados desde un primer momento dentro de un horizonte de familiaridad y trato previo, que se presupone hasta nuevo aviso como el acervo incuestionado, aunque cuestionable en cualquier momento, de conocimiento inmediato. Las experiencias previas indiscutidas están a mano desde un primer momento como típicas, es decir que presentan horizontes abiertos de experiencias similares anticipadas (Schutz, 2003, p. 39). Para la actitud natural, el mundo es, desde el comienzo, no el mundo privado del individuo aislado, sino un mundo intersubjetivo, común a todos nosotros, en el cual tenemos un interés eminentemente práctico. En este sentido, es posible decir que un motivo pragmático rige nues-

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acciones pasadas y sus resultados están abiertos a su interpretación, y que pueden influir sobre sus acciones; y “sucesores”, de quienes ninguna experiencia es posible, pero hacia los cuales puede orientar sus acciones en una anticipación más o menos vacía.

ria). En todas las otras formas de relación social (hasta en la relación entre asociados, en la medida en que concierne a los aspectos no revelados del sí mismo del otro), el sí mismo del semejante sólo puede ser captado mediante la construcción de una forma típica de conducta, una pauta típica de motivos subyacentes, de actitudes típicas de un tipo de personalidad, de las cuales no son sino casos o ejemplos el Otro y la conducta suya que se examina, ambas fuera del alcance de mi observación. Así, el ejemplo clásico de Schutz es el del envío de una carta: al poner una carta en el buzón, preveo que personas a quienes no conozco, llamadas empleados de correo, actuarán de una manera típica no totalmente inteligible para mí, con el resultado de que mi carta llegará al destinatario en un tiempo típicamente razonable.

Con respecto a la dimensión espacial, entre sus contemporáneos hay algunos con quienes comparte una comunidad no sólo temporal sino también espacial, Schutz los denomina “asociados”, y a la relación establecida entre ellos, una relación “cara a cara”. Compartir una comunidad de espacio implica que cierto sector del mundo externo está por igual al alcance de cada copartícipe, y contiene objetos de interés y significatividad que les son comunes. Para cada copartícipe, el cuerpo del otro, sus gestos, su porte y sus expresiones faciales son inmediatamente observables, no sólo como cosas o sucesos del mundo externos, sino en su significación fisonómica, es decir, como síntomas de los pensamientos del Otro. Compartir una comunidad de tiempo (y esto se refiere no sólo al tiempo exterior o cronológico sino también al tiempo interior) implica que cada copartícipe interviene en la vida en curso del Otro, puede captar en un presente vívido sus pensamientos, tal como los construye, paso a paso. Los copartícipes “envejecen juntos”. En la relación cara a cara, el conocimiento de la mente del otro, las construcciones de sentido común que permiten comprender a los semejantes, se basan en referencias apresentacionales (Dreher, 2003, pp. 147), es decir, la vida psicológica del Otro no está dada en presencia originaria, sino sólo en copresencia; no está presentada sino apresentada. Por la mera percepción continua del cuerpo del Otro y sus movimientos, se constituye un sistema de apresentaciones, de indicaciones de su vida psicológica y su experiencia, sus movimientos corporales son aprehendidos como expresión de su “yo espiritual” hacia cuyo contexto de sentido motivacional se dirige el Yo. Por medio de esos sucesos del mundo externo, que tienen lugar en el cuerpo del Otro, o son producidos por él, en especial por expresiones lingüísticas, es posible comprender al Otro por apresentación; por entendimiento y consentimiento mutuo se establece un ambiente comunicativo común. Todas estas relaciones muestran múltiples formas de intimidad y anonimia, de familiaridad y ajenidad.

Pero el proceso de tipificación del Otro tiene como contracara un proceso de autotipificación. Cuando construyo el Otro como un sí mismo parcial, como el que desempeña roles o funciones típicos, el corolario es el proceso de autotipificación que se produce si yo entro en relación con él. La mayoría de los tipos personales y los tipos de cursos de acción son presupuestos como un conjunto de reglas y recetas (hasta que se demuestre lo contrario) y tienen un origen y aprobación sociales (Natanson, 1986, pp. 37). Asimismo, en el pensamiento de sentido común sólo tenemos la posibilidad de comprender la acción del Otro de manera suficiente para nuestro propósito a mano, para aumentar esa posibilidad, Schutz sostiene que debemos investigar el sentido que tiene la acción para el actor; así, “el postulado de la interpretación subjetiva de sentido […] es un principio de la construcción de tipos de cursos de acción en la experiencia de sentido común” (Schutz, 2003, p. 53). Esta interpretación es posible revelando los motivos que determinan cierto curso de acción. Esta actitud práctica es adoptada, según Schutz, por todos nosotros en cuanto actuamos en el mundo social, y es precisamente por esta razón por la cual el punto de vista subjetivo debe ser aceptado por las ciencias sociales también. Sólo este principio metodológico nos proporciona la garantía necesaria de que estamos tratando con la realidad social del mundo de la vida común a todos nosotros, el cual, aun como un objeto de investigación teórica, permanece como un sistema de relaciones recíprocas. Todas estas relaciones están construidas por interpretaciones subjetivas mutuas de los actores en el mundo social.

En la relación cara a cara, cada uno de los asociados se halla implicado en la biografía del otro; envejecen juntos; viven una pura relación Nosotros. En la relación que hemos detallado, el Otro es captado como una individualidad única (aunque sólo un aspecto de su personalidad se ponga de manifiesto) en su situación biográficamente única (aunque revelada de manera solamente fragmenta-

Vida social y teoría social Entonces, ¿cómo es posible abordar de forma objetiva el sentido subjetivo de la acción humana? La primera difi-

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cultad concierne principalmente a la actitud específica que el observador científico ha adoptado en relación con el mundo social. Para Schutz, la actitud del especialista en ciencias sociales es la de un mero observador neutral del mundo social. No toma parte en la situación observada, que no tiene para él un interés práctico, sino solamente cognoscitivo. Aquélla no es el teatro de sus actividades, sino sólo el objeto de su contemplación. Al resolverse a adoptar la actitud neutral de un observador científico, el especialista en ciencias sociales se separa de su situación biográfica dentro del mundo social. Lo que se presupone en la situación biográfica de la vida cotidiana puede hacerse discutible para el científico. El observador no participa de las pautas de interacción, sus motivos no están entrelazados con los de la persona o personas observadas por él. El centro de su orientación cambia radicalmente, y con él, la jerarquía de planes y proyectos. Al decidirse a llevar a cabo un plan de labor científica regido por la búsqueda desinteresada de la verdad de acuerdo con reglas preestablecidas, que reciben el nombre de método científico, el hombre de ciencia penetra en un campo de conocimiento preorganizado, que recibe el nombre de corpus de la ciencia. Únicamente dentro de este marco puede, según Schutz, elegir su problema científico particular y adoptar decisiones científicas. Este marco constituye su “estar en situación científica”, que reemplaza su situación biográfica como ser humano dentro del mundo.

condiciones ontológicas de los seres humanos, no tienen esperanzas ni temores, no conocen la ansiedad como el principal motivo de sus actos. Este homúnculo está dotado de un sistema de significatividades que se origina en el problema científico de su constructor, y no en la situación particular biográficamente determinada de un actor dentro del mundo. De esta forma, este modelo se corresponde perfectamente con el postulado del punto de vista subjetivo. Estos objetos de pensamiento de las ciencias sociales deben ser compatibles con los objetos de pensamiento de sentido común construidos por los hombres en la vida cotidiana. Las construcciones de estos modelos cumplen con este requisito si están elaboradas de acuerdo con los siguientes postulados: 1. Postulado de la relevancia: la formación de tipos ideales debe cumplir con el principio de la relevancia, lo cual significa que el problema, una vez seleccionado por el científico social, crea un esquema de referencia y constituye los límites dentro de los cuales los tipos ideales significativos relevantes deben ser formados. 2. Postulado de la adecuación: cada término de un modelo científico de acción humana debe ser construido de tal manera que un acto humano efectuado dentro del mundo por un actor individual, de la manera indicada por la construcción típica, sea comprensible tanto para el actor mismo como para sus semejantes, en términos de sentido común de la vida cotidiana. El cumplimento de este postulado garantiza la compatibilidad de las construcciones del científico social con las de la experiencia de sentido común de la realidad social. 3. Postulado de la coherencia lógica: el sistema de tipos ideales debe ser completamente compatible con los principios de la lógica formal. 4. Postulado de la compatibilidad: el sistema de tipos ideales debe contener sólo supuestos científicamente verificables, los cuales deben ser completamente compatibles con la totalidad de nuestro conocimiento científico.

Además, los objetos de pensamiento construidos por las ciencias sociales no se refieren a actos singulares de individuos singulares y que tienen lugar dentro de una situación singular. Mediante determinados recursos metodológicos, el especialista en ciencias sociales sustituye los objetos de pensamiento de sentido común referentes a sucesos y acontecimientos únicos, construyendo un modelo de un sector del mundo social dentro del cual sólo se producen los sucesos tipificados significativos para el problema específico que el hombre de ciencia investiga. El especialista en ciencias sociales construye tipos ideales, esto es, comienza por construir pautas típicas de cursos de acción correspondientes a los sucesos observados. Luego coordina esas pautas con un tipo personal, un modelo de actor a quien imagina dotado de conciencia (Schutz, 2003, p. 65). De este modo, atribuye a esta conciencia ficticia un conjunto de “motivos-para” típicos, correspondientes a los fines de las pautas de cursos de acción observadas y a los “motivos-porque” típicos sobre los que se fundan los “motivos-para”. Sin embargo, estos modelos de actores no son seres humanos que vivan su vida dentro de su situación biográfica, no tienen biografía ni historia. Son homúnculos o títeres con una conciencia artificial atribuida por el científico social. En este sentido, no están sometidos a las

Observaciones finales Un hecho interesante a destacar es que, en el año 1940, Schutz no sólo escribe su estudio crítico a La estructura de la acción social sino también su artículo Fenomenología y ciencias sociales. Allí, Schutz reflexiona acerca de la fundamentación fenomenológica de las ciencias sociales, y esas reflexiones se encuentran muy presentes en las críticas formuladas a Parsons. Allí, Schutz sostiene, siguiendo a Hus-

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serl, que las ciencias positivas han sustituido ingenuamente el mundo de la vida por idealidades, perdiendo de este modo la conexión con su base de sentido. En toda ciencia, la base de sentido es el mundo de la vida precientífico. La percepción de este nexo fundacional puede perderse en el curso del desarrollo de una ciencia. Pero, en principio, debe ser posible aclararlo nuevamente haciendo evidente la transformación de sentido que este mismo mundo de la vida ha sufrido durante el proceso constante de idealización y formalización que resume la esencia de toda adquisición científica. Si esta clarificación no se produce, o si se produce en un grado insuficiente, y si las idealidades creadas por la ciencia sustituyen directa o ingenuamente al mundo de la vida, luego, en una etapa posterior de desarrollo de la ciencia, aparecen esos problemas de fundamentación y esas paradojas que, en palabras de Schutz, afectan a las ciencias positivas (Schutz, 2003, p. 127). Schutz sostiene que las ciencias positivas han perdido su relación con su base de sentido, es decir, con el mundo de la vida. Los especialistas en ciencias de la cultura, cegados por el naturalismo, han pretendido buscar las verdades “objetivas” sin indagar las actividades subjetivas de la mente, únicas a partir de las cuales se constituye el sentido óntico del mundo de la vida que es dado de antemano. De este modo, y siguiendo a Husserl, Schutz sostiene que el concepto de mundo de la vida se revela con toda su significación fundamental como base de sentido de todas las ciencias, incluidas las ciencias naturales y también la filosofía. El peligro para las ciencias sociales consiste en que sus idealizaciones y formalizaciones no sean consideradas como métodos sino como el verdadero ser.

acción social debe conservar el punto de vista subjetivo en su grado máximo, si tal teoría pretende no perder sus fundamentos básicos, principalmente su referencia al mundo social de la experiencia y la vida cotidiana. Resguardar el punto de vista subjetivo es garantía suficiente de que la realidad social no será reemplazada por un mundo ficticio inexistente construido por el observador científico. La principal razón por la cual las ciencias sociales deben aceptar el punto de vista subjetivo es que este punto de vista es un principio fundamental de la experiencia de sentido común del mundo de la vida cotidiana. Es posible pensar que en esta suerte de “restitución” del punto de vista subjetivo –que Parsons ha identificado correctamente pero que ha sustituido y fusionado con el punto de vista objetivo– se enmarca el estudio crítico de Schutz a La estructura de la acción social. •

Referencias 1. Dreher, Jochen (2003). The Symbol and the Theory of the Life-World: The Transcendences of the Life-World and Their Overcoming by Signs and Symbols. Human Studies, 26, 141-163. 2. Giddens, Anthony (1999). “Schutz y Parsons: problemas del sentido y la subjetividad”. En: Perla Aronson y Horacio Conrado (Comps). La teoría social de Anthony Giddens. Buenos Aires: Eudeba. 3. Grathoff, Richard (1978). The Theory of Social Action. The Correspondence of Alfred Schutz and Talcott Parsons. Bloomington: Indiana University Press.

El estudio crítico de Schutz a La estructura de la acción social va en esta dirección. Schutz sostiene que Parsons ha perdido de vista el mundo de la vida precientífico, base de sentido de toda ciencia. Es decir, ha perdido la percepción de ese nexo fundacional. Y en relación con esto, acomete la tarea de aclarar nuevamente ese nexo, es decir, de clarificar la transformación que el mundo de la vida ha sufrido como consecuencia de su sustitución por las idealizaciones y formalizaciones propias de la ciencia. En efecto, Schutz sostiene que Parsons correctamente propone el punto de vista subjetivo como el elemento fundamental de la teoría de la acción, pero no sigue este principio hasta sus raíces, pues confunde los términos subjetivo y objetivo. El análisis de Schutz muestra, a partir de diferentes tópicos, cómo Parsons sustituye el punto de vista subjetivo por las idealizaciones y formalizaciones objetivas. Según Schutz, la mayoría de las falacias en las ciencias sociales pueden ser reducidas a la fusión de los puntos de vista subjetivo y objetivo, la cual no es percibida por los científicos. Para el autor, una teoría de la

4. Mir Araújo, Adolfo (2000). El debate epistolar entre Schutz y Parsons. Estudios Sociológicos, Vol. XVIII, 54, 539-545. 5. Natanson, Maurice (1986). Anonymity. A Study in the Philosophy of Alfred Schutz. Bloomington: Indiana University Press. 6. Parsons, Talcott (1968). La estructura de la acción social. Estudio de teoría social con referencia a un grupo de recientes escritores europeos I. Madrid: Ediciones Guadarrama. 7. Schutz, Alfred (1972). La construcción significativa del mundo social. Buenos Aires: Paidós. 8. Schutz, Alfred (2003). El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu. 9. Schutz, Alfred y Luckmann, Thomas (1977). Las estructuras del mundo de la vida. Buenos Aires: Amorrortu.

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Economía y racionalidad de las organizaciones. Los aportes de Herbert A. Simon* por

Fernando Estrada**

Fecha de recepción: 18 de julio de 2006 Fecha de aceptación: 14 de diciembre de 2006 Fecha de modificación: 4 de noviembre de 2008

Resumen Este artículo desarrolla una evaluación de los aportes de Herbert A. Simon a la teoría de las organizaciones, dando especial énfasis al criterio de racionalidad limitada (bounded rationality). Se interpreta la crítica de Simon a la versión ortodoxa de la burocracia organizacional y se extiende su análisis hacia la economía institucional. Uno de los principales logros de Simon en teoría organizacional consiste en haber valorado analíticamente la psicología del comportamiento individual y colectivo abriendo de este modo el terreno a las investigaciones posteriores de D. Kahneman y T. Schelling.

Palabras clave: Organizaciones, Herbert Simon, racionalidad limitada, teoría de las decisiones, economía institucional.

The Economics and Rationality of Organizations: the Contribution of Herbert A. Simon

Abstract This article evaluates Herbert A. Simon’s contribution to organization theory, placing special emphasis on the idea of bounded rationality. It interprets Simon’s criticism of the orthodox version of organizational bureaucracy and extends his analysis to the institutional economics. One of Simon’s main achievements in organizational theory was analytically evaluating individual and collective behavior, clearing the way for the future studies of D. Kahneman and T. Schelling.

Key words: Organizations, Herbert Simon, bounded rationality, decision theory, institutional economics.

Economia e racionalidade das organizações. As contribuições de Herbert A. Simon

Resumo Este artigo desenvolve uma avaliação das contribuições de Herbert A. Simon à teoria das organizações, dando uma ênfase especial ao critério da racionalidade limitada (bounded rationality). Interpreta-se a critica de Simon à versão ortodoxa da burocracia organizacional e estende-se a analise para a economia institucional. Um dos principais êxitos de Simon na teoria organizacional consiste em ter valorado analiticamente a psicologia do comportamento individual e coletivo abrindo, com isso, o campo das pesquisas posteriores de D. Kahneman e T. Schelling.

Palavras-chave: Organizações, Herbert Simon, racionalidade limitada, teoria das decisões, economia institucional.

Este artículo hace parte del proyecto Una Plataforma de Argumentación, adscrito al Observatorio OPERA, reconocido por Colciencias en Categoría A. El autor desea expresar agradecimientos a los estudiantes del Seminario sobre Teoría Institucional y Estrategia de la Universidad Externado de Colombia, así como a los estudiantes de Maestría en Administración de la Universidad del Valle. Gracias a los comentarios y observaciones realizadas por los lectores anónimos de la Revista de Estudios Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes. ** Magíster en Filosofía de la Ciencia, Universidad del Valle, Colombia; Doctorado,Universidad Nacional Autónoma de México-UNAM. Es autor del libro Metáforas de una guerra perpetua, (Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2004); coautor de Terrorismo y seguridad, (Editorial Planeta, 2002). Entre sus artículos más recientes se encuentran: Estado mínimo, agencias de protección y control territorial. Revista Análisis Político, 56, 115-131, 2007, y Análisis de las relaciones internacionales desde la Teoría de la argumentación. Revista Análisis Político, 64, 105-126, 2008. Actualmente se desempeña como docente e investigador del Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales CIPE, Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia. Director de la Línea de Investigación Nación y Territorio. Correo electrónico: festrada03@hotmail.com. *

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el astrólogo. Herbert Simon supo apreciar este tipo de fenómenos al concebir los límites de la racionalidad humana, en particular, los límites impuestos a la misma en el campo de las decisiones.

a genialidad de Herbert Simon puede comprenderse mejor delimitando sus alcances. Mostrar las fronteras del propio conocimiento es una de las raras características de la especie humana. Y Herbert Simon consigue hacerlo dentro de una tradición convencional que en su momento rendía confianza a los atributos de la inteligencia organizacional. Ignorancia con respecto a los límites de la racionalidad significó para Simon atender a componentes no ordinales en las decisiones: el deseo, los instintos y las pasiones. La propiedad de los bosquejos que Simon introduce para la teoría de las organizaciones dobla la página por fuera del ámbito de las expectativas normales, porque no existe nada que pueda brindar garantías de que nuestras elecciones futuras dependan de nuestras decisiones pasadas.

Simon concebía la teoría económica como administrador, ingeniero, arquitecto o estudioso de la biología (Leahey, 2003). La disciplina económica constituye para este autor un modo de comprender los aspectos fundamentales del comportamiento y el conocimiento humanos (March y Augier, 2004; Schwartz, 2002).1 Una psicología aplicada al dominio financiero o una teoría del comportamiento racional limitado son terrenos relacionados con nuevos desafíos que este autor emprende desde la década de los 60. Simon es uno de los creadores de programas en inteligencia artificial con extensiones a la teoría de las decisiones racionales y el comportamiento administrativo de las empresas (Chen, 2005; Simon 1973b; 1980). Sus logros heurísticos en teoría de juegos y racionalidad colectiva están siendo integrados a modelos aplicados de administración y finanzas, teoría del gasto público y programación argumentativa (Chen, 2005; Sent, 2004; March y Augier, 2004). Con la evolución de las teorías sobre las organizaciones y los cambios fundamentales en tecnologías de la información (Egidi y Marengo, 2001), y la necesidad de complementar estos cambios –desde una concepción más amplia de racionalidad colectiva– con los efectos y el impacto de modelos de programación en las empresas y la creación de sistemas de comunicación digital, la teoría económica vuelve a encontrarse situada a medio camino entre la modelación matemática abstracta y el sentido común (Simon, 1978a). Por esta suerte de complejidad que acompaña a las principales transformaciones de la sociedad contemporánea, proponer algunas ideas de Herbert A. Simon puede resultar por lo menos gratificante.

En contraste con la tríada corporativa dominante: hábitos, jerarquías, prospectiva empresarial, Simon se la juega con la rareza, los cambios inesperados y la predictibilidad retrospectiva. ¿Negación o cambio? Ambas cosas no se contemplan en la racionalidad instrumental. Alegar que la racionalidad económica puede operar dentro de los márgenes del comportamiento psicológico estándar supone incorporar notables diferencias con respecto a la tradición del conocimiento organizacional en las décadas de los 60 y 70. Durante este período los valores epistémicos que figuraban para capacitar a los administradores de empresas conformaban un dominio relativamente seguro. El gerente podía calcular costos y un nivel de riesgo aproximado, consultando los manuales en uso. Las herramientas teóricas parecían ofrecer, si no la plena certeza, por lo menos un dato calculado. Lo que significaba altamente probable, medible, cuantificable. Herbert Simon puso esta epistemología patas arriba: las herramientas diseñadas por la naturaleza de la racionalidad nos impiden medir lo incierto y los resultados de aplicar la incertidumbre al ámbito organizacional han tenido unos efectos ridículos.

El diseño natural de nuestra racionalidad es limitado. Una premisa básica de Simon consistió en demostrar el desconocimiento de la racionalidad limitada en teoría de la administración. Que significaba demostrar lo que no sabemos por naturaleza. La administración, como la economía, se vuelve inoperante justamente en razón a lo contrario: creer saber más de lo suficiente. De modo que obrando sobre una condición de límites, Simon enseña

La vigencia o actualidad de Simon en filosofía organizacional es extraordinaria. Bajo condiciones de crisis financiera ¿qué piensa un corredor de bolsa sobre el “riesgo” en la toma de decisiones? La posible es que nos ofrezca magistralmente al menos una medida que evite los fallos de racionalidad. Una medida que en cualquier caso no tendrá mayor valor epistémico que los consejos dados por

1 Herbert A. Simon obtuvo el Doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago. Fue Profesor de Administración y Jefe del Departamento Industrial en la Escuela Graduada de Administración Industrial del Instituto Carnegie de Tecnología. Recibió el Premio Nobel de Economía de 1978.

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todos los desaciertos a que puede conducir una excesiva confianza en nuestra inteligencia. Si los límites de la racionalidad pueden sortearse mediante una apelación al optimismo, Simon modera estos sueños mostrándonos los aspectos grisáceos de la misma.

vidad humana, situando la variedad de experiencias del comportamiento humano por encima de estimaciones puramente instrumentales. T. B. Veblen cuestiona las ventajas supuestas del Homo oeconomicus, sobre todo, su carácter hedonista y utilitarista, llevando su crítica hacia el campo de las ciencias humanas y los afanes metodológicos por hacer equivalentes los comportamientos humanos con las demás fuerzas de la naturaleza, a la manera del positivismo decimonónico. Situado en la esfera de la crítica a una racionalidad omnicomprensiva, Veblen resalta los diversos atajos que tiene que comportar el comportamiento organizacional para lograr sus fines.

Este artículo expone algunas reflexiones desde la obra de Herbert Simon, con los siguientes objetivos: 1. Identificar ciertos rasgos de la crítica de Herbert A. Simon al enfoque convencional de la Administración y la Teoría de las Organizaciones. 2. Exponer las implicaciones epistemológicas de la teoría de la bounded rationality (racionalidad limitada). 3. Sugerir algunas notas de la lectura de Herbert A. Simon para la economía institucional. La tesis que recorre todo el análisis es sencilla: la teoría de Herbert A. Simon constituye un poderoso referente de comprensión sobre la economía organizacional y la teoría institucional, y su redescubrimiento resulta necesario para entender la heurística de las ciencias sociales contemporáneas (Earl y Elgar, 2001).2

Veblen rechaza la ignorancia que a su juicio se extiende sobre el valor de utilidad de la teoría económica heredada. En especial, aquellas versiones que denotaban una aguda atomización de la experiencia humana. Por el contrario, argumenta en la necesidad de considerar la conducta económica en un entorno colectivo. Es decir, enfatiza aquello que es beneficioso para la adaptación de la sociedad a su entorno, favoreciendo el desarrollo de las artes industriales.

Crítica al enfoque convencional de la racionalidad (Veblen)

Las reservas de Veblen se orientan hacia una crítica también de la teoría del equilibrio económico. El supuesto de los correctivos propios de la suma de los intereses egoístas y utilitaristas. Juzga como engañosa tal premisa; y se opone a la separación del interés económico respecto de las otras motivaciones de la conducta humana que inevitablemente intervienen en la configuración de la fisonomía concreta que dicho interés adopta.

Entre los antecedentes críticos a la teoría convencional de las organizaciones, encontramos los trabajos de Veblen (The Theory of the Leisure Class, 1899).3 Las reservas de Veblen frente al diseño del Homo oeconomicus constituyen una puerta de ingreso a los postulados que hallamos también en Simon. T. B. Veblen rechaza la premisa sobre el carácter estático e inalterable sobre la conducta humana. En particular, encontramos anotaciones críticas al historicismo, la tendencia a interpretar las culturas del pasado a la luz de categorías del presente.

Frente a estos supuestos utilitaristas, Veblen declara su objetivo de estructurar un diseño teórico que excluya la reducción del comportamiento humano a la esfera individual. Su propósito es proyectar las actividades humanas dentro de un amplio entorno organizacional e institucional. Estos objetivos hacen necesario considerar la acción racional dentro de una evolución dinámica que requiere de pensamientos y decisiones colectivas. La racionalidad no opera como una facultad intelectiva individual, sino que se apoya en el reconocimiento de hábitos y tradiciones acumuladas intertemporalmente.

En contravía de la teoría convencional, Veblen incorpora el análisis de la economía dentro del campo de la cultura, abriendo de este modo el campo de estudios organizacionales a otras expresiones de la experiencia humana. La novedad de Veblen es haber descubierto en materia de organizaciones otras modalidades de expresi2 Uno de los trabajos académicos más completos sobre la proyección epistemológica de Simon (Earl y Elgar 2001). 3 Esta obra, la más difundida de las escritas por Veblen, se publicó por primera vez en Nueva York en la editorial Macmillan con el subtítulo An Economic Study of Evolution of Institutions. La versión española, a cargo de Vicente Herrero, apareció originalmente en México, Fondo de Cultura Económica, 1944.

¿Por qué existen las organizaciones? Al analizar el proceso de toma de decisiones organizacionales que se realiza dentro de un contexto cambiante –a veces reactivo a lo que sucede en el mercado, y otras

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veces, cuando la organización toma iniciativas y actúa proactivamente–, no siempre las decisiones provienen de condiciones diseñadas con toda exactitud. Herbert A. Simon realiza una distinción identificando dos posiciones incluyentes: las decisiones pueden ser programadas o no programadas, sin que ambas impliquen su mutua exclusión (Chen, 2005).

Existen técnicas innovadoras que han surgido para dar un nuevo giro a la filosofía empresarial: investigación operativa, procesamiento electrónico de datos, tecnología informática, simulación computarizada, análisis matemático, comunicación digital –que fueron utilizadas inicialmente para actividades rutinarias– y operaciones programadas que fueron aplicables con el personal administrativo (Chen, 2005; Foss, 2001a; Simon y Lave, 1998). Pero con el transcurso del tiempo se han incorporado elementos de valor agregado para operaciones que en el primer ciclo no fueron programadas y que se van transformando para el segundo ciclo. Eric Gaynor (Congreso Mundial de The Organization Development Institute en Zimbabue, 1999) se refiere a este hecho aplicándolo especialmente a los “profesionales” que componen un porcentaje sumamente importante de la planta de personal de las grandes corporaciones. Hoy día las grandes corporaciones multinacionales están en condiciones de realizar reducciones importantes de la fuerza total de profesionales, dado que la “discrecionalidad” en la toma de decisiones está en franca declinación y hace innecesarios sus “títulos”.

Las decisiones programadas se asemejan a lo que en gran medida ocurre dentro de las organizaciones mecanicistas en términos de Burns y Stalker (1961) o en la organización burocrática racional de Max Weber. Este tipo de decisiones programadas se basa en el hecho de que son repetitivas y responden a rutinas en el día a día de las operaciones dentro de la organización. Esto hace que ante una nueva acción repetitiva de algo que se ha realizado en el pasado no se genere una nueva toma de decisión. Las organizaciones mecanicistas hacen esfuerzos muy grandes por desarrollar hábitos rutinarios (y también de control); sus consecuencias disfuncionales son mencionadas ampliamente por Simon. En realidad, si la mayor parte de las decisiones de management fueran simplemente programadas se requeriría menos tiempo de los gerentes in situ (Simon, 1986; Simon y Vera, 1993).4

Weber pretendió demostrar que la organización burocrática es una respuesta racional a las complejidades que se presentan en el accionar diario de las empresas (Perrow, 1991). Más específicamente, buscó demostrar cómo la organización burocrática logra superar los límites computacionales que tienen las personas para la toma de decisiones u otras formas alternativas de organización, como la especialización o la división del trabajo, por ejemplo. Sin duda, Weber fue más allá del modelo “mecanicista”, ya que, entre otras cosas, estudió con detalle la relación entre la persona y su rol. Sin embargo, Weber percibió la burocracia como un sistema adaptativo para hacer uso de habilidades especializadas, pasando por alto algunos aspectos relacionados con el carácter del comportamiento humano.

Cuando se confronta una situación nueva y no estructurada, o también bajo situaciones donde no surge claramente una única opción, o la mejor (algo que fue una preocupación para Frederick Taylor unos 40 años antes), nos encontramos ante una decisión no programada. Ante este tipo de situación –característica permanente de la organización–, por más esfuerzo que se haga para encontrar una respuesta en su historia corporativa o individual, es muy posible que no se encuentre la solución óptima. No es ninguna casualidad que ante este tipo de situaciones de cambio y desarrollo organizacional, las empresas “importen” recursos externos a la organización como un medio de asistencia y ayuda. Aquí se aplica la hermosa frase de Maslow cuando señala que “si lo que tenemos para resolver un problema es un martillo, pues hemos de ver casi todo como un clavo”. Por lo tanto, la mejor forma de no ver tantos clavos es contar con un abanico de herramientas más amplio. Los consultores y las empresas que los requieren son ideales para mostrar estos fenómenos, independientemente de los resultados que se puedan alcanzar.

En una perspectiva que contrasta con la concepción weberiana, estudios paralelos de la burocracia prestaban una mayor atención a las “consecuencias no-anticipadas” de los miembros de la empresa. Tal es el caso de Merton, 1936; de Gouldner, 1957, y también de Selznick, 1949, quienes mencionan muchas de las consecuencias disfuncionales de la burocracia (Perrow, 1991). Estos estudiosos sugieren que el hecho de operar bajo el modelo “mecanicista” puede llegar incluso a perpetuarlo aún más. Los modelos de estos autores muestran ciertos aspectos semejantes, en particular, al identificar como variable independiente los procedimientos organizacionales y la forma en que éstos controlan el comportamiento individual. Parece ser que los procedimientos organizacionales tienen consecuencias para los líderes pero al

4 Este fenómeno de sustitución de mano de obra calificada en las compañías, en virtud de la implementación de tecnologías avanzadas y sistemas de computación, es uno de los acontecimientos más significativos en la historia organizacional reciente. Es necesario de nuevo reconocer la originalidad predictiva de la teoría de Simon. Para un detallado balance del fenómeno, ver Beck, 2001.

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mismo tiempo se dan algunas consecuencias disfuncionales para la organización.

sistema altera el equilibrio del sistema en su conjunto. Gouldner sugiere que la creación de reglas y normas en el trabajo orienta la acción hacia los participantes corporativos que se apartan de los objetivos de la empresa y hacia quienes intentan quedarse en la cúspide de la pirámide. Los miembros organizacionales aprenden a imitar el comportamiento mínimo aceptable. Esta performance del “mínimo aceptable” es considerada un fracaso por los superiores, lo que a su vez conlleva una “supervisión más estrecha” que aumenta el grado de tensión dentro del grupo de trabajo y altera finalmente el “equilibrio original” que se esperaba conseguir a través de la implementación de las reglas y normas.

Merton presta atención a las disfunciones en el aprendizaje organizacional. Sugiere que los participantes organizacionales aprenden respuestas a situaciones similares que, bajo otras condiciones, resultan inapropiadas para la organización. Una variable independiente y de suma importancia para Merton es la “mayor demanda de control” que exigen los que están al tope de la organización, lo que a su vez influencia una mayor relación entre comportamiento y “responsabilidad”. Estos aspectos se ponen en marcha dentro de las empresas a través de procedimientos estandarizados que suelen afectar negativamente el rendimiento y la producción (Simon, 1962). Entre los aspectos negativos Merton menciona la reducción en la cantidad de relaciones personalizadas, la internalización de reglas y normas en contra de los objetivos organizacionales, y una simplificación en la categorización para la toma de decisiones, lo que a su vez afecta la búsqueda de soluciones alternativas de los problemas. E incluye una serie de ejemplos de consecuencias disfuncionales en las relaciones con los clientes, los que han sido notorios en organizaciones “de servicio” y entes gubernamentales.

Aportes de Simon a la teoría organizacional Durante la década de los 60, Herbert A. Simon y James March escriben un trabajo original titulado Teoría de la organización (1994), que dará lugar a un giro paradigmático sobre el enfoque de la organización burocrática propuesto por Max Weber. Los autores resumen en este libro una variedad de experiencias de campo y resultados de investigaciones confrontadas empíricamente que los lleva a descubrir ciertas anomalías en el funcionamiento del esquema burocrático de la organización. Fallos de estructura profunda en el modelo convencional. En sus hallazgos, Simon y March demuestran cómo algunas inconsistencias del modelo weberiano de la burocracia podrían ser una razón tanto para su crisis como para su perennidad. La base piramidal del gobierno corporativo weberiano riñe con los cambios estructurales operados desde realizaciones horizontales de acuerdos entre patrones y trabajadores. A la teoría convencional de la organización se oponen cambios procedentes también de nuevos sistemas de información y comunicación. Las organizaciones deben interpretarse dinámicamente desde la teoría de la evolución natural, sugiere Herbert A. Simon, cuando los economistas preferían el modelo de explicación mecanicista (Simon y Kulkarni, 1988).

Selznick se diferencia de Merton (quien elige la variable mayor control) y presta atención a la delegación de autoridad. La delegación tiene una multitud de consecuencias, entre otras, la de hacer necesario un mejor entrenamiento en competencias especializadas. Estas competencias especializadas tienden a disminuir la diferencia entre los objetivos organizacionales y los logros personales, fortaleciendo más la delegación. Al mismo tiempo la delegación causa una mayor “departamentalización” y un aumento de la “bifurcación de intereses” entre las distintas subunidades de la empresa. El entrenamiento conlleva además una mayor competencia entre pares, lo que va a ocasionar más gastos en “cambios de personal”, y esto, crecientes conflictos de intereses. El conflicto de intereses aumenta el choque entre las distintas subunidades organizacionales, lo que provoca más diferencia entre los objetivos de la empresa y el desarrollo profesional de los trabajadores. En el peor escenario, las distintas subunidades organizacionales empiezan a desarrollar ideologías para cada departamento de la compañía.

Recordemos que Herbert A. Simon es precursor del movimiento cognitivo en las organizaciones (Langlois, 2003). Una organización se desenvuelve entre una colección de opciones frente a situaciones, temas y sentimientos problemáticos que buscan soluciones ante escenarios conflictivos y donde se hacen necesarias las decisiones o la búsqueda de tópicos que pueden llegar a ser respuestas;5

El modelo de Gouldner se asemeja en alguna medida al de Merton y Selznick (Perrow, 1991). Al igual que Merton, Gouldner está interesado en el impacto de las normas y reglas burocráticas sobre el funcionamiento organizacional. Intenta demostrar cómo una técnica de control diseñada para mantener el equilibrio de un sub-

5 Según Simon, aunque la gente puede tratar de ser racional, rara vez puede cumplir los requerimientos de información o provisión que los modelos racionales imponen.

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en las organizaciones, aquellos encargados de tomar decisiones están siempre en un trabajo de búsqueda. Simon concibe la dinámica de la organización en términos de una evolución constante entre decisiones que son el resultado de un proceso de razonamientos de los agentes involucrados. La filosofía de las organizaciones corresponde menos a la identidad de un grupo de burócratas que a la realización cotidiana de objetivos acordados entre empresarios y trabajadores:

El criterio de racionalidad en la versión convencional subrayaba los resultados sobre los procesos; la racionalidad en el modelo convencional es como un dispositivo que traza los fines. Pero Simon considera que una de las mayores fortalezas para el crecimiento de las compañías era su capacidad de exponer abiertamente las posibilidades de tomar decisiones razonables que afectarán positivamente los intereses de jefes y subalternos; deliberando y examinando los medios. Por lo que el referente primordial de las decisiones organizacionales no sería una junta de gobierno corporativo, sino una filosofía de acciones colectivas identificada de modo razonable por cada trabajador en un ambiente laboral deliberativo (Simon, 1991b).

Es frecuente que las discusiones acerca de la centralización y la descentralización administrativa acaben en la pregunta “¿Quién es el que toma las decisiones?”. Esta pregunta carece de sentido, porque una decisión compleja es como un gran río que extrae de sus muchos tributarios las innumerables premisas que la componen. Son muchos los individuos y las unidades de la organización que contribuyen a toda gran decisión, y el problema de la centralización y la descentralización consiste en ordenar este complejo sistema en un esquema eficaz (Simon, 1962, p. XII).

Debemos recordar que Simon comenzó su tarea en la administración pública y en investigaciones como consultor. Como consecuencia de su desempeño en diversas universidades pudo integrar a su experiencia distintos aspectos de la administración tanto en el sector privado como en el público (March y Augier, 2002). En la Universidad de Carnegie-Mellon (Pittsburgh) profundizó en lo relacionado con la teoría de las decisiones haciendo uso de los computadores como un medio de simular el pensamiento humano. El trabajo de Simon con modelos de programación computacional contribuyó a una integración más estrecha entre tecnologías de información y sistemas colectivos en la toma de decisiones (Chen, 2005, pp. 121-131).7

Esta concepción de la organización empresarial nos ofrece una primera idea sobre la crítica de Simon al modelo convencional. Recordemos que la burocracia en la estructura organizacional weberiana tendría funcionalidad siempre y cuando las decisiones fueran el resultado de una planificación ex ante. El marco de las decisiones está sustentado en los criterios de poder y autoridad delegada (Perrow, 1991). Herbert A. Simon advierte fallos en esta concepción: uno de los más destacados, la carencia de incentivos y el sustrato emocional de las decisiones. Simon apela a la biología para identificar la marcha de las organizaciones en términos de adaptaciones mediante forcejeos de ensayo y error (Langlois, 2003). Nunca tenemos a mano respuestas concluyentes frente a las crisis de la organización, dado que en cada caso se requiere desarrollar nuevas destrezas y tomar decisiones dentro de rangos limitados de información.6

Para Simon la gerencia es sinónimo de toma de decisiones, pero su principal interés fue poner énfasis en el “cómo”. La fuente reflexiva de su teoría es la racionalidad práctica (Simon, 1978a; 1982; Simon y Kotovsky, 1990). Las decisiones corporativas son relevantes mientras puedan ser efectivas y entregar resultados. Sugiere que en el proceso general de toma de decisiones existen tres etapas principales: a. Se encuentran ocasiones en las cuales exista una decisión a tomar, lo que podemos asociar con una actividad de inteligencia en el sentido militar. b. Se inventan, desarrollan y analizan posibles cursos de acción, lo que podría denominarse una actividad de diseño. c. Se elige un curso particular de acción de todas las opciones posibles, representando una actividad “de opción/elección” u “optativa”.

Herbert A. Simon concibe la tarea de administración como una labor necesaria en la organización cuando asume de manera práctica la racionalidad en la toma de decisiones (en términos de los objetivos organizacionales). 6 Para Simon la adaptación en el contexto organizacional puede ser en el nivel individual a través del aprendizaje, la iniciación de los trabajadores, o puede ser en el nivel de la población, a través de la supervivencia y la reproducción diferencial de los empleados más exitosos. En una u otra forma, las consecuencias de los procesos adaptativos a menudo son difíciles de deducir allí donde hay muchos agentes interactuantes siguiendo reglas que tienen efectos no lineales (Simon, 1995).

7 Herbert A. Simon es precursor de lo que hoy en día en las ciencias sociales ha llegado a ser una forma dominante de modelado basado en el paradigma de la elección racional. El modelado emplea simulación computacional que apunta a proporcionar una representación aproximada de aplicaciones empíricas particulares (Simon, 1973a; Frantz, 2003).

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Las decisiones corporativas no se llevan a cabo en el vacío. Son tomadas en razón a condiciones específicas que así lo requieren: modificar los sistemas de mercadeo, mejorar las comunicaciones, integrar más empleados, despedir trabajadores, incrementar las ventas, recortar gastos, conceder estímulos. Herbert A. Simon es innovador en teoría de juegos y estrategias racionales. Tanto en la guerra como en la vida de las organizaciones las decisiones pueden determinar un curso de acontecimientos definitivo. Las decisiones involucran estrategias selectivas que pueden resultar muchas veces subóptimas. Una organización depende por esto de pequeñas y variadas decisiones tomadas a lo largo del tiempo (Simon, 1979, 1984; Simon y Larkin, 1987).8

una concepción del comportamiento administrativo que incorpora los avances que por entonces se proyectaban en tecnologías de programación computacional, redes informáticas y psicología de las preferencias racionales (March y Augier, 2003). Una pregunta que se formula Simon (2001) es: ¿En qué se basan las decisiones de los administradores? La teoría económica tradicional responde con el supuesto según el cual el hombre es hedonista; se actúa con la finalidad de lograr incrementar utilidades. Conseguir el máximo de felicidad dependerá de cuánta energía se haya gastado en invertir en uno mismo. Los economistas tienen para ello un modelo del “hombre económico” que elige racionalmente el mejor curso alternativo de acción posible con el propósito de maximizar sus rendimientos (Simon, 1979; Beckenkamp, 2004). Esta versión clásica del utilitarismo transfiere una imagen equivocada del hombre real en toda su complejidad, de acuerdo con Herbert A. Simon:

Diseñar planes, construir modelos, estructurar posibles esquemas de acción son condiciones naturales de la racionalidad gerencial; de donde se desprende una idea amplia sobre la facultad directiva en la organización. Simon opone “organización” a “personalidad”. No podemos comprender ni lo que un ejecutivo recibe ni lo que aporta si no entendemos la organización en la que trabaja, porque su comportamiento y el efecto que éste produce en los demás son funciones de su situación dentro de aquélla (Simon, 1962, p. XV). Este importante principio ha sido renovado para estudiar dentro de las organizaciones lo que Robert Axelrod ha denominado “diseminación cultural”.9 La psicología de las organizaciones se desenvuelve en un ambiente de hábitos y comportamientos rutinarios, imitativos, que determinan la confianza mutua entre directivos y trabajadores (Simon, 1986).

El administrador de empresas reconoce que el mundo que percibe es un modelo drásticamente simplificado de la creciente y ruidosa confusión que constituye el mundo real. Se da por satisfecho con esta tosca simplificación, porque cree que el mundo real está, en su mayor parte, vacío; que la mayoría de los hechos del mundo real no tienen importancia para ninguna situación determinada con que él se enfrente, y que las cadenas más trascendentes de causas y consecuencias son breves y sencillas (1962, p. XXIV).

A juicio de Simon, en la empresa la actividad de inteligencia suele anteceder a la de diseño que, a su vez, precede a la elección. Pero el modelo no se cumple como una secuencia simple y no siempre bajo este esquema. Lo que sí es absolutamente seguro es que toda la actividad gerencial está embebida en la toma de decisiones. Inteligencia, diseño o planificación y toma de decisiones conforman la tríada categorial para comprender la finalidad de la organización. Dentro de este esquema analítico Simon expone

En efecto, la necesidad de una teoría administrativa existe justamente porque hay límites prácticos de la racionalidad. Estos límites no son estáticos, ya que dependen del contexto organizacional dentro del cual se lleva a cabo la decisión individual. Por consiguiente, la tarea de “administrar” está fuertemente ligada al diseño de un contexto organizacional, donde el individuo puede acercarse a la racionalidad en la toma de decisiones y donde este acercamiento sea práctico en términos de los objetivos organizacionales (Novarese y Rizzello, 2003).

8 En Ulises y las sirenas, Uvas amargas y Egonomics Jon Elster también ha explorado una amplia variedad de ejemplos de condiciones subóptimas de racionalidad en términos de decisiones individuales y colectivas (Elster, 1997). 9 La diseminación cultural dentro de las organizaciones nos permite comprender los efectos de un mecanismo de influencia social convergente. Si tenemos empleados trabajando a diario en lugares fijos, la premisa básica es que cuanto más parecido es un empleado a su vecino más probable es que el empleado adopte unos de los rasgos del vecino. El modelo desarrollado por Axelrod ilustra el modo en que la convergencia local puede generar polarización global (Axelrod, 1997; 1995).

Como consecuencia de sus hipótesis, Herbert Simon propone el modelo del “hombre administrativo”, en reemplazo del “hombre económico” (Simon, 1962). Mientras que el hombre económico maximiza al seleccionar el mejor curso de acción de todas las opciones posibles, el hombre administrativo simplemente “satisface”, en su esfuerzo por acercarse a una decisión que es suficientemente satisfactoria. Según Simon, en su actuar en el día a día el gerente busca tomar y adoptar decisiones dentro de un rango de alternativas satisfactorias que no necesaria-

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mente son las alternativas óptimas, y esto, a su vez, tiene consecuencias más allá de los individuos, lo que significa en la práctica que también las organizaciones solamente llegan a satisfacer sus objetivos en niveles de racionalidad subóptima (Elster, 1997).

posibilidad de formar coaliciones11. (5) La demostración de que, en presencia de elecciones inseguras –en las que únicamente se conoce la distribución de probabilidad de resultados–, suponer una elección coherente equivale a suponer que quien toma las decisiones tiene una función de utilidad fundamental, y está eligiendo su máximo valor (Sen, 2004).

