EL PENSAMIENTO QUE REGRESA Germán Rey/Jesús Martín-Barbera, Fundación Social Una de las características de la denominada sociedad del conocimiento es la circulación de los saberes. Una circulación que suele ser mucho más rápida que en el pasado, quizás más variada y menos endogámica pero que no puede hacer olvidar que existen centros de producción conceptual y periferias del conocimiento, lugares donde las ciencias han logrado una consistencia afianzada en la tradición así como en procesos densos de trabajo académico, infraestructura investigativa y contrastación pública de las ideas. El aislamiento de la periferia tiene signos y manifestaciones bastante precisas: por una parte, la adopción poco crítica de sistemas de pensamiento o de metodologías que fueron más determinaciones de los cursos de la reflexión que apropiaciones activas de los rumbos del pensamiento. Pero por otra parte han jugado también los provincianismos, la debilidad de la educación, la apatía o la saña de las élites frente a todo conocimiento que n fuera obediente a los cánones del poder o la asimilación funcional de los saberes sociales a la reiteración de planes de desarrollo que progresivamente han naufragado en sus propias ineficiencias. Más planes que proyectos de país, más ordenamientos juridicistas que creación conceptual. La debilidad de la educación pública, las predisposiciones religiosas y confesionales de la reflexión, la ausencia de comunidades investigativas o la falta de apoyo estatal son señales de un paisaje acotado, cerrado sobre sí mismo, en el que sobresalen experiencias más individuales que institucionales de un pensamiento social propio. Pero como lo demuestra la cartografía de las ciencias sociales colombianas, están desde los estigmas a la capacidad interpretativa y crítica de las ciencias sociales hasta las veleidades de las modas o la renuncia temprana al rigor y a la sistematicidad que exige todo esfuerzo de conocimiento. No se puede dejar de recordar la lúcida invocación de Pedro Henríquez Ureña cuando escribía que "el hombre universal con que soñamos, a que aspira nuestra América, no está descastado... Nunca la uniformidad, ideal de imperialismos estériles-escribe con una clarividencia que permanece en el tiempo-, si la unidad como armonía de las multánimes voces de los pueblos". La figura de Francisco José de Caldas que tan bella y dramáticamente ha novelado Samuel Jaramillo en Diario de la luz y las tinieblas es una metáfora potente de la soledad del creador que sufre las tensiones entre las ansias del saber y el aislamiento, los esfuerzos heroicos y las frustraciones corrientes. Y a pesar de ello tenemos un pensamiento social que ha ido ganando en autonomía, en fuerza para explorar nuestros problemas y en apertura para dialogar con el conocimiento que se produce en otros lugares del planeta. Un pensamiento menos doméstico y más libre, menos unilateral y más complejo. Algunos centros de investigación empiezan a ofrecer los frutos de años de trabajo sin que sea infortunadamente la norma sino más bien la excepción. Nuestra Revista de Estudios Sociales ha querido invitar a un grupo de investigadores colombianos que enseñan en importantes universidades del exterior. Ha sido tan generosa e interesante su respuesta que éste y el próximo número de la revista estarán dedicados a presentar sus trabajos. Son muchas las preguntas que este grupo heterogéneo de estudiosos colombianos nos provoca y numerosas las sugerencias que su obra nos propone. No se trata evidentemente de un "pensamiento colombiano" pero sí de colombianos que ejercen con calidad el desafío de pensar, recuperando lo mejor de la discusión teórica en cada una de las disciplinas en que se inscriben y sobre todo de los campos de pensamiento por los que transitan. Campos llenos de intersecciones sugerentes y de fronteras que no necesariamente son tan explícitas. Los motivos de su éxodo son diferentes: han buscado mejores oportunidades para su trabajo investigativo, entrado a formar parte de comunidades académicas de prestigio o tenido que salir al exilio obligados por los crecientes desastres del conflicto interno colombiano. En los últimos años se han presentado por lo menos dos fenómenos muy preocupantes: el creciente éxodo de colombianos y la focalización violenta sobre profesores, intelectuales e
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investigadores. El éxodo motivado por la recesión económica, las presiones de la guerra o la disminución de oportunidades laborales posee varios rostros: el de los colombianos desplazados dentro de su propio país que está compuesto por inmensas oleadas de hombres y mujeres de la población civil desarraigados por la acción directa de los guerreros llámense paramilitares, guerrilla o narcotraficantes. Y un éxodo externo que reúne desde campesinos y obreros desempleados hasta un grupo muy importante de técnicos, profesionales y expertos cuya salida hacia países del primer mundo significa un verdadero desastre en términos del capital humano para el país que durará años en reestablecerse de todas sus consecuencias sobre la vida económica y espiritual de una sociedad que ha participado en su expulsión. El acrecentamiento de la guerra ha puesto en la mira de los violentos a profesores e investigadores de las ciencias sociales. Asesinatos, atentados, amenazas y en general un clima de amedrentamiento han traído el exilio para unos y el silencio para otros. En "La paradoja del extranjero", Massimo Cacciari relaciona al peregrino con el éxodo, a la enemistad con la filia. Para tener experiencia del éxodo, la experiencia del peregrino, no basta con abandonar o simplemente empezar a andar; hace falta tener una tierra de la que partir, una voz que llama, una promesa a la que obedecer y escuchar. De otro modo los términos 'peregrino 'y 'éxodo' se convierten en vagos anhelos, en meros 'sentimientos'. La experiencia del exilio no es ciertamente la de un simple desarraigo, porque el que sufre o padece el exilio no deja de tener una tierra, un suelo (sea verdadera o falsa la etimología que al respecto ciertos gramáticos volvían a proponer) y siempre experimenta alguna forma de dolor, o por volver, o por haberse ido sin posibilidad de volver, o por alguna que otra esperanza, o desesperanza, de volver1. Diáspora o exilio, éxodo o peregrinaje, son palabras que en algunos de sus matices dibujan el trazado intelectual de los colombianos que presentamos en nuestra Revista. Una historia más documentada de los intelectuales en Colombia podría mostrar cuánto ha estado su trayectoria vital unida al desplazamiento físico y cognitivo, a la búsqueda de oportunidades para cualificar su reflexión, al choque con un país cerrado que además restringe las posibilidades críticas de la indagación. Pero también y en los últimos años, a la intolerancia política y el acoso de los guerreros. Para algunos, hace años y también ahora, la palabra exacta es exilio. Para otros, es peregrinaje o éxodo. Para todos es la ampliación de un horizonte. Pero debemos subrayar que el pensamiento de estos colombianos suele volver sobre las realidades de su país con una mirada renovada y escrutadora como se observa en la selección que ellos mismos han hecho de sus textos. No es nostalgia sino riesgo, no es deuda sino motivación. Sin embargo no importaría estrictamente la particularización de su pensamiento en las realidades locales porque lo que debemos resaltar aquí es la diversidad de los abordajes, la solidez conceptual y la libertad argumentativa. Conocer el pensamiento de estos colombianos que honran al país, debatir sus ideas, recuperar su trabajo para alimentar el desarrollo de las ciencias sociales, oxigenar el debate crítico y el análisis de una realidad social confusa y traumatizada, son algunos de los propósitos que buscamos al presentar una muestra de su obra a nuestros lectores y lectoras. Ellos se han ido buscando afirmar la apasionante aventura del pensar. En estas páginas regresan para contribuir a la necesaria tarea de construir un país mejor.
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Massimo Cacciari, "La paradoja del extranjero", en Archipiélago, N° 26-27, Madrid, 1996, Pág. 19.
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Estratificación social, cultura y violencia en Colombia Rafael Gutiérrez Girardot* En el prólogo a su libro El ciclo de la revolución contemporánea confesó el historiador argentino José Luis Romero que sería injusto suponer que al historiador le esté vedado tener (opiniones personales) -sobre todo cuanto se refiere a su propio tiempo-y que por la fuerza del sine ira et Studio que acuñó Tácito, se vea privado de poder decir lo que piensa sobre cosas que le atañen directamente. Cierto es que muchos historiadores carecen de opiniones; pero me temo mucho que sean más los que procuran ocultarlas discretamente, para no comprometer unos la objetividad científica y para no comprometer otros la sabia equidistancia entre todos aquellos a quienes los vaivenes de la fortuna pueden empujar hacia el más alto estado1. La revolución contemporánea, esto es, la que desencadenó la burguesía y se vio cercada por su dialéctica, la que opone a los "bienes de cultura creados por el esfuerzo de minorías..." como "la significación eminente de la vida humana, la necesidad de la libertad del individuo, la obligación de defender su dignidad", los "nuevos ídolos que menosprecian la inteligencia para exaltar las fuerzas primigenias de la tierra, la sangre y los instintos"2, nos atañe a todos los hombres del mundo occidental con la misma urgencia con la que nos atañe a todos los colombianos el peculiar papel que ha jugado la llamada "clase dirigente" colombiana en el horizonte de esa revolución contemporánea. Esta opinión de uno de los historiadores hispanoamericanos más decisivos relativiza, al menos, la aparente abstención valorativa con la que Jaime Jaramillo Uribe, el renovador de la historiografía colombiana, concluye su clara síntesis, para lectores no colombianos, titulada Etapas y sentido de la historia de Colombia: Por lo demás, como suele ocurrir en quienes están interesados en probar una hipótesis previamente escogida o en satisfacer las exigencias de un juicio de valor en pro o en contra de una * Ph. D. en Filosofía y Letras de la Universidad de Friburgo de Brisgavia, profesor de la Universidad de Bonn, Alemania 1 José Luis Romero, El ciclo de la revolución contemporánea, "Biblioteca contemporánea", Buenos Aires, De Losada, 1956,
determinada doctrina económica o política, en este caso del liberalismo, quienes han analizado en términos tan negativos este período de la historia colombiana, sólo han visto las sombras y han olvidado las luces que existen en éste, como en todos los períodos históricos3 Esta abstención valorativa rechaza un fundamento científico fundamental, esto es, el de una" hipótesis previamente escogida", pues, aparte de que la formación crítica es una tautología (el carácter de la hipótesis es su previa selección), la prueba de ella no implica de por sí la parcialidad absoluta de sus resultados, todos los períodos históricos, evidentemente, han tenido no sólo luz y sombra, sino también, para seguir con la metáfora, claroscuros y oscuridades difícilmente despejables sin correr el riesgo de una o varias hipótesis. La crítica a la crítica de ese período podría servir para formular una hipótesis. Ella se impone si se trae a cuento la conclusión de otro ensayo de Jaime Jaramillo, Algunos aspectos de la personalidad histórica de Colombia, que dice: Discreta contribución indígena en población, mano de obra y técnicas; mediana y de difícil logro la riqueza y medianas las formaciones sociales de clases y de grupos; con numerosos núcleos urbanos que hasta hoy han evitado el gigantismo urbanístico, Colombia bien puede ser llamada el país americano de término medio, de la áurea mediocritas4. La opinión negativa sobre las "tres décadas de liberalismo político y económico" se funda, según Jaime Jaramillo, en el hecho de que los economistas se sirven del concepto de corta duración, "con olvido del análisis de larga duración que es por excelencia el instrumento analítico del historiador"5. Los resultados de los análisis de corta duración del período liberal y los de larga duración de la síntesis sobre la personalidad histórica son en realidad iguales. La semejanza de esos resultados plantea una pregunta que se deduce de la clarificación de los conceptos de corta y larga duración que acuñó Fernand Braudel en su ensayo La longue durée de 1958: 3 Jaime Jaramillo Uribe, "Etapas y sentido de la historia de Colombia", en Jorge Orlando Melo (comp.) Colombia hoy, Bogotá, Biblioteca Familiar Presidencia de la República, 1996, Pág. 40. 4 Jaime Jaramillo Uribe, "Algunos aspectos de la personalidad histórica de Colombia", en [a personalidad histórica de Colombia y otros ensayos, Biblioteca Básica Colombiana, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1977, Pág. 153. 5 Jaramillo Uribe, "Etapas y sentido..." .-
Pág.11. 2 M , Pág. 166.
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... ciclos, ínter ciclos, crisis estructurales ocultan aquí las regularidades, las permanencias de sistemas, algunos dicen de civilizaciones -es decir, de viejos hábitos de pensar y de actuar, de cuadros resistentes, duros de morir, a veces contra toda lógica6 La corta duración, es decir, el lapso que analiza la historia económica y la larga duración, que analiza la historia social, los ciclos y los viejos y pertinaces hábitos de pensar y de actuar no se diferencian, al parecer, en la historia real de Colombia, no contradicen ciertamente el deslinde de los dos conceptos de la teoría, sino permiten transformarla en una hipótesis: la corta duración también en manifestación de viejos hábitos de pensar, de "cuadros resistentes, duros de morir" contra toda lógica, ¿condujo esa "antológica" al actual derrumbamiento de Colombia? ¿Y en qué consiste esa ausencia de lógica? El recurso a la lógica supone, en la formulación de Braudel, la inevitabilidad de progreso. Y si en ese marco se considera la afirmación de Theodor Schieder sobre la historia, es a saber que "la historia es la confrontación de poderosos impulsos en los que están vivos no solamente el interés de grupos sociales sino en todos lados la voluntad de algo más abarcador, total"7, cabe entonces preguntar ¿por qué no ha habido en la historia de Colombia esa voluntad o, si la ha habido, por qué no se ha realizado? ¿Es esa ausencia de voluntad o discrepancia entre voluntad y algo más abarcador y total y freno o supresión de ella la causa y a la vez el resultado del círculo de la aura mediocritas? Estas preguntas a la historia de Colombia tropiezan con el retraso con el que la historiografía colombiana puso su atención en fenómenos sociales que se habían rozado apenas ligeramente como el de la historia de las ideas, el desarrollo social, la familia, entre otros más, es decir, fenómenos y temas que ponen en tela de juicio la historiografía puramente política y anacrónica a comienzos de este siglo y que cimentó mitos sobre los que se fundó la imagen histórica de Colombia en más de cinco decenios de este siglo. Las pocas excepciones de ese retraso abrieron caminos, pero la recuperación de ese retraso no ha posibilitado llenar considerables lagunas que, en muchos casos, siguen existiendo. Las preguntas a la historia de Colombia no son preguntas que formula un historiador ´
6 Fernand Braudel, Ecrits sur I histoire, col. Science de l'historie, París, Ed. Flammarion, 1969, Pág. 53. Versión en español, Escritos sobre historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1991. 7 Theodor Schieder, Geschichte aIs wissenschaft, Munich-Vienna, R. Oldenbourg, 1965, Pág. 60.
profesional, sino preguntas que plantea el análisis de la literatura, que no se reduce a la literatura como expresión estética, sino como vasta expresión de las maneras de pensar y actuar de los estratos sociales que la han cultivado. Si, por ejemplo, se analizan las varias capas de que consta un "cuadro de costumbres" tan significativo como Las tres tazas de José María Vergara, y Vergara será posible suscitar la ocupación con la cuestión sociológica de la estratificación social y sobre todo con las situaciones que condicionaron la formación de un "nuevo patriarcado". Escrito en 1880, el "cuadro de costumbres" relaciona el desarrollo de la sociedad capitalina después de la proclamación de independencia con tres modas y sus formas correspondientes de sociabilidad. La primera época de 1813 a 1848 se caracteriza por el estilo de la invitación y la bebida que se ofrece en una reunión. El estilo de la invitación es sobrio: "Doña Tadea Lozano saluda a usted y le ruega que venga esta noche a tomar en su casa el refresco que ofrece en obsequio de algunos amigos". La sobriedad de la esquela mostraba la conciencia de clase de la marquesa de San Jorge y no contrastaba con el lujo de la mansión, del mobiliario y de la vajilla porque éstos eran tan evidentes como la conciencia de clase, es decir, no eran lujo. Se sirvió el chocolate con sus acompañamientos en tazas y platos de plata. A la reunión asistieron, entre otros, Antonio Nariño, Antonio Baraya y Camilo Torres (o Camilo de Torres). Del techo de la gran sala en la que estaban reunidos los próceres de la independencia colgaban "tres grandes cuadros dorados en que se veían los retratos del conquistador Alonso de Olaya, fundador del marquesado; de don Beltrán de Caicedo, último marqués de San Jorge, por la rama de Caicedos; y de don Jorge de Lozano, poseedor del marquesado en 1813"8. Se bailó la contradanza, y a las doce de la noche se retiraron los "elegantes tertulianos". "Cuatro años después, todos los hombres de aquella tertulia, menos dos, habían sido fusilados: todas las mujeres, menos tres, habían sido desterradas"9. El viejo patriarcado y la élite intelectual y política dieron su vida por la independencia de Colombia. El estrato aristocrático además de tener con sobria y elegante evidencia su conciencia de clase fue patrióticamente heroico. Con ello, este estrato erigió su propio monumento sobre el que elevó su derecho moral al poder político. La invitación a la segunda taza lleva la fecha 8 José María Vergara y Vergara, "Las tres tazas", en Museo de cuadros de costumbres, Biblioteca de "El mosaico", Bogotá, Biblioteca Banco Popular, Vol. 49,1973, Pág. 181. 9 Ibíd., Pág. 183.
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de 1848. El texto es sobrio, pero está impresa y tiene una "viñeta que representa un amor dormido". Juan de las Viñas invita a tomar una taza de café. La sala de la familia Viñas "era de una sencillez patriarcal". Las paredes de cal estaban adornadas con láminas dispares: una representaba a San José, en un cuadro se veía la muerte de Napoleón y una lámina mostraba a Cleopatra "escondiéndose en el seno de un lagarto". El mobiliario "indicaba una medianía de esas que se llaman decentes". Juan de las Viñas pronuncia las eses y las ces como la zeta castellana. Después de tomar una taza de café hubo baile y cuando el jolgorio iba a terminar, el anfitrión propuso que su prima Julia cantara. Algo acatarrada, la prima comenzó a cantar y cuando hizo un trino en la voz, se derrumbó. Juan de las Viñas es de clase media, su conciencia de clase decente se funda en su postizo casticismo. La elegancia y el heroísmo de 1813 han sido sustituidos en 1848 por la cursilería. El texto de la invitación a la tercera taza de té, es de estilo abultado revelador. El lenguaje no es castizo ni "decente", sino exhibe un peculiar cosmopolitismo provinciano: "Los marqueses de Gacharná hacen sus cumplimientos a José María Vergara, caballero, y le avisan que el 30 del mes entrante, siendo cumpleaños de su señora la marquesa, se hará música en el hogar y se tomará el té en familia (traje de etiqueta)". La mezcla de inglés y francés bogotanizados (hacen cumplimientos - se hará música) corresponde a la mezcla gentilicia de los marqueses. El marqués de Gacharná "es un francesito natural de Sutamarchán". Después de pasar dos años de hambre en París volvió a Bogotá, donde se casó con "una inglesa nacida en el barrio Santa Bárbara, y que tenía dote". Con la suma que le produjo la venta de unas casas de la dote, el marqués abrió un hermoso almacén, Gacharná and company. Se pasaron a vivir a la otra casa y no recibían a nadie porque "así podían romper con algunos parientes y antiguos amigos, cuya sociedad muy cordial no les convenía". Vivían con suma economía y cuando habían ahorrado una determinada suma, daban un té o una soirée, a la que invitaban a muy "pocas personas de lo más europeo que les era posible". La poca frecuencia con que daban las soirée es las hicieron codiciables en la "alta sociedad y que no es alta de ninguna manera". Los altos precios de las mercancías y el modo intimidante de venderlas, contribuyen al fortalecimiento del negocio. El marqués de Gacharná, consciente de su altísima situación, solía pasearse en el altozano de la casa, en el que lo visitaba algún joven talentoso para conversar con él. Como monsieur de Gacharná respondía de vez en cuando con monosílabos: ¡Oh! i sí! bah,
pues, oh no!, adquirió "fama de hombre profundo en economía política". Por eso, el cónsul noruego "lo propuso para sucesor suyo cuando tuvo que regresar a Europa". El marqués aceptó, renunció al sueldo, pidió carta de naturaleza de Noruega y ofreció comprar un título de nobleza. Los marqueses de Gacharná tuvieron un hijo y para cuidarlo emplearon una india, que además de dormir todo el día tenía otro defecto, esto es, el de "la creencia que se había arraigado en su alma de que el hombre ha nacido para beber chicha y la mujer para acompañarlo". Después de la reunión, las despedidas se limitaron a "bonne nuit, Madam; bonne nuit, monsieur, Bonímada Bonímosi"10. Los marqueses de Gacharná llevaron a la culminación la tendencia extranjerizante de Juan de la Viñas, medraron explotando el afán de ascenso social aristocrático y un sentimiento de lujo que consistía en que se le satisfacía cuando se comparaba a altos precios en un almacén con nombre inglés. Pero el comerciante marqués no sólo explotaba esos afanes y sentimientos de lujo aristocrático. Él desarrolló el hábito del ahorro propio del empresario capitalista, si bien no para mantener y enriquecer las inversiones, sino para poder aprestigiar sus soirées y escalar con ello la exclusividad "elitista" de su modelo inmediato, el marqués de San Jorge. El fervor con el que aspiraba a ser aristócrata fue característico de los criollos. En sus Noticias secretas de América Jorge Juan y Antonio de Ulloa observaron que es de suponer que la vanidad de los criollos y su presunción en punto de calidad se encumbra á tanto que cavilan continuamente en la disposición y orden de sus genealogías, de modo que les parece no tienen que envidiar nada de nobleza y antigüedad á las primeras casas de España; y como están de continuo embelesados en este punto, se hace asunto en la primera conversación con los forasteros recién llegados, para instruirlos en la nobleza de la casa de cada uno, pero investigada imparcialmente, se encuentran á los primeros pasos tales tropiezos que es rara la familia donde falte mezcla de sangre y otros obstáculos de no menor consideración11. Jorge Juan y Antonio de Ulloa observaron también que este afán "genealógico", si cabe llamarlo así, ocasiona disputas entre los criollos que se reprochan mutuamente la fragilidad de su prosapia. En su ensayo Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo Reino de Granada en la
10 Ibíd., Pág. 197; Pág. 200; Pág. 205. 11Jorge Juan y Antonio Ulloa, Noticias secretas de América, Ediciones Turner-Madrid & Librimundi-Quito, 1982, Pág. 417.
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segunda mitad del siglo XVIII Jaime Jaramillo trae a cuento ejemplos de estas disputas sobre los pergaminos y las prosapias que sustancia la afirmación general de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, y cita una opinión de Francisco Silvestre sobre "el grupo criollo, demasiado seguro de sí mismo, que manifestaba gran entusiasmo de nobleza y engreído orgullo y apego a títulos colorados y pomposos", según le decía de los criollos de Antioquia12. A las observaciones sobre la manía aristocrática de los criollos, Jorge Juan y Antonio de Ulloa agregaron este complemento: Los europeos ó Chapetones que llegan á aquellos países son por lo general de nacimiento baxo en España, ó de linajes poco conocidos, sin educación ni otro mérito alguno que los hagan muy recomendables, pero los criollos sin hacer distinción de unos a otros los tratan á todos igualmente con amistad y buena correspondencia: basta que sean de Europa para que mirándolos como personas de gran lustre hagan de ellos mayor estimación... Los criollos no tienen más fundamento para observar esta conducta, que el decir que son blancos, y por esta sola prerrogativa son acreedores lexitimos á tanta distinción, sin pararse á considerar cuales su estado, ni a inferir por el que llevan, que puede ser su calidad13. José María Vergara comprobó para el siglo XIX la existencia de estas peculiaridades que se habían observado en el siglo XVIII, y que son conocidas más que suficientemente por los historiadores sociales. Sin embargo, esta pertinacia de "cuadros resistentes" con breve variedad de acentos induce a preguntar por su tránsito del siglo XVIII al XIX y aún hasta el XX. El comercio facilitó el ascenso social y fomentó un cambio de mentalidad que Ricardo Silva ilustró con intención humorística en un artículo de costumbres, Estilo del siglo, de 1860, en el que presenta una carta de amor llena de vocablos, giros y una lista de regalos y cartas tomados del lenguaje de la contabilidad. Pero este cambio de mentalidad y la forma de ascenso social aristocratizante se enmarcaron en el ideal de la sociedad colonial. Esta superposición o, coexistencia de lo simultáneo con lo no simultáneo, como dice Ernst Bloch, propio de toda transición
12 Jaime Jaramillo Uribe, "Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII", en Ensayos sobre historia social colombiana, Biblioteca Universitaria de Cultura Colombiana, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1968, Pág. 178. 13 Ulloa, Noticias secretas..., Pág. 420.
plantea un problema. La superposición de la estructura jerárquica de la Colonia a la emergencia de clases de la sociedad republicana, la permanencia de una mentalidad señorial y el comienzo incipiente de una mentalidad racional tienen como concomitancia la cuestión del ordenamiento jurídico, y especialmente de la legislación civil que regula la convivencia de todos los miembros de la sociedad. Luis Eduardo Nieto Arteta esbozó, en su ensayo "De la legislación de indias al nuevo código civil", el problema que plantea este tránsito. La perspectiva del análisis es económica y pone el acento, además, en una cuestión de filosofía moderna del derecho, es decir, el de la identificación de derecho y ley que hicieron los juristas liberales de esa época. Curiosamente, Nieto Arteta cita como innovador el Código Civil del Estado de Cundinamarca y no tienen en cuenta que éste, promulgado en 1859, fue la adaptación casi literal del Código Civil de la República de Chile de Andrés Bello, aprobado en 1855 por el parlamento chileno. La importancia del Código Civil de Bello radica en el hecho de que esta obra maestra introduce el Code Napoleón de 1814, es decir, una legislación civil revolucionaria y racional sin suprimir radicalmente las instituciones de la legislación colonial. Nuevo y de efectos sociales inmediatos fue, por ejemplo, la concesión a la mujer de capacidad jurídica relativa y un mejoramiento relativo de la situación de los llamados hijos ilegítimos. El eclecticismo del Código Bello correspondía a la situación de transición, pero precisamente por ello muestra el intento de racionalizar paulatinamente la convivencia social. Nieto Arteta no se refiere a tres cuestiones fundamentales de la recepción del derecho racional en la sociedad tradicional: la cuestión de la recepción misma, es decir, las discusiones o resistencias a ese derecho; la cuestión de su aplicación en la praxis cotidiana, es decir, la interpretación o jurisprudencia que surge de esa aplicación; y como corolario de éstas, la utilización de las leyes del Código como disfraz de una praxis ilegal. El desiderátum de una investigación que esclarezca estas tres cuestiones ha de tener en cuenta, también para el derecho civil, la observación que hizo José Luis Romero sobre el liberalismo del "nuevo patriarcado" u oligarquía en Argentina y que tiene su vigencia para Colombia, esto es, que en el sistema político elemental... apuntaban las viejas tendencias del autoritarismo autóctono, pero que, contenido por el vigoroso freno del formalismo constitucional, conducía al mismo tiempo a una solemne afirmación del orden jurídico y a
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una constante y sistemática violación de sus principios por el fraude y la violencia14. Esa discrepancia implícita en la "solemne afirmación del orden jurídico", en lo que en Colombia se llama "civilismo", fue ilustrada por José María Samper en su "retrato" de costumbres El triunvirato parroquial. Parroquial es sinónimo de municipal. El triunvirato lo forma el párroco, el gamonal y el tinterillo, que se alían porque hay entre aquellos a causa de su posición, un principio de simpatía y alianza que encuentra sus puntos de apoyo en las tradiciones de nuestras sociedades, en la educación que han recibido desde siglos, y en los ejemplos políticos de la época que por hábito o buena crianza llamamos república. El retrato del municipio es, pues, un reflejo de la depravación de la división de los poderes de la República. Así, el poder legislativo es el párroco, el ejecutivo es el gamonal y el judicial es el tinterillo. El gamonal es "dueño o poseedor de las tierras más valiosas, especie de señor feudal de la parroquia republicana", que tiene sumo interés (interés de vida o muerte para su autoridad de hecho) en que haya pobres y miserables en el pueblo, para que nadie le haga estorbo con veleidades de igualdad e independencia; en que la escuela no progrese, porque los ignorantes son siempre los más dóciles esclavos;... en que los indios y mestizos no tengan protectores, ni garantías, ni dignidad, porque así no servirían como rebaños del feudo parroquial; en que la usura y la codicia reinen, porque con ellas y cien usurpaciones ha hecho su fortuna el señor gamonal; en que haya borracheras, jugarretas y fandangos, porque así vende el mismo gamonal los licores, los naipes y las velas de alguna tienda suya.. .y en fin, en que no haya elecciones formales, ni legalidad alguna, ni mejoras materiales, porque aquellas pronto suprimirían la autoridad gamonalicia...15. El interés del tinterillo, que como el gamonal es enemigo del "cura filántropo", consiste en que haya pendencias, enemistades y diabluras, a fin de que abunden los pleitos y sumarios con que él medra; 14 José Luis Romero, Las ideas políticas de Argentina, Col. Tierra Firme, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1953, Págs. 188ss. 15 José María Samper, "El triunvirato parroquial", en Museo de cuadros de costumbres, t l, Pág. 242.
en que la propiedad de los indios esté siempre embrollada, porque así es fácil escamoteársela; en que la cárcel sea un lugar de tormento, inmundicia y podredumbre, porque así surte mejor efecto, como instrumento de amenaza, coacción o venganza16 Samper se limita a analizar benévolamente el papel del poder legislativo del triunvirato, el cura, y sólo dice del "cura malo" que "al llegara su parroquia un cura turbulento, es como cuando sueltan un toro nuevo a la plaza, y algo peor, porque con él no hay barrera que valga". De este crítico retrato Samper saca la certera conclusión de que los hábitos que entre nosotros han engendrado la esclavitud, las encomiendas, los indultos de tierras, el tributo, las alcabalas, los alferazgos para fiestas, los monopolios, el trabajo personal, el reclutamiento... y tantas otras instituciones funestas; esos hábitos, decimos, han petrificado el alma y el corazón de nuestro pueblo en las demarcaciones rurales, han mantenido el distrito en secuestro y condenado la República democrática a ser por largo tiempo una especie de embrión grande y triste quisicosa, una pobre cuasi-verdad, cuando no una grandísima mentira17. Los hábitos que menciona Samper son los "cuadros de resistencia" que han prolongado la figura del "hacendado", una forma depravada del señorío feudal, que se fundaba en la relación de amos y siervos como una relación personal de protección y obediencia. La hacienda regulaba la vida de los siervos porque en ella había una capilla para el bautizo y la defunción, y locales de abastecimiento para los siervos que tenían que vivir en ella y del hacendado18. La configuración concreta de este principio de la hacienda y su función regresiva en la época republicana colombiana ha sido precisada concisamente por Salomón Kalmanovitz quien asegura que el desarrollo de la hacienda en el siglo XIX "confirma la tendencia al establecimiento de las relaciones de servidumbre y no a formas de producción capitalistas"19. La comprobación histórica pone de presente la transformación de la transición de sociedad y derecho coloniales o tradicionales a sociedad con incipiente intento de modernización y racionalidad en beneficio de una forma
16 Ibíd. 17 Ibíd., Págs. 245, 248. 18 "Sobre la hacienda colonial en general" v. Luis Weckmann, La hacienda medieval de México, México, El Colegio de México, 1984, t. II, Págs. 432ss. 19 Salomón Kalmanovitz, Economía y nación. Una breve historia de Colombia, Bogotá, Siglo XXI Editores, 1985, Pág. 54.
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depravada de la primera que condenó "la República democrática a ser por largo tiempo... una grande y triste quisicosa, una pobre cuasi-verdad, cuando no una grandísima mentira". La regresión o el restablecimiento antilegal o inmoral y depravado del "señorío feudal" si así cabe llamarlo, incluye el restablecimiento subrepticio e intimidante de la sociedad jerárquica y petrifica la dinámica propia de la estratificación social, restableciendo a la vez la pirámide jerárquica, encubierta por la "grandísima mentira" de la República en la que la aristocracia o el "nuevo patriciado" fundan ascenso en la mentira, en una mimesis de otra mentira: la de su modelo, el de los héroes que, para recordar el cuadro de costumbres de José María Vergara y Vergara, acudieron al homenaje que la marquesa de San José hizo a Antonio Nariño. El marqués de San Jorge mismo, cuya mansión y lujo sacralizó Vergara y Vergara, no pagó "los derechos de lanza" a la Corona, por lo cual ésta le retiró el título, según escribió Jaime Jaramillo citando a Raimundo Rivas20. Además, Baraya y, sobretodo, Camilo Torres. El héroe Camilo Torres, llamado también el Verbo de la Revolución, "representa desde 1810, en la historia de la ciencia jurídica nacional, la crítica del formalismo jurídico y la lucha constante contra la identificación del derecho y la ley", dice del jurisconsulto y prócer Luis Eduardo Nieto Arteta21. En su ejemplar historia crítica, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Indalecio Liévano Aguirre desmontó documentalmente la legendaria efigie marmórea de heroico jurisperito y puso presente la discrepancia incorporada en el Verbo de la Revolución: Don Camilo Torres -escribió- como vocero del estamento criollo, criticó acerbamente, en el Memorial de Agravios, las odiosas distinciones establecidas durante la Colonia entre criollos y peninsulares y predijo la ruina del Imperio español si se prolongaba en América esta absurda dicotomía política. Pero el mismo señor Torres y la clase social que representaba, no vacilaron en restablecer, el adueñarse del mando, distinciones no menos odiosas entre ellos y el pueblo que tenían la pretensión de gobernar. Así se opusieron, alegando su calidad de "descendientes de don Pelayo", a que la Metrópoli favoreciera a los peninsulares, pero al llegar a definir en el ámbito mismo de la Patria, sus relaciones con los artesanos, los indios y los campesinos granadinos, echaron por
20 Jaramillo Uribe, La personalidad histórica de Colombia..., Pág. 147. 21 Luis Eduardo Nieto Arteta, "De la Legislación de Indias al Nuevo Código Civil",en Ensayos históricos y sociológicos, Biblioteca Básica Colombiana, Bogotá ,Instituto Colombiano de Cultura, 1978, Pág. 198.
la borda la filosofía igualitaria y el humanitarismo que habían dicho profesar, y trazaron unas fronteras, para defender el privilegio, en cuyo curso discurre, ignorado, todo el drama de nuestro pueblo. "Los que conmovían al pueblo -escribía con horror uno de los voceros del estamento criolloesparcían ideas sediciosas, y entre ellas la detestable máxima de que en el día no hay distinción de personas, que todos somos iguales22. Liévano Aguirre presenta una antología, por así decir, de las opiniones y teorías regresivas del gran héroe y jurisconsulto, pero con ello no sólo desmonta su monumento, sino caracteriza al estamento criollo del que Camilo Torres fue vocero: ...en la vanidosa oligarquía criolla se evidenció, desde el primer momento, ese menosprecio por lo típico, por lo popular a que: se acostumbraron sus agentes en los prolongados esfuerzos que realizaron durante la Colonia para asemejarse a los representantes de la Corona, con la esperanza de que se les permitiera introducirse en los mandos políticos. Por eso, la Metrópoli distante fue sustituida por el predominio de una oligarquía vanidosa y simuladora de cultura que pretendió dar ala sociedad granadina la configuración de una colonia interior, en la cual le correspondía a ella desempeñarla funciones de Metrópoli23. Un siglo después de José María Samper, Indalecio Liévano Aguirre repetía su juicio y lo documentaba, pero especificaba y precisaba la causa de que la República fuera una mentira: el "nuevo patriciado" o la "oligarquía... simuladora de cultura". Esta opinión contrasta con el elogio que Marcelino Menéndez y Pelayo hizo a los sucesores de esa oligarquía: la Atenas suramericana. Con esa exuberante designación, el ultramontano polígrafo montañés encomió la cultura "humanística" de los cofrades intelectuales de Miguel Antonio Caro y no se percató de que el elogio podía convertirse en desenmascaramiento. Efectivamente, el encomio es un abuso. En la supuesta Atenas suramericana no hubo humanismo, ni siquiera en el sentido restringido que cabe aplicar a España. Juozas Zaranka apunta en su libro Humanismo en Colombia que "el humanismo en Colombia durante todo el siglo XIX era de inspiración puramente latina, y el interés por las letras griegas no se despierta sino hasta el
22 Indalecio Liévano Aguirre, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Bogotá, Biblioteca Familiar Presidencia de Colombia, 1996, t. II, Pág. 185. 23 Ibíd., Pág. 186.
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siglo XX"24. Con esto, esa "inspiración puramente latina" tiene poco o casi nada de inspiración. Si se lee el capítulo correspondiente al siglo XIX de El latín en Colombia. Bosquejo histórico del humanismo en Colombia, de José Manuel Rivas Sacconi, no será difícil comprobar que la mayoría de los "latinistas" que menciona son autores de gramáticas, que, pues, ejercieron lo que el mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi reprocha a su profesor de latín, en el siglo XVIII: que "enseñaba mucha gramática y poca latinidad"25. La excepción es Miguel Antonio Caro, de quien Rivas Sacconi asegura que su "humanismo... es la cifra y resumen en la múltiple personalidad de Miguel Antonio Caro... el cual es condición principal de su espíritu, entrada de todo su saber, campo en que florecen su labor intelectual y literaria, en que nace y se explica la variedad de sus aptitudes y actividades"26. No es del caso analizar sus traducciones latinas, las de Virgilio y especialmente sus comentarios porque para que el análisis corresponda a los elogios que se le han hecho sería preciso comparar esos estudios con los filólogos clásicos europeos contemporáneos de Caro que se ocuparon con Virgilio. La comparación no sería favorable al "humanista" colombiano, pero el resultado sería injusto porque el corpus de los "estudios virgilianos" de Caro no denota el propósito de contribuir a los estudios sobre Virgilio sino a divulgarlo y a despertar en sus lectores la devoción que él le profesaba. Así, Caro no se ocupa filológicamente con la literatura científica sobre Virgilio sino escoge los juicios elogiosos y cuando reprocha en alguno de ellos una omisión, no la fundamenta con argumentos. De Sainte-Beuve, autor de un Estudio sobre Virgilio que hoy se considera clásico, dice Caro que "falto de fe como hombre, carece de profundidad como crítico"27. La famosa Égloga IV que anuncia el nacimiento de un niño y el advenimiento de una nueva edad de oro es para Caro, siguiendo la interpretación de los primeros cristianos y de la Edad Media, un poema profético que anuncia la llegada de Cristo y del cristianismo. Para justificar esa vieja tesis, Caro destaca el carácter profético de la obra de Virgilio, pero eso 24 Juozas Zaranka, Humanismo en Colombia, Bogotá, Ediciones CIEC, 1980, Pág.9. 25 José Joaquín Fernández de Lizardi, El periquillo Sarmiento, col. "Sepan cuantos...", México, Ed. Porrúa, [1816] 1976, Pág. 35. 26 José Manuel Rivas Sacconi, El latín en Colombia, bosquejo histórico del humanismo colombiano, Bogotá, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, 1949, Pág. 409. 27 Miguel Antonio Caro, Estudios virgilianos, primera serie, Carlos Valderrama Andrade (comp.), Biblioteca Colombiana XXIV, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1985, Pág. 116.
le plantea el problema de que el don profético sólo está reservado a los profetas bíblicos y a los santos, pero no a los paganos. Caro soluciona el problema de manera eclesiástica y asegura "...que, según el testimonio de la Historia sagrada, alguna vez se concedió a los gentiles así como el de milagros el don de profecía, el cual supone visión sobrenatural..."28. Esta manera de argumentar no es de un humanista. Más bien recuerda la retórica arbitraria del "ilustre Donoso Cortés", como lo llama Caro, quien en su influyente Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo refuta la filosofía y el pensamiento modernos con la cómoda afirmación de que ellos no poseen la verdad de la ley divina. El descendiente intelectual de Camilo Torres -quien dominaba el griego, el latín, el italiano y el francés, aunque no dejó testimonio de ello- no fue, como su antecesor, un "simulador de cultura", sino más bien creador de una simulación de buena fe y hasta involuntaria: la del sacristán como laborioso latinista. Y por su arte de la argumentación desarrolló la simulación de cultura en una simulación de razón. Esta razón era simplemente el dogma católico que se fundaba no sólo en los designios de Dios, la ley divina y la providencia sino en el hecho de que "la casi totalidad de los colombianos" profesaba la religión católica. En las bases de reforma constitucional de 1886 escribió: "la nación reconoce que la religión católica es la de casi la totalidad de los colombianos, principalmente para los siguientes efectos:... organizar y dirigir la educación pública en consonancia con el sentimiento religioso del país"29. El proyecto de constitución es más decidido: "La religión católica, apostólica, romana es la de la nación: los poderes públicos la protegerán y harán que sea respetada, como esencial elemento del orden social". Y en el Art. 38 especifica: "La educación pública será organizada y dirigida en consonancia con la religión de la República"30. El soporte demográfico del gobierno de la Providencia eclesiástica era considerablemente precario. Según observa Pierre Chaunu, en la época de los gobiernos liberales (de 1830 hasta 1865), un 40 por ciento de la población de Colombia no conocía la lengua nacional, más de tres cuartos de esa población era analfabeta y 97 por ciento de ella no participaba en la vida política por apatía e
28 Ibíd., Pág. 90. 29 Miguel Antonio Caro, Estudios constitucionales y jurídicos, primera serie, Carlos Valderrama Andrade (comp.), Biblioteca Colombiana XXIV, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1986, Pág. 13. 30 Ibíd., Pág. 32 (Art. 35).
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ignorancia y sutil exclusión social31. La organización y dirección de la educación pública por la Iglesia católica "en consonancia con el sentimiento religioso del país" era, por lo menos, una sutil paradoja, que simulaba una base real sobre la cual se elevaba una nueva versión del tópico acuñado en la Francia prerrevolucionaria para designar la tradicional unidad del "trono y el altar" de la monarquía. Decenios más tarde, el "historiador" liberal Tomás Rueda Vargas reveló el sentido de esta nueva versión. Anunció que "las señoras descendientes de virreyes, de oidores, de encomenderos y de capitanes", de quienes los "descendientes despojados" de la población prehispánica esperan que la "luz de vuestros ojos vaya a iluminar su opaco espíritu" harán que se cumpla "el noble intento de la Reina Católica", esto es, el de "dar al fin, con un inteligente y real cuidado de nuestras gentes, a la palabra encomienda su verdadero significado, el que quiso imprimirle y no logró que tuviera, el alto espíritu de doña Isabel de Castilla"32. En la nueva Colonia, la ilustración del "opaco espíritu" de la gran mayoría de la población fue encomendada a una Iglesia católica que fomentaba la opacidad de todos los espíritus, aun la de los estratos privilegiados, con su dogmatismo. La anarquía y el desorden, las guerras civiles, los golpes de Estado del siglo XIX, las reformas sociales y económicas fallidas tuvieron causas inmediatas (la disputa de federalismo y centralismo y sus variantes), pero el horizonte en el que se desarrolló este largo y ambiguo período de la República independiente fue el de la amenaza de desmoronamiento de la sociedad tradicional y la inmediata erección de un dique que lo evitara. Liévano Aguirre lo ilustra con la figura de Camilo Torres, pero esa doble moral del prócer es sólo un aspecto de uno más amplio, esto es, el del temor del variopinto estrato dominante (las tres tazas, entre otros componentes) de percibir y enfrentarse al problema que presentaba el comercio con Europa principalmente, esto es, el de la paulatina secularización. El liberalismo colombiano, lo mismo que casi todo el liberalismo latinoamericano, se moderó y, como apunta José Luis Romero, ... . ..sin declinar la defensa de grandes principios consideraba peligroso aplicarlos sin ajustarlos cuidadosamente a las ; circunstancias reales de cada sociedad. Muy pronto el
31 Pierre Chaunu, L'Amérique et les Amériques, col. Destins du monde, París, Librairie Armand Colín, 1964, Pág. 230. 32 Tomás Rueda Vargas, La Sabana y otros escritos, Biblioteca Colombiana XII, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1977, Pág. 52.
liberalismo moderado adoptaría los caracteres reales de cada sociedad. Muy pronto, el liberalismo moderado adoptaría los caracteres de un conservadurismo liberal33. Álvaro Tirado Mejía especificó para Colombia una forma de ese conservadurismo: "...desde los comienzos de su existencia, el liberalismo se escindió conservando una aparente unidad y haciendo valer siempre, de grado o por fuerza, los intereses de los sectores dominantes"34. De grado o por la fuerza: ¿qué significa esta alternativa, o no es más bien una conjunción? Sobre la disputa del liberalismo para socavar el fuerte poder de la Iglesia observa el mismo Álvaro Tirado Mejía, que en ella ... los intelectuales liberales ciñeron como divisa el anticlericalismo, lo que no obstaba para que la mayoría de" ellos fueran religiosos, e incluso radicales, hasta fervorosos católicos. En general, los liberales no adelantaron su ataque contra la Iglesia y sus ministros en nombre del ateísmo o contra la religión, sino contra la intervención política del clero -porque militaba en el bando contrario-y a nombre de un cristianismo primitivo, por una Iglesia sin lujos y sin pompa y exaltando el culto privado que hacía superfluos los ministros eclesiásticos, sus enemigos políticos35. En este marco de reducción a la defensa de intereses a las ideas modernas como el utilitarismo, el benthamismo, el sensualismo que expresaban y fomentaban los procesos de secularización es preciso complementar el libro de Jaime Jaramillo Uribe sobre El pensamiento colombiano en el siglo XIX y a partir de la exposición preferentemente doxográfica que allí ofrece para esbozar una sociología de la religión y de la institución eclesial que esclarezca la compleja relación entre sacerdotes y laicos, entre la cabeza y los miembros de la Iglesia "como cuerpo místico de Cristo", y la proyección de esa relación de obediencia a la sociedad y sus ambiguas consecuencias como la de distancia e identificación del laico como el sacerdote, entre muchas más y que analizó para Francia Bernhard Groethuysen en su obra Génesis de la conciencia burguesa en Francia36. Esta sociología de la 33 José Luis Romero, Situaciones e ideologías en Latinoamérica, Luis Alberto Romero (comp.), Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1986, Pág. 157. 34 Álvaro Tirado Mejía, "Colombia: siglo y medio de bipartidismo", en Jorge Orlando Melo (comp.), Colombia hoy, Bogotá, Biblioteca Familiar Presidencia de la República, 1996, Pág. 117. 35 Ibid., Págs. 120ss. 36 Bernhard Groethuysen, Die Enststehung der búrgerlichen Welt-und Lebensanschauung in Fankreich, Frankfurt/M, Suhrkamp verlag, 1.1, Págs. 67ss.
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religión podría esclarecer, como sociología de la institución eclesiástica, la degradación de la religión como medio del poder y socavamiento de los valores y virtudes morales que ella predica. Pero mientras se satisfaga este desiderátum cabe plantear la hipótesis de que el poder de la Iglesia impuso frenos al pensamiento y a la conducta que en la Constitución de 1886 fue cimentado con carácter sutilmente inquisitorial: "...el gobierno impedirá que en el desempeño de asignaturas literarias, científicas y, en general, de todos los ramos de la instrucción, se propaguen ideas contrarias al dogma católico y al respeto y veneración debidos a la Iglesia"37. Convertida en monasterio que declara tácitamente enemigo al que piensa libremente, Colombia extendió este dogmatismo de "amigo-enemigo" a la política, es decir, lo ancló en la conciencia colectiva y favoreció la reinstauración de la sociedad colonial, revestida con los hábitos y resabios de la simulada aristocracia. Privada de los estímulos del conocimiento y la discusión de ideas seculares contemporáneas, que, además beneficiaban la educación para la libertad, es decir, asegurada de ese modo la permanencia en el poder del alto estrato y la petrificación de la estratificación social reconvertida en jerarquía, la cultura colombiana sólo pudo o quiso ser un ornamento retórico de ese estatu quo. Excepciones como Miguel Samper o José Asunción Silva no tuvieron la fuerza suficiente para que se superaran las estampitas religiosas de Miguel Antonio Caro o las viñetas del tribuno de yeso payanes Guillermo Valencia, que se exhibieron en las vitrinas de la espumosa Atenas suramericana. Una República democrática como "gran mentira", una aristocracia de recién venidos, muchos de los cuales ostentaban como pergaminos el engaño y la patanería, "intérlopes" los llamaba Emilio Cuervo Márquez, una educación para semianalfabetizar, una estratificación social degradante para la mayoría de los colombianos, una cultura tímida y producida en la oscuridad de los dogmas reinantes, en suma, un simulacro de realidad que desconoce la realidad inmediata de la población engañada y paciente, en el doble sentido de la palabra, se mueve en un terreno movedizo y frágil que la sociología conoce como "anomia", esto es, "el rápido derrumbamiento de un sistema de normas y valores sociales y el estado de desorientación que grupos singulares experimentan o perciben en una situación tal y que los impulsa a acciones incalculables"38. La peculiaridad
37Tirado Mejía, Colombia: medio siglo de bipartidismo, Pág. 127. 38Holm P. von Sternstein, "Anomie" en H. Kerber & A. Schimieder, Hanbuch Soziologie, Reinbek bei Hamburg, Rowohlts Enzyklopädie, 1991, Pág. 26.
colombiana de esta anomia consiste en la lentitud con la que "los descendientes de Pelayo" detuvieron y aprovecharon en su beneficio el proceso de transición sin percatarse de que ello conducía al socavamiento del sistema de normas y valores de la convivencia y de que por su interesada miopía, los guardianes del orden y de la fe no tuvieron conciencia de que la violencia de las guerras civiles y de los levantamientos era resultado, en última instancia, de ese socavamiento. Dueños del país, su patriotismo fue un medio de retórica folclórica para asegurar su poder, pero fue un patriotismo de señores absentistas espiritualmente que se sentían exiliados privilegiados en su inmensa hacienda, legitimados sólo por su ascendencia española o por la imitación de esos aristócratas "a la violeta". Carlos García Prada ilustra ingenua e involuntariamente el sentimiento patriótico de esa clase, encarnado para él en los antepasados y padres de José Asunción Silva: Silvas, Ferreiras, Fortouls, Sánchez... Gómez, Diagos, Ureñas, Ángulos, descendientes unos de rancias familias nobles de Navarra y de Aragón y otros de ilustres familias de Andalucía... las dos estirpes (de los padres del poeta R. G. G.) fundían en uno muchos impulsos contradictorios... alejadas de Europa, trasplantadas, desarraigadas, las dos familias que representaba el matrimonio Silva-Gómez hicieron su hogar en Bogotá, y ese hogar era un refugio contra la barbarie que las rodeaba. Un refugio de soledad y añoranza, en cuyo seno se agitaba silencioso ese inefable y dramático complejo del retomo que caracteriza a tantas familias iberoamericanas de claro y antiguo abolengo39. Aunque la ilustración de ese patriotismo de nostalgia por el extranjero parezca exagerada y sea inmarcesiblemente cursi, lo cierto es que en el fondo es tan cierta como el restacuerismo de sus ejemplares. Pero este florido exilio que considera al mundo circundante colombiano como barbarie no sólo denota un fracaso tácito de la empresa de los "descendientes de Don Pelayo" sino en un desprecio que supone la degradación enemiga de la población colombiana. Sus normas y valores no concordaban con las de sus "siervos bárbaros". Estas múltiples y hondas discrepancias de la República colonial o de la República monárquica no desaparecieron en el siglo XX, sino adquirieron un carácter de soñolienta legalidad, que tras el paréntesis del gobierno de
39 Carlos García Prada, "Silva: medio familiar y social", en Fernando Charry Lara (comp.), José Asunción Silva. Vida y creación, Bogotá, Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, Procultura, 1985, Pág. 47.
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Alfonso López Pumarejo, inició un período de "calma chicha" con el gobierno de Eduardo Santos y de preparación sinuosa y regresiva del primer estallido de violencia colectiva y social en 1948. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán provocó una reacción de apariencia primordialmente política. No fueron políticas, empero, las manifestaciones concretas de esa reacción: el saqueo de los almacenes lujosos de Bogotá, especialmente en la carrera 7a entre calles 12 y 22, en la región en que se concentraba y exhibía el poder de las clases altas. Tras la reacción política se ocultó la reacción de un largo resentimiento social. La diferencia entre la violencia de las guerras civiles del siglo XIX y la del 9 de abril del 48 sólo corrobora la violencia latente en un país de creciente "anomia", dirigida y fomentada por la prensa política (El Tiempo y El Siglo) y el dogma eclesiástico en beneficio de sus intereses del país. A la tesis que sostuvieron que la violencia es un movimiento reivindicatorio de la tierra objeta el "humanista liberal" que eso no es cierto porque "esa fue una violencia esencialmente política, dirigida a un sólo fin: reducir las mayorías liberales del país"40. La explicación del sociólogo es sorprendente no sólo porque revela la insignificancia que el historiador e historiador social liberal da a la historia y a la historia social, sino porque llama "realidad electoral" a un fenómeno que requiere la clarificación del modo como se llegó a la "realidad electoral" que postula apodíctica mente el clásico del humanismo colombiano, es decir el análisis de sociología electoral de la relación entre abstención electoral y oligarquía y caciquismo, una investigación histórico-social y sociológica del fraude. La satisfacción de ese desiderátum mostrará los mecanismos que entrelazan la "solemne afirmación del orden jurídico" y "constante y sistemática violación de sus principios", pero entre tanto cabe enunciar la hipótesis de que las discrepancias entre realidades reprimidas
40 Citado en Javier Ocampo López, Otto Morales Benítez: sus ideas y la crisis nacional, Bogotá, ed Grijalbo, 1993, Pág.
y construcciones ficticias dominantes, entre rostro de orden político republicano y praxis social y política colonial o monárquica, entre pretensión de civilismo y estratificación social de sociedad sutilmente "esclavista", entre boato cultural vacío y cultura real precaria, forman una red de indignantes provocaciones en cuyas mallas se anida la disposición de violencia. La anomia contiene violencia latente y a diferencia de los que la crearon y aprovecharon para medrar y creen que se encubren y hasta remedian con la simulación, ésta precisamente agudiza la violencia latente. La República colonial o monárquica se ha apoyado en "cuadros de resistencias" que han sido sustituidos por serviles dependencias del extranjero, sin que sus beneficiarios moderen para ello su cursilería doméstica. Degradada así a "republiqueta" norte americanizada o teutonizada con duros condimentos neoliberales, su llamada "clase dirigente" ha preferido para sacarla de la red seguir el ejemplo de Sansón y arriesgar pertinazmente que de la "muerte de Sansón con todos los filisteos" ella resucite como un fénix, pero en otro lugar del planeta, donde se calme "ese inefable y dramático complejo del retorno". Por hoy, ante la descomposición de la República bajo el patrocinio de uno de los más recientes delfines de la nueva Colonia monárquica, el país se ve enfrentado a la tarea de descifrar una frase con la que José María Samper caracterizó el estatismo del poder ejecutivo del triunvirato parroquial. Su argumento "sólido y concluyente" para no cambiar lo dice "el gamonal, con aquella lógica pastrana y positivista que a su posición conviene"41. El primer adjetivo significa "burdo y mal hecho" y hoy no se usa. ¿Tuvo José María Samper un don profético lexicográfico para que los diccionarios actuales vuelvan a registrarlo con algún sentido más? Esta sería una hipótesis más de las que han suscitado un par de textos literarios.
41 José Samper, "El triunvirato parroquial", Pág.245.
299 y 303.
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"Construcción socialista" o "Restauración burguesa" en la perspectiva de la revolución cultural china Marco Palacios* Presentación Hace algunos meses el Comité Editorial de la Revista de Estudios Sociales me invitó, junto a un grupo de colombianos de la diáspora (que, según entendí, somos los avecinados en algún lugar fuera del país), a publicar una contribución inédita en Colombia. El único texto con esas características y a mi disposición fue escrito hace 30 años y reflexiona sobre un tema que hace mucho tiempo no manejo. Aún así, generosamente insistieron, solicitándome editarlo, escribir unas líneas aclaratorias y someterlo a su consideración. Ante esta respuesta no tuve más remedio que dedicarme a la tarea: añadí unas cuantas líneas en diversas partes del texto con el objeto de precisar un contexto o subrayar un argumento. Pero, en esencia y arquitectura, propongo el texto de julio de 1970 que puede considerarse como un ensayo de historia presente. Quisiera llamar la atención del lector sobre las circunstancias, principalmente intelectuales en que fue concebido y escrito el ensayo. Estaba finalizando los estudios de la Maestría en Estudios Orientales (tenía ese nombre eurocéntrico) en el área de China, de El Colegio de México. Ahora estoy más seguro que el estímulo académico para aventurarme en el ensayo provenía de mis profesores de China y Japón. Aquí recuerdo con gratitud a Bayron T. Marshall (Historia contemporánea), Kimitada Miwa (Modernización) ya Shigeaki Uno (Ideología). Por razones personales, entre las cuales debo mencionar mi pasado maoísta y un breve viaje a China en el verano de 1963 como dirigente de las Juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal, JMRL, me dediqué a explorar la "Gran Revolución Cultural Proletaria" que estalló en agosto de 1966 y, según se pensaba, había concluido en abril de 1969. Bajo la influencia de las discusiones en los seminarios de El Colegio, en particular el del profesor Uno, me dediqué a dialogar con textos como el de Frantz Schurmann, Ideology and Organizaron y Communist China1 especialmente con la segunda edición y su extraordinario suplemento sobre la revolución cultural, publicado en 1968. Ahora me doy cuenta
* Abogado, Ph. D. en Historia de la Universidad de Oxford, Inglaterra, profesor de El Colegio de México. 1 Frantz Schurmann, Ideology and Organization y China, Berkeley, 1966.
Communist
que esta obra junto con las de Joseph Levenson sobre la China confuciana y los problemas de la modernidad, han tenido en mi formación intelectual un efecto de larga duración. Era perfectamente consciente de que mi punto de vista no era original. Mi desventaja frente a los sinólogos (más acusada frente a quienes se habían dedicado a estudiar casos locales) era, para decirlo rápidamente, que ellos empleaban fuentes chinas, mientras que yo apenas estaba aprendiendo el idioma. En todo caso adopté un enfoque que entonces era minoritario y navegaba a contracorriente de los parámetros de la Guerra Fría, según la cual la Revolución Cultural se reducía a una "lucha por el poder", y podía interpretarse como un anticipo del "cambio dinástico" en el contexto tradicional chino. El punto de vista que pretendí ¡lustrar en el ensayo era la pertinencia de los jacobinos chinos dentro de una historia o modelo general de revolución. Por esa época empezaba a influir en nosotros el texto de Barrington Moore, Social Origins of Democracy and Dictatorship: Lord and Peasant in the Making of the Modern World2, y además, yo había leído con atención dos trabajos de Chalmers A. Johnson: Revolution and the Social System, y Peasant Nationalism and the Communist Power. The Emergence of Revolution: China, 1937-19453. La posible ventaja de un estudiante como yo, provenía de mi pasado y de que había tomado en serio el tema de la ideología; de que me parecían más importantes las observaciones de economistas simpatizantes del experimento maoísta como Joan Robinson4, que las de los "China-watchers" más avezados. En aquel entonces disfrutaba las lecturas de Georges Lefebvre y Albert Soboul sobre la Revolución Francesa y de Edward H. Carr e Isaac Deutsher sobre la Revolución rusa y lamentaba que un sociólogo históricamente orientado como Lewis Coser no hubiera incluido nada sobre China en su maravilloso Hombres de ideas. El punto de vista de un sociólogo5 Cuando escribí el ensayo estaba familiarizado con la bibliografía en inglés y francés sobre China contemporánea; la barrera del idioma me impedía, empero, trabajar con las
2 Barrington Moore, Social Origins of Democracy and Dictatorship: Lord and Peasant in the Making of the Modern World, Londres, 1969. 3 Chalmers A. Johnson, Revolution and the Social System, Stanford, 1964 y Peasant Nationalism and the Communist Power. The Emergence of Revolution: China, 1937-1945, Stanford, 1962. 4 Joan Robinson, The Cultural Revolution in China, Londres, 1969. 5 Lewis Coser, Hombres de ideas. El punto de vista de un sociólogo, México, 1968.
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fuentes más sustanciales disponibles en chino y japonés. También estaba al corriente de los acontecimientos por Peking Informa y el China New Analysis, para balancear; y seguía la discusión, entreverada con la escalada bélica de Estados Unidos en Vietnam, en revistas norteamericanas como la bien establecida Monthly Review de New York y el recién fundado The Bulletin of Concerned Asian Scholars de San Francisco. Presumo que las compilaciones documentales que utilicé en 1970 todavía son pertinentes: La gran revolución cultural socialista en China6 y Fan Kuang Huan, ed., La Gran Revolución Cultural China7. Para la edición del presente texto ha sido muy útil el trabajo de Lawrence R. Sullivan, Historical Dictionary of the Pepole 's Republic of China: 1949- 19978. Treinta años después la situación china parece haber dado un viraje de 180 grados y en todo el mundo el papel de Mao Zedong (1893-1976) y su pensamiento se juzgan con otros criterios. Los estudios posteriores sobre la revolución cultural demuestran que hubo mucha más violencia, destrucción e impacto social y económico de lo que entonces se pensaba. Además, si en este ensayo se consideró unitariamente el período 1966-69, hoy en día la mayoría de especialistas acepta que el fenómeno terminó hasta la muerte de Mao y el derrocamiento de "la banda de los cuatro" (siren bang) en 1976, dirigida por Jian Qing (1913-1991) la tercera y última esposa de Mao. Mucho antes, en 1971 se había producido la caída de Lin Biao (190771), "el íntimo compañero de armas del camarada Mao Zedong", quien remplazó a Liu Shaoqi (18981969) como presidente del Partido y en 1969 fue declarado el sucesor oficial de Mao, y quien mantuviera desde la jefatura del Ejército Popular de Liberación, EPL, una intensa (y a veces conflictiva) relación con la "banda de los cuatro". Según la versión oficial Lin murió en un accidente aéreo sobre Mongolia cuando trataba de huir a Moscú después de un fallido intento de asesinar a Mao. Desde 1977 la Revolución Cultural ha sido condenada oficialmente y calificada de "error de izquierda". Los bandazos de "izquierda" y "derecha" pueden ser ilustrados en la portentosa carrera de Deng Xiaoping (1904-1907),
6 La gran revolución cultural socialista en China, 10 Vols., Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1966-1967. 7 Fan Kuang Huan (ed.), La Gran Revolución Cultural China, México, 1970. 8 Lawrence R. Sullivan (with the assistance of Nancy R. Hearst), Historical Dictionary of the People’s Republic of China: 1949- 1997, Londres, 1997.
criticado y desbancado en la Revolución Cultural para reaparecer en 1973, volver a caer y milagrosamente elevarse hasta la cima en 1979 donde permaneció hasta su muerte. Es probable que China siga ahora "el camino capitalista y de la corrupción ideológica"; en todo caso esta aseveración es la más plausible a la luz del pensamiento de Mao Zedong. Al mismo tiempo que el nuevo modelo chino ha sido exitoso en términos de modernización (económica, demográfica, militar, educativa, tecnológica), el Partido Comunista mantiene el control y aún está latente el tema de una nueva revalorización legitimadora del rojo y el experto, aunque, de producirse, no será en los términos del debate político de los años cincuenta y sesenta. Según Mao el buen comunista debe ser simultáneamente rojo y experto (hong yu zhuan). Pero en la práctica la situación es más complicada que una simple conjunción copulativa pues los valores del rojo y el experto no sólo luchan en la conciencia individual sino que terminan representando intereses de grupos ocupacionales que luchan por el poder. El poder internacional también ha cambiado dramáticamente y en esto quizás haya que abonar a Mao un argumento: que el desenlace no ocurrió a causa de la posesión per se y amenaza de emplear las bombas nucleares, sino por un colapso más profundo (político-militar, simbólico, psicológico) en la URSS cuando prosiguió en la lógica de una carrera armamentista que a la postre no pudo costear. La "suavidad" con que China se desliza hacia el capitalismo pudo facilitarse por la nacionalización del marxismo o sea, su aplicación a "la realidad china". De este modo, para el liderazgo chino fue relativamente sencillo criticar primero y repudiar después los esquemas demasiado rígidos del estatismo y centralismo soviéticos. El vocablo suavidad va entre comillas porque lo que se sabe del actual desarrollo económico chino es que llega para las mayorías trabajadoras con todos los horrores de la proletarización que ya se habían conocido ampliamente en la Europa del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Como historia presente, creo que algunas constantes del ensayo se sostienen y son de actualidad. Por ejemplo, el tema de la lucha entre el rojo y el experto que en Colombia y otros países latinoamericanos llamaríamos la lucha entre el técnico y el político o entre populismo económico y neoliberalismo. Traducida como pugna por el poder entre las élites, alcanza a veces una ferocidad inusitada. El desgaste que produce parece ser uno de los precios de la modernización. La desdicha es que aún pagando tan alto precio nuestros países poco han acortado el camino a la modernidad.
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Por último quisiera señalar que considero que Marx tuvo razón contra Mao, al menos en un sentido. Los comunistas chinos de la generación fundadora colocaron "la teoría" de Marx en un lugar inaccesible y, con un pragmatismo, quizás confuciano, se dedicaron a sinizar o sea a nacionalizar la tesis de la lucha de clases. Pero del mismo modo que en la URSS (en donde el proceso leninista fue más largo y quizás más costoso en todo sentido), en China la base material de sociedad, lo que Marx llamó las fuerzas productivas, determinó en últimas la dirección del cambio, más que la pureza jacobina, tan próxima a la esperanza y tan distante del consenso. Esperanza y consenso, elementos necesarios en la búsqueda de la gran transformación de una sociedad. El Colegio de México, mayo de 2000 El texto9 El lugar de la Ideología en la dialéctica de las contradicciones La fase jacobina de las revoluciones Francesa, Rusa y China, está atravesada por el temor a la restauración contrarrevolucionaria. Lo insólito es que este miedo legitimador, o mejor, que toda una ideología alimente el proyecto de revolucionarios como los actuales líderes chinos que llevan 20 años (1949-70) en el poder estatal y tienen más de cuarenta años de experiencia política. Más que analizar los contenidos ideológicos de la Revolución Cultural, el objeto del ensayo es señalar aquellos elementos jacobinos que, en el caso chino, configuran una ideología en torno a "las contradicciones" (maodun) en la sociedad china en el proceso de "construcción socialista". Para hacer este ejercicio es imperioso considerar la Revolución Cultural como punto de inflexión a partir del cual se podría explicar mejor el papel de la ideología en la política china de las dos últimas décadas. Tanto en la teoría marxista-leninista como en la práctica del Partido Comunista Chino, PCCH, fundado en 1921 por un grupo de intelectuales (renshi fenzi) así como en el "pensamiento Mao Zedong" (Mao Zedong sixiang), habremos de hallar una continuidad tangible, un hilo conductor que proviene de los tiempos y el espíritu de Yan'an. Se refiere éste a un período en la historia del PCCH (1936-45), inmediatamente después de la legendaria Larga Marcha,
9 Versión editada de la ponencia que con este título presenté en la Quinta Conferencia Anual del Asian Studies on the Pacific Coast, que tuvo lugar en Oaxtepec, México, en julio de 1970.
cuando los comunistas se establecieron en el apartado pueblo de Yan'an, en la provincia de Shanxi. Germinal, en este período se formó la trinidad ideológica del Partido: "la línea de masas" (qunzhong luxian); el espíritu igualitario y de sacrificio y entrega de los líderes y las "campañas de rectificación" (zhengfeng yundong). Durante la Revolución Cultural los años de Yan'an fueron sacralizados como la edad de oro del PCCH. En esos años, particularmente en 1943-45, y por la pluma de Chen Boda (1904-1989), se estableció el "pensamiento Mao Zedong" como una categoría específica de la sinización o acondicionamiento a las condiciones chinas (zhongguohua) de la teoría (IiIun) de Marx y Lenin. A esta última podemos aplicar el sufijo zhuyi o sea ideología en el sentido de Marx: visión del mundo de una clase social. Este sufijo que puede traducirse como nuestro ismo, se aplica a las "teorías científicas" de Marx o Lenin pero casi nunca a las de Mao; o sea, que en chino no hay oficialmente maoísmo sino "pensamiento Mao". Para aclarar el asunto, sigo a Franz Schurmann en la obra arriba citada. Este autor diferencia la ideología pura de la ideología práctica. La primera es el conjunto de ideas que ofrecen al individuo una visión unificada y consciente del mundo y, la segunda, un conjunto de ideas que ofrecen al individuo instrumentos racionales de acción10. Por otra parte, "teoría" + "práctica" = "pensamiento"11 que en el caso que nos ocupa sería:
Eventos del PCCH
Ideología pura
Ideología práctica
7° Congreso (1945)
"Marxismo-leninismo"
"Pensamiento Mao Zedong"
8 Congreso (1956) Desde 1960
"Marxismo" "Marxismo-leninismo"
"Leninismo" "Pensamiento Mao Zedong"
Revolución Cultural (1966-)
"Pensamiento Mao Zedong"
"Pensamiento Mao Zedong"
o
Para los dirigentes chinos el acceso al poder en 1949 no fue, ni ha sido desde entonces definitivo, porque la lucha de clases continúa e infiltra inexorablemente todos los resquicios de la vida social. En otras palabras, porque la contrarrevolución puede ser restaurada en cualquier momento.
