Revista de Estudios Sociales No. 4

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Editorial Felipe Castañeda, Director del Departamento de Filosofía, Universidad de los Andes Una sociedad no asume un determinado saber como relevante si no le es necesario en algún sentido. Esa necesidad se manifiesta de múltiples formas; estas pueden ir desde el concejo para la solución de sus problemas, la transmisión de valores éticos y estéticos, modos de ser, habilidades y conocimientos que son requeridos para poderse mantener, desarrollar y no perder su identidad y su legitimidad, hasta el mero gusto o disgusto de permitírselos en razón del reconocimiento de la fuerza de la inercia de las tradiciones, de las culturas o de las modas. Resulta claro que afirmaciones de este tipo requieren de hecho aclaraciones, dada la ambigüedad propia de los términos "sociedad" y "necesidad", pero también porque el diverso desarrollo de nuestros saberes sociales dificulta plantear juicios de carácter general sin caer en equívocos o superficialidades. Sin embargo, permiten y sirven como motivación para formular esta preocupación: Contamos con bastantes programas de pregrado y maestría que tienen como objetivo formar en las distintas disciplinas sociales, con diversos tipos de instituciones, académicas y no académicas, que adelantan investigaciones referidas a lo social, así como con cierta tradición que indica que el país cuenta con comunidades académicas en ciencias sociales, si no consolidadas, por lo menos en vías de llegar a serlo. En otras palabras, parece en principio que las distintas ciencias sociales están en capacidad no sólo de hablar sobre los asuntos sociales en general, sino de incidir en algún sentido sobre los mismos. No obstante, ciertos indicadores de la relación entre la academia y la sociedad tienden a señalar lo contrario: la precariedad de los apoyos financieros estatales y privados para la inversión en investigación sobre asuntos sociales, el poco o nulo reconocimiento social y estatal del valor de lo que en principio saben los académicos sobre los problemas sociales, la necesidad muy sentida de continuar con la formación de los egresados en disciplinas sociales de las universidades en medios extra académicos, el énfasis desproporcionado de la academia en la transmisión de conocimiento frente al de su generación, así como cierta esquizofrenia entre la producción académica y el medio social. Sin pretender ofrecer una explicación de esta situación, lo anterior puede estar relacionado con dos maneras relacionadas mutuamente de concebir tanto la neutralidad académica como el conocimiento en general, que le darían piso a cierto tipo de actitud académica que hace posible un eventual desfase entre lo que es relevante para una sociedad y las instituciones que encarnan su saber sobre asuntos sociales. La neutralidad académica no se puede entender sencillamente como una especie de ideal que implica la posibilidad de estar al margen de los diversos intereses y factores sociales, de tal manera que se genere y transmita conocimiento independientemente de los vaivenes y presiones de la realidad política, económica, social y cultural. Por el contrario, se trata más bien de una posición privilegiada que conlleva compromisos frente al medio social que precisamente le permite esa condición especial, así como por analogía la neutralidad de un arbitro en un partido no se piensa como un mero estar por fuera del juego, ni tampoco por la pretensión de asumirse como redentor. Además, este ideal de neutralidad "ascéptica" se deja hermanar de manera natural con una concepción tradicional del conocimiento que, en términos generales, sostiene que su función principal consiste en representar a 5


la realidad, de tal forma que un cuerpo de conocimientos se valida si efectivamente corresponde con ciertos hechos a partir de sistemas de leyes generales o de teorías. Lo anterior justificaría la existencia de instituciones encargadas de ser "espejos" aislados de lo social. Sin embargo, excepcionalmente alguien se mira en un espejo para corroborar si el reflejo coincide con lo reflejado. En otras palabras, los conocimientos, y particularmente los sociales, normalmente presentan una dimensión práctica que no conviene desconocer: la forma como refleje lo social, lo que se decida reflejar, el momento en el que se lo haga, entre otras variables, no son sólo determinaciones de carácter epistemológico, sino factores que indican y establecen de por sí cierto tipo de relación frente al medio en el que se generan. Por otro lado, suponer que los saberes sociales tengan principalmente la mencionada función representacional, no deja de ser cuestionable. En muchos casos comprender un fenómeno social no significa estar en capacidad de subsumirlo bajo una ley de carácter hipotético. El derecho es un buen ejemplo de lo anterior. Las normas jurídicas no describen hechos, sino que constituyen la forma de entenderlos, hacen que una determinada conducta se entienda como delictiva o no, etc. De ahí que se trate de saberes que se estructuran en función de razones, es decir, que pretenden justificar ciertos acontecimientos, o evaluarlos en función de principios preestablecidos, o determinar su corrección, o facilitar su aceptación por parte de la sociedad. Y esto implica en términos generales asumir posiciones frente a lo social. Sin embargo, la discusión y adecuado planteamiento de estos asuntos requiere de una actualización de la historia de las ciencias sociales en el país para poder tomar cuerpo, ya que gran parte de la conciencia sobre las relaciones entre saber y sociedad se hace posible precisamente por ella. Este cuarto número de RES continúa la publicación de trabajos relacionados con el tema mencionado. En el anterior aparecieron aportes sobre la historia en el país de la geografía, la antropología, la filosofía, la psicología y la economía principalmente. El presente número recoge, en el Dossier, cuatro aportes sobre la historia de la historia, de la sociología, de la ciencia política y de los estudios en comunicación en Colombia, que complementan así el panorama de las ciencias sociales en Colombia hasta el día de hoy. De nuevo, los autores (Jorge Orlando Melo, Álvaro Camacho y Nora Segura, Gabriel Murillo y Elisabeth Ungar, Jesús Martín-Barbero y Germán Rey, respectivamente), representan, por su trayectoria y vida académica, conocedores de cada una de sus disciplinas. En la sección Otras Voces, Femando Viviescas indica las razones por las cuáles los estudios sobre urbanismo deberían tener ya un reconocimiento y Gustavo Hernández delimita el campo de las políticas públicas y muestra como no se ha logrado constituir un ámbito académico diferenciado en el país. Carolina Izasa, para rescatar las voces de los estudiantes, examina un camino alternativo para llegar al tema de los derechos humanos: la literatura. En el Debate se recogen las opiniones de académicos jóvenes, que contestan las mismas preguntas del Debate del número 3 y, por los mismos, permiten comparar las visiones generacionales sobre las disciplinas. En la sección Documento se publica, el interesante texto de Bernardo Kliksberg acerca de la participación. Como siempre, en las lecturas se intenta recoger comentarios críticos sobre libros de reciente aparición.

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Medio siglo de historia colombiana: notas para un relato inicial Jorge Orlando Melo* En este trabajo el autor hace un recorrido siguiendo el estudio de la historia en Colombia, desde su surgimiento hasta los actuales debates e investigaciones, incluyendo la discusión sobre su carácter científico y las tendencias posmodernas. Se contempla el desarrollo de la disciplina en las universidades y medios académicos, así como en el aumento progresivo de publicaciones y su evolución temática. De manera general se logra construir con bastante concisión una historia de la Historia en nuestro país, que permite sopesar los vacíos y fortalezas de esta disciplina.

La historia entre la ciencia y la política. La historia es una ciencia difícil de conceptualizar: se mueve en un espacio fronterizo entre las ciencias sociales y las humanidades. En cuanto ciencia social, su estatuto epistemológico es incierto: ¿debe buscar su solidez en la adopción de los principios y fundamentos propios de las ciencias sociales, y aspirar a desarrollar un saber basado en leyes y regularidades, en cierto modo afín a las ciencias naturales, o su única posibilidad de ser reconocida como ciencia depende de la definición de un tipo especial de conocimiento, cuyas operaciones de aprehensión de la realidad se apoyan, más que en la ley y la búsqueda de la generalidad, en la comprensión, la interpretación, la descripción, delgada o profunda, o la tipificación? En cuanto rama de las humanidades, es una forma de conocimiento en el que la forma narrativa que predomina en su estilo de exposición la acerca a los procedimientos de la literatura, a una retórica particular que parece ajena a la ciencia y justifica muchas de las argumentaciones que, en años recientes, reducen la historia a un discurso indemostrable y en buena parte arbitrario. Un debate amplio sobre estos temas no se ha dado nunca en Colombia, aunque los historiadores han usado con prolijidad argumentos provenientes de una y otra vertiente. Sin embargo, independientemente de que pueda argumentarse sólidamente el carácter científico de la ciencia, la primera comprobación que vale la pena hacer, al intentar ofrecer una imagen de conjunto de las formas que ha adoptado la historiografía colombiana en los años posteriores al restablecimiento democrático de 1958, es que, al menos hasta ahora, ha dominado la idea de que la historia es una práctica científica, y que la adopción de procedimientos y métodos científicos diferenciaba las nuevas formas de trabajo histórico de los tipos de narración histórica que caracterizaron la historiografía tradicional o académica. La historia hecha en las universidades a partir de la década del sesenta, la , historia recogida en las nuevas revistas académicas, de una u otra forma reivindicaba su carácter de conocimiento objetivo y verificable y su inscripción en el mundo de las ciencias sociales.

* Historiador, director de la Biblioteca Luís Ángel Arango.

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La tensión entre lo que vino a conocerse como "nueva historia" e historia académica fue por ello uno de los elementos centrales del desarrollo de la disciplina histórica: los "nuevos historiadores" -que en general, aunque con algunas excepciones, eran los historiadores que trabajaban en las universidades-, se sentían miembros de un grupo que seguía procedimientos rigurosos y metodologías sólidas, mientras que veían a los historiadores académicos como aficionados dedicados a una práctica histórica elemental, de un empirismo ingenuo, guiada por curiosidades frívolas usualmente motivadas por el origen familiar o por el interés de promover valores sociales entre los lectores, más que por el de conocer verdaderamente el transcurso de nuestra historia. Mientras tanto, los historiadores ajenos a la universidad tendieron a ver en los nuevos historiadores un grupo aún más empeñado que ellos en una prédica ideológica, en la medida en que los identificaron con posiciones políticas radicales o revolucionarias, y asumieron con vigor la defensa de supuestos valores tradicionales del país, amenazados por las visiones económicas o sociales de nuestro pasado. Esta tensión -que sólo en muy contados momentos se convirtió en confrontación abierta, y que estuvo matizada por la existencia de múltiples puntos de contacto y encuentro-, encontraba su sentido en los rasgos básicos del proceso político colombiano entre 1957 y los ochentas: los sectores académicos más activos en las universidades, docentes o estudiantes de las áreas de ciencias sociales, compartían un diagnóstico político que consideraba profundamente injusta la sociedad colombiana y predicaba su transformación radical. La historia, al adoptar una metodología científica, descubría las estructuras profundas de nuestro desarrollo y al hacerlo contribuía a crear herramientas para su transformación. Para algunos historiadores y lectores, más vinculados a las organizaciones políticas, la historia podría llegar a ofrecer incluso, al caracterizar adecuadamente el país, al definir su carácter feudal o capitalista, guías concretas para la acción. Para otros la función de la historia, aunque hacía parte de un proceso de crítica cultural, no podía llega; tan lejos: en vez de ello los historiadores críticos, al reelaborar el pasado del país, construían una visión que, en la misma medida en que era más exacta, superaba los mitos y las formas de manipulación que hacían de la historia académica una herramienta en manos de los grupos dirigentes. Una sociedad con conciencia histórica, era el supuesto, podría escoger en formas más libres sus alternativas políticas, podía elegir su destino superando los condicionamientos

del pasado1. La profunda crisis de los proyectos políticos de izquierda ha tenido sin duda efectos muy notables sobre este proceso, y el trabajo histórico de la última década parece moverse en un terreno totalmente diferente al que existió en los años de relativo predominio de la "nueva historia". Al perderse la visión del papel de la historia en el cambio social, el elemento que creaba tensión entre un polo científico y un polo académico se debilitó. Mientras que muchos historiadores formados en los sesentas y setentas siguen haciendo una práctica histórica que todavía se inspira en los modelos de esos años, aunque en buena parte desprovistos de sus aristas más combativas, las nuevas generaciones parecen bastante alejadas de cualquier perspectiva política y no comparten los viejos paradigmas de interpretación ni enfrentan los mismos problemas analíticos2. Pero si ideas como la de la "historia total", la historia como ciencia social, la pretensión del historiador de representar una realidad independiente de la estructura del discurso que elabora, ya no obtienen el consenso, tampoco se han consolidado paradigmas alternativos. Coexisten, muchas veces como capas generacionales, corrientes y orientaciones diversas, los temas investigados son cada día más variados, hasta el punto de que es difícil hoy decir qué define la historia como disciplina o como práctica académica hacer parte de un departamento de historia en la universidad, estudiar el pasado, parecen ser los únicos rasgos de identidad-, la tradicional relación de la investigación histórica con unos procedimientos de validación documental parece haberse debilitado radicalmente y los historiadores escriben cada vez más para un público conformado por ellos mismos, en la medida en que las ambiciones de influir el proceso social se han debilitado,

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La primera visión provenía de lecturas que he llamado positivistas del marxismo: la idea de que el conocimiento histórico permite definir fas leyes que rigen el cambio social y en esa medida permite prever las transformaciones del futuro. La segunda se apoyaba en general en vertientes críticas del marxismo, de Sartre y Marcuse a Gramsci. Entre los historiadores marxistas, Pierre Vilar parecía más afín al primer planteamiento, mientras que Edward Thompson o Raymond Williams ofrecían argumentos a la visión más cultural del marxismo.

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Por supuesto, existen excepciones a esto. Pero aunque muchos historiadores mantienen su fidelidad a una perspectiva alternativa a través de la elección de temas vinculados a las luchas populares o al conflicto social son pocos los que hacen explícito su compromiso con una visión revolucionaria o marxista. Para una excepción interesante, véase Renán Vega Cantor, Colombia entre la democracia y el imperio aproximaciones históricas a la turbulenta vida nacional del siglo XX, Bogotá, D Buho, 1989. Allí hay un vigoroso debate con los representantes más conspicuos de la nueva historia, cuyas afirmaciones

no

es

posible

debatir

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aquí.


para quedar en manos de politólogos y violentólogos. La multiplicidad de tendencias y su carácter todavía embrionario hace muy difícil captar el sentido de lo que está ocurriendo actualmente entre los historiadores. Por otra parte, estos cuarenta años finales del siglo han visto una expansión muy notable de los volúmenes de producción del área: ahora existen cuatro o cinco revistas académicas especializadas, se elaboran decenas de tesis de pregrado y postgrado al año, los libros de tema histórico proliferan. Nadie puede pretender conocer siquiera una parte significativa de esta producción, y por ello el lector de estas notas debe aceptar que se basen en el desordenado muestreo de un lector habitual de textos del área, que inevitablemente prefiere dedicar su tiempo de lectura a las áreas que más le interesan y a los autores que cree más interesantes, sugestivos o sólidos.

La historia académica Durante la primera mitad del siglo XX la escritura histórica colombiana estuvo dominada por lo que se ha denominado la historia académica: un trabajo centrado en la historia militar y política, con énfasis en los períodos del descubrimiento, conquista e independencia, dominado por una concepción moralista y de educación cívica de la historia, que llevaba a privilegiar las biografías de figuras con rasgos heroicos o ejemplares, desarrollado con una perspectiva metodológica relativamente ingenua y basada en la visión de que la realidad histórica existe independientemente del historiador, que la encuentra y narra con base en el testimonio del documento, y escrita ante todo por aficionados, usualmente vinculados a familias destacadas en el acontecer político nacional o regional. Las academias de la historia, regionales o nacionales, congregaban a la mayoría de estos historiadores, y en sus boletines y revistas se publicaban sus trabajos. Su visión histórica se difundía al público general a través de la prensa y las revistas, y sobre todo por la adopción simplificada de sus versiones por el sistema escolar, a través de los manuales de estudio. Los manuales, en I cierto modo, constituían la culminación lógica de su esfuerzo: mediante ellos se cumplía la función formadora

de la historia, que debía expresarse en la promoción de valores morales y comportamientos cívicos entre la población. Desde 1910, cuando había ganado el concurso convocado con ocasión del primer centenario de la declaración de independencia, la Historia de Colombia de José María Henao y Gerardo Arrubla representaba el mejor ejemplo de estos textos escolares y era el más usado de todos, aunque los de Julio César García, entre los laicos y más neutrales, y Rafael Granados y Justo Ramón entre los religiosos, lograron también amplia difusión. En todos ellos predominaba la narración de los hechos heroicos de la conquista, que había traído la civilización, la lengua y la religión al país, y de las peripecias de la independencia, que había consolidado una nación pacífica, progresista y bien gobernada: el recuento de los actos de cada administración era un elemento central en la organización de estos materiales. La visión crítica se reducía a ocasionales lamentaciones sobre los excesos de uno u otro partido, o sobre la arrogancia de algún caudillo que había tratado de romper el orden democrático3. Esta visión predominaba en forma muy clara, y aunque algunos historiadores podían romper los marcos de una definición muy estricta, eran pocas las excepciones. Las que vale la pena subrayar son las que, al romper las camisas de fuerza de la temática o la simplicidad metodológica, se distanciaron de la historia académica. El libro de Luís Eduardo Nieto Arteta, Economía y Cultura en la Historia de Colombia, publicado en los últimos días de 1941, constituyó el primer intento de aplicar una metodología de orientación marxista para comprender el pasado colombiano. Nieto Arteta se enfrentaba conscientemente a lo que veía como una historia que debía superarse -"la historia colombiana 3 Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, Historia de Colombia, Bogotá 1911. Una breve caracterización de la historia académica se encuentra en mi artículo "Los estudios históricos en Colombia: situación actual y tendencias predominantes" (1969), reeditado en Historiografía Colombiana, realidades y perspectivas, Medellín, Seduca, 1996. Sobre el texto de Henao de Arrubla, véase Bernardo Tovar, "El pensamiento historiador colombiano sobre la época colonial", en ACHSC, No. 10, Bogotá, 1982, y sobre todo Germán Colmenares, "La batalla de los manuales en Colombia", en Michael Rickenberg (comp.), Latinoamérica enseñanza de la Historia, libros de texto y conciencia histórica, Buenos Aires, Alianza Editorial y Flacso, 1991. Colmenares señala que el texto equilibraba la visión conservadora "que ponía énfasis en la empresa de cristianización y en la misión civilizadora de Europa en los periodos de la conquista y la colonia, con la insistencia liberal en el periodo de la independencia". El libro del conservador Julio César García, publicado en 1942, mantiene la neutralidad y tolerancia partidistas, a pesar de los agudos enfrentamientos entre el liberalismo y el conservatismo durante el gobierno de Alfonso López.

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está por hacer", decía en una carta de 1938-, y ofrecía una visión en la que la economía, usualmente ignorada, tenía una función central en la interpretación del pasado4. En los años siguientes otras obras empezaron a modificar en diversas direcciones la metodología de la investigación histórica. En 1944 Juan Friede hizo un trabajo temprano de etnohistoria, El indio en lucha por la tierra, y en 1949 Guillermo Hernández Rodríguez, uno de los primeros dirigentes del Partido Comunista de Colombia, publicó su libro sobre las sociedades indígenas. Mientras tanto, un joven historiador, Indalecio Liévano Aguirre, había publicado una biografía en muchos sentidos novedosa, la de Rafael Núñez. Tres o cuatro libros en una década no parecen mucho. Pero son señales de un cambio que tenía otras manifestaciones, como la presencia de profesores europeos con formación histórica sólida en la Escuela Normal Superior y la Universidad Nacional (Gerhard Masur y José María Ots Capdequi, quien hizo uno de los primeros usos sistemáticos de la documentación del Archivo Histórico Nacional), y que sin duda se expresaba en una insatisfacción amplia aunque difusa, entre los intelectuales, con el estado de la historiografía colombiana.5 Sin embargo, el interés por la investigación histórica era marginal, y los 1000 ejemplares de la primera edición del libro de Nieto Arteta tardaron casi veinte años en venderse. Lo mismo ocurrió con otra obra, de calidad sorprendente, y que colocaba en el centro de la investigación el problema del crecimiento industrial del país: el libro de Luís Ospina Vásquez6. Aunque el libro no tenía ninguna influencia marxista, la seriedad con la que se abordó el tema económico y la solidez de la investigación lo convirtieron, años después, en uno de los libros favoritos de los jóvenes historiadores de inclinación

4 Una caracterización de la obra de Nieto puede verse en Melo, "Los estudios históricos..." El estudio más sólido sobre este libro es el de Gonzalo Cataño, "Un clásico de la historiografía nacional: Economía y cultura de Luis Eduardo Nieto Arteta", en Historia Crítica, No 15, Bogotá, 1977. El libro había sido ya publicado en gran parte, a partir de 1938, en periódicos bogotanos. Cataño destaca, además de la influencia marxista, que incluía a José Carlos Mariátegui, la de José Ingenieros. 5 Los libros citados son Juan Friede, El indio en lucha por la tierra, Bogotá, 1944; Guillermo Hernández Rodríguez, De los Chibchas a la Colonia y a la República, Bogotá, 1949; Indalecio Liévano Aguirre, Rafael Núñez, Bogotá, 1943. Ots Capdequi publicó Aspectos del siglo XVIII español en la Nueva Granada. En los textos de Hernando Téllez, de Baldomero Sanín Cano e incluso de Germán Arciniegas, quien elogió en 1942 el libro de Nieto Arteta por su orientación marxista, se advierte este descontento con la historia más convencional. 6 Luis Ospina Vásquez, industria y Protección en Colombia 18101930, Medellín, 1955.

marxista. Sin embargo, se publicó durante la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, en un período de relativo encerramiento cultural, y la filiación conservadora de su autor puede haber alejado a los lectores a los que los historiadores antes mencionados habían preparado para una nueva orientación. Pero entre sus pocos lectores estuvieron algunos de los jóvenes científicos sociales que se habían formado en la Escuela Normal Superior y en la Universidad Nacional en los cuarentas y que serían los protagonistas de los cambios en la orientación de la disciplina durante los primeros años del Frente Nacional.

La modernización de la historia La caída de la dictadura de Rojas Pinilla, en 1957, creó en forma casi inmediata un nuevo clima cultural e intelectual en el país. Grupos que realizaban su tarea en forma algo subterránea -como la Revista Mito, fundada en 1955, en medio de la dictadura-, salieron a la luz pública. El arte académico fue rápidamente desplazado por el arte abstracto o por nuevas formas de figuración (en 1958 Botero ganó el Salón Nacional de Artistas), y se produjo una gran efervescencia política, creada por la necesidad de consolidar la democracia recién recuperada, y muy marcada por el ejemplo de otros países cuyas dictaduras habían caído, como Venezuela y sobre todo Cuba. En las universidades, que iniciaron un proceso de rápida expansión cuantitativa, los nuevos estudiantes, con una representación mucho mayor de la provincia y de clases sociales medias que antes, encontraban un ambiente en el que la revolución y el marxismo eran el tema de cada día. Ante la crisis de la Normal Superior, que había sido cerrada por el gobierno de Laureano Gómez, para el que era un foco de corrupción, marxismo y coeducación, la Universidad Nacional se convirtió en el centro de formación en ciencia social. En la Escuela de Filosofía y Letras, convertida luego en Facultad, la enseñanza de historia estuvo, desde finales de los cincuentas, a cargo de historiadores de formación profesional como el español Antonio Antelo Iglesias, que dejó entre sus estudiantes una imagen de profesor erudito y exigente, y orientó los primeros trabajos históricos de Germán Colmenares, y de Jaime Jaramillo Uribe, quien dictaba los cursos de Historia de Colombia y Filosofía de la Historia. Jaramillo, graduado de la Normal Superior -en cuya revista reseñó en 1942 el libro de Nieto Arteta-, acababa de regresar de un período de estudio en el exterior, en el que estuvo en Paris y Alemania. Las obras de los historiadores sociales alemanes y sobre todo del grupo de

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Annales, en particular de Bloch, Febvre y Braudel, iban a ser parte de la lectura habitual de sus alumnos. Igualmente promovía el estudio de los historiadores sociales y de la cultura, como Pirenne, von Martín, Trevelyan, Cassirer o Huizinga, y teóricos alemanes de las ciencias del espíritu o de la cultura, como Cassirer, Rickert y Windelband. Conocedor de la sociología alemana, Simmel, Sombart y Weber ofrecían nuevas perspectivas de historia social. Probablemente el momento fundador de la nueva orientación histórica puede datarse con la creación en 1963del Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, cuyo nombre anunciaba una orientación contrapuesta a la historia político-administrativa tradicional. Bajo la orientación de Jaramillo se creó en 1964 la carrera de Historia, independizándola de Filosofía y Letras. Aunque algo se perdía de visión universal -los anteriores estudiantes de historia, como un simple énfasis dentro de la carrera de Filosofía y Letras, tenían formación más sólida en idiomas y en filosofía-, esto promovía la especialización, ampliaba el número de cursos de contenido histórico y en particular los relativos a la historia de Colombia. En la vieja facultad de filosofía, mientras se tomaban ocho semestres de historia universal, sólo se tomaba uno de historia de Colombia; la proporción se invirtió casi radicalmente, y además se crearon clases de historia de América y otras historias especializadas, además de un conjunto de seminarios de formación en el trabajo y la metodología históricos. Colmenares, Margarita González y Jorge Orlando Melo se graduaron como filósofos, mientras que entre los primeros graduados de la carrera de historia estuvieron Hermes Tovar, Jorge Palacios y Víctor Álvarez. Mientras esto ocurría, en la facultad de sociología, orientada por Orlando Fals Borda, el profesor de historia era Juan Friede, a quien debe considerarse también como un representante de un estilo nuevo de investigación histórica, y quien había tenido problemas por sus posiciones políticas durante el gobierno conservador. La existencia de una formación profesional para historiadores, en la que los alumnos se familiarizaban con métodos exigentes de análisis del documento, utilizaban el Archivo Nacional, y conocían la literatura histórica contemporánea, coincidió con procesos culturales externos que reforzaron el impacto de las nuevas corrientes. La euforia por la caída de la dictadura, el impacto de la revolución cubana sobre los sectores más radicales del liberalismo o sobre los simpatizantes del socialismo contribuyeron a una radicalización acelerada de los sectores de estudiantes que estaban engrosando

una universidad que se abría en forma amplia a capas sociales medias. La misma universidad inició un proceso de desarrollo y crecimiento cuantitativo que se expresó en la creación de los campus de las universidades regionales, como la del Valle y la de Antioquia, y en un proceso de ampliación y reforma en la Universidad Nacional, que elevó súbitamente el número de profesores de tiempo completo y alteró el viejo sistema de facultades para dar prioridad a los departamentos, a los que se atribuía ante todo funciones de investigación. En este contexto, la historia adquirió fuerte visibilidad como elemento de cultura política y de debate social. La primera señal de esto la dio el éxito de la serie de Indalecio Liévano Aguirre, "Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia", publicada en la revista La Nueva Prensa en 1961. Su acogida entre los lectores llevó a una edición en libro, que llegó a la entonces impensable cifra de 10.000 ejemplares. (En un país que tenía unos 20.000 estudiantes universitarios). El gran éxito mostraba la aparición de un nuevo público para la historia, que esperaba algo diferente a la historia académica. Esperaba ante todo, creo, una cierta visión de compromiso social, un cierto carácter de desafío frente a la historia oficial. Sin embargo, de entrada los historiadores más profesionales, así se sintieran afines a los proyectos políticos de Liévano Aguirre (que para entonces era un importante ideólogo del Movimiento Revolucionario Liberal), manifestaron sus desacuerdos con Los grandes conflictos... Jaramillo Uribe, que había sido al mismo tiempo elogioso y muy crítico de Nieto Arteta, tampoco compartía el populismo y la falta de rigor documental de Liévano Aguirre. Una reseña de Germán Colmenares, publicada en 1961 en Esquemas, mostró el distanciamiento de los historiadores universitarios con la obra de Liévano, que mantuvo a partir de entonces un gran seguimiento entre los universitarios, pero un rechazo entre los que se vinculaban profesionalmente con la historia. En 1964 apareció el libro de Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Era un trabajo extraordinario, de una calidad muy superior a cualquier otro trabajo histórico anterior, solamente comparable con Industria y Protección. Sin embargo, se publicaba en un momento en el que la mayoría de los estudiantes y recién graduados dedicados a la historia se interesaban por una historia más comprometida con la visión política. Por ello, aunque Jaramillo estaba formando a la mayoría de los historiadores, estos mismos se distanciaban aceleradamente de él, más que todo por razones ideológicas, y la historia de las ideas fue un área en la

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que pocos lo siguieron. Por ello, creo que pocos de los historiadores formados en los sesentas hubieran leído este libro. Colmenares, en su obra sobre partidos políticos y clases sociales, que fue su tesis de doctorado como abogado, presentada en la Universidad del Rosario en 1962 y publicada en 1965 y 1966 en el Boletín Cultural y Bibliográfico7, no menciona ni una sola vez a Jaramillo Uribe, a pesar de la afinidad de los temas. Sin duda había leído los capítulos y textos que se publicaron en Eco y otras revistas, pero no se sintió obligado a revisar un texto ya escrito y realizar un diálogo con el pensamiento y las interpretaciones de Jaramillo, metodológicamente pertenecientes a la historia de las ¡deas, con sus análisis de influencias y semejanzas. Colmenares quería plantear una historia más cercana a la recepción de las ideas, a partir de intereses y configuraciones políticas locales, algo que viera en qué medida las formas de pensamiento y representación se volvían herramientas al ser adoptadas por razones diversas por los grupos sociales locales8. Por otra parte, los cambios en la estructura universitaria favorecieron a los universitarios recién graduados. Por una parte, las posibilidades de estudio en el exterior se habían ampliado substancialmente, y muchos, apoyados en becas o comisiones de estudio, pudieron utilizarlas. A Paris, donde estaba el centro de influencia de Annales, en busca de Fernand Braudel o Pierre Vilar, viajaron Colmenares y años después Álvaro Tirado; a Chile, donde enseñaban discípulos de Braudel, fueron Colmenares y HermesTovar. Otros fueron a Estados Unidos, Sevilla o México. A su regreso al país, las universidades pudieron vincularlos a la docencia: en todas partes aumentaba el profesorado de tiempo completo, las ciencias sociales estaban en auge y dentro de las ciencias sociales era necesario dictar cursos de historia. Incluso en algunos casos, como en la Universidad

de los Andes, se organizaron programas de investigación, que pretendían conducir a la utilización amplia de los archivos y a ambiciosos programas de ediciones de documentos9. Al regreso de los estudios en el exterior comenzó la primera presencia de libros de estos historiadores. Germán Colmenares publicó, al regresar de París en 1964, su Partidos Políticos y Clases Sociales, y al volver de Chile en 1969, Las Haciendas de los Jesuítas. Margarita González, el Resguardo en el Nuevo Reino de Granada y HermesTovar su trabajo sobre los chibchas. Aunque los niveles de producción de los historiadores académicos eran aún incipientes, y las publicaciones de las academias eran aún más numerosas, la autodefinición como un grupo diferente, a partir de la crítica de la historia académica fue temprana. Una de las primeras caracterizaciones polémicas de la "versión oficial de la historia", la hizo Germán Colmenares en Partidos Políticos y Clases Sociales, publicado por capítulos a partir de 1965 en el Boletín Cultural y Bibliográfico de la Biblioteca Luis Ángel Arango. La reconstrucción histórica está sometida en Colombia a las reglas de un empirismo bien probado pues se escamotea de antemano todo intento de interpretación. Los hechos no trascienden jamás la versión oficial del documento que los contiene. El investigador reduce de ordinario su tarea a hilvanar documentos de prosa oficial y a traducirlos a prosa cotidiana. Este procedimiento, familiar a todos aquellos que han leído un manual escolar, da como resultado la enumeración interminable de actos oficiales

7 No conozco el texto de la tesis, y por lo tanto no puedo evaluar qué tanto cambio el texto final entre 1962 y 1965 tampoco he

Allí critica además el predominio de una visión de la historia como relato de las funciones burocráticas del Estado, la emisión de juicios de valor, el sometimiento a la tradición partidista, y concluye que "el análisis de la imagen petrificada de la historia que ofrecen los manuales escolares podría conducirnos a examinar otros aspectos que se deriven de su carácter didáctico, de su tendencia apologética y de su falta absoluta de

comparado sistemáticamente el texto del Boletín con el de la primera edición en libro.

9 Germán Colmenares y Jorge Orlando Meló prepararon para la

8 Por lo demás, las divergencias entre los discípulos y el maestro fueron tempranas y substanciales. Un ejemplo es el tema de la

Universidad de los Andes, en 1966, tres volúmenes de documentos históricos que deberían servir para que todos los estudiantes se

población indígena en el momento de la conquista, que para Jaramillo no llegaba al millón de habitantes. Friede, Colmenares,

familiarizaran con los documentos originales en el proceso de su formación (lecturas de Historia Colonial, 1966). Y en 1968

Tovar y Meló se inclinaron por cifras substancialmente mayores.

Colmenares y Margarita Gonzáles publicaron las fuentes para la historia del trabajo, que debía ser el primer volumen de un esfuerzo tan ambicioso como el Silvio Zavala en México. El segundo viaje de Colmenares a Paris y la negativa de la Universidad a vincularlo nuevamente, en 1971, tuvieron que ver con las dificultades de este proyecto. Jaime Jaramillo propuso en varias ocasiones la creación de un instituto de investigaciones históricas en la Universidad Nacional, pero nunca logró el respaldo institucional necesario.

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imaginación". Antes, en 1964, Juan Friede había publicado en el mismo Boletín Cultural un texto en el que defendía la historia social y económica y criticaba la historia académica10. De estas manifestaciones, que se reducían a caracterizar y criticar la historia convencional, a la afirmación de que se estaba haciendo un trabajo diferente claramente definido no había gran distancia. El artículo publicado por Jorge Orlando Melo en 196911, señalaba ya algunos elementos de identificación positiva: los historiadores que se contraponían a la historia académica, y que incluían tanto los formados en la Nacional como economistas y sociólogos de diferentes proveniencias, compartían una visión teórica compleja, el interés por la historia económica, social y cultural, la apertura a las ciencias sociales, la definición como historiadores profesionales y el hecho de dirigirse a las nuevas capas intelectuales conformadas alrededor de las universidades. Aunque no se atribuía ninguna identidad metodológica, se señalaba el peso de la influencia de escuelas como el marxismo, Annales y la New Economic History: no se trataba de un grupo, de una escuela, de una corriente unificada, sino simplemente del proceso de surgimiento de la historia como disciplina con pretensiones de ciencia. En este sentido, el proceso que se estaba dando en la disciplina histórica era sin duda paralelo al que estaba ocurriendo en sociología, alrededor de Orlando Fals Borda y al que había ocurrido, casi dos décadas antes, en la antropología, alrededor de Paul Rivet y el Instituto Etnológico Nacional. Los historiadores, sin embargo, disfrutaron de algunas circunstancias favorables para una divulgación mucho mayor de sus resultados y para lograr un impacto aparente más fuerte. La historia tenía un estatus privilegiado en las visiones marxistas de la sociedad, tanto como la economía política. Esto ayudo a convertir al público políticamente motivado en público lector de la disciplina. Por otra parte, los historiadores tuvieron un papel importante en la conformación de una red de editoriales pequeñas que comenzó en 1968 con la Oveja Negra y se amplió rápidamente a otros proyectos similares. Los éxitos editoriales de algunos proyectos y la tolerancia de las divergencias metodológicas que caracterizó desde el comienzo a los historiadores, facilitaron luego la elaboración de proyectos colectivos de divulgación, que representaron uno de los rasgos

sociales distintivos del desarrollo de la historia durante las décadas siguientes12. En forma paralela al interés en la economía derivado de las perspectivas marxistas, se desarrolló un área de investigación en historia económica que respondía también a visiones menos políticas. En la Universidad de os Andes se hicieron tesis de grado como las de Darío Bustamante y Luís Fernando Sierra13, en buena parte bajo a orientación de Álvaro López Toro, quien había publicado en 1968 su Migración y Cambio Social en Antioquia durante el siglo XIX. Miguel Urrutia había publicado un poco antes su tesis sobre historia del sindicalismo (1968)14. Pero lo que puso de moda la economía fue el éxito editorial de los Estudios sobre el Subdesarrollo Colombiano -un buen ejemplo de la historia conceptual que esperaban los activistas políticos-de Mario Arrubla, cuya primera edición en libro (había sido escrita en 1962 y 1963) salió en 1968, y la publicación, en 1970, de los Apuntes para una Historia Económica de Colombia de Álvaro Tirado Mejía, Convertido a partir de 1971, con el nombre de Introducción a la Historia Económica de Colombia, en un bestseller que transformó los contenidos de la enseñanza secundaria y universitaria en muchos sitios: fue el primer desplazamiento de los manuales tradicionales por un manual que ofrecía una visión radicalmente diferente del pasado colombiano. Los primeros años de la década del setenta fueron difíciles: las universidades públicas, e incluso algunas privadas, vivieron años de intensa agitación estudiantil, de huelgas, conflictos violentos y cierres continuos. Aunque esto estimuló la producción histórica más orientada a la acción política, y el entusiasmo radical permitió la creación y supervivencia de revistas de buena calidad como Cuadernos Colombianos e Ideología y Sociedad, pronto la agitación política y universitaria comenzó a obstaculizar el trabajo académico. Much 12La Oveja Negra fue fundada por Moisés Melo, y entre sus accionistas estuvieron Salomón Kalmanovitz y Jorge Orlando Melo; en La Carreta participó Mario Arrubla. Jorge Orlando Melo y Mario Arrubla fueron editores de la Universidad Nacional entre 1968 y 1971 y publicaron la primera edición de la Introducción a la Historia Económica de Álvaro Tirado, así como obras de Jaime

10 "La investigación histórica en Colombia" en Boletín Cultural y

Jaramillo Uribe y otros historiadores. Un temprano trabajo histórico en el que participaron historiadores de mUy diferente

Bibliográfico, vol. Vil, No 2,1964. 11 Jorge Orlando Melo, "Los estudios históricos en Colombia,

perspectiva ideológica, fueron las Estadísticas Históricas de Colombia, editadas por Miguel Urrutia y Mario Arrubla.

situación actual y tendencias predominantes", en Revista UN, No. 2, Bogotá, 1969.

13Darío Bustamante, "Efectos del papel moneda durante la regeneración", en Cuadernos Colombianos No 7, Medellín, 1974; Luis Fernando Sierra, El tabaco en la economía colombiana del siglo XIX, Bogotá, 1971. 14 Historia del Sindicalismo en Colombia, Bogotá, 1979.

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tiempo se dedicaba a esfuerzos por manejar, reorganizar, reformar o simplemente abrir la universidad, y varios de los historiadores se vincularon a la administración universitaria. Los que se mantuvieron alejados de esto, como Germán Colmenares, mantuvieron la mayor productividad, y en cierto modo la década del setenta es, desde el punto de vista científico, una década dominada por el trabajo de este historiador. Entre 1970 y 1979 publicó tres libros fundamentales: la Historia Económica y Social de Colombia 1537-1719, Cali: Terratenientes, mineros y comerciantes y Popayán: una sociedad esclavista 1680-1800. Sin embargo, en estos años se publicaron algunos otros textos importantes, como el libro de Jorge Palacios sobre la trata de esclavos, el libro de Marco Palacios sobre el café, el estudio sobre la conquista de Jorge Orlando Melo y el libro de Gerardo Molina sobre la historia del partido liberal15. En general, la producción de los historiadores profesionales y de economistas y sociólogos dedicados al estudio histórico estuvo orientada a hacer una historia económica de fuerte orientación social e institucional. Se hicieron, es cierto, algunos esfuerzos de reconstrucción de series cuantitativas, como las referentes a producción colonial de oro o a pago de diezmos, pero el énfasis estaba en las estructuras económicas y en los procesos sociales que las acompañaban. La historia política, que se identificaba con los rasgos negativos de la historia tradicional, desapareció casi por completo de la investigación: apenas pueden citarse el libro de Molina sobre el liberalismo, que es ante todo una historia del pensamiento liberal, y el ambicioso intento sociológico de Fernando Guillen Martínez, que no ha tenido ni la discusión ni la influencia que merecería16. Por otra parte, la historia regional, que tenía amplios antecedentes en la historia tradicional, comenzó a reformularse

15 Jorge Palacios, La trata de negros por Cartagena de Indias, Tunja, 1973; Marco Palacios, El café en Colombia (1850-1970); una historia económica, social y política, Bogotá, 1979, Jorge Orlando Melo, El establecimiento de la dominación económica, Bogotá, 1977 y Gerardo Molina, las ideas liberales en Colombia, 3 vols., Bogotá, 1970-1976. Además, Jaime Jaramillo Uribe recogió en un libro algunos de sus artículos de historia social y cultural y se publicaron varias traducciones de autores norteamericanos, como Frank Safford y William Paul McGreevey. 16 Como lo señalé en la apertura del Congreso de Historia de Cali en 1979, era lamentable que un 'Saspécto del pasado nacional cuya reformulación es hoy urgente, ante la persistencia de los más injustificados mitos y ante el uso puramente polémico y partidista que se hace de la historia política siguiera en manos de los historiados menos preparados y menos sistemáticos". "Los estudios históricos en Colombia 1969-1979", en Revista de Extensión Cultural, Universidad Nacional, sede de Medellín, No 9-10,1980-81, pág. 104.

drásticamente, con base en trabajos como los de Colmenares sobre el occidente colombiano. La existencia de un departamento de historia sólido en Cali reforzó esta tendencia, como lo haría desde finales de la década la existencia de los departamentos de Historia de la Universidad de Antioquia y la Universidad Nacional de Medellín. En efecto, desde entonces los trabajos históricos en ciudades diferentes a Bogotá han estado caracterizados por una gran especialización en el estudio de la historia regional o local. En años más recientes, algo similar se ha producido en Santander, alrededor del departamento de historia de la UIS, y en la Costa Atlántica. Quizás valga la pena destacar cómo la práctica histórica colombiana, aunque mantenía cierta atención por los debates que se estaban dando en Europa alrededor de problemas como el del estructuralismo, el humanismo, el papel del sujeto en la historia, la constitución teórica del objeto de las ciencias, etc., se mantuvo bastante cerca de las corrientes que ya hoy habría que llamar más convencionales. Frente a algunos pocos científicos sociales que esgrimieron a Althusser y sus discípulos para objetar los procedimientos supuestamente empiristas de los historiadores, o frente a las estrategias investigativas derivadas de Foucault, hubo al mismo tiempo interés y reticencia. Mientras Althusser y sus seguidores, caracterizados por un estructuralismo radical que parecía contradecir todos los supuestos de la investigación histórica, no tuvieron ninguna acogida entre los historiadores practicantes -aunque si muy grande entre estudiantes y otros grupos, la obra de Foucault comenzó a influir a algunos grupos de investigadores, sobre todo los que comenzaban a trabajar en áreas como historia de la educación y de la ciencia, cuyos resultados comenzaron a conocerse ya en la década siguiente. Un buen ejemplo de la actitud de los historiadores hacia esta polémica puede ser el siguiente texto de Colmenares, en el que hizo una vigorosa crítica de la metafísica antipositivista, de la "propensión libresca por los conceptos puros": Lo propio de la realidad inmediata no es proporcionar el principio mismo de su explicación. De acuerdo. ¿Pero quiere decir esto que tengamos que regresar a explicaciones de tipo metafísico o teológico, construidas sobre la base de confusiones lógicas? Porque lo cierto es que, dado un sistema de explicaciones coherentes, la realidad inmediata no puede ser sencillamente escamoteada. Aún las realidades aparentes, es decir, recubiertas por una ficción ideológica, pueden ser descubiertas -o desveladas- una vez que se acceda a un marco de explicaciones

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más amplio. En otras palabras, toda concepción teórica tiene que ir a los hechos para explicarlos, aún si no se ha partido de ellos. La desvalorización absoluta de los hechos es lo propio de toda concepción teológica o metafísica... Todo el mundo sabe que la elaboración de marcos teóricos se ha convertido en el pasatiempo universitario por excelencia. El marco teórico resulta no ser otra cosa que la búsqueda de un mutuo reconocimiento colectivo de habilidades ergotistas... En el curso de los últimos años, la preocupación por la investigación ha matado a la investigación en Colombia17. A los procesos de institucionalización señalados antes se añadió, en la segunda mitad de la década, la equivoca agrupación de los historiadores universitarios bajo el nombre de "nueva historia". El término, que había sido utilizado en otros países para muy diferentes cosas, fue generado por el título de un libro en el que se seleccionaban trabajos de algunos de los más visibles historiadores universitarios18. Aunque el libro publicaba artículos de las más variadas y hasta contrapuestas orientaciones teóricas, la idea de que se trataba de un grupo homogéneo, de una escuela histórica, se impuso entre el público menos informado, y se reforzó cuando se inició, en mayo de 1977, bajo la orientación de Jaime Jaramillo Uribe, el proyecto del Manuel de Historia de Colombia, dirigido a un público no especializado. Este manual, que era en buena medida una respuesta a la Historia Extensa de Colombia, que desde 1964 publicaba la Academia Colombiana de la Historia, fue publicado en tres volúmenes aparecidos en 1978,1979 y 1980, y tuvo una respuesta muy favorable de los lectores, con excepción de los grupos más tradicionalistas, que la consideraron un ataque a los valores del país, y de los grupos marxistas más ortodoxos: Nicolás Buenaventura anticipó que se trataba de una nueva historia oficial, escrita por historiadores escogidos por el ejecutivo, y que expresaba el triunfalismo provocado por las bonanzas cafeteras y exportadoras; "el capitalismo colombiano se renueva, se siente con ánimo emprendedor y piensa honradamente que es hora de hacer una 'nueva historia'"19

17 Germán Colmenares, "Por donde Comenzar", en Gaceta No 13,1977, pág 7. 18 Darío Jaramillo (ed.), La nueva historia de Colombia, Bogotá, 1977. 19 Estudios Marxistas No 14, Bogotá, 1977. Estas afirmaciones aparecen en una reseña al 'texto tan reaccionario de Melo", a saber "El establecimiento de la dominación española"

El auge de la historia A partir de la publicación del Manual de Historia de Colombia los historiadores vivieron un breve período de auge y reconocimiento social. Las universidades reforzaron su apoyo al trabajo en estas áreas y crearon nuevos departamentos o ampliaron los existentes. En términos de aceptación pública, los años culminantes del desarrollo de la historia fueron probablemente 1985-88, cuando se inundó el mercado con productos editoriales de gran aliento, que trataban de seguir el ejemplo del Manual. Desde 1984 se habían iniciado los trabajos de preparación de una historia, denominada Nueva Historia de Colombia, de Editorial Planeta, y poco después Salvat y la Oveja Negra comenzaron trabajos similares, que condujeron a la publicación, en fascículos, de los trabajos de las dos últimas, entre 1985 y 1987. Planeta decidió aplazar su salida al mercado y publicó la obra en 1988. Podemos suponer que las ventas conjuntas de estas obras pasaron de los 100.000 ejemplares, y quizás más que doblaron esta cifra. Otros trabajos colectivos de estos años fueron Colombia Hoy, la Historia de Antioquia publicada en edición también cercana a los 100.000 ejemplares por El Colombiano de Medellín (1987) y en 1988 en formato de libro, La historia de Bogotá (1988), y la Historia Económica de Colombia obra colectiva coordinada por José Antonio Ocampo, que ganó el premio de ciencia Alejandro Ángel Escobar en 1988: la primera obra histórica en recibir este reconocimiento. En el plano de las monografías investigativas, las publicaciones más notables de los ochentas, en las áreas de historia económica y social las hicieron José Antonio Ocampo, Hermes Tovar, Jesús Antonio Bejarano, Salomón Kalmanovitz, Mauricio Archila, Orlando Fals Borda, Bernardo Tovar, Alberto Mayor y Alberto Aguilera. La historia política comenzó, tímidamente, a revivir: Álvaro Tirado, Gonzalo Sánchez, Carlos Miguel Ortiz y Medófilo Medina hicieron contribuciones importantes al conocimiento de la historia política y la violencia durante el siglo XX. Y la lista podría ampliarse muchísimo: ahora, cada año, aparecían varios libros significativos. A los colombianos se añadieron varios extranjeros, entre los que vale la pena citar, por su especial significación y por esbozar varias modificaciones substanciales en los puntos de vista convencionales, Orden y Violencia: Colombia 1930-1954, un complejo análisis del poder y el Estado en Colombia realizado por Daniel Pécaut. Surgían también

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los primeros estudios de historia de la vida cotidiana, de historia de la mujer, de historia de la infancia. Los modelos teóricos de trabajo seguían siendo previsibles: la historia económica se apoyaba con frecuencia en la teoría de la dependencia, mientras el marxismo parecía irse reduciendo a una orientación metodológica que buscaba ante todo hacer visibles los conflictos de clase y mirar el mundo, en forma a veces algo populista o reivindicativa, desde la perspectiva de los sectores más explotados o marginados de la población. El ideal seguía siendo el de la tradición francesa: una historia total, en la que los procesos políticos o culturales pudieran enmarcarse en las estructuras económicas y los conflictos sociales. Quizás lo más novedoso era el tono cada vez menos ideológico, la visión más desligada de cualquier visión sobre el presente que comenzaba a advertirse en los estudios históricos de las generaciones más jóvenes, y las innovaciones teóricas que sugerían algunos libros de Germán Colmenares, en especial su estudio sobre algunos historiadores hispanoamericanos del siglo XIX: allí comenzaba a advertirse el interés por el análisis de las formas retóricas del discurso histórico, inspirado parcialmente en teóricos como Hayden White, quien tendría, en el mundo norteamericano, una gran influencia en el surgimiento de lo que, simplificando, puede denominarse el paradigma postmoderno de análisis histórico, el "giro lingüístico" de la escritura histórica. Sin embargo, Colmenares, aunque apelaba a los recursos de White, los reinscribía dentro de una visión todavía remota del radicalismo lingüístico que roería la solidez de los discursos históricos algunos años más adelante20. Todos estos trabajos reforzaban los niveles de institucionalización de la historia. De alguna manera, permitieron verificar la transformación que se había dado en la forma de escribir historia y sus alinderamentos ideológicos: Salvat recurrió a un equipo vinculado en buena parte a la Academia de Historia, que dio énfasis a la historia colonial y ofreció una imagen hasta cierto punto hispanista de nuestro pasado, aunque sin lograr-ni buscar, probablemente-, una visión muy homogénea. La Oveja Negra recurrió a un núcleo de historiadores jóvenes cercanos al marxismo, tratando de ofrecer una visión coherente del pasado, que subrayara ante todo las luchas sociales populares: tampoco logró una gran homogeneidad ideológica. La Nueva Historia de Planeta, 20 Colmenares, Las convenciones contra la cultura, Bogotá, 1987. Jesús Martín-Barbero consideró que este texto representaba una "propuesta postmodema". Historia y Espacio, No 14, Cali, 1991.

que se apropiaba en cierto modo de un nombre que cobijaba otros grupos, tuvo una orientación bastante ecléctica y adoptó, voluntariamente, una estructura poco rígida; incluso le dio cabida a varios historiadores vinculados con la historia tradicional y con los que muchos de los colaboradores habían polemizado en otras ocasiones; fue también la primera que acogió a los historiadores vinculados con el Partido Comunista de Colombia, que habían quedado por fuera del Manual dirigido por Jaramillo Uribe. Casi en la misma medida en que estas ediciones confirmaban el grado de institucionalización social de la disciplina, mostraban el acomodamiento al que se había llegado con la realidad del país: ya era evidente que el intento de cambiar radicalmente el país no era más que un débil rescoldo del pasado, que además se mantenía más vivo en los trabajos monográficos que en las obras de síntesis. La institucionalización la reforzó el establecimiento de los Congresos de Historia de Colombia: el primero se realizó en Bogotá en 1977, y el último, el décimo, se hizo en Medellín en 1997: son eventos en los que se presentan rutinariamente más de 100 ponencias, usualmente de investigación, y que permiten el encuentro periódico de los principales historiadores del país y de algunos historiadores del extranjero21. Dentro de la lógica crítica de estas corrientes históricas, uno de los objetivos principales era llegar al público escolar. La transformación que se había producido era radical. El pasado colombiano había cambiado substancialmente. De una historia en la que los 50 años de la conquista y los 30 años de la independencia se ... apoderaban de la totalidad de las páginas del texto escolar, se había pasado a una en la que el privilegio de estos momentos había desaparecido y la historia reciente ganaba terreno. Antes apenas existían la esclavitud, el trabajo forzado de los indios, las encomiendas, las revueltas populares, los artesanos; ahora la historia se detenía en todos estos temas. Antes los temas polémicos se eludían, para evitar la confrontación: ahora las historias estaban llenas de guerras civiles, de violencias, de guerrillas, de errores y mentiras. Como lo dijo Álvaro Gómez Hurtado, los nuevos historiadores habían arrojado montones de basura a la historia del país. Pero todo lo 21 Germán Colmenares hizo en dos ocasiones un balance del desarrollo de la actividad profesional de los historiadores y del desarrollo de la disciplina. Véase "Estado del Desarrollo e Inserción Social de la Historia en Colombia", en Misión de Ciencia y Tecnología, La conformación de comunicación científica en Colombia, Tomo 11, vol. 3, Bogotá, Colciencias, 1990, y "Perspectiva y Prospectiva de la Historia en Colombia", en Ciencias sociales en Colombia, Bogotá, Colciencias, 1991.

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anterior era inocuo si los textos de la enseñanza elemental y secundaría seguían iguales. Sin embargo, era difícil que, con un profesorado que crecientemente compartía las nuevas interpretaciones, pudieran sostenerse los viejos textos. Por ello, no hubo una gran sorpresa cuando en 1983 apareció un texto en el que todos estos temas hacían su entrada, y en el que las ilustraciones incluían fotografías de personajes como Guadalupe Salcedo o Camilo Torres Restrepo. Fue el de Margarita Peña y Carlos Alberto Mora Historia de Colombia (Bogotá, 1983),22 al que siguieron Rodolfo Ramón de Roux, Nuestra Historia, en 1984 y en 1985, la Historia de Colombia de Silvia Duzán y Salomón Kalmanovitz. El primer libro produjo, en 1985, una amplia polémica, que se prolongó hasta 1989, cuando su adquisición por el Ministerio de Educación llevó a una serie de artículos de protesta, encabezada por el presidente de la Academia Colombiana de Historia, Germán Arciniegas.23 Esta polémica ha continuado en forma esporádica, reforzada por las protestas por los cambios en los programas educativos, que han reducido substancialmente el tiempo dedicado a la enseñanza de historia. No ha sido un debate serio, y en general las acusaciones han tergiversado radicalmente lo que aparece en los textos, que se limitan en general -tal vez con la excepción del de Roux, que tiene ambiciones educativas más radicales-, a introducir, en forma bastante neutral, los aportes menos controvertibles de la investigación histórica reciente. La defensa de los textos tradicionales y el ataque a la enseñanza materialista reaparece periódicamente, pero el consenso es hoy general y buena parte de los historiadores que hacen parte de las academias se han sumado a los puntos de vista renovadores24. Sin embargo, no estaría fuera de lugar un debate amplio sobre estos textos y sobre las formas de enseñanza de la historia en la escuela básica y secundaria. A la vieja rutina, con memorización de batallas y hechos administrativos, parece haberla reemplazado una nueva forma de rutina, que aunque

superó la memorización de "modos de producción" sigue basada en el aprendizaje de un saber hecho, y no en el desarrollo de capacidades de análisis histórico. En las universidades, después de las dificultades de los setentas, cuando se cerró el pregrado de historia de la Universidad Nacional, se fue reconstruyendo gradualmente la enseñanza de historia en la última década. Nuevas carreras se abrieron, y en la actualidad existen carreras en Bogotá (Nacional, Javeriana y Andes), Medellín (Nacional y Antioquia), Cali (Valle), Bucaramanga (UIS) y Cartagena. La Nacional inició una maestría en Bogotá a mediados de los ochentas, y la Universidad del Valle ofreció una maestría en colaboración con FLACSO a fines de la década. La Nacional de Medellín, después de consolidar su pregrado, abierto en 1978, inició también una maestría, y probablemente existen hoy otras. Además, la Nacional de Bogotá ha abierto un programa de doctorado. El profesorado de las instituciones, cada vez más, ha hecho una carrera convencional en la universidad y ha realizado estudios de postgrado. De este modo, la historia es una disciplina con todos los rasgos y características de las disciplinas académicas universitarias, con todas las implicaciones, negativas y positivas, que esto tiene. Las perplejidades de los noventas Consolidada la disciplina en términos de su instalación en el mundo universitario -carreras, maestrías, doctorados, congresos, muchas revistas, aunque a veces pocos estudiantes-, después de años de amplia acogida por parte de los lectores, la historia parece, en los noventas, enfrentar una crisis, cuyo diagnóstico aún no se ha hecho. Una mirada a los trabajos históricos más importantes obliga a comprobar varias cosas, todas más

22 Lo sorprendente era quizás que fuera la Editorial Norma la que encabezara este proceso de modernización. 23 Germán Colmenares, "La polémica de los manuales..." Véase también Nuestra historia, a propósito de una polémica, Bogotá, 1989. 24 Por ejemplo, en 1996 se reunió en Cartagena una conferencia sobre educación, patrocinada por el Convenio Andrés Bello y Unesco, que hizo una nueva crítica a los textos tradicionales. El secretario de la Academia Colombiana de Historia volvió a defender tales textos y a criticar las innovaciones materialistas (Roberto Velandia, BHA, 796, feb-marzo 1997). Si miramos los textos actuales, probablemente mantienen visiones sociales y políticas más radicales que las de los historiadores de la universidad. Medió siglo de historia colombiana: notas para un relato inicial

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o menos preocupantes. Una es que cada vez son más raros los trabajos de envergadura, que traten de dominar un período amplio o se mantengan dentro de las líneas de la "historia total". Por supuesto, una razón está en la proliferación de publicaciones, que hace cada vez más difícil dominar la amplia literatura. Esta abundancia ha sido estimulada por la aparición de nuevas revistas académicas. De la década inicial subsisten el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, que ha logrado sacar unos 20 números en 35 años, y el Boletín Cultural y Bibliográfico, del Banco de la República y fundado en 1958, que aunque no es muy especializado, ha publicado muchos artículos de investigación histórica, sobre todo a partir de 1983, cuando fue reorganizado. A ellos se han sumado algunas revistas de vocación histórica: Estudios Sociales creado en 1986 por la Fundación Antioqueña de Estudios Sociales, Historia y Espacio, de la Universidad del Valle, Historia Crítica, establecida en 1989 por la Universidad de los Andes, Historia y Cultura, en Cartagena en 1993 e . Historia y Sociedad, (1994), de la Universidad Nacional de Medellín, para no hablar de las más recientes y aún no consolidadas. Sin embargo, otras revistas han sido canal de expresión de los historiadores universitarios: Huellas, de la Universidad de Norte, donde se ha recogido mucho material sobre la historia regional y Revista de Extensión Cultural de la Universidad Nacional, sede de Medellín, Revista de Ciencias Humanas, de la misma universidad y de la Universidad Javeriana. Esta abundancia de publicaciones cubre un abanico temático cada vez más amplio, sobre todo en los historiadores más jóvenes. De algún modo, los estudios de historia económica, social y política estaban referidos a objetos históricos relativamente unificados: los recursos productivos, los conflictos entre grupos sociales, el poder. Los modelos teóricos, marxistas o no, ofrecían algunas hipótesis integradoras, que permitían relacionar los distintos niveles del proceso social y establecer lo que podría llamarse ciertos grados de primacía ontológica o temporal entre ellos: la economía era determinante, o condicionante, o al menos tenía un ritmo de cambio, una duración, que le daba una función explicativa y sugería, como estrategia razonable de investigación y exposición, la búsqueda de interpelaciones entre lo económico, lo social y lo político. La historia cultural y la historia social reciente, orientada en buena parte a la vida cotidiana, al análisis de las costumbres, definen a cada momento sus objetos, y crean, al mismo tiempo que una terminología nueva, núcleos de análisis cuyas relaciones con otros elementos del proceso histórico no pueden definirse

fácilmente. El estudio de las "mentalidades" y los "imaginarios" (preferibles a las ideas o representaciones), las maneras de la mesa o el vestido, de los rituales, las imágenes y las formas del discurso, invita en cierto modo a la fragmentación y atomización de los textos históricos y a la substitución de unas estrategias expositivas por otras: la descripción impresionista, más o menos espesa, la frase paradójica, resultan más aptas que la interpretación causal o las narrativas lineales. Es posible, es cierto, inscribir el análisis de estos objetos, que en buena parte son construidos y carecen de un referente externo determinable, en procesos de construcción de identidad, o en estrategias de afirmación de grupos sociales o étnicos, pero esta tentación, que tiene mucho de convencional, cada día parece resultar menos efectiva. Algunos ejemplos pueden ilustrar esta tendencia: en 1990 el Congreso de Historia tuvo siete ponencias sobre "cultura y mentalidades", y en sus títulos aparecía una vez la palabra "imaginario". En 1997, el X congreso escuchó más de 20 ponencias sobre este tema. En forma similar, crecieron los estudios de historia de la familia, mientras se mantenían constantes los de historia regional y aunque aumentaban levemente los estudios de historia económica, ya muy débiles en 1990, se concentraban en estudios empresariales. Otras áreas en auge son la historia de las ciencias (pasó de 3 a 9 ponencias) y la historia de la educación. Los trabajos históricos más significativos de los años recientes -y que reflejan a veces las orientaciones en boga hace una década, pues representan usualmente esfuerzos de varios años-, ocupan también un amplio abanico temático. Los libros más ambiciosos son probablemente los de Marco Palacios sobre el siglo XX, Eduardo Posada Carbó sobre la historia económica de la costa atlántica y Efraín Sánchez sobre Codazzi y la geografía en la Nueva Granada. Pero igualmente valiosos son estudios como el de Catalina Reyes sobre vida cotidiana en Medellín o el de Beatriz Patio sobre violencia en Antioquia en el siglo XVIII y los libros de Mario Aguilera, Pablo Rodríguez, Margarita Garrido, Alfonso Manera o Mauricio Archila. Estos libros, y muchos otros que podrían citarse con iguales valores, constituyen la maduración de proyectos de largo plazo, muchos de ellos bajo la forma de tesis de doctorado o maestría. Ya no esgrimen las armas de cruzados de una lucha cultural contra una visión tradicional que en gran parte se ha deshecho, ni están al servicio de proyectos de cambio social: ofrecen una visión tranquila de sus objetos de estudio (quizás con excepción del libro, en algunos aspectos brillantemente polémico, de Palacios). Entre

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ellos hay estudios de historia económica, social, política y cultural, pero aún quienes hablan de costumbres o imaginarios políticos siguen fieles a una historia que se centra en la lucha por el poder o la riqueza. Son una muestra de la vitalidad del trabajo histórico que se hace en el país. Sin embargo, hay señales contradictorias. La lectura de los artículos y ponencias de los historiadores más jóvenes revela una fascinación a veces poco crítica por nuevas modas, por nuevos lenguajes. La jerga se impone en muchos textos, y con frecuencia el manejo de los conceptos es de una imprecisión abrumadora. Se dice imaginario, para tomar un solo ejemplo, para referirse a idea, a representación, a imagen, a mentalidad, a forma de pensamiento, o a sus formas plurales: las palabras se estiran para abarcar cualquier cosa. Aunque la importación de los modos de argumentar de las corrientes postmodemas más radicales es aún limitada, no están del todo ausentes las alusiones al fin de los grandes relatos, a la crisis de la racionalidad, ni las insinuaciones de que el discurso racional convencional esconde visiones etnocentristas, imperialistas o machistas. Estos temas han recibido un debate incipiente entre los historiadores. Jesús Antonio Bejarano, en una ponencia presentada en Medellín, ofreció una imagen bastante pesimista del trabajo histórico de la última década. Los rasgos negativos podrían resumirse en la disminución y decadencia de las investigaciones de historia económica y social, en el abandono del vínculo entre historia y ciencias sociales y en una fragmentación temática que conduce a un abandono de los esfuerzos por explicar los procesos históricos y que no ofrece, en campos como historia de las mentalidades y de la cultura, productos serios y rigurosos. No es el momento de discutir esta caracterización en detalle, y probablemente puede matizarse en el sentido, que confirma su línea de argumentación, de que los dos o tres libros de historia cultural o de la vida cotidiana importantes se inscriben todavía en la tradición histórica racionalista y explicativa más convencional, y son además buenos ejemplos de investigación erudita. Y debe subrayarse también que lo que aparece como historia política de épocas recientes, en las ponencias de los congresos o los artículos de las revistas, y que mantiene en general cierta motivación política, falla por la ausencia de un manejo adecuado de la documentación, y se reduce a la paráfrasis polémica de unos pocos textos que revelarían las conductas opresivas o represivas del establecimiento. Por lo anterior, es preciso concluir en un tono ambiguo. Aunque se siguen escribiendo muy buenos

libros de historia, son obra de autores con una larga carrera académica. Los historiadores más jóvenes, con pocas excepciones, parecen estarse dejando llevar por las voces atractivas de teorías que harían cada vez más irrelevante a la historia, y alejarían el análisis de la búsqueda de interpretaciones amplias sobre problemas centrales de la formación del país. Donde este interés parece subsistir -la historia política reciente-, la calidad de las herramientas de investigación parece muy precaria. Si las señales son contradictorias, por lo menos es posible expresar la esperanza de que, frente a la magnitud de los problemas de la sociedad colombiana, la investigación histórica no abandone sus ambiciones explicativas. Un texto ya viejo puede servir para cerrar esta argumentación: La historia es una disciplina contingente y suprimible. Las ciencias que nuestra sociedad juzga inevitables y cuya validez no se discute sin poner en cuestión los fundamentos mismos de nuestras formas de vida, son aquellas que pueden fundar una tecnología, que conducen a intervenciones sobre la naturaleza o la sociedad. La historia no pertenece a estas ciencias, y por ello puede verse como algo prescindible, o como un simple adorno de la vida. Los historiadores creemos, sin embargo, que para la sociedad es importante conocer su pasado, a pesar de que en la realidad casi nadie conoce más que unas cuantas imágenes y unos cuantos datos aislados de él. Podemos atribuir a esta ignorancia de nuestro pasado alguno de los males del presente, pero creo que sería muy pretencioso atribuirle una importancia muy grande a esta causa. Las fuerzas que mueven un país, que lo sacan adelante o lo precipitan en la violencia son otras. Pero hay algo de irrenunciable en la pasión de conocer, y de conocer al hombre y sus construcciones sociales. Este afán intelectual que nos lleva a escribir sobre el pasado crea entonces una retórica, un discurso ideológico, que hace parte de la materia de la vida política y social de un país, aunque no defina sus intereses centrales. ¿En qué medida hace parte de la predisposición a actuar violentamente la memoria de la violencia, más o menos en bruto, más o menos inscrita en intentos de explicación contextual? ¿En qué medida la aceptación de los partidos tradicionales se apoya en un discurso polarizado transmitido como saber acerca del pasado? Es posible que estas relaciones existan, y que la disciplina histórica influya en alguna medida en el presente. Ningún discurso actual permite formular

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esta conexión en forma asertiva. Ha caído la confianza marxista en el papel de la teoría -del materialismo histórico- como herramienta para prever y orientar el desarrollo de la sociedad: se apoyaba, paradójicamente, en un tipo de determinismo económico que pocos comparten actualmente y en perspectivas teleológicas que suponían una racionalidad externa a la historia. Se ha roto al mismo tiempo la confianza elemental de las sociologías positivistas en la posibilidad de actuar sobre la sociedad. Lo que quedaba -la confianza en una racionalidad interna de la historia, la posibilidad de crear un discurso que relacione los hechos del devenir en un proceso inteligible- ha sido puesto en cuestión por los teóricos del postmodernismo que pretenden colocarnos en un ámbito en el que es imposible comparar la democracia y los campos de concentración, la tecnología moderna y la medicina egipcia: no hay una razón válida universalmente; nada permite valorar una cultura fuera de sus propios parámetros. Este resurgimiento radicalizado del historicismo me parece un fenómeno temporal: es la protesta angustiada de quienes en los años sesenta soñaron con un socialismo que no tuviera nada de barbarie, y que, rotos sus sueños, quieren romper con todas las esperanzas. Yo confío en que esta gesticulación indignada contra la tradición de la Ilustración se convertirá pronto en una actuación teatral lateral y que nuestras sociedades continuarán debatiendo los problemas del desarrollo, de la democracia, de la libertad, de la racionalidad, dentro de un contexto que no puede renunciar a la herencia ilustrada.

