Historia Crítica Edición Especial

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Tabla de contenido Carta a los lectores

9-11

Historia de la Ciencia Mauricio Nieto Olarte, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el mundo atlántico del siglo XVI y la comprensión del Nuevo Mundo

12-32

Camilo Quintero Toro, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Astrapoterios y dientes de sable: relaciones de poder en el estudio paleontológico de los mamíferos suramericanos

34-51

Marta Herrera Ángel, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Cultura y guerra. Los Sindagua de la Laguna de Piusbí (el Trueno) a comienzos del siglo XVII Jaime Humberto Borja Gómez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Purgatorios y juicios finales: las devociones y la mística del corazón en el Reino de Nueva Granada Historia de Colombia republicana Muriel Laurent, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia “… y todos ellos roban a sus conciudadanos”. Acerca del delito de contrabando en el siglo XIX colombiano

52-67

68-79 80-100

102-125

Shawn Van Ausdal, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Potreros, ganancias y poder. Una historia ambiental de la ganadería en Colombia, 1850-1950

126-149

Claudia Leal León, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La Compañía Minera Chocó Pacífico y el auge del platino en Colombia, 1897-1930

150-164

Decsi Arévalo Hernández, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Muchas acciones y una solución distante. Mecanismos gubernamentales de protección social en Bogotá, 1930-1945

166-186

Ricardo Arias Trujillo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La Democracia Cristiana en Colombia (1959-1960). Observaciones preliminares

188-216

Luz Adriana Maya Restrepo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Racismo institucional, violencia y políticas culturales. Legados coloniales y políticas de la diferencia en Colombia

218-245

Reflexiones sobre historia e historiografía Sergio Mejía Macía, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La noción de historicismo americano y la cultura escrita americana

246-260

Luis Eduardo Bosemberg, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Sobre la pluralidad y la extensión de las relaciones entre países: unas reflexiones básicas

262-277

Renán Silva Olarte, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Del anacronismo en Historia y en Ciencias Sociales

278-299

Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La historia global y su conveniencia para el estudio del pasado y del presente

300-319

Reseñas

321-354

Acerca de la revista

Edición especial

Historia de Colombia colonial Diana Bonnett Vélez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Entre el interés personal y el establecimiento colonial. Factores de confrontación y de conflicto en el Nuevo Reino de Granada entre 1538 y 1570

Noviembre 2009 ISSN 0121-1617

Artículos

355

Normas para los autores

356-357

Pautas de programas de posgrado del Departamente de Historia

358-362

ISSN 0121-1617 Noviembre 2009 Precio $30.000


Imagen de portada: Marta Herrera テ]gel, Casita Rosada: patio interior y fachada, aguada, acuarela y tinta de marco sobre papel, 2009.

Esta imagen y las fotos contenidas en esta ediciテウn fueron realizadas por Marta Herrera テ]gel.


Tabla de contenido Carta a los lectores

9-11

Artículos Historia de la Ciencia Mauricio Nieto Olarte, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el mundo atlántico del siglo XVI y la comprensión del Nuevo Mundo

12-32

Camilo Quintero Toro, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Astrapoterios y dientes de sable: relaciones de poder en el estudio paleontológico de los mamíferos suramericanos

34-51

Historia de Colombia colonial Diana Bonnett Vélez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Entre el interés personal y el establecimiento colonial. Factores de confrontación y de conflicto en el Nuevo Reino de Granada entre 1538 y 1570 Marta Herrera Ángel, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Cultura y guerra. Los Sindagua de la Laguna de Piusbí (el Trueno) a comienzos del siglo XVII Jaime Humberto Borja Gómez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Purgatorios y juicios finales: las devociones y la mística del corazón en el Reino de Nueva Granada Historia de Colombia republicana Muriel Laurent, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia “… y todos ellos roban a sus conciudadanos”. Acerca del delito de contrabando en el siglo XIX colombiano

52-67

68-79 80-100

102-125

Shawn Van Ausdal, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Potreros, ganancias y poder. Una historia ambiental de la ganadería en Colombia, 1850-1950

126-149

Claudia Leal León, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La Compañía Minera Chocó Pacífico y el auge del platino en Colombia, 1897-1930

150-164

Decsi Arévalo Hernández, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Muchas acciones y una solución distante. Mecanismos gubernamentales de protección social en Bogotá, 1930-1945

166-186

Ricardo Arias Trujillo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La Democracia Cristiana en Colombia (1959-1960). Observaciones preliminares

188-216

Luz Adriana Maya Restrepo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Racismo institucional, violencia y políticas culturales. Legados coloniales y políticas de la diferencia en Colombia

218-245

Reflexiones sobre historia e historiografía Sergio Mejía Macía, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La noción de historicismo americano y la cultura escrita americana

246-260

Luis Eduardo Bosemberg, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Sobre la pluralidad y la extensión de las relaciones entre países: unas reflexiones básicas

262-277

Renán Silva Olarte, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Del anacronismo en Historia y en Ciencias Sociales

278-299

Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La historia global y su conveniencia para el estudio del pasado y del presente

300-319


Reseñas Rafael Acevedo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Nieto, Mauricio. Orden Natural y Orden Social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reino de Granada. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, 2007. Carlo Emilio Piazzini, ICANH y Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Herrera Ángel, Marta. Popayán: La unidad de lo diverso. Territorio, población y poblamiento en la provincia de Popayán, siglo XVIII. Bogotá: Uniandes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2009. María Cristina Pérez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Borja, Jaime Humberto y Pablo Rodríguez Jiménez, comps. Historia de la vida privada en Colombia, 2 Vols., Bogotá: Taurus, 2009. Martha Lux, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Langebaek Rueda, Carl Henrik. Los Herederos del Pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela, 2 Tomos. Bogotá: Uniandes - Facultad de Ciencias Sociales - Departamento de Antropología - CESO, 2009. Patricia Cardona, Universidad EAFIT, Medellín y Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Mejía, Sergio. El pasado como refugio y esperanza. La Historia eclesiástica y civil de José María Groot (1800-1878). Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, [2009]. Luz Angela Núñez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Fazio, Hugo. La historia y el presente en el espejo de la globalización. Bogotá: Uniandes - Ceso, 2008. Katherine Bonil, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Silva, Renán. A la sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía. Medellín: La Carreta Histórica, 2007.

Acerca de la revista

321-325

326-331

331-336 336-341

341-344 345-347 348-354

355

Normas para los autores

356-357

Pautas de programas de posgrado del Departamente de Historia

358-362


Table of Contents Letter to readers

9-11

Articles History of science Mauricio Nieto Olarte, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Science, Empire, Modernity, and Eurocentrism: the Atlantic World of the Sixteenth Century and the Comprehension of the New World

12-32

Camilo Quintero Toro, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Astropotherium and Saber-toothed Cats: Power Relations in the Paleontological Study of South American Mammals

34-51

Colombian colonial history Diana Bonnett Vélez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Between Personal Interest and the Colonial Establishment. Confrontation and Conflict in the New Kingdom of Granada between 1538 and 1570 Marta Herrera Ángel, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Culture and War. The Sindagua of Lake Piusbí (Thunder) at the Beginning of the Seventeenth Century Jaime Humberto Borja Gómez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Purgatories and Final Judgments: Devotions and the Mystique of the Heart in the New Kingdom of Granada Colombian republican history Muriel Laurent, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia “… and they all robbed their Fellow Citizens”. The Crime of Contraband in Nineteenth Century Colombia

52-67

68-79

80-100

102-125

Shawn Van Ausdal, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia 126-149 Pasture, Profit, and Power. An Environmental History of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950 Claudia Leal León, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia The Chocó Pacífico Mining Company and the Platinum Boom in Colombia, 1897-1930

150-164

Decsi Arévalo Hernández, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Much Action and a Distant Solution. Governmental Mechanisms of Social Protection in Bogotá, 1930-1945

166-186

Ricardo Arias Trujillo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Christian Democracy in Colombia (1959-1960).Some Preliminary Observations

188-216

Luz Adriana Maya Restrepo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Institutional Racism, Violence, and Political Cultures. Colonial Legacies and the Politics of Difference in Colombia

218-245

Reflections on history and historiography Sergio Mejía Macía, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia The Notion of American Historicism and the Study of American Written Cultures

246-260

Luis Eduardo Bosemberg, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia On Plurality and the Spread of Relations between Countries: some Basic Reflections

262-277

Renán Silva Olarte, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia The Anachronism in History and the Social Sciences

278-299

Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Global History and its Usefulness in the Study of the Past and the Present

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Book Reviews Rafael Acevedo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Nieto, Mauricio. Orden Natural y Orden Social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reino de Granada. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, 2007. Carlo Emilio Piazzini, ICANH y Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Herrera Ángel, Marta. Popayán: La unidad de lo diverso. Territorio, población y poblamiento en la provincia de Popayán, siglo XVIII. Bogotá: Uniandes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2009. María Cristina Pérez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Borja, Jaime Humberto y Pablo Rodríguez Jiménez, comps. Historia de la vida privada en Colombia, 2 Vols., Bogotá: Taurus, 2009. Martha Lux, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Langebaek Rueda, Carl Henrik. Los Herederos del Pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela, 2 Tomos. Bogotá: Uniandes - Facultad de Ciencias Sociales - Departamento de Antropología - CESO, 2009. Patricia Cardona, Universidad EAFIT, Medellín y Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Mejía, Sergio. El pasado como refugio y esperanza. La Historia eclesiástica y civil de José María Groot (1800-1878). Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, [2009]. Luz Angela Núñez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Fazio, Hugo. La historia y el presente en el espejo de la globalización. Bogotá: Uniandes - Ceso, 2008. Katherine Bonil, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Silva, Renán. A la sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía. Medellín: La Carreta Histórica, 2007.

About the Journal Submission Guidelines Graduate programs of the History Department

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Carta a los lectores

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Carta a los lectores Veinte años se han cumplido desde que en 1989 varios profesores del Departamento de Historia, encabezados por el entusiasmo de Daniel García-Peña, decidieron crear la revista Historia Crítica. Para conmemorar este aniversario se escogieron dos tipos de actividades: la primera consiste en el volumen especial que el lector tiene en sus manos, y la segunda en la realización de un foro sobre publicaciones seriadas académicas. Antes de presentar ambas fórmulas de celebración, retornemos al nacimiento de la revista. Contaba su primer director que en aquel momento la Universidad celebraba sus 40 años de vida académica e institucional y quería ampliar y fortalecer los diversos canales de divulgación de la investigación. Mientras tanto, el Departamento de Historia llevaba cuatro años como unidad académica independiente y se encontraba en una etapa de crecimiento y consolidación, dándoles una orientación académica a los estudios históricos a través del afianzamiento y desarrollo de la investigación y de la planta profesoral, y creando nuevos programas como la Opción en Historia y el Ciclo de Estudios de Historia1. Describiendo el proyecto de la nueva revista, Daniel García-Peña indicaba: “Su objetivo es ser un medio de divulgación amplio que presente los resultados de investigaciones, análisis historiográficos y reflexiones de los profesores del Departamento, así como de colaboradores de otras universidades nacionales e internacionales. La revista contiene escritos sobre temas relacionados con la disciplina histórica, así como también con diversos períodos vistos a través de diferentes enfoques historiográficos. La revista incluye también una sección estudiantil en donde se da cabida a los mejores trabajos de los alumnos que asisten a los cursos del Departamento de Historia de la Universidad. Igualmente hay una sección de reseñas y noticias bibliográficas sobre las últimas publicaciones relacionadas con el tema de la historia”2.

García-Peña terminaba su mensaje inaugural con las siguientes palabras: “De esta manera Historia Crítica espera poder hacer un aporte fresco e innovador a la discusión y debate que sobre la his-

hist. crit.

Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 9-11

1. Daniel García, “Presentación”, Historia Crítica 1 (enero-junio 1989): 3. Para ese momento el Departamento todavía no ofrecía el Pregrado en Historia, que inició en el segundo semestre de 1996. En el número 31 de Historia Crítica se publicó un trabajo titulado “La historia de la historia en la Universidad de los Andes. Apuntes sobre sus vicisitudes y consolidación” que traza esta evolución con base en entrevistas a distintos protagonistas de esta historia. 2. Daniel García, “Presentación”, 3. Daniel firmó las presentaciones publicadas en los dos primeros números. Más tarde, cuando pasaron a llamarse cartas a los lectores, dejaron de firmarse, pero su autoría y por ende su responsabilidad debe otorgarse a los respectivos directores, eventualmente con los aportes de las sucesivas editoras.


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Carta a los lectores

3. Daniel García, “Presentación”, 3. 4. Daniel García, “Presentación”, Historia Crítica 2 (julio-diciembre 1989): 3. 5. A 1 de septiembre de 2009, se contaba con 510 artículos en línea. Tomando en cuenta las estadísticas de Google Analytics, las consultas realizadas en el mes de agosto de 2009 sumaron 15.735, lo que da un promedio de 507,5 diarias (con un mínimo de 256 y un máximo de 723). Teniendo en cuenta que en los primeros ocho meses del año 2009 las visitas fueron 127.559, el promedio mensual es de 15.945. 6. Ya en su reflexión del año 2003 sobre la revista, Renán Silva hablaba de Historia Crítica como un “ejemplo de constancia y esfuerzo”. Renán Silva, “Historia Crítica, una aventura intelectual en marcha”. Historia Crítica 25 (enero-junio 2003): 31.

toria se realiza en Colombia […]. Con este primer número queremos abrir un nuevo espacio crítico y académico como una contribución nuestra al desarrollo de los estudios históricos en Colombia”3. Presentando el segundo número, el director subrayaba la excelente recepción recibida por el número inaugural: “Historia Crítica nació con gran éxito, haciendo necesario (sic) una segunda edición que duplicó el tiraje a 2.000, una cifra muy satisfactoria para el primer número de una revista de carácter académico”4. Si juzgamos por los escasos tres ejemplares que de tiempo atrás son los únicos que se conservan en el Departamento de Historia, este primer número se debió efectivamente agotar muy pronto. Afortunadamente, contamos ahora con el recurso electrónico -desarrollado en los últimos años- de la página web de la revista, en la cual están digitalizados los artículos y textos publicados en estos veinte años5, además de un CD Rom que reúne los 31 primeros números. Pero “[p]oder continuar es tan importante como poder arrancar”, afirmaba Daniel García-Peña en la presentación del segundo número de la revista. Subrayaba así que la positiva recepción hecha al primer número no debía hacer perder de vista la trascendente tarea de mantenerse más allá de unas pocas ediciones6. Este sostenimiento en el tiempo se ha garantizado durante veinte años, logro de cualquier manera significativo. Y todo parece indicar que se mantendrá en adelante enfrentando nuevos retos. Frente a lo planteado inicialmente para la revista, conviene comentar que -para bien o para mal- la mayoría de los aspectos señalados poco han variado a lo largo de las dos décadas de la revista. Siguen, por ejemplo, las secciones de Espacio estudiantil y de Notilibros, con las que no suelen contar las revistas de nuestro medio. La evolución que han conocido esos espacios radica en que ahora los estudiantes de pregrado de otras universidades y los de maestría pueden someter sus textos. Por otro lado, los Notired, que presentan noticias de sitios web relacionados con la historia, complementan en algunos números los Notilibros. Respecto a los artículos que se publican, el énfasis en que los autores sean profesores del Departamento ha ido mermándose, volviéndose mucho más ocasional la publicación de sus artículos. Una novedad ha sido la implementación de los dossiers, en los que se seleccionan artículos que abordan una temática específica, sin que haya desaparecido el espacio destinado a los artículos libres. Finalmente, para cerrar esta corta relación de cambios que ha sufrido Historia Crítica, conviene mencionar la in-

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Carta a los lectores

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clusión paulatina de la revista en la dinámica de la indexación nacional e internacional, donde, aunque se discuta su importancia y pertinencia7, se han recolectado los frutos de un trabajo arduo. Dediquemos ahora nuestras últimas líneas a la presentación sucinta de los dos eventos con los cuales Historia Crítica celebra su cumpleaños número 20. Por un lado, se entrega esta edición especial de la revista, conformada por artículos de los quince profesores del Departamento de Historia y por reseñas de libros recientes de algunos de estos mismos profesores. Son quince artículos con los que se buscó dar un buen reflejo de lo que es esta unidad académica, en la medida en que cada profesor ofrece el resultado de una de las investigaciones que está adelantando actualmente. Son, pues, artículos representativos de los intereses investigativos de cada uno de los miembros del equipo profesoral del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. En cuanto a las siete reseñas, sus autores son los seis estudiantes del primer grupo de inscritos en el Doctorado en Historia, que inició sus actividades en enero de 2009 en nuestro Departamento, y la coordinadora académica del pregrado. Los libros reseñados son algunas de las producciones recientes de varios profesores del Departamento, así como del decano de nuestra Facultad de Ciencias Sociales. Se trata, en últimas, de una compilación en la que el Departamento de Historia da a conocer su trabajo investigativo y sus intereses. Por otro lado, con el foro queremos dedicar un momento a reflexionar y discutir sobre las revistas académicas de Historia y Ciencias Sociales, su papel, su evolución y su sentido a futuro. Para ello se organiza en el mes de noviembre un evento que contará con las presentaciones de Daniel García-Peña y Jorge Orlando Melo, historiador que por su trayectoria profesional ha acometido la tarea de pensar la producción intelectual divulgada en Colombia. Estas intervenciones permitirán poner en perspectiva la situación actual frente a la de hace veinte años.

*** 7. Para una reflexión crítica sobre los procesos de indexación, y en particular la situación francesa al respecto, ver “Clasificar, evaluar” (traducción al español del texto de la revista Annales), Historia Crítica 37 (enero-abril 2009): 14-17. hist. crit.

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Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el mundo atlántico del siglo XVI y la comprensión del Nuevo Mundo

Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el mundo atlántico del siglo XVI y la comprensión del Nuevo Mundo

Science, Empire, Modernity, and Eurocentrism: the Atlantic World of the Sixteenth Century and the Comprehension of the New World

Resumen

Abstract

En este texto se discuten problemas centrales de

This article discusses a number of key issues

la historia de la ciencia ibérica del siglo XVI tales

in the history of sixteenth-century Iberian

como: el papel de la ciencia española del siglo

science: the role of sixteenth-century Spanish

XVI en la construcción de la ciencia moderna, el

science in the construction of modern science;

encuentro entre la ciencia occidental y otras formas

the encounter of Western science with other

de conocimiento, las relaciones entre ciencia e

forms of knowledge; the relationship between

imperio y la construcción de un orden mundial

science and empire; and the construction of a

eurocéntrico. Como conclusión el autor propone que

Eurocentric world order. The author concludes by

la idea de “comprensión” entendida tanto como una

suggesting that the idea of “comprehension” -as

forma de apropiación y como un proceso de auto-

both a form of appropriation and a process of

construcción, puede ayudar a explicar el carácter

self-construction- can help explain the political

político de la ciencia y su papel en la conquista

character of science and its role in the Iberian

ibérica del Nuevo Mundo.

conquest of the New World.

Palabras

Key Words

c l av e

Nuevo Mundo, ciencia, imperio, eurocentrismo,

New World, Science, Empire, Eurocentrism,

comprensión.

Comprehension.

Mauricio Nieto Olarte

Filósofo de la Universidad de los Andes, recibió los títulos de maestría y doctorado en Historia de las Ciencias en la Universidad de Londres, Inglaterra. Profesor Titular y actualmente Director de Posgrados de Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Líder del grupo de investigación Historia y Sociología de la Ciencia (Categoría B en Colciencias). Sus intereses investigativos son la Historia de las ciencias y la relación entre conocimiento científico y política en el contexto de la expansión imperial europea en el Nuevo Mundo, siglos XVI al XIX. Entre sus publicaciones debemos destacar sus libros: Remedios para el imperio: historia natural y la apropiación del Nuevo Mundo. Bogotá: ICANH, 2000, obra galardonada con el premio Silvio Zavala de Historia Colonial 2001; y Orden Natural y Orden Social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada. Madrid: CSIC, 2007, libro que recibió el premio Alejandro Ángel Escobar en Ciencias Sociales 2008. mnieto@uniandes.edu.co

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Mauricio Nieto Olarte

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Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el mundo atlántico del siglo XVI y la comprensión del Nuevo Mundoc John H. Elliott en su libro Imperios del Mundo Atlántico sugiere que la dominación de América por parte de Europa debe ser explicada en tres niveles distintos y complementarios: la toma de posesión simbólica, la ocupación material y la población o repoblación de tierras1. Sin duda se trata de aspectos cruciales para entender la conquista de América, también los más estudiados, pero como en la mayoría de los análisis de la historia imperial, se ignora la importancia de una intensa actividad tecno-científica que hizo posible la acción y el control a distancia del Nuevo Mundo desde los centros culturales europeos. El descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo es un proceso decisivo para entender la modernidad y da inicio a la consolidación de los grandes imperios de la Europa moderna. La conquista ibérica del continente americano fue el resultado de una suma de prácticas colectivas en las cuales la información, la comunicación y el conocimiento fueron esenciales para dominar el Nuevo Mundo. Así como los grandes imperios ibéricos del siglo XVI fueron una colosal empresa técnica y científica, de igual manera la ciencia moderna puede ser entendida como una empresa comercial y política en la cual la exploración ibérica del Atlántico jugó un papel definitivo. En lo que sigue nos ocuparemos de cuatro aspectos de la c Este texto es resultado de los proyectos de investigación “La comprensión ciencia en el contexto del Atlántico ibérico del siglo XVI: 1. La del Nuevo Mundo: Historia natural y exploración del Nuevo Mundo y su relación con la tradicional cartografía del siglo XVI”, el cual ha tenido el apoyo del CESO, 2008 y de idea de ciencia moderna; 2. El encuentro de saberes y la aproColciencias, 2009, y “Viajes científicos piación europea de conocimientos americanos; 3. La historia europeos en el mundo hispánico. De la visión armónica de la naturaleza a natural del siglo XVI como una poderosa forma de domestilas tesis evolucionistas” (HUM2007cación de la naturaleza americana; y 4. A manera de reflexión 65125-C02-02) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, España. final se argumenta que la noción de “comprensión”, entendida como un proceso de apropiación y como una forma de auto1. John Elliott, Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America, 1492-1830 (New Haven and London: Yale University Press, 2006), 64.

hist. crit.

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Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el mundo atlántico del siglo XVI y la comprensión del Nuevo Mundo

construcción, nos puede ser útil para un mejor entendimiento de la historia del encuentro entre Europa y el Nuevo Mundo. Todos estos elementos se conectan entre sí y tienen una directa relación con la construcción de un orden mundial eurocéntrico. Si bien el problema del eurocentrismo es fundamental en este texto, vale la pena aclarar, tal y como lo señala Arif Dirlik, que el verdadero poder de una mirada eurocéntrica no está en la exclusión de “los otros”, sino por el contrario en 2. Arif Dirlik, “History without a center? su inclusión, en la inscripción del mundo entero dentro de un Reflections on Eurocentrism”, en orden y un único sistema2. Es en este sentido que podemos enAcross Cultural Borders: Historiography in Global Perspective, eds. Eckhardt tender mejor el carácter político de prácticas científicas como Fuchs y Benedikt Stuchtey (Lanham: la Historia Natural, que hicieron posible la comprensión y aproRowman and Littlefield, 2002), 252. piación de un mundo distante y desconocido. 3. Serge Gruzinski, “Passeurs y elites “católicas” en las Cuatro Partes del Mundo. Los inicios ibéricos de la mundialización (1580-1640)” en Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globalización en el mundo Ibérico, Siglos XVI-XIX, eds. Scarlett O´Phelan Godoy y Carmen SalazarSoler (Lima: Pontificia Universidad Católica de Perú, Instituto RivaAgüero, Instituto Francés de Estudios Andinos, 2005), 13.

4. E. A. Burtt, The metaphysical foundations of modern science (1932); A. Rupert Hall, The Scientific Revolution, 1500-1800; the Formation of the Modern Scientific Attitude (London: Longmans, 1962); H. Butterfield, The origins of Modern Science (London: G. Bell, 1957); Arthur Koestler, The Sleepwakers (1959); E.J. Dijterhuis, The mechanization of World Picture (1950); Thomas S. Kuhn, The Copernican Revolution (New York: Vintage Books, 1957); Alexander Koyré, La révolution astronomique (1961); W. P. D. Wightman, Science and the Renaissance (1962); Allen G. Debus, Science medicine and Society in the Renaissance (1972); Richard S. Westfall, The Construction of Modern Science (1977); C. Webster, From paracelsus to Newton: magic and the making of modern science (1982), I. Bernard Cohen, The Birth of a New Physics (1985), son todos autores y textos originales con aportes significativos y, sin embargo, para ninguno de ellos parece pertinente considerar la actividad científica ibérica del siglo XVI.

1. E l N uevo M undo , ciencia ibérica y modernidad “Puede parecer paradójico -escribe Serge Gruzinski- relacionar modernidad y pasado ibérico. Son nociones que parecen antagónicas ya que en el norte de Europa acostumbramos relacionar el mundo portugués, castellano y napolitano con las tinieblas de lo arcaico y de lo retrógrado”3. A pesar de la larga lista de autores y libros sobre el nacimiento de la ciencia moderna, hasta hace poco la mayoría identificó la ciencia occidental con la “revolución copernicana”, la superación de la física de Aristóteles y la cosmología geocéntrica, y la consecuente fundación de la física moderna. En términos más generales la modernidad se suele explicar como la superación de los autores clásicos de la antigüedad. Todo esto parece haber sido posible, en pocas palabras, gracias al triunfo de la razón y de la experiencia sobre el dogma y la fe. Esta narración es heredera de una tradición historiográfica propia de la Ilustración europea, para la cual naciones como España y Portugal no parecen haber hecho contribución alguna; por el contrario, el mundo católico se ha definido como hostil al progreso de las ciencias. Un rápido recorrido por algunas de las más influyentes narraciones del nacimiento de la ciencia moderna parece indicar que ésta es una idea con numerosos e influyentes seguidores4. En compilaciones como el Companion to the History of Modern Science, publicado en 1990 con la intención de cubrir todos los

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temas y grandes problemas de la ciencia moderna y su historia, España y Portugal brillan por su ausencia. En el mismo año se publica un libro editado por David Lindberg y Robert Westman, titulado Reppraisals of the Scientific Revolution, el cual incluye una docena de artículos de expertos en el tema, y ninguno de ellos se refiere a España o Portugal. En 1992, Roy Porter y Mikulás Teich, publican un volumen con el título The Scientific Revolution in national context; en este caso -¡finalmente!- el historiador británico David Goodman contribuye con un capítulo titulado “The Scientific Revolution in Spain and Portugal”, en el cual, a pesar de mostrar la importancia de la ciencia ibérica en el siglo XVI, concluye que el auge científico del siglo XVI contrasta con su estancamiento posterior y señala la imposibilidad de encontrar alguna contribución ibérica a la revolución científica del siglo XVII en Europa. Dos textos publicados en inglés recientemente ofrecen una mirada distinta de la ciencia ibérica y nos muestran, con buenas razones, la importancia de considerar con seriedad las prácticas científicas portuguesas y españolas, su papel tanto en los procesos de descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo y en la consolidación de tradiciones científicas en la Europa moderna: Experiencing Nature: The Spanish American Empire and the early Scientific Revolution, de Antonio Barrera, y el ensayo “The Colonial Iberian roots of the Scientific Revolution” de Jorge Cañizares-Esguerra5. 5. Antonio Barrera, Experiencing Nature: The Spanish American Empire and the Estos dos autores comparten una preocupación que merece Early Scientific Revolution (Austin: atención: la exploración ibérica del Atlántico no ha tenido, para los University of Texas Press, 2006) y Jorge Cañizares-Esguerra, Nature, historiadores de la ciencia de habla inglesa, la importancia que meEmpire and Nation: Explorations of the rece. Barrera y Cañizares no están solos y sus trabajos se apoyan en History of Science in the Iberian World (Stanford: Stanford University Press, otras investigaciones6, pero de manera ordenada y original sus argu2006), 14-45. mentos y estudios de caso nos permiten concluir que la influencia del 6. Además del trabajo de David mundo atlántico y de los viajes de exploración al Nuevo Mundo fue Goodman, sobre el siglo XVI español, contamos con algunos historiadores definitiva sobre el desarrollo de la ciencia europea, y que la historia de españoles que han sabido mostrar la la ciencia moderna no puede limitarse a la Revolución copernicana ni riqueza de la ciencia española de este periodo. Notable es el trabajo de José al logro de ciertas mentes geniales del norte de Europa occidental. La María López Piñeros, Ciencia y técnica idea de que la modernidad científica tiene su origen en experimentos en la sociedad española de los siglos XVI y XVII (Barcelona: Labor, 1979). cruciales o en las ideas de algunos filósofos milagrosamente modernos es cada vez menos convincente y complicada; por el contrario, el 7. Elizabeth Einsenstein, The Printing Revolution in Early Modern Europe estudio de procesos culturales más mundanos como el desarrollo de (Cambridge: Cambridge University la imprenta moderna7 y la conformación de grandes imperios polítiPress, 1990). cos y comerciales8 parecen ofrecer explicaciones históricas más ricas 8. Harold J. Cook, Matters of exchange. Commerce, Medicine and Science in sobre el origen del mundo moderno. Además, la tradicional idea de the Dutch Golden Age (New Haven & una ciencia moderna que se consolida en los confines de Europa ocLondres: Yale University Press, 2007). cidental y que luego se difunde por el resto del planeta ha sido objeto 9. Kapil Raj, Relocating Modern Science: de críticas bien fundamentadas9. Circulation and the Construction of

Knowledge in South Asia and Europe, 1650-1900 (Hampshire and New York: Palgrave Macmillan, 2007).

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La búsqueda de especies vegetales útiles y otros productos comerciales provenientes de Oriente fue uno de los incentivos para explorar el Atlántico en búsqueda de una nueva ruta para llegar al continente asiático navegando hacia el Occidente. Las naves españolas y portuguesas que cruzaron el Atlántico en los siglos XV y XVI tardaron mucho más de lo previsto en alcanzar su inicial objetivo de llegar a la India, pero en el intento se encontraron con un mundo nuevo, con una naturaleza exuberante y desconocida. Los naturalistas y exploradores ibéricos, comprometidos con un ambicioso proyecto comercial, político y religioso de conquista del mundo y enfrentados con una geografía, una naturaleza, culturas y razas desconocidas para Europa, se vieron obligados a dejar de lado o examinar críticamente los paradigmas de la antigüedad y construir una nueva forma de entender la naturaleza, cuya legitimidad se sustenta no sólo en la autoridad de autores y textos clásicos, sino también en la experiencia personal y directa de la naturaleza. Estas nuevas experiencias, sin embargo, deben ser explicadas en el contexto de una rica tradición cultural, en donde los legados científicos árabes y el humanismo renacentista hacen parte de las cortes y las universidades portuguesas y españolas. El encuentro de los europeos con la incógnita naturaleza americana implicó nuevos retos para la ciencia europea. Los exploradores, cartógrafos y naturalistas del siglo XVI debieron nombrar y describir lo desconocido, poner en un lenguaje familiar el extraño mundo natural. La gradual incorporación de una nueva parte del globo dentro de la cartografía clásica, detalladas descripciones de animales, plantas y culturas haciendo uso de referentes domésticos, el uso de nombres cristianos y familiares y en general la producción de textos y de imágenes fueron las estrategias principales en la tarea de domar lo salvaje. Con el propósito explicito de poner en operación dichos instrumentos de conquista fueron creados El Real Consejo de Indias y La Casa de Contratación, siendo esta última una institución que cumplió las funciones de centro de acopio, ordenamiento y difusión de una inagotable fuente de información novedosa: el Nuevo Mundo. La información proveniente de los navegantes y exploradores requería de sistematización, para lo cual fue necesario definir reglas de juego comunes en la recopilación de experiencias y observaciones. Proyectos esenciales para el Imperio como la elaboración de mapas serían imposibles sin la normalización de la experiencia: de nada sirve un montón de exploradores y navegantes con experiencias individuales y sin códigos estables de observación. La recopilación de información geográfica y cartográfica de lugares lejanos presentó un reto particular de estandarización, cuya solución requirió la manufactura de instrumentos de observación astronómica calibrados y navegantes con el entrenamiento adecuado para su uso. La empresa ibérica de catalogar, nombrar y describir la naturaleza y la geografía del Nuevo Mundo fue un cometido colosal de resultados notables: tratados de carácter

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etnográfico, complejos debates legales y morales, enciclopedias de Historia Natural, tratados de Botánica Médica, mapas, manuales e instrumentos de navegación. Productos científicos y técnicos que no sólo le sirvieron a España en su labor de controlar el Nuevo Mundo, sino que circularon fuera del Reino y le mostraron al mundo un horizonte distinto. Para que dicha tarea de acumulación y organización de información tuviera éxito fue necesario el entrenamiento y el trabajo de muchas personas y oficios articulados alrededor de poderosas instituciones como La Casa de Contratación en Sevilla, la cual se transformó gradualmente tanto en un centro de acopio de datos como en un lugar de entrenamiento de navegantes y cartógrafos, en el centro de intensos debates científicos y retos tecnológicos. La suma de dichas prácticas hizo posible no solamente una navegación más segura y un comercio más eficaz, sino que puso en marcha un descomunal proyecto científico que terminó transformando la Terra Incognita en la América española. Entonces existen razones suficientes para reconocer en la primera mitad del siglo XVI y en la península ibérica antecedentes claves de lo que habitualmente se ha considerado como ciencia moderna. Sin duda los principales paradigmas de la antigüedad, las nociones clásicas de geografía, de historia natural y sobre la población del mundo mostrarían sus limitaciones frente al Nuevo Mundo. Sin embargo, explicar la importancia de dicho proceso en términos de una “temprana revolución científica”10 o ver allí las “Raíces Ibéricas de la Revolución Científica”11, es una tesis problemática que merece atención y cuidado. En la tarea de reconocimiento de un mundo natural nuevo la experiencia personal y directa juega un papel primordial. Sin embargo, esta empresa de traducción y dominación del Nuevo Mundo sólo fue posible en el marco de una tradición humanista, para la cual los textos y autores clásicos como Aristóteles, Plinio o Dioscórides fueron claves y casi tan necesarios como las inéditas experiencias de los viajeros. La historia natural tenía que transformar el mundo desconocido en algo familiar, incorporar lo nuevo dentro de las tradiciones letradas clásicas, pero al mismo tiempo construir un nuevo conocimiento acorde con una nueva realidad. La comprensión del Nuevo Mundo hizo evidente los límites de los textos clásicos, pero no era tampoco posible prescindir de ellos. A fin de cuentas, el éxito de la conquista europea de América estuvo en su capacidad de incorporar lo extraño dentro de marcos de referencia domésticos. Si el argumento de Barrera y Cañizares supone que es legítimo hablar de una “revolución científica”, cuyo origen no está en la astronomía y la física de la Europa protestante sino en la exploración del Nuevo Mundo por parte de españoles y portugueses, sus tesis se enfrentan con un problema mayor, ya que todas las dificultades que suponen la defensa de un giro epistemológico de tal magnitud, una revolución científica, podrían volcarse sobre las prácticas de cono10. Antonio Barrera, Experiencing cimiento del siglo XVI español. La búsqueda de un momento crucial Nature. 11. Jorge Cañizares-Esguerra, Nature, Empire and Nation.

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en el cual la ciencia moderna se funda y el intento por definir sus características esenciales en términos de una legitimidad basada en la experiencia personal es problemática. Uno de los argumentos centrales tanto de Barrera como de Cañizares está en el carácter empírico del conocimiento producido por españoles y portugueses en el siglo XVI, y su diferencia con tradiciones que parecen confiar en la autoridad de los autores antiguos. La defensa de autoridad en términos de experiencia directa y testimonios confiables no es una invención ni exclusividad de los viajeros del siglo XVI español. Aristóteles, Plinio, Dioscórides o Ptolomeo buscaron sustentar sus obras en retóricas no muy distintas, y ver en la obra de los clásicos antiguos menor rigor que en los naturalistas del siglo XVI es sencillamente anacrónico. Aristóteles, Plinio, Gonzalo Fernández de Oviedo, Nicolás Monardes o incluso Robert Boyle o Galileo Galilei tuvieron fuertes razones para confiar en sus propias observaciones y en los testimonios de otros. Para unos y otros por igual, sus experiencias o testigos fueron legítimas fuentes de verdad. Por otra parte, la tesis del origen ibérico o los antecedentes ibéricos de la ciencia moderna nos queda debiendo otra investigación en la cual se haga visible la influencia española en el resto de Europa. ¿Cuándo, cómo y dónde tuvo lugar la influencia de los autores españoles sobre Inglaterra, Francia y otros lugares de Europa no peninsular? Los dos autores dan pistas y muestran el argumento bastante plausible con una interesante evidencia en esta dirección: numerosas traducciones y ediciones de los textos sobre navegación, geografía e historia natural del siglo XVI ibérico. Pero para poder presentar a España y Portugal como pioneros en un proceso que encuentra resonancia y continuidad en los siglos posteriores y fuera de la península Ibérica o la América española, hay todavía mucho que aprender sobre la circulación de los saberes españoles en otros idiomas y otras partes de Europa. Nos falta saber quiénes los leyeron y hasta qué punto se relacionan con la historia de la ciencia en otras naciones como Italia, Francia o Inglaterra. De cualquier manera, en lo que Barrera y Cañizares tienen una razón contundente es en que la falta de atención sobre las prácticas científicas de España y Portugal en el siglo XVI en el Atlántico no tiene justificación. Dicho reconocimiento de la importancia ibérica en la ciencia occidental tiene implicaciones importantes que conducen a repensar seriamente la tradicional historia de la modernidad europea. A los acostumbrados padres de la modernidad científica, personajes como Francis Bacón, René Descartes, Robert Boyle, Galileo Galilei o Isaac Newton, debería sumárseles los nombres de monarcas y comerciantes ibéricos del siglo XVI, con todos sus pilotos, cartógrafos, cronistas y naturalistas. Además, sería apenas justo prestar mayor atención al papel de los conocimientos y tradiciones árabes en la historia de la ciencia moderna. En tiempos de Alfonso X (1252-1284), el Sabio, España fue un centro de traducción y preservación de textos árabes. Las tradiciones cosmográficas y de navegación ibéricas tienen sus antecedentes en la astronomía árabe, traducida al latín en

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territorio español. Estas tradiciones árabes y también portuguesas conformaron las bases de los conocimientos geográficos y de navegación de los pilotos y cartógrafos al servicio de la Corona española en La Casa de Contratación. En este sentido ya contamos con trabajos que muestran la importancia árabe y musulmana para la ciencia occidental12. Aún más interesante y novedoso es examinar el papel de las culturas americanas y sus conocimientos en la transformación de la ciencia europea y explicar de qué manera fue posible la incorporación del Nuevo Mundo dentro de marcos de referencia familiares. 2. Traducción y apropiación del conocimiento americano Es absurdo suponer una relación del explorador, naturalista, botánico, geógrafo o zoólogo, con una naturaleza desconectada de ámbitos sociales, de los conocimientos de las culturas nativas, de los saberes y de las experiencias de la población no europea. Sin embargo, en las tradicionales narraciones de la exploración de nuevos territorios suele haber un notorio silencio sobre las relaciones entre viajeros europeos y conocimientos de los nativos. Para entender a cabalidad la naturaleza de la ciencia europea y su exitosa difusión a otras partes del mundo es necesario explicar las dinámicas que operan entre los conocimientos occidentales y los saberes de los habitantes de aquellos lugares conquistados. Es preciso que nos ocupemos de un elemento clave en la comprensión del Nuevo Mundo, una forma de apropiación, movilización y traducción; ya no únicamente de la naturaleza, sino de los conocimientos de otros. La producción de conocimiento no es el resultado de una relación directa entre el explorador y la naturaleza, sino que se desarrolla en el marco de tradiciones culturales en las cuales ya existen complejas relaciones entre la naturaleza y la sociedad. Es ya un lugar común la contraposición entre la ciencia occidental y los saberes locales, como si la ciencia europea no perteneciera a ningún lugar ni a cultura alguna, o en otras palabras como si perteneciera a todos los lugares y culturas del planeta. Para comenzar, debemos aclarar que esta dicotomía entre la ciencia, por un lado, y los saberes locales, por el otro, resulta inadecuada pues supone el carácter universal de la civilización occidental y su contrario, el sentido particular, local y por ende parcial de todos los conocimientos no europeos. Las tradiciones nativas americanas jugaron un papel determinante 12. David C. Lindberg, The Beginnings en la construcción de conocimientos europeos. En primer lugar, porof Western Science: The European Scientific Tradition in Philosophical, que su caracterización como meras opiniones o fábulas es el punto de Religious, and Institutional Context, partida para una clara demarcación, diferenciación y afirmación de 600 B.C. To A.D. 1450 (Chicago: University of Chicago Press, 1992), un conocimiento más racional y legítimo; pero también, aunque pacapítulo 8; Paul Benoit y Françoise rece paradójico, porque dichos conocimientos nativos descritos como Micheau, “El intermediario arabe”, en Historia de las Ciencias, ed. Michel Serres (Madrid, Cátedra, 1991).

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irracionales suelen ser incorporados como parte de las más eruditas tradiciones europeas. Así, el proceso de construcción de conocimiento y de los sujetos que se proclaman portavoces del orden natural, no puede explicarse sin tener en cuenta los procesos de traducción y apropiación del conocimiento de otros13. Debemos entonces estudiar de qué manera las tradiciones ‘no ilustradas’ y los conocimientos sobre la naturaleza de los habitantes del territorio americano son incorporados dentro de marcos de referencia eruditos, que niegan su localidad y se proclaman como ‘universales’. Estos saberes, al ser expuestos en otro lenguaje, bajo códigos familiares para los europeos letrados, se transforman en conocimientos legítimos y, por lo tanto, son susceptibles de ser presentados como descubrimientos y posesiones europeas. Este proceso nos ayuda a entender cómo se construye y acumula un vasto conocimiento como propiedad de unos pocos, y cómo en el proceso se silencian las tradiciones y se invalida la autoridad de los demás. Si damos una rápida mirada a los grandes tratados sobre la naturaleza americana del siglo XVI encontramos un vasto y complejo proceso de traducción de conocimientos nativos. Es absurdo suponer que los viajeros recorrieron las selvas americanas probando plantas y adivinando sus posibles usos; por el contrario, el único método de conocer, por ejemplo, sobre virtudes medicinales o alimenticias de las plantas, animales, venenos o curas, era aprender de la experiencia nativa. Francisco Hernández en su Historia natural de Nueva España recopiló descripciones de cerca de tres mil plantas y más de trescientos animales. Algunas de ellas como el maíz, el tomate, el cacao, el tabaco, la coca, la papa y muchas otras plantas americanas que transformarían la cultura de Occidente y la historia del mundo moderno. La obra de Francisco Hernández le mostró a Europa la riqueza natural de la Nueva España, y al mismo tiempo, tal vez sin proponérselo, hizo evidente la complejidad de las culturas americanas. 13. Según afirma Michel Callon, “traducir es desplazar (...) Traducir Otro personaje destacado que impulsó un proyecto para traducir de es también expresar en un manera integral los conocimientos astronómicos, históricos, religiosos, lenguaje propio lo que otros dicen o hacen, es hacer de uno mismo de la historia natural y del funcionamiento político de los indígenas el portavoz”. De este modo, toda mexicanos del siglo XVI, fue Fray Bernardino de Sahagún. Sahagún contraducción implica remover algo de una persona o cultura, llevar, solidó un taller en el que artistas nativos realizaron una colosal colección transportar algo de un lugar a de imágenes en las que plasmaron sus conocimientos. Posteriormente, otro. El resultado, diría Callon, “es una situación en la cual ciertas Sahagún se dedicó a transcribir el material, generando un texto bilingüe personas controlan a otras”. que presentaba tanto en español como en náhuatl los conocimientos inMichel Callon, “Some elements of a sociology of translation: dígenas sobre la geografía, el comercio, la religión y la política. domestication of the scallops and Los dibujos de los indígenas al servicio de Sahagún son una clara muesfishermen of St Brieuc Bay”, en Power, action and belief, ed. John Law tra de los vastos conocimientos nativos sobre la naturaleza americana y (Londres: Routledge and Kegan descubren una cultura misteriosa y sofisticada14. La minuciosidad con

14. Bernardino de Sahagún, Fauna de Nueva España (México: Fondo de Cultura Económica, 2005).

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que se describen las plantas y los animales, las prácticas medicinales y el orden de la naturaleza en general, nos enseña sobre la riqueza de los conocimientos locales sobre la naturaleza. Otro ejemplo del vasto conocimiento botánico nativo y del impacto que tuvo en la comprensión europea del Nuevo Mundo son los dibujos y descripciones de plantas medicinales de Martín de la Cruz. Un “médico” indígena que a petición de Francisco de Mendoza, hijo del primer virrey de la Nueva España, redactó en lengua náhuatl un libro en el que expresa el conocimiento de las plantas medicinales mexicanas. El texto fue traducido al latín por Juan de Badiano en 1552, con el propósito de que llegara a manos de Carlos V. Las ilustraciones representan una gran variedad de plantas que sirven como medicinas para curar distintos tipos de enfermedades15. Imagen No. 1: Tlatlacotic: contra la opresión molesta del pecho

“Tlatlacotic: se siente oprimido como una repleción y se halla angustiado, lávese una raíz de tlatacotic en agua caliente y luego macérese. Beba el paciente un poco del jugo obtenido. Con esta porción vomitará y arrojará del pecho lo que le costriñe”.

Fuente: Martín de la Cruz, Libellus de medicinalibus indorum herbis, que traduce Libro medicinal de las hierbas de Indias (México: Fondo de Cultura Económica, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1991).

Imagen No. 2: Tlatocnochti: quemaduras del cuerpo

“Tlatocnochti: se alivian las quemaduras de nuestro cuerpo con jugo de nohpalli, teamoxtli, amoxtli, tetzmitl, echepahtli, texiyotl y huitzquilitl. Se ungen y se frotan con esa mezcla y además con miel y yema de huevo”.

Fuente: Martín de la Cruz, Libellus de medicinalibus indorum herbis, que traduce Libro medicinal de las hierbas de Indias (México: Fondo de Cultura Económica, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1991).

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15. Martín de la Cruz, Libellus de medicinalibus indorum herbis, que traduce Libro medicinal de las hierbas de Indias (México: Fondo de Cultura Económica, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1991).


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Aunque no siempre de manera tan explícita, los escritos de todos los naturalistas, botánicos y médicos del siglo XVI, como Gonzalo Fernández de Oviedo, José de Acosta o Nicolás Monardes, tienen una clara deuda con tradiciones americanas. Hernández, Sahagún y Martín de la Cruz son algunos ejemplos del vasto y detallado conocimiento nativo sobre la historia natural americana, el cual contrasta con las evidentes limitaciones de los europeos, y hoy resulta innegable que la traducción de dichos saberes jugó un papel central en la comprensión europea del Nuevo Mundo. El interés europeo, y en particular español, por la flora americana tiene que ver no solamente con la variedad natural de América, sino también con la riqueza de los conocimientos nativos sobre usos medicinales de las plantas16. 3. Monstruos en el paraíso: historia natural y la domesticación del Nuevo Mundo La visión que tuvieron los primeros exploradores del Nuevo Mundo está determinada por las tradiciones antiguas y medievales en historia natural. La obra de Aristóteles, tratados como la Materia Médica de Dioscórides y especialmente la Historia Natural de Plinio Segundo conformaron los marcos de referencia con los cuales el mundo natural americano fue interpretado. En dichos tratados antiguos encontramos descripciones de plantas y animales comunes para el mundo cristiano, pero también criaturas extrañas como hombres caníbales, gigantes, cíclopes, sirenas, amazonas y hombres con cabeza de perro, o serpientes de dos cabezas. Para Colón y quienes lo siguieron en la exploración del Nuevo Mundo, estos “seres fantásticos” eran tan reales como otros animales exóticos, tales como el rinoceronte o la jirafa. No son entonces extrañas “observaciones” y descripciones de criaturas increíbles: “Entendió también que lexos de allí avía hombres de un ojo y otros con hoçicos de perros que comían los hombres, y que en tomando uno lo degollavan y le bevían la sangre y la cortavan su natura”17. Colón se enfrenta con un nuevo tipo de animal marino (probablemente un manatí) y, antes de considerar la posibilidad de estar enfrentándose a algo desconocido y extraño, “ve” una sirena, aunque no tan bella como había imaginado. “El día passado, cuando el Almirante iva al río del Oro, dixo que vido tres serenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara […]”18.

16. Mauricio Nieto, Remedios para el imperio: Historia natural y la apropiación del Nuevo Mundo (Bogotá: ICANH, 2000).

17. Cristóbal Colón, Diario de abordo, 4 de noviembre de 1492 (Madrid: Dastin Historia, 2000), 132. 18. Cristóbal Colón, Diario de abordo, 9 de enero de 1493, 206. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 12-32


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Imagen No. 3: Manatí

Fuente: Francisco Hernández, Rerum medicarum Novae Hispanae thesaurus, edición de 1651.

El caso de autores y viajeros como Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), el jesuita José de Acosta (1527-1600), Francisco Hernández (1517-87) o autores como Pedro Mártir de Angleria (1457-1526) o Nicolás Monardes (1508-1588) son todos ejemplos de un esfuerzo de apropiación, de incorporación de lo nuevo dentro de tradiciones ya consolidadas. Para describir animales americanos desconocidos para los europeos como el armadillo (encubertado), la iguana, el manatí o la zarigüeya (churcha) o de frutas como la piña, los cronistas del siglo XVI debieron recurrir a la analogía para crear vínculos con lo salvaje. Para describir al armadillo, Fernández de Oviedo comienza por señalar su extrañeza y novedad: “Los encubertados son animales mucho de ver, y muy extraños a la vista de los cristianos, y muy diferentes de todos los que se han dicho o visto en España ni en otras partes”19. Paso seguido Oviedo recurre a referentes familiares que permiten deshacer el asombro y la desconfianza que produce una criatura extraña: “Estos animales son de cuatro pies, y la cola y todo él es de tez, la piel como cobertura o pellejo de lagarto, pero es entre blanco y pardo, tirando más a la color blanca, y es de la facción y hechura ni más ni menos que un caballo encubertado [con armadura para el combate], con sus costaneras y coplón, y en todo por todo, y por debajo de lo que muestran las costaneras y cubiertas, sale la cola, y los brazos en su lugar, y el cuello y las orejas por su parte. Finalmente, es de la misma manera que un corsier con bardas [Arnés que se ponía antiguamente al caballo para su defensa en la guerra]; e es del tamaño de un perrillo o gozque de estos comunes”20.

19. Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias (Madrid: Biblioteca de Autores Españoles, Ediciones Atlas, 1959), Tomo II, capítulo XXIII, 47. 20. Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general, 47. hist. crit.

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Imagen No. 4: Armadillo

Fuente: Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Manuscrito Real Academia de Historia, Madrid.

No sólo las obras clásicas en historia natural o geografía se vieron cuestionadas por los hallazgos de los viajeros ibéricos en el Atlántico del siglo XVI. De manera similar y aún más preocupante para el mundo cristiano, las Sagradas Escrituras y los credos del cristianismo son incapaces de explicar el origen y el sentido de buena parte de la creación. Los autores clásicos, la erudición del humanismo, la teología, el arte y la literatura debieron hacerle frente a una realidad nueva sobre la cual las grandes fuentes de autoridad guardaban silencio. En 1590 el padre José de Acosta planteaba con claridad la difícil pregunta sobre el origen de las criaturas americanas: “Cómo sea posible haber en Indias, animales que no hay en otra parte del mundo”. Esta simple y contundente pregunta desafía no solamente la tradición clásica en geografía y en historia natural sino en las Sagradas Escrituras. “Mayor dificultad hace averiguar qué principio tuvieron diversos animales que se hallan en Indias, y no se hallan en el mundo de acá. Porque si allá los produjo el Creador, no hay para qué recurrir al Arca de Noé, ni aún hubiera para qué salvar entonces todas las especies de aves y animales, si habían de criarse después de nuevo; ni tampoco parece que con la creación de los seis días, dejara Dios el mundo acabado y perfecto, si restaban nuevas especies de animales por formar, mayormente animales perfectos, y no de menor excelencia que esos otros conocidos. Pues si decimos que todas estas especies de animales se conservaron en el Arca de Noé, síguese que como esos otros animales, fueron a Indias de este mundo de acá; así también éstos, que no se hallan en otras partes del mundo. Y siendo esto así, pregunto ¿cómo no quedó su especie de ellos por acá? ¿cómo sólo se halla donde es peregrina y extranjera? Cierto es cuestión que me ha tenido perplejo mucho tiempo”21. 21. José de Acosta, Historia natural y Moral de las Indias (Madrid: DASTIN, 2002), 282. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 12-32


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El resultado de este reto fue la construcción de una nueva historia natural, de una autoridad distinta que permitiera incorporar y explicar ese nuevo mundo como parte del universo cristiano. En el marco de obvias tensiones, paradojas y contradicciones, ese nuevo mundo será gradualmente transformado e incorporado dentro de un orden cristiano. La fascinación europea por el Nuevo Mundo es alimentado por los relatos maravillosos de criaturas fantásticas y seres aterradores. Mientras lo bello es siempre algo familiar y cercano, por el contrario lo desconocido genera temor y es visto como monstruoso. El anhelo de un paraíso en la tierra contrasta con el temor de un mundo desconocido. Como veremos, las descripciones de los naturalistas europeos del siglo XVI nos enseñan menos sobre las criaturas del Nuevo Mundo y más sobre los sueños y temores del mundo cristiano y sobre la cultura del renacimiento. Un posible comienzo para entender los cronistas del siglo XVI en su intento por explicar la naturaleza americana es su propio asombro, la proclamación de genuinos descubrimientos, el señalamiento de la novedad y el temor frente a una naturaleza extraña. El continente americano parecía a los europeos como el lugar en el cual proliferan algunos de los seres más extraños de la tierra, algunas de las cuales ya habían sido descritas en la obra de Plinio. Un ejemplo de estas monstruosidades es la serpiente de dos cabezas descrita por Sahagún: “Hay una culebra en esta tierra que tiene dos cabezas: una en lugar de cabeza, otra en lugar de cola, y llámase maquizcóatl; tiene dos cabezas (y) en cada una de ellas tiene ojos, boca y dientes y lengua; no tiene cola ninguna. Anda hacia ambas partes, a las veces guía la una cabeza, y a las veces la otra; y esta culebra se llama culebra espantosa, raramente parece; tienen ciertos agüeros acerca de esta culebra, como están en la letra. A los chismeros llámanlos por el nombre de esta culebra, que dicen que tienen lenguas y dos cabezas”22.

Imagen No. 5: Serpiente de dos cabezas

Fuente: Historia Natural de Cayo Plinio Segundo, trasladada y anotada por Francisco Hernández y por Jerónimo de Huerta. Madrid: Visor Libros, 1999.

Animales como el armadillo, para Hernández, un “pérfido monstruo”23; el manatí, la iguana, y plantas como el cactus o incluso la extraordinaria belleza de algunas aves presentaron para los

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22. Bernardino de Sahagún, Historia general de las Cosas de la Nueva España, II (Madrid: DASTIN, S.L., 2001), 950. 23. Francisco Hernández, Historia natural de la Nueva España (México: Universidad Nacional de México, 1959), capítulo II, 296.


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naturalistas del siglo XVI elementos de monstruosidad. Sin embargo, en las detalladas y minuciosas descripciones, al darle un nombre y reconocer los usos de las plantas o los animales, lo salvaje se transforma en familiar y los monstruos en criaturas domésticas parten de un orden divino, antropocéntrico y cristiano. El caso de la iguana -al igual que muchos otros animales americanos- fue objeto de curiosidad y temor, pero fue pronto transformada en criatura de un Dios benefactor. Sobre este animal escribe Oviedo: “Yu-ana es una manera de sierpe de cuatro pies, muy espantosa de ver y muy buena de comer […]”24. El lector europeo del siglo XVI tuvo que encontrar las descripciones de criaturas americanas no solamente increíbles sino aterradoras. Francisco Hernández intenta describir la iguana con las siguientes palabras: “[…] alcanzan una longitud de cinco palmos incluida la cola, que es tres veces mayor que el resto del cuerpo y más gruesa que un brazo humano; los dedos son delgados y larguísmos en relación con el cuerpo; los brazos y piernas son tan gruesos como los de un niño recién nacido o poco menos; el vientre es verde con blanco, y el resto del cuerpo escamoso y de un color entre plateado y verde; las uñas son medianas; la cola es larga u adelgaza gradualmente desde las patas traseras hasta su extremo; se levantan sobre su dorso unas aletas [Pinnae] angostas, de una pulgada de largo, que se extienden en hilera densa hasta la punta de la cola, aunque cada vez más pequeñas; la cabeza es por encima deforme y horrible, muy dura y como claveteada, así como la parte superior del cuello; los ojos son negros; la mandíbula inferior es azul, y cuelga de ella una membrana de cuatro dedos de ancho, circular, delgada, escamosa y a manera de papada, claveteada o pinnada en un trecho cerca de su nacimiento, y de color verde tirando al amarillo; la misma mandíbula está cubierta de láminas azules, redondas y grandes, y principalmente tiene una a cada lado que es del tamaño del llamado medio real y semejante en color y brillo a escama de pez, y otra además algo menor y más brillante cerca de los oídos; la abertura de la boca es grande, y los dientes pequeños”25.

Imagen No. 6: Iguana

24. Gonzalo Fernández de Oviedo, Sumario de la Natural Historia de las Indias, ed. Manuel Ballesteros Gaibrois (Madrid: Dastin Historia, 2002), capítulo LVI, 143.

Fuente: Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Manuscrito Real Academia de Historia, Madrid.

25. Francisco Hernández, Historia natural, vol. II, tratado tercero, 369.

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A pesar de su singularidad, este Nuevo Mundo y todas sus criaturas, por extrañas y espantosas que puedan parecer, debían ser también parte de la obra de un Dios generoso cuyo poder es ilimitado. Así lo desconocido y monstruoso debe ser transformado en criaturas de Dios al servicio del hombre y en productos útiles para el Imperio, muestras del infinito poder, sabiduría y bondad del creador. Sobre la misma iguana, inicialmente descrita como algo espantoso, el mismo Hernández escribe: “Es animal inofensivo que habita en las aguas; pone gran cantidad de huevos de buen sabor y excelente alimento, como lo es también su carne (la queremos llamar así porque más parece carne que pescado), que no es inferior a la de pollo ni en gusto ni en calidad alimenticia. Casi nadie hay que al mirar por primera vez este animal no se amedrente, o que una vez que lo ha comido no lo procure con suma avidez”26.

Retomando el caso de las serpientes, incluso los más aterradores de los animales, parecen tener justificación dentro del plan antropocéntrico de la creación. La descripción de Oviedo de la serpiente cascabel explica el diseño compasivo del creador al otorgarle a este peligroso animal una alarma para los hombres. “Tiene la serpiente en la cola, o cinco o siete nudos, redondos e distintos, que parece que están como ensartados; e cuando anda este animal, suena como propios e verdaderos cascabeles sordos, el cual sonido parece que la benigna natura (y mejor diciendo Dios), con su misericordia, le dio para aviso de los humanos, porque se guarden Della oyendo aquellos cascabeles”27.

Para los escritores cristianos del siglo XVI y para los cronistas de la corona española, su descripción de la naturaleza tiene un doble propósito, dos tareas simultáneas e inseparables: mostrar de manera ordenada e inteligible el conjunto de las posesiones del imperio y celebrar la grandeza del creador. José de Acosta presenta el fin de su obra con la siguiente afirmación: “El fin de este trabajo es, que por la noticia de las obras naturales que el Autor tan sabio de toda la naturaleza he hecho, se le de alabanza y gloria al Altísimo Dios, que es maravilloso en todas partes”28. Sin embargo el orden de la creación es inseparable del orden imperial, Oviedo además de insistir sobre su labor de “dar infinitas 26. Francisco Hernández, Historia gracias y loores al Hacedor de tantas maravillas […]” señala una y natural, vol. II, tratado tercero, 369. otra vez la identidad entre la voluntad real y la voluntad divina. “[…] Nuestro señor ha acrecentado las victorias de la Cesárea Majestad y se aumentan más cada día; y aun en las cosas de las Indias e sus riquezas paresce que crescen a vuestra sombra: el servicio de Dios en ellas floresce; las repúblicas de cristianos que allá hay se

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27. Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia Natural y general de las Indias, La cascabel, Libro III, Capitulo 33, 181.

28. José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias, ed. José Alcina Franch (Madrid: Dastin Historia, 2002), 58.


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ennoblescen; los reinos de España se enriquescen, y todo va de bien en mejor. Y es forzado que así sea y que cada día tantos bienes se multipliquen, pues vuestra señoría gobierna aquellas partes, de que resulta tanto provecho a ellas y a éstas. Y, no si causa, alumbró Jesucristo el corazón de Cesar para encomendar a Vuestra Señoría Reverendísima su imperio occidental de Indias […]”29.

4. Reflexiones finales: la comprensión del Nuevo Mundo Los temas que hemos presentado nos obligan a enfrentar la pregunta de cómo entender la historia de la ciencia en el mundo atlántico y revisar las nociones tradicionales con las cuales se suele narrar el encuentro del “viejo” y “nuevo” mundo. Para este fin puede ser útil revisar algunas de las ideas más comunes entre los historiadores de la conquista europea de América. Una de las más habituales y arraigadas ideas para explicar la historia del mundo Atlántico del siglo XVI es la noción de “descubrimiento”. “Descubrir” supone una proeza o logro individual en el cual alguien, en un momento específico, ve o encuentra algo que nadie había visto antes; supone además que el objeto descubierto existía como tal, en sí mismo, antes e independientemente de su descubridor. Dicha noción de descubrimiento ha sido central en la construcción de la idea de ciencia moderna, la cual a su vez ha sido fundamental en la consolidación de Europa occidental como centro y motor de la historia del mundo moderno. Es entonces común suponer que la historia de la ciencia moderna y, por lo tanto, del éxito de la expansión del mundo europeo y la conquista del hombre sobre la naturaleza se puede reducir a una serie de descubrimientos cruciales y hazañas individuales. Afirmaciones como “Cristóbal Colón descubrió América en octubre de 1492” y “Vasco Núñez de Balboa descubrió el Océano Pacífico” son frecuentes y de aceptación general. Además, los descubrimientos se han presentado como mecanismos de apropiación en los cuales los descubridores proclaman derecho de posesión y dominio de los lugares y objetos descubiertos. De manera que las narraciones de descubrimientos son celebraciones del poder del hombre europeo sobre la naturaleza que han contribuido a idealizar las prácticas científicas a través de las cuales la cultura occidental proclama control y potestad sobre el mundo. No son necesarias sutilezas filosóficas30 para reconocer el absurdo de afirmaciones como “Cristóbal Colón descubrió América el 12 de octubre de 1492”. El “descubrimiento de América” no es un evento singular restringido a los viajes de Cristóbal Colón a finales del siglo XV. Más bien, 29. Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia General, 5. debe ser entendido como un proceso que se extiende desde antes 30. Augustine Brannigan, The Social Basis de 1492 hasta nuestros días. Se trata de un continente habitado y, of Scientific Discoveries (Cambridge and New York: Cambridge University Press, 1981).

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por lo tanto, conocido por seres humanos y seguramente visitado por europeos antes de Colón, y más importante aún, la afirmación carece de sentido y resulta anacrónica, ya que ni en 1492 como tampoco en el momento de su muerte después de cuatro viajes trasatlánticos existe en la mente de Colón algo semejante a nuestra idea del continente americano. La afirmación sólo es posible y adquiere sentido una vez que los cartógrafos, políticos, reyes, papas, cronistas y las élites letradas y políticas reconocen y se ponen de acuerdo sobre los nuevos límites, las características y la realidad de un Nuevo Mundo. La noción de descubrimiento supone un proceso unidireccional y asimétrico en el cual América y su población aborigen se reducen a un objeto cuya realidad depende de la proeza de los europeos. Otros conceptos se han utilizado para explicar la aparición de América en la historia mundial. Como alternativa a esta percepción unidireccional del descubrimiento de América, y con el ánimo de ofrecer una visión simétrica en la que se reconozcan tanto las voces europeas como las de los nativos americanos, se ha querido hablar del encuentro de dos mundos. Ésta es una idea atractiva y objeto de un creciente interés en historia cultural. Como lo señala Peter Burke, no hay realmente culturas puras y aisladas, y las fronteras culturales son siempre difusas y móviles31. En particular la historia de los imperios del Atlántico Ibérico es la historia de encuentros, de interacción cultural, y la idea de culturas hibridas o mestizas es una realidad de la historia del mundo Atlántico. La idea de “encuentro”, sin embargo, supone la posibilidad de una narración simétrica en la cual las distintas culturas involucradas son comparables de manera equilibrada. No son pocos los esfuerzos de la antropología o de la historia por reconstruir la mirada del “otro” o la “voz de los vencidos”, por hacer visible, por ejemplo la forma en que los caribes percibieron a Colón, los aztecas a Cortés o los incas a Pizarro, o los esfuerzos por explicar otras formas de conocimiento. 31. Peter Burke, Formas de Historia Cultural Esta anhelada simetría presenta serias dificultades metodológi(Madrid: Alianza Editorial, 2006). cas e historiográficas, ya que las voces y puntos de vista nativos, 32. Sobre las dificultades de escribir en la mayoría de los casos, son accesibles a través de narraciones o una historia no eurocéntrica interpretaciones o, si se quiere, de-construcciones de las narrativas y sobre la problemática del reconocimiento de esas voces, europeas. La pretensión de historiadores o etnógrafos modernos o para algunos “subalternas”, ver posmodernos de ser legítimos voceros de los habitantes nativos del por ejemplo: Gayatri Chakravorty Spivak, “Can the Subaltern Speak?”, continente americano, desde los cronistas del siglo XVI a la etnograen Marxism and the interpretation 32 fía del siglo XXI, está llena de dificultades sin superar . De cualquier of Culture, Cary Nelson and Larry Grossberg, eds. (Chicago: University manera, las consecuencias históricas del proceso que queremos inof Illinois Press, 1988), 271-313; Arif vestigar están lejos de ser equilibradas. De hecho, el sentido de este Dirlik, “History without a center? Reflections on Eurocentrism”, en tipo de análisis está en describir y entender las consecuencias de la Across Cultural Borders: Historiography marcada asimetría del proceso. in Global Perspective, eds. Eckhardt Fuchs and Benedikt Stuchtey (Lanham: Rowman and Littlefield, 2002), 252-253.

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Otros pueden encontrar poco realistas estos esfuerzos de neutralidad y simetría y buscar una narración que, sin matices, denuncie el horror de la conquista. Desde Fray Bartolomé de las Casas hasta algunos historiadores del siglo XXI, el objetivo de la narración histórica ha sido mostrar la brutalidad de la conquista europea de América y han preferido expresiones como invasión33, para así denunciar el carácter violento de la incursión europea en el continente americano y abandonar cualquier tinte heroico de la conquista. Suficiente evidencia justifica dicha denuncia, pero no parece tampoco suficiente, ya que la acusación y la descripción del abuso dejan sin explicar el “éxito” de la Europa cristiana y poco nos enseña sobre las prácticas culturales que hicieron posible y mostraron como legítima la soberanía europea, tanto en América como en buena parte del mundo. Varios autores recientes han preferido hablar de construcción o invención de América34. Este tipo de análisis nos permite superar algunas de las deficiencias de la tradicional visión de descubrimiento de objetos a-históricos, pero nos conduce a otro problema, a saber, reducir la realidad de América a una mera fabricación social y a una elaboración europea, dejando poco espacio para entender el papel de la geografía, la naturaleza y los pueblos americanos, hasta el punto de casi negar su existencia y su realidad antes de la llegada de los europeos. Además, los conceptos de invención o construcción conservan las tradicionales dicotomías entre Europa y los “otros”, entre cultura y naturaleza, y entre el sujeto (en este caso el sujeto europeo) y el objeto (América). Dichas categorías y diferenciaciones, si bien son fundamentales para nuestras nociones de la ciencia y el mundo modernos, no pueden ser el punto de partida del análisis histórico, sino por el contrario, deben ser explicadas históricamente. Frente a este enmarañado panorama, quisiéramos argumentar que la idea de Comprensión puede ser útil, no tanto como la alternativa que sustituye todas las anteriores, sino más bien como un concepto que puede tener ventajas y que puede ayudar a entender la conquista del Nuevo Mundo como un problema epistemológico, en el cual las prácticas científicas jugaron un papel esencial. Comprender tiene su raíz en el verbo del latín comprehendere (cum, con y prehendere coger). Este primer sentido del término es clave 33. Marcelo Carmagnani, El otro occidente. para entender las prácticas asociadas con el descubrimiento y la América Latina desde la invasión europea hasta la globalización (México: Fondo conquista del Nuevo Mundo como son la cartografía y la historia de Cultura Económica, Fideicomiso natural: son poderosas formas de afirmar la propiedad y el derecho Historia de las Américas, Serie Ensayos, México, 2004), 35 y ss. de dominio sobre la naturaleza y las personas. Comprender supone 34. Edmundo O’Gorman, La invención entonces un acto de apropiación, un proceso de traducción de lo de América (México: Fondo de desconocido a algo familiar, de incorporación y de domesticación, Cultura Económica, 1985); José Rabasa, Inventing América: Spanish al igual que de reconocimiento de lo extraño. Sin embargo, esta Historiography and the Formation of Eurocentrism (Norman: University of Oklahoma Press, 1993).

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primera definición es insuficiente y mantiene el sentido unidireccional en donde Europa es sujeto y América objeto de dicha comprensión y parece dejarnos, una vez más, con la limitada percepción de un Nuevo Mundo pasivo que es apropiado por Europa. Tal vez, en este punto sea útil retomar algunas reflexiones de la filosofía hermenéutica. El problema de la comprensión ha sido objeto de importantes reflexiones en la filosofía del siglo XX, algunas de las cuales vale la pena mencionar rápidamente. Para el argumento que queremos desarrollar resulta interesante recordar el sentido existencial que le da Martin Heidegger a la idea de comprensión. Comprender no es el acto de conocimiento o posesión de algo que se encuentra “ante los ojos”, sino que es un acto constitutivo del “ser ahí”. Comprender para Heidegger tiene el sentido de una proyección en la cual se constituye el “ser en el mundo”. Comprender es siempre una forma de auto-comprensión, ya que no es posible sino únicamente en la medida en que se reconoce nuestra coexistencia con los demás y con el mundo35. Igualmente pertinentes son las reflexiones que desde la filosofía hermenéutica nos ofrece H.G. Gadamer, en donde nuevamente se señala que “la comprensión en cuanto tarea hermenéutica incluye siempre una dimensión reflexiva”36. “Comprender -nos dice Gadamer- es siempre en el fondo comprenderse a sí mismo, más no al modo de una auto-posesión previa o ya alcanzada. Porque esta auto-comprensión se realiza en la comprensión de algo […]”37. De manera que es a través de lo extraño que nos acercamos a nosotros mismos. El motivo o lo que incita la comprensión es la alteridad, y empieza cuando algo nos llama la atención y por lo tanto implica movimiento, ir y venir entre lo extraño y lo familiar. Así que cuando nos referimos, por ejemplo, a la comprensión de América, está implícito un acto reflexivo que no se puede limitar al proceso de aprehensión o comprensión de algo externo, sino que se trata de un proceso en el cual participan activamente y se transforman tanto el sujeto que comprende como los objetos de la comprensión. Es un proceso en el cual de manera simultánea se construyen los agentes y los objetos de la apropiación. 1492 es una fecha en la cual debemos recordar tanto el “descubrimiento de América” como el de Europa. Esto quiere decir, como ha sido sugerido por José Rabasa, que la expresión “Nuevo Mundo” no debe limitarse a ese espacio geográfico distinto de Europa que fue objeto de la exploración y la explotación europea desde el siglo XVI38, sino más bien la constitución de la moderna concepción de un mundo 35. Martín Heidegger, El ser y el nuevo que resultó de la conquista europea de la mayor parte del tiempo (México: Fondo de Cultura globo terrestre. La construcción o invención del Nuevo Mundo es Económica, 1983), 163. entonces inseparable de la invención de Europa. De manera que los 36. Hans-Georg Gadamer, Verdad y Método viajes de exploración y el afán por crear catálogos e inventarios de (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1992), 121. la naturaleza, la producción de mapas, y de conocimientos sobre 37. Hans-Georg Gadamer, Verdad y geografía, sobre el comercio, la minería, conocimientos médicos, Método, 129.

38. José Rabasa, Inventing America.

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sobre higiene, botánicos, zoológicos, etnográficos, sobre el clima o sobre las costumbres e historia de otras culturas fueron todas prácticas fundamentales en la consolidación de la ciencia moderna y de Europa, como centro y motor de la historia mundial. No es únicamente la representación o la construcción de América lo que podemos reconocer en las prácticas científicas asociadas al descubrimiento y la conquista, es la construcción del Viejo Mundo. Ese nuevo orden que comprende, y crea vínculos entre lo familiar y lo nuevo, fue concebido desde una cultura que se define por su empeño y su éxito en domesticar al resto del planeta.

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Astrapoterios y dientes de sable: relaciones de poder en el estudio paleontológico de los mamíferos suramericanos

Camilo Quintero Toro

Astrapoterios y dientes de sable: relaciones de poder en el estudio paleontológico de los mamíferos suramericanos

Astrapotherium and Saber-toothed Cats: Power Relations in the Paleontological Study of South American Mammals

Resumen

Abstract

A finales del siglo XIX Florentino Ameghino, un

At the end of the nineteenth century, Florentino

reconocido naturalista en la historia argentina, desató

Ameghino, a well-known naturalist in Argentinean

una controversia científica internacional al declarar

history, started an international scientific controversy by

que la Patagonia era el centro de origen de todos los

declaring that Patagonia was the center of origin of all

mamíferos. El artículo estudia la historia de las teorías

mammals. This article studies the history of Ameghino’s

de Ameghino y el afán de diversos paleontólogos

theories and the urgency with which various U.S.

estadounidenses por oponerse a dichas teorías. Esta

paleontologists opposed them. This story allows us

historia permite entender mejor el papel que jugó

to better understand the role that science played in

la ciencia en la poderosa expansión de los Estados

the powerful expansion of the United States in Latin

Unidos sobre América Latina en el paso del siglo XIX

America over the nineteenth and twentieth centuries. It

al XX, así como la influencia del contexto económico y

also illuminates the influence that Argentina’s economic

político de Argentina en el desarrollo de las ideas y la

and political context had on the development of

carrera científica de Ameghino.

Ameghino’s ideas and his scientific career.

Palabras

Key Words

c l av e

Historia de la ciencia, Estados Unidos, Argentina,

History of science, United States, Argentina,

imperialismo, paleontología.

Imperialism, Paleontology.

Historiador de la Universidad de los Andes, Bogotá. M.A. y Ph.D. en Historia de la Ciencia, Universidad de Wisconsin, Madison, Estados Unidos. Profesor Asistente en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del Grupo de Investigación Historia y Sociología de la Ciencia (Categoría B en Colciencias). Sus intereses investigativos giran alrededor del estudio de las relaciones científicas y ambientales entre Estados Unidos y América Latina. Entre sus publicaciones recientes se encuentra: “La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia” en Revista de Estudios Sociales, 31 (2008): 48-59 y “¿En qué anda la historia de la ciencia y el imperialismo? Saberes locales, dinámicas coloniales y el papel de los Estados Unidos en la ciencia en el siglo XX”, Historia Crítica 31 (2006): 151-171. cquinter@uniandes.edu.co

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En años recientes algunos artículos y libros han empezado a enriquecer nuestro entendimiento acerca del rol que jugó la ciencia en la expansión y consolidación del poderío estadounidense a finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX1. Sin embargo, falta mucho camino por recorrer aún. Este artículo busca complementar este esfuerzo haciendo un estudio sobre los debates que tuvieron estadounidenses y argentinos alrededor del estudio paleontológico de los mamíferos suramericanos a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En particular, el artículo se centra en la controversia que generó Florentino Ameghino, una de las figuras científicas más reconocidas en la historia de Argentina, al proponer la Patagonia como cuna de los mamíferos, así como los esfuerzos que llevaron a cabo los norteamericanos para refutar tal teoría. Tres aspectos centrales guiarán la discusión de este estudio de caso. En primer lugar, a pesar de lo fructíferos que han sido los estudios sobre ciencia e imperialismo en las últimas tres décadas, se ha prestado muy poca atención al rol imperial de la ciencia estadounidense. En general, cuando investigadores y estudiosos hacen referencia al estudio de la ciencia en un contexto imperial, tienen en mente los imperios europeos y sus colonias en América Latina, Asia o África. Se ha omitido el caso de los Estados Unidos como un caso importante dentro de estas relaciones coloniales de la ciencia. Sin embargo, diversos académicos han sostenido de manera convincente que los Estados Unidos deberían tener una presencia mucho más concreta en los estudios sobre poscolonialsmo2. Aunque no pretendo argumentar que el imperialismo estadounidense tuvo características similares al imperialismo formal europeo (aunque

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Este artículo hace parte del proyecto “Entre buen vecino e imperio: historia de las relaciones científicas entre Estados Unidos y América Latina”, financiado actualmente por el Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales-CESO de la Universidad de los Andes.

1. Ver por ejemplo: Warwick Anderson, Colonial Pathologies: American Tropical Medicine and Race Hygiene in the Philippines (Durham: Duke University Press, 2006); Marcos Cueto, ed., Missionaries of Science: the Rockefeller Foundation and Latin America (Bloomington: Indiana University Press, 1994); Stuart George McCook, States of Nature: Science, Agriculture, and Environment in the Spanish Caribbean, 1760-1940 (Austin: University of Texas Press, 2002); Camilo Quintero, “¿En qué anda la historia de la ciencia y el imperialismo? Saberes locales, dinámicas coloniales y el papel de los Estados Unidos en la ciencia en el siglo XX” Historia Crítica 31 (2006): 151-171; Paul S. Sutter, “Nature’s Agents or Agents of Empire? Entomological Workers and Environmental Change during the Construction of the Panama Canal”, Isis 98, no. 4 (2007): 724-754. 2. Las colecciones y libros más representativos son: Amy Kaplan, The Anarchy of Empire in the Making of U.S. Culture (Cambridge: Harvard University Press, 2002); Amy Kaplan and Donald E. Pease, Cultures of United States Imperialism (Durham: Duke University Press, 1993); Mary A. Renda, Taking Haiti: Military Occupation and the Culture of U.S. Imperialism, 1915-1940 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2001); Ann Laura Stoler, ed., Haunted by Empire: Geographies of Intimacy in North American History (Durham: Duke University Press, 2006).


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no debemos olvidar que los Estados Unidos tuvieron a las Filipinas, Cuba y Puerto Rico como colonias formales), es útil entender a los Estados Unidos como un imperio informal, en especial cuando de relaciones científicas se trata. En segundo lugar, los historiadores que buscan entender mejor las relaciones entre ciencia e imperio deben comprender mejor la ciencia dentro de una economía política que tenga en cuenta el flujo de bienes y mano de obra. A lo largo del siglo XIX, los países latinoamericanos se integraron a la economía mundial dentro de un sistema en el que la producción y exportación de materias primas fue su motor principal de desarrollo económico. Las naciones industrializadas procesaban entonces estas materias primas y las convertían en productos manufacturados que los países latinoamericanos compraban e importaban. De esta manera, la mano de obra en América Latina por lo general se orientó hacia la extracción de recursos naturales, mientras que la mano de obra en países como Estados Unidos se concentró fuertemente en el desarrollo de productos industriales y manufacturados3. Sin embargo, y en último lugar, hay que tener cuidado con la manera en que nos aproximamos al estudio de ciencia dentro de esta perspectiva de imperialismo y macroeconomía. En años recientes algunos historiadores han elaborado la idea de que aunque es importante reconocer una presencia hegemónica de los Estados Unidos en nuestra comprensión de Latinoamérica, también es clave entender que los latinoamericanos no han sido simples marionetas de los intereses estadounidenses. Más que ver los encuentros entre Estados 3. Ver por ejemplo: V. Bulmer-Thomas, The Economic History of Latin Unidos y el mundo como una historia de la relación entre conquisAmerica Since Independence, 2nd ed. tadores y subordinados o explotadores y víctimas, nuevos estudios (Cambridge: Cambridge University Press, 2003); David Bushnell and han argumentado que es importante entender los diversos niveles Neill Macaulay, The Emergence of Latin que han caracterizado las relaciones internacionales norteamericaAmerica in the Nineteenth Century, 2nd ed. (New York: Oxford University nas. En el caso latinoamericano, el imperialismo norteamericano fue Press, 1994); Aldo Olano Alor, ed., en buena parte un imperialismo invitado que le convino a muchos América Latina: herencias y desafíos (Bogotá: Universidad Externado de sectores de la sociedad. Tanto latinoamericanos como norteameriColombia, 2003); Richard J. Salvucci, canos sacaron provecho de esta relación y son estos matices los que ed., Latin America and the World Economy: Dependency and Beyond le dan complejidad a la relación entre ambas regiones4. (Lexington: D.C. Heath, 1996). Estas tres perspectivas son útiles para entender la interacción 4. Algunas colecciones recientes de científica entre Estados Unidos y Argentina a finales del siglo XIX gran importancia son: Gilbert y principios del siglo XX. Como trataré de argumentar en este Joseph, Catherine LeGrand, and Ricardo Donato Salvatore, Close escrito, los científicos estadounidenses, sobre todo dentro de las Encounters of Empire: Writing ciencias biológicas, veían importancia en el trabajo de sus colegas the Cultural History of U.S.-Latin American Relations (Durham: Duke argentinos siempre y cuando éste estuviera limitado a la extracUniversity Press, 1998); Ricardo ción de especímenes o datos científicos básicos. El rol de producir Donato Salvatore, ed., Culturas imperiales: experiencia y representación en América, Asia y Africa (Rosario, Argentina: Beatriz Viterbo, 2005).

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un producto terminado, es decir, una teoría científica, era a ojos de los norteamericanos un trabajo reservado para los naturalistas de los países industrializados del Norte. En un mundo caracterizado por un fuerte imperialismo, la balanza de poder claramente debería inclinarse del lado estadounidense. Los argentinos, por otro lado, usaron la extracción de materias primas científicas como un medio para obtener prestigio dentro de sus comunidades locales, así como para obtener un reconocimiento inicial dentro de la comunidad científica internacional. 1. L a P atagonia y el trabajo de los hermanos A meghino George Gaylord Simpson, uno de los paleontólogos estadounidenses más reconocidos de la primera mitad del siglo XX, le dio el crédito a Charles Darwin de reconocer en la Patagonia un lugar que podría resolver misterios paleontológicos ancestrales. En 1833, mientras llevaba a cabo su famoso viaje en el Beagle, Darwin recolectó varios especímenes en esta región que el anatomista inglés Richard Owen posteriormente identificó como animales extintos que no tenían ningún parecido con otros animales en la Tierra. Para Simpson fue ese el momento en que la Patagonia cobró importancia en el estudio de la vida animal5. Sin embargo, 5. George Gaylord Simpson, Attending la Patagonia no se convirtió en un lugar reconocido internacioMarvels: a Patagonian Journal. (Chicago: University of Chicago Press, 1982 nalmente para la investigación paleontológica hasta finales del [1934]), 61. siglo XIX. Mucha de su fama como un lugar clave para el trabajo de 6. Ronald Rainger, An Agenda for Antiquity: campo en paleontología -fama que perdura hasta el día de hoy- se Henry Fairfield Osborn & Vertebrate Paleontology at the American Museum deriva del trabajo de Florentino Ameghino. En 1890 Ameghino deof Natural History, 1890-1935, History of sató una controversia internacional al afirmar que la Patagonia era American science and technology series (Tuscaloosa: University of Alabama el hogar de los mamíferos más antiguos y el centro de la evolución Press, 1991), 93. y la distribución de los vertebrados. El trabajo de Ameghino desa7. Hay varios trabajos que estudian fió las interpretaciones que habían existido hasta ese momento en la vida de Ameghino. Uno de los las cuales se afirmaba que Europa y Norteamérica eran los centros más completos en lo referente a la relación de Ameghino con la originarios de la distribución de los grupos de vertebrados más comunidad científica argentina 6 importantes . El reto propuesto por Ameghino llevó a que la fauna de su tiempo es: Irina Podgorny, El argentino despertar de las faunas y de suramericana se convirtiera en una parte fundamental para comlas gentes prehistóricas: coleccionistas, prender mejor la bioestratigrafía y la biogeografía del momento. estudiosos y museos y universidad en la creación del patrimonio paleontológico 7 Florentino Ameghino nació en 1854 . Todavía no es claro si nació y arqueológico nacional, 1875-1913 en Italia antes de que sus padres migraran a Argentina o si nació en (Buenos Aires: Eudeba, 2000). Ver también: Héctor Francisco Felice, La Argentina. Atendió la escuela primaria entre 1862 y 1867 y después obra de un gigante: Florentino Ameghino de eso no tuvo ningún tipo de educación formal. Un autodidacta de (Luján: Talleres Print & Laser, 1992); Luis Alberto Tognetti, “El apoyo de la paleontología, la geología y la antropología, Ameghino comenla Academia Nacional de Ciencia a la zó a recolectar fósiles alrededor de 1869. En 1878 con sus propios publicación de la obra Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la Republica de Argentina”, Saber y Tiempo 11 (2001): 33-49.

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recursos decidió presentar su colección en la exposición internacional que se realizó en París en ese año. Allí logró vender su colección, lo que le dio los recursos necesarios para quedarse en Europa por poco más de tres años, viajando y conociendo museos y universidades en Francia, Bélgica e Italia. Allí también conoció paleontólogos de renombre mundial como Paul Gervais, Albert Gaudry, William Henry Fowler y Edward Drinker Cope. De regreso en Argentina, Ameghino llevó a cabo su trabajo más importante entre 1883 y 1906 cuando, con la valiosa ayuda de su hermano Carlos, clasificó y analizó cientos de fósiles de la Patagonia, en particular fósiles de mamíferos, de especies desconocidas hasta ese momento. Aunque Ameghino desarrolló otros proyectos geológicos y antropológicos entre 1906 y 1911, fue su trabajo inicial el que provocó una fuerte reacción en la comunidad paleontológica internacional, en especial en los estadounidenses. Florentino Ameghino no habría podido llevar a cabo su trabajo sin la ayuda de su hermano menor, Carlos. Carlos Ameghino nació en Argentina en 1865. Aunque no recibió educación formal de ningún tipo, desarrolló grandes habilidades para hacer trabajo de campo en paleontología. En enero de 1887 comenzó lo que serían 16 años de trabajo prácticamente ininterrumpido en la Patagonia. Una división en el trabajo, pues, se presentó entre los dos hermanos Ameghino a lo largo de sus carreras. Carlos recolectó la mayor parte de los fósiles y dirigió el trabajo de campo, mientras que Florentino permaneció en La Plata y en Buenos Aires consiguiendo el dinero para poder continuar con las expediciones en la Patagonia, así como analizando todos los fósiles que su hermano le enviaba8. Las contribuciones más importantes de los Ameghino a la disciplina de la paleontología fueron de dos tipos. Tanto Carlos como Florentino pensaron que las camas de los fósiles de mamíferos en la Patagonia eran mucho más viejas de lo que se creía en Europa y los Estados Unidos. Más importante, sin embargo, Florentino se obsesionó con la idea de que Argentina 8. A diferencia de Florentino, no hay muchas referencias bibliográficas de era el centro de origen de todos los grupos de mamíferos incluiCarlos Ameghino. Probablemente el do el hombre9. Esta visión chocó con las ideas antropológicas y trabajo biográfico más importante es: George Gaylord Simpson, Discoverers of paleontológicas predominantes en Europa y Estados Unidos, que the Lost World: an Account of some of those afirmaban que era en las regiones del Norte donde se debía ubicar Who Brought Back to Life South American Mammals Long Buried in the Abyss of Time el origen de los mamíferos. (New Haven: Yale University Press, Los hermanos Ameghino no eran los únicos paleontólogos o 1984), 59-74. geólogos argentinos de ese momento. De hecho, eran parte de una 9. José Ingenieros, Las doctrinas de Ameghino (Buenos Aires: Ediciones comunidad que incluía asociaciones e instituciones académicas como L.J. Rosso, 1939). la Universidad de Córdoba, el Museo Antropológico y Paleontológico 10. Irina Podgorny, El argentino de Córdoba, el Museo de La Plata y el Museo Nacional en Buenos despertar de las faunas y de las gentes Aires, entre otros10. La búsqueda de fósiles por parte de los argentinos prehistóricas: coleccionistas, estudiosos y museos y universidad en la creación del patrimonio paleontológico y arqueológico nacional, 1875-1913, 15.

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comenzó en las décadas de 1840 y 185011 y la paleontología fue una disciplina muy activa en las últimas décadas del siglo XIX. Junto con los Ameghino, otras figuras como Hermann Burmeister, Francisco Javier Muniz y Francisco Moreno realizaron trabajo de campo y descubrieron y describieron especies desconocidas en la ciencia12. Argentina, sin embargo, no era el único país latinoamericano que desarrollaba trabajos investigativos en el campo de la paleontología. Naturalistas brasileros, en particular bajo la dirección de Hermann von Ihering, adelantaban investigaciones sobre orígenes humanos y animales. Como lo han demostrado Maria Margaret Lopes e Irina Podgrony, los museos de historia natural en Sao Paulo y La Plata se convirtieron no sólo en lugares propios para la investigación, sino también en monumentos de gloria nacional. Los museos brasileros y argentinos crearon una integración entre estos dos países, y lejos de imitar discursos científicos del momento, usaron la ciencia como una empresa para promover nuevas identidades nacionales13. Es importante resaltar que las ideas de los Ameghino surgieron en un contexto particular en la historia de Argentina. En las últimas décadas del siglo XIX, especialmente después de 1870, Argentina presenció cambios importantes. En primer lugar, el país vivió un boom económico. 11. Irina Podgorny, “Desde la tierra donde los monstruos aun no tienen Como muchos otros países en América Latina al final del siglo XIX, nombre: el ordenamiento de la Argentina se integró a la economía mundial con un sistema en el naturaleza a través de los museos y de la ciencia en la Confederación que la producción y exportación de materias primas a naciones inArgentina”, Quipu 12, no. 2 (1999): 169. dustrializadas impulsó su desarrollo económico. En 1880, gracias en 12. Para una descripción detallada parte a la fertilidad de las Pampas, Argentina entró en un periodo de del trabajo de Moreno ver Horacio Camacho, “Francisco Moreno y crecimiento económico sostenido y se convirtió en un importante su contribución al conocimiento proveedor de carne y granos para el mundo industrial del Atlántico geológico de la Patagonia”, Saber y Tiempo 9 (2000): 5-32. Norte. Varias de estas naciones industrializadas comenzaron también a invertir en Argentina. Inglaterra en primer lugar, y más adelan13. Maria Margaret Lopes and Irina Podgorny, “The Shaping of Latin te los Estados Unidos, destinaron grandes cantidades de dinero en American Museums of Natural crear una infraestructura adecuada para ayudar a consolidar esta History, 1850-1990”, en Nature and Empire: Science and the Colonial economía exportadora. En segundo lugar, Argentina presenció imEnterprise, ed. Roy M. MacLeod portantes cambios en su estructura social. La falta de mano de obra en (Chicago: University of Chicago Press, 2000), 108-18. el país precipitó una ola de inmigrantes de distintos países europeos 14. Thomas E. Skidmore and Peter H. entre 1870 y 1914. La población del país se expandió rápidamente de Smith, Modern Latin America, 3rd 1.800.000 habitantes en 1870 a aproximadamente 7.800.00 en 1914. El ed. (New York: Oxford University Press, 1992), 72. El trabajo de efecto demográfico de la inmigración en Argentina fue el más drásSkidmore y Smith es un buen punto tico de todos los países del hemisferio occidental. Como lo afirmó el de partida para ubicar a Argentina de manera general en el contexto historiador Thomas Skidmore, “[e]l resultado le dio a Argentina una latinoamericano. Para entender las cualidad claramente europea, con una tensión resultante entre los tendencias generales de Argentina en los siglos XIX y XX ver Leslie Bethell, argentinos sobre su verdadera identidad nacional”14. ed., Argentina Since Independence (Cambridge: Cambridge University Press, 1993).

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Un cambio en las ideas políticas también acompañó este cambio económico y social. El liberalismo, en particular, se convirtió en la corriente de pensamiento más importante entre la clase que dirigía el país en términos políticos, sociales y culturales. Ideas de figuras como Charles Darwin y Herbert Spencer empezaron a influenciar a la clase dirigente. Para ellos, si la aristocracia dirigía el país, esto era un resultado claro de selección natural. Más aún, era precisamente la influencia europea y no la de la raza latina la que llevaría a Argentina a la estabilidad y el desarrollo. Esto llevó a que al mismo tiempo que se desarrolló una clara admiración por la cultura de ciertos países europeos, se consolidó también un patriotismo y un nacionalismo argentino15. Las élites promovieron una imagen internacional de Argentina como un caso único entre los distintos países latinoamericanos. Buenos Aires se convirtió en el París de Suramérica y en los ojos de europeos y norteamericanos Argentina se convirtió en el país más desarrollado de la región. Para Rubén Darío, una de las figuras literarias más prominentes en América Latina en ese entonces, Argentina era el modelo que otros países de la región deberían emular16. Entre 1889 y 1900, cuando Argentina participó en las exposiciones universales en París, el país se presentó como un caso atípico en la región. La aristocracia no quería que Argentina fuera relegada a una posición “pre-nacional” y no querían que equipararan su experiencia con la de otros países latinoamericanos17. Fue precisamente en la exposición de París en 1889 cuando Ameghino presentó por primera vez su Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República de Argentina, probablemente su obra más influyente. Financiada en parte por el gobierno argentino y la Academia Nacional de Ciencias, ganó una medalla de oro en este evento18. Las ideas de Ameghino, por lo tanto, surgieron en un contexto 15. Ezequiel Gallo, “Society and en donde el crecimiento del sector exportador argentino estaba en Politics, 1880-1916”, en Argentina uno de sus puntos más altos, una fuerte influencia europea estaba Since Independence, ed. Leslie Bethell (Cambridge: Cambridge University teniendo lugar en el país, un fuerte patriotismo estaba presente y Press, 1993), 79-111. la búsqueda por obtener un reconocimiento por fuera del contexto 16. Ver Gabriela Nouzeilles and Graciela latinoamericano era una meta importante. R. Montaldo, The Argentina Reader (Durham: Duke University Press, Pero, ¿cómo Florentino Ameghino pasó de ser un amateur auto2002), en especial el capítulo 4. didacta a ser una figura científica en Argentina? En primer lugar, la 17. Alvaro Fernández Bravo, experiencia de Ameghino en Europa entre 1878 y 1881 le permitió “Latinoamericanismo y tener contacto con reconocidos naturalistas europeos y estadorepresentación: iconografías de la nacionalidad en las exposiciones unidenses. Esto cambió la manera en que la comunidad científica universales (París 1889 y 1900)”, en argentina percibió el trabajo de Ameghino una vez regresó de Europa. La ciencia en la Argentina entre siglos: textos, contextos e instituciones, ed. Entre otras, Ameghino costeó sus viajes con la plata que obtuvo de Marcelo Montserrat (Buenos Aires: vender fósiles y su colección de fósiles ganó una medalla de bronce Manantial, 2000), 171-85. 18. Luis Alberto Tognetti, “El apoyo de la Academia Nacional de Ciencia”, 34.

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en la exposición de París de 1878. Así mismo, Ameghino pudo publicar su trabajo en revistas como la Revue d’Anthropologie a finales de la década de 1870, y cuando volvió a Buenos Aires mantuvo correspondencia con algunos de los famosos paleontólogos que conoció, un aspecto que en ese momento se consideraba como un logro importante19. Su primer reconocimiento dentro de la comunidad argentina vino de Adolfo Doering, quien en enero de 1882 le mandó una carta felicitándolo por sus publicaciones en la formación de las Pampas20. En 1882 Ameghino exhibió parte de sus colecciones en la Exposición Continental Sudamericana en Buenos Aires. La comunidad científica local recibió sus colecciones de manera positiva, otorgándole el Gran Premio de la exposición. En junio de 1882 el Instituto Geográfico Argentino nombró a Ameghino como miembro oficial21. Desde ese momento en adelante, Ameghino comenzó a intercambiar correspondencia y fósiles con miembros de la comunidad científica local. Finalmente en 1884 Oscar Doering, el presidente de la Academia Nacional de Ciencias, le ofreció a Ameghino una plaza como profesor en la Universidad de Córdoba22. La manera como Ameghino obtuvo reconocimiento dentro de la comunidad de naturalistas en Argentina muestra cómo algunos científicos utilizaron lo que podemos llamar los lazos informales del imperialismo de finales del siglo XIX para seguir sus propios intereses. La reco19. Para poder estudiar una colección lección de fósiles, la materia prima de la paleontología, y su venta de la correspondencia de Ameghino con otros paleontólogos ver los en Europa le trajeron dos cambios importantes a Ameghino en su volúmenes 20- 23 de: Alfredo J. carrera. Primero, le permitieron viajar por Europa, conocer paTorcelli, ed., Obras completas y correspondencia científica de Florentino leontólogos importantes del momento y trabajar en colecciones de Ameghino, 24 vols. (La Plata: Taller de fósiles europeas. Segundo, de regreso en Argentina, esta experienImpresiones Oficiales, 1913). cia en Europa y el trabajo que había llevado a cabo en estos años le 20. Carta de Adolfo Doering a Florentino Ameghino, enero 6, 1882 citado permitió ganar reconocimiento dentro de la comunidad local, la en Alfredo J. Torcelli, ed., Obras cual lo aceptó finalmente como miembro. completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, v. 20, 225. Durante las últimas dos décadas del siglo XIX y la primera década del siglo XX, Ameghino tuvo varios trabajos en diversas ins21. Carta de Estanislao Zeballos a Florentino Ameghino, junio 26, 1882, tituciones argentinas, incluyendo director del Museo Nacional de citado en Alfredo J. Torcelli, ed., Obras Buenos Aires, así como profesor en la Universidad de Buenos Aires completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, v. 20, 277-78. y la Universidad de La Plata. Ameghino publicó sus trabajos en re22. Carta de Oscar Doering a Florentino vistas como el Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, Ameghino, junio 19, 1884, citado la Revue Scientifique y el American Naturalist. Para 1911, el año de su en Alfredo J. Torcelli, ed., Obras completas y correspondencia científica de muerte, ya tenía un gran reconocimiento a nivel nacional23. Florentino Ameghino, v. 20, 296. El hecho de que fue Florentino y no Carlos Ameghino el que se 23. Para ver una colección de la convirtió en una figura nacional revela mucho sobre la manera en respuesta del público general a la muerte de Ameghino ver Alfredo que los científicos latinoamericanos en general son reconocidos J. Torcelli, ed., Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, v. 1, 171-372.

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dentro de sus comunidades, así como sobre la jerarquía del trabajo científico. No es una coincidencia que Florentino vivía en Buenos Aires publicando su trabajo, mientras que Carlos llevaba a cabo el trabajo de campo en el desierto. El reconocimiento dentro de una comunidad académica por lo general se obtiene no sólo con investigación, sino también con publicaciones. A los académicos que publican se les da crédito por su intento de ir más allá de la simple extracción de datos para producir nuevas teorías. Así mismo, en países latinoamericanos como Argentina, por lo menos a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, los científicos más reconocidos eran aquellos que publicaban en revistas internacionales y que de una u otra manera habían ganado reconocimiento internacional, al mismo tiempo que habían encontrado una posición valiosa dentro de sus propias comunidades24. Más aún, el hecho de que Florentino fuera quien dio nombre a los fósiles y publicó los resultados en revistas francesas y estadounidenses fue en parte lo que a la larga lo convirtió en un héroe científico nacional, mientras que Carlos permaneció y aún permanece, de alguna manera, invisible. 2. S uramérica en la paleontología estadounidense Las teorías de Ameghino contrastaban de manera clara con las teorías de los paleontólogos en los Estados Unidos. En el paso del siglo XIX al XX la bioestratigrafía y la biogeografía dominaron la investigación estadounidense en la paleontología de mamíferos. Así mismo, la investigación en lo referente a bioestratigrafía se apoyaba en investigaciones geológicas. Desde mediados del siglo XIX la paleontología se convirtió en una importante aliada de la paleontología para determinar la edad de la tierra, y el estudio de los fósiles fue de gran ayuda para determinar la edad de ciertos estratos geológicos. La bioestratigrafía partía de la idea que los fósiles en estratos más altos eran más recientes que aquellos en estratos inferiores, y la búsqueda de una equivalencia temporal en las unidades estratigráficas en diferentes lugares del mundo era una de las herramientas más útiles que tanto geólogos como paleontólogos podían desarrollar en sus respectivos campos25. Dentro de la bioestratigrafía se desarrolló una pequeña contro24. Para ver un estudio de caso versia que se convirtió en un aspecto clave para la recepción de las particular sobre la formación de una ideas de los Ameghino en Estados Unidos. Para los paleontólogos la comunidad científica en América Latina ver Diana Obregón Torres, línea divisoria entre los periodos Cretáceo y Terciario ganó una imSociedades científicas en Colombia: la portancia particular, pues ayudó a definir la demarcación entre dos invención de una tradición 1859-1936 (Bogotá: Banco de la República, 1992). de las más importantes eras geológicas: el Mesozoico (la era de los reptiles) y el Cenozoico (la era de los mamíferos). Diversos natura25. Martin Rudwick ha estudiado el origen del uso de los fósiles en listas estadounidenses como W. B. Scott y J. B. Hatcher creían que la la estratigrafía. M. J. S. Rudwick, fauna septentrional era más vieja, es decir, sus fósiles se encontraban The Great Devonian Controversy: the Shaping of Scientific Knowledge Among Gentlemanly Specialists (Chicago: University of Chicago Press, 1985).

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en estratos inferiores a los de las faunas del resto del mundo, incluida la suramericana. De esta manera, argumentaban ellos, era posible concluir que la fauna suramericana era descendiente de la fauna del Norte26. Una de las controversias que los Ameghinos desataron comenzó cuando argumentaron que la formación de Santa Cruz en la Patagonia tenía una unidad que hacía parte del Cretáceo. Florentino, apoyado en el trabajo de campo de Carlos, argumentó que camas como la del Notostylops y la del Pyrotherium se encontraban en el período Cretáceo y eran mucho más viejas que el resto de las camas de mamíferos conocidas en ese momento en Europa y los Estados Unidos27. Edward Drinker Cope (1840-1897), un paleontólogo estadounidense que ganó reconocimiento en los Estados Unidos como uno de los fundadores de la escuela neolamarckiana de pensamiento evolutivo, hizo mucho por difundir en un principio las ideas de Florentino Ameghino. Cope conoció a Ameghino en París en 1878 y se interesó por su trabajo en la década de 1880, un par de años antes de que Carlos comenzara sus expediciones a la Patagonia. En una reseña breve publicada en la revista American Naturalist en agosto de 1885, Cope analizó un trabajo que Ameghino había publicado en el Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, en el cual el naturalista estudiaba los mamíferos del Oligoceno cerca de Buenos Aires. Cope comenzó su reseña escribiendo: “Esta memoria, por M. Ameghino, es de mucha importancia para la historia de los mamíferos, y especialmente para la historia de la fauna pampeana y reciente del mundo neo-tropical […] y con ello [Ameghino] ha puesto a nuestra disposición un registro de gran interés para los estudiosos de los 26. J.B. Hatcher, “On the Geology of mamíferos y su evolución”28. Los comentarios positivos de Cope soSouthern Patagonia”, American Journal of Science 4 (1897): 327-54; J.B. bre el trabajo de Ameghino no pararon ahí. En 1891 reseñó lo que Hatcher, “The Titanotherium Beds”, probablemente es el trabajo más importante de Ameghino sobre American Naturalist 27 (1893): 204-21; W.B. Scott, “The Mammalia of the los fósiles de mamíferos: su Contribución al conocimiento de los mamíUnita Formation”, Transactions of feros fósiles de la República de Argentina. Para Cope, éste era un trabajo the American Philosophical Society 16 (1890): 461-504; W.B. Scott, “The monumental que le mostraba al mundo la extraordinaria riqueza Mammalian Fauna of the Santa de la Patagonia en términos paleontológicos. Cope terminó su reCruz Beds of Patagonia”, Science 12 (1900): 937-940. seña escribiendo: “Felicitamos a M. Ameghino por la culminación de este gran trabajo. También felicitamos al país que lo produjo. 27. Ver por ejemplo Florentino Ameghino, “Première Contribution Son trabajos de este carácter los que le dan a una nación prestigio à la Connaissance de la Faune intelectual en el mundo. Por lo tanto Argentina será conocida para Mammalogique des Couches a Pyrotherium”, Boletín del Instituto la ciencia como un país que ha añadido una de las más largas e imGeográfico Argentino 15 (1895): 603-660. portantes contribuciones a su templo de vida”29. 28. E.D. Cope, “The Mammalia of the Sin embargo, la visión positiva que tenía la academia estadoOligocene of Buenos Ayres”, American Naturalist 19 (1885): 789-790. La unidense sobre Ameghino pronto empezó a cambiar. Para 1892 la traducción es mía. revista Science argumentó que era importante atenuar el entusiasmo 29. E.D. Cope, “Ameghino on the Extinct Mammalia of Argentina”, American Naturalist 25 (1891): 725-727.

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por el trabajo de Ameghino con un poco de vacilación, en particular sus ideas sobre la Patagonia como la cuna de los primeros primates, así como del precursor inmediato del hombre30. Otro artículo en 1895 también cuestionó las ideas de Ameghino sobre su clasificación de los mamíferos31, y en 1896 un artículo escrito por el mismo Cope cuestionaba el trabajo de Ameghino argumentando que “M. Ameghino probablemente ha fijado una edad demasiado grande a sus camas tempranas”32. Para 1896 diversos paleontólogos estadounidenses comenzaron a ver las teorías de Ameghino como inaceptables, en particular porque no estaban de acuerdo con las teorías predominantes en la paleontología de mamíferos en Europa y Estados Unidos. De esta manera, hacer un estudio cuidadoso de las camas descubiertas por Carlos y descritas por Florentino se convirtió en una prioridad para varios paleontólogos en Estados Unidos. Es así como entre 1896 y 1899 la Universidad de Princeton organizó dos expediciones a la Patagonia bajo la dirección de J. B. Hatcher, acompañado por W. B. Scott, con el fin de investigar las afirmaciones de los Ameghino. A. E. Ortmann también estudió los resultados de las expediciones en Princeton. Para 1900, Hatcher y sus colegas habían presentado ya una refutación completa de las teorías de Ameghino sobre la edad de los mamíferos fósiles de la Patagonia. En un artículo publicado en la revista Science, Hatcher, después de explicar algunas de sus ideas sobre las camas en disputa, argumentó que las camas del Pyrotherium no eran tan viejas como Ameghino pensaba, y por el contrario eran más jóvenes que varias de las camas de mamíferos fósiles en Norteamérica33. Ameghino trató de responder a los argumentos de Hatcher publicando varios artículos entre 1900 y 1903. Sin embargo, un artículo publicado por R. F. Scharff en 1909 en la revista American Naturalist da luces sobre el resultado general de la disputa dentro de la academia estadounidense. Como el mismo Scharff lo explicó: “El profesor Ameghino aun sostiene que los ahora famosos estratos de Santa Cruz [...] son de la era del Eoceno. La mayor parte de los geólogos, por otra parte, sostienen la opinión que los depósitos 30. “Current notes on Anthropology”, santacruzanos pertenecen al periodo del Mioceno”34. Science 19, no. 475 (1892): 146. No obstante, el aspecto más interesante de la posición que 31. “Scientific Notes and News”, Science Hatcher y sus colegas sostuvieron sobre el trabajo de los Ameghino 2, no. 32 (1895): 158-159. está expresado claramente en el primer volumen de los Reports of 32. E.D. Cope, “Ameghino on the the Princeton Expeditions to Patagonia, el reporte oficial de las expediEvolution of Mammalian Teeth”, American Naturalist 30, no. 359 (1896): ciones. En la introducción Hatcher escribió: 937-941.

33. J. B. Hatcher, “Die Conchylien der patagonischen Formation”, Science 11, no. 268 (1900): 263-266. 34. R. F. Scharff, “On an Early Tertiary Land-Connection between North America and South America”, American Naturalist 43, no. 513 (1909): 513-531.

“Los descubrimientos de los Ameghino fueron de tal importancia que despertaron el interés de paleontólogos y geólogos en todas partes [...] aunque al mismo tiempo se reconoció la necesidad de hacer un estudio cuidadoso de los depósitos del Terciario y del Cretáceo de la Patagonia

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junto con los fósiles allí contenidos, siguiendo los métodos más cuidadosos y meticulosos que se han desarrollado en el hemisferio norte por medio siglo por un gran número de observadores educados y calificados, pertenecientes a dos generaciones. Se creía que, cuando la luz de todo lo que se ha descubierto en lo referente a la secuencia geológica y el desarrollo de la vida animal tal y como se ha elaborado en el hemisferio norte, se hubiera lanzado con toda su fuerza sobre aquellos del sur, se demostraría que muchas de las observaciones y teorías aparentemente conflictivas expuestas por los Ameghino eran inválidas, y se encontraría que los hechos principales armonizaban con aquellas ya establecidas en el norte”35.

Tres aspectos son de vital importancia en esta cita. Primero, es claro que la expedición partió con el propósito de demostrar que las ideas de los Ameghino eran incorrectas. Segundo, Hatcher y sus colegas asumieron que los métodos usados por paleontólogos estadounidenses eran superiores en contraposición a aquellos usados por naturalistas en Suramérica. Para Hatcher era claro que el hemisferio norte tiene una evidente supremacía, por lo menos en términos científicos, sobre el hemisferio sur. Tercero, la idea de lanzar ideas producidas en el Norte con toda la fuerza sobre el Sur es explícita y tiene implicaciones imperiales, un aspecto que reflejaba la política de los Estados Unidos sobre América Latina en el paso del siglo XIX al XX. Las últimas décadas del siglo XIX presenciaron un crecimiento económico sin precedentes en la historia estadounidense. Desde el final de la Guerra Civil en 1865 una combinación entre industrias, corporaciones e innovación tecnológica llevó a los Estados Unidos a convertirse en uno de los más grandes productores de manufacturas a nivel mundial. La creación de grandes imperios corporativos como la General Electric, la Standard Oil Company o la U.S. Steel, entre muchos otros, no sólo crearon grandes magnates como lo fueron Thomas Alva Edison, John D. Rockefeller o Andrew Carnegie, sino que también cambiaron la estructura económica de los estadounidenses. Para finales del siglo XIX cerca del 70% de la población de los Estados Unidos dependía directa o indirectamente de alguna corporación. En poco tiempo, sin embargo, estas corporaciones empezaron a producir muchas más manufacturas de las que se podían consumir en el mercado interno norteamericano. La necesidad de buscar nuevos 35. J.B. Hatcher, Reports of the Princeton mercados llevó a que tanto los dirigentes políticos como las elites del University Expeditions to Patagonia, mundo corporativo empezaran a buscar nuevos mercados, en espe1896-1899 (Princeton: The University, 1903), v. 1, 3. cial en América Latina y el Pacífico. Un crecimiento comercial hacia el Caribe, los países de Centro y Suramérica, así como islas y países con 36. Ver por ejemplo: Walter LaFeber, The New Empire: an Interpretation of American puertos sobre el Pacífico se convirtió en la mejor alternativa para venExpansion, 1860-1898 (Ithaca: Cornell der el excedente de productos manufacturados en Estados Unidos36. University Press, 1967); William Appleman Williams, The Tragedy of American Diplomacy, 2nd ed. (New York: Dell Pub. Co., 1972).

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Así mismo, Estados Unidos empezó a ver a Latinoamérica como una excelente fuente de materias primas. En ese entonces los gobiernos latinoamericanos habían enfocado sus economías en la producción y exportación de bienes naturales y por lo general tenían que importar bienes manufacturados e industriales. Estados Unidos vio en esta coyuntura la oportunidad ideal para convertirse en el socio comercial más importante de la región, reemplazando a los europeos, sobre todo a los ingleses y franceses, quienes habían tenido esa posición desde comienzos del siglo XIX. La Guerra HispanoEstadounidense de 1898, en la cual Estados Unidos asumió un control colonial sobre Puerto Rico, Cuba y las Filipinas, las últimas colonias del agonizante imperio español, no sólo debe entenderse en este contexto, sino que también demostró claramente que Estados Unidos tenía intereses expansionistas de tipo económico y político sobre regiones latinoamericanas y asiáticas37. En los años que siguieron a la guerra entre España y Estados Unidos, los estadounidenses ampliaron de manera drástica su influencia sobre América Latina. En 1904 el presidente Theodore Roosevelt declaró de manera abierta una política imperialista sobre la región al pronunciar el corolario a la doctrina Monroe. Para Roosevelt, Estados Unidos tenía el derecho de vigilar a los latinoamericanos y se reservaba el derecho de intervenir en cualquier país latinoamericano si lo consideraba conveniente. El legado del “Destino Manifiesto”, la misión civilizadora que la divina providencia supuestamente le había encomendado al pueblo estadounidense 37. Dos estudios recientes sobre las para liberar al continente americano y que tuvo gran resonancia a relaciones entre Estados Unidos y América Latina son: Mark T. Gilderhus, comienzos del siglo XIX, seguía vigente a comienzos del siglo XX. “US-Latin American Relations, 1898Así mismo, la intervención de Estados Unidos en la independencia 1941: A Historiographical Review”, en A Companion to American Foreign de Panamá de Colombia en 1903, la creación de la Zona del Canal de Relations, ed. Robert D. Schulzinger Panamá como territorio de los Estados Unidos y la construcción de (Malden: Blackwell Publishing, 2003); Darlene Rivas, “United States-Latin un canal interoceánico que conectara de manera rápida las costas American Relations, 1942-1960”, en A este y oeste estadounidenses con Latinoamérica y Asia serían otro Companion to American Foreign Relations, ed. Robert D. Schulzinger (Malden: paso importante para consolidar una posición dominante por parte Blackwell Publishing, 2003). Sobre la de los norteamericanos, tanto en Centro como en Suramérica38. guerra Hispano-Estadounidense y las relaciones entre el Caribe y los Estados Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos tenía una Unidos ver Louis A. Pérez, Cuba supremacía innegable en la región. A través de iniciativas tanto privaand the United States: Ties of Singular Intimacy (Athens: University of Georgia das como estatales mediante las cuales los norteamericanos invirtieron Press, 1990) y The War of 1898: the grandes cantidades de dinero en varios países, los constantes préstaUnited States and Cuba in History and Historiography (Chapel Hill: University mos de los bancos estadounidenses a los gobiernos latinoamericanos y of North Carolina Press, 1998). la presencia de diversas corporaciones como la United Fruit Company y 38. Algunas de las biografías más la Tropical Oil Company, entre otras, se consolidó una hegemonía norimportantes de Theodore Roosevelt teamericana en la región. La presencia no fue sólo económica o política son: H. W. Brands, T. R.: the Last Romantic (New York: Basic Books, 1997); Edmund Morris, Theodore Rex (New York: Random House, 2001).

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y un lado cultural acompañó esta expansión. Desde las películas de Hollywood hasta las expediciones científicas que llevaron a cabo los museos de historia natural como el American Museum en Nueva York, el Smithsonian Institution en Washington o el Field Museum de Chicago, fueron herramientas con las que los estadounidenses lograron una intervención en la vida cotidiana y el mundo natural de los latinoamericanos39. Las expediciones de J. B. Hatcher, entre otras expediciones que llevarían a cabo los estadounidenses en territorio argentino al final del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, hicieron parte de esta expansión cultural norteamericana. Las relaciones de poder entre paleontólogos estadounidenses y los Ameghino también se reflejaron en las teorías sobre biogeografía del momento. A comienzos del siglo XX existían dos grandes teorías sobre la migración y distribución de animales en la Tierra. Una minoría seguía la teoría de Alfred Wegener sobre deriva continental, la cual argumentaba que los continentes no sólo se movían, sino que con el paso del tiempo éstos se conectarían y permitirían una migración de sus respectivas faunas. La mayor parte de los paleontólogos, por el contrario, sostenía que los continentes estaban estáticos y nunca se habían movido. Dentro de esta corriente algunos creían que los istmos actuales, como Centroamérica o el estrecho de Bering, eran los únicos que habían permitido una migración de faunas en la historia. Otros creían que en el pasado existieron puentes que conectaron continentes que hoy en día están separados. En particular, muchos creían que Antártica había sido un puente que había conectado Suramérica, África y Australia40. Los Ameghino vieron en la teoría de la Antártica la solución perfecta a su teoría sobre el origen de los mamíferos en la Patagonia. Entre los paleontólogos estadounidenses, sobre todo entre W.D. Matthew y G.G. Simpson, los paleontólogos más reconocidos en el Museo Americano de Historia 39. Camilo Quintero, “La ciencia norteamericana se vuelve global: Natural, esta teoría no tenía fundamento. Matthew argumentaba que el Museo Americano de Historia las controversias de la correlación de las formaciones tenían que ser Natural de Nueva York en Colombia”, Revista de Estudios Sociales estudiadas junto con problemas de distribución geográfica y migra31 (2008): 48-59. ción. Igualmente sostenía que los continentes eran permanentes y 40. Para ver una descripción aseguraba que aquellos que apoyaban la teoría de los puentes como el de la historia del debate de la Antártica o el movimiento de los continentes estaban interprepaleobiogeográfico ver H. Frankel, “The paleobiogeographical debate tando mal los datos que proveían los fósiles41. over the problem of disjunctively Las ideas de Matthew estaban influenciadas fuertemente por el tradistributed life forms”, Studies in the History and Philosophy of Science 12, no. bajo del famoso geólogo estadounidense T.C. Chamberlin. Chamberlin 3 (1981): 211-59. sostuvo que la historia de la Tierra tenía condiciones variables: algunas 41. W.D. Matthew, “Climate and partes terrestres se sumergían bajo agua cuando el clima era calido y Evolution”, Annals of the New York Academy of Sciences 24 (1915): 311. húmedo, mientras que algunas partes de la tierra se elevaban por en42 cima del agua cuando el clima era frío y árido . Matthew adoptó esta 42. T.C. Chamberlin, “A Group of Hypotheses Bearing on Climatic Changes”, Journal of Geology 5 (1897): 653-683.

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teoría y la usó para apoyar una visión de la biogeografía con continentes inmóviles en donde la migración de los animales ocurría solamente cuando había variaciones climáticas. Matthew también sostuvo la idea de que el foco principal de la evolución de los mamíferos y los vertebrados en general había ocurrido en los continentes del Norte. Sin embargo, añadió que fueron las especies menos aptas las que tuvieron que migrar al Sur, utilizando a Centroamérica y el estrecho de Bering como istmos43. Como el mismo Matthew lo explicó: “Ha sido reconocido desde hace tiempo que la distribución actual de los mamíferos se debe a la migración de gran masa terrestre del norte […] En período cualquiera, las especies más avanzadas y progresistas de la raza son aquellas que habitan en esta zona; las más primitivas y atrasadas serán aquellas lejanas de este centro”44. Para Matthew claramente todos los seres vivos que habitaban el continente suramericano eran inferiores que aquellos que se encontraban en los Estados Unidos y Europa. Para G.G. Simpson, las teorías de los Ameghino tampoco tenían ningún fundamento desde la perspectiva de la biogeografía45. Simpson creía que la Patagonia y Suramérica en general presentaban un caso especial en la evolución de los mamíferos. De acuerdo con sus ideas, durante la Era de los Mamíferos, es decir, durante los últimos sesenta millones de años cuando evolucionaron la mayor parte de los animales actuales, Norteamérica, Europa, Asia y África estuvieron unidas, por lo menos la mayor parte del tiempo. Suramérica, sin embargo, era un continente completamente apartado. Por lo tanto, por millones de años los animales suramericanos evolucionaron en 43. Matthew, “Climate and Evolution”, un aislamiento geográfico. La fauna de América del Norte, explica308. ría Simpson, era completamente diferente a la de América del Sur, lo 44. Matthew, “Climate and Evolution”, cual a comienzos del siglo XX se convirtió en un problema de mucho 178, 201. interés para paleontólogos que querían estudiar la evolución de los 45. Ver George Gaylord Simpson, mamíferos. Mientras que los elefantes, los rinocerontes y los dientes “Mammals and Land Bridges”, Journal of the Washington Academy de sable eran comunes en Norteamérica, las especies de mamíferos of Sciences 30, no. 4 (1940): 137-63. en Suramérica eran completamente diferentes y no dejaron descenJoseph Cain y Leo Laporte han explicado la visión de Simpson sobre dientes ni parientes cercanos. Como Simpson lo explicó: la biogeografía y su influencia en las ideas evolutivas que Simpson desarrolló en las décadas de 1940 y 1950. Ver Joseph Cain, “Building a Temporal Biology: Simpson’s Program for Paleontology”, Earth Sciences History 11, no. 1 (1992): 30-36; Leo Laporte, “Wrong for the Right Reasons: Simpson and Continental Drift”, en Geologists and Ideas: a History of North American Geology, ed. Ellen T. Drake and William M. Jordan (Boulder: Geological Society of America, 1985), 273-285.

“No eran como los animales extintos de otras partes del mundo. Para describirlos usted tendría que partir de cero, o compararlos con media docena de animales diferentes al mismo tiempo, y luego añadir unos toques originales, como las bestias fantásticas en las historias de niños. Un astrapoterio, por ejemplo, era como del tamaño de un rinoceronte pero no se parecía en nada a uno. Tenía cuatro patas y un cuerpo de apariencia extraña como si su inventor no hubiera podido pintar bien”46.

46. Simpson, Attending Marvels: a Patagonian Journal, 65.

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Cuando el Istmo de Panamá se formó, los animales que habían estado aislados previamente migraron a través de los continentes. Los mamíferos suramericanos murieron en su mayoría en esta invasión ecológica. Para Simpson, siguiendo también el legado de Chamberlin47, la fauna suramericana había estado aislada por tanto tiempo que nunca desarrollaron cualidades que les permitieran sobrevivir en un ambiente competitivo. Los animales de América del Norte ya habían competido con animales asiáticos, europeos y africanos y estaban listos para competir de nuevo. Después de un tiempo, los mamíferos del Sur no pudieron pelear de vuelta y se extinguieron. Simpson escribió: “Los grupos suramericanos que se estaban contrayendo, o que estaban destinados a contraerse pronto, en ese continente fueron incapaces de llegar o, en casos excepcionales, llegaron pero no pudieron sobrevivir en el continente septentrional. Incluso algunos animales que no se contrajeron en Suramérica fueron incapaces de mantenerse en Norteamérica después de llegar allí. Por lo general, el intercambio de faunas estuvo lejos de ser igual. A la larga las dos faunas no se mezclaron y más bien una invadió la otra. Los mamíferos norteamericanos fueron más potentes y más expansivos que los suramericanos, tanto en su habilidad para migrar como en su habilidad para sobrevivir”48.

De esta manera, Simpson, siguiendo las ideas de Matthew, también se apoyó en la idea de que los animales suramericanos eran inferiores a aquellos que se encontraban en Norteamérica. Más aún, la referencia a los mamíferos norteamericanos como animales más hábiles que en últimas lograron invadir Suramérica parecería reflejar las relaciones de poder políticas, económicas y culturales entre Estados Unidos y Latinoamérica que marcaron las últimas décadas del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. C onclusión El contexto intelectual que giró alrededor del estudio de la paleontología en Suramérica en el cambio del siglo XIX al XX presenta un estudio de caso que permite explorar algunas de las características más importantes en las relaciones científicas entre Estados Unidos y América Latina, en particular Argentina. Varias ideas nos permiten concluir el texto. En las últimas tres décadas los Estados Unidos ha estado ausente, por lo general, de los estudios sobre ciencia e imperialismo. Las investigaciones sobre la relación entre el conocimiento científico y los imperios se han centrado en el caso europeo y sus colonias en Asia, África y Latinoamérica. Algunos trabajos han empezado ha rellenar este vacío, pero aún

47. Es importante aclarar que el provincialismo de los mamíferos suramericanos y la idea de un conflicto violento entre mamíferos del Norte y del Sur ya había sido propuesta por Chamberlin. Ver Thomas C. Chamberlin, A College Text-book of Geology (New York: H. Holt and company, 1909), 842-843. Para un breve análisis de las teorías de Chamberlin en lo referente a las interacciones ambientales ver Gregg Mitman, The State of Nature: Ecology, Community, and American Social Thought, 1900-1950 (Chicago: University of Chicago Press, 1992), 15. 48 Simpson, “Mammals and Land Bridges”, 161.

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falta mucho por investigar en este tema. Después de todo, en las décadas posteriores a 1880 Gran Bretaña perdió su supremacía en América Latina y los Estados Unidos se convirtieron en la nueva potencia en la región. La influencia económica estadounidense creó vínculos de dependencia que tuvieron influencia sobre las políticas domésticas de los latinoamericanos. Este proyecto expansionista fue apoyado por expediciones y teorías científicas relacionadas con América Latina y llevadas a cabo por instituciones estadounidenses, tales como universidades y museos de historia natural. La expedición de Hatcher y las teorías de Matthew y Simpson sobre la biogeografía de mamíferos suramericanos deben entenderse en este contexto. Sin embargo, no podemos estudiar esta historia exclusivamente desde una posición imperial por parte de los estadounidenses. Hacerlo omitiría una parte importante del caso. Tomando en cuenta estudios recientes en las relaciones culturales entre Estados Unidos y Latinoamérica, este artículo también sostuvo que debemos evitar discursos hegemónicos en América Latina. Los científicos locales también se beneficiaron de las relaciones de poder con estadounidenses para ganar reconocimiento dentro de sus comunidades, así como en la comunidad científica internacional. Mirar el flujo de materias primas y bienes manufacturados entre ambas regiones es un buen punto de partida para entender estas relaciones científicas. Los científicos latinoamericanos se beneficiaron de la extracción de datos primarios y de este modo ganaron reconocimiento a nivel local e internacional. Los científicos estadounidenses, por otra parte, percibieron sus teorías como productos manufacturados y asumieron que el rol de los latinoamericanos era el de ser simples recolectores. Florentino Ameghino es el ejemplo perfecto de un científico que se favoreció de los vínculos que habían entablado los argentinos con Europa y Estados Unidos. Las colecciones de fósiles de Ameghino le permitieron conocer a reconocidos paleontólogos europeos y estadounidenses, así como viajar por Europa por varios años. De regreso a Argentina, esta experiencia le permitió ganar una posición privilegiada en la comunidad científica local y le dio un gran reconocimiento nacional antes y después de su muerte. Florentino, sin embargo, también trató de producir teorías científicas que no sólo generaron una controversia internacional, sino también una profunda desconfianza entre los paleontólogos estadounidenses. Mientras que figuras como Cope en un principio le dieron la bienvenida a Ameghino como recolector, para la década de 1890 y las primeras décadas del siglo XX sus teorías se vieron como inaceptables y se enviaron varias expediciones para demostrar que estaba equivocado. Más aún, las teorías paleontológicas estadounidenses se enfocaron cada vez más en demostrar que los seres vivos suramericanos eran inferiores a los norteamericanos. La habilidad de los norteamericanos, argumentarían estos paleontólogos, era por naturaleza superior a la de los habitantes de Suramérica.