A modo de ejemplo, podríamos decir que si los gerentes tuvieran que hacer una torta de cumpleaños para uno de sus hijos harían una “torta que pudiera ser comida” y no una torta que sea enormemente disfrutada y recordada por los compañeros de su hijo (quizás por ello sea notable la excelente predisposición que tienen los gerentes a “delegar” a otros las tareas que resultan triviales). Observando este fenómeno, en términos organizacionales y desde el punto de vista de los negocios, podemos decir que en el proceso de gerencia dentro de las empresas no se busca “maximizar la utilidad” sino tener una utilidad razonable: en lugar de pagar un precio óptimo, hablamos de un precio justo, y en lugar de vender al mejor precio, las ventas son realizadas a un precio que termine de una buena vez con el stock.

En su concepción del comportamiento empresarial Simon incorpora el punto (1) pero no (2), (3), (4), (5), que acredita con toda propiedad a la teoría económica neoclásica. Pero los límites de la racionalidad económica quedan expresados por Simon cuando aborda el comportamiento administrativo. La tesis de Simon es simple pero contundente: Lo que constituye la preocupación central de la teoría de las organizaciones es el límite entre los aspectos racionales y no racionales del comportamiento social humano. La teoría administrativa es, particularmente, la teoría de la racionalidad intencionada y limitada del comportamiento de los seres humanos que “se dan por satisfechos” porque no tienen la inteligencia suficiente para conseguir el máximo (Simon, 1962, p. xi).12

En términos de Herbert A. Simon la experiencia de los gerentes, sus títulos y diplomas en las mejores universidades y los cursos de postgrado no son suficientes para maximizar la utilidad de la toma de decisiones. Más aún, Simon señala que con la “novedad” situacional como temporal en los procesos de productos y servicios, un gerente puede operar inteligentemente pero ser menos efectivo y eficiente. Esto lleva a una muy importante consideración, dado que los líderes que actúan motivados por este criterio ponen a la organización en una situación de riesgo cuando la “tasa de cambio relativa es alta”.10

Simon desarrolla con todo rigor en sus escritos sobre el comportamiento administrativo aspectos clave sobre la condición humana. Primero, los límites de racionalidad que operan cuando el gerente debe tomar decisiones que no dan tiempo y bajo condiciones de información sesgada (Sent, 2004). Segundo, la fenomenología del comportamiento organizacional que se desprende de una psicología de las preferencias subóptimas. Estos asuntos constituyen parte del trasfondo para comprender cómo funciona efectivamente la empresa (Simon y Lave, 1998).

El modelo de Von Neumann y de Morgenstern en teoría de juegos había introducido en la teoría económica cinco conceptos independientes: (1) La idea de representar el comportamiento futuro como un “árbol”, en el que varias ramas nacen de cada punto de la elección. (2) La idea de tomar el minimax (seleccionar la rama que dará el mejor resultado frente a un adversario malévolo) como definición de la elección racional en una situación de competencia. (3) La idea de servirse de una estrategia mixta dentro de una situación de competencia, para impedir que los movimientos propios sean advertidos por el adversario. (4) La idea de definir la elección racional en las situaciones de competencia con más de dos jugadores, en relación con la

El análisis de Herbert A. Simon y James March evalúa a otros autores: Bendix, de 1947; Dubin, de 1949, y Blau, de 1955, críticos del sistema burocrático. Pero los enfoques más destacados para Simon son los de los tres autores que hemos mencionado anteriormente (Merton, Selznick y Gouldner); estos autores exhiben consecuencias disfuncionales para las organizaciones que adoptan un arreglo de tipo burocrático. Se puede resumir ahora gráficamente el esquema de la crítica de Simon a la teoría convencional. Los aportes de

11 Ésta fue la idea original propuesta en 1945 con la publicación de The Theory of Games and Economic Behavior. 12 Simon construye un modelo de elección racional con los límites acotados en “Behavioral Model of Racional Choise”, Quarterly Journal of Economics, febrero de 1955 (citado en Simon, 1962, p. X XIII).

10 Una ilustración local del fenómeno de decisiones bajo altos riesgos se ha dado en Colombia recientemente con la quiebra de algunos inversionistas de la Bolsa de Valores (revista Dinero, 9-16 de julio de 2006).

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Simon constituyen en realidad una filosofía de las acciones para la teoría del comportamiento administrativo. Su novedad es haber logrado situar un tema de economía

experimental dentro de los avances logrados por la teoría de juegos, la teoría de las decisiones racionales y la psicología del agente administrativo (Earl y Elgar, 2001).

Tabla 1. Diferencias de Simon con la Teoría Convencional

Teoría Convencional

Herbert A. Simon

1. Burocracia y jerarquía

1. Relaciones de coordinación y cooperación

2. Paradigma mecanicista

2. Paradigma evolutivo

3. Personalidad

3. Organización

4. Autoridad vertical normativa

4. Legitimidad y confianza

5. Contabilidad y productos

5. Decisiones y procesos

La teoría de Simon sobre la bounded rationality (racionalidad limitada)

La atención recae en Herbert A. Simon, quien por su labor experimental y teórica mereció el premio Nobel de 1978. Un trabajo en el que, como bien lo dice Kahneman, se propone una racionalidad matizada; una racionalidad más –o menos– racional (Kahneman, 2003). Para Simon la racionalidad no responde tanto a las necesidades u objetivos organizacionales como a ciertos niveles de satisfacción individual. “Mi objetivo principal es entender la racionalidad humana. Contrariado por la inaplicabilidad de la teoría clásica de optimización a las realidades de la decisión pública, me orienté hacia una teoría de la decisión basada en la tesis de que la racionalidad humana está acotada (bounded rationality). Debido a limitaciones en sus conocimientos y a la capacidad de procesamiento de la información, el ser humano busca niveles de conformidad en vez de maximizar utilidades” (Simon, 1995).

No hay mejor forma de concretar lo anterior que reproduciendo el sentido de algunas palabras del genio de Herbert A. Simon, en las que señala que la empresa del futuro ha de operar sobre la base de decisiones programadas que a su vez son tomadas en la oficina automatizada que está a su lado. Y recordar que esto fue expresado alrededor de 1960. James March y Herbert A. Simon dedicaron un notable esfuerzo al análisis de la burocracia y pusieron el foco en las disfunciones de la misma, lo cual puede verse en el trabajo reseñado: La intuición y el razonamiento son formas alternativas de resolver problemas; la intuición se asemeja a la percepción; la gente a veces contesta una pregunta difícil respondiendo una más fácil; y el procesamiento de la información es con frecuencia superficial, porque las categorías son reemplazadas por prototipos. Todo esto estaba en nuestras mentes cuando con Tversky comenzamos a trabajar en 1969, y la mayor parte estaba en la mente de Simon desde mucho antes (Kahneman, 2000, p. 23).13

Estas referencias textuales esbozan la teoría que tanto fondo ha tenido en la sociología, la economía y la administración. La teoría de la racionalidad acotada supone que los seres humanos no tienen por objetivo personal la maximización del beneficio de su empresa, sino ciertos niveles de conformidad que obedecen a objetivos personales, subjetivos. Estos objetivos encuentran diversas formas de ser coherentes con el pensamiento de la organización. Antes de internarse en este pensamiento, Simon tuvo que dedicar mucha parte de sus fuerzas a estudiar el comportamiento que el hombre tiene aislado: su forma de razonar, lo que lo impulsa, sus opciones frente a las circunstancias (Simon y Gregg, 1967).

Las atribuciones de Kahneman reproducen con fidelidad la meritoria genialidad de Simon cuando pudo anticiparse cuestionando los imponderables alcances de los modelos matemáticos de racionalidad perfecta que planteaba la teoría económica neoclásica.

13 Las cursivas son del autor.

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Para lograr interiorizar el campo procesal de la toma de decisiones, Simon se inclinó por aislar ciertos presupuestos teóricos. Indujo entonces que la racionalidad y la decisión están determinadas en gran medida por el pensamiento humano y la amalgama de subjetividades –en el caso de la burocracia–. “Mi interés en la economía comenzó en 1935, como parte de mi interés en el proceso decisorio humano, y particularmente en cómo los seres humanos enfrentan las complejidades, las incertidumbres y los conflictos de objetivos que se nos presentan diariamente en la vida personal y profesional [...] Perseguir mis objetivos me llevó a una búsqueda larga pero placentera, a través de un laberinto de posibilidades” (Simon, 1978b).14

ser un costo ínfimo. Sabiendo incluso que los estudios contables dan la cifra y sus costos reales, el posible riesgo del gasto puede ser o no racional para alguno de los dos (Schwartz, 2002). No puede pensarse en una comunicación de principios abstractos al estilo de Frege (en cuyo caso toda situación se comprende igual por parte de ambos interlocutores) si se quiere pensar en cierta racionalidad limitada. Limitada no sólo por la falta de información o por índices conformidad, la interacción intuitiva con la realidad individual llevada a cabo por los agentes decisorios está cargada de diferencias; quizá por ello la lógica que enmarque la racionalidad dentro de la organización no debe ser definida como limitada o conformista; habrá que pensar en las diferencias conceptuales a las que obligan los contrastes in situ de la realidad (Minkes y Foxall, 2003).

Para entender decisiones presupuestarias hay que entender las decisiones en general. Y para entender las decisiones en general, aun sus aspectos racionales, hay que estudiar el proceso decisorio, y más generalmente, el proceso del pensamiento humano. Para hacerlo tuve que alejarme de mis estudios iniciales de ciencia política y economía, encaminándome hacia la psicología, la ciencia de la computación y la inteligencia artificial (Simon, 1995, p. 508).

Para conocer y determinar ciertos rasgos esenciales del pensamiento humano, Herbert A. Simon trabajó con inteligencia artificial llegando a la invención de un programa que resolvía problemas de complejidad avanzada. “La teoría de la racionalidad acotada surgió del estudio que realicé sobre recreación en Milwaukee, y la confirmé por lo que había descubierto analizando la incidencia impositiva en California” (Simon, 1991a, p. 67). Es decir, se trata de un descubrimiento teórico fundado en circunstancias de labor experimental. Allí Simon logra conseguir los postulados básicos que luego conformarían su teoría especial sobre la racionalidad:

Pero también es necesario comprender que nada, ni siquiera la toma de decisiones, funciona de forma aislada, puesto que, en tanto que factores, la racionalidad, la decisión, el comportamiento o el instinto forman parte del contexto organizacional. No basta entonces con determinar la forma en que se lleva a cabo cada uno de los factores sino los rasgos que caracterizan la interacción entre dichos factores. Simon no subrayó lo suficiente esto último. Si bien sus estudios son intachables en cuanto al funcionamiento aislado del pensamiento, dentro de contextos y circunstancias de la organización, la interacción que los sujetos tienen con el entorno no parece ser un motivo de sus estudios. Igualmente, Simon parte del supuesto de que los hombres, aun cuando operan de acuerdo con sus propias teorías de la realidad y no conforme con la realidad misma, comparten conceptos idénticos mediante el lenguaje. Así, podríamos preguntarnos: ¿Serán objetivos de conformidad ramificados o entendidos de forma diferente? Lo que para un gerente supone un precio exagerado, para el presidente puede

Los años más importantes de mi vida, desde el punto de vista científico, fueron 1955 y 1956 [...]. En 1955, si bien no dejé mis preocupaciones con la administración y la economía, me concentré particularmente en la psicología del proceso humano de resolución de problemas, más específicamente, en descubrir el proceso simbólico mediante el cual la gente piensa. Rápidamente me convertí en un psicólogo conductista y en un científico de la computación [...] Inventamos un programa de computación capaz de razonar de manera no numérica [...] El 15 de diciembre de 1955 nació la solución heurística de los problemas, realizada por computadora, cuando pudimos demostrar cómo una computadora podía utilizar métodos heurísticos de búsqueda para solucionar problemas difíciles [...] el ajedrez se convirtió en una herramienta estándar en las ciencias cognitivas y la investigación de inteligencia artificial. Nuestra investigación sobre el ajedrez se centró en cómo funcionaban los ajedrecistas, quienes en el mejor de los casos podían analizar 100 variantes frente a una posición difícil (Simon, 1991a, p. 14).

14 “En diciembre de 1970 visité Argentina, donde hice una cosa que no había hecho nunca, y que tampoco hice después: solicitar una entrevista con una celebridad. Durante una década había admirado las historias de Jorge Luis Borges, y estaba intrigado por el rol que los laberintos cumplían en ellas. Conversamos, luego de lo cual concluí que no había ningún modelo abstracto en la base de sus obras. Él escribió historias, no creó modelos” (Simon, 1991a).

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Simon acudió entonces a diferentes perspectivas del pensamiento humano para pensar el proceso de toma de decisiones (Simon, 1984; 1995). Asume intuitivamente que el pensamiento puede estandarizarse, es decir, que se trata de algo estable, de una forma neuronal que se mantiene, y esto no parece ratificar que existan realidades diferentes. La racionalidad acotada supone, entonces, “una racionalidad” que redefine sus principios continuamente. Por ello, la toma de decisiones se vuelve compleja, más si se trata de centros grupales de decisión; los principios racionales fluctúan en razón de preferencias personales que, aun cuando coherentes con los objetivos de la organización, difieren entre sí. La pregunta es, entonces, ¿cómo hallar, en medio de un centro burocrático decisional, la mejor opción frente a una situación?

mitada (Schelling, 1989; Simon, 2000). Quien tiene que tomar una decisión se forma una idea de aquello a lo que aspira. En cuanto lo encuentra, termina la búsqueda. Este modo de selección se denomina satisfactoriedad (Novarese y Rizzello, 2003). La importancia de la teoría es que permite mostrar cómo se toman de hecho las decisiones a partir de esfuerzos razonables en materia de computación: usando información incompleta, sin hacer lo imposible... llevar adelante el procedimiento maximizador. Apenas se introducen pequeñas complicaciones en una situación de opción, el alejamiento de la conducta con respecto a las predicciones de la teoría de la utilidad subjetiva esperada es evidente. La gente no se comporta ni siquiera como si maximizara. Los fundamentos microeconómicos de la teoría clásica de la empresa no tienen nada que ver con la realidad. No describen ni remotamente los procesos que los seres humanos utilizan para tomar decisiones en situaciones complejas. En pruebas experimentales con diversos grupos los comportamientos se apartan significativamente de lo que sugiere la hipótesis de la utilidad esperada subjetiva (Simon, 1979).

Simon afirma que “el ser humano concreto tiene capacidades muy limitadas para conocer y computar”, lo cual, obviamente, influye en sus capacidades para decidir. Y, consecuentemente, agrega: “Mi tesis doctoral deriva de dos principios básicos: los seres humanos sólo pueden lograr una racionalidad acotada, y como consecuencia de sus limitaciones cognitivas, tienden a identificarse con subobjetivos” (Simon, 1991a, p. 18). Ya habíamos dicho antes que el pensamiento no puede pensarse estable y conforme a objetivos generales, los individuos que integran el grupo encargado de la toma de decisiones son la matriz de ramificación de los objetivos, “subjetivizando” racionalmente para luego dar coherencia con lo que ha de decidirse, esta vez con intereses personales, fruto de las limitaciones racionales que ofrece la generalización a la cual se inscribe. Debido a ello, el aprendizaje de lo predictivo se convierte en un desafío metateórico sobre la racionalidad de la organización; sólo a partir de este desafío puede generalizarse el objetivo organizacional: “El aprendizaje, en el sentido de reacción a las consecuencias percibidas, es la principal forma en que se manifiesta la racionalidad” (Simon, 1978a, p. 162).

En la perspectiva de Simon, la racionalidad opera desde dos regiones básicas de la naturaleza humana: procesos y contenidos. En la región de los procesos el conocimiento originalmente procede mediante la percepción, la intuición y el comportamiento racional;15 en una evolución que va desde un aprendizaje lento, asociado, inercial y reactivo, hasta llegar a constituir una estructura selectiva, controlada, con esfuerzo, educada y flexible. Los contenidos de la racionalidad dependen de las relaciones interactivas entre los estímulos, la simulación de hábitos y unidades de percepción con la capacidad de representación conceptual. Los seres humanos desarrollan la capacidad de contrastar pasado, presente y futuro. Para Herbert A. Simon, el lenguaje contribuye enormemente a saltar el abismo que separa a nuestra especie y constituye en buena medida la comprensión de nuestra pertenencia común a la cultura y la sociedad (Simon y Kotovsky, 1973). Como puede observarse en la tabla 2, para que la organización no carezca de principios la racionalidad se ha exteriorizado. Herbert A. Simon escribe: “No conozco ningún desarrollo sistemático de una teoría de la información y comunicación que considere a la atención, y no a la información, como el recurso escaso”. Y, sin embargo, “hoy en día el problema para el procesador humano de la información, tanto en el interior como en el exterior de una organización, consiste

En la solución de problemas, el pensamiento humano es regido por programas que organizan multitud de procesos simples de información, en secuencias ordenadas y complejas que responden y se adaptan al ambiente de la tarea y a los datos que se extraen de ese ambiente a medida que se desarrollan las secuencias [...] El secreto de la solución de problemas consiste en que no hay secretos: se realiza a través de complejas estructuras de elementos simples y familiares (Simon y Rosemberg, 1977, p. 604).

15 Entre los trabajos filosóficos más recomendables para una extensión de las ideas de Simon en perspectiva epistemológica, ver Robert Nozick (1995).

Búsqueda y satisfacción, según Herbert A. Simon, son dos conceptos centrales en la teoría de la racionalidad li-

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en seleccionar las comunicaciones que desea atender, provenientes del gran aluvión informativo que lo zarandea [...] Todo el concepto de lo que significa saber se ha transformado. En la era anterior a la computadora una persona sabía algo cuando lo había almacenado en su memoria, en forma tal que pudiera localizarlo sobre la

base de datos apropiado [...] Actualmente la tarea crítica no consiste en generar, almacenar o distribuir información, sino en filtrarla, de modo que los requerimientos de procesamiento sobre los componentes del sistema, humanos y mecánicos, no superen en gran medida sus capacidades” (Simon, 1973b, p. 17).

Tabla 2. Adaptación descriptiva del proceso de racionalidad en Herbert A. Simon

Percepción

Procesos

Contenidos

Intuición

• • • • •

Rápido Paralelo Sin esfuerzo Asociativo Aprendizaje lento

• Perceptos • Simulación • Estímulos

En la medida en que los principios decisorios se externalizan, la racionalidad se limita, se sujetan las posibilidades, eliminando el obstáculo que supone la ramificación y matización de objetivos en las decisiones de corte burocrático. No se trata ya de un “qué hacer” sino de un “cómo hacer”. La racionalidad que construía conceptos es ahora una racionalidad operativa (Simon e Iwasaki, 1994).

Racionalidad

• • • • • •

Lento Consecuente Controlado Esforzado Educado Flexible

• Representación conceptual • Pasado, presente y futuro • Poder de evocación mediante el lenguaje

to de la organización es cada vez más eficiente por su parecido a la lógica, y esto se debe a los conceptos cada vez más duros, más coercitivos, más estables. No ha de confundirse esta inalterabilidad con la de las decisiones; ellas son, paradójicamente, más dinámicas, puesto que se inscriben fácilmente en el contexto. La racionalidad que impulsa las decisiones no es más que un movimiento operativo con conceptos que delinean una teoría de la realidad a la que el individuo ha de inscribirse. Cultura organizacional, clima empresarial, familia y hasta los clichés de misión, visión y gestión son términos integradores de individuos bajo una misma realidad. Simon se refiere a esto anotando que los “supuestos de racionalidad son componentes esenciales de casi todas las teorías sociológicas, psicológicas, políticas y antropológicas que conozco, pero no en la versión que utiliza el análisis eco-

Al entablarse la relación operativa en torno a la búsqueda de una decisión y bajo algunas de las consideraciones que se han reseñado, “Nuestro pensamiento no se guía por la realidad, sino por nuestras teorías sobre la realidad” (Simon y Larkin, 1987), pero si la teoría subjetiva de la realidad está determinada por conceptos inamovibles e inmutables, el funcionamiento tiende a ser lógico. “No hay que confundir la lógica con el pensamiento humano” (Simon, 1991a, p. 302); sin embargo, el funcionamien-

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nómico, según la cual el hombre racional es un maximizador, que no se conforma con nada menos que con lo mejor –de lo posible, es decir, con el óptimo– [...] En mi opinión, casi todo el comportamiento humano tiene un gran componente racional, pero en sentido lato, no en el sentido estricto de los economistas; el análisis económico de ninguna manera debe circunscribirse a la definición restringida de racionalidad; y el análisis económico se ha preocupado por los resultados de la elección racional, más que por el proceso decisorio” (Simon, 1991a, p. 298) .

ramificaciones subjetivas de los objetivos individuales ha sido uno de los grandes problemas estructurales dentro de la definición de organización y su funcionamiento en cuanto agente productor de decisiones. No obstante, y dejando de lado sus implicaciones, las relaciones no formales han logrado entablarse al margen de la organización cuando lo que las une nada tiene que ver con ellas. Todo parece indicar que la teoría de Simon va en busca de un sujeto que al integrarse a la organización modula su realidad, se incorpora a un modelo artificial coercitivo, en primera instancia, para luego moldear la capacidad racional de sus decisiones con conceptos sociológicos de grupo, y convertirlas en elecciones controladas. Simon no huye del control, pero lo convierte en un mecanismo psicológico de intensa creatividad (Dasgputa, 2003).16

La teoría de las expectativas racionales pasa por encima de los problemas, en vez de solucionarlos. No le interesa cómo se adoptan las decisiones, sino “qué decisiones se adoptan” (Simon, 1978a, p. 164). Y sobre sus aportes a la teoría de las organizaciones, afirma: “en El comportamiento administrativo mostré que el proceso decisorio es el núcleo de la administración, y que el lenguaje de la teoría de la administración debe surgir de la lógica y la psicología de la elección humana” (Simon, 1979, p. 497). El enfoque de Simon introduce variables antes no contempladas en la racionalidad económica: los cambios de preferencia del consumidor que dependen de su psicología personal, el papel de las intuiciones, los estados anímicos y una creciente motivación que varía temporalmente. El mérito de Simon es haber identificado los componentes informales del comportamiento humano y haberlos integrado a una concepción más dinámica de las organizaciones.

Resumiendo, la teoría de la racionalidad acotada de Herbert A. Simon nos permite evaluar algunos lugares comunes predominantes en la economía de las organizaciones. Y precisar con mayor detalle por qué la filosofía de la empresa comprende una relación concordante con los comportamientos individuales de los agentes que la conforman. La racionalidad limitada del individuo actúa bajo grados relativos de comparación, de manera semejante a la racionalidad en las organizaciones. Esto podemos apreciarlo gráficamente en el cuadro comparado de la tabla 3.

Tabla 3. Cuadro comparativo entre la racionalidad individual y las organizaciones

Simon

Organizaciones

1. El individuo tiene como propósito la satisfacción de sus aspiraciones y no la maximalidad.

1. La organización se realiza cuando las empresas establecen planes para lograr resultados satisfactorios.

2. El individuo asume esquemas recursivos y reglas procedimentales simples para evitar la sobrecarga de información. Ante lo inusitado tiende a percibir elementos que reflejen una situación análoga ya reconocida.

2. Las organizaciones adoptan planes que promueven un carácter previsible y regular del comportamiento de los empleados y trabajadores.

La teoría de Simon muestra de qué manera la racionalidad organizacional ha devenido operativa e integradora (Simon, 1984; Simon y Lester, 1998). No se escapa de todo ello un objetivo principal, a saber, maximizar la utilidad. Evitar las

16 Una crítica reciente al concepto de bounded rationality empleado por Simon: Nicolai Foss, “The Rhetorical Dimensions of Bounded Rationality: Herbert A. Simon and Organizational Economics”, En: Salvatore Rizzello (Ed.) Cognitive Paradigms in Economics. London: Routledge, 2002.

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Tabla 3. Continuación. Cuadro comparativo entre la racionalidad individual y las organizaciones.

Simon

Organizaciones

3. El individuo inicia un proceso en busca de alternativas frente a condiciones de insatisfacción o resultados no alcanzados.

3. Cuando los planes no satisfacen las expectativas, las organizaciones inician un proceso de revisión y cambio hacia nuevas perspectivas.

4. Cuando se selecciona información para actuar, no siempre las decisiones son buenas, porque fallan los mecanismos de escogencia. El error constituye parte necesaria del aprendizaje humano.

4. Las organizaciones toman decisiones cuando creen que éstas pueden traer resultados satisfactorios. Pero nada garantiza el éxito porque cuentan también modalidades diferentes de incentivos, información y motivos de los agentes involucrados.

5. Un aprendizaje equívoco de información se puede dar por incertidumbre frente al mundo.

5. Los resultados esperados de un comportamiento pueden ser erróneos porque pueden surgir elementos fortuitos.

Un antecedente de economía institucional: Douglass C. North

institucional proporciona los incentivos que dictan los tipos de habilidades y conocimientos con el mayor rédito percibido. (4) Las percepciones se derivan de las construcciones mentales de los actores. (5) Las economías de alcance, complementariedades y externalidades de red de una matriz institucional hacen que el cambio sea en su abrumadora mayoría acumulativo y seudodependiente.

En su más reciente trabajo, Understanding the Process of Economic Change (Para entender el proceso del cambio económico, 2007), Douglass North desarrolla una tipología de la acción humana como fundamento para comprender la evolución y el desarrollo económicos. Dentro de un contexto institucional el autor ofrece pautas que permiten explicar las razones por las cuales algunos países y sociedades presentan peores o mejores indicadores de calidad de vida. La novedad del argumento central de North consiste en hacer depender toda la estructura de la economía política de las variaciones evolutivas que puedan tener las creencias individuales y colectivas de los agentes económicos.

Viene al caso ampliar en perspectiva la proposición 5, y preguntarnos: ¿por qué las economías no pueden revertir su dirección de la noche a la mañana? Manteniendo el argumento de North, podemos afirmar que globalmente las medidas económicas pueden desencadenar un efecto regresivo en el tiempo. Luego, en los distintos trámites legislativos de las reformas económicas, lo que acumulamos es una reproducción negativa de conflictos sociales y políticos concomitantes. Los cambios son acumulativos y graduales. En la economía estos cambios se han provocado regularmente como parte de conflictos sociales heredados.

Recordemos que, desde sus ensayos anteriores, North busca una respuesta teórica al problema del cambio institucional. En Understanding resume cinco proposiciones clave: (1) La interacción continua de instituciones y organizaciones en el marco económico de la escasez y, por lo tanto, de la competencia es la clave del cambio institucional. (2) La competencia obliga a las organizaciones a invertir de manera constante en habilidades y conocimientos, con el objetivo de sobrevivir. El tipo de habilidades y conocimientos adquiridos y sus organizaciones darán forma a las percepciones cambiantes sobre las oportunidades y, por lo tanto, a las decisiones que provocarán una modificación gradual de las instituciones. (3) El marco

Implicaciones de la teoría de Simon para la economía institucional

Una de las ideas más potentes que se derivan de la teoría de Simon sobre la racionalidad limitada es que la naturaleza de las organizaciones está fundamentada sobre el carácter restringido del comportamiento y la inteligencia humanos. Justamente porque la racionalidad humana es

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restringida, las divisiones y competencias sobre el conocimiento social son necesarias. En una línea semejante a Hayek (1980), Simon concibe que el conocimiento humano avanza principalmente en razón a la tarea y el esfuerzo permanente de cientos de investigadores que localizan sus resultados dentro de las instituciones democráticas.

las implicaciones sobre los resultados de gran escala. Las conductas institucionales no resultan de un mero agregado de comportamientos individuales, pero las organizaciones afectan considerablemente la manera como los individuos escogen. Schelling denominó a esta interacción “micromotivos y macroconducta” (Schelling, 1989).

Tanto Simon como Hayek consideran el análisis de las instituciones como esencial para comprender la teoría de la mente humana, pero difieren en que Hayek considera los mercados como la única institución capaz de coordinar las decisiones de individuos con intereses tan diversos, mientras que Simon ve la división del conocimiento y la coordinación como un proceso complementario que caracteriza la evolución de los mercados y las instituciones.

La gente se separa siguiendo muchos lineamientos y muchas maneras, afirma Schelling. Existen las segregaciones de sexo, edad, ingreso, idioma, religión, color, gusto personal, y los accidentes de las circunstancias históricas (Schelling, 1989, p. 130). Ciertas segregaciones se dan como resultado de las prácticas de las organizaciones. Otras resultan de la interrelación de las elecciones individuales que discriminan. Otras resultan de sistemas especializados de comunicación, como los idiomas. Y cierta segregación es un corolario de otras manifestaciones de segregaciones: la residencia se encuentra correlacionada con la ubicación del empleo y el transporte. Schelling relaciona analíticamente, mediante una modelación posteriormente denominada tipping, los incentivos individuales y los resultados colectivos mostrando cómo intervienen en la segregación algunas restricciones cuantitativas, los mecanismos separadores, la clasificación y el conflicto.

Una genuina intuición de Simon fue concebir la toma de decisiones organizacionales integrada a un proceso evolutivo de aprendizaje institucional; un aspecto que ha sido explorado sobre todo en la investigación sobre psicología de las empresas. Desde mediados de los 70 hasta su más reciente estudio, Choices, Values and Frames, de 2000, Tversky y Kahneman han investigado los principios psicológicos que rigen la creación, percepción y evaluación de alternativas en el proceso de toma de decisiones. Los autores encontraron que las preferencias varían sustancialmente de acuerdo con la forma en la cual un tema es presentado (“frame”). Antes que estables, las preferencias son reconstruidas por los individuos durante el procesamiento de la decisión; una prueba de este proceso es provista por condiciones experimentales en las que diferentes representaciones del mismo objeto de elección provocan preferencias contrarias.

El análisis de Schelling en Micromotivos y macroconducta resulta pertinente para el estudio económico de las instituciones porque enseña cómo las cuotas numéricas o razonables pueden afectar la probabilidad de un equilibrio estable de una determinada población. Resulta igualmente relevante para comprender cómo se llega a acciones concertadas en conjuntos amplios de población. La lógica del modelo de Schelling ilustra, por ejemplo, que para lograr consensos no basta el equilibrio numérico. Hay casos experimentales identificados en su obra que refieren equilibrios estables extremos dentro de un mismo grupo (negros o blancos durante la peor época de racismo en Estados Unidos). Puede haber equilibrios estables potenciales o, incluso, las posiciones iniciales y las tasas de movimientos determinan cuál de dos agrupaciones en conflicto se impondrá.17

Lo anterior sugiere que el aspecto crucial en el proceso de toma de decisiones es la habilidad para construir nuevas representaciones de problemas, un punto en el que Simon trabajó arduamente durante sus investigaciones experimentales sobre la conducta administrativa en los 50 (Earl y Elgar, 2001): cómo los modelos mentales con los cuales los individuos y las instituciones esquematizan sus roles dentro de la sociedad hacen parte de una dialéctica subjetiva de intereses superpuestos que dan dinamismo y desarrollo a las mismas instituciones.

La propiedad del modelo de Schelling consiste en hacer coextensivas las relaciones entre comportamiento individual y acciones colectivas. E identifica las notables observaciones de Herbert A. Simon sobre las evidentes des-

Otra dirección influyente de Simon en economía institucional es evidente en los trabajos de Thomas Schelling sobre teoría de la disuasión y el modelado basado en agentes. De manera semejante a Herbert A. Simon, enfatizaba el valor de comenzar el análisis de comportamientos colectivos con reglas de comportamiento para los individuos y de utilizar la simulación para descubrir

17 En un proyecto, desde hace una década María del Pilar Castillo y Boris Salazar, profesores de economía de la Universidad del Valle, trabajan con una familia de modelos semejante al descrito, para interpretar la movilidad estratégica de las agrupaciones en conflicto (Salazar-Castillo, 2001).

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viaciones de equilibrio organizacional que tienen lugar en virtud de la psicología de las emociones.

tradición heredada es que logra incorporar una reflexión filosófica de primera línea en un contexto tan pragmático como el campo de la empresa y la eficiencia organizacional. Simon aporta a la teoría del comportamiento administrativo una fundamentación epistemológica de rigor con alcances aún inexplorados y que estamos por descubrir en Iberoamérica. •

Eduardo Wiesner (1997) sitúa el enfoque de Simon en el marco teórico del modelo neoinstitucional. Más precisamente, subraya las propiedades positivas del enfoque inductivo y experimental de Simon, en contraste con los modelos deductivos y abstractos de la teoría económica convencional. Wiesner retoma de Simon la idea de que no existen fórmulas mágicas para resolver los problemas de economía. Las decisiones colectivas son el resultado de factores psicológicos de elección en los que intervienen las emociones. La bounded rationality establece límites que se traducen en el diseño de políticas económicas más sensatas con respecto a las dificultades de equidad económica y gasto fiscal.

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Este artículo se propuso hacer una presentación básica de algunos aspectos centrales de la obra de Herbert A. Simon, especialmente orientado al análisis de la economía de las organizaciones.

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Ha presentado las relaciones de la teoría de Herbert A. Simon con una tradición en economía organizacional que se remonta a Max Weber; identificando los componentes críticos de Simon respecto a criterios predominantes como autoridad, eficiencia, desempeño, comunicación, entre otros; hasta llegar a subrayar el legado de Simon en el contexto de la teoría del comportamiento económico institucional reflejado en la obra de Kahneman y Schelling.

5. Beck, Ulrich (2002). Libertad o capitalismo. Barcelona: Paidós.

La economía institucional, desde una larga tradición que se remonta a Adam Smith, reconoce el carácter restringido de la racionalidad de los agentes, los límites dentro de los cuales una decisión puede llegar a ser el resultado de motivos egoístas o altruistas, o de ambos; que las decisiones colectivas se derivan en parte de expresividades psicológicas individuales es un acierto de la filosofía económica en clásicos como Bentham, Stuart Mill o Marshall. Este componente subjetivo del agente económico es explorado por Herbert A. Simon con nuevas herramientas: biología, sistemas de simulación en computadores, programas de modelación matemática.

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Socialization to the Academic Culture: a Framework of Inquiry por

Pilar Mendoza*

Fecha de recepción: 23 de junio de 2008 Fecha de aceptación: 21 de julio de 2008 Fecha de modificación: 25 de agosto de 2008

Abstract The purpose of this article is to provide a theoretical framework and methodology for the understanding and study of the academic culture. It is based on previous works on organizational culture with emphasis on sociological and cognitive perspectives and applicable to all types of organizations. In particular, this article describes the application of socialization and sensemaking perspectives to the formation and development of the organizational culture in academic departments with emphasis on how new faculty members socialize and engage in sensemaking as they gain full membership in their entering department. It also provides a specific methodology to systematically assess potential cultural shifts in academic departments as incoming faculty interact with faculty in the entering academic unit.

Key words: Organizational Theory, Organizational Culture, Academic Culture, Higher Education, Faculty, Sensemaking.

Socialización para la cultura académica: un marco de investigación

Resumen El propósito del presente artículo es proporcionar un marco teórico y metodológico para el estudio y comprensión de la cultura académica. Esta propuesta se basa en trabajos previos sobre la cultura organizacional, con énfasis en las perspectivas sociológica y cognitiva, y es aplicable a todo tipo de organizaciones. En particular, este artículo describe la aplicación de los enfoques de socialización y producción de sentido a la formación y desarrollo de la cultura organizacional en departamentos académicos, y se centra en la forma en que los nuevos miembros de la facultad socializan y participan de la producción de sentido mientras obtienen una completa membresía en los departamentos que los reciben. Asimismo, ofrece una metodología específica para evaluar sistemáticamente el potencial de los cambios culturales en los departamentos académicos, cuando los nuevos profesores de la facultad interactúan con la facultad en las unidades académicas a las que ingresan.

Palabras clave: Teoría organizacional, cultura organizacional, cultura académica, educación superior, facultad, producción de sentido.

Socialização para a cultura acadêmica: um marco de investigação

Resumo O propósito do presente artigo é proporcionar um marco teórico e metodológico para o estudo e compreensão da cultura acadêmica. Esta proposta baseia-se em trabalhos prévios sobre a cultura organizacional, com ênfase nas perspectivas sociológica e cognitiva, e é aplicável a todo tipo de organizações. Em particular, este artigo descreve a aplicação das perspectivas de socialização e produção de sentido à formação e desenvolvimento da cultura organizacional em departamentos acadêmicos, e centra-se na forma em que os novos integrantes da faculdade socializam e participam da produção de sentido enquanto obtêm uma completa parceria nos departamentos que os recebem. Assim, oferece uma metodologia especifica para avaliar sistematicamente o potencial das mudanças culturais nos departamentos acadêmicos, quando os novos professores da faculdade interagem com a instituição nas unidades acadêmicas nas quais foram aceitos.

Palavras-chave: Teoria organizacional, cultura organizacional, cultura acadêmica, educação superior, faculdade, produção de sentido. *

Egresada del programa de física, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Maestría en fisica y doctorado en liderazgo y políticas educativas, Universidad de Massachusetts Amherst, Estados Unidos. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Academic Capitalism and Doctoral Socialization. (Saarbrücken, Germany: VDM Verlag Dr Mueller Publishers), 2008; Academic capitalism and doctoral student socialization: A case study. Journal of Higher Education, 78, 1, 71-96, 2007; Mendez, Jannette y Mendoza, Pilar. (2008). The implications of financial aid packages on African American student retention. National Association of Student Affairs Professionals Journal, 11, 1. Actualmente se desempeña como profesora asistente del Department of Educational Administration and Policy College of Education, University of Florida, Estados Unidos. Correo electrónico: pilar.mendoza@coe.ufl.edu

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ew faculty members are likely to shape the shared meaning and responses to the task demands and performance requirements of the entering department. For example, junior faculty who want to pursue research in areas that would reflect their backgrounds and past research experiences in graduate school might be able to introduce new research areas and courses in their new departments. These examples illustrate the essential role of graduate education in the socialization process of future faculty members and the character of the academic profession, as new recruits bring new values and perspectives (Austin y Barnes, 2005; Gardner, 2008; Mendoza, 2007; Tierney y Rhoads, 1993; Weidman, Twale y Stein 2001). Based on socialization and sensemaking perspectives, the purpose of this article is to provide a theoretical framework and methodology for the study of how the academic culture is shaped as new faculty members enter academic units. First, I start by setting the foundations of socialization to the academic culture using sociological perspectives. Then, I continue the discussion presenting the foundations of sensemaking as the cognitive process involved in the learning of an organizational culture. Then, I linked sensemaking with socialization within the context of the academic profession. Finally, I present a framework useful to study cultural change brought by junior faculty, based on the theoretical framework developed and also on ethnographic interviewing techniques. Although the focus of this manuscript is academic departments, the framework presented here can be generalized to any organizational setting.

Socialization to the Academic Culture Tierney and Rhoads (1993) define organizational socialization as a “ritualized process that involves the transmission of culture” (p. 21) through a mutual adaptive process between the organization and individuals. During socialization processes individuals acquire the values, attitudes, norms, knowledge, and skills needed to exist in a given organization (Merton, 1957). For new members, socialization is the process of learning what is important and expected in their entering organization (Schein, 1968). Socialization processes occur both formally and informally. Formal socialization is explicit and includes faculty development programs as well as promotion and tenure processes. However, most of the time, socializa-

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tion occurs informally. Informal socialization is difficult to observe and analyze since it can occur through informal contacts, such as conversations with senior faculty members over coffee or by observing the actions of faculty in leadership positions. For example, junior faculty members learn how to act in meetings from the behavior of older colleagues or may always hear their peers talk about the importance of publishing while never mentioning service, which would contribute to the notion that service is not as valued (Tierney y Rhoads, 1993). Based on the work of Van Maanen (1976), Tierney and Rhoads (1993) offer a two-stage framework of faculty socialization. The first stage is identified as the anticipatory socialization and takes place during graduate school. In this process, prospect faculty learns about the attitudes, actions, and values of his or her discipline and the profession at large. During the anticipatory socialization, “as young scholars work with professors, they observe and internalize the norms of behavior for research as well as supporting mechanisms such as peer review and academic freedom” (Anderson y Seashore-Louis, 1991, p. 63; Gardner y Barnes, 2007). For example, faculty members learn from mentors and peers in graduate school about how to interact with students and colleagues, as well as about the types of journals and books to read and conferences to attend. The second stage is the organizational stage and occurs as faculty members enter academic careers. This stage is built upon the anticipatory socialization stage in graduate school and consists of two phases: initial entry and role continuance. During the entry phase, individuals go through the formalities of the recruitment and selection process and early stages of organizational learning starting upon employment. The continuance role begins once the new member is formally established in the organization. Given that the organizational socialization stage is framed by the experiences during anticipatory socialization, the learning process during the organizational stage might be at odds with what entering faculty experience at the chosen institution. Therefore, the organizational socialization stage might reaffirm what a new faculty member learned during the anticipatory socialization if his or her graduate school and entering setting hold similar cultures and structures; otherwise, both the entering organization and the individual engage in a mutual adaptive process where both sides strive to modify their respective cultures. In extreme cases, when cultural differences are significant, entering faculty might leave the organization during this stage. For example, a new faculty member who has been trained in a research university and goes to a liberal-arts college could have


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socialization mismatches at the organizational stage given the differences in teaching and research values at both types of institutions. In the same vein, Braxton and Berger (1999) found that faculty adjustment to the role of teaching or research depends on what they learned in graduate school and the prevailing expectation of the institutions they are entering, regardless of discipline. This trend might be explained by faculty members’ selfselection into the type of institution that best fits their abilities and preferences. In similar ways, institutions select applicants according to institutional expectations. Also, academic disciplines vary in the level of consensus their members show in terms of theoretical orientations, research methods, and questions to be advanced in the field. For example, physics is a high-consensus field and education is a low-consensus field. Based on this classification of disciplines, Braxton and Berger found that faculty in high-consensus fields tend to adapt more to their entering institutions than faculty in low-consensus fields. This finding suggests that faculty in high-consensus fields face less ambiguity in making decisions regarding research topics, methods, and curriculum than do faculty in low-consensus fields.

Sensemaking and Organizational Culture In learning the culture of an organization during socialization processes, new members develop culture-specific schemes to interpret everyday events and respond with appropriate behaviors (Berger y Luckman, 1966; Schutz, 1964). The development of such cognitive schemes by new members is guided by a process known in the literature as sensemaking (Louis, 1980; Weick, 1977). Based on previous studies of cognitive sensemaking (Morgan, Frost y Pondy, 1983; Weick, 1977), Weick (1995) defines sensemaking in organizational settings as the ongoing thinking process of individuals with the goal of creating order and making retrospective rational accounts of the situations in which they find themselves. As a result of sensemaking, individuals develop cognitive scripts to predict event sequences and outcomes (Louis, 1980; Weick, 1977). If the outcomes of a given situation occur as the scripts predict, then sensemaking is not evoked; however, when scripts do not predict the outcomes, individuals’ cognitive integrity is threatened (Festinger, 1957), producing a state of tension that calls for a need to restore equilibrium (Lewin, 1951). In these situations, individuals must develop explanations to make sense of the unpredicted events or outcomes, which is known in the literature as sensemaking (Scott y Lyman, 1968).

Organizational culture guides sensemaking in organizations (Ott, 1989) through the vocabulary used by its members: “Sense is generated by words that are combined into the sentences of conversations to convey something about our ongoing experience” (Weick 1995, p. 106). However, words never map a situation exactly, and this causes the process of sensemaking to be never ending. According to Weick (1995), a cue in a frame is what makes sense. Usually, frames tend to be past moments of socialization and cues present moments of experience. In other words, the substance of sensemaking is embedded in cues, frames, and connections between the two. Therefore, the process of sensemaking is an effort to tie beliefs (frames) gained from previous socialization processes with actions (cues) in the present. As an illustration of sensemaking, Weick (1995) appeals to the analogy of the task of cartography, in which cartographers have to represent a new terrain without a predetermined order. What cartographers map depends on how and where they look and what they want to represent. They also use several modes of projections to make this representation. Thus, for any terrain, there is an indefinite number of maps. Similarly, sensemakers have to convert the terrain of reality into an intelligible world in order to make sense of their experiences. When viewing sensemaking as cartography, many maps are possible for a given terrain. However, the terrain for sensemakers is even more complex because it is always changing, and thus the sensemaker has to capture some momentary stability in order to create sensemaking maps. Another distinctive feature of sensemaking is that, unlike cartography, it is mostly social. From this perspective, individuals do not live in a wider reality and act in relation to it, but create images of a reality in part to rationalize their actions. In other words, “individuals realize their reality by ‘reading into’ their situation patterns of significant meaning” (Morgan et al., 1983, p. 24). During the process of sensemaking, people discover their own inventions imposed in their world by their own beliefs. Weick (1995) provides the following characteristics as a rough guideline for the inquiry into sensemaking. These characteristics suggest what sensemaking is and how it works: 1. Grounded in Identity Construction: Individuals’ identities are formed and modified according to how they believe others view the organization to which they belong by projecting their identities into an environment and observing the consequences. Therefore, individuals are interested in preserving a positive image of their organization. Members are even willing to alter the sense they

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make in order to preserve a positive image. In this way, events in organizations are given meaning (e.g. that it promotes self-enhancement, efficacy, and consistency). Controlled and intentional sensemaking is triggered by a failure to confirm oneself. Thus, sensemaking occurs to preserve a consistent and positive self-conception. Individuals act according to their own identity, which has embedded the identity of the organization. In other words, individuals act in behalf of the organization and as the organization itself. The meaning of a situation depends on the identity an individual adopts in dealing with it or what the person represents. People try to simultaneously react and shape the environment they face. They take the cue for their identity from the conduct of others, but also they make an effort to modify such conduct. 2. Retrospective: People are always aware of what they have done and not of what they are doing. Actions are known only when they are completed. People use the outcomes of past history to interpret more recent events. However, most of the time these stories are reconstructed differently depending on whether the outcomes are seen as good or bad. For example, if the past story is perceived as bad, the reconstruction will emphasize the errors and flaws. In other words, the past is reconstructed knowing the outcome, and this alters the actual chain of casual events. Meaning is given to the kind of attention that is paid to a situation in relation to past experiences. There are many possible meanings, and the process of sensemaking synthesizes all these through reduction of equivocality. Clarity of values helps during this process. Once a feeling of order, clarity, and rationality is achieved, sensemaking stops. 3. Enactive of Sensible Environments: People create their own environments, and these environments constrain their actions. Therefore, there isn’t an objective, fixed environment independent of people because people are part of the environment; there are no outcomes but, rather, relationships with the environment. For example, when two people meet, neither of them can influence the other because both influence each other at the same time; in reality, they become something different, and this process begins even before they meet, during the anticipation of meeting. Sensemaking embodies the concept of enacting, which has an emphasis on noticing. For example, an object exists independently of our cognition; however, we enact it by noticing

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it or bracketing it. Thus, to notice or bracket an object or situation gives character to such a thing or situation according to what the individual confronts. Therefore, there is a creation of objects or situations in sensemaking according to their social relationships. Sensemaking creates a social world that constrains actions and orientations. Actions create meaning; but actions can be controlled, constrained, inhibited, abandoned or redirected. However, those modified actions also create meaning without having direct physical consequences on the environment. Social: People in organizations make decisions in the presence of others or with the knowledge that they will have to be implemented, understood, or approved by others. Therefore, sensemaking is never an individualistic process. Ongoing: Sensemaking never really starts because people are always in the middle of projects that make sense after completed: they extract cues from a continuous flow in order to make sense. The reality of flow becomes apparent when there is an interruption, which typically invokes an emotional reaction followed by sensemaking (that is why sensemaking is infused with feeling). Past events are reconstructed in the present to give explanations to past events not because they look the same but because they feel the same. Focused on and by Extracted Cues: Sensemaking interprets what the cues mean in a given frame. What an extracted cue will become depends on the context that affects what is extracted as cue in the first place; moreover, context affects how such a cue is interpreted. Driven by Plausibility Rather than Accuracy: Having an accurate map is less important than having some map that brings order to the world and prompts action. Sensemaking does not rely on accuracy but on plausibility, coherence, reasonableness, creation, invention, and instrumentality. What is believed as a consequence of action is what makes sense and guides behavior. Accuracy is not the issue: what matters is a good story to guide action and allow people to make retrospective accounts that are socially acceptable and credible. Sensemaking cannot be accurate for many reasons: people need to filter data to avoid being overwhelmed and extract the relevant; cues are linked to general ideas according to contexts; a present cue is associated with a similar cue in the past, but the past cues are reconstructions with emotions and desires, which are not accurate; sensemaking


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has to be fast, which does not allow much room for accuracy; and reality changes, is interactive, interpersonal, and interdependent, and thus it is complex to portray reality accurately.