Y dentro de esos debates, el discurso histórico, en la medida en que mantenga alguna pretensión de coherencia, de "historia total" —para usar un término que empieza a parecer una mala palabra— seguirá siendo un polo unificador, un lugar de atracción de las preguntas aún no resueltas. Además, porque el discurso histórico en sentido estricto, en mi opinión, lucha permanentemente contra su conversión en ideología o en mito: impedir que los textos o los hombres o los incidentes o las encrucijadas del pasado se conviertan en ejemplos a seguir o evitar, en tema de identificaciones más o menos conscientes, superar toda tentación a fijar la historia actual en un proceso irremediable y determinado que se origina en el pasado, reconocer la incertidumbre del presente y el futuro, promover, en fin, una conciencia histórica, para la cual el pasado sea ante todo una fuente de experiencia compartida pero no una mano muerta que agarre al presente.25

25 Jorge Orlando Melo, "Las perplejidades de una disciplina consolidada", en Carlos B. Gutiérrez A., La investigación en Colombia en las artes, las humanidades y las ciencias sociales. Bogotá, Uniandes, 1991, págs. 54-55.

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En los cuarenta años de la Sociología Colombiana Nora Segura Escobar / Álvaro Camacho Guizado* * Remontándose a los precursores de la sociología en Colombia en el siglo XIX, esta revisión hace especial énfasis en el presente siglo, aprovechando el aniversario del primer departamento de sociología, el de la Universidad Nacional. Con bastante material sobre los avances de esta disciplina al nivel de la investigación, la producción intelectual y su consolidación como campo de estudios universitarios, se obtiene un panorama amplio, que incluye también las relaciones con la política y el desarrollo del Estado, entre los temas que se han tratado más detenidamente. Las perspectivas de la sociología hacia el futuro, sin embargo, no parecen muy alentadoras.

* Sociólogos de la Universidad Nacional de Colombia. Profesora de la Universidad Externado de Colombia e Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional.

En este año se cumple el cuadragésimo año de la fundación del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional. Con este artículo deseamos unirnos a las eventuales celebraciones del evento que marcó la institucionalización de la disciplina en el país. Desde hace unos años los sociólogos colombianos han establecido la práctica de elaborar periódicamente intentos más o menos sistemáticos de evaluación de la historia y estado de la disciplina haciendo énfasis variables en los factores exógenos y endógenos de su desarrollo y en las coyunturas que han facilitado u obstaculizado su institucionalización profesional. Así, los balances periódicos sobre la producción intelectual, las orientaciones académicas, las propuestas y condiciones de la docencia y la investigación, presentan ya un buen repertorio de información e interpretaciones sobre lo que Pitirim Sorokin denominó "achaques y manías de la sociología" aplicables en Colombia. Dado que existe una buena base bibliográfica, en este artículo omitiremos algunos detalles1 del desarrollo histórico para concentrar esfuerzos en un panorama más contemporáneo, desde mediados del siglo y a partir de la institucionalización universitaria de la Sociología. No obstante, consideramos prudente resaltar algunos hitos como elementos de referencia temporal más amplia. A su turno, el aniversario del inicio del proceso de institucionalización a que nos hemos referido es una buena ocasión para retomar la reflexión, lánguida en los últimos años, sobre nuestro devenir intelectual y profesional en un contexto de enorme incertidumbre. Con algunos márgenes de precisión, los historiadores de la disciplina coinciden en que los primeros intentos de hacer una sociología colombiana se concretaron en la segunda mitad del siglo pasado, al calor de los cambios sociales y el desarrollo de corrientes del pensamiento político-social radical. En el presente siglo la dinámica reformista que adquirió la sociedad colombiana en la segunda mitad de la década de los veinte, y que se concretó especialmente en el período de la Revolución en Marcha da un nuevo impulso a la indagación sobre las características nacionales y regionales que se traduce en avances importantes en el desarrollo de varias disciplinas sociales y en su institucionalización académica. A la llegada de los renovadores años sesenta, acompañados del régimen del Frente Nacional, los vientos cepalinos y

1 Los trabajos más conocidos son los de Restrepo, 1980; Cataño, 1980; Cubides, 1991; Restrepo 1990; Camacho y Hemández, 1991. Un intento de analizar más globalmente el tensa de las ciencias sociales es el de Uricoechea, 1980. Véase la bibliografía al final.

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el programa de la Alianza para el Progreso del presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, en la universidad pública la sociología se estaba introduciendo en el análisis de comunidad, la violencia, los movimientos migratorios, las estructuras agrarias, como procesos centrales de la sociedad colombiana. Estos dos componentes: la dinámica del cambio social, que llevó y lleva a desatar el interés por los rasgos centrales de la sociedad colombiana, y la preocupación por los destinos de la política y la conformación del Estado, han constituido el interés central, aunque no único, del desarrollo de la sociología en sus momentos iniciales. Esta es una de las tesis centrales que buscamos sustentar a lo largo de estas líneas. Por otra parte, el acuerdo sobre el origen de la disciplina sociológica en Colombia articulado a los impulsos de un proyecto modernizante patrocinado por el Estado, no ha hecho, en nuestra opinión, suficiente diferenciación en los disímiles procesos y tensiones que han gravitado en la modernización del Estado y la sociedad colombianos. En este sentido asignamos un importante peso específico a los procesos de secularización y laicización como elementos sustantivos de la modernidad cultural, que permite formalizar esquemas interpretativos y normativos rivales a los poderes consagrados2 y que por esta vía inscribe los desarrollos disciplinarios en un contexto político-ideológico muy polarizado dada la vigencia de fuerzas tradicionalistas que aún dominaban el panorama cultural colombiano.

Los precursores del siglo XIX Resaltan en un primer momento de la disciplina los esfuerzos asociados con la organización de la Comisión Corográfica de 1849, en cuyo marco se produjeron descripciones sistemáticas de rasgos sociales nacionales y en especial regionales. Se destacan los trabajos de Manuel Ancízar, Santiago Pérez y Florentino Vezga.3 A partir de la década de 1880 se produjeron nuevas aproximaciones, y entre ellas sobresale el discurso que pronunció Salvador Camacho Roldán en la sesión solemne del 10 de diciembre de 1882 en la Universidad Nacional, en el que habló de "...una nueva ciencia, cuyo estudio ha empezado entre nosotros este mismo año; la que se refiere a las leyes que, por medio de las tendencias sociales del hombre, presiden el desarrollo histórico de los seres colectivos llamados 'naciones': de la sociología, esa nueva rama de la Filosofía".4 Personajes de la vida pública e intelectual colombiana como Rafael Núñez, José María y Miguel Samper hicieron igualmente contribuciones tanto al debate intelectual como a la caracterización de la sociedad colombiana de fin de siglo, al tiempo que aportaron elementos teóricos en relación con la configuración y tareas del Estado en la incipiente y precaria democracia colombiana.5 En la obra de Núñez se esbozan estas relaciones entre las ideologías políticas y la configuración y tareas del Estado. En efecto, Núñez se comprometió con el estudio de principios sociológicos y planteó la necesidad de la sociología para la comprensión de su sociedad y muy especialmente para el diseño de una ideología política. Fue un estudioso de Augusto Comte y de Herbert Spencer, de quien retomó su ideal de la unidad moral de la sociedad.6

3 Gabriel Restrepo, "El Departamento de Sociología de la Universidad Nacional y la tradición sociológica en Colombia", en La sociología en Colombia, balance y perspectivas, Bogotá, Asociación Colombiana de Sociología, 1980. 4 Citado en La sociología..., pág. 30; véase igualmente Camacho Roldán Notas de viaje, Bogotá, Banco de la República, l973, esp. T.l. 2 La disputa de la tutela eclesiástica-a Ia educación y a la vida

5 Coetáneos de estos autores fueron José Eusebio y Miguel Antonio Caro, Mariano Ospina Rodríguez, Sergio Arboleda,

privada por un proyecto secular, constituye uno de los nudos reconocibles del liberalismo decimonónico radical; rio así en el

Rafael Uribe Uribe entre otros. Sus obras, aunque importantes desde el punto de vista del pensamiento social, ya que se

terreno de la democracia, cuyos límites excluyentes de la ciudadanía operan tanto en el espacio de lo público como en el de

encuentran en ellas brillantes intentos de descripción de la nacionalidad colombiana, son más ideológicas y doctrinarias que

lo privado. En los años treinta algunas medidas legislativas avanzan en ambos terrenos, pero los impulsos de cambio se agotan muy

sociológicas. Para tener un panorama del pensamiento sociológico colombiano hasta 1959 véase Jaime Jaramillo Uribe,

rápidamente. Con el Frente Nacional en los años sesenta, pese al clima de agitación y crítica de te juventud incluida la colombiana,

6 Rafael Núñez, La reforma política en Colombia, editado por

aparecen en el horizonte otras opciones político-ideológicas.

De la sociología a la historia, Bogotá, Ediciones Uniandes, 1994. Rafael M. Merchán, Bogotá, Imprenta de La Luz, 1885, pág. 400. Esta y las citas siguientes de Núñez se encuentran en los artículos publicados en La Luz, de Bogotá y El Porvenir, de Cartagena entre 1878 y 1884.

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En su preocupación por el principio del orden se destacó con más fuerza su convicción de que la sociología aportaría las bases para un buen gobierno. De hecho, en su artículo "La sociología, elementos de este estudio", Núñez se formuló la pregunta por la lentitud del progreso de Colombia y por las dificultades en la fundación de un orden, al que considera la base primordial "de toda obra, como lo es el pedestal de una estatua o el cimiento de un trabajo de arquitectura".7 José María Samper es uno de los más claros representantes de la idea liberal para la modernización del Estado y la sociedad colombianos. Su obra es un recorrido por lo que considera son los rasgos principales que definen la sociedad colombiana. Se destaca en particular el cuadro que traza sobre sus defectos: la influencia de la sangre española, la promiscuidad de castas, mala índole de la democracia y las condiciones topográficas. Crítico mordaz de la herencia española, y en particular de su excesivo reglamentarismo, su propósito central es establecer la condición central para el progreso: el buen gobierno es poco gobierno. La virtud de una nación se mide por el grado en que el Estado, antes que reglamentar las vidas de los ciudadanos, se dedica a favorecer las condiciones en que ellos pueden desplegar su iniciativas.8 Don Miguel Samper ha sido sin duda uno de los más importantes pensadores sociales colombianos. En particular sus estudios sobre La miseria en Bogotá lo destacan como un agudo observador de las condiciones de vida de la ciudad y a indagar por las eventuales causas de la situación social de los bogotanos. Llama la atención su diagnóstico: Bogotá es una ciudad bastante artificial, es un epicentro de trabajo improductivo y parasitario por "el exceso de empleados, de pensionados, militares, clérigos y letrados, y cambios de sus capitales por títulos de la deuda pública, fueron los factores que hicieron de Bogotá una ciudad productora de sueldos, pensiones, rentas, lucros fiscales y honorarios".9 Refuerza así su concepción de la vida como esfuerzo, trabajo y creación de riqueza, muy de acuerdo con su historia personal, en la que se destaca su papel como hombre de empresa dotado de una fuerte conciencia social, como lo describe uno de sus biógrafos.10

Los protosociólogos del siglo XX

En la primera mitad del presente siglo, y en el marco de las transformaciones sociales que se manifiestan a partir de la segunda mitad de la década de los veinte, algunos pensadores colombianos continúan en la tarea de escudriñar las bases y sentidos de nuestra formación como sociedad. Se destacan como precursores de una sociología colombiana, entre otros, autores como Luís López de Mesa, Alejandro López, Armando Solano y Luís Eduardo Nieto Arteta. La obra de López de Mesa11 ha sido reconocida como un esfuerzo para conceptualizar la conformación de Colombia como nación. Tanto su noción de la civilización de vertiente, que se manifiesta en un intento de explicar la composición e índole de los grupos regionales colombianos, como su ensayo de explicación de la religiosidad de los colombianos son esfuerzos demasiado generales y hasta estereotipados de ofrecer una síntesis de la formación social colombiana. Alejandro López, por su parte, es un exponente de un espíritu analítico, creativo, moderno y empresarial. Su libro más importante12 es un intento de combinar la teoría económica con el análisis sociológico a partir del examen de las necesidades materiales y no materiales del individuo y del trabajo como creador de las condiciones sociales para su realización. López es uno de los más connotados representantes del espíritu modernizante y empresarial antioqueño, y su obra contribuyó de manera notable en la educación de los jóvenes ingenieros y empresarios de la Escuela de Minas de Medellín. Armando Solano es reconocido por su notable ensayo sobre La melancolía de la raza indígena.13 El tono evidentemente ensayista, impresionista y especulativo de su trabajo no oculta su solidaridad con el campesinado andino, cuya situación de despojo material y cultural se asocia a su miseria. Uno de sus temas centrales es la tensión entre los procesos de modernización de la sociedad colombiana y los efectos que produce en las condiciones de vida del campesinado andino. Aunque más adelante haremos una referencia más explícita a la obra de Orlando Fals Borda, vale la pena destacar cómo esta misma solidaridad es expresada

7 Ibid, págs. 412-13 8 José Maria Samper, Ensayo sobre las revoluciones políticas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Dirección de Divulgación Cultural, 1969 (original de 1861). 9 Miguel Samper, La miseria en Bogotá y otros escritos, Bogotá, Biblioteca Universitaria de Cultura Colombiana, 1969 [1898], pág. 30.

11 López de Mesa, De cómo se ha formado la nación colombiana, Medellín, Editorial Bedout, 1975 (1934). 12 Alejandro López, I,C, Problemas colombianos, Medellín, Editorial La Carreta, 1976 [1927]. 13 Armando Solano, La melancolía de la raza indígena, Bogotá, Publicaciones de la Revista Universidad, 1939.

10 Carlos Martínez Silva, "El gran ciudadano", prólogo a Miguel Samper , La miseria...

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en su obra primera, aunque el análisis se diferencia de manera radical. De hecho, Fals sometió a severa crítica las nociones de melancolía y pasividad campesina de Solano.14 La obra de Luís Eduardo Nieto Arteta15 es uno de los primeros intentos de analizar la historia y la economía colombiana desde una perspectiva cercana al marxismo. Su caracterización de las dos economías y sociedades de la colonia y primera mitad del siglo pasado -"la del Occidente, esclavista y minera, y la del Oriente, agrícola y manufacturera"-, constituyen la base a partir de la cual analiza la historia económica colombiana desde una perspectiva que su autor reclama como sociológica, y que se acerca mucho a una economía política. Su estudio sobre el café es una obra pionera en el análisis de la economía nacional, y su ensayo sobre el impacto del grano en la autonomización de la sociedad colombiana respecto del Estado y en la formación de clases sociales son tan notables como su conclusión respecto de la relación entre la economía nacional cafetera y la sociología: Sin el café la sociología colombiana no se habría perfeccionado, no habría podido estudiar las condiciones internas del desarrollo del capitalismo en Colombia, la transformación del hombre colombiano, de sus modos de ser, las circunstancias que producirán una reforma de la estructura del Estado, el abandono y el olvido de las anteriores divergencias ideológicas entre los partidos políticos, en suma, todo ese conjunto rico de realidades diversas que el café ha creado en Colombia. El ser social determina el pensar social.16

14 Orlando Fals Borda, "El campesino cundi-boyacense: Conceptos sobre su pasividad" en Revista de Psicología, V. 1, No. 2, Bogotá, Universidad Nacional,, 1956, págs. 206-229. . 15 Luis Eduardo Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo,

La profesionalización: de la niña bien a la pecadora Los primeros pasos en la dirección de una especialización y profesionalización de la sociología en el país se dieron entre 1935 y 1941 con la fundación de la Escuela Normal Superior y el Instituto Etnológico Nacional, a lo que se unió la labor de la Contraloría General de la República. Con la primera se inyectó al pensamiento social colombiano una tendencia modernizante, gracias a la labor de un conjunto de profesores europeos quienes contribuyeron de manera decidida a formar los primeros investigadores sociales colombianos, en especial antropólogos y geógrafos. Años más tarde varios de ellos irían a reforzar la docencia y la investigación en la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional entre los cuales merecen ser destacados Roberto Pineda Giraldo y Virginia Gutiérrez de Pineda. Del Instituto Etnológico Nacional puede hacerse una referencia similar, tanto en la docencia como en la investigación y en la consolidación de una Revista especializada, con una notable continuidad hasta nuestros días. La Contraloría, por su parte, impulsó un conjunto de investigaciones sobre las condiciones de vida de la clase obrera y realizó varias monografías regionales (Caldas, Boyacá, Antioquia, Atlántico, Santander y Cauca) en las que se emplearon métodos modernos de investigación.17 En 1944 se publicó, auspiciado por el Ministerio de la Economía Nacional, el trabajo de T. Lynn Smith, Justo Díaz y Luís Roberto García, Tabio. Estudio de la organización social rural, que constituye el primer estudio sociológico de comunidad en el que se aplican métodos y categorías sociológicas. Su importancia primordial radica además en que fue el resorte que impulsó los estudios de comunidad y en particular introdujo a la sociología al primer exponente moderno de la profesión en Colombia, Orlando Fals Borda. En efecto, bajo la influencia de Smith, Fals adelantó estudios profesionales de sociología en las universidades de Minnesota y Florida, en Estados Unidos, y como resultado de sus trabajos de grado produjo las dos monografías sobre la relación del hombre con la tierra en Boyacá y sobre el campesinado en una región andina.18 Con ellas se inaugura realmente la sociología como disciplina científica y profesional en Colombia.19

1969. 16 Ibíd., pág/91 17 Jaime Jaramillo Uribe, De la sociología... 18 Orlando Fals Borda, El hombre y la tierra en Boyacá, Bogotá, Ediciones Documentos Colombianos, 1957. Del mismo autor, "Campesinos de los Andes", en Monografías Sociológicas, No. 7, Bogotá, Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, 1961. 19 Véase la bibliografía de Fals Borda recopilada por Micíades Vizcaíno, en Gonzalo Castaño y otros, Ciencia y compromiso: En torno a la obra de Orlando Fals Borda, Bogotá, Asociación Colombiana de Sociología, 1987.

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El incansable Fals no se limitó a escribir. Fundó el Departamento de Sociología adscrito a la Facultad de Economía de la Universidad Nacional en 1959, y con ello institucionalizó los estudios profesionales en el país. Apoyado por colegas nacionales y extranjeros, entre quienes se destacaron Camilo Torres Restrepo, sociólogo egresado de la Universidad Católica de Lovaina, el antropólogo Andrew Pearse, consultor de la UNESCO, Roberto Pineda y Virginia Gutiérrez de Pineda, antropólogos sociales de la Escuela Normal Superior, el filósofo Tomás Ducay, principalmente, Fals desplegó una intensa actividad en este proceso de docencia, investigación e institucionalización de la sociología. En 1961 se creó la Facultad de Sociología como entidad independiente. En 1964, gracias al apoyo de entidades internacionales de cooperación, la Facultad organizó el Pledes (Programa Latinoamericano de Estudios del Desarrollo), como el primer programa de postgrado en sociología en el país. Este programa tuvo una doble importancia al inducir, por una parte, el acercamiento a una academia latinoamericana de larga trayectoria y el contacto con algunos sociólogos de reconocida presencia en ella, y por otra parte al poner en la mira analítica y comparativa las sociedades latinoamericanas y sus procesos de desarrollo. Esta óptica latinoamericanista, con sus inevitables limitaciones, en todo caso aportó nuevos elementos de equilibrio en las influencias intelectuales y en las orientaciones académicas, hasta entonces excesivamente marcadas por los paradigmas imperantes en la academia norteamericana. El desarrollo, como el gran paraguas conceptual, político y técnico que caracterizaba tanto las tareas que el Estado del Frente Nacional definía como prioridades del momento histórico como las relaciones del país con los organismos internacionales, y a través de la mediación de organismos como la CEPAL y otros similares, que sin duda proveyeron los temas, los vocabularios, las preocupaciones y orientaciones que dieron vida al Pledes. En el marco de esta orientación, no obstante, circularon debates con otras corrientes de pensamiento.

Orientaciones y valoraciones producción intelectual.

en

la

Del mismo modo que en la sociología norteamericana la estirpe religiosa de sus precursores auspicia una re_ interpretación laica de la vocación religiosa y la transvaluación mundana de la comunidad de fieles, 20 también en la Facultad de Sociología puede verse una muy estrecha convergencia de orientaciones disímiles en un proyecto que rápidamente se constituyó en punto de referencia para los procesos de modernización cultural. Sus efectos se irradiaron en primer lugar en el seno de la Universidad Nacional pero también en distintas direcciones por fuera de ella. En efecto, uno de los rasgos más notables de este primer período es la confluencia de corrientes de pensamiento y experiencias que de alguna manera se amalgamaron en la nueva orientación: el protestantismo presbiteriano y la orientación positivista hacia la ciencia social de Fals, el catolicismo progresista de Torres, la experiencia internacional en programas de desarrollo y la óptica pragmática de Pearse, la trayectoria investigativa de los Pineda y la formación humanística europea de Ducay. El resultado fue un impulso notable a la apertura mental, a la orientación modernizadora y empírica en la investigación social y un rechazo a las posturas ideológicas que se expresaban en las tendencias que pretendían hacer pasar por ciencia lo que en realidad eran ensayos especulativos y carentes de bases empíricas. Como una orientación sociológica característica de los fundadores de la Facultad se destacan los enfoques hacia la liberación de la población más vulnerable de la sociedad mediante el trabajo colectivo y organizado, el estudio de la pobreza, y hacia la modernización social, concretados y articulados en distintos programas de investigación y de acción comunal que cada uno por su parte estudió e impulsó. Así, mientras Fals se dedicaba a organizar programas comunitarios en un municipio de Cundinamarca, Camilo Torres se dedicaba a trabajar en barrios populares en Bogotá, Pearse, por su parte, impulsaba procesos de investigación participante en áreas rurales, Roberto Pineda examinaba los efectos de la violencia en un municipio colombiano y hacía conocer su investigación sobre las precarias condiciones de vida y

20 Véase Arthur J. Vidich, y Stanford M. Lyman, American Sociology: Worldly Rejections of Religion and Their Directions, New haven, Yale University Press, 1985. También Max Weber, "Retigious Rejections of the World and Their Directions", en Hans Gerty C. Wright Mills, (eds.), From Max Weber: Essays in Sociology, New York, Oxford University Press, 1958.

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trabajo del campesinado tabacalero. Virginia Gutiérrez, a su turno, divulgaba sus hallazgos sobre salud pública y sobre la estructura y dinámica de la familia colombiana. Paralelamente, varios sociólogos extranjeros visitaron la facultad, bien como ocasionales conferencistas, bien como profesores o investigadores. A la evidente apertura de miras con la que contribuyeron, se unió el hecho de que aportaron perspectivas metodológicas y presentaron orientaciones teóricas completamente desconocidasen el país y que hacían abrir los ojos a las perspectivas del cambio social. No es de extrañar, por tanto, que estas orientaciones decididas a favor de los condenados de la tierra, y las vocaciones hacia el cambio social hicieran de la Facultad un espacio privilegiado para los estudiantes que ya por ese entonces empezaban a mostrar sus insatisfacciones con el proceso político y social instaurado por el Frente Nacional. La dinámica de este proceso se haría evidente pocos años después, y ubicaría a la Facultad como un epicentro de crítica que desbordaba los márgenes de tolerancia tanto de las directivas de la Universidad como del gobierno nacional. De hecho, el influjo de la nueva Facultad operó en varias direcciones y sobre las expectativas de diversos sectores sociales: en una perspectiva de transformación moldeó las aspiraciones académicas de los estudiantes de sociología de las universidades pontificias, orientó en otros sectores de la Universidad Nacional la búsqueda de liderazgos políticos de nuevo cuño, asesoró a segmentos ilustrados del alto gobierno y de organismos de desarrollo. Pero también en una óptica de resistencia puso en alerta a los sectores social y políticamente más conservadores para quienes la presencia de la Facultad y su oferta cultural resultaban amenazantes. En lo que respecta a la producción académica de esta primera época, la Facultad de Sociología publicó la serie Monografías Sociológicas que, junto a la obra particular de varios de los integrantes del cuerpo docente -entre ellos algunos profesores visitantes estadounidenses-, contribuyeron a aclimatar y desarrollar la actividad intelectual e investigativa en áreas muy disímiles del cambio social como la religión, la familia, la difusión de innovaciones y los conflictos urbanos.21 La obra primera de Fals inaugura una nueva identidad

profesional y marca un rompimiento con la tradición sociológica colombiana en otros sentidos: por una parte, se aleja del tema puramente político y de la organización y fines del Estado y se adentra en el examen de condiciones sociales de vida de una porción de la población del país. Por otra, introduce una metodología profesional, positivista, moderna, rigurosa en la que se busca precisión, claridad conceptual y que las apreciaciones objetivas sobre la realidad inspiren el trabajo, independientemente de los juicios de valor. En estos trabajos llama la atención también la variedad de aproximaciones, métodos y perspectivas disciplinarias. De hecho, resalta el recurso a lo etnográfico, lo documental e histórico, y la consulta integral de fuentes, que pasa por lo ambiental, lo demográfico o lo económico, como elementos de caracterización del campesino y su comunidad, por contraste con la visión tecnocrática e instrumental de otros trabajos de comunidad que se realizaron con posterioridad. El sano escepticismo consecuente con esta postura metodológica, y el optimismo propio del descubrimiento de rasgos de nuestra sociedad hasta entonces ocultos por las ideologías dominantes, fueron sin duda los legados centrales de esta primera etapa de la profesionalización de la disciplina. Fue así como entre las primeras investigaciones realizadas en la Facultad predominaron los estudios de comunidad, en los que se podía abarcar un objeto de estudio en sus múltiples dimensiones y se podía controlar el proceso investigativo empírico, al mismo tiempo que brillaron por su ausencia los intentos de hacer grandes generalizaciones acerca de nuestra sociedad. Una de las excepciones a esta tendencia a los estudios de comunidad lo constituyó el trabajo sobre la violencia que realizaron Monseñor Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna.22 Este libro abrió toda una corriente de estudios y análisis objetivos e independientes obre el problema más grave de nuestra sociedad, a la vez que inició un proceso de autonomización y distanciamiento de la sociología en su relación con el Estado. En efecto, a pesar de la independencia intelectual y profesional que se imprimía a la disciplina en la Facultad, no era menos cierto que los procesos de apertura democrática, y reconfiguración del Estado producidos por el régimen de Frente Nacional

21 El Pledes otorgó los primeros títulos de Magíster en Sociología.

22 Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo

En 1966 se otorgó en la Facultad el único doctorado (Ph.D) en sociología al por entonces profesor de la misma Aaron Lipman, cuya

Umaña Luna, "La violencia en Colombia. Estudio de un proceso

tesis se publicó bajo el titulo de El empresario bogotano, Bogotá, Coediciones Tercer Mundo y Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, 1966.

social", en Monografías Sociológicas, No. 12, Bogotá, Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, coedición con Ediciones Tercer Mundo, 1962.

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generaron una estrecha aproximación entre los intereses del nuevo gobierno y las orientaciones modernizantes de la disciplina. De hecho, en esa Facultad se produjeron varios trabajos de investigación y consultoría propiciados por instituciones estatales en temas como la reforma agraria, la acción comunal, los programas de vivienda, entre otros, y que sirvieron de campo privilegiado de entrenamiento para los estudiantes. Pero el libro de la violencia no fue un texto sobre aspectos técnicos y/o de modernización del Estado. Por el contrario, fue el primer intento de reconstruir un profundo proceso social y de hacer una severa crítica a la clase dominante colombiana en un ámbito de especial sensibilidad social y política. Obviamente la publicación fue recibida con elogios y diatribas y, como queda dicho, marcó una primera ruptura con el sistema político del Frente Nacional. La Facultad y la sociología no podían estar ausentes de los procesos de desafección con el régimen político y el desarrollo de una oposición que tomó varios cursos. Poco a poco los estudiantes y directivas de la Facultad tendieron a solidarizarse con expresiones de descontento estudiantil y a apoyar y participar en movimientos de protesta social.23 El punto de quiebre, tanto en la relación entre la sociología académica y el Estado, como en el interior mismo de la disciplina, lo constituyó la acción política de Camilo Torres. Su rebeldía cristiana, su enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica y su posterior vinculación con un grupo insurgente armado fueron determinantes en el rompimiento de la Facultad con el Estado y de la crisis de las orientaciones metodológicas, epistemológicas y teóricas que inspiraban a los primeros sociólogos profesionales. Esta ruptura fue una expresión de un proceso más general de la radicalización estudiantil universitaria de la década de los setenta, y que tuvo un severo impacto en el ejercicio de la sociología colombiana. En efecto, como lo han señalado los varios analistas de la historia de la disciplina, esta década se caracterizó por un rechazo a la orientación original de las diversas instituciones de enseñanza universitaria: la sociología fue considerada un apéndice del positivismo y del pragmatismo

23 Diversas tendencias político-ideológicas se expresaban en las universidades, en particular del sector público, y se disputaban el control de la juventud. En la Universidad Nacional, por ejemplo, la derecha católica desplegaba una importante actividad en torno de la Capellanía y con el apoyo de empresarios vinculados a la Acción Católica, mientras en la izquierda comenzaban a moldearse corrientes inspiradas en la Revolución Cubana y en sus-héroes.

norteamericanos, los estudios de comunidad fueron criticados por ser parciales y por no contribuir ni al cambio social ni a la comprensión de las grandes tendencias de la sociedad colombiana, y ni los métodos ni las orientaciones correspondientes se consideraban adecuados a las nuevas orientaciones teóricas y políticas. Era un momento en el que los grandes debates teóricos conducían a privilegiar las categorías de la economía política y a deducir tendencias sociales a partir de interpretaciones doctrinarias de las diferentes vertientes del marxismo. Así los supuestos determinismos estructurales de la economía y la dinámica imputada a las clases sociales agotaban en el análisis el espacio de la acción y de los actores sociales. Muchos esfuerzos de los sociólogos pretendían apuntalar una u otra de tales vertientes y derivar a fortiori, elementos más normativos que descriptivos y explicativos de los rumbos de nuestra sociedad. No obstante, en forma paralela pero muy marginal, otras investigaciones continuaban un curso teórico y empírico independiente y proponían descripciones, hipótesis e interrogantes que algunos años más tarde cobraron relevancia. La resurrección de la carne Si el período comprendido entre los finales de la década de los sesenta y mediados de los setenta se caracterizó por las orientaciones descritas, en 1978 se produjo un evento que tuvo enorme significado para el renacer de la disciplina y fortalecimiento de su institucionalidad. En efecto, la organización por parte del Icfes, organismo rector de la educación superior, de grupos de trabajo académico encargados de evaluar la calidad de la educación superior en cada disciplina y de colaborar en el diseño de las disposiciones estatales para garantizarla, propició que un numeroso grupo de sociólogos iniciara un proceso de reorganización gremial y profesional, reactivara los desaparecidos congresos nacionales de sociología y animara el desarrollo de otros rituales académicos, expresión indispensable de la identidad y la integración de todo colectivo disciplinario. Esta fue una coyuntura afortunada en la medida en que permitió una mirada retrospectiva a los veinte años anteriores, el inicio de nuevos diálogos y confrontaciones académicas, docentes e investigativas, renovó los

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esfuerzos para la conformación de una comunidad científica sociológica e hizo conciencia sobre la expansión cuantitativa y regional de la profesión. De esta vuelta de década y de la dinámica disciplinaria que la acompañó, dan testimonio la revitalización de la Asociación Colombiana de Sociología, el Tercer Congreso Nacional, la aparición en la Universidad Nacional del primer número de la Revista Colombiana de Sociología y la fundación del Departamento de Sociología en la Universidad del Valle. En estas condiciones era de esperarse, como de hecho ocurrió, que florecieran nuevas y diversas perspectivas, y que las dinámicas académicas y las demandas profesionales inspiraran cambios que hacían obsoletas las orientaciones del pasado inmediato. El proceso de apertura temática experimentó un impulso notable: si la actividad de los sociólogos había dejado de responder tanto a las demandas de reforma del Estado y de modernización de la sociedad propia de los sesentas como a la orientación politizante y de oposición radical de los setentas, ahora se observó un interés por una apertura temática, teórica y metodológica que marcara la pauta del nuevo quehacer de la disciplina. Los diferentes congresos nacionales (entre 1980 y 1991 se celebraron ocho), los Coloquios del Departamento de Sociología de la Universidad del Valle (se realizaron cinco entre 1981 y 1991), los Congresos de Investigación-Acción de Cartagena (1977 y 1997) y la publicación de sus respectivas memorias así como la proliferación de otras publicaciones, y la aparición de organizaciones privadas de investigación y consultoría, atestiguan este renacer. Por otra parte, la apertura de dos programas de postgrado en la universidad pública (Nacional y del Valle), muestra la pretensión de desarrollar una masa crítica de alto nivel en investigación social. Y sin embargo, paralelamente estos años han visto la agonía y muerte de varios departamentos universitarios, al punto que hoy día sólo se conservan muy pocos en universidades públicas y privadas. Este proceso refleja, por lo demás, uno de los rasgos más notables de nuestro sistema universitario actual. En efecto, la meritocracia formal como canal de ascenso social y de inserción laboral que se expresa en la expansión y masificación de la educación superior, ha estado soportada en gran medida en pocas universidades privadas de élite y en una serie de otras de muy dudosa calidad dedicadas a calificar socialmente el "profesionismo" a expensas de un desarrollo académico de calidad. Pero también como componente importante deben reconocerse los problemas de identidad y el

desdibujamiento de las competencias profesionales de los sociólogos, que pudieran garantizarles un espacio propio Perspectivas del presente Este espíritu de los años ochenta puede condensarse en la emergencia de los llamados nuevos movimientos sociales y las crisis de los grandes paradigmas totalizantes, que en la sociología colombiana presentan varios efectos importantes: por una parte abren un repertorio temático nuevo que tiende a legitimar la vida cotidiana (en la familia, en la escuela), y el mundo privado e íntimo como preocupación académica. También permite reformular temas ya consagrados como la familia, la etnicidad, las subjetividades e identidades, y reformular concepciones y límites de las relaciones entre lo público y lo privado y en la órbita misma de lo público. Esto desde luego mueve las fronteras disciplinarias consagradas en distintas direcciones y estimula los diálogos con otras disciplinas sociales y humanas: la antropología, la historia, el psicoanálisis, la psicología, la lingüística, la economía y la politología. Pero también estos cambios operan en otras direcciones, por ejemplo perfilando lo ambiental como un eje de trabajo que implica un acercamiento a la biología y a varias de sus expresiones prácticas. Por otra parte aparecen propuestas renovadoras, aunque no siempre muy afortunadas para la producción intelectual de los sociólogos, en el reencuentro con el individuo-actor social (previamente refundido en los laberintos de las macro estructuras), en las posturas epistemológicas y metodológicas que pretenden reconceptualizar las relaciones entre los sujetos (investigadorinvestigado), por ejemplo a través del quiebre de sus asimetrías frente al conocimiento, o frente a la devolución de la palabra a los protagonistas generalmente víctimas-.

24 Véanse los trabajos críticos de Gonzalo Cataño, "La sociología, en Colombia: un balance", y Fernando Uricoechea, "¿Qué pasa con la ciencia social en Colombia?" en Asociación Colombiana de Sociología, La sociología... La "desvalorización'' social de la profesión constituye un nudo bastante complejo de factores exógenos y endógenos que no es posible desatar en los límites del presente articulo. Ya se han hecho algunos avances, aunque no suficientes, en esta dirección. No obstante, como se decía en un acápite anterior, la transformación de la niña bien en pecadora no es independiente de la desorbitada expansión del mercado de títulos de postgrado, del predominio de la universidad privada pero tampoco lo es de la simultánea valorización de otras disciplinas que, como la ciencia política, son más pragmáticas y/o más cercanas a la instrumentalidad del poder.

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Desde mediados de los años setenta, en el ámbito de la docencia universitaria se registra una notoria disminución en el número de programas y de estudiantes de pregrado y ya para finalizar la década del noventa aparece un nuevo programa en la Universidad del Rosario. En el nivel de estudios y títulos de postgrado la oferta es bastante reducida y los cambios menos drásticos en cuanto existen sólo dos programas, en la Universidad Nacional y en la del Valle respectivamente. Hacer una caracterización de los rasgos centrales de la actividad investigativa de los sociólogos en Colombia hoy día es una tarea que desborda los límites que nos hemos impuesto. Es posible, sin embargo, resaltar los más relevantes: En primer lugar, se ha dado una evidente tendencia hacia los desarrollos regionales. La hegemonía que en décadas pasadas tuvo la Universidad Nacional ha cedido lugar a un desarrollo cualitativo y cuantitativo importante en algunos centros universitarios y organizaciones regionales de investigación. En especial en las universidades públicas, como las del Valle y Antioquia, y en menor grado en otras, se han consolidado grupos de sociólogos que avanzan en trabajos de importancia. Y paralelamente se ha suscitado un énfasis en los estudios regionales, en los que se destaca tanto el énfasis en rasgos propiamente locales como la expresión regional de fenómenos nacionales. Los estudios de expresiones de violencias, las dinámicas de los conflictos, las migraciones, las relaciones interétnicas, la configuración urbana y los procesos políticos locales, entre otros, en Antioquia y el Valle del Cauca hoy ocupan lugar central en la producción sociológica colombiana. En segundo lugar, se tiende a consolidar una posición más flexible en las propuestas teóricas y metodológicas en función de la investigación empírica, que busca, mediante la combinación de diferentes perspectivas, enriquecer la capacidad descriptiva, analítica e interpretativa. Esta nueva opción permite el desarrollo de una actitud menos prisionera de los rigores de los marcos teóricos y más abiertos a la investigación empírica. Parece que una cierta dosis de sana heterodoxia ha permitido mayor creatividad y, sobre todo, capacidad de identificación y descripción de fenómenos que no podían ser adecuadamente abordados con marcos teóricos estrechos y forjados a partir de realidades muy distintas de la nuestra. Esta nueva actitud proviene, parcialmente, de un fecundo intercambio con otros analistas sociales y con trayectorias metodológicas y teóricas diferentes. Las facultades de ciencias sociales, los centros de investigación y otras organizaciones de este tipo se

convierten en nichos de investigaciones e intercambios de experiencias y saberes interdisciplinarios. En tercer lugar, se destaca la ampliación y diversificación de temas que se suscitó con el renacer de la disciplina durante la década de los ochenta. Una ojeada rápida permite ver cómo el panorama de temas y problemas se amplía y ya no nos encontramos exclusivamente con los énfasis tradicionales en los procesos de reforma y funcionamiento del Estado o las vicisitudes de la modernización de nuestra sociedad. Hoy es posible encontrar una buena producción en temas como la cultura urbana, las diferentes formas de violencia, el ordenamiento territorial, la educación, la política, el trabajo, la industria, el narcotráfico, la salud, la Investigación-Acción Participativa (IAP), la defensa nacional, el desarrollo urbano y rural, los partidos, los actores armados, la pobreza, las migraciones, la mujer y el género, la familia, la infancia, la ecología, los conflictos regionales, la historia de diferentes prácticas y disciplinas, la historia de la ciencia, la religiosidad popular, las formas de gobierno, organización y participación política local, el sindicalismo. En fin, se trata de un panorama bastante amplio que promueve la tendencia de la sociología a independizarse de la razón de Estado y a desarrollar sus temas en respuesta a estímulos mucho más amplios. En cuarto lugar, la apertura teórica y metodológica y la ampliación temática descritas se han traducido en un proceso por el cual los linderos de la sociología tienden a hacerse cada día más tenues. Los diálogos Ínter y transdisciplinarios, las formas de organización profesional y administrativa de la investigación y las exigencias de la diversificación temática han conducido a una ampliación de los lenguajes, modelos, marcos teóricos y requerimientos metodológicos que al tiempo que aproximan la sociología y las disciplinas afines estimulan su mutuo enriquecimiento y su capacidad para neutralizar el peso que las ya viejas orientaciones positivistas les impusieron. En quinto lugar, la interacción de los fenómenos anteriores se ha traducido en que en forma concomitante con su desdibujamiento disciplinario, la sociología colombiana ha perdido gran parte de su perfil profesional y la comunidad sociológica ha perdido gran parte de su dinamismo. En efecto, llevamos ya unos buenos años sin organizar congresos nacionales, y los tres últimos no han contado con sendas memorias, los Coloquios de la Universidad del Valle han desaparecido, la Asociación que nos hizo revivir hace veinte años como comunidad está hoy día moribunda, y sólo algunos esfuerzos aislados de unos cuantos quijotes que, como es obvio, no alcanzan a

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pasar de la respiración artificial, han impedido su muerte definitiva. En estas condiciones se comprende que los debates y confrontaciones temáticos y metodológicos sean escasos o inexistentes, que no se haya podido solidificar una comunidad disciplinar y unos órganos periódicos de difusión de ideas, y que en consecuencia la sociología colombiana siga siendo, con notables excepciones, parroquial y tímida en sus avances, más aún si se la compara con algunos de nuestros vecinos latinoamericanos. Las excepciones, escasas en número, desarrollan trabajos importantes, participan en círculos académicos extranjeros e internacionales, difunden su producción intelectual en publicaciones reconocidas de distintos países o están incorporados en una comunidad académica amplia. En este punto se destaca el auge de los estudios políticos, llevados a cabo por centros universitarios interdisciplinarios en los que los sociólogos realizan notorios aportes. El Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (lepri) y el Centro de Estudios Sociales (Ces), ambos de la Universidad Nacional marcan una buena pauta en esta dirección, seguidos por el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia y el Centro de Investigación y Documentación Socioeconómica de la Universidad del Valle. El primero de ellos cuenta con una revista de amplia circulación y con una apreciable cantidad de libros. Sus trabajos sobre la violencia colombiana le han valido un reconocimiento nacional e internacional. El Ces ha realizado investigaciones importantes sobre sociología industrial y del trabajo, y sus contribuciones al estudio de la violencia y al desarrollo de un pensamiento feminista no son desdeñables. Los centros de Antioquia y el Valle han hecho contribuciones reconocidas a los estudios de coyuntura y de conflictos regionales. Finalmente, en sexto lugar es necesario hacer explícito cómo hay dos campos específicos de la construcción teórica e investigativa en los que la sociología colombiana se ha planteado de una manera bastante original y que le han valido reconocimientos internacionales. Tales campos son el que, a partir de un neologismo impresionista y a veces prisionero de un sentido peyorativo, se ha llamado la "violentología"25, y la teoría y práctica de la Investigación-Acción-Participativa. 25 La expresión surgió a raíz del libro Colombia, violencia y democracia, Bogotá, Universidad Nacional, 1987, producto de una

Probablemente el aporte más original y significativo de la nueva mirada al tema haya sido el reconocimiento de que en Colombia coexisten diferentes expresiones de violencia, y que en consecuencia ésta no se agota en el conflicto armado que enfrenta a las guerrillas con el Estado. Sin duda existían trabajos previos que examinaban diferentes formas de violencia; el mérito de la nueva perspectiva fue formalizar la coexistencia y tratar de buscar las relaciones de esas varias expresiones. La aceptación de que las vidas cotidianas de los colombianos se encuentran día a día amenazadas por múltiples formas de violencia cuyas dinámicas no se asocian directamente con el conflicto armado y sí con la calidad de vida, con la manera como se organizan las relaciones sociales, con patrones de acumulación de riqueza y generación de desigualdades sociales, con las formas de discriminación en el acceso a bienes y servicios, con la precariedad de derechos y otras formas de ciudadanía y de consumos colectivos, con nuevas formas de acumulación de riqueza y sus concomitantes expresiones de ilegalidad y organización de la delincuencia, significó sin duda un avance en la investigación social sobre el tema. Lanzar la tesis de que la violencia del conflicto armado, por contar con actores reconocidos y articulados a un conjunto específico de demandas político-sociales y a intereses explícitos en torno de la organización del Estado y los rumbos deseados de la sociedad, puede ser negociable, en tanto que esa otra, difusa, que no tiene actores ni intereses fijos y organizados, debe ser objeto de políticas sociales, económicas y culturales distintas del diálogo y negociación, puede parecer hoy una obviedad. Sin embargo, en su momento significó un avance considerable en el campo del análisis social y las políticas estatales posibles y deseables. Es natural que algunas de las nuevas tesis esbozadas hayan sido objeto de debate y de hecho algunas de ellas hayan sido superadas. De eso justamente se trata en la investigación científica. Aún así es innegable que la perspectiva que se abrió con las nuevas miradas significó una fuerte redirección temática, el diseño de nuevas aproximaciones metodológicas, la revalorización de enfoques que buscan combinar lo cualitativo con lo cuantitativo y el recurso a fuentes de información hasta ahora descuidadas. Y, no menos importante, nuevas exigencias para nuevas políticas estatales. No se puede

comisión de analistas en la que participaron algunos sociólogos al lado de otros científicos sociales.

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desconocer que a partir de entonces se ha formado una importante masa crítica de investigación sobre la violencia y que los enfoques tradicionales y simplistas perdieron toda audiencia. Esto es especialmente importante en un tema que por años dividió a los colombianos y que por lo mismo se hacía elusivo. Hoy, con la experiencia iniciada en el libro pionero de Guzmán, Fals y Umaña y continuada con el de la Comisión de 1987, con los aportes que se dieron entre los dos textos y los que se han suscitado en los últimos años, se puede decir que la sociología colombiana sí ha hecho una contribución importante al tema. La Investigación-Acción Participativa (IAP) se inició en Colombia a partir de las prácticas investigativas y políticas de "La Rosca de Investigación y Acción Social", una agrupación de investigadores sociales, dos de los cuales eran ministros presbiterianos ordenados, y cuya figura más destacada fue, de nuevo, Orlando Fals Borda.26 Los esfuerzos de sus miembros se dirigieron a buscar nuevas fuentes de información, privilegiando las memorias locales, las entrevistas con personajes claves, las reuniones en las que se buscaba hacer surgir elementos de memoria colectiva, en fin, el privilegio de la propia voz de los sujetos investigados. En el campo político fundaron su acción en el apoyo al campesinado que, en especial en algunas regiones de la costa atlántica, fraguaba un fuerte movimiento de reivindicación de la tierra. En más de un sentido la acción de la Rosca tendía a reeditar las orientaciones sociológicas originales de Fals Borda, en particular en lo relativo a la práctica de la investigación participante, con componentes etnográficos e históricos. Sin embargo, las diferencias saltaron pronto a la vista. Ya Fals no estaba comprometido con la epistemología positivista de sus años mozos; ya no se trataba de estimular un proceso de modernización social acorde con los postulados del desarrollo rural impulsado por las políticas de la Alianza para el Progreso; ahora se buscaba impulsar procesos revolucionarios de reivindicación de sectores sociales tradicionalmente oprimidos. De hecho, la organización, alguno de cuyos integrantes era un marxista declarado, fue una amalgama de la actitud reivindicativa protestante, con la noción del intelectual orgánico de Antonio Gramsci. La corta vida de la Rosca no fue obstáculo para que

Fals Borda continuara trabajando en la línea investigativa propuesta, y así fue afinando sus perspectivas y diseñando lo que vendría a ser reconocido internacionalmente como la Investigación-Acción Participativa. Su gran presentación ante la sociedad internacional fue doble: de una parte, el Simposio de Cartagena (1977), en el que confluyeron representantes de varias disciplinas y de diferentes países del mundo y mostraron que la perspectiva tenía un amplio campo ganado y un buen trecho por recorrer. De otra, la publicación, entre 1979 y 1986, de su obra mayor, Historia doble de la costa, constituida por cuatro tomos, en la que Fals empleó las técnicas de la IAP de una manera sistemática. Aunque la IAP conserva rasgos centrales, como la nueva reinstalación de la ética en los procesos de investigación y promoción social, la reivindicación de la democracia como fuente de inspiración intelectual y política, la reivindicación de la relación sujeto-sujeto en la investigación, por oposición a la tradicional postura supuestamente neutral del positivismo, a lo largo de su recorrido han sido claros y fuertes los cambios experimentados. En efecto, en algunos momentos iniciales el exceso de confianza en lo popular llevó a Fals y a algunos de sus más cercanos seguidores a bordear posiciones de rechazo a preceptos teóricos y metodológicos considerados tradicionales y a buscar el diseño de nuevas epistemologías y verdades basadas en las voces directas de representantes de lo popular. El peligro de caer en un reduccionismo de lo vernáculo y de las expresiones espontáneas, y con ello de desconocer el papel mistificador de las ideologías en los propios sujetos de lo popular, fue una amenaza real. Sin embargo, recientemente Fals ha morigerado su posición radical, y en las últimas versiones de la IAP se observa una mayor apertura a la confrontación y coexistencia de paradigmas alternativos, y por ende una mayor flexibilidad epistemológica y teórica dentro de la misma.27 La IAP ha tenido, como es natural, detractores y fervorosos simpatizantes. Sin duda una evaluación a fondo escapa los límites impuestos a este artículo. Sin embargo, hoy no parece haber duda de que la promesa de la IAP radica en las posibilidades de investigación que ha abierto en el país, más que en sus perspectivas políticas, campo en el cual no ha podido superar las 27 Véase Fals Borda, "La Investigación-Acción Participativa: Política y Epistemología", en Camacho (ED.), La Colombia de hoy: sociología y sociedad, Cali/Bogotá, Cidse/Cerec, 1986 y el comentario de Ros en la misma obra.

26 Ernesto Parra la investigación acción en la costa atlántica evaluación de la Rosca, 1972-1974, Cali, funcop, 1983. Un poco más tarde se unieron otros investigadores no protestantes

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restricciones que la signaron desde su origen. Cualquier sociólogo observador de la escena política contemporánea en Colombia estaría de acuerdo con nosotros en que cada día que pasa se hace más lejana la promesa que inspiró a los fundadores de la "Rosca". Sin embargo, la mayor parte de la tarea que se propuso su inspirador ha sido lograda, y con ello ha enriquecido las perspectivas nacionales e internacionales de investigación sociológica. ¿Y el futuro qué? Para finalizar, resulta indispensable aventurar alguna mirada hacia los primeros años del nuevo siglo y milenio intentando maniobrar, como los antiguos navegantes del Estrecho de Mesina, entre el Caribdis del pesimismo y la Escila del deseo, en particular cuando las crisis actuales del Estado apuntan a una mayor debilidad de la universidad pública y a una virtual desaparición de la investigación básica, pero cuando los procesos de paz y de reconstrucción de la sociedad colombiana reclaman a voces una presencia alerta y cualificada de los intelectuales colombianos. En cuanto a la comunidad disciplinaria, y si nuestros análisis son adecuados, nada parece indicar que pueda generarse una nueva coyuntura de integración o una dinámica colectiva. Por el contrario, puede preverse un grado más alto de segmentación en cuanto se mantenga la distancia tendencial entre una pequeña élite de sociólogos con experiencia académica doctoral y postdoctoral, con vinculaciones y acceso a fuentes de financiación internacional y con limitadas posibilidades de reproducirse a través de la estructura universitaria. En cuanto a la investigación, la tendencia hacia lo regional puede verse impulsada por las dinámicas en torno de la paz, la descentralización y la recomposición territoriales, la impostergable reconstrucción de la sociedad rural y desde luego las prioridades ambientales y de recursos naturales. Los nichos extra universitarios de investigación y de generación de propuestas sobre el país y otras entidades y fundaciones de cooperación internacional probablemente tenderán a concentrar una parte importante de la dinámica intelectual y técnica de los próximos años. La articulación con las universidades, en la medida en que éstas realmente constituyen las únicas opciones para una investigación libre, científica, no ligada a intereses estatales o de empresas o ideologías, puede aportar bases para una nueva redefinición de nuestro futuro.

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Evolución y desarrollo de la Ciencia Política colombiana: Un proceso en marcha* ** Gabriel Murillo Castaño / Elisabeth Ungar Bleier Con la colaboración de Felipe Cortés Cleves y Andrés Podlesky Boada***

Ciencia Política y estudios políticos en Colombia: dos visiones para el estudio de lo político

Antecedentes En la primera parte, este trabajo articula el resumen del desarrollo institucional de la ciencia política en Colombia en dos etapas, estableciendo una diferencia entre el ámbito de la disciplina y el dominante de los llamados estudios políticos en el país. A lo anterior se adiciona una etapa final en la que proliferan las publicaciones y los espacios académicos, al nivel de pregrados, postgrados y especializaciones en universidades públicas y privadas, señalándose el avance significativo, pero aún incompleto, de la disciplina. En la segunda parte, apoyándose en una serie de entrevistas a un grupo de expertos, el trabajo analiza los principales factores de impulso y obstáculo a la institucionalización de ésta, la disciplina más joven de las ciencias sociales con arraigo académico en el país.

* Los autores agradecen especialmente al grupo de colegas y reconocidos dentistas sociales que en forma pacienta y muy

Captar el desarrollo y la evolución de la ciencia política en Colombia conlleva grandes retos. Por tratarse de una disciplina relativamente nueva, su dinámica ha estado marcada por los avatares propios de un proceso de fortalecimiento gradual y accidentado entre los que sobresalen la complejidad del proceso político nacional, el desconocimiento y los cuestionamientos que de ella han tenido sus principales interlocutores (el Estado, sus propios practicantes y estudiosos, los políticos de carrera, los profesionales de las demás ciencias sociales y el derecho entre otros), y las dificultades inherentes a la delimitación del espacio teórico y metodológico disciplinar. Cuando el famoso politólogo estadounidense David Easton intentó elaborar la historia de la ciencia política en su propio país a comienzos de la década de los años cincuenta, llegó a la sabia conclusión de que este intento constituía un reto imposible de lograr a cabalidad1. No sólo la heterogeneidad de circunstancias alusivas al comportamiento de sus cultivadores, sino la gama de tangencias con las otras disciplinas del compendio de las ciencias sociales, limitaban y siguen limitando considerablemente esta empresa, inclusive en un país como Colombia en donde la ciencia política no tiene la tradición ni el recorrido del caso mencionado. Así, la tarea de elaborar una aproximación histórica al desarrollo y la evolución de la ciencia política en Colombia en una revista especializada se constituye en un gran reto, más aún cuando la búsqueda creciente por una diferenciación entre estudios políticos y la investigación disciplinar aparece como algo difuso. Un primer paso indispensable para superar este desafío es aludir al contexto dentro del cual surgió la ciencia política en el país en la segunda mitad de la década de los años sesenta. Esta contextualización se podrá clarificar aún más si se trata por separado lo relativo a los ámbitos externo e interno, no queriendo decir con esto que sean espacios aislados el uno del otro. En cuanto al primero, el establecimiento de la ciencia política como disciplina independiente y como campo de investigación

brillante concedieron las entrevistas para este trabajo. Ellos son: Fernando Cepeda, Malcom Deas, Pilar Gaitán, Pierre Gihodes, Gary Hoskin, Mónica Lanzetta, Francisco Leal y Javier Sanín. También reconocen el apoyo de la alumna Liliana Toro en la recolección de la información para este artículo. * Profesores titulares del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. ***Estudiantes de último semestre del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes.