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Finalmente, espero que futuras investigaciones puedan entender mejor un aspecto que no hizo parte de este artículo. ¿Qué papel jugaron los nativos de la Patagonia en la construcción de los estudios paleontológicos de los mamíferos? Tanto Florentino y Carlos Ameghino, así como J.B. Hatcher y G.G Simpson usaron asistentes de campo en las expediciones que llevaron a cabo en el sur de Argentina. Sin embargo, y a pesar de su importancia, la labor de los asistentes de campo desapareció una vez los naturalistas volvieron al laboratorio o a los museos para analizar aquello que encontraron. Entender mejor la manera en que tanto argentinos como estadounidenses percibieron el trabajo de estos ayudantes sería de gran beneficio para seguir construyendo la historia de las relaciones científicas entre los Estados Unidos y América Latina.

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Entre el interés personal y el establecimiento colonial. Factores de confrontación y de conflicto en el Nuevo Reino de Granada entre 1538 y 1570

Between Personal Interest and the Colonial Establishment. Confrontation and Conflict in the New Kingdom of Granada between 1538 and 1570

Resumen

Abstract

El artículo examina los años anteriores al proceso de

This article examines the years prior to the

implantación del modelo metropolitano que comenzó

establishment the metropolitan model, a

a configurarse en el Nuevo Reino de Granada en los

process that started to take shape in the New

últimos años de la década de 1560. Por una parte el

Kingdom of Granada at the end of the 1560s.

texto quiere responder a la pregunta acerca de cómo

It explains how local agents maintained their

se sostuvo hasta esta década el poder de los agentes

power through this decade without breaking

locales sin romper con la institucionalidad colonial; y

with colonial institutionality. It also examines the

por otra parte, procura examinar las repercusiones de

repercussions of conflicts over labor and Indian

los conflictos del período en lo que respecta al trabajo

tribute during this period. The article ends by

y al tributo indígena. Finalmente el texto se acerca a

exploring the effects of the reorganization of the

los efectos de la reorganización de la Audiencia en los

Audiencia during the 1560s.

años 60 del siglo XVI.

Palabras

Diana Bonnett Vélez

Key Words

c l av e

Colonia, Nuevo Reino de Granada, agentes locales,

Colony, New Kingdom of Granada, Local Agents,

siglo XVI, tributo, población indígena, Real

Sixteenth Century, Tribute, Indigenous Population,

Audiencia.

Royal Audiencia.

Historiadora de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, con título de Maestría en Historia Andina en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO - Quito, Ecuador). Doctora en Historia de El Colegio de México, México D.F. Profesora Asociada del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes en Bogotá. Miembro del Grupo de Historia Colonial (Categoría B en Colciencias). Sus intereses investigativos se han centrado en la historia de Hispanoamérica colonial, particularmente en las áreas de historia agraria y en la historia de las comunidades indígenas. Sus dos últimas publicaciones son “Trabajo y condiciones de vida de la población indígena en la Nueva Granada colonial”, en Estudios interdisciplinarios sobre la conquista y la colonia de América Vol. 5: Condiciones de vida y de trabajo en la América colonial: legislación, prácticas laborales y sistemas salariales. Siglos XVI al XVIII, eds. Enriqueta Quiroz y Diana Bonnett (Bogotá: CESO, Universidad de los Andes, 2009) y “La implementación del orden colonial en el Nuevo Reino de Granada”, Revista Istor 37 (verano de 2009): 3-19. dbonnett@uniandes.edu.co

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Entre el interés personal y el establecimiento colonial. Factores de confrontación y de conflicto en el Nuevo Reino de Granada entre 1538 y 1570c “… llaman siglo dorado aquel en el cual no guardándose ninguna cédula, ni ley, ni ordenanza que de Vuestra Majestad (…) usan de los dichos indios como de animales irracionales (…) y llaman tiempo y siglo infeliz y perdición de tierra, en el cual mirando lo que debe, haciéndose justicia y guardando otras provisiones, leyes, cédulas reales y servicio de Dios son favorecidos y amparados los dichos indios”1.

Este artículo parte de la premisa de que el Nuevo Reino de Granada se incorporó al proyecto colonial -tal y como era concebido en la metrópoli- de manera más tardía que otros territorios hispanoamericanos. A la vez se propone explicar por qué hasta los años 70 del siglo XVI primó el proyecto de los pobladores y los intereses de los distintos actores locales, que se disputaron el poder con los funcionarios enviados de la metrópoli. Las preguntas que orientarán el artículo son: ¿cuáles fueron las razones por las que el sistema colonial, tal y como se concebía desde la metrópoli, demoró en establecerse en el Nuevo Reino? ¿qué obstáculos y mecanismos se interpusieron e imposibilitaron consolidar las bases de lo que se ha llamado la institucionalidad colonial? y ¿cómo se llevaron a cabo las dinámicas alrededor de las relaciones de poder? Inicialmente se hará una comparación con los sucesos que en c Este artículo es uno de los resultados de la investigación correspondiente al la década de 1540 se estaban produciendo en las Audiencias de los trabajo de STAI (Semestre de Trabajo Virreinatos de Nueva España y el Perú. A partir de estos aconteciAcadémico Independiente) otorgado por la Universidad de los Andes en el mientos se explicará el caso neogranadino y se delineará el carácter segundo semestre del año 2008. de los conflictos suscitados entre los distintos agentes estableci1. Archivo general de Indias (AGI), dos en el territorio. Seguidamente se examinarán las alianzas y Sección Quinta, Fondo Real Audiencia conflictos que se dieron entre los primeros capitanes y veteranos de Santafé, t. 188, ff. 572-573 r y v (Carta de Venero de Leyva sobre las cédulas enviadas por el Rey, 1 de mayo de 1566).

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2. En el caso colombiano se pueden destacar los trabajos que sobre las organizaciones socio económicas prehispánicas arrojan importante información sobre el período colonial temprano, y algunos trabajos ya clásicos de Germán Colmenares, Juan Friede y Marta Herrera. 3. Mientras en los primeros años “el mundo indígena sobrevivía, resistía y recordaba”, en la última etapa del siglo la documentación ofrece unas “pinceladas de una economía y una sociedad que se habían transformado profundamente”. Hermes Tovar Pinzón, Relaciones y visitas a los Andes. S. XVI (Bogotá: Colcultura, Instituto de Cultura Hispánica, 1993), 39. 4. Es frecuente, por parte de los historiadores del Perú, el desconocimiento de la relación existente entre la Audiencia de Santafé y el Virreinato del Perú. Teodoro Hampe Martínez sostiene que “debe tenerse en cuenta que ni la gobernación de Nueva Granada, ni la Audiencia de Bogotá (sic) (establecida en 1549), se hallaron jamás subordinadas al virreinato del Perú”. Teodoro Hampe Martínez, “Guerras civiles, desestructuración indígena y transición al sistema colonial (1537-1569)”, en Historia de América Andina, Vol. 2: Formación y apogeo del sistema colonial (siglos XVI y XVII), ed. Manuel Burga (Quito: Historia de América Andina, volumen 2, Universidad Andina Simón Bolívar, 1992), 81. 5. Es muy significativo que trabajos de alta relevancia como los de James Lockhart y Susan Ramírez no aludan ni usen fuentes sobre el caso neogranadino. Véase, James Lockhart, El Mundo Hispanoperuano 1532-1560, (México: Fondo de Cultura Económica, 1982) y Susan Ramírez, El mundo al revés (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002).

de conquista, y de ellos con las autoridades metropolitanas. Estas alianzas y conflictos se vieron motivados por el ánimo de obtener un posicionamiento en la administración colonial y por alcanzar la tutela de la mano de obra indígena; finalmente se analizará cómo cobraron protagonismo otros asuntos y actores sociales. Se es consciente que al hablar del Nuevo Reino de Granada se cubre una amplia zona que va desde la gobernación de Santa Marta hasta la de Popayán, pero las limitaciones de la documentación y el objeto de análisis imposibilita circunscribir más el territorio. Seguramente saldrá a relucir en el conjunto del artículo el peso de lo ocurrido en las áreas más cercanas al centro de la Audiencia, especialmente en la provincia de Santafé y en la jurisdicción de Tunja. El tema escogido para la realización de este artículo se justifica por varias razones: la primera, porque al tratar los procesos coloniales, salvo algunas excepciones, son muy pocos los estudios recientes que se concentran en el período colonial temprano, manteniendo la tendencia a explorar el siglo XVIII2, y porque como lo señala el historiador Hermes Tovar existió una gran diferencia entre lo ocurrido en la primera mitad y los últimos años del siglo XVI3. Son algunos de estos cambios los que se examinarán. Además, por otra parte, la historiografía aún conserva la tendencia a fraccionar los espacios coloniales sin establecer, por ejemplo, las conexiones que pudiese tener el estudio de este período en el Nuevo Reino de Granada con lo ocurrido en la historia de Nueva España y del Perú. Parece inconcebible esta fisura, particularmente con la Historia del Perú colonial debido a la pertenencia de la Audiencia -por lo menos de manera formal- a ese virreinato4. Pero el hecho de que ambas historiografías, la peruana y la colombiana, se hayan construido de forma paralela y hayan desconocido el conjunto del virreinato, puede evidenciar, por un lado, la poca influencia que tuvieron ambos procesos o, por otro, la distancia que la configuración actual de sus territorios interpone al mirar el pasado5. Relacionar y contrastar los fenómenos ocurridos en el resto de América colonial con el Nuevo Reino de Granada puede ser clave para comprender las semejanzas y las diferencias de sus recorridos históricos, e incluso sus efectos en nuestra historia más reciente. Las fuentes trabajadas nos informan sobre la importancia de lo

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ocurrido en ambos virreinatos, pero al mismo tiempo las trayectorias parecen no tener conexión con las decisiones metropolitanas de cobertura global. Todo lo anterior tiene sentido por cuanto en los últimos años la historiografía colombiana y latinoamericana sobre el período colonial se ha diversificado y ha adoptado nuevas perspectivas6. Estas tendencias efectivamente han abierto nuevas compuertas a la disciplina histórica, pero a la vez han sido criticadas por su desinterés hacia ciertas áreas del conocimiento y por la facilidad y la improvisación con que se ha querido innovar respecto a ciertos temas. Sobre estas nuevas tendencias, el historiador colombiano Renán Silva ha sido bastante crítico por cuanto considera que “las nuevas generaciones de historiadores prefieren lanzarse a su travesía con ayudas más frágiles, menos seguras y confiables, pero más à la mode, ya sea por sus temas o su vocabulario”7. Particularmente los estudios sobre instituciones coloniales parecen haberse agotado en sus análisis o no tener mayor sentido. Por último debido a que los resultados expuestos en este artículo reconocen la importancia de la historia institucional y de los estudios realizados desde la perspectiva de los grupos subalternos, en lo posible se ha tratado de equilibrar ambos aspectos, teniendo en cuenta la limitación que 6. La calidad de historiadores como reviste esta última aproximación con fuentes oficiales. Algunos Jaime Jaramillo Uribe, Margarita estudios específicos realizados en los últimos años han ayudado a González, Hermes Tovar y Germán Colmenares han sido determinantes llenar este vacío. Para la elaboración del texto se examinaron nuen el desarrollo de la historiografía merosas fuentes ya que este artículo constituye la fase preliminar colonial colombiana. de una investigación más amplia8. 1. Una

perspectiva comparada : entre la legitimidad y los intereses

personales

“Como todos los hombres somos naturalmente obligados a servir a mi rey, así es justo que cada cual lo tenga escrito en su memoria y el que con más fidelidad lo hiciere aquel acierta mejor”9.

Para comenzar diremos que algunos autores han caracterizado la historia del virreinato del Perú como menos afortunada que la de la Nueva España10. La explicación de este enunciado estriba en el carácter beligerante y conflictivo de los adelantados y primeros gobernantes que llegaron al Perú. Si bien desde otra óptica ambas historias podrían considerarse desafortunadas, la condición del Nuevo Reino de Granada en el proceso de colonización temprana no se sustrae de esta apreciación. Como se sabe, en el Perú

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7. Renán Silva, A la sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía (Medellín: La Carreta Histórica, 2007), 155.

8. Para la elaboración del presente artículo se revisaron fuentes provenientes de las distintas Secciones del Archivo General de Indias, especialmente de los Fondos Patronato, Justicia y Santafé. También han sido de utilidad las fuentes editadas, tanto las transcritas por Juan Friede, Hermes Tovar Pinzón y Germán Colmenares, como la correspondiente a algunos Fondos del Archivo General de Indias y del Archivo General de la Nación de Bogotá. 9. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 386 y 387. 10. Véase James Lockhart, El Mundo Hispanoperuano, 1532-1560 (México: Fondo de Cultura Económica, 1982), 11.


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a la guerra entre conquistadores se sumó -al igual que en Nueva España y en el Nuevo Reino- una reacción violenta por parte de algunos de sus pobladores al querer aplicarse las Nuevas Leyes. Con el ánimo de evitar las revueltas e imponer el “orden” en los diferentes Reinos, la metrópoli envió funcionarios a los centros de administración colonial: Tello de Sandoval a la Nueva España, Blasco Núñez Vela al Perú y Miguel Díaz de Armendáriz al Nuevo Reino de Granada11. Por lo anterior se puede observar que hubo una reacción análoga de los encomenderos ante las Nuevas Leyes, a la vez que la Metrópoli ejerció una misma forma de afrontar el conflicto en sus diferentes reinos. Pero el alcance de la confrontación y la respuesta al intento de control fue muy diferente en cada uno de los tres territorios anteriormente nombrados; ante las Nuevas Leyes el más extremo de los acontecimientos ocurrió en el Perú, en donde además de la muerte de Francisco Pizarro y de varios de sus seguidores, la guerra de los encomenderos cobró la vida de dos de sus primeros virreyes. De esta manera, en este virreinato los encomenderos rompieron con radicalidad la fidelidad a que los obligaba la Corona, desatando la guerra contra la autoridad metropolitana y sufriendo más pérdidas humanas de las que por sí habían cobrado las guerras de conquista. A diferencia del Perú, la Nueva España y el Nuevo Reino -salvo levantamientos en algunas áreas periféricas- mantuvieron con cierta argucia la legitimidad a la Corona española bajo el presupuesto del aplazamiento de la ejecución de las Nuevas Leyes. En la Nueva España, por ejemplo, con la excepción del movimiento encabezado por Martín, el hijo de Hernán Cortés, parece que después de 1540 la fuerza de los primeros conquistadores dejó de ser un obstáculo para la imposición del poder colonial y después de 1570 el poder de los encomenderos se había prácticamente liquidado12. Podría inferirse que en este período se estaba gestando una cultura social y política que daría un cariz diferente a cada territorio, y comenzaría a forjarse una identidad cuyos rasgos aún se perciben. En el Perú -pese a los años de inestabilidad que se vivieron en la década del 40- el sistema colonial se restableció relativamente temprano, por lo menos si se le compara con el Nuevo Reino; con la llegada del marqués de Cañete en 1556 se sometieron los últimos reductos de rebeldes y se inició un proceso de poblamiento en distintos puntos de la costa, sierra y selva del virreinato. 11. Indalecio Liévano Aguirre, Los Posteriormente y por la fuerza, el virrey Toledo consolidaría el grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Vol. 1, 12ª edición sistema colonial. (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, En el Nuevo Reino de Granada la respuesta de facto a las Nuevas 1987), 54 y ss. Leyes de 1542 es clave para descifrar la lentitud del establecimiento 12. Alejandra Moreno Toscano, “El siglo del orden colonial propuesto desde el centro del Imperio y para de la conquista”, en Historia General de México, T. I, coord. Daniel Cosío Villegas (México D.F.: El Colegio de México, 1987), 378.

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comprender la fuerza que mantuvieron los iniciales pobladores y los encomenderos. Aunque el Nuevo Reino se organizó prácticamente bajo la estructura administrativa y jurídica diseñada para las Indias, los pobladores lograron sostener su autonomía para mantener sus propios beneficios; en la mentalidad general de los primeros pobladores primó, de un lado el sostenimiento de la legitimidad a la Corona13, pero a la vez se fortalecieron los derechos individuales, los pobladores se distanciaron del proyecto metropolitano y en definitiva, la normativa legal se acomodó a los intereses individuales de los habitantes. Esto es lo que la documentación de la época señala y lo que se ve reflejado en los análisis históricos de la época. Gonzalo Jiménez de Quesada, nombrado teniente de gobernador del Nuevo Reino, fue decisivo en la posición adoptada por los encomenderos ante las Nuevas Leyes, en la oposición de sus seguidores y letrados ante los actos de insurrección del Perú y en el triunfo de la imposición de los intereses de los pobladores14. Fue Quesada quien lideró la posición “legitimista” adoptada en la década de los años 40 del siglo XVI y se aseguró de que, sin faltar a la Corona, primaran los beneficios de los letrados y de encomenderos, es decir, de quienes mantenían el orden a su favor. Después de la fundación de Santafé, por su relativa longevidad -Jiménez de Quesada vivió en el Nuevo Reino desde 1537 y hasta 1579- lideró la posición “legitimista” adoptada en la década de los años 40 del siglo XVI. Indalecio Liévano Aguirre transcribió así el planteamiento del mariscal en el momento 13. Armando Martínez Garnica, en que los encomenderos debían responder de alguna manera ante Legitimidad y proyectos políticos en las Nuevas Leyes: “Verdad es que el Reino se halla en todo el aprielos orígenes del gobierno del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Colección to que representa, pero también lo es que en obediencia del Rey, bibliográfica del Banco de la primero debemos poner al cuchillo las cabezas que a la resistencia República, 1992), 12. la mano […] jamás asentiría a que un juez superior se prendiese sin 14. Si bien se comparte el principio orden del Rey o de persona a quien diese facultad para ello”15. teórico sobre el carácter colectivo de los procesos históricos, la figura Hasta bien entrado el siglo XVI se mantuvo tensamente la cuerda de Jiménez de Quesada como líder entre el interés personal y el establecimiento colonial de los pobladores. del proceso fue importante en el desenvolvimiento de los mismos. Desde la instalación de la Audiencia en Santafe, en la Nueva Granada 15. Indalecio Liévano Aguirre, Los grandes en 1549, y por más de veinte años se mantuvo una legitimidad formal, conflictos sociales, Vol. 1, 70 (Liévano no que en realidad favoreció el beneficio personal de los primeros poblaseñala la fuente). dores. A esta actitud se ha referido el historiador Armando Martínez 16. De manera precisa y clara Armando Garnica de la siguiente manera: “[E]n los comienzos de la instalación Martínez Garnica define para la misma época y en relación a otros de la autoridad gubernativa hispana en el territorio del Nuevo Reino problemas la importancia que cobra los caudillos que ejercieron la función gubernamental se esforzaron el proyecto “legítimo” en el Nuevo Reino de Granada. Armando Martínez por revestir de legitimidad la autoridad necesaria para desarrollar un Garnica, Legitimidad y proyectos proyecto particular de administración de la nueva tierra”16. políticos en los orígenes del gobierno

del Nuevo Reino de Granada (Bogotá: Colección bibliográfica del Banco de la República, 1992), 12.

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Martínez Garnica examina con detenimiento y agudeza la importancia que cobraba el “corpus legal” en cada una de las acciones que se desarrollaron desde el mismo momento en que en 1535 Pedro Fernández de Lugo concibió su empresa colonizadora, pero a la vez señala las estrategias y los recursos jurídicos necesarios concebidos por la monarquía española para hacer frente a la transgresión del orden. La importancia de esta propuesta historiográfica estriba en las implicaciones que este comportamiento tuvo para la conformación de la cultura social y política en los primeros años coloniales, y porque permite explicar la lentitud con que la Corona logró desarraigar los poderes locales neogranadinos. Valga considerar que las consecuencias de esta mentalidad legalista es parte de la historia nacional; sin transgredir la norma y el derecho, se impone el interés personal y bajo la apariencia de su aceptación y sostenimiento se vive al margen de la ley. 2. Factores de confrontación y conflictos de autoridad “Verdaderamente yo hallé aquella Audiencia una de las más desconcertadas y apasionadas que se ha visto…”17.

Los fenómenos señalados en el anterior acápite produjeron dinámicas alrededor de las relaciones de poder. Los mecanismos establecidos para obstruir la implantación de la institucionalidad colonial generaron un clima de tirantez y de contienda, pues entre los distintos pobladores, las autoridades locales y los representantes de la Corona se establecieron alianzas y se generaron conflictos18. Este acápite se dedicará a analizar estos factores de confrontación y los conflictos de autoridad. 17. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Como he señalado en otra parte, los factores de confrontación Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 189 a 192 (Carta de Tomás López al Rey, 4 de estuvieron relacionados con el deseo de recibir nuevas encomiendas julio de 1558). o por la adjudicación de nombramientos en la administración colo18. Como lo señala Juan Friede, “la nial19. Estos conflictos dieron lugar a la organización de diferentes zozobra y los bandos opositores a bandos, y toda suerte de intrigas, argucias y vicios se desplegaron cualquier medida (permanecieron) en el Nuevo Reino”. Juan Friede, entre los fervientes defensores de cada una de las partes y los que “La conquista del territorio y denigraban de las acciones emprendidas por los contrarios. En del poblamiento”, en Manual de Historia de Colombia, Vol. 1, dir. Jaime las testificaciones de los juicios resulta imposible desentrañar los Jaramillo Uribe T. I (Bogotá: Instituto efectivos comportamientos y los intereses de los involucrados. Por Colombiano de Cultura (Procultura), 1982), 182. Para un análisis detallado lo tanto, la vía judicial se tornó inocua, la política se interesó no de los acontecimientos de los tanto por los asuntos públicos como por lograr las alianzas y los primeros años se puede revisar este artículo de Juan Friede. medios para sostenerse en el poder, y se mantuvo la corrupción en 19. Diana Bonnett “La implementación lo administrativo. Estos flagelos se debían en gran parte a que las del orden colonial en el Nuevo Reino de Granada”, Revista Istor 37 (México D.F: verano de 2009): 8.

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decisiones políticas y la posesión del trabajo y de las rentas de los indígenas se encontraban en las mismas manos20. La lentitud en el establecimiento de las instituciones para administrar la población indígena contribuyó a la desestabilización del Nuevo Reino21, y el accidentado territorio por el que se debía transitar para efectuar el poblamiento fue una de las causas que favoreció la inestabilidad. Germán Colmenares señala que hasta 1559 sólo habían llegado a la Nueva Granada un 10.2% del conjunto de los inmigrantes españoles, mientras que al Perú lo había hecho el 37% y a la Nueva España el 23.4%. En las otras áreas del imperio español en América se había alojado el resto del porcentaje de pobladores. Si estas cifras señaladas por Colmenares son correctas, ¿cómo podrían dar abasto 800 pobladores para fundar pueblos, villas y ciudades y administrar el territorio, más cuando sus intereses se orientaban a obtener el botín que les permitiera volver a España o asentarse en estos reinos? Además, el desconocimiento de la metrópoli sobre las necesidades del territorio neogranadino favoreció a quienes podrían lucrarse de ese desorden. Los factores que contribuyeron al desarreglo fueron: la Audiencia, que como aparato judicial permaneció durante 13 años como un cuerpo colegiado -al mando de un oidor decano- hasta que llegó el primer 20. Diana Bonnett, “Las Reformas de la época Toledana (1569-1581): presidente de la Audiencia en 1564; salvo algunas excepciones, las economía, sociedad, política, cultura y confrontaciones entre oidores en todos esos años beneficiaron las mentalidades”, en Historia de América Andina, Vol. 2: Formación y apogeo excepcionalidades y los privilegios; las rencillas en que se vieron del sistema colonial (siglos XVI y XVII), envueltos los miembros del tribunal y su poca relación con el entored. Manuel Burga (Quito: Historia de América Andina, volumen 2, no los hicieron muy poco efectivos; y la tardanza en realizarse las Universidad Andina Simón Bolívar, visitas a los pueblos indígenas y la tasación de su tributo contribu1992), 100 y ss. yó al desorden y causó graves resultados en la población indígena. 21. Según Germán Colmenares “el hecho Sólo a partir de 1558 Tomás López, Angulo de Castejón y Diego más significativo de la conquista lo constituyó la fundación de ciudades”, de Villafañe inauguraron las visitas a las diferentes provincias22. pero este aspecto no contribuyó Tan sólo cinco años después de la llegada del primer presidente, en inicialmente al asentamiento institucional de los pocos pobladores 1569 se llevó a cabo la primera visita a la Real Audiencia23. La docudel Nuevo Reino. Germán Colmenares, mentación permite establecer que el movimiento de la población Historia Económica y Social de Colombia I: 1537-1719, Tomo 1 (Bogotá: Editorial La española en el Nuevo Reino fue considerable, y gran parte de los Carreta, 1978), 18. pobladores regresaron a la metrópoli, mientras los indios se ampa22. Germán Colmenares, Historia raban en los montes. Ello trajo como resultado más abusos, menos Económica, y Social de Colombia I: 15371719, Tomo 1 (Bogotá: Editorial La control y la debilidad del aparato colonial. Carreta, 1978), 84. De este proceder, todos -menos los encomenderos- salieron 23. Para un análisis extenso de las visitas perdiendo y los archivos quedaron inundados de solicitudes incuma la Real Audiencia de Santafé se plidas y de una legislación imposible de aplicar. A la vez, la Corona puede consultar Fernando Mayorga, La Audiencia del Santafé, siglos XVI y XVII (Bogotá: Instituto de Cultura Hispánica, 1991), Cap. III.

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perdió el primer pulso frente a los arraigados poderes locales y el conflicto enfrentó a nativos con pobladores recién llegados y a autoridades entre sí (cabildos, audiencias, oidores, gobernadores, administradores y mandos civiles y eclesiásticos). 3. Conflictos sobre el trabajo de la población indígena 24. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 569 y 571 r y v (El licenciado Andrés Díaz Venero de Leyva sobre la Boga por el Magdalena. Año de 1566).

“… el encomendero en la parte que quiere trae sus ganados y toma y elige lo mejor de sus tierras para poner en ellas sus granjerías y muchas veces quita al padre la hija y al marido la mujer para su servicio y diciendo que son para amas de sus hijos y hacen edificios donde los consumen y matan sin escrúpulo alguno”24.

25. Hermes Tovar diferencia entre repartimiento y encomienda. Dice: “El repartimiento anuncia a la encomienda, pero no equivale a ella”. Con ello se refiere a que el repartimiento tuvo inicialmente otros matices diferentes a la encomienda. Sin embargo, ambos términos son usados indistintamente por los historiadores. Hermes Tovar, La estación del miedo o la desolación dispersa. El Caribe colombiano en el siglo XVI (Bogotá: Ariel Historia, 1997), 24.

Como consecuencia de estas circunstancias se mantuvo sin control el trabajo de los indios, particularmente el alquiler, el servicio personal, su uso como acémilas, la boga por el río Grande de la Magdalena y el trabajo obligado en las minas. Los excesos cometidos en estas actividades causaron la caída de la población indígena. La necesidad de mantener estas labores, y de esta manera favorecer la supervivencia de los españoles fue el argumento con que se justificaba el exceso en estas tareas. La mayor polémica del período estuvo relacionada con el sostenimiento o no del servicio personal25, y el traspaso de la encomienda a testaferros fue una de las estrategias y tal vez la más frecuentemente usada para encubrir la ausencia prolongada de los encomenderos, mientras viajaban a la metrópoli; también se vendían y se donaban los derechos sobre el trabajo de los indios. La costumbre de vender las estancias, incluidos sus indios encomendados, se mantuvo vigente más allá de 156026. Cuando se perdía el derecho al repartimiento para la restitución de los indios -o las “piezas” como también se les llamaba-, los encomenderos instauraron pleitos que pocas veces llegaban a concluir. Entre el uso de la encomienda, el tributo y la propiedad de la tierra se mantuvo una cierta confusión por parte de la Corona. Los encomenderos favorecieron la corrupción, ya que no contentos con el pago en especie o en dinero, aprovecharon las posesiones de los indios para poner a pastar sus ganados y el trabajo de sus mujeres para labores de servidumbre27. Los conflictivos límites entre tierras de indios y estancias de españoles dieron lugar a innumerables pleitos sobre propiedad,

26. Decía la disposición de 1554 que “… algunos españoles que tienen indios encomendados en este Nuevo Reino quisiéndose venir a estos reinos e irse a otras partes so color de vender una estancia o algún ganado tienen vender los dichos indios e que los oidores de esta audiencia los han encomendado a quien compraba la estancia….”. AGI, Sección Quinta, Fondo Santafé, t. 533, L 1, f. 350 (Cédula del 10 de Mayo de 1554, sobre la prohibición de la venta de indios), y en 1556 “…se manda que los indios que vacan por dejación hecha por personas que los tienen a favor de aquellos que les compran alguna hacienda no se pasen ni encomienden en aquellos tales compradores…”. AGI, Sección Quinta, Fondo Santafé, t. 188, f. 81 (Cédula del 18 de Marzo de 1556, sobre la prohibición de la venta de indios y sobre tributos). 27. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 569 y 571 r y v (El licenciado Andrés Díaz Venero de Leyva sobre la Boga por el Magdalena. Año de 1566).

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además porque allí se construyeron las casas de los encomenderos y de los curas. Por lo tanto, fue frecuente la confusa relación entre la propiedad de la tierra y el derecho sobre el trabajo de los indios. Por ejemplo, en el caso de Sáchica, don Juan, cacique del pueblo informaba que “[…] al encomendero primero le fueron dadas y proveídas ciertas tierras que están conjuntas y en el propio pueblo de indios nuestro”28. 28. AGI, Sección Quinta, Fondo Real 4. L as

visitas y la tasación del tributo indígena

“…que unos españoles cobran sus tributos ahora de los indios que tienen en encomienda e otros de allí a un mes y otros de allí a quince días […] luego se alzan con sus mujeres e hijos y se van a los montes dejando despoblados los lugares […] y de tal manera se escandalizan él y sus súbditos que el cacique se va por una parte y los caciques que quedan con el otro capitán por no les servir ni tener cuenta con él se van también por otra parte….”29.

El concienzudo estudio de Horst Pietschmann sobre el estado y la colonización en América afirma que, si bien la vía política y legislativa fracasó al querer someter a los encomenderos, la administrativa lo logró a través de las visitas que tenían como fin la tasación tributaria30. Esta afirmación, que corresponde al caso mexicano, tuvo aplicación tardía en el Nuevo Reino. En la Nueva España y en el centro del virreinato del Perú las visitas para tasación de tributos se iniciaron entre 1536 y 1540 respectivamente31. En el centro de este último virreinato, dice Hampe, entre tanto la burocracia vivía en la “incertidumbre y la polémica”, en la década del 60 quedaron sentadas permanentemente todas las bases de la administración colonial32. Para el caso novohispano Cook y Borah registran la tasación hecha a 178 pueblos de Yucatán en 1549, es decir, una década de antes que en el Perú33. En el Nuevo Reino todavía en 1549 no existía un calendario regular para el pago de los tributos (se pagaban según la conveniencia de los encomenderos); en una petición señalaban varios vecinos, conquistadores y descubridores de el Nuevo Reino “que los tributos que los indios pagan se han hecho por el concierto que los indios hacen con sus encomenderos no teniendo cosa cierta, tasada ni sabida de lo que han de dar…”34. Además de esta irregularidad, las demoras se regulaban de acuerdo a lo que quisieran concertar los encomenderos; los indios servían a la vez a varios señores y sus

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Audiencia de Santafé, t. 90, R. 2, No. 20. ff. 1-57 (Nicolás Muñoz en nombre de los capitanes e indios de Sáchica, en la provincia de Tunja del Nuevo Reino de Granada que los vecinos naturales de las indias sean amparados y dadas tierras convenientes y necesarias para el sustento. Año de 1588). Las cursivas son mías.

29. AGI, Sección Quinta, Fondo Santafé, t. 533, L. 1. f. 66 (Cédula del rey sobre lo señalado por Gonzalo Jiménez de Quesada, dada el 9 de junio de 1549). 30. Horst Pietschmann, El Estado y su evolución al principio de la colonización española en América, (México: Fondo de Cultura Económica, 1989), 192. 31. Para el caso mexicano véase Sherburne F. Cook y Woodrow Borah Ensayos sobre historia de la población (México: Siglo XXI Editores, volumen I, 1977) 40; para el caso peruano véase Susan Ramirez, El mundo al revés, 48 y ss. 32. Teodoro Hampe Martínez. “Guerras civiles, desestructuración indígena y transición al sistema colonial (1537-1569)”, en Formación y apogeo del sistema colonial (siglos XVI y XVII), ed. Manuel Burga (Quito: Historia de América Andina, volumen 2, Universidad Andina Simón Bolívar, 1992), 73- 97. 33. Sherburne F. Cook y Woodrow Borah, Ensayos sobre historia de la población (México: Siglo XXI Editores, volumen II, 1977), 50-55. 34. AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 1116 B, No. 3. R. 2, Pieza 1 (Petición de varios vecinos, conquistadores y descubridores de el Nuevo Reino para la revocación de las Nuevas Leyes ante Miguel Díaz de Armendáriz, Gobernador y Juez de Residencia. Año de 1547).


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caciques estaban separados de gran parte de la población. El excesivo número de cargas ocasionó una estampida de los indígenas hacia los montes y lugares apartados35. En 1554 sólo se habían tasado muy pocas encomiendas de la Real Corona, ya que dos años antes se había enviado una provisión con este fin. Las instrucciones señalaban que para efectuar la tasación se requería conocer el monto de las tributaciones de cada pueblo antes de la llegada de los españoles y aquellas que los primeros encomenderos habían efectuado. Con ello se quería establecer, por una parte, la permanencia de las tradiciones de los pueblos indios, y por otra, tener un parámetro con el que los funcionarios se pudiesen guiar al establecer las tasas. En 1553 se prohibió el pago de los tributos de los indios que estuviesen en proceso de conversión y en 1556 Bartolomé González de la Peña se quejaba de la mala realización de la visita que se le había encomendado al licenciado Montaño a los territorios de indios de Santafé, Tunja y Vélez. En 1554 la Audiencia acordó el nombramiento de los corregidores de los repartimientos en cabeza de la Real Corona próximos a Santafé y se pidió respetar la tasación que se había efectuado36. En 1559 co35. AGI, Sección Quinta, Fondo Santafé, t. 533, L. 1. f. 66 (Cédula del rey sobre menzaron a actuar, pero dadas las excesivas quejas contra ellos, a lo señalado por Gonzalo Jiménez de partir del 1 de febrero del año de 1586 se solicitó “que no se provean Quesada, dada el 9 de junio de 1549). los dichos oficios […] y que de aquí en adelante no los proveáis por 36. “Acuerdo del 10 de marzo de 1554. ninguna vía…”37. Pareciese que la permanencia de los corregidores fue Ordenanzas de Corregidores”, en Libro de Acuerdo de la Audiencia Real fluctuante; sobre la existencia de esta controvertida figura durante los del Nuevo Reino de Granada, Vol. 1, dir. últimos veinte años del siglo se dieron órdenes y contraordenes tanto Enrique Ortega Ricaurte 1551-1556. Publicación del Archivo Nacional de de la metrópoli como de la Audiencia. En 1599 la prohibición de la acColombia (Bogotá: Editorial Antena, tividad de los corregidores se repetía de igual manera que en 158638. 1947), 127. En enero de 1558 Tomás López señalaba que la mayoría de los 37. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 528, R. 1 ff. indios seguían sin tasar y que no había cesado ni el servicio perso109 v (Para que se quiten los alcaldes nal ni la boga por el Magdalena, y tampoco el trabajo obligatorio mayores y corregidores de los pueblos de indios. 1 de febrero de en las minas38. En agosto de ese mismo año la tasación se había 1586). efectuado, mientras los pueblos indígenas de diferentes regiones 38. AGI, Sección Quinta, Fondo Buenos -cercanos al río Magdalena, en las vecindades de las minas de esAires, t. 226, R. 1 No. 51, 5 ff. (De meralda de Muzo y en la gobernación de Popayán- se encontraban los malos tratos de corregidores y encomenderos para con los indios. 16 en un levantamiento general: de mayo 1599).

39. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 129 a 131 (Informe de Tomás López sobre la situación del Reino, 10 de enero de 1558). 40. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 195 (Informe de Tomás López sobre la tributación en Santafé, 8 de agosto de 1558).

“[L]os indios de esta ciudad de Santafé, e de la de Tunja e la de Vélez son tasados todos los repartimientos, cada uno a lo que más buena medida puede dar según sus tratos e granjerías y hay unos que dan oro e otros no, y para ser entendido presupongo que un cacique e repartimiento está tasado en cuatro mil pesos de buen oro que ha de dar a su encomendero…”40.

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Los informes dejados por López mostraban un ambiente totalmente desapacible en el Nuevo Reino: alzamientos, una Audiencia relajada y conflictiva, curas codiciosos e itinerantes, visitas sin hacer, órdenes sin cumplir e indios obligados a pagar el tributo al mismo tiempo que a ejecutar otros trabajos. En 1559 el visitador ofreció un informe de sus realizaciones y cuatro años más tarde sería sometido a un juicio de residencia, en el que se le acusaba de no haber dado fin a los servicios personales41. La información sobre la visita de Tomás López a la Nueva Granada señala el estado en que encontró la Audiencia y los resultados que produjo. En materia de indios se vivía en medio de 41. AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 613, Parte 3 ff. 1 al 205 (Juicio de alzamientos permanentes, excesos en el trabajo y en las cargas Residencia a Tomás López. Año de tributarias; al final de la visita propuso la creación de un hospital 1562). y de un colegio para los indios; había organizado las congregacio42. En el año 1561, de la tasa de las nes, retasado los pueblos de indios42 y nombrado los defensores de poblaciones del distrito de Santafé se enviaba a la Corona 100.000 ducados, naturales43; procuró elevar los aranceles y las cuentas de la Real y en 1564 el tributo del cacique y los Hacienda; y en el año de 1559 envió una remesa de 72.000 pesos a indios del repartimiento de Bogotá era de 660 pesos de buen oro, 330 mantas la Corona44, cifra elevada para el momento. de algodón de dos varas de ancho Para concluir este punto se quisiera dejar expresado que la y largo, veinte fanegas de maíz y cuarenta de trigo de sembradura. AGI, mayor diferencia en cuanto a la población indígena entre los virreiSección Primera, Fondo Patronato, t. 166 natos de Nueva España y el Perú con relación al Nuevo Reino se dio (Traslado de la Probanza de méritos y servicios del Capitán Antón de Olalla, alrededor de los poderes que conservaron los caciques o curacas. abuelo de Antonio Maldonado de En el caso neogranadino se observó la pérdida casi definitiva de su Mendoza. Año de 1590). poder. En la Nueva España del siglo XVI, en cambio, Pedro Carrasco 43. Su visita a Popayán ha sido recordada por enfrentar varias rebeliones, entre ha señalado la participación indígena en los cabildos y en las orotras la de Mateo de Paz, y por la 45 ganizaciones municipales, así no ostentaran ningún cargo . Los tasación de los pueblos. AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 613, ff. 146 y ss. cambios en el sistema de sucesión en la elección del cacique y las (Descargo de Tomás López sobre las presiones para ser cooptados por los nuevos pobladores, especialacusaciones, Año de 1559). mente por curas párrocos y encomenderos, afectaron fuertemente 44. AGI, Sección Quinta, Fondo Real la pérdida de su credibilidad. Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 224 r 5. T ransformaciones

de una audiencia colegiada

“Todavía es opinión de muchos que si a esta Audiencia Vuestra Majestad mandase un presidente, que sería darle más autoridad de la que tiene e poner rienda a los atrevidos…”46.

Tomás López había sido enfático en sus informes acerca de la necesidad de organizar la Audiencia con un presidente togado. Probablemente por ello en 1564 se llevó a cabo la reorganización de la Audiencia y se

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y v (Informe de la Audiencia sobre las remesas enviadas a España y recaudadas por Tomás López. Año de 1559).

45. Pedro Carrasco, “La transformación de la cultura indígena durante la colonia”, en Los pueblos de indios y las comunidades, coord. Bernardo García Martínez (México D.F: Lecturas de Historia Mexicana No. 2, El Colegio de México, 1991), 14. 46. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 254 r y v (Carta de Núñez del Águila, fechada en 1559).


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47. AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 511, Pieza No. 1, f. 1 (Los Encomenderos de Tunja en el Nuevo Reino de Granada contra los oficiales Reales y el fiscal de su majestad. Expediente fechado entre el 12 de enero de 1562 y el 25 de octubre de 1568). 48. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 468 y 471r (Carta de Andrés Díaz Venero de Leyva. 1 de abril de 1566). 49. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 539 y 540 r y v (Carta al Rey de Andrés Díaz Venero de Leyva, 1 de abril de 1566). 50. Venero escribía: “pero al fin para españoles no hay cosa imposible si hay oro o plata en recompensa de sus trabajos” AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 508 y 509 r (Carta de Andrés Díaz Venero de Leyva, 1 de enero de 1565). 51. Se definía como calpixques a los mayordomos o alguaciles indios, o negros esclavos. 52. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, f. 540 (Carta al Rey de Andrés Díaz Venero de Leyva, 1 de abril de 1566). 53. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 398 a 443 y 468 a 471 (Diferentes cartas de Andrés Díaz Venero de Leyva entre el 26 de marzo de 1563 al 20 de agosto de 1564). 54. AGI, Sección Quinta, Fondo Audiencia, t. 534, f. 105 y ss. (Año 1567). En 1602 se habían regulado los siguientes impuestos: tributo, alcabala, quintos de azogues, composiciones de tierra, almojarifazgo, penas de cámara, arrendamiento de naipes y de minas, bulas de la Santa Cruzada, servicios graciosos y de los dos novenos de los diezmos. AGI, Sección Quinta, Fondo Audiencia, t. 528, R. 1 f. 203 (Año de 1602). 55. En 1568 algunas de las rentas de los pueblos de indios eran: Renta de Fontibón en cada año 800 pesos de buen oro; Sogamoso, cada año 600 pesos; Guatavita, hasta 300 pesos y no más; Ubaque era el mejor repartimiento del reino con 6 mil indios

dio paso a la presidencia de Venero de Leyva; sin embargo las prerrogativas de los encomenderos tardarían mucho tiempo en desaparecer47. Venero de Leyva fue crítico del sistema colonial. Se refirió a diferentes temas: 1. A las dificultades de la Audiencia con el virreinato de Lima: “Los visorreyes de estas partes e como son personas sin letras ni experiencia [...]; hacen desafueros y agravios así en administrar justicia, como contra los indios y provisiones que ellos hacen”48; 2. A la burlería con que se actuaba en la probanzas de servicios; 3. A las dificultades para organizar la tierra y las comunicaciones: “Es que este reino es muy pobre y está 200 leguas de la mar y no tienen trato ni contrato con ninguna provincia del mundo y las cosas de España valen más caras que en todas las Indias”49; 4. Informaba sobre la ambición de los pobladores50; 5. Denunciaba las arbitrariedades de los encomenderos, soldados, calpixques51 y doctrineros y sobre todos decía “triunfan ellos y sus familias de la pobreza y desnudez suya…”52. Lo que dice la documentación es que el presidente quiso hacer cumplir las disposiciones sobre las visitas, las tasaciones y la agregación de los pueblos de indios. Viajó por todo el distrito de la Audiencia y procuró que los religiosos aprendieran lo que a su vez enseñarían a los indios: oficios artesanales y lenguas nativas. Organizó la oficina de hacienda, fortaleció la economía en la colonia; informó sobre los pleitos fiscales; controló los gastos de los oficiales reales; llevó a cabo juicios de residencia de los empleados de la Real Hacienda; vendió oficios; obligó a quintar la plata sacada de las minas; amplió la producción agraria, fijó salarios y erigió una casa de fundición. Más tarde, al final de su período y durante su residencia, se le inculpó de haber descuidado los asuntos de la Hacienda Real. Por los informes se observa que se defendió profusamente de estas acusaciones53. Para recoger los fondos que se debían enviar a la metrópoli, en los últimos años de la década de 1560 se regularon varios de los impuestos, como el almojarifazgo, la media anata, la alcabala y el diezmo54; se ajustaron las tasas y retasas de los tributarios55; se exigió el pago de AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 640 las penas de cámara; y se secuesf. 640 (Declaración de Gonzalo Jiménez de Quesada en la visita de Lope de traron las demoras y tributos de Armendáriz, años de 1568 a 1572). quienes ilícitamente habían 56. La Corona nunca dejó de exigir adquirido los repartimientos56. la contribución del 50% de lo Los pagos del quinto real, que encontrado en sepulturas. AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 1115 No. 1 (Exigencia desde el año de 1543 hasta fines del siglo).

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en algunas partes se nombran como “veinteno”, y la mitad del valor de las sepulturas nunca fueron negociables para la Corona: “[Y] otras cosas que se hallaren y hubiere ansí en los enterramientos, sepulturas o en esos templos de indios, como de los otros lugares donde solían ofrecer sacrificios a sus ídolos […] se nos pague la mitad sin descuento de cosa alguna”57. También se trató de regularizar los estipendios de los curas y el diezmo. Por su parte, los comerciantes, propietarios o arrendatarios de tierras y de minas debieron cumplir con las obligaciones fiscales exigidas por la Corona. Pero aún en 1566, en una de sus cartas Venero insistía en las mismas dificultades del Nuevo Reino: repartimientos a perpetuidad, servicios personales, trabajo obligatorio en las minas y la libertad para conquistar y ranchear58. Pese al esfuerzo de Venero de Leyva por centralizar la administración en el Nuevo Reino, el poder de los encomenderos seguía vivo y conservaban plenamente su poder; las cédulas reales que obligaban a poner los repartimientos en cabeza de la Real Corona fueron incumplidas y, si bien se mantuvieron los reclamos por la adjudicación de encomiendas -tan frecuentes en la primera parte del siglo-, se ampliaron otro tipo de solicitudes. Las decisiones tomadas en la administración de Venero se vieron rápidamente amenazadas y le acarrearon muchos enemigos. Sus primeros contendores fueron los miembros del cabildo de Santafé, a los que prontamente se le unieron los encomenderos, los frailes y los propios oidores. El 1 de mayo de 1566 el presidente solicitó que se le permitiese volver a España, pero su deseo quedaría suspendido hasta que se concluyera la nueva visita a la Audiencia, que a partir de 1569 y por cuatro años hiciera Lope Díaz de Armendáriz. Paralelamente, los gobiernos de los virreyes Martín Enríquez y Francisco Toledo emprenderían en Nueva España y Perú toda una reestructuración de estos virreinatos, fortaleciendo los negocios con la metrópoli que serían fundamentales para Felipe II. El juicio de residencia que se abrió contra Venero de Leyva fue largo y dispendioso; en él se expresa la importancia que cobraba la vía jurídica para la Corona, y a su vez refleja las limitaciones de los medios legislativos ante la envidia y los celos de los oficiales reales, otras autoridades locales y el conjunto de los pobladores. Se le hicieron 118 acusaciones, algunas de las cuales no sólo se dirigieron en su contra, sino en la de su esposa, María de Ondegardo. Las imputaciones profe57. AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 534, f. 69 (Incentivos para conseguir ridas contra ella daban a entender su espíritu codicioso, los actos de riquezas en los entierros. Año de cohecho y la corrupción con que había procedido durante el gobierno 1567). de Venero; se decía que “ha ayudado a echar a perder este reino, en 58. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 539 y tanto grado Belzabeth (Betsabé) no se enseñoreo en Jerusalem…”59. Sin 540 r y v (Carta al Rey de Andrés Díaz poder establecerse quién tenía la razón debido a tantas y tan variadas Venero de Leyva, 1 de Abril de 1566). acusaciones, la imputación hecha a esta mujer indica que del clima de 59. AGI, Sección Quinta, Fondo Real confrontación en la Audiencia de Santafé no escapaba nadie. Audiencia de Santafé, t. 188, ff. 758 y 759 r (Carta al Rey de Antonio de Cubides sobre Venero de Leyva, 31 de Diciembre de 1569).

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Entre el interés personal y el establecimiento colonial. Factores de confrontación y de conflicto en el Nuevo Reino de Granada entre...

Los frailes aprovecharon los púlpitos para denigrar del presidente, así lo hizo Fray Andrés de Santo Tomás cuando, metafóricamente, al referirse a Adán dijo “que era hombre buenazo y que su madre Eva tenía las uñas largas y que aruñaba lo que podía”. Todos en la iglesia rieron y entendieron que la comparación “era aplicada al dicho señor presidente”60. Doña María de Ondegardo decidió prontamente regresar a España y el desencanto de todo este suceso se expresó muy bien en la carta que decía: “Yo doy al diablo las Indias, y ansí en la flota que vine me iré […] y así no pienso esperar más acá porque tengo mi honra en mucho”61. Venero de Leyva se mantuvo en la Audiencia y dieciocho meses después de haberse iniciado su juicio de residencia de quien se había comisionado a Lope Diez de Armendáriz. Este tuvo que viajar a Quito sin dar su veredicto final, el cual se postergó hasta 1578. Un año antes Venero murió mientras ocupaba un cargo en el Consejo de Indias. El infortunado desenlace con que culminó el gobierno del primer presidente de la Audiencia no fue óbice para que durante este tiempo en la metrópoli se ajustaran los controles necesarios para imponer su orden en el Nuevo Reino; por su parte, en la Audiencia a partir de 1570 se comenzaron a aplicar nuevas medidas alrededor de la economía y la sociedad, y a afinar los límites entre las potestades de la administración civil y la eclesiástica que caracterizan el último tercio del siglo XVI. C onsideraciones finales En los anteriores acápites se ha querido señalar las dificultades en la implantación del orden colonial en el Nuevo Reino. A diferencia del quiebre en 1550 que señala la historiografía para diferenciar entre los procesos de conquista y colonia, este artículo refuerza la idea de que la organización colonial, según el modelo metropolitano, comenzó a configurarse en los últimos años de la década de 1560. A partir de entonces se produjo una política de centralización del poder que también tuvo muchos tropiezos. Pese a que las cédulas reales obligaban a poner los repartimientos en cabeza de la Real Corona, éstas fueron incumplidas y los encomenderos conservaron plenamente su poder. Sin embargo, hay signos y nuevas propuestas que permiten establecer algunos cambios después de 1570. A estos cambios se dedicarán estas consideraciones finales. Con la llegada de Felipe II al poder, la preocupación de las autoridades giraría en torno a fortalecer una economía que produjera las utilidades que se deberían enviarse a la Corona, a delimitar las tie60. AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 640 f. 646 (El platero Francisco rras de indios y las estancias y caballerías para la población recién Rodríguez, vecino de Santafé, hace llegada. Los naturales pedían recurrentemente que las autoridades declaraciones en la visita de Lope de Armendáriz. Años de 1568 a 1572). del Reino -especialmente los cabildos, gobernadores y alcaldes- no les quitaran las tierras, quizás por esta razón a partir de 1566 se llevó 61. AGI, Sección Cuarta, Fondo Justicia, t. 640 f. 1260 (Carta de doña María de Ondegardo a doña Casilda Hurtado de Mendoza. Sin fecha).

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a cabo la pérdida de control de los alcaldes ordinarios sobre los pleitos de indios, y de los cabildos municipales para conceder estancias o caballerías62. La metrópoli esperaba más ingresos tras la diversificación de la producción agrícola, la explotación de minas de oro, plata y esmeraldas, y la organización de pueblos que facilitaran la recolección del tributo y el control sobre la boga por el Río Magdalena, sin que ese trabajo exterminara a los indígenas63. Para aliviar el peso de los bogas, a fines del siglo XVI se incentivó la construcción de caminos por donde pudiesen transitar las recuas de carga64. La Real Audiencia concentró mayor poder y fue habilitada para que ejerciera en primera instancia en los pleitos de indios. Sin em62. Los caciques de las tierras de Toca bargo, en el año de 1583 el licenciado Prieto de Orellana, visitador pedían en 1585 que se respetaran los terrenos adjudicados en 1552, del Nuevo Reino instado por la Corona, procuró evitar que los oidoen el que se había tenido en cuenta res durante las visitas a los pueblos de indios intervinieran en sus una posesión para “sus crianzas y labranzas y sementeras y para sus pleitos: “[Y] porque esto ha parecido mal no lo haréis más de aquí ganados mayores y menores y para en adelante, ordenando que el oidor que saliese no conozca más ejidos y resguardos de su pueblo y comunidad, como es costumbre en que del negocio a que fuere ni se entrometa en otra cosa”65. el dicho reino”. AGI, Sección Quinta, En los últimos 25 años del siglo XVI cobraron importancia los poFondo Real Audiencia de Santafé, t. 88, R. 3, No. 30. ff. 1-41 (Don Gonzalo, blamientos de villas y ciudades. En los documentos se observa una cacique sobre que se le dé cédula para profusa reglamentación sobre el particular. La experiencia de los que se guarde posesión en que estaban él y los demás caciques del pueblo de procesos anteriores sirvió para evitar errores y examinar con mayor Sosa [Toca]- 17de abril de 1585). detalle los espacios donde se harían los asentamientos, definir la tra63. Para controlar la boga se había za urbana y las características de los pobladores. Para fines del siglo, colocado un oficial en el puerto de como lo había señalado Colmenares para la Conquista, el poblamiento Mompox para que controlara el pago y los horarios de trabajo de los remeros. de villas y ciudades se convirtió en un hecho realmente significativo. AGI, Sección Quinta, Fondo Real En ese momento tuvo mayores efectos en la institucionalización coloAudiencia de Santafé, t. 83, R. 2, No. 17. ff. 1 a 8 r y v (Quejas sobre el trabajo nial y en el control de áreas periféricas al centro de la Audiencia. Con de los indios. 1 de octubre de 1573). todos estos cambios se abría un período breve de centralización, pues 64. Entre las instrucciones dadas al prontamente en el siglo XVII, varios factores reversarían algunos y las licenciado Briceño, quien remplazó a Venero de Leyva, se le solicitaba políticas en el Nuevo Reino tomarían otros rumbos.

c

abrir caminos y hacer puentes para evitar los indios de carga. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 534, L. 2, ff. 40 a 56 (Instrucción dada al licenciado Francisco Briceño cuando fue nombrado gobernador, capitán general y presidente del Nuevo Reino de Granada. 16 de diciembre de 1572).

65. AGI, Sección Quinta, Fondo Real Audiencia de Santafé, t. 528, R. (Ramo), 1 ff. 100-103 (De cómo los oidores cuando van a visitar la tierra no deben entrometerse en otros asuntos. 12 de noviembre del año de 1578 y 6 de diciembre de 1578). hist. crit.

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Cultura y guerra. Los Sindagua de la Laguna de Piusbí (el Trueno) a comienzos del siglo XVII

Cultura y guerra. Los Sindagua de la Laguna de Piusbí (el Trueno) a comienzos del siglo XVII

Culture and War. The Sindagua of Lake Piusbí (Thunder) at the Beginning of the Seventeenth Century

Resumen

Abstract

En las primeras décadas del siglo XVII se llevó

In the first decades of the seventeenth century,

a cabo una guerra de exterminio contra los

a war to exterminate the Sindagua indigenous

indígenas Sindaguas. De esas acciones militares

group was carried out. A few documents from

se conservaron algunos documentos elaborados

this military campaign survive. Although limited

entre 1634 y 1635, que aunque escasos y parcos

in number and short on information, these

en información, constituyen una de las pocas

documents, written in 1634 and 1635, are one

fuentes actualmente disponibles para formarse

of the few available sources through which we

una idea sobre ese grupo. Este artículo analiza

can develop a sense of this group. This article

esa documentación para tratar de entender las

analyzes these documents to try and understand

prácticas culturales de los Sindagua sobre la

the cultural practices of the Sindagua. The

base de que lo que llamamos cultura, entendida

analysis rests on the idea that culture

ésta en términos de Geertz como la estructura

-understood (in Geertzian terms) as the structure

de significados a través de la cual se interpretan

of meanings through which the phenomena of

los fenómenos de la vida cotidiana, presenta

daily life are interpreted- is somewhat organic.

cierta organicidad. Esto último implicaría que

This implies that the practices of warfare

las prácticas guerreras con que opera una

within a particular group of people exhibit an

colectividad se estructuran en consonancia con

underlying structure that is congruous with its

el conjunto de sus prácticas culturales y, en esa

other cultural practices. Thus, practices related

medida, proporcionan información sobre aspectos

to warfare can shed light on cultural elements

que no se restringen a la guerra. Se trata de una

beyond war. In this manner, the article offers a

propuesta metodológica que busca ampliar el

methodology that expands the utility of existing

rango de utilización de documentación disponible

archival documents.

en los archivos.

Palabras

Marta Herrera Ángel

Key Words

c l av e

Barbacoas, Awa, Sindagua, cultura, Patía, costa

Barbacoas, Awa, Sindagua, Culture, Patía, Pacific-

Pacífica, período colonial, guerra, siglo XVII,

coast Region, Colonial Period, War, Seventeenth

metodología.

Century, Methodology.

Politóloga de la Universidad de los Andes, con Maestría en Historia de la Universidad Nacional de Colombia y PhD en Geografía de la Universidad de Syracuse, Nueva York, Estados Unidos. Profesora Asociada del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del Grupo de Historia Colonial (Categoría B en Colciencias). En los últimos años sus intereses investigativos se han centrado en la vinculación entre prácticas culturales, ordenamiento espacial y control político durante el período colonial, y sus continuidades y rupturas con la historia prehispánica. Su trabajo más destacado es Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII (Medellín: La Carreta Editores E.U. - Universidad de los Andes -CESO - Icanh, 2007 [1ª ed. 2002]), por el que recibió en el año 2000 el premio de Ciencias Sociales y Humanas de la Fundación Alejandro Ángel Escobar. Uno de sus trabajos recientes es “Milenios de ocupación en Cundinamarca”, Jorge Augusto Gamboa, comp., Los Muiscas en los siglos XVI y XVII. Miradas desde la Arqueología, la Antropología y la Historia, Colección Estudios interdisciplinarios sobre la Conquista y la Colonia de América 4 (Bogotá: Uniandes, 2008), 1-39. maherrer@uniandes.edu.co

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Cultura y guerra. Los Sindagua de la Laguna de Piusbí (el Trueno) a comienzos del siglo XVIIc I ntroducción Desde finales del siglo XVI y al parecer con mayor intensidad en las primeras décadas del siglo XVII se intensificaron las acciones bélicas contra los indígenas Sindaguas, quienes atacaban en una extensa área que se extendía desde los valles interandinos de los ríos Patía y Guáitara, hasta la isla del Gallo en el mar Pacífico (véase mapa No. 1). Los estudios adelantados en el siglo XX sobre los indígenas Awa (asentados en el departamento de Nariño, al sur de Colombia y en el norte de Ecuador y conocidos también como Cuayquer o Quayquer) han discutido las relaciones existentes entre este grupo y los Sindagua que protac Versiones preliminares de este gonizaron los ataques mencionados1. artículo fueron presentadas como ponencias en las Primeras A partir del análisis de los padrones jornadas internacionales de Arte, de los indígenas de la provincia de las Historia y Cultura Colonial. América: un recorrido de identidad, Museo de Barbacoas, a la que en la Colonia esArte Colonial y Museo Iglesia Santa taba adscrito jurisdiccionalmente el Clara, Bogotá, mayo 3 al 5 de 2007 y en el XIII Congreso Colombiano de pueblo de Cuayquer y a donde fueron Historia, Universidad Industrial de desterrados los indígenas Sindaguas Santander, Bucaramanga, agosto 22 al 25 de 2006. Este artículo pudo sobrevivientes, este artículo parte de la realizarse gracias a la financiación base de que si bien se trata de comunide la Fundación Ann Osborn y del CESO de la Universidad de los dades diferentes, compartían una base Andes. Theres Gahwiler, generosa cultural relativamente similar, incluido y desinteresadamente me hizo llegar fotocopias de documentos 2 al parecer el idioma . Con las debidas del Archivo General de Indias reservas, dados los cambios que se han (en adelante AGI) que fueron fundamentales para la elaboración operado en la cultura Awa en los últidel artículo. También he recibido el mos siglos, alguna información sobre apoyo del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes y la sus prácticas culturales puede resultar entusiasta ayuda de los estudiantes de utilidad para entender el sentido de de pregrado y maestría en Historia y Antropología de esa Universidad, parte de la información que proporcioque han participado como na la documentación. asistentes en esta investigación: Juan Camilo Niño, Santiago Muñoz, Mónica Hernández y Santiago Jara. A todos ellos, ¡muchas gracias!

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1. Actualmente buena parte de los asentamientos Awa se encuentran al occidente de la cordillera andina, a alturas inferiores a los 2.000 m sobre el nivel del mar, hasta las cercanías a la costa del Pacífico, en la zona ubicada entre los ríos Telembí y Mira, en territorios colombianos y ecuatorianos. Los señalamientos sobre el territorio ocupado por el grupo presentan algunas variaciones, pero a grandes rasgos es el señalado, véase, Ann Osborn, “Kinship and Land Tenure amongst The Kwaiker of Southern Colombia” (mecanografiado, tesis de Maestría en Antropología Social, University of London, 1967), 1-2 y Estudios sobre los Indígenas Kwaiker de Nariño (Bogotá: Colcultura, Instituto Colombiano de Antropología e Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, 1991), 15; Jeffrey D. Ehrenreich, Contacto y Conflicto. El Impacto de la Aculturación entre los Coaiquer del Ecuador (Quito: Ediciones Abya-Yala, 1989), 33-37; Eugen Haug, Los Nietos del Trueno. Construcción Social del Espacio, parentesco y Poder entre los Inkal-Awa (Quito: Abya-Yala, 1994), 71-72; Benhur Cerón Solarte, Los Awa–Kwaiker. Un grupo indígena de la selva pluvial del Pacífico Nariñense y el Nor-Occidente Ecuatoriano (Quito: Ediciones Abya-Yala, 1986), 13. 2. Véanse, a manera de ejemplo, las numeraciones de 1720 del pueblo de Cuayquer (AGN (Bogotá), Encomiendas, 30, ff. 168r. a 172r.); de indígenas Nulpes y Sindaguas (ACC (Popayán), Sig. 2940, ff. 23v. a 26v.); de indígenas Sindaguas (ACC (Popayán), Sig. 2940, Col. CI, 17t., ff. 17v. a 20v.); de indígenas Sindaguas del sitio de San Yldefonso (ACC (Popayán), Sig. 2940, Col. CI, 17t., ff. 8r. a 17v.) y de indígenas Sindaguas y Cuasmingas (ACC (Popayán), Sig. 2940, Col. CI, 17t., ff. 30v. a 33r.).


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Mapa No. 1: Ataques Sindagua en las primeras décadas del siglo XVII

3. Básicamente se trata de dos expedientes: el cuaderno tocante a la guerra de Sindagua, provincia de Las Barbacoas (AGI (Sevilla), Quito,16, R. 15, No. 66 (2), ff. 1r. a 38r.) y el proceso contra los Sindagua que adelantó Francisco de Prado y Zúñiga en 1635 (AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2), ff. 1r. a 52v.); este último documento fue en parte transcrito y en parte resumido por Ildefonso Díaz del Castillo, “Sublevación y castigo de los Indios Sindaguas de la Provincia de las Barbacoas”, Boletín de Estudios Históricos 7:75 (Pasto, mayo de 1936): 149-151; 7:82 (junio de 1938): 294295; 8:85 (sept. de 1938): 4-10; 8:86 (oct. 1938): 36-42; 8:87 (nov. de 1938): 65-73; 8: 88 (dic. de 1938): 100-109 y 8:89 (enero de 1939): 139-143). 4. Esta definición de cultura ha sido tomada de Clifford Geertz, The Interpretation of Cultures (Nueva York: Basic Books, 1973), 312.

Sobre la base de lo anteriormente expuesto, este artículo analiza información sobre las prácticas guerreras de los Sindagua registrada en documentos sobre la incursión militar que se adelantó contra ellos entre 1634 y 16353. De los documentos consultados, éstos son de los pocos que permiten formarse una idea de las prácticas culturales de este grupo. El análisis se centra en el problema de la guerra, porque esa es la información que proporcionan. Cabe señalar en todo caso, que lo que denominamos cultura, que para efectos prácticos puede definirse como la estructura de significados a través de la cual se interpretan los fenómenos de la vida cotidiana4, presenta cierta organicidad. Esto es, que hay unos niveles de “coherencia” o de “complementación” entre prácticas culturales de diversa índole en el interior de la cultura. Más exactamente, lo que denominamos cultura no se escinde en diferentes niveles, sino que forma parte

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de un todo relativamente coherente que las disciplinas académicas actuales tienden a diferenciar, más por efectos prácticos que porque esa división refleje el fenómeno estudiado. El manejo del espacio, por ejemplo, incide, se articula y refleja en el lenguaje, en la medida en que este último proporciona un cuerpo de categorías mediante las cuales se comunican y, hasta cierto punto se piensan, los fenómenos espaciales. Lo contrario es igualmente válido: el lenguaje incide, se articula y refleja en el manejo del espacio. De la misma manera, las prácticas guerreras que se utilizan dentro de una colectividad se estructuran en consonancia con el conjunto de sus prácticas culturales, y por tanto proporcionan información sobre aspectos que no se restringen a la guerra. Desde luego, las extrapolaciones que pueden hacerse son limitadas y deben manejarse con cuidado. En el caso de los Sindagua sólo se cuenta con escasa información recopilada por sus enemigos. De hecho, esta característica hace que la documentación proporcione más elementos para estudiar las prácticas guerreras y en general culturales de aquellos que registraron tal información, que para estudiar las de los mismos Sindaguas, pero ese no será el tema al que se le otorgue un mayor peso en el análisis. Por otra parte, tanto guerra como violencia son sólo conceptos y como tales resultan útiles, pero también engañosos. Uno y otro generalizan, pero en la práctica tanto la guerra como la violencia se enmarcan dentro de pautas culturales que establecen no sólo los límites de lo posible dentro de un grupo determinado, 5. Véase: Marta Herrera Ángel, Ordenar sino también el sentido y el significado que se le da a las acciones que para Controlar. Ordenamiento espacial estructuran una relación agresiva. Consumir la carne del enemigo, por y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales ejemplo, es algo que puede o no estar dentro de los límites de lo posible neogranadinos, siglo XVIII (Bogotá: que se establece dentro de una cultura. Despojar a los muertos de sus Instituto Colombiano de Antropología e Historia y Academia Colombiana de cabezas puede ser una práctica común a dos grupos, pero tener para Historia, 2002), cap. VI; “La geografía ambos significados muy distintos. La acción a la que un grupo otorga de la guerra. Los Chimila y el Estado colonial durante el siglo XVIII”, en una inmensa valoración, para el otro constituye la muestra de mayor Un Caribe sin plantación. Memorias de perfidia. Con frecuencia el ganador logrará imponer su versión de los la cátedra del Caribe colombiano, comp. Alberto Abello Vives (San Andrés: hechos, calificar de heroicas acciones que para su enemigo eran consiUniversidad Nacional, Observatorio deradas como delitos y colocar bajo su dominio al vencido. Todo esto del Caribe Colombiano, 2006), 141191; “‘Chimilas’ y ‘Españoles’: el se aprecia en la guerra contra los Sindagua, pero lo que sobresale al esmanejo político de los estereotipos tudiarla con detenimiento, luego de haber tenido acceso al estudio de raciales en la sociedad neogranadina del siglo XVIII”, Memoria y Sociedad. otra guerra (específicamente la que se adelantó en el siglo XVIII contra Revista del Departamento de Historia y 5 los Chimila en las llanuras del Caribe ), es el hecho de que la forma Geografía 7:13 (noviembre del 2002): 5-24; y “Confrontación Territorial y como se desarrolla depende de los patrones culturales de los grupos en Reordenamiento Espacial. “Chimilas” conflicto. Esos patrones varían en función al tiempo, pero también al y “Españoles” en la Provincia de Santa Marta, siglo XVIII”, en Indígenas, espacio y más precisamente al espacio ocupado por una o varias cultuPoblamiento, Política y Cultura en el ras que se comunican e interrelacionan mediante las acciones bélicas. Departamento del Cesar, eds. Leovedis

Martínez Durán y Hugues Sánchez Mejía (Valledupar: Ediciones Unicesar, 2002), 29-106.

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1. L os nombres Un aspecto que sobresale en la documentación relativa a la incursión militar que se adelantó contra los Sindagua entre 1634 y 1635 -y más específicamente en el proceso que abrió contra los indígenas Francisco de Prado y Zúñiga en 1635-, es la importancia misma de los nombres de los indígenas involucrados. Buena parte del expediente consiste en nombres, algunos de los cuales son utilizados en la actualidad por los Awa, y otros coinciden con palabras en su idioma. Isu, el nombre de un cacique, significa tigre, que equivale al jaguar americano, al que varios grupos amerindios le atribuyen una gran fuerza espiritual asociada con las actividades chamanísticas6; Pius, se traduce como trueno, término con una importante significación dentro de la mitología Awa y de muchos otros grupos amerindios; Pil es ceniza, seco, sucio; Pichin, poco; y Pail, olla de barro. En los diferentes testimonios los declarantes mencionan por sus nombres a los que participaron en los ataques Sindaguas, de forma tal que una proporción importante del testimonio la ocupan los nombres. La enumeración es precisa, sólo en pocos casos algunos testigos afirmaron no conocer determinados nombres, lo que indicaría una gran familiaridad con las personas que participaron en los ataques y sugiere que entre los Sindagua se prestaba especial importancia al conocimiento detallado de los nombres. En la documentación colonial relativa a las confrontaciones con los indígenas la práctica de relacionar detalladamente los nombres, hasta donde he podido apreciar, no fue generalizada. No se observa, por ejemplo, en los expedientes relativos a la guerra contra los Chimila en el siglo XVIII. En esa documentación sólo esporádicamente se menciona uno que otro nombre. En un largo proceso adelantado contra indígenas sometidos que fueron acusados de participar junto con los “indios bravos”, es decir, no sometidos, uno de los aspectos que se trató de establecer en el testimonio fue la identidad de otros participantes, con el fin de apresarlos. Aun así, la referencia a los nombres ocupa un lugar relativamente secundario respecto a la narración de los ataques, y aunque los testigos precisan la identidad de otros participantes en las agresiones, es frecuente que varias de las referencias sean vagas. En general los testigos sólo dicen conocer por sus nombres a algunos de los participantes, a otros por el apellido y, en ciertos casos, proporcionan una referencia imprecisa de la identidad del otro, observando por ejemplo que era “hijo o nieto de la vieja Damiana”, es decir, alguien más conocido en la población7. 6. Las referencias al jaguar en la En el proceso contra los Sindagua la insistencia que se observa cosmología amerindia abundan. Véase, por ejemplo, Gerardo Reichelen los distintos testimonios por mencionar uno a uno a los particiDolmatoff, El Chaman y el Jaguar. Estudio pantes en los ataques llama la atención, pero este elemento resulta de las drogas narcóticas entre los indios de Colombia (1975) (México: Siglo XXI aún más llamativo si se considera que entre los actuales Awa se Editores, 1978). les dan dos nombres a las personas en diferentes ceremonias de 7. AGN (Bogotá), Juicios Criminales, 184, ff. 31r. a 177v.; véase en particular, ff. 32r. a 78v.

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bautizo: el “de agua” -indígena- y el del “padre” -católico-, pero estos nombres no son usados en la vida cotidiana8. Por el contrario, se mantienen en secreto, utilizando en su defecto términos de parentesco e incluso cambiándolos para ocultarlos de los forasteros9. Adicionalmente los nombres se cambian al modificarse la posición del individuo dentro de la sociedad, de forma que el nombre que tiene una persona cuando niño es distinto del que tiene de adulto, lo que según Osborn, sugiere que el “alma” del individuo se transforma10. Ocultar el nombre puede verse como un indicio de que se considere sagrado11, pero además, actualmente dentro de otros grupos amerindios en los que la actividad guerrera ocupa un papel importante, como los Yanomamo, los nombres de las personas también se mantienen en secreto12. Las razones y funcionalidad del sigilo respecto a los nombres son variadas y usualmente los Yanomamo no reconocen que se presente, pero uno de ellos explicó que de llegar a ser conocido el nombre de una persona por su enemigo, éste podía pronunciarlo con malas intenciones y ocasionarle daños al cerebro de la víctima, causándole la muerte. El sigilo, sin embargo, no impide que los nombres de todos sean conocidos en un amplio radio de varios kilómetros, que cubre varias aldeas13. En un análisis sobre los conflictos interétnicos sostenidos entre dos grupos Tukano Oriental en el Vaupés -los Makuna y los Tanimuka-, posiblemente antes de que los portugueses incursionaran en sus territorios, Cayón documenta un fenómeno similar en el que conocer el nombre de una persona facilita que sea atacado en el pensamiento14. Otros autores se refieren al “hecho, relativamente común en la Amazonía, de evitar la auto-referencia en el plano de la onomástica personal: los nombres no son pronunciados por sus portadores ni en su presencia; nombrar es externalizar, separar (d)el sujeto”15. Si bien la información disponible no permite adelantar mayores conclusiones, cabría la posibilidad de que la insistencia que se nota en el proceso por precisar los nombres de los Sindagua acusados de atacar a los “españoles” no fuera precisamente ingenua y tuviera un objetivo más cercano a la agresión. De haber sido así, el ataque se habría formulado desde la perspectiva cultural de los Sindagua y no sólo en términos de la lógica cultural europea. Esta práctica podría ser vista como una estrategia, pero además cabe la

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8. Ann Osborn, Estudios sobre los indígenas Kwaiquer, 174. 9. Ann Osborn, Estudios sobre los indígenas Kwaiquer, 218 y Eugen Haug, Los Nietos del Trueno, 45 y nota 24. Este último autor se refiere específicamente al nombre que se les da a los indígenas durante el rito católico del bautismo y asume que lo olvidan por no utilizarlo entre ellos. 10. Ann Osborn, Estudios sobre los indígenas Kwaiquer, 219. Osborn también se refiere a la pluralidad de almas. 11. Emile Durkheim, Las Formas Elementales de la Vida Religiosa [1912] (Buenos Aires: Editorial Schapire, 1968), 315-316. 12. Rita Ramos Alcida, Memórias Sanumá. Espaço e Tempo em uma Sociedade Yanomami (Sao Pablo: Editora Marco Zero y Editora Universidade de Brasília, 1990), 209-257. 13. Rita Ramos Alcida, Memórias Sanumá, 230: “que se o nome de uma pessoa chegar aos ouvidos de um inimigo, este pode pronunciá-lo com más intenções, o que poderá acarretar em danos para o cérebro da vítima, matando-a.”. 14. Luis Cayón, “De la guerra y los jaguares. Aproximación a las guerras interétnicas en la Amazonia”, Revista de Antropología y Arqueología 14 (2003): 78-119, p. 104. El análisis se basa en un relato sobre esa guerra, de la que no se conocen referencias documentales, por lo que su ubicación temporal es incierta. El autor se inclina a pensar que tuvo lugar antes del contacto con los portugueses que, al parecer, se inició hacia la segunda mitad del siglo XVII (Luis Cayón, “De la guerra y los jaguares”, 86 y 88). 15. Eduardo Viveiros de Castro, “Perspectivismo y Multinaturalismo en la América Indígena”, en Tierra Adentro. Territorio Indígena y Percepción del Entorno, eds. Alexandre Surrallés y Pedro García Hierro (Copenhague: Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Indígenas -IWGIA-, 2004), 37-80, p. 51.


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posibilidad de que la incorporación del sistema de significados de la población nativa tuviera un carácter mucho más profundo, que comprometiera el sistema de creencias de sus agresores; en otras palabras, que no se tratara sólo de una estrategia pragmática, sino que se considerara que, al nombrar, efectivamente se estaba atacando al enemigo, se estaba externalizándolo, separándolo de sí mismo. Respecto a esta posibilidad, es de anotar que Prado y Zúñiga, quien estaba a cargo de las acciones contra los Sindagua y dirigió el juicio contra ellos, no era una persona formada únicamente dentro de las pautas culturales españolas. Desde su niñez Prado se había criado en las provincias de las Barbacoas, sobre las que tenía una larga y particular experiencia y en donde también se habían enfrentado a los indígenas sus tíos y hermanos16. La profundidad de tal conocimiento se refleja en el hecho de que hablara y entendiera la lengua materna de la provincia, denominada lengua Malla17. En otras palabras, hablando en términos culturales, Prado y Zúñiga era un “mestizo” Sindagua (o si se quiere un “híbrido”), que manejaba elementos culturales europeos y también Sindaguas. 2. L os trofeos de la guerra : la esclavitud , la antropofagia y el vestuario Es factible que en las Juntas o Borracheras que realizaban los Sindagua para celebrar sus victorias consumieran carne de sus enemigos, como lo sugiere la declaración de Anton Bodoque. Según él, luego del ataque a un hato en el valle del Patía Nano de Abajo había resultado muy mal herido, por lo que fue “a su casa y bio avia en ella los arriba referidos que estaban en una gran borrachera donde bido quatro caveças de los que abian muerto y carne de yn[di]o que tenian para comer”18. De múltiples declaraciones se desprendería que un objetivo importante 16. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, No. 66 (1), f. 2v. y AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, de los ataques de los Sindagua era proveerse de carne humana, que No. 67 (2), f. 2v. consumían cocinada o ahumada en barbacoas19, y de esclavos. En ge17. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, No. 67 neral se puede apreciar casi como una constante que daban muerte (2), ff. 13v. y 49r. a los indígenas de mayor edad y se llevaban a los jóvenes (chinas y 18. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 muchachos). Estos últimos, mucho más dúctiles para ser esclavizados (2), f. 18v. o sometidos que los hombres y mujeres adultas20. 19. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2), f. 14v. Una valoración especial parecen haber dado a las cabezas de los 20. Una práctica similar desarrollaron los enemigos, sobre cuyo manejo los documentos dejan en claro su aso“españoles” en sus incursiones para ciación con lo sagrado, aunque no entran a precisar o a describir el capturar esclavos en las llanuras del Caribe, documentada para finales del manejo que se les daba y la percepción que de ellas se tenía. Respecto siglo XVII y principios del siglo XVIII, al ataque a Domingo Ortes se señaló que “se llevaron las caveças y pero posiblemente con antecedentes más remotos (AGN (Bogotá), Historia enpalaron despues de aver hecho con ellas sus seremonias”21. Del Eclesiástica, 15, ff. 255r. y 260v. y Marta pueblo de Sacanpus también trajeron cabezas ahumadas “para sus Herrera Ángel, Ordenar para Controlar, 257–8 y 280). hechisos”22. Éstas eran ahumadas y conservadas, según reportaron 21. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2), f. 11r.

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algunos testigos23, y la observación que se hizo de que eran “empaladas” sugiere que se colocaban en un lugar donde pudieran ser exhibidas, pero la información no proporciona más elementos al respecto. Al parecer se consideraban trofeos de guerra y eran conservadas por los caciques24. Posiblemente, al igual que sucedía con otros grupos del valle del río Cauca, estas cabezas ponían de manifiesto la fuerza, el poder y la valentía de los caciques, y se buscó exhibirlas del modo más llamativo posible en sitios asociados con actividades rituales25. En la costa Pacífica del Suroccidente colombiano prácticas como las descritas parecen haber tenido lugar en otros tiempos, aunque su significado está por dilucidarse. En efecto, en la cerámica de esa área, del período conocido como Tumaco-La Tolita (ca. 500 a.C. a 500 d. C.), se representan cabezas desmembradas de los cuerpos, así como cuerpos a los que se les han quitado las cabezas y otros de sus miembros (véase, por ejemplo, imagen No. 1). Igualmente hay evidencia sobre el enterramiento de cráneos aislados en este período26. I magen N o . 1: F igura D epartamento de N ariño

humana con cabeza en el vientre .

T umaco ,

22. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2), f. 14v. 23. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2), ff. 10v. y 14v. 24. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2).

Fuente: Cronología relativa: 500 a.C. al siglo I d.C. Material: cerámica. Dimensiones: 17.8 x 12.6 x 8.1 cm. Museo Nacional de Colombia, http:// redmuseo.javeriana.edu.co/index.php?pag=home&id=|402|0, recuperado mayo 23 de 2009. La imagen también puede consultarse en Gerardo Reichel-Dolmatoff (1986), “Figura decapitada” (fig. 44), en Arqueología de Colombia (Bogotá: Biblioteca Familiar de la Presidencia de la República, 1997, 2ª ed.), 123.

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25. Georg Eckert, “La cacería de cabezas” (1939), en Eckert, Georg y Trimborn, Hermann, Guerreros y caníbales del valle del Cauca, ed. y trad. Mario González Restrepo (Bogotá: Banco Popular, Universidad de los Andes, 2002), 61-83, p. 68. En general, no hay acuerdo sobre su significado. Labbé observa que dentro de una estructura mítica común entre algunas poblaciones americanas, del sureste asiático, y de Melanesia y Polinesia, se considera que las plantas se originaron del entierro de una parte del cuerpo de un personaje legendario. Las cabezas, según esta interpretación, podrían estar asociadas con ritos de fertilidad vegetal (Armand J. Labbé, Colombia before Columbus. The People, Culture, and Ceramic Art of Prehispanic Colombia (Nueva Cork: Rizzoli International Publications, 1986), 24 y figuras cerámicas asociadas). Esta sería una posible interpretación, sugerente en términos de relaciones, pero que habría que sustentar con mayores investigaciones. 26. Julio César Cubillos, Tumaco, notas arqueológicas, Bogotá, Ed. Minerva, 1955, p. 134.


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En todo caso, la importancia simbólica de la cabeza no se restringió a los Sindagua y a otros grupos vecinos del valle del Cauca. Los españoles también despojaron de sus cabezas a 16 caciques y principales Sindagua que ocupaban un lugar político destacado dentro de la comunidad. Ahumar esas cabezas tampoco fue inusual por parte de los españoles. En Cartagena en 1602, cuando se atacó el palenque de Matuna a cuya cabeza estaba el rey Bioho, varias cabezas de palenqueros fueron ahumadas para que se conservaran27. Difiere sí el uso que se les dio a esas cabezas y que dependía de la estructuración del significado que se les otorgó en cada cultura. En el caso de los indígenas, las cabezas parecen haber tenido importancia en el plano religioso y estar asociadas con actividades rituales, además de ser consideradas como trofeos de guerra, que eran conservados por los caciques y, en esa medida, reforzaban su prestigio. Para los españoles evidenciaban su triunfo, pero más importante que eso, se exhibían a manera de escarmiento. Las cabezas de los dirigentes Sindaguas se colocaron en picotas en el puerto sobre el río Telembí, en la ciudad de Santa María del Puerto. Las de los palenqueros se exhibieron en jaulas de hierro en la Plaza de los Negros de la ciudad de Cartagena28. Su función no era tanto reflejar el prestigio de los guerreros y sus dirigentes, sino atemorizar, hacer manifiesto el castigo ejemplar que esperaba a los rebeldes. Los documentos sugieren igualmente que algunos cautivos, posiblemente los muchachos, eran llevados por los Sindagua para proveerse posteriormente de carne. De todas maneras, la presencia entre ellos de esclavos que llevaban varios años a su servicio29 indica que éste no era el único objetivo de su captura. La mano de obra que aportaban podía ser uno de los incentivos, como también su participación en los ataques, como en el caso de Francisco Nachal, llevado con ellos en sus correrías por el valle de Patía y por el río de Guáitara30. No evidencia el documento que este indígena esclavizado participara en las agresiones realizadas en las tierras bajas del Pacífico, en las que posiblemente residían los de su nación. Otra actividad que se reporta en los ataques adelantados por los 27. Orlando Fals Borda, Historia Doble Sindagua era el despojo de los bienes de las víctimas. Entre éstos se de la Costa (1976-1986), 4 vols., 2ª. ed. (Bogotá: Carlos Valencia Editores, mencionan con frecuencia la ropa, los vestidos, tanto de indígenas 1980-1986), T. I, Mompox y Loba, 55A. como de esclavos y españoles31. Esta ropa era llevada por los indí28. Orlando Fals Borda, Historia Doble de la genas y conservada en sus casas, aunque al parecer no fuera usada Costa, T. I, Mompox y Loba, 55A. como tal por ellos. Por ejemplo, Felipe Pil precisó que conocía a los 29. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2), indígenas que habían atacado a los españoles del real de Yacula, porff. 19r. y 20r. que “le dixeron los arriva referidos no te mandaran mas los españoles 30. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 ni seras su muchacho y le mostraron algunos de sus bestidos que co(2), f. 20r. noçio este testigo”32. El testimonio podría indicar que los vestidos se 31. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2), f. 19v. tomaron más como trofeo de guerra que se guardaba y mostraba, 32. AGI (Sevilla), Quito, 16, R. 15, N. 67 (2), f. 15r.

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que para ser usados como traje. Pero el testimonio de Felipe Pil, indígena Sindagua de la parcialidad de Pichín, sugiere que había otros elementos involucrados, al relacionar la liberación de la servidumbre española, “no te mandaran mas”, con la posesión de los vestidos de los españoles derrotados: “y le mostraron algunos de sus bestidos”. Se ha señalado que detrás del canibalismo y la conservación de cabezas humanas subyace la creencia en una transmisión mágica de atributos: “el guerrero se come al guerrero para asimilar las fuerzas y virtudes de su enemigo”33. En el caso de los Sindagua la evidencia sugiere que las cualidades que se buscaba transferir no se reducían a las que, según esa cultura, tipificarían al guerrero, pues no sólo se consumían cuerpos de guerreros, sino también de mujeres y de “muchachos”, es decir, de personas que no eran considerados guerreros. Podría pensarse, en todo caso, que con el consumo de la carne de los enemigos y el despojo y conservación de sus cabezas se estuvieran canalizando fuerzas que permitieran destruirlos, lo que indicaría que tenían una importancia simbólica particular que iba más allá de su consumo utilitario. Pero los cuerpos en sí mismos no parecen ser los únicos que permiten esta transmisión. La importancia que se le dio a la obtención del vestuario sugiere que éste jugó un papel importante. Si, como lo plantea Eckert, detrás de las prácticas caníbales y la conservación de las cabezas subyacía la creencia de que la esencia humana dependía de su forma externa34, podría pensarse que el vestuario formaba parte importante de este complejo de creencias. Las aproximaciones a lo que se ha denominado como el perspectivismo dentro del pensamiento amerindio apuntan en un sentido similar. La idea de base es la de culturas que consideran que diferentes seres animados e inanimados son humanos y se ven a sí mismos como humanos, al tiempo que ven a sus depredadores como espíritus o animales de presa, mientras sus presas los ven como espíritus o depredadores. Todos comparten una esencia, un espíritu, una sociedad y cultura como la humana, pero cada uno percibe a los otros seres y a su entorno desde su propia perspectiva. Lo que el humano ve y considera como sangre es cerveza de mandioca para el jaguar, al tiempo que éste ve al humano como un tapir. Esa esencia de tipo antropomorfo común presentaría una apariencia corporal variable, un envoltorio, una “ropa” de carácter intercambiable y desechable: “En efecto, la noción de ‘ropa’ es una de las expresiones privilegiadas de la metamorfosis (espíritus, muertos y chamanes que asumen formas animales, bestias que se transforman en otras bestias, humanos que inadvertidamente son convertidos en animales), proceso omnipresente en el ‘mundo altamente transformacional de las culturas amazónicas”35.

El traje, la “ropa”, el envoltorio del otro, que no sería visto como poseedor de un envoltorio homólogo al de sus pares, sino de otro

33. Georg Eckert, “La cacería de cabezas”, 73. 34. Georg Eckert, “La cacería de cabezas”, 74. 35. Eduardo Viveiros de Castro, “Perspectivismo y Multinaturalismo”, 39.

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envoltorio, tendría un sentido mucho más profundo y trascendente que el de un trofeo. Podría tener el carácter de mecanismo que permitiría penetrar en su perspectiva de mundo y eventualmente derrotarlo: “no te mandaran mas”, le dijeron “y le mostraron algunos de sus bestidos”, de los vestidos de los españoles derrotados. Sobre este punto llaman la atención algunas prácticas relativas al vestuario, documentadas entre indígenas Awa en el siglo XX. Según Pedro Bruno Fuchs, en algunos sitios, cuando ha muerto un niño, los padres llevan a los sacerdotes católicos las prendas de vestir del difunto para que las bendiga. Fuchs cree que era una forma de evitar el “mal”, que se consideraba pegado en la ropa del difunto, y que desde ésta se podía dispersar. También ratifica los planteamientos de Cerón respecto a que entre los mecanismos utilizados por la población no indígena para asegurarse mano de obra indígena están el compadrazgo y el regalo de ropa usada. En el caso de que el indígena establezca relaciones de compadrazgo con un no indígena, haciéndolo padrino de bautismo de un hijo, relación que ambos grupos buscan establecer por interés mutuo, entre las obligaciones del padrino de bautismo están pagar la boleta de bautismo y comprar el vestido del niño y las velas bautismales. Fuchs igualmente hace interesantes observaciones sobre la actitud de los indígenas respecto al vestido en el contexto de sus relaciones con los no indígenas. Si bien durante las jornadas diarias de trabajo los indígenas visten ropas corrientes en mal estado, usualmente de lienzo, cuando van a los pueblos se bañan en las últimas quebradas antes de llegar a la vía y cambian su ropa sucia y remendada por ropa nueva. Ésta última es del mismo estilo que la utilizada por los moradores del pueblo que visitarán, pero de colores más fuertes y llamativos36. “La manera de vestir de los pueblerinos ejerce en ellos [los indígenas] un atrayente efecto de demostración, pues paulatinamente los Cuayquer van dejando más su tradicional manera de vestir para imitar y en algunos casos ‘competir’ con la forma de vestir de los pueblerinos”37.

Esta apreciación, sin embargo, podría interpretarse desde otra perspectiva. Más que imitación, lo que reflejarían las prácticas de los Awa respecto al traje sería su apropiación, a partir de sus propios parámetros culturales, de elementos de los grupos con los cuales entran en contacto. En otras palabras, lo que para un observador no Awa puede interpretarse como abandono de prácticas propias para imitar al otro, para un Awa puede significar una apropiación, que en circunstancias específicas le otorga poderes especiales. Es decir que lo que hace, lejos de constituirse en una imitación asociable con el abandono de sus prácticas culturales, adquiere sen36. Pedro Bruno Fuchs, “Condiciones tido y en esa medida refuerza las prácticas culturales propias. Socio–Económicas de los Indígenas Cuayquer” (Pasto, Mecanografiado, 1980), 44, 53 y 58.

37. Pedro Bruno Fuchs, “Condiciones Socio–Económicas de los Indígenas Cuayquer”, 53. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 68-79


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C onclusiones Este artículo ha buscado desarrollar una propuesta de interpretación de la documentación de archivo que se fundamenta en dos parámetros. El primero, postulado por la etnohistoria, sobre la utilidad de recurrir a la etnografía y a la arqueología para penetrar en los sistemas de significados de la población nativa y avanzar en la comprensión de los procesos históricos vividos en el continente. El segundo se fundamenta en la “organicidad” de la cultura, que permite inferir información sobre prácticas culturales que no se mencionan explícitamente en la documentación, utilizando los datos que abundan en la documentación. Sobre estas bases se ha analizado la información sobre la guerra contra los Sindagua en el siglo XVII, específicamente lo relativo al uso y las creencias asociadas con los nombres -la antroponimia-, el vestuario y la antropofagia. Se ha sugerido a manera de hipótesis que tales prácticas adquieren su sentido en términos de un complejo cultural más amplio, compartido por otros grupos amerindios, y que actualmente se conoce con el nombre de perspectivismo. El nombre, el vestuario y el cuerpo serían elementos de una envoltura, que habría que defender, pero de la cual también sería necesario apropiarse en la confrontación con el otro. El Awa -palabra que significa gente, persona- enfrentaría a otro cuya humanidad se coloca en tela de juicio al excluirlo de tal categoría, apropiándose de su envoltura, de su vestuario, de su cuerpo. Pero además, el manejo de los nombres en el proceso judicial adelantado, siguiendo prácticas jurídicas de origen europeo, sugiere que su aplicación se encontraba permeada por los sistemas de significación nativos. El intercambio cultural no fue de una sola vía ni tampoco uniforme, dada la diversidad cultural del continente. Al menos dos consecuencias se derivan de estos planteamientos. La primera, que el “mestizaje” cultural no se estableció entre lo indígena y lo europeo, sino entre culturas indígenas específicas: Sindaguas o Chimilas, por ejemplo. En esa medida, el mestizo no fue y no es un mestizo a secas, sino un mestizo Sindagua, un mestizo Chimila o un mestizo Muisca. En parte por esta característica del mestizaje y en parte porque mucha de la información administrativa y judicial fue proporcionada por la población nativa, la documentación no se codificó únicamente a partir de los parámetros europeos, sino que en su estructura incorporó elementos importantes de los sistemas de significación de la población nativa. Esos elementos no son evidentes y fácilmente pueden pasar desapercibidos dentro del formalismo que caracteriza la documentación, pero un examen detenido, con cierta base comparativa y que haga uso de la información etnográfica y arqueológica disponible, puede sacarlos a la luz.

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Purgatorios y juicios finales: las devociones y la mística del corazón en el Reino de Nueva Granada

Jaime Humberto Borja Gómez

Purgatorios y juicios finales: las devociones y la mística del corazón en el Reino de Nueva Granada

Purgatories and Final Judgments: Devotions and the Mystique of the Heart in the New Kingdom of Granada

Resumen

Abstract

Los purgatorios tradicionalmente se han asociado

Purgatories have traditionally been associated

con una cultura del temor. En el Nuevo Reino

with a culture of fear. While there was not much

de Granada existió una escasa producción de

painting on this subject in the New Kingdom

pinturas sobre este tema, pero con una compleja

of Granada, what did exist exhibited a complex

elaboración teológica que pretendía mostrarlos

theology that tried to show purgatories as a

como una representación del cuerpo social. Una

representation of the social body. One of the

de las características de estos purgatorios, y de

characteristics of these purgatories, and of other

otras postrimerías como los Juicios finales, fue

elements of the Four Last Things, like the Last

su relación con la Mística del Corazón, uno de

Judgement, were their relationship with the

los temas devocionales de mayor proliferación

Mystique of the Heart, one of the most widely-

colonial. Los escritos místicos de las monjas,

spread devotional themes during the colonial

la literatura edificante, los sermones y la

period. The mystical writing of nuns, edifying

poesía trataron la espiritualidad centrada en la

literature, sermons, and poetry dealt with a

contemplación del corazón, así como los elementos

spirituality centered in the contemplation of the

que se le derivaban, como la relación con la

heart and elements stemming from it, such as

sangre. A partir de éstos se puede determinar

blood. From these we can identify traits specific

aspectos particulares de las devociones coloniales.

to colonial-era devotions. This article focuses on

El artículo pretende recoger la interacción entre las

the interaction between written and visual images

imágenes escritas y las visuales, para establecer

to identify characteristics central to these colonial

aspectos que eran centrales a esta cultura colonial.

cultural practices.

Palabras

Key Words

c l av e

Purgatorio, Mística, Nuevo Reino de Granada,

Purgatory, Mystique, New Kingdom of Granada,

pintura.

Painting.

Historiador y filósofo de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Maestría y Doctorado en Historia de la Universidad Iberoamericana de la Universidad Iberoamericana, México D.F. Profesor Asociado, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro de los grupos de investigación Historia Colonial (Categoría B en Colciencias) y Prácticas culturales, imaginarios y representaciones (Categoría A en Colciencias). especialista en Historia medieval, cultura y arte colonial, actualmente investiga acerca de producción visual y narrativa en el barroco colonial. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Las reliquias, la ciudad y el cuerpo social. Retórica e imagen jesuítica en el Reino de Nueva Granada”, en Escrituras de la Modernidad: los jesuitas entre cultura retórica y cultura científica, ed. Perla Chinchilla (México: Universidad Iberoamericana, 2009); “El cuerpo idealizado: la vida como una Pasión (de Cristo)”, Cuerpos Anómalos. Tomo 2, ed. Max Hering (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008). jborja@uniandes.edu.co

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I ntroducción El purgatorio es uno de los lugares más debatidos de la doctrina del final de los tiempos (escatología) cristiana debido a que no aparece mencionado explícitamente en la tradición neotestamentaria ni apostólica c Esta investigación contó con el apoyo de los primeros siglos de la cristiandad. La doctrina sobre el purde la Facultad de Ciencias Sociales gatorio se fue formando a lo largo de trece siglos, hasta que en de la Universidad de los Andes, y en una primera etapa del Instituto la Baja Edad Media tomó una forma definida. En este proceso el Colombiano para el Desarrollo de la concepto recogió y representó varios problemas: se ubicaba en las Ciencia y la Tecnología Francisco José de Caldas (Colciencias). 1 Postrimerías ; involucraba la pregunta por los lugares intermedios, 1. Las postrimerías, también llamados aquellos que están después de la muerte del sujeto y antes de la los novísimos, según la tradición 2 llegada del escatón final; implicaba el carácter del fuego purificacristiana eran cuatro: muerte, juicio, infierno y Gloria. Algunos catecismos dor y la purificación misma del alma, como también el juicio a los sustituían el juicio por el purgatorio. muertos; conllevaba la idea del Más Allá; tenía una íntima relación Véase los catecismos de Gaspar Astete (Catecismo de la doctrina con las indulgencias y los sufragios. Cada uno de estos elementos cristiana. http://www.mercaba.org/ tiene su propio contexto y evolución dentro de la cultura cristiana, FICHAS/CEC/catecismo_astete.htm) y Jerónimo de Ripalda Catecismo de y esto es precisamente lo que hace compleja la comprensión de su la doctrina cristiana. http://www. significado cultural. mercaba.org/FICHAS/CEC/catecismo_ ripalda.htm) en las recomendaciones El lento proceso de formación de la idea de purgatorio se inició finales, ambos de gran circulación en hacia el siglo III, cuando Clemente de Alejandría y Orígenes -retolos siglos XVII y XVIII. mando tradiciones judías y latinas- esbozaron la idea, al preguntarse 2. La escatología estaba relacionada con los novísimos, y muchas veces también sobre el castigo de los pecadores, allí aparecía la idea de un fuego se le emplea como sinónimo. Sin 3 purificador . Sin embargo, la palabra purgatorium y su definición embargo teológicamente hace alusión a los cuatro elementos del momento teológica solo apareció hasta el siglo XIII. La hipótesis de Jacques Le final: la segunda venida de Cristo o Goff en su conocido texto, El nacimiento del purgatorio, propone que parusía, la resurrección de los muertos, el juicio final y la vida eterna. esta “invención” fue posible por las condiciones del periodo, tras el 3. Jacques Le Goff, El nacimiento del purgatorio (Madrid: Taurus, 1985), 72.

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agotamiento de la forma binaria de entender el mundo (cielo-infierno), lo que fue sustituido por la aparición de los terceros lugares. En este caso, un espacio intermedio donde los muertos podían purgar sus pecados antes de acceder al cielo4, lo que revela profundas transformaciones en el modo de pensar y en la estructura social del período. A pesar de la novedosa propuesta, el texto de Le Goff fue ampliamente debatido, y entre las objeciones es importante resaltar el cuestionamiento de Gurievich: “¿No sería más correcto decir que el “nacimiento” del purgatorio tuvo lugar en realidad mucho antes de lo que se afirma en la investigación de Le Goff, que surgió en las profundidades de la religiosidad popular y que el papel de los teólogos consistió más bien en la legitimación y formalización de esa porción del mundo del más allá, en el “bautizo” oficial de la misma?”5.

Esta crítica es particularmente interesante porque la evolución del purgatorio dentro del dogma cristiano refleja la dicotomía entre la producción del discurso y las prácticas populares, y esto nos acerca al problema de la representación pictórica de los purgatorios en la cultura colonial: una cosa es el discurso eclesiástico y teológico que está detrás de la producción de las imágenes, y otra su impacto popular, las devociones que se generaron a su alrededor. Teológicamente el purgatorio hace referencia a la doctrina del tormento purificador de las almas. Pero la lectura de la tradición barroca depositada en la Nueva Granada aportó elementos particulares, entre los que se destaca la manera como a los purgatorios, y otras postrimerías como los Juicios finales, se les incluyó dentro de la llamada mística del corazón. Estas representaciones no fueron pensadas necesariamente como un espacio de represión religiosa, para ejercer el control social a través de la generación del miedo entre los devotos, de manera que fuera una sociedad más susceptible a las propuestas de comportamiento de la Iglesia. Fundamentalmente trataban de enseñar el funcionamiento del cuerpo social como un espacio salvífico. En este sentido, es importante señalar un punto de partida: los purgatorios y los juicios finales no fueron un tema sobresaliente iconográficamente, como tampoco lo fue en la literatura colonial. Escasamente lo mencionan los sermones, las vidas ejemplares y las literaturas ascéticas. A continuación se pretende restituir el sentido que tenía el purgatorio como espacio de construcción de la sociedad colonial, donde se integraba el mundo de los vivos con el mundo de los muertos. 4. Jacques Le Goff, El nacimiento del purgatorio, 9-23. También Jaques Le Goff, La Bolsa y la Vida. Economía y religión en la Edad Media (Barcelona: Gedisa, 1996), 107-112. 5. Aaron Gurievich, Las categorías de la cultura medieval (Madrid: Taurus, 1990), 351.

1. P urgatorios y J uicios finales en la N ueva G ranada El contexto en el que se dio la producción de imágenes neogranadinas evidentemente recogía el purgatorio, formado teológicamente unos cuantos siglos atrás, pero agravado por el enfrentamiento con los

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reformados. Lutero, de hecho, lo llamaba el “tercer lugar”, primero porque no estaba mencionado en las Escrituras, y segundo porque era una “invención” eclesiástica. La bula Exsurge Domine de 1520 condenó la propuesta de Lutero referente al purgatorio, según la cual “la caridad imperfecta del moribundo lleva necesariamente consigo un gran temor, que por sí solo es capaz de atraer la pena del purgatorio e impedir la entrada al cielo”6. Frente a esta postura popular que enfatizaba la inexistencia de este lugar, el Concilio de Trento emitió en su sesión 25 el “Decreto sobre el Purgatorio”, que reafirmaba la tradición medieval: “Habiendo la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, según la doctrina de la sagrada Escritura y de la antigua tradición de los Padres, enseñado en los sagrados concilios, y últimamente en este general de Trento, que hay Purgatorio; y que las almas detenidas en él reciben alivio con los sufragios de los fieles, y en especial con el aceptable sacrificio de la misa; manda el santo Concilio a los Obispos que cuiden con suma diligencia que la sana doctrina del Purgatorio, recibida de los santos Padres y sagrados concilios, se enseñe y predique en todas partes, y se crea y conserve por los fieles cristianos. Exclúyanse empero de los sermones, predicados en lengua vulgar a la ruda plebe, las cuestiones muy difíciles y sutiles que nada conducen a la edificación, y con las que rara vez se aumenta la piedad. Tampoco permitan que se divulguen, y traten cosas inciertas, o que tienen vislumbres o indicios de falsedad. Prohíban como escandalosas y que sirven de tropiezo a los fieles las que tocan en cierta curiosidad, o superstición, o tienen resabios de interés o sórdida ganancia”7.

En este texto se delineaban cuatro elementos fundamentales: en primer lugar, la existencia real y dogmática del purgatorio; un espacio donde se purgaban las penas con la posibilidad de ser “aliviado” por las acciones e intermediaciones de los fieles; el cuidado en su predicación para que no suscitara superstición y miedo; y finalmente, el control a las creencias populares que pudiera suscitar. Esta actitud revela una condición diferente en cuanto a la difundida idea de que la Iglesia empleó 6. Enrique Denzinger, El magisterio de la el purgatorio como mecanismo de control social mediado por el mieIglesia (Barcelona: Herder, 1963), 219. do. La jerarquía eclesiástica reunida en Trento trataba de prevenir las 7. Ignacio López de Ayala trad., El interpretaciones populares a la versión teológica, por lo cual incentivó sacrosanto y ecuménico concilio de Trento (Madrid: Imprenta Real, la devoción al purgatorio. Pero no es gratuito que en el mismo decreto 1785), Sesión XXV, Decreto sobre el sobre el purgatorio se tratara acerca del uso de las imágenes y delineapurgatorio, 449. ra la nueva “política de la imagen”, sobre la cual se debían trasmitir 8. Jaime Borja, “Discursos visuales: los valores católicos que resultaban de la Contrarreforma: las pinturas retórica y pintura en la Nueva Granada”, en Balance y desafío de la debían contener verdades dogmáticas; suscitar sentimientos de adohistoria de Colombia al inicio del siglo ración a Dios, y en consecuencia, incitar a la práctica de la piedad8. XXI. Homenaje a Jaime Jaramillo Uribe,

comps. Adriana Maya y Diana Bonnett (Bogotá: Departamento de Historia y CESO Uniandes, 2003), 163-181.

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Estos tres elementos estaban contenidos en las prácticas pictóricas neogranadinas que comenzaron a desarrollarse en la primera mitad del siglo XVII. Siguiendo las recomendaciones y cuidados -o controles- conciliares, el purgatorio, como las representaciones del Juicio Final, no fueron temas de amplia difusión en la cultura colonial, es más, fueron poco representativos. Así lo demuestra la poca cantidad de pinturas de estos temas, como la mención del purgatorio en cartas, sermones, vidas ejemplares, poesía o la literatura mística y edificante producida en el Nuevo Reino durante los siglos XVII y XVIII. En el caso de la pintura, los purgatorios no fueron más 2% del total de la pintura colonial9 (tabla No. 1). De éstos, sólo hay cuatro juicios finales, dos de ellos son pinturas murales en capillas de Indios en espacios rurales, lo que tenía sentido dentro de los procesos de evangelización indígena. Tabla No. 1: Distribución de temas iconográficos en Nueva Granada

9. Los datos están elaborados sobre una base de 2.200 pinturas coloniales neogranadinas, de las cuales sólo 34 corresponden a purgatorios y juicios finales. En los 30 purgatorios que se han utilizado para este artículo se tiene en cuenta aquellas pinturas donde el purgatorio aparece como tema secundario, por ejemplo en las pinturas de Misas de San Gregorio y Nicolás Tolentino, esta última también de devoción indígena como puede apreciarse en sus donantes.

La representación del purgatorio en los territorios coloniales hispanoamericanos dio pie a un despliegue de imaginación, pues se trataba de representar los imaginados castigos para purificar los cuerpos. En contraste, la estructura visual de todos los purgatorios neogranadinos obedece al mismo patrón, de los cuales este Purgatorio (ilustración No. 1) es un buen ejemplo. La composición se establece en tres niveles, en primer lugar, el dogma de la Trinidad rodeada de la sagrada Familia y la corte celestial; en seguida, San Miguel y las santas mártires encargadas de interceder por las almas del purgatorio, y finalmente los demonios y condenados.

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La imagen comunica dos importantes dogmas combatidos por la Reforma protestante, Trinidad y Purgatorio, e insinúa el triste destino de quienes no obedecen la ley de Dios, despertando, pues, los debidos sentimientos de devoción tanto a las benditas almas del purgatorio como a las santas intercesoras. También en la imagen se pueden apreciar los significados del cuerpo desnudo en dos versiones: el cuerpo de los condenados como pecado y el cuerpo de los redimidos como regreso al estado de la gracia, el paraíso de los primeros padres. Ilustración No. 1: Anónimo. Purgatorio, siglo XVII, óleo sobre tela, Iglesia Santa Bárbara, Tunja

Fuente: Gustavo Mateus Cortes, Tesoros de Tunja. El arte de los siglos XVI-XVII-XVIII. Bogotá: Litografía Arco, 1989.

Si bien es cierto que estas representaciones por lo general empleaban estampas para su elaboración, algunas veces agregaron elementos de larga tradición medieval, lo cual deja ver ciertas continuidades narrativas. Un ejemplo es esta tradicional representación medieval de la entrada al purgatorio (ilustración No. 2), que pone de presente la percepción colonial del lugar físico donde se encontraba el purgatorio. Según el Flos sanctorum de Rivadeneyra, texto de amplia circulación en el Nuevo Reino: “Quatro senos, o concavidades ponen los doctores debaxo de la Tierra para las almas: la primera y más baxa en el centro de la tierra, es la que llamamos infierno, donde las almas de los condenados son atormentadas de los demonios. La segunda es, la que llamamos purgatorio, porque en él las almas purgan

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sus pecados y se purifican y se limpian de toda la escoria que por ellos contraxeron; la tercera es el Limbo de los niños, que murieron sin bautismo con el pecado original; la quarta, el limbo de los santos padres, que antes que Christo nuestro redemptor muriesse, por estar la puerta del cielo cerrada, estaban allí detenido, y ahora […] está vacío”10.

Ilustración No. 2: Anónimo. Purgatorio, siglo XVII, óleo sobre tela, Museo de Arte Religioso, Duitama

10. Pedro de Ribadeneyra, Flos Sanctorum de la vida de los santos. Tomo III (Barcelona: Imprenta de los consortes Sierra, Oliver y Marti, 1790), 330. 11. Con respecto a estos problemas véase Perla Chinchilla, Predicación jesuita en el siglo XVIII novohispano “de la compositio loci a la república de las letras” (México: Universidad Iberoamericana, 2004), 144-145. 12. Entre los teóricos de la historia del arte barroco existe acuerdo sobre la importancia de esta técnica, la cual más que técnica se convirtió en un modelo para pensar los temas que se iban a representar. Véase por ejemplo a Fernando Rodríguez De La Flor, “‘Tecnologías’ de la imagen en el siglo de oro: del arte de la memoria a la emblemática (pasando por la “composición de lugar” ignaciana)”, en Cuadernos de Arte e iconografía, III Coloquios de iconografía, Madrid, mayo 1992, 183; Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico (Barcelona: Critica, 2001), 66; Diego Suárez Quevedo, “De imagen y reliquias sacras. Su regulación en las constituciones sinodales postridentinas del arzobispado de Toledo”, en Anales de Historia del Arte 8 (1998): 258. Santiago Sebastián ubica la composición de lugar como uno de los elementos más importantes en el espacio de creación artística y en el proceso de fijación de imágenes. Santiago Sebastián, El barroco Iberoamericano. Mensaje iconográfico (Madrid: Ediciones Encuentro, 1990), 352.

Fuente: Foto Escuela de Restauración, Museo de Arte Religioso de Duitama.

Esta “geografía de lo sagrado”, también de tradición medieval, tenía una función: demostrar que el purgatorio era un lugar real con una ubicación real. Para que estas narraciones pictóricas tuvieran impacto y conmovieran a los devotos, se trataron visualmente desde ciertas técnicas de representación empleadas durante el barroco. Entre las tres más usuales -la emblemática, el arte de la memoria y la composición de lugar-, ésta última fue la más usada en el caso neogranadino. Estaba relacionada con la sugerencia tridentina y de la mística española de crear una emoción en el espectador. Se trataba de que se viera con el “ojo interior”, para que se guardaran las impresiones en la memoria, de manera que se afectara el entendimiento y se tomaran decisiones, o en su lugar, impulsara a tomar una acción11. Originalmente la composición de lugar (compositio loci) fue el método de meditación que creó el fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola. Pieza clave y elemento esencial en los Ejercicios espirituales, desbordó sus espacios espirituales para convertirse en la forma de representación más importante del barroco, recomendada especialmente a los pintores12. La técnica permitía tanto

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al pintor componer la escena, como al devoto su contemplación y meditación a partir del uso de los sentidos13. La técnica partía del principio de meditar la imagen a partir del ver con la vista de la imaginación14. Se trataba de “imaginar” con los sentidos la situación que se pretendía meditar. El sugestivo texto de los ejercicios espirituales invitaba a que en primer lugar el sujeto se hiciera, con la “vista de la imaginación”, el lugar que quería meditar, para luego componerlo con los sentidos: “El primer puncto será ver con la vista de la imaginación los grandes fuegos, y las ánimas como cuerpos ígneos; El 2°: oir con las orejas llantos, alaridos, voces, blasfemias contra Christo nuestro señor y todos sus santos. El 3°: oler con el olfato humo, piedra azufre, setina y cosas pútridas. El 4°: gustar con el gusto cosas amargas, así como lágrimas, tristeza y el verme de la consciencia. El 5°: tocar con el tacto, es a saber, cómo los fuegos tocan y abrasan las ánimas”15.

Este texto incorporaba la experiencia de los sentidos para escenificar y teatralizar las meditaciones, especialmente las relacionadas con el infierno y el purgatorio. La escena del Rosario y Purgatorio de Sepúlveda (ilustración No. 3) tenía los elementos icónicos tradicionales, pero al momento de fijar las imágenes la composición de lugar jugaba un papel importante, de manera que los sentidos quedaban representados para lograr el efecto persuasivo: el devoto debía sentir el fuego, oír los lamentos, oler el azufre, gustar la sangre que el niño Jesús derrama sobre los purgantes. Este último elemento es particularmente importante porque nos acerca a uno de los temas centrales que se desarrollaron dentro de la pintura de purgatorios en la Nueva Granada, la mística del corazón: el niño Jesús, acerca su mano al pecho de la Virgen de donde brota sangre que lava a los condenados. Ilustración No. 3: Manuel de Sepúlveda, 1781. Virgen Purgatorio, Museo de Arte Religioso, Popayán

del

Rosario

y

13. La historiografía reciente ha rescatado el importante papel que desempeñó la Compañía de Jesús, no sólo como adalid de la Contrarreforma, sino también como elemento integrador de la “primera modernidad” de América, y en este sentido, el aporte a la consolidación del barroco como elemento de la modernidad. Sobre el problema véase a Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco (México: Ediciones Era, 1998), 57-82.

Fuente: Álvaro Gómez Hurtado y Francisco Gil-Tovar, Arte virreinal en Bogota. Bogotá: Villegas editores, 1987.

14. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1992), 169. 15. Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 174-175.

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Para que la técnica tuviera efecto, los predicadores, narradores o pintores traducían en palabras o en figuras las imágenes o pensamientos de la manera más vivamente posible. Para el efecto se utilizaba cada uno de los sentidos corporales para colocarlos en función del “ojo interior”. Utilizando la misma técnica, el purgatorio también se representaba en los sermones o en la literatura edificante, por medio de la generación de imágenes narradas. Este texto de Juan de Ribero, en el siglo XVIII, es un buen ejemplo de un discurso dirigido a los solteros, cuyo objetivo narrativo es imaginar el purgatorio como medio eficaz para refrenar los vicios: “Supongamos que Dios conservándote milagrosamente la vida, como lo puede hacer, te pusiera para castigar tus culpas en esta vida dentro de un horno de fuego por espacio de un año y no más, con cierta esperanza de salir de él cuando se cumpliese el año. Supongamos también, que pusiese Dios a tu lado para tu consuelo un ángel que te avisase con fidelidad los días y las horas y los meses que ibas cumpliendo y el tiempo que te restaba. Ya está encendido el horno, donde te han de arrojar: ya prevenidos los candados para cerrar la puerta: ya te llevan allá atado de pies y manos con cadenas de hierro y te despojan del vestido: ya pones los ojos en las llamas y en las brasas de fuego y en la estrechura del lugar: ya oyes los estallidos de la leña que arde, y el pavoroso ruido de las chispas y llamas. Empiezas a estremecerte y te cubres de horror y palidez mortal. Es llegada la hora y te arrebatan los verdugos para arrojarte en él. Empiezas a clamar entonces y a resistirte cuanto puedes con el natural espanto. Arrójante por último dentro y cierran la puerta con candados y te ves en el fuego. ¡Oh, Santo Dios, y qué ademanes tan desmedidos y violentos los tuyos a la violencia del ardor! ¡Qué de vuelcos arrebatados sin descansar un punto! ¡Qué de gritos y voces desentonadas y rabiosas! ¡Qué saltos como de víbora entre los tizones y llamas! ¿Qué harías entonces, ¡oh mancebo!, si te pusiesen así y vieses en este horno?”16.

La imaginación trataba cada uno de los sentidos corporales en función de asumir el castigo al cuerpo. Cada descripción buscaba poner al lector en la escena, a quien se le interpela directamente, ya oyes los estallidos de la leña. El narrador señalaba las rutas de la reflexión, sugiere los ademanes, invoca el espacio y al final hace la pregunta que propone la meditación. Como en este caso de Ribero, la composición -narrativa o pictórica- debía rociar con “las lágrimas del arrepenti16. Juan de Ribero, El teatro del Desengaño miento” para fijar el mensaje ideológico que se quería trasmitir. La (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia. Imprenta Nacional, 1956), 339. acción se cifraba en concentrarse en los sentidos corporales para mover los sentimientos17. 17. A cerca del método véase Emilia Montaner, “Aspectos devocionales en las imágenes del barroco”, Criticon, 55, 1992, 33.

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Apegadas a las estipulaciones de Trento, las imágenes del purgatorio y el Juicio Final neogranadino también revelan elementos que son propios a las devociones coloniales que se dieron en esta región (tabla No. 2). Como se ha mencionado anteriormente, en el plano superior de la imagen siempre había una figura que encabeza y contempla la escena. En las pinturas neogranadinas los purgatorios tenían mayoritariamente (70%) a Cristo resucitado, generalmente portando los símbolos de la pasión. Un segundo elemento común es la presencia de las mártires Bárbara y Catalina de Alejandría, las santas de mayor devoción colonial en el Nuevo Reino, como puede verse en las ilustraciones 1 y 2. Esta relación, que se comporta como tema oculto barroco -el rey de los mártires y aquellas que murieron martirizadas por la defensa de la fe-, nos acerca a un tema específico de la cultura colonial para entender los purgatorios: el valor de la mortificación y su relación con la mística del corazón. T abla N o . 2: T ema

central en los purgatorios

2. L os purgatorios como representación de las T res I glesias Para comprender el sentido de la mística del corazón es importante anteponer dos elementos: el valor de las tres iglesias, lo que aportaba significado a los purgatorios y al Juicio final; y el discurso de la mortificación como vía purgativa. En cuanto al primero, las condiciones que establecieron las “técnicas de representación” alrededor de la imagen hacían que estas obras contuvieran dentro de su cultura visual un alto valor didáctico y devocional. A partir de estos principios se pueden establecer tres categorías que permiten leer las imágenes de los purgatorios: una facultad didáctica, otra catequética y una exegética18. Didácticamente se enseñaban el sentido de purgar el cuerpo; catequéticamente, el carácter teológico del purgatorio como postrimerías; y exegéticamente, un modelo que articulaba las relaciones sociales, el cuerpo social.

18. Emilia Montaner, “Aspectos devocionales en las imágenes del barroco”, 10.

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Los purgatorios estaban relacionados con el Corpus Christi, es decir, con la comprensión de la sociedad como un cuerpo en donde cada miembro tenía una función particular. Pedro de Ribadeneyra explica el purgatorio en el día de su celebración, la fiesta de todos los muertos, allí define con exactitud esta relación entre purgatorio y Corpus: “Esta es la segunda cosa que nos enseña la Iglesia en la conmemoración de los Difuntos. Para cuya inteligencia y explicación se debe presuponer, que toda la Iglesia […] es un Cuerpo mystico, cuya cabeza es Jesu Christo, en el qual todos los miembros están travados y unidos entre sí por la fe, esperanza y caridad: de tal manera, que assi como en el cuerpo natural, cuando padece un miembro, se compadecen los otros miembros, y se socorren y ayudan. Assi también en este cuerpo mystico espiritual y perfectissimo de la Iglesia lo hacen entre sí los fieles […] y como las animas de los justos ya difuntos que están en el purgatorio, sean parte y miembros de este cuerpo de la Iglesia por estar unidos con su cabeza”19.

La idea de origen medieval se había introducido en España en el siglo XIV, conmemoraba la institución del cuerpo místico de Cristo y su representación, la Eucaristía, y se llevaba a cabo en la fiesta que llevaba este mismo nombre. En la Nueva Granada la procesión del Corpus fue institucionalizada por el arzobispo Cristóbal de Torres a comienzos del siglo XVII20. Esta fiesta tenía una singular importancia, porque era la celebración de la “comunidad de los santos”, es decir, aquel espacio integrado por las tres iglesias: la Militante, los que viven en este mundo; la Purgante, los salvados que aún no estaban frente a Dios; y la Triunfante, quienes disfrutan de la vida eterna21. Las imágenes del purgatorio representaban precisamente al conjunto de la Iglesia: la Triunfante (los santos) intercedía por la Purgante (los condenados) para beneficio de la Militante, el devoto observador de las imágenes. Aquí se cumplían las tres funciones mencionadas anteriormente, la catequética, el valor del purgatorio; la didáctica, el sentido de la purificación por el castigo; y la exegética, el lugar de la Iglesia como un cuerpo. Como celebración, el purgatorio acogía a todo el cuerpo social, lo que refleja la importancia del culto a este cuerpo místico, una celebración expurgativa que preparaba la lucha interior. Esta lucha interior se entendía como el combate a las pasiones que provenían de la naturaleza sensitiva, lo que encontraba 19. Pedro de Ribadeneyra. Flos Sanctorum de la vida de los santos. Tomo III, 330. su modelación final en la imitación de la Pasión de Cristo. Ésta es 20. José María Vergara y Vergara, Historia una de las razones por las cuales la mayor parte de las pinturas de de la literatura en Nueva Granada. Tomo purgatorios neogranadinos aludían a los símbolos de la pasión. La 1 (1538-1790) (Bogotá: Banco Popular, 1974), 57. purgación de los pecados era la metáfora de la pasión de Cristo, lue21. Marialba Pastor, Cuerpos sociales, go la obligación de todo sujeto era hacer de su vida una Pasión, de cuerpos sacrificiales (México: Facultad de Filosofía y letras Unam, Fondo de Cultura Económica, 2004), 268.

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lo que pendía su purificación, y en concordancia, su salvación. Desde esta perspectiva se entiende el valor narrativo que tuvo en la colonia el tema de la mala muerte, que aparece en el género de las vidas ejemplares y en la literatura edificante. El tema reflejaba el temor al purgatorio o al infierno, lo que inducía al buen comportamiento. La muerte individual involucraba toda la estructura social, la iglesia Militante, porque ésta invocaba a los santos como intercesores -mediadores- entre Dios y la sociedad con respecto al tema de las almas del purgatorio. Aquí ejercía su importancia la mortificación. 3. M ística y devoción : la vía purgativa La importancia de que cualquier sujeto colonial ejerciera la mortificación sobre el cuerpo se debía a que tenía una condición transitoria. Las vidas ejemplares neogranadinas como la literatura edificante lo llamaban el familiar enemigo22. El cuerpo era un enemigo con el que había que convivir y combatir, una pesada carga que sólo se sobrellevaba porque estaba habitado por el alma. El cuerpo era portador de la pasión y como tal, del omnipresente pecado. Esta conciencia del cuerpo como pecado proporcionaba un lugar a la mortificación. En el siglo XVII la mística católica estableció tres vías para llegar a la perfección: la primera era la purgativa, que de acuerdo al método servía para abandonar el pecado, para lo cual utilizaba la mortificación, la penitencia y la lucha contra la concupiscencia. Luego venía la iluminativa, en la cual se propiciaba el cultivo de las virtudes para conocer más a Dios; y finalmente, la vía unitiva, o unión con Dios y cumplimiento de sus designios23. En la vía purgativa la mortificación estaba evidentemente relacionada con el cuerpo. Miguel Godinez, un autor místico cuyos libros circularon profusamente en el Nuevo Reino, afirmaba que 22. Calvo de la Riba, Pedro Andrés. Historia de la singular vida, y admirables la mortificación tenía una especie de jerarquización. Es decir, lo virtudes de la venerable madre Sor Maria que se sugería como forma de penitenciar el cuerpo dependía del Gertrudis Theresa de Santa Ines Religiosa professa en el sagrado Monasterio de nivel de perfección que tenía, o al que aspiraba, el cristiano. A Santa Inés, de Monte Policiano, fundado quienes quisieran perfeccionarse en las virtudes se les sugerían en la ciudad de Santa Fe, del Nuevo Reino de Granada (Madrid: Phelipe Milllán, mortificaciones en el cuerpo, para lo cual podían emplear cilicios, 1752), 492. disciplinas, ayunos, retiros y vigilias, pero “sin que estas auste23. Diego Solano, Vida Illustre en ridades quiten la salud, ni estorbe obras de mayor obligación, se Esclarecidos Exemplos de Virtud de la deben regir por la prudencia del director espiritual”24. En segunModestisima y Penitente Virgen Doña Antonia de Cabañas. Biblioteca Nacional do lugar se encontraban los cristianos “ordinarios” con virtudes de Colombia, Sala de Raros y Curiosos, ordinarias, a quienes se les recomendaba “obras penales”, espeManuscritos No. 4. f. 36r. 25 cialmente la mortificación de las pasiones , es decir, el control 24. Miguel Godinez, Práctica de la Theologia mystica (Sevilla: Juan de los sentidos. En tercer y último lugar se encontraban los crisBejarano, 1682), 27. tianos más débiles y jóvenes, a quienes la edad no ha madurado las 25. Por pasiones se entendía los deseos sobresalientes a veces de naturaleza sensitiva.

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pasiones. A éstos se les recomendaban mortificaciones leves, por ejemplo vestirse de mala manera, con atuendos viles y pobres; despojarse de lo superfluo, pero también de lo necesario, especialmente se enfatizaba en la renuncia voluntaria al comer, beber, al sueño y al descanso. De esta propuesta se desprenden dos aspectos con respecto al valor social de la mortificación: en primer lugar se trataba de un comportamiento obligatorio para todo sujeto, dependiendo de sus grados de perfección. En segundo lugar, formaba parte de los ejercicios de control de la corporeidad para que el sujeto desplegara una relación armoniosa con el espíritu. De su práctica dependía de que el sujeto se salvara del infierno, o al menos, pasara una temporada en el purgatorio. Ésta es una de las razones por las cuales era frecuente en la pintura colonial la representación de santos en actitudes de mortificación corporal, como este santo Domingo (ilustración No. 4), pues a través de este discurso visual se pretendía enseñar la práctica. En la imagen se puede observar cómo se evidenciaba que el acto de mortificarse en vida (el Más Acá) permitía que el sujeto se convirtiera en un intercesor del purgatorio (el Más Allá). I lustración N o . 4: A nónimo . S anto D omingo , siglo XVII, óleo sobre tela , C omunidad D ominica , B ogotá

Fuente: Foto Jaime Borja, Museo dominicos de Bogotá.

