Historia Crítica No. 56

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N° 56

Abril – junio 2015

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes Bogotá, Colombia


Nº 56, abril – junio de 2015 Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Dirección y teléfono: Cra. 1 N°18 A – 10, Of. G-421, Bogotá, Colombia, tel-fax: +57 (1) 332.45.06 Correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co - Sitio web: http://historiacritica.uniandes.edu.co

Rector de la Universidad de los Andes Decano de la Facultad de Ciencias Sociales Director del Departamento de Historia

Pablo Navas Sanz de Santamaría Hugo Fazio Vengoa Camilo Quintero

Director Editora Asistente editorial

Camilo Quintero, Dr., Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, cquinter@uniandes.edu.co María Cristina Pérez, Dra., Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, hcritica@uniandes.edu.co Juan David Cascavita Mora, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, jd.cascavita10@uniandes.edu.co

Comité editorial

Adriana María Alzate Echeverri, Dra., Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia, adriana.alzate@urosario.edu.co Aline Helg, Dra., Université de Genève, Ginebra, Suiza, Aline.Helg@unige.ch Michael J. LaRosa, PhD, Rhodes College, Memphis, Estados Unidos, LAROSA@rhodes.edu Max S. Hering Torres, Dr phil, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia, msheringt@unal.edu.co Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona, Dr., Universidad Nacional de Colombia, Medellín, yachican@unal.edu.co

Comité científico

Guillermo Bustos, PhD (Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador), Manolo Garcia Florentino, Dr. (Universidade Federal do Rio de Janeiro, Río de Janeiro, Brasil), Martín Kalulambi, PhD (University of Ottawa, Ottawa, Canadá), Giovanni Levi (Universita’di Ca’Foscari, Venecia, Italia), María Emma Mannarelli, PhD (Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú), Anthony McFarlane, PhD (University of Warwick, Coventry, Reino Unido), David Robinson, PhD (Syracuse University, Syracuse, Estados Unidos), Mary Roldán, PhD (Hunter College of the City University of New York, Nueva York, Estados Unidos), Hilda Sabato, PhD (Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina), Gonzalo Sánchez, Dr (Centro de Memoria Histórica, Bogotá, Colombia), Clément Thibaud, Dr. (Université de Nantes, Nantes, Francia), Alfredo Riquelme Segovia, Dr. (Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile).

Editora Facultad de Ciencias Sociales

Martha Lux, Dra., Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, publicacionesfaciso@uniandes.edu.co

Equipo informático

Claudia Yaneth Vega, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia, cvega@uniandes.edu.co

Traducción al inglés Corrección y traducción al portugués

Carol O’Flynn, caroloflynn@hotmail.com Roanita Dalpiaz, ro_popa@hotmail.com

Corrección de estilo

Guillermo Díez, gudieztecher@yahoo.com

Diseño y diagramación

Víctor Gómez, vl.gomez765@uniandes.edu.co

Impresión Panamericana Formas e Impresos S. A. Distribución Siglo del Hombre Editores Suscripciones http://libreria.uniandes.edu.co/ Páginas del número pp. 240 Formato 19 x 24.5 cm Tiraje 300 ejemplares Periodicidad Trimestral ISSN 0121-1617. Min. Gobierno 2107 de 1987 * Las ideas aquí expuestas son responsabilidad exclusiva de los autores. * El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para uso personal o en el aula de clase, siempre y cuando se mencione la fuente. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero autorización del Equipo Editorial de la revista. Precio: $ 30.000 (Colombia)


La revista hace parte de los siguientes catálogos, bases bibliográficas, índices y sistemas de indexación: Publindex - Índice Nacional de Publicaciones Seriadas Científicas y Tecnológicas Colombianas, (Colciencias, Colombia), desde 1998. Actualmente en categoría A1. Sociological Abstracts y Worldwide Political Science Abstracts (CSA-ProQuest, Estados Unidos), desde 2000. Ulrich’s Periodicals Directory (CSA-ProQuest, Estados Unidos), desde 2001. PRISMA - Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (CSA-ProQuest, Gran Bretaña), desde 2001. Historical Abstracts y America: History &Life (EBSCO Information Services, antes ABC-CLIO, Estados Unidos), desde 2001. HAPI - Hispanic American Periodical Index (UCLA, Estados Unidos), desde 2002. OCENET (Editorial Oceano, España), desde 2003. LATINDEX - Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (México), desde 2005. Fuente Académica, Current Abstracts, EP Smartlink Fulltext, TOC Premier, Academica Search Complete, SocINDEX (EBSCO Information Services, Estados Unidos), desde 2005. Social Sciences Citation Index - Arts and Humanities Citation Index (ISI-Thomson Reuters, Estados Unidos), desde 2007. RedALyC - Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal (UAEM, México), desde 2007. DOAJ - Directory of Open Access Journal (Lund University Libraries, Suecia), desde 2007. Informe académico y Académica onefile (Thompson Gale, Estados Unidos), desde 2007. CLASE - Citas latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (UNAM, México), desde 2007. DIALNET - Difusión de Alertas en la Red (Universidad de La Rioja, España), desde 2007. CIBERA - Biblioteca Virtual Iberoamericana/España/Portugal (German Institute of Global and Area Studies, Alemania), desde 2007. SciELO - Scientific Electronic Library Online (Colombia), desde 2007. CREDI - Centro de Recursos Documentales e Informáticos (Organización de Estados Iberoamericanos, España), desde 2008. HLAS - Handbook of Latin American Studies (Library of Congress, Estados Unidos), desde 2008. LAPTOC - Latin American Periodicals Tables of Contents (University of Pittsburgh, Estados Unidos), desde 2008. SCOPUS - Database of abstracts and citations for scholarly journal articles (Elsevier, Países Bajos), desde 2008. LatAm -Estudios Latinamericanos (International Information Services, Estados Unidos), desde el 2009. SciELO Citation Index (Thomson Reuters–SciELO), desde 2013.

Portales Web: http://www.lablaa.org/listado_revistas.htm (Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia), desde 2001. http://www.cervantesvirtual.com/portales/ (Quórum Portal de Revistas, Universidad de Alcalá, España), desde 2007. http://sala.clacso.org.ar/biblioteca/Members/lenlaces (Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO, Argentina), desde 2007. http://www.historiadoresonline.com (Historiadores OnLine - HOL, Argentina), desde 2007.


Los árbitros de este número de la revista fueron:

Gustavo Caponi (Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil) Angelo Alves Carrara (Universidad Federal de Juiz de Fora, Brasil) Tulio Andrés Clavijo Gallego (Universidad del Cauca, Colombia) Joelmir Marques da Silva (Universidad Federal de Pernambuco, Brasil) Antonio José Echeverry Pérez (Universidad del Valle, Colombia) Andrés Estefane (Universidad Adolfo Ibáñez, Chile) Orietta Favaro (CLACSO/Universidad Nacional del Comahue, Argentina) José Guadalupe Gandarilla Salgado (UNAM, México) Olga Glondys (Universidad Autónoma de Barcelona, España) Mauricio Alejandro Gómez Gómez (Pontificia Universidad Católica de Chile) Roberto González Arana (Universidad del Norte, Colombia) Guillermo Guajardo Soto (UNAM, México) Gisela Paola Kaczan (CONICET/Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina) Sol Lanteri (CONICET/Universidad de Buenos Aires, Argentina) Fabien Le Bonniec (Universidad Católica de Temuco, Chile) César Augusto Lenis Ballesteros (Universidad de Antioquia, Colombia) Cristiane Maria Magalhães (UNICAMP, Brasil) María Laura Mazzoni (CONICET/Universidad de Buenos Aires, Argentina) Massimo Modonesi (UNAM, México) Felipe Pereda (Universidad Johns Hopkins, Estados Unidos) Mariana Pozzoni (CONICET/ Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina) Juan Facundo Rojas (CONICET, Argentina) Marta Ruiz Galbete (Universidad Stendhal-Grenoble 3, Francia) Jorge Saborido (Universidad de Buenos Aires, Argentina) Lorena Marina Sánchez (CONICET/Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina) Daniel Santilli (Universidad de Buenos Aires, Argentina) Marcela Ternavasio (CONICET/Universidad Nacional de Rosario, Argentina) Joaquín Varela Suanzes-Carpegna (Universidad de Oviedo, España) José Carlos Vizuete Mendoza (Universidad de Castilla-La Mancha, España) Guillermo Wilde (CONICET, Argentina) Guillermo Zermeño Padilla (El Colegio de México)


Tabla de contenido Carta a los lectores

8-10

Artículos Tema abierto Orián Jiménez Meneses, Universidad Nacional de Colombia Esclavitud, libertad y devoción religiosa en Popayán. El santo Ecce Homo y el mundo de la vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700

13-36

María Elida Blasco, CONICET, Argentina El devenir de los árboles: ejemplares históricos vinculados a José de San Martín (siglos XIX y XX)

37-60

Diego Barría Traverso, Universidad de Santiago de Chile Rasgos burocráticos en las reformas administrativas en el Chile de la década de 1880

61-84

Aline de Figueirôa Silva, Universidade do São Paulo, Brasil El léxico en la historia del paisajismo en el nordeste de Brasil (XIX-XX)

85-111

Ernesto Castro Leal, Universidade do Lisboa, Portugal Nacionalismo y antiliberalismo en Portugal. Una visión histórico-política (1820-1940)

113-135

José Javier Díaz Freire, Universidad del País Vasco UPV/EHU, España La experiencia de la modernidad como una experiencia barroca

137-160

Espacio estudiantil Jorge Luis Aparicio Erazo, Universidad del Valle, Colombia Modernidad y marimba en la prensa de Tumaco (1909-1914)

163-186

“Historia de las mujeres”. A propósito de una conversación con Isabel Morant Deusa

187-196

Reseñas Edgar Andrés Caro Peralta, Universidad Nacional de Colombia Kersffeld, Daniel. Contra el imperio. Historia de la Liga Antiimperialista de las Américas. México: Siglo XXI, 2012. Patricio Simonetto, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina Biernat, Carolina y Karina Ramacciotti, editoras. Historia de la salud y la enfermedad. Bajo la lupa de las ciencias sociales. Buenos Aires: Biblos, 2014.

Notilibros Acerca de la revista Normas para los autores Políticas éticas

199-202

202-204

205-207 208 211-213 220-221


Table of Contents Letter to readers

8-10

Articles Open Forum Orián Jiménez Meneses, Universidad Nacional de Colombia Slavery, Liberty and Religious Devotion in Popayán. The Holy Ecce Homo and the Life World of Juan Antonio de Velasco, 1650-1700

13-36

María Elida Blasco, CONICET, Argentina The Future of Trees: Historical Specimens Linked to José de San Martín (19th and 20th Centuries)

37-60

Diego Barría Traverso, Universidad de Santiago de Chile Bureaucratic Features of the Administrative Reforms in Chile in the 1880s

61-84

Aline de Figueirôa Silva, Universidade do São Paulo, Brazil Lexicon in the History of Landscaping in Northeastern Brazil (19th -20th Centuries)

85-111

Ernesto Castro Leal, Universidade do Lisboa, Portugal Nationalism and Anti-Liberalism in Portugal. A Historical-Political View (1820-1940)

113-135

José Javier Díaz Freire, Universidad del País Vasco UPV/EHU, Spain The Experience of Modernity as a Baroque Experience

137-160

Student Space Jorge Luis Aparicio Erazo, Universidad del Valle, Colombia Modernity and the Marimba in the Press in Tumaco (1909-1914)

163-186

“Women’s History”. About a conversation with Isabel Morant Deusa

187-196

Book Reviews Edgar Andrés Caro Peralta, Universidad Nacional de Colombia Kersffeld, Daniel. Contra el imperio. Historia de la Liga Antiimperialista de las Américas. México: Siglo XXI, 2012. Patricio Simonetto, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina Biernat, Carolina y Karina Ramacciotti, editoras. Historia de la salud y la enfermedad. Bajo la lupa de las ciencias sociales. Buenos Aires: Biblos, 2014.