1 Jean Franco Pasquino, "Naturaleza y evolución de la disciplina" en Jean Franco Pasquino (Editor), Manual de Ciencia Política, Madrid, Alianza Universidad Textos, 1988, pág.11

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particular no se va a concretar sino hasta mediados del presente siglo. Esta concreción se dio en el marco del auge de una visión afirmativa de los valores y las normas necesarias para la consolidación y el sostenimiento del orden social que se imponía con el inicio de la posguerra. Según William Cartier, politólogos de la talla de Lipset, Downs, Easton y especialmente Dahl, fueron incidentales en el arraigo de un modelo adecuado de democracia liberal que concebía esta modalidad de régimen político como un mercado de proveedores y consumidores de bienes políticos, exento de todo contenido ético2. Es así como, según este autor, la instauración de este modelo suponía una dualidad pluralista-elitista, que buscaba principalmente la consecución de una paz social de largo plazo, y en esa medida, su aplicación era instrumentada casi que ciegamente, sin entrar nunca a cuestionar la validez universal de sus supuestos principales. El advenimiento de la crisis que en las ciencias sociales se gestó en Europa occidental y Estados Unidos desde la década de los setenta, generó la necesidad de repensar la forma de abordar los problemas políticos, sociales y económicos. Resultado de esto fue, por un lado, una crítica radical al modelo de democracia liberal que atacó el supuesto ya mencionado de la existencia de un mercado de bienes políticos y expuso cómo lo que en realidad éste producía era la formación de un sistema oligopólico que beneficiaba sólo a aquellos que tenían acceso directo al poder. Por el otro, se estructuraron marcos conceptuales de referencia alternativos, con el marxismo a la cabeza, que proponían nuevas maneras de acercamiento a la realidad, caracterizadas por una perspectiva radical, y por el análisis de la transformación de las estructuras sociales frente al orden imperante hasta el momento. El caso colombiano, naturalmente, no fue ajeno a las transformaciones mundiales. Tal como lo reseña Germán Mesa3, la investigación en ciencias sociales, que en el país se inició en la década de los años treinta en el contexto de la Revolución en Marcha del presidente López Pumarejo, y que continuó con fuerza después de la segunda guerra mundial, exigió la realización de los primeros diagnósticos científicos sobre la sociedad colombiana. Estos, a su vez, incidieron en la construcción

2 Cartier William, "Ciencia Política: Una crítica", en Rubén Sánchez (comp.), El estudio de la Ciencia Política en Colombia, Bogotá, Departamento de Ciencia Política, 1993. pág.72. 3 Germán Mesa, "Orientaciones teóricas y metodológicas de las

de un aparato institucional de investigación capaz de abordar y medir los fenómenos sociales y económicos del país. Dicho autor, así como otros analistas tales como Francisco Leal y Pierre Gilhodes, coinciden en afirmar que inicialmente los estudios políticos fueron estructurados bajo el marco teórico y metodológico de la escuela norteamericana, específicamente en lo referente al funcionalismo y a su arsenal de técnicas de recolección y análisis de datos. La sociología política también estaba inscrita en la línea funcionalista bajo la cual, de acuerdo con Mesa, se llevaron a cabo importantes investigaciones que reflejaban una gran sensibilidad por los problemas nacionales. Los trabajos de esa época sobre violencia, procesos de urbanización, movimientos estudiantiles, migración rural-urbana, movilidad social, estructuras familiares y tenencia de la tierra, entre otros, dan cuenta de lo anterior. En la década de los setenta, el país se vio afectado por la ya mencionada revolución paradigmática que se desarrollaba en el resto del mundo, principalmente en los países occidentales. Se abandonó la reflexión sobre problemas basados en datos empíricos, para dedicarse a la investigación bibliográfica. Esto se vio reflejado en el ámbito académico, con la inclusión en los programas de ciencias sociales de asignaturas relacionadas con el planteamiento marxista. Este enfoque transformó las temáticas de estudio presentes hasta el momento, moviéndose hacia nuevas áreas tales como los problemas del subdesarrollo o la dependencia. Sin embargo, fenómenos locales y altamente contenciosos tales como el de la violencia, seguían concentrando buena parte de la atención. No sólo de las investigaciones, caracterizadas por un claro perfil científico, sino incluso de una militancia directa tanto de algunos de sus más renombrados autores, como de una cantidad considerable de estudiantes. Rápidamente, se asoció el ejercicio y estudio de la sociología con el socialismo, el comunismo y finalmente con la subversión, situación que eventualmente llevó al cierre de las facultades de sociología en la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Nacional en Bogotá, durante la primera mitad de la década de los setenta4. Por otro lado, tal como lo señalan Rubén Sánchez, Francisco Leal y Dora Rothlisberger, desde la década de los sesenta se hizo evidente "la necesidad de superar la brecha existente entre el análisis técnico y el

ciencias sociales", en Carlos B. Gutiérrez (Editor), La investigación en Colombia en las Artes, las Humanidades y las Ciencias Sociales, Bogotá, Ediciones Uniandes, 1991.

4 Francisco Leal B, "La profesionalización de Jos estudios políticos en, Colombia", en Análisis Político, No. 3, Bogotá, enero a-abril, 1988, pág.58

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.conocimiento políticos"5.

sistemático

de

los

fenómenos

Fue en este contexto en el que surgió la ciencia política en Colombia, con el ofrecimiento de un curso de Introducción a la Ciencia Política y posteriormente con la creación de una sección de ciencia política en la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de los Andes, siempre en el marco de Servicios Generales. El primer programa de pregrado conducente al otorgamiento de una licenciatura en la disciplina se creó en la Universidad de los Andes de Bogotá en 1968, adscrito a la Facultad de Artes y Ciencias, después de la buena acogida recibida por los cursos que venía ofreciendo desde 1963 esta Facultad. Los creadores de dicho programa, conscientes de las dificultades por las que atravesaban las ciencias sociales, especialmente la sociología debido a su identificación con las tendencias "antisistema", optaron por darle un perfil científico al mismo. Si bien esto era algo pretensioso dadas las condiciones del desarrollo científico en el país, se consideró como la única forma para protegerlo de las dificultades anteriormente aludidas. Como complemento a las materias electivas y a las de concentración en otras carreras, las áreas iniciales para la conformación del primer programa curricular fueron las siguientes: Metodología, Teoría General, Estado y Políticas Comparadas e Internacionales. El surgimiento de este programa académico formal, marcó el primero de los momentos claves de esta etapa preliminar de conformación de la Ciencia Política en Colombia. Un segundo momento dentro de los antecedentes estuvo determinado por la creación del programa de Magíster en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana en 1972, el cual perteneció inicialmente a la Facultad de Derecho, para luego, en 1975, pasar a formar parte de la nueva Facultad de Estudios Interdisciplinarios, FEI. Se caracterizó por la inclusión de catedráticos que en buena parte eran políticos de oficio y no cientistas sociales como tales, lo que hizo que su plan de estudios estuviera enfocado más hacia el ejercicio político que hacia la práctica investigativa. El tercer momento de esta misma etapa estuvo marcado por el surgimiento del programa de postgrado en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes en 1975. En su desarrollo ha sido posible identificar tres períodos principales. El primero, entre 1975 y 1980, estuvo orientado a formar investigadores y docentes en ciencias sociales. Tuvo una estructura

semipresencial para adecuarse a la escasa disponibilidad de tiempo de los estudiantes provenientes de ciudades distintas a Bogotá. El segundo, luego de una suspensión de casi una década, se inició en 1989 y estableció un cambio académico sustancial. Este consistió en un nuevo currículo orientado al análisis y evaluación de políticas públicas y teoría política, en un marco semiescolarizado. El tercero, se inició en 1997 y se ha caracterizado por la definición de una estructura politológica formal dentro de la cual se ha enfatizado el análisis de la políticas públicas, y se ha introducido un componente de relaciones internacionales. El despegue En esta segunda etapa, ya en los años setenta, despegó una amplia gama de estudios políticos que se siguieron desarrollando durante las dos décadas siguientes, en buena medida por profesionales de distintas disciplinas. Ejemplos de esto son el surgimiento del Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP en 1973, y del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, IEPRI, en 1987. El primero se ha desarrollado como una escuela de investigadores con una perspectiva de trabajo dirigida hacia el estudio de la política como problema principal, con énfasis en el tratamiento de la situación de "dominación, explotación y marginalidad de los llamados sectores subalternos"6, siguiendo la perspectiva de trabajo que la Compañía de Jesús le ha dado a sus centros de estudios. Esta línea de trabajo se materializó en la publicación de diversas series de documentos periódicos, entre los que han sobresalido ANALICIAS, Controversia, Que Pasó y Cien Días Vistos por el CINEP. El segundo, creado en un momento crítico de violencia generalizada, contribuye al análisis de nuevos fenómenos políticos, a través de la revista Análisis Político, y Síntesis, con un resumen anual de la coyuntura política, económica y social nacional. Es a partir de la década del setenta que es posible establecer la bifurcación entre los estudios politológicos en estricto sentido, iniciados a finales de la década de los sesenta en la Universidad de los Andes, y los estudios políticos de corte interdisciplinario de los cuales el CINEP y el IEPRI serán claros exponentes.

6 Bolívar R. Ingrid J, "La construcción de referentes para leer la política en Una opción y muchas búsquedas, CINEP 25 años, Santafé de Bogotá, Centro de Investigación y Educación Popular, 1998, págs. 65-66 5 Rubén Sánchez, "La Ciencia Política y la Universidad de Los Andes" en Rubén Sánchez (compilador), El Estudio..., pág.20

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A continuación se señalan algunas de las líneas de trabajo dentro de la amplia producción de los estudios políticos, así como un panorama general de las publicaciones periódicas más importantes. En el período comprendido entre el despegue de los estudios políticos a principios de los setenta y los primeros años de la década de los noventa, se identificaron una serie de temas de análisis comunes en la ciencia política. En un primer momento, que va hasta 1987, se presentan en orden descendente con respecto al número de estudios realizados, los siguientes temas: historia política, movimientos sociales, partidos políticos, estado y administración pública, política internacional y comparada, teoría y metodología, violencia, y estudios periodístico políticos.7 En un segundo momento, comprendido entre 1987 y 1992, se establecieron algunas continuidades con respecto a la frecuencia de los estudios registrada anteriormente8. Tal es el caso del tema de la violencia, que recibió gran atención, en particular durante el proceso de paz llevado a cabo entre1988 y 1990. Así mismo, la historia política y los partidos coparon la tercera parte de los estudios publicados hasta mediados de 1991 .También la política internacional y, en menor grado, las publicaciones de tipo periodístico, fueron objeto de interés entre los académicos. Por otro lado, el tema de los derechos humanos fue el más dinámico, constituyéndose en un nuevo problema de gran atractivo analítico, como consecuencia de la intensificación y proliferación de las distintas formas de violencia en el país. Finalmente, temas tales como el Estado y la administración pública, o movimientos sociales, que habían alcanzado un notable nivel de reconocimiento entre 1970 y 1987, disminuyeron el número de estudios publicados hasta 1991. Cabe mencionar también, las investigaciones promovidas desde 1976 por el Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales, CIDER, en donde, con el concurso de algunos politólogos, se trabajó en torno a los problemas del desarrollo local y regional. Allí se han estudiado temas como la descentralización política y administrativa, las relaciones entre planificación de políticas públicas, la equidad económica y la participación, y los debates acerca de problemas como el medio ambiente, la pobreza y la violencia. En lo concerniente a otras publicaciones del período 1970-1992, la Revista Javeriana, creada en 1933, si bien no se ha dedicado exclusivamente al ámbito de lo político, pues varios de sus números han abordado

diferentes temas en el campo de las ciencias sociales, en algunas de sus entregas se han hecho aproximaciones a problemáticas políticas, desde una visión interdisciplinaria. Como una iniciativa privada, la revista Ciencia Política creada en 1985 por el Instituto de Ciencia Política de Bogotá, se ha caracterizado por la traducción y difusión en castellano de trabajos politológicos extranjeros, así como por la producción de documentos que han buscado impulsar el desarrollo democrático. Todo ésto desde un enfoque predominantemente conservador. La Revista Foro, impulsada por la Fundación Foro Nacional por Colombia y vinculada a la organización no gubernamental Viva la Ciudadanía, inició sus labores en 1986 y desde entonces ha sido publicada trimestralmente. Se caracteriza por su enfoque plural, independiente e interdisciplinario, e incluye regularmente secciones de cultura y sociedad, y ocasionalmente reseñas de nuevos libros y revistas. A lo largo de sus entregas también ha hecho énfasis en la promoción del desarrollo democrático, así como en el tratamiento analítico de los fenómenos políticos colombianos y latinoamericanos de coyuntura. La revista Análisis Político de la Universidad Nacional de Colombia, surgió paralelamente al IEPRI en 1987. Esta publicación trimestral de corte pluralista ha contado recientemente con el apoyo de Colciencias, para fortalecer su visibilidad nacional e internacional. Esta publicación se desagrega en los siguientes componentes: difusión de estudios sobre temas políticos nacionales y latinoamericanos, tratamientos teórico-analíticos sobre desarrollo democrático, organización y difusión de debates con actores protagónicos de la política, reseñas críticas de publicaciones nacionales e internacionales, y, finalmente, bibliografías temáticas sobre aspectos políticos de interés para Colombia. Es importante añadir que si bien en los últimos tiempos esta publicación ha dedicado un menor espacio al tema de la violencia, al incluir más artículos sobre las sociedades contemporáneas o sobre la globalización, los balances anuales publicados en Síntesis, otra publicación de esta Institución, permiten registrar la continuidad de este tema. En 1988, la Fundación para la Investigación de la Ciencia Política, FIDEC, conformada por un grupo de estudiosos de la política de carácter privado lanzó la revista Avance en donde se incluyen breves artículos de coyuntura nacional y latinoamericana. La revista Política Colombiana de la Contraloría

7 Francisco Leal, 'La profesionalización..." Págs. 106-120 8 Francisco Leal, "Post Scriptum", en Rubén Sánchez (Editor), El Estudio de la ciencia..., Págs. 121-124

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General de la República, comenzó a ser publicada trimestralmente desde la promulgación de la Constitución de 1991. Tuvo una corta duración (aproximadamente cuatro años), y a pesar de haber sido financiada y promovida por una entidad oficial, tuvo un carácter plural con tendencia liberal, y se caracterizó por el tratamiento exhaustivo de los principales temas políticos del momento. Estuvo compuesta por una sección central que abordaba temas políticos de coyuntura nacional, y por otras sobre política internacional y reseñas de revistas y eventos. Lamentablemente, el aporte de esta publicación fue truncado a partir de la siguiente administración, al retirársele el apoyo institucional con el que había contado desde su inicio. La proliferación Finalizando las dos etapas diferenciadas anteriormente, se hace necesario establecer una tercera, que comenzó al inicio de la presente década. Más que realizar una revisión cuantitativa o un balance de los estudios políticos, se retoman las principales líneas de investigación desde la publicación del trabajo realizado por Francisco Leal sobre la profesionalización de los estudios políticos en Colombia (1970 -1992). Además, se presentan algunas anotaciones sobre las nuevas perspectivas y limitaciones de los estudios políticos en el país, así como de la práctica académica. De acuerdo con la visión retrospectiva de la lectura política hecha por el CINEP9, las líneas de investigación política realizadas en este último período no han sido tan novedosas en sí mismas, como lo ha sido su tratamiento analítico. Así, en cuanto a la primera, clientelismo y estructura social, el abordaje novedoso ha estado en la preponderancia otorgada a las élites regionales como objeto de estudio y al análisis de las relaciones sociales, los vínculos y las costumbres que sustentan la percepción popular del espacio sociopolítico. En cuanto a la segunda línea, coyuntura política, el cambio ha consistido en privilegiar una mirada histórica de proceso sobre el conjunto del orden político nacional, posibilitando un enfoque analítico "no coyuntural de la coyuntura". La tercera línea, sociedad, política y reconciliación con el conflicto, ha articulado un análisis económico estructural con las redes de relaciones sociales y políticas de los actores, las instituciones y los referentes simbólicos. La cuarta, una lectura de la política

9 Ingrid J. Bolívar R., "La construcción de...", pág. 40.

desde una perspectiva histórica, innova con el abordaje dialéctico de la historia y de los procesos sociales. Finalmente, la quinta línea propone repensar las interacciones entre el Estado, la sociedad civil y lo público, con un enfoque alternativo que enfatiza el carácter relacional y conflictivo de la política, como arena para el encuentro y la tensión entre las distintas esferas que constituyen el entramado social. A pesar del señalamiento de los avances en el estudio de la política, el CINEP reconoce su sorpresa al registrar como, después de veinte años, las investigaciones sobre clientelismo siguen pensando este fenómeno como algo exclusivo de las zonas rurales, sin considerar su reproducción en las ciudades. Así mismo, afirma que para depurar el estudio de la coyuntura política, es preciso incorporar al análisis procesos históricos complejos como la construcción del Estado, la redefinición de los partidos y la extensión de la ciudadanía. Además considera que las relaciones entre Estado y sociedad civil no deben ser pensadas como la simple supresión de una por otra. Para este mismo período, Daniel Pécaut realiza una revisión retrospectiva acerca la contribución investigativa del IEPRI a los estudios sobre violencia en Colombia y hace una enumeración de nuevas aproximaciones analíticas10. Primero, el estudio del fenómeno durante el lapso comprendido entre 19301950 y su impacto en la violencia actual; segundo, el estudio de las relaciones entre el sistema político, el Estado y la violencia; tercero, el estudio de las relaciones entre el universo jurídico y ético y la violencia; cuarto, el abordaje de las relaciones entre violencia y conflictos sociales en el ámbito regional; quinto, el análisis de los protagonistas de la violencia y, sexto y último, al tratamiento de las estrategias gubernamentales frente a la violencia. Pécaut también hace alusión a algunas limitaciones del énfasis del IEPRI en los estudios sobre violencia. La primera de ellas se refiere al hecho de que "los trabajos no evocan siempre, como se desearía, a la sociedad ni a los cambios que la sacuden"11, tales como la secularización, las migraciones urbanas y rurales, o el crecimiento del sistema educativo. La segunda tiene que ver con la manera como se asumen las estrategias gubernamentales, convirtiéndolas muchas veces en el punto de partida para los razonamientos sobre el fenómeno de la violencia. La tercera limitación alude al

10 Daniel Pécaut, "La contribución del IEPRI a los estudios sobre la violencia en Colombia", en Análisis Político No 34, Bogotá, mayo a agosto 1998, págs. 75-78. 11 Daniel Pécaut, "La contribución del..."pág. 79.

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problema que surge al restringir la democratización exclusivamente a las reglas institucionales, al tiempo que se ignoran las prácticas políticas concretas. Finalmente, el autor registra una limitante importante en el excesivo énfasis político que se le da al fenómeno de la violencia, lo que lleva a que los protagonistas del conflicto sean identificados únicamente por ese carácter. A la problemática en el abordaje temático, se suman también las limitaciones relacionadas con el ejercicio académico de los investigadores políticos. Santiago Villaveces y Gonzalo Sánchez han identificado algunas de las más importantes12, entre las que se cuentan, por una parte, la tendencia del intelectual a caer en la óptica del administrador público, que obligado a mantener un cierto optimismo frente a la acción gubernamental, sacrifica el perfil crítico que le es propio. Por otro lado, la fragilidad del espacio académico, así como el afán de reconocimiento público, llevan en algunos casos a los intelectuales a tener que escoger entre su incursión en la vida pública, o su ingreso a las filas del periodismo, en detrimento de la actividad investigativa. En los últimos años, el espectro académico se ha ampliado a nuevos espacios de reflexión e investigación, debido en parte a los cuestionamientos al gobierno del expresidente Samper. Tal es el caso de las veedurías ciudadanas y los observatorios sobre diversos temas (Congreso, justicia, educación, eleccciones, entre otros), dedicados a la fiscalización de la acción pública así como al fomento de la participación ciudadana. Por otra parte, los estudios sobre cultura urbana han cobrado interés académico en los últimos dos años principalmente, constituyéndose en un insumo para orientar políticas y acciones basadas en un conocimiento empírico de las distintas dinámicas que atraviesan la ciudad. En cuanto a las publicaciones realizadas entre 1992 y 1998, el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia comenzó a editar su revista semestral Estudios Políticos a partir de 1992. A pesar del excesivo centralismo que ha caracterizado las publicaciones de este tipo, esta publicación ha alcanzando un gran impacto a nivel nacional. Su estructura temática se ha caracterizado por el análisis sobre los problemas políticos, principalmente colombianos, y contiene una sección de coyuntura y otro sobre reseña crítica de libros. Además, hay un espacio para el tratamiento ocasional de temas

más analíticos y de teoría política. En 1995 la Facultad de Ciencia Política de la Pontificia Universidad javeriana, inició la publicación de su revista semestral Papel Político, en la cual se han tratado temas tales como política social, integración, resolución de conflictos, relaciones internacionales y comercio, y reflexiones teóricas sobre la democracia. Además de las revistas centradas en el tratamiento de temas políticos, en los últimos años han aparecido en Colombia otras publicaciones que incluyen análisis políticos como uno de sus componentes más importantes. Este es el caso de la revista Colombia Internacional del Centro de Estudios Internacionales, CEI, de la Universidad de los Andes, que se viene publicando trimestralmente desde 1985 con artículos científicos que han contribuido a alimentar el debate sobre política internacional. También está la revista Cancillería de San Carlos publicación trimestral del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, en la cual de manera más dispersa se publican diferentes aspectos de la política exterior del país. La revista Paradigma de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, de la Universidad Externado de Colombia, viene publicándose desde 1993, con la inclusión de artículos de coyuntura política mundial. La Universidad del Norte, hace unos años edita la serie de Documentos del Centro de Estudios Regionales, CERES, con investigaciones y ensayos sobre temas políticos, económicos y sociales desde la perspectiva del caribe colombiano. Por último, está la Revista de Estudios Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes y la Fundación Social, publicada desde el segundo semestre de 1998. En esta revista, el análisis político se refleja a lo largo de las contribuciones de carácter interdisciplinario en ella contenidas. Como ya se señaló, en la denominada tercera etapa se da la proliferación de programas relacionados con el estudio de la política, dentro de los cuales y sin una pretensión de exhaustividad, se presentan a continuación algunos que son representativos de esta tendencia. Es así como en 1990 se creó el Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Antioquia, el cual fue el resultado del propósito institucional de avanzar en la investigación sobre la problemática social y política, como mecanismo para complementar el trabajo que venía adelantando el

12 Santiago Villaveces, "Entre pliegues de ruinas y esperanzas" y Gonzalo Sánchez, "Intelectuales... poder... y cultura nacional" en Análisis Político No. 34, Bogotá, mayo a agosto 1998, págs. 89114.

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Instituto de Estudios Políticos de esta universidad. Actualmente tiene una duración de cuatro semestres y su objetivo es enfatizar el componente investigativo de la ciencia política. La teoría y pensamiento político, la organización política y la metodología son las líneas de estudio más importantes del programa. En 1991, la Pontificia Universidad Javeriana inició la Maestría en Relaciones Internacionales como complemento a la ya existente en estudios políticos. Adicionalmente, en los primeros años de esta década creó varias especializaciones de dos semestres de duración cada una. Los temas programáticos son: resolución de conflictos, integración en el sistema internacional, opinión pública y mercadeo político, política social y gobierno municipal. Las características curriculares y la estructura docente de estos nuevos programas ¡averíanos no se diferencian mucho de la pauta iniciada con la Maestría en Estudios Políticos a mediados de los setentas. También en la primera mitad de esta década de los noventa, esta Universidad inició su programa de pregrado en ciencia política, y en la actualidad sus alumnos cursan el séptimo semestre. Para 1992 el CEI de la Universidad de los Andes dio inicio a su especialización en Negociación y Relaciones Internacionales con una duración de un año, en donde se incluyen áreas de estudio como negociación internacional, teoría en relaciones internacionales, economía política internacional y política exterior colombiana. Si bien la Escuela Superior de Administración Pública, ESAP, inició su tradicional programa en administración pública en la década de los sesentas, en la actualidad ha venido ofreciendo varias especializaciones ligadas a la temática política en su Facultad de Estudios Avanzados. Entre ellos sobresalen los de economía pública, alta dirección del Estado, administración pública contemporánea, proyectos de desarrollo, finanzas públicas, gerencia social y gestión pública. Ofrece tres maestrías: la primera, en gestión local, la segunda, en gestión y planificación del desarrollo urbano y regional, y la última y más novedosa en derechos humanos. En 1994, la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia comenzó un programa de pregrado en Ciencia Política, que según uno de los entrevistados aún refleja una fuerte influencia del derecho público en su contenido curricular. Sin embargo, el propósito del primer programa de pregrado en ciencia política de la universidad pública colombiana es explícito en subrayar su perfil interdisciplinario, articulando la teoría, la filosofía y las ciencias políticas con los aportes

de los campos científicos, técnicos y profesionales más relacionados con el objeto de estudio de la carrera. Su duración es de ocho semestres y el plan de estudios contiene una división por áreas: teoría política, teoría jurídica, historia y economía, apoyo a la investigación y relaciones internacionales. Adicionalmente, en 1996 esta universidad inició la Maestría en Estudios Políticos, con el objetivo de preparar profesionales de otras disciplinas para el análisis político de la realidad nacional e internacional. Su plan de estudios tiene una duración de cuatro semestres, y se encuentra dividido en cuatro grandes áreas: teoría política, regímenes, sistemas y procesos políticos nacionales e internacionales, e investigación y electivas. Las facultades de Ciencia Política y Gobierno, y de Relaciones Internacionales, de la Universidad del Rosario fueron creadas en 1996, como resultado del estudio de factibilidad realizado por su Instituto de Relaciones Internacionales. Estos programas iniciaron su primer semestre en julio de 1997 y actualmente las primeras promociones cursan el cuarto semestre. También en 1996 se inició el programa de pregrado en Ciencia Política de la Universidad del Cauca en Popayán, en el Departamento de Derecho Público de la Facultad de Derecho. La motivación de este programa no es muy diferente a la del proyecto de la Universidad del Rosario. Su duración es de ocho semestres y ha contado con una amplia acogida dentro del estudiantado del sur occidente colombiano. Además, desde 1986 esta universidad creó el Instituto de Postgrado en Ciencias Jurídicas y Políticas. La Facultad de Relaciones Internacionales de la Fundación Universitaria de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, con su antecedente de cuarenta años de existencia en la carrera de Diplomacia, ha buscado darle un enfoque más interdisciplinario a su antiguo programa, para formar profesionales en relaciones internacionales. En sus diez semestres, los alumnos de pregrado cursan asignaturas en las áreas de humanidades, investigación, relaciones internacionales jurídico-políticas, negociación internacional y un paquete que comprende negocios, administración y economía. En 1986 la Universidad Externado de Colombia, en su nueva Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, inició su programa de pregrado en el que se articulan estos tres ejes en una aproximación curricular que también incluye aspectos teóricos e idiomas. Este pregrado se ha enriquecido con una oferta de programas de especialización, entre los que se pueden mencionar el de Gobierno, Gerencia y Asuntos Públicos y el de Políticas

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y Asuntos Internacionales. Adicionalmente, en el país se han creado otras especializaciones y maestrías con énfasis en distintas áreas relacionadas con el estudio político, tales como relaciones internacionales, administración pública y negociación y resolución de conflictos, entre otras. El siguiente recuento, sin ser exhaustivo, es ilustrativo de lo anterior: en la Universidad de Medellín se han creado las Maestrías en Ciencias Sociales y en Ciencias Políticas. En la Universidad Escuela de Administración de Finanzas, EAFIT, la Especialización en Negocios Internacionales. En la Universidad del Norte, en Barranquilla, la Maestría en Estudios Político-económicos. En la Universidad del Atlántico de la misma ciudad, la Licenciatura en Ciencias Sociales. En la Universidad Industrial de Santander, UIS, la Especialización en Gerencia de Instituciones. En la Universidad de Pamplona, la Licenciatura en Ciencias Económicas y Sociales y la Especialización en Educación para la Democracia. En la Fundación Universitaria de Popayán, la Especialización en Planificación y Gestión de Instituciones. Si bien la Universidad del Valle como tal no ha tenido programas académicos formales en Ciencia Política, la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas ha incorporado cursos obligatorios de teoría social, enfocados al estudio de los objetos políticos, y asignaturas electivas que indistintamente han cubierto aspectos de la política. (Adicionalmente, existe una Maestría en políticas públicas). Finalmente también se ofrece el programa de Maestría en Sociología a cargo de esta misma facultad. En la Universidad Tecnológica del Chocó "Diego Luís Córdoba", las Especializaciones en Ciencia Política y Gestión Educativa. Y en la Universidad Santo Tomás de Aquino, las especializaciones en Sociología Política y de la Administración y en Educación en Derechos Humanos. Así pues, en esta primera parte del artículo se ha querido elaborar un breve repaso del proceso de desarrollo y afianzamiento de la ciencia política en el país, en tres etapas principales. La primera de ellas, registró el debate que vivían las ciencias sociales en la segunda mitad de la década de los sesenta. La segunda, cubrió la conformación de los primeros programas académicos en ciencia política a nivel de pregrado y postgrado, así como el despegue y la afirmación de los estudios políticos en la década siguiente. Finalmente, el tercero abarcó la amplia proliferación de programas relacionados con el estudio de lo político principalmente desde la década de los noventa. Luego de haber registrado una tendencia ascendente del desarrollo pomológico en el país durante las tres últimas décadas,

se pasará a continuación al tratamiento analítico de los aspectos determinantes de esta progresión científica. La institucionalización de la ciencia política en Colombia A los entrevistados para la realización de este artículo se les formularon una serie de preguntas con el fin de conocer sus opiniones acerca de la evolución y desarrollo de la ciencia política en Colombia. A continuación se hace una presentación analítica de lo expresado por los expertos. Límites entre la ciencia política y otras ciencias sociales La creciente especialización de las ciencias sociales en Colombia en las últimas décadas, muy incidental en su profesionalización, ha hecho cada vez más evidente la necesidad de un enfoque interdisciplinario para el abordaje de los fenómenos sociales, incluidos los políticos. Esto ha terminado por "minar las falsas seguridades con que se busca separar el objeto propio, abriéndole agujeros por donde oxigenarlo y conectarlo con las preocupaciones y dinámicas de las ciencias sociales".13 Es precisamente esta interconexión entre las ciencias sociales la que motiva a pensar la historia de la ciencia política como una historia de relaciones con otras disciplinas -la sociología, la historia, la economía, la antropología, etc.-, que comparten un mismo campo de reflexión: la sociedad y sus procesos de transformación. Un sociólogo dedicado al estudio de lo político, al preguntarle por qué vía se ha dado la vinculación entre su profesión y la ciencia política, comentaba cómo "ante la inexistencia de la primera, los sociólogos se convirtieron en analistas políticos"14. Otro entrevistado, con respecto a esta relación afirmó que en Francia por ejemplo primaba la sociología política y recordó que cuando el instituto de Estudios Políticos de la Sorbona de Paris creó un Centro para América Latina, se contrató a profesionales con estudios diferentes a la ciencia política propiamente dicha, entre los que había geógrafos, historiadores, lingüistas y sociólogos políticos. La relación entre la historia y la ciencia política es 13 Jesús Martín-Barbero, "El miedo a los medios. Política comunicación y nuevos modos de representación" en La participación política en Colombia, Bogotá, IEPRI-FESCOL, 1998, pág.19. 14 En 1959 ya se hablan fundado tres escuelas de sociología en el país: la Universidad Nacional y en las Pontificias Javeriana y Bolivariana de Bogotá y de Medellín, respectivamente. Véase Francisco Leal Buitrago, "La profesionalización..." Pág.l00.

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otro ejemplo donde la frontera entre las disciplinas en algunos casos es difusa. No obstante, uno de los politólogos entrevistados señaló que, si bien "la profesionalización de la ciencia política ha dificultado el vínculo con otras disciplinas como la economía, el derecho o la historia, es en este último caso donde la debilidad es más evidente" Desde otra perspectiva, este hecho se evidencia en una reciente revisión de la historiografía política del siglo XX en nuestro país, en donde se incluyen numerosas investigaciones realizadas por politólogos, sobre todo en temas como la historia del bipartidismo, de las elecciones y de la participación electoral15. Como se señala en el comentario a propósito de este ensayo, si historiografía política es solamente lo que escriben los historiadores profesionales, la lista de publicaciones es muy corta, sobre todo si se la compara con lo que han escrito sobre el siglo XX colombiano16. En esa misma dirección, este historiador entrevistado comentó que "en Colombia existe una gran falta de historia política, especialmente en lo que se refiere a biografías y estudios sobre las distintas administraciones, que generalmente se presentan de manera fraccionada" Y otro experto opinó que, más que especializada, "hoy la política aparece en una zona nebulosa entre disciplinas como la sicología, la economía y la sociología (...) Lo que hay que procurar más bien es fomentar la preocupación por lo colectivo como una salida al individualismo profesionalizante" Esta ubicación de la ciencia política en el contexto de las ciencias sociales en Colombia permite pasar a continuación al tratamiento de los debates teóricos y metodológicos que, a juicio de los entrevistados, fueron relevantes en el surgimiento y desarrollo de la disciplina en Colombia. Los debates teóricos y metodológicos Según algunos de los analistas entrevistados, durante los años sesenta la entonces incipiente ciencia política no fue ajena al debate teórico y metodológico que en las ciencias sociales sostuvieron los marxistas y los funcionalistas. Sin embargo, según otros, en la ciencia política en Colombia realmente nunca se dio este debate

15 Medófilo Medina, "La historiografía política del siglo XX en Colombia, en Historia del fin del milenio, Ensayos de historiografía colombiana y latinoamericana, Vol. II, Bogotá, Editorial Universidad Nacional, 1994, págs. 532 y SS. 16 Malcolm Deas, "Comentario al estudio de historiografía política del siglo XX, en Ibid., Pág. 532.

teórico, o, si lo hubo, fue muy circunstancial y se diluyó rápidamente. En otras palabras, "fue un debate ideológico, referido a los paradigmas, más que a la ciencia política en particular". Es así como, por lo menos en la Universidad de los Andes, las críticas se dirigieron más al énfasis que los promotores querían darle a la disciplina, que a su orientación propiamente dicha. En este sentido por ejemplo, se decía que se privilegiaban los enfoques de la ciencia política norteamericana frente a la que se estaba trabajando en otros países, pero según uno de los entrevistados, esto obedecía más a la disponibilidad de textos traducidos que a un problema de convicción. Desde el punto de vista metodológico, se identificaron tres grandes líneas: los estudios de campo, que bordeaban más la sociología que la ciencia política; los trabajos sobre comportamiento -electoral y legislativo principalmente-, influenciados por el conductismo norteamericano; y las aproximaciones desde los aportes de la sociología política francesa, entre las que sobresalen los trabajos de Mario Latorre. Conceptualmente, también se ha hablado de tres orientaciones, relacionadas con sus respectivos ejes temáticos: los trabajos coyunturales, especialmente sobre el Frente Nacional, que llevaron consigo debates sobre el Estado, los partidos políticos y más recientemente la sociedad civil. En segundo lugar, los debates en torno a la violencia, con sus derivaciones en estudio sobre el conflicto, los actores y las soluciones. Y en tercer lugar, los desarrollos del derecho constitucional, muy sesgados por la tradición jurídica. Pero independientemente de la existencia o de la intensidad del enfrentamiento, acabaron por imponerse los enfoques pluralistas, caracterizados en términos metodológicos por su orientación más empírica. Sin embargo, es importante resaltar que para muchos la falta de un debate a fondo ha sido uno de los grandes vacíos y contribuyó a que con frecuencia los análisis politológicos se quedaran en el nivel de las generalizaciones, sin sólidas bases conceptuales y empíricas para comprender a fondo determinados temas o problemáticas. En otras palabras, se ha quedado corto el desarrollo desde la ciencia política de elementos teóricos y metodológicos para analizar y entender en su real dimensión y complejidad los problemas del país. Según uno de los entrevistados, en comparación con el contexto latinoamericano, en la ciencia política en Colombia nunca ha habido un enfoque realmente dominante. Más que escuelas propiamente dichas, las aproximaciones han sido bastante heterodoxas. En

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alguna medida, esto se debe a que por las particularidades del caso colombiano, los estudiosos sobre Colombia, en especial los extranjeros, encuentran muchas dificultades para investigar en y sobre el país. También se debe mencionar la ya citada dificultad que, sobre todo en sus primeros años, tuvo la ciencia política para definir límites precisos con relación a los temas y a las orientaciones teóricas y metodológicas de otras disciplinas, en particular con la historia y la sociología. Esto contribuyó a que algunos de los ejes temáticos abordados desde la ciencia política en Colombia sean vistos como "híbridos" y no se hayan logrado consolidar.

Ejes temáticos -El Balance Con relación al señalamiento de los ejes temáticos preponderantes, así como de los omitidos por la ciencia política en Colombia, los entrevistados manifestaron opiniones diversas pero complementarias. Sobre los primeros, se consideró que muchos de los temas considerados "clásicos" de la ciencia política han sido abordados desde la academia. Entre éstos cabe señalar los estudios electorales y sobre partidos políticos, incluyendo los trabajos sobre el Frente Nacional y sobre el clientelismo realizados en los años sesenta y setenta en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. En este sentido, se reconoce que este Departamento fue pionero no sólo en el país sino en Latinoamérica en investigación sobre temas como elecciones, partidos políticos y el Congreso, posiblemente debido a que Colombia era de los pocos países donde había elecciones continuas y partidos políticos estables. No obstante, se ha criticado que estas líneas de investigación adolecieran de continuidad y que durante cierto tiempo se hubieran abandonado, perdiendo así la oportunidad de construir la historia electoral del país. Posteriormente, otras instituciones -centros de investigación, firmas encuestadoras, medios de comunicación, entre otras-, se dieron a la tarea de recoger y analizar cifras electorales, aunque también de manera esporádica y coyuntural, sin un análisis del contexto social y político. Otra área de trabajo que suscitó el reconocimiento de algunos de los entrevistados es la que se relaciona con la organización del Estado, las políticas públicas y los estudios institucionales, que también se inició con el trabajo pionero sobre el Congreso de la República, realizado por el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de la Andes, en 1968. No obstante, también se señaló la falta

de continuidad en su tratamiento. En lo que respecta al Estado como tema de investigación, se puntualizó que fue abordado sobre todo en conjunción con el tratamiento del sistema y el régimen político. Con relación al tema de la violencia, hay coincidencia en el sentido de que su tratamiento se ha hecho más desde otras disciplinas, tales como la historia, la economía y la sociología. Más adelante se profundizará un poco en esta cuestión. Varias de las personas entrevistadas coincidieron en señalar que en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, la investigación ha tendido a tener una orientación más académica y más ceñida a los patrones de la ciencia política, mientras que en otras universidades el trabajo se ha aproximado más al análisis político y a los estudios políticos, con una aparente vocación hacia la formulación de propuestas de solución a los problemas del país. En cuanto a los ejes temáticos omitidos por la ciencia política en Colombia, hubo alusiones críticas a la debilidad de la disciplina en cuanto al estudio sistemático, y sobre todo reciente, sobre el funcionamiento del gobierno y las instituciones políticas, tales como los partidos políticos y las ramas del poder público, tanto nacionalmente, como en sus dimensiones regionales y locales. Otros temas de gran impacto e importancia política, como la sociedad civil como alternativa al Estado como eje de estudio; la formulación e implementación de políticas públicas; el análisis institucional; la financiación de la política, los esquemas de reclutamiento político y el ejercicio de la oposición; la corrupción y los esquemas de distribución de los recursos del Estado; el desarrollo institucional y su adecuación a los requerimientos tecnológicos, sociales y económicos; el papel de los gremios y los grupos de interés y de presión; la transformación de prácticas políticas como el clientelismo en un contexto de creciente urbanización, entre otros, también fueron señalados como ausentes de la agenda de investigación de la ciencia política en el país. Unos y otros como no tratados con suficiente continuidad o carentes de fundamento teórico y empírico. Especial mención se hizo a las dificultades de la ciencia

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política, y en general de las ciencias sociales, para elaborar aproximaciones nuevas y novedosas para entender una realidad cada vez más compleja, dinámica y cambiante. En concreto, uno de los entrevistados hizo referencia a la omisión del estudio por parte de la ciencia política del papel cada vez más determinante de los medios de comunicación en la vida política.17 Desde otro punto de vista, se señaló la ausencia de trabajos que desde la dimensión de la ciencia política hayan abordado fenómenos como el de las drogas y el de la violencia. Sobre esta última, uno de los entrevistados subrayó que no ha sido objeto de análisis de la ciencia política propiamente dicha, sino más bien de los estudios políticos y que no se ha consolidado como una línea temática visible. A esto se suma el señalamiento de la crisis de los enfoques empleados para estudiar la violencia por la ausencia de explicaciones alternativas que involucren nuevas realidades, nuevos actores y nuevos procesos. También sobresale, como una omisión temática visible, el estudio de la democracia. En parte, esto se debe a que Colombia no vivió la transición hacia este tipo de régimen, y sólo recientemente se está abordando a través de algunos trabajos como los que se han escrito sobre el Congreso, las elecciones y los partidos políticos. En el campo de las relaciones internacionales, en materia de investigación se han descuidado las prioridades geográficas y temáticas que en este campo debería tener Colombia. En cuanto a las áreas geográficas, se anotó la debilidad en el estudio de las relaciones de Colombia con Venezuela y con los Estados Unidos y los procesos de integración. Estos temas por lo general se han trabajado de manera reactiva, impidiendo así una visión más global del desarrollo y perspectivas de estas relaciones. Con respecto a las omisiones temáticas, uno de los entrevistados sostuvo que la ciencia política ha abordado débilmente temas como los derechos humanos, los desplazados, las drogas o el medio ambiente. En el mejor de los casos lo ha hecho en términos de su impacto interno, pero nunca como parte integral y cada vez más determinante de la agenda internacional.

17 Martín-Barbero había señalado este vacío, al comentar que apenas con el proceso 8000 la sociología y la ciencia política parecieron enterarse del papel preponderante de los medios en la política. Jesús Martín- Barbero, "Prólogo", en Germán Rey, Balsas y Medusas. Visibilidad comunicativa y narrativas políticas, Bogotá, FESCOL-Fundación Social-Cerec, 1998, pág.7. .

-Las perspectivas Como complemento al tratamiento de los temas desarrollados y a los omitidos por la ciencia política, a los entrevistados también se les pidió señalar algunos de los ejes temáticos que a su juicio constituyen los principales retos hacia el futuro de la investigación politológica en Colombia. Varios de ellos coincidieron en señalar que una de las prioridades debe ser el estudio sobre el impacto del proceso de globalización en el país. Este fenómeno debe abordarse no sólo en términos de la incidencia sobre la política exterior colombiana, sino, como ya se señaló, en función de su relevancia sobre temas vitales de política interna pero que ocupan un lugar cada vez más preponderante en la agenda mundial, tales como el medio ambiente, los derechos humanos y las drogas, así como la resolución de conflictos y la paz. Dicho en otros términos, debe haber más liderazgo y mayor presencia de la ciencia política en el debate sobre la globalización que en últimas, es la tendencia que está definiendo la política mundial. Este tema, por tanto, debe ocupar un papel fundamental en la investigación y en la estructura curricular, constituyéndose en un eje central, armónicamente articulado a la disciplina, y no ser visto como algo externo o subsidiario a la misma. Así mismo, se anotó como una prelación abordar con mayor profundidad el estudio de las relaciones de Colombia con los países limítrofes y con los Estados Unidos. Entre los primeros, como ya se señaló, sobresale por supuesto Venezuela, pero se requiere ampliar el espectro hacia los demás. Entre los temas específicos por estudiar está el de los efectos de las crisis políticas y económicas en la región en general, y en Colombia en particular. Otro eje temático se refiere al análisis de las instituciones políticas y gubernamentales. Entre estos se mencionó con especial énfasis a los partidos políticos, al Congreso y a la rama y al sistema judicial, considerados críticos para el futuro del país, así como a los ministerios que, como por ejemplo el de Comunicaciones, han debido enfrentar los mayores cambios tecnológicos en los últimos años. Y en consecuencia con los temas que en concepto de algunos entrevistados han sido omitidos, se mencionó como importante abordar aquellos más incidentales en el desarrollo político nacional. Por ejemplo, el fenómeno de la corrupción, la financiación de la política, las políticas de asignación presupuesta!, el papel de la burocracia, los gremios, el sector privado y la política, y

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los medios de comunicación, entre otros. En lo que respecta al papel de la ciencia política en la definición de los valores democráticos en el país, existe un consenso claro entre los entrevistados sobre su gran importancia. Pero además, lo hacen extensivo a la universidad en general, pues se percibe como un compromiso fundamental de las instituciones de educación para con el país. Sin embargo, se critica que muchas veces la academia, inmersa en su devenir propio, tiende a concentrarse demasiado en los aspectos teóricos del conocimiento, es decir, a hacer demasiado énfasis en las teorías y en los paradigmas, olvidando proporcionar una visión que permita encontrar el hilo conector entre la teoría y la praxis. Por eso es común oír hablar de Colombia como una "democracia sin demócratas"; en otras palabras, como un país lleno de conocimientos institucionales, pero sin mecanismos para convertirlos en herramientas de acción y comportamiento concretas y viables. A pesar de lo anterior, los entrevistados reconocieron que la Ciencia Política tiene mucho que decir. Los proyectos de educación cívica y formación ciudadana son iniciativas que en la sociedad deben cumplir con un efecto "bola de nieve", alrededor de los cuales se debe generar la construcción de valores democráticos. En lo que respecta al problema de la desafección política, la mayoría de los analistas coincidió en señalar que no se puede circunscribir exclusivamente al ámbito de la ciencia política, y que se debe hablar entonces de un problema multicausal y con efectos muy variados. Según uno de los expertos, la desafección no es un problema creado por los politólogos sino por los políticos, y en la medida en que se revitalicen las instituciones políticas tradicionales, tales como el Congreso o los partidos, se puede eventualmente revertir la situación actual. De hecho, pareciera que se puede empezar a hablar de una relocalización de la política, caracterizada por un conjunto de nuevos comportamientos sociales. La creciente movilización electoral, el apoyo a nuevas propuestas políticas o la conformación de una incipiente conciencia política en el plano local y regional, empiezan a dar cuenta de tal cambio. Un punto recurrente dentro de los señalamientos críticos a la ciencia política, se refiere a su inclinación por el análisis de tipo coyuntural. A los interrogantes sobre su papel dentro de la investigación en ciencia política, las respuestas tendieron a coincidir en el sentido de que "la urgencia y el desbordamiento resultantes de la rapidez y brutalidad con las que suceden los hechos y cambian las situaciones en este país, están agravando la esquizofrenia

entre lo que pasa en la vida y lo que piensa la academia".18 No obstante, uno de los entrevistados agregó que "lo coyuntural no tiene una ubicación dentro de la investigación en ciencia política, además no se ve cómo esto puede fortalecer el análisis estructural". Además, según él existe "una confusión en el sentido de creer que hacer análisis coyuntural es igual a hacer análisis político, cuando éste debe incluir una mirada histórica, de procesos. Esto tiene serias implicaciones en las instancias decisorias porque se termina tomando como pauta lo coyuntural sin contar con lo estructural (...) La importancia de una síntesis entre los procesos pasados y lo actual, cobra más urgencia sobre todo en un país que vive de la coyuntura". Adicionalmente, otro politólogo afirmó que "el análisis coyuntural es fundamental, sobre todo el que permite entender los cambios a nivel internacional" pero, "es claro que sin un bagaje estructural no es posible un buen análisis". Finalmente otros entrevistados aludieron al hecho de que "la importancia del análisis coyuntural, responde al efecto que este ha tenido en elevar el debate político en Colombia. Si no, basta mirar la terminología usada por lo medios de comunicación hace unas décadas y ahora (...) El análisis coyuntural debe ser considerado, además, como un deber democrático, en donde se debe poder sintetizar el conocimiento académico para hacerlo público, accesible, ajeno a los tecnicismos propios de cada disciplina". Para que la ciencia política pueda responder a todos estos retos se deben establecer prelaciones de acuerdo con las necesidades y los problemas más urgentes del país. Todo ello sin olvidar la indispensable dimensión de continuidad y la inserción de estos estudios en un contexto teórico y metodológico riguroso que permita, por un lado, trascender lo meramente coyuntural y, por el otro, comprender los fenómenos en su expresión actual, es decir, trascendiendo los marcos analíticos y explicativos que sirvieron para entender estos problemas en el pasado, pero que requieren ser revisados. Pero adicionalmente es fundamental superar los factores que, en opinión de los expertos, han dificultado el fortalecimiento de la investigación en ciencia política en Colombia. Entre éstos está "la extrema diversificación temática, que va de la mano de la influencia de 'gurús' que han terminado por impedir la posibilidad de profundizar algunos temas específicos de gran relevancia ".También se mencionaron problemas contextuales y estructurales que

18 Jesús-Martín Barbero,. "Prólogo..." pág. 14

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obstaculizan el desarrollo de la investigación. Entre los primeros, se hizo referencia a la politización creciente de la actividad social y a los riesgos de algunos temas de investigación. Entre los segundos, se señalaron los problemas teóricos y metodológicos en el proceso de formación de los investigadores; la escasez de recursos para apoyar las investigaciones y su concentración en pocas instituciones universitarias; unas condiciones de trabajo no siempre propicias y adecuadas y niveles de remuneración relativamente bajos para los investigadores en ciencias sociales. A lo anterior se suman la falta de comunicación entre los investigadores y las instituciones que adelantan estudios en temas afines, e incluso entre unidades académicas de un mismo centro. -La Institucionalización Es claro que en Colombia, al igual que en el resto de América Latina, la ciencia política es la más joven de las ciencias sociales. Precisamente por esta razón, tanto los estudiosos como los practicantes de la disciplina coinciden en señalar que su nivel de institucionalización refleja diversos problemas sobresalientes. El primero está asociado con las ventajas relativas al desarrollo disciplinar anterior de la economía, la sociología, la antropología y la psicología. Cuando se inició formalmente la ciencia política colombiana en la segunda mitad de la década de los años sesenta en la Universidad de los Andes, las otras ciencias sociales ya tenían un arraigo significativo en programas curriculares y en jóvenes profesionales que las ejercían luego de haberse graduado en diversas universidades del país. En segundo lugar, mientras la nueva disciplina enfrentaba los cuestionamientos resultantes del desconocimiento y la desconfianza de quienes se resistían a aceptar que la recién nacida no era un apéndice del derecho público, la institucionalización de las demás ciencias sociales avanzaba, sin mayores contratiempos. Como ya se señaló, la principal excepción a este avance fue la sociología, la cual por haber sido la primera en abordar el tema contencioso de la violencia, fue vista en forma facilista, irresponsable y precipitada como la fuente de profesionales antagónicos al sistema. En tercer lugar, mientras se ampliaban los programas de economía, antropología y psicología y aumentaba el número de sus practicantes profesionales, la ciencia política tenía que responder a una amplia lista de cuestionamientos. Estos eran tanto de fondo como de forma. Entre los primeros sobresalen las críticas a la marcada dependencia en textos y autores de la politología estadounidense, aún

cuando se incluían algunos recursos provenientes de Francia e Inglaterra, traducidos al castellano. También se hicieron críticas alusivas al carácter "blando" de los primeros temas de estudio que abordó la disciplina en el país, el comportamiento electoral y legislativo, ambos enmarcados en los paradigmas estructuro-funcionalistas afines al mantenimiento del statu quo. En cuanto a los segundos, primaban las críticas a las grandes ambiciones de esta nueva disciplina, la cual a pesar de las incertidumbres y tangencias con las demás ciencias sociales, tenía la pretensión de llamarse a sí misma ciencia política. Su énfasis en los estudios empíricos también era visto como el reflejo de sus debilidades conceptuales y teóricas, mientras la dependencia en académicos extranjeros o formados en otras disciplinas era igualmente cuestionada. Así, mientras las demás ciencias sociales ya estaban viviendo los debates y controversias producto del choque de diferentes visiones paradigmáticas y teóricas con las cuales definieron y legitimaron sus respectivos espacios disciplinarios, y ya habían creado asociaciones profesionales y gremiales extendidas, la ciencia política colombiana estuvo restringida a la universidad en donde nació. Además, debió esperar casi dos décadas para obtener un reconocimiento profesional y laboral significativo por fuera del ámbito académico. Este comenzó durante la administración del presidente Belisario Betancur (1982-1986). A partir de ahí, una confluencia de factores interrelacionados determinó el inicio de una nueva etapa del proceso de institucionalización de la ciencia política colombiana. No obstante, es preciso señalar que la joven disciplina aún no ha logrado un reconocimiento y una aceptación universal por parte de todos los distintos estamentos de la sociedad colombiana. Uno de los entrevistados subrayó el hecho de que, a diferencia de las otras disciplinas, la politología en el país no ha tenido el apoyo decidido de entidades oficiales interesadas en el patrocinio de estudios sobre temas complejos y centrales para el avance de la disciplina, como el caso del Banco de la República con la economía y la historia económica, o del Instituto Colombiano de Antropología con la disciplina que lleva su nombre. Señaló que a pesar de que Colombia es un caso excepcional en donde la entidad gubernamental para la promoción de la ciencia y la tecnología ha financiado estudios sobre temas políticos (elecciones y partidos principalmente), en el país no han existido recursos importantes y sostenidos para apoyar la investigación científica politológica. A pesar de lo anterior, fueron dos factores centrales

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los que a partir de la segunda mitad de los años ochenta determinaron el cambio en el desarrollo de la disciplina. Primero fue la agudización de la crisis de legitimidad y de credibilidad del régimen político nacional, que hizo inocultable la debilidad del Estado por causa de la proliferación de actores en conflicto que le usurparon el monopolio del uso de la fuerza física legítima para dirimir sus diferencias. Segundo, la avalancha de cambios en el sistema mundial ocurrida en el marco de la globalización, en el paso de los años ochenta a los noventa. El impacto de estos cambios tanto en la dimensión nacional como en la internacional, amplió el espectro de los intereses y posibilidades para el estudio de la fenomenología política. Por esta época, en los jóvenes politólogos o en los estudiantes y en los aspirantes a estudiar la disciplina, se fue generalizando la ilusa creencia de que con una formación profesional politológica se adquirirían las destrezas para resolver los graves problemas políticos de Colombia y del mundo. Por otro lado se creyó que con la crisis del modelo socialista y sus efectos en la desideologización política y en el surgimiento de la aldea global, la atención a temas ligados al análisis de los procesos de fortalecimiento de la democracia sería un magneto para ampliar los estudios políticos en Colombia y para hacer más pragmático el debate sobre ellos. Por todo lo anterior no es casual que el interés de crear nuevos programas universitarios de pregrado en ciencia política en varias universidades bogotanas, públicas y privadas, como la Nacional, la Javeriana, el Rosario y el Externado de Colombia, haya surgido en la década de los años noventa. Y también en universidades de fuera de Bogotá como la de Antioquia y la del Cauca. Como ya se anotó, en la mayoría de ellas han primado las estructuras curriculares propiamente politológicas, con un énfasis claro en la política internacional que en algunas tiene una combinación deliberada con la diplomacia y con las finanzas, también a nivel internacional (la Universidad Jorge Tadeo Lozano y el Externado respectivamente). Al incremento notable de los programas universitarios de pregrado en ciencia política, hay que añadir los postgrados, también ya aludidos, en los que la temática internacional es igualmente significativa. A ello se ha sumado la aparición de un número creciente de revistas especializadas en donde el tratamiento de lo político es sobresaliente. Lo mismo ha ocurrido con el surgimiento de centros de estudios políticos en la gran mayoría de las universidades que han abierto programas de ciencia política. Este crecimiento vertiginoso es lo que le permitió a todos los entrevistados señalar que en la década de los

noventa la ciencia política colombiana ha alcanzado un alto grado de institucionalización. No obstante, algunas de estas opiniones fueron cautelosas en advertir que la disciplina aún debe superar varios obstáculos y retos considerables para que se pueda pensar en que ya ha alcanzado su verdadera madurez. Para quienes así piensan, todavía es necesario que la disciplina profundice sus dimensiones conceptual-teórica y metodológica para superar la interferencia de las "modas" que distraen el avance científico, desviándolo al tratamiento de los temas del interés coyuntural sólo porque es ahí en donde están los recursos escasos que ofrecen los interesados en ellos. También es preciso alcanzar un nivel de fortaleza en donde la misma disciplina diluya el optimismo salvacionista y aclare el alcance relativo de sus posibilidades y límites en la resolución de los problemas políticos de la sociedad. Así mismo, es preciso que se entienda el límite de su capacidad explicativa y autónoma así como la necesidad del aporte complementario de las otras ciencias sociales para comprender los problemas que por su complejidad exigen de un tratamiento interdisciplinario. Sólo en ese momento la ciencia política colombiana tendrá la fortaleza y la autonomía para desprenderse de los interlocutores que se acercan y se alejan de ella al vaivén de sus necesidades y conveniencias circunstanciales para su figuración en el mundo de la política. -El aporte de los colombianistas El término colombianista alude a profesionales de las distintas ciencias sociales, que se especializan en el estudio del caso colombiano. En cuanto al aporte de estos especialistas extranjeros a la ciencia política colombiana, hay que distinguir entre los politólogos propiamente dichos y los profesionales de otras disciplinas que han abordado, desde sus respectivas ciencias, aristas problemáticas del complejo proceso político nacional. Los primeros, no muy numerosos por cierto, han incidido significativamente en la configuración de los principales elementos académicos de la disciplina. Cuando el fundador del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes logró la aprobación institucional para conformar el primer programa conducente al otorgamiento de un título profesional de pregrado, la disponibilidad de politólogos estaba compuesta por unos cuantos académicos extranjeros y por algunos colombianos formados en universidades estadounidenses o europeas, especialmente a nivel de postgrado.