4. L a mortificación o cómo evitar el purgatorio La mortificación estaba estrechamente vinculada con el purgatorio y las postrimerías. Los textos de la época y la pintura incitaban a llevar a cabo esta práctica, que bien ejecutada permitía evitar el purgatorio, o en su defecto, reducía el tiempo de purga. La mortificación mediaba entre el cuerpo y la purificación del alma en este mundo, acción

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que debía estar acompañada de ejercicios espirituales, especialmente la oración. La violencia contra el cuerpo no era un acto de odio contra él como objeto, sino que tenía un fin preciso, sujetar el alma a la razón, lo que además se complementaba con las mortificaciones interiores. Es evidente que esta ideología colaboraba en el proceso de hacer sujetos conscientemente mortificados, lo que modelaba la docilidad necesaria para establecer un imperio unificado, al menos en las creencias. Ésta es una de las razones que explican por qué en las pinturas de purgatorios y juicios finales neogranadinos, al lado de la figura central que presidía la escena, siempre habían mártires y santos que se habían hecho famosos por su capacidad para infligir mortificación en el cuerpo. En este purgatorio de Vargas de Figueroa (ilustración No. 5), Cristo resucitado preside la escena, indicando el carácter salvífico del acto de purgar, rodeado por la “corte celestial”, entre quienes se encuentran mártires como Catalina de Alejandría, Lucía y Bárbara, y santos que sobresalieron por sus penitencias como Rosa de Lima, Ignacio de Loyola, Francisco de Asís y Domingo de Guzmán. De fondo, la idea del modelo de cuerpo mártir estaba relacionada con la misma doctrina que había hecho triunfar el purgatorio. El sufrimiento era una experiencia dotada de unidad que afectaba cuerpo y alma, ambos constituían un ser. Necesariamente el cuerpo alterado por un sufrimiento, indirecto o infligido, también afectaba el alma como resultado del accidente. De esta manera, el dolor del cuerpo era un mecanismo para el ascenso del espíritu. No había una radical dicotomía entre cuerpo y alma, porque la visión beatífica se desbordaba en forma natural en el cuerpo: el cuerpo era el lugar donde se castigaba o se recompensaba. I lustración N o . 5: V argas C atedral de B ogotá

de

F igueroa . P urgatorio . S iglo XVII. O leo

sobre tela .

Fuente: Jaime Humberto Borja Gómez y Constanza Toquica, El Cuerpo y la Mística. Las visiones de Jerónima. Bogotá: Museo de Arte Colonial, 2003.

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Los purgatorios muestran precisamente el cuerpo como espacio de castigo o recompensa, así como también resaltan el carácter del cuerpo individual integrado al cuerpo social, posible por medio de un sacrificio personal que se vuelve expiación del pecado social. Paralelo al tema de los purgatorios, visualmente era más frecuente la presentación de pinturas que mostraban escenas de santos mortificándose. Éstas pretendían enseñarle a los buenos cristianos cómo ejercerla y en qué momentos hacerlo, lo que se reafirmaba en las lecturas edificantes y en el sermón. Este San Pedro Alcántara (ilustración No. 6) comunicaba a los católicos la importancia de la mortificación corporal mediante la utilización de cilicios (instrumento en los antebrazos y el vientre), o las disciplinas (látigo en la mano derecha). Además la imagen icónica se comportaba como un vanitas representado en la calavera: la humildad consistía en reconocer lo pasajero de la vida y en mortificar el cuerpo, para aspirar a la salvación. Como esta pintura, las Marías Magdalenas y los Franciscos de Asís solían representarse de esta manera. Apoyando este discurso, la literatura colonial también enseñaba en qué momento y cómo se debía llevar a cabo la mortificación. I lustración N o . 6: A nónimo . S an P edro A lcántara , I glesia de S an J uan de D ios , B ogotá

óleo sobre tela , siglo

XVII,

Fuente: Rodolfo Vallin y Laura Vargas, Iglesia de San Juan de Dios. Bogotá: Arquidiosecis de Bogotá, 2004.

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5. L a mística del corazón La idea de las tres iglesias y el discurso de la vía purgativa permiten entender el sentido de estos purgatorios y Juicios finales dentro de la llamada mística del corazón. El problema parte, como ya se ha mencionado, de la reiterada presencia del Cristo en la Pasión o el Resucitado con los símbolos de la pasión (ilustraciones Nos. 1, 2 y 5). Pero también la presencia de las que podríamos denominar sus “extensiones”, esto es, santos que por su forma de vida fueron “premiados” con la inscripción de las llagas de Cristo en sus propios cuerpos. El fenómeno de la inscripción del cuerpo de Cristo en el cuerpo de los santos no fue una situación novedosa para los santos del barroco. Para entonces ya existía una larga tradición que traducía la imitación en el cuerpo: la estigmatización de San Francisco, la transverberación de Santa Teresa o la entrega del corazón a Santa Gertrudis son tan sólo algunos de los casos representativos de una larga cadena de fenómenos ligados a una prueba de la elección26. No es gratuito que estos tres típicos ejemplos de inscripción tuvieron una amplia acogida en el Nuevo Reino, como lo muestra la producción pictórica colonial, lo que establece una correspondencia con los santos que aparecen en los juicios finales y en los purgatorios. La relación con el cuerpo llagado establecía un orden de correspondencia con el cuerpo doloroso de Cristo, en los lugares donde había recibido las heridas (pecho, manos, pies). De hecho, el culto a las llagas era relativamente “nuevo” en la tradición Cristiana, pues se le menciona por primera vez en el siglo XI, pero la devoción se extendió a partir del siglo XIV27. Estaba fuertemente vinculado con la crucifixión, por lo que adquirió un culto relativamente importante porque representaba el cuerpo herido en sus últimos momentos. La presencia en los purgatorios y los juicios finales de santos llagados o con las impresiones pretendían resaltar la importancia de la mortificación en vida, lo que los convertía en sujetos que intercedían por los condenados. El cuerpo llagado se comportaba como escenario de pasiones, tan presente en la cultura colonial, que fue intensamente narrado en la literatura edificante y hagiográfica. Revelada como herida-llaga en el pecho, la narración de Diego Solano sobre la vida ejemplar de la laica Antonia Cabañas está inspirada en esta mística del Corazón: “Y llego la borrasca a tanto crecimiento, en olas de amor divino, que ya el alma no lo podía sufrir y ya que no podía, el que su cuerpo fuera igualmente semejante al cuerpo de su esposo Jesús crucificado: quiso por sus propias manos, siendo tirana de amor, dar respiraderos en cinco llagas al corazón, para vivir; pues en ella solo Cristo era el que vivía. Sucedió pues así, estaba en su oratorio, en la oración que solía tener crucificada, desprendido el cabello sobre los 26. Jacques Gelis, “El cuerpo, la Iglesia y lo hombros y espalda modestamente tendido; con el cilicio de puntas sagrado”, en Alain Corbin et. al., Historia aceradas en forma de corona en la cabeza; con toda atención devota del Cuerpo. Del renacimiento a la ilustración (Madrid: Taurus, 2005), 61. y humilde reverencia de rodillas. Meditaba en la cruz a su querido 27. Jacques Gelis, “El cuerpo, la Iglesia y lo sagrado”, 34.

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esposo y aunque en la postura dicha le imitaba quiso hacerlo muy al vivo el corazón que latiendo en los pulsos de la mano la calentura que de su divino esposo la abrazaba empezó fervorosa a descubrir el pecho; que no sufría el fuego divino que en el estaba, el que tuviese ropa que lo abrigara y echando mano de unas tijeras de costura dio con valor y soberano impulso sobre el corazón cinco heridas cortándose en proporción en cinco partes la carne que al corazón cubría y derramando por ellas copiosa sangre, juntamente respiraba el amor que le abrazaba: sosegando al fervor de tener juntas cinco llagas sobre el corazón en memoria de las que su dulce esposo Jesús tenia repartidas en pies, manos y costado. Que soberano impulso! Que devoto aliento! Que intento tierno de trasladar en si lo que en su amado meditaba fervoroso! Quedó el alma bañada de dulzuras, el cuerpo en sangre, el corazón marcado de libre y generoso cautiverio y el fervor satisfecho por haber trasladado una imagen por quien el corazón ardía de amores”28.

Esta interesante narración recoge los principales elementos de la experiencia del amor místico y su relación con el cuerpo. De la cita hay que rescatar varios elementos, en primer lugar las posturas de la oración, luego, la oración acompañada de acciones de mortificación, y finalmente la forma como la pasión media entre alma y cuerpo, la primera queda bañada en dulzuras, el segundo en sangre. Además, esta problemática se entienden con más claridad si tenemos en cuenta que el siglo XVII es el momento central de la evolución de la metáfora del Sagrado Corazón, evolución barroca del “dulcísimo corazón de Jesús” que provenía de la baja Edad Media29, y que sería tan importante para la futura Colombia a comienzos del siglo XX. ¿Cómo se relaciona esta devoción con la tradición pictórica de los purgatorios? Así como en la literatura colonial estaba presente el tema de la mística del corazón, éste aparece con igual intensidad en la pintura. En este Purgatorio (ilustración No. 7), es evidente el tema, el Cristo señala con su mano la herida del costado, una forma de invitar al devoto a meditarla. El efecto persuasivo se podía ejecutar de diversas maneras, por ejemplo, santos y vírgenes que se llevan la mano al pecho, las lactaciones o los corazones flamígeros (ardientes) fueron otras formas de narrar la devoción. El sentido de la herida del costado revela una piedad muy particular, que también ahonda en viejos temas medievales. Los textos neotestamentarios no mencionan qué lugar del pecho fue atravesado por la lanza, pero la tradición 28. Diego Solano, Vida ilustre en católica acogió el lado derecho porque éste representaba la noesclarecidos ejemplos de virtud de la bleza, de allí el significado simbólico de la diestra y la siniestra, la modestísima y penitente virgen Doña Antonia de Cabañas (manuscrito), f. izquierda. La herida del costado tenía significados ambiguos, pues 142r-142v. no se trataba solamente del pecho masculino abierto, sino también 29. Jacques Le Goff y Nicolás Truong, Una historia del cuerpo en la Edad Media (Barcelona: Paidós, 2005), 131-132.

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de la versión masculina del seno femenino: si de uno emana sangre, del otro emana leche. En este espacio se unían las devociones a Cristo y la Virgen. Ahora, el asunto no era sólo simbólico, pues en medio se encontraba la estrecha relación que existía entre la sangre y la leche. La sangre simbolizaba la vida, y debido al carácter de la sangre derramada por Cristo, significaba la que limpia el pecado y salva, el paso a la otra vida. Ilustración No. 7: Anónimo. Purgatorio, siglo XVII, óleo sobre tela, Iglesia de Sopó

Fuente: Foto Jaime Borja, Iglesia de Sopó en Sopó.

En la tradición medieval la leche era una corrupción de la sangre30, lo que también la convertía en un importante símbolo que remitía a vida y sabiduría. La leche era el vehículo que comunicaba las virtudes. Por esta razón, la espiritualidad de muchos santos está en la añoranza de succionar el pecho de Cristo o el de la Virgen31, lo cual tenía una larga tradición en Occidente: era una transfusión de vida y conocimiento. La explícita relación entre sangre y leche estaban puestas en función de la salvación, así como la correspondencia entre los dos pechos. Es el cuerpo espiritualizado y el alma

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30. Acerca del valor simbólico de la sangre véase Patrick Vandermeersch, Carne de la pasión. Flagelantes y disciplinantes. Contexto históricopsicológico (Madrid: Editorial Trotta, 2004), 79-86. 31. En la historia de la cristiandad había casos muy famosos de estos santos y su devoción al pecho. San Bernardo de Claraval, fundador del Cister, era famoso por el chorrito de leche que le dispensó la virgen desde su pecho. Una gota cayó sobre su hábito negro de benedictino, y por milagro lo convirtió en blanco. Por otra parte, las visiones de las monjas se relacionan con la succión de la herida de Cristo, de lo cual Santa Teresa de Jesús fue una de sus propiciadoras.


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corporizada. El círculo que acompaña sangre y leche es más complejo, pues se trata de la idea de que la Virgen alimentó a Jesús con sus pechos, lo que en él se convierte en sangre, la misma que posteriormente se derrama. Él es entonces emanador de salvación, y en este deseo se encuentran el sentido de estos dos líquidos como las recetas de salud espiritual y corporal. El contacto con un objeto tan íntimo como los líquidos santos, convertían al sujeto en este caso al purgante, en una especie de “elegido” por Dios, lo que le aportaba una responsabilidad social. Esta problemática explica una buena parte del discurso de los purgatorios y juicios finales neogranadinos. En varias pinturas se evidencia a Cristo no sólo mostrando su herida, sino “lavando” con sangre a los purgantes. El Juicio final de Gregorio Vásquez (ilustración No. 8) es un interesante ejemplo: la representación se divide en dos partes, la superior la ocupa la figura central del Cristo de la Parusía (la segunda venida) rodeado de santos. La parte inferior, la tradicional escena del Juicio final y la disposición simbólica del espacio que cualquier cristiano de su época entendía: a la siniestra de Cristo, los condenados cuyos cuerpos están siendo atormentados por los demonios; mientras que a la derecha, los elegidos, cuyos cuerpos permanecen en reposo, contemplando la escena beatíficamente, mientras que el gesto del brazo derecho de Cristo los señala. Ilustración No. 8: Gregorio Vásquez. Juicio Final, óleo sobre tela, siglo XVII, Iglesia de San Francisco, Bogotá

Fuente: Roberto Pizano, Gregorio Vásquez de Arce y Cevallos. Bogotá: Editorial Siglo dieciséis, 1986.

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La relación con la mística del corazón se encuentra en el seno desnudo de la virgen, el cual compositivamente apunta a la herida del costado derecho de Cristo, mientras su mirada se dirige hacia la llaga de su hijo. La relación entre la sangre y la leche es explícita, pero las imágenes de la inscripción de la pasión en el cuerpo no se agotan aquí, sino que se expanden al conjunto de santos que acompañan la gloria de la Parusía. A la derecha del Cristo se encuentra San Francisco mostrando el estigma del pecho, Santa Clara sosteniendo la custodia sobre el pecho, símbolo de la introyección del sagrado corazón, y San Jerónimo mostrando el fuego encendido en su corazón. Al lado izquierdo San Agustín sostiene el corazón flamigero sobre su pecho, San Ignacio el símbolo IHS sobre el suyo, Santa Teresa la flecha de la transverberación sobre su corazón y San Juan de Dios, la corona de espinas. De esta forma, visualmente se complementaba la compleja relación entre la mística del corazón con la Pasión en sus diferentes vertientes de mortificación. C onclusión El cuerpo sangrante del Cristo crucificado supone entonces una inscripción en el cuerpo del creyente que al mismo tiempo es una lección moral que remite a ciertas virtudes: resignación, paciencia, sufrimiento, aquellas que permitían sobrellevar la estancia en el purgatorio. El tormento al cuerpo en el purgatorio significaba entonces una recompensa, la posibilidad de espiritualizar el cuerpo, práctica generada por la imitación del sufrimiento, que según el cristianismo, había recibido Cristo en su propio cuerpo. En este contexto se entiende con más claridad la complicada relación que existía entre cuerpo, sangre y mortificación, así como la participación de estos eventos en la conformación del cuerpo social. Si los purgatorios representaban las tres iglesias -el cuerpo social- también revelaban las relaciones de solidaridad entre el mundo de los vivos (la iglesia Militante) y el mundo de los muertos (la iglesia Purgante). Ambos conformaban la comunidad humana32. Aquellos que estaban en el Más Allá, purgaban por todo el género humano, pero fundamentalmente, el deber de los que estaban en el Más Acá era ejercer un conjunto de acciones para aliviar las penas de los purgantes. El flos sanctorum de Ribadeneyra, en lo que corresponde a la fiesta de “Los santos difuntos”, que celebraba al purgatorio, afirmaba: “[Q]ue pueden, y deben ser socorridas, y ayudadas de los fieles con ayunos, limosnas, oraciones y sufragios, para que mas presto alcances la bienaventuranza y visión de Dios que esperan”33. Desde el siglo XII la Iglesia había reconocido la importancia de estas acciones para beneficio de los “fieles difuntos”, doctrina rati32. Emilio Mitre, “Apuntes sobre la ficada permanentemente en diversos concilios, de los cuales Trento representación del purgatorio en la Europa del siglo XIV”, en Temas afirmaba enfáticamente en su profesión de fe: “Sostengo constanMedievales (Buenos Aires: Conycet, temente que existe el purgatorio y que las almas allí detenidas son 1993), 17. 33. Pedro de Ribadeneyra. Flos Sanctorum de la vida de los santos, Tomo III, 327. hist. crit.

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ayudadas por los sufragios de los fieles”34. De esta forma, la oración, la mortificación, las indulgencias y especialmente las misas eran mecanismos de solidaridad para esta gran comunidad humana, de vivos y muertos, de modo que los vivos tenían la obligación de ayudar a otros vivos y a los muertos; mientras que los muertos glorificados ayudaban a los vivos (la intercesión de los santos) y a los otros muertos (los que yacen en el purgatorio). Todos estos aspectos se recogían en la misa ofrecida a los santos difuntos, allí se congregaban las tres Iglesias, y como sacrificio, vivificaba la mística del corazón35. Estos aspectos mencionados son tan sólo una parte de los contenidos intertextuales y narrativos de los purgatorios y otras postrimerías, como el Juicio final, en el Nuevo Reino de Granada. La riqueza de la lectura de estos purgatorios, a pesar de austera narración si se les compara con los purgatorios de otros territorios coloniales, también se encuentra en otros aspectos que hablan de la sociedad que 34. Enrique Denzinger, El magisterio de los produjo y los veneró: por ejemplo, los gestos de los condenados; la Iglesia, No. 998. Doctrina de otros la función de los demonios como instrumentos de martirio-mortificoncilios se encuentra en los números 427, 456, 464, 535, 693, 780, 993. cación; el culto particular a los santos que ejercen como intercesores; las cofradías y la devoción colonial a las benditas almas; o los objetos 35. Sobre la importancia de la misa en relación a las almas del purgatorio: que median el acto de rescatar las almas. Pintar purgatorios y Juicios Enrique Denzinger, El magisterio de la Finales era una celebración de la buena muerte. Iglesia, 427, 693, 983, 1469.

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“...y todos ellos roban a sus conciudadanos”. Acerca del delito de contrabando en el siglo XIX colombiano

“… y todos ellos roban a sus conciudadanos”. Acerca del delito de contrabando en el siglo XIX colombiano

“…and they all robbed their Fellow Citizens”. The Crime of Contraband in Nineteenth Century Colombia

Resumen

Abstract

Este artículo examina cómo fue considerado y

This article examines how contraband was

sancionado el contrabando en Colombia entre 1821

perceived and punished in Colombia between

y 1886. Para ello, establece primero la manera

1821 and 1886. To do so, it first establishes how

como fue calificado por las autoridades, para luego

authorities viewed contraband and then reviews

revisar las penas a las que fueron sometidos sus

how violators were sanctioned, comparing these

actores y contrastarlas con la evolución que conoció

punishments with the evolution of the legal

el derecho en el mismo periodo. Finalmente se

system over the same period. Finally, the article

abordan los castigos efectivamente aplicados en

addresses the actually-applied punishments in

aras de evaluar si lo planteado en la legislación se

order to evaluate whether the letter of the law was

hizo realidad. Este recorrido busca establecer la

followed. By discerning how authorities viewed

percepción de las autoridades sobre este delito, la

this crime, the coherence between these views

coherencia de ésta con su penalización, la relación

and its penalization, the relationship between this

de este tratamiento legal con el resto de castigos

sanction and other existing punishments and their

existentes y la aplicación de estas sanciones, para

application, the article attempts to determine how

así determinar cómo era visto el contrabando.

contraband was perceived.

Palabras

Key Words

c l av e

Contrabando, delito, penas, Colombia, siglo XIX.

Contraband, Crime, Punishment, Colombia, Nineteenth Century.

Muriel Laurent

Historiadora de la Université Catholique de Louvain, Bélgica, y Doctora en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, España. Profesora Asociada y Directora de la revista Historia Crítica del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del Grupo de Historia del Tiempo Presente (Categoría A1 en Colciencias). Sus intereses investigativos se centran en el contrabando en Colombia en el siglo XIX, la integración europea y la metodología de la investigación histórica (fuentes). Sus publicaciones recientes son: Contrabando en Colombia en el siglo XIX. Prácticas y discursos de resistencia y reproducción (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008) y “Dinamismo ilegal y desafío oficial: el contrabando en Tumaco y el Pacífico Sur en las décadas de 1860 y 1870”, Historia Crítica 37 (enero-abril 2009), 72-99. mlaurent@uniandes.edu.co

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“… y todos ellos roban a sus conciudadanos”. Acerca del delito de contrabando en el siglo XIX colombianoc Me gusta el defraudador fiscal. Es un ladrón honrado. Sólo roba al Estado, que no es otra cosa que una abstracción Ch. Lamb, autor inglés del siglo XIX1.

En esta frase está condensada la razón de mi interés por el tema del contrabando. A pesar de que defraudador fiscal no equivale a contrabandista, ahí está la idea, esencial a mi juicio, de que quien comete un contrabando perpetra un delito de alguna manera menor en la escala de las infracciones a la ley. En efecto, atenta contra el Estado, que en definitiva no es nadie, pero que se percibe a sí mismo como todos. Sobre este punto volveré en adelante porque es lo que aquí quiero profundizar, para entender qué delito era el contrabando en el siglo XIX en Colombia y cómo era visto por las autoridades. Tres elementos más para ubicar mi inquietud. Primero, el hecho de que en los últimos 50 años se han presentado vaivenes en la tipificación colombiana del contrabando, en el sentido de que fue sucesivamente considerado como un delito penal o como una contravención administrativa2. Esa misma sensación de falta de claridad sobre cómo considerar esta actividad me la generó la investigación que hice, sin adentrarme en este punto particular, sobre el contrabando en Colombia en el siglo XIX3. Segundo, el hecho de que los historiadores que se han dedicado a la justicia y a las penas en la historia colombiana del siglo XIX, preocupados por aspectos como el aparato judicial republicano o los castigos4, abordan delitos de naturaleza criminal, dejando de lado los de carácter económico, y reforzando así mi impresión de que con el contrabando estamos frente a algo distinto, menos interesante porque no toca a las personas y a la vez porque son las finanzas nacionales las que se menoscaban.

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Este artículo estudia un aspecto específico del contrabando en Colombia en el siglo XIX y se deriva de la investigación sobre este tema realizada con la cofinanciación de Colciencias en 2001-2002. Agradezco a Camilo Carlos García Santaella y a Camilo Andrés Avila Ceballos por su ayuda.

1. Citado en: Jean-Claude Martínez, El fraude fiscal (México: Fondo de Cultura Económica, 1989 [1984]), 62, quien a su vez lo cita de C. Scailteur, El deber fiscal (Salamanca, 1983), 7. 2. Antes de 1970 el contrabando no era un delito penal; entre 1970 y 1991 se penalizó (prisión); de 1991 a 1997 se despenalizó (contravención administrativa); y desde 1997 se volvió a penalizar. Carlos Mario Molina, “Delito de contrabando. La neocriminalización del contrabando o la muestra de la errática política penal colombiana”, Revista de derecho penal 4 (diciembre 1997 - enero 1998): 11-20. Sobre el particular véase también el trabajo de carácter jurídico de Iván Cadavid, El delito de contrabando (Medellín: Impresos Super, [197?]). 3. Muriel Laurent, Contrabando en Colombia en el siglo XIX. Prácticas y discursos de resistencia y reproducción (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008). 4. Ver por ejemplo: Francisco Barbosa, Justicia: rupturas y continuidades. El aparato judicial en el proceso de configuración del Estado-Nación en Colombia 1821-1853 (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2007); y Héctor Hernández, La pena de muerte en Colombia 1821-1910 (Bucaramanga: Sic Editorial, 2007).


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Tercero, el hecho de que, como dijera Germán Colmenares, los delitos que se persiguen en un momento dado hablan de la sociedad que se busca constituir5 y, por ello, conocer la manera como era considerado el contrabando algo dice del mundo social sobre el que se vuelca la reglamentación, en este caso comercial, y las penas que contempla. La sociología jurídica iniciada por Emilio Durkheim va en este sentido cuando considera que “el derecho se relaciona estrechamente con las manifestaciones culturales de una sociedad en una época determinada” y que “las normas jurídicas son, ante todo, representaciones colectivas que se elaboran desde un medio especial: el Estado”. Según eso, el catálogo de delitos de una sociedad es interesante porque “las normas penales defienden preceptos de carácter moral, sancionando la transgresión de un precepto que se relaciona íntimamente con la moralidad social”, y porque “las leyes penales definen de manera indirecta los valores que defiende una determinada formación social”6. Aunque aquí se está haciendo referencia a lo penal y no sabemos aún si el contrabando fue considerado como tal, estas ideas son claves para el propósito que estoy abordando. Con base en estas premisas, articulo una serie de preguntas alrededor del contrabando como delito entre 1821 y 1886 en Colombia7. Quiero inicialmente conocer la gravedad que, en el discurso, se atribuyó al contrabando y si existió una evolución al respecto a lo largo de los años. Me interesa evaluar el tono y el lenguaje utilizados con el fin de determinar el nivel de preocupación que generaba el contrabando para las autoridades y, así, la forma como percibían este delito. Pretendo, en segunda instancia, establecer qué penas se estipulaban en la legislación, si hubo modificaciones en éstas con el avance del siglo, así como en tercer lugar dilucidar si éstas fueron consecuencia de los cambios que conoció el derecho, es de5. Germán Colmenares, “El manejo cir, si las etapas políticas y de reformas tuvieron alguna influencia ideológico de la ley en un periodo en la forma como se consideraron las sanciones para el contrabande transición”, Historia Crítica 4 (julio-diciembre de 1990): 9-10. do. Me interesa finalmente mirar, en la medida de lo posible, si las Colmenares se refiere más a la sanciones estipuladas se aplicaron. ejecución y aplicación de la ley que a su formulación, que pensamos también Antes de desarrollar estos puntos, volvamos un momento sobre ofrece información sobre la sociedad el asunto del delito sin víctima, como lo he querido llamar. Y me esperada. interesa esta forma de denominarlo porque, a diferencia de otros 6. Aura Peñas, “Utilitarismo y tradicionalismo en la legislación penal delitos cuyas víctimas pueden nombrarse e identificarse como serepublicana: el código de 1837”. Revista res humanos, en este caso se trata de un fraude contra la Hacienda colombiana de Sociología 26 (2006): 11. pública y, por ende, contra el Estado, o sea, para volver al epígrafe, 7. El periodo estudiado va de la adopción a algo abstracto, impalpable. No decía otra cosa una enciclopedia de la Constitución de Cúcuta (1821), que consagró definitivamente la de principios del siglo XX cuando, en la rúbrica “contrabando”, Independencia de la Nueva Granada, señalaba que “[e]l delito de contrabando no tiene una naturaleza hasta la Constitución de 1886, con la que se inició formalmente la Regeneración, nueva etapa para el territorio colombiano.

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criminosa, como el homicidio o el robo por ejemplo, pues al paso que los actos constitutivos de éstos son delictuosos per se, los de contrabando constituyen o no éste según los tiempos y países y según el régimen fiscal que se adopte”8. La diferenciación aludida en esta cita apunta a distinguir entre delitos ‘universalmente’ reprobados y delitos cuyo rechazo depende de varios factores, como el lugar, el momento y el marco fiscal, es decir, ubicados en el tiempo y el espacio. O sea, en un sistema político, económico, social y cultural propio, diferente a los demás; en últimas, situados históricamente. Tal vez se pueda discutir aquello del carácter per se de los primeros, pero no es el punto aquí. Lo que me parece clave es cómo se refuerza con esta afirmación el aspecto mencionado arriba, en cuanto que a través de los delitos, y de éste en particular, se vislumbra una sociedad. 1. D e “ escandalosa

defraudación ” a

“ pecado

mortal ”: el delito

en el discurso

Empezaré examinando la manera como el Legislador, en las leyes y los decretos9, y el Ejecutivo, en las memorias de Hacienda, se refirieron al contrabando. Por medio del tono y del vocabulario, se entreverá la gravedad que, según el discurso oficial, tenía el contrabando. Incluso se verá la forma como las autoridades percibían la dimensión del contrabando. Revisemos entonces la legislación, en particular en sus exposiciones de motivos -o considerandos-, siendo ahí donde se valoraba, cuando se hacía, el comercio ilícito. En 1823 dos leyes contenían referencias al contrabando. Mientras que la primera incluía una fórmula lapidaria acerca del “detestable crimen de contrabando”10, la segunda era más generosa en adjetivos negativos: se trataba de una “criminal y escandalosa defraudación” cuya “gravedad” se deducía de su impacto; los defraudadores mostraban una “sórdida codicia” y, como si se tratara de una enfermedad, “estos males funestos exigen imperiosamente remedios eficaces”11. En cuanto al impacto, la legislación recalcó constantemente el perjuicio causado a la riqueza nacional y a la moralidad12. En 1826, en la medida en que los fraudes contra las rentas nacionales eran “tan comunes y escandalosos”, había que “refrenar [esta] propensión”13. Finalmente, en 1828 dos decretos contenían referencias sucintas pero poco halagadoras. Se hablaba de los “males” causados por la defraudación de los derechos de aduanas14 y, en el caso del contrabando de oro en polvo, se lo denominaba como “escandaloso” y como un “pernicioso mal”15. En 1832, respecto a la

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8. Enciclopedia universal ilustrada europeoamericana, t. XV (Madrid: Espasa-Calpe, [1908?]), 181. 9. La legislación seleccionada es la que versa sobre aduanas, comercio exterior, tarifas arancelarias, estancos, productos específicos, resguardos, etc. La legislación se consultó en Codificación Nacional, Vol. I a XXXIV (Bogotá: Imprenta Nacional, 19241955). 10. Ley (agosto 5 de 1823) que arregla la distribución de los comisos de los géneros estancados. 11. Ley (agosto 5 de 1823) que establece las penas que deben aplicarse a los defraudadores de derechos en las aduanas litorales. 12. Sobre este asunto ver Muriel Laurent, Contrabando en Colombia en el siglo XIX, 227-228 y 538. 13. Decreto (noviembre 23 de 1826) que impone penas a los defraudadores de la Hacienda pública. 14. Decreto (marzo 14 de 1828) que suspende las disposiciones contenidas sobre derechos de importación y exportación en la ley de 13 de marzo de 1826. 15. Decreto (marzo 15 de 1828) que prohíbe la extracción de oro en polvo de las provincias mineras y dicta medidas para impedir el contrabando.


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exportación fraudulenta de oro, se hacía referencia a un “fraude tan escandaloso” y a una “infracción tan criminal de las leyes”16. En estas cinco normas no sólo se destacan los calificativos negativos en la forma como se nombra el contrabando (como nombres: crimen, mal, infracción; como adjetivos: detestable, criminal, escandaloso, funesto, pernicioso), sino que también hay indicaciones sobre aspectos como su extensión (es común, hay una propensión), sus autores (y su sórdida codicia) y su carácter de enfermedad (que exige remedios). En definitiva, un delito nefasto y además extendido. En el mismo sentido, en 1822 se consideró que el empleado público que hiciera fraude, al abusar “de la confianza con la que el gobierno lo ha distinguido”, era “acaso más traidor a su Patria, que lo que lo es el que trama una conspiración, o deserta de las banderas en donde se ha alistado”17. Equiparar el funcionario corrupto con un conspirador y un desertor es una muestra más de la gravedad que para el Legislador revestía el hecho de colaborar con el contrabando, y 16. Decreto (mayo 2 de 1832) que prohíbe permite también concluir que éste no sólo era visto como un atensacar los oros en polvo de ciertas tado contra las rentas nacionales, sino también contra el propio provincias. Estado, por la misma lógica que hizo apuntar luego que éstas eran 17. Decreto (febrero 23 de 1822) por el cual se imponen penas a los “el nervio del Estado”18. defraudadores de la Hacienda nacional. Es supremamente interesante constatar que las valoraciones ne18. Decreto (noviembre 23 de 1826) que gativas sobre el contrabando se concentran en la década de los veinte, ordena ejecutar fielmente las leyes de cuando la práctica de motivar las normas era constante, mientras Hacienda. que fueron desapareciendo luego, a la par que se hacían escasas las 19. Entre 1830 y 1886 no desparecieron, por supuesto, las normas que se exposiciones de motivos19. referían al contrabando, en su título o Pasemos ahora a la revisión de las memorias de Hacienda, ejeren sus artículos, pero evolucionaron hacia ofrecer meras constataciones de cicio anual presentado por el correspondiente secretario sobre los su existencia, en una legislación más asuntos de su ramo, entre los cuales está el de las aduanas. Si en la ejecutiva y neutral. mayoría se señala la existencia del contrabando, no en todas apa20. Juan de Dios Aránzazu, Exposición que recen valoraciones negativas sobre el mismo. Sin embargo, cuando el secretario de Estado en el despacho de Hacienda hace sobre los negocios de su se ofrecen, no varían sustancialmente del tono de los considerandos departamento al Congreso Constitucional antes señalados. Lo que sí es notable es que no tienden a disminuir de la Nueva Granada en 1838 (Bogotá: Imprenta de Lleras, 1838), 270. con el paso de los años. 21. Mariano Calvo, Exposición que hace El secretario Juan de Dios Aránzazu se refirió en 1838 al “crecido el Secretario de Estado en el despacho número de contrabandistas, su descaro y su arrogancia”20, mientras de Hacienda, sobre los negocios de su departamento al Congreso Constitucional que Mariano Calvo, su homólogo en 1841, mencionó el “escandaloso de la Nueva Granada en 1841 (Bogotá: contrabando”21, y Manuel Murillo en 1851 hablaba del “extenso y escanImprenta de J.A. Cualla, 1841). daloso contrabando” como de un “mal enorme”22. Juan Nepomuceno 22. Manuel Murillo, Informe del secretario Gómez, en 1853, consideró al contrabandista como un “comerciante de Estado del Despacho de Hacienda de la Nueva Granada al Congreso Constitucional de 1851 (Bogotá: Imprenta del Neogranadino, 1851).

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falto de patriotismo y probidad” y al contrabando como un “camino ilícito”, para el cual había una “propensión”23. En 1856 Rafael Núñez no escatimó, por su parte, en el uso de fuertes fórmulas de descalificación: “[D]elito cuyo verdadero carácter se ha querido desfigurar [centrándose en sus efectos superficiales y olvidándose que tributar es básico para el Estado]”; “crimen de tanta mas gravedad [porque la ley procede de la 23. Juan Nepomuceno Gómez, Informe libre voluntad de los que deben obedecerla]”; y “acción perniciosa de del secretario de Hacienda al Congreso un mal tan seriamente grave”. En fin, “delinquir” era la consecuenConstitucional de la Nueva Granada en sus sesiones ordinarias de 1853 (Bogotá: La cia del contrabando que “se verifica[ba] en grande extensión”, de la Secretaría, 1853). “infracción continuada a la ley” y del “inmenso contrabando”24. 24. Rafael Núñez, Esposición que el secretario En 1860 y 1861 Ignacio Gutiérrez señalaba los “abusos comerciade Estado del Despacho de Hacienda de 25 les”, el “hábito del contrabando” y el “gran contrabando” , mientras la Nueva Granada, dirije al Congreso Constitucional de 1856 (Bogotá: Imprenta que, siendo secretario de Hacienda en 1873, Aquileo Parra estimaba de El Neogranadino, 1856). que el contrabando se hacía “en cantidad no despreciable”, estaba 25. Ignacio Gutiérrez, Esposición que el “organizado de un modo permanente”, era “profesional para algunos Secretario de Estado del Despacho de Hacienda de la Confederación Granadina comerciantes del país” y era “una amenaza [para el comercio honrado dirige al Congreso constitucional de 1860 y la renta de aduanas], lo que lo conducía a subrayar la “gravedad de es(Bogotá: Imprenta de la Nación, 1860); Ignacio Gutiérrez, Memoria sobre tos hechos”26. Aníbal Galindo, finalmente, fue de los más parcos al sólo la Hacienda Nacional de la Nueva tildar, en 1883 y 1884, el contrabando de “extenso” y “escandaloso”27. Granada presentada al Congreso en 1861 (Bogotá: Imprenta de la Nación, Para completar los dos tipos de documentos revisados en los pá1861). rrafos anteriores, también se rastrearon las fórmulas utilizadas para 26. Aquileo Parra, Memoria del secretario de caracterizar el contrabando en otras fuentes, siendo la mayoría de ellas Hacienda i Fomento dirijida al Presidente oficiales. En la memoria de Hacienda del Estado de Antioquia de 1867, de la República para el Congreso de 1873 (Bogotá: Imprenta de Gaitán, 1873). Abraham Moreno consideraba a los defraudadores de las rentas como 27. Aníbal Galindo, Memoria del secretario “un temible enemigo” del Tesoro público y al fraude no sólo como una de Hacienda dirigida al Presidente de la “viveza”, sino también como una “falta contra la moral” y una “violaUnión para el Congreso de 1883 (Bogotá: Imprenta a cargo de N. Torres, 1883); ción de la lei Divina”, y también como “ese cancro del Tesoro”28. Aníbal Galindo, Memoria del secretario de La prensa oficial reprodujo también un discurso similar. En 1832 Hacienda dirigida al Presidente de la Unión para el Congreso de 1884 (Bogotá: Imprenta se encuentra referencia a “la criminal carrera del contrabando” y a cargo de N. Torres, 1884), 174. 29 a los contrabandistas como unos “infelices” . En 1835, si el contra28. Es Moreno mismo el que subrayó la bando era apenas considerado como un “mal”, los contrabandistas palabra viveza. Abraham Moreno, por su parte “[daban] un pernicioso ejemplo a los demás”, “[robaInforme que el secretario de Hacienda presenta al ciudadano Gobernador del ban] descaradamente y sin una chispa de vergüenza”, “[tenían] un Estado de Antioquia (Medellín: Imprenta modo de vivir tan odioso y perjudicial” y “[eran] las sanguijuelas de de Isidoro Isaza, 10 de julio de 1867), 16. 30 las rentas publicas” . 29. “Hacienda pública. Parte I”, Constitucional del Cauca 3, Popayán, 19 En dos artículos del periódico La Bandera Nacional figuraron rede agosto de 1832. ferencias del mismo estilo en 1838. Por un lado a la “codicia de los 30. “Parte editorial. Contrabandos. Receta”, Constitucional del Chocó 4, Quibdó, 24 septiembre de 1835, 4.

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defraudadores”, al “mal que agotara los recursos de la nación”, a la “acción deshonrosa” y a la “preocupación criminal y vergonzosa” que constituía el contrabando31; y por otro lado, a que “defraudar al estado sus derechos es pecado mortal” y que los contrabandistas no tenían escrúpulos32. Finalmente, en la correspondencia de aduanas se reflejaron, aunque se ofrezcan aquí pocas muestras, las opiniones de ciertos empleados públicos y de algunos ciudadanos. Según el administrador de la aduana de Tumaco en 1867, el contrabando era considerado por “todos los gobiernos” como su “mayor enemigo”33 y, de acuerdo con su sucesor en 1869, existía una “predisposición natural al contrabando peculiar a aquellos habitantes [del Suroccidente]”34. Para un representante del resguardo de Tolú el fraude a las rentas nacionales era de una “escandaloza generalidad”35. Por su parte, los individuos externos al servicio público, respectivamente un ciudadano y un comerciante, caracterizaron a los contrabandistas como “bribones”36 y “bandidos”37. Si bien las diversas fórmulas utilizadas son un reflejo de quien las empleó, por ejemplo en función de sus intereses profesionales 31. “Alegato del ministro fiscal del o personales, son también muestras de una tendencia generalizada tribunal del Cauca en la causa de H. Grice”, La Bandera Nacional 21, Bogotá, a rechazar tajantemente el contrabando. No sobra decir, paralela11 de marzo de 1838, 83-84. mente, que la palabra contrabando también fue usada por las mismas 32. “Memoria sobre la renta de tabaco”, personas o por otras de una manera neutral, es decir, sin imprimirle La Bandera Nacional 29, Bogotá, 6 de mayo de 1838. una connotación negativa, sin expresar una opinión. En todo caso, llama la atención en estas sentencias las grandes dimensiones que 33. Carta del administrador de la aduana de Tumaco, Tomás Acevedo, al se le atribuyen al contrabando, así como el carácter escandaloso, Secretario de Hacienda y Fomento, que así como puede remitir a la dimensión, también puede remitir a Tumaco, 18 de octubre de 1867, AGN, SR, Aduanas, Ad. Tumaco, t. 2, f. 504. la visibilidad. Este discurso si bien desapareció de los considerandos 34. Carta del administrador de la aduana legislativos, siguió manifestándose en otro tipo de documentación, de Tumaco, Fulgencio Olave, al lo que permite concluir que se mantuvo de manera bastante estable Secretario de Hacienda y Fomento, Tumaco, 8 de diciembre de 1869, AGN, a lo largo del periodo estudiado. SR, Aduanas, Ad. Tumaco, t. 3, f. 947. Como se pudo entrever en una de las muestras anteriores, hubo 35. Carta de la Inspección del resguardo, quien considerara el contrabando como un robo. No fue el único. Me Tolú, 28 de diciembre de 1876, AGN, parece interesante presentar ejemplos de este razonamiento, en tanSR, Aduanas, Ad. Tolú y Orocué/Aracua, t. 1, f. 310. to que realizándolo, sus autores buscaron precisamente mostrar el 36. Carta de un ciudadano de Cartagena robo al Estado o a la Nación como un robo a los ciudadanos, de tal reproducida en Ignacio Gutiérrez, manera que lograron trasladar la abstracción mencionada en el epíEsposición que el secretario de Estado del Despacho de Hacienda de la Nueva grafe, materializándola en personas de carne y hueso que son, así, las Granada dirije al Congreso Constitucional víctimas del contrabando. de 1858 (Bogotá: Imprenta de la Nación, 1858). Un primer raciocinio fechado de 1835 muestra como lógicas las ecuaciones contrabando = robo, y contrabandista = ladrón, desarrollando 37. Carta del comerciante Santiago Ledezma al Secretario de Hacienda y Fomento, Turbo, 28 de julio de 1869, AGN, SR, Aduanas, Ad. Quibdó, t. 1, f. 805.

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además la idea de que el robo era a toda la población del país, pues los dineros de la Nación pertenecían a todos sus miembros. Por consiguiente, cada uno de los habitantes, como conciudadano que era, debía sentirse robado por el contrabandista y convencerse de ello para lograr que nadie volviera a tolerar este robo personalizado. “Los contrabandistas siempre andan de arriba abajo, y de abajo a arriba, [...] robándose descaradamente y sin una chispa de vergüenza los intereses de todos, porque todos somos propietarios de la plata de la Nación. […] El que vende, por ejemplo, tabaco de contrabando, roba: es ladron el que tiene comercio clandestino de oro; y el que elude el pago de un derecho establecido por la ley tambien es ladron; y todos ellos roban a sus conciudadanos. De suerte que si todos nos convencemos de que los contrabandistas roban lo que es de nosotros mismos, claro esta que todos nos interesaremos en perseguirlos, y nadie los protegerá, puesto que ninguno quiere que le tomen lo suyo”38.

Una segunda reflexión, más corta, versaba en 1838 sobre la diferencia que encontraba el contrabandista entre “usurpar” a alguien y a la Nación, y su poca lógica tratándose de la misma acción, aunque el doliente fuera distinto: “[A]l propio tiempo que alguno de ellos se creería eternamente infamado si se usurpase alguna cantidad agena, no encuentra el menor embarazo ni siente el mas leve remordimiento cuando se usurpa las propiedades nacionales”39. El mismo año, un tercer razonamiento, además de igualar también el hurto a personas con el robo al Estado, se indignó por la despreocupación evidente de los contrabandistas por algunos preceptos de la religión católica, como el que consideraba este acto una falta de graves consecuencias: “Admira ver que en nuestra tierra, donde tanto alarde se hace de catolicismo, y tanto celo se muestra por la pureza de la religión, no se crea que defraudar al estado sus derechos es pecado mortal, como lo es el hurtarle a cualquiera particular lo que es suyo. Ya se ve, hay gentes, y no pocas, que hacen consistir la religión en ciertas practicas y actos exteriores como quitarse el sombrero cuando tocan las oraciones, cargar unas andas en Semana Santa, asistir al miserere a San Agustin, hacer cruces en la boca al 38. “Parte editorial. Contrabandos. bostezar, defender los conventos etc, y no escrupulizan quedarse Receta”, Constitucional del Chocó 4, Quibdó, 24 septiembre de 1835, 4. La con los derechos que las leyes han establecido para sufragar a los cursiva es mía. gastos nacionales”40.

El cuarto y último argumento sobre el robo fue más tardío, de 1867, y como el anterior, vinculó la ecuación contrabando = hurto con el atentado

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39. “Alegato del ministro fiscal del tribunal del Cauca en la causa de H. Grice”, La Bandera Nacional 21, Bogotá, 11 de marzo de 1838, 83-84. 40. “Memoria sobre la renta de tabaco”, La Bandera Nacional 29, Bogotá, 6 de mayo de 1838. La cursiva es mía.


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a la religión. Para el autor, quien es el ya mencionado secretario de Hacienda del Estado de Antioquia, en la medida en que el contrabando iba contra la moral y contra la “lei divina”, sus contemporáneos tenían “mui falsas ideas morales” y se fijaban “poco en la severidad de las leyes del Cristianismo”. Sobre el símil con el robo, decía: “Yo siempre daré el mismo calificativo al que sustrae furtivamente la propiedad particular, como al que sustrae la de la Comunidad representada por el Gobierno; al que engaña o defrauda a un particular, como al que engaña o defrauda al Gobierno; al que no paga lo que debe a aquel, como al que no paga lo que debe a este. El precepto de ‘no hurtar’ comprende tanto a las sociedades como a los individuos; i el derecho de propiedad es sagrado e inviolable sea cual fuere la persona en quien resida”41.

En definitiva, se hace evidente el interés de determinados contemporáneos en desmontar la idea de abstracción del Estado, subrayando que éste representa, e incluso es, un conjunto de ciudadanos que como individuos son las víctimas tangibles del contrabando. Se percibe también la manera como se busca, en algunos casos, obviar la disociación entre el delito civil y la moral o el pecado, que teóricamente se había promulgado con el Código Penal de 183742, asunto sobre el que volveremos. 2. ¿P residio o multa ?: el delito y su sanción Para revisar las penas contempladas es necesario distinguir los tipos de contrabando y los actores. En efecto, no se sancionaron de la misma manera el fraude que atentaba contra la renta de aduanas y el fraude contra las demás rentas (géneros estancados y productos cuyo comercio libre era prohibido). Igualmente, tampoco recibieron las mismas penas los dueños de las mercancías, los otros involucrados (como capitanes de barco por ejemplo) y los empleados públicos corruptos. a.

C ontrabandistas y otros involucrados Aunque el decomiso -también llamado comiso, retiro, pérdida o perdimiento- fue la sanción básica que contempló la legislación para el contrabando, a veces fue complementada con otra pena o reemplazada por una multa. En 1823 se dispuso el decomiso del contrabando, y a veces también del resto del cargamento perteneciente al dueño del con41. Abraham Moreno, Informe que el trabando, y del buque en el que se hubiera introducido. Mientras secretario de Hacienda presenta al que éste último castigaba el capitán, el de la mercancía se aplicaba ciudadano Gobernador del Estado de Antioquia (Medellín: Imprenta de a su dueño. Para determinar si se decomisaba la sola mercancía de Isidoro Isaza, 10 de julio de 1867), 16. La contrabando o todo el cargamento y si, además, había lugar a otra cursiva es mía. 42. Francisco Barbosa, Justicia: rupturas y continuidades, 198.

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sanción, se procedía de la siguiente manera: la primera vez, si el valor excedía a la quinta parte del cargamento, no sólo se decomisaba el contrabando, sino todo el cargamento y se publicaba en todos los periódicos 43. Ley (agosto 5 de 1823) que establece del Gobierno el nombre del dueño y las circunstancias del hecho; las penas que deben aplicarse a los defraudadores de derechos en las aduanas la segunda vez se le decomisaba todo si el valor del contrabando litorales. El Código penal de 1837 aclaraba pasaba de la décima parte del cargamento; la tercera vez se deque, para esta fecha –más tardía que la medida referida–, la prisión consistía, comisaba todo si el contrabando llegaba a la duodécima parte del para el preso, en estar en “un castillo, cargamento y también se suspendía al dueño por 10 años de sus ciudadela o fuerte, o una cárcel bien segura, separado en cuanto fuere posible derechos de ciudadano. Por su parte, las personas que hubieran de los demás presos”, haciendo trabajos de colaborado recibían una multa de 200 a 300 pesos, conmutable su elección y para él, proveyendo con eso a su subsistencia. Art. 52 del Código penal en meses de prisión, de cuatro a seis, en caso de no poder pagar(junio 27 de 1837). 43 la . Para los capitanes de buques, se introdujo una modificación 44. Ley (marzo 13 de 1826) que establece a inicios de 1826: se les aplicó una multa, que podía oscilar entre los derechos de importación que deben pagar todas las mercancías y efectos 200 y 1.000 pesos44. Antes de 1826 los contrabandos de aguarcomerciables. diente, tabaco, oro y sal eran castigados con decomiso de la 45. Ley (septiembre 29 de 1821) sobre mercancía y eventualmente del buque o vehículo45. derechos de exportación y exención de A finales de 1826 se incrementaron radicalmente las sancioellos a varios artículos; Ley (agosto 5 de 1823) que arregla la distribución de nes a los defraudadores de las rentas, a los encubridores, fautores los comisos de los géneros estancados; o receptadores. Además del decomiso de la mercancía de conLey (agosto 5 de 1823) que prohíbe la introducción por los puertos de la trabando y del buque, carruaje o caballerías, se les enviaba a República de los aguardientes de caña presidio entre seis y 10 años46. Como defraudadores se entendía y sus compuestos; Ley (julio 10 de 1824) que prohíbe la importación de a los individuos que hicieren contrabando a la renta de aduanas, sales extranjeras por los puertos de la con productos prohibidos o sin pagar los derechos arancelarios, República. así como a las rentas de amonedación, tabaco y aguardientes47. 46. El Código penal de 1837 aclaraba que, para esta fecha –más tardía que la medida Como bien lo aclara López, los que defraudaban la renta de salireferida–, en un presidio los presos 48 nas no se incluyeron en esta medida . trabajaban en obras públicas todos los días excepto los festivos, por mínimo nueve Esta drástica medida fue modificada en 1828 de la siguiente horas diarias y con un grillete al pie. Art. manera: si el contrabando no pasaba de 10 pesos, había decomiso 44 del Código penal (junio 27 de 1837). del contrabando; cuando “llega[ba] a 50 pesos” (o sea entre 10 y 50 47. Decreto (noviembre 23 de 1826) que pesos) el dueño además perdía el vehículo y recibía “tres meses de impone penas a los defraudadores de la Hacienda pública. presidio urbano”; si pasaba de 50 pesos, se reemplazaba lo último 48. Luis Fernando López, Historia de la Hacienda y por la ida a “uno de los presidios de las plazas de armas por el el Tesoro en Colombia 1821-1900 (Bogotá: Banco 49 término de tres años” . No es claro hasta cuándo fue vigente esta de la República, 1992), 66. modificación, ya que la medida de 1826 parece haberse manteni49. Circular (julio 14 de 1828) que modifica el do en los años treinta e incluso en los cuarenta, como veremos decreto de 23 de noviembre de 1826 sobre penas a los contrabandistas, Circular (julio más adelante. En cuanto al fraude al estanco de aguardientes, que 19 de 1828) que adiciona a la que modifica fue restablecido para el centro y el Sur de la República en 1828, se las penas a los contrabandistas, Circular (agosto 28 de 1828) que hace extensivo a todos los contrabandistas los efectos de las órdenes de 14 y 19 de julio.

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estipuló que las penas serían las de las leyes, órdenes y reglamentos que en tiempo del gobierno español regían en esta materia50. En 1847 los contraventores a las disposiciones sobre comercio de importación incurrían en la pena de decomiso, que se aplicaba, según los casos, a la mercancía de contrabando solamente, a todo el cargamento o adicionalmente al buque. No había decomiso únicamente si la mercancía de con50. Decreto (marzo 14 de 1828) que trabando, siendo de la misma clase de la tarifa, no excedía de un restablece el estanco de aguardientes 5% de los declarados. Además del retiro, se preveía que “las senen los departamentos del Centro y Sur. tencias condenatorias que se pronuncien […] se publicarán por la 51. Ley (junio 14 de 1847) orgánica del imprenta”51. Una precisión se introdujo en 1849 en cuanto a que comercio de importación (art. 67 y 70). el capitán de buque estaría sujeto a una multa de 800 reales si le 52. Ley (junio 2 de 1849) adicional a la de 14 de junio de 1847, orgánica del faltaban bultos que no tuvieran dueño identificable52. Estas dispocomercio de importación. siciones, levemente complementadas en 1853, fueron válidas hasta 53. Ley (mayo 27 de 1853) adicional a la 185653. orgánica de comercio de importación, En cuanto al tabaco, en 1844 la ley estableció que además del de 14 de junio de 1847; Ley (junio 25 de 1856) que da bases al Poder Ejecutivo decomiso del bien y del vehículo, se debía aplicar una multa de 25 para reglamentar la renta de aduanas. a 200 pesos y la prisión de tres meses a un año, penas que se dupli54. Decreto (junio 6 de 1844) orgánico de caban si había reincidencia54. Respecto a la sal, en 1844, además del la renta de tabaco. decomiso del bien y del vehículo, había una multa de un peso por 55. Ley (mayo 26 de 1844) sobre salinas. arroba decomisada, conmutable en caso de no pago en un día de 56. Ley (mayo 26 de 1847) orgánica de la prisión por peso55. En 1847, además del consabido decomiso, había Renta de salinas. El Código penal de 1837 indicaba que el arresto se cumplía una multa de 10 reales por cada quintal si el contrabando no exceen “cárcel, cuartel, cuerpo de guardia, día cinco quintales, conmutable en un arresto de 10 a 50 días; si el casa municipal o cualquiera edificio o establecimiento público acomodado contrabando era mayor a cinco quintales, se remitía el sumario al al intento, según las circunstancias juez de Hacienda para tramitar el juicio criminal, pagando un muldel lugar del delito o culpa, y de la persona. Art. 66 del Código penal (junio ta igual al valor de lo decomisado o cumpliendo pena de prisión a 27 de 1837). razón de ocho días por cada 10 reales de multa56. En cuanto al frau57. Ley (mayo 30 de 1847) adicional a la de a otras rentas, estuvo vigente la pena de decomiso, como en el de 23 de mayo de 1846, de impuestos caso del oro y del tabaco57. sobre el oro y su libre exportación en pasta y polvo; Ley (mayo 31 de 1849) En 1848 se menciona en la ley sobre código de procedimiento en de impuestos sobre el oro y la plata; negocios criminales que además del decomiso, el “contrabando o Decreto (junio 28 de 1849) en ejecución de la ley de impuestos sobre el oro y la fraude a las rentas nacionales o públicas” podía ser castigado con plata; Ley (junio 12 de 1849) sobre el prisión o con trabajos forzados58. La mención de la pena de prisión cultivo y comercio de tabaco. puede entenderse en relación con lo previsto para los fraudes a cier58. Ley (mayo 11 de 1848) sobre código de procedimiento en los negocios tas rentas estancadas (tabaco y sal), pero la de trabajos forzados debe criminales (art. 497). Por trabajos referirse a castigos válidos para ciertos empleados públicos, como forzados, el Código penal de 1837 entendía que fuera en un puerto de veremos más adelante. mar o en una fortaleza, en los trabajos más duros todos los días (excepto los festivos), por nueve horas diarias

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En 1856, se estipulaba como pena una multa igual a los derechos defraudados, a pagar de contado, y “la suspensión del derecho de ejercer por sí o por interpuesta persona la industrial de comercio por mayor, menor o detal, y hacer operaciones de banco o cambio, por un año, si el contrabando fuere de $ 500 de valor, y un año más por cada $ 500 de exceso”. En determinados casos, podía ser decomisado el buque y el cargamento, incluida la mercancía de contrabando59. En 1859, se ampliaron los casos en los cuales debía realizarse el decomiso a la mercancía de contrabando y se puntualizaba que si el fraude excedía de 200 pesos se decomisaba también el vehículo. También se aclaraba que si no se podía decomisar pero el fraude estaba comprobado, se debía pagar “una cantidad igual al valor de las mercaderías, si éste pudiere ser conocido, o si no, una multa de 200 a 2.000 pesos, en razón del monto probable del valor de las mercaderías, deducido del número de bultos y de los demás datos que se obtengan relativamente al fraude cometido”60. Otra puntualización señalaba la sanción en caso de violación de la suspensión de ejercer el comercio: una multa de 100 a 1.000 pesos por cada vez que se haya ejercido y, en caso de reincidencia, el destierro a 20 miriámetros (200 km) del lugar donde se cometió el fraude y por un tiempo no mayor a un año61. En 1860 se ordenó que debieran destruirse los efectos de prohibida introducción que habían sido decomisados62. En 1861 se confirmaba la disposición acerca de la suspensión del ejercicio comercial en los mismos términos que en 1856, pero la multa pasaba a ser del doble de mínimo, y que los presos fueran unidos de dos en dos con cadena o arrastrando los derechos defraudados63. cada uno la suya con un peso. Art. 41 En 1864 se preveía, para los fraudes graves, el decomiso de la merdel Código penal (junio 27 de 1837). cancía y a veces del buque, y para los fraudes menores, una multa cuyo 59. Ley (junio 25 de 1856) que da bases al Poder Ejecutivo para reglamentar la valor variaba según el fraude efectuado (y podía ser “igual al valor de renta de aduanas. las mercancías”, o de 50 a 1.000 pesos, o de 25 pesos por bulto, o de 60. Ley (mayo 7 de 1859) adicional y un porcentaje sobre el monto de los derechos). En determinados casos reformatoria de las de 25 de junio también podía aplicarse la suspensión del derecho de ejercer la profede 1856 y 25 de junio de 1858 sobre aduanas. sión del comercio y de hacer operaciones de banco o cambio, “por un 61. Ley (mayo 7 de 1859) adicional y año si el fraude no excediere de 500 pesos y un mes más por cada 50 reformatoria de las de 25 de junio pesos de exceso”. La medida relativa al pago de una multa en caso de no de 1856 y 25 de junio de 1858 sobre aduanas. poderse realizar el decomiso se volvía a señalar, con la sola diferencia de que el monto a pagar era ahora de 100 pesos y no de 200. La disposición 62. Ley (mayo 6 de 1860) adicional y reformatoria de las de 25 de junio de en caso de violación de la suspensión de ejercer el comercio también 1856, de 25 de junio de 1858 y de 7 de continuaba, pero con dos modificaciones: la multa iba de 50 a 500 pesos mayo de 1859, sobre aduanas. 64 y el destierro era “por todo el tiempo que deba durar la suspensión” . 63. Decreto (octubre 16 de 1861) orgánico del sistema aduanero de la Unión de En lo sucesivo se siguieron manteniendo las mismas penas, es decir, Colombia. decomisos o multas, modificándose solamente a veces el valor de las 64. Ley 42 (mayo 29 de 1864) Código de aduanas; Código de aduanas (junio 21 de 1865).

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multas. A partir de 1872 se añadió a esas la sanción de arresto de dos a cuatro meses, pero no es claro hasta cuando existió esta pena65. En cuanto a la sal, que seguía estancada, se aplicaba la pena de decomiso66. En definitiva las sanciones instauradas para los actores principales del contrabando sufrieron modificaciones entre la década de los veinte y la de los ochenta. El momento de mayor dureza fue obra de Simón Bolívar, y esta medida no parece haber sido modificada luego de su muerte. La severidad empezó a mermar a partir de mediados del siglo, al ser reemplazada la reclusión por la suspensión de la actividad mercantil. A su vez, hubo alguna diferencia temporal en el trato de ciertas rentas estancadas, cuyo fraude recibió en la década de los cuarenta el encierro como castigo. b.

E mpleados públicos Por su parte, las sanciones aplicables a los empleados públicos involucrados en contrabando tendieron a ser más fuertes que las que recibieron los contrabandistas y sus colaboradores, y ello básicamente porque su apoyo a la actividad ilegal constituía una contravención a sus obli65. Ley 74 (julio 7 de 1866) sobre aduanas; Ley 70 (junio 21 de 1872) adicional gaciones como funcionarios. En 1822 se ratificó un decreto de 1819 y reformatoria de las de Aduanas; en el que se estipulaba que al empleado de la Hacienda nacional que Decreto (agosto 13 de 1872) sobre disposiciones de Aduanas que deben hiciera “fraude o mala versación en los intereses públicos” se le apliobservarse desde 1° de septiembre caba “irremisiblemente la pena de muerte”. Si se trataba de “poco de 1872. Código de Aduanas; Ley 36 (octubre 28 de 1886) sobre Aduanas. celo en el desempeño de su destino en perjuicio del erario nacional”, sería privado de su empleo y destinado “al servicio de las armas, o a 66. Ley (abril 24 de 1866) sobre salinas; Decreto (enero 7 de 1870) que establece un presidio de los de Guayana según las circunstancias”67. En cambio, la recaudación del derecho de en 1823 los empleados de aduanas involucrados en contrabando de internación de sales en las Aduanas. importación o exportación podían recibir penas de pérdida de em67. Decreto (febrero 23 de 1822) por el cual se imponen penas a los pleos, pago del doble de los derechos defraudados e inhabilitación defraudadores de la Hacienda para obtener otro destino de confianza68. nacional. Bushnell anota que esta disposición se suspendió en junio de En 1826, se volvieron a agravar los castigos, que se graduaron 1822 “y no porque el problema hubiera en función del rango del funcionario y del delito cometido. Para desaparecido”. David Bushnell, El régimen de Santander en la Gran Colombia el administrador de la aduana, se planteaban cuatro opciones de (Bogotá: Tercer Mundo Editores incumplimiento, cada una con su respectiva pena: en caso de inepFacultad de Sociología Universidad Nacional, 1966 [1954]), 112. El Código titud, destitución del empleo; en caso de negligencia o falta de penal de 1837 señalaba que, para diligencia, destitución e inhabilitación; en caso de connivencia o una fecha posterior a la de la medida referida, la pena de muerte era la de culpable indiferencia con un subalterno negligente o con un degarrote, que se ejecutaba según un fraudador, diez años de presidio si no hubiera participación en el ritual muy detallado. Art. 32-37 del Código penal (junio 27 de 1837). fraude; si hubiera participación en el fraude o que el fraude fuera cometido sólo por el administrador, eran diez años presidio y el 68. Ley (agosto 5 de 1823) que establece las penas que deben aplicarse a los defraudadores de derechos en las aduanas litorales.

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perdimiento de todos sus bienes si no tuviera hijos y de una tercera parte de sus bienes si tuviera hijos. Los demás empleados de Hacienda que no prestaren el debido auxilio a los administradores o no practicaren con pronta exactitud las diligencias a su cargo, por su parte, recibían una multa de 500 pesos la primera vez y, en caso de reincidencia, el doble y prisión por un año69. Contrario al caso de los contrabandistas que no figuraban ahí, en el Código penal de 1837 quedó plasmada la suerte de los funcionarios que infringieran sus obligaciones. En lo que respecta al empleado sobornado, sea que hubiera hecho algo contrario a sus obligaciones o dejado de hacer algo que debiera ejecutar, se le aplicaban las siguientes sanciones: inhabilitación perpetua para obtener empleo público, prisión de seis meses a dos años, infamia, multa igual al triple del cohecho recibido o prometido y notificación de la sentencia en un lugar público70. Sanciones similares, pero también otras, se estipulaban para los funcionarios que dispusieran de los caudales de la Hacienda nacional para objetos privados: había desde condena a trabajos forzados por varios años hasta multas, pasando por privación del empleo con inhabilitación por varios años o per69. Decreto (noviembre 23 de 1826) por el petua, infamia y apercibimiento71. A pesar de que no solía ser este cual se declara que los gobernadores departamentales y los intendentes fraude en el que incurrían los que colaboraban con los contrabandos, deben hacer cumplir las leyes. señalemos estas diferentes penas, en la medida en que siguieron de 70. Art. 505 del Código Penal (junio 27 actualidad más adelante en el siglo. En efecto, las penas señaladas de 1837). La pena de infamia consistía en estos artículos siguieron vigentes en 1868 y 1872 para el caso del en la pérdida de los derechos de ciudadanía (por ejemplo lo referente empleado público que, sin autorización, dispusiera de los fondos que al acceso a la justicia y al servicio se recauden en las aduanas o de los que deban recaudarse en la tesopúblico). rería general por derechos de importación72. 71. Art. 478 a 481 del Código Penal (junio 27 de 1837). La suspensión del cargo pasó a ser la pena aplicable en caso de irregularidad en el actuar de los empleados públicos. En 1872, por 72. Ley 25 (mayo 30 de 1868) adicional y reformatoria de la de aduana (art. ejemplo, era la sanción para los empleados del resguardo que infrin24); Decreto (agosto 13 de 1872) sobre gieran los pasos a seguir en caso de descargas y para los empleados disposiciones de Aduanas que deben observarse desde 1° de septiembre de encargados del reconocimiento de la mercancía que no hicieran lo 1872 (Art. 156). prevenido legalmente73. Por otro lado, una medida específica, para 73. Ley 70 (junio 21 de 1872) adicional y los cónsules que certificaban erróneamente las facturas o soborreformatoria de las Aduanas y Decreto (agosto 13 de 1872) sobre disposiciones dos, rigió una disposición particular. Desde 1866 recibían una multa de Aduanas que deben observarse igual al doble de los derechos consulares pagables sobre el mismo desde 1° de septiembre de 1872. Código de Aduanas. documento; en 1886 la multa pasó a ser de 50 pesos por factura y 100 74 pesos por sobordo . 74. Ley 74 (julio 7 de 1866) sobre aduanas (art. 23); Decreto (agosto En resumen, los funcionarios que colaboraran en contrabandos 13 de 1872) sobre disposiciones de fueron sometidos a sanciones más severas que los contrabandistas, en Aduanas que deben observarse desde 1° de septiembre de 1872. Código de Aduanas. Ley 36 (octubre 28 de 1886) sobre Aduanas.

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tanto que su función los obligaba a evitar precisamente los fraudes en perjuicio del erario nacional. El espectro de penas previstas para ellos fue, a su vez, más amplio. Si también se nota en este caso la dureza de la legislación bolivariana, tal no fue tan distinta a la anterior y a la posterior, contenida ésta en el Código penal. Sin embargo, con el tiempo la pena capital devino en encierro y finalmente a suspensión del cargo, siendo éste el castigo más común desde mediados del siglo. 2. “En buenos principios de legislación la pena debe ser proporcionada al delito”: la evolución de las penas

Si el discurso denunciando el contrabando como un delito grave no sufrió alteraciones de fondo durante el periodo que se estudia, las penas por su parte evolucionaron, pasando de unas drásticas a unas más leves. Este cambio debe ser analizado teniendo en cuenta las influencias que pudieron explicarlo y las modificaciones que sufrieron en general los castigos en el siglo XIX. Si nos remontamos a la argumentación que, en 1764, desarrolló el jurista italiano Cesare Beccaria (1738-1794) en De los delitos y de las penas, encontraremos elementos centrales que debieron influir en el pensamiento de los que, como veremos abajo, opinaron sobre los castigos aplicables en los casos de contrabando. En efecto, Beccaria dedicó a este delito específico cuatro párrafos de su obra, en los cuales expresó algunas de las preocupaciones que hemos venido planteando75. En cuanto al delito mismo, el jurista era enfático: “El contrabando es un verdadero delito que ofende al soberano y a la nación” o, dicho de otra manera, “un hurto hecho al príncipe, y por consecuencia a la nación misma”. Aquí también había la consideración del contrabando como un robo y, más aún, como un robo al Estado, entendido éste como el gobierno y la población. Beccaria enseguida aclaraba dos cosas importantes. En primer lugar, que “[e]ste delito nace de la ley misma”, es decir, en la medida en que la ley estipula un de75. César Beccaria, De los delitos y de las penas, Facsimilar de la edición príncipe en terminado pago, el delito se produce si éste no se efectúa. Además, italiano de 1764, seguida de la traducción de entre más alto es ese pago más tentador y útil es no pagarlo. Por Juan Antonio de las Casas de 1774, Estudio introductorio de Sergio García Ramírez ello, en tanto que menor es el impuesto, menor es la ganancia y (México: Fondo de Cultura Económica, menor el interés, ya que tomar el riesgo es de poca utilidad. Lo 2000), 299-300. que decía aquí Beccaria no era otra cosa que la que han dicho los 76. Por ejemplo: Francisco Comín, “Corrupción y fraude fiscal en investigadores dedicados al contrabando: más alto es el arancel, la España contemporánea”, en más promueve su fraude76. González, Manuel et al., Instituciones y corrupción en la historia (Valladolid: La segunda aclaración, de grandes implicaciones para las penas, Instituto de Historia Simancas, era que los hombres no veían este delito como una ofensa contra Universidad de Valladolid, 1998), 55109; Walther Bernecker, Contrabando. ellos, no les generaba indignación, su consecuencia era remota para Ilegalidad y corrupción en el México del siglo XIX (México: Universidad Iberoamericana, 1994).

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ellos, la impresión que causaba era poca, sólo se veía el daño al príncipe y no a la nación, era un mal que no era conocido por los hombres. Por ello, ni el delito ni su autor eran vistos como atentando directamente contra los hombres, como sería un robo a alguien o una falsificación en un escrito. Tenemos aquí un llamado al principio de realidad: la sociedad no estaba viendo el contrabando como un delito grave y esta realidad debería ser asumida de esta forma por las autoridades -en efecto, Beccaria no planteaba que hubiera ahí algo contra lo cual se debiera luchar para que fuera rectificado-. Para el autor, la consideración anterior era clave en la determinación de las sanciones. En efecto, las “penas infamativas” no servían para este delito por dos razones. Primero, porque no eran consideradas como adaptadas al problema generado, que era inexistente para los hombres. Segundo, porque las penas para los delitos que sí eran considerados como infamativos perdían entonces fuerza, en la medida en que se terminaba equiparando los delitos cometidos por la pena idéntica que les era impuesta. Por ejemplo, si la pena de muerte se aplicaba para el que asesinaba a un faisán y para el que asesinaba a un hombre, la diferencia entre el animal y el hombre desaparecía porque el castigo recibido era el mismo, y eso no podía ser así. Por ello, las penas más adecuadas eran claramente la pérdida del género contrabandeado y del patrimonio del contrabandista y, eventualmente, la prisión y la servidumbre. Pero éstas dos últimas debían ser “conforme a la naturaleza del mismo delito”. De hecho, hay contrabandos graves por el monto defraudado y el impacto sobre las finanzas del país, para los cuales la pena debía ser “considerable, hasta la prisión, hasta la servidumbre”, pero ajustada al delito cometido: “Por ejemplo, la prisión por hacer contrabando de tabaco no debe ser común con la del asesino o el ladrón; y las ocupaciones del primero, limitadas al trabajo y servicio de la regalía misma que ha querido defraudar, serán las más conformes a la naturaleza de las penas”77. En definitiva, estos argumentos de Beccaria apelaban a proporcionar las penas al delito cometido y a evitar estipular, en las leyes, castigos desmedidos que no se compadecían con el reducido inconveniente causado a la sociedad78. Todo parece indicar que estos mismos principios fueron los que guiaron los comentarios de varios de los que se manifestaron frente a las penas existentes en distintos momentos del periodo en estudio. En 1834 el secretario de Hacienda, Francisco Soto, se iba lanza en ristre contra la legislación vigente. Se refería claramente a la disposición de 1826 que contemplaba, a su juicio, castigos desproporcionados con relación al delito cometido y, por ende, contraproducentes, llamando a un ajuste racional: “[L]as penas severas […] han debido inspirar en los mismos jueces el deseo de no aplicarlas […] y en verdad que no parece racional esperar que se imponga, además de la pérdida del género, la pena de presidio, desde seis hasta diez años, con las costas del proceso,

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77. César Beccaria, De los delitos y de las penas, 300. 78. Por otro lado, para el jurista italiano el fin de las penas no era atormentar ni afligir, sino impedir al reo causar nuevos daños y retraer a los demás de la comisión de otros igual. Héctor Hernández, La pena de muerte, 37.


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por la aprehensión de una libra de tabaco, de una cántara de aguardiente, de una pieza de cinta, objetos en que se comete el fraude”79.

Todavía en 1849 el presidente de la República, Tomás Cipriano de Mosquera, emitió una opinión similar: “[L]as leyes penales contra el contrabando son ineficaces cuando es difícil aplicarlas, i todas las que impongan como castigo prisiones i presidios se harán ilusorias. En buenos principios de lejislación la pena debe ser proporcionada al delito”. Como pena más adecuada, sugería que el comerciante fuera privado del ejercicio de su profesión por un tiempo determinado por el monto de la defraudación80. Como vimos, esta consideración fue incluida en la legislación desde los años cincuenta y se mantuvo en las décadas siguientes, abandonando así el presidio como castigo para los contrabandistas, que de hecho se fue dejando de manera generalizada a mediados del siglo XIX81. Si bien los castigos se suavizaron a partir de mediados del siglo, todavía se encuentran comentarios que subrayaban su inadecuación. En 1866 el administrador de la aduana de Cartagena consideraba que debía haber “severidad en las penas para el fraude calificado, haciendo pequeñas las penas que se imponen a simples descuidos”82. El tema central aquí era el de la dificultad para distinguir, en las aduanas, entre los verdaderos intentos de contrabando y las irregularidades en la documentación aduanera. En efecto, entre 1865 y 1875 se generaron opiniones contradictorias sobre este asunto: para algunos secretarios de Hacienda ciertas infracciones menores eran voluntarias, es decir, asimilables a contrabando, y por ello debían recibir una sanción severa, mientras 79. Francisco Soto, Esposición que hace al Congreso Constitucional de la Nueva que para otros se trataba de errores involuntarios, y por ello no había que Granada en 1834, el Secretario de Estado en castigarlas sino rectificarlas83. Lo anterior es lo que siguió planteando, en el despacho de Hacienda, sobre los negocios de su departamento (Bogotá: Imprenta 1882, el secretario de Hacienda, quien estimaba que las penas aplicables de B. Espinosa, 1834). en caso de importación ilícita eran muy severas y que esa exageración 80. “Mensaje del Presidente de la Nueva provocaba la vacilación de la justicia a la hora de aplicarlas, produciendo Granada Tomás Cipriano de Mosquera al Congreso de 1849, Bogotá, 1 de como consecuencia que las faltas más graves no fueran castigadas84. marzo de 1849, a propósito de la lei Volviendo a la evolución que conocieron las penas a lo largo del puesta en práctica el 1 de enero de 1848 sobre comercio de importación”, siglo XIX, es preciso aclarar el giro que paulatinamente se fue dando Gaceta Mercantil 75, Santa Marta, 14 de en el ordenamiento jurídico colombiano con el influjo de la corriente marzo de 1849, 4. liberal, influenciada por Beccaria, pero también por Jeremy Bentham 81. Héctor Hernández, La pena de muerte, 13. (1748-1832). Gracias a esta influencia europea, la concepción del castigo 82. AGN, SR, Ad., Ad Cartagena, t. 2, f. 654 y la función de la pena fueron modificándose, logrando en la primera (Cartagena, 1866). mitad del siglo consolidar el sistema jurídico nacional y, a partir de 83. Muriel Laurent, Contrabando en mediados del siglo, con las reformas liberales y el radicalismo liberal, Colombia en el siglo XIX, 502-508. incluir cierta racionalización85. De hecho, para el periodo entre 1850 y 84. Antonio Roldán, citado en Luis Fernando López, Historia de la hacienda, 271. 1886 habían desparecido los castigos corporales como la pena muerte 85. Héctor Hernández, La pena de muerte, 16, 24, 36, 39-42.

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y el presidio, que fueron reemplazados por penas no corporales, como la inhabilitación o suspensión, tanto para el ejercicio del comercio como para el de los cargos públicos. La legislación española, que contemplaba la pena capital como una de las sanciones para el contrabando y la violación a los monopolios estatales86, conservó parcialmente su vigencia -aunque no sea el caso en cuanto a este castigo concreto-, por un lado, porque el poder legislativo decretó, hasta la década de los treinta, su mantenimiento en caso de vacío en la nueva normatividad republicana, y por otro lado, porque una parte de las penas retenidas por el legislativo republicano tuvo su raíz en las practicadas durante el periodo colonial. Bolívar y Santander, por ejemplo, “plasmaron una legislación dura e implacable, con alto contenido simbólico, que hundía sus raíces en legado del derecho penal español de corte medieval”, con el afán de promover el respeto a la autoridad y al orden institucional emergente87. A su vez, el Código penal de 1837 fue influenciado por la legislación penal europea (código francés de 1810 y español de 1822) y fue una mezcla entre el pensamiento utilitarista y racionalista de Bentham y el tradicionalismo arraigado en la moralidad católica88. Los comentarios de corte religioso citados en páginas anteriores pueden entenderse mejor en relación con la ase86. Héctor Hernández, La pena de muerte, 18. veración de que la sociedad se regía por la moral católica, mientras 87. Héctor Hernández, La pena de muerte, 21. que la actitud ciudadana frente al Estado era regida por el derecho de 88. Aura Peñas, “Utilitarismo y orientación liberal89. Se pueden leer como intentos de cerrar esta bretradicionalismo”, 9-10 y 22. Sobre el benthamismo, ver Jaime Jaramillo, El cha, en el sentido de que los valores religiosos eran los que la sociedad pensamiento colombiano en el siglo XIX respetaba y, por eso, ciertos contemporáneos recurrieron a ellos para (Bogotá: Ediciones Uniandes - ICANH - Banco de la República - Colciencias que la ley fuera comprendida. - Alfaomega, 4ª ed., 2001), 117-134. Aunque el contrabando no figuraba en el Código penal de 1837, es inteEste código penal fue retomado en los siguientes códigos penales resante confrontar la lista de los castigos -de mayor a menor- ahí contenida colombianos del siglo XIX. Francisco con los estipulados para este delito en la legislación anterior y posterior, Bernate, “El código penal colombiano de 1890”. Estudios Socio-Jurídicos, julioen aras de mostrar cuáles de todas las penas vigentes fueron retenidas por diciembre 2004, 540-541. los legisladores y cuáles no. Entre las penas corporales estaban la muer89. Aura Peñas, “Utilitarismo y te, los trabajos forzados, el presidio, la reclusión en una casa de trabajo, la tradicionalismo”, 19. vergüenza pública, la prisión, la expulsión del territorio de la República, el 90. Código penal (junio 27 de 1837). confinamiento de un distrito parroquial, cantón o provincia determinada Entre los encerramientos, la escala descendiente de presidio/prisión/ y el destierro de un lugar o distrito determinado. Como penas no corpoarresto respondía a formas cada vez rales había la infamia, la privación de los derechos políticos y civiles, la menos severas de castigo. En prisión había menos rigidez e imposición que suspensión de los derechos políticos y civiles, la sujeción a la vigilancia de en el presidio, era para delincuentes las autoridades, la inhabilitación para ejercer un empleo público o una prode menor categoría y para faltas en apariencia menos graves. En definitiva, fesión, la privación de empleo público o pensión, la suspensión del empleo, lo importante ahí eran la duración, que profesión o pensión, el arresto, el apercibimiento judicial, la obligación de podía ser considerable (varios años) o mínima (unos meses). El arresto, por su dar fianza de buena conducta, la multa y la pérdida de algún efecto90. parte, era para delitos menores o una medida transitoria. Héctor Hernández, La pena de muerte, 15-16.

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De este catálogo de castigos los legisladores optaron por unos cuantos, siendo para el contrabandista el más severo el presidio y el menos la multa, pasando por la prisión, la suspensión de la profesión, el arresto y el decomiso. Para el empleado público la muerte era la sanción más fuerte y la multa la más suave, pasando por el presidio, la prisión, la privación e inhabilitación del empleo, la infamia, la pérdida de bienes. Aunque por regla general no fueron vigentes al mismo tiempo sino que con el avance del siglo se nota una tendencia a plantear penas cada vez menos severas, no es exagerado decir que las no corporales fueron privilegiadas sobre las corporales. 3. Sobre todo decomiso y multa, a veces cárcel y suspensión: la aplicación de las sanciones a.

C ontrabandistas Por el hecho de que el decomiso y/o la multa siempre fueron las penas que efectivamente se aplicaron cuando se comprobaba el contrabando, no me extenderé sobre ellas, sino que me detendré en las demás sanciones que detecté en los 350 procesos por contrabando revisados. Este examen, hecho sin pretensión de exhaustividad ni de representatividad, busca evidenciar si las penas establecidas efectivamente se aplicaron, o si al contrario no se encuentran pruebas de su aplicación. 91. El 26 de junio de 1827 fue retenido Gracias a los ocho procesos en los que la cárcel es mencionada, se por el juez letrado de Hacienda para observan en realidad tres referencias distintas a la misma: cuando es pagar una multa de 1.000 pesos por este fraude. Como sus bienes fueron claro que hubo encarcelamiento, cuando éste fue sentenciado pero no embargados y se cedieron a sus hay claridad sobre su ejecución y cuando la detención fue mientras se acreedores, Pool remitió el juez al tribunal para que se pudiera realizar resolvía el proceso y pudo darse una excarcelación bajo fianza. este pago y ponerlo definitivamente en Del primer caso hay dos registros. El comerciante inglés Pool eslibertad. AGN, SR, Contrabandos, leg. 1, ff. 514-515 (Cartagena, 1823) y ff. 425tuvo en prisión por orden del Tribunal de Comercio de Bogotá por 428 (Bogotá, 1827). fraude a la renta de naipes de marzo (probablemente) de 1823 has92. AGN, SR, Negocios judiciales, leg 4, ff. ta el 25 de junio de 182791. Por su parte, Matías Alarcón, vecino de 104-106 (Gachancipá, 1827). Gachancipá, estuvo en la cárcel por contrabando de sal, pero no se 93. En carta del 18 de noviembre Miller sabe desde cuándo ni hasta cuándo exactamente, sólo que en una confesó el ensaye pero negó la fundición. No se conoce el contenido visita de Bolívar al pueblo en 1827, Alarcón pidió ser indultado de su de la sentencia del 21 de noviembre, pena por ser manco de ambas manos, lo que le fue concedido92. pero probablemente no fue distinta a la inicial ya que el perjuicio para la Del segundo caso, hay tres registros. El 25 de noviembre de 1828 se orRepública seguía siendo importante. El denó en Cartagena la detención del extranjero George Miller por fraude ensaye es el reconocimiento y examen de la calidad o ley de los metales de fundición y ensaye de oro con cobre93. En marzo de 1829 se dictaminó preciosos. El proceso es confuso en prisión para el Sr. Sañudo, culpable de haber escondido oro en polvo encuanto a aclarar si se trató de una barra o de varias, que es lo más probable. tre pacas de algodón94. A mediados de 1822 Francisco Rodríguez y Manuel AGN, SR, Contrabandos, leg. 1, ff. 443-456 Antonio Novoa fueron llevados a la prisión de Zipaquirá por contrabando de (Cartagena, 1828). 94. AGN, SR, Contrabandos, leg. 1, ff. 704733 (Barranquilla, 1829).

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sal; a las pocas semanas el proceso fue trasladado a Bogotá y los reos fueron remitidos a la cárcel de esta ciudad, pero su suerte definitiva se desconoce95. Del tercer caso hay cuatro registros. Durante el proceso anterior relativo al oro en polvo fueron arrestados por unos días, a principios de marzo de 1829, el comerciante Eduardo Glen, Rafael Barros, patrón del bote, y los bogas Pedro de Altamar, Cosme Suárez, Timoteo Padilla y Antonio Altamar, contra los cuales no se retuvieron cargos puesto que demostraron no haber sido cómplices96. En marzo de 1824 varias personas, entre conductores y propietarios de tabaco en hoja no declarado, fueron apresadas, primero en el cuartel de Sonsón y luego en Rionegro: los dueños del tabaco fueron puestos en libertad bajo fianza, el caso de uno de los detenidos fue diferente -aunque no sepamos en qué medida- porque se le consideró “reo de reincidencia” y de los conductores no se conoce la suerte97. 95. El proceso señala que la medida Más de 40 contrabandistas encontrados haciendo fraude a la renta de que se aplicó fue la Providencia tabacos fueron investigados desde fines de 1823; en los meses y años del Gobierno, firmada por J.M. del Castillo, sobre contrabando de sal, siguientes los arrestos y las declaraciones de los involucrados se fueron dada en Bogotá a 22 de febrero de dando paulatinamente y, por falta de pruebas sobre su participación 1822. Tanto la sal (cinco cargas de ocho arrobas cada una) como las o complicidad, se les fue dejando en libertad bajo fianza, hasta que en caballerías (siete caballos, dos mulas 98 1827 se pronunció la absolución de cargos para todos los acusados . El una silla de montar, nueve enjalmas y los aparejos) fueron decomisadas. curazaleño Cornelio Durán, capitán de una goleta holandesa, fue arresAGN, SR, Asuntos criminales, leg. 4, ff. tado con su tripulación para ser interrogado acerca de un contrabando 361-371 (Zipaquirá 1822). de tabaco de Virginia aprehendido en agosto de 1827: a los dos días 96. Eduardo Glen tuvo que responder inicialmente porque fuera de las fueron liberados los marineros, que desconocían los planes del capitán, pacas de algodón, el palo de mora que mientras que éste quedó encarcelado en la Comandancia de armas, de constituía el resto del cargamento del bote era suyo. Tampoco hubo cargos donde se fugó unos diez o quince días después99. contra Juan Glen, dueño del bote, Claramente la pena de prisión fue sentenciada y también aplicada, que al parecer no fue arrestado. AGN, SR, Contrabandos, leg. 1, ff. 704-733 pero las evidencias son tan pocas (8 de 350 casos, es decir, el 2.3%) que (Barranquilla, 1829). no es posible concluir que haya sido una práctica común. Aparece más 97. El proceso también menciona los bien como una excepción, en la medida en que la carga de la prueba nombres de Ignacio Flórez y Francisco era difícil de establecer. Nieto, pero sin aclarar si había otros involucrados y si ellos eran Otra sanción, la de “perpetuo destierro de estas Provincias”, fue apliconductores o propietarios. AGN, SR, cada en 1833 a Guillermo Clark, capitán de un barco inglés que en 1830 Contrabandos, leg. 1, ff. 25-55 (Medellín, 1824). había introducido en Panamá tabaco y azúcar, de prohibida importa98. Mientras estaban detenidos, al menos ción, y sacado perlas, de prohibida exportación. Se trata de una medida dos de los acusados fueron trasladados de carácter colonial. La decisión de valerse de la ley 7 del título 28 del de la cárcel al hospital, donde uno murió. AGN, SR, Asuntos Criminales, libro 9 de Indias, “que no ha sido derogada”, se debió originar en la leg. 17, ff. 177-360 (San Gil-El Socorro, orden del Supremo Gobierno, emitida en 1829, de restablecer las “prag1823-1827). máticas, cédulas, ordenes, decretos y ordenanzas del gobierno español 99. Por posible complicidad en la fuga, sancionados hasta 18.03.1808, para la sustanciación de los fraudes en se les abrió una causa al cabo y a los

soldados que lo estaban custodiando. AGN, SR, Contrabandos, leg. 1, ff. 521-570 (Sabanilla - Santa Marta, 1827).

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los ramos de tabaco, aguardiente y sal”100. Fue la única vez que encontramos aplicada dicha disposición, de manera que no parece haber sido un recurso frecuentemente utilizado. En cuanto a la suspensión de la actividad comercial, sólo detectamos dos constancias, ambas en Cartagena en noviembre de 1862. El capitán de una goleta nacional fue suspendido por cuatro años, mientras que Manuel Madrid, dueño de un contrabando, lo fue por un año101. Es extraño que no hayamos encontrado más ejemplos de aplicación de esta medida y, además, que coincidan el lugar y el 100. AGN, SR, Negocios judiciales, leg. momento. 1, ff. 627-630 (Panamá-Cartagena, 1830-1833) y Contrabandos, leg. 1, f. 435 Lo que permiten decir los anteriores registros es que los castigos (Cartagena, 1829). La citada orden del “especiales” aplicados fueron muy episódicos, dejando entender que Supremo Gobierno fue mencionada en una comunicación de la Prefectura los contrabandistas sufrían más bien las penas “básicas” de retiro de General del Magdalena al Ministro la mercancía y del vehículo y la multa. Ni siquiera la inhabilitación, de Estado en el Departamento de Hacienda del 25 de septiembre de 1829. privación o suspensión fueron usuales. Del presidio ni hablemos. La Constitución de 1821 (art. 188) se refería a la vigencia de la legislación anterior que no fuera contraria a sus artículos. Las leyes de mayo de 1825 y de diciembre de 1829 señalaban el siguiente orden en que se debían observar las leyes: 1. las republicanas, 2. las pragmáticas, cédulas, órdenes, decretos y ordenanzas del gobierno español, sancionadas hasta el 18 de marzo de 1808, que estaban en observancia bajo el mismo gobierno español, en el territorio que forma la República, 3. las leyes de la Recopilación de Indias, 4. las de la Recopilación de Castilla, 5. Las de las Siete Partidas. Ley (mayo 13 de 1825) que arregla el procedimiento civil de los tribunales y juzgados de la República; Decreto (diciembre 12 de 1829) que arregla el procedimiento en causas civiles.

101. AGN, SR, Ad., Ad. Cartagena, t. 2, ff. 3, 15 y 20-21 (Cartagena, 1862). 102. Señal o marca que se pone en los fardos o bultos en las aduanas, como prueba de que están despachados o reconocidos. http://buscon.rae. es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_ BUS=3&LEMA=marchamo (julio 30 de 2009). 103. Nariño fue encontrado escondiendo un frasco de tinta, que había servido para falsear los marchamos de varios tercios que estaban recién puestos y con tinta fresca. AGN, SR, Contrabandos, leg. 1, ff. 281-292 (Mompox, 1822).

b.

E mpleados públicos Veamos ahora cómo, en los pocos casos con los que contamos, fueron sancionados los empleados públicos involucrados en asuntos de contrabando. En junio de 1822 fueron investigados Francisco Esparragosa y José Antonio Gordon, respectivamente administrador y contador de la aduana de Mompox. Por sus cargos fueron considerados responsables de la falsificación que Antonio Nariño hizo a unos marchamos102 en los almacenes de la aduana. La medida inicial contra los funcionarios fue de arresto en sus casas, mientras para Nariño se ordenó arresto, que se resistió a cumplir, en la cárcel pública de Mompox103. Siendo inconcluso el caso, no se conoce el veredicto final para los empleados, acusados de no velar por lo que ocurriera en las dependencias de la aduana, ni para el tercero, culpable principal de este delito. En mayo de 1829 tres empleados de la aduana de Cartagena debieron responder por dos procedimientos ilegales en el despacho de los cargamentos de una goleta inglesa procedente de Jamaica: por un lado, se expidieron guías sin los correspondientes abonos y, por otro lado, se falsificaron facturas para rebajar los derechos de introducción. Los tres estuvieron en prisión mientras se adelantaban las averiguaciones. Pedro Ma. de León y Meyner, oficial de la aduana, quien respondía por el primer fraude, señaló que era costumbre en

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esta aduana despachar guías a comerciantes acreditados que presentarían luego los abonos, por lo que lo podían procesar por falta de diligencia en sus funciones, pero no enviarlo a la cárcel “como criminal”. La sentencia siguió esta apreciación, ya que fue puesto en libertad con aviso de ser más cuidadoso en el cumplimiento de su labor. A Santiago Carrasquilla, oficial, y a Lorenzo Pareja, contador, considerados culpables de “connivencia”, se les aplicó las siguientes penas, que no se ajustan a las vigentes desde 1823 ni a las planteadas a fines de 1826: ambos fueron destituidos de sus respectivos cargos, el primero con embargo de sus bienes y el segundo, dado su cargo de contador, con prisión por diez años104. En la segunda mitad de la década de los sesenta y a inicios de la siguiente hay cuatro ejemplos de sanciones contra funcionarios en el Suroccidente. En el segundo semestre de 1871 fueron suspendidos varios empleados de la aduana de Tumaco por sus nexos con contrabandistas, por proponer pasar contrabandos contra soborno o por falsificar documentos aduaneros: Benito Martínez de su puesto de guardalmacén fiel de balanza, Enrique Aguilar de su puesto de capitán del bote guardacostas, Joaquín Parada de su puesto de cabo, Baltazar Rosero de su puesto de patrón del bote del resguardo y Ramón Obando de su puesto de guarda del resguardo105. En Carlosama ocurrieron los otros tres casos. En octubre de 1866 fue removido Ignacio de Narváez, cabo jefe del resguardo, por haber dejado abandonado su puesto de vigilancia permitiendo así que pasará un contrabando. En enero de 1870 el empleado Manuel J. Almeida fue suspendido “por haber procedido de un modo contrario al que estipula la ley”. En enero de 1872, Maximiliano Chávez fue suspendido de su cargo de administrador de la aduana, a pesar de múltiples declaraciones en su favor; había sido denunciado por prevaricato, robo y contrabando por el contador Adolfo Narváez, quien resultó después desenmascarado por esta acusación falsa y entonces removido106. Así, la suspensión o remoción del cargo fue claramente la sanción privilegiada para los funcionarios corruptos. Al parecer, ninguno de los otros castigos, por ejemplo los demás contemplados en el Código 104. AGN, SR, Contrabandos, leg. 1, ff. 571-701 (Cartagena, 1829). La cursiva penal, fueron aplicados. es mía: el interesado resalta cómo En cuanto a las multas específicas a las que estuvieron sujetos los la cárcel era vista como una sanción válida para castigar un crimen. cónsules de Colombia en el exterior por elaboración de facturas irregulares, se encontraron cuatro aplicaciones, todas en el año de 1866. 105. AGN, SR, Ad., Ad. Tumaco, t. 4, ff. 888890 (Tumaco, 1871). Tres fueron impuestas por la aduana de Tumaco: una de 50 pesos al 106. AGN, SR, Ad., Ad. Carlosama, t, 1, f. cónsul en Paita (Perú) y dos por el doble de los derechos consulares 403 (Carlosama, 1866) , t. 2, f. 480 cobrados para certificar las facturas a cónsul en Panamá. La cuarta (Carlosama, 1870) y t. 3, ff. 1-22 y 163 (Carlosama, 1872). fue emitida en Santa Marta por 200 pesos al cónsul en Hamburgo107. 107. AGN, SR, Ad., Ad. Tumaco, t. 1, f. 581, t. Como se puede observar, los montos no se ajustan exactamente a los

2, f. 51 y 105 (Tumaco, 1866) y Ministerio de Interior y Relaciones Exteriores, t. 37, ff. 827-828 (Santa Marta, 1866).

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estipulados en la reglamentación, pero los procesos no permiten determinar a qué se debió esta inconsistencia. C onsideraciones finales Si se toman en conjunto los documentos en los cuales se encontró valoraciones sobre el contrabando, el discurso sobre su gravedad conoció poca modificación. Este siempre lo rechazó con un lenguaje fuerte y asemejándolo a un robo, como un atentado al Estado. Incluso se recurrió en ocasiones a pasar este delito de la esfera jurídico-civil a la religiosa, para que su gravedad fuera vista con mayor claridad en una sociedad ampliamente regida por la Iglesia. Esta retórica discursiva estuvo en directa consonancia con el daño fiscal y moral que las autoridades veían como consecuencia del contrabando. Frente a la relativa estabilidad del discurso, las sanciones por su parte sí fueron cambiando y fueron discutidas y reevaluadas, señalándonos así las dudas existentes entre los contemporáneos sobre la mejor manera de castigar este delito, con penas corporales o no, de manera severa o más racional108. En eso hay un claro paralelo entre como se abordaron, desde consideraciones jurídicas cuyo punto de inflexión se ubicó hacia mediados del siglo, el contrabando y las demás infracciones, pero teniendo siempre en cuenta la ubicación menos grave de éste en la escala de delitos. Una constante fue la consideración de que la infracción cometida por el contrabandista no alcanzaba la amenaza que constituía la efectuada por el empleado público corrupto. En este sentido, vale subrayar que el contrabando como tal no fue incluido en el Código penal de 1837, mientras que la corrupción de funcionarios sí lo fue. Esto permite concluir que el contrabando no fue considerado stricto sensu como un delito penal, a pesar de que pudo ser sujeto, sobre todo antes de esta fecha, a penas de encarcelamiento. El contrabando fue más bien tratado, en la ley, como una contravención administrativa, pero eventualmente con penas severas. Esto es, de alguna manera, una incongruencia en la medida en que, por un lado, no coincide con los planteamientos discursivos y, por otro lado, no ubicó claramente el delito en una u otra categoría. Por su parte, la aplicación de las sanciones no suele haber sido conforme a lo previsto en la legislación. Esta conclusión, sin embargo, está mediada por el hecho de que los procesos no necesariamente incluían datos sobre la ley aplicada en el caso concreto, y debe también matizarse por el hecho que el estudio 108. Con la Regeneración, que con la podría hacerse de forma más exhaustiva, recurriendo a otras fuenConstitución de 1886 fundó el orden tes. Habría aquí otra senda por explorar: la del funcionamiento de la bajo la égida de una moral cristiana, y donde el aparato judicial y la pena justicia en los casos de contrabando, que permitiría entender mejor capital fueron medios para construir que ocurría a la hora de aplicar las penas, por ejemplo en términos de y legitimar este proyecto político conservador (Héctor Hernández, La reunión de pruebas o de influencias sobre los jueces, y nos llevaría a pena de muerte, 53), se puede suponer poder hablar más de lo social. que los castigos previstos para el delito de contrabando se fueron volviendo nuevamente más severos. Esto podría servir de hipótesis para otro estudio.

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En últimas, lo que queda claro es el carácter histórico del contrabando como delito que, como cualquier otro tal vez, es función de su contexto y en particular de las concepciones jurídicas, económicas y sociales que lo rodean. En efecto, la discusión en cuanto a derecho fue esencial en la evolución de las sanciones planteadas, mientras que la necesidad de ingresos nacionales -que siempre existe para un Estado y no fue la excepción en el siglo XIX colombiano- fue clave en la estimación de la gravedad del delito, y que el objetivo de las autoridades en términos de constitución social fue fundamental en ubicar el contrabando como un delito significativo que, aunque menor frente a otros, era moralmente perjudicial. Incluso se presenta un conflicto entre estos tres aspectos, en tanto que el discurso ubica el delito como grave, pero los castigos previstos y la aplicación de los mismos no guardan relación con esta gravedad retórica, tendiendo las penas a suavizarse -en paralelo a la tendencia adoptada por el derecho-, aunque el discurso no lo hiciera, y siendo su aplicación al parecer no del todo acorde a lo estipulado. Retomando lo señalado inicialmente, eso implica que no se fue logrando la construcción de la sociedad que se perseguía desde arriba, puesto que ni la tendencia asumida por el derecho ni la aplicación de las sanciones se ajustaron a la retórica discursiva. Es más, con la aplicación de las penas la brecha es todavía mayor ya que en poquísimas ocasiones los contrabandos fueron castigados con algo más que decomiso o multa, a pesar de que las leyes preveían también otro tipo de sanciones. Con eso queremos decir que no hay coincidencia, en términos de valores, entre la sociedad que se busca constituir y la que efectivamente estaba constituida. Así, la idea contenida en el epígrafe parece corresponder con el sentir social en el sentido en que, en la Colombia del periodo estudiado, el contrabando atentaba contra una abstracción y, por ello, antes que ser condenado socialmente constituía una práctica recurrente.

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Potreros, ganancias y poder. Una historia ambiental de la ganadería en Colombia, 1850-1950

Potreros, ganancias y poder. Una historia ambiental de la ganadería en Colombia, 1850-1950

Pasture, Profit, and Power. An Environmental History of Cattle Ranching in Colombia, 1850-1950

Resumen

Abstract

Este artículo examina la expansión de la ganadería

This article examines the expansion of cattle

entre 1850 y 1950 en los bosques de tierra caliente en

ranching into lowland forests of Colombia

Colombia. También explora el papel de la introducción

between 1850 and 1950. It also explores the role

de pastos africanos en el desarrollo de potreros,

of introduced African grasses in the process of

con énfasis en el mejoramiento de la productividad.

pasture development, with particular emphasis

Finalmente, el artículo sugiere que prestar mayor

on productivity gains. And it suggests that

atención a los costos y a la mano de obra en la

paying greater attention to the costs and labor

formación de potreros podría llevar a reexaminar

of pasture formation can push us to reexamine a

algunos estereotipos comunes con respecto a

number of common stereotypes about ranching

la ganadería (por ejemplo, que el ganado era

(for example, that cattle were primarily a means

principalmente un medio para controlar el territorio).

to control territory). This, in turn, should help

Esto, a su vez, debe ayudarnos a entender mejor

us better understand the nature of landed

la naturaleza del poder de los terratenientes y las

power and the dynamics of agrarian change in

dinámicas del cambio agrario en Colombia.

Colombia.

Palabras

Key Words

c l av e

Ganadería, deforestación, pastos africanos, élites

Cattle Ranching, Deforestation, African Pasture

terratenientes, peonaje, Colombia, siglo XIX, siglo XX.

Grasses, Landed Elites, Debt Peonage, Colombia, Nineteenth Century, Twentieth century.

Shawn Van Ausdal

Historiador y PhD en Geografía de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos. Profesor Asistente del Departamento de Historia, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Actualmente tramita en Colciencias su ingreso al grupo de investigación Historia, Ambiente y Política. Sus temas de investigación incluyen el desarrollo del campo en América Latina, la ecología política y la historia de la comida. Algunas de sus publicaciones recientes son: “When beef was king. Or why do Colombians eat so little pork?”, Revista de Estudios Sociales 29 (2008): 86-103; “Ni calamidad ni panacea: una reflexión en torno a la historiografía de la ganadería colombiana” y “Un mosaico cambiante: notas sobre una geografía histórica de la ganadería en Colombia, 18501950”, en El Poder de la Carne, ed. Alberto Flórez (Bogotá: Universidad Javeriana, 2008), 28-46 y 48-117. sk.van20@uniandes.edu.co

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I ntroducción En 1913, Marco A. Salazar proclamó exasperado que estaba “dispuesto a hacer cualquier sacrificio” para disolver su sociedad con Pedro Nel Ospina1. Salazar y Ospina habían trabajado juntos por varios años en adquirir tierras, desarrollar potreros y criar ganado en el norte de Antioquia y el sur de Bolívar, aún cubiertas de bosques en su mayor parte. Apenas el año anterior habían legalizado su sociedad, con la intención de que durara 10 años2. Pero con los banqueros encima suyo y sus fincas generando pérdidas, las relaciones entre los dos se habían vuelto cada vez más tensas. Salazar explicaba que “el gran ensanche que le hemos dado a las haciendas de Cáceres […] necesariamente exige más tiempo del que preví”3. “Cada año se gasta c Este artículo es una versión recortada 4 de “Pasture, profit, and power: An una fortuna y los intereses nos matan” . Salazar dio instrucciones a environmental history of cattle los administradores de sus fincas de economizar cuando fuera posible. ranching in Colombia”, Geoforum (2008) (doi:10.1016/j.geoforum.2008.09.012). Desde la Hacienda Tarazá, Juan Villa escribió de vuelta: “[P]ara poder Esta investigación fue financiada por el darle montaje a estas [haciendas] es preciso hacerle fuerte a los gastos Simpson Memorial Research Fellowship (University of California, Berkeley), para quitar la ventaja a la maleza y poder más tarde llevarlas con toda una beca Fulbright y Colciencias. 5 economía” . Salazar respondió: “Yo he procurado demostrar [a Ospina] Traducción de Catalina Muñoz. lo imposible de [recortar costos bruscamente], pues sería renunciar 1. Archivo de Pedro Nel Ospina y a la coronación de tanto trabajo acometido y resignarnos a perder la Compañía (PNOyC, en la Fundación Antioqueña de Estudios Sociales o enorme suma de dinero y de energías que esos trabajos nuevos repreFAES, Medellín), [carpeta:] 160, f. 461. sentan, que solo nosotros podemos apreciarlo debidamente”6. A Ospina 2. PNOyC, [carpeta:] Correspondencia le advirtió: “[…] más tarde no me vaya a echar la culpa de no haber Recibida [CR] 1912-1916, Mayo 21, 1912. sostenido la organización y defensa de los negocios hoy establecidos y 3. PNOyC, 200, f. 84. cuyos sacrificios están ya hechos […]. Recuerde Ud. cuánta era nuestra 4. PNOyC, 160, f. 386. lucha en los primeros años del negocio”7. La raíz de sus problemas era 5. PNOyC, CR 1915-1916, Febrero 8, 1916. el costo y esfuerzo de convertir los bosques en potreros. 6. PNOyC, 210, f. 189. 7. PNOyC, 180, f. 135. hist. crit.

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Las dificultades a las que se enfrentaban Salazar y Ospina reflejan tres aspectos significativos de la ganadería en Colombia. Primero, estos empresarios gastaron una buena cantidad de energía y dinero en tumbar bosques y sembrar pastos en lugar de criar ganado per se. No fueron los únicos: la expansión de la ganadería en Colombia desde mediados del siglo XIX ha sido en gran medida la historia de la transformación de los bosques del país en “un verde lago colosal” de pasto8. Aunque la conexión entre el ganado y la deforestación en América Latina es bien conocida, para muchos empezó, principalmente, en la década de 1950. Lo que quiero hacer aquí es destacar su historia más larga, por lo menos en Colombia. En segundo lugar, la introducción de pastos africanos no eliminó la empresa de convertir los bosques en potreros, como algunos asumen. Y en tercer lugar, el gasto involucrado en el desarrollo de fincas ganaderas en las tierras cálidas colombianas señala la necesidad de reexaminar algunos estereotipos comunes: que la lógica de la ganadería no era la producción de carne, que el ganado era principalmente un medio para controlar el territorio y que las “ganancias” de la ganadería provenían de fuentes extraeconómicas. En otras palabras, necesitamos repensar la suposición que sostiene la “paradoja de la ganadería latinoamericana”: que dado que “la ganadería como una actividad económica productiva es tenue”, su lógica debe encontrarse en otra parte9. Al descartar el aspecto productivo de la ganadería, muchos estudiosos han promovido una explicación limitada de por qué la ganadería ha dominado el campo colombiano. Y a su vez han tendido a simplificar las relaciones sociales rurales y las dinámicas del cambio agrario. Prestar una mayor atención a la ganadería como tal, particularmente al costo y trabajo de desarrollar potreros a partir de bosques, debe impulsarnos a reconsiderar algunas de estas perspectivas arraigadas. 8. Dimas Badel, Diccionario HistóricoGeográfico de Bolívar (Bogotá: Gobernación de Bolívar, Instituto Internacional de Estudios del Caribe, Carlos Valencia Editores, 1999 [1943]), 507.

9. Susanna Hecht, “The logic of livestock and deforestation in Amazonia”, BioScience 43:10 (1993): 691. 10. James Parsons, “Del bosque a pastizal: desarrollo o destruccion”, en Las Regiones Tropicales Americanas: Visión Geográfica de James J. Parsons, ed. Joaquin Molano (Bogotá: Fondo FEN, 1992), 371. 11. David Kaimowitz, Livestock and Deforestation. Central America in the 1980s and 1990s: A Policy Perspective (Jakarta: Center for International Forestry Research, 1996), 12. 12. FAOSTAT, “Data Archives - Production - Live Animals”, http://faostat.fao.org/ site/409/default.aspx, recuperado el 8 de agosto de 2008.

1. H uellas en el bosque En 1976, Parsons advirtió que “partes considerables de América Central y de Panamá han sufrido un cambio dramático de aspecto en los últimos años, como resultado del desmonte acelerado de bosque y de la forma como en esa área se han expandido los pastos sembrados (repasto). A veces parece que el istmo está en camino de convertirse en un enorme rancho ganadero”10. Entre 1950 y 1983 el área total de tierra dedicada al pastoreo en América Central se triplicó, en gran medida a expensas del bosque primario11. Sin embargo, el auge ganadero no se limitó a América Central. Desde 1961, América Latina ha tenido la población vacuna de más rápido crecimiento en el mundo, y sus bosques han sufrido las consecuencias12. Aunque la expansión de la ganadería hacia la selva desde la década de 1950 ha atraído gran atención (y con razón), también ha resultado en un cierto grado de miopía histórica.

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Para muchos, la incursión de la ganadería en los bosques tropicales es sobre todo un fenómeno reciente. Houghton, Lefkowitz y Skole, por ejemplo, asumen “que [en América Latina desde 1850] la ganadería se ha dado generalmente en praderas naturales, y que la deforestación para abrir tierra de pastoreo adicional no ha contribuido de manera significativa al aumento de potreros sino hasta hace poco”13. Igualmente, en la descripción general que hace Tucker de la degradación de los trópicos fomentada por los Estados Unidos, “la tumba de selvas para la ganadería sólo comenzó en la década de 1950”14. Hasta mediados del siglo XX “las complejidades bióticas de los ecosistemas selváticos fueron una barrera efectiva en contra de la ganadería comercial”15. Los ganaderos necesitaron una “infusión de ciencia intercontinental” -en la forma de pastos apropiados, protección contra las enfermedades (tanto humanas como animales)- así como capital y una demanda internacional robusta antes de que pudieran convertir estos bosques en potreros16. No hay duda de que la década de 1950 fue un momento clave para la ganadería latinoamericana. Pero desde entonces su expansión dramática ha opacado el hecho de que la conversión de bosques de tierra caliente en potreros hace en realidad parte de una historia más larga. Para Tucker las consecuencias ambientales de la ganadería antes de 1950 estaban limitadas a la degradación de sabanas, cambios en la vegetación, erosión y desertificación; la deforestación no era un problema17. Entonces, supone que la difusión de pastos africanos en Colombia antes de 1950 ocurrió a expensas de las sabanas naturales, cuando en realidad éstos reemplazaron bosques más que todo. De la misma manera, Shane asume que la ganadería colombiana estuvo restringida a tierra fría hasta mediados del siglo XX18. Sin embargo, para ese entonces más de la mitad del hato nacional pastaba en potreros de tierra caliente, muchos de los cuales habían sido producto de la tala de bosques. Varios investigadores han prestado atención a las consecuencias ambientales de la ganadería en América Latina antes de la década de 195019. El interrogante ambiental principal ha sido en qué medida las poblaciones de ganado degradaron las sabanas o zonas de pastoreo naturales. Ha habido algún interés por la presión de los ganaderos hacia el bosque antes de 195020. Sin embargo, en general es un tema que ha recibido poca atención.

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13. R.A. Houghton, D.S. Lefkowitz, y D.L. Skole, “Changes in the landscape of Latin America between 1850 and 1985: I. Progressive loss of forest”, Forest Ecology and Management 38 (1991): 150. 14. Richard Tucker, Insatiable Appetite: The United States and the Ecological Degradation of the Tropical World (Berkeley: University of California Press, 2000), 341. 15. Richard Tucker, Insatiable Appetite, 323. 16. Richard Tucker, Insatiable Appetite, 303. 17. Richard Tucker, Insatiable Appetite, 300 y 304. 18. Douglass Shane, Hoofprints on the Forest (Philadelphia: Institute for the Study of Human Issues, 1986), 31. 19. Elinor Melville, A Plague of Sheep: Environmental Consequences of the Conquest of Mexico (Cambridge: Cambridge University Press, 1994); Andrew Sluyter, Colonialism and Landscape: Postcolonial Theory and Applications (Lanham, MD: Rowman & Littlefield, 2002); Lucina Hernández, Historia Ambiental de la Ganadería en México (Xalapa: Instituto de Ecología, 2001); y Robert Wilcox, “Cattle and environment in the Pantanal of Mato Grosso, Brazil, 1870-1970”, Agricultural History 66:2 (1992). 20. Marc Edelman, The Logic of the Latifundio: The Large Estates of Northwestern Costa Rica since the Late Nineteenth Century (Stanford: Stanford University Press, 1992); B. LeRoy Gordon, “Human Geography and Ecology in the Sinú Country of Colombia”, Ibero-Americana 39 (1957); James Parsons, “Spread of African pasture grasses to the American tropics”, Journal of Range Management 25 (1972); y Warren Dean, With Broadax and Firebrand: The Destruction of the Brazilian Atlantic Forest (Berkeley: University of California Press, 1995). También ver Daniel Janzen, “Dry Tropical Forests: The Most Endangered Major Tropical Ecosystem”, en Washington Biodiversity, ed. E. O. Wilson (Washington DC: National Academy Press, 1988).


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Aunque es posible que la conexión entre la ganadería y la deforestación antes de 1950 no fuese tan prominente fuera de Colombia, hay indicios provenientes de diferentes lugares en América Latina de que esta relación no era una anomalía tampoco. En Brasil, Dean encontró que algunos ganaderos tumbaron bosque primario para formar potreros en vez de ocupar tierras de labranza con la expansión de la frontera agraria21. Parsons encontró evidencia de que la proliferación del pasto guinea en Guatemala y el sur de México desde mediados del siglo XIX conllevó al establecimiento de áreas extensas de nuevos potreros22. Tucker incluso cita a un viajero de mediados del siglo XIX para sugerir que “extensas áreas de potreros fueron rozados gradualmente en las tierras onduladas alrededor del Lago Nicaragua 21. Warren Dean, With Broadax. y el Lago Managua”23. Edelman y Hall señalan la conversión de bosques en potreros en Costa Rica desde la década de 187024. Otros 22. James Parsons, The Spread. investigadores proporcionan evidencia de una relación histórica 23. Richard Insatiable Appetite, 287. Ver también James Parsons, Del bosque. entre el ganado y los bosques mexicanos a través de largos ciclos de agricultura de tumba y quema, tanto como el avance contra estos 24. Marc Edelman, The Logic y Carolyn Hall, “The Tuis archives: bosques desde finales del siglo XIX con la introducción de nuevos cattle ranching on the frontier of pastos, razas de ganado y el alambre de púas25. Estos indicios, y el colonization in Costa Rica, 1873–1876”, Revista Geográfica 86-87 (1977). caso colombiano al cual me dirijo ahora, sugieren que la relación 25. Lucina Hernández, Historia Ambiental. entre la ganadería y la deforestación antes de 1950 fue quizás más significativa de lo que se supone con frecuencia. 26. Jeremy Rifkin, Beyond Beef: The Rise and Fall of the Cattle Culture (Nueva York: Plume, 1993), 49.

27. Mi estimativo -que es sólo una conjetura aproximada- está basado en datos de los siguientes textos: Agustín Codazzi y Camilo Domínguez, Obras Completas de la Comisión Corográfica: Geografía Física y Política de la Confederación Granadina (Bogotá: COAMA, Unión Europea, Fondo José Celestino Mutis, FenColombia, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, 1996); Enrique Marco Dorta, “Cartagena de Indias: riquezas ganaderas y problemas”, en Tercer Congreso Hispanoamericano de Historia (Cartagena: Talleres Gráficas Mogollon, 1962); y Adelaida Sourdis, “Estructura de la ganadería en el caribe colombiano durante el siglo XVIII”, Huellas 47-48 (1996). 28. Shawn Van Ausdal, “Un mosaico cambiante: notas sobre una geografía histórica de la ganadería en Colombia, 1850–1950”, en El Poder de la Carne, ed. A. Flórez (Bogotá: Universidad Javeriana, 2008).

2. L a conquista de la tierra caliente en C olombia El éxito biológico del ganado europeo al principio del periodo colonial ha creado en algunas ocasiones la falsa impresión de que “el ganado pululaba a lo largo del continente, llenando y alterando todos los nichos ecológicos disponibles”26. Aunque el ganado sí se adaptó a una amplia variedad de ambientes, éste no se multiplicó con la misma fecundidad en todos lados. Para mediados del siglo XIX había probablemente sólo un poco más de 1,5 millones de cabezas de ganado en Colombia, o un 25% menos que la población humana27. El ganado vacuno poblaba una gran variedad de medios, desde los páramos hasta la árida península de la Guajira. Sin embargo, en general los hatos de ganado estaban más bien circunscritos geográficamente: cuatro centros de producción -el altiplano cundiboyacense, el valle del alto Magdalena, el valle del alto río Cauca, y porciones del interior de la costa Caribe- contenían aproximadamente dos terceras partes del hato nacional28.

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Lo que estos cuatro centros tenían en común eran áreas de pasto relativamente grandes. En los valles altos de los ríos Magdalena y Cauca, factores climáticos y edáficos resultaron en sabanas naturales que alternaban con áreas de bosque seco tropical. En el interior de las planicies de la costa Caribe, las condiciones del suelo, una historia previa de tumba de bosques por parte de los indígenas, e inundaciones anuales crearon una serie de sabanas temporales y semitemporales que conformaron la cuna de la ganadería vacuna en esta región. Sin embargo, la mayoría de estas tierras estaban cubiertas de bosque seco tropical que se volvía cada vez más húmedo, denso y alto hacia el occidente y el sur a medida que el promedio anual de precipitación aumenta y la severidad de la sequía del verano desciende. El único centro de ganadería que no estaba basado en sabanas naturales era el altiplano cundiboyacense. En esta región de valles planos de aluvión y tierras onduladas, la población indígena -la más grande del país al momento de la conquista- había tumbado gran parte de la cubierta boscosa nativa para la agricultura. Luego, los españoles convirtieron una buena parte de esta tierra en praderas29. Sin embargo, cerca de 1850 esta geografía heredada comenzó a cambiar: la industria ganadera entró en un periodo de crecimiento más rápido, gran parte del cual ocurrió a expensas de los bosques de tierra caliente. El impulso inicial detrás de esta expansión fue el auge del tabaco a mediados de siglo. En 1846 el gobierno colombiano abolió el monopolio del tabaco que había heredado de la corona española. En el contexto de un alza en los precios internacionales, las exportaciones de tabaco crecieron de forma significativa. A pesar de los 29. Jorge Hernández y Heliodoro Sánchez, “Sabanas de Colombia”, argumentos de que la bonanza resultante era semejante a la “fiebre en Sabanas Naturales de Colombia, ed. del oro” californiana, dichas percepciones enfatizan la manera en Jorge Hernández (Bogotá: Banco de Occidente, 1994); Guillermo que el tabaco impulsó una economía moribunda y abrió el camino Sarmiento, “Sabanas naturales: génesis para la revolución liberal de medio siglo30. Tras años de estancay ecología”, en Sabanas Naturales de Colombia, ed. Jorge Hernández (Bogotá: miento, la demanda de tierra, trabajo y bienes aumentó de forma Banco de Occidente, 1994). dramática. En el valle del alto río Magdalena y en el departamento 30. Frank Safford y Marco Palacios, de Cundinamarca, a comienzos de la década de 1850, el precio de Colombia: Fragmented Land, Divided la carne de res se duplicó y el de los cueros se triplicó; los jornales Society (Nueva York: Oxford University Press, 2002). crecieron entre un 200% y 300%, y el precio de la tierra se disparó 31. Salvador Camacho Roldán, Notas hasta en un 2.000%31. No obstante, Colombia tuvo un éxito relativo de Viaje; Frank Safford, Commerce and en la explotación de los mercados globales. El auge del tabaco llegó Enterprise in Central Colombia 1821–1870 (Tesis PhD, Columbia University, 1966); a su pico en 1857 y luego fracasó a mediados de la década de 1870. y Luis Eduardo Nieto Arteta, Economía Otros productos -índigo, algodón, quina- le siguieron con patrones y Cultura en la Historia de Colombia (Bogotá: Banco de la República. Ancora similares de auge y caída32. Pero en conjunto tuvieron dos conseEditores 1996 [1941]). cuencias importantes. Primero, convencieron a las élites de que el 32. José Antonio Ocampo, Colombia y la Economía Mundial, 1830–1910 (México: Siglo XXI Editores, 1984).

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futuro del país se encontraba en la exportación de productos tropicales, haciéndolos volverse hacia las tierras cálidas y eventualmente al café33. Segundo, estimularon la expansión de la ganadería, a lo que Ospina Vásquez se refirió como “el acontecimiento económico más importante ocurrido en el país [hasta que] se estabilizó la producción del café” a finales del siglo XIX34. Para dar una idea de la expansión de la ganadería hacia el bosque, voy a emplear tres ejemplos de diferentes regiones colombianas. En Antioquia, como en gran parte del país, el área de colonización efectiva a lo largo del periodo colonial fue muy restringida. En 1808 José Manuel Restrepo pensaba que menos del 15% de la provincia estaba poblada, mientras el resto estaba cubierto por “bosques antiguos, árboles corpulentos […] y espesas matas”35. Éste también estimó que sólo había unas 18.000 cabezas de ganado en la provincia entera. Un par de décadas antes los oficiales coloniales habían promovido la cría de cabras dada la falta de forraje para el ganado36. Esta situación empezó a cambiar en la década de 1840. Con fortunas creadas a partir del negocio de importar mercancías a través de Jamaica, un grupo de comerciantes de Medellín adquirió propiedades extensas en la “selva agreste y bravía” a lo largo del río Cauca (en el suroeste antioqueño) y co33. Frank Safford y Marco Palacios, Colombia. menzó a atraer campesinos sin tierras de las montañas altamente pobladas, ofreciéndoles tierras a cambio de tumbar monte y sembrar 34. Luis Ospina Vásquez, Industria y Protección en Colombia, 1810–1930 potreros, a menudo con los recién introducidos pastos africanos37. (Medellín: Oveja Negra, 1974 [1955]), 533. La rentabilidad de estas haciendas, en las que engordaban ganado 35. José Manuel Restrepo, “Ensayo sobre traído del valle del Cauca, animó a otros comerciantes a invertir la geografía”, en Semanario del Nuevo Reino de Granada, ed. F. J. de Caldas en la región. Donde en 1851 sólo había cinco haciendas ganaderas, (Bogotá: Editorial Minerva, 1942 dieciséis años después había 67. La transformación de esta región [1809]), 253. selvática en un “mar de verdura” de potreros ayudó a suscitar el 36. Francisco José Visadias y Andrés crecimiento dramático de la población vacuna: para 1875 se decía Pardo, “Plan fiscal y económico para la Provincia de Antioquia (1782)”, Anuario que había 360.000 cabezas de ganado en el departamento38. Para ese Colombiano de Historia Social y de la entonces, los ganaderos comenzaron a dirigir su esfuerzo también Cultura 9 (1979). hacia otras regiones de tierra caliente. Salazar y Ospina son repre37. Juan Carlos Vélez, Los Pueblos Allende el Río Cauca: la Formación del Suroeste sentantes de una oleada que se movió hacia los bosques húmedos y la Cohesión del Espacio en Antioquia, del norte de Antioquia en busca de acceso al ganado costeño como 1830–1875 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia. Facultad de una nueva fuente de abastecimiento. Otros ocuparon y talaron tieCiencias Humanas y Económicas, 2002), rras en el valle del río Nus, siguiendo una nueva línea de ferrocarril 51; y Roger Brew, El Desarrollo Económico de Antioquia desde la Independencia hacia el río Magdalena y aprovechando los hatos costeños por una hasta 1920 (Medellín: Clío, Editorial ruta diferente. Para finales de la década de 1920, la mitad del ganaUniversidad de Antioquia, 2000). do consumido en Antioquia pacía en poteros formados a partir de 38. Juan Carlos Vélez, Los Pueblos Allende, la tumba de estas selvas del Oriente39. 91 y Roger Brew, Desarrollo Económico. 39. Diego Monsalve, Colombia Cafetera (Barcelona: Artes gráficas, 1927).

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Medardo Rivas describió un proceso similar en Cundinamarca. Éste recordaba que, para comienzos de la década de 1840, el paisaje que iba desde los márgenes de la sabana de Bogotá hacia las pendientes estancadas económicamente, descendiendo hacia el río Magdalena, estaba cubierto aún de bosque tropical en su mayoría. Rivas documentó los esfuerzos “heroicos” de empresarios de su generación, quienes dieron la espalda a las comodidades de la capital para aventurarse hacia esta zona escasamente poblada y sacarla, al igual que al resto del país, de la depresión económica: “Vamos a contar quiénes fueron los titanes que abatieron las selvas primitivas que cubrían esas regiones hasta hace pocos años; los que llevaron allí el cultivo, la riqueza y la civilización […]”40. La labor principal, dijo, era “tumbar monte para convertir el terreno en dehesas o siembras de tabaco”41. En parte, Rivas escribió a partir de su propia experiencia. También él buscó su fortuna en la ganadería y dejó la siguiente descripción de cómo mandó a tumbar selvas para sembrar un potrero de nuevos pastos africanos para pastoreo al lado del río Magdalena: “Para convertir [mi propiedad] en una sola pradera envié a Manizales por trabajadores; y […] se me presentaron doscientos antioqueños con sus mujeres, niños y perros […]. Llevaron su campamento al sitio más fresco de la propiedad; estableciéronse por cuadrillas, bajo la dirección de capitanes, con quienes hice contrato para la rocería por cuadras a $25 cada una; y armados de calabozos o cuchillos de monte, empezaron la tala; y devoraban la montaña como por encanto. Los gigantescos cumulaos, los guayacanes y hobos se doblaban a su paso […] A los tres meses el bosque íntegro había desaparecido; a los seis meses se recogían mil cargas de maíz; al año estaba formado el potrero de Lurá para cebar quinientas reses […]. Los antioqueños, habiendo cumplido conmigo sus compromisos […] se fueron […] para Lérida, contratados por otros hacendados”42.

Cuando Rivas escribió nuevamente sus observaciones de esta región al final del siglo, sintió un orgullo obvio pero también algo de remordimiento: “Los que trabajamos en tierra caliente, talando el bosque y quemándolo, trabajamos como bárbaros, pues destruimos una inmensa riqueza de maderas que hoy hacen falta […]. Además, se quitó la belleza y suntuosidad a estas regiones tropicales en otro tiempo tan hermosas, y hoy convertidas en inmensos pastales de triste y melancólico aspecto”43. También, a mediados del siglo XIX los bosques aún cubrían 40. Medardo Rivas, Los Trabajadores gran parte de la escasamente poblada costa Caribe. Mollien desde Tierra Caliente (Bogotá: Editorial Incunables, 1983 [1899]), 8. cribió la región así: “El panorama en estas regiones es magnífico 41. Medardo Rivas, Los Trabajadores, 210. para los amantes de la naturaleza desordenada y del aspecto salvaje. Todo el terreno está cubierto de árboles de grande altura y 42. Medardo Rivas, Los Trabajadores, 210-211.