Book Notes About the Journal Submission Guidelines Ethical Policies

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205-207 209 214-216 222-223


Lista de conteúdos Carta aos leitores

8-10

Artigos Tema aberto Orián Jiménez Meneses, Universidad Nacional de Colombia Escravidão, liberdade e devoção religiosa em Popayán. O santo Eccehomo e o mundo da vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700

13-36

María Elida Blasco, CONICET, Argentina O devir das árvores: exemplares históricos vinculados a José de San Martín (séculos XIX e XX)

37-60

Diego Barría Traverso, Universidad de Santiago de Chile Características burocráticas nas reformas administrativas no Chile da década de 1880

61-84

Aline de Figueirôa Silva, Universidade do São Paulo, Brasil O léxico na história do paisagismo no Nordeste do Brasil (XIX-XX)

85-111

Ernesto Castro Leal, Universidade do Lisboa, Portugal Nacionalismo e antiliberalismo em Portugal. Uma visão histórico-política (1820-1940)

113-135

José Javier Díaz Freire, Universidad del País Vasco UPV/EHU, Espanha A experiência da modernidade como uma experiência barroca

137-160

Espaço estudantil Jorge Luis Aparicio Erazo, Universidad del Valle, Colômbia Modernidade e marimba na imprensa de Tumaco (1909-1914)

163-186

“História das Mulheres”. A propósito de uma conversão com Isabel Morant Deusa

187-196

Resenhas Edgar Andrés Caro Peralta, Universidad Nacional de Colombia Kersffeld, Daniel. Contra el imperio. Historia de la Liga Antiimperialista de las Américas. México: Siglo XXI, 2012. Patricio Simonetto, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina Biernat, Carolina y Karina Ramacciotti, editoras. Historia de la salud y la enfermedad. Bajo la lupa de las ciencias sociales. Buenos Aires: Biblos, 2014.

Notilivros Sobre esta Revista Normas para os autores Políticas éticas

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Carta a los lectores

Carta a los lectores El Equipo Editorial de la revista Historia Crítica tiene el gusto de presentar un conjunto variado de artículos que conforman este nuevo número de Tema abierto. Reflexiones desde diferentes contextos, perspectivas interdisciplinarias, objetos múltiples de estudio, fuentes renovadas y preguntas de investigación disímiles son algunos de los aspectos que se encontrarán en las páginas de la Revista, así como una entrevista a Isabel Morant Deusa, historiadora española reconocida por sus investigaciones sobre Historia de las Mujeres, realizada por María Victoria Montoya Gómez. En la entrevista se discuten los aportes del feminismo a la Historia Contemporánea, la importancia de la historia de las mujeres, los aportes de la categoría género y la dimensión histórica de lo masculino y lo femenino. Por último, los lectores encontrarán nuestras usuales secciones de tema estudiantil, reseñas y notilibros. Este número contiene el artículo de Orián Jiménez Meneses, que aborda la devoción a una escultura del Ecce Homo exhibida en la ciudad de Popayán, ubicada en el Nuevo Reino de Granada, en la segunda mitad del siglo XVIII. Jiménez Meneses, en primer lugar, estudia el origen del culto a esta imagen, que se trasladó desde Pasto por intermediación de Juan Antonio de Velasco, y cuya devoción se difundió por José de Morales Fravega y Géronima de Velasco Noguera, su esposa. La importancia del Ecce Homo es resaltada no sólo por el papel que cumplía su cofradía —integrada principalmente por artesanos— para cohesionar los feligreses, sino además por la circulación de estampas y pinturas que fortalecían la devoción en casas, iglesias y tiendas de esta ciudad. Uno de los principales aportes de este artículo es la descripción del origen de Velasco, un esclavo que había comprado su libertad, que trabajaba con las autoridades eclesiásticas y que promovía arduamente el culto al Ecce Homo. También incluye la investigación de María Elida Blasco sobre el valor simbólico concedido a los árboles asociados al prócer José de San Martín, que permitieron construir los relatos de nación, el culto a los héroes y los sentimientos de identidad en Argentina entre finales del siglo XIX y mediados del XX. La autora afirma que un conjunto de árboles fueron “testigos principales” de las historias, los acontecimientos y las rutas transitadas por este prócer, que se vincularon con batallas, el resguardo de soldados, e incluso el abrigo de San Martín. Las ramas y los retoños de estos árboles comenzaron a circular como reliquias

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Carta a los lectores

por la intermediación de distintas instituciones, la resignificación de prácticas civiles, la importancia concedida por el Estado, el valor de conservación de los pinos, las múltiples celebraciones patrias y el culto proporcionado por la sociedad. El artículo concluye mostrando cómo los árboles marcaban el imaginario nacional y la omnipresencia de San Martín en el territorio argentino. Continúan dos textos elaborados por los historiadores Diego Barría Traverso y Aline de Figueirôa Silva. Barría Traverso estudia los características burocráticas presentes en las reformas administrativas de 1880 en Chile, que respondían a los propios cuestionamientos realizados por la sociedad a las instituciones estatales conformadas hasta aquel momento. Con este objetivo, se describe la creación de numerosas oficinas públicas —por ejemplo, Corte de Cuentas, Dirección de Contabilidad, Dirección del Tesorero y Amonedación, Sección de Topografía y Radicadora—, que pretendía normalizar la “división funcional del trabajo”, rescatar la importancia concedida a la profesionalización, crear líderes que coordinaran las acciones del Estado, estructurar los asuntos públicos, entre otros. Así como conceder espacio a las agencias especializadas y tecnificadas (el conocimiento de expertos en áreas específicas), a la aparición de consejos especializados (Junta General de Salubridad, Consejo de Enseñanza Agrícola e Industrial o las Sociedades de Fomento Fabril, Minería y Agricultura) y a la creación continua de reformas que buscaban aumentar los niveles de coordinación y las capacidades estatales. Figueirôa Silva, dentro de la denominada historia del paisajismo, estudia las nociones empleadas para describir los jardines públicos construidos en el nordeste de Brasil —principalmente en las ciudades costeras de Recife, Fortaleza y João Pessoa— entre los siglos XIX y XX. Denominaciones como “paisajismo”, “praças”, “jardins públicos”, “square”, “jardín”, “parque”, se analizan para mostrar los cambios, permanencias, progresos y adelantos que sufren estos espacios a lo largo del tiempo y que se presentan en publicaciones periódicas de la época, como la Revista de Pernambuco, el Correio do Ceará, el Diario de Pernambuco o el Nordeste. Estas ciudades costeras se muestran a través de fotografías que no son tomadas como fuentes primarias o documentales visuales por la autora, sino que se emplean para ilustrar al lector los lugares nombrados en el escrito: Jardim Público (João Pessoa), Jardim ou

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“Square” do Campo das Princesas (Recife), Parque da Independência após 1922 (Fortaleza), Passeio Público de Fortaleza. Se encuentra asimismo el artículo de Ernesto Castro Leal sobre los tres momentos más importantes del pensamiento y la acción del nacionalismo antiliberal entre 1820 y 1940 en Portugal. En el primero se consideran las ideas de nación promulgadas dentro de la cultura política europea, en las que se encuentra presente una estructura partidaria en personajes como Marquês de Penalva, José da Gama e Castro, José Acúrsio das Neves, José Agostinho de Macedo e António Ribeiro Saraiva. En el segundo se analizan el nacionalismo Lusitano y la innegable influencia de António Sardinha, quien difundía la idea de una monarquía orgánica tradicionalista con tendencia descentralizadora —es decir, la importancia del nacionalismo y del poder del Rey—. Y en el tercero se estudia el nacionalismo fascista vinculado al Centro del Nacionalismo Lusitano, fundado por João de Castro Osório, mostrando las distintas ideologías políticas que influenciaron la sociedad, y las decisiones tomadas al respecto por el Gobierno portugués. Este número contiene además los artículos de José Javier Díaz Freire y Jorge Luis Aparicio Erazo. Díaz Freire propone que la experiencia de la modernidad puede ser vista como una experiencia barroca, lo que conlleva plantear que la vida humana está precedida por un conjunto de etapas inestables, basándose en las obras de Galileo Galilei, Federico García Lorca, Giambattista Vico, Dámaso Alonso, entre otros. Mientras que Aparicio Erazo, en la sección de tema estudiantil, expone las denuncias y condenas que sufrieron los sectores subalternos de Tumaco —ciudad-puerto de la Costa Pacífica colombiana— durante las primeras décadas del siglo XX. Las censuras se estudian por medio de la prensa que cuestionaba los instrumentos musicales de estos grupos, en especial la marimba, que acompañaban y amenizaban los bailes de los negros en este puerto. Esto se daba al considerarse por la prensa —pero también por las autoridades civiles y eclesiásticas— como una práctica “perniciosa” que iba en contra del orden social considerado como válido y legítimo en aquel tiempo. En este número queremos, por último, agradecer a los profesores Karl Offen, de la Universidad de Oklahoma, y Javier Guerrero Barón, de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, por contribuir al fortalecimiento de la Revista dentro del Comité Científico y el Comité Editorial hasta marzo del presente año. Y le damos una especial bienvenida al profesor Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona, de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, quien ingresa al equipo de la Revista como miembro del Comité Editorial.

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Esclavitud, libertad y devoción religiosa en Popayán. El santo Ecce Homo y el mundo de la vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700Ï

Orián Jiménez Meneses

Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Historiador, Magíster y Doctor en Historia de la misma Universidad. Es miembro del Grupo de Investigación Historia, territorio y poblamiento en Colombia (Categoría A de Colciencias). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran el libro, en coautoría con Edgardo Pérez Morales, Voces de esclavitud y libertad. Documentos y testimonios. Colombia 1701-1833 (Popayán: Universidad del Cauca, 2013) y el artículo “¿Cómo nos vemos los antioqueños? Geografía humana, apropiación territorial y diversidad cultural”, en Antioquia imaginada. Permanencia narraciones de identidad y representaciones sociales, eds., Jorge Giraldo Ramírez y Efrén Giraldo (Medellín: Editorial Artes y Letras, 2013), 103- 135. ojimenezm@unal.edu.co

Artículo recibido: 28 de febrero de 2014 Aprobado: 31 de julio de 2014 Modificado: 27 de agosto de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.01

Ï Este artículo hace parte de una investigación mayor titulada El arcoíris de la paz. Devoción y fiesta en el Nuevo Reino de Granada, 1680-1810, realizada para obtener el título de Doctor en Historia por la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. El autor agradece a la Universidad Nacional de Colombia por la comisión especial de estudios (entre agosto de 2009 y agosto de 2013), y a los historiadores Piedad Peláez Marín y Edgardo Pérez Morales por las sugerencias realizadas para la publicación de este artículo. Esta investigación no contó con financiación.

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Esclavitud, libertad y devoción religiosa en Popayán. El santo Ecce Homo y el mundo de la vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700

Esclavitud, libertad y devoción religiosa en Popayán. El santo Ecce Homo y el mundo de la vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700 Resumen: El presente artículo analiza la génesis y la consolidación de la devoción al santo Ecce Homo en la ciudad de Popayán —ubicada en el Nuevo Reino de Granada— durante la segunda mitad del siglo XVII. Se exploran la incidencia que tuvo esta experiencia mística en la cristalización de las fiestas religiosas de la ciudad y los matices culturales por los que estuvo atravesada tal advocación. También se habla de las relaciones de interdependencia entre la libertad del negro libre Juan Antonio de Velasco y otros comerciantes, esclavos, devotos y artesanos en la estabilidad del culto al santo. Al tiempo que se rastrea específicamente el “mundo de la vida” de su fundador y cofrade, y se pone de presente la impronta que este hombre libre le dio a ese culto religioso en la ciudad blanca. Aunada a estos factores sociales, aquí se muestra la influencia que tuvo la generalizada crisis natural del siglo XVII en la aparición de nuevas cofradías, rogativas y devociones. Palabras clave: esclavitud, libertad, culto, festividad, comercio local y artesano.

Slavery, Liberty and Religious Devotion in Popayán. The Holy Ecce Homo and the Life World of Juan Antonio de Velasco, 1650-1700 Abstract: This article analyzes the genesis and consolidation of devotion to the holy Ecce Homo in the city of Popayán — located in the New Kingdom of Granada— during the second half of the 17th century. It explores the influence of this mystical experience in crystalizing the city’s religious feasts and the cultural nuances that permeated this particular invocation. It also describes the relationship of interdependence between the liberty of the free black man Juan Antonio de Velasco and other merchants, slaves, artisans, and the devout public in stabilizing this particular form of worship of the holy one. At the same time that it specifically traces the “life world” of the founder and confrere of the tradition, it calls attention to the imprint he made on this religious ritual in Popayán, “the white city.” In addition to these social factors, it also shows the influence that the generalized natural crisis of the 17th century had on the emergence of new brotherhoods, rogation days and forms of devotion. Keywords: slavery, liberty, cult, festivity, local commerce, artisan.