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Los segundos, más numerosos que los primeros, eran cientistas sociales (sociólogos, antropólogos, historiadores y economistas principalmente) o abogados que en sus estudios habían hecho tangencia con el amplio universo de la fenomenología política. Ellos también tuvieron una participación importante en el desarrollo de la disciplina. Dada las limitaciones de este artículo no es posible inventariar los nombres de las figuras más incidentales y reconocidas en este desarrollo; sin embargo, no sobra señalar que el mayor número de politólogos colombianistas ha provenido de las universidades estadounidenses. La mayoría de ellos llegó al país a desarrollar su disertación doctoral y con un patrón decreciente de nuevas visitas, avanzó en la investigación para sus trabajos temáticos especializados, generalmente con el apoyo financiero de la Comisión Fulbright o de sus propias universidades. No obstante, como lo constataron varios entrevistados, son muy pocas las personas dedicadas exclusivamente al estudio de este país. De otra parte, para algunos de los expertos entrevistados, no resulta claro si los primeros trabajos amplios sobre el proceso político colombiano pertenecen a politólogos en estricto sentido. Pero sobre lo que sí hay un consenso claro es que buena parte de los trabajos en ciencia política de los colombianistas extranjeros han estado sesgados con etiquetas teóricas y conceptuales que los maestros latinoamericanistas de sus universidades crearon para conceptualizar los fenómenos pertenecientes a casos de otros países. Según ellos, este es el resultado de la inexistencia de tratamientos directos al caso colombiano, que no ha recibido la atención politológica que sí han tenido otros países latinoamericanos como México, Brasil, Argentina, Chile o Perú, para solo mencionar los más estudiados. Un buen ejemplo lo constituyó el intento por rubricar el acuerdo bipartidista del Frente Nacional como un caso de consociacionalismo a la europea, como si las ataduras de los socios de esta coalición bipartidista en Colombia hubieran estado basadas en elementos étnicos, religiosos y lingüísticos como en Holanda y Bélgica (y también en el Líbano). La escasa atención prestada a Colombia por parte de estos académicos renombrados se explica principalmente por la singularidad y extrema complejidad del proceso político colombiano y por la escasez de buenas bases de datos. También por la dificultad de enmarcar el país en esquemas comparativos amplios en donde, para sólo dar algunos ejemplos, primero, la violencia de la mayoría de los países latinoamericanos que la han padecido obedece a una confrontación bipolar y no a la multipolaridad de actores en conflicto; segundo,

en donde una sociedad resquebrajada por la corrupción, la violación de los derechos humanos y la guerra civil extendida se ha compadecido por largos años con una economía fuerte cuando se la compara con los demás países de la región; y tercero, la ausencia de regímenes de facto y la consecuente inexistencia de un patrón típico de transición a la democracia. El caso de los colombianistas franceses resulta particularmente interesante. Los principales cientistas sociales que en ese país se han interesado en el estudio de la política colombiana no son politólogos. Sus doctorados son en sociología, en historia o en letras. Sin embargo, sus aportes al estudio de la realidad colombiana no sólo son considerables sino ampliamente reconocidos. De cualquier forma, sin importar a que país pertenezcan, los aportes principales de los politólogos y de los colombianistas extranjeros están en los estudios comparados. Ahora que la disciplina ya posee un nivel de institucionalización bastante más alto, los estudiosos extranjeros continúan visitando a Colombia. En su mayoría, siguen siendo jóvenes estudiantes de doctorados que no se dejan impactar por la imagen negativa que desde el exterior se tiene del país. Y natural y afortunadamente está también el puñado de profesores que se han especializado en Colombia y que encuentran en esta nación, no sólo el reto de su vida profesional, sino también el lugar de su predilección personal. -El avance de la profesionalización No es posible establecer una relación directa entre el aumento de los programas universitarios en ciencia política, de las revistas especializadas y de los centros de investigación política, con la profesionalización de la disciplina en Colombia. Es creciente la preocupación por el paradójico reconocimiento a la politología, la cual coincide con lo expresado por varios de los entrevistados. No sólo ha aumentado muy considerablemente su aceptación, sino que resulta excesiva la cantidad de personas que, sin serlo, se presentan tanto en la academia como en el mundo de la política y a través de los medios como tales. Estas personas no sólo opinan sobre todos los temas que tienen alguna relación con lo político sino que, al hacerlo, afectan el rigor científico de la disciplina y contribuyen a aumentar los cuestionamientos que tan frecuentemente se hacen en relación a su superficialidad y ligereza. Es necesario reconocer que parte de la responsabilidad de esta "opinadera" también les compete a los politólogos,

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que ante las tentaciones por la figuración y los deseos de convertirse en "consejeros del príncipe", no vacilan en hacer afirmaciones sobre cualquier tema. Ellos reflejan la "banalización" de la ciencia política. A esto también se suma la precariedad y desinformación de los periodistas quienes, con tal de obtener algún material sobre la problemática política, acogen críticamente estos puntos de vista. Sin embargo, en pocos años se ha pasado de un desconocimiento amplio de la ciencia política a su aceptación académica y laboral extendidas. Son diversos los mercados de trabajo que han abierto sus puertas al politólogo en el país. Pero no se puede afirmar que los empleadores diferencien entre el especialista en estudios políticos y el dentista político o politólogo en estricto sentido. Tal vez con la excepción del mundo académico, tanto el sector público como el privado los han acogido indiscriminadamente. De todas maneras, tanto los egresados de programas con un carácter marcadamente politológico como los de los programas que indistintamente abordan los estudios políticos, han accedido a una gama amplia de trabajos que van desde el desempeño en distintos niveles de las entidades públicas de las tres ramas del poder, pasando por los organismos multilaterales, hasta el ejercicio de la docencia y la investigación en centros de estudios políticos, las ONGs, la práctica del periodismo político, la consultoría, la asesoría y la representación de intereses particulares. No es exagerado afirmar que el desempleo no ha afectado a los politólogos tan severamente como a los egresados de otras disciplinas. Pero con la proliferación de programas de pregrado y postgrado, en pocos años comenzarán a graduarse muchos profesionales que aumentarán geométricamente la oferta de recursos humanos especializados en una gama abarcante0 de cuestiones políticas. Frente a la incertidumbre que acarrea este aumento, no hay acuerdo entre los entrevistados sobre las posibilidades y la elasticidad del mercado laboral que podría llegar a absorberlos. Las opiniones al respecto varían sustancialmente entre quienes con pesimismo vaticinan una situación grave, principalmente por causa del alto desempleo y aquellos que con optimismo piensan que la complejidad e incidencia de lo político, junto con el deseo de los nuevos profesionales de influir en la búsqueda de soluciones a tantos problemas, y con el despertar significativo de más colombianos participativos en política, el futuro no es preocupante. Mención aparte merece el registro de un número creciente de politólogos cuya vocación profesional los

lleva a buscar el doctorado en universidades del exterior. Ya es posible percibir el impacto de estos profesionales que a su regreso inciden favorablemente en el fortalecimiento del nivel académico, curricular e investigativo de la politología colombiana. Pero no cabe duda de que la disciplina se apresta a ingresar a una nueva etapa de su desarrollo, caracterizada por la mezcla imprecisa entre la profusión de profesionales y la persistencia del desequilibrio entre la disponibilidad de una base sólida de recursos teóricos y metodológicos en ciencia política colombiana, y la dispersión de opiniones ligeras y proyectos de investigación instrumentalizados por las necesidades circunstanciales y cambiantes de tantos interlocutores que requieren de "servicios" políticos profesionales. Sólo será mediante el refuerzo o la construcción de buenas bases de datos y a través de estudios provistos de sólidos componentes teóricos, aunados a la disponibilidad de recursos, que la disciplina que se aclimató inicialmente en la Universidad de los Andes pueda recibir el reconocimiento esperado. -El crecimiento de la demanda estudiantil No resulta fácil explicar por qué precisamente cuando en Colombia la crisis estructural no solamente afecta las dimensiones social y política de la sociedad, sino que se extiende a la economía, la demanda estudiantil por la ciencia política ha aumentado tanto. En las tres décadas de su existencia formal en el país, la disciplina ha dejado claro que con su ejercicio profesional es prácticamente imposible el logro del enriquecimiento económico. Tal vez la respuesta más obvia la ofrece la singular y compleja agudización de la crisis política de Colombia, que incluso ha dado pie al planteamiento, no muy claro aún, que advierte sobre la proximidad de la crisis de viabilidad del régimen político colombiano. Para quienes comparten esta visión, lo anterior exige profesionales capaces de entender esta situación y de ofrecer soluciones, o que explicaría la respuesta tan favorable de los bachilleres al estudio de la ciencia política en Colombia. También están las explicaciones relativas al desarrollo propio de la disciplina, a su deslinde de las ataduras del derecho público y a la conquista exitosa de su propio espacio teórico-metodológico. A estas interpretaciones se suma la que explica la acogida de esta disciplina por sus afinidades con la lógica de la aldea global, que en el mundo de la internacionalización imperante, ofrece grandes posibilidades de análisis. Prueba de ello es que ninguno de los programas

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universitarios existentes carece de un componente curricular en política internacional, independientemente del énfasis que éste adquiere dentro de los programas y el sesgo que se le da. Adicionalmente, y ya de manera más puntual, el éxito de los programas en ciencia política, también se explica por el espíritu de compromiso de los jóvenes colombianos con la salvación de su país. Está también como factor explicativo de menor alcance el reconocimiento estatal al politólogo como un profesional idóneo para la conformación de las plantas profesionales requeridas para entender los asuntos públicos tanto en los procesos administrativos como en la toma de decisiones. Para terminar esta caprichosa lista de factores explicativos de la acogida a la politología, es necesario mencionar las posibilidades del ejercicio profesional en la práctica de las asesorías políticas, tanto a las entidades estatales que las requieren, como al gran número de aspirantes a ingresar a la política y que requieren de estrategias de manejo de imagen, movilización, reclutamiento electoral y cabildeo político. Así mismo, las posibilidades se han incrementado considerablemente por dos razones principales. Primero, por la rotación laboral entre el sector público y el privado, y por la descentralización de la política colombiana con la elección popular de alcaldes y de gobernadores. Estos dos hechos implican un aumento de las oportunidades laborales y una diversificación del ejercicio profesional. Pero no todo lo anterior es benéfico para la calidad de los estudios políticos colombianos, la cual sigue dependiendo principalmente de la minoría de profesionales que se dedica de lleno a la vida académica. A los factores de carácter material, se añaden los relativos a la oferta amplia de programas de especialización a nivel de postgrado. Estos surgen con las "modas" ya aludidas y dificultan el nivel y la profundización científica requeridos, al saturar los mercados laborales de especialistas que muchas veces no adelantaron sus estudios de pregrado en la disciplina y que sólo poseen destrezas puntuales y muy limitadas. Y resulta obvio que esta precariedad, reforzada por la gran dificultad que acarrea la consecución de los recursos necesarios para realizar este tipo de estudios, también incide preocupantemente en que de ellos emanen los esperados aportes a la solución de los graves y complejos problemas nacionales. Es esperable que en la superación de estos obstáculos tenga incidencia el paso que ya se ha iniciado en los Andes hacia la reducción de la profesionalización de los estudios de ciencia política a nivel de pregrado con la disminución

de créditos y la ampliación de las tangencias interdisciplinarias como ya ocurre en las universidades extranjeras. No resulta descartable pensar que con el tiempo, este paso se extenderá a otros programas existentes en el país. De ser así, también se puede esperar que el énfasis en los contenidos científicos de la politología a nivel de maestría, hagan viables los doctorados y que con ellos se incida favorablemente en el mejoramiento de la calidad de los estudios científicos y en la solución de los problemas políticos de Colombia. Conclusiones De la revisión bibliográfica de los trabajos más relevantes sobre el desarrollo de la ciencia política en Colombia, y en especial de las entrevistas realizadas a un grupo importante y plural de politólogos y dentistas sociales, que han jugado un importante papel en el desarrollo y fortalecimiento nacional de la disciplina, se desprenden algunas conclusiones que sin ser exhaustivas, reflejan las visiones dominantes en la actualidad. En primer lugar, es extendido el reconocimiento al avance de la disciplina en su trayectoria de más de treinta años de existencia. El registro de este progreso señala cómo, a pesar de los diversos obstáculos materiales, institucionales, ideológicos y académicos que han dificultado este desarrollo, la progresión de la ciencia política ha sido constante a lo largo de estos años. Esta misma visión es aplicable según algunos entrevistados al Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. No obstante el reconocimiento a su carácter pionero en el impulso de la disciplina en Colombia, y a su gran injerencia en la cualificación del nivel del debate político en el país, se señala que en algunos ejes temáticos se ha perdido fuerza por causa de la interferencia de los obstáculos mencionados. En segundo lugar, resulta pertinente establecer la bifurcación analítica y fáctica entre la producción politológica en estricto sentido, y el advenimiento progresivo de los estudios, las investigaciones y los análisis sobre lo político, proveniente de una diversa gama de disciplinas. Si bien es clara la complementariedad entre estas formas de aproximarse al estudio de los fenómenos políticos, es importante que se establezcan los alcances y limitaciones de cada una en términos de sus estrategias metodológicas y de su continuidad analítica. De esta manera se puede evitar la tendencia creciente de abordar de manera simplista y manifiestamente coyuntural el tratamiento de estos fenómenos.

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En tercer lugar, si bien ha sido más escasa la producción politológica en comparación con los estudios políticos, esto no quiere decir que para fortalecer cuantitativa y cualitativamente la primera, se deba omitir la fundamentación teórica y metodológica propias de una ciencia social. Así mismo, esta exigencia no puede pasar por alto la necesaria interdisciplinariedad que impone la creciente complejidad de los problemas nacionales e internacionales. En cuarto lugar, la proliferación de estudios políticos y el aumento de centros de investigación y de publicaciones especializadas deben ser mirados con cautela. Esto con el fin de evitar la "trivialización" del análisis político, que se acentúa con las pretensiones de personas provenientes de los más diversos campos profesionales de opinar, y de identificarse, sin serlo, como politólogos ante la opinión pública. En quinto lugar, con la proliferación de nuevos programas universitarios en temas ligados a la política, se ha impuesto una formación pragmática más orientada hacia el ejercicio de la actividad pública, en menoscabo de la formación científica disciplinar. Por último, es urgente establecer que la ciencia política no está llamada a resolver en forma directa y solitaria los graves problemas políticos del momento. Su fortalecimiento teórico y metodológico debe ser la vía para que se constituya en una fuente importante de conocimiento científico que, a su vez, contribuya a la comprensión y solución de estos problemas, que le competen solidariamente no sólo a las ciencias sociales, sino a toda la ciudadanía.

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La formación del campo de estudios de Comunicación en Colombia* Jesús Martín-Barbero**/ Germán Rey

Los autores presentan la evolución de esta área, que aunque relativamente reciente, ha estado sujeta a constantes cambios y nuevos enfoques, debido a la velocidad con que se desarrolla el objeto de su interés, y a la aceleración de los procesos históricos y sociales que caracteriza el presente siglo. El trabajo trata tres aspectos fundamentales: la definición del objeto de estudio, la historia de su estudio en Colombia desde los años cincuenta, y los temas actuales de investigación, todos ellos ligados a otras ciencias sociales y a las preocupaciones de más interés en este momento para las mismas.

*Para la elaboración de este texto hemos contado con el, informé solicitado por COLCIENCIAS a J. Martín-Barbero en 1997 sobre "La investigación de comunicación en Colombia: balance y prospectiva". **Doctor en Filosofía, asesor de proyectos en comunicación y política, Fundación Social. "Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia, trabaja en la Fundación Social.

Caracterización del campo El desarrollo de los estudios de comunicación se ha visto marcado por hechos que rebasan la dinámica propia de las disciplinas que lo integran: por una parte lo reciente de su constitución como campo académico y la fuerte incidencia de la revolución tecnológica en la conformación y acelerada transformación de sus objetos-de estudio, y por otra la constante interacción entre las variaciones sociales, los cambios culturales y políticos y las modificaciones que en una perspectiva histórica iban teniendo las comunicaciones en el mundo y en el país. De esa manera se encontraban en un juego no siempre simétrico las comprensiones disciplinares con los acontecimientos sociales, los caminos de la investigación con las nuevas exigencias de los mercados o de la política. Esta interpenetración llenará de tensiones pero también de sugerencias el campo de los estudios de comunicación: mientras en un momento la comunicación pensada como difusión se inserta funcionalmente en procesos de desarrollo, en otro incursiona en una cartografía de los gustos que delinean las nuevas conformaciones de lo social o los trazos de las violencias que durante años han asolado el país. Incorporada cada vez más activamente a los procesos sociales la comunicación es desbordada desde diferentes instancias de la sociedad sin que la investigación académica logre sobreponerse a semejantes presiones. Si fue requerida -como ya lo anotamos-, desde las estrategias desarrollistas y los intentos modernizadores de los años sesenta, será fuertemente impactada por la apertura de los mercados y el predominio de las lógicas empresariales de los años ochenta y noventa. Si antes de la aparición de las facultades de comunicación y de periodismo, e incluso durante sus primeros años la preocupación teórica fue fundamentalmente historiografía de la prensa, se debió a la hegemonía que durante años tuvo el periodismo escrito frente a medios que apenas empezaban su itinerario como modernos, pero sobre todo a su mimetismo exagerado con la política. Además de representar a la política, el periodismo era un instrumento de ella: doctrinal, confundido con los partidos, combativo, combinaba la propiedad familiar con la filiación política. La capacidad divulgativa de los medios y de las campañas de difusión de innovaciones, las formas de representación simbólica que empezaron a participar centralmente en la vida cotidiana de los colombianos, o la constitución de poderes mediáticos asociados a grandes intereses

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corporativos, incidieron en la delimitación de un campo que empieza a diversificarse, a ampliarse en objetivos de estudio y en aproximaciones metodológicas. Una complejidad que con el tiempo ha acogido otros asuntos que desbordan a la comunicación desde la velocidad de las tecnologías, la expansión demográfica, pero sobre todo, cultural de las ciudades o los cambios -de actores y procedimientos-, de la política. Incipiente y desgarrado entre dos concepciones antitéticas -investigación crítica vs. investigación de mercado-, el campo de comunicación apenas comienza a contar en América Latina con verdaderas "comunidades de investigadores" en los años ochenta, (especialmente en México, Brasil, Venezuela, Chile), integradas desde 1978 en ALAIC (Asociación Latinoamericana de Investigadores de Comunicación). El campo de la comunicación se forma así en América Latina del movimiento cruzado de dos hegemonías: la del paradigma informacional/instrumental procedente de la investigación norteamericana, y la del paradigma crítico / ideológico en las ciencias sociales latinoamericanas. Hacia fines de los años sesenta la modernización desarrollista propaga un modelo de sociedad1 que convierte a la comunicación en el terreno de punta de la "difusión de innovaciones" y en el motor de la transformación social: comunicación identificada con los medios masivos, sus dispositivos tecnológicos, sus lenguajes y sus saberes propios. Del lado latinoamericano, la Teoría de la Dependencia será las inspiradoras de la articulación del estudio de los medios al de las estructuras económicas y sus condiciones de propiedad, y al análisis del contenido ideológico de los medios que, junto con la teoría crítica y el estructuralismo semiótico, posibilitaron la gestación de una línea de investigaciones de comunicación propiamente latinoamericana. Pero también esta línea de investigación arrastró pronto un serio reduccionismo: el que le niega a la comunicación especificidad alguna en cuanto espacio de procesos y prácticas de producción simbólica y no sólo de reproducción ideológica. "En América Latina la literatura sobre los medios masivos de comunicación está dedicada a demostrar su calidad, innegable, de instrumentos oligárquico-imperialistas de penetración ideológica, pero casi no se ocupa de examinar cómo son recibidos sus mensajes y con cuáles efectos concretos. Es como si fuera condición de ingreso al tópico que el investigador

1 Sánchez Ruiz, "La crisis del modelo comunicativo de la modernización",

en Réquiem por la modernización, Guadalajara,

Universidad de Guadalajara, 1986.

olvidase las consecuencias no queridas de la acción social' para instalarse en un hiperfuncionalismo de izquierdas"2. La confrontación durante los años setenta de esos dos reduccionismos produjo una peligrosa escisión entre saberes técnicos y crítica social, y una verdadera esquizofrenia entre posiciones teóricas y prácticas profesionales. La inserción del estudio de la comunicación en el ámbito de las ciencias sociales posibilitó en esos años la tematización de la complicidad de los medios con los procesos de dominación pero significó también la reducción del estudio de los procesos de comunicación a la generalidad de la reproducción social, condenando las tecnologías y sus lenguajes a un irreducible exterior: el de los aparatos y los instrumentos. De esa amalgama esquizoide no permitieron salir ni los aportes de la Escuela de Frankurt ni la semiótica. Pues lo que se leyó, especialmente en los textos de Adorno, fueron argumentos para denunciar la complicidad intrínseca del desarrollo tecnológico con la racionalidad mercantil. Y al identificar las formas del proceso industrial con las lógicas de la acumulación del capital, la crítica legitimó la huida: si la racionalidad de la producción se agota en la del sistema no había otro modo de escapar a la reproducción que siendo improductivos. Tampoco los aportes de la semiótica estructuralista permitieron superar la escisión. Al descender de la teoría general de los discursos a las prácticas de análisis, las herramientas semióticas sirvieron casi siempre al reforzamiento del paradigma ideologista: la omnipotencia que en la versión funcionalista se atribuía a los medios pasó a depositarse en la ideología, que se volvió dispositivo totalizador-integrador de los discursos. La investigación de la comunicación en esos años no pudo superar su dependencia de lo que Mabel Piccini3 ha llamado "la remisión en cadena a las totalidades", que hacían imposible abordar la comunicación como dimensión constitutiva de la cultura y por tanto de la producción de lo social. A pesar de sus limitaciones, la incorporación de la teoría crítica y de la semiótica a los estudios comunicacionales abrieron unas perspectivas hasta entonces poco transitadas por los investigadores: la formación modernizadora pudo ser evaluada críticamente mientras que la comunicación se encontró integrada a las dinámicas sociales y se reencontró de otro modo con la política. Porque ya no era lo meramente institucional lo

2 J. Nun, "El otro reduccionismo", en América Latina: ideología y cultura, San José, Flacso, 1982, pág.40. 3 M. Piccini, La imagen del tejedor: lenguajes-y políticas de comunicación, México, G, Gili, 1987, pág.16.

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que importaba (la representación casi religiosa de lo partidario, la defensa a ultranza del gobierno o la política presente en la retórica legislatura del Congreso), sino la participación social. La semiótica, por su parte, resaltó objetos de estudio desconocidos y esfuerzos analíticos novedosos que diversificaron el campo de una manera, que en ocasiones fue redundante y confuso pero que permitió penetrar internamente textos, objetos audiovisuales y prácticas culturales que la tradición investigativa hasta entonces acumulaba o no destacaba o simplemente no podía descifrar. La lingüística y el análisis del discurso, el estudio de contenidos o las exhaustivas descripciones estructurales permitieron penetrar los mensajes de una manera que si bien en ocasiones exageró en formalismo también permitió radiografías de objetos comunicativos que antes pasaban casi desapercibidos. La imaginería publicitaria, los rituales sociales, los palimpsestos semiocultos en los textos periodísticos o en los programas televisivos podían ser develados y revelaban significados más allá del mundo de las apariencias como lo había enseñado a comienzos de siglo el psicoanálisis. La mirada crítica aumentó sensiblemente la complejidad de lo social, puso un tiempo histórico donde antes había una mera secuencia de cambios, intersectó estética, política, ideologías y cultura de una manera que superaba las articulaciones funcionales. Además aportó un debate denso y profundo al positivismo y la uní dimensionalidad de la vida cotidiana que estaban muy presentes en el proyecto comunicativo del desarrollismo. Desde mediados de los años ochenta la configuración de los estudios de comunicación muestra cambios de fondo, que provienen no sólo de transformaciones internas al propio campo sino de un movimiento general a las ciencias sociales. Los profundos cambios en el horizonte político-ideológico y la globalización de la economía y la cultura desbordando los alcances de la Teoría de la Dependencia y el imperialismo coinciden con el emborronamiento de los linderos que demarcaban los territorios de las disciplinas produciendo no sólo recurrencias temáticas o préstamos sino decisivas rearticulaciones y reapropiaciones de los objetos de conocimiento: desde la comunicación se trabajan procesos y dimensiones de lo social que incorporan

preguntas y saberes históricos, antropológicos, estéticos, al mismo tiempo que la sociología, la ciencia política y la antropología se hacen cargo, ya no en forma marginal, de los procesos y medios de comunicación y de los modos como operan las industrias culturales. En Colombia esos cambios han entrado también a configurar el campo de estudios de la comunicación pero en forma aun muy débil, debilidad producida por una triple ausencia: la de una comunidad de investigadores que rebase los esporádicos encuentros que generan los "eventos académicos", la aun más flagrante de las ciencias sociales en el estudio de los medios e industrias culturales y la incomprensión que de la importancia de la investigación para el desarrollo del campo han mantenido los agentes del Estado, las asociaciones gremiales y las empresas de comunicación. Con excepción de las dimensiones económica y legal, los medios de comunicación -la envergadura de los cambios políticos y culturales que ellos protagonizan-, se hallan aun en gran medida ausentes de las preocupaciones de los sociólogos, de los politólogos y los antropólogos, al tiempo que hay una ausencia palpable de políticas culturales y comunicativas: el país no cuenta aún con un Conpes de Comunicación que integre deliberativamente a los diversos actores de la comunicación: Estado, organizaciones de la sociedad civil, universidades, gremios y de los que haga parte la investigación. Será entonces en las Facultades o Departamentos de Comunicación Social, y en algunos pocos centros como el Cinep y la Fundación Frederich Ebert de Colombia, Fescol, -a los que se han añadido en los últimos años la Fundación Social, la Dirección de Comunicación Social del Ministerio de Comunicaciones, los Institutos CEPER y CIJUS de la Universidad de los Andes, el Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, el IEPRI y la Facultad de Artes de la Universidad Nacional-, donde se van a desarrollar investigaciones que, pese a la precariedad de sus infraestructuras institucionales, han ido construyendo un campo de conocimiento hoy estratégico para la comprensión de los cambios que atraviesa el país y su propio desarrollo. En el espacio académico de los estudios de comunicación asistimos en los últimos años a un significativo contraste: mientras crece el número de programas de pregado -ya hay 17 oficialmente aprobados y varios en proceso de aprobación-, y crecen los postgrados profesionalizantes, esto es las especializaciones -ya hay 10 aprobadas-, sólo existen en el país 2 maestrías (Universidades Javeriana y del Valle), ésto es, dos programas estructurados sobre líneas y

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prácticas de investigación. La precariedad de la investigación que puede hacerse en cualquier campo a nivel de pregrado se ve incrementada en el de Comunicación por la inevitable amalgama de saberes sociales con adiestramientos técnicos que conduce en la mayoría de los casos a unos trabajos de grado eminentemente "prácticos". En el ámbito de las especializaciones de postgrado la presencia de algunos cursos de investigación no impide que ésta tenga un estatuto marginal y un carácter marcadamente instrumental. Lo que no debe entenderse en forma puramente negativa ya que en el campo de comunicación la instrumentalidad no señala siempre la reducción de los conocimientos a saberes técnicos o su funcionalización a las estrategias e intereses del mercado, indica también modalidades propias de investigación: ya sea por su inserción en los procesos de producción de comunicación, en la experimentación de lenguajes que conlleva la transformación tecnológica o en el diseño de usos alternativos de los medios por parte de comunidades o colectivos sociales. Perspectiva histórica La investigación de procesos de comunicación se inicia en Colombia a finales de los años cincuenta ligada estratégicamente a la difusión de innovaciones y tecnologías que agencian instituciones como el Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria, INCORA, Acción Cultural Popular (Radio Sutatenza) y el Fondo de Capacitación Popular. Con asistencia financiera y metodológica norteamericana, esas instituciones promueven y realizan investigaciones sobre "Comunicación para el Desarrollo" orientadas a la modernización del campesinado mediante el uso intensivo de cartillas y programas de radio, a las que en los años sesenta se sumarán las investigaciones sobre "Televisión educativa" promovidas, con idéntica orientación, por los Cuerpos de Paz bajo la dirección del Institute for Communication Research de la Universidad de Stanford. Desde 1963, con el apoyo financiero de la Agencia para el Desarrollo Internacional, AID, se impulsa la producción de cursos para televisión y la construcción de una red de escuelas en las que los maestros darían sus clases alrededor de los cursos televisados. Colombia será el primer país de América Latina en que el Institute for Communication Research de Stanford mantendrá en el país un equipo de investigadores entre 1964 y 1966. Del trabajo se producirán dos informes: uno que recoge las investigaciones4 con profesores, estudiantes, las

propuestas de curriculum y de cursos, y otro en que al evaluar el programa5 se exonera a los cuerpos de paz y a la AID del fracaso de la televisión educativa, y se hace responsables de él por completo a los colombianos. Fiel a las concepciones de la modernización desarrollista, la conclusión que arroja esa experiencia de investigación importada no puede ser más sintomática: estos países ni siquiera se dejan modernizar. Enfrentados a la conmoción cultural de la modernización los estudios de comunicación colombianos se unieron al proyecto desarrollista de los sesenta que ofrecía un ideal de progreso planificado y racional ante el desorden y los desastres de guerras larvadas. Era el orden civilizatorio frente a la irracionalidad de la violencia, el progreso social y económico frente el atraso y el encerramiento provinciano. Mientras en décadas anteriores la comunicación era absorbida por la política institucional ahora adquiría el status de información que conectaba de otro modo la producción de mensajes con una estratificación de lo social que también era funcional. Todo ello formando parte de diseños sociales externos, ayudas interesadas de los países desarrollados, dispositivos modernizadores que se desataban para tratar de producir unos cambios que muy pronto escaparon de las previsiones técnicas de sus gestores. Los años setenta se abren paradójicamente con un ambicioso proyecto de investigación, también financiado por una entidad norteamericana, la Fundación Ford, pero concebida y elaborada por el único instituto de investigación social existente por entonces en el país y de marcado carácter crítico y contestario, el ICODES. Un equipo de profesionales de las ciencias sociales se propone por primera vez investigar las condiciones del surgimiento de la prensa, la radio y la televisión.6 Si en lo referente a prensa y radio los resultados fueron pobres, aportaron sin embargo ciertas contextualizaciones sobre la propiedad de la prensa y el papel de la radio en algunos acontecimientos nacionales. Respecto a la televisión, la investigación se limitó a extrapolar conclusiones a partir de la evolución de la publicidad en ese medio y de algunos elementos de su estructura comercial. La evaluación de esta investigación -en la que participaron cuatro expertos internacionales de la talla de

4 5 6

Stanford University, 'The Peace Corps Educational Televisión Proyect in Colombia: Two Years of Research" 1967. M Bennet, Overseas Evaluation Colombia EVT Program, Stanford University, 1967. L Álvarez y otros, Estructura y funcionamiento de los medios de comunicación en Colombia, Bogotá, Icodes, 1975.

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Herbert Schiller, máximo exponente de la investigación crítica norteamericana, Elíseo Verón, pionero de la investigación de comunicación en América Latina, Rosa Goldsen, investigadora de la Universidad de Cornell, y Oswaldo Capriles, del Instituto de Investigaciones de la Comunicación de la Universidad Central de Venezuela-, fue tan negativa que la Ford abandonó otros proyectos que se preparaban y ni siquiera se hizo una elemental publicación de los documentos. Como si esta fallida experiencia hubiera quebrado de raíz la posibilidad de proyectos colectivos de investigación de las ciencias sociales sobre medios de comunicación en el país, nunca hasta hoy ha vuelto a haber un proyecto de parecida envergadura. El foco de la reflexión y la investigación de comunicación en los años setenta será la penetración del imperialismo cultural. Más allá de la cantidad de programas importados lo que configura, por ejemplo, nuestra televisión es un modelo, el norteamericano: una televisión vertical y centralizada que secuestra las posibilidades tecnológicas de interacción social transformando el servicio público en negocio privado.7 Entrando más a fondo en la investigación de la dominación cultural ejercida por Estados Unidos en los medios de comunicación8 se estudiará la trama económico-política que sustenta la dominación cultural, analizando el dominio norteamericano de las agencias de información, de la publicidad, del cine, de las revistas y de la televisión. Para comprender el alcance de ese dominio, especialmente en el caso de la televisión se tematizan héroes, modelos de vida en ciertos programas "estratégicos" de ese momento como Plaza Sésamo, Batman o Los picapiedra, descifrando las claves de su estructura ideológica y los dispositivos de enunciación de sus imágenes. Se investigan así mismo las modalidades de la penetración norteamericana en la financiación de la televisión colombiana9, a partir de los sesenta, a través de Telé tigre, Caracol y RTI, de las agencias de publicidad y de la importación de tecnología. A fines de los setenta la investigación crítica en Colombia recoge la línea que en América Latina inicia la superación de la concepción puramente ideológica y reproductiva de los medios de comunicación, para pensar la televisión en cuanto

discurso específico y forma de construcción de la realidad social10: un discurso regido por una economía que vuelve equivalentes las tragedias colectivas y los triunfos deportivos pues está construido con imágenes que hacen igualmente consumible su espectáculo; y una telenarración que, al identificar el lugar donde se forma la imagen con el lugar en que transcurre "lo real", hace desaparecer, como ningún otro medio, su propio y complejo trabajo de construcción de la realidad social. La investigación sobre la prensa, que tuvo en sus orígenes -como ya se anotó-, una importante orientación historiográfica, en la que se trataba de documentar su evolución y contrastar su presencia, ha ido produciendo análisis textuales, seguimiento del desarrollo de los géneros periodísticos, algunos estudios sobre rutinas de producción y ya en los últimos años investigaciones más especializadas sobre cómo se representan acontecimientos sociales -como la paz-, en el discurso del periodismo escrito. Ana María Lalinde constata, por su parte, en un reciente estudio exploratorio sobre la investigación de la radio en Colombia, que ésta ha sido "la menos trabajada en los ámbitos académicos y profesionales, a pesar de ser el medio con mayor arraigo entre la población del país"11. Si un gran porcentaje de la investigación de los sesenta estuvo dedicada al auge de la radio educativa (Acción cultural popular, ACPO, y radio Sutatenza), ratificando la convergencia de la preocupación comunicativa con el proyecto desarrollista, entre los setenta y los ochenta se mantiene la investigación referida a las relaciones radio-educación apoyada por la institucionalización de la investigación comunicativa en ACPO, ICA, FCN, la intervención de misiones extranjeras y la presencia de profesionales especializados12. El relativo auge de la investigación radial en los ochenta se debe según Lalinde "al mayor impulso de la radio comercial, la incorporación de novedades tecnológicas y la vinculación con otros sectores claves de la economía. Así mismo, a nivel teórico, se presenta un impulso a la reflexión relacionada con las posibilidades del medio para el desarrollo comunitario jalonado por la tendencia general del continente en la reflexión sobre la 10 H. Martínez, Lo popular en y ante la televisión: un diagnóstico y

7 A. Bibliowisch, "Lo público y lo privado; un análisis de la televisión

una propuesta, Bogotá, Cinep, 1979.

colombiana", Tesis PhD, Cornell University, 1979. 8 L.R: Beltran y E. Fox, La comunicación dominada: Estados Unidos en los medios de América Latina, México, llet, 1979. 9 E. Fox, "US Televisión Industry and Development of Televisión in Latin America: Colombian Case", Tesis University of Pensilvania,

11 A. Ma. Lalinde, La radio en Colombia: estudio exploratorio documental 1973-1994, Bogotá, Universidad Javeriana, 1996 12 P. Anzola y P. Cooper, La investigación de comunicación social en Lima, Acics/Desco, 1985.

1973.

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comunicación popular"13. Del inventario realizado por Lalinde entre el 73 y el 94 sobre las tesis de grado, el interés investigativo se orienta mayoritariamente hacia los estudios del mensaje a través de análisis de contenido y del discurso que buscan develar las ideologías subyacentes en el discurso radiofónico. Se ratifica así el enfoque "ideologista" de los estudios sobre medios unidos a las teorías sociales de la dominación y del imperialismo cultural que aún subsisten hasta hoy en algunos análisis, aunque los fenómenos sean otros como la globalización o la "empresalización" de la comunicación. Un sesgo conspirativo que tiene sus conexiones, aún pasado el tiempo, con el concepto althusseriano de los aparatos ideológicos del Estado. Diagnósticos de la radio, observación del quehacer radial, historias de la radio, legislación, enseñanza y recepción son otras de las líneas de la investigación sobre la radio que no difieren mucho del perfil general de la investigación en los otros medios. En lo que concierne al cine, los estudios se han dirigido a la indagación documental sobre la historia de la producción cinematográfica colombiana, algunos trabajos sobre consumo, discusiones sobre las variaciones legislativas, testimonios y análisis cinematográfico. En publicidad existen algunos inventarios iconográficos de indudable valor documental y una abundante aunque casi siempre pobre y reiterativa literatura de análisis de publicidad o de estudios de la publicidad como lugar de representación de imaginarios y actores sociales. Es en los años ochenta cuando empiezan a configurarse las líneas que vertebran de algún modo la investigación que se realiza en las Escuelas de Comunicación con la que se produce en Centros como el Cinep y Fescol. Esas líneas son dos: la democracia en la comunicación y la violencia en los medios. La primera, comunicación y democracia, busca insertar en las peculiares condiciones políticas de Colombia la preocupación de la UNESCO, y el debate mundial que ella promueve, sobre el "nuevo orden informativo" que tendrá su polémica expresión en el famoso Informe MacBride y en el proyecto latinoamericano de Políticas nacionales de Comunicación, trazado en la Reunión Gubernamental de Costa Rica (1976). En 1980 la Fundación para la Educación Permanente en [Colombia, FEPEC, con la colaboración del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, CIID, y FESCOL emprenden una investigación sobre

13 A. Ma. Lalinde, La radio..., pág.7

Televisión y Democracia en Colombia14, cuyo objetivo es "analizar los aspectos presentes y ausentes en la estructura que regula la televisión en Colombia, con relación a la viabilidad de una real participación de la población colombiana en el proceso de comunicación a través de este medio, y señalar algunas recomendaciones que la posibiliten y garanticen". Lo que implicará elaborar por primera vez un marco de conceptos y criterios que inserte el derecho a la comunicación en la normatividad de la legislación colombiana a la vez que acoja la institucionalidad aun no formalizada de las experiencias de comunicación alternativa. Esta preocupación por profundizar las conexiones entre comunicación y democracia tiene que ver con las fracturas que sufre un sistema político deslegitimado, pero sobre todo que necesita transformaciones urgentes de su paisaje y su funcionamiento. Hacer posible la democracia se convierte en un imperativo que a diferencia de los países del sur, no responde a la modificación social de proyectos autoritarios y represivos sino a la crisis de la política tradicional, a la realidad de las instituciones, a la existencia de una sociedad civil debilitada y al acrecentamiento de violencias de diverso tipo que vulneran severamente la vida en sociedad. El debate internacional insiste en los vínculos entre democracia y derechos civiles y dentro de ellos se va dejando atrás el clásico derecho de prensa para proponer un derecho a la comunicación más inclusivo y adaptable a la irrupción de las tecnologías y a los cambios en los órdenes sociales internos e internacionales. Recurrir a lo jurídico es entonces la primera salida: no en vano se trata de uno de los horizontes que definen el funcionamiento de una sociedad y el cuadro que demarca las posibilidades desde la actuación de los actores comunicativos reconocidos como de aquellos que empiezan a hacerse visibles en la escena pública. Aunque lo jurídico como lo tecnológico han copado la preocupación estatal de la comunicación presente en las regulaciones constantes y en el pesado andamiaje

14 A. Gadavid y R. D. Espinosa (coord.), Televisión y democracia en Colombia, Bogotá, Fepec/Fescol/Ciid, 1982.

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normativo, también ha sido un lugar del debate sobre las comunicaciones que ha permitido expresar derechos ciudadanos muy importantes. Un ejemplo es el cuerpo doctrinal que a partir de 1991 la Corte Constitucional ha podido acumular intersectando exégesis jurídica con juicios de expertos y casos prácticos en un importante corpus de tutelas en el tema. De las propuestas-de López Michelsen a la de Belisario Betancur, todos los intentos de reforma acabaron siendo digeridos por los sofisticados mecanismos de equilibrio que ajusta el sistema a las demandas del sector privado y a los intereses de los dos partidos hegemónicos, impidiendo cualquier ruptura. De Betancur a Pastrana se ha removido este equilibrio modificándose el diseño de la propiedad, las interacciones entre lo público y lo privado, los sentidos de la competencia o la composición de poder de los organismos encargados de orientar las políticas televisivas. Un análisis de contenido de diarios, noticieros de radio y televisión ha comprobado posteriormente en la práctica la "experiencia" de los medios en adecuarse a los vaivenes políticos para impedir la emergencia de voces que pongan verdaderamente en peligro ese "equilibrio". Pero el estudio de las relaciones entre medios y democracia no se agota en el ámbito de lo político, también es abordable desde lo cultural. Así lo entendió el CINEP al empujar pioneramente investigaciones sobre los modos populares de comunicación y de relación con los medios.15 Lo que exigía, de entrada, un desplazamiento que democratizase la mirada del investigador para hacerse capaz de percibir esos otros "modos de ver" que configuran las culturas populares. Insertos en un trabajo de construcción de formas de participación popular y de autogestión de soluciones a sus problemas más vitales, los estudios del CINEP van a converger con el proyecto de investigación que empezaba a gestarse en la Universidad del Valle acerca de las relaciones entre "lo popular y lo masivo"16. Al introducir el espesor de las mediaciones culturales cambiaba el sentido de la relación que la gente tiene con los medios: su influencia pasaba a residir menos en la cantidad de tiempo

que se les dedique que en la mediación social que logran sus imágenes -esas nuevas formas de sensibilidad y socialidad desde las que las gentes se imaginan y representan sus identidades individuales y colectivas-, y en las demandas que la gente le hace a los medios desde las frustraciones de la rutina y la humillación cotidiana, desde la inseguridad ciudadana y el desarraigo cultural tanto de las mayorías como de las minorías étnicas y raciales. Esa convergencia tomará cuerpo en un proyecto conjunto de investigación sobre "La telenovela en Colombia: televisión, melodrama y vida cotidiana"17 cuyo objetivo central residió en abordar la televisión como medio estratégico en la modernización del país pues, como ningún otro, la televisión integra al discurso de la modernidad géneros y dispositivos de narración tanto premodernos como postmodernos. Lo que implicaba la indagación de las mediaciones entre las lógicas de la producción y las dinámicas del consumo o la recepción: "la televisión no 'funciona' sino en la medida en que asume -y al asumir legitima- demandas que vienen de los grupos receptores; pero a su vez no puede legitimar esas demandas sin resignificarlas en función del discurso social hegemónico" Por su parte la telenovela se convertía, desde esa perspectiva, en el más expresivo "lugar" de las articulaciones que entrelazan matrices populares y lógicas del mercado, narrativas anacrónicas y transformaciones tecnológicas del audiovisual, contenidos nacionales y formatos industriales transnacionales. En su conjunto las investigaciones sobre la estructura política de los medios en Colombia no sólo develarán la ausencia de democracia que padecen especialmente la radio y la televisión, sino que buscarán indagar la relación de las gentes con los medios, tanto desde la perspectiva del derecho a la información (los medios espacio de la participación ciudadana), como desde la de las modalidades populares de comunicación: qué en los imaginarios que promueven los medios responde a matrices (narrativas, gestuales, sentimentales), de cultura popular y cuáles son

17 En ese proyecto participaron, además del Departamento de Ciencias de la Comunicación, Universidad del Valle, la Facultad de

15 H, Martínez, "El contexto de la comunicación popular y la comunicación alternativa", en Revista Latinoamericana de Educación Popular, Lima, 1982. Del mismo autor, Lo popular en y ante la televisión, Bogotá, CINEP, 1982. 16 J. Martín Barbero, Procesos de comunicación y matrices de cultura, México, G. Gilí, 1985; S. Muñoz, Barrio e identidad. Comunicación cotidiana entre las mujeres de un barrio popular, México, Trillas, 1988; A. Ulloa, La salsa en Cali. Arte popular e industria cultural, Medellín, Unte P. Bolivariana, 1986.

Comunicación Social de la Universidad Bolivariana en Medellín y el ClNEP en Bogotá. El proyecto estaba a su vez inserto en un proyecto latinoamericano de estudio de la telenovela en el que participaron grupos de investigadores de México, Perú, Chile y Argentina. El proyecto colombiano apareció publicado: J. Martín Barbero (Coord.), "La televisión en Colombia: melodrama y vida cotidiana" en Diálogos de Comunicación, No 17, Lima, 1987. Y los resultados en: Rodríguez y M.P Téllez, la telenovela en Colombia. Mucho más que amor y lágrimas, Cinep, 1989; M.H. Montoya y F. Cano, La telenovela: el milagro del amor, Medellín, Univ. P. Bolivariana, 1989; J. Martín Barbero y S. Muñoz (Coord.), Televisión y melodrama. Géneros y lecturas dé la telenovela en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo, 1992.

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los usos que los sectores mayoritarios hacen cotidianamente de la radio o la televisión. La segunda línea, violencia en los medios/violencia de los medios, se insertará en el panorama investigativo de las ciencias sociales colombianas que, desde La violencia en Colombia, ha dado una gran importancia a la indagación sobre las violencias. El pensamiento reaccionó reflexivamente a lo que se había convertido en una realidad creciente y dramática que poco a poco fue involucrando a sectores cada vez más amplios de su población y extendido sus expresiones de terror. Atravesada por un fuerte debate ciudadano la investigación de la violencia en televisión hará posible un incipiente acercamiento de la investigación social al "tema" de los medios a partir de la investigación promovida por el Ministerio de Gobierno en 1987 -Colombia: violencia y democracia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia-. Aunque el estudio de los "violentólogos" se acerca al tema en forma muy parcial y sin desarrollos posteriores, la reubicación de la violencia, del mundo campesino al espacio urbano, y la redefinición de su pluralidad, llevada a cabo por sociólogos, politólogos, historiadores, antropólogos de una parte, y de otra, el reconocimiento de la compleja actividad de los públicos en su relación con la TV, planteada por los investigadores de la comunicación -Televisión y violencia, Bogotá, Colciencias, 1988-, van a posibilitar la superación de la concepción hegemónica que centra la atención en los contenidos explícitos y los efectos inmediatos y medibles del medio sobre la audiencia, para introducir una mirada nueva sobre la violenciaproceso social y los hábitos y representaciones que median la relación de la violencia vivida (en la familia, el trabajo, la calle, la escuela), con la violencia vista en el espectáculo televisivo. Televisión y Violencia reflejó las confrontaciones de sistemas explicativos diferentes de la violencia que en el fondo eran más que divergencias de enfoque: representaban, en efecto, comprensiones radicalmente diferentes tanto de la comunicación como de sus incidencias sociales que llevaban a unos a insistir en los efectos o las influencias comportamentales con unas desviaciones morales por lo menos cuestionables y a otros a desmitificar los sesgos unilaterales enfrentando a la pasividad la interacción, al dominio

la apropiación. Si desde la primera se acogía un enfoque de salud mental desde la segunda se percibía el entronque de la televisión con los procesos de socialización, el significado de los gustos y el consumo y la dimensión social de los conflictos. Será en la investigación realizada por el Cinep, con la dirección de Fernán González -Colombia: conflicto social y violencia Bogotá, 1989-, donde se visualizará de manera más integral y fecunda el papel de los medios en la configuración de las violencias que vive el país. Se supera el aislamiento que el campo de comunicación mantiene con la problemática social general y la concepción puramente instrumental de los medios, desde la que es imposible comprender los modos específicos como éstos se imbrican en la expansión de la violencia. Recogiendo los pocos antecedentes de análisis del tema antes de los ochenta y las corrientes teóricas que han dominado, se pasa a diferenciar la acción de los medios según los diversos escenarios en que actúan para dar cuenta de los modos en que los medios sirven de voceros de conflictos que no encuentran otro cauce político o se convierten en propagadores de discursos de exclusión e intolerancia. Esa acción sin embargo no es imputable, como en el caso de la televisión, al medio como tal sino a su estructura mercantil y a los intereses políticos que ella vehicula divorciándolo de su estatuto de servicio público, Y también a la incapacidad de nuevos actores y grupos sociales -sindicatos, organizaciones no gubernamentales, universidades, etc.-, para consolidarse como demandantes de canales y medios de expresión. Frente al incipiente esfuerzo de esas investigaciones por comprender el sentido y el alcance de la violencia en los medios, el debate periodístico sobre la violencia en televisión pareció responder a otra demanda: la de alguien o algo sobre el que descargar la frustración, la rabia y la desazón. Esa fue la función que cumplió, y la explicación de la resonancia que alcanzó, un libro18 que basado en "testimonios" de reclusos, de sicólogos de cárceles, de jueces y de periodistas, construye un escenario, la televisión: escuela del crimen. Todo ello a costa de identificar violencia con un solo tipo de violencia, el observable en el nivel más obvio e inmediato de las imágenes y los relatos, dejando así por fuera otras violencias menos escandalosas pero quizá mucho más dañinas y eficaces: "la positiva valoración de las

18 G. Castro Caicedo, B libro rojo. Televisión, crimen y violencia, Bogotá, Presencia, 1988.

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tecnologías de guerra o del autoritarismo justificado por la crisis de valores, la morbosa utilización política y comercial del terrorismo o la miseria, la desvalorización de la raza negra o las etnias indígenas, la humillación de la mujer, la burla de los homosexuales, la descarada utilización publicitaria de los niños, la descalificación de lo diferente, la ridiculización folklorizada de lo popular. ¿Cómo medir el efecto de esas violencias? o ¿será que la imposibilidad de medirlas las vacía de realidad?"19 En posteriores investigaciones20 se analizan los efectos que la violencia tiene sobre los medios y el papel que éstos asumen situándose en una de las orillas del conflicto. La exclusión de sectores sociales de la comunicación y la concentración de la propiedad de los medios son hechos que influyen en la parcialización de la información, el fortalecimiento de los mitos informativos, el bloqueo a los procesos de reconocimiento social y la defensa de una institucionalidad afincada en sus propios intereses a la vez que legitimadora de acciones violentas especialmente del Estado. En las últimas investigaciones21 se recupera para el análisis el carácter mediador y no instrumental de los medios, poniendo atención tanto a los procesos como a las lógicas sociales y culturales que subyacen a la construcción del discurso noticioso. Buscando las conexiones entre convivencia y generación de sentido, entre la existencia del otro como diferente y la capacidad de reelaboración que tienen los medios, este trabajo intenta revelar el discurso periodístico reciente sobre la paz. Se trata de "develar las estructuras mentales y simbólicas que sirven de sustento a la configuración de modos de ver y de pensar frente a situaciones de conflicto, contradicciones sociales, actos de violencia y propuestas de convivencia al interior de una sociedad"22. Imaginarios del orden, de la unidad y de la salvación, percepciones esquemáticas que dividen maniqueamente entre buenos y malos y que se aplican a una explicación banal de los conflictos, campañas para aislar a los violentos y recobrar la moral son algunos de los tópicos que se encuentran en las noticias y los espacios discursivos sobre la paz en los medios de comunicación colombianos. En los años noventa el foco de los estudios es doble, de un lado el proceso de industrialización de los medios, 19 J. Martín Barbero, "Violencia televisada", en Pretextos."Conversaciones sobre la comunicación y sus contextos, Cali, 1995, pág. 116. 20 R, Quintero y M. Jimeno, "Los medios de comunicación y la violencia" en Violencia en la región andina, Santa fe de Bogotá, Cinep, 1994. 21 J.l. Bonilla, Violencia, medios y comunicación, México, Trillas, 1995. 22 Ibíd., pág. 83 .

pero no sólo en su dimensión económica sino en la reconfiguración de las relaciones entre lo público y lo privado, y de otro, los procesos de recepción y consumo. Este giro investigativo es explicable. Los medios han ido dejando atrás su estructura familiar y cobrando para sí una identidad como actores sociales que trastorna su perfil de mitad de siglo. Cada día las comunicaciones se convierten en un lugar estratégico de importantes inversiones económicas, de renovaciones tecnológicas aceleradas y de presencia social relevante. Las políticas de apertura y ajuste observan en las comunicaciones una discusión estratégica para la expansión y consolidación de los mercados como también para la gestión técnica del Estado. Entre los años ochenta y los noventa se acrecienta el interés de los grupos económicos por la información y el entretenimiento a la vez que se plantean exigencias a la construcción de una opinión más heterogénea, con un espectro de fuentes más variadas y unos temas plurales que han hecho ceder los imaginarios monolíticos y los sistemas de representación cohesionados. Un recorrido por los estudios colombianos sobre la industrialización de los medios demuestra la variación histórica de su configuración como empresas, sus redefiniciones internas sobre la propiedad y el proyecto corporativo que orienta sus intervenciones sociales. Con desarrollos desiguales la radio, originariamente privada, ha tenido una expansión comercial y técnica más acelerada, la televisión -mixta- un proceso más lento -apenas se privatiza a fin de siglo-, y la prensa un desarrollo mucho más conservador y medido. Sin embargo, en la década de los noventa la prensa ha ido dejando su focalización en el periodismo escrito para diversificarse conformando grupos multimedia, la radio experimenta en géneros y la televisión ensaya modalidades inéditas como las emisoras locales, los canales privados, la televisión por cable y las televisiones comunitarias. El fenómeno de los grupos económicos, propietarios de medios, ha dado lugar a una tonalidad mediática nueva que genera preocupaciones investigativas sobre problemas como la concentración, la convergencia entre política y economía o la independencia informativa. La discusión sobre la democratización se descentra entonces i de la cuestión de la propiedad hacia las relaciones de la ciudadanía con los medios, la imaginación de las agendas, los entrabamientos entre lógicas corporativas, gobernabilidad y participación social. De alguna manera la historia de la investigación de los medios de comunicación muestra las transiciones entre familia,

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empresa y grupo corporativo destacando las influencias de cada uno de estos modelos en su figuración comunicativa y en su actuación política. En la evolución de los estudios sobre industrialización/concentración de los medios resulta especialmente significativo y aportador el estudio coordinado por María Teresa Herrén,23 patrocinado por FESCOL, apoyado por COLCIENCIAS y con la colaboración del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) -Facultad de Economía de la Universidad Nacional-. Se trata de la primera investigación "de conjunto", lo que significa dos cosas: que se estudia el peso global de la prensa, la radio y la televisión en la economía del país; y que se analizan articuladamente las dimensiones económicas, tecnológicas e institucionales. En lo que concierne a la economía esta investigación destapa la subvaloración sufrida por el sector de los medios en los ámbitos de análisis y seguimiento de la economía nacional, incluido el DANE. Hasta ese nivel llega la discriminación y el menosprecio: se registra con precisión lo que atañe al sector "letrado", prensa diaria y revistas, pero no hay nada parecido con la radio y la televisión; las únicas cifras al día a ese respecto son las del sector público, mientras la industria privada de esos dos medios, que es la más poderosa económica e ideológicamente, permanece desconocida. El segundo aspecto revelador es el grado de concentración de los medios, y ello en un doble sentido: empresas de comunicación van adquiriendo poco a poco periódicos y cadenas de radio regionales, además de invertir en editoriales, empresas de distribución, etc. Y a la vez, los grandes grupos financieros se han consolidado en la radio y la televisión. Desde la perspectiva de los procesos de transformación empresarial y política de los medios, tienen una especial relevancia los estudios de Germán ¡. Rey producidos a lo largo de las décadas del ochenta y noventa, y recogidos recientemente en el libro Balsas y medusas. Visibilidad comunicativa y narrativas políticas24. Lejos de la anacrónica pero persistente idea de los efectos o la influencia inmediata de los medios -de la brevedad y frivolidad, la espectacularidad y amarillismo de su discurso-, vaciando la política de sentido, estos estudios proponen insertar esas relaciones en un mapa

23 Ma T. Herrán (Dir. del proyecto), "La industria de los medios de comunicación en Colombia", Bogotá, Fescol, 1991.Participan en la investigación R .Moreira, economista, J .León, administrador y D. Sánchez, comunicadora. 24 Germán Rey, Balsas y medusas. Visibilidad comunicativa y narrativas políticas, Bogotá, Cerec/Fundación Social/Fescol, 1998.

cruzado por tres ejes: el de la construción de lo público, la constitución de los medios y las imágenes en espacio de reconocimiento social, y las nuevas formas de existencia y ejercicio de la ciudadanía. Fagocitado durante mucho tiempo por lo estatal, sólo en los últimos años lo público empieza a ser percibido en las peculiaridades de su autonomía, sustentada en su doble relación con los ámbitos de la "sociedad civil" y de la comunicación. De ahí la articulación fundante de lo público entre el interés común, el espacio ciudadano y la interacción comunicativa: circulación de intereses y discursos que lo que tienen de común no niega en modo alguno lo que tienen de heterogéneos, ello es más bien lo que permite el reconocimiento de la diversidad haciendo posible su contrastación. Pues es lo propio de la ciudadanía hoy el estar asociada al "reconocimiento recíproco", esto es al derecho a informar y ser informado, a hablar y ser escuchado, imprescindible para poder participar en las decisiones que conciernen a la colectividad. Cambia entonces la identidad de los medios al pasar de la función de intermediarios a la de actores sociales, con la consiguiente diversificación de sus modos de acción, ligada a la diversificación de sus alianzas ya las nuevas tensiones estratégicas que los movilizan. De meros transmisores de información o de doctrina y consignas, los medios han empezado a actuar en la política -aunque en ello se disfracen también otras intenciones e intereses-, como fiscalizadores de la acción del gobierno y de la corrupción en las distintas instituciones del Estado. Actúan también como promotores de la apertura política del régimen al estimular y apoyar la presencia de candidatos independientes o cívicos a las corporaciones públicas, y al facilitar la interlocución entre Estado y organizaciones de la sociedad civil. Actúan, pese a la confusión que con frecuencia producen, haciendo parte activa de los escenarios más conflictivos del país, particularmente los de la guerra. Esas nuevas actuaciones buscan a su manera responder a las nuevas demandas sociales y las nuevas figuras de lo político, y en esa búsqueda los medios se ven obligados a desbordar los intereses de sus aliados tradicionales para abrirse a la interlocución con organizaciones nacionales y locales de tipo cívico, ecológico, educativo, dándose así mismo interlocutores cada día más numerosos provenientes del ámbito de las ciencias sociales y las transformaciones culturales. De otro lado las nuevas tensiones estratégicas que fuerzan a los medios a cambiar se ubican entre su predominante carácter comercial, el reordenamiento de sus relaciones con el Estado y el surgimiento de nuevas figuras y expresiones de la libertad; entre su búsqueda de

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independencia y las condiciones que crean los procesos de globalización; entre sus tendencias a la inercia y las transformaciones que imponen los cambios tecnológicos y las nuevas demandas de los públicos. De otro lado, también las formas de propiedad de los medios están cambiando. Por la tendencia a la corporación multimedia y la cada vez más notoria y decisiva presencia de los conglomerados económicos en las telecomunicaciones, y por el des-ordenamiento de la propiedad de los medios. La primera no parecería presentar ningún de Jesús Martín Barreto/ German Rey safio conceptual: estamos ante un proceso que combina un rapidísimo proceso de concentración del poder mediático con una amplia des-centralización de los modos de operación y gestión. La segunda, la "desubicación de la propiedad" señala cambios en la concepción y la práctica de una propiedad pensada como algo sustancialmente estático y acumulativo, que nos estaría impidiendo percibir la emergencia en el mundo de las industrias culturales y comunicacionales de una propiedad que funciona más por "fusiones y alianzas móviles" que por acumulación propietaria. Esto es, por vínculos operativos de relativa estabilidad, y cuya unidad provendría entonces de la "oferta integral de productos individualizados", de la "creación artificial de nichos de mercado" y de una nueva "cultura organizacional" que pone el énfasis en la originalidad de los diseños y en un cierto fortalecimiento de los derechos de los consumidores, que correspondería a los nuevos usos de los flujos informativos de parte y parte, a la participación creciente de la ciudadanía en el campo de las industrias comunicacionales. Una de las constataciones más evidentes sobre los medios de comunicación pasada la mitad de siglo es su papel en la construcción de públicos y en la formación de los gustos. Frente a un mundo de letrados y alfabetos, que fue el objetivo de la prensa, hegemónica durante años, la aparición de la radio en los años treinta subvertiría radicalmente no sólo el universo de los lectores sino las posibilidades de acceso a la información y el entretenimiento. La televisión universalizará su recepción en grados generalizables prácticamente a toda la población. La audiencia mediática se convirtió en un hecho corriente y en un fenómeno realmente masivo. Quienes estuvieron distantes de la escritura por barreras

educativas ingresaron a la programación de los medios electrónicos imponiendo sus gustos, interviniendo directamente en la composición de la oferta mediática. Al complementarse mercados con consumo, lógica comercial con afiliaciones de las audiencias, se impuso el estudio de las audiencias, el seguimiento sistemático de las preferencias y el análisis de unos procesos de recepción que resultaban mucho más complejos que previsibles. La investigación dejó entonces de ser un recurso académico y empezó a ser una necesidad comercial. Aunque alejada y con propósitos diferentes, la investigación académica de los usos y consumos ha desestabilizado en algún grado la rigidez de los estudios comerciales de audiencia y éstos han merecido mayor atención y menos reprobaciones tajantes de parte de la investigación académica. En otros países de la región, y más lentamente en Colombia, los grandes grupos televisivos han desarrollado comunidades de análisis, metodologías etnográficas y cualitativas de interpretación de sus programas y de las relaciones de diversas audiencias con ellas. También los periódicos ensayan consejos de lectores, veedores e instrumentos más participativos de análisis de sus procesos y productos. Esta relevancia de los medios, acompañada de la generación de públicos y cruzadas con las realidades del país atraen de inmediato desde las miradas moralizantes hasta estudios mucho más densos y cuestionadores. Los estudios sobre recepción y consumo arrancan en Colombia de la preocupación por los efectos nocivos de la televisión, teniendo en los años ochenta su más significativa expresión en la primera investigación sistemática de su acción sobre los niños.25 En esa investigación, realizada en Bucaramanga con apoyo del ICFES y la Universidad Industrial de Santander encontramos confirmados los prejuicios con que la mayoría de los educadores se acercan a los medios y especialmente a la televisión, esto es una mezcla de recelo pedagógico y de pesimismo cultural desde los que se pretende comprender el ver y el gusto de los que, como los niños, gozan viéndola. Las hipótesis no pueden ser más reveladoras pues nos muestran la negatividad completa de las ideas de que se partió: que los medios -la televisión muy particularmente-, no propician la identidad nacional, que refuerzan la agresividad y la violencia en los niños, que les crean necesidades ficticias, que les inculcan el dinero como valor supremo. Todas ellas, claro 25 Ma. J. Domínguez, Los niños y los medios de comunicación, Bogotá, Antares, 1985

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está, aparecen confirmadas por la investigación. Por esos mismos años son otros, más matizados y cuestionadores, los resultados que presentan múltiples y muy serias investigaciones hechas en Chile, México y Brasil.26 En ellas la televisión aparece mediada por dimensiones cognitivas, contradicciones sociales, condiciones familiares, afinidades estéticas, y mediadora tanto de procesos de homogenización y conformismo, de consumismo y negación de identidades, como de configuración de identidades nuevas, de conformación de la experiencia urbana, de choque con el universo autoritario de la familia y con el formalismo de la escuela, de apertura a la diversidad de ideas y costumbres. También el desplazamiento de los estudios de recepción a los de consumo ha debido enfrentar en Colombia no pocos malentendidos. De entrada su confusión con la "medición de audiencias", que en el país se inda con la Nielsen en 1983, y que desde ese mismo año empieza a recibir críticas que descalifican su validez como método y su contabilidad, pero cuyo rating se convierte muy pronto en el criterio decisivo que guía las inversiones de los anunciantes. En un primer momento la descalificación del rating no deja de presentar ambigüedades: en "un sistema de televisión como el colombiano manejado empíricamente con base en compadrazgos"27 la medición estadística introducía trabas en el circuito de arbitrariedades y clientelismos políticos; y de otro lado -aún tomando sus cifras con cautela-, el rating venía a hacer visibles los gustos mayoritarios, "populares", esos que ya en 1985 hicieron salir de los horarios triple A las series norteamericanas y las reemplazaron por las telenovelas nacionales. Pero poco a poco la "dictadura del rating" va a revelar las trampas de su populismo y el profundo efecto de distorsión que introduce en la calidad y diversidad de la programación. Es justamente contra esa dictadura y esas distorsiones del rating que se enfoca el estudio de la recepción de televisión en cuanto consumo cultural.

26 V. Fuenzalida, Televisión: padres, hijos, Santiago, Paulinas, 1984; del mismo autor, La televisión desde la recepción, Santiago, Céneca, 1988; V. Fuenzalida y Ma H .Hermosilla, Visiones y ambiciones del televidente, Santiago, Céneca, 1989; G. Orozco, Televisión y producción de significaciones, México, CEIC, 1981; R .Mier y M Piccini, El Desierto de espejos: juventud y televisión en México, México, Plaza y Valdés, 1987; VVAA, Hablan los televidentes. Estudios de recepción en varios países, México, Univ. Iberoamericana, 1992; C.E. Lins da Silva, Muito alen do jardín botánico.Um estudo sobre audiencia de Jurnal do Globo entre trabajadores, Sao Paulo, Summus, 1985; M.Wilton de Sousa, A rosa purpura de cada día—trayectoria de vida e cotidiano de receptores de telenovela, ESP, Universidad de de Sao Paulo,1986. 27 Revista Semana, Junio 1985.

Estudio que se abre paso en los últimos años en medio de un debate por poner en claro que de lo que se trata no es de aceptar el sofisma del populismo neoliberal según el cual "el poder reside en el consumidor", sino de algo muy distinto: de superar tanto el fetiche de lo cuantitativo, que desconoce por completo la interrogación sobre las causas sociales y culturales que originan las regularidades de conducta y contacto con los medios, como del racionalismo economista que reduce el consumo al espacio de expansión del capital y al tiempo de la reproducción de la fuerza de trabajo. Desde la nueva perspectiva investigar el consumo cultural significa indagar "cómo los grupos compiten por la 'apropiación' del producto social, organizan su 'distinción' como sujetos individuales y colectivos, 'se integran1 intercambiando significados, compartiendo el sentido mediante rituales cotidianos".28 Lo que implica rescatar la creatividad de los sujetos, la complejidad de la vida cotidiana, el carácter interactivo y lúdico de la relación de los usuarios con los medios. Y para ello desplazar las fronteras entre las disciplinas y las estrategias metodológicas, integrando encuestas con indagación etnográfica, discusión en grupo con relatos de vida. Los primeros trabajos en mirar el consumo de medios en Colombia desde esa perspectiva son investigaciones recientes o aun en curso. Así la investigación colectiva, coordinada por Germán Muñoz y patrocinada por el Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, con apoyo de Colciencias, sobre Los espectadores de cine en Bogotá: identidades culturales e imaginarios colectivos29. En ella, a partir de la caracterización cultural del "sujeto-espectador", y de la configuración del "espacio audiovisual" que conforman cine/televisión/ video, se combina la encuesta sobre preferencias cinematográficas con el análisis de las matrices narrativas de las películas-tipo, y talleres de discusión sobre las dinámicas de la percepción, resemantización e identificación de los espectadores. Aunque la ambición teórica desborda en mucho las posibilidades concretas del análisis, esta investigación tiene el mérito de abrir brecha en un campo que apenas se esboza y de señalar nuevas claves de comprensión de 28 N. García Canctini, "El consumo sirve para pensar", en Diálogos de la Comunicación, no 30, Lima, 1991, pág.7. 25 G. Muñoz, G. Rivera y M. Marín, "Análisis de recepción de medios en Bogotá: cine", Informe de investigación, Bogotá, Univ. Central, 1993; de los mismos autores, "Análisis de recepción de cine en Bogotá: identidades culturales e imaginarios colectivos", en Nómadas, No 1, Bogotá, 1996.