The Dynamics of Sensemaking Cognitive schemas are a useful construct to understand more in depth the dynamics of sensemaking. Cognitive schemas that guide behavior are the result of sensemaking. Markus (1977) defines schemas as the dynamic cognitive knowledge regarding concepts, entities, and events used by individuals to encode and represent information. These schemas serve as mental maps of reality that guide individuals’ interpretation of past and present actions and events as well as expectations for the future (Weick, 1979). Moreover, schemas also guide the search, acquisition, and processing of information (Neisser, 1976; Weick, 1979). Schemas help reduce the amount of information to be processed in organizations by providing ready-made knowledge about situations and others (Lord y Foti, 1986). For example, an event schema is a cognitive structure that specifies a typical sequence of occurrences in a given situation or process, though it may or may not specify event content (Abelson, 1976). Each member in an organization has their own schemas that, over time, come to resemble those from others because all members in the organization need to establish a common meaning in order to achieve social order (Harris, 1994). These similar schemas become organizational schemas over time and are developed by sharing experiential space and time, communicating, interacting, and solving problems together (Schein, 1985). Therefore, organizational schemas refer to the shared knowledge regarding organizations as entities abstracted for their individual members. These organizational schemas are the closest knowledge for individuals of their organization’s culture (Harris, 1994). Schemas are formed through experiences and face-to-face communication with other members of the organization, which gives sensemaking its social character (Daft y Lengel, 1986; Weick, 1995). Given that organizations are terrains with multiple plausible and conflicting interpretations (Daft y MacIntosh, 1981), people in organizations need rich qualitative information in order to construct organizational schemas. For example, stories are one of the ways in which rich organizational information such as values and expectations is transmitted to new members (Brown, 1985). Weick (1995) identifies the following six vocabularies as forms of activity exchanges and communication in organizations:

1. Ideology: Vocabularies of Society. Ideologies refer to the shared values, beliefs, and norms that bind people together and help them make sense of their world (Trice y Beyer, 1993). 2. Third-OrderControls: Vocabularies of Organizations. Perrow (1986) suggests that organizations operate with three forms of control: first-order by direct supervision, second-order by programs and routines, and third-order by assumptions and definitions that are taken as given. Third-order controls are deep assumptions that are the foundation of organizational culture (Schein, 1985). 3. Paradigms: Vocabularies of Work. These vocabularies refer to standard operating procedures, shared definitions of the environment, and the agreed-upon system of power. In scientific communities, paradigms reflect research methodologies, curriculum, and topical research issues. In the business community, these paradigms are consensus on marketing strategies, profits, and connections between operations and strategies (Pfeffer, 1981). For the purposes of sensemaking, paradigms are sets of recurrent and quasi-standard illustrations that show how theories of action are applied conceptually, observationally, and instrumentally to representative organizational problems. For example, a collection of these illustrations or stories held together by a theory of action provides a frame within which cues are noticed and interpreted. 4. Theories of Action: Vocabularies of Coping. Theories are cognitive structures that predict outcomes in given situations. For example, a full schema for a theory of action would be: In situation S, if you want to achieve C, under assumptions a1,…,an, do A. Theories of action derive from socialization experiences that reflect the ideology of the organization. 5. Tradition: Vocabularies of Predecessors. Traditions are patterns, beliefs, or images of actions transmitted at least for three generations, although each transmission can take place in a short period of time. Images of actions across generations become symbols that contribute to the fostering of a stronger culture. 6. Stories: Vocabularies of Sequence and Experience. Telling stories about remarkable experiences is one of the ways in which people try to make sense (Robinson, 1981). Stories serve as a means for members to express their knowledge, understanding, and commitment to the organization. Story subject matters reveal the task uncertainty

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that accompanied certain events and the means through which activities coordinate to handle that uncertainty (Brown, 1985). In order to gain a deeper understanding of the mechanisms by which organizational culture is acquired and modified during sensemaking, it is useful to describe Wiley’s (1988) model regarding the different levels of sensemaking above the individual level of analysis. According to Wiley, there are three levels for sensemaking: intersubjective, generic subjective, and extrasubjective. This last level refers to the symbolic reality, which includes concepts like mathematics or capitalism. Thus, the intersubjective and generic levels are more relevant to organizational culture. At the intersubjective level, the self “I” becomes “we” through communication processes between two or more individuals. Thus sensemaking is a process between two or more people of making verbal sense of actions and events at a social level of reality. The generic subjective level of analysis corresponds to organizations. This level is characterized by an abstract concept of generic self—a step further than “we”—leaving behind individualized selves. This perspective supports Mead’s (1934) argument about the internalized conversations between self, others, and generalized others that individuals enact to define themselves and make behavioral decisions relative to the social world. The dialogue with the generalized others is individuals’ abstraction regarding the attitudes of the social group. This mental dialogue with the abstract other offers a useful perspective on the process by which the broader cultural context of the organization manifests itself in the sensemaking effort of its members. The outcomes of these mental dialogues between themselves and the abstract others guide the behavior and experiences of individuals in organizations. From a mental-dialogue perspective, the arguments supplied for each of the parties to the conversation are basically the verbalization of normative and cultural pressures (Harris, 1994). When uncertainty increases in organizations due to the presence of a new element or event, intersubjectivity becomes the focus of sensemaking although generic subjectivity does not completely disappear. In other words, the level of uncertainty in organizations determines the emphasis on intersubjectivity and generic subjectivity. In times of stability, generic subjectivity takes the form of organizational schemas that reflect organizations’ order and are cued by stimuli originated in the task environment (Ashforth y Fried, 1988). In this case, schemas are subjective theories derived from experience related to what guides perception, memory, inference, and behavior

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(Fiske y Taylor, 1984). Weick (1995) believes that the nature of organizations lies between the intersubjective level and the generic subjective. This hybrid nature of organizations becomes clear in the following definition of organizations as entities developed and maintained only through continuous communication-activity exchanges and interpretations among its participants (Schall, 1983): As interacting participants organize by communicating, they evolve shared understandings around issues of common interest, and so develop a sense of the collective “we” [...] that is, of themselves as distinct social units doing things together in ways appropriate to those shared understandings of the “we”. In other words, the communicating processes inherent in organizing create an organizational culture, revealed through its communicating activities ... and marked by role-goal—and context-bound communication constraints—the rules. (p. 560)

Aspects of the intersubjective level are evident in Schall’s definitions around the ideas of activity-exchanges and communication of interacting participants. Similarly, hints of generic subjectivity are clear in her references to shared understandings, issues of common interest, and the collective “we”. Smircich and Stubbart (1985) offer a parallel description of organizations that suggests sensemaking as an essential element of organizational life. They describe an organization as a “[…] set of people who share many beliefs, values, and assumptions that encourage them to make mutually-reinforcing interpretations of their own acts and the acts of others” (p. 727). In sum, culture for any given organization can be seen as a shared network of ideologies delivered to members by sensemaking practices. Organizational culture is ultimately manifested in the sensemaking efforts and actions of individuals (Harris, 1994). Sensemaking takes place through mental dialogues between individuals (intersubjective level) and the abstraction of others in the organization (generic subjective level). These mental dialogues reflect the culture of the parties involved: …the individual-level manifestations and experiences of organizational culture are revealed in the operation of a patterned system of organization-specific schemas held by organizational members. Specifically, I suggest that individuals’ organization-specific schemas are the repository of cultural knowledge and meanings and the source of the consensual sensemaking characteristic of culture. In addition, I suggest that the activation and interaction of these schemas in


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the social context of the organization creates the cultural experience for individuals (Harris, 1994, p. 310).

Sensemaking and Socialization Processes Sensemaking is evoked especially in those occasions that involve a significant level of uncertainty or surprise. Newcomers in organizations encounter many of these situations that force them to be actively engaged in sensemaking (Harris, 1994; Louis, 1980). Therefore, by analyzing the mental dialogues that new members enact as they cope with their socialization process it is possible to infer the cultures involved in the dialogues between the newcomer and the entering organization. For example, if entering junior faculty expect to find a culture in line with traditional academic values, they might find cultural surprises if they enter a department with significant academic capitalism (Mendoza, 2007). A close examination of the sensemaking processes of entering faculty, evoked by these cultural surprises, provides information about potential cultural tensions in these departments and about the way that these faculties cope with such tensions. However, some junior faculty might encounter more surprises than others in terms of cultural expectations depending on their past socialization experiences in graduate school and on other elements illustrated by Weick (1995) in the seven properties of sensemaking described above. According to sensemaking and socialization theories, it is clear that new members who hold meanings that are different from those of the existing members of the organization may contribute to the reshaping of the culture in the new setting because they bring new vocabularies designed to interpret surprises. When these vocabularies are shared with insiders, meaning is reshaped (Tierney y Rhoads, 1993; Weick, 1995). In other words, and according to Weick’s (1995) perspective, the social character of sensemaking allows new members to contribute to the reshaping of the organizational culture as shared understandings are developed through activity exchanges and communication interaction between new members and insiders. The following section discusses newcomers’ sensemaking in detail. Several authors have offered explanations regarding the circumstances under which people engage in sensemaking. Based on the idea of perceived environmental uncertainty, Duncan (1972) considers environmental determinants such as information overload, complexity, and turbulence as properties of an ongoing flow that

increases the probability that people in organizations note what is happening around them –cues–. These properties are occasions for sensemaking. For example, when the amount of information in an organization is too large to be processed, people start to filter the information by abstraction, omission, and greater tolerance of error or queuing. Thus, information overload is an occasion for sensemaking because it forces cues out of an ongoing flow. Complexity also calls for cues as perceived uncertainty affects what people notice. Similarly, turbulence, which is a combination of instability and randomness, forces people to notice what they know best, which gives sensemaking its idiosyncratic properties. However, Smith (1988) argues that at least two different conditions must take place in order for a problem or gap to occur and become a cue for sensemaking: the gap must be difficult to close and must matter. Thus, a problem is an undesirable situation that matters and someone can solve –albeit with some difficulty– (Starbuck y Milliken, 1988). Based on these perspectives, Weick (1995) generalizes occasions for sensemaking into two main categories: ambiguity and uncertainty. On the one hand, ambiguity is an ongoing flow subject to many interpretations, which makes assumptions for rational decision-making unclear. On the other hand, uncertainty refers to a situation where it is not possible to infer future consequences based on present actions. According to Weick (1995), in the case of ambiguity people engage in sensemaking because they are confused by too many interpretations, and in the case of uncertainty, because they are ignorant of any interpretations. This perspective is in agreement with Louis (1980), who argues that surprises are cues that evoke sensemaking as the result of uncertainty and ambiguity in organizations. As I described above, much of the behavioral activity in organizations occurs with no real conscious awareness due to the existence of cognitive schemas about the self, other people, situations, and events (Ashforth y Fried, 1988). That way, individuals in non-surprising situations operate unconsciously following pre-programmed schemas (Abelson, 1976; Schutz, 1964). In other words, conscious thought is not a very large part of our everyday mode of operating unless a surprise stands out. Similarly, using Harris’s (1994) perspective on mental dialogues, it is clear that dialogue is not evoked when previous dialogues about a given stimulus have already taken place, regardless of whether the resolution of the dialogue was agreement or not. If agreement was reached, then that

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schema will become part of the shared meaning with others in the organization. If disagreement is the outcome, it will trigger future mental dialogues. Sharing results from mental dialogue agreements between I and the Other is what Harris (1994) identifies as direct cultural sharing. Similarly, indirect sharing occurs in situations when unconscious sensemaking occurs. Novel stimuli trigger a conscious sensemaking process that leads to the learning of schemas (Harris, 1994). Given newcomers’ uncertainty about their particular roles, task competence, and social acceptance, they are eager to learn organizational schemas during their socialization processes and on-the-job experience (Ashforth, 1988; Katz, 1980). Therefore, as newcomers cope with surprises, they are more likely to engage in conscious sensemaking than the older members of the organization. As newcomers gain more experience, they develop more elaborate schemas and sensemaking begins to require less conscious effort (Harris, 1994; Louis 1980; Schutz, 1964). Louis (1980) proposes a model for understanding the process of newcomers’ sensemaking as they enter new settings based on the idea that change, contrast, and surprise constitute key sensemaking elements of the entry experience for new members. By change, Louis means recordable evidence of difference between the old and the new settings that requires adjustment by individuals. Change is publicly noted and knowable –new location, new title, new salary, and new job description–. Contrast is more personal and occurs when individuals experience an emergence of a perception against a general background. For example, a newcomer may or may not notice how people dress in the new setting depending on whether dress codes differ between the old and the new settings. A special case of contrast is associated with the process of letting go old roles from which newcomers carry memories. For example, a new member might interpret aspects of the new role using old-role experiences as anchors on internal comparison scales. Finally, surprise represents a difference between individuals’ anticipations and subsequent experiences on the new setting. Louis (1980) identifies five forms of surprises that newcomers face in the encounter: 1) when conscious expectations are not fulfilled; 2) when conscious and unconscious expectations about oneself are unmet; 3) when unconscious job expectations are unmet or when a feature of the job is unanticipated; 4) when difficulties arise in accurately forecasting internal reactions to a particular new experience; and 5) when newcomers’ cultural assumptions are challenged.

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Sensemaking depends on individuals’ cultural set of assumptions, that is, internalizations of context-specific meanings (Berger y Luckman, 1966). Therefore, cultural surprises occur when newcomers make cultural assumptions, brought from previous settings as “operating guidelines” (Louis, 1980, p 238) that fail to work in the new setting. Once newcomers realize that these assumptions do not work in the new setting because people around them share other assumptions, they go through a cognitive revision of themselves in relation to others and their taken-for-granted assumptions (Van Maanen, 1976). Thus, in learning the culture of an organization during socialization processes, new members develop culturespecific schemes to interpret everyday events and respond with appropriate behaviors (Schutz, 1964; Berger y Luckman, 1966). Given that culture differs between organizations, each setting demands a specific cognitive framework –learned during socialization– for expressing and interpreting meanings in a particular culture through sensemaking processes (Louis, 1980). Attributing meaning to surprises –sensemaking– depends on past experiences with similar situations and personal characteristics (Louis, 1980). Nonetheless, other factors –such as information and interpretations from others– play an essential role in sensemaking for newcomers. Louis also recalls that the experiences of newcomers differ in three important ways from those of the insiders: 1) insiders normally know what to expect, so the level of surprise they encounter is considerably less; 2) in the event of surprises, insiders have sufficient history within the setting to interpret the event more accurately; and 3) insiders have established a social network within the organization to compare perceptions and interpretations. In sum, these differences make newcomers’ sensemaking more difficult and less accurate in relation to insiders’ sensemaking. However, with time and experience, as a newcomer’s socialization process evolves, they come to understand how to interpret actions of others and events in the new setting and what meanings to attach to different situations.

Theoretical Framework Summary Culture in organizations is most commonly defined by the set of shared beliefs, values, and assumptions that guide behavior. New members learn the culture of their organization as well as their role in it during a period known as organizational socialization (Van Maanen, 1976). In learning the culture of an organization during socialization processes, new members develop culture-specific sche-


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mas to interpret everyday events and respond with appropriate behaviors through sensemaking. Sensemaking is the ongoing thinking process of individuals purporting to create order and make retrospective rational accounts of the situations in which they find themselves (Berger y Luckman, 1966; Louis, 1980; Ott, 1989; Schutz, 1964; Weick, 1977; 1995). During socialization, newcomers find themselves in an environment with high levels of uncertainty and ambiguity that forces them to engage in cognitive processes to make sense of their new environment at higher rates than the other members of the organization (Louis, 1980; Weick, 1995). As newcomers gain experience and go through their socialization process, they develop more elaborate in-organizational schemas, and sensemaking for these domains begins to require less conscious effort (Harris, 1994). An important aspect of sensemaking is that it is a social phenomenon in which shared understandings are developed through activity exchanges and communication interaction between new members and insiders. This exchange between newcomers and veterans in organizations also affects the sensemaking process of the senior members (Louis, 1980; Van Maanen, 1976; Weick, 1995). Therefore, junior faculty as new members might contribute to the reshaping of the academic culture as they engage in communication and activity exchanges with senior faculty in their entering department (Tierney y Rhoads, 1993). The process of sensemaking offers an opportunity of inquiry to both the organizational culture individuals are coping with and the set of assumptions they bring from past experiences because individuals make sense by engaging in internalized conversations between self and their abstraction of the organization, and the arguments supplied for each of the parties to the conversation are basically the verbalization of normative and cultural pressures. In other words, new members’ mental dialogues with their abstraction of their organization offer a useful perspective on the process by which the broader cultural context of the organization manifests in the sensemaking effort of their members (Harris, 1994; Mead, 1934). More specifically, new members in stages of early socialization internalize context-specific dictionaries of meaning used by members of the setting as a result of sensemaking processes triggered by surprises (Louis, 1980; Berger y Luckman, 1966). Therefore, graduate students, by being in the anticipatory socialization stage of the academic profession, begin to internalize a series of meanings through sensemaking that would allow them to anticipate outcomes and events once they become

junior faculty. Given that newcomers contribute to the reshaping of the culture in the entering organization, junior faculty has the potential to reshape the organizational culture of their entering departments based on the culture acquired during their anticipatory socialization in graduate school (Tierney y Rhoads, 1993; Vann Maanen, 1976). The mental dialogues graduate students enact in their sensemaking process as they socialize in their entering departments provide insights regarding the culture of the entering department as well as the culture acquired in graduate school.

A Methodology to Study Cultural Change Based on cognitive anthropology, ethnographic interviews are used to elicit the cognitive schemas that guide participants’ worldviews and behavior (Marshall y Rossman, 1994). This methodology consists of a constant comparative analysis that generates a typology of cultural classification schemas resulting from sensemaking, and also it highlights the nuances of the culture. In particular, Spradley’s method of ethnographic interviewing starts by assuming that cultural knowledge is divided into categories and ethnographic analysis is the search for these parts and their relationships as conceptualized by participants. This method is designed to identify cultural symbols and the relationships among them based on the assumption that symbols make all cultural meaning. In the remaining of this section, I will highlight the main conceptual components of this methodology; however, for a detailed description refer to Spradley (1979). In Spradley’s methodology, there are four kinds of ethnographic analysis: domain, taxonomic, componential, and thematic. These lead to the discovery of cultural meaning. Thus, before describing the methodology, it is necessary first to discuss the nature of meaning based on a relational theory of meaning (Frake, 1964). Culture is a system of symbols. A symbol is any object or event that refers to something. All symbols involve three things: the symbol itself, one or more referents, and a relationship between the symbol and the referent. A referent is the thing a symbol refers to or represents. Through the relationship the referent becomes encoded in the symbol. Once the encoding takes place we think automatically of the referent instead of the symbol. Many symbols include other symbols and they form a category. Thus, a category is an array of distinct symbols that we treat as if they were equivalent. Cover terms are generic names given to a category of cultural knowledge, while included terms are all the names given to the symbols of a given category.

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Any symbolic category that includes other categories is a domain. Therefore, all members of a domain share at least one feature of meaning. All domains have two or more included terms for each category within the domain. When two folk categories are linked together, the link is a semantic relationship. In a domain, the semantic relationship links each cover term to all the included terms in its set. Domains are the first and most important unit of analysis in ethnography. The task of the ethnographer is to identify the coding rules of category of symbols. This can be accomplished by discovering the relationships among cultural symbols. Domain Analysis: Every culture has many domains but very few semantic relationships. By discovering these relationships, it is possible to uncover most of a culture’s principles for organizing symbols and domains. There are mainly two types of relationships, the ones expressed by the informants according to their own folk and the ones that are universal and are used in any culture (Table 1). Table 1. Universal Semantic Relationships Strict inclusion

X is a kind of Y

Spatial

X is a place in Y, X is part of Y

Cause-effect

X is a result of Y

Rationale

X is a reason for doing Y

Location for action

X is a place for doing Y

Function

X is used for Y

Means-end

X is a way to do Y

Sequence

X is a step (stage) in Y

Attribution

X is an attribute (characteristic) of Y

Table 2. Domain Example Included Terms

Semantic Relationship

Cover Term

To better humanity To attract industry To discover To obtain prestige

research is a reason for doing

To be cool

that share some common features and differences at the same time. For example, the sentence “a boy is riding a bike” implies that is not a girl, not a woman, not a man, and not someone else. However, boy, girl, woman, man, and someone else share similarities: for example, they are all people. All these terms form a contrast set. Each domain of a culture consists of folk terms in contrast, and each subset of terms within a domain consists of a contrast set. Contrast questions elicit the different categories within a domain and thus uncover contrast sets. A folk taxonomy is a set of categories from a contrast set organized on the basis of a single semantic relationship. A taxonomy shows the relationships of all the terms in a domain according to levels of association. A taxonomic analysis uncovers the relationship of all the terms in a domain from data gathered in interviews with descriptive, structural, and contrast questions. Table 3 shows an example of a taxonomy.

Domain analysis consists of discovering these domains from ethnographic interviews based on descriptive and structural questions. Descriptive questions are meant to elicit a large sample of utterances in the informants’ native language by encouraging them to talk about a particular cultural scene. Structural questions help the ethnographer to elicit cover terms and test hypotheses from domain analysis. Table 2 illustrates an example of a domain. Taxonomic Analysis: The meaning of a symbol is revealed by discovering how it differs from other symbols

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Componential Analysis: Componential analysis discovers the attributes associated with each cultural symbol. These attributes are usually related to terms through semantic relationships. A paradigm takes all the terms of a contrast set and tells the attribute by dimensions of contrast. These paradigms represent one small part of the cognitive maps known to informants, which enable them to anticipate future situations, plan for them, and make decisions of various sorts. Table 4 features an example. Thematic Analysis: Cultural themes are elements in the cognitive maps that make up a culture. They consist of a number of symbols linked into meaningful relationships. It is a common assumption about the nature of experience. Themes are assertions that apply to numer-


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Table 3. Taxonomy Example To be cool Funds are a reason for attracting industry To attract industry

Networking is a reason for attracting industry Prestige is a reason for attracting industry Products with market value are a reason for doing

To discover

Cover term:

applications

research

Applications are a

Semantic Relationship:

reasonfor discovering

Money is a reason for doing applications

is a reasonsfor doing

Improve life is a reasonfor doing applications Contribution to knowledge is a reason for discovering To obtain prestige

Funds are a reasonfor obt

obtaining prestige

Table 4. Paradigm Example Dimensions of Contrast Contrast Set

Non-profit

Graduate students’ desires

Expected by the department

Happens often

To discover

Yes

Yes

Yes

No

To attract Industry

No

No

Yes

Yes

To be cool

Yes

Yes

No

No

To obtain prestige

Yes

Yes

Yes

Yes

ous situations and so recur in more than one domain. Cultural themes sometimes appear as folk sayings, mottos, proverbs, or recurrent expressions. However, most cultural themes are tacit. Themes also serve as a general semantic relationship among domains. For the purpose of ethnographic research, cultural themes are any cognitive principle, tacit or explicit, recurrent in a number of domains and serving as a relationship among subsystems of cultural meaning. According to Spradley

(1979), a thematic analysis is conducted by assuming that every cover term is a contrast set of an overarching domain and conducting a componential analysis of such an overarching domain. Spradley’s methodology can be used to elicit cultural change and sensemaking processes among participants. According to Harris (1994), as new members learn the culture of the organization in their socializa-

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tion process, they enact mental dialogues through their sensemaking process between self and the generalized abstraction of the values and expectations of the organization. These mental dialogues reflect the culture of the parties involved, in this case, the self and the abstraction of the organization. Thus, a detailed analysis of graduate students’ sensemaking and the mental dialogues they enact in this process can uncover the cultural differences between the values of the entering junior faculty and the ones from departmental culture Spradley’s methodology can be used to obtain cultural schemas of individuals socializing into new settings at different points of time in order to observe the cultural change throughout the socialization stages. Alternatively, cultural schemas at one point of time among new members and senior members can be obtained using this methodology in order to contrast cultural differences between the two.

A Hypothetical Study Inspired by a study I conducted using this framework, I present in this section a brief description of an application of this methodology to a hypothetical case. Suppose a study meant to investigate potential cultural shifts in a given academic department due to the influx of new faculty members to a culture that embraces business-like values, such as patenting, and applied research for product development from a traditional Mertonian culture that values free dissemination of knowledge and basic science. In this case, by using Spradley’s methodology, it is possible to obtain the key cultural paradigms around issues of patenting vs. publishing and applied vs. basic research of incoming faculty and senior members of the department (by senior I mean that are fully socialized into the culture of the department). By contrasting these paradigms, it is possible to infer if there are significant cultural differences between the two groups. Then, in order to determine if a cultural shift took place in the department as new members gain full membership, the same analysis can be conducted with both groups three years later (which is about the time that takes for junior faculty to fully socialize to their new department) and compare these results with the ones obtained three years earlier. Finally, during the organizational stage of the socialization of junior faculty, tensions between the culture brought by junior faculty and the entering department should be apparent in the mental dialogues triggered by sensemaking processes of the socializing junior faculty. In this case, once cultural paradigms have been esta-

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blished using Spradley’s methodology, it is possible to elicit participants’ sensemaking and their mental dialogues by inquiring how new paradigms are being learned following Weick’s (1995) seven properties of sensemaking and Louis (1980) framework of surprises for newcomers. The information highlights the nuances of culture as well as cultural differences between entering faculty and the new setting as well as the potential cultural shifts that might take place as junior faculty exchange vocabularies with senior members.

Conclusion Organizational culture has become a popular framework among scholars from a wide variety of disciplines. This article provides a detailed description of the way in which organizational culture operates at a cognitive level applied to how the academic culture in a department changes as new faculty members enter the academic profession. It is based on previous works on organizational culture with emphasis on sociological and cognitive perspectives. In addition, this article describes a specific methodology to study cultural change in the academic profession, although applicable to organizations broadly speaking. •

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Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre

por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo* por Javier

Alfonso Racero-Casarrubia** Carlos C. Vidal*** Óscar D. Ruiz**** Jesús Ballesteros C.***** Fecha de recepción: 13 de abril de 2008 Fecha de aceptación: 17 de septiembre de 2008 Fecha de modificación: 2 octubre de 2008

Resumen En talleres desarrollados con cuatro comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos, ubicado en la cuenca alta del río San Jorge (Tres Playitas, Las Piedras, Boca San Cipriano y San Juan Medio), se registró información acerca de la fauna silvestre reconocida por estas comunidades indígenas dentro del área de influencia de sus territorios de caza. Se logró identificar que los grupos de vertebrados con mayor uso por parte de las comunidades indígenas son mamíferos, reptiles y aves, especialmente la familia Psittacidae. Los anfibios no registraron ningún patrón de uso. Se encontró que el consumo de reptiles como Iguana iguana, Tupinambis teguixin, Caiman crocodylus fuscus y Crocodylus acutus hace parte de su cultura. Los indígenas asocian la problemática ambiental a los procesos de destrucción del hábitat, debido a la siembra de cultivos ilícitos y la tala del bosque en la zona amortiguadora del PNN-Paramillo.

Palabras clave: Comunidades indígenas, Embera-Katíos, departamento de Córdoba, fauna silvestre, patrones de uso, PNN-Paramillo.

Perceptions and Uses of Wild Fauna by the Embera-Katíos Indigenous Communities of the San Jorge River Valley, in the Buffer Zone around Paramillo National Park

Abstract In workshops with four indigenous communities in the Embera-Katíos communal lands (resguardo), located in the upper San Jorge River Valley (Tres Playitas, Las Piedras, Boca San Cipriano, San Juan Medio), information about the wild fauna that they recognized inside their hunting grounds was collected. Mammals, reptiles, and birds, especially the Psittacidae family, are the vertebrates most used by the indigenous communities. No kind of use was found for amphibians. The consumption of reptiles such as Iguana iguana, Tupinambis teguixin, Caiman crocodylus fuscus, and Crocodylus acutus show them to be an important part of their culture. The indigenous communities associate environmental problems with habitat destruction due to the cultivation of illicit crops and forest clearing in the buffer zone around Paramillo National Park.

Key words: Indigenous communities, Embera-Katíos, Department of Córdoba, wild fauna, use patterns, Paramillo National Park.

Percepção e padrões de uso da fauna silvestre pelas comunidades indígenas Embera-Katíos na bacia do rio San Jorge, zona amortecedora do PNN-Paramillo

Resumo Nos ateliês desenvolvidos com quatro comunidades indígenas do resguardo (reserva - kilombo) Embera-Katíos localizado na bacia do rio San Jorge (Tres Playitas, Las Piedras, Boca San Cipriano e San Juan Médio), registrou-se informação sobre a fauna silvestre reconhecida pelas comunidades indígenas dentro da área de influência de seus territórios de caça. Conseguiu-se identificar que os grupos de vertebrados de mais importância para as comunidades são mamíferos, repetíeis e aves, especialmente a família Psittacidae. Os anfíbios não registrarem nenhum padrão de uso. Encontrou-se que o consumo de repetíeis como Iguana iguana, Tupinambis teguixin, Caiman crocodylus fuscus e Crocodylus acutus faz parte de sua cultura. Os indígenas associam a problemática ambiental aos processos de destruição do habitat, devido à semeada de cultivos ilícitos e a tala da floresta na zona amortecedora do PNN-Paramillo.

Palavras-chave: Comunidades indígenas, Embera-Katíos, departamento de Córdoba, fauna silvestre, padrões de uso, PNN-Paramillo.

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Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo Javier Alfonso Racero-Casarrubia, Carlos C. Vidal, Óscar D. Ruiz, Jesús Ballesteros C.

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E

n los últimos años ha surgido un profundo interés por investigar las diversas formas a las que acceden las diferentes culturas para conocer y utilizar su entorno natural. Desde las ciencias naturales se ha buscado integrar ciertas perspectivas y herramientas de las ciencias sociales a través de trabajos multi e interdisciplinarios para abordar problemáticas regionales mediante propuestas integrales que posibiliten responder algunas expectativas de las comunidades indígenas respecto al uso de los recursos naturales (Hernández, s. f.). *

Los autores agradecen al Fondo Financiero de Proyectos de Desarrollo (FONADE) y a la Corporación Regional de los Valles del Sinú y San Jorge (CVS), por el apoyo económico y logístico para la realización del trabajo, en el marco del proyecto Plan de Ordenamiento y Manejo Integral de Cuencas Río San Jorge y Canalete, POMIC. Al líder indígena Mario Antonio Jarupia Domicó, y a las comunidades indígenas Emberá de Ybudó, Mogaradó, Narindó y Mejondó; a la antropóloga Rosalba Castrillón; a la ingeniera forestal Lucy Hernández Olmos, por su valiosa colaboración y disposición durante el desarrollo de los talleres de fauna, y a Katia Reyes, por las correcciones del documento. A los funcionarios del PNN-Paramillo, especialmente a Marco González y Farid Brango, quienes participaron en los talleres y diálogos de saberes con los indígenas. A Marco Puche, quien realizó los levantamientos geográficos de estas comunidades indígenas y proporcionó las coordenadas para construir el mapa del área de estudio, y al ingeniero Antonio Martínez, Jefe PNNParamillo, por su apoyo para la obtención de información. ** Licenciado en Biología, Especialización en Ecología, Universidad Nacional de Córdoba. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Avifauna asociada al complejo cenagoso del Bajo Sinú, Departamento de Córdoba, Colombia. Revista de la Asociación Colombiana de Ciencias Biológicas, Vol 19, 97, 2007; Ballesteros C., Jesús, Racero- C., Javier A., Nuñez D, Melisa. Diversidad de murciélagos en cuatro localidades de la zona costanera del departamento de Córdoba – Colombia. MVZ Córdoba, 12 (2), 1013-1019, 2007. Actualmente realiza estudios de maestría en Ciencias Ambientales, Universidad de Córdoba, Colombia y es funcionario contratista del Parque Nacional Natural Paramillo, Tierralta Córdoba. Correo electrónico: javierracero@yahoo.es. *** Egresado del programa de Biología, Universidad de Cordoba, Montería, Colombia. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: Vidal, Carlos y Ballesteros, Jesús. La herpetofauna anfibia del departamento de Córdoba: nuevos registros y actualización taxonómica. Resumen. En memoria: II Congreso Colombiano de Zoología. Santa Marta – Magdalena, 2006; Romero-Martínez, Herón José; Vidal, Carlos; Lynch, Jhon D. y Dueñas, P. R. Estudio preliminar de la fauna Amphibia en el Cerro Murrucucú, Parque Natural Nacional Paramillo y zona amortiguadora, Tierralta, Córdoba, Colombia. Revista Caldasia, 30,1, 205-225, 2008. Actualmente se desempeña como funcionario contratista del Parque Nacional Natural Paramillo, Tierralta Córdoba y hace parte del Grupo de investigación Unicórdoba. Correo electrónico: cvidal230@gmail.com. **** Egresado del programa de biología, Universidad de Cordoba, Montería, Colombia. Actualmente hace parte del Grupo de investigación Unicórdoba. Correo electrónico: osruizp@yahoo.es. ***** Magíster en Biología y Ecología, Universidad de Cordoba, Montería, Colombia. Actualmente se desempeña como profesor asociado del Departamento de Biología, y director regional de la Maestría en Ciencias Ambientales, Universidad de Córdoba. Hace parte del Grupo de Investigación Unicórdoba. Correo electrónico: jballesteros@sinu.unicordoba.edu.co.

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Tradicionalmente el uso de los recursos naturales por parte de las comunidades indígenas ha estado ligado al aprovechamiento selectivo de aquellas especies que tienen valor económico, tradicional y/o religioso. Muchos de estos grupos humanos tienen profundos conocimientos acerca del medio en que viven, así como de la diversidad de especies de plantas y animales (Deruyttere, 1997); por lo tanto, a partir del conocimiento ancestral de las comunidades indígenas se puede obtener información preliminar de la biota y aspectos generales relacionados con el estado de conservación de tales recursos en sus territorios y áreas geográficas, que por lo general han sido poco explorados, convirtiéndose de esta manera la recopilación de este conocimiento tradicional en una herramienta valiosa a la hora de realizar diagnósticos ambientales en zonas de difícil acceso. Esta información, de gran valor etnobiológico, sirve como base para diseñar y plantear estudios de prospección detallados acerca de la fauna relacionada con dichas comunidades, más aún cuando parte de esta fauna es usada para diferentes fines, tales como alimento, mascotas, ritos mágicos-religiosos, entre otros. La legislación nacional ampara a los indígenas el derecho de uso y aprovechamiento de los recursos naturales en los territorios ancestralmente ocupados. Los diferentes resguardos indígenas ubicados en la zona de amortiguamiento del PNN-Paramillo que se encuentran sobre la cuenca hidrográfica del río San Jorge manifiestan que la problemática causada por los procesos de intervención antrópica, como pérdida de la cobertura vegetal, caza indiscriminada por colonos y siembra de cultivos ilícitos, está produciendo reducción de las poblaciones de fauna silvestre y degradación de la biodiversidad en la zona de influencia de sus resguardos (Blanco, 2004; Martínez et al., 2005). En efecto, los resultados presentados en este documento son el producto de talleres desarrollados con cuatro comunidades indígenas Embera-Katíos del resguardo Quebrada Cañaveral, ubicadas en la zona amortiguadora del PNN-Paramillo (Córdoba) de la cuenca alta del río San Jorge, y su objetivo fue identificar las especies de fauna silvestre reconocidas por los indígenas, indagar sobre su percepción y estado de conservación, al igual que el uso potencial que dan a estos recursos.

Área de estudio El trabajo se desarrolló en las comunidades del resguardo indígena Embera-Katío, Tres Playitas (Ybudó, nom-


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bre en lengua embera), Las Piedras (Mongaradó), Boca San Cipriano (Narindó) y San Juan Medio (Mejondó), localizadas al sureste del departamento de Córdoba, en jurisdicción de los municipios de Montelíbano y Puerto Libertador (ver la figura 1). Según la clasificación de zonas de vidas de Holdridge, el área clasifica como bosque húmedo tropical (bh-T), caracterizada por gran cantidad de quebradas y caños. El territorio presenta un rango altitudinal entre 300-800 m. La precipitación promedio anual es inferior a los 3.000 mm, con una temperatura media anual de 26º C y humedad relativa mayor de 75% (CVS-FONADE, 2004). Figura 1. Localización geográfica de las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la cuenca alta del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo, departamento de Córdoba.

cuatro generaciones, y cada una de las familias nucleares tiene sus propios cultivos, animales y medios de trabajo; sin embargo, a través de las mingas y otras modalidades de apoyo y solidaridad laboral se lleva a cabo una buena parte de actividades productivas y constructivas. La tendencia a la conformación de caseríos y veredas, según los estilos rurales campesinos, ya sea por razones externas o internas, ha ido variando la estrategia tradicional residencial, coincidiendo este comportamiento social con lo señalado por Hernández (s. f.). La tenencia de la tierra en la zona externa al resguardo se manifiesta en gran medida en latifundios, mientras que las tierras al interior de éste se manejan de manera comunitaria, o por pequeños propietarios.1 En 1998 las comunidades indígenas del resguardo Cañaveral sufrieron desplazamientos causados por grupos armados ilegales, lo cual originó el asentamiento de las familias Emberas en localidades como Juan José y en el casco urbano de municipios como Puerto Libertador y Montelíbano. En la actualidad la ocupación de colonos al interior del resguardo está representada en ocho fincas dedicadas a la ganadería y agricultura y constituye uno de los principales problemas que ha dejado el desplazamiento.

Métodos Durante cuatro días (7-10 de noviembre de 2004) se realizaron mesas de trabajo, con participación activa de los miembros de cuatro comunidades indígenas Embera del Alto río San Jorge-Resguardo Quebrada Cañaveral. Estos talleres se desarrollaron en el cabildo del Corregimiento de Juan José, municipio de Puerto Libertador, departamento de Córdoba.

El resguardo Cañaveral abarca unas 2.830 ha, de las cuales 700 se traslapan con el PNN Paramillo (Martínez et al., 2005). La población indígena está representada por unas 340 familias (2.000 personas), las cuales conforman diversas comunidades establecidas fuera de los límites del resguardo. La población en su mayoría se dedica a la caza de fauna silvestre y a la siembra de cultivos de pancoger, como arroz (Oryza sativa), maíz (Zea mays), yuca (Manihot esculenta), plátano (Mussa ssp.), y la conformación social de las comunidades del resguardo Cañaveral se caracteriza por seguir la estructura tradicional de estas etnias, basada en el agrupamiento en un determinado lugar de un grupo de parientes de ascendencia paterna o materna que establecen una familia extensa de tres o

Se utilizaron herramientas de diagnóstico participativo (Cardozo, 1997; Geilfus, 1996), diálogos con informantes clave, mapas parlantes (ver la figura 2), donde los indígenas dibujaron y ubicaron sobre papel áreas importantes de caza y sitios de refugio de las especies de interés. Esta actividad permitió identificar las diferentes especies silvestres de caza, sitios de refugio y reproducción. Se realizaron entrevistas abiertas y diálogo con los indígenas de mayor edad, lo que generó listados preliminares de

1 Roldán (1993), en su trabajo “El problema de la legalidad de la tenencia de la tierra y el manejo de los recursos en regiones de la selva tropical de Suramérica”, manifiesta que algunos aspectos guardan estrecha relación con la situación de tenencia de la tierra del resguardo Quebrada Cañaveral.

120


Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo Javier Alfonso Racero-Casarrubia, Carlos C. Vidal, Óscar D. Ruiz, Jesús Ballesteros C.

dossier

Figura 2. Mapas parlantes dibujados por las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la cuenca alta del río San Jorge, departamento de Córdoba.

fauna-comunidades indígenas. Entre los estudios más destacados se pueden mencionar a Ulloa et al. (1996), en el PNN Utría; Duque et al. (1997), en el medio Atrato; Gálvez (1998), sobre clasificación de la fauna Embera, y Arboleda-Vásquez (2002, 2006), con su estudio de etnozoología en el resguardo indígena de Cañamomo y Lomaprieta, en Supía, Caldas. En estos trabajos se hacen aportes acerca de las relaciones e importancia que tiene la fauna silvestre para algunas comunidades del país y las posibles implicaciones que puede tener el conocimiento tradicional en aspectos relacionados con la conservación de recursos naturales manejados por comunidades indígenas. A continuación se describe la información documentada, la cual es presentada por grupos biológicos reconocidos tanto por las comunidades indígenas como por la ciencia.

especies de anfibios, reptiles, aves y mamíferos. En esta actividad con indígenas adultos se usaron guías de campo para cada grupo taxonómico (Castaño-Mora, 2002; Cuentas et al., 2002; Defler, 2003; Emmons y Feer, 1997; Hilty y Brown, 2001; Renjifo y Lundberg, 1999; Rodríguez y Hernández, 2002), donde los talleristas revisaron las fichas e identificaron las especies. Se discutieron las apreciaciones de cada grupo de trabajo, percepciones que luego fueron socializadas en carteleras trabajadas por ellos, permitiendo conocer inquietudes y la percepción de cada una de las comunidades sobre la fauna existente para este resguardo. Se hizo énfasis en la información suministrada por cazadores, permitiendo conocer las técnicas de caza, tendencias poblacionales de las distintas especies utilizadas y aspectos generales del estado de conservación de los recursos naturales de la zona.

Resultados y discusión A pesar de la notoria relevancia que tiene el estudio de investigación que abarque cultura y diversidad faunística como temas integrados en un mismo objeto de estudio, en Colombia aún son pocas las investigaciones en temas propios de la etnobotánica y la etnozoología, que den cuenta o aporten información referente a la relación

121

Las comunidades indígenas del Alto San Jorge reconocieron 15 especies de anfibios, 19 reptiles, 25 aves y 29 mamíferos (ver la tabla 1). Estas comunidades, en actividad de cacería de subsistencia, utilizan 14 especies como fuente de proteína para sus familias, siendo esto coherente con lo planteado por autores como Montiel et al. (1999), López-Carrera et al. (2004) e Hidalgo (2005), quienes ven la extracción de recursos biológicos con énfasis en la cacería de subsistencia como una actividad socialmente justificada y legalmente aceptada, en función de representar un elemento relevante en las estrategias de reproducción de las unidades domésticas indígenas y campesinas. Por su parte, las comunidades indicaron que la destrucción de ecosistemas por procesos de intervención antrópica y la contaminación de los recursos hídricos por uso de agroquímicos empleados en cultivos ilícitos ponen en riesgo la estabilidad de las comunidades indígenas, así como las poblaciones de fauna silvestre.

Anfibios Entre los anfibios reconocidos por los Embera-Katíos, algunos fueron encontrados en la región media y alta del río San Jorge. Posiblemente, algunas de las especies señaladas por los indígenas corresponden a más de una especie descrita por la ciencia. Es el caso de la rana platanera o rana blanca, la cual puede ser Hypsiboa pugnax o H. crepitans; o el caso de las ranas picudas (género: Leptodactylus), de las cuales se distinguen varias especies. Estas especies son muy poco diferenciables para gente del común porque no es costumbre observarlas cotidianamente, distinguiéndose en general sólo como ranas y


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Tabla 1. Fauna silvestre reconocida por las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la parte alta de la cuenca del río San Jorge, en zona amortiguadora PNN-Paramillo, Departamento de Córdoba.