Escravidão, liberdade e devoção religiosa em Popayán. O santo Ecce Homo e o mundo da vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700 Resumo: O presente artigo analisa a gênese e a consolidação da devoção ao santo Ecce Homo na cidade de Popayán —localizada no Novo Reino de Granada— durante a segunda metade do século XVII. Exploram-se a incidência que teve esta experiência mística na cristalização das festas religiosas da cidade e as matizes culturais pelas quais esteve atravessada tal invocação. Também se fala das relações de interdependência entre a liberdade do negro livre Juan Antonio de Velasco e outros comerciantes, escravos, devotos e artesãos na estabilidade do culto ao santo. Enquanto se rastreia especificamente o “mundo da vida” de seu fundador e confrade, e isso faz com que a marca que este homem livre deu a esse culto religioso na cidade branca. Juntamente a estes fatores sociais, aqui se mostra a influência que teve a generalizada crise natural do século XVII na aparição de novas confrarias, rogativas e devoções. Palavras-chave: escravidão, liberdade, culto, festividade, comércio local e artesão.

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Orián Jiménez Meneses

Esclavitud, libertad y devoción religiosa en Popayán. El santo Ecce Homo y el mundo de la vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700

Introducción

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omo la mayoría de las devociones en el Nuevo Reino de Granada, el culto y la veneración al santo Ecce Homo en Popayán hunden sus raíces en el siglo XVII. Lo que no se ha explorado con suficiente precisión por parte de los historiadores en Colombia son los componentes sociológicos de los orígenes de esas prácticas religiosas. Este artículo intenta avanzar en esa importante tarea y arroja luces sobre aspectos fundamentales de las dinámicas sociales de algunos cultos y devociones, cuya importancia sobrevive en la actualidad, pero cuyos orígenes populares han sido silenciados. En primer lugar, el artículo describe y analiza las redes sociales que están detrás de la cristalización y continuidad del culto del santo Ecce Homo. En el mismo sentido, muestra cómo los artesanos y comerciantes de la ciudad de Popayán fueron actores principales de esas redes, incluidos mulatos y mestizos, entre quienes se destacó Juan Antonio de Velasco, cuya condición de negro libre y comerciante iba acompañada de su calidad de devoto y patrón o fundador de la Ermita de Belén. Se hace evidente entonces que el culto y la devoción al santo Ecce Homo están estrechamente ligados al mundo de la existencia del liberto Juan Antonio de Velasco, y a los devotos y cofrades que aglutinó alrededor de tal devoción en la ciudad de Popayán en la década de 1670, cuando alcanzó su libertad1. También se muestra, a partir de la lectura, la interpretación y el análisis de las fuentes manuscritas, que Juan Antonio de Velasco, el fundador de una de las devociones más representativas de la ciudad de Popayán, era además un descendiente de negros y no un “rico artesano”, como lo ha difundido la tradicional historia colombiana2. En efecto, a lo largo del artículo se desarrollan otros temas de interés, que se conectan directamente con el problema central de la

1

Archivo Central del Cauca (ACC), Popayán-Colombia, Sección Notarial, Fondo Notaría primera, t. 13, leg. II, 1670, ff.56r.-56v.

2 Peter Marzahl, Una ciudad en el Imperio. El gobierno, la política y la sociedad de Popayán en el siglo XVII (Popayán: Editorial Universidad del Cauca, 2013), 204; Santiago Sebastián, Estudios sobre el arte y la arquitectura coloniales en Colombia (Bogotá: Corporación La Candelaria, 2006), 166.

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devoción. Se argumentará que fue al despuntar el siglo XVII cuando las principales ciudades del Nuevo Reino iniciaron su consolidación y fortalecimiento, que se expresaron en el asentamiento definitivo de la población, la transformación de la traza urbana, la construcción de conventos, la constitución estable de los cabildos y de los grupos sociales hegemónicos. Estos aspectos les imprimirían a las sociedades de ese tiempo un nuevo aire en temas devocionales, festivos y profanos. Así, pues, la escasez de alimentos, el padecimiento de enfermedades, los continuos temblores y las repentinas pestes en los ganados y cultivos hacían que el mundo de la vida en la ciudad y el campo pendiera siempre de un hilo y se acrecentaran las devociones y creencias. La constante incertidumbre y la vulnerabilidad ante la muerte conducían a las personas a acogerse a la protección de los santos, para que les ayudaran a sobrellevar el sufrimiento. Por último, es necesario dejar claro que, aunque la devoción al santo Ecce Homo no fue ni es una práctica exclusiva de las gentes de la ciudad de Popayán, pues su culto se generalizó en las colonias iberoamericanas, es la importancia y representación asignada en este artículo obedecen a la singular historia que rodea a su fundador, el pardo Juan Antonio de Velasco. Al describir el surgimiento de esta devoción también se habla de la complejidad de la sociedad de Popayán, especialmente en los aspectos relacionados con lo social, racial y económico, y por tanto, los matices que dicha devoción adquirió en esa zona del Nuevo Reino de Granada.

1. El origen del culto al santo Ecce Homo En la ciudad de Popayán, el 30 de enero de 1682, el negro libre Juan Antonio de Velasco y el encomendero don Francisco de Miranda formalizaron un negocio en el que éste se comprometía a: “[…] dar y entregar a Juan Antonio de Velasco diez mil ladrillos, puestos y entregados en la obra que está haciendo Juan Antonio de Velasco en la Ermita de Nuestra Señora de Belén: los 4 mil, con un mes de plazo, luego que el Convento de la Encarnación haya quemado la obra que tiene, y los 6 mil ladrillos restantes en el mes de mayo, a veinte y dos patacones, para un total de 220 pesos”3.

La importancia de Juan Antonio de Velasco dentro del ramo del comercio y de los claustros religiosos4 de la ciudad de Popayán era considerable, pues, a pesar de su condición de

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Popayán, 30 de enero de 1682, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 15, leg. I, f.27r.

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La relación de Velasco con las monjas de la Encarnación se ampliaba a otros negocios. Véase ACC, Notarial, Notaría primera, t. 20, leg. I, 1704, f.113r. Entre 1690 y 1700; así mismo, Velasco realizó varios negocios relacionados con la compra de solares y piezas de esclavos: ACC, Notarial, Notaria primera, t. 18, leg. II, 1693, ff.110v.-112v; t. 18, leg. I, 1694, ff.20v.-22v; t. 18, leg. I, 1695, ff.133v.-134v; t. 20, ff.203v.-206r; t. 20, leg. I, 1705, ff.152r.-153r.

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negro libre, estaba inscrito en una red de negocios y conexiones con otros vecinos, artesanos y comerciantes. Su principal socio fue Jacinto de Valderrama, con quien lo unía una amistad que había llegado al punto de que se llamaran “hermanos” entre sí, pues compartían la devoción por el santo y las cofradías asentadas en la Ermita de Belén5. Mientras que Velasco se beneficiaba del capital social y simbólico que le dejaba entre el vecindario local el hecho de ser el fundador, patrono y mayordomo de la Ermita de Belén, Valderrama tenía a su haber el hecho de ser uno de los comerciantes más destacados de la ciudad de Popayán, además de que se le reconocía el mérito de ser el fundador de la cofradía que mantenía la devoción a santa Gertrudis, cuya imagen se veneraba también en la Ermita de Nuestra Señora de Belén. Ambos intercalaban su condición de cofrades y devotos con las actividades comerciales con los beneméritos de la ciudad: las monjas, el clero y los cabildantes. El reconocimiento de Velasco y Valderrama en el vecindario de Popayán había sido labrado en medio de las necesidades que padecía la ciudad y que habían llevado a sus beneméritos a acoger sin reparo a comerciantes de la Carrera de Indias como Jacinto Valderrama, quien llegó a la ciudad procedente de la Península, y a incluir en lo más granado de sus devociones el reciente fervor por el santo Ecce Homo, el cual incentivaba un exesclavo del cura de Almaguer, el libre Juan Antonio de Velasco. Ambos, Velasco y Valderrama, habían forjado con su trabajo ‒‒conseguido a costa de sus negocios en el comercio y los conventos de la ciudad‒‒ una considerable fortuna, en la que se apoyaban para invertir en la economía espiritual de la salvación y congregar a cientos de pobres, enfermos, artesanos, indios, esclavos y libres6.

5 Días antes de morir, Jacinto de Valderrama (hijo natural del alférez Pedro de Valderrama) nombró albacea a Velasco. A partir del 24 de julio de 1706, cuando se inició el inventario de sus bienes, Velasco se negó a servir como albacea, debido a que Valderrama le debía algunas cantidades de dinero. Al no haber dejado especificadas muchas cosas en su testamento, la liquidación de los bienes y el pago de sus acreedores se vieron envueltos en demandas, reclamos y oposiciones elevados ante el liquidador, nombrado por el Cabildo, José Garrido. En su tienda de Popayán, Valderrama tenía varios géneros procedentes de Cartagena, Quito y Santa Fe; y al inventariar los bienes que tenía en su vivienda, sobresalen los cuadros e imágenes religiosos. Ver Juan Antonio de Velazco; Sargento Mayor Don Diego José de Velasco y otros, “Concurso de acreedores a los bienes del Capitán Jacinto de Balderrama”, Popayán, 24 de julio de 1706, en ACC, Sección Colonia, Fondo Judicial, Serie Civil, sig. 8157, f.8v. 6

Cinco años antes de otorgar el poder para testar, Jacinto de Valderrama, como fundador de la Cofradía de Santa Gertrudis, se presentó ante el escribano Francisco de Alcázar para imponer un censo de 360 patacones sobre un solar y casa de paja que tenía en el barrio del Señor Santo Domingo, y que de sus réditos “[…] que son al año diez y ocho patacones se pague la limosna de catorce misas: las doce rezadas y las dos cantadas que son las que se dicen en cada un año […]”, en Juan Antonio de Velazco; Sargento Mayor Don Diego José de Velasco y otros, “Concurso de acreedores a los bienes del Capitán Jacinto de Balderrama”, Popayán, 24 de julio de 1706, en ACC, Colonia, Judicial, Civil, sig. 8157, ff.53r.-53v. Al morir, Valderrama tenía en su poder 37 pesos que el capitán don Sebastián Torijano Marín le había entregado de las limosnas recogidas como donación de los cofrades del santo Eccehomo, Juan Antonio de Velazco; Sargento Mayor Don Diego José de Velasco y otros, “Concurso de acreedores”, f.213r. Don Sebastián Torijano otorgó su testamento el 4 de abril de 1716, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 23, leg. I, 1716, ff.82r.-87r.

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Su condición de patronos de las cofradías asentadas en el templo de Belén y sus prácticas caritativas y serviciales con los más necesitados de la ciudad fueron aspectos que se transformaron con el correr del tiempo en un fervor por el santo y un reconocimiento social que día a día ganaba más devotos y seguidores. Sus actividades como comerciantes y guardianes de las devociones religiosas hacían más fácil la adquisición de todo tipo de imágenes y objetos suntuosos, no sólo para su uso personal, sino para la venta a los fieles de la ciudad y a los vecinos de Cali y los mineros del Chocó7. Pero, ¿cuál era la magnitud de los negocios entre el comerciante y tendero Jacinto de Valderrama y el negro libre y devoto Juan Antonio de Velasco en la sociedad payanesa de finales del siglo XVII y principios del XVIII? El rastreo a sus negocios en los Protocolos Notariales de Popayán deja ver que, entre 1681 y 1708, realizaron 37 negocios diferentes que sumaron en total 23.763 patacones, y que buena parte de ellos, un total de 8 transacciones, estaban relacionados con el Convento de la Encarnación, las cofradías de Santa Gertrudis, Nuestra Señora de Belén, Nuestra Señora de la Asunción y la Ermita de Belén8; que alcanzaron un valor de 8.774 patacones, es decir, el 22% del valor total. Es muy factible que el aumento de los negocios entre Juan Antonio de Velasco y Jacinto Valderrama haya obedecido al resurgimiento de la explotación aurífera en la Gobernación de Popayán, las tierras bajas del Pacífico y el Chocó, un fenómeno que ha sido identificado como el “segundo ciclo de oro” y que se expresó con total claridad en un incremento en la introducción de esclavos procedentes de Cartagena de Indias, un esplendor de las actividades comerciales en Popayán y la recuperación de la postración económica que se había vivido en la primera mitad del siglo XVII9. La imagen del Ecce Homo, con la que se inició la devoción, había sido traída desde Pasto hasta Popayán por el mismo Velasco. Una vez en la ciudad, el depositario general y hacendado don José de Morales Fravega, esposo de doña Gerónima de Velasco Noguera10, la adornó e inició el culto y devoción en el oratorio de la familia. A partir de 1680, los miércoles de cada

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En 1706, cuando se hizo el inventario de los bienes que Jacinto Valderrama había mencionado en su testamento, se encontraron varios cuadros religiosos que pertenecían a sus bienes y otros que eran de Juan Antonio de Velasco, tales como: “un santo Eccehomo, nuestra señora de la Soledad, san Gerónimo, santa Rosa, san Miguel, santa Bárbara”, entre otros. ACC, Colonia, Judicial, Civil 15, sig. 8157m, f.8v. en Juan Antonio de Velazco; Sargento Mayor Don Diego José de Velasco y otros, “Concurso de acreedores”.