43. Medardo Rivas, Los Trabajadores, 87.

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de una vegetación lujuriante […]. Poco es lo que la mano del hombre ha cultivado en estas vastas extensiones”44. Striffler, el aventurero francés que llegó al valle del Sinú en la década de 1840, recordaba cómo Montería -hoy una capital ganadera- marcó los límites de la colonización45. Las “selvas frondosas” se extendían hacia el sur y el occidente, y cubrían las tierras cálidas entre los ríos Sinú y San Jorge, e incluso áreas sustanciales de las sabanas de Bolívar46. Alrededor de 1850 los ganaderos empezaron a “invadir la inmensa selva del sur”, más allá del río San Jorge y subiendo por el valle del Sinú47. Aquí también, la introducción de pastos africanos fue instrumental: “Los primeros ensayos de pastos artificiales para la estación de las lluvias fueron tan provechosos, que todos los crianderos se apresuraron a adoptar la reforma. Entonces se desmontaron las selvas vírgenes de las ciénagas, y […] sembrar [on] la paja48. Para inicios de la década de 1940 se estimaba que había cuatro millones de hectáreas de pastos “artificiales” o cultivados en el departamento de Bolívar49. Aunque esta figura es sin duda alta, Gordon confirma la medida en la que gran parte de esta área, antes cubierta de bosque, había sido convertida en potreros para mediados de siglo. Él observaba cómo quienes habían sido llamados montañeros en la época de Striffler, se habían convertido en sabaneros50. Tabla No. 1: Distribución cambiante de la población vacuna nacional, 1850-1960

44. G.T. Mollien, Viaje por la República de Colombia en 1823 (Bogotá: Banco de la República, 1992), 65. 45. Luis Striffler, El Alto Sinú. Historia del Primer Establecimiento para Extracción de Oro en 1844 (Cereté: Lino Editores Sinú, 1980). 46. Luis Striffler, Alto Sinú; Luis Striffler, El Río San Jorge (Barranquilla: Gobernación del Atlántico, 1995 [1886]); LeRoy Gordon, Human Geography; Archivo de Orlando Fals Borda (OFB en el Banco de la República, Montería), [carpeta:] Notario de Sincelejo. 47. Luis Striffler, San Jorge, 93. 48. Luis Striffler, San Jorge, 103. 49. Contraloría General de la República, Geografía Económica de Colombia: Bolívar (Bogotá: Imprenta Nacional, 1942), 299. 50. B. LeRoy Gordon, Human Geography, 62. 51. La Gran Antioquia incluye los actuales departamentos de Antioquia, Caldas, Risaralda y Quindío.

Región Llanuras de la costa Caribe Gran Antioquia Altiplano cundiboyacense Valle del alto río Magdalena Valle del alto río Cauca Llanos Orientales Santanderes Cauca y Nariño Otros

1850 18% 7% 15% 18% 15% 8% 9% 5% 6%

1960 39% 16% 7% 7% 6% 7% 8% 5% 4%

Fuentes: Agustín Codazzi y Camilo Domínguez, Obras Completas; DANE, Directorio Nacional de Explotaciones Agropecuarias (Censo Agropecuario) 1960 (Bogotá: DANE, 1964).

Para 1960 la población vacuna de Colombia había aumentado a más de 10 millones de cabezas. Las reses y los potreros se habían multiplicado por todos lados, pero el área de mayor crecimiento eran las tierras cálidas en otra época selváticas, sobre todo en la costa Caribe y en la Gran Antioquia51. Mientras que el hato del altiplano cundiboyacense había crecido menos de tres veces durante

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el siglo anterior, el de Antioquia se había multiplicado por quince. Para mediados del siglo XX, las llanuras de la costa Caribe y Antioquia contenían más de la mitad del ganado del país. En contraste, el componente del hato nacional de los centros ganaderos más antiguos (fuera de la costa) había caído en más de un 50%. Lo que estos cambios representan es el desplazamiento de la base del forraje de sabanas “naturales” a potreros ganados, en la mayoría de los casos, a los bosques de tierra caliente. En 1960 el área total de tierras de pastoreo (fuera de los Llanos) era de cerca de 10 millones de hectáreas. Es difícil estimar cuánto bosque había sido talado para establecerlas, dado que no existen estimativos del área total de pastos “naturales” para mediados del siglo XIX. Sin embargo, la Gran Antioquia, que tuvo recursos forrajeros limitados a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, ahora tenía 1,7 millones de hectáreas de pasto. A partir de 1960 el ritmo de la conversión de bosques en potreros ha aumentado. Durante los últimos cincuenta años el volumen de tierra cubierta de pasto en Colombia probablemente se ha duplicado, con un impulso significativo hacia nuevas áreas de selva húmeda: el Amazonas, el piedemonte llanero y el Pacífico. Sin embargo, la mayor parte de la expansión ha ocurrido en el centro 52. DANE Directorio Nacional; A. Etter, C. tradicional del país y se ha mantenido la presión sobre los bosques McAlpine, K. Wilson, S. Phinn y H. Possingham, “Regional patterns of que tomó fuerza hace un siglo y medio52. 3. L a invasión africana Los investigadores que han prestado alguna atención a la historia de la ganadería en Colombia invariablemente registran una “revolución” técnica que tuvo sus inicios cerca de 185053. La introducción del alambre de púas, razas europeas y una administración mejorada sin duda contribuyeron a la expansión, incluso si su difusión fue más lenta y más dispareja de lo que algunas veces se supone. Sin embargo, la más significativa de estas nuevas tecnologías fue la introducción de un par de pastos africanos cerca de 1840: pará (Brachiaria mutica) y guinea (Panicum maximum)54. Una característica de estos pastos que los investigadores han enfatizado es su habilidad para suprimir la regeneración de zonas de bosque taladas recientemente. A esta cualidad, que puede ser de gran ayuda en el desarrollo de nuevos potreros, se le atribuye su difusión relativamente amplia y rápida. También fue la supuesta clave que permitió a las élites terratenientes expandir su dominio sobre gran parte de las tierras cálidas del país a través del ganado55. Independientemente de lo acertado que sea este atributo ecológico, esta explicación enfatiza solamente un aspecto del problema más

agricultural land use and deforestation in Colombia”, Agriculture, Ecosystems and Environment 114 (2006); A. Viña y J. Cavelier, “Deforestation rates (1938-1988) of tropical lowland forests on the Andean foothills of Colombia”, Biotropica 31:1 (1999).

53. Orlando Fals Borda, Capitalismo, Hacienda y Poblamiento: Su Desarrollo en la Costa Atlántica (Bogotá: Punta de Lanza, 1976); Salomón Kalmanovitz, “El régimen agrario durante el siglo XIX en Colombia”, en Nueva Historia de Colombia, vol. 2, eds. J. Jaramillo, A. Tirado, J. O. Melo, y J. A. Bejarano. (Bogotá: Planeta, 1989); José Antonio Ocampo, Colombia y la Economía; y Catherine LeGrand, Frontier Expansion and Peasant Protest in Colombia 1850–1936 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1986). 54. Luis Ospina Vásquez, Industria y Protección; James Parsons, The spread; Roger Brew, Desarrollo Económico; y Gabriel Poveda, “Agricultura y ganadería antioqueñas en el siglo XIX”, Revista Andi 44 (1979). 55. Salomón Kalmanovitz, El régimen y Fabio Yepes, Ganadería y transformación.

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complejo de la difusión de los pastos artificiales, y resta importancia al obstáculo que representó el bosque para el uso del ganado como forma de control territorial. El significado ecológico de los pastos pará y guinea para la expansión de la ganadería proviene principalmente de Rivas, quien hablaba entusiasmado sobre su capacidad para vencer la maleza y prevenir la regeneración del bosque: “¡Verdadero milagro el del pasto Guinea! Antes se rozaba el monte, se quemaba la roza y se sembraba el maíz; y […] al cogerlo ya el monte le disputaba el campo al cultivador, y la tierra quedaba como antes. Ahora se riega la semilla misteriosa al mismo tiempo que se siembra el maíz, y cuando la mazorca está en sazón ya una verde pradera esmalta el suelo”56.

Al formar en poco tiempo una cubierta densa sobre el suelo, los pastos pará y guinea aparentemente ayudaban en la conversión de boques en potreros al sofocar el crecimiento secundario. La observación de Rivas coincide con los atributos ecológicos que los científicos han observado en el pará, el guinea y otros pastos africanos introducidos en la América tropical. Una de las características de estos pastos es su tendencia a crecer más rápido y a producir una biomasa mayor a la de muchos pastos nativos. Esto lo logran al destinar la mayor parte de su energía al crecimiento, circular con más eficiencia los nutrientes del suelo, utilizar el agua de manera más oportunista y hacer fotosíntesis con más rapidez. El pará, un pasto alto estolonífero adaptado a suelos de mal drenaje, produce la mayoría de su biomasa en el tallo y los estolones, lo que le permite formar rápidamente una cubierta densa como un tapete. El guinea crece rápidamente en manojos densos de hasta dos o tres metros de altura en suelos de aluvión con buen drenaje; también responde mejor que otros pastos nativos a la fertilización, como 56. Medardo Rivas, Los Trabajadores, 36. aquella que puede proporcionarle un área de bosque recientemente rozado y quemado. Estas características sugieren que los pastos pará 57. David Williams y Zdravko Baruch, “African grass invasions in the y guinea podrían formar una cubierta cerrada con mayor rapidez Americas: ecosystem consequences que las especies nativas, y restringir eficientemente las malezas y el and the role of ecophysiology”, Biological Invasions 2 (2000); C.M. crecimiento de bosque secundario. Además, los pastos africanos inD’Antonio y P.M. Vitousek, “Biological troducidos son generalmente más resistentes al pastoreo y al pisoteo invasions by exotic grasses, the grass/ fire cycle, and global change”, Annual -producto de su desarrollo coevolutivo junto a grandes herbívoros, Review of Ecological Systems 23 (1992); ausentes en la América tropical desde el Pleistoceno-, lo que les ayuBibiana Bilbao y Ernest Medina, “Nitrogen-use efficiency for growth in da a mantener su densa cubierta del suelo57. a cultivated African grass and a native Estos pastos probablemente sí hicieron más fácil y económico deSouth American pasture grass”, Journal of Biogeography 17:4–5 (1990); James sarrollar potreros. Rivas anotaba que antes de la introducción de los Parsons, The Spread; y Pedro A. Sánchez pastos pará y guinea los ganaderos tenían dificultades para mantener y Luis E. Tergas Pasture Production in Acid Soils of the Tropics: Proceedings of a Seminar Held at CIAT, April 17–21 (Cali: CIAT, 1978).

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sus potreros libres de maleza. Es probable, entonces, que estos pastos fueran mejores que los pastos nativos en términos de retener el bosque, reduciendo el costo de limpiar malezas58. También permitían convertir bosques en potrero más rápidamente. Aunque la velocidad no parezca una ventaja crucial dado el lento trascurrir de la vida en la Colombia del siglo XIX, el alto costo de capital podía crear una presión importante59. Para cuando Rivas compró tierra en las orillas del río Magdalena, los precios habían aumentado notablemente. Aislado en las tierras cálidas inhóspitas, arriesgando capital y salud, una buena parte del “milagro” puede haber sido el no haber tenido que esperar años para empezar a criar ganado. Sin embargo, se ha tendido a asumir que estos atributos eliminaron gran parte del costo de formar potreros, por lo cual el uso del ganado aparece como forma de control territorial. Kalmanovitz, por ejemplo, argumenta que “[l]a conquista terrateniente de las tierras bajas […] sería posible hacerla con base en la ganadería por la introducción de los pastos guinea y pará, que […] fueron un 58. Ver Remberto Burgos, El General Burgos medio efectivo para detener el crecimiento de las malezas tropicales (Bogotá: Editorial ABC, 1965), 59. y asegurar el poblamiento extensivo con un ganado casi salvaje en 59. Medardo Rivas, Los Trabajadores, 325; amplias regiones del país”60. En unos pocos casos, las frecuentemenPNOyC: 160, f. 459, f. 461; 170, f. 354; 200, f. 85, f. 357, f. 452; 232, f. 94. te mencionadas cualidades invasivas de estos pastos pueden haber 60. Salomón Kalmanovitz, El régimen, 127. facilitado el establecimiento cuasi-natural de pastos “artificiales”61. Para el caso de Costa Rica, Edelman sugiere que “dadas las cualidades 61. Salvador Camacho Roldán, Notas de Viaje, 126 y M.T. Dawe, “Relación de agresivas e invasoras de los pastos africanos, los potreros artificiaun viaje por el río Magdalena, por el les podían ser introducidos con simplemente regar semillas en los Departamento del Magdalena y por la Pensinsula de La Goajira (Colombia)”, matorrales”62. En la mayoría del territorio colombiano, sin embaren Memoria del Ministro de Agricultura go, estos pastos no se dispersaron con tanta facilidad. El bosque y Comercio al Congreso de 1917, Anexo (Bogotá: Imprenta Nacional, 1917), 75. aún debía eliminarse, los pastos debían sembrarse y la maleza debía 62. Marc Edelman, “Extensive land use removerse. Como veremos en la siguiente sección, incluso si estos and the logic of the latifundio: a case pastos africanos disminuían el costo de establecer potreros, el procestudy in Guanacaste Province, Costa Rica”, Human Ecology 13:2 (1985): 166; so no era necesariamente económico. De hecho, dado su costo, con M. Edelman, The Logic, 75. frecuencia se usaban potreros artificiales para el engorde, que era la 63. Ministerio de Agricultura y Comercio, etapa de la producción que mejor soportaba un mayor gasto; al conMemoria del Ministro de Agricultura y trario, la larga etapa de levante, entre el destete y el engorde, tendía Comercio al Congreso de 1918 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1918), 40; N. Garcés, a ser conducida en los más económicos pastos nativos63. “Informe”, Boletín de la Secretaria de Además, los pastos africanos no tenían éxito en todas partes. Agricultura y Ganadería del Valle 94 (1953); y Cortes Randell, La Industria De hecho, no siempre vencían a los pastos nativos64. Mientras los Ganadera en Colombia (Washington, DC: ganaderos en el suroccidente antioqueño y en el valle del alto río [?], 1953). Magdalena sembraban pasto pará en las riberas de los ríos y pasto 64. PNOyC: CR-1915-1916, (junio 12, 1916), 1923-1925, f. 234, Cáceres, f. 249, f. 362. guinea en las tierras fértiles y de mejor drenaje, gran parte del res65 to de la tierra que rozaban acababa cubierta por pastos nativos . La 65. José Domingo Sierra, Estudios sobre los pastos de Antioquia. Su cultivo y su explotación racional (Medellín: Imprenta Official, 1916).

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conversión de los bosques de tierra caliente en potreros no “sería posible” gracias a la introducción del pará y el guinea. El fuego, la agricultura y el desmalezar eran herramientas que habían sido utilizadas durante mucho tiempo para establecer potreros en áreas boscosas66. Y, dado su costo y las áreas considerables que acabaron cubiertas de pastos nativos, el dominio de las élites terratenientes sobre las tierras bajas colombianas no puede ser atribuido únicamente a la facilidad con la que pudieron desarrollar potreros a través de importaciones africanas. Gran parte del impulso detrás de la rápida difusión de estos pastos africanos tuvo que ver con el mejoramiento de la productividad que hicieron posible. En 1873, por ejemplo, el gobernador de la provincia de Sincelejo, en las sabanas de Bolívar, comentaba que los pastos artificiales “ofrecen la ventaja de mejorar la clase de ganados i aumentar sus productos”67. Los pastos guinea y pará eran más nutritivos, más apetecibles, tenían más resistencia al pastoreo y el pisoteo, y producían una cubierta más densa y mayor biomasa que la mayoría de los pastos nativos. Como resultado, los potreros artificiales tenían una mayor capacidad de carga que los cubiertos de pastos “naturales”. Al ser usados para la cría, los pastos africanos ayudaban a mejorar las tasas de nacimiento y de mortalidad de los terneros, y ayudaban a producir animales más grandes en menor tiempo. Por ejemplo, el cambio de pastos nativos a africanos en el engorde aumentó los pesos al momento de sacrificar entre un 20% y un 25%, con un aumento de peso en menor tiempo. Los pastos pará y guinea también eran atractivos gracias al hecho de que alteraban la geografía del engorde y hacían más fácil la 66. B. LeRoy Gordon, Human geography; Gabriel Poveda, Agricultura y ganadería; entrada de nuevos ganaderos a esta etapa lucrativa de la industria. En J. Cavelier, T.M. Aide, C. Santos, A.M. otras palabras, había mucho más detrás de la difusión de estos pastos Eusse, J.M. Dupuy, The savannization; y Eloy Valenzuela, Noticia de una especie. que una manera barata de establecer el dominio territorial68. 67. A. de Zubiría, “Informe Annual del Gobernador de la Provincia de Sincelejo”, Gaceta de Bolívar 860 (1873): 93. 68. Cortes Randell, La Industria; United Nations, Livestock in Latin America (Nueva York: United Nations, 1965), 14; Roger Brew, Desarrollo Económico; Marc Edelman, The Logic; Luis Striffler, San Jorge, 103; Remberto Burgos Puche, El General, 59; Salvador Camacho Roldán, Notas de Viaje, 76; S. Kalmanovitz, E. López Enciso y B.C.A. Romero, “La producción agropecuaria colombiana, 1915–1950”, Borradores de Economía 116 (1999); PNOyC, 232, f. 267. También ver Pedro Sánchez, Luis Tergas, Pasture Production.

4. La lógica de la ganadería, replanteada “Son las otras cosas que hace el ganado además de producir carne lo que le da un encanto especial”69.

El predominio histórico de la ganadería a lo largo del campo colombiano es visto frecuentemente como el resultado de factores que tienen poco que ver con la cría y venta de ganado. Esta idea no es excepcional para el caso colombiano. Dado que los investigadores han asumido que el aspecto productivo de la ganadería es “tenue”, han tratado de explicar su ubiquidad y persistencia en gran parte de América Latina enfocándose en lógicas alternativas70.

69. Susanna Hecht, Environment, 692. 70. Susanna Hecht, “The logic of”, 691. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 126-149


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Una explicación resalta el valor en términos de prestigio de la ganadería71. Otra subraya la idea de que el “propósito de poseer ganado […] era […] como reserva de capital [en lugar de la] posibilidad de vender un animal para carne”72. Una tercera enfatiza la “función tradicional de la ganadería como medio para adquirir grandes áreas [de tierra]”73. “Por cuatro siglos”, dice Tucker, “el ganado fue un componente crucial del poblamiento […] especialmente en fronteras selváticas […] estableciendo los derechos de propiedad de los terratenientes”74. Varios investigadores colombianos argumentan que el control territorial era la “función principal” de la ganadería75. Además, para muchos, el uso de “la industria ganadera [como] un mecanismo efectivo para monopolizar los recursos agrarios” ha garantizado el poder político de las élites terratenientes76. Uno de los argumentos clásicos en la historiografía colombiana es que, en un país con una gran frontera agraria, “el monopolio de la tierra disponible era la única manera de tener sujeta a la mano de obra”77. Así, “los ganados desplazaban a los hombres y los grandes propietarios acumulaban poder político y territorial”78. Además, al dominar al campesinado, las élites terratenientes se aseguraban de que el estado siguiera siendo su “apéndice”79. A su vez, esta relación tierra-ganado-poder, “en lugar de las ganancias de la producción de carne”, ha permitido a los ganaderos beneficiarse económicamente80. Muchos consideran que las utilidades de la ganadería se derivan de fuentes extraeconómicas en lugar de derivarse de la habilidad de competir por recursos en mercados normales. Por ejemplo, el monopolio de la tierra ha permitido a los ganaderos 71. Douglass Shane, Hoofprints; exprimir a un campesinado desespeJames Parsons, Del bosque; Daivd Kaimowitz, Livestock and rado81. Su poder e influencia política Deforestation; Luis Jair Gómez, les ha permitido acumular a costa del “Introducción al desarrollo histórico de la producción pecuaria despojo de otros: “[L]a historia de la en Colombia desde la conquista”, hacienda costeña ha sido un proceso Coyuntura Agropecuario 14:7 (1987). de acumulación de riqueza represen72. Robert Williams, Export Agriculture and the Crisis in Central America tado en ganados y tierras sembradas (Chapel Hill: University of North con pastos, cuya fuente original de Carolina Press, 1986), 83; Susanna Hecht, The logic of; y Liza Grandia, producción ha sido el trabajo del “How frontier ranchers become 82 campesino despojado de su tierra” . globalized capitalists: cattle enclosures in the northern Maya La influencia que los ganaderos lowlands” (Conferencia Annual de la Asociación Americana de Geógrafos, San Francisco, 2007).

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73. Susanna Hecht, Environment, 680; Robert Williams, Export Agriculture, 986; y Marc Edelman, “Rethinking the hamburger thesis: deforestation and the crisis of Central America’s beef exports”, en The Social Causes of Environmental Destruction in Latin America, eds. M. Painter y W. H. Durham (Ann Arbor: The University of Michigan Press, 1995). 74. Richard Tucker, Insatiable Appetite, 340. 75. Luis Jair Gómez, Introducción al desarrollo, 63; Oscar Almario, La Configuración Moderna del Valle del Cauca, Colombia, 1850–1940 (Cali: Cecan Editores, 1994), 18; y Fabio Yepes, Ganadería y transformación. 76. Ernest Feder, Violencia y Despojo: el Latifundismo en América Latina (México: Siglo XXI, 1975), 78. 77. Alejandro Reyes, Latifundio y Poder Político: la Hacienda Ganadera en Sucre (Bogotá: Editorial CINEP, 1978), 4; Catherine LeGrand, Frontier Expansion, William McGreevey, An Economic History of Colombia, 1845–1930 (Cambridge: Cambridge University Press, 1971). 78. Fabio Yepes, Ganadería y transformación, 147; Alejandro Reyes, Latifundio y Poder; y T. Lynn Smith, Colombia: Social Structure and the Process of Development (Gainesville: University of Florida Press, 1967), 132. 79. Orlando Fals Borda, Historia Doble de la Costa, v. 3 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Banco de la República, El Áncora Editores, 2002 [1984]), 79b; Salomón Kalmanovitz, El régimen, 131; Alain de Janvry, The Agrarian Question and Reformism in Latin America (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1981), 111; Ernest Feder, Violencia y Despojo. 80. James Nations, “Terrestrial Impacts in Mexico and Central America”, en Development or Destruction: The Conversion of Tropical Forest to Pasture in Latin America, eds. T.E. Downing, S.B. Hecht, H.A. Pearson y C. GarciaDowning (Boulder: Westview Press, Boulder, 1992), 194. 81. Ernest Feder, Violencia y Despojo y Alain de Janvry, The Agrarian Question.


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han tenido sobre el estado también les ha permitido capturar “enormes subsidios estatales”83. La especulación, en lugar de la producción, ha sido considerada la fuente principal de beneficio84. Y los ganaderos se han beneficiado de un “fuerte subsidio de la naturaleza”85. En algunos casos, este subsidio ha venido en forma de productos valiosos extraídos de los bosques tropicales tales como madera o ceniza fertilizante. Otros han señalado que las ganancias de la ganadería se derivan más de la habilidad del pasto de explotar la energía del sol, y de la habilidad del ganado de crecer y multiplicarse por su cuenta, que de la inversión de capital y de la organización de la producción86. Esta idea es representativa de la insistencia sobre la facilidad de la ganadería: que los pastos nativos “sobrevivían con poco cuidado”87 y que el ganado criollo “efectivamente se maneja sólo”88. Sin embargo, estas lógicas alternativas no explican por sí solas la expansión de la ganadería a los bosques colombianos entre 1850 y 1950. No es que estas razones no productivas estén mal o sean irrelevantes, 82. Alejandro Reyes, Latifundio y Poder, 97; sino que frecuentemente no dan cuenta del costo y del esfuerzo Robert Williams, Export Agriculture; Liza Grandia, How frontier ranchers. de convertir bosques en potreros. En lo que queda de este ar83. Susanna Hecht, Environment, 672; tículo, me concentraré en el trabajo que requiere la formación Douglass Shane, Hoofprints; Robert de potreros y en algunas de sus implicaciones, especialmente en Williams, Export Agriculture; Marc Edelman, The Logic; David Kaimowitz, términos del costo de utilizar ganado para ocupar territorio. A lo Livestock and Deforestation. Ver también que mi argumento apunta en últimas es a la necesidad de prestar Alain de Janvry, The Agrarian Question, 111; y Ernest Feder, Violencia y Despojo. más atención a la lógica productiva de la ganadería para poder entender su dominio espacial en Colombia y en gran parte de 84. Susanna Hecht, Environment; Marc Edelman, The Logic; Liza Grandia, How América Latina. frontier ranchers. Aunque es ampliamente reconocido en la historiografía colom85. Marc Edelman, Rethinking, 38; Marc biana que la expansión de la ganadería desde mediados del siglo XIX Edelman, The Logic; y Susanna Hecht, Environment. dependía de la tala de bosques de tierras cálidas, los investigadores han prestado poca atención al proceso de formación de potreros. 86. Luis Jair Gómez, Introducción al desarrollo, 70; Luis Lorente, “La Para algunos, la existencia del bosque es inmaterial. McGreevey, ganadería bovina en Colombia”, en por ejemplo, sugiere que quienes querían ser ganaderos sólo neceProblemas Agrarios Colombianos, ed. A. Machado (Bogotá: Siglo XXI), 333. sitaban “la oportunidad de obtener posesión sobre la tierra” para 87. Robert Williams, Export Agriculture, 78. poder levantar ganado89. No parece tomar en cuenta el hecho de que esta tierra tuviera que ser limpiada para sembrar pastos antes 88. Liza Grandia, How frontier ranchers; Marc Edelman, The Logic; Richard de que pudiera ser aprovisionada de ganado. Para otros, los cosTucker, Insatiable Appetite. tos de formar potreros eran en gran medida irrelevantes, dado que 89. William McGreevey, An Economic esto lo hacían primordialmente los campesinos desposeídos, sin History, 177. tierra, o “esclavizados”90. Incluso aquellos que reconocen los es90. Catherine LeGrand, Frontier Expansion; fuerzos colonizadores directos de los ganaderos, sostienen que la Alejandro Reyes, Latifundio y Poder; y Víctor Negrete, Origen de las Luchas Agrarias en Córdoba (Montería: Fundación del Caribe, 1981).

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selva rara vez representa un obstáculo para la ganadería como una “estrategia de ocupación territorial”91. El carácter supresor de bosques de los nuevos pastos africanos, afirman, minimizaba el trabajo y el costo de la formación de potreros. Así, permitía a las élites terratenientes conquistar fácilmente las zonas de tierra caliente a través de la ganadería extensiva92. Más aún, una vez los pastos eran sembrados, los hatos “se reproduce[n] espontáneamente”93. La expansión de la ganadería en la frontera agraria, entonces, “no violó la inmaculada tradición improductiva de la ganadería”94. Sin embargo, el bosque sí era importante. Como sugerí al comienzo de este ensayo, el desarrollo de potreros a partir de los bosques de tierra caliente implicaba un esfuerzo, gastos y riesgo; no era una empresa que se tomara a la ligera. Trabajadores, administradores y propietarios se enfermaron. La mano de obra no era siempre fácil de obtener o conservar95. En parte, había que 91. Fabio Yepes, Ganadería y transformación, tumbar los bosques y sembrar el pasto al mismo tiempo que los 120. campesinos tenían que preparar sus propios campos. Por esta ra92. Salomón Kalmanovitz, El régimen y zón, el hijo de Ospina se quejaba de que la gente venía en busca Fabio Yepes, Ganadería y transformación. de trabajo justo cuando había menos por hacer96. Además, tratar 93. Salomón Kalmanovitz, El régimen, 130. de mantener el trabajo dentro de lo planeado era frecuentemen94. Luis Jair Gómez, Introducción al te un ejercicio frustrante97. Y sin importar qué tanto trataran de desarrollo, 70. evitar dar avances, Salazar admitía que “por allá hay la costumbre 95. PNOyC: 200, f452; CR-1915, Enero 15, de los anticipos por trabajo y no podemos pretender salirnos de 1915, Mayo 5, 1915; 1920–1921, Abril 9, 1920; Gloria Isabel Ocampo, “Hacienda tal costumbre, porque nos quedaríamos sin gente”98. Por último, y campesinos en el Sinú: formas de desarrollar potreros a partir de bosques no era barato. En las tievida y formas de trabajo en ‘Marta Magdalena’ (1912–1954)”, Museo del Oro rras cálidas del norte de Antioquia, se necesitaban cerca de 20 días 20 (1988). de trabajo para rozar una hectárea de bosque a comienzos de la 96. PNOyC, 350, f. 743. década de 1920. Luego la tierra debía ser sembrada de pasto, a lo 97. PNOyC: 210, f383; 230, f. 146; CR-1915cual seguían dos “costosas” rondas de deshierbe99. Se necesitaban 1916: Enero 29, 1916, Febrero 28, 1916, cerca de dos años y medio antes de que el potrero estuviera comJunio 12, 1916. pletamente formado, y entonces, como señalaba Ospina, “Dios nos 98. PNOyC, 232, f. 294. Ver también Gloria Isabel Ocampo, La Instauración de la ayudará a encontrar el ganado después” para aprovisionarla100. Ganadería en el Valle del Sinú: la Hacienda Salazar y Ospina esperaban reducir rápidamente sus gastos tras los Marta Magdalena 1881–1956 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, duros costos iniciales de la formación de potreros. Desafortunadamente Instituto Colombiano de Antropología para ellos, los problemas llegaban continuamente. Las enfermee Historia, 2007) y Gloria Isabel Ocampo, Hacienda y campesinos. dades acababan con secciones de pasto periódicamente101. Varias hierbas, incluyendo pastos nativos, demostraban ser mucho más 99. PNOyC, CR-1915-1936, Febrero 1, 1922. 102 difíciles de erradicar de lo que pensaban . El costo y esfuerzo ne100. PNOyC, CR-1915, Diciembre 31, 1914. cesarios para mantener los potreros y evitar que se llenaran de 101. PNOyC: 200, f. 83, f. 452, f. 459; 210, f. maleza también parecen haber sido mayores de lo que anticiparon: 10; 230, f. 167. 102. PNOyC, CR-1915–1916: Febrero 8, 1916; Marzo 4, 1916; Junio 12, 1916.

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“[N]o se ve cómo haremos para ganar siquiera lo que gastamos”, escribió Salazar1103. Una vez sembrado el pasto, el deshierbe era el mayor gasto: en 1928, dos tercios del trabajo en la Hacienda Cuba estaba dedicado a la limpieza de los potreros104. Gran parte de la tensión entre Salazar y Ospina, dada la escasez de fondos, era sobre si sería mejor mantener los potreros o dejarlos enmalezar para recuperarlos luego. En varias de sus haciendas Ospina dejó de tratar de formar potreros dado que los costos de deshierbar eran mayores que lo que los potreros producían105. De la misma manera, en el suroccidente antioqueño, Tomás Uribe Toro luchaba contra la tendencia de las malezas a invadir sus potreros de guinea antes de darse por vencido y mudarse al Valle del Cauca, donde los pastos nativos no demandaban tanto esfuerzo y gasto. Su hijo, Julián Uribe, recordaba cómo, tras mudarse, “cesó en absoluto el capítulo más oneroso de los gastos generales: el de la limpieza de los potreros. En Puima con un fósforo se quemaban extensas lomas de pastos nativos y casi tenía yerba fresca para los animales tan pronto que caía la primera lluvia”106. Pero la baja productividad de 103. PNOyC, 230, f. 80. los pastos nativos y el aislamiento de la hacienda lo convencieron de 104. Archivo de Pedro Nel Ospina (hijo) reanudar su esfuerzo en otra parte. En otras palabras, el bosque era (PNOJr., en FAES), CR Planilla-Cuba, Enero 31, 1928. mucho más que un obstáculo en el esfuerzo por expandir los potre105. PNOyC, 1923-1924, f. 14, f. 234. ros y los hatos no se reproducían espontáneamente. Había por supuesto otras formas en que los ganaderos adqui106. Julián Uribe Uribe, Memorias de Julián Uribe Uribe (Bogotá: Banco de la rían tierra de pastoreo en la frontera agrícola, además de pagar República, 1994 [1922]), 93. trabajadores para tumbar bosques y sembrar pastos. La consolida107. Orlando Fals Borda, Capitalismo, 41; ción de áreas limpiadas por campesinos a través de compras y toda Liza Grandia, How frontier ranchers; Robert Williams, Export Agriculture. suerte de “trucos, presiones, exacciones, engaños y muertes” era definitivamente significativa107. También lo eran los intercambios 108. Orlando Fals Borda, Capitalismo; Orlando Fals Borda, Historia Doble de de “tierra-por-pasto”, en los que un ganadero daba al campesino la Costa, v. 4 (Bogotá: Universidad acceso a un lote de tierra boscosa a cambio de que la devolviera, Nacional de Colombia, Banco de la República, El Áncora Editores, 2002 después de algunos años, convertida en potrero108. [1986]); Robert Williams, Export Sin embargo, el trabajo asalariado parece haber sido más signifiAgriculture; David Kaimowitz, Livestock and Deforestation; y Liza Grandia, How cativo en el proceso de formación de potreros de lo que comúnmente frontier ranchers. se reconoce. Es difícil determinar qué tan difundido estaba, pero 109. PNOyC, 200, f. 452. la queja de Salazar en 1915 sobre el incremento en los jornales en 110. Gloria Isabel Ocampo, Hacienda y Bolívar dada la alta demanda de trabajadores en las fincas ganaderas campesinos y Gloria Isabel Ocampo, en proceso de expansión sugiere que era importante109. En el valle La Instauración. De manera similar, la Lancashire and General Investment del Sinú los propietarios de la Hacienda Marta Magdalena emplearon Company pagó trabajadores para anualmente varios cientos de trabajadores para convertir unas 10.000 tumbar más de 22.000 hectáreas de tierra entre la década de 1920 y la hectáreas de bosque en potreros entre 1915 y 1950110. Aunque Ospina de 1940 (Public Records Office [PRO, y Salazar compraron algo de tierra a campesinos colonos, estas áreas en Londres], Foreign Office [FO], 371.38071, Colombia 1944, “Land development in Colombia”, Diciembre 2, 1944).

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limpias eran pequeñas en comparación con lo que le pagaron a sus trabajadores para desarrollarlas111. Striffler sugirió que los ganaderos utilizaron el trabajo asalariado desde los inicios de su empresa hacia los bosques de la costa Caribe a mediados del siglo XIX112. Incluso la ley de matrícula de 1892, que pasó en Bolívar para hacer cumplir los contratos laborales, subraya su importancia. Por lo tanto, los trabajos que Ospina y Salazar pasaron no deberían ser tomados como excepcionales. ¿Qué ventajas explicativas tiene el dar mayor atención al trabajo y al gasto que implicaba la formación de potreros al reexaminar la supuesta función territorial del ganado y el carácter no productivo de la ganadería? Primero, aunque el ganado puede usarse para controlar territorio, a menudo el hacerlo requiere mucho más que simplemente ponerlo a pastar. Con frecuencia esta función tiene un carácter inmaterial implícito según el cual los terratenientes simplemente aprovisionan sus tierras de ganado para dar solidez a su derecho de propiedad. Williams, por ejemplo, argumenta que el ganado proporcionó a los grandes terratenientes “una manera conveniente de dar validez a los derechos que reclamaban sobre áreas periféricas [de sus propiedades que eran] difíciles de patrullar” porque “las barreras físicas de la ganadería eran temporales: las selvas se tumbaban y los caminos se construían”113. Lo que quiero enfatizar es que el uso del ganado para establecer y mantener derechos de propiedad de la tierra en áreas selváticas requería considerable esfuerzo y gasto. En Colombia el ganado tampoco era la única forma de reclamar propiedad sobre la tierra. Una manera efectiva era obtener títulos. En Bolívar, el departamento ganadero más importante de Colombia en la primera mitad del siglo XX, cerca de la mitad de la tierra en la que se 111. PNOyC, 170, f354; Cáceres, f182. desarrollaron potreros tuvo origen en propiedades con títulos del 112. Luis Striffler, Alto Sinú, 103. Ver periodo colonial. En la frontera era posible adquirir títulos sobre también Anon, “Solicitudes sobre ajudicación de porciones de tierras tierras públicas redimiendo bonos territoriales y sin que se requibaldías”, Registro de Bolívar 669 riera explotación previa, de tal manera que no era necesario pasar (1889): 339. por el trabajo de ocupar la tierra con ganado primero. A comienzos 113. Robert Williams, Export Agriculture, 121, 158-159. de la década de 1920 se vendían bonos por el equivalente de 25 ó 35 114 centavos por hectárea . En contraste, en Bolívar el costo de desa114. Catherine LeGrand, Frontier Expansion, 40. rrollar un potrero a partir de bosques era de cerca de 20 pesos por 115. Archivo del General Pedro Nel Ospina (GPNO, en FAES), carpeta hectárea115. De manera similar, en 1922, la compañía de Pedro Nel 95, f. 79, “Memorandum sobre las Ospina estimó sus gastos de operación mensuales (deshierbe, reparapropiedades de Pedro Nel Ospina & Cía”; A. Izquierdo, “Fuente de ción de cercas, manejo de animales y sal), en potreros ya formados riqueza”, Revista Agricultura del Cauca 116 y con 4.000 cabezas de ganado adulto, en 30 centavos por cabeza . 1:1 (1918), 17; y P.L. Bell, “Cattle Raising Leading Industry in Bolivar, En otras palabras, era mucho más barato adquirir tierras públicas Colombia”, Commerce Reports 3 (1919). con bonos territoriales que desarrollar potreros y criar ganado. La 116. PNOyC, 1917-1936, Febrero 1, 1922, “Memorandum de las fincas de Cáceres”.

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razón por la que muchos ganaderos pedían títulos sobre tierras públicas como colonos era probablemente porque pensaban desarrollar los potreros de cualquier manera. Además, el simple hecho de ocupar las tierras públicas con ganado no aseguraba los derechos de propiedad. Gran parte del conflicto de la colonización de la frontera en Colombia ocurrió entre los colonos, quienes talaban bosques para sembrar cultivos y crear potreros, y los “empresarios terratenientes”, quienes aparecían luego con un título (supuestamente) otorgado por el estado para forzar a los colonos originales a pagarles arriendo o a venderles sus mejoras e irse117. Aunque la mayoría de los colonos eran campesinos, un buen número eran ganaderos. Cuando Pedro Nel Ospina aplicó para un título sobre una gran área de tierra cerca de Ayapel (Bolívar) en la década de 1920, varios de esos ganaderos, que tenían ganado en potreros sin títulos que ellos habían desarrollado en tierras públicas, se encontraron en la propiedad de otro y bajo presión de irse118. Mi argumento es que utilizar ganado para adquirir tierras implicaba un cierto compromiso con la ganadería. Si uno quería tierras para especulación, poder político o estatus, era mucho más fácil y más barato comprar tierras sin desarrollar (directamente o por medio de bonos territoriales) que reclamarlas a través del desarrollo de potreros para aprovisionarlos de ganado. La especulación era ciertamente una fuerza detrás de la colonización de tierras públicas. Pero los especuladores que usaban el ganado para reclamar tierras debían permanecer necesariamente en el negocio de la ganadería hasta que sus esfuerzos dieran resultado: de otra manera, la inversión inicial y los costos constantes de mantenimiento podían erosionar la posibilidad de una ganancia en el futuro. Sin duda, ha habido casos en América Latina en que las excesivas rentas institucionales y los altos precios de la tierra podían hacer del desarrollo de potreros una manera eficiente de adquirir tierras119. Pero antes de la década de 1950 éste no era el caso en Colombia. Para entender mejor por qué el ganado ha dominado el campo colombiano necesitamos prestar más atención a la lógica productiva de la ganadería. Aunque muchos ganaderos no tenían una mentalidad enteramente capitalista, su meta final era el beneficio económico. Los ganaderos también obtenían otros beneficios en el camino, y pocos ganaderos habrían dudado en utilizar su poder para mejorar la productividad de sus fincas. De hecho, gran parte de la coerción y de la usurpación de tierras puede entenderse como una manera de transferir los altos costos que implicaba el desarrollo de tierras al campesinado. No quiero sugerir, por lo tanto, que las diversas lógicas alternativas no jugaron un papel. Claramente el desarrollo de propiedades ganaderas puede servir a una variedad de funciones. Pero hay una 117. Catherine LeGrand, Frontier Expansion. tendencia fuerte a saltar directo a la lógica política, cultural o extra-económica de la ganadería, y por lo tanto a restar importancia 118. PNOyC, 1925, Mayo 30, 1925, “Comisión investigadora”.

119. Susanna Hecht, Environment.

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a su potencial productivo. En el caso colombiano, por lo menos, estas explicaciones alternativas apoyan pero no suplantan la lógica económica que hay debajo. La manera más obvia de sostener mi argumento es demostrar que la ganadería sí era rentable. Desafortunadamente, hay muy pocos datos sobre la rentabilidad de las actividades ganaderas en Colombia, especialmente antes de 1950. Generalizar a partir de unos pocos casos también es problemático. Las tasas de rentabilidad variaban bastante en el tiempo y en el espacio, y según el tipo de operación y la calidad de la administración. Y, como otros han señalado, con frecuencia los ganaderos no incluían en sus cálculos de rentabilidad todos los costos comúnmente aceptados de la contabilidad, tales como su propio trabajo o las tierras heredadas120. Sin embargo, la ganadería se consideraba por lo general “muy rentable,” “muy lucrativa,” “extremadamente rentable,” “económicamente favorable”, “una de las más brillantes oportunidades”, 120. National Archives and Record una “ganancia segura”, una inversión “excelente”121. Por ejemplo, en Administration (NARA en Washington, DC), Record Group (RG) 166, 1942la década de 1920, un ganadero de Bolívar calculó tasas anuales de ren1945, Colombia, “Cattle Raising and 122 tabilidad de 15% mientras otro estimó que variaban entre 10% y 30% . Related Industries in the Department of Bolívar, Colombia”, R.K. Oakley, Julio De hecho, en la década de 1920 el astuto observador social Alejandro 31, 1944, f. 29 (después: Oakley, Cattle López señalaba que la rentabilidad de la ganadería conllevaba a proraising); Marc Edelman, The Logic. blemas sociales y económicos mayores: 121. En su orden: J.D. Powles, New Granada, “La selva antioqueña iba cayendo para dar lugar al cultivo extensivo y por demás costoso de los pastos para el ganado de cría, y esa economía cerrada, a la vez que daba buenas ganancias a los ganaderos, dificultaba la formación de la granja y del pejugal, que es el único medio de trabajar intensivamente la tierra y de sostener una mayor cantidad de población…sin la cual el problema de las comunicaciones se dificulta […] [y] es casi imposible el nacimiento de nuevas industrias que vengan en apoyo de la agrícola, por el aprovechamiento económico de los subproductos”123.

En términos de tasas de rentabilidad reales, el negocio no era tan favorable. Salazar y Ospina, por ejemplo, ganaban menos del 4% de sus haciendas en el norte de Antioquia en 1914, y perdieron dinero en la recesión económica de comienzos de la década de 1920. Sin embargo, en los buenos años lograron producir rendimientos de más del 25%124. Entre 1924 y 1950 la tasa de rentabilidad anual de la Hacienda Marta Magdalena, en el valle del Sinú, promediaba cerca de 13% sin incluir los años de la Depresión de 1929-1933, cuando perdió casi 9% anual125. A comienzos de la década de 1940,

24; PRO, FO: 368.177, Colombia 1908, “Report of Agriculture in Colombia for the year 1907”, Abril 6, 1908; PRO, FO: 368.21, Colombia 1909, “Agriculture in Colombia”, Marzo 3, 1909; V. Levine, Colombia: Physical Features, Natural Resources, Means of Communication, Manufactures and Industrial Development (Nueva York: D. Appleton & Co., 1914), 110; Rafael Ospina Pérez, “La actual crisis mundial ganadera y su influencia sobre la ganadería antioqueña”, Boletín Agrícola 8 (1918), 286; Archivo de Carlos E. Restrepo [Universidad de Antioquia, Medellín], Correspondencia Recibida, 52-2, Doc. 110–161, f201–290, Ronaldo Gaumont a Carlos E. Restrepo, Diciembre 29, 1920; P.L. Bell, Cattle Raising, 142.

122. Eduardo Posada Carbó, El Caribe Colombiano: Una Historia Regional, 1870– 1950 (Bogotá: Banco de la República, Ancora Editores, 1998), 155-156. 123. Citado en Salomón Kalmanovitz, El régimen, 128. Las itálicas son mías. 124. PNOyC: CR-1915, Mayo 21, 1915; 200, f. 47; 230, f. 168. 125. Gloria Isabel Ocampo, La Instauración, 36.

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el vicecónsul estadounidense en Cartagena recolectó datos de la producción de nueve fincas diferentes cerca del río San Jorge en el valle del Sinú, como parte de una investigación sobre el potencial exportador de la región. Cerca del San Jorge, las ganancias promediaban 16.5% en 1942, momento en el cual los precios reales del ganado iban en aumento. En contraste, en el valle del Sinú, donde los precios de la tierra habían aumentado de forma considerable, la tasa de rentabilidad promedio era de sólo 6.4%126. Oakley concluyó que “la baja rentabilidad se debe simplemente al uso de tierras muy costosas para potreros, a la falta de selección, y a una técnica de [administración] defectuosa”127. Sin embargo, “[s]e podría decir […] que la mayoría de fincas son rentables […] porque están situadas en tierras pobres o en regiones sin explotar donde los precios de la tierra son bajos”128. Incluso con su potencial rentabilidad baja y los requerimientos que acarreaba el desarrollo de potreros, la ganadería ofrecía numerosas ventajas129. El ganado era más resistente que la mayoría de cultivos agrícolas a los caprichos del clima y a las plagas periódicas de langostas y otras pestes130. La coordinación del tiempo no era tan crucial en su “cosecha” y, dada la pobre infraestructura del país, era significativo el hecho de que el ganado podía caminar al mercado. 126. Oakley, Cattle raising, 27. La ganadería también disfrutaba de algunas economías de escala 127. Oakley, Cattle raising, 29. mientras que la agricultura, hasta mediados del siglo XX, tenía 128. Oakley, Cattle raising, 26. pocas. El ganado era también más fácil de manejar a distancia y evitaba la invariable competencia con la producción campesina 129. Ver también Susanna Hecht, The Logic of. que ocurría en la mayoría de los cultivos y reducía a la mayoría de 130. Pablo García, “Fiebre de Texas”, las élites terratenientes, al menos antes de 1950, a un rango de actiRevista Agrícola: Organo del Ministerio de vidades rurales bastante restringido: café, bananos, caña de azúcar, Agricultura y Comercio 1:6 (1915) y Jorge Orlando Melo, “Las vicisitudes del ganadería y al arriendo de tierras o la aparcería131. El miedo a la caímodelo liberal (1850–1899)”, en Historia da de precios por sobreproducción, bastante frecuente en un país Económica de Colombia, ed. J.A. Ocampo (Bogotá: Siglo Ventiuno Editores, 1987), con un mercado doméstico pequeño y altos costos de transporte, 169-170. también desanimaba a las élites frente a la idea de embarcarse en 131. Gabriel Poveda, Agricultura y labores agrícolas132. Mientras que los precios del ganado tendían ganadería; Salomón Kalmanovitz, El a fluctuar con las condiciones económicas generales, la biología régimen. de la reproducción atenuaba la oscilación violenta de los precios 132. Alejanrdo López, “La panela”, Boletín Agrícola 1:10 (1918): 420–427. que caracterizaba la producción de caña de azúcar, por ejemplo. A pesar de los altos costos iniciales del desarrollo de potreros, és133. Shawn Van Ausdal, “When beef was king. Or why do Colombians eat tos podían amortizarse a lo largo de varios años, mientras que el so little pork?”, Revista de Estudios trabajo agrícola de cultivos anuales era una actividad costosa y de Sociales 29 (2008); Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero, Producción trabajo intensivo133. Aunque las demandas laborales de la formaNacional: Estudio Sobre los Principales ción y mantenimiento de potreros eran más significativas de lo Aspectos del Desarrollo de la Producción Agropecuaria (Bogotá: Caja de Crédito Agrario Industrial y Minero, 1955); P.L. Bell, Cattle Raising.

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que comúnmente se cree, éstas seguían siendo menores que aquellas de la mayoría de empresas agrícolas. En las regiones con escasez de mano de obra la ganadería era usualmente una de las pocas opciones viables de usufructuar la tierra, especialmente donde un estado débil no podía (o no estaba dispuesto a) forzar más agresivamente el reclutamiento de la mano de obra. Además, a excepción del pescado cerca a los ríos de tierra caliente, la carne de res tampoco tenía ninguna competencia fuerte en los mercados colombianos, hacia los cuales se orientaba la mayoría de la producción134. El desarrollo de potreros, en lugar de su compra, también permitía a los ganaderos expandir sus operaciones lentamente dentro de una propiedad contigua y beneficiarse de su valorización incrementada. En un país con limitadas y conservadoras salidas productivas para el capital, el ganado se destacaba como una de las opciones más promisorias. Permítanme ser claro: no quiero invertir el análisis y reducir la tierra únicamente a su función económica o productiva. El poder terrateniente, la coerción y los beneficios extraeconómicos son parte de la historia de la ganadería en Colombia. Pero el énfasis puesto en ellos, a expensas de la lógica productiva, ha dado como resultado una imagen distorsionada de la ganadería y una tendencia a sobre-simplificar la naturaleza del poder de los terratenientes. Tomemos, por ejemplo, la ley de matrícula mencionada arriba. Para muchos, esta ley -que regulaba los contratos laborales- demostraba el poder de los ganaderos de Bolívar para imponer un sistema de endeude sobre el campesinado local. Algunos incluso la han considerado la continuación de la esclavitud, abolida 40 años antes, en un nuevo disfraz135. La ley amenazaba a los trabajadores que no cumplieran con sus contratos laborales con multas o cárcel, especialmente cuando se les habían dado avances136. Sin duda, la ley incrementaba el control de los ganaderos y dio paso a numerosos 134. Shawn Van Ausdal, When beef. abusos. Pero interpretar la ley como una simple formalización de una 135. Víctor Negrete, Origen de las Luchas, práctica real -y creer que los avances eran un truco “inventado” por los 28; Orlando Fals Borda, Capitalismo, 137 ganaderos- es perder el punto central . La ley constituía un esfuerzo Hacienda, 126; y Salomón Kalmanovitz, El Desarrollo. para incrementar su poder precisamente porque los ganaderos tenían 136. Víctor Negrete, Origen de las Luchas; problemas para obtener y conservar la mano de obra. En lugar de ser AOFB, Legislación Agraria. una invención para amarrar a los trabajadores, los avances parecen 137. Orlando Fals Borda, Historia Doble haber sido el único medio que tenían los ganaderos para atraerlos al trade la Costa, vol. 1 (Bogotá: C. Valencia 138 bajo . Como se mencionó arriba, Ospina y Salazar trataron de acabar Editores, 1979), 112. con este “punto bien peligroso” reiteradamente139. Incluso las ofertas 138. Gloria Isabel Ocampo, Hacienda y campesinos y Gloria Isabel Ocampo, La de pagarles más a aquellos que rechazaban los avances tradicionales faInstauración. 140 llaban . De una parte, Ospina, Salazar y otros ganaderos rechazaban la 139. PNOyC, 200, f. 206. práctica dado que ésta implicaba un aumento en los gastos de mano de 140. Gloria Isabel Ocampo, Hacienda y obra y porque “pocos son los que saben cumplir y que en estos se pierde campesinos. 141 mucho dinero” . De otra parte, también decían que “los individuos así 141. PNOyC, 1920–1921, Agosto 9, 1920; y Gloria Isabel Ocampo, Hacienda y campesinos, 121.

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avanzados trabajan muy poco”142. La frustración causada por la pérdida de parte del dinero que avanzaban y por las tareas sin concluir que se extendían, parece haber estado detrás de esta ley. La reinterpretación de la matrícula de ninguna manera balancea las relaciones de poder entre los ganaderos y los campesinos de Bolívar, pero sí matiza el “férreo control” de la interpretación anterior que muchos han creído cercano a absoluto143. Asimismo, la noción de que los terratenientes más grandes eran necesariamente los más poderosos, o de que el estado era su apéndice, no considera las divisiones en el interior de la élite y la manera en que el poder operaba por medio de redes clientelistas y partidistas, que podían dejarlos con una limitada autoridad a nivel local144. Aunque el gobierno municipal de Ayapel había invitado a Ospina a volverse vecino, lo que le daba derecho a utilizar la gran sabana comunal en sus operaciones ganaderas, éste tuvo gran dificultad en lograr que le dieran acceso a su ganado a pesar de ser uno de los ganaderos más importantes de la región y el presidente del país145. Aunque eventualmente obtuvo permiso tras un esfuerzo extendido, nunca tuvo confianza sobre estos derechos. Movido por el miedo a ser excluido de la posible privatización de estas tierras comunales, Ospina optó por desarrollar potreros privados en otro lugar de la región a pesar del costo146. Bernardo Ospina, el sobrino y yerno que manejaba varias de sus fincas en la década de 1920, también se quejaba de que los oficiales locales y departamentales ignoraban sus sugerencias y eran reacios a ayudarle a presionar a los campesinos establecidos en sus fincas para que vendieran: “[T]odo esto sería arreglable si las autoridades fueran suficientemente activas y prestaran un apoyo pronto y eficaz, pero sucede muy de otra manera”147. Aunque eran parte de uno de los escalones de poder más altos del país, a nivel local los 142. Gloria Isabel Ocampo, Hacienda y campesinos, 122; y PNOyC, 232, f. 294. Ospina continuaban siendo forasteros sin redes bien establecidas por medio de las cuales ejercer su influencia. Por supuesto, otras élites te143. Fabio Yepes, Ganadería y transformación, 151. rratenientes sí eran influyentes. Bernardo Ospina también se quejaba 144. Mary Roldán, Blood and Fire: La de cómo aquellos en el poder ignoraban la ley para beneficiarse “a costa Violencia in Antioquia, Colombia, 1946–1953 de las gentes honradas que trabajan”148. El punto que quiero hacer aquí (Durham: Duke University Press, 2002) y Michael Jiménez, “At the banquet es que quien ejerce el poder y cómo lo hace no son tan evidentes como of civilization: the limits of planter se supone a veces. Pero dado que se ha asumido con tanta frecuencia hegemony in early-twentieth-century Colombia”, en Coffee, Society, and Power que los ganaderos eran “acusadores, jueces, jurados y agentes de la ley” in Latin America, eds. W. Roseberry, L. al mismo tiempo, ha habido un esfuerzo relativamente pequeño por Gudmundson y M. Samper Kutschbach (Baltimore: The Johns Hopkins examinar cómo ejercieron el poder en realidad149. University Press, 1995).

145. PNOyC, Cáceres, f. 34-35. 146. PNOyC: 1919-1925, Abril 27, 1920; Cáceres, f183; 350, f. 276. 147. PNOyC, Cáceres, f. 183.

C onclusión En Colombia el auge de la ganadería y su presión hacia los bosques de tierra caliente comenzó alrededor de 1850. Para 1950, cuando se cree generalmente que el ganado empezó a jugar un papel importante en la

148. PNOyC, Cáceres, f. 362. 149. Ernest Feder, Violencia y Despojo, 156. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 126-149


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deforestación tropical en América Latina, los ganaderos y campesinos ya habían convertido millones de hectáreas de bosques colombianos en potreros. Muchos de los árboles dieron paso al pasto pertenecían a bosques secos tropicales en lugar de selvas húmedas, los cuales serían un escenario importante del auge ganadero latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, queda claro que la incursión hacia el bosque después de 1950 no fue, en el caso de Colombia, algo nuevo. Hubo algunos elementos novedosos que ayudaron a incrementar el ritmo de la deforestación: desplazamiento por agricultura mecanizada; mayor crédito estatal; la intervención de agencias de desarrollo internacional; la mecanización de la tala de bosques y la introducción de herbicidas químicos; y el desarrollo de drogas sintéticas contra la malaria e insecticidas más efectivos como el DDT. Pero para el momento en que la “ciencia intercontinental” empezó a dejar su marca, los ganaderos llevaban más de un siglo alterando el paisaje colombiano de forma dramática. El objetivo de prestar atención a la larga historia de convertir bosques en potreros va más allá de señalar sus profundas raíces. El reconocer el costo y esfuerzo requerido sugiere que hagamos una pausa antes de saltar a una cantidad de suposiciones persistentes sobre la ganadería en gran parte de América Latina: que incluso donde los ganaderos tuvieron que talar bosques, esencialmente disfrutaron de “pasto gratis”150; que el simple poner ganado a pastar era una manera clave de controlar el territorio; que “el culto al toro” era una fuerza motivadora151; o incluso que su expansión dependió en gran parte de una larga historia de despojar a otros. Aunque hay mucho de verdad en estos estereotipos, especialmente en el último, éstos también representan una imagen tergiversada de la ganadería: el pasto no era necesariamente barato; con frecuencia los bosques se interponían al uso del ganado para reclamar territorio; la rentabilidad podía ser más importante que el estatus; y el costo de la mano de obra requerida para desarrollar potreros también fue un aspecto significativo de la expansión de la ganadería. Además, ir más allá de estos estereotipos debería ayudarnos a reforzar la noción de que el poder terrateniente no era siempre claro. Y dado que una buena parte de lo que se ha escrito sobre la historia de la ganadería en América Latina ha tendido a describirla como un medio para otro fin, vale la pena enfatizar la lógica productiva y económica de la ganadería para entender mejor por qué gran parte del continente está cubierta en pasto.

150. Jeremy Rifkin, Beyond Beef, 199. 151. Douglass Shane, Hoofprints, 9.

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La Compañía Minera Chocó Pacífico y el auge del platino en Colombia, 1897-1930

La Compañía Minera Chocó Pacífico y el auge del platino en Colombia, 1897-1930

The Chocó Pacífico Mining Company and the Platinum Boom in Colombia, 1897-1930

Resumen

Abstract

Entre 1916 y 1926 Colombia fue el principal

Between 1916 and 1926, when platinum prices

exportador de platino del mundo, al tiempo que

were exceptionally high, Colombia was the largest

los precios del metal estaban excepcionalmente

supplier of this metal in the world market. Most

altos. La mayoría de ese platino fue explotado

of this platinum was mined by the Chocó Pacífico

por la Compañía Minera Chocó Pacífico en el río

Mining Company in the Condoto River. The

Condoto. Sin embargo, el país no recibió regalías

government did not receive any royalties from

por la extracción de ese metal. Este artículo

the company, however. This article reconstructs

recuenta esta historia y analiza lo que ella

this history and analyzes its implications for the

devela sobre el proceso de formación del Estado

process of state formation in Colombia.

colombiano.

Palabras

Claudia Leal León

Key Words

c l av e

Compañía Minera Chocó Pacífico, Estado, platino,

Chocó Pacífico Mining Company, State, Platinum,

Chocó, Colombia.

Chocó, Colombia.

Economista de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Ph.D. en Geografía de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos. Profesora Asistente del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia. Pertenece al grupo de investigación Historia, Ambiente y Política (Categoría B en Colciencias). Sus intereses de investigación se centran en el lugar de la raza en la construcción de las naciones latinoamericanas y en la relación entre la naturaleza y la sociedad. Es editora (junto con Carl Langebaek) de Historias de raza y nación en América Latina (en prensa) y es autora del artículo “Disputas por tagua y minas: recursos naturales y propiedad territorial en el Pacífico colombiano, 1870-1930”, Revista Colombiana de Antropología 44:2 (2008): 409-438. claleal@uniandes.edu.co

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En julio de 1925 el primer inspector del platino visitó Andagoya, el gran campamento minero ubicado sobre el río San Juan en el Chocó, que sirvió de sede de la Compañía Minera Chocó Pacífico (ver mapa No. 1). Quería saber por qué la compañía no había pagado regalías por el dragado del río Condoto. Desde 1916, cuando los precios del platino tuvieron un gran aumento debido a la caída en la producción rusa, esta compañía estadounidense había extraído cerca de la mitad del platino exportado por Colombia. Pequeños mineros locales habían extraído el resto. Aunque la Chocó Pacífico era la principal productora de platino del país, el subgerente se negó a mostrarle los libros de la compañía al interventor. Después de indagar por unos días el interventor se enteró de que la Chocó Pacífico tenía títulos de propiedad de los últimos 10 kilómetros del lecho del río Condoto. Como trabajaba en terrenos propios, la compañía no pagaba regalías y sus empleados consideraban que el interventor no tenía por qué visitar sus oficinas1. Por lo tanto, en la época en que los precios del platino estaban excepcionalmente altos y Colombia se convirtió en el principal productor mundial de este metal, el estado colombiano no recibió regalías por el platino extraído de su subsuelo por una compañía extranjera. ¿Cómo pudo una compañía extranjera hacerse dueña de los depósitos de platino de Colombia y evitar pagar regalías al Estado? Y, ¿por qué el interventor no tenía claridad sobre la situación legal de la minería de platino en el país? La respuesta a estas preguntas se centra en el respaldo que le dio el Estado a derec Este artículo hace parte de una chos de propiedad tanto de la nación como de particulares sobre los investigación sobre la historia del Pacífico colombiano entre 1870 y 1930. depósitos aluviales de los lechos de los ríos. En sus niveles regional y Una versión preliminar fue presentada nacional el Estado apoyó derechos mutuamente excluyentes sobre los en la American Historical Association 118th Annual Meeting, enero 8-11, 2004, mismos recursos. Este comportamiento inconsistente ilustra la debiliWashington D.C. dad del Estado colombiano durante las tres primeras décadas del siglo 1. Archivo General de la Nación (AGN), XX, debilidad que puede ser entendida en relación con dos aspectos Fondo Ministerio de Minas, Tomo 16, ff. 35 y 36. Telegramas enviados por interrelacionados de su formación: el paso de un sistema federalista a la Interventoría del Platino desde Istmina, de julio 26, julio 27, julio 30 y agosto 1 de 1925.

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uno centralista y la urgente necesidad de fortalecer la economía nacional y aumentar los ingresos del Estado. Además de dar luces sobre la naturaleza del Estado, la historia del auge del platino sirve para resaltar algunos problemas de la integración regional en un momento en que la nación colombiana adquiría cohesión. Mapa No. 1: Ubicación de río Condoto

Fuente: Elaborado por Claudia Leal y Alejandro Camargo.

Este artículo comienza dando un contexto histórico sobre la minería en el Chocó y luego pasa a explicar cómo el Estado, a nivel regional, otorgó títulos de propiedad privada sobre los lechos de los ríos chocoanos, sobre todo a extranjeros. Después muestra cómo, sobre la base de considerar los lechos de los ríos como propiedad nacional, el

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estado central dio varios de ellos en concesión. A continuación recuenta el conflicto que emergió alrededor de los derechos de explotar el río Condoto, la forma en que fue resuelto y las consecuencias que tal suceso tuvo. Este artículo termina analizando lo que este caso nos enseña sobre la historia del Estado colombiano y sobre las dificultades para la integración regional. 1. L a minería en el C hocó El rico río Condoto está ubicado en el alto Chocó: nace en la vertiente occidental de la Cordillera Occidental y desemboca en el río San Juan. Ésta es una de las regiones más lluviosas del planeta; la precipitación anual en la boca del río Condoto es de cerca de 7.000 mm2. El alto Chocó fue incorporado al imperio español a finales del siglo XVII con el fin de aprovechar sus depósitos aluviales de oro y desde ese momento la mano de obra de esta economía minera estuvo conformada por esclavos africanos. Éstos vivían en campamentos mineros a lo largo de los ríos, mientras que los principales dueños de esclavos residían lejos, en ciudades como Popayán y Cali, e invertían sus fortunas fuera del Chocó3. Los pocos blancos que vivían en esta región supervisaban los trabajos mineros en 2. Robert West, Las tierras bajas del los campamentos o residían en uno de los pocos pueblitos que Pacífico colombiano (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e allí había. La reducida población indígena cultivaba plátanos y Historia, 2000 [1957]), 66. Como maíz para las minas. A pesar de las riquezas que producía, el comparación puede anotarse que la precipitación anual en Bogotá es Chocó era una zona marginal del imperio español: su densidad de cerca de 1.000 mm, Instituto de poblacional era muy baja, no tenía ciudades ni prósperas haHidrología, Meteorología y Estudios 4 Ambientales de Colombia, IDEAM, ciendas o puertos bulliciosos . Atlas Climatológico de Colombia (Bogotá: La minería esclavista en el Chocó estuvo en auge en la priImprenta Nacional de Colombia, 2005), 25. mera mitad del siglo XVIII, decayó en la segunda mitad y entró 3. Ver Germán Colmenares, Cali: en crisis después de la independencia. Esta economía prosperó terratenientes, mineros y comerciantes, mientras la frontera minera se expandía y los esclavos explotaban siglo XVIII, “Sociedad y economía en el Valle del Cauca”, tomo I (Bogotá: los placeres auríferos por primera vez. Cuando esta etapa entró Banco Popular y Universidad del Valle, en declive, la producción decayó pero siguió siendo importante. 1983); y Popayán: una sociedad esclavista, 1680-1800, “Historia económica y social Las guerras de independencia (1810-1824) generaron una fuerde Colombia”, tomo II (Medellín: La te caída en la producción aurífera, al punto que el Chocó perdió Carreta, 1979). para siempre el lugar privilegiado que tenía en la economía. Para 4. Sobre minería colonial en el Chocó ese momento muchos esclavos habían comprado su libertad con ver William Sharp, Slavery in the Spanish Frontier, The Colombian Choco, el oro explotado en sus días libres y en 1851 la abolición de la 1680-1810 (Norman: University of esclavitud le dio a esta institución su estocada final. Aunque debiOklahoma Press, 1976). Sobre el Chocó en tiempos coloniales ver litada, la minería continuó siendo el eje de la economía regional. también Eric Werner Cantor, Ni Muchos dueños abandonaron sus minas, mientras algunos pocos aniquilados, ni vencidos (Bogotá: Icanh, 2000), y Orián Jiménez, El Chocó: Un paraíso del Demonio (Medellín: Universidad de Antioquia, 2004).

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decidieron quedarse y hacer su hogar en el Chocó, con lo que comenzaron a formar una pequeña elite local. Mineros negros libres continuaron extrayendo oro, con frecuencia pagando rentas a los dueños. Usaban las mismas técnicas aprendidas en tiempos coloniales: canalones en las terrazas altas, hoyos en las bajas y buceo en los cauces de los ríos5. Con el agotamiento de las minas más accesibles y sin capital para las inversiones más elementales, tales como mantener reservorios de agua para el buen funcionamiento de los canalones, hacia mediados del siglo XIX el futuro de la minería no pintaba bien6. Los dueños de minas del Chocó llegaron al convencimiento de que sólo mediante una buena dosis de inversión extranjera se le podría dar vida a la decaída economía regional. Sin embargo, los pocos extranje5. Para una descripción de los métodos de minería aluvial ver: Robert West, ros que trataron de introducir tecnología moderna en la segunda mitad La minería de aluvión durante el periodo del siglo no tuvieron éxito. Los esfuerzos más notables los realizaron colonial (Bogotá: Imprenta Nacional, 1972 [1952]). Benjamin S. Pray y sus socios, quienes en la década de 1880 formaron 6. Claudia Leal, “Black Forests. The Pacific dos empresas en constante necesidad de capital para explotar algunas Lowlands of Colombia, 1850-1930” de las minas del Chocó. Pray consideraba que la importación de dra(Tesis Ph.D., Universidad de California, Berkeley, 2004), cap. 3. gas transformaría radicalmente la minería en el Chocó y lo haría rico. Una de sus compañías introdujo en 1883 la primera draga que hubo 7. Harvard Business School Baker Library, “Book of Minutes”, en en la región, pero su casco de madera se pudrió y la draga se hundió folder “Mines -Colombia”. Atrato antes de llegar a su destino final. En 1885 la compañía logró importar Mining Development Company Collection; U.S. National Archives una segunda draga que sólo funcionó por un periodo muy corto7. Por and Records Administration, (en esos días la tecnología para fabricar dragas aún requería de mejoras adelante NARA), RG 84, Records of Foreign Service Posts. Consular importantes. Las dragas fueron inventadas y utilizadas con éxito en Posts, Quibdó, Colombia, Vol. 4. Nueva Zelanda desde 1862, pero sólo tuvieron un uso generalizado Louis Dreyfus, “Mining in the Chocó District”, 1914; Henry G. Granger and a partir del siglo XX cuando se perfeccionó la draga de canjilones (o Edward B. Trewille “Mining Districts bucket-elevator dredge)8. Por lo tanto, el fracaso de Pray se debe en parte of Colombia”, Transactions of the American Institute of Mining Engineers, al estado del arte de la tecnología. Su otra compañía se empeñó en Vol. XXVIII (1899), 83. modernizar la economía chocoana por medio de la minería hidráulica, 8. T. C. Earl, Gold Dredging (London: E & un método que consistía en usar un chorro de agua a alta presión para F. N. Spon, Limited, 1913) v, vii; J.H.W. McGeorge, Dredging for Gold, The excavar orillas ricas en oro. Para estas operaciones los mineros debían History of Two successful but Contrasting construir grandes pozos en lugares ubicados a mayor altura que las Enterprises (Melbourne: J. McGeorge, 1964), 8-9; Genevieve M. Haynor, “The minas, para generar la presión requerida y conducir el agua a través de History of Gold Dredging in California, canales a los que, una vez llegaban al área de explotación, conectaban 1848-1940” (M.A. Thesis, University of California, Berkeley, 1941), 11-12, 16, a enormes mangueras. La compañía logró en 1889 explotar una mina 21-25, 27-28, 34 y 36-38. con este método. Pero debido a que la prospección fue improvisada, 9. Harvard Business School Baker Library. y el agua y el capital escasos, la mina fue clausurada tan sólo un mes “President’s Report to Stockholders of después de haber comenzado operaciones9. the Chocó Hydraulic Mining Company, Portland”. 1889. Folder “Minutes -Notices of Meetings”, V. 6, en Choco Hydraulic Mining Company Papers.

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A pesar de estos fracasos, una comisión creada en 1908 para explorar las posibilidades económicas del Chocó concluyó que “[l]a riqueza de las minas de aluvión no ha sido extraída y quizás no lo sea sino mediante la inversión de fuertes capitales que permitan el uso de potentes maquinarias. Empresas de gran magnitud y en manos de sociedades extranjeras -dadas las actuales circunstancias estas son las únicas en capacidad de acometerlas- dan á la Nación ó, si se quiere, solo á la comarca más forma de provecho verdadero”10.

Paradójicamente, estos intentos fallidos confirmaron las ideas que tomaron forma en la década de 1850: que la inversión extranjera y la tecnología importada generarían una revolución minera. La persistencia de estas expectativas dio origen a una ola de especulación sin precedentes. 2. P ropiedad privada A finales del siglo XIX la gobernación del Cauca avaló la propiedad privada de muchos lechos de ríos en el Chocó durante la primera etapa de una intensa especulación minera. La adquisición de títulos mineros fue facilitada por la legislación colombiana que hizo que la titulación de minas fuera barata y fácil, y que permitió que las minas permanecieran ociosas indefinidamente. En 1887, después del final del experimento federal, el gobierno adoptó el código minero de Antioquia para toda la nación. Bajo este código, quien quisiera declarar una mina como propia debía hacer la solicitud al alcalde especificando la ubicación exacta de la futura propiedad. Hasta 1907 el Chocó hacía parte del departamento del Cauca, así que los alcaldes enviaban las solicitudes al gobernador en Popayán. Después de 1907, cuando el Chocó se convirtió en intendencia, las solicitudes iban a Quibdó. El gobernador o el intendente devolvían los papeles a la oficina del alcalde declarando 10. AGN, Baldíos, Tomo 30, f. 147. la posesión de la mina para que éste pusiera los documentos en lugar Cartagena, junio 8 de 1908, Enrique Escobar y Juan C Olier. “Informe de la público por tres semanas. Si alguien se oponía al título, el caso pasaba comisión nombrada por el gobierno a la rama judicial. De lo contrario, la alcaldía daba posesión y los docuReyes para explorar las posibilidades económicas del Chocó”. mentos regresaban a la capital, desde donde las autoridades del caso enviaban los títulos. Aunque este proceso podía tomar meses, era sen11. Henry G. Granger and Edward B. Trewille “Mining Districts of cillo. Un pequeño pago inicial y un impuesto anual no eran suficientes Colombia”, 85; Antonio Olano, La para detener a aquellos que no tenían ninguna intención de explotar propiedad minera, Su estado legal y modos de adquirirla en la intendencia del Chocó las minas. Si el dueño dejaba de pagar el impuesto, el gobierno considey departamentos que formaron el Antiguo raba que la mina estaba abandonada. Pero si pagaba, podía mantener Estado del Cauca, (Bogotá: Talleres Tipográficos de Régulo Domínguez, la mina aun sin trabajarla. Es más, si el dueño pagaba el equivalente a 1913); P. L. Bell, Colombia, A Commercial 40 años de impuestos podía tener la mina a perpetuidad11. Handbook, Department of Commerce, Special Series No. 206, (Washington Government Printing Office, 1921), 100-101, 118-119.

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Henry Granger, un estadounidense que como veremos jugó un papel muy importante en la creación de la Chocó Pacífico, aprendió muy bien cómo seguir este procedimiento. Granger se instaló en Colombia en 1894 cuando tenía poco más de 20 años. Promovió la minería en Colombia y particularmente en el Chocó por medio de la publicación en 1899 y 1908 de dos artículos en una revista de minería de los Estados Unidos12. Pero sobre todo se dedicó a conseguir títulos mineros. Entre 1897 y 1899 Granger obtuvo títulos de por lo menos 76 minas ubicadas a todo lo largo del Chocó. Por medio de la ley 19 de 1904 el gobierno nacional prohibió la adjudicación de minas a extranjeros en el Chocó, por miedo a perder más territorio nacional después de la separación de Panamá. En esos momentos Granger estaba en el proceso de adquirir más minas. Para evitar perderlas le pidió al gobierno que transfiriera los nuevos títulos a su esposa colombiana, Adelaida Cervera, una cartagenera con quien tuvo varios hijos13. En 1906 el gobierno le otorgó a doña Adelaida títulos de 37 minas14. De esta forma Granger se convirtió tal vez en el mayor propietario de minas en el Chocó con un total de 113 títulos. Junto con otros extranjeros como Benjamin S. Pray, Granger dio comienzo a una ola de especulación minera que terminó en la 12. Henry G. Granger and Edward década de 1920. Estos primeros especuladores adquirieron títulos B. Trewille “Mining Districts of de lechos de ríos en extensiones de cinco kilómetros, el tamaño Colombia” y Henry G. Granger, “Gold-Dredging on the Choco Rivers, máximo permitido por la legislación nacional. También hubo colomRepublic of Colombia, South America”, bianos que participaron en esta ola especulativa, pero lo hicieron en Transactions of the American Institute of Mining Engineers, Vol. 39, 1908. las primeras dos décadas del siglo XX y se concentraron en minas 13. NARA, RG 84, Records of Foreign ubicadas en las terrazas aluviales más que en los lechos de los ríos. Service Posts. Consular Posts, Quibdó, Esta preferencia se debió en parte a que en 1909 el gobierno emitió Colombia, Vol. 4. “List of American citizens in the district”. la ley 59 prohibiendo la titulación de los ríos que fueran navegables por barcos de vapor, pero también a que algunos dueños utilizaban 14. AGN, Fondo Baldíos, Tomo 24, f. 252; Tomo 25, f. 299. “Relación de las minas sus títulos para cobrarles arriendo a mineros pobres15. Dado que los de aluvión tituladas por la Gobernación lechos de los ríos eran considerados propiedad comunal por las codel antiguo Departamento del Cauca, en la región del Chocó, a favor del Sr. munidades ribereñas, habría sido casi imposible cobrarles arriendo a Henry G. Granger, ciudadano de los quienes bucearan para obtener oro del fondo de los ríos. Entre 1909 Estados Unidos de América y de su esposa la Sra. Doña María Adelaida y 1914, el periodo de mayor especulación en el Chocó, hubo 2.148 Cervera de Granger”, Gobernación del solicitudes de títulos mineros, de las cuales 866 fueron exitosas, lo Cauca, abril 1 de 1916; Artículo 11, “Ley 19 de 1904”, Diario Oficial No. 12.222, 26 que corresponde a la adjudicación de 128 minas anuales16. Los duede noviembre de 1904. ños de estas minas muy rara vez las explotaron, tanto que en 1920 el 15. Artículo 5, “Ley 59 de 1909”, Diario intendente escribió que: Oficial No. 13.860, 13 de diciembre de 1909.

16. AGN, Fondo Ministerio de Gobierno, Sección Primera: Tomo 965, f. 537. Jorge Valencia Lozano, “Informe del Intendente Nacional del Chocó al señor Ministro de Gobierno sobre la Marcha de la Administración Pública, en el año de 1927”.

“No es aventurado afirmar que más de la mitad del territorio de la Intendencia se encuentra yá titulado a favor de Sociedades ordinarias, como minas de oro, cobre y plata […]. Pero ocurre que de ese gran número de

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minas tituladas, un noventa por ciento, por lo menos, permanece sin laboreo alguno, esperando sus propietarios el momento propicio para contratar su explotación con compañías extranjeras”17.

La noción de que las minas de aluvión o que los recursos del subsuelo podían ser propiedad privada fue fundamental para que esta ola especulativa tuviera lugar. Esta noción de propiedad privada cobijaba las minas ubicadas tanto en las terrazas aluviales como en los lechos de los ríos. En 1909 la ley que prohibió la adjudicación de minas en ríos navegables limitó la posibilidad de convertir los lechos de los ríos en propiedad privada. Pero la medida resultó tardía. Para ese momento la mayor parte de los ríos auríferos más importantes de la región ya había sido titulada como minas. Una concepción diferente de los lechos de los ríos como propiedad de la nación generó otro tipo de especulación. 3. P ropiedad de la nación En 1905, cuando la minería con dragas estaba en pleno apogeo en California y Nueva Zelanda, el presidente Rafael Reyes (1904-1909) promulgó el decreto 34, que permitía otorgar concesiones para dragar los lechos de los ríos a cambio de un porcentaje del valor de los metales extraídos. Basado en la noción de que los recursos mineros pertenecen a la nación, el gobierno quiso promover la explotación del oro y del platino. El general Reyes fue elegido presidente después del final de la Guerra de los Mil Días (1899-1902). Siguiendo el ejemplo de Porfirio Díaz en México, buscó el tan anhelado progreso material para Colombia. Promovió la construcción de ferrocarriles y tomó medidas conducentes a atraer la inversión extranjera. Con el fin de adoptar las reformas que consideraba necesarias, cerró el congreso y en 1905 convocó una asamblea nacional que amplió los poderes presidenciales. El decreto 34 de 1905 fue uno de los 4.742 promulgados por Reyes durante su presidencia. Con él buscaba generar desarrollo económico, así como una fuente de 17. AGN, Fondo Ministerio de Gobierno, ingreso para el empobrecido estado. La oposición a Reyes, que fue Sección 1: Tomo 836, ff. 132 y 133. “Informe del Intendente del Chocó, en parte una respuesta a sus poderes cuasidictatoriales, lo obligó a Juan Carrasco”, 24 de mayo de 1920. 18 renunciar en 1909 . El nuevo gobierno desmanteló algunas de las 18. David Bushnell, Colombia una nación reformas de Reyes incluyendo el derecho de otorgar los lechos de a pesar de sí misma: de los tiempos 19 los ríos en concesión (ley 4 de 1909) . precolombinos a nuestros días (Bogotá: Planeta Editores, 1996 [1993]), 218-224, El Ministerio de Obras Públicas, creado por Reyes para eny Humberto Vélez Ramírez, “Rafael cargarse entre otras cosas de los asuntos mineros, otorgó varias Reyes: Quinquenio, régimen político y capitalismo (1904-1909)”, en Nueva concesiones de forma apresurada, sin evaluar las posibilidades de Historia de Colombia, Tomo I (Bogotá: los concesionarios para explotar las minas. Generó así otra forma Planeta, 1989), 187. 19. AGN, Fondo Ministerio de Minas, Tomo 16, f. 155.

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de especulación. El Ministerio firmó contratos con colombianos que invariablemente querían transferir las concesiones a extranjeros. Pero la mayoría no había siquiera contactado a posibles inversionistas. En consecuencia, todos ellos tuvieron muchas dificultades para comenzar a explotar las minas -y la mayoría nunca lo logró-. Aunque los concesionarios corrían el riesgo de perder sus privilegios si no comenzaban trabajos de dragado en un término de dos años, el gobierno no se preocupó por verificar si esa cláusula se estaba cumpliendo. En 1908 la comisión que el presidente Reyes organizó para explorar las posibilidades económicas del Chocó recomendó que la amenaza de dar por terminadas las concesiones fuera utilizada como incentivo para que se explotaran las minas20. Pero el gobierno no siguió esta sugerencia. Sólo hasta 1933 el Ministerio encargado de revisar los expedientes declaró que los contratos habían expirado21. Entre 1906 y 1908 el Ministerio de Obras Públicas otorgó cinco ríos en concesión en el Chocó. Sólo uno de ellos llegó a ser dragado, el río Condoto, que fue otorgado en 1907 al general José Cicerón Castillo22. Como todos los demás concesionarios, Castillo tuvo problemas para comenzar a explotar esta mina. Sin embargo, en 1912 transfirió su concesión a la Anglo Colombian Development Company (ACDC), subsidiaria de la conocida Consolidated Gold Fields of South Africa Ltd. Fundada por Cecil Rhodes en 1887 para extraer el oro del Transvaal en Sur África, esta compañía británica tenía mucha experiencia en minería de aluvión. Durante dos años completos la ACDC llevó a cabo el trabajo de prospección más serio jamás adelantado en la región23. Mantuvo un personal de entre 10 y 30 extranjeros, además de entre 150 y 300 trabajadores locales. El agente consular estadounidense en Quibdó escribió en 1914:

20. AGN, Baldíos, Tomo 30, f. 154. Enrique Escobar y Juan C Olier. “Informe de la comisión nombrada por el gobierno Reyes para explorar las posibilidades económicas del Chocó”, Cartagena, junio 8 de 1908. 21. Claudia Leal, “Black Forests”, 117 y 118. 22. Claudia Leal, “Black Forests”, 118. 23. AGN, Baldíos, Tomo 36, f. 375 “Memorial de Daniel C. Stapelton relacionado con el traspaso de la concesión hecha a José Cicerón Castillo para el dragado del río Condoto”, 1912. 24. NARA, RG 84, Records of Foreign Service Posts. Consular Posts. Quibdó, Colombia. Vol. 4, Dreyfus, Louis, “Mining in the Chocó District”, 1914.

“Pozos de poco más de un metro cuadrado de ancho han sido excavados a lo largo del territorio en líneas que intersectan el río cada 366 metros, con los pozos espaciados cada 60 metros a lo largo de estas líneas, de tal manera que ahora se cuenta con información que da una muy buena idea de la grava con que se va a trabajar y del valor de la propiedad. Esta detallada prospección contrasta con los anteriores intentos azarosos de dragar los ríos, que ni siquiera contaron con un examen preliminar mínimo”24.

Mientras avanzaba en este trabajo, la ACDC extendió su presencia y su influencia en el área. Compró una cantidad considerable de tierra y de derechos mineros en la cuenca del río Condoto. Además, obtuvo a través de transferencias las concesiones para dragar partes de los ríos San Juan e Iró. Construyó dos campamentos en las orillas del río Condoto, con un gran almacén y el único hospital en

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toda la cuenca del río San Juan. La empresa también era dueña de un pequeño vapor que transportaba carga por el río San Juan. La compañía planeaba trasladar ambos campamentos a la boca del río e incluso comenzar a construir una hidroeléctrica. Con todos estos preparativos, finalmente dio comienzo a la explotación minera25. 4. L a C hocó P acífico y el auge del platino Cuando en 1915 la ACDC llevó una draga y comenzó a explotar el río, Henry Granger demandó a la compañía26. Entre las muchas minas de las cuales Granger obtuvo título a finales del siglo XIX se encontraban las denominadas René y Lincoln, que correspondían a los últimos 10 kilómetros del lecho del río Condoto (equivalentes a dos tercios del recorrido susceptible de ser dragado). En su demanda Granger pidió la posesión formal de la mina René, que la ACDC había comenzado a explotar. Después de más de 15 años de ser propietario, Granger no había hecho nada para poner a producir su mina. Además, cuando el gobierno le otorgó la concesión a Castillo, él no tomó ninguna acción legal en contra. Aunque la compañía sabía sobre los títulos de Granger, no consideró que ello implicara una amenaza seria dado que el gobierno central, tan ansioso de atraer inversión extranjera, era el garante de la concesión. Sin embargo, cuando un juez se pronunció a favor de Granger, el ejecutivo no defendió los derechos del concesionario. De esta forma perdió control sobre los depósitos de platino más importantes del país. El gobierno había caído en cuenta de que a pesar de estar a cargo de la política minera, no tenía autoridad para invalidar títulos mineros. En septiembre de 1913 el Ministerio de Obras Públicas emitió una resolución negando la validez de los derechos de Granger sobre la mina René. Pero tuvo que retractarse cuando abogados del gobierno señalaron que tal acción caía fuera de las competencias del gobierno. En consecuencia emitió otra resolución declarando que protegería los derechos de la ACDC como concesionaria, pero también respetaría los derechos adquiridos previamente por terceros. El gobierno finalmente tuvo que admitir la existencia de dos regímenes de propiedad superpuestos que estaban en conflicto. Peor aún, reconoció tácitamente que había distribuido derechos mineros sobre recursos que no estaban bajo su control. Pero en lugar de enfrentar el problema y encontrar una solución, trató de evadir su responsabilidad. Al reconocer tanto los derechos del concesionario como del propietario, dejó el asunto en las manos de los tribunales, cediendo su deber de guiar el desarro25. NARA, RG 84 Records of Foreign Service Posts. Consular Posts, Dreyfus, llo minero. La incapacidad de poner orden a este caos legal hizo Louis, “Mining in the Chocó District”, que dos compañías extranjeras decidieran el futuro del lecho más 1914, Quibdó, Colombia. Vol. 4; Juan Evangelista Cruz, Visita al Chocó, (Cali: rico en platino de la nación justo cuando los precios de este metal Tipografía Moderna, 1921), 15. estuvieron excepcionalmente altos. 26. La información sobre este litigio se encuentra en AGN, Ministerio de Minas, Tomo 12.

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Los partidos involucrados resolvieron el problema de derechos de propiedad superpuestos creando una empresa -la Compañía Minera Chocó Pacífico- que sirvió como fachada, bajo la cual las dos partes operaron. Después del fallo a favor de Granger, la ACDC tuvo que suspender trabajos. Motivado por su éxito, Granger puso una nueva demanda. Esta vez acusó a la ACDC de utilizar una draga clandestina y solicitó una gran cantidad de dinero en compensación por los daños sufridos. La compañía estaba en una situación complicada. Corría el riesgo de perder la draga y toda su inversión, no poder continuar sus trabajos y tener que pagar reparaciones. Para complicar aún más las cosas, Granger logró el respaldo de la General Development Company (GDC) de Nueva York, cuyo principal accionista era Adolph Lewisohn, un poderoso empresario de origen alemán. Arrinconada, la ACDC aceptó una segunda oferta de negociación de Granger y la GDC. Los ingleses y los estadounidenses llegaron a un acuerdo que incluía la creación de la Chocó Pacífico. Esta nueva compañía fue formalmente constituida por un documento registrado en la notaría de Istmina en julio de 1916, que no incluía detalles sobre el acuerdo entre las compañías27. La Chocó Pacífico era una entidad bajo la cual operaba el consorcio conformado en las negociaciones entre las dos compañías -la South American Gold and Platinum Company- creada en Estados Unidos bajo la dirección de Lewisohn28. Las compañías no informaron al gobierno colombiano sobre el acuerdo. En octubre de 1916 llegaron rumores al Ministerio de Obras Públicas de que las partes involucradas se habían reunido en Cali y en Nueva York para acordar una salida. La noticia fue muy bien recibida. Si las partes resolvían el problema por su cuenta, el gobierno no tendría que preocuparse por el asunto. Y efectivamente así fue hasta 1925, cuando creó el puesto de Interventor del Platino. Ahí cayó 27. Su capital equivalía a $10.000, sus en la cuenta de que aunque la nueva compañía había dragado el río socios eran Newton C. Marshall, Cicerón Ángel, Carlos A. Fellencer, Condoto durante años, no había pagado las regalías estipuladas en María Cervera de Granger, Henry el contrato que aprobaba el traspaso de la concesión a la ACDC. Granger, y A. H. Case, y su presidente era E. H. Westlake de Nueva York. Al centralizar la administración de propiedades mineras y de derechos mineros en la cuenca del río Condoto y sus alrededores, la 28. Según correspondencia del gobierno colombiano de 1926 esta compañía se Chocó Pacífico evitó el pago de regalías y se convirtió en un enorme constituyó en Delaware en 1916, pero poder local. La consolidación de derechos tuvo el efecto inmediato según un artículo del New York Times de 1919, la compañía se constituyó en de poner fin al conflicto sobre la mina René. Entre 1916 y 1925 la este último año. “Carta al Ministerio de Chocó Pacífico dragó la totalidad de las minas René y Lincoln, o los Industrias del Colombian Government Bureau of Information and Trade últimos 10 kilómetros del río Condoto. El contrato que transfería la Development, London, remitiendo concesión de Castillo a la ACDC estipulaba que la compañía debía info sobre la South American Gold and Platinum Company”, 7 de septiembre pagar al gobierno el 10 por ciento del valor total de los metales de 1926, AGN, Ministerio de Minas, Tomo 16, ff. 93-94; “South American Gold extraídos. Pero como la nueva entidad poseía tanto el título como and Platinum Company organized by Lewinsohns”, New York Times, New York 13 de junio de 1919.

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los derechos de concesión sobre esa porción del río, decidió dragarla como dueña y no como concesionaria. De esta forma evitó tener que pagar cualquier contribución sobre los metales extraídos29. La creación de la Chocó Pacífico también sirvió para evitar otras confrontaciones producto de derechos de propiedad superpuestos. La ACDC tenía los derechos para dragar los ríos Iró y San Juan, mientras que Granger tenía título de cinco minas en el río Iró y 16 en el San Juan (80 kilómetros desde Negría hasta Tadó). Además, la Chocó Pacífico poseía tres minas en el río Tamaná y el 59% del área del municipio de Condoto30. Constituía, por lo tanto, un poder colosal en esta área. La Chocó Pacífico, única compañía minera exitosa en el Chocó, continuó sus trabajos hasta la década de 1970, cuando pasó a manos colombianas bajo el nombre Mineros Colombianos S.A. El período en el que la Chocó Pacífico dragó las minas Lincoln y René (1916-1925) cubre buena parte del auge del platino, que terminó en 1930. El platino es un metal pesado y muy maleable que no se corroe ni oxida fácilmente y que resiste bien las altas temperaturas y el efecto de elementos químicos. Es buen conductor de electricidad y un poderoso catalizador. Se le encuentra junto con el oro, y aliado en diferentes proporciones con iridio y osmio. Durante la mayor parte del periodo colonial los mineros del Chocó botaban este ‘oro biche’, pues no le hallaban valor alguno. Aunque en 1783 Pierre François Chabaneau, un francés al servicio de la Corona española, desarrolló un método para purificar el platino, este metal sólo adquirió cierta importancia en la década de 1920. Con el descubrimiento del platino en los montes Urales, Rusia se convirtió en el principal y prácticamente en el único productor mundial, que consumía buena parte de su propia producción para fabricar monedas. En la década de 1860, las industrias químicas, de ingeniería eléctrica y dental encontraron nuevos usos para este metal. Una mayor demanda generó un aumento sostenido en la producción rusa, particularmente entre mediados de la década de 1870 y el final del siglo XIX. El desarrollo de nuevas técnicas de procesamiento multiplicó los usos de este metal, especialmente para joyería. Todos estos cambios generaron un aumento en el precio del platino, que en 1905 sobrepasó el del oro. En ese entonces Rusia era todavía casi el único productor de este metal. Colombia exportaba una cantidad mínima, equivalente al 3.2% de las exportaciones rusas31. 29. La mina Lincoln había sido titulada a nombre de Henry Granger y Edward Un incremento aún mayor en los precios generó un aumento en Treville en 1898. la producción colombiana y un corto auge. Los trastornos generados 30. Henrique E. White Uribe, por la Revolución Rusa llevaron a una caída del 84% en la produc“Apuntamientos sobre la Intendencia Nacional del Chocó y sobre el ción de los Urales entre 1914 y 1918. El precio del platino aumentó municipio de Urrao, Antioquia”, Boletín y se mantuvo excepcionalmente alto entre 1916 y 1929. Durante la de Minas y Petróleos 21-22 (sep.-oct de1930): 244. mayor parte de ese periodo (1916-1924) Colombia fue el mayor productor mundial. Las exportaciones de Colombia, que provenían casi 31. Roberto Wokittel, “Apuntes sobre el platino”, Minería 28, (1934): 1876-1878; David T. Day, “Platinum”, en Mining Resources of the U. S. (1906): 551-559.

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exclusivamente del Chocó, pasaron de 211 kg en 1906 a 1.586 kg en 1921, y se mantuvieron en un promedio de 1.460 kg hasta 1930. Los altos precios también estimularon la producción en Canadá y Sur África. Con la recuperación de la producción rusa y el descubrimiento de sustitutos para el platino los precios cayeron. Para 1934 el precio del platino descendió por debajo del precio del oro32. La Chocó Pacífico fue la principal beneficiaria del auge. Entre 1916 y 1930, cuando los precios del platino estuvieron en su más alto nivel, esta compañía dragó el lecho más rico en platino de Colombia. Para este fin utilizó tres dragas: una comprada por la ACDC y dos más que llegaron en 1920 y en 1923. Durante el auge esta compañía exportó el mayor porcentaje de platino colombiano, más o menos la mitad del total33. Los pequeños mineros extrajeron el resto, que vendían a comerciantes locales encargados de exportarlo. Estos mineros alquilaban minas en las terrazas aluviales o buceaban en el río para sacar arenas del fondo, con frecuencia aprovechando la excavación que realizaban las dragas. En 1925 la Chocó Pacífico terminó de dragar las minas René y Lincoln y al año siguiente pasó a explotar los últimos cinco kilómetros dragables de este río. Como no tenía títulos para esa sección, finalmente utilizó la concesión y comenzó a pagar regalías al Estado. Pero durante nueve años, entre 1916 y 1925, la compañía no pagó un centavo al gobierno colombiano. 5. L a construcción del E stado La historia temprana de la Chocó Pacífico pone en evidencia algunos de los problemas del proceso de formación del Estado en Colombia. La incapacidad del Estado de crear políticas sólidas para el desarrollo de la minería en el Chocó y obtener ingresos del auge del platino resalta una debilidad que puede entenderse mejor a la luz del proceso de centralización del Estado y del retraso del país para encontrar un camino económico viable. En Colombia el debate entre federalistas y centralistas se inclinó a favor de los primeros en la década de 1850. En 1863 una nueva constitución adoptó una forma extrema de federalismo que resultó caótica y llevó a un cambio hacia el centralismo un par de décadas después. La constitución de 1886 creó una forma de gobierno centralista que con algunos cambios ha persistido hasta el presente. Pero, tal como lo muestra la historia del auge del platino, se necesitaba más que una constitución para lograr un poder central efectivo. Entre otras cosas, era importante contar con una economía sólida. Colombia tomó más tiempo que 32. AGN, Ministerio de Gobierno, Sec.1ª: la mayoría de países latinoamericanos para entrar en la senda del Tomo 965, ff. 502-563; Roberto Wokittel, “Apuntes sobre el platino”, desarrollo exportador que comenzó en la segunda mitad del siglo 1878-1883. XIX. Sólo con la estabilización de la economía cafetera en la década 33. La gente local produjo el 52.5% del de 1920 Colombia aceleró un proceso retrasado de modernización oro del Chocó entre 1922 y 1931, ver -proceso que incluía el fortalecimiento del Estado-. revista de los estudiantes de la Escuela de Minas de Medellín, Año II: Edición extraordinaria dedicada al Chocó. Dyna 9 (1934): 289.

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Claudia Leal León

La historia de la política minera refleja algunas de las contradicciones del proceso de centralización del Estado colombiano. Durante el periodo federal cada estado podría tener su propia legislación minera. Pero en 1887, después de la constitución de 1886, el gobierno adoptó el código minero de Antioquia para todo el país. Esta escogencia no fue arbitraria, Antioquia había sido la principal región productora de oro desde la independencia. Tener una sola serie de normas en lugar de varias significaba dar un paso hacia un estado unificado y centralizado. Sin embargo, cada departamento (o estado) podía de manera independiente otorgar títulos dentro de su territorio. Bajo este código, la gobernación del Cauca dio como propiedad privada cientos de kilómetros de lechos de ríos en el Chocó antes de 1907, cuando esta región se convirtió en una unidad administrativa independiente. Al emitir el decreto 34 en 1905 el presidente Reyes tomó un paso más en el proceso de centralizar la política minera. Bajo esta nueva norma, sólo el Ministerio de Obras Públicas en Bogotá podía otorgar concesiones mineras en lechos de ríos en cualquier parte de Colombia. Pero esta medida centralizadora resultó contraproducente. El Ministerio otorgó concesiones ignorando los derechos otorgados por la gobernación del Cauca bajo el código minero nacional, poniendo en evidencia la naturaleza fragmentada del Estado colombiano. El gobierno central no sabía, no le importaba o no quería enfrentar las medidas tomadas por uno de los gobiernos regionales. El Estado mostró un comportamiento contradictorio: a nivel nacional, el ejecutivo concibió los minerales del lecho del río Condoto como recursos públicos, pero a nivel regional los concibió como propiedad privada. Tal caos normativo hizo inefectiva cualquier política minera. El otorgamiento de concesiones tales como la del río Condoto, por lo tanto, erosionaron el poder del Estado tanto central como regional- que se buscaba fortalecer. El caso estudiado aquí también refleja la influencia de la falta de una economía sólida sobre algunas medidas tomadas por el Estado. El otorgamiento de títulos y concesiones fue en parte producto de la necesidad desesperada de ingresos tanto a nivel nacional como regional. Incluso después de que el gobierno de Reyes aumentara significativamente el presupuesto nacional, funcionaba con tan sólo “un poco menos de cuatro dólares per capita”34. Para otorgar cada título la gobernación del Cauca recibía una suma de dinero, además de un impuesto anual, si es que el dueño mantenía sus obligaciones. Al otorgar muchos títulos, la gobernación podía incrementar ligeramente su menguado presupuesto. El mejor ejemplo de este comportamiento destinado a resolver el problema de la apremiante necesidad de efectivo es la renuncia a ingresos futuros si un dueño hacía un solo pago equivalente a 40 años de impuestos. Este fue el caso de Henry Granger y de las minas René y Lincoln. Del mismo modo, el gobierno nacional otorgó concesiones con la esperanza de que algunas fueran efectivamente explotadas con dragas y de esta 34. David Bushnell, Colombia una forma pagaran el 10% del valor de los minerales extraídos. nación, 160 (citando a Bergquist);

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La debilidad que el Estado buscaba superar por medio de la centralización y el crecimiento económico no es solamente evidente en el otorgamiento de concesiones, sino también en la forma en que los gobiernos que siguieron monitorearon estas medidas y las asumieron (o no) con sus consecuencias. Ni el estado nacional ni el regional fueron capaces de hacer cumplir sus propias reglas. Según el código de minas, los propietarios perdían sus minas si dejaban de pagar los impuestos anuales. Sin embargo, la gobernación del Cauca no verificó si estos requisitos se cumplían. De manera similar, el Ministerio de Obras Públicas no garantizó que los concesionarios iniciaran trabajos mineros en el término de dos años, tal como lo estipulaban los contratos. Conflictos tales como el que enfrentó a la ACDC con Henry Granger se habrían podido evitar si la gobernación y el Ministerio hubieran cumplido con sus responsabilidades. Una vez los conflictos estallaron e hicieron evidente la existencia de derechos de propiedad superpuestos, el estado no logró poner fin al caos mediante nueva legislación. No hay ninguna evidencia de que el Ministerio de Obras Públicas haya tratado de crear nuevas normas o haya promovido un debate en el Congreso. Por el contrario, su actitud fue errática y demostró poco compromiso. De esta manera, perdió la oportunidad de tener control sobre la política minera. E pílogo : la construcción de la nación Debido a su debilidad el Estado colombiano dejó el desarrollo minero del Chocó en un momento crucial en manos de una compañía extranjera. En consecuencia perdió mucho más que el dinero de las regalías. Perdió una oportunidad única para aumentar su control sobre una de las regiones más marginales del país. El periodo comprendido entre 1910 y 1930 fue crucial para la región debido al auge del platino, pero también fue un momento crucial en el desarrollo de Colombia. La economía cafetera dio la estabilidad económica que Colombia buscó de manera desesperada durante medio siglo de desarrollo exportador. Las olas exportadoras previas de tabaco y quina aprovecharon los precios extraordinarios del mercado internacional. Una vez los precios caían, estos cortos auges terminaban35. En la década de 1920 el café puso fin a esta ola especulativa que caracterizó al país desde mediados del siglo XIX. Paradójicamente, este cambio sucedió mientras el Chocó estaba viviendo un auge similar al modelo económico que estaba siendo superado. En este importante momento histórico, el carácter marginal del Chocó se hizo más evidente. El manejo del auge del platino sirvió para profundizar la distancia entre la región y la nación. 35. José Antonio Ocampo, Colombia y la economía mundial.

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Muchas acciones y una solución distante. Mecanismos gubernamentales de protección social en Bogotá, 1930-1945

Muchas acciones y una solución distante. Much Action and a Distant Solution. Mecanismos gubernamentales de Governmental Mechanisms of Social protección social en Bogotá, 1930-1945 Protection in Bogotá, 1930-1945

Decsi Arévalo Hernández

Resumen

Abstract

Este escrito tiene como fin explicar la paradoja que

This article seeks to explain the paradox, in

se observa en Bogotá durante la República Liberal, en

Bogotá during the Liberal Republic, in which

la que existe crecimiento económico y un conjunto

there was both economic growth and a significant

significativo de entidades de atención a la población

group of entities attending to the poor and yet

pobre y sin embargo la pobreza pervive. Tras un

the persistance of poverty. After examining the

examen de los derroteros de la política nacional y de

social-protection measures at both the national

las actuaciones del gobierno de la ciudad, en materia

and city level, the article concludes that the

de protección social, se concluye que el nivel central

central state did not adequately regulate the

no genera la regulación pertinente sobre el mundo

labor market and the city developed scattered

laboral y el local desarrolla medidas paliativas que

and meritocratic-based paliative measures that

resultan fragmentarias y meritocráticas, distantes del

were far from the universal policies needed to

universalismo requerido para superar la pobreza.

overcome poverty.

Palabras

Key Words

c l av e

Protección social, Bogotá, política pública, higiene,

Social Protection, Bogotá, Public Policy, Hygiene,

pobreza, República Liberal.

Poverty, Liberal Republic.

Economista, Magíster en Historia y Magíster en Economía de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y Doctora en Ciencias Económicas de la Universidad París X, Nanterre, Francia. Profesora Asociada del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Hace parte del grupo de Protección Social, adscrito al CID de la Universidad Nacional y a la Universidad de Los Andes (Categoría A en Colciencias). Sus áreas de investigación son la Historia económica y la Protección social. Entre sus últimas publicaciones figuran: Coautora con Oscar Rodríguez, “La fiscalidad bajo un régimen de dominación colonial: el caso de la Caja Real de Cartagena, 1738-1802”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 35 (2009): 19-64; con varios autores, Metodología para el diseño de un ordenamiento (ranking) de entidades promotoras de salud (Bogotá: Ministerio de la protección social, 2008). darevalo@uniandes.edu.co

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Muchas acciones y una solución distante. Mecanismos gubernamentales de protección social en Bogotá, 1930-1945c I ntroducción En Bogotá, como en otras ciudades del país, durante el período conocido como la República Liberal se conjugan dos fenómenos: la expansión económica a partir de mediados de los años treinta y la existencia de un conjunto apreciable de entidades vinculadas a la protección social de la población pobre. El primero está ligado al fortalecimiento de las exportaciones cafeteras y al crecimiento del sector industrial, que induce una mayor salarización de la fuerza de trabajo; el segundo lo conforman los organismos de carácter público y las organizaciones privadas tanto laicas como religiosas. Con un escenario de esta naturaleza era de esperarse una importante disminución de la pobreza. Sin embargo, esa expectativa no se cumple y la pobreza pervive. Tal situación se convierte en paradójica porque la expansión económica está llamada a proveer el aumento de los ingresos que se requieren para mejorar el nivel de vida de la población, y los mecanismos de protección social son los mediadores que actúan compensando los desbalances entre la generación de riqueza y la condición de vida de la población. La pobreza, por tanto, expresa las deficiencias en la articulación de los dos fenómenos, bien sea porque el régimen de crecimiento deja importantes segmentos de la sociedad al margen de las ganancias que de él se derivan, o porque los mecanismos de protección social no son adecuados o suficientes para jugar su papel de compensador. No obstante, encontrar la evidencia de una u otra de las situaciones señaladas no explica la persistencia de la pobreza. Además de esta tarea es preciso determinar c Este artículo hace parte de los estudios la manera como se establecen los vínculos entre la forma particular que en la línea de investigación que adopta el régimen de crecimiento y el modo en que se configura de historia de la protección social desarrolla el grupo Protección Social. el sistema de protección social1. Así el propósito del escrito que aquí se presenta es analizar el 1. Esta perspectiva se nutre de enfoques como el de Robert Castel. La desencuentro entre el crecimiento económico y la disminución metamorfosis de la cuestión social. Una de la pobreza en Bogotá. Para ello se delinearán las características crónica del salariado (Buenos Aires Barcelona - México: Paidós, 1997) y Bruno Théret, Régimes économiques de l’ordre politique (Paris: PUF, 1992).

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del patrón de crecimiento económico, los derroteros que siguió la política económica nacional con miras a generar un modo de regulación de la actividad económica, y los mecanismos que aplicó la administración pública de Bogotá con el fin de mejorar la condición de vida de la población en situación de pobreza. 1. E xpansión

del mercado y pobreza urbana

1.1. C recimiento económico y regulación estatal Desde fines del siglo XIX la economía colombiana comienza una transición hacia la consolidación del café como principal producto de exportación y el fortalecimiento de la industrialización. Con la recuperación de los precios del café registrada en 1910, se inicia una nueva fase de expansión cafetera que lleva aparejado un cambio tanto regional como de organización productiva, expresado en la producción parcelaria del occidente del país. La industria, por su parte, se desarrolló en sectores diversos: textiles, alimentos y bebidas, vestuario, calzado y jabón, entre los más destacados. Otros ramos, como obras públicas y especialmente las vías de comunicación, conocieron la misma dinámica, financiada en buena parte con los recursos provenientes del crédito externo y los pagos de la indemnización generada por la separación de Panamá2. El desenvolvimiento económico de este período se corresponde con la defensa del laissez faire de los gobiernos conservadores, situación que no es óbice para adoptar un conjunto de reformas tendientes a lograr el desarrollo del capitalismo en el país. La transformación institucional estuvo liderada por la Misión Kemmerer, cuyas recomendaciones condujeron a la reorganización de dos principales instituciones: la moneda y las finanzas públicas. Con relación a la primera se creó el Banco de la República, como banca central no estatal regida por el patrón oro, y la Superintendencia Bancaria, encargada de la regulación y vigilancia de la banca privada. Respecto a la segunda, se formaliza una ley restrictiva orientada a mantener la unidad de caja (eliminar los impuestos con destinación específica) y el equilibrio fiscal, y se crea la Contraloría con el propósito de vigilar la gestión de las finanzas públicas. Esta nueva estructuración refuerza la tesis de libre empresa, presupuestos equilibrados y defensa del patrón oro. En el mercado laboral, la actitud de laissez faire también es visible, a pesar de la sucesiva legislación que abre el camino para conformar una base mínima de regulación, pero que no incide de manera directa sobre la relación entre el capital y el trabajo. Entre las medidas adopta2. Mariano Arango, Café e industria, das están el descanso dominical para trabajadores públicos (1905), 1850-1930 (Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1977); Jesús Antonio Bejarano, accidentes de trabajo (1915), etapas para declarar una huelga y pro“El despegue cafetero (1900-1928), hibición de hacerla en sectores públicos (1920), seguro de vida para en Historia económica de Colombia, editor José Antonio Ocampo (Bogotá: Biblioteca Familiar Presidencia de la República, Imprenta Nacional, 1997).

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los trabajadores (1921), auxilio de enfermedad para empleados oficiales y descanso dominical para todos los trabajadores (1926). La crisis de 1929 marca un punto de ruptura tanto en el desenvolvimiento económico como en las formas de regulación estatal. Los efectos de la crisis se reflejan en la caída de los precios cafeteros, el descenso de la producción, el aumento del desempleo y la disminución de las importaciones. La respuesta tanto de los agentes económicos como del gobierno, a mediados de los años treinta, configura el nuevo aspecto de la economía nacional. Los sectores empresariales competitivos con intenciones de seguir en el mercado agenciaron una transformación en la estructura productiva que involucró el cambio tecnológico, la electrificación, la modernización de maquinaria, la concentración industrial y el aumento de sociedades anónimas. La adopción de nuevas tecnologías y la reorganización productiva condujeron al cambio en las relaciones laborales, en el que pierde peso el modelo paternalista y se implanta un régimen de naturaleza taylorista, que a su vez implica la búsqueda de fuerza de trabajo de mayor calificación. Pese a esta tendencia modernizadora, dentro del empresariado subsiste un grueso grupo con bajo tamaño de capital y limitada capacidad tecnológica, que sin embargo aporta un porcentaje significativo tanto a la producción como al empleo. Esta condición conduce a que en algunas ramas de la producción la competencia se resuelva con desventaja para los pequeños productores (alimentos y bebidas, por ejemplo), mientras que en aquellas en las que la industria moderna no incursiona con fortaleza pueden mantener su posición (v.g. muebles y madera). Tal situación del desenvolvimiento industrial muestra un panorama muy variado en torno a las relaciones laborales y a los tamaños de capital. Por una parte, se cuenta con empresas de gran capital y elevado nivel técnico, unas apostándole a la buena remuneración de los trabajadores y otras manteniendo un régimen de bajos salarios. De otra parte, existe un grupo de artesanos de desigual tamaño de empresa, amenazados por la competencia del mercado y, en consecuencia, con tendencia a las bajas remuneraciones. Finalmente, existe un grupo de trabajadores por cuenta propia que cubren pequeños mercados (sastres, carpinteros y zapateros, entre otros). Desde la perspectiva de la regulación, la crisis ofrece el escenario para el redireccionamiento de la política económica. Tras una primera fase de contracción monetaria que profundiza el descenso de la producción, los gobiernos de la República Liberal desarrollan un conjunto de medidas intervencionistas con el fin de recuperar la economía, en el marco de una nueva concepción del Estado como regulador de la vida económica y social. Las acciones en materia crediticia, 3. Decsi Arévalo y Oscar Rodríguez de fomento y de comercio exterior contribuyen al incremento en la S, Gremios, reformas tributarias y administración de impuestos (Bogotá: disponibilidad de capitales tanto para la agricultura como para la inUniversidad Externado de Colombia, dustria y, de esta manera, apuntalan la expansión del mercado3. 2001); José Antonio Ocampo, “Crisis

mundial y cambio estructural (1929-1945)”, en Historia Económica de Colombia: pp. 325-330.

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Para completar la transformación institucional hacia el capitalismo y establecer el nuevo modo de regulación estatal era preciso afrontar el problema laboral. Las difíciles condiciones laborales, los bajos salarios y el escaso cumplimiento de la exigua legislación laboral fueron los motores de las movilizaciones obreras, que durante la hegemonía conservadora se afrontaron como asuntos de orden público4. Con una estrategia distinta, la República Liberal encamina la política laboral hacia la concordia en la relación capital-trabajo por la vía de la institucionalización del movimiento obrero. Buena parte de los cambios laborales registrados en los años treinta provienen del impulso a la sindicalización y de la adopción de los acuerdos suscritos con la Organización Internacional del Trabajo, OIT. Con la Ley 83 de 1931, en la que se reconoce el derecho de sindicalización, se promueve el registro legal de sindicatos, de modo que entre 1931 y 1945 se reconocen cerca de 1.500 sindicatos. Si bien esta forma de organización de los trabajadores mejora las condiciones para demandar políticas laborales, también define los mecanismos y los canales a través de las cuales se pueden realizar y mantiene el derecho de los empleadores a contratar nuevos trabajadores durante el período de huelga, disminuyendo así la fortaleza de la lucha. Aunque los acuerdos con el organismo internacional se habían firmado en los años veinte, su ratificación se produce con la Ley 129 de 1931, que incluye temas como: jornada laboral, desempleo, trabajo femenino, trabajo nocturno de mujeres y niños, accidentes de trabajo, enfermedades derivadas del trabajo y seguro contra enfermedades de los trabajadores5. No obstante, el desarrollo de esta Ley es una labor que cubre todo el período hasta la formulación de la Ley 6 de 1945, que marcaría el final del período de cambio institucional. Al revisar la legislación anterior a la última ley mencionada se observa que las medidas tienen como principal propósito armonizar 4. Mauricio Archila, Cultura e identidad las relaciones entre empresarios y trabajadores y generar tendencias obrera colombiana, 1910-1945 (Bogotá: homogenizadoras en el mercado laboral. La mejora en las condicioCinep, 1991). nes de trabajo se remite a la reposición de la fuerza de trabajo y sólo 5. Oscar Rodríguez S., “Del patronato al aseguramiento en el sistema de parcialmente a los ingresos, particularmente a través del salario indiprotección social”, en Crecimiento, recto (aseguramiento)6. Esta situación es relevante por cuanto desde equidad y ciudadanía. Hacia un nuevo sistema de protección social, ed. Yves Le mediados de los años treinta hasta comienzos de la década del cinBonniec y Oscar Rodríguez S. (Bogotá: cuenta empeoró la distribución del ingreso en Colombia, en especial Universidad Nacional de Colombia, 2006), 246-247. porque los salarios reales muestran un relativo estancamiento en los trabajadores no calificados y un dinamismo algo mayor pero inferior 6. Decsi Arévalo, “La protección al adulto mayor: entre la dádiva y el derecho”, en al ingreso real medio de la economía, en el caso de los trabajadores Crecimiento, equidad y ciudadanía. Hacia más calificados de la industria y del gobierno7. un nuevo sistema de protección social, ed. por Yves Le Bonniec y Oscar Rodríguez S. (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006), 293-295.

7. José Antonio Ocampo, “Crisis mundial y cambio estructural (1929-1945)”, 321.

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1.2. Manifestaciones de la pobreza en Bogotá La imagen de la expansión empresarial industrial y cafetera contrasta con la visión que ofrecen las ciudades. En el caso de Bogotá en las primeras décadas del siglo XX la infraestructura de servicios públicos tenía una cobertura restringida, el acueducto de Bogotá constituía una tragedia no sólo por su baja cobertura sino por la mala calidad del agua y su muy deficiente servido, las basuras invadían las calles, los problemas higiénicos estaban a la orden del día, las epidemias de gripa, tuberculosis y viruela eran recurrentes, la mortalidad infantil por problemas respiratorios y del aparato digestivo eran notorias. Ese inventario hace parte de un repetitivo retrato que se hace sobre la ciudad en el período, puesto en evidencia por la eclosión de las tesis higienistas. Las difíciles condiciones de vida de la población son enunciadas de la siguiente manera por el director de un centro de protección infantil: “El sector que corresponde a este centro [Las Aguas] es de los más infelices de la ciudad; la mayoría de las viviendas son chozas mal aireadas, oscuras y sucias; sus calles desiguales son vericuetos sin nomenclatura, en donde es casi imposible localizar las viviendas de los niños. Los servicios sanitarios los prestan los perros y los gallinazos. La gente es muy ignorante y cuesta gran trabajo hacerle comprender la necesidad de llevar una vida higiénica, y casi nunca siguen las prescripciones recibidas. Como en el sector hay varias fábricas, las madres, por conseguir trabajo, ya que no tienen apoyo, dejan al niño en poder de una vecina o de un hermanito mayor, los cuales para acallarles el llanto, les dan cualquier alimento las más de las veces indigesto, y causa de diversas perturbaciones nutritivas”8.

El llamado a la construcción de habitaciones obreras, tan frecuente en los años veinte y treinta, aporta descripciones de la misma factura. Habitaciones sin luz, sin agua, sin muebles, con alto nivel de hacinamiento, que a la vez sirven de vivienda y taller de trabajo, son las características más destacadas. Las habitaciones obreras son piezas que tienen en promedio ocho metros cuadrados, generalmente hacen parte de inquilinatos en donde viven entre 20 y 40 familias, cada uno con un promedio de cinco miembros y cuentan con un inodoro y una pluma de agua para todas las familias9. En el plano sanitario la situación no parece mejor. Entre 1926 y 1933 8. Revista de Higiene. Órgano del en el hospital San Juan de Dios en Bogotá las muertes maternas tienen Departamento Nacional de Higiene, tasas de alrededor de 32 por cada mil nacimientos y existe una relación Año XVI, Vol. III: Nos. 1 a 4 (Bogotá, Imprenta Nacional, 1935), 33.

9. Contraloría General de la República, Las condiciones económico-sociales y el costo de la vida de la clase media en Bogotá (Bogotá: Imprenta Nacional, 1937). hist. crit.

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de 1 a 10 entre los nacidos vivos y los nacidos muertos10. Otro tanto sucede con la mortalidad infantil, como lo anota Jaramillo Arango: “Entre todos los problemas de higiene que se confrontan en la capital, es indudable que la mortalidad infantil y la tuberculosis son los dos principales. La situación de la tuberculosis epidemiológicamente considerada, es sensiblemente la misma desde 1924 y probablemente desde 1901 […]. En cifras absolutas, puede considerarse que Bogotá pierde cada año aproximadamente unas 500 personas, que mueren por causa de la tuberculosis, y probablemente un número mayor, si se considera que una parte de tuberculosos no están inscritos como tales y que un determinado número de casos clasificados por causas mal especificadas de muerte, son por tuberculosis”11.

Si bien el proceso migratorio y la débil respuesta en la adecuación urbana constituyen un elemento explicativo de las situaciones mencionadas, el factor determinante debe buscarse en el nivel de ingresos. Según López Uribe12, tal como se observa en la dinámica nacional, en Bogotá desde mediados de la década de los treinta y hasta los años cincuenta hay un descenso del salario real (tras el crecimiento ocurrido durante el período de la crisis) que 10. Revista de Higiene. Órgano del Departamento Nacional de Higiene, los ubica en un rango similar al existente a principios del siglo XX. Año XVI, Vol. III Nos. 1 a 4 (Bogotá, Un ejemplo, señalado por López, de la insuficiencia de ingresos es Imprenta Nacional, 1935), 31. En ese momento el Hospital San Juan De Dios el costo del arriendo. En 1939 con un jornal de entre 1 y 1,3 pesos de Bogotá se considera el hospital se deben pagar cuatro pesos semanales por el arrendamiento de mejor atendido del país pues allí funciona la cátedra de obstetricia de una pieza de tres por cuatro metros, sin pavimento ni sanitario la Facultad Nacional de Medicina y con derecho a lavadero, agua y hornilla. Otro caso ilustrativo es en consecuencia debía representar la entidad de menor riesgo. En el informe el del Paseo Bolívar: en 1935 en ese barrio viven 16.979 persode la sección de protección infantil nas (4.447 familias) que ocupaban 2.239 habitaciones y pagan un se presume que si la misma tasa de mortalidad materna del San Juan de arriendo mensual por hogar de 34 pesos (un portero ganaba alreDios de Bogotá se aplica al resto del dedor de 60 pesos al mes). país, se podría decir que anualmente morirían diez mil maternas por consecuencias del parto.

11. Alfonso Jaramillo Arango, “Consideraciones acerca de la tuberculosis en Bogotá”, en Revista de Higiene. Órgano del Departamento Nacional de Higiene, año XVIII, No. 2 (febrero de 1934). En 1924 la tasa de mortalidad por tuberculosis es de 5,3 y en 1935 de 5.1. 12. María del Pilar López Uribe, Salarios, vida cotidiana y condiciones de vida en Bogotá durante la primera mitad del siglo XX. Tesis de Maestría en Historia, Universidad de Los Andes, 2009, 34-37.

2. Mecanismos de protección social en Bogotá Por sistema de protección social se entiende el conjunto de instituciones a través del cual la sociedad se protege contra los elementos que amenazan su cohesión y ampara a los individuos que la componen frente a los riesgos derivados de su existencia. Es decir, son respuestas sociales que no se limitan a las intervenciones estales o administrativas. Aquí caben acciones generadas por las familias, las mutualidades, las organizaciones sociales y el Estado.

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Sin embargo, como una contribución al tema en este artículo se aborda la labor desarrollada por el gobierno local en materia de protección social, tomando como fuente central los documentos oficiales producidos por las autoridades municipales. Cuatro componentes configuran el ámbito de operación, todos ellos a cargo de la Secretaría de Gobierno: asistencia social, vivienda, educación y previsión social. 2.1. Asistencia social Las tareas de asistencia social que asume el municipio están ligadas al Departamento de Higiene, como se puede observar en la estructura organizacional de esta dependencia (Cuadro No. 1), aun cuando su orientación no es siempre la misma. En la estructura administrativa de 1930 el departamento de higiene conserva los rasgos de la que se tuvo en los años veinte, es decir, concentrada en la atención a las enfermedades que generan contagio y la vigilancia higiénica urbana; las acciones de asistencia se realizan a través del ramo de protección infantil de donde salen las partidas de auxilios para entidades privadas que realizan ese tipo de actividades. Cuadro No. 1: Organización del Departamento de Higiene de Bogotá, 1930, 1934 y 1941 1930 Dirección de higiene Hospital Los Alisos Vacunación Clínica de enfermedades venéreas Botica municipal Protección infantil Ingeniería sanitaria

1934 Junta del Consejo de sanidad municipal Dirección municipal de higiene y asistencia pública Departamento de epidemiología Departamento de protección y previsión social

1941 Dirección y consejo de sanidad Protección social, materna e infantil y patronato del niño Epidemiología y desinfecciones Sección jurídica, de inspección e ingeniería sanitaria

Inspección de desinfecciones

Policía sanitaria

Laboratorios

Servicio de veterinaria

Protección infantil

Dirección de aseo

Ingeniería sanitaria Fuentes: Presupuesto municipal de 1930, en Registro Municipal No.168; Consejo de Bogotá, Acuerdos 25 de 1934 y 59 de 1941.

En la reforma de 1934, a través de los acuerdos del Consejo Nos. 15 y 25, sin descuidar las tareas de higiene se fortalece la asistencia bajo una perspectiva que resulta bastante innovadora para el momento: protección y previsión social. Con esta reforma el departamento toma a cargo la atención médica de grupos de población con enfermedades distintas a las generadoras de contagio y a medidas preventivas como el tratamiento odontológico, y en

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la misma perspectiva puede considerarse la creación de salacunas. Adicionalmente se genera un proceso de formalización de los auxilios por medio de la generalización de los contratos de atención entre el municipio y las entidades privadas. A nivel operativo el departamento asume la creación de consultorios, por ejemplo uno para personal de obras públicas y dirección de aseo, a cargo de uno de los médicos de protección y previsión social13; y también toma a cargo labores de regulación, como en el caso de la construcción de barrios obreros y el control sobre médicos y boticas subvencionados. En la justificación de la reforma de 1941, hecha a través del acuerdo 59, se nota el mayor empeño en afrontar a través de los recursos municipales el tema de la prevención en la infancia. Por ello, a la sección de Protección social, materna e infantil se le imponen las tareas de desarrollar una intensa campaña en defensa de la vida y de la salud física, mental y moral de los niños y de sus padres; coordinar y orientar las actividades 13. Es preciso recordar que buena parte de desplegadas por las instituciones de la asistencia a la maternilas obras públicas funcionaba a través del sistema de contratistas. Quienes dad y a la infancia de acuerdo con las normas técnicas fijadas por ganaban la licitación contrataban los la Higiene Nacional; propagar las medidas y métodos científicos trabajadores, pero no había fuerza coercitiva en el contrato para que se de higiene en los niños antes y después de su nacimiento; vigilar cumpliera la exigua legislación laboral. el funcionamiento de los establecimientos con que el municipio En 1932 el sindicato de albañiles y similares dirige al consejo una carta contrate servicios de asistencia social infantil y el cumplimiento en la que piden su intervención para de los contratos respectivos. Las tres estructuras mencionadas mejorar las condiciones laborales a que están sometidos, agravadas por la reflejan distintas tendencias de apreciar el problema social, pero desocupación en la que se encuentran conservan un elemento común: la necesidad de la intervención desde el inicio de la crisis. Frente a esta comunicación en el consejo del Estado. se expresan voces de apoyo a este Una primera tendencia es aquella derivada de la caridad pero grupo de trabajadores y se afirma la necesidad de adoptar medidas traducida en beneficencia, esto es, que los sujetos de ayuda lo son conducentes a proporcionarles trabajo, por razones del infortunio. La existencia de este componente meriasí como a propender porque en los contratos del municipio se estipulen tocrático en la ayuda social induce a diferenciar los individuos que algunas cláusulas al contratista, merecen apoyo de aquellos que no. Una buena muestra de esta tentales como salario mínimo, pago de accidentes, salario doble por trabajo dencia es la clasificación que elabora la Junta General de Beneficencia nocturno, jornada de ocho horas en 1917, cuyo fin es determinar a qué establecimientos deberían ir y sistema rotatorio quincenal de trabajadores. También interesa señalar y qué tipo de atención deberían recibir los agraciados. Los primeros en este punto el pronunciamiento sujetos de atención son los individuos que padecen enfermedades del concejal Uribe Cualla, pidiendo que se dejara constancia que había agudas que debían ser llevados a los hospitales para su tratamiento. votado afirmativamente la mencionada Dentro de este grupo están los enajenados, que posteriormente van proposición, “porque los miembros de las extremas derechas están a ser recluidos en manicomios. Los segundos son los incapacitados sinceramente interesados en la protección obrera, de acuerdo con los principios seculares que informan su doctrina”. Registro municipal, LIII No.2, Bogotá, 1933.