10 11
Schurmann, Ideology and Organization..., Pág. 22. Ibíd., Pág. 30.
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Después de la toma del poder la principal tarea de los revolucionarios es doble: profundizar la revolución en un proceso ininterrumpido (budan geming) y empezar a edificar el socialismo científico. Pero ésta es apenas una parte de la obra revolucionaria. Los revolucionarios deben perseverar en la destrucción de las antiguas clases dominantes. Arrebatarles el poder político y despojarlas de la posesión de los medios de producción no es suficiente, puesto que permanecen las fuerzas inerciales del status social y del prestigio del antiguo régimen. Para el Mao Zedong de los años sesenta, "los enemigos del pueblo", es decir, los terratenientes (shenshi), los "burócratas imperiales" (shenjin) y los miembros de la "burguesía compradora" (maiban), no habían desaparecido del todo. Se reproducían como el Conde Drácula y sus epígonos, de suerte que para extirparlos había que despedazarles el corazón de un modo ritual. La tarea revolucionaria consiste, en suma, en no cejar en la lucha por el poder político, pues sólo la lucha decidirá cuál de los "dos caminos" prevalecerá en China: el socialista o el capitalista. El único instrumento idóneo para concebir y desarrollar una política para que "China no cambie de color", es decir para que no caiga en "el revisionismo soviético", es la "línea de masas" del PCCH. No basta que el PCCH detente el poder político. El nuevo Estado no posee atributos que conduzcan automáticamente a la construcción socialista y al tránsito hacia la sociedad comunista. En tanto que Estado es "opresión" y "democracia". Opresión para las clases derrocadas; democracia para el pueblo: campesinos, obreros, intelectuales y "burguesía nacional"12. El papel de "la línea de masas" es evitar que el Estado se enajene de la sociedad, o sea que la burocracia y el pueblo no se coloquen en una contradicción antagónica. Siempre estará latente el peligro de que la "opresión" cambie de
12 El término está lejos de los criterios "científicos" del materialismo histórico. Mao lo empleó desde sus tempranos escritos de los años de 1920. Allí se refiere a la "burguesía media" que está ubicada entre la "gran burguesía" y la "pequeña burguesía". Aspira a ser como "la gran burguesía" (señores de la guerra, burócratas, burguesía compradora, grandes terratenientes y los sectores reaccionarios de la intelectualidad) y, de allí su carácter "vacilante".Es "nacionalista" en cuanto busca consolidar un Estado (nacional) dominado por ella. En la práctica "burguesía nacional" fue la burguesía que se alió con el PCCH especialmente en la guerra civil de 1945-49. Puesto que la revolución china es "democrático-burguesa", fue necesario incluir esta burguesía, aclarando que está sometida a la dirección política del Partido, "vanguardia" de obreros y campesinos. Véase Stuart R. Schram, The Political Thought of Mao Tse-tung, New York, 1965, Págs. 146 SS.
blanco y se dirija contra el pueblo en vez de enfilarse contra el enemigo. A esta situación se llega cuando los individuos de quienes fluye autoridad y poder desarrollan mentalidad y estilo burgueses de dominación, lo cual ocurre, indefectiblemente, cuando no siguen el "pensamiento correcto", es decir, cuando se apartan del "pensamiento Mao Zedong". Mao consideraba que aún en una sociedad socialista las contradicciones eran inevitables. No solamente las contradicciones en "el seno del pueblo", sino entre el pueblo y sus enemigos de clase. Mucho tiempo después de la toma del poder por los revolucionarios la sociedad seguirá destilando "valores de la ideología feudal, capitalista e imperialista". Por consiguiente, la superestructura es la región estratégica para entablar correctamente la lucha revolucionaria pues es allí en donde aguarda el enemigo. En la superestructura reside el mayor peligro de restauración burguesa. En la sociedad china la superestructura socialista estaba amenazada por "los Cuatro Viejos" (Sijin) confucianos: ¡deas, cultura, hábitos y costumbres. Por esto, una vez que en agosto de 1966, y por apretada mayoría, el Onceavo Pleno del Comité Central del PCCH adoptó una resolución llamando a la revolución de la política, la sociedad y la cultura en China, Mao presidió una gigantesca manifestación de guardias rojos (hongweibing) en la Plaza de Tiananmen y aprobó la consigna de los jóvenes de luchar contra los "Cuatro Viejos". Para hacer la revolución en esta superestructura confuciana hay que emplear la teoría marxistaleninista y "el pensamiento Mao Zedong"; hay que poner en práctica, todos los días, las enseñanzas del PCCH. Es apenas lógico suponer que este abecé se torna opaco y escurridizo en la práctica. Conoce saltos y retrocesos determinados por una fluida situación interna e internacional y se manifiestan agudamente en el seno del PCCH. Los zigzagueos, divisiones y pugnas siempre han estado acompañados de intensos debates ideológicos y alrededor de éstos se agrupan y fraccionan los líderes en todos los niveles. Cuando las contradicciones entre el proceso revolucionario y la construcción socialista son demasiado tensas hay que encontrarles una solución. Desde 1942 el principal método para resolverlas ha sido el de "las campañas de rectificación" (en el estilo de unidad-crítica-unidad). En estas campañas se definen los métodos concretos para alcanzar los objetivos del momento, se afianzan los valores comunistas y se establecen las normas de conducta que deben guardar los miembros del PCCH en su relación cotidiana con las masas.
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Rojo y experto. Al adoptar en 1953 el Primer Plan Quinquenal, la política económica de la República Popular China calcó la estrategia de desarrollo soviético y la relación de la industria con la economía nacional siguió el sistema de planificación de la URSS. La estrategia (prioridad de la industria sobre la agricultura; de la industria pesada sobre la liviana, etc.) demandaba técnicos y especialistas altamente calificados. De este modo la unidad rojo y experto se rompió ante el conflicto entre el rojo y el experto, pues el modelo privilegiaba los valores y saberes de este último. Las contradicciones salieron a la luz durante la política de las "Cien flores" (1956-57), cuando se hizo manifiesta la crítica de los intelectuales alienados del poder al "burocratismo" (guanliaozhuyi) de los cuadros del PCCH, es decir a los rojos. La severidad y amplitud de las críticas llevó a suspender la política, y el péndulo se fue al otro extremo: a una campaña de rectificación contra los "derechistas" (youpaí), clasificados en "comunes, medios y extremistas", en la que fueron acusados más de medio millón de intelectuales. Fue más evidente que el proceso de construcción socialista era un semillero de conflictos y contradicciones. La industrialización y modernización del país implicaban además de la formulación y resolución de espinosos problemas administrativos alrededor del asunto de la centralización/ descentralización, aquellos relacionados directamente con las superestructuras, o sea, con los intelectuales y el poder. La industrialización de tipo soviético exigía el uso sistemático de criterios y métodos de racionalidad económica que, en una sociedad con más de 20 siglos de arraigadas tradiciones confucianas del "mandarínburócrata" (wenren; shiren; shenjin), podían conducir a la formación de valores tecnocráticos, al "fetichismo de la tecnología" y al endurecimiento de una élite de poder, además de que ponían en peligro los valores revolucionarios que, además, ya estaban siendo desplazados de la mentalidad de la juventud. En este sentido, la racionalidad económica de tipo soviético y la línea de masas del tipo Yan'an se presentaban en una relación cada vez más opuesta y conflictiva. De allí que Mao planteara el viraje conocido como El Gran Salto Adelante (Dayuejin), (1958-60) que, bajo la consigna "Poner la política al mando", debía proporcionar el método para solucionar satisfactoriamente tal "contradicción dialéctica". El reto del Gran Salto era entonces modernizar e industrializar el país mediante la utilización intensiva de los recursos humanos en gran escala, con el marxismo-leninismo como núcleo integrador. Durante esta fase la crítica a los
"derechistas" alcanzó un clímax sin precedentes; la movilización ideológica desbordó completamente los canales del aparato del PCCH y las masas fueron movilizadas. Mao no sólo intentaba resolver "las contradicciones económicas" sino que aspiraba a desmitificar las virtudes inherentes que se atribuían al modelo soviético. Mitos que, quizás a la vuelta de una generación, podrían encarnar en una nueva ideología burguesa y por ende en una potencial restauración capitalista. De esta manera el Gran Salto hizo prevalecer el rojo sobre el experto, los valores colectivos sobre los individuales y la ideología sobre los incentivos materiales. El "fetichismo de la tecnología" y las inversiones intensivas de capital fueron relegados y la nueva política económica dio prioridad a la aplicación masiva de mano de obra y al impulso a las industrias pequeñas y medianas. Las Comunas Populares, (Renmin gongshe) propuestas para transformar radicalmente el campo chino, crearían nada menos que una infraestructura comunista. En una palabra, el hombre fue colocado en el centro de la "guerra contra la naturaleza" y fue considerado el motor de la vida social. Pero el hombre armado de un "pensamiento correcto", esto es, el comunista que despliega una conducta proletaria; que "trabaja tenazmente y sirve al pueblo". El experto y el ejército popular En el clímax del Salto Adelante muchos dirigentes militares se plantearon este dilema: ¿Requería o no, la construcción de una nación poderosa y moderna el desarrollo de métodos militares diferentes a los consagrados en la doctrina de "la guerra popular prolongada" que, a fin de cuentas, los había llevado al poder? En agosto de 1959, en el Pleno de Lushan, Mao escuchó críticas de parte del ministro de Defensa Peng Dehuai (1898-1974), en ese momento "representante" del modelo soviético en el campo militar. A mediados de 1954, cuando la influencia soviética en China fue abrumadora, el EPL se transformó de ejército "guerrillero" en ejército "profesional". Las fuerzas militares chinas adquirieron la conformación, y acaso también la mentalidad, del Ejército Rojo Soviético. Entre 1953, después que regresó de dirigir las tropas chinas en la Guerra de Corea, y 1959, Peng dirigió el EPL. En este lapso la institución adoptó el sistema profesional de grados, efectuó cursos de teoría militar moderna, restó importancia a las labores políticas e intentó desvincularse al máximo de la milicia civil. En suma, el EPL se profesionalizó despolitizándose. La destitución de Peng y de sus colaboradores más cercanos y el
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ascenso de Lin Biao (1907-1971) a la jefatura del Ministerio de Defensa, fue la forma de resolver esta contradicción. Durante el Gran Salto apareció un nuevo elemento que hizo aún más compleja la situación: la creciente disputa sino- soviética. Su contenido ideológico pasó de secreto a público y se desdobló en tres frentes: 1) Cómo analizar y evaluar la correlación de fuerzas a escala mundial y en particular el papel de Estados Unidos. 2) El método "correcto" de construir el socialismo en cada país y el papel negativo que tuvo en la URSS y en el mundo comunista internacional la forma y el fondo de la crítica a Stalin, y 3) Las relaciones que deberían reinar dentro del campo socialista y de éste con la revolución mundial. Desde esta referencia externa a China el Salto apareció como la más enfática negación del modelo soviético de construcción socialista hasta ahora postulada. En efecto, éste es un período clave en la ideología y la política chinas. Las contradicciones internas del país y el método para resolverlas se articularon a una reelaboración teórica de la "significación histórica" de la Unión Soviética. Así debió configurarse en la mente del presidente Mao una nueva visión que unos años después llevaría a la Gran Revolución Cultural Proletaria. Por eso reviste gran interés rastrear los nexos entre documentos del conflicto con el Partido Comunista de la Unión Soviética como, por ejemplo, "Sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado" (1956) y "Acerca del falso comunismo de Jruschov y sus lecciones históricas para el mundo" (1964) y los problemas concretos de orden interno que atravesaba el liderazgo chino. A Jruschov se le imputaron "crímenes" esencialmente ideológicos: renunciar a la lucha de clases internacional e interna, que habían adelantado Lenin y Stalin y restaurar el capitalismo en las superestructuras de la sociedad soviética. A esto se refería la sustitución del "leninismo por pragmatismo, empirismo y chauvinismo". Jruschov era acusado y hallado culpable de destruir los nexos entra la teoría y la práctica revolucionarias, de minar las bases ideológicas socialistas, todo lo cual terminaría en breve destruyendo la economía soviética. Los fracasos evidentes del Gran Salto condujeron una etapa de distensión ideológica y de revaloración positiva del experto. No obstante ésta fue corta y no alteró fundamentalmente la línea previamente trazada. Por el contrario, el Partido empezó a prepararse desde sus niveles de base para cerrar la brecha entre el liderato y las masas. El Décimo Pleno del Comité Central del PCCH, reunido en septiembre de 1962, reafirmó los objetivos de una economía
colectiva en el campo (las Comunas Populares), la continuación de la lucha de clases y el adoctrinamiento de las masas. Ahora bajo el mando de Lin Biao, el EPL volvió al camino de Yan'an y aseguró la total influencia del "pensamiento Mao Zedong" en el Partido y el Ejército. El espíritu de Yan'an El regreso al espíritu de Yan'an fue cada día más palmario. Los métodos de la "línea de masas" aparecían en toda su magnificencia creadora en la "Brigada Dazhai" o entre los trabajadores de los campos petroleros de Daqing, en Manchuria. Los campesinos de la pobre y remota aldea de Dazhai, enclavada en las montañas de la provincia de Shanxi y los obreros petroleros resultaban ejemplares por una extraordinaria combinación de trabajo arduo y alta productividad. En ambos casos el secreto residía en que estos campesinos y obreros ponían la ideología antes que los incentivos materiales y se "apoyaban en sus propias fuerzas" (zili gengsheng) así como la República Popular China "se apoyaba en sus propias fuerzas" sin depender de la URSS. Estos campesinos y obreros eran los verdaderos "modelos de aprender del EPL" que toda la nación debía seguir. El Ejército se convirtió en la principal fuente de reclutamiento de jóvenes para el PCCH. La primacía de la política y de la ideología sobre las bases materiales de la sociedad se sintetizaron en viejas consignas como "Poner la política al mando" que venía del Gran Salto y nuevas, como "Aprender de Lei Feng" (1940-62), joven campesino que, como soldado del EPL, perdió la vida tratando de recobrar un poste de teléfonos que había caído en un río. El héroe del EPL dejó un diario personal henchido de fervor hacia Mao y fue convertido en el prototipo de la moral del nuevo hombre chino. Con esta campaña se buscaba ganar el corazón de los jóvenes, tarea asignada ahora al EPL; para cumplirla tuvo que ampliar el campo de sus actividades y pasar al terreno de la gestión económica y cultural. En el campo de la cultura la ofensiva revolucionaria fue lanzada simultáneamente desde el Partido y desde el Ejército. Mao estableció su cuartel general en Shangai y tejió con Yao Wenyuan el ataque a Wu Han (1909-1995), que dio comienzo real si no formal a la Revolución Cultural. Al mismo tiempo promovió a Zhang Chunqiao, el jefe político de la ciudad y a Wang Hungwen dirigente obrero en la misma. Estos tres dirigentes y Jiang Qing formarían el grupo que, a la muerte de Mao, se llamaría "la banda de los cuatro". Wu Han, intelectual comunista, quien en ese momento era vice-alcalde de Beijín, había escrito poco después de la
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destitución de Peng Dehuai una obra de teatro, La destitución de Hairui, cuya acción transcurría en el siglo XVI, en plena dinastía Ming. Muchos entendieron la pieza como una alegoría de la destitución de Peng y como una crítica velada a Mao. Así planteó Yao el debate contra Wu Han en la prensa de Shanghai en noviembre de 1965. Planteamiento reactivado unos meses después por los guardias rojos con el patrocinio de Jian Qing. Simultáneamente reaparecieron con fuerza otros temas del Gran Salto, referidos ahora a las relaciones sino-soviéticas que en esos meses llegaron al punto más álgido, escalando de disputa ideológica y entre Partidos Comunistas a un asunto de Estados y de límites territoriales. El jruschovismo como una peculiar degeneración del marxismo-leninismo se adjudicó a Liu Shaoqi. Liu, "el Jruschov chino", "la persona número Uno con autoridad en el Partido", fue denunciado por "llevar a China por el camino capitalista" (zouzipai) e infundir valores individualistas, tecnocráticos y economicistas. Así, dos grandes problemas estaban detrás de lo que inicialmente parecía ser un mero debate académico y una campaña más de rectificación y educación socialista. Primero, la línea del Partido había abierto entre rojos y expertos un abismo que parecía cada vez más ancho y profundo. No sólo diferían por origen social y por el tipo de educación, sino por status. El sistema educativo, dirigido en función de las necesidades de la industrialización, se había vuelto más profesionalista y menos politizado. Las universidades reclutaban estudiantes de los mejores alumnos de los mejores colegios de secundaria; es decir, de los hijos de los funcionarios o aún de antiguos terratenientes; diplomaban técnicos y especialistas, no hombres templados con las masas en la lucha de clases. Por esto en el transcurso de la Revolución Cultural las universidades y secundarias se cargaron de una ferocidad hasta entonces desconocida en la lucha simbólica de los valores del rojo y experto, del elitismo y el populismo. En este contexto se sitúan los guardias rojos, cuya aparición se registra en la primavera de 1965 por medio de carteles en grandes caracteres (dazibao), en la Universidad de Beijing y en la secundaria Quinghua también de la capital. El segundo problema tenía ahora que ver con la escalada militar norteamericana en Vietnam. La alternativa escogida por Mao y Lin Biao pareció reducirse a preservar la teoría de la guerra popular a escala mundial ("el campo rodea la ciudad como Asia, África y América Latina rodean al imperialismo norteamericano") y a prepararse para ella, pese
a que en 1964 China había ingresado al club de las potencias nucleares. Pero subyacía un asunto quizás más importante: frente a los Estados Unidos en Vietnam, ¿qué era el campo socialista? ¿Sería posible participar conjuntamente con la URSS en la guerra? ¿O China debía prepararse en solitario para una "defensa activa"? Desde mayo de 1966 hasta la reunión plenaria del Comité Central del PCCH de agosto del mismo año, la lucha dentro del grupo dirigente se libró en torno a estas dos grandes cuestiones: los valores del rojo y el experto y qué es el campo socialista. Los debates y las pugnas giraron no sólo sobre los contenidos explícitos, sino, y primordialmente, sobre los métodos para resolver la lucha. El grupo de Liu apareció distanciado del grupo de Mao tanto en el fondo como en la forma. Liu pensó que bastaba una nueva "campaña de rectificación y educación" mientras que Mao pensaba en una "revolución popular", por fuera y contra el mismo aparato del PCCH que, según él, se estaba conservatizando. En esta atmósfera debe ser analizada la tenaz pugna entre los nacientes guardias rojos y los "equipos de trabajo" que Liu y el Comité Central despacharon a universidades y escuelas. Epílogo En agosto de 1968 cientos de miles de jóvenes y adolescentes fueron enviados al campo a reeducarse con los campesinos una vez quedó agotada la fase de sangrientas confrontaciones facciosas urbanas de los guardias rojos, en particular de la facción más radical o "facción rebelde" (zaofanpai) centrada en Shanghai, a las que Mao puso fin en agosto de 1967 empleando tropas del EPL Las etapas y acontecimientos subsiguientes de la Revolución Cultural están más o menos delimitados y se puede dar cuenta de ellos. Explicarlos es el problema. El IX Congreso del PCCH (1 -24 de abril de 1969) clausuró oficialmente la Revolución Cultural en un ambiente de unanimidad. El partido se depuró ideológicamente y en Lin Biao quedó asegurada la correcta sucesión del presidente Mao. En suma, las masas fueron movilizadas como nunca antes en un país socialista. Pero es probable que Mao Zedong considere que serán necesarias más revoluciones culturales para cambiar la mentalidad de las masas y de los intelectuales y asegurar el triunfo del camino socialista. Mao debe saber que la unanimidad del PCCH es ritual porque ha vivido lo que Hegel postuló en la teoría: que un Partido comienza a existir verdaderamente sólo desde el día en que se divide.
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Conflicto, paz e intervención internacional Alfredo Molano*
I Nuestro conflicto armado nunca ha estado desvinculado del contexto internacional, bien como presencia activa de terceros, o bien como pretexto y expediente para legitimar a una de las partes y deslegitimar a la otra. Más aún, parece una tradición de nuestras guerras. La que llamamos con infundado orgullo la guerra de independencia de España, bien vista fue una guerra civil entre la Corona y españoles criollos respaldados por los ingleses e inspirados en banderas francesas. Baste recordar la activa participación de la Legión Británica, los leoninos préstamos a la Gran Colombia y la influencia de los recién proclamados Derechos del hombre en el ideario de los patriotas. Durante todo el siglo XIX la injerencia extranjera fue clara y estuvo apuntalando y de cierta manera alimentando, nuestros conflictos. El caso más patético fue el de la Guerra de los Mil Días. Las fuerzas liberales contaron siempre con el apoyo de nuestros más cercanos vecinos, y las conservadoras, atrincheradas en el gobierno, con la decisiva intervención norteamericana. La compra de armas en el extranjero para los dos bandos fue siempre permitida, tanto por Estados Unidos como por Inglaterra; Venezuela le sirvió a Uribe Uribe como retaguardia estratégica, y Ecuador y El Salvador jugaron un papel similar con el ejército de Benjamín Herrera. Por último, el gobierno de Marroquín aceptó las condiciones impuestas por EE.UU. para la construcción del Canal de Panamá a cambio del bloqueo a las fuerzas liberales victoriosas en el istmo. En los años veinte, un agente de la Tercera Internacional -el señor Zawadsky- contribuyó a la organización del Partido Comunista y en los años cuarenta un agente de Franco -Gines de Alvaradojugó el mismo papel con las fuerzas de choque del Partido Conservador. Durante los años treinta y cuarenta, los procesos políticos que sucedían en España -Segunda República y Guerra Civilinspiraron tanto a liberales socialistas como a conservadores. El Partido Conservador tomó como modelos al nazismo alemán y al fascismo italiano para organizar el chulavitismo y estructuró la policía nacional a imagen y semejanza de la tenebrosa Guardia Civil Española. La organización de fuerzas paramilitares data de esta época y,
sin duda, estas organizaciones criminales han sostenido viva la violencia durante 50 años y hoy, a nuestros ojos, están al borde de que les sea reconocida su carta de ciudadanía. Los liberales no pueden lavarse las manos. Las guerrillas del llano contaron siempre con el apoyo de Venezuela y hoy -muerto ya el capitán Bernardo Giraldo, a quien prometí guardar el secreto hasta después de su muerte-puede contarse que existió la tentación de cambiar la región del Arauca por armas para la revolución liberal. Los conservadores apelaron a un procedimiento idéntico al cambiar la entrega de Eliseo Velásquez por Los Monjes, como se ha rumorado. La participación extranjera fue una constante durante la Guerra Fría y contribuyó, de una manera decisiva, a fomentar el conflicto doméstico. La Unión Soviética, a pesar de su utilitarista ambigüedad, metió la mano a través del Partido Comunista. Yo no diría que con recursos militares o logísticos, pero sí creo que con apoyo político e ideológico. Que esto fue así lo prueba, entre otras cosas, el distanciamiento crítico -en ocasiones abierto- de la política internacional de la Revolución Cubana de los años setenta, del papel de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, en América Latina. Cuba defendía la internacionalización de las guerras de liberación y ayudó con hombres, armas y entrenamiento a los movimientos rebeldes del llamado Tercer Mundo. En Colombia, la contribución de Cuba a la formación y traumático desarrollo del Ejército de Liberación Nacional, ELN, cae fuera de toda duda. No digo que este grupo armado fue hijo de la Revolución Cubana y me atrevería a decir, por el contrario, que su participación fue contradictoria y contraproducente. Hoy es claro que tan pronto ese cordón umbilical se cortó, el ELN conoció un renacimiento evidente. No fue la Manessman la responsable de este hecho, fueron más bien la derrota de Anorí y el rompimiento de los lazos con Cuba. Habrá que recordar aquí también la sinuosa solidaridad de China particularmente durante la tormentosa Revolución Cultural- con los movimientos de América Latina y especialmente con el Ejército Popular de Liberación, EPL. Tengo la sensación de que con mucho más utilitarismo que los cubanos. El esquema de participación era el mismo, aunque estaba más dirigido por el conflicto con la URSS que interesado en el conflicto entre nuestros campesinos y los latifundistas. Con mucho que se exageren los vínculos de Cuba con el ELN, o de China con el EPL, o de la URSS con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, nada hay comparable con la participación de Estados Unidos en nuestro problema. La Guerra Fría fue una estrategia no tanto
* Sociólogo e investigador independiente.
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de defensa como de vasallaje político, y tuvo como palanca privilegiada la subordinación incondicional de nuestras Fuerzas Militares. El papel de la Junta Interamericana de Defensa fue decisivo en la organización del Ejército Nacional como una fuerza de ocupación dirigida a derrotar al "enemigo interior". Para justificar el esquema se formularon la Doctrina de la Seguridad Nacional y la tesis de los Conflictos de Baja Intensidad. Fue una armadura de hierro a la sombra de la cual se formó una fuerza pública cuyos rígidos marcos de actuación fueron trazados siempre por el Pentágono. De alguna manera nuestro Ejército se convirtió en una fuerza colonial manejada por nativos contra rebeldes, y sus procedimientos militares estuvieron siempre dirigidos a sembrar, como toda fuerza colonial, el terror entre la población civil, buscando romper los posibles lazos de solidaridad y cooperación entre la población civil y la fuerza insurgente. No sólo se unificaron las fuerzas latinoamericanas y se uniformaron los esquemas de mando y jerarquía, sino que esta reorganización fue acompañada por la venta de armas, equipos, uniformes y demás elementos que comprometieron nuestras fuerzas armadas en una guerra harto ajena como la Guerra Fría, y prepararon el camino para transformar nuestro conflicto interno en una guerra caliente y generalizada como la que hoy tenemos ad portas. La historia se remonta al vergonzoso envío de tropas colombianas a la guerra de Corea, que hizo el gobierno conservador. Un conflicto en el cual nosotros nada teníamos que ver, pero que Laureano Gómez utilizó para lavar su pasado abiertamente fascista y sus comprometedoras declaraciones de apoyo al Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Esta lavada de manos costó muchas vidas colombianas y sobre ellas se edificó la subordinación de nuestro ejército. Subordinación que se puso a prueba en la guerra de Villarrica. Una historia larga, que trataré de hacer corta. Los EE.UU. apoyaron, para decir lo menos, el golpe de Estado de Rojas, y el general logró desarmar a las guerrillas liberales, devolviéndole al partido, garantías políticas. El precio del café repuntaba y el futuro pareció despejado. Hubo un sector que puso a prueba las promesas de Rojas y se levantó un día de junio del 54. El Ejército mató varios estudiantes y el gobierno, ni corto ni perezoso, resolvió culpar al comunismo internacional, declaró fuera de la ley al Partido Comunista y envió tropas a reprimir al movimiento agrarista que desde los años treinta luchaba por una más equilibrada distribución de la tierra en el Sumapaz y en el oriente del Tolima. Fue una guerra cruenta y cobarde. Los
EE.UU. jugaron un destacado papel al dirigir las operaciones aéreas y el bombardeo a las posiciones campesinas. Se ensayó aquí por primera vez la bomba de napalm y los nuevos esquemas de colaboración en la tarea contrainsurgente del ejército americano. El resultado neto fue la reorganización en guerrillas móviles, de los campesinos y el repliegue de sus fuerzas y de sus familias hada zonas selváticas. De Villarrica y del Sumapaz salieron huyendo, protegidos por precarias fuerzas guerrilleras, cientos de familias hacia el pie de monte de la cordillera oriental, hacia las cabeceras de los ríos Guayabero y Caguán, hacia los páramos del nevado del Huila. Fue una marcha que hace recordar la Huida de Caracas el año 16, cuando el general Morillo se acercaba a Caracas. De estos desplazamientos nacen tentativas de reorganización social y de autonomía administrativa que los campesinos trataron de crear en las regiones donde se refugiaron. El gobierno leyó en ese ensayo ingenuo pero altivo, la formación de Repúblicas independientes. En el fondo, el intento de los rebeldes se reducía a fortalecer localmente economías campesinas en áreas baldías, pero con independencia de los partidos políticos. Esto fue, sin duda, lo que desató de nuevo las furias del sistema y la declaración de una nueva guerra contra las organizaciones campesinas, con la estrecha colaboración de los EE.UU., a cuyo cargo estuvo la formulación del plan operativo de invasión y aniquilamiento de las fuerzas campesinas, llamado Plan Lasso. Naturalmente, las invasiones se llevaron a cabo y el Ejército Nacional pudo dar parte de victoria. Pero el resultado neto fue de nuevo la reorganización campesina, esta vez bajo la forma de un ejército de gran movilidad que se asentó en las regiones donde se desarrolló, desde entonces, un agresivo proceso de colonización. Allí es donde nacen y se fortalecen las FARC. No soslayaría el papel que el Partido Comunista jugó en la orientación ideológica y política de esta fuerza esencialmente campesina y de claras connotaciones liberacionistas. Pero creo firmemente que los verdaderos factores que generaron la organización militar, fueron el ataque del Ejército Nacional y, sobre todo, la estrategia de tierra arrasada que utilizó como aplicación del concepto de "enemigo interno". Quisiera tocar de paso la historia del ELN. Como quedó dicho, la Revolución Cubana tuvo mucho que ver con el surgimiento del ELN. Pero no menos que la violencia que azotó a Santander y al Magdalena Medio, de tiempo atrás. Recuérdese que gran parte de las campañas de las guerras
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del fin del siglo XIX, se llevaron a cabo teniendo como eje el río Magdalena y sobre todo las regiones de colonización santandereana. La derrota liberal del 85 sucede en La Humareda, y Uribe Uribe disuelve parte del Ejército Liberal en San Vicente de Chucurí, después del desastre de Palonegro. El Magdalena Medio es testigo de la lucha de los braceros del río y de los obreros petroleros durante los años veinte y treinta, y luego, en el 48, Barranca se alzó como Comuna Popular. Su jefe, Rangel, continuó la lucha armada, precisamente donde Uribe había disuelto sus fuerzas en el año 1900, y allí mismo llega en 1964 Fabio Vázquez a sembrar la semilla del "foco guerrillero". Hay que agregar el hecho de que buena parte de la fuerza del ELN nace del desarrollo del conflicto entre los obreros petroleros y el gobierno y las compañías internacionales. Es aquí donde encontramos una de las razones más evidentes de la intervención de EE.UU. en el problema. Para nadie es un secreto que uno de los objetivos principales de los EE.UU. es proteger sus intereses en Colombia a través justamente de los acuerdos -para llamarlos de alguna manera- con el Ejército colombiano y, por lo tanto, no es una sorpresa que detrás de la guerra contra el ELN está, no sólo la aspiración a resolver el "problema del tubo", sino también la intención de debilitar las organizaciones obreras. II Afinando bien el ojo, valdría la pena preguntar por la forma que toma la injerencia norteamericana en el conflicto armado. Dejemos atrás los tratados y concentremos la atención en las modalidades militares que usan para hacerle frente a una fuerza irregular de carácter campesino. Aventuremos que el objetivo principal de la estrategia está en contrarrestar las dos fuerzas principales de una guerrilla: el apoyo civil y la movilidad. (Recuérdese "el pez en el agua" y el "muerde y huye" del Che). Comencemos por la segunda, la movilidad. La movilidad es uno de los fundamentos de la estrategia guerrillera, que-como se ha visto en muchos casos- puede ser contrarrestada con el uso de helicópteros y otras ayudas aéreas, y sobre todo hoy con la inteligencia originada en sistemas satelitales. La aviación tiene importancia táctica no sólo para el transporte de tropas y vituallas, sino también porque puede cumplir importantes papeles intimidatorios, como por ejemplo los bombardeos y vuelos rasantes, etc. La ayuda militar de EE.UU., desde los años de la Guerra Fría, privilegió esta arma, tanto por su eficacia como porque le
permite participar en el conflicto sin comprometerse a fondo en la guerra. La otra característica de la estrategia guerrillera es la relación con la población civil. Este vínculo es determinante en un conflicto armado, hasta el punto de que los teóricos afirman que una guerra se gana o se pierde según las relaciones que se tengan con ella. En general las guerrillas colombianas tienen un complejo enraizamiento con las comunidades rurales, entre otras cosas porque nacen de sus necesidades y porque es la población civil la principal fuente de abastecimiento e información. No podría entenderse cómo la insurrección sostiene una guerra tan larga y tan sangrienta si no tuviera las relaciones que tiene con los campesinos. Por dos razones: primero, porque hay una fuerte tradición de guerra civil, y segundo, porque la fuerza pública contribuye con sus acciones a consolidar y desarrollar la solidaridad y la colaboración de los campesinos con los insurrectos. Es precisamente lo que el Ejército ha tratado de romper, y lo ha hecho de la manera más brutal: apelando al terror. Los EE.UU. han utilizado todo el conocimiento sobre los mecanismos, modalidades y efectos del terror adquiridos en las guerras mundiales y en las guerras coloniales para ser aplicados en la lucha contrainsurgente en Colombia. La Escuela de las Américas se especializó en formar oficiales en técnicas que utilizan el terror ejemplarizante como un arma disuasiva y un martillo para romper la pecera y sacarle el agua. Razón por la cual el Ejército de Colombia fue el responsable del 80% de los atropellos y violaciones de los Derechos Humanos durante los años de la Guerra Fría, que no es sino otra forma de mostrar la sistemática violación de la Constitución y de las leyes. Sin embargo, no podría demostrarse que el terror haya logrado aniquilar a las guerrillas, y se diría más bien que ha sido un factor para fortalecerlas. No quiero, sin embargo, centrar el señalamiento en una estrategia formulada externamente. La historia de nuestra violencia es el despliegue de un catálogo de atrocidades de difícil cualificación. La lucha partidista, para no ir muy lejos, constituye un caso en el que el sectarismo político se transformó en una verdadera patología criminal fundada en la represión sexual y el fundamentalismo religioso. De suerte que el terror como táctica de guerra, que se enseñaba en la Escuela de las Américas, y aplicado por nuestro Ejército, encontró el camino hecho y andado. No podría decirse que la Guerra Fría le agregó al terror la necesaria impunidad con que se ejecutaba, porque nuestra violencia ha estado siempre acompañada de impunidad y connivencia. Fueron 25 años de desangre sistemático cuyo
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logro principal fue sostener un sistema político excluyente y corrompido y una economía rapaz y contrahecha. III El derrumbe de la Unión Soviética y del mundo bipolar no trajo, sin embargo, la paz a nuestro país, como hubiera sido de esperar si el diagnóstico de los EE.UU. sobre las causas de nuestro conflicto hubiera sido acertado. Nada. El comunismo se acabó y nuestra guerra se intensificó. De un lado, las guerrillas, particularmente las FARC, se vieron libres del tutelaje ejercido por el Partido Comunista, lo que se tradujo en una mayor iniciativa política, y de otro lado, el deterioro económico -pero principalmente la crisis del campo y la explosión del desempleoempujaron a los campesinos a sustituir sus cultivos tradicionales por la marihuana, la coca y más tarde la amapola. Hay que agregar que históricamente no fue la producción de drogas la que creó la demanda, sino al contrario. Una de las secuelas más importantes de la desastrosa guerra contra Vietnam fue la creación de un mercado de drogas blancas, que en la posguerra se transformó en una modalidad del consumo masivo, principalmente en EE.UU. Aunque la asociación entre la caída del Muro de Berlín y la aparición del narcotráfico no ha sido establecida con rigor por los historiadores, los estrategas de la guerra encontraron en el nuevo fenómeno el demonio que necesitaban para sustituir el comunismo. En nuestro país, la tesis de la "narcoguerrilla", formulada y desarrollada por la embajada de EE.UU., apareció en el mismo año en que la puerta de Brandemburgo dejó de ser una frontera entre dos mundos, y los comunistas criollos comenzaban a ser tildados por los publicistas del sistema de animales antediluvianos. El fin de la Guerra Fría permitió al mismo tiempo ampliar el campo a la lucha por los Derechos Humanos en el mundo entero. La lucha contra la arbitrariedad y la violencia de los estados se libró del señalamiento que la identificaba con el comunismo y así, despojada de la impostura, pasó a ser una preocupación universal. En Colombia la vigencia de estos principios tuvo una consecuencia a la vuelta de una década: la violación de los derechos humanos atribuida a la fuerza pública se redujo de un 80% a menos del 10%. Los militares muestran con orgullo estas cifras sin caer en la cuenta de que son, bien vistas las cosas, cabeza de un nuevo proceso contra ellos, no ya por acción, sino por tolerancia con los paramilitares que en esa misma década pasaron a ser responsables del 70% de la violación de los DD.HH., década en la cual el narcotráfico se convirtió en el amo y señor de la economía nacional.
El narcotráfico fue hasta mediados de los setenta una actividad ajena al país. La coca tenía un limitado consumo ritual, la marihuana se fumaba en las cárceles y la heroína era conocida por un reducido grupo de intelectuales afrancesados. Fueron capitales norteamericanos los que descubrieron la posibilidad de ampliar el mercado a partir de la demanda abierta, a raíz de la guerra con Vietnam. Se asociaron a ese capital y a ese mercado en ciernes, nuestras ventajas geográficas y climáticas, la tradición del contrabando y sobre todo, la facilidad de corrupción de las autoridades. Sea como fuere -y repito la figura una vez más-: la marihuana y la coca, para los campesinos nuestros, "cayeron del cielo". En las zonas de colonización la ruina de la economía campesina era manifiesta y aguda. Los colonos trabajaban de hecho para los ganaderos y comerciantes quienes, calculadamente-era su negocio-iban cambiándoles deudas por "mejoras". Se reproducía así el latifundio en la frontera agrícola y se mantenía un campesinado siempre al borde del hambre. En este surco cayó la coca. Y floreció. Y le dio al campesino la herramienta para defenderse de la bancarrota y la manera de pagar sus deudas y de mejorar su finca y de mandar los hijos a la escuela y de construir una casa de material y de hablarle duro al alcalde, y hasta de pagarle a la guerrilla, a la policía, al juez, al capitán del Ejército, "impuestos". Las zonas de colonización conocieron una nueva bonanza, más intensa y más generalizada que las del caucho, el oro o la madera. El dinero se veía andar por la calle. Se enriquecieron los comerciantes sin necesidad de hacer haciendas a costa de las "mejoras" de los colonos, se enriquecieron los vendedores de insumos para la coca, los funcionarios públicos, y los campesinos tuvieron acceso al mercado de consumo. Las guerrillas, que al comienzo se habían declarado enemigas acérrimas del cultivo de la marihuana y de la coca, tuvieron que ceder ante la perspectiva de que los campesinos les voltearan la espalda y cuando vieron que los cultivos ilícitos no sólo eran un mal necesario sino una fuente de enriquecimiento general, y por tanto la ocasión para extorsionara mucha más gente. Nació así el gramaje, que en el fondo no es más que un sistema tributario en ciernes y que, de alguna manera, complementa y expresa la sustitución del Estado, que ha hecho la guerrilla en muchas regiones. Se podría sintetizar el fenómeno diciendo que se encontraron en una misma parte los excluidos por el desarrollo económico -los colonos-, y los excluidos políticos-la guerrilla- Fue el fin, no diríamos de la historia, pero sí de una historia que arrinconaba a los campesinos y a la oposición política a refugiarse en la selva.
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IV Los EE.UU. le han declarado la guerra a la droga, principalmente por razones de su política interna. Los Republicanos, que obedecen electoralmente al voto puritano -una arraigada tradición que está en el origen mismo de su formación nacional- y que consideran que es la oferta la que genera la demanda de drogas, se oponen radicalmente a cualquier medida distinta a la erradicación forzosa de cultivos ilícitos. Esta posición, que es muy popular en EE.UU. porque exonera al "american way of life" de toda responsabilidad, es compartida por buena parte del electorado demócrata y por la gran mayoría de sus dirigentes que, de una u otra manera, aceptan que lo correcto es reprimir la oferta y sobre todo, como es también una tradición, "sacar la guerra de la propia casa y hacerla en la ajena". Habrá sin duda otros argumentos, de carácter económico y militar, que aunque reconozco, no me parecen de peso considerable. La "droga" -el demonio de fin de siglo-, se ha convertido, una vez derrotado el comunismo, en el enemigo público número uno de los EE.UU. Es la esencia misma del mal. El electorado norteamericano, en su mayoría sensible a la caza de brujas, contribuye a ver en los narcotraficantes el monstruo que devora a la juventud americana y acepta dócilmente ser la nueva cruzada. Mientras esta mitología crece en EE.UU., en Colombia crecen los cultivos ilegales. Por varias razones. Antes de los noventa, la emigración hacia las zonas de colonización tenía un motor principal: la concentración de la tierra y la bancarrota de la economía campesina. El fracaso de las políticas de reforma agraria y de los planes de empleo fue, desde entonces, el resorte del proceso. Pero al mismo tiempo se hacía más fuerte un bipartidismo que, a falta de una dinámica generada por corrientes encontradas, cayó necesariamente en el clientelismo más aberrante. La desestabilización que se trató de resolver aplastando la oposición, resurgió como desestabilización acumulada en cabeza de la guerrilla. A partir de la vigencia del neoliberalismo y de la política de apertura económica, no sólo la industria manufacturera recibió un golpe drástico y, sin duda, irreversible, sino también la agricultura. La ganadería fue excluida de los efectos al lograr imponer un alto arancel de importación para evitar la competencia de las carnes argentinas y americanas. Es decir, se golpeó el sector comercial empresarial y se defendió el latifundio ganadero. La economía campesina resistió mejor los desastrosos efectos, debido a sus defensas naturales, pero se colocó prácticamente en el autoconsumo. El resultado neto fue un creciente desempleo, la emigración de capitales hacia otros sectores, especialmente el de
bienes raíces y construcción urbana, y la emigración campesina y de otros sectores populares hacia las zonas de colonización. La privatización, a su vez, redobló el fenómeno, al lanzar miles de obreros y empleados a competir en un mercado laboral de por sí abarrotado. Mucha gente, digámoslo así, se fue a trabajar con la coca como única alternativa. Al mismo tiempo y por razones diversas, la erradicación en Bolivia y Perú le permitió a Colombia suplir con la oferta que estos países representaban, y México entró a articularse con sus 3.000 kilómetros de frontera y una creciente población chicana disponible para la comercialización de la coca. Con estos recambios la lucha contra los carteles colombianos ha resultado pírrica, para no decir inútil. De cierta manera la apertura económica, al arruinar la economía agrícola empresarial, permitió que parte de las utilidades del narco se dirigieran a comprar esas tierras y agregarlas a las haciendas ganaderas protegidas por el arancel y que venían comprando desde los años setenta, como manera de lavar su dinero y de invertirlo en un sector-la sagrada propiedad-que el Estado defiende a toda costa. También invirtieron, y grandes capitales, en el sector de la construcción urbana, una de las grandes estrategias económicas que subordinada al capital financiero, se había salvado de los efectos devastadores de la apertura y justamente gracias también a esas mismas inversiones originadas en el narcotráfico. En las zonas de cultivos los planes de erradicación y sustitución también fracasaron. Éstos porque fueron puestos al servicio del clientelismo y porque la apertura económica golpeaba devastadoramente cualquier iniciativa productiva al llegar al mercado. La erradicación porque la fumigación se tradujo en movilidad de cultivos y cultivadores. Los colonos tenían no una sino varias chagras en producción, de suerte que minimizaban el riesgo de ser fumigados. Esto significó también que el área donde se cultivaba o se podía cultivarse ampliara enormemente, de modo que aunque era menos densa, seguía produciendo lo mismo o más, pero a efectos de erradicación esta estrategia espontánea de los colonos significaba aumentar la dificultad de fumigación, dada la limitación de recursos estatales para hacerlo. A esto hay que agregar nuevas variedades de coca como la tingomaría que produce tres veces más que las variedades tradicionales. En resumen, es en las políticas neoliberales donde hay que buscar la fortaleza de los cultivos ¡legales y en el fracaso de la represión, el origen del escalamiento de la guerra a que hoy estamos expuestos. En una década, el área cultivada se ha duplicado, la producción quizás se ha multiplicado por
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tres y los gastos en reprimirla quizás por cinco. Los EE.UU., aunque sus expertos saben del origen social de los cultivos ilícitos, acusan a las guerrillas de ser la causa de estos desastrosos resultados (de alguna manera, hasta sospechan que aceptando las causas sociales de la coca y de la ampliación de cultivos, llegan al neoliberalismo). Claro es que las guerrillas, y sobre todo las FARC, se han fortalecido militarmente a causa de su política de extorsión a narcotraficantes, campesinos enriquecidos y comerciantes legales, pero no es menos cierto que las condiciones sociales de los campesinos y la represión militar han contribuido a crear un ejército que le ha propinado contundentes golpes a las fuerzas militares regulares. Es aquí donde vuelve a aparecer la mano de EE.UU. Ante el fracaso de la política de erradicación de "baja intensidad", el fortalecimiento de una fuerza armada que cuestiona los privilegios que el Estado le ha otorgado al capital extranjero y que amenaza con imponer una política contraria o sustitutiva del neoliberalismo, que en fin podría cambiar la base política del sistema, los EE.UU. se inclinan a participar de manera más activa en el conflicto. Quizás la época preelectoral haga ver esta tendencia más nítida, pero esa política no parece reversible a corto plazo. El objetivo principal es golpear a la guerrilla no sólo -como argumenta el Departamento de Estado- por ser el obstáculo principal que se opone a la erradicación de la coca, sino sin duda, por ser una fuerza política de estirpe marxista -para estos efectos Marx no ha muerto- y de claros acentos anti norteamericanos. ¿Qué temen los EE.UU. de esta nueva fuerza? Temen que el Statu Quo se vea afectado. Su posición es de "principio": la defensa del orden a todo costo. Quizás por eso Clinton considera que los Rebeldes Políticos -lo dijo en el célebre discurso ante la Unión- son asimilables a enemigos de EE.UU. en el siglo XXI, junto a los narcos, los terroristas y los comerciantes de armas. El orden son las reglas del juego establecidas y son el resultado de alianzas entre los intereses de los dos establecimientos, o la "tradicional amistad que une a nuestros pueblos". En el fondo, es un orden que ofrece estabilidad, seguridad y rentabilidad a las inversiones extranjeras, y en ese sentido también esos intereses gozan de preferencias y privilegios. Hoy, la política neoliberal hace parte de esos principios económicos y de ese orden político que se defiende y que se teme sea puesto en cuestión por los alzados en armas. Por esa razón Chávez es también una amenaza, por lo menos hasta que no entre en razón, como parece que ya está pasando.
Temen también que sus propios fantasmas se conviertan en realidad. Ronda en su mundo fantástico la idea de que la narcoguerrilla -su demonio necesario y útil-transforme el sistema en un narcoestado, más aún, en un narcoestado totalitario. Cae fuera de toda duda la función política e ideológica que esta fábula cumple y que ha sustituido con creces al fantasma comunista. Lo que sorprende es que en una sociedad madura desde el punto de vista cultural y donde, existe libertad de prensa y opinión, este mecanismo tenga tanta fuerza. Sorprende también que aún siendo ciertas las dos amenazas, se recurra a la guerra cuando hoy, en un mundo globalizado, las posibilidades del desafío a las leyes del mercado son muy reducidas. La vieja táctica militar de sitiar al enemigo ha sido sustituida con éxito por el bloqueo económico y político. La intervención militar -caso Irak y Kosovoes un recurso último que tiene una condición: la intervención multinacional y "humanitaria". Quizás sea lo que en Colombia se esté preparando. O, de alguna manera, se quiera evitar, dados los altos costos políticos que tendría. Nos enfrentamos entonces a lo que podríamos llamar una intervención de alcance medio, que no descarta, sino en primera instancia, una operación de gran envergadura, que llamarían, digamos, "Tormenta Verde". Hoy por hoy las guerrillas representan un buen argumento bélico que rinde ventajas electorales a los partidos norteamericanos y también a los colombianos. Clinton ha defendido la ayuda militar, llamada Plan Colombia, porque no ha logrado defenderse del argumento republicano de que la oferta de droga es la principal causa de la drogadicción de 20 millones de norteamericanos. Supongamos que los 1.600 millones de dólares sean aprobados por vía extraordinaria en estos días. Como se sabe, el 80 por ciento es de carácter militar, y el 20 por ciento, de carácter complementario. Este dinero está dirigido básicamente a mejorar la movilidad y la inteligencia de nuestras Fuerzas Armadas y, claro está, a hacer efectivas esas ventajas por la vía del entrenamiento de cuerpos élites, que es una manera de decir dos cosas: una, que no confían para nada en las Fuerzas Armadas colombianas, y no sólo desde el punto de vista de la eficacia militar sino también desde el punto de vista administrativo, y dos, que el Pentágono no está dispuesto a dejar en manos de oficiales colombianos el mando de las operaciones militares. Los Estados Unidos saben bien que nuestras Fuerzas Militares son ineficaces porque son corrompidas y no están dispuestos a gastar pólvora en gallinazos, o mejor, a botar su dinero. Este es, sin duda, un problema para ellos, que resuelven mediante los programas llamados de asistencia técnica. Los
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dos mil y tantos asesores técnicos que hay en Colombia no son otra cosa que un mando paralelo. ¿Qué va a pasar con la nueva fuerza de batallones antinarcóticos? Los batallones antinarcóticos-que pronto serán una brigada- serán en realidad la fuerza de tierra del nuevo esquema, cuya inteligencia será controlada por los asesores norteamericanos. Para ello ya está en proceso de rígida centralización todo el sistema informativo que antes se repartía en diferentes cuerpos y ahora manejarán exclusivamente los militares. Los batallones contarán con apoyo aéreo tanto para la movilización de tropas como para el ataque. Los aviones Awak y los Black Hawk están destinados a cumplir estas funciones. Es fácil imaginar el escenario: aviones bombardeando concentraciones guerrilleras, y es fácil también pensar en la dispersión de estos cuerpos, como medida defensiva. Ello equivale a decir que las FARC no podrán pasar fácilmente a guerra de posiciones. Pero habría que pensar también que la guerrilla buscará actuar de manera irregular, pero en zonas cada vez más densamente pobladas, donde la inteligencia aérea sea menos precisa y donde los bombardeos tengan un costo político mayor. Estas opciones harían la guerra más compleja y tenderían a comprometer cada vez más a la población civil en las operaciones de las partes, y ponen sobre el tapete el problema de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario. Las Fuerzas Armadas colombianas han encontrado en los paramilitares el instrumento perfecto para no comprometerse -o hacerlo de manera omisiva- con la guerra sucia. Las cuentas son claras: mientras la responsabilidad de la fuerza pública en violación de Derechos Humanos, disminuye aceleradamente, en la misma proporción y ritmo aumenta la de los paramilitares. La de la guerrilla se mantiene constante. Esta correlación le permite al Pentágono pasarse por la faja la enmienda Leahy y al Ejército colombiano convertirse en el tercero en discordia. Sin duda, es una de las más importantes funciones que cumple el paramilitarismo. Los militares colombianos pueden hoy ser acusados de complicidad por omisión en la violación de los derechos humanos, pero cada vez menos, de actuaciones directas. La estrategia es también clara y tiene referentes históricos en Colombia: utilizar a los paramilitares para atacar a la guerrilla y luego, atacar a los paramilitares. El único problema en esta estrategia es que el paramilitarismo -o por lo menos Castaño- tiene aspiraciones políticas y no va a aceptar ser un mero alfil para ser sacrificado a gusto. De otro lado, los medios de
comunicación y las movilizaciones de la llamada sociedad civil complementan la siniestra división del trabajo, dispensando toda la acción de los militares y aún de los paramilitares como un error, un infundió, o alzándose de hombros y exclamando: es la guerra. Un ejemplo de la posición de los medios se vio claro con respecto a dos hechos: la masacre de El Salado, donde 35 campesinos fueron asesinados por paramilitares borrachos, sus cadáveres mutilados y sus mujeres violadas. El Ejército presentó el hecho como el resultado de un enfrentamiento entre paras y guerrilla, y de no haber sido por la Fiscalía, que dio la verdadera versión, la cosa habría quedado escondida. Luego vino la entrevista de Darío Arizmendi con Castaño, en la que el paramilitarismo quedó justificado, y no por la entrevista misma, que fue un trabajo periodístico más, sino por el efecto que consiguió en una audiencia largamente preparada para justificar las masacres como una respuesta militar legítima, a la guerrilla. Ahora se produce el ataque a la policía de Vigía del Fuerte. Los medios y el gobierno lo han mostrado como una masacre a "servidores públicos" y al pueblo más pobre de Antioquia. Yo repudio toda forma de guerra y por eso he estado siempre al lado de las negociaciones de paz. Pero tengo que decir que Vigía del Fuerte es un pueblo que desde hace por lo menos cinco años ha sido manejado por el paramilitarismo. De allí han salido todas las comisiones de paramilitares que han azotado el Atrato Medio, y que son responsables del desplazamiento de miles de familias campesinas indígenas, chilapas y negras. Cuando se ahogó al cooperante español y al cura párroco de Beté, la Fiscalía estableció públicamente que los asesinos habían salido de Vigía, donde los paramilitares tenían su cuartel y donde la policía era cómplice. Yo agrego -y lo sé desde hace mucho tiempo- que las empresas madereras, unas muy conocidas, tienen allí sus negocios y financian al paramilitarismo. Quieren el bosque del Atrato Medio, declarado Reserva Forestal, y para explotarlo han financiado el terror en la región. No ha habido un sólo periodista incluyéndome-que haya hablado de la estrecha relación que existía entre los paras, la policía y los comerciantes de madera. Establecer estos hechos no significa en absoluto que yo defienda a la guerrilla ni justifique el ataque. Pero tengo que explicármelo así como también lo hice en el caso de El Salado y que atribuí, y así lo escribí, al mando que tienen los ganaderos sobre los paramilitares en la Costa Atlántica. Es que la economía está vinculada íntimamente a la guerra, como es obvio a la hora de las explicaciones históricas, y velado siempre a la hora de la presentación de
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los hechos. Debo repetir que la guerrilla financia sus operaciones por medio de la extorsión, en las zonas de producción de coca y amapola con los comerciantes. La lucha de los batallones antinarcóticos contra el narcotráfico busca romper esta fuente financiera, y obligar a la guerrilla a negociar más barata la paz. Pero es obvio que si el gobierno inicia una guerra contra la economía de guerra de la guerrilla, ésta responda atacando las bases económicas de su enemigo. Así hizo la OTAN en Kosovo, atacó puentes, centros de comunicación, energía eléctrica. Será sin duda el nuevo tipo de guerra que se desencadenará a partir de la puesta en marcha de los operativos antinarcóticos de los batallones. El ELN ha mostrado cuán vulnerable a una guerra de este tipo es la economía nacional, y qué tan ineficaz es la fuerza pública para controlarla. Atacada la infraestructura, la economía colapsa en muy poco tiempo. Y hay que agregar que la economía campesina es más fuerte que la empresarial en una guerra, sobre todo si ésta es irregular. En este sentido, la economía que sostiene a la guerrilla puede resistir más que la que sostiene al gobierno, así éste cuente con el apoyo de EE.UU. Presumo que el gobierno es consciente del hecho de que, de ponerse en marcha el Plan Colombia tal como está hoy formulado, es decir, con un alto componente militar, las posibilidades de sostenerse en la mesa de negociaciones, habida cuenta de la reacción bélica de la guerrilla, son muy reducidas. En cambio, las posibilidades de que la mesa conduzca a unos primeros acuerdos, tal como van las cosas hoy y a pesar de la reacción de los militares por los hechos de Vigía del Fuerte, son altas. Los partidarios de la paz, dentro y fuera del gobierno, deben estara estas horas rezando para que la ley extraordinaria de ayuda a Kosovo y a Colombia se ahogue en el Congreso norteamericano: pero supongamos que no. El conflicto se intensificará y algo parecido a una guerra civil comenzará a hacerse más nítido en el horizonte. Para ello se cuenta con dos economías de guerra, con una opinión pública fuertemente polarizada y, cada día más, con poderes territoriales excluyentes aunque en ningún caso, absolutos. Los EE.UU. tendrán que definir su posición real frente al paramilitarísmo, hoy tan ambigua. La guerrilla y su posición frente a los DD.HH., una bandera que se ha dejado quitar-o por lo menos anular- por sus enemigos. El gobierno por su parte, tendrá que darse la pela del reconocimiento de beligerancia, si quiere hacer efectivo el DIH, y aún los acuerdos mismos surgidos de la mesa. De no poder poner de rodillas a la guerrilla sino por el contrario, escalar la guerra, los EE.UU. apelarían quizás a
ensayar una "intervención humanitaria". La jurisprudencia de tal intervención fue establecida en Kosovo, y en el caso colombiano se alegarían las acciones de las guerrillas -resaltando el asesinato de los indigenistas, los muertos de Machuca y los secuestros del avión de Avianca y de la iglesia de La María- los vínculos con el narcotráfico y las masacres de los paramilitares. Pero para atacar a Milosevik se contaba con la OTAN y en el caso colombiano habría que comenzar a crearla, o por lo menos a organizar un instrumento similar. Hace unos meses, la cosa pintaba así: en Argentina aún gobernaba Menem; en el Perú, Fujimori tenía asegurada su reelección; en el Ecuador, los problemas eran manejables; Brasil necesitaba al FMI, etc. Pero hoy el cuadro es bien distinto. En el Cono Sur ha ganado fuerza la izquierda, Brasil y Venezuela han declarado explícitamente que no intervendrían en el problema colombiano, Panamá se ha negado a instalar una nueva base antinarcóticos, en el Perú el "Cholo" Toledo pone en duda la reelección del "Chinito" y Ecuador no está para aventuras militares, a pesar de la dolarización de su economía. Una intervención multinacional de vecinos manejada por EE.UU. no es hoy tan fácil y si, a pesar de todo, logra galvanizar, se le agregaría a la guerra un ingrediente del que hoy carece: la causa nacionalista. Europa no parece estar en disposición de apoyar una intervención militar en Colombia. Más aún, la UE no está tan inclinada a favorecer el Plan Colombia como nos lo ha hecho creer la Presidencia de la República. Por dos razones: la primera, porque Europa ha sido siempre partidaria de la política de sustitución de cultivos ilícitos y no de la de erradicación forzada o violenta, y segundo, porque opinan, aunque lo hagan con sumo cuidado, que el Plan es un programa de gobierno y no de Estado. Así lo dijo, por ejemplo, el canciller español, señor Matutes, cuando puso como condición para asumir el papel que se le asignó a España, de "pasar el bonete" para recoger fondos, en junio, que el Plan fuera respaldado por el gobierno y aceptado por la guerrilla. Saben que de otra manera esa ayuda no tiene viabilidad ni posibilidad de ser una acción efectiva contra el narcotráfico. Por el contrario, prevén que el Plan Colombia, tal como está formulado, equivaldría a un baldado de gasolina en un fogón. En síntesis, una intervención multilateral no es fácil. Y dadas las dificultades que la aprobación de los 1.600 millones de dólares ha tenido en el Congreso norteamericano, es previsible que tal estrategia encuentre una enorme oposición en la opinión pública internacional. Así que rematando, creo que la intervención norteamericana se limitará, en una primera fase, a participar
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en el entrenamiento de los batallones antinarcóticos, que muy seguramente termine en una reforma superficial de nuestras Fuerzas Armadas, tal como ocurrió con la policía, en el suministro controlado de información privilegiada de inteligencia, que podría ser compartida con los paramilitares
Y el reforzamiento de la movilidad aerotransportada. El ensayo será sangriento quizás haga fracasar la mesa de negociaciones. El gobierno lo sabe y en su seno se deben estar hoy sintiendo las terribles tensiones derivadas de la debilidad del poder civil sobre el militar
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Las elecciones presidenciales de Colombia en 1930* Eduardo Posada Carbó**
1. El 16 de enero de 1930, el ministro británico en Bogotá observaba en su informe anual sobre las elecciones colombianas: "...como por lo general el Partido Liberal no se une para lanzar candidato propio a la presidencia, el candidato del Partido Conservador se convierte en la práctica en presidente electo; las elecciones son así apenas una formalidad"1. No pudo estar más equivocado. El Partido Liberal se unió y, como lo había hecho en 1922, decidió apoyar un candidato propio, bajo el movimiento de Concentración Nacional: Enrique Olaya Herrera. No hubo uno sino dos candidatos conservadores: Guillermo Valencia y Alfredo Vásquez Cobo. El Partido Socialista Revolucionario (PSR), antecedente del Partido Comunista, también decidió lanzar candidato propio -Alberto Castrillón-, aunque su participación en las urnas fue más bien simbólica. Pero lejos de ser una mera formalidad, la elección de 1930 demostró ser altamente competitiva, cuyos resultados tuvieron un significativo impacto en la política colombiana. Con el triunfo de Olaya Herrera, el 9 de febrero de 1930, se daba fin a 45 años de hegemonía conservadora. El significado de estas elecciones no ha pasado inadvertido en la historiografía colombiana. Las divisiones internas que condujeron a la derrota conservadora, así como la recomposición del Liberalismo alrededor de la candidatura de Olaya Herrera han sido destacadamente analizadas en varios trabajos, aunque tal vez ninguno con el detalle de la monografía aún inédita de Terence Horgan2. Entre todos los aspectos de la campaña, la intervención errática del clero ha
* Este ensayo forma parte de un libro que estoy escribiendo sobre la historia electoral colombiana, y sus efectos en la cultura política nacional, entre 1830 y 1930. Una primera versión de este ensayo fue discutida en el Congreso del Latin American Studies Association que tuvo lugar en Chicago, en septiembre 24-26 de 1998. **Ph.D. en Historia de la Universidad de Oxford, Inglaterra, profesor de la Universidad de Londres. 1 "Colombia. Annual Report, 1929", Bogotá, enero 16 de 1930, Public Records Office (PRO), FO371/14221. 2 IB. Horgan, "The Liberais Come to Power "por debajo de la ruana": A Study of the Enrique Olaya Herrera administration, 1930-1934", tesis doctoral sin publicar, Universidad de Vanderbilt, 1983. Véanse también las varias referencias en los distintos capítulos del libro de Christopher Abel, Política, Iglesia y Partidos en Colombia, 1886-1953, Bogotá, Universidad Nacional 1987; y los capítulos respectivos en la biografía de Gustavo H. Rodríguez, Enrique Olaya Herrera. Político, estadista y caudillo, Bogotá, 1979; y J. Guerrero, los años del
sido el que más ha llamado la atención. Un ensayo reciente de Medófilo Medina examina precisamente el papel que jugaron los obispos y los curas en este proceso electoral3. Sin embargo, no existe una monografía detallada que analice estas elecciones de manera comprehensiva. Los estudios disponibles nos ayudan a entender los tejemanejes de las dirigencias políticas y eclesiásticas, aunque las complejas relaciones entre unas y otras merecen ser reexaminadas con más cuidado4. Pero no existen análisis del electorado, ni de sus relaciones con dichas dirigencias. Interesa, sobre todo, apreciar la naturaleza de las movilizaciones populares tan evidentes en esta campaña; apreciar, en particular, las razones de ese evento tan sorprendente para muchos contemporáneos: "El liberalismo surgió como de la tierra, ¡y venció!"5. Más aún, las referencias a las elecciones de 1930 suelen subrayar sus innegables características de quiebre en la política nacional, pero la campaña electoral escasamente se considera en el contexto de la historia electoral colombiana6. Las elecciones presidenciales de 1930 en Colombia fueron ciertamente excepcionales en Latinoamérica. Bajo los efectos de la depresión, el resultante malestar social, y el ascenso ideológico de doctrinas antiliberales en la región, la democracia representativa se vio interrumpida por golpes de fuerza en muchos países-incluidos Chile, Brasil y Argentina-durante los años 1930/31. Los colombianos también experimentaron cambios en su régimen político. En contraste, sin embargo, la oposición llegaba allí al poder a través de unas reñidas elecciones, cuyos resultados fueron acatados por el gobierno y por las principales fuerzas derrotadas en los comicios. Por sus notables consecuencias, las elecciones de 1930 marcaron un hito en la historia nacional. Podría argumentarse que, junto con otras elecciones presidenciales -como las de 1836/7,1849,1856 y 1875-, estas elecciones fueron esencialmente formativas de la cultura política colombiana -o, para ser más precisos, de 3 M. Medina, "Obispos, curas y elecciones, 1929-1930", en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 18-19,1990-91, Págs. 185-204. De obligatoria consulta -sobre todo por su valor documental-, es la monografía de José A. Restrepo, La Iglesia en dos momentos difíciles, Bogotá, 1971. 4 Sobre la complejidad histórica de estas relaciones, véase el ensayo de Malcolm Deas, "The Role of the Church, the Army and te Police, c. 1850- 1930", en E. Posada Carbó, ed., Elections Before Democracy. The History of Elections in Europe and Latin America, Londres y Basigstoke, 1996. 5 La exclamación es del general José J. Villamizar, ex ministro de Guerra del régimen conservador. Citado en Mario Ibero, Andanzas, Bogotá, 1930, Pág. 83. 6 Véase mi ensayo, "Limits of Power: Elections Under the Conservative Hegemony, 1886-1930", en Hispanic American Historical Review, 77:2, mayo de 1977, Págs. 245-279.
olvido. Boyad y los orígenes de la violencia, Bogotá, 1991.
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aquella faceta de una compleja cultura política que le daba especial valora la competencia electoral7. Podría argumentarse también que éstas fueron "elecciones críticas", así como la historiografía ha definido ciertas elecciones en los Estados Unidos: aquellas en las que los votantes decidieron cambiar la dirección del gobierno, o en las que se produjo un marcado y durable realineamiento electoral entre los partidos8. Como lo expresara Walter D. Burnham, las "elecciones críticas" son la "fuente" de la política norteamericana: "'actos constituyentes' que tienen lugar con 'notable uniformidad periódica', que reorganizan las coaliciones de los partidos, y motivan respuestas decisivas del gobierno a problemas que la política ordinaria no puede resolver"9. La teoría de las "elecciones críticas" puede haber caído en desuso; sus bases teóricas han sido seriamente cuestionadas10. Aplicarla además a la experiencia colombiana exigiría una mayor información que la disponible: el estado de la historiografía electoral colombiana es aún primitivo11. 7 La cultura política colombiana tiende a ser identificada más con su historia de guerras civiles en el siglo XIX, y con las "violencias" del siglo XX, que con su historia electoral. Véase el trabajo de Gonzalo Sánchez, Guerra y política en la sociedad colombiana, Bogotá, El Áncora, 1991. Sin desconocer que la violencia política ha sido una constante en la historia colombiana, mis investigaciones han querido subrayar la importancia de
No obstante, la literatura norteamericana sobre las "elecciones críticas" es sugerente, por lo menos, en dos sentidos. Primero, en identificar la necesidad de examinar a fondo la relevancia de algunas elecciones particulares que parecen distinguirse por su extraordinario impacto en los sistemas políticos y en la forma de gobierno. Y, segundo, en el valor que parecen darle al comportamiento del electorado en los respectivos procesos políticos. Este ensayo no pretende formular teoría alguna sobre las "elecciones críticas" colombianas. Sus objetivos son más bien modestos. En primer lugar, me interesa reexaminar los conflictos internos de la política colombiana, en el seno de los diversos sectores dirigentes del país, que acompañaron al proceso electoral en 1930. En segundo lugar, me propongo describir la movilización electoral desatada por la campaña presidencial, con el fin de abrir algunos interrogantes sobre la naturaleza del electorado y sus relaciones con la llamada clase política. Finalmente, me detengo en los resultados electorales, en la forma como éstos fueron asimilados, y en sus efectos sobre el comportamiento político nacional. Por encima de todo, me interesa subrayar el significado que ciertas elecciones, como las de 1930, han tenido en el desarrollo de la cultura política colombiana, y estimular así un mayor interés hacia su estudio12. Importa, pues, apreciar preliminarmente la campaña de 1930 en el contexto de una prolongada e intensa historia electoral.
las elecciones en la formación de una cultura política que, a pesar de la violencia,
le
ha
otorgado
valor
a
los
principios
del y
1994, el ensayo de Medófilo Medina ya citado, y Luis Alarcón Meneses,
elecciones, véase mis ensayos "Elections and Civil Wars in Nineteenth-
elecciones en el Estado Soberano del Magdalena (1857-1872). Entre la
century Colombia: the 1875 Presidential Campaign", en Journal of Latin
participación y el fraude", en Historia y Sociedad, 3, diciembre de 1996.