Nombre indígena

Nombre común

Nombre científico

Uso

Abundancia Época de crías

Anfibios Bocorrô

Sapo común

Chaunus marinus*

N

A

Todo el año

Bocorrô

Sapo

Chaunus granulosus

N

A

Todo el año

Oi Bocorrô

Rana venenosa

Dendrobates truncatus a

N

C

Oi Bocorrô

Ranita

Dendropsophus ebraccatus

N

C

Oi Bocorrô

Ranita

Dendropsophus microcephalus

N

A

Oi Bocorrôminburệ

Rana grande

Hypsiboa boans a

N

C

Oi Bocorrô

Rana platanera Hypsiboa pugnax a

N

C

Época de lluvias

Oi Bocorrô

Rana verde

Phyllomedusa venusta

N

E

Oi Bocorrôconcệnenệ

Rana

Scinax ruber

N

A

Bocorrô

Sapo cuerno

Ceratophrys calcarata a

N

E

Época de lluvias

Oi Bocorrô

Rana picuda

Leptodactylus insularum

C

A

Época de lluvias

Oi Bocorrô

Rana picuda

Leptodactylus fuscus *

C

A

Época de lluvias

Bocorrô

Sapito vaquero

Physalaemus pustulosus*

N

A

Época de lluvias

Bocorrô

Sapito

Pleurodema brachyops

N

C

Oi Bocorrô

Rana grande

Lithobates vaillanti

N

C

Reptiles Gefâ-damâ

Boa

Boa constrictor

N

E

Mapanâ-ekỉ damâ

Mapaná eki

Bothrox asper

N

C

Gefâ-burro damâ

Verrugoso

Lachesis acrocordus

N

E

Cờmi damâ

Coral

Micrurus sp.

N

C

Dô damâ

Culebra de agua

Helicops danieli

N

A

122

Categorías de amenaza


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Tabla 1. Fauna silvestre reconocida por las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la parte alta de la cuenca del río San Jorge, en zona amortiguadora PNN-Paramillo, Departamento de Córdoba. Continuación

Nombre indígena

Nombre común

Nombre científico

Uso

Abundancia Época de crías

Categorías de amenaza

Ocubâumia damâ

Guardacamino

Liophis sp.

N

C

Mekứra damâ

Culebra tigre

Spillotes pullatus

N

C

Sarbarâ damâ

Lomo de machete

Chironius sp.

N

C

Ollorô

Camaleón

Anolis sp.

N

A

Opogâ

Iguana

Iguana iguana*

A

C

Todo el año

Pispỉcumia

Lobitos

Ameiva sp.

N

C

Todo el año

Angârto

Lobo pollero

Tupinambis teguixin

A

C

Angârto-angârto

Saltarroyo

Basiliscus sp.

A

C

Todo el año

Coberôgo

Icotea

Trachemis callirostri callirostris

A

E

febrero-abril

NNT

Tortuga de río

Podocnemis lewyana

A

E

febrero-abril

GEN, NEN, REN

Chibillỉ

Tapaculo

Kinosternon sp.

N

E

NVU

Morrogô

Morocoy

Geochelonia carbonaria

N

E

marzo-abril

NCR, RCR

Corệ

Caimán aguja

Crocodylus acutus

N

E

marzo-junio

NCR

Jaivỉarazâma, Jaỉbadiaza

Babilla

Caiman crocodilos fuscus

A, P

E

marzo-junio

NLC

Aves Samó

Pavo de monte

Crax alberti

A

E

Socoro

Perdiz

Colinus cristatus

A

A

Jeumiajou

Águila coronada

Harpia harpyja

N

E

Dapudu

Pato cuervo

Phalacrocorax olivaceus

N

A

Asaza

Garza

Casmerodius albus*

N

A

Ancosu

Laura

Cathartes aura*

N

A

Patu

Pato

Cairina moschata

A

E

Rey golero

Sarcoramphus papa

N

E

Torcaza

Leptotila verreauxi

N

A

Pigua

Milvago chimachima*

N

A

123

GCR, NCR

GNT


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Nombre indígena

Nombre común

Nombre científico

Loro fino

Amazona ocrocephala*

Guacamaya

Uso

Abundancia Época de crías

M, A

A

Ara macao

M

A

Cheja

Ara severa

M

A

Perico

Brotogeris jugularis*

M

A

Golondrina

Phaeoprogne tapera

N

A

Toche

Icterus nigrogularis

N

A

Carpintero

Melanerpes rubricapillus

N

A

Canario

Sicalis flaveola

N

A

Oropéndola

Psarocolius decumanus

N

A

Tijereta

Tyranus savana

N

A

Cotorra

Pionus menstruus

M

A

Golero

Coragyps atratus*

N

A

Gallina de monte

Tinamus sp.

N

A

Baco

Tigrisoma fasiatum*

N

A

Gallina de monte

Crypturellus erythrropus

A

A

Categorías de amenaza

Mamíferos Verâgôra

Guagua

Cuniculus paca

A

C

Abril

GNT

Kuriwa

Ñeque

Dasyprocta punctata

A

A

Enero-marzo

GLC

Tro

Armadillo

Dasypus novencinctus

A, Me

A

Febrero-marzo

Imama

Tigre

Panthera onca

Me

E

Enero-marzo

Yerre

Machín

Cebus capucinus

A Me

A

Mico

Ateles geoffrroy

A, Me

A

Marzo-junio

GVU

Zruâ

Mono

Alouatta seniculus

A

A

Marzo-junio

GVU

Baberama

Nutria

Lontra longicaudis

A

C

Junio

GVU

Bido

Manao

Tayassu pecari

A

E

Enero

GVU

Bidobe

Saíno

Pecari tajacu

N

E

Febrero-abril

GNT

Dâda

Danta

Tapirus terrestris

A

E

GVU

Begui

Venado

Mazama americana

A

E

GNT

Michichi

Tití

Saguinus oedipus

A

A

GEN

Kâyicomia

Gran bestia

Ciclopes didactylus

N

A

124

GVU GNT


Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo Javier Alfonso Racero-Casarrubia, Carlos C. Vidal, Óscar D. Ruiz, Jesús Ballesteros C.

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Tabla 1. Fauna silvestre reconocida por las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la parte alta de la cuenca del río San Jorge, en zona amortiguadora PNN-Paramillo, Departamento de Córdoba. Continuación

Nombre indígena

Nombre común

Nombre científico

Uso

Abundancia Época de crías

Categorías de amenaza

Dâpuru

Conejo

Silvilagus floridanus

A

A

Marteja

Autus lemorinus

N

A

Chibini

Ardilla

Sciurus granatensis

A

A

Zorro

Cerdocyon thous

N

C

Tabuda

Oso caballuno

Myrmecophaga tridactyla

N

C

Perico ligero

Bradypus variegatus

N

A

GNT

Perico mono

Choloepus hoffmani

N

A

GNT

Jaisarinda

Zorra chucha

Didelphis marsupialis

N

A

Guiriguiri

Tigrillo

Felis pardalis

N

A

GVU

Imamapurro

Leon-puma

Puma concolor

N

E

GVU

Wui

Oso

Tremarctos ornatus

N

E

GEN

Ducuriba

Ponche

Hydrochaeris hydrochaeris isthmius

A

E

Pibiní

Puerco espín

Coendou prehensilis

N

A

Coatí

Nasua narica

N

A

Pichiru

Comadreja

Eira bárbara

N

A

Perro

Speothos venaticus

N

E

Enero

GVU

Enerodiciembre GVU

* = Especies con registros en literatura científica y/o confirmadas por los autores para la zona de estudio. Uso: A= alimento, C= Carnada para pesca, M= Mascota, Me: Medicinal, P: Piel, N= Ninguno. Abundancia: A= Abundante, C= Común, E= Escaso. Categorías de amenazas: G = Global, N = Nacional (Colombia), R = Regional (departamento de Córdoba); CR= En peligro crítico, EN= En peligro, VU= Vulnerable, NT= Casi amenazado, LC= Preocupación menor, DD= Datos insuficientes, NE= No evaluado. sapos.2 Para la conservación de la biodiversidad en esta región es importante que los nativos logren diferenciar con claridad las especies (morfoespecies). Esto permite tener en cuenta la estrecha relación que mantienen los indígenas Embera del Alto San Jorge con la naturaleza, haciéndolos conocedores minuciosos de la gran mayoría de las especies de animales de su entorno. 2 El conocimiento taxonómico tradicional Embera sugiere que los Embera clasifican a los anfibios en dos grupos diferenciados por su aspecto o forma externa; es así como distinguen sapos (Bocorrô), es decir, anfibios de aspecto rechoncho y patas cortas, y ranas (Oi Bocorrô), anfibios con cuerpo más delgado, patas largas y alta capacidad para saltar.

125

Para los indígenas los anfibios no son un grupo de interés cultural, aunque muestran respeto y consideración, como lo hacen con el resto de animales del bosque;3 sin embargo, hay quienes consideran a estos animales como símbolo de maleficios. Si bien los anfibios no representan una fuente proteica en la alimentación de los Embera, 3 En Colombia algunos pueblos indígenas (principalmente indígenas del Pacífico y la Amazonia) sí dan importancia a algunas especies de anfibios, preferiblemente a la ranas venenosas, las cuales usan para impregnar las puntas de sus flechas y así cazar con mayor efectividad presas medianas como monos y ardillas. Este comportamiento no fue observado en las comunidades indígenas del Resguardo Cañaveral.


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éstos tienen clara la importancia ecológica de las ranas y sapos en la cadena trófica de sus sistemas naturales. Esto fue evidente durante el desarrollo de los talleres, donde integrantes de las comunidades argumentaron que las ranas constituyen las presas de serpientes lagartos (reptiles) y pequeños mamíferos carnívoros. En los mapas parlantes construidos por miembros de las comunidades indígenas fue posible apreciar cómo asocian especies a hábitats particulares. Es el caso de las ranas plataneras (Hypsiboa pugnax y/o H. crepitans) y ranas minburệ (H. boans y/o H. rosenbergi), asociadas a la vegetación riparia de quebradas, y áreas adyacentes a éstas. A las ranas picudas (Leptodactylus bolivianus y/o L. fuscus y/o L. fragilis) siempre las dibujaron en el suelo asociadas a zonas de charcas. Los indígenas afirman no dar mucha importancia a los cantos de sapos y ranas pero argumentan “que la época cuando más se intensifica el sonido de los cantos es indicio de mayor abundancia de lluvia”. Lo anterior es coherente con la historia natural descrita para estas especies; y se ratifica que las comunidades indígenas tienen un amplio conocimiento empírico de las relaciones que ocurren en su entorno natural y en ecosistemas de su área de influencia. Aunque los indígenas consideran que sólo reconocen unas cuantas especies de “sapitos y ranitas”, creen que hay muchas otras, que no distinguen muy bien porque son raras o muy poco observadas. Un aspecto interesante se produjo cuando la comunidad Embera de Ybudó dibujó en los mapas parlantes ranas en las copas de los árboles, indicando que estos animales también viven en esos lugares. Este hecho no sólo hace suponer la alta diversidad de anfibios que debe haber en los bosques de los resguardos indígenas del Alto Río San Jorge, sino también la necesidad de explorar con métodos de muestreos apropiados los diferentes estratos del bosque, a fin de obtener información de la riqueza de especies. Es necesario compartir más experiencias con las comunidades indígenas mediante talleres de educación ambiental, con el fin de obtener mayor información que permita la conservación y protección de los anfibios, los vertebrados más sensibles a los impactos antrópicos (Vargas y Bolaños, 1999) a que están siendo sometidos algunos ecosistemas del PNN-Paramillo (Martínez et al., 2005).

Reptiles En el desarrollo de los talleres con comunidades indígenas del Alto río San Jorge se logró reconocer en forma

concreta 19 especies de reptiles, de los cuales 7 registros corresponden a taxones no definidos hasta el nivel de especie, y muy posiblemente corresponden a más de una especie biológica para cada caso.4 Para las comunidades indígenas Embera-Katíos los reptiles parecen ser más “importantes” que los anfibios, pues representan beneficios desde el punto de vista alimentario, constituyéndose en fuente de proteína para la familia; es el caso particular de las especies iguana (Iguana iguana), lobos polleros (Tupinambis teguixin), saltarroyos (Basiliscus sp.), babillas (Caiman crocodilus fuscus) y caimán aguja (Crocodylus acutus); de los dos últimos también aprovechan la piel para adornar sus tambos. Los indígenas son muy enfáticos en afirmar la reducción de las poblaciones de babilla y caimán en los últimos 20 años, por lo que insisten en la necesidad de controlar su cacería, considerada como la mayor amenaza que enfrenta este recurso natural. Con respecto a los otros lagartos que también consumen, la concepción es diferente, pues estiman que son animales comunes en la zona, fáciles de capturar empleando técnicas de lazo y pequeñas flechas. También reportan que las poblaciones de tortugas de estos sectores de la cuenca del río San Jorge han disminuido drásticamente su población en las últimas décadas, explicando que tal fenómeno es producido por la cacería indiscriminada, la destrucción del hábitat y los procesos naturales, como la sedimentación de algunos sectores del río; estos factores de amenaza coinciden con los descritos por Castaño et al. (2005). Las comunidades indígenas no reportan usos potenciales diferentes de los de cacería de subsistencia, al menos en el caso de las tortugas. De acuerdo con lo indicado por los indígenas, Trachemys callirostris ca. (Icotea) y Podocnemis lewyana (tortuga de río) podrían considerarse como los registros realizados más al sur de departamento de Córdoba, si en realidad aún subsisten pequeñas poblaciones. Desde el punto de vista cultural el grupo de las serpientes despierta el mayor interés. Según los indígenas, 4 Explorando la taxonomía biológica de estas comunidades indígenas, se encuentra que varios de los nombres asignados a las diferentes especies de reptiles mencionadas corresponden a atributos morfológicos y etológicos; de esta manera, se considera que el genérico damâ significa serpientes, mientras que algunos nombres específicos se precisan de acuerdo a tales características; por ejemplo, Mapanâ- ekỉ damâ (Bothrox asper), por su manchas en forma de equis en el dorso; Gefâ-burro damâ (Lachesis acrocordus), que significa gran serpiente con lomo (dorso) verrugoso, o en el caso de Dô damâ (Helicops danieli), que traduce serpiente de agua, debido a los hábitos acuáticos de la especie.

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Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo Javier Alfonso Racero-Casarrubia, Carlos C. Vidal, Óscar D. Ruiz, Jesús Ballesteros C.

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son los animales que producen mayores miedos y temores, precisamente por la gravedad de su mordida, considerándolas venenosas a todas, a excepción de la boa. Como mito que se teje sobre este grupo de animales se tiene la leyenda de Porremia (= la gran serpiente), la cual aparece sólo dos veces al año a recoger los males del pueblo Embera, y además le tienen mucho respeto.5 Por el gran tamaño y su “capacidad de confundirse con la selva”, consideran serpientes altamente peligrosas a la mapana-eki (Bothrox asper), a la verrugosa (Lachesis acrocordus) y a la culebra amarilla (Chironius sp.); sin embargo, se sabe que esta última, a pesar de ser de gran tamaño y muy ágil, no es venenosa. De acuerdo con esta percepción los indígenas sostienen que en ocasiones, es mejor dar muerte a estos animales para evitar peligros, por lo que se matan indiscriminadamente serpientes venenosas y no venenosas, olvidando en este sentido el papel ecológico que cumplen estas especies en el control poblacional de ranas, sapos y roedores. Es importante desarrollar en estas comunidades talleres de educación ambiental enfocados especialmente en el reconocimiento y diferenciación de las especies venenosas, a fin de evitar la eliminación de especies inofensivas pero de vital importancia para el equilibrio del ecosistema.

Aves En el grupo de las aves no se identificaron patrones de uso por parte de las comunidades indígenas del Alto San Jorge, quienes centran sus actividades de cacería de subsistencia especialmente en mamíferos y reptiles. Sólo fue posible la identificación de 25 especies de aves, reconociendo especies de gran interés de conservación, como es el caso de las gallinas de monte (género: Crypturellus) y el paujil (Crax alberti), especie que es objeto de investigación y conservación en muchas zonas de Colombia donde por destrucción de su hábitat natural y presión de cacería está al borde de la extinción (Renjifo et al., 2001). Los anteriores datos son congruentes con la información pública, por Lugo-Morín (2007), en grupos indígenas E´ñepa en Venezuela, quienes tienen preferencia de caza por aves como los paujiles y guacharacas (género: Crax, Ortalis y Penelope), tucanes (género: Ramphastos) y loros (género: Amazona y Arantinga). 5 En las comunidades indígenas Embera del resguardo Quebrada Cañaveral se denota un rechazo colectivo a las serpientes, influenciado esto un poco por la religión católica y por el hecho de que las serpientes sean consideradas animales altamente venenosos; coincidiendo tales percepciones con los planteamientos de Sánchez Núñez (2006).

127

Los indígenas reconocieron que la especie Crax alberti es muy escasa, y que ya no es objeto de caza por parte de las comunidades, por ser muy difícil de encontrar, coincidiendo esto con algunos datos encontrados por CabarcasCarrascal y Laza-Martínez (2006), en un estudio sobre evaluación y priorización de amenazas del paujil en algunas veredas de la zona amortiguadora del PNN-Paramillo en Tierralta. También se reconocen especies de gran tamaño como el águila arpía (Harpia harpyja),6 la cual consideran una buena cazadora de mamíferos medianos como monos (género: Alouatta) y perezosos (género: Bradypus), y además presenta mitos e historias en los cuales los indígenas estiman que es un peligro para los niños, puesto que fácilmente puede cargarlos y llevárselos en vuelo. La diversidad de especies de aves identificadas en esta zona por las comunidades indígenas se podría considerar baja; estos datos se pueden explicar teniendo en cuenta que el grupo de las aves es muy complejo en cuanto a diversidad en especies y familias, lo que hace difícil su identificación. Además, los indígenas sólo reconocen aquellas que representan importancia para su alimentación y/o cultura. No obstante, teniendo en cuenta los estudios de Castaño (1998) y Cuervo et al. (2000), quienes presentan un listado preliminar de aves más amplio para otros sectores de la cuenca del río San Jorge, y considerando los comentarios de los indígenas sobre el estado de conservación del bosque del área de influencia de sus comunidades, esto hace suponer que la riqueza de la avifauna sea mayor de la que se presenta en este trabajo. Por otra parte, se encontró que pocas especies de aves son objeto de tenencia como mascotas; sin embargo, el grupo más perseguido es el de los psitácidos (loros, pericos y guacamayos), que en ocasiones se convierten en fuente de alimentación. En la zona amortiguadora del PNNParamillo es muy común la captura de loros y guacamayas por parte de los colonos, para comercializarlos en los mercados ilegales regionales. Ésta es una práctica común en los territorios campesinos de alta montaña, donde, junto al uso de los mamíferos y las aves, especialmente psitácidos (Ara spp. y Amazona spp.), se ubican en el tercer lugar de importancia, después de las pavas de monte y los tucanes, que son perseguidos para ser comercializados 6 De acuerdo con información proporcionada por funcionarios del PNN Paramillo (PNNP), los indígenas no estiman a esta especie como valor objeto de conservación, a pesar de que en el plan de manejo del PNNP se considera una especie de interés de conservación, dados su amenaza y peligro de extinción. Debido a esto pueden existir conflictos en la implementación de planes de conservación de esta águila en la zona de influencia de estas comunidades indígenas.


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como mascotas (Castellanos, 1999). En cuanto a la técnica de caza, las comunidades indígenas manifestaron utilizar la escopeta, aunque también señalaron utilizar herramientas tradicionales como la bodoquera o cerbatana. Respecto al desplazamiento de los sitios de cacería, las comunidades en términos generales no se desplazan más de un kilómetro de sus tambos para cazar aves, y de acuerdo a los datos preliminares obtenidos durante los talleres, estas comunidades indígenas precisaron que la frecuencia de caza es muy relativa, ya que depende de las necesidades y demanda de alimentos que requieran para el sustento de sus familias. Según descripciones de los indígenas, al parecer han observado una especie de cotorra poco común en la zona, que podría tratarse probablemente de la cotorrita del Sinú (Pirrura subandina). Según la UICN (International Union for Conservation of Nature), esta especie se encuentra en peligro de extinción, principalmente por su distribución restringida y amenaza por la destrucción de su hábitat (Rodríguez-M. et al., 2005). De acuerdo a esta información, es importante realizar exploraciones en esta zona del sur del departamento de Córdoba, ya que expediciones realizadas durante los últimos años por la Fundación ProAves en sectores del cerro Murrucucú y la serranía de Abibe (Alto de Quimarí) no han logrado obtener registros confirmados de esta especie.

Mamíferos En estudios de cacería con comunidades campesinas e indígenas, los mamíferos constituyen el mayor aporte en peso y número de animales, sin tener en cuenta los peces (Bedoya, 1997; Ojasti, 1984; Redford y Robinson, 1987). Para las comunidades indígenas del Alto San Jorge, se identificó que este grupo es el más afectado por procesos de destrucción y transformación del hábitat, y cacería selectiva realizada por colonos. Gran parte de la dieta de las comunidades campesinas en esta zona es “carne de monte”, especialmente mamíferos medianos, como saíno (Tayassu pecari), guagua (Cuniculus paca), ñeque (Dasyprocta punctata) y, ocasionalmente, danta (Tapirus terrestris). Se reconoció la preferencia por el venado (Mazama americana) y primates de los géneros Ateles, Alouatta y Saguinus. De las especies antes mencionadas, las que posiblemente presentan un mayor valor para las comunidades indígenas son el manao-Bido (Tayassu pecari), el saíno-Bidobe (Pecari tajacu), los cuales son cazados con regularidad en los bosques húmedos tropicales (bh-T) que rodean los resguardos; otras especies que son muy apreciadas por estas comunidades son la guartinaja-Verâgôra (Cuniculus

paca), la carne de armadillo-Tro (Dasypus novemcinctus) y ñeque (Dasyprocta punctata), y son consumidos con más regularidad que la carne de los cerdos de monte (manao y saíno). En general, los indígenas comentan que las carnes de las especies antes mencionadas son muy exquisitas7 y tienen dentro de la comunidad un alto valor económico y social, ya que alrededor de dichas especies gira un importante sistema de trueque y relaciones entre familias.8 Según argumentos de los indígenas, especies como el cacó (Hydrochaeris h. isthmius) y el saíno (Tayassu pecari) enfrentan reducción poblacional, al igual que en otras zonas del departamento de Córdoba (Ballesteros, 2001). El saíno es considerado abundante en las selvas tropicales, y las estadísticas que hay indican que el Tayassu pecari es el animal de caza de mayor importancia cuantitativa para los indígenas (Campo, 1977). Los patrones de uso de la fauna silvestre en las comunidades indígenas del PNN-Paramillo concuerdan con los patrones de uso de vertebrados en América Latina señalados por Ojasti (1984), donde los mamíferos cazados con mayor frecuencia son el oso hormiguero (Tamandua), armadillos (Dasypus), primates, coatí (Nasua), tapir (Tapirus terrestris), pecarí (Tayassu pecari, Pecari tajacu), venado (Mazama), paca (Cuniculus paca) y ñeque (Dasyprocta punctata). En Colombia las especies de mayor importancia alimentaria y económica son actualmente roedores como el chigüiro (Hydrochaeris h. isthmius), la boruga (Cuniculus paca), el ñeque (Dasyprocta spp.), y los puercos de monte (Tajassu spp.), estos últimos muy apreciados por su carne (Ramírez-Perilla, 1996). A pesar de que la caza registrada para el área de estudio es cacería de subsistencia, en el área de las comunidades indígenas y su zona de influencia se puede estar ocasionando empobrecimiento de la fauna, especialmente en aquellas especies que son más cotizadas. Ojasti (1984) también encontró reducción y/o empobrecimiento en poblaciones 7 Generalmente la carne de estos animales es consumida ahumada y posteriormente guisada, y es acompañada con plátano y arroz que cultivan en sus trabajados (lotes de siembras). 8 La caza de estas especies (manaos, saínos, guartinaja, armadillos y ñeques) por parte de las comunidades indígenas pueden realizarla individuos pertenecientes a una familia o individuos de varias familias, en las cuales se observa trabajo mancomunado en el momento de aportar elementos para las faenas, como es el caso de perros guagüeros (perros especialmente criados y entrenados por los indígenas, los cuales pueden llegar a tener precios de hasta dos millones de pesos), escopetas y cartuchos. Luego de la jornada de caza, que dura generalmente medio día, se presenta la distribución de la carne entre las personas que participaron en la actividad e incluso dentro de la comunidad se puede presentar el trueque de la carne de monte por otros productos como arroz, azúcar, plátanos, entre otros.

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Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo Javier Alfonso Racero-Casarrubia, Carlos C. Vidal, Óscar D. Ruiz, Jesús Ballesteros C.

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de mamíferos en Latinoamérica, particularmente de las especies más cotizadas, Tayassu pecari y Tapirus terrestris. Aún las artes de caza como flechas y lanzas son importantes; en la actualidad, se ha popularizado el uso de armas de fuego, facilitando muchos aspectos de la caza y mejorando la eficacia. En el área de influencia del resguardo indígena Embera del Alto río San Jorge existe presencia de grandes felinos; es el caso del león de montaña (Puma concolor), el cual tiene un gran valor simbólico para estas comunidades, más que el jaguar (Panthera onca). Estas especies tradicionalmente han estado ligadas a estas comunidades, siendo consideradas competidoras directas, pues capturan mamíferos como saínos, ñeques y guartinajas, especies valiosas como fuente de alimento; se les tiene temor y respeto, considerándose peligrosas. En cuanto a mitos y leyendas relacionados con mamíferos encontramos los poderes atribuidos a la gran bestiaKâyicomia (Cyclopes didactylus), la cual, según narran los indígenas, es tenida como mascota en los tambos y tiene el poder de desaparecer en determinados momentos.9 El conocimiento tradicional transmitido por generaciones reconoce la importancia de los mamíferos y hace aportes significativos sobre los hábitos y comportamientos de las especies que están más relacionadas con ellos. Es el caso de las especies de roedores (géneros: Cuniculus y Dasyprocta), de los cuales los indígenas reconocen las épocas de crías, las preferencias y algunos requerimientos de hábitat (ver la tabla 1), lo que les permite realizar un manejo tradicional propio acerca de épocas y/o temporadas de caza. En cuanto al empleo de mamíferos como mascotas, es común encontrar algunas especies de primates, como los titíes cabeciblancos (Saguinus oedipus) y los MachinesYerre (Cebus capucinus); generalmente, estos animales son crías de adultos que son cazados o capturados por los indígenas y son terminados de criar por las mujeres y niños en los tambos, creando una importante relación con estas especies en particular, puesto que se convierten en un miembro más de la familia, junto con algunas aves y los perros domésticos. Para estas comunidades Embera la disminución de las poblaciones de algunas especies de mamíferos es un indicador de los procesos de alteración antrópica en la zona de amortiguamiento del PNN-Paramillo sector 9 Cuando se inicia una tormenta, Kâyicomia es tapado con un recipiente metálico (una olla o un caldero) sobre una mesa, y apenas empieza a tronar con intensidad, el animal desaparece.

129

del San Jorge, reflejándose en la disminución de la diversidad de especies de fauna nativa, la ausencia del Estado, los problemas de orden público y la falta de aprecio por la Madre Tierra, que está favoreciendo el aumento acelerado de problemas ambientales como la deforestación, la contaminación de las fuentes de agua, la caza indiscriminada de animales silvestres por parte de los colonos, además de la destrucción del hábitat, por la siembra de cultivos ilícitos.10

Conclusiones Las especies de mayor importancia de uso para las comunidades indígenas Embera-Katíos son los mamíferos y reptiles, siendo su principal fuente de proteína animal. Las comunidades indígenas de la zona de amortiguación del PNN-Paramillo desarrollan actividades de cacería de subsistencia y están condicionadas a los picos de abundancia de las especies, según las temporadas de reproducción en cada territorio de caza. También es frecuente el uso de fauna silvestre como mascotas. Para complementar esta información es necesario realizar estudios biológicos y etnobiológicos detallados para conocer la riqueza de especies, abundancia y estado de conservación de la fauna silvestre, y además determinar las tasas de extracción de especies que son objeto de uso por parte de las comunidades indígenas, los colonos y los campesinos. El conocimiento tradicional indígena sobre hábitos y comportamiento animal es una valiosa herramienta en estudios relacionados con la ecología de las especies, y su percepción es importante para la implementación de programas de conservación o el afianzamiento de acuerdos de manejo, que, en el caso del resguardo Quebrada Cañaveral, es de vital importancia, por estar traslapado con un área nacional protegida. Es necesario determinar los patrones de uso por parte de las comunidades rurales de colonos y campesinos que realizan actividades de caza en la zona de amortiguamiento del PNN-Paramillo, y los volúmenes de extracción de fauna silvestre, a fin de tener mayor conocimiento del estado de conservación de la biodiversidad faunística.

10 Tresierra (s. f.) explica en detalle cómo los cambios en las dinámicas demográficas, socioeconómicas y culturales inciden sobre la vulnerabilidad de los indígenas y sobre la compleja problemática de su desarrollo, y cuyo resultado ha sido una pérdida creciente de etnodiversidad y diversidad ecológica de los bosques donde ellos viven.


Revista de Estudios Sociales No. 31 rev.estud.soc. diciembre de 2008: Pp. 208. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.118-131.

Los patrones de uso (cacería de subsistencia, cacería comercial, mascotas, uso medicinal, uso mágico-religioso) de la fauna silvestre encontrada en la zona de amortiguamiento del PNN-Paramillo manifiestan patrones descritos en otras comunidades de Suramérica, y están estrechamente relacionados con la demanda de proteína de las comunidades. •

lombia. Bogotá: Instituto de Ciencias Naturales, Universidad Nacional de Colombia, Ministerio del Medio Ambiente, Conservación Internacional, Colombia.

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Tabla 1. Fauna silvestre reconocida por las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la parte alta de la cuenca del río San Jorge, en zona amortiguadora PNN-Paramillo, Departamento de Córdoba.

Nombre indígena

Nombre común

Nombre científico

Uso

Abundancia Época de crías

Anfibios Bocorrô

Sapo común

Chaunus marinus*

N

A

Todo el año

Bocorrô

Sapo

Chaunus granulosus

N

A

Todo el año

Oi Bocorrô

Rana venenosa

Dendrobates truncatus a

N

C

Oi Bocorrô

Ranita

Dendropsophus ebraccatus

N

C

Oi Bocorrô

Ranita

Dendropsophus microcephalus

N

A

Oi Bocorrôminburệ

Rana grande

Hypsiboa boans a

N

C

Oi Bocorrô

Rana platanera Hypsiboa pugnax a

N

C

Época de lluvias

Oi Bocorrô

Rana verde

Phyllomedusa venusta

N

E

Oi Bocorrôconcệnenệ

Rana

Scinax ruber

N

A

Bocorrô

Sapo cuerno

Ceratophrys calcarata a

N

E

Época de lluvias

Oi Bocorrô

Rana picuda

Leptodactylus insularum

C

A

Época de lluvias

Oi Bocorrô

Rana picuda

Leptodactylus fuscus *

C

A

Época de lluvias

Bocorrô

Sapito vaquero

Physalaemus pustulosus*

N

A

Época de lluvias

Bocorrô

Sapito

Pleurodema brachyops

N

C

Oi Bocorrô

Rana grande

Lithobates vaillanti

N

C

Reptiles Gefâ-damâ

Boa

Boa constrictor

N

E

Mapanâ-ekỉ damâ

Mapaná eki

Bothrox asper

N

C

Gefâ-burro damâ

Verrugoso

Lachesis acrocordus

N

E

Cờmi damâ

Coral

Micrurus sp.

N

C

Dô damâ

Culebra de agua

Helicops danieli

N

A

122

Categorías de amenaza


Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo Javier Alfonso Racero-Casarrubia, Carlos C. Vidal, Óscar D. Ruiz, Jesús Ballesteros C.

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Tabla 1. Fauna silvestre reconocida por las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la parte alta de la cuenca del río San Jorge, en zona amortiguadora PNN-Paramillo, Departamento de Córdoba. Continuación

Nombre indígena

Nombre común

Nombre científico

Uso

Abundancia Época de crías

Categorías de amenaza

Ocubâumia damâ

Guardacamino

Liophis sp.

N

C

Mekứra damâ

Culebra tigre

Spillotes pullatus

N

C

Sarbarâ damâ

Lomo de machete

Chironius sp.

N

C

Ollorô

Camaleón

Anolis sp.

N

A

Opogâ

Iguana

Iguana iguana*

A

C

Todo el año

Pispỉcumia

Lobitos

Ameiva sp.

N

C

Todo el año

Angârto

Lobo pollero

Tupinambis teguixin

A

C

Angârto-angârto

Saltarroyo

Basiliscus sp.

A

C

Todo el año

Coberôgo

Icotea

Trachemis callirostri callirostris

A

E

febrero-abril

NNT

Tortuga de río

Podocnemis lewyana

A

E

febrero-abril

GEN, NEN, REN

Chibillỉ

Tapaculo

Kinosternon sp.

N

E

NVU

Morrogô

Morocoy

Geochelonia carbonaria

N

E

marzo-abril

NCR, RCR

Corệ

Caimán aguja

Crocodylus acutus

N

E

marzo-junio

NCR

Jaivỉarazâma, Jaỉbadiaza

Babilla

Caiman crocodilos fuscus

A, P

E

marzo-junio

NLC

Aves Samó

Pavo de monte

Crax alberti

A

E

Socoro

Perdiz

Colinus cristatus

A

A

Jeumiajou

Águila coronada

Harpia harpyja

N

E

Dapudu

Pato cuervo

Phalacrocorax olivaceus

N

A

Asaza

Garza

Casmerodius albus*

N

A

Ancosu

Laura

Cathartes aura*

N

A

Patu

Pato

Cairina moschata

A

E

Rey golero

Sarcoramphus papa

N

E

Torcaza

Leptotila verreauxi

N

A

Pigua

Milvago chimachima*

N

A

123

GCR, NCR

GNT


Revista de Estudios Sociales No. 31 rev.estud.soc. diciembre de 2008: Pp. 208. ISSN 0123-885X Bogotá, Pp.118-131.

Tabla 1. Fauna silvestre reconocida por las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la parte alta de la cuenca del río San Jorge, en zona amortiguadora PNN-Paramillo, Departamento de Córdoba. Continuación

Nombre indígena

Nombre común

Nombre científico

Loro fino

Amazona ocrocephala*

Guacamaya

Uso

Abundancia Época de crías

M, A

A

Ara macao

M

A

Cheja

Ara severa

M

A

Perico

Brotogeris jugularis*

M

A

Golondrina

Phaeoprogne tapera

N

A

Toche

Icterus nigrogularis

N

A

Carpintero

Melanerpes rubricapillus

N

A

Canario

Sicalis flaveola

N

A

Oropéndola

Psarocolius decumanus

N

A

Tijereta

Tyranus savana

N

A

Cotorra

Pionus menstruus

M

A

Golero

Coragyps atratus*

N

A

Gallina de monte

Tinamus sp.

N

A

Baco

Tigrisoma fasiatum*

N

A

Gallina de monte

Crypturellus erythrropus

A

A

Categorías de amenaza

Mamíferos Verâgôra

Guagua

Cuniculus paca

A

C

Abril

GNT

Kuriwa

Ñeque

Dasyprocta punctata

A

A

Enero-marzo

GLC

Tro

Armadillo

Dasypus novencinctus

A, Me

A

Febrero-marzo

Imama

Tigre

Panthera onca

Me

E

Enero-marzo

Yerre

Machín

Cebus capucinus

A Me

A

Mico

Ateles geoffrroy

A, Me

A

Marzo-junio

GVU

Zruâ

Mono

Alouatta seniculus

A

A

Marzo-junio

GVU

Baberama

Nutria

Lontra longicaudis

A

C

Junio

GVU

Bido

Manao

Tayassu pecari

A

E

Enero

GVU

Bidobe

Saíno

Pecari tajacu

N

E

Febrero-abril

GNT

Dâda

Danta

Tapirus terrestris

A

E

GVU

Begui

Venado

Mazama americana

A

E

GNT

Michichi

Tití

Saguinus oedipus

A

A

GEN

Kâyicomia

Gran bestia

Ciclopes didactylus

N

A

124

GVU GNT


Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo Javier Alfonso Racero-Casarrubia, Carlos C. Vidal, Óscar D. Ruiz, Jesús Ballesteros C.

dossier

Tabla 1. Fauna silvestre reconocida por las comunidades indígenas del resguardo Embera-Katíos de la parte alta de la cuenca del río San Jorge, en zona amortiguadora PNN-Paramillo, Departamento de Córdoba. Continuación

Nombre indígena

Nombre común

Nombre científico

Uso

Abundancia Época de crías

Categorías de amenaza

Dâpuru

Conejo

Silvilagus floridanus

A

A

Marteja

Autus lemorinus

N

A

Chibini

Ardilla

Sciurus granatensis

A

A

Zorro

Cerdocyon thous

N

C

Tabuda

Oso caballuno

Myrmecophaga tridactyla

N

C

Perico ligero

Bradypus variegatus

N

A

GNT

Perico mono

Choloepus hoffmani

N

A

GNT

Jaisarinda

Zorra chucha

Didelphis marsupialis

N

A

Guiriguiri

Tigrillo

Felis pardalis

N

A

GVU

Imamapurro

Leon-puma

Puma concolor

N

E

GVU

Wui

Oso

Tremarctos ornatus

N

E

GEN

Ducuriba

Ponche

Hydrochaeris hydrochaeris isthmius

A

E

Pibiní

Puerco espín

Coendou prehensilis

N

A

Coatí

Nasua narica

N

A

Pichiru

Comadreja

Eira bárbara

N

A

Perro

Speothos venaticus

N

E

Enero

GVU

Enerodiciembre GVU

* = Especies con registros en literatura científica y/o confirmadas por los autores para la zona de estudio. Uso: A= alimento, C= Carnada para pesca, M= Mascota, Me: Medicinal, P: Piel, N= Ninguno. Abundancia: A= Abundante, C= Común, E= Escaso. Categorías de amenazas: G = Global, N = Nacional (Colombia), R = Regional (departamento de Córdoba); CR= En peligro crítico, EN= En peligro, VU= Vulnerable, NT= Casi amenazado, LC= Preocupación menor, DD= Datos insuficientes, NE= No evaluado. sapos.2 Para la conservación de la biodiversidad en esta región es importante que los nativos logren diferenciar con claridad las especies (morfoespecies). Esto permite tener en cuenta la estrecha relación que mantienen los indígenas Embera del Alto San Jorge con la naturaleza, haciéndolos conocedores minuciosos de la gran mayoría de las especies de animales de su entorno. 2 El conocimiento taxonómico tradicional Embera sugiere que los Embera clasifican a los anfibios en dos grupos diferenciados por su aspecto o forma externa; es así como distinguen sapos (Bocorrô), es decir, anfibios de aspecto rechoncho y patas cortas, y ranas (Oi Bocorrô), anfibios con cuerpo más delgado, patas largas y alta capacidad para saltar.

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Para los indígenas los anfibios no son un grupo de interés cultural, aunque muestran respeto y consideración, como lo hacen con el resto de animales del bosque;3 sin embargo, hay quienes consideran a estos animales como símbolo de maleficios. Si bien los anfibios no representan una fuente proteica en la alimentación de los Embera, 3 En Colombia algunos pueblos indígenas (principalmente indígenas del Pacífico y la Amazonia) sí dan importancia a algunas especies de anfibios, preferiblemente a la ranas venenosas, las cuales usan para impregnar las puntas de sus flechas y así cazar con mayor efectividad presas medianas como monos y ardillas. Este comportamiento no fue observado en las comunidades indígenas del Resguardo Cañaveral.


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Criminalización, arbitrariedad y doble militancia. La policía y la violencia en el fútbol argentino por

Gastón Julián Gil *

Fecha de recepción: 8 de octubre de 2007 Fecha de aceptación: 6 de junio de 2008 Fecha de modificación: 27 de octubre de 2008

Resumen El fútbol es apenas uno de los tantos escenarios que se perciben como inseguros y violentos en la sociedad argentina. Desde hace más de treinta años la opinión pública lo ha definido como un problema social de gran relevancia, y un grupo específico de actores, categorizados como barras bravas, ha sido identificado como los casi exclusivos culpables de “arruinar la fiesta de todos” que, se asume, es el fútbol. De ese modo, las agencias del Estado que ejercen formalmente el control social propician procesos de criminalización que reducen la complejidad de un fenómeno que no admite definiciones y explicaciones sencillas. En ese marco, las fuerzas policiales desarrollan un “poder punitivo paralelo”, constituyéndose en agentes clave en la generación de hechos violentos en las canchas del fútbol. Lejos de cumplir con la declarada función de garantizar la seguridad, la policía participa directamente en la conformación de un clima violento en el cual es definida por los hinchas como el enemigo a combatir.

Palabras clave: Violencia, inseguridad, fútbol, criminalización.

Criminalization, Arbitrariness and Double Militancy: Police and Violence in Argentine Soccer

Abstract Soccer matches are just one of many scenarios that are perceived to be insecure and violent in Argentine society. For more than thirty years, public opinion has defined them as an important social problem. And it has identified a specific social group, categorized as barras bravas, to be almost entirely responsible for “destroying the festivities [of the soccer matches] for everyone.” In this way, the state agencies that formally exercise social control encourage this process of criminalization, which reduces the complexity of a phenomenon that goes beyond simple definitions or explanations. In this context, the police forces acquire a “parallel punitive power,” themselves becoming key agents in the generation of violence in football stadiums. Far from fulfilling their supposed function of guaranteeing security, the police help create the violent atmosphere in which these fans identify it as the principal enemy to combat.

Key words: Violence, Insecurity, soccer, Criminalization.

Criminalização, arbitrariedade e dupla militância. A polícia e a violência no futebol argentino

Resumo Na sociedade argentina, o futebol é só um dos tantos cenários que são vistos como inseguros e violentos. Há mais de trinta anos que a opinião pública o tem definido como um problema social de muita relevância e que um grupo específico de atores, catalogado como barras-bravas, tem sido identificado de ser quase o único culpado de “estragar a festa da galera”, que, se assume, é o futebol. Desse jeito, as agências do Estado que exercem formalmente o controle social propiciam processos de criminalização que reduzem a complexidade de um fenômeno que não admite definições e explicações simples. Nesse contexto, as forças policiais desenvolvem um “poder punitivo paralelo”, que as constitui como agentes chaves na geração de fatos violentos nos campos de futebol. Longe de cumprir com sua função declarada de garantir a segurança, a polícia participa diretamente na conformação de um clima violento no qual é definido pela torcida como o inimigo a combater.

Palavras chave: Violência, insegurança, Futebol, Criminalização.

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Doctor en Antropología Social, Universidad Nacional de Misiones (UNaM), Argentina. Actualmente se desempeña como profesor de antropología en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de Mar del Plata y como investigador asistente en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran Fútbol e identidades locales (Miño y Dávila, 2002), Hinchas en tránsito (EUDEM, 2007) y Teoría e historia del pensamiento antropológico (Estanislao Balder, 2007), y cerca de treinta artículos en libros y revistas nacionales y extranjeras en ciencias sociales. Correo electrónico:gasgil@mdp.edu.ar.

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A

partir del trabajo de campo realizado con hinchas de fútbol del Club Atlético Aldosivi de Mar del Plata se intentará mostrar la compleja relación que las fuerzas policiales tienen en el problema de la violencia en las canchas argentinas. En este paper se analiza esta institución del Estado que cada vez cobra mayor importancia en el fútbol argentino. En efecto, la policía, además de causante directa de muchos de los problemas de seguridad urbana que aquejan al país, es percibida en ocasiones por los hinchas de fútbol como el otro más relevante a quien se debe combatir, sobre todo en contextos futbolísticos caracterizados por la escasez (o inexistencia) de seguidores de los equipos visitantes.1 Así, se intentará mostrar el modo en que los hinchas construyen a la policía como un otro y se aportan imágenes de campo que evidencian cómo la institución policial no puede ser olvidada cuando se intenta explicar el fenómeno de la violencia en el fútbol. Para complementar esas imágenes de campo, se ofrece un análisis del funcionamiento de la institución policial en Argentina, tratando de evidenciar las falencias estructurales de una institución del Estado que, además de cumplir una función clave en los procesos de criminalización, maneja lógicas castrenses de amigo-enemigo que la hacen definirse en términos de externalidad con la población. De forma concomitante: [L]a “violencia policial” evoca –nos parece– dos inmensos campos de significación. Uno, el de los sórdidos escenarios de los calabozos y las habitaciones secretas de las comisarías en los que se golpea, se tortura, se apalea, se humilla, se somete a través de una multiplicidad de formas, gestos, actitudes, a quienes ahí caen prisioneros. Otro, el de los enfrentamientos en las calles, el del control de las poblaciones, el de la persecución como segregación o como exterminio: el de las razzias y el “gatillo fácil” (Tiscornia, 2007, p. 256).

En ese marco, el diseño de los operativos policiales en las canchas de fútbol se presenta como una instancia a partir de la cual observar que la policía es parte activa en la generación de la violencia, más allá de los negocios que esa 1 A partir de 2007, en una nueva medida postulada para bajar los índices de violencia en el fútbol, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y los organismos oficiales de seguridad pactaron la prohibición para los hinchas visitantes de concurrir a los estadios en todas las categorías de ascenso. Sólo la primera división escapó de la interdicción.