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para ganarse la vida, que serían enviados a la colonia de indigentes y mendigos. Los terceros son aquellos que explotan la caridad pública, se consideran como vagos que deberían ser remitidos por la autoridad competente a una colonia penal14. Como principal mecanismo dentro de esta perspectiva se encuentran los asilos, que operan en lo fundamental para la población en condición de abandono, como se puede apreciar en el cuadro No. 2, en el que se conservan las denominaciones que figuran en la fuente. Esta práctica viene desde el decreto de 24 de mayo de 1905 que prohíbe la mendicidad, con el argumento de que la mendicidad estimulada por la caridad era mal entendida y mal practicada y que motivaba que muchos se entregaran al ocio y a los vicios, además propiciaba el hurto, iba siempre acompañada del desaseo y era causa de la propagación de muchas enfermedades15. A manera de ejemplo, en el cuadro No. 2 se registran algunos asilos de la Beneficencia de Cundinamarca que reciben aportes del municipio, otros son la Casa de oficios domésticos Gorgonzola y la Colonia de mendigos. C uadro N o . 2: N úmero AÑOS 1930-1931 1932-1933 1934-1935 1936-1937 1938-1939 1940-1941 1942-1943

ASILO DE LOCOS 441 604 613 647 678 756 838

de personas atendidas en cinco asilos de

ASILO DE LOCAS 541 613 732 799 838 994 1142

ASILO DE MUJERES INDIGENTES 480 536 549 609 699 779 849

B ogotá

ASILO DE NIÑOS DESAMPARADOS 305 307 299 295 280 207 193

ASILO ESPECIAL PARA NIÑAS 172 184 176 232 359 305 365

Fuente: Contraloría municipal. Anuario estadístico de Bogotá (Bogotá: Imprenta municipal, 1943).

La participación del gobierno local en el sostenimiento de los organismos de asistencia sufre un cambio en el período: de un mayor componente de auxilios esporádicos pasa a un sistema más formal de transferencias por la vía de contratos, en especial después de la creación de la figura del patronato del niño, que es un fondo en el que se agrupan todas las contribuciones que hace el municipio a los entes privados de asistencia. Esta transformación, sumada a las nuevas tareas que se asumen después de la reforma de 1934, conduce a la reducción del número de entidades sujeto de auxilio, como puede verse en el cuadro No. 3. Por supuesto, para su 14. Beatriz Castro, El tratamiento de la pobreza urbana en Colombia, 1869supervivencia dichas entidades demandan recursos a los agentes pri1922. Informe final de investigación vados y públicos de los tres niveles territoriales. (Cali: Universidad del Valle, 1998), policopiado, 26.

15. Beatriz Castro, El tratamiento de la pobreza urbana, 27.

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C uadro N o . 3: E ntidades B ogotá , 1930 y 1940 Auxilios

de asistencia social que reciben aportes del municipio de

1930 Transferencias

Asilo de niños desamparados Sociedad protectora de animales Hospital de la Misericordia Colonia agrícola para menores Talleres de María Auxiliadora Agua de Dios Asociación nacional de estudiantes Instituto colombiano para ciegos católicos Dormitorio de niños Restaurantes escolares para niños desamparados pobres Inhumación de cadáveres de Programa gota de leche indigentes Asociación de caridad Cajas escolares Casa de niños pobres desamparados Protectorado doméstico de la sagrada familia Oratorio festivo de Don Bosco Protectorado de San José Escuela de niños de obreros pobres de la parroquia de Egipto Gota de leche Barrio Egipto Gota de leche Barrio Chapinero Restaurante para empleados Instituto del sagrado corazón Casa del estudiante Instituto nocturno de Chapinero (Padre Campoamor)

1940 Patronato del niño

Asilo de San Antonio Asilo municipal Granja de Loyola Patronato bogotano del niño Talleres de María Auxiliadora Amparo de niños Siervas de la Sagrada Familia Jardín infantil obrero Jardín infantil obrero No.4 Cinerama Gota de leche Andrés Bermúdez Casa de regeneradas Instituto para ciegos Hospital de la Misericordia Asilo para señoras pobres

Fuentes: Presupuesto de rentas y gastos de 1930 y Presupuesto de rentas y gastos de 1940.

Como puede concluirse del cuadro anterior, la asistencia social brindada por el sector privado no está al margen de la participación del gobierno local. La intervención del Estado se demanda desde los años veinte con argumentos disímiles. De una parte, persiste la idea de la población pobre como amenaza y en consecuencia la participación estatal para contrarrestarla, tal como se deriva de la intervención del senador del Cauca Alfredo Garcés, cuando expone un proyecto de acto legislativo el 27 de julio de 1920, quien sostiene que aunque el gobierno ya interviene de manera compleja en los asuntos de las clases desposeídas también debe actuar frente al flujo de gentes que sin ocupación pululan en las villas, la fuente de ladrones, de borrachos, de viciosos y pendencieros. De modo que el Estado debe buscar otros mecanismos, no sólo la ley penal, sino también aquellos que promuevan la armonía social16. El otro extremo de las razones por las que debe intervenir el Estado se encuentran en apreciaciones realizadas desde una perspectiva liberal benthamista, como la de Luis A. Gaitán, quien afirma que “el bienestar común es aquel que ayuda al mayor número de individuos, y el que se aproxima más a que de un standard mínimo de vida gocen todos ellos. Las desigualdades en ese standard no 16. Oscar Rodríguez S., “La protection sociale et le régime de croissance en Colombie” (Thèse doctorale en Sciences Economiques, Paris XII, 2004), 62.

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han de fundarse en lo que atañe a la subsistencia digna y adecuada, ni al derecho de obtener una indispensable cultura”17. Esta perspectiva es quizá la que se acerca más a las propuestas de reforma del departamento de higiene en 1934. En esa reforma se señala que: “[L]a protección y previsión social tendrá a su cargo el cuidado y auxilio de todos los mendigos que, por imposibilidad de ganarse la vida, necesitan de la asistencia de los poderes públicos, se entenderá con el estudio y solución 17. Registro municipal LIV No. 30, Bogotá, de los problemas de mendicidad, vagancia infantil, protección de los 1934, 174. Luis A. Gaitán fue concejal en el período 1927-1929 y fue también desamparados, etc. Así como también con la asistencia médica de los miembro de la sociedad de mejoras y empleados del municipio y, en lo posible, de las personas que de estos ornato. dependan. El departamento de protección y previsión social lucha contra 18. Anales del Consejo, año 1 No. 2, Bogotá, la vagancia infantil, ayuda a mendigos y menesterosos en general”18. 1934.

Una apreciación similar surge de los argumentos presentados por el concejal Rafael Garzón al proyecto de acuerdo No.18 de 1933 que reorganiza los servicios de higiene y asistencia públicos en el municipio de Bogotá. Asegura el concejal que la reforma se justifica porque, además de las dificultades que reporta la mezcla de servicios prestados, “en el mundo civilizado impera hoy la idea de que los servicios de asistencia pública deben ser una función del Estado, y entre nosotros ha predominado hasta ahora el principio de que esos servicios son una manifestación de caridad o un auxilio voluntario que las entidades gubernamentales prestan a los individuos incapacitados para proporcionárselas por sí mismos”19.

En los años cuarenta, por su parte, cobra nueva vida el enfoque higienista. En esta aproximación, que viene desde el anterior Departamento Nacional de Higiene, se expresa que justamente la diferencia entre la antigua higiene y la higiene moderna es haber sobrepasado la atención de los asuntos ambientales y haberse situado en conseguir el hombre sano, pero para lograrlo hay que obtener el niño sano, y éste a su vez depende de una gestación sana, por ello el primer paso es ocuparse de la atención prenatal. Adicionalmente se afirma que el tema no se agota en los elementos materiales inmediatos, sino que debe trascender a lo inmaterial, de modo que la higiene corporal debe ir al lado de la higiene del espíritu. Esta última idea busca, en particular, establecer consultorios prenupciales que permitan controlar las herencias psíquicas de los futuros contrayentes y también evitar las enfermedades de contagio20. Los

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19. Anales del Consejo, año 1 No. 2, Bogotá, 1934. La Junta Municipal de Higiene aparece como una figura que hará de coordinador institucional entre las entidades, tanto de los distintos niveles territoriales que desarrollan tareas de higiene como de las entidades públicas y privadas que efectúan asistencia social en Bogotá. A juicio del concejal Garzón, esta Junta es necesaria por cuanto el gobierno local no tiene injerencia en la reglamentación del funcionamiento de tales organismos. 20. Gerardo Paz Otero, “La protección infantil como factor de profilaxis mental”, en Revista de Higiene. Órgano del Departamento Nacional de Higiene. XVIII - No. 2, Bogotá, 1937, 5-10. En esta misma revista, en la reproducción de la conferencia de Alfredo Lamus, se afirma: “Las leyes de la herencia son inexorables, y según que ésta sea buena o defectuosa, la posteridad resultante gozará de la plenitud de sus facultades o sufrirá sus deficiencias”. Lo primero quiere decir: categoría de los normales, los nobles de la humanidad, de cerebro íntegro, de moralidad selecta, capaces de luchar con éxito en la vida, labradores de fortuna y cumplidores de su destino; lo segundo es: legión de anormales, parias de la vida, débiles, imbéciles e idiotas, morales e intelectuales, los inadaptados y vencidos en la lucha cotidiana, los profesionales del motín, la clientela obligada de la mendicidad, de los hospitales, de los manicomios y de las casas de corrección.


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higienistas justifican esas tesis arguyendo que los médicos por la sola razón de ser y de existir, por ser precursores de las generaciones futuras, tienen una promesa automática de lealtad biológica que los obliga a luchar contra todas las enfermedades susceptibles de transmitirse por herencia, contra las taras orgánicas que no importa de cual manera puedan disminuir la integridad fisiológica de los descendientes21. Como se puede apreciar en el cuadro No. 4 la asistencia social brindada en el Departamento de Higiene del municipio a mediados de los años cuarenta contiene las tres formas de aproximación a la pobreza arriba comentadas. De una parte, se destaca la protección a la infancia y los servicios prenatales, de otro lado están los consultorios para medicina general, odontología y órganos de los sentidos, y finalmente la permanencia de los contratos con entidades privadas de asistencia. Cuadro No. 4: Entidades y centros de atención social con partidas del municipio, Bogotá 1943 PROTECCIÓN INFANTIL Servicios prenatales Embarazadas Postparto - sifilíticas

Centro 1: calle 66 No.15-41 Centro 2: Cra.5 No.33-45 Centro 5: Cra.22 No.22ª25 Centro 6: Av.19 Sur No.20-50

Salas de lactancia

Plaza central de mercado Plaza de mercado de las Nieves Centro 1, centro 2 Centro 3: Cra.5 Este No.11-75 Centro 4: Cra.10 No.2ª-19 Centros 5 y 6

Gota de leche, salacuna y consultorio de niños sanos

Jardín infantil Jardín infantil obrero

Centros 5 y 6 Plaza central de mercado (clausurado en noviembre de 1943) y Perseverancia

CONSULTORIOS MÉDICOS Medicina general Órganos de los sentidos Centros médicos Dentistería Consultorios de los barrios obreros

BOTICAS LABORATORIOS HOSPITALES

Consultorio 1 - Central Consultorio 2 – Barrio Ricaurte Centro curativo 1: Calle 20 No.1-91 Centro curativo 2: Calle 12B No. 22-38 Santander, Samper Mendoza, Barrios Unidos, La María, La Perseverancia, San Fernando Central y Barrio Ricaurte Bacteriología y química Serología San Juan De Dios, La Misericordia, Los Alisos, San José

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PATRONATO BOGOTANO DEL NIÑO Internados para hombres Internados para mujeres Semi-internado para hombres

Asilo de San Antonio, Amparo de Niños Granja de Loyola Asilo municipal, Siervas de la sagrada familia, Casa de rehabilitación Talleres de San Antonio Talleres de María Auxiliadora

Semi-internado para mujeres

INTERNACIÓN - ASILOS

Locos y Locas - Casa de oficios domésticos de Gorgonzola - Colonia de mendigos Mujeres indigentes - Niños desamparados -especial para niñas

Fuente: Contraloría municipal. Anuario estadístico de Bogotá, Bogotá: Imprenta municipal, 1943.

2.2. D e la J unta de habitaciones a la C aja de V ivienda P opular La acción gubernamental en materia de dotación de vivienda para sectores pobres se inicia con la Ley de 1919 que insta a los gobiernos locales a adelantar programas de construcción de vivienda higiénica en los barrios obreros. Esta proposición surge del desastre sanitario que significó la epidemia de gripa para el país y que el cuerpo médico atribuyó a las condiciones de higiene en las habitaciones de los trabajadores, a la deficiente alimentación y a la falta de abrigo22. En el caso de Bogotá, a raíz del convenio celebrado el 20 de junio de 1919 entre el municipio de Bogotá y el gobierno nacional, se crea la Junta de Habitaciones para obreros. En virtud de ese contrato y de recursos municipales, el gobierno local procede a hacer contratos con constructores para la realización de las casas que se venden a los trabajadores en condición de pobreza y se financian por intermedio del sistema bancario. Dada la inflexibilidad relativa de los salarios, comentada en otro aparte de este texto, el incumplimiento en los compromisos de pago se ponen en el orden del día, varios son los llamados a la administración para que intervenga en los juicios de lanzamiento. Esta situación empeora con la crisis de 1929 y su secuela de desempleo. Con el acuerdo 61 de 1932 se crea el Instituto de Acción Social, y con el acuerdo 1 de 1933 se extingue la Junta de Habitaciones. Esta transformación está ligada a la directriz del gobierno nacional tendiente a cumplir los acuerdos suscritos con la OIT. Por ello, en una primera fase de su desarrollo, al Instituto se le asigna la tarea de atender a la difusión de la pequeña propiedad urbana y al fomento de las habitaciones baratas; una segunda fase consiste en organizar la liga del pedazo de tierra y habitación en la forma aconsejada por el organismo internacional; la tercera fase 21. Oscar Rodríguez S., La protection sociale tiene que ver con la mejora de los barrios obreros existentes; y la et le régime de croissance, 63. cuarta con la organización de una sección de seguros especiales

22. Revista de Higiene. Órgano de la Asamblea Central de Higiene de Colombia. Año IX, No. 111 (1918), 3-8.

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contra enfermedades y accidentes, de protección a la maternidad y de instrucción para la infancia obrera. El mecanismo para hacer efectivo este propósito es la suscripción de contratos con distintas instituciones de asistencia pública y con compañías de seguros. El aporte financiero del municipio es del 2% de sus ingresos y la Nación entrega $40.000 que le debía a la extinguida Junta de Habitaciones. Tal como se ilustró en el caso de la participación gubernamental en la asistencia social, en este período se aprecia una nueva forma de abordar el tema de la vivienda. Con la perspectiva inaugurada en 1919 prevalece la idea higienista de los barrios obreros como focos de infección, que constituyen una amenaza social no sólo para la salud física, sino también para la moral23. En la reforma que se aboca, esa razón se considera egoísta e incompatible con el espíritu que anima el consejo de ese período, y más bien se recurre a la idea de solidaridad. Este recurso muestra la presencia de elementos discursivos de naturaleza socialista en los que la concepción de la sociedad desborda la simple sumatoria de individuos que vinculan sus voluntades y pasa a ser un conjunto en el cual cada miembro se reconoce como integrante del colectivo, y éste a su vez es responsable de lo que suceda con cada uno de sus miembros. A pesar de este llamado, las acciones son básicamente liberalismo interventor de Estado. El compromiso de llevar adelante la democratización del acceso a la propiedad se puede apreciar en la creación de la Comisión Permanente de Habitaciones para Empleados de municipio, compuesta por un miembro del Concejo elegido por la corporación; los secretarios de hacienda y obras públicas del municipio; el personero y un miembro del sindicato de empleados municipales, siempre que del sindicado hagan parte al menos el 75% de los empleados municipales. De no ser así el representante es electo por votación entre todos los empleados. Con el mismo acuerdo (No.7 de 19 de junio de 1935) creador de la Comisión se autoriza al alcalde para que, en los lotes de propiedad municipal, inicie la edificación de un grupo de casas destinadas a la habitación de empleados del municipio. Para ser adjudicatario, además de la antigüedad y la buena conducta se requiere tener obligaciones comprobadas de familia y no contar con ingresos diferentes al sueldo. Una de las dificultades típicas del período es que la legislación sobre protección social cubre a los obreros pero no a los empleados. La razón central estriba en que la movilización y las demandas laborales la realizan los obreros y, en consecuencia, es sobre ese segmento que recaen las acciones de control gubernamental y las soluciones, como sucede con la protección social; de ahí que 23. Un detalle de este tipo de aunque hay empleados en condición de pobreza, quedan al margen aproximación puede verse en Carlos de los programas. En este caso, además del interés del legislativo Noguera, “La higiene como política. Barrios obreros y dispositivo higiénico: Bogotá y Medellín a comienzos del siglo XX”. ACHSC, 1998, 189-215.

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local, entran en juego las demandas de la Federación de Empleados de Bogotá, en uno y otro caso el interés es darle un lugar importante a la dotación de vivienda sacando esta labor de las actividades ordinarias de la administración. Tras varias experiencias de construcción y múltiples denuncias de injerencia política en las decisiones del Instituto se establece, por acuerdo No.20 de 1942, la Caja de Vivienda Popular, con la pretensión de ser un organismo completamente técnico. Esta nueva entidad continúa la labor desarrollada por el Instituto de Acción Social, y a ella se integran posteriormente las funciones de la Comisión Permanente de Habitaciones para Empleados. 2.3. L a formación profesional Las labores en el campo educativo son desarrolladas por el Departamento de Instrucción Pública, que se encarga de las escuelas del municipio y de los institutos profesionales. A pesar de que en el período la educación es considerada como uno de los pilares de la transformación social, las cifras presentadas por la administración municipal reflejan la lentitud con que se lleva a cabo la ampliación de la cobertura y la mejora en la infraestructura. En 1935 en el total de las escuelas públicas de Bogotá (de la nación y del municipio) hay 7.969 estudiantes matriculados, se rechazan 2.500 y se estima que existen 1.500 niños que no solicitan matrícula; además, de los matriculados “únicamente 1500 reciben educación en locales edificados según las normas que la higiene y la pedagogía exigen, el resto está alojado en 73 casas que el municipio ha tomado en arrendamiento”24. En materia de asistencia a niños escolarizados, a mediados de los años treinta se establece un carnet escolar, que autoriza al tenedor para obtener los servicios de peluquería, asistencia médica y dental, restaurante, trasporte y adquisición de ropa escolar. Tema central en estas acciones es el restaurante escolar, dado el alto índice de desnutrición registrado en los niños de las escuelas primarias del municipio, como lo señala el director de educación del momento, quien además sostiene que dichos restaurantes no pueden interpretarse como obra de beneficencia, sino que hacen parte de la asistencia social, “contribución a la cual está obligado el Estado como que implica la defensa de la raza en uno de sus aspectos fundamentales: la desnutrición”25. Lo que se destaca en el período es el interés por brindar capacitación profesional a los niños y jóvenes de los hogares de trabajadores. Esta intención se nota en la reorganización de los antiguos talleres municipales, que luego se denominan institutos profesionales (después institutos complementarios) y quedan dividi24. Registro Municipal LV, 31 de julio de dos en el de varones y el de señoritas. Los primeros estudian mecánica, 1935, Nos. 59 a 62, 333. fundición, forja, plomería, construcción, carpintería, zapatería, sastre25. Ver Anales del Consejo, año 1, No.39, 544. ría, encuadernación y talabartería; las segundas reciben instrucción Proyecto de acuerdo 33 de 1935, por el cual se establecen los restaurantes escolares para los niños de las escuelas primarias del municipio.

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en bordado, guarnición, tejido, modistería, elaboración de sombreros, sastrería, telegrafía, mecanografía, manufactura de flores y linotipia. A pocos meses de dicha transformación el instituto profesional de señoritas se divide en el del Norte y el del Sur (decretos 202 y 206 de1937): en el Norte se dicta comercio y radiotelegrafía; en el Sur, modistería, mimbre, sombreros, lencería, tejidos, bordados, tapicería y guarnición. El instituto profesional del Norte está orientado a las hijas de familia que no tienen medios para continuar su educación al terminar sus cuatro años de escuela primaria y el del Sur tiene por objeto educar a las hijas de los obreros. Uno y otro les dan especial acogida a las niñas provenientes de instituciones vinculadas al patronato municipal de la defensa del niño. Al año siguiente, en el Instituto del Sur se establece la granja agrícola para señoritas, para dar instrucción en floricultura común, cultivo y preparación de árboles frutales, podas en plantas frutales y ornamentales, cultivo de hortalizas y formación de bosques de maderas finas o explotables. La justificación esgrimida por Jorge Hoshino, profesor de granjas agrícolas, respecto a la existencia de este tipo de formación permite apreciar un cambio en la manera como se percibía el papel de las jóvenes:

26. Jorge Enrique Hoshino, “Las granjas agrícolas establecidas en los Institutos Profesionales Municipales en el año de 1938”, en Registro Municipal LVIII, 15 de marzo de 1938, Nos. 123 a 126, 54. 27. La falta de articulación se puede apreciar en el comentario de Jorge Zalamea, Registro Municipal LVIII, 15 de agosto de 1938, 22: “El proletariado urbano sale de la escuela primaria al aprendizaje deficiente, laboriosísimo y prolongado de los talleres artesanos, de las fábricas y de las construcciones y el país carece de auténticos carpinteros, de plumistas y mecánicos, de vidrieros y albañiles, de electricistas y herreros, de pintores y tallistas, de tejedores y alfareros”. Al abogar por la creación de establecimientos educativos públicos que orienten la formación en oficios vinculados a la industria y, de paso, en crítica a quienes con argumentos marxistas controvierten con el gobierno, Zalamea sostiene que el conocimiento técnico hace parte de los presupuestos de democratización de la cultura que inspiran al liberalismo.

“En Colombia, nación eminentemente agrícola, la mujer está llamada a desempeñar un papel interesantísimo en este campo de la actividad humana [agricultura], especialmente desde su posición de esposa rural, que la señala necesariamente como colaboradora del hombre en estas faenas, pudiendo emplear también sus conocimientos desde otras situaciones sociales para poder adquirir una independencia económica, como que la agricultura intensiva permite y autoriza el ejercicio de toda una carrera profesional”26.

En la organización de los institutos profesionales se evidencia la preocupación por articular la capacitación de los jóvenes y el desenvolvimiento del mundo laboral27. Desde la perspectiva municipal, una de las principales razones que explican el desempleo de jóvenes es su falta de capacitación. Por ello el municipio debe orientar sus establecimientos a la generación de conocimientos prácticos, que le permita a este grupo poblacional insertarse en la dinámica económica. Tomando como fuente el presupuesto municipal de 1945, se encuentra que el Departamento de Instrucción Pública tiene sus actividades divididas en los siguientes ramos:

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• Inspección general de educación • Escuelas públicas y restaurantes escolares: anteojos, almuerzos, servicios médicos y dentales • Instituto complementario para varones • Instituto complementario del Norte • Instituto complementario del Sur • Educación física • Cultura popular • Árbol del Niño: programa de distribución de regalos • Institutos nocturnos para obreros: creado en 1945 con auxilios del gobierno nacional. 2.4. L a caja de previsión : entre la mutualidad y el aseguramiento Siguiendo las directrices de la legislación nacional, con el acuerdo 5 de 1922 en Bogotá se adopta el seguro de vida para los trabajadores al servicio del municipio. En esa década no hay otro avance en materia de seguridad social, es preciso esperar hasta el acuerdo 41 de 1931 cuando se establece la jubilación de empleados. La transformación se produce en virtud del acuerdo 35 de octubre de 1933 que organiza la Caja de Previsión social de empleados y obreros del municipio de Bogotá, representada por el Alcalde y regida por una Junta directiva, integrada por el Alcalde (o secretario de gobierno), dos concejales, un representante de los empleados y uno de los obreros. En la Junta tiene voz el personero, el tesorero, el contralor y el gerente de las empresas municipales (acuerdo 37 de 1933). Al igual que sucede con otras cajas, los fondos de la entidad provienen de varias fuentes: • Cotizaciones de los trabajadores. Está dividida en dos categorías: si el trabajador devenga más de $30 cotiza el 2%, si devenga menos de esa cifra su cotización es del 1%; en el caso de los empleados hay una tercera categoría: si devengan más de $200 cotizan el 3% del salario (acuerdo 29 de 1934). • El 0,5% de los ingresos municipales. • Recursos varios: multas a los trabajadores por faltas en el servicio; sueldos que no pueden percibir los trabajadores por estar en licencia, enfermedad, etc.; donaciones; ingresos por concepto de remates de muebles o semovientes; 50% de los ingresos del municipio por concepto de bienes ocultos hasta un total de $1.000. La oscilación de la caja entre la mutualidad y el aseguramiento social se puede derivar del cuadro No. 6, en el que aparecen los campos de acción y los beneficios otorgados. La mutualidad es evidente en las recompensas de servicio y de retiro, la adquisición de vivienda28 y, más adelante, el 28. Con la creación de la Caja de Vivienda Popular, la labor de la Caja de Previsión establecimiento de becas. Esta condición existe porque los beneficios se limita a realizar el proceso de no son generalizados a todos los trabajadores, sino que dependen de un adjudicación de vivienda a los

trabajadores del municipio, pero ya no está comprometida con la construcción ni el financiamiento.

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conjunto de características que deben poseer los trabajadores beneficiarios de los servicios, pero los recursos provienen de un mismo fondo. C uadro N o . 5: C ampos

de acción de la

C aja

de

P revisión

SEGURO DE VIDA COLECTIVO

Un año de salario hasta por un total de $3000, se adiciona auxilio para gasto funerario

JUBILACIÓN

55 años de edad, 20 años de servicio, ingreso anual inferior a $1.600. Las mesadas se jerarquizan así: Salario menor de $30 recibe un salario Entre $30 y $50 recibe $30 + 0.75 por peso excedente Entre $50 y $80 recibe $45 + 0.5 por peso excedente Entre $80 y $240 recibe $60 + 0.25 por peso excedente Más de 240 recibe 50% del sueldo; para ingresos. A este también tienen derecho quienes, sin contar con la edad, tienen 20 años de servicio y están incapacitados de manera absoluta para trabajar

INDEMNIZACIÓN POR ACCIDENTES DE TRABAJO

Cumple con la ley 57 de 1915

RECOMPENSA DE RETIRO

Entre 1 y 19 años de servicio. Se recibe un mes de sueldo por cada año de servicio

RECOMPENSA DE SERVICIO

5 años de servicio continuo. De 5 a10 años de servicio recibe el 25% del sueldo; de 10 a15 años el 50%; de 15 a 20 el 75%

SERVICIO DE MUTUALIDAD DE LA CAJA

De la liquidación anual de la caja el 65% del saldo se destina a un fondo para construcción de habitaciones baratas para obreros y empleados del municipio que tengan: buena conducta, por lo menos 5 años de servicio, un mínimo de 5 personas a cargo, no posean casa y sus ingresos provengan solo del trabajo29

SERVICIOS DE SALUD

Contratos con hospitales (acuerdo 29 de 1934)

Fuentes: Acuerdo 35 de 1933, acuerdo 29 de 1934.

29. Con la resolución 20 de 1939 se definen nuevas condiciones de acceso al plan de vivienda y se amplían las posibilidades de financiamiento.

En la perspectiva del aseguramiento quedan incluidos los riesgos de enfermedad, en el que la protección se complementa, a finales de los años cuarenta, con la prestación de tratamiento médico y

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Decsi Arévalo Hernández

odontológico al crearse la policlínica de la Caja, y jubilación, accidentes de trabajo e invalidez por enfermedad general (también instaurada al final de la década). Desde el punto de vista de la técnica de los seguros sociales se funden dos esquemas: el de capitalización, financiado con cotizaciones, y el de reparto, cubierto con recursos de presupuesto, es decir, asumido por el empleador. Un sistema de esta naturaleza, sumado al hecho de que la tasa de cotización no es homogénea en el grupo de trabajadores, muestra la tendencia a la redistribución del ingreso más que a la del riesgo, que si concuerda con el aseguramiento social. A diferencia de los mecanismos de participación del gobierno local en los asuntos sociales, la Caja de Previsión refleja la relación entre las condiciones de vida de la población y el mundo laboral. El sistema de seguridad social, en el que los beneficios se entienden como la porción diferida del salario, es un esquema que incide sobre la generación de ingresos de los trabajadores y, en consecuencia, sobre las posibilidades de mejoramiento, o por lo menos sostenimiento de su condición de vida. En esta dirección la seguridad social no es un mecanismo de mitigación de la pobreza, sino que puede contribuir a contrarrestarla. C onclusiones La industrialización en Colombia muestra una importante diversidad en términos del tamaño del capital y de las relaciones sociales creadas en su interior. Esta situación ubica a los trabajadores en distintos niveles de inserción en la órbita de la generación de riqueza y, en consecuencia, los expone de manera diferencial a la pobreza. El grupo con menor riesgo de empobrecimiento está conformado por los trabajadores que tienen la posibilidad de incrementar su capacitación, empleados en empresas modernas con salarios adecuados a su productividad y en ramas de amplia acumulación de capital. A partir de allí, el riesgo aumenta según se modifiquen las condiciones señaladas, de modo que en el otro extremo están los trabajadores de baja calificación, ocupados en pequeñas empresas y en sectores de baja acumulación sometidos a una fuerte competencia. El cambio institucional dirigido por el Estado se centra en la búsqueda de la expansión de mercado, a través de la generación de un ambiente macroeconómico acorde al desarrollo capitalista. Las primeras modificaciones tiene que ver con dos instituciones claves: la moneda y el presupuesto estatal. Las siguientes se refieren a medidas que contribuyen a darle un entorno favorable a la inversión en un contexto de un sector externo inestable en razón de la dependencia monoexportadora y de la incidencia del capital internacional. En esta dirección las medidas gubernamentales poco contribuyen a la transformación de la manera en que se desarrolla la relación capital-trabajo. Sobre otra de las instituciones básicas del capitalismo: la relación salarial, las actuaciones del gobierno están circunscritas a la homogenización de las condiciones de trabajo y

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Muchas acciones y una solución distante. Mecanismos gubernamentales de protección social en Bogotá, 1930-1945

la institucionalización del movimiento obrero, puesto que para el Estado el salario aún no es materia de intervención. De ahí que, si bien la legislación laboral conduce a mejorar la condición de vida de los trabajadores en virtud de normas como la reducción de la jornada laboral, no provoca cambios sustantivos en la magnitud de la remuneración. La posibilidad de lograr un impacto en este aspecto viene con la posterior adopción del salario mínimo y el establecimiento de la seguridad social. Sin embargo, ésta última se aplica de manera fragmentaria y dejando sin cobertura a los trabajadores de las medianas y pequeñas empresas, quienes por supuesto más necesitan de ese tipo de amparo. Por su parte, el gobierno local desarrolla una variedad de tareas tendientes a resolver la cuestión social. La primera, de larga tradición y acogida también por el gobierno nacional, es la asistencia a la población abandonada, que se entiende como desvinculada del mundo laboral. Se presume con ello que la simple integración al mercado laboral induce la superación de la pobreza, pero como es evidente, ésta también se instala en los hogares trabajadores. Inspirados inicialmente por el discurso higienista y luego por la necesidad de contar con trabajadores productivos, disciplinados y capacitados, se emprenden las tareas relativas a la salud, la vivienda y la educación. Estas actuaciones, a diferencia de las de asistencia, resultan de fundamental importancia en tanto son las fuentes del cambio en la condición social de los hogares. No obstante, el mecanismo elegido para brindar este tipo de protección no permite su universalidad, sino que por el contrario genera una mayor fragmentación de la colectividad. La propensión a segmentar también se observa en el establecimiento de la caja de previsión, pues ella sólo cubre a los trabajadores del municipio. En el diseño de las actuaciones locales en el ámbito social concurren diversas dinámicas y ello explica la variedad de acciones. De una parte, el grado de inclusión-exclusión que produce el mundo laboral; de otra, la orientación reguladora del estado central y su interacción con el gobierno local y, finalmente, los intereses que se juegan a nivel municipal. En el caso de Bogotá las actividades realizadas en protección social no conducen a la superación de la pobreza, en la medida en que son fragmentarias y no tienen incidencia sobre la fuente generadora de la pobreza: la relación laboral, pues ella depende enteramente de las medidas que debe adoptar el gobierno central. Adicionalmente, en la definición de los mecanismos tiene papel central la orientación política de las autoridades, su concepción del deber ser de la sociedad y su capacidad para generar el consenso necesario.

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Ricardo Arias Trujillo

La Democracia Cristiana en Colombia (1959-1960). Observaciones preliminares

Christian Democracy in Colombia (19591960). Some Preliminary Observations

Resumen

Abstract

En Colombia, los intentos por crear un partido

In Colombia, the attempt to create a Christian

demócrata cristiano se dieron a finales de los

Democratic party occurred at the end of the

años cincuenta, en momentos en que algunos

1950s. At this moment, various groups, worried

sectores, preocupados por el clima de violencia

about the violence that ravaged the country and

que desgarraba al país y por la escandalosa

the scandalous social conditions in which many

situación social en que vivían muchos colombianos,

Colombians lived, directed their criticisms toward

dirigieron sus críticas a los partidos conservador y

the Conservative and Liberal parties. These same

liberal. Estas mismas preocupaciones estuvieron

concerns were present in the Catholic camp and

presentes en el campo católico y motivaron

motivated a series of initiatives seeking to offer

una serie de iniciativas que buscaron darle una

a “Christian” solution to serious problems of

solución “cristiana” a tan graves problemas,

this kind. Of the variety of strategies to which

recurriendo a estrategias de diversa índole. La

these efforts gave rise, Christian Democracy was

Democracia Cristiana fue una de las opciones que

one of the options to emerge from the bosom of

se manifestaron en el seno del catolicismo. El texto

Catholicism. This article examines the origins of

estudia el origen de la DC y las diversas estrategias

Christian Democracy and the varied strategies its

que adoptaron sus líderes para organizar su

leaders adopted to organize their movement and

movimiento y para alcanzar los objetivos trazados.

achieve the outlined objectives.

Palabras

Key Words

c l av e

Democracia cristiana, catolicismo, política, problema

Christian Democracy, Catholicism, Politics, Social

social, campo católico, partido político, Colombia.

Problems, Catholic Camp, Political Party, Colombia.

Historiador y Doctor en Historia de la Universidad de Aix-en-Provence, Francia. Profesor Asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia. Miembro del grupo de Historia del Tiempo Presente (Categoría A1 en Colciencias) y del grupo Religión, cultura y sociedad (Categoría B en Colciencias). Sus investigaciones se centran en el catolicismo colombiano (siglo XX) y en la historia intelectual. Sobre estos temas, recientemente ha publicado: “La Iglesia católica colombiana durante el siglo XX”, Revista Istor 37 (verano de 2009): 48-80; “La generación de ‘Los Nuevos’ y la polarización de la sociedad colombiana en los años 1920”, en eds. César Ayala et al., Mataron a Gaitán: 60 años (Bogotá: Universidad Nacional, 2009), 33-54. jarias@uniandes.edu.co

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La Democracia Cristiana en Colombia (1959-1960). Observaciones preliminaresc I ntroducción A partir de la Segunda Guerra mundial, en un contexto marcado por la crisis de los partidos tradicionales, por el auge del comunismo y por la magnitud del problema social, la Democracia Cristiana empezó a jugar un papel destacado en la vida política de Europa y de algunos países de América Latina. En Colombia, los intentos por crear un partido demócrata cristiano se dieron a finales de los años cincuenta, en momentos en que algunos sectores, preocupados por el clima de violencia que desgarraba al país y por la escandalosa situación social en que vivían muchos colombianos, dirigieron sus críticas a quienes señalaban como los grandes responsables de la tragedia nacional: los partidos conservador y liberal. Varios políticos, artistas, intelectuales y periodistas de diferentes horizontes ideológicos coincidían en la necesidad de explorar nuevos caminos, de buscar otras alternativas políticas para superar lo que todos percibían como una profunda crisis. Estas mismas preocupaciones estuvieron presentes en el campo católico y motivaron una serie de iniciativas que buscaron darle una solución “cristiana” a tan graves problemas, recurriendo a estrategias de diversa índole. La Democracia Cristiana, liderada por Francisco de Paula Jaramillo y Álvaro Rivera Concha, fue una de las opciones que se manifestaron en el seno del catolic Este artículo se inscribe en la línea de cismo1. Políticamente, fue un intento fallido, un rotundo fracaso. investigación sobre Diversidad del Catolicismo en Colombia. En el plano católico, los resultados fueron igualmente desalenta1. En 1948, cuando la Guerra fría ya era dores. Se trató, en ambos casos, de una corriente minoritaria, cuyo evidente, y poco después del asesinato impacto fue bastante limitado. Sin duda, su “fracaso” está relaciode Jorge Eliécer Gaitán, Gonzalo Restrepo Jaramillo, intelectual católico nado con el olvido en el que ha permanecido. Pero seguramente -además de empresario exitoso-, hay otras causas que explican ese vacío, pues los tiempos en que hablaba de la necesidad de impulsar la Democracia Cristiana en Colombia la relevancia histórica estaba sujeta a cuestiones relacionadas con a fin de contrarrestar el avance el “éxito” ya han sido superados. Si sus motivaciones no dependen comunista. Avante 2, 31 de julio de 1948, 16. En la década siguiente, desde las únicamente de la “visibilidad” del objeto de estudio, el historiador columnas del Diario Nacional, Gilberto puede encontrar, en los intentos por crear un movimiento como Alzate Avendaño y otros políticos conservadores intentaron darle forma la Democracia Cristiana, una serie de elementos relevantes para la a un movimiento demócrata cristiano. En este trabajo sólo estudiaremos la iniciativa de Jaramillo y Rivera.

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historia del catolicismo colombiano, como son: la diversidad de opciones a las que recurrían los católicos; la creciente importancia que tomaba la “cuestión social” en las filas del catolicismo; los cambios -ideológicos y estratégicos- que se habían operado en el mundo católico frente a la pobreza; las fricciones y los roces entre las corrientes más militantes y los sectores tradicionales. En fin, una historia de la Democracia Cristiana remite a muchas facetas del campo católico, a su dinamismo, a su diversidad. En torno a estos aspectos, repetimos, no sabemos prácticamente nada. El estudio de la DC es complejo no sólo por los vacíos señalados, sino además por la escasez de fuentes. Si bien existieron numerosas publicaciones, su acceso es intrincado, pues muchas debieron desaparecer sin dejar rastro y muy pocas se encuentran en las bibliotecas públicas. En esas circunstancias, el estudio de un movimiento que se extendió desde 1959 hasta mediados de los años setenta resulta una empresa bastante ardua. Hay que comenzar por algo. El objetivo del siguiente artículo es muy modesto, como bien lo indica el propio título. En un primer momento, se hace un breve recuento histórico de la DC en Europa y en América Latina con el fin de seguir la evolución que la condujo del integrismo a lo político, pasando por lo social. Luego, se busca simplemente trazar los primeros pasos de la DC en Colombia, durante su primer año de existencia, esto es de 1959 a 1960. Para ello, hemos recurrido, entre las pocas opciones que ofrece la documentación disponible, al Boletín Informativo. Se trata de un pequeño folleto, dirigido a los “amigos”, de circulación muy restringida, que hizo las veces de “órgano oficial” del movimiento durante el periodo señalado, y cuya pretensión era esencialmente difundir los principios de la DC y vincular adeptos. A partir de la información que brinda el Boletín, vamos a ver, en un primer momento, elementos relacionados con el origen de la DC y con el ideario que animaba a sus entusiastas líderes; luego, nos detenemos en las diversas estrategias que adoptaron para organizar su movimiento y para alcanzar los objetivos trazados. Tuve oportunidad de entrar en contacto, en unas cuantas ocasiones, con dos de los principales promotores de la DC: Francisco de Paula Jaramillo y Álvaro Rivera Concha. Gracias a su generosidad, no sólo pude resolver ciertas dudas sobre la aventurada empresa en la que se embarcaron, sino que además tuve acceso a una serie de documentos sin los cuales este trabajo no se hubiera podido llevar a cabo. 1. U na

breve historia de la

DC

1.1. Origen y evoluciones La Democracia Cristiana tiene sus orígenes remotos, no en la vertiente liberal del catolicismo, como se suele creer, sino en las corrientes más conservadoras, aquellas que, en el siglo XIX, se identificaban con los postulados del integrismo, de la intransigencia y de la contrarrevolución. Para hacerle frente a los avances del “modernismo”,

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la Iglesia católica, liderada por Pío IX, desplegó una contraofensiva para asegurar la presencia de la religión en todos los aspectos de la vida. En esa tarea, la acompañaron, por igual, el catolicismo intransigente, el catolicismo social y la Democracia Cristiana2. Unos y otros, ante los embates del anticlericalismo y de la secularización, en un contexto en el que además las masas hacían su irrupción en la vida política, compartían, en un comienzo, una misma visión del mundo, caracterizada por el rechazo del individualismo, la defensa de la familia, el corporativismo, la descentralización, la búsqueda de una tercera vía entre el liberalismo y el socialismo. La misma similitud existía en el plano social, marcado por una visión paternalista, basada en la caridad y en la moral. La filiación de la DC con el integrismo y con la intransigencia se aprecia, tanto por sus ideas como por su personal, en la Jeune Droite belga, en el Centro, el partido católico alemán fundado en 1870 para luchar contra el anticlericalismo del Kulturkampf, y en el Partido democrático cristiano creado en Francia durante la III República. En Italia, “los sacerdotes cuyos nombres están ligados para siempre a la historia de la democracia cristiana [Albertario, Murri, Sturzo], vienen todos de la intransigencia ‘neo güelfa’”3. La encíclica Rerum novarum de León XIII (1891) provocó importantes realineamientos en el campo católico y, en particular, permitió que la DC, muy paulatinamente, se acercara a expresiones más afines con los postulados de la justicia social y de la democracia. El lugar cada vez más preponderante de la llamada “cuestión social”, como consecuencia de los efectos de la industrialización, de la lucha de clases y del creciente protagonismo del socialismo, forzó a la Iglesia a intervenir en los debates. Pese a las prevenciones con que lo hizo, con Rerum novarum la Iglesia abordó por primera vez, de manera oficial y concreta, la problemática social y denunció la condición obrera. La intervención del clero en los asuntos sociales no tardó en generar importantes fisuras en el mundo católico. Mientras que sectores tradicionales continuaban afirmando que las diferencias sociales hacían parte del “plan divino”, otros, por el contrario, denunciaron abiertamente al capitalismo, al tiempo que exigían reformas sociales. Aunque estos últimos fueron tajantemente condenados por Pío X, lo que resulta claro es que sectores cada vez más amplios del catolicismo, incluido un laicado muy activo y comprometido, daban muestras de una creciente militancia en el ámbito social. A través de círculos, publicaciones, sindicatos, bancos, cajas rurales, cooperativas, etc., el “movimiento católico” demostraba, a comienzos del siglo XX, no sólo su dinamismo, sino, además, su decisión de establecer un nuevo vínculo entre el catolicismo y la sociedad4. Si en una primera etapa, las iniciativas de la DC se centraron en 2. Jean-Marie Mayeur, Catholicisme social la “cuestión social”, poco a poco las preocupaciones de los católiet démocratie chrétienne (París: Cerf, 1986), 27. cos fueron incursionando en el campo de la política. Sin abandonar los debates en torno a lo social, las reivindicaciones de los católicos 3. Jean-Marie Mayeur, Catholicisme social, 32. 4. Jean-Marie Mayeur, Catholicisme social, 51-53, 95.

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empezaron a dirigirse también hacia su participación en la vida política. No nos referimos, claro está, a la participación individual del católico, quien, desde los comienzos mismos del cristianismo, siempre había intervenido en la vida política. Los propios jerarcas exhortaban a los fieles a tomar parte en ella, siempre y cuando fuese para defender a la Iglesia5. De lo que se trataba ahora era de participar conjuntamente, como católicos organizados, adoptando para ello las formas modernas de la política, es decir, creando sus propios partidos, conquistando un electorado, luchando contra sus adversarios, etcétera. Esa ampliación en los objetivos de la DC era vista con un profundo recelo por parte del papado, que seguía considerando la política partidista como una fuente de corrupción, de intereses personales, de división. Para evitar cualquier desliz en ese sentido, León XIII, en la encíclica Graves de communi (1901), había prohibido cualquier “desviación” de la DC, recordando a los católicos -especialmente a los italianos, ansiosos de lanzarse a la vida política- que la acción de la DC debía limitarse exclusivamente al ámbito social6. Pese a las restricciones, a comienzos del siglo XX existía una serie de partidos católicos en los imperios austro-húngaro y alemán (el famoso Centro), así como en Bélgica, Holanda y Suiza. Tras la finalización de la Primera Guerra mundial, favorecidos por la ola de democratización que se dio en Europa, surgieron nuevos partidos de inspiración cristiana. Pero fue sobre todo la Segunda Guerra mundial la que aceleró y consolidó la participación de los católicos en la política. Así como el horror de las dictaduras llevó a muchos de ellos a luchar en nombre de la libertad, el papado, alarmado, se vio en la necesidad de replantear sus rela5. Entre muchos textos, ver, por ejemplo, ciones con la democracia. Frente al comunismo y al “fascismo”, la la encíclica de León XIII, Immortale Dei (1885), en la que se aborda el espinoso democracia ya no era una alternativa política más entre otras, sino tema de la constitución cristiana del que se convirtió en una exigencia, en el pilar fundamental sobre el Estado. que debería ser reconstruida la nueva comunidad de Estados. Ese 6. “Graves de communi”, en Doctrina pontificia. Documentos sociales (Madrid: fue el mensaje que trasmitió Pio XII al mundo entero en su célebre Biblioteca de Autores Cristianos, alocución radial del 24 de diciembre de 1944, cuando la pesadilla 1964), 364. parecía ya llegar a su fin y se hacía necesario pensar en un nuevo 7. “Benignitas et humanitas”, en Doctrina orden internacional, acorde con las exigencias de los pueblos, que, pontificia. Documentos políticos (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, “aleccionados por una amarga experiencia […], reclaman un sistema 1964), 874. Hay que precisar que la de gobierno que sea más compatible con la dignidad y la libertad de “democracia sana” a la que se refería el papa conservaba una estrecha relación los ciudadanos”. Y concluía señalando el triunfo de la democracia: con los principios católicos, pues debía “Siendo esta la disposición de los ánimos, ¿es verdaderamente de estar “fundada sobre los inmutables principios de la ley natural y de las extrañar que la tendencia democrática se apodere de los pueblos verdades reveladas”, por lo cual el y obtenga por todas partes la aprobación y el consentimiento de catolicismo estaba llamado a jugar un papel importante en su desarrollo: quienes aspiran a colaborar con mayor eficacia en los destinos de “Si el porvenir ha de pertenecer a la los individuos y de la sociedad?”7. democracia, una parte esencial en su realización deberá corresponder a la religión de Cristo y a la Iglesia”. “Benignitas et humanitas”, 879, 883.

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Con el fin del conflicto mundial, el número de partidos demócrata cristianos aumentó de manera considerable en Europa, y poco después, en América Latina. El nuevo contexto, sin duda, ofrecía varias ventajas para su expansión y consolidación: la DC había alcanzado gran popularidad gracias a su papel durante la “resistencia”, popularidad que contrastaba con el profundo desprestigio en el que se hallaban tanto las tendencias autoritarias del catolicismo, como los partidos de la derecha tradicional; el comunismo, igualmente agigantado, continuaba provocando temores en las filas del catolicismo; y, finalmente, la censura eclesiástica que pesaba sobre los partidos demócrata cristianos había sido eliminada. Estimulada por estos factores, la DC se organizó en torno a nuevos objetivos. Inicialmente -a finales del siglo XIX y comienzos del XX-, los partidos de inspiración católica habían luchado esencialmente contra el anticlericalismo liberal, al que oponían un rígido sistema corporativista. Sin embargo, las reivindicaciones sociales que algunas corrientes del catolicismo adoptaron en ese mismo momento, las condujo a aceptar y a luchar por un ideal igualitario, alejado del paternalismo y de las jerarquías, no sólo en el plano social sino también en la esfera política8. Además de su compromiso con los valores de la democracia liberal, la DC de la posguerra presentaba otro rasgo no menos novedoso. Se trataba de movimientos que habían alcanzado una mayor autonomía con respecto al poder eclesiástico. En primer lugar, en sus programas los intereses estrictamente religiosos habían sido desplazados, en muchos casos, por otro tipo de objetivos (la cuestión social, libertades de diferentes tipos, etc.); en segunda medida, al dar cabida en sus filas a los seguidores del protestantismo, como sucedió en Alemania, cierto espíritu ecuménico había debilitado los nexos privilegiados de la DC con el episcopado9. 1.2. La DC en América Latina Al igual que sus colegas del Viejo continente, los católicos latinoamericanos también se mostraban inquietos por descubrir nuevas formas de participación en la vida política de sus respectivos países, y así ofrecer respuestas católicas a los grandes desafíos que tenían por delante. El punto de partida de la Democracia Cristiana en América Latina se situaría en 1947, fecha en que intelectuales católicos de diferentes países de la región se reunieron en Montevideo para definir las líneas doctrinarias de la DC latinoamericana. Como en Europa, se trataba de abrirle paso a una “tercera vía” inspirada en la Doctrina social de la Iglesia, es decir, una alternativa católica frente al capitalismo individualista y al Estado autoritario. Según Olivier Compagnon, quien ha trabajado de cerca la DC latinoamericana, la Declaración de Montevideo “sienta las bases 8. Jean-Marie Mayeur, Catholicisme social, 35. teóricas de una nueva forma de compromiso político de los católicos 9. Mayeur, Jean-Marie, Catholicisme social, 80. latinoamericanos, preconizando la estricta separación entre los planos 10. Olivier Compagnon, “Avril 1947: la temporal y espiritual, y la creación de partidos no confesionales”10. Los ‘Déclaration de Montevideo’. Le projet démocrate-chrétien en Amérique Latine”, Histoire et sociétés de l’Amérique Latine 9 (1999), 110.

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participantes en Montevideo, agrega Compagnon, laicos provenientes de la clase media, habían descubierto la militancia católica, la enseñanza social de la Iglesia y el compromiso político en los medios universitarios11. Todos pertenecían a una generación para la cual, en efecto, la actividad política revestía una gran importancia en momentos en que los avances del comunismo y de la secularización amenazaban al catolicismo. No menos preocupante para todos ellos resultaba, en el plano de los valores, la predominancia del materialismo y el racionalismo, y, en el ámbito social, la irrupción de las “masas”. El chileno Eduardo Frei, líder de la Democracia Cristiana, definió en su primer libro -Chile desconocido (1937)- la posición de los católicos frente a la “cuestión social”: las élites ilustradas del catolicismo tenían que proponer una respuesta al grave problema social, al mismo tiempo que debían orientar sus esfuerzos para recristianizar a un pueblo que se había alejado de Dios. Así, como bien lo señala Compagnon, “en Frei, así como en muchos otros católicos, la tentación de la política apareció antes que nada como el producto del miedo al comunismo”12. Por ello, no es de extrañar que buena parte de los líderes de la DC hubiesen militado, al igual que sucedía en Europa, en las filas de la Acción Católica. Y, al igual que en el Viejo continente, los desarrollos de la filosofía política de Jacques Maritain, que establecía una clara separación entre el poder temporal y el poder espiritual, permitió a una serie de católicos realizar sus sueños políticos a través de nuevas formas de militancia13. La creación de revistas, de centros de estudio y de sindicatos, permite hacerse una idea del activismo del mundo católico latinoamericano. En 1949, es decir, dos años después de la primera reunión de simpatizantes de la DC, se llevó a cabo un nuevo encuentro, celebrado igualmente en la capital uruguaya, al que asistió por primera vez un colombiano, Hernán Vergara. Como resultado concreto de ese encuentro, fue fundada la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), que promovió, entre otras iniciativas, la creación de partidos demócrata cristianos en la región. Sin duda, los casos chileno y venezolano fueron los más exitosos. No sólo lograron conformar una fuerza duradera e influyente en el escenario político de sus respectivos países, sino que además alcanzaron el poder. Eduardo Frei Montalva (1964-1970) en Chile y Rafael Caldera (1968-1973) en Venezuela, se convirtieron en los primeros presidentes demócrata cristianos de América Latina. 2. L a DC

11. Olivier Compagnon, Jacques Maritain et l’Amérique du Sud. Le modèle malgré lui (Lille: Presses Universitaires du Septentrion, 2003), 259.

en

C olombia

A. U na nueva forma de hacer política A.1. Política y religión: una vieja historia Sólo a finales de los años cincuenta, los simpatizantes de la creación de un partido demócrata cristiano se pusieron a la tarea de llevar a cabo su proyecto. Pero la participación de los católicos

12. Olivier Compagnon, Jacques Maritain, 78. 13. Olivier Compagnon, Jacques Maritain, 120. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 188-216


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en la vida política en Colombia no era un asunto novedoso. En términos generales, los católicos se habían visto representados por el Partido conservador, con el que existía una vieja y estrecha amistad al menos desde mediados del siglo XIX, cuando la Iglesia y sus fieles se unieron al conservatismo para hacer frente al proyecto anticlerical de los liberales. A partir de ese momento, la alianza entre ambas fuerzas se convirtió en un componente esencial del paisaje político del país. En plena arremetida del liberalismo contra la Iglesia, Miguel Antonio Caro, figura central del Partido conservador y uno de los principales exponentes del ultramontanismo, intentó crear un partido católico, pero no lo logró, al parecer, porque no contó con el respaldo del episcopado. El regreso de los conservadores al poder significó también el triunfo del clericalismo, como quedó establecido en la Constitución de 1886 y en el concordato firmado un año después. De esta manera, el catolicismo, en su versión intransigente e integral, se convirtió en una fuerza predominante, muy influyente en la vida social y política del país, presta siempre a combatir cualquier posible desviación que pusiese en peligro el “hecho social católico”. En su lucha contra el liberalismo, el clero participó activamente en la política. “Indicaba” cuáles eran los candidatos que debían ocupar los diferentes puestos de la burocracia local, regional y nacional; impulsó la prensa católica e hizo de ella, como había sucedido con el púlpito, una tribuna más para condenar a los enemigos de la Iglesia (liberalismo, socialismo, protestantismo, secularismo, etc.). No tuvo mayores problemas para controlar los diferentes movimientos laicos que, como la Acción Católica, se encargaban de difundir los valores religiosos en el conjunto de la sociedad. Las jerarquías del catolicismo tampoco tuvieron que enfrentar poderosas corrientes contestatarias. Por supuesto que el campo católico, contrariamente a la imagen tradicional que se tiene de él, estaba conformado por diferentes tendencias, pero ninguna de ellas amenazó seriamente, en la primera mitad del siglo XX, el predominio de los sectores intransigentes. A partir de los años cincuenta, las cosas empezaron a cambiar, poco a poco, pero lo suficiente para introducir nuevas variables en el muy conservador catolicismo colombiano. Las transformaciones se aprecian desde el momento en que las directrices del episcopado no fueron acogidas por los católicos con el mismo nivel de aceptación que en el pasado. ¿Qué sucedió para que el poder del clero comenzara a dar ciertas muestras de debilitamiento? Entre los diferentes factores que suelen señalarse, queremos destacar en particular un punto, pues se encuentra estrechamente relacionado con el surgimiento de la DC en Colombia. Se trata de la guerra que vivió el país desde los años treinta hasta los sesenta, periodo conocido como “la Violencia”. Tanto el partido liberal como el conservador fueron protagonistas centrales del conflicto y su responsabilidad en esa tragedia fue inmensa. Igual sucedió con la Iglesia católica: en los años

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treinta, el clero rechazó, como los conservadores, la posibilidad de que los liberales emprendieran un programa que buscaba la modernización de la sociedad y del Estado, programa que fue una de las múltiples causas de una guerra muy compleja. No sólo lo rechazó, sino que también intervino permanentemente en el conflicto, ya fuese exhortando a la sociedad a la desobediencia civil, amenazando al liberalismo con una “guerra santa” si prosperaban las reformas laicas, o, en no pocos casos, incitando a la población, en particular al campesino, a defender con las armas los valores sagrados de la Iglesia y de la patria. A partir de finales de los años cincuenta, cuando liberales y conservadores, luego de recuperar el poder tras un corto intervalo militar, habían dado inicio a la “reconciliación nacional” y a lo que se publicitaba como una nueva y promisoria etapa en la historia colombiana, varias voces de protesta, provenientes de diferentes sectores de la sociedad, se elevaron en contra de las “componendas” del bipartidismo. Se sentían frustradas por el tipo de acuerdo que acababan de inaugurar las elites tradicionales y por los escasos resultados alcanzados por los gobiernos frentenacionalistas. Políticos, artistas, intelectuales y periodistas, cuestionaron lo que los líderes liberales y conservadores, con el pleno respaldo del episcopado, presentaban a la sociedad como el gran pacto por la paz y el progreso. Entre los críticos, figuraban voces del catolicismo para las cuales era urgente buscar nuevos caminos que permitiesen encarar los problemas más acuciantes de la época, empezando por la injusticia social y el descrédito del bipartidismo, al que acusaban de alimentar los “odios fratricidas” y de monopolizar el poder para beneficio propio. La reorientación que pedían, por más moderada que fuese, tenía serias implicaciones que cuestionaban directamente a las dos principales colectividades políticas e, indirectamente, a la Iglesia católica, aliada tradicional de las elites. Gonzalo Canal Ramírez, un intelectual católico muy activo desde los años cuarenta, había sostenido, a finales de esa misma década, que el abandono en el que vivían muchos colombianos, en particular el campesinado, podía dar lugar a un estallido revolucionario14. Unos años más adelante, retomó a Tomás de Aquino para recordar que “la historia, maestra universal, muestra constantes enseñanzas: las grandes catástrofes, las más sangrientas revoluciones obra han sido de la provocación de la injusticia, cuyo yugo, a veces transitoriamente soportan los pueblos, pero hasta un cierto punto, cuando los límites se rompen hasta el desbordamiento”15. Desde posiciones más moderadas, pero igualmente sensibles frente a lo social, el movimiento “Testimonio”, liderado por Hernán Vergara, o el grupo femenino reunido en torno a la revista Presencia, también daban cuenta del activismo católico. De manera mucho más tímida, la propia jerarquía 14. “El hombre rural”, El Tiempo, 14 de católica comenzó a reconocer, no sin ambigüedades y contradiccioenero de 1947. nes, la necesidad de emprender reformas sociales. 15. Gonzalo Canal, El Estado cristiano y bolivariano del 13 de junio (Bogotá: Antares, 1955), 129.

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El interés de la DC por la suerte de los sectores populares no constituía, por consiguiente, un caso aislado en el catolicismo. La novedad radicaba más bien en la estrategia privilegiada por sus líderes para impulsar los cambios deseados: había que recurrir a nuevas formas de intervención política, desligadas por supuesto del liberalismo y del conservatismo, pero también del confesionalismo, sin por ello abandonar los principios cristianos. A.2. L os

orígenes de la

DC

“Como patriotas nos irrita contemplar un parlamento entregado a los debates estériles […]. Como demócratas nos preocupa ver unas agrupaciones políticas que no interpretan la voluntad de sus miembros, unos pactos que se han convertido en letra muerta, un partido internacional dirigido desde Moscú, ganando terreno ante la impotencia de las colectividades. Como cristianos nos duele presenciar una situación social injusta, una pobreza que para muchos no tiene remedio, una falta absoluta de educación, de salubridad, de oportunidades de empleo, que parece imposible de evitar”16.

El Boletín Informativo apareció el 1 de agosto de 1959 y después de circular mensualmente, se cerró en noviembre del año siguiente. El contenido del folleto, compuesto en promedio por unas diez páginas, se centró en la DC, ya fuese para destacar su importancia en el mundo o para legitimar su lugar en el contexto colombiano. Predomina, así, una mezcla de textos “históricos” con material explícitamente propagandístico, elaborado casi siempre por un número muy reducido de “colaboradores” a los que se fueron sumando otros pocos entusiastas17. Desde el primer número, queda claro por qué debe existir un movimiento demócrata cristiano. La impotencia del bipartidismo y el auge comunista amenazan con profundizar la crisis del país: “la experiencia nos ha convencido de que en Colombia, desde hace muchísimos años, las colectividades políticas que dicen ser personeras de la opinión pública, carecen de ideología”, están dominadas por apetitos materiales y personalistas, por lo cual no pueden darle solución a los problemas del país18. “Profesamos que la violencia en Colombia tiene como una de sus raíces más inmediatas el desprecio y la devaluación más absoluta del hombre, de que la influencia comunista ha hecho mirar sólo como una máquina de producción económica y los partidos tradicionales han considerado invariablemente como un simple voto. El comunismo explota al hombre y lo desangra […]. Y los partidos políticos lo destruyen sencillamente cuando así lo aconseja la prepotencia de sus aspiraciones en determinadas comarcas electorales”19.

En ese sombrío contexto, la misión histórica del cristianismo estaba más que justificada: “La eliminación de la violencia debe

16. “Ante la realidad”, Boletín Informativo 15, Bogotá, 10 de septiembre de 1960, 1. 17. Las dificultades materiales son evidentes. La edición en mimeógrafo, las correcciones hechas a mano, el “diseño”, el tipo de papel, el formato, en fin todo lo relacionado con el proceso de edición, refleja uno de los grandes problemas que tuvo que enfrentar el movimiento: la falta de recursos. 18. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de 1959, 1-2. 19. “Exigencias mínimas”, Boletín Informativo 3, 1 de octubre de 1959, 6.

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basarse en la dignificación y revaluación del hombre en Colombia como hijo de Dios […]. La Democracia Cristiana, particularmente en Colombia, batallará por la restauración absoluta del valor del hombre y de su dignidad”20. Las críticas no se originaban únicamente por lo que había hecho el bipartidismo en el pasado. También se explican por lo que estaba haciendo a finales de los años cincuenta: “El mismo Frente Nacional, en el que muchos pusieron su última esperanza, en lo que lleva de recorrido, no ha dado todos los frutos que podía dar”21. No podía ser de otra manera, pues “los partidos políticos volvieron a la brega presentando ante la opinión pública los mismos caducos programas que en años anteriores habían hecho posible la tremenda crisis política, económica y social”22. El carácter excluyente del pacto bipartidista limita “los derechos políticos de los colombianos que no pertenecen a los viejos partidos tradicionales”, es decir, deja por fuera a “las numerosas corrientes político sociales que en los últimos tiempos se han formado y que actúan en marcha impetuosa hacia el porvenir”23. El contraste entre un pasado y un presente, ambos igualmente oprobiosos, frente a un futuro promisorio gracias a la acción de las nuevas e inmaculadas fuerzas es una constante en la retórica de la DC, al igual, por cierto, que en la de muchos otros movimientos de la época: “El país requiere nuevas soluciones, la aplicación de principios distintos a los ya ensayados, para recobrar el ritmo de su urgente convalecencia. Es inútil buscarlos en las secas fuentes de las cuales extrajeron nuestras colectividades históricas la fuerza para sobrevivir”24. De no ser así, el futuro quedaría en entredicho: “se está incubando para la nación una situación muy incierta y oscura, que será aprovechada hábil y fatalmente por el comunismo, si las fuerzas cristianas no toman a su cargo la misión que les corresponde en defensa de la democracia amenazada”25. Sólo así la vida política podrá retomar los principios evangélicos que, hasta el momento, no han inspirado los programas de la clase política, en una clara alusión al conservatismo, como se verá más adelante. La misma visión del Boletín es compartida por un creciente número de lectores que se hace presente mediante el envío de cartas que la “redacción” publica gustosamente. 20. “Exigencias mínimas”, Boletín Informativo 3, 1 de octubre de 1959, 6. Las críticas son seguidas por una exposición de los objetivos 21. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de que busca el movimiento: “nos mueve un ideal: dar a conocer un 1959, 1. sistema vertebral y orgánico”, crear una fuerza “pujante, noble, de 22. Boletín Informativo 7, 1 de febrero de realidades y realizaciones”, capaz de concientizar a la población 1960, 3. acerca de las “necesidades socioeconómicas y políticas”, primer 23. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de paso para arrojar “luces en la oscuridad del porvenir patrio”. Las 1959, 1. muestras de entusiasmo, reflejo quizá de una ingenuidad política 24. “Los hechos nos dan la razón”, Boletín propia de quienes no tenían mayor experiencia en ese campo, son Informativo 2, 1 de septiembre de 1959, 1. 25. Boletín Informativo 4, 1 de noviembre de 1959, 7-8.

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permanentes: “las ideas social-cristianas continúan abriéndose campo vigorosamente en todo el país. Hay grupos en el norte y en el sur, en el centro y la provincia”26. El mensaje de la DC era una convocatoria abierta, que no tenía en cuenta “la procedencia política de los adherentes”, lo que tendía a resaltar la voluntad de dejar atrás el sectarismo. Para hacer parte del proyecto, sólo había dos condiciones: una, la “fidelidad absoluta a los principios cristianos y la decisión de trabajar con denuedo y perseverancia por la democracia, la paz y la justicia cristiana”; la otra, que se desprende de la primera, era renunciar a la ambición personal en aras de alcanzar el bien común. Cumplidas esas dos exigencias, se podía hacer parte del proceso de formación y definición de un movimiento que todavía estaba en gestación, pero que desde ya se caracterizaba por su espíritu de apertura y por su carácter democrático, en el que todos sus miembros estaban en el mismo nivel y en el que todos elaboraban el gran proyecto. Si estaban interesados en trabajar por la patria, podrían entonces ingresar a “un simple taller, donde profesionales, hombres de estudio, espíritus cívicos, periodistas y otros obreros de una patria nueva, trabajan austeramente en busca de un destino mejor para Colombia”27. Además de la ineptitud de los partidos tradicionales, el otro gran estimulante para poner en marcha un programa cristiano era el comunismo. En este aspecto, no hay ninguna novedad. Desde los años 1920, es decir, desde el momento mismo de su gestación hasta el día de hoy, el comunismo ha sido sistemáticamente señalado por diversos sectores como una amenaza para los intereses nacionales, patrióticos, religiosos e, incluso, para la “civilización”. Dentro de los críticos del “ateísmo revolucionario”, del propagador de odio entre las clases, del enemigo de la religión, la familia y la propiedad privada, la Iglesia católica ha ocupado un lugar destacado. Los impulsores de la DC retomaban, de una manera un tanto acrítica, toda esa tradición que hacía del comunismo el principal peligro: “los centenares de estudiantes colombianos que asisten actualmente a las universidades comunistas en Praga, están ante todo preparándose para trabajar en la instalación en Colombia de la tiranía soviética. Debemos advertir a estos compatriotas que aquí preferimos la libertad a la esclavitud, y que la revolución que ellos piensan importar con sus cadenas, su ateísmo, sus purgas humanas y sus humillaciones, podemos hacerla aquí los cristianos respetando la libertad, la fe, la vida y la dignidad de todos los colombianos”28.

Tan pronto subió Castro al poder, las críticas de la DC arreciaron contra las imposturas nacionalistas de los comunistas criollos:

26. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de 1959, 1.

“Los comunistas nos tienen locos con el barbudo gobernante de Cuba, Fidel Castro (aunque haya un ridículo presidente allá cuyo

27. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de 1959, 1. 28. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de 1959, 5.

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oficio es hacer propaganda a su primer ministro). A todas horas nos están hablando de las maravillas que hace ese señor en su país. Para ellos, el mejor programa de gobierno se reduce a imitarlo. Pero eso sí, cuando se trata de los yanquis, por ejemplo, ponen el grito en el cielo y se rasgan las vestiduras, dando a sus palabras un acendrado sabor nacionalista. Pero, ¿quién les va a creer después de verlos sumisos y lambiscones frente a los rusos, los chinos y los cubanos fidelistas?”29.

Los métodos y la radicalización de los revolucionarios cubanos, así como sus medidas autoritarias, pueden ayudar a entender los temores de los dirigentes de la DC colombiana. Pero cuando esos mismos temores brotan ante la figura de un Alfonso López Michelsen, que decía mostrar cierto interés por los problemas agrarios y la situación de los llamados “bandoleros”, queda claro que los demócrata cristianos eran más conservadores de lo que pregonaban: “El grupo liberal-comunista de López Michelsen, [José de la Cruz] Varela y sus secuaces dizque piensa proponer en el Congreso el derecho de huelga para los trabajadores de servicios públicos”, una reforma demagógica que ningún gobierno comunista ha avalado30. Para demostrar la sinceridad de su actitud, el Boletín repetía una y otra vez que su lucha contra el comunismo no estaba determinada por intereses mezquinos, como sucedía con los “burgueses”, que “temen y combaten al comunismo únicamente por apego a sus actuales comodidades, por miedo de perder el tranquilo disfrute de sus fortunas […]. A esos, a los burgueses, a los dormidos, a los amigos de la comodidad y el descanso, les notificamos que los demócratas cristianos, con mayor razón que los comunistas -como nos mueven hondas convicciones espirituales-, también estamos dispuestos a hacerles perder el sueño, a levantarlos de sus mullidos sillones y a gritarles todos los días que otros tienen hambre”31.

Y es que, precisamente, a “los amigos de la comodidad” les cabía una alta cuota de responsabilidad en materia social: como fieles representantes del capitalismo y de los excesos del liberalismo económico, habían ayudado a agravar la situación de obreros y campesinos, generando así un contexto favorable para la demagogia izquierdista. 29. Boletín Informativo 12, 20 de junio de 1960, 9. Hay que agregar que la DC Es cierto que, como lo denunciaban los adalides del capital, el “cotambién se opuso al embargo decretado munismo internacional” había intervenido en la agitación y desorden por Estados Unidos a Cuba. Boletín Informativo 15, 10 de septiembre de que se vivía en el país, fomentando las huelgas y las protestas. Pero lo 1960, 4. que no decían “la prensa, las autoridades y los afectados” es que “hay 30. Boletín Informativo 12, 20 de junio de una situación de intolerable injusticia”, “no hay un criterio cristiano 1960, 9. 31. “Apuntes”, Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de 1959, 3. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 188-216


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en el papel de las riquezas de la economía. Los directores de las empresas siguen creyendo que sólo representan al capital, a los dueños de acciones, y que su única obligación es velar por estos intereses”. En ese panorama, “se impone una transformación integral, que modifique sustancialmente el criterio capitalista que hoy impera en la economía colombiana. Y esta es misión de un Movimiento Social Cristiano audaz y sin complejos”32. La DC aparecía así como una alternativa novedosa en un contexto polarizado y dominado por dos fuerzas igualmente incapaces de solucionar los problemas: “Frente al mensaje comunista, que trata de destruir nuestra democracia amparándose ladinamente en ella, y de un capitalismo hostil a los más elementales derechos humanos, no existe una fuerza organizada”, pues el bipartidismo sólo lucha por el poder. “Es necesario, con necesidad apremiante e inmediata, a fin de desembocar sin revoluciones sangrientas ni traumatismos irreparables, en las soluciones de justicia, de equidad y de humanismo que el país merece y que los tiempos reclaman”33. A.3. L a “ tercera vía ” Alejada de ambos extremos, la DC aparecía como la alternativa que evitaba los males del capitalismo y del comunismo, de “derechas” e “izquierdas”. La siguiente cita aclara por qué quería deslindarse, en términos concretos, tanto del partido conservador, con el que solía ser confundido, como del comunismo, con el que creía competir por su énfasis en lo social: “La Democracia Cristiana no es un movimiento de Derechas: cree en la libertad como atributo esencial de la persona humana […]; cree que no hay justicia donde hay privilegios por razones de casta, de riquezas, de credo religioso, de influencias; cree que el hombre tiene el derecho a ser convencido de determinadas ideas religiosas o políticas, y no la obligación de aceptarlas por imposición oficial; cree que la religión, además de ser el principal asunto personal, debe informar igualmente la vida de los pueblos, pero sin que pueda ser convertida en bandera política […]; cree, en fin, en el sentido progresista de la historia, en oposición a quienes -reaccionarios- quisieran detenerla en ciertos momentos, los más propicios para su afán de riquezas o de poder. No es tampoco un movimiento de Izquierdas: Cree que la Verdad es una categoría absoluta, no sujeta en sí al relativismo de las concepciones subjetivas; cree en el hombre como valor trascendente y no como un mero agregado numérico de interés electoral; cree en el orden y en la autoridad como exigencias propias de 32. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de toda sociedad civil […]; cree en la propiedad privada como derecho 1959, 3. Numerosas citas reproducidas en las páginas del Boletín ilustran el de todos y garantía económica de la libertad personal; cree en la impapel desempeñado por la DC en portancia que tienen, entre las personas y el Estado, aquellas otras Europa en el plano social. 33. Boletín Informativo 4, 1 de noviembre de 1959, 9.

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agrupaciones, especialmente naturales como la familia, el municipio y el gremio, que llenan una función de primer orden en el logro del bien común; cree en el derecho que tiene cada hombre a vivir, privada o públicamente, la religión, vínculo directo con Dios y medio de lograr su destino eterno; y cree, además, en la existencia de un orden moral, permanente, inmutable, que rige inexorablemente la conducta de los individuos y de los pueblos”34.

“Tercera vía”, pues, que insistía, primero que todo, en su apego a los valores de la democracia y a cierto espíritu pluralista, incluso en materia religiosa. Vale la pena subrayarlo, pues, a finales de los años cincuenta, las jerarquías del catolicismo colombiano y buena parte del partido conservador, ajenos al desenlace de la Segunda Guerra mundial, seguían concentrando sus energías en el restablecimiento del “orden social católico” que la “república liberal” había echado por tierra. No hay que olvidar que durante el gobierno de Laureano Gómez (1950-1953) se discutió, con el apoyo explícito del episcopado, un proyecto de reforma constitucional fuertemente inspirado en el régimen franquista. La DC, por el contrario, decía identificarse con los postulados de la democracia, amenazada tanto por el comunismo como por el bipartidismo. “Nos llamamos ante todo demócratas porque buscamos para nuestra patria la vigencia de su sistema auténticamente representativo”, ajeno a la “falacia comunista que usa y abusa del nombre de la democracia para encubrir sus fines”, al igual que lo hacen “los partidos tradicionales que, amparados en ella, han implantado la oligocracia, el gobierno de las minorías, la deformación de los anhelos populares”35. Además de demócratas, eran también, y sobre todo, cristianos, recalcando que era desde esa perspectiva integral y trascendente que querían contribuir como militantes políticos: “Nos llamamos, además, cristianos, no porque queramos negarle a los demás grupos su derecho y su obligación de serlo, sino porque aspiramos a recordarles y a recordarnos a cada instante que lo somos y que, en tal carácter, debemos procurar que la realidad del cristianismo informe nuestra conducta individual y social. Afirmamos contra el marxismo la existencia de lo espiritual y reconocemos a la Iglesia como la depositaria de la verdad divina”36.

34. Boletín Informativo 4, 1 de noviembre de 1959, 2. 35. “La gran diferencia”, Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de 1959, 1. 36. Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de 1959, 1.

Pero la dimensión cristiana no se limitaba a los asuntos trascendentales. Los aspectos mundanos constituían también una faceta no menos importante. De ahí, el interés por la cuestión social y por una política reformista “integral”, acorde con las necesidades del campesinado y del proletariado urbano. Si no se tomaban medidas, podría producirse el “estallido del problema social”37. Por más precaria que fuese la situación de muchísimos colombianos, la DC condenaba el uso de la violencia

37. “Los hechos nos dan la razón”, Boletín Informativo 2, 1 septiembre 1959, 1. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 188-216


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como medio para cambiar las cosas: “Hay en el país la sensación, cada vez más clara, de que habrán de presentarse una serie de fenómenos, de ‘explosiones’, que agrietarán nuestra estructura de arriba abajo […]. Reprobamos, desde ahora, todo movimiento que haciendo uso de procedimientos ilegales pretenda perturbar el orden para implantar sistemas que no sean democráticos ni cristianos”. Hasta ahí, el discurso era idéntico al de los sectores más tradicionales, que veían en la protesta social un cuestionamiento al orden divino. Pero la democracia cristiana iba más allá y denunciaba las argucias de los defensores del statu quo: “[…] reprobamos también, con toda energía, la continuidad de un orden de cosas que atenta contra la justicia, que no quiere ver el presente, que continúa aferrado con insensatez a un pasado que debe superarse. No podemos tolerar que, so pretexto de impedir una revolución de extrema izquierda, se mantenga una situación cada vez más aguda y explosiva”38.

La justicia, lo dijeron en varias ocasiones los impulsores de la DC, hacía parte del orden cristiano. En otras palabras, era imposible proclamarse cristiano si al mismo tiempo no se luchaba contra la inequidad. En términos más precisos, la DC reprochaba el formalismo de los que se autodenominaban cristianos a pesar de no cumplir realmente con los deberes que les imponía su religión: “No podemos seguir tolerando que se siga hablando mucho de cristianismo en público […], en tanto que, en lo político, se juega a la violencia, a la mentira, a la codicia y a la retaliación, y, en lo social, hay miseria y hay hambre […]. Una nación no es cristiana porque así lo digan sus leyes o porque así lo proclame determinado día su gobernante […]. Nuestro orgullo de pertenecer a una nación cristiana es muy laudable, pero no es suficiente. Tenemos que contribuir de veras a hacer de nuestra patria un ejemplo vivo de lo que puede el sentido del amor y la sed de justicia de los cristianos”39.

Los ataques se dirigían, por supuesto, al partido conservador en su conjunto, pero también a un régimen constitucional y a unas tradiciones que, a pesar de actuar en nombre de Dios, no cumplían realmente con sus obligaciones. Por lo tanto, todas esas evocaciones del cristianismo podían quedarse 38. Boletín Informativo 15, 10 de septiembre en un mero y engañoso formalismo, como si la dimensión histórica, de 1960, 1. mundana del hombre, no fuese parte del plan divino, un punto en el que 39. Boletín Informativo 12, 20 de junio de 1960, 3. la influencia del padre Joseph Lebret y del abate Pierre se hace eviden40. Boletín Informativo 12, 20 de junio de te: “Donde otros terminan su labor (en unos incisos constitucionales o 1960, 3. En varias ocasiones, el Boletín en una hermosa ley de profesión religiosa) nosotros debemos empezar cita el informe Lebret como ejemplo del compromiso social del católico. la nuestra, de afirmación del cristianismo en el plano temporal”40. También sigue con atención las charlas del abate Pierre en su paso por Bogotá (agosto 1960).

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En algunas ocasiones, las críticas se dirigían al propio clero. Aludiendo a un comentario de El Catolicismo, en el que el diario de la curia bogotana pedía mayor justicia social por parte de “todos aquellos a los que la Providencia ha dotado de cuantiosos bienes de fortuna”, el Boletín ripostó: “Nuestra opinión es […] que no ha sido propiamente la Providencia la que se ha encargado de la distribución de las riquezas, y mucho menos de la injusta distribución que todos vemos en la actualidad. Esta es obra de los hombres que, movidos por la más ciega codicia y el más despiadado egoísmo, ha hecho de los bienes creados para todos, ocasión de odios, envidias, servidumbre y miseria”41.

Este tipo de posturas, animadas además por representantes de corrientes católicas que no temían asumir una militancia decidida a favor de los sectores populares, seguramente eran vistas con recelo por parte de las autoridades eclesiásticas del país. Las proclamaciones públicas y reiteradas de independencia de la DC frente al clero no debían aliviar las tensiones. A.4. R elación DC-I glesia católica Otro de los objetivos que orientaban los esfuerzos de los líderes de la DC era el de asegurar su autonomía con respecto a la Iglesia católica. Las jerarquías eclesiásticas, fieles a los principios del catolicismo integral, pretendían, todavía en los años sesenta, controlar de cerca todo tipo de manifestación que se reclamara del catolicismo, como había sucedido en los tiempos en que había auspiciado la creación de los primeros movimientos católicos (Acción Católica, sindicatos, etc.). El laicado debía ser, de acuerdo con esa tradición, ya superada en Europa, un fiel servidor del clero: si actuaba en la construcción del orden cristiano, debía hacerlo bajo su estricta vigilancia. Desde un comienzo, el Boletín proclamó la voluntad de la DC de moverse libremente en la arena política como movimiento cristiano: “Afirmamos enfática y categóricamente que actuamos en nuestra calidad de simples ciudadanos, guiados sí por un criterio cristiano en las actividades políticas, económicas y sociales, pero sin pedir ingerencia (sic) alguna que por su misma naturaleza sea indebida, de parte del clero”42. La calidad de cristiano no debía ser, en ningún caso, un impedimento para ejercer plenamente sus derechos políticos, rechazando así la exclusión que había privado a los católicos de organizarse políticamente. “Si existe para todo grupo de ciudadanos la facultad de fundar nuevos movimientos o partidos políticos, también ha de existir el derecho de crear un movimiento o partido […] o de pertenecer a uno cualquiera ya existente cuya política se inspire en el cristia41. “Apuntes”, Boletín Informativo 2, 1 de nismo”. Señalando a quienes pretendían desconocer ese derecho, septiembre de 1959, 7. 42. Boletín Informativo 2, 1 septiembre 1959, 4-5.

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advertía que ni los partidos políticos ni la Iglesia podían oponerse “porque no se trata de un movimiento o partido católico, el que por definición debería estar sometido a la Jerarquía, sino de un movimiento o partido de inspiración cristiana que ni la compromete en su mecánica ni sigue, en su técnica, normas que aquella no tiene por qué darle”. El no confesionalismo iba acompañado de cierta secularización: “porque comprendemos que si se unce la Iglesia al carro de un partido, ‘la primera se vería ligada a los compromisos de éste y el segundo a la intransigencia inevitable de aquella’, como ha escrito monseñor Franceshi”43. Así como la Iglesia no debía intervenir en asuntos políticos, los políticos tampoco debían manipular la religión para lograr sus fines mundanos. “El ministro de Dios no debe entorpecer su noble misión con la indebida ingerencia (sic) en querellas puramente políticas”. La DC debía romper con esa costumbre: “No somos, pues, un movimiento religioso, ni pretendemos hacer de nuestras creencias una bandera electoral. No nos agrada la confusión de los altos y sagrados intereses de la religión, con los temporales y contingentes afanes de la política”44. Por eso, “la DC, interpretando fielmente los principios cristianos en que se inspira, no pide –ni acepta– la intromisión clerical, con lo cual se busca salvaguardar la dignidad y la libertad del sacerdote, así como el carácter eminentemente laico del movimiento, y se afirma su independencia de criterio ante fuerzas ajenas a su campo de acción”45. En sus primeros años de formación, la DC no participó directamente como fuerza política, porque veía en el Frente Nacional un mecanismo para cerrarle el paso a todos aquellos partidos diferentes a las colectividades tradicionales. Para que su “programa político” tuviese alguna posibilidad de ser ejecutado, los dirigentes de la DC se limitaban tan sólo a pedirle al Congreso que estudiase sus peticiones: “[ante] la imposibilidad constitucional de llevar al Congreso voceros suyos”, la DC ponía a consideración del poder legislativo sus reivindicaciones. Además de los puntos sociales 43. Boletín Informativo 3, 1 de octubre de ya conocidos, en su programa figuraban temas propios a la demo1959, 1-2. cracia cristiana, tales como la descentralización administrativa y el 44. “El enfoque político”, Boletín Informativo fortalecimiento del municipio. También figuraban en su agenda una 5, 1 de diciembre de 1959, 2. serie de peticiones que dejan ver que, en materia moral, las posturas 45. “Apuntes”, Boletín Informativo 5, 1 de de la DC, al menos en un comienzo, se asemejaban a las de los sectodiciembre de 1959, 3. res más conservadores. Bajo el rubro “defensa de la familia”, se pedía 46. Boletín Informativo 14, 10 de agosto de que quienes burlaban la ley sobre divorcio vincular contrayendo un 1960, 15. En la década siguiente, varios abogados especialistas en derecho civil nuevo matrimonio en el extranjero, debían ser sancionados, pues tal pertenecientes a la DC, y algunos de práctica debía ser elevada a la categoría de “delito”46. ellos vinculados al Tribunal eclesiástico, apoyaron una reforma del concordato En noviembre de 1961, un pequeño folleto señalaba que el Boletín para modernizar la legislación sobre Informativo saldría de circulación para darle espacio a un nuevo matrimonio y divorcio. De inmediato, intervino monseñor Luis Concha, quien intentó presionar la salida de esos abogados del alto tribunal.

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órgano, dirigido no ya a un círculo de amigos para “dialogar […] con quienes entendían plenamente nuestro mensaje”, sino destinado a “golpear a la opinión pública para hacerle ver qué es y cuánto vale la Democracia Cristiana”. Asimismo, Pueblo y Libertad, nombre de la nueva publicación, asumiría un nuevo tono para abordar críticamente los debates y las polémicas47. Esa transición se explica, en buena medida, por los nuevos objetivos que se trazó en ese momento la DC: el movimiento debía convertirse ahora en partido. Lo que nos interesa ver ahora es la manera como se organizó la DC durante su primer año. B. O rganización “Después de varios ensayos de organización frustrados, pero manteniendo los mismos planteamientos de grupos anteriores en el campo de la filosofía y de la perspectiva política, ha venido trabajando en los últimos meses, ya sobre bases que parecen más firmes y definitivas, un grupo de profesionales y hombres de actividades e inquietudes diversas, que además de sus reuniones semanales han determinado editar un Boletín Informativo (órgano de promoción y enlace del movimiento en el país) que se está distribuyendo principalmente en los medios universitarios, en los obreros y en los campesinos, y que ha servido para despertar inquietudes, promover opinión y auscultar el ambiente nacional hacia el fin concreto de organizar institucionalmente la Democracia Cristiana en Colombia”48.

B.1. L os líderes 49 Nacidos alrededor de 1930, la mayoría de quienes dieron el impulso inicial a la DC habían militado en las filas de la Juventud Católica y, más recientemente, en movimientos dedicados al trabajo social. Pertenecían a la clase media y provenían de diferentes ciudades del país. La experiencia política de casi todos ellos, como la de muchos otros miembros de su generación, estuvo determinada, en muy buena medida, por los acontecimientos de la Violencia. A partir de esa trágica vivencia, la mayoría tomó distancia del bipartidismo y empezó a ver con urgencia la necesidad de crear una tercera vía. Las primeras reuniones que se desarrollan con cierta frecuencia, al parecer tuvieron lugar en Bogotá, ciudad a la que habían llegado la mayor parte de los futuros dirigentes de la DC con el fin de adelantar sus estudios universitarios o bien para desempeñarse como profesionales. 47. Boletín Informativo, s. f. Entre los jóvenes simpatizantes de la DC, la mayoría eran hom48. “Memorandum presentado al Congreso Internacional de Democracia bres, aunque las mujeres también estuvieron presentes. Veamos. Cristiana, reunido en Lima en el mes Los ya mencionados Francisco de Paula Jaramillo, abogado de la de octubre, 1959, por la delegación colombiana”, Boletín Informativo 4, 1 de Universidad Bolivariana de Medellín, y Álvaro Rivera Concha, noviembre de 1959, 3. también abogado de una universidad religiosa, la Javeriana, espe49. Las líneas que siguen sobre los cializado en Derecho canónico. Este último comenzó su formación miembros de la DC provienen de intelectual en el Seminario menor, en el que permaneció durante entrevistas hechas a Francisco de Paula Jaramillo, Socorro Inés Restrepo y Álvaro Rivera, realizadas en Bogotá y Medellín (segundo semestre de 2005).

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dos años (1944-1946). Sin embargo, al no sentir una verdadera vocación para entrar al sacerdocio, terminó el bachillerato en el San Bartolomé y, luego, en la Javeriana, reforzó sus contactos con los jesuitas. Rivera y Jaramillo se conocieron trabajando en Momento, uno de los folletos en los que los incipientes seguidores de la DC publicaban sus ideas en torno a las promesas que encerraba el movimiento. Estos dos personajes fueron los fundadores del Partido Social Demócrata Cristiano de Colombia y ambos ocuparon los cargos más altos en la dirigencia del partido. Bernardo Londoño Villegas, colaborador regular del Boletín, y Fernando Galvis Gaitán, también figuran como líderes de la DC, al igual que Luis Bernal Escobar, propietario de la Librería Nueva de Bogotá, en la que se publicaba el Boletín Informativo y en donde se conseguían algunos libros de los grandes pensadores del catolicismo (Maritain, Mounier, Giorgio La Pira…). Entre las mujeres, se encontraba Socorro Inés Restrepo, egresada de la Javeriana con un título en Filosofía y letras, quien había hecho parte del movimiento Cruzada Social. Durante su formación, se había convencido de que el católico debía militar en política. Fue esta la razón que la llevó a abandonar Acción Católica y pasarse a las filas de la DC, un movimiento que le ofrecía “mayor actividad” y en el que el liderazgo de Francisco de Paula Jaramillo le resultaba muy atractivo. Allí, llegaría a hacer parte del comité de redacción de varias publicaciones de la DC. María Cristina Salazar, una de las dirigentes de la Cruzada social, contribuyó a que varios representantes de la DC colombiana participaran en el Congreso Latinoamericano de los demócratas cristianos realizado en Lima en 1959. La presencia femenina en la dirección del Boletín y en la organización del movimiento, estuvo acompañada por una serie de artículos escritos por mujeres y por la aparición de grupos femeninos de la DC en algunas ciudades. B.2. L a prensa y los lectores Estudiantes, abogados, profesores, líderes sociales, los miembros de la DC desempeñaban, como se ve, múltiples funciones. No eran, sin embargo, políticos, una carencia que, si, por un lado, podía ser interpretada positivamente (eran supuestamente ajenos a los vicios de la vida política), por otra, resultaba desfavorable, pues no contaban con la experiencia necesaria para competir con los habilidosos políticos a los que querían derrotar. Esta situación, por supuesto, cambió tan pronto ingresaron a las filas de la DC, pues ahora debían actuar en el terreno propio de la política50. Pero nunca se dedicaron plenamente a ella: durante el día ejercían sus labores profesionales y sólo después de las 6 de la tarde se convertían en políticos. La prensa, en cambio, fue fundamental en el proceso de forma50. Conviene matizar: según Socorro Inés Restrepo, en Antioquia, en el seno de ción de la DC. Un periódico, una revista o un simple folleto resultaban la Acción Católica, existía un frente femenino con énfasis en la formación política de la mujer.

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esenciales para presentar al lector su programa y sus objetivos, para difundir sus ideas y así aumentar el número de seguidores, para participar en los debates públicos. Al igual que otros movimientos políticos, intelectuales, artísticos y religiosos, los jóvenes de la DC se dieron a la tarea de crear sus propios medios de comunicación y en ese espacio adquirieron sus primeras experiencias propiamente políticas. En 1957, apareció el quincenario Colombianidad, “Órgano de expresión social, cívica y cultural al servicio de la armonía nacional” -como rezaba el subtítulo-, fundado y dirigido durante varios años por Hernando Plazas Castañeda, todavía muy apegado al partido conservador. En esta publicación, una de las muy pocas que se encuentran en la Biblioteca Nacional y que logró sobrevivir durante varias décadas, se fue definiendo el ideario de la futura DC y a ella llegaron varios de los colaboradores que luego impulsarían la creación del movimiento, como Francisco de Paula Jaramillo. Entre sus colaboradores también figuraban destacados representantes del catolicismo intransigente, como el jesuita Vicente Andrade, director en los años cuarenta de la Federación Nacional de Agricultores (FANAL) y un asiduo articulista de la muy conservadora Revista Javeriana. Una vez clausurado el Boletín Informativo, surgió en su lugar, como ya se dijo, Pueblo y Libertad, “Publicación del Partido Demócrata Cristiano” que salió de manera irregular (más o menos cada dos meses), dirigido, al igual que el Boletín, por Francisco de Paula Jaramillo. Otro órgano del que disponemos algunas copias es Revolución y Libertad, un boletín informativo de los demócratas cristianos antioqueños, publicado a partir de 1964 y dirigido por John Álvarez, con la colaboración de Luis Alcáraz, Gloria Tobón y Luis Valencia. Además de estos medios, existieron otros de los que apenas conocemos su nombre: Clamor, “vocero social cristiano de las clases trabajadoras oprimidas” bogotanas; Avanzada Demócrata Cristiana, que circuló en Barranquilla, así como otros folletos de los que tan sólo se menciona su aparición en alguna ciudad del país. Hubo, pues, clara conciencia acerca de la importancia de los medios escritos; consecuentes con esa premisa, los miembros de la DC hicieron esfuerzos considerables para poner en circulación distintas publicaciones allí donde el movimiento empezaba a tomar forma. Desde el Boletín, muy seguramente uno de los medios más conocidos entre los seguidores de la DC, se hacía a “los núcleos departamentales y municipales la sugerencia de que procuren realizar la edición de sus boletines también en imprenta”, así como aconsejaban “la edición de libros y folletos sobre la DC para difundir sus principios51 . Existían, como lo sugiere la cita anterior, otros mecanismos para promocionar la doctrina cristiana. Un año después de la creación del Boletín, los dirigentes de la DC decidieron lanzar su propia editorial para acelerar el proceso de difusión de sus ideas. Ediciones del Caribe, nombre del sello editorial que crearon, tenía “como fin editar una revista mensual de contenido ideológico demócrata cristiano, 51. Boletín Informativo 12, 20 de junio de 1960, 5. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 188-216


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un periódico estudiantil de agitación social cristiana y una serie de folletos de divulgación doctrinaria”52. Los demócratas cristianos de Manizales organizaron la venta de algunos libros: “con dinero prestado por un miembro de la DC, se hará el primer pedido de libros; éstos se exhibirán en algunas vitrinas céntricas de la ciudad y serán vendidos personalmente por los militantes. El préstamo se irá pagando poco a poco…”53. Tales esfuerzos implicaban, como se ve, grandes costos para los organizadores. En Medellín, la cadena radial RCN trasmitía el programa “Realidad”, “órgano informativo del Movimiento Social Católico Estudiantil de los Colegios de Medellín”54. 52. Boletín Informativo 16, 18 de octubre de 1960, 14. En la contra carátula de un Uno de los aspectos que salta a la vista al revisar el Boletín es el libro de Francisco de Paula Jaramillo, espacio concedido a la publicidad del movimiento. En sus páginas Una perspectiva para Colombia. La Democracia Cristiana. Una tercera abunda la información sobre los éxitos de la DC en el mundo, sofuerza para un mundo mejor, publicado bre su importancia histórica, sobre las diferentes actividades que en 1962 por la nueva editorial, se lee: “Ediciones del Caribe fue creada en patrocina. Los artículos con pretensión histórica, también numediciembre de 1960 por un grupo de rosos, tampoco son ajenos a la propaganda: en tono apologético, intelectuales católicos que veían con preocupación que en Colombia no presentan el origen, el desarrollo, el impacto de la DC55. El proseexistía ninguna entidad destinada a la litismo se aprecia igualmente en las estrategias utilizadas para difusión de la doctrina social cristiana, especialmente en sus aplicaciones alcanzar un público mayor: “Amigo: Como Ud., muchos tienen estas concretas a los problemas de su patria inquietudes social-cristianas. Este Boletín de Información quiere y del continente, propuestas por pensadores latinoamericanos”. Otras llegar a todos para lo cual basta con que nos facilite direcciones de publicaciones que llevan el mismo personas interesadas”56; “Direcciones. Necesitamos direcciones de sello editorial, a título de ejemplo, son: Introducción a la Democracia Cristiana todos aquellos que comparten este espíritu” social demócrata para (folleto), La reforma de la empresa hacerles llegar las publicaciones de la DC57. “Amigo: Si Ud. conoce (folleto), La Verdad (folleto), Manual de Doctrina social cristiana, El destino de otras personas interesadas en recibir este Boletín, puede ayudarla mujer moderna. Sin saber si se trata nos enviándonos su dirección. Esperamos, además, su colaboración. de una simple coincidencia, no sobra mencionar que la principal editorial Escríbanos”58. La “colaboración” adoptaba diferentes modalidades: de la DC chilena se llamaba Editorial conseguir direcciones, enviar un artículo o ayudar a financiar la pudel Pacífico… blicación. Las tácticas de difusión también comprendían “cursillos” 53. Boletín Informativo 11, 1 de mayo de 1960, 10-11. y conferencias, debidamente anunciadas en las páginas del Boletín. La correspondencia de los lectores que aparece en el Boletín es 54. Boletín Informativo 7, 1 de febrero de 1960, 8. otro punto del cual se puede extraer valiosa información sobre 55. “Apuntes”, Boletín Informativo 5, las estrategias y la organización del movimiento. Las cartas dejan 1 de diciembre de 1959, 7; Boletín en claro que los lectores participaban activamente en el folleto. Informativo 11, 1 de mayo de 1960, 10. Primero que todo, un número considerable de mensajes respaldaba 56. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de la iniciativa de los líderes de la DC. Generalmente, el Boletín incluía 1959, 1. información sobre la procedencia de las misivas, sobre la condición 57. Boletín Informativo 1, 1 de agosto de 1959, 3. social y cultural de los corresponsales, y aclaraba si el colaborador 58. “Los hechos nos dan la razón”, Boletín Informativo 2, 1 de septiembre de 1959, 1.

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era joven, profesional, campesino, mujer, es decir, todo cuanto fuera necesario para demostrar la exitosa acogida del movimiento en los más amplios sectores sociales y en los diferentes puntos de la geografía colombiana. Ante una recepción tan favorable, los dirigentes de la DC no tardaron en felicitarse públicamente: “El tiraje de este boletín, debido a los numerosos suscriptores nuevos recomendados por nuestros lectores, se ha multiplicado en casi veinte veces sobre el tiraje inicial”59. De ahí el optimismo y la alegría: “Es realmente satisfactorio ver aumentar el tiraje de este Boletín a cada nuevo número”, pues ello “indica que en todos los 59. Boletín Informativo 11, 1 de mayo de lugares de la Patria está latente esta inquietud social cristiana y 1960, 15. que este grito de entusiasmo tiene eco en los corazones de millo60. Boletín Informativo 4, 3. nes de compatriotas”60. En su última edición, el Boletín se felicitaba 61. Boletín Informativo, s. f. por el aumento en el número de destinatarios del folleto, que había pasado “de ciento veinte a dos mil cuatrocientos, y de tres a cer62. Es frecuente encontrar un mismo artículo en varias publicaciones de la ca de cien municipios”61. Los lectores también mandaban artículos DC. Si bien se trata de un mecanismo con temas de relevancia para el movimiento (justicia social, comuque tiende a reforzar la identidad y unidad del movimiento, dicha práctica, nismo, situación política del país, etc.), lo que sin duda permitía en este caso, también responde a la aligerar la tarea de los escasos escritores de “planta”62. falta de colaboradores y de material para publicar. No todos los artículos Más allá de la satisfacción por la aparición de un movimienaparecen firmados: ¿para resaltar to de inspiración cristiana, muchos lectores reconocían que no el espíritu colegiado que anima al movimiento o para no hacer evidente sabían lo que era la DC, por lo que pedían explicaciones sobre que la DC sólo tiene a su servicio sus principios, sus objetivos, su historia, sus estrategias, sus reunas cuantas plumas? Entre quienes participan con mayor asiduidad, laciones con la Iglesia católica, etc.63. Atento a esas demandas, el figuran Bernardo Londoño Villegas y Boletín publicaba resúmenes sobre la historia de la DC y ofrecía Francisco de Paula Jaramillo. bibliografía64. A través de sus preguntas, los lectores propiciaban 63. Ver, por ejemplo, el Boletín Informativo 2, 1 de septiembre 1959, 4-5. un intercambio fecundo, pues suscitaban debates y controversias que podían contribuir a definir las estrategias del movimiento. 64. Se ofrece a la venta el libro Los principios de la Democracia Cristiana: El Boletín también se encargó de alimentar este tipo de debates “En 100 páginas, el doctor América presentando sugerencias o a través de encuestas que invitaban Plá Rodríguez, activo propagandista de la ideología demócrata cristiana al lector a pronunciarse sobre aspectos centrales: ¿a qué elecen América, hace una extraordinaria torado debe dirigirse el movimiento?65; “¿Cuál debe ser nuestra síntesis de sus principios, su contenido y su importancia”. Boletín Informativo 13, posición frente a las próximas elecciones [al Congreso, a realizarse 15 de julio de 1960, 5. También se invita en 1960]? Opine Ud. Responda a DC”66. Se quería fomentar así un a los lectores a suscribirse a Política y espíritu, la revista de la democracia clima de discusión participativo, abierto, “democrático”, muy alecristiana chilena, “lo mejor en su jado de lo que sucedía en el interior de los partidos tradicionales. género en América Latina”. Boletín Informativo 15, 10 de septiembre de De acuerdo con la primera encuesta, “los medios más dispuestos a 1960, 10. captar el mensaje social cristiano y a luchar por él, son el laboral 65. Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de (obrero, campesinos, clase media) y el universitario”, así como la 1959, 9. 66. “Apuntes”, Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de 1959, 3. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 188-216


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mujer, que acababa de ingresar a la vida política. A todos ellos había que “hacerles conocer que ya existe en Colombia y se está organizando nacionalmente la DC”67. En cuanto a la actitud a adoptar frente a los comicios para elegir congresistas, la mayoría de participantes optó por el voto en blanco, la opinión más “acertada”, pues no sólo concordaba con los postulados de la DC -contrariamente a la abstención, a dejar en libertad al elector y a apoyar a otros candidatos-, sino que además era portadora de varios mensajes: era una voz de “protesta por la imposibilidad de lanzar listas demócrata cristianas”, reflejaba el descontento frente al bipartidismo y, al mismo tiempo, señalaba “la urgencia de demostrar a quienes dirigen los destinos nacionales, que el país quiere soluciones distintas, vertebradas, revolucionarias, cristianas”68. No se trataba, por consiguiente, de un lector tradicional, que leía un periódico para informarse o para reforzar sus ideas. Cuando estaba entre sus manos una publicación de la DC, los lectores tenían varias tareas o, mejor, deberes. En las páginas del Boletín, encontraban recomendaciones para fortalecer la organización del movimiento: “¿Ya están regularizadas las reuniones de su grupo…? No multiplicar el número de los asistentes, multiplicar los grupos”, es una consigna que se encuentra en varias ediciones del Boletín. Quienes recibían el folleto debían “colaborar en todas formas, ya sea escribiendo, ya promoviendo el tema en las reuniones sociales, ya agitando su propio ambiente de trabajo, ya ofreciendo su casa o su oficina para las reuniones de grupo, ya contribuyendo económicamente para los gastos comunes, ya dictando conferencias”69. El lector se convertía, pues, en simpatizante-periodista-militante-proselitista. A los que vivían fuera de Bogotá, se les invitaba a seguir el ejemplo capitalino, en donde ya se habían formado “los primeros grupos de estudio e investigación”, como lo eran el femenino, el obrero, el de profesionales y el de estudiantes. En realidad, era poco o nada lo que sabían los propios dirigentes bogotanos acerca del movimiento en la provincia. En un comienzo, el desconocimiento de lo que sucedía con posibles simpatizantes de la DC de otras regiones era evidente: “En caso de que existan en otras ciudades del país grupos similares a los constituidos en Bogotá, sería importante que escribieran dando cuenta de ellos para poder enviarles material que estamos seguros será de gran utilidad en la formación de una sólida mentalidad demócrata cristiana”70. De esta manera, se podía dar inicio a una tarea ordenada y unificada: “Como entendemos que nuestra tarea no es otra que la de coordinar 67. Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de 1959, 9. la actividad de quienes, en todo el país, han demostrado interés por este movimiento, y servir de enlace entre grupos ya organizados, 68. “Cuál debe ser nuestra actitud frente a las próximas elecciones”, Boletín hemos planeado enviar compañeros a las ciudades donde sabemos Informativo 7, 1 de febrero de 1960, 7. que existen fuertes núcleos de demócratas cristianos”. En el primer 69. Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de año, se realizaron contactos entre grupos de distintas regiones. Uno 1959, 9. 70. Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de 1959, 9. hist. crit.

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de los primeros encuentros se llevó a cabo con la ciudad de Medellín, en donde “la arrolladora mística y el entusiasmo tan contagioso” que mostraron los simpatizantes de la DC augura al movimiento “abundantísimas posibilidades de triunfo”71. Tras los primeros contactos, se procedía a organizar los grupos, que debían orientar y coordinar el movimiento en sus respectivos departamentos y mantener comunicación con Bogotá72. Medellín, Cali, Barranquilla, Manizales, Pereira y otras ciudades menores contaron pronto con “sedes” de la DC. El movimiento crecía: un número mayor de seguidores, apoyados por sus propios boletines informativos y por un equipo dirigente más amplio, organizados en grupos cada vez más numerosos, se extendían a nuevos puntos de la geografía nacional. De esta manera, el movimiento, convertido en una organización un poco más amplia y compleja, dejaba de ser un simple círculo de amigos y conocidos73. Sin embargo, conviene no perder de vista que se trataba de grupos muy pequeños: por ejemplo, en Pereira se reunían “unas veinticinco personas semanalmente para ilustrarse acerca de la Democracia Cristiana y preparar la organización del grupo” en esa ciudad74. En Cali, el crecimiento se mide porque la sala de la casa de un particular en la que solían reunirse los simpatizantes fue insuficiente, por lo que hubo que alquilar una casa especialmente para ese uso75. El desarrollo del movimiento, por limitado que fuese, sembraba nuevos interrogantes, como se refleja en las cartas de los lectores. En ellas, los seguidores de la DC se preguntaban “si será oportuno y efectivo el salir ahora con un nuevo partido político cuyo éxito será muy dudoso”. Esta pregunta estuvo presente a lo largo de todo el primer año de la DC. Ante ese tipo de dudas, el Boletín a 71. “Organizado el movimiento de DC en veces se mostraba optimista: a pesar de los obstáculos, era necesario Medellín”, Boletín Informativo 5, 1 de diciembre de 1959, 10. “aglutinar, en una nueva fuerza política que no cargue con los vicios, rencores y equivocaciones de las antiguas, a quienes participan sin72. “Organizado el movimiento de DC en Medellín”, Boletín Informativo 5, 1 de ceramente de los ideales demócrata-cristianos”76. En otras, adoptaba diciembre de 1959, 10. un tono más cauteloso: 73. En los primeros números, varios lectores tuteaban a los directores del Boletín, dejando entrever que existían no sólo afinidades políticas, sino lazos de amistad. 74. Boletín Informativo 14, 10 de agosto de 1960, 11. 75. Boletín Informativo 14, 10 de agosto de 1960, 9. En la DC de Cali se destacó Gustavo de Roux. 76. Boletín Informativo 2, 1 de septiembre de 1959, 4. 77. Boletín Informativo 8, 1 de marzo de 1960, 2.

“Democracia Cristiana está en un periodo de organización en todo el país. De ahí que solicitamos paciencia a quienes afanosamente nos escriben pidiendo instrucciones y consignas. [DC] quiere integrar primero una sólida organización interna y preparar una plataforma ideológica seria, afirmativa, concreta y respetable, para salir a la luz pública airosamente”77.

Para ello, a partir de abril de 1960, empezó a hablarse de la posibilidad de realizar el “primer contacto nacional de demócratas cristianos”78. Si en un comienzo, la tarea del Boletín era vincular a

78. Boletín Informativo10, 1 de abril de 1960, 9. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 188-216


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todos los seguidores y difundir los principios del movimiento, en una segunda etapa se trataba de darle una nueva “dinámica” a la DC, con el fin de buscar objetivos más ambiciosos, aprovechando la fortaleza que había adquirido. Para ello, era necesario celebrar pronto un “contacto nacional” y acordar un programa, señalar normas y elegir una “junta directiva de extracción nacional y representativa”79. Con el fin de preparar tan importante evento, se crearon diferentes comisiones encargadas de estudiar temas puntuales: finanzas, publicaciones y propaganda, y problemas sociales y educativos. Ya para terminar, se puede señalar otro punto central de las estrategias organizativas del movimiento: los diferentes tipos de contactos que establecieron sus líderes. Por una parte, se adelantaron contactos con destacadas figuras internacionales de la DC. Una primera oportunidad para ello se dio con motivo de la celebración del V Congreso Internacional de Democracia Cristiana, realizado en Lima en octubre de 1959. El Boletín, que informó ampliamente tanto sobre los preparativos como sobre su desarrollo, resaltó la participación de la delegación colombiana, la que, además de contribuir con sus aportes en su respectiva comisión, logró objetivos estratégicos muy valiosos: “A través del contacto personal con muchos y prestantes delegados, obtuvo una rica experiencia sobre la ideología y la mecánica de la DC”80. Era el primer encuentro de los representantes colombianos con personajes como Eduardo Frei y Rafael Caldera, así como con otros líderes de los once países latinoamericanos y varios de Europa del Este que acudieron al Congreso. Meses después, el Boletín se mostraba orgulloso porque dirigentes del Comité de Organización Política Electoral Independiente, COPEI, “tomaron contacto por iniciativa propia con algunos militantes de la Democracia Cristiana en Bogotá. Las entrevistas fueron de un gran interés y el intercambio de ideas, experiencias e iniciativas, muy provechoso”81. Más tarde, Caldera y Radomiro Tomic, de paso por Bogotá, se reunieron con algunos representantes de la DC colombiana. Éstos últimos también realizaron otro tipo de contactos, esta vez con personalidades nacionales, con la clara intención de atraerlas a su movimiento. De acuerdo con el testimonio de los dos principales líderes de la DC, se llevaron a cabo tentativas con el fin 79. “Urgencia de un contacto”, Boletín Informativo 11, 1 de mayo de 1960, 1. de “seducir” a personajes de diferentes corrientes ideológicas: en80. Boletín Informativo, Edición tre otros, a Belisario Betancur, Hernán Vergara, Hernán Jaramillo extraordinaria, 15 de noviembre Ocampo, Carlos Albán Holguín, Jaime Corredor Arjona y Guillermo de 1959, 1. Entre los delegados, estaban Francisco de Paula Jaramillo León Escobar. No menos significativos fueron los contactos que tuy Álvaro Rivera. La comisión en la vieron con representantes del clero. Las mismas fuentes revelan que participaron era la encargada de discutir asuntos relacionados con que Gerardo Valencia Cano y Darío Castrillón compartían ciertas vivienda, reforma agraria y reforma de preocupaciones e ideas con ellos, pero no se trataba, en ningún la empresa. 81. Boletín Informativo 10, 1 de abril de 1960, 9. hist. crit.

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momento, de un apoyo formal y explícito. Finamente, ciertos simpatizantes de la DC acompañaron a Camilo Torres en algunas de sus “correrías políticas”82. B.3. C uestionamientos a la DC Camilo Torres, por supuesto, iba delante de ellos. A mediados de los años sesenta, cuando el “cura guerrillero” se había convertido en el gran paladín de los pobres, la DC se veía seriamente cuestionada. Desde la “derecha”, sectores tradicionalistas preferían adoptar un tono menos “osado” en materia social, al tiempo que veían con hostilidad la “autonomía” de la política con respecto a la autoridad religiosa. Desde la izquierda, la DC aparecía, por el contrario, como un movimiento demasiado moderado, más cercano en fin de cuentas a los intereses de las elites tradicionales que a las necesidades de los sectores populares. Este tipo de críticas se hizo más intenso cuando el radicalismo, muy marcado ya en las filas del socialismo y del comunismo, hizo su irrupción en el campo católico. La pobreza que golpeaba a la mitad de la población del continente, los reiterados fracasos en las políticas sociales emprendidas por los reformistas, la timidez de los partidos demócrata cristianos, animaron a muchos católicos a forzar su discurso. El triunfo de la Revolución cubana no hizo sino reafirmar sus convicciones: para cambiar el mundo, la política tradicional debía ser suplantada por la vía armada. “Revolución” era la palabra mágica. ¿Acaso el propio papado no se mostraba favorable a los vientos renovadores, como quedó claro con el Concilio Vaticano II (1962-1965)? Más aún, ¿no fue Pablo VI quien, en su encíclica Populorum progressio (1967), afirmó que “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” y que en las “situaciones cuya injusticia clama al cielo […] es grande la tentación de rechazar con la violencia tan graves injurias contra la dignidad humana”?83. La militancia de los católicos más “comprometidos” encontró en la “opción preferencial por los pobres” (Conferencia del Episcopado Latinoamericano, CELAM, 1968) una nueva justificación para endurecer sus posturas. Doctrinas como la “Teología de la liberación”, las Comunidades Eclesiales de Base, movimientos como “Sacerdotes para el Tercer Mundo” (Argentina), “Golconda” (Colombia), “ONIS” (Perú), “Cristianos por el Socialismo” (Chile), etc., ilustran no sólo la efervescencia del campo católico, sino el acercamiento, algo inédito hasta entonces, entre el cristianismo y el marxismo. Para todos estos sectores, las bases sobre las cuales reposaba la DC eran obsoletas para cambiar el mundo, comenzando por la Doctrina social 82. Entrevistas a Francisco de Paula Jaramillo y a Álvaro Rivera (segundo de la Iglesia, una doctrina poco eficaz para acercarse a la realidad posemestre de 2005). lítica, contrariamente al marxismo, que permitía entender las causas 83. El mismo texto añadía, de los problemas sociales y del subdesarrollo latinoamericano. Si los inmediatamente, que la insurrección revolucionaria engendraba partidos demócrata cristianos habían dado el paso de lanzarse a la generalmente nuevas injusticias. política, ahora los católicos debían lanzarse a la revolución84. 84. Jean Meyer, Historia de los cristianos en América Latina. Siglos XIX y XX (México: Vuelta, 1991), 315.

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O bservaciones finales La iniciativa de los líderes de la DC revela varios aspectos que merecen ser tenidos en cuenta si se quiere conocer mejor el catolicismo colombiano. Que unos laicos hayan emprendido la tarea de crear un movimiento abiertamente político para ofrecer una respuesta a la inequidad social, es una manifestación de: 1) la importancia que tenían nuevos mecanismos de acción para algunos sectores del catolicismo: al lanzarse a la arena política, el catolicismo buscaba crear nuevas formas de presencia en la sociedad; 2) el pluralismo y el dinamismo del catolicismo colombiano, pues, además de las corrientes intransigentes y conservadores, otras voces, portadoras de nuevas miradas sobre la sociedad, luchaban por abrirse un espacio; 3) la evolución del catolicismo en Colombia: la actitud de la DC respecto a la política, a las jerarquías eclesiásticas, al problema social, reflejan cambios importantes en el seno del campo católico. Para terminar estas notas, queremos formular dos tipos de preguntas. Unas apuntan a las posibles razones que explican la debilidad del movimiento; las otras se proyectan hacia futuras investigaciones. El Boletín evoca constantemente una serie de dificultades que afectaron a la DC. En el plano económico, la escasez permanente de recursos. En lo político, las barreras constitucionales, el “ostracismo” por no pertenecer a los grandes partidos85, el silencio de las diferentes elites frente a la obra adelantada por la DC86. En lo psicológico, el “pesimismo”: “ante la sola hipótesis de que pueda existir un movimiento de opinión pública que pretenda encaminarse por rutas distintas a las tantas veces recorridas” por el bipartidismo, ese factor ha sido uno de los más serios obstáculos87. A estos elementos, se les puede sumar una serie de consideraciones que se relacionan con América Latina en general. Por una parte, parece que las jerarquías eclesiásticas de la región se mostraron bastante reacias frente a la DC. Por otra, los partidos tradicionales lograron cerrarle el paso a nuevos competidores. Otra explicación podría estar relacionada con ciertas debilidades del reclutamiento eclesiástico (número insuficiente de sacerdotes, fragilidad de las fuerzas sindicales). A partir de los años sesenta, a estos factores se sumó la férrea oposición desatada por la izquierda católica, cada vez más radical88. Cada uno de estos factores no es más que una suposición sujeta a futuras investigaciones que estudien más a fondo el tema. La DC 85. “Lo que deja la experiencia”, Boletín se prolongó a lo largo de los años sesenta y parte de los setenta. Informativo 6, 1 de enero de 1960, 1. Hay, pues, un inmenso tramo por estudiar, del que se desprenden 86. Boletín Informativo 17, 10 de noviembre de 1960, 10. nuevas preguntas. Por ejemplo, ¿cuál fue el desarrollo de las diferentes secciones en que se dividía la DC (femenina, profesional, 87. “Lo que deja la experiencia”, Boletín Informativo 6, 1 de enero de 1960, 1. juvenil, campesina y obrera)? ¿En qué medida contribuyó la DC a 88. Pierre Letamendia, “Démocratie concientizar a otros sectores de la sociedad acerca del problema chrétienne”, en Dictionnaire de l’Histoire du christianisme (París: Encyclopaedia Universalis-Albin Michel, 2000), 364.

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La Democracia Cristiana en Colombia (1959-1960). Observaciones preliminares

social? ¿Es posible vincular las preocupaciones de la DC con las de otras corrientes del catolicismo, que en los años sesenta también enarbolaban la bandera social? ¿Cuáles fueron las relaciones entre la DC, al fin y al cabo una opción moderada, y una Iglesia sometida a fuertes presiones por parte de sectores más radicales? Habría que preguntarse también por el impacto de la DC en el campo católico colombiano. En fin, hay toda una cantera por explorar.

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Racismo institucional, violencia y políticas culturales. Legados coloniales y políticas de la diferencia en Colombia

Racismo institucional, violencia y políticas culturales. Legados coloniales y políticas de la diferencia en Colombia

Institutional Racism, Violence, and Political Cultures. Colonial Legacies and the Politics of Difference in Colombia

Resumen

Abstract

Este artículo se inscribe dentro de la línea de

This article is part of a line of thought that

reflexión que propuse en otro titulado “Memorias

I proposed in another article “Memories in

en conflicto y paz en Colombia. La discriminación

conflict and peace in Colombia: discrimination

hacia lo(s) negro(s)”, en el cual planteé un estudio

towards blackness and black people”, in which I

sobre el racismo y la discriminación hacia los

planted the seeds for a study about racism and

descendientes de la gente africana en Colombia,

discrimination towards the descendents of African

no sólo como una práctica cotidiana, sino ante

people in Colombia not only as an everyday

todo como un problema de larga duración que

practice but especially as a long-standing problem

también atañe a la cultura institucional estatal.

tied to the institutional culture of the state. From

Cultura institucional que, desde la perspectiva

an historical perspective, this institutional culture

histórica, tendría sus raíces en los legados

has its roots in the colonial legacy of imperial

coloniales de la administración imperial y en

administration and its transformations during the

su actualización durante la vida republicana. Se

Republican period. I suggest that the politics of

sugiere la hipótesis de la vigencia de legados de

imperial and colonial difference are still felt in

las políticas de la diferencia imperial y colonial

the contemporary Colombian state. I also raise

en el Estado colombiano de hoy y se plantean

various questions about the commitment of

varios interrogantes respecto al compromiso de los

intellectuals, historians, and geographers with

intelectuales historiadores y geógrafos en relación

regard to public policies.

con las políticas públicas.

Palabras

Key Words

c l av e

Racismo institucional, violencia, políticas públicas,

Institutional Racism, Violence, Public Policy,

educación, cultura, Colombia, Colonia, República.

Education, Culture, Colombia, Colonial Period, Republican Period.

Luz Adriana Maya Restrepo

Licenciatura, Maestría, Diploma de Estudios Avanzados (DEA) y Doctorado en Historia del Centro de Estudios Africanistas, Universidad de París 1 (Panteón-Sorbona), Francia. Profesora Asociada del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Actualmente ésta en estudio en Colciencias la clasificación de su grupo de investigación Estudios culturales afrocolombianos coloniales y contemporáneos. Sus áreas de interés son la Historia moderna euro-afro-americana, la Historia del África precolonial y la Historia afroamericana. Sus últimas publicaciones son Brujería y reconstrucción de identidades entre los africanos y sus descendientes en la Nueva Granada, siglo XVII (Bogotá: Imprenta Nacional-Ministerio de Cultura, 2005) y Jaime Arocha y Adriana Maya, “Afro-Latin American Peoples”, en A Companion to Latin American Anthropology, ed. Deborah Poole (Oxford: Blackwell Publishing, 2008), 399-426. lmaya@uniandes.edu.co

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Racismo institucional, violencia y políticas culturales. Legados coloniales y políticas de la diferencia en Colombiac 1. L a H istoria , los historiadores , los funcionarios y las políticas Desde el cambio constitucional de 1991, las políticas culturales y educativas en Colombia han debido atender la precisión inscrita en el artículo 7 de la constitución nacional, el cual redefinió la nación como pluritétnica y multicultural. Desde entonces, antropólogos, sociólogos, comunicadores sociales, artistas, gestores culturales y funcionarios del Estado, entre otros, han reciclado sus conocimientos disciplinares y sus experiencias de gestión y los han puesto al servicio de las nuevas ofertas y retos planteados por las ciudadanías identitarias que se han abierto paso de manera inusitada dentro del reciente multiculturalismo del Estado colombiano. Así desde la última década del siglo pasado, los temas relacionados con las identidades, las memorias histórico-culturales o la etnicidad han adquirido una relevancia que había sido desdeñada hasta entonces por la ciencia política en particular. Hasta por lo menos el primer quinquenio de esa década la dimensión cultural o étnica del conflicto colombiano era considerada como una variable menor, puesto que hasta entonces el paradigma del análisis de la violencia política colombiana enarbolaba la ausencia de Estado como doctrina fundamental del análisis político nacional1. Sin embargo hoy, 18 años después del cambio constitucional, los asuntos étnicos y memoriales se han convertido en puntos sensibles y neurálgicos cuando se trata de analizar la violencia, dar cuenta de los movimientos sociales y sacar adelante leyes y decretos para legislar la educación y la cultura en nuestro país.

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culturales

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Este artículo constituye un avance de la investigación en curso titulada Racismo institucional, violencia y políticas públicas. El caso de la escuela en Colombia 1886-1993, que se halla inscrita en calidad de proyecto post-doctoral en el CADIS (Centre d´Analyse et d´intervention sociologique) de la École des Hautes Études en Sciences Sociales -EHESSen París, y avanza bajo la dirección del director del CADIS, doctor Michel Wieviorka. También está inscrita en el CESO de la Universidad de los Andes y ha sido financiada por la Facultad de Ciencias Sociales y el Departamento de Historia de la Universidad.

1. Ver el Índice de artículos publicados por la Revista Análisis Político del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia hasta 1995. Ver Biblioteca virtual CLACSO www.clacso.org. Este interesante e importantísimo listado da cuenta de la tendencia teórica y política de las publicaciones sobre la violencia en Colombia, las cuales hasta esa fecha orientaron sus esfuerzos hacia la comprensión de la violencia política en términos de la lucha de clases y de la ausencia del Estado como argumentos esenciales de interpretación. Ver también Rodolfo Stavenhagen, “Los conflictos étnicos”, Relaciones 110 (julio de 1993): 124-140.


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No obstante, dentro del nuevo contexto político del multiculturalismo de Estado, sorprende la tímida participación de los historiadores e historiadoras, tanto como el tenue impacto y resonancia de sus apreciaciones en los ámbitos de decisión estatal concernidos, todo ello pese a la importancia de la historiografía sobre memoria, cultura, historia y poder en nuestro país2. Parecería como si el estudio del pasado y en particular los aportes numerosos del oficio de historiador y de la historia cultural a los dilemas del presente no tuvieran, ante los ojos de funcionarios y gestores, la suficiente relevancia, utilidad y pertinencia actual que se demanda cuando se procede a diseñar las políticas culturales y educativas. No obstante, considero que tanto las unas como las otras requieren además de los análisis coyunturales y de las etnografías posmodernas, mayor profundidad histórica, requisito indispensable para dar cuenta de la naturaleza de la diversidad cultural de la nación, y por otra parte, para comprender las inercias y las transformaciones de las culturas institucionales del Estado colombiano en lo referente a la cultura y a la educación nacional. Por lo tanto este artículo tiene, entre otros, el propósito de llamar la atención de mis colegas historiadores y geógrafos respecto a la necesidad de posicionar de manera clara y contundente el oficio y el resultado de nuestras pesquisas, en el ámbito del debate sobre las políticas en educación y cultura. Sus resultados constituyen un insumo de excepción en estas controversias, sobre todo en un país como el nuestro, en el cual la amnesia histórica inunda no sólo las ciencias sociales y humanas debido al relativismo postestructuralista y posmoderno, sino además porque en los países en guerra se configura una fuerte voluntad de olvido respecto a los acontecimientos de pasado, tanto en el seno de la memoria colectiva como dentro de las instituciones estatales. En consecuencia este texto, que como veremos sugiere la hipótesis de la vigencia de legados de las políticas de la diferencia imperial y colonial en el Estado colombiano de hoy, plantea varios interrogantes respecto al compromiso de los intelectuales historiadores y geógrafos en relación con la políticas públicas, a saber: ¿Qué podemos aportar los historiadores y los geógrafos a la discusión sobre las políticas culturales y educativas en Colombia? ¿Cuál es nuestro compromiso como intelectuales, docentes e investigadores respecto a las instituciones estatales tales como el Ministerio de Cultura y de Educación? ¿Cuáles son los pasos a seguir para que las instituciones estatales responsables de la educación nacional y de la cultura se puedan vincular y beneficiar de nuestro trabajo investigativo y crítico, con la misma claridad y celeridad con la cual convocan e incorporan en la gestión pública el conocimiento producido por otras disciplinas de las ciencias sociales y humanas? 2. Ver las obras de Renán Silva, Ricardo ¿Cómo crear las condiciones necesarias y de excelencia para que Arias, Diana Luz Ceballos, Marissa los jóvenes investigadores, egresados de los programas académicos Lasso, Alfonso Múnera, Juan Camilo Escobar, Mauricio Nieto, José Antonio Amaya, Alberto Castrillón y Claudia Leal, entre otros y otras.

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de historia y geografía, adquieran el perfil de consultores y asesores idóneos y críticos y con criterio profesional y ético dentro del marco político del multiculturalismo de Estado que plantea la constitución colombiana? Éstas y muchas otras preguntas requieren de la creación de puentes de comunicación entre la academia y en especial entre los departamentos de historia y geografía y las instancias pertinentes de los Ministerios de Educación y Cultura. Tal diálogo, de realizarse de manera sistemática, responsable, comprometida y respetuosa y atendiendo a las particularidades de las partes y de los oficios, permitiría aunar esfuerzos para optimizar los recursos económicos y humanos con el fin de orientar a los estudiantes que así lo deseen hacia una formación histórica y geográfica competitiva y rigurosa en asuntos de consultoría y asesoría a los entes del Estado, que hoy más que nunca requieren de equipos altamente calificados y éticamente responsables en lo referente a la gestión pública de la diversidad cultural y biológica de la nación. Por otra parte, es mi intención llamar la atención de los funcionarios del Estado colombiano y de los entes internacionales con sede en Colombia sobre la urgencia de proveer de mayor profundidad histórica y precisión geográfica aquellos debates conducentes a la toma de decisiones relativas a las políticas culturales y educativas. Pues la cultura, la identidad y la memoria de los pueblos también son históricas y no solamente sincrónicas, y su devenir se ancla en espacios geográficos y ecosistemas específicos. Por lo tanto, para lograr comprensión, síntesis y acierto en los procesos de toma de decisiones políticas en la era global es imprescindible conocer el devenir cultural de nuestros países en el tiempo y en el espacio que les han sido propios. De lo contrario nos veremos obligados a realizar aclimataciones inadecuadas y apresuradas de la normatividad internacional en temas culturales y educativos, todo lo cual desemboca en conflictos de intereses entre las necesidades locales y regionales y las establecidas por el nuevo orden mundial. Por último me parece prioritario realizar un esfuerzo investigativo que dé cuenta, en primera instancia, de la historia de las instituciones del Estado tanto en Colombia como en América Latina en general, y en particular de aquellas que se han dedicado a legislar la educación y la cultura. Al tener un mejor conocimiento de su historicidad y desenvolvimiento, podremos poner en marcha acciones que permitan contrarrestar sus inercias y sacar adelante los procesos de concertación entre éstas y los reclamos actuales y numerosos de los movimientos sociales. Éstos últimos solicitan incesantemente la desactivación de las ideologías de diferenciación negativa en aras de contrarrestar las desigualdades persistentes, tales como la discriminación racial y cultural, que constituyen entre otras el fundamento de la pobreza y la desigualdad de oportunidades frente al empleo en la región.