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procesos y prácticas culturales que al pasar por los medios se han visto hasta ahora presos de visiones miopes y reduccionistas, tanto desde el sesgo ideologista como moralista. Un trabajo, que avanza en la elaboración de la propuesta y en la articulación que logra el análisis, es la investigación de Sonia Muñoz sobre el consumo cultural en Cali30. Teniendo como base una compleja encuesta sobre el equipamiento cultural tanto público de uso comunitario, restringido, masivo, popular-, como doméstico -libros, prensa, televisión, radio-, la frecuencia de asistencia a conciertos, exposiciones, teatro, cine, hábitos y gustos de lectura, este estudio pone en cuestión una buena cantidad de ¡deas fijas y de maniqueísmos obstinados, inaugurando algunas pistas claves de investigación: el cuestionamiento de la concepción excluyente entre la experiencia de reflexión (lo verdadero), y la de los sentidos (lo agradable), que es la que sigue oponiendo maniqueamente el libro a la televisión, pues las razones/causas de esa división remiten al origen social y a la desigual distribución del capital cultural, y a disposiciones estéticas discriminadas por la institución escolar. Del mismo modo, la capacidad o la pérdida del gusto por la reflexión o la lectura están basadas más en viejas y profundas exclusiones sociales que en la difusión actual de las tecnologías audiovisuales: para los sectores habituados a leer no es la técnica -escritura/ imagen audiovisual-, la que media sus opciones de consumo sino matrices de percepción, sensibilidades más expositivas o narrativas, más informativas o literarias, y también el ámbito de procedencia de los bienes: local, nacional, internacional. Otra investigación, aun en proceso, sobre Trayectos del consumo31 innova explorando, basada en relatos de vida, los modos de relación de los trayectos de consumo con el grupo familiar, la institución escolar y los dinamismos tecnológicos. Siguiendo atentamente las formas tanto de continuidad como de ruptura, el análisis tematiza especialmente la configuración de una nueva generación "cuyos sujetos culturales no se constituyen a partir de identificaciones con figuras estilos y prácticas de añejas tradiciones, que definen la cultura', sino a partir de una conexión des-conexión (juego de interfaz), con los aparatos". Es la generación que aprendió a hablar inglés en la televisión captada por antena parabólica, se

30 S Muñoz, el ojo, el libro y la pantalla. Consumo cultural en Cali, Cali Univalle, 1995" 31 S. Ramírez Lamus y S. Muñoz, Trayectos del consumo. Itinerarios biográficos, producción y consumo cultural, Cali, Univalle, 1995.

siente más a gusto escribiendo en el computador que en el papel y tiene una empatia "natural" con toda clase de tecnologías electrónicas. Frente a la fijeza y rigidez de las identidades tradicionales, los sujetos de esta nueva generación están dotados de una gran flexibilidad y elasticidad cultural, de una "plasticidad neuronal" que les permite una camaleónica capacidad de adaptación a los más diversos contextos y una enorme facilidad para los "idiomas" de la tecnología. Por contraste, pero también por compatibilidad, con ese tipo de trayecto se configuran otros dos: uno que se hallaría más arraigado en la cultura tradicional y otro que marcaría la transición. El análisis se enriquece al trabajar las dinámicas de localización y deslocalización, de enraizamiento y desarraigo cultural de cada trayecto, en las que la televisión juega un rol primordial, pero también los modos de relación con el medio familiar, con el barrio y la institución escolar, así como con las diferentes culturas -erudita, popular, masiva-, y las memorias "largas" y "cortas" que las atraviesan. Sobre ese nuevo sensorium de los jóvenes, que se materializa y expresa especialmente en nuevos modos de relación con la cultura audiovisual -que explica en gran parte la desazón y el desconcierto de los adultos ante el nuevo estatuto social de los jóvenes en nuestro tiempo-, indaga otra investigación, también auspiciada por el Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, que tiene como objeto "El rock en las culturas juveniles urbanas de Bogotá"32. Y en la que el rock no es sólo música sino ingrediente clave de una cultura que se expresa en nuevos derechos y nuevas socialidades. El rock como ámbito y medio de socialización y de expresión estética vestimentaria y gestual, como territorio e idiolecto/jerga que demarcan un "nosotros", unas formas de pertenencia e identidad. Atravesando esa evolución de los problemas-objeto de investigación se hallan los desplazamientos en el ámbito teórico y metodológico. Ellos revelan una fuerte paradoja: mientras existe un indudable encuentro de las propuestas epistemológicas y los debates metodológicos que se experimentan en las ciencias sociales con los que se plantean y trabajan en el campo de comunicación -del empirismo y la cuantificación de los años sesenta al estructuralismo semiótico, la "lectura ideológica" y el análisis de

32 Avances de esa investigación: G .Muñoz, "La mutación como alma de la investigación"; J. Fdo. Serrano, "Observaciones sobre el consumo del rock entre jóvenes urbanos" en Nómadas, no 3, Bogotá, 1996.

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contenido de los setenta, al análisis discursivo y las metodologías cualitativas de los ochenta, y a la hermenéutica y los estudios culturales en los noventa-, en el terreno de los problemas y las demandas sociales el desencuentro es grande. Desde las ciencias sociales se desconocen la importancia política y cultural de los procesos y medios de comunicación, mientras en el espacio académico de los estudios de comunicación hay un generalizado desconocimiento del espesor social y político de la comunicación. La reticencia de la investigación social -de la que hacen parte claros prejuicios de elitismo cultural-, a valorar como problemas dignos de investigación lo que pasa en los medios, pues allí sólo habría una "subcultura" del entretenimiento, se verá complementada por la miopía de los estudiosos del campo acerca de la relación de los medios con los conflictos sociales de este país y con la incomunicación política que los medios catalizan. Agendas actuales de investigación Un doble movimiento atraviesa el estudio de comunicación en los últimos años. Asistimos de un lado al estallido del campo: emergen con fuerza nuevas problemáticas que, a la vez que responden a la aparición de nuevos espacios y figuras profesionales, abren nuevos ámbitos de problemas al conocimiento: la comunicación educativa, organizacional, la gestión cultural, el análisis de redes informáticas, etc. De otro, se producen fuertes convergencias sobre algunas zonas de frontera en torno a las cuales se dibujan ciertas líneas claves. Y aunque en la mayoría de la Facultades se tiende a confundir las áreas de desempeño profesional o las temáticas de mayor interés con líneas de investigación, se pueden sin embargo señalar las siguientes como aquellas que condensan, con diferentes denominaciones, la mayor convergencia investigativa. Comunicación, identidades

cultura

urbana

y

nuevas

Lo que la comunicación designa hoy no son sólo decisivas innovaciones tecnológicas o enormes desplazamientos de capital sino hondas transformaciones en la cultura cotidiana de las mayorías, esto es, en sus modos de juntarse y de tejer lazos sociales, en las identidades que plasman esos cambios y en los discursos en que emergen socialmente. Investigar la comunicación se convierte

así en la indagación de: -las transformaciones que atraviesa la identidad nacional desubicada tanto por el movimiento de homogenización que produce la cultura-mundo como por la revaloración de las culturas regionales y locales que los propios medios potencian; -el nuevo sentido que adquieren las culturas tradicionales sometidas a intensos procesos de interacción e hibridación que la multiplicación de las comunicaciones producen hasta en las regiones más apartadas; -los nuevos modos de habitar la ciudad descentrada y estallada, los imaginarios desde los que se percibe la ciudad, los nuevos estilos de vida, de lenguajes y códigos de costumbres introducidos por una urbanización-masificación acelerada del país, que se halla fuertemente asociada a los imaginarios y representaciones que los medios difunden de lo moderno, identificado con lo valioso, lo bello y deseable; -la reorganización del espacio y el tiempo: la contracción de éste por la instantaneidad de la información y el achicamiento de aquel por la aceleración de los tráficos-, que induce una inmersión cada día mayor de la cotidianidad en el territorio virtual de la televisión, el computador doméstico o el dinero plástico, y en la fragmentación y velocidad del internet o los videojuegos; -la remodelación de los discursos de la información y la cultura al pasar por unos lenguajes y dispositivos tecnológicos que introducen no sólo cuestiones de forma sino de fondo, no sólo de formato sino de sentido. Cultura tecnológica, mundo audiovisual y sensibilidades jóvenes En las jóvenes generaciones está emergiendo una nueva cultura configurada por nuevas sensibilidades que, desligadas de las figuras del saber, de los estilos y las prácticas legitimadas, se constituyen primordialmente a partir de la experiencia temporal y espacial que produce el sensorium audiovisual. Se trata de una experiencia colectiva que está empezando a ser explorada a través de investigaciones sobre: a) la complicidad cognitiva y expresiva de los jóvenes con los idiomas de la tecnología; b) la complejidad cultural comportamientos, lenguajes, ideologías, modas vestimentarias y alimenticias-, en que se encarnan los universos del rock y del rap; c) el desarraigo moral y los nuevos modos de juntarse de las nuevas tribus urbanas: pandillas, parches, bandas, ghettos de marginados.

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Los medios en cuanto escenario de conflictos sociales Que no se limitan a reflejar lo que sucede sino que intervienen activamente en la conformación del sentido que adquieren los conflictos, en las imágenes que se construyen de sus actores, en las actitudes que frente a ellos se inducen y por lo tanto en las modalidades pacíficas o violentas de afrontarlos. Lo que hace de los medios de comunicación un componente fundamental en la solución civilizada y negociada de nuestros conflictos.

Bibliografía Cambios en los modos de la representación política Los últimos acontecimientos nacionales han puesto en el primer plano del análisis la pregunta por el papel que están jugando los medios en la transformación de la política. Al identificar lo público con lo que sucede en la escena mediática, al asimilar la política al modelo de comunicación propuesto por los medios, y al aparecer éstos como un escenario clave de la fiscalización ciudadana, es ya imposible desconocer que los medios han entrado a formar parte constitutiva de la representación y el hacer políticos. Comunicación y nuevos actores sociales El surgimiento de movimientos sociales (étnicos, ecológicos, barriales, feministas), que replantean las formas tradicionales de entender la política, y el acento puesto por la nueva Constitución en la participación ciudadana, abre interrogantes claves sobre el papel de los medios en la gestación de formas alternativas de participación de las comunidades en la toma de decisiones. Y hace de la investigación de comunicación un ingrediente decisivo en el desarrollo de las ONGS y de todas aquellas instituciones de la sociedad civil que buscan renovar la vida democrática. Retos de la comunicación a la educación En un país que ha presenciado una notable expansión de la educación, pero a la vez un creciente deterioro de su calidad, las transformaciones que las tecnologías de la información introducen en el modo de producción y circulación social de los conocimientos le plantean un reto a la vez complejo pero ineludible: cómo se inserta la escuela en el nuevo ecosistema comunicativo. Esto es, cómo interactuar con los nuevos campos de experiencia que abren las hibridaciones de la ciencia y el arte, de las literaturas escritas con las audiovisuales, y la reorganización de los saberes desde los flujos y las redes informacionales desde los que está siendo modificada en profundidad la idea misma de saber,

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La ciudad colombiana o del urbanismo en busca del pensamiento (notas para una investigación necesaria)

A Hernán Henao D. Quien ya se había formulado esta pregunta. In Memoriam

Fernando Viviescas Monsalve Profesor Asociado, Departamento de Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

Introducción Quizás el ámbito más escueto, y más revelador, para señalar (así sea de manera rápida) la problemática incidencia que el urbanismo, como disciplina intelectual y especialmente como profesión, ha tenido en la conformación de la realidad del país -y de paso formular una pregunta a las ciencias sociales como conjunto-, sea el escenario creado en este fin de siglo por los acercamientos y conversaciones de los diversos actores que buscan la paz. Según un despacho de prensa1, los voceros de un comando de milicias urbanas de Medellín consideraban que "el primer obstáculo para una eventual negociación (política del conflicto armado) radica en que el gobierno y concretamente la oficina del Alto Comisionado de Paz no' ha tenido en cuenta el conflicto urbano dentro de la agenda de paz ni han reconocido a los comandos como un actor político más en la confrontación". Aunque los encapuchados tenían razón, al remarcar como un impedimento importante para la consecución de la convivencia el desconocimiento en las negociaciones de problemas fundamentales de la sociedad colombiana, se equivocaban al señalar la ausencia de la ciudad y el silenciamiento de la problemática urbana sólo en los diez puntos de la propuesta del gobierno: tampoco se encuentran en el decálogo de las FARC ni en los 100 puntos con ellas acordados últimamente, ni se han explicitado en los temarios del ELN para su Convención ni en las declaraciones de los autoproclamados "voceros de la sociedad civil" que lo acompañan desde Maguncia. Tampoco los paramilitares tienen un planteamiento en torno a ella. Por lo demás, no son sólo los comandos urbanos los desconocidos en los parámetros que se han trazado los diversos actores para sus acuerdos. Al tenor de las veinticinco temáticas que se han ventilado, si consideramos también los cinco punto del temario propuesto por el ELN -los únicos que introducen un refundido, abstracto y general "ordenamiento territorial" como objeto de análisis2-, la discusión se va a desarrollar en una país que no tiene espacio o, más directamente, en 1 "Las milicias quieren sumarse al proceso", El Tiempo, enero 19 de 1999, pág. 8A. 2 Ibíd.

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uno donde la problemática espacial no ha producido ningún efecto en la conformación política, cultural, social y psicológica de sus habitantes. En el cual, por lo tanto, los marcos de consideración de las demandas sociales y el campo de definición de reivindicaciones se hubiese mantenido en los mismos horizontes de hace cuarenta años sin que la gente hubiese cambiado. Paradójicamente, en los documentos que convocan a definir el futuro de esta sociedad, se desconoce la ciudad y, en esa voltereta, se desconoce al pueblo colombiano en lo que tiene como creador, como constructor, pues, de hecho, lo único significativo que como Nación hemos construido los colombianos en toda nuestra historia son las ciudades actuales. Lo más relevante en términos simples, de tamaño, de magnitud bruta: más del 75% de la gente vive en ellas (entre 25 y 30 millones de seres humanos) y su actividad productiva responde por casi el 80% de la economía nacional; la sola Bogotá tiene mas de 40.000 hectáreas construidas en menos de 40 años y más de la mitad de ellas edificadas por los sectores más pobres. Esto es, la gran escala realizada en un país donde todo se pretende levantar para el diario, para la obtención de rendimientos inmediatos y fáciles, sin riesgos, donde todo, por tanto, es pequeño: la economía y la universidad, la infraestructura vial y el presupuesto para la ciencia y la tecnología. Pero también lo más trascendental en términos referenciales superiores de la existencia: la cultura, la política, el conocimiento, lo cosmopolita. La ciudad colombiana, la que ha levantado la gente sin apoyo, sin legislación, sin referencia formal ni estética de los sectores dominantes (ni de los contestatarios), es la dinámica social que nos ha obligado a salir del triste y limitado campo de "nuestras tradiciones culturales" para buscar en el mundo, más allá de las fronteras patrias, cómo son y cómo piensan los hombres y mujeres del fin de siglo. Por la ciudad nos hemos dado cuenta de lo limitado de nuestro pensamiento filosófico y político, de nuestro atraso en la consideración del arte (García Márquez y Botero no sólo son excepcionales sino que se tuvieron que hacer en otra parte), de lo limitado de nuestro "pensamiento científico" (Llinás y Patarroyo son ellos solos), de la ignorancia absoluta sobre nuestro patrimonio ambiental y sobre la responsabilidad social y política que ello implica con el mundo. Adicionalmente, la ciudad es la institución histórico-social que ha logrado producir un nuevo ser colombiano, esto es, hombres y mujeres con referentes existenciales contemporáneos y por ella se ha hecho evidente la necesidad de darles el estatus correspondiente a las

relaciones que civilizadamente se tienen que establecer entre ellos. Por la ciudad, ahora, se ha dilucidado que no somos "la democracia más estable del continente", como han sostenido desde siempre los sectores más reaccionarios del establecimiento y que/contrariamente a lo que sostienen las FARC en el quinto punto de su temario inicial, no tenemos ningunas "tradiciones democráticas" en qué apoyarnos para crear una nueva forma de vida. Sin embargo, en todas esas agendas se desconoce la ciudad como continente físico actual y futuro de la existencia de la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de este país y se le ignora, lo cual es mucho más grave, como dimensión cultural y política que determina la forma de vivir, esto es, de pensar, de sentir, de mirar y de considerar las relaciones que ellos y ellas establecen entre sí mismos y con la naturaleza, con las maneras de gobernar, de administrar y ejercer el poder, y con las formas de expresión creativas (arte y ciencia), y políticas. Una aproximación a la historia de la ignorancia de la ciudad Por paradójico que parezca, esta ignorancia es el resultado lógico en un país en el cual ninguno de sus estamentos ha logrado desarrollar una conciencia muchísimo menos una cultura-, con respecto al hecho más trascendental que ha marcado nuestro desarrollo histórico en este siglo: la configuración de la ciudad como el ámbito de existencia individual y colectiva determinante. Como es obvio, dentro de ese contexto general una cuota muy importante de responsabilidad en ese olvido, o en este tipo de ignorancia, le cabe a las disciplinas académicas y profesionales que de una u otra manera han debido abocarse a dilucidar los componentes estructurales que sostuvieron y llevaron a cabo lo que se ha dado en simplificar como el paso de una sociedad rural a una físicamente urbana en el transcurso del último medio siglo, con el cual se caracteriza a la Colombia del siglo XX. Hablamos en plural de aquellos campos del conocimiento porque un fenómeno de la trascendencia de la ciudad colombiana, por fuerza, tendría que haber concitado en principio el interés de la totalidad de las ciencias sociales en tanto la incidencia de su ocurrencia y consolidación ha afectado todos los niveles de la sociedad como conjunto y de los colombianos y colombianas en tanto que individuos. No sola ni exclusivamente por las circunstancias particulares que

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han enmarcado ese desarrollo: en especial la violencia, sino por lo que como evento realmente transformador introduce en el orden social. La Ciudad recrea formas de concepciones, de comportamiento y de interrelación que afectan en sentidos múltiples tanto el inconsciente de las personas como, al mismo tiempo, la estructura económica del conjunto de la sociedad. Con respecto a los tipos de determinación del entorno rural, crea una espacialidad y una temporalidad que transforman tanto la manera de soñar como la de imaginar horizontes colectivos. Es por ello que la ciudad, tradicionalmente en el marco de la modernidad, ha sido el objeto de la literatura pero también de la filosofía3, la psicología4, la antropología y, por supuesto, la economía. Sin embargo, en Colombia ello no ha sido así5. Acá ha imperado una enorme ceguera de las disciplinas del análisis y de la interpretación de los fenómenos ontológicos y sociales, no sólo para abocar el estudio de los fenómenos psicológicos, sociales, antropológicos que la ciudad, en su aparición y conformación, ha ido produciendo en los colombianos, sino para captarla y pensarla en su dimensión fundamental y trascendental: como hecho contundente y definitorio de la forma del ser colombiano y como parte de uno de los fenómenos fundamentales del ser de la humanidad hacia el tercer milenio: el mundo en urbanización en el marco de la mundialización de la economía y la globalización de la cultura6. Esa ignorancia por parte del pensamiento dejó el proceso de desarrollo urbano, y el de la conformación de la vida ciudadana y citadina, en manos de la mera especulación tanto profesional como económica. La investigación, el estudio sistemático y el análisis crítico cedieron el espacio urbano en conformación al mundo especulativo de la consultoría, la asesoría y la planeación 3 Giuseppe Zarone, Metafísica de la ciudad: encanto Utópico y desencanto metropolitano, Murcia, Pretextos, Universidad de Murcia, España, 1993; también Pierre Ansay y Rene Schoonbrodt, Penser la Ville choix de textes phiposophiques), Bruselas, Aux Archives d'Archítecture Moderne (AAM), 1989; también "Le Philosophe dans la Cité" en Les Cahiers de Philosophie, No. 17 , Lille, Invierno 1993-94. 4 Alexander Mitscherlich, Tesis sobre la ciudad del futuro, Madrid, Alianza Universidad, 1993. 5 Para eludir las limitaciones que nos hemos impuesto en estas páginas, bástenos remitir al lector a los análisis o estudios que nos muestran los números 1 y 3 de esta Revista de Estudios Sociales, que han tratado sobre la evolución e incidencia de tales ciencias en el desarrollo del país, para mostrar que, al igual que en las agendas de paz, en ellas tampoco aparece la ciudad como punto central de interés. 6Jürgen Habermas, "Nuestro breve siglo", en Letra Internacional, No. 58, Madrid, septiembre- octubre 1998.

urbana tecnocrática, el cual, en una alianza mortal con el clientelismo y la corrupción política, y la especulación inmobiliaria y la industria de la construcción, "modeló" el horror de urbe con la que nos encontramos en la última década. La ausencia de reflexión y de investigación determinaría que el tipo de urbanismo que desde la década del cuarenta "acompañó" al inicio y consolidación de las ciudades colombianas fuera limitado tanto en su concepción como en sus alcances. Las ciudades fueron construidas por un poder terrateniente que -conformado sobre la tradición, de un lado y, del otro, sobre el oportunismo, la viveza y la especulación-, articuló a lo más conservador de la política para legislar el desarrollo urbano sin más horizontes que la potenciación de la plusvalía y su concentración en los dueños del suelo, con el aval tecnocrático de una planeación urbana y una ingeniería que apenas atendían a la racionalidad de un mercado que la urbanización había encumbrado como un enorme potencial de enriquecimiento personal y grupal. Hubo, por supuesto (y este es otro elemento que un acercamiento serio al fenómeno tendría que explicar), intentos por dotar a aquel desarrollo de elementos reflexivos y analíticos que habrían podido servir para superar el simplismo rentista sobre el cual se montó lo que luego vino a producir la pobre propuesta citadina que ahora confrontamos en toda su problemática y complejidad. Pero no sólo provinieron casi siempre de mentes extranjeras sino que fueron ahogados por el poder omnímodo que ejercía la tríada que hemos mencionado. Le Corbusier en persona (y, antes, gente como Karl Brunner), estuvo durante más de cinco años elaborando propuestas de desarrollo urbano para que Bogotá7 abocara en serio, sistemáticamente y con conciencia, la tarea de construirse un ordenamiento espacial acorde con el requerimiento que le imponía el apostarse a ser una de las grandes metrópolis del continente en menos de 50 años. El planificador suizo, incluso antes del Bogotazo del 9 de abril de 1948, trató de incidir para que la ciudad colombiana se metiera en el mundo urbano de la mano de la modernidad8. Veinte años más tarde, a principios de los años

7 8

Hernando Vargas Caicedo (comp. .J.le Corbusier en Colombia, publicación de Cementos Boyacá, 1987. He tratado a fondo esta problemática en un artículo anterior. "La arquitectura moderna, los esguinces a la historia" en Fernando Viviescas M. y Fabio Giraldo, Colombia: el despertar de la modernidad, Bogotá, Ediciones Foro Nacional por Colombia, 1991, págs. 353-384.

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setenta, Lauchlin Currie pretendió mostrar cómo habría que pensar el fenómeno de la urbanización desde una perspectiva macroeconómica y fundamentó su propuesta de "ciudades dentro de las ciudades"9 inscribiendo -en otra perspectiva- un horizonte que permitía mirar el futuro de la sociedad colombiana girando alrededor del mundo urbano que finalmente se iba a convertir en el eje central de nuestra razón de ser como nación hacia el final del siglo XX. Pero entre la aparición del arquitecto suizofrancés y la del economista estadounidense "ocurrió" el Frente Nacional que, por otra parte, creó las condiciones para que Colombia aportara al urbanismo mundial su más genuino producto: la "Ciudad del Estado de Sitio", esto es, una urbe sin democracia, sin participación, sin crítica, sin espacio público, sin deliberación. Fue en ese contexto, en el cual Le Corbusier fue ignorado (todavía se escucha a algunos consultores exclamando: "siquiera no se dejó que Le Corbusier se hubiera 'tirado' a Bogotá", como si lo que resultara luego pudiera reivindicarse de alguna manera) y Currie minimizado (Planeación Nacional se convirtió en el Vaticano de los Planes de Desarrollo, pero para la ciudad, para lo urbano, apenas cuenta, todavía ahora, con una oficina de tercera categoría -la Unidad de Planeamiento Regional y Urbano (UPRU)- en una entidad, ella sí, totalmente jerarquizada), donde se acabó de configurar la ideología de que la ciudad es fundamentalmente un hecho económico que se construye sobre la base de planes de desarrollo urbano, elaborados por especialistas y sancionados por los entes del poder político. Un fenómeno completamente alejado del ciudadano y del desempeño de la ciudadanía. Esta es la base de un urbanismo tecnocrático y cuya falta de proyección dejó por fuera como marginal a una inmensa cantidad de población y no contempló la complejidad y la cantidad de los procesos y problemáticas que la ciudad iba generando en su desarrollo. Más allá de aquella euforia constructiva -que, de un lado, colonizaba los territorios aledaños a los centros urbanos heredados del siglo XIX, los cuales se habían mantenido casi intactos por la inercia de nuestro pobre desarrollo económico hasta los años cincuenta, destruyendo sin miramientos el poco y pequeño patrimonio arquitectónico y urbanístico para, del otro lado, dar paso a una pequeño-modernidad atragantada 9 Lauchlin Currie, Urbanización y desarrollo: Un diseño para el crecimiento metropolitano, Bogotá, Cámara Colombiana de la Construcción (CAMACOL), 1988.

de concreto y vidrio-, la ciudad no era más que un hecho natural al cual le pasaban cosas y sucesos, algunos de los cuales eran problemáticos y por ello con esto se completaba la interpretación ideológica-, había que tratarlos de manera (casi siempre) sectorial. Aquel trípode fatal se adueñó del trabajo en la ciudad y desde el principio le asignó el carácter de marginal a todos los intentos que se hicieron por darle un sentido de humanidad: de imaginación, de creatividad, de buen vivir, de democratización, de participación, al pujante proceso urbano y no permitió que la ciudad dejara de ser considerada un fenómeno económico -el más rendidor de todos-, para configurar un referente político-cultural para la Colombia que tan dramáticamente pretendía saldar las cuentas con el siglo XIX y que no tenía más que la ciudad, y la vida civilista que ella entrañaba, para instalarse coherentemente en el siglo XX. Esta ideología sigue funcionando especialmente en las esferas del poder. Para discutir una convocatoria que hacía el Consejo Nacional de Planeación Participativa, el editorialista de un prestigioso diario "argumentaba" hace menos de dos años: "Bogotá, y las demás ciudades colombianas, necesitan un diseño urbano, un Departamento de Planeación estructurado de manera científica, compuesto por hombres sabios, expertos urbanistas con la autoridad suficiente para que sus disposiciones no se conviertan en letra muerta.." y se preguntaba: "¿Por qué motivo se invita a los ciudadanos a imaginar cómo será la ciudad del año 2019?" para contestarse en seguida, reafirmando el convencimiento de las élites colombianas de que quienes no pertenecen a ellas se mueven sólo en el ámbito de la incapacidad intelectual y mental: "No nos lo explicamos. Porque, tomando el caso específico de Bogotá, si la gran mayoría de los ciudadanos ni siquiera saben cómo es la ciudad de 1997, mucho menos podrán imaginar cómo será dentro de veintidós años..."10 De esta manera, el urbanismo que, como lo ha planteado desde el principio una de sus insignes cultoras, está cargado de ambigüedades -pero que es un producto netamente moderno en tanto se distingue de todas las artes (y ciencias) urbanas anteriores "por su carácter reflexivo y crítico y por su pretensión científica"-11, nació trunco y tergiversado en Colombia, país en el cual de

10 "La ciudad de hoy y de mañana" en El Tiempo, editorial del 14 de agosto de 1997, Pág. 4A. 11 Françoise Choay, El urbanismo: utopías y realidades, Barcelona, Editorial Lumen, 1983 Págs. 10-11

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todas maneras la irrupción de la ciudad creaba inevitablemente su objeto:"...los trabajos de ingeniería (y) los planos de las ciudades o las formas urbanas características...", de esta época del siglo XX colombiano. Hasta finales de los años ochenta la academia ignoró la ciudad como fenómeno complejo y como problema de estudio sistemático, mientras por fuera de los campos universitarios imperaba la ideología que hemos descrito de manera tan simple. En ese transcurso, cuando se asomó a esa realidad consciente lo hizo motivada, en lo fundamental, por la demanda del mercado. Así, hacia finales de la década del sesenta (1968) surgió el postgrado en Planeación Física y Urbana en la Sede de Medellín de la Universidad Nacional el cual, después de 30 años de continua labor, permanece como cualificador de los profesionales que trabajan el ámbito de planificación de la administración municipal, especialmente de Medellín. A pesar de contar con una producción valiosa de monografías, tesis e investigaciones, su trascendencia en la perspectiva de exponer la complejidad citadina, más allá de sus componentes funcionales, ha sido relativamente limitada. Algo más de una década después de fundar ese primer intento de introducir la educación continuada de los estudios de la especialidad moderna, en la misma Facultad de Arquitectura se fundó y consolidó con apoyo holandés (del actual Institute for Housing Studies de Rótterdam) el Centro de Estudios del Hábitat Popular (CEHAP) el cual, especialmente en sus primeros diez años, alcanzó a tener una figuración y relevancia, incluso internacional, como núcleo de indagación y auscultación de la incidencia y determinación de lo urbano en las condiciones de existencia de los sectores populares. Al margen de un persistente y cualificado trabajo de investigación y publicación, y de mantener uno de los mejores archivos del continente en su temática, la insuficiencia de recursos y la incidencia negativa de la situación política que impera en su entorno del Valle de Aburra se han combinado con una tendencia nacional a mantenerlo bastante aislado del conjunto del país y amenazarlo con generar su insularidad académica y política. La década del ochenta, ya en Bogotá, sirvió de marco para la constitución del Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (CIDER) de la Universidad de los Andes que ha logrado consolidar y mantener una dinámica muy significativa en la cualificación de quienes ejercen la labor profesional de la planeación, especialmente en términos de consultoría.

La última década vio surgir en la Universidad Nacional en Bogotá, las Maestrías en Historia y Teoría de la Arquitectura y en Urbanismo12 y, más tarde, la de Antropología Urbana, las cuales todavía se encuentra en proceso de consolidar un corpus teórico y metodológico que fundamente su apuesta académica, intelectual y política. A esto se suman los aportes de la Pontificia Universidad Javeriana con la inauguración de Maestrías en Planeación Urbana y en el trabajo sobre el Patrimonio Arquitectónico. En ese contexto espacial y temporal han proliferado infinidad de cursos y programas de actualización y especialización, pero que han tenido como característica fundamental su intermitencia y, por tanto, su dependencia del mercado profesional, En el sentido investigativo: complejo, de creación de conocimiento y de formador de una comunidad científica el camino ha sido mucho más tortuoso y solitario. En el conjunto del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, la ciudad -y aún la problemática urbana en general-, apenas alcanzó literalmente a colarse de manera bastante aparatosa y en todo caso camuflada: sin identidad, en el Consejo Nacional de Ciencias del Medio Ambiente y el Habitat en el interior del cual todavía no logra una primacía sobre un tema tan favorecido por la moda como el ambiental. De allí que sea tan importante la creación y la labor que ha venido desarrollando la Asociación Colombiana de Investigadores Urbano Regionales (ACIUR) también instituida en los noventa, que además constituye el primer aporte que se hace a la reflexión de la problemática urbana desde la sociedad civil. ; A pesar de la enorme importancia intelectual y política que, especialmente en su proyección futura, tienen todas estas instituciones y reconociendo la significativa labor de los hombres y mujeres que las han sostenido -en muchos casos esos centros tienen el nombre propio de personas que persisten en mantenerlas

12 En relación con estas temáticas he configurada una versión anterior, en Fernando Viviescas M., "Estado de desarrollo e inserción social de la arquitectura en Colombia" en La conformación de comunidades científicas en Colombia (Tomo III), Bogotá, Misión de Ciencia y Tecnología (MEN)-DNP-FONADE, 1990.

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y dirigirlas-, y del avance que se ha operado en la comprensión de la significación de la ciudad y de lo urbano en el orden institucional: la descentralización administrativa, la elección popular de alcaldes, la Reforma Urbana de 1989, la Constitución Política de 1991, la formulación de una Política Urbana en 1995 y la expedición de la Ley 388 de 1997, el urbanismo como pretensión rigurosa y científica en Colombia sigue siendo marginal al hecho urbano y, especialmente, ajeno a la configuración de una perspectiva ciudadana para la ciudad colombiana. Todavía, como en los ya lejanos tiempos de los trabajos demográficos de Álvaro López Toro y Ramiro Cardona, el tratamiento de la complejidad de la ciudad persiste en ser ejercido por muchos de sus cultores de manera sectorial: lo espacial separado de lo social; la problemática del desarrollo económico (que hacen los economistas), aparte de los análisis y tratamiento de los traumas generados por la violencia; la cuestión de la vivienda trabajada de manera diferenciada de la caótica situación del transporte público; el espacio para el ocio y la recreación, asimilado como un lujo, sin articulación al ordenamiento espacial del conjunto de la urbe, etc. El urbanismo del siglo XXI: la propuesta de la Planeación Participativa Lo anterior exige que el urbanismo colombiano contemporáneo se formule, en un sentido creativo, la escala de ciudad. Que se haga consciente de que en la edificación de la urbe se están materializando las maneras de interpretar las relaciones que las mujeres y los hombres, en el marco de los últimos desarrollos institucionales, hemos establecido entre nosotros mismos y con los demás: con las formas de poder y de administrar, esto es, con el Estado; con las formas de producir y de distribuir la riqueza social; con las formas de creación y expresión: artística, científica, técnica y cultural, en una palabra, con la imaginación; con la naturaleza y con el medio ambiente construido. Esta elucidación pondría de presente que una de las consecuencias de la confluencia de los pensamientos, propuestas, intereses y realizaciones que se realiza en la polis contemporánea es la diversificación que en ella sufren las dimensiones del tiempo y del espacio; y cómo, aunque de manera general lo que más aparece evidenciando esta complejidad así conformada es la aceleración13 de los ritmos de movimiento de la ciudad, ella no se limita al plano de lo inmediato: se expresa también en los procesos de formulación de los

imaginarios, especialmente cuando éstos se refieren a la intervención en la urbe en términos que todavía podemos llamar del largo plazo. En este último sentido, se presenta uno de los retos más inquietantes, no sólo en los campos político, cultural e intelectual sino, de mayor trascendencia, en el de la actuación, individual y colectiva. Como lo hemos expuesto en las páginas anteriores, por efectos de nuestra cultura política, durante este siglo hemos trabajado en relación con la intervención en la urbe con un horizonte de inmediatez: del día a día, y de lo más próximo: la calle de en frente, el parque del barrio, etc. No tenemos una cultura de la planeación ni de la proyección de la ciudad. "Puede afirmarse, sin incurrir en exageraciones polémicas, que en el país no se ha buscado con persistencia la consolidación de una cultura del Plan. Este rasgo es común en el Estado y sus instituciones, en el campo académico disciplinar, en las instituciones del sector privado y profesional y en los sectores de opinión implicados con lo urbano..."14 En esas condiciones, la asimilación del Sentido Estratégico de la planeación urbana, en el momento

13 Para una discusión significativa sobre este asunto, aunque allí se tiene como referente a la ciudad del mundo desarrollado, véase, paúl Virgilio, "Dromología: la lógica de la carrera", en Letra internacional No 39. Madrid, 1995, págs. 34-40. 14 Rodrigo Cortés y Juan Carlos del Castillo, "La planeación urbana frente a las nuevas formas de crecimiento físico de la ciudad", en AA.W, Seminario Políticas e Instituciones para el desarrollo urbano futuro en Colombia, Santa fe de Bogotá, Ministerio de Desarrollo Económico, DNI y Programa de Gestión Urbana de Jas Naciones Unidas, 1994, pág. 217.

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actual en Colombia, no agota su relevancia en la consideración de la extensión del tiempo y del espacio que su eventual realización debe cubrir, ni se limita a un cambio metodológico: tiene una trascendencia político-cultural. Es suficientemente conocido el fenómeno de que en lo referente a la consideración espacial, la mirada que se arroja sobre la urbe desde todos los sectores (sociales, políticos, económicos; tanto desde los dominantes como desde los contestatarios), no abarca más que -literalmente- lo que está al frente del observador. Entre otras cosas, es por ello que los discursos sobre la ciudad están marcados por una percepción negativa de la misma15: limitada a considerarla, casi exclusivamente, desde el punto de vista de sus carencias e insuficiencias, de sus faltantes, lo que ha llevado a naturalizar su intervención tomando en cuenta sólo los parámetros mínimos, atendiendo únicamente a sus necesidades básicas. Por ello, si en este fin de siglo se pretende marcar un hito significativo en este terreno (y las circunstancias contemporáneas, tanto del país como del mundo, lo requieren con urgencia), cualquier plan que se proponga tiene que formularse, más allá de sus obligaciones

15 Cuando se presenta una perspectiva positiva casi siempre está ligada al folklore o a la tradición, al pasado para resaltar cómo se ha deteriorado el ambiente pueblerino que las caracterizó hasta la década del cincuenta (esto es, cuando dejaron de ser pueblos para empezara ser ciudades de verdad), o a sus soportes y características naturales; geográficas o de clima.

funcionales, normativas, procedimentales y materiales, una perspectiva cultural y política. Debe ser asimilado desde el inicio de su formulación como un instrumento para la formación de la nueva ciudad y de sus ciudadanos. Ha de entenderse empero que la "nueva ciudad" no se refiere únicamente al crecimiento y transformación física de los actuales asentamientos humanos sino a la consolidación de una forma de existencia que tanto en el orden interno colombiano como en el ámbito universal se ha venido prefigurando desde hace décadas, y que se ha posicionado como problema trascendental en los últimos años, copando los ámbitos de reflexión de los campos filosóficos, económicos, sociales, psicológicos y ambientales contemporáneos16. En ese contexto, la perspectiva moderna de planeación no asume la ciudad del futuro sólo como el resultado pasivo de los desarrollos limitados del capitalismo o del fracaso del socialismo en el siglo que termina; en tanto continente obligado de la mayoría de las mujeres y los hombres del futuro, la percibe, más bien, como el continente de una superación histórica, pues, tal como quedó consignado en el documento final de la Cumbre de la Ciudad, la humanidad contemporánea hace descansar una enorme esperanza en la edificación cualificada de las urbes: se espera que con ellas se alcance un mundo más estable y equitativo, libre de

16 Para mirar como esto también empieza a ser asimilado en Colombia Fabio Giraldo y Fernando Viviescas (Comp.), Pensar la Ciudad, Bogotá, Tercer Mundo Editores, CENAC y FEDEVIVIENDA, 1996.

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injusticias y conflictos, y se contribuya a la construcción de una paz amplia y duradera.17 Superación que construiría su lógica en la tendencia al examen y a la discusión -que se genera de manera natural como resultado de la confluencia y encuentro permanentes de la abigarrada multitud de propuestas culturales, sociales y espaciales en el interior de la ciudad-, y en la ampliación de horizontes y de campos referenciales que ella dinamiza en su revolución del mundo de lo aldeano y pueblerino18 -los cuales, en esta época de fin de siglo, por efectos entre otros de los medios de comunicación, han alcanzado su máxima potencia. Ahora bien, bajo los parámetros de definición de la ciudad sustentable y equitativa que asumió la Cumbre, el tratamiento de todas estas divergencias pasa necesariamente por la conformación de un espacio de encuentro y de negociación -y la construcción de una cultura de su utilización y respeto por parte-, de todos los estamentos de las sociedades del mundo y al interior de cada una de ellas. Esto es, la instauración y la extensión del espacio y de los tiempos públicos para permitir, hacer dinámica y potenciar la participación en el diseño del mundo urbano19. En el interior del cual la planeación buscaría fundamentar los contextos político-culturales y los horizontes socio-económicos, tanto como formular los procedimientos científicos y tecnológicos y los entornos espacio-ambientales, a la construcción de los cuales se pretende convocar a los ciudadanos actuales20, asimilando que sus aspiraciones buscan conformar un ámbito que permita dignificar la existencia individual y colectiva tanto de ellos como de sus sucesores.

17 Artículo25 del Programa del Hábitat. Cumbre de las Naciones Unidas sobre la ciudad. Estambul (Turquía), Junio de 1996. 18 "...Un fenómeno que, puede suponerse, está en el origen tanto de angustias individuales y de sufrimientos sociales y morales/como de las nuevas condiciones de libertad... entendida como liberación de los vínculos de la sociedad «cerrada»; la aldea, la comunidad familiar, el burgo tradicional, en todo caso, un fenómeno que donne á penser, pues en él se juega el destino humano en su dimensión histórico-social y, por ello, en la totalidad de su existir." Giuseppe Zarone, Metafísica de la ciudad.; Pág.7. 19 Anteriormente, he hecho un análisis en profundidad sobre esta problemática. Véase Fernando Viviescas M., "La agenda HABITAT II en los fundamentos para la formulación de una política de espacio público", en Ensayo y Error, Revista de Pensamiento Crítico Contemporáneo, Año 1, No 1, Bogotá, 1996, págs. 190-219. 20 Así el urbanismo asumirá s "tema central: proyectar códigos civilizadores sobre el territorio?", en Revista Koolhaas, "Qué fue del Urbanismo?” en Revista de Occidente, No.185, Madrid, Octubre 1996, pág.8.

La configuración del Plan es la conformación sistematizada de un horizonte de ciudad al que se aboca la misma sociedad como forma de superarse a sí misma. En este sentido, el primer rol que tiene que proponerse la planeación urbana en Colombia es el de convocante de la participación ciudadana (de todos sus actores: Estado, empresa privada y sociedad civil), que consagrada en los desarrollos constitucionales como una de las mayores reivindicaciones sociopolíticas de la Nación es, desde el punto de vista que nos interesa en esta reflexión, una herramienta metodológica de proyección y de construcción de ciudad. Dicha convocatoria, en el orden local, correspondería al reconocimiento que en el mundo contemporáneo, nítidamente después de la caída del muro de Berlín, se ha hecho a la importancia del aporte de la población tanto en el diseño como en la implementación de cualquier intervención en la sociedad y, como se refrendó en Estambul, en especial cuando ella se pretende hacer sobre la ciudad. Para la disciplina de la Planeación ya no se trata de discutir si a los planificadores y al Estado les parece adecuado, o coherente con sus fundamentos ideológicos, permitir la participación de los ciudadanos en la formulación de sus horizontes de futuro. Por el contrario, esto debe asumirse como un hecho no sólo irreversible sino, en un sentido positivo, como una manera de recrear y ampliar las posibilidades de concretar una forma de existencia que no sólo le dé un nuevo sentido al desarrollo económico -ampliando su proyección y significado a los ámbitos espirituales e intelectuales- sino que detenga un desenvolvimiento que está poniendo en peligro las formas de existencia de la humanidad y de la misma tierra, como lo dejan en claro el pensamiento y la creatividad contemporáneos.21 Si va a haber un «nuevo urbanismo», no estará basado en las fantasías gemelas del orden y la omnipotencia; lo que tendrá que representar será la incertidumbre; ya no estará dedicado a la disposición de los objetos más o menos permanentes, sino a la irrigación de los territorios con posibilidades; ya no buscará configuraciones estables, sino la creación de ámbitos susceptibles de acomodar procesos que no admitan la 21 Una experiencia de más de setenta años, terminada trágicamente, dejó en claro como la omnipresencia del Estado es incapaz de permitir el alcance de la dignidad de la existencia; y, de otro lado, la arrogancia inútil del capitalismo a ultranza, cada día nos demuestra hasta dónde puede llegar en su consecuencia destructora, de no mediar un sentido inteligente e imaginativo que lo saque de su afán reproductor de valor simplemente económico.

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cristalización en formas definitivas...22 En países como Colombia, donde la historia política muestra la exclusión como una característica protuberante, el entorno enunciado evidencia la necesidad contemporánea de la producción de los actores urbanos: el Estado, la empresa privada y la sociedad civil, en esa nueva dimensión, de tal manera que puedan asumir sus responsabilidades y potenciar su eficiencia económica, política y cultural en la creación y consolidación de las formas de existencia con las cuales la ciudad del futuro pretende superar las limitaciones de la vida contemporánea. Por lo demás, con la evidencia de ese reconocimiento la población entiende que aporta su participación sobre la base de algo que conoce: ella misma se reconoce, de forma positiva, en la definición del destino de la ciudad, en su capacidad de pensar, interpretar y de imaginar. En este punto, los técnicos tenemos que asumir una posición no sólo discreta sino inteligente. La población tiene un conocimiento concreto sobre la ciudad que no está al alcance de la técnica ni de la ciencia, que bordea más bien los confines de la fantasía y del arte: conoce sus ritmos, sus sonidos, sus lenguajes cotidianos y de mediano plazo y, por tanto, puede interpretar y manejar los procesos y movimientos que se dan de manera subrepticia, casi imperceptible -tanto en la superficie, en el espacio abierto, como aquellos que se han tenido que configurar en la clandestinidad, renunciando al espacio público y con todas las consecuencias que ello tiene-, en lo que atañe a las formas de supervivencia de grandes masas de población y, mas allá, en las que se materializan los poderes efectivos en grandes extensiones del territorio de nuestras urbes. La comprensión de nuestra posmodernidad asume este tipo de conocimiento -que se da y se transforma en su vivencia: no está construido sobre discursos meramente académicos-, como un aporte esencial para consolidar la permanencia futura de los fundamentos de la ciudad que se proyecta ahora. Esto tiene una trascendencia tremenda: junto al conocimiento sistemático y riguroso, el reconocimiento cultural del pasado y del presente que posee y expresa de diversas maneras la población, permite descubrir en todo su significado el cambio de escala que se ha operado en la urbe (cuándo y cómo ha dejado de ser pueblo: de qué manera transforma las permanencias que le vienen de antaño y cómo las combina con los nuevos

comportamientos) y, por tanto, se constituye en un soporte fundamental para dimensionar el sentido estratégico que el Plan, en especial en el terreno del espacio (urbano: privado y público), tienen que plantearse. No vamos hacia una ciudad (simplemente) más grande, que sólo prolongaría en el tiempo y ampliaría en el espacio la que ha producido el siglo XX: estamos abocados a construir una espacialidad que comprenda el advenimiento del siglo XXI como el reto de superar las condiciones de existencia que caracterizan la actualidad y poner la imaginación, la creatividad, la democracia, el conocimiento del micro y el macrocosmos y del inconsciente humano, así como la riqueza expresiva e interpretativa de las culturas -ahora reconocidas en su potencial renovador-, al servicio de la construcción de una vida bella (con la estética, la arquitectura, el urbanismo), para el disfrute de los ciudadanos23. Es indispensable asumir el cambio de siglo -que en realidad coincide con una transformación trascendental en el orden urbano-demográfico: por primera vez en la historia la mayoría de la población mundial vivirá en ciudades-, como una perspectiva a construir, una invitación a inventarse un universo de existencia.

23 Desde la perspectiva-urbanística, he elaborado una propuesta en este sentido para el Plan Estratégico de Medellín y el Area Metropolitana. Fernando Viviescas M, "La planeación urbana y el espacio público. La. Institución de la urbe del Valle de Aburra" en revista Ensayo & Error Revista de pensamiento critico contemporáneo, No. 4, Bogotá, págs. 284-313.

22 Kolhaas, "Qué fue..." págs. 8-9.

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EL Análisis de las Políticas Públicas: Una disciplina incipiente en Colombia

The without skills and knowledge leaning terrifically against nothing. W. Faulkner, Intruder in the Dust.

Gustavo Hernández Abogado, candidato a doctor en Gobierno y análisis de Políticas Públicas en el Institute d'études politiques de París, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes.

El Estado, sin duda alguna el fenómeno político dominante del siglo veinte, es el producto de la acumulación de estructuras y de prerrogativas gubernamentales en el curso de la historia reciente. Reivindicando progresivamente un espectro cada vez más amplio de funciones sociales, el Estado constituye en tomo a sí un aparato burocrático encargado de funciones de regulación social que devienen gradualmente más complejas. Luego de la Segunda Guerra Mundial, surge el modelo del Estado de bienestar encargado de misiones de protección social al igual que de la redistribución de los ingresos, resultado de lo cual la institución estatal llega a su apogeo y parece emerger una nueva forma de ciudadanía. Durante este periodo de fecunda evolución de la actividad estatal, el análisis del objeto Estado también se ha transformado luego de los trabajos seculares de Hegel, Marx y Weber. Si antes el Estado era percibido como la encarnación de "la razón en la historia", como "el brazo armado de la burguesía", o como "el detentor del monopolio de la violencia legítima", en el período contemporáneo es percibido a través de su actividad. De allí que actualmente el estudio de la actividad gubernamental a través del prisma del Análisis de las Políticas Públicas implica dejar a un lado discusiones meramente abstractas, como por ejemplo aquellas centradas sobre el lugar y la legitimidad del Estado (a pesar de no haber perdido sentido estas cuestiones), y plantearse otros interrogantes acerca de lo que hace realmente el gobierno, sobre la actividad concreta del Estado.1 Este ensayo tiene por objeto presentar una introducción al Análisis de las Políticas Públicas, que pretende ser un marco conceptual para analizar la actividad gubernamental (un gobierno inteligible), al igual que un instrumento de racionalización de dicha actividad (un gobierno eficiente). Y, como conclusión, presentar un breve panorama de la disciplina en Colombia.

1 Estas cuestiones abstractas se plantean igualmente dentro del marco de esta disciplina pero a través de una perspectiva dinámica, observando el Estado en movimiento. Véase P. Muller y B. Jobert, L'Etat en Action: Politiques Publiques et Corporatismes, París, PUF, 1987.

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El Análisis de las Políticas Públicas: Una Introducción. There is no art that hath been more canker'd in her principies, more soiled and slobbered with aphorizing pedantry than the art of policie. John Milton La transformación del modo de aprehensión del Estado y de la actividad gubernamental se origina en los Estados Unidos a principios de la década de los cincuenta, como una tentativa de utilizar los métodos de investigación de las ciencias sociales para elaborar recetas para el buen funcionamiento del gobierno. Desde esta perspectiva la cuestión que se plantea es la siguiente: ¿Cómo producir políticas eficaces, que correspondan y hagan realidad los objetivos propuestos, de la manera más eficiente posible? Generalmente se consideran como punto de partida de esta disciplina los trabajos de Lasswell, a la época bajo la rúbrica de policy sciences,2 y desde otra dimensión, los experimentos realizados en el Ministerio de la Defensa de los Estados Unidos conocidos como PPBS o Program, Planning and Budgeting System.3 Pero, si bien es cierto que con esa perspectiva pragmática aparece originalmente esta disciplina, se va alejando progresivamente de esa ambición -en mayor o menor medida según cada analista-, asumiendo una postura cada vez menos normativa y más cognitiva, para convertirse en una verdadera disciplina de las ciencias sociales. Sin alejarse por ello de una de las cuestiones esenciales de la ciencia política que es la siguiente: ¿Hasta qué punto es bueno el desempeño del gobierno?4 ¿Que es una política pública, y en que consiste la disciplina de analizar políticas públicas? Se plantea la pregunta de cómo definir el objeto de estudio de esta disciplina (las políticas públicas), de manera a ofrecer un punto de referencia claro y coherente, al igual que los fundamentos de un marco conceptual analíticamente útil. En razón a la pluralidad de perspectivas toda definición implica necesariamente

2 H. Laswell y D. Lerner, The Policy Sciences: Recent Development inv Scope and Method, Stanford, CA, Stanford University Press, 1951. Generalmente se consideran como antecedente de Lasswell los trabajos de Max Weber y Kart Manheim. 3 Este programa se inicio en los años cincuenta bajo los auspicios de la Rand Corporation. Véase B. Smith, The Rand Corporation: A Case Study of a Non-profit Advisory Corporation, MA, Harvard University Press, 1966. 4 Sobre este punto véase Dahl, quien se refiere a este objetivo como: "this ancient obligation of our craft'. R. Dahl, "The Evaluation of Política) Systems", en I. de Sola Pool, Contemporary Political Science: Towards Empirical Theory, NY, McGraw-Hill, 1967, pág.179.

adoptar una postura. Por ello presentaremos una serie de definiciones y del consenso de las mismas, determinaremos los elementos esenciales de la noción de política pública. La presentación de dichas definiciones nos obliga a traducir del inglés al español, lo cual resulta difícil por el hecho de que en inglés existen tres términos diferentes y para trasladarlos al español sólo existe uno: policy (las políticas públicas), politics (la actividad política como competencia por el poder, debate partidista, etc.) y polity (esfera política diferente de la sociedad civil). Estudiar la acción pública implica observar principalmente-, la primera definición, es decir las políticas públicas. Esta diferencia de terminología conlleva serias consecuencias en el objeto de análisis, que ya no se centra sobre los inputs sino sobre los outputs. En líneas generales existen dos grandes vertientes en el marco de esta disciplina. Una primera vertiente analítica, que consiste en estudiar el proceso de producción de las políticas. Es decir, cómo se definen los problemas públicos, cómo se fija la agenda gubernamental, cómo se toman las decisiones, cómo se formulan las políticas, cómo se aplican y finalmente cómo se evalúan. Una segunda vertiente instrumental, que consiste en utilizar las técnicas de análisis al servicio de la producción de las políticas.5 A pesar de no ser contradictorias ni excluyentes (ningún trabajo es enteramente analítico o instrumental), generalmente esta segunda vertiente no constituye el centro de interés de la academia por ser con frecuencia normativa, y porque su objetivo esta centrado exclusivamente en ser un instrumento de ayuda a la decisión.6 Examinando las definiciones, se observa que en los orígenes de esta disciplina Lasswell la define como "el conjunto de disciplinas que conciernen a la explicación de la producción de las políticas públicas, y la obtención de la información relevante relativa a dichas políticas". Además, establece lo que él considera son las características esenciales de la disciplina: "La ciencia de las políticas públicas esta orientada en torno de los problemas y es contextual por naturaleza,

5 Parsons califica estas dos vertientes respectivamente como analysis of the policy process, el análisis para explicarla producción de las políticas, y como policy analysis, el análisis para la producción de las políticas. W. Parsons, Public Policy: An Introduction to the Theory and Practice of Policy Analysis, Aldershot, E. Elgar, 1995, págs. 1920. 6 Entre estas dos vertientes podría considerarse existe un término medio, que pretende introducir consideraciones de la realidad política al análisis puramente racional. El principal ejemplo es: A. Wildavsky, Speaking Truth to Power: the Art and Craft of Policy Analysis, Boston, Little Brown Press, 1979

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multidisciplinaria en su enfoque, y explícitamente normativa en su perspectiva."7 Desde una perspectiva analítica, Meny y Thoenig definen las políticas públicas como "los programas de acción de una autoridad pública en un sector de la sociedad o en un espacio geográfico".8 Dye asumiendo una postura más amplia, e inspirado por Hamlet, define las políticas públicas como "todo lo que un gobierno decide hacer o no hacer".9 Anderson ofrece una visión igualmente genérica: "Una orientación deliberadamente seguida por un actor o por un grupo de actores al tratar un problema o una cuestión que les concierne".10 La definición de Jenkins es más concreta pero susceptible de caer en imprecisiones: "Un conjunto de decisiones interrelacionadas adoptadas por un actor o un conjunto de actores políticos, concernientes a la selección de objetivos y los medios para alcanzarlos, en el marco de una situación especifica".11 Estas definiciones, que reflejan el carácter esencialmente pragmático de esta disciplina y que tienen la ventaja de ser sencillas, indican que el actor que produce una política pública es (o está habilitado para actuar como), un actor público y, por ende, a pesar de que otro tipo de actor social puede influenciar las acciones de los gobiernos, no pueden producir estas políticas.12 Además señalan que una política pública puede ser producto de una decisión al igual que de la omisión de tomar una decisión.13 Finalmente indican que las políticas públicas generalmente involucran objetivos y los medios para alcanzarlos. Pero estas definiciones comparten todo un problema:

7 Laswett, The Policy Sciences.., págs.14-15. Estas características fundan las definiciones elaboradas más

¿Si la noción recubre toda la actividad gubernamental, cuál es su interés heurístico? Algunos autores ofrecen ciertos elementos que permitan dar mayor precisión a la noción: proponen centrarse sobre el conjunto de elementos concretos que constituyen la substancia visible de una política. Por ejemplo, Rose y Davies sugieren observar la política como un programa general de acción conformado principalmente por recursos y productos.14 El problema es el de encontrar alguna coherencia entre el conjunto heterogéneo de elementos que constituyen una política pública, que por lo general se intenta resolver recurriendo a dividir dichos elementos según el territorio o (sobre todo) según el sector socioeconómico donde se ubican.15 Esta tentativa de elaborar una noción de política pública nos lleva a la conclusión que su carácter vago y ambiguo, que resulta de su sencillez excesiva, se explica en razón de la complejidad del objeto que se pretende definir (la actividad gubernamental), la dificultad de delimitar sus fronteras y la multiplicidad de actores involucrados. La consecuencia de esto será la flexibilidad de la noción misma. Ello implica que toda definición que se adopte es producto no sólo de la actividad gubernamental sino de una construcción analítica del investigador. Dicha flexibilidad de la noción implica además que ella es susceptible de variar dependiendo del objeto de análisis, y de evolucionar en periodos de tiempo relativamente breves.16 A pesar de ello, es posible constatar la existencia de ciertos elementos comunes entre las diferentes definiciones, y por ende la esencia de lo que constituye una política pública. Así, puede afirmarse que las políticas públicas son el resultado de decisiones (sin limitarse a ser decisiones), de actores actuando a título gubernamental

recientemente por: P. De León., Advice and Consent The Development of the Policy Sciences, New York, Russel Sage Foundation, 1988, pág.7; W. Dunn, Public Policy Analysis: An Introduction, New Jersey, Prentice Hall, 1994, pág.59. 8 Y. Meny y J.C. Thoenig, Les Politiques Publiques, Paris, PUF, 1989, págs..9-12,130-131. 9 T.R Dye, Understanding Public Policy, Englewood Cliffs, NJ, Prentice-Hall, 1972, pág.2. 10 J.E. Anderson, Public Policymaking: An Introduction, Boston, MA, Houghton-Mifflin Co., 1990, pág.3. 11 W. Jenkins, Policy Analysis: A Political and Organizational Perspective, London, Martin Robertson, 1978, pág.17. 12 La utilización de este criterio orgánico (la existencia de un actor público), para determinar la noción de política pública, nos acerca a los esfuerzos de los juristas en derecho público al recurrirá la noción de persona moral de derecho público, o a la expresión de una prerrogativa de poder público (prérogative de puissance publique), para calificar una actividad como de servicio público. Sobre este punto véase R. Chapus Droit Administratif General, París, Montchrestien, 1996. 13 En ocasiones la discusión acerca de si existe o no una política pública constituye de por si el objeto de un debate

14 R. Rose y P. Davies, Inheritance in Public Policy, New Haven, Yale University Press, 1994. 15 Recientemente ciertos autores proponen buscar una estructura de sentido en el programa de acción, observando dicho programa como un conjunto de elementos movilizado por matrices cognitivas (valores, principios, normas, etc.) Algunos buscan esa estructura de sentido en el sistema de acción, retomando así la noción desarrollada por la sociología de las organizaciones. Esta alternativa permite distinguir subsistemas de políticas, grupos de actores que interactúan de manera regular con el objeto de participar en la producción de políticas. Sabatier, y H. Jenkins- Smith, Policy Change and Learning: An Advocay Coalition Aproach, Boulder, Westview Press, 1993. Véase además: P. Kenis y V. Schneider, "Policy Networks and Policy Analysis: Scrutinizing a New Analytical Toolbox", en R., Mayntz, (Eds), Policy Networks: Empirical Evidence and Theoretical Considerations, Boulder, Westview Press, 1991. 16 Sobre este punto véase Wildavsky, Speaking Truth To..." An applied sub-field whose content cannot be determined by disciplinary boundaries but by whatever appears appropriate to the time and nature of the problem. Thus there can be no one definition of policy analysis, and no one theory can capture the complexity involved in public policy".

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. (no obstante la participación de otros actores sociales), pero que las decisiones de no hacer pueden igualmente constituir una política, y que generalmente las políticas contienen objetivos, recursos y producen resultados. La determinación del objeto de análisis: ¿Qué analizar de una política pública? Debido a la flexibilidad y la complejidad de la noción de política pública, es necesario establecer cómo analizar una política pública y qué aspecto analizar (cuál es el problema), de la misma. Esto traduce idear un marco de análisis que permita reflexionar acerca de un problema de manera clara y coherente. Una de las maneras más comunes de resolver este problema ha sido desagregar el proceso de producción de políticas públicas (policy cycle), en una secuencia de etapas funcional y temporalmente diferentes. Esta perspectiva, denominada policy stages approach, nace en los albores de la disciplina con los trabajos de Lasswell, quien dividía el proceso de producción de las políticas en siete etapas diferentes: 1) Inteligencia, 2) Promoción, 3) Prescripción, 4) Innovación, 5) Aplicación, 6) Terminación, 7) Evaluación.17 Esta representación del policy-making process adolece de ciertos defectos, principalmente el hecho de no tomar en consideración influencias externas al gobierno susceptibles de afectar su actividad, y de tener una débil lógica interna.18 Pero, a pesar de no ser una representación enteramente fidedigna del proceso, tiene la virtud de reducir su complejidad. La formulación inicial de Lasswell da lugar a una serie de descripciones diferentes de este proceso, las cuales presentan una descripción más acertada de la realidad. Estos modelos, entre los cuales los más conocidos son los de Jones y Anderson,19 se fundan todos sobre una visión del proceso de producción de políticas públicas centrada sobre la resolución de problemas.20 Las etapas en este modelo pueden ser apreciadas en la Figura 1.

Figura 1: Las Cinco Etapas del Ciclo de Producción de Políticas Públicas y su Relación con la Resolución de Problemas.21 Etapas de la Resolución de Problemas Etapas del Ciclo de Políticas Públicas, 1) Reconocimiento del Problema.

1) Fijar la Agenda (Agenda-Setting). 2) Formular la Política.