8 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 16, leg. I, 1684, ff.82r- 88v; t. 17, leg. I, 1688, ff.51v-53v y 193v-195r; t. 19, leg. I, 1699, ff.8v-10r; t. 20, leg. I, 1701, ff.35v- 36v; t. 21, leg. I, 1703, ff.175r-176v; t. 22, leg. I, 1704, ff.112v-114r. 9

William Frederick Sharp, “Forsaken But for Gold: An Economic Study of Slavery and Mining in the Colombian Choco, 1680-1810” (Ph.D. Dissertation in History, University of North Carolina, 1970); Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia. Tomo II. Popayán: una sociedad esclavista, 1680-1800 (Medellín: La Carreta, 1979).

10 “Don José Morales Fravega otorgó testamento el 5 de mayo de 1684, y su esposa lo hizo el 4 de agosto de 1718”, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 16, leg. II, 1684, ff.20r. 24v.; t. 23, leg. I, 1718, ff.143v-147v.

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Semana Santa, Gerónima de Velasco y su esposo se la entregaban en préstamo al negro libre Juan Antonio de Velasco, quien, por su fervor y devoción, la sacaba en procesión en compañía de comerciantes, artesanos, vecinos y esclavos. Así, el 27 de abril de 1689, Velasco se presentó ante el escribano de la ciudad para hacer pública la donación de la Ermita, ya construida en adobes y “deseoso de que se aumente el buen celo con que la ha edificado y que los fieles consigan el consuelo de los carmelitas descalzos”11. Sin embargo, la donación incluía algunas condiciones, como que “las imágenes de Nuestra Señora de Belén y el santo Ecce Homo, patronos principales de la Ermita, fueran sacados en las festividades y procesiones que se realizaran”12. De igual manera, Velasco dispuso que el santo Ecce Homo fuera bajado en procesión el Domingo de Ramos y dejado en la Catedral hasta el miércoles de Semana Santa, día en que debía ser regresado nuevamente a la Ermita; y que el Viernes Santo, por la tarde, se hicieran los pasos con el santo Ecce Homo y se pagaran las respectivas limosnas. En efecto, hasta la fecha, se sigue al pie de la letra lo dispuesto por Velasco, en cuanto a que el santo Ecce Homo sea el que inicie la celebración de la fiesta de Semana Santa, al ser bajado el Domingo de Ramos, y que también sea el centro del ceremonial en los pasos del Viernes Santo (ver la imagen 1). Sin embargo, la cláusula que mandaba que el Ecce Homo fuera devuelto a la Ermita del Carmen el Miércoles Santo ha sido modificada, sin que se tenga la certeza de cuándo y por qué razón se dio este cambio. En la actualidad, el regreso del santo Ecce Homo a la Ermita se realiza el 1 de mayo, en una procesión que organizan y ejecutan las mujeres de la ciudad de Popayán. La importancia del culto al santo Ecce Homo en el cuerpo social de Popayán se vio claramente reflejada en la traza arquitectónica de la ciudad, y ha sido utilizado como el punto de partida en el inicio de las devociones religiosas. En efecto, la ermita de paja se transformó en una de ladrillo, y el templo fue adornado con las imágenes religiosas que el mismo negro libre Juan Antonio de Velasco donó el 27 de abril de 168913. Velasco se preocupó porque la Ermita tuviera desde los más significativos objetos religiosos para la celebración del culto hasta los mínimos detalles en sus ornamentos y construcción. Así, pues, no sólo donó el espacio en el que sería construida, sino que se encargó de hacer la dotación para que el sacerdote y los

11 Popayán, 27 de abril de 1689, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 17, leg. I, 1689, ff.62v.-67v. Según Manuel Antonio Bueno y Quijano, desde el 25 de mayo de 1679, Juan Antonio de Velasco había recibido licencia del Cabildo Eclesiástico para la construcción del templo. Una vez preparado el terreno, el obispo de Popayán, el doctor Cristóbal Bernardo de Quiroz, vestido de medio pontifical, en compañía del clero y con asistencia del vecindario, bendijo y colocó la primera piedra, el 8 de septiembre de 1681. 12 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 17, leg. II, 1689, ff.66r.-66v. 13 Popayán, 27 de abril de 1689, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 17, leg. II, 1689, ff.62v.-67v.

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Imagen 1. “Ecce Homo”

Fuente: “Ecce Homo”, 1733, en Archivo General de Indias (AGI), Sevilla-España, Fondo Mapas y Planos, Estampas, referencia 226.

fieles se hallaran cómodos a la hora de adorar el santo. Los devotos gozaron de un recinto adornado con imágenes provenientes desde la ciudad de Quito y otros enseres elaborados por los artesanos de la ciudad, recursos suficientes para sembrar en sus corazones la piedad y la fe. El cura, luego de hacer el llamado a los fieles mediante el tañer de las dos grandes campanas —especialmente la de san José, que había sido consagrada—, procedía desde el púlpito de madera, que tenía estampada una imagen de la Limpia Concepción, a predicar ante sus fieles la adoración al santo y la entrega a las cosas de Dios. En efecto, Velasco quiso construir un palacio para el Cristo de la Humildad, y lo hizo con lo que estuvo al alcance de su condición espiritual y de sus capacidades económicas14. Su devoción por ese hombre desprovisto de ropas y humillado, tal como había sido presentado antes de la crucifixión, lo había llevado a conseguir los mejores y más bellos objetos de culto: un sagrario dorado con su puerta y sus pilares; una custodia grande, de plata dorada, con aderezo de piedras y perlas, y el cerco de adentro de oro y esmeraldas; un palio de tafetán carmesí con sevillaneta de oro; un incensario de plata con naveta y cucharas de plata; un hostiario pintado de barniz; una cruz de carey pequeña elaborada por los artesanos de

14 Popayán, 27 de abril de 1689, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 17, leg. II, 1689, ff.63r.-64r.

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Pasto. Muchos de estos artesanos de lo sagrado dejaron en sus obras el sello de su sensibilidad personal. La capilla de Belén tenía que ser también el espacio del recogimiento, del examen de conciencia y de la oración secreta. Por eso mismo fue bellamente adornada con cincuenta cuadros, grandes y pequeños, de diferentes hechuras; ocho cuadros romanos con marcos dorados; doce láminas con guarniciones de plata y un santo Cristo en la cruz, de más de dos varas de alto, de bulto con dos toallas: la una de holán con puntas de Flandes, y la otra de Bretaña con baraúndas y puntas15. La obra de Velasco muestra que una iglesia no es sólo un monumento sino también un santuario, un templo cuyo objetivo es congregar a los fieles y crear para ellos una atmósfera que permita que la gracia divina se manifieste mejor16. Como ha señalado Georges Duby, al igual que los hombres de la Edad Media, “para los hombres de la época, esos monumentos, esos objetos, esas imágenes eran ante todo funcionales”17, es decir, “presentes que se ofrecían a Dios en alabanza y acción de gracias, y para obtener como contrapartida su indulgencia y sus favores”18. El uso permanente de imágenes en los templos y la suntuosidad de los objetos religiosos que acompañaban los espacios devocionales cumplían también la función de “mediadores que favorecían la comunicación con el más allá”19. La suntuosidad que caracterizaba los templos europeos en la Edad Media mantuvo un hilo de continuidad con la que se expresaba por parte de las culturas populares y de élite en las ciudades del Nuevo Reino de Granada. Así, aún al finalizar el siglo XVII, tal magnificencia se puede apreciar en los objetos que donó Juan Antonio de Velasco para dotar la Ermita de Belén y engalanar el culto al santo Ecce Homo. Como “afirmación de autoridad” y devoción, las donaciones de Juan Antonio de Velasco buscaban también “erigir en torno a su persona un decorado que lo distinguiera de la gente ordinaria”20. Tal capacidad de gasto en esos tiempos de crisis resaltaba su opulencia, y quizás ayudaba a borrar en la sociedad su condición de hombre de color. Como devoto, sabía perfectamente que a Dios había que agradarlo donando para el templo los materiales y objetos religiosos más suntuosos, los más puros, los mejor trabajados por la inteligencia y la sensibilidad humanas21. En este juego de la economía espiritual de la salvación, las buenas obras, tales

15 Popayán, 27 de abril de 1689, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 17, leg. II, 1689, f.63v. 16 Jean Hani, El simbolismo del templo cristiano, trad., de Jordi Quingles (Barcelona: Sophia Perennis, 2000 [1962]), 13. 17 Georges Duby, Arte y sociedad en la Edad Media (Madrid: Taurus, 2011), 9. 18 Georges Duby, Arte y sociedad, 9. 19 Georges Duby, Arte y sociedad, 10. 20 Georges Duby, Arte y sociedad, 11. 21 Georges Duby, Arte y sociedad, 10.

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como la construcción de templos y la donación de objetos, podían contribuir a la salvación de su alma y eran una fiel muestra de su entrega a las cosas de Dios. Como señala Duby, aun en el siglo XVII, las imágenes religiosas por excelencia seguían siendo las capillas pues eran verdaderos “espacios de recogimiento, del examen de conciencia y de la oración secreta que respondían a la exigencia de una práctica religiosa cada vez más interior, egoísta, y emotiva”22. Ahora bien, el fervor y el cuidado en las devociones religiosas se extendieron hasta las siguientes generaciones de estos dos hombres. Un caso representativo es el del comerciante Juan de Valderrama, hijo natural de Jacinto de Valderrama, quien al otorgar su testamento, el 14 de julio de 1744, pidió que, por la devoción al santo Ecce Homo y a santa Gertrudis, se les siguiera rindiendo culto como se hacía desde 1612, y también como lo habían dispuesto su padre y el socio de su padre, Juan Antonio de Velasco. Así, dejó quinientos pesos para garantizar la fiesta al Ecce Homo y otro tanto para la fiesta de santa Gertrudis, que se celebraban en la capilla de Belén. En 1744, Juan de Valderrama, dispuso que: “[…] de dichos mis bienes se saquen quinientos patacones y se impongan así mismo a censo para que con sus réditos se haga la fiesta del Santo Eccehomo de la capilla de Belén todos los años, cuando no hubiere quien la haga, y cuando hubiese se gasten en los menesteres de la capilla, y altar de dicho Santo Eccehomo. Y que otros quinientos patacones se impongan así mismo a censo para que con sus réditos se haga la fiesta de la Gloriosa Virgen Santa Gertrudis en la Iglesia, y Capilla de Belén en la misma conformidad que arriba. Y ten es así mismo mi voluntad que de mis bienes se den veinte, y cinco patacones a la devoción de las Caídas de nuestro Salvador en la Iglesia de San Agustín de esta ciudad. […]”23.

Juan de Valderrama, al igual que su padre y Juan Antonio de Velasco, también tenía como costumbre socorrer con limosnas a los pobres vergonzantes y mendicantes de la ciudad. En su testamento mandó que pasados cuatro días después de su muerte se sacaran quinientos patacones de su fortuna para ser repartidos entre estas personas24. La actividad de comerciante le permitía a Juan de Valderrama sostener la devoción al santo Ecce Homo, toda vez que le era más fácil conseguir las imágenes religiosas en sus viajes a las ciudades de Pasto y Quito, en las que había una mayor tradición artesanal y mejores talleres de pintura y carpintería dedicados a la elaboración de cuadros religiosos.

22 Georges Duby, Arte y sociedad, 104. 23 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 3, leg. II, 1744, f.59r. Abreviaturas de los manuscrito citados fueron desarrolladas en cursiva por el autor. 24 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 32, leg. II, 1744, f.59r.

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Sin duda, Juan de Valderrama había heredado la tradición de su padre consistente en distribuir en su tienda imágenes religiosas entre el vecindario local, así como la devoción por el santo Ecce Homo y otras advocaciones religiosas de Popayán. En esa relación de interdependencia entre el ejercicio de los negocios y las prácticas de la devoción y la fe, Juan Valderrama mantenía en su casa de teja “30 cuadros grandes y pequeños, dos de ellos con marco dorado, los cuales fueron avaluados, el 27 de julio de 1744, por el alférez Ignacio Rodríguez25, en 108 patacones y 2 reales y medio”26.