American Studies, October, 1994 (su versión es español se publicó en
Contrasta, sin embargo, el mayor interés que parece tener la historia electoral
Historia y Sociedad, Universidad Nacional de Colombia, Medellín,
de otros países latinoamericanos. Tres obras colectivas ofrecen un resumen
diciembre de 1997); y "Civilizar las urnas: conflicto y control en las
del estado de la historiografía: A. Annino, ed., Historia de las elecciones en
elecciones colombianas, 1830-1930", en Boletín Cultural y Bibliográfico,
Ibero América, siglo XIX, México, 1995, Hilda Sábato, ed., Ciudadanía
32:39,1995. Véanse también mis ensayos "Limits of Power", ya citado, y
política". y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América
"Reflexiones sobre la cultura política colombiana" –conferencia presentada
Latina, México, 1999, y Posada Carbó, ed., Democracy without elections, ya
ante la Cátedra Corona de la Facultad de Administración de Empresas de
citado. Más recientemente se han publicado, por lo menos, tres valiosas
la Universidad de los Andes, Bogotá, septiembre 5-10 de 1999. David
contribuciones: Carlos Malamud, Partidos políticos y elecciones en la
Bushnell ha observado cómo, a pesar de la recurrencia de guerras civiles,
Argentina: la Liga del Sur, 1908-1916, Madrid, 1997; Hilda Sábato, La política
las elecciones fueron la forma normal de llegar al poder durante el siglo
en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880, Buenos
XIX
Aires, 1 y una colección de ensayos sobre historia electoral chilena por Erika
gobierno
representativo.
colombiano.
Véase
Sobre
su
las
relaciones
ensayo
en
el
entre
libro
violencia
de
Charles
Berguist et. al, eds., Violence in Colombia. The Contemporary Crisis in
Maza y Samuel Valenzuela.
Historical Perspective, Wilmington, 1984, Págs. 11-30. 8 Véase el pionero ensayo de V.O. Key, "A Theory of Critical Elections", en Journal of Politics, XVII, 1955. Para un análisis revisionista de la literatura sobre "critical elections" véase Richard McCormick, "The Realignment Synthesis in American History", en The Party Period and Public policy. American Politics from the Age of Jackson to the Progressive Era, New York y Oxford, 1989, Págs. 64-88. Aunque McCormick argumenta en contra del énfasis otorgado a las elecciones, en favor de más estudios sobre políticas gubernamentales, yo creo que su ensayo es muy estimulante.
12 No existen en la historiografía moderna colombiana monografías comprehensivas sobre elecciones individuales. Existen sí ensayos sobre algunas elecciones, como el de Bushnell sobre las elecciones presidenciales 1856, el de Bergquist sobre las de 1898, y los de Park y Posada sobre las de 1875. Algunas elecciones individuales en otros países latinoamericanos han sido objeto de estudios más detallados. Véanse, por ejemplo, Eleonora Gabaldón, Las elecciones presidenciales de 1835, Caracas, 1986; Rene Mil La elección presidencial de 1920, Santiago, 1981; y Lía Sanucci, La renovación presidencial de 1880, Buenos Aires, 1959.
9 Citado en McCormick, "The Realignment Synthesis", Pág. 69. 10 Véase el ensayo citado de McCormick. 11 Se observa, no obstante, un creciente interés en el tema tras haber sido largamente ignorado, a pesar de los pioneros trabajos de Bushnell, Deas, González González y Bergquist. Ejemplo de este interés son, entre otros, Patricia Pinzón de Lewin, Ejército y elecciones en Colombia, Bogotá, Cerec,
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2. Permítanme reiterar algunas de las características más sobresalientes de las elecciones de 1930: fueron altamente competitivas, de antemano sus resultados eran por lo tanto inciertos, motivaron relativamente altos grados de participación electoral, triunfó la oposición, y el gobierno entregó el poder. Históricamente, estas características no eran del todo novedosas. Todas ellas se encontraban ya presentes en las elecciones presidenciales de 1836/37, cuando el candidato de la oposición al presidente Francisco de Paula Santander, José Ignacio de Márquez, derrotó al favorito del régimen general José A. Obando 13. Desde entonces puede identificarse el origen de unas tradiciones electorales que si bien no se desarrollaron sin sobresaltos, sí perseveraron a lo largo del tiempo. La competencia electoral fue ciertamente intensa durante las décadas que siguieron al triunfo de Márquez, bajo el sistema de sufragio indirecto. El general Obando sería finalmente elegido presidente en 1852 por una mayoría indiscutida. Pero con esa excepción, las elecciones presidenciales anteriores desde el mismo triunfo de Márquez fueron tan disputadas que le correspondió al Congreso dirimir siempre sus resultados. Las elecciones presidenciales fueron similarmente reñidas en 1856, cuando, por primera y única vez en el siglo XIX, se había adoptado el sufragio directo. También se había adoptado el sufragio universal masculino. La participación electoral en 1856 fue muy significativa: alrededor del 50 por ciento, según los cálculos de Bushnell14. Votaron más de 200.000 personas-para entonces uno de los electorados más voluminosos de Suramérica (en Chile votaban en esa época unas 30.000 personas) 15. Un análisis ligero de la historia electoral colombiana parecería sugerir que dichas características se disiparon, primero, bajo las distintas constituciones del período federal que desde fines de la década de 1850 reimpusieron restricciones al sufragio y, segundo, bajo el régimen que se inauguró en 1886. Durante el período de Rió negro (18631886), sin embargo, varios estados de la Unión preservaron el sufragio popular. Y las restricciones introducidas en algunos estados no eliminaron la competencia electoral, ni
desmovilizaron del todo políticamente a la nación16. También es cierto que, al centralizar nuevamente el sistema electoral, la Constitución de 1886 nacionalizó el sufragio restringido para las elecciones presidenciales y para el Congreso. No obstante, la Constitución preservó el sufragio universal masculino para las elecciones de concejales municipales y diputados departamentales. La competencia electoral se amainó tras la política de abstencionismo y rechazo a las urnas que dominó entre los liberales después de su derrota en la Guerra de 1885. Pero esta política se aplicó ante todo a las elecciones presidenciales, y se abandonó en varias ocasiones -como en las contiendas presidenciales de 189717y 1922. Más aún, la competencia electoral conservó su carácter intenso en las disputas entre las distintas facciones del Conservatismo que, en su momento, parecían adoptar formas partidistas propias, y sobre las cuales el Liberalismo no permaneció indiferente. En efecto, durante las primeras décadas del siglo XX, en particular después de 1910, el Liberalismo logró algunos avances electorales, notablemente en los comicios municipales de las grandes ciudades. Y en algunas ocasiones -como en las elecciones presidenciales de 1918- participó en apoyo de las distintas facciones en que se dividía el Conservatismo. Similarmente, la Constitución de 1886 no tuvo efectos duraderos en desmovilizar políticamente a la nación. Con la información disponible, es difícil establecer con precisión los niveles de participación electoral. Pero tal parece que ésta fue relativamente mayor que lo que hasta hace poco aceptaban los historiadores. Tal aseveración es más evidente a partir de 1910, cuando se reintrodujo el sufragio directo para la elección de presidentes, y se redujeron las condiciones pecuniarias para el voto. Puede afirmarse, en efecto, que desde comienzos de siglo el electorado creció a tasas mayores que la población18. En las elecciones presidenciales de 1930 votaron 824.000 personas, es decir, alrededor del 48 por ciento de la población adulta masculina. Si se tiene en cuenta que el sufragio estaba aún sujeto a restricciones, esta tasa de participación electoral debe considerarse como relativamente elevada19.
13 Yo he analizado estas elecciones en el ensayo "República y
16 Sobre el carácter competitivo de las elecciones bajo el período federal, véase- mi ensayo "Elections and Civil Wars".
alternancia: las elecciones en Venezuela y Nueva Granada, 1835- 1837", en Sábato, ed, Ciudadanía política y formación de
17 Véase C. Bergquist, "The political economy of the Colombian presidential election of 1897", en Hispanic American Historical
las naciones... 14 D. Bushnell, "Voter Participaron in the Colombian Election of
Review, 56:1, Feb. 1976. 18 Véanse, sobre este punto, mis observaciones en "Limits of
1856", en HAHR, 51:2, mayo 1968. 15 Véase S. Valenzuela, Democratización vía reforma. La
Power". 19 Según la Registraduría, el potencial de sufragantes (es decir,
expansión del sufragio en Chile, Buenos Aires, 1985.
aquellos calificados legalmente para votar) era de 987.504. Véase Registraduría Nacional del Estado Civil, Historia electoral colombiana, 1810-1988, Bogotá,
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Este apretado resumen histórico sólo pretende subrayar el punto: las visibles características de las elecciones de 1930 no emergieron de la nada. Por lo menos desde 1836 puede identificarse el desarrollo de unas tradiciones electorales que, a pesar de sus vaivenes, perseveraron en el largo plazo. En 1930, un boliviano como Alcides Arguedas se asombraba al ser testigo en Colombia de las expresiones de libertad de prensa, de la intensidad de la contienda electoral, y del comportamiento del gobierno frente al resultado adverso de las urnas20. Sin duda, muchos colombianos, entre los elementos más retardatarios del Conservatismo, no miraron con buenos ojos dichos avances democráticos. Su presencia no puede desmeritar, sin embargo, el significado de los desarrollos institucionales que antecedieron a los eventos electorales de 1930. Así como éstos no se sucedieron en medio de un vacío institucional, su ocurrencia tampoco podría explicarse sin referencia a los cambios económicos y sociales que el país había sufrido en las primeras décadas del siglo XX. Este no es el lugar adecuado para entrar en detalles sobre todas las transformaciones experimentadas en estos años. Baste tal vez subrayar su enorme significado en los más vanados aspectos de la vida nacional, sobre todo en la década de 1920, como lo ha mostrado muy bien el trabajo de Carlos Uribe Celis21. Me interesa, de todas maneras, destacar algunos de los efectos que dichas transformaciones tuvieron en el comportamiento político y electoral del país. 1988, Pág. 154. Desde 1910, podían votar para presidente los ciudadanos que sabían leer y escribir o que tuvieran una renta anual de $300 o propiedad raíz de $1.000. Los Jurados Electorales configuraban los censos electorales que debían estar definidos a comienzos del año electoral. Ibíd., Págs. 74-76. Sobre la evolución de la legislación electoral, véase también Fernán González González, Para leer la política, Bogotá, Cinep, 1997, capítulo 3, "Legislación y comportamiento electorales: evolución histórica", publicado originalmente en Controversia, Bogotá, Cinep, 1978. 20 A. Arguedas, La danza de las sombras, Bogotá, 1983. 21 C Uribe Celis, Los años veinte en Colombia. Ideología y cultura, Bogotá, 1985. Este período, sobre todo en sus aspectos políticos,
En primer lugar, entre 1903 y finales de la década de 1920, los colombianos vivieron un período sostenido de crecimiento económico de escasos precedentes, expansión económica que, en palabras de Marco Palacios, "cambió el mapa productivo, y alteró los balances regionales y las relaciones de la ciudad con sus regiones"22. Tal crecimiento vino acompañado de notables mejoras en las comunicaciones, y de una extraordinaria movilidad geográfica. A su turno, éstas motivaron el aceleramiento de los procesos de urbanización e industrialización, al tiempo que surgía el sindicalismo. No existen esfuerzos sistemáticos para apreciar las transformaciones sociológicas que en consecuencia experimentó el electorado, aunque no es difícil entrever aquí algunas de sus nuevas características: en particular, su creciente fisonomía urbana, y el debilitamiento de los lazos tradicionales de control social. En las ciudades y en los puertos, donde se desarrollaban con algún ímpetu la industria y el comercio, así como en los sitios de gran concentración de trabajadores -en los campos petroleros y en la zona bananera del Magdalena-, este electorado fue cortejado con algún éxito inicial por los socialistas, aunque en últimas sus simpatías políticas estuviesen mayoritariamente con el Liberalismo23. Los Conservadores continuaron recibiendo predominantemente el apoyo del campesinado. Pero aquí también valdría la pena apreciar las variaciones de este electorado rural, particularmente en el occidente cafetero, donde sobresalían "grupos moderados" de conservadores "empeñados en el desarrollo material del país"24. La expansión económica de las primeras décadas del siglo se reflejó así mismo en la ampliación de los recursos fiscales y, por ende, en una mayor capacidad del Estado para distribuir empleos, favores y contratos. Esta mayor actividad estatal, sin embargo, se desplegaba bajo un sistema en el que las prácticas políticas contradecían el supuesto espíritu centralista de la Constitución de 1886. Detrás de ese fisco recién enriquecido siguieron los apetitos regionales. "El diputado y el representante de cada circunscripción", según Gonzalo Restrepo Jaramillo, se convirtieron en "agentes semicomerciales de determinada obra y de intereses
continúa aún muy poco estudiado. Me remito al ensayo historiográfico de Malcolm Deas, "Colombia", en L. Bethell, ed., The Cambridge History of Latin America, Cambridge, 1995, Págs. 470-74. Hay versión en español: Historia de América Latina, varios volúmenes, Barcelona, Cambridge University Press, Editorial Crítica, 1991. Véase también el capítulo 2 del libro de Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia. Colombia, 1875-1994, Bogotá, 1995; G. Colmenares, "Ospina y Abadía: la política en el decenio de los veinte", en A. Tirado Mejía, ed., Nueva Historia de Colombia, Bogotá, Planeta, 1989, vol 1; M. Deas, "Colombia, Ecuador and Venezuela, 18801930", en L. Bethell, ed., The Cambridge History of Latin America, Cambridge, 1986; y J.O. Melo, "La república conservadora", en Melo, ed., Colombia hoy, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1995.
22 Palacios, Entre la legitimidad y la violencia, Pág. 73. 23 El socialismo revolucionario, según el dirigente sindical, Ignacio Torres Giraldo, era un "estimulante liberal". Véase su obra Los inconformes. Historia de la rebeldía de las masas en Colombia, Editorial Latina, sin fecha, vol 4, págs. 64-65. No parece, además, que los miembros de las nacientes organizaciones socialistas creyesen mucho en las elecciones. Las memorias, Torres Giraldo no ocultan su desprecio por la actividad electoral. 24 Palacios, Entre la legitimidad y la violencia, págs. 78 y 126.
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específicos"25. Se consolidó así el poder de esos intermediarios de la política -"los caciques"-, esos mismos "caciques" que, sostenedores del régimen, eran paradójicamente despreciados por el presidente Miguel Abadía Méndez (1926-1930)26. Más adelante volveré sobre el papel de los caciques en las elecciones de 1930. Por lo pronto, sólo es pertinente añadir que muchos de estos caciques eran representantes de una clase política emergente, exponentes de un clientelismo moderno que tomaba el lugar de las formas tradicionales de patronazgo27. Su poder estaba condicionado por su efectividad en la tarea de intermediario entre ese Estado recién enriquecido y sus clientelas. El crecimiento económico estuvo por lo demás acompañado de expresiones de malestar social, seriamente manifiestas a fines de la década de 1920. Por supuesto que los problemas se exacerbaron tras la depresión de 1929. Los conflictos más agudos tuvieron lugar en las zonas de explotación petrolera y bananera, donde las protestas sociales tomaron ocasionalmente tonos anti-imperialistas, y en algunas regiones agrarias del centro del país. Los resultados de la famosa huelga contra la United Fruit Company, que desembocó en los trágicos eventos del 6 de diciembre de 1928, sirvieron para minar aún más la autoridad del gobierno de Abadía28. La oposición cobró nuevos bríos. En particular, jóvenes figuras del Liberalismo estuvieron al frente de los ataques: el 3 de septiembre de 1929, Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán iniciaban sus acusaciones en el Congreso contra el régimen. Tres meses después, una comisión de la Cámara de Representantes, liderada por Gaitán, acusaba al presidente Abadía de ser constitucionalmente responsable de la "matanza de las bananeras"29.
25
G. Restrepo Jaramillo, El pensamiento conservador, Medellín,
1936, Págs. 27-28. 26 Abadía hablaba mal de los caciques en sus clases de derecho que dictó aun siendo presidente. Véanse los comentarios del general José Isaías Gamboa, cacique de Cundinamarca, en A. Gaitán, Por qué cayó el Partido Conservador, Bogotá, 1935, Pág.19. Véanse también los comentarios de otro cacique, el general Iguarán, sobre la adversidad de Pedro Nel Ospina y el mismo Abadía hacia los caciques, en Ibero, Andanzas, Págs. 18-19. Sobre la actitud hacia los caciques, véase el ensayo de Malcolm Deas, "El caciquismo en Colombia", en Revista de Occidente, octubre de 1973, reproducido en su Del poder y la gramática. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1993. 27 Véase Deas, "El caciquismo en Colombia". Un retrato de esta clase política emergente, basado en los informes consulares británicos, se encuentra en M .Palacios, "La clase más ruidosa". 28 Véase mi ensayo "Fiction as History: the bananeras and Gabriel Garcia Marquez’s One Hundred Years of Solitude", en
Esta atmósfera de malestar se vio además enrarecida por las amenazas de insurrección. De acuerdo con la prensa de la oposición, el gobierno había creado una "revolución imaginaria" de "rojos" con el fin de adoptar medidas represivas. El activismo de los socialistas era, no obstante, evidente. Como eran también evidentes las simpatías revolucionarias de significativos sectores del Liberalismo, especialmente entre veteranos de la Guerra de los Mil Días (1899-1902). En efecto, socialistas y liberales revolucionarios se habían reunido en Chocontá a mediados de 1928, para acordar los planes de una insurrección que debería llevarse a cabo conjuntamente con las fuerzas opositoras al régimen dictatorial de Gómez en Venezuela30. La insurrección generalizada no tuvo lugar, pero a mediados de 1929 hubo levantamientos aislados en el Tolima, el Valle y Santander31. De mayores consecuencias políticas adversas al gobierno fueron las manifestaciones de protesta popular que tuvieron lugar en Bogotá el 8 junio de 1929, cuando alrededor de 10 mil personas recorrieron las calles de la capital32. En sus orígenes, esta masiva protesta fue un reflejo de insatisfacción contra la administración de la ciudad, una reacción contra la "rosca" que corruptamente manejaba los destinos bogotanos. Detrás de ella, sin embargo, se movían también los intereses políticos que se disputaban el poder. El gobierno de Abadía se vio en esta ocasión enfrentado a miembros de su propio partido. La intervención de la fuerza pública produjo la muerte de un estudiante que, paradójicamente, era cercano al mismo presidente Abadía: éste era su acudiente. Según Aquilino Gaitán, miembro entonces de la Dirección Nacional Conservadora, el grueso de los manifestantes lo componían conservadores de la corriente vasquista -seguidores de Vásquez Cobo-, apoyados por los liberales33. Abadía sólo pudo sortear la crisis tras varias renuncias de sus altos colaboradores, entre ellos la de su ministro de Guerra, Ignacio Rengifo, hombre fuerte del régimen y, hasta entonces, serio aspirante a sucederle en la presidencia. "Desde aquel 8 de junio", observaría Alfonso Rumazo González, "el Partido Conservador pudo considerarse caído del poder"34. 30 María Tila Uribe, Los años escondidos. Sueños y rebeldías en la década de veinte, Bogotá, 1994, Págs. 250 y ss. 31 Torres Giraldo, Los inconformes, Vol. 4, Pág. 992. Véase también Gonzalo Sánchez, Los bolcheviques del Líbano, Bogotá, 1981, y Uribe, Los años escondidos, Págs. 302-307. 32 Alfonso Rumazo González, Enrique Olaya Herrera, Pág. 113. 33 Gaitán, Porqué cayó el Partido..., Pág. 54. 34 Rumazo González, Enrique Olaya Herrera, Pág. 114. En estas jornadas, según Carlos Lleras Restrepo, se había derrumbado una maquinaria electoral
Journal of Latin American Studies, mayo, 1998. 29 El Tiempo, diciembre 4 de 1929.
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3. A comienzos de junio de 1929, sin embargo, el panorama no era tan claro. Se perfilaban ya, es cierto, los distintos candidatos de las facciones conservadoras. Pero todos confiaban en la continuidad de un Liberalismo débil y dividido, sin aspiraciones propias, aparentemente satisfecho con la representación minoritaria que le garantizaba la ley electoral. A comienzos de junio, lo único claro era que la campaña presidencial estaba en curso. La campaña electoral se había desatado efectivamente meses antes, con la celebración de dos de las tres elecciones que en 1929 antecedieron la contienda presidencial: elecciones de diputados en febrero, de representantes en mayo y de concejales municipales en octubre. Las dos primeras, en particular, eran de especial interés ya que ellas condicionaban tanto la formación de las autoridades y maquinarias electorales, como la selección del candidato presidencial del partido gubernamental. Las contralorías departamentales, por ejemplo -sobre las que tenían injerencia los diputados-, estaban a cargo de las "estadísticas de los habitantes de los municipios, lo cual servía mucho para triunfos electorales"35. Las asambleas, además, elegían a los senadores, quienes, junto con los representantes de elección popular, seleccionaban a los miembros del Gran Jurado Electoral. Horgan tiene quizá razón cuando dice que éstas no eran estrictamente "elecciones primarias" definitorias. Pero en la práctica, las mayorías parlamentarias resultantes de dichos procesos electorales ejercían una influencia significativa en la selección de los candidatos presidenciales. Sólo un estudio minucioso de esas tres elecciones que tuvieron lugar en 1929 podría indicarnos con precisión cómo habían evolucionado las prácticas políticas hacia los fines del régimen Conservador. Horgan ofrece en su monografía algunos cuadros de los desarrollos a nivel departamental. Y muestra cómo, a pesar de las manipulaciones del gobierno central, el resultado de las elecciones a la Cámara fue adverso a los intereses del presidente Abadía. Que el poder central no controlaba las elecciones en los departamentos y municipios lo sugiere un vistazo a la forma como se integraban las listas de candidatos a corporaciones públicas.
"cuidadosamente montada" por algunos ministros de Abadía, incluido Rengifo; Lleras, Borradores para una historia de la república liberal, Bogotá, 1975, pág. 4. "...desde aquel evento se ha generalmente asumido que la voz del presidente en las elecciones
En teoría la selección de los candidatos conservadores a las asambleas y al Congreso corría por cuenta de las autoridades del partido: de los Directorios departamentales y del Directorio Nacional. Pero en sus decisiones los Directorios no podían ignorar el poder efectivo de los caciques, de arraigo local. La práctica condicionaba así la descentralización del proceso -lo que el dirigente antioqueño Gonzalo Restrepo Jaramillo llamara la "constitución democrática de la dirección del conservatismo". Restrepo Jaramillo no tenía en mayor estima dicha "constitución democrática", mientras lamentaba que se le hubiera privado al Directorio departamental "de casi toda su influencia en la selección de candidatos": Estos venían acordados de las distintas cabeceras, y si teóricamente pudo el directorio rechazarlos por graves motivos, en la práctica se hizo casi imposible ejercer el derecho de veto, ya que quien señala el candidato es en realidad quien dispone también de la fuerza electoral necesaria para imponerlo en las urnas... Los comités provinciales, con raras excepciones, buscaban al candidato mediante un pacto expreso o tácito que lo vinculara a determinada carretera... Semejante sistema produjo dos resultados a cual más funesto: exagerar el regionalismo hasta los límites de lo increíble, y poblarlos cuerpos colegiados de mediocridades parroquiales, que sacadas de su carreterita o su acueducto, naufragaban lamentablemente al encontrarse frente al primer problema de dimensiones nacionales36. Ejemplos más concretos nos lo ofrece el valioso relato de Aquilino Gaitán, quien fuera miembro del Directorio Nacional Conservador precisamente en 1929. Como tal, Gaitán participó en la confección de las listas del partido para la elección de representantes. Su relato nos descubre además un panorama más complejo, en el que no faltan ni la mano del presidente Abadía, ni la de los curas o los obispos. Pero Gaitán y sus colegas de Directorio parecen más bien coordinar el fino balance de las diversas fuerzas políticas, antes que ejercer un firme control sobre el proceso. En Nariño, por ejemplo, favorecieron a la facción del general Gómez Jurado, "porque parecía tener mayor fuerza"; similares razones motivaron su apoyo a la facción charrista en el Huila. Inclusive en aquellos casos en que el presidente Abadía intervino más directamente, como en la confección de listas de Cundinamarca, Gaitán expresó que se habían 36 Restrepo Jaramillo, El pensamiento conservador; Págs. 27-28.
será de muy poca importancia"; informe de Monson a Henderson, Bogotá, agosto 5 de 1929, PRO, FO371/13479. 35 Gaitán, Por qué cayó el partido..., pág. 30.
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cuidado de seleccionar figuras que despertaran "el entusiasmo conservador". Un error de apreciación motivaba disidencias y derrotas. Así lo sufrió el mismo Gaitán, cuando el Directorio Nacional se negó a apoyar al general Gamboa en sus aspiraciones de ser elegido a la Asamblea de Cundinamarca. Gamboa se lanzó en disidencia y salió elegido37. De manera similar, un parlamentario conservador boyacense, Mora Toscano, se ufanaba así de su poder: Yo era dueño de los votos conservadores de Boyacá, y los godos de Boyacá no me podían ver ni pintado, por aquello de que yo mandaba la parada entre las masas, no me incluían los muy bandidos en sus listas. Yo, en vista... de esto, lanzaba mi lista. Y los reventaba en toda la línea38. Las opiniones del clero, sin lugar a dudas, fueron tenidas en cuenta al integrarse las listas de candidatos a la Cámara en 1929. En algunos casos, como en el Huila, la facción charrista había recibido el respaldo del Directorio Nacional porque parecía contar con la mayoría, pero también "porque se tenía el conocimiento de que el obispo les prestaba su apoyo". El apoyo de los obispos, sin embargo, no era en todos los casos condición suficiente. En el Tolima, los candidatos sugeridos por el obispo no fueron aceptados por el general Roberto Leyva, para quien "la mayoría de los conservadores no recibirían bien esos nombramientos"; por ello se necesitaban personas "más conocidas y de prestigio"39. El Directorio Nacional entonces decidió excluirá los candidatos del obispo. En la conformación de las listas de candidatos a la Cámara, descrita por Gaitán, pueden ya entreverse las complejidades de la relación entre el clero y la dirigencia Conservadora que entraría en franca crisis al desatarse la competencia por la candidatura presidencial40. Se presupone con frecuencia, y con simplismo, que la jerarquía del clero estaba al frente del proceso político, que éste ejercía un poder casi ilimitado hasta el punto de referirse al régimen conservador como una "teocracia"41. Las relaciones entre el clero católico y el Conservatismo eran ciertamente estrechas.
Así lo había sido desde los mismos orígenes de la división partidaria a mediados del siglo diecinueve42. No es muy claro, sin embargo, que los conservadores fuesen apenas un apéndice del clero. Ni que los dirigentes del partido estuviesen dispuestos a recibir órdenes de los curas o de los obispos. El mismo Miguel Antonio Caro, quien defendió como pocos los intereses de los católicos y de la Iglesia, tuvo serios conflictos con el clero en sus aspiraciones para ser reelegido presidente en 189843. Más aún, sectores conservadores habían estado propugnando por separar al clero del terreno electoral desde fines de siglo44. La secularización de la política había sido abiertamente defendida por el presidente Carlos E. Restrepo (1910-14), aunque sus esfuerzos se vieron frustrados. Los problemas que suscitaron la selección del candidato conservador en 1929 evidencian precisamente los celos de los parlamentarios para defender sus prerrogativas. Las opiniones estaban divididas. Por lo que un grupo de congresistas decidió dirigirse al arzobispo Ismael Perdomo para que éste indicara el nombre de) candidato, en la esperanza de que su intervención motivara la unión del Partido. Perdomo se inclinó inicialmente por Vásquez Cobo, y así lo hizo saber mediante carta a un grupo de parlamentarios el 21 de agosto de 1929. Según Aquilino Villegas, sin embargo, esta abierta intervención era un "inaudito y peligrosísimo ensayo", con el que se rompían las tradiciones del partido -tal decisión era "reservada en otro tiempo a la mayoría de los parlamentarios"45. "Como simple ciudadano y como conservador", diría Gaitán, "no aceptaba la resolución arzobispal y menos como miembro del Directorio"46. No sólo los conservadores como Villegas y 42 Véase Fernán González, Poderes enfrentados. Iglesia y Estado en Colombia, Bogotá, 1997. 43 Sobre las relaciones de Caro y la Iglesia, véanse Restrepo, La Iglesia en dos momentos difíciles, y Carlos Valderrama Andrade, Un capítulo de las relaciones entre el Estado y la Iglesia en Colombia, Bogotá, 1986. Véanse también los trabajos de Abel y González ya citados. Sobre Caro véase además Deas, Del poder y la gramática. 44 "Los conservadores como que se avergüenzan de tener frailes en las curules del Congreso", le escribía con tono de resentimiento el presbítero Bonifacio Vélez a Carlos Martínez Silva en 1897. Véase Valderrama Andrade, Un capítulo de las relaciones..., Pág. 367. 45 Villegas, Por qué soy conservador, Pág. 164. Opiniones
37 Gaitán, Porqué cayó el partido..., Págs. 13, 17,39, 65. 38 Ibero, Andanzas, Págs. 151-2. 39 Gaitán, Por qué cayó el partido..., Págs. 16-7. 40 Véanse Restrepo, La iglesia en dos momentos difíciles, y Medina, "Obispos, Curas y elecciones". 41 Véanse Jiménez, "The Limits of Planter Hegemony", Pág. 269, y Guerrero, Los años del olvido, Pág. 98.
similares de políticos conservadores contemporáneos, participantes activos en el proceso de 1930, pueden verse en Gaitán, Porqué cayó el partido..., Págs. 77-79; Restrepo Jaramillo, El pensamiento conservador, Págs. 62-3; y Salamanca, La república liberal, Vol. 1, Pág. 38. Restrepo Jaramillo decía oponerse a que los arzobispos eligieran el presidente porque "para nosotros era aquello cuestión doctrinaria", 46 Gaitán, Por qué cayó el partido..., Pág. 79.
Ibíd.
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Gaitán se separaron de las directrices del arzobispo. La misma Iglesia también se dividió. Según Horga, si la jerarquía católica se hubiese unificado alrededor de la candidatura de Vásquez Cobo, los congresistas habrían cerrado filas por el temor de no aparecer opuestos a los dictámenes de la Iglesia47. La división de la Iglesia habría producido así la división conservadora. Lo contrario fue quizá más cierto: divididos los conservadores, dividida la Iglesia. El arzobispo Perdomo no tardó en encontrarse entre dos flancos, presionado además por un nuncio que favorecía la activa intervención clerical en la política. Por ello, como lo ha descrito Christopher Abel, Perdomo "quedó pues, contra su voluntad, convertido en elector de electores"48. Pero indeciso. Y sin efectividad alguna. A su carta de 21 de agosto siguió otra del 9 de diciembre, reiterando su opinión en favor de Vásquez Cobo. Pero el 22 de enero emitió otra circular en la que advertía que era "obligatorio para los católicos" apoyar la candidatura de Guillermo Valencia. Y para confundir aún más el panorama, el arzobispo volvió a cambiar de posición: el primero de febrero invitaba a sus fieles a votar nuevamente por Vásquez Cobo49. "Era el fin del mundo", recordaría años más tarde Aquilino Villegas, mientras reflexionaba sobre los efectos que la posición ambivalente de Perdomo tuvo en el seno de la Iglesia. Los obispos se dividieron entre partidarios de Vásquez Cobo y Valencia. Y defendían a sus respectivos candidatos "en ardientes cartas eclesiásticas que los directores laicos de la campaña electoral explotaban con saña y ardentía sin igual, que desmoralizaba la conciencia religiosa de los electores"50. ¿Y la conciencia política? Para Villegas no había distinciones entre la conciencia religiosa y política de ese electorado conservador y católico, adicto a la Iglesia -"un pueblo sumiso, creyente y disciplinado"51. Sin embargo, ¿hasta qué punto las divisiones entre los jerarcas de la Iglesia eran reflejo de las simpatías divididas del electorado conservador? La pregunta escasamente se formula, mientras se ignoran los sentimientos de los electores y se presupone el poder omnímodo de los curas y de los obispos. Obispos y curas, no
47 Horgan, "The Liberal Party Comes to Power", Pág. 91. 48 Abel, Política, Iglesia y partidos, Pág. 180. 49 Véase Medina, "Obispos, curas y elecciones", Págs. 187-191. Los textos de las circulares de Perdomo están reproducidos en Salamanca, La república liberal. 50 Villegas, Por qué soy conservador, Pág. 165. 51 Ibíd., Pág. 166.
obstante, se cuidaban con frecuencia de expresar que sus opiniones representaban la voluntad de las mayorías en sus respectivas jurisdicciones eclesiásticas. "Vásquez Cobo tiene a su favor el ochenta por ciento de la opinión sana del país", observó el arzobispo Perdomo en su comunicación del 21 de agosto. Y añadió: "yo no quiero ni puedo ir en contra de esa mayoría"52. El 1 de febrero, Perdomo repetiría sus razones para volver a apoyar a Vásquez Cobo: "más probabilidades de triunfo por su gran popularidad"53. Perdomo quizá exageraba. O estaba mal informado. Pero sus referencias a los sentimientos políticos de sus feligreses no pueden despreciarse como meros ejercicios retóricos. Las divisiones motivadas por las elecciones de 1930 son precisamente evidencia de los límites de la influencia política de la Iglesia sobre el electorado, cuya conciencia religiosa podía distinguirse de sus simpatías políticas. Es posible que en sectores tradicionales predominaran aún esos electores sumisos, creyentes y disciplinados, a los que se refiriera Villegas. Sin embargo, los sentimientos del electorado, ignorados hasta ahora por la historiografía, merecen atención más sistemática. Ciertamente, el comportamiento de los sectores medios del Conservatismo -sus cuadros activistas-, no parece haber sido muy sumiso. Frente a la Iglesia, o frente a las mismas directivas del partido. Aquilino Gaitán relata un encuentro durante la campaña, mientras viajaba en tren hasta Facatativá, con un "coronel" conservador quien, al reconocerlo como miembro de la Dirección Nacional, lo asedió a preguntas. Gaitán se negó a responderle. A lo que contestó el tal "coronel": "creo que los importantes servicios prestados por mí al partido durante las guerras me dan derecho a preguntar todo lo que se relacione con su suerte"54. 4. A fines de diciembre de 1929, Germán Arciniegas se refería así, en tono sarcástico, a la campaña conservadora: "ha sido una lucha de directorios, de párrocos y de alcaldes, que no ha podido despertar un grito fervoroso de ningún parroquiano"55. Las decisiones sobre las candidaturas
52 En Salamanca, La república liberal, Pág. 61. 53 Ibíd., Pág. 73. Véase también Medina, "Obispos, curas y elecciones", Pág. 198. 54 Gaitán, Porqué cayó el partido, Pág. 62. 55 Citado en Gabriel Castro y José M. Arango, La salvación de Colombia. Relación completa y detallada del gran movimiento político habido en la República de Colombia a fines de 1929 y a principios de 1930, Medellín, 1930, Pág. 54.
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Conservadoras no se redujeron, sin embargo, a un juego exclusivo y simple entre la jerarquía del clero y las directivas del partido. Estas últimas escasamente podían ejercer una influencia determinante frente a las demandas encontradas de los parlamentarios quienes, a su turno, debían tener en cuenta a las diferentes facciones de sus respectivas regiones, cuyas maquinarias electorales midieron fuerzas ante las urnas en tres ocasiones durante 1929. La influencia del clero y sus relaciones con los feligreses y los parlamentarios, como se ha sugerido en la sección anterior, merece además ser reconsiderada. Frente a la división conservadora entre los dos candidatos favorecidos por las mayorías parlamentarias, el presidente Abadía expresó una curiosa "parcialidad oficial": "no precisamente en favor de Valencia, sino en contra de Vásquez Cobo... cerrarle el paso al general (Vásquez Cobo), sin abrirle el camino al poeta (Valencia), para facilitar una tercería"56. Sobresalen, es cierto, las intrigas palaciegas, naturales a la política. Pero el carácter competitivo de la campaña presidencial estimulaba también el activismo electorero de los candidatos. Activismo relativamente intenso entre los conservadores, pero que adquirió características "delirantes" cuando el Liberalismo decidió lanzar candidato propio. Por lo menos desde el mes de mayo, Guillermo Valencia se encontraba recorriendo las principales ciudades del país. El 27 de mayo, Valencia criticó la política de "adhesiones secretas personales a caudillos", mientras demandaba un "debate público entre los candidatos conservadores"57. Ese mes Valencia estuvo en Cali y en Medellín, donde recibió una "delirante recepción de bienvenida, como si él fuese un héroe conquistador"58. El activismo temprano de Valencia -quien meses más tarde se quejaría de agotamiento electoral59-, contrastaba con la ausencia de su rival, Vásquez Cobo, "dedicado a la dulce noticia de la vida diplomática" en París60. Pronto, sin embargo, el general regresaba al país. El 22 de julio arribó a Santa Marta, donde cientos de personas salieron a recibirlo. Una manifestación de 5.000 personas lo esperaba en Barranquilla. De allí siguió a Bogotá, donde
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Pedro Juan Navarro, El parlamento en pijama, Bogotá, 1936,
20.000 personas le manifestaron su apoyo. "El tamaño de la multitud", anota Horgan, "hizo temblar a los antiVasquistas e impresionó a los que estaban aún indecisos". Según el ministro británico, no obstante, aquel "regreso espectacular" fue más bien una "baratija triunfalista" organizada por los lugartenientes de Vásquez Cobo61. Con todo, para algunos sectores la campaña no despegó en firme sino en diciembre, cuando se anunciaban nuevas giras de los candidatos conservadores: Vásquez Cobo iniciaba correrías en Antioquia, mientras Valencia partía para la Costa Atlántica y de allí seguiría a los Santanderes y al Valle. "Hasta ahora", insistía El Tiempo, "la lucha se ha reducido a una pugna sorda... entre las autoridades civiles y eclesiásticas, entre grupos que tratan de acuchillarse en la sombra y que lo fían todo a armas bien distintas del sufragio y de la opinión"62. Ya en diciembre, la campaña había adquirido una dinámica distinta frente a las perspectivas de un candidato presidencial liberal. Una primera Convención Nacional Liberal, reunida en Apulo, había mostrado todavía un partido dividido y confuso frente al tema de las candidaturas. El 7 de noviembre se había instalado en Medellín un "Comité Liberal pro Candidato Propio". El 18 de noviembre, en búsqueda de la unidad, se reunió otra Convención en el Teatro Municipal de Bogotá, donde Alfonso López Pumarejo hizo su famosa propuesta: "que el Partido Liberal proceda a prepararse para asumir en futuro muy próximo la dirección de los destinos nacionales"63. Se puso así en marcha ese extraordinario movimiento de opinión que desembocó en la candidatura de Enrique Olaya Herrera. Este proceso estuvo en buena parte dirigido por los editores de la prensa de oposición liberal -con Eduardo Santos a la cabeza-, y del mismo López Pumarejo, con el apoyo de una sección minoritaria conservadora bajo la orientación republicana de Carlos E. Restrepo. Pero fue en últimas la masiva respuesta del electorado liberal la que impuso el nombre de Olaya como el candidato de la Concentración Nacional. Al momento de surgir la posibilidad de su candidatura, tras la Convención del Teatro Municipal a fines de noviembre, Olaya Herrera se encontraba como ministro plenipotenciario de Colombia en Washington, donde permaneció hasta mediados de enero de 1930. La campaña liberal despegó con
Pág. 219. 57 La Prensa, mayo 27 de 1929, citado en Horgan, "Liberáis Come to Power", Pág. 82.
61 "Colombia. Annual Report, 1929"; y Horgan, "Liberáis come to
58 Ibíd., Pág. 80. 59 "Es cosa terrible una campaña electoral... nueve discursos en
62 "La campaña de los candidatos", El Tiempo, diciembre 4 de 1929.
un solo día... Se necesita tener una salud de hierro para resistir ese desgaste", le dijo Valencia a Arguedas en enero de 1930.
63 Citado en G. Molina, Las ideas liberales en Colombia, 1915-1934, Bogotá, 1974, Pág. 239. Véase también Lleras Restrepo,
Arguedas, La danza de las sombras, Pág. 129. 60 Horgan, "Liberáis come to power", Pág. 80.
power", Págs. 97-105.
Borradores,
Págs.
4-6.
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fuerza aún en ausencia del candidato. A fines de diciembre, una manifestación de unas 45.000 personas se reunía en Bogotá y, tras escuchar al orador central, Gabriel Turbay, marchaba hasta la casa de López Pumarejo para demandar la proclamación oficial de la candidatura de Olaya. El embajador boliviano fue testigo de la manifestación, "en verdad, una marea humana desbordando por la Calle Real, una masa, mejor, por el número y la densidad y que ha hecho creer en un milagro de civismo"64. El "milagro" se repetía en otros rincones de país. El 10 de enero tomaban lugar sendas manifestaciones en Barranquilla y Tunja. Al día siguiente se proclamaba la candidatura de Olaya en Medellín65. "Bastaba que se anunciara la llegada a un pueblo de un orador olayista" -recordaría más tarde Lleras Restrepo, quizá con desbordado entusiasmo-, "para que salieran a recibirlo cabalgatas de liberales entusiastas, con botella de brandy en los bolsillos de los zamarros, con la vieja bandera liberal al lado del tricolor nacional"66. Por supuesto que este entusiasmo se intensificó tras el regreso de Olaya Herrera a Colombia67. EM 7 de enero desembarcaba en Cartagena, donde "todos los pitos de las sirenas de los barcos y de las fábricas atronaron el espacio"68. Allí comenzó la gira triunfal de tres semanas. Al día siguiente, un hidroavión de Scadta lo llevaba a Santa Marta, desde donde seguiría en ferrocarril hasta Ciénaga, antes de llegar a Barranquilla, donde lo esperaba una manifestación de unas 60.000 personas. El 9 de enero se inscribía oficialmente su candidatura en Puerto Berrío69. El cuadro de las multitudes recibiendo al "salvador nacional" se repetía en todas las ciudades que visitó: los bumangueses organizaron además un desfile encabezado por 6.000 jinetes a caballo. Unas 100.000 personas se congregaron en Medellín para escucharle. "Hasta los tejados estaban invadidos por el
64 Arguedas, La danza de las sombras, Pág. 113. "Todos los almacenes, cafés y cantinas, etc., fueron cerrados, y se puede considerar que todo Bogotá participó en tan importante manifestación", en Castro y Arango, La salvación de Colombia, Pág. 96. 65 Llevaron la palabra en la manifestación el dirigente antioqueño Jorge Gartner, el chocoano Adán Arriaga, "quien habló... principalmente a radicales, socialistas y comunistas", y el representante obrero Manuel Gómez; véase Castro y Arango, La salvación de Colombia, Pág. 131. 66 67
Lleras Restrepo, Borradores, Pág. 22. La campaña de Olaya está descrita en las crónicas de uno de
sus acompañantes, Luis E. Nieto Caballero, publicadas entonces en El Espectador y reproducidas en sus Escritos escogidos. Crónica política, Bogotá, 1984, Vol. 2. 68
Castro y Arango, La salvación nacional, Pág. 139.
69 Sin el cumplimiento de esta inscripción, se hubiese podido frustrar su candidatura. Pedro Juan Navarro relata los pormenores
pueblo", expresaría un biógrafo contemporáneo y simpatizante70. Sus impresiones las verifican los testimonios fotográficos71. En Bogotá, la gira triunfal de Olaya se seguía con suma expectativa. Según Arguedas, "remolinos de gente desocupada" se reunía en las calles, "y esta gente leía con fervorosa avidez las noticias que minuto a minuto se escribían en las pizarras de los periódicos y prorrumpía en vivas al candidato cada vez que una nueva noticia venía a revelar algún incidente del viaje"72. El 26 de enero, Olaya hacía su entrada a Bogotá. "Las calles se desbordaron a torrentes humanas", recordaría un apologista. La descripción de Arguedas, un observador más neutral, no es menos triunfalista: la recepción a Olaya fue "de veras imponente, de veras grandiosa, pues el pueblo acudió en masa a recibirlo"73. Y de la capital, Olaya seguiría a Boyacá, su tierra natal, donde, motivadas por sentimientos regionales, "hasta las mismas autoridades conservadoras se le pusieron de su lado"74. Es claro que las fuentes liberales y cercanas a Olaya tiñen las descripciones de su entusiasmo partidista, con el tono propio de los victoriosos. "En las ciudades, en los pueblos, en las aldeas", recordaría Rumazo, "se hacían bazares; se preparaban plumas de oro, tarjetas afiligranadas, retratos bordados de seda, para obsequiarlos al candidato"75. No es necesario, sin embargo, compartir este triunfalismo para apreciar que, de cualquier manera, la campaña de Olaya Herrera motivó grados extraordinarios de movilización popular. "Las masas se inflaman de fervor y sienten otra vez renacer las esperanzas", observó el líder sindical Torres Giraldo76. Así como se destacaban las masivas manifestaciones en las plazas públicas, sobresalió también la participación femenina. La recepción en Cartagena se abrió con el discurso de una mujer, Antonia Santos. Oradoras, organizadoras de bazares, activistas en las manifestaciones, o acompañantes de los líderes del partido, el protagonismo político de las mujeres parecía acrecentarse, aunque no es
70 71
Rumazo González, Enrique Olaya Herrera, Págs. 124 y ss. Véase la foto de manifestación en Medellín en Castro y
72
Arango, La salvación nacional. Arguedas, La danza de las sombras, Pág. 119.
73
Ibíd., Pág. 126; y Rumaza, Enrique Olaya Herrera, Pág. 140. Véase también la breve pero significativa descripción del dirigente sindical, Torres Giraldo, hostil a la candidatura de Olaya, en Los inconformes, Vol. 4, Pág. 1009.
74
Rumazo, Enrique Olaya Herrera, Pág. 143; y Guerrero, Los años del olvido, Págs. 105-106.
75 76
Rumazo, Enrique Olaya Herrera, Pág. 118. Torres Giraldo, Los inconformes, Vol. 4, Pág. 1009.
de esta maniobra electoral. Véase El parlamento en pijama, Págs. 222-223.
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cierto que ésta fuese la primera vez que las mujeres participaran en el debate político77. Como tampoco es cierto que el protagonismo de las masas no tuviere precedentes en la historia electoral colombiana78. Esta vez, sin embargo, las manifestaciones adquirieron dimensiones históricas. Otra novedad relativa de esta campaña fue el lanzamiento de la candidatura presidencial de Alberto Castrillón por parte del Partido Socialista Revolucionario (PSR). Castrillón había sido recién liberado de prisión, tras su participación en la huelga bananera en el Magdalena. Simbólicamente, el lanzamiento de su candidatura tuvo lugar el 6 de diciembre, en conmemoración del primer aniversario de la matanza de las bananeras. Los manifestantes se congregaron en el Parque Santander y caminaron por la Calle Real hasta el Capitolio, y terminaron en el Teatro Municipal, donde Castrillón leyó "un extenso discurso anti-capitalista... desgraciadamente armado sobre un esquema teórico sin base en la realidad colombiana"79. Dirigentes y activistas del PSR, sindicalistas e intelectuales de la izquierda liberal acompañaron inicialmente a Castrillón. Pero su campaña "cayó en el vacío", y muchos de quienes la impulsaban se sumaron a la candidatura de Olaya Herrera80. Para los opositores al régimen -socialistas, liberales e, inclusive conservadores-, era casi imposible mantenerse distante de ese movimiento olayista que parecía "surgir espontáneamente de la masa popular y afluir de las provincias a la capital"81. 5 Los electores se acercaron finalmente a las urnas el 9 de febrero de 1930. A la mañana siguiente, las respectivas fuerzas políticas reclamaban para sí el triunfo. El Debate le daba la victoria a Valencia, El Tiempo a Olaya Herrera, El nuevo Tiempo a Vásquez Cobo. Pronto, sin embargo, las cifras hicieron claridad sobre el resultado. Olaya Herrera: 369.934 votos; Valencia: 240.360; Vásquez Cobo: 213.470;
77 Rodríguez, Enrique Olaya Herrera, Pág. 150. Sobre la participación femenina en la campaña olayista, véanse Lleras Restrepo, Borradores, Pág. 17; Restrepo, Orientaciones republicanas, Vol. 2, Pág. 609; Castro y Arango, La salvación nacional, Págs. 140 y 142; Rumazo, Enrique Olaya Herrera, Pág. 118. 78 Véase, por ejemplo, el comentario de Guerrero, Los años del olvido, Pág. 103. 79 Torres Giraldo, Los inconformes, Vol. 4, Pág. 1008. El texto completo del discurso fue publicado en El Tiempo, "Candidato comunista fue proclamado en el municipal", diciembre 7 de 1929. 80 Uribe, los años escondidos, Pág. 310. 81 Arguedas, la danza de las sombras, Pág. 104.
Castrillón: 564 votos82. El triunfo del candidato de la Concentración Nacional era indiscutible. Los votos de Valencia y Vásquez Cobo, es cierto, aun superaban en conjunto a los de Olaya Herrera. Éste contaba, sin embargo, con una mayoría superior a los 120.000 votos sobre el segundo candidato. En los departamentos del Atlántico, Valle, Tolima, Cundinamarca y Caldas, la votación en favor de la Concentración Nacional fue superior al 50 por ciento. De mayor significado quizá, para efectos del análisis del comportamiento del electorado, son los resultados de aquellos departamentos donde se observa cierto realinderamiento político. En Caldas, Cundinamarca y Santander, por ejemplo, las mayorías conservadoras de la elección de 1922 le habían cedido el lugar a las mayorías olayistas en 1930. Así como en Boyacá: mientras en 1922, un 26 por ciento de los votos apoyaba al candidato liberal, Olaya Herrera atrajo un 40 por ciento de los votos en 1930. Simultáneamente allí la votación conservadora caía del 74 al 60 por ciento83. ¿Qué motivó estos cambios en el electorado, y qué tan duradero fue el realineamiento político? En otras palabras, ¿cómo explicar la movilización electoral de 1930, y quiénes conformaban los respectivos electorados? La pregunta es válida no sólo para apreciar la naturaleza del movimiento liberal, sino también para entender al todavía voluminoso electorado conservador. En la literatura, las masas olayistas sobresalen por su movilización espontánea orientada por la prensa liberal, por el revivir de un acendrado sentimiento partidista en espera de darle fin al régimen conservador, o por su fe en "los milagros y beneficios de la acción personal":"... Olaya significa para ellas el restablecimiento del crédito público y la consiguiente afluencia de capitales extranjeros; el abaratamiento de la vida; la normalidad y prosperidad en los negocios; el bienestar general, en suma, amplio y sin limitaciones"84. ¿Y qué veían las masas conservadoras en sus candidatos? Ellas sólo parecen existir en su condición de fieles creyentes, disciplinados y sumisos -para repetir la descripción
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Registraduría Nacional de Colombia, Historia Electoral
Colombiana, Bogotá, 1988, Pág. 154. Aquí no se registran los votos de Castrillón, cuya cifra he tomado de Salamanca, La república liberal, Pág. 77. Torres Giraldo se negó a "reconocer... ninguna de las cifras entonces publicadas sobre la 'votación socialista'". En su opinión muchos votos socialistas fueron ignorados, aunque reconoció que los socialistas vieron reducir "mucho más sus filas con la recuperación liberal", Los inconformes, Vol. 4, Pág. 1009. 83 Sobre las elecciones en Boyacá, véase Guerrero, Los años del olvido, Pág. 112. 84 Arguedas, La danza de las sombras, Pág. 120.
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de Aquilino Villegas. Algunos relatos contemporáneos dan cierta idea sobre los distintos movimientos conservadores. Para Eduardo Santos, desde la oposición liberal, el vasquismo se reducía a un "grupo ultraclerical", acompañado de una "asociación de gamonales que constituye su base"85. Vásquez Cobo, ciertamente, era el conocedor de los caciques conservadores. Sus principales adherentes, según el ministro británico, eran "hombres de muy dudosa reputación, la mayoría de ellos aventureros de clase media, sin tradiciones familiares ni honor personal"86. Al lado de estos "aventureros de clase media", sin embargo, parecía también estar la llamada masa conservadora, "individuos extraídos, en su mayor parte, de la masa común aprovechable en las guerras y para las guerras"87. Vásquez Cobo, según Arguedas, se había convertido en "un verdadero ídolo de la masa conservadora"88. ¿Cómo explicar entonces la votación de Guillermo Valencia, superior a la del mismo Vásquez Cobo? ¿Podría explicarse su resultado electoral por el simple apoyo del gobierno? ¿Era el valencismo, como lo expresara El Tiempo, sólo "una caudal del gobierno de Abadía protegido de gobernadores, prefectos y alcaldes"?89 Desde cierta perspectiva, es posible argumentar que el resultado electoral -el menor número de votos por Vásquez Cobo- reflejó el descontento con el viejo gamonalismo, y los ánimos de modernizar las prácticas políticas. Horgan ha sugerido que Valencia, como representante de las élites, no necesitaba del apoyo de los sectores medios caciquiles. Y que, en sus discursos, Olaya se mostraba definitivamente en favor de los sectores urbanos y en contra de los caciques de pueblo90. Cualquier generalización en este sentido, no obstante, estaría simplificando una realidad más compleja. Valencia, por ejemplo, ganó en el modernizante departamento de Antioquia, pero igualmente obtuvo
impresionantes mayorías en Bolívar y en Magdalena donde, según el mismo Horgan, reinaba la corrupción electoral. La votación de Olaya, por su parte, tampoco podría entenderse sin apreciar el papel de "avezados políticos" liberales -aliados, muchos de ellos, del vasquismo en el Congreso y en las jornadas de junio contra el régimen de Abadía-conocedores de la legislación electoral, de la necesidad de registrar previamente a los votantes, y de tantas otras prácticas electorales, como organizar la movilización de los electores y fiscalizar los escrutinios para evitar el fraude. Pedro Juan Navarro, quien se opuso inicialmente a una candidatura liberal, sería un exponente de estos "avezados políticos", a través de quienes el dominio del gamonalismo rural le daba paso al clientelismo urbano91. Reconocer la continuidad de estas prácticas políticas tradicionales no significa desconocer la presencia importante de mecanismos modernos de movilización electoral, en particular la influencia de la prensa en la opinión pública. Por primera vez se usaba la radio en las campañas electorales, aunque la amplitud de la frecuencia radial era aún limitada. La influencia de la prensa escrita en las elecciones de 1930, sin embargo, merecería más detallada atención. Las sedes de los periódicos en Bogotá eran los verdaderos cuarteles de los partidos. Su ascendencia sobre la opinión pública, especialmente la de El Tiempo -leído por liberales y conservadores-, fue extraordinaria. "No creemos", recordaría Lleras Restrepo, "que en ninguna otra época los periódicos de oposición hayan tenido mayor influencia sobre la opinión pública y sobre el mismo gobierno"92. Aunque, nuevamente aquí el papel electoral de la prensa debe apreciarse en su amplio contexto histórico93. De cualquier manera, la importancia de la opinión pública en las elecciones de 1930 era reconocida, a su pesar, por los conservadores como Villegas, para quien una de las causas de la caída de su
85 El Tiempo, octubre 19 de 1929, en E. Santos, Obras selectas, Bogotá, 1981, Pág. 420. 86 "Colombia. Annual Report, 1929". Según Salamanca, Vásquez no
91 Su breve relato de lo ocurrido sobre la inscripción de la candidatura de Olaya en Puerto Berrío ¡lustra su experiencia en las
contaba con la mayoría de los parlamentarios pero sí con el apoyo de "políticos avezados"; La república liberal, Pág. 47. Sobre el
maniobras electoreras. El parlamento en pijama, escrito por el mismo Pedro Juan Navarro, es una fuente única para apreciar la
apoyo de los caciques a Vásquez, véase Horgan, "Liberáis come to power", Pág. 95.
mentalidad y el comportamiento de algunos congresistas liberales de la época.
87 Gaitán, Por qué cayó el partido, Pág. 26. Según Gaitán, los partidarios de Vásquez habían acompañado en el pasado al
92 Lleras Restrepo, Borradores, Págs. 5-6. El relato de Arguedas es bien ilustrativo de la vida política en los periódicos, y de su
general Reyes, "tenían afinidad por los gobiernos fuertes y los caudillos de espada".
influencia en la opinión, durante la campaña de 1930. Véase La danza en las sombras. Tanto Lleras como Arguedas subrayan
88 Arguedas, La danza de las sombras, Pág. 124. Según Horgan, Vásquez Cobo "atraía a una gama más amplia del electorado que
además el impacto de las caricaturas de Rendón en minar la credibilidad del régimen conservador. Sobre Rendón, véase
los organizadores de su propia campaña". 89 El Tiempo, octubre 19 de 1930, en Santos, Obras selectas, Pág.
Germán Colmenares, Ricardo Rendón, Una fuente para la historia de la opinión pública, Bogotá, 1981.
420 90 Horgan, "Liberáis come to power", Pág. 144.
93 Véase mi ensayo 'The role of newspapers in electioneering in Colombia, 1830-1930', ponencia presentada al Congreso de la LASA,
Washington,
1996
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partido había sido "el perfeccionamiento excesivo del instrumento democrático" que colocó el poder público "a merced de la opinión callejera"94. Por encima de todo, este ensayo ha querido poner de relieve el significado de las elecciones presidenciales de 1930 en el desarrollo de la cultura política de los colombianos. Por supuesto que, en la euforia del triunfo, los dirigentes liberales no tenían sino expresiones grandilocuentes frente a ese "episodio democrático maravilloso", "espléndido certamen de civismo y un ejemplo admirable de cultura política"95. Impresiones compartidas, sin embargo, por algunos conservadores y observadores extranjeros96. Sin dudas, la experiencia de 1930 como hito en la historia electoral colombianareforzaría lo que Alberto Lleras Camargo llamara "la base granítica" de la "tesis de rotación de partidos en el poder"97. En las filas de la oposición liberal, los amigos del sufragio se impusieron sobre los defensores de recurrir nuevamente a las armas. Tanto el gobierno como los contendores conservadores reconocieron la victoria electoral del candidato de la Concentración Nacional, el liberal Enrique Olaya Herrera. El papel del presidente Abadía en la transmisión del poder, aunque "presionado por la voluntad del pueblo", serviría también de referencia para la conducta del gobierno en tiempos electorales. El civilismo parecía imponerse sobre las soluciones de fuerza en la lucha por el poder.
De ninguna manera la transición del régimen conservador al liberal estuvo libre de problemas. Entre el 9 de febrero, día de las elecciones, y el 7 de agosto, fecha de transmisión del mando, transcurrió un largo período que debe ser estudiado con mayor detenimiento. El 26 de marzo, Lleras Camargo denunciaba que corrían "manifestaciones redactadas con cierta rudeza campesina, en los cuales algunos ciudadanos anuncian su próxima constitución en ejército rebelde". Y el 10 de mayo volvía a insistir en sus denuncias: "andan por los campos y apartadas veredas del país, cuadrillas de agitadores que predican la guerra santa en nombre del Partido Conservador"98. También corrieron rumores sobre una eventual reacción hostil del ejército, pronto disipados99. Sólo hasta el 27 de junio el Gran Jurado Electoral entregó la credencial de presidente a Enrique Olaya Herrera. "El reconocimiento del triunfo de febrero", expresaba con satisfacción Lleras Camargo, "hecho por una corporación de mayoría conservadora, significa un avance de cincuenta años no sólo en la cultura política, sino en las costumbres del país"100. El panorama, es cierto, estaba lleno de incertidumbres. Y en las décadas siguientes la violencia opacaría esos visibles avances. Pero las elecciones críticas de 1930 dejaban como legado una valiosa experiencia formativa en ese accidentado curso histórico de la democracia en Colombia.
94 Villegas, ¿Por qué soy conservador?, Pág. 168. Villegas se refiere también a "la influencia de la opinión pública por los caminos de la prensa y del parlamento". Ibíd. 95 Véase El Tiempo, febrero 11 de 1930, en Santos, Obras
98 Ibíd., Págs. 25,80,84 y 97. Las crónicas de Mario Ibero están llenas de anécdotas que ilustran muy bien la insatisfacción de
selectas, Pág. 437; y La Tarde, mayo 15 de 1930, en A. Lleras Camargo, Obras selectas. El periodista, Bogotá, 1987, Vol. 2 (a),
algunos sectores conservadores. Véanse sus Andanzas, ya citadas.
Pág. 89. 96 Villegas, Por qué soy conservador, Pág. 176. "...the attitude of
99 Véase el trabajo de Pinzón de Lewin, Ejército y elecciones. 100 Lleras, Obras selectas, Pág. 129.
the Government, the candidates and voters may claim to serve as a model to many countries of greater importance and professed enlightment in the administration of democratic institutions"; informe de Garnett Lomax a Henderson, Bogotá, febrero 17 de 1930, PRO, FO371/14220. 97 Lleras, Obras selectas, Pág. 27.
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Memorias metodológicas Pilar Riaño-Alcalá* Introducción 23 de junio de 1997. En el sitio conocido como el Chaquiro, veinticuatro personas se encuentran en el salón cuyo techo es el puente por el que habitantes, carros, buses, motos y camiones circulan por la Comuna Nor Oriental de Medellín1. Los ruidos del tráfico mezclados con la algarabía de los niños, los sonidos musicales y el martilleo proveniente de múltiples talleres conforman el fondo acústico del "taller de la memoria" que tiene lugar bajo el puente. Hacia las once de la mañana, los participantes que en su gran mayoría "trabajan con la comunidad" y residen en la zona, elaboran una biografía visual. Su intento es el de reconstruir sus memorias del trabajo comunitario en la Comuna Nor Oriental desde 1989 hasta el presente. Ocho hojas de papelógrafo reposan en la pared y la facilitadora del taller, que es la investigadora-antropóloga, les ha invitado a plasmar en las hojas en blanco, un momento, evento, imagen, fecha o persona que desde sus vivencias personales haya sido significativo de la historia de este período. Cada cual trabaja sobre las hojas de papel en la elaboración de dibujos, palabras o símbolos que evocan su historia. Blanca, en cambio, toma una hoja de papelógrafo de la mesa y se aleja de la pared en la que los demás trabajan. Recostada sobre una mesa dibuja algo y una vez terminado lo voltea rápidamente. Ante las preguntas de otros y su petición de verlo, ella dice que más tarde pues "es una sorpresa". Cuando terminan, uno a uno de los participantes va contando la anécdota detrás de las imágenes, símbolos o palabras que ha escrito. Entre semanas de paz, eventos deportivos, asesinatos de amigos y familiares, convivencias, encuentros con las milicias y/o las bandas y las caminatas, los relatos son también de las quebradas que forman los límites naturales entre barrios y de la geografía escarposa del área. Y así entre anécdota y anécdota, entre risas, "ay sí es!”Y una atenta escucha se va trazando una historia desde las memorias cercanas y "calientes" de cada individuo y del grupo. Cuando cerca de diez han pasado, Blanca se levanta y con una gran sonrisa camina hacia el frente del grupo, se para y voltea la hoja. Guarda silencio por unos momentos, observando las reacciones de los otros. En el papel están dibujadas las caras de dos personas y debajo de ellas están escritas las palabras "fundadores" "líderes". Blanca evoca: A ver de pronto estos fueron dos personajes...que siempre han estado en la organización; fueron dos personas que la * Ph.D. en Antropología de la Universidad de la Columbia Británica en Canadá. 1 Las referencias a lugares específicos mantienen el nombre original. Los nombres de personas utilizan un pseudónimo.
fundaron. Estoy hablando de... y... Antes, fueron fundadores, fueron grandes líderes muy carismáticos, (...)y yo siempre he dicho que estos dos señores se complementaban, porque éste manejaba la parte de gestión económica y proyectaba la organización, hizo que creciera en estos cuatro años en una forma increíble... y este [otro] señor era un mago en los procesos comunitarios, juntos eran como una institución... Desafortunadamente ya no existe ninguno de los dos, eran una maravilla... Durante estos momentos, la "secrecía" "silencio" "sonrisas" y la narrativa de Blanca dialogaba, desde unas memorias comunes, con el grupo más que con la investigadora. Su narrativa, llena de claves evocativas y sugestivas, contenía una historia conocida. La carga emocional hacía referencia a un conflicto pasado entre estas dos personas cuyo recuerdo está atado al momento fundador de la organización, a su posición como líderes y a su lugar-"ya no existen"- bajo una interpretación que les reconciliaba. El elemento sorpresa estuvo en el acto de dibujar (representar) y nombrar (acto del habla) a los dos al mismo tiempo y dentro del mismo espacio, pero no para evocar el conflicto (que significó una profunda crisis y que hasta el momento el grupo había optado por olvidar o no nombrarlo), sino para ofrecer, desde la memoria, un reconocimiento. Esta viñeta evoca una de las tantas interacciones que tuvo lugar durante los talleres de recuerdo que llevé a cabo como parte de una investigación sobre memoria y violencia con los pobladores urbanos de Medellín y Bogotá2. Durante estas sesiones se trabajaba con una variedad de métodos de las artes verbales, la historia oral y las artes visuales acudiendo a recursos metodológicos que permitieran explorar las múltiples dimensiones sensoriales y de sentido desde las que como sujetos humanos recordamos: imágenes, canciones, historias, olores, el paisaje, el cuerpo, las anécdotas, etc. El taller en cuanto dispositivo y método grupal e interactivo constituyó uno de los recursos centrales de esta metodología de investigación.
2 La investigación "Las memorias de los pobladores urbanos: intersecciones entre Violencias y culturas" fue parte de mi trabajo de disertación doctoral en el departamento de Antropología de la Universidad de la Columbia Británica, Canadá. El trabajo de campo contó con la financiación del Social Sciences and Humanities Research Council (SSHRQ de Canadá y del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID). El trabajo de investigación se adelantó en las ciudades de Medellín y Bogotá contando con el apoyo de la Corporación Región en Medellín, del Colegio Nueva América en Kennedy y de la Fundación de Apoyo Comunitario, Fundac en Bogotá. Este artículo elabora específicamente sobre situaciones etnográficas en la ciudad de Medellín.
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La viñeta sugiere a la vez algunas de las interacciones, dinámicas y emociones que tienen lugar cuando un grupo de personas se reúne para recordar. Nos sugiere, por ejemplo, cómo el recordar en un grupo que tiene ciertos referentes comunes, pasa no sólo por la negociación, la censura y el silencio sino también por el cuerpo, los sentidos, las emociones y la dramatización Los dilemas y desafíos de "apropiar" una metodología como la del taller que se ha visto más asociada con lo educativo y pedagógico pueden ser también sugeridas desde este episodio3: ¿Pueden los modos en que se produce la interacción y circulan los relatos durante el taller ser analizados desde un punto de vista antropológico? ¿Pueden considerarse momentos etnográficos? ¿Cuáles son las implicaciones de la intervención de la antropóloga como facilitadora y diseñadora de la actividad? ¿De qué tipo de autoridad estamos hablando? ¿Qué es lo que hace observable el taller? Estos interrogantes remiten a tres desafíos que este artículo examina: el primero tiene que ver con la posibilidad de interrogar y "manipular" al taller en cuanto metodología cualitativa de investigación, es decir como objeto de atención empírica. El segundo es acerca del tipo de información que se produce durante estas sesiones y los modos en que las dinámicas propias de este tipo de metodologías grupales, interactivas y de proceso entran a mediar y darle forma no sólo al taller como evento, sino a las narrativas e interacciones, es decir los sesgos y características propias de este tipo de metodologías. Por último el desafío de cómo entender la relación entre el taller, como espacio de interacción social y la vida cotidiana de los participantes: ¿Es el taller un evento "externo" a la vida cotidiana de los participantes?