2) Proponer Solución.

3) Decision-Making.

3) Escoger una Solución.

4) Policy Implementation.

4) Aplicar la Solución.

5) Evaluación.

5) Apreciar los Resultados.

La ventaja de este modelo es que facilita la comprensión del proceso de producción de las políticas. Ello permite elaborar estudios de caso, desarrollar estudios comparativos entre las distintas etapas del ciclo, aislar ciertas etapas del proceso para elaborar un estudio especifico, y analizar el papel de actores diferentes de los gubernamentales. Entre los diferentes problemas que presenta este modelo, aparece el riesgo de que se interprete errada e inocentemente el proceso de producción de políticas de manera tal a pensar que la persona encargada de formular las políticas (policy-maker) actúa siempre en pos de la resolución de problemas, y que para ello siguen un procedimiento lineal y sistemático. Además la visión centrada sobre la resolución de problemas pasa por alto la reacción del policy-maker ante las circunstancias de su entorno, al igual que sus intereses o sus creencias. Otro problema del modelo es asumir que las diferentes funciones se realizan siempre (en ocasiones las saltan), y

20

Aquí

aparecen

los

trabajos

relativos

al

proceso

de

implementación de las políticas. Por ejemplo: Wildavsky, J. Pressman, Implementation, Berkley, CA, University of California

17 Lasswell consideraba que estas etapas describían no solamente como era el proceso sino cómo debería ser. Lasswell, The Decision Process: Seven Categories of Functional Analysis, College Park, University of Maryland, 1956. 18 Por ejemplo, presentar la evaluación luego de la terminación cuando la política debe ser evaluada para luego decidir ponerle fin o no. 19 C. Jones, An Introduction to the Study Of Public Policy, Monterey, CA, Brooks/Cole, 1984. Anderson, Public Policymaking...

Press, 1979. P. Sabatier, "Top-down and Bottom-up models of Policy Implementation: A Critical Analysis and suggested Synthesis", en Journal of Public Policy, Vol.6, No. 1, June 1986, págs.21-48. 21 Adoptado de M Howlett, y M Ramesh, Studying Public Policy: Policy Cycles and Policy Subsystems, Ontario, Oxford University Press, 1995. Algunos autores incluyen otra fase denominada policy termination (Jones, An Introduction to...) pero debido a la controversia que ésta ha generado a causa de la ambigüedad inherente a la expresión "terminación de una política", y mas aún "realización de los objetivos previstos", hemos decidido excluirla.

79


que lo hacen siguiendo un orden estricto (generalmente invierten o combinan las etapas). Por último, el modelo carece de lógica causal, ya que ninguna etapa causa la siguiente.22 Estos problemas son subrayados por ciertos autores desde hace más de dos décadas pero hasta el momento, a pesar de ciertos intentos por mejorarlo y de los avances que aportan estos esfuerzos, en nuestra opinión no logran ofrecer un marco de análisis más conveniente para una introducción general a la disciplina que el stages approach.23 De todas formas presentaremos algunas alternativas. 1) Los modelos centrados sobre la naturaleza del régimen de gobierno (organización del sistema político), y cómo ésta determina las políticas producidas.24 2) Los modelos centrados sobre la búsqueda de variables causales, a nivel macro o micro, que expliquen la producción de las políticas. Por ejemplo, el enfoque pluralist-elitist, centrado sobre el análisis del poder, su distribución entre los diferentes grupos de interés, y la manera como estos determinan el proceso de producción de las políticas.25 3) Los modelos de los sub-sistemas, que analizan el proceso a través de las comunidades de actores (policy networks).26 4) Los modelos centrados sobre el contenido de las políticas mismas, que parten de la base que la naturaleza del problema y de sus alternativas de solución determinan la reacción del sistema político.27

22 Sabatier y Jenkins-Smith, Policy Change and..., págs.1-6. El

5) Los modelos centrados sobre las características socioeconómicas del contexto en el cual se sitúa el problema y la política, como por ejemplo el modelo denominado funnel of causality.28 6) Los modelos centrados sobre el discurso, que analizan las políticas en términos de lenguaje y de comunicación.29 Ante la carencia de una alternativa más conveniente para una introducción a esta disciplina, una solución es utilizar el stages approach, tomando la precaución de advertir que se trata de un instrumento de investigación (no una manera de comprender la acción pública), y de evitar caer en las trampas que presenta este modelo. Ello implica alejarse de su perspectiva problem-solving, para observar la evolución de los problemas en el proceso de producción de políticas, la percepción de los actores, y el proceso de aprendizaje que se genera con base en las experiencias (no traduce necesariamente mejoría). Además, significa ir mas allá de observar el decisionmaker, y por ende apreciar este proceso desde una perspectiva más amplia desde la cual se mire el proceso de interacción entre los diferentes actores, de manera a mostrar cómo producir políticas es simplemente otra forma de "hacer política". Esta perspectiva permite observar las políticas (policies) unidas como lo están en la realidad a la actividad política (politics), y a la dinámica de la interacción entre los diferentes actores sociales (polity).30 Por último, cada una de las 5 etapas del proceso constituye un objeto de estudio en el cual se plantean cuestiones diferentes, que merecerían un análisis independiente de igual extensión que el presente articulo.

primer crítico de este modelo fue Lindblom, quien se opuso a la visión según la cual la acción pública es coherente y racional, y en un trabajo de singular importancia propuso otra visión (el

Los enfoques teóricos en el Análisis de

incrementalismo), la cual no sólo consideraba más próximo a la realidad sino mas eficiente. (Este modelo es descrito en la

Políticas Públicas.

segunda parte del ensayo) C Lindblom, "The Science of Muddling Through", en Public Administrador Review, Vol.19, N°2,1959,

El análisis de cada política pública particular, al igual que todo estudio empírico en las ciencias sociales, implica plantear una cuestión y construir una hipótesis de respuesta. Esta hipótesis, dependiendo de la cuestión planteada y de la perspectiva ideológica del analista, estará fundada sobre algún enfoque teórico enmarcado con mayor o menor claridad en alguna de las teorías de

págs.79-88 y "Still Muddling, Not Yet Through", en Public Administration Review, Vol.39, N°6,1979, págs.517-526. 23 Entre las modificaciones útiles hechas a este modelo se encuentran dos aportes muy lúcidos a pesar que su denominación este alejada de toda elegancia: el garbage can model (M. Cohén, J March, y J Olsen, "A Garbage Can Apagroach of Organizational Choice", en Administrative Science Quaterly, N°17,1972, March), y el modelo de la policy primeval soup (J.W Kingdon., Agendas, alternatives and public policies, New York, - Harper-Collins, 1995). 24 Skocpol et al, (eds.) Bringing the State Back In, Cambridge, Cambridge University Press, 1985. 25 R Cobb y C. Eider, Participation in American Politics: The Dynamics of Agenda Building Boston, Allying and Bacon, 1972. 26 H, Heclo, "Issue Networks and the Executive Establishment", en The New American Political System, A. King, American Institute for Public Policy Research, 1978; Sabatier y Jenkins-Smith, Policy Change and.. 27 T. Lowi, "Four Systems of Policy, Politics, and Choice”, en Public Administratión Review, Vol.32, N°4, 1972, págs.298-310.,.

28 R. Hoffebert, The Study of Public Policy, Indianapolis, Bobbs MerrtJ, 1974. 29 M. Edelman, Constructing the Political Spectacle, Chicago, Chicago University Press, 1988 30 R. Cobby Elder, The Political Use of Symbols, New York, Longman, 1983.pags.122.

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la ciencia política.31 La selección de este enfoque teórico está estrechamente ligada a la selección del modelo de análisis (por ejemplo el stages approach), que se utiliza. La necesidad de fundar el análisis sobre algún enfoque teórico se explica por la imposibilidad lógica de comprender un fenómeno tan complejo como la actividad gubernamental (conformada por múltiples decisiones diferentes y de numerosas instituciones y actores), lo que exige concentrar el estudio sobre algunos elementos particulares y las relaciones causales entre éstos. Es decir, dada la imposibilidad para analizar múltiples factores, aún mas considerar a cada uno de ellos como explicación de un problema (si todo explica nada explica), debe privilegiarse alguno. Todos estos enfoques intentan resolver las cuestiones principales que se plantea esta disciplina: por qué varían las políticas entre los diferentes países y entre los diferentes sectores de un país; por qué cambian o permanecen estables las políticas; por qué una política es o no efectiva; y finalmente, qué tan democrático es el proceso de producción de las políticas. Existen seis enfoques teóricos principales, cada uno de los cuales otorga prioridad a alguno de los diferentes elementos susceptibles de determinar la producción de las políticas públicas. Public choice 32 Este enfoque observa principalmente la conducta de los individuos, que constituyen su principal unidad de análisis, y asumen (con fundamento en los principios de la economía neoclásica), que los actores políticos al igual que los actores económicos actúan racionalmente con el objetivo de satisfacer sus intereses personales y de maximizar sus utilidades. Esta suposición lleva a los autores de esta corriente a observar el proceso de producción de las políticas como una interacción entre ciudadanos (votantes) interesados en la mayor cantidad de bienes públicos al menor costo posible (impuestos), y

unos actores políticos que intentan proveer esos bienes para adquirir mayor poder y prestigio. El resultado de dicha interacción será un incremento constante de la intervención estatal en la economía y por ende de la burocracia, para satisfacer los intereses de esta misma y de ciertos individuos particulares, todo lo cual termina por perjudicar el interés público. Es decir, una politización nociva de la producción de políticas.33 La elegancia de esta teoría se ve debilitada por la distancia que la separa de la realidad. La suposición de la cual parte peca por simplificar excesivamente la complejidad de la actividad política (que va más allá del comportamiento de los individuos), y por su frágil capacidad de predecir el futuro de esta actividad: los gobiernos no crecen indefinidamente, y su eventual crecimiento no se explica solamente gracias a la dinámica competitiva inherente a la democracia. Welfare Economics34 Este enfoque, al igual que el anterior inspirado de la economía, constituye el fundamento teórico principal y el paradigma dominante del Análisis de las Políticas Públicas. Los trabajos fundados sobre este enfoque se ubican dentro de aquellos calificados anteriormente como orientados (directamente) a la resolución de problemas, propendiendo por un proceso de producción de políticas fundado sobre un análisis racional, y en su gran mayoría observan dicho proceso utilizando el stages approach Este enfoque reside en la aplicación de los postulados del welfare economics para mejorar la racionalidad y la eficiencia del proceso de producción de políticas públicas. Parte del supuesto que los individuos, a través de los mecanismos de mercado, deberían tomar la mayor parte de las decisiones sociales. Pero, reconociendo que los mecanismos de mercado no pueden siempre distribuir los recursos eficientemente (no pueden agregar el comportamiento individual que maximizan las utilidades

33 Por ello proponen diseñar instituciones que permitan canalizar el interés personal de tos actores hacia un mayor bienestar general, y- limitar severamente la intervención estatal y promover tos mecanismos de mercado. J. Buchanan et al, The Economics of Politics, London, Institute of 31 Aquí se presenta el reencuentro entre esta disciplina y las ciencias sociales en general. Por ello se dice que la disciplina "tiene una larga historia pero un corto pasado". P. De Leon, "Reinventing the Social Sciences: Three Steps Back to the Future", en Policy Sciences, N°27, 1994, págs.77-95. 32 Esta escuela tiene por origen los trabajos de G. Tullock, The Politics of Bureaucracy, Washington, Public Affairs Press, 1965; A. Downs, An Economic Theory of Democracy, NY, Harper, 1957 y W. Niskaenen, Bureaucracy and Representative Government, Chicago, Aldine-Atherton, 1971. Para un análisis reciente véase D. Mueller (ed), Perspectives on Public Choice: A Handbook, Cambridge, Cambridge University Press, 1997.

Economic Affairs, 1978, pág.17. Más recientemente véase P. Dunteavy, Democracy, Bureaucracy and Public Choice, London, Harvester Wheatsheaf, 1991. 34 Este enfoque se considera descendiente directo de los trabajos de Mili y de Bettham, pero sus principios fueron establecidos por Pigou, The Economics of Welfare, London, MacMillan, 1932. Para una apreciación general véase Parsons Public..., págs.380-455. Para una aplicación véase C. Weiss, (ed), Organizations for Policy Analysis- Helping Governments Think, Newbury Park, CA, Sage, 1992

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Teorías de Clase (Neo-Marxismo) 39 para así optimizar el bienestar general), admiten que el gobierno debe intervenir para corregir estos defectos del mercado. De ello se concluye que la función del gobierno consiste en analizar las necesidades sociales, y en la medida que dichas demandas se originen en un defecto del mercado, producir una política que permita resolver el problema.35 Una vez se decide es necesario intervenir, la cuestión esencial es cómo determinar la manera más eficiente de hacerlo. El método mas utilizado para ello es el análisis costo-beneficio, para lo cual deben estudiarse cada una de las alternativas disponibles y medir sus consecuencias en términos de sus costos y de sus beneficios, escogiendo finalmente la óptima en el sentido de Pareto.36 Los problemas y las limitaciones de este enfoque no son escasos, ya que a pesar de los esfuerzos por intentar refinar sus modelos, agregar y cuantificar los costos y beneficios sociales de una política es bastante problemático.37 Para facilitar su utilización algunos autores han desarrollado tipologías de bienes y servicios para determinar el papel que podría asumir el Estado para intentar resolver los diferentes problemas sociales. Por otra parte, críticos del enfoque arguyen que la actividad del Estado no sólo no se limita a corregir los defectos del mercado, sino que existen ciertos defectos que no puede resolver. Pero el principal problema de este enfoque es la ingenua creencia que los gobiernos producen sus políticas siguiendo un procedimiento técnico, desconociendo los factores políticos (factores institucionales o presiones sobre los actores), que determinan esta actividad.38

35 E Stokey y R. Zeckhauser, A Primer for Policy Analysis, New York, W.W. Norton, 1978. S. Nagel, "Systematic Policy Evaluation, y Decision-Making Software for Super-Optimum Solutions", en Encyclopedia of Policy Studies, N.Y, M. Decker, 1994. 36 Según este principio, una acción pública debe realizarse .solamente si permite mejorar la situación de una persona sin desmejorar la de otras. Debido a la dificultad de alcanzar este propósito, generalmente se utiliza el criterio de Kaldor: debe adoptarse la política que permita aumentar el nivel general de beneficios sociales. 37 M Carley. Rational Techniques in Policy Analysis, London, Heinemann, 1980, pág.51; Dunn, Public Policy Analysis..., pág.6. 38 La información y el conocimiento técnico es uno más de los factores que hacen parte del proceso de producción de las políticas. C. Weiss, "Research for Policy's Sake: The Enlightenment Function of Social Research", en Policy Analysis, vol 3, N°4,1977, págs.531-545.

Los trabajos realizados en el marco de este enfoque otorgan un lugar prioritario a las entidades colectivas, definidas generalmente en términos objetivos, a partir de las características principalmente- económicas de los individuos. Según este enfoque, las políticas en las sociedades capitalistas se explican a partir de los intereses de ciertas clases sociales. Así los trabajos NeoMarxistas, a pesar de existir diferencias considerables entre ellos, intentan demostrar cómo políticas particulares favorecen los intereses del capital y constatan la falta de autonomía del Estado. Su importancia radica en haber centrado su análisis en los resultados de la acción pública -no sólo el proceso-, y en observar para ello el papel del Estado. Este tipo de análisis excesivamente deductivo obedece en ocasiones más a la intención de transmitir una -supuesta- verdad, que al interés de analizar unos hechos para descubrir una verdad. Prueba de esto es su incompetencia para explicar las políticas públicas adoptadas en contra de los intereses del capital (el Estado de bienestar).40 Este problema se explica en parte por su dependencia exagerada en la variable de clase (por cierto difícil de definir), y además por el obstinado determinismo económico sobre el cual se fundamenta.

39 El fundamentos sobre el cual se basa este enfoque son los trabajos de Marx. Para una apreciación general véase S. Ossowski, Class Structure in the Social Consciousness, NY, Free Press, 1963. Más recientemente, véase B. Jessop, State Theory: Putting the Capitalist Stata Back in its Place, Cambridge, Polity Press, 1991. 40 Este enfoque, como casi todos los de naturaleza deductiva, en lugar de estudiar una política para constatar una hipótesis, se limitan a leer el policy-making en los términos de su teoría. L. Dobuzinkis, "Modernist and Postmodemist metaphors of the. Policy Process", en Policy Sciences, N°25, 1992, págs.355-380.

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Pluralismo y Corporatismo, o el Estado producto de la sociedad Estos enfoques al igual que el anterior se basan en la observación de grupos y no de individuos, pero ya no lo hacen de manera deductiva sino inductiva. El pluralismo o behaviorismo, que fue durante largo tiempo la orientación dominante en la ciencia política en los Estados Unidos,41 supone la primacía de los grupos de interés en el proceso político, e incluso algunos de los seguidores de esta corriente consideran la sociedad como "el conjunto de grupos que la componen". El resultado de esta visión es una perspectiva de la actividad política como un proceso en el cual varios grupos de interés en competencia se reconcilian. Las políticas son percibidas como el resultado de este proceso de competencia y colaboración entre los grupos de interés, en el cual dichos grupos intentan aumentar los beneficios de sus miembros. El papel del gobierno es el de una arena de competencia, o cuando más el de un arbitro.42 Este enfoque excesivamente simple de la acción pública asume que los diferentes actores toman una posición homogénea, que los actores públicos no tienen preferencia propias (dejando de lado el efecto burocrático), y además pasa por alto los vínculos que dichos actores puedan tener con ciertos grupos de interés.43 Pero el principal problema de este enfoque con respecto al proceso de producción de políticas es la excesiva importancia que otorga al papel de los grupos de interés, y por ende el descuido de otros factores determinantes en este proceso. Debido al hecho que el pluralismo es difícilmente aplicable a países diferentes de los Estados Unidos, a

41 A pesar de contar entre sus antecedentes a Madison y a de Tocqueville, generalmente se considera fue Bentley quien estableció los principios fundadores de este enfoque. Véase A. Bentley, The Process of Government Chicago, Chicago University Press, 1908. Más reciente: D. Truman, The Government Process: Political Interests and Public Opinion, NY, Knopf, 1964. Los grupos son considerados numerosos, tos miembros pueden cruzarse entre los grupos, carecen de monopolios controlando la representación, y son desiguales en términos de recursos y de acceso al proceso de producción de políticas. 42 R. Dahl, Pluralist Democracy in the United States: Conflict and Consent Chicago, Rand McNally, 1967. 43 Los autores denominados neo-pluralistas han intentado resolver estos problemas. Véase C. Lindblom, The World's Political Economic System, New York, Basic Books, 1977.

causa de la ausencia de grupos de interés de esa naturaleza, en Europa fue desarrollado otro enfoque similar denominado corporatismo.44 A diferencia del pluralismo, en el modelo corporatista el sistema de intermediación de intereses está organizado en un número de grupos limitado, que no compiten entre ellos, que están organizados jerárquicamente, que fueron creados o autorizados por el Estado, y del cual los miembros fueron obligados de alguna manera a hacer parte. El resultado de esta dependencia de los grupos frente al Estado será el control de éste sobre la producción de políticas de la cual participe cada grupo. De esta manera, el proceso de producción de políticas es percibido como el resultado de la interacción entre el Estado y los grupos de interés reconocidos por el Estado. Si bien es probable que la descripción del enfoque corporatista de la actividad política en ciertos países sea veraz, existen problemas con respecto a su utilización para analizar el proceso de producción de políticas. Principalmente, el hecho que este enfoque describe los sistemas políticos en términos globales, sin detenerse a observar con precisión la actividad del gobierno.45 Estatismo o la sociedad producto del estado46 Este enfoque se edifica sobre las críticas de los dos anteriores, y de allí que tenga como principal unidad de análisis las organizaciones sociales y/o las instituciones políticas. Por ello el Estado, la institución fundamental de esta interpretación, es percibido como un actor independiente y capaz de concebir e implementar sus propios objetivos.47 Los autores próximos a este enfoque

44 P. Schmitter, "Modes of Interest Intermediation and Models of Societal Change in Western Europe", en Comparative Political Studies, Vol.10, No l, 1977, págs.7-38. Acerca de América Latina véase J. Malloy, Statecraft, "Social Policy and Governance in Latin America", en Governance, Vol.6, N°2,1993, págs.220-274. 45 L Panitch, "The Development of Corporatism in Democracies", en Comparative Political Studies, Vol.10, N°1, 1977, págs.71-90. 46 Esta interpretación inspirada en Hegel (para el cual la sociedad moderna no existe sin Estado), tiene origen en la sociología alemana de fines de siglo pasado, en particular en los trabajos de Max Weber y Otto Hinze. Estos consideraban que las estructuras sociales, gracias al monopolio de la fuerza, permiten organizar y desarrollar la sociedad. Netl, J.P., 'The State as a Conceptual Variable", en World Politics, Vol.20, N°4, 1968, págs.559-592. 47 J. Skocpol, et al. (eds.), Bringing the State Back In: Strategies of Analysis in Current Research, págs.3-43

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consideran que el énfasis en el Estado como variable explicativa les permite demostrar una orientación constante y duradera en la producción de políticas, y por consiguiente la diferencia entre las políticas de los diferentes estados.48 El problema de este enfoque es su incapacidad para explicar la existencia de políticas que incorporan libertades y derechos, y su impotencia frente a las diferentes situaciones donde no puede imponer su voluntad. Es evidente que cometen el error de forzar el valor del Estado como variable explicativa, y reconociendo este problema los seguidores del enfoque señalan la necesidad de recurrir a otras variables para explicar los fenómenos políticos. Neoinstitucionalismo49 Un último conjunto de enfoques, igualmente fundados en el reconocimiento de los límites de las teorías basadas en la observación de individuos o de grupos (en particular el behaviorismo), para explicar la actividad política centran su análisis sobre las variables de tipo institucional.50 Los seguidores de este enfoque no están de acuerdo acerca de varios puntos. Algunos hacen énfasis sobre las cuestiones relativas a las organizaciones y otorgan una gran importancia a los roles, rutinas, y símbolos institucionales: Institucionalismo Sociológico51. Otros confieren gran importancia a la historia e intentan rastrear en el pasado la continuidad de la actividad

48 S. Krasner, "Apagroaches to the State: Alternative Conceptions and Social Dynamics", en Comparative Politics, Vol.16, N°2,1984, págs 223-246. 49 Así denominado para distinguirlo de trabajos anteriores llamados institucionales, limitados a la descripción jurídica de las instituciones formales. Para una apreciación del enfoque véase K. Shepsle, "Studying Institutions: Some Lessons from the RationalChoice Apptoach", en Journal of Theoretical Politics, No. 1,1989, Págs. 131-137. P. Hall y R. Taylor, "Political Science and the Three New Institutionalisms", en Political Studies, vol. XLIV, 1996, págs. 936-957. 50 Los economistas observan las instituciones como instrumentos para resolver los problemas de información y de intercambio (costos de transacción), y as! facilitar las negociaciones en las organizaciones sociales (D. North, Institutions, Institutional Change and Economic Performance, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pág.3). De manera amplia este economista define las instituciones como: The rules of the game in society or, more formally... the humanly devised constraints that shape human interaction. En la ciencia política son definidas como "un conjunto de reglas (formales e informales) que prescriben un tipo de comportamiento, constriñen la actuación de los actores, y moldean sus expectativas". (Hall, "Political science...") Por ende no solamente afectan los costos de transacción sino que determinan las preferencias de los actores, 51 J. March y J. Olsen, Rediscovering Institutions, New York, FreePress, 1989. W, Powell y P. Dimaggio, Institutionalism in Organizational Analysis, Chicago, University of Chicago Press, 1991.

gubernamental, para luego observar su efecto sobre dicha actividad en el presente y hacia el futuro: Institucionalismo Histórico52. Ciertos trabajos cercanos a este enfoque hacen énfasis sobre la importancia del contexto social donde se sitúan las instituciones para explicar su desempeño,53 y otros observan las ideas de los actores y el molde cognitivo (paradigma) a través del cual éstos perciben e interpretan la realidad.54 Un tercer género neo-institucional, que utiliza parte de los instrumentos analíticos de la economía institucional55, explica la actividad gubernamental combinando dos variables: la suposición según la cual los actores tienen un conjunto de preferencias transitivas, se comportan de manera instrumental y lo hacen en una forma altamente estratégica; y el efecto de las estructuras y los procedimientos sobre el comportamiento de dichos actores: Neoinstitucionalismo Elección Racional56. Esta perspectiva tiene una gran capacidad para explicar los fenómenos sociales, ya que pretende ser una teoría del equilibrio, y por ende permite ir mas allá de la simple verificación de una regularidad empírica e intentar demostrar que un resultado debía ser como es en razón de sus antecedentes.57 Es decir, las decisiones que toman los actores (y la situación que resulta) se consideran son 52, P, Pierson, "When Effect becomes Cause: Policy Feedback and Political Change", en World Politics, N°45, 1993, págs,595628. S. Steinmo et al, Structuring Politics: Historical Institutionalism in Comparative Analysis, Cambridge, Cambridge University Press, 1992 53 R. Putnam, Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy, Princeton, Princeton Press, 1993. 54 Esta perspectiva es con frecuencia presentada de manera independiente bajo el rotulo "ideas" o términos similares; véase P. John, Analysing Public Policy, London, Pinter, 1998.Entre los autores próximos a esta perspectiva se encuentran P. Hall, "Policy Paradigms, Experts and the State: The Case of Economic Policy-Making in Britain", en Comparative Politics, Vol.3, N°25,1993, Pág.275-296. Sabatier y Jenkins-Smith, Policy Change and… 55 Corriente que hace énfasis en los derechos de propiedad y los costos de transacción en el desarrollo de las instituciones. (0. Williamson, The Economic Institutions of Capitalism, NY, Free, 1985) El rational-choice se distingue de ellos por el énfasis que pone sobre la interacción estratégica entre los actores: supone que tos actores actúan guiados por un cálculo acerca de como esperan que las otras personas van a comportarse. 56 Shepsle, y M. Bonchek, Analyzing Politics: Rationality, Behavior and Institutions. HY, Norton, 1997. W Riker, "Political Science and Rational Choice", en J. Alt, y K. Shepsle, Perspectives on Positive Political Economy, Cambridge, Cambridge University Press, 1993, págs.163-181. E. Ostrom," An Agenda for the Study of Institutions", en Public Choice, 1993, N°48,1988, págs.3-25. y Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action, NY, Cambridge University Press, 1990. 57 Es decir, este marco teórico permite determinar que un fenómeno (A) es no solamente necesario sino suficiente para explicar por que otro fenómeno (B) ocurre, y ademas-como ese fenómeno (en principio) no habría podido ocurrir de otra forma.

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las más ventajosas para todos ellos (al menos para la coalición decisiva) y por ende ninguno de los actores tendrá interés en modificarlas: existe un equilibrio.58 Pero todos los autores neoinstitucionales están de acuerdo sobre tres puntos fundamentales: 1)EI comportamiento de los actores esta determinado por las reglas del juego (las instituciones). 2)Las instituciones determinan la actividad política: las instituciones están constituidas por ciertas presiones, que estructuran el comportamiento de los actores políticos (su identidad, poder, y estrategias), y así determinan los resultados de la actividad política. Por ello, los resultados de dicha actividad no pueden reducirse a la simple interacción entre los actores sociales. 3)Las instituciones están determinadas por la historia : las instituciones incorporan una trayectoria histórica que crea una especie de inercia. Así, la historia es importante porque es path dependent: lo que viene antes (incluso si es accidental), determina los que viene después.59 De manera consecuente, según este enfoque la producción de las políticas públicas está determinada por las instituciones,60 las cuales moldean la interpretación de los problemas y las alternativas de solución disponibles, y por ende constriñen el proceso de decisión y de aplicación de las políticas. Si bien los individuos y los grupos intentan realizar sus objetivos, lo hacen dentro del marco de un conjunto de reglas formales e informales que determinan dichos objetivos y las posibilidades de hacerlos realidad. Por ende, dichas reglas determinan el comportamiento de los actores (los incentivos y las sanciones), y a través de ello el contenido de las políticas. Lo interesante de este enfoque es que permite observar, a través del prisma institucional, un conjunto de variables

58 El resultado de la decisión se considera una alternativa invulnerable que entre las diferentes alternativas disponibles, de acuerdo a las limitaciones subjetivas (preferencias) y estructurales (instituciones), no existe alguna que hubiese sido preferida por los actores. 59 Este término, elaborado por economistas para explicar la dinámica acumulativa de los rendimientos crecientes y las diferencias entre el crecimiento económico de una región frente a otra, es adoptado por ciertos politólogos para explicar como la trayectoria de una institución (su pasado) determina las decisiones que pueden tomar sus directivos más adelante y por ende la dirección hacia la cual se orienta la institución. (R. Collier y 0. Collier, Shaping the Political Arena, N.J., Princeton Press, 1991) 60 Por ejemplo, ciertas características de la actividad política de un país son la naturaleza de sus partidos políticos, de su sistema electoral o de su organismo legislativo.

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amplio y, dependiendo de los resultados de la investigación empírica, mayor o menor importancia será acordada a dichas variables. El problema de utilizar esta teoría para analizar políticas públicas es que a pesar de demostrar como la actuación de los policy-makers está determinada por ciertos elementos de la actividad política, no permite explicar con claridad y precisión las causas de una decisión.61 Luego de haber revisado los principales enfoques utilizados para analizar las políticas públicas, es inevitable llegar a la conclusión que todos ellos caen en la tentación de intentar explicar los fenómenos políticos fundados en una sola variable principal, para así llegar a resultados parsimoniosos. Por ende la lógica indica que el marco de análisis para estudiar las políticas debe permitir observar empíricamente todo el conjunto de elementos que afectan dichas políticas. Más aún, el propósito de este marco de análisis no debe ser el de producir nuevas y elegantes teorías, sino el de utilizar el conjunto de teorías existentes dependiendo de cada objeto de estudio. Partiendo de esta conclusión, algunos autores han elaborado modelos eclécticos que intentan especificar las relaciones entre algunos de los diferentes enfoques, en particular las variables intereses, ideas e instituciones.62 El problema es que los diferentes enfoques que se pretenden mezclar, a pesar de no ser necesariamente rivales (incluso siendo complementarios), constituyen paradigmas independientes. Para ser realmente útil todo enfoque ecléctico debe especificar las relaciones causales entre los diferentes elementos que componen su marco teórico. La Importancia del Análisis de las Políticas Públicas: Hacia un Gobierno Eficiente e Inteligible El análisis etimológico del término policy indica, por una parte, que dicho término hace referencia a una decisión relativa a la selección de una alternativa con respecto a la dirección de una sociedad.63 Por otra parte, indica que este término está estrechamente ligado a la racionalidad, y por ello tener una policy implica tener argumentos relativos a la comprensión y las posibilidades de solución

de un problema público.64 Esto nos permite observar como cierto grado de racionalidad es inherente y/o connatural a la producción de políticas públicas. Es decir, el punto de partida de elaborar y de analizar una política pública es mejorar racionalmente la solución de los problemas públicos, y así intentar hacer realidad el mito del Estado eficiente. La evolución de las ciencias naturales y de la aplicación de la razón a todas las esferas de la vida humana, incrementó considerablemente la exigencia de racionalidad en la acción pública, y aumentó los instrumentos disponibles para ello. Weber demostró como el crecimiento de la sociedad industrial tuvo como consecuencia la búsqueda de formas más racionales de organización para el Estado. A esta demanda por una mayor racionalidad en la acción pública se unió otro tipo de exigencia, complementaria (incluso condición previa) a ella: la exigencia de una mayor comprensión de la acción pública, que progresivamente se torna más importante en tamaño y complejidad. Es decir, intentar hacer realidad otro mito, el del Estado inteligible.65 De esta idea según la cual la utilización de las ciencias sociales permitiría incrementar la eficiencia y la efectividad de la acción pública, y de la exigencia de una mayor claridad en esta acción, nació la disciplina del Análisis de las Políticas Públicas. Estas dos pretensiones, que a pesar de ser antiquísimas se han incrementado ininterrumpidamente, justifican la modesta contribución que aporta la utilización de dicha disciplina para esta evolución hacia un gobierno cada vez más eficiente e inteligible. Así, el problema que se plantea esta disciplina es: ¿Cómo contribuir a que los gobiernos resuelvan con mayor eficiencia los problemas públicos, y que se pueda alcanzar una mayor comprensión de la actividad gubernamental? Ahora, este propósito particularmente vasto no implica suponer que la utilización de técnicas de análisis para mejorar la producción de las políticas permite resolver toda la complejidad de la acción pública.66 Mucho 64 W. Parsons, Public Policy..., págs.15-16. Parsons afirma que tanto Shakespeare como Bacon utilizan el término policy en este sentido. Se funda sobre F. Bacon, New Atlantis, ed. G. Moore, Cambridge, Cambridge University Press, 1900, pág.X.

61 P. Cammack, "New Institutionalism: Institutional Persistence and Social Change" en Economy and Society, Vol.21, N°4, 1992, págs.397-429. 62 Véase por ejemplo P. John, Analysing Public., chap. 8 "A Synthesis through Evolution" págs.177-195. 63 Y. Orar, Public Policy.-Making Reexamined, 2nd ed, New Brunswick, NJ, Transaction, 1989, Págs. Este autor sostiene existe evidencia de este tipo de decisión en la teoría política griega, al igual que aquella del renacimiento.

65 C. Weiss, Social Science Research and Decision-Making, New York, Columbia University Press, 1980. El carácter complementario de estar dos pretensiones se explica por una razón sencilla: determinar si una política es o no efectiva exige conocer el funcionamiento del proceso de producción de las políticas, además de las particularidades del policy sector concernido. 66 Las disciplinas que intentan racionalizar la acción pública son falibles: no pueden resolver los conflictos de valor o de interés, no pueden saber siempre que problemas atacar ni determinar soluciones ideales, y por lo general sus resultados son lentos y costosos. J. Dryzek, "Complexity and Rationality in Public Life", en Political Studies, N°35, 1987, Págs. 424-442.

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menos que su intención sea substituir la práctica de la actividad política.67 Por otra parte, si bien el método de la disciplina es empírico, al estar fundado sobre el análisis de políticas particulares, el objetivo es ir más allá del caso objeto de estudio y ofrecer un aporte teórico. En términos generales se pretende determinar hasta qué punto la actividad gubernamental, definida ampliamente como una política pública, afecta hacia el futuro la actividad política, por qué lo hace, de qué manera y hasta qué punto. De la respuesta a este tipo de cuestiones se aprende hasta qué punto se justifica la actividad gubernamental, de qué manera y en qué medida, para así poder avanzar en nuestro conocimiento acerca de la forma de responder a las necesidades ciudadanas y aproximarnos al ideal de un Estado efectivo, eficaz y eficiente. Un Breve Panorama del Análisis de las Políticas Públicas en Colombia Actualmente en Colombia es patente la carencia de análisis empírico de la actividad gubernamental, con el objetivo de mejorar nuestra comprensión de ésta actividad y de sus resultados, a través del prisma denominado Análisis de Políticas Públicas. Ello se explica en gran parte por la ausencia de espacios de formación y de reflexión destinados a utilizar este marco analítico para estudiar la actividad gubernamental en Colombia. No existe en los programas de pregrado de la mayor parte de las facultades de ciencias sociales del país -salvo casos como la Universidad de los Andes- cursos de Análisis de Políticas Públicas. Tampoco existen programas de post-grado

67 Las deficiencias de los problemas sociales sé deben por lo general a aspectos inherentes a la vida política y económica, y por ende muchos obstáculos no pueden ser resueltos utilizando técnicas racionales. Lindblom y Woodhouse, 'The science of muddling...", pág. 141.

-aparte ciertos esfuerzos aislados e incipientes como la Universidad de los Andes y la Universidad del Valle-, para formar expertos en esta área. De manera consecuente los trabajos académicos en el Análisis de Políticas Públicas son bastante esporádicos: a nuestro conocimiento, salvo ciertas excepciones notables -investigaciones realizadas en universidades extranjeras y publicaciones en revistas extranjeras-, existe un número muy limitado de trabajos centrados sobre la realidad nacional que sean sólidos teórica y empíricamente.68 Ello ha impedido articular un cuerpo de conocimiento sistemático en esta área. A su vez todo lo anterior se explica por el carácter relativamente reciente de esta disciplina, y además porque su apego al caso norteamericano hasta cierto punto limitó la batería de instrumentos analíticos disponibles, y la experiencia de los casos de estudio. Por ello, su ingreso en el continente europeo también fue tardío y se encuentra aún en período de consolidación. Con respecto al caso de América Latina se ha llegado incluso a cuestionar la aplicabilidad de este marco analítico. La cuestión se justifica porque estos países carecen aún de verdaderas estructuras modernas de organización social, debido a la ausencia de sociedad civil participativa o de la deriva del tejido social, y porque su realidad política es diferente de aquella de los países desarrollados en los cuales se elaboró esta disciplina. Por último, si bien el diálogo se encuentra aún limitado, el horizonte es amplísimo: gracias a su flexibilidad y a su carácter pragmático, las posibilidades de explotar esta disciplina, tanto en el frente académico como en el frente gubernamental, llegan virtualmente hasta el confín de la imaginación,

68 Véase J. Duarte, The Politics of the Administration of Public Teachers in Two Colombian Regions", DPhil Dissertation, unpublished, Oxford University, 1995. Entre las organizaciones véase por ejemplo los trabajos del Banco Mundial o del Banco Interamericano de Desarrollo en conjunto-con ciertas unidades del Departamento Nacional de-Planeación, DNP.

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Literatura y creación de un imaginario humano común Carolina Isaza Espinosa Estudiante de Ciencia Política, Universidad de los Andes.

Richard Rorty se ha preocupado de manera especial por el tema de los llamados "Derechos Humanos". Su planteamiento al respecto es, en síntesis, que en vez de preocuparse por encontrar una justificación metafísica de los mismos, es necesario buscar medios prácticos para extender el respeto al otro más allá de las comunidades locales, extender el referente de identidad (nosotros) a un mayor número de ellos. Rorty propone, entonces, la educación de la sensibilidad hacia el otro, es decir la solidaridad, por medio de la literatura. Intentaré explicar cómo se justifica Rorty, desde su rechazo a la concepción moderna de los derechos humanos, hasta las implicaciones que tiene el papel que le asigna a la literatura. Sugeriré que es posible encontrar similitudes entre este postulado y la teoría de Benedict Anderson acerca de la construcción de las naciones como comunidades imaginadas, la cual desarrollaré más adelante. Para terminar, procuraré señalar las posibles limitaciones del planteamiento de Rorty.

Desde Platón, existe una tradición filosófica que Rorty denomina realista, que se ha centrado en la búsqueda de la esencia de las cosas, y por lo tanto de la Verdad. Dentro de esta Verdad, habría también una esencia del ser humano, universal e inmutable. Partiendo de estos supuestos, los fundacionalistas como Kant, han planteado que el ser humano tiene una dignidad intrínseca que lo sitúa por encima de los seres no racionales. Esta dignidad se deriva de la libertad moral del individuo, entendida como la capacidad de utilizar la propia razón. Ya que el ser humano es por naturaleza racional, y que esto le confiere una dignidad especial, Kant concluye que se debe respetar a todos los miembros de la especie, y no utilizarlos tan sólo como un medio, sino como un fin en sí mismos. Con estos argumentos Kant deduce unos derechos del hombre, de carácter necesario, para proteger la dignidad humana. Ciertas conductas quedan suprimidas porque constituyen un atentado contra dicha dignidad, es decir, por un imperativo de tipo moral. Esto es, a grandes rasgos, lo que Rorty ataca sobre la concepción generalizada hoy en día acerca de los derechos humanos. Sus razones, a mi modo de ver, tienen mucho peso. En primer lugar, Rorty se llama a sí mismo un pragmatista por contraposición con los realistas.1 Habiendo notado que las justificaciones metafísicas, las apelaciones de tipo moral o la invocación a algo común a toda la especie biológica, no han bastado para que los seres humanos se respeten unos a otros y se abstengan de la crueldad, Rorty concluye que ya no tiene sentido demorarse en discusiones metafísicas sobre el por qué de los derechos humanos, sino empezar a buscar un cómo, cómo extender la solidaridad entre un mayor número de individuos y así evitar que continúen practicando la crueldad entre sí. Para entender la importancia de la solidaridad, es necesario entender por qué, según Rorty, se cometen violaciones a los "Derechos Humanos". En su opinión, las personas definen su identidad dentro de ciertos marcos bastante concretos, por referencia a características culturales, étnicas, sociales, o de género, pero usualmente no como "humanos". De hecho, parte de la identidad se construye por oposición a aquello que no se es y no se quiere ser, a otras personas que se consideran fundamentalmente distintas. Por esa razón, cuando un grupo ejerce la crueldad, la discriminación o la violencia sobre otro, en la mayoría de casos lo hace porque no lo

1 Richard Rorty, Consecuencias del pragmatismo, Madrid, Técnos, 1996

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considera semejante a sí, porque incluso no lo considera igualmente humano. De esta manera, decirle a ese grupo que viola los derechos humanos, o ataca a "la humanidad" no le significa nada. El rechazo a la crueldad no puede ser situado en una naturaleza histórica que no tiene ninguna presencia en el "imaginario colectivo" de la mayoría de sociedades humanas. Al respecto, Rorty afirma que "Para el ironista liberal no hay respuesta alguna a la pregunta: '¿Por qué no ser cruel?', ni hay ningún apoyo teórico que no sea circular de la creencia de que la crueldad es horrible."2 Su única justificación de la defensa de los llamados derechos humanos, es de carácter histórico; es importante respetarlos porque esta sociedad en este momento lo considera importante para perdurar. Esto equivale a decir que no importa el por qué. Sería útil, en cambio, señalarle al grupo que mencionábamos las semejanzas concretas que tiene con el otro, y despertar su sensibilidad y solidaridad hacia el otro. Por eso Rorty plantea el cómo: por medio de una educación de la sensibilidad que parta de la descripción vivida dé los demás, que resalte las similitudes con nosotros y que además nos muestre la capacidad que tenemos para ser crueles. En última instancia, el papel de esa descripción es despertar simpatía, entendida como la capacidad para ponerse en el lugar del otro e identificarse con él. Es aquí donde aparece la literatura3, como el medio más efectivo para lograr ese tipo de descripción y difundirlo masivamente. La literatura, en efecto, ha sido exitosa hasta el momento en convencer a algunos grupos de seres humanos de que otros tienen en común con ellos la capacidad de sentir dolor, de ser humillados, y también de experimentar sentimientos gratos. Pero a la vez, ha sido exitosa en describir hasta que punto algunos seres humanos habían sido crueles con otros sin notarlo, sin sentir que podrían estar en el lugar de ellos. De esta manera, Rorty señala dos tipos de literatura: la que contribuye a la autonomía individual, y a la formación del propio carácter, que no nos ocupa ahora; y la literatura que fomenta la solidaridad. Dentro de esta última, señala también dos categorías: la que ayuda a ver los efectos de 2

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R. Rorty, Contingencia, Ironía y solidaridad, Barcelona, Editorial Paidós, 1991, pág 17 Aunque la novela sea el género más indicado para despertar simpatía, cabré señalar que para Rorty: "La palabra «literatura» comprende ahora más o menos toda especie de libros que sea concebible tengan relevancia moral; que sea concebible, puedan modificar la percepción que se tiene de lo que es posible e importante." Ibíd., pág. 100.

las instituciones y de la sociedad en general sobre ciertas personas, y la que muestra los efectos de las actitudes individuales en otros. En esta categoría entra la descripción de los grupos humanos crueles o indiferentes ante otros, por ejemplo en La Cabaña del tío Tom, de Harriet B. Stowe. Se trataría de"[...] ayudarnos a observar los orígenes de la crueldad en nosotros mismos y, asimismo, a su verificación en áreas en que no la habíamos advertido."4 Es necesario aclarar que Rorty se opone a las distinciones entre la literatura según tenga fines morales o estéticos. Aquí él no está planteando, como los socialistas, que debe haber una función social (compromiso) de la literatura, no sitúa el despertar simpatía como un fin que debe tener el escritor (que ni siquiera existe).5 Tan sólo plantea que, sea cual sea el objetivo del autor, uno puede dividir a posteriori los libros según las "categorías" ya mencionadas. Es decir, los libros sirven para este propósito con total independencia de la intención del autor. Sobre esto es muy clara la siguiente afirmación: "No hay una cosa tal como 'el escritor', ni hay razones para creer que todo el que escriba un libro deba tener las mismas metas o se le deba medir con los mismos patrones."6 Así, los defensores del arte por el arte no podrán oponerse a que el lector y el crítico le asignen un sentido social a la obra. Pero en donde habría que detenerse un momento, es en la manera en que la literatura es llamada aquí a crear simpatía. Si se dice que por medio de la descripción detallada del sufrimiento, pero también de las características del otro se puede lograr una identidad con él, lo que se propone en el fondo es que el otro deje de ser "otro" y se vuelva parte del nosotros. Esto es, que se amplíe el círculo de los que se consideran "igualmente dignos de respeto que yo", y de esta manera se reduzcan las prácticas de crueldad, segregación, etc. a las que nos referimos con "violaciones de derechos humanos". Lo que se propone, entonces, es ampliar nuestra comunidad imaginada tanto como sea posible. La expresión comunidad imaginada es utilizada por Benedict Anderson para referirse a la formación de las naciones. En efecto, para este autor el proceso de creación de naciones es un proceso de identificación entre personas que hablan la misma lengua, viven en un determinado espacio y tienen ciertas prácticas y costumbres en común. El medio, para Anderson, por el cual esta comunidad imaginada se hace posible, a pesar de que dichas

4 Ibíd., pág. 113. 5 Afirmar que el autor "ha muerto" no es exclusivo ni original de Rorty, por ejemplo Foucault lo plantea con anterioridad. 6 Ibíd., pág. 163.

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personas no se conozcan entre sí, es el "capitalismo impreso", es decir, la prensa y las novelas que empiezan a circular ampliamente a partir de la aparición de la imprenta y de múltiples lenguas distintas al latín en Europa.7 Ese capitalismo impreso logra dar una descripción de la vida de otras personas como el lector, que de esta manera se siente perteneciente a la nación. Esta idea de comunidad nacional imaginada creada por la literatura no difiere muchos del planteamiento de Rorty. La diferencia, por supuesto, es de alcance, ya que Rorty plantea que se amplíe esa misma comunidad más allá de las fronteras nacionales, culturales y de todo tipo. Pero visto históricamente, no sería descabellado plantear que, así como el capitalismo trajo como consecuencia la creación de naciones en determinado momento, las tendencias integracionisitas actuales hagan surgir una comunidad global, en donde se comparta la "cultura de los derechos humanos" de que habla Rorty. No otra cosa plantean quienes hablan de la globalización como fenómeno cultural. Más aún, si la literatura logró en siglos pasados que se trascendieran las comunidades concretas hacia una nación abstracta, ¿por qué no habría de ayudar ahora a que se trascendieran otro tipo de comunidades excluyentes hacia una humanidad no menos, pero tampoco más abstracta? Considero que de esa manera, el planteamiento de Anderson podría servir para sustentar el de Rorty. Pero esto no elimina las objeciones que se le pueden hacer a éste último. En primer lugar, es claro que la mencionada cultura de los derechos humanos, es una creación occidental, que tanto Kant como el mismo Rorty han defendido considerando posible la solidaridad entre todos los seres humanos. Pero, ¿es realmente posible en las sociedades no occidentales, o incluso deseable? Rorty al menos especifica que es necesario tener cierto grado de seguridad para poder experimentar simpatía por los demás, porque claramente sería suicida sentirse solidario con un enemigo que amenaza. Podría decirse entonces que la literatura es útil, pero no suficiente para extender

7 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

la solidaridad. Faltaría garantizar a todos los individuos unas condiciones seguras. Pero además, habría que preguntarse si todas las culturas desean ser parte de una cultura de derechos humanos, si no puede ocurrir que vaya en contra de las tradiciones y creencias que determinan la identidad de algún grupo humano el realizar ciertas prácticas contrarias a la solidaridad rortyana. En ese caso, sería parte del respeto occidental hacia el otro tolerar que aquellas culturas continúen llevando a cabo esas prácticas. En ese caso, de hecho, cualquier intento por educar su sensibilidad constituiría una manipulación. Entonces habría ya dos obstáculos a la idea de una comunidad global basada en la solidaridad y la simpatía de todos: uno material y otro cultural, implicado en el planteamiento mismo de respeto al otro. En mi opinión, la respuesta de Rorty a estas objeciones sería que él no pretende hacer totalmente universal la cultura de los derechos humanos, sino tan sólo extenderla hasta donde sea posible. No obstante era necesario señalar hasta dónde lo sería, para evitar malentendidos. El planteamiento de Rorty, en esencia, se ocupa más de desechar las discusiones bizantinas sobre la naturaleza humana y plantear caminos prácticos para lograr una mejor convivencia entre las personas de nuestra época, porque considera que una mejor convivencia es lo que esas personas quieren. Propone así un giro de la teoría a la narrativa, al igual que otros pensadores posmodernos como Lyotard. Y sitúa a la literatura, dentro de las narrativas posibles, como el mejor camino para extender la solidaridad, la simpatía y por ende los derechos humanos a un mayor número de personas. Rechazando la crueldad, señala una manera de combatirla, que a mi modo de ver es en efecto útil, porque tal como él afirma, las historias sentimentales y las novelas que nos muestran nuestra propia crueldad han hecho más por las condiciones de los esclavos, negros, mujeres, judíos y todo tipo de grupos discriminados que los Fundamentos de la metafísica de las costumbres de Kant.8

8 R. Rorty, "Derechos humanos, racionalidad y sentimentalismo", en Praxis Filosófica, No, 5,1995.

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Opiniones sobre la historia de las ciencias sociales en Colombia Porfirio Ruiz Castiblanco, Carlos Mario Perea Restrepo, Carl Henrik Langebaek, Roberto Steiner, Ana María Bejarano

¿Cuáles son, según su impresión, los rasgos centrales del desarrollo de su disciplina en Colombia hasta el presente y cuál es la situación actual? ¿Corresponde a lo sucedido al conjunto de las ciencias sociales en el país?

En el número anterior la sección Debate invitó a participar a figuras muy representativas en cuanto a los orígenes y consolidación de sus respectivas disciplinas de las ciencias sociales en el país. En un cierto sentido, fue la opinión de los padres fundadores de varias disciplinas, o en otras palabras, de los seniors. Para el número 4 se ha considerado importante recoger las opiniones de académicos e investigadores de una generación de relevo, con trayectorias consolidadas pero mucho más breves y cuya perspectiva resulta igualmente enriquecedora y polémica. Es, en otras palabras, un debate con las opiniones de los juniors.

Porfirio Ruiz Castiblanco, filósofo, profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia: En Colombia ha sido particularmente marcado el hecho de que el desarrollo de los temas que son de interés para la filosofía no se presenta exclusivamente en las universidades y en las facultades especializadas. La historia de tal desarrollo incluye de manera superlativa a la literatura, el derecho y la política. La fisonomía de país dependiente, con muy escasas tradiciones democráticas e índices muy bajos de lectura, un país tradicionalmente campesino, iletrado e incomunicado, hace que el ejercicio del pensamiento sea bien escaso y lo sea mucho más la creación intelectual. Fuertes tradiciones de exclusión social provocan que el cultivo de las letras sea para algunos sectores un importante elemento que se suma a los motivos de autoestima y a los recursos para ganar identidad a fuerza de poseer más que los demás; al capital económico se suele agregar capital intelectual haciendo patente que se posee algo exclusivo, algo que salvaguarda la

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superioridad y a lo cual los otros no pueden aspirar. Para otros sectores de la población el desarrollo intelectual constituye un mecanismo de ascenso en la escala social. Normalmente, para el intelectual nuestro es un bien muy preciado tener un libro que nadie más tiene y trabajar un tema del que sólo él se ocupa. Más que la reflexión y el debate, interesa la posesión del saber, esto explica que en muchos casos los especialistas sean más bien detentadores de una teoría o de un autor. Propiamente, no hay especialistas sino representantes en el país de un determinado asunto. La comunicación entre colegas es un cuerpo extraño y en los debates normalmente se considera que lo que está en cuestión son las personas, no los problemas materia de discusión. Así como entre los ganaderos que exponen sus animales en las ferias, nadie acepta que otro tenga un ejemplar mejor, y encuentra en los de los demás carencias insospechadas; así, al salir de una conferencia, son fugaces los momentos de reconocimiento y abundantes los reparos y críticas muchas veces ad hominem. En las últimas décadas este cuadro ha comenzado a cambiar para bien, entre otras razones por el gran desarrollo de los medios de comunicación y el notable incremento del bilingüismo. Las conductas que se asumen, los temas que se estudian y el modo de hacerlo son cada vez más universales y, aunque incipientes, ya se perciben síntomas de creación de comunidades académicas locales y de inserción en las internacionales. La filosofía ha logrado un aceptable nivel de institucionalización que puede considerarse previo a la normalización. Una muy valiosa generación de profesores pioneros ha cumplido la importante tarea de difundir pensadores clásicos enseñando a leer los textos. La generación de relevo tiene como tarea básica, la creación de una escuela de traducción, la gestación de escritos y debates puntuales y la consolidación de comunidad académica en el área. Es del caso leer mucho más los autores contemporáneos y leer mucho más la producción nacional; entre nosotros, el trabajo filosófico no debe seguir disperso, aislado, gravitando sobre temas exóticos o episódicos. La situación del país, del todo singular en el conjunto internacional e inédita en la historia universal, significa un gran reto para los intelectuales, este país demanda cantidades ingentes de pensamiento, a tal punto que cualquier esfuerzo resulta poco, la actual generación corre el serio riesgo de perderse, las urgencias inusitadas del día a día no parecen brindar el ocio que se requiere, la pausa y el lento ritmo del quehacer filosófico. Colombia es en la actualidad el mejor laboratorio humano, aquí se requiere con urgencia un inmenso volumen de

conocimiento sobre la naturaleza humana y la dinámica social. Aquí se ponen en cuestión todos los días las más elaboradas teorías y la mayoría de los hechos se quedan sin interpretar. Colombia hoy está haciendo historia universal. La ciencia social en conjunto anda muy rezagada en este campo.

Carlos Mario Perea Restrepo, historiador, Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia: A lo largo de la historia nacional los estudios historiográficos desempeñaron un papel destacado en la reflexión de nuestras realidades nacionales. En época más reciente, quizás coincidente con la aparición de la llamada Nueva Historia, su protagonismo fue evidente. El ejemplo más protuberante, si bien no el único, adquirió cuerpo en la indagación sobre el fenómeno de la violencia de mediados de siglo. Numerosos historiadores y personas venidas de otras disciplinas, así como estudiosos extranjeros, sentaron las bases del saber que hoy nos llega sobre el problema más acuciante y complejo de la actual Colombia, la violencia. Recogiendo una tradición que hizo de la escritura de la historia un nudo importante de los discursos de las élites y los partidos políticos, las nuevas corrientes históricas produjeron un pensamiento fecundo sobre el país. De allí la afirmación, sostenida por algunos, según la cual la ventaja comparativa de Colombia en el concierto de las ciencias sociales latinoamericanas reside, precisamente, en su historiografía. No obstante, en los tiempos presentes la historia parece perder su protagonismo. Naturalmente corren tiempos de profunda incertidumbre, no sólo por las hondas transformaciones que recorren el planeta donde los cambios en las nociones del tiempo ponen en suspenso la racionalidad histórica-, sino por las convulsiones de un país en el que resulta complejo producir un discurso con sentido. En todo caso, hoy día la historia se abre a nuevos objetos de reflexión al voltear su mirada sobre los problemas de la cultura bajo distintos marbetes (mentalidades, imaginarios, vida cotidiana y urbana, entre otros), verificando la necesidad de pensar nuevas realidades, utilizar alternativos esquemas conceptuales y ensayar novedosas estrategias metodológicas. Se viene gestando una reflexión lenta

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desde estos lugares, en muchos casos proponiendo miradas oxigenantes sobre procesos políticos, económicos y sociales.

Carl Henrik Langebaek, antropólogo, director del Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales, CESO, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes: Hace unos años, en la década de los setenta, se afirmaba que la antropología y la arqueología vivían un momento de crisis. Hoy en día, continuamos en crisis pero nos hemos dado cuenta que ello no obedece a ninguna particularidad específica de nuestros tiempos, ni a debilidades tan serias que dificultaran el desarrollo de nuestra disciplina de forma prolongada. Simplemente nos hemos dado cuenta que el grado de madurez de las disciplinas sociales, y desde luego de la antropología y la arqueología, se podían medir precisamente por la existencia de dichas crisis. Eran, y son, al fin y al cabo, un síntoma más del debate producto de la puesta en duda de los esquemas predominantes, de la necesidad de argumentar y, en fin, de un vivo espíritu crítico. El estado natural de las ciencias sociales maduras, hemos aprendido, debe ser necesariamente de crisis grave y profunda. En Colombia, la antropología y la arqueología no han entrado en crisis, lo cual demuestra su grado de inmadurez. Institucionalmente, el impulso de la academia recién se refleja ahora, casi cuarenta años después, en los primeros intentos de tener programas de postgrado. Alguna gente ha podido salir a estudiar en el extranjero, otros se han formado aquí en Colombia, de acuerdo con nuevas maneras de enfocar los problemas y de darles solución. Sin embargo, en el establecimiento siguen predominando esquemas interpretativos viejos. Y esto no es lo grave: lo grave es que si bien novedosos y, en cualquier parte del mundo, muy modernos trabajos, no han sido un reto a los esquemas tradicionales: simplemente coexisten pacíficamente, sin que ninguna de las alternativas, ni las viejas ni las nuevas, entren en crisis.

Roberto Steiner, economista, director del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico, CEDE, de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes: Al ser la economía una ciencia tan amplia es imposible hablar de un desarrollo que, de manera homogénea, se aplique a todas sus diferentes áreas. El pensamiento económico se ha desarrollado de manera porcionada y desigual. Han existido a lo largo de la historia colombiana diferentes centros de investigación y/o consultoría, institutos, universidades e instituciones gubernamentales en donde en un momento u otro se han dado desarrollos importantes para la economía nacional y para el desarrollo teórico de dicha ciencia. Pero estas bondadosas asociaciones de individuos profundamente comprometidos con el saber y el rigor no han sobrevivido el pasar de los años. Tal vez la característica principal es la falta de articulación entre las diferentes áreas y grupos que han surgido y desaparecido. Sin embargo, hay capítulos importantes que merecen ser recordados. Uno de ellos es el desarrollo de la historia económica colombiana. Tal vez, por ser la más lejana al poder, ésta es el área del pensamiento económico colombiano en donde encontramos el mayor número de escritos de carácter académico y de calidad. Trabajos como los de Ocampo, Urrutia, Colmenares, Palacios, García, Reyes, Ayala, Rodríguez, Melo, Kalmanovitz, etc., hacen de la historia económica un área madura para el estudio y el desarrollo de nuevas ideas. Sus temas son tan variados como sus protagonistas, hay desde escritos de historia económica colombiana general hasta estudios particulares sobre la esclavitud en el Cauca y el desarrollo de la industria bananera en el país. Otra de las partes de la teoría económica con excelente desempeño fue la demografía. En ella surgió Álvaro López Toro, el académico colombiano más importante que la disciplina ha tenido. Sus escritos son reconocidos al más alto nivel internacional y su labor como maestro y mentor fue también de gran importancia. A pesar de su temprana desaparición, quedan aun algunos de sus discípulos que mantienen viva esta importante disciplina. Valeroso esfuerzo ya que, por razones que son difíciles de entender, la demografía es hoy por hoy algo apenas marginal dentro de las discusiones académicas en los países que más nos influyen. Como cosa curiosa está el escaso desarrollo de áreas como economía de la salud, de la educación y la teoría del bienestar. Es irónico que en un país como Colombia pocos se dediquen a estos temas. Lo que se hace es por mérito de unos pocos profesores universitarios como lo son Tenjo, Reyes, González, Muñoz y Londoño quienes trabajan en esto por

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pura convicción, sin que sea mucho lo que se ha podido lograr. Aquí es patente la falta de interacción, intercambio y cooperación dentro de los profesionales del gremio. Es como si nos olvidáramos que el intercambio, la discusión y el sano desacuerdo son la fuente en la cual se nutren las buenas ideas; son muy pocos los seres humanos que de forma individual pueden dar desarrollo a una creación original. Lamentablemente lo mismo se tiene que decir de otras áreas. En las especializaciones de la ciencia económica con características más técnicas, es preocupante la falta de académicos y la poca producción de trabajos serios. Son muy pocos los economistas colombianos que se dedican a la econometría y/o a la teoría financiera. En consecuencia, los que de verdad trabajan en estos temas no dan abasto; y son muchísimos los que de manera pragmática hacen uso de las herramientas sin satisfacer los mínimos requerimientos para una sensata aplicación de las mismas. Esto ha permitido que las herramientas se utilicen como escudo de trabajos carentes de todo rigor, en los que sus autores promueven sus, tal vez, bien intencionadas ideas, disfrazándolas de una objetividad que no merecen. Sin duda, esto último ha sido el gran parásito de la profesión en los años más recientes (de 1984 para acá). Dado el enorme poder que un economista de renombre puede adquirir en nuestro país, los incentivos a cooperar, trabajar en grupo, aceptar errores y exigir niveles mínimos de calidad están viciados por lo que se puede obtener con base en la critica sistemática de los pares, la continua figuración en los medios de comunicación y foros académicos. No es clara la forma en que el trabajo de un economista colombiano pueda ser evaluado objetivamente. Sobre todo, en las áreas que están más ligadas a la política económica nacional. Son tantos los intereses de las diferentes partes que lo académico se ha confundido con lo político y lo personal. Es más fácil lograr una rencilla personal que esclarecer un ¡dea. Pero esto ha de ser un problema pasajero. Sus protagonistas, tienen el mérito de ser pioneros y de haber dado origen a un enorme número de jóvenes que hoy por hoy se preparan en todas las universidades más importantes del mundo occidental. En pocos años tendremos una masa crítica que sin duda ayudará a que no todos aspiren al poder y surja entonces un espacio de discusión más objetivo. Por último, queda mencionar la teoría microeconómica, ya que de ella no hay nada que decir. Es sorprendente el olvido de esta importantísima parte de la ciencia económica. Son sin duda innumerables los momentos de la historia política nacional reciente en los cuales un atinado reflexionar de matices

microecónomicos habrían sido de gran utilidad. Discusiones como la del Plante, en las cuales se ignoró la absoluta carencia de infraestructura nacional y sus repercusiones sobre la posibilidad del desarrollo de mercados agrícolas internos, son un ejemplo de los errores que engendra un debate económico dominado por la macroeconomía. Pero sin duda, ella es la reina de la profesión y la que ha cautivado a los más renombrados economistas nacionales, tantos que el sólo listarlos es imposible. Sus aportes han sido el muy consciente y cuidadoso manejo de la política económica a lo largo de casi la totalidad de la historia nacional. Son muchos los hombres de principios, dedicados y muy trabajadores que se han puesto al servicio del país. En sus hombros se cimienta la reputación de los profesionales del gremio que hoy en día ascienden a las más altas dignidades nacionales. Su labor es ardua y muy difícil, más aun cuando no se tiene el apoyo de una academia que los respalde.