2. Miedo y devoción Bajo estos pilares de la devoción y la fe transcurría la vida de las personas desde su tierna infancia hasta su lecho de muerte27. El temor ante la muerte acrecentaba mucho más la devoción, toda vez que se vivía en permanente riesgo de la vida, bien fuera por la propensión a una enfermedad y porque las condiciones de inseguridad en la ciudad y el campo hacían de la fe en Dios un mecanismo de protección ante las desventuras de la existencia. Como ha señalado puntualmente Norbert Elias, la inminencia del peligro hacía que las emociones de las personas fueran más vigorosas y que se aumentasen las necesidades de buscar explicaciones religiosas28. Con misas, rogativas y procesiones, los fieles buscaban vencer el miedo e incertidumbre que generaban los fenómenos naturales: las inundaciones, las hambrunas, los temblores y las epidemias29. Estos

25 El Alférez Ignacio Rodríguez Molano otorgó testamento el 6 de septiembre de 1783. En él declaró ser natural de Popayán, hijo legítimo de Tomás Rodríguez Molano, natural de la ciudad de Muzo, en el Nuevo Reino de Granada, y de Bernarda de Valencia, natural de esta ciudad; casado con Rosalía de Villaquirán, hija legítima de Nicolás de Villaquirán, y de Teodora Ordóñez. También declaró por sus bienes religiosos “[…] doce cuadros con sus marcos dorados de la vida de Nuestra Señora; un cuadro grande Nuestra Señora del Rosario con su marco dorado; dos dichos de a tres cuartas con sus marcos dorados de San María Egipciaca, y Santa María Magdalena; dos dichos más pequeños de la Adoración de los Reyes de algo más de vara y media […] un cajón con el Señor San Joseph de bulto con su diadema y Azucena de plata; otro cajón dicho con nuestra Señora de la Concepción […]”, ACC, Notarial, Notaría primera, t. 52, leg. I, 1783, ff.207r.-210v. 26 Doctor Don Martín Prieto de Tobar; Don José Montenegro, “Causa mortuoria del Capitán Juan de Valderrama”, Popayán, 1744, en ACC, Sección Colonia, Fondo Judicial, Serie Sucesiones, sig. 9983, ff.10v.-11v; 19v.-21r. 27 Según Philippe Ariès, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los hombres de las sociedades occidentales empezaron a darle a la muerte un nuevo sentido, ligado a una muerte individual. Philippe Ariès, El hombre ante la muerte (Madrid: Taurus, 1999), 23-38. Véase, también, Regina Abreu, “Entre a Nação e a Alma: quando os mortos são comemorados”, Estudos Históricos 7: 14 (1994): 207-209. 28 Norbert Elias, Mi trayectoria intelectual (Barcelona: Península, 1995), 81-87. 29 Sobre el tema del miedo en las sociedades coloniales, véase Pilar Gonzalbo Aizpuru, Anne Staples y Valentina Torres Septién, eds., Una historia de los usos del miedo (México: El Colegio de México/Universidad Iberoamericana, 2009), 21-33 y 141-158.

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estados emocionales se expresan con claridad en el lenguaje melancólico de las cartas, correspondencias y memorias testamentales. Los registros ilustran el pensamiento de los hombres del Nuevo Reino durante su edad adulta, ante la inminencia de la muerte por un viaje repentino, una enfermedad o la vejez30. Leídos en detalle, los miles de testamentos que reposan en los fondos notariales pueden indicar qué tanta incidencia tenía el mundo de las devociones religiosas en el comportamiento de las personas y cómo los gremios de artesanos, comerciantes, forasteros, terratenientes, clérigos, esclavos y libertos afianzaban el estatus ante los demás por medio de las mandas post mortem que hacían para mantener celebraciones y devociones31. Las mujeres, viudas, casadas, solteras, beatas y monjas, a la hora de morir, dejaban entrever cuál era el mundo de sus creencias y manifestaban abiertamente sus contribuciones en misas por la salvación de su alma, hacían ofrendas a las cofradías y precisaban sus disposiciones caritativas en favor de esclavos, pobres, menesterosos y enfermos. Aunque tenemos plena conciencia de que algunos de estos lenguajes representan idealizaciones de la vida después de la muerte —imágenes desiderativas que lo que transmiten es cómo debía ser la vida en el paraíso—, también es necesario recordar que la enfermedad, la inseguridad y el temor ante la muerte aumentaban considerablemente la devoción y la fe, y que tales idealizaciones influían en el mundo de las creencias dentro del vecindario local y sus cofradías. Al comparar la imagen que muestran los testamentos y la que se desprende de la revisión de las actas de defunción, se observa que miles de personas morían en medio del dolor y de la inmundicia; constantemente, las malas cosechas hacían escasear el pan para los pobres y menesterosos. Así, por ejemplo, en la ciudad de Popayán murieron 2.957 personas entre 1766 y 1807, en tanto que en Cartago el número de muertos para ese mismo período fue de 3.721. Pero fue entre 1772 y 1789 el tiempo en que murió el mayor número de personas en ambas ciudades, un total de 3.040. Fue también en este período en el que florecieron la devoción y

30 Lucía y Jerónima Bolaños; el Alférez Toribio Valverde y Arias y otros, “Mortuoria de Isidra Muñoz de Ayala, vecina de Cali”, Popayán, 18 de marzo de 1774, en ACC, Colonia, Judicial, Sucesiones, sig. 10421, ff.4r.-4v; Archivo Histórico de Cali (AHC), Cali-Colombia, Sección Notarial, Fondo Notaría segunda, t. 5, libro de 1774, ff.47v.-50r; ACC, Notarial, Notaría primera, t. 39, leg. IV, 1761, ff.161v.-162v; ACC, Notarial, Notaría primera, t. 40, leg. III, 1762, ff.128r.-130r; Don José de Caldas; Don Miguel Antonio Marlés; Don Juan Antonio Casanova y otros, “Causa mortuoria de Don. Alonso José Ortero del Real”, Popayán, 16 de diciembre de 1762, en ACC, Colonia, Judicial, Sucesiones, sig. 10319, ff.20 y 49r. 31 Cristóbal Romero Donoro Clara de Tobar; Don Toribio Díaz y otros, “Juicio de oposición a los bienes de Tomás Buitrago”, Popayán, 29 de febrero de 1707, en ACC, Colonia, Judicial, Sucesiones, sig. 9742, ff.4v.-5r; ACC, Notarial, Notaría primera, t. 44, leg. II, 1771, f.117r; ACC, Notarial, Notaría primera, t. 47, leg. I, 1775-I), f.148r.

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las fiestas religiosas de Popayán y otras ciudades del Nuevo Reino de Granada32. El entorno urbano de la plaza Mayor, las calles y las puertas de los templos y conventos se estremecían con la presencia de cientos de mendigos, lisiados y enfermos33. Sin duda, los contrastes y las diferencias entre las personas eran más marcados en aquellos tiempos que en la actualidad. El miedo al pecado podía generar grados de arrepentimientos, ascetismo, autoflagelación y penitencia inmoderados: “El miedo ante el castigo después de la muerte, el miedo por la salvación del alma se apoderaba a menudo y sin aviso de pobres y ricos. Para sentirse más seguros, los príncipes levantaban templos y monasterios; los pobres rezaban y se arrepentían”34. El miedo al infierno era fomentado por la Iglesia, y ese temor era uno de los pilares de la devoción y la fe. Como ha señalado acertadamente la historiadora Solange Alberro, las vivencias religiosas participaban en la esfera de lo inmanente —concreto, objetivo, terrenal— y en la de lo trascendental y sobrenatural, y las reforzaban35. En ese sentido, entonces, “[…] al hacer depender la salvación eterna del ser humano de su destino terrenal, se establecía una correspondencia directamente complementaria entre las dos esferas [la terrenal y la sobrenatural]. Así, el ser humano recibía al nacer la protección sobrenatural de uno o varios santos cuyos nombres le eran atribuidos en el bautizo y durante toda su vida, el generoso panteón católico le brindaba el amparo de cuantos santos se especializaban en la prevención y curación de todas las dolencias físicas y morales que suelen agobiar al género humano”36.

32 P. Manuel Castellanos, Superior, “Libro donde se escriben los que mueren”, Popayán, 27 de agosto de 1807, en ACC, Sección Colonia, Fondo Eclesiásticos, Serie Órdenes Sagradas, sig. 9640, ff.1r.-132v. Archivo Histórico de Cartago (AHCo), Cartago-Colombia, Sección Iglesia Parroquial San Jorge, Fondo Libros de entierros de la Iglesia parroquial de San Jorge, Libro cuarto de entierros, sig. 1P/D/10-3/, 1763-1787, ff.1r.173r.; Libro quinto de entierros, sig. 1P/D/10-4, 1787-1798, ff.1r.-153r.; Libro sexto de entierros, sig. 1P/D/11-1,1798-1812, ff.1r.-106v. 33 Aunque no es fácil encontrar descripciones precisas sobre los estados de salud de las personas y las penosas situaciones que vivieron para soportar la enfermedad, quizás sean los testamentos, las partidas de defunción, los inventarios de los juicios de sucesión y los interrogatorios en los procesos criminales, entre otros documentos, los que ofrecen los testimonios más generosos y la información más detallada sobre las percepciones que la gente tenía sobre la salud en el momento de morir. Así pues, Jacinta de Correa, natural de la ciudad de Popayán, expresaba en su testamento que: “[…] en ocho años de enfermedades graves y achaques que he padecido el dicho mi marido largamente ha gastado no solo los dichos quinientos patacones sino es otros quinientos más suyos en medicinas, ingredientes y curas que se me han hecho y en el sustento de dicho tiempo […]”, Popayán, 25 de septiembre de 1680, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 15, 1680, f.165r. Véase además “Testamento de Manuel José de Vergara, color pardo”, Popayán, 13 de febrero de 1805, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 70, leg. III, 1805, ff.12v.-15v. 34 Norbert Elias, La soledad de los moribundos (México: FCE, 2009 [1982]), 38. Sobre la experiencia de la muerte, véase Hans-Georg Gadamer, El estado oculto de la salud (Barcelona: Gedisa, 2011), 77-85. 35 Solange Alberro, “Los efectos especiales en las fiestas virreinales de Nueva España y Perú”, Historia Mexicana LIX: 3 (2010): 837-875. 36 Solange Alberro, “Los efectos especiales”, 840-841.

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Por informes de cronistas e historiadores locales, se sabe que la devoción al santo Ecce Homo tenía su arraigo entre el vecindario desde principios del siglo XVII (1612)37. Ahora bien, fueron el crecimiento poblacional, la expansión de los yacimientos mineros y los temores por las pestes, las sequías, las plagas y los temblores continuos los que impulsaron la dinámica social y el arraigo del culto entre los demás vecinos de la ciudad y otras comarcas. El origen de la devoción al santo Ecce Homo, en la ciudad de Popayán, y el culto que se le rendía a la Virgen de la Candelaria, en la villa de Medellín, ilustran claramente que el momento en que muchas de las devociones religiosas se consolidaron fue la segunda mitad del siglo XVII. La crisis económica desatada en ese medio siglo afectó a tal punto la vida en la ciudad y el campo que los hacendados y ganaderos de Cartago, Buga, Cali, Popayán y la provincia de Antioquia se lamentaban por la repentina muerte de sus ganados, al tiempo que los cabildos de esas ciudades se vieron en la obligación de enlistar, por semanas y meses, a quienes serían los encargados de suministrar los ganados para el abasto de carne y garantizar el consumo de esa fuente de proteína entre el vecindario38. Además, en esos centros urbanos, los miembros del clero y los mayordomos de las cofradías organizaban rogativas e imploraban a los santos patronos que desterraran el hambre y las demás necesidades que había ocasionado la crisis, la cual se mantuvo desde 1678 hasta los primeros años del siglo XVIII39. Así, en julio de 1684, Gerónimo de Berrio le escribía al teniente de gobernador don Baltasar Prieto de la Concha, para informarle que: “Cada día ai nuevos cuidados y pesares, como vuestra merced habrá sabido por las cartas escritas de cómo se me murió mi Médico Diego Romero, criado mío de más de veinte años y de toda mi confianza y que no es decible la falta que me ha hecho; este lugar esta apestadísimo con unos dolores de costado que nos duran cuatro días y que muere infinidad de gente, y Don Ambrosio de Salazar casi de repente, doña Francisca de Aragón y una hija de don Gregorio de Bonilla y otros muchos que no refiero, y en medio de todo me da cuidado lo que me escribe don Bartolomé Estupiñán de las Barbacoas, cuia carta verá vuestra merced y sin alborotarse, ni el lugar será bueno estar

37 Manuel Antonio Bueno y Quijano, Historia de la diócesis de Popayán (Bogotá: Biblioteca de Historia Nacional, 1945), 81-96; José María Arboleda Llorente, Popayán y la Semana Santa, sus templos y sus procesiones (Popayán: Editorial Universidad de Popayán, 1953); Jaime Fletcher Feijóo, Procesiones de Semana Santa en Popayán (Popayán: Talleres Editoriales del Departamento, 1950); Hedwig Hartmann y María Cecilia Velásquez, Cofradías, rogativas y fiestas religiosas en Popayán (Bogotá: AGN, 2004). 38 Don Gregorio de Bonilla, “Continuación de la causa promovida por Don Gregorio de Bonilla”, Popayán, 13 de marzo de 1687, en ACC, Colonia, Judicial, Civil, sig. 8066, f.341r. 39 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 5, leg. I, 1668, ff.13r.-70r; AHC, Sección Colonia, Fondo Cabildo, t. 10, Libro de 1731, ff.315r. y ss.