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En síntesis se trata de preguntarse acerca de la posibilidad y potencialidad de utilizar metodologías grupales e interactivas como el taller del recuerdo como ámbitos claves de interacción dialógica y de observación etnográfica. Como investigadora, el uso de estas metodologías ha respondido a inquietudes específicas y a una búsqueda de alternativas que permitan: a) explorar los modos diversos en que grupos humanos e individuos construyen sentido; b) la posibilidad de construir metodologías sensibles a la diversidad, fragmentariedad y descentramiento de las dinámicas culturales en el ámbito urbano; c) una exploración que problematice la autoridad etnográfica del investigador sobre los "investigados", la posición/lugar antropológica (situado por lo general o en el centro o afuera), y el privilegio del conocimiento y reflexión académica. En esta exploración metodológica he abandonado la idea de que el método -si es acertado y bien diseñado- puede llevar a descubrir "la verdad" que está oculta para la investigadora; una verdad que puede ser revelada gracias a su pericia, a la confiabilidad del método o mediante operaciones metodológicas que llevan a la confesión (entrevistas, testimonios), la sistematicidad estadística o la rigurosidad científica. El taller El taller se considera aquí como objeto de atención empírica [atención], intelectual [reflexión], y social [hecho social] que tiene lugar en una dinámica relacional, espacial y temporal específica. A continuación elaboro sobre los elementos que le caracterizan y enmarcan su especificidad4. La experiencia del taller está localizada en el tiempo y en el espacio, es decir en un aquí y un ahora. En estas coordenadas, los participantes adquieren status de colectividad y convienen en constituirse como grupo, local y transitorio, durante el lapso de tiempo que dura. Se construye entonces un "nosotros" temporal que como en todo grupo está marcado por los diferentes grados
Dentro del contexto pedagógico y particularmente desde la educación popular, el taller se ha caracterizado como un momento práctico-teórico con una dinámica colectiva y participativa que, en la reflexión sobre la práctica, busca una conceptualización crítica que incida y enriquezca un hacer o un proceso transformador de la realidad. Dentro de la literatura y reflexión de la educación popular se resalta la coherencia entre la metodología del taller, los principios de participación e integración, los objetivos y el proceso didáctico. El taller se entiende como una instancia de problematización, de aprender haciendo, que respeta la cultura y el saber popular, que promueve el diálogo de saberes y la no directividad. En este artículo se enfatiza la presencia de relaciones de poder dentro de este espacio así sea dialógico y horizontal. Estas dinámicas incluyen las relaciones asimétricas que se originan en la autoridad del facilitador-investigador pero que se trabajan desde un proceso que propone la horizontalidad y circularidad de la interacción dialógica en el espacio.
4 Esta caracterización está inspirada y basada en los trabajos de Néstor García-Canclini y A. Rosas, La ciudad de los viajeros. Travesías e imaginarios urbanos México 1940-2000, México, Editorial Grijalbo, 1996; Alfredo Ghiso, "Acercamientos. El taller en procesos investigativos interactivos", Medellín, mimeo, 1997; Jesús Ibáñez, "Como se realiza una investigación mediante grupos de discusión", en Análisis de la realidad social, Madrid, Alianza, 1986, Págs. 569-581; Rossana Reguillo, "La memoria debate. El grupo de discusión y los mitos urbanos", ponencia presentada en el II seminario Internacional de Historia Oral, Jalisco, 1-16 de noviembre 1996; Carlos V. Zambrano, "Cultura y legitimidad. Proyectos culturales y política cultural", en Descentralización. Memorias simposio "Diferencias regionales, respuestas institucionales y descentralización", Villa de Leyva, ICFES, ICAN, 1989, Págs. 201-218.
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de participación, es decir los modos en que cada participante se siente y define como miembro de éste (grados de cercanía, lejanía; interés, desinterés). Durante el taller se generan un conjunto de relaciones y reacciones posibles frente a dicha co-presencia convenida y pactada (aceptación que incluye la resistencia o el no querer estar ahí o el considerarlo inútil). Esta formación de un "nosotros" espaciotemporal incluye también a la investigadora, quien desde sus múltiples roles y posicionamientos -como facilitadora, observadora, entrevistadora-, se constituye en un punto de referencia desde el que por ejemplo se controla el tiempo, se arregla el espacio, se formulan preguntas, se toman decisiones. En el taller se trabaja tanto desde lo individual como desde lo social en una dinámica relacional. Son múltiples las relaciones que tienen lugar allí: entre individuos (entre participantes, los participantes y el facilitador, las parejas, los grupos, en la plenaria, etc.); entre el individuo(s) y el espacio, el individuo y el producto (la imagen que produce, el relato, etc.), el individuo, el cuerpo y el entorno auditivo o visual. En fin, un aquí y un ahora donde se generan nudos de relaciones no sólo desde el decir sino desde la interacción (corporal, dramática, gestual y espacial) y desde el hacer. Podemos así rastrear la creación de un tejido semántico en el que se construyen individual y colectivamente redes de sentidos, de descubrimiento de los sentidos de los otros. Pablo, profesor de un liceo público de Medellín relata durante un taller con profesores de secundaria: Estamos en el año 1993, ...un viernes saliendo del liceo tipo siete y media, ocho, con una compañera vimos a uno de nuestros alumnos saltando una de las vallas de nuestra institución. Era un alumno que por su aspecto era muy..., tenía aspecto de delincuente, de drogadicto. [...] El hecho es que el lunes cuando regresamos, a una profesora se le habían perdido 40.000 pesos de uno de sus escritorios, de una plata que ella recogía. Inmediatamente la compañera y yo sindicamos al muchacho porque fuera de tener aspecto de delincuente lo habíamos visto saltando la malla. Era más que prueba suficiente ¿cierto? El muchacho lo negaba en todo sentido, de todas maneras todas las pruebas estaban contra el muchacho. Una vez entonces saliendo del colegio -ya cuando se le estaba haciendo dizque todo el proceso, y nosotros estábamos del lado de los buenos', el muchacho se me acerca y me dice "profesor es que yo necesito hablar con Ud. "A mí... ¡me dio miedo! Yo pensé que me iba a amenazar. "No profesor es que vea, UD. está confundido, yo le voy a contarlo que hago. Es que yo no me quedé ese día, yo me quedo siempre. ..Yo no me robé esa plata" y... el muchacho me lloró y todas esas cosas. El muchacho se quedaba porque eh...se quedaba dos,
tres días a la semana, con el permiso del celador, permiso entre comillas, era porque él recogía todo lo que había de desechable en el colegio para irlo a vender. O sea él vivía de los cartones, de los vasitos, de todo eso. [.. .]Yo le creí al muchacho, la compañera no le creyó. Entonces nos dividimos en ese criterio. A los quince días resultó la plata, era que la compañera por esconderla tan bien se le había olvidado dónde la había puesto ["¡Ayyy!" exclaman dos de las profesoras que le escuchan]. [...] Hablaban ahora del autoritarismo, los profesores tenemos, TENGO digámoslo así, mucho grado de autoritarismo ["sí" asienten otros]. [...]Me llegó decreto de traslado para otra institución, el muchacho quedó a mitad de su camino de proceso. Lo que más me dolió es que a pesar que había resultado la plata, ninguno había querido decir que había resultado la plata [...] desde ahí entonces he aprendido eso: la palabra libera. Uno conversando con un muchacho tenga la seguridad de que las asperezas se liberan mucho. No porque se solucione el problema sino porque se liberan las penas... [silencio total]. (Taller de memoria con maestros de Medellín y el área metropolitana. Mayo de 1997). La historia del profesor de Medellín está saturada de instancias reflexivas y críticas, y ciertamente de intencionalidad. Esta historia contada en el contexto de un taller con un grupo en el que cada participante evoca un momento crítico en su experiencia como maestro, se convierte en un dispositivo no sólo de escucha, sino también de activación de otras memorias de reacciones grupales, de consensos y reflexiones acerca de su profesión como profesores y los métodos pedagógicos. La historia de este maestro da cuenta del carácter interpretativo y mediatizado de todo evento recordado y de las experiencias evocadas5. La misma selección de las historias, sus modos de narrarla, las interjecciones de los otros verbales, corporales o gestuales-las moralejas a las que acude el narrador van construyendo ciertos "consensos" y "discursividades" acerca del significado de lo que se hace. Esto emerge de una suerte de conversación grupal que va surgiendo y que ciertamente incluye debate, desacuerdos, momentos de tensión, rupturas. La dinámica grupal reconstituye en este sentido formas de interacción y elaboración habituales en la sociedad y se escapa de la situación investigativa controlada para situarse en un dominio de interacción 5 Joan Scott, "The Evidence of Experience", en Questions of Evidence: Proof, Practice and Persuation across the Disciplines, Chicago, The University of Chicago Press, 1997.
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social y humana, por esto se caracteriza al taller como hecho social. El contexto generador de la dinámica taller es el de un proceso de producción tanto en su sentido pragmático -"se aprende haciendo"- como en su aspecto tecnológico -se producen resultados materiales y tangibles, Ej. una cartelera-como en lo simbólico -discursos, símbolos, relatos. Alfredo Ghiso6 relaciona así el concepto de taller con el hacer, algo que está dispuesto para la acción entre varias personas. El taller entonces como un dispositivo donde se encadenan diferentes haceres: ver, hablar, recordar, recuperar, analizar. Durante el taller, el grupo y los individuos producen conocimientos al circular narrativas, intercambiar puntos de vista, negociar significados, llegar a consensos interpretativos u observacionales. Dicha producción de conocimientos pasa por las discusiones, los momentos de silencio, los estallidos (risas, rabia, lágrimas, dispersión), los conflictos y por lo que sucede al margen del taller (las historias y chistes que se cuentan entre cuchicheos, las charlas durante los recesos, los dibujos al margen de la hoja)7. En el taller, el proceso -lo que se hace, el hacerregula el uso del método. Si bien el diseño previo es crucial, el diseño -la pregunta, la forma y secuencia de la pregunta- se está modificando y re-significando continuamente al insertarse en un proceso donde interactúan sujetos en movimiento. El taller constituye entonces un espacio donde tiene lugar una dinámica colectiva y participativa con actividades prácticas que continuamente re-sitúan los participantes y la investigadora. Cada participante se va definiendo en relación con los otros y en el proceso y por esto la clave metodológica y de interacción del taller está en el durante8. La caracterización que Jesús Ibáñez hace de los grupos de discusión como obedeciendo a la estrategia de un sujeto en proceso, de un sujeto cambiante es aplicable al taller en tanto método.
Taller del Recuerdo con los participantes del Centro de Capacitación de un barrio de Medellín. Actividad con objetos mnemónicos9: Comienza Aura. Pone un cassette con el disco "Dios cómo te amo". Varios de los más jóvenes hacen gestos de "disgusto" mientras que las contemporáneas de Aura se alegran. Aura dice que era música que se escuchaba anteriormente en las heladerías -tiene 30 años- donde la gente "despechada"10 tomaba con esa música. (...) Pasa doña Martha, que tiene unos 60 años, muestra una foto de su mamá que dice fue tomada hace setenta y nueve años. La foto se la tomaron cuando su mamá tenía ocho o nueve años. La mamá llegó al barrio de doce años y en ese entonces sólo había doce casas. Cuenta que le tocó muy duro y cómo en el barrio asustaban. Esta memoria es compartida y varias comentan historias de "sustos" en el barrio, la del 'caballo sin cabeza que, de acuerdo con Rocío y Martha, todavía pasa "por el lado de la terminal". Sandra, en sus veintes, viuda y con dos hijas, pone música de Lambada. Aura y Sandra terminan bailando al frente de todos con grandes movimientos pélvicos hacia arriba y hacia abajo, los demás les siguen con las palmas. Después de un rato, la muchacha joven que hace poco llegó de un pueblo se para, diciendo que no saben bailar. Cambian de parejas y ella y Aura bailan con movimientos aún más marcados. Todos gritan, ríen, aplauden. Aura dice que esa música gustaba mucho, la bailaban mucho. En el 89 exactamente dice Mauro. En esa época en una discoteca, cuenta Mauro, los hicieron desnudar y bailar esa canción o si no los mataban. Esos eran los tiempos de las primeras bandas. Algunas que no conocían esa historia preguntan por detalles. Elisa dice que la muchacha que bailara eso la clasificaban como "alborotada", como "puta". (Entradas de mi diario de campo, agosto 1998). Esta entrada de mi diario de campo sugiere modos en que los participantes en un taller conforman una comunidad temporal de intercambio y de práctica (prácticas de producción y construcción de conocimientos, prácticas narrativas, prácticas corporales, etc.) y cómo al ponerse en circulación determinadas narrativas y relatos y al negociarlos, los participantes van reconociendo y re-construyendo (como proceso de creación no literal) lo "colectivo". Así en el taller con los participantes del centro de capacitación, el grupo
6 Alfredo Ghiso, "Acercamientos...". 7Clemencia Rodríguez ha tomado esta reflexión más a fondo para sugerir que se trata de una construcción colectiva. En este ámbito interactivo, el conocimiento se construye con el "otro" (los sujetos investigados) y por tanto se altera la fórmula tradicional de la relación sujeto-objeto que caracteriza a los procesos investigativos (comunicación personal). 8 Un durante que no se agota en el tiempo que dura el taller sino que incluye los eventos y relaciones previas a éste: cómo y a quién se invita, qué información previa se entrega a los participantes, a través de quién, las expectativas e ideas previas que éstos tienen.
A cada participante se le pidió que trajeran un objeto-artefacto que para ello(a) s evocara memorias significativas-momentos, períodos, personas, vivencias- del barrio. La actividad con objetos/artefactos explora el papel del mundo material en la vida social y sus implicaciones en el modo en que los individuos construyen su pasado y resignifican sus creencias culturales. 10 Sufriendo una pena de amor.
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reconstruye aspectos de su propia historia y negocia el significado de ciertos ritmos musicales en la historia de cada generación y del barrio. El taller se constituye entonces en un lugar de participación en el que temporalmente se conforma una comunidad de práctica que puede estar atada a un proceso de reconocimiento de las huellas del pasado, de las marcas de la memoria colectiva con las que se pueden identificar Los talleres del recuerdo He caracterizado las metodologías como el taller de grupales e interactivas en el sentido que se desarrollan en un contexto grupal en el que se dan niveles diversos de interacción (dis)continúa entre participantes. El elemento central del diseño de los talleres del recuerdo es que éste tiene que hacerse de forma que responda al postulado de que al hablar de las memorias nos estamos refiriendo tanto a dimensiones comunicativas, como dramáticas, psicológicas, físicas, colectivas, históricas y sociales. Por consiguiente, lo que se hace durante la sesión y cómo se hace debe posibilitar explorar estas múltiples dimensiones. Se requiere que las actividades permitan diversas formas de relación entre los participantes, de uso del espacio, de formas narrativas y discursivas, de dimensiones sensoriales, de manejo de convenciones y competencias (verbales, visuales, manejo de imagen, motricidad, etc.). Por esto, durante las sesiones o talleres se trabaja con recursos muy diversos como los mapas mentales y las cartografías, las imágenes y los objetos mnemónicos, las biografías visuales, las entrevistas basadas en contar historias, el reconocimiento espacial, los medios electrónicos, la fotografía, la música, las discusiones11. El taller ofrece múltiples posibilidades para el registro etnográfico. La observación etnográfica puede adentrarse o dar cuenta de lo verbal, lo espacial, lo físico (movimientos, bostezos, estiradas, etc.), lo para-verbal (gestual,
11 Cada actividad termina con un producto colectivo que contiene
interjecciones, miradas), lo relaciona!, lo dramático y lo temporal. El otro elemento central del diseño reconoce que al tener más de dos personas interactuando por un determinado tiempo, se va creando una especie de imaginario y relato colectivo. En los talleres este relato colectivo se construye desde el relato individual. Lo colectivo se va construyendo y negociando en la acumulación y reconocimiento de los relatos y narrativas, en los modos en que éstos pueden llegar a ser plasmados en el espacio (en el papelógrafo, en la construcción de murales, en la mesa, la pared) y en la manera en que se va creando una especie de diálogo colectivo de acuerdos y desacuerdos. Los elementos que se deben tener en cuenta para caracterizar estas metodologías son que se localizan tanto temporalmente como espacialmente en un aquí y un ahora que está determinado por el espacio de reunión y la duración de la sesión durante la cual un número de personas se constituyen temporalmente como grupo. Además, que están enmarcadas por una dinámica relacional que desborda o descentraliza la relación binaria sujeto-investigador para abrirse a un número de otras posibilidades: con la vecina de la izquierda, del frente, o de la derecha, con el grupo como un todo, con los minigrupos, con el investigador, etc. Temporalmente en el taller o sesión grupal se constituyen no sólo redes de relaciones sino además redes de significados y comunicaciones. En últimas en el espacio del taller o la sesión grupal circulan historias y reflexiones, se producen conocimientos y se dan necesariamente momentos de negociación y conflicto. Por esto considero las sesiones grupales e interactivas como hechos sociales y empíricos que son observables y que pueden responder a los retos formulados. Aún queda por considerar dentro de esta caracterización del taller las implicaciones sociales, culturales y personales de estas metodologías tanto en la memoria individual y colectiva de los participantes, por lo tanto en el ámbito de lo cultural, como en su ámbito de interacción cotidiana, es decir en lo social. Esta reflexión se presentará más adelante.
evidenciad huellas -en términos de imágenes, letras, o simbologías, colores- del relato individual de cada cual. Un aspecto importante de la metodología del taller del recuerdo es que busca activar el contar y el escuchar y además introduce espacios de descripción y análisis de los recuerdos. Durante el taller, cada actividad es decodificada con los participantes, teniendo en cuenta: 1. Lo temático-descriptivo: ¿qué ve? ¿qué hay?; 2. Proceso: ¿qué pasó? tipos y formas de interacción; 3. Metodológico: ¿qué se hizo? ¿cómo se hizo?; 4. Conceptual teórico: ¿qué presupuestos, conceptos sustentan la actividad? (3 y 4 se hacen sólo en los talleres que tienen como objetivo la
Postulados Los caminos facilistas de las "recetas innovadoras" o las "tablas de salvación" seducen con frecuencia a quienes investigamos ámbitos de gran complejidad cultural o a quienes nos proponemos un tipo de investigación que beneficie a los sujetos investigados. Desde ahí la exploración metodológica se convierte en simple búsqueda instrumental
capacitación del grupo en la recuperación de la memoria); 5. Análisis e interpretación: ¿qué nos sugiere? ¿cuáles son los patrones y significados comunes? ¿Las diferencias? ¿qué nuevas preguntas se pueden formular?
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o de construcción discursiva. Aquí el planteamiento se hace desde un lugar diferente para ubicarse como una búsqueda epistemológica y metodológica que nos acerque a: Un planteamiento crítico sobre el sentido de la investigación, su utilidad sociocultural y las implicaciones de la intervención de la investigadora. Esto incluye la pregunta acerca de cuál es el aporte de la investigación a los sujetos investigados, su ligazón y contribución a otros debates y acciones que ocurren por fuera del ámbito estrictamente académico: los de las políticas sociales, la planificación urbana, el desarrollo de programas sociales y educativos, la toma de decisiones, los movimientos sociales, la resolución de conflictos. Mi reflexión sobre el sentido de la investigación se funda en los planteamientos de la Investigación Acción Participativa que enfatiza la necesidad de cambiar de su base estrictamente académica el locus de poder y voz en la investigación12. El feminismo y la antropología feminista han hecho una contribución fundamental en el pensamiento crítico de la investigación a través de sus planteamientos sobre la importancia de construir un quehacer interdisciplinario desde el cual se pueda pensar e incluir las perspectivas de grupos cultural y políticamente subordinados13 y la necesidad de estructurar la investigación de modo que privilegie la reciprocidad y el retorno mutuo entre comunidad e investigador14. El cuestionamiento al privilegio del conocimiento académico/científico como un modo "superior" o más válido de conocer la realidad y de los modos tradicionales de relacionarse con los sujetos y los contextos en los que hacemos investigación. Esto implica desde mi punto de vista un desplazamiento que al desmitificar el privilegio o superioridad del conocimiento académico, lo ubica como un factor en acción continua y como un conocimiento más entre otros posibles que hacen parte del mundo en que vivimos, de 12 Orlando Fals-Borda, "Participación popular: retos del futuro", en Registro del Congreso Mundial de Convergencia en Investigación Participativa '97: Estado del Arte, Bogotá, ICFES, IEPRI, Colciencias, 1997. 13 P. Ebron y A. Lowenhaupt-Tsing, "In Dialogue? Reading Across Minority Discourses", en Women Writing Culture, Berkeley, University of California Press, 1995. 14 Francisco Ibañez-Carrasco, "From Confession to Dialogue", en Radical Menventions: Identity, Politics and Difference in Educational Praxis, New York, The University of New York Press, 1997, Págs. 107-130. 15 E. Bonilla, "Atlántida: producción de conocimiento por fuera de las reglas del método", en La cultura fracturada. Ensayos sobre la adolescencia colombiana, Bogotá, FES-ColcienciasTercer Mundo, 1996, Págs. 87-126 y Michael Jackson, Things as They Are, New Directions in Phenomenological Anthropology, Bloomington, Indiana University Press, 1996, Págs. 1-50.
las ciudades que habitamos. Como dice M. Jackson16 un modo de lograr cosas en el mundo más que un modo de poseerlas intelectualmente. En últimas, la inscripción del quehacer investigativo como componente de la condición humana y por consiguiente su relatividad. La búsqueda de metodologías que posibiliten el diálogo como la base del proceso de conocimiento de los "otros". Las estrategias y planteamientos que permiten que nuestras exploraciones metodológicas y de trabajo de campo nos lleven a un diálogo directo y a un entendimiento del conocer, no como la búsqueda de verdades inherentes y ocultas sino como un proceso intersubjetivo de experiencia compartida, de comparación de notas, de intercambio de ideas, de encuentro de terrenos comunes. Desde mi punto de vista, la resolución metodológica y epistemológica se tiene que dar en el campo de la praxis investigativa más que en el de la textualidad17 o el de la definición teórica o temática. Aquí es donde el reconocimiento de las problemáticas de poder y voz de los sujetos en la investigación (tanto investigadores como investigados) tiene relevancia y donde necesitamos reconocer quiénes somos los que investigamos: como antropóloga-comunicadora, afiliada a una universidad canadiense, mujer, mestiza, clase media, heterosexual, ¿qué relaciones establezco, cómo me posiciono -y en dónde-, qué decisiones tomo, cuáles alianzas establezco, con qué voz hablo? Este planteamiento merece atención especialmente en estos momentos en que discursos acerca de las ciudades multiculturales y el respeto a la diversidad comienzan a tomar forma tanto en el ámbito académico como en el de las políticas culturales y de convivencia ciudadana. El asumir principios de diversidad y multiculturalismo en la vivencia, pensamiento y planificación urbana requiere que como investigadores y habitantes de la ciudad asumamos una reflexión sobre los modos en que nuestras identidades sociales median y determinan los modos en que investigamos y las metodologías que implementamos. En particular, en la experiencia de investigación etnográfica necesitamos reconocer y cuestionar la autoridad etnográfica (que incluye la autoridad social, textual e interpretativa) de la investigadora sobre los "investigados"18.
16 Ibíd. 17 Implícita a este planteamiento está la crítica a las corrientes interpretativistas y posmodernas de los estudios culturales, la antropología y la comunicación en la que la reflexividad y cuestionamiento están concentrados en las estrategias de escritura, interpretación y lenguaje del investigador pero dejan intactos e incuestionados los modos en que hacen la investigación. 18 Perspectivas
feministas, pos-coloniales y
críticas
vienen
trabajando desde la premisa de que el etnógrafo(a) en el trabajo de campo no se escapa al
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Es decir, la necesidad de mirar nuestro quehacer y el lugar del investigador, que ha tendido a ser congelado o en una posición central o por fuera del grupo o fenómeno estudiado (tendencia mitificadora en la que han caído tanto los métodos más tradicionales de investigación como la investigación acción participativa). Se trata de reconocer la condición de sujeto social del investigador y de los investigados, y la definición del proceso investigativo en el campo de la experiencia y la práctica social donde no existe una participación central sino modos diversos de participar y encontrarse, es decir que toda participación es periférica19. En este sentido la investigadora reconoce que más que situarse por fuera o por encima de los investigados, su localización puede estar en cualquier "lugar" dentro del campo de investigación. Al reconocer las múltiples interacciones desde las que el investigador hace parte del proceso investigativo, se reconocen las bases del conocimiento tanto en nuestra experiencia práctica, personal y participativa durante el trabajo de campo como en nuestras observaciones a distancia. Una búsqueda de alternativas que permitan explorarlos modos diversos en que grupos humanos e individuos construyen redes de sentido en sus prácticas cotidianas, en su circulación por el ámbito urbano, como productores y consumidores culturales y de los medios de comunicación. Consecuentemente mi énfasis ha estado en el diseño de una estrategia metodológica que acuda a la diversidad y a la transdisciplinariedad como principio y estrategia. Aquí enfatizo la conexión que tiene este aspecto de la diversidad con la pregunta acerca de las identidades sociales y culturales de los investigadores. Necesitamos interrogarnos acerca del impacto que ha tenido en el campo de la investigación sobre
ejercicio de una autoridad social y textual sobre la gente que estudia y que por lo general ocupa posiciones subordinadas. Se establece así una crítica a los impulsos colonizadores de la labor etnográfica, a las prácticas antropológicas y sus efectos y se asume el desafío de indagar por los modos de cuestionar e identificar las relaciones de asimetría en el trabajo de campo. Véase J. Newton y J. Stacey, "Ms. Representations: Reflections on Studying Academic Men", en Women Writing Culture, Págs. 287-305. 19 El concepto de participación periférica proviene de las teorías críticas y constructivistas de la educación. Al hablar de participación periférica se reconoce que hay modos diversos de participar (activos, pasivos, distantes, verbales, no verbales, etc.) y que ninguno de ellos
la ciudad (y en los modos de producción teórica y de hacer investigación en la ciudad), el relativo homogéneo perfil de quienes investigan(mos), o mejor, de aquellos a quienes se oye en ámbitos públicos y a quienes se les difunde su trabajo de investigación: predominantemente (mas no exclusivamente) hombres, ya no muy jóvenes, con una afiliación universitaria estable, etc. Enfatizo la importancia de explorar los modos en que nuestras experiencias de investigación se encuentran y se construyen no sólo desde la reflexión teórica y los modos de conocer sino también en el mundo cotidiano de las relaciones y circunstancias de nuestra vida, en nuestro transcurrir como ciudadanos, en los modos en que nos relacionamos con los sujetos y realidades que estudiamos, en cada una de las decisiones que tomamos incluyendo la de cómo se comunican y difunden los resultados de la investigación. La posibilidad de construir metodologías sensibles a la diversidad, fragmentariedad y descentramiento de las dinámicas culturales en los ámbitos urbanos pero también sensibles a los lugares de encuentro e identidad, a los nuevos modos de encontrar sentido y a las tensiones que tienen lugar en la ciudad. El postulado implícito a este planteamiento es que las metodologías deben darle paso a la exploración de las diversas posibilidades de experiencia, saberes y sensibilidades de los sujetos del proceso investigativo, pero aún más pertinente a sus competencias lingüísticas, expresivas y de conocimiento y a los modos en que construyen sus referentes de identidad. Esta búsqueda también indica otro distanciamiento metodológico frente a la idea de que "el método" si es eficaz y bien diseñado, puede llevar a descubrir "la verdad" que está oculta para el investigador. Una verdad que puede ser revelada gracias a la sistematicidad estadística o a la rigurosidad científica, a la pericia investigativa, al grado de confiabilidad del método o a través de operaciones metodológicas ahora muy de moda que nos llevan a la "confesión" del sujeto investigado (entrevistas, testimonios, historias de vida). Sin negar la importancia de la rigurosidad en la investigación, resalto su nexo con la creatividad, con los modos en que establecemos redes y relaciones durante el proceso investigativo y llevamos a cabo nuestras tareas investigativas: a quién contactamos y cómo, nuestras rutas de relaciones, la forma en que cambiamos como investigadores durante el proceso investigativo, las historias que contamos.
es más central o ideal para el proceso de investigación o para el proceso educativo. Existen múltiples formas de involucrarse y encontrarse de parte de los sujetos de investigación y los investigadores durante la experiencia investigativa. Véase J. Lave y E. Wenger, Situated Learning, Legitimate Peripheral Participaron, Cambridge, Cambridge University Press, 1991, Págs. 29-57.
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Implicaciones sociales y culturales Taller del Recuerdo con jóvenes, actividad "colcha de retazos"20. El tema que por consenso el grupo escogió fue el de "la guerra21: Fabiola cuenta la historia de un primo que era un "estudiante muy bueno, un buen hijo". Dice que los muchachos de la cuadra lo obligaron a que se volviera "malo". Hizo la imagen de una pira de fuego para mostrar la manera "tan horrible" como lo mataron, señala también la imagen de una tumba. Al terminarla percibo un poco contrariada. Martha interviene y dice que ella no quería que recordaran ese tema. Ella cuando presentó su cuadro no contó la historia pero es que a una tía de ella la secuestraron como ocho hombres y la mataron. Habla sobre el dolor que se siente y como ella ha sufrido mucho por este tema de la violencia, la voz se le quiebra, llora. Guardamos silencio. Néstor pasa y explica que escogió un fondo verde para evocar el momento en que se involucró en el conflicto por la marihuana. Explica cómo se formaron "los combos" y cómo la guerra entre "combos" empezó por una simple bicicleta. Cuando describe el momento en que se enfrentaron y cómo ellos no podían bajar hacia el otro lado del barrio, su voz cambia de tono y su cara expresa rabia. El silencio viene después. Consulto si quieren parar o seguir. Edwin dice que es mejor que paremos. Durante el receso, Clara pone la canción de salsa "Siempre alegre", baila y canta con intensidad, a ratos los ojos se le aguan. Elisa está al lado de Martha quien está llorando, Fabiola también, Ángela está parada, muy callada. Néstor sale y también otros. Cuando regresa me doy cuenta -creo- que ha llorado. Aquí tocamos un momento "límite", se toca al dolor, y en cada uno expresado de forma diferente: alejándose, 20 La "colcha de retazos" es una metodología inspirada en el trabajo del Centro de historia oral de Boston. El método es el de la imagen mnemónica, es decir la imagen como puente entre las emociones evocadas y el conocimiento consciente, como camino certero para recordar lo vivido. Cada participante trabaja en la elaboración de una imagen hecha de papel y pegada sobre una base cuadrada. La clave de la construcción de la imagen es la de evocar el recuerdo como una pintura: colores, texturas, símbolos, convenciones, señales, topografías. Cada participante cuenta la historia que acompaña su imagen -ya sea a otro participante que Ie entrevista o al grupo en general- y ubica su cuadro en cualquier lugar dentro de la matriz base de la colcha de retazos. La colcha de retazos como conjunto contiene tanto el cuadro individual que evoca una historia y que constituye una unidad total en sí mismo como un sinnúmero de relaciones por los múltiples modos en que cada cuadro se toca y encuentra con otros: vertical, horizontal o diagonalmente; por afinidad o contraste de colores; por áreas temáticas, códigos visuales y convenciones y como un todo visual, narrativo, evocativo y espacial. Al final se tiene un producto colectivo que ofrece múltiples entradas, golpes de vista y efectos. 21 La guerra" nombra el período de violencia aguda y muerte que vivieron estos jóvenes en el barrio entre el 92-93.
quedándose callados, bailando, llorando... Charlo con algunos. En algún momento Clara abraza a Martha. Regresamos. Le pido a Ernesto que cuente sobre el trabajo de drama y memoria que hicieron el año anterior. Después sugiero una ronda de evaluación. Dicen que les gustó la variedad de actividades. La actividad de la biografía visual y las entrevistas en parejas les gustó mucho. Néstor expresa su disgusto con la última actividad, dice que no se trata del contenido sino de la actividad (tener que crear una imagen). Clara que le sigue, dice que a ella en cambio la última fue la que más le gustó porque pudo expresar lo que sentía exactamente a través de los colores (en este momento cada cual tiene la grabadora en la mano y sin ningún problema hablan frente a ella). Fabiola dice que a ella también la última actividad fue la que más le gustó. Todos mencionan la utilidad del taller y se respira cierta tranquilidad o distanciamiento de lo anterior... (Diario de campo, mayo 1998). Esta entrada de mi diario de campo da cuenta de un momento crítico y de gran intensidad emocional durante uno de los talleres del recuerdo con jóvenes. La reflexión metodológica se diluye aquí en una pregunta acerca de las implicaciones que las metodologías de recuperación de la memoria tienen por fuera del ámbito académico o el investigativo, es decir en lo social, psicológico y cultural. Me parece fundamental mirar estas implicaciones pues como bien lo ilustra la entrada del diario de campo, lo que tuvo lugar en el taller fue más allá de la conversación, es decir de la instancia dialógica de la investigación -del decir y de las relaciones. En esta ocasión se encadenaron los decires y los recuerdos con las emociones y los sentidos: los dolores, las penas, las emociones no procesadas. Las historias contadas en el grupo activaron un proceso que puede caracterizarse como de elaboración del duelo. Quisiera en este sentido sugerir algunas ideas con respecto a las implicaciones que el uso de metodologías que activan procesos de recuperación de memoria puede tener. La recuperación de la memoria tiene una importancia cultural y política en tanto es un proceso que puede contribuirá la reconstrucción de tejidos sociales, al fortalecimiento de redes sociales y a la recuperación crítica de procesos históricos. Este planteamiento toma importancia tanto en el contexto micro de los participantes en los talleres del recuerdo descritos anteriormente, como a nivel macro, en contextos como el colombiano marcado por la violencia continua y multidimensional. ¿Cuál es el significado del recordar para comunidades que han sido afectadas por experiencias traumáticas y violentas? ¿Cuál es el significado del mirar "cara a cara" sus experiencias, contar sus historias,
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dar testimonio y como grupo darle sentido al pasado desde su situación presente? Mi propuesta es que la recuperación de la memoria en tanto proceso social puede no sólo abrir las puertas a un proceso creativo, de creación de sentidos y significados, sino una apertura a enfrentar y reconocer los sentimientos y emociones (dolor, rabia, desolación, impotencia), los mecanismos que las internalizan, y los que las expresan (el llanto, las historias, los rituales, la risa, etc.). En el taller con jóvenes descrito se dio paso a la elaboración del duelo en tanto se escucharon y compartieron historias y sentimientos, se escuchó al otro y se contó a los otros, además se reconoció que el dolor y la pena y otras emociones habitan en el ámbito colectivo. La literatura que analiza historias de vida y narrativas de trauma como género resalta cómo los modos en que los individuos recrean y contextuaban estas historias -desde su narrativa- revela una adaptación creativa y activa de los episodios de estrés y de las experiencias de pérdida y dolor y cómo la expresión de dolor, pena y sentimientos de pérdida facilita el proceso de elaboración del duelo. Al narrar su pasado, los individuos no simplemente repiten su pasado sino que lo re-crean y contextualizan dentro de unos códigos, modos de selección, énfasis y olvidos que permiten darle significado no sólo al pasado como pasado sino a sus experiencias22. La pregunta que algunos profesionales han planteado frente a estas metodologías es sobre las consecuencias y riesgos que puede traer el recuerdo de eventos "traumáticos" y las posibilidades que tiene un grupo y la facilitadora, en el marco de un proceso investigativo, para responder al desencadenamiento de emociones, al reavivamiento del "trauma". La duda es con respecto a las limitaciones del contexto social y cultural del taller del recuerdo y a la necesidad de una intervención profesional por parte de los especialistas del trauma (psicólogos, terapeutas, psiquiatras). Aunque es importante reconocer que el trauma tiene una dimensión individual y que tiene repercusiones fisiológicas, es necesario también localizarlo en la dimensión social que le origina y en el ámbito cultural. El riesgo del planteamiento "profesional" es que personifica e individualiza el trauma
22 Kim Lacey Rogers, "Trauma Redeemed. The Narrative Construction of Social Violence", en Interactive Oral History Interviewing, Hillsdales, Lawrence Earlbumn Associates, 1994, Págs. 31-46; Jacquelinne Lewis y Michael Fraser, "Patches of Grief and Rage; Visitar Responses to the NAMES Project AIDS Memorial Quilt", en Qualitative Sociology, Vol. 19, No. 4,1996, Págs. 433451.
convirtiendo experiencias colectivas de sufrimiento en experiencias individuales aisladas y de esta manera problemas sociales, colectivos y políticos en problemas psicosociales y de patologías médicas23 . Limitar el manejo de estas memorias al campo del especialista de la salud o el psicólogo implica una posible reducción de la experiencia a una patología y silencia la dimensión social y cultural que enmarca los actos del recordar y los procesos de elaboración del duelo. Esto niega la naturaleza y contexto humano y cultural en que dicha experiencia tiene lugar, los modos en que en la vida diaria los individuos se apoyan en redes informales de amistad, solidaridad o filiales para procesar sus experiencias y el cúmulo de emociones, los rituales de elaboración del duelo y el saber histórico de parte de sociedades y culturas. Al reconocer esta dimensión humana y emocional que se desencadena, el investigador debe enfrentar la responsabilidad social y ética que el proceso de investigación conlleva. Vale la pena anotar que si bien la situación descrita tuvo lugar en el contexto grupal del taller del recuerdo, ésta también puede suceder durante cualquier otra interacción investigativa como en la entrevista o historia de vida. Sin duda puedo afirmar que muchos investigadores se han encontrado durante su trabajo de investigación este tipo de situaciones en las que el dolor y la memoria "traumática" emergen. Sin embargo, es sorprendente constatar el silencio u olvido acerca de estas problemáticas en la literatura sobre metodología de investigación24. Considero que independientemente de la perspectiva metodológica del investigador o del tipo de investigación que realiza, toda acción investigativa tiene repercusiones e involucra aspectos humanos, sociales y emocionales de los sujetos con los que se lleva a cabo la investigación y por lo tanto exige del investigador una reflexión con respecto a las implicaciones y a
23 Arthur Kleinman, Writing ai the Margin: Discourse Between Anthropology and Medicine, Berkeley, University of California Press, 1995. 24 Mary Douglas describe el papel del recuerdo y el olvido en el mantenimiento de las estructuras institucionales y cómo científicos, psicólogos o antropólogos constituyen un tipo especializado de comunidad. El olvido atraviesa la historia de las ideas y del "desarrollo" de la ciencia con e! fin específico de mantener un cierto tipo de institucionalidad. Douglas anota el persistente olvido dentro de la psicología de una idea como la de que los seres humanos son seres sociales. Cada vez que esta idea es "redescubierta", factores institucionales -que perpetúan y mantienen las instituciones de esta comunidad específica- la conducen nuevamente al terreno del olvido. Mi planteamiento es que algo similar ha pasado con la idea del ámbito humano y emocional en que toda intervención investigativa tiene lugar. El olvido y el silencio actúan dentro de los límites de los intereses específicos de las comunidades y de las instituciones que buscan perpetuarse. Véase Mary Douglas, How Institutions Think, Syracuse, Syracuse University Press, 1986.
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los modos como puede asumir dicha responsabilidad social. No se trata, sin embargo, de colocar a la investigadora en la posición de terapeuta o misionera, sino de hacer una evaluación ética y responsable socialmente de su interacción con los sujetos que hacen parte de la investigación y de los modos en que el proceso de investigación valora y responde a estas situaciones. Para regresar al planteamiento inicial y a la afirmación del potencial de la memoria para la reconstrucción de tejidos sociales, el postulado es que cuando un grupo de personas mira retrospectivamente su pasado, cuando en grupo comparte historias, el recordar se desplaza en un continuum entre la descripción narrativa y la reflexión analítica. Este desplazamiento permite darle sentido a su experiencia pero además solidificar identificaciones sociales y lazos de pertenencia. Este proceso de evocación e interacción va construyendo poco a poco un tejido de recuerdos, pero a la vez un tejido de narrativas reflexivas. Cuando no todos los del grupo han vivido estas experiencias, el recordar aporta un cúmulo informativo para los otros, y además revela facetas desconocidas de la experiencia y las relaciones. Viñetas como la del maestro o las de los talleres del recuerdo con jóvenes ilustran cómo escuchar las anécdotas de otras personas puede permitir identificar el dolor y la pena que han sentido y en ocasiones reconocer la similitud de emociones y experiencias a pesar de la disparidad de posiciones o las diferencias sociales, étnicas o de afiliación. Estos momentos de negociación y consenso posibilitan la reconstrucción y re-elaboración de sentido. La conclusión es que dichos momentos fortalecen lazos de identidad que están en la base del sentido de pertenencia a un grupo, de su sentido de reconocimiento de aquello que los une, así sea temporalmente. En últimas, el reconocimiento o desmitificación de los estereotipos que se manejan sobre los otros. Son momentos en los que no simplemente se acude al pasado para añorarlo o llorarlo, aunque esto también es importante, sino en los que desde el presente, el recuerdo posibilita el reconocimiento de eventos, símbolos, imágenes y la re-elaboración y la reactualización del pasado en el presente y desde las tareas del presente, de la elaboración del duelo. La elaboración del duelo no consiste simplemente en lamentar las tragedias, las personas o las cosas buenas que se han perdido, sino que incluye la apropiación de cada individuo del dolor y de la experiencia, pero también de un aprendizaje acerca de aquello que ellos(as) no han vivido directamente pero que les "ha tocado" en tanto hacen parte de un grupo o comunidad. Así por
ejemplo para los jóvenes en el taller del recuerdo, y para las mujeres y jóvenes del Centro de Capacitación escuchar las historias de los otros les permitió conocer y apropiarse de historias acerca de su pasado y en grupo enfrentar esas "heridas" que como miembros de una comunidad se tienen frente a la presencia continua de la muerte o la violencia. Es este el sentido del planteamiento sobre la reconstrucción del tejido social. El segundo argumento enfatiza que la labor de la recuperación de la memoria es una labor que tiene sentido de urgencia en situaciones de guerra y conflicto como las que atraviesa Colombia. De esto da cuenta Wilson Restrepo en su relato "Una vida aparte"25, ¿Qué debo hacer ahora que el pasado pretende desenterrarme y llevarme de nuevo a ese paraíso eclipsado del que no hace mucho pensé escapar? ¿Debo seguir protagonizando esta comedia en la que mi vida sólo es una aparente calma, un supuesto ejemplo a seguir por todos los que me rodean? Deseo ser libre otra vez, deseo configurar lo fugaz para huir de lo cotidiano. Pero... cuando él se fue, los libretos de mi vida dieron un vuelco total, transfigurando la velocidad en pasividad. Las memorias del pasado enfrentan a Wilson con las paradojas del presente y las posibilidades y dificultades hacia el futuro. Del relato se desprenden algunos interrogantes acerca del papel de la memoria en la vida de los seres humanos y sociedades: ¿puede la supervivencia física, el recuerdo intenso, o el testimonio garantizar esa vivencia significativa? ¿Cuáles son las memorias que permiten enfrentarse a las tareas exigidas por un presente hostil y conflictivo? ¿Cuál es entonces la relación entre memoria, historia e identidad? Luisa Passerini26 plantea dilemas similares cuando examina la obra de teatro 'Memoria' que dramatiza la historia de Moshe, un joven prisionero judío en un campo de concentración nazi. Moshe, obligado a permanecer de pie y desnudo, logra sobrevivir el frío invernal y el entumecimiento de su cuerpo y pies al danzar al compás del recuerdo de la canción que su rabino acostumbraba cantar. La memoria intensa de esta canción lo lleva a la acción y le permite
25 En Julián Arturo (Ed.), Pobladores urbanos. En busca de identidad, Bogotá, Tercer Mundo Editores. Wilson Restrepo es un "habitante de la Comuna Nororiental de Medellín. Actor de los procesos sociales de esta zona". 26 Luisa Passerini, Memoria y totalitarismo, International Yearbook of Oral History and Life Histories, Oxford, Oxford University Press, 1992.
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desafiar la muerte y el frío. Esta visión optimista del potencial de la memoria para dirigirnos a la acción es cuestionada en la segunda parte de la obra cuando se muestran las fotografías de dos sobrevivientes del holocausto que años más tarde deciden suicidarse. Para Passerini, la historia de Moshe y de otros sobrevivientes del holocausto enseñan que la supervivencia física o la memoria espontánea no son suficientes para responder a las tareas del presente. La memoria que necesitamos para enfrentarnos a tareas como la reconstrucción de la democracia o la paz requiere superar a la memoria lineal y espontánea. Se trata de una memoria que es posible porque es memoria de otra memoria, una memoria histórica que es "lugar de encuentro con las señales de la identidad"27. Como bien lo ha expresado esta historiadora italiana, nuestro conocimiento del pasado se encuentra en riesgo continuo. Las heridas en la memoria y su debilitamiento en nuestras sociedades son múltiples y nos remiten a los intentos por controlar o suprimir las memorias de determinados grupos sociales, la desaparición de componentes fundamentales de nuestro conocimiento sobre el pasado, la supresión o control del recuerdo de determinados momentos en la historia del país, pero además las acciones abiertas de aniquilamiento y arrasamiento de individuos, grupos y memorias: las desapariciones, las limpiezas sociales, el exterminio. Esto se complejiza con la velocidad de los acontecimientos y eventos que tienen lugar no sólo por las características de las sociedades contemporáneas, sino por la situación de crisis y violencia que afecta a un país como Colombia, por las dificultades de hacerle seguimiento a ciertos eventos y la tendencia a reportar y representarlos como hechos aislados. En contextos violentos, el riesgo de la pérdida de la memoria está relacionada con los modos en que la memoria de los eventos traumáticos y violentos toma protagonismo en la memoria individual y social. Así los momentos y eventos que están por fuera de esta dimensión de conflicto y violencia tienden a ser subsumidos y marginalizados. En este contexto lo que se requiere también es de una caracterización de las diferentes memorias que necesitamos y de los diferentes modos de elaboración del duelo. ¿Cómo podemos entonces plantearnos un recordar que recupera y marginaliza las memorias dolorosas28 en un proceso simultáneo con el 27 Arturo Alape, Ciudad Bolívar. La hoguera de las ilusiones, Santa fe de Bogotá, Planeta Colombiana Editorial, 1995. 28 T. Todorov, "Los abusos de la memoria", en Memoria y ciudad, Medellín, Corporación Región, 1997, Págs. 13-32.
redescubrimiento de memorias de supervivencia, alegría y recuperación? Hay que hacer una advertencia sobre los riesgos que puede traer el quedarse en el recuerdo como conmemoración y legitimación continua del status de víctima, de oprimido o de situación del pasado. El historiador Francés T. Todorov29 ya advertía cómo un individuo que no ha realizado el trabajo del duelo y que continúa viviendo en el pasado sin llegarlo a integrar al presente se está condenando a una angustia sin salida y con el tiempo probablemente a la locura. Pero lo que a Todorov le preocupa aún más es cuando grupos enteros deciden quedarse en el pasado, en la añoranza conservadora o en el registro de las atrocidades de las que han sido víctimas. El presente en consecuencia tiende a reprimirse y borrarse como dimensión fundamental de la existencia que re-elabora a partir o desde el pasado. Este congelamiento del pasado como único referente es el que alimenta la memoria repetitiva y literal y la que conduce a la venganza o la inmovilidad. La clave aquí es cómo el recordar puede permitir la elaboración creativa, cómo el pasado puede utilizarse para transformar. El tercer argumento es que el proceso de recuperación de memoria es un proceso dinámico que facilita el encuentro comunicativo y el reconocimiento entre los que cuentan historias y los que las escuchan. Al contar y escuchar se provoca un proceso de reconocimiento no sólo de quiénes somos, del nosotros, sino de quiénes son, de los otros. Si hay algo que podemos decir contribuye a la multiplicación de la violencia y la tendencia a la resolución de conflictos a través de medios violentos, es la incapacidad de aceptar la diferencia, la visión de la diferencia como amenaza y la estereotipificación del diferente como el enemigo. En la base de muchos conflictos y en la perpetuación de la exclusión, marginalización o exterminio como base de relación con "los otros" se encuentra un profundo desconocimiento de quiénes son, un distanciamiento que alimenta miedos y unos miedos que cimientan la agresión, las actitudes e ideologías de la exclusión. Cuando en una sesión grupal se crea un ambiente de respeto y escucha, el paso hacia la valoración del otro(a) se puede producir cuando escuchamos sus historias y narrativas y cuando podemos alejarnos del estereotipo en el que le ubicamos-poblador, desplazada, empresario, joven de banda o activista-, y empezamos a escuchar al ser humano con sus
29 Ibíd.
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emociones, valores y diferencias. ¿Puede pensarse la reconciliación desde la activación de procesos de valoración y respeto de las diferencias? ¿Se requiere acaso de un proceso previo de elaboración del duelo, de reparación social del dolor y de las memorias de venganza? Para terminar este artículo presento el diálogo que se desarrolló entre varios jóvenes integrantes de una banda de un barrio de Medellín. Este intercambio que tuvo lugar en un taller del recuerdo puede dar cuenta de los dilemas y alternativas con las que estos jóvenes se enfrentan cuando consideran las posibilidades de la valoración de la diferencia, la elaboración de los dolores y el duelo y los cambios en sus vidas. Un grupo de jóvenes de una banda durante un taller del recuerdo. El líder recordando sus tiempos de "malo" entra en un momento reflexivo para enfatizar su cambio individual y para ver su papel en el presente como el de dar testimonio particularmente a los niños. Este intercambio se genera entre él y otros dos miembros del grupo: Mario (joven líder): Sí, todos hemos vivido... yo soy muy egoísta y Ud. sabe que Ud. da testimonio de su vida y sabe que eso es orar al Señor, Ud. le está aclamando a Él... Armando: siempre y cuando sea por un bien i güevón! Mario: Ud. está aclamando [...] déle gracias al Señor que está acá. Armando: Ud. aclama al Señor sin saber. Néstor: Es que hay muchos que dan testimonios, uno se pone a darle testimonio a esos pelaítos y de pronto lo toman es por otro lado i güevón! Mario: Nooooo. Néstor: Es que hay que dialogar también... (Énfasis mío). Para comunicarles a los niños la lección aprendida dolorosa y rápidamente en sus vidas, Néstor no lo logra a través del mensaje unidireccional del "predicador" o del testimonio. El diálogo, en tanto comunicación interactiva y multidireccional, es para él la alternativa que puede permitir superar las contradicciones y rupturas que los llevaron a actuar violentamente y a los niños entender las consecuencias negativas de dichas opciones. Esta idea del diálogo como eje articulador de una interacción humana significativa ha sido explorada en este artículo dentro de una interacción investigativa y de construcción de conocimientos que está basada en principios de responsabilidad social y ética. Nuestra reflexión nos condujo a analizar los procesos que
tienen lugar cuando dentro de una investigación se usan metodologías del recuerdo, interactivas y grupales y las potencialidades de estas metodologías como reconstructoras de tejidos sociales y activadoras de interacciones significativas en el contexto social en el que todo proceso de investigación tiene lugar. Bibliografía Arturo Alape, Ciudad Bolívar. La hoguera de las ilusiones, Santa fe de Bogotá, Planeta Colombiana Editorial, 1995. Marc Auge, Los no lugares. Espacios del anonimato, Barcelona, Editorial Gedisa, 1992. _____, El sentido de los otros. Actualidad de la antropología, Barcelona, Paidós, 1994. Elsy Bonilla Castro, "Atlántida: producción de conocimiento por fuera de las reglas del método", en La cultura fracturada. Ensayos sobre la adolescencia colombiana, Bogotá, FES-Colciencias-Tercer Mundo, 1996, págs. 87126. Catherine Borland, "That's Not What I Said': Interpretative Conflict in Oral Narrative Research", en Women's Words. The Feminist Practice of Oral History, New York, Routledge, 1991, Págs. 63-76. Roberto Da Matta, Some Biased Remarks on Interpretivism: A view from Brazil,1994. Mary Douglas, How Institutions Think, Syracuse, Syracuse University Press, 1986. Paula Ebron y Anna Lowenhaupt-Tsing, "In Dialogue? Reading Across Minority Discourses", en Women Writing Culture, Berkeley, University of California Press, 1995. Orlando Fals-Borda, "Participación popular: retos del futuro", en Registro del Congreso Mundial de Convergencia en Investigación Participativa 7: Estado del Arte, Bogotá, ICFES, IEPRI, Colciencias, 1997. Jesús Galindo, "Etnografía. El oficio de la mirada y el sentido", Vallejo, Universidad de Colima, mimeo, 1995. Néstor García Canclini y Ana Rosas Mantecón, "Las múltiples ciudades de los viajeros", en La ciudad de los viajeros, Travesías e imaginarios urbanos: México, 19402000, México, Editorial Grijalbo, 1996, Págs. 61-99. Alfredo Ghiso, "Acercamientos. El taller en procesos investigativos interactivos", Medellín, mimeo, 1997. Francisco Ibañez-Carrasco, "From Confession to Dialogue", en Radical Interventions: Identity, Politics and Difference in Educational Praxis, New York, The University of New York Press, 1997, Págs. 107-130. Jesús Ibáñez, Nuevos avances en la investigación social. La investigación social de segundo orden, Barcelona, Anthropos, 1990. _____, "Como se realiza una investigación mediante grupos de discusión", en Análisis de la realidad social, Madrid, Alianza, 1986. Michael Jackson, "Introduction: Phenomenology, Radical Empiricism, and Anthropological Critique", en Things as They Are, New Directions in Phenomenological Anthropology, Bloomington, Indiana University Press, 1996, Págs. 1-50. Arthur Kleinman, Writing at the Margin: Discourse Between Anthropology and Medicine, Berkeley, University of California Press, 1995.
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La economía política de la civilización* María Cristina Rojas** La pasión por la competencia literaria era tan grande que en las calles todas las gentes señalaban a los vencedores y a los vencidos. El ganador se había hecho merecedor a un lugar dentro de las familias más distinguidas y era elogiado por todos, era aceptado por la aristocracia del talento, que para entonces era superior a la aristocracia del dinero, y se había abierto para él una carrera pública exitosa. Rufino José Cuervo (1892)1 La historia del desarrollo y la expansión geográfica del capitalismo ha sido contada como la historia de cómo se producen, se intercambian, se apropian y se consumen las 'cosas'. Una concentración en el mundo de las 'cosas' animaba un modo de pensar según el cual los bienes y la fuerza de trabajo eran estudiados haciendo abstracción de su contexto social. La disciplina de la economía se asignó a sí misma la tarea de revelar y formular leyes universales que fueron las responsables de regular el mundo de las cosas. Los economistas políticos se diferenciaban a sí mismos de los economistas puros argumentando que el mundo de la actividad económica no puede estudiarse independientemente de las estructuras de poder que mantienen las relaciones de intercambio y otras relaciones sociales que a su vez constituyen la economía. Algunos economistas políticos, particularmente quienes siguen la línea de Gramsci, también han hecho énfasis en que la historia que nos cuenta que las relaciones económicas capitalistas son auto-reguladas y libres crea la ilusión de que los sistemas de ordenamiento jerárquico no son represivos, sino más bien algo natural2. Una aproximación gramsciana a la economía política da cuenta de que las 'cosas' no pueden estudiarse independientemente del sistema de significaciones que subyace a ellas. Incluso el dinero, el bien más abstracto, está inmerso en un mundo de significaciones que le acuerdan su valor. ¿Qué sería el dinero, sin confianza alguna en los
acuerdos sociales y las regulaciones del Estado y sin diferenciaciones ni deseos? Desde hace relativamente poco tiempo, los economistas políticos han movido un poco más los límites de la disciplina, redefiniendo la economía política como un sistema de producción de valores, de interpretación y de intercambio. Como lo ilustra Michael Shapiro, se trata de 'economías represadas' inmanentes a las prácticas culturales aunque ellas, y los sistemas de poder y autoridad con los cuales interactúan, permanecen escondidos y difusos3. Esta forma de abordar la economía política da cuenta de la especificidad del capitalismo y de la existencia de economías alternativas que pueden ir a la par, resistir o complementar las relaciones capitalistas. La historiografía colombiana ha puesto en evidencia los límites de los intentos por explicar la estructura de producción y la posición de la élite en relación con la estructura de producción o la división internacional del trabajo, como es el caso de la historia económica del siglo XIX de Charles Bergquist. Para él, "las fortunas nacionales de los partidos Conservador y Liberal y el destino de la economía política liberal corrían paralelos con las fortunas de la agricultura para exportación"4. Para sustentar su argumento, Bergquist plantea una relación causal entre el éxito de la agricultura para exportación y la preponderancia política del Partido Liberal5. Si bien acepta una uniformidad en la composición de clase entre la élite; también identifica a cada uno de los partidos con diferentes intereses económicos: los liberales con la economía de exportación y los conservadores con tendencias nacionalistas orientadas hacia problemas domésticos. Bergquist parece contar demasiado con que los intereses de la élite se derivan de su posición dentro de la estructura ocupacional (quienes tienen intereses en la exportación y la importación frente a los grupos que no están comprometidos con la economía de la exportación y la importación); también parece estar demasiado inclinado a vincular la capacidad de relacionar dichos intereses con las fortunas procedentes de la agricultura para exportación. Las críticas a la primera
* Texto que hace parte de la tesis de doctorado "Civilización, deseo y violencia. La lucha por la representación en la Colombia del siglo XIX", próximo a ser publicado en Editorial Norma y en University of Minnesota Press, traducción de Elvira Maldonado. ** Ph.D. en Ciencia Política, docente de la Escuela de Asuntos Internacionales de la Universidad de Carleton, Ottawa, Canadá. 1 Rufino J. Cuervo, Obras I, II, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1954. 2 Robert Cox, "Production and Hegemony. Towards a Political Economy of World Order", en H.K. Jacobson, ed, The Emerging International Economic Order, Sage Publications, 1982. Véanse los artículos publicados en Craig Murphy & Roger Tooze, ed., The New International Political Economy, Boulder, Lynne Rienner Publishers, 1991.
3
Véase Michael J. Shapiro, "Political Economy and Mimetic Desire
en Babette's Feast", en Reading the Postmodern Polity, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1992, pág. 54. 4 Charles Bergquist, Labour in Latin America. Comparative Essays on Chile, Argentina, Venezuela and Colombia, California, Stanford University Press, 1986, pág. 290. 5 Charles Bergquist, Coffee and Conflict in Colombia, 1886-1910, Durham, Duke University Press, 1976. Versión en español: Café y conflicto en Colombia, 1886-1910, Medellín, FAES, 1977; y "The Political Economy of the Colombian Presidential Election of 1897, en Hispanic American Historial Review 1, February,1976.
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tendencia han sido bien formuladas por Safford6. Los intereses económicos de las clases altas durante el siglo XIX tendían a ser complementarios, no contradictorios. Los comerciantes y los terratenientes hacían parte de los cuadros de los partidos Liberal y Conservador. Un análisis centrado en las diferentes posiciones dentro de la estructura ocupacional no parece tener mayor validez. El rasgo diferenciador de la élite colombiana en el siglo XIX no era su ubicación en los campos agrario, comercial, financiero o industrial. Más bien había la tendencia a combinar y a desplazarse de uno al otro. También sería equivocado presuponer que poseían inmensos capitales financieros. Por el contrario, las élites locales eran pobres si se las comparaba con sus vecinos americanos: El sector privado era casi igualmente pobre. En comparación con los niveles de Río de Janeiro, México o Lima, la clase rica de Colombia era, sin duda alguna, indigente. Las rentas de la clase alta en Bogotá en la primera mitad del siglo XIX frecuentemente alcanzaban a sólo unos $5.000 anuales por persona, y las personas en Bogotá con un capital mayor de $ 100.000 podían contarse con los dedos de la mano7. El poder de la élite, representado en su capacidad de dirección no provenía de una posición privilegiada en las relaciones de producción, sino más bien, como intentaré explicar en este capítulo, era el resultado de la auto-conciencia de ser los dueños legítimos de la civilización, propiedad que les era conferida por ser criollos, letrados y hombres. El siglo XIX colombiano, como lo señala el historiador Malcolm Deas8 fue "gobernado por gramáticos" y la gramática fue un componente importante de la estructura de poder, como puede verse en el surgimiento de divisiones entre los ilustrados, por tanto con derecho a gobernar el país, 6
Frank Safford, "Aspectos sociales en la política de la Nueva Granada 1825-1850", en Frank Safford, Aspectos del siglo XIX en Colombia, Medellín, Ediciones Hombre Nuevo, 1977, Págs. 178
ss. 7 Frank Safford, "Empresarios nacionales y extranjeros en Colombia durante el siglo XIX," en Aspectos del siglo XIX en Colombia, Pág. 31. Véase también "Aspectos sociales de la política en la Nueva
y aquéllos sobre quienes debería ejercerse la autoridad, o sujetos a ser civilizados. Esta estructura de poder tenía sus premisas en una economía política para la que el centro del proceso de acumulación no estaba en las cosas sino en los deseos. La economía política de la civilización La convicción de que la historia no es conformada por una categoría única y privilegiada ilumina la búsqueda de economías políticas alternativas. Ya he mencionado la contingencia histórica que hizo posible la emergencia de la economía política del capitalismo. Civilización y riqueza se entremezclaron de forma tal que la primera no se veía como un requisito para el desarrollo de la última. Por el contrario, el cambio paradigmático fue la creencia de que la expansión del comercio llevaría civilización a aquellas naciones que tuvieran relaciones comerciales con el mundo civilizado. No obstante, la civilización y el comercio se articulaban de forma diferente en los países que tenían una relación colonial con los centros metropolitanos. En ese momento la conciencia de la civilización servía como justificación para el régimen colonial. La élite gobernante, después de la independencia no desechó el deseo de civilización, y el régimen de representación se centró alrededor de esta voluntad civilizadora. La propuesta de análisis que sigue los lineamientos de una economía política de la civilización, plantea la inquietud de la identificación del objeto de deseo. Ya se ha afirmado que lo que determina el valor no es la materialidad de los objetos sino el deseo recíproco de un objeto. Esta visión de la economía política abre campo para el estudio del deseo independientemente de la materialidad de los objetos. Al seguirle la pista a la producción, al intercambio y a la circulación de los deseos, se pone en evidencia que en el siglo XIX el régimen de representación basado en el intercambio de las cosas, aislado del ámbito de los individuos, todavía no se había universalizado. En otras palabras, la economía no era percibida como un espacio separado de lo político. En el deseo civilizador la economía política estaba organizada en el proceso de producción, intercambio y circulación del capital 'civilizador'9. El mercado o espacio de este capital se caracterizaba por la distribución de las cualidades civilizadoras que eran acumuladas por los hombres criollos
Granada, 1825-1850" en Ibíd., Págs. 153-200. 8 Malcolm Deas, "Miguel Antonio Caro y amigos: gramática y poder en Colombia," en Del poder y la gramática, Santa Fe de Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1993. El artículo fue publicado en inglés
9 Pierre Bourdieu reconoce la existencia del capital 'simbólico' y el capital 'cultural' cuya estructuración difiere de la del capital
bajo el título "Miguel Antonio Caro and Friends: Grammar and Power in Colombia", en History Workshop Journal, 1992, Pág. 34.
'económico'. Véase Pierre Bourdieu, Outline of a Theory of Practice, Cambridge, Cambridge University Press, 1977.
Mi argumento global difiere del sustentado por Deas. Para él la preocupación de los conservadores por la gramática no hacía parte de un proyecto de dominación, ni podía explicarse por intereses nacionalistas. Él explica el interés por la gramática dentro del vínculo que la lengua estableció con el pasado español, que proporcionaba el modelo del tipo de república que ellos querían para Colombia.
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letrados: la ley, la gramática y la moral. Ese mercado guiaba las luchas y las subsiguientes estrategias puestas en práctica por la élite criolla para acumular, controlar y distribuir estos elementos entre los diferentes grupos y asegurar a la vez su posición privilegiada. Esta lucha dio origen a una profunda rivalidad entre liberales y conservadores. La ley, la gramática y la moral funcionaron como espacios de reconocimiento desde los cuales los letrados construyeron sus visiones del mundo. El poder para imponer visiones particulares estaba relacionado con la cantidad de capital civilizador que un determinado grupo reclamaba tener. Así el deseo civilizador se relacionaba con la construcción de una economía política en la que la lucha estaba encaminada a legitimar ciertas interpretaciones, así como a definir espacios políticos que hacían más visibles y valiosas ciertas identidades. En el deseo civilizador las palabras eran deseadas como si fuesen mercancía valiosa. Las palabras establecieron el vínculo entre el régimen de representación, el deseo civilizador y sus autores, es decir, los letrados. Los modos de circulación de las palabras y sus diversas formas de legitimación se convirtieron en el principal punto de referencia desde el cual los autores definían sus posiciones para luchar. Estas formas de legitimación incluían la autoridad divina y la legal. Los conservadores estaban a favor de una circulación restringida de las palabras y vieron en la religión Católica la fuente legitimadora de sus verdades. Los liberales, por el contrario, hicieron de la libertad de prensa y de la ley constitucional el fundamento de sus luchas y la base de su poder. Algunas palabras eran más valiosas que otras y algunas voces más autorizadas que otras. La capacidad para controlar la circulación y legitimación de las palabras definía las bases desde las cuales el poder podía ser ejercido. Siempre que la legitimidad de las palabras se veía amenazada, los actores estaban listos a luchar en las guerras; siempre que las palabras necesitaban protección, los legisladores promulgaban leyes para garantizar su valor. En la construcción del régimen de representación, las palabras y la civilización se vincularon como partes de un todo. Se utilizaron diversas estrategias para asegurar que algunas palabras tuvieran más autoridad que otras, y para que las palabras confirieran poder a ciertos autores y no a otros. La gramática y la educación fueron elementos de la lucha por el control de la producción, la circulación y el empoderamiento de las palabras.
Los letrados como autores de la civilización Si bien el establecimiento de diferencias jerárquicas apunta hacia la cuestión de 'quién es civilizado y quién no lo es' y 'quién civiliza a quién', el problema del autor10 apunta hacia la capacidad de crear divisiones y hacia el acceso al poder de oponerse e imponer estas divisiones. El rol gobernante que ejercieron los letrados durante el siglo XIX no puede comprenderse independientemente de la ventaja del 'excedente de visión' del que gozaban los letrados que, a su juicio, les otorgaba su posición privilegiada. Las diferenciaciones entre los letrados y los otros, reflejaban la lucha ideológica para alcanzar legitimidad en la validación de un 'excedente de visión'. Así, los negros, las mujeres y los indios eran objeto de discusión, lo que explicaba su incapacidad para la civilización. El espacio privilegiado del que gozaban los letrados en la voluntad civilizadora confería poder a su visión del mundo en relación con la de los otros grupos. Los criollos letrados gozaban del poder de su 'autoría' de la historia y de conformar a los inferiores a su imagen. La distribución desigual de poder surge de una interconexión entre la ubicación y la capacidad de ver que se acordaba a los diversos grupos. Quienes eran ilustrados tenían prioridad en la construcción de la nueva República. Samper plantea lo siguiente: el criollo es en todos los lugares el cerebro de la revolución, sin economizar generosidad ni sacrificio, mientras que el indio, el negro, el mulato y el mestizo son instrumentos materiales. El criollo es a la vez legislador, administrador, líder popular y jefe... Él es quien guía la revolución y es el depositario de la filosofía de la revolución. Las razas o castas restantes, especialmente en los inicios, no hicieron nada diferente a obedecer el ímpetu de quienes poseían el prestigio de la inteligencia, la intrepidez e incluso la superioridad de la raza blanca11. El estatus de subordinación conferido a las razas no blancas está incluso más explícito en las siguientes palabras del reformador liberal Florentino González: De raza europea somos los criollos que trabajamos por hacerla [a la civilización cristiana] progresar... Los africanos, cuando eran esclavos estaban en contacto con sus señores blancos, pero no adquirían sus cualidades. Libres, han vuelto a ser lo que eran en África.
10
Véase Mikhail M. Bakhtin, The Dialogical Imagination, Austin,
University of Texas Press, 1981, pág. 251. 11 José M. Samper, Apuntamientos para la Historia Política i Social de la Nueva Granada.