Ana María Bejarano, politóloga, directora del Centro de Investigaciones Sociojurídicas, CIJUS, de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes: La ciencia política es una disciplina muy joven, no sólo en Colombia sino a nivel mundial. En el país existe hace treinta años, lo que significa apenas una generación, muy poco tiempo. Su trayectoria a lo largo de estas tres décadas ha estado marcada por la dicotomía "orden y violencia", la cual atraviesa al país mismo, como lo ha señalado Daniel Pécaut. ¿En qué sentido? Tanto en el contenido, como en la aproximación metodológica, como en lo que toca a los interlocutores extranjeros, se adivina la existencia de al menos dos corrientes en la ciencia política colombiana. La primera ha hecho énfasis en los aspectos relacionados con la dimensión más institucionalizada de nuestra vida política (es decir en la Constitución, las normas, las elecciones, los poderes establecidos, el Congreso, etc.), y ha tenido como principal referente a la ciencia política anglosajona, en especial la norteamericana. Por el otro lado, existe una segunda corriente de la ciencia política mucho más emparentada con la sociología, entre cuyos temas de interés sobresalen la protesta social y el conflicto político, la violencia y sus actores, y cuyos interlocutores se sitúan

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preferiblemente en Europa, especialmente en Francia. A estas alturas creo que el principal reto, con miras a consolidar la ciencia política como una disciplina independiente, con perfil propio y una agenda de investigación específica, está en superar tal dicotomía y hacer de estos contenidos y búsquedas metodológicas algo complementarias y no excluyentes. Es la única forma de aportar algo serio a la explicación de cómo funciona este complejo que llamamos país. Con respecto a las demás ciencias sociales, me parece que es evidente que la economía ha alcanzado un nivel de desarrollo que ninguna de las demás ciencias humanas ha logrado en el país. Luego de la economía yo listaría a la historia y la antropología como las dos más desarrolladas, en ese orden. Después de éstas, vendría la ciencia política. No he nombrado la sociología porque creo que entre la sociología y la ciencia política se ha creado una relación simbiótica muy particular y quizás muy perversa para el progreso de ambas disciplinas. La ciencia política se desarrolló en nuestro país a la sombra de la sociología. De hecho, muchos de los que hoy son considerados pioneros de la disciplina, en realidad son sociólogos cuya especialización era la sociología política. La sociología en Colombia -por múltiples razones que tocaría entrar a explorar (las cuales van desde su desaparición de las universidades privadas hasta el sacrificio de una generación entera de sociólogos en las filas de la izquierda armada)-, lleva más de una década en crisis. Y es cabalgando sobre esa crisis que ha prosperado la ciencia política en las últimas décadas, hasta llegar a convertirse en la ciencia social más visible en el análisis de la compleja coyuntura presente. En esto no quiero ser optimista: esta simbiosis perversa supone problemas tanto para la una como para la otra. Por un lado, la desaparición de la sociología y de sus temas clásicos, constituyen una pérdida irreparable para una agenda de investigación social en Colombia. Por el otro, la ciencia política ha tenido que asumir tareas y hacer promesas que no puede cumplir. Dicho esto, creo que la ciencia política apenas está en el proceso de desprenderse de las dos áreas del conocimiento de las cuales deriva buena parte de su contenido y su metodología: del análisis jurídico, por un lado, y de la sociología, por el otro; y que está comenzando por fin a definir con mayor precisión su objeto, su método, sus alcances y sus limitaciones.

¿Considera usted qué en ese desarrollo ha primado una tendencia hacia el aislamiento disciplinar o hacia el establecimiento de vínculos estables que han permitido el trabajo inter, multi y/o transdisciplinario? ¿Sería deseable mantener esta tendencia? ¿Qué sugiere usted para mantener o modificar la tendencia o tendencias que identifica como prevalecientes?

PRC: En el caso específico de la filosofía y de los filósofos, el trabajo interdisciplinario en nuestro país ha sido muy escaso, los programas curriculares de pregrado se caracterizan por brindar una formación altamente clásica. Es un rasgo ideológico determinante que aun en nuestro medio se considere a la filosofía como madre de las ciencias y se sobrevaloren sus alcances: muy pocas personas se incomodan al confesar que desconocen, por ejemplo, la historia de la ciencia, de las religiones o de la economía, insumos básicos para tratar muchos asuntos filosóficos. Hay ignorancias que en nuestro medio son de muy buen recibo, un filósofo que se respete debe ser por principio despistado y alejado del mundo. Si bien es muy ocasional el diálogo entre filósofos, ocurre que entre filósofos expertos de otras disciplinas, los congresos son en la mayoría de los casos torneos y no escenarios de discusión y la investigación se orienta de preferencia

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hacia temas propios de cada disciplina, de modo que la concurrencia de diversos profesionales es poco frecuente.

CMP: Decía Michel Vovelle, con razón, que la historia es bulímica, esto es, devoradora de todas las realidades. En cierto sentido la historia es una gran armazón, una analítica sobre la vida colectiva desde la gramática del tiempo, pero su reflexión discurre sobre aspectos y dimensiones particulares de las sociedades: se ocupa ya de lo económico o lo político, ya de los actores sociales o las prácticas de la cultura. En cada dimensión ha de vérselas con las reglas propias de sus discursos:pensar históricamente lo político,sea el caso,supone necesariamente el tránsito por los ejes y debates de las disciplinas ocupadas del campo del poder. En tal sentido la historia está parada, por naturaleza, en los cruces disciplinarios: entre las reflexiones de otras profesiones sobre sus objetos y su racionalidad temporal. No en vano la historiografía colombiana ha estado siempre concurrida por personas venidas de las más diversas disciplinas. Por demás, la pregunta sobre la determinación histórica arrastra una mirada amplia sobre el tejido múltiple de la vida colectiva. Cuánta verdad le cabe a la aseveración de que un cabal historiador se hace no más que en el tiempo, resultado del saber acumulado y la sabiduría alimentada: las grandes piezas de la historia se pasean de un lado a otro de las dimensiones que componen la existencia de las sociedades. Sin embargo, las nuevas tendencias actualmente en marcha han radicalizado la consigna interdisciplinaria. Frente a un mundo globalizado caracterizado por realidades multiculturales las habituales conexiones se han desplazado, forzando la necesidad de una mirada articulada entre las distintas formas de saber. CHL: La antropología, más que a un aislamiento disciplinar, ha tendido a, por un lado, desdibujar sus objetivos iniciales y, por otro, a replantear sus relaciones con otras disciplinas así como su propia naturaleza. Con franqueza, el rol de la antropología durante los últimos treinta años en Colombia ha ejercido una considerable influencia sobre el país. La consciencia sobre los problemas culturales ha culminado en procesos de transformación en la forma como el país se percibe a si mismo y ha tenido enormes implicaciones, por ejemplo,

en la Constitución de 1991. Sin embargo, estos frutos han venido a ser recogidos por otras disciplinas en las cuales la sensibilidad por lo cultural cada vez encuentra más amplios y mejores espacios. Es el caso de la hasta hace poco moribunda sociología; es también el de la ciencia política, la historia e incluso la psicología y economía. El reto de la antropología ya no podrá ser el de dar "consciencia" sobre lo cultural, sino el de aportar con genuino conocimiento nuevo y visiones críticas al estudio de dicho problema. Por ahora, la reacción más inmediata de la antropología ha sido la de modificar su inicial interés exclusivo por lo exótico o lo que se ha venido a llamar "el otro" hacia campos más amplios. Hemos comenzado a explorarnos a nosotros mismos, y hemos incluso empezado a ser más críticos con respecto al estudio de la diversidad. La diversidad que ya no hemos empezado a considerar como ajena sino como propia, dentro de nosotros mismos. Allí hemos tendido puentes con otras disciplinas, algunos con la psiquiatría, otros con la historia, la economía y el estudio de las lenguas. Una de las fortalezas de la antropología, su enorme capacidad de tender puentes con otras maneras de ver el mundo, es quizás aún una de sus mayores ventajas.

AMB: Como dije más arriba, creo que la ciencia política ha crecido, aquí y en otros lugares, muy emparentada con el derecho, por un lado, y con la sociología, por el otro. En este sentido no ha habido ningún aislamiento disciplinar. Al contrario: buena parte del acervo metodológico con que cuenta la ciencia política es prestado de otras disciplinas; la ciencia política como tal carece de un método propio o particular, y ha hecho pocos aportes a la innovación metodológica. Más bien se nutre de los aportes y las innovaciones de otras disciplinas. Ahora bien, lo anterior no quiere decir necesariamente que se haya hecho un trabajo que pueda considerarse como inter, multi o transdisciplinario. A mi modo de ver, la condición previa para que sea posible un trabajo con estas características es que cada una de las disciplinas que participa en la empresa tenga de antemano definidos un objeto y una aproximación metodológica a ese objeto, propia, más o menos bien delineada. Esto no ha sido así. En la medida en que la ciencia política ha carecido de

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un objeto bien definido y de un método propio, es poco lo que puede aportar a un esfuerzo multi o transdisciplinario. De tal manera que lo que hasta ahora se ha hecho es en realidad el resultado derivado y no planeado de las afinidades "naturales" entre lo que definimos de manera difusa como ciencia política y otras ciencias sociales como la economía, la historia o la antropología. Ahora bien, en la medida en que la ciencia política se vaya consolidando como disciplina independiente, con una agenda de investigación específica y un conjunto de rutas metodológicas ajustadas a su objeto de estudio, se hace posible el establecimiento de diálogos interdisciplinarios dirigidos hacia la meta de realizar trabajos verdaderamente multidisciplinarios. Una buena oportunidad se abre con el auge de los estudios así llamados "neoinstitucionales". Se trata de un área que se presta de manera singular para el trabajo interdisciplinario entre historiadores, economistas y politólogos. Pero insisto: para que el diálogo sea fructífero, es preciso que las disciplinas cuenten con, y conserven, una clara definición de sus problemas de investigación y de los modos particulares en que aspiran a resolverlos.

¿Qué tipo de vínculos ha establecido su disciplina en Colombia con el desarrollo de la disciplina a nivel mundial? ¿Hay contactos permanentes, interrelación estable, o se ha caracterizado por el aislamiento y provincianismo propio del mundo cultural colombiano? ¿Corresponden estos rasgos generales a los de las ciencias sociales colombianas en general?

PRC: Cada vez es mayor la presencia de filósofos colombianos en eventos regionales y mundiales. Los escritos de nuestros nacionales comienzan a aparecer en publicaciones especializadas de amplia circulación en el mundo. Es frustrante el hecho de que las revistas que se producen a nivel nacional tienen muy pocos lectores y sorprende la ausencia de debates escritos. Las relaciones internacionales se mantienen casi exclusivamente por la gestión de personas: las instituciones no alientan ni mantiene convenios, no hay políticas sostenidas de intercambio que permitan visitas de filósofos extranjeros ni el desplazamiento de los nacionales al exterior. Las universidades no cuentan con planes de relevo generacional y salvo honrosas excepciones no forman por gestión institucional a sus profesores en el exterior. La ausencia de una comunidad académica fuerte mantiene al país sin interlocución a nivel mundial.

CMP: Colombia ha sido en general un país insular y provinciano. Decía Alfonso López que los emisarios colombianos en la negociación de Panamá no conocían el mar. Hasta los años cincuenta el país se mantuvo en una gran desconexión del mundo, emplazado por los discursos agenciados desde los partidos políticos y la cosmogonía religiosa. Desde los años sesenta la situación sufre una modificación dando ingreso a las preocupaciones teóricas en ese momento vigentes. Empero, y pese a grandes avances en la conexión con las corrientes conceptuales y metodológicas impulsadas afuera, la producción de la historia en particular y de las ciencias sociales en general sigue manifestando alejamientos del pensamiento mundial: pareciera imponerse el rezago de una nación secularmente aislada desde la misma colonia, amén de la situación de un país cuyas crisis permanentes no dejan tiempo para las reflexiones sopesadas y de largo aliento. Basta mirar las bibliografías de los escritos recientes. Con pocas excepciones, están circunscritas a autores nacionales; y

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cuando desbordan este marco estrecho pasan por alto debates importantes candentes en otras latitudes. Las renovadas corrientes en curso, vivas en la historia, así como las nuevas realidades informáticas, deben contribuir a quebrar ese atávico rasgo de nuestras ciencias sociales. Las nuevas realidades obligan, en medio del concierto de una cultura mundializada.

CHL: La disciplina colombiana está relativamente desvinculada de la academia internacional. Los contactos personales con instituciones o personas en el extranjero existen, sin duda. Igualmente muchos colombianos han estudiado antropología o arqueología en el exterior. Pero de allí a que formemos parte de una comunidad académica internacional hay un abismo enorme y con franqueza creo que estamos lejos de cruzarlo. La academia internacional puede reaccionar fuertemente con respecto al asesinato de Hernán Henao, pero ni nosotros ni los antropólogos extranjeros reaccionan al trabajo del otro. El aislamiento en una comunidad fuerte es problemático, pero no fatal. La academia norteamericana en arqueología es, sin lugar a dudas, la más fuerte en términos de productividad científica y académica. Pero eso no quiere decir que sea precisamente la más abierta a los aportes de los académicos de afuera: al contrario es quizás una de las más cerradas.

AMB: Para establecer y mantener el nivel de intercambio deseable entre la ciencia política colombiana y sus pares en el resto del mundo se requiere de una política estable respaldada con recursos para el intercambio de profesores, estudiantes y publicaciones, así como para la realización de eventos o la elaboración de proyectos de investigación conjuntos. En Colombia no hay ni la política ni los recursos. Los recursos, como todos sabemos, son escasos. La política no existe gracias a un factor que conspira contra tales esfuerzos: nuestro excesivo

parroquialismo. La ciencia política tanto como las demás ciencias sociales en Colombia, a excepción quizás de la economía, ha sido en extremo parroquial. Con un agravante; desde su nacimiento, las ciencias sociales se han visto marcadas por el fenómeno de la violencia y por la obsesión que tenemos los colombianos con su carácter aparentemente recurrente e interminable. De tal manera que las ciencias sociales todas y la ciencia política en particular, han concentrado buena parte de sus esfuerzos durante las últimas décadas a encontrar el por qué, el cómo y el cuándo de la violencia en Colombia. Esto ha exacerbado la tendencia al aislamiento y ha acentuado el rechazo al trabajo comparativo bajo el argumento de que "lo que pasa en Colombia es único e incomparable". Existen dos tipos de vínculos con el exterior que contrarrestan esta tendencia al aislamiento y al parroquialismo. Se trata de los colombianos que viajan al exterior a realizar sus estudios de postgrado (predominantemente a los Estados Unidos y en menor medida a Europa, especialmente a Francia), y de los profesores o investigadores visitantes que vienen al país en búsqueda de datos para sus investigaciones comparadas. Sin embargo, se trata de vínculos de tipo más personal que institucional los cuales, además de ser insuficientes, pueden ser perversos en el sentido de que tales intercambios normalmente se reducen a la exportación de datos a cambio de la importación de teorías, sin que en ningún punto de la cadena se produzca una adecuada combinación de ambos ingredientes en cantidades suficientes como para producir un conocimiento verdaderamente original y propio. Para terminar, resulta obvio que el progreso de la disciplina en el país implica, en el corto y mediano plazo, la creación de las condiciones que hagan posible el intercambio sostenido de información y conocimiento, con el resto del mundo, pero especialmente con el resto de América Latina.

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Seis Tesis no convencionales sobre participación Bernardo Kliksberg*

*Asesor de la ONU, OIT, BID, OEA, UNESCO, y otros organismos internacionales. Director del Proyecto Regional de las Naciones Unidas para América Latina de Modernización Estatal y Gerencia Social. Entre otras distinciones: Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires, Profesor Emérito de la Universidad de Congreso (Mendoza), Doctor Honoris Causa de la Universidad Baralt (Venezuela), y otras. Actualmente, Coordinador General del Instituto Interamericano para el Desarrollo Social (INDES/BID) (Washington, DC). Autor de 32 obras/-numerosos trabajos de extendido uso internacional. Entre sus últimas obras: Pobreza. Un tema impostergable (Fondo de Cultura Económica), Pobreza. Claves para una gerencia social eficiente (Editorial Norma); Social Management: some strategic issues (United Nations, New York); y El rediseño del Estado. Una perspectiva internacional (Fondo de Cultura Económica).

La participación en el centro del escenario Hasta hace pocos años la participación comunitaria en el desarrollo económico y social era un tema altamente polémico, objeto de fuertes controversias, fácilmente susceptible de rápidos etiquetamientos ideológicos. Una de sus descalificaciones más frecuentes era considerarla integrante del reino de las utopías sin sentido de realidad. Actualmente se está transformando en un nuevo consenso. Gran parte de los organismos internacionales de mayor peso están adoptando la participación como estrategia de acción en sus declaraciones, proyectos e incluso en diversos casos están institucionalizándola como política oficial. Entre ellos, el Banco Mundial publicó en 1996 un libro "maestro" sobre participación. Señala que presenta "la nueva dirección que el Banco está tomando en apoyo de la participación", y resalta que "la gente afectada por intervenciones para el desarrollo debe ser incluida en los procesos de decisión". Su Departamento de Políticas preparó estrategias y un Plan de Acción a largo plazo en donde se formulan lineamientos muy concretos. Entre ellos, que el Banco fortalecerá las iniciativas de los prestatarios que fomenten la incorporación de los métodos participativos en el desarrollo, que la participación de la comunidad será un aspecto explícito del diálogo con el país y de las Estrategias de Ayuda al país, y que el Banco fomentará y financiará asistencia técnica que fortalezca el involucramiento de la gente de escasos recursos y otros afectados por el proyecto. Ya desde años anteriores el sistema de las Naciones Unidas había integrado la promoción de la participación como un eje de sus programas de cooperación técnica en el campo económico y social. Los informes sobre Desarrollo Humano que viene publicando desde 1990 y que examinan problemas sociales fundamentales del planeta, indican en todos los casos a la participación como una estrategia imprescindible en el abordaje de los mismos. El Banco Interamericano de Desarrollo editó en 1997 un Libro de Consulta sobre Participación. En su Introducción se indica que "La participación no es simplemente una idea sino una nueva forma de cooperación para el desarrollo en la década del 90". El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, de 1993 destaca que: "La participación es un elemento esencial del desarrollo humano" y que la gente "desea avances permanentes hacia una participación total". Otros organismos de cooperaciones internacionales globales, regionales, subregionales y nacionales están sumándose al nuevo consenso. Pero el proceso no se limita a los dadores de cooperación y préstamos para el desarrollo. Va mucho más lejos. En las sociedades

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Latinoamericanas se está dando un crecimiento continuo de abajo hacia arriba de la presión por estructuras participatorias y una exigencia en aumento sobre el grado de genuinidad de las mismas. La población demanda participar, y entre otros aspectos una de las causas centrales de su interés y apoyo a los procesos de descentralización en curso, se halla en que entrevé que ellos pueden ampliar las posibilidades de participación si son adecuadamente ejecutados. Como todos los cambios significativos en la percepción de la realidad, esta relectura de la participación como una estrategia maestra de desarrollo tiene anclajes profundos en necesidades que surgen de la realidad. América Latina está llegando a fin del siglo XX con un cuadro social extremadamente delicado. Como lo señalaron expresamente los presidentes de todo el continente en la reciente Cumbre de Santiago en 1998: Superar la pobreza continúa siendo el mayor desafío que confronta nuestro hemisferio. La referencia a la pobreza como el mayor problema abierto tiene bases en los hechos. Según el informe al respecto de una Comisión especial presidida por Patricio Aylwin (1995), casi la mitad de los habitantes de la región están por debajo de la línea de pobreza, y el 41% padece de algún grado de desnutrición. Según UNICEF el 60% de los niños son pobres. La escolaridad promedio es de 5,2 años (menor a primaria completa). Según el Banco Mundial (1996), 2.200.000 niños nacen sin que sus madres cuenten al dar a luz con asistencia médica de ningún tipo con los consiguientes impactos en las tasas de mortalidad materna e infantil. Así mismo, la región es caracterizada mundialmente como la más desigual del mundo. Se observan severas inequidades en la distribución de ingresos, el acceso a activos productivos, el acceso al crédito y las posibilidades de obtener una educación de calidad razonable1. Este panorama de pobreza e inequidad pronunciada, inadmisible en un sistema democrático como el que ha alcanzado la región después de largas luchas y bloqueador del desarrollo, reclama respuestas urgentes e imaginativas. Ha sido el motor fundamental del nuevo interés surgido en torno de la participación comunitaria. La experiencia muchas veces frustrada o de resultados limitados en las políticas y 1 Entre muchas otras afirmaciones coincidentes al respecto, destaca Shadid Javed Burki, Vicepresidente para América Latina del Banco Mundial (1996): "La región de América Latina y el Caribe tiene la más pronunciada disparidad en los ingresos de todas las regiones en desarrollo en el mundo", y resalta editorialmente el New York Times (1997) que América Latina es la región "que tiene la mayor brecha entre ricos y pobres".

proyectos de lucha contra la pobreza, ha dejado como uno de sus saldos favorables la constatación de que en la participación comunitaria puede haber potencialidades de gran consideración para obtener logros significativos y al mismo tiempo mejorar la equidad. La participación siempre tuvo en América Latina una legitimidad de carácter moral. Desde amplios sectores se planteó con toda frecuencia como un derecho básico de todo ser humano, con apoyo en las cosmovisiones religiosas y éticas predominantes en la región. También tuvo continuamente una legitimidad política. Es una vía afín con la propuesta histórica libertaria de los padres de las naciones de la región, y con el apego consistente de la misma al ideal democrático. Ahora se agrega a dichas legitimidades otra de carácter diferente, que no excluye las anteriores sino se suma a ellas. La participación tiene una legitimidad macroeconómica y gerencial. Es percibida como una alternativa con ventajas competitivas netas para producir resultados en relación a las vías tradicionalmente utilizadas en las políticas públicas. Ello pone la discusión sobre la participación en un encuadre diferente al de décadas anteriores. No se trata de una discusión entre utópicos y antiutópicos, sino de poner al servicio de los severos problemas sociales que hoy agobian a buena parte de la población, los instrumentos más efectivos, y allí aparece la participación, no como "imposición de algún sector, sino como oportunidad". Como toda "oportunidad, su movilización efectiva enfrenta fuertes resistencias de diversa índole". Su presencia es evidente observando la vasta brecha que separa en América Latina el "discurso" sobre la participación de las realidades de implementación concreta de la misma. En el discurso el consenso parece total, y la voluntad de llevarla adelante potente. En la realidad el discurso no ha sido acompañado por procesos serios y sistemáticos de implementación. Esa distancia tiene entre sus causas principales la presencia silenciosa de bloqueos considerables al avance de la participación. Este trabajo procura aportar a la reflexión abierta que es imprescindible llevar a cabo en la región hoy para ayudar a que las promesas de la participación comunitaria puedan hacerse realidad en beneficio de los amplios sectores desfavorecidos de la región. Para ello plantea una serie de tesis sobre aspectos claves del tema. Tratan de poner en foco en qué consiste la nueva legitimidad de la participación, resaltar cómo forma parte de un movimiento más general de replanteamiento de la misma en la gerencia de avanzada, identificar algunas de las principales resistencias subterráneas a la participación y sugerir estrategias para encararlas.

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El objetivo de fondo no es dar un tratamiento exhaustivo a ninguno de los temas planteados, sino ayudar a construir una agenda de discusión históricamente actualizada sobre la materia, y estimular el análisis colectivo de la misma. Primera Tesis: La participación da resultados Según enseña la experiencia concreta, promover y poner en marcha modelos participativos genuinos significa, en definitiva, gerenciar con excelencia. La participación da resultados muy superiores en el campo social a otros modelos organizacionales de corte tradicional como los burocráticos y los paternalistas. Uno de los estudios cercanos más significativos al respecto es el adelantado por el Banco Mundial sobre 121 proyectos de dotación de agua potable a zonas rurales que fueron llevados a cabo en 49 países de Asia, África y América Latina en 1994 y 1995. Los proyectos estaban apoyados por 18 agencias internacionales. Se seleccionó el agua como tema central de la evaluación, por cuanto la falta de acceso a agua potable es un problema que afecta a vastos sectores de población pobre, tiene el más alto rango de importancia y hay una larga historia de programas en esa área. La investigación recogió data sistemática sobre dichos proyectos y realizó análisis cuantitativos y análisis cualitativos comparativos entre ellos. Al mismo tiempo, efectuó exámenes de la evolución de los proyectos durante períodos en algunos casos superiores a diez años. Se estudiaron 140 variables y se introdujeron diversas precauciones metodológicas para evitar efectos "halo" y otros posibles sesgos. Los resultados finales pueden apreciarse en el siguiente cuadro:

Como se observa, el cuadro clasifica a los proyectos según el nivel de participación de los beneficiarios en proyectos de baja, mediana y alta participación. A su vez cruza esa clasificación con otra que es la identificación de los proyectos que tuvieron baja, mediana y alta efectividad en términos de las metas buscadas. En los proyectos con baja participación sólo el 3% tuvieron alta efectividad mientras en los proyectos con mediana participación el 31% tuvo alta efectividad, es decir, se multiplicó por 10 la efectividad. En los proyectos con alta participación la efectividad llega a su tope, el 81% de los proyectos tuvieron alta efectividad. El grado de efectividad alcanzada multiplica por 27 al obtenido en los de baja participación y por 2,6 al de los proyectos con mediana participación. La participación de la comunidad cambió radicalmente los grados de logro de metas de los proyectos. Según indica la investigación, algunos de sus resultados fueron: - El mantenimiento de los sistemas de agua instalados en buenas condiciones (factor crucial en esta materia) - La extensión del porcentaje de población alcanzada - La mayor igualdad en el acceso - Beneficios económicos generales - Beneficios ambientales Por otra parte, señalan los investigadores, la participación fue un factor fundamental de empoderamiento de la comunidad. Influyó fuertemente - La adquisición por parte de los miembros de la comunidad de nuevas habilidades organizacionales y de destrezas relacionadas con el manejo del agua. - El fortalecimiento de la organización comunitaria. Los resultados indican que la participación no debe limitarse a algunas etapas del proyecto. La efectividad aumenta cuando está presente en todo el ciclo del proyecto. Por ello, los serios problemas que encuentran los proyectos de agua que son diseñados sin consulta a los beneficiarios y en los que se espera después que la comunidad no consultada se haga responsable por su operación y mantenimiento. El cambio en la aplicación de la participación generó variaciones sustanciales a lo largo de la vida de los proyectos. Entre otros casos examinados, en su fase 1 el proyecto del Aguthi Bank en Kenya fue conducido sin la

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participación de la comunidad. Estuvo plagado de problemas, demoras en la construcción, sobrecostos, y desacuerdo sobre los métodos de pago de los consumidores, y tuvo que paralizarse. Fue rediseñado y los líderes locales se auto organizaron en el Aguthi Water Committee. Trabajando con el equipo del proyecto movilizaron el apoyo de la comunidad. Ella comenzó a contribuir con trabajo y aportes económicos. Desarrollada de ese modo, la fase 2 del proyecto se completó en tiempo y dentro del presupuesto fijado. La comunidad paga las tarifas mensuales acordadas por el servicio y el mantenimiento del sistema, y cogestiona ambos con el Gobierno. En Timor, Indonesia, el programa Wanita, Air Dan Sanitasi se propuso ayudar a que grupos de la comunidad fundaran y administraran su propio sistema de agua. Se formaron grupos pero los equipos gubernamentales demoraban en llegar. Los grupos incrementaron su participación y comenzaron a operar solos. Negociaron derechos de agua con un grupo vecino, consiguieron material de construcción y construyeron tanques de agua con una limitada asistencia técnica. La opción por la participación en lugar de otras modalidades posibles se considera asimismo la causa determinante del éxito en el Proyecto de Agua Rural del Banco Mundial en el Paraguay. Se ayudó a fortalecer una agencia gubernamental, SENASA, que tuvo la misión de promover en cada comunidad la creación de juntas y acordar con ellas contratos para la construcción y mantenimiento de los sistemas de agua. Se eligió esa alternativa que llevaría más tiempo en lugar de contratar una empresa externa que llevara adelante en corto plazo las construcciones. Los resultados convalidaron la elección. El Proyecto excedió las expectativas. Las comunidades contribuyeron con el 21 % de los costos totales de construcción (un 6% más que los estimados. originales), y el proyecto sirve a 20.000 personas más que las originalmente estimadas. La operación y el mantenimiento son satisfactorios. Las juntas comunitarias están bien motivadas, manejan los sistemas satisfactoriamente, cumplen con los compromisos financieros y tienen limitados problemas en recoger las contribuciones. Dharam Gai2 llega a similares conclusiones a las de la investigación mencionada examinando nueve experiencias de participación popular en el trabajo con

2 Dharam Gai, "Desarrollo con participación: algunas perspectivas basadas en experiencias de origen popular", en Revista de la Planificación del Desarrollo, No19, 1989.

comunidades rurales pobres. Algunas se refieren a crédito para los pobres como la difundida del Grameen Bank, otras a organización de pequeños productores, grupos de autoayuda y ayuda mutua. Indica el investigador que en todos ellos, la efectividad es muy alta, y además es muy significativa la contribución al mejoramiento de la equidad. Resalta: Estas experiencias demuestran que una modalidad de desarrollo arraigada en organizaciones populares de participación, al mismo tiempo que permite la plena iniciativa individual y de grupos, promueve una distribución relativamente igualitaria de los ingresos y el acceso a los servicios y medios comunes. En América Latina numerosas experiencias en marcha indican que la participación comunitaria puede arrojar resultados fuera del alcance de otros tipos de abordajes en los campos más disímiles. Revisaremos brevemente tres de ellas, que son actualmente referente internacional, llevadas a cabo en áreas muy diferentes: Villa El Salvador en el Perú, las Ferias de Consumo Familiar en Venezuela, y el Presupuesto Municipal Participativo en Porto Alegre, Brasil. 50.000 familias pobres se instalaron a comienzos de los setenta en un vasto arenal ubicado en las afueras de Lima, desprovisto de recursos de toda índole y a distancia de vías de acceso. A ellos se fueron sumando otras familias marginales llegando a una población de 250.000 habitantes. Adoptaron un diseño urbanístico muy peculiar altamente descentralizado. El municipio está organizado por manzanas y cada grupo de manzanas tiene su propio parque central y espacios para la deliberación comunitaria, la recreación y la cultura. Se organizaron según modelos altamente participativos, con directivos por grupo de manzanas y más de 1000 espacios organizativos donde se desarrollan las actividades básicas de la Villa. En dos décadas, en condiciones socioeconómicas muy difíciles, levantaron con su esfuerzo comunitario gran parte de la infraestructura física. Construyeron 38.000 viviendas, 60 locales comunitarios, 64 centros educativos, 22 bibliotecas populares, 41 núcleos de servicios integrados de salud, educación y recuperación nutricional, cuatro centros de salud, farmacias. Su esfuerzo comunitario permitió lograr metas sociales de envergadura. El analfabetismo es 3,5%, muy inferior a la media nacional. Asisten a primaría la casi totalidad de los niños y a secundaria un porcentaje mucho mayor a la media del país. La mortalidad infantil es marcadamente menor a la nacional, y lo mismo sucede con la mortalidad bruta. Hubo concreciones muy significativas en agricultura y se estableció un parque

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industrial de microempresas. Se desenvolvió una densa vida productiva, social y cultural en medio de condiciones de adversidad económica muy intensas, con resultados muy diferentes a los de otras poblaciones marginales. La experiencia ha recibido continuos laudos mundiales. La UNESCO la premió como una de las más desafiantes experiencias de educación popular. Las Naciones Unidas la reconoció como promotora ejemplar de formas de vida comunitaria. España le concedió el Premio Príncipe de Asturias como experiencia modelo de desarrollo social. En el Perú se le otorgó el Premio Nacional de Arquitectura por su diseño urbano. Recientemente, con apoyo de organizaciones de la sociedad civil, se ha transformado en uno de los primeros municipios de la región que ha incorporado la informática al servicio de la democracia. Se han instalado terminales públicos de computación y una red de televisión en circuito cerrado. Los habitantes reciben información sobre los temas a tratar por el Consejo Municipal por estas vías, y le hacen llegar por las mismas continuamente sus puntos de vista3. La experiencia en su conjunto es desde ya de alta complejidad y ha tenido, como es inevitable, avances y retrocesos, pero sus logros son notables. La práctica permanente de la participación comunitaria ha sido una de sus bases principales. Uno de los resultados ha sido la elevación de la autoestima individual y colectiva, fuerza de enorme potencialidades. Como describe un agudo analista de la experiencia, Carlos Franco4: Cuando se asiste con alguna frecuencia a reuniones de pobladores y se conversa con los "fundadores" de la comunidad o sus dirigentes, no resulta difícil advertir expresiones recurrentes de auto confianza colectiva, certidumbres sobre la disposición de un poder organizado, una cierta creencia en las capacidades de la comunidad para proponerse objetivos y unirse para su logro. Las Ferias de Consumo Familiar de Barquisimeto implican la incursión de la participación comunitaria en un terreno económico difícil, como es la comercialización

de productos de consumo masivo. Son una red de 50 organizaciones donde participan productores agrícolas, cooperativas, asociaciones civiles, parroquias, que logran hacer llegar a la cuarta ciudad de Venezuela productos verdes y otros, a precios un 40% más barato que los del mercado. Las ferias compran a los pequeños productores sus cosechas a precios justos, y las venden en los fines de semana a la población en ferias abiertas. Iniciadas con un capital de 4.000 dólares venden actualmente 25 millones de dólares anuales, y la repercusión de sus logros ha motivado el intento de replicarlas en otros Estados. Cumplen múltiples funciones al mismo tiempo. Son: organización de los productores agrícolas, apoyo a la producción popular, educación nutricional, formación en el trabajo y una contribución clave al abaratamiento del costo de vida de los sectores populares. Han tenido que competir en el mercado con cadenas comerciales altamente especializadas y con fuertes recursos financieros, y sin embargo, han logrado un posicionamiento creciente que las ha convertido en uno de los principales comercializadores de alimentos del país. En la base de sus logros se halla un sistema organizacional de participación activa. Identifican como bases de su organización las siguientes: reunión semanal de planificación y evaluación por grupos, rotación de responsabilidades, toma de decisiones por consenso, información para todos, disciplina y vigilancia colectiva, descentralización e integración, espacios de encuentro fuera de la tarea. Consideran que sus logros han tenido como pilares: una historia de formación de un capital humano y social, potenciar el capital social sobre el capital financiero y unas formas de gestión novedosas. Se definen como un proyecto de vida, y no sólo productivo, orientado por valores como la solidaridad, la responsabilidad personal y de grupo, el amor al trabajo como medio para lograr el desarrollo personal y comunitario, la iniciativa personal, el respeto5. En otro campo muy distinto a los anteriores se ha desenvuelto en América Latina en años recientes una experiencia que hoy es referencia internacional obligada, el presupuesto municipal participativo de Porto Alegre6. Con una población de 1.300.000 habitantes y serios problemas

3 Puede verse al respecto "Villa El Salvador: Municipio Cibernético", en Diario El Comercio, Lima, 23/junio/97. Respecto a Villa El Salvador en general, puede ampliarse información en: Carlos

5 Puede ampliarse al respecto en: "Las ferias de consumo familiar

Franco, "La experiencia de Villa El Salvador: del arenal a logros fundamentales a través de un modelo social de avanzada", en

Consumo, Familiar del Estado Lara: una experiencia de organización participativa" ponencia presentada al Seminario

Bernardo Kliksberg (comp.), Pobreza. Un tema impostergable. Nuevas respuestas a nivel mundial, México, Fondo de Cultura

"Programas Sociales, pobreza y participación ciudadana", BID, 1998.

Económica, 1997,4a. ed. También en Gastón A. Zapata, "Una estrategia de desarrollo alternativa basada en la participación

6 La experiencia es expuesta sistemáticamente en Zander Navarro 'La democracia afirmativa, y el desarrollo redistributivo: el caso del

social y la organización comunitaria: Villa El Salvador", en Bernardo Kliksberg, ¿Cómo enfrentar la pobreza1, Buenos Aires,

presupuesto participativo en Porto Alegre, Brasil (1989-1998)" ponencia presentada al Seminario '"Programas Sociales, Pobreza

Grupo Editor Latinoamericano, 1992. Asimismo véase Carlos Franco, "Imágenes de Villa El Salvador", en Ibid. 4 Véase/Ibid

de Barquisimeto" (mimeo), y Luis Gómez Calcaño "Las ferias de

y Participación Ciudadana", BID, 1998.

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sociales, el nuevo Alcalde electo de Porto Alegre, capital del Estado de Río Grande del Brasil, abrió en 1989 un proceso por el cual las inversiones del presupuesto municipal serían decididas por toda la ciudadanía participativamente. Fuentes críticas vaticinaron una incierta suerte al propósito de hacer ingresar la participación a un área tan técnica. El Municipio estableció un sistema organizacional descentralizado que posibilitó el acceso masivo de sus habitantes a la toma de decisiones presupuestarias a través de su integración a grupos vecinales y niveles posteriores de representación de los mismos. Los habitantes recibieron por esta vía información continua sobre el presupuesto y su ejecución, e identificaron sus propias prioridades. El proceso les permitió según describe el BID (1997): - expresar su comprensión de los problemas cruciales que enfrenta la ciudad; - establecer prioridades de los problemas que merecen más inmediata atención; - seleccionar las prioridades y generar soluciones prácticas; - tener oportunidad de comparar con las soluciones creadas en otras regiones de la ciudad y en otros grupos de temas; - decidir, con el apoyo de técnicos de la oficina del Alcalde, en invertir en los programas menos costosos y más factibles de atender; - tomar la decisión definitiva sobre la aprobación, o no, del plan de inversiones; y - revisar los éxitos y fracasos del programa de inversiones para mejorar sus criterios para-el año siguiente. La participación en el proceso ha ido creciendo y se estimaba que en 1995 mas de 100.000 personas se vincularon a la creación del presupuesto de la ciudad. Los resultados refutaron los pronósticos escépticos, fueron más allá de lo esperado y se han convertido en objeto de análisis internacional. La participación comunitaria masiva demostró ser un mecanismo más eficiente de asignación de recursos, que los métodos tradicionales usuales. Los recursos fueron reorientados hacia las prioridades reales de la población. Entre 1989 y 1995, entre otros aspectos, la cobertura de agua subió del 80 al 98% de la población, el sistema de alcantarillado se extendió del 46 al 74% de la población, las escuelas públicas matricularon el doble de niños y se expandió el pavimento en los barrios pobres. Mejoró fuertemente el diseño y la gestión del presupuesto, al recibirse los puntos de vista de la población y hacerse totalmente

transparente. Más allá todavía, la participación produjo un efecto de "empoderamiento" de amplias proporciones. Como señala el BID: el proceso participativo también ha tenido un enorme impacto en la habilidad de los ciudadanos para responder a los retos organizadamente, como comunidad, y en la capacidad de trabajar en forma conjunta para mejorar la calidad de la administración _ pública y en consecuencia la calidad de la vida. Los resultados de investigación expuestos, y los casos reseñados sumariamente a los que se pueden sumar muchos otros, corroboran que la participación da resultados concretos y superiores a los esquemas tradicionales de "arriba hacia abajo". Las experiencias presentadas tienen, a pesar de su diversidad, dado que corresponden a realidades muy diferentes y han operado en campos muy variados, ciertas características comunes. En primer lugar, en todos los casos puede encontrarse que se intentó poner en marcha formas de participación "real", no "simulaciones de participación". La apelación no fue como se ha dado con tanta frecuencia a consultas erráticas o coyunturales, o a recibir opiniones después no tenidas en cuenta, sino que efectivamente se diseñaron modalidades organizacionales que facilitaron y estimularon la participación activa y continua. En segundo término, en todos los casos ha habido un respeto por aspectos como la historia, cultura e idiosincrasia de la población. No se "impusieron" formas de participación de laboratorio, sino que se intentó construir modalidades que fueran coherentes con esos aspectos. En tercer término, todas estas experiencias, que son de largo aliento, tuvieron como un marco subyacente un proyecto en términos de valores, de perfil de sociedad a lograr, de formas de convivencia diaria por las que se estaba optando. ¿Por qué la participación da resultados superiores? Ese es el objetivo de análisis de la siguiente tesis del trabajo. Segunda Tesis: La participación tiene ventajas comparativas Los mejores resultados de los modelos participativos en el campo de los programas sociales, no son mágicos. Se derivan de bases muy concretas. En general, los programas en esta materia, independientemente de sus metas específicas como bajar deserción en primaria, mejorar inmunizaciones, suministrar agua, prestar crédito a familias pobres, etc., tienen lo que se podría denominar "suprametas" que les son comunes y que enmarcan a las

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metas específicas. Se desea que los programas sean eficientes, es decir, hagan un uso optimizante de recursos usualmente escasos, que contribuyan a mejorar la equidad, punto crucial en América Latina, como se ha destacado actualmente la región más desigual del mundo, y que generen sostenibilidad, favorezcan la conformación de capacidades que fortalezcan la posibilidad de que la comunidad pueda seguir adelante con ellos en el tiempo. Lograr este tipo de metas "requiere un abordaje organizacional acorde con su particular estructura. Por otra parte, la tarea no estará cumplida maximizando una sola de las suprametas. Se debe tratar de lograr el mayor efecto de conjunto posible en los tres campos. Así, como ha sucedido en diversos casos si se hace un uso eficiente de recursos y se alcanzan los objetivos, pero al mismo tiempo la metodología empleada es de carácter netamente vertical, los efectos pueden ser regresivos en términos de desarrollo de las capacidades de la comunidad y las metas alcanzadas tendrán una vida limitada. Son usuales los proyectos de desarrollo social en donde se obtiene un nivel significativo de metas durante la duración del período del préstamo o la cooperación externa, pero al finalizar la misma, los logros retroceden rápidamente. Señala al respecto un análisis de la acción del Banco Mundial7: Evaluaciones internas indican que más de la mitad de sus proyectos, es incierto o improbable, sean "sostenibles". Ello significa que después que se han completado -un proceso que toma usualmente cinco o seis años-, es posible que no sigan dando beneficios significativos a los países receptores. Tampoco la meta de equidad es de obtención lineal. No basta tener la intención de asignar recursos a través de los proyectos a grupos desfavorecidos. Si los modelos organizacionales empleados tienen características que sólo permiten el acceso real a dichos recursos a sectores de determinados niveles de calificación y capacitación previa, los programas pueden ser cooptados por dichos sectores. Es frecuente el caso de programas para pobres, cuyas complejidades administrativas de acceso, llevan a que grupos de clase media se conviertan en sus principales beneficiarios. Las dificultades reseñadas y otras identificares indican que debe haber una estrecha coherencia entre las metas de eficiencia, equidad y sostenibilidad, y el "estilo organizacional" empleado. Es esa la base práctica de la

que surgen las ventajas comparativas de los modelos participativos genuinos. Sus rasgos estructurales son los más acordes con el logro combinado de las "suprametas". En cada una de las etapas usuales de los programas: diseño, gestión, monitoreo, control, evaluación, la participación comunitaria añade "plus" prácticos, y limita ' los riesgos usuales. En la elaboración del programa social, la comunidad puede ser la fuente mas precisa de detección de necesidades relevantes y de priorización de las mismas. Es quien más conocimiento cierto tiene sobre sus déficit y la urgencia relativa de los mismos. Así mismo, puede hacer aportes decisivos sobre múltiples aspectos requeridos para un diseño exitoso, como las dificultades que pueden encontrarse en el plano cultural, y a su vez las "oportunidades" que pueden derivar de la cultura local. Su integración a la gestión del programa logrará diversos efectos en términos de efectividad organizacional. Puede poner en movimiento la generación de ideas innovadoras. Permitirá rescatar en favor del proyecto elementos de las tradiciones y la sabiduría acumulada por la comunidad que pueden ser aportes valiosos. Asegurará bases para una "gerencia adaptativa". La experiencia de los programas sociales demuestra que ese es el tipo de gerencia más acorde a los mismos. Continuamente se presentan situaciones nuevas, en muchos casos inesperadas, y se necesitan respuestas gerenciales sobre la marcha. En gerencia adaptativa el momento del diseño y el de la acción deben acercarse al máximo. Para lograr resultados efectivos de la acción, el diseño debe reajustarse continuamente basado en los emergentes. La comunidad puede posibilitar la gestión adaptativa suministrando en tiempo real continuos feed backs sobre qué está sucediendo en la realidad e incluso agregando constantemente información que puede ayudar a evitar situaciones luego difíciles de manejar. En materia de control del buen funcionamiento del programa y de prevención de la corrupción, el aporte de la participación comunitaria organizada puede ser insustituible. El control social obligará a la transparencia permanente, significará un seguro contra desvíos, permitirá tener idea a tiempo de desarrollos indeseables a efectos de actuar sobre los mismos. Finalmente, los jueces mas indicados para evaluar los efectos reales de los programas sociales son sus destinatarios. Las metodologías modernas de evaluación participativa y de investigación acción permiten que la

7 Véase Blustein, Washington Post, 1996

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comunidad de modo orgánico indique resultados efectivamente obtenidos, deficiencias, efectos inesperados favorables y desfavorables, y elementos claves para diseños futuros. No utilizar los modelos participativos significará "costos de oportunidad" en todos los aspectos organizativos planteados. Pero además favorecerá la generación de "costos directos" que atentarán contra el cumplimiento de las metas como los siguientes, identificados por el Grupo de Desarrollo Participativo del Banco Mundial (1994): - una falta de apoyo y de sentido de propiedad que impide el aprovechamiento de los servicios, reduce la continuidad del beneficio y limita la recuperación de los costos del proyecto; - un sentido de indiferencia y dependencia del Estado donde los ciudadanos ven que tienen poca o ninguna voz en su propio desarrollo; - malestar y resentimiento cuando los proyectos o políticas son impuestos y limitación del aprendizaje y la creación de nuevas alternativas por parte de los actores claves; - costos financieros, de tiempo y oportunidad adecuada que el Banco y los actores claves intercambiaron, se identifiquen mutuamente y se comprometan unos con otros; - dificultad para asegurar que los actores claves y sus prioridades reales están expresados apropiadamente por las personas que los representan; - el riesgo de ahondar diferencias y conflictos preexistentes entre subgrupos de interesados con diferentes prioridades e intereses; - generar expectativas imposibles de cumplir; y, - las élites poderosas y más organizadas pueden tomar el poder y excluir a la gente de escasos recursos y a los grupos marginados. Todos los "plus" de la participación comunitaria señalados y otros añadibles aportan fuertemente a la eficiencia organizacional. Pero su efecto combinado va mucho más allá. Tienen impactos extensos y profundos en materia de sostenibilidad y equidad. En cuanto a la sostenibilidad, al crearse condiciones favorables para ello a través de la participación, la comunidad puede desarrollar el sentimiento de ownership, de propiedad del proyecto, hacerlo realmente suyo. Ello movilizará sus energías y esfuerzos para que avance y creará una conciencia de protección de sus concreciones. La participación, así mismo, posibilitará condiciones para que la comunidad aprenda, se ejercite en el planeamiento y la gestión, y vea crecer sus

capacidades. Se fortalecerá entonces su posibilidad de sostener el proyecto. Todos los elementos mencionados potenciarán la autoestima individual y colectiva. Ello puede desencadenar energías y capacidades latentes en gran, escala. La experiencia permite constatar el valor para la sostenibilidad del abordaje participatorio. A partir de ella, resalta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) (1993): Para que el desarrollo sea sostenible, las personas de los países interesados deben ser los "dueños" de sus políticas y programas de desarrollo. Los riesgos en materia de que los programas no mejoren la equidad pueden ser considerables. En la visión de la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional (CIDA) (1994): El beneficio de los proyectos de desarrollo llegaba generalmente más a los que estaban en mejores condiciones, a los ubicados en áreas accesibles y a los que tenían mejor acceso a la información. La participación comunitaria en todas las etapas de los proyectos, ese pensar la lógica del proyecto desde las percepciones y la cultura de los pobres, los acercará mucho más a sus realidades y reducirá riesgos como los señalados. Al mismo tiempo, la participación en sí como proceso social cambia a sus mismos actores. Potencia a los grupos desfavorecidos, hace crecer su confianza en sus propias capacidades y contribuye a su articulación. Todos estos elementos los colocan en mejor situación para luchar por sus derechos e influir de modo efectivo. Este conjunto de ventajas comparativas son las que operan detrás de la superioridad observable en las experiencias con participación respecto a los modelos organizacionales de corte tradicional de tipo jerárquico o paternalista. Las ventajas son reconocidas como tales actualmente por un consenso muy amplio en otros campos organizacionales, como se podrá observar en la tesis siguiente. Tercera Tesis: La participación es un núcleo central de la gerencia del año 2000 La revalorización de la participación en el campo social se inscribe en un proceso más generalizado donde están cambiando fuertemente las percepciones respecto a los aportes de la participación a la gerencia. Está en plena marcha a fines del siglo XX un cambio de paradigma de extensas implicaciones en cómo obtener eficiencia en las organizaciones. Las ideas que dominaron

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la gerencia durante casi todo este siglo, y siguientes ejerciendo una influencia determinante en América Latina, asociaban gerencia de calidad, con aspectos como organigramas precisos, división de funciones, manuales de cargos, descripción de tareas detalladas, procedimientos, formularios. La visión era que "ordenando" formalmente la organización, y poniendo bajo control de las normas y procesos la mayor parte de su funcionamiento, se obtendrían resultados exitosos. El análisis científico de algunas de las organizaciones con mejores resultados actuales indica que los estilos gerenciales que han adoptado se hallan totalmente distantes del paradigma tradicional. Estudios pioneros como los de Kotter en Harvard8 y Mintzberg9 en la Universidad McGill en Canadá, coinciden en identificar que el éxito se asocia con factores como capacidades para el análisis sistemático del contexto y sus tendencias, detección de los problemas estratégicos, comunicaciones activas, horizontalidad, participación, potenciación de las capacidades de la organización, construcción de redes de contactos, y otros semejantes. Se ha descrito la transición paradigmática en desarrollo como el "paso de la administración a la gerencia"10. Como ha sucedido normalmente en la historia, los cambios de paradigma no se dan a instancias exclusivamente de personas. Tienen que ver con modificaciones profundas en la realidad que plantean nuevas demandas. Efectivamente, ha habido en las décadas recientes transformaciones estructurales en el contexto histórico que plantearon exigencias cualitativamente diferentes a la gerencia de organizaciones. Los cambios simultáneos en dimensiones fundamentales de la realidad, como las tecnologías, la geopolítica, la geoeconomía, y otros producidos en períodos cortos y en medio de un sistema mundial cada vez más interconectado, generaron un contexto de umbrales de complejidad inéditos. Uno de sus rasgos centrales es grados de incertidumbre pronunciados. Los impactos sobre la gerencia son múltiples. Entre ellos, gran parte de las variables del contexto pueden afectar en cualquier momento a la mayor parte de las organizaciones. Sus contextos son ahora, como se dice en gestión estratégica, "un mundo de entrometidos" donde variables intrusas de todo orden aparecen 8 John Kotter, “¿Qué hacen los gerentes realmente eficaces?" en Harvard Business Review, November-December, 1989. 9 Henry Mintzberg, "The manager's Job: folklore and fact", en Kolb, Osland, Rubin, The Organizational Behavior Reader, Prentice Hall, 1995. 10 El autor analiza detalladamente el tema en su obra El pensamiento organizativo: de los dogmas a un nuevo paradigma gerencia!,

sorpresivamente e influyen. Así mismo, el tiempo ha mutado sus características. En gerencia tradicional se entrenaba a proyectar las realidades pasadas y a tomar decisiones en base a esas proyecciones. Se extrapolaban, cifras presupuestarias, participaciones en el mercado, etc. Actualmente, en una época donde las tasas de cambio de la realidad son ultra acelerada, el pasado puede ser una guía engañosa. El presente difiere radicalmente del pasado. A su vez, el futuro no se halla a gran distancia, como sucedía antes. El presente se transforma muy velozmente, convirtiéndose rápidamente en futuro. Las fronteras entre ambos son cada vez más cercanas. La gerencia no puede apoyarse en la proyección del pasado, ni en cuidadosas planificaciones de mediano y largo plazo. Tiene que ser fuertemente adaptativa y tener gran capacidad de innovar. El medio sumariamente descrito exige otro tipo de diseños organizacionales, de estilos gerenciales y de habilidades en los miembros de la organización. Las organizaciones que han logrado desenvolverlos están a la vanguardia en logros en diversos campos. La imagen ideal de la organización mutó. No es más la de organización rigurosamente ordenada, la necesidad pasa por la creación de "organizaciones inteligentes", con capacidad de tener una relación estrecha con el contexto, entender las "señales de la realidad" y actuar en consecuencia. Para ello deben ser necesariamente "organizaciones que aprenden". Entre sus capacidades esenciales estará la de saber "gerenciar conocimiento". Este tipo de organizaciones no son viables sin un personal comprometido. La inteligencia, el aprendizaje, la administración del conocimiento, la innovación, no se hallan al alcance de una persona por mayores que sean sus calidades. Sólo pueden ser generadas desde el conjunto del personal, operando a través de equipos de trabajo. Peter Drucker11 plantea agudamente: "El líder del pasado era una persona que sabía cómo ordenar. El del futuro tiene que saber cómo preguntar". Necesita , imprescindiblemente de los otros. Como resalta Goldsmith12, entre las habilidades de los ejecutivos exitosos se hallan ahora las de escuchar, hacer feed back continuo, no caer en el usual sesgo de las estructuras jerárquicas tradicionales de "matar" al que dice la verdad, sino por el contrario estimularla, reflexionar.

11 Peter Dnicter, Conferencia en Drucker Foundation Advisory Board, 1993. Citado por Marshall Goldschmidt, "Ask, learn, follow up and grow", en Hesselbein, Goldschmidt, Beckhard The leader of the future, Drucker Foundation, 1996. 12 Ibíd.

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El modelo deseado para el 2000 es el de: organizaciones inteligentes, que aprenden, adaptativas, innovadoras. Buscando caminos para construirlas, gerentes, expertos e investigadores llegaron permanentemente en los últimos años a la participación. Estudios pioneros como los de Tannenbaun13 ya arrojaban evidencias al respecto. Analizando empresas jerárquicas y participativas en diversos países se observaron significativas correlaciones entre altos grados de participación y mayores niveles de satisfacción, mayor motivación laboral, e incluso menor frecuencia de síntomas de úlcera. Walton14 indica que desde los 70 diversas empresas emprendieron lo que llama "la estrategia del compromiso" tratando de lograr el involucramiento activo de su personal. Menciona entre ellas plantas de la General Foods, General Motors, Procter and Gamble, Cummings Engine. Los beneficios para la productividad eran muy claros. En Japón surgieron los círculos de calidad, basados en la idea de capitalizar los aportes que en cada sector de la empresa podían hacer los operarios al mejoramiento de las tareas que allí se realizaban. Se realizaban en horas de trabajo, eran alentados fuertemente, tenían incentivos. Se estimó que aportaron cerca del 60% de las mejoras de productividad de la empresa japonesa durante un extenso período de tiempo. Constituían una forma básica de participación. A fines de siglo la participación es convocada gerencial menté desde llamados de orden más sofisticado. Así se plantea que un motor de la organización es la "visión compartida" Peter Senge15 la considera un instrumento eje para la productividad. Crea una sensación de vínculo común, da coherencia a las actividades, inspira. Estudiando equipos con alto desempeño, Maslow16 ya había anticipado que uno de sus rasgos esenciales era la visión compartida. En esos equipos de excepción anotó: La tarea ya no estaba separada del yo... sino que él se identificaba tanto con la tarea, que ya no se podía definir el verdadero yo sin incluir esa tarea. Se requiere, así mismo, la participación para crear un ambiente altamente deseado hoy en gerencia avanzada: un clima de confianza. Las mediciones indican fuertes correlaciones entre clima de confianza y rendimiento y, al

revés, entre percepción del personal de que se desconfía de él, y reducción del rendimiento. El esquema básico de la administración tradicional de corte vertical está fundado en la presunción de que se debe desconfiar del personal, y ello es captado por él mismo. A su vez la confianza tiene doble vía. El personal debe sentir que puede confiar en la organización. Que aspectos como, por ejemplo, los ascensos y el acceso a oportunidades, estarán regulados por criterios objetivos. La creación de "confianza" necesita participación. Ese es su hábitat natural. Por otra parte, se aspira hoy a una alta tasa de innovación. Sin ella no hay en los mercados actuales, competitividad. Las investigaciones demuestran que la tasa de innovación es mayor en los trabajos en equipos ínter departamentales, lo que significa estructuras horizontalizadas. También indican en forma consistente que algunas de las innovaciones más importantes en el mundo organizacional en los últimos años se han dado en el marco de lo que llaman "grupos calientes". Se trata de grupos reducidos, autogestionados, con un desafío importante, cabalmente participativos17. Diversos analistas describen el panorama de la organización del futuro con visiones que prevén altos contenidos participativos. Para Hackman18, "Las organizaciones en el futuro se basarán fuertemente en la autogestión de sus miembros" Peters19 dice que: "las organizaciones utilizan equipos multifuncionales y organizan cada función en 10 a 30 personas en grupos autogestionados". Para Wilpert20, "La participación en el trabajo organizacional será un tema central... en todos los países industrializados o en industrialización" La búsqueda de eficiencia apelando a la participación forma parte básica también de experiencias de vanguardia en la gestión pública. Kernaghan21 reseña la amplia experiencia de los gobiernos canadienses. La idea clave de diversas experiencias exitosas que se están realizando con participación de los funcionarios en los servicios públicos canadienses "es liberar el talento de los empleados cambiando la cultura de la organización por

17 Harold J. Leavitt and Jean Upman-Blumen, Hot Groups en Harvard Business Review, July-August, 1995. 18 J.R. Hackman, "The psychology of self management in organizations", en M.S. Pollak and R. Proof, Psychology and work, Washington, American Psychological Association, 1986. 19 T. J. Peters, Driving on chaos, New York, Knopf, 1988.

13 A. S. Tannembaum y otros. Hierarchy in Organizations. Jossey Bass, 1974. 14 Richard E. Walton, "From control to commitment in the workplace", en Kolb, Osland, Rubin, The organizational... 15 Peter Senge, La quinta disciplina, Granica, 1992. 16 A. Maslow, Eupsychian Management, Richard Irwin and Dorsey Press, - 1965.

20 Bernhard, Wilbert, "Participation in organizations: evidence from international comparative research", en International Science Journal, Vol. 36, No 2, 1984. 21 Kenneth Kernagham, "Facultamiento y Administración Pública: un avance revolucionario o una tendencia pasajera?", en Canadian

Public

Administration,

vol.

32,

No

2,1994.

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una que involucre y faculte más y cambiando la estructura de la organización por medio del uso de grupos de trabajo facultados". La participación que se busca no es sólo la de los empleados individualmente, sino en equipo reestructurándose así toda la conformación de la organización tradicional. Basados en 68 casos de experiencias participativas en el sector público canadiense en los últimos años el autor elabora una vivida reconstrucción de cómo evolucionaron los procesos participatorios que por su agudeza transcribimos integralmente a continuación: Al comienzo del proceso la organización tiene las siguientes características: la mayoría de los gerentes operan siguiendo el estilo de mando y cumplimiento pero por lo menos algunos apoyan la participación de los empleados y el trabajo en grupo; un pequeño porcentaje de empleados participa en actividades de grupo; sólo existen planes generales no específicos para incrementar la participación de los empleados; la forma y el número de sugerencias de los empleados han sido relativamente estables durante los últimos años; y las mejoras al ambiente de la organización y a las prácticas de manejo de recursos humanos resultan de las sugerencias y quejas de los empleados. Las etapas siguientes del proceso muestran un paso gradual hacia una organización facultada. Hacia el final de este proceso, se ha logrado una transformación notable. Según observa el investigador, al transformar la organización de un modelo jerárquico tradicional, a un modelo participativo, se da paso a una organización con las siguientes características: La administración usa métodos innovadores y efectivos para incrementar la participación de los empleados y el trabajo en equipo; existe un alto nivel de confianza y respeto entre los empleados, entre los gerentes y entre empleados y gerentes. Surge una cooperación entre los grupos que realizan diferentes funciones en toda la organización para satisfacer las necesidades de los clientes de una manera más efectiva. Las tendencias hacia la participación en equipo y otras formas de participación de los empleados permiten que los empleados hagan más sugerencias y aumente el número de sugerencias aceptadas. Los empleados se sienten fuertemente facultados; existe un sentimiento de propiedad grupal sobre los procesos de trabajo, los empleados muestran un orgullo personal por la calidad del trabajo y el sindicato y la administración cooperan para mejorar la calidad. El poder, las retribuciones, la información y el conocimiento se llevan hasta los niveles más bajos factibles; la facultad de los empleados conduce a una nivelación sustancial de la

organización. Las mejoras que resultan de la participación de los empleados se hacen evidentes en los sistemas, procesos, productos y servicios. Un proceso de encuesta formal regular determina niveles de satisfacción de los empleados, emprenden acciones de seguimiento para mejorar prácticas de manejo de recursos humanos y planes futuros determinan cómo sostener momentum y el entusiasmo.

los se las los el

Las experiencias participativas canadienses arrojaron múltiples beneficios. Entre ellos: mejor productividad, moral más alta, reducción de costos, mejor servicio a los clientes, más innovación y creatividad, reducción en el ausentismo y la rotación de personal. Una ventaja adicional de las organizaciones abiertas a la participación, es que demuestran tener una mayor capacidad de atracción de personal calificado y capaz. El proyecto laboral global que brindan les da superioridad competitiva en el reclutamiento respecto a organizaciones de corte tradicional. Schelp22 refiere un interesante caso en el servicio público en Suecia. El enfoque participatorio fue aplicado en profundidad a la comunidad en la prevención de accidentes en municipios rurales. Se hizo tomar conciencia a la comunidad de que los resultados de salud en esta área no dependían de los servicios de salud sino, sobre todo, de la acción preventiva conjunta de la misma comunidad realizada incluso en los hogares. Las principales causas de este tipo de accidentes no eran prevenibles desde afuera de la comunidad sino sólo desde su interior. Se crearon grupos de trabajo comunitarios que asumieron responsabilidades crecientes en la labor preventiva a los que se dio pleno apoyo y se realizó desde ellos una tarea de difusión amplia sobre los patrones de accidentes más frecuentes, y las políticas necesarias para prevenirlos. Al cumplirse tres años de la experiencia la tasa de accidentes había decrecido en un 30%. Por otra parte, el número de miembros de la comunidad interesados en participar ascendió considerablemente. En la estrategia empleada, el sector público transfirió a la comunidad conocimientos y experiencia. La misma a través de sus organizaciones básicas: ONGs, empresas, sindicatos, individuos, asumió el peso de la acción.