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inseguridad –que supuestamente combate– le permite llevar adelante. Esta participación directa cobra dimensiones aun más relevantes cuando se dan fenómenos de doble militancia en los que los jerarcas policiales forman parte, directa o indirectamente, de hinchadas de equipos particulares y se suman a una represión orquestada y dirigida hacia los hinchas visitantes. La policía encarna además una de las alteridades más potentes en el campo futbolístico, que paulatinamente alcanza mayores cuotas de antagonismo, a tal punto que puede llegar a relativizar las rivalidades propiamente deportivas entre los iniciados. Esta institución es percibida como un agente extraño al ámbito deportivo y su presencia se rechaza de manera contundente, haciendo coincidir sobre la figura de los oficiales de policía todos los rasgos desacreditadores de la conducta, dentro de un campo cultural que puede concebirse como una “formidable máquina de crear oposiciones”.2 La policía, además, suele ser identificada como una parte que siempre está del lado del rival, de quien es amigo. Esto se enmarca en los ideales del aguante, atributo del que todas las hinchadas y todos los hinchas se sienten dueños, ya que un hincha sin aguante no es un hincha. Existe entre los seguidores de los equipos una necesidad de autoposicionarse como dueños de este capital simbólico que se adquiere día a día. Cada demostración de bravura, de fervor y de fidelidad será un punto a favor. Cada pelea ganada, también. El aguante apunta a varios sentidos a la vez. La afirmación del propio cuerpo (la hinchada) como soporte de cualquier eventualidad (“cueste lo que cueste”, “no me importa la policía”) constituye uno de los elementos centrales, lo mismo que el autoposicionamiento como “punto” en la disputa, porque el aguante sólo tiene valor si se llevan las de perder. Esa situación de proclamada desventaja frente a la policía provoca que ninguna hinchada renuncie a estar pertrechada con proyectiles de diverso tipo para enfrentarse con la policía (aunque también con hinchas rivales). Contra las fuerzas policiales el uso de las piedras se justifica en los elementos que porta la policía (armas, palos, balas de goma, gases lacrimógenos). Por supuesto, todas aquellas hinchadas rivales acaparan los estigmas más infamantes del campo deportivo. No hay duda de que son cagones, no aguantan, son protegidos por la policía, corren en todas las canchas y no van a los partidos de visitante por temor. Esta percepción negativa de la fuerza policial no es privativa del campo futbolístico, sino que se extiende a los más

2 También debo esta frase a Christian Bromberger.


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variados ámbitos de la sociedad argentina, aunque en ningún sector de forma tan virulenta como en el mundo del delito. De manera similar a lo que sucede con los hinchas de fútbol, el otro para el pibe chorro también es la policía. En ese sentido, Alarcón (2003) describe un tatuaje en forma de V con cinco puntos que significa que cuatro pibes chorros rodean a un policía. Se trata del juramento de los cinco puntos tatuados, “una promesa personal hecha para conjurar la encerrona de la que ellos mismos fueron víctimas” (Alarcón, 2003, p. 34). Isla y Valdez Morales (2003) enmarcan esta cuestión en que los pibes chorros aceptan la antinomia “matar o morir” frente a la larga fila de experiencias penosas por las que han atravesado familiares, amigos y compañeros que fueron apresados. La oposición es a esa “policía brava” (Míguez e Isla, 2003) que es el producto de una compleja serie de intereses en el marco de un proceso histórico que ha conformado una fuerza que ni siquiera puede considerarse disciplinadora, porque es esa misma institución la que trasgrede la ley y el orden, respondiendo en muchos casos a intereses políticos y económicos muy precisos. Esto configura una sensación creciente que da por sentada la corrupción política de los funcionarios del Estado, la connivencia del poder judicial con las partes litigantes más poderosas y la impunidad de las agencias policiales. De esta forma, “las prácticas ilegales en las que incurren gran parte de las instituciones paradigmáticas de la moral del Estado, las han deslegitimado a tal punto que se han transformado en un factor central, por vías directas o indirectas, en la producción de la violencia urbana/ delincuencia actual” (Míguez e Isla, 2003, p. 317). Esta oposición hacia el accionar policial que puede encontrarse en las villas, se define en términos muy similares a los contextos futbolísticos. La violencia policial y los abusos de poder de esa institución del Estado, cuyo accionar se percibe como ilegítimo al extremo, deriva en formaciones tales como la patota, tal cual llaman en algunas villas a los policías de civil que las regentean. Puex (2003) describe una cantidad importante de abusos por parte de una policía vista como un poder represivo que no admite oposiciones. Isla y Valdez Morales (2003) resumen las prácticas ilegales del Estado en la tortura en sus más diversas variantes y proporciones, las ejecuciones, las amenazas, los ajustes de cuentas, las presiones para conseguir beneficios determinados, la entrega de zonas liberadas, entre las más comunes. Esto configura un panorama en el que se torna imposible discriminar cabalmente entre la ley y el delito, a la par que el discurso hegemónico tiende a legitimarlo, en la búsqueda de una “guerra contra la delincuencia” (Isla y Valdez Morales, 2003). En ese contexto, procedimientos como las razzias

[S]on decisiones políticas, armas de un vasto campo ideológico que evoca la guerra y la violencia al tiempo que impone la disciplina. Son parte del arsenal de técnicas policiales cuyo despliegue está llamado, antes que a castigar faltas o delitos, a instaurar y extender un sentido determinado del orden y la moralidad pública. Es la presencia violenta de la autoridad política que supera –ostensiblemente– cualquier límite del derecho (Tiscornia, 2007, p. 256).

La policía desde el punto de vista del hincha Un grupo de personas está esperando el colectivo de línea enfrente de La Cantera para regresar a sus hogares luego del empate en cero entre Aldosivi y Talleres de Córdoba, en un partido por la Primera B Nacional. De repente, un policía a caballo irrumpe velozmente y se coloca frente al grupo, levanta su palo y hace el ademán para empezar a dar. Sólo una persona de edad avanzada alcanza a decirle, ante la sorpresa general, “¡Pará, qué haces!”. En ese momento, el policía entra en razón y le da media vuelta al caballo. La llegada de la hinchada de Talleres, que antes del encuentro había roto algunos vidrios de las instalaciones locales, transformó el clima del partido. La 12 clamaba una venganza que nunca se concretó. Para disuadir el intento de dársela a los visitantes, el dispositivo policial funciona a pleno amparado en el criterio único ante cualquier disturbio: la represión indiscriminada. Aunque nunca se sabrán las causas precisas, el corazón de Pedro Pica no soportó el momento mientras atronaban el ruido de las balas de goma y el poder de los gases lacrimógenos. Era la tercera y última víctima en un escenario al que le quedaban muy pocas jornadas futbolísticas. En apenas cuatro años, el escenario ritual de los hinchas de Aldosivi ya mostraba tres víctimas fatales que, a pesar de sus imponderables y diferentes causas, siguen siendo su gran mancha. La policía se ha transformado en un agente omnipresente del campo futbolístico. Del solitario agente policial que estaba destinado a proteger al árbitro en las primeras décadas del siglo XX hoy se ha pasado a inmensos operativos con centenares de hombres que transforman a los escenarios deportivos en verdaderos estados de sitio. Sin irse tan atrás en el tiempo, en Aldosivi aún se recuerda a Alfonso y sus cuatro “gaviotas”, en referencia a los agentes de prefectura que por sí solos cubrían la seguridad de miles de personas en la recordada cancha del Ministerio de Obras Públicas en el puerto marplatense. El crecimiento de la violencia en los espectáculos futbolísticos ha generado como respuesta la formación de entes especialmente destinados a la seguridad deportiva,

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que determinan no sólo el número de agentes para cada partido sino que definen el lugar, el día y el horario de los encuentros. Como se mencionó más arriba, la policía es la que representa con mayor fuerza a la primera alteridad en el campo futbolístico. Esta percepción está anclada en la valoración social a una institución que cada vez más se asocia con la corrupción, la incapacidad y la sociedad con el crimen organizado. Específicamente en las canchas, la policía es vista como la gran generadora de violencia y a la vez la principal destinataria de esa misma violencia, porque “yo sabía, yo sabía/ a Cabezas lo mató la policía”.3 Amílcar Romero sostiene que: [L]a policía es estática. Su función específica es primordialmente cuidar los bienes de los clubes, sus dirigentes y particularmente los jugadores. Nadie podrá negar que hasta ahora ha sido efectiva. Dentro de la cancha miran el partido, intervienen (tarde) si hay algún altercado, y a la salida se limitan a hacer barreras y separar en dos a los torrentes de ambas hinchadas, procurando que las fuerzas enemigas no tomen contacto en las inmediaciones o en todo caso que lo hagan en lo del comisario de al lado (Romero, 1986).

Este mismo autor asegura que el modo de represión masivo que encaran ante cada disturbio favorece las tácticas y estrategias de las hinchadas, que ante este tipo de ataque masifica el problema porque “cuando la barra ataca, ataca sola, pero cuando recibe la represión, con todas las cuentas pendientes que hay de afuera, en la macrosociedad, particularmente con la policía, el brazo del Poder que tenemos más a mano en la vida cotidiana, la hinchada te reacciona en masa” (Romero, 1999). En ese sentido, Romero cita palabras del comisario Oscar Rodríguez, a quien considera un experto en el tema de violencia en las canchas, quien afirma que: [N]o hay manera de aplicar represión que no sea masiva. No tenemos hombres entrenados [...] tenemos tipos de entre 30 y 40 años con borceguíes, panzones, con el “fierro” (arma) en la cintura [...] dónde van a correr a

3 Este canto refiere al célebre asesinato del fotoperiodista José Luis Cabezas, transformado en un símbolo de la lucha contra las mafias político-empresariales. En el homicidio fue implicado un famoso empresario, Alfredo Yabrán, acusado de llevar adelante negocios mafiosos con la connivencia de altos funcionarios del gobierno nacional (incluso se lo involucró muy estrechamente al presidente Menem). El suceso no sólo motivó una cobertura periodística sin precedentes sino que puso en tela de juicio al gobierno de la Provincia de Buenos Aires, encabezado por Eduardo Duhalde.

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jóvenes que son como gatos y que conocen todo esto perfectamente [...] sin duda que nos pelean porque saben cómo actuamos nosotros [...] ellos golpean, se retiran, nosotros reprimimos masivamente y tenemos toda la tribuna en contra a los cinco minutos. Claro que lo saben. Pero nosotros no tenemos otra manera de actuar porque no tenemos gente. Con la gente que tenemos, tenemos que actuar así (Romero, 1999).

Algunos autores (Alabarces et al., 2000; Garriga, 2001; Moreira, 2001) consideran que la policía es una barra brava más, con la que entablan disputas en términos similares a como lo hacen con otras hinchadas. Incluso señalan que la policía es una barra brava más violenta porque dispone de armas que utiliza legalmente y goza de la impunidad que su estructura le ofrece. Incluso, sin ofrecer datos que así lo sugieran, se llega a considerar que “la Policía también se percibe a sí misma como un grupo de hinchas que disputa con iguales, sólo que abusando de su posición de poder e impunidad” (Alabarces et al., 2000). Sin embargo, los testimonios que se han podido recolectar entre policías de infantería destacan que son ellos los que se encuentran en situación de desventaja “porque somos 20 que nos tenemos que pelear contra 500”. Aunque Raúl, comisario mayor de la Policía bonaerense, reconoce que “no están bien formados, no saben tratar a la gente y todo se les va de la mano”. Lo que aquí se intentará mostrar es que esa equivalencia no es tal más allá de que determinados fragmentos discursivos permitan navegar en ese sentido. Estamos en presencia de una categorización etic que pasa por alto los modos en que las hinchadas se definen a sí mismas, que van mucho más allá de compartir –si es que en efecto los comparten– ciertas definiciones y códigos de la violencia. Además, las hinchadas de fútbol no pueden ser definidas exclusivamente por sus prácticas violentas sino que despliegan diversas teorías nativas (de la pasión, del aguante, de la concepción del otro) que exceden a la violencia, aunque puedan involucrarla. En efecto, las hinchadas han nacido bajo circunstancias puntuales y han ido evolucionando con el tiempo de un modo sensiblemente diferente de cualquier institución policial. De cualquier manera, el accionar policial debe diferenciarse de acuerdo con la división a que pertenezcan los agentes. Según Raúl, los agentes de comisaría son los que menos quilombo quieren. En realidad ningún policía quiere que haya goma, aunque muchas veces actúan que parece lo contrario. Por eso es que en los ingresos para cachear ponemos a los efectivos de comisaría y a los de infantería los ponemos más alejados de la gente, porque ellos son la fuerza de choque.


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En efecto, los destacamentos de infantería son los encargados de entrar en acción cuando se producen disturbios y “ahora están habilitados a reprimir con gases lacrimógenos y balas de goma. Después están los de caballería, que realmente tienen muy poca formación. A ellos es a los que se trata de alejar todavía más que a los de infantería”. Pero en líneas generales, este comisario mayor de la Policía bonaerense descarta cualquier posibilidad de equiparar a las barras bravas con la policía “porque no quieren los quilombos, lo que prefieren es que todo pase, cobrar el adicional e irse”. Es un dato real que la policía comparte ciertas lógicas y representaciones con los hinchas. Las provocaciones que realizan a la tribuna, para desatar hechos y así poder reprimir, y su rol protagónico en los sucesos violentos parecen confirmar, en la superficie, esa concepción. Pero existe una serie de características que aniquilan todo intento de ubicar a estos actores en el mismo plano. La policía es una institución del Estado y, aunque haya sido sistemáticamente más violenta que las hinchadas que supuestamente combate, de ningún modo se le puede poner en pie de igualdad. Y esto no tiene que ver con juicios de valor que consideren a una de las partes más malignas que otra, sino con develar sus mecanismos de funcionamiento, que permita entender las representaciones que los distintos actores reproducen. Además, el análisis que aquí se propone muestra aristas que sitúan a esta institución en un nivel mucho más amplio que su relación con los hinchas de fútbol.

Policía y procesos de criminalización El funcionamiento de la policía es uno de los temas prioritarios en la agenda política nacional desde hace varios años. El fútbol es sólo un pequeño espacio en el que el accionar policial es cuestionado y fruto de propuestas diversas. En especial, la policía de la Provincia de Buenos Aires ha sido la fuerza que motivó mayores polémicas, purgas masivas, causas judiciales y sospechas de connivencia con el delito. El especialista Marcelo Sain –que participó en dos experiencias de reforma del sistema policial– analiza el tema en el marco de la creciente sensación de inseguridad, la “paulatina y caótica privatización de la seguridad” (2002, p. 10), el gatillo fácil policial, el gatillo fácil de la delincuencia y el desgobierno político, que ha favorecido una autonomía policial que ha permitido desarrollar un “poder punitivo paralelo” (Sain, 2002, p. 11). Sain sostiene que el Estado, a través de la policía, desarrolla un proceso de criminalización sobre grupos pequeños a los que prejuzga como responsables de la mayor parte de los delitos. Se está en presencia de un proceso de dos etapas: la criminalización primaria, llevada adelante

por las agencias políticas del Estado (Parlamento y poder ejecutivo), y la criminalización secundaria, ejercida por las agencias policiales sobre individuos concretos a partir de la ley penal. Por eso, este mismo autor considera que la intervención policial constituye sólo una de las posibles intervenciones por parte del Estado para prevenir el delito, una más entre las vías legislativa (elaboración de todo el cuerpo legal), judicial (aplica efectivamente las sanciones penales) y administrativa (medida de protección y ayuda a los sectores sociales en riesgo). De todas maneras, la situación actual de las agencias policiales las sitúa en una posición privilegiada, a partir de una serie de prerrogativas que en muchos casos atentan contra la libertad de los individuos y contra los derechos humanos, con procedimientos como la detención de sospechosos de delitos o contravenciones, el registro de personas detenidas, la vigilancia de lugares diversos, el registro de la información recogida en la tarea de vigilancia, la investigación de personas, etc. Por ende, Sain postula que es necesario aplicar una reducción en el carácter discrecional que limite los amplios márgenes de iniciativa en la cotidianidad, sobre todo en aquellas circunstancias específicas que no están reguladas por normativas administrativas y legales. Por lo tanto, para este autor deben primar tres principios en el accionar policial para evitar la discrecionalidad. El primero de ellos es el principio de oportunidad, a partir del cual se determina cuándo es necesario actuar para evitar que se concrete un hecho delictivo. Entonces, debe constatarse una situación objetiva de peligro. El principio de la congruencia establece un equilibrio entre la situación objetiva que motiva la intervención y el tipo de intervención que se piensa llevar a cabo. Y desde el principio de proporcionalidad se determina la intensidad de la intervención. Aquí se debe sopesar la magnitud o importancia de los hechos sobre los que se actúa. Parte del trabajo de campo desarrollado estuvo orientado a seguir de cerca los operativos policiales, que, de acuerdo con los problemas que generan, parecen estar diseñados para generar disturbios, violando de forma reiterada los tres principios mencionados anteriormente. Así, se constituyen en imponentes puestas en escena que militarizan el espacio deportivo, y que siempre están a un paso de concretar extravagantes despliegues de tecnologías represivas que suelen exceder ampliamente las infracciones cometidas por los hinchas. Cartucho, uno de mis informantes centrales, está convencido de que: [L]os canas son vivos. Fijáte que en las boleterías, donde están los pibes mangueando a la gente, no hay policías. Lo hacen para que haya lío y poder empezar a reprimir. Está hecho todo a propósito, no les interesa estar en donde

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nacen los quilombos. Después se ponen todos juntos en la entrada, te cagan a palos, te provocan y por cualquier cosa empiezan a sacudir con los gases y las balas.

Raúl, pese a pertenecer a la fuerza policial, admite que sus pares a veces provocan a los hinchas “porque son muy resentidos. No alcanzan a entender que se tienen que comer muchas cosas en la cancha, aguantar escupitajos, puteadas durante horas y después no se pueden meter en el juego de los hinchas. Eso es inadmisible, la policía no puede darse el lujo de contestar las agresiones de las personas porque está para brindar seguridad”.

Algunas imágenes sobre el terreno son elocuentes

Mientras esperamos el inicio del partido entre Aldosivi y Cipoletti se empieza a escuchar un murmullo extraño que proviene del sector subterráneo de los estacionamientos del “José María Minella”. En esta ocasión me encuentro en la platea baja descubierta hablando con algunos informantes. No somos más de 20 personas en todo ese sector, que comprobamos que ese canto cada vez más intenso se corporiza en un centenar de muchachos con camisetas blanquinegras que suben por la escalera caracol hacia donde estábamos nosotros. Sólo un policía nos separa de la hinchada de Cipoletti que ya ha sido descubierta por los hinchas de Aldosivi que están en la popular vecina. Un grupo de plateístas, tal cual es la costumbre, comienza a insultar a los visitantes que van creciendo en número y responden con vehemencia al recibimiento de los plateístas cercanos y de los que están en la popular, ya más lejanos y sin posibilidad concreta de enfrentarse. Un solitario policía con un handy en la mano les marca el camino que deben seguir, en medio de los plateístas de Aldosivi, y no sucede una masacre sólo de casualidad. Las recriminaciones a los pocos policías que están por ese sector van creciendo y el cuestionamiento más consistente apunta a la pregunta: “¿Dónde están los 200 policías para este operativo?”. El oficial sólo atina a decir que él no había diseñado el operativo. Precisamente, la cantidad de efectivos que las seccionales envían a las canchas ha sido motivo de grandes polémicas y de denuncias periodísticas y ante la justicia. En las pocas ocasiones en las que se intentó verificar el número real de agentes en los estadios, la diferencia con la cifra declarada (que es pagada por los clubes) fue enorme. De todos modos, la justicia argentina no ha pronunciado ningún fallo al respecto, en lo que se sospecha que es un gran negocio para comisarios y políticos. Esporádicamen-

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te, el periodismo argentino se ocupa del gran negocio de “la inseguridad” en las canchas. En una nota publicada por Clarín el 19 de mayo de 2000 se afirmaba que “la violencia en el fútbol les da de comer, entre otros, a policías, empresas de seguridad privada y fabricantes de alambrados, vallas de contención, techos de acrílico o mangas inflables”. El artículo prosigue detallando las cifras que anualmente reciben las fuerzas policiales para proporcionar seguridad en los estadios: cuatro millones de pesos, la Policía Federal, y tres millones, la Policía de la Provincia de Buenos Aires.4 La misma nota se refiere a zonas liberadas otorgadas por las distintas fuerzas policiales para cometer todo tipo de abusos (asaltos, especialmente) y connivencia entre las principales hinchadas con los altos jefes policiales. Sin embargo, en ese mismo artículo se citan declaraciones de un alto funcionario de la Policía Federal que sostuvo que “nuestro gran escollo para combatir la violencia es la legislación. No tenemos elementos para detener a un hincha borracho o drogado. Es un problema cultural: nunca escuché a un dirigente que se proponga educar a sus hinchas”. El mismo diario, en otro artículo publicado también el 19 de mayo de 2000, aportó información referente a las entradas de cortesía que algunos clubes le entregan a la policía, especialmente River, que, según un testimonio presentado, llegó a proporcionarle a la seccional 51 de la Policía Federal una cifra cercana a las 200 entradas, cuyo destino final nunca se conoció.

Vayamos a otra imagen de campo... Los hinchas que pugnan por ingresar sin entradas complican las cosas, mientras los oficiales aprovechan la situación para golpear a un par de chicos que tienen los rostros desencajados, a la par que muchos de los que ya están adentro del estadio no cesan de hostigar a los cobanis. Cuando los hinchas son detenidos, el resto interviene. La represión policial es extravagante, con despliegue de armas, de caballos y de un arsenal de gases lacrimógenos. Los ruidos de los disparos se escuchan en todo el estadio, hay corridas, discusiones, gritos y llantos. La represión es masiva e indiscriminada y alcanza también a padres con sus hijos. Muchas personas discuten acaloradamente con los oficiales y uno de ellos concluye: “Les tendrían que haber suspendido la cancha la otra vez”. Un hincha de edad avanzada infiere: “Esto se arregla fácil. ¿Cuántas entradas hay que darles? Cien, doscientas, listo. Y se terminaron los dramas”. Cuando todo se normaliza, el partido ya había comenzado. Sin embargo, algunos miembros de La 12 comienzan a lanzar petardos, pese a los controles

4 En aquella época, un peso argentino equivalía a un dólar.


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previos. Entre ellos, está el mismo hincha que había sido detenido pocos minutos antes mientras empujaba en un tumulto y que había originado una pelea.

contra paredes, contra vehículos, deben entrelazar las manos tras la nuca, tirarse al piso y exponer el cuerpo a golpes, patadas o insultos (Tiscornia, 2007, p. 256).

Los partidos de Aldosivi se juegan con un altísimo porcentaje de policías por espectador,5 a tal punto que se llegaron a disputar encuentros con un efectivo policial por cada quince hinchas. Además de las enormes erogaciones que esto les causa a los clubes, la policía es la fuente principal de generación de tensión en partidos como los de Aldosivi, en donde la presencia de los visitantes es más una excepción que una norma. Los controles policiales están diseñados de tal modo que todos los hinchas son cacheados en los ingresos, lo que produce importantes demoras y amontonamientos de público, que puede llegar a demandar hasta 20 minutos esperando ingresar al estadio (muchas veces con el partido ya comenzado). En esos momentos la tensión crece, al igual que las protestas y los insultos contra los uniformados. Mucha gente que concurre tranquilamente a los estadios pierde sus nervios ante lo que consideran agraviantes controles policiales. Los mismos controles que cachean a las madres con sus hijos y luego dejan entrar en bloque a miembros de la hinchada con sus banderas y bolsas de papelitos sin siquiera revisarlas. Los cacheos establecen una “indistinción de los cuerpos. No son individuos lo que se castiga o somete, son grupos y poblaciones” (Tiscornia, 2007, p. 256), que son sometidos a medidas de defensa con el objeto de custodiar la peligrosidad de los hinchas. Se trata de medidas que pueden denominarse pre-delictuales, dadas por la mera sospecha de la peligrosidad de algún actor social (Tiscornia, 2007). Estos procedimientos configuran usualmente importantes tumultos que llegan incluso a generar conflictos y peleas entre los propios hinchas, ante la pasividad de los agentes policiales que sólo atinan a pedir que se tenga paciencia. Todo está sustentado en un “policiamiento reactivo” (Sain, 2002), en el cual la relación policía-comunidad se define por su externalidad y la antinomia castrense de amigo-enemigo, a diferencia del policiamiento comunitario, marcado por la proximidad o cercanía de la vecindad. Todo ello configura:

Retornando a la problemática de campo, muchos hinchas de Aldosivi se sienten provocados directamente por los mismos policías, que comúnmente les hacen señas marcándose una franja cruzada, en alusión a la camiseta de Alvarado. Lo peculiar es que los hinchas de ese equipo se quejan exactamente de lo mismo: los policías se hacen señas de las rayas verticales de Aldosivi. En los partidos disputados por Aldosivi en Mar del Plata se ha dispuesto de las más variadas estrategias policiales, llegándose incluso a prohibir el uso del amplio estacionamiento del estadio a plateístas y prensa. Cada domingo los espectadores desconocen por dónde deben ingresar y qué sectores se les van a destinar. Lo más evidente se ve en la platea descubierta, que por los disturbios entre plateístas de River y Boca en los torneos de verano fue dividida, luego de 25 años de uso, con una reja que impide la comunicación entre dos franjas de butacas. Por ello, en algunas ocasiones los plateístas son ubicados en la platea sur, y en otras, en la platea norte. Este tipo de medidas motivó, por ejemplo, la queja en el partido de la eliminación ante Douglas en las semifinales del Torneo Argentino A 2004, ya que los hinchas locales no pudieron utilizar la mitad del estadio, con capacidad para 45 mil espectadores, y debieron renunciar a ejercer cualquier tipo de presión sobre los visitantes en el segundo tiempo. Las 15 mil personas que asistieron aquella tarde de lunes debieron conformarse con observar desde lejos la impotencia de Aldosivi por vulnerar por segunda vez el arco de Douglas Haig y digerir de ese modo la eliminación en semifinales por tercera vez consecutiva.

[U]n proceso de deshumanización en el que se exige de las personas obediencia extrema, cumplimiento irrestricto a las órdenes y gritos policiales, sumisión, servilismo. Las personas cercadas son obligadas a arrodillarse y no mirar a quien lo detiene, son empujadas

Como lo señaló en una nota periodística Rafael Di Zeo, el famoso hincha de Boca: “¿Sabés cómo la arman ellos? Fácil. Cuando la gente está haciendo la cola, la cagan a palazos, le tiran los caballos encima, se arma una grosa y ya está. Y eso no lo maneja el comisario, sino de mucho más arriba” (Olé, 27 de enero de 2004). Cartucho todavía recuerda: [E]l odio que me dio cuando se nos pusieron en fila de frente a la popular cuando nos eliminó Douglas. Como estábamos quedando afuera nos empezaron a gozar, se nos cagaban de risa. Y ahí la gente se calentó y les empezó a tirar de todo. Yo les tiré con lo que pude. Y ahí nomás, ya estaban preparados para tirar gases y balas de goma, sin importarles si había chicos, mujeres. Son unos hijos de puta, con todas las letras.

5 Un informe oficial de la Secretaría de Seguridad Deportiva

(Blanco et al., 2001) detalla que la figura de Servicio de Policía Adicional fue instituida por primera vez en Argentina por la Policía Federal en 1906. 138


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En ocasiones se trata de un maltrato rutinario, es decir, malos modales en los controles, empujones, cacheos y todo tipo de actitudes normales. Sin embargo, en otras ocasiones se trata de provocaciones directas que los agentes policiales ejercen contra los propios hinchas. De cualquier manera, el trato que dispensan a los espectadores no es el mismo para con todos y puede variar desde una actitud sumisa (cuando se reconoce algún tipo de superioridad social en el espectador) hasta el uso de los palos y las armas o la amenaza concreta, cuando deben tratar con “estos negritos de mierda”, según se suele escuchar a muchos policías justificar su propio accionar cuando intentan construir cierta complicidad con algún espectador. En aquellos casos no dudan en pronunciar frases como “Hay que reventarlos a todos, lo único que quieren es hacer quilombo”, pese a pertenecer en general al mismo estrato social y compartir muchos de los rasgos físicos que ellos mismos estigmatizan. Cartucho señala que “en los últimos tiempos también la cana comenzó a actuar distinto. Antes era muy raro que reprimieran con balas. Muchas veces nos trenzamos con ellos y se las hemos dado, pero más que un palazo no nos comíamos”. La militarización del espacio deportivo es un hecho, y de ninguna manera esta modalidad ayuda a prevenir los enfrentamientos. Al no haber rival a la vista, como sucede habitualmente en los partidos de Aldosivi como local, es la policía el enemigo a combatir. Y los tumultos que se generan mientras se cachea a todas las personas son propicios para los empujones, para las discusiones. Cada decisión del Comité Provincial de Seguridad Deportiva de la Provincia de Buenos Aires (COPROSEDE) se recibe en Mar del Plata como una provocación, especialmente desde que a mediados de 2002 fue una costumbre que más de 200 efectivos sean destinados en los partidos en Mar del Plata. Además del dinero necesario para los sueldos de los árbitros y la apertura del estadio, el costo de organización de los partidos de Aldosivi asciende a casi 10 mil pesos por partido. La norma parece ser que, ante cualquier disturbio, la policía actúa rápidamente utilizando palos para pasar enseguida a las balas de goma (los corchazos, como los llaman los hinchas) y a los gases lacrimógenos. Un hincha de Aldosivi que no estuvo involucrado en ningún disturbio perdió en Bahía Blanca un ojo por una bala de goma policial, y en algunas pequeñas escaramuzas son muchos los hinchas que reciben impactos de esos proyectiles. José asegura que “la cana sabe a quién agredir. Si sos rubio y estás vestido de determinada manera, ya te reconocen como superior social y te tratan mejor, pero cuando ven a un par de morochitos le dan con saña”. En el momen-

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to en el que obtuve este testimonio se habían generado problemas en el estadio. Me encontraba ubicado en la platea techada, precisamente en el sector en donde comenzaron los disturbios de un partido de domingo por la mañana en el que Aldosivi perdió como local ante Luján de Cuyo. La derrota de Aldosivi y el error arbitral (no se sancionó una mano afuera del área del arquero visitante en la parte final del partido) elevaron la temperatura de los plateístas. Allí, quienes estaban cerca del juez de línea comenzaron a arrojarle pedazos de butacas que habían quedado sueltas. En la popular, sólo un hincha intentó meterse en la cancha. Sin embargo, rápidamente la policía realizó una formación amenazante en la popular, lo que encendió los ánimos de quienes estaban en el sector, aún más indignados ante los gestos de muchos uniformados señalándose una banda (en alusión a Alvarado) sobre el pecho. A los insultos y algunas piedras de los hinchas siguieron las balas de goma, que fueron respondidas con más piedras. Se generó una inmensa corrida en la que el subcomisario fue agredido fuertemente por un grupo de hinchas. En la mente de todos los presentes aún estaban frescas las imágenes de los policías linchados en la Plaza de Mayo por los manifestantes en las movilizaciones de diciembre de 2001 que terminaron con el gobierno de Fernando de la Rúa. En definitiva, para las hinchadas, dársela a la policía constituye todo un verdadero sueño, y cada vez que algún oficial queda a merced del grupo es golpeado sin clemencia.

Policía y doble militancia Desde el punto de vista policial, los partidos de fútbol constituyen todo un riesgo. En las charlas que he podido mantener con agentes, muchos de ellos se muestran atemorizados por lo que pueda pasar, aunque algunos con más experiencia en canchas de la Provincia de Buenos Aires relativicen el ambiente que se vive en Mar del Plata. Un oficial que fue trasladado desde el conurbano bonaerense se ríe de la “alta peligrosidad de las hinchadas de Aldosivi y Alvarado. Acá está todo tranquilo, pero en el Gran Buenos Aires es pesado de verdad. Hay canchas a las que vas con un cagazo bárbaro”. Desde las cúpulas policiales se suele insistir en que faltan los elementos legales para “combatir a los barrabravas”. Apelando al viejo cliché de “entran por una puerta y salen por la otra”, los jerarcas de la fuerza aseguran que los que delinquen en los estadios son liberados rápidamente por insuficiencias en la legislación o por vinculaciones políticas. Por eso es que suelen reclamar leyes más duras para terminar con la “impunidad”. En la misma sintonía, desde la fuerza policial se tiende a deslindar cualquier responsabilidad directa en la


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violencia. Pese a las acusaciones de los demás agentes del campo futbolístico, los policías suelen presentarse como víctimas de un gran negocio en el que existe demasiada hipocresía. Así, aseguran que pueden ser culpabilizados con facilidad de muchas de las cosas que suceden, sin hacer un examen de sus propias fallas, en especial los dirigentes. Raúl es un comisario retirado que ha cumplido durante cuatro años tareas de suma responsabilidad en los organismos de seguridad en la Provincia de Buenos Aires. Este funcionario fue introducido en el tema cuando se formó el organismo que fugazmente condujo Javier Castrilli en la Provincia de Buenos Aires durante 2000 y 2001, la nunca creada oficialmente Dirección de Seguridad Deportiva de la Provincia de Buenos Aires. Luego de ponerse a estudiar un par de meses la problemática, fue haciéndose partícipe en las principales discusiones que se generaban en la estructura conducida por el famoso ex árbitro y que contaba con aportes interdisciplinarios. El comisario asume que “se lograron algunos avances pero lo problemático se daba cuando quienes no tienen idea de cuestiones operativas pretendían planificar estos temas”. En la actualidad se considera un experto en el tema y defiende fervorosamente los méritos, competencias y decisiones del COPROSEDE, organismo que ayudó a fundar. Precisamente, este organismo es cuestionado con dureza por los hinchas de los clubes que reciben sanciones más frecuentes; tal es el caso de Aldosivi. La figura de Mario Gallina, actual titular del ente, es una de las más despreciadas y agraviadas en el ambiente futbolístico de la Provincia de Buenos Aires. Sobre todo, en la ciudad de Mar del Plata se ha cristalizado la opinión de que los equipos locales son sancionados con mayor dureza (por los organismos de seguridad y por la AFA) que los de otras ciudades, porque no existe un poder político que se involucre directamente en la defensa de sus derechos. En el caso de Aldosivi el sentimiento es extremo, a tal punto que se descuenta que además un influyente político local –que ocupa el cargo de diputado provincial y que es un conocido hincha de Alvarado– interviene incluso para perjudicar al club del puerto. Raúl apenas reconoce que por fuera del dominio que ellos tienen se juega otro tipo de decisiones. El caso más concreto es el estadio de Estudiantes de la Plata, que fue clausurado por el COPROSEDE y, después de una habilitación provisoria que le otorgó la Municipalidad, los dirigentes del club platense presentaron nuevos estudios que garantizaban que el escenario era seguro. “Lo único que pudimos hacer es declarar el estadio de alto riesgo en los partidos importantes”. Pero en líneas generales, el comisario desestimó cualquier tipo de injerencia política para revertir las decisiones del orga-

nismo, “mucho menos cuando el ministro de Seguridad era Juan Pablo Cafiero”. Según este funcionario, las clausuras de los estadios se sustentan en cuestiones técnicas, sobre las que opera una serie de coeficientes que tienen en cuenta un número importante de variables que se van acumulando. Esas mismas variables (reventa de entradas, enfrentamientos de hinchas con la policía, escasos puntos de venta de entradas, pocas salidas habilitadas, uso de material pirotécnico, despliegue de banderas excedidas en tamaño, etc.) le han costado a Aldosivi muchas suspensiones, sin que exista, según lo creen sus hinchas, “nadie que nos defienda”. Sin embargo, Raúl asegura haber recibido “presiones de políticos y hasta jueces de Mar del Plata por Aldosivi. Es que nunca le prestamos atención a ningún tipo de gestión de esas características”. Lo único que el funcionario admite es que los informes policiales, sobre todo “en los estadios en los que no hay cámaras, ocultan información”. El caso más puntual es el de una subcomisaria en Pergamino a la que consiguieron relevarla luego de sancionarla en reiteradas oportunidades. Así, aclara que en un partido con Aldosivi ante Douglas Haig en Pergamino “tuvimos que recurrir a las filmaciones del cable local para poder enterarnos de lo que había sucedido, porque habíamos recibido quejas de la gente de Aldosivi. Y efectivamente comprobamos serias irregularidades cuando no habíamos recibido ningún tipo de informe oficial al respecto”. Raúl admite estar muy bien enterado de las declaraciones que hacen los dirigentes de Aldosivi sobre cada una de las suspensiones y afirma que “siempre omiten las cuestiones más importantes. No es verdad que suspendimos el estadio por una bandera y una bengala, son una sumatoria de hechos, tales como reventa de entradas, enfrentamientos con la policía, que cuando llegan a un límite significa que la cancha debe suspenderse”. Raúl también se queja de los dirigentes, porque se manejan con hipocresías, ya que “nunca vas a ver que le paguen un micro a los socios que son los que mantienen al club. Sin embargo, te llevan a 600 vándalos gratis, que son los que hacen lío, y después se quejan porque hay disturbios. Nosotros los tenemos filmados a los dirigentes abrazándose con los barras bravas”. En la misma línea, aclara que entiende: [A] los dirigentes que por pasión quieren hacer las cosas de una manera y se equivocan. Con ellos se puede razonar porque cuando entienden que si no cambian eso va a perjudicar al club, ya hay un principio de solución. Pero cuando esos dirigentes quieren lucrar con la pasión, todo es distinto. Ahí se juegan otras cosas sobre las que no tenemos ningún tipo de opción.

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A grandes rasgos, Raúl considera que ha habido avances en la lucha contra la violencia desde que la AFA entendió que “la quita de puntos es la única forma posible para que los dirigentes y los hinchas se den cuenta de que están perjudicando al club cuando generan violencia. Así que me parece que ésa es una de las cuestiones principales”. En el contexto futbolístico nacional sobran las acusaciones periodísticas sobre zonas liberadas para cometer robos y otros delitos, de actos de connivencia entre la policía y las hinchadas. No hay que olvidarse de que cuando se hace referencia a la violencia en el fútbol y a las muertes en los espectáculos deportivos, la policía es un agente infaltable. De hecho, la primera víctima fatal en el fútbol marplatense fue responsabilidad absoluta del accionar policial, en un hecho que involucró directamente a Aldosivi. El 2 de septiembre de 1990 falleció, víctima de los disparos perpetrados por un agente apostado en el campo de juego, la adolescente Adriana Cristina Guerrero durante el partido que Kimberley le ganó en su Villa Deportiva por 3 a 1 a Aldosivi. El responsable del disparo que le quitó la vida a la joven de Aldosivi fue el sargento primero Vicente Arreyes, que, una vez identificado por los hinchas de Aldosivi, a punto estuvo de ser linchado. Sólo la intervención de sus compañeros de arma impidió que lo ahorcaran con un cinturón, luego de haberlo golpeado fuertemente. Amílcar Romero (1999) sostiene que: [P]or espíritu de cuerpo al suboficial pretendieron hacerlo pasar por estar bajo los efectos del alcohol y todo lo que tenía en el estómago era el plato de vermichelli y la gaseosa que habían bolseado con un compañero en el bufete del club. En juicio oral le dieron 11 años de prisión efectiva por homicidio simple y salió a relucir que tenía antecedentes de andar sacando el arma y baleando civiles desarmados. Por ese motivo lo habían trasladado de Lanús a Mar del Plata.

La muerte de Guerrero fue la primera en una cancha marplatense y la segunda de una mujer en la historia del fútbol argentino. Su fallecimiento guarda características similares al de Alberto Mario Linker, acaecido el 19 de octubre de 1958, que marca el inicio de una larga serie de sucesos trágicos ligados a las confrontaciones deportivas6 (Romero, 1986; Archetti y Romero, 1994). Desde 1958, las muertes vinculadas a los espectáculos futbolísticos no sólo se incorporaron al universo de lo posible, de manera silenciosa y progresiva, sino que se comenzaron a percibir como partes constitutivas de los espectáculos 6 Antes de ese suceso hubo otras doce muertes vinculadas al fútbol entre 1924 y 1944 (Romero, 1999).

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deportivos, aunque sin perder su carácter indeseable. Guerrero es una víctima de la intolerancia policial dentro de una atmósfera violenta y de riesgo permanente. Una violencia percibida como arbitraria e injusta, ya que “lo que importa en la confrontación entre hinchas y policías es descubrir quién es el responsable y, en última instancia, quién está más oculto en el uso de la violencia como medio para obtener objetivos” (Archetti y Romero, 1994, p. 67). Como sostiene Tiscornia, estos abusos sistemáticos “aparecen como un ‘error’ sin responsable y así son generalmente juzgadas por los tribunales, salvo que los familiares o allegados de la víctima conviertan la muerte que pretende presentarse como un suceso serial, en una cuestión política” (2007, p. 252). Tal cual lo demuestra Amílcar Romero, un altísimo porcentaje de las muertes en las canchas es provocado por las represiones policiales, en ocasiones dirigidas de manera premeditada hacia los propios visitantes, especialmente en algunos distritos del conurbano bonaerense y en ciudades del interior. En la actualidad, según me lo han podido confirmar diversos informantes ocasionales de clubes de primera división del fútbol argentino, algunas seccionales policiales disponen de tarifas para proteger a las hinchadas visitantes en territorio enemigo de los propios hinchas locales y de la misma represión policial. Es decir, entre los elevadísimos montos de dinero que las dirigencias de los clubes más importantes de Argentina destinan a los muchachos, una porción va dirigida a las comisarías para que brinden cierta protección, que por supuesto dista mucho de ser muy precisa y totalmente efectiva. Obviamente, ninguna hinchada acepta este dato y sí, en cambio, lo proyecta hacia sus rivales, que siempre son amigos de la policía o se le parecen demasiado. Según Amílcar Romero, una de las causas más importantes de muertes en las canchas es lo que denomina doble militancia. Se trata aquí de la participación directa de policías en actividad en la protección abierta y sistemática de las hinchadas. El caso más importante es el del comisario Carlos Cardoso, vicepresidente primero de Quilmes durante los setenta, “temido hasta el terror por las hinchadas contrarias, muy conocido por los operativos de seguridad en partidos bravos jugados por Quilmes” (1986, p. 109). Esta situación no es negada por Raúl, en especial “en los pueblos o incluso en ciudades como en Rosario. En muchos casos la policía es parte del problema y los errores históricos y estratégicos que ha tenido la policía son muy grandes”. Otros trabajos de investigación también destacan el vínculo entre los policías y la violencia, y algunos de ellos llegan a mencionar una tríada conformada por policía-


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hinchadas-parapoliciales durante la época de la última dictadura militar. Scher y Palomino (1988) sostienen que la política de represión interna del Proceso amplió el mercado de trabajo para los miembros de las hinchadas, cumpliendo labores de informantes o de parapoliciales. De acuerdo con Veiga (1998), la hinchada de Gimnasia y Esgrima de La Plata que comandaba el Loco Fierro (Marcelo Amuchástegui) colaboraba estrechamente con Aníbal Gordon, el famoso parapolicial que trabajaba bajo la órbita del no menos célebre general Ramón Camps, por entonces al mando de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Por su parte, Veiga (1998) cita casos concretos de seccionales policiales que planifican represiones indiscriminadas para “arruinarle la fiesta” a un determinado club, como asegura que ocurrió cuando San Lorenzo retornó a la primera división del fútbol argentino en 1982. El comisario, hincha fanático de Huracán, había advertido mucho antes que los cuervos no iban a poder festejar como esperaban. En ese sentido, Sain (2002) se refiere a un sistema penal subterráneo, a partir del poder punitivo que la policía ejerce al margen de cualquier legalidad. A tal punto que considera a la pena de muerte, las torturas, las desapariciones, los secuestros, el tráfico de drogas, la explotación del juego y la prostitución como actividades institucionalizadas en la fuerza.

policías por todas partes. Kerosene relata que él se encargó de hablar, junto con un poderoso industrial del puerto y dirigente del club, con el jefe del operativo:

Volvamos a otros datos de campo que nos permitan apreciar cómo todo lo dicho anteriormente no puede dejar de vincularse al caso etnográfico analizado. En Aldosivi todavía se recuerda, con algo de bronca y frustración, la Leyenda del Caballo Verde. Aldosivi llevaba una marcha arrolladora en el regional de 1990. Sólo tres partidos lo separaban del Nacional B. El rival de turno era Estudiantes de San Luis, el equipo patrocinado por el gobierno de Adolfo Rodríguez Saa, el Adolfo, que poco más de una década después ocuparía fugazmente la presidencia de la Nación, luego de la renuncia de Fernando de la Rúa. El equipo de Mar del Plata se había impuesto como local por 2 a 0, estableciendo una notable superioridad en el juego que no se había cristalizado del todo en el marcador. Quienes tenían experiencia en este tipo de definiciones no viajaron confiados a San Luis, pese al optimismo general. Los problemas comenzaron cuando Verruga, un hincha conocido por su afición a los fuegos artificiales, lanzó una bengala camino al estadio. Quienes iban con él se alarmaron del camino que tomó el proyectil: en su línea de descenso estaba el mismo estadio. Todos temieron una catástrofe, pero las consecuencias fueron distintas a las esperadas. El artículo pirotécnico impactó directamente sobre un móvil policial, le rompió el parabrisas y le prendió fuego a la unidad. A los 30 segundos, según cuentan los que viajaron a San Luis, comenzaron a salir

Conclusiones

[C]uando empezamos a hablar con él no lo podíamos creer. El tipo era increíble, muy alto, en ojotas y con la remera manchada de vino tinto. Nos trató como el culo y el lío se arregló con guita. Valastro tuvo que poner 5 lucas para que no hubiera más quilombo. Durante el partido le dejaron a la gente hacer de todo y a nosotros nos tiraban los perros.

De cualquier modo, éste es un dato casi pintoresco, sobre todo si se lo compara con lo que ocurrió después, cuando el árbitro había decidido suspender el partido en el tiempo suplementario en el que Aldosivi se encontraba dos goles arriba. También avalado por las crónicas periodísticas, la interpretación unánime de aquel encuentro en San Luis señala que Aldosivi fue despojado, sobre todo cuando, según los que viajaron a la ciudad puntana, El Caballo Verde ingresó al vestuario y obligó, a punta de pistola, al árbitro del partido a reiniciar un encuentro que ya había dado por suspendido. Estudiantes consiguió, en menos de 15 minutos, los dos goles que necesitaba para ir a los penales.