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Si la libertad tiene algo que esperar en estos países, es de los criollos (comprendiendo los mestizos, en que predomina la sangre europea). Los criollos son únicamente los que han manifestado instintos favorables a la libertad y a la civilización; los que poseen las calificaciones que indican aptitud para tener parte fructuosa de la cosa pública12. Esta cita tipifica la estrategia discursiva de los letrados criollos: una vez trazada una clara frontera entre la civilización y la barbarie, procedían a establecer una continuidad entre esta civilización y su origen criollo. La ruta de la barbarie a la civilización sólo era posible bajo la orientación de los "únicos que poseían" los secretos de la civilización: los hombres criollos letrados. Los letrados eran los arquitectos de la representación alrededor del deseo civilizador. Sus vidas personales estaban explícitamente unificadas con el destino de la nación. Este es el caso de José María Samper, uno de los más importantes arquitectos del deseo civilizador. Su biografía Historia de un alma fue descrita como "la historia profunda de un alma y también la historia de muchos hombres y sus circunstancias; que también es la historia de la patria"13. Al mirar todas las cosas desde una posición, los letrados podían excluir otros campos de visión. Su posición, sin embargo, era débil y fragmentaria. Para entender el porqué de esta situación convendría que trazáramos un mapa de las posiciones desde las que ellos hablaban. Bogotá, una ciudad letrada Como lo ha planteado Michael Shapiro, los arreglos espaciales son como "planes de terreno" que ubican los grupos de autores que pueden producir discursos significativos y efectivos14. En el contexto latinoamericano, las ciudades eran lugares privilegiados en los que los letrados cimentaban sus visiones. Ángel Rama se refiere a las ciudades coloniales como ciudades letradas en donde los grupos de poder se especializaban en la misión civilizadora y cuya "pléyade de eclesiásticos, educadores y administradores, profesionales y muchos intelectuales" actuaban como una clase sagrada15.
12 Florentino González; citado en Laurence E. Prescott, Candelario Obeso y la iniciación de la poesía negra en Colombia, Bogotá, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, 1985, Pág. 59. 13 José M. Samper, Historia de un alma, Vol. 1, Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1848. 14 Michael Shapiro, "Spatiality and Policy Discourse. Reading the Global City", en Reading the Postmodern Polity, 88. 15 Ángel Rama, La ciudad letrada, Hanover, Ediciones del Norte, 1984.
Bogotá, como otras ciudades latinoamericanas, era el centro privilegiado para los letrados. El carácter de Ciudad Letrada de Bogotá tiene varios rasgos distintivos si la comparamos con otras ciudades latinoamericanas. Primero, la proporción de habitantes de la capital (40.000 en 1871) comparada con" la población total del país (2.9 millones) era la más baja de cualquier otra periferia central urbana en la región latinoamericana16. Segundo, Bogotá era la única ciudad en la región latinoamericana cuya población había disminuido desde el principio del siglo (la capital tenía solamente 2.9% de la población total en 1808). Tercero, Colombia era el único país de la región que no tenía un sólo centro de poder concentrado en la capital. Ocho ciudades adicionales tenían más de 10 mil habitantes (Medellín, Cali, Pasto, Socorro, San Gil, Soatá, Vélez y Barranquilla). Es a la luz de esta fragmentación del poder, en relación con la población total y la competencia de otros centros de poder, que puede comprenderse el poder de los letrados. Una de las características del siglo XIX fue la fragmentación de la clase dominante en los centros de poder local. Esta fragmentación proporciona un contenido específico a la lucha política (distribución regional del poder) y explica parcialmente la falta de una élite hegemónica17. Las dificultades que planteaba el contexto geográfico que se reflejan en la distribución de las "ciudades letradas" se compensaban en parte con el monopolio del capital civilizador que ejercían los letrados18. Dentro de la población total la proporción era de 2 letrados por cada mil habitantes. En orden descendente los curas, los educadores y los abogados eran los grupos comprometidos con la misión civilizadora. Esto explica, en parte, las disputas entre liberales y conservadores en relación
16 En Colombia solamente el 1.4% de la población vivía en la capital. En el mismo año en Uruguay, 25% de la población nacional estaba en la capital; en la capital de Argentina el 10.8%; en la de Paraguay el 7.6%; en la del Ecuador el 7.1%; en la del Perú el 3.7%; en la de Bolivia el 3.5%; en la de Venezuela el 2.8%. En relación con la diversificación del poder, una situación similar se daba también en Ecuador que tenía dos centros de poder, Quito y Guayaquil. Véase James R. Scobie, "The Growth of the Cities," en Latin America Economy and Society, 18701930, ed. Leslie Bethel, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, Págs. 149-181. 17 Marco Palacios, "La fragmentación regional de las clases dominantes en Colombia: una perspectiva histórica", en Revista Mexicana de Sociología, 1980, Pág. 42. Este aspecto será tratado más adelante. 18 Felipe Pérez, Geografía general física y política de los Estados Unidos de Colombia y geografía particular de la ciudad de Bogotá, Bogotá, Imprenta de Echeverría Hermanos, 1883. El censo de 1871 arrojó un total de 6.181 letrados, dentro de una población de casi 3 millones de habitantes, distribuidos como sigue: 1.728 sacerdotes, 1.573 educadores; 1.037 abogados; 767 religiosas; 727 médicos; 275 ingenieros; 82 intelectuales.
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con la presencia de los curas en la política y las disputas acerca de la libertad religiosa en las escuelas. El poder político se restringía a una franja también limitada de la población. Los números reducidos se explican por los requisitos de ciudadanía establecidos en la Constitución de 1843: para ser ciudadano se debería tener al menos 21 años de edad, ser hombre y tener tierras avaluadas en al menos $300 o una renta anual de $150, saber leer y escribir y pagar impuestos19. Las proporciones son incluso más reveladoras dentro de un contexto en el cual la mayoría de la población era analfabeta. El poder acordado a los hombres letrados se veía aumentado por la baja presencia de la mujer en la escuela. De los 30.000 estudiantes en la educación básica en 1847, menos de 5.000, es decir una proporción de 1 a 6, eran niñas20. Los letrados y el poder Novelistas, gramáticos y profesores universitarios ocuparon las más elevadas posiciones políticas. El campo de influencia de los letrados abarcaba desde la producción literaria hasta la redacción de Constituciones y decretos presidenciales. Este es el caso de Jorge Isaacs, autor de María, considerada la novela más popular del siglo XIX en América Latina, quien fue también diputado y presidente de las provincias de Cauca y Antioquia. María es una de las novelas fundacionales que, utilizando la expresión de Doris Sommer, utilizaron las pasiones eróticas para transmitir los deseos republicanos21. El letrado José Manuel Marroquín, quien ejerció también la Presidencia de la República, fue el autor del Tratado de ortología y ortografía castellana que ha sido reeditado en varias ocasiones y todavía está en circulación y ha sido utilizado por varias generaciones para aprender ortografía22. Miguel Antonio Caro y Rufino Cuervo fueron co-autores de una Gramática de la lengua latina que ha sido editada varias veces. La obra completa de Caro ha sido compilada en ocho volúmenes. Él fue un crítico acérrimo del utilitarismo y del liberalismo del laissez-faire; en su opinión éstos ejercían un efecto pernicioso sobre la moral y contradecían los principios católicos. Fue co-autor con Rafael Núñez de la Constitución
de 1886, que estuvo en vigencia durante ciento cinco años. Caro fue también presidente de Colombia. El trabajo filosófico de mediados del siglo XIX ha sido . menos conocido que los aportes a la literatura y la gramática, no obstante, jugó un papel muy importante para los letrados. Los letrados criollos estaban abiertos a la influencia de filósofos españoles, franceses e ingleses como fueron Feijoó, Jovellanos, Rousseau y Bentham. Este último, por ejemplo, intercambió correspondencia con Bolívar, Miranda y Santander23. Núcleo de la controversia filosófica fue la introducción del utilitarismo puesto que se creía que éste -reñía con los principios de la religión Católica. Ezequiel Rojas, quien fue considerado "la figura más conspicua de los utilitaristas colombianos de aquellos años"24 se reunió con Jean Baptiste Say en Francia y con Bentham en Inglaterra. Rojas ejerció una influencia definitiva sobre el liberalismo de mediados del siglo XIX. Durante cuarenta años fue profesor de derecho moral y economía política en el Departamento de Leyes en San Bartolomé, en donde se educaron la mayoría de los letrados de esa época. La concepción del utilitarismo que tenía Ezequiel Rojas se reflejó también en el documento considerado como la primera plataforma del Partido Liberal. En ¿Qué quiere el Partido Liberal? se refleja el tipo de República que soñaba para el futuro, en la que se plasmaban los principios que defendía en el aula universitaria. En 1849, Rojas fue nombrado ministro del Tesoro y en 1862 escribió la Constitución de la Provincia de Cundinamarca, y en 1863 participó en la elaboración de la Constitución de Rionegro. La economía política y la sociología fueron también piedras angulares del pensamiento de los letrados. Los hermanos Miguel y José María Samper, los dos alumnos de Ezequiel Rojas, fueron los más distinguidos representantes de los principios del laissez-faire en Colombia; los dos estaban convencidos de la superioridad de la cultura británica y fueron críticos de las instituciones españolas, a las que consideraban como barreras en la ruta hacia el progreso25. A Miguel Samper se le consideraba el padre de la economía política, fue destacado defensor del libre comercio y comerciante exitoso. En el aspecto personal era el arquetipo
23 Según Jaramillo, en la correspondencia de Bolívar hay muchas 19 Ibid. Págs. 178-179. 20 Pérez, Geografía general física..., Pág. 281. 21 Doris Sommer, Foundational Fictions. The National Romances of Latin America, Berkeley, University of California Press, 1991. 22 Malcolm Deas, "Miguel Antonio Caro and Friends: Grammar and Power in Colombia", History Workshop Journal, 1992, pág. 34.
cartas de Bentham y dos respuestas de Bolívar. En una de ellas menciona haber ordenado la traducción y publicación de su Catecismo de economía, porque era una obra "digna de conocerse". A pesar de esto, en 1828 Bolívar prohibió el uso de los libros de Bentham. 24 Ibíd., Pág. 136. 25 El mejor ejemplo es el Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las Repúblicas Colombianas, París, Imprenta de E. Thunot, 1861.
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del Englishman (el caballero inglés)26. Miguel Samper no sólo escribió sobre economía política, sino también leyes con las que se daba fin a la esclavitud, a los monopolios estatales y al patronato27. Se opuso a las medidas económicas de Rafael Núñez durante el período de la Regeneración y llegó a ser candidato a la Presidencia de Colombia en 1897. Como periodista, José María Samper abogó por la re-expulsión de los jesuitas y, como legislador, presentó al Congreso varios proyectos relacionados con la reforma constitucional. Florentino González, Aníbal Galindo y Manuel Murillo Toro revolucionaron el sistema económico que se había heredado del período colonial e introdujeron importantes reformas en los sistemas de comunicaciones y de ferrocarriles. La lucha relacionada con la circulación de las palabras Seguir la pista a una política económica centrada en el deseo civilizador nos permite comprender por qué la riqueza no fue la fuente del ejercicio del poder en la Colombia del siglo XIX, sino el excedente de visión del que gozaban los dueños de la civilización en una sociedad analfabeta. La gramática otorgaba el poder de ser autores a los letrados, no sólo para escribir las reglas de las leyes gramaticales, políticas, económicas y constitucionales sino también para imponer su visión desde los rangos más altos del poder político. Otro elemento adicional que debe tenerse en cuenta es cómo llegó a ser políticamente útil el capital civilizador y en qué forma las técnicas de diferenciación lingüística se tradujeron para convertirse en mecanismos de exclusión social. Las palabras no pueden separarse de la posición de poder del hablante. Por tanto, a todas las palabras no les es conferida la misma capacidad de producir sentido. Este es el caso de las lenguas nativas cuyo valor se perdió una vez que se consideró ganada la batalla para generalizar el uso de la lengua española: Pasó algún tiempo antes de que el castellano llegara a generalizarse, pero finalmente alcanzó la victoria, y llegó a ser
26 Carlos Martínez Silva, "El gran ciudadano", reimpreso en Escritos Varios, Bogotá, 1954, Pág. 173. 27 El patronato hace referencia al poder especial concedido por el Papa a la Corona española. Ésta tenía jurisdicción para orientar la evangelización cristiana. La religión fue el instrumento principal a través del cual se sometieron los indios y los negros. Los clérigos fueron parte la administración real, y recibían sus rentas y sus nombramientos directamente de la Corona española. Con el movimiento de independencia y durante la República, el patronato no se abolió sino que se incorporó dentro de la estructura del Estado, es decir el Estado se reservaba el derecho de controlar los nombramientos de los clérigos.
el lenguaje único y dominador. Las lenguas conquistadas no eran lo suficientemente fuertes como para dejar ni siquiera huellas; solamente quedaba el uso provincial de ciertas palabras nativas para designar artefactos indios28. Esta lucha hacía parte del a menudo contradictorio esfuerzo por extender la civilización, garantizando siempre un lugar privilegiado a quienes poseían el arte de la circulación de las palabras. Como afirmó Miguel Samper: El naturalista, el químico, el ingeniero, estudian para dominar la naturaleza: el sacerdote y el letrado, naturalmente con muchas excepciones, estudiaban para dominar los pueblos. Contenidas ambas profesiones en los límites justos de las necesidades a que dan satisfacción, son útiles a la sociedad, pero llevadas al exceso se convierten en fuerzas dañinas y opresoras29 Liberales y conservadores se vieron comprometidos en una larga contienda verbal en relación con la libertad y los privilegios para la circulación de la palabra escrita. Sus posiciones eran diferentes en lo relacionado con la libertad de prensa y la civilización. La llegada al poder de los liberales en 1849 se celebró como la "todopoderosa era del panfleto"30. Los liberales rendían una especie de culto a la palabra escrita, independientemente del contenido, la forma o el estilo. En 1850, propusieron que el Congreso aprobara la libertad de prensa. El secretario de Gobierno la defendió con los siguientes argumentos: i) los beneficios que ha traído la prensa al mundo; ii) el hecho de que las ofensas causadas por el uso del papel impreso no ocasionan daños, porque un impreso puede responderse con otro impreso; iii) la dificultad de calificar esta ofensa, sin correr el riesgo de que la prensa pudiera ser sujeto de arbitrariedades. En su intervención ante el Congreso afirmó: Una prensa libre es el rasgo universal del cuerpo político, la verdadera democracia del pensamiento... Nadie debe impedir 28 José María Vergara y Vergara, Historia de la literatura en Nueva Granada desde la Conquista hasta la Independencia (1538-1820), Bogotá, Librería Americana, 1905, Pág. 31. 29 Miguel Samper, "La miseria en Bogotá," en Escritos políticoeconómicos de Miguel Samper, Pág. 27. Una excelente descripción de las luchas alrededor de la formación intelectual en diversas profesiones y las divergencias entre liberales y conservadores, se encuentra en The Ideal of the Practical: Colombia's Struggle to Form a Technical Élite, de Frank Safford, Austin and London, University of Texas Press, 1976. 30 José M. Samper, Apuntamientos para la Historia Política i Social de la Nueva Granada desde 1810, i especialmente de la administración del 7 de Marzo, Bogotá, Imprenta del NeoGranadino, 1853, Pág. 476,
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su dominio ilimitable, porque la prensa es la luz y la vida de una sociedad republicana. Todo lo relacionado con la felicidad o la infelicidad de lo social pertenece a su dominio. A ella pertenece la crítica y el elogio de las costumbres, las leyes, las instituciones. Ante la prensa deben hacerse responsables el ejercicio del poder, los debates políticos, las decisiones de los tribunales, las protestas ciudadanas, los requerimientos de una época, los problemas de la gente, los programas de los partidos políticos y los sentimientos religiosos31. El proyecto fue rechazado en el Senado cuando los conservadores unánimemente votaron contra él32. En 1851, sin embargo, se introdujo un decreto garantizando la libertad de prensa. La Constitución de 1853 refrendó la reforma de 1851. La Constitución de 1863 garantizó la absoluta libertad de prensa al declarar en el artículo 6o, "La libertad absoluta de imprenta y circulación de impresos" y en el 7o, "La libertad de expresar sus pensamientos de palabra o por escrito sin limitación alguna". La llegada al poder de los liberales se hizo en nombre de la libertad de prensa y en nombre de las tribunas populares. En los inicios de la revolución liberal, José María Samper los elogió de la siguiente manera: La prensa y la tribuna popular iban a apoderarse de la situación para fundar el reinado del raciocinio i de la inteligencia libre. Iba a inaugurarse la omnipotencia del panfleto, iba a comenzar la palpitación tempestuosa, pero vivificante, de las sociedades populares i de los círculos eleccionarios. La política, elaborando el porvenir, iba a preparar en el espíritu social el campo donde la legislación debía consumar la revolución de las ideas y de la vida popular33. Según Samper los tribunales populares y los escritores "eran los propietarios del momento porque eran los intérpretes" de las masas34. Los conservadores, por el contrario, desconfiaban de la libre circulación de las palabras como medio para promover la civilización35. Para los conservadores "la libertad absoluta" déla prensa equivalía a "libertad e irresponsabilidad
31 Ibíd., Pág. 496. 32 Miguel A. Caro, "Libertad y orden," en Estudios Jurídicos y Constitucionales, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1986, Pág. 208. 33 Samper, Apuntamientos para la historia..., Pág.476. 34 Ibíd., Pág. 485. 35 En los Estudios jurídicos y constitucionales de Miguel Antonio Caro
absolutas". El conservador Caro resumió de la siguiente manera el intento de los liberales por establecer la libertad de prensa: Por el año de 1849 [cuando los liberales llegaron a la Presidencia...] en lugar de exigir una más estricta moral, más orden, más eficacia en la intervención de la autoridad en lo concerniente a la prensa y a otros campos, [los liberales] empezaron a implorar en alta voz la satisfacción de todas las necesidades, como un bien supremo, más libertad en todo y con un especial entusiasmo más y más libertad para la prensa36. Para Caro, los argumentos de Zaldúa a favor de la libertad de prensa eran un barbarismo impropio de hombres racionales. Para él, la libertad de prensa era como el motor de las revoluciones37, Según Caro la libertad de prensa podía ser fuente de crímenes no en pequeñas sino en grandes proporciones. En muchas ocasiones, Caro se refirió a las palabras como instrumentos tan peligrosos como las armas. En un artículo publicado en 1888, relató la historia de una de las 'muchas víctimas' de la Constitución de 1863: "Baste recordar al doctor Uribe, cura que fue de Las Nieves, que murió bajo el peso de una calumnia infame, fundada en el dicho de dos testigos comprados, que luego murieron de enfermedad asquerosa en el hospital, habiendo confesado espontáneamente su perjurio"38. Caro miraba con horror el ejemplo ruso, en donde las bibliotecas públicas estaban llenas de libros peligrosos. Para él las tendencias nihilistas rusas eran resultado de la costumbre de la lectura en donde todas las publicaciones eran permitidas y leídas, lo mismo por hombres que por mujeres: En Rusia se introducen toda clase de publicaciones del continente, y es precisamente allí donde van a tener más estragos las teorías comunistas y materialistas de escritores alienígenas... Las bibliotecas públicas, surtidas de toda clase de novelas peligrosas, son visitadas por numerosos lectores, especialmente lectoras39.
36 Ibíd., Págs. 199-200 37 Ibíd., Pág. 232. 38 Miguel A. Caro, "¡Ni en Rusia!", en El Orden, Bogotá: abril 12,1887, Pág. 18, reimpreso en Miguel A. Caro, Escritos Políticos, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1990, Pág. 157.. 39 Ibíd., Pág. 159.
hay un panorama general de la oposición entre liberales y conservadores en lo que respecta a la libertad de prensa. Estos artículos fueron publicados originalmente en distintas ediciones del periódico La Nación.
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Las palabras como instrumento para dar forma al poder: gramática y educación Las palabras fueron elementos fundamentales en la estrategia de poder desplegada por los letrados a mediados del siglo XIX en las disputas acerca de la civilización. Los conservadores y los liberales tenían divergencias en relación con la circulación de palabras, con su origen y con la mejor manera para difundirlas. Los conservadores consideraban que el énfasis debería hacerse en el correcto uso de la lengua (la gramática) y en la religión, y los liberales, en la divulgación de la ilustración a través de una educación universal. El 'bien hablar' fue una de las estrategias utilizadas por los conservadores para consolidar su poder. 'Hablar bien' era elemento fundamental para establecer diferencias jerárquicas entre los grupos raciales y sociales. El 'bien hablar' se heredaba, al igual que el color de la piel. "El bien hablar es á la manera de la buena crianza: quien la ha mamado en la leche y robusteciéndola con el roce constante de la gente fina, sabe ser fiel á sus leyes aun en las circunstancias más graves, y en estas precisamente le es más forzosa su observancia"40. El arte de la gramática fue un proyecto excluyente que dividía a gobernantes y gobernados: "Claramente: los adefesios de personas humildes que escriben compelidas por la necesidad cualquiera los disculpa, pero no es fácil ser indulgente á este respecto con los que presumen componer el mundo"41. El arte de la gramática fue escrito para los gobernantes. Cuervo hizo la siguiente introducción a su tratado sobre la gramática: Es el bien hablar una de las más claras señales de la gente culta y bien nacida y condición indispensable de cuantos aspiren á utilizaren pro de sus semejantes, ora sea hablando, ora escribiendo, los talentos con que la naturaleza los ha favorecido: de ahí el empeño con que se recomienda el estudio de la gramática42 La gramática era considerada como un proyecto a defender, si los gobernantes iban a mantener sus diferencias que estaban amenazadas por los eventos contemporáneos como lo revela Cuervo:
Nadie revoca á duda que en materia de lenguaje jamás puede el vulgo disputar la preeminencia á las personas cultas; pero, también es cierto que á la esfera de las últimas puede trascender algo del primero, en circunstancias y lugares especiales; así el aislamiento de los demás pueblos hermanos, origen del olvido de muchos vocablos puros y del consiguiente] desnivel del idioma, el roce con gente zafia, como, por ejemplo, el de los niños con los criados, y los trastornos y dislocaciones de las capas sociales por los solivantamientos revolucionarios, que encumbran aun hasta los primeros puestos á los ignorantes é inciviles, pueden aplebeyar el lenguaje generalizando giros antigramaticales y términos bajos43. La gramática no fue la única estrategia desplegada con instrumento de poder; la educación sirvió al mismo objetivo El paso de un país bárbaro a uno civilizado fue una de las principales preocupaciones tanto de los liberales como de sus oponentes conservadores. Los liberales y los conservadores estaban de acuerdo en que la educación era el puerto de entrada hacia la civilización. Coincidían en que sólo la educación podía transformar a las masas embrutecidas para convertirlas en personas pensantes y productivas44. Este consenso no se extendía al papel de la religión en el currículo educativo. Por el contrario, la batalla por la educación fue tan intensa como la contienda por las constituciones. La prioridad que se dio a la educación se hizo evidente desde 1821 cuando el Congreso de Cúcuta, bajo la presidencia de Santander, promulgó la primera ley de educación general. La educación pública primaria era vista como algo necesario para que los colombianos aprendieran las "sagradas obligaciones que les imponían la religión y la moral cristiana... [y] los derechos y deberes del hombre en la vida social"45. En 1826 el gobierno promulgó el Plan de Estudios en el que se establecía que todas las parroquias del país, sin importar su tamaño, debían tener una escuela
43 Ibíd., Pág. 11. 44 Diario de Cundinamarca, Bogotá, III, No. 732, mayo 31,1872.
40 Rufinio J. Cuervo, "Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano", citado en Deas, Del poder..., Pág. 9. 41 Ibíd. 42 Ibíd., Pág. 5.
Citado en Jane Meyer Loy, "Primary Education during the Colombian Federation: The School Reform of 1870", en Hispanic American Historical Review, May 1971, pág. 277. El estudio de Jane Meyer sustenta la visión de la educación como parte de la búsqueda civilizadora. Menciona que los periódicos identificaban educación con 'civilización.' De acuerdo con Meyer, este vínculo fue fortalecido como consecuencia de la victoria de Prusia sobre Francia en 1870, la que fue interpretada por los periódicos locales como un resultado de la educación que Prusia daba a las masas. 45 Citado en Frank Safford, The Ideal of the Practical, pág. 50. Véase también David Bushnell, El régimen de Santander en la Gran Colombia, Bogotá, El Áncora Editores, 1985.
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primaria. El plan también hacía obligatorio el uso de los principios de Bentham para los estudiantes de Leyes e introdujo el estudio del inglés y el francés en las escuelas secundarias. Estas reformas fueron consideradas opuestas a los principios de la religión Católica. La controversia se centró en el uso de los principios de Bentham y en la orientación 'protestante' de varios de los libros que se recomendaban en el Plan de Estudios46. Un cura en Bogotá pidió a los feligreses de su parroquia no enviar sus hijos a San Bartolomé, en donde se enseñaba a Bentham. Vicente Azuero, político y letrado, asumió la defensa de Bentham, planteando que si sus textos se consideraban dañinos por haber sido escritos por un protestante, la Constitución Colombiana y sus leyes también deberían prohibirse porque seguían los lineamientos de las constituciones de Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, países en los que la mayoría de los habitantes eran 'herejes'47. El debate sobre la educación continuó durante las décadas siguientes. El patrocinio de una misión pedagógica alemana y la Organización del Directorado General de Instrucción Pública hicieron más intenso el debate. El decreto orgánico de 1870 definió la educación como una función del gobierno federal (artículo 1), y al mismo tiempo prohibió al gobierno intervenir en la educación religiosa (artículo 36). Como resultado de las políticas liberales, hubo un aumento, en las inscripciones a las escuelas, se realizó un censo escolar y se prestó más atención a las metodologías educativas. El gobierno liberal incorporó la misión pedagógica alemana, lo que dio origen a una fuerte controversia con la Iglesia Católica48. Como resultado de la asistencia alemana, se crearon veinte centros para la preparación de maestros (Escuelas Normales), cuya metodología era cercana a la de las
escuelas prusianas. El hecho de que varios miembros de la misión alemana fueran protestantes dio pie a una renovada oposición a la reforma liberal. La reforma educativa entró en contradicción no sólo con la cultura indígena sino también con el pasado colonial heredado de la tradición católica española. Aunque los neogranadinos adoptaron la idea de la modernidad proveniente de Inglaterra, Alemania o Francia, rechazaron sus posibles conexiones con el protestantismo. La controversia acerca de Bentham surgió en diversas ocasiones y las tensiones entre los liberales y la Iglesia persistieron durante el período en el que los liberales estuvieron en el poder. El decreto orgánico exacerbó en forma tal los desacuerdos entre los dos partidos que los conservadores decidieron ir a la guerra en 1876, guerra en la que fueron derrotados. Un elemento fundamental en juego en esta contienda fueron los esfuerzos liberales dirigidos a socavar el rol privilegiado de la Iglesia en la definición y difusión de la verdad. La posición de los conservadores en lo relacionado con los vínculos entre civilización y religión se ve en los siguientes apartes de una carta pública escrita por Rufino Cuervo: Apoyamos la [religión Católica] porque es el único y más poderoso elemento de la moral y la civilización para nuestras ignorantes y heterogéneas masas populares, dispersas en vastas y ásperas regiones; la apoyamos [la religión Católica] porque es el principio verdadero para conservar el orden social, seriamente amenazado por las divisiones y sectores comprometidos en la lucha por el poder en nuestro amado país. Practicar, conservar y defender nuestra magnífica religión, es más que un derecho, es un don como el entendimiento; y es incluso más que un don, es un deber, un sagrado deber... Si nos equivocamos, en nuestras creencias y decisiones, nuestro error será el mismo que el de doscientos cincuenta millones de católicos dispersos en el mundo civilizado en el que vivimos.
46 Las críticas iban dirigidas no sólo a Bentham sino también al protestante Wattel, una autoridad en Derecho Internacional. Bushnell, Pág. 235. 47 Evelyn J.G. Ahern, "El desarrollo de la Educación en Colombia: 1820- 1850", Pág. 51.
La religión cristiana no se aleja sino de los países que son presa de la tiranía de los gobiernos o de la desenfrenada licencia de la multitud, cuando ya la depravación de costumbres, los vicios, la frecuencia de los delitos, el olvido de los deberes religiosos anuncian la transición o el regreso de la vida social a la vida salvaje. La religión emigra entonces, llevando consigo la verdadera civilización, su compañera inseparable49.
48 Aline Helg menciona algunas de las razones que podían explicar el origen alemán de la misión: la importancia de algunos pedagogos alemanes, la creciente importancia de las exportaciones de tabaco a Alemania, y la importancia que se dio en la prensa local a la victoria de Alemania sobre Francia, la que se atribuía a la educación. "Muchos factores lo explican: primero el auge en ese entonces de las ideas pedagógicas de Pestalozzy, Forebel y Herbart. Además, las exportaciones de tabaco, oro, café y quina con destino a Alemania adquirían creciente importancia en el comercio exterior del país... finalmente, es necesario mencionar el impacto de la victoria de Alemania sobre Francia en 1870 y el ascenso de Prusia, que la prensa colombiana no dejó de atribuir a su política educativa." Aliñe Helg, La educación en Colombia 1918-1957, Bogotá, Fondo Editorial CEREC, 1987, Pág. 25.
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Citado en Ángel y Rufino José Cuervo, "La vida de Rufino Cuervo y noticias de su época", en Obras, ed. Rufino José Cuervo, tomo II, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1954, Págs. 1411-1416
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Para los liberales lo que estaba en juego en su controversia con los conservadores era precisamente el derecho a gobernar. Como lo expresa en forma sucinta el liberal Camacho Roldán, "En cierto modo se trata para el gobierno de ser o no ser"50. Para él, el dominio de la religión debería terminar, para que los gobernantes pudieran ejercer sus funciones. Resumió del modo siguiente la posición liberal: El clero católico pretende ejercer en todas partes una supremacía absoluta sobre el pensamiento del hombre, trazar límites intraspasables á la actividad de la mente, y ser el depositario de la verdad y su única dispensadora los pueblos. Desde la Congregación del índice, en Roma, que pretende ejercer la prerrogativa de declarar cuáles son los únicos libros que pueden ser leídos, de acuerdo con cuyas resoluciones muy pocos serían los admitidos al acceso de las inteligencias, hasta el último sacerdote que todos los días condena soberanamente en el pulpito la expresión más sencilla de las conjeturas de la ciencia, el Catolicismo vive en perpetuo antagonismo y lucha abierta con la libertad de pensar y de creer51. El debate sobre la reforma educativa dividió la élite entre instruccionistas e ignorantistas52. La división entre quienes se oponían y quienes favorecían la educación pública fue principalmente moral y política. Para los ignorantistas, conservadores principalmente, la educación debía ser moral, religiosa y basada en los modales y las costumbres colombianas. Se oponían al carácter obligatorio de la instrucción pública con el argumento de respetar la libertad individual a permanecer en la ignorancia, lo que les dispensaba de la obligación de recibir instrucción53. Los ignorantistas rechazaban también el carácter secular de la educación arguyendo que solamente la religión podía controlar los malos hábitos de los pobres-sin religión los colombianos serían corruptos y el crimen aumentaría. Se organizó una fuerte resistencia contra la implementación del decreto orgánico de 1870. Los obispos de Popayán y Pasto anunciaron excomunión y pecado para los padres que enviaran sus hijos a las escuelas públicas y 50 Salvador Camacho Roldán, "Punto negro en el horizonte". La Unión, septiembre 27 1881. Reimpreso en Salvador Camacho Roldán, Escritos Varios, tomo 2, Bogotá, Editorial Incunables, 1983, Pág. 98. 51 Ibíd. 52 Los elementos principales de este debate se ilustran en Jane M. Loy "Los ignorantistas y las escuelas - La oposición a la Reforma Educativa durante la Federación Colombiana", en Revista Colombiana de Educación, Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, 1982, Págs. 9-24. 53 Ibíd., Pág. 11.
pidieron a los sacerdotes católicos que boicotearan estas escuelas. Otro sacerdote condenó el censo educativo ordenado en el decreto y pidió a los padres esconder a sus hijos para evitar que fuesen contados54. Conclusión La élite colombiana, que surgió después de la independencia, era pequeña y relativamente pobre si se la compara con la de otros países latinoamericanos. Estaba bastante dispersa en una gran extensión del territorio. A pesar de su limitado poder económico, esos pocos representantes de la población (6 mil de 3 millones de habitantes) fueron los artífices de un régimen de representación que les permitió trazar fronteras definidas entre ellos y el resto de la población: eran letrados en un país en el que 90% de la población era analfabeta; eran criollos, descendientes de padres españoles, cuando la mayoría de la población era mestiza, india o negra; la mayoría de ellos eran hombres; los sistemas educativo y legal estaban básicamente restringidos a los hombres. En la Colombia de mediados del siglo XIX, la economía política no estaba centrada en la acumulación de riquezas sino en la acumulación de palabras y capital civilizador. El poder se concentraba en quienes poseían los secretos de la civilización occidental: los hombres criollos letrados. Se reservaron su propio lugar en el régimen de representación, pues eran los únicos que poseían el conocimiento necesario para dirigir la Nueva República por la ruta apropiada. Se reservaron su propio espacio conservando el lugar civilizado en la sociedad: los letrados llegaron a ser políticos prestigiosos, y los políticos gozaban de un alto estatus. Los letrados fueron los arquitectos de la civilización y su poder estaba cimentado en su capacidad de producir, circular y valorar su bien más preciado: las palabras. La definición de qué tan libre debería ser la circulación de las palabras, cuál era la verdadera fuente de la legitimidad de las mismas, cuáles eran las voces más autorizadas y desde dónde debería ejercerse el poder fueron elementos polémicos entre los letrados de mediados del siglo XIX. Las batallas constitucionales más importantes y las guerras civiles entre liberales y conservadores se suscitaron alrededor del problema de cómo deberían emplearse las palabras para forjar la misión civilizadora.
54 Ibíd., Pág. 15.
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Mi biblioteca y yo Freddy Téllez* Ante todo, mi querida Lou, la antigua, profunda y cordial solicitud: ¡Devenga usted quien es! Nietzsche a Lou von Salomé, agosto de 1882. ¿Es mi culpa si he asimilado la consecuencia necesaria de la afirmación de Lutero, pues Dios es Dios y yo soy yo? Ladislav Klima. No me acuerdo ahora cuándo recibí de niño mi primer libro. Sólo me veo leyendo en Buenos Aires el Juan Moreira, cuyas "cuitas" me impresionaron más que las aventuras de Michael Strogoff, si juzgo por la temperatura del recuerdo, más que por la precisión de las imágenes o la historia. Pues, en realidad, de ambos libros conservo con nitidez más bien los rasgos externos: hechos ambos con la misma carátula de color crema y encuadrado rectangular en líneas netas, señal de que pertenecían con seguridad a la misma colección. Y, claro, de la editorial ya no me acuerdo. Esos son datos de adulto. Pero si reviso hacia atrás mi propia memoria se me viene a la cabeza el esfuerzo empleado para tener mi primer libro. Tenía unos once o doce años y era un apasionado de... Superman, como cualquier otro niño. El volumen en cuestión tenía todas las apariencias de un libro: reducido, grueso y compacto, porque, creo, era una recopilación de aniversario de las historietas tradicionales, presentadas por lo general en la forma delgada, amplia y ligera de las revistas. La cosa es que cada vez que pasaba por la vitrina de la tienda que lo vendía (y trataba de pasar por ahí cada vez que se me presentaba la oportunidad, forzándolas, incluso), me detenía ante el vuelo aventurero y eterno del personaje de la carátula: ¡Superman en persona! Si el recuerdo no me traiciona, el libro costaba 5 pesos de la época, lo que supongo era un precio normal, salvo para un niño. Quiero decir que sólo un adulto compra libros, porque sólo un adulto posee dinero. Ese era, pues, mi problema: ¿cómo adquirirlo por mi propia cuenta? Para salir del atolladero, le propuse a mi madre un trato: por cada "mandado" hecho, ella debería pagarme 20 centavos. Esa fue la primera vez que me convertí así en un asalariado. Furioso y convicto, debería agregar, pues no cesaba de preguntarle cada cinco minutos si no quería "mandarme" a
hacer una compra. No sé cuántas veces por día corría de la casa a las tiendas aledañas por un sueldo irrisorio, i pero altamente rico en promesas! Y en cada ocasión intentaba darme una vueltecita por la vitrina prometedora, pues más que correr, volaba. Sin embargo, por más que volara y volara, no alcanzaba a reunir con la rapidez deseada la suma apropiada. Me parecía que nunca iba a lograr la meta y me pasaba el tiempo contando ruidosamente las monedas. Sería tal vez por eso que uno de esos días, mi hermano, quien ya trabajaba, me preguntó de sopetón por el precio del libro, y sin pestañear, y para mi enorme sorpresa, se metió la mano en el bolsillo y me dio el dinero. "Toma. Anda y cómpratelo". i Pfiiiuuu! (Ruido que hice al salir volando en dirección de la tienda).
*** Así fue como comencé a tener una biblioteca. Aunque, claro, para eso pasaron aún muchos años. Quiero decir que mis libros de la época nunca dieron origen a una estantería fija, pues el Superman, como cualquier otro de los volúmenes que tuve en ese entonces, fue digerido y cambiado por otros. No podría decir si seguía en eso el modelo de mi padre, quien tenía en su mesa de noche una pila de "vaqueros" y policiales que, sin remuneración salarial, me mandaba cambiar en el mismo lugar donde encontré volando a Superman en la vitrina. Acaso por eso debería corregirme y decir que mi primera biblioteca fue compartida, ya que la pila de mi padre era también mi propia pila. Salvo el Superman, Batman, Capitán Maravilla, Patoruzú y otros por el estilo que me preguntaba yo por qué mi padre no leía, o los Dale Carnegie y Selecciones del Reader's Digest que no sé por qué yo no leía. El caso es que la pila, especie de biblioteca vertical, era como el río de Heráclito: siempre igual pero cambiante. De todos esos montones de libros leídos, entre caballos que corren, indios que caen, gángster acribillados, detectives en gabardina y cigarrillo en boca, no me ha quedado sino un sólo recuerdo. El de un personaje altamente enigmático a mis ojos, aunque detective vulgaris, que abofetea a una mujer por haber osado tocarle el sexo mientras conducía (i?). Supongo que releí ese párrafo hasta el agotamiento, pero sin entender nada. No podía comprender que un acto tan deseado por mí mismo, pudiese, o debiese incluso, ser reprimido. Era algo que superaba sencillamente mi recto entendimiento.
* Licenciatura en Filología romántica, Ph.D. en Filosofía bajo la dirección de Francois Chatelet, profesor de la Universidad Popular de Lausanne, Suiza.
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Y ahora, por asociación, se me viene otro recuerdo todavía más misterioso. Está en relación con unos folletines ilustrados, algo así como novelas a base de fotos y de los cuales no podría mencionar su origen. Imagino que hacían parte de la biblioteca vertical de mi padre, o tal vez yo mismo los escogí por eso de las imágenes. No sé. Lo único que podría decir con certeza es que en una de esas lecturas me puse a llorar desconsolado, sintiendo una opresión incómoda en el pecho, una desazón de rabia y desagrado que se presentaba cada vez que me confrontaba a lo leído. Se trataba de una situación inenarrable entre un hombre y una mujer, algo que superaba de nuevo mi entendimiento infantil, pero que poseía una fuerza bruta y opresora. Algo ocurría entre esos dos seres, y si no me equivoco, era algo en desmedro de la mujer. Creo que el dolor sentido provenía de un exceso de identificación, quizá, con la persona desfavorecida. De ahí la rabia. Pero algo más había, algo melifluo y oscuro adherido a la situación, y que me hacía sentir un profundo desagrado. Es todo lo que puedo decir. Esa fue pues mi primera y única caída en el universo rosa y pachulí de los folletines baratos, y de los cuales no podría decir, visto el efecto, que no posean impacto ni eficacia. En esos dos ejemplos me confronté por primera vez, y en toda su amplia y misteriosa extensión, con el fondo inagotable de la sexualidad. Eso que me hacía detenerme con una curiosidad inaprensible ante todo lo que tocara ese dominio, ya fuese incluso de la manera más tangencial. Y no estoy muy lejos de la verdad si afirmo que fue de ese profundo fondo que surgió mi decisión de escribir. *** Comencé a hacerlo en la clase de matemáticas de mi primer año de bachillerato. Había caído entre mis manos un libro pornográfico que ilustraba los relatos con fotos de personas enmascaradas, y entreverados en todo tipo de posición, sexual. Fue como una explosión, pues algo en la sencillez mecánica de las historias me condujo a decirme "eso yo también lo puedo hacer". Así, entre las explicaciones de trigonometría y cálculos incomprensibles para mí, empecé a escribir en un cuaderno una especie de copia confusa del mismo libro, emparentándome por la intención con Borges y Pierre Menard a la vez. El acceso a la escritura, si así se me permite decir, coincidió entonces con mi salida simultánea e irreversible del dominio de las matemáticas. Y si no perdí la materia fue porque ese primer impulso de escritor novato fue bruscamente interrumpido por mi madre, quien descubrió el
cuaderno y pegó, como se dice y con todas las connotaciones del caso, el grito en el cielo, "i ¡Cómo!! i ¡Qué horror!! i ¡Qué cosa es ésta!!" "¿Eso es lo que usted está aprendiendo en el colegio?" Eeeh, no, mamá, no tengo nada que ver con eso, -le respondí confuso y señalando con un dedo acusador el cuaderno incriminado. Creo que con una cobardía comprensible a medias le eché la culpa a un anónimo compañero de clase y, para convencerla, le arranqué de las manos el cuerpo del delito y lo boté al fuego de la estufa de carbón que ardía purificadoramente en la cocina. Pasé entonces los exámenes de matemáticas para demostrar mí inocencia, mientras postergaba de manera indefinida mis incursiones privadas en la escritura. Y estoy casi seguro de que si poco después pasé a la poesía "comprometida", esa otra forma de sublimación desenmascarada, fue acaso para continuar haciéndome perdonar el pecado de haber osado mostrar sin tapujos el desbordamiento de mis deseos. *** Por el momento, entonces, leía pues los libros de otros, a falta de escribir uno propio. Lo que no significa que empezaba a construir con paciencia una biblioteca, sino que iniciaba el proceso de independencia ante la pila de cabecera de mi padre, a la par que me distanciaba de mis héroes voladores y asexuados de mi infancia. La primera biblioteca pública que frecuenté asiduamente pertenecía al colegio donde terminé mi bachillerato. Fue mi época de ingreso al marxismo, hacia mediados de los años sesenta, que me llevó a la lectura desordenada de obras políticas; aunque la palabra "obras" es con seguridad demasiado grande, pues lo que leía no pasaban de ser modestos folletos de propaganda. Es muy probable que mis primeros libros acumulados no hayan sido libros, sino folletos. Pero no estoy seguro. Me pregunto ahora si algo de la fragilidad y el ordenamiento determinado de los volúmenes no tiene mucho que ver en la constitución de una biblioteca. Me refiero a que con los folletos pasaba lo mismo que con los vaqueros y policiales de mi padre; se acumulaban de la mala manera: a la vertical y transitoriamente. En todo caso, el primer recuerdo de un ordenamiento horizontal de libros tesaurizados por mí mismo se remonta a la época en que vivía con mis padres en un cuarto reducido del centro de Bogotá. Período de vacas flacas, sin duda. Hecho curioso, ¿no? No tenía cuarto propio, sólo una biblioteca. Bueno,
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debo ser modesto, porque en verdad se trataba de una simple hilera de pocos volúmenes haciendo fila unos contra otros; encima de un mueble, de un armario bajo que contenía ropa, esqueletos desanimados de los cuerpos con libros arriba, cual cabezas tronando ya desde las alturas aristocráticas de la racionalidad hecha páginas y letras. Mi independencia pasaba así por los libros, por la cabeza, antes que por el espacio adquirido: característica neta del intelectual ¿verdad? Además, entre esos volúmenes ordenados horizontalmente había libros de Freud, lo que hacía subir mi sexualidad del nivel bajo de la pornografía imitativa a lo Pierre Menard, al estado superior de la sublimación culta y reconocido por la ciencia. Por lo demás, el otro paso imperceptible e inconsciente que se había realizado en la geografía de mi cabeza y de mi cuerpo, paralelo a la constitución de mi biblioteca, consistía en la cierta desvalorización de la escritura llamada de ficción. Quiero decir, en la cierta compresión hacia abajo, en el cierto olvido (en la Verdránciunci, diría Freud) de mis inicios "novelescos" que representó aquel primer acto mimético de escritura pornográfica. Entraba así en el dominio riguroso, ascético, serio y reprimido de la Teoría, en desmedro del juego danzarín, abierto y liberado de lo novelesco y lo ficticio. Mi cabeza reinaba pues sobre mi cuerpo, desanimado y hambriento como la ropa colgada en el interior de mi "biblioteca" improvisada. Ese último año de bachillerato fue muy importante para mi biblioteca, y en mi vida. De mi pequeña hilera de libros que adornaban el armario, pasé a mi primera estantería seria. Entre tanto nos habíamos mudado, mis padres y yo, frente al cementerio, con vista a las tumbas, pero a un apartamento finalmente, es decir, metros cuadrados de más, incluso si no eran muchos. Tenía cuarto propio, estantería propia, libros propios y había pasado el examen de ingreso a la universidad: la vida me sonreía, definitivamente. Además, las vacas habían empezado a engordar un poco, para mis padres, hasta tal punto que a veces podía invitar a comer a Álvaro Rayad, mi amigo entrañable de la época, y quien se debatía con una hambruna crónica desde que había abandonado su ciudad natal para estudiar en la misma universidad que yo, aunque en otra facultad. Sin embargo, las vacas no estaban tan gordas como para haberme permitido pasar de una simple hilera de libros a cuatro o cinco estantes llenos, más o menos. Ese paso de gigante en tan poco tiempo se lo debía, y que los dioses se lo ¡agradezcan por una eternidad, a otro amigo, igualmente entrañable, pero más fugaz, porque poco después nunca lo
volvería a ver, comido por la jungla de Nueva York adonde había decidido viajar para estudiar bellas artes. Juan Julián, así se llamaba, trabajaba en la enorme librería Buchholz de la Avenida Jiménez, y era poeta. Poeta "mefítico", según la auto denominación que se había dado un pequeño grupo de escritores en ciernes, y al cual él pertenecía. Entre Dada y Nadaísmo, Juan Julián, con una cabellera desordenada y tupida y un sombrero a lo Rimbaud, paseaba su figura escuálida y alta por entre los cinco o seis pisos de la librería. Trabajaba en el mezzanine, pero buscaba libros interesantes en otros departamentos para después "sutilizarlos" en un largo abrigo lleno de bolsillos, o para dárselos a los amigos que apreciaba en particular. Yo era uno de ellos, por fortuna. Además, Juan Julián veía que yo estaba demasiado absorbido por los folletos políticos. De vez en cuando, entonces, me pasaba un libro clave, más duradero, digamos. Baudelaire, Rimbaud, claro está. En fin, a él le debo en parte la apertura poética de mi pequeño universo, y el enriquecimiento considerable de mi biblioteca inicial. Y al señor Buchholz, naturalmente y aunque contra su propia voluntad. Pero que en paz descanse y que me lo perdone. Bien que debería hablar en plural, ya que los que "nacionalizábamos" libros en una de sus librerías de la ciudad, éramos varios, quizá legión. Es decir, era tan fácil hacerlo, que me cuesta trabajo creer que no lo hiciera todo el mundo, aunque con esto sólo muestro mi falta de protestantismo moral. Vielen Dank, Herr Buchholz und bleiben Sie mi Paradies gesund!
*** Esa primera biblioteca dejó de crecer ahí. Un día, muy poco después de terminar mi primer año de universidad, la metí entre cajas (acto éste que iría a repetir cantidades de veces más tarde), y me fui. Me había conseguido una beca para continuar mis estudios en Alemania del Este. Antes de dejárselas a algún familiar, metí en un pequeño maletín, junto con dos o tres kilos de café y otras cosas que ya olvidé, tres volúmenes precisos, especies de concentrado precioso de su espíritu. Si hubiera dependido sólo de mí, me los hubiera llevado todos, incluida la estantería. Pero, si no me llevé más, cosa que después de todo hubiera podido hacer, dejando, claro, los estantes, fue porque seguía en eso el consejo de alguien que conocía la mal llamada República "Democrática". "Allá conseguirás todo lo que quieras en materia de libros e impresos", fue su sanción de especialista.
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Los tres volúmenes que no perdoné del olvido inmediato eran mi Biblia de la época, oh vergüenza. Los había comprado (repito: comprado) con mucho esfuerzo y los estaba leyendo y releyendo con la típica estupidez de todo creyente. Estaba además muy orgulloso, ya que era mi primera lectura en un idioma extranjero. El autor se llamaba Louis Althusser, nombre que tal vez hoy ya no dirá nada al lector. Pero en esos días sí, pues la enorme mayoría de la joven intelectualidad de izquierda se estaba convirtiendo poco a poco, y con la boca abierta y el cerebro dormido, en fervientes adoradores de sus elucubraciones teóricas. Yo mismo había escrito ya una reseña de su pequeño libro sobre Montesquieu, anterior a esos tres libros "culto" (me refiero a Pour Marx y Lire le Capital en dos tomos) y donde llegaba a ser más althusseriano que el mismo Althusser. Sólo años más tarde, con más bagaje en mi experiencia y más ideas en mi cabeza, pude liberarme de su influencia. Sin por ello independizarme de la religiosidad de la creencia, pues pataleaba como un idiota en las aguas turbias del militantismo redentor, del satanismo inconfeso de los "mejoradores del mundo", trotskismo sabelotodo, leninismo exterminante y otras espesas salsas de la certitud inamovible. *** Subí al avión en Bogotá con el concentrado tripartito de mi biblioteca, mis 21 años y una maleta con lo necesario para introducirme en una nueva y decisiva etapa de mi vida: etapa europea. Sabía decir sólo "guten Tag" y "Aufwiedersehen" en alemán, leer en francés y mascullar tres o cuatro frases en un mal inglés. Poco importaba, por lo demás, pues lo esencial bullía en el mudo latir de mi pecho, y éste me decía, con la maravillosa inconsciencia ante lo desconocido: ¡fuerza canejo, haz tu vida! Nunca olvidaré la expresión de sorpresa de Alain Touraine, pasajero del mismo vuelo y al cual me había acercado para decirle que había escuchado días antes sus conferencias en la universidad, cuando supo que yo emprendía un viaje de cinco años, al menos. "Cíiiincoooo aaaaños", repitió alargando las vocales ante el asombro, mientras se acariciaba el rostro con una mano detenida. Me sonreí incómodo, sin poder adivinar bien la causa de su estupefacción. Llegué al aeropuerto de Tempelhof en Berlín oriental, después de dos cortas escalas: en París, donde no podía bajarme para no perder el crédito con el que mi padre había adquirido el pasaje, y en Ámsterdam, donde la enormidad del lugar me impresionó. Pensé vagamente que algo ocurría,
porque los empleados gesticulaban en un alemán incomprensible. También, porque me hicieron esperar horas enteras hasta que llamaron a la universidad de Leipzig para verificar la realidad de mi beca, supe después. Pero fue sólo a medianoche, al aterrizar en esta ciudad, que me di cuenta de que había perdido todas mis maletas. Es decir, oh miseria, el concentrado esencial de mi biblioteca. Me sentí desnudo, desamparado, analfabeta. Para animarme, me puse a hojear, con curiosidad de bibliotecario, los tomos de las obras de Marx y Engels expuestos en un lugar del mismo aeropuerto. Extravagancia maravillosa, posible únicamente en Alemania del Este. Las maletas se habían perdido en Ámsterdam: me enteré días más tarde con la ayuda de una intérprete que sería mucho después mi futura esposa. Al recibirlas, encontré intactos los tres volúmenes preciosos de mi biblioteca, pero no el café que los acompañaba olorosamente. Poco me importó esa pérdida: nada nacionalista, como siempre he sido. Los tres volúmenes de Althusser me permitieron recuperar el aliento que las primeras visitas a las librerías de Leipzig habían comenzado a quitarme poco a poco, y que las futuras incursiones a las bibliotecas me quitarían del todo. Me refiero a la censura drástica que rodeaba "todo lo impreso", para emplear los mismos términos de la persona que me había impedido traerme más libros: mi especialista tendencioso. Me había bastado poco tiempo para saber que en las librerías no se encontraba ni uno sólo de los autores que pensaba leer una vez atravesado el Atlántico, y que si figuraban en los ficheros de las bibliotecas públicas era para mejor ocultar el hecho que no se los podía leer del todo. En las librerías no se podía conseguir en absoluto ninguna edición proveniente de occidente, sólo traducciones del ruso. En su mayoría, los estantes mostraban ejemplares repetidos e interminables del mismo libro, como si una enfermedad contagiosa hubiese eliminado la diversidad de las carátulas, uniformizándolas bajo moldes compactos y escasos. Y en las bibliotecas, los ficheros eran un muestrario de códigos establecidos que indicaban, sin decirlo de forma explícita, pues había que saber descifrarlos, si el libro podía ser o no leído. Lo que hacía que algunos autores y títulos constituyeran el ejemplo perfecto de una absurdidad "totalitariamente típica": existir y no existir al mismo tiempo. Manera real y altamente siniestra de corroborar los malabares de la dialéctica de Hegel y Marx, especie de Padres de la Patria. El día que me di cuenta de esa situación, supe que el Muro, que ya me había impresionado al atravesarlo,
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constituía una realidad mil veces más insidiosa, sibilina, repugnante y compleja, de lo que cualquiera pudiese imaginar. Y con el tiempo iría a descubrir cosas todavía más impactantes. Pero, desde ese momento vi que ese bloque de concreto que dividía zonas enteras y palpables de la ciudad, invadía imperceptiblemente todo lo largo, ancho y ajeno de la realidad inaparente y virtual. Durante los cuatro o cinco años que pasé en ese país, no dejé de sentir ni un solo instante la curiosa sensación de estar viviendo una situación descabellada, más allá de todo entendimiento, de toda racionalidad. Era como si viviera en las entrañas de un monstruo, algo así. Mi diafragma, mis centros nerviosos, mi cabeza, todo se sintió afectado. Y no fui el único. Pienso ahora en aquel brasileño que llorando me decía que prefería regresarse a su país antes que tener que continuar soportando toda esa absurdidad. Por eso, cuando se fue a las pocas semanas de haber llegado, yo mismo me vi confrontado a una decisión. Pensé hacer lo mismo, pero no a mi país. Acaricié la idea de irme a París. Sólo cuando me di. cuenta de que no hubiera podido subsistir sin beca, sino únicamente a costa de grandes esfuerzos, fue que tomé la decisión de quedarme. Me propuse entonces dedicarme a lo que me interesaba: aprender el alemán y confrontarme en el original con los autores, con los clásicos que podía leer. A todos aquellos que la censura me impedía el acceso, los leería a escondidas, es decir, pasándolos a ocultas por la frontera con Berlín occidental. Mi biblioteca adoptó así un carácter clandestino, digamos. Cada volumen que lograba pasar por ese confín ' adquiría por tal hecho la dignidad de proeza, y se rodeaba entonces de un aura particular. Me sentía constituyendo una especie de tesoro enterrado, aunque visible en los estantes silenciosos que rodeaban las paredes de mi cuarto. Al tiempo me mudé a Berlín oriental, con el fin de estar más cerca de la fuente central de aprovisionamiento, por así decir. Me bastaba cruzar la frontera y tener al alcance de mi mano todo lo que no podía obtener de este lado del Muro, donde vivía. Los estudiantes extranjeros residentes en la capital tenían más problemas para obtener una visa para la parte occidental. Pero como yo había conservado mi matrícula en la universidad de Leipzig, la solicitaba entonces en esa ciudad y podía eludir los obstáculos que la burocracia oriental ponía para impedir el libre paso. Impedimentos o no, los extranjeros éramos sin duda unos privilegiados totales por relación a la población en su conjunto: los únicos que podíamos atravesar el Muro con un simple papel, por caro o dispendioso que fuera obtenerlo. ¡Qué fácil era ser socialista
en esas condiciones: ¡guardando sus privilegios! La hipocresía, el cinismo abierto y el oportunismo eran las salsas con las que se hacía comer a los ingenuos esa ensalada de buenas intenciones y "hombres nuevos". *** Es fácil imaginarse que mis tres libros de Althusser constituyeron al inicio una especie de respiradero natural. Era como poseer una ventana abierta al Occidente, es decir, al mundo que se me impedía estudiar con libertad. En ellos encontraba, también una visión distinta de la oficial, más elaborada, culta y atractiva. Pero la atracción duró poco, paradójicamente. El peso aplastante de la realidad encerrada, totalitaria, fue más eficaz que cualquier texto por elaborado que fuera. Althusser no me decía nada en mi nueva situación "socialista". Al contrario: se callaba rotundamente u ocultaba los hechos bajo el manto "diversionista" de la teoría. Además, la enorme escogencia que me ofrecía Berlín occidental en libros, me permitía no sólo satisfacer mi curiosidad y llenar mis lagunas, sino responder incluso a los interrogantes que me planteaba mi nueva situación. Fue así como encontré a Trotsky y a Wilhelm Reich. Ambos me dieron los elementos para entender el engaño de la realidad. Pero, el primero, llevándome más al fondo, comprometiéndome con las corrientes profundas y secretas, casi, de lo que vivía en superficie. Mientras que el segundo sembró las lentas bases para salirme del todo, mucho más tarde. Todos esos años los veo hoy como vueltas en medio de un laberinto, en la búsqueda de mí mismo a través de circunvoluciones que la vida me puso a hacer sin que conozca en absoluto las causas. Tentado estaría de preguntarme por qué no me dirigí más en línea recta hacia el camino donde hoy me encuentro. ¿Por qué los mismos autores que me ayudan ahora a afianzarme en mi ruta no me decían lo mismo años atrás? ¿Qué es lo que permite que tomemos en serio una teoría, un autor, un libro? ¿Qué es lo que le posibilita marcarnos, haciendo que lo sigamos? No pretendo responder a tamañas cuestiones. Sólo dejaré ver que no hay biblioteca que se explique por la existencia cruda del material que contiene. Toda biblioteca se enraíza en la propia vida del que la construye con paciencia, o a la carrera, poco importa. Quiero decir que nunca un libro es sólo un libro y que la manera como él nos toca excede todo entendimiento. Todo libro es un misterio, como misterio es la vida que lo trajo al mundo y, pues, al estante que lo sostiene.
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*** En espacio de pocos años mi biblioteca había pasado del estado embrionario a la edad adulta, por no decir a la sobre-población: cosa de la cual me di cuenta cuando al emprender el camino de regreso tuve que meter todo eso en cajas y cajas. Fue cuando volví a experimentar la censura, pues para que los libros salieran, me exigían cinco copias detalladas de todo el contenido de los embalajes. El nombre del autor, el título de la obra, la editorial, la ciudad y la fecha debían estar claramente indicados. Y todo eso ¡cinco veces seguidas! "Gulp", tragué saliva al saberlo. "Y ahora qué hago", me pregunté rascándome la cabeza. Estaba en esas cuando me acordé de la primera vez que recibí de sorpresa la visita de una de las profesoras de alemán, recién llegado al país. Vivía en Leipzig en una residencia estudiantil frente al Rosenthalpark, con un riachuelo en sus bordes y puentecitos para atravesarlo. El cuarto, con vista al parque, tenía una estantería prevista, cosa que me agradó desde el comienzo. Allí tenía, pues, los tres libros de Althusser y su equipo, y otros que había conseguido en mis primeras escapadas a Berlín occidental. Ya me habían dicho que de vez en cuando a los profesores les gustaba aparecerse de repente, para obligarlo a uno a soltar la lengua, mientras echaban un ojo alrededor. A nadie le extrañaba semejante procedimiento, pues formaba parte de la severidad extrema que caracterizaba al Instituto Herder, donde estudiábamos, con sus reuniones intimidatorias donde se evaluaba ante todo el mundo el estudio de cada cual, con sus horarios extenuantes, sus deberes escolares, su disciplina rígida y etcétera, etcétera. Es probable que debían obrar así si querían homogeneizar en un solo molde fijo la abigarrada diversidad de comportamientos y nacionalidades que se encontraban en ese lugar: más de ochenta, según nos repetían cada vez que alguien se arriesgaba a levantar un poco la voz. En fin, la cosa es que todo eso debía uno tragárselo, si quería pasar más tarde a la universidad con un mínimo de alemán entre boca y oreja. Y no hay duda de que el método propiamente lingüístico, expurgado de sus aditamentos prusianos, era excelente. Le abrí pues la puerta a la profesora, la invité a sentarse y me puse a escucharla viendo cómo miraba curiosa a su alrededor. Yo le respondía haciendo esfuerzos e intentando utilizar lo menos posible los monosílabos. En una de esas se paró e inspeccionando la biblioteca, me preguntó. "No tiene usted miedo de leer a estos...", y sin terminar la frase me mostró un libro de Georg Lukács.