22 Lothar Schlep, "The role of organizations in community participation. Prevention of accidental injuries in a rural Swedish municipality", en Social Science and Medicine, Vol. 26, United Kingdom, 1988.

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Sander23 destaca el potencial de la participación en un campo muy relevante, el mejoramiento de la gestión educativa. Señala que se hace necesario en esta área "pasar de la evaluación crítica de la realidad organizacional y administrativa en la educación, a propuestas concretas de acción". En su visión "la estrategia más efectiva para hacerle frente a ese desafío, es la participación". Extrayendo conclusiones en este campo Mintzberg24 llama la atención sobre que en definitiva los servicios en salud y educación "nunca pueden ser mejores que las personas que los suministran". Se hace necesario "liberar" el potencial de esas personas. La participación claramente aporta a ello. Como se observa, tanto en el campo gerencial empresarial como en el público, las indicaciones hacia la participación tienen fuerza creciente. Participación es hoy una estrategia maestra de la gerencia de excelencia. Frente a los resultados que da la participación comunitaria, sus ventajas comparativas, y su legitimidad gerencial, ¿cómo se explica su limitado avance en la región? A dicho problema está dedicada la siguiente tesis. Cuarta Tesis: La participación enfrenta fuertes resistencias e intereses En el "discurso" la participación ha triunfado en América Latina. Se escuchan permanentemente desde los más altos niveles gubernamentales y de grupos de gran peso en la sociedad, referencias a la necesidad de incrementar la participación, a su deseabilidad para una sociedad democrática, a su tradición histórica en cada sociedad. A diferencia de décadas cercanas, casi no se escuchan voces que explícitamente se opongan a la participación. Sin embargo, la realidad no pasa solamente por el discurso. En los hechos, los avances en participación comunitaria muestran una gran brecha con el declaracionismo al respecto. Las investigaciones que se han internado en la práctica de la participación han encontrado con frecuencia, llamados a participar que no se plasman en apertura efectiva de puertas, experiencias iniciadas con amplias promesas pero que se quedan en el "título" inicial, frustraciones pronunciadas de numerosas comunidades.

23 Benno Sander, "Gestión educativa y calidad de vida. La educación" en Revista Interamericana de Desarrollo Educativo, No 118, II, Organización de los Estados Americanos, 1998. 24 Henry Mintzberg, "The manager's..."

La brecha tiene explicaciones. La participación comunitaria es en definitiva un proceso que implica profundos cambios sociales. Como tal es esperable que genere resistencias y que al vulnerar intereses instalados los mismos desarrollen estrategias de obstaculización. Es fundamental indagar poco a poco de donde provienen las principales trabas a su avance, para poder diseñar políticas adecuadas de superación de las mismas. Entre ellas, en nómina no taxativa, se hallan las que sumariamente se presentan a continuación. El eficientismo cortoplazista Una resistencia primaria a la participación es la de cuestionarla en términos de costos y tiempo. El razonamiento explícito plantea que montar un proyecto con componentes participativos implica toda una serie de operaciones adicionales a su mera ejecución directa, que significan costos económicos. Al mismo tiempo se resalta que los tiempos de implementación se extenderán inevitablemente por la intervención de los actores comunitarios. Generará costos y alargará los plazos. El razonamiento demuestra pronunciadas debilidades cuando se sugiere un análisis que exceda el cortoplazismo. En una primera impresión efectivamente en muchos proyectos habrá nuevos costos por la participación y los plazos serán más extensos. ¿Pero cuál es el impacto de estas "cargas adicionales" en el mediano y largo plazo? La alternativa real no es entre efectividad a corto plazo y efectividad con mayores costos a largo plazo. La evidencia ha demostrado sistemáticamente que los logros cortoplazistas tienen desventajas pronunciadas. Por lo pronto, como se ha destacado, una de las metas centrales en proyectos sociales, la sostenibilidad del proyecto, se resiente agudamente con esos planteamientos. Como ya se destacó, las evaluaciones internas practicadas al respecto por organizaciones como el Banco Mundial son casi terminantes. Un porcentaje significativo de proyectos, evaluados con indicadores apropiados, no pasan el test de sostenibilidad. La actividad se desarrolló de tal modo que terminada la cooperación del organismo externo a la comunidad, no han quedado bases para que la comunidad se sienta estimulada o esté capacitada para seguir sosteniendo el proyecto. La efectividad de corto plazo se transforma allí en altos niveles de in efectividad a mediano y largo plazo. Por otra parte el razonamiento eficientista, implica cuantiosos "costos de oportunidad". Los extensos beneficios potenciales derivados de la participación

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comunitaria y reseñados en las secciones anteriores no se producirán. Véase, por ejemplo entre muchos otros, el caso del Proyecto PRODEL en Nicaragua (1998). Su objetivo es movilizar pequeños proyectos de infraestructura y equipamiento urbano. Se optó por realizarlo bajo un modelo de cogestión con la comunidad. Las evaluaciones realizadas indican que con ella los costos directos de construcción y mantenimiento preventivo de estas obras fueron hasta unos 20% inferiores a costos de proyectos similares ejecutados por los gobiernos locales sin participación comunitaria. Entre otros aspectos la ciudadanía aportó al proyecto 132.000 días de trabajo voluntario. El reduccionismo economicista Otra línea de razonamiento coherente con la anterior percibe todo el tema del diseño y ejecución de programas sociales desde categorías de análisis puramente económicas. Las relaciones que importan son de costo/beneficio medido en términos económicos. Los actores se hallarían motivados por cálculos microeconómicos puros y persiguen básicamente la maximización de su interés personal. Lograr que produzcan, sería un tema de meros "incentivos materiales". Las evaluaciones desde este enfoque sólo perciben los productos medibles con unidades económicas. Muchos de los aspectos de la participación comunitaria no ingresan por tanto en este marco de ubicación frente a la realidad. Ella genera productos como el ascenso de la autoestima y la confianza en las fuerzas de la comunidad que escapan a este razonamiento. Las motivaciones a las que apela como responsabilidad colectiva, visión compartida, valores de solidaridad, no tienen que ver con los incentivos económicos. Las evaluaciones no tienen en cuenta los avances en aspectos como cohesión social, clima de confianza, y grado de organización. Al desconocer todos estos factores el economicismo priva a la participación de "legitimidad". Es una especie de ejercicio de personas poco prácticas, o soñadoras sin conexión con la realidad. Sin embargo, los hechos indican lo contrario. Los factores excluidos forman parte central de la naturaleza misma del ser humano. Cuando se niegan hay sensación de opresión y las personas se resisten a aportar utilizando múltiples estrategias. Cuando facilitan, en cambio, dichos factores, pueden ser un motor poderoso de productividad. Amartya Sen25 realiza sugerentes anotaciones sobre

25 Amartya Sen, On Ethics and Economics, Basil Blackwell Ltd,

los errores que implica el economicismo. Señala que "la exclusión de todas las motivaciones y valoraciones diferentes de las extremadamente estrechas del interés personal es difícil de justificar en términos de valor predictivo, y parece tener también un soporte empírico dudoso". Los seres humanos tienen otros tipos de comportamiento -indica-, éticamente influidos como entre ellos: sienten simpatía por otros, se comprometen con causas, se comprometen con ciertas reglas de conducta, tienen lealtades, tienen interdependencias. "Los fríos tipos racionales llenan nuestros libros de texto pero el mundo es más rico". Los seres humanos cometen errores, experimentan, están confusos, hay Hamlets, Mcbeths, Lears, Otellos. Sen se pregunta: Es extraordinario que la economía haya evolucionado por una vía que caracteriza la motivación humana de un modo tan estrecho. Es extraordinario porque se supone que la economía está preocupada por la gente real. Es difícil creer que esa gente esté completamente no afectada por el tipo de examinación que plantea la pregunta socrática "cómo debería uno vivir". ¿Puede la gente que la economía estudia realmente no estar afectada por esta resonante cuestión, y seguir exclusivamente el rudimentario razonamiento duro que les atribuye la economía moderna?

El predominio de la cultura organizacional formal Un paradigma antes reseñado ha dominado el pensamiento organizativo en la región, la visión formalista. Para ella el orden, la jerarquía, el mando, los procesos formalmente regulados y una percepción verticalista y autoritaria de la organización son las claves de la eficiencia. Como lo detectara Robert Merton, en este enfoque el orden, que es un medio, tiende a transformarse en un fin en sí mismo. En este tipo de organizaciones se produce una traslación de valor de los fines a las rutinas. El cumplimiento de la rutina está por encima de lo sustantivo. Esa cultura lee como "heterodoxa" e intolerable la participación. Está basada en la cooperación, la horizontalidad, la flexibilidad, la gerencia adaptativa, la visión clara de cuáles son los fines y la subordinación a ellos de los procesos organizativos. El choque entre ambas culturas es inevitable. Cuando se encomienda a organizaciones de tradición burocrática y vertical poner en marcha proyectos participativos, las resistencias serán innúmeras y se expresarán por múltiples vías. Pondrán obstáculos infinitos, asfixiarán a fuerza de

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rutinas los intentos, cerrarán las puertas a las iniciativas, desmotivarán continuamente a los actores comunitarios. Estarán en definitiva esperando inconscientemente el fracaso de la experiencia participatoria para convalidar desde él su propio modelo burocrático formal. La subestimación de los pobres En diversas oportunidades sectores directivos y profesionales de las organizaciones que deben llevar a cabo proyectos por vías participatorias, tienen una concepción desvalorizante de las capacidades de las comunidades pobres. Creen que serán incapaces de integrarse a los procesos de diseño, gestión, control, y evaluación. Que no pueden aportar mayormente por su debilidad educativa y cultural. Que necesitarán períodos muy largos para salir de su pobreza. Que sus liderazgos son primitivos, que sus tradiciones son atrasadas, que su saber acumulado es una carga. Cuando se parte de una concepción de este orden se está poniendo en marcha la conocida ley sociológica de "la que se auto realiza". Se desconfiará de las comunidades en todas las etapas del proceso, se les limitarán las opciones reales para participar, se tendrá un sesgo pronunciado a sustituir su participación por órdenes de "arriba hacia abajo" para hacer "funcionar" las cosas. Así mismo, la subvaloración será captada rápidamente por la comunidad y ello creará una distancia infranqueable entre ella y los encargados de promover su participación. Todas estas condiciones crearán una situación en donde la participación estará condenada a fracasar. Después con frecuencia aparece en las "élites ilustradas" que condujeron la experiencia la coartada racionalizadora. Argumentarán que las comunidades no tenían interés en participar y por eso la experiencia no operó. En realidad ellos crearon fuertes incentivos para que perdieran el interés. La idea de "capital social" de creciente difusión rompe categóricamente con estos mitos sobre las comunidades pobres. Una comunidad puede carecer de recursos económicos, pero siempre tiene capital social. Las comunidades pobres tienen normalmente todos los elementos constituyentes del capital social: valores compartidos, cultura, tradiciones, sabiduría acumulada, redes de solidaridad, expectativas de comportamiento recíproco. Cuando logran movilizar ese capital social los resultados pueden ser tan importantes como los observados en este trabajo en Villa El Salvador del Perú, o las Ferias de Consumo Familiar de Venezuela. Por otra parte como anotara Albert Hirschman26 a diferencia de

otras formas de capital, el capital social es el único que aumenta con su uso. La tendencia a la manipulación de la comunidad Un poderoso obstáculo al avance de la participación se halla en los intentos reiterados en la realidad latinoamericana de "coparla" para fines de determinados grupos. El clientelismo es unas de las formas favoritas que adopta la manipulación. Allí el discurso ofrece promesas muy amplias de participación para ganar apoyos temporarios. Luego las realidades son muy pobres en participación real. Incluso sistemáticamente en los intentos manipulatorios se trata de relegar a los líderes auténticos de la comunidad y de impedir que surjan líderes genuinos. Se procura asimismo crear "líderes a dedo" que puedan ser en definitiva un punto de apoyo para el proyecto manipulatorio. Cuando la comunidad percibe las intenciones reales, se produce un enorme efecto de frustración. Los efectos son graves. No sólo la comunidad resistiéndose dejará de participar, y la experiencia fracasará, sino que habrá quedado fuertemente predispuesta en contra de cualquier intento posterior aun cuando sea genuino. El problema del poder La investigación antes mencionada de Narayan sobre los proyectos rurales de dotación de agua, constata la presencia como obstáculos a la participación de muchos de los mencionados. Indica que entre los problemas identificados se hallaron: la resistencia a dar el control sobre los detalles de la implementación, la falta de incentivos para una orientación hacia la comunidad, la falta de interés en invertir en el desarrollo de las capacidades de la comunidad. A éstos y otros obstáculos mencionables, corresponde sumarles un obstáculo formidable muchas veces subyacente detrás de los anteriores. Mary Racelis27 indica que un eje central en participación es "el conferimiento de poder al pueblo en lugar de perpetuar las relaciones generadores de

26 Albert 0. Hirschman, "Against parsimony: three easy ways of complicating some categories of economic discurse" en American Economic Review, 1984. 27 Mary Racelis, "Movilizando la población para el desarrollo social. Enfoques y técnicas para la participación popular", en Bernardo Kliksberg (comp.), Pobreza. Un tema...

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dependencia tan características de los enfoques de la cima a la base". La idea es compartir realmente el poder. Esto es lo que sucedió en la exitosa experiencia del presupuesto municipal participativo de Porto Alegre. Según refiere Zander Navarro28 no sólo redistribuyó los fondos públicos de un modo más equitativo instalando un patrón más justo que priorizó a los pobres sino estableció un nuevo marco de relaciones políticas. La comunidad efectivamente fue investida del poder de decidir y se pusieron a su disposición mecanismos concretos de deliberación para ejercerlo que ella misma fue enriqueciendo con su práctica. El investigador se pregunta si esa experiencia es trasladable a otros municipios. Su respuesta destaca que El requisito más importante y decisivo a tenerse en cuenta es que las autoridades locales deben tener la firme voluntad política de compartir partes de su poder con sus constituyentes. Un obstáculo fundamental en el camino a la movilización de la participación es si existe una voluntad en ese orden. Si hay disposición realmente a compartir el poder. A veces ella no existe. El proyecto que se está llevando a cabo está ligado a ciertos fines de algunos sectores y dar participación real podría obstaculizarlo. En otras ocasiones, el cálculo es que disminuiría el poder que tendrían las autoridades. Sin embargo, con participación los efectos podrían ser muy diferentes. En alta gerencia el llamado de investigadores como John Kotter de la Universidad de Harvard a organizaciones empresariales más abiertas a la influencia de sus integrantes despertó inicialmente muy fuertes resistencias en el liderazgo empresarial tradicional. Pero después de años de lanzado, el autor indica que la experiencia real fue en sentido opuesto. Quienes compartieron el poder organizacional, actualizaron de ese modo en aspectos claves su organización, incrementaron la innovación y la productividad, y aumentaron entonces el "poder total disponible" de la misma. Quienes se encerraron y no aceptaron compartir, fueron los dueños absolutos de organizaciones cada vez menos competitivas, por lo tanto de un "poder total" en reducción.

28 Zander Navarro, "La democracia...”

Experiencias como las de Porto Alegre y otras sugieren que procesos semejantes se dan en el campo de la participación comunitaria. Las autoridades municipales que desarrollaron en Porto Alegre un proyecto genuinamente participativo recibieron un apoyo creciente y cada vez más generalizado de toda la población de la ciudad, que percibió que toda la ciudad mejoraba. Sus bases reales de poder no disminuyeron compartiéndolo, sino aumentaron, y fueron reelectas en varias oportunidades. ¿Cómo enfrentar las importantes resistencias y obstáculos a la participación reseñados, y otros agregables? Quinta Tesis: Se requieren políticas y estrategias orgánicas y activas para hacer avanzar la participación Los avances en participación comunitaria sufren permanentemente el embate de obstáculos y resistencias como los señalados. Pero existen también en los procesos históricos actuales de la región importantes fuerzas en pro de dichos avances. Los trascendentales progresos realizados por la región en el campo de la democratización crean un marco objetivo de condiciones proparticipación. En la América Latina actual hay una vigorosa presión de la población para que la democracia conseguida a través de largas luchas adquiera características cada vez más activas. Se aspira a reemplazar la "democracia pasiva" por una "democracia inteligente" donde el ciudadano esté ampliamente informado, tenga múltiples canales para hacer llegar continuamente sus puntos de vista -no sólo la elección cada tantos años de las autoridades máximas-, y ejerza una influencia real constante sobre la gestión de los asuntos públicos. Se están desarrollando positivos y crecientes procesos de fortalecimiento de la sociedad civil. Aumenta a diario el número de organizaciones de base, mejora su capacidad de acción, se está enriqueciendo el tejido social. Todo este medio ambiente en cambio crea actitudes y percepciones culturales que ven a la participación de la comunidad como una de las vías principales para activar la democracia en los hechos concretos. Junto a ello, las urgencias sociales latinoamericanas son extensas y profundas. La región esta llegando al año 2000 con amplios sectores de la población sin agua potable y sin instalaciones sanitarias mínimas. Con una amplia población desnutrida, lo que va a significar severas consecuencias. Se ha estimado así que una tercera parte de los niños de Centroamérica menores de

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5 años de edad presentan una talla menor a la que debieran. El 50% de los niños de la región no completan la escuela primaria, desertan antes de finalizar seis grados. La repetición es del 50% en el primer grado, y de 30% en cada uno de los grados posteriores. Ello produce, según indica Puryear29, que un niño de la región promedio permanece siete años en la escuela primaria y completa en ellos sólo cuatro grados. Las tasas de desocupación abierta son muy elevadas y las de desocupación juvenil aun mayores. Ha crecido aceleradamente la violencia urbana. La unidad familiar está agobiada por el peso de la pobreza y se destruyen numerosas familias. Encarar los difíciles problemas señalados requerirá políticas públicas renovadas, donde asoma la necesidad de concebir diseños de políticas que articulen estrechamente lo económico y lo social, y dar alta prioridad a agresivas políticas sociales. La instrumentación de nuevas políticas y programas requiere imaginación gerencial. Se necesitan modelos no tradicionales de mayor efectividad. Allí la participación comunitaria, como se ilustró en las secciones previas del trabajo da resultados, y tiene ventajas comparativas. Estas y otras demandas y fuerzas proparticipación deben ser movilizadas para afrontar las resistencias y obstáculos. Se requiere a tal fin diseñar y poner en práctica políticas y estrategias apropiadas para dar la "pelea por la participación". Entre ellas: a. Hay una vasta tarea de investigación a realizar en la materia. Es necesario apuntalar la acción con estudios sistemáticos sobre los factores a tener en cuenta para aprovechar el potencial de la capacitación, y poder solucionar los problemas inevitables que aparecerán en sus procesos de ejecución. Así en la investigación realizada por el Banco Mundial sobre proyectos rurales de dotación de agua30 se concluye del análisis de los 121 proyectos examinados que entre los factores favorables al éxito de la participación se hallan los siguientes: en cuanto a los beneficiarios de los proyectos: - se obtenga el compromiso de los beneficiarios previamente a la implementación del proyecto;

29 Jeffrey Puryear, "La educación en América Latma: Problemas y desafíos", Washington, Programa de Promoción de la Reforma Educativa en América Latina (PREAL), 1998. 30 Deepa Narayan, "The contribution of people's participation: 121 rural water supply proyects" World Bank, Workshop on participatory development, 1994.

- incide el grado de organización de los beneficiarios, ii. en cuanto las agencias ejecutoras de los proyectos: - deben hacer del avance de la participación una meta central de sus proyectos; - consiguientemente debe haber un monitoreo sistemático de como están adelantado las "metas de participación comunitaria"; - son indicados los incentivos y reconocimientos por iniciativas de miembros de la organización que aporten al avance de la participación; - la agencia debe tener fuerte orientación para aprovechar el conocimiento de la comunidad; - debe así mismo orientarse consistentemente a invertir en la capacitación de la comunidad. Estudios de este orden y muchos otros necesarios como los relativos a las diversas modalidades organizacionales existentes en participación, sus ventajas y limitaciones, pueden contribuir a crear un fondo de conocimientos al respecto que fortalecerá la acción concreta. b. Debe realizarse una tarea continuada de "aprendizaje" de las experiencias exitosas de la región. Hay un importante caudal de experiencias de este tipo como las numerosas presentadas en el pionero Encuentro del BID "Programas Sociales, pobreza y participación ciudadana" efectuado en 1998. Es muy limitada la tarea de documentación de dichas experiencias y la revisión de sus enseñanzas. Hay en ese "rescate del conocimiento acumulado" una amplia línea de trabajo a seguir. c. Se debe apoyar la realización de nuevas experiencias innovadoras en este campo. La participación significa una experimentación social compleja. Trabaja con variables multifacéticas culturales, ambientales, organizacionales, económicas, financieras, políticas, demográficas, etc. Está abierta para el desarrollo de innovaciones en todas sus etapas, que luego pueden ser aprovechadas colectivamente. Pero se requiere para ello como en otros campos, políticas de apoyo a la realización de experiencias innovativas. Así por ejemplo entre otros casos en el Gobierno del Canadá, el Premio 1991 a la Administración innovativa en el área pública fue dedicado al tema: "Participación: empleados, gerentes, organizaciones". La existencia de un premio de esta índole motivó 68 presentaciones de experiencias de todos los niveles del gobierno canadiense. Las enseñanzas derivadas de las mismas han dado lugar a múltiples análisis, que a su vez están retroalimentando a otras experiencias y proyectos. d. Es necesario forjar una gran alianza estratégica en torno de la participación. Diversos actores sociales tienen

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alto interés en su avance. Normalmente sus esfuerzos son aislados. Su articulación a niveles sectoriales y nacionales puede dar fuerza renovada a la acción. Entre ellos aparecen actores como los municipios, las organizaciones no gubernamentales, universidades, asociaciones vecinales, comunidades religiosas que trabajan en el campo social, diversos organismos internacionales y desde ya las comunidades desfavorecidas. El trabajo conjunto de éstos y otros sectores para impulsar la participación, proteger experiencias en marcha, buscar comprometer sectores cada vez más amplios, obtener recursos en su apoyo, fortalecer la investigación y otros planos de acción puede mejorar significativamente las condiciones para su aplicabilidad. e. Un punto central a encarar, que puede ser uno de los ejes de trabajo de la alianza estratégica, es la generación de conciencia pública respecto a las ventajas de la participación. Es necesario procurar que el tema trascienda la discusión de los especialistas, y se convierta en una cuestión de la agenda pública dadas sus implicaciones de todo orden. Se requiere una tarea intensiva con medios masivos de comunicación sobre la materia. Así mismo, nutrir la discusión con información detallada sobre todos los aspectos: potencial, dificultades esperables, experiencias internacionales, enseñanzas de las experiencias realizadas y en marcha. Dada la genuinidad de la propuesta de la participación una opinión pública informada al respecto puede ser un activo factor en su favor.

convocada por el BID, sobre el tema, la participación implica devolver a la población un derecho que le pertenece. Efectivamente, en la identidad básica del ser humano, se halla la necesidad de la participación. Un profundo conocedor del tema, Juan XXIII, resaltó en su encíclica Mateo et Magistra que el designio divino ha creado a los seres humanos de tal modo que: en la naturaleza de los hombres se halla involucrada la exigencia de que en el desenvolvimiento de su actividad productora, tengan posibilidad de empeñar la propia responsabilidad y perfeccionar el propio ser. El involucramiento es una exigencia interna de la naturaleza misma del ser humano. La participación comunitaria es un instrumento potente como se ha marcado en este trabajo, pero nunca debe perderse de vista que es al mismo tiempo un fin en sí mismo. Hace a la naturaleza del ser humano participar. La participación eleva su dignidad y le abre posibilidades de desarrollo y realización. Trabajar por la participación es en definitiva hacerlo por restituir a los desfavorecidos de América Latina uno de los derechos humanos más básicos, que con frecuencia -silenciosamenteles ha sido conculcado.

Sexta Tesis: La participación se halla en la naturaleza misma del ser humano El Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas centrado en participación31 señala: Una participación mayor de la población no es más una vaga ideología basada en los buenos deseos de unos pocos idealistas. Se ha convertido en un imperativo -una condición de supervivencia. Este es claramente el caso de la participación en América latina. Tanto en el campo general de fortalecimiento de los procesos de democratización, como en el de enfrentar los graves problemas sociales que afectan duramente a la mayor parte de la población. Pero aún hay más. Como lo señalara Enrique V. Iglesias32, en sus palabras de cierre de la magna reunión 31 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, 1993. 32 Enrique V. Iglesias, "Palabras de cierre", Seminario "Programas sociales, pobreza y participación ciudadana", BÍD, 1998.

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Jesús Martín Barbero

saberes? Es justamente desde esa encrucijada de cuestiones que Germán Rey ha escrito este libro, sin ocultar las huellas de las situaciones y tensiones que vive el país, de la porosidad de su escritura a sus conflictos y dolores, pero también a las rutas del diálogo y la esperanza.

Doctor en Filosofía, asesor de proyectos en comunicación política, Fundación Social.

El tejido comunicativo de la política

Balsas y medusas: Comunicativa y Políticas

Visibilidad Narrativas

Germán Rey Bogotá, Fescol-Fundación Social Cerec, 1998,312 págs.

Pionero, en el más ancho y cierto sentido del término, este libro inaugura en Colombia un campo de estudios estratégico: el de la mas mediación de la política, o la constitución de los medios masivos en escena crucial de la vida pública. Y no es extraño que su autor no sea ni un politólogo ni un sociólogo, pues esas disciplinas en este país parecerían apenas haberse enterado del papel constitutivo de los medios en la política con el Proceso 8000. Pero sólo en el terreno del análisis periodístico. Los medios de comunicación, y en especial los audiovisuales, no cuentan aun en Colombia con el mínimo de legitimidad académica entre las ciencias sociales. De ahí que sólo las dimensiones económicas y legales hayan sido estudiadas con alguna seriedad, de resto esporádicas denuncias de la manipulación política y, últimamente, de su concentración económica. Pero ¿dónde está la investigación social que conduzca el indispensable debate nacional a cerca de una política cultural democrática sobre los medios de comunicación? y ¿dónde su aporte a la elaboración del proyecto educativo capaz de hacerse cargo de lo que los medios audiovisuales y las tecnologías informáticas plantean hoy en la formación de nuevas sensibilidades y la gestación de nuevos lenguajes, escrituras y

Lo que llama la atención de entrada es la densidad de la red conceptual desde la que se abordan las relaciones entre política y medios. Lejos de la anacrónica pero persistente idea de los efectos o la influencia inmediata de los medios de la brevedad y frivolidad, la espectacularidad y amarillismo de su discurso- vaciando a la política de sentido, este libro propone insertar esas relaciones en un mapa cruzado por tres ejes: el de la construcción de lo público, la constitución de los medios y las imágenes en espacio de reconocimiento social, y las nuevas formas de existencia y ejercicio de la ciudadanía. Fagocitado durante mucho tiempo por lo estatal, sólo en los últimos años lo público empieza a ser percibido en las peculiaridades de su autonomía, sustentado en su

doble relación con los ámbitos de la "sociedad civil" y de la comunicación. Articulando el pensamiento de H. Arendt y el de R. Sennet, el autor propone entender lo público como "lo común, el mundo propio a todos", lo que implica que -como la misma Arendt ya afirmaba- ello sea al mismo tiempo "lo difundido, lo 'publicitado' entre la mayoría". Que es en lo que hacen hincapié Sennet cuando refiere lo público a aquel espacio de la ciudad (desde el ágora griega), en el que la gente se junta para intercambiar informaciones y opiniones, para deambular escuchando y entretenerse controvirtiendo. Germán Rey explícita y desarrolla, a lo largo del libro, esta articulación fundante de lo público entre el interés común, el espacio ciudadano y la interacción comunicativa: circulación de intereses y discursos que lo que tienen de común no niega en modo alguno lo que tienen de heterogéneos, ello es más bien lo que permite el reconocimiento de la diversidad haciendo posible su contraste. Pues es lo propio de la ciudadanía hoy el estar asociada al "reconocimiento recíproco", esto es al derecho a comunicar y ser escuchado, imprescindible para poder participar en las decisiones que conciernen a la colectividad. Una de las formas hoy más flagrantes de exclusión ciudadana se sitúa justamente ahí, en la disposición del derecho a ser visto y oído, que equivale al de existir/contar socialmente, tanto en el terreno individual como el colectivo, en el de las mayorías como de las minorías. Derecho que nada tiene que ver con el exhibicionismo vedetista de nuestros políticos en su perverso afán por sustituir su perdida

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capacidad de representar lo común por la cantidad de tiempo en pantalla. La cada vez más estrecha relación entre lo público y lo comunicable, ya presente en el sentido inicial del concepto político de publicidad -cuya historia ha sido trazada por Haber más-, pasa hoy decisivamente por la ambigua, y muy cuestionada mediación de las imágenes. A la que este libro dedica gran parte de su reflexión e investigación. Pues la centralidad ocupada por el discurso de las imágenes -de las vallas a la televisión pasando por las mil formas de afiches, graffitis, etc.-, es casi siempre asociada, o llanamente reducida, a un mal inevitable, a una incurable enfermedad de la política moderna, a un vicio proveniente de la decadente democracia norteamericana, o a una concesión a la barbarie de estos tiempos que tapan con imágenes su falta de ideas. Y no es que en el uso que de las imágenes hace la política haya no poco de todo eso, pero lo que en este libro nos propone su autor es la necesidad de ir más allá de la denuncia, hacia una comprensión de lo que esa mediación de las imágenes produce socialmente, único modo de poder intervenir sobre ese proceso. Y lo que en las imágenes se produce es, en primer lugar, la salida a flote, la emergencia de la crisis que sufre, desde su interior mismo, el discurso de la representación. Pues si es cierto que la creciente presencia de las imágenes en el debate, las campañas y aun en la acción política, espectaculariza ese mundo hasta confundirlo con el de la farándula, los reinados de belleza o las iglesias electrónicas, también es cierto que por las imágenes pasa una construcción visual de lo social, en la que esa visibilidad recoge el

desplazamiento de la lucha por la representación a la demanda de reconocimiento: lo que los nuevos movimientos sociales y de las minorías -como las mujeres, los jóvenes o los homosexualesdemandan, no es ser representados sino reconocidos: hacerse visibles socialmente en su diferencia. Lo que da lugar a un modo nuevo de ejercer políticamente sus derechos. Y, en segundo lugar, en las imágenes se produce un profundo descentramiento de la política tanto sobre el sentido de la militancia como del discurso partidista. Del fundamentalismo sectario que acompañó, desde el siglo pasado hasta bien entrado el actual, al ejercicio de la militancia en las derechas como en las izquierdas, las imágenes dan cuenta de lo que Norbert Lechner denomina el "enfriamiento de la política", esto es la desactivación de la rigidez en las pertenencias posibilitando fidelidades más móviles y colectividades más abiertas. Y en lo que al discurso respecta, la nueva visibilidad social de la política cataliza el desplazamiento del discurso doctrinario, de carácter abiertamente autoritario, a una discursividad si no claramente democrática, hecha al menos de ciertos tipos de interacciones e intercambios con otros actores sociales. De ello son evidencia tanto las consultas o sondeos masivos de opinión realizados desde el campo de la política como la proliferación creciente de observatorios y veedurías ciudadanas. Resulta bien significativo ésta, más que cercanía fonética, articulación semántica entre la visibilidad de lo social que posibilita la constitutiva presencia de las imágenes en la vida publica y las veedurías como forma actual de fiscalización e intervención de parte de la ciudadanía.

Transformaciones en identidad de los medios

la

Una de las innovaciones más fecundas introducidas por la reflexión de Germán Rey en el campo de estudios de la comunicación pública es la peculiaridad de la perspectiva histórica desde la que examina los cambios que atraviesan los medios. Esa peculiaridad consiste en indagar cómo los medios han ido dando cuenta, no tanto en sus contenidos sino en su función, o como gusta denominarlo el autor, en su identidad social, de los cambios que ha atravesado la sociedad colombiana en los últimos cuarenta años. Comparando el famoso "golpe de opinión", que ayudó a derrocar la dictadura de Rojas Pinilla, con el papel jugado por los medios en el Proceso 8000, Rey traza en primer lugar la diferencia entre una "sociedad de parroquia" -en la que las lógicas de funcionamiento del poder pasaban únicamente por acuerdos entre las élites, sin el menor esfuerzo de concertación con el resto de la sociedad-, y la secularizada, urbanizada, socialmente compleja y segmentada sociedad colombiana de hoy, en la que cualquier actor social por poderoso que sea necesita de la complementariedad con otros actores. Y es sobre ese fondo de cambios que este libro ubica la diversidad de la oferta informativa y

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las nuevas alianzas de los medios con actores sociales distintos a los políticos, que fueron los tradicionales permanentes aliados de los medios. Ello significa que, sin restar importancia a la revolución tecnológica que atraviesan los medios, ni a los movimientos de la propiedad que han conducido a su actual concentración pero también a su "desubicación", la matriz de los cambios más profundos que presentan los medios es la sociedad misma en las reconfiguraciones del Estado y en la contradictoria dinámica de las transformaciones políticas y culturales. Esos cambios en la identidad de los medios se sitúan, según el autor, en tres planos: el del paso de su función de meros intermediarios al de mediadores, esto es de verdaderos actores sociales; el de los nuevos modos de construcción del discurso público; y el de las estructuras de propiedad y las modalidades de gestión. Con diversos niveles de desarrollo tanto en lo conceptual como en el análisis de los procesos que involucran esos diversos planos, este libro alcanza a plantear al menos algunas pistas básicas de intelección y comprensión. En lo que respecta al cambio de la función de intermediarios a la de actores sociales se trata de la diversificación de los modos de acción de los medios, ligada a la diversificación de sus alianzas y a las nuevas tensiones estratégicas que los movilizan. De meros transmisores de información o de doctrina y consignas, los medios han empezado a actuar en la política -aunque en ello se disfracen también otras intenciones e intereses-, como fiscalizadores de la acción del gobierno y de la corrupción en las distintas instituciones del Estado. Actúan también como promotores de la apertura política del régimen al

estimular y apoyar la presencia de candidatos independientes o cívicos a las corporaciones públicas, al facilitar la interlocución entre Estado y organizaciones de la sociedad civil. Y actúan, pese a la confusión que con frecuencia producen, haciendo parte activa de los escenarios más conflictivos del país, particularmente los de la guerra. Esas nuevas actuaciones buscan a su manera responder a las nuevas demandas sociales y las nuevas figuras de lo político, y en esa búsqueda los medios se ven obligados a desbordar los intereses de sus aliados tradicionales para abrirse a la interlocución con organizaciones nacionales y locales de tipo cívico, ecológico, educativo, dándose así mismo interlocutores cada día más numerosos provenientes del ámbito académico de las ciencias sociales. De otro lado, las nuevas tensiones estratégicas que fuerzan a los medios a cambiar se ubican entre su predominante carácter comercial, el reordenamiento de sus relaciones con el Estado y el surgimiento de nuevas figuras y expresiones de la libertad, entre su búsqueda de independencia y las condiciones que crean los procesos de globalización, entre sus tendencias a la inercia y las transformaciones que imponen los cambios tecnológicos y las nuevas demandas de los públicos. Los nuevos modos de construcción del discurso público se hacen presentes en el emborronamiento de los viejos linderos -discurso partidista nacional, clientelista en el ámbito regional, eminentemente populista en el local-, y la búsqueda de discursos que permitan la expresión de nuevas sensibilidades y culturas políticas que se esbozan en las ONGs., las agrupaciones ciudadanas, los movimientos cívicos, incluso en las

nuevas "tribus urbanas" con sus duros lenguajes musicales (rock, rap) y graffiteros. Se hacen visibles también en una nueva agenda social -que empieza a limitar el espacio/tiempo dedicado a la política que protagonizan los políticos para incluir temas estratégicos como la educación, la salud, la ecología, la informática, etc.-, y en la construcción de nuevos públicos que, a la vez que juegan un innegable rol democratizador por el acceso que abren a las mayorías de bienes informativos y culturales reservados hasta hace poco a ciertos públicos, presentan aun grandes limitaciones provenientes de su sometimiento al logro de objetivos eminentemente comerciales. Uno de los planteamientos más polémicos que se hacen en este libro es el que concierne al análisis de los movimientos en la propiedad y gestión de lo medios, que se sitúa en dos niveles. Uno, el de las tendencias a la corporación multimedia y la cada vez más notoria y decisiva presencia de los conglomerados económicos en las telecomunicaciones; otro, el desordenamiento de la propiedad de los medios. El primero no parecería presentar ningún desafío conceptual: estamos ante un proceso que combina una rapidísima concentración del poder mediático con una amplia descentralización de los modos de operación y gestión. Es lo que demuestra el paso de la propiedad y la gestión familiar de la prensa caso de El Tiempo-, a una moderna y gran empresa multimedial con intereses en la telefonía celular, en Tv cable, en el campo editorial de libros y revistas, y últimamente en la propiedad del canal local privado para Bogotá y en el negocio de los centros multicines. Al mismo tiempo la compra acelerada de medios por

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los conglomerados económicos -la de El Espectador por el Grupo Santo domingo-, a la vez que hace parte de la reorientación de los conglomerados hacia terreno estratégico, en lo económico y lo político, de las telecomunicaciones, está implicando el ajuste de las empresas de comunicación a las lógicas de cualquier empresa comercial. Pero donde las concepciones acostumbradas experimentan una fuerte conmoción es ante la idea de la desubicación y reubicación de la propiedad, con la que Germán Rey confronta tanto la miopía de una izquierda aferrada a la visión conspirativa de "unas relaciones perfectamente cohesionadas y prácticamente monolíticas entre propiedad, poder económico e intereses políticos", como la creencia ciega de la derecha en la racionalidad intrínseca al mercado como única capaz de asegurar los ordenamientos necesarios. La "desubicación de la propiedad" señala cambios en la concepción y la práctica de una propiedad pensada como algo sustancialmente estático y acumulativo, que nos estaría impidiendo percibir la emergencia en el mundo de las industrias culturales y comunicacionales de una propiedad que funciona más por "fusiones y alianzas móviles" que por acumulación propietaria, esto es por vínculos operativos de relativa estabilidad y ampliación de los portafolios -rotantes-, de inversión, cuya unidad provendría entonces de la "oferta integral de productos individualizados", de la "creación artificial de nichos de mercado" y de una nueva "cultura organizacional" que pone el énfasis en la originalidad de los diseños, la diversificación de las unidades de negocio y en un cierto fortalecimiento de los derechos

de los consumidores, que correspondería a los nuevos usos de los flujos informativos de parte y parte, a la participación creciente de la ciudadanía en el campo de las industrias comunicacionales emisoras radiales y televisivas locales, comunitarias-, y la presencia creciente en la escena social de foros, ligas y asociaciones de usuarios y consumidores. He ahí un planteamiento que no sólo habla de desubicaciones sino que las produce en el terreno de las ideas y en el del análisis de los procesos, abriendo un debate estratégico.

Un análisis no coyuntural de la coyuntura La urgencia y el desborde que producen la rapidez y brutalidad con las que suceden los hechos y cambian las situaciones en este país están agravando la esquizofrenia entre lo que pasa en la vida y lo que piensa la academia. Por eso es tan valioso un pensamiento que se arriesga a seguirle el pulso a la vida sin renunciar al espesor de la reflexión, y de ahí también la necesaria pluralidad de discursos de que está hecho este libro. De ahí que, atravesando los ejes y los planos estructurales del tema de fondo,

aparezcan análisis precisos sobre las promesas, más que incumplidas, secuestradas, de la Constitución del 91 en lo concerniente a la televisión, o sobre la visibilidad -más cercana a la lógica de la publicidad que a la de lo público-, pero aun así indispensable, con la que los medios apoyaron el Proceso 8000. Y que haya también análisis preciosos sobre las relaciones entre el Festival de Cometas en Villa de Leyva y las imágenes de violencia -desviación social, vandalismo, anarquía-, con que los adultos cargan su mirada sobre los jóvenes, entre los rituales de iniciación que en ese festival celebran las juventudes y los muy diversos modos de relación de los jóvenes con la violencia que escenifica la televisión, desde la identificación con el humor barroco y burlón de la serie "Los Simpson" al rechazo del montaje de muertes que exhiben los noticieros. sobre la visibilidad narrativa de la guerra que produjo la liberación por la guerrilla de los soldados en "Las Delicias", esa "conversión de la información relato" que articuló la lenta duración del proceso conflicto, negociaciones, resolución-, a la fragmentaria velocidad de la información, que articuló también el ocultar al dar a ver, que nos mostró una nueva forma de relación de las Farc -la guerrilla hasta ahora más esquiva y hosca-, con la mediación de las imágenes, y que convirtió a los medios en actores del drama vivido, experimentado, por los familiares de los retenidos y en (torpes cuando no cínicos), protagonistas de la escena pública nacional. Lo que muestran finalmente estos análisis no coyunturales de la coyuntura es que, aliada a la poética, la potencialidad del pensamiento es aun más productiva socialmente a la hora de dar cuenta, y de contar, la compleja mas mediación de la política.

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Elecciones y democracia en Colombia: 1997-1998 Ana María Bejarano y Andrés Dávila (comp.) Bogotá, Departamento de Ciencia Política, Universidad de Los Andes, Fundación Social y Veeduría ciudadana a la elección presidencial, 1998,498 Págs.

Eduardo Posada Carbó Abogado Universidad Javeriana, M. Phil en Estudios Latinoamericanos y D.Phil en Historia, Universidad de Oxford. Profesor en la Universidad de Londres.

Desde los inicios de la república en 1830 hasta nuestros días, la historia electoral colombiana tiene pocos paralelos en el mundo occidental: por la regularidad de los comicios, por la intensidad de su calendario, por la temprana aparición del sufragio universal masculino, o por su naturaleza competitiva y hasta conflictiva. A pesar de la centralidad de las elecciones en la cultura política del país, su estudio ha sido generalmente subvalorado. Este libro, según lo expresan los compiladores en su presentación, tiene el propósito de recuperar la tradición, en el departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, del análisis sistemático de lo electoral en Colombia. Por supuesto que se han producido significativos trabajos sobre las elecciones en Colombia. Desde la historia como desde la ciencia política. Algunos de los coautores de este volumen -como Patricia Pinzón de Lewin, Gary Hoskin o Elisabeth Ungar-, han sostenido desde hace tiempo un notable interés en su estudio. Sin embargo, el libro de Bejarano y Dávila es también evidencia del renovado entusiasmo que están generando nuestras elecciones como objeto de investigación. Entre profesores universitarios ya establecidos. Y también entre estudiantes, cuyas tesis de licenciatura y pregrado sirvieron

de base a algunos de sus capítulos. Se trata, sin lugar a dudas, de un libro oportuno. Entre el 26 de octubre de 1997 y el 21 de junio de 1998, el país fue a las urnas en cuatro ocasiones: primero, para elegir autoridades municipales y departamentales; luego para elegir un nuevo congreso; y finalmente para elegir presidente de la república en dos rondas. Estas últimas fueron especialmente significativas, como lo muestra el ensayo de Gary Hoskin. Por el volumen histórico de los votantes. Por el comportamiento del electorado. Por su carácter altamente competitivo. Y por sus mismos resultados. En la historia de la democracia colombiana estas elecciones pueden equipararse a otras que, por su significado, han marcado hitos en el desarrollo político de la nación: las de 1836-7, 1849,1930, 1946o1982. Un mérito indiscutible de esta colección de ensayos es el volumen de información recogido por sus diversos autores. Los cuadros y gráficas sobre los más distintos aspectos de las elecciones de 1997 y 1998 constituyen en sí mismos valiosísimos trabajos, fuentes de investigación a las que deberán referirse en el futuro los estudiosos de la política colombiana. El libro tiene también el mérito de no haber restringido su acción a las elecciones presidenciales. Para entender a cabalidad la democracia colombiana es importante tomar en serio el análisis de las elecciones de Concejos Municipales, Asambleas y Congreso -cuya historia es prácticamente desconocida-, y las de más reciente adopción, las de alcaldes y gobernadores. Ocho de los quince capítulos del libro están dedicados a estas elecciones. Casi todos los ensayos hacen observaciones relevantes sobre uno

de los temas de preocupación tradicional: los niveles de participación en las urnas. Pero el trabajo de Querubín, Sánchez y Kure concentra su atención precisamente en este tema, con especial énfasis en la elección de alcaldes, ente 1988 y 1997. Durante estos nueve años, los colombianos fueron cinco veces a las urnas para elegir alcaldes. La participación histórica en estas cinco elecciones alcanzó un promedio de 51,7%. Este porcentaje, sin embargo, sólo indica la participación de votantes en relación con el censo electoral. Si la tasa se calcula en relación con el número potencial de votantes los ciudadanos mayores de 18 años (participación real)-, el resultado es más bajo: 37.3%, aunque con variaciones significativas en cada elección. Las autoras muestran también cómo han existido comportamientos muy diversos entre región y región, aunque este ejercicio comparativo no tiene en cuenta la tasa de participación real, sino la calculada según el censo electoral. Aun así, los resultados son de gran interés. Sorprende descubrir las altísimas tasas de participación en la Costa Atlántica: 61.4% en promedio, ésta ha descendido drásticamente desde 1988, cuando alcanzó un 72.5%. Dado que esta región es casi siempre identificada con las formas de clientelismo más crudas y la venalidad del electorado, ¿cómo

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interpretar entonces las altas tasas de participación: son éstas siempre una señal de democracia saludable, termómetro indiscutible de democracia, como se observa en el ensayo? Más allá de la Costa, el promedio nacional de participación histórica es considerado por las autoras como bajo y hasta eventualmente problemático para la descentralización. Sus conclusiones, no obstante, son atinadamente cautelosas. No podría ser tal vez de otra manera. El comportamiento electoral, como también se sugiere en éste y otros ensayos del libro, varía de elección en elección. Mario Latorre lo había observado en 1968: hay un volumen significativo de electores que aparecen en unos comicios y desaparecen en otros. Se lanzan con frecuencia ligeros juicios sobre el sistema político colombiano a partir de las tasas de abstención, sin conocer con certeza la naturaleza de estos abstencionistas. Más aun, poco se comparan estas tasas de abstención con otros países donde, como en Colombia, prevalece el voto voluntario y el calendario electoral es intenso. La "fatiga" del votante escasamente es motivo de reflexión. Los autores del volumen comparten la preocupación de estimar el grado de cambios experimentados por el sistema político colombiano tras las nuevas

instituciones de 1991. ¿Qué tanto ha cambiado el comportamiento del electorado? ¿Se han renovado o no las corporaciones públicas? ¿Cuál ha sido la suerte de los partidos tradicionales y de las terceras fuerzas bajo las nuevas reglas de juego? Una de las grandes obsesiones de los analistas colombianos en las últimas décadas ha estado precisamente identificada con las frustraciones surgidas del aparente dominio de los dos partidos tradicionales. Este sentimiento de frustración se ve reflejado en algunos de los ensayos que, a primera vista, parecerían sólo subrayar el inmovilismo del sistema colombiano. O lamentar la continuidad de los despreciados partidos tradicionales. Elisabeth Ungar y Germán Ruiz, por ejemplo, reconocen que al Senado, pero aun más a la Cámara, fue elegido un número considerable de caras nuevas -más de 100 de los 162 representantes en la Cámara-. Pero esto "no necesariamente implica renovación, por cuanto muchos de ellos salieron elegidos en representación de los partidos tradicionales." (pág. 194). Después de tres elecciones, tras la revocatoria del Congreso, concluyen Ungar y Ruiz, ni su "composición, ni la capacidad de representación, ni las prácticas del quehacer político se han modificado significativamente y por lo tanto la reforma del legislativo no ha correspondido a las expectativas." Tal vez esto sea cierto. Pero habría que estudiar más sistemáticamente el comportamiento de todos esos nuevos congresistas antes de adelantar juicios tan categóricos. Habría que apreciarles además en el contexto más amplio de una nueva estructura política, en la que el poder de los congresistas se ha visto disminuido tras la elección popular de alcaldes y gobernadores.

Tampoco sabemos con certeza cuales han sido los cambios experimentados en las relaciones; entre los congresistas liberales y conservadores y las jerarquías de sus respectivos partidos -cada vez más fragmentados-, y cómo se ha visto afectado entonces el sistema político. Andrés Dávila y Ana María Corredor, al analizar las elecciones locales, también sugieren que las nuevas, instituciones no han transformado radicalmente el sistema político colombiano. Pero reconocen que los partidos tradicionales han perdido control a nivel local. Y concluyen que se han producido cambios en "la conformación de las maquinarias, en los requisitos de acceso, en los umbrales de movilidad y en la dirección de ésta" (pág. 110). Francisco Gutiérrez Sanín va tal vez más allá. Al sugerir que, lejos del "yermo bipartidista con el que se solazan algunos intelectuales", la presencia de las "tercerías" ha sido históricamente significante en Colombia. Y al reconocerle "eficiencia" al sistema de representación en Colombia, aunque señala su "ineficacia" "en términos de control político". No obstante, Gutiérrez Sanín concluye con unas interesantes reflexiones sobre el papel del Congreso - "una expresión aceptable de las preferencias mayoritarias"-, y la importancia de su defensa para la sobre vivencia de la democracia colombiana, al tiempo que advierte los peligros de suplantar "la política por la moral" (pág. 252). Lo que quizá merecería revisarse con mayor profundidad es la noción de "expectativas" que manejan los analistas. Se tiende a juzgar el sistema colombiano frente a un modelo ideal de democracia inexistente, sin comparaciones más allá de las fronteras nacionales. El título del ensayo de Felipe Botero es

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revelador: "El Senado que nunca fue". ¿Cuál es ese Senado que debería ser? Botero, es cierto, no contrasta el Senado con un modelo ideal. Su ejercicio consiste en analizar los resultados de las tres últimas elecciones a Senado frente a los supuestos propósitos de los reformadores de 1991. La circunscripción nacional habría sido la fórmula para darle participación a las minorías, acabar con el clientelismo y nacionalizar el concepto de representación. Se avanzó en el primer objetivo. Pero, juzgada frente a los otros dos, la circunscripción nacional arroja un balance negativo. ¿Pero qué nos hace suponer que la circunscripción nacional es una herramienta contra el clientelismo? ¿Y por qué implícitamente se acepta que la representación territorial -una noción muy democrática-, debía haberse abandonado? Lo que el interesante análisis de Botero muestra es que los Senadores representan ante todo a sus regiones. Los resultados de su ensayo podrían servir también para defender el regreso a un Senado que vuelva a darle cabida a la representación de los departamentos, sin abandonar del todo una fórmula que permita la representación de las minorías. De manera similar, deberían revisarse muchos lugares comunes que inspiran con frecuencia los análisis políticos en Colombia, presentes también en algunos de los ensayos de este libro. Nociones como la "crisis de legitimidad" del sistema, la existencia de una "sociedad cerrada", o el problema de "una precaria cultura política" nacional, se aceptan como verdades reveladas de antemano, sin discusión alguna ni base empírica que las respalde. Tampoco encuentro muy útil, ni convincente, la distinción entre "voto amarrado" y "voto de opinión", con

la que se sugiere de manera simplista que todo voto por los partidos tradicionales es un voto atado a prebendas clientelistas, y que todo voto por terceras fuerzas es un voto "independiente". Y con la que además se confunde la lealtad partidista con una actitud irracional y premoderna. Lo que revela a ratos el lenguaje de nuestros analistas es su esfuerzo por subrayar las supuestas anomalías del sistema, y hasta negarle sus conquistas democráticas. El ensayo de Jorge Iván Bonilla y otros es un interesante examen del trato que le dieron los medios de información a los distintos candidatos presidenciales. Con los mismos datos que ofrecen, sin embargo, yo me atrevería a sugerir conclusiones opuestas pero igualmente discutibles: que, en general, el trato fue relativamente equitativo. Estas observaciones, sin embargo, no buscan restarle méritos al libro compilado por Ana María Bejarano y Andrés Dávila. Se trata de una colección de ensayos originales, llenos de novedosas y ricas informaciones y de argumentos polémicos que deberían discutirse con mayor cuidado y detenimiento. El resultado es un libro estimulante, que provoca reflexiones serias sobre el curso democrático colombiano. Y que además cumple el cometido de Bejarano y Dávila: el de colocar a las elecciones en el centro del debate político nacional.

Representación política y democracia Carlota Jackisch (comp.) Buenos Aires, Konrad Adenauer StiftungCiedla, 1988, 347 págs.

Delia M. Ferreira Abogada, co-directora del centro de Estudios para políticas públicas aplicadas, CEPPA.

La problemática de la crisis de la representación ocupa un lugar destacado no sólo en el debate teórico, sino también en la agenda pública de la mayoría de los países de Latinoamérica. El libro compilado por Carlota Jackisch directora del Programa Político Ciedla de la Fundación K. Adenauer- aborda la problemática del "malestar con la democracia", desde ambas perspectivas: la teórica a la que se dedica la primera parte del libro y la del estudio de casos que incluye los cuatro ensayos finales. Se recogen en esta obra los documentos y debates que se desarrollaron en el Seminario internacional que tuvo lugar en Villa de Leyva, en Colombia, en mayo de 1998, organizado por la Fundación Adenauer y el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Los Andes. El problema de la crisis de la representación puede ser abordado desde la perspectiva de la organización del gobierno; en este sentido la crisis se referiría a la forma representativa de gobierno, como opuesta a los mecanismos de la democracia directa, hoy impracticables. Desde esta perspectiva, el malestar con la ' democracia estaría reflejando una demanda de mayor participación de los ciudadanos en la toma de decisiones. Las reformas constitucionales llevadas a cabo en la última década en Latinoamérica han

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pretendido saldar esta cuestión incorporando instituciones de la democracia semidirecta como el referéndum, la iniciativa popular o incluso la revocatoria de mandatos, sin embargo -como sostiene Gabriel Murillo-, la sola incorporación de estos mecanismos no contribuye al fortalecimiento de la democracia ya que "se pretende impulsar la participación democrática sin el soporte ciudadano necesario". En efecto, una de las características de la crisis de representación es que se da en un marco de apatía y de desinterés de la ciudadanía por la política: en el discurso se reclama mayor participación y en la práctica se busca reducir el compromiso. Al respecto, Humberto Njaim destaca la tensión existente entre participación y representación. "La participación sostiene- sobre todo a través del referéndum, genera circunstancias particularmente fluidas y hasta inestables. Por eso,... la participación con todo lo recomendable que sea debe admitirse sólo en la medida que sirva para encauzar y controlar la representación y no para desarticularla pues ello llevaría a una desarticulación radical de toda la sociedad política". Godoy Arcaya plantea otro punto interesante desde la perspectiva de la representación como forma de gobierno y es el relativo a la representación de los intereses. Sostiene Godoy Arcaya que "también puede rectificarse el déficit participativo de la democracia representativa si se incluye en el sistema político un órgano de representación de intereses corporativos... porque aumenta la capacidad del sistema representativo para procesar las demandas sociales". En su documento, Ana María Bejarano discrepa con relación

a este punto; sostiene Bejarano que "la tensión entre una representación meramente descriptiva y una representación más orgánica de las diversas identidades presentes en la sociedad no se resuelve necesariamente por el expediente fácil de crear dos órganos representativos paralelos... adicionalmente debemos notar los riesgos corporatistas que conlleva el intento de crear cuerpos de representación orgánica, gremial o estamental". Enfocada la cuestión, desde el punto de vista de la forma de gobierno, como destaca Elisabeth Ungar Bleier, el parlamento aparece en el centro de todas las críticas, como "uno de los símbolos más evidentes del desprestigio de las instituciones políticas". Sostiene con acierto Gabriel Murillo que en cuanto a la asociación entre deliberación y representación "... se supone que el espacio ideal para sopesar opciones alternativas para resolver los problemas se da en el seno de las corporaciones legislativas. ..." No obstante, estas expectativas difícilmente se cumplen en la realidad. Las prácticas inveteradas de los debates en los que subyacen visiones excluyentes de suma cero, dificultan en extremo que la lógica de la deliberación se pueda dar para concluir que "el ideal democrático de que a nivel parlamentario la decisión colectiva se deriva de la deliberación, no pasa de ser una meta deseable que se acentúa a medida que la gravedad de los problemas se agudiza".Tanto el trabajo de Ungar Bleier -dedicado al parlamento colombiano, especialmente después de la reforma constitucional de 1991-, como el ensayo de Michel Rowland García centrado en el régimen político de Ecuador-, ponen el acento en la

importancia de una revalorización de la institución parlamentaria como mecanismo de fortalecimiento de la democracia representativa. Otros autores centran la problemática del "malestar" con la democracia, no en la forma de organización del poder, sino en la relación entre representados y representantes. La crisis no es, entonces, una crisis de la democracia representativa, sino la ruptura de los lazos de confianza entre los ciudadanos y sus representantes: "los políticos" o la "clase política". Los partidos políticos son, desde esta perspectiva, los principales protagonistas de la crisis, en su carácter de intermediarios entre los dos polos de la relación representativa. En este sentido, sostiene Jackisch que "el poder político y la representación han sido siempre la difícil y conflictiva relación entré uno y muchos una vez internalizado el gran problema de la escala en la representación, se percibe inmediatamente que los partidos políticos constituyen un instrumento para reducir a una dimensión manejable cifras que ya no son manejables dado el tamaño y la complejidad de las sociedades en la actualidad". Los partidos políticos han perdido la confianza de la ciudadanía como mecanismos aptos para canalizar inquietudes e intereses. Mientras los representantes reivindican su estatus como voceros de los electores, éstos los perciben preocupados por los propios intereses de los partidos, cuando no los exclusivamente personales de cada líder. Entre los diversos problemas que se analizan en este volumen, pueden mencionarse la creciente burocratización de los partidos, la personalización de la política, la profesionalización de los dirigentes, el

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clientelismo, y por supuesto, el recurrente problema de la corrupción. El espacio perdido por los partidos en su función intermediadora ha sido cubierto por otras instituciones y grupos sociales. Como afirma, Jacqueline Peschard, "hoy por hoy los partidos siguen siendo las palancas fundamentales de la representación política institucionalizada, pero están constantemente acosados y cuestionados por organizaciones que promueven formas de participación a partir de referentes regionales, sectoriales o simplemente particulares, que están reñidos con una función agregadora o articuladora de intereses". En efecto, los partidos continúan gozando de una situación de privilegio en la integración de los órganos de gobierno, pero cuando la ciudadanía busca hacer oír sus reclamos o canalizar sus inquietudes, recurre cada vez más a las organizaciones no gubernamentales o a la prensa que se constituyen en actores principalísimos de la democracia. Los sistemas electorales son identificados como uno de los factores determinantes de esta crisis de confianza entre representantes y representados. En este sentido, los diversos trabajos ofrecen numerosas referencias a las reformas introducidas -o a estudio-, en

diversos países de la región. Los autores pasan revista crítica y bien documentada a las principales cuestiones en la materia: monopolio de las candidaturas para los partidos o candidaturas independientes; mecanismos de representación proporcional o principio mayoritario; designación de candidatos por la dirigencia partidaria o adopción del sistema de primarias abiertas o semiabiertas; representación territorial o sectorial o corporativa; representación igualitaria o asignación de cupos sectoriales; el financiamiento de las campañas; la duración de las campañas y la influencia de las encuestas de opinión, entre otras. Es importante destacar que en todos los trabajos que integran el volumen, más allá de la descripción y diagnóstico de la crisis de representación, se incluyen sugerencias y propuestas para corregir la situación. En este sentido, compartimos la idea de Constantino Urcuyo cuando afirma: "lo más peligroso para la democracia hoy en día, es permanecer en la contemplación de sus defectos, ello no es difícil pues tiene muchos. Lo difícil es estimular la imaginación para, superando el nihilismo y el cinismo de muchos, reinventar, recrear la política. Hace falta

creatividad política que sólo se puede obtener de la conjunción entre la práctica reflexiva de la política y la reflexión académica vinculada a los problemas del quehacer político en parlamentos, partidos y administraciones". Como afirma Ana María Bejarano en su trabajo, "la representación nace de la distancia que necesariamente existe entre gobernantes y gobernados y la mantiene. La problemática de la representación nos remite a los grados de distancia deseables y a los mecanismos de control que deben existir para evitar que esa distancia inevitable se convierta en un abismo insalvable". El volumen que comentamos enfrenta adecuadamente ese desafío creativo, ofreciendo al lector no sólo una reflexión académica crítica sobre la problemática, sino también un análisis de la situación concreta en diversas democracias latinoamericanas. Sin duda, este libro constituye un importante aporte a la discusión en la materia y resultará fuente de sugerencias para introducir correcciones y cambios en los arreglos institucionales vigentes para evitar que se produzca ese abismo insalvable que pondría en peligro la legitimidad misma del sistema democrático.

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