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2. R acismo institucional , violencia y políticas culturales Este artículo se inscribe dentro de la línea de reflexión que propuse en otro titulado “Memorias en conflicto y paz en Colombia. La discriminación hacia lo(s) negro(s)”3, en el cual planteé un estudio sobre el racismo y la discriminación hacia los descendientes de la gente africana en Colombia, no sólo como una práctica cotidiana, sino ante todo como un problema de larga duración que también atañe a la cultura institucional estatal. Cultura institucional que, desde la perspectiva histórica, tendría sus raíces en los legados coloniales de la administración imperial y en su actualización durante la vida republicana. Así pues, en este escrito el racismo institucional4 será entendido como una forma de violencia metapolítica5 de Estado dinámicamente simbólica, la cual ha estructurado en la larga duración un sistema de valores que discrimina, diferencia y excluye mediante las estrategias ideológicas de la invisibilidad, el ocultamiento, la negación, la omisión y la estereotipia6. El concepto de invisibilidad alude de manera precisa a la negación y ocultamiento de la historia y del pasado africano de los descendientes de los esclavizados en Colombia, así como a la impugnación de su calidad de sujetos y actores políticos en el presente. Todo esto incide de manera contundente en la percepción que se tiene de su capacidad para transformar su devenir social, cultural y económico. Desenmarañar el espesor histórico de este proceso es fundamental para entender tanto los mecanismos de discriminación racial y cultural que se han construido en nuestro país hacia los descen3. Luz Adriana Maya, “Memorias en dientes de africanos, como para abordar el delicado problema conflicto y paz en Colombia. La discriminación hacia lo(s) negros(s)”, del endoracismo o auto-discriminación que los propios sujetos y en Estudios Latinoamericanos sobre cultura comunidades afrocolombianos han elaborado de manera subjey transformaciones sociales en tiempos de globalización 2 (Caracas: Consejo tiva y social desde tiempos coloniales hasta hoy. Por estereotipia Latinoamericano de Ciencias Sociales entiendo las estrategias conscientes o inconscientes de negaCLACSO, 2001), 179-197. ción, ocultamiento o inferiorización, entre otras, que sustentan 4. Daniel Sibony, “Institution et racisme”, ideologías racistas tanto en ámbitos cotidianos como en los insen Racisme et modernité, sous la direction de Michel Wieviorka. (París, Editions titucionales de Estado. Dichos estereotipos han dado forma a un de La Découverte. 1993), 141- 146. complejo universo de representaciones arquetípicas negativas y Ver también James Jackson y Daria Kirby, “Racisme institutionnel et tienen como consecuencia la inferiorización cultural y racial de ignorance pluraliste: une comparaison los descendientes de los africanos en América y de manera espetransnationale”, en Racisme et modernité, 244-263. cífica en Colombia. 5. Michel Wieviorka, La violence (París : Atendiendo a esta definición de racismo institucional y a la Hachette Littératures, 2005), 61-62-63. conjetura que de ella se deriva y haciendo uso del método históri6. Nina De Friedemann, “Estudios de co como herramienta de primer orden, es mi intención subrayar negros en la antropología colombiana”, la pertinencia de reconstruir históricamente las orientaciones en Un siglo de investigación social: antropología en Colombia. Jaime Arocha y Nina de Friedemann eds. (Bogotá: Planeta Editores, 1984).

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éticas y las pautas histórico-políticas que han encaminado las políticas culturales y educativas en la Colombia, las cuales a mi entender han sido herederas de los legados diferencialistas e inferiorizantes que se consolidaron desde tiempos coloniales y que atravesaron incólumes la vida republicana, muy a pesar de las reformas constitucionales de finales del siglo XX, que justamente propendieron por el reconocimiento de la diferencia histórica y cultural como un valor positivo esencial de la nacionalidad y de la construcción de la democracia participativa. En esta perspectiva, la hipótesis que propongo también debería servir para explicar cómo la Escuela colombiana contemporánea ha socializado a los/as ciudadanos/as a partir del modelo de discriminación negativa: sea ésta de orden racial, social, cultural, político o económico respecto a las diásporas7 africanas y a sus culturas, y respecto a los pueblos indígenas8. Todo esto con el fin de preguntarnos si dicho racismo institucional de Estado sería una variable de peso a considerar en la historia de la educación y de la cultura en Colombia9 a lo 7. Edmund T. Gordon, “Negotiating largo del siglo XX y del siglo XXI, a pesar del intento de los moviModernity: Disparate Racial Politics in the Twentieth Century”, en mientos sociales indígenas y afrocolombianos por contrarrestar Disparate Diasporas. Identity and Politics esta postura estatal, y en detrimento de las políticas de reparain an African-Nicaraguan Community (Austin: University of Texas Press, ción y reconocimiento promulgadas en las legislaciones étnicas 1998), 51-91. nacionales y de adhesión a tratados internacionales que hoy pro8. Christian Gros y Marie-Claude Strigler, penden por la equidad, la lucha contra el racismo y la igualdad de Être indien dans les Amériques. Spoliation et résistance. Mobilisations ethniques et oportunidades10. Esto supondría dificultosas encrucijadas para politiques du multiculturalisme (París: 11 la democracia constitucional y participativa en nuestro país . Editions de l´Institut des Amériques et Éditions de l´Institut des Hautes Études De tal suerte que para poder hablar de racismo institucional de de l´Amérique Latine, 2006). Estado será necesario considerar en primer lugar la compleji9. Aline Helg, La educación en Colombia dad ética y metodológica que tal interrogante encierra. Más aún 1918-1957: una historia social, económica cuando conjeturamos que los fundamentos históricos de este y política (Bogotá: CEREC, 1987). Ver también Javier Sáenz, Oscar Saldarriaga asunto se anclan en las prácticas del gobierno imperial español y y Armando Ospina, Mirar la infancia: en la cultura institucional, cuya divisa consistió en legislar a parpedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903-1946, 2 tomos (Bogotá: tir de un complejo sistema de diferenciación cultural, el cual no COLCIENCIAS - Ediciones Foro Nacional fue abolido por la revolución independentista ni por el proyecto por Colombia - Ediciones Uniandes, 1997). republicano del siglo XIX. 3. Lengua y fe: variables culturales de diferenciación negativa en el sistema de castas

Las castas como bien hemos aprendido gracias a los numerosos aportes de la historiografía nacional y luso-hispanoamericana fueron marcadores que establecieron los límites y posibilidades de la

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10. Artículo 7 y Ley 70 de 1993 de la Constitución colombiana y Convención de Durban, a la cual Colombia adhirió en 2002. 11. Fernán González, “La violencia política y las dificultades de la construcción de lo público en Colombia: una mirada de larga duración”, en Las violencias inclusión creciente (Bogotá: Facultad de Ciencias Humanas/CES, 1998), 163-186.


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movilidad social, además de los derechos y las obligaciones de quienes eran considerados o no sujetos dentro del sistema monárquico imperial que rigió la vida en estas partes de los reinos de España. No obstante, al realizar un examen detenido de este concepto comprendemos que la diferenciación y jerarquización que se derivó de ellas estaba en gran parte definida por la “naturaleza cultural” de los sujetos así ordenados y clasificados. A partir de mis anteriores investigaciones afroamericanistas y en especial gracias al estudio detallado de la obra de Alonso de Sandoval y de los papeles de la Inquisición de Cartagena de Indias (1610-1725)12, puedo aseverar que el concepto de casta fue un dispositivo de poder y de gobierno que incluyó por lo menos dos variables culturales de diferenciación de las poblaciones del reino, a saber: la lengua y la religión. Tanto Fray Rodríguez Freyle como Alonso de Sandoval nos enseñan que a lo largo de los siglos XVI y XVII, en pleno ámbito de la Contra Reforma y en medio de la expansión imperial española en el Nuevo Mundo, los aborígenes americanos tanto como los africanos y sus descendientes fueron diferenciados de los ibéricos y de sus proles por los grados de incorporación y apropiación de la lengua castellana y del catolicismo. De ahí que la idolatría de la cual fueron acusados por tribunales inquisitoriales y eclesiásticos no fuera sólo considerada como un afecto herético por los ídolos, sino también como una gramática cultural que los colocaba en las márgenes del proyecto civilizatorio contrarreformista. Por lo tanto, desde la perspectiva de Estado imperial, la barbarie idólatra debería atenuarse mediante la inversión presupuestal del Estado en la evangelización de los gentiles aborígenes y a partir de la responsabilidad asumida directamente por los señores de cuadrilla y las órdenes religiosas, respecto al restablecimiento de la salud espiritual de los de los africanos recién llegados procedentes de las costas del África occidental. Dentro de esta perspectiva, la ladinización de las poblaciones no peninsulares sería el primer proyecto cultural de Estado en lo que hoy llamamos América Latina, el cual podría ser considerado como el plan fundacional que estructuró las orientaciones de las políticas culturales tanto en Colombia como en el resto de repúblicas hispanoamericanas. Dichas políticas tenían como fin gobernar mediante la “reducción” de las diferencias y la homogeneización cultural de poblaciones portadoras de diferentes memorias histórico-culturales, poniendo en marcha estrategias de acción política conducentes a la incorporación del castellano y del catolicismo. En consecuencia, los ladinos serían el primer eslabón que permitiría comprender el proyecto cultural del Imperio, sus políticas culturales de gobierno y los 12. Luz Adriana Maya, Brujería y cimientos de la cultura de la diferenciación institucional del Estado reconstrucción de identidades entre contemporáneo colombiano y latinoamericano. los africanos y sus descendientes en la Nueva Granada, siglo XVII (Bogotá: Imprenta Nacional-Ministerio de Cultura, 2005).

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4. L a raza no es barroca : isomorfismo y disomorfismo de las criaturas de dios En segundo lugar me parece imprescindible señalar que en la documentación de archivo correspondiente a los siglos XVI y XVII no aparece la palabra “raza”, tal como sí sucede a partir del último cuarto del siglo XVIII con el advenimiento de la tropicalización de la Ilustración en América y sus claros esfuerzos de clasificación natural de las poblaciones del reino. No obstante, es necesario señalar que si bien la Historia Natural es producto de la Iluminación del XVIII, los autores barrocos como Sandoval dedicaron extensos capítulos a las descripciones anatómicas de los llamados “etíopes” con el ánimo de americanizar el debate escolástico sobre el isomorfismo y el disomorfismo de las criaturas de dios. Sin embargo, en los siglos XVI y XVII el asunto de la diferenciación física o “fenotípica” (diríamos hoy) de los etíopes atendía menos a la intención de establecer diferencias anatómicas que a una voluntad de precisar que éstas estaban ligadas a la voluntad divina de privilegiar al mundo católico como modelo civilizatorio enraizado en la verdad revelada, puesto que según el mismo Génesis eran los cristianos y no los “otros” los que habían sido creados a imagen y semejanza de dios. Esta interpretación escolástica, liderada por los jesuitas y de gran impacto en las políticas de la diferencia con las cuales se gobernó en la Nueva Granada, explicaría en parte por qué los “negros” fueron colocados en la base de la pirámide de las castas, en la posición más baja y despreciable de la jerarquía social y cultural, a diferencia de los aborígenes americanos, quienes siendo también considerados idólatras, gozaban de la buenaventura de no portar el fardo estigmático de la exégesis del Génesis operada por la patrística medieval, según la cual los primeros eran considerados pecadores innatos por ser descendientes de Cam y herederos de su maldición. Pero por otra parte y para el propósito que nos ocupa es necesario señalar que la diferenciación así establecida por los españoles en pleno contexto histórico y político de la Contra Reforma, y después de la caída de Granada en manos de los católicos Isabel y Fernando, dio lugar a una legislación diferencialista basada en criterios culturales escolásticos -lengua y fe- como identificadores de isomorfos y disomorfos, de tal suerte que incluso los Códigos Negros fueron creados para gobernar y juzgar a las castas de negro y sólo a éstas. Entretanto, los aborígenes americanos y los mestizos -mezclas de españoles e “indios”- fueron juzgados mediante las leyes generales que regían la vida de los reinos españoles en el Nuevo Mundo. De ahí que pueda colegirse con intención hipotética que la cultura institucional del Estado imperial español en estas partes del mundo se fundó y operó por más de tres siglos sobre el establecimiento preliminar de unas políticas de la diferencia cultural, con fines de gobierno y de legislación aunadas por la convicción de la inferioridad de aquellos que no hacían parte de la comunidad de

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pertenencia lingüística y religiosa establecida por la voluntad de verdad y de poder del catolicismo y del modelo civilizatorio anclado en la latinidad. Siguiendo a Bartolomé Bennassar13 es claro que este modelo político-cultural español antecedió su implantación en América, pues los castellanos lo aplicaron en sus propios territorios y de manera especial antes de la Conquista de América respecto al califato de Granada y a los moros infieles mahometanos en general. De ahí que el problema del racismo institucional de Estado en países como Colombia o de América Latina en general no alude en modo alguno a las prácticas de diferenciación, segregación o discriminación realizadas por personas o individuos miembros de las instituciones del Estado, y menos aún se pretende levantar acusaciones en este sentido, pues el trabajo del historiador consiste en reconstruir procesos históricos y no en ejercer en calidad de juez, ya que para eso están las cortes y los jueces. Se trata, eso sí, de comprender y reconstruir con el rigor del método histórico y de la crítica documental de las fuentes primarias los procesos históricos que vinculan la historia cultural hispanoamericana con la gestión de lo público, en este caso, con la de las memorias históricas y culturales que componen la nación, y por último con la historia del Estado en nuestros países. El problema que atendemos en el presente es de gran envergadura, gravedad y complejidad, a saber: ¿Cómo trabajar hoy desde la academia y en particular ejerciendo el oficio de historiadores e historiadoras para contribuir a que las instituciones del Estado, en especial las encargadas de la cultura y la educación, valoren la diferencia histórica y cultural de manera positiva, tal como lo reconoce la Constitución Política de Colombia en su artículo 7 y leyes, tales como la Ley 70 de 1993 o las correspondientes relativas a los pueblos aborígenes de Colombia? ¿Cómo contribuir a la desactivación de las ideologías diferencialistas culturales excluyentes cuando durante más de tres siglos de gestión pública imperial y casi dos de vida republicana las constituciones y las leyes le otorgaron una valoración negativa y consolidaron prácticas de gobierno diferencialistas inferiorizantes? No es suficiente con el cambio de la norma para provocar un cambio en las mentalidades ni menos aún para transformar de la noche a la mañana las culturas institucionales del Estado. Por eso considero importante que los historiadores entrenados en el oficio de reconstruir el pasado y en especial los interesados en la historia cultural del país contribuyamos con nuestras investigaciones en este sentido y revirtamos el resultado de nuestras pesquisas en proyectos educativos y de comunicación y difusión masiva. Del mismo modo, resulta imprescindible adelantar alianzas con las instituciones estatales y las escuelas de gobierno para reflexionar sobre estas temáticas delicadas y moldear nuevas perspectivas de trabajo mancomunado entre la academia y las instituciones del Estado que se ocupan de la educación y la cultura,

13. Bartolomé Bennassar, Histoire des Espagnols. Tome I. Du VIe au XVIIe siècle (París : Editions Perrin, 2005).

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dando la prioridad a la formación de jóvenes investigadores en estos campos y a la de los funcionarios del Estado y a la de los adalides comunitarios. 5. L os archivos de la inferiorización en C olombia : etiopismo y negrismo La noción de archivo de inferiorización se inspira de la propuesta metodológica de Saïd, en especial la trazada en la primera parte de su obra titulada Orientalismo14. En el capítulo titulado Conocer 14. Edward W. Said, El Orientalismo (Barcelona: Random House Mondadori, lo Oriental Saïd establece una refinada relación entre conocimien2004), 57-135. to y poder, y posteriormente describe la puesta en marcha de una 15. Luz Adriana Maya, “Propuesta estrategia de dominación simbólica y jurídica que pasa por la comde estudio para una formación afroamericanística”, América Negra pleja elaboración de un vocabulario, unas imágenes y una retórica 6 (Bogotá: Pontificia Universidad que le sirven para definir las relaciones de poder que establecerán Javeriana, 1994), 139-158. los colonos ingleses y franceses respecto a lo que ellos denominan 16. Luz Adriana Maya, Brujería, 39-209. “lo oriental” y “los orientales”. En el caso que me ocupa entien17. Luz Adriana Maya, “Memorias en do por archivo de inferiorización la construcción de un derrotero conflicto”, 179-197. Ver también el Dossier Raza y Nación II de la Revista comparable por parte de los europeos respecto a los africanos y de Ciencias Sociales de la Facultad de a sus descendientes, los cuales fueron definidos y caracterizados Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, agosto 2007. como inferiores tanto por los prelados e inquisidores católicos imperiales como por los criollos independentistas y republicanos. En 18. Pascal Blanchard, Nicolas Bancel y Sandrine Lemaire, La fracture coloniale consecuencia, otra de las conjeturas que ha orientado mi reflexión (París: Editions de La Découverte, 2006). presume que el esclavismo y el colonialismo crearon una poderosa El colonialismo interno consiste en la utopía colonial republicana puesta en epistemología de negación, de invisibilización, de inferiorización marcha por los criollos independientes y de discriminación15 respecto a África, su gente, sus culturas y sus y republicanos respecto a las antiguas zonas de colonización imperial. Dicha diásporas en Colombia. Éste seguiría vigente y se habría extendido utopía se articularía sobre la pretensión hasta hoy en el seno del sistema educativo el cual habría instruido civilizatoria de la región andina y sus elites sobre las regiones de bosque y socializado a los/as ciudadanos/as dentro del esquema cognitivo tropical, ecuatorial y valles cálidos y ético del etiopismo16 y del negrismo17 heredados de la modernidad inter-andinos poblados esencialmente por las antiguas castas, para entonces negrera y esclavista y del colonialismo interno18 de los siglos XIX y ya redefinidas en términos de razas XX. En este artículo me referiré de manera específica a los legados inferiores. Dicho colonialismo tendría por objeto civilizar a los bárbaros coloniales y su relación con las políticas de la diferencia haciendo mediante la puesta en marcha de especial énfasis en el etiopismo. un nuevo orden territorial dirigido desde el Estado central y republicano La noción de etiopismo a la que aludo fue ampliamente expuesta andino en aras de llevar a cabo el en el libro titulado Brujería y reconstrucción de identidades entre los afriideario del progreso. Ver también Alfonso Múnera, Fronteras imaginadas. canos y sus descendientes en la Nueva Granda, siglo XVII y ella se refiere al La construcción de las razas y de la acervo de informaciones y contenidos elaborados por la Iglesia congeografía en el siglo XIX colombiano (Bogotá: Editorial Planeta colombiana, trarreformista y los jesuitas acerca de África, sus pueblos y culturas 2005) y Juan Camilo Escobar, Progresar en esa centuria. Dicho bagaje definió a los africanos sub-saharianos, y civilizar. Imaginarios de identidad y elites intelectuales de Antioquia en Euroamérica, 1830-1920 (Medellín: Editorial EAFIT, 2009).

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retomando los conceptos de la Antigüedad clásica, en especial el de Aethiops, gente de cara quemada, concepto basado en la teoría de la combustión y de la física de entonces. No obstante, durante la Edad Media San Agustín realizó una maniobra exegética del Génesis atribuyendo al “color negro” de los Aethiops una explicación de tipo moral según la cual la supuesta pigmentación tendría como explicación el pecado cometido por Cam contra su padre. Después de construir el Arca, Noé embriagado y desnudo habría sido objeto de la burla de su hijo Cam quien es delatado por sus hermanos Sem y Jafet. Así la maldición de Noé a su hijo Cam sería doble: ser condenado a ser esclavo de sus hermanos y ser expulsado de la narrativa histórica de la cristiandad19. Ambas ideas fueron ampliamente difundidas en la Nueva Granada en el siglo XVII y XVIII por los inquisidores y por los jesuitas tales como Alonso de Sandoval en su obra Instauranda Aethiopum Salute, publicada en Sevilla en 162720. El etiopismo constituiría entonces el primer el acervo de inferiorización sobre los africanos y sus descendientes construido por la Iglesia inquisitorial y contrarreformista en el siglo XVII, compendio que los definió como idólatras, brujos y sortílegos prioritariamente. El negrismo, por su parte, sería la ideología de diferenciación negativa hacia los africanos y sus descendientes elaborada por la ciencia ilustrada en Colombia dentro de los dos eventos científicos más importantes del siglo XIX entre la Ilustración y la 19. Luz Adriana Maya, Brujería, 299. Regeneración,asaber:laExpediciónBotánicaylaComisiónCorográfica.Las 20. Alonso De Sandoval, De Instauranda razas inferiores de Caldas y las herencias de Buffon en su obra serían el punAethiopum Salute (Sevilla: Francisco de Lyra Editor, 1627). to de anclaje de este concepto que, basado en las nuevas teorías científicas de los Enciclopedistas, habría hecho carrera desde la pre-independencia 21. Ver “Desigualdad. Pobreza, vulnerabilidad y cohesión social”, hasta el alba del siglo XX, junto con la reactivación del viejo paradigma en Cohesión social. Inclusión y sentido que asociaba las teorías de las zonas climáticas a la degeneración de la perde pertenencia en América Latina y el Caribe (Santiago de Chile: CEPAL, sonalidad, el carácter y la moral de los individuos y de las sociedades. Así Agencia Española de Cooperación. pues, este doble archivo de inferiorización secular en Colombia legitimaría la Secretaría General Iberoamericana, enero de 2007), 43-69; Álvaro Bello supuesta superioridad de los europeos y de quienes se han reclamado sus y Marta Rangel, La equidad y la descendientes y de la cultura occidental, y la supuesta inferioridad de los exclusión de los pueblos indígenas y los afrosdescendientes en América Latina y africanos, sus diásporas y sus culturas. Este archivo constituiría el campo el Caribe (Santiago de Chile: Revista de orientaciones epistémicas y éticas que condensan arquetípicamente de la CEPAL 76, abril de 2002), 39-54; David Noe, Jorge Rodríguez y Isabel tendencias discriminatorias y racistas seculares, tanto hacia los indígenas Zúñiga, Brecha étnica e influencia de como hacia los descendientes de los africanos en Colombia. De tal suerte los pares en el rendimiento escolar: evidencia para Chile (Santiago de que este archivo generado por la Iglesia imperial y el Estado republicaChile: CEPAL/NACIONES UNIDAS, no mediante sus producciones científicas decimonónicas contendría las febrero de 2005); Marta Rangel, “El derecho a la educación”, en predisposiciones ideológicas, inconscientes o conscientes que se destilan Propuesta para el análisis comparado en las políticas públicas culturales y educativas, generando desigualdades de temas destacados de los derechos de los afrodescendientes en América persistentes de larga duración como son la pobreza, el fracaso escolar y la Latina. Santiago de Chile: CEPAL/ imposibilidad de inserción laboral21. NACIONRD UNIDAS, Serie Población y Desarrollo, noviembre de 2005; Michel Wieviorka, La France raciste (París: Editions Points Actuels, 1992).

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6. El archivo de inferiorización de lo(s) negro(s) y los movimientos sociales afrocolombianos En este mismo orden de ideas, y desde el enfoque de los actores afrocolombianos/ as, dichas desigualdades generarían radicalizaciones étnico-raciales reales y simbólicas frente al Estado, discontinuas pero recurrentes, de la parte de sus movimientos sociales como respuesta a la discriminación racial, social, cultural, política y económica. En consecuencia, esta misma condensación arquetípica racista institucional sería, entre otras, una de las razones por las cuales la cultura y la participación política de los movimientos sociales de origen africano en Colombia entrarían en crisis22. Frente al conflicto y en particular frente a la negociación de derechos etnoeducativos y culturales con el Estado, los movimientos sociales afrocolombianos y sus adalides generarían una tensión cuyo encadenamiento sería auto-discriminación, resistencia simbólica y/o real23 y posterior trance de radicalización24. A lo largo de todo el siglo XX pero de manera amplificada después del nuevo orden global mundial de 1990, esta di22. Juan Pablo Estupiñán, Afrocolombianos námica sería interactiva y reactiva como parece demostrarlo el caso y censo 2005. Elementos preliminares para el análisis del proceso censal de la de la Escuela25. Primero, porque la tensión entre auto-discriminación población afrocolombiana. El caso de o endoracismo y cultura política de la resistencia parecerían escindir Colombia. Proyecto de tesis doctoral en curso en la Universidad Federal de al sujeto26 de la diáspora africana. Segundo, porque ante esta compleBahía, Brasil. Comunicación personal ja situación las políticas públicas educativas y culturales en lugar de del autor. propender por la desactivación de la auto-discriminación y la discri23. Luz Adriana Maya, Brujería, 499-764. minación, funcionaría como un dispositivo que recicla y actualiza los 24. Michel Wieviorka, “La violence arquetipos de inferiorización, lo cual daría como resultado un corto instrumentale”, en La violence, 161-174. circuito conducente a exacerbar la tensión subjetiva de los actores 25. François Dubet, “Le racisme et l´école en France”, en Racisme et modernité, de los movimientos sociales, acarreando su radicalización27. Esto nos 298-307. 28 lleva a sugerir que el racismo institucional de Estado forjado sobre 26. Michel Wieviorka, “La marque du la base del etiopismo y del negrismo desde tiempos coloniales hasta sujet”, en La violence, 283-308. Ver hoy impregnaría la normatividad, la legislación, las prácticas de las también Michel Wieviorka, La tentation anti-sémite (París: Editions Robert políticas públicas educativas y el saber escolar en Colombia. De tal Laffont, 2005); Alain Touraine, Un suerte que quizás el Estado se convertiría en un garante de la recunouveau paradigme. Pour comprendre le monde aujourd´hui (París: Fayard, rrencia de las violencias culturales y étnico-raciales al activar dichos 2005) y Critique de la modernité (París: arquetipos mediante políticas públicas educativas, saberes pedagóFayard, 1992); Tzvetan Todorov, Nous et les autres. La réflexion française sur la gicos y prácticas didácticas escolares. 7. La

historia de la negrura : una historia que conecta a

Europa

diversité humaine (París: Editions du Seuil, 1989).

con

África y con América La historia de la negrura no sólo es larga en la Europa mediterránea, sino que ésta también se extiende a todo su universo trasatlántico a partir del momento mismo de su expansión a finales

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27. Michel Wieviorka, “Violence, perte et recharge de sens”, en La violence, 217-232. 28. Daniel Sibony, “Institution et racisme”, 141-146. Ver también James Jackson y Daria Kirby, “Racisme institutionnel et ignorance pluraliste: une comparaison transnationale”, 244-263.


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del siglo XV. Así, la primera modernidad (1492-1789) en lo que hoy es Colombia se inauguró baja la égida negrera, esclavista e inquisitorial. Las prácticas de persecución, sujeción, voluntad de dominio y expropiación simbólica son discernibles en los archivos inquisitoriales. Dentro de ellas se destacan por lo menos tres: la violencia contra los cuerpos, la coacción de los actos y el escudriñamiento de las almas29. Mientras la Iglesia llevaba a cabo la labor del buen gobierno mediante la pastoral inquisitorial, el Estado imperial producía los códigos que legitimaban las prácticas de dominación en la vida cotidiana. Así, los Códigos Negros fueron la más poderosa y eficaz maquinaria jurídica que justificó las atroces formas de violencia30 real y simbólica contra la gente deportada de África y sus proles americanas. Por lo tanto, lo negro no es ni un concepto ni una realidad inaugurados en la segunda modernidad ilustrada, sino que más bien allí se recicla y reactiva al servicio de los nuevos intereses políticos y económicos de las elites criollas independentistas y republicanas, como tampoco lo es la aplicación que el Estado ha hecho de ese acervo de inferiorización en el campo de sus políticas. En este sentido la historia está en mora de hacer trabajos de investigación mancomunados con la ciencia política orientados a la reconstrucción histórica de las políticas públicas de la diferencia en nuestro país, y en particular la de su relación con las herencias imperiales y coloniales en los preceptos que orientan la toma de decisiones en el ámbito educativo y cultural. De ahí que sea la intención de este artículo poner sobre la mesa esta discusión, puesto que esta pregunta nos envía a otra no menos importante sobre la naturaleza del Estado colombiano actual. Parecería como si este debate estuviera saldado y que la historiografía relativa al siglo XIX hubiera dado las pautas claras y concisas para dar fe del cambio absoluto del Antiguo Régimen colonial al republicano revolucionario en términos simbólicos y político-culturales. No obstante, quedan por aclarar las características de la transición del uno al otro en lo referente a la ética y filosofía que ha orientado sus políticas en cuanto a las poblaciones, a la educación y a la cultura. Como trataré de demostrar en adelante, una de las mayores herencias del Estado imperial a la segunda modernidad (1789-presente) fue justamente la de una ética discriminatoria y diferencialista en los discursos y prácticas del Estado, ambos heredados de la primera modernidad trasatlántica. Durante más de tres siglos las afirmaciones de los prelados y jueces estuvieron imbuidas de advertencias sobre la diferencia de los Aethiops, en particular sobre su sub-humanidad. Esto justificó su deportación masiva hacia América y su reducción a la condición 29. Luz Adriana Maya, “Memorias en de cautivos y esclavos en las leyes que rigieron sus vidas en estas conflicto”, 179. partes del mundo. De tal suerte que el etiopismo no sólo fue una re30. Angélica María Molina, presentación discursiva, sino sobre todo una práctica de gobierno Representaciones, prácticas y discursos del cuerpo esclavizado en la Nueva de la diferencia cultural la cual produjo extensos compendios de Granada, siglo XVII (Tesis de grado, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, 1997).

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leyes civiles y eclesiásticos que los definieron como castas de negros y asimismo como idólatras, brujos, sortílegos e hijos del demonio prioritariamente31. Para el caso que nos ocupa, el etiopismo sería el zócalo ideológico legitimador de la violencia simbólica y real contra las castas de negros. Pero además, sus orientaciones éticas y las aplicaciones de los resultados de tales empresas de conocimiento al servicio del poder habrían moldeado históricamente las premisas y los legados de las políticas de la diferencia contemporánea puestas en marcha por el Estado colombiano. El archivo etiópico encierra un complejo campo de orientaciones epistémicas y éticas que se condensan en arquetipos discriminatorios y racistas hacia los descendientes de los africanos en Colombia, que aún están por estudiar. Estas tendencias, como bien he dicho, se expresan tanto en los ámbitos de lo privado como de lo público, siendo de interés en este trabajo el que atañe a las políticas públicas culturales. ¿Pero qué relación podría tener ese archivo de inferiorización y discriminación hacia lo(s) negro(s) de los siglos XVI, XVII y XVIII en las políticas públicas referentes a educación y cultura? 8. E l etiopismo , el negrismo y el complejo criollo En 1968 Germán Colmenares publicó Las Convenciones contra la cultura, y en uno de sus capítulos titulado Las elites contra las turbas, escribió: “La idea de fustigar la propia sociedad para que se inclinará frente a valores un poco exóticos pero que se percibían vagamente como superiores hacia parte, durante el siglo XIX, de un profundo complejo criollo. No se requiere hurgar demasiado en los textos historiográficos del siglo XIX para encontrarse con una hostilidad manifiesta hacia lo más autóctono americano, hacia lo indígena, hacia las castas. El fastidio hacia lo rústico y elemental de las masas campesinas iletradas se convertía en franca repulsión cuando se trataba de indígenas, mulatos y mestizos”32.

¿Qué podríamos decir hoy casi al finalizar la primera década del siglo XXI de este asunto en la vida política colombiana? ¿Qué ha sucedido desde entonces con el “profundo complejo criollo” y cómo se expresa no sólo en la vida cotidiana, sino también en las instituciones del Estado? ¿Persiste, ha desaparecido, hay nuevos matices en sus manifestaciones? Son numerosos y recientes los debates relacionados con los temas de racismo en Colombia. La prensa nacional y las universidades33 han puesto a la opinión pública al corriente de las violaciones a los derechos humanos por causa de prácticas de racismo en

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31. Luz Adriana Maya, Brujería. 32. Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre historiografía hispanoamericana del siglo XIX (Medellín: La Carreta, 2008, 5ª ed.), 49-50. Las cursivas son mías. 33. Fallo de la corte constitucional en favor de tutela por racismo en Cartagena. Ver Observatorio del racismo en Colombia. CIJUS. Universidad de los Andes. Ver también Tatiana Alfonso, Isabel Cavelier y César Rodríguez, El derecho a no ser discriminado. Primer informe sobre discriminación racial y derechos de la población colombiana (Bogotá: CIJUS Uniandes, 2008).


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muchos momentos y contextos de la vida nacional. ¿Cómo explicar entonces que a lo largo de 200 años de vida republicana los avances en este tema hayan sido tan tenues? ¿Cómo dar cuenta de la tenacidad de un fenómeno ideológico tan devastador y tan nocivo? ¿De qué manera esa “franca repulsión” a la que alude Colmenares persiste hoy en la cultura política estatal aun cuando Colombia ostenta una constitución multiculturalista? ¿Qué tiene que decir la historia y en particular la historia cultural acerca de los procesos de permanencia y ruptura de esta ideología en el seno de las instituciones del Estado? ¿Qué políticas se han liderado en la vida republicana de Colombia respecto a la diversidad de memorias histórico-culturales que componen la nación? Éstas y muchas otras preguntas han orientado mi reflexión acerca de la importancia de reconstruir sintéticamente las grandes líneas del archivo de la inferiorización y discriminación hacia lo(s) negro(s) en Colombia. Como bien debo aclarar, en ningún momento este texto pretende ser una disertación exhaustiva sobre el periodo comprendido entre el siglo XVI y el presente. Tal tarea requeriría de una vida y más. El propósito es más modesto: se trata de avanzar algunos criterios históricos ante todo para contribuir a una discusión que ya se halla bastante adelantada. Por lo tanto, la puesta en perspectiva del tema de la historia de las políticas de la inferiorización estatal en Colombia es un ejercicio saludable si pretendemos adentrarnos en las discusiones sobre la raza y el racismo en nuestro país desde una perspectiva postcolonial y postesclavista. Pero por otra parte y sobre todo porque deseo llamar la atención sobre el hecho que las políticas de la diferencia en Colombia no se inauguraron con la Constitución de 1991 ni mucho menos. Esto se debe a que el fundamento ético y filosófico que justificó la expansión imperial y colonial hispana de finales del siglo XV fue diferencialista. Entonces, llamar la atención sobre la dimensión histórica de largo aliento de este acontecimiento es uno de mis objetivos, tanto como el que pretende sugerir la urgencia de reconstruir la interconexión histórica euro-afro-americana34. 34. Debo al Doctor en Historia Juan Camilo Escobar Villegas de la Universidad de EAFIT, reconocimiento por señalarme la importancia del concepto de Historias Conectadas. Agradezco sus numerosos comentarios y tiempo dedicado a la discusión de estos aspectos teóricos y metodológicos útiles para la reconstrucción de la historia cultural euroamericana. 35. Bartolomé Bennassar, Histoire des Espagnols, 36-41.

9. E l I mperio español y las políticas de la diferencia España, más quizás que ningún otro país de la Europa Renacentista, había conocido los rigores de las invasiones almorávides con una ocupación de ocho siglos35. Moros, judíos y esclavos etíopes moraron en la península hasta que los muy católicos Isabel y Fernando decidieron reconquistar los territorios del Al-Andalu. En ese momento, la Inquisición36 hará suya la tarea de diferenciar para gobernar, castigar, condenar, expulsar y despojar al reo de todos sus bienes materiales y simbólicos. Las abjuraciones de levi y

36. Julio Caro Baroja. Las brujas y su mundo (Madrid: Alianza Editorial, 1993). historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 218-245


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de vehementi no fueron otra cosa que un acto de expropiación simbólica, expresado en la sentencia que obligaba al reo a renegar de sí y de sus convicciones, a dimitir de sí mismo para ser integrado en la periferia de la civilización católica y en los márgenes de la sociedad. Así, para los ibéricos católicos, judaísmo, mahometanismo e idolatría etiópica fueron categorías simbólicas de diferenciación tanto como categorías jurídicas para juzgar a esos anticipadamente identificados como “otros”. Gobernar diferenciando y discriminando fue parte de la motivación que orientó la pluma de Eymmerich cuando escribió su Manual del Inquisidor, que no sólo fue un discurso, sino también una herramienta clara y precisa que se aplicó contra todos y todas aquellos que desafiaban el orden divino y sus cláusulas de ordenamiento social. Del mismo modo que se escribieron muchos otros compendios para administrar a los hijos del demonio, inferiores y en mucho, según la ideología imperial y colonial de la limpieza de sangre de los cristianos viejos. De tal suerte que el problema de la discriminación, en su sentido más amplio de diferenciación, en Colombia y en la América Latina luso-hispana tiene una profundidad histórica que sin duda se origina en el Estado imperial, colonial e inquisitorial, y de manera específica en sus instituciones tanto civiles como eclesiásticas. La aproximación a los archivos coloniales enseña que no es posible reconstruir ni la historia moderna colombiana ni latinoamericana sin tener en cuenta la legislación que regía la diferenciación de rango, calidad, lengua, fe y condición de cada individuo. Sin esta mínima precaución el historiador naufraga en el océano documental colonial. En consecuencia, la historia de la cultura institucional de la diferenciación o discriminación tiene una larga historia en lo que hoy es Colombia, que remonta por lo menos a la primera mitad del siglo XVI, momento en el cual las Leyes Nuevas ordenan de manera contundente los territorios conquistados y los que quedaban aún por “reducir” y “poblar”. Para reconstruir esa historia, pienso que hay que tener en cuenta al menos dos aspectos esenciales: el primero tiene que ver con los procesos históricos propios del Imperio y de la manera como durante más de tres siglos los españoles gobernaron y juzgaron a los “otros”, diferenciándolos, y luego, el lugar que los españoles dieron a estos “vencidos” en las leyes que crearon para gobernar sus reinos de ultramar y las poblaciones que en ellos habitaban. La representación “inferior” de esos “otros” no sólo fue una arenga difundida en crónicas, relatos e imágenes. Fue sobre todo una práctica de poder y dominación concreta ejercida de manera continua y cotidiana por el Estado imperial mediante la aplicación de sus leyes, todo lo cual constituyó la esencia de la “primera modernidad”, es decir, de aquella que se inició con la expansión transatlántica europea en 1492. Comprender en algo estos antecedentes históricos de largo aliento, fundacionales de la relación entre Estado imperial

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y colonial y sus políticas de la diferencia, nos permitiría, tal vez, avanzar con paso más seguro y gozar de mayor perspicacia para establecer la permanencia o ruptura de esta cultura política de la discriminación institucional durante la Independencia y a lo largo de la República. La Expedición Botánica, realizada en tiempos del Imperio y al fragor de la simiente independentista, y la Comisión Corográfica de la mitad del siglo XIX son dos sucesos mayores depositarios de esa episteme diferencialista o discriminatoria de los españoles, aunque en ambos participaron de manera activa y remarcable criollos americanos que arengaban derechos de igualdad. Según el historiador Germán Colmenares, estos dos eventos de la historia cultural y científica colombiana fueron realizados por hombres que: “[…] encerrados hasta entonces en la imaginería barroca que adornaba las naves de los templos o de los retratos encorsetados de funcionarios reales, descubrían con el mismo aire maravillado de los viajeros extranjeros el mundo extraño y abigarrado de su propio entorno”37. Sin embargo, tanto asombro y maravilla fue vivido y narrado por los criollos decimonónicos, alentados por “[el] desprecio convencional por lo humilde y lo rústico, que en el costumbrismo tenía un tono menor y un subjetivismo romántico […]”. Por otra parte, como señala Colmenares, “[…] adquirió virulencia inusitada en la contraposición de ‘civilización y barbarie’”. Por lo tanto, “[…] [n]o resulta extraño que la tesis […] sobre la ‘civilización y la barbarie’ fuera tan influyente a partir de su formulación. Esta era una polaridad implícita ya en toda interpretación que tuviera que enfrentar conflictos sociales de una cierta magnitud”38. Así pues, estas reflexiones sugieren la conveniencia y pertinencia de adelantar indagaciones propensas a reconstruir históricamente y en la larga duración, el archivo de la inferiorización puesto en marcha por el Estado imperial y decimonónico. Conceptos, leyes y resultados científicos financiados por el Estado aparecen como el corolario de una compleja estrategia de expropiación, colonización e inferiorización simbólica cuya aplicación en el campo de las políticas culturales y educativas parece haber sido una constante, no sólo desde la Ilustración hasta hoy, sino desde por lo menos la promulgación de las Leyes Nuevas de 1542. Esta perspectiva histórica no pretende ser historicista, sino que busca contribuir al debate sobre la historia de las políticas culturales en nuestro país, el cual pasa por un estudio necesario de las políticas de la diferencia. Éstas, desde 1991 han hecho irrupción de manera amplia y diversificada tanto en ámbitos académicos como entre los funcio37. Germán Colmenares, Las narios del Estado encargados de diseñar las políticas públicas en convenciones, 48. educación y cultura, atendiendo a las exigencias constitucionales 38. Germán Colmenares, Las convenciones, referentes a la plurietnicidad y la multiculturalidad de la nación39. 49. Las cursivas son mías. 39. Artículo 7 de la Constitución de la República de Colombia.

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10. Legados coloniales y políticas de la diferencia en la primera modernidad en Colombia: la geo - política de las castas (1492-1789) Durante el periodo temprano de la conquista y el posterior periodo colonial, múltiples formas de cimarronaje fueron puestas en marcha por los esclavizados para resistir a las inhumanas legislaciones imperiales y coloniales en todo el continente, las cuales partían del supuesto ontológico que eran sub-humanos. Esta tendencia ético-filosófica sustentó la otra, que pretendió que además eran cosas o mercancías, sin conciencia de sí ni de su pasado, es decir, que no eran sujetos sino objetos y en consecuencia tampoco eran actores de su propio destino. Esta condición particular de objetos quedó claramente estipulada en los códigos civiles, mientras que los inquisitoriales y eclesiásticos les atribuían la de ser demoníacos. Todo esto daba a los españoles la autoridad para regir la vida terrenal de los esclavos mediante un gobierno pastoral que debía propender ante todo por el restablecimiento de su salud espiritual. Así reza la intención y contenido de la Bula Inter Caetera, mediante la cual el Papa bendijo y autorizó el comercio negrero realizado por los portugueses desde finales del siglo XV en el reino del Kongo y en otros puntos de la costa occidental africana. La expansión trasatlántica de los europeos occidentales estuvo encabezada por los ibéricos, lusitanos e hispanos, quienes en sus variadas empresas de dominación colonial y expansión imperial tuvieron que enfrentar nuevas realidades culturales y crear nuevas legislaciones para gobernarlas y explotarlas y mantenerlas bajo su control. La iglesia católica y en particular la inquisición española en Cartagena de Indias, como ya señalé, se dieron a la tarea de reprimir y extirpar las memorias y las tradiciones culturales e históricas de las muy variadas naciones africanas que llegaron a lo que hoy es Colombia. En el libro Brujería y reconstrucción de identidades entre los africanos y sus descendientes en la Nueva Granada en el siglo XVII conjugué mis esfuerzos para demostrar que la persecución inquisitorial hacia estos pueblos fue tan aguerrida debido a que los inquisidores comprendieron que la idolatría encerraba las claves esenciales de las diferentes memorias histórico-culturales, tanto como el savoir faire necesario para la reproducción de la cultura material. Con el concepto de corp-oralidad avancé algunas ideas para comprender en algo la naturaleza de las memorias idólatras, sus soportes y sus modos de transmisión para asegurar la reproducción biológica y cultural de cada grupo y de cada cultura. En esa pesquisa concluí, entre otros, que la memoria idólatra tenía como soportes esenciales la palabra, el gesto y el icono, cuyas manifestaciones en el ámbito de represión esclavista conducían a los tribunales inquisitoriales. La represión, coerción y extirpación de esta gramática cultural de la gente africana deportada y de sus descendientes fue

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el blanco de la persecución inquisitorial y civil, pues en la permanencia de la trama de las memorias culturales e históricas se albergaba la posibilidad de la reconstrucción de la persona y de la vida social, es decir, del sujeto y de su autonomía. Este proyecto e ideario cimarrón, por supuesto, iba en contra del poder imperial. Al tiempo que los españoles moldeaban la vida del imperio ultramarino en estas partes del mundo, orientados por la convicción de quebrantar las identidades de los otros y cuando no por lo menos discriminarlas mediante la descalificación, los cimarrones luchaban por recuperar su libertad. Cada estrategia, cada acción individual o colectiva y cada logro por sobrevivir cultural y demográficamente fueron moldeando los contornos de las diferentes afro-americanidades que hay en el continente y las diferentes afro-colombianidades que hay en el país. 11. L a I nquisición y las políticas culturales del I mperio español Ese marco primordial podría definirse como un complejo campo de relaciones de dominación y resistencia. Nada nuevo, por cierto, pero que vale la pena recordar. Con todo, para volver sobre el asunto de esta pesquisa resulta importante remarcar que la inquisición de Cartagena de Indias fue una gran maquinaria de Estado que tuvo la responsabilidad de delinear y ejecutar las políticas culturales del imperio, políticas que tenían como punto neurálgico y sustancial la urgencia de conocer y desarraigar las memorias históricas y culturales de quienes representaban la mano de obra más importante para la extracción de los metales y la vida económica en general de los reinos de América: los esclavos. La revisión de los expedientes inquisitoriales sorprende por la agudeza y aplicación con que los escribanos de las audiencias dejaron huella escrita del rango, calidad y condición cultural de los acusados de origen africano y de sus descendientes. Los apartes correspondientes a la genealogía de los reos clasifican minuciosamente los orígenes culturales y geográficos tanto como las edades y conocimientos adquiridos por ellos en sus lugares de origen, con el fin de delimitar los rangos de iniciación en las prácticas “demoníacas”. Las preguntas en las audiencias fueron orientadas con toda perspicacia con el fin de obtener informaciones detalladas y precisas sobre los complejos cognitivos y las representaciones de la ética, el cosmos, la naturaleza, la estética y las normas de gobierno y sociales de los sentenciados. Del mismo modo, los extensos interrogatorios buscaban obtener información sobre todo lo relacionado con la cultura material tanto sagrada como profana. Así, la colonización simbólica operó no sólo mediante la evangelización, sino además gracias a la puesta en marcha de una producción de conocimiento sobre las culturas esclavizadas. Tal conocimiento fue producido en el seno de la Iglesia inquisitorial y con fines de uso político a fin

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de yugular la insurrección permanente de los esclavizados, la cual ponía en riesgo la estabilidad del reino y reducía la rentabilidad de la minería del oro. Desde este punto de vista, las relaciones de dominación que se tejen en el seno de la esclavitud americana ciertamente se basan en políticas de la memoria y políticas culturales de la diferencia, ambas aliadas de las políticas económicas lideradas por el poder imperial y colonial. No cabe duda que a finales del siglo XV y a lo largo de todo el siglo XVI, la circunvalación del globo colocó a la Europa de los “descubrimientos” frente una de las más importantes preguntas del Renacimiento, a saber: la del reconocimiento de otras humanidades y otras culturas. 12. L a filosofía natural de la diferencia en la legislación indiana negrera La Edad Media envuelta en el supuesto oscurantismo que Huizinga40 destronó había adelantado debates sustanciales respecto a la alteridad. Centrados en su ensimismamiento filosófico religioso y cristiano, San Agustín e Isidoro de Sevilla habían realzado una pregunta crucial: ¿Cómo seríamos si no fuéramos como somos? Los bestiarios y los libros de historia natural consagraron muchas páginas al capítulo de los monstruos para significar con ello la alteridad del mundo cristiano, para denotar el caos infernal respecto al orden divino, para indicar los límites de lo humano y de lo que no lo era. Lo uno y lo otro convergían entonces en las ideas sobre el isomorfismo o el disomorfismo de lo humano. Las Etimologías de Isidoro de Sevilla son sin duda una oda de la filosofía natural de la diferencia. Todos los seres conocidos e imaginados desde la antigüedad se dan cita en sus descripciones e ilustraciones. El cuerpo y la anatomía son esencialmente los criterios que orientan la representación de la diferencia en la obra de Isidoro de Sevilla. No obstante, San Agustín retomando esta cuestión arguye cómo la pregunta por el isomorfismo o disomorfismo de lo humano no se puede contentar con examinar el cuerpo y la anatomía, pues sobre todo y en condición de criaturas hechas a imagen y semejanza de dios la pregunta debía encaminarse a resolver la cuestión en el terreno del alma. De tal suerte que en su análisis correspondió a los Aethiops el lugar de la mayor degradación y depravación moral dentro de todas las criaturas, sin que por esto San Agustín llegara a negar de manera radical y absoluta la calidad de hijos de Adán de estos seres sub-humanos. Así, en el momento de la circunvalación del globo y de los descubrimientos de esas otras humanidades, la teología católica y cristiana tenía un amplio bagaje discursivo y práctico respecto a esos otros, el cual continuaba aferrado a los saberes de la antigüedad clásica y de la patrística medieval, pero que fue ampliamente operativo para nombrar esas otras “sub-humanidades”. Las exploraciones develan nuevos territorios quizás imaginados pero 40. Johan Huizinga, El otoño de la Edad Media (Madrid: Alianza Editorial, 2001). hist. crit.

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nunca antes conocidos de manera directa y positiva. Viajeros y navegantes financiados por las cortes europeas daban cuenta en sus bitácoras e informes de otra gente inusitada que parecía corresponder a aquella descrita en libros e imágenes mucho antes. Mientras tanto, en ese largo siglo XVI que se complace aún con las novelas de caballería, la Iglesia contrarreformista tomó la rienda, control y monopolio de la producción de la episteme de la diferencia apoyada en las herencias escolásticas: manuales pastorales, imágenes y códigos servirían para hacer de ella una política de Estado. Siguiendo a San Agustín al pie de la letra y a otros tantos padres de la Iglesia, los cronistas, curas, corregidores, amos de cuadrilla, jueces civiles y eclesiásticos y escribanos adoptaron la categoría de Aethiops para diferenciarlos y clasificarlos dentro del sistema de limpieza de sangre ibérico, que según las argumentaciones patrísticas era sinónimo de idólatras. Es decir, seres humanos que ostentaban características monstruosas y pertenecían a culturas y sociedades que desde tiempos del Antiguo Testamento habían sido apartadas del destino de la cristiandad y de su historia debido al castigo de Noe a su hijo Cam. Así, monstruosidad, sub-humanización y demonización serían los antecedentes de la episteme de la diferencia que durante siglos fue el zócalo de la jurisprudencia que sentó las bases de la legislación conocida como derecho inquisitorial y códigos negros. De este modo, la bio-política imperial referida a los idólatras fue guiada por la pastoral y un gobierno de los hombres o de los sub-humanos, cuyo fin esencial consistía en conducirlos hacia el restablecimiento de su salud espiritual y la salvación, entendida ésta desde la perspectiva de la verdad revelada del cristianismo y operativizaba mediante una legislación que definía e identificaba diferencias en aras de su extirpación. Este asunto de descubrimientos de otras humanidades y culturas dio lugar a una ignominiosa jerarquía en la cual las naciones de África occidental involucradas en la trata negrera fueron catalogas como sub-humanas y monstruosas. Dicha inferiorización quedó estipulada en los cánones occidentales con gran precisión lexicográfica e iconográfica. Así, palabras tales como “etíope” o “idólatras” van a trascender la simple significación gentilicia para denotar la pertenencia o no a la fe católica, los grados de destreza en la expresión lingüística latina tanto como características políticas hasta concluir que en realidad eran no sólo sub-humanos por sus características físicas, sino que además eran sociedades ahistóricas y por lo tanto carentes de toda posibilidad de ser actores de su propio destino, y por lo tanto, esclavizables. 13. L as políticas imperiales de la diferencia y la negación del sujeto de origen africano La negación de la calidad de sujeto y por ende la de su capacidad de convertirse en actores políticos fue promovida por la Iglesia y el Estado colonial y puesta en marcha mediante la deshumanización, la cosificación jurídica y cotidiana y la demonización

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simbólica. Las prácticas de dominación que se gestaron en el seno de estas orientaciones jurídicas y ético-filosóficas no fueron lote exclusivo de los pueblos africanos deportados. Ciertamente los pueblos aborígenes de América en su totalidad también sufrieron esta suerte de estigmatizaciones y violencias. No obstante, hay que tener en cuenta que fueron los africanos y sus descendientes quienes a diferencia de los aborígenes americanos mantuvieron, a lo largo de todo el periodo colonial y hasta la abolición definitiva de la esclavitud en 1851, la calidad de objetos y no de sujetos respecto a la ley, fuera ésta imperial o republicana. Así pues, en el caso de los pueblos africanos podríamos afirmar que la episteme de la diferencia se ancló no sólo en un conjunto de prácticas deshumanizantes como castigos físicos y trabajos forzados, maltratos y extirpación de sus prácticas y creencias, lote común de todos los colonizados, sino que también se ancló en las leyes y por ende en las instituciones del Estado. Desde las universales Leyes de Indias que los definían como cosas y mercancías hasta las particulares de los Códigos Negros que se debatían en una compleja querella pues, para que muchas de las sentencias emanadas de los códigos fueran aplicables, era necesario reconocer al reo su calidad de humano. ¿Sino cómo por ejemplo se podían juzgar delitos contra la fe? Así también la aplicación de castigos por delitos propios del cimarronaje, por ejemplo, los cuales implicaban iniciativa personal del reo. En tales casos los jueces interpretaban la norma particular a partir de la ética general que los cosificaba y demonizaba. De este modo, el sujeto acusado desaparecía bajo la tercera persona del singular en las actas notariales, judiciales, inquisitoriales u otras. Durante más de tres siglos mantuvieron el estatus de objetos o cosas, y no el de sujetos dentro del sistema jurídico monárquico imperial. Por su parte, los aborígenes colombianos, como bien se puede constar en la legislación, adquirieron el carácter de sujetos de la corona, aspecto que marca una diferencia sustancial cuando se tiene la intención de avanzar en el debate sobre la historia de las políticas de la diferencia en nuestro país. 14. L a

modernidad negrera euro - afro - americana y la difusión del etiopismo en la

E uropa moderna Discriminar es separar, diferenciar. De manera general, la sociedad colonial no fue otra cosa. La legislación en su totalidad estaba anclada en un principio universal diferencialista basado en la limpieza de sangre y aderezado con las nuevas confrontaciones de la diferencia, que se multiplicaban al ritmo que la navegación marítima y sus adelantos, los cuales permitían explorar nuevos y recónditos lugares del globo. Mientras más “otros” distintos y sub-humanos eran identificados por los europeos, más se fortalecía el fundamento de la sociedad de castas. Ésta tuvo en América una expresión marcadamente ibérica y católica, cuya obsesión por mantener la distancia respecto al

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“otro” mediante el establecimiento de claras fronteras de diferenciaciación era proporcional a la angustiante idea de no poder probar la limpieza de sangre en un mundo en construcción donde la mezcla había sido la tradición, tanto en España misma como en sus reinos de ultramar. España diferenció ciertamente, y la invasión almorávide y su presencia política, territorial, económica y cultural no son un asunto menor en su aprendizaje histórico y puesta en marcha de políticas de la diferencia. Las castas y la legislación que le fue inherente contienen la semilla de la información que podría indicarnos el camino de la génesis del racismo institucional de corte hispanoamericano. Las castas y su estudio en esta perspectiva serían, sin duda, el indicador más preciado para comprender la naturaleza y dinámica jurídico-institucional de la inferiorización estatal y de los antecedentes de las dinámicas de exclusión en nuestro país. La inferiorización de los otros diferentes a los europeos ha sido sin duda una constante en la larga historia de consolidación y afirmación de la Europa cristiana, por lo menos desde el inicio de la modernidad trasatlántica. En el contexto de los estudios americanistas existe la convención tácita según la cual la modernidad, históricamente, se iniciaría en 1492 con el descubrimiento de América. No obstante, esta fecha representa apenas una de las rutas de la modernidad instaurada con la primera expansión europea. Once años antes, en 1481, Enrique el Navegante, rey de Portugal, tenía ya entre sus manos resultados concretos de las exploraciones ultramarinas de las costas del África occidental que él mismo había financiado, y cuyos datos habían sido obtenidos mediante la observación directa y objetiva. Dichas informaciones sirvieron para la elaboración de los portulanos que realizó la Escuela de las Azores, destacada empresa geográfica y cartográfica. Así pues, el conocimiento de las costas occidentales de África, su descripción y su sistematización cartográfica es un acontecimiento histórico que antecede, por lo menos en una década, al descubrimiento del Nuevo Mundo insular y continental. Al señalar esta precisión cronológica pretendo llamar la atención sobre varios aspectos: el primero de ellos tiene que ver con la urgencia de resituar nuestras reflexiones históricas sobre la modernidad en un marco cronológico y geográfico más amplio, el de las dinámicas de expansión colonial europea del Antiguo Régimen, sin lo cual quedaría reducido el marco de interpretación geo-política de las poblaciones en tiempos del Imperio. Tales dinámicas delinean por lo menos tres rutas básicas: la ruta africana, la ruta asiática y la ruta americana, siendo la del Nuevo Mundo la última en llevarse a cabo, y por lo tanto la receptora y de alguna manera sintética de los aprendizajes, conocimientos y formas de gobierno elaborados por los europeos respecto a los “otros” antes de su llegada a América. El segundo aspecto está en relación directa con el anterior en la medida en que es imprescindible no perder de vista el hecho que

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la “experiencia europea en África”, liderada por los portugueses desde las dos últimas décadas del siglo XV, produjo un archivo considerable de informaciones muy sofisticadas sobre ese continente y sobre sus culturas. 15. L a imprenta , los gabinetes de curiosidades y la ruta africana del archivo etiópico La imprenta jugó un papel decisivo en la difusión de los conocimientos producidos mediante la observación directa. Zurara41 y Diogo Gomes, entre los portugueses, publicarán antes de finalizar el quattrocento obras singulares como Cronica da Guinea42. Poco más tarde Filippo Pigafetta publicará su famosa obra titulada Descripción del Antiguo Reino del Kongo y sus zonas aledañas43. Por lo tanto, es plausible afirmar que el primer archivo de inferiorización referente a los africanos y sus descendientes se constituye en esta primera modernidad y dentro de un orden cronológico que debe tener en cuenta que las relaciones de Europa con África y el universo de representaciones que de ese contacto se produjo antecedieron las relaciones que los europeos entretuvieron con los Aethiops en América. De ahí que las tentativas de estudiar las políticas de la diferencia, no sólo en Colombia, sino en la América luso-hispana en general deban tener en cuenta la relación triangular y las conexiones históricas que se establecieron entre Europa, África y América, y que constituyen la primera modernidad en lo que respecta los discursos y prácticas respecto a la alteridad. Desde la década de los ochenta del siglo XV, los portugueses en particular habían explorado tanto las costas africanas occidentales y sus geografías, como las posibles alternativas para establecer redes mercantiles con los jefes africanos situados especialmente en las zonas de litoral. No obstante las múltiples tentativas que tendían a dar prioridad a la extracción y exportación de los metales, el resultado no fue satisfactorio para los aventurados europeos. Los africanos mantuvieron el control de las riquezas del subsuelo y de muchas otras. Sin embargo, interesados en el tráfico comercial optaron por el intercambio de seres humanos por materias primas y productos manufacturados procedentes de Europa. 41. Gomes Eanes de Zurara (1410-1474) De este modo, desde finales del siglo XV por lo menos, Europa fue conservador de la Biblioteca real en general, pero de manera especial los lusitanos contaban ya con de Portugal. Su obra más importante fue Crónica do descubrimento e conquista una “experiencia africana” sistematizada en textos escritos, icoda Guinea publicada en 1451. nografías y cartografías sofisticadas, los cuales se nutrían gracias 42. Avelino Texeira da Motta, “Diogo a la experiencia comercial, cultural y política que surgía de los Gomes, Primeiro Grande Explorador do Gâmbia (1456)”. En Actas da 2ª contactos transatlánticos puestos en marcha con África bajo el ausConferência Internacional dos Africanistas picio del rey Enrique de Portugal, de sobrenombre el Navegante. Y Ocidentais (Lisboa, 1950), 309-317. mientras los portugueses viajaban y publicaban sus experiencias 43. Filippo Pigafetta (1533-1604), A Report y conocimientos de ultramar, los holandeses desarrollarían desde of the Kingdom of Congo, and of the Surrounding Countries, Drawn Out of the Writings and Discourses of the Portuguese, Duarte Lopez (Londres : J. Murray, 1881).

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principios del XVII una amplia empresa editorial y de producción literaria sobre África y otras partes del mundo. 16. J acob V an M eurs , O lfert D apper y la empresa editorial africanista de los P aíses B ajos en la segunda mitad del siglo XVII Olfert Dapper va a ser uno de los más insignes y destacados escritores y difusores de conocimiento sobre los pueblos del África occidental involucrados ya en la trata negrera. Dapper nació en Ámsterdam al parecer en 1635. Hijo de una familia modesta, hizo estudios de medicina en la Universidad de Utrecht. Se presume que nunca viajó fuera de los Países Bajos en donde murió en el año de 1689. En menos de 25 años publicó diez libros entre los cuales ocho se presentan in folio, de más de 500 páginas cada uno y con numerosas y lujosas ilustraciones. A la edad de treinta años se consagró a los estudios geográficos que lo ocuparon hasta el fin de su vida. Desde muy joven participó activamente en un importantísimo movimiento editorial que tuvo lugar en Ámsterdam y que se extendió a lo largo de un cuarto de siglo con estudios análogos a los africanistas publicados por Nieuhof sobre China (1665), las Indias orientales y el Brasil (1682). Luego Montanus publicó en 1669 y en 1671 sus estudios sobre el Japón y el Nuevo Mundo; Baldeus escribió y publicó sus libros sobre la India y Ceilán en 1672; y Dapper, a diferencia de los anteriores, se lanzó en una empresa de mayor envergadura, pues abordó tanto a África (1668) como a la China (1670), el norte de la India, Persia y Georgia (1672), Siria y Palestina (1677), Arabia (1680) y la península y el archipiélago griegos (1688). Hoy en día su libro más conocido es la Descripción de África y en segundo lugar vienen sus obras sobre China y Medio Oriente44. Aparte de las traducciones de Digby y de Heródoto y de sus dos últimos libros, todo lo que Dapper escribió fue publicado por el librero-grabador Jacob Van Meurs, quien nació en Arnhem en 1617 ó 1618 y estableció en Ámsterdam su taller. Este librero ilustró y publicó igualmente otras obras que tienen por objeto la descripción de diversas partes del mundo extra-europeo. La primera experiencia editorial exitosa tuvo lugar en 1665 con la disertación histórica de Johan Nieuhof sobre la Embajada de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales en China. Al parecer es este gran éxito editorial el que motivará a Van Meurs y a Dapper a llevar a cabo la edición in folio ilustrada de los estudios consagrados a África y a Asia. Van Meurs editó además China monumentis illustrata d´Athanasius Kircher (1667), los libros de Arnoldus Montanus sobre el Japón y el Nuevo Mundo (1669-1671) y en colaboración con el impresor Van Someren, las crónicas de viaje de Johan Struys y Willem Schouten. 44. Adam Jones, “Olfert Dapper et sa description de l´Afrique”, en Objets Interdits (París, Fondation Dapper, 1989), 73.

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Después de la muerte de Van Meurs en 1679, la empresa editorial fue retomada por su viuda Annetje Goelet, quien editó otros textos de Johan Nieuhof sobre el Brasil y sobre las Indias orientales y occidentales en un mismo volumen (1682). No se sabe con precisión la fecha en la cual esta casa editorial cesó sus actividades. Pero para mediados de 1680 otros cuatro libreros de Ámsterdam, Abraham Wolfang, Johannes Janssonius Van Waesberge, Hendrik Boom y Johan Van Someren se agruparon para realizar las publicaciones sobre los países extranjeros. Los dos últimos libros de Dapper aparecieron en 1688 y su sobrina Metta Dapper, quien se ocupó de su tío Olfert durante los últimos ocho años de su vida, señaló en sus memorias haberlo escuchado deplorar muchas veces el poco dinero que recibía en retribución por haberse dado tanto mal en escribir durante toda su vida. Dado el peso agobiante de los costos de producción de los libros in folio de Dapper suntuosamente ilustrados, Van Meurs en vida, decidió que era de todo su interés hacerlos traducir, o al menos vender las placas a otros impresores extranjeros. Así, Dapper verá las traducciones al alemán de seis de sus obras, todas ellas puestas en marcha por Van Meurs, su viuda o Johan Hoffman de Nuremberg, mientras que las versiones inglesas de tres de sus obras aparecieron en Londres y sola una de ellas, la Descripción de África, apareció en francés45. 17. L os gabinetes de curiosidades o el archivo iconográfico del etiopismo Esta tendencia europea a la sistematización editorial y a la difusión impresa de los conocimientos sobre los mundos “recién descubiertos” se acompaña de otra actividad no menos interesante que también da cuenta del interés de los europeos por conocer, sistematizar, diferenciar y clasificar las culturas extra-europeas. Se trata de los gabinetes de curiosidades, antecesores de los gabinetes de anticuarios o antigüedades. Durante el siglo XVII, nombres famosos como Van Dyck, Rembrandt o Velásquez figuran, entre muchos otros, como puntales de la estética europea. Sin embargo, allende la mar, África es el terreno de toda suerte de desafíos comerciales florecientes, cuyos beneficios recaen principalmente y de manera directa en manos de portugueses y holandeses. Así, mercaderes, viajeros, comerciantes, misioneros y capitanes de navío tuvieron la posibilidad de obtener ciertos objetos autóctonos. Ezio Basanni se ha dado a la tarea de levantar la lista de esos objetos en las colecciones europeas del siglo XVII. Este estudio permite conocer las características generales que orientaron la escogencia de los “occidentales”, entre las cuales se pueden constatar, por ejemplo, que el material de la pieza fuera noble: marfil, cobre, rafia finamente trenzada o piel de mantarraya. En ese periodo, la madera dada su condición de perecedera, entre otras razones, no fue muy apreciada como soporte escultural, contrariamente a lo que sucederá en el siglo XVIII y sobre todo en el XIX. 45. Adam Jones, “Olfert Dapper”, 74-75. hist. crit.

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La función que orientó la selección europea fue estrictamente utilitaria, excluyendo en este periodo los objetos propiamente rituales, los cuales, impregnados de brujería y hechicería, debían ser condenados a las llamas. Así, los tejidos, las armas que combinaban metal y madera esculpida gozaron de un enorme prestigio dado sus atributos de poder y su corte decorativo. Los marfiles preciosos figuran entre los más apetecidos. Según estos criterios generales, el amateur coleccionista combinaba en su gabinete cuadros y esculturas antiguas con toda suerte de objetos curiosos y rarezas, como objetos exóticos procedentes de indígenas americanos o africanos fabricados por el ser humano, y casi siempre escogidos en primer lugar según el criterio de nobleza del material. La evocación de estos gabinetes y sus objetos permite comprender la manera como los europeos lograron controlar y medir los límites soportables de la “extranjeridad” dentro de sus vidas cotidianas, extranjeridad y extrañeza que siempre les fue y ha sido atractiva. Así la intronización posible de esos objetos lejanos se realizó a partir de la riqueza de sus materiales, la finura de sus decoraciones y la neutralidad de su uso en los nuevos contextos. El último de estos criterios explica por qué algunos objetos como las esculturas en madera fueron dejadas de lado en las colecciones de los gabinetes de curiosidades del siglo XVII. Moldeadas en la más profunda densidad espiritual, de esos objetos emana tal fuerza cultual, que las creencias católicas occidentales no debían acordarse con tales resonancias por razones del imperialismo religioso, que por demás condenaba toda suerte de supersticiones y actividades llamadas de idolatría. Apartando así de sí y de sus entornos cotidianos todas aquellas representaciones próximas a la demonialidad46. Producción literaria, empresas editoriales y gabinetes de curiosidades son por lo menos tres de las actividades que garantizaron la sistematización y divulgación de la experiencia africana europea, la cual atravesó el océano y llegó a América. Ningún estudio se ha realizado en nuestro medio sobre la iconografía africana de los siglos XVI, XVII y XVIII, y menos aún sobre el impacto que este tipo de conocimiento europeo hubiera podido tener en la extirpación de los objetos rituales o profanos producidos por los africanos o sus descendientes en los primeros años de su deportación. No me cabe duda que un estudio de tal naturaleza aportaría elementos sin par para comprender por qué los museos nacionales, regionales y locales de Colombia y de América Latina en general no han elaborado aún los respectivos catálogos basados en curadurías profesionales sobre las piezas y objetos que reposan en sus depósitos, y sobre los cuales ya existe un censo preliminar. La omisión de estas tareas de catalogación y registro de bienes muebles propia de la museología constituye un capítulo adicional de las políticas de la diferencia en nuestro país y en América Latina, sobre las cuales estamos en mora de realizar investigaciones que vinculen el problema de la museología con la exclusión simbólica. 46. Laurence Husson, “De la curiosité à l´art”, en Objets Interdits, 13-17 y 73. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 218-245


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C onclusión Racismo institucional, violencia y políticas públicas culturales son tres conceptos complejos que denotan problemas de sociedad y nuevos campos de investigación histórica. No obstante la envergadura ética que tal temática supone, resulta imprescindible dar mayor profundidad histórica a los debates relacionados con las políticas de la memoria puestas en marcha por el Estado colombiano. Como hemos tratado de demostrar, tanto el etiopismo como el negrismo divulgados ampliamente mediante textos escritos escolásticos, producciones científicas y elaboraciones museológicas en Europa y América, han desbordado el campo propio de la literatura y de la estética, inspirando las políticas educativas y culturales colombianas en un espectro de muy larga duración. El estudio histórico de este complejo archivo de inferiorización estatal referido a los descendientes de la gente africana en Colombia y América Latina está en ciernes. Sin embargo, su concreción en el campo legislativo representa formas de violencia simbólica y de exclusión que ameritan ser incorporadas en los estudios generales de la violencia en nuestro país. Como señalé en la nota introductoria, la cultura tanto como las ciudadanías identitarias se han convertido en recurso en la era global; recurso para el mejoramiento de la calidad de vida de los actores sociales y recurso para la integración regional de los países de la región. Sin embargo, la persistencia de los arquetipos inferiorizantes y discriminatorios heredados de las prácticas estatales coloniales y republicanas respecto a los “otros”, sean estos aborígenes americanos o descendientes de africanos, constituyen aún hoy el zócalo sobre el cual se anclan desigualdades persistentes tales como la pobreza y las inequidades relacionadas con el acceso a la educación y al empleo. Por lo tanto, urge realizar trabajos de investigación histórica sobre las instituciones del Estado que se han ocupado de la educación y la cultura en Colombia, con el fin de conocer la naturaleza específica de las formas de exclusión y discriminación que de ellas han emanado y los efectos sociales y políticos de las leyes producidas en su seno. El conocimiento histórico riguroso, ético y sistemático de estos asuntos aportará elementos muy valiosos al debate de la diversidad cultural y sobre todo a la desactivación de las formas de discriminación cultural y racial plasmadas en las políticas culturales y educativas.

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La noción de historicismo americano y el estudio de las culturas escritas americanas

La noción de historicismo americano y el estudio de las culturas escritas americanas

The Notion of American Historicism and the Study of American Written Cultures

Resumen

Abstract

Presento la noción de historicismo americano como

I introduce the notion of American historicism

útil para el estudio de la cultura escrita en las

as a tool to study written culture in the four

cuatro principales tradiciones escritas americanas:

principal American traditions of letters: Hispanic

la hispanoamericana, la brasilera, la haitiana y la

American, Brazilian, Haitian, and North American.

norteamericana. Llamo la atención hacia la riqueza

I call attention to the rich collection of writing

escrita sobre las repúblicas americanas. La historia

on the American republics. History was the

fue el género preponderante en las bibliotecas

predominant genre in republican libraries and

republicanas y el logro máximo de representación

the apogee of written representation in the first

escrita en las primeras décadas de existencia

century following independence. I discuss the

independiente. Argumento a favor de la colección

need to carry out research-oriented collections

de estas obras y de su consideración en la historia

of American histories and argue for their critical

de la cultura escrita americana. Esta colección de

study today. These republican histories still have

historias republicanas aún no ha sido estudiada en

not been studied in terms of their communalities:

lo que tiene de común: la necesidad compartida

the shared need throughout the continent to

en todo el continente de narrar, describir, comentar

narrate, describe, comment, and legitimate

y legitimar las nuevas repúblicas americanas.

the new American republics. Only by critically

Únicamente el estudio crítico de las bibliotecas

studying republican libraries will we be able

republicanas hará posible que nos apropiemos

to appropriate the rich traditions of American

de las ricas tradiciones escritas americanas. Y

writing. And only then will we have achieved a

sólo entonces habremos llegado a ese estado de

state of culture that has enough confidence to

una cultura escrita en que ella tiene la seguridad

cite itself.

suficiente para citarse a sí misma.

Palabras

Key Words

c l av e

Historias republicanas americanas, historiografías

Republican-American Histories, Historiography, North

norteamericanas, brasilera, haitiana e

America, Brazil, Haiti, Hispanic America, Written

hispanoamericanas, cultura escrita, tradiciones

Culture, Republican Traditions, American Historicism.

republicanas, historicismo americano.

Sergio Mejía Macía

Biólogo de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Maestría en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y Doctor en Historia de la Universidad de Warwick, Reino Unido. Profesor Asistente del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Actualmente tramita en Colciencias el reconocimiento de su grupo de investigación, llamado Escritura e historicismo en Colombia y América. Su trabajo investigativo se concentra en la historia de la historia y en la historia de la cultura escrita en Colombia y en América en general. Ha escrito dos libros sobre historias republicanas colombianas del siglo XIX: La Revolución en Letras. La Historia de la Revolución de José Manuel Restrepo (1781-1863) (Bogotá: Universidad de los Andes, Universidad EAFIT, 2007) y El Pasado como Refugio y Esperanza. La Historia Eclesiástica y Civil de José Manuel Groot (1800-1878) (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo - Universidad de los Andes, CESO, [2009?]). smejia@uniandes.edu.co

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Sergio Mejía Macía

La noción de historicismo americano y el estudio de las culturas escritas americanasc

1. H istorias republicanas En este breve artículo quiero presentar una noción útil para el estudio de la cultura escrita americana, desde la Argentina hasta Canadá, y que además reviste interés en sí misma. Me refiero a la noción de historicismo americano que, en estos términos, no ha sido utilizada en los estudios históricos ni en la crítica literaria de las cuatro principales tradiciones escritas del continente: la hispanoamericana, la brasilera, la haitiana y la norteamericana, a las que debe agregarse la pluralidad de las literaturas y las historiografías antillanas. Todos estos ámbitos americanos de escritura -con la excepción de los que hoy permanecen como territorios franceses de ultramar y Puerto Rico- tienen en común el haber alcanzado la autonomía política luego de haber hecho parte, durante siglos, de imperios coloniales europeos y el haber sido ordenados políticamente, más temprano o más tarde, como repúblicas. Desde 1776, en todas ellas, han madurado tradiciones escritas en las que se narra, describe y defiende la república, por regla general en la forma de historias monumentales. Antes de proseguir, es necesario sostener por qué este tema, a primera vista de puro interés erudito, es relevante hoy. Dos pasos toma esta explicación. El primero se resume en el hecho de que en la mayor parte de las repúblicas americanas la historia ha sido y sigue siendo el género matriz de representación. Es decir, de comunicación masiva de todo aquello que se quiere decir con las voces “Colombia”, “Haití”, “Estados Unidos” o “Trinidad”. Aún hoy, las definiciones más sistemáticas de estas palabras ocupan volúmenes enteros y se encuentran en las historias republicanas que conforman la colección que llamo historicismo americano. No existe hoy explicación comparablemente divulgada y compartida de lo que se quiere decir con la voz “Colombia” que aquello que, en cerca de 3.000 páginas, c expuso, muy a su manera, José Manuel Restrepo en su Historia de Este artículo es un avance de la

investigación que el autor está adelantando sobre la noción de historicismo americano.

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la revolución de Colombia. En segundo lugar, es un hecho que estos países, incluidos los norteamericanos, adolecen aún hoy de inseguridad en las definiciones de sí mismos, lo que resulta evidente cuando escritores y estudiosos deben recurrir a tradiciones escritas europeas a la hora de citar a sus predecesores más significativos. Ambas afirmaciones requieren de una breve explicación. Las historias republicanas logradas luego de las sucesivas independencias de los países americanos adquirieron lo que ninguna otra obra o escuela ha logrado desde entonces: el estatus canónico de autoridades. En ello radica justamente el hecho de que hayan sido erigidas como las representaciones idóneas de las repúblicas americanas, y se hayan erigido luego en textos matrices de una pluralidad de tradiciones, géneros y prácticas cívicas, desde la literatura hasta la escuela. En tanto que discursos narrativos sobre las repúblicas, todas estas obras han sido superadas a medida que maduran las ciencias sociales analíticas, y sin embargo no han sido reemplazadas como textos fuente que informan indirectamente los contenidos escolares y la difusión de la memoria en los medios masivos de comunicación. Por otra parte, la persistencia de las historias republicanas en la cultura escrita americana ha ocurrido de manera soterrada. En Colombia, por ejemplo, escuelas y editoriales repiten visiones esquemáticas del grito de independencia, las luchas entre federalistas y centralistas, la reconquista española, las campañas bolivarianas, la Batalla de Boyacá, el Congreso de Cúcuta y la disolución de Colombia sin mencionar a José Manuel Restrepo, quien por primera vez y de la manera más sistemática insertó estos hitos históricos en una narración monumental. El resultado de estos argumentos sin autor es que sus versiones canónicas adquieren una cierta resonancia metafísica. La Batalla de Boyacá no es un tema de debate sino una verdad anónima. En tales condiciones se hace imposible un debate racional y tolerante sobre la república, sus épocas y sus temas. Lo sorprendente de esto, a la luz de debates como el promovido por Germán Colmenares en 1987 -en Las convenciones contra la cultura1-, es que no es la intervención de José Manuel Restrepo con su Historia de la revolución la que actúa como una prisión historiográfica, sino la falta de su apropiación crítica por parte de los colombianos de generaciones sucesivas. En último término, fue sobre esta necesidad que Colmenares llamó la atención. La versión de Restrepo debería ser citable, debatible y superada, pero esto no es posible si ella persiste de manera fantasmal, aparentemente anónima y, por lo tanto, toma visos de “natural”. Las historias republicanas deben ser puestas al descubierto, denunciadas si es el caso, pero sobre todo utilizadas y citadas como hitos interpretativos republicanos propios de su tiempo. Hoy ellas conforman un precedente de interpretación, frecuentemente más 1. Germán Colmenares, Las convenciones pertinente que algunas referencias “teóricas” inconexas. Llama contra la cultura – Ensayos de historiografía hispanoamericana del siglo XIX (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1987).

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mucho la atención, por ejemplo, que en un artículo titulado “Balance de la historia cultural en Centroamérica”, presentado en el VII Congreso Centroamericano de Historia celebrado en Tegucigalpa, en julio del 2004, la organizadora de la mesa sobre Historia Cultural sostenga que “la discusión recién se inicia” y proceda a explicar sumariamente las contribuciones generales a la disciplina realizadas por Jacques LeGoff, Roger Chartier y Peter Burke2. Se entiende que la ponente no restringe la historia cultural a la historia de la cultura escrita, pero aun así está fuera de lugar la ignorancia de las tradiciones locales de interpretación. Esto sólo puede ser defendible si se está convencido -como lo estaba Germán Colmenares- de que las historias republicanas no eran más que “convenciones contra la cultura”, idea a la que me opuse en otro artículo3. Colmenares se preguntó si era posible que hoy, como ciudadanos, nos identificáramos con los contenidos de las historias republicanas del siglo XIX4. Su respuesta fue que hacerlo condenaría “todo análisis histórico fundado en las ciencias sociales a la ineficacia”. Esto ciertamente sucedería si permitiéramos que las historias republicanas permanecieran intactas como formas de interpretación, y que ellas impidieran la elaboración de nuevas5. Pero existe una manera menos agónica de proceder que consiste en la superación de formas anteriores de interpretación por la vía de su comprensión y debate, no de su rechazo. En último término, sólo hablo de una cosa: nuestra capacidad, a la que frecuentemente hemos renunciado, de citarnos a nosotros mismos. Nuestras tradiciones escritas de interpretación son ricas y complejas. En ellas jugaron un papel central las historias republicanas, en tiempos en 2. Patricia Vega Jiménez, “Balance de la Historia Cultural en Centro América”, que no existían las herramientas de las ciencias sociales. Lo que en Diálogos – Revista Electrónica de está en juego es el gran provecho que se obtiene de la seguridad en Historia 6:2 (agosto 2005 - Febrero 2006): 40-51. sí mismo, y en la posibilidad de ser un referente de sí mismo. El his3. Sergio Mejía, “¿Qué Hacer con las toricismo americano no nos provee con interpretaciones vigentes, Historias Latinoamericanas del siglo sino con referentes propios de citación. XIX? A la memoria del historiador 2. C olección de historias En el estado actual de la discusión sobre las historias republicanas americanas y su importancia en la cultura escrita de los diferentes países del continente, es recomendable empezar desde lo concreto y no desde lo más general o abstracto. La razón es simple: es posible que en un país como México el nivel de la discusión historiográfica haya sido llevado a un nivel de sofisticación elevado y que se cuente ya con los análisis de Enrique Florescano, de los autores reunidos por Juan A. Ortega y Medina y Rosa Camelo en los

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Germán Colmenares”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 34 (2007): 425-458.

4. Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura, 202. 5. Esto fue justamente lo que Colmenares temió y denunció en un artículo de 1986, precedente de Las convenciones contra la cultura; ver: Germán Colmenares, “La Historia de la Revolución de José Manuel Restrepo: Una Prisión Historiográfica”, en La Independencia: Ensayos de Historia Social (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, Subdirección de Comunicaciones Culturales, 1986).


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dos volúmenes de Historiografía Mexicana, publicados entre 1996 y 1997, o de las monografías de Roberto Castelán Rueda sobre el Cuadro histórico de Carlos María Bustamante y Evelia Trejo sobre el Ensayo histórico de Lorenzo Zavala6. Sin embargo, una cosa es el historicismo mexicano y otra el historicismo americano: son bien diferentes sus términos y relevancia, pues la sofisticación de la discusión historiográfica mexicana es totalmente ciega al hecho de que con sus escritos sobre la república costarricense, Ricardo Fernández Guardia (Alajuela, 1867 - San José, 1950) aspiró a lo mismo que Servando Teresa de Mier, Carlos Bustamante o Lucas Alamán, esto es, a describir y narrar el advenimiento de su propia república y a proveer a sus conciudadanos de un relato común y aceptable. No existe hoy una idea general e in6. Enrique Florescano, Memoria mexicana (México: Joaquín Moritz, 1987); e teresante que denote y abstraiga lo que tienen en común las historias Historia de las historias de la nación republicanas americanas. Es necesario empezar por disponerlas para mexicana (México: Taurus, 2002); Juan A. Ortega Medina y Rosa la observación y ulterior comentario. Es decir, es necesario empezar Carmelo, coordinadores, Historiografía por coleccionarlas. Mexicana, cuatro volúmenes, dos de ellos pertinentes para el estudio de Las historias republicanas panameñas, costarricenses, nicaralas historias republicanas: volumen güenses, salvadoreñas y hondureñas son obras menores de la talla III, Virginia Guedea, coordinadora, El surgimiento de la historiografía nacional de los Apuntamientos históricos (1801-1840), de Mariano Arosemena, (México: UNAM, 1986), y volumen IV, inédita en su totalidad hasta 19497; La Independencia. Historia de Costa Antonia Pi-Suñer Llorens, En busca de un discurso integrador de la nación, 1848Rica, de Ricardo Fernández Guardia, publicada en 19288; la Revista 1884 (México: UNAM, 1987); Roberto política sobre la historia de la revolución de Nicaragua – Defensa de la adCastelán Rueda, La fuerza de la palabra impresa – Carlos María Bustamante y ministración del ex-director don José León Sandoval, de Pedro Francisco el discurso de la modernidad (México: de la Rocha, de 18479; los Apuntes para la historia de Honduras, de FCE, 1997); Evelia Trejo, Los límites del discurso – Lorenzo de Zavala, su “Ensayo Robustiano Vera, de 189910; y los Apuntamientos sobre la topografía histórico” y la cuestión religiosa en física de la República de El Salvador, de David J. Guzmán, publicado México (México: FCE, 2001). en 188311. Ninguna de ellas es una obra monumental. Por su par7. Mariano Arosemena, Apuntamientos te, en Guatemala se escribieron, publicaron y circularon desde históricos (1801-1840) (Panamá: Biblioteca de Autores Panameños, fecha temprana obras monumentales que engañan por su título: Publicaciones del Ministerio de las Memorias para la Historia de la Revolución de Centroamérica, de Educación, 1949); la obra fue publicada parcialmente como folleto en 1868, Manuel Montúfar y Coronado, publicada en dos volúmenes en versión en la que la narración llegaba 1832; el Bosquejo Histórico de las Revoluciones de Centro América, de a 1821. El manuscrito completo llegó a manos de Ernesto J. Castillero, quien lo Alejandro Marure, en tres volúmenes, uno de ellos inédito, publieditó y publicó completo por primera cada en Guatemala en 1837; y la Reseña Histórica de Centro América, vez en 1949. de Lorenzo Montúfar, publicada en siete volúmenes en Guatemala 8. Ricardo Fernández Guardia, La Independencia y otros episodios (San José: entre 1878 y 1887. Vale decir que el horizonte de los apuntamientos Imprenta Trejos, 1928, 419 páginas). sobre El Salvador o Panamá, la revista de Nicaragua o los apuntes 9. Pedro Francisco de la Rocha, Revista sobre Honduras tienen como horizonte de representación aquello política sobre la historia de la Revolución de que dicen sus títulos: El Salvador, Panamá, Honduras o Nicaragua. Nicaragua y defensa de la administración del ex-director Don José León Sandoval (Granada: Imprenta de la Concepción, 1847, 72 páginas).

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En las obras sobre Guatemala los historiadores republicanos tienen en mente todo el horizonte de la antigua Capitanía General de Guatemala, que incluye a todos los países centroamericanos con la excepción de Panamá. En el caso de Panamá los Apuntamientos históricos de Mariano Arosemena fueron concebidos como una obra provincial circunscrita a la órbita de Colombia o, más precisamente, de Nueva Granada. Esto es, circunscrita a la tradición historiográfica transmitida como legado ineludible en la Historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo, cuyo horizonte de representación incluye las actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. La obra de Restrepo es estudiada hoy como la historia republicana colombia10. Robustiano Vera, Apuntes para la historia de Honduras (Santiago de na (en sentido estricto) por excelencia, si bien buena parte de su Chile: Imprenta de El Correo, 1899, 316 contenido (batallas libradas en territorio venezolano), resultan páginas). ininteligibles e imposibles de ubicar para los actuales colombia11. David J. Guzmán, Apuntamientos sobre la topografía física de la República de El nos. En Venezuela se la considera importante obra de referencia Salvador (San Salvador: Tipografía El mas no propia, toda vez que en época temprana Rafael María Cometa, 1883, 525 páginas). Baralt logró escribir, publicar y hacer aceptar su Resumen histórico 12. Rafael María Baralt y Ramón Díaz, de Venezuela12, y en Ecuador las historias de Pedro Fermín Cevallos Resumen de la Historia de Venezuela (París: H.Fournier, 1841, dos volúmenes). y Federico González Suárez proveyeron a ese país con las certi13 13. Ver la nota 18. dumbres propias de escritores nacidos en lo que hoy es Ecuador . Cabe anotar que no existen historias de la Federación de los Andes, 14. Ricardo Levene, director, Historia de América (Buenos Aires: Editorial sueño de Bolívar que se reveló mayor a la fuerza de sus ejércitos, y Jackson, 1940, 14 volúmenes). que las historias de América Latina hasta la década de 1970 - por 15. Fabio Wasserman, Entre Clio y la Polis – no hablar de toda América- no son más que agregados de resúmeConocimiento histórico y representaciones del pasado en el Río de La Plata, 1830-1860 nes de las historiografías nacionales consolidadas en la segunda (Buenos Aires: Teseo, 2008). 14 mitad del siglo XIX . 16. Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano Si el caso colombiano es ilustrativo por exceso, el argentino lo es y de la Independencia Argentin (tercera por defecto, tal y como lo ilustra Fabio Wasserman15. Si bien fue un edición definitiva en Buenos Aires: Félix Lajouane editor, 1876, tres país relativamente rico a lo largo del siglo XIX y al que no le faltaron tomos; ediciones parciales de 1857 y universidades ni hombres de letras desde las últimas décadas del 1858); e Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana (segunda siglo XVIII, su primera historia republicana aceptable es bastante edición definitiva en Buenos Aires: tardía. Me refiero a la Historia de Belgrano y de la Independencia argenFélix Lajouane editor, 1890, cuatro tomos; primera edición parcial en tina, cuya primera edición aceptada como historia de la república 1887). Vicente Fidel López, Historia de 16 es de 1876 . Wasserman explica en su tesis doctoral que la dificulla República Argentina – Su Origen, su Revolución y su Desarrollo Político hasta tad que enfrentaron intelectuales platenses anteriores a Mitre fue 1852 (edición definitiva en Buenos la imposibilidad de predecir los contornos de una república viable Aires: Roldán, 1916, 10 volúmenes); existe una edición anterior, parcial, a partir de las antiguas provincias del Plata, a las que una cédutitulada La Revolución Argentina – Su la real había sumado en 1776 la totalidad del Alto Perú. A ningún Origen, sus Guerras y su Desarrollo Político hasta 1830 (Buenos Aires: Imprenta de Mayo, 1881, cuatro volúmenes).

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republicano del siglo XIX ni posterior se le ha ocurrido escribir una historia que incluya las gestas, tribulaciones y fracasos del conjunto de países que hoy llamamos Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, aquellos que fueron reunidos por orden de Carlos III en 1776 bajo la jurisdicción del Virreinato de las Provincias del Plata. Perplejos, los escritores del Sur, desde Juan María Gutiérrez hasta Juan Bautista Alberdi, no supieron cómo escribir una historia coherente de este complejo administrativo hasta que los gobiernos sucesivos de Rivadavia, Rosas y el mismo Mitre definieron sus contornos posibles, con exclusión de Bolivia, Paraguay y Uruguay. En la Historia de Belgrano, una cierta Argentina tomaba forma, y su autor la describía atento al proceso que efectivamente condujo a un orden político federal. La producción de historias republicanas satisfactorias supuso en cada país la sucesión y progresión de diversas obras, autores y géneros de escritura dedicados a la descripción y narración de los nuevos órdenes políticos. Este proceso permitió acumular en cada país bibliotecas republicanas. En la juventud de estas tradiciones republicanas americanas el logro más satisfactorio y el más persistente fue la historia monumental. Así fue desde Canadá hasta la Argentina, pasando por Haití y el Brasil. Lo común es que cada república cuente con una o varias historias republicanas aceptadas como obras que gozan de autoridad. Con la noción de historicismo americano me refiero, pues, a una biblioteca de historias republicanas que comandan autoridad en su país. La mayor parte de las obras en esta colección lleva pie de imprenta del siglo XIX; otras, las de las “repúblicas tardías”, han logrado sus propias historias en el siglo XX; unas más no lo han hecho aún, sea porque siguen siendo territorios de ultramar o porque sus intelectuales aún no finiquitan el proceso de escribir, publicar y convencer con historias republicanas de sus países. Limitaciones de número en los contingentes de escritores en ciudades periféricas -algunas de las cuales carecieron de universidades y colegios hasta ya entrado el siglo XX- y el hecho de que algunas repúblicas actuales se conformaron a partir de provincias de repúblicas mayores, explican que no todas cuenten con historias monumentales, sino apenas con apuntamientos, bosquejos o resúmenes. En algunos países estas obras han sido estudiadas y comentadas hasta la sofisticación; en otros, ellas han sido poco discutidas; en todos, ellas son poco conocidas de manera directa por el público en general, si bien sus contenidos simplificados han tenido una difusión generalizada en el sistema educativo básico. En lo que queda de esta sección hago una descripción general de estas obras, las distribuyo en cuatro tipos generales y presento su estudio como el de una colección bibliográfica. Es decir, discuto las historias republicanas americanas como una biblioteca que continúa en mora de ser reunida. Por lo general impresas en cuarto o en octavo, los contenidos de estas historias monumentales no caben en un volumen. Carlos María de Bustamante requirió de diez,

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Diego Barros Arana de diez y seis, Gustavo Adolpho de Varnhagen de cinco, José Manuel Restrepo de cuatro y Bartolomé Mitre de tres. Estas historias ocupan miles de páginas y millones de palabras. En su tiempo (la mayor parte fueron escritas y circularon en el siglo XIX), estas obras eran comúnmente vendidas sin sus pastas, y cada comprador debía pagar la encuadernación a su gusto. Hoy en día sobreviven los ejemplares encuadernados en pasta dura, con papel de mármol en la cubierta y con sus múltiples lomos llamativos en mejor o peor estado de conservación. Los ejemplares sin encuadernar son raros, pues aquellas resmas de papel difícilmente habrían sobrevivido sin la protección de pastas duras y el puesto que sus lomos les abrían en bibliotecas prestigiosas que han podido ser conservadas durante generaciones. Los cuatro volúmenes de la Historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (Besanzón, 1858) contienen 3.000 páginas y cerca de un millón de palabras. Las historias republicanas que han recibido mayor atención son aquellas cuyo tema es el de las revoluciones y guerras de independencia. Llevan la palabra revolución en el título, y el nombre de la república de que tratan. Ejemplos de este tipo de obras son la History of the Rise, Progress and Termination of the American Revolution [de los Estados Unidos] de Mercy Otis Warren (Boston, 1805), el Cuadro histórico de la revolución mexicana de Carlos María Bustamante (Londres, 1828), la Historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (primera edición en París, 1827; edición definitiva en Besanzón, 1858), y el Resumen de la historia de Venezuela desde al año de 1797 hasta el de 1830, de Rafael María Baralt y Ramón Díaz (París, 1841)17. Éste 17. Mercy Otis Warren, History of the Rise es el primer fondo en mi colección de historicismo americano, y su Progress and Termination of the American principal característica es que en él se reúnen las narraciones, disRevolution, interspersed with Biographical Political and Moral Observations cursos y legitimaciones más explícitos sobre las nuevas repúblicas (Boston: Manning and Loring, 1805, con énfasis en las revoluciones y guerras de independencia. tres volúmenes; el manuscrito fue terminado en 1788 y permaneció El segundo tipo de obras monumentales republicanas son las inédito 17 años). José Manuel historias generales, aquellas que incorporan el periodo colonial y Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia (primera la revolución de independencia, y en algunos casos se aventuran en edición parcial, correspondiente a la descripción del pasado prehispánico. Ejemplos de ellas son las la tercera parte de la obra definitiva en París: Dramard Baudry, 1827, 10 historias ecuatorianas, sucesión de dos títulos basados en un novolúmenes en dieciseisavo, 16 X 10.5 table precedente colonial: en 1870 Pedro Fermín Cevallos publicó cm.); segunda edición y definitiva con el título Historia de la revolución su Resumen de la historia del Ecuador, en diez volúmenes. Cevallos se de Colombia en la América Meridional basó en la Historia del Reino de Quito, del ex-jesuita Juan de Velasco (Besanzón, Francia: Imprenta de José Jacquin, 1858, cuatro volúmenes (1727 - 1792) para sustentar una defensa de largo aliento del reprien octavo, 19.5 X 12.5 cm.). Carlos mido movimiento revolucionario de 1809. En respuesta a Cevallos, María Bustamante, Cuadro Histórico de la Revolución Mejicana (Londres: R. el obispo de Ibarra, Federico González Suárez, publicó entre 1890 Ackermann, 1828, diez volúmenes). y 1903 su Historia general de la República del Ecuador18. También es Rafael María Baralt y Ramón Díaz,

Resumen de la historia de Venezuela desde el año de 1797 hasta el de 1830 (París: H. Fournier, 1841, dos volúmenes).

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18. Juan de Velasco (ex-jesuita), Historia del Reino de Quito en la América Meridional, primera edición póstuma en Quito, 1841-1844, tres volúmenes; el manuscrito fue dedicado por el autor en 1789; Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la historia del Ecuador (Lima: Imprenta del Estado, 1870, diez volúmenes); Federico González Suárez (obispo de Ibarra), Historia general de la República del Ecuador (Quito, Imprenta del Clero, 1890-1903, siete volúmenes). 19. Thomas Madiou, Histoire d’Haiti (Port au Prince: Imprimérie de Jh. Courtois, 1847, tres volúmenes); Francisco Adolfo de Varnhagen, Historia geral do Brazil, isto é do descobrimento, colonisação, legislação e desenvolvimento deste estado, hoje imperio independente (Rio de Janeiro: E. e H. Laemmert, 1854-1857, dos volúmenes); del mismo autor, Historia da independência do Brasil até ao reconhecimento pela antiga metropole (Rio de Janeiro: Imprensa Nacional, 1917, 598 páginas). 20. Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile (Santiago: Imprenta del Ferrocarril, 1854-1858, cuatro volúmenes); Historia General de Chile (Santiago: Rafael Jover Editor, 1884-1902, 16 volúmenes). 21. De la rica biblioteca republicana mexicana sobre temas prehispánicos, cabe mencionar el Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indígenas de México de Francisco Pimentel, segunda y definitiva edición (México: Tipografía de Isidoro Epstein, 1874), y de Manuel Orozco y Berra su Historia Antigua y de la Conquista de México (México: Tipografía de G. A. Esteava, 1880, cuatro volúmenes). 22. León Fernández Bonilla, compilador, Documentos para la historia de Costa Rica, volúmenes I-III (San José: Imprenta Nacional, 1883); volúmenes IV-V, titulados Documentos especiales sobre los límites de Costa Rica y Colombia (París: Imprenta P. DuPont, 1886); volúmenes VI-X (Barcelona: Imprenta Viuda de L. Tasso, 1907), colección editada por Ricardo Fernández Guardia, hijo del autor. 23. Constancio Franco Vargas, Compendio de la Historia de la Revolución de Colombia para el uso de las escuelas oficiales, publicado por entregas en el periódico El Maestro de Escuela, Bogotá, 1880-1881.

una historia general, y no únicamente de la independencia, la Histoire d’Haiti de Thomas Madiou, que cubre el periodo 14921827. En cuanto al Brasil, Francisco Adolfo de Varnhagen publicó su História Geral do Brasil entre 1854 y 1857 y su História da independência do Brasil salió a la luz póstumamente en 191719. La primera cubre el periodo colonial, desde 1500 hasta 1821, y la segunda trata la independencia. La historiografía chilena del siglo XIX, rica en intentos preliminares, también desembocó en una historia general monumental, publicada por Diego Barros Arana entre 1884 y 1902, que empieza con un discurso sobre los indígenas de Chile y termina con la sanción de la constitución de 1833. Barros Arana había publicado entre 1854 y 1858 una Historia general de la independencia de Chile en cuatro tomos20. En estas historiografías se logra la incorporación del pasado colonial -y en el caso excepcional de México, incluso del pasado prehispánico- al patrimonio histórico de la república21. El tercer fondo de mi biblioteca de historicismo americano está compuesto por obras menores escritas antes y después de las historias republicanas monumentales y canónicas. En la colección serial de estas obras puede estudiarse la progresión de géneros, autores y títulos que conforman tradiciones republicanas de escritura. Son frecuentes los casos en que a una historia republicana satisfactoria la anteceden volúmenes en que se editan papeles originales de archivo, como es la Colección de documentos para la historia de Costa Rica de León Fernández Bonilla22. Aún más frecuentes son los compendios o manuales derivados de historias republicanas canónicas, como es el caso del Compendio de la Historia de la Revolución de Colombia para el uso de las escuelas oficiales, del bogotano Constancio Franco Vargas23. En estos dos tipos de obras se aprecia claramente la intención de contribuir a la elaboración de una historia republicana satisfactoria cuando aún no se cuenta con ella o, cuando ya existe, de divulgarla para un público más amplio, por lo general reunido en la escuela. En este tercer fondo de mi biblioteca del historicismo americano la progresión serial resulta evidente, desde la recuperación erudita hasta la divulgación de ideas canónicas entre los ciudadanos más jóvenes de las repúblicas.

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El cuarto fondo de esta biblioteca consta de un abanico de obras temáticas que resultan posibles una vez que un historiador ha logrado escribir, publicar y hacer aceptar su versión del nacimiento republicano. Satisfechos con esa obra, los escritores posteriores pueden embarcarse en la escritura de historias de la literatura, la iglesia, las constituciones, el arte, las ciencias, etc. Recomiendo como idea rectora en la colección de este cuarto fondo la noción de bibliotecas republicanas. Los casos de México y Colombia son paradigmáticos, pues en ambos países se escribieron en fecha temprana obras históricas monumentales y satisfactorias, y se acumularon ricas bibliotecas republicanas cuyos autores, satisfechos con el trabajo de un predecesor, pudieron concentrarse en la documentación de instituciones, aspectos o temas de la vida republicana. En resumen, la colección de una biblioteca de historicismo americano puede empezar por la obra principal (monumental o no) de cada uno de los actuales países de América, desde Canadá hasta Chile. Esto es, la colección de todos los títulos comparables con la History of Canada de William Kingsford (Toronto, 1887-1898, diez volúmenes) y la Historia General de Chile de Diego Barros Arana (Santiago, 1884-1902, diez y seis volúmenes), sin excluir modestos logros periféricos como la Revista política sobre la historia de la revolución de Nicaragua de Pedro Francisco de la Rocha. Puede continuarse con la colección de obras menores en las que pueda estudiarse la intención de contribuir a una historia republicana imaginada y la convicción personal de no poder lograrla, tales como el Bosquejo de la República de Costa Rica seguido de Apuntes para su Historia, de Felipe Molina24. Es posible cerrar este ciclo con la consideración de los mejores manuales, compendios y resúmenes dedicados a la difusión de ideas contenidas en las grandes historias republicanas; me refiero a libros de pequeño formato y frecuentemente en forma de catecismos, como la Historia de Colombia Contada a los Niños, de José Joaquín Borda25. Hace falta diseñar un cuestionario que permita reunir las mejores obras clásicas americanas sobre diversos temas, desde las civilizaciones prehispánicas hasta las historias literarias, eclesiásticas, del arte y de la ciencia. A este respecto ninguna biblioteca del historicismo americano puede ignorar obras como la Descripción Histórica y Cronológica de las Dos Piedras, de Antonio de León y Gama (México, 1792), la Historia de la literatura de la Nueva Granada, de José María Vergara y Vergara (Bogotá, 1867), el Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indígenas de México de Francisco Pimentel (segunda y definitiva edición en México, Tipografía de Isidoro Epstein, 1874) ni The Canadian Canals del ingeniero e historiador William Kingsford (Toronto, 1865). 24. Felipe Molina, Bosquejo de la República No está de más afirmar que todas estas son obras citables, disde Costa Rica seguido de Apuntes para cutibles y provechosas, y que prescindir de ellas resulta demasiado su Historia, con varios mapas, revistas y retratos (Nueva Cork: Imprenta de S. W. costoso si queremos comprender hoy la importancia política que tuvo Benedict, 1851). y sigue teniendo la ingeniería en la integración política del Canadá

25. José Joaquín Borda, Historia de Colombia Contada a los Niños (Bogotá: Imprenta de El Mosaico, 1872).

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(piénsese por ejemplo en el megaproyecto energético Hydroquébec), la diversidad de las lenguas mexicanas, la historia de la literatura colombiana o, de manera más general, debatir las prioridades morales en los órdenes políticos de las republicas americanas hoy. Si ignoramos la historia de nuestra propia interpretación corremos riesgos de diversos tipos. Unos menores, como asentir bocabiertos ante nociones espurias sobre la cultura escrita americana que circulan, por ejemplo, en la prensa dominical francesa y son del tipo “Fernando Vallejo es un Céline suramericano”26. Otros mayores, como delegar la voz en la discusión de nuestros debates nacionales y regionales más acuciantes. Podríamos posponer nuestra propia voz ante temas tan serios como la originalidad de nuestros poetas o la administración de justicia a ejércitos enteros de narcotraficantes descuartizadores. M apa N o . 1: M apa

26. Jacques Fressard, en la carátula de: Fernando Vallejo, Los caminos de Roma (Bogotá: Alfaguara, 2004), segunda edición.

general de

A mérica

o

H emisferio O ccidental

Fuente: Mapa general de América o Hemisfério Occidental que contiene los nuevos descubrimientos y rectificaciones de los anteriores, por Don Tomás López, geógrafo de los dominios de Su Majestad y de varias academias [Impreso en Madrid, ca.1770].

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3. B ibliotecas , archivos y viajes Excelentes colecciones de historias americanas pueden encontrarse en no menos de media docena de grandes bibliotecas del mundo. La búsqueda de los Apuntes para la historia de Honduras de Robustiano Vera en catálogos en línea arroja los siguientes resultados: el libro existe en las bibliotecas nacional de México, nacional de Chile, nacional de la República Argentina, de la Universidad de Texas en Austin, en la del Congreso de los Estados Unidos, en la British Library, en la Bodleian Library de Oxford, en la nacional de Francia (BNF) y en la nacional de España (BNE), si bien en esta última no existen copias disponibles actualmente. El libro no se encuentra en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, en la University Library de Cambridge, en la Ambrosiana de Milán, en la Biblioteca Nacional de Brasil ni en los Library and Archives de Canadá. En principio, pues, es posible acceder a lo que propuse como los primeros dos fondos de mi biblioteca de historicismo americano (historias de las revoluciones y guerras de independencia e historias generales) en Santiago de Chile, México, Buenos Aires, Washington, Londres, Oxford, París y Madrid. En cuanto a las principales obras monumentales hispanoamericanas, no ya los Apuntes de Robustiano Vera sino aquellas que estudió Germán Colmenares en Las convenciones contra la cultura, ellas pueden leerse, si bien con limitaciones, en Bogotá, La Paz y Nueva York. En bibliotecas públicas de Bogotá no existen libros canadienses anteriores a 1911, y en ninguna biblioteca latinoamericana se encuentran los diez volúmenes de la History of Canada de William Kingsford (en la Biblioteca Nacional de Chile puede consultarse History, statistics and geography of upper and lower Canada, de R. Montgomery Martin - Londres, 1838, un volumen de 356 páginas- y en la Biblioteca Nacional en Buenos Aires puede leerse The constitutional history of Canada de Samuel James Watson, publicado en Toronto en 1874). Cuando en 1986 Germán Colmenares se mudó a Cambridge, Inglaterra, lo hizo para poder disponer de la colección de historias republicanas latinoamericanas reunidas en la University Library. Allí, Colmenares pudo leer ejemplares de las primeras ediciones de las obras de Diego Barros Arana, Gabriel René Moreno, José Manuel Restrepo, Bartolomé Mitre, Rafael Baralt y Mariano Felipe Paz Soldán, entre otros historiadores suramericanos del siglo XIX. Fue gracias a esa colección dispuesta en Cambridge que Colmenares pudo escribir Las convenciones contra la cultura. Luego de pasar días o tardes enteras leyendo la Historia General de Chile de Barros Arana, por ejemplo, el historiador colombiano podía salir a dar un paseo por The Backs, tomarse unas cervezas en un pub de Benet’s Street o aceptar una invitación a la casa de David Brading. La colección discutida en Convenciones fue reunida por sucesivos empleados de Cambridge, probablemente desde el siglo XIX, y el corolario de las lecturas vespertinas de Colmenares en la biblioteca fue, cotidianamente, el salir a comprender la vida de los ingleses, de la

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que el colombiano fue testigo y parte durante un año. Así, mientras vivía y comprendía una cultura diferente, Colmenares comentó una colección de historias reunida según criterios ajenos a los suyos propios, y sin el soporte de colecciones de documentos inéditos ni el beneficio del viaje a los países cuya historia leía. El estudio de los múltiples temas relacionados con el historicismo americano no tiene por qué reducirse a la lectura y comentario de una o varias historias republicanas impresas. Si se quiere emprender de manera provechosa, por ejemplo, una monografía sobre una historia republicana particular -digamos la Histoire d’Haiti de Thomas Madiou- dos horizontes de información pueden ser bastante provechosos, más allá de la obra misma. En primer lugar, el horizonte bibliográfico y archivístico, y en segundo lugar, el viaje a Haití. Ambos horizontes permitirán acceder a información valiosa que puede correlacionarse con la obra en cuestión e iluminarla. En archivos y bibliotecas haitianos es posible documentar, por ejemplo, el profesorado de Thomas Madiou en el sistema escolar republicano; el encargo de escribir la historia de su país hecho por su jefe en el Ministerio de Educación, Beaubrun Ardouin, él mismo historiador; la colaboración de ambos en el periódico Le Moniteur; en fin, las relaciones de Madiou con el poder público durante el gobierno de Boyer, con el mundo de las letras haitianas de su tiempo y con sus lectores. El viaje a Haití permite comprender el lugar que ocupa la obra hoy en las bibliotecas, el mundo de la edición y de la enseñanza. Más aún, permite contrastar las ideas históricas de Madiou con los diagnósticos de los científicos sociales e historiadores activos hoy, como Michel-Rolph Trouillot, y con las políticas de estado vigentes y el poder que tienen hoy las opiniones cultas en la sociedad nacional haitiana. El viaje permite sondear aspectos más sutiles aún, como el significado actual del negrismo, la crítica de la tradición mulata de interpretación, las expectativas de los nuevos lectores y el nivel de persistencia de una historia republicana escrita hace más de ciento sesenta años. Sólo el viaje permite hacerse a ideas -fragmentarias, por supuesto- de lo que significan las voces “Haití”, “Canadá” o “Costa Rica”. Tales ideas pueden contrastarse con las definiciones de esas mismas voces acuñadas por escritores republicanos que han sido leídos y divulgados durante más de un siglo y que siguen teniendo influencia innegable en la imaginación republicana. El viaje también permite la colección de un muestrario de la biblioteca republicana que efectivamente circula o se conserva. En Costa Rica hoy, por ejemplo, se reeditan, se venden en la Librería Universitaria y se compran las obras de Ricardo Fernández Guardia; en Panamá se regalan en la Biblioteca Nacional los Apuntamientos de Mariano Arosemena porque nadie más los consulta; en Nicaragua sólo se puede consultar una fotocopia de la Revista política de Pedro Francisco de la Rocha en el Instituto de Estudios Históricos de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana, el repositorio mejor manejado del país. En la Librería Cultural en Panamá, al final de la Vía España, se consiguen ediciones recientes de El Estado Federal de Justo Arosemena, pero no los Apuntamientos de su padre, Mariano, que

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sólo fueron impresos en 1949 y nunca han sido reeditados. En la cadena de librerías nicaragüenses Hispamer se puede comprar una rica bibliografía sobre Rubén Darío y, si alguien quisiera hacerlo, una colección de diatribas antisandinistas, pero ni el catálogo digital ni los empleados dan razón del historiador republicano Pedro Francisco de la Rocha. En México son raras y carísimas las primeras ediciones de las obras de los cinco grandes historiadores de la república en el siglo XIX (Mier, Bustamante, Zavala, Alamán y Mora), y no se las consigue en librerías de cadena, donde están, como se dice en Estados Unidos e Inglaterra, out of print. Con esfuerzo se les puede conseguir en librerías de viejo en Coyoacán, en ediciones universitarias de mediados del siglo XX y a precios altos. En Colombia una copia de la primera edición de la Historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo, junto con el Atlas de Colombia, se consigue por 1.500 dólares (también existen ediciones populares), mientras que desde Estados Unidos envían por menos de 50 los dos tomos de la History of the Rise, Progress and Termination of the American Revolution de Mercy Otis Warren en una de las tres ediciones recientes. Existe otro aspecto en el que los repositorios de documentos inéditos, tanto archivos públicos como privados, están llamados a enriquecer una buena colección de historicismo americano. Lo cierto es que no todas las historias o comentarios de otro tipo sobre las repúblicas americanas han sido publicados y todas las bibliotecas republicanas son cuerpos en crecimiento. Corresponde al investigador del historicismo americano enriquecer esta colección. Dos ejemplos bastarán para ilustrar este punto, uno relacionado con la existencia de historias inéditas y otro con la mejor comprensión de las que sí fueron impresas. El 3 de abril de 1823, el escritor payanés Manuel Pombo respondía una carta de José Manuel Restrepo en la que el Secretario del Interior de Colombia, por entonces enfrascado en la escritura de su Historia de la Revolución, solicitaba de su antiguo conocido documentos para su obra. Pombo escribía: “Con vista de muchos documentos originales e impresos y de las recientes ideas que conservaba de los sucesos de nuestra transformación política en la Nueva Granada y en Venezuela, trabajé sus memorias desde la llegada de San Llorente hasta muy cerca de la invasión de Morillo […] Remití [los cuadernos] a Cartagena a Juan de Dios Amador para su impresión. Morillo parece que cogió algunos [y] a la entrada de Sámano, cuando me echaron el guante, hice que mi yerno Rafal guardara las copias en paraje seguro, y fueron a dar a una pared de la casa de unas beatas, en donde por la casualidad de haberlas visto una negra realista, tuvieron la suerte de las brujas y perdí un trabajo bastante prolijo en obsequio de la patria […] Los documentos perecieron en la quema general de mis papeles patrióticos, de modo que no me dejaron más que algunas pocas especies que conservo en la memoria, desde luego ya imperfectas con el transcurso del tiempo y de los muchos mareos que ha 27. Carta de Manuel Pombo a José Manuel sufrido mi cabeza atravesando dos veces el Atlántico de ida y vuelta”27. Restrepo, fechada en Popayán el 3 de abril de 1823. En: Archivo Histórico Restrepo, Fondo IX, Correspondencia, volumen 6 (Cartas recibidas), f. 107.

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El manuscrito que Pombo dice haber escrito sobre la historia de las revoluciones de Nueva Granada y Venezuela entre 1809 y 1816 correspondería a una historia inédita de la que no se tenía noticia hasta hoy, y que probablemente se conserve en uno de los archivos españoles que guardan papeles de Pablo Morillo. Su interés, de encontrarse, sería el de ser la única historia sobre ese periodo y tema escrita por un federalista de la Primera República neogranadina, y un antecedente significativo de la historia de Restrepo. Investigaciones de archivo también permiten documentar las historias publicadas y sus contextos de escritura. Es el caso, por ejemplo, de la Historia eclesiástica y civil de José Manuel Groot, publicada en Bogotá entre 1869 y 1871. La obra impresa se compone de tres volúmenes que cubren el periodo 1500-1831. La consulta del Archivo y Biblioteca José Manuel Rivas Sacconi (descendiente directo de Groot), permite establecer que el plan del historiador era llegar hasta 1860 y, con sus papeles, documentar la existencia de un cuarto tomo de la obra, concebido e investigado, si bien no escrito28. La consulta de archivos también permite comprender cómo la Historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo fue impresa en París en los años en que el país perdía su crédito internacional a raíz de la quiebra en Londres de la Casa Goldschmidt. La burbuja de especulación financiera que originó Colombia puede correlacionarse significativamente con la especulación historiográfica que hizo que la Historia de la Revolución de Restrepo incluyera, junto con la Nueva Granada, a Venezuela y Ecuador, órdenes políticos en los que al menos desde 1826 se preparaba la autonomía y, con ella, historias republicanas propias. Para concluir cabe insistir en lo siguiente: la biblioteca del historicismo americano es un cuerpo vivo y en crecimiento. Cuerpo de cultura escrita que vive porque guarda una constante relación con la continuidad y el presente de las repúblicas que ayudó a definir, y con sus lectores, a quienes por primera vez hizo conscientes de sí mismos como republicanos. En crecimiento porque tanto su inventario como su colección y comentario son tareas incesantes. La biblioteca del 28. Sergio Mejía, “Capítulo Quinto – Un historicismo americano debe coleccionarse viajando, y enriquecerse Cuarto Tomo de la Historia Eclesiástica y Civil de Nueva Granada”, en El Pasado en los archivos. Luego nos cabe el provecho de citarla y comentarla como Refugio y Esperanza – La Historia como lo que es: el primer acervo rico y sistemático para la interpreEclesiástica y Civil de José Manuel Groot, 1800-1878 (Bogotá: Instituto Caro y tación y discusión de todo aquello que es propio, específico y único Cuervo, Universidad de los Andes, de las repúblicas americanas. [2009?]).

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Sobre la pluralidad y la extensión de las relaciones entre los países: unas reflexiones básicas

Sobre la pluralidad y la extensión de las relaciones entre los países: unas reflexiones básicas

On Plurality and the Spread of Relations between Countries: some Basic Reflections

Resumen

Abstract

Después de hacer una breve síntesis de cierta

After a brief synthesis of a select historiography

historiografía sobre el problema de las relaciones

on the problem of the relations between

entre los países, el autor quiere mostrar,

countries, the author shows, by linking various

vinculando a las diversas escuelas y con algunas

schools and with his own reflections, that these

reflexiones, que dichas relaciones son plurales

relations are plural and wide, and proposes the

y extensas. Por ello, para llamarlas propone el

term “networks” to discuss them.

término de redes.

Palabras

Luis Eduardo Bosemberg

Key Words

c l av e

Relaciones internacionales, redes, actores,

International Relations, Networks, Actors,

historiografía, modernización, asimetría.

Historiography, Modernization, Asymmetry.

Historiador y Magíster en historia moderna de la Universidad de Heidelberg, Alemania. Profesor Asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del grupo de investigación Historia del Tiempo presente (Categoría A1 en Colciencias). Sus áreas de interés son la historia de Europa moderna y contemporánea y la historia del Medio Oriente contemporáneo. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “Kolumbien”, en Handbuch der Antisemitismus. Judenfeindschaft in Geschichte und Gegenwart. Länder und Regionen, Band 1, comp. Wolfgang Benz (Munich: K.G. Saur Verlag, 2008), 196-198; “The U.S., Nazi Germany, and the CIAA in Latin America during WWII”, en The Rockefeller Archive Center. Publications Research Reports: Research Reports Online. Rockefeller Archive Center (New York: 2009), 1-12, www.rockarch.org; “El conflicto palestino-israelita: una propuesta para la negociación”, Colombia Internacional 69 (enero - junio 2009): 142-161. lbosembe@uniandes.edu.co

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I ntroducción El problema del estudio histórico de las relaciones internacionales es tan complejo como el estudio de la historia y, junto con ella, ha evolucionado desde una relativa simplicidad hasta plantear hoy en día un conjunto diverso y complejo de enfoques, en los que por supuesto no hay consenso. Una propuesta sobre el estudio histórico de las relaciones internacionales debe tener en cuenta una multiplicidad de análisis que provienen de diversos campos de estudio de la historia. De ahí, pues, que lo que aquí se presenta son tan sólo unas cortas reflexiones sobre la complejidad del problema en cuestión. En ese orden de ideas, la historia, que cada vez ha abarcado más temas y enfoques, ha postulado más tipos de historia y da la pauta para abordar nuestro tema. Es decir, se deben extraer muchos elementos de esa historia que es cada vez más plural. Este ensayo propone dos cosas: por un lado, hacer un recuento muy corto de la relación entre el estudio de la historia y el de las relaciones internacionales. Se trata de mostrar que así como esos dos estudios en el siglo XIX mantenían una mirada estrecha -eran básicamente historia política-, la evolución de la historia como disciplina, o si se quiere, la multiplicidad de enfoques creados en el siglo XX hicieron también posible que las relaciones internacionales asimismo anduvieran por este camino. Es decir, ambos estudios al andar de la mano han dejado de ser una mirada unilateral para convertirse en una mirada amplia y compleja. Por el otro lado, se quiere presentar a manera de apuntes para una discusión, lo que hemos denominado una mirada amplia y compleja en el estudio de la historia de las relaciones internacionales. Si hiciéramos un esquema de los estudios históricos tendríac mos, inicialmente y a tono con el siglo XIX, a la cabeza la historia Estas reflexiones son el producto de un estudio del autor sobre las relaciones entre Colombia y la Alemania nacionalsocialista.

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política y debajo de ella las relaciones exteriores, es decir, éstas últimas eran parte constitutiva de aquella -prácticamente conformaban una identidad-. Pero con el tiempo, ya en el siglo XX y con la aparición, por ejemplo, de una historia social o de las mentalidades, etc., se reforzó el estudio de las relaciones exteriores a partir de una compleja diversidad. De esta manera, se quiere plantear el estudio de la política exterior en un sentido amplio. Se puede argumentar, inicialmente y en términos generales, que existieron relaciones visibles, las interestatales, diplomáticas, comerciales y culturales, pero al mismo tiempo existieron las no visibles, las que no mojaban prensa y que no eran muy conocidas. Se trata pues, de una ampliación del concepto de las relaciones internacionales. Pero antes, para contextualizar nuestras reflexiones, queremos de manera muy sucinta mirar cuál ha sido el recorrido de la visión que tienen algunos historiadores de las relaciones internacionales. Aunque me referiré más al ámbito alemán, y que me perdonen los anglosajones y sus seguidores, queremos de todas maneras mostrar unas pautas y unas transformaciones, ya que este ámbito fue pionero en los inicios, aunque luego otros le aventajarían. En aras de la brevedad, nos referiremos a los alemanes como una historia que ejemplifica los cambios, y en un corto contrapunteo, a los franceses y a otros. Es decir, el trabajo no intenta ni mucho menos hacer una síntesis bibliográfica sobre el tema de las relaciones internacionales. 1. H istoria

del problema planteado

1.1. L a vieja escuela Desde la primera mitad del siglo XIX hasta la actualidad, historia y relaciones internacionales han pasado por fases, desde una concepción sencilla hasta lograr cada vez más matices y profundidades diversas. Ya en el siglo XIX los alemanes acuñaron el término Primat der Aussenpolitik (la primacía de la política exterior). Del gran historiador Leopold von Ranke proviene el afamado dictum de que la estructura interna de un país está en función de sus relaciones internacionales. Es decir, las presiones de índole externa determinan la estructura interna de cada Estado. Además, siendo éste el actor principal se le define como una concentración de poder nacida 1. Veáse una reseña de la vida y obra de históricamente de la necesidad de luchas por el poder1. Dos procesos Ranke en Helmut Berding, “Leopold coincidían y explican el nacimiento de este enfoque: la ciencia como v. Ranke”, en Deutsche Historiker, eds. Hans-Ulrich Wehler (Göttingen: disciplina (los alemanes hablaban de ciencia histórica) y el surgimienVandenhoeck & Ruprecht, 1973), 7-85. to del Estado-nación alemán. El Estado para Ranke no era parte de 2. Una buena y corta reseña sobre la alguna tendencia general, su esencia no se desprendía de una teoría historia y las relaciones internacionales abstracta, como el contrato social, sino que estaba impregnado de que incluye a Ranke y a otros en Andreas Wirsching, “Internationale vida propia, era “vida”, un “individuo”2. Se trataba de una visión Beziehungen”, en Kompass der que tendía a ser universal. Geschichstwissenschaft: Ein Handbuch, eds. Joachim Eibach y Günther Lottes (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 2002), 95-111.

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Sin embargo, no todo era tan homogéneo. En la segunda mitad del siglo XIX la monumental obra de Heinrich von Treitschke, Deutsche Geschichte im Neunzehnten Jahrhundert (Historia alemana del siglo XIX), en cinco volúmenes, mostraba que si bien, por un lado, el Estado era el núcleo constitutivo, éste era definido como la “sociedad en su organización esencial” y en consecuencia presentaba desarrollos culturales y económicos y conflictos en donde la vida social era un elemento importante del poder político. Esa visión reflejaba toda una época de movimientos sociales, politización, intervención estatal y de profundas transformaciones3. A Treitschke, junto con Sybel y Droysen se les llama la escuela de Prusia (Borusische Schule) y su diferencia con Ranke consistía en que hacían una historia nacional y por ende enaltecían al Estado-nación -en este caso, obviamente, al alemán-. De todas maneras, la investigación se centraba en la acción relevante del Estado en aspectos del campo diplomático, militar y económico. Para la investigación histórica, las fuentes constituían los informes de los diplomáticos, los tratados y sus negociaciones y los documentos de los ministerios de relaciones exteriores. Sobresalían, sobre todo y por lo consiguiente, los actores implicados, si se quiere los actores visibles, es decir, los responsables en la toma de decisiones en forma de estrategias alrededor de la conservación u obtención de un poder. Se trataba de una historiografía que se basaba en las experiencias históricas alemanas. El trauma y la derrota en la Primera Guerra mundial del Imperio alemán no modificaron ese esquema. La gigantesca mayoría de historiadores alemanes continuaron en la línea de aquel Estado fundado por Bismarck, es decir, a pesar de la derrota y la consiguiente revolución para ellos el Imperio era la gran culminación de la historia nacional. No obstante, surgieron las primeras críticas contra la propuesta rankeana. En 1928 Eckart Kehr publicó una serie de trabajos que establecían la relación entre política externa e interna. Influenciado por una Rusia bolchevique, Kehr fue 3. H.-U. Thamer, “Politische Geschichte, para Gerhard Ritter, otro distinguido historiador de la vieja escuela Geschichte der internationalen nacionalista conservadora o idealista alemana, un “comunista” que Beziehungen”, en Fischer Lexikon: Geschichte, ed. Richard van Dülmen debería “de hacer su posdoctorado en la Rusia bolchevique”4. Habría (Francfort del Meno: Fischer que esperar hasta mediados de los años sesenta para que, en el marco Taschenbuch Verlag, 1997), 52-64. de la historia social, Hans-Ulrich Wehler, no solamente publicara estos 4. Veáse una reseña de la vida y obra viejos trabajos5, sino además, junto con otros académicos, teorizara de Kehr en Hans-Ulrich Wehler, “Eckart Kehr”, en Deutsche Historiker, sobre dicha relación y ésta se aceptara como un método válido6. 1.2. L a nueva escuela De forma un poco más tardía, en Alemania se pasó de la glorificación del Estado nacional a la búsqueda de otros horizontes. Para los alemanes 1945 fue la cesura: la “catástrofe alemana” (como rezaba el reputado librito de otro de los grandes historiadores alemanes,

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ed. Hans-Ulrich Wehler (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1973), 100-113.