En este artículo se ha intentado mostrar la debilidad inherente a las categorías que desde el sentido común periodístico y político se imponen para pensar el fenómeno de la violencia en el fútbol en Argentina. A partir de datos etnográficos en una hinchada de un club del interior, se ha podido observar cómo las etiquetas de “violentas” que se les adjudican a las denominadas barras bravas no son más que simplificaciones dentro de un campo futbolístico en el que la violencia “es una dimensión de la existencia de las personas, no algo externo a la sociedad y a la cultura que le ‘ocurre’ a la gente” (Robben y Nordstrom, 1995, p. 2). El análisis del comportamiento policial en las canchas permite entender que esta institución de control social del Estado se constituye en un agente fundamental en la generación de una violencia que supuestamente debe combatir. En un campo en el que las normativas vigentes sobre delitos y contravenciones en los estadios han previsto castigos importantes para aquellos que los cometan, el accionar policial se muestra como un generador constante de violencia, al constituirse en un otro amenazante para los hinchas de fútbol que lo perciben como un enemigo que los provoca, que busca generar disturbios y que, en última instancia, sólo está para reprimir a las personas y no para hacer cumplir la ley. Además, las agen-

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cias policiales despliegan una serie de estigmatizaciones hacia los barras bravas, con procedimientos preventivos tales como el cacheo y el derecho de admisión. Esa misma contraviolencia policial no sólo se muestra incapaz de disminuir la violencia “criminal” sino que además genera una aceleración de fenómenos de violencia “cultural” y “estructural” que se dirigen directamente hacia los representantes de la represión oficial que se juzga ilegítima. Las conductas delictivas de los barrabravas constituyen la coartada justa para no plantearse problemas de mayor complejidad, como los valores compartidos en un campo en el que distintas formas de violencia son legitimadas explícita e implícitamente, sin ser asumidas como tales por los miembros involucrados. Con esto no se está sosteniendo que las hinchadas sean un reflejo de los valores del campo futbolístico, sino que sus excesos respecto a las normas compartidas de intercambio social permiten seguir cubriendo las prácticas violentas que envuelven al fútbol argentino. Quizás en el futuro la policía también deje de ser un agente directamente responsable de la violencia en las canchas, quizás las estructuras de la política partidaria dejen de contratar grupos de tareas, quizás los jugadores y los entrenadores dejen de colaborar para su funcionamiento. Si ese momento llegara, el campo futbolístico argentino se encontraría ante la posibilidad de descubrir sus rutinas de violencia o quizás se seguiría justificando todo en los ideales románticos de la masculinidad, desplegando una “violencia democrática” (Rapport, 2001) para un espacio clave de institución masculina. Y continuarían circulando los discursos contradictorios en los que se enseña que es necesario ganar a cualquier precio, mientras que, paradójicamente, se afirma que el fútbol es un juego. El fenómeno de la doble militancia y el gran número de muertes que la policía ha causado en los estadios sitúan al problema de la violencia en las canchas como un fenómeno que excede a esos sujetos que, bajo la categoría –de procedencia judicial y periodística– barra brava, han sido criminalizados como los únicos responsable de empañar “la fiesta de todos”. •

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El trueque:

tradición, resistencia y fortalecimiento de la economía indígena en el Cauca por Jairo

Tocancipá Falla*

Fecha de recepción: 28 de enero de 2008 Fecha de aceptación: 8 de septiembre de 2008 Fecha de modificación: 30 de octubre de 2008

Resumen El trueque es una práctica aborigen que si bien ha sido confinada en un tiempo remoto, en décadas recientes ha adquirido un valor renovado en distintos contextos. En este artículo presentamos un estudio de caso donde el trueque es actualizado como parte de la memoria social del pueblo indígena Kokonuco y donde su interpretación desborda el dominio exclusivo de la economía; una idea ya planteada por los sociólogos Marcel Mauss y Max Weber. Se argumenta que la renovación del trueque para este grupo indígena en el Cauca está en relación con factores globalizadores establecidos en tratados como el Tratado de Libre Comercio (TLC) y en la necesidad de fortalecer los principios de lucha del pueblo indígena basados en la soberanía y autonomía alimentaria, en la pedagogía y educación indígena orientadas a las nuevas generaciones. El artículo termina con algunos interrogantes que se presentan como futuros retos y desafíos para las poblaciones indígenas en referencia.

Palabras clave: Trueque, cultura política, resistencia indígena, economías global/local.

Bartering: Tradition, Resistance, and the Strengthening of the Local Economy within Indigenous Communities of the Department of Cauca

Abstract Bartering is a native practice that, while generally confined to remote periods, in recent decades has taken on a renewed significance in different contexts. In this paper, we present a case study where barter is practiced as part of the social memory of the Kokonuco people, an indigenous group in the department of Cauca, and among whom its meaning transcends the purely economic realm, something already suggested by the sociologists Marcel Mauss and Max Weber. We argue that the return to barter by this indigenous group is related to globalizing factors, established in treaties such as the Free Trade Agreement (FTA), and the need to strengthen their struggle for self-determination and food autonomy as well as instill indigenous values among new generations. The paper concludes with some questions that offer future challenges to this indigenous group.

Key words: Bartering, political culture, indigenous resistance, global/local economies.

A troca: tradição, resistência e fortalecimento da economia indígena no Cauca

Resumo A troca é uma pratica aborígine que, se tem sido confinada num tempo remoto, em décadas recentes tem adquirido um valor renovado em distintos contextos. Neste artigo apresentamos um estudo de caso onde a troca é atualizada como parte da memória social do povo indígena Kokonuco e onde sua interpretação transborda o domínio exclusivo da economia; uma idéia já mencionada pelos sociólogos Marcel Mauss e Max Weber. Argumenta-se que a renovação da troca para este grupo indígena do Cauca está em relação com fatores globalizadores estabelecidos em tratados como o Tratado de Livre Comercio(TLC) e na necessidade de fortalecer os princípios de luta do povo indígena baseados na soberania e autonomia alimentícia, na pedagogia e educação indígena orientadas às novas gerações. O artigo termina com alguns questionamentos que são apresentados como futuros desafios para as povoações indígenas em referência.

Palavras-chave: Troca, cultura política, resistência indígena, economias global/local. *

Este artículo es resultado del proyecto de investigación “El trueque desde una perspectiva comparativa: diálogo de saberes y fortalecimiento del conocimiento ancestral en tres zonas indígenas del Cauca andino (Ambaló, Yanaconas y Kokonucos)”, ID-VRI-Unicauca: 1835, Código Colciencias: 1103-10-17954, el cual contó con el apoyo de Colciencias, la Asociación de cabildos “Genaro Sánchez”-pueblo Kokonuco, cabildo mayor Yanacona, Asociación de cabildos Totoguampa, la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad del Cauca, grupos de investigación Estudios Sociales Comparativos (Gesc), Grupo de Iinvestigación y Desarrollo en Ingeniería de Software (Idis), Grupo de Investigación de Ciencias Contables, Económicas y Administrativas (Gicea) y Tull-grupo de Investigación para el Desarrollo Rural. El autor agradece a los pueblos indígenas y a las instituciones participantes por el apoyo al proyecto. En cuanto a la revisión final del texto, se agradece al evaluador anónimo, quien hizo comentarios críticos pero constructivos. ** Antropólogo, Universidad del Cauca, Colombia; Magíster en Antropología Social, Universidad de Cambridge, Inglaterra; Magíster en Cooperación Internacional para el Desarrollo, Universidad Complutense de Madrid, España; Doctor en Antropología Social, Universidad de Cambridge, Inglaterra. Entre sus publicaciones recientes están: Encuentros y tensiones sobre el retorno a la cultura de lo orgánico en el Cauca andino, En: Javier Tobar y Olver Quijano (Comps.) Territorios del saber. Discursos y prácticas del desarrollo globalocal. (Popayán: Universidad del Cauca), 2006; Cafés en la ‘ciudad blanca’: identidad, crisis cafetera y el restablecimiento del orden social en Colombia, Revista Estudios Sociales, 25, 67-79. Actualmente se desempeña como profesor titular y Coordinador del Grupo de Estudios Sociales Comparativos de la Universidad del Cauca, Colombia. Correo electrónico jtocancipa@unicauca.edu.co.

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tercambio, la reciprocidad y los modelos conceptuales, explicativos e interpretativos, fundamentados en nuevos materiales etnográficos y etnohistóricos.

na asociación común cuando escuchamos la expresión “trueque” es considerarlo como una práctica de intercambio de productos, común al pasado de pueblos indígenas. Sin embargo, en décadas recientes esta actividad aborigen se ha renovado desbordando su contexto original para ser instrumentalizado en ámbitos aparentemente contrarios y disímiles, entre los cuales el comercio internacional (Cámara de Comercio de Bogotá, 1984; Verzariu, 1985), el comercio local y hasta personas que convierten esta práctica en un proyecto de vida, a través de clubes o grupos de interés (Schwermer, 2002), son apenas una muestra. El trueque también se ha convertido no sólo en una práctica para el intercambio de productos sino también para alcanzar metas institucionales en lo ambiental y lo social, en forma de servicios, etc. En 1994, por ejemplo, el periódico de circulación nacional El Tiempo reportó los resultados de un proyecto llamado “Trueque Ecológico. Una Alternativa para la Reforestación en el municipio de Arboleda, Berruecos, departamento de Nariño”, en el cual “los campesinos del norte de Nariño podrán pagar con árboles la atención médica recibida en su región”, y donde “por cada consulta médica, el habitante de la zona sembrará diez árboles nativos y si su vivienda es dotada de unidades sanitarias, el número de especies a plantar será de 500” (Garzón, 1994). Esta experiencia, como muchas otras, ha mostrado un marco referencial más dinámico y abierto no sólo en el caso colombiano sino también con respecto a otras latitudes. Al respecto, la experiencia más significativa, quizás, sobre la práctica renovada del trueque y su impacto en un nivel más amplio en América Latina fue aquella que aconteció con los clubes del trueque en Argentina, los cuales fueron creados desde mediados de la década de 1990 y retomados posteriormente durante la crisis bancaria de 2001-2002, demostrando así su pertinencia real y material frente al sistema económico capitalista establecido. Desde entonces, su actualización en la nueva centuria ha implicado un resurgimiento del intercambio en variadas formas y contextos de la región.1 En la última mitad de siglo XX, el desarrollo de disciplinas como la antropología, la sociología, la economía y la política, entre otras, ha puesto de manifiesto también discusiones teóricas sobre el quehacer disciplinario, y en particular lo referido al in-

1 E.g., www.trueque.com.ar, www.autosuficiencia.com.ar

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El presente trabajo pretende indagar, desde el punto de vista etnográfico y etnohistórico, sobre la renovación del trueque como práctica social, política y económica en variados grupos indígenas del Cauca, y en especial en el pueblo indígena Kokonuco.2 Como reporte investigativo, se ofrecen nuevos argumentos para entender esta práctica ancestral en el mundo actual, el porqué se ha renovado recientemente, las implicaciones teóricas que tendría en la literatura y su pertinencia actual en el contexto económico y político en el cual estos grupos se han visto inmersos. El artículo se divide en seis secciones o partes: en la primera y segunda sección nos referimos al contexto y los antecedentes del trueque, en particular, al resguardo indígena Kokonuco. En la tercera y cuarta parte se introduce el problema del trueque desde el punto de vista teórico, enmarcándolo en las discusiones teóricas ya conocidas en la antropología en general sobre el intercambio, la reciprocidad y, fundamentalmente, en la influencia marxista, la economía política y el sistema-mundo de Immanuel Wallerstein –cuyos planteamientos influenciaron el trabajo del antropólogo Eric Wolf–, que destacan las nociones de procesos sociales e historia. La quinta parte refiere al trueque en sí, como práctica cultural, política y de representación étnica, destacando su papel renovador de los principios organizativos y políticos de la población indígena. Al respecto se ofrecen una descripción y un análisis de la práctica en los territorios de resguardo del pueblo Kokonuco, en su dimensión colectiva, frente a otra más individualizada. Finalmente, a partir de lo expuesto se presentan algunas conclusiones sobre el significado que tiene esta práctica en el contexto actual señalando algunos interrogantes todavía por resolver.

Antecedentes y el contexto De acuerdo con el censo realizado por el DANE en 2005, en Colombia habitan 87 pueblos indígenas, junto a otras familias pertenecientes a grupos étnicos del Ecuador (e.g., Otavaleños), Bolivia, Brasil, México, Panamá y Perú. Estas poblaciones se encuentran localizadas en 27

2 En este artículo al referirnos a Kokonuco empleamos el término que las comunidades indígenas privilegian, mientras que al referirnos a Coconuco hacemos alusión a la unidad administrativa de corregimiento comúnmente empleada por otros grupos sociales y funcionarios.


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departamentos y en 228 municipios del país ocupando una extensión de aproximadamente 34 millones de hectáreas con diversos pisos térmicos y entornos ecológicos que corresponden al 29,8% del territorio nacional. De acuerdo con este censo, la población indígena en el país equivale aproximadamente a 1.392.623 personas, que corresponden al 3,43% del total nacional, la población afrodescendiente es de unas 4.311.757 personas, equivalente al 10,62% del total, y el pueblo Rom o Gitano corresponde a 4.858 personas, que representan el 0,01% de la población total del país. En general, se tiene entonces que el 14,06% de la población en el país se identificó como perteneciente a algún grupo étnico. En el caso del Cauca, considerado uno de los departamentos con mayor diversidad étnica en el país, se estableció la existencia de nueve pueblos indígenas (eperara siapidara, emberá, guambianos, inga, nasa, totoroes, guanaca, kokonucos y yanaconas) que se encuentran distribuidos en aproximadamente 26 municipios (de un total de 41 que posee el departamento) y 83 resguardos, con una población de 248.532, equivalente al 21,55% del total departamental. (DANE, 2007). Aparte de los Eperara Siapidara y algunos grupos Nasa localizados en el andén pacífico de la parte septentrional del departamento, en su mayoría los grupos étnicos están ubicados en la región andina. Todos los territorios indígenas se encuentran enmarcados como tierras de resguardo y operan bajo el control político y administrativo de un cabildo.3 El resguardo constituye el territorio por excelencia del grupo indígena, con sus propios límites y derechos reconocidos por la propia Constitución Nacional (e.g., artículos 10, 63, 68, 286, 330), y cuyo dominio se considera como títulos de propiedad colectiva, inembargable e intransferible. De estas poblaciones sólo los eperara siapidara, emberá, guambianos, inga y nasa hablan su propia lengua. Los demás se encuentran más hispanizados en el uso del lenguaje, aunque esto no afecta el sentido de identidad, pertenencia y adscripción como pueblos indígenas. Otro aspecto político es que los cabildos y demás autoridades locales determinan, en conjunto con las pobla3 Dependiendo de la extensión del resguardo, el cabildo está conformado en promedio por 10 o 12 personas, integrado principalmente por el gobernador y su suplente, capitán, secretario, tesorero, fiscal, comisario y alguacil, entre otros representantes de comisiones o grupos de trabajo. Algunas autoridades evalúan, de acuerdo con las condiciones y con base en su marco normativo, si permiten o no que personas de otros grupos étnicos, mestizos o afrocolombianos, habiten en territorio de resguardo. Este permiso puede concederse después de determinado tiempo (5-10 años) (Meneses, 2006).

ciones, las políticas, programas y “planes de vida”4 que figuran como una bitácora o ruta de trabajo colectivo para períodos más amplios. Estas políticas son fundamentales, especialmente en la adopción de medidas relacionadas con el manejo, control y distribución de los recursos en sus territorios de resguardo.5 Los “planes de vida” contienen entonces principios orientadores de acción para el sostenimiento y fortalecimiento de la cultura indígena6 que coinciden en buena parte con los principios rectores de organizaciones regionales como el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).7 Algunos de estos principios hacen referencia, entre otros, a la defensa de la autonomía indígena, de los territorios y la recuperación de las tierras usurpadas, propiedad colectiva de los resguardos, control de los recursos naturales situados en territorios de resguardo, impulso a organizaciones económicas comunitarias, defensa de la historia, la cultura y las tradiciones indígenas, la educación bilingüe y bicultural, bajo el control de las autoridades indígenas; recuperación e impulso de la medicina tradicional y exigencia de programas de salud acordes con las características sociales y culturales de las comunidades, etc. La síntesis de estos principios son enunciados bajo el lema de “Unidad, Territorio, Cultura y Autonomía”, que se corresponden tanto en el nivel local como en el regional. 4 Si bien en los inicios de las organizaciones indígenas se hizo referencia a la expresión “plataforma de lucha”, muy propia del discurso y práctica de la década de 1970; en años recientes, especialmente a partir de la Constitución de 1991 y otras normatividades, las comunidades han ido adoptando la expresión de “planes de vida”, en los cuales se plantean aspectos más detallados de aquella “plataforma de lucha”. En cierta manera, “los planes de vida” han sido un efecto de la influencia de instituciones estatales y no estatales que en la última década han ido promoviendo la necesidad de “planificar el desarrollo”, aunque este modelo no sea necesariamente una senda obligada (para una discusión sobre copia y contestación al seguimiento del modelo occidental de planificar, ver Gow, 1998). 5 Ver, por ejemplo, el caso de los nasa en Sandt, 2007. 6 En las últimas décadas, el concepto de cultura ha sido apropiado y significado de múltiples formas. Algunos antropólogos sugieren de manera generalizada que este término ha cumplido su ciclo, mientras que otros abogan todavía por su pertinencia (cf., por ejemplo, Brumann, 1999; Sahlins, 2001). En particular, y observando el caso del Cauca, el valor de una idea de cultura indígena se ha intensificado a partir de la nueva Constitución, especialmente en el caso de comunidades indígenas que optan por un proceso de reconversión o de “recomposición social” (cf. Rojas y Sevilla, 1994). Éste ha sido el caso del resguardo de Guarapamba del pueblo kokonuco, creado en 2006, y el cual se encuentra localizado en el centro-occidente del departamento del Cauca. 7 La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) se conformó en noviembre de 1982 en Bosa, agrupando 18 organizaciones regionales, 19 zonales y 6 locales correspondientes a 84 pueblos indígenas (Meneses, 2006).

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Foto 1. Sede del Cabildo del Resguardo de Paletará, pueblo Kokonuco.

Fotografía de Jairo Tocancipá-Falla, 2006.

El pueblo Kokonuco El territorio del pueblo Kokonuco se encuentra integrado por seis resguardos indígenas (Paletará, Puracé, Kokonuco, Poblazón, Quintana y Alto del Rey) y dos cabildos: Guarapamba8 y el cabildo urbano. Estos resguardos y cabildos se encuentran distribuidos en tres municipios localizados en el centro del departamento del Cauca: El Tambo, Popayán, Puracé (ver mapa 1). De acuerdo con censos actualizados de los cabildos, a diciembre de 2007, la suma de los resguardos arroja un estimativo poblacional de 16.700 personas. Igualmente, y con base en datos etnohistóricos, Kokonuco corresponde a un territorio de resguardo indígena creado desde la época de la Colonia (Price, 1997). La encomienda Kokonuco estuvo entre las primeras que fueron concedidas en el entonces territorio de la Nueva Granada. Como tal, fue entregada al capitán Pedro de Velasco en 1582, aunque por referencias del general Tomás Cipriano de Mosquera la hacienda de Kokonuco fue “librada” en 1562. Desde entonces, lo que fue la encomienda, parcialidad o territorio del resguardo Kokonuco se dividió a través de los herederos de familias con poder de Popayán y posteriormente se recuperó a través de la figura del resguardo en el siglo XIX. Al respecto, Price, citando el trabajo de Alberto Valencia Correa, señala que en 1860, un poco antes que se formulara la ley de 1890, algunos comuneros de resguardo testificaron para dar cuenta de la posesión de las tierras “por más de treinta años consecutivos” (Price, 1997, p. 25). Lo que está claro es que si bien los antecedentes sobre la creación de las parcialidades databan del período de la Colonia, es en el siglo XIX cuando se refuerza el sentido de pertenen8 A la fecha (octubre de 2008), este cabildo está gestionando la consecución de tierras para establecer el territorio de Resguardo.

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cia a la tierra de resguardos con la Ley 89 de 1890. En el siglo XX, el territorio de resguardo fue ganando mayor autonomía y su expansión en la última mitad del siglo XX implicó la recuperación de tierras y la incorporación de otras que antes no habían sido recuperadas, como había ocurrido en las últimas décadas con los resguardos y cabildos creados en el municipio de El Tambo: Alto del Rey y Guarapamba. Algunos investigadores asocian lingüísticamente al pueblo Kokonuco con el Guambiano, y en particular, con el grupo moguex-coconuco, inicialmente considerado de la familia lingüística chibcha. Sin embargo, recientemente esta adscripción ha sido debatida y, junto a otras “estirpes de lenguas” particulares, se ha propuesto al Guambiano como una “variante dialectal” más entre otras existentes en el departamento (Landaburu, 2000, p. 229, citado en Vásquez, 2001). La relación lingüística entre el Guambiano y el pueblo Kokonuco, sin embargo, todavía necesita ser estudiada más en profundidad, y en particular, respecto a las razones y motivaciones que incidieron en el abandono del uso de la lengua. En la actualidad las comunidades hablan castellano, y tal como sugiere Faust, “la pérdida de su lengua no significa como en muchos otros casos en Colombia la pérdida total ni de la herencia cultural amerindia ni de la autoidentificación como indígena” (Faust, 2001; 1989-1990, p. 60).

Mapa 1. Localización de resguardos en los municipios caucanos

Municipios centro El Tambo Popayán

N

Puracé

W

Cauca

E S

100000

0

100000

200000

Metros

Fuente: Proyecto “El trueque desde una perspectiva comparativa”, Unicauca, Colciencias, Asociación de Cabildos Genaro Sánchez, 2007.


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En décadas recientes, la expansión del territorio de resguardo ha mostrado una gran dinámica, que ha favorecido la interacción entre diversos sistemas productivos. Hace más de una década los resguardos se agruparon bajo el nombre de la Asociación de Cabildos “Genaro Sánchez”, integrando a los seis resguardos y los dos cabildos, con el fin de fortalecer la lucha indígena y la cultura local.9 Esta integración ha permitido consolidar una política unificada alrededor de los planes y acciones referidos a la administración y control de los territorios y recursos en cuestión. Dada su posición geográfica, el resguardo posee en su vasto territorio zonas de clima frío, principalmente con altitudes que van desde los 2.000 hasta los 4.000 metros sobre el nivel del mar (msnm); de clima templado, desde los 1.000 a 1.900 msnm, y de clima cálido, desde los 500 a 900 msnm, aproximadamente. Estas variaciones climáticas han permitido un enriquecimiento de los intercambios de productos y de relaciones sociales entre los grupos adscritos no sólo al interior del resguardo, sino también con referencia a otros grupos vecinos, como grupos campesinos, urbanos y otras comunidades indígenas relativamente vecinas como los yanaconas y los mismos guambianos. “Los comuneros” de los resguardos y cabildos también participan en los mercados locales y regionales, donde venden sus productos: para el caso de Alto del Rey y Guarapamba, la venta de sus productos se realiza en las cabeceras municipales –municipio de El Tambo, durante los fines de semana–, Piagua (caso Guarapamba) y Popayán (para ambos resguardos); en el caso de Poblazón, Quintana, Puracé, Coconuco y Paletará, la venta de sus productos se realiza principalmente en cada una de las cabeceras municipales durante los fines de semana y eventualmente en Popayán, en el curso de la semana. Mientras que en Popayán el mercado es diario, con días destacados los jueves y fines de semana, en las cabeceras municipales generalmente se realiza los fines de semana. La práctica del trueque entonces alterna con este tipo de intercambio basado principalmente en el uso del dinero.

parte del Estado en años recientes, han incidido para que un grupo de líderes de la guardia indígena plantearan, en octubre de 2003, la renovación de la práctica del trueque colectivo en los territorios de resguardo como una respuesta a la presiones macropolíticas que se venían dando en años recientes. Pronto esta iniciativa se replicaría en otros pueblos indígenas y campesinos no sólo en el departamento del Cauca sino también del Huila.

Las condiciones referidas a “la plataforma de lucha” del pueblo indígena Kokonuco y a la iniciativa del Tratado de Libre Comercio (TLC)10 que se ha venido agenciando por

11 Por razones obvias de espacio, aquí sólo ofrecemos algunas referencias generales, y para más detalles en la discusión se puede hacer un seguimiento a través de las referencias sugeridas. 12 Una nota de advertencia: las afectaciones en el nivel teórico no son homogéneas. En muchos ámbitos, la interpretación del marxismo ha sido diferencial y a veces las traducciones o los textos nos han llegado tardíamente. No obstante, el principal problema muchas veces es hermenéutico, en el que a veces podemos caer en interpretaciones sesgadas –aspecto, a veces inevitable en la exégesis del texto–, y el caso del marxismo en nuestro entorno es un buen ejemplo (ver, por ejemplo, el análisis de Ontaneda (1984) sobre las tesis de estudiantes de antropología de las universidades de los Andes y Nacional que emplean el marco teórico de la economía política y el marxismo). 13 E.g., ver: el intercambio en el parentesco en Strauss, 1985; ver también la idea del trueque de mujeres entre clanes exogámicos en Weber, 1922-1944, p. 59.

9 La Asociación fue creada mediante resolución 025 de mayo de 1997 (información suministrada por el líder Aldemar Bolaños). 10 Si bien las referencias a los tratados económicos y sociales

se remontan al último siglo, las iniciativas de acuerdos bilaterales con Estados Unidos son relativamente recientes. Conocido como el TLC, la primera ronda se realizó el 18 de mayo de 2004 y su oficialización se realizó mediante el Decreto 2314 del 21 de julio de 2004, por el cual se reglamentan algunos aspectos procedimentales de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (Diario Oficial, 45.617).

Discusiones teóricas sobre el trueque en la antropología: entre viejos problemas y nuevas interpretaciones

Al tratar al trueque en antropología, es casi inevitable referirnos al menos a dos grandes campos teóricos emparentados:11 uno asociado a las teorías antropológicas sobre el intercambio y la reciprocidad; y el otro, vinculado con la influencia teórica del pensamiento marxista, la historia y la economía política en la disciplina en las décadas de 1960 y 1970: el debate entre formalistas y sustantivistas, la influencia del marxismo, la economía política y los procesos históricos que vinculan los sistemas-mundos (Bailey, 1969; Barnard, 2000; Barth, 1966; Bourdieu, 1977; D’Argemir, 1998; Davis, 1996; Ferguson, 1988; Godelier, 1976a; 1976c; Gregory, 1994; Halperin, 1994; Kaplan, 1976; Layton, 2006; Malinowski, 1922; Mauss, 1990; Orlove, 1986; Sahlins, 1977).12 En el primer campo, las discusiones han derivado tanto de los modelos teóricos que los economistas han desarrollado como de los mismos antropólogos y sociólogos, quienes han contestado con base en las experiencias etnográficas que se han venido reportando desde hace décadas.13 Una de las valoraciones discutidas sobre el trueque, es tratarlo como un fenómeno histórico que de manera evolutiva precedió al mercado y que estuvo confinado en el

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dominio exclusivo de la economía. De acuerdo con economistas clásicos y neoclásicos el trueque corresponde a una forma de intercambio antiguo basado en la división elemental del trabajo y caracterizado por el no uso del dinero. Posteriormente, se estimó que este “sistema ineficiente (sic) dio lugar al intercambio basado en dinero, el cual estuvo acompañado de una progresiva división del trabajo y el desarrollo del mercado. Así, la invención del dinero fue la respuesta al problema del trueque” (Gregory, 1994, p. 911).14 Esta explicación, sin embargo, fue ampliamente contestada por la antropología al reportar casos etnográficos que daban cuenta del trueque como una forma de intercambio coexistente con sistemas de mercado, cuestionando así aquella explicación que confinaba esta práctica en una actividad económica localizada en un estado primigenio evolutivo en la vida social de la humanidad (Gregory, 1994; Humphrey y Hugh-Jones, 1998; Mauss, 1990; Orlove, 1986; Plattner, 1989; Polanyi, 1944). La crítica fue claramente planteada por Humphrey y Hugh-Jones (1998, p. 6): Usualmente, los intentos para producir una definición o un modelo universal de trueque implican que se le despoje de su contexto social, lo cual conduce a abstracciones imaginarias con poca o ninguna correspondencia con la realidad. En nuestra opinión, el trueque es mejor entendido cuando se lo ve a la luz de su contexto social; en la medida que este contexto varía, lo harán también las características del trueque.

Esta apreciación posteriormente derivó en el segundo debate conceptual y teórico conocido como la discusión entre los formalistas y los sustantivistas, a lo cual se añadieron otras discusiones a partir de la influencia marxista, la economía política y la teoría de economías-mundo y de la globalización. En términos de Ferguson (1988, p. 490), “con la influencia marxista, la esfera del intercambio fue desplazada por ‘el modo de producción’, poniendo a la primera subsidiaria y periférica a la segunda”. En el segundo campo teórico, la discusión se sustentó fundamentalmente en el plano conceptual. En términos más precisos, el debate ha sido claramente planteado, entre otros autores, por Godelier: Los formalistas –con Burling, Leclair, Salisbury– se basan en el hecho de que, en toda sociedad, hay formas de rareza y competición, para afirmar que las categorías de la economía política marginalista se aplican

en todas partes en donde los hombres están ocupados en “maximizar” algo. Los sustantivistas [e.g., Polanyi y Dalton], por el contrario, subrayan la diversidad de los sistemas económicos y pretenden que es imposible utilizar universalmente las categorías de la economía política porque dichas categorías han sido elaboradas para analizar unas economías organizadas para la producción y el intercambio de mercancías, dominadas por el mercado (Godelier, 1976c, p.17).15

Según Kaplan (1976), este debate dualista entre antropólogos y economistas se debió en parte a una confusión conceptual que tocó los dominios de la macroeconomía y la microeconomía, y a otras atribuciones teóricas que una y otra tuvieron de manera diferencial. La discusión también condujo a dos propuestas alternativas: una de conciliación, bajo la influencia marxista; y la otra, bajo un radicalismo que fue identificado por los marxistas estructuralistas como de “materialismo vulgar”, atribuido al antropólogo Marvin Harris (1979). En la primera propuesta alternativa, seguida por el mismo Godelier, Marshall Sahlins, Jonathan Friedman y Emmanuel Terrien, entre otros, se propuso “analizar y explicar las formas y estructuras de los procesos de la vida material de las sociedades con la ayuda de los conceptos elaborados por Marx, por otra parte de forma inacabada, de ‘modo de producción’ y de ‘formación económica social’ (en sentido restringido)” (Godelier, 1976b, p. 283). El planteamiento inicial era no ubicarse en un determinismo materialista, ni en una ideología configuracionista, sino más bien a mitad de camino entre una y otra instancia (Barnard, 2000; Layton, 2006). Esta postura fue conocida como la antropología estructural marxista y tuvo de manera implícita una crítica (también dirigida hacia el estructuralismo levistrosiano) en el trabajo de Claude Meillasoux, quien llamó la atención sobre la pregunta de “la explotación, y las causas materiales de la transformación en los sistemas de parentesco. […]”. Para este autor el problema “es el control sobre los medios de reproducción (esto es, sobre las mujeres), lo que es más importante, y no el control sobre los medios de producción per se” (Barnard, 2000, pp. 90-91).16 La segunda postura planteada por Harris (1986), conocida como materialismo cultural, se orientó a retomar el planteamiento marxista, cuestionando la antropología estructural marxista, y enfatizando en aspectos como la tecnología, la demografía y las condiciones materiales como estructurantes de la vida social.

15 Cf. también Kaplan (1976). Para una discusión más reciente, ver Narotzky, 1997. 16 Ver también Meillasoux, 1972; Meillasoux, 1978.

14 Todas las traducciones de este texto son del autor.

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Una vertiente ubicada en este segundo campo teórico comprende la influencia de la teoría de los sistemas-mundos de Immanuel Wallerstein, seguida en parte por el antropólogo Eric Wolf, y la teoría del subdesarrollo de André Gunder Frank. La idea de sistema-mundo es estructural y dinámica en tanto que al adoptar la noción de un “organismo” –como símil– encarna procesos adaptativos y conflictivos a la vez; en general, se muestra como un sistema social total que posee fronteras, normas, legitimaciones, controles pero que también por esta condición entraña contradicciones. Dos palabras clave en este análisis son las de centro y periferia, ambas estrechamente conectadas en correspondencia con las dinámicas políticas y económicas que provienen de países del norte y que han logrado influenciar en las dinámicas locales. Aquí radica uno de los aportes teóricos de este enfoque en la antropología, habituada a tratar con el ámbito local, motivando a apreciar el contexto general y las dinámicas económicas y políticas globales que lo afectan. En este enfoque es fundamental la dimensión histórica que permite dar cuenta de dichos procesos de transformación.17 En el caso de la antropología el autor más representativo es Eric Wolf (1987), quien en la primera parte de su libro Europa y la gente sin historia, y bajo el título sugestivo de “Conexiones”, cuestiona los análisis esencialistas de “sociedad”, “nación” y “cultura”. Su crítica en la antropología se anticipa en mucho a la moda postmoderna de tomar conceptos de manera acrítica, como aquella de considerar “Occidente” como una entidad homogénea. Pero el énfasis de Wolf, basado en el trabajo de Wallerstein y Gunder Frank, está en la historia y en los procesos sociales generales que afectan el ámbito local, algo que según él no es trabajado por estos autores suficientemente. Al respecto, señala: “Mi punto de vista sobre estos procesos [generales en el desarrollo mercantil y capitalista] y sus efectos es histórico, pero en el sentido de historia como una exposición analítica del desarrollo de las relaciones materiales, que se mueven simultáneamente en el nivel del sistema general circundante y en el micro-nivel” (Wolf, 1987, p. 39). El desarrollo de su planteamiento, aunque celebrado por el antropólogo William Roseberry, es cuestionado por este autor ya que se trata de un intento de hacer una macrohistoria que deja de lado algunas variaciones regionales 17 Ya Mauss (1990, p. 47) había señalado la importancia de la historia social de este tipo de intercambios, aunque vistos desde una perspectiva comparativa evolutiva: “Creemos, de hecho, que estamos en una posición que muestra que nuestros propios sistemas de derecho y economía han emergido de instituciones similares a aquellas que describimos”.

en cuanto a los ciclos cortos, los modos de producción propuestos por el mismo Wolf, y la baja atención a la dimensión política, sin que ello no signifique que su trabajo no tenga implicaciones políticas. A pesar de esta crítica, el trabajo de Wolf es un aporte importante al establecer un marco de interrelaciones históricas y dialécticas en muchos ámbitos, y que por sí mismo constituye una crítica a las divisiones puristas como la establecida por Sahlins en su Economía de la Edad de Piedra. Tal como lo anota Roseberry, y que resulta pertinente para el caso que nos ocupa: “Una de las paradojas de la historia del capitalismo ha sido su desarrollo en entornos no capitalistas […] en muchos casos relaciones no capitalistas han sido creadas como un resultado directo o indirecto del desarrollo capitalista” (Roseberry, 1994, p. 144). En síntesis, las discusiones teóricas que involucran al trueque como forma de intercambio son múltiples y complejas:18 desde su dinámica interna sobre las implicaciones que tiene el intercambio en contextos particulares hasta las implicaciones que tienen los procesos generales de globalización en el ámbito local. Al referirse a esta discusión, especialmente entre sustantivistas y formalistas, Orlove (1986) ha sugerido que el debate se ha centrado más en lo teórico que en lo empírico. Es en este contexto donde se introduce el presente estudio de caso sobre el resurgimiento del trueque, en su forma colectiva, en el pueblo Kokonuco, y el cual permite revelar de manera sistémica la asociación integral que tiene la economía de estos pueblos con otros dominios de la vida social, como la política, el fortalecimiento de la representación de lo indígena y la formulación de estrategias de resistencia frente a modelos políticos y económicos que empiezan a consolidarse en nuestro entorno, como el TLC. De esta manera, el planteamiento teórico de Wolf sobre la necesidad de indagar sobre las respuestas locales a procesos generales derivados del sistema capitalista –léase también lo propugnado a través de tratados de libre comercio– resulta pertinente. Finalmente –y en atención a un planteamiento relativamente reciente presentado por Plattner (1989, p. 179), en cuanto a que el trueque ocurre solamente en dos posibilidades: una, cuando hay limitaciones institucionales en el uso del dinero; y la otra, cuando el trueque “denota una relación social especial” en condiciones sociales bien definidas, este trabajo valida esta última valoración teórica, mas no la primera. En este caso, como queda establecido para la situación que nos ocupa, el trueque al18 Aquí sólo hemos hecho referencia a algunas de ellas, en el entendido de que existen todavía rutas de trabajo investigativo a ser abordadas y desarrolladas tanto en lo teórico como en lo metodológico (ver, por ejemplo, Appadurai, 1986).

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terna con el acceso a mercados locales y donde tales limitaciones en el uso del dinero no existen, y por el contrario, donde trueque y mercado se refuerzan dialécticamente.

El trueque: ¿recuperación o renovación? Durante una conversación sostenida con un líder del resguardo de Paletará en 2007 sobre la importancia del trueque en la cultura indígena, hice referencia a la “recuperación” de esta práctica en años recientes. El líder me interpeló para corregirme y señalar que no se trataba de una “recuperación”, pues el trueque como tal no se había perdido, ya que él mismo recordaba cómo su familia viajaba en muchas ocasiones a visitar familiares y amigos llevando productos de su parcela, y que al retorno el anfitrión le llenaba los mismos costales otros productos. Su reparo pudo ser contrastado con la revisión de la literatura etnohistórica relacionada con la región en siglos anteriores. Al respecto, por ejemplo, algunos autores como Barona y Gnecco analizan los reportes de la comisión corográfica a mediados del siglo XIX, donde se indican las relaciones de intercambio entre variados grupos humanos. Así, Frente a esa imagen de fragmentación y de aislamiento, dibujada en los textos de la Comisión acerca de las poblaciones del Cauca, subyacían, entonces, vínculos que permitían el acceso a “frutos de la tierra”, a bienes y recursos procedentes de los más diversos climas y entornos ambientales, pero también de los más diversos grupos humanos que habitaban el Cauca. Así, los habitantes de las tierras altas de los Andes accedieron a apetitosos, exóticos y apreciables recursos de las selvas orientales, pero también los habitantes de estas selvas lograron disfrutar de bienes tan escasos en sus tierras, como la sal, y se beneficiaron también de las herramientas que secularmente recibieron de los Andes. En otras palabras, una vasta red de relaciones de intercambio de productos integró desde el pasado prehispánico a los grupos humanos que hasta épocas más recientes habitaron la vastedad del Cauca, pues como los describió M. M. Quijano, todavía a mediados del siglo XIX, el celebrado bálsamo “estoraque”, lo mismo que la cera y la miel obtenidas en territorio Andaquí, eran intercambiados con los indios de allí por los Timaná y los habitantes de ésta con los de Popayán. Estos intercambios de “frutos de la tierra” dieron lugar a relaciones no sólo económicas, sino también interétnicas y el intercambio de esos “frutos” no obedeció exclusivamente a patrones de la economía de mercado, aunque la extracción e intercambio de algunos de esos bienes, como el

oro y la sal, poco a poco hicieron parte de las relaciones mercantiles que se fueron instaurando desde la época colonial (Barona y Gnecco, 2002, p. 290).

De esta manera, a través de los caminos anclados en las montañas del macizo colombiano, se tejió una “red extraordinaria” que, como bien lo indicó la historiadora Avery, servía de plataforma para el logro de dichos intercambios: […] en el Páramo de las Papas se cruzaban (y todavía se cruzan), cual rumbos de una rosa de los vientos, los caminos del valle del Magdalena, de Pasto y Quito, del Caquetá y del Putumayo, del valle del Cauca y de la costa del Pacífico: rutas que hacían parte de la extraordinaria red que enlazaba todas las regiones de Suramérica, y con ellas, las de la América Central y México (Avery, 1962, citado en Price, 1997).

El territorio de los Kokonucos estaba en el corazón de esta red, y “la sal de los Coconucos”, por ejemplo, era una referencia común en el pasado cuando de intercambios se trataba; intercambios que, como bien se indicó, no sólo se dieron con otros grupos alejados de la cuenca amazónica sino también al interior de los mismos territorios de resguardo. En este sentido, en el siglo XVI, en un documento se señalaba que la gente de la Provincia de Popayán “se sustenta mayor parte muy débilmente con hierbas y raíces. La sal tienen en mucho y a trueco de ella dan cualquier cosa que tengan” (Friede, 1975, p. 110, citado en Price, 1997, p. 7). Mientras los españoles hablaban de “trueco”, en el pueblo Kokonuco en un pasado más reciente se hablaba de “cambio” o “acomodar la palabra”. Con esta expresión se significaba la acción mediante la cual los indígenas de la parte fría cambiaban sus productos, como la papa, el ulluco, la cebolla, los mejicanos, etc., con los de la parte templada y cálida, que producían el plátano, la panela, y frutales. Es de anotar, sin embargo, que durante el trabajo investigativo muchos líderes aludieron al uso del trueque, de manera engañosa –se ofrecía por ejemplo “gordana” o grasa de cerdo o res, coca y sal, a cambio del trabajo– por parte de los terratenientes para “comprar” el trabajo de los comuneros, y con el fin de ampliar montaña para “potreraje”, i.e. la ampliación del potrero para ganado. La ruptura de este pacto fue dada por la misma moneda; es decir, cuando el comunero decide cobrar por su trabajo. Esta separación y conciencia sobre la actitud de los “patrones” conduciría años más tarde a los procesos de lucha indígena, reflejada esta última en la recuperación de tierras. A pesar de estos usos, desde el pasado la práctica del trueque ya ha sido registrada como una característica so-

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cial y cultural también común al pueblo Kokonuco, sobre todo en el nivel familiar. Es de anotar, sin embargo, que recientemente la palabra “trueque” o “cambio” se empezó a renovar como una actividad que intenta contribuir a la consolidación de los principios políticos, económicos, y de la cultura local; y que su práctica en un nivel más amplio, colectivo, ha sido validada por la Asociación de Cabildos Genaro Sánchez.

En lo que sigue veremos con más detalle cómo se organizaron los trueques y el papel que tuvieron en la articulación de los principios políticos y culturales de la organización indígena.

El evento fundador de este tipo de intercambio colectivizado es recordado por los líderes en una actividad organizada por la guardia indígena Kokonuco en el resguardo del Alto del Rey (en el municipio de El Tambo), el 3 de octubre de 2003. Durante este evento se buscaba poner en práctica actividades o proyectos que contribuyeran al fortalecimiento de la cultura indígena. Dos líderes habían propuesto realizar un trueque, tal como era recordado por “los mayores”, entre la misma guardia indígena, donde se solicitó que cada uno de los asistentes llevara los productos que quisiera para que fueran “truqueados”, “cambiados” o intercambiados. En este encuentro de dos días participaron 120 personas de los siete cabildos indígenas del pueblo Kokonuco, donde se intercambiaron productos de origen agropecuario de climas frío, templado y cálido. El evento fue alternado también con actividades culturales, sociales, políticas y organizativas. El éxito del evento motivó a sostener la organización del trueque pero a una escala más amplia, incorporando los siete resguardos del pueblo Kokonuco (ver la tabla 1).

A partir de las experiencias ganadas en la organización de los trueques, las autoridades indígenas del pueblo Kokonuco, al igual que otros pueblos indígenas, lograron establecer con cierta regularidad la organización de los trueques. Si bien existen variaciones en la organización entre uno y otro intercambio, los trueques siguen más o menos el siguiente ciclo:

Desde 2003 hasta el 2007 se han realizado 30 trueques, involucrando la mayor parte de los resguardos. Los años 2004 y 2005 aparecen como los períodos de mayor intensidad, mientras que 2006 y 2007 constituyen los períodos de menor frecuencia. Al inicio, las actividades fueron organizadas mensualmente, pero a partir de 2006, y con el fin de dar un mayor margen en las producciones a nivel de cada piso térmico, se empezaron a organizar cada dos meses. Después del trueque colectivo inaugural de 2003, otros pueblos indígenas y poblaciones campesinas del departamento y departamentos vecinos empezaron a seguir el ejemplo de los kokonucos. Pronto se inauguraron trueques regionales involucrando a los pueblos guambianos, nasa, yanaconas y guanacas. Esta expansión del trueque permitió articular y materializar los principios de “la plataforma de lucha” y de los planes de vida, poniendo en escena la importancia de la economía propia, la seguridad alimentaria y la necesidad de resistir a formas de intercambio comercial como el que se ha venido intensificando desde 2004 con el Tratado de Libre Comercio (TLC).

El trueque como práctica cultural, política y de representación étnica

Etapa inicial de organización: la organización de cada trueque es asumida por el resguardo/cabildo anfitrión, el cual en el día del evento hace los preparativos correspondientes al almuerzo y la localización de las representaciones que llegan con los productos. La jornada preparatoria significa la asignación de funciones, tareas que cada uno de los comuneros debe desempeñar para el buen logro del evento. Las labores de la organización son desarrolladas en cabeza del cabildo y la guardia indígena, quienes pueden ser reconocidos por su vestido y el uso del bastón de mando.19 La guardia se encarga de hacer las coordinaciones de las invitaciones, confirmación de otros resguardos, transporte, consecución de leña para “los fondos” –grandes recipientes para cocinar los alimentos masivamente– y, principalmente, la recolección y preparación de los alimentos, que por lo general son productos típicos y tradicionales de la región, que son preparados a base de maíz o coles.20

19 En cuanto al vestido, la guardia se puede identificar por un chaleco que lleva el nombre del resguardo en la parte posterior y que se coloca encima de la camisa o camiseta inspirando respeto y autoridad. En cuanto al bastón o vara de mando, constituye también un símbolo de autoridad que poseen tanto la guardia como el cabildo. Este artefacto existe en variados pueblos indígenas de los Andes (cf. Rappaport, 2005; Salomon, 2006). En el caso del pueblo Kokonuco, los bastones son hechos de madera de “chonta”, una palma que se obtiene en la costa pacífica. Los bastones son adornados con cintillas que simbolizan, entre otros, la naturaleza (verde), el agua (azul), la sangre de los comuneros caídos en la lucha (rojo) y la memoria de los comuneros luchadores y de los antepasados (negro) (Entrevista a Guardia indígena en San Bartolo, Resguardo Kokonuco, 2006). 20 E.g., mote o sango para resguardos de clima frío, y sancocho, muchas veces sin carne, para los de clima cálido. El sango o sanco también es conocido en otros países andinos –como Ecuador y Perú– como un tipo de sopa llamada gachas (Real Academia Española, 2001).

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Tabla 1. Trueques realizados hasta 2007 desde su renovación como práctica colectiva Año 2003

No. de trueques

Resguardo organizador/Anfitrión

Meses

Municipio

Clima

1.

Octubre

Alto del Rey

El Tambo

Cálido

2.

Diciembre

Paletará

Puracé

Frío

Total trueques organizados en el año 2003: 2

2004

1.

Enero

Kokonuco

Puracé

Frío

2.

Febrero

Guarapamba

El Tambo

Cálido

3.

Marzo

Poblazón

Popayán

Templado

4.

Abril

Puracé

Puracé

Frío

5.

Mayo

Quintana

Popayán

Templado

6.

Junio

Alto del Rey

El Tambo

Cálido

7.

Julio

Paletará

Puracé

Frío

8.

Agosto

Kokonuco

Puracé

Frío

9.

Septiembre

Guarapamba

El Tambo

Cálido

10.

Noviembre

Poblazón

Popayán

Templado

11.