Este autor era uno de los "renegados" marxistas importantes, que había trabajado incluso en la RDA antes de haber tenido problemas con los estalinistas del momento. Sus libros estaban, pues, estrictamente prohibidos en el país. No sé si le dije que no veía por qué tener miedo de los libros y que además estaba esforzándome para leerlo en alemán. Cuando se fue, me quedé pensando largo rato en lo disparatado de la situación. Lo mismo me decía ahora ante la necesidad de tener que hacer cinco copias detalladas de toda mi biblioteca. ¿Y por qué cinco? ¿Qué iba a hacer con tanto libro prohibido que tenía? ¿Cómo hacerlos pasar bajo los ojos de cinco rigurosos censores, mil veces más estrictos que mi profesora del Instituto Herder en Leipzig? Por más que me rascara la cabeza no sabía qué hacer. Veía a los cinco funcionarios, ojos avizores y lápiz en mano, pasando revista cuidadosa a cada uno de los autores y títulos. Me los imaginaba tachando a cada momento el libro en cuestión, mientras ahogaban griticos recriminatorios. Tenía que reírme, no de mi imaginación, sino de la paradoja que me obligaba ahora a mostrar lo que en su momento había podido ocultar. El destino no me había ahorrado nada, en definitiva. Implacable, me obligaba a abrir el tesoro. A menos que... y continuaba rascándome la cabeza. Decidí, absurdidad obliga, volverlos a pasara escondidas por la frontera para enviarlos a destino desde Berlín occidental. Bueno, al menos los más importantes, es decir, peligrosos: Trotsky, Havemann, Biermann (disidentes locales), Marcusse y así por el estilo. En total, unas buenas cajas, no obstante. El resto, peligrosos también, los camuflaría de alguna manera. Escribiría sus nombres al revés, me dije, haciendo de Mao Tse Tung, por ejemplo, un autor irreconocible. Algo así como Gunttse Oam o Tuntse Moa, no sé. Además estaban en francés, agregué reconfortándome, a la par que me volví a ver entrando a la embajada china en Karihorst, un barrio alejado de Berlín, sintiendo en mis espaldas el ojo severo del policía de turno. El mismo que le había impedido el paso a mi acompañante de la RDA, por supuesto. Entré solo, entonces, a un recinto adornado con fotos de Mao, Lín Piao y uno que otro dragón. Al cabo de unos minutos se presentó un empleado solícito que me ofreció, ante mi demanda, la posibilidad de tener las Obras Completas del Gran Timonel en tres tomos y en papel arroz. Pero en francés, a falta del español. Salí contento del lugar, sin embargo, y sin haber desembolsado ni un solo céntimo portada esa sabiduría maoísta envuelta en papel fino. Pasé
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ante las narices del policía hojeando ostentosamente los tomos. Fue así como envié desde dos partes distintas de una misma ciudad, los peligrosos y menos peligrosos volúmenes de mi biblioteca. En cuanto a la lista quintuplicada, supongo que estará todavía siendo descifrada, porque hasta hoy no he recibido respuesta alguna. *** La parte "oriental" de la biblioteca se encaminó vía Rostock y encalló en barco en uno de los depósitos aduaneros del puerto de Barranquilla. Allí permaneció un largo año sometida a la crítica roedora de los ratones, mientras yo mismo me especializaba en líderes trotskistas en París. Ocasión también de continuar acumulando libros. Así, poco antes de regresara Colombia, experto en transformaciones del mundo y en discusiones de secta, diplomado por la Cuarta Internacional, me precedía una nueva ramificación, sección francesa, de mi biblioteca. Cinco años habían bastado para centuplicar considerablemente aquel primer núcleo originario y tripartito. Ya no leía a Superman, a Freud lo miraba ahora desde su disidencia radical, y mis maitres á penser eran Marx y Trotsky, héroes menos voladores, pero igualmente ídolos. Mi universo había crecido, con el aumento de libros, pero mi cabeza permanecía la misma: aferrada a un fundamento segurizante y poco ágil, en suma. Entré pues a Colombia con la ingenuidad del que cree poseer enteramente la verdad, y volví a partir, cuatro años más tarde, con la incertidumbre y el desasosiego del que quema las naves tras de sí. Abandoné mi puesto en la universidad, la organización en la cual militaba y clausuré el periódico político que financiaba y escribía casi solo: como para corroborarme que una secta es más secta en cuanto menos miembros tenga. Después metí los libros en cajas, de nuevo. Y como Superman, tomé vuelo. No hay mejor manera de cambiar las ideas que la de tirarse al vacío: cuestión de abrir cabeza y corazón para que entre el aire. Con Gustav Jung y Karl Jaspers podría decir que es en las situaciones límite donde en verdad se crece. Espiritualmente, digo, porque mi biblioteca se vio de un solo golpe reducida a su más mínima expresión. Al llegar a París me di cuenta de que el reducido apartamentico que había conseguido a través de amigos no alcanzaba ni siquiera para albergara dos personas juntas: mi esposa y yo. Mucho menos para meter una enorme biblioteca de cientos de volúmenes. Con un télex urgente interrumpí el envío de las cajas y conseguí que un familiar se encargara de almacenarlas en alguna parte. Por
primera vez en mi vida me quedé sin libros; además de que no llevaba entre mis maletas ningún concentrado tripartito u otro. Supongo, pues ya no recuerdo, que apenas tendría algo para leer en el avión, nada más. Buena señal, si lo pienso bien, pues entre menos autores fetiches, más ligero es el vuelo. Claro que tenía a mi alcance todas las innumerables librerías de París. O más o menos, agrego, pues no significa que tuviese mucho dinero, aun cuando mi antigua capacidad para "nacionalizar" libros seguía intacta. Pero como tenía el propósito de llevar a cabo un viejo proyecto: escribir algo sobre la relación entre Marx y Reich, empecé a redescubrir la útil función pública de las bibliotecas. Me inscribí en el postgrado de filosofía de la universidad que había frecuentado en mi año de militancia trotskista, y me puse a trabajar con disciplina. Todas las tardes me instalaba en un cómodo camarín de la biblioteca de Beaubourg, cerca de la MEW: las obras completas de Marx y Engels en alemán, las mismas que había recibido como regalo de parte de mi extraordinaria suegra y que reposaban ahora en Bogotá, entre cajas. Sí, ésas que había hojeado por primera vez en el aeropuerto de Leipzig, diez años atrás. Cuarenta y tres tomos relucientes, si no me equivoco en la cifra, que vendería un primo años más tarde siguiendo mis indicaciones. Es curioso, pero sería una universidad católica en Bogotá la que los compraría para enriquecer su biblioteca. Yo creo que fue a partir de ese momento que empezó a operarse en mí un cambio respecto de los libros y las bibliotecas. Me es difícil detallar las causas precisas, pero puedo imaginarme el cuadro de la situación. El haber abandonado la militancia política me hizo confrontarme a la complejidad del mundo. Fue como quitarme de pronto los espesos anteojos con los cuales lo miraba, y descubrir que entre menos indicaciones poseyera para moverme en su interior, mejor era. Las ideas son especies de utensilios, y éstos pueden ser útiles o desaconsejable, según el uso o el objeto por trabajar. En suma, comenzaba a desmontar mi racionalismo, a darle poco a poco cabida de nuevo a mis sentimientos; aquellos que había reprimido entre mi infancia y mi temprana adolescencia, aterrado por el desbordamiento "pornográfico" de su manifestación. Pero no acababa apenas sino de comenzar. La situación límite no había mostrado aún todos sus meandros y riquezas. Y como los sentimientos son la base de lo cotidiano, era eso lo que debía ser removido en profundidad. Una vez caída la defensa, es decir, el muro de contención que representa la militancia leninista, y el racionalismo asegurador y dogmático
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sobre el que se fundamenta, lo demás vendría de por sí. Por eso todo lo que vivía a partir de ese momento era como si lo sintiese más, como si tocara sin mayores rodeos mi centro vital. Quizá se trataba sencillamente de una inversión de valores. Antes, todo lo que constituía el mundo externo, eso era lo importante: revolución, cambio social, proletariado, etcétera. Ahora, lo esencial era mi propia vida, mi cotidianeidad. Mi tesis de doctorado y el libro acerca de la sexualidad y el feminismo son los testigos de esa primera inversión Pues vendrían otras Si para cualquier humano la mayor dificultad reside en saber aceptar la vida sin condiciones ni pretextos, para un intelectual esa tarea representa algo así como deponer las armas. Confrontarse a la vida sin ideas ni libros: ¡vaya enormidad! Pues bien, eso fue lo esencial de la transformación que empecé a vivir en ese entonces, y que vivo aún. Pero en mi tesis de doctorado y en el libro "feminista" que le siguió, el intelectual que soy se defendía todavía con manos y dientes. Si es verdad que con ellos empezaba a preocuparme menos de las solas "condiciones externas", incluyendo en mi punto de vista lo privado, lo cotidiano, la "cuestión personal", es decir, la vida misma, no dejaba sin embargo de sopesar el mundo a partir de ¡deas, metiéndolo dentro de una camisola de fuerza, eliminando lo que no quería y aceptando lo aceptable, como Procusto con su famoso lecho. Y cosa aún peor: consideraba todavía que la transformación del mundo pasaba por esa inclusión, es decir, no había abandonado la ilusión utópica. No pasaba de ser entonces sino un estratega ridículo, con el dedo levantado en señal de recriminación y mostrándole a mis congéneres la vía por seguir: dogma, arma y brújula en el bolsillo. Por lo esencial, la militancia leninista es una concepción militar y religiosa del mundo, hecha de camaradas y renegados, de ídolos por adorar, de ciudadelas por asaltar, de proselitismo o enemigos por eliminar, de órdenes por seguir, de dogmas y principios por defender y de ritos, sectorizaciones, pequeños grupos, encerramientos y... Por eso, muchos no pueden abandonarla a falta de muletas para moverse en la realidad. Y los que lo logran no dejan de sentirse libres, cuando lo que ocurre es que han acabado de acceder simplemente a la normalidad. Poco a poco empecé a formar de nuevo una biblioteca. Pero esta vez era bien modesta. Había regresado a los pocos estantes funcionales en torno a lo necesario, nada del gigantismo de la sobreabundancia y la acumulación por la acumulación. Creo que antes me sentía como el especialista que debía tener todo lo que se publicaba sobre la
especialidad. Había que llenar todos los huecos con referencias y libros pesados. Así era también mi modo de escribir. A imagen y semejanza de mi concepción militar, mi escritura avanzaba compacta como un pelotón. El aparataje era decisivo, es decir, mostrar lo que se sabe, mostrar lo que se ha leído: libros acumulados en la cabeza o en los estantes. Escritura autoritaria, con peso, como se dice. En esos casos la erudición es una artillería pesada destinada a apabullar al lector, potencial enemigo. Creo que con La sexualidad del feminismo mi escritura se hace algo más aérea. Sobre todo si la comparo con mi producción marxista anterior, tipo De la praxis (oh, título horrible y sintomático ¿no es verdad?). En aquél me permito ciertas libertades, pequeñas digresiones, además de cuidar la expresión. En el otro soy el profesor dictando curso, sin imaginación ni vuelo; salvo en los textos algo posteriores, como el artículo sobre Kafka o la conferencia acerca de los límites del marxismo, por ejemplo. Textos fronterizos, por así decir. Por eso puedo afirmar que mi escritura se transformó con el cambio de mi disposición ante los libros, baluartes supremos de la racionalidad. Hoy estoy seguro de que todas esas transformaciones internas, especies de caída de mi Muro interior, se remontan a las condiciones de mi exilio. Sólo una adopción tal del vacío, semejante a un terremoto, podía conducirme a un cambio radical de piel. Y dentro de todo eso, como figura esencial, se encuentran las evoluciones de mi vida personal, afectiva. De ahí que el libro sobre la sexualidad y el feminismo sea distinto, ya que fue escrito en los bordes de esa situación, protegiéndome con la cabeza de la angustia ante el terremoto. Pero el libro testigo, el que fue hecho con el material mismo del temblor de tierra y de la caída del Muro racionalista y protector, es El experimento: vivir, libro acaballado entre la ficción, la reflexión y la autobiografía. Acaballado entre géneros, puente entre mis "yos" distintos, mis avatares, mis vidas. Producto también del crecimiento que conlleva toda situación límite, toda crisis en verdad profunda y benéfica, aunque dolorosa. Especie de segundo nacimiento, El experimento: vivir proviene de aquella capa psíquica reprimida por el "trauma" de mi primera experiencia de escritor; de escritor pornográfico a lo Pierre Menard y Borges al tiempo. Tuve que pasar por el sacudimiento interno del exilio y los avatares de mi sexualidad amorosa, para liberarme del susto espiritual de aquella escena originaria de censura, fuego."purificador" de por medio. El día que el lector pueda leer ese libro, que continúa inédito por la acción de otro tipo de censura, verá
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por sí mismo cómo pude sacudirme el susto y cambiar de piel. Verá entonces que no exagero ni le miento. *** El experimento: vivir lo escribí en parte en un hotel en París, y sin biblioteca. Creo que no tenía ni siquiera una mesa de trabajo. Me acomodaba en la cama del pequeño cuarto, atrincherado contra el muro y en mis recuerdos, y estilógrafo y cuaderno en mano, escribía. Era la primera vez que vivía en un hotel; también, la primera que escribía en esas condiciones. Ni una sola obra de referencia, ni libros por ahí, ni máquina de escribir, ni escritorio, nada. Ni siquiera mis cosas habituales, mi ropa, mis zapatos, afiches adornando la pared, mis fetiches rodando por el cuarto, revistas esperando ser leídas, la cafetera humeando, todos esos objetos que conforman el sedentarismo y el confort, por mínimo que sea: nada. El vacío total alrededor de mí: un cuarto impersonal de un hotel barato en la calle Beaunier del distrito catorce, en París. Todo el resto guardado entre cajas o en la casa de amigos. Conmigo, sólo un cuaderno, un estilógrafo y un libro de Henry Miller, libro de ficción y autobiografía, como todos los de él Algo me ocurría, es evidente: el lector se habrá dado cuenta. Pues bien, así fue durante toda esa época en que accedí poco a poco a una nueva piel, a nueva escritura. Sin biblioteca. Cuatro o cinco años me separaban de ese día en que envié el télex urgente deteniendo el envío de mis libros desde Barranquilla Cinco años sin saber dónde estaban, cómo estaban. Y en cuanto a la nueva, también entre cajas. ¡Ah, qué liberación, en realidad! ¡Qué libertad de peso! ¿Ah? Más tarde, del hotel, me pasé a vivir donde Dominique -una amiga que vivía en el Boulevard Philippe Auguste-, y continué escribiendo. Pero a veces me tocaba dormir en el suelo donde mi antigua compañera, mi esposa, porque no había otra alternativa, porque no tenía dónde dormir, porque donde Dominique ocupaba el cuarto de alguien que venía de tanto en tanto desde Londres por causa de trabajo, o porque a Vicky y Didier, frente a la calle Daguerre, no podía molestarles siempre. Y bueno, qué se le va a hacer, che, como dicen en la Argentina. Total, continuaba escribiendo. Con mi cuaderno, mi estilógrafo, mis recuerdos, mi dolor fructificante: todo terciado entre pecho y espalda, escribiendo. Meses más tarde abandonaría París por Caracas, con mis libros entre cajas y mi cuaderno y mi estilógrafo acompañándome. Dejaba atrás el viejo continente, de nuevo, pero no para siempre. Esta vez llevaba un doctorado en el
bolsillo, que no me ¡ría a servir de nada, en realidad, y unos manuscritos prácticamente inservibles, es decir, sin publicar. Al llegar a Caracas dejé las cajas sin abrir en la oficina de mi hermano, y me acomodé en un pequeño cuarto de su apartamento de la avenida Vollmer. Veinte pisos por encima de la ciudad, con vista a las autopistas que la cruzan con mucho ruido y sin piedad. Y continué escribiendo. El libro lo terminé un año después frente al mar y pasó a engrosar los manuscritos sin publicar: hasta hoy. ¡Ah, poco importa! Con él crecí unos cuantos centímetros por encima de mí mismo, y eso es lo esencial. El resto vendrá algún día. *** A lo largo de los cuatro o cinco años que permanecí en Caracas, la gran mayoría de mis libros se quedaron entre cajas. Nunca tuve el espacio ni el dinero suficiente (salvo ya antes de irme de nuevo), para meterlos entre estantes, como se hace. La solución tradicional consistió en tener conmigo estrictamente lo necesario, recurriendo de nuevo a las bibliotecas públicas: la de la Universidad Central y la del Instituto Humboldt (que aquí sean agradecidas). Pero tuve asimismo la posibilidad de una solución original: meter mis libros entre los estantes de un amigo: José Víctor, exiliado como yo, quien vivía en uno de los cerros proletarios de la ciudad con hijos y esposa. José Víctor no tenía más dinero que yo, incluso menos, pues en esa época no tenía trabajo; lo que lo llevó a los bordes de la desnutrición durante un buen tiempo. Todavía recuerdo la visita que le hice un día en su cama de enfermo, con tubos de suero a su alrededor y su sonrisa de siempre. Pero para él el dinero no era de lejos lo más importante. Podía compartir una moneda de cinco centavos con sólo partirla en dos. Manera de decir que tenía un corazón tan grande como el amplio apartamento que no podía pagar mensualmente. Los dejé entonces en ese lugar propicio y los visitaba de tanto en tanto con el mismo placer con que veía a José Víctor para mover la mandíbula. Cada vez que iba adonde él los hojeaba para no olvidarlos, tomaba una referencia que podía servirme en mis cursos, o me decidía a guardar uno entre mi bolsillo para continuar viéndolo más tarde. Cosa que intentaba no hacer con demasiada frecuencia para no infringir las leyes mínimas de supervivencia en un reducido espacio: donde vivía. Entre tanto había empezado a vender a distancia mi biblioteca en Bogotá. No sólo porque ya me había distanciado ante ella, sino porque necesitaba dinero. Lo que ganaba entre la universidad y el periódico donde escribía con
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regularidad, no me daba siempre lo necesario para vivir. A tal punto que una vez tuve incluso que vender empanadas en un estadio de barrio. Lisbeth, la compañera con la que compartí mi vida en ese entonces, las hizo lo mejor que pudo y con un recipiente para guardar el calor y un poco de picante, nos pusimos a ofrecerlas entre la gente. "Empanadas, empanadas, empanadas", susurrábamos, antes que gritar, impedidos por el prejuicio y la vergüenza. No recuerdo que hayamos vendido muchas, pero sí lo suficiente como para pasar la tormenta con dignidad. Fue por eso que me decidí a vender los libros: y no sólo los de Bogotá. Tomé contacto con un librero que conocía en el centro comercial de los Chaguaramos y, con la ayuda de José Víctor, los metí de nuevo en cajas y se los dejé. Cada mes comencé a recibir entonces el producto de la venta. Conservé sólo los necesarios, sin que pueda decir dónde se situaba para mí la frontera entre superfluo y necesidad. Creo que había llegado ya a un tal desprendimiento, que la única materia escrita que respetaba era la de mis solos manuscritos. Todo lo demás podía irse, por mí, al infierno. Con tal que me diera dinero, claro. O sea que estaba llegando a la levedad de Superman, combinada con el interés por el dinero de un Rockefeller, más el desprendimiento ante los objetos de un Estoico. No por nada mis lecturas favoritas en el momento eran el Manual de Epícteto y los Pensamientos de Marco Aurelio. A Superman no había podido conseguirlo en ninguna biblioteca. Hoy puedo decir que toda mi estadía en Venezuela fue una etapa muy importante de transición, marcada por un desprendimiento paulatino de algunos de mis antiguos pesos. Y me refiero no sólo al de mis libros. Fue allí donde empecé la evolución presente de mi espíritu, convoluta misteriosa de mi marcha en tierra, y que culmina en La ciudad interior y Del pensar breve. Y fue de allí de donde indirectamente se derivó, en una nueva muda de piel y situación límite, El docto y el imbécil. En este último relato, por lo demás, todas esas aventuras. No voy a aburrir doblemente, entonces, al lector. *** Me regresé a París sin que hubiese terminado de vender mis libros, y después de haber enviado por correo los que había escogido para acompañarme. Por tercera vez dejaba mi continente, y mi lengua, para instalarme en el exilio y en otro idioma. Era la tercera vez que abandonaba todo lo que tenía, incluida mi posición profesional, mi vivienda, mi biblioteca, mis amigos y, ahora, incluso, hasta la mujer que amaba. En
una impresionante atracción por el vacío, volví a tirarme sin paracaídas. Vruuummm... Aún hoy no podría explicarle a nadie, ni a mí mismo, las razones profundas que me han llevado a saltar de esa manera repetidas veces. Sólo puedo decir que en eso he estado siguiendo más bien a Ícaro, que a Superman. Una vez allí, instalé las pocas cajas recibidas en el apartamento que mi antigua esposa me había prestado para aterrizar, por el poco tiempo de sus propias vacaciones que coincidían con mi llegada, y sin abrirlas, me puse a buscar vivienda. La corresponsalía que me había conseguido en Caracas, pero para representara una revista mexicana y a través de un amigo, no me bastaba para casi nada, y, sobre todo, no para una vivienda correcta. Debí arreglármelas con lo más barato que obtuve, lo que para mis libros significó que no pude desempacarlos todos. De nuevo, pues, los dejé entre cajas, debiéndome contentar con menos que lo superfluo. Una vez más las bibliotecas públicas fueron mis mejores amigas, y en particular la de Beaubourg. Allí donde nueve o diez años antes había escrito parte de mi libro sobre Marx y Reich, y donde iría a escribir ciertos capítulos de mis dos próximos. Inmerso hasta el cuello en una nueva situación límite, volví a salirme con una nueva piel. Quiero decir que no tenía otra alternativa que trasmutar en positivo la adversidad, dedicarme pues a un nuevo libro que me permitiera comprenderme, para recuperar ante mí mismo mi propia imagen ideal. La ventaja del vado, si puedo expresarme así, consiste en la sinceridad a la que nos obliga. Continuar mintiéndose en tal caso es como entregarle el alma al Diablo, y sin remedio. Creo que mucho de la perplejidad ante las extrañas fuerzas que me gobiernan, así como de la cierta tristeza de saberme acaballado entre un yo lúcido ante el fracaso, y otro enceguecido cometiéndolo, se coaguló de alguna manera en ese nuevo libro. Es quizá el más austero que he escrito, el más sobrio, el menos barroco, el menos danzarín. Pero el más sincero, el menos retórico y el más incomprensible para mí mismo. El docto y el imbécil, su título, expresa bien, me parece, todo ese meollo confuso y paraesquizofrénico de mis "yos", de mi frágil situación en un mundo que construyo yo mismo con los medios a mi disposición. Y torpemente, muy torpemente, pero con la sonrisa en los labios, creo, si bien no siempre. La sonrisa en los labios fue la que expresé en la ciudad interior. Ese fue el primer libro que me salió de las entrañas, recién llegado. El docto y el imbécil le siguió. La cronología es importante, porque manifiesta mi lucha contra la situación,
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mi estado de ánimo, mis armas, por así decir. Y sus variaciones entre libro y libro. En el primero podía aún reír. En el segundo no. Pero le pido al lector tomar todo esto grosso modo. Nunca un creador podrá expresar hasta el fondo, como nadie, por lo demás, las fuerzas recónditas que lo mueven a crear. El lenguaje con el que intenta cernir el misterio no corresponde sino a ciertas capas, pocos estratos acaso, del intríngulis espeso que se encuentra en sus cimientos, de alguna forma. ¿Y quién sabe, verdad? Sea como sea, La ciudad interior corresponde a la primera confrontación con esa fuerza de atracción por el vacío, a la primera intuición de su existencia. Mientras que el segundo manifiesta el horror. No sé si el lector me crea, pero le confieso con sinceridad que me di cuenta de que el vacío me atrae, sólo a partir del momento en que decidí escribir El docto y el imbécil y, podría decir, incluso, hasta el instante mismo en que encontré el título. No sabemos qué es la conciencia ni cuándo surge y por qué. Lo único es que sentimos un profundo dolor, o una profunda alegría, cuando se despierta según las circunstancias y condiciones que la traen a luz. Es probable que antes de ese libro, y ya con El experimento: vivir, haya empezado a entrever que algo ocurría con mi vida: manera de decir. Si esculco en mis sentimientos, encuentro en aquel entonces una curiosa sensación de perplejidad y confusión. Me preguntaba por qué me tenía que pasar "todo eso", como Job ante su desgracia. Pero a diferencia de éste, llegué rápido a la conclusión que al único a quien podemos responsabilizar de lo ocurrido es a uno mismo. La vida es uno: ese fue el título que pensé para ese primer libro, suerte de enseñanza a la cual llegaba, sin proponérmelo. Creo poder decir que la distancia tomada ante mí mismo, ante lo que me ocurre y produzco, es la base de mi capacidad de creación. Tal vez lo que se llama conciencia no sea sino una especie de levitación del yo sobre el yo: forma de poder verse desde arriba. Y toda mi producción literaria es una mirada sobre mí mismo. Cuando logro transformar la perplejidad que me produce mi vida, en fuerza activa de escritura, es cuando gano en conciencia dando a luz a un libro. Mis libros teóricos son el acrecentamiento o las transformaciones de mi conciencia en reposo, y mis "ficciones", las mutaciones de mi conciencia en guerra: verdaderos cambios de piel.
A los pocos días de haber llegado a París, el salto que había dado en el vacío empezó a evidenciarse. Pero la novedad de la situación, la alegría de haber logrado el regreso y la misteriosa atracción que ejerce sobre mí la Ciudad Luz, me impedían ponderar el salto en toda su gravedad. Además me había propuesto terminar un libro comenzado en Caracas, consagrado en parte a las ciudades, y que me ayudaría a sobrellevar la adversidad. Compartía un reducido apartamento con un desempleado que necesitaba ayudarse para pagar el arriendo; dormíamos en el mismo cuarto y teníamos baño, cocina y un escaso corredor como confort. Sobre mi mesa, y debajo también, arrumados contra la pared, justo al lado de la cama, los pocos libros de mi antigua biblioteca me ayudaban a mantener un espacio "propio", especie de raíz reconfortante, aunque transportable. Y cuando no escribía en Beaubourg o en algún café poco ruidoso, o estaba ausente mi compañero de cuarto, me acomodaba frente a los volúmenes y empezaba a rasgar con un esferógrafo el papel liso y blanco donde acumulé La ciudad interior. Creo que la cierta alegría juguetona de ese libro fue una forma de evasión, porque la angustia empezaba a invadirme poco a poco. Pero fue sólo cuando las condiciones me condujeron a perder toda esperanza de reunirme con la mujer que amaba, obligándome a la vez a trabajar de guardián nocturno en una fábrica, que el vacío se me reveló como la jeta de un monstruo. Me vi cayendo y cayendo en un hueco oscuro, y sin recurso. Cuántas veces no soñé estar escalando una pendiente impresionante, casi un muro, y con la sola fuerza de las uñas, para después despertarme de un golpe con una aprehensión en el pecho. Fue hundido en esa situación que comencé a escribir El docto y el imbécil en los días libres que me dejaba el trabajo nocturno, o en la fábrica misma, en los ratos muertos de la vigilancia y las rondas entre máquinas, chassises de carros y salas enormes, frías, sucias y oscuras. Dos años duré escribiendo ese libro, dos años intensos, espesos como lava, y durante los cuales todo el dolor que acumulé se vio transmutado en puntos y comas. Pasé por varios trabajos, cada uno un poquito menos miserable y denigrante que el otro, y por varias viviendas más o menos en la misma progresión. A veces más arriba, a veces más abajo, pero, todos, etapas diversas en la misma escala de la mutación del sufrimiento. Y durante toda esa época, como sola compañía, la enorme biblioteca de Beaubourg que frecuentaba a diario, además de la mía, más pequeña e instalada sobre cualquier mueble para la ocasión.
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De esas dos bibliotecas extraía mis recursos, mis fuerzas, e incluso hasta las raíces de los libros que escribí en ese entonces. Pues todo libro se nutre de libros, suerte de monstruo autófago e insaciable. Si El experimento: vivir y La ciudad interior tienen como padrino a Henry Miller, con sus carcajadas, sus libertades estilísticas, sus autocomplacencias y sus autocríticas implacables, con su amor por la vida y por la calle (y por la literatura de la calle: cosa importante, literatura del libre caminar), El docto y el imbécil se recuesta en Robert Walsery Ernest Jünger, más bien. Del primero, la economía del estilo y el gusto por el fracaso, por la soledad, por el suelte de amarras, y del segundo, la conciencia altanera y autorreflexiva, el amor por la libertad individual, más allá de las consecuencias: amor por el camuflaje y el disfraz. De ahí que su figura emblemática sea Rimbaud el aventurero, el fracasado, el temerario, el grandioso y el imbécil, a la vez. Ese Rimbaud del cual Henry Miller resume en una frase sibilina y certera, misteriosa y profética al mismo tiempo, toda su complejidad: "El tipo Rimbaud remplazará en el futuro al tipo Hamlet y al tipo Fausto". Frase contra la que me estrellé en ese momento de mi vida y de la cual aún no me he evadido: manera de confesar que todavía no la comprendo. Quiero decir que en ese tipo ideal tuve que reconocer mi propia temeridad y mi estupidez. Darme cuenta de que mi fuerza creadora pasaba por el riesgo de abandonar todo, incluso esa propia fuerza, fue un choque sin precedentes en mi vida. Hoy no tengo dudas de que en ese libro conjuro y me confronto a las ondas producidas por tal choque, de que fue gracias a él que pude sobrevivir: dicho esto sin melodrama alguno, en toda ingenuidad, si se me permite la expresión. Fue mucho más tarde, pasada ya la sorpresa del impacto, cuando llegué a reconocer en mi caso la cierta banalidad de todo creador en lucha contra su propio demonio, para emplear los términos de Stefan Zweig. Ya que, como lo afirma Ernest Jünger, todo hombre es abordado un día por la tentación, y podrá tanto mejor salirse de la situación, en cuanto discierne, al final del camino, el propio atolladero. Cada uno se encuentra un día en un cruce de caminos, pero pocos son los Hércules. Por un lado la ruta conduce al mundo de la economía, con sus funciones y sus tareas, sus deberes y su utilidad. Por el otro, al mundo del juego, con su destello y su belleza, sus sustos y peligros. Es quizás el mundo de los arquetipos el que allí se muestra, ese universo intrincado a nuestras vidas y que las comanda sin que lo sepamos, como lo cree Karl Gustav Jung. Saber lejano y misterioso, al menos para nosotros, habitantes
del planeta Ciencia y Tecnología, convencidos sólo de lo que se deja verificar. De ahí que Jünger, en ese mismo texto, extienda esa escisión al mundo de la naturaleza, como Darwin lo reconoció. "Su universo podría dividirse claramente entre Marzo y Mercurio, Afrodita y Apolo, es decir, de un lado el poder y la ganancia, del otro, la belleza y el canto". En cuanto a lo que yo tengo que ver con todo eso, ah, vana historia. ¿Qué puede hacer un individuo ante semejantes fuerzas? Destino y libertad: esos son los términos, viejos como el mundo. De qué sirve rebelarse, ¿no es esa la significación de Edipo? Hoy creo que la sabiduría consiste en reconocer que hay problemas que no podremos nunca resolver; sólo podemos vivirlos, y punto. Eso no me impide continuar rebelándome, claro está, y como un cretino. He ahí, tal vez, la función oculta de todo individuo: patalear cual ahogado en el mar de la vida, avanzando hacia atrás y retrocediendo hacia adelante, ya que en realidad no existen puntos fijos: todo es igual desde el punto de vista de la lucha, pues es ésta la madre de todo, como ya lo vio Heráclito. Polemos pater pantón. Y lodo fluye, por fortuna. Panta rhei, panta rhei. Digo "rebelándome", además, porque todavía no logro aceptar la imagen que se muestra tras de todo eso, respecto del creador: la figura del sacrificio, oh, miseria. ¿Es verdad que el creador es un eterno Palinuro, dormido sobre el timonel que lo conduce a destino, luchando contra la tormenta, aunque somnoliento, y cayendo al mar, perdido, para rescatar la vida de Eneas, su comandante, y otros? ¿Es que el arte está ahí para servir de faro inútil? ¿Es que el sueño tranquilo e inconsciente de unos debe pagarse con las pesadillas y el insomnio de otros? ¿De qué le sirve a Palinuro, me pregunto, todos esos honores póstumos, toda esa fanfarria humana con la que éstos quieren rescatarse a su vez? ¿Todo ese sacrificio para darle nombre a un pedazo de geografía, el Cabo Palinuro? Y todo eso, para él, ¿por desgracia o por fortuna? ¿Qué término escoger? Si es que podemos... *** Si la historia de mi biblioteca se puede resumir en una buena cantidad de empaques y desempaques de libros entre cajas, la de mi vida está igualmente marcada por el desplazamiento incesante de país en país y ciudad en ciudad. No me voy a extenuar contándola hasta hoy, porque entre tanto, desde que terminé El docto y el imbécil, he cambiado dos veces de país y varias veces de ciudad. Además, porque "eso" podrá formar parte quizá de un libro por venir. Después de todo,
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dichos desplazamientos no son importantes sino por las emociones y enseñanzas que me han aportado. Y éstas provienen casi siempre de las mutaciones del amor. Manera de decir que en esos últimos viajes mi vida afectiva ha conocido las diversas colocaciones de la intensidad. En cuanto al amor por el vacío, creo que he aprendido a convivir con él, a integrarlo de alguna manera a la economía de mí propia vida, a soportarlo, en suma, haciéndolo más llevadero. En cierta forma creo que hoy le estoy sacando el provecho que todo en la vida puede damos. Porque continúo en el exilio, si bien esa es ya mi propia piel, pero en condiciones envidiables, como se dice. Casado de nuevo con una bella mujer que amo y que me corresponde, haciéndome feliz, y escribiendo esto con vista a los Alpes, al lago L'éman, al campo suizo y a setecientos metros de altura sobre mis antiguas penas. En cuanto a mi biblioteca, entre cajas todavía, pero por muy poco tiempo, estoy seguro. Y sobre mi mesa reposan los libros que he escrito, inéditos o no y, aquí mismo, sobre esta página de computador, este último testigo de mi incansable y recuperador quehacer. *** Ahora que llego al término de este recorrido por mi biblioteca se me vienen a la cabeza dos o tres ideas. La primera, que entre más joven, más me apegaba a mis libros. Pareciera que con la edad todos los pesos se agravan o se aligeran, según la terquedad. Conservar libros es un acto de testarudez, de obstinación, de porfía, con todo lo negativo y positivo de actos así. Por eso me alegra, sea como sea, que el haber aprendido a despegarme de mi biblioteca signifique a la vez una cierta disminución de mi obcecación. Quizá lo que ocurre con la edad es que los libros se interiorizan, se diseminan por el cuerpo, corren por la sangre y se pasean por la cabeza. Y por eso es esencial llegar a tener cada vez menos creencias fuertes, principios inamovibles; sólo apenas lo necesario, digamos, para moverse en este mundo, ya que sin creencias es imposible vivir. Importante para no tener una monstruosidad de cabeza en desmedro del cuerpo y de la buena sangre, límpida y ligera para que fluya mejor. Es curioso, pero creo que hoy mis amigos poseen muchos de mis mejores libros-ya sea porque los he vendido, o porque los he abandonado antes de viajar. Y tal vez lo digo con una pizca de nostalgia, pero en el fondo me alegro y, sobretodo, no me lamento. Me ha sucedido muchas veces I que he comprado varias veces el mismo libro; manera, pues, 8 de recuperarlo. También me ha ocurrido encontrar el mismo
volumen, pero aumentado por un nuevo prólogo o unas correcciones, y entonces me reconforto. Pienso: "ves, ahora lo puedo adquirir mejor que antes". Lo que, soy consciente, es otra forma de porfía, y nada buena, claro está. Lo raro con los libros es que nos llevan a amar su simple "estar-ahí". En cuántas ocasiones no sopesamos el libro por su valor en nuestro imaginario, antes que por su valor real, por decir así. En esos casos el libro está ya ordenado en nuestro espíritu, antes de guardarlo en la biblioteca: clasificado, sin duda, en una especie de catálogo virtual, inexistente, pero terriblemente eficaz y actuante. Por eso es muy difícil poder decir qué es necesario o superfluo en una biblioteca, pues depende siempre del espíritu del que la posee. Me imagino que es eso también lo que explica el valor duradero de lo que llamamos "clásicos", y cuya definición paradójica podría ser: libros que tienen más valor virtual que real, más peso en lo inexistente que en el mundo de todos los días, mundo de "aquí". Y por ello son inagotables, pues la fuente de donde proceden es irreal, y la verdad que expresan no es de este mundo, o no sólo del aquí y ahora, sino del "más allá". Pero el riesgo que corremos así es tener una biblioteca por el solo haber; como esos estantes de las mueblerías, adornados con libros falsos de pura decoración bellos, eternos y vacíos. Forma monstruosa, claro, de la porfía propia a los libros. Es así como tesaurizar tiene relación con lo anal y conservar en esas condiciones es igual a acumular lo inservible; otra forma de decir "mierda". De ahí que todo libro debiera proceder de una suerte de necesidad apremiante. Digo "debiera", sabiendo que el mundo de los libros, como el nuestro, es ancho y ajeno, por fortuna. Dejemos pues que todo exista, que todo sea posible, incluso la mierda. Existen también los libros ya leídos sin haber sido comprados, y que pertenecen a una especie de biblioteca interna. Son los libros necesarios, los libros alimento, ya digeridos. O casi, pues con frecuencia este tipo de volúmenes se rumian, más bien. Si pese a ello los queremos poseer externamente, digamos, los queremos ordenar en nuestra biblioteca física y palpable, es, o bien porque somos unos profesionales del libro, aferrados a nuestros hábitos y referencias frecuentes, o bien porque comenzamos a infringir la frontera que nos acerca a la acumulación inútil, es decir, porfiada. Es así como dejo planear en la incertidumbre, y según el gusto y uso del lector, esa acertada apreciación de Jorge Luis Borges: lo importante no es leer sino re leer.
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Es supremamente arriesgado decir dónde se arraiga la necesidad de un libro, de su posesión. Los libros designan la geografía no sólo de la cabeza, sino del alma en su conjunto, para emplear una noción passe partout. Dime qué libros tienes y te diré quién eres, ¿verdad? De ahí que con frecuencia lo más difícil no es tanto regalar un libro, como recibirlo. Es como si, proveniente del afuera, ese libro-regalo rompiera el paisaje cuidadosamente acomodado de nuestro interior. Un libro no deseado, un libro situado en el exterior de nuestro gusto puede incomodarnos hasta el punto de no saber qué hacer con él. Como es posible, también, que nos abra un nuevo horizonte, puerta entreabierta a un paisaje distinto, a la introducción de un nuevo gusto. Alguien ha dicho, ya no sé quién, y en una formulación platónica, que no se aprende sino lo que en verdad ya sabemos. Lo mismo podríamos aplicarlo a los libros, pues no poseemos sino aquellos que ya conocemos, en cierta forma. Nuestros libros nos corroboran, en ellos nos reconocemos, nos aseguramos, especies de tierra fija donde repasarnos en tranquilidad. Por eso es una señal de liberación el saber desprenderse de lo acumulado, mucho más para un intelectual, poco móviles como somos, en general. De ahí que los libros que quizá más nos enaltecen, son los que nos contradicen en nuestras creencias y tics. Considero señal de buena salud discernir lo que nos molesta, comprender su existencia. Y no digo aceptarlo, necesariamente. Digo entenderlo, saber que está ahí, que también forma parte de la vida. Siempre he desconfiado de quienes se niegan abrirse a lo que se dirige en sentido contrario a la dirección en que se encuentran; de los satisfechos, en suma, de los no curiosos por miedo a perder. Allí se anida la relación entre biblioteca privada y biblioteca pública, porque ésta siempre es por necesidad
cerrada sobre sí, como esas monadas autosuficientes a lo Leibniz. Mientras que la biblioteca pública es la representación en reducido de la apertura definitoria del mundo, de su complejidad. Veo al intelectual que se autoabastece exclusivamente con su propia biblioteca, como alguien con una cabeza cerrada, cuadrada y sin fisuras, al igual que me imagino cuadrada, cerrada y sin fisuras a su biblioteca: espejo complaciente de sí. Creo que el nomadismo en la vida es tan saludable como el nomadismo en los libros, pues nos abre a la diversidad, airea nuestros recovecos, revisa nuestros cimientos y pone a temblar las ¡deas demasiado fijas. Es así como entiendo esa divisa exigente de Kafka: cada libro debe ser como una bofetada en pleno rostro. La tarea de la lectura es la de sacudirnos, y la de la escritura: la de abrirnos al mundo. Pues nuestro "yo" es siempre una estabilidad y un encerramiento, por más inestable o abierto que lo supongamos a veces. Siempre nos estamos corroborando, incluso cuando pensamos contradecirnos. Cuerpo que responde a una cabeza; cabeza que no puede pasarse del cuerpo. No hay nada que hacerle: para decirse "no" hay que saltar por encima de sí. Esa es la inevitable oposición entre yo y el mundo, y entre yo y yo, eterna e insalvable, por lo demás. Pero justamente por eso es que debemos abrirnos a lo que nos niega, ya que la verdad no es verdad sino por el error que elimina, transitoriamente y vuelve y juega. Pues algo hay siempre por entender: que la existencia del mundo es la existencia de la cuadratura del círculo, es decir, siempre más ancho, grande y complejo que el espacio limitado de nuestra cabeza: transitoriamente y vuelve y juega. Así ha sido, así es y así será. Amééénnn.
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El genocidio y los crímenes de lesa humanidad ante la nueva Corte Penal Internacional* Hernando Valencia Villa** Los crímenes contra el derecho internacional son cometidos por hombres, no por entidades abstractas, y sólo mediante el castigo de los individuos que cometen tales crímenes pueden hacerse efectivas las normas del derecho internacional.
Sentencia del Tribunal de Nuremberg, 1o de octubre de 1946 El profesor Theodor Meron, de la Universidad de Nueva York, sin duda una de las primeras autoridades académicas del mundo en materia de derecho internacional humanitario, dice en su último libro que lo más importante del Estatuto de Roma, del 17 de julio de 1998, por el cual se crea la Corte Penal Internacional de carácter permanente, son los artículos 6,7 y 8, sobre los delitos de competencia del nuevo tribunal1. Dichas normas se ocupan del genocidio, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra, respectivamente, y están inspiradas en el artículo 6 del Acuerdo de Londres, del 8 de agosto de 1945, por el cual se estableció el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg para el juzgamiento de los jerarcas de la dictadura hitleriana, poco después de terminar la Segunda Guerra Mundial. Este último precepto, por su parte, ha sido calificado de "monumento importantísimo de la civilización jurídica moderna" por el maestro Antonio Cassese, quien presidía hasta hace poco el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, ''incluso si desmiente uno de los principios fundamentales de dicha civilización [...] según el cual nadie puede ser castigado por una acción que, en el momento de llevarse a cabo, no se consideraba como criminosa (nullum crimen sine lege)”2. Las
* Ponencia presentada en el Encuentro Iberoamericano sobre Justicia Penal Internacional, organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid y el Centro de Estudios de Derecho Internacional Humanitario de la Cruz Roja Española en la Casa de América, en Madrid, los días 22 y 23 de mayo de 2000. ** Ph.D. en Derecho de la Universidad de Yale, profesor visitante de Derecho Internacional Público en la Universidad Carlos III de Madrid. 1 Theodor Meron, War crimes law comes of age: Essays, Oxford, Oxford University Press, 1998, pág. 305. 2 Antonio Cassese, Los derechos humanos en el mundo contemporáneo, Barcelona, Editorial Ariel, 1993, pág. 97. A pesar de la polémica provocada por este quebrantamiento del principio de legalidad, la comunidad internacional de derechos humanos ha justificado ampliamente el proceso de Nuremberg por tres razones fundamentales: porque la punibilidad de las atrocidades imputables al régimen nazi estaba sustentada en el derecho natural y en el derecho consuetudinario; porque se trataba de evitar el mal mayor de la impunidad; y sobre todo porque la novedad radical de los crímenes del nazismo, y en especial el genocidio de los pueblos judío y gitano, exigía una respuesta judicial inédita.
autorizadas opiniones del profesor estadounidense y del juez italiano permiten poner en perspectiva el fondo de la cuestión: la invención de la responsabilidad penal internacional del individuo por el llamado "derecho de Nuremberg"3 es la base de la novísima jurisdicción penal internacional en trance de instauración, que constituye en sí misma una hazaña de la razón democrática y humanitaria al concluir un siglo infame, en el cual la barbarie del hombre contra el hombre ha causado 187 millones de muertos y desaparecidos4. Y el establecimiento de esta justicia de la humanidad no sería posible sin la plena consagración normativa de los delicia iurís gentium o crímenes graves contra el derecho internacional público, que la doctrina agrupa hoy en tres categorías principales: crímenes de lesa humanidad o contra la humanidad, incluido el genocidio; crímenes de guerra o infracciones graves al derecho internacional humanitario; y crímenes contra la paz. Esta última categoría, que corresponde al enunciado genérico de "agresión", fue introducida por vez primera en el artículo 227 del Tratado de Versalles de 1919 y en el artículo 6 del Acuerdo de Londres de 1945, y cae bajo la competencia de la nueva Corte porque aparece incluida en el artículo 5 del Estatuto de Roma junto al genocidio, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra, pero carece de desarrollo típico o tipificación propiamente dicha y su regulación se ha diferido sine die, a través del dispendioso procedimiento de enmienda y revisión del instrumento, por lo cual puede suponerse que en el futuro previsible no habrá procesos internacionales por esta clase de crimen. Ello resulta tanto más paradójico cuanto que muchos de los testigos y comentaristas del juicio de Nuremberg coinciden en señalar que los fiscales y jueces aliados demostraron más celo en perseguir y sancionar el delito de agresión que el delito de genocidio y las demás atrocidades cometidas por los verdugos de Hitler contra las víctimas de la deportación y de los campos de concentración, de trabajo forzado y de exterminio. Aun cuando el proceso de ratificación del Estatuto de Roma apenas empieza5 y todavía no ha concluido la labor de 3 Yves Ternon, El Estado criminal: los genocidios en el siglo XX, Barcelona, Editorial Península, 1995, pág. 32. 4 Gerry J. Simpson, "War crimes; A critical introduction", en Timothy L H. MacCormack & Gerry J. Simpson (eds.), The law of war crimes: National and international approaches, The Hague, Kluwer Law International, 1997, pág. 21. 5 Hasta mayo de 2000, el Estatuto de la Corte Penal Internacional ha sido suscrito por 96 estados y ratificado por 10 estados, a saber: Senegal, Trinidad y Tobago, San Marino, Italia, Fiji, Ghana, Noruega, Belice, Tayikistán e Islandia. El artículo 126 del instrumento exige la ratificación de sesenta estados para su entrada en vigor.
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la Comisión Preparatoria, encargada de preparar los Elementos de los Crímenes y las Reglas de Procedimiento y de Pruebas para la puesta en marcha del tribunal, parece conveniente glosar brevemente los artículos 6,7 y 8, que regulan la competencia ratione materiae de la Corte, para contribuir así al debate público sobre una de las grandes tareas de nuestro tiempo: la lucha democrática, por medio del derecho y de los derechos, contra la barbarie de los estados, contra-estados y para-estados que plagan la Tierra. Jurisdicción universal y jurisdicción internacional A resultas del fortalecimiento del derecho internacional de los derechos humanos y de los organismos intergubernamentales de protección (el sistema mundial o de las Naciones Unidas, el sistema de la Unión Europea y el sistema interamericano o de la OEA), de la consolidación de la comunidad de ONGs como nuevo actor internacional, y de la emergencia de un nuevo orden internacional aún confuso tras el fin de la Guerra Fría y el colapso del campo socialista, la soberanía punitiva de los Estados nacionales, hasta ahora in disputada a pesar de la injusticia y la impunidad rampantes, se enfrenta hoy al doble desafío de la jurisdicción universal y de la jurisdicción internacional. El principio de jurisdicción universal consiste en que cualquier Estado tiene autoridad judicial para perseguir, procesar y castigar a los individuos que resulten responsables de graves crímenes internacionales o contra el derecho internacional, incluso aquellos cometidos fuera de su jurisdicción territorial o sin relación alguna con la nacionalidad de los acusados o de las víctimas, puesto que tales delitos, por su atrocidad intrínseca, ofenden a la humanidad entera y desquician el orden público de la comunidad mundial. La más antigua formulación de este postulado se atribuye a Hugo Grocio, el jurista flamenco del siglo XVII, y se expresa en la fórmula latina aut dedere aut punire [o extraditar o castigar]. El fallido pero trascendental proceso de extradición del ex dictador chileno Augusto Pinochet, promovido por la justicia española ante la justicia británica, ha sido sin duda la mejor aplicación práctica del principio de jurisdicción universal en el campo de los derechos humanos durante la segunda mitad del siglo XX, desde el proceso del Estado de Israel contra Adolf Eichmann, el responsable logístico de "la Solución final de la cuestión judía", en 19616. Contra la opinión del Estado chileno y del 6 Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal, Barcelona, Editorial Lumen, 1999.
propio acusado, no se trataba de que la ley española prevaleciera sobre la ley chilena o sobre la ley británica, sino de que la justicia de un Estado, en este caso España, con la voluntad y los medios para ello, se hiciera cargo, en nombre de las víctimas de la dictadura pinochetista y de toda la humanidad, de promover una causa penal que la justicia del Estado nacional del antiguo tirano no podía o no quería asumir. Tras la deplorable y dudosa decisión del ministro británico del Interior, Jack Straw, de liberar al ex dictador por razones médicas, que no humanitarias, la batalla judicial se ha desplazado a Chile, donde la lucha contra la impunidad. intenta llegar a un compromiso con la transición a la democracia. Pero el precedente está sentado: por primera vez desde los procesos resultantes del Holocausto, un tribunal nacional ha intentado establecer la responsabilidad penal internacional de un ex dictador acusado de miles de crímenes de lesa humanidad contra sus propios nacionales y contra ciudadanos de otros países, con el fin de hacer justicia a las víctimas de tales atrocidades y a sus familias, y convertir en realidad las promesas del derecho internacional de los derechos humanos. La valerosa gestión del juez Baltasar Garzón y de la Sala Penal de la Audiencia Nacional de Madrid contra Pinochet, que ahora parece enderezarse contra tres ex dictadores guatemaltecos y cinco de sus principales colaboradores militares y policiales, puede ser vista también como el anuncio de la nueva jurisdicción penal internacional en proceso de formación, la cual viene a responder de manera aún más eficaz al viejo anhelo de castigar a los verdugos de la humanidad ante un tribunal de la propia humanidad. Como consecuencia directa de los llamados Principios de Nuremberg, adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante Resolución 95 (I) de 1946, y de los estatutos de los dos tribunales penales internacionales ad hoc para la antigua Yugoslavia y para Ruanda, creados por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas mediante resoluciones 827 de 1993 y 955 de 1994, la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de Roma aprobó en julio 17 de 1998 el Estatuto de la Corte Penal Internacional. Los artículos 1 y 25 de dicho Estatuto consagran la responsabilidad individual de toda persona acusada de la comisión de genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y agresión, y permiten su persecución y juzgamiento por la nueva jurisdicción internacional si, y sólo si, la respectiva jurisdicción nacional no quiere o no puede hacerlo. A diferencia, pues, de la jurisdicción nacional y de la jurisdicción universal, que son ejercidas por jueces y
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tribunales estatales, la nueva jurisdicción internacional en materia penal corresponde a una Corte mundial, que tiene carácter complementario frente a las instituciones judiciales nacionales, que actúa en nombre y representación de la humanidad entera, y que no se ocupa de la responsabilidad estatal (como sucede hoy con la Corte Internacional de Justicia de La Haya, la Corte Europea de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos) sino de la responsabilidad individual o personal, al mismo tiempo plena y universal. En tal virtud, puede decirse que la instauración de la justicia penal internacional viene a fortalecer de manera decisiva el derecho internacional de los derechos humanos, al igual que el derecho internacional humanitario, por cuanto se propone exigir responsabilidades y sancionar a las personas y no a las instituciones. De la articulación entre los dos sistemas, el de los organismos intergubernamentales de protección de los derechos humanos y el de los tribunales penales internacionales, surge por vez primera a escala planetaria la posibilidad de hacer justicia, en el sentido más radical de la expresión, a las víctimas de las violaciones graves o sistemáticas de las libertades fundamentales mediante las tres operaciones esenciales de toda justicia judicial o conmutativa digna de ese nombre: el establecimiento de la verdad de los hechos, la determinación de la responsabilidad del Estado o del individuo con la imposición de las sanciones correspondientes, y la reparación de los daños en favor de las víctimas y de sus familias. GENOCIDIO La competencia ratione materiae de la Corte Penal Internacional incluye, en primer lugar, el crimen de los crímenes: el genocidio. El vocablo mismo, acuñado por el jurista polaco Raphael Lemkin en el capítulo noveno de su libro Axis rule in occupied Europe [El dominio del Eje en la Europa ocupada], publicado en Washington en 1944 mientras su autor se desempeñaba como profesor de derecho internacional en la Universidad de Yale, traduce la agonía de la conciencia ante el horror que pretende describir y proscribir pues combina una raíz griega (genus, pueblo) y un verbo latino (caedere, cortar, matar). Lemkin había propuesto ya, en la Quinta Conferencia Internacional para la Unificación del Derecho Penal que se celebró en Madrid en 1934, la creación de los delitos internacionales de "barbarie" y "vandalismo". Pero la revelación del exterminio a escala industrial de los pueblos judío y gitano exigía una categoría inédita, que diera cuenta de la radical novedad y de la absoluta atrocidad del crimen monstruoso perpetrado por el régimen nazi en los
campos de la muerte del oriente de Europa durante los años centrales de la Segunda Guerra Mundial. A partir del neologismo de Lemkin y en el marco del derecho de Nuremberg, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 9 de diciembre de 1948 la Resolución 260 A (III) por medio de la cual se adoptó la Convención para la prevención y el castigo del delito de genocidio. El artículo 2 de este instrumento ha sido reproducido en forma textual en el artículo 6 del Estatuto de Roma de manera tal que la conducta típica que bajo el nombre de genocidio perseguirá y sancionará la Corte Penal Internacional cuando entre en funcionamiento no es otra que la destrucción o la tentativa de destrucción intencional, en todo o en parte, de un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Es bien sabido que los grupos políticos estaban incluidos en el proyecto original de la Convención y fueron excluidos a iniciativa de los países socialistas con el argumento de que no eran fácilmente identificabas y su consagración podía provocar intromisiones en los asuntos internos de los Estados7. En realidad, se temía que la sangrienta represión de la oposición interna que en aquel entonces tenía lugar en los regímenes del bloque soviético y en muchos estados de África, América Latina y Asia fuese tenida, con razón, como genocidio político. De igual manera, el genocidio contra culturas o por motivos culturales, también llamado "etnocidio", fue eliminado de la versión final de la Convención de 1948 por cuanto su sola inclusión hubiera implicado la condena del colonialismo supérstite. Cassese agrega que las dos grandes fallas de la Convención son la ineficacia de los mecanismos de garantía y la exigencia del ánimo doloso para la tipificación del delito8. Esto último significa que para que se configure el genocidio, tanto en la Convención de 1948 cuanto en el Estatuto de 1998, tiene que probarse la intención de destruir el grupo "como tal", aunque no haya más que una víctima9. Los expertos coinciden en que, además del caso paradigmático del Holocausto, corresponden a esta categoría criminal los episodios o procesos de exterminio de los armenios por los turcos entre 1915 y 1923, de los chinos por los japoneses y de los kurdos por los turcos en 1937-1938, de los hutus por los tutsis en Burundi en 1972, de los camboyanos por el régimen de Pol Pot entre 1975 y 1979, de los kurdos por los iraquíes en 1988, de los bosnios y musulmanes por los
7 M. Cherif Bassiouni, Derecho penal internacional, Madrid, Editorial Tecnos,1984, pág. 127. 8 A, Cassese, Los derechos humanos..., págs. 134-135. 9 M. C. Bassiouni, Derecho penal..., pág. 128.
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serbios y croatas en Yugoslavia entre 1991 y 1995, y de los tutsis por los hutus en Ruanda en 1994. Los tribunales penales internacionales para la antigua Yugoslavia y para Ruanda han pronunciado recientemente sendas condenas por genocidio contra varios dirigentes responsables de las masacres perpetradas en ambos países. En el ámbito latinoamericano, por fin, pueden citarse dos precedentes de muy diverso signo: la curiosa decisión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso 1802, de 27 de mayo de 1977, en la cual se acepta a regañadientes la excusa oficial del gobierno del Paraguay de que no tiene "una política de genocidio de los indígenas Acné" pero se encuentran "gravísimas violaciones" del derecho a la vida y otras garantías fundamentales consagradas en la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre de 1948 por parte de dicho gobierno y se recomienda tomar "enérgicas medidas" para proteger los derechos de los Aché y sancionar a los responsables de los desafueros10; y la trascendental conclusión del Informe Guatemala: Memoria del silencio, publicado en junio de 1999 por la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, sobre el carácter de genocidio de muchos de los crímenes cometidos por la fuerza pública contra comunidades indígenas mayas en el período 19801983, durante el conflicto armado interno que afectó a ese país centroamericano a lo largo de la segunda mitad del siglo XX11. Con todo, el aspecto más interesante del genocidio desde el punto de vista normativo es que se trata de un tipo penal que no protege, como a veces se cree, el bien jurídico de la vida. En palabras de la gran pensadora alemana Hannah Arendt, cuyas reflexiones sobre estas materias no han sido superadas todavía, el genocidio constituye el crimen de los crímenes porque pretende destruir la característica clave de la condición humana, que es la diversidad: "No es el Hombre sino los hombres quienes habitan este planeta: la pluralidad es la ley de la Tierra"12. Más aún, según Arendt el incumplimiento del principio de legalidad del delito y de la pena por parte del Tribunal de Nuremberg no sólo estaba justificado sino que era hasta cierto punto imperativo debido a la novedad absoluta del genocidio nazi como tentativa de destrucción de la diversidad de la humanidad13. 10 A. Cassese, Los derechos humanos..., Págs. 143. 11 Comisión para el Esclarecimiento Histórico, Guatemala: memorias del silencio, Guatemala UNOPS, 1999, tomo III, Págs. 314-423. 12 Citado por Paolo D'Arcais, Hannah Arendt, Existencia y libertad, Madrid, Editorial Tecnos, 1996, pág. 42. 13 Ibíd., pág. 406; y Celso Lafer, La reconstrucción de los derechos humanos: un diálogo con el pensamiento de Hannah Arendt, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, págs. 206 y 208.
Crímenes de lesa humanidad La segunda categoría de delitos que cae bajo la jurisdicción complementaria de la Corte Penal Internacional está recogida en el artículo 7 del Estatuto de Roma. Tal vez la primera vez que se empleó la expresión "crimen contra la humanidad" para aludir a una violación atroz de los derechos humanos fue a finales del siglo XIX en una denuncia internacional contra la devastación de la región africana del Congo por el ejército privado y los socios comerciales del entonces monarca de Bélgica. Se trata de un panfleto publicado en inglés en Holanda hacia 1890 e intitulado "Una carta abierta a Su Serena Majestad Leopoldo II, rey de los belgas y soberano del Estado independiente del Congo, por el Honorable Coronel George Washington Williams, de los Estados Unidos de América"14. El autor del opúsculo, un pastor protestante de origen africano, o afro-americano como sugiere la corrección política imperante, consiguió movilizar a la naciente opinión pública internacional en lo que fue quizá el primer debate mundial contra un Estado por violación sistemática de los derechos humanos, y desencadenar el proceso que dio al traste, al menos en parte, con el reino del horror que mantenía el rey de los belgas en la vasta cuenca del río Congo. Conviene recordar que la misma experiencia inspiró esa obra maestra de la narrativa contemporánea que es El corazón de las tinieblas (1902), de Joseph Conrad, que constituye el más alto testimonio literario escrito jamás sobre la barbarie del colonialismo. Posteriormente, se habla de crímenes contra la humanidad en el preámbulo del Convenio de La Haya de 1907, sobre leyes y costumbres de la guerra terrestre; en la declaración de 24 de mayo de 1915, en la cual Francia, Gran Bretaña y Rusia condenaron el genocidio de los armenios por el imperio otomano; en el informe de la Comisión sobre la Responsabilidad de los Autores de la Guerra, creada por el Tratado de Versalles en 1919; y en el Acuerdo de Londres, de 8 de agosto de 1945, que tipifica por vez primera la figura delictiva en un instrumento de derecho internacional público. El artículo 7 del Estatuto de la futura Corte es, a juicio de Meron, el más importante de los tres porque constituye la primera formulación comprensiva de los delitos de lesa humanidad en un tratado multilateral y porque desvincula dicha categoría delictiva tanto de los conflictos armados internacionales y no internacionales como de la
14 Adam Hochschild, King Leopold's ghost, New York, Houghton Mifflin, 1998, pág. 112.
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discriminación15. Ello significa, en otras palabras, como lo ha ratificado el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia en la sentencia de apelación del caso Tadic, de 14 de noviembre de 1995, que no se requiere probar la relación de los delitos en cuestión con situaciones de conflicto armado, ni la presencia de ánimo discriminatorio. Los crímenes contra la humanidad pueden ser, además, perpetrados por el Estado o por fuerzas irregulares con algún tipo de control territorial. Los delitos contra la humanidad incluidos en la competencia ratione materiae del tribunal son once, a saber: asesinato, exterminio, esclavitud, deportación o traslado forzoso de población, privación arbitraria de la libertad, tortura, violencia sexual, persecución, desaparición forzada, apartheid [discriminación racial institucionalizada] y actos inhumanos. A la enumeración clásica del artículo 6 (c) del Acuerdo de Londres, el Estatuto de Roma añade seis nuevas modalidades de crimen contra la humanidad: traslado forzoso de población, privación arbitraria de la libertad, tortura, violencia sexual, desaparición forzada y apartheid. En cualquier caso, como delitos de derecho consuetudinario y ahora convencional, que afectan a la población civil no combatiente, están sujetos también a jurisdicción universal, de conformidad con el artículo 3 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda. Se ha dicho que el genocidio constituye tan sólo una especie o una modalidad agravada del género de los crímenes de lesa humanidad16. Más allá de la discusión taxonómica, sin embargo, importa destacar que se trata de las dos categorías delictivas a las que presumiblemente dedicará sus mayores esfuerzos la Corte Penal Internacional, pues la categoría restante, la de los crímenes de guerra, suscita grandes reservas en algunos países como Estados Unidos, que se niega a aceptar siquiera la posibilidad teórica de que miembros de sus Fuerzas Armadas comparezcan ante un tribunal penal internacional. Peor aún, el propio Estatuto de Roma en su artículo 124 otorga a los Estados partes la facultad de separarse durante siete años de la competencia de la Corte en materia de crímenes de guerra cuando éstos sean denunciados por sus nacionales o en su territorio. Esta desafortunada disposición, que debilita enormemente la jurisdicción de la Corte pues la experiencia histórica enseña que las peores violaciones de los derechos humanos se presentan casi siempre en los conflictos armados, fue una
concesión graciosa frente a las presiones abiertas de la delegación francesa y encubiertas de la norteamericana durante la Conferencia de Roma y a la postre no cumplió ningún propósito porque la superpotencia se negó a suscribir el instrumento e intenta desde entonces socavar su legitimidad y cuestionar su conveniencia. Crímenes de guerra Los crímenes de guerra son tan antiguos como la guerra, que fue una de las primeras actividades sociales de la especie humana y será sin duda la última. Y aún si no se acepta que la guerra es un crimen, como pretende el pacifismo radical, hay que admitir que las peores manifestaciones de la barbarie casi siempre tienen lugar como consecuencia o so pretexto de los conflictos armados. Más aún, el concepto mismo de responsabilidad individual por la comisión de delitos contra el derecho internacional apareció en el contexto de las leyes y costumbres de la guerra, y los únicos tribunales internacionales convocados hasta ahora para juzgar crímenes internacionales, con la excepción parcial de la futura Corte permanente, se han dedicado de manera exclusiva a investigar y sancionar atrocidades perpetradas en desarrollo o con ocasión de hostilidades militares de algún tipo17. De ahí que el artículo 8 del Estatuto de Roma tenga un linaje mucho más ¡lustre, en términos de antigüedad, que los otros dos dispositivos glosados hasta ahora. Uno de los padres de la nueva institución, el profesor. Bassiou recuerda que el primer proceso penal de que se tiene noticia por la iniciación de una guerra injusta tuvo lugar en Nápoles, en 1268, contra Conradin von Hohenstafen; y el primer juicio internacional documentado por crímenes de guerra fue el incoado por un tribunal de veintiocho jueces del Sacro Imperio Romano-Germánico contra Peter von Hagenbach en Breisach, Austria, en 1474, por atrocidades cometidas contra la población civil en su intento de someterla al dominio de Carlos de Borgoña18. Definidos en principio como las violaciones de las leyes y costumbres de la guerra o, según otra formulación, como las infracciones graves al derecho internacional humanitario, los crímenes de guerra de competencia de la Corte aparecen codificados en el artículo 8 del Estatuto de Roma en cuatro
17 Timothy L H. MacCormack, "From Sun Tzu to the Sixth Committee: The evolution of an international criminal law regime", 15 T. Meron, War crimes law..., pág. 306. 16 Y. Ternon, El Estado criminal..., pág. 44.
en MacCormack & Simpson, The law of war crimes..., pág. 32. 18 M. C. Bassiouni, Derecho penal..., Págs. 60 y 61.
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grupos: infracciones graves de los Convenios de Ginebra de 1949 (ocho delitos); otras violaciones de las leyes y costumbres de la guerra internacional (veintiséis delitos); violaciones del artículo 3 común de los Convenios de Ginebra de 1949 (cuatro delitos); y violaciones de las leyes y costumbres de la guerra no internacional (doce delitos). Como salta a la vista, la tipificación es muy ambiciosa, casi exhaustiva, pues incluye cincuenta conductas típicas que cubren buena parte de las manifestaciones de barbarie y ferocidad que suelen presentarse en los enfrenamientos bélicos, y en algunos temas, como el de las atrocidades sexuales, va más lejos que los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos Adicionales de 1977. Pero hay algunas omisiones: en los conflictos internacionales, no se contemplan como crímenes de guerra los retrasos injustificados en la repatriación de prisioneros de guerra y de civiles, ni los ataques indiscriminados contra la población civil y los bienes civiles; en los conflictos no internacionales, no se incluye la prohibición de producir hambre a la población civil, ni la destrucción de recursos naturales en forma generalizada y grave, con daños ambientales de largo plazo; y entre las armas proscritas no se mencionan las armas nucleares, las armas biológicas, las armas que causan ceguera y las minas antipersonales. De conformidad con la más avanzada jurisprudencia humanitaria, el artículo 8 in fine del Estatuto dispone que sus reglas sobre infracciones del jus in bello no limitan el derecho del Estado a mantener o restablecer el orden público interno y a defender la unidad e integridad del territorio por medios legítimos, y no se aplican a las situaciones de disturbios y tensiones interiores pero sí a los conflictos armados internos de carácter crónico e incluso a los enfrentamientos entre fuerzas irregulares19. Conviene añadir que los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, que forman parte del derecho aplicable por la Corte permanente según el artículo 21 del Estatuto, establecen en sus respectivos artículos 51,
52,131 y 148 que amnistiar crímenes de guerra constituye un delito internacional20. Éstos y otros desarrollos normativos recientes, derivados de las decisiones de los tribunales penales ad hoc para la antigua Yugoslavia y para Ruanda e incluso de las negociaciones en curso entre Naciones Unidas y Camboya para el eventual juzgamiento de los líderes sobrevivientes de la dictadura de Pol Pot21, permiten concluir que la futura Corte contará con herramientas jurídicas suficientes para administrar pronta y cumplida justicia en materia de crímenes de guerra. Para ser algo más que un tigre de papel, la Corte Penal Internacional requiere por fuerza el respaldo político, la colaboración técnica y el apoyo económico de los estados miembros de las Naciones Unidas, amén de la participación activa de la ciudadanía universal. Pero su sola creación como institución jurídica, como criatura de tratado, constituye un avance de gran significación para la puesta en marcha de una jurisdicción penal internacional y para el desarrollo de una cultura de la democracia y de los derechos humanos en el ámbito global. Como ha dicho el maestro Luigi Ferrajoli en su libro Derechos y garantías: la ley del más débil, los derechos no caen del cielo y un sistema de garantías no se construye en diez o veinte años22. Los derechos surgen de las luchas políticas y sociales, y un sistema de garantías tarda generaciones en construirse y ponerse al servicio de la gente de sudor y de pena, que sufre y muere. La nueva Corte permanente es el resultado de más de cincuenta años de esfuerzos y trabajos de muchas personas y organizaciones comprometidas con el fin de la impunidad y con el castigo de los verdugos de sus pueblos, y entraña la promesa de la justicia, la justicia judicial, la única que los hombres tienen derecho a impartir, para los humillados y ofendidos que no han encontrado la protección de la ley bajo su bandera y la buscan ahora a la sombra de la humanidad, nuestra auténtica ciudadanía.
20 Hernán Montealegre, La seguridad del Estado y los derechos humanos, Santiago, Academia de Humanismo Cristiano, 1979, pág. 349. 21 Brian D. Tittemore, "Khmer Rouge crimes: The elusive search for justice", en Human Rights Brief, Vol. 7, No. 1, Washington, D. C, American University, Fall 1999, Págs. 3-5 y 23. 19 T. Meron, Warcrimes law..., pág. 309.
22 L Ferrajoli, Derechos y garantías: La ley del más débil, Madrid, Editorial Trotta, 1999, pág. 157.
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Espejismos, ambigüedades y desmemorias: las incapacidades del Estado para imaginar una nación' Santiago Villaveces-lzqulerdo* "As we move from signification to it's cause, signification is conceived of as the effect-of-sense: it is the imaginary experience-of-meaning whose inherent constituent is the mis recognition of its determining cause, the formal mechanism of the signifying structure itself"
Slavoj Zizek La creciente intensificación de la guerra interna en Colombia durante los últimos diez años ha sido un factor decisivo en el desarraigo de grandes segmentos de la población rural del país. Para 1998 se estimaba que 1.5 de los 40 millones de colombianos eran desplazados internos. A pesar de la magnitud y persistencia de esta situación, la falta de un reconocimiento oficial sostenido y comprometido que dé cuenta de la profundidad de la crisis ha imposibilitado tanto el planteamiento de políticas viables y realistas, como de una ayuda consistente y coherente del gobierno para con los desplazados. La debilidad de la respuesta gubernamental, tal como lo sugieren agencias nacionales e internacionales, radica en la "invisibilidad oficial" de la crisis. En este artículo pretendo aportar más argumentos para ese debate. La ausencia de variables cuantitativas que reflejen las dinámicas y el impacto de este dramático flujo demográfico ha producido un laberinto estadístico que aleja a la crisis de las esferas de debate político y de toma de decisiones. A lo largo de este ensayo sugiero que esta "invisibilidad oficial" no sólo subestima la magnitud del desplazamiento interno en Colombia, sino también fragiliza aún más la ya marginal labor de los defensores de derechos humanos, y qué decir del agenciamiento de los propios desplazados. En este artículo exploro el lado 'performativo' de las narrativas del Estado enfatizando en el doble y ambiguo movimiento que nace de la proyección de imágenes tolerantes e incluyentes de la alteridad, simultáneamente
* Versión original publicada en inglés. "Internal Diaspora and State Imagination: Colombia's failure to envision a nation". Publicado en Dharmalingam, Sholkamy, Szreter(Eds.). The Qualitative Dimension of Qualitative Demography, Londres, Oxford University Press (en imprenta). Este artículo fue originalmente presentado en el seminario "Social Categories in Population Studies", organizado por la International Union for the Scientific Study of Population y el New Arab Demography Project, American University, Cairo, 1999. Agradezco a Carolina Isaza la traducción de este texto al español. ** Economista, Ph .D. en Antropología de Rice University, profesor
acompañado por estrategias paralelas que diluyen o eliminan el agenciamiento político de esa misma alteridad1. El desplazamiento interno en Colombia es "autenticado" por el Estado como mercancía con un valor de cambio político, mientras que simultáneamente se mantiene "oficialmente invisible" para los propios sistemas de clasificación del Estado. Al relacionar el uso de variables demográficas con la construcción narrativa que se hace desde el Estado sobre qué es nación, pretendo mostrar cómo la gramática de las estadísticas oficiales es utilizada para mantener tanto una visión de un Estado capaz de controlar la violencia generalizada, como la imagen de una nación menos fragmentada y caótica de lo que realmente es. Ante todo, la construcción, uso e interpretación de las variables estadísticas constituye un espacio simbólico de permanente tensión y negociación entre el Estado y los diversos actores sociales, hegemónicos y subalternos, que habitan la nación y sus periferias. A lo largo de este ensayo intento llamar la atención sobre la urgente necesidad de que las estrategias y categorías de censo sean más sensibles a las dinámicas sociales, así como a temas altamente politizados que son en sí mismos lugares de constante tensión y negociación entre los sectores marginales y hegemónicos de la sociedad. Después de todo, las variables demográficas parten y alimentan estructuras de poder y saber que constituyen campos de competencia política y en ciertos casos, intentos desesperados de supervivencia humana.
Contornos de una tragedia silenciada "En 1988 por cada colombiano asesinado en una masacre 75 eran desplazados, en su mayoría mujeres, niños y adolescentes". Codhes
En los últimos diez años Colombia ha sido conocida en el ámbito internacional como el país más violento del 1 Con ello busco desplazar la atención del proceso de significado, entendido como construcción de sentido, hacia aquello que causa significado, es decir, el efecto de sentido o en términos psicoanalíticos la causa significante: ¿qué es aquello que moviliza las características performativas de las narrativas que el Estado construye y moviliza? Aquí entiendo los censos así como otros instrumentos de clasificación oficial (estadísticas, mapas, leyes, museos y monumentos) como herramientas narrativas con las que el Estado construye relatos sobre la nación y sus periferias, sobre la violencia y sus consecuencias. (Para una discusión sobre la causa significante véase S. ZizeK For they know not what they do. Enjoyment as a political factor, Londres, Verso, 1991; O Mais Sublime dos Histéricos, Rio de Janeiro, Jorge Zahar Eds., 1991. Sobre los sistemas de clasificación del Estado véase S. Lazarus, Anthropologie du Nom, París, Editions du Seuil, 1996).
visitante del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas/Programa de Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad do Estado do Río de Janeiro, Brasil.