5. Eckart Kehr, Der Primat der Innenpolitik: Gesammelte Aufsätze (Berlín: Werner Hildebrand, 1965). Compilación de Hans-Ulrich Wehler. 6. Para un recuento más detallado véase Winfried Schultze, Einführung in die Neuere Geschichte (Stuttgart: Verlag Eugen Ulmer, 1991), 166-186.


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Friedrich Meinecke) o la caída del Estado nacional. Los franceses ya había iniciado una propuesta renovadora en la primera mitad del siglo XX que estaba vinculada a los Annales para los que la gran crítica consistía en declarar a la historia política, y por ende, a la de las relaciones internacionales, como historia de hechos, para los alemanes consistía, como señalamos, en una excesiva glorificación del Estado. En la década de 1960 alemanes y franceses plantearon el total abandono de la “primacía de la política exterior”. Así pues, se comenzaba aquí a invertir el dictum rankeano de manera definitiva: los alemanes con Fritz Fischer y Hans-Ulrich Wehler, y los franceses con Pierre Renouvin y Jean-Baptiste Duroselle y su obra pionera Introduction à l´histoire des relations internationales de 1964, que resaltaba la importancia de vincular la política interna y la externa, no sin grandes resistencias, siendo la más conocida la de Raymond Aron. Pero la gran cantidad de trabajos, coloquios y la fundación del Institut de relations internationales contemporaines confirmaban el camino iniciado por aquellos pioneros. Como diría Duroselle, no existe ningún acto de política extranjera que no sea un aspecto de política interna. Más aún, no sólo hay evidentes interacciones entre la una y la otra, sino además una primacía reconocida de lo interno sobre lo externo. El concepto clave era “las fuerzas profundas” (forces profondes) que resaltaba fuerzas y mecanismos que rebasaban las acciones individuales y que tenían una influencia directa o indirecta en las relaciones exteriores7. Se podrían citar otros enfoques desde la ciencia política. El llamado enfoque realista, que surgió después de la Segunda Guerra mundial, veía el Estado como el actor principal articulante de los diversos intereses, pero también desconocía otros actores, es decir, no tenía en cuenta la política interna8. Otra teoría, la interdependencia, ve el Estado como un ente más complejo e incluye otros elementos para explicar la política externa, vinculando ésta última con la interna; además, hace énfasis en explicaciones 7. La obra conjunta de Renouvin y Duroselle se encuentra publicada económicas descuidando planteamientos políticos y diplomátipor Colin, París, 1964; publicada cos, pero resalta una dependencia mutua. Por eso para analizar también en la década de los sesenta, Jean-Baptiste Duroselle, Europa: de relaciones entre desarrollados y subdesarrollados se estableció 1815 a nuestros días: vida política y la teoría de la dependencia, en donde la relación entre los actorelaciones internacionales (Barcelona: Labor, 1983), es una buena síntesis de res externos e internos era asimétrica (al contrario de la teoría la historia europea en ese marco de de la interdependencia), y las variables explicativas, múltiples. interpretación. Las discusiones giraban alrededor de la primacía de los factores 8. Raymond Aron, Paz y guerra entre naciones (Buenos Aires: Grupo Editor externos o la dialéctica entre lo interno y lo externo y se inteLatinoamericano, 1986). graban variables económicas y políticas. De todas maneras, en 9. Para una síntesis y recuento el proceso había que tener en cuenta las condiciones específibibliográfico de estas teorías véase cas de cada país9. Martha Ardila, ¿Cambio de norte? Momentos críticos de la política exterior colombiana (Bogotá: IEPRI y Tercer Mundo, 1991), 21-43.

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Intentando sintetizar, podemos clasificar cuatro escuelas sobre estudios de política exterior -basadas más que todo en textos alemanes sobre historia de Alemania-, pero que de una u otra manera representan propuestas importantes10. La escuela marxista, que cuenta con diversas interpretaciones sobre las que no vale la pena entrar en detalles, ya que ha sido bastante universalizada. Las bases primigenias fueron las tesis sobre el imperialismo que provenían de la pluma Lenin. En el contexto de la lucha de clases, el capital financiero era el gran agente de la política exterior -y otras variantes-. La segunda escuela, con Hallgarten, quien con un enfoque de cierta tendencia marxista, enfatiza el papel de grupos de presión, pero individualiza con la presencia de prácticas políticas por parte de intereses específicos de negocios o por parte de intrigas de grupos o individuos particulares. Individuos en posiciones claves dentro del Estado que estaban conectados, directa o indirectamente ya fuese por vínculos familiares o financieros, con grupos económicos específicos11. La tercera y la cuarta cuenta entre los más renombrados a Fritz Fischer y Hans-Ulrich Wehler, quienes estudiando al Imperio alemán veían en la estructura social, la estructura política y la di10. Tomado de Wolfgang J. Mommsen, Imperial Germany, 1867-1918: Politics, námica económica las grandes causas del imperialismo alemán. Culture, and Society in an Authoritarian Fischer agregó con un enfoque de tipo cultural valores ideológicos, State (Londres y Nueva York: Arnold, 1995), especialmente de su capítulo especialmente las actitudes antidemocráticas, y ve la expansión “Domestic Factors in German Foreign (léase política exterior) como consecuencia de un nacionalismo viPolicy before 1914”, 163-188, en donde hace una síntesis de los problemas rulento especialmente dentro de la elite gobernante12. Wehler con historiográficos concernientes a la su célebre tesis sobre el imperialismo social planteó un modelo: el política exterior. imperialismo (léase también aquí política exterior) constituye un 11. Georg William F. Hallgarten, factor de integración de las masas con las clases dirigentes. Las opImperialismus vor 1914 (Munich: Beck, 1963) ; del mismo autor Das ciones en política exterior son utilizadas por diversos grupos para Schicksal des Imperialismus im 20. lograr un consenso y preservar el orden interno contra embates Jahrhundert (Francfort del Meno: Europäischeverlagsanstalt, 1969). de adversarios. La clase alta y la media se unen contra la izquier12. Véase su libro clásico que lo condujo da. Mejor dicho, se trata de la expansión como estrategia defensiva a la fama Griff nach der Weltmacht. para contrarrestar los efectos de la democratización. Para conserDie kriegszielpolitik des kaiserlichen Deutschland, 1914-1918 (Düsseldorf: var el orden conservador había que expandirse. En el fondo de todo Droste Verlag, 1969). esto están los procesos modernizantes, como la industrialización y 13. Véase su famosísimo libro Das la democratización13. Deutsche Kaiserreich, 1871-1918 Para terminar esta primera parte queremos presentar y resumir (Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1973), que a nuestro dos excelentes ensayos que sintetizan la pluralidad en el análisis entender nunca se tradujo al de las relaciones internacionales en la actualidad: uno de Wehler, español; también “El crecimiento industrial y el imperialismo alemán “`Moderne´ Politikgeschichte? Oder: Willkommen im Kreis der temprano”, en Estudios sobre la teoría Neorankeaner vor 1914”, y otro del francés Pierre Milza, “Politique del imperialismo, eds. Roger Owen y Bob Sutcliffe (México: Era, 1978), 83-103; e Imperialismus (Düsseldorf: Athenäum, 1979).

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intérieure et politique étrangère”14. Allí se sugiere que hay que considerar el sistema político, ya que no es lo mismo un estado democrático que contaba con diversas intensidades con una sociedad civil y un estado autoritario en donde, también con diversas intensidades, desde arriba se tomaban las decisiones. Hay que identificar la estructura del sistema de dominio, ya que de allí pueden partir diferentes objetivos, opciones y métodos de política exterior. Allí estaba inserta la jurisdicción, el campo de acción tanto estratégico como táctico de los actores. Las decisiones eran el resultado de una reflexión donde los actores sopesaban intereses basados tanto en información como en los campos de actuación, en el marco de las posibilidades de decisión, que eran reguladas por un sistema de dominación. Hay que mostrar, también, el comportamiento de una estructura social que antecedía de manera dinámica y plural a una toma de decisiones. Existían, pues, una cantidad de actores formales, como lobbies o grupos de presión, partidos, el Ministerio de Relaciones Exteriores, las representaciones diplomáticas, los medios, que incluían intereses encontrados en el aparato estatal, tales como ministerios rivales, comisiones parlamentarias o de política exterior, o grupos de consejería, como consejos de seguridad. También había grupos informales o extraconstitucionales que se localizaban por fuera de los canales previstos o regulares, como think tanks o círculo de consejeros. En el campo de las subjetividades se plantea que la política estaba vinculada con las corrientes de pensamiento y que la relación entre ideología, formas de pensar y política interior y exterior era compleja. Los Estados se legitimaban con discursos, pero el mero discurso no explica la política exterior. Es más, inclusive las contradicciones entre la ideología y las acciones han hecho parte de la historia de muchos Estados. La ideología podía ser utilizada por los grupos dirigentes para conservar el poder y asegurar su reproducción, es decir, se explotaba con fines internos para encarar los desafíos, temores y contra los estímulos externos. El gran proyecto externo serviría para unir a los sectores internos en conflicto. La identidad nacional funcionaba como una subjetividad decidida (y podríamos agregar inclusive la identidad personal con el líder de tipo feudal), ya que la defensa de los intereses nacionales era una de las propuestas lógicas que de aquí emanan. La cuestión de la identidad se traduce en hacer valer las pretensiones nacionales. En el nivel más elemental, se trata de asegurar la defensa contra otros actores o evitar la anulación de la escena in14. Hans-Ulrich Wehler, “`Moderne´ Politikgeschichte? Oder: Willkommen ternacional en la medida en que se afirma la identidad. De ahí se im Kreis der Neorankeaner vor 1914”, plantean estrategias globales, políticas, militares, etc. en Politik in der Geschichte: Essays, ed. Hans-Ulrich Wehler (Munich: Verlag Los impulsos ideológicos son las variadas corrientes ideológicas, C. H. Beck, 1998), 160-171; Pierre Milza, liberalismo, conservatismo, socialismo, nacionalismo, imperialismo, “Politique intérieure et politique étrangère”, en Pour une histoire politique, ed. René Rémond (París: Seuil, 1996), 315-344.

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ya que ellas colaboran a determinar un horizonte de pensamiento que se articula para interpretar situaciones y proponer deseos y objetivos. Estas corrientes son importantes, especialmente dentro de la elite gobernante, pero hay que precisar exactamente cuáles actores fueron: el gobierno, los industriales, los militares, los conservadores o la nación. Los franceses emplean el término ambiance o, al decir de Duroselle, las fuerzas profundas que se ejercen sobre el hombre de Estado, que podrían ser definidas como las tendencias dominantes con la que tienen que ver los que toman las decisiones. Al actor en política le toca o plegarse a ellas, o irse lanza en ristre, mediar o persuadir la opinión pública mediante campañas explícitas o sublimarlas hacia el exterior. Aunque el mismo Duroselle explicó en alguna ocasión que el término es vago, se podrían definir como grandes tendencias masivas, por ejemplo, pacifismo, guerrerismo, deseos de aislamiento o de intervención, prejuicios o afinidades de índole nacional o étnica, etc. Aquí, sin embargo, se pueden agregar categorías como pensamientos o mentalidades colectivas. Una cosa son las relaciones de poder que el historiador a posteriori logra concretar y otra cosa es la percepción de los grupos o individuos, probablemente distorsionada, que fue decisiva en un momento determinado, porque la percepción es el filtro por medio del cual, de manera selectiva, pasa la información y las diversas impresiones. Por ello hay que hablar de una mentalidad colectiva de un grupo o de una mentalidad individual de los actores. Esa mentalidad colectiva es producto de un proceso de socialización que instalaron esos filtros y que privilegiaron una manera de percibir y excluyeron otras. Se trataría de hilar esa percepción con la toma de decisiones. Uno de los desafíos del historiador, por lo tanto, consiste en por lo menos intentar diferenciar, entre una falsa o errónea percepción de la época que se estudia y una percepción a posteriori que haya clarificado la situación respectiva. Pero no todo está relacionado con sectores de la elite. También hay sectores sociales desde abajo, masas, sindicatos, partidos populares, etc. No se trata del optimismo liberal o socialista en donde las masas influyen, en donde “el pueblo” sostiene y defiende una política exterior definida. Más bien se trata de la presión desde abajo ya que entre más abierta sea una sociedad mejor percibe las presiones internas a la que está siendo sometida. Con respecto al líder, se trata de abandonar la imagen de ese actor aislado en su toma de decisiones y presentarlo en medio de un “fuego cruzado”, o en medio de una estructura que lo limita y en donde se constata su real participación. O si no, se cometería el error de no tener en cuenta no sólo aquello que limita al actor correspondiente, sino aquello que lo impregna, que lo estampa. En el fondo, el líder es hijo de su tiempo, inserto en medio de una maraña de intereses y con una visión de una época determinada. Su mentalidad le permite percibir de manera selectiva de acuerdo a sus

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preferencias. No significa todo esto una absoluta minimización del líder, pero sí una relativización del mismo. Hay líderes y líderes: carismáticos, fuertes, débiles, etc. y, por consiguiente, habría que mirar si jugaron o no un papel determinante o, en cambio, tan sólo fue una correa de transmisión de algún grupo o grupos. Hasta aquí, pues, los dos autores mencionados. 2. E xtensión y pluralidad Ante toda esta diversidad en las propuestas, nosotros queremos, en parte hacer una síntesis, retomando elementos de lo expuesto, de una manera más simple, y al mismo tiempo agregar otros elementos. Se trata de un abrebocas, de unos comentarios surgidos a partir de los documentos que hemos trabajado en los últimos años. Partimos de la idea de una visión de la política exterior que debe tener en cuenta la inmensa pluralidad de sus actores interesados de forma consciente, pero igualmente a los involucrados con poca o nula percepción de su papel en esas relaciones15. Se trata de presentar la extensión que abarcaron las relaciones y sus múltiples tipos. En este sentido, redes es el término que se propone, id est., una serie de actores diversos y de contactos, lazos, intermediaciones, que incluyó a personas, oficinas e instituciones diversas, que apuntaron a una presencia, deseos de influencia y defensa de diversos intereses en el que los interesados no eran exclusivamente los encargados de las relaciones internacionales interestatales en sentido estrecho. Igualmente interesados eran grupos o personas por fuera del Estado (como, por ejemplo, prensa o gremios), interdependientes, dependientes, personajes que se sobreponían, en donde muchas cosas sucedían, en ocasiones, de forma simultánea -y, como veremos, otros tantos actores-. Por supuesto, se trata de una política interna vinculada a la externa y viceversa, pero, en ocasiones, es difícil limitar qué actor pertenece al ámbito exclusivo de la política interna y cuál a la externa. En un momento determinado parecería que muchos tienen el mismo interés: relacionarse con el otro país, y son instancias que igualmente velan por intereses dentro de su respectivo país. Se podrían definir las relaciones como una constante lucha por influenciar en beneficio del grupo o del individuo respectivo, es decir, una lucha constante por espacios, por lograr presencia e influencia en un determinado ámbito en el otro país (como favoreciendo a uno de los suyos), probablemente en competencia con terceros, pero también por lograr beneficios dentro del país de origen. Algunos estaban conectados, otros no, pero sí tenían en común el hecho de ser parte de la dinámica de las relaciones en cuestión. Las relaciones podían ser convergentes dentro de un país, pero también paralelas. Por un lado, en términos sociales, es bien sabido que en el tema que estamos tratando se estudia una parte de las elites, las que tomaban 15. En aras de la simplicidad hablaremos de la relación entre dos países. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 262-277


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grandes o medianas decisiones. Grupos, personajes que tomaban decisiones que afectaban a muchos, es decir, gozaban de diversos grados de poder y de influencia, tenían status, poder y riqueza, eran cultos y manejaban conocimiento; unos más famosos y otros menos (así fuese un diplomático menor), y que compartían el estilo de vida de los altos estratos. Pero por el otro lado, y perteneciendo tanto a la elite como a otros grupos sociales, llámensele medios o populares, los participantes no sólo eran los actores de elite que nos atrevemos a llamar “visibles”, sino que además, existían aquellos a los que denominaremos “invisibles”, es decir, aquellos que no figuraban ni descollaban. Hay que tener en cuenta una gran variedad de actores visibles -por supuesto, según el caso- y no es asunto fácil limitar su número. Es bien sabido que hay que tener en cuenta a los Estados y a sus múltiples instituciones, a ministerios diversos, no solamente al ministerio de relaciones exteriores respectivo, ya que otros también probablemente participaban, diversas instituciones, comisiones, etc., sino a órganos representativos a nivel nacional o local, como congresos o parlamentos, y las representaciones diplomáticas. Los Estados pudieron haber tenido inclusive empresas comerciales exportadoras. Mejor dicho, hay que considerar algunas instituciones que fueron creadas para conectarse con el exterior, y otras, que por el contrario, estaban ligadas con el extranjero tan sólo en ciertas coyunturas. Además, las relaciones eran interestatales pero, igualmente, podían ser entre el Estado y una organización por fuera del mismo en el otro país. Así como, dentro de un mismo país alguna institución estatal junto con alguna por fuera del Estado, como un gremio, podían tener intereses en el exterior. No habría que olvidarse del o de los partidos políticos en el poder, y también de historias de individuos y de intereses personales que podrían ser incluidas. Y del ámbito por fuera del Estado, múltiples historias se pueden clasificar como relaciones entre las naciones -también muy visibles-. Si se trata de relaciones comerciales, un gobierno determinado seguramente estuvo involucrado y por supuesto es de suyo que hubo unos flujos determinados de exportaciones e importaciones acompañados por sus cifras y sus productos. Pero más allá del qué se comercia está también el quién comercia, y hay allí empresas conocidas, gremios de exportadores e importadores, cámaras de comercio que se relacionaron con el extranjero. Aquí cabrían los empresarios de la cultura del otro país, de tantas formas artísticas, como el cine y la televisión que penetra en la cotidianidad, en la intimidad del hogar de los individuos. En ese mismo orden de ideas, tuvieron un papel organizaciones culturales que mostraban a su país de origen en el exterior, a veces influidas por su Estado, o a veces, organizadas por algún grupo de interés privado que contaba con sus propios medios. No hay que olvidar de ambos países, el sector financiero, bancos y afines, medios de transporte diverso sin los cuales no se hubiera llegado a tales relaciones; medios

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de comunicación, que de una u otra manera apoyaban o desfavorecían las relaciones; partidos políticos por fuera del poder, think tanks, etc. El término “invisible” no es tan simple, pero queremos inicialmente recalcar su forma más sencilla. En general, se trata de aquel que no era famoso, a nivel personal o institucional o tal vez no era consciente de que hacía parte de un enjambre de vínculos con el otro país y la investigación los sacó a la luz -lo hizo visible-. En específico, la clasificación de “invisible” se le puede dar a tres tipos de actores. A aquellos que en ese momento sobre el que se escribe eran simplemente desconocidos; a aquellos de los que su existencia era, mal que bien, conocida, pero cumplía una función que no era catalogada como de relación internacional; o a aquellos que no eran conscientes de ser parte de las relaciones. Después de todo, la vieja escuela tan sólo veía a los Estados como órganos de relaciones exteriores, y fue la nueva escuela la que comenzó a incluir a otros. Un actor invisible típico es aquel al que no se le conoció en ese momento: aquel oscuro personaje que recibía publicaciones de alguna institución del otro país, una empresa exportadora e importadora pequeña y/o de provincia, un comisionado de un ministerio que viaja al otro país para comprar cierto tipo de maquinaria, un turista al que le encanta viajar a ese país, un estudiante que hizo sus estudios allí, aquella empresa extranjera que se ganó, obviamente a través del Estado, una licitación, con todo lo que esto implica: la empresa así colabora al prestigio de su empresa y de su país y probablemente encargará lo que necesita a firmas de su país. Una biblioteca y su director (¿quién era, por qué se conectó a ese país?) adonde llegaban publicaciones del otro país, era un vínculo cultural. Dependiendo del tipo de publicaciones que allí llegaran, de tipo político, de propaganda abierta o literarias y científicas, y dependiendo del tamaño del público lector, pudieron influir a favor o inclusive en contra del otro país. Clasificar a un colegio, a una comunidad de extranjeros o una de sus asociaciones como invisible puede tener sus bemoles. Un colegio, que en este país hoy en día llamaríamos internacional, es un espacio que un país ganó en el otro. Por allí llega su cultura, su idioma, su historia, su manera de enseñar. Por supuesto, las preguntas, qué tanto se permearon los estudiantes de la cultura de ese país, o mejor, qué tanto sus estudiantes después contribuirían a mejorar las relaciones con el país de origen del colegio, o a ampliar los espacios de ese país en el otro, rebasa este ensayo. Del colegio se conocía su existencia, era visible, pero al catalogarlo como órgano de relación internacional, al dársele un papel dentro del esquema que se está proponiendo teóricamente, está pasando de ser invisible a visible. De todas maneras habría que estudiar su impacto en la otra cultura -que pudo, inclusive tener consecuencias políticas y comerciales-. Un caso parecido, pero a la inversa, y que merece las mismas preguntas, es el del individuo que fue a estudiar al otro país -que en muchas ocasiones es el egresado de ese

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colegio-. Los Estados son conscientes de que un futuro profesional puede influir a favor del país en el extranjero donde estudió, como el futuro ministro que hizo negocios con grandes empresas del país donde se graduó. ¿La identidad ideológica de un individuo, se formó, así sea en parte, o en ese colegio y/o en su estadía en el exterior? En suma, ¿hasta dónde logra un país penetrar de forma cultural en el otro? ¿Qué tanto hace parte de la cultura de todos o ciertos sectores? y por supuesto, ¿cómo todo esto influyó en las relaciones? Las masas que viajan a un determinado país hacen parte de un imaginario positivo que se tiene del otro. Dicho sea de paso, uno se encuentra documentos de instituciones diversas ligadas con el extranjero en donde se afirma que los espacios culturales ganados en un país tienen la función de acercar, crear apoyos y fortalecer el comercio bilateral. Las comunidades de extranjeros que pueden influir de maneras muy diversas. Pueden ser grandes compradores de productos de su país de origen y/o además grandes participantes en el comercio como empresarios importadores y/o exportadores, pueden ser un grupo de presión político, e incluso una “quinta columna”. Según su posición social pudieron haber influido a su favor, como comunidad, dentro del Estado donde residen y, obviamente, a favor de su país. Los vínculos con su país pudieron haber sido fuertes o débiles. La existencia de clubes sociales, asociaciones y otras por el estilo deberían tenerse en cuenta. En resumidas cuentas, tan sólo ciertos actores de la sociedad civil o dentro del Estado eran partícipes. De ahí podemos elaborar no sólo una radiografía social de quienes hacían parte de las relaciones, sino también podemos localizarlos geográficamente. Muy probablemente no todo un país estuvo involucrado, tan sólo algunas ciudades, ciertos puertos y/o ciertas regiones, ciertas vías de comunicación con ciertos medios de transporte -con mayor o menor intensidad-. Además, hay que incluir miradas desde ambos países, de los diversos grupos e individuos, resaltando que es importante dejar hablar al otro, escuchar su voz. Y ya dependerá de cada caso si se desea jerarquizar o no. Si se trata de la acción de grupos muy diversos y de personas -su naturaleza es variada- deben, por consiguiente, existir motivos distintos para relacionarse con el otro. Bastaría con recordar a los actores recién citados y tendríamos una multitud de razones: en términos generales se trataba de ganar espacio. En específico, las hay comerciales, políticas (que son muy variadas, como tejer algún tipo de alianzas políticas o estratégicas), identitarias (una identificación con el otro, por razones variadas: personales-subjetivas, comunitarias, ideológicas), ganar espacios para influir, beneficios individuales, etc. Cuando escribimos la historia, se busca identificar la instancia de la instancia: la inmensa extensión de las redes que allí participan. La pregunta es ¿cuáles son las que hay que investigar y en dónde nos detenemos? Varias respuestas son posibles: la

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importancia que le atribuyamos a unos actores; su nivel de presencia e impacto y, por consiguiente, la poca importancia que le demos a otros; la falta de documentación, el tiempo en escribir, el tamaño de la obra, etc. Pero recordemos que no solamente el que toma grandes decisiones es automáticamente el seleccionado. ¿Por qué y cómo incluir a actores “invisibles”? En la vieja escuela decimonónica se tenía claro el criterio de escogencia: el gran impacto que producían las decisiones de esos actores, por eso allí estaban presentes los grandes dirigentes y sus Estados. Pero, entonces, no se podía escoger a los que causaron poco impacto. Si se incluyen pequeñas empresas se podría argumentar que poco exportaban o importaban, pero al fin y al cabo, sí hacían, en su conjunto, parte del comercio total. Se me viene a la cabeza la memorable frase de Brecht: “Quién construyó las pirámides, ¿el faraón o los esclavos?”. Sin pequeñas empresas no habrían existido los totales finales. Seguramente no todos podrán estar presentes. Por ejemplo, se pueden investigar las exportaciones de un producto determinado, pero no aparecen todos los exportadores o tan sólo algunos pocos de ellos. Se podría llegar a niveles extremos. Por ejemplo, aparecen exportadores pero nunca vamos más allá, no nos referimos a quiénes cultivan determinado producto y bajo qué circunstancias. Se puede hablar de prosperidad exportadora, pero, en ese orden de ideas, el campesino productor o el obrero de la fábrica también hace parte de esas redes internacionales. ¿Quién produjo y bajo qué circunstancias? Es decir, deberíamos conocer más a fondo a los actores, elaborar un retrato social, de su origen, de su mentalidad, por ejemplo, de los altos funcionarios del Estado, de los miembros de los gremios de exportadores, de los productores y de los empresarios. Pasando a otro tema, hay que incluir los contextos regionales e internacionales que cumplen la función de estudiar la posición de un país con respecto al otro, o mejor dicho, de mirar qué tan simétrica o asimétrica era la relación. La pregunta sería, ¿qué posición ocupa un país con relación al otro en esos dos contextos? O, ¿qué tan importante era un país para el otro? La comparación con una región es, así, inevitable, a nivel continental o sub continental. Analizando los países de una región en su relación con el otro puede uno ubicar la importancia que tiene el país en la relación que se estudia. Se verá así, inicialmente, si había un gran, mediano o nulo interés por parte del otro. Lo mismo habría que hacer con el otro país. A nivel internacional se podría hacer el mismo ejercicio. El problema de la asimetría también se refleja cuando se determina en cuál instancia se tomaron las decisiones, ¿los más altos funcionarios o parte de una determinada elite?, ¿el presidente, el gabinete o las discusiones en el congreso? ¿O funcionarios medios? Es decir, para un país puede una determinada política exterior ser incumbencia de las altas esferas, pero también dependiendo del otro país, puede ser un asunto secundario. Simetría o asimetría se pueden fácilmente medir en el sector

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económico, en los flujos comerciales y financieros. También en los intereses estratégicos de las partes, en ese sentido, el papel de una con respecto a la otra. Si se trataba de un país del Tercer mundo o subdesarrollado, o como se le quiera denominar a países con bajos índices de productividad, su relación con una potencia podía tener otros elementos en juego. Sus exigencias de modernización o de recibir de allá para crecer podían estar presentes, es decir, hay una relación de dependencia. La modernización, entendida, por un lado, como una serie de necesidades, y por el otro, como unas capacidades que otros tienen y ofrecen a la hora del encuentro es un factor que hay que tener en cuenta. Y si de modernización se trataba también, como ya vimos, está presente la historia moderna con sus nuevos tipos de comunicación, transporte, los medios, la posibilidad de comerciar, los viajeros -un mundo que cada vez más estrechaba lazos-. La manera de verse juega también un papel. Se trata de un imaginario, o si quiere, de una fama o de un prestigio, y por consiguiente, de algún tipo de admiración. O viceversa, algún tipo de animadversión o recelo, desconfianza o temor. O, tal vez, ambos combinados con algún tipo de intensidad. Hay países más prestigiosos que otros, más “conocidos”, o al menos esto último es lo que creen algunos. El “gringo imperialista” o el “alemán fascista”, etc., y aunque son esquemas preconcebidos pueden jugar un papel en el momento del encuentro. Y no solamente en lo político. Si se compran los productos de ese país porque son “de óptima calidad”, es la fama la que juega allí un papel. Esa imagen puede ser social, puede que no sea la misma la de los sectores altos o los cultos y los sectores populares. En todo caso es una abstracción mental -real o ficticia-. A veces coincide con la realidad y a veces no. Algunos creen que un cierto país es de “filósofos, músicos y escritores”. Asimismo, los Estados han sido conscientes de que hay que cultivar la imagen, por ello patrocinaban mil cosas, un centro cultural, intercambios y apoyos culturales de todo tipo, participaciones en alguna exposición, becas a estudiantes, introducir la enseñanza de su idioma en el otro país, mandar un artista prestigioso, invitar a que se visite su país a personajes muy diversos, enviar un buque de visita -hay que competir con la imagen de su rival-. Es más, la imagen ha sido utilizada por los gobiernos de forma racional como forma de ganar espacios y difusión en el exterior. Si hubo muchos actores, entonces, hubo muchos ritmos. Una pluralidad de ritmos en las relaciones consiste en detectar los inicios, desarrollo, punto álgido, caída de cada relación o red, o por lo menos de algunas, en comparación con otras. Así se vería de nuevo la diversidad de la relación. Porque puede que, por ejemplo, las relaciones diplomáticas estén marchando, pero no las comerciales. ¿Marchó el comercio entre los dos países a la par, por ejemplo, con las relaciones diplomáticas? Por supuesto que la pregunta un poco más compleja es ¿cómo medir las intensidades de una relación?

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¿Qué alzas y caídas hubo y cómo se explican? En comercio, por las cifras; pero en otro sector puede ser más complicado medir, como por ejemplo, las tensiones diplomáticas pueden significar una caída y los momentos amistosos, un alza. Para cerrar, anotemos que los estudios requieren, para que se decanten los dogmatismos y las polémicas, del paso del tiempo, para así poder apreciar fuera de éstas los puntos de vista antagónicos, la complejidad de las situaciones y el efecto durable de ciertas decisiones. Pero escribir desde otro lugar también puede ser saludable. No es lo mismo escribir historia cuando se está dentro de ella a escribirla desde la distancia del tiempo y del espacio. Lo ideal sería mirar desde afuera en el tiempo y en el espacio. Por ejemplo, estudiando las tensiones entre países, mal que bien, lejanos a nosotros, o las rivalidades imperiales desde aquí, desde el Sur, y teniendo en cuenta que uno no pertenece a potencia alguna, se está más cerca de la objetividad -palabra complicada- se está más alejado de los intereses de las potencias o de intereses alejados de nuestra realidad. Constantes cortes transversales sirven para descubrir las redes. Porque por ejemplo, si a la diplomacia, al comercio o a un gobierno se le dedica un capítulo, es necesario tener en cuenta que esos capítulos no son ni mucho menos compartimientos estancos, sino que, seguramente, están relacionados. Entonces, una empresa que aparece relacionada cuando se habla sobre comercio podría estar también en el capítulo sobre política interna, porque sus actividades y redes, probablemente eran múltiples -por ejemplo tenía grandes vínculos políticos-. Los cortes transversales nos ayudan a ver la extensión de las relaciones. De historias tan amplias probablemente no todas tienen continuidad o final. El impacto de muchas acciones no siempre se puede seguir. Volvamos al ejemplo de la biblioteca: no sabemos quién leyó y qué hizo el lector con la información que allí asimiló. ¿Qué hicieron los que invitaron al otro país cuando regresaron al suyo? Por eso, ciertas causalidades quedan interrumpidas. En determinados periódicos aparecieron artículos muy favorables al otro, ¿quién los leyó y se dejó influir por ellos? Inclusive, en ciertos casos no se puede mostrar cómo se decidió una política sino más bien cuál era esa política, o sea, los resultados de decisiones. Pero lo uno no opaca lo otro. A manera de conclusión Haciendo un recuento del estudio de las relaciones internacionales, desde la primera mitad del siglo XIX hasta la actualidad, uno descubre que del estudio de las relaciones entre los Estados de forma estrictamente política se ha pasado a la complejidad y los matices. Se puede concluir que se incluyen varios tipos de historia: política, comercial, social, diplomática, cultural, empresarial, militar, etc.

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Este abrebocas tan sólo menciona algunos problemas o relaciones causales, pero que, como dijimos al inicio, es tan complejo como lo es el campo de la historia. De todas maneras, se beneficia un campo de estudio que tiene muchas posibilidades de explicación -las relaciones entre los países- y se beneficia la historia. Se trata de una política exterior en sentido amplio y, en ocasiones, de unas repercusiones. Se puede argumentar, por lo tanto, que existieron las relaciones visibles, las no visibles, más otros problemas que pueden estar ligados, como la simetría o asimetría, la modernización, la pluralidad de ritmos. Se trata pues, de una ampliación del concepto de las relaciones internacionales. En síntesis, el término red o la instancia de la instancia podría simplificar lo aquí expuesto: un enjambre de factores de diversa índole, empírico y subjetivo, que tendrían, por supuesto, un diverso peso específico dependiendo del caso correspondiente en estudio. Así pues, mucho se ha escrito y mucho ha cambiado desde aquel notorio dictum rankeano y decimonónico sobre la primacía de la política exterior. Lejos estamos de la visión de esa visión de la política exterior personificada en un dirigente, de una especie de razón de estado, implícita y autónoma que miraba tan sólo las relaciones interestatales a partir del poder entre los Estados. La política exterior no pertenece exclusivamente al ámbito estrictamente estatal. La historia de las relaciones internacionales es amplia, compleja y en continua transformación.

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The Anachronism in History and the Social Sciences

Resumen

Abstract

El presente texto realiza una presentación somera

This article briefly examines a subject repeatedly

de un tema tratado de manera repetida por los

addressed by historians: the anachronism. Called

historiadores: el anacronismo, designado por

the historian’s “sin of sins” by Lucien Febvre, the

Lucien Febvre como el “pecado de los pecados”

article shows the current relevance of this issue

del historiador. Esta reflexión muestra la actualidad

and underscores the need to be continuously

de este tema y concluye en la necesidad de una

vigilant with respect to this obstacle to historical

permanente actitud vigilante respecto de este

understanding, particularly since it is capable of

obstáculo del conocimiento histórico, que es capaz

assuming the most surprising forms.

de adoptar las más sorprendentes formas.

Palabras

Renán Silva Olarte

Key Words

c l av e

Anacronismo, lenguaje, análisis histórico, presente,

Anachronism, Language, Historical Analysis,

pasado.

Present, Past.

Sociólogo e historiador. Doctor en Historia Moderna de la Universidad de París I, PanthéonSorbonne, Francia. Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del grupo de investigación Cultura, historia y sociedad, adscrito a la Universidad del Valle. Realiza investigaciones sobre historia política y cultural de los siglos XVIII y el XX. Sus últimas publicaciones son A la sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía (Medellín: La Carreta Editores, 2008) y Universidad y Sociedad en el Nuevo Reino de Granada. Siglos XVII – XVIII (Medellín: La Carreta Editores, 2009 -segunda edición-). rj.silva33@uniandes.edu.co

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Del anacronismo en Historia y en Ciencias Socialesc El mal uso que la ideología suele hacer del pasado se basa más en el anacronismo que en la mentira. Eric Hobsbawm La crítica escéptica del anacronismo histórico posiblemente es hoy la principal forma en que los historiadores pueden demostrar su responsabilidad política. Eric Hobsbawm

Como otras disciplinas de la sociedad, el análisis histórico realiza un trabajo de crítica que compromete un doble registro. De una parte, la disciplina histórica es crítica de las formas sociales de vida, en la medida en que en tanto esfuerzo de conocimiento se compromete siempre con una ruta que intenta ir más allá del sentido común y de lo que la experiencia inmediata enseña sobre el funcionamiento de una sociedad, y esto por fuera de toda actitud partidista o moralizante. De otra parte, el análisis histórico, como trabajo comprometido con el avance sistemático de las ciencias de la sociedad, es también examen riguroso de los instrumentos que pone en marcha el investigador, tanto en el plano conceptual de las nociones e instrumentos que hace funcionar en ésta o aquella investigación particular, como en el plano general de los supuestos mayores de la disciplina. Captar una época histórica determinada en el plano mismo de sus coordenadas históricas, evitando trasladar a una sociedad formas sociales y culturales que le hayan sido ajenas, es uno de los supuestos básicos del trabajo del historiador. El olvido de esta regla o su violación deliberada desvirtúa no sólo la posibilidad de conocimiento de esas formas singulares de vida que son las sociedades, sino que al mismo tiempo descalifica el propio oficio del historiador, quien por esta vía simplemente prolonga y proyecta en el pasado las formas sociales particulares de su sociedad sobre toda forma de existencia humana, disolviendo un sistema específico de c El presente texto es una versión diferencias en una universal naturaleza humana. modificada y completada con notas de Esa tendencia a universalizar ciertas formas sociales del prepie de página de la lectura presentada como Lección Inaugural ante la sente, proyectándolas en el pasado -que es un equivalente del

primera promoción de estudiantes del doctorado en Historia de la Universidad de los Andes el 26 de febrero de 2009.

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etnocentrismo criticado por los antropólogos-, es un aspecto destacado del anacronismo histórico, tema a cuya consideración dedicamos las páginas que siguen, no con el ánimo de denunciar la paja en el ojo ajeno, sino ante todo con la esperanza de llamar la atención sobre un obstáculo de conocimiento que amenaza la actividad de todos los que trabajamos en investigación histórica. 1. Para comenzar y para que todos puedan estar más o menos advertidos de lo que en estas páginas se entenderá por “anacronismo”, abramos el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española -DRAE- y leamos lo que allí se escribe: “Error que consiste en suponer acaecido un hecho antes o después del tiempo en que sucedió y, por extensión, incongruencia que resulta de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde. Persona o cosa anacrónica”1. Un diccionario más, de uso corriente y vocación escolar, luego de recordarnos el origen griego de la palabra, nos presenta el asunto de la siguiente manera: “Atribución de un hecho o de un suceso de una fecha distinta a la verdadera, presentándolo como propio de una época a la que no corresponde”. O también: “Que no corresponde a la época en que se le sitúa o atribuye” y ofrece el siguiente ejemplo: hablar del uso de la pólvora en una narración que trata de la prehistoria americana2. Antes de avanzar regresemos un momento a la corta frase con que el DRAE sella su definición: “Persona o cosa anacrónica” y recordemos los buenos usos que en muchas ocasiones la literatura ha hecho del anacronismo, como por ejemplo en Don Quijote de la Mancha, la tan citada y poco leída obra de Cervantes, una novela en gran medida construida en el registro paródico del anacronismo, como una técnica conscientemente elaborada por su autor. Como en muchas otras grandes obras literarias, el principio y el efecto mismo de la “comicidad” provienen del carácter anacrónico de las actitudes frente al mundo moderno de su personaje -en este caso don Alonso de Quijano, quien bajo la forma de Don Quijote encuentra todas las dificultades que para vivir plantean a hombres y mujeres las épocas de transición. Aquí, en particular, la transición entre el viejo mundo de castillos medievales, de doncellas y de caballeros, y esa forma de modernidad temprana que se anuncia en el Renacimiento. De Cervantes, que lleva el tema a uno de sus puntos más altos de elaboración, a Charles Chaplin, que en Tiempos Modernos y en muchas otras de sus obras vuelve sobre el desajuste permanente que resulta del 1. http://buscon.rae.es/ comportamiento de Charlot, quien vive exactamente en el pundraeI/SrvltConsulta?TIPO_ BUS=3&LEMA=anacronismo. to de encuentro de dos mundos que en nada se parecen desde el punto de vista de su funcionamiento, pasando por muchas de las 2. Gran Diccionario Larousse de la Lengua Española -Prólogo de Francisco Rico de la Real Academia Española- (Barcelona: Larousse editorial, 2000).

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observaciones de Sigmund Freud que explican no sólo el mecanismo individual de la risa y lo cómico, sino también el mecanismo general en que éstos descansan, el anacronismo ha sido visto como una de las grandes fuentes de la risa y el humor, y como un recurso literario que pone de presente el desencuentro entre dos formas que no se corresponden. Desde este punto de vista podríamos afirmar que tal vez algunos libros recientes sobre la historia de Colombia, sobre todo entre los que se muestran como más avanzados e innovadores en el campo de la “teoría”, son a su manera manuales de humor, aunque es extraño que no conciten nuestra risa. Más bien, despiertan nuestro enojo -lo que depende seguramente del escaso grado de elaboración del propio anacronismo que producen tales obras-, como igualmente ocurre con esa cada vez más abundante cosecha de “novelas históricas” colombianas que no duda en trasladar al pasado las sensibilidades del presente, a través de un tratamiento del lenguaje que, se supone, está destinado a “reflejar la época”, por medio de la introducción de vocablos y frases y la creación de “contextos” pintorescos derivados de una idea ingenua acerca de lo que constituye la trama histórica de la acción humana en el marco de sociedades que, siempre se olvida, eran radicalmente diferentes de las nuestras. Para no ofrecer ejemplos recientes -algunos conquistadores del siglo XVI o principios del XVII, políticos del siglo XIX como Tomás Cipriano de Mosquera y escritores como Jorge Isaacs o José María Vargas Vila han estado entre las víctimas-, podemos limitarnos a mencionar Los pecados de Inés de Hinojosa, “novela histórica” que no sólo dejó huella en la memoria literaria de muchos lectores, sino que conoció además las glorias de la pantalla y recreó para los espectadores poco amantes de la lectura, pero ávidos de crónicas chismosas, lo que supuso con poca imaginación el autor que era el espíritu ardiente y pecador de una época. Lo que resulta más interesante para el historiador -que tiene sensibilidad por el análisis sociológico- es la manera como tales “novelas históricas”, que por lo menos hace una década son una parte de los más destacados “best-seller” nacionales, terminan siendo considerados por el público lector como las “obras de historia” por excelencia, la versión pública legítima de una disciplina, y que además determinan la representación dominante que la sociedad se hace del “trabajo del historiador” -sobre todo cuando se trata de biografías, el género favorito del “gran público”-. Por su parte muchos historiadores de profesión, con formación universitaria pero con muy escasa cultura literaria -dos hechos que no deben verse como opuestos-, terminan constituyendo a ese tipo de “prosa histórica” en la más alta referencia literaria, referencia que tal vez secretamente envidian y a la que en ocasiones no dudan en sumarse, con la idea de que ese es el camino para superar el carácter “gris” de los libros de análisis histórico que escriben los “académicos”, y que un poco de exotismo en los temas y de

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periodismo en el tratamiento -chismes y algo de vida cotidiana-, no le vienen mal a una producción universitaria cada vez más abundante y más encerrada en el marco de su público cautivo: los colegas que evalúan y los estudiantes que leen teniendo al frente el fantasma de las calificaciones. 2. Siguiendo una sensata indicación de E. P. Thompson, llena de sabiduría, recordemos que las definiciones más útiles son quizás las menos “cerradas” y las que permiten cierta fluidez en su función. Podemos limitarnos entonces a darnos lo que René Descartes llamaba una “morada provisional”, y de manera sintética digamos que el anacronismo es una forma de pasar por encima de las dimensiones de tiempo, espacio y lenguaje específicos, que son constitutivas de una sociedad, lo que lleva al historiador (o al antropólogo o al sociólogo) a pasar por encima de lo que Baruch Spinoza llamaba la “diferencia específica”, introduciendo en el análisis objetos, procesos, actitudes y formas de percepción y representación que la historicidad misma de esa sociedad particular de la que se trata no autoriza, bien sea porque se encuentran por fuera del marco de posibilidades históricas que esa sociedad ha producido, o por el contrario, porque se localizan en un horizonte de expectativas que la sociedad ha superado. Recordemos así mismo -en parte para justificar el objeto de estas páginas y su propósito- que volver de manera constante sobre algunos de sus presupuestos básicos, es una actividad necesaria para las disciplinas de pretensión científica, es decir, aquellas que inscriben su proyecto en un orden demostrativo y que practican de manera permanente un sistema de controles sobre cada una de las operaciones que ejecutan en orden a la producción de conocimientos. Además, hay momentos precisos en la historia de una disciplina, y para el caso de las ciencias sociales podemos citar las tres últimas décadas del siglo XX, en que no sólo se agudiza la discusión teórica en un campo determinado del saber, sino que los propios fundamentos del conocimiento que designamos como “científico” -sin dar a esta palabra ninguna acepción fetichista- se ven sacudidos por formas diversas del relativismo y del escepticismo, proyectando dudas sobre el conjunto del trabajo de investigación, un hecho del que no siempre se desprenden consecuencias negativas sobre una disciplina, pues un ataque a sus fundamentos, en disciplinas de tanta tradición y logros como el análisis histórico, puede resultar en un refuerzo de las formas de rigor, innovación y creatividad entre los practicantes del oficio, en un más alto compromiso con el ideal de objetividad y en una gran dosis de prudencia con relación a cada una de las afirmaciones que el investigador produce. Sobre este punto y otros colaterales al proceso hay que recordar que muchas de las discusiones de orden filosófico y humanístico de finales del siglo XX acerca del

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“conocimiento” y de las formas posibles o imposibles de objetividad, no encontraron en las mejores condiciones de respuesta a los practicantes del oficio del análisis histórico, en razón de su vieja renuncia a plantearse problemas teóricos -con excepciones ejemplares como las de Eric Hobsbawm, Carlo Ginzburg o Roger Chartier, para citar tres casos de historiadores pertenecientes a tres culturas historiográficas diferentes- y su tendencia a refugiarse en las cuatro paredes del archivo, dejando el campo abierto para que distintas clases de profetas y mensajeros del “saber absoluto”, unas veces vestidos con el viejo traje del filósofo, y otros con el nuevo atuendo de los representantes de la teoría con “T” mayúscula, cumplieran la tarea que los simples practicantes de un oficio empírico dejaban abandonada, con el pretexto de un nuevo documento encontrado, prolongando de esta manera las deformaciones de una práctica devota en su cultivo de los hechos, las cifras y el trabajo de archivo, pero que reproduce la división entre el trabajo paciente y ordenado, “benedictino” como se dice, pero sin ideas, y el trabajo abstracto y especulativo, con demasiadas ideas generales y poco aprecio por la observación y los hechos -una forma de división del trabajo que con facilidad se transforma en división entre el trabajo que manda y el trabajo que obedece, sin que tengamos necesidad de recordar al lector, por lo obvio, cuál de los dos polos de esta unilateralidad perversa es el dominante y cuál es el dominado-. Es esta situación a la que aludía Eric Hobsbawm a mediados de los años 1990 en el prefacio a un volumen en donde, por otra parte, daba prueba de la forma cuidadosa como desde muchos años atrás combinaba su papel de investigador de la historia de la sociedad moderna, con la necesaria tarea reflexiva sobre la situación de las ciencias sociales y la historia. “En todo caso -escribía Hobsbawm en 1997-, en la actualidad el interés se decanta hacia las cuestiones conceptuales y metodológicas de la historia. Teóricos de toda clase dan vueltas alrededor de los mansos rebaños de historiadores que mientras tanto pacen en los ricos pastos de sus fuentes primarias o rumian las publicaciones de sus colegas”3. En ese texto que acabo de citar, E. Hobsbawm pasaba revista sobre algunas de las patologías más fáciles de reconocer en el análisis histórico académico de finales del siglo XX, refiriéndose de manera particular al escepticismo y al relativismo, a la confusión entre análisis de las prácticas y análisis de los textos, a la reducción del análisis histórico a la reconstrucción de la “memoria colectiva” y al abandono del universalismo presente en la noción de sociedad que viene de autores como Marx o Durkheim, por ejemplo, noción olvidada ahora bajo el peso dominante de conceptos como los de “identidad” y “memoria de grupo”, dos objetos en torno de los cuales buena parte del análisis histórico de finales del siglo XX terminó arriando las viejas aspiraciones de que la disciplina fuera un estudio detallado tanto de la evolución de las estructuras 3. Eric Hobsbawm, Sobre la historia [1997] (Barcelona: Crítica, 1997), 7. hist. crit.

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sociales, como de las formas como las sociedades se representan ellas mismas, bajo la forma de “memoria” e “identidad” y “conciencia social” de una época. En ese mismo conjunto de ensayos, publicados bajo el título genérico de On History, Hobsbawm se lanzaba a una defensa muy razonada y atemperada de las “viejas” formas del análisis histórico, y dejaba ver que buena parte de las definiciones, de las construcciones de objeto, de las formas de argumentación de los trabajos que en historia y antropología se han presentado como producto del “giro lingüístico” postmoderno, podían ser comprendidas como un clásico caso de anacronismo, tanto desde el punto vista del uso de la teoría, como desde el punto de vista del uso de las fuentes primarias. Es una lástima que On History haya sido tan poco leído y discutido y que con muy poca honradez intelectual se le haya dejado de lado caracterizándolo como una simple reacción de retaguardia de un anquilosado historiador marxista, etiqueta utilizada, desde luego, como una descalificación. 3. Antes de dirigirme de manera menos elíptica al problema del que he ofrecido ocuparme, quisiera volver por unos instantes al libro citado de Eric Hobsbawm que he tenido en mente desde el comienzo de esta exposición. Necesito de la ayuda del gran historiador para plantear con claridad el problema de las implicaciones cívicas y políticas del anacronismo. Espero además que sus observaciones y análisis me sirvan para tratar de ofrecer alguna luz sobre ciertos aspectos inquietantes de la relación entre análisis histórico y formas de “conciencia social”, para decirlo en un vocabulario sobre el que de manera indudable el tiempo y ciertos usos polémicos han hecho sus estragos. El problema tiene que ver con los usos políticos del análisis histórico, o como diría Jürgen Habermas, “con los usos políticos del pasado o usos públicos de la historia”4. Se trata del problema de los usos del pasado como forma de legitimación del presente -un recurso del que ninguna sociedad deja de echar mano-. Una clase de uso complejo y ambiguo que los propios historiadores han explorado con gran agudeza, aunque casi siempre en la obra de los demás y muy poco en la suya propia, bien sea porque el historiador se considera libre de toda sospecha de que su obra pueda ser sometida por grupos precisos de la sociedad o de sus autoridades constituidas a usos ajenos a la intención del autor o del texto, bien sea porque el historiador asume de manera consciente y voluntaria las utilizaciones que determinados grupos hacen de su obra, la que de manera intencional se presenta como la propia auto/conciencia de los grupos sociales con los que se identifica y a los que piensa reflejar el autor en su trabajo. Sobre este último caso hay que señalar cierta asimetría constante en las ciencias sociales -asimetría presente de forma muy

4. Jürgen Habermas, La constelación postnacional -Ensayos políticos- [1998] (Barcelona: Paidós, 2000), 43.

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acentuada en Colombia-, que tiene que ver con el hecho de que quien adhiere a una “causa” que considera justa y valedera, piensa que esa opción no puede producir sobre su trabajo sino efectos positivos de conocimiento y jamás sombras y bloqueos, mientras que cuando juzga a quien asume con el mismo entusiasmo una causa contraria declara que la participación en tal “causa” ineluctablemente someterá el trabajo de su vecino a todas las formas de ceguera que producen las ideologías, de tal forma que de manera práctica se afirma el “credo” de que hay partidismos “malos” que hay que rechazar porque son fuente de error -por ejemplo en Colombia las que provienen de la Historia de Colombia de Henao y Arrubla o de Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia de Indalecio Liévano Aguirre- y partidismos buenos, como los de Ignacio Torres Giraldo, Mateo Mina o las diversas corrientes que se presentan en el país como expresiones de la “historia desde abajo”. En el primer caso se trataría de un horrible defecto que atenta contra toda forma de análisis científico. En el segundo caso, el defecto se vuelve virtud, y la actitud militante puede liberarse de todas las exigencias analíticas que deben hacerse a una interpretación que se pretende argumentada y demostrativa, bajo el escudo protector de que se trata de “historia militante de la causa buena”. Tomando un camino diferente -un hecho en el que no se ha insistido, confundiendo la militancia del ciudadano con el rigor del trabajo de historiador-, Eric Hobsbawm realiza una sencilla constatación, de la que a continuación desprende una conclusión en toda lógica. Dirá en primer lugar que “todos los seres humanos, todas las colectividades y todas las instituciones necesitan un pasado”, para agregar enseguida lo que con frecuencia en estos años de exaltación de la “memoria colectiva” se ha olvidado: que “solo de vez en cuando este pasado [cuyo relato los grupos desean] es el que la investigación histórica deja al descubierto”5. Existe pues una “demanda de pasado” (tal como Jacques Bouveresse habla de una “demanda de filosofía”6), pero esa demanda establece relaciones contradictorias con lo que la investigación histórica puede ofrecer, no solamente por su carácter inacabado y abierto, sino, de manera complementaria, porque la investigación histórica -de hecho ningún tipo de investigación-, no constituye una forma de consolación. De esta manera, el espejo que a su sociedad debe ofrecer Heródoto, o por lo menos Heródoto moderno7, poco tiene que ver con las demandas específicas que los grupos particulares le hacen a la “historia”, una demanda de identidad, coherencia y consolación, una imagen gratificante, idílica y no problemática, una demanda 5. Eric Hobsbawm, Sobre la historia, 269. que puede encontrar sus mejores realizaciones en la mayor parte 6. Jacques Bouveresse, La demanda de filosofía. de las biografías corrientes, en las llamadas “novelas históricas” -y ¿Qué quiere la filosofía y que podemos querer de ella? [1996] (Bogotá: Universidad en sus complementos audiovisuales- y en todas las visiones de gruNacional de Colombia, 2001). po que bajo el título de “obras de historia” restituyen la función 7. Francois Hartog, El espejo de Heródoto. Ensayo sobre la representación del otro [1980] (Buenos Aires: FCE, 2002).

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de crear lazos imaginarios con un “pasado esencial e inmutable”, al que se denomina como “orígenes” o “raíces”8. En On History, Eric Hobsbawm cita un breve y sorprendente texto de Ernst Renan, el difusor de la idea de la nación como “un sentimiento que se renueva cada día”, quien hablando de las relaciones entre la “invención de la nación” -como ahora se dice- y el análisis histórico que se niega a reducirse a una forma de memoria consoladora de grupo, decía que “[o]lvidar, incluso interpretar mal la historia es un factor esencial en la formación de una nación, motivo por el cual el progreso de los estudios históricos es a menudo un peligro para la nacionalidad”9. Cada cual puede sacar sus propias conclusiones de los análisis 8. Las funciones culturales de la historia que propone Eric Hobsbawm. Pero resulta interesante recordar de escrita (objeto de la industria editorial) manera sumaria los ejemplos que ofrece sobre algunos avatares de representan un problema abierto, difícil y sorprendente. La segunda la investigación histórica en la hoy desaparecida Checoslovaquia, mitad del siglo XX ofrece, a través en Inglaterra, en Irlanda y en Israel, pues pueden ser ilustrativos de “best-seller” de gran calidad -por ejemplo en el caso del estudio sobre para nuestra práctica del oficio de historiadores. Nos interesan mulos campesinos del Languedoc de cho a nosotros sobre todo los dos últimos ejemplos mencionados, Emmanuel Le Roy Ladurie, o en el del molinero de Carlo Ginzburg, o en el porque se refieren a dos sociedades que han atravesado conflictos de las series de televisión de Georges armados de gran intensidad que han polarizado en forma extrema Duby sobre Guillermo el Mariscal-, libros casi capaces de competir con las opiniones, de una manera que lo que en periodos “normales” obras de poca calidad literaria pero de la vida de una sociedad puede llamarse en el campo académico favorecidas por el público que compra libros, como El alquimista de Paulo el “valor de la objetividad” -una conquista del espíritu científico-, Coelho. Por otra parte, pueden existir tiende a desaparecer en medio de los enfrentamientos, la pugnaciexcelentes biografías, problemáticas y poco arrulladoras, como la que sobre dad y el dominio de los intereses políticos sobre las exigencias del el poeta Porfirio Barba Jacob escribió análisis demostrativo. Fernando Vallejo. Hobsbawm muestra cómo una historiografía crítica, novedosa, 9. Eric Hobsbawm, Sobre la historia, 270. de grandes originalidades en el plano mismo del análisis, no ha 10. Sobre la fuerza del pasado como podido cristalizar en esas sociedades sino a partir del momento legitimación del presente Eric Hobsbawm, Sobre la historia, 17, en que los historiadores supieron poner en tela de juicio todas las escribe: “El pasado legitima. Cuando formas de representación dominantes -populares y compartidas-, el presente tiene poco que celebrar, el pasado proporciona un trasfondo que constituían el “relato nacional” socialmente aceptado: en un más glorioso. Recuerdo haber visto en caso la mitología identitaria acerca de la “gloriosa lucha armaalguna parte un estudio acerca de la antigua civilización de las ciudades del da del IRA”. En el otro la mitología anacrónica de los “orígenes valle del Indo titulado Cinco mil años de milenarios” con que se representa a sí mismo el Estado de Israel, Pakistán. Antes de 1932-1933, momento en que algunos líderes estudiantiles con evidentes versiones acomodaticias acerca de la presencia en inventaron el nombre, Pakistán no Palestina de árabes y judíos10. Hobsbawm concluirá indicando que existía ni siquiera como concepto. No se convirtió en una reivindicación política es tarea del historiador resistir “a la formación de mitos nacionales, firme hasta 1940 y como estado, su étnicos o de cualquier clase”, sobre todo mientras se encuentran creación se remonta tan solo a 1947 […]. Lo cierto es que “5.000 años de Pakistán” suena mejor que “cuarenta y seis años de Pakistán”.

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en proceso de gestación”, pues luego de que ellos cristalizan bajo figuras fetichizadas -un calendario, una celebración, una memoria cosificada-, el trabajo de crítica histórica se vuelve mucho más difícil -no hay olvidar que estas palabras estaban dirigidas a un auditorio de jóvenes estudiantes de países de la antigua “Europa oriental”, que después de 1989 eran la parte más dinámica de sociedades que intentaban recuperar la historia de sus sociedades anterior al fin de la Segunda Guerra mundial, que había sido confiscada por el partido comunista y sustituida de manera formal en las escuelas por el relato oficial sobre las “democracias populares” y la liberación soviética que había abierto el camino al “socialismo”11. Es posible que este trabajo de resistencia a la mitología histórica -que no se refiere solamente a la mitología sobre la noción dominante y las élites, sino también a las mitologías sobre los grupos subalternos- encuentre una síntesis en la conocida observación de Federico Nietzsche sobre la función del historiador, cuando a manera de pregunta escribía: “¿Pero de qué se ocupa el historiador si no de contradecir?”. 4. Al comenzar nuestra exposición habíamos indicado que buena parte del anacronismo se relaciona con el desconocimiento de las dimensiones básicas de una sociedad -el tiempo, el espacio y el lenguaje ante todo-, lo que nos recuerda además que el anacronismo es el hermano gemelo del etnocentrismo que tanto aqueja a sociólogos y antropólogos y respecto del cual esas disciplinas han producido formas de control y de autoanálisis, que aseguran grados elevados de objetividad cuando se practican con rigor y de manera controlada, lo que no ha ocurrido de la misma forma en el campo de las ciencias históricas en donde los controles de objetividad, cuando se producen, se han limitado al aspecto puramente documental. Esto ha evitado el examen cuidadoso de la forma como el propio punto de vista crea el objeto, y la manera como la relación que con su objeto establece el historiador compromete buena parte de sus resultados, y esto a pesar de los 11. Como escribe Eric Hobsbawm en saludos reverenciales que continuamente se hacen a historiadoSobre la historia, 21: “Debemos oponer resistencia a la formación de mitos res expertos en el tema como Michel de Certeau. nacionales, étnicos o de cualquier Antes de presentar algunos ejemplos precisos que me parecen otro tipo, mientras se encuentren en proceso de gestación. Al hacerlo no significativos de la tendencia al anacronismo y de su vinculación ganaremos en popularidad: Thomas con ciertas formas recientes de considerar las llamadas “sociedaMasaryk, fundador de la República Checoslovaca no se hizo demasiado des coloniales” hispanoamericanas, quisiera recorrer un ejemplo popular cuando entró en la política que me parece paradigmático, tomado de un texto de gran precicomo el hombre que probó, con gran pesar pero sin la menor vacilación, sión histórica y etnográfica y del que en muchas oportunidades se que los manuscritos medievales en han hecho críticas -precisamente- de un gran anacronismo, críticas que se basaba buena parte del mito

nacional checo no eran más que falsificaciones. Pero hay que hacerlo y espero que así lo hagan”.

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que permiten observar de manera exacta de qué forma las ideologías y el presente pueden oscurecer no sólo la investigación de un fenómeno, sino incluso la lectura de un texto que recrea un mundo social diferente del que nosotros habitamos. Esta pequeña consideración, que es además simplemente un homenaje a un gran texto de los ciencias sociales, nos puede servir también para insistir tanto en el carácter general del “obstáculo epistemológico” que estamos estudiando, como para llamar la atención sobre la forma particular como la tendencia al anacronismo se relaciona con tipos de ceguera ideológica que todos padecemos -en mayor o menor grado- acerca del funcionamiento de las sociedades sobre las cuales precisamente nos interrogamos, al tiempo que nos ilustra respecto de las presiones culturales que sobre el historiador ejercen las corrientes intelectuales del presente, al punto de hacerlo la víctima principal de una especie de chantaje ideológico que la época impone sobre sus esfuerzos de construcción de un pasado que sea “por el mismo”, “libre de toda culpa” impuesta por nuestra conciencia moderna, como pensaba Nietzsche que debería ser el objeto que fabrica el historiador. Tomaremos nuestro ejemplo de algunos de los estudios que sobre la “cencerrada” en las sociedades europeas previas a la industrialización realizó el notable historiador inglés E. P. Thompson12. Como lo puso de presente este autor, la cencerrada era un término genérico para designar formas variadas de rituales de hostilidad hacia individuos que habían infringido reglas que el conjunto de la comunidad formalmente respetaba. Ahí cabían cantidades de cosas como alcoholismo, pequeños robos y pillajes, matrimonios considerados socialmente inconvenientes, casos de cornudos, etc. Thompson estudió de manera muy documentada y con gran riqueza etnográfica varios de esos rituales, y entre ellos la “venta de esposas”, un ritual muy sofisticado para el que se montaba en un lugar público un tablado al que en medio de gritos, vociferaciones y obscenidades proferidas por los asistentes, subía un marido que llevaba a su mujer sujetada por el cuello con un lazo, mientras iba predicando a viva voz sus defectos y virtudes, en medio de gritos, bromas e insultos cada vez más subidos de tono, proferidos por un “público” férreamente integrado en el ritual al compás de la cerveza y del ambiente distendido que el ceremonial iba favoreciendo. El punto más concentrado del ritual, en términos de significación, era el momento en que el marido, luego de haber “presentado” a su mujer, la ofrecía “en venta” -la subastaba-, hasta encontrar finalmente un comprador, que luego del pago, se marchaba con ella. Muchos de quienes habían comentado el ritual de “venta de esposas” lo habían criticado y censurado como costumbre bárbara y sobre todo como costumbre “irracional” de muy difícil explicación. 12. E. P. Thompson, Historia social y antropología (“Rough music, la cencerrada inglesa”) [1972] (México: Instituto Mora, 1994).

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Con la reaparición en las ciencias sociales del último tercio del siglo XX de las actitudes feministas militantes -los “estudios de género”-, las críticas a este tipo de ritual (o rituales semejantes, hace tiempo desaparecidos en las sociedades europeas), se hicieron mucho más agudas y, apoyándose en sus descripciones sobre la dominación masculina, el patriarcalismo, la condición sometida de la mujer, etc., hechos todos que nadie se atrevería a negar hoy, nuevas y más enfáticas interpretaciones se produjeron, interpretaciones que contenían muchos elementos de verdad, pero que en ocasiones sería conveniente matizar, como ocurre con toda verdad fundamental, si es cierto que toda verdad arrastra un elemento de oscuridad. El análisis de E. P. Thompson -por lo demás un “feminista” convencido- sobre el ritual de la “venta de esposas” y su definición de la cencerrada como una fiesta popular enormemente ritualizada, permitía ver de forma documentada, y con todo detalle, que la “venta de esposas” era una forma comunal de “divorcio popular” y que bajo su presentación opresiva e indignante, para nuestra conciencia de hoy, se encontraba una solución feliz a la desintegración y a la necesidad de recomposición de la vida familiar y matrimonial de muchos aldeanos, y por lo tanto a la necesidad de mantener los equilibrios afectivos de la comunidad. Thompson mostró de manera documentada, con el apoyo de muchas fuentes del folclore, que el comprador que subía al tablado, que pagaba y hacía la pantomima de llevarse a la mujer, quien aun tenía la soga alrededor de su cuello, era en realidad su nuevo marido, y que con el dinero que entregaba al anterior marido se pagaban ahora en la taberna las cervezas de todos los aldeanos, incluidas las felices libaciones de la nueva pareja, hechos todos difíciles de captar en su significado si se mantiene la idea de “irracionalidad” de los comportamientos campesinos, o la denuncia, en apariencia progresista, de que se trataba de un episodio más que ponía de presente la “dominación extrema” de la mujer, no porque tal dominación no existiera, sino porque el fenómeno terminaba siendo desfigurado por completo cuando se pasaba por el tamiz de la sensibilidad contemporánea, cuando se sustraía de su contexto y cuando se anulaba uno de sus polos de significación: la restitución de los equilibrios matrimoniales y de las formas de circulación del afecto, lo que impedía fenómenos de soltería masculina, y las posibilidades de ataques a las mujeres casadas o a las menores de edad, o la existencia de mujeres abandonadas sin ningún apoyo y en condición aun de mayor fragilidad que la habitual, lo que volvía mucho más difíciles sus condiciones de vida en la comunidad, en una época en que no sólo no existían las lavadoras ni la idea del trabajo doméstico compartido entre hombres y mujeres, sino que mucho menos existía el derecho laboral femenino de la segunda mitad del siglo XX y la conciencia moderna de la igualdad entre hombres y mujeres.

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13. Hasta donde sé ninguno de los que hemos utilizado por años esta expresión - “sociedad colonial”- nos hemos preocupado por investigar su genealogía, pero es claro que la sociedad designada como colonial por nosotros no se designaba a sí misma de esa manera. Alguien en el siglo XIX debió haber puesto a circular la expresión. A lo largo del siglo XIX y mucho más en el siglo XX la expresión ha ido cada vez repletándose de nuevos sentidos impuestos desde el presente -la “colonia factoría”, la colonia que depende de un imperio que se piensa de manera muy parecida a como se ha pensado en el siglo XX el imperialismo, cuyo modelo popular elaboró el marxismo y cuyo ejemplo por excelencia han sido los Estados Unidos, etc.-, todas ideas que dificultan comprender un orden social y una forma de vida política que al parecer marchaba por caminos muy diferentes de aquellos que fijaron los primeros republicanos y desde entonces reproducen los libros de historia escolar. Las corrientes de historia que se califican a sí mismas como representantes de los “estudios subalternos” y hablan de “colonialidad” y “postcolonialidad”, sobre la base de un modelo de comprensión producido a partir de estudios desarrollados en un marco histórico tan poco semejante al nuestro, como es el de la India, han agravado mucho más el problema y han desfigurado mucho más la realidad que intentaban comprender. 14. En el caso particular de Michel Foucault y su noción de “poder”, antes que a la propia obra de ese autor hay que referirse a las formas dogmáticas y simplificadoras que, a veces con el propio aplauso de Foucault, pusieron en marcha las instituciones universitarias que en los Estados Unidos fueron los centros principales de recepción de la obra del pensador francés y de los otros maîtres à penser exportados por Francia como mercancía de consumo. Una vez más la sociedad norteamericana volvió a mostrar su capacidad enorme de dar forma nueva y asimilable a perspectivas en principio muy críticas, como lo había hecho a lo largo del siglo XX con el marxismo -en Estados Unidos hay Marx para gerentes- y el psicoanálisis. Freud había dicho al llegar con Ernst Jones

5. Trataré ahora de señalar algunos ejemplos típicos de anacronismo, relacionados con el propio periodo y tema de estudio a los que he dedicado en años pasados algunos trabajos: la sociedad colonial de los siglos XVI al XVIII -sin dejar de mencionar de una vez que los usos más frecuentes de la propia noción de “sociedad colonial” me parece que ponen de presente la urgencia de volver de manera crítica sobre una categoría que siempre parece quedar por fuera del examen- y de manera mucho más específica su periodo “Ilustrado”, que corresponde aproximadamente al último tercio del siglo XVIII, por lo menos si el fenómeno se observa desde el punto de vista propiamente local en el plano intelectual13. Quisiera pues proponer algunos ejemplos de usos anacrónicos de nociones y categorías que recientemente han querido aplicarse a esa sociedad. Algunos de estos ejemplos son nuevos. Otros se encuentran ya en algunos trabajos anteriores, bajo la forma de crítica a otras interpretaciones de la “sociedad colonial” neogranadina. Algunos se refieren de manera específica al orden de los hechos. Otros se refieren de manera más estricta al orden de la interpretación, aunque como se sabe esa vieja distinción analítica funciona de manera muy parcial y en situaciones y campos limitados. Otros, finalmente, se refieren a ciertos usos de los conceptos de la teoría social contemporánea. No olvidemos que la “teoría” ha sido en años recientes una de las mayores fuentes de anacronismo en el análisis histórico, de manera muy particular cuando se ha querido acudir a nociones complejas y fuertemente dependientes de su contexto histórico y epistemológico de formación, como en el caso de la noción de “poder” y “relaciones de poder” elaborada por un pensador de tanta importancia como Michel Foucault, cuyo prestigio ha llevado además a un juicio muy poco crítico soa los Estados Unidos a dictar sus célebres conferencias de la Universidad de Clark: “No bre muchos de sus análisis, que saben que les traemos la plaga”. La categoría han terminado convertidos en de “adaptación” y la técnica analítica funcionando en condiciones de mercado, frases definitivas y perentorias como una profesión liberal, acabarían con que hay que obedecer, traiciola ilusión de una “plaga transformadora”. Sobre la recepción en los Estados Unidos nando de esta manera la actitud en medios universitarios de la teoría social crítica y poco complaciente con francesa y sus formas de apropiación -que luego graduados latinoamericanos traen a su propia obra que siempre mosnuestros países- puede verse el instructivo tró el insigne filósofo francés14. y sensato libro de Francois Cusset, French Theory: Foucault, Derrida, Deleuze y compañía, y las mutaciones de la vida intelectual en Estados Unidos [2003] (Barcelona: Melusina, 2005).

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Quisiera comenzar con un ejemplo sencillo, pero que me parece altamente ilustrativo. Tiene que ver con un gran libro de la cultura occidental. Se trata de la Encyclopédie, esa suma de conocimientos publicada bajo el impulso de D’Alembert y Diderot, ese gran libro de libros que la cultura escolar nos invita de inmediato a asociar con Voltaire, con el materialismo y el ateismo, y de una manera no siempre muy fundamentada con la Revolución Francesa de 1789. Cuando se leen relatos sobre los años finales del siglo XVIII y primeros años del siglo XIX en Colombia -inevitablemente dos periodos fuertes de la “historia nacional”, pues corresponden de manera básica a la Ilustración y a la Revolución de Independencia-, se advierte enseguida la tendencia a convertir a los Ilustrados de manera directa y sin matices en los “padres de la patria” -como lo ha vuelto a mostrar el actual despliegue en torno al Bicentenario- y a hacer del pensamiento ilustrado finalmente la propia “filosofía de la revolución”. De esta manera, los Ilustrados serían ante todo “enciclopedistas” -revolucionarios y materialistas según la leyenda, por lo tanto-, como lo prueba el hecho de que siempre se mencionan a continuación las lecturas que supuestamente de esa obra hicieron los próceres de la Independencia nacional, según algunos de los escasos testimonios que al respecto se pueden presentar y que luego los comentaristas en el siglo XX han repetido de manera canónica, sin volver nunca a las fuentes, y sin tratar de saber de qué Encyclopédie se está hablando, a qué tomos y materias de esa voluminosa obra se hace referencia, en dónde se encuentran los ejemplares impresos o las copias manuscritas de esta suma del conocimiento humano, testimonios y fuentes que podrían dar alguna realidad a las afirmaciones que se hacen sobre el “enciclopedismo” de los próceres de la Independencia nacional. Hoy disponemos de investigaciones de primer orden sobre la Encyclopédie, y entre ellas, en primer lugar, contamos con las de Robert Darnton, apoyadas ante todo en un conocimiento de primera mano de las fuentes básicas del problema: los archivos de la Sociedad Tipográfica de Neuchâtel, por lo menos si se trata de aclarar los aspectos iniciales del problema: ¿De qué libro estamos hablando cuando hablamos de la Enciclopedia? Darnton nos ha enseñado, entre otras cosas importantes, que no hubo una, sino dos “Enciclopedias”, un hecho elemental pero ignorado, hasta donde llega mi conocimiento, por los comentaristas locales. Entre los dos proyectos de Enciclopedia -los dos publicados, con diferencias de años y de editor-, la diferencia mayor estriba, por así decirlo, en su radicalidad y en su relación con la política y la crítica de las creencias religiosas, aunque los dos proyectos, que tienen muchos elementos comunes, participaban del sueño general de crear el gran compen15. Robert Darnton, L’aventure de dio del conocimiento humano, mucho más que de modificar las l’Encyclopédie, 1775 – 1800. Un best-seller au siècle des Lumières [1982 y 1979 para estructuras sociales y políticas de la Francia del siglo XVIII15. la edición original en inglés] (Paris: Librairie Académique Perrin, 1982). -Hay traducción en castellano-.

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La primera Enciclopedia, dirigida por D’Alembert y Diderot, es la que se asocia de manera al tiempo directa y un poco mítica con la Revolución Francesa. La segunda es la que fue conocida como la Enciclopedia Metódica, una voluminosa publicación, de la cual dice Robert Darnton que “hoy en día reposa ignorada sobre los estantes más inaccesibles de las bibliotecas de investigación”, sin que haya despertado por ahora “la curiosidad de un solo estudiante que se encuentre padeciendo ‘mal de tesis’”. Teniendo en cuenta esta elemental distinción que hace Darnton -que desde luego yo ignoraba la primera vez en que me interesé por este asunto-, traté de estudiar en las fuentes locales el problema y pude constatar que fue la Enciclopedia Metódica la que circuló entre los Ilustrados neogranadinos y describí la forma como alguno de ellos -Jerónimo Torres- la persiguió durante toda su vida, luego que conoció el prospecto que anunciaba su edición, que además hizo circular entre sus compañeros de orientación intelectual, y además invirtió muchos de sus pocos caudales en la adquisición de la obra (aunque al parecer sólo tuvo unos pocos tomos, no sólo porque la obra era de una extensión monumental, sino porque el proyecto de edición quedó trunco en Francia), habiendo sostenido además una rica e ilustrativa correspondencia con diversos vendedores españoles y franceses de libros, persiguiendo su sueño de poseer “la metódica”, el libro que se ofrecía como la “suma del conocimiento humano”16. No conozco un solo comentarista local que se haya hecho la pregunta elemental sobre cuál de las dos “enciclopedias” circuló entre nosotros, pues si el asunto se investigara se podrían replantear varias cosas al saber que fue la Enciclopedia Metódica la que conocieron, y eso a medias, los Ilustrados, y que “la metódica” -como la llamaban- era una obra alejada por completo del proyecto original de D’Alembert, pues se trataba simplemente de poner al día por vía sintética y comprensible los conocimientos de las “ciencias y las artes”, por lo menos bajo la forma que exhibían en la Francia de finales del siglo XVIII. Un libro que, como escribe Darnton, “desilusiona a quien lo consulte con la intención de encontrar las raíces ideológicas de la modernidad”. No quiere decir esto desde luego que no existiera en el medio local ningún conocimiento en términos absolutos del “radicalismo filosófico francés” del siglo XVIII, o que la Enciclopedia Metódica no fuera en su época un importante libro de ciencias que pudo haber hecho aportes a la primera y segunda generación de Ilustrados neogranadinos. Señalo pues simplemente que la importancia de ese libro se encontraba en otra parte, y que el ejercicio repetido de hacer de los Ilustrados locales a todo precio “revolucionarios afrancesados” refleja tan sólo el peso de preguntas imaginarias, formuladas sobre la base de la propia leyenda que sobre la Independencia nacional se construyó en el primer siglo republicano, cuando comenzaban a dotar a la nueva sociedad y a su proyecto revolucionario de los 16. Renán Silva, Los Ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808. Genealogía de una comunidad de interpretación (Medellín: EAFIT/Banco de la República, 2005).

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antecedentes y “orígenes” que la legitimaban, la mostraban anclada en el pasado e incluida en una serie de acontecimientos que la ponían en el marco de la evolución hacia el progreso universal. Ésta es una situación fácil de comprender si se recuerda que toda sociedad en proceso de cambio debe construir y difundir nuevos principios de legitimidad que hagan posible el orden social propuesto y en vía de afirmarse. Pero que los historiadores posteriores, sobre todo aquellos que escriben a finales del siglo XX en una coyuntura intelectual diferente y bajo unas condiciones de formación profesional muy favorables, sigan participando de las mismas mitologías resulta extraño y hace mucho más imperdonable su anacronismo. 6. Como he señalado varias veces el anacronismo en historia y en las ciencias sociales se relaciona también con una enorme falta de sensibilidad por el lenguaje. He intentado mostrar en otras oportunidades que la mayor parte de las teleologías que hacen de la Ilustración la antesala preformativa de la revolución que comienza en 1808, se apoyan en una interpretación anacrónica que confunde los sentidos normales, “históricos”, “estabilizados”, de ciertos vocablos corrientes de los siglos XVII y XVIII con los nuevos sentidos dados a las palabras en el marco de la fase del “patriotismo herido” (en 1808 y 1809), y luego cuando la revolución irrumpe y efectivamente ya no hay posibilidad de regreso al viejo mundo político del absolutismo. Ofrecí en otro momento, y quiero repetirlos ahora, tres ejemplos que me parecen significativos al respecto17. El de las palabras libertad, pueblo y revolución, palabras corrientes en la documentación de la “sociedad colonial”, palabras que eran regularmente utilizadas bajo su forma plural y que los comentaristas no evitan llevar al singular, como primer paso para imponerles un sentido que no existía de ninguna manera antes de 1808 y que sólo se va afirmando en el curso de la revolución, sin perder nunca su radical ambigüedad en el siglo XIX. “Libertades” es una palabra que remite a todas las formas de privilegio en una sociedad que, aproximadamente, puede caracterizarse como de “cuerpos y órdenes”. Su significado se relaciona de manera directa con el conocido sistema de privilegios corporativos y de fueros, que caracterizaba a las sociedades hispanoamericanas en tanto parte integral de una monarquía que en España siempre tuvo que pactar con los “cuerpos de la sociedad” y que en sus posesiones de Ultramar, aún más difíciles de controlar por las distancias y la debilidad de 17. Renán Silva, Bajo la sombra de Clío. Diez las formas estatales, conocieron un amplio desarrollo, no sólo en ensayos sobre historia e historiografía el marco de la sociedad dominante, del mundo de los privilegia(Medellín: La Carreta Editores, 2007), 231 y ss. Para la orientación dos, sino también de los comunidades indígenas y negras y de los pionera en este campo puede verse “cuerpos de oficios”. François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias -Ensayos sobre las revoluciones hispánicas- (Madrid: MAPFRE, 1992).

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“Pueblos” quiere decir agrupación territorial, una forma de espacialidad jerarquizada (el espacio territorial se organiza como privilegios diferenciales de “lugares”, “pueblos”, “villas”, “villetas”, “ciudades”) y nada tiene que ver con el “pueblo político”, con el “príncipe moderno” -de que hablaba Gramsci-, con el posterior sistema de representación a que dará lugar, precisamente, la revolución moderna. Los “pueblos” en América Hispana, como lo demostró hace años de manera muy lograda FrançoisXavier Guerra, son precisamente comunidades territoriales sobre las que se asienta el dominio de la monarquía, que debe compartir con ellos una serie de jurisdicciones y competencias que han sido históricamente objeto de negociación y que a pesar de todos los ataques del absolutismo contra los “poderes locales” resistieron y se fortalecieron. Así que “libertades de los pueblos”, es una expresión que para convertirse, por lo menos en el plano del lenguaje político, en la “libertad del pueblo” -es decir del individuo, si se trata de la “libertad de los modernos”- tendrá que conocer transformaciones sociales mayores, ser objeto de largos debates e inscribirse en el horizonte de cambios políticos institucionales que puedan dotar a la expresión de un contenido y forma nuevos. En todo caso, una expresión cuya historia habría que escribir, sin suponer que la aparente comunidad de palabras -el hecho de que “libertad” y “pueblos” existan en la documentación- sea suficiente para declarar la existencia en los años finales del siglo XVIII de una idea moderna de “libertad” y de “individuo”, una falsa idea que además sirve para obviar el trabajo documentado de semántica histórica que hay que realizar para poder ir reconstruyendo la manera como nuevos significados, asociados a la manera de una constelación -la constelación de la política moderna- se van organizando en el marco de la sociedad revolucionaria después de 1808. Por su parte “revoluciones”, una palabra compleja que cada uno de nosotros, “hombres modernos” -en el sentido de Nietzsche-, no dejamos de asociar con nuestro propio imaginario sobre la “revolución”, es una palabra que en los siglos XVII y XVIII cubre un amplio espectro de sentidos que habría que reconstruir de manera cuidadosa. “Revolución” y “revoluciones”, tanto en singular como en plural, son palabras de uso más o menos frecuente en el vocabulario de los Ilustrados de finales del siglo XVIII, pero casi nunca se refieren a lo que nosotros designaríamos como “revolución moderna” y tampoco como levantamiento popular -como en el caso por ejemplo de lo que nosotros designamos de manera tradicional como “Revolución de los Comuneros”-, ni siquiera en los primeros años del siglo XIX. En los medios de los hombres de letras -los universitarios, los naturalistas y algunos pocos funcionarios de la administración-, “revolución” remite casi siempre a modificaciones sustanciales de un objeto, pero no remite a modificaciones del cuerpo político, sino ante todo de los cuerpos celestes. Su sentido primero parece provenir de las ideas de Copérnico

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y Newton presentadas por José Celestino Mutis al público ilustrado de Santafé poco tiempo después de su llegada y parece haberse extendido a muchos otros sucesos, como cuando Mutis habla de las “revoluciones del orbe literario”, para referirse a los cambios aparecidos en el campo de los estudios de la historia natural y de la medicina, o como cuando Francisco Antonio Zea, uno de sus discípulos, hablando del descontento de los estudiantes y profesores contra la filosofía escolástica, habla de “las revoluciones en el humor del cuerpo científico”, sentidos que se encuentran también en los demás ilustrados de los otros virreinatos, y desde mucho tiempo atrás en los polemistas modernas en la Península Ibérica. Los Ilustrados de principios del siglo XIX -me refiero desde luego al grupo de quienes no fueron fusilados-, convertidos ya después de 1810 en Republicanos Ilustrados y necesitados de ofrecer a la nueva sociedad un marco nuevo de legitimidad, se esforzaron por inventar para sí y para la nueva república orígenes y antecedentes y una justificación de sus acciones, presentadas además como “proyecto”. El curso de las cosas así lo imponía. El relato se formalizó y los hombres de pluma y luego los periodistas, los curas, los maestros y la escuela lo han ampliado y reproducido hasta el presente, dando lugar además a debates irrisorios sobre la personalidad o las acciones de éste o aquel héroe de la revolución. Muchos otros ejemplos de anacronismo pueden ser traídos a colación, aunque no se avanza mucho extendiendo el inventario. Menciono de todas maneras, en el campo de la historia intelectual, el caso de la crítica de la filosofía escolástica y el silogismo, un lugar común en el último tercio del siglo XVIII entre los Ilustrados hispanoamericanos, pero un lugar común que ha sido una fuente permanente de anacronismos, al ignorarse que tal crítica es una de las constantes del ascenso del pensamiento que designamos como moderno, en el marco de las monarquías absolutas, monarquías que en general mantuvieron siempre una posición favorable respecto de las ciencias modernas experimentales y la reforma de los métodos de enseñanza universitarios. Sin embargo, una tradición que viene del siglo XIX impuso una interpretación según la cual detrás de la crítica de la escolática se encontraba la crítica política de la sociedad, crítica que, dadas las condiciones de censura, se escondía detrás de la denuncia de las “ignominiosas cadenas del peripato”, como si el silogismo condujera al mundo político moderno y detrás de su crítica se encontrara agazapada la revolución y la democracia representativa. Hoy sabemos, con bases firmes, que las monarquías absolutas, a partir de los “sabios de la Corte”, fueron parte de la avanzada contra el silogismo y la escolástica, en la medida en que tales formas filosóficas participaban de un mundo cultural en el que las órdenes religiosas tenían el monopolio de gran parte del sistema de enseñanza. A los soberanos absolutistas, que fueron durante gran parte del siglo XVIII uno

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de los bastiones de avance hacia el mundo cultural moderno y no uno de los diques que se le oponían, les pareció de primera importancia la simplificación de la lógica, que se encuentra en el centro del trabajo filosófico moderno del siglo XVII, en la medida en que ese proceso también apuntaba a la simplificación del mundo social barroco que se agazapaba detrás de esas catedrales góticas del intelecto que habían construido importantes filósofos que eran además hombres de Iglesia. En el siglo XVIII los hombres de letras que se quejaban de la “tiranía del silogismo” y que en buena medida habían madurado intelectualmente en el marco de la Corte y no de las casas obispales, fueron los aliados de la Corona, y no hay que olvidar que buena parte de esos hombres de letras eran parte de los nuevos ejércitos Ilustrados. 7. La preparación de este texto me ha convencido de que en gran medida muchos de los trabajos que se inscriben en esa corriente hasta hace unos pocos años tan floreciente en las universidades de los Estados Unidos que ha sido designada como “postmoderna” se caracteriza por una tendencia casi sistemática al anacronismo. Como se sabe, se trata de una corriente que ha expresado su desconfianza en las posibilidades mismas del conocimiento -un aspecto destacado 18. En castellano la compilación de Carlos del relativismo y escepticismo de fines del siglo XX-, que ha hecho Reynoso, presentada bajo el título de El surgimiento de la antropología todo un programa de trabajo del rechazo a las normas de verificación postmoderna (Barcelona: Gedisa, 1992), y de crítica racional del trabajo de investigación, bajo la idea de que es un ejemplo magnífico del grado de confusión a que se había llegado se trata de intromisiones autoritarias en el campo de la libertad de a finales del siglo XX en el campo de espíritu a través de reglas que no son más que un ejercicio de dominalas ciencias sociales. Hilary Putnam, El desplome de la dicotomía hecho-valor ción; y que declara, en aparente gesto de “radicalismo democrático”, y otros ensayos [2002] (Barcelona: que el análisis histórico y el testimonio se encuentran en el mismo nivel Paidós, 2004), mostró de manera consecuente de qué forma se pueden -pues se trata en los dos casos de “intervenciones” de actores sociasacar conclusiones valiosas de grandes les, condicionados por su sociedad y por el punto de vista particular cambios sociales en el conocimiento, sin tener que desembocar en que expresan -lo que Jacques Bouveresse ha designado de forma críconclusiones “escépticas” presentadas tica como “la equivalencia absoluta de todas las creencias”-18. de forma dramática ante públicos universitarios fáciles de cautivar con No es extraño que esa misma corriente escéptica y relativista gestos expresivos. Por su parte John haya terminado reduciendo el análisis histórico a la reconstrucción Searle, La construcción de la realidad social [1995] (Barcelona: Paidós, 1997), mostró de la “memoria” de las comunidades y a la lucha por su “identidad”, con exactitud y controlada erudición tratando de hacer del análisis histórico el fundamento militante la forma como la sociedad sigue estando en la base del conocimiento. de las reivindicaciones, sin duda justas, de ciertas comunidades, La expresión “equivalencia absoluta y comprometiendo buena parte de sus esfuerzos en tareas de rede todas las creencias”, de Jacques Bouveresse, es recordada por Pierre construcción “identitaria”, casi siempre de fondo esencialista, en Bourdieu en “Wittgenstein, le que se proyectan con facilidad todas las urgencias del presente: las sociologisme et la science sociale”, en Wittgenstein, dernières pensées, eds. Jacques Bouveresse et al (Marseille: Agone, 2002).

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reivindicaciones contemporáneas de los grupos sociales que se estudian, su necesidad de inclusión y de reconocimiento, la “deuda social” que reclaman a los gobiernos, etc. Estamos ante el caso de una actitud partidista que identifica la objetividad con el positivismo en su versión más primaria y que introduce en el análisis diversas formas de anacronismo, bien sea como producto de usos laxos de la teoría, bien sea como producto de las presiones ideológicas que grupos sociales en ascenso y críticos de la sociedad que por mucho tiempo ha desconocido sus derechos. Permítanme que les adelante un solo ejemplo. Se trata de un pequeño libro de reciente aparición. Una disertación doctoral presentada en Georgetown University y que trata sobre un tema realmente importante en el campo de la historia cultural de la sociedad hispanoamericana de los siglos XVII y XVIII. El tema de la mencionada disertación es el de los usos de la escritura y de “lo escrito” en la ciudad de Lima en el siglo XVII entre la gente negra19. Desde el principio hay desde luego algo problemático en este trabajo. Algo que tiene que ver con la forma “esencialista” e “idiosincrática”, por así decir, de plantearse los problemas del análisis de una práctica como la escritura, como si en verdad sus usos diferenciales reposaran sobre algún misterioso elemento racial o étnico y no pudiesen ser mejor comprendidos y valorados en el horizonte de un conjunto de grupos subalternos y en relación con los otros grupos sociales de posición semejante -pero pertenecientes a otros “órdenes sociales”-, o de posición superior en los marcos de la jerarquía socio/cultural de esa sociedad. Es revelador de cierto humor contemporáneo que este pequeño libro eluda de manera sistemática el uso de la palabra “negro”, mostrando una extrema fidelidad voluntaria a las imposiciones de lo “políticamente correcto”, mientras que, de manera sorprendente, no realiza una sola incursión, ni siquiera superficial, sobre las posibles formas en que en esos años y en esa sociedad, de manera estricta y precisa, se designaba a ese grupo social y a los diversos “subgrupos” que lo componían, pues en contra de toda idealización de las “comunidades populares”, las propias fuentes citadas en el texto muestran las diferentes formas de fragmentación y segmentación que la propiedad y la acumulación de recursos materiales y culturales habían ido produciendo dentro de la “comunidad negra”, una comunidad humana diversa en sus orígenes -social y territorialmente hablando- y que había sido socializada y aculturizada en Lima, una ciudad próspera de amplio desarrollo urbano, capital del gran virreinato del Perú, una de las más preciadas posesiones de la que era en ese momento la más importante monarquía europea. En cambio de esa búsqueda, siquiera mínima, en el lenguaje de la época, tal como lo ofrece el “archivo”, el autor prefirió sumarse al 19. José Ramón Jouve Martín, Esclavos en

la ciudad letrada. Esclavitud, escritura y colonialismo en Lima (1650-1700) (Lima: Instituto de estudios peruanos, 2005).

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“humor dominante” de la época, y sobre todo de su mundo académico, y optó por la expresión “personas negras”, cuyo uso le debe permitir posiblemente recordar a los lectores sus sólidas convicciones éticas, aunque el mismo tiempo y la propia utilización ingenua y descontextualizada de las palabras lo lleve a introducir sin ningún cuidado la compleja categoría de persona, un término ya presente en Grecia -máscara-, pero que adquiriría todo su poderoso significado en la sociedad romana, tanto en el campo del Cristianismo -que elabora la noción a través de prácticas como la confesión y que hará de ella posteriormente, ya en el temprano Renacimiento, uno de los baluartes de las formaciones pioneras de los “derechos de todos los hombres”-, como en el campo del pensamiento jurídico, que desde Roma producirá la categoría de “persona”, como una de sus más depuradas herramientas, uno de los polos de la pareja “personas y bienes”, punto fuerte en la estructuración del derecho civil. De manera mucho más concreta, el uso ingenuo de la palabra “persona” impide reconstruir la lucha de significados que se va trenzando entre la definición institucional -económica- de esclavo, en esa sociedad y periodo, y la propia definición moderna de persona que se va abriendo paso en la llamada “escolástica tardía” y en pensadores tan innovadores y en parte “escandalosos” -para su época-, como Fray Bartolomé de las Casas. Así pues, un cierto descuido en el uso de las palabras, una cierta ignorancia de una categoría clásica de la antropología (recuérdense por ejemplo los trabajos de Marcel Mauss sobre la categoría de persona), sumados a un adjetivo que en principio es el nombre de un color -negro-, bajo una forma femenina y plural -“personas negras”-, ha producido la aparente maravilla de una expresión políticamente correcta, de un tono humanista radical, bien acoplada con el reciente humor de la clase media universitaria norteamericana y de algunos “intelectuales étnicos”, aunque posiblemente con el riesgo de introducir severas deformaciones en los procesos sociales y culturales que se intentaba conocer. Las mismas sospechas de anacronismo podrían hacerse respecto de los usos que el texto mencionado hace de nociones como “sociedad civil” o “vida privada”, dos categorías que suponen instituciones como el mercado y la conquista de una esfera autónoma política separada de la Corte, en el primer caso; o la existencia de formas de intimidad, convivialidad, limitación del poder de intervención del Soberano en los planos domésticos, definición de mecanismos legales de derecho civil que crean barreras de protección a la actividad de las familias y muchos otros mecanismos de “individuación” que van minando las formas a través de las cuales el poder político en ese tipo de sociedades mostraba su carácter extensivo, en el segundo caso. Si se juega con las palabras, y “sociedad civil” o “vida privada” son nociones que no quieren decir nada en particular como categorías de análisis histórico, puede ser aceptable que estén allí,

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aunque el lado más complejo y dañino del problema es lo que tiene que ver con la distorsión que se introduce en el análisis de la propia sociedad hispanoamericana, cuyas formas básicas de existencia parecen seguir siendo consideradas sobre la base de nuestra propia percepción del presente de nuestras sociedades. Regreso pues a mi afirmación de que la revisión de muchos libros recientes de historia “colonial” y republicana de América Latina dejan la impresión de que están dominados por formas diversas de anacronismo, y de que la presencia de ese tipo de falsa perspectiva histórica se encuentra en buena medida en relación con la recepción de nociones recientes de las ciencias sociales dominantes en el último tercio del siglo XX, sobre todo en los Estados Unidos, aunque su extensión y grado de implantación ha ido mucho más allá, al punto de haber sido por muchos años lo que puede llamarse con un uso preciso de las palabras la “ideología dominante” en la historiografía académica internacional, una ideología impuesta con fuerza arrolladora por poderosas universidades, reconocidos y mediáticos académicos, y por una industria editorial y medios de comunicación que dan forma a los lenguajes que una sociedad considera como legítimos y respetables, al punto que por una buena cantidad de años se ha impuesto la idea de que quien no hable y escriba de una cierta manera y no acuda a determinadas convenciones, es la encarnación misma de las más superadas figuras del trabajo historiográfico.

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La historia global y su conveniencia para el estudio del pasado y del presente

La historia global y su conveniencia para el estudio del pasado y del presente

Global History and its Usefulness in the Study of the Past and the Present

Resumen

Abstract

El artículo analiza los factores que hicieron

This article analyzes the factors behind the

posible el surgimiento de la historia global,

rise of global history, identifies its contours,

precisa sus contornos y esboza los enfoques

and sketches its areas of focus, including such

que incluye, tales como la historia comparada,

fields as comparative, transnational and croisée

la transnacional y la croisée. Asimismo, detalla

history. It also details the main obstacles that it

los principales obstáculos que debe enfrentar y

should confront and the challenges it offers to

los desafíos que le plantea a la historia a secas.

history tout court. Based on the disquisitions

Con base en las disquisiciones que ofrece esta

that this historical perspective offers, the

perspectiva histórica, el autor brinda algunas

author provides some clues of how to make

claves para hacer de la historia global un

global history a focus for the study of the

enfoque para el estudio del presente histórico

contemporary historical present.

contemporáneo.

Palabras

Hugo Fazio Vengoa

Key Words

c l av e

Historiografía, historia global, globalización, historia

Historiography, Global History, Globalization,

del tiempo presente, historia mundial, juego de

History of the Present Time, World History, Scale,

escalas, macrohistoria, microhistoria.

Macrohistory, Microhistory.

Historiador con Doctorado en Ciencia Política de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Profesor Titular y Director del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del Grupo de Historia del Tiempo Presente (Categoría A1 en Colciencias). Sus intereses investigativos se concentran en la Historia del tiempo presente, la globalización y las relaciones internacionales contemporáneas. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: La historia y el presente en el espejo de la globalización (Bogotá: Uniandes - CESO, 2008) y El mundo y la globalización en la época de la historia global (Bogotá: Siglo del Hombre - IEPRI, 2007). hfazio@uniandes.edu.co

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I ntroducción Hace más de medio siglo Fernand Braudel afirmó que “la historia es hija de su tiempo” y que, por los profundos cambios que sacudían el panorama mundial en ese entonces, la historia ya no podía seguir siendo la misma. En dicha ocasión, el historiador galo constataba que con la Segunda Guerra Mundial un viejo mundo había quedado atrás y advertía que los anteriores conceptos intelectuales se habían “encorvado o simplemente roto”: que los científicos sociales debían adentrarse en otra “aventura del espíritu” y debían embarcarse en nuevas incursiones académicas e intelectuales1. Visto desde otro ángulo, esta variabilidad de significados y de contenidos obedece a que la historia representa un tipo de conocimiento reflexivo, en tanto que reconoce que “las prácticas sociales son examinadas constantemente y reformadas a la luz de la nueva información sobre esas mismas prácticas, que de esa manera alteran su carácter constituyente”2 y porque es un tipo de saber que se encuentra codificado y regulado por la “interpretación que la sociedad hace de sí misma”3. Hemos querido iniciar este ensayo recordando esta sugestiva c tesis braudeliana sobre el carácter reflexivo que comporta el coEste artículo es producto de la investigación Hacia unas relaciones nocimiento histórico, porque en el recodo de los siglos XX y XXI internacionales globales en el marco del el mundo ha transitado por una coyuntura histórica, tanto o más grupo de Historia del Tiempo Presente, que contó con financiación de Colciencias. radical que la que en su momento le correspondió vivir al conno1. Fernand Braudel, Historia y ciencias tado historiador francés. Son tan profundas las transformaciones sociales (Madrid: Alianza, 2002), 19-22. que experimentan las sociedades contemporáneas, que la historia 2. Anthony Giddens, Consecuencias de la no ha podido permanecer impávida y ha tenido que adaptarse y modernidad (Madrid: Alianza, 1999), 46. responder a estos cambios. 3. Ulrich Beck, Libertad o capitalismo. En este proceso de adecuación al soplo de los nuevos tiempos Conversaciones con Johannes Willms (Barcelona: Paidós, 2002), 7. han ido surgiendo nuevos enfoques, se han diseñado novedosos 4 presupuestos metodológicos y se han acuñado nuevos conceptos 4. Jaume Aurell, La escritura de la memoria. De los positivismos a los posmodernismos (Valencia: Publicaciones, Universidad de Valencia, 2005).

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entre los cuales un lugar especial le ha correspondido al de la historia global5. No es una exageración sostener que ha sido tal la atención que ha despertado la historia global que desde finales del siglo pasado han surgido numerosas publicaciones periódicas electrónicas dedicadas a este tema, importantes revistas académicas le han dedicado números monográficos e incluso prestigiosas universidades, como la de Warwick, han inaugurado programas académicos a nivel de Maestría sobre este tipo de historia. 1. L a globalización como fundamento de la historia global No es fortuito el interés que ha despertado la historia global. Detrás de ella se encuentran numerosos factores, algunos de los cuales obedecen a transformaciones que han experimentado las sociedades contemporáneas, y otros a desarrollos que ha sufrido el conjunto de las ciencias sociales. Entre los primeros se encuentran el desfogue de las tendencias globalizantes en nuestro presente más inmediato, situación que tempranamente planteó el problema de la historicidad y la profundidad temporal que reviste este fenómeno. Si en un primer momento prevaleció la idea de que esta era un tipo de situación inherente al mundo que debutaba en la década de los noventa del siglo pasado, no se requirió de mucho tiempo para que los analistas sociales empezaran a interesarse y a debatir por los orígenes de la globalización6, discusión que, desde luego, mantiene su curso hasta la fecha. Segundo, la intensificación de estas tendencias produjo un debilitamiento en la capacidad de acción del Estado-nación y, consecuentemente, promovió y destacó novedosas formas de interpenetración, varias de las cuales trascienden las dimensiones estatales y nacionales. Donde mejor se ha podido visualizar esta orientación ha sido en el campo de lo internacional, puesto que la globalización 5. Roger Chartier, La historia o la lectura del entrañó la degradación, mas no la desaparición, de aquel anillo intertiempo (Barcelona: Gedisa, 2007). medio (la dimensión estatal) que antes mantenía a distancia lo global 6. Barry K. Gills y William R. Thompson de lo local y viceversa7. Hoy por hoy ha ido ganando fuerza la idea eds, Globalization and Global History (Nueva York: Routledge, 2006); de que la globalización se expresa de manera “glocalizada”8, incluso Paul Hirst y Grahame Thompson, en el ámbito internacional, pues constituye una dinámica que realGlobalization in Question: the International Economy and the Possibilities for za la compenetración entre los factores locales con los fenómenos Governance (Cambridge: Polity Press, globales. De esta transformación que ha experimentado la contempo1996); Jürgen Osterhammel y Niels P. Petersson, Storia della globalizazzione raneidad se ha desprendido uno de los principales designios que tiene (Boloña: Il Mulino, 2005). que practicar la historia global para reconectar las historias naciona7. Giacomo Marramao, Pasaje a Occidente. les y destacar los procesos de conectividad. Filosofía y globalización (Buenos Aires: Tercero, otro campo en el cual la globalización ha revolucionaKatz, 2006). do a las sociedades contemporáneas ha sido en que ha introducido 8. Roland Robertson, Globalization (Londres: Sage, 1992). modificaciones en las coordenadas espacio-temporales habituales, a través de una mayor compresión del espacio y del tiempo9, una 9. David Harvey, La condición de la posmodernidad. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural (Buenos Aires: Amorrortu, 1997).

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multiplicación del número de ámbitos donde tienen lugar las relaciones sociales y la pertenencia compartida de todos los colectivos a un mismo horizonte espacio-temporal. Esta transformación ha remecido directamente a la historia, por cuanto esta disciplina, más que cualquiera otra ciencia social, recaba gran parte de su sentido y de su existencia de las condiciones de tiempo y espacio10. Esta variación ocasionada por la globalización se encuentra en el trasfondo de la historia global, en la medida en que la globalidad apunta precisamente a determinar las articulaciones entre las distintas espacialidades históricas y a precisar el encuentro o la sobreimposición de temporalidades, con las cadencias que le son propias, en los grandes acontecimientos o situaciones del pasado. Como ha señalado Arif Dirlik, es una historia que procura afinar “los fenómenos y procesos históricos a través de todo tipo de fronteras, expandiendo ampliamente los espacios posibles para la investigación y explicación; abre la visión histórica para una proliferación de espacialidades y, por tanto, de temporalidades y permite un entendimiento más complejo de los procesos de la historia; en el conocimiento de la totalidad por la que clama, permite una conciencia histórica más crítica […] en otras palabras, no es un tema, es una metodología que complementa y desafía las otras maneras de hacer historia. También es importante porque estimula una apreciación del mundo, de la modernidad global”11.

Cuarto, la globalización ha demostrado ser tanto una sociología de las interdependencias planetarias como una nueva fenomenología del mundo, es decir, una nueva forma de representar los problemas sociales en nuestra contemporaneidad12. Sobre el particular, hace algunos años, con gran perspicacia Roger Chartier sostenía que “la conciencia de globalidad de los contemporáneos comanda, a su manera, la de los historiadores. Es por ello que en el Congreso de Oslo Natalie Davis propuso, como una práctica posible de la historia universal, una historia que, sin renunciar a sus objetos o a sus escalas clásicas, se inspire de una conciencia global”13. Si el anterior constituyó un primer conjunto de factores que 10. Hugo Fazio Vengoa, La historia y el promocionó el advenimiento de la historia global, otro cúmulo presente en el espejo de la globalización (Bogotá: CESO - Uniandes, 2008). se localiza en las ciencias sociales y en las disyuntivas que ha debido sortear la historia misma. Entre estos elementos convie11. Arif Dirlik, “Performing the World: Reality and Representation in the ne recordar como contextualización que el posmodernismo de making of World Histor(ies)”, Journal of las décadas de los años setenta y ochenta dio lugar a un fuerWorld History 16:4 (2005): 395. te cuestionamiento de los grandes metarrelatos, lo que condujo 12. Zaki Laïdi, La grande perturbation (París : Flammarion, 2004). al abandono de las síntesis históricas y a una mayor propensión por los estudios de casos, de donde emanaban más fácilmente la 13. Roger Chartier, “La conscience de la

globalité (commentaire)”, Annales. Histoire, Sciences Sociales 1 (enero-febrero de 2001): 122.

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heterogeneidad, la fragmentación y la indeterminación14, así como la apreciación más profunda de la complejidad multidimensional de la realidad con la correspondiente pluralidad de perspectivas necesarias para abordarla. Con el correr del tiempo se ha vuelto a recuperar la importancia de las grandes historias y se ha entendido que “la alternativa a la gran narración de la modernización no se encuentra en las migajas parceladas, como en su momento creyeron los posmodernistas, sino en el estudio de las interacciones múltiples, más allá de las divisiones estatales (nacionales o imperiales), y en escalas diversas”15. En efecto, el interés por la historia global constituye un retorno a las grandes síntesis, pero a diferencia de las viejas historias universales, son trabajos que han interiorizado los presupuestos posmodernos y procuran trascender el eurocentrismo, a través de la comunión e integración en una gran narrativa de una multitud de historias “otras”. Por “otras” no sólo debe entenderse las historias extraeuropeas, tal como se infiere de una postura poscolonial , sino también ese cúmulo de procesos que han permanecido en la sombra, como bien han demostrado Linebaugh y Rediker en su clásico texto La hidra de la revolución:

14. Bruce Mazlish, “Global History in a Posmodernist Era?” en Conceptualizing Global History, eds. Bruce Mazlish y Ralph Buultjens (Boulder: Westview Press, 1993), 116. 15. Sanjay Subrahmanyam, “Du Tage au Gange au XVI siècle: une conjoncture millénariste à l’échelle eurasiatique”, Annales. Histoire, Sciences Sociales 56: 1 (2001): 51-84. 16. Walter Mignolo, Historia locales/diseños globales (Barcelona: Akal, 2002). 17. Peter Linebaugh y Marcus Rediker, La hidra de la revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del Atlántico (Barcelona: Crítica, 2005), 19.

“Hemos intentado recuperar algo de la historia perdida de una clase multiétnica que fue esencial para el surgimiento del capitalismo y de la economía global moderna. La invisibilidad histórica de un gran número de los temas que se tratan en este libro debe mucho a la represión que inicialmente se desencadenó contra ellos […] También debe mucho a la violencia de la abstracción utilizada a la hora de escribir la historia y a la severidad de la historia que durante mucho tiempo ha sido cautiva del Estado-nación, el cual en la mayor parte de los estudios ha sido y es un marco de análisis que en gran medida no se cuestiona. Este libro trata de las conexiones que durante siglos han sido generalmente negadas, ignoradas, o simplemente no se han visto, pero que, sin embargo, han configurado en profundidad, la historia del mundo en el que todos vivimos y morimos”17.

Conviene recordar que desde un punto de vista estrictamente historiográfico, la anterior organización de la historia en torno a una matriz eurocéntrica obedeció, en buena medida, al desigual nivel de conocimiento histórico que existía entre Europa y el resto del mundo. Hace un puñado de décadas el historiador Fernand Braudel sostuvo que, para esa europeización de la historia del

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mundo, el Viejo Continente se había valido de la ventaja de haber inventado el oficio de historiar. De este modo, mientras de Europa se tenía un conocimiento bastante detallado, la historia extraeuropea se encontraba aún en vías de construcción. Concluía el mencionado historiador que “en tanto que el equilibrio de conocimientos y de interpretaciones no se haya restablecido, el historiador vacilará a romper el nudo gordiano de la historia del mundo […]”18. Hoy por hoy, la situación es otra: Occidente sigue siendo lo más estudiado, pero son sólidos los fundamentos que se han forjado sobre las demás historias, y ello ha creado un contexto en el cual se puede pensar con otros arquetipos la historia entera del mundo. La historia global constituye una forma de trascendencia de esa anterior deficiencia, pues propone la construcción de una cosmología que recupere el desarrollo no occidental y lo integre creativamente 18. Fernand Braudel, Civilisation matérielle, économie et capitalisme XV-XVIII siècle, dentro de una nueva gran narrativa. Es una forma de trascendenIII vols. (Paris: Armand Collin, 1979), cia también en otro sentido: procura generar un reequilibrio con tomo II, 142. las otras ciencias sociales, porque mientras antes los historiadores 19. Philip Pomper, “World History and Its dejaban las grandes síntesis y las narrativas maestras a los socióCritics”, History and Theory 34:2 (mayo de 1995), 2. logos, antropólogos y filósofos, “y se limitaban a aplaudir desde la 20. Terrence J. MC Donald ed., The Historic tribuna”19, la historia global es un constructo forjado por los mismos Turn in the Human Sciences (Michigan: historiadores, de cuya audacia dependerá la profundidad del “giro The University of Michigan Press, 1995). histórico” que emprendan las restantes ciencias sociales20. 21. Jeffrey A. Frieden, Capitalismo global. La historia global obviamente no ha nacido en medio de un vaEl trasfondo económico de la historia económica del siglo XX (Barcelona: Crítica, cío historiográfico. Se ha nutrido de los variados avances que han 2007); Suzanne Berger, Notre première registrado los distintos campos de la investigación disciplinar, mumondialisation. Leçon d’un échec oublié (París: Seuil, 2003); Giovanni Arrighi, El chos de los cuales han demostrado tener una gran utilidad incluso largo siglo XX (Madrid: Akal, 1999). cuando se quiere acometer el estudio de la condición de globalidad 22. Jacques Attali, La crise et après? (París: y de contemporaneidad de nuestro presente. Entre éstos se encuenFayard, 2008). tran algunos análisis sectoriales, como la historia de la economía 23. Wladimir Andreff, Les multinationales mundial con sus complejas y abigarradas finanzas internacionaglobales (París: La Découverte, 2003); Robert O’Brien y Marc Williams, 21 les , perspectivas que han mostrado ser muy fecundas cuando se Global Political Economy (Londres : quiere comprender situaciones como la actual crisis financiera Macmillan, 2004). mundial22, así como también la historia de los grupos industriales 24. Paola Corti, Storia delle migrazione internazionali (Bari: Laterza, 2007); multinacionales, del comercio mundial y de las nuevas formas de Massimo Livi Bacci, Storia minima 23 gestión empresarial . Dentro de esta misma perspectiva hallamos della popolazione del mondo (Boloña: Il Mulino, 2005). otras fructuosas líneas de trabajo como los estudios sobre el com25. Ian Clarc, Globalization and portamiento poblacional y las migraciones24, ciertas historias de las Fragmentation, International Relations relaciones internacionales que proponen perspectivas más abarin the Twentieth Century (Nueva York: Oxford University Press, 1997); cadoras que las típicamente interestatales25, las nuevas historias Guido Formigoni, Storia Della politica internazionale nell’età contemporanea (Boloña: Il Mulino, 2000).

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26. David Harvey, El nuevo imperialismo (Madrid: Akal, 2003); Marco Zupi ed., Soto sopra. La globalizazziones vista dal Sud del Mondo (Bari: Laterza, 2004). 27. Marc Ferro, La colonización. Una historia global (Madrid : Siglo XXI, 2000); Marc Ferro, Le livre noir du colonialisme XVIe-XXe siècle: de l’extermination à la repentance (París: Robert Laffont, 2003). 28. R. Bin Wong, “Entre monde et nation: les régions braudéliennes en Asie”, Annales. Histoire, Sciences Sociales 56:1 (2001): 1-41. 29. Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial (México,: Siglo XXI, 1998). 30. Charles Tilly, Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons (Nueva York: Russell Sage Foundation, 1984). 31. Christian Grataloup, Geohistoire de la mondialisation. Le temps long du Monde (París : Armand Colin, 2007). 32. Dipesh Chakrabarty, Provincializing Europe. Postcolonial Thought and Historical Difference (Nueva Jersey: Princeton University Press, 2000). 33. David Christian, Mapas del tiempo. Introducción a la “gran historia” (Barcelona: Crítica, 2005). 34. J. R. Mc Nelly y H. William Mc Nelly, Las redes humanas. Una historia global del mundo (Barcelona: Crítica, 2004); A. G. Hopkins, Global History: interactions between the universal and the local (Nueva York: Mac Millan, 2006); Paola Andrea Castaño Rodríguez, La construcción de un campo del conocimiento: la historia mundial (Bogotá: Uniandes, 2005). 35. Serge Gruzinski, Les quatre parties du monde. Histoire d’une mondialisation (París: Editions La Martinière, 2004); Bénédicte Zimmermann, “Histoire croisée and the making of global history”. http://www.iue.it/HEC/ ResearchTeaching/20082009-Autumn/ SS-reading-Zimmermann.pdf. (julio 8 de 2009). 36. John H. Elliot, Imperios del mundo Atlántico (Madrid: Taurus, 2006); Jack Goody, Il furto della storia (Milán: Feltrinelli, 2008); Felipe FernándezArmesto, Millenium (Barcelona: Planeta, 1995); Kenneth Pomeranz, The Great

sobre el imperialismo26 y el colonialismo27, dinámicas todas ellas que comportan o comportaron en su momento significativos elementos de globalización o de globalidad. Se ha alimentado igualmente de un buen número de desarrollos historiográficos contemporáneos, como la perspectiva de la economía mundo propuesta por Fernand Braudel en su libro Civilización Material, economía y capitalismo28, el enfoque del sistema mundo de Immanuel Wallerstein29, la sociología histórica30, la geohistoria31, los estudios poscoloniales y/o subalternos32, la Big History33, la Historia Mundial34, la historia croisée35 y los enfoques comparativistas y simultaneistas36. De este acervo a partir del cual se ha construido la historia global se desprende una conclusión bien importante: a diferencia, por ejemplo, de la corriente norteamericana de la Historia Mundial, la historia global ha sido el resultado de desarrollos historiográficos que no se inscriben ni pertenecen a ninguna tradición nacional particular. La explicación de esta circunstancia puede encontrarse en la misma globalización que ha alterado la diacronía de los desarrollos historiográficos y los ha sincronizado, incluidos los de los países de mayor peso en este campo disciplinar. Además de lo anterior, esta historia puede ser catalogada como global también en otro sentido: en su naturaleza más intrínseca es una propuesta necesariamente transdisciplinaria, porque las relaciones inter-ciencias se encuentran inscritas en el corazón mismo de este montaje37, y porque es un tipo de narración que requiere de un enfoque dinámico, que permita aprehender los distintos presupuestos en los que tiene lugar la glocalidad del mundo. En tal sentido, se puede sostener que lo global no sólo obedece a su objeto de estudio, también lo es por su intención de ir más allá de la fragmentación Divergence. China, Europa and the Making historiográfica y de los comof the Modern World Economy (Princeton: Princeton University Press, 2000). partimientos disciplinares. En 37. François Dosse, L’empire du sens. tanto que globalidad, su exisL’humanisation des sciences sociales (París: La tencia se encuentra mediada Découverte, 1997), 387. por su capacidad para convocar 38. Caroline Douki y Philippe Minard, “Pour un changement d’échelle historiographique” a todas las disciplinas38. en Histoire globale. Un autre regard sur le monde, Laurent Testot (París: Sciences Humaines Éditions, 2008), 165.

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Al ser transdisciplinar, entonces, con toda seguridad los historiadores no tendrán el monopolio. Sobre el particular, Manfred Kossok hizo un valiente comentario: “[L]a historia global es más que uno de los muchos campos de la historia; sobre todo, es demasiado seria como para dejarla en manos de los historiadores. Primero, y más importante, la historia global significa una nueva forma de pensamiento en vista de las amenazas existenciales a la humanidad (que reposan no en el futuro distante, sino en el presente inmediato). La tarea se vincula con la combinación de las más variadas disciplinas en las humanidades, las ciencias sociales y naturales y la tecnología. La globalización de la realidad objetiva requiere una globalización académica y científica en la forma de una división del trabajo. La parcial ‘deshistorización’ de la historia global es una conditio sine qua non, y lleva -en una paradoja simplemente superficial- a la fundación de un nuevo entendimiento de la historia”39.

La última característica que nos interesa destacar es el hecho de ser una historia que se basa en la globalización, pero no como objeto de estudio, sino como método de estudio de los fenómenos históricos. Para la historia global, por tanto, la globalización interesa por su capacidad para ser utilizada como herramienta heurística que trasciende las unidades de análisis convencionales. 2. L a historia global : sus distintos enfoques Hasta el momento hemos ofrecido una explicación de por qué en el mundo contemporáneo se ha ido desarrollando un creciente interés por la historia global y hemos realizado algunas consideraciones historiográficas que explican esta fascinación. Empero, un interrogante flota todavía en el aire: ¿Cómo debe entenderse la historia global? Como ocurre siempre con todas las nuevas tendencias intelectuales, el consenso es difícil de encontrar, más aún cuando muchos historiadores adscritos a la corriente de la Historia Mundial indistinta e indiscriminadamente utilizan el término historia global o mundial y además persisten otros que emplean este término como sinónimo de historia total. La historia global sufre de un déficit de definición, ha sostenido tajantemente Bernard Thomann40. Y los esfuerzos por suplir esta deficiencia, como el de Pamela Kyle Crossley41, han sido infructuosos, generando a veces más confusión que claridad, porque muchos de los trabajos que comenta se inscriben en otras tradiciones intelectuales, como la 39. Manfred Kossok, “From Universal History to Global History” en historia universal, la historia mundial, la sociología histórica, etc. Conceptualizing Global History, 105. La ausencia de un adecuado trabajo de síntesis no es, empero, el 40. Bernard Thomann, “Histoire et único problema que se enfrenta cuando se quiere entender el senmondialisation”. http://www. laviedesidees.fr (Julio 6 de 2009). tido intrínseco de la historia global. Mayor confusión producen las 41. Pamela Kyle Crossley, What is Global History? (Cambridge: Polity Press, 2008).

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definiciones que brindan algunos historiadores que han querido precisar sus contornos y su contenido. Para la muestra un par de ejemplos: Neva R. Goodwin arguye que la historia global es la historia de la raza humana como un todo. Los historiadores globales presentan historias con las cuales todos los humanos están invitados a identificarse42. Bella expresión, pero por desgracia carente de contenido. Bruce Mazlish trata de ir más lejos y sugiere que lo global difiere de lo mundial: “Mientras este último procede del término inglés moderno que se refiere a la ‘existencia humana’, y tiene su referente en el planeta tierra, el primero deriva del latín globus y se define como algo esférico o redondo, como un cuerpo celeste […] lo global alude al espacio y nos permite e incluso nos obliga a adoptar una nueva perspectiva: la que considera nuestro hábitat desde el punto de vista de ‘un planeta tierra desde el espacio’”43.

La escala cósmica de Mazlish no sólo dice poco sobre la adecuada escala histórica, tampoco la esfericidad puntualiza el contenido de lo global e ignora que la otredad de la globalidad sólo puede encontrarse en el interior del mundo y no en el espacio sideral. Como si esto no fuera suficiente, otra dificultad que comprende esta historia consiste en que engloba perspectivas y procedimientos metodológicos muy heterogéneos. Otro par de citas de dos destacados historiadores permite ilustrar este problema. “La historia global debe encontrar su propia metodología en las mismas fuentes que han alimentado la historia transnacional, es decir, en las nociones de la ‘entangled history’ y en la ‘histoire croisée’”44; y “[l]a histoire croisée, la entangled history son enfoques transnacionales que van más allá de la comparación. Desde un punto de vista de la his42. Neva R. Goodwin, “The Rounding of toria entangled, la comparación aparece un poco mecánica, también the Earth: Ecology and Global History” poco analítica ya que separa la realidad entre diferentes piezas para en Conceptualizing Global History, 29. analizarlas”45. Como vemos, el asunto es bastante complicado porque 43. Bruce Mazlish, “La historia se hace historia: la historia mundial y la nueva se tiene en mente que la historia transnacional, la entangled history, la historia global”, Memoria y Civilización. histoire croisée y la historia comparada constituyen expresiones de la Anuario de historia de la Universidad de Navarra 4 (2001): 12. historia global. Pero, ¿en qué consisten estos enfoques históricos y en qué medida se corresponden con la globalidad? 44. Bartolomé Yun Casalilla, “‘Localism’, global history and transnational Pasemos revista rápidamente a algunos de estos conceptos46. history. A Reflexion from the historian Comencemos con la historia transnacional. Hace algunos años of early modern Europe”, Historisk Tidskrift 4 (2007): 663. Albert Wirtz abogaba por la creación de una ciencia histórica transna45. Jürgen Kocka, “Comparaison and cional, pues a su manera de ver, la historia en su país -Alemania- se Beyond”, History and Theory 42:1 había preocupado tanto por la vía alemana (el Sonderweg) que había (febrero de 2003): 43. limitado su campo de acción únicamente a los temas internos. “¡No 46. No haremos referencia a la entangled nos vendría mal mirar más allá de nuestras fronteras e interesarnos history porque no hemos podido conseguir sólidos trabajos que justifiquen o expliquen en qué consiste este punto de vista.

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por lo que ocurre en el centro, en el este y en el sur de Europa!”. Esta preocupación era políticamente muy importante, porque luego del fin de la división de Europa en dos mitades y el avance en el proceso de comunitarización, la historia ya no podía seguir invocando la legendaria distinción entre lo nacional y lo internacional. “En el espacio histórico europeo ha aparecido algo cualitativamente nuevo: […] la europeización de las perspectivas históricas [que] no sustituyen a la historia nacional, sino que la abre, la amplia, la enriquece con puntos de vista externos y traspasando continuamente fronteras”, han escrito Beck y Grande47. Legítima la inquietud y valedera la necesidad de acometer nuevos enfoques históricos que den cuenta de la europeización de Europa, pero no se explica qué entienden dichos autores por una ciencia histórica transnacional. Sin embargo, como producto del interés que ha despertado esta historia, la American Historical Review organizó un conversatorio entre seis connotados historiadores para debatir sobre la naturaleza de esta propuesta. Todos los participantes concordaron en la necesidad de desarrollar perspectivas que precisaran la compenetración entre pueblos y civilizaciones en el pasado y en el presente, pero de la lectura del texto tampoco se avizora mayor claridad sobre los rasgos distintivos de esta historia. Quienes mayor precisión brindaron en el debate fueron Chris Bayly, cuando sostuvo que la transnacional es un tipo de historia internacional que comporta un sentido de movimiento y de interpenetración, e Isabel Hofmeyr, cuando argumenta que gusta de la historia transnacional porque abre grandes posibilidades analíticas para entender los complejos vínculos, redes y actores en el Sur global48. A ello se le puede sumar otro presupuesto que recorre grande parte de la conversación: la historia transnacional se interesa por las relaciones entre grupos sociales y por los movimientos migratorios. A partir de estos elementos, podemos deducir que la historia transnacional es una historia internacional sofisticada que destaca las formas de interpenetración que existen entre Estados, pueblos y redes sociales. Como inferencia, podemos argüir que la transnacional constituye un segmento de la historia global, pero que en ningún caso corresponde a su totalidad. La segunda es la historia comparada, cuya utilidad está bien comprobada, dado que es un procedimiento que ha ayudado enormemente a sofisticar la investigación histórica. Jürgen Kocka ha demostrado la pertinencia del método comparado, ya que heurísticamente identifica cuestiones que no pueden ser concebidos de otra manera; descriptivamente, permite esclarecer lógicas 47. Ulrich Beck y Edgar Grande, La Europa de desarrollos a través del contraste con otras experiencias; analíticosmopolita. Sociedad y política en la segunda modernidad (Barcelona: Paidós, camente, contribuye al establecimiento de causalidades históricas, 2006):189 y 190. facilitando la demostración de las hipótesis; y paradigmáticamente,

48. “AHR Conversations: on Transnational History”, American Historical Review (diciembre de 2006): 1441-1464.

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porque tiene un efecto liberador y desprovincializador49. No obstante sus bondades, el mismo historiador alemán es consciente de que es una propuesta metodológica que comporta dificultades, dado que presupone la separación de las unidades de comparación para establecer similitudes y diferencias, con lo cual rompe con las continuidades e interrumpe los flujos de narración. Además, como las totalidades históricas no pueden ser objeto de la comparación, el método se aplica sólo a algunos aspectos. Esto implica selección, abstracción y, en cierto sentido, algún grado de decontextualización. Problemas de otro orden de este tipo de historias, válidos y muy sugerentes, fueron expuestos de modo contundente por Serge Gruzinski: “Las perspectivas que se derivan de la historia comparada a veces son engañifas: la elección de los objetos a comparar, los marcos aceptados, los criterios y los determinismos seleccionados, las grillas de interpretación, las problemáticas subyacentes son tributarias de filosofías o de teorías de la historia que esconden generalmente ellas mismas las respuestas a las cuestiones planteadas”50.

La tercera a la que aludiremos aquí es la historia conectada o croisée, la cual ha gozado de mayores niveles de reflexión y dispone de una amplia gama de trabajos que sirven de fundamento para evaluar la pertinencia de este enfoque. Sus orígenes se retrotraen a un poco más de un década, cuando el historiador Sanjai Subrahmanyam puso los cimientos de este enfoque histórico51 al sostener que el historiador debe desempeñar el papel de electricista que restablece las conexiones continentales e intercontinentales, aquellas que las historiografías nacionales se han ingeniado para desconectar o para escamotear al impermeabilizar sus fronteras. Este enfoque supone la existencia de una pluralidad de minúsculas historias que se vinculan y se comunican entre sí. Werner y Zimmerman han definido la historia croisée como una historia relacional, que interroga los 49. Jürgen Kocka, “Comparaison and vínculos entre diferentes formaciones constituidas históricamente Beyond”, History and Theory 42:1 (febrero de 2003): 40-41. y que se preocupa por reflexionar sobre cuestiones generales como las escalas y las categorías de análisis, la relación entre diacronía y 50. Serge Gruzinski, “Les mondes mêlés de la monarchie catholique et autres sincronía, los regímenes de historicidad y la reflexividad52. De acuerconnected histories”, Annales. Histoire, do con estos autores, la historia croisée se diferencia de la historia Sciences Sociales 1 (2001): 86. comparativa y de la historia de transferencia. Estas disimilitudes 51. Sanjai Subrahmanyam, “Connected Histories: Notes towards a pueden observarse en los problemas que encierran estas últimas. Reconfiguration of Early Modern La comparación supone un punto de vista exterior a los objetos que Eurasia”, en Beyond Binary Histories. Re-imagining Eurasia to c. 1830, ed. V. son confrontados. En la comparación se presenta la dificultad de Lieberman (Ann Arbor: The Universiy determinar el nivel adecuado del parangón, pues ninguna escala of Michigan Press, 1997), 289-315. de análisis es unívoca y generalizable. La historia comparada pri52. Michael Werner y Bénédicte vilegia la sincronía, lo que riñe con las lógicas diacrónicas de los Zimmermann, “Penser l’histoire croisée: entre empirie et réflexivité”, Annales. Histoire, Sciences Sociales 1 (2003): 8.