Diciembre

Puracé

Puracé

Frío

El Tambo

Cálido

Total trueques organizados en el año 2004: 11

2005

1.

Enero

Alto del Rey

2.

Febrero

Trueque regional Resguardo Indíge- Piendamó na de La María

Templado

3.

Marzo

Paletará

Puracé

Frío

4.

Abril

Kokonuco

Puracé

Frío

5.

Mayo

Poblazón

Popayán

Templado

6.

Junio

Puracé

Puracé

Frío

7.

Julio

Quintana

Popayán

Templado

8.

Septiembre

Alto del Rey

El Tambo

Cálido

9.

Octubre

Paletará

Puracé

Frío

Total trueques organizados en el año 2005: 9

2006

1.

Mayo

San Bartolo-KokoPuracé nuco

Frío

2.

Julio

Poblazón

Popayán

Templado

3.

Agosto

Quintana

Popayán

Templado

4.

Noviembre

Puracé

Puracé

Frío

Paletará

Puracé

Frío

Total trueques organizados en el año 2006: 4 2007

1.

Abril

Fuente: Proyecto “El trueque desde una perspectiva comparativa”, Unicauca, Colciencias, Asociación de Cabildos Genaro Sánchez, 2008.

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Dado que se trata de un trueque colectivo, generalmente el intercambio se realiza en la cancha de fútbol, donde se instalan maderos con los nombres de los resguardos, de tal manera que a la llegada la guardia indígena anfitriona les indica a los visitantes cuál es el lugar que les corresponde (ver la foto 2). Generalmente, la cancha se divide en dos partes, agrupando los resguardos de clima templado-cálido en un lado y los resguardos de clima frío en el otro. A la llegada de las chivas cargadas con los productos, la guardia indígena es la encargada de recibir a los visitantes, acompañarlos al sitio de descargue, y luego los llevan a un lugar donde se realizan los actos culturales, muy cerca del área de preparación de los alimentos, como acto protocolario de la realización del trueque. La guardia se encarga de cuidar los alimentos, que previamente son cubiertos con hojas de plátano o helecho para protegerlos del sol inclemente y conservarlos frescos en el momento de realizar el intercambio. Foto 2. Localización de resguardos de clima cálido y templado. Trueque organizado en Poblazón, julio de 2006 (al fondo, Popayán)

Fotografía de Jairo Tocancipá-Falla, 2006. Actos culturales y musicales: en cada trueque se desarrolla una actividad cultural y musical con una presentación previa o saludo, donde las autoridades indígenas e invitados intervienen muchas veces dando discursos breves sobre la importancia de la recuperación de tierras, la seguridad alimentaria, la economía propia, el TLC y la resistencia indígena. Las actividades son realizadas en una plataforma donde, a través de un equipo de sonido, el animador va motivando e informando a los participantes

sobre el programa a seguir. En algunos casos, al finalizar la presentación de los delegados se obsequian artesanías, entregadas a manera de “souvenir” o “recuerdo”, donde se representa una canasta de cerámica pequeña con granos de los productos de la región (como frijol y maíz), o simplemente se entrega un pequeño bastón de mando.21 En este caso, el contenido de cultura, como la interpretan algunos simpatizantes de los estudios culturales, y muchas veces también como la prodigan las instituciones del Estado a través del Ministerio de Cultura, es reinterpretado y apropiado. En general, como evento protocolario de la realización del trueque, y asumiendo un carácter performativo de la cultura, se llevan a cabo presentaciones musicales, de danza, teatro, de videos sobre acciones represivas del Estado contra los indígenas, artesanías y discursos reafirmando la práctica del trueque, la seguridad alimentaria, entre otros.22 En el caso de los trueques, la música presentada por grupos locales sobre temas afines al entorno rural, pero también de protesta, compuesta por los mismos grupos, constituye una expresión de este carácter “performativo de la cultura” que, integrada a la práctica del trueque, evoca la noción maussiana de “sistemas de servicios totales”, donde se desborda el carácter estrictamente económico del intercambio (Mauss, 1990). Estas representaciones, sin embargo, son reelaboradas y orientadas políticamente frente a discursos contra el TLC o contra las medidas políticas del gobierno de turno, como aconteció con la presentación de un video que mostraba la represión de las fuerzas del Estado en 2006 en el resguardo de La María, municipio de Piendamó, en el despeje del taponamiento de la Panamericana efectuado por los indígenas como mecanismo de presión para el cumplimiento de acuerdos alcanzados en negociaciones previas. En este contexto, el trueque se constituye en un espacio de socialización y formación política para las nuevas generaciones tanto en lo referido al fortalecimiento de la economía indígena como en el ámbito de la reivindicación de los principios establecidos en “la plataforma de lucha” (ver la foto 3). Una vez la programación cultural se va agotando, los organizadores empiezan a llamar a los participantes para el almuerzo. La imagen es una larga fila que conduce hacia los fondos humeantes donde la comida es servida en los 21 Por ejemplo, en los trueques realizados en 2006 en los resguardos de Quintana y Puracé, respectivamente. 22 Para una discusión teórica de este tipo de uso del concepto de cultura, ver Johnston y Klandermans, 1995. Para un caso similar de los movimientos sociales, ver Tocancipá-Falla, 2004.

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implementos que cada comunero lleva; aunque eventualmente también disponen de utensilios (“escudillas” y cucharas de plástico), en caso de que alguien no haya podido llevarlos. La norma en estos casos, y dada las prolongadas filas, es que “hasta que el último no termine, no se da la orden para el trueque”.23 Una de las actividades destacadas mientras se desarrolla la programación es el encuentro de las autoridades indígenas de los resguardos participantes en un recinto aparte, donde aprovechan para discutir temas y agendas pendientes, pero donde principalmente se decide cuando se realizará el próximo trueque. Foto 3. Niños indígenas de la localidad de Pululó (resguardo de Puracé), en el trueque realizado en Puracé en noviembre de 2006

Fotografía de Jairo Tocancipá-Falla, 2006. La práctica del trueque: una vez las delegaciones de participantes han almorzado, se desplazan a la cancha para iniciar el trueque. Una vez allí, los participantes se ubican detrás de cada uno de los puestos donde dejaron los productos, mientras la guardia forma un “cordón humano”, uniéndose con los bastones de mando. Este control evita que los participantes inicien el intercambio de manera anticipada. Una vez el gobernador del resguardo anfitrión da la orden, la guardia se retira y aquellos que han traído más productos, situación que se observa en la cantidad de personas y productos a un lado de la línea divisoria, empiezan a correr hacia el frente en búsqueda de sus interlocutores del cambio. Una vez en el lugar de intercambio, se escuchan voces de “cambio maíz por yuca, plátano por col”, etc.

Dependiendo del volumen de los productos traídos,24 el evento puede durar entre 30 y 45 minutos, tiempo después del cual los asistentes terminan de empacar sus productos y empiezan la preparación para el retorno a sus respectivos lugares de origen. Así, las chivas van saliendo de manera intermitente con sus productos dejando una estela de polvo a la distancia. Mientras éstas se alejan, los miembros de la guardia inician el proceso de limpieza del área donde se realizó el trueque. La tarea final es dejar limpio y aseado el espacio donde el intercambio tuvo lugar.

Síntesis: el trueque, retos y desafíos en el fortalecimiento de la cultura indígena

En este artículo se ha destacado la importancia progresiva que el trueque ha tenido en décadas recientes. Esto ha implicado una reproducción de esta práctica en ámbitos disímiles, por ejemplo cuando existen dificultades en el intercambio comercial o cuando por iniciativas de organizaciones o personas buscan desarrollar este tipo de prácticas como una estrategia para resolver problemas de distinto orden. Esta reproducción, sin embargo, también ha sido establecida muchas veces para instrumentalizar relaciones de poder, como aconteció en muchos resguardos del pueblo Kokonuco cuando los dueños de grandes extensiones o terratenientes acudieron al trueque para engañar a los indígenas en la constitución de las haciendas. Al respecto, también se ha ilustrado cómo surgió la experiencia del trueque colectivo que se empezó a retomar en 2003, en un encuentro de la guardia indígena del pueblo Kokonuco, y que favoreció su expansión y socialización en otros resguardos, pueblos indígenas y campesinos. Esta renovación, se ha sugerido, no corresponde exclusivamente a un fenómeno económico o un simple prurito romántico de renovar la memoria social. Más bien, se ha señalado, la renovación del trueque ha sido una manifestación de lucha de los pueblos indígenas frente a convenios internacionales que están en curso de formulación, como el TLC; ante la importancia de fortalecer la cultura indígena y, en particular, la necesidad de consolidar lo que algunos llaman la soberanía y autonomía alimentarias. De este modo, la idea de renovación del trueque se sustenta en la memoria social de los pueblos indígenas y se actualiza en las condiciones vigentes, donde políticas macroeconómicas presionan sobre las condiciones de vida de muchas poblaciones rurales. 24 Durante el proyecto, en promedio, se inventariaron más de 30 tipos de productos por piso térmico que hacían parte del proceso de intercambio. Este número varía dependiendo del ciclo productivo y las cosechas vigentes en el momento de realizarse el evento.

23 Guardia indígena del resguardo de Poblazón, 2007.

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En otras palabras, para los Kokonucos estos trueques han surgido como una posición de resistencia frente a las políticas de globalización que introducen y amenazan la producción y el régimen de valores, para seguir la expresión de Appadurai (1986), del sistema agroalimentario local. Además de esto, el trueque como práctica colectiva, se ha destacado, constituye un espacio de formación y de socialización de las nuevas generaciones y participantes sobre los valores de resistencia y de la cultura indígena, que todavía continúa en su proceso de fortalecimiento. Como muchos líderes reiteraron: el trueque o el cambio no es sólo un intercambio de productos sino de ideas y pensamientos. “Si se mira el trueque desde una perspectiva más amplia se tienen más objetivos en lo político, lo social, lo cultural y lo organizativo”.25 Al respecto, señala que el trueque también ha permitido: 1) la recuperación de semillas tradicionales (banco de semillas), lo que contribuye a la soberanía alimentaria. 2) El fortalecimiento de la producción limpia; se buscaría que la papa se produzca sin químicos como el 10-30-10, el manzate y el dithane. 3) La sensibilización de la población, y retomar la función social del territorio recuperado. 4) La constitución de procesos educativos, pedagógicos y formativos. 5) La recuperación del legado ancestral pero en confrontación con las políticas económicas macro desde donde se pueden apreciar las incidencias de estas políticas. En este sentido, el trueque se mostraría de forma alternativa al TLC como un proceso de resistencia desde el mismo movimiento indígena que reivindica el territorio, la identidad y la cultura. Al plantearse en tensión con el mercado en los niveles regional, nacional e internacional, el estudio de caso sobre el trueque planteado aquí presenta algunas implicaciones de tipo teórico y metodológico que bien vale mencionar brevemente. En primer lugar, este trabajo ha validado viejos planteamientos teóricos de autores clásicos como Weber, Mauss y Polanyi, Hugh-Jones y Humphrey, entre otros, quienes aprecian la práctica del trueque más allá de un problema fundado en el dominio epistemológico de la economía. Tal como vimos, las actividades culturales que preceden a la práctica del trueque son ocasiones excepcionales para interactuar socialmente, para formar políticamente o simplemente para “recrearse” en la cultura local, un tema en el cual se debe profundizar. En segundo lugar, y en contestación al planteamiento de Plattner, en el sentido de hallar la práctica del trueque sólo en aquellas ocasiones cuando hay limitaciones del uso de la moneda, lo presentado aquí muestra que éste no ha sido el caso, pues las poblaciones indígenas, al tiempo que participan en los mercados regionales y locales, tam25 Conversación con Aldemar Bolaños, líder Kokonuco del resguardo de Puracé, 2007.

bién desarrollan actividades de intercambio individual y colectivo; este último es el foco de este artículo. El uso de la moneda no es necesariamente una forma de dominación occidental sino que también les ha permitido a las comunidades ingresar y aprender a negociar en el mercado. La exigencia de pago en moneda, por ejemplo, frente al trabajo realizado, algo que se hizo por algún tiempo con el trueque, les ha permitido también a “los comuneros” ganar conciencia sobre los abusos y manipulaciones que terratenientes caucanos venían empleando durante muchas décadas sobre ellos. En tercer lugar, la renovación del trueque por parte de las comunidades indígenas ha permitido reflexionar sobre la relación dialéctica y dinámica de lo global-local, lo cual se ha reflejado, en parte, en el estímulo que este tipo de prácticas ha tenido en diversos contextos, hasta los niveles universitario y urbano, consolidando la idea de un retorno a valores que están más allá de los implicados en una simple transacción dominada por los valores monetarios. Esto, frente a comentarios que realizan académicos pretendidamente críticos sobre el sistema capitalista y que poco ofrecen en términos de alternativas, constituye al menos una iniciativa importante. Ello demuestra que las relaciones entre lo global y lo local, lo micro y lo macro, no son excluyentes ni polos opuestos. Tal como lo anota un teórico de la globalización: “No se trata de priorizar un momento en detrimento de otro, sino de reconocer que ambos se constituyen recíprocamente, articulados armónica, tensa y contradictoriamente, implicando múltiples mediaciones. Son mediaciones indispensables y secundarias, evidentes e insospechadas, próximas y remotas. Pueden ser signos con señales cambiadas, invertidas, recreadas” (Ianni, 1996, p. 170). Por último: si bien la renovación del trueque se ha dado a través de su práctica, todavía existen algunos interrogantes, a manera de retos y desafíos, que las poblaciones indígenas deben afrontar en su empeño por consolidarla bajo los principios establecidos en su “plataforma de lucha”. Estos interrogantes, entre otros, refieren a: ¿cómo lograr una mejor articulación de los ciclos productivos existentes en los resguardos frente al trueque mismo?; ¿cómo fortalecer el trabajo organizativo para que los intercambios no se den de manera anticipada antes de la orden que el gobernador o las autoridades deben impartir, pues al ser conocidos generan indisposición en los participantes?; ¿cómo sostener la práctica y ampliarla en un rango de tiempo, de tal modo que empiece a generar un sistema de valores más alternativo y duradero frente al mercado? Y, finalmente, ¿cómo concientizar a los participantes para que los precios del mercado no incidan en el momento del intercambio a través del trueque, y no terminen interponiéndose como valor del mercado? Cualquiera que sea

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la ruta y destino que sigan estos interrogantes, la población indígena del pueblo Kokonuco ha demostrado, en la entrada del nuevo milenio, que otras formas alternativas de intercambio, aparentemente confinadas en un pasado, son todavía posibles de actualizarse en un presente donde el valor del dinero se muestra dominante. •

13. Faust, Franz X. (1989-1990). Etnogeografía y etnogeología de Coconuco y Sotará. Revista Colombia de Antropología, XXVII, 55-89.

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Vigencia y pertinencia del pensamiento de Hannah Arendt: sus aportes sobre el totalitarismo Álvaro Díaz Gómez* Cristina Sánchez Muñoz**

* Psicólogo, Universidad INCCA; Magíster en Psicología comunitaria, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia; Magíster en Educación, Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia. Actualmente finaliza estudios de doctorado en Educación, Universidad de Salamanca, Salamanca, España, y de doctorado en Ciencias Sociales, niñez y juventud, Universidad de Manizales- CINDE. En este momento se desempeña como profesor del Departamento de Humanidades e Idiomas de la Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia, y de la Facultad de Psicología de la Universidad de Manizales. Su campo de trabajo es la subjetividad política. Correo electrónico: adiaz@utp.edu.co. ** Licenciada en Filosofía y en Derecho, doctorado en Derecho, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, España. Actualmente se desempeña como profesora titular de planta en el Departamento de Filosofía del derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid. Su campo de trabajo es la obra de Hannah Arendt. Correo electrónico: cris.sanchez@uam.es.

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Vigencia y pertinencia del pensamiento de Hannah Arendt: sus aportes sobre el totalitarismo Álvaro Díaz Gómez, Cristina Sánchez Muñoz

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Contexto de la entrevista

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urante la última semana de mayo del 2007, la profesora Cristina Sánchez Muñoz fue invitada por el programa de doctorado en Ciencias sociales niñez y juventud, que ofrece la Universidad de Manizales, en cooperación con el CINDE, para que compartiera su saber específico sobre la obra de Hannah Arendt con los estudiantes y profesores integrantes de la línea de investigación en socialización política y construcción de subjetividades. Durante tres días la profesora Sánchez cumplió su labor académica conversando sobre el pensamiento arendtiano, en particular, sobre su producción respecto del totalitarismo, la noción de ciudadanía, los elementos fundamentales de su obra más conocida, La condición humana (1958), y las dificultades al abordar el pensamiento de esta autora. Mediante la interlocución en el seminario doctoral, le propuse a la profesora Sánchez la posibilidad de realizar una entrevista académica sobre aspectos de la obra arendtiana a partir de mi acercamiento a esta autora judía (Díaz, 2001; 2002; 2003; 2005) y el conocimiento de experta que ella tenía de la obra de Arendt. Así surge la entrevista que ahora se presenta y que se desarrolla a partir de dos ejes conversacionales: 1. Vigencia y pertinencia del pensamiento arendtiano; 2. El pensamiento de Arendt respecto del totalitarismo.

Vigencia y pertinencia del pensamiento arendtiano

-Álvaro Díaz Gómez: Cristina, cuando se hace referencia a un(a) autor(a), generalmente se menciona la biografía de él, o de ella, olvidando a aquel que habla sobre ese biografiado. Me gustaría que dejáramos al margen –en un principio– la vida de Hannah Arendt, que es bastante conocida, y nos centráramos en usted, en su biografía existencial. ¿Quién es Cristina Sánchez? -Cristina Sánchez Muñoz: Soy una mujer española nacida en una ciudad fronteriza. No nací en el territorio peninsular de España sino en el norte de Marruecos, en una ciudad española que se llama Melilla, y que tiene una población importante de origen árabe, así como una minoría judía. Posteriormente mi familia se trasladó a la

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península española, a Madrid, y ahí me quedé viviendo. Creo que el haberme criado en una ciudad multiétnica me proporcionó una mayor percepción de los problemas de exclusión social de los que habla Arendt. Varias veces he pensado que haber nacido en un territorio muy peculiar, fronterizo, me dio una especial sensibilidad por el tema y la lectura de Arendt. -ADG: ¿Cuál es su formación académica? -CSM: Hice dos licenciaturas. Lo que aquí llamáis pregrados; inicié la licenciatura de derecho y cuando estaba en tercer curso empecé la licenciatura de filosofía. A mí lo que me hubiese gustado estudiar es ciencia política, pero como en mi universidad (la Universidad Autónoma de Madrid) no había esa licenciatura, estudié derecho y filosofía conjuntamente. Posteriormente realicé el doctorado en Derecho y me especialicé en filosofía del derecho, que es donde me ubico profesionalmente. Soy profesora titular de planta en el Departamento de Filosofía del Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid; docente en la Facultad de Derecho y en la Facultad de Filosofía. He impartido, entre otras, las siguientes asignaturas: filosofía del derecho, filosofía política, ética, Derechos Humanos, cuestiones de los textos clásicos de la filosofía del derecho y teoría feminista contemporánea. -ADG: Usted ha estudiado a ¿Por qué el interés en esta autora?

Hannah Arendt.

-CSM: Lo primero que tengo que decir es que el interés fue por una filósofa, es decir, por una mujer que se dedicó a la filosofía. Señalo esto porque había una invisibilidad de las mujeres filósofas cuando yo estudiaba filosofía, y me planteaba: ¿Dónde están las mujeres en filosofía? Sabía, por supuesto, de la existencia de Simone de Beauvoir, de María Zambrano, pero estaba siempre latente la figura de Hannah Arendt. Entonces, mi primer interés fue por recuperar una genealogía y una filosofía hecha por las mujeres frente a una visión profundamente androcéntrica de la filosofía. Cuando empecé a estudiar su obra, me encontré con la complejidad de sus análisis, con su lucidez para estudiar los problemas de las sociedades contemporáneas; eso fue lo que me llamó la atención del pensamiento arendtiano, y a ella le fui dedicando una buena parte de mi investigación, prácticamente desde que inicié mi doctorado hasta la fecha. -ADG: Allí, usted coincide con el argumento que plantea Hannah Arendt en la entrevista que le hace Günther Gaus, quien le pregunta, palabras más, palabras menos,


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“¿Cómo se siente en cuanto filósofa, una carrera netamente masculina?”. Ella responde: “… decía usted que la filosofía se suele considerar por estos pagos una vocación masculina. ¡No tiene por qué seguir siéndolo!, es perfectamente posible que una mujer llegue algún día a filósofa” (Gaus, 2005, p. 19). -CSM: ¡Exacto! -ADG: Parece que el abordaje que ha hecho de Arendt, le ha permitido ampliar la producción bibliográfica que hay sobre la obra de ella; así, se encuentra el libro: Hannah Arendt: el espacio de la política (2003); igualmente, hay una serie de artículos que han ido apareciendo en diferentes libros: Hannah Arendt: paria o ciudadana del mundo (1994); Hannah Arendt (1995), Arendt y Heidegger: cuestiones privadas, consecuencias públicas (1997); Hannah Arendt: comprender el mal (1998); La ciudadanía de las mujeres: reinterpretando a Hannah Arendt (1999); Hannah Arendt: Jerusalem or America? The Foundations of Political Community (2006), o Hannah Arendt y la teoría feminista: acuerdos y desacuerdos (2006); Hannah Arendt, una mirada sobre nuestro presente (2007). Esa producción intelectual implica un seguimiento al pensamiento de Hannah Arendt. ¿Cuánto hace que está trabajando en el pensamiento de esta autora? -CSM: Desde principios del 91 empecé a investigar sobre ella; mi primer artículo es del año 94. En ese momento no había ningún ensayo, ninguna monografía, ninguna reflexión sobre esta pensadora en mi país. Se había traducido prácticamente toda su obra escrita desde principios de los 60 hasta finales de los 70. Sin embargo, no había ninguna reflexión sobre Arendt. Me ofrecen que empiece a publicar sobre ella en distintas ediciones o compilaciones de filosofía política, y desde ese momento empiezo con la producción teórica. Arendt me ha permitido reflexionar sobre cuestiones que me interesaban, como la teoría feminista. -ADG: Después del desinterés, en España, por Arendt en los 90, ¿cuál es su presencia actual en Europa? -CSM: Creo que la ausencia de una reflexión sobre Arendt en España tiene causas muy concretas: en primer lugar, a principios de los 70 en España había un interés por la filosofía analítica y por el marxismo; ella no encajaba en ninguna de estas dos corrientes. Además, venía etiquetada por su relación intelectual y sentimental con Heidegger, por lo que era vista, por un lado, como una autora heideggeriana, y por otro, como una autora centrada en el mundo clásico de la polis griega; esto entraba en conflicto

con los intereses de la filosofía marxista y, por supuesto, de la filosofía política. Han sido estudios posteriores, sobre todo provenientes de Estados Unidos y de Inglaterra, los que nos han permitido descubrir otra autora; hemos observado una obra centrada en los problemas que angustian a las sociedades contemporáneas, tales como el riesgo hacia el totalitarismo, la exclusión social, el conformismo, todos ellos problemas de las sociedades de masas contemporáneas. Hemos encontrado una autora profundamente relacionada con nuestro presente. -ADG: ¿Esto estaría referido a España, o en general a Europa? -CSM: Creo que es en general a Europa. Los estudios que se han desarrollado allí, se han centrado en el modelo de Estado que viene a desarrollar Arendt. Es una recuperación del republicanismo cívico. En Europa el debate de los últimos años ha sido: ¿Qué modelo de democracia queremos? Y con ello, el debate respecto a si queremos un modelo liberal, comunitarista, deliberativo o republicano, en torno a una idea compartida de la virtud cívica y una construcción del espacio público. Éste es un tema que ha salido muy claramente en la fallida constitución europea. Se han analizado también el tema del juicio político, la importancia de tener una ciudadanía que juzgue las acciones de los gobernantes, aquellas que se desarrollan en el espacio público. Éstos son temas relevantes en los estudios europeos. En los últimos 4 o 5 años, a raíz de los ataques terroristas del 11S, en Estados Unidos y del 11M, en España, ha resurgido con muchísima fuerza una revisión de su análisis del totalitarismo. -ADG: Usted se ubicaba hace un rato en la filosofía del derecho, pero parece que está haciendo transición hacia la filosofía política. -CSM: Bueno, es que dentro de la filosofía del derecho está la filosofía política. La filosofía del derecho aborda cuestiones como la interpretación de las normas o los conflictos entre principios constitucionales –para hablar de los temas más relevantes– pero también hace reflexiones críticas sobre las sociedades contemporáneas, sobre sus problemas de legitimación. Es decir, la filosofía del derecho se orienta tanto a la legalidad como a la legitimidad de los sistemas jurídico-políticos, y en ese sentido es también filosofía política. -ADG: Arendt plantea que ella no se ubica en una escuela de pensamiento, en cuanto las escuelas de pensamiento

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Vigencia y pertinencia del pensamiento de Hannah Arendt: sus aportes sobre el totalitarismo Álvaro Díaz Gómez, Cristina Sánchez Muñoz

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lo que hacen es achatar la reflexión y convertir en una especie de dogma a unos autores. Independientemente de que ella lo haya hecho –que no lo hizo–, uno se pregunta: ¿Hannah Arendt ha generado una escuela de pensamiento en Europa y/o en América Latina? -CSM: Sí, me he encontrado más grupos de arendtianos en América Latina que en Europa. Hay claramente una estela arendtiana. Recuerdo una entrevista con el sociólogo Ernest Gellner, quien decía a principios de los 90: “No hay arendtianos, los arendtianos no existen, no hay escuela de arendtianos ni cosa que se le parezca”; afortunadamente, hoy esto no es cierto, Gellner se equivocó. Hay arendtianos, hay arendtianas. En Europa se encuentra a la italiana Simona Forti, quien publicó Vida del espíritu y tiempo de la polis. Hannah Arendt: entre filosofía y política (2001); la británica Margaret Canovan; en Alemania también hay grupos muy importantes e interesantes. En noviembre del año pasado fue su centenario, lo que ha provocado encuentros internacionales, revisión y edición de sus obras, publicación de nuevos textos y una mirada académica muy importante de su legado. -ADG: En particular, dentro de esta estela arendtiana en América Latina, ¿qué destellos hay? -CSM: En América Latina hay destellos muy relevantes, sobre todo en México, Brasil; aquí en Colombia –que son los países que más he visitado, a propósito de la reflexión arendtiana–. Lo que he visto es un interés muy fuerte por el tema del totalitarismo, por determinar cuáles son las raíces de los regímenes totalitarios, los elementos que los componen; los análisis de la violencia están muy presentes; la cuestión de las exclusiones sociales y políticas; así como la idea del reforzamiento del espacio público. -ADG: ¿Algún autor latinoamericano que sea relevante en Europa por sus aportes al pensamiento arendtiano? CSM: Sí, de Brasil es conocido, por ejemplo, Celso Lafer: La reconstrucción de los derechos humanos. Un diálogo con Hannah Arendt, 1994; de México, Marco Estrada Saavedra; de Argentina, Claudia Hilb, quien ha hecho también una revisión interesante de Hannah Arendt, por citar los primeros nombres que me vienen a la cabeza. Soy editora de la revista internacional electrónica hannaharendt.net y me he encargado de hacer la bibliografía arendtiana en Latinoamérica, y he encontrado una gran producción bibliográfica, prácticamente en todos los países.

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-ADG: Ha hecho referencia a Colombia. ¿Cuándo y por qué llega a nuestro país? -CSM: Llegué a Colombia en septiembre de 2006 invitada por el profesor Guillermo Hoyos, director del Instituto Pensar, de la Universidad Javeriana, y la profesora Marieta Quintero, de la Universidad Distrital, porque estaban interesados en mi libro Hannah Arendt: el espacio de la política (2003) y en mis reflexiones sobre su obra. -ADG: ¿Cómo ha encontrado la acogida y la producción de Arendt en nuestro país? -CSM: Las he encontrado más vivas que en Europa. Es una reflexión más apegada al contexto que allá. Aquí he visto un interés por su pensamiento en la perspectiva de buscar comprensiones de los conflictos sociales y políticos que están acaeciendo. Esto ha hecho que se centre más la atención en el totalitarismo, las narrativas y los refugiados. -ADG: Arendt ha sido trabajada en Colombia y en América Latina desde dos categorías: la democracia y la ciudadanía, con la tensión entre lo público y lo privado. Claro, son producciones de la última década, pero no veo que se estén abordando de forma amplia y sistemática temas como el de los refugiados, los desplazados, el paria, que pueden ser nuevos en cuanto reflexiones para Colombia y que podrían encontrar puntos de referencia explicativos en esta pensadora. ¿Por qué el interés actual en Hannah Arendt? -CSM: ¿Aquí en Colombia? -ADG: En términos generales, donde ella es trabajada. -CSM: Porque Arendt reflexionó sobre las experiencias políticas fundamentales del siglo XX que siguen siendo, en gran medida, nuestras experiencias políticas. Por ejemplo, el actual terrorismo internacional que estamos sufriendo, ¿es una nueva forma de totalitarismo según lo plantea Arendt? Podemos plantearnos esta cuestión radical, esta pregunta: ¿En las sociedades de masa, de mercado, en las que actualmente vivimos, hay posibilidad para la acción colectiva pública de la que nos habla Arendt?, o ¿estamos instalados en ese conformismo social que nos dirige hacia lo que ella denominó “mal banal”, y que yo, en algún momento, he denominado un mal banal colectivo? ¿Cuál es el problema del mal en nuestras sociedades? Lo que también es una cuestión muy arendtiana, ¿qué tipo de subjetividad están creando las sociedades en las que vivimos? ¿La del ciudadano/ciudadana? ¿La de los


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parias excluidos? ¿Lo que ella denomina parias conscientes? Tenemos, también, la cuestión de la identidad y la diferencia que está en su obra, sobre todo cuando analiza la cuestión de los judíos o la asimilación de los judíos. Creo que esta pensadora tiene lecturas muy contemporáneas. Ella no dejó ninguno de los grandes temas del siglo XX sin tratar: estudió el fenómeno totalitario, las revoluciones, las sociedades de masas, las posibilidades de la ciudadanía, las crisis de las repúblicas contemporáneas, la mentira en política, que, me parece, sigue siendo uno de los grandes temas de la actualidad. Arendt, sin duda, tiene mucha importancia para nuestro presente.

que se circunscriba al ambiente académico –es importante la tarea analítica del pensamiento– pero recordemos que Arendt fue una activista política, y por ello amplía la acepción de pensar al ciudadano y la ciudadana corrientes. Arendt se implicó totalmente en Europa; ella estaba refugiada y se comprometió en situaciones de ayuda a los judíos que querían emigrar a Estados Unidos. Posteriormente, cuando estaba en América, participa contra el macartismo, contra la guerra de Vietnam; por eso era considerada no solamente una gran pensadora, sino una figura política. En ella están reunidos la teoría, el pensamiento y la práctica política.

ADG: Quizá por eso la pertinencia del título de su último artículo: Hannah Arendt: una mirada sobre nuestro presente (Sánchez, 2007).

-ADG: Lo que desde Gramsci se denomina el intelectual orgánico.

-CSM: Claro, creo que Arendt nos permite mirar nuestro presente –como digo en mi artículo– con lentes arendtianos, pero teniendo en cuenta que ella no es un oráculo para encontrarle soluciones a todo lo que ocurre en nuestro presente. Somos nosotros los que tenemos que encontrarlas. Esto supone la tarea de la comprensión, como nos decía Arendt: comprender nuestras experiencias políticas. En este sentido, Arendt presenta una dificultad, en cuanto es una autora que no nos ha dejado una obra cerrada. Por el contrario, nos encontramos con una obra abierta. Una autora de mi país, Fina Birulés, ha señalado que Arendt no representa un manual de uso, un manual de instrucciones para nuestro presente, no podemos tomarlo así. Su legado está abierto, en tanto indicación para –como ella dice– realizar ejercicios de pensamiento que nos permitan comprender nuestras experiencias políticas.

-CSM: Sí, sí, creo que sí. Puede entrar en esa categoría. -ADG: Reconociendo que una obra y un pensamiento se ubican en un contexto bibliográfico e histórico, ¿qué interesa de la teoría de Arendt para explicar el tiempo presente? -CSM: Me parece que sus análisis sobre el totalitarismo nos pueden ayudar a ver cuáles son las posibles medidas de acción para contrarrestarlo. Su obra nos permite pensar los peligros que acechan a nuestras sociedades en términos de violencia, conformismo, procesos de marginación social, uso de prácticas jurídicas que justifican internamiento sin garantías, por ejemplo.

El pensamiento de Arendt en relación con el totalitarismo

-ADG: Allí Arendt nos plantea un reto, el reto intelectual de pensar.

-ADG: ¿Recuerda alguna definición que Arendt da sobre totalitarismo?

-CSM: Sí.

-CSM: Miremos alguna de ellas: “Los movimientos totalitarios son organizaciones de masas de individuos atomizados y aislados […] su más conspicua característica externa es su exigencia de una lealtad total, irrestringida, incondicional e inalterable del miembro individual”. O tenemos también aquellas otras que giran siempre en torno a la misma idea: “El terror es la esencia de la dominación totalitaria”.

-ADG: Por eso, Manuel Cruz (1993), en la “Introducción” al libro La condición humana, termina diciendo: “Hannah Arendt nos invita al orgullo de pensar”; en esta misma línea, Fina Birulés (2000) publica el libro Hannah Arendt. El orgullo de pensar. Es decir, para Hannah se debe rescatar esa condición del pensamiento como una acción de orgullo humano. -CSM: Sí, Arendt nos llama a la tarea urgente de pensar, de ejercitar el pensamiento y de comprender, en cuanto esto último significa reconciliarnos con el mundo en el que vivimos. Ésa, me parece, es una tarea importante y urgente que tenemos que hacer. Claro, no es un trabajo

-ADG: En ese sentido, ¿qué caracteriza al totalitarismo? -CSM: Arendt señala que el totalitarismo se caracteriza sobre todo por la implantación del terror. Por eso, para ella, la máxima del totalitarismo es “todo es posible”, un régimen totalitario piensa y organiza la sociedad de tal manera que hace creer que todo es posible. Para ella, la

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expresión más aguda de esta máxima son los campos de exterminio en cuanto laboratorio para el cambio de la naturaleza humana. El régimen totalitario nazi consiguió que en los campos de exterminio se cambiara la naturaleza humana. Se eliminaron la espontaneidad, la pluralidad y la singularidad humanas, haciendo que cada persona, cada interno, sólo fuera como un haz de reacciones ante los estímulos físicos; esto está muy bien relatado en la obra Si esto es un hombre, escrita por Primo Levi, y coincide con el análisis de los testimonios de los supervivientes de los campos de concentración.

que se instauran –como tú lo dices– sobre la base de elementos que son anteriores al dominio totalitario.

Arendt nos dice que el totalitarismo es un fenómeno radicalmente nuevo, que se caracteriza por tener una serie de elementos que están presentes en la política del siglo XIX y principios del XX, y que cristalizan en la forma política del régimen totalitario mediante el antisemitismo, la decadencia del Estado-Nación, el racismo, la expansión capitalista e imperialista y la alianza entre el capital y el pueblo.

-CSM: Los valores tradicionalmente masculinos, roles de género notablemente marcados, han estado presentes tanto en el totalitarismo como en las dictaduras. Por ejemplo, en el régimen hitleriano tenemos una glorificación del valor del héroe masculino, del cuerpo masculino, los desfiles militares con fuerte presencia de esos rasgos masculinizantes, androcéntricos de la cultura, que tan bien supo captar la cámara de la cineasta alemana Leni Riefenstahl en su momento.

Para Arendt, estos elementos, en sí mismos, no son totalitarios. Es decir, la decadencia del Estado-Nación, por sí misma, no conduce al totalitarismo, lo que sí es cierto es que estos elementos cristalizaron conjuntamente en el triunfo del totalitarismo. Pero debemos precisar que éste no es el resultado inevitable de la modernidad, es solamente uno de sus posibles desarrollos. Es decir, no hay una lectura de la modernidad y del totalitarismo como la que plantearon Adorno y Horkheimer en La dialéctica de la Ilustración. La modernidad podía haberse desarrollado con otros derroteros, pero todos estos elementos cristalizaron en el régimen totalitario. Lo importante del análisis de Arendt es señalar que elementos como el antisemitismo o el racismo ya estaban presentes en las sociedades democráticas del siglo XIX. -ADG: En ese sentido, el totalitarismo es un proceso histórico… -CSM: … Sí, claramente... -ADG: Por lo que no hay una instauración por decreto del totalitarismo sino que las sociedades van creando rasgos contextuales del mismo, hasta que llega un momento en el que se vuelven hegemónicos y desplazan cualquier otra prevalencia de ethos cultural democrático. -CSM: ¡Claro, claro está! El totalitarismo también es ethos cultural. Arendt señala una serie de rasgos que están en el régimen totalitario, tales como la presencia de la policía secreta, la importancia de la propaganda con asociaciones intermedias entre la sociedad civil y las élites totalitarias,

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-ADG: Humberto Maturana habla de una condición patrística y una condición matrística en el desarrollo de las sociedades, asumiendo que en la primera son los hombres los guerreros, los que son más propensos a generar ethos cultural totalitario, mientras que las mujeres, por su condición matrística, son más dadas al cuidado, a la solidaridad; en ese contexto, ¿es una condición para la emergencia del totalitarismo la existencia de una cultura machista, patrística?

Hay una cuestión a resaltar: el nacionalismo y el totalitarismo también utilizan una noción de la feminidad. Esto es, utilizan la noción de que las mujeres son las reproductoras de la nación porque son las reproductoras de nuevos ciudadanos de esa nación. En ese sentido, creo que un régimen totalitario refuerza los roles de género muy marcadamente. -ADG: Tendiendo así al conservadurismo. -CSM: Si, en tanto refuerza los valores de una forma muy desigual, muy tradicional. -ADG: Cristina, en términos generales, ¿por qué se caracterizan las prácticas totalitarias? -CSM: Porque son prácticas políticas y sociales que en principio, o en apariencia, no son totalitarias por sí mismas, pero son prototalitarias. En este sentido, las prácticas prototalitarias pueden estar presentes aun en sociedades democráticas. Por ello, Arendt nos señala: “Las soluciones totalitarias pueden sobrevivir a la caída de los regímenes totalitarios bajo la forma de fuertes tentaciones que surgirán allí donde parezca imposible aliviar la miseria política, social o económica de una forma valiosa para el hombre”, Arendt resalta dos tipos de prácticas que me parecen muy significativas para nuestro presente:


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1. El conformismo y el aislamiento de las personas. Esto es, que los individuos estén siempre centrados en el confort de sus vidas privadas y en la resolución de sus intereses privados, sin que haya lazos de comunalidad o interés por mantener el bien común o los intereses públicos, es decir, la creación de un espacio público común, una esfera pública común. Aquí hay una primera línea, un camino hacia posibles bases totalitarias. 2. Lo que Arendt denomina la superfluidad de grandes masas de personas sobrantes. Son personas excedentes de los sistemas democráticos; éste es un fenómeno que Arendt analiza a propósito de los refugiados y apátridas, con los procesos de desnacionalización que se produjeron después de la Primera Guerra Mundial. Estas personas superfluas no han dejado de crecer en número hasta nuestros días, como estamos observando en distintas partes del mundo. Ustedes, en Colombia, tienen el problema de los desplazados internos y nosotros tenemos, en España, el problema de los inmigrantes, de quienes llegan a nuestras costas masivamente y son internados en campos para extranjeros antes de ser devueltos, o bien a sus países de origen, o bien ubicados en distintas partes de Europa. Pero lo que nos dice Arendt es que el totalitarismo aprendió primero a dar soluciones policiales a esas masas superfluas, antes que soluciones políticas, que serían las que se demandarían. En la actualidad, en una línea parecida de análisis, el sociólogo británico Zygmunt Bauman, en su texto Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias (2005), denomina a las personas superfluas los “sobrantes”, los excedentes del sistema capitalista y de la globalización. -ADG: Entonces, ¿el totalitarismo es un ethos cultural? -CSM: Sí, también es un ethos. No es sólo una práctica estatal, sino una forma cultural, así lo analiza Arendt. Esto explica la complicidad anónima y complaciente de los grupos con el régimen del terror. -ADG: Claro, se necesita un ethos cultural para darle cabida al totalitarismo, y él, en sí, genera su propia condición de ethos cultural. -CSM: Genera una condición, pero también se aprovecha de condiciones culturales que ya estaban presentes; en el caso de Alemania, del antisemitismo y de las aspiraciones nacionalistas.

-ADG: En este momento hay un boom de la democracia –tanto, que Estados Unidos pretende “exportar la democracia”–; si uno compartiera esa idea de la universalización de la democracia, ¿por qué abordar el análisis y el estudio del totalitarismo? -CSM: Porque frente a este “boom de la democracia” tenemos presentes las democracias formales que están ejerciendo prácticas políticas, sociales y jurídicas que Arendt ya señaló como posibles caminos hacia políticas totalitarias. Esto es, desde las políticas nacionales se procede a la clasificación de personas en legales o ilegales, la eliminación de la pluralidad humana en algunas prácticas políticas y jurídicas, el internamiento de prisioneros sin garantías reales, la desaparición de personas; por ello es pertinente estar vigilantes frente al totalitarismo. Por otro lado, tenemos un terrorismo globalizado que nos hace preguntarnos: ¿Tiene esas características de los regímenes totalitarios, pero de una manera transnacional? Tenemos que ser cuidadosos al señalar o utilizar el término totalitarismo de una manera extensa. El totalitarismo es un peligro en tanto que puede tener elementos –como dice Arendt– que, en sí mismos, no son totalitarios en la democracia, pero que pueden cristalizar o tener desarrollos que conduzcan –dadas determinadas condiciones– a un régimen totalitario. Es decir, la democracia no es una conquista permanente, eso lo sabemos en el desarrollo histórico de nuestros países. La democracia supone una conquista frágil, por lo que tenemos que estar alerta frente a los peligros que la acechan. Ésta también es una de las enseñanzas de Arendt. •

Referencias 1. Arendt, Hannah ([1958] 1993). La condición humana. Barcelona: Paidós. 2. Bauman, Zygmunt (2005). Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Barcelona: Paidós. 3. Birulés, Fina (2000). Hannah Arendt. El orgullo de pensar. Barcelona: Gedisa. 4. Cruz. Manuel (1993). Introducción. En: Hannah Arendt, La condición humana. Barcelona: Paidós. 5. Díaz, Álvaro (2001). Constitución de sujeto político en y para los procesos de descentralización. Revista Electrónica Sincronía, invierno. Recuperado el 15 de julio de 2007, de http://sincronia.cucsh.udg.mx/gomez.htm.

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Vigencia y pertinencia del pensamiento de Hannah Arendt: sus aportes sobre el totalitarismo Álvaro Díaz Gómez, Cristina Sánchez Muñoz

documentos

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Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida Jimeno, Myriam (2006). Juan Gregorio Palechor: Historia de mi vida. Popayán: Consejo Regional Indígena del Cauca/Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia/Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/Popayán: Universidad del Cauca (pp. 201).

Joanne Rappaport *

* B.A., Antropología, Kirkland College, Estados Unidos; M.A y Ph.D en Antropología, University of Illinois at Urbana, Estados Unidos. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Utopías interculturales: Intelectuales públicos, experimentos con la cultura y diálogo étnico en Colombia (Ed. Universidad del Rosario/Universidad del Cauca, 2008); Cumbe renaciente: una etnografía andina de la historia (Instituto Colombiano de Antropología e Historia/ Ed. Universidad del Cauca, 2005) y La política de la memoria: Investigación indígena de la historia en los Andes colombianos (Ed. Universidad del Cauca, 2000). Actualmente trabaja en el Departamento de Antropología y en el Departamento de Español y Portugués en Georgetown University. Correo electrónico: rappapoj@georgetown.edu.

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Myriam Jimeno – Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida Joanne Rappaport

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n los últimos años ha aparecido toda una gama de estudios del movimiento indígena colombiano, escritos por antropólogos, historiadores y sociólogos tanto colombianos como extranjeros. De veras son trabajos valiosos que nos ayudan a entender el porqué de las reivindicaciones indígenas actuales, la trayectoria organizativa por la cual han pasado los movimientos étnicos regionales y las raíces históricas de las actuales organizaciones. Pero con pocas excepciones –una de las cuales es La fuerza de la gente: historia de la terrajería en Guambía, Colombia, escrita por el dirigente guambiano Lorenzo Muelas Hurtado con la colaboración de la antropóloga Martha Urdaneta Franco– escuchamos la voz de los estudiosos en estos tomos y no la perspectiva de los mismos actores. Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida, producto de una colaboración entre uno de los fundadores del Consejo Regional Indígena del Cauca y Myriam Jimeno, destacada antropóloga de la Universidad Nacional, llena este vacío con una rica narrativa de las experiencias organizativas de este fallecido dirigente yanacona del macizo colombiano. El volumen, publicado en coedición entre varias editoriales académicas y el CRIC, yuxtapone la historia de vida de Palechor a una serie de documentos clave para la historia de la organización indígena del Cauca y dos estudios críticos escritos por Jimeno. Las tres partes del libro se complementan en cuanto nos muestran diversos acercamientos a la historia del CRIC, desplegando una conversación entre tres voces diferentes. La suma de estas tres voces enriquece enormemente a cada una de ellas, llevando al lector a un entendimiento multidimensional del proceso organizativo indígena en el país.