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prevenido y despachar un chasqui al puerto de la Buenaventura a Serrano para que esté con alguna prevención y que si necesitare de gente lo avise y se le remita por esa ciudad. Ya habrán corrido allá las buenas nuevas de El Chocó, que confío en Dios y en la Virgen hemos de tener buen suceso, pero es menester prevenir que coman aquellos soldados, que escriben no quieren carne ni cuscús […]”40.

Tales momentos de crisis y las respuestas de las sociedades locales a los retos que implicaron han sido levemente señalados como de mera influencia en las economías locales. Ahora bien, esta coyuntura e incertidumbre ante la vida repercutieron de manera significativa en la aparición de nuevos cultos y fiestas religiosas, además de haber sido usadas por las órdenes religiosas para amonestar a los fieles a llevar una vida entregada a la devoción y la religiosidad trazadas por las parroquias. Durante la era preindustrial, las alteraciones más leves en los ritmos climáticos podían tener efectos profundos en las cosechas y las redes de abastos de alimentos41. Estas dislocaciones de la vida material interactuaban con las formas de organización social y las convicciones culturales en modos que, aunque difíciles de explorar, se reflejaban en los sentimientos colectivos y personales a través de la devoción, la tristeza y el miedo. En tal sentido, preocupados por el daño que estaba ocasionando el invierno, en 1714, los cabildantes de Popayán expresaron, “[…] que se halla esta ciudad atribulada con la continuación de las aguas de que resulta total perdida de las cementeras y granos, y se acordó que este dicho cabildo vaya al convento del Señor Santo Domingo y pida al Reverendo Padre Fray de él se saque la imagen de Nuestra Señora del Rosario y se ponga en novena y rogativa para que se apiade su divina Majestad y conceda alguna serenidad y para ello cada uno de los señores de dicho cabildo según sus antigüedades alumbrará un día a la misa y rosario a que asistirá todo este dicho cabildo y lo mismo harán todos los vecinos de esta dicha ciudad a quienes se les dará noticia y al fin de dicho novenario se sacara dicha imagen de Nuestra Señora en procesión por la Plaza Mayor y calles acostumbradas y para dicho día se convidarán las Religiosas y clerecía […]”42.

En ese mismo sentido, fue al finalizar el siglo XVIII que se le hicieron cuatro rogativas consecutivas al Ecce Homo: el 7 de marzo de 1786 (invierno), el 7 de enero de 1787 (epidemias de sarampión y viruelas), el 8 de mayo de 1788 (comején) y el 7 de julio de 1800 (comején).

40 AHC, Colonia, Cabildo, t. 8, ff.290r.-290v. 41 Fernand Braudel, Civilización material, economía y capitalismo, siglos XV-XVIII. Tomo I. Las estructuras de lo cotidiano: lo posible y lo imposible (Madrid: Alianza Editorial, 1984), 75-129. 42 “Al haber una certificación de los problemas presentados por los asientos en una ceremonia”, Popayán, 11 de diciembre de 1714, en ACC, Sección Colonia, Fondo Cabildo, t. 8, Libro de 1714, leg. 11, f.26r.

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El 7 de marzo de 1786 el Cabildo de Popayán acordó que el Mayordomo de Propios debía gratificar con 50 pesos al padre Gerónimo de Roa, del Colegio de los Padres Agonizantes Ministros de los enfermos de San Camilo, por las “[…] pláticas morales en que se ejercitó en los nueve días del novenario que se hizo a solicitud de este Ilustre Cabildo a la milagrosa imagen del Santo Ecce Homo de la Ermita de Belén que al efecto se bajó a la Santa Iglesia Catedral de esta ciudad por las muchas aguas que la afligían [...]”. Dos años más tarde, el 8 de mayo de 1788, los miembros del Cabildo recurrieron a las divinas clemencias de los Prelados del Colegio Seminario y Capellanes de los Monasterios para conjurar la plaga de comején que cada día aumentaba, ocasionando daños en las maderas y amenazando la decadencia de los edificios, y que como siempre se había encontrado el remedio en el divino amparo del santo Ecce Homo. Así, mandaron que se hiciera: “[…] una rogativa en que procesionalmente todo el pueblo con los dos Cabildos el clero y comunidades llevándose la sagrada reliquia del Lignum Crucis suba a dicha Capilla el día 8 del mes inmediato de Junio en que se celebrara la festividad de los 15 Santos Auxiliadores, y allí se ofrezca el santo sacrificio de la misa en donde con la expiación de culpas único origen de las adversidades comunes, y de la general tribulación y confianza de los pueblos, se enciendan los más rendidos votos de humillación y confianza. Cuya rogativa en el día citado y en los términos expresados será perpetua, y concluida la misa se echara el conjuro conforme el ritual romano. […]”43.

3. Los artesanos, el comercio y la devoción En Popayán, los artesanos, al ser devotos del santo Ecce Homo, tenían en sus casas y tiendas cuadros, estampas e imágenes para rendirle culto al santo de la Ermita de Belén. El herrero Andrés de la Cruz y el carpintero Pedro Mejía, al otorgar sus testamentos, demostraron su devoción hacia el santo. Andrés, el 7 mayo de 1744, declaró tener “un cajón grande con un cuadro de Nuestra Señora de Chiquinquirá; un crucifijo; un San Juan; San Agustín; Santa Gertrudis; San Sebastián; un Ecce Homo; otra Virgen y San Joseph, la advocación de

43 “Pedimento al mayordomo para que haga entrega por libramento al alcalde”, Popayán, 7 de marzo de 1786, en ACC, Colonia, Cabildo, t. 33, Libro de 1786, leg. 10, ff.12r.-13r; “Se expide libramento contra el mayordomo de propios para que corra con los gastos”, Popayán, 15 de enero de 1787, en ACC, Colonia, Cabildo, t. 34, Libro de 1787, leg. 3, f.5r; “Se congregaron el regidor y el cabildo”, Popayán, 8 de mayo de 1788, en ACC, Colonia, Cabildo, t. 34, Libro de 1788, leg.11, ff.14v.-16r; “Se trató sobre la epidemia del comején”, Popayán, 7 de julio de 1800, en ACC, Colonia, Cabildo, t. 43, Libro de 1800, leg. 18, f.12v.

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San Joseph, y un Jesús todo de madera […]”44. El 27 de noviembre de 1758, un tal Pedro, quien se desempeñaba como carpintero, mandó se le dieran “2 reales a la cofradía del Santo Ecce Homo”45. Años más tarde, la revolvedora de chicha Mariana Inca, de 55 años de edad y tía del maestro carpintero Estanislao del Campo, dispuso, el 19 de mayo de 1807, que a su sobrina María Francisca Urbano de Lara se le entregara “el cuadro de nuestra Señora de los Dolores y el del Santo Ecce Homo […]” y que le hacía tal donación con la expresa voluntad de que la encomendara a Dios46. Ahora bien, en febrero de 1810, el tendero don Mariano Pino declaró tener en su tienda imágenes y lienzos diversos, “un cajoncito de nuestra señora de Chiquinquirá y otro grande con sus puertas doradas, en que está Nuestra Señora del Carmen, dos ángeles y dos santicos de bulto […] un señor Ecce Homo mediano, con sus angelitos a los lados […] un San Vicente Ferrer y San Judas Tadeo de bulto, […] un San Antonio de bulto, en su cajón dorado por dentro y un niño Dios dentro de una urna de cristal perteneciente a mi mujer, mando se le entreguen […]”47. Muchos otros herreros, carpinteros, sastres, albañiles, pintores, plateros y doradores, entre otros maestros, oficiales y aprendices, tenían en el santo Ecce Homo el referente principal de sus devociones y creencias; y le dejaron mandas puntuales en sus testamentos para que se conservara el templo y se renovaran muchos de los objetos y reliquias que servían para embellecer ese culto. En ese sentido, hay que mencionar también cómo la devoción al santo sirvió de mecanismo mediador para que los artesanos y mercaderes recién llegados fueran reconocidos por el resto del vecindario, pues al convertirse en cofrades y devotos, fueron borrando su pasado y sus orígenes en una ciudad cuyas élites los miraba con desprecio. En este universo de la “economía moral de las devociones” se aprecia de qué manera se buscó fortalecer la idea según la cual las gentes del común debían rendirle culto a Dios por medio del trabajo de sus manos, para lo cual debían estar organizados en cofradías según los distintos cuerpos sociales48. Entonces, el hecho de que la devoción y la fiesta que la acompaña surgieran por iniciativa de un negro libre ‒‒Juan Antonio de Velasco‒‒, que luego se hizo comerciante, explica también cómo el mundo de las devociones locales en el Nuevo Reino de Granada estaba atado a las

44 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 32, leg. II, 1744, f.29v. 45 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 38, leg. II, 1758, ff.111r.-112v. 46 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 73, leg. III, 1808, f.114r. 47 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 75, leg. II, 1810, f.13v. 48 Beatriz Rojas, “Los privilegios como articulación del cuerpo político. Nueva España, 1750-1821”, en Cuerpo político y pluralidad de derechos. Los privilegios de las corporaciones novohispanas, coord., Beatriz Rojas (México: Cide/ Instituto Mora, 2007), 45-84.

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redes del comercio y a la comunicación entre las gentes de la península Ibérica y los recién llegados a las tierras de las Indias. Esa red de las “economías espirituales” se fortalecía en las triquiñuelas del mundo de los negocios entre vecinos y comerciantes, al introducir diferentes artículos en los que había abundantes bienes de consumo religioso49. No menos importante fue la impronta que los comerciantes, artesanos, forasteros, gente libre y esclava les imprimieron a las devociones religiosas en todos los territorios del Nuevo Reino de Granada. Y el hecho de que Juan Antonio de Velasco hubiese sido reconocido como un hombre de “color pardo”50 por el alférez real Blas de Osorio el 28 de enero de 1695, mientras se realizaba la transacción de tres piezas de esclavos, indica también la incidencia que las gentes mulatas y mestizas tuvieron en la consolidación de muchas devociones y fiestas que todavía tienen vigencia en Colombia, como es el caso de la devoción y celebración de la fiesta al Ecce Homo en Popayán, Valledupar y el arrastradero de San Pablo, en el Chocó. Los alcances del mestizaje cultural, fortalecido gracias a las devociones religiosas, apenas han sido explorados por los historiadores colombianos y extranjeros51. Es de resaltar que, en otros contextos, los artesanos también fueron el soporte para consolidar algunas devociones a los santos y a las distintas advocaciones marianas, tal como se expresó en la cristalización de la devoción que se le rendía a la Virgen de la Candelaria en la villa de Medellín, mucho tiempo antes de que fuera erigida en villa, el 2 de noviembre de 1675. Así, en las últimas décadas del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII, los artesanos fueron los artífices de la devoción y la fiesta de la patrona. En efecto, el 29 de junio de 1782, el maestro de carpintería Lucas Quiroz, ante la inminencia de la muerte, escribió su testamento, y en una de sus cláusulas manifestó tener: “[...] 27 cuadros chicos y grandes de estampas de papel; 3 lienzos: Santa Gertrudis, Chiquinquirá y el tránsito del Señor San José. Y también 3 Cristos: uno encarnado y dos sin encarnación; 6 medianos de plano sin encarnación. Y también un San José, un San Antonio, un San Vicente Ferrer de bulto, una Dolorosa con su marquito dorado y su cajón; un nacimiento con el Señor San José; la Virgen y el Niño con sus pastores, buey y mula en su portal, una mesita de una vara con sus pies torneados [para colocar este motivo religioso en el cuarto de dormir] [...]”52.

49 Popayán, 28 de julio de 1706, en ACC, Colonia, Judicial, Sucesiones, sig. 8157, ff.5r.-5v. 50 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 16, leg. I, 1695, ff.31r.-33r. 51 Joanne Rappaport, “¿Quién es mestizo? Descifrando la mezcla racial en el Nuevo Reino de Granada, siglos XVI y XVII”, Varia Historia 25: 41 (2009): 43-60. 52 Archivo Histórico de Antioquia (AHA), Medellín-Colombia, Sección Notarial, Fondo Escribanos de Medellín, Escribano Josep Lotero, 1782, ff.86r.-88.