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hemisferio occidental. El procesamiento y distribución de drogas ilícitas en alquimia con pobreza y un legado de aguda e irresuelta violencia política, han generado progresivas e incrementalmente virulentas ondas de terror. La violencia política ha sido un problema fundacional a lo largo de la historia colombiana que se hizo endémicamente visible y descentrado a partir de la época de La Violencia (1945-1965). En los albores del siglo XXI los intentos de consolidar un Estado-nación basado en principios democráticos de integración nacional, han sido sistemáticamente truncados por las mismas prácticas autoritarias que han esculpido los paisajes sociales, culturales y políticos del país durante los últimos cincuenta años. Hoy la situación no podría ser más compleja: un país fragmentado territorialmente en busca de sí mismo, desmembrado por una guerra visceral y sin un proyecto nacional cohesivo. Masacres, secuestros, bombardeos, torturas y desapariciones, perpetradas igualmente por todos los actores en conflicto, han dejado al país en un estupor colectivo. La danza macabra del miedo, el silencio y la indiferencia ha cobrado un alto precio en las vidas de la población rural y urbana. Especialistas en salud pública señalan que los niveles más altos de mortandad en Colombia provienen hoy en día de la violencia2. La profunda fragmentación del país, así como la problemática y debilitada presencia del Estado en la mayoría del territorio nacional, han dado paso a una geografía política, opaca y en ocasiones demasiado oscura para ser comprendida por completo, que nutre una violencia cada vez más intensa y descentrada. Hoy por hoy en un sinnúmero de comunidades tanto urbanas como rurales, la población civil se siente aterrorizada ante la presencia de cuadrillas armadas a quienes no puede identificar de forma alguna. A lo largo y ancho de Colombia estos espacios se han convertido en zonas liminares3, que cambian constantemente con las ya rápidamente mutantes topografías políticas locales y regionales. Zonas liminares en donde sus habitantes han aprendido a vivir bajo el terrible peso de una incertidumbre existencial, sin saber claramente a qué orden adscribirse, a
2 Organización Panamericana de la Salud, Health in the Americas, Vol. 2, Washington, 1998; Villaveces, A. ef al., "Effect of a Ban on Carrying Firearms on Homicide Rates in 2 Colombian Cities", en JAMA, Vol. 283, No. 9,2000, págs. 1205-1209. 3 Entiendo por zonas liminares espacios donde las condiciones
qué orden pertenecen, si acaso todavía a alguno. Estos desplazados se han convertido en extraños en su propia tierra: siempre desconfiando de los demás, con sus lazos comunales y sociales resquebrajados y rodeados por el insondable miedo. Cuando esa precaria estabilidad se hace insostenible, cuando las ya anunciadas muertes, persecuciones, desapariciones y masacres invaden por fin la vida cotidiana, se inicia un éxodo más, como si acaso ya no se hubiesen iniciado desde tiempos inmemoriales. Dentro de estas zonas liminares las poblaciones más vulnerables son sin duda las comunidades rurales de campesinos y jornaleros. Castigados a la vez con las miserias de la pobreza y la brutalidad de múltiples violencias, estas comunidades, atrapadas en guerras desde hace años ajenas a sus propias luchas, sólo tienen la opción de continuar en su desgarrado y silencioso peregrinaje. Hoy se estima que en el período 1985-1998,1.5 millones de personas (cerca del 4% de la población del país) han sido desplazadas por la violencia. En 1996 el Comité Consultivo para los Derechos Humanos de los Desplazados (Codhes) estimaba que 86% de los desplazados vivían en los cinturones de miseria urbanos, que 53% eran mujeres, 55% menores de edad, 32% desempleados. Defensores de derechos humanos creen que la mayoría de los desplazados son viudas y huérfanos que tras perderlo todo tienen que aferrarse a cualquier oportunidad para sobrevivir. Desposeídos de su tierra y de sus mundos de vida, estos parias llenan los caminos de una silenciada geografía que los lleva errantes de un lugar a otro, como en una peregrinación trágica interrumpida sólo por una brutal absorción a los submundos de la miseria urbana4. La sobrecogedora carga emocional y psicológica que deben soportar y administrar los desplazados, especialmente los niños, viudas y ancianos, los sitúa en una posición especialmente vulnerable: además de lidiar con el peso de vidas rotas y truncadas, de memorias traumáticas e indecibles, los desplazados pierden el sentido de pertenencia, de identidad colectiva e individual. Esta fragmentación profunda del ser, junto con la pérdida de todas las referencias sociales y comunales, conlleva una sensación paralizante de desarraigo, en ocasiones demasiado fuerte para permitir la reconstrucción de mundos de vida plenamente significativos. Habiendo perdido todos sus derechos como individuos y
sociales y existenciales, tanto de individuos como de grupos, son puestas en paréntesis, desancladas y dejadas en una especie de ambigua suspensión a partir de donde el orden social es subvertido por poderes paralelos todavía en formación, indeterminados, paradójicos y poco evidentes.
4 Según Codhes en 1996 Bogotá albergaba el 27.3% del total de desplazados, seguida por Medellín con el 19.66%.
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como ciudadanos, los desplazados quedan condenados al estigma de ser fuente de desorden social y de barbarie. Tras alcanzar una parada en su tortuoso viaje estos parias son condenados a habitar una geografía oculta de miedo en la que la supervivencia diaria parecería estar sólo posponiendo una otra muerte en silencio y abandono. Un círculo vicioso sin duda, que constantemente re-inscribe tanto la existencia fantasmal de estas poblaciones, como la desmemoria pública sobre sus destinos. Desde mediados de los noventa la intensificación del conflicto ha llevado a desplazamientos a gran escala. Miles de colombianos han huido hacia Ecuador, Panamá y Venezuela en donde los respectivos gobiernos han insistido en tratarlos como simples inmigrantes indocumentados, negándoles protección y asistencia, sin mencionar cualquier consideración como refugiados o exiliados políticos; condición que por cierto requiere de un otro peregrinaje por las burocracias de las organizaciones de asistencia humanitaria. No se sabe mucho sobre la suerte y el número de refugiados colombianos en los países vecinos excepto cuando ocurren migraciones masivas repentinas. Para la mayoría de la población colombiana, ya bastante golpeada con la guerra interminable y la profunda recesión económica de los últimos años, el problema de la migración forzada entra tangencialmente en su mundo, si es que acaso lo hace. Es particularmente diciente el que hasta ahora se sepa tan poco acerca de los procesos de recomposición social, cultural y comunitaria de las poblaciones desplazadas. Sólo recientemente ha habido un esfuerzo para llamar la atención general sobre la situación de los desplazados. En 1995 un informe patrocinado por la Conferencia Episcopal Colombiana reveló que uno de cada 40 colombianos era forzado a migrar debido a la violencia política. El informe subrayaba que en el período de 1985 a 1995,586.261 personas se habían visto obligadas a abandonar su hogar5. Desde los tiempos de La Violencia varios sacerdotes católicos se han pronunciado como testigos de excepción, y en ocasiones se han atrevido a denunciar todo tipo de violaciones a la dignidad humana. La Conferencia Episcopal Colombiana, apoyándose en la red de parroquias extendida a lo largo del país, construyó estadísticas preliminares en las ya reconocidas zonas de guerra. El informe de 1995 se convirtió en un hito al ser el primer esfuerzo serio y sistemático para
entender, a escala nacional, la magnitud del desplazamiento forzado. Adicionalmente el informe reflejaba el interés creciente de organizaciones religiosas y civiles en la crisis, aportando datos que expandían los análisis de la unidad de investigación en derechos humanos del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), complementando las estadísticas preliminares del Codhes y ofreciendo nuevas informaciones a la Comisión Andina de Juristas. Actualmente estas tres organizaciones independientes, junto con el recién creado Grupo de Apoyo a los Desplazados ofrecen, bajo su propio riesgo, un panorama más comprensivo del problema. Desde la adopción en 1960 de la Doctrina estadounidense de Seguridad Nacional en América Latina, el activismo social ha sido invariablemente relacionado con subversión. Todavía hoy en Colombia las actividades de las organizaciones no gubernamentales sufren ese arraigado y naturalizado estigma: con una pasión visceral e irracional los organismos de seguridad del Estado todavía ven a las organizaciones de defensa de los derechos humanos como fachadas de las guerrillas de izquierda. A pesar de ese ambiente hostil, las organizaciones no gubernamentales han aprendido a administrar sus riesgos, en particular a través de la propia visibilidad que han logrado en circuitos internacionales y más recientemente entre simpatizantes miembros de foros políticos extranjeros (Congreso de Estados Unidos, Parlamento Europeo). Los esfuerzos de las organizaciones no gubernamentales en crear redes de apoyo internacionales no sólo le han dado voz a la crisis en el seno de importantes grupos de presión extranjeros, sino también ha conseguido acceso a una serie de fondos que aseguran la continuidad de los esfuerzos estadísticos diseñados para dar razón de las dinámicas del desplazamiento forzado6. En efecto, la escalada de la crisis fue seguida por una intensificación de las presiones diplomáticas internacionales que resultaron en la apertura, en 1997, de una oficina en Bogotá del Alto Comisionado para Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Desde entonces las Naciones Unidas y la Comunidad Económica Europea, junto con importantes agencias internacionales han intensificado sus esfuerzos en la
6 En 1998 Codhes recibió fondos internacionales para la elaboración de informes sobre el desplazamiento forzado y los derechos humanos en Colombia provenientes de UNICEF, de
5 Conferencia Episcopal Colombiana, Los desplazados por la violencia en Colombia, Bogotá, Editorial Kimpres, 1995.
ECHO (Departamento de Ayuda Humanitaria de la Comunidad Económica Europea), de Christian Aid y del Fondo Noruego de Derechos Humanos. Pax Christi, los gobiernos belgas y suizo, las fundaciones Ford y Rockefeller han ayudado a otras organizaciones no gubernamentales involucradas con derechos humanos.
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asignación de recursos humanos y financieros, en procura de una atención más comprensiva e integral para con las poblaciones desplazadas. Infortunadamente la atención internacional no ha servido para contener los acosos, amenazas, detenciones y en algunos casos asesinatos de activistas de derechos humanos, de académicos que se atreven a hablar contra las atrocidades, de funcionarios locales, regionales e incluso nacionales comprometidos con labores humanitarias. Hoy los desplazados en Colombia somos casi todos. Este cuadro es bastante irónico cuando se considera el extenso aparato que el Estado ha montado alrededor del tema de los derechos humanos. Existen varias agencias independientes, no sujetas a la interferencia de la rama Ejecutiva, que incluyen al defensor del Pueblo y su cuerpo de defensores públicos, los despachos del fiscal general de la Nación y del procurador general de la Nación y sus unidades de derechos humanos. Adicionalmente, la rama Ejecutiva dispone de la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos y unas oficinas de derechos humanos en el Ministerio de Defensa y del Interior. No obstante, ante la magnitud de esta crisis las respuestas del Estado han sido por mucho tímidas y parciales. La crítica principal a la reacción paquidérmica del Estado ha sido su cortoplacismo, su falta de compromiso y el maltrato para con las poblaciones desplazadas. Durante los últimos tres gobiernos la respuesta estatal al desplazamiento ha sido prácticamente inexistente. Relegadas como un problema de las autoridades locales o regionales, las poblaciones desplazadas fueron abandonadas a su propia suerte. En 1997 se despertaron nuevas esperanzas con la aprobación por parte del Consejo Nacional para la Política Económica y Social (Conpes) de un Sistema para la Atención Integral de los Desplazados por la Violencia, y con la creación de la Oficina del consejero presidencial para la Atención Integral a los Desplazados. Se esperaba que siguieran directrices oficiales para una articulación de políticas a nivel local, regional y nacional, así como lineamientos de acción para asistencia humanitaria, ayuda socioeconómica y programas de contingencia. Por el contrario la respuesta del gobierno a la crisis permaneció inamovible. La asistencia ofrecida por el gobierno se mantuvo en una ridícula ayuda humanitaria de 90 días tras la cual los desplazados eran o bien dejados a su suerte o estimulados a volver a sus tierras de origen, sin las garantías necesarias de seguridad. En Marzo de 1998 la oficina en Bogotá del alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos criticó
fuertemente a la administración Samper (1994-1998) por su irresponsable manejo de la crisis. Con la elección de Andrés Pastrana (1998-2002) se quisieron implementar directrices políticas que garantizaran un retorno digno de los desplazados a sus lugares de origen. Hasta la fecha la administración Pastrana ha sido acusada por las organizaciones no gubernamentales y por los mismos desplazados de construir un marco político demasiado general y abstracto que carece de la claridad suficiente para implementar en la práctica acciones estatales efectivas para con los desplazados. Tras estos niveles de abstracción y ambigüedad oficial hay un verdadero laberinto estadístico que esconde la magnitud real de la crisis tanto de esferas de toma de decisión como de debates públicos abiertos, comprometidos e informados. Según lo reportado por una organización no gubernamental, el principal problema para los funcionarios del gobierno durante este año ha sido la falta de una base de datos comprensiva y funcional para cuantificar e identificar las poblaciones desplazadas7. La administración parece haber entendido finalmente que sin tales herramientas estadísticas la implementación de programas para la distribución de tierras, rehabilitación física y psicológica, y asistencia socioeconómica es prácticamente inviable. Más aún, este vacío estadístico mantienen ocultas del debate público las hondas ramificaciones que la crisis tiene sobre otros frentes: la contrarreforma agraria, impulsada por dineros de la droga y por la confrontación entre guerrilla y paramilitares, se ha profundizado por la falta de información sobre tierras abandonadas por los desplazados; el impacto real de la guerra y el desplazamiento en economías rurales es todavía desconocido, así como sus efectos a largo plazo sobre la oferta agrícola; las conexiones entre la marginalización oficial y la estigmatización de los desplazados y su extrema pobreza con el incremento de la violencia urbana están aún sin explorar. En este momento la base de datos más comprehensiva es la de Codhes, aunque todavía parcial e incompleta, pero su uso para la implementación de políticas públicas integrales es limitado ya que ésta no fue diseñada para llenar el vacío dejado por lo que son responsabilidades propias del Estado8. El reto actual es construir instrumentos
7 Grupo de apoyo a organizaciones de desplazados, "La superación de la crisis de derechos humanos y la política frente al desplazamiento interno no deben supeditarse al proceso de negociación política", en Éxodo, No. 11, Bogotá, 1999. 8 Codhes utiliza principalmente información recogida durante 1996-1997 a partir de encuestas en 1.020 hogares de desplazados por la violencia. La
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estadísticos "oficiales" que le den al gobierno un mapa completo de la crisis y con ello, un terreno concreto para la negociación política. Pero ¿por qué el Estado ha sido tan lento en reconocer la importancia de visualizar la crisis en su verdadera magnitud? ¿Cuál es el compromiso cultural de las instituciones del gobierno y de las esferas de toma de decisiones con los desplazados?
Censo y la imaginación del Estado "Like other aesthetic forms, the nation-state too promises to bring forth order out of disorder, mold form from that Valentine Daniel Como ya fue señalado por Benedict Anderson, desde la época de las colonias europeas en África, Asia y las Américas, las prácticas de trazar mapas de los territorios y de sus gentes fueron constitutivos de los procesos tanto de formación de Estado como de construcción de nación. Junto con los museos, las leyes, los monumentos y los mapas, el censo ha sido una herramienta fundamental para ordenar flujos, de otra manera invisibles, de fuerzas económicas y sociales que moldean constantemente lo que consideramos como nación. Como tal, el censo puede entenderse como una construcción simbólica, como una forma de conceptualizar un territorio mediante la creación de un paisaje ontológico (la nación) moldeado a través de relaciones numéricas y conceptuales. La topografía demográfica que resulta de este ejercicio ofrece no sólo una lente particular por la cual se lee la realidad, sino sobretodo un mapa que refleja el desenvolvimiento estructural y funcional de las instituciones estatales. Para el Estado "el censo llena políticamente la topografía formal del mapa"9. El censo es pues un instrumento a través del cual el Estado visualiza y actúa sobre la nación. Desde perspectivas antropológicas y sociológicas una nación puede entenderse como un complejo sistema de significación cultural. La nación, entendida como mapa de sentido, enlaza instituciones y actores sociales produciendo un mosaico, modelado en el tiempo y el espacio, que se presenta como una sola totalidad. Este sentido de continuidad en la historia, de desenvolvimiento temporal del
recolección de datos se llevó a cabo con la ayuda de trabajadores sociales locales, funcionarios de organizaciones no gubernamentales, peritos y autoridades locales. 9 Anderson, B. Imagined Communities, Londres, Verso, 1993, pág. 174. Hay versión en español.
progreso nacional, se construye a través de narrativas que parten principal, aunque no exclusivamente, del Estado, Como H. Bhabha señala, el Estado al construir narrativas de nación construye sujetos y objetos que habitan esas narrativas. Desde la perspectiva del Estado, estos sujetos y objetos se convierten entonces en los legítimos receptáculos y verdaderos agentes constituyentes de la nación; es decir, en las piezas que encajan en ese rompecabezas que ordena y da forma a lo que de otra manera parecería ser amorfo y caótico. Con esto Bhabha incita a pensar sobre las "complejas estrategias de identificación cultural y alocución discursiva que funcionan en nombre de la gente' o la nación' y que hacen sujetos y objetos inmanentes de un espectro de narrativas sociales y literarias"10. Y ¿qué es el censo sino otro artefacto con el cual el Estado identifica y apela a la nación y sus gentes? Esta pregunta retórica no tiene, por supuesto, una única respuesta. Parece mucho más productivo pensar el censo como una válvula reguladora, como una construcción política de doble filo, que funciona simultáneamente como ventana y como puerta. Como ventana, el censo enmarca para el Estado una visión particular de la nación, es decir, se constituye tanto como ojo del Estado así como espejo de sus propios valores políticos y culturales. A través del uso del censo el Estado determina qué es lo que ve, cómo es que ve y sobre todo lo que elige no ver. Y es justamente en la entremezcla de esta trilogía donde se diseñan políticas, se asignan recursos, se perciben problemas y se piensan soluciones. Pero como sugerí antes, ésta es sólo una respuesta parcial. Para los demás actores sociales, las variables del censo actúan como una puerta, como un umbral que asegura visibilidad y por ende apalancamiento político, como un lugar de lucha y negociación. En tiempos en que el acceso pleno a la ciudadanía y sus derechos correspondientes no puede darse por sentado, los nodos de encuentro entre el Estado y los otros actores sociales se convierten en espacios ventajosos para la contienda política. El censo como puerta es uno de esos nodos. Como tal, el censo también puede ser pensado como un punto de entrada al campo visual del Estado, esto es, como un artefacto que localiza, fija y asegura la existencia de ciertos actores sociales como agentes políticos legítimos. El censo como puerta "auténtica" y "válida" el agenciamiento del sujeto al proveerlo de una representación reconocible e
10 Bhabha, H. "Dissemination: Time, narrative, and the margins of the modern nation", en Nation and Narration, Londres, Routledge, 1990, pág. 292.
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inteligible para el Estado, representación que fundamenta y posibilita justamente la negociación política. En este caso el sujeto es percibido por el Estado en su "totalidad", es decir, como participante activo en el desenvolvimiento de las narrativas de progreso nacional, como receptor de derechos, como ciudadano pleno con agenciamiento político. Pero éste es sólo uno de tres posibles escenarios. Los otros dos restantes se configuran a partir del inestable terreno de la lucha política. Al develar la construcción del censo a través del despliegue de los relatos de nación es fácilmente perceptible cómo históricamente la inclusión de variables corresponde a la mal llamada "madurez" de los actores políticos emergentes. Tales son los casos que preceden la conquista de un agenciamiento político. Las historias poscoloniales están llenas de tales ejemplos: comunidades indígenas y negras, mujeres, minorías religiosas, todos por largo tiempo ignorados por las autoridades coloniales, re-emergen como actores políticos, como sujetos que ahora forman "auténticamente" parte de la topografía política de la nación. El tercer escenario es el de los desplazados internos, el caso de los "miserables de la tierra" como F. Fanón llamó a las periferias de nuestras naciones. Para estos condenados todas las puertas están cerradas: su marginalización física y social es realzada y reafirmada por órdenes simbólicas y culturales excluyentes. Despojados de sus derechos, su ciudadanía, su agencia, estos excluidos se tornan en cargas invisibles que nunca se ajustan del todo a los parámetros de nuestra propia "comunidad imaginada". Si mucho, los miserables de la tierra llegan a ser tímidamente reconocidos por el Estado, no sin dosis de vergüenza, como manchas inevitables en el mosaico de la nación. Y como manchas estos parias son literalmente arrojados a las márgenes de los relatos míticos de la construcción de nación, de las narrativas contemporáneas que dan cuenta del desarrollo de un proyecto de nación y de los paisajes que se visualizan para el futuro de la misma. El 14 de octubre de 1953, la administración de Rojas Pinilla creó el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) encargado de definir y desarrollar un sistema nacional de estadística. Con anterioridad, diferentes sectores del Estado recolectaban su propia información pero nunca antes se había incentivado la creación de un sistema de estadísticas socio-demográficas. Desde entonces el Estado ha reconocido y recolectado indicadores básicos socio-demográficos que incluyen censos de población discriminados por género, edad, lugar de residencia, educación y actividad económica; registros de nacimiento y
muerte; y flujos migratorios. Estos últimos registran sólo el lugar actual de residencia, el lugar de nacimiento y el lugar de residencia cinco años antes de la encuesta. Los censos de 1951 (realizado por la Contraloría General de la Nación), de 1964,1973,1985 y 1993 muestran una nación con tendencias y flujos demográficos ajustados a las expectativas generadas por los procesos de modernización, no revelan por ende, la inmensa recomposición migratoria disparada por olas constantes de terror en la Colombia rural. Las estadísticas carecían de la sofisticación necesaria para revelar las múltiples causas de estos movimientos migratorios (en particular aquellas relacionadas con violencia, amenazas y terror) y en consecuencia visibilizar la génesis de la actual geografía del desplazamiento forzado. En la medida en que la intensificación de la guerra progresa, las estadísticas parecen estar perdiendo aún más su bajo grado de contabilidad. Mientras que segmentos cada vez mayores del país son arrojados hacia una guerra caótica y más municipios caen bajo el control de los grupos paramilitares o guerrilleros, mayores son las restricciones que recaen sobre los equipos del Dane. El Dane ya ha reconocido varias veces que los dos últimos censos agrícolas y ganaderos han sido incompletos debido a amenazas y en ocasiones desapariciones de sus empleados, y espera mayores restricciones para el próximo censo de población durante el 2001. Poco parece haber cambiado durante los últimos 50 años en Colombia la manera de construir estadísticas sociodemográficas. Si era apropiado decir que en los años sesenta varias regiones de las cuencas del Amazonas y el Orinoco colombianos eran invisibles a las bases estadísticas, hoy la situación no es en absoluto mejor11. Al profundizarse las guerras en Colombia más de un tercio del territorio parece estar fuera de límites para cualquier tipo de recolección de datos. En 1967 Gabriel García Márquez evocaba en Cien años de soledad las miserias de las comunidades periféricas, siempre apartadas y a la deriva del proyecto de nación. La mítica Macondo, una metáfora poderosa de lo que se ha convertido Colombia, es azotada por una misteriosa peste que lleva a la desmemoria, a la amnesia colectiva. En un intento por aferrarse al mundo tal como lo conocían, los habitantes de Macondo tratan desesperadamente de capturar la realidad nombrándola:
11 Según lo reportado por El Tiempo en su edición del 13 de julio del 2000, Dane estima que aproximadamente 9 millones de colombianos no se encuentran registrados y, por consiguiente, no existen para el sistema estadístico nacional.
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Cuando su padre le comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito. El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita. En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto un anuncio que decía Macondo y otro más grande en la calle central que decía Dios existe. En todas las casas se habían escrito claves para memorizar los objetos y los sentimientos. Pero el sistema exigía tanta vigilancia y tanta fortaleza moral, que muchos sucumbieron al hechizo de una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, que les resultaba menos práctica pero más reconfortante12. Es sorprendente que a pesar de una ruptura estructural y sistemática de la vida cotidiana en amplios sectores urbanos y rurales de Colombia el Estado, tal vez tan embrujado como los habitantes de Macondo, opte por olvidar. Pero ¡cuidado! El olvido y la desmemoria no son inocuos y en la mayoría de los casos tampoco son actos inocentes. Durante los últimos cinco años las organizaciones no gubernamentales han llamado la atención internacional a lo que adecuadamente llaman la "invisibilidad oficial" del desplazamiento forzado en Colombia. La diáspora interna colombiana ha producido una profunda incisión en el tejido social, cultural y demográfico y cambios de esta magnitud ya no pueden pasar simplemente por "inadvertidos". El reto estadístico iniciado por las organizaciones no gubernamentales es sin duda un punto de partida para empezar a entender las dimensiones cuantitativas de la crisis.
Afortunadamente este esfuerzo ha estado acompañado por algunos intentos cualitativos de hacer visibles los efectos del desplazamiento en la construcción de nuevos vínculos comunales13, en la salud mental14, en la vida de las mujeres15 y en la memoria pública16. No obstante, aún no se conoce en profundidad cómo es que la vida de estas comunidades es reestructurada por el desplazamiento. Algunos observadores políticos coinciden en que uno de los mayores retos de Colombia en el despuntar del siglo XXI es el de entender el verdadero alcance de las consecuencias políticas y sociales de estos éxodos masivos17. Bajo este panorama ¿por qué entonces el desplazamiento de esta crisis de las estadísticas oficiales del Estado? ¿Por qué se mantiene oculto este dramático flujo demográfico del escrutinio del censo? ¿Por qué se excluye a los desplazados del proyecto de construcción de nación? ¿Por qué se les desplaza de los campos simbólicos y representativos del aparato estatal? ¿Cuáles son los efectos políticos de esta persistente anulación? Al tratar de entender las fuerzas que subyacen esta anulación, encuentro útil preguntar ¿qué significaría para el Estado la inclusión de los desplazados como sujetos activos en la construcción del proyecto de nación? Ante todo significaría reconocer la fragmentación política y territorial del país y con ello implícitamente aceptar el fracaso cultural del propio Estado para visualizar una "comunidad imaginada" viable, esto es, entender la nación como un espacio de extrañamiento, diferencia, fragmentación y exclusión y no como una sola totalidad, inteligible y ordenada. En términos políticos sería reconocer que la nación vive una guerra civil. Pero tal reconocimiento parece demasiado amenazante para continuar sosteniendo un statu quo cada vez más inestable, demasiado disruptivo de aquellas visiones que todavía se aferran a un mundo ya hace tiempo perdido. Como en Macondo, el Estado también construye artefactos para representar y ordenar la realidad, léxicos que hacen del caos 13 Cardoso, R.J. "Experiencia en la recepción de una comunidad desplazada por la violencia en Ibagué", 1997. 14 Castaño, B.L "El desplazamiento y su problema psicosocial", Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1997. 15 Otero, Y et al., "Diagnóstico urbano y primera interpretación de los cambios socioculturales de las mujeres desplazadas en la ciudad de Montería", Montería, Corporación María Cano, 1995; Universidad Nacional de Colombia, Mujeres desplazadas y violencia, Bogotá, 1996
16
Villaveces, S. "Art and Media-tion: Reflections on violence and Representation", en G. Marcus, ed. Cultural Producers in Peribus States, Chicago, University of Chicago Press, 1997. 17 Pecaut, D. "Los desplazados: un problema social y político",
12 García Márquez, G. Cien años de soledad, Barcelona, Plaza y Janés, 1975, Pág. 48.
en Colombia-Thema, No. 5,1999, página en Internet: http://colombia-thema.org/mai99/covuntura-primero99.htm)
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algo inteligible, reconocido y nombrado. Al evitar que los desplazados entren en los reinos de estos léxicos oficiales el Estado protege su propia vulnerabilidad: sin la fuerza disruptora de la anomalía, el espejismo de un Estado en control se mantiene como real y con él, las imágenes y proyecciones oficiales de una nación menos violenta y fragmentada de lo que realmente es. Como en Macondo, la miopía política del Estado premia el rendirse al encanto de vivir de la ilusión. Pero este encantamiento trae consigo también barreras profundas que minan las posibilidades reales para una democracia: la "invisibilidad oficial" de la crisis, al subestimar la magnitud del desplazamiento forzado en Colombia, ha servido para desautorizar la ya marginalizada gestión de los defensores de derechos humanos, sin mencionar la de los propios desplazados. La ausencia de estadísticas oficiales, al posponer del debate político la crisis, sus orígenes y consecuencias, ha hecho impermeable al Estado a que dé cuenta de sus silencios. Al dominar este doble juego de significación el Estado presenta públicamente construcciones retóricas que parecen dar cuenta de la crisis, mientras que simultáneamente evita que ésta entre en su campo de visión. Esto es lo que entiendo como la "invisibilidad oficial" del desplazamiento forzado. Y este doble juego de significado teje intricados nudos que bloquean tanto a las organizaciones no gubernamentales como a las propias poblaciones desplazadas. El gobierno, mientras que presenta como verídica la fabricada solidaridad de las Altas Comisiones para con la crisis, actúa bajo su propio autoritarismo para preservar un sentido del orden ya perdido. Esta capacidad para arrasar con la diferencia, mientras que se apropia para sí de los discursos del Otro (organizaciones no gubernamentales y desplazados), persigue a este mismo Otro como encarnación de fuerzas destructoras, como anomalía que pone en peligro la misma existencia de ese orden imaginado. ¿Y de qué otra manera podría ser si las respuestas del Estado colombiano a la violencia se han fundado siempre en narrativas auto-referenciales que anulan la diferencia? Para el Estado se hace imposible integrar la escena de los desplazados a su propio teatro histórico, simbólico y narrativo. "Visto desde el interior del orden simbólico, el objeto aparece como un irreducible/ constitutivo Extraño, como un arrecife que curva el espacio simbólico, que perturba el circuito simbólico; como un trauma que no puede ser integrado a él [al espacio simbólico], [como] un cuerpo ajeno que previene que el orden simbólico se constituya plenamente en sí mismo. es a través de su 'repetición', a
través de sus ecos dentro de la estructura significativa, que la causa se convierte retroactivamente en lo que siempre - ya era"18... un Extraño. Bajo estas intrincadas redes de cultura y poder, donde la invisibilidad estructural sirve una multiplicidad de propósitos, ¿podrían las variables del censo ofrecer herramientas para inscribir a los desplazados como agentes políticos? A mediados de junio de 1999, alrededor de 10.000 refugiados escaparon del Catatumbo hacia la vecina Venezuela en un intento por huir de la violencia paramilitar. Este nuevo desplazamiento masivo de civiles colombianos volvió a atraer la atención internacional hacia la vulnerabilidad de las poblaciones rurales del país. El gobierno de Venezuela no esperó para referirse a la situación colombiana como el Kosovo latinoamericano, añadiendo otra dimensión a las ya enrarecidas relaciones con Colombia19. Casos como este han situado el desplazamiento forzado en la agenda política del país, infortunadamente no con la seriedad que exige su propia complejidad. Las expectativas crecientes de un recrudecimiento de la violencia, y por consiguiente del desplazamiento forzado, proveen irónicamente la única esperanza para un compromiso real de las agencias estatales] y las esferas de toma de decisión para con la crisis. Si este 18 Zizek, S. The Metastases of Enjoyment Six Essays on women and causality, Londres, Verso, 1994, Págs. 31-32. 19 La referencia a Colombia como el próximo Kosovo se está usando con creciente frecuencia en círculos internacionales, sumándose a la ya popular denominación del caos político del país como una balcanización criolla. En junio de 1999 un periodista de El Tiempo citó a Paúl Coverdale, senador republicano en el Congreso de EE.UU.: "Estamos viendo una balcanización de Colombia. El presidente Pastrana sigue haciendo concesiones a las gue que a cambio han aumentado sus esfuerzos para minar la paz y la estabilidad. A fin del año saldremos de Panamá y esto afectará dramáticamente nuestra habilidad para luchar contra el narcotráfico así como para garantizar la seguridad y estabilidad en la región". (Gómez Masseri, "Panamá ame da por Colombia", en El Tiempo, 1999, pág. 1A.) Haciendo eco a argumentos tos de esa índole el Congreso norteamericano aprobó este año un aumento significativo en la ayuda militar para Colombia. Hoy Colombia está entre los tres primeros países que reciben mayor ayuda militar, sólo superada por Israel y Egipto (R. Peñaranda y J. Zuluaga, "La guerra se intensificará", en Colombia Thema No. 5,1999). Esta imagen de una Colombia balcanizada ha abierto hoy el camino a la nueva metáfora ya común a lo largo y ancho del continente: la colombianización de América Latina. Una imagen que capturar el miedo de la región a un colapso institucional, si no social, bajo la presión de sistemas paralelos de distribución de orden y justicia. Balcanización de Colombia, colombianización de América Latina, las dos imágenes capturan de manera poderosa los límites de las explicaciones locales a la violencia diseminada; ambas evocan crudamente los fracasos de nuestros estados ahora más profundizados por el impacto creciente de la globalización y los ajustes neoliberales, así como por su incapacidad para consolidar sus funciones primarias de proveedor de justicia y seguridad (fallas que de he atraviesan todos los Estados de América Latina manifestación extrema).
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Colombia
compromiso ocurriera, los 1.5 millones de desplazados tendrían que conquistar un lugar en el campo de visión del Estado. Este cambio de status de los desplazados necesariamente llevaría tanto a su reinscripción como actores sociales con agenciamiento político propio, como a su reconocimiento como hitos y partícipes legítimos en la construcción de una nueva topografía de la nación. Una topografía que para ser entendida apropiadamente tiene que enfrentar los efectos políticos, culturales, sociales y
económicos del desplazamiento forzado20. Sólo entonces, es de esperar, se podría pensar en un nuevo proyecto de nación, uno que rompa con esa maldición macondiana que mezcla en una alquimia trágica la desmemoria y espejismos de muchos con la ambigüedad de unos pocos. Como en Cien años de soledad, el intento de recuperar la memoria colectiva del mundo se logra nombrando, y en el mundo de la burocracia nombrar se hace, entre otras formas, a través de las gramáticas del censo.
20 Para la re-inscripción del agenciamiento político de las comunidades desplazadas así como para tener una mayor perspectiva de los efectos culturales, sociales y políticos que el desplazamiento genera creo de vital importancia la necesidad de articular la reflexión social sobre la diáspora colombiana con reflexiones sobre las diásporas en Medio Oriente y en África. Véase al respecto por ejemplo R. Chow, Writing Diaspora: Tactics of Intervention in Contemporary Cultural Studies, Bloomington, Indiana U. Press, 1993. Farah, R. Popular Memory and Reconstructions of Palestinian Identity, Tesis PhD. Universidad de Toronto, 1999. Lavie, S. y Swedenburg, I, Eds. Displacement, Diaspora, and Geographies of Identity, Durham, Duke University Press, 1996. Shami, S. (ed.j Population Displacement and Resettlement: Development and Conflict in the Middle East, New York, Center for Migration Studies, 1994. Malkki, L. "Refugees and Exile: From Refugee Studies to the National Orderof Things", Annual Review of Anthropology, 24, Págs. 495-523,1995. Malkki, L. "Speechless Emissaries: Refugees, Humanitarianism, and Dehistoricization", Cultural Anthropology, vol. 11, No. 3, Págs. 377-404,1996. Zetter, R. "Labelling Refugees: Forming and Transforming a Bureaucratic Identity", Journal of Refugee Studies vol. 4 No. 1, 1991, Págs. 39-62.
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Los desplazados, extranjeros en Colombia Fanny Uribe Idárraga* El propósito de estas líneas es llamar la atención sobre una situación muy grave, como es la indolencia y la estigmatización de las que son objeto las personas desplazadas por la violencia, en su nueva "inserción social". Esta situación se debe, en parte, a la confusión que existe en el común de las gentes, con relación a la comprensión de la problemática del desplazamiento forzado. Es frecuente que se le aplique el calificativo de "desplazado" a toda persona o grupo que por cualquier razón se movilice: catástrofe de la naturaleza, motivaciones económicas por falta de oportunidades de desarrollo, por presiones sociales ante el incumplimiento de pactos acordados con el gobierno, etc. La comprensión social del desplazamiento forzado es problemática, puesto que se confunden categorías distintas agrupadas bajo un mismo término, el de "desplazados". Si bien es cierto que la situación por la que atraviesan los emigrantes económicos y las personas damnificadas, es especialmente difícil, no es menos cierto que en el caso de las personas desplazadas los efectos del desarraigo se acrecientan y profundizan. Del mismo modo, las responsabilidades estatales y sociales en lo relacionado con la atención integral, y la reparación moral y económica son muy distintas. Esencialmente porque en el desplazamiento forzado, la violación compleja y continuada de los Derechos Humanos y las infracciones al Derecho Internacional Humanitario configuran las condiciones de posibilidad del desplazamiento, le anteceden y en muchas ocasiones persisten luego de los eventos de expulsión. En consecuencia, las estrategias de atención y las responsabilidades en cada uno de los casos precitados, son diferentes. El desplazamiento forzado implica tener que dejar abruptamente el hábitat, los amigos, los afectos, el lugar de trabajo habitual, las organizaciones sociales a las que se pertenecía, con el fin primordial de preservar la vida. Este fenómeno, que ha sido una constante de nuestra historia y que como lo explica la socióloga María Teresa Uribe, es "el eje vertebral de la conformación territorial en Colombia", tiene que ver, además, entre otras causas, con el problema de la tenencia de la tierra; con la impunidad reinante; con las dinámicas que asume el conflicto armado en las regiones;
con la estrategia de los grupos económicos y de los actores armados, en cuanto al control poblacional y/o territorial se refiere; con el control de las zonas dedicadas al cultivo de alucinógenos o de zonas ricas en biodiversidad y en recursos minerales; con el interés de apropiarse de zonas atractivas económicamente por cuanto se proyecta en ellas la implementación de mega proyectos. El desplazamiento constituye una clara violación a la dignidad y a los derechos humanos. Este es el punto de partida que subyace a este flagelo social. Pero, ¿qué ocurre con las personas sujetas a estas violaciones? Primero, tienen que abandonar abruptamente, como lo hemos afirmado, todo su entorno individual, familiar y social para llegar a un poblado o ciudad que en la mayor parte de los casos les es hostil, sobre todo en las grandes ciudades. Esta hostilidad se manifiesta: a) en las acciones y actitudes de los entes del Estado que por ley deberían atenderlos. La atención que se brinda no es oportuna ni integral; el tiempo que transcurre entre la certificación de su condición de desplazado o desplazada, por parte de los entes competentes es eterno, y la ayuda humanitaria es, en ocasiones, inhumana. Las personas tienen que iniciar un penoso camino, implorando la atención de estas entidades, ante la actitud de impotencia o de prepotencia de algunos funcionarios públicos, quienes los miran, no como sujetos de derechos, sino como receptores de favores. Pareciera como si tuvieran la "culpa" de su situación y, por lo tanto, tuvieran sutilmente que "pagar" por su nueva condición. El Estado no sólo no les repara económica ni moralmente el daño causado por no haber protegido su vida y bienes, sino que la atención se reduce, en el mejor de los casos, a brindar alimentos y algún hospedaje, que para el caso de los desplazamientos masivos son, por lo general, los coliseos deportivos en donde permanecen por tiempo indefinido (superan más de los 6 meses). En estos casos la ayuda humanitaria no se extiende en el tiempo, con el argumento de que, por ley, sólo debe brindarse máximo por 6 meses. La paradoja está en que si no se les brindan posibilidades de retorno o de reubicación, en otras palabras, posibilidades de estabilización socioeconómica, ¿cómo se les puede exigir que en un país que presenta unas tasas de desempleo tan altas, los desplazados no se vean obligados a acudir a opciones que incluso lesionan su propia dignidad? b) en las actitudes de los pobladores en general: para éstos, al igual que para los funcionarios públicos, las personas en situación de desplazamiento no son víctimas de
* Socióloga, trabaja con la Pastoral Social de la Iglesia.
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la violencia a quienes se les han vulnerado los derechos a la vida, al trabajo, a la vivienda, al estudio, a la libre expresión y movilización. Por el contrario se los mira como partícipes de la guerra, o como aliados de los actores armados en cualquiera de sus modalidades: informantes, simpatizantes, base social, etc.; de esta manera se "justifica", implícitamente, su no acogida. Se considera que son un "estorbo", que son la "escoria de la sociedad", que están "contaminados" y que "hay que tenerlos a distancia". "Algo deben", "les fascina vivir más de un año en hacinamiento en los coliseos". En fin, como lo plantea un estudio del Secretariado de Pastoral Social sobre el
desplazamiento en Colombia y en Antioquia en particular, próximo a publicarse, son parias. Son sujetos sin derechos. Desde este punto de vista podemos afirmar que las personas en situación de desplazamiento interno, se convierten de la noche a la mañana en extranjeros en su misma patria. La diáspora se da, dolorosamente, sin acogida fraternal; de ahí que la invitación sea a la solidaridad; a comprender la realidad de los otros; a valorar la dignidad humana; a apoyar procesos de organización orientados a la defensa de la vida y a la recuperación de comportamientos humanos que garanticen la convivencia pacífica.
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Costos ocultos de la emergencia social: la pérdida de capital humano Alfredo Sarmiento* La educación es la verdadera base de desarrollo hoy. Uno de los rasgos más importantes de la nueva sociedad de la información de escala mundial ha sido el énfasis que se hace en que su base de desarrollo es la inteligencia. La ventaja comparativa de los países del siglo XXI no la constituye la abundancia de los recursos naturales o la existencia de grandes plantas de producción industrial. La riqueza más importante de las naciones del futuro la constituye su capacidad de innovación, la cantidad de inteligencia involucrada en los productos y servicios que logra hacer llegar a todo el universo. El futuro es la creación y desarrollo de la inteligencia de obra, que remplaza la mano de obra capaz de manejar máquinas de la era industrial. Las tecnologías de la informática que han producido la revolución tecnológica más reciente se basan en la multiplicación de la capacidad de relacionar y crear espacios nuevos de desarrollo, materiales mejores, instrumentos más eficaces, formas de organización más dinámicas y eficientes. La riqueza de un país se construye con la educación de su gente, con la construcción de acervos de inteligencia, con masas críticas de profesionales e investigadores. En el mundo de hoy, tan importante como la inversión de capital en maquinarias, en complejos industriales y en infraestructura, es la inversión en la gente con mayor educación, mejor salud y con creación de comportamientos colectivos más amables, más confiables y más seguros. Colombia se está descapitalizando. Una de las consecuencias más preocupantes de la coyuntura actual de depresión económica, inseguridad personal y descomposición social ha sido el destierro a que se han sometido buena parte de colombianos pero especialmente los más educados. Ha habido una aceleración notoria en la emigración de personas con un claro sesgo hacia las más educadas. En los siguientes párrafos mostraremos cuántos son, cuál es su nivel educativo y cuánto significa su emigración en términos de pérdida de capital humano acumulado en el país. El primer indicador preocupante se encontró cuando se observó que entre 1998 y 1999, disminuyó la educación promedio de los jefes de hogar de Bogotá, a pesar de que la
matrícula de los niños en edad escolar aumentó especialmente en el sector oficial. Para que en una población del tamaño de la de Bogotá este promedio baje significa que están saliendo (emigrando) de la ciudad familias cuyos jefes de hogar tienen alto nivel educativo (educación universitaria o especializaciones) y están entrando (inmigrando) familias cuyos jefes de hogar tienen menos educación que el promedio de la ciudad (secundaria incompleta)1. ¿Es este un fenómeno de Bogotá o afecta a todo el país? Para responder esta inquietud se analizaron los datos en las encuestas de hogares nacionales de 1997,1998 y 1999. Para los mayores de treinta años, de los cuales menos del 1 % asiste al sistema educativo, se tomó el número de personas que en 1998 tenían 29 años o más, habían cursado al menos tres años de educación superior y no asistían a establecimientos educativos. Estas personas deberían ser muy cercanas a las que se reportan en 1999 con el mismo nivel educativo, pero con un año más de edad. Sin embargo, se encuentran 80.000 personas menos que en 1998, lo que indica que ya no se encuentran en el país; es decir que emigraron al exterior2. Para la población menor de 30 años, el ejercicio es similar, pero adicionalmente se descontaron aquellas personas que alcanzaron tres o más años de educación superior y se retiraron del sistema educativo en el año. Se compararon las cohortes de edad 18-29 años en 1998, con tres o más años de educación superior y que no estaban en el sistema educativo, con las correspondientes de edades 19-30 años en 1999 con similares características. El resultado fue de 5.200 personas emigrantes adicionales3. En cuanto el porcentaje de profesionales de ciencias sociales, es de 25% aproximadamente. Es decir la cuarta parte pertenecen a ciencias sociales. Este es un dato aproximado ya que la encuesta de hogares es válida para los agregados pero no tan precisa para estos niveles de desagregación (ocupación a dos dígitos, es decir cerca de ochenta grupos). ¿Cuánto es el costo anual? Para calcular el costo que perdió el país en un año por la emigración de personas universitarias, graduadas y posgraduadas, se tomaron solamente los gastos hechos en su formación educativa desde el grado cero hasta el último grado cursado por cada
1Véase "Indicadores sociales" en Misión Social y Veeduría Distrital, * Economista y filósofo, candidato a Ph.D. en Economía en la Universidad Erasmo de Rótterdam, Holanda, director de la Misión Social en el Departamento Nacional de Planeación.
Vivir en Bogotá, mayo del año 2000. 2 Exceptuando las pocas que fallecen en el transcurso del año. 3 Bajo condiciones de estabilidad en la eficiencia y patrones de retiro del sistema educativo.
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persona. El dato se tomó de la encuesta de calidad de vida de 1997, costos privados en zona urbana, puestos en pesos de diciembre de 1999. Incluye matrícula, pensiones, útiles escolares, uniformes y textos. En la tabla se puede observar el costo total de la formación según el número de años cursados, iniciando desde 15 años de formación (tres años de universidad) hasta 21 años (doctorado).
Años educación 15 años 16 años 17 años 18 años 19 años 20 años 21 años
Costo estimado por persona 39.423.603 42.392.468 45.361.333 48.592.738 51.824.144 55.055.549 58.286.954
Al multiplicar el costo por el número de personas que migraron, el resultado es de 42.384.085 millones de pesos. Es decir que en un año el país perdió 2.192 millones de dólares, solamente considerando el costo de educar a las personas que migraron. Esta cifra equivale a más de la mitad de los gastos anuales en educación que hace el país. Esta cifra solamente considera un año de migración y no tiene en cuenta los gastos de capital humano diferentes a la formación escolar como son salud, nutrición y recreación. Estas cifras tienen por objeto llamar la atención sobre el desangre en potencial humano que está ocurriendo sin que la sociedad haya reaccionado en forma sistemática para prevenirlo y solucionarlo.
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Éxodo de intelectuales colombianos Eduardo Pizarra*/ Francisco Santos** 1. Se aprecia una nueva ola de éxodo de colombianos; ¿cuáles son las principales características que la distinguen? Eduardo Pizarra: El desplazamiento de población en Colombia tiene dos dimensiones principales: por un lado, el masivo desplazamiento desde las zonas rurales hacia los centros urbanos (más de un millón de personas en sólo los últimos diez años, según los cálculos más conservadores) y el éxodo hacia el exterior. Estos procesos pueden analizarse por separado, pero es muy probable que estén ya o al menos terminen convergiendo en un futuro inmediato, generando graves tensiones no sólo con las naciones fronterizas sino con naciones en otras regiones del mundo. Ya en Ecuador existe una grave preocupación, pues se calcula que en los últimos meses más de 50 mil colombianos han cruzado la frontera en busca de empleo y seguridad. La actual ola de desplazados tiene, a mi modo de ver, dos motores principales: por una parte, el agravamiento de la violencia en sus múltiples expresiones (en particular, la violencia de origen político y la criminalidad organizada) y, por otra parte, la cada día más angustiosa situación económica y las altas tasas de desempleo, que constituyen hoy por hoy una de las más pronunciadas en toda América Latina. Esta convergencia de factores está generando una migración sui generis con respecto a otras olas en el pasado: ante todo, debido a que cobija a todas las clases sociales. Ricos y pobres huyen despavoridos frente a la violencia de mil rostros y la grave recesión económica, la primera en más de setenta años. Colombia ha sido un país extremadamente cerrado para la migración proveniente de otras naciones -a diferencia de los países del Cono Sur, por ejemplo-, pero ha generado extensas oleadas de migrantes hacia otras naciones. No menos del 10 por ciento de su actual población reside en el exterior. Estas oleadas eran, en el pasado, ante todo de personas que buscaban mejorar sus condiciones de vida o conseguir un empleo rentable en el exterior. Si bien este tipo de emigración continúa (e, incluso, se ha intensificado), se acompaña actualmente de un desplazamiento masivo de profesionales y de empresarios que están escapando al
* Sociólogo, candidato a Ph.D. (DEA) en Ciencia Política en el Instituto de Estudios Políticos de París, profesor visitante en el Kellog Institute de la Universidad de Notre Dame, Estados Unidos.
secuestro y a la extorsión, así como de múltiples sectores sociales (periodistas, intelectuales, académicos, jueces, fiscales) que están siendo objeto de graves amenazas de muerte. Es probable que el desplazamiento de población hacia otras naciones hubiera constituido en el pasado un "tubo de escape" frente a las limitaciones del aparato productivo colombiano para generar empleo al mismo ritmo en que crecía la población. Dos o tres millones de colombianos, muchos de ellos jóvenes y en plena capacidad laboral, encontraron en Estados Unidos, Venezuela u otros destinos una esperanza de vida más promisoria. Más allá del drama humano que conlleva siempre el desarraigo cultural y familiar, este desplazamiento pudo haber tenido un impacto positivo para miles y miles de familias colombianas que han encontrado mejores opciones de vida en el exterior. Sin embargo, el actual éxodo me parece que va a generar hondos y prolongados efectos negativos en el país. Detengámonos, inicialmente, en el impacto económico. El desplazamiento masivo de profesionales y de empresarios hacia el exterior, va a generar un empobrecimiento extremo tanto del capital humano como material del país. Colombia, a diferencia de otros países y probablemente gracias a su gran estabilidad macroeconómica, no había conocido jamás una fuga de capitales y de cerebros de las dimensiones actuales. ¿Cuánto cuesta producir un profesional en Colombia? ¿Cuánto cuesta preparar un empresario eficiente? Sin duda, Colombia se halla abocada a sufrir un ahondamiento del subdesarrollo, del atraso tecnológico, de la ineficacia empresarial. Los países del Norte se están viendo altamente beneficiados con este flujo profesional y empresarial. Se trata de una de las expresiones más cuestionables del modelo actual de globalización neoliberal. El Norte, altamente desarrollo, está estimulando el éxodo de empresarios y profesionales de las naciones del Sur, con objeto de satisfacer sus requerimientos de mano de obra altamente calificada. Estados Unidos, Canadá, Australia o la Unión Europea están desarrollando políticas tendientes a favorecer esta extracción cualificada, mediante facilidades para obtener visas, empleos altamente remunerados, estímulos fiscales, etc. Sin duda, la grave situación del país favorece y refuerza esta (criminal) política extractiva del mundo altamente desarrollado. Francisco Santos: El éxodo -y sólo puede llamarse asíde colombianos en este momento tiene características distintas a la salida de nacionales de anteriores épocas. La actual situación económica y de violencia ha generado profundos
** Periodista.
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cambios no sólo en la cantidad sino en el tipo de colombianos que están buscando un futuro en otros países. En ese sentido la salida de colombianos puede dividirse en tres tipos de éxodos. En primera instancia está el éxodo económico que si bien ha estado presente tradicionalmente en Colombia hoy adquiere dimensiones y características únicas. La crisis económica ha llevado a que múltiples empresarios de pequeña y mediana industria que no sobrevivió la crisis económica de los últimos tres años decidieran buscar nuevos horizontes por fuera de Colombia. La salida de este tipo de ciudadano emprendedor, la mayoría con estudios universitarios, le resta a Colombia una clase de gente dedicada a generar empresa y a dar empleo. Pero el colombiano emprendedor y empresario está saliendo no sólo ante la gravedad de la crisis económica sino que entiende que su posibilidad le permite reiniciar su vida -e incluso algún tipo de negocio- en un escenario donde esa capacidad no sólo se aprecia más sino que como gran añadido tiene la seguridad. Esta última condición ha llevado a muchos de estos empresarios a no tratar de reconstruir su vida en Colombia sino buscar un nuevo escenario. Por las mismas razones una tecnocracia educada busca ahora horizontes nuevos. La crisis del desempleo, que llevó a muchos colombianos preparados a perderlo todo, generó una masa de ciudadanos preparados -de nuevo con estudios universitarios-, que salen del país sin mayores esperanzas de recuperar su estatus de vida; otros, dada la gravedad de la crisis económica, emigran. Con estos colombianos emigrando a rodos, el país se descapitaliza no sólo en sentido tradicional, el económico ya que sacan cada peso que tienen pues su apuesta es a largo plazo, sino que peor aún se descapitaliza en capital humano, ciudadanos de alta capacidad y capacitación, "brain drain" como se dice en la jerga económico-social norteamericana. El capital utilizado en preparar a ese ciudadano se esfuma en un segundo. Y remplazar a ese capitalista emprendedor o a ese tecnócrata experimentado no es fácil y es por supuesto costoso. Un segundo tipo de éxodo es el del capitalista exitoso. El secuestro o la amenaza de secuestro, lo ha llevado a tomar la decisión de emigrar con su familia. Sus hijos, preparados en las mejores universidades del mundo para tomar las riendas del negocio de familia, ahora son alentados por sus mismos padres para que busquen empleo en el exterior. Muchos lo logran fácilmente dada la alta preparación que tienen. Este empresario maneja su empresa desde el exterior, entra y sale con rapidez de Colombia y descapitaliza la empresa para buscar otros negocios en el país en el que
ahora reside. Nuevamente la situación de seguridad, en este caso la crisis económica ya no importa tanto, genera una doble descapitalización en la sociedad colombiana. El tercer tipo de éxodo tiene que ver con ciudadanos que amenazados de muerte por su trabajo tienen que salir del país. En este tercer grupo están principalmente periodistas, activistas de derechos humanos, políticos de izquierda, intelectuales y académicos. Aunque el conflicto colombiano no ha estado exento de este tipo de exilio -los periodistas durante la época de Pablo Escobar son un ejemplo-, en los últimos años se ha incrementado y ha llevado a nuevos sectores, como el de los académicos, a tener que exiliarse. 2. ¿Cómo afecta este fenómeno a las ciencias sociales? E.P.: Colombia tiene una comunidad científica extremadamente precaria, no sólo si se compara a nuestro país con naciones de mayor tamaño o desarrollo, sino, incluso con respecto a naciones equiparables. Hasta hace poco tiempo la principal amenaza contra esa débil comunidad eran los riesgos de absorción por parte del Estado, como venía ocurriendo en otras naciones del continente: Chile, por ejemplo. Hoy, el principal riesgo son los asesinatos, los atentados y las amenazas de muerte provenientes de los diversos actores armados. Las FARC, el ELN, los grupos paramilitares y los escuadrones de la muerte han decidido silenciar al mundo académico. Ante este clima de intimidación, Colombia está viviendo un éxodo de intelectuales cuyo impacto experimentaron ya en el pasado otras naciones. España, en los interminables años de represión franquista, sufrió un enorme atraso cultural y científico. La frase de moda, en aquellos tiempos, afirmaba que "Europa comenzaba en los Pirineos". Esto no significó que el pueblo español dejara de producir, en su dolorosa diáspora alrededor del mundo, obras de enorme significación. Poetas, novelistas, cineastas, científicos sociales continuaron desde la nostalgia produciendo obras de excepcional valor. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, al poeta Rafael' Alberti? ¿O, al sociólogo Manuel Castells, cuyo último libro ha sido comparado con Economía y Sociedad de Max Weber? Incluso Colombia pudo contar con figuras excelsas que fueron producto de ese exilio como Rogelio Salmona. El mismo fenómeno ocurriría bajo las dictaduras en el Cono Sur. Universidades, centros de investigación, ONGs, fueron desmanteladas o destruidas. Mientras Argentina, Chile o Brasil veían languidecer su vida académica, cultural y científica, otras naciones abrían generosamente sus puertas
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solidarias y se enriquecían con su aporte. México, la tierra del exilio por excelencia en aquellos años en que el terror dominó en América Latina, se convirtió en un refugio y, a su turno, en un faro intelectual que irradiaba sus luces hacia el resto del continente. La intelectualidad colombiana, amenazada desde todos los ángulos y por todos los bandos, quiere ser condenada al silenciamiento, a la autocensura, al exilio o a la muerte. A esta última, pistoleros de izquierda o de derecha, condenaron sin apelaciones a Jesús Antonio Bejarano, a Darío Betancourt, a tantos otros. No nos engañemos. La creación científica se funda en la libertad de cátedra, en la opinión pluralista, en el libre debate de ideas. Los totalitarismos de izquierda o de derecha, cuyas semejanzas son mayores a sus diferencias, son alérgicos a la libertad. Las expresiones totalitarias acaban con los fundamentos de la vida universitaria. Stalin o Pinochet se comportan de la misma manera, así respondan a proyectos divergentes, frente a la cultura o la ciencia: sólo aceptan una comunidad intimidada, silenciada, castrada y dependiente del poder. El único consuelo que le dejó el exilio a muchas naciones fue que toda una capa de intelectuales y científicos tuvieron acceso a nuevas culturas, centros de investigación, universidades y experiencias intelectuales que, a su retorno al país de origen, permitieron recuperar parcialmente el tiempo perdido. Parcialmente, digo: jamás una nación se recupera del todo de los años de oscuridad. No es fácil recuperar la palabra tras el dominio de una cultura del miedo. F.S.: Así como en la década anterior la violencia de Pablo Escobar llevó a que el periodismo colombiano acudiera a la autocensura para protegerse, lo mismo sucede en cualquier sector académico que se encuentre en la misma situación. La capacidad de creación o de investigación, labor fundamental en la vida académica, se coarta y se limita ante la violencia. El clima en cualquier centro académico, como en cualquier organización no gubernamental o periódico, que pierde a uno de los suyos al exilio -ni hablar por causas violentas que agudizan el efecto- se afecta de manera seria. La; autocensura y el temor coartan la libertad académica y la libertad de acción lo que de por sí limita cualquier resultado que, en las ciencias sociales o en el activismo, una investigación o una acción pretendan tener. ¿Quién propone una investigación sobre las relaciones narcotráficoparamilitares hoy en día? ¿O guerrilla-secuestro? ¿O Fuerzas Armadas-guerra sucia?
3. ¿Cómo se aprecia la actual situación de Colombia desde fuera? E.P.: En el caso de los Estados Unidos, país en el cual he estado residiendo en este tiempo, creo que se debería distinguir la imagen del ciudadano promedio y la imagen de los sectores que, por una u otra razón, tienen un conocimiento más profundo de la situación del país. Uno de los rasgos más pronunciados de la sociedad norteamericana es el localismo extremo del ciudadano medio. A éste no le interesa lo que ocurre más allá de sus narices. Sólo lee, escucha o ve la prensa, la radio o la televisión locales y su universo se limita a lo que ocurre en Ohio o en Texas. Ahogado en su micromundo local o regional, tiene un hondo desconocimiento de los hechos mundiales. Para este ciudadano medio, Colombia se reduce a Pablo Escobar y a Juan Valdez. Coca y café. Un país sumido en la violencia y el caos. Una suerte de Sierra Leona en América Latina. Bueno, en el caso de que sepan dónde queda y qué ocurre en Sierra Leona. Este particularismo contrasta con el alto (y, sobre todo, creciente) nivel de información de que disponen otros sectores. Periodistas, académicos, funcionarios públicos, empresarios. Existe un interés enorme por la situación de Colombia y, en general, por la región Andina que es percibida como la zona de mayores turbulencias hoy en América Latina. Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y Venezuela han desplazado al Cono Sur de los años setenta y a Centroamérica de los años ochenta, como la región de mayor preocupación dada su alta vulnerabilidad económica e inestabilidad política. Este interés no se encuentra limitado a los círculos gubernamentales, sino que comienza a cobijar también a los medios académicos que ayer sólo miraban hacia México, Brasil, el Cono Sur y, eventualmente, Perú. En torno a Colombia se multiplican día a día los seminarios, los artículos de prensa, los debates parlamentarios y las mesas redondas. En los libros colectivos sobre la situación de América Latina ya comienza a aparecer el antes siempre ausente capítulo sobre nuestro país. Los principales diarios de los Estados Unidos (tales como, el New York Times o el Washington Post) ya tienen corresponsales permanentes en Colombia. ¿Cuál es la imagen que proyecta nuestro país en los Estados Unidos? Creo, que de acuerdo con múltiples factores (perspectivas ideológicas, intereses en juego u otros) se trata de una multiplicidad de imágenes distintas. Colombia, la futura "Bosnia latinoamericana", sostiene algunos. Otros, creen que estamos ad portas de revivir un nuevo Vietnam. Los de más allá, creen que la balcanización del país es inevitable. Los de más acá,
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comparan a nuestro país más bien con Kosovo. Como se deduce fácilmente no son nada halagadoras las imágenes existentes. En todas domina la incertidumbre y el pesimismo. Colombia es percibida como una nación que se halla al borde del derrumbe y, en cuya caída puede arrastrar a sus inestables vecinos. Finalmente, fue gracias a esta visión de tintes catastrofistas que el Congreso logró -a pesar de múltiples resistencias-, la aprobación del polémico Plan Colombia. Ojalá que todos esos pronósticos y visiones se equivoquen, que no correspondan al destino de Colombia en los próximos años. F.S.: Sin duda existe un creciente interés por Colombia tanto en círculos periodísticos como en los centros académicos y de poder. La apuesta de España es en grande y el actual gobierno ha comprometido todos sus esfuerzos en ayudar
tanto en la parte europea del Plan Colombia como en servir de escenario de reunión y de distensión para las distintas facciones en conflicto en Colombia. No en vano en un fin de semana coincidieron en Madrid Raúl Reyes, de las FARC, y Antonio García, del ELN. Pero quizá, como reflexión final, da gran tristeza comparar lo que sucede entre las distintas agrupaciones políticas de los dos países en lo que al tratamiento de un conflicto armado se refiere. Mientras en España los dos grandes partidos se unen en un bloque sólido para confrontar a los violentos, en este caso la ETA, en Colombia por el contrario en algo que deberíamos estar todos unidos, el propósito de paz, no se ve ni cerca esa unidad. Por el contrario, se ven cada vez más distancias y más zancadillas entre las distintas agrupaciones políticas olvidándose que la paz debe ser un propósito nacional.
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¿Quiénes emigran?* León Grinberg Rebeca Grinberg Los individuos que emigran y las condiciones de migración son de una variedad infinita imposible de abarcar, por lo cual nos limitaremos a describir algunas de las situaciones que permitan establecer "modelos básicos" aplicables a otras. Tenemos plena conciencia de que las vivencias de un diplomático, o un profesor, por ejemplo, que vive lejos de su país de origen, e incluso cambiando frecuentemente de lugar de destino, tiene enormes diferencias con las de un emigrante que huye de la miseria con la esperanza de encontrar un sitio que le permita salvarse y sobrevivir. A pesar de la disparidad de estas experiencias, el estudio más profundo de las mismas permitirá descubrir elementos comunes en algunas de las reacciones emocionales de los sujetos implicados en esas migraciones. Para comenzar, habría que definir el alcance de los términos que estamos utilizando y, antes que nada, el de "migración". En general, el término "migración" ha sido estrictamente aplicado para definir la movilidad geográfica de las personas que se desplazan ya sea en forma individual, en pequeños grupos o en grandes masas. Quizá resulte útil recordar ciertas corrientes migratorias masivas, por sus importantes consecuencias históricas. Una de las corrientes más antiguas con significación histórica fue la de las tribus nómadas de Europa y Asia Central hacia Occidente, que coincidió con la caída del Imperio Romano. La migración europea y africana hacia América del Norte y del Sur y Oceanía, probablemente tuvo consecuencias históricas aún más importantes: este flujo comenzó poco después de los viajes de Colón, calculándose que más de sesenta millones de europeos se dirigieron hacia otros continentes, por causas derivadas de la miseria, las guerras y las epidemias, junto con la necesidad de aportes humanos por parte de regiones poco pobladas. Condiciones políticas o religiosas adversas motivaron también migraciones forzadas y masivas. Estas grandes masas de gente que se desplazaban, en cada época por motivos distintos (económicos, políticos, religiosos, etc.), seguían rumbos determinados, hacia sitios considerados o fantaseados como más acogedores. Más allá
de los factores externos que justificaban estas migraciones, operaría también la fantasía inconsciente de búsqueda de una madre tierra nutricia y protectora, frecuentemente idealizada. La migración propiamente dicha, es decir, la que da lugar a la calificación de las personas como "emigrantes" o "inmigrantes", es aquella en la cual el traslado se realiza de un país a otro, o de una región a otra suficientemente distinta y distante, por un tiempo suficientemente prolongado como para que implique "vivir" en otro país, y desarrollar en él las actividades de la vida cotidiana. Este concepto constituye la base de las definiciones que encontramos en la mayor parte de los tratados acerca de la migración: "acción y efecto de pasar de un país a otro para establecerse en él". El término "trasplante" ha sido utilizado también como sinónimo de migración, pero con un matiz diferencial, ya que se lo suele aplicar a individuos que tienen que emigrar pero han estado muy "arraigados" en su medio original, lo cual determina una mayor intensidad en el sentimiento de "desarraigo" que sufre todo inmigrante, en mayor o en menor grado. Sin embargo, aunque no responda a la definición corriente, psicológicamente, también podríamos considerar migración al traslado desde un pequeño pueblo a una gran ciudad, cambiar la vida de ciudad por la del campo, bajar de la sierra al llano y aún, para ciertas personas, mudarse de casa. A los desplazamientos en el interior de un mismo país, que pueden ser más o menos definitivos o temporales (por razones de trabajo, para realizar estudios, etc.), se les denomina "migraciones interiores". Es importante también establecer una diferenciación entre los llamados "trabajadores extranjeros" y los "inmigrantes" propiamente dichos. Los primeros son, en el sentido amplio del término, personas que trabajan temporalmente en un país que no es el propio, pero tienen el proyecto cierto de volver a su país de origen en un plazo determinado, mientras que los segundos han decidido establecerse en el nuevo país en forma permanente, aunque tengan la posibilidad de retornar al país del cual provienen. La distinción entre estas dos categorías de personas que abandonan la tierra natal va más allá de lo semántico. Los primeros "tienen el pensamiento más puesto en la vuelta que en la ida" (F. Calvo, 1977). Saben, o suponen, que su separación de su lugar de origen y sus familias tiene una limitación temporal, que les ayuda a enfrentarse con las
* Tomado del libro Psicoanálisis de la migración y del exilio, Madrid, Alianza Editorial, 1984, Págs. 28-37.
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inevitables vicisitudes presentes en las experiencias con el nuevo ambiente. En los segundos, la vivencia de pérdida de todo lo que han dejado es mucho mayor porque sienten, aunque luego pueda no ser así, que la ruptura de los vínculos tiene un carácter más definitivo. Ya veremos más adelante cómo unos y otros deberán pasar por períodos de duelo, desarraigo e intentos de adaptación, que podrán ser exitosamente elaborados o desencadenar síntomas psicopatológicos. Por último, hay personas que se ven forzadas a vivir fuera de su país: configuran el capítulo de los "exiliados", "refugiados", "desplazados" o "deportados" por motivos políticos, ideológicos o religiosos, que no tienen la posibilidad de volver a su lugar de origen. De modo que, en líneas generales, podría hablarse de "emigrantes voluntarios" y "emigrantes forzados", categorías sobre las que volveremos más adelante. Esta diferenciación es relativa, ya que muchos de los emigrantes que parecen no estar obligados por causas externas a dejar su país lo hacen, sin embargo, por temor a que las condiciones sociopolíticas económicas de su sitio de residencia puedan deteriorarse en el futuro inmediato hasta un punto no tolerable para sus objetivos, sus niveles de vida o posibilidades de subsistencia. Estas "migraciones forzadas" ocurren no sólo a nivel individual, sino también masivo. Así, por ejemplo, entre 1947 y 1950, diez millones de personas fueron obligadas a emigrar de Pakistán, por sus respectivos gobiernos, por motivos religiosos. No debemos olvidar que existen también "nomigraciones forzadas", por leyes que restringen la salida o entrada de emigrantes, en determinados países, lo que da lugar a que haya personas que se sientan "encerradas" en un país en el que no quisieran permanecer, o se expongan a situaciones ilegales que entrañan emigrar en condiciones de peligro, con todas sus consecuencias. A veces, paradójicamente, ciertos cambios sociales importantes pueden determinar migraciones por "resistencia al cambio" y el temor a la amenaza de pérdida de valores, de condiciones de vida y, en última instancia, de las partes del self que ese cambio podría involucrar. En estos casos, el individuo no se atreve a enfrentar miedos primarios, como es el miedo a la pérdida de estructuras establecidas, la pérdida de acomodación a pautas prescritas en el ámbito social, los que generan intensos sentimientos de inseguridad, incrementando el aislamiento, la soledad y debilitando, fundamentalmente, el sentimiento de pertenencia a un grupo social establecido. Muchos de los que emigran por este
motivo suelen buscar sitios que, aunque puedan ser lejanos geográficamente, presentan condiciones y características similares a las del lugar de origen, previas al cambio. En estos casos se podría hablar de "migraciones sedentarias", ya que se busca rehuir lo nuevo o lo distinto, para recrear y mantener sin modificaciones lo familiar y conocido. Es irse de un sitio para poder seguir quedándose en lo mismo: es irse para no cambiar. Dada la magnitud del fenómeno migratorio, que afecta a un número tan elevado de individuos, esto pasa a ser un componente más de la "forma de vida" de nuestro tiempo, tal como señala F. Calvo (1977), y estamos de acuerdo con él cuando afirma que por más que se revista a este fenómeno con explicaciones sociopolíticas o económicas, no deja por ello de representar un serio problema personal para cada uno de los individuos afectados por esta experiencia, que justifica que se lo estudie en particular. Hubo autores que se dedicaron a la investigación de los aspectos psicológicos de la "emigrabilidad", tratando de precisar las características específicas de las personas que consideraban en mejores condiciones para emigrar. Así, por ejemplo, Menges (1959)1 define el concepto de "emigrabilidad" como la capacidad potencial del emigrante de adquirir en el nuevo ambiente, en forma gradual y comparativamente rápido, una cierta medida de equilibrio interno que es normal para él -siempre y cuando el nuevo ambiente lo haga razonablemente posible-y que, al mismo tiempo, pueda integrarse en el nuevo contexto sin ser un elemento perturbado o perturbador dentro del mismo. Menges plantea también "indicaciones y contraindicaciones" para la emigración, sobre la base de la capacidad de dominar o superar la nostalgia (homesickness). Según él, el peligro de caer víctima de la nostalgia se incrementa si el individuo ha tenido escaso éxito en su desarrollo mental hacia la individuación. Los que sucumben ante la nostalgia suelen tener problemas infantiles no resueltos provenientes de una relación conflictiva con la madre. Se trataría en estos casos de algo más que el sentimiento de nostalgia, de una dependencia enfermiza del hogar. La estabilidad en la pareja matrimonial y en la vida familiar del emigrante constituye uno de los factores más favorables para poder realizar un migración adecuada, así como la habilidad profesional y la satisfacción en el trabajo.