La voz de Palechor es el ancla del libro, mostrándonos la experiencia de los primeros años de la organización, hoy día olvidada frente a la irrupción en el escenario nacional de dirigentes cosmopolitas cuyos objetivos son la articulación de los indígenas dentro de la sociedad mayoritaria –en la Asamblea Constituyente, en las protestas contra el Tratado de Libre Comercio, en el desarrollo de formas alternativas de democracia en los niveles regional y local– y la creación en el nivel local de instituciones administrativas en las áreas de justicia, salud, educación y gobierno. El objetivo de Juan Gregorio Palechor y sus compañeros era diferente: la recuperación de la tierra como la base para sostener a gobiernos indígenas autónomos plasmados en la institución de cabildos que funcionarían independientemente de la Iglesia y los partidos políticos. Pero la historia de vida de Palechor, contada en un lenguaje muy particular del Cauca indígena, también muestra una sofisticación política y una familiaridad con los sueños de muchos de sus compatriotas no indígenas. Palechor narra sus experiencias en otros movimientos sociales en los que participaron muchos colombianos: fue admirador de Jorge Eliécer Gaitán, militante del Movimiento Revolucionario Liberal e integrante de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos. Mientras que su narración comparte con el lector los sueños de autonomía y de territorio de los indígenas colombianos, también nos obliga a contextualizar sus reivindicaciones dentro de las aspiraciones más generales de construcción de un país más equitativo y con una plena democracia, frente a la violencia que durante seis décadas ha frenado estos sueños. Es decir, la historia de vida de Juan Gregorio Palechor es una autobiografía en la cual muchos colombianos pueden verse. Las palabras de Palechor nos proveen una historia del movimiento indígena

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desde las experiencias de un individuo. La inclusión en este libro de toda una serie de documentos del movimiento indígena –artículos de su periódico Unidad Indígena, folletos, acuerdos, plataformas y reivindicaciones– aumenta el alcance de la voz indígena al multiplicar el número de narradores del CRIC y al profundizar las experiencias que narra Palechor dentro de un contexto político más amplio. Funcionan como fuentes primarias que cobran más importancia en diálogo con la vida de Palechor, porque él nos da los elementos que necesitamos para analizarlos y contextualizarlos. En este sentido, el estudio crítico de Jimeno, que nos facilita un análisis más académico del proceso –del cual ella fue testigo ocular–, también provee un marco interpretativo dentro del cual podemos acercarnos con más comprensión y sofisticación tanto a la narración de Palechor como a la documentación. Una historia de vida filtra las vivencias de un individuo por las experiencias posteriores que ha tenido. El análisis que hace Juan Gregorio Palechor de su participación política antes de su militancia en el CRIC o de las decisiones que tomaron la dirigencia y las comunidades indígenas en los primeros años de la organización no puede ser entendido sino como una mirada retrospectiva, nutrida por las lecciones que él aprendió a lo largo de su vida organizativa; son interpretaciones nutridas por la historia posterior del movimiento indígena. La introducción a este libro, escrita por la antropóloga Jimeno, problematiza la aparente transparencia de una historia de vida. Acudiendo al vasto cuerpo de teorías que la academia ha producido sobre la naturaleza de la memoria oral, Jimeno comparte con sus lectores un tratamiento altamente asequible de los problemas que tenemos para descifrar una narración oral, dejándonos de esta manera capacitados para enfrentarnos no sólo a los hechos que narra Pale-


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chor, sino a la complejidad de la textura de su narración. El historiador francés Michel de Certeau observó que la historia es

un diálogo con los muertos. Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida no sólo nos brinda la oportunidad de entrar en conversación con este dirigente caucano desapareci-

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do, sino que nos facilita las herramientas conceptuales e históricas para realmente lograr tal diálogo. Es una rica contribución a la historia de Colombia. •


Myriam Jimeno – Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida Joanne Rappaport

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Trabajo, territorio y política: Expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002

Una comprensión sobre el impacto y transformación de la caficultura colombiana en los años 90. Reseña del libro: Rincón García, John Jairo (2005).Trabajo, territorio y política: Expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002. Medellín: La Carreta, E.U. (pp.158).

Renzo Ramírez Bacca*

* Historiador, Maestría y Ph. D en Historia, Universidad de Goteborg, Suecia. Dentro de sus publicaciones recientes se encuentran: Historia laboral de la hacienda cafetera, (Medellín: Universidad Nacional de Colombia - La Carreta Editores), 2008; Ensayos sobre historia y cultura en América Latina, (Medellín: Universidad Nacional de Colombia), 2008; Historia, trabajo, sociedad y cultura. Ensayos interdisciplinarios. Vol. 1., (Medellín, Universidad Nacional de Colombia), 2008; Identidades, localidades y regiones. Hacia una mirada micro e interdisciplinar, (Medellín, Universidad Nacional de Colombia - La Carreta), 2007; Historia local. Experiencias, métodos y enfoques, (Medellín, Universidad de Antioquia – Facultad de Ciencias Sociales y Humanas - La Carreta Editores), 2005. Actualmente se desempeña como profesor asociado del Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Correo electrónico: rramirezb@unal.edu.co.

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Una comprensión sobre el impacto y transformación de la caficultura colombiana en los años 90. Reseña del libro de John Jairo Rincón García– Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002 Renzo Ramírez Bacca

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an sido pocos los interesados en estudiar de modo académico los factores de la crisis social y económica de los caficultores colombianos en la zona andina central durante los años noventa. Problemática contemporánea para los historiadores y de gran interés para los sociólogos y economistas. Analizar los fenómenos del presente es una tarea necesaria, y mucho más cuando se trata de analizar el impacto de la “internacionalización de la industria cafetera” y su efecto en el sector socioproductivo. Éste es el aporte de John Jairo Rincón García en su reciente impreso Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002, Medellín, La Carreta, E.U., 2005. La importancia del enfoque radica en que ofrece una compresión sobre la problemática social de los productores cafeteros –muchos de ellos pequeños y medianos productores–. Crisis manifiesta por múltiples factores y circunstancias, como el rompimiento del Pacto Internacional de Café, las políticas de reestructuración organizacional y económica de la Federación Nacional de Cafeteros, las políticas de apertura económica del gobierno nacional e incluso asuntos derivados del impacto ambiental y políticas institucionales fitosanitarias. Se trata del efecto ocasionado por la internacionalización de la economía cafetera. El autor desarrolla el enfoque a partir de dos preguntas básicas: a) ¿Qué aspectos caracterizan la transformación del modelo de producción cafetera en Colombia durante la década de los noventa? y ¿Cuál es el impacto de este proceso en los cambios locales? En función de responder a estos interrogantes, divide el texto en dos partes.

En la primera parte aborda el proceso de transición de la economía mixta cafetera, en particular, la reestructuración del modelo productivo y gremial, en cabeza de la Federación Nacional de Cafeteros, orientada hacia las exigencias de una economía de libre de mercado. Resulta interesante el análisis sobre las implicaciones regionales y, de modo particular, lo sucedido en el llamado Eje Cafetero, incluida la zona norte del actual departamento del Tolima. Dilucidación que se desarrolla a partir de los ajustes y políticas del gremio cafetero, la dinámica del mercado internacional, los índices de exportación nacional, los problemas y medidas fitosanitarios, y la sustitución y diversificación de la productividad agrícola. En realidad, se trata de un acucioso análisis descriptivo que refleja la dureza del factum proveniente de análisis económicos gremiales, periodísticos y estudios no gubernamentales. El efecto social del anterior análisis macro puede entenderse mejor cuando se aborda un caso específico. Por ello el autor, en la segunda parte del texto, hace referencia a las movilizaciones sociales del sector y a los procesos organizativos gestados de modo particular en el municipio de El Líbano, zona norte del Tolima. Acciones vistas como una reacción social ante el impacto de la “internacionalización del café” en los sistemas de tenencia de la tierra y financiamiento de los pequeños y medianos propietarios. Desde dicha perspectiva local se muestran el impacto de la crisis y el desequilibrio social y económico. Asimismo, la relación de las movilizaciones y paros locales, regionales y nacionales con respecto a la reivindicación política, fraguada ésta al calor de la descomposición social del pequeño y mediano caficultor, y con la activa participación del clero, el bipartidismo y algunas organizaciones no gubernamentales.

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El impacto político del movimiento social tiene una connotación nacional. La oficialización del gobierno nacional sobre la condonación de la deuda para los caficultores afectados es prueba de ella. El logro es descrito a través de la crónica sobre las movilizaciones sociales que se inician en julio de 1995 y terminan con el Decreto 0303 de 1996, que establece los parámetros de alivio y condonación de deudas cafeteras para los medianos y pequeños productores. Rincón García se ocupa también de las dinámicas organizacionales. Hace referencia a organizaciones no gubernamentales que intentan “representar” a los sectores afectados. En su orden, aborda el caso de la Asociación de Pequeños y Medianos Agricultores Cafeteros, Apemacafé, el Gremio Cafetero Organizado del Tolima y la Asociación de Pequeños y Medianos Agricultores del Tolima, Asopema. Pero si bien la experiencia organizacional ofrece cierta proyección política y determina el perfil social de los movimientos, también es cierto que la problemática social es causa del endeudamiento, los embargos y el secuestro de bienes. Los que hay que ver como un detonante y esencia orgánica de las asociaciones y los movimientos. Apoyado en estadísticas oficiales del sector financiero, el autor matiza dicha problemática como un modo de verificación del impacto de la apertura económica y la reestructuración de las políticas gremiales del sector cafetero. Este factor de análisis señala por qué y cómo se producen la erradicación de la caficultora tecnificada, la descomposición social en el sector rural y el despoblamiento en no pocas veredas de la zona. El estudio y relación entre el caso urbano de El Líbano y el contorno rural es analizado de modo interesante en la


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parte final. El autor estudia los cambios sociales y, de modo particular, las transformaciones del proletariado urbano vinculado a la industria cafetera. Ello visto en la tónica del subdesempleo, el bajo índice de las actividades comerciales, la deserción escolar, la desaparición de manufacturas y los problemas ambientales, entre otros. Es claro que este tipo de transformaciones también puede verse de modo diacrónico, pues el referente más cercano de los libanenses se evidencia con el impacto de la violencia bipartidista y las transfor-

maciones tecnológicas de la industria cafetera en el siglo pasado. El subtitulo de la obra bien define el contenido del libro. Se trata una expresión regional de la crisis cafetera, resultado de la internacionalización de la economía cafetera a partir de 1990. La importancia del libro radica en que el enfoque constituye un ejemplo que ayuda a comprender el impacto social y económico de las políticas norteamericanas en zonas rurales monoexportadores depen-

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dientes de su mercado; y a entender el modo como los sectores sociales, gremiales y estatales han actuado en momentos coyunturales. Es imposible comprender dicha realidad sin un trabajo de campo in situ, como lo hizo Rincón García durante más de un año. Y, de igual modo, porque en su momento la sociedad urbana de los noventa vivió indiferente frente a este fenómeno de internacionalización, el cual hoy es una realidad pragmática de las políticas económicas de Estado. •


Una comprensión sobre el impacto y transformación de la caficultura colombiana en los años 90. Reseña del libro de John Jairo Rincón García– Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002 Renzo Ramírez Bacca

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La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre

MacIntyre, Alasdair (1994). Historia de la ética. Barcelona: Paidós Básica (pp. 259).

Catalina Uribe*

* Egresada del programa de Filosofía, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Actualmente cursa la Maestría en Filosofía en la línea de investigación de ética y filosofía política y se desempeña como coordinadora académica del Departamento de Filosofía, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. En 2006 publicó El problema del mal en Agustín de Hipona a partir de sus posiciones antimaniqueas. Bogotá: Universidad de los Andes. Documento Ceso No. 120. Correo electrónico: ca-uribe@uniandes.edu.co.

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La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre

Catalina Uribe

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n su libro titulado Historia de la ética el filósofo Alasdair MacIntyre hace un intento por resolver preguntas fundamentales de la ética relacionadas con los conceptos morales, con el concepto de lo “bueno” y con las preguntas mismas de carácter moral o de filosofía sobre la moral. Para ello, recoge una serie de autores que le permiten, a través de un “hilo conductor”, dar una propuesta o guía sobre la mejor forma de plantearse las preguntas por la moral. De este modo, el libro nos va guiando a través de cada uno de los filósofos seleccionados, en donde se resaltan las temáticas más representativas que cada uno ha abordado en el ámbito de la ética. Por ello, el autor resalta que su objetivo principal es aclarar los problemas conceptuales de la ética, con el fin de ir determinando los límites de la posibilidad moral: “Por supuesto, aclarar los problemas conceptuales no implica por sí solo determinar conceptualmente cómo debemos actuar o juzgar, pero determina en parte los límites de la posibilidad moral” (p. 23). De este modo, mientras se hace un recorrido conceptual e histórico de la ética, se van dando las bases para una propuesta ética del autor mismo. Antes de adentrarme en los puntos principales de MacIntyre creo que es necesario recalcar lo difícil que puede llegar a ser escribir un libro sobre la historia de la ética. No sólo porque existen diversas opiniones sobre el sentido, objetivo y fin de la filosofía moral sino porque se debe procurar tener un buen criterio que permita seleccionar de manera objetiva los temas y autores más representativos en dicha disciplina. En otras palabras, hay que tener en cuenta las dificultades que se presentan cuando se

quiere abordar un tema tan extenso como el de la ética, así como las implicaciones que tiene el método que se debe utilizar para realizar semejante tarea. En este sentido, son buenas las aclaraciones que hace MacIntyre cuando recalca de antemano en qué va a consistir su tarea con respecto a la ética y cuál será el objetivo del libro, con el fin de ir relacionando las preguntas de carácter moral y las preguntas filosóficas sobre la moral. El método de MacIntyre va a estar encaminado a analizar la ética como una de las categorías más importantes en la construcción de la realidad del hombre siempre en relación con su vida en comunidad. De este modo, el libro puede ser una buena herramienta para comprender cómo se ha desarrollado el comportamiento del hombre en los períodos seleccionados, con el fin de entender qué implicaciones han tenido dichas filosofías en la construcción de unos parámetros éticos que han tenido una gran influencia en categorías tan importantes como el derecho y la política. De cualquier manera, y sabiendo las dificultades que implica semejante tarea, puede llegar a existir cierto recelo con respecto al método empleado en el libro, sobre todo porque no existirá nunca un criterio último que permita seleccionar universalmente los temas básicos que se deben tratar cuando se quiere hacer una introducción a la historia de la ética. El principio del libro es muy significativo en tanto que va a marcar las pautas bajo las cuales se rigen los escritos sobre ética, es decir, que nos muestra la mejor forma bajo la cual se debe leer este tipo de escritos; sin embargo, no sólo son recomendaciones con respecto a la manera más adecuada de leer a los filósofos de la ética en general, sino que se pueden tomar como una exhortación a leer este libro de la misma manera como se deben leer los otros. Bajo estos mecanismos podremos más

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o menos descifrar cuáles pueden ser no sólo las interpretaciones de MacIntyre sobre las propuestas de los distintos filósofos mencionados en el libro sino cuál es el pensamiento de fondo que nos quiere proponer el filósofo escocés al seleccionar esos autores y no otros y al reconstruir de una manera específica cada uno de los pensamientos. De este modo, lo que pretende la presente reseña es hacer un recorrido por el libro de MacIntyre, intentando realizar una lectura pertinente de cada uno de los temas y filósofos escogidos por él, siempre teniendo como eje temático el factor del lenguaje como determinante en la delimitación de los conceptos éticos. Antes de entrar en materia, es importante resaltar que uno de los ejes temáticos bajo los cuales se va a mover el libro está relacionado principalmente con el lenguaje, pues, como ya lo mencionamos y como lo dice muy bien MacIntyre, los conceptos son los que permiten determinar los límites de la posibilidad moral y entender a cabalidad los usos y las formas del lenguaje, ya que comprender un significado implica entender las reglas que rigen dicho concepto y entender cómo se desempeña ello en el ámbito social: Comprender un concepto, captar el significado de las palabras que lo expresan, siempre consiste, por lo menos, en aprender cuáles son las reglas que gobiernan el uso de tales palabras, y captar así el papel del concepto en el lenguaje y en la vida social (p.12).

Teniendo en cuenta esto, el libro de MacIntyre va a intentar llevarnos a través de algunos autores por una variedad de discursos morales y valorativos a través de la historia, con el fin de enmarcarse en las circunstancias que dieron las bases para cada concepto y discurso moral. El punto central bajo el cual se va a desarrollar el libro es el


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que afirma que los conceptos morales cambian a medida que cambia la vida social, sin estar separados de ella; es decir, que los conceptos morales son constitutivos de las formas de vida social. En últimas, lo que MacIntyre pretende mostrar es que la moral no está constituida por conceptos intemporales y estáticos porque cuando se habla de una distinción en las formas de vida social lo que se hace es una distinción de los conceptos morales. Así pues, el libro se va a dividir en tres grandes períodos, cada uno con unos rasgos característicos que serán determinantes en las distintas preguntas por los conceptos morales. El primer período comprende la filosofía antigua, en donde el sentido de comunidad era lo más importante y la pregunta fundamental de la ética estaba orientada hacia ¿cómo debo vivir?; el segundo período es el de la filosofía moderna, en donde el sujeto tenía un papel fundamental en la ética y las preguntas relacionadas con el actuar ético tenían que ver con: ¿qué debo hacer? y ¿cómo debo actuar?; finalmente, la filosofía contemporánea seguirá con las preguntas anteriores pero agregándoles cuestiones relacionadas con la manera en la que cada cual debe decidir o elegir. Teniendo en cuenta lo anterior, podemos entrar ya en el primer período correspondiente a la filosofía antigua. Como ya lo mencionamos, esta etapa relaciona la ética con el concepto de comunidad, puesto que “ser ético” consistía precisamente en realizar la justicia en comunidad; de este modo, la separación que se hace actualmente entre ética y política, en la Antigüedad no se llevaba a cabo, debido a que el sujeto que actuaba éticamente lo hacía siempre en pro de su comunidad y por ello el actuar ético estaba intrínsecamente ligado con el actuar político. Igualmente, se tenía una concepción estética del hombre, en donde existía una pre-

ocupación por “vivir plenamente”, así como por la “vida buena”. Sin embargo, todos estos conceptos se harán más claros cuando entremos a analizar a dos de los filósofos más representativos de la época antigua, ya que son ellos los precursores de la filosofía ética. Dichos filósofos son Platón y Aristóteles. A pesar de ser dos filósofos con teorías y doctrinas distintas existen puntos en común característicos de la filosofía antigua que serán cruciales en el estudio de la ética. Empezando con Platón, podemos decir que éste es un filósofo cuya preocupación se centra en la búsqueda de un criterio para la inclusión de acciones en la nómina de lo justo. Lo interesante de esta filosofía es que nos muestra la importancia de compartir conceptos, en donde los significados de cada concepto ético hacen que a la vez se comparta una forma de vida. Es en este momento cuando el lenguaje se hace crucial en la determinación e interpretación de la ética, más aún cuando el marco de referencia está centrado en la vida en comunidad, como lo era en Grecia. De este modo, hablar de “lo malo” significa una ruptura con esa forma de vida en comunidad: “Esto sugiere que la maldad consiste en una ruptura con una forma de vida en la que ciertos bienes pueden ser alcanzados, porque compartir conceptos es siempre compartir hasta cierto punto una forma de vida” (p. 41). Sin embargo, frente a esta idea tan brillante en la ética platónica se encuentra una que será precursora de algunas ideas radicales del cristianismo, en donde se plantea que existe un “yo” racional que se encuentra en una lucha con los apetitos. En este punto comparto la opinión de MacIntyre, quien, al contrario de Platón, afirma que cada quien aprende y razona mientras desea algo; no está de acuerdo con esa distinción entre deseos y razón, en donde la razón está siempre en lo cierto: “Lo que convierte a un deseo

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en razonable o no es su relación con nuestros demás propósitos y decisiones posibles o reales” (p. 46). Por último, vale la pena rescatar de este filósofo su pretensión de hallar unas normas objetivas para los predicados y criterios éticos. Esto es importante porque introduce esa idea de aludir a criterios éticos pertenecientes a ese mundo no cambiante de las formas. El problema de Platón es que se ciñe tanto a este modelo que termina definiendo conceptos como “la justicia” y “el bien” en términos de lo que es y no de lo que debería ser; el problema es la asociación de lo particular con ese mundo estático de las formas. Después de hacer referencia a Platón es imprescindible aludir a su discípulo Aristóteles, quien además de ser uno de los más grandes filósofos de la historia va a ser un autor preponderante en el desarrollo del libro de MacIntyre, ya que muchas de sus ideas las va a compartir el filósofo escocés. Quisiera empezar a desarrollar sus ideas a partir de la definición de bien que recoge MacIntyre sobre este filósofo, y es que el bien es aquello hacia lo que tienden todas las cosas. Lo anterior nos muestra que todas las cosas tienen un fin, un objetivo o una meta que si se realiza en su integridad hace que aquello sea “bueno”.1 En otras palabras, lo que nos muestra Aristóteles es que el bien se define en función de la meta, fin o propósito: “El bien se define desde el principio en función de la meta, el propósito o el fin al que se encamina una persona o cosa” (p. 64). Teniendo en cuenta esto es cuando surge para el filósofo griego la importancia que le otorga a “la felicidad”. La felicidad, como bien lo plantea MacIntyre, tiene ciertos problemas con la traducción del griego, debido a que se relaciona con el “bien ser” o “bien 1 Por medio de la observación es como se logra saber hacia dónde tienden las cosas.


La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre

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lecturas

estar”; sin embargo, lo más importante en Aristóteles es la introducción del concepto de felicidad dentro de la ética, definida como una actividad elegida en virtud de sí misma que no se relaciona con un estado en particular. Así pues, esta eudaimonía estará conectada con la idea de una ética teleológica, puesto que el bien-estar se relaciona principalmente con un total despliegue de las capacidades del ser humano. Teniendo en cuenta esto, la diferencia principal con su maestro Platón radica en que se mira un contexto específico que va determinando las circunstancias y el fin al que tienden las cosas, y por ello su ética deja de ser una moral estática de las formas. A partir de esto se genera la famosa postura ética del “justo medio aristotélico”. Según Aristóteles el ser humano racional tiene la capacidad de justificar racionalmente sus elecciones y distinguir entre la virtud y el vicio. Por ello, Aristóteles logra delimitar los conceptos de virtud y voluntad, con el fin de ordenar y hacer un examen exhaustivo de las virtudes determinadas racionalmente. Teniendo en cuenta esto, se puede llegar a decir que una acción virtuosa está relacionada con la capacidad de determinar un justo medio que no caiga ni en el exceso ni en la carencia o negligencia en determinado acto: “La elección virtuosa es una elección según el justo medio entre los extremos” (p. 71). De este modo, la deliberación se vuelve muy importante, puesto que se da como un mecanismo racional en torno a las alternativas (medios) para actuar de determinada manera; el ejercicio de la racionalidad y su competencia frente a los actos es lo que determina la excelencia y la bondad en los seres humanos. Cabe resaltar, entonces, que no hay sólo una acción correcta, puesto que siempre se deben tener en cuenta las circunstancias dentro de las cuales se razona: “[…] el conoci-

miento del justo medio no puede ser sólo el conocimiento de una fórmula, sino que debe ser el conocimiento de cómo aplicar las reglas a las opciones” (p. 73). Lo anterior nos permite seguir en nuestro eje con respecto a la importancia del lenguaje en la ética, ya que Aristóteles nos está mostrando la importancia del contexto en las virtudes; este contexto se determina a partir de la existencia del lenguaje como condición necesaria para la creación y aplicación de reglas compartidas en una determinada situación. El lenguaje implica un reconocimiento por parte de una cultura de ciertos límites en los conceptos, y por ello es importante contar con suposiciones generales de los conceptos para entendernos los unos a los otros y saber qué se espera de cada quien en el actuar racional.2 Como es de esperarse, MacIntyre en su Historia de la ética no pudo prescindir de una de las corrientes más determinantes en el pensamiento ético contemporáneo como lo es la del cristianismo. Como muy bien lo recoge Hegel, fue en la corriente cristiana en donde se empezó a dar esa escisión entre el individuo y el Estado, debido precisamente a que, como lo veremos, plantea la salvación individual del sujeto en un mundo ulterior al presente. Así como planteamos preguntas generales para cada época histórica, es importante resaltar que durante el cristianismo la pregunta fundamental es por el fundamento de la obligación moral. Lo anterior es importante por el papel que desempeñó la idea de la revelación (texto sagrado) dentro de las normas que rigen la conducta moral. Esto se explica debido a la importancia ética que tiene el resaltar el poder de dios. Aunque MacIntyre no es 2 “[…] el reconocimiento de una norma de expresar la verdad y de una virtud de la honestidad está inscripta en el concepto de una sociedad” (p. 83).

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muy benevolente con el cristianismo y a veces parece restar importancia a algunos puntos filosóficos,3 son destacables los tres rasgos característicos que le impone a dios, con el fin de resaltar de qué forma eso influye en la manera en la que se obedecen las normas morales. Dichos rasgos son los de santo, bondadoso y poderoso. Debido a la bondad y santidad intrínsecas en la figura de dios, el ser humano se siente seguro de confiar y obedecer las normas que dicta la divinidad. Lo importante del planteamiento de MacIntyre con respecto a la filosofía cristiana es precisamente lo que ya mencionamos con respecto al mundo que vendrá después. El cristianismo propone una igualdad de todos los seres humanos ante dios, en donde no existe nadie superior a nadie y por tal motivo las acciones se deben dar en aras de un juicio en el que todos se considerarán como iguales (cosa que efectivamente no pasa en el mundo real). Así pues, el problema real que se ve cuando se piensa en esta filosofía cristiana es que se idea un código de sociedad que está dirigido a pequeños grupos que se deben separar de la sociedad, pues lo que importa es el mundo que viene después. Parece ser entonces una ética intermedia en donde lo más importante es el mundo que vendrá después y donde las normas de comportamiento 3 Lo anterior lo menciono debido a que en muchas ocasiones durante el capítulo del cristianismo MacIntyre parece salirse del lenguaje empleado en la Edad Media y hace críticas que resultan un tanto anacrónicas. Ejemplo de lo anterior es la referencia al ateísmo, en donde afirma que es justificable si se tiene en cuenta que el criterio de lo bueno viene antes de la idea de dios. Pero dentro del lenguaje medieval es muy difícil separar la idea de dios de la idea de bondad, puesto que sería como separar el predicado del sujeto en un juicio analítico. Igualmente, creo que los puntos más significativos de la Edad Media, como la idea del mal, la libertad y el deber en filósofos como Anselmo de Canterbury y Agustín de Hipona, se dejaron de lado, en aras de resaltar el carácter dogmático del cristianismo.


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se desentendieran un poco del contexto mundano para irse a un “más allá”. Después de introducirnos al pensamiento cristiano, MacIntyre reúne en un capítulo a cuatro de los grandes filósofos que serán el punto de transición entre la filosofía ética moderna presidida por Kant y la Edad Media que acabamos de mencionar; estos filósofos son Lutero, Maquiavelo, Hobbes y Spinoza. La idea es mencionar cuáles fueron los aportes principales determinantes en el desarrollo de la historia de la ética. Según MacIntyre, fueron Lutero y Maquiavelo quienes generaron una ruptura con la sociedad “jerarquizada” de la Edad Media. Aunque está afirmación queda un poco ambigua en el texto, sí hay que reconocer que fue Lutero quien dio un giro a la ética poniendo por encima de todo la elección individual del ser humano. El giro importante en Lutero es que pone el peso en la fe que mueve al agente cuando actúa, en vez de ponerlo en la acción misma, como se venía haciendo en el cristianismo tradicional. De este modo es que la moral se va convirtiendo en una cosa interna para después, como veremos más adelante, convertirse en una subjetivización donde muchas veces se va dejando de lado el plano social. Por otro lado, el aporte más importante de Maquiavelo en la ética es que de ahora en adelante las acciones morales se juzgan por las consecuencias que traen consigo. En otras palabras, las reglas morales se convierten en técnicas para los fines de cada acción; así, es Maquiavelo quien se da cuenta del carácter transitorio de los órdenes políticos, debido a que en las sociedades siempre hay discontinuidades.4

4 “La ética de Maquiavelo es la primera, por lo menos desde algunos sofistas, en que las acciones se juzgan no como acciones, sino solamente en virtud de sus consecuencias” (p. 128).

El tercer filósofo que mencionamos dentro de este grupo es Hobbes y su aporte se da a partir de la famosa concepción sobre el estado de naturaleza del hombre. Para Hobbes, cada individuo busca por encima de todo la conservación de sí mismo, y por ello, cualquier preocupación por el bienestar de los demás es secundaria o es un medio para el beneficio propio. Igualmente, para hablar de la ética en la filosofía de Hobbes es necesario aludir a la concepción de Estado que ha sido tan estudiada a lo largo de la filosofía. MacIntyre se refiere a una de las críticas que se le hace a menudo a este contrato social, y es que se pone dicho contrato como el fundamento de todas las reglas que se comparten en sociedad pero a la vez le da el nombre de contrato, con lo cual se estarían suponiendo de antemano unas reglas comunes anteriores al contrato que, según Hobbes, no podrían existir. Lo anterior deviene de nuevo en el factor lenguaje dentro de la ética, que en Hobbes va a tener también mucha importancia, pues allí se le atribuye un papel preponderante a la palabra cuando entra a cumplir un papel en el contexto ético. Así, para Hobbes las palabras adquieren el significado que la ética o el poder les dan, pero a la vez las palabras son las que construyen dichos conceptos. Lo importante con ello es tener en cuenta que el poder y la ética siempre van a tener una relación estrecha con el lenguaje. Finalmente, no se podría dejar de lado la propuesta ética de Spinoza, que se muestra como la contraparte de Hobbes. Para Spinoza, todo está determinado (teniendo en cuenta su noción de sustancia). Por tal motivo, existe una unión entre la ética y la naturaleza propia del universo. De este modo, la importancia de Spinoza es la relación que nos presenta entre las pasiones, la razón y la libertad. Teniendo en cuenta esto, la diferencia más grande con Hobbes es precisamente la concepción que tiene de Estado, pues para

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Spinoza el Estado es simplemente un orden civil que existe para promover los bienes humanos pero en donde los hombres quedan en “libertad” (libertad spinoziana) para encontrar su conocimiento. La importancia de Spinoza para la ética radica entonces en que introduce dos conceptos fundamentales en la ética: la libertad y la razón: “Spinoza es el primer filósofo que otorga una posición fundamental en la ética a dos conceptos que se definen para expresar los valores típicamente nuevos de la sociedad moderna: los de la libertad y la razón” (p. 144). A partir de lo anterior, se puede entrar en el análisis de uno de los filósofos más representativos cuando se quiere hablar de ética. Como lo menciona MacIntyre, es en Kant en donde la moralidad adquiere el esplendor de su significado. Es precisamente en este filósofo en donde surge la pregunta ética que caracterizará la filosofía moderna y que está relacionada con el ¿qué debo hacer? Kant nos introduce a cabalidad en la idea de la acción individual en la subjetivización del pensamiento. De este modo, la importancia que tiene Kant es que introduce el concepto de deber y obligación desde una ética del sujeto, ya que es cada individuo quien en el ejercicio racional de su libertad logra actuar éticamente de determinada manera u otra, siempre teniendo en cuenta que debe ser en aras del deber: “El único móvil de la buena voluntad es el cumplimiento de su deber por amor al cumplimiento de su deber” (p. 187). En otras palabras, la ética kantiana hace que la obediencia de las normas requiera del deber, pero del deber por el deber mismo y no por un fin ulterior. De este modo, si no se acepta la dimensión de lo normativo no se entiende la ética; y por ello, el “deber ser” no puede ser reductible a nada empírico. Es en toda esta importancia que le otorga Kant al sujeto en donde podemos encontrar una gran diferencia con la idea cris-


La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre

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lecturas

tiana de la ética, ya que el filósofo de Königsberg, al darle una autonomía al agente moral, muestra que la divinidad (externa) no puede otorgar un criterio para la moral: “Lo que Kant llama autonomía del agente moral, es comprender también que la autoridad externa, aun si es divina, no puede proporcionar un criterio para la moralidad” (p. 189). Igualmente, no sólo es importante la idea del sujeto y del agente moral sino que se debe resaltar la idea de una universalización de las normas morales a través del imperativo categórico que propone Kant. Con esta universalización es con la que MacIntyre no va a estar muy de acuerdo, debido a sus pretensiones (las de MacIntyre) de reunir cada práctica social con el contexto específico de la moral. De este modo, la crítica más directa que le hace MacIntyre a Kant es que, en últimas, el imperativo categórico se queda corto en cuanto a los fines que se deben perseguir y se centra en una moral de lo que no se debe hacer: “La moralidad limita las formas en que conducimos nuestras vidas y los medios con que lo hacemos, pero no les da una dirección” (p. 191). Sin embargo, esta crítica parece estar relacionada de nuevo con un problema en la forma del lenguaje, pues precisamente hablar de lo que “no es” es en últimas el mayor determinante de lo “que es”, y por ello la máximas que se plantean se deben obtener de la misma prueba para rechazar las máximas propuestas. En últimas, todo recae en un problema de términos y conceptos. Igualmente, la segunda crítica con respecto a la caracterización de las máximas, en donde MacIntyre propone que es posible caracterizar de cualquier manera la máxima y así lograr adaptarla a cualquier situación frente a lo que el individuo cree, es un problema también en la interpretación de los conceptos. Si yo planteo una máxima en donde yo haga algo que prohíba a los otros realizar aquello con el fin

de lograr un beneficio propio, lo que estoy haciendo es desbaratar el concepto de universalización, pues no lo estoy aplicando a todos. Aquí pareciera que MacIntyre cae en un relativismo del lenguaje sin tener en cuenta que existen usos del lenguaje de los que hay que prescindir para no caer en un caos absoluto en donde no se pueda hablar de nada. A continuación viene la propuesta ética de Hegel, filósofo con el cual la filosofía de MacIntyre va a tener su mayor afinidad junto con Aristóteles. La importancia de la propuesta ética de Hegel radica principalmente en volver a retomar esa idea griega de que el individuo hace parte de una comunidad. De este modo, la ética se debe entender desde una concepción en donde el hombre se relaciona siempre con su tiempo y con el otro. En otras palabras, se puede decir que la ética es una disciplina histórica en donde lo ético se debe determinar a partir del contexto social. Es en este punto en donde surge la importancia histórica del reconocimiento en Hegel en donde cada quien se reconoce en el otro y a partir de ello genera las principales nociones éticas. De aquí se desprende la idea de libertad en Hegel, que se define por el contexto y por las características de cada tiempo y lugar: “Lo que la libertad es en cada tiempo y lugar se define por las limitaciones específicas y las metas características de ese tiempo y lugar” (p. 198). MacIntyre comienza deslumbrándose por la filosofía de Aristóteles pero cuando llega a Hegel encuentra el complemento perfecto, ya que el filósofo alemán, a diferencia de Aristóteles, no da una lista de virtudes sino que incluso las virtudes pueden ser alteradas por las circunstancias que las prescriben. De aquí surge la importancia de la historia como algo evolutivo, que manifiesta una necesidad lógica en donde cada etapa es necesaria para que exista la siguiente: “[…]

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toda la historia humana ejemplificaba el autodesarrollo de la Idea absoluta en un progreso a través de su autoenajenación hasta la reconciliación final consigo misma” (p. 203). Por lo general, cuando se habla de la ética de Hegel se alude a Marx, debido a sus propuestas con respecto a la libertad. Marx, al igual que Hegel, concibe la libertad como la superación de las limitaciones de un orden social, en aras de lograr construir un orden social menos limitado. Por esta razón se puede considerar la propuesta de Marx como una de las más consecuentes con respecto a la libertad, ya que él realiza una propuesta ética de libertad para “todos” y no sólo para unos pocos. En Marx el lenguaje y los conceptos van a tener un papel preponderante para la ética ya que para dicho filósofo los esquemas conceptuales bajo los cuales todos los individuos captan su propia sociedad son los que revelan y ocultan la propia sociedad; dichos conceptos se entienden cuando se los interpreta en “el contexto de la sociedad burguesa”. Para Marx la base de la sociedad burguesa está inspirada en técnicas que logren una acumulación del capital; por ello, la libertad, se lograría cuando las técnicas de producción estén sistematizadas. Así pues, la moralidad de Marx estará ligada igualmente al uso compartido que se tiene del lenguaje o del vocabulario moral, cuando se propone ir en contra de una forma social existente. Así como MacIntyre deja de lado a muchos autores importantes de la ética, yo dejo de lado alguno autores que seguramente inconscientemente generan una arbitrariedad proveniente de mis afectos. Sin embargo, el final del libro es muy interesante, debido a la importancia que tiene la filosofía contemporánea como conclusión en la historia de la ética. De este modo, se debe destacar que en filósofos como Nietzsche la razón es el elemento más


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evolucionado con respecto a la pasión; así pues, la razón termina convirtiéndose en el destello de las pasiones. Por otro lado, cabe resaltar el concepto de voluntad en Schopenhauer. Para dicho filósofo la voluntad hace parte de todo lo natural, y por ello es importante tener en cuenta que hay cosas irracionales que si se lograra educar sería mejor que el exceso de racionalismo. Además de esto, no se puede dejar de lado la corriente utilitarista, que será una de las precursoras de la ética, al igual que Kant y que la ética antigua. Para los utilitaristas lo correcto y lo bueno se da en términos de placer y dolor debido a que se puede decir que existe una gradualidad en la ética en donde se pueden cuantificar el dolor y el placer. Así pues, no se debe tener en cuenta sólo la conducta individual sino que hay que poner el énfasis en las consecuencias. En otras palabras, podemos decir que para los utilitaristas todo se da en función de los criterios sociales, esto es, lo que la gente o la mayoría piensa. El final del libro es muy significativo en tanto que recoge a numerosos filósofos contemporáneos que buscan fusionar muchas de las corrientes éticas estudiadas con anterioridad. De este modo, cabe resaltar que para Bentham el principio de igualdad es significativo; en otras palabras, puesto que para dicho filósofo un hombre vale igual que los otros y por ello se darán las bases de la democracia en donde un hombre vale un voto. Es por lo anterior que se podría decir que dicho filósofo se toma en serio las voluntades individuales. Por otro lado, cabe resaltar que Moore, filósofo analítico por excelencia, es quien da un énfasis nuevo a la ética. Así, la ética se convierte en una expresión de valores que no se identifica con algo autónomo. Moore identifica lo “bueno” con una propiedad simple que está en el mundo y que es irreductible a otro concepto; en otras palabras, decir que algo

es bueno equivaldría a hablar de una tautología. Por esto es que nos presenta el ejemplo ya conocido en donde se equipara la idea de “bueno” con la idea del color “amarillo”; así, podemos afirmar que existe una intuición de reconocer lo que es bueno de lo que no es bueno. En este punto el lenguaje es también significativo, debido a que se puede afirmar que el lenguaje prescriptivo consiste precisamente en que un individuo le comunica a otro sus anhelos; en otras palabras, el lenguaje se utiliza para exhortar a los otros a que se comporten como uno. Igualmente, es importante mencionar a dos filósofos como Hare y Foot; el primero realiza una conjunción entre Kant y el utilitarismo. Así pues, este filósofo salva el principio de universalización como criterio fundamental de la ética bajo otra perspectiva diferente a la de Kant. En últimas, lo importante de este filósofo es que distingue entre una parte empírica del lenguaje y otra de las formulaciones prescriptivas. De este modo, se resalta que lo empírico es lo que se puede constatar, mientras que lo otro no. Finalmente, la filósofa Foot va a ser esencial para entender la filosofía de MacIntyre, debido a que afirma que muchos de los conceptos éticos son determinados a partir de cada cultura. Así pues, expresiones éticas como “valiente” o “grosero” son una mezcla de elementos prescriptivos y descriptivos que no tienen nada que ver con valores subjetivos. Es importante, entonces, tener en cuenta la cultura para verificar quién emplea dichos conceptos correcta o incorrectamente. Con lo anterior se puede concluir que el “hilo conductor” por el cual se guía el libro está relacionado siempre con el lenguaje y la idea de “concepto” como un significado que cubre dentro de ciertos límites a algunas conductas determinadas. Ya lo había mencionado MacIntyre en su capítulo sobre Platón: “He tratado de poner en claro

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que sólo estamos expuestos a aquellas exigencias y decisiones que pueden ser expresadas en conceptos disponibles, y que, por lo tanto, la investigación de los conceptos que debemos o podemos usar tiene una importancia decisiva” (p. 43). Lo anterior nos muestra que cada afirmación que se realiza sobre una situación o cada juicio valorativo que hacemos sobre los actos está siempre limitada a los conceptos comunes y a la interpretación común que se les da en un determinado grupo. Esto deviene en lo que será el punto central de la ética de MacIntyre, y es que los ideales éticos no se pueden separar de su medio social. Según MacIntyre, si los términos morales son términos, debe haber un criterio para usarlos. El lenguaje tiene unas reglas para su uso. En conclusión, podemos decir que el libro de MacIntyre es un intento no fallido de presentar distintas temáticas sobre filosofía ética que le permiten al lector ir elaborando un sistema para entender la moral de una manera más adecuada. Igualmente, vemos que a lo largo del libro se hace un intento de presentar lo que es la esencia de lo ético para cada uno de los autores en cuestión, con el fin de encaminar la historia de la filosofía moral hacia un proceso evolutivo que hace posible ir develando cuáles son los puntos esenciales que permiten a una sociedad convivir de una manera más adecuada. Sin embargo, y como lo mencionamos al principio, el libro no se debe tomar sólo como una recopilación de autores con una filosofía determinada, sino que hay que destacar que entre dichas líneas se muestra un pensamiento de fondo que parte desde la misma selección de los autores. MacIntyre nos presenta unos autores específicos, que, sin entrar a discutir si son los más representativos del pensamiento ético o no, o si son de un pensamiento liberal o conservador, de cierta manera se van encaminando hacia unos paráme-


La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre

Catalina Uribe

lecturas

tros comunes que hemos ido resaltando con anterioridad. El libro es una herramienta para adentrarnos en el mundo de la ética y entender las ventajas que puede tener saber los distintos puntos de vista de los filósofos, con el fin de unificar un criterio que pueda llegar a ser lo más objetivo posible para la construcción de una moral o ética ideal. Sin embargo, el libro nos recalca que no hay que olvidar que si la comunidad tiene unos intereses, es necesario emplear las medidas que sean necesarias para dicho objetivo; y dichas medidas se determi-

nan a partir de las circunstancias y de los límites que el ser humano les ponga a los conceptos éticos. El libro, en últimas, es una buena introducción para lo que podría ser denominada la filosofía ética, ya que hace una selección de autores y a través de ellos y de otros que menciona nos va conduciendo por muchas de las corrientes que han sido protagonistas en el pensamiento de la filosofía ética a lo largo de la historia. Lo anterior hace que el lector tenga muchísimos recursos y bibliografía disponible para comenzar a entrar en el mundo de lo ético por el camino que desee. De cualquier manera,

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nunca se puede pretender encontrar objetividad en un libro de ética, y el enfoque que le da MacIntyre al libro permite estudiar de una forma mucho más crítica el pensamiento de cada uno de los filósofos políticos. La mejor manera de adquirir un pensamiento crítico tanto en ética como en filosofía es adentrándose en un enfoque que pueda contradecir los “prejuicios” que cada quien tiene, con el fin de ver y de entender cuál es nuestra esencia como seres humanos y hacia dónde seremos conducidos sino ejercemos nuestro pensamiento crítico con el poder que tengamos a la mano. •


Presentación Natalia Rubio Vanessa Gómez

11-12

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Dossier Temas Varios

La novela Yngermina de Juan José Nieto y el mundo racial del Bolívar Grande en el siglo XIX • Sergio Paolo Solano – Universidad de Cartagena, Colombia.

34-47

La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia • Camilo Quintero Toro – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

48-59

La Universidad de París en el siglo XIII: historia, filosofía y métodos • Ana María Mora – Universidad de París 1, París, Francia.

60-71

El problema de la subjetividad en la explicación sociológica. Una mirada a partir del debate Schutz-Parsons • Daniela Griselda López– Universidad de Buenos Aires, Argentina.

72-83

Economía y racionalidad de las organizaciones. Los aportes de Herbert A. Simon • Fernando Estrada– Universidad Externado de Colombia, Colombia.

84-103

Socialization to the Academic Culture: a Framework of Inquiry • Pilar Mendoza–University of Florida, Estados Unidos.

104-117

Percepción y patrones de uso de la fauna silvestre por las comunidades indígenas Embera-Katíos en la cuenca del río San Jorge, zona amortiguadora del PNN-Paramillo • Javier Alfonso Racero-Casarrubia–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Carlos C. Vidal–Universidad Nacional de Córdoba, Colombia; Oscar D. Ruíz – Grupo de investigación Unicórdoba, Colombia; Jesús Ballesteros C.– Universidad de Córdoba, Colombia.

118-131

Criminalización, arbitrariedad y doble militancia. La policía y la violencia en el fútbol argentino • Gastón Julián Gil–Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

132-145

El trueque: tradición, resistencia y fortalecimiento de la economía indígena en el Cauca • Jairo Tocancipá Falla– Universidad del Cauca, Colombia.

146-161

Vigencia y pertinencia del pensamiento de Hannah Arendt: sus aportes sobre el totalitarismo • Álvaro Díaz Gómez–Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia/ Universidad de Manizales, Colombia; Cristina Sánchez Muñoz– Universidad Autónoma de Madrid, España.

164-171

Presentación

Natalia Rubio Vanessa Gómez

Dossier

María Margarita Malagón-Kurka Sergio Paolo Solano Camilo Quintero Toro Ana María Mora Daniela Griselda López Fernando Estrada Pilar Mendoza Javier Alfonso Racero-Casarrubia Carlos C. Vidal Oscar D. Ruíz Jesús Ballesteros C. Gastón Julián Gil Jairo Tocancipá Falla

Documentos Álvaro Díaz Gómez Cristina Sánchez Muñoz

Bogotá - Colombia

Documentos

diciembre 2008

ISSN 0123-885X

ISSN 0123-885X

16-33 diciembre 2008

Dos lenguajes contrastantes en el arte colombiano: nueva figuración e indexicalidad, en el contexto de la problemática sociopolítica de las décadas de 1960 y 1980 • María Margarita Malagón-Kurka – Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

Lecturas

Joanne Rappaport Renzo Ramírez Bacca Catalina Uribe

Lecturas Myriam Jimeno–Juan Gregorio Palechor: historia de mi vida • Joanne Rappaport, Georgetown University, Estados Unidos.

174-177

Una comprensión sobre el impacto y transformación de la caficultura colombiana en los años 90. Reseña del libro de John Jairo Rincón García– Trabajo, territorio y política: expresiones regionales de la crisis cafetera, 1990-2002 • Renzo Ramírez Bacca, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, Colombia.

178-181

La importancia del contexto de la moral y del lenguaje en la valoración de los actos: lectura del libro – Historia de la ética de Alasdair Macintyre • Catalina Uribe, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

182-189 Pp.1-208 $15.000 pesos (Colombia)

Temas varios


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