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elementos estudiados. Por último, la historia comparada descuida la interacción que existe o que puede existir entre las situaciones analizadas. Si la comparación tiende a privilegiar la sincronía, los estudios sobre las transferencias resaltan preferentemente la perspectiva diacrónica. No obstante las canteras abiertas, como la circulación de saberes, libros, etc., esta historia comporta otra serie de problemas, como son los marcos de referencia, pues esta narración implica un marco fijo que comprende un punto inicial y otro de llegada. La contundencia de los puntos de partida y de llegada repercute en la invariancia de las categorías de análisis, que corresponden, además, de modo reiterado, a diferentes registros nacionales, problemas ambos que conllevan a un déficit de reflexividad debido a un insuficiente control de los nodos autorreferenciales. “En efecto, si al nivel de las relaciones entre conjuntos nacionales los estudios de transferencia tenían inicialmente por objetivo hacer más permeables las fronteras y romper el mito de la homogeneidad de las unidades nacionales, ocurre que las categorías de análisis utilizadas reintroducen, por la banda, las referencias nacionales que se pretendían relativizar”53. A partir de estos cuestionamientos, Weber y Zimmermann se adentran en la historia croisée, la cual tiene como fundamento la intersección que se produce entre distintos cruces, encuentro “donde pueden producirse acontecimientos susceptibles de afectar en diversos grados los elementos en presencia, en función de su resistencia, permeabilidad, maleabilidad, y de su medio”. De la intersección se derivan varias consecuencias: es una noción que excluye el razonamiento a partir de entidades individuales, rompe con una perspectiva unidimensional puesto que “las entidades o los objetos de investigación no son considerados simplemente unos en relación con los otros, sino que también unos a través de los otros, en términos de relaciones, interacciones, circulación y, además, la intersección permite comprender el entrelazamiento de temporalidades múltiples. Las entidades, personas, prácticas u objetos cruzados o afectados por el encuentro no permanecen intactos ni idénticos a cómo eran antes de los respectivos contactos”54.

Es una historia reflexiva que requiere de un observador activo, porque su producto se construye en un movimiento de ida y venida entre el investigador y el objeto de estudio, a través de un permanente juego de escalas que conjuntamente van diseñando las dimensiones empíricas y reflexivas de la historia croisée. Es un tipo de historia que se inscribe dentro de las modernas reflexiones sociológicas 53. Michael Werner y Bénédicte Zimmermann, “Penser l’histoire croisée: sobre la globalización55, porque integra e imbrica la macro y la microentre empirie et réflexivité”, 14. historia y lo global con lo local dentro de una perspectiva glocalizada. O, 54. Michael Werner y Bénédicte para decirlo en palabras de Arif Dirlik: “El cambio de transnacional por Zimmermann, “Penser l’histoire croisée ”, 15-16. translocal envuelve más que un cambio de términos: nos conduce de un 56 mapa conceptual de naciones y civilizaciones a otro, de lugares” . 55. Saskia Sassen, Una sociología de la globalización (Buenos Aires: Katz, 20079.

56. Arif Dirlik, “Performing the World”, 397.

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La historia conectada es un enfoque metodológico que desarrolla conceptos fuertes y no es una teoría de la historia ni pretende abarcar la totalidad. Es una historia que demuestra que los métodos empleados influyen en los resultados del trabajo histórico, además de ser una crítica contundente de las suposiciones etnocéntricas convencionales, al tornar más compleja la vieja oposición mecánica entre centro y periferia. Es una historia que articula los juegos de escala e integra la macro y la microhistoria, con lo cual restituye su espesor a las dinámicas sociales. Pone en duda, además, la pertinencia de la categoría de “espacios culturales”, como marco de análisis coherente o probado57. Empero, como sostiene Jean-Paul Zuniga, no se debe olvidar que “la lógica de la conexión está fundamentada en el espejismo de la web, la red interplanetaria, e incluso en el modelo de la red eléctrica […] Sabemos que una red no se agota en un conjunto de conexiones: las conexiones sólo constituyen la trama. Son un circuito, pero no su alimentación. Una trama no deviene red salvo que haya circulación real. El tipo de transferencia, la frecuencia del vínculo determinan lo que podríamos denominar su densidad. En el espacio de las conexiones posibles y reales, la calidad y la densidad de los vínculos que existen forman grumos, espacios de fuerte interconexión, que develan la existencia de espacios de negociación y de intercambio”58.

De la presentación de estas corrientes podemos concluir que esta última es la que metodológicamente mejor se ajusta a los parámetros de la globalidad, pero sin llegar a constituir una genuina historia global. Más bien, debemos entenderla como una propuesta metodológica que, inspirándose en las realidades del mundo actual, propone un esquema para el estudio de las interpretaciones y compenetraciones en el pasado. Adelantándonos a un tema que abordaremos más adelante, podemos decir que si estas historias no alcanzan el rango de globalidad, ello obedece simplemente a que en ese entonces el mundo no era global. Ésta es una condición de existencia exclusiva de nuestro presente histórico. 3. R etos y desafíos que se plantean a la historia Estas historias son enfoques en proceso de construcción, y para convertirse en paradigmas dominantes tendrán que vencer varias resistencias y superar numerosos problemas. El primero consiste en que son historias nada fáciles de digerir por parte de la mayor parte de los historiadores: 57. Jean-Paul Zuniga, “L’histoire impériale à l’heure de l’histoire globale. Une perspective atlantique”, Revue d’Histoire Moderne et Contemporaine 57-4 (2007): 62.

“El término historia global no sólo es intrigante, sino también arrogante. Intrigante porque captura una parte importante de aquello que ocurre en el mundo en torno a nosotros, y es arrogante porque suena tan rimbombante

58. Jean-Paul Zuniga, “L’histoire impériale, 65. historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 300-319


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y parece violar el consejo de que lo pequeño es bello y que el trabajo histórico inicial debe ser estrecho focalizado y basado en una investigación original”59.

Segundo, debe hacer frente a grandes obstáculos institucionales. Algunos datos confirman que en Francia la historia sigue confinada dentro de las fronteras del Estado nación: para el año 2000, en historia moderna y contemporánea, de un total de 2060 historiadores, 29 eran especialistas en Rusia y en el mundo eslavo, 19 en China y 5 en Japón60, es decir, el grueso se concentraba en los estudios galos y en el mejor de los casos en temas europeo-occidentales. Este problema no es una deficiencia exclusivamente francesa. El localismo de la mayor parte de los departamentos de historia es un asunto bien documentado. Por ejemplo, el Departamento de Historia de la Universidad de Texas contaba en 1992 con 21 profesores, de los cuales 7 se dedicaban a la historia de Texas, 10 a la historia de América y sólo 4 a la historia no americana, es decir, a la historia de Europa61. Tercero, es una historia que corre el peligro de reintroducir de modo implícito un sesgo teleológico . Éste es un problema frecuente, sobre todo en los trabajos sobre la historia de la globalización, y así le ha ocurrido a A. G. Hopkins, quien no obstante declarar su rechazo de la modernización rostowiana, termina proponiendo unas “etapas de crecimiento” de la globalización lineales, desarrollistas y modernizadoras63. Cuarto, “la historia global desplaza el laboratorio del historiador del archivo a la biblioteca”64. Es una historia que seguramente sólo puede 59. Wolf Schäfer, “Global History: ser escrita como historiografía porque debe incluir las distintas aproxiHistoriographical Feasibility and Environmental Reality” en maciones del mundo a partir de las diferentes concepciones de pasado Conceptualizing Global History, 47. existentes. Giorgio Riello va aún más lejos cuando sostiene que “es cierto que la historia global está menos inclinada que la historia a secas a aventurarse en los archivos […] He llegado a una conclusión muy simple: si quiero escribir una historia global del algodón, el punto de partida no puede estar en el inagotable océano de archivos ni tampoco en la bibliografía que atiborra mi oficina. El punto de partida no está en el trabajo de los otros sino simplemente en los otros […] La historia global se desarrolla de hecho a través del diálogo que los investigadores pueden establecer entre sí”65.

Quinto, es una historia que replantea un tema que ha sido considerado como el pecado fundamental de la historia: el anacronismo. Arif Dirlik no duda en afirmar que “el pasado no es sólo un legado; también es un proyecto”66. Lo mismo se observa en la concepción

60. Bernard Thomann, “Histoire et mondialisation”.

61. Bruce Mazlish, “La historia se hace historia”, 16. 62. Frederik Cooper, “Le concept de mondialisation sert-il à quelque chose?”, Critiques internationales (2001-1): 1-32. 63. A. G., Hopkins Editor, Globalization in World History, Nueva York, Norton, 2002. 64. Bartolomé Yun Casalilla, “‘Localism’, global history and transnational history”, 675. 65. Giorgio Riello, “La globalisation de l’Histoire globale: une question disputée”, Revue d’Histoire moderne et contemporaine, 54-4 (2007) : 27-28. 66. Arif Dirlik, “Performing the World”, 410.

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de temporalidad desarrollada por Walter Benjamin, cuando argumentaba que el pasado y el presente nacen simultáneamente, o el mismo problema se visualiza en el título del célebre libro de Reinhart Koselleck Futuro pasado67. En rigor, el sentido de la historia se construye como un reflejo de la manera como se experimenta la historicidad, es decir, se inscribe dentro de un determinado régimen de historicidad, que se forja a partir de diversas temporalidades según regímenes inestables, heterogéneos y en tensión posible. En lo que respecta al pasado, como la historia global pretende realizar una arqueología de las disyuntivas del presente, no se propone realizar una genealogía sino referenciar las marcas de antigüedad de nuestra historicidad. Cierto anacronismo es por tanto pertinente68. Sexto, la historia global requiere un gran esfuerzo de aprendizaje. Un historiador global debe tener la capacidad para conocer diferentes lenguas, sumergirse en otros contextos histórico-culturales y abrirse a la comprensión de otros puntos de vista sobre el pasado. El historiador global de esta manera no es un simple traductor del pasado, tiene que ser también un intérprete de otras culturas. No obstante este conjunto de desafío, son indiscutibles los grandes beneficios que ha aportado para la disciplina histórica. Primero, porque propone unas perspectivas históricas más inclusivas. Segundo, es un adecuado antídoto contra el exceso de occidentalización que comporta el pensamiento histórico. Tercero, se ubica en un plano de trascendencia con respecto al institucionalismo y al burocratismo de la disciplina histórica, porque las fuentes, los métodos y los medios corrientemente utilizados han contribuido a la confusión burocrática del historicismo, y explica además la proclividad por los enfoques administrativos por parte del historiador69. Cuarto, relativiza algunos “hechos” históricamente establecidos y desvirtúa algunas fronteras que artificialmente se han alzado entre lo económico, lo político, lo cultural, etc. Por último, estas historias están poniendo en duda muchos fundamentos sobre los cuales se ha alzado todo el edificio de las ciencias sociales modernas. En efecto, la mayor parte de los científicos socia67. Reinhart Koselleck, Futuro Pasado. Por una semántica de los tiempos históricos les ha aprendido que la modernidad, organizada en torno a ciertos (Barcelona: Paidós, 1993). ambientes institucionales occidentales, dio origen a la fisonomía del 68. François Dosse, “De l’usage raisonné de mundo actual. Pero en realidad estas historias apuntan en la dirección l’anachronisme”, Espaces Temps 87/88 contraria: fue más bien la sistematización de las compenetraciones (2005): 1-22. entre pueblos de distintas latitudes lo que engendró la modernidad, 69. Fabrice d’Almeida, “Toward a shared history of the present” http://www. pues como ha señalado George Corm, “generalmente se suele olvidar ihtp.cnrs.fr/IMG/pdf_Toward_a_ que la historia evoluciona según unos ritmos cuyos resortes y velocishared_history_of_the_present_2.pdf. (Julio 8 de 2009). dades somos incapaces de definir, y que la modernidad no es sino una etiqueta que la cultura europea ha colocado artificialmente”70. 70. Georges Corm, La fractura imaginaria. Las falsas raíces del enfrentamiento entre Oriente y Occidente (Barcelona: Tusquets, 2004), 164.

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En síntesis, y a pesar de los problemas que entraña, somos de la opinión de que estas historias constituyen adecuadas plataformas para el rejuvenecimiento de la disciplina. Pero también creemos que su mayor utilidad se presenta cuando estos lineamientos de la historia global se utilizan como un mapa topológico de la época contemporánea, es decir, cuando la historia global se piensa como el ambiente donde tiene lugar la historia del tiempo presente. 4. A lgunas consideraciones sobre la historia global para el estudio del presente En un trabajo anterior71 sosteníamos que, después de haber escudriñado desde distintos ángulos el tema de la globalización, llegamos a la conclusión de que era menester desarrollar un enfoque más amplio y distinto para dar cuenta de la realidad contemporánea. Indudablemente, la globalización ha tenido el importante mérito de haberse convertido en un importante vector a partir del cual se ha podido visualizar, desde otros ángulos y en toda su polivalencia, los principales problemas del mundo contemporáneo e incluso de variados fenómenos del pasado. Pero suponer que la globalización puede explicar la condición de ser de la contemporaneidad constituye un craso error, porque no se le puede atribuir ninguna direccionalidad, porque es un fenómeno que esconde tanto como descubre y porque reduce el espectro de problemas sólo a los que se pueden enunciar y explicar en sus mismos términos. Es decir, el problema que presenta la globalización cuando se le quiere convertir en un objetivo en sí consiste en que fácilmente se corre el riesgo de quedar atrapado en un enfoque auto referencial, pues es una dinámica que sólo concibe y explica lo que se desarrolla dentro de sus fronteras, en el interior de sus cadencias temporales y/o alcances. Todo aquello que no se ajusta a su dinámica termina siendo minusvalorado, desdeñado o simplemente se decodifica desconociendo sus propias particularidades. Por este convencimiento, sostenemos que para hacer inteligible el mundo actual se debe optar por un enfoque distinto, el cual tome como fundamento la globalización, las reflexiones a que ha dado lugar y las dinámicas que comporta, pero desde un mirador distinto, desde el observatorio de la 71. Hugo Fazio Vengoa, Cambio de paradigma: de la globalización a la historia historia global. Esta forma de organización de la vida mundial es conglobal (Bogotá: CESO -Uniandes, 2007). sustancial sólo a nuestro presente, porque recaba su existencia en la 72. Agostino Giovagnoli, Storia e intensificación que ha experimentado la globalización, situación que globalizazzione (Bari: Laterza, 2005), 240. ha dado lugar a que el mundo en sí se haya convertido por la primera 73. A continuación realizaremos una vez en un posible objeto de investigación histórica72. presentación sintética de algunas tesis que hemos desarrollado en nuestras Con base en estas disquisiciones que hemos inferido de los deúltimas publicaciones: La historia y el sarrollos de la historia global, queremos a continuación hacer de presente en el espejo de la globalización (Bogotá: CESO-Uniandes, 2008); El la historia global una nueva perspectiva más abarcadora y polifamundo y la globalización en la época de cética de la contemporaneidad que nos ha correspondido vivir73. A la historia global (Bogotá: IEPRI y Siglo del Hombre, 20079; Los caracteres fundamentales del presente histórico (Bogotá: CESO-Uniandes, 2009).

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nuestro modo de ver, entendiendo esta historia como época y no simplemente como herramienta heurística, lo global es un escenario propio de nuestro presente histórico. Constituye el entramado que ha participado en la organización de la globalidad en el transcurso de los últimos cuarenta años. En tanto que época, la historia global representa un alto nivel de compenetración del mundo en donde se acentúan y entrecruzan las diversas trayectorias de modernidad, las cuales, a través de los intersticios globalizantes, entran en sincronicidad y resonancia. La historia global, por tanto, no pudo haber tenido existencia con anterioridad a nuestro voraginoso presente; se corresponde temporalmente con lo que hemos definido como presente histórico. En otras palabras, es la historia de y para la modernidad-mundo contemporánea. Desde este ángulo, la historia global constituye la puesta en escena y la convergencia de las historias locales con propósitos globales, pero situados dentro de un mismo horizonte espacio temporal. Muchas de sus particularidades pueden visualizarse mejor cuando se contrasta con las formas anteriores de organización del mundo y, particularmente con lo mundial. Esto último apuntaba a formas específicas de universalización, de superación de las miradas nacionales y locales, actuaba como una especie de superestructura que recubría y organizaba el conjunto; lo global, en cambio, conjuga homogeneidad con heterogeneidad y por ello no puede presuponer ninguna pretensión normativa de universalidad o de organización del “conjunto”. La global difiere de formas de organización anteriores porque carece de un centro organizador fuerte, función que le correspondió a Europa durante cuatro siglos y a Estados Unidos en el XX. Es un tipo de configuración histórica débil, pero no por ello menos efectiva, que carece de un núcleo territorial y/o espacial con capacidad para organizar y proveer de sentido al conjunto. Es débil igualmente porque la historia se ha convertido en un entramado que deja de ordenarse exclusivamente por los grandes poderes del ayer: la religión, los imperios y el Estado. Entre lo mundial y lo global subsiste otra diferencia de fondo. En una historia global se radicaliza la tensión entre lo global y lo universal, porque lo global consiste “en compartir códigos instrumentales”, mientras que lo universal y lo mundial es mucho más exigente: “implica compartir sentido. Compartir códigos revela la necesidad de un mundo en común. Compartir sentido se inscribe en la lógica de un mundo común”74. La historia global es el reconocimiento del inicio de un mundo en común y no de un hipotético mundo común. Difieren también en el tipo de representación que componen: la historia mundial contraponía lo mundial y lo local, porque se organizaba a través de un anillo intermedio de tipo interestatal, de lo cual se derivaba una representación geométrica que perseveraba en la distancia uniforme entre las dos 74. Zaki Laïdi, La grande perturbation, 406 (cursiva en el original). historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 300-319


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primeras dimensiones y, a lo sumo, puede recabar en la existencia de mediaciones culturales, religiosas, políticas y territoriales. La historia global, por su parte, es más de naturaleza topológica; no es una pieza monótona, sino que se organiza como un poliedro, en tanto que consiste de interposiciones no lineales entre los diferentes conjuntos. Es decir, son mediaciones que se producen bajo la forma de resonancias y no simplemente de interacciones. Una historia global se distingue también de la mundial en otro sentido. Esta última se construía principalmente a partir de determinados centros, mientras que la primera se concibe desde los pliegues que ponen en contacto las distintas trayectorias localizadas. Por último, la historia mundial y la global difieren en tanto que en la primera, las situaciones, por ejemplo de crisis o convulsiones que alcanzaran resonancia planetaria, se originaban en un determinado centro y luego se dispersaban por el resto del mundo. Así fue como ocurrió con la Gran Depresión de 1929 que se inició en Nueva York y se diseminó posteriormente por todo el planeta, o con la Segunda Guerra Mundial, la cual, en su vertiente europea, arrancó con la invasión alemana a Polonia el 1 de septiembre de 1939. En una historia global, las crisis o las convulsiones planetarias no sólo no reconocen ningún centro, sino que se instalan desde un inicio en todas partes, de donde siguen repartiendo sus influencias, de manera directa o indirecta, y, además, con distintos grados, por todas las latitudes. Éste es el escenario que se presenta en la actualidad con las situaciones de crisis o de convulsiones. Éstas dejan de reconocerse en torno a un centro y dejan de inscribirse invariablemente dentro de una determinada causalidad diacrónica, pues es muy fuerte el encadenamiento sincrónico que comportan. En rigor, puede argumentarse que estas situaciones se reproducen como hongos por toda la faz de la tierra y se convierten en regularidades, porque como colisionan de manera persistente (“la materia se vuelve más activa”75), se encuentran más distantes del equilibrio e inducen a la permanente reconstrucción de contornos, obligando a nuevas definiciones y arreglos. A diferencia de la historia mundial, en un entramado global la crisis ya no constituye un accidente o un elemento circunstancial, sino una de sus más características regularidades. La historia global, por último, es menos europea u occidental y más contemporánea, situación que explica la dilatación que ha experimentado el presente y el ingreso a un régimen de historicidad presentista76 y global. Ello significa que en esta globalidad histórica concurren múltiples experiencias históricas, y que los que une unos colectivos con otros son elementos de sincronicidad que ubican a todos los individuos a compartir un mismo horizonte espacio temporal. 75. Ilya Prigogine, El fin de las certidumbres La historia global de tal suerte consiste en la sincronización y el (Madrid: Taurus, 1996). encadenamiento que registran las disímiles trayectorias históricas,

76. François Hartog, Régimes d’historicité. Presentisme et expériences du temps (París: Seuil, 2003).

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las cuales entran en sincronicidad, resonancia y retroalimentación. Con esta posición se quiere señalar varias cosas: primero, ya no puede seguir pensándose ningún país o región del planeta como una categoría analítica aislada, puesto que todos ellos se encuentran insertos dentro de una totalidad (la modernidad-mundo) de la que constituyen segmentos o intervalos, y que en esta historia concurren distintas capas temporales. Ello es el resultado de que una de las mayores novedades que ha introducido la globalización intensificada consiste en que ha fortalecido el entrelazamiento de la diacronía de los entramados históricos particulares con la sincronía de la contemporaneidad globalizada. En la historia global, se asiste, por tanto, a una intensa concordancia de un sinnúmero de temporalidades relativas, es decir, como aconseja Koselleck a la simultaneidad de lo no contemporáneo77. En la historia global se transforman las trayectorias de las sociedades, pero no se extinguen sus propias historias. Más bien ocurre lo contrario. Al ser un resultado de la intensificación de la globalización, este nuevo entramado desnuda la intimidad de las distintas las sociedades, exterioriza sus fortalezas y debilidades, exacerba la competición y redimensiona las particularidades de sus trayectorias históricas. La sincronía en la historia global, por tanto, rehabilita la dimensión diacrónica en la que se han forjado los diferentes colectivos. Por eso nada hay más lejano a la globalización y a la historia global que la homogeneidad y la uniformidad. En sí la globalización, y de suyo, la historia global, existen porque subsisten múltiples espacialidades y temporalidades, algunas de ellas construidas por las mismas tendencias globalizadoras, que acentúan las diferencias, las oposiciones y las inclusiones. Ambas actúan como elementos diferenciadores de los espacios nacionales y subnacionales de acuerdo con el grosor y las formas de articulación que cada uno de ellos tenga con relación a los circuitos globalizados. Esta idea nos lleva a sugerir que en un escenario como el actual las fronteras no desaparecen, sino que se reconstituyen permanentemente, de maneras mucho más fluidas. Pero también propone que una historia global no es la sobreimposición de lo global sobre lo local, sino la reconciliación de estas diferentes temporalidades, en condiciones en que lo global se realiza de formas muy variadas en lo local y que este último puede elevarse a la globalidad sin perder sus atributos particulares. De ello puede inferirse que la historia global contemporánea alude a algo más abarcador que la linealidad de la modernidad occidental. La integración de los distintos colectivos en torno a una unidad -la historia globalnos lleva a pensar las distintas experiencias sociales no como cosas dadas, sino como un proceso cosmopolita de diálogo intercultural, como la concreción de un paisaje global, escenario que produce inéditas modulaciones a partir de las contradicciones y de la diversidad. 77. Reinhart Koselleck, L’expérience de l’histoire (París: Gallimard, Seuil, 1997). historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 300-319


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En la historia global se incluyen las variadas historias locales como partes constitutivas de los diseños globales, lo cual obliga a reconceptualizar en parte el aparato categorial del saber académico. Ésta es una de las razones de por qué una historia global es de naturaleza más cosmopolita que internacional. La historia global en la contemporaneidad sintetiza la concordancia entre la intensificación de la globalización con un nuevo registro de modernidad que hemos denominado modernidad-mundo. Es una matriz, pero no un sistema, en el sentido en que sus diferentes flujos no constituyen un todo rígido. La historia global no constituye un nuevo estadio en la “flecha del tiempo universal”, sino que consiste en una nueva cartografía topológica para aprehender las coordenadas fundamentales de la contemporaneidad.

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Reseñas Nieto Olarte, Mauricio. Orden Natural y Orden Social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reino de Granada. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, 2007, 436 pp.

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Sin duda alguna, la ilustración americana y la modernidad política son dos temas centrales que convocan la mayor atención en los estudios hispanoamericanos relacionados con la independencia y la conmemoración del bicentenario de la misma1. En el caso colombiano, después de los esfuerzos sostenidos por los historiadores republicanos del siglo XIX de vincular la ilustración como un agente histórico que posibilitó la emancipación de las colonias españolas, el debate sobre la formación y la construcción de un pensamiento político ilustrado empezó a tomar nuevas formas y matices en el seno de la denominada Nueva Historia de Colombia a mediados del siglo XX. Las tempranas reflexiones académicas de Jaime Jaramillo Uribe, en la década de los años cincuenta y setenta por ejemplo, ofrecieron una nueva mirada sobre el movimiento ilustrado de la Nueva Granada al vincularlo con la ilustración española2. Estableciendo así el profundo carácter político y de la inscripción de la cultura y la ideología política americana en el imaginario político europeo, como dos factores, si bien distintos, inseparables para entender los sucesos de 1810. Desde entonces el tema de la ilustración, y más específicamente el de la “movilización de las ideas” entre el imperio español y sus colonias, se convirtió en una consideración indispensable para entender las aspiraciones de los hombres que pusieron en práctica la empresa de la Revolución 1. Un interesante repaso por el tema de las independencias y las y posteriormente la organización conmemoraciones nacionales 3 del Estado Nacional . Sin embargo, en Iberoamérica lo constituye la reciente compilación de textos no fue sino hasta la década de los realizadas por Manuel Chust años noventa, con los trabajos de Calero y José Antonio Serrano eds., Debates sobre las independencias 4 Renán Silva , que el problema de iberoamericanas (Madrid, Frankfurt: las “prácticas ilustradas”, de la Colección estudios AHILA, 2007). 2. Estas apreciaciones las retomamos de: Renán Silva, Los ilustrados de

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Maestría en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. re.acevedo27@uniandes.edu.co

Nueva Granada 1760-1808: genealogía de una comunidad de interpretación (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, coedición Banco de la República, 2008), 22-25; Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX (Bogotá: Editorial Temis, 1964), 464; Jaime Jaramillo Uribe, La personalidad histórica de Colombia y otros ensayos (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1977). 3. Javier Ocampo López, El proceso ideológico de la emancipación: las ideas de génesis, independencia, futuro e integración en los orígenes de Colombia (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1980). 4. Algunos de los principales trabajos de Renán Silva pueden consultarse en el ya citado texto sobre los ilustrados de la Nueva Granada, quizás, uno de los primeros textos dedicados a reflexionar sobre el problema de la difusión de la ilustración. Anterior a la década de los años noventa, pero contributivo también al análisis del medio impreso en la Nueva Granada durante el siglo XVIII, es el texto de Renán Silva, Prensa y revolución a finales del siglo XVIII: contribución a un análisis de la formación de la ideología de independencia nacional (Bogotá: Colección Bibliográfica del Banco de la República, 1988).


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construcción y difusión del conocimiento como un mecanismo de constitución y distinción social de los “grupos ilustrados”, empezó a ser objeto de una revisión y crítica detenida en la historiografía colombiana. Es precisamente el estudio de la naturaleza del conocimiento ilustrado5, a partir del análisis del carácter político de las prácticas científicas coloniales, uno de los temas y enfoques teóricos centrales del trabajo de Mauricio Nieto. En este libro se toma como referencia de estudio El Semanario del Nuevo Reyno de Granada, editado por Francisco José de Caldas entre 1808 y 1810, para mostrar cómo el proceso de constitución de las “elites criollas letradas” de la Nueva Granada no puede verse aislado del carácter colectivo, de los medios de comunicación, los instrumentos científicos, el movimiento de la naturaleza, el contenido y la forma del discurso ilustrado que posibilitaba la construcción del conocimiento y la distinción de los grupos letrados con respecto al resto de los pobladores del territorio americano. Es uno de los propósitos del texto, siguiendo los supuestos teóricos de la historia y la sociología de la ciencia de autores como Bruno Latour -y en la cual se inscribe el texto de Nieto-, demostrar que el conocimiento científico no puede ser entendido sin su comunicación y, mucho menos, haciendo diferenciaciones entre lo social (los humanos), lo fabricado (los artefactos) y el mundo natural (el clima) (p. 220)6. El problema del conocimiento y del poder como campos inseparables y de constitución de un orden social y natural que muestra a los “criollos letrados” como un grupo distinto al “vulgo”, como parece ser éste el sentido de los debates y las demostraciones científicas sobre la influencia del clima en los seres vivos, la geografía económica y la historia natural en El Semanario, son el punto central de la fabricación de una noción amplia de la política (pp. 20-21) que marca, por un lado, el límite de la exclusión de los nativos americanos del orden ilustrado de los criollos y, por otro, la búsqueda de la inclusión o reconocimiento de éstos -los criollos- en las comunidades científicas europeas. De acuerdo con las reflexiones del profesor Renán Silva, en el trabajo de Mauricio Nieto subyace también la idea de que “la ilustración es un esfuerzo sostenido de distinción” (p. 164) entre el letrado y el ignorante, lo civilizado y lo salvaje, que marca los procesos de constitución de grupos letrados con autoridad científica por su acceso a la imprenta, la prensa, a la 5. Cabe destacar que contemporáneo al texto de Mauricio Nieto también se literatura de viajes y a los autores europeos y a los instrumentos publicó el libro de Santiago Castro, de precisión y medición (como el barómetro, el termómetro y los La Hybris del Punto Cero: ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada (1750artefactos de observación), entre otras prácticas científicas con 1816) (Bogotá: Universidad Javeriana, un fuerte carácter político. Dado que para Nieto, y en esto parece 2005). tomar distancia de Renán Silva, lo político, entre el límite de lo que 6. Estos aspectos pueden seguirse con se incluye y excluye, no precede ni antecede a la ciencia, puesto que detenimiento en Bruno Latour, La esperanza de Pandora: Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia (Barcelona: Gedisa Editorial, 1999).

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la ciencia y la política son campos extremadamente relacionados y no diferenciados (p. 19). Al menos en el prospecto y los ocho capítulos en los que está conformado el texto, esta idea parece ser recurrente y determina tres aspectos centrales de la obra: 1) el problema de los medios de comunicación y de la utilización de los instrumentos científicos como forma de producir conocimiento y autoridad al interior de la Nueva Granada; 2) el análisis del contenido y la forma de las estrategias de argumentación para construir la diferencia social entre el letrado y el ignorante, el criollo y el nativo, que era visto desde la misma óptica social y natural por europeos como Corneille de Pauw; y, finalmente, 3) la pretensión de vincular la Nueva Granada a un orden mundial eurocéntrico para legitimar la voz del criollo como un “hombre de ciencia” y hacer de sus “conocimientos un asunto universal”. En este sentido, en los capítulos uno y dos se estudian los medios impresos y su papel en la construcción y estandarización del conocimiento y de la formación de autores con autoridad científica, política y moral. En el primero de ellos, titulado “La <<Letra de Molde>>, la república de las letras y la prensa en el Nuevo Reyno de Granada”, se presentan las prácticas comunicativas que hicieron posible la producción y circulación de textos e imágenes: las imprentas de tipos móviles y de carácter mecánico -a la familia Espinosa de los Monteros-, la prensa (entre la que se incluye El semanario, al igual que la Gazeta de Santafé de Bogotá, El Papel Periódico, El Correo Curioso y tanto El Redactor como el Alternativo Americano) y la entrada de libros y publicaciones regulares que posibilitaban la constitución de la “confianza”, el “consenso” y el “conocimiento” entre los hombres de letras. Adicionalmente, se muestra cómo la conformación de estos nuevos “campos del conocimiento”, entre lo escrito y lo visual, posibilitó la elaboración de una red de interlocutores (conformada por autores, lectores, editores, suscriptores y propietarios) que monopolizaban el conocimiento y hacían del Semanario un espacio de interacciones y distinciones. Este interés político no diferenciado de las prácticas científicas es presentado a partir de un estudio de caso, de manera más detenida, en el capítulo dos, titulado “Francisco José de Caldas, en busca de una comunidad”, en el que se toma el ejemplo de Caldas como un letrado que necesariamente necesita de sus interlocutores (en especial de José Celestino Mutis y de Alexander Von Humboldt), de los instrumento científicos, de los textos europeos (de Buffon, Linneo y Lande), de la astronomía y de la cartografía para entrar en el juego del reconocimiento de la ciencia ilustrada y tratar de constituirse así en un autor y editor protagónico de El Semanario (p. 90). Ahora bien, el conocimiento como un acto de comunicación, construcción y preservación de la autoridad científica no sólo estuvo vinculado a la conformación de una red de actores y al acceso a los medios de comunicación y los instrumentos científicos. Por demás, las estrategias comunicativas constituyeron un punto central en

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el proceso de descripción de un orden natural para legitimar la posición y la distancia del hombre letrado con respecto al nativo americano y/o las razas degeneradas por la acción de la naturaleza7. Esto se pone de presente en las memorias publicadas en El Semanario que estaban referidas, por lo general, a tres aspectos: la geografía económica, la población y el clima; objetos de atención por Mauricio Nieto -en esa misma secuenciaen los siguientes capítulos: “La geografía económica y la apropiación del Nuevo Reyno de Granda”, “Cuerpos, mentes y almas” y, finalmente, en el capítulo quinto, “El imperio del hombre y del clima”. En estos apartes del texto, de manera general, se parte de cierto supuesto teórico introducido por Michel Callón y Arif Dirlik, según el cual, un acto de comprensión y/o traducción es un acto de control y de inscripción de un orden natural y social dentro de un marco de referencias familiares; “es un acto de hacer de uno mismo el portavoz de un saber útil” (nota al pie de página 34, p. 324). Esta idea es interesante analizarla con cuidado porque permite observar cómo la forma de la retórica del discurso científico tiene una clara pretensión de mostrar, a partir del control del espacio y sus recursos naturales, del comercio y su vinculación a un sistema mundial, así como también de la educación, la higiene y la salud de la población, un objeto político de distinción y notabilidad entre la identidad del criollo ilustrado como un “hombre de las luces” y el ignorante, el “hombre salvaje”, el “nativo”, que entraría a hacer parte del mundo de lo desconocido que hay que domesticar. Es el triunfo del “imperio del hombre” sobre el “imperio de la naturaleza” para contradecir la tesis de que la inferioridad del hombre americano está asociada a su clima, pero del mismo modo es el triunfo de la racionalidad instrumental y de la “conciencia del criollo” que hace de América un conjunto diverso en el que existe una clara jerarquía entre el espacio y los hombres, la costa y los Andes. Esta pretensión de vincular la Nueva Granada a un orden global y de legitimar la voz del criollo como un actor “letrado”, “amante de la patria”, “buen patriota” y “buen ciudadano”, es una clara muestra de la construcción del “otro” y “nosotros”, y del querer hacer parte de un orden eurocéntrico que haga de Europa el futuro de América y de los pueblos americanos, una cultura sin historia. Al menos este tipo de interés político parece estar presente en las prácticas científicas desarrolladas por los viajeros europeos y las elites criollas americanas del siglo XVIII. En el capítulo seis, “Humboldt y la búsqueda del orden global”, se muestra por ejemplo cómo a pesar de oponerse en sus “Cuadros de la Naturaleza” a las teorías sobre la inferioridad del hombre y las tierras americanas propuestas por Buffon y Hegel, es clara la posición de aquel viajero prusiano de comprender la naturaleza como una unidad y tratar de vincularla a Europa para 7. Este aspecto es un punto de discusión su aprovechamiento (p. 303). El progreso de la “civilización”, del también en Alfonso Múnera, Fronteras imaginadas: la construcción de las razas y la geografía en el siglo XIX colombiano (Bogotá: Editorial Planeta, 2005), 45-88.

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“bien común” y de la “felicidad”, parece ser y estar en Europa, y América sigue siendo un continente desprovisto de las bondades de la ciencia y el adelanto de la cultura europea, mientras que del lado de los criollos la situación no es nada distinta a las apreciaciones de Humboldt. Esto, al menos, se puede concluir de los capítulos siete y ocho: “Ilustración y eurocentrismo en el Nuevo Reyno de Granada” y “Pasado y futuro de la Nueva Granada, el criollo y su lugar en la Historia”. En éstos se presenta lo que Nieto ha denominado el “lado oscuro de la ilustración”, esto es, la forma como a través de la observación disciplinada, la experiencia, la precisión numérica, la medición, la altura, los viajes ilustrados y la historia natural se deslegitiman los “saberes locales” nativos (p. 329) y se genera un poderoso instrumento de ordenamiento social y natural que pretende hacer de América un nicho de la civilización europea. La comprensión del Nuevo Mundo por parte de las elites criollas supuso la construcción de un orden natural y social no ajeno a la cultura europea, lo que invita a una reflexión más cuidadosa sobre la relación entre ilustración americana, ciencia colonial, independencia, modernidad política y las ideas nacionalistas y patrióticas que la historiografía republicana y contemporánea sigue asignando a las elites criollas. El trabajo del profesor Mauricio Nieto, así como en su momento contribuyeron a despertar nuevas inquietudes alrededor del tema de la ilustración y de la difusión del conocimiento en el siglo XVIII y principios del XIX los trabajos de Jaime Jaramillo Uribe, Javier Ocampo López, Renán Silva y la reciente publicación de Santiago Castro, se constituye en un buen punto de partida para repensar la relación entre ilustración, ciencia colonial y eurocentrismo, con el objetivo de someter a una crítica exhaustiva y documentada las posiciones nacionalistas, patrióticas y americanistas que se han generado en torno a la independencia americana y que, muchas veces, además de ocultar el eurocentrismo, se ponen de “moda” cuando se llegan las etapas de conmemoraciones y rememoraciones agenciadas por eventos políticos como los del bicentenario.

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Herrera Ángel, Marta. Popayán: La unidad de lo diverso. Territorio, población y poblamiento en la provincia de Popayán, siglo XVIII. Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2009, 256 pp.

Aunque no imprescindible, la lectura de este nuevo trabajo de Marta Herrera merece ser emprendida con algún conocimiento de varios de sus textos anteriores, en donde en formato de libro o de artículo académico, la autora ha venido desarrollando una línea de investigación sobre los procesos históricos de configuración de los territorios que conformaron la Nueva Granada durante el periodo colonial. Por lo menos desde 1994, cuando publicó su artículo Espacio y poder. Pueblos de Indios en la Provincia de Santafé (siglo XVIII), ya estaba en marcha una tarea de largo plazo que ha requerido articular elaboraciones teórico-metodológicas provenientes de ámbitos disciplinares diversos, particularmente de la geografía, la historia, la arqueología, la antropología y la ciencia política, confluyendo en lo que podría denominarse una perspectiva espacial de análisis e interpretación de las dinámicas del poder en el periodo colonial. Bajo esta perspectiva, en numerosos textos ha abordado los ordenamientos territoriales de carácter oficial, marginal o ilegal que tuvieron lugar en las provincias de Santafé y Cartagena, lo cual ha quedado expuesto ampliamente en su libro Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las llanuras del Caribe y en los Andes centrales neogranadinos, siglo XVIII, publicado por primera vez en 2002. En años posteriores Herrera ha vuelto su mirada hacia el suroccidente, concretamente a la Provincia de Popayán, con lo cual ha comenzado a edificar un cuerpo de datos e interpretaciones que prepara lo que sin duda será el tercer término de un ejercicio de comparación sobre tres de los más extensos e importantes territorios políticoadministrativos de la Nueva Granada. Y es precisamente el estudio Carlo Emilio Piazzini del proceso histórico de configuración territorial de la provincia de Antropólogo con Maestría en Historia de Popayán lo que se propone el libro que aquí reseñamos. la Universidad Nacional de Colombia, El cuerpo del texto se desarrolla en tres capítulos que, antecedidos sede Medellín. Estudiante del Doctorado y precedidos de la introducción y las conclusiones, se dedican a en Historia de la Universidad de Los analizar la configuración territorial, la dinámica demográfica y la Andes en Bogotá, Colombia. Subdirector tipología de los asentamientos de la Provincia. Si bien el título marca científico del Instituto Colombiano de de entrada el periodo cronológico de mayor énfasis (siglo XVIII) en la Antropología e Historia, Icanh. Miembro investigación, es claro que temporalidades posteriores y anteriores del grupo de investigación Estudios resultan implicadas en su desarrollo. Así, en la introducción se hace del Territorio de la Universidad de Antioquia (Categoría A en Colciencias) ce.piazzini397@uniandes.edu.co historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 321-354


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visible de manera expresa el vínculo de la autora con los tiempos contemporáneos, cosa innegable en cualquier investigación, pero que en este caso no pretende ocultarse. Antes bien, interroga críticamente el planteamiento actual, ya manido, de que Colombia es un país de regiones, no porque dude de la pluralidad que en términos geohistóricos y culturales conforma el país, sino porque dicho planteamiento aparece a menudo como una visión naturalizada de las fronteras infraestatales e internacionales como límites dados y fijos que separan los territorios político-administrativos. Y se pregunta la autora precisamente por los procesos territoriales de larga duración que de forma dinámica y llena de tensiones han dado forma al país de hoy. Para responderlo, elude el camino frecuente de analizar la formación de las entidades regionales y opta más bien por acercarse a los modelos de poblamiento que dieron lugar al establecimiento de múltiples jurisdicciones territoriales por parte de las autoridades españolas, proceso lleno de tensiones y superposiciones espaciales, que tuvo que contar necesariamente con las prácticas de la población local, configuradas desde épocas más antiguas. Y es aquí en donde interviene un análisis importante de temporalidades que antecedieron el siglo XVIII, tanto en lo referido a épocas precolombinas como al periodo colonial temprano. En efecto, el primer capítulo se dedica a elaborar una crítica a aquellas explicaciones que han visto la conformación de la Provincia de Popayán como el resultado fundamental de voluntades individuales que protagonizaron el repartimiento de poderes entre personajes destacados de la conquista. La autora propone en su lugar que la conformación de la Provincia de Popayán debe ser entendida en el contexto de tendencias territoriales de largo plazo histórico que venían funcionando desde épocas precolombinas, y que incidieron fuertemente en el juego de tensiones desatado durante los siglos XVI y XVIII, entre las Audiencias de Quito y Santafé, entre el Sur y el Norte, actuando entonces la provincia de Popayán a manera de bisagra. Basada en datos arqueológicos y documentación escrita del siglo XVI, Herrera considera que en lo que hoy es el suroccidente colombiano se había establecido, ya durante el primer milenio de la era cristiana, una tradición cultural o visión compartida del mundo por parte de culturas con identidades diferentes. Posteriormente, en vísperas de la invasión española, la avanzada militar incaica hasta el norte del Ecuador habría tenido repercusiones sobre las sociedades indígenas herederas de esta tradición, generando una cierta dinámica de integración con el Sur, visible por ejemplo, en redes de intercambio económico que incluso se fortalecieron y aún se encontraban funcionando en el siglo XVII. Así, los criterios de los poderes españoles para establecer las jurisdicciones políticas, eclesiásticas y administrativas no se dieron en relación con unos espacios vacíos, sino que habrían tenido que contar con estas dinámicas territoriales de origen precolombino. Y esa sería justamente la razón por la cual la Provincia de Popayán, tan

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diversa geográfica y culturalmente, habría logrado consolidarse como una unidad a partir de la pluralidad. Pero ¿cuál era la población que se encontraba participado de esas dinámicas territoriales? En el segundo capítulo del libro se aborda la demografía de la Provincia, con base en censos efectuados principalmente a finales del siglo XVIII. Afrontando dificultades referidas al corto periodo que cubren los censos disponibles, a la muy probable ocurrencia de subregistros en los mismos y a la expresión diferencial que éstos hacen de las jurisdicciones y tipologías socioraciales, la autora debe efectuar varias advertencias y dispendiosos análisis, antes de entrar a emplear los datos en sus inferencias. Así mismo, realiza un ejercicio de comparación con cifras contemporáneas disponibles para el Virreinato en general, las Audiencias de Santafé y Quito, así como las provincias que las conformaban en particular. Con base en ello se llega a plantear en primer lugar que la población de la Provincia poseía una densidad demográfica relativamente baja en comparación con la gran extensión de su territorio. Por otra parte, se observa que la población indígena de la provincia, duramente golpeada por la invasión europea del siglo XVI, para el siglo XVIII registraba una participación porcentual similar a la de los otros grupos socioraciales de la provincia, como eran los negros, los libres y los blancos. En términos de distribución geográfica, un juicioso ejercicio de ubicación de los diferentes tipos de asentamientos en el mapa (ciudad, asiento, curato, pueblo, parroquia, viceparroquia, sitio, hacienda, real de minas, puerto, y salina, entre otros) le permite establecer la distribución de las densidades demográficas para las distintas jurisdicciones de la Provincia, e igualmente la distribución relativa de los grupos socioraciales en el territorio. Estos últimos aspectos constituyen la base para que la autora plantee hipótesis acerca de la coexistencia de diversos tipos de relaciones sociales de producción, y aun cuando es de esperar que la población blanca ejerciera el dominio en buena parte del territorio, parecía existir una cierta disgregación de la población y descentralización de las relaciones de poder. El capítulo tercero retorna sobre algunas de estas hipótesis, resaltando la particularidad de los patrones de asentamiento en la provincia de Popayán, en contraste con lo que sucedía a finales del siglo XVIII en otras provincias del Virreinato. Se destaca la relación entre la relativa baja densidad de población y la gran cantidad de asentamientos de diverso tipo diseminados en el territorio, entre los cuales sobresalen los denominados asientos y pueblos de libres (categorías escasas o inexistentes en el resto del Virreinato), así como el hecho de que los asentamientos no tuvieran necesariamente que estar bajo la jurisdicción de ciudades, villas o parroquias. Con base en ello, Herrera propone que, a diferencia de las provincias de Santafé y Cartagena, no parece haber existido un interés tan decidido y sostenido por parte de las autoridades

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españolas por ordenar y controlar la población, dejando un margen amplio para que fueran las élites y dinámicas locales de poblamiento las que fueran configurando las jurisdicciones. En el caso de los pueblos de indios, predominantes como formas de asentamiento en el censo de 1770, se propone que constituían todavía en esa época los ejes estructurantes del poblamiento de la Provincia, aun cuando con base en el censo de 1797 se considera que éstos iban perdiendo su importancia por contraste con el incremento de haciendas, reales de minas y sitios. El análisis en detalle de información relativa a la conformación del asiento de Quilichao, entre los siglos XVII y XVIII, se ofrece como caso representativo de la forma en que, durante ese periodo, se fueron configurando nuevas formas de asentamiento en la Provincia, caracterizadas por la tensión entre los dueños de los reales de minas y haciendas, y una población de blancos pobres, mestizos, pardos y montañeses que, al tenor del comercio legal e ilegal que gravitaba en torno a estos establecimientos, fueron formando asentamientos nucleados. Pero curiosamente esta tensión, lejos de resolverse por las vías de hecho, siempre se hizo apelando a los parámetros de la justicia divina y real del sistema colonial. En su conjunto, el tratamiento de la gran cantidad de información y diversidad de fuentes a los que apela la autora para tratar de comprender el proceso de configuración territorial de la provincia de Popayán, se caracteriza por un uso diferencial de las escalas temporales y espaciales. Si en el primer capítulo se emplea información que cubre varios siglos, en el segundo y tercero el ámbito temporal se enfoca primordialmente a las últimas décadas del siglo XVIII. En lo espacial, aun cuando se mantiene un ejercicio permanente de contrastación entre Popayán, Santafé y Quito, el tratamiento del caso de Quilichao se ofrece como único de ese nivel, bajo la expectativa de que sea representativo de la Provincia. Este uso diferencial de las escalas se debe en casos específicos a una cuestión de disponibilidad de datos (demografía), pero en otros obedece a la elección efectuada expresamente por la autora. Ello, en su conjunto, conlleva a que el esfuerzo de explicación de un proceso histórico de configuración territorial que no llevó menos de tres siglos, y relativo a un espacio geográfico de gran extensión, haya desembocado en el establecimiento de múltiples hipótesis que requieren ser sopesadas en su fortaleza mediante estudios futuros, más precisos y acotados en lo temático y espacio-temporal. En la perspectiva de señalar esas líneas de indagación, vale la pena examinar en primer lugar su propuesta de dinámicas territoriales de larga duración conformadas desde épocas precolombinas, puesto que la información arqueológica empleada proviene de investigaciones que han enfatizado más en la unidad que en la diversidad cultural de las sociedades precolombinas, promoviendo el uso de categorías tales como “tradición” y “cultura arqueológica”, que desde el punto de vista conceptual no se

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refieren a “redes de significados” (acepción de cultura empleada por Herrera con base en Geertz), sino al registro de ítems similares de la cultura material que serían evidencia de ideas compartidas. Así mismo, el análisis de las redes de intercambio precolombino y colonial, que habrían servido en buena parte de sustento a la reproducción de esas tendencias territoriales de largo plazo, es en realidad un ejercicio que por su complejidad espera ser desarrollado con mayor precisión, tanto desde la arqueología como desde la historia. En cuanto a las dinámicas demográficas y de poblamiento, los aportes efectuados por Herrera, productos de un ejercicio arduo de análisis estadístico y localización geográfica, requieren ser ampliados en su expresión cronológica, como base para que los análisis de tendencia sustenten mejor la explicación de procesos de mayor envergadura temporal, tarea que no será fácil y representa todo un reto, contando con la escasez de datos anteriores al siglo XVIII. Finalmente, el estudio de la forma en que se fueron conformando los asentamientos entre los siglos XVI y XVIII, proceso íntimamente ligado con las hipótesis de relativa autonomía y disgregación de las poblaciones de Popayán, requiere de casos que contrasten y complementen lo analizado por Herrera para Quilichao, por lo menos en lo que atañe a cada tipo de asentamiento identificado. Es claro entonces que uno de los más importantes aportes del libro de Marta Herrera estriba en la apertura de líneas de investigación en torno de preguntas que, aun cuando requieren recrear rigurosamente el pasado para delinear respuestas sólidas, se hacen claramente desde el presente: ¿Cómo es que el Suroccidente, el Gran Cauca, para emplear denominaciones más recientes, pese a su gran diversidad, a su extensión, a su lugar de frontera entre el Norte y el Sur, ha logrado mantener una cohesión territorial relativamente estable durante unos cinco siglos? Y esta pregunta se encuentra inscrita en otra que se formula en iguales términos, pero que aumenta en complejidad: ¿Cómo es que ha sido posible ese “equilibrio inestable” que ha permitido la conformación y permanencia relativa de esta “obra de arte” que hoy llamamos Colombia? Este libro es, en la perspectiva anotada al principio de este texto, un aporte más en la tarea que la autora ha emprendido hace ya varios años por hacer del tratamiento del espacio un camino fecundo en la tarea de comprender las dinámicas históricas y sociales, particularmente aquellas relativas al poder. Ello ha significado en el contexto académico colombiano una apertura necesaria que apenas hace poco comienza a ser tomada en serio en cuanto a sus implicaciones de orden epistemológico y político. El geógrafo John Agnew ha señalado que “[l]as ciencias sociales modernas sufren de una suerte de “agnosis” (o desorden de la percepción) según la cual las representaciones del espacio ponen límites a procesos no espaciales más que proveer una comprensión del espacio y la sociedad como 1. John Agnew, “Representing space: inextricablemente entrelazados”1. Esta interdependencia entre space, scale and culture in social sciences”, en Place/Culture/ Representation, eds. J. Duncan y D. Ley (New York: Routledge, 1994), 261.

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espacio y sociedad implica que el tratamiento del primero en las ciencias sociales no es sólo cuestión de escenarios geográficos o escalas variables de extensión cartesiana en las que se encuadra el objeto de estudio, sino condición de posibilidad para la comprensión misma de los procesos y prácticas sociales. La resistencia para advertir una tal concepción entre el público académico y no académico se explicaría sólo porque, como ha puntualizado Herrera en la introducción de su libro, en la vida cotidiana el espacio se nos ofrece como algo dado e inmediato, como un ordenamiento natural de las cosas, pese a que, o precisamente porque se trata ni mas ni menos de una producción social que inculca estructuras de significado conforme a las cuales damos sentido al mundo.

c Borja, Jaime Humberto y Pablo Rodríguez Jiménez, comps. Historia de la vida privada en Colombia. 2 Vols. Bogotá: Taurus, 2009 [pp. ?].

El estudio de la vida privada de la sociedad colombiana, sus constantes transformaciones, el proceso de construcción del sujeto y las distintas percepciones de lo íntimo, fueron algunos de los temas que Jaime Humberto Borja y Pablo Rodríguez Jiménez reunieron en la obra titulada Historia de la vida privada en Colombia, compilación que responde a un interés investigativo que ya se había iniciado en otros países latinoamericanos (Uruguay, Chile, Argentina María Cristina Pérez y Brasil), que tuvo como principales precursores a los historiadores Pérez franceses Philippe Ariès y George Duby con su Historia de la vida 1 Historiadora de la Universidad Nacional privada en Occidente . La obra que nos ocupa está conformada por 23 de Colombia, Sede Medellín. Estudiante ensayos, organizados en dos volúmenes, elaborados por antropólogos, del Doctorado en Historia de la Univerhistoriadores, literatos y politólogos del país, quienes reflexionan sobre sidad de los Andes, Bogotá, Colombia. la vida privada desde diversas metodologías: la antropología histórica, Miembro de los grupos de investigación la historia social, la historia de las mentalidades, la microhistoria y la Prácticas culturales, imaginarios y historia cultural (p. 15). La gran mayoría hacen visibles las dificultades representaciones (Categoría A en Colque presenta indagar sobre este tipo de temáticas olvidadas en la ciencias) e Historia, Trabajo, Sociedad historiografía colombiana y ausentes en las reflexiones de las distintas y Cultura (Categoría B en Colciencias). Ciencias Sociales. mc.perez158@uniandes.edu.co El primer volumen, Las fronteras difusas del siglo XVI a 1880, analiza la concepción de lo íntimo durante la Colonia y gran parte del siglo 1. Philippe Ariès y Georges Duby orgs. Historia de la vida privada, 5 Vols. (Madrid: Taurus, 2001). hist. crit.

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espacio y sociedad implica que el tratamiento del primero en las ciencias sociales no es sólo cuestión de escenarios geográficos o escalas variables de extensión cartesiana en las que se encuadra el objeto de estudio, sino condición de posibilidad para la comprensión misma de los procesos y prácticas sociales. La resistencia para advertir una tal concepción entre el público académico y no académico se explicaría sólo porque, como ha puntualizado Herrera en la introducción de su libro, en la vida cotidiana el espacio se nos ofrece como algo dado e inmediato, como un ordenamiento natural de las cosas, pese a que, o precisamente porque se trata ni mas ni menos de una producción social que inculca estructuras de significado conforme a las cuales damos sentido al mundo.

c Borja, Jaime Humberto y Pablo Rodríguez Jiménez, comps. Historia de la vida privada en Colombia. 2 Vols. Bogotá: Taurus, 2009 [pp. ?].

El estudio de la vida privada de la sociedad colombiana, sus constantes transformaciones, el proceso de construcción del sujeto y las distintas percepciones de lo íntimo, fueron algunos de los temas que Jaime Humberto Borja y Pablo Rodríguez Jiménez reunieron en la obra titulada Historia de la vida privada en Colombia, compilación que responde a un interés investigativo que ya se había iniciado en otros países latinoamericanos (Uruguay, Chile, Argentina María Cristina Pérez y Brasil), que tuvo como principales precursores a los historiadores Pérez franceses Philippe Ariès y George Duby con su Historia de la vida 1 Historiadora de la Universidad Nacional privada en Occidente . La obra que nos ocupa está conformada por 23 de Colombia, Sede Medellín. Estudiante ensayos, organizados en dos volúmenes, elaborados por antropólogos, del Doctorado en Historia de la Univerhistoriadores, literatos y politólogos del país, quienes reflexionan sobre sidad de los Andes, Bogotá, Colombia. la vida privada desde diversas metodologías: la antropología histórica, Miembro de los grupos de investigación la historia social, la historia de las mentalidades, la microhistoria y la Prácticas culturales, imaginarios y historia cultural (p. 15). La gran mayoría hacen visibles las dificultades representaciones (Categoría A en Colque presenta indagar sobre este tipo de temáticas olvidadas en la ciencias) e Historia, Trabajo, Sociedad historiografía colombiana y ausentes en las reflexiones de las distintas y Cultura (Categoría B en Colciencias). Ciencias Sociales. mc.perez158@uniandes.edu.co El primer volumen, Las fronteras difusas del siglo XVI a 1880, analiza la concepción de lo íntimo durante la Colonia y gran parte del siglo 1. Philippe Ariès y Georges Duby orgs. Historia de la vida privada, 5 Vols. (Madrid: Taurus, 2001). hist. crit.

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XIX, en donde las fronteras entre el dominio público y el privado no están delimitadas, como se señala en algunos ensayos. Luis Miguel Córdoba muestra que la relación entre los conquistadores españoles y la población indígena permitió la creación de espacios marcadamente mestizos, en los cuales la privacidad estaba ausente, “pues las casas de mineros y encomenderos estaban servidas por un gran número de población indígena y esclava” (p. 47). Carl Henrik Langebaek, asimismo, al investigar la vida cotidiana y social en el pasado prehispánico a través de la ideología, la religión y la orfebrería, muestra cómo los espacios íntimos individuales (chozas y templos) y ciertos artefactos de poder (joyas y figuras votivas) tenían realmente existencia cuando permanecían en el contexto público de los grupos muiscas. Diana Luz Ceballos Gómez ahonda en esta temática y resalta la interacción entre el ámbito público y el privado en el sistema penal de la Inquisición en Cartagena, en el que la posición social, cultural, económica y étnica influía en la acusación y en el desenlace del caso. Igualmente destaca el rumor, el chisme y el cotilleo como herramientas de policía, ejercida por los miembros de la sociedad colonial de manera colectiva e individual. A su vez esta primera parte se articula a partir de textos que reflexionan sobre los sentimientos amorosos, la adecuación de los espacios íntimos y el manejo del cuerpo. Así, Pablo Rodríguez Jiménez estudia las experiencias afectivas vividas por hombres y mujeres dentro de sus relaciones matrimoniales y fuera de éstas. Con este propósito da a conocer no sólo las uniones establecidas a través del ideal sacramental de la iglesia, sino también de aquellas consideradas ilegales y que involucran a personas de distinta condición sexual y étnica. En este sentido, las fiestas y reuniones clandestinas fueron los escenarios propicios para el desarrollo de este tipo de relaciones, en especial las establecidas entre grupos de esclavos que poseían pautas cotidianas específicas y una libre disposición del territorio, según lo plantea en su texto Rafael Antonio Díaz Díaz. En estos espacios de diversión y regocijo de la población esclava, en continua interacción con blancos, mestizos e indígenas, se creaban ambientes cotidianos en los que prevalecían aspectos privados y públicos de sociabilidad (p. 228). No obstante, Adriana María Alzate señala la privatización que sufren algunos de estos lugares, gestos, comportamientos y actos que habían permanecido en la esfera de lo público hasta finales del siglo XVIII. Esto debido al interés de las élites locales por mantener el orden, las buenas costumbres y la salud pública, a través de un proceso de ordenamiento y de educación del cuerpo. Otro conjunto de estudios abordan tanto la organización de espacios sociales en las ciudades, como la exposición de objetos o artefactos de religiosidad y poder. Así, María del Pilar López Pérez estudia el ordenamiento interno de las casas -principales construcciones de las ciudades- donde se sucedían nacimientos y velorios, se realizaban fiestas familiares y sociales, se preparaban los alimentos, se atendía a los enfermos y se

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daba abrigo a parientes y amigos (p. 79). Por ello se dio la adecuación de áreas como las salas de recibo, las salas de alcoba, el oratorio doméstico, el oratorio de rincón y el balcón, entre otros. Igualmente, María Piedad Quevedo resalta la vida privada de los conventos neogranadinos que poseían necesariamente un carácter público, al estar vinculados a los distintos estamentos religiosos y sociales de la ciudad, en tanto que el convento se presenta como símbolo de identidad interior que aguarda el cuerpo femenino y que es controlado por medio de la guía del confesor. En este orden de ideas, Jaime Humberto Borja señala la manera en que la iglesia promovió elementos para la formación de nuevas prácticas individuales, ya sea con pinturas religiosas o con el género narrativo de las vidas ejemplares de santos. Estas herramientas profundizaban en el carácter íntimo de las prácticas espirituales, al establecer determinadas actitudes como modelos públicos. Por otro lado, se destaca un conjunto de autores, los cuales exploran la intimidad de los denominados héroes de la patria y de las sociabilidades masonas, protestantes y espiritistas a lo largo del siglo XIX. Aída Martínez Carreño relata la vida privada de Antonio Nariño, destacando la estructura de su casa, su temperamento apasionado y entusiasta, su gusto por las Ciencias Naturales y sus conflictos sociales y políticos. Este tipo de investigaciones permiten adentrarse en la intimidad del hombre público, es decir, en la intimidad de aquellos que se dedicaron a la política, a la guerra, a la religión, a los negocios o a la ciencia, como también lo hace en su ensayo Víctor M. Uribe Urán. Este autor destaca tanto las relaciones familiares, sentimentales y sexuales, como el uso del vestido, los hábitos diarios y la salud de personajes públicos como Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Tomás Cipriano de Mosquera y Rafael Núñez. En cuanto a las diferentes prácticas asociativas del siglo XIX, Gilberto Loaiza Cano analiza la influencia de éstas en la vida privada de sus miembros y en la de aquellos grupos sociales que quisieron controlar (p. 324). Un ejemplo de esto es el papel desarrollado por la mujer en las sociabilidades católicas y su función en los programas que impulsaban la caridad con los menos favorecidos. El segundo volumen, Los signos de la intimidad. El siglo XX, examina diferentes aspectos de la individualidad que comienza a construirse a finales del siglo XIX y los espacios en los cuales se desarrolla la vida privada durante el siglo XX. Camilo Monje, por ejemplo, estudia la importancia de los cafés y clubes para la sociedad bogotana, al ser no sólo espacios públicos de encuentro con los amigos, sino también lugares privados para la confidencia fraterna. Si bien cada uno cumplía una función distinta, ambos sitios permitieron al hombre un encuentro íntimo con sus colegas. Pero no sólo estos lugares fueron testigos de los cambios ocurridos al iniciar este siglo y de las nuevas formas de intimidad, sino que también las tiendas, los teatros, las plazas, los juegos mecánicos, los hoteles y la ópera cumplieron el mismo papel. Según lo plantea en su escrito Germán Mejía Pavony, la creación de estos lugares respondía al surgimiento de una ciudad

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burguesa capitalina, y por ende del nacimiento de un gusto burgués que transformó las estructuras materiales y las normas en la vida privada de la ciudad. Uno de estos elementos, trabajados por Óscar Guarín Martínez, fue el consumo de alcohol y de drogas que generaron una nueva mirada sobre la intimidad y el comportamiento del individuo en sociedad. Esto se evidencia en un hecho contradictorio: la fuerte condena pública de la embriaguez popular y la relativa tolerancia del consumo clandestino de licor y de otras sustancias entre la élite (p. 44). La importancia que adquiere la escritura y la lectura en los espacios de intimidad, las formas de civilidad propuestas en los manuales de urbanidad e higiene y la nostalgia por los recuerdos de la infancia son otros de los temas que se debaten en este volumen. Precisamente Carmen Elisa Acosta Peñaloza resalta la función que cumple la prensa y la literatura en la construcción íntima de los sujetos, al penetrar en los hogares, en los cuartos de costura, en las alcobas y en las alamedas. En muchos de estos textos el escritor narra acontecimientos con los que el lector se siente identificado, como la mirada de la ciudad al campo, la crítica de los nuevos valores introducidos por las influencias extranjeras y las historias en las que se debate lo público y lo privado. Zandra Pedraza Gómez, a su vez, muestra el significado que adquiere el manejo del cuerpo para las élites locales, quienes gozaban de autoridad política, social e intelectual para orientar la educación del cuerpo. Este grupo basado en preceptos de urbanidad, pedagogía e higiene, expone en sus escritos sus percepciones sobre aspectos relacionados con la raza, el sexo y la edad. Otro texto que nos habla de las formas de escritura a finales del siglo XIX y principios del XX es el elaborado por Paula Andrea Ila acerca de los escritos autobiográficos que se refieren a la infancia en Colombia como los de Soledad Acosta, José María Samper, Baldomero Sanín, Eduardo Caballero Calderón y Matilde Espinosa. Tales escritos narran aspectos particulares de la niñez de sus autores y dan cuenta de los cambios políticos y sociales acaecidos en el país durante esta época. En este mismo orden de ideas, se encuentran escritos que reflexionan sobre la intimidad de los sectores obreros y la vida privada en una organización guerrillera como el M-19. Mauricio Archila relata las formas de intimidad de los obreros y obreras que provenían, en su gran mayoría, del área rural, y que llevaban consigo un importante componente femenino y juvenil, poco calificado técnicamente y con altos índices de alfabetismo (p. 146). Con este objetivo, analiza los lugares de trabajo en los que se daban grandes muestras de paternalismo, los espacios de diversión como las plazas públicas y las ferias itinerantes, y la intensa lucha de los obreros por conseguir una vida digna para sus familias. Por su parte, Vera Grabe, desde su experiencia personal, comenta algunos elementos de la vida íntima de los jóvenes que decidieron ingresar al M-19, dejando a sus familias y estableciendo nuevos lazos de amistad con sus compañeros de lucha. Esta fue una generación que convirtió sus ideales de libertad y de justicia en una opción armada

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que contaba con la complicidad de algunos miembros de la sociedad colombiana, quienes apoyaban abiertamente su causa o simplemente la respetaban. La autora reflexiona principalmente sobre las preocupaciones personales de los miembros del grupo y las relaciones familiares y amorosas que se establecían en la clandestinidad. Para terminar se encuentran ensayos que hacen referencia a la belleza, a los sentimientos y a la influencia de los medios de comunicación en la vida privada de los colombianos en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI. Ingrid Johanna Bolívar destaca uno de los eventos más significativos del país, que se realiza desde el año de 1934: el reinado de belleza. Esto con el propósito de describir algunos aspectos íntimos de los sectores sociales que se vinculan a éste y delimitar las redes que se construían entre la vida privada de las reinas y el dominio público. De igual forma, Mara Viveros Vigoya aborda las distintas dinámicas del sentimiento amoroso en la cultura colombiana, haciendo visibles sus cambios en la segunda mitad del siglo XX y mostrando sus distintas representaciones en la televisión, la publicidad (dirigida esencialmente a la mujer) y la literatura. Luisa Acosta también hace énfasis en la influencia cultural que ha tenido en la sociedad colombiana el consumo de narrativas televisivas, que han transformado visiblemente -desde su emisión el 13 de junio de 1954- las relaciones íntimas y familiares. Y más aún si se tiene en cuenta que la vida privada de los colombianos se ha ido ordenando de acuerdo a los tiempos y espacios de las emisiones, además de haber creado un escenario íntimo en el que se modela continuamente su gusto (p. 258). En su conjunto, Historia de la vida privada en Colombia es una interesante propuesta que reúne diversos ensayos sobre la vida íntima y cotidiana de los colombianos a lo largo de su historia. Esto ha permitido visibilizar el cambio que ha sufrido el concepto de lo privado en cada época, la forma en que se ha desarrollo y el sentido que ha adquirido. Así, por ejemplo, se puede observar que la idea de lo privado en la Colonia estaba sujeta a la relación que adquiría con lo público, por lo que las fronteras entre ambos espacios no estaban claramente delimitadas. Por el contrario, para finales del siglo XIX y gran parte del siglo XX se concibe el mundo de lo privado-individual alejado cada vez más de la esfera de lo público, y comienzan a adquirir valor aspectos relacionados con lo íntimo y la consecuente privatización de algunos espacios de sociabilidad. Si bien la mayoría de los autores no tienen como línea principal de investigación lo privado o lo cotidiano, sus trabajos son un gran aporte en este sentido, pues además de proporcionar un catálogo de problemas sobre esta temática, también hacen visibles vacíos que pueden y deben ser llenados, tal como lo señalan Jaime Humberto Borja y Pablo Rodríguez Jiménez. Más aún cuando se analizan cada una de las propuestas realizadas y se descubre además de nuevos objetos de estudios como la niñez, las imágenes religiosas y los reinados, una gran variedad de fuentes que proporcionan nuevas miradas a la historia: la literatura, la publicidad, el cine, la televisión y los manuales de higiene, entre otros. Por lo

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tanto, estos dos volúmenes se convierten en una excelente guía para los investigadores que se interesen por el estudio de la vida privada en Colombia.

c Langebaek Rueda, Carl Henrik. Los Herederos del Pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela, 2 Vols. Bogotá: Universidad de los Andes - Facultad de Ciencias Sociales - Departamento de Antropología - CESO, 2009, Tomo I: 394 pp.; Tomo II: 336 pp.

Los dos tomos que dan cuenta del trabajo de Carl Langebaek son resultado de una larga investigación que tuvo como propósito entender las formas en que los criollos se han imaginado al indio y su pasado, y cómo a partir de esa idea, tanto colombianos como venezolanos se han representado a sí mismos y a los otros. La idea central que atraviesa todo el trabajo tiene que ver con la apropiación que el criollo ha hecho del indígena, que más que reflejar su realidad, evidencia la imagen idealizada que el criollo tiene sobre su propio pasado. En este sentido el autor se propuso demostrar que el criollo reiteradamente ha pensado su presente como un residuo del pasado, en donde la realidad y su representación no solamente no coinciden entre sí, sino que el pasado ha sido persistentemente manipulado como lección moralizadora desde el presente. Los resultados del trabajo del investigador Langebaek se reparten en dos volúmenes que contienen una introducción, tres grandes capítulos divididos por periodos y finalmente unas conclusiones. El primer capítulo abarca de la Conquista a la Independencia, el segundo presenta el siglo XIX, y el tercero el siglo XX y lo que el autor llama “el elogio Martha Lux de la diversidad”. No obstante esta cronología, la presentación Psicóloga con especialización en de la información no es necesariamente lineal, lo que permitió al Psicología Clínica de la Universidad de autor organizar la evolución de los procesos que dan cuenta de los Andes, Bogotá, Colombia. Magíster la representación que el criollo ha hecho de sí mismo, situando en Historia y estudiante del Doctorado oportunamente los elementos que le permitieron sustentar la en Historia de la misma universidad. hipótesis planteada. Editora de la revista Historia Crítica Son varios los aspectos del trabajo Los Herederos del Pasado que del Departamento de Historia de la merecen ser comentados y procederemos a referirnos a algunos de Universidad del los Andes. Miembro del ellos. Como soporte teórico explicativo Langebaek utilizó la categoría de grupo de investigación Historia Colonial “civilización” que le permitió abordar los complejos y contradictorios (Categoría B en Colciencias). mlux@ uniandes.edu.co historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 321-354


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tanto, estos dos volúmenes se convierten en una excelente guía para los investigadores que se interesen por el estudio de la vida privada en Colombia.

c Langebaek Rueda, Carl Henrik. Los Herederos del Pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela, 2 Vols. Bogotá: Universidad de los Andes - Facultad de Ciencias Sociales - Departamento de Antropología - CESO, 2009, Tomo I: 394 pp.; Tomo II: 336 pp.

Los dos tomos que dan cuenta del trabajo de Carl Langebaek son resultado de una larga investigación que tuvo como propósito entender las formas en que los criollos se han imaginado al indio y su pasado, y cómo a partir de esa idea, tanto colombianos como venezolanos se han representado a sí mismos y a los otros. La idea central que atraviesa todo el trabajo tiene que ver con la apropiación que el criollo ha hecho del indígena, que más que reflejar su realidad, evidencia la imagen idealizada que el criollo tiene sobre su propio pasado. En este sentido el autor se propuso demostrar que el criollo reiteradamente ha pensado su presente como un residuo del pasado, en donde la realidad y su representación no solamente no coinciden entre sí, sino que el pasado ha sido persistentemente manipulado como lección moralizadora desde el presente. Los resultados del trabajo del investigador Langebaek se reparten en dos volúmenes que contienen una introducción, tres grandes capítulos divididos por periodos y finalmente unas conclusiones. El primer capítulo abarca de la Conquista a la Independencia, el segundo presenta el siglo XIX, y el tercero el siglo XX y lo que el autor llama “el elogio Martha Lux de la diversidad”. No obstante esta cronología, la presentación Psicóloga con especialización en de la información no es necesariamente lineal, lo que permitió al Psicología Clínica de la Universidad de autor organizar la evolución de los procesos que dan cuenta de los Andes, Bogotá, Colombia. Magíster la representación que el criollo ha hecho de sí mismo, situando en Historia y estudiante del Doctorado oportunamente los elementos que le permitieron sustentar la en Historia de la misma universidad. hipótesis planteada. Editora de la revista Historia Crítica Son varios los aspectos del trabajo Los Herederos del Pasado que del Departamento de Historia de la merecen ser comentados y procederemos a referirnos a algunos de Universidad del los Andes. Miembro del ellos. Como soporte teórico explicativo Langebaek utilizó la categoría de grupo de investigación Historia Colonial “civilización” que le permitió abordar los complejos y contradictorios (Categoría B en Colciencias). mlux@ uniandes.edu.co historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 321-354


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discursos sobre el indio y su pasado. A su vez, construcciones sociales como la raza, permitieron por un lado situar el “salvaje” como un estado anterior a lo “civilizado”, y por otro, encarnar un pensamiento utópico sobre la condición humana previa. Adicionalmente, al asumir el autor la civilización como proceso, le confirió vigencia hasta el siglo XXI (tomo I, p. 21). Las nociones de criollismo e indigenismo en toda su complejidad son consideradas por el investigador, que en su exploración revisó múltiples fuentes a fin de abarcar tendencias y representantes variados del pensamiento de sus épocas. Historias nacionales, prensa, pasquines, monedas, poesía y textos, permitieron mostrar la representación del pensamiento criollo sobre el “ellos” y el “nosotros”, y lo que tiene que ver con la exclusión, que como dice el autor, no se ha producido sólo desde afuera, sino también desde adentro, por medio de discursos y prácticas excluyentes; para un contexto externo entre lo privado y lo público, y en un contexto interno, en los discursos de las elites sobre el pueblo. Langebaek en este sentido señala cómo la exclusión del “otro” no ocurre necesariamente por medio de prácticas abiertamente excluyentes, sino a partir de discursos positivos que no se corresponden con la realidad del indio, de su pasado y de su territorio (tomo I, p. 27). Para lograr una muestra significativa de fuentes, Carl Langebaek consultó bibliotecas y archivos colombianos y españoles. En España, por ejemplo, investigó en el Jardín Botánico, el Palacio Real, los Museos de América y Nacional de Ciencias Naturales, el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo del CSIC, la Universidad de Salamanca y el Archivo General de Indias. En Venezuela, a un nivel menor, trabajó a partir de archivos de universidades y de la colección Arcaya de la Biblioteca Nacional en Caracas. Otro aspecto relevante que no queremos pasar por alto es que el trabajo se publicó en dos tomos de lujo en gran formato, papel fino y abundancia de imágenes ilustrativas, pertinentes y adecuadamente ubicadas que hacen placentera la lectura, además de servir como fuentes de apoyo tanto para los entendidos como para los no especialistas. La información exhaustiva que ofrecen los libros y la riqueza de sus imágenes tiene a su vez la particularidad de servir al lector que desea realizar consultas puntuales. En la Introducción el investigador señala que el indígena y su pasado “no han sido invisibles” (tomo I, p. 12), debido a que el criollo ha necesitado hacer una representación positiva del indio como parte del discurso valorativo sobre su identidad y su pasado. Igualmente nos muestra cómo las distintas lecturas que se hacen sobre el “otro”, el indio, no son el resultado de una cuidadosa reflexión, sino que son producto de los intereses cambiantes de los criollos. Los resultados de las investigaciones de la historiadora Rebecca Earle1 van en el mismo sentido de lo propuesto por Carl Langebaek, cuando a partir de la revisión de discursos tanto coloniales como decimonónicos, de españoles y criollos, ha señalado cómo éstos más que describir la realidad 1. Rebecca Earle, “Algunos de los pueblos prehispánicos han personificado al individuo de manera pensamientos sobre el ‘indio

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borracho’ en el imaginario criollo”, Revista de Estudios Sociales 29 (abril 2008): 18-27.

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positiva y negativa, de acuerdo a las circunstancias. Lo anterior refleja el lugar asignado a los indígenas por las elites locales, que han preferido valorar de forma positiva el pasado de estos pueblos mientras desestiman el papel del indio contemporáneo, regularmente vistos como problemáticos para el Estado. A su vez se ha recurrido a los aspectos positivos del indígena para resaltar lo propio como antítesis de lo extranjero, cuando lo foráneo se percibe como amenazante. De esta manera el indio recibe una valoración positiva, que sirve para distanciarse de contrincantes nacionales o extranjeros, y una negativa, excluyente de “pueblo”, que se refiere principalmente al mestizo y al campesino, que por sus condiciones pueden ser considerados como una amenaza al orden establecido. En esta línea de ideas la historiadora Margarita Garrido2 ha mostrado cómo el pensamiento criollo ilustrado mantuvo una mirada ambigua del pueblo, de quienes necesitaban su apoyo legitimador, pero cuya “irracionalidad y emotividad” era considerada por los ilustrados contraria a su pensamiento. En este sentido el imaginario criollo, o el criollismo, ha necesitado tanto al indio “bueno” como al “malo”. El criollismo en su formato colonial, en su versión republicana, y de los siglos XX en adelante han construido una tradición histórica de contextos cambiantes, que en ningún momento ha tenido como objetivo la igualdad. En el capítulo I, titulado “De la Conquista a la Independencia”, el autor señala cómo desde 1492 tanto europeos como americanos han entendido el Descubrimiento y la Conquista a partir de sus propios deseos, de sus propias doctrinas, tradiciones, y su propio mundo conocido. Muestra Langebaek que parte de la ambigüedad que presentaron los conquistadores al momento de referirse a las nuevas tierras se debió a que por un lado les convenía reclamar dominio sobre territorios considerados valiosos, al tiempo que exhibían sus méritos, pero por el otro no renunciaban a comprender el Nuevo Mundo a partir de la dicotomía civilización/barbarie (tomo I, p. 57). Si bien se reconoció que todas las sociedades indígenas no eran iguales -desde la perspectiva europea y siempre bajo los códigos del Viejo Mundo-, se establecieron distinciones que los llevaron a señalar que unas sociedades estaban más desarrolladas que otras, algunas escogiendo “formas superiores de comportamiento humano”, mientras otras mantenían “los hábitos de la bestia”, pero en su conjunto se trataba de un continente débil, en lo político y lo moral (tomo I, p. 118). A partir del siglo XVII y XVIII se pasa de la demonización del culto indígena y de sus artesanías a su conservación. Se deja de pensar en el indio como encarnación del paganismo y se establece “la razón” como parámetro de comparación y diferenciación. Con estos presupuestos lo que se les opusiera era considerado por ellos como un error. El capítulo II introduce el siglo XIX y el tema de las razas, con la defensa que hace el criollo del indio, buscando soportar la 2. Margarita Garrido, “Convocando al pueblo, temiendo a la plebe”, Historia y Espacio V: 14 (junio 1991): 79-97.

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posibilidad de civilización, teniendo como base las maravillosas riquezas naturales del país (tomo I, p. 222). Mientras buscaban confirmar en los antepasados muiscas los valores de la razón humana, la imagen del indio salvaje confirmaba lo perdido en pos de la civilización. Sobre la importancia de la tarea cristianizadora no se dudaba, pero en aras del espíritu nacionalista era necesario exaltar las bondades del pueblo muisca, la obediencia a sus jefes y su habilidad como agricultores y comerciantes. No obstante, una cosa era el pasado y otra el dilema de su presencia cuando se buscaba alcanzar el ideal de nación ilustrada. Para estos fines la mezcla de razas comenzó a formar parte de la ideología criolla de mediados de siglo XIX, como una opción que hiciera predominantes los atributos morales superiores de los blancos sobre la raza pura del indio. Sin embargo, había que defender el pasado indígena y su nivel de civilización, donde lo andino era lo civilizado, lo rústico correspondía a las tierras bajas y la degradación del indígena era el resultado de la Conquista (tomo I, pp. 280-288). La raza se convirtió en fuente de explicación del progreso o atraso, y se hizo inseparable de las características intelectuales y morales de los pueblos. Estas posiciones fueron dando paso hacia finales del siglo XIX a una perspectiva cultural para explicar la inferioridad del nativo (tomo I, p. 329). Los alemanes que estudiaron el pasado indígena desarrollaron la escuela del difusionismo y buscaron demostrar que la civilización era “el resultado de las mezclas, la difusión y la influencia del medio” (tomo I, p. 360). Lentamente se fueron abriendo camino posiciones que defendían que cada cultura tenía costumbres y creencias propias, dejando de lado la relación raza, medio ambiente y cultura, y la superioridad de unas sobre otras (tomo I, p. 382). En relación al tercer capítulo, que abarca el siglo XX y que se titula “El siglo XX: de las razas al elogio de la diversidad”, el autor señala que el tema de las razas fue central para que los criollos se imaginaran en relación a lo externo. Se desarrollaban argumentos a favor y en contra de los resultados de las mezclas raciales, pero el deseo colectivo era que prevalecieran las virtudes de cada una de ellas, se disminuyeran sus defectos y que la mezcla permitiera terminar con los prejuicios raciales y se impusiera la civilización (tomo II, p. 25). En ese contexto hace su aparición el sello de “raza latina”. Se revalúa la actitud criolla sobre la Conquista y se considera que los primeros pobladores habían ayudado a civilizar el suelo colombiano. Se establecen comparaciones con las razas sajonas del Norte y se revisa constantemente el efecto de las mezclas en los territorios nacionales, buscando encontrar su éxito o su decadencia. El indigenismo no obstante sus “múltiples defectos” podía ser un valioso factor contra la intromisión extranjera, los muiscas fueron entonces considerados como un pueblo heroico que desafortunadamente careció de un idioma como el español y de los preceptos cristianos (tomo II, p. 107). Las inmigraciones extranjeras generaban

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debates y temores y se debían considerar las condiciones étnicas y sociales e incluso las “estéticas” (tomo II, pp. 134-138). Hacia 1930 y desde diferentes perspectivas, todavía continuaba rondando la pregunta sobre las bondades o inconvenientes de la relación entre raza, naturaleza y cultura. Mientras el indio del pasado era el símbolo de una sociedad mejor, el del presente mostraba la perversidad del sistema capitalista y la opresión (tomo II, p. 205). A finales del siglo XX y principios del XXI aparecen las ideas de la multiculturalidad y el discurso de la diversidad donde la diferencia era la clave para la sobrevivencia (tomo II, p. 258). Así, el mestizaje -no como mezcla racial- como “síntesis de culturas” continuaría motivando y exaltando las pasiones. Sin que de ninguna manera tengamos como propósito demeritar los indudables logros del trabajo, y el valioso análisis que logra Carl Langebaek de la representación que han hecho los criollos de los indígenas en los diferentes momentos históricos, es necesario señalar que nos hubiera gustado contar con unas conclusiones parciales, que debido a la extensión del trabajo y a la presentación de tan variada información, recogieran los aspectos principales y sirvieran de preámbulo para el siguiente capítulo -después de la profusión de pasajes minuciosos que describen la percepción sobre el indígena, América, la naturaleza y sus cambiantes representaciones, esenciales todas para establecer las conexiones que permitieron desarrollar las principales inquietudes planteadas-. Otro punto al que nos queremos referir es que, si bien el autor justifica el estudio del pensamiento criollo de Colombia y Venezuela -como una unidad caracterizada al no ser ni Mesoamérica ni Andes centrales-, aclarando que su conocimiento sobre Venezuela es aún fragmentado, sí extrañamos más información y análisis sobre el caso venezolano, y deseamos que en el futuro podamos contar con ideas más elaboradas sobre este criollismo. Para concluir consideramos que las diversas referencias, de varios contextos y momentos históricos sobre las civilizaciones del Perú, México, Bolivia y Norteamérica -como lugares oportunos para la reflexión sobre el criollo-, enriquecen la lectura que no se circunscribe a la percepción de quienes han descrito las civilizaciones y vida cultural de los habitantes del territorio granadino, sino que a su vez se enmarcan en un debate más amplio sobre América, que ha influido en las apreciaciones ambiguas y cambiantes que se han hecho los criollos. El autor incluye un pasaje de una carta escrita por Bolívar en 1813, que reflexivamente expresa lo que a su entender podría ser el pensamiento indígena sobre los criollos: “[E]xtranjeros intrusos, que, aunque vengadores de su sangre, siempre son descendientes de los que aniquilaron su imperio” (tomo I, p. 207). Dice Carl Langebaek con sólidos argumentos que la lectura del indio y su pasado han pasado siempre por el filtro de las emociones, de forma que las discusiones sobre temas materiales han retornado una y otra vez al mundo de lo moral.

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A la entrega de esta reseña nos enteramos que Carl Henrik Langebaek Rueda acaba de recibir de la Fundación Alejandro Ángel Escobar el más alto galardón científico que se otorga anualmente a las ciencias en Colombia, en la categoría Ciencias Sociales y Humanas, por el libro que reseñamos. Lo felicitamos por este reconocimiento e invitamos a los lectores a consultar este valioso trabajo.

c Mejía, Sergio. El pasado como Refugio y Esperanza. La Historia Eclesiástica y Civil de José María Groot (18001878). Bogotá: Instituto Caro y Cuervo - Universidad de los Andes, CESO [2009?].

Pocas veces los historiadores colombianos se han dedicado de manera sistemática a estudiar el discurso histórico en nuestro país durante el siglo XIX. Y a pesar de que se han hecho balances y uno que otro texto introductorio, la pregunta por la constitución de nuestra historiografía ha quedado relegada a un segundo plano. Aunque la obra de Colmenares1 es esclarecedora sobre la importancia de las denominadas historias patrias en Latinoamérica, en las páginas dedicadas a Colombia la obra de José Manuel Restrepo ocupa el lugar central, mientras que la otra gran obra de la historiografía colombiana del siglo XIX, los tres tomos de la Historia eclesiástica y civil del Nuevo Reino de Granada de José Manuel Groot, queda un tanto marginada. El libro que ahora publica el profesor Sergio Mejía2 abre el camino a futuras investigaciones que quieran abordar la historiografía y la constitución del canon historiográfico nacional. El libro que aquí se presenta, El pasado como refugio y esperanza. La Historia eclesiástica y civil de José María Groot (1800-1878), fue la investigación precursora del pensamiento histórico latinoamericano que ha desarrollado Mejía durante los últimos años. La importancia de su trabajo consiste en la articulación que logra entre José Manuel Groot, su trayectoria intelectual, la vida política convulsionada del país durante el tiempo en el que vivió, sus divergencias intelectuales

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Patricia Cardona Docente de la Universidad EAFIT, Medellín, Colombia. Historiadora y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del grupo de investigación Estudios Culturales del Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT (Categoría C en Colciencias). ap.cardona291@uniandes.edu.co

1. Germán Colmenares, Convenciones contra la cultura (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1997). 2. Sergio Mejía ha publicado con anterioridad una investigación centrada en otra gran personalidad de la historiografía colombiana del siglo XIX: José Manuel Restrepo. Ver Sergio Mejía, La Revolución en letras. La historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (1781-1863) (Bogotá: Universidad de los Andes - Ceso - Universidad EAFIT, 2007).


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A la entrega de esta reseña nos enteramos que Carl Henrik Langebaek Rueda acaba de recibir de la Fundación Alejandro Ángel Escobar el más alto galardón científico que se otorga anualmente a las ciencias en Colombia, en la categoría Ciencias Sociales y Humanas, por el libro que reseñamos. Lo felicitamos por este reconocimiento e invitamos a los lectores a consultar este valioso trabajo.

c Mejía, Sergio. El pasado como Refugio y Esperanza. La Historia Eclesiástica y Civil de José María Groot (18001878). Bogotá: Instituto Caro y Cuervo - Universidad de los Andes, CESO [2009?].

Pocas veces los historiadores colombianos se han dedicado de manera sistemática a estudiar el discurso histórico en nuestro país durante el siglo XIX. Y a pesar de que se han hecho balances y uno que otro texto introductorio, la pregunta por la constitución de nuestra historiografía ha quedado relegada a un segundo plano. Aunque la obra de Colmenares1 es esclarecedora sobre la importancia de las denominadas historias patrias en Latinoamérica, en las páginas dedicadas a Colombia la obra de José Manuel Restrepo ocupa el lugar central, mientras que la otra gran obra de la historiografía colombiana del siglo XIX, los tres tomos de la Historia eclesiástica y civil del Nuevo Reino de Granada de José Manuel Groot, queda un tanto marginada. El libro que ahora publica el profesor Sergio Mejía2 abre el camino a futuras investigaciones que quieran abordar la historiografía y la constitución del canon historiográfico nacional. El libro que aquí se presenta, El pasado como refugio y esperanza. La Historia eclesiástica y civil de José María Groot (1800-1878), fue la investigación precursora del pensamiento histórico latinoamericano que ha desarrollado Mejía durante los últimos años. La importancia de su trabajo consiste en la articulación que logra entre José Manuel Groot, su trayectoria intelectual, la vida política convulsionada del país durante el tiempo en el que vivió, sus divergencias intelectuales

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Patricia Cardona Docente de la Universidad EAFIT, Medellín, Colombia. Historiadora y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del grupo de investigación Estudios Culturales del Departamento de Humanidades de la Universidad EAFIT (Categoría C en Colciencias). ap.cardona291@uniandes.edu.co

1. Germán Colmenares, Convenciones contra la cultura (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1997). 2. Sergio Mejía ha publicado con anterioridad una investigación centrada en otra gran personalidad de la historiografía colombiana del siglo XIX: José Manuel Restrepo. Ver Sergio Mejía, La Revolución en letras. La historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (1781-1863) (Bogotá: Universidad de los Andes - Ceso - Universidad EAFIT, 2007).


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e ideológicas, su activismo religioso como apologista católico, su febril trabajo como docente, pintor, comerciante e intelectual, y la existencia de un interesante campo de impresores, editores y comercializadores de libros, tintas, imprentas y papel. La investigación abarca la formación intelectual del joven Groot, influenciada por el pensamiento liberal, del que paulatinamente se distanció mientras robustecía su catolicismo y se convertía en el más importante apologista católico y en uno de los más importantes historiadores colombianos del siglo XIX. La noción de teodicea es central para entender la obra de Groot. Con ella, Mejía analiza la Historia eclesiástica y civil como el producto de una sociedad en la que el orden señorial tradicional se derrumbaba y daba paso al orden liberal. Ante este resquebrajamiento, Groot escribió una historia con motivaciones ideológicas explícitas, defendió la coherencia del dogma católico y ubicó a la religión católica como base de la estructura narrativa, mientras se oponía a los pensadores liberales y a sus doctrinas laicizantes. Sergio Mejía logra “reconstruir” el proceso de transformación del apologista en historiador. Al rigor en la búsqueda y consecución de las fuentes propicias para argumentar sus tesis, Groot adicionó el fervor y la convicción de que la religión era el núcleo de la vida política y social, y la historia el medio para demostrar esta premisa. El concepto de teodicea articula los diversos acontecimientos acaecidos durante la conquista y la colonia como parte del plan divino: “La Historia eclesiástica y civil fue un discurso tradicionalista que buscaba resguardar y defender la continuidad del orden señorial en la República”. El estudio de la Historia eclesiástica y civil elaborado por Sergio Mejía está organizado en seis capítulos, introducción y epílogos. Además cuenta con cinco apéndices que recogen importantes documentos de la biblioteca de Groot. La Introducción hace un recorrido general por la vida y la obra de José Manuel Groot, y presenta al historiador y su obra, destacando su condición de aristócrata, conservador y tradicionalista. En ella permite entender la dimensión filosófica y política de la época en la que vivió José Manuel Groot, poco estudiada por generaciones posteriores de historiadores. El primer capítulo aborda la vida intelectual de José Manuel Groot y analiza su formación, desde los estudios de pintura. Así, pasan por la cercanía furtiva con el liberalismo y la Ilustración, la influencia del tío Francisco de Urquinaona -quien también lo introdujo en la masonería-, y llega hasta su conversión en defensor de la religión y fervoroso católico. A partir 1832 la apologética se convierte en tribuna desde la cual Groot defiende sus convicciones y se proyecta como una de las figuras con mayor ascendencia entre los grupos tradicionalistas. Entre 1849 y 1859 Groot fue editor y colaborador del periódico El Catolicismo. Durante ese tiempo refinó su escritura, mantuvo polémicas contra el protestantismo y la libertad de cultos, incluyó la diacronía

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en sus escritos y a ésta sumó la dogmática y la apologética. Esta experiencia fue crucial cuando Groot tuvo que sostener ante los liberales y a través del uso de la historia la importancia de la iglesia en el mantenimiento y la redención de la nación. El segundo capítulo describe el paso del apologista al historiador, y desde 1856, la escritura de la Historia eclesiástica y civil, que elaboró mientras escribía otros géneros. Con esta obra Groot aprendió la laboriosidad del historiador, cotejó información, visitó bibliotecas públicas y privadas y transcribió documentos. La fuente empezó a constituirse en el eje que articulaba su argumentación y le proveía de nuevas dimensiones analíticas. La Noticia biográfica de Gregorio Vásquez Arce y Ceballos fue el punto de partida, y para hacerla, dice Mejía, Groot hizo una revisión exhaustiva de fuentes coloniales y también usó la tradición oral a la que sumó retazos de su propia memoria. Mejía muestra cómo a la Pax hispánica Groot opuso el escepticismo que le ocasionaban el liberalismo, el progreso y la modernidad; desconfiaba de la humanidad, pero depositaba toda su fe en la Biblia como verdad revelada y correctamente interpretada por la Iglesia Católica. La base de la religiosidad de Groot se puede entender si tenemos en cuenta de que se trataba de la fe de un aristócrata escéptico frente a los cambios introducidos por el liberalismo y las revoluciones, que habían menoscabado su ventajosa posición familiar y le había condenado a la precariedad y la marginación social por cuenta del derrumbe de las jerarquías estamentarias y la introducción de una sociedad de clases, definida por la meritocracia, la igualdad y la ciudadanía. El tercer capítulo se ocupa de la publicación de la Historia eclesiástica y civil gracias al apoyo del arzobispo José Joaquín Isaza, quien fue un entusiasta promotor de la Historia en el Estado Soberano de Antioquia, y motivó entre su feligresía la suscripción para cubrir los costos de publicación Este capítulo recoge las vicisitudes entre la publicación, la edición, las suscripciones, los costos de impresión y transporte, los incumplimientos por parte de otros editores y la publicidad con la cual fue promocionada entre sus potenciales lectores. El capítulo cuarto se ocupa del contenido y la escritura de la Historia eclesiástica y civil, en la que se destaca el papel de la Iglesia y la religión en la construcción del relato histórico. La teodicea fue la categoría con la que Groot aglutinó los diversos aspectos sociales, culturales y políticos, mientras que la religión católica le facilitaba la construcción de una trama coherente y organizada temporalmente. El uso de fuentes diversas, copias, documentos originales y la lectura de la biblioteca de los cronistas y los historiadores coloniales hicieron de Groot más que un historiador aficionado. La historia fue narrada por Groot en consonancia con su sentido ortodoxo y conservador; el tiempo y los acontecimientos aparecen como concreción del plan divino, que abarca desde la creación hasta el juicio final y en el interregno los sucesos, en su mayoría pecaminosos, que llevaron al hombre por el camino errado.

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En el capítulo quinto Mejía trabaja el contenido del IV tomo de la Historia eclesiástica y civil. Para ello se vale de diversas fuentes: documentos almacenados por Groot desde 1831, textos publicados en los que él hace clara su concepción de la historia, documentos inéditos y obras pictóricas realizadas por éste. Mejía estudia al grupo de los Sin Cuenta, que fue opositor de Santander desde 1832 y el principal núcleo bogotano del futuro Partido Conservador. Las tensas relaciones políticas permiten a Sergio Mejía resaltar el activismo político de Groot, ejercido a través de su poderosa pluma y su capacidad de pintar en cuadros costumbristas y caricaturas los momentos cruciales de la vida institucional y política del país, y su permanente defensa de la religión católica y de la iglesia, a la vez que señalaba a los liberales como responsables del caos secularizante y la decadencia moral y cultural del país. El capítulo sexto se ocupa de los sucesos que afectaron la vida de Groot después de la publicación de la Historia eclesiástica y civil: dedicó sus esfuerzos a refutar al protestantismo, a sostener polémicas como las mantenidas contra Manuel Murillo Toro, a defender la literalidad de la Biblia y a impugnar a Marx y Nietzche, además fue nombrado miembro honorario de la Academia de Historia de Madrid en 1874. Mejía incluye un análisis de la importancia del pensamiento de Groot, prolongado a través de uno de los más connotados políticos, gramáticos e intelectuales conservadores colombianos de finales del siglo XIX: Miguel Antonio Caro, quien retomó sus banderas en 1870 y desde el periódico El Tradicionalista defendió la ortodoxia católica y el conservadurismo. Caro fue una de las figuras más destacadas de la Regeneración, signó a este movimiento político con una idea que procedente de Groot: El orden y la libertad política sólo podrían asegurarse si se sustentaban en la religión. La obra de Groot se reeditó, mientras se inmortalizaba su figura en bronces que ornamentaban plazas públicas y museos. Con el siglo XX la Historia eclesiástica y civil empezó a declinar hasta convertirse en un libro raro, trozo monumental de la historiografía nacional, reconocida más como pieza de museo, que como documento histórico, en el que pueden investigarse característica puntuales de la historia del país y de la consolidación de la Historia como disciplina científica, sustentada en objetos, métodos, fuentes e interpretaciones. Esperamos que esta lectura no condicione ni contamine la que otros lectores puedan hacer del libro de Sergio Mejía. Lo que sí deseamos es que lo disfruten tanto como nosotros. Sus aportes, la exploración, el uso de fuentes y los apéndices hacen de este libro una importante contribución al estudio de la historiografía colombiana de los últimos años.

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Fazio, Hugo. La historia y el presente en el espejo de la globalización. Bogotá: Uniandes - CESO, 2008, 166 pp.

La historia y el presente en el espejo de la globalización se inscribe en la misma línea de las más recientes publicaciones del prolífico historiador Hugo Fazio1, donde evidencia la importancia y la pertinencia de la historia para el análisis de fenómenos contemporáneos, usualmente estudiados por otras ciencias sociales como la sociología o la ciencia política, o donde prevalece la mirada periodística. Sin embargo, este trabajo enfatiza en la elaboración teórica de su propuesta en torno a dos categorías principales: historia global y presente histórico. En esta perspectiva, la obra persigue un doble objetivo: el análisis de los grandes cambios experimentados en el mundo contemporáneo y, al mismo tiempo, la elaboración de un marco interpretativo para comprender el actual régimen de historicidad (pp. 10-11). Sin duda, esto hace que La historia y el presente en el espejo de la globalización sea un texto provocador en el mejor sentido de la palabra, pues cuestiona presupuestos que niegan la pertinencia de la historia para el Luz Angela Núñez E. análisis del presente, resguardando a la disciplina en la comodidad Licenciada en Ciencias Sociales de del pasado, al tiempo que recusa a los historiadores que no suelen la Universidad Pedagógica Nacional, preocuparse por cuestiones epistemológicas, como es el tema de Bogotá, Colombia. Magíster en Historia la historicidad. Adicionalmente, en oposición las teorías sobre el de la Universidad de los Andes en fin de la historia y a las corrientes posmodernas, Fazio propone, Bogotá, Colombia y estudiante del siguiendo a Fernand Braudel, la pertinencia de una historia total, Doctorado en Historia de la misma que el autor prefiere llamar “historia integral”. universidad. Miembro del grupo de El libro está dividido en dos partes y una conclusión, aunque investigación Historia del Tiempo desde nuestro punto de vista se trata de tres partes diferenciadas, Presente (Categoría A1 en Colciencias). como lo desarrollaremos más adelante. En la primera parte la.nunez30@uniandes.edu.co se caracteriza histórica e historiográficamente lo que el autor denomina “presente contemporáneo”, mostrando los factores que durante el siglo pasado permitieron el tránsito de universalidad a la globalidad en la historia y, de paso, argumentando la idea según la cual estamos ante un nuevo régimen de historicidad, 1. Véase las obras del profesor Hugo Fazio: Cambio de paradigma: de caracterizado por ser presentista y global, donde si bien existe la globalización a la historia global un destino compartido, éste ya no es común (p. 28). El capítulo (Bogotá: Uniandes, 2007); El mundo y la globalización en la época de la entrelaza de forma sugestiva, aunque no siempre fácil de seguir, historia global (Bogotá: IEPRI - Siglo los debates contemporáneos sobre los proceso de “encogimiento del hombre editores, 2007); El mundo en los inicios del siglo XXI: ¿hacia una formación social global?. (Bogotá: CESO - Uniandes, 2004).

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del planeta”, modernidad y globalización, con reflexiones sobre las implicaciones que han tenido sobre nuestra aproximación a fenómenos como el tiempo, el espacio y a la idea de la existencia de una historia universal. Sin duda, uno de los hilos conductores de esta parte de la disertación es la obra del historiador alemán Reinhart Koselleck y particularmente sus conceptos de espacio de experiencia y horizonte de expectativa. Ante la constatación del fin de la idea de historia universal, el autor concluye que el mundo actual no puede seguirse interpretando con categorías del pasado y es urgente un aparato conceptual que incluya la globalidad como un factor de causalidad del presente y no simplemente como un marco descriptivo. Para ello acuña el concepto de historia global, entendiéndolo como proceso y como forma de conocimiento. En palabras del autor: “[P]or historia global entendemos un alto nivel de compenetración del mundo, en donde se acentúan y entrecruzan las diversas trayectorias de modernidad, los cuales a través de los intersticios globalizantes, entran en sincronicidad y resonancia” (p. 72). La segunda parte del texto analiza la naturaleza del presente histórico, aspecto que desde nuestra perspectiva constituye el aporte fundamental del libro, si tenemos en cuenta la escasa reflexión sobre el tema y los equívocos que el sentido común induce sobre esta denominación. La historia del presente o la historia del tiempo presente surgió en Europa tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero salvo en el caso de Alemania, se utilizó para englobar una serie de proyectos de investigación histórica sobre los tiempos más recientes o para diferenciarse de institutos dedicados al estudio de la historia contemporánea, sin que de desarrollara una reflexión seria sobre sus fundamentos historiográficos o epistemológicos. No obstante, durante la última década se ha avanzado en esta senda mediante la afirmación del tiempo presente como una categoría diferente a la de periodo histórico, resultado tanto de una decisión social como de la posibilidad de delimitar un tiempo histórico homogéneo a partir de un acontecimiento que hace las veces de parte-aguas2. Aunque en nuestro medio no es común encontrar investigaciones similares, Fazio contribuye a estos debates contemporáneos sobre cómo comprender el presente histórico, al conceptualizarlo no como una categoría temporal, sino como una dimensión espacio-temporal abierta a los diferentes registros de tiempo existentes en la sociedad global. En esta perspectiva, el presente histórico sería construido socialmente como una condición de tiempo que incluye situaciones pasadas, que siguen participando en la configuración del presente y que se extiende hacia un horizonte de esperanzas, pronósticos y anhelos sociales (duración y diacronía); pero, al mismo tiempo, también significa una condición de espacio temporalizado que abarca todo elemento de significación mundial (sincronicidad).

2. Julio Aróstegui, La historia vivida, sobre la historia del presente (Madrid: Alianza, 2004), 27.

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El trabajo acierta al no quedarse en un nivel de abstracción demasiado general, sino que trata de apuntalar los elementos constituyentes de nuestro presente histórico. El desarrollo de esta idea se despliega en las conclusiones, que en realidad parece más una tercera parte que un ejercicio conclusivo o de síntesis. El autor considera inadecuado tomar como puntos de ruptura 1945 ó 1989, y en la últimas páginas desarrolla sus argumentos a favor de considerar el año de 1968 como el año-acontecimiento que pone en marcha la globalidad contemporánea tanto en su dimensión temporal, como espacial (sincronización del planeta). Aunque este apartado puede servir para comprender mejor cómo podría vincularse la historia global (como conocimiento) al análisis de las transformaciones del mundo contemporáneo (como proceso social), creemos que no se trata de un ejercicio de ilustración, sino más bien de un componente central dentro de la argumentación del autor. El libro se sitúa en una posición crítica de los balances históricos sobre el sentido y el recorrido del siglo XX, porque el acento de los historiadores en el evento conclusivo (la caída del muro de Berlín) ha traído como consecuencia que la centuria quedara desvinculada de la corriente histórica, sin un antes y un después. En consecuencia, la resignificación de los umbrales del presente histórico en torno a los acontecimientos de 1968 es la propuesta del autor para romper con el doble encerramiento y comprender el actual régimen de historicidad. Quedan, finalmente, algunas preguntas que no restan coherencia ni solidez a la obra, sino que señalan algunos puntos menores que podrían desarrollarse un poco más. En primer lugar, en el texto se retoma la idea de historia total de Fernand Braudel, pero se prefiere la denominación de historia integral sin presentar explícitamente el límite de dicha identidad. Es decir, si se trata de sinónimos o si, por el contrario, existen algunas diferencias teórico-metodológicas relevantes para encarar el estudio del presente histórico. En segundo lugar, durante las últimas décadas se ha desarrollado un interesante debate sobre cómo debe caracterizarse la sociedad contemporánea: sociedad posmaterial, sociedad del conocimiento, era de la información, sociedad posindustrial, etc. ¿la historia global a qué tipo de sociedad corresponde? Finalmente, si bien queda claro que sincronicidad y globalidad son características fundamentales del actual régimen de historicidad, surge el interrogante sobre cómo se podrían incluir en el análisis los aspectos no sincrónicos de la realidad (nacional, regional o local) que siguen existiendo y en algunos casos pueden llegar a cuestionar esos dos aspectos.

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Silva, Renán. A la sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía. Medellín: La Carreta Histórica, 2007, 314 pp.

En A la Sombra de Clío, el historiador y sociólogo colombiano Renán Silva presenta una colección de diez ensayos que, de acuerdo con las indicaciones del subtítulo, versan sobre historia e historiografía. Silva plantea desde la presentación del libro, e insiste a lo largo de todos los ensayos, que el análisis histórico no es aquel que cuenta historias, sino aquel que, guiado por la propuesta de una historia problema, estudia problemas que el investigador construye al relacionar un acervo teórico, un método y unas técnicas apropiadas para la transformación de las fuentes primarias seleccionadas. En este sentido, los diez ensayos tendrán el objetivo de reflexionar sobre el oficio, partiendo de los distintos elementos que para Silva constituyen o deberían constituir la producción de conocimiento histórico. Las reflexiones se deslizarán entre la relación de la historia con la teoría, la relación de la teoría con los problemas de método y la relación de éstos con las fuentes. Puede ser difícil encontrar esta unidad temática en una compilación de textos escritos en distintos momentos y para distintos propósitos. De hecho una lectura muy rápida del contenido del libro podría hacer pensar que se trata de una colección de textos sin aparente conexión. Así, “Sobre sociología e Historia”, fue presentado en el marco de una discusión sobre programas académicos. “La servidumbre de las fuentes” -escrito como homenaje a Jaime Jaramillo Uribe- y “Reflexiones provisionales sobre una obra y un historiador: a propósito de la edición de las Obras Completas de Germán Colmenares” fueron escritos para examinar el legado de dos de los más importantes historiadores colombianos. “Los demonios de la metáfora y la analogía”, “Lo que los testamentos nos pueden enseñar” y “Guerras, memoria e historia” son en principio reseñas de obras historiográficas. También encontramos el análisis de la producción de dos publicaciones seriadas: “El Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura: un acontecimiento historiográfico” e “Historia Crítica: una aventura intelectual en marcha” y finalmente dos conferencias: “Pasado Primordial y Memoria Constituyente”, leída en el Segundo Simposio Internacional Interdisciplinario de Katherine Bonil Estudios Coloniales de las Américas, y “Comunidades de memoria y Gómez análisis histórico”, preparada para los estudiantes del pregrado de Antropóloga, historiadora y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín. Sin Historia de la Universidad de los Andes embargo, gracias a la presentación hecha por el autor y a medida en Bogotá, Colombia. Coordinadora Acaque avanza la lectura, se irá observando claramente la presencia démica del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá. kbonil@uniandes.edu.co historia critica Edición especial, Bogotá, Noviembre 2009, 362 pp. issn 0121-1617 pp 321-354


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y el progresivo desarrollo del eje central, el de la historia problema y sus elementos teóricos, metodológicos y técnicos. De esta manera, la gran diversidad cobra pleno sentido en tanto que es ésta la que permite al autor articular una reflexión “total” sobre la disciplina histórica, pues le brinda material para hablar de teoría, método, técnicas y fuentes, además de un marco de referencia que incluye los distintos ámbitos que, en la práctica, componen un campo académico: el oficio “solitario” de la investigación, el momento de la escritura, la difusión de resultados, la enseñanza, la conformación de una comunidad académica y la autorreflexión sobre el mismo. Para un mejor análisis del libro, los diez ensayos pueden ser divididos en tres grupos. El primer grupo está dirigido, en el marco de la propuesta de una historia problema, a reflexionar sobre la relación de la historia con las otras ciencias sociales, sobre los problemas metodológicos y sobre su consecuente relación con las fuentes. El segundo grupo está enfocado en el análisis de tres publicaciones: las obras completas de Germán Colmenares, el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, publicado por el Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia y la revista Historia Crítica, publicada por el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. El tercer grupo gira en torno al tema de la memoria y la historia y presenta una reflexión sobre la función social de la disciplina histórica1. Comencemos por el primer grupo. El planteamiento más enérgico del autor, como ya se ha anotado atrás, es que la historia debe ser una historia problema, que debe basarse en un diálogo entre la teoría y las fuentes primarias. Para el autor, el marco ideal para ello sería el establecimiento de un diálogo entre la sociología y la historia, que es el tema del ensayo “Sobre Sociología e Historia”. Pero no se trata de cualquier diálogo. De hecho, la primera parte del ensayo reseña la relación que estas disciplinas han establecido, partiendo no de un real conocimiento de la otra, sino más bien de la ignorancia mutua que se guía por las imágenes que cada una de estas disciplinas ha construido de la otra y que termina negando toda posibilidad de colaboración. El camino propuesto por Renán Silva, basado en autores como Braudel, es la historización profunda de las ciencias sociales, por medio de la “valoración precisa de la variable tiempo”, y en lo que atañe a la historia, la apropiación de modelos y categorías sociales. En otras palabras, las ciencias sociales deben ser capaces de pensar sus objetos de estudio históricamente, como “objetos estructurados y estructurándose en el tiempo” (p. 40). A su vez, la historia debe realizar una evaluación profunda de los conceptos y modelos utilizados por las ciencias 1. Hago énfasis en que esta división sociales y aplicarlos en trabajos de investigación concretos. Subrayo es realizada con un fin meramente operativo, para facilitar la reseña el hecho de llevar la reflexión al oficio concreto de la investigación, del libro, pero no significa que pues Silva hace énfasis en que la relación entre sociología e historia estos tres ejes de reflexión sean

independientes o que no aparezcan mencionados sino en los textos referidos en cada grupo.

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no debe circunscribirse a un plano de “principios” o “declaraciones formales”, sino que debe ir directamente al plano de los “funcionamientos prácticos” (p. 32), guiado por la convicción de que los cambios en las concepciones sobre la naturaleza y las sociedades humanas necesariamente deben generar una reconfiguración del oficio mismo del historiador, reflejado en la forma como se lee una documentación, como se valoran las declaraciones de un expediente, la forma en que se construye una serie estadística, como se observa una comunidad, etc. (p. 33). Esta reflexión sobre las fuentes será llevada a cabo justamente en el siguiente ensayo, “La servidumbre de las fuentes”, donde Silva afirma que la necesidad de construir problemas e introducir hipótesis en la investigación histórica debe afectar la concepción misma del documento. La investigación en historia, guiada por la historia problema, debe partir de una comprensión de las fuentes, no como testimonios directos o trasparentes de la realidad social que simplemente “hablan por sí solos”, sino como testimonios indirectos, mediados, seleccionados y organizados por otros, en el marco de relaciones de poder muy particulares. Las fuentes, en este marco, deben ser elaboradas, procediendo desde la construcción de una perspectiva teórica, pasando por la formulación de un problema y una hipótesis, por la selección de unas fuentes primarias y finalmente, la aplicación de unas técnicas adecuadas. En este sentido, el objetivo del investigador debe ser la consecución de un equilibrio entre la lectura de unas fuentes orientada “por un esquema interpretativo bien asimilado” y unas “formas de elaboración y de tratamiento adecuadas” (p. 70) y no simplemente “por el recurso a una “teoría” o “filosofía” de la historia ni por el recurso a la simple crítica documental de tipo forense” (p. 71). Se trata entonces, de construir una ciencia social que no conciba una separación entre teoría, problemas y métodos. El tercer ensayo es producto de una reseña del libro Les Spectacles Sportifs de Philipe Gaboriau. En este texto Silva, por medio de la explicación de siete rejillas de interpretación propuestas por Gaborieu para el análisis del espectáculo deportivo en la sociedad contemporánea, aborda el tema del método comparativo y el uso de la analogía en las ciencias sociales. Este método, que ya ha sido nombrado sólo de paso en los anteriores textos como parte de la elaboración que debe hacerse con las fuentes primarias, es ahora llenado de contenido, mostrando los peligros que encarna tomarlo de una manera simple y superficial. La comparación ligera que implica, por ejemplo, comprender el deporte como una fiesta, como el equivalente del carnaval medieval en el mundo contemporáneo, o verlo como un relato épico medieval, como arte o como rito religioso, llevan a perder de vista lo específico del fenómeno y a realizar actos ahistóricos y etnocéntricos de comparación, que se basan en detalles de aparente forma común. A esto es lo que el autor llama “los demonios de la metáfora y de la analogía”. Por supuesto,

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Silva no trata de criticar el uso de la comparación, sino de llamar la atención sobre hacerlo de forma controlada. El autor deja claro que tanto la comparación como la analogía son instrumentos preciosos para estimular la imaginación y son esenciales particularmente en sociología y en historia. Pero esto debe hacerse bajo un estricto control, que se logra cuando la comparación es construida desde y en un proyecto de experimentación: “[…] no se hace entre elementos que se presentan como comparables de manera inmediata, y no se hace siempre -ni ese es su sentido primero- con el fin de elaborar morfologías ni establecer tipologías…” (p. 101). Se utiliza “como potencia de la imaginación teórica, como técnica de construir hipótesis, como forma de administrar pruebas de contrastación y de verificación […] incluso como recurso pedagógico” (p. 103). Si el primer ensayo inicia la reflexión sobre una historia problema desde sus aspectos teóricos, si el segundo lleva esta discusión al nivel del manejo de las fuentes y si el tercero habla de un método particular, el cuarto ensayo, entonces, cierra el ciclo mostrando de manera muy detallada cómo una historia problema leería los documentos. Para ello se sirve de un comentario hecho con motivo de la publicación del libro Testamentos indígenas de Santafé de Bogotá, siglos XVI-XVII, de Pablo Rodríguez, que recopila 91 testamentos indígenas. Silva evalúa el verdadero potencial de los testamentos y realiza un análisis sobre lo que éstos pueden y no pueden decir sobre las “sociedades indígenas”. El autor invita a un desplazamiento metodológico, que en primer lugar deje de ver el documento como fuente de información directa y busque la información indirecta involuntaria, que según nos había mostrado Bloch, sería la más productiva. En segundo lugar, pasaría de las “formulaciones discursivas al mundo real de las prácticas” (p. 121), ejemplificándolo con lo que el autor extrae de los testamentos relativo a los temas de las relaciones de parentesco y formas de herencia, el avance de la propiedad privada y la presencia de lo “sobrenatural cristiano”. De esta manera el autor nos conduce, por medio de los cuatro primeros ensayos, por el transcurrir de todo un programa de lo que debe ser la producción de conocimiento histórico. Comienza con una reflexión sobre lo que debe ser la relación de la historia y la teoría, y finalmente muestra la actitud o forma de lectura que debería guiar el manejo de las fuentes. Pasemos ahora al segundo grupo de ensayos, que incluye los siguientes tres textos. El primero es el ensayo realizado para comentar la edición de las Obras Completas de Germán Colmenares hecha entre 1997 y 1998. La primera parte de este ensayo señala las debilidades de la edición, especialmente en lo que tiene que ver con los criterios de inclusión y exclusión, echando de menos prólogos, traducciones y reseñas que forman parte crucial del trabajo de Colmenares. Igualmente se presentan algunas consideraciones críticas con respecto a los criterios de agrupación y a la exclusión de las dedicatorias originales. La

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segunda parte del ensayo adelanta algunos puntos para discutir la obra de este historiador colombiano. El segundo y tercer texto son un análisis del devenir del Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura y de la revista Historia Crítica. Ambos textos poseen una estructura similar, donde se informa al lector sobre el contexto historiográfico en el cual surgieron estas publicaciones periódicas y se habla de su historia, usando sus notas editoriales como fuentes primarias que finalmente, como muestra Silva, son fuentes primarias que remiten al estado de la disciplina histórica en Colombia. En este punto quisiera llamar la atención no sobre los detalles de la historia de estas publicaciones, pues éstas pueden ser revisadas directamente por el lector. Lo que quisiera señalar es que, con estos tres artículos, el autor nos indica cómo realizar un balance de la disciplina en Colombia, que es finalmente lo que conecta de manera más fuerte este grupo de ensayos con el objetivo general del libro. Este análisis se lleva a cabo como una propuesta de historia cultural intelectual. De esta manera, no se trata de establecer cronologías sobre las publicaciones, o de describir aspectos de forma, sino de ver lo que éstas nos pueden indicar sobre las prácticas investigativas de una comunidad específica constituida por individuos. Éste es el caso del texto sobre Germán Colmenares que, a la vez que reflexiona sobre un trabajo editorial, se constituye en un alto en el camino para pensar sobre lo que se ha hecho y para redefinir direcciones. Estos artículos versan finalmente sobre las formas en que los historiadores han “administrado” la memoria de su disciplina. También nos hablan de las formas de ser intelectual que se han gestado en Colombia. Finalmente, se trata de un ensayo de historia cultural donde incluso una dedicatoria adquiere una significación enorme como indicador de la formación de grupos culturales. Ésta es, pues, una reflexión necesaria para avanzar en la disciplina que puede guiarse por los modelos de una sociología de la cultura y de los grupos intelectuales. El tercer grupo, también de tres textos, se centra en la relación entre historia y memoria. El primer texto, “Pasado primordial y memoria constituyente”, inicia como una reflexión sobre el papel de una historiografía sobre la sociedad colonial y, en otras palabras, se pregunta por el lugar que ocupa esta configuración social en la memoria histórica, no sólo de los historiadores, sino de los ciudadanos. El autor resalta el hecho de que el periodo colonial no existe en la conciencia histórica y eso es revelador de la relación que nuestra sociedad construye con su pasado. En ese marco, el papel del historiador colombiano podría ser comparado con el papel de psicoanalista, quien intenta producir otro tipo de relación entre las personas y sus historias individuales, brindándoles así la posibilidad de construir un futuro liberador. Así, entendiendo el pasado no como un periodo clausurado sino como el lugar de una relación que puede ser modificada desde el presente, los historiadores deben buscar tanto “para ellos y para sus conciudadanos la creación de un nuevo vínculo con esas formas anteriores de

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vida social”, siendo su papel principal “ofrecer a los miembros de una sociedad nuevas visiones del pasado […]” (p. 247). El siguiente texto es una reseña al libro que da el título a este ensayo: Guerras, memoria e Historia, de Gonzalo Sánchez. El centro del libro es la “memoria nacional”, caracterizada por Sánchez, según nos informa Silva, en buena parte en el marco de una “cultura de la violencia”. Esta idea va a ser profundamente cuestionada por Silva, quien ve en ello el fruto de un acento exagerado en la relación entre la memoria nacional y el periodo de la Violencia. Igualmente presenta algunos contraejemplos de otros periodos donde encuentra tendencias “pacifistas”, “civilistas” o “legalistas”, pero sobre todo la explica más como el producto de una no muy clara diferenciación entre la historia vivida y sentida y el análisis histórico. Silva afirma que en Colombia “el proceso reflexivo y objetivante que debería caracterizar el análisis social, […] ha sido sustituido por la simple trascripción estilizada de los “hechos de la memoria”2 (p. 277), tal vez relacionado con el hecho de que han sido justamente los hijos de la Violencia quienes se han dedicado a estudiar este periodo, no siempre logrando separar la contestación política de las condiciones de reflexividad y objetividad que requiere el análisis histórico. Finalmente el último ensayo, “Comunidades de memoria y análisis histórico”, realiza una reflexión sobre el tema de la memoria colectiva, su papel en las sociedades, sus usos políticos, la “terrible superficialidad” con que ha sido abordado y, sobre todo, sus diferencias con el análisis histórico. Silva explica cómo los estudios de memoria se han revestido de cierto prestigio en la medida en que se presentan como los “rescatadores” de una “memoria subalterna”, de una “memoria excluida”, pero haciendo un uso descuidado del término “memoria colectiva”. Para Silva, la memoria de un grupo social es una “selección interesada de recuerdos”, un “recurso estratégico” construido sobre dinámicas de diálogo, intercambios, negociaciones y conflictos. Por otro lado, el análisis histórico es descrito por el autor como una práctica de conocimiento, y por ello su lugar en la sociedad es distinto al de la “memoria colectiva”. El papel del análisis histórico debe ser justamente acentuar cada vez más esta diferencia y garantizar su autonomía como forma de “examen de conciencia sobre el pasado”, como “forma de crítica social” que se desprende y toma distancia de los intereses particulares de grupos. Por esta razón, Silva define esta historia en contraposición de una historia memoria. Así, ésta última en vez de “matriz de la historia” será uno de los objetos de su conocimiento. El libro se cierra, entonces, con una última caracterización de la historia problema: se trata de una historia eminentemente autorreflexiva, cuya función por lo tanto debe ser la de servir como medio privilegiado de 2. Las cursivas son originales del texto reseñado. hist. crit.

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autocomprensión y autocrítica en tres planos. En primer lugar, como autoconocimiento de la sociedad, con el objeto de generar nuevas formas de relación entre los miembros de la sociedad y su pasado. En segundo lugar, como autorreflexión de la disciplina histórica misma, o mejor, de la comunidad académica, la cual debe evaluar cómo, por medio del análisis de sus prácticas concretas, produce conocimiento. En este sentido, la historia problema debe guiar a la comunidad de historiadores a incorporar como una tarea intrínseca a su ejercicio de investigador una capacidad de autoevaluación, con respecto al estado de su disciplina, de la producción de agendas comunes de investigación, de sus objetivos, de su relación con las otras ciencias sociales, de su relación con las fuentes, etc. En tercer lugar, como autorreflexión individual. Silva llama la atención sobre cómo la selección de un tema de estudio no es algo inocente, sino que por el contrario implica un ejercicio de inclusión y de exclusión, que amerita una reflexión sobre su pertinencia y genealogía. En este caso se trata entonces de una reflexión a nivel personal, que cada historiador debe llevar a cabo con respecto a la construcción de sus objetos de estudio y a su relación como individuo con estos objetos, de mirar de una manera crítica la conformación de su propia agenda de investigación. De esta manera, el libro configura a lo largo de sus páginas una agenda para la disciplina histórica, que comienza con la relación que ésta debe generar con otras disciplinas, con la teoría y con las fuentes; continúa con la forma que deben tomar sus métodos y cómo debe manejar los documentos; analiza la manera como “administra” su propia memoria y finalmente la asigna un lugar muy preciso en la sociedad. Al mismo tiempo es una invitación para los historiadores colombianos, una invitación a construir un hábito autorreflexivo, como individuos y como comunidad, con respecto a qué se ha hecho y hacia dónde debería dirigirse. Esta condición hace que A la sombra de Clío sea una lectura obligada, tanto para investigadores consagrados como para los principiantes en este oficio.

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Tabla de contenido Carta a los lectores

9-11

Historia de la Ciencia Mauricio Nieto Olarte, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el mundo atlántico del siglo XVI y la comprensión del Nuevo Mundo

12-32

Camilo Quintero Toro, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Astrapoterios y dientes de sable: relaciones de poder en el estudio paleontológico de los mamíferos suramericanos

34-51

Marta Herrera Ángel, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Cultura y guerra. Los Sindagua de la Laguna de Piusbí (el Trueno) a comienzos del siglo XVII Jaime Humberto Borja Gómez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Purgatorios y juicios finales: las devociones y la mística del corazón en el Reino de Nueva Granada Historia de Colombia republicana Muriel Laurent, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia “… y todos ellos roban a sus conciudadanos”. Acerca del delito de contrabando en el siglo XIX colombiano

52-67

68-79 80-100

102-125

Shawn Van Ausdal, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Potreros, ganancias y poder. Una historia ambiental de la ganadería en Colombia, 1850-1950

126-149

Claudia Leal León, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La Compañía Minera Chocó Pacífico y el auge del platino en Colombia, 1897-1930

150-164

Decsi Arévalo Hernández, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Muchas acciones y una solución distante. Mecanismos gubernamentales de protección social en Bogotá, 1930-1945

166-186

Ricardo Arias Trujillo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La Democracia Cristiana en Colombia (1959-1960). Observaciones preliminares

188-216

Luz Adriana Maya Restrepo, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Racismo institucional, violencia y políticas culturales. Legados coloniales y políticas de la diferencia en Colombia

218-245

Reflexiones sobre historia e historiografía Sergio Mejía Macía, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La noción de historicismo americano y la cultura escrita americana

246-260

Luis Eduardo Bosemberg, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Sobre la pluralidad y la extensión de las relaciones entre países: unas reflexiones básicas

262-277

Renán Silva Olarte, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Del anacronismo en Historia y en Ciencias Sociales

278-299

Hugo Fazio Vengoa, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia La historia global y su conveniencia para el estudio del pasado y del presente

300-319

Reseñas

321-354

Acerca de la revista

Edición especial

Historia de Colombia colonial Diana Bonnett Vélez, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Entre el interés personal y el establecimiento colonial. Factores de confrontación y de conflicto en el Nuevo Reino de Granada entre 1538 y 1570

Noviembre 2009 ISSN 0121-1617

Artículos

355

Normas para los autores

356-357

Pautas de programas de posgrado del Departamente de Historia

358-362

ISSN 0121-1617 Noviembre 2009 Precio $30.000


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