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Pero tal vez lo que más atormentaba la consciencia de Lucas Quiroz era el hecho de que la vida no le alcanzara para pagar varias promesas, novenas y mandas que tenía prometidas a diversas advocaciones religiosas, a pesar de que se había gastado parte de su vida realizando obras para el templo de la Candelaria, la ermita de la Veracruz y los clérigos de la villa de Medellín, entre los que se destacaba el vicario don Salvador de Villa y Castañeda. En un tono quizás bucólico y lastimero, Lucas Quiroz registró: “[…] también debo unas novenas a Nuestra Señora de Sopetrán, dobles con sus misas en la misma conformidad. Y también dos visitas y una pierna de cera de lo que pudiere. Y también unas novenas a mi Señora de Chiquinquirá del pueblo de la Estrella con misa cantada. Y también al Señor San Lorenzo otras dos novenas con su misa; y también las visitas siguientes: a mi señora de la Candelaria, a mí señora de los milagros, a mí señora de Chiquinquirá en la parroquia de San Diego, en Hato Grande [Girardota], a San Francisco de Paula y al señor San Benito […]”53.

Sin embargo, no sólo los artesanos de Medellín estaban vinculados con las fiestas religiosas y las obras de arte para el ceremonial católico. En la ciudad de Popayán hubo casos significativos, como los del maestro mayor de pintura y dorador Pedro Tello, quien el 11 de agosto de 1804, al redactar las instrucciones en las que precisaba algunos aspectos de su testamento y anterior codicilo, hacía hincapié en que las tres tiendas que poseía en el marco de la ciudad se le dieran al hospital de mujeres, para que, con sus arrendamientos, “se le diga misa a las enfermas todos los domingos y días festivos del año, aplicándose dichas misas por el alma de mi esposa y la mía, y que del remanente que quedare de los arrendamientos sean para el servicio de las pobres enfermas para que se lleve a debido efecto esta mi voluntad cuando llegare el caso prevenido, sacará mi albacea en forma de esta cláusula y la pasará a los padres del hospital para que la archiven y sepan que en todo tiempo que no se cumpliese […] tienen derecho a reclamar por dichas tres tiendas y hacerse cargo de ellas […]”54. En efecto, cientos de esclavos y personas pertenecientes a las “culturas populares”55, como fue el caso de los artesanos, participaron como cofrades y devotos, e hicieron donaciones para el santo y su ermita56. Sin duda, las características de la ciudad de Popayán como cabeza de gobierno de una extensa jurisdicción y la predominancia de un clero bien cohesionado aumentaron las

53 AHA, Notarial, Escribanos de Medellín, Escribano Josep Lotero, 1782, f.88r. 54 ACC, Notarial, Notaría primera, t. 69, Libro de 1804, leg. I, f.116v. 55 Al respecto, véase: Peter Burke, La cultura popular en la Europa moderna (Madrid: Alianza Editorial, 2005 [1978]). 56 Popayán, 27 de abril de 1689, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 17, leg. II, 168, ff.63r.-64r.

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posibilidades de que los artesanos participaran activamente en las fiestas religiosas y en la transformación urbana de la ciudad. Ese culto, establecido por un negro libre a finales del siglo XVII, es el referente religioso con el que la “sociedad payanesa” construye su identidad religiosa y articula su patrimonio inmaterial en las celebraciones de Semana Santa. Se trata de un hecho histórico con implicaciones profundas para entender el desarrollo social de la “ciudad blanca”. Pero, ¿quién era Juan Antonio de Velasco? A pesar del silencio que han guardado los historiadores locales de Popayán, las fuentes son incontrovertibles. El 20 de agosto de 1670, Francisco de Aranda Centeno, presbítero, cura y vicario de la ciudad de Almaguer, acudió ante el alcalde ordinario de Popayán, don Cristóbal de Mosquera Figueroa, para formalizar una escritura de libertad de un esclavo, en la que: “[…] dixo que por cuanto Juan Antonio de Velasco de hedad de diez y nuebe años poco más o menos es su esclabo, y le a servido desde su niñes con toda fidelidad sin aber faltado en cosa alguna, y que le consta que es hijo de padre noble, y que prosede con berdad en esta ciudad porque es querido de los vecinos de ella, y se aplica a tratar y buscar su vida sin escándalo, ni haser agrabio a ninguna persona, antes le consta al otorgante que con lo que puede socorre con limosna a los pobres, y no se le conoce vicio ninguno, y se halla inclinado a la birtud, y a las cosas del servicio de Dios Nuestro Señor; por cuias caussas, y por otras muchas que pudiera expresar en crédito del dicho Juan Antonio de Velasco y considerando el otorgante tiene bastante mente para su congrua y que se halla de edad y sin obligaciones urgentes y legítimas a quien socorrer y de faltar de esta vida quedará perpetuamente esclabo el dicho Juan Antonio de Velasco y habrá faltado el otorgante en esta parte al descargo de su conciencia por no aber acudido a obligación tan precisa y demás de todo lo referido a dado el dicho Juan Antonio cien patacones de a ocho reales en moneda corriente […]”57.

Juan Antonio de Velasco, una vez alcanzó su condición de libre, se dedicó a servir como fiel y colaborador devoto cristiano de la mano del Convento de Monjas de la Encarnación, con asiento en la ciudad de Popayán. Este aspecto, que ha sido callado intencionalmente por los preservadores de las devociones religiosas en Popayán, pone de presente el éxito evangelizador del clero sobre la población esclava y las oportunidades que podían tener los negros libres en los espacios urbanos, una vez se habían zafado del sistema esclavista y sus amos. La experiencia histórica del negro libre Juan Antonio de Velasco, como el iniciador de un culto religioso que se ha mantenido por más de tres siglos, es apenas un indicador de lo que estaba pasando

57 “Carta de libertad de Juan Antonio de Velasco”, Popayán, 20 de agosto de 1670, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 13, leg. II, 1670, f.56r.

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con el mundo devocional y festivo en algunas ciudades y villas del Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVII. Además, sirve para explicar por qué esa devoción al santo Ecce Homo ha estado tan arraigada entre las gentes humildes de Popayán. Ese carácter popular del santo Ecce Homo se evidencia también en el crisol de diversiones que acompañan su festividad, a pesar de los lamentos del clero y los dogmas que impone la Iglesia. En la mayoría de las sociedades preindustriales, el siglo XVII representó un momento de efervescencia religiosa, quizás por las reiteradas crisis que sufrieron las gentes en ese entonces, tanto en Europa como en Hispanoamérica. Una reacción habitual de los católicos del siglo XVII para buscarle paliativos a la crisis fueron la intercesión, la fundación y ampliación de centros de peregrinación dedicados a la Virgen María y a los santos58. De igual manera, las devociones religiosas alcanzaron en la segunda mitad del siglo XVII el momento de su mayor esplendor. Las cofradías, como organizaciones de devotos y fieles en torno a una devoción, cumplieron una labor sin precedentes en la construcción de la Ermita de Belén y la difusión del fervor al santo entre el vecindario local y sus creencias. Imagen 2. Firma y rúbrica de Juan Antonio de Velasco en 1670, en el momento de comprar su libertad

Fuente: firma y rúbrica de Juan Antonio de Velasco, 1670, en ACC, Notarial, Notaría primera, t. 13, leg. II, f. 56v.

Conclusiones El aumento de las advocaciones religiosas durante los siglos XVI y XVII no fue un fenómeno sólo de la época de “las calamidades españolas”, sino que también trastocó la vida y la devoción en los territorios de Indias. Con este caso específico del culto al santo Ecce Homo en

58 Geoffrey Parker, El siglo maldito. Clima, guerras y catástrofes en el siglo XVII (Barcelona: Planeta, 2013), 1001-1002.

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la ciudad de Popayán, y las referencias sobre la Virgen de la Candelaria de Medellín, queda claro que en las principales ciudades del Nuevo Reino también creció vertiginosamente este fenómeno, y que estuvo directamente asociado a los padecimientos humanos y las reiteradas crisis del siglo XVII. En este artículo se logró mostrar cómo en la sociedad de Popayán, las redes entre comerciantes, oficiales de la Corona, artesanos y esclavos eran más profundas de lo que ha señalado la historiografía tradicional, pues la devoción al santo Ecce Homo y demás advocaciones religiosas muestran claramente que estaban atados por vínculos de interdependencia y figuraciones soportadas en la fe cristiana y en el mundo de la vida. Esos niveles de interdependencias entre las culturas populares y de élite se hacían más visibles a través del torbellino de creencias incentivadas por las crisis, que afectaron la vida en la ciudad y el campo. Además, es de resaltar el carácter cohesionador de las cofradías como agremiaciones de fieles y devotos, así como matriz de las devociones y fiestas religiosas. La condición de pardo, u hombre de color, de Juan Antonio de Velasco muestra las incidencias del mestizaje cultural en muchas devociones religiosas e indica también la continuidad que ha tenido el culto al santo Ecce Homo como una devoción propia de las culturas populares, la cual se observa en la actualidad en la celebración de la Semana Santa y en las rogativas que aún se hacen para conseguir el favorecimiento de “El Amo” de Popayán. Sin duda, el aspecto más importante de este artículo consiste en haber sacado del olvido los orígenes sociológicos de este culto y en haberle devuelto la identidad a quien fuera el fundador y patrono de tal devoción, el pardo Juan Antonio de Velasco. Finalmente, en esta economía de la salvación queda suficientemente demostrado que los cultos y devociones están anclados en la cultura material (objetos, reliquias y emplazamientos), por lo que se hace necesario estudiar simultáneamente las relaciones de interdependencia entre estructuras mentales y materiales, como bien señaló Georges Duby en los Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo59.

Bibliografía Fuentes primarias Archivos: Archivo Central del Cauca (ACC), Popayán-Colombia. Sección Colonia, Fondo Cabildo; Fondo Judicial, Serie Civil, Serie Sucesiones; Fondo Eclesiásticos, Serie Órdenes Sagradas. Sección Notarial, Fondo Notaría primera.

59 Georges Duby, Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo (Madrid: Taurus, 1992).

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Orián Jiménez Meneses

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Esclavitud, libertad y devoción religiosa en Popayán. El santo Ecce Homo y el mundo de la vida de Juan Antonio de Velasco, 1650-1700

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El devenir de los árboles: ejemplares históricos vinculados a José de San Martín (siglos XIX y XX)Ï

María Elida Blasco

Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Licenciada en Historia de la Universidad Nacional de Luján (Argentina) y Doctora en Historia de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Integrante del grupo de trabajo Historia Argentina del Siglo XX del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “La intervención de los historiadores en la organización del Museo Histórico del Cabildo y la Revolución de Mayo (Buenos Aires —Argentina— 1938-1943)”, Patrimonio e Memoria 10: 1 (2014): 4-27; “El peregrinar del gaucho: del Museo de Luján al Parque Criollo y Museo Gauchesco de San Antonio de Areco”, Quinto Sol 17: 1 (2013): 1-22; y “Museografía y recreación de la historia: la formación del Museo Pampeano y Parque ‘Los Libres del Sur’ (Chascomús, 1939-1943)”, Corpus. Archivos virtuales de la Alteridad Americana 3: 1 (2013): 2-18. eliblasco@yahoo.com.ar

Artículo recibido: 21 de octubre de 2013 Aprobado: 06 de marzo de 2014 Modificado: 02 de abril de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.02

Ï Este trabajo es producto de una investigación más amplia sobre los agentes que intervinieron en la emergencia, el desarrollo y el diseño de políticas culturales vinculadas a la divulgación de la historia y a la construcción de la memoria colectiva en Argentina durante la primera mitad del siglo XX. La misma se encuentra financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y se desarrolla bajo la dirección del profesor Alejandro Cattaruzza. La autora agradece los valiosos comentarios de Joel Horowitz, Raúl Fradkin y de los integrantes del grupo de trabajo sobre Historia Argentina del Siglo XX del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”. También, a los evaluadores anónimos, cuyas sugerencias contribuyeron a mejorar la calidad del artículo.

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El devenir de los árboles: ejemplares históricos vinculados a José de San Martín (siglos XIX y XX)

El devenir de los árboles: ejemplares históricos vinculados a José de San Martín (siglos XIX y XX) Resumen: Este artículo propone reconstruir la historia de un tipo de práctica cultural desarrollada en Argentina, entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX, que propició la producción, la reproducción y el consumo de argumentos que asignaron valor histórico a los asociados a José de San Martín (1778-1850), considerado “padre de la Patria” dentro del panteón de próceres de Argentina. Así, pues, el objetivo general es analizar las particularidades de los procesos de construcción de relatos de la nación, enfatizando en el culto a los “héroes” y explorando el surgimiento de entidades en las cuales se depositaron sentimientos identitarios asociados a ellos. Palabras clave: Argentina, historia nacional, memoria colectiva, identidad nacional, José de San Martín.