1
En
Fitness
for
Emigration;
A
Research
on
Some
Psychological Aspects of Emigrability, 1959.
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En las mismas condiciones se encuentran los que emigran por razones ideológicas, ya que son menos dependientes de las circunstancias exteriores que les esperan en el lugar de destino. Por el contrario, los que presentan problemas personales y familiares, con poca eficacia en su tarea laboral, o los que tienen perturbaciones psíquicas acentuadas (como el caso de las personalidades esquizoide por sus dificultades de integración, las paranoicas o las profundamente depresivas), estarían contraindicados para afrontar el impacto de una migración. Las características de los distintos tipos de grupo familiar también inciden favoreciendo o dificultando la posibilidad de migración de sus miembros. Así, será difícil que emigren individuos pertenecientes a grupos familiares que se describen como aglutinados, apiñados o "epileptoides", que parecen "tragar" a sus miembros, entre los que se observan enormes dificultades para la separación. Por el contrario, los grupos familiares de tipo "esquizoide" parecen vomitar a sus miembros, que tienden al alejamiento mutuo y la dispersión. En términos generales, podríamos clasificar a los individuos, en lo que a su tendencia migratoria se refiere, en dos grandes categorías: aquellos que necesitan estar siempre en contacto con gente y lugares conocidos, y los que disfrutan cuando tienen la posibilidad de ir a lugares desconocidos e iniciar relaciones nuevas. En ese sentido, Balint (1959) acuñó dos términos, el de "ocnofilia" y "filobatismo", para referirse a dos tipos opuestos de actitudes: una, con la tendencia a aferrarse a lo seguro y estable y otra, orientada hacia la búsqueda de experiencias nuevas y excitantes, actitudes que pueden aplicarse también a situaciones y lugares. Etimológicamente, estos términos derivan de voces griegas que significan, respectivamente: "aferrarse", una, y "caminar sobres los dedos", la otra (como acróbata). Los ocnofílicos se caracterizan por su enorme apego a las personas, a los sitios y a los objetos; suelen tener gran cantidad de amigos y es vitalmente importante para ellos estar siempre cerca de alguien (no necesariamente siempre la, misma persona) que pueda brindar comprensión y ayuda. Necesitan objetos, tanto humanos como físicos, por la sencilla razón de que no pueden vivir solos. Los filobáticos, por el contrario, evitan toda clase de ataduras, tendiendo a una vida más independiente y a buscar placer en aventuras, viajes y, sobre todo, emociones nuevas. Los objetos humanos y físicos les significan una molestia, y se apartan de ellos sin dolor ni pena, para buscar continuamente actividades nuevas, ropas nuevas, lugares y costumbres nuevas.
Se desprende, por lo tanto, y en lo que a la migración se refiere, que los individuos pertenecientes al primer grupo son más arraigados en sus sitios de origen y difícilmente los abandonarán, salvo circunstancias que lo exijan perentoriamente. En cambio, los del segundo grupo serán los más proclives a emigrar en pos de horizontes desconocidos y nuevas experiencias. Buscan situaciones que cumplan tres condiciones fundamentales: que incluyan una meta que implique cierto riesgo, que permitan la acción voluntaria de exponerse a ese riesgo y la expectativa (a veces, omnipotente) de que vencerán el peligro. Ninguna de estas categorías constituye por sí misma y en forma aislada un índice de salud mental. Quizá lo deseable fuera lograr una buena integración de ambas, de manera de poder actuar en uno u otro sentido según se evalúen las circunstancias. En los juegos infantiles, las zonas de seguridad se llaman "casa" u "hogar", y representan a la madre. Muchos juegos y diversiones, como los de los parques de atracciones, incluyen situaciones que despiertan cierto temor (por ejemplo, por la velocidad) a las que el sujeto se expone voluntariamente sobre la base de cierta confianza de que ese miedo podrá ser tolerado y dominado, y que luego se retornará a la situación de seguridad. Esa mezcla de miedo, placer y confianza frente al peligro es componente de todos esos juegos. Las actitudes extremas, en cualquiera de las categorías básicas a las que nos hemos referido, configuran, a nuestro juicio, su patología. En última instancia, podrían ser equiparadas a la agorafobia y claustrofobia, respectivamente. Es posible, por ejemplo, que algunas de las víctimas del holocausto desencadenado por el nazismo lo hayan sido por su exagerada necesidad de aferrarse a lo conocido, y no atreverse a intentar irse a tiempo. Inversamente, otros se destruyen por la búsqueda compulsiva y descontrolada de experiencias nuevas: empresas arriesgadas, drogas o migraciones continuas e injustificadas de tipo maníaco. Otros autores atribuyen otros caracteres a la personalidad premigratoria: hay quienes sostienen que la tendencia a migrar es mayor en las personalidades esquizoide, que parecen no tener sentimientos de "arraigo" en ningún sitio. Algunos señalan que son las personalidades paranoides e inseguras las que por sus temores de persecución buscan repetidamente sitios que consideran más seguros. Por el contrario, hay quienes afirman que sólo tienden a migrar los que tienen un yo más fuerte y capacidad para enfrentar riesgos. Uno de estos riesgos es la soledad que, en distintos grados, sufrirá quien emigra. La capacidad de estar solo es uno de los rasgos más importantes de madurez en el
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desarrollo emocional, tal como lo señala Winnicott (1958). El individuo la adquiere en la niñez sobre la base de su habilidad para manejar sus sentimientos en su relación con la madre y una vez que ha quedado establecida la relación triangular, con ambos padres. En otras palabras, el niño que se siente excluido frente a la pareja de sus padres en la escena primaria, y es capaz de dominar sus celos y su odio, incrementa su capacidad para estar solo. Esa capacidad implica la fusión de los impulsos agresivos y eróticos, la tolerancia frente a la ambivalencia de sus sentimientos y la posibilidad de identificarse con cada uno de sus padres. Para que esta capacidad se mantenga durante el curso de su evolución hasta la vida adulta, será necesaria la existencia de objetos buenos instalados en la realidad psíquica del individuo. La relación del individuo con estos objetos internos, junto con la confianza que ellos le proporcionan y la integración alcanzada, constituirán la base primordial para que pueda tolerar las separaciones y la ausencia de estímulos y objetos externos conocidos. En estos individuos habrá menor tendencia a reacciones paranoides y mayor posibilidad para disponer de sus objetos internos buenos, que podrán proyectar en el mundo externo en el momento conveniente. En la experiencia migratoria, el individuo que ha adquirido esta capacidad se encuentra en mejores condiciones para enfrentarse tanto con la pérdida de los objetos familiares como con la inevitable exclusión que sufrirá durante los primeros tiempos de su instalación en el nuevo ambiente. Para su vivencia, se reeditará la situación de frustración y exclusión infantiles experimentada con la pareja de sus padres, ya que los integrantes de la nueva comunidad mantienen lazos entre sí y comparten multitud de cosas (idioma, recuerdos, experiencias, conocimientos de lo cotidiano, etc.) relativas al nuevo país, a las que él es aún ajeno. M. Klein (1963) se refiere al sentimiento de soledad basado en la vivencia de incompletud que deriva del fracaso
de integración personal plena. A esto se agrega la convicción del sujeto de que ciertas partes disociadas y proyectadas del self no se recuperarán jamás. Ello contribuye a que el individuo no se sienta en completa posesión de sí mismo, ni pueda sentirse perteneciendo a ninguna persona o grupo. La posibilidad de desarrollar un sentimiento de "pertenencia" parece ser un requisito indispensable para integrarse exitosamente en un país nuevo, así como para mantener el sentimiento de la propia identidad, tal como hemos desarrollado en otra obra (Grinberg, L y R., 1971). Las personas en quienes el sentimiento de soledad con las características anteriormente mencionadas se da con marcada intensidad tendrán problemas, que se agudizarán en sus experiencias migratorias, porque éstas acentúan, durante cierto tiempo, la vivencia de "no pertenencia". "No se pertenece ya" al mundo que se deja, y "no se pertenece aún" al mundo que se llega. Volviendo a pensar en "¿quiénes emigran?", creemos que no existe un tipo de personalidad específica que condicione la tendencia migratoria, pero sí pensamos que puede haber una mayor o menor predisposición a migrar, vinculada con todo lo que hemos expuesto y basada en la constitución e historia de cada individuo, que puede ponerse de manifiesto en función de circunstancias y motivaciones externas e internas, en un momento dado, llevándolo a emigrar.
Bibliografía
Balint, M., Thrills and Regressions, The Hogart Press y el Institute of Psycho-Analysis, Londres, 1959. Calvo, F., Qué es ser emigrante, La Gaya Ciencia, Barcelona, 1977. Grinberg, L. y R., Identidad y cambio, Ed. Kargieman, Buenos Aires, 1971; Paidós-ibérica, Barcelona, 1980. Menges, L.J., "Geschiktheid voor emigratic Eenonderzock naar enkele psychologische aspecten der emigrabilitei", Diss. Univ. Leiden 5- Gravenhage, 1959. Winnicott, D., "The capacity to be alone" en The Maturational Processes and the Facilitating Environment, The Hogart Press, 1958, y el Institute of Psycho-Analysis, Londres, 1965.
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El exilio* Serge Moscovici La experiencia del exilio se resume en tres palabras familiares y terribles: desarraigo, terror, nomadismo. Voluntarioso forzados, los exiliados obligados a los caminos, viajeros ligeros de equipaje, jóvenes o viejos, hombres y mujeres, poderosos de ayer y segundones de hoy, esclavos avejentados bajo una condición que rechazan llevar por más tiempo; esclavos que han perdido tal condición, pensadores que han pensado demasiado alto y ciudadanos que no han hablado demasiado bajo, desterrados de muchas otras suertes no tienen ni la esperanza de reencontrar su hogar ni la posibilidad de establecerse de una forma duradera en otros lugares. Sin olvidar a aquellos que, entre los suyos, en su propia tierra, viven excluidos, "en extraño país dentro de mi propio país" (Aragón). Condenados, los unos y los otros, al imposible reposo; alejados de la mesa familiar, de una ciudad, de una clase o de una nación; marcados por un estigma color de la piel, acento extranjero, largura de los cabellos, gestos poco refinados, costumbres anticuadas- que los señala y, tal como la carraca que llevaban los leprosos para avisar su presencia, con su rechinamiento, con su disonancia, aleja de ellos a la mayoría -seres "intocables", "a no tocar"-. Los sume en una situación de abandono, en la que se perpetúan el temor y la ansiedad, en la que se reavivan todas las heridas de un ser arrancado de su tierra natal, de su medio nutricio, de su lengua materna. Para los suyos, el exiliado está muerto, viviendo en medio de otros muertos, de muertos-vivientes. Cuando no es más que un cadáver, el derecho a la sepultura le es negado, su cuerpo inhumado aparte, fuera del recinto sagrado donde reposan los elegidos. Incluso bajo tierra, su carraca continúa dando vueltas y haciendo ruido. Para los otros, él se encuentra fuera de los confines de la humanidad, entre los seres que no son completamente "nosotros", que no son completamente "hombres": bárbaros, animales, etc. La relación con el exiliado prolonga y repite la relación con el bárbaro, con el animal, permite tratarlo como lo nohumano, repudiarlo, cazarlo, exterminarlo, o simplemente no tener en cuenta sus necesidades, sus sentimientos, sus ideas. Como tampoco se tiene en cuenta a aquellos seres que esperan, en
* Tomado de Archipiélago (Cuadernos de crítica de la cultura), num. 12,1993.
las fronteras de la humanidad, en las puertas de la sociedad, la autorización para entrar, subordinada ésta a las pruebas indispensables-iniciación para los jóvenes, matrimonio para las mujeres, etc.-, en suma, a la conclusión de su domesticación. Separación, migración, encarcelamiento, excomunión, deportación: el exilio tiene muchas causas. Tienen, en cambio, un solo efecto: desarraigar. Crear una situación precaria, una posición al margen, pero sobre todo un mundo invertido. Al exiliado le está prohibido todo lo que le está permitido a los otros, y le está permitido todo lo que a aquéllos se les deniega: oficio, saber, práctica, territorio, modo de vida. Haciendo lo que un hombre no hace, no haciendo lo que un hombre hace, es tratado en consecuencia. Excepción de la ley, no conoce más que la ley de excepción. Para subsistir, incluso a este nivel, tiene que mantenerse en la diferencia absoluta: sentir que su existencia es simplemente tolerada y susceptible de ser interrumpida por cualquiera en cualquier momento; comprender que las relaciones con los otros son efímeras, revocables sin previo aviso ni justificación; aprender que, a pesar de que vive entre los miembros visibles de la colectividad, él figura entre sus miembros invisibles. Esta diferencia le hace descubrir su lugar: el del extranjero. Su tiempo: el presente; su espacio: un refugio al lado de la sociedad, el ghetto o, por debajo, la caverna. No puede reproducirse, echar raíces, pretender tener la vida de todo el mundo, más que por inadvertencia o por accidente. Privado de la facultad de reproducirse, de enraizarse, de normalizarse: la castración, desde todos los puntos de vista. Avergonzarse de lo que se es, ser eso de lo que se tiene vergüenza, he aquí lo necesario para mantener a los exiliados entre los desplazados, indicando lo que les está reservado: el no man's land, territorio en el que incluso las leyes de la guerra no tienen curso, en el que ninguna protección se ejerce. Desde hace mucho tiempo, se les ha señalado real y simbólicamente lo que son: los "hombres de la tierra de nadie". Más concretamente: los hombres de la selva, del desierto, del mar, de los lugares inhabitables y de los lugares de éxodo. El exilio, es el salvajismo, el salvaje, es un exiliado. El estado impuesto a los exiliados es la dispersión. Fluido, les prohíbe pararse en alguna parte o ser retenidos por algunos; les obliga a mantenerse en los anchos caminos por los que se circula, a esconderse en los lugares clandestinos. Alojados en la provisionalidad, en lo inestable, están fuera de los muros de las ciudades y de los Estados, fuera de la sociedad, cualquiera que sea su origen, en la sociedad de ninguna parte que ellos forman. Estos fuera-detodo, estos
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flotantes, estos en suspenso, pueden pues creerse y proclamar ciudadanos del mundo, tomar por ciudad ese barco ebrio que los lleva: grito de desesperación, locura de grandeza, rumor ruidoso en un vasto país silencioso. En realidad ciudadanos de ninguna parte, no hace falta recordárselo; ciudadanos de parte alguna, lo que da la exacta medida de la grandeza de su locura. Simplemente seres sin lugar y sin porvenir en el mundo. Hombres extraños, extraños al hombre, los exiliados son también extraños a la guerra y a la paz; pues éstas son asunto de ciudadanos. Tratados con violencia responden algunas veces con violencia. Frecuentemente, la rechazan por principio, buscando el bien y la fraternidad como cuestionamiento radical de todo lo que les excluye, de todo eso de lo que son excluidos. Para aquellos para los que la vida errante es la meta, a quienes se les deniega el bien con la patria, la patria se encuentra allí donde está el bien, allí donde existe la posibilidad de una fraternidad reencontrada, puesto que "el egoísmo y el odio tienen de por sí una patria, la fraternidad no la tiene" (Lamartine). El parti pris del exilio es forzosamente lo ideal. El desarraigo y la dispersión eliminan al exiliado del cuadro de las relaciones de fuerza, de un reglamento que lo proscribe,
del cálculo de un juego social y político en que él es a lo sumo apuesta, nunca parte implicada. Luego, querer lo imposible, actuar sin preocuparse de los límites y de los muros, despreciar las reglas dictadas en el recinto, desafiar las resistencias de las construcciones, este envite corresponde a la experiencia de una existencia imposible, de un éxito de lo improbable, en la conquista paciente de un desierto con horizontes huidizos, con raros oasis y el soplo mortal del viento de arena. Para el hombre nacido en el exilio, la realidad no es, como para el hombre nacido en la servidumbre, un origen, un dato exterior: es un producto, una cosa que él debe crear de nuevo para que sea suya y él esté incluido en ella. Realidad producida y creada por su propia potencia y su propia razón: todo lo que es racional es real. Por consiguiente, los pensamientos y las palabras son una amenaza, una brecha en el orden establecido. El parti pris del ideal apuesta por esta brecha, por este caballo de Troya de donde salen fuerzas desconocidas, dejando su escondrijo para invadir los espacios confinados, los laberintos prohibidos, preparando el retorno, después del largísimo viaje, de todos aquellos que han soportado pesadas pruebas; el regreso a una ciudad sin muros, entre el pueblo de los hombres sin estigmas.
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La nación no nacional* Zygmunt Bauman** Sin embargo, casi ninguna dimensión de la endémica incongruencia judía ha tenido una influencia más fuerte y más duradera en el antisemitismo moderno que el hecho de que los judíos eran, para citar a Arendt una vez más, "un elemento no nacional en un mundo en el que existían o se estaban formando las naciones". Debido al hecho de su dispersión territorial y de su ubicuidad, los judíos eran una nación internacional, una nación no nacional. En todos sitios eran un recordatorio constante de la relatividad y de los límites de la identidad individual y de los intereses comunales que el criterio de nacionalidad determinaba con total y absoluta autoridad. En todas las naciones eran "el enemigo interior". Los límites de la nación eran demasiado estrechos como para definirlos, y los horizontes de la tradición nacional demasiado limitados como para reconocer su identidad. No es que los judíos fueran distintos de los habitantes de cualquier otra nación, es que eran también distintos de cualquier otro extranjero. En resumen, eliminaban la diferencia entre anfitriones e invitados, entre nativos y extranjeros. Y cuando la nacionalidad se convirtió en la base suprema para la constitución de un grupo, aparecieron para eliminar la diferencia más básica, la que existe entre "nosotros" y "ellos". Los judíos eran flexibles y adaptables, como un vehículo vacío listo para que le pusieran cualquier carga despreciable que "ellos" tuvieran que llevar. Así, Toussenel consideraba que los judíos eran los portadores del veneno contra los franceses y los protestantes, mientras que Liesching, el famoso detractor de Das junge Deutschland, acusaba a los judíos de pasar de contrabando a Alemania el pestilente espíritu galo. La cualidad supranacional de los judíos se pone en evidencia claramente en una primera fase del proceso de formación de las naciones, cuando los conflictos entre las dinastías por los límites, provocados o al menos complicados por las nuevas reclamaciones hechas en nombre de las diversas unidades nacionales, hicieron que los judíos no participaran en las particularidades del país y fomentaron su aptitud para comunicarse por encima de los dirigentes de los estados en lucha a través de las líneas del frente. La capacidad de mediación de los judíos fue utilizada con ansia por los dirigentes implicados, con frecuencia en contra de su
* Traducción de Enrique Santamaría.
voluntad, en conflictos que no entendían bien y con los que deseaban acabar, mientras que lo único con lo que soñaban era con un compromiso o, por lo menos, una forma de coexistencia que fuera aceptable tanto para sus adversarios como para los propios habitantes de su país, de mentalidad virulentamente nacionalista. En las guerras cuyo objetivo era conseguir principal o únicamente un modus vivendi más agradable, a los judíos, internacionalistas naturales, por decirlo de alguna manera, se les asignó la función de heraldos de la paz y autores del fin de la beligerancia. Este logro, originalmente loable, posteriormente se volvió contra ellos con creces, una vez que las reliquias dinásticas se convirtieron en auténticos estados nacionales y nacionalistas. El objetivo de la guerra pasó a ser la destrucción del enemigo, el patriotismo remplazó a la lealtad al rey, mientras que el sueño de supremacía silenció las ansias de paz. En un mundo completa y exhaustivamente dividido en dominios nacionales no quedaba espacio para el internacionalismo, y cada trozo de tierra sin dueño era una invitación permanente a la agresión. El mundo atestado de naciones y de naciones Estado, abominó del vacío no nacional. Los judíos estaban en ese vacío. Más aún, ellos eran un vacío. Se convirtieron en sospechosos por la simple razón de ser capaces de negociar cuando la única comunicación lícita era encañonar al de enfrente. El único punto en que estuvieron de acuerdo los grupos enfrentados durante la Primera Guerra Mundial fue la sospecha de que los judíos carecían de patriotismo y de entusiasmo para hacer una carnicería de los enemigos de la nación. Esta cualidad, aunque tenía un tufillo a alta traición, era sin embargo menos irritante que la de ser cosmopolitas, innata y evidentemente irremediable. Las peores sospechas se confirmaron por la marcada tendencia de los judíos a reflejar su condición extraterritorial en su enloquecedora inclinación por los "valores humanos", "el hombre como tal", la universalidad y otras consignas igualmente desmovilizadoras y, por lo tanto, antipatrióticas. En los primeros momentos de la etapa nacionalista, Heinrich Leo advertía lo siguiente: La nación judía se destaca claramente de todas las otras naciones del mundo porque posee una mente auténticamente corrosiva y que produce podredumbre. De la misma forma que existen algunas fuentes que transforman en piedra todo lo que se arroja a ellas, los judíos, desde el principio hasta el día de hoy, han transmutado todo lo que caía dentro de la órbita de su actividad espiritual en una generalidad abstracta.
**Tomado de Modernidad y holocausto, Madrid, Editorial Sequitur, 1997.
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Los judíos, de hecho, eran la personificación de los extranjeros de Simmel, siempre en el exterior aunque estuvieran dentro, examinando las cosas familiares como si fueran un objeto de estudio ajeno a ellos, haciendo preguntas que nadie planteaba, cuestionando lo incuestionable y poniendo en tela de juicio lo indiscutible. Desde Ludwig Borne, el compañero de Heine, pasando por Karl Krauss en vísperas de la caída de la casa de Habsburgo, hasta Kurt Tucholsky, en vísperas del triunfo nazi, todos ellos señalaron lo que consideraban que eran insignificancias, prejuicios y mezquindades, ridiculizaron las mezclas locales de atraso con vanidad y baladronadas y lucharon contra la pereza mental provinciana y contra el filisteísmo de las inclinaciones. No se podía admitir realmente a nadie con semejante visión externa en el seno de la nación tal y como estaba definida, es decir, dando por descontada su existencia y por su predisposición para vivir en paz. No causó ninguna sorpresa el veredicto de Friedrich Rühs, el primero de una larga serie de reivindicaciones en favor de que la particularidad se imponga sobre la generalidad abstracta: Los judíos no pertenecen auténticamente al país en el que viven, y lo mismo que el judío de Polonia no es polaco, ni el judío de Inglaterra es inglés, ni el judío de Suecia es sueco, el judío de Alemania no puede ser alemán y el judío de Prusia no puede ser prusiano. El sino de la incongruencia judía entre las naciones no lo alivió en absoluto el hecho de que las declaraciones nacionalistas fueran con frecuencia igualmente incongruentes y mutuamente incompatibles. Como norma, las naciones tenían sus opresores, a los que temían, y sus oprimidos, a los que despreciaban. Muy pocas naciones aprobaron con entusiasmo el derecho de los otros a recibir el mismo tratamiento que exigían para ellas. A lo largo de todo el turbulento, y todavía inconcluso, período de la creación de las naciones, el juego nacional era un juego de suma cero: la soberanía de las demás era un ataque a la propia. Los derechos de una nación suponían para otra agresión, intransigencia o prepotencia. Las consecuencias de todo esto fueron más desalentadoras en la zona del centro y Este de Europa, un verdadero crisol de nacionalismos, bien antiguos aunque todavía insatisfechos, bien jóvenes y hambrientos. Era virtualmente imposible tomar partido por una reivindicación nacionalista sin enemistarse con otras naciones, ya establecidas o que aspiraban a estarlo. Esto colocó a los
judíos en una situación bastante delicada. En opinión de Pulzer: Su estructura laboral, sus niveles generalmente elevados de alfabetización y su necesidad de seguridad política facilitó que se asociaran con las nacionalidades "históricas" dominantes (polacos, magiares y rusos) en lugar de con las nacionalidades "no históricas" sumergidas y rurales (checos, eslovacos, ucranianos y lituanos, por ejemplo). Por lo tanto, en Galitzia y Hungría se libraron del estigma de ser alemanes, aunque esto no les sirvió de mucha ayuda con las razas a las que polacos y magiares oprimían a su vez. En algunos casos aislados, las élites de las naciones ya consolidadas o en embrión ansiaban utilizar el celo y el talento de los judíos para conseguir avances y progresos difíciles de lograr si las masas estaban marcadas, con frecuencia contra su voluntad, como objetos del proselitismo nacional y de la modernización económica. En Hungría, bajo la casa de Habsburgo, la aristocracia terrateniente recibió con agrado a los judíos, que se convirtieron en los agentes más eficientes y entregados a favor de la magiarización en zonas periféricas, fundamentalmente eslavas, que la nobleza esperaba tener bajo su dominio en la futura Hungría independiente. También pasaron a ser los autores de una modernización inexorable de la economía rural anquilosada y atrasada. Las débiles élites lituanas acogieron con ilusión el entusiasmo judío para presentar sus demandas al gobierno sobre la compleja mezcla de comunidades étnicas, religiosas y lingüísticas que poblaban las antiguas tierras de la histórica Gran Lituania y que soñaban con resucitar. En conjunto, las élites políticas deseaban utilizar a los judíos en todas las tareas peligrosas y desagradables que consideraban necesarias y que, sin embargo, preferían no llevar a cabo ellas mismas. Esto resultaba bastante conveniente. Cuando ya no fuera tan apremiante la necesidad de los servicios de los judíos, podían deshacerse de ellos con toda facilidad. En el momento en que "pusieran a los judíos en su lugar" recibirían el aplauso de las masas a las que los judíos habían controlado en beneficio de las élites y eso endulzaría el amargo trago que las élites, ahora firmemente asentadas, deseaban que probaran las masas. Sin embargo, las élites no podían confiar en la fidelidad de los judíos ni siquiera temporalmente. A diferencia de los "nacidos en" una colectividad nacional, para los judíos pertenecer a ella era una elección y, por tanto, en principio revocable "hasta nuevo aviso". Los límites de las colectividades nacionales eran todavía bastante inciertos, el
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sentimiento de seguridad era ilícito y la vigilancia era la orden del día. Se levantan barricadas para dividir y i ay de quienes las usen como pasillos! La visión de un amplio grupo de gente con libertad para moverse a voluntad de una plaza fuerte nacional a otra debía provocar una profunda angustia. Desafiaba la verdad auténtica sobre la que reposaban las reivindicaciones de todas las naciones, tanto antiguas como modernas: el carácter de nacionalidad, la herencia y la naturalidad de las entidades nacionales. El corto sueño liberal de la asimilación y, más en general, la concepción del "problema judío" como básicamente cultural y que, por lo tanto, se podía resolver por medio de la aculturación voluntaria y aceptada de buena gana, fracasó debido a la incompatibilidad esencial entre el nacionalismo y la idea de la libre elección. Aunque pueda parecer paradójico, los nacionalismos coherentes al final se resienten de los poderes de absorción de sus propias naciones. Aceptan complacidos que sus admiradores alaben con prodigalidad las virtudes de la nación. Convertirán esos elogios en condición para garantizar a los admiradores, cuanto más entusiastas y ruidosos, mejor, esa benevolencia
por parte de los patronos que va asociada a la condición de cliente. Sin embargo, lo que no perdonarán es que se tome esta admiración como un título de integrante de la comunidad. Como en el lacónico consejo de Geoff Dench a todas las naciones cliente: "Por todos los medios, declaro mi creencia en la justicia e igualdad futuras. Es parte de mi misión. Pero no esperéis que se haga realidad". Como demuestra este breve estudio de la larga lista de las incongruencias judías, acaso no había ninguna puerta cerrada en el camino de la modernidad en la que los judíos no pusieran las manos. Sólo podían resultar seriamente magullados después del proceso que culminó con su emancipación del ghetto. Eran la opacidad del mundo luchando por la claridad, la ambigüedad en un mundo con deseos encendidos de certeza. Se montaron a horcajadas sobre todas las barricadas y llamaron a las balas de todos los bandos. De hecho, el judío conceptual se ha interpretado como la "viscosidad" arquetípica del sueño moderno de orden y claridad, el enemigo de cualquier orden, antiguo, nuevo y, en especial, del deseado.
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De estado de exilio* Cristina Peri Rossi Que lo sepan todos de una vez: el exilio no puede ser jamás una retórica.
El país donde quisiéramos volver ya no existe; lo perdimos en el intento de construir el país donde queríamos vivir. Cada uno vive dos vidas: la que dejó y se prolonga en los gemidos de las cárceles, en las celdas de tortura, a la que le tocó después, como un traje nuevo en el reparto. Casi todos sienten que los pantalones les quedan cortos, les aprieta el cuello de la camisa y las mangas son demasiado anchas, pero está prohibido sangrar desnudo por las calles de las ciudades adoptivas. Llevamos un estigma que no borra el automóvil flamante ni las cartas consoladoras que escribimos. Soñé que me iba lejos de aquí el mar estaba picado olas negras y blancas un lobo muerto en la playa un madero navegando llamas en altamar ¿Existió alguna vez una ciudad llamada Montevideo? Una casa un cuadro una silla una lámpara el sonido del mar perdido, pesan tanto como la ausencia de mamá.
Para obtener asilo debemos narrar al detalle lo que hicimos. A veces nos perdonan y nos extienden un papel que nos permite vivir donde no quisimos. Tengo un dolor aquí, del lado de la patria. Como los navegantes que volvieron de combatir con el octopus (dijo Neruda) ya no nos acostumbramos a vivir en ninguna parte, tenemos frío en todas las ciudades, nos son ajenas las avenidas las casas los ríos y sentimos una nostalgia muy grande cada vez que alguien nombra la palabra revolución. Y cuando la conversación decae en lenta agonía es posible descubrir en el fondo del silencio de cada uno la geografía de un continente obsesivo. Ninguna palabra nunca ningún discurso -por abrasador, honra a Martísirvió para detener la mano del torturador. Pero cuando una palabra escrita sirve para aliviar el dolor de un torturado, la literatura tiene justificación. La Muerte de Isolda en un piso de este barrio, no me gusta como antes. Quizás la púa esté gastada el aria o la Flagstad haya envejecido. Quizás mi oído no sea el mismo. Cuando dicen: "Que pase el extranjero" a veces no me doy cuenta de que soy yo.
* Tomado de Extranjería, exilio y xenofobia.
El exilio son los otros.
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El frío que no llega*
El modo de habitar* (Fragmento) Walter Benjamín
Tununa Mercado El exilio se me aparece como un enorme mural riveriano, con protagonistas y comparsas, líderes y bufones, vivos y muertos, enfermos y desposeídos, corroídos y corrompidos; el mural tiene un espeso color plomizo y sus trazos son gruesos. Hay un fuerte sinsabor en la evocación, me esfuerzo en este momento para separar del conjunto algún instante colectivo de felicidad, que lo hubo, pero la melancolía lleva la delantera, nada se sustrae a la melancolía de un recuerdo gris, aunque muy intenso. En el mural hay un ancho por un alto, un comienzo y un final, y lo que resalta en el paño acotado y lo que vibra en el paisaje es, irremisible, la melancolía. No se puede decir nada más anodino y estúpido que la frase: "lo pasaron bien en el exilio", esa trivialidad que muchas veces, por exculpación, se acepta oír, o su contraparte de la misma laya: "los que se quedaron la pasaron peor", y otras variantes de esas simplezas que deberían indignar pues ponen en situación de torneo instancias que no lo admiten y que tampoco resisten clasificaciones tranquilizadoras: exilio/exilio interior, que separan y aligeran, por así decir, la masa aún sin desbrozar, compacta, destructora y arrasante que fueron esos años, desde 1974 hasta la restauración de la democracia, sin contar los coletazos que todavía producen terror. El tiempo del exilio tiene el trayecto de un trazo, se extiende según un ritmo amplio y abierto, sus curvas son como las olas, oceánicas y lejanas de las playas, que no tiene rompientes y se parecen más a la idea de horizonte; el tiempo sucede más allá, en otro sitio, se lo oye transcurrir en los silencios de la noche, pero se lo aparta, no se lo quiere percibir porque supone que el destierro va a terminar, que se trata de un paréntesis que no cuenta en ningún devenir.
... es lo que la revolución habría de ofrecerles realmente. "La intelectualidad -dijo él-, en modo alguno se mata trabajando. Y ¿qué importa si hay algunos médicos o abogados que trabajan como negros? Es un trabajo que sólo les incumbe a ellos; no se puede comparar bajo ningún concepto con el de los proletarios". Y por último dijo que la gente se pregunta qué hará a los sesenta años si no ha ahorrado nada... "Sí-exclamó muy enojado-, de verdad que eso es pedir demasiado. ¡Por Dios!, luego la diñan miserablemente. Demasiado tarde. Mejor que lo hicieran ya ahora". Uno o dos días después volvimos a tratar someramente esta misma idea cuando yo hablé de lo poco exigentes que son los surrealistas, lo cual facilita en Francia la formación de agrupaciones que las ambiciosas exigencias de los escritores alemanes hacen imposibles aquí. De todos modos, mantener las aspiraciones a un bajo nivel sólo es adecuado para un colectivo; para el individuo, casi siempre, inadecuado.
* Tomado de Extranjería, exilio y xenofobia.
* Tomado de Escritos autobiográficos, Madrid, Alianza, 1996.
8 de junio. Una tarde realmente extraña con Brecht. Un discurso sobre las "oraciones", de los que ahora se pueden escuchar de Brecht casi todos los días, dio un giro inusitado a raíz de una objeción que yo le hice. Yo me opuse a una búsqueda de las "representaciones" y reclamé en su lugar -yo mismo no recuerdo ya cómo- el estudio de los modos de comportamiento. Mi propuesta concernía a mi asunto preferido: el hecho de habitar. Brecht accedió a ella muy animosamente y acabó haciendo una descripción inusual de su propio modo de habitar, a la que luego yo opuse otra distinta -sin comprometerme precisamente a ella en mi vida privada- Por cierto que se tomó nota de todos los argumentos. Los repito de memoria. Ambos modos de comportamiento se percibieron como dialécticos y se describieron en su polaridad. Brecht partió del habitar "que da las medidas". Es un modo de habitar que "configura" su entorno, que lo dispone adecuadamente de una forma manejable y ordenada; un mundo en el que el habitante se comporta en casa a su aire. A éste le contrapuso su propia manera de habitar, la postura de quien se siente en todas partes sólo como un huésped; luego descartó ser él el responsable de las cosas que están a su servicio; él se siente
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invitado por el sofá en el que toma asiento y también, en ciertos momentos, siente anulada de nuevo esta invitación. Entonces yo consigo mostrar el hecho de habitar en la dialéctica de un aspecto completamente distinto. También logro quitarle a Brecht la impresión de que mi exposición es tan sólo una trascripción de sus propias observaciones. Yo distingo el habitar que le depara al habitante el máximo de hábitos y aquel que le depara el mínimo. Ambos extremos son patológicos. Probablemente se diferencian de los señalados por Brecht en el hecho mismo de que tienden a disgregarse, mientras que los otros tienen una tendencia a juntarse. El habitar que depara al habitante el máximo de hábitos es tal y como se lo imaginan las arrendatarias de habitaciones amuebladas. El ser humano llega a ser una función de los quehaceres que los requisitos le piden. Aquí gobierna una relación del habitante con el mundo objetivo completamente distinta a la del habitar que configura. Aquí
las cosas (sean o no propiedad en el sentido jurídico) son tomadas en serio; para el habitar que configura tienen una función parecida a la del decorado de un escenario. Podría decirse incluso que lo uno tiene lugar en un decorado y lo otro en un interior. Más difícil es determinar el factor del hábito en el habitar que configura; en cambio, en el caso del habitar como un huésped este factor queda perfectamente definido en la siguiente frase de Nietzsche: "Me encantan los hábitos breves". Por último, el cuarto modo de habitar, el habitar que depara al habitante el mínimo de hábitos, es el simple "vivir". También en este caso, donde mejor se encuentra configurada esta idea es en el ánimo de la arrendataria de habitaciones. En el centro de la misma están el mal huésped realquilado y el deterioro. Pues el simple vivir es el habitar destructivo, un habitar que efectivamente no permite que aparezcan hábitos, porque poco a poco va eliminando las cosas, que son sus puntos de apoyo.
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El arte político de conciliar El Tema de las drogas en las relaciones entre Colombia y Estados Unidos. 1986-1994 Tatiana Matthiesen Bogotá, Fedesarrollo, Fescol y Cerec Ediciones, 2000,393 págs. Natalia Delgado Varela* ¿Cómo logra César Gavina cambiar la política antidrogas de cooperación plena con Estados Unidos, hacia una política mucho menos acorde con los intereses de este país y sin embargo sigue recibiendo apoyo desde el norte? Encontrar esta respuesta a lo largo del libro, nos enfrenta a un escenario muy amplio y a un análisis profundo del problema de las drogas como uno de los más grandes para Colombia y Estados Unidos entre 1986 y 1994. Lo sorprendente en esta lucha es que Colombia, un país con poco poder económico y político frente a Estados Unidos, logró imponer una política antidroga creada desde adentro, sin ceder totalmente a las presiones externas. El arte político de conciliar intereses internos y externos, fue el camino que encontró el presidente Gaviria para lograr mitigar las presiones de los dos escenarios, sin olvidar su objetivo: acabar con los carteles de la droga. Una visión clara y completa sobre el tema de las drogas y su influencia sobre la política exterior colombiana y estadounidense durante las administraciones Barco y Gaviria que correspondieron con la presidencia de Reagan, Bush y Clinton en Estados
* Estudiante de Ciencia Política.
Unidos, es lo que logra a cabalidad Tatiana Matthiesen. El aporte fundamental de este libro, a diferencia de otros estudios que se han hecho sobre el tema, es que involucra tanto la teoría de las relaciones internacionales como la política exterior y la dinámica interna de estos países. El resultado es un estudio de gran interés tanto para los académicos de las relaciones internacionales y de política exterior como para cualquier lector con ansias de conocer el telón de fondo sobre el fenómeno de las drogas. Como lo señala Fernando Cepeda Ulloa en el prólogo del libro, el estudio de las relaciones bilaterales entre Colombia y Estados Unidos ha sido abordado pocas veces por latinoamericanos; con la excepción de Juan Gabriel Tokatlian. Tatiana Matthiesen es alemana y el libro es el resultado de su tesis de doctorado en la Universidad de New School for Social Research de Nueva York. Es muy interesante reconocer estos hechos desde una perspectiva ajena al conflicto que desencadenó la lucha contra el narcotráfico en Colombia. Esta visión permite reconocer las dimensiones externas en torno a la lucha contra las drogas y así mismo valorar el coraje que se tuvo en Colombia a la hora de emprender este camino contra los carteles. El entretejimiento de los diferentes temas abordados en el libro necesitaba de una metodología clara que permitiera explicar porqué hubo cambios en la política de la lucha contra las drogas en Colombia durante los períodos presidenciales de Barco y Gaviria y cómo reaccionaron las administraciones de Reagan, Bush y Clinton a estos hechos. El libro está dividido en un prólogo creado por Fernando Cepeda Ulloa, una introducción, cuatro capítulos y
finalmente las conclusiones. Un estudio comparativo complementado con un método histérico-descriptivo (en los primeros dos capítulos) y empírico-analítico (en los dos últimos), permitió hacer una investigación minuciosa sobre el tema de las drogas y la efectividad lograda mediante las políticas de presión establecidas por Estados Unidos a los países productores y exportadores de droga; en este caso, Colombia. Como lo señala Tatiana Matthiesen el método histórico descriptivo pretende resolver "de manera cronológica los factores nacionales e internacionales que afectaron las dinámicas de las actitudes de la opinión pública estadounidense y las políticas de drogas desde la mitad del siglo diecinueve hasta el presente", (pág. 35). Por otro lado, con el método empíricoanalítico se pretende hacer un análisis de los períodos presidenciales de Barco y Gaviria teniendo en cuenta los actores políticos, las instituciones y el ámbito internacional. Durante estos capítulos se hace un análisis constante de los eventos más importantes en Estados Unidos y Colombia sobre el tema de las drogas y un examen profundo de documentos oficiales, periódicos y de las audiencias e informes del Congreso estadounidense sobre el tema del narcotráfico. En la introducción la autora nos incorpora dentro de la estructura del libro y hace una explicación juiciosa y detallada del contexto, el propósito y la metodología del estudio. Aquí es importante mencionar que Tatiana Matthiesen utiliza el enfoque de Robert Puttnam en el sentido de incorporar al análisis las dimensiones "del sistema internacional, del sistema político y de la sociedad al mismo tiempo,
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distinguiendo entre el ámbito internacional y nacional" (pág. 29). Matthiesen logra hacer un análisis integral de los eventos más importantes en torno al tema de las drogas, de los actores políticos, de las instituciones, del ámbito social y de la dimensión internacional, creando una explicación y un hilo conductor en torno al problema de las drogas como un tema interméstico; es decir, de naturaleza doméstica e internacional. Otro de los rasgos característicos del enfoque de Puttnam es que la política internacional debe concebirse como un juego de dos niveles, el nacional y el internacional. "En el ámbito nacional, los grupos y actores más importantes presionan al gobierno y buscan coaliciones con otros grupos para perseguir sus intereses; en el internacional, el gobierno nacional busca maximizar su propia capacidad de satisfacer las presiones nacionales e intenta disminuir los costos negativos", (pág. 30). Este modelo se ve en el desarrollo de la investigación de Matthiesen y es finalmente lo que nos abre el camino para entender la política antidrogas de Gaviria como una estrategia de conciliación de intereses nacionales e internacionales. Así mismo, recalca la necesidad de que los formuladores de política tengan en cuenta la importancia de la conciliación de intereses como un elemento para crear aceptabilidad nacional y cooperación internacional. Después de la introducción, se hace un recuento histórico sobre el problema de las drogas en Estados Unidos desde 1850 y se reconstruyen las acciones tomadas por el gobierno estadounidense para combatir este fenómeno. En este capítulo se crea un contexto histórico que permite entender "el sustento ideológico de las
políticas de control de las drogas en Estados Unidos", (pág. 327). Lo más importante de esta reconstrucción, es ver que la droga hace parte de la historia social de Estados Unidos y que ha sido manipulada para marginalizar grupos étnicos, de inmigrantes, etc. Por ejemplo, desde 1900 el problema de la heroína se asociaba a los inmigrantes chinos, durante los años veinte a los comunistas y anarquistas, y en los treinta, la marihuana se asociaba a los inmigrantes mexicanos. Sin embargo, el problema siempre ha sobrepasado las fronteras de estos grupos y ha llegado a tocara la sociedad estadounidense como tal. Éstos han sido intentos de externalizar el problema, aunque a comienzos de los ochenta, el consumo de droga se empezó a relacionar con los estudiantes norteamericanos blancos de clase media. A principios de esta década, Reagan define el problema de las drogas como un problema de seguridad nacional que debía ser combatido y como uno de los puntos más importantes de la agenda diplomática de los Estados Unidos con los países productores y exportadores de droga. El segundo capítulo del libro trata sobre el surgimiento del problema de la droga en las relaciones entre Colombia y Estados Unidos durante los años ochenta. El incremento en el consumo de cocaína entre los jóvenes, hizo que la preocupación de los norteamericanos se centrara cada vez más en el asunto de las drogas. La declaración de la segunda guerra contra las drogas implicó una lucha contra el narcotráfico, y como Colombia era el principal exportador y productor de cocaína, pasó a ser central en las políticas antidrogas del presidente Reagan. Dentro de Estados Unidos surgieron cambios institucionales y reformas legislativas en pro de disminuir el uso
de droga. Uno de estos cambios fue la ampliación del papel del Congreso dentro de las políticas antidrogas; esto se refleja en el proceso de certificación como instrumento de presión hacia una cooperación plena con Estados Unidos en torno al tráfico de estupefacientes. En este capítulo se analizan cómo y por qué surgieron las organizaciones de narcotraficantes en Colombia y cómo fue la estructura de estas organizaciones durante los años ochenta. El análisis involucra además las conexiones entre narcotráfico, guerrilla y paramilitares y sus consecuencias dentro de la creciente violencia que afronta nuestro país. Factores como la debilidad del régimen político colombiano y su baja legitimidad, el alto grado de violencia en Colombia que conduce a la pérdida del control del Estado sobre algunas áreas del país, la larga tradición de contrabando en Colombia, la geografía aislada en muchas de sus regiones, y la migración de colombianos a Estados Unidos son los factores que se presentan como explicación a la posibilidad de sembrar, cultivar, procesar y exportar droga desde Colombia (Según Thoumi, 1994:171-182, pág. 126). El presidente de Colombia Virgilio Barco, mantuvo durante su mandato una política de cooperación plena con Estados Unidos. La lucha frontal contra el narcotráfico, refleja su posición de aliado firme de Estados Unidos como lo describe el tercer capítulo del libro. El compromiso de Barco se reflejó no solamente en el plano internacional sino también en el interno. La extradición se convirtió en el indicador fundamental de su compromiso en la lucha contra el narcotráfico y de su alianza y cooperación con Estados
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Unidos. A pesar de afrontar obstáculos internos y de oposición hacia las presiones internacionales, Barco utilizó todos los medios que estuvieron a su alcance para vigorizar la extradición. Ésta fue rechazada especialmente por la rama judicial colombiana y el Congreso debido a la ola de violencia que desataron los narcotraficantes frente a la posibilidad de ser extraditados. Matthiesen habla de la formación de una coalición nacionalista y una internacionalista a raíz de la lucha contra el narcotráfico. La coalición internacionalista apoyó en un principio al presidente Barco y su posición giraba en torno a una cooperación plena hacia Estados Unidos, por su parte la coalición nacionalista buscaba estrategias menos costosas para Colombia en la lucha contra el narcotráfico. El apoyo de los principales actores políticos colombianos a favor de una cooperación plena fue decayendo a medida que los actos violentos se fueron tomando el escenario nacional. Así mismo, los incalculables costos para Colombia en la lucha antidroga y la presión constante e insensible de Estados Unidos, promovieron demandas hacia un diálogo con los narcotraficantes y compensaciones económicas de Estados Unidos hacia Colombia. Fallas en el sistema judicial colombiano como la liberación del narcotraficante Luis Ochoa y en el sistema carcelario reflejadas en la fuga de Pablo Escobar, decepcionaban cada vez más al gobierno estadounidense y ponían en cuestión la política antidrogas del presidente Bush. Estas fallas creaban tensiones entre el Congreso y el ejecutivo estadounidense y se reflejaban en mayores presiones hacia Colombia en la lucha contra el narcotráfico. Estas presiones
generaban, a su vez, un clima conflictivo en Colombia y llevaron al presidente Barco a recordara Estados Unidos los costos que Colombia estaba pagando y la necesidad inminente de disminuir la demanda. Finalmente la política de presión ejercida por los estadounidenses hacia una lucha frontal contra el narcotráfico fue poco efectiva y contraproducente. Los costos que trajo para Colombia la guerra contra los carteles de la droga excedieron los beneficios de cooperación internacional y por lo tanto, Colombia durante la administración de Gaviria, buscó mitigar tanto las presiones internas como externas en una política de conciliación que poco a poco fue cerrándole el camino a la extradición. Esta premisa nos lleva a uno de los fundamentos teóricos que se establecen durante la investigación en la cual se busca mostrar "hasta dónde los países productores y exportadores de drogas, con menos poder militar, económico y político -en el caso que nos ocupa, Colombiaresponden a las presiones de Estados Unidos y cuándo y cómo cambian de una política de plena cooperación a una de conciliación" (pág. 27). Así mismo, podemos ver que la premisa utilizada por Estados Unidos (basada en la oferta) de que a mayor presión sigue más cooperación, no determina finalmente la erradicación del problema de la droga; ésta resulta ser insuficiente, poco eficiente y olvida como si fuera poco el problema de la demanda. El último capítulo del libro nos describe cómo el presidente César Gaviria inspirado en un arte político de conciliar, logra crear una política antidrogas aceptada en el escenario nacional e internacional, como salida a las presiones a las que se enfrentaba en
ese momento. Su estrategia contra las drogas contó con la imagen positiva creada por el presidente Barco en Estados Unidos en torno a la lucha frontal contra el narcotráfico y logró ser exitosa por el cambio gradual que se fue dando en torno al tema de la extradición. Al crear el concepto del narcoterrorismo como algo separado del fenómeno del narcotráfico, Gaviria logró que éste fuera visto como un fenómeno internacional que sólo podía ser resuelto mediante la unión de los esfuerzos de los países afectados, y al narcoterrorismo como un problema colombiano al que se le debía encontrar una solución inmediata. Su política antidroga buscaba acabar con el narcoterrorismo y fortalecer al sistema judicial colombiano como garantía de que en Colombia se iban a juzgar a los narcotraficantes como se lo merecían. La llamada política de sometimiento a la justicia abría la posibilidad de extradición sólo a los narcotraficantes que no se entregaran a las autoridades colombianas para ser procesados y recibir sentencias reducidas. Esta fue la solución del presidente César Gaviria para disminuir la violencia interna del país y la mejor manera de responderle a Estados Unidos ante las presiones internas. La aparición de la extradición como algo permitido en Colombia y el fortalecimiento de la justicia, logró la aceptación de las políticas antidrogas de los actores políticos en Estados Unidos. Más adelante, la Asamblea Nacional Constituyente prohibió la extradición pero esto no deterioró sustancialmente las relaciones bilaterales entre los países. Gaviria no aparecía como el responsable de esta decisión y su papel como presidente comprometido en la lucha contra los carteles de
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narcotráfico permanecía estable. Estados Unidos a diferencia de lo que hizo durante la administración Barco, no presionó al gobierno colombiano sino que lo apoyó en su nueva política antidroga. En palabras de Tatiana Matthiesen, los estadounidenses le siguieron el juego a Colombia y no quisieron perder a su principal aliado en esta lucha y para esto "no tenían otra opción que estar pendientes y observar cómo Gaviria desaceleraba gradualmente, la guerra contra las drogas, que en últimas llevó a la política de no extradición", (pág. 332). Es así como el último capítulo del libro, logra mostrar que dentro del juego de la política hay habilidades que permiten tener un mayor grado de acción frente a los más fuertes. Como lo señala Fernando Cepeda en prólogo del libro: "este es un estudio de caso que enseña a estudiantes y formuladores de política exterior que las relaciones de poder no son tan fatalmente desiguales cuando hay asimetría y que la
inteligencia y la razón tienen algo que decir y lograr frente a un superpoder". (pág. 22). Vemos como el libro está enriquecido con elementos teóricos, históricos y empíricos que logran darnos una idea integral del tema de las drogas en las relaciones entre Colombia y Estados Unidos entre 1986 y 1994. La pregunta que queda es ¿cómo Colombia y Estados Unidos deben manejar las relaciones bilaterales para lograr crear un política eficiente en la lucha antidroga? Las conclusiones del libro apuntan hacia la necesidad de tener en cuenta tanto el escenario internacional como el interno de ambos países. Así mismo, deben existir estrategias de compensación ante los altos costos que tiene la lucha antidroga. Los altos costos de la cooperación puede exceder los beneficios y por lo tanto la presión internacional se puede volver contraproducente, como lo que le pasó a Estados Unidos con Colombia a
finales de la administración Barco. Crear desde Estados Unidos una estrategia completa contra las drogas implica aumentar el espectro del asunto; es decir, incluir el problema de la oferta, la demanda, la prevención, las implicaciones de la prohibición legal del uso de estupefacientes, etc. Los formuladores de política colombiana deben lograr que exista un mayor apoyo y un mayor compromiso de Estados Unidos en torno a la lucha contra las drogas, incluyendo la demanda. Es necesario reiterar que el problema no es sólo por el cultivo, procesamiento y tráfico de drogas, sino porque hay un mercado muy grande que está dispuesto a sostener este negocio. Como se ve a lo largo del libro, el negocio de las drogas crea una cadena de interrelaciones gigante que se nutre de factores internos y externos, y para erradicar el problema es necesario atacarlo desde todos sus ángulos.
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Hacia el rediseño del Estado Miguel Gandour P. y Luís Bernardo Mejía G. (compiladores), Bogotá, Tm Editores-Departamento Nacional de Planeación/40 años. 1999. Ximena Peña P * La década de los noventa en América Latina estuvo caracterizada por procesos de reforma estructural, en particular tendientes a abrir las economías a la competencia internacional. Los resultados, sin embargo, son diversos, lo que ha generado una necesidad de explicaciones renovadas a las diferencias en el desempeño de los países. Históricamente parece ser que un inadecuado funcionamiento del Estado es uno de los factores que explican el pobre desempeño de la región en las últimas décadas, por ejemplo en comparación con las economías del sudeste asiático. La economía neo-institucional provee una explicación interesante a este tipo de problemas. El mensaje general de este análisis es que las reglas del juego -institucionestienen un efecto importante sobre los resultados económicos. Desde la segunda mitad de los noventa ha habido un interés creciente en hacer reformas institucionales en la región; Colombia no ha estado aislada de esta tendencia. De hecho, actualmente se están llevando a cabo diversos estudios tendientes a proponer reformas para modernizar las instituciones, tanto en el nivel nacional como en el distrital. Sin embargo, * Economista y magíster en Economía de la Universidad de los Andes.
como proponen los compiladores en la introducción de Hacia el rediseño del Estado, "La reforma institucional del Estado ha permanecido en la práctica ausente de la reflexión académica reciente". El gobierno nacional ha hecho esfuerzos para modernizar y hacer más eficiente la gestión estatal. El Departamento Nacional de Planeación (DNP), a través de la Dirección de Evaluación de Gestión y Resultados (DEGR)antigua División Especial de Evaluación-, evalúa los resultados de la gestión pública para el logro del cumplimiento de los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo. El sistema utilizado para lograr lo anterior es el Sistema Nacional de Evaluación de Resultados SINERGIA-, que busca que la actividad y el marco de acción de las entidades del sector público sea más eficiente al articular los procesos de planeación, presupuestación y evaluación con una visión que oriente la gestión al logro de resultados, en un horizonte de mediano y largo plazo. La DEGR también ha trabajado desde 1996 en el tema de economía institucional. Por ejemplo, se montó un área llamada "Programa de análisis institucional aplicado" con el objetivo de evaluar la coherencia de las instituciones que determinan la gestión pública con un sistema orientado a resultados. En abril de 1998 se realizó el Primer seminario de análisis y diseño institucional: hacia el rediseño del Estado, realizado por el DNP y el Ministerio de Hacienda. Se pretendía reunir a expertos internacionales y nacionales en el área de la economía institucional, del rediseño del Estado y del tema presupuestal -entre otros-, para empezar a aproximarse a la reforma del Estado en toda su complejidad. También se quería
introducir este tipo de análisis en el ámbito colombiano, y generar discusión acerca de las explicaciones propuestas. El libro Hacia el rediseño del Estado es el resultado de este seminario. Éste es un libro valioso, no porque contenga grandes aportes teóricos, sino porque es el resultado de una visión pionera y futurista acerca de la necesidad de incorporar aspectos institucionales a la reforma del Estado en Colombia. Los artículos están bien escritos, son interesantes y tratan de dar una visión amplia de los temas propuestos. Varios de los autores son consultores, académicos y expolicy-makers, reconocidos a nivel nacional o internacional por sus esfuerzos en esta área de estudio. También hay escritos valientes de jóvenes investigadores, dedicados a estudiar temas concretos de economía institucional. Hay que tener en cuenta que cerca de la mitad de las versiones de los artículos que aparecen en el libro son traducciones del original, lo que puede introducir sesgos y cambios de estilo en los escritos. Las traducciones son un mal necesario, supongo. El libro está dividido en tres partes: la reforma estatal, instituciones presupuéstales y resultados económicos y la reforma estatal en Colombia, las cuales agrupan temáticamente los temas tratados en el seminario. Las tres secciones contienen una buena articulación temática tanto en el interior de las secciones como entre secciones (o como dirían los economistas: tanto inter como intra-seccionalmente). Sin embargo, en términos de calidad, la tercera sección es la más heterogénea. La primera parte del libro comprende tres artículos. El primero, "Reforma estatal en los noventa: lógica
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y mecanismos de control", por Luis Carlos Bresser presenta los fundamentos lógicos e históricos de la reforma estatal. El artículo es valioso porque se hace y contesta una pregunta fundamental: ¿qué tamaño debe tener un gobierno? Propone unas funciones que debería cumplir un gobierno en América Latina, y qué hacer con los demás roles que dejaría de jugar. No es necesario estar de acuerdo con el tamaño y funciones específicas que adelanta Bresser; lo importante es que el autor se hace las preguntas correctas, y en estos momentos de angustia fiscal éste es el estilo de preocupaciones y discusiones que se deberían estar desarrollando. También adelanta una explicación histórica interesante. Como el mercado y el gobierno coordinan en conjunto el sistema económico, atribuye la crisis de la década de los años treinta a una disfunción del mercado, y la de la década de los años ochenta a la caída del Estado social-democrático que frenaba el desarrollo. Este es un artículo optimista, de alguien que realizó la exitosa reforma institucional en Brasil. Tal vez tengamos, entonces, razones para estar optimistas en términos de mejorar las instituciones colombianas, si es que comenzamos a hacernos las preguntas correctas. En el segundo artículo, "Reforma estatal y teoría de política institucional", Eggertson contrasta la política institucional con la política económica ordinaria, y encuentra un papel para la política institucional (medidas estructurales) junto con una política económica estándar (medidas cuantitativas). Enfatiza el papel y las restricciones de quienes fijan las políticas y los modelos de políticas en un proceso de reforma institucional, nutriéndose de manera importante de
la teoría macro y microecónomica moderna. Aunque no hay formalización explícita, la escritura se enriquece del análisis de la teoría de juegos y la economía de la información -entre otroscombinados con el análisis neoinstitucional. El último artículo de la sección es "La economía política de la reforma estatal: política hasta la médula" de Kenneth A. Shepsle. Shepsle es profesor de la Universidad de Harvard -director del programa de política económica de esta universidad-y autor del famoso libro de texto Analyzing Politics. Una de las grandes contribuciones de la economía política al análisis económico señala cómo existen diferentes racionalidades, que es necesario tener en cuenta para lograr los resultados esperados y hacer los diseños institucionales pertinentes, que compatibilicen incentivos. Este artículo se basa en esta premisa y sostiene, desde una perspectiva bastante académica, que cualquier iniciativa de reforma estatal tiene que considerar a los políticos y sus motivaciones en el diseño institucional; se debe crear una Constitución que canalice las aspiraciones privadas de forma más constructiva. La segunda parte del libro está dedicada a las instituciones presupuéstales y los resultados económicos, y consta de 4 artículos. Alesina abre la sección con "Disciplina fiscal e instituciones presupuéstales". Ya habíamos oído esta idea en varios trabajos del mismo autor. Para los que la leen por primera vez es reveladora, y para los demás sigue vigente y es importante: el nivel de disciplina fiscal depende directamente de las instituciones y reglas presupuéstales del país. Uno de los problemas más
grandes es mantener una disciplina fiscal; mientras unos países mantienen presupuestos razonables, otros han acumulado una gran deuda pública y tienen dificultades para mantener déficit bajos. Sandoval, economista colombiano, en "Instituciones macroeconómicas: evaluación de los arreglos institucionales", evalúa los arreglos institucionales de la programación macroeconómica, presupuestal y financiera, y propone los ajustes pertinentes para generar un marco estable de gasto a mediano plazo y una gestión pública más eficiente. El artículo mezcla el análisis institucional con un gran conocimiento del caso colombiano y experiencia práctica, dado que el autor ha desempeñado diversos cargos en el gobierno nacional y distrital. "Temas y asuntos en el manejo del gasto público" de Arigapudi Premchand funcionario del FMI- es el tercer artículo de la sección y sugiere que el éxito del manejo del gasto público depende en gran parte del papel otorgado a la incertidumbre y al establecimiento, en las agencias centrales de gasto, de paquetes de sistemas operacionales encaminados a mejorar la capacidad, la transparencia y la eficacia del gasto público. El gran aporte de este artículo es proponer unas reformas de planeación del gobierno, y en particular presupuesta!, a un plazo de 20 años, que es mucho mayor al que estamos acostumbrados. Aunque dadas las restricciones de información imperantes-en particular en los países en vías de desarrollo- es difícil lograr proyecciones en este horizonte, es importante introducir estas consideraciones si se quieren lograr instituciones adecuadas y consistentes con el desarrollo de largo plazo.
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Holmes, también funcionario del FMI, escribió "Rediseño del sistema presupuesta!: una aproximación institucional". Pretende demostrar cómo, para mejorar los resultados presupuéstales, se requiere prestar atención a los diferentes arreglos institucionales que el presupuesto posee. En este contexto, el autor argumenta que se debe considerar de manera especial la relación entre la fijación de políticas, la planeación y la presupuestación en el marco de tres diferentes niveles de resultados presupuéstales: i) disciplina fiscal; ii) fondos asignados a prioridades estratégicas; iii) el uso eficiente y efectivo de los recursos. Esta es una exposición menos ordenada y sistemática que otros artículos contenidos en el libro, ya que incluye comentarios a otras presentaciones hechas en el seminario. La tercera parte del libro está dedicada -con justicia- a la reforma estatal en Colombia. Empieza con un artículo clave aunque denso- de Ana María Bejarano: "La Constitución de 1991: un proyecto de construcción institucional". La autora explora una serie de diagnósticos sobre por qué la Constitución de 1991 no ha producido los efectos que inicialmente se esperaban de ella; argumenta que no hay razón para esperar que un conjunto de principios, normas y procedimientos, eche raíces y produzca efectos en un lapso tan corto. Evalúa el proceso constituyente y la Constitución misma desde la teoría neoinstitucional, para lo cual privilegia temas relativos al diseño institucional. También señala las áreas de la Constitución que pueden ser susceptibles de modificaciones y ajustes institucionales, para producir más efectivamente los resultados esperados. Aunque el artículo es de hace dos años,
el balance de la Constitución sigue siendo relevante. En el artículo "Las relaciones entre el ejecutivo y el legislativo -un análisis económico-", Vargas analiza los resultados fiscales y el papel del presupuesto en el comportamiento fiscal reciente en Colombia, desde una óptica de ajuste institucional; estudia el presupuesto dentro de un conjunto de reformas institucionales, políticas, económicas y administrativas que comenzaron en Colombia en los albores de los años noventa. También analiza los costos de transacción en las relaciones ejecutivo. Legislativo. Propone algunas reflexiones sobre las diferentes direcciones que se pueden tomar para enfrentar y reorientar un nuevo marco institucional. Las conclusiones son apresuradas, les falta sustento. Dado que tal vez la mejor manera de intervención estatal es la regulación, el libro le dedica los siguientes dos artículos. "Análisis de la regulación y los contratos de concesión de infraestructura en Colombia" de Juan Benavides e Israel Fainboim, es una aplicación a un caso muy concreto y relevante en esta época histórica: regulación de los servicios públicos y los contratos de concesiones en Colombia. Se enfatiza la dicotomía entre el examen de la dotación institucional y los métodos reales de solución. Caracterizan las relaciones entre poderes, así como la influencia de estas interacciones sobre las decisiones regulatorias y de concesiones, encontrando un exceso de garantías por parte del Estado hacia los concesionarios. Los autores han trabajado ampliamente el tema y proveen una perspectiva muy formal e informada. Spiller, en "Análisis institucional de la regulación: implicaciones para
Colombia" propone un análisis un tanto diferente del problema de la regulación de servicios públicos. El ejemplo elegido es la regulación al agua en América Latina. El artículo es el menos bien estructurado en términos de presentación y formalismo. Desde su amplia experiencia como consultor en el sector sugiere que el problema fundamental que limita el desarrollo del sector es el oportunismo gubernamental; el resultado es un equilibrio de bajo nivel: precios bajos, baja calidad, baja penetración y poca inversión. El artículo discute tres formas de limitar el oportunismo gubernamental: i) la imposición de límites a la discrecionalidad regulatoria; ii) la fragmentación del sector, y; i¡¡) la privatización. Por último, muestra la necesidad de lograr un sistema regulatorio con un alto grado de credibilidad y su implicación en la dinámica del sector. Este análisis es complementario con lo propuesto por Benavides y Fainboim. "El servicio civil en Colombia", de Adriana Molina, es el artículo pionero en Colombia al analizar la forma de contratación estatal desde una perspectiva neo-institucional. Aunque es menos profundo de lo que nos gustaría (contiene afirmaciones poco sustentadas y las propuestas no están muy bien definidas), presenta una primera aproximación a cómo el manejo de personal del sector público contribuye a que la gestión pública no arroje los resultados esperados. El análisis plantea que, como el servicio civil busca que la evolución en los empleos de carrera se base exclusivamente en el mérito, intenta ofrecer igualdad de oportunidades. Sin embargo, se ha convertido en una forma de protección a los empleados públicos, descuidando la eficiencia en la administración
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pública y la obtención de resultados. La propuesta es adoptar un sistema menos rígido y más gerencial, acompañado de fuertes mecanismos de rendición de cuentas. Ojalá el artículo atraiga la atención y genere discusión respecto a este tema. El último artículo del libro es "Costos de transacción y asimetrías de información en la asignación del gasto: apuntes para el rediseño de la planeación en Colombia", de Miguel Gandour y Luis Bernardo Mejía. Este es un escrito corto, que expone ideas interesantes, pero que no está muy bien estructurado. Analiza el ejercicio de la planeación en Colombia desde la teoría de los costos de transacción y la teoría económica de la organización. Quiere generar discusión acerca de qué significa planear en Colombia hoy, pues es un país muy diferente al de hace 40 años cuando se fundó el DNP-. A partir de una exposición de la teoría de análisis institucional, se examina la
situación fiscal colombiana en 1998 -que es perfectamente generalizable al 2000, ya que los problemas expuestos sólo se han profundizado debido a la crisis- La conclusión señala que el presupuesto no es un acuerdo confiable, sino más bien es fuente de inestabilidad y conflicto. El mensaje que queda, y que es definitivo para un adecuado funcionamiento del sector público, es que para una planeación adecuada no es suficiente distribuir el presupuesto, sino también hay que construir condiciones institucionales que permitan definir los objetivos asociados a estas políticas, monitorear su avance y exigir su cumplimiento. La Reforma del Estado debe estar en el centro de la nueva agenda de desarrollo. El Estado tiene hoy la responsabilidad fundamental de crear el capital institucional necesario para que el mercado y el sistema político funcionen adecuadamente. Afortunadamente, hay un interés creciente entre los
académicos y diseñadores de política en nuestro país por explorar estos temas. Por ejemplo, centros investigativos de la talla del CEDE y Fedesarrollo, el Distrito, y la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia, han orientado parte de sus esfuerzos a reflexionar e investigar sobre temas institucionales. La DEGR está organizando el segundo seminario internacional -la secuela del Primer seminario de análisis y diseño institucional: hacia el rediseño del Estado-, que se realizará en el primer semestre del próximo año; se pretende presentar tanto las experiencias más importantes de aplicación de políticas públicas contractuales en distintos escenarios públicos, así como los avances nacionales y retos más relevantes en el tema. La reforma institucional del Estado, esperamos, dará de qué hablar y será centro de discusión de la reflexión académica de los próximos años.
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