The Future of Trees: Historical Specimens Linked to José de San Martín (19th and 20th Centuries) Abstract: This article seeks to reconstruct the history of a type of cultural practice developed in Argentina between the end of the 19th century and the middle of the 20th century, which propitiated the production, reproduction and consumption of arguments that assigned historical value to the associates of José de San Martín (1778-1850), who is considered the “Father of the Country” within the pantheon of the founding fathers of Argentina. Hence, the general objective is to analyze the particularities of the process of constructing the foundational myths of the nation, emphasizing the cult of the “heroes,” and exploring the rise of entities in which the feelings of national identity associated with them are enshrined. Keywords: Argentina, national history, collective memory, national identity, José de San Martín.

O devir das árvores: exemplares históricos vinculados a José de San Martín (séculos XIX e XX) Resumo: Este artigo propõe reconstruir a história de um tipo de prática cultural desenvolvida na Argentina, entre o final do século XIX e meados do século XX, que propiciou a produção, a reprodução e o consumo de argumentos que deram valor histórico aos associados a José de San Martín (1778-1850), considerado “pai da pátria” dentro do panteão de próceres da Argentina. Deste modo, o objetivo geral é analisar as peculiaridades dos processos de construção de histórias da nação, enfatizando o culto aos “heróis” e explorando o surgimento de entidades nas quais se depositaram sentimentos de identidade associados a eles. Palavras-chave: Argentina, história nacional, memória coletiva, identidade nacional, José de San Martín.

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Introducción

E

n noviembre de 2012 la prensa argentina anunció con dramatismo que el pino que habría dado sombra a José de San Martín, luego de la batalla de San Lorenzo, librada el 3 de febrero de 1813 entre las fuerzas independentistas de las Provincias Unidas del Río de la Plata1 y el Ejército realista, podría desaparecer, debido a los efectos de un temporal. Los comentarios de los lectores culpaban al Gobierno nacional por el descuido al que, según aseguraban, estaba sometido el árbol. Luego del hecho, una comisión ad hoc de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario evaluó el estado general del enfermo y delineó los cuidados pertinentes. Nada pudo detener la agonía, ya que, según el informe técnico, fechado el 12 de enero de 2013, se declaró su muerte. Pero los especialistas conservaban esperanzas, debido a que esa misma semana advirtieron “[…] el nacimiento espontáneo de dos hijos proveniente de semillas debajo del pino original”2. La conservación de la descendencia parecía asegurada: la historia continuaba siendo tangible, posible de poder ser tocada. Inspirado por algunas de las formulaciones ya clásicas de Roger Chartier acerca de las representaciones colectivas, este artículo se propone indagar acerca de una serie de prácticas culturales que, a través de la producción de nuevos discursos simbólicos y representaciones, contribuyeron a nutrir el imaginario nacional y a redefinir las identidades colectivas de diversos grupos de la sociedad argentina. Sin duda, una categoría como representaciones sociales o colectivas no sólo ocupa un lugar central en las ciencias sociales contemporáneas, sino que atraviesa prácticamente casi todo su desenvolvimiento, sin que exista pleno consenso en la forma

1

El combate que culminó con la victoria patriota constituyó el bautismo de fuego del Regimiento de Granaderos a Caballo organizado por San Martín.

2

Sobre noticias en la prensa argentina, ver: Agencia Télam, “El pino que dio sombra al general San Martín podría desaparecer”, lanación.com, Buenos Aires, 26 de noviembre, 2012 <http://www.lanacion.com.ar/1530467-elpino-que-dio-sombra-al-general-san-martin-podria-desaparecer>; “Un árbol histórico en grave riesgo”, clarín. com, 27 de noviembre, 2012 <http://www.clarin.com/sociedad/arbol-historico-grave-riesgo_0_818318292. html>; Rubén M. Coniglio, “Comunicación. Pino Histórico de San Lorenzo. Un ejemplo de extensión desde nuestra Facultad”, Revista Agromensajes 35 (2013): 45.

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de entenderla3. Aquí, por tanto, se emplea en el sentido que le ha dado Chartier, al definir los esquemas generadores de los sistemas de clasificación y percepción como verdaderas instituciones sociales que incorporan bajo la forma de representaciones colectivas las divisiones de la organización social4. En particular, se centrará la atención en la construcción de un orden simbólico sobre los próceres nacionales, producido por los agentes sociales en Argentina entre fines del siglo XIX y mediados del XX, y sus posibles relaciones con las formas y categorías de percepción y de clasificación que buscaban imponerse desde el Estado. Estos modos de percepción son la manifestación de un proceso mucho más temprano y más amplio vinculado al culto a los héroes nacionales, que abarcó a toda Hispanoamérica y que cobró enorme centralidad con el desarrollo de la literatura e historiografía románticas, sin dejar de incidir en los modos en que se disputan las maneras de ver y entender el pasado5. De igual modo, se considera la producción de discursos históricos que han asociado la naturaleza autóctona a la cuestión de la construcción identitaria de la nación durante el siglo XIX. En este sentido, y siguiendo las consideraciones de Bronislaw Baczko, el interés se centra en prestarle preferente atención a ese tipo de representaciones colectivas a través de las cuales grupos o sociedades enteros construyen sus identidades y conforman su imaginario social, de modo que la dominación de ese campo de las representaciones constituye una aspiración central del poder estatal6. Por ello, aquí se consideran dos problemas centrales: por un lado, las particularidades de los procesos de construcción de discursos historiográficos, relatos e imágenes de la historia nacional, y, por el otro, el surgimiento de entidades en las cuales los grupos humanos han depositado

3

Véase al respecto, Carlos Andrés Charry Joya, “¿Nuevos o viejos debates? Las representaciones sociales y el desarrollo moderno de las ciencias sociales”, Revista de Estudios Sociales 25 (2006): 81-94. Un balance sobre las discusiones historiográficas en Argentina, en el número especial dedicado al Bicentenario de la Revolución de Mayo: Alejandro Cattaruzza, “Las representaciones del pasado: historia y memoria”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” 33 (2011): 155-192.

4

Roger Chartier, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural (Barcelona: Gedisa, 1992), 56.

5 Un análisis sobre la percepción del hombre sobre el pasado y cómo interviene en el presente, en David Lowenthal, El pasado es un país extraño (Madrid: Akal, 1998). Sobre el culto a los héroes nacionales, ver, entre otros, Manuel Chust y Víctor Mínguez, eds., La construcción del héroe en España y México (1789-1847) (Valencia: Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2003), y Frédérique Langue, “Reinvención del Libertador e historia oficial en Venezuela”, Araucaria 13: 25 (2011): 26-45. 6

Bronislaw Baczko, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas (Buenos Aires: Nueva Visión, 2005). Respecto a la materialidad de los discursos simbólicos en Francia, ver: Maurice Agulhon, Marianne au combat: l’imagerie et la symbolique républicaines de 1789 à 1880 (París: Flammarion, 1979); Marianne au pouvoir: l´imagerie et la symbolique républicaines de 1880 à 1914 (París: Flammarion, 1989). Sobre España, Carlos Serrano, El nacimiento de Carmen: símbolos, mitos y nación (Madrid: Taurus, 1999). Para América Latina, Ángela Arruda y Martha de Alba, coords., Espacios imaginarios y representaciones sociales. Aportes desde Latinoamérica (México: Anthropos, 2007).

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sentimientos de identidad hasta cristalizarlas en lo que con precisión ha sido calificado como “lugares comunes”7 constitutivos de lo que se considera el patrimonio cultural de la nación. Con este objetivo, se busca reconstruir la historia de un conjunto de prácticas culturales —consistentes en evocar, rastrear, coleccionar, exhibir, multiplicar y hacer circular especies arbóreas— que propiciaron la producción, la reproducción y el consumo de argumentos y representaciones que asignaron valor histórico a los árboles dentro del territorio argentino. En un estudio anterior se analizó el trabajo colectivo que culminó en 1913 con la publicación de Árboles históricos de la República Argentina, del publicista Enrique Udaondo. Allí se ilustró el proceso de transformación de los árboles en objetos históricos para la veneración patriótica, asociándolos a figuras o hechos considerados dignos de recuerdo para el pasado nacional; al mismo tiempo que se destacó el lugar preponderante que ocupaba en ese relato el “pino de San Lorenzo”8. Poco después, el por entonces vocal-secretario de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos (CNMyMH)9 reconstruyó la intervención de la entidad en el proceso de declaratorias de los árboles como “históricos”, una tarea que fue ejecutada por el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) desde 1946, en adelante advirtiendo acerca de la importancia que se le asignó en el ámbito estatal10. Retomando estos aportes, este artículo se circunscribe a un conjunto particular constituido por más de una docena de árboles que fueron asociándose a la figura de San Martín. El recorte resulta interesante porque implica explorar la complejidad de mecanismos culturales sobre los cuales se constituyó la consagración de José de San Martín en la cima del panteón de próceres nacionales. Se trata de una configuración que incluye una dimensión política e historiográfica, promovida durante el siglo XIX, que puede considerarse institucionalizada en 1950, cuando el presidente Juan Domingo Perón declaró el “Año del Libertador

7

Graciela Silvestri, El lugar común. Una historia de las figuras de paisaje en el Río de la Plata (Buenos Aires: Edhasa, 2011), 24-25.

8

María Elida Blasco, “Un panteón para la naturaleza nacional: la transformación de los árboles en ‘reliquias históricas argentinas’, 1910 y 1920”, L´Ordinaire Latino-americain 212 (2010): 75-104.

9

Con el paso de los años, el nombre de la institución fue cambiando: el decreto del Poder Ejecutivo Nacional de 1938 establecía la creación de la Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos (CNMyLH), pero en el Proyecto de Ley elaborado por el historiador Ricardo Levene pocos meses después, figuraba como Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos (CNMyMyLH). Aunque la ley fue sancionada en 1940 respetando este nombre, a partir de 1942 la denominación cambió por Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos (CNMyMH). En la actualidad, la institución volvió a ser designada con el nombre con el que estableció la ley, pero a efectos de unificar su denominación, en este texto utilizaremos Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos (CNMyMH).

10 Oscar Andrés De Masi, Árboles Históricos Nacionales. Las declaratorias de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos y sus antecedentes (Buenos Aires: Eustylos, 2012).

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Gral. San Martín” con motivo de conmemorarse el centenario de su fallecimiento. Por otro lado, porque la aceptación indiscutida de la figura de San Martín y su consagración en ese lugar privilegiado del imaginario nacional como “Padre de la Patria” son ampliamente compartidas y prácticamente indiscutidas por los más amplios y diversos sectores sociales, políticos y culturales. Por tanto, esto amerita indagar cuáles fueron las prácticas y los agentes que intervinieron en esa construcción colectiva.

1. Primeros árboles (c.1880-1930) Hasta 1930 puede comprobarse la existencia de cinco ejemplares de árboles con denominación particular: el “pino de San Lorenzo”, el “ombú de la esperanza”, el “sauce de San Martín y O’Higgins”, el “algarrobo de Pueyrredón” y el “quebracho de San Martín”. La historia del valor cultural del “pino de San Lorenzo” se remonta a la década de 1880, cuando Bartolomé Mitre publicó su Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana exaltando los valores e ideales del prócer, muerto en 185011. Es importante recordar que Mitre había sido presidente de la Nación entre 1862 y 1868, y que, como escritor e historiador abocado a diseñar un relato de la historia nacional, conocía las prácticas de protección y culto sobre el “tilo de Friburgo” y el “roble de Guernica”. Se trataba de árboles cargados de gran poder simbólico para la construcción de identidades nacionales en Europa, y ello era señalado por Mitre al reseñar la importancia del pino, por entonces erigido en el huerto del convento de San Carlos —en la localidad de San Lorenzo, provincia de Santa Fe— y administrado por la Orden Franciscana. En 1880, cuando se iniciaba el camino para la consolidación del Estado nacional, los restos de San Martín fueron repatriados desde Boulogne-sur-Mer, en Francia, a la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Ante este hecho, el pueblo de San Lorenzo ofrendó una corona de oro y plata entrelazada con gajos del pino, mientras que las ramas eran utilizadas para adornar el féretro con las cenizas del héroe12: parece ser una primera práctica de preservación y culto de origen firmemente católica que asemejaba el pino con las reliquias de los santos. En combinación con ello, también para la ocasión, Mitre volvía a escribir sobre el “añoso” árbol

11 Los tres volúmenes fueron publicados entre 1887 y 1890. Al respecto, Tulio Halperín Donghi, “Mitre y la formulación de una historia nacional para la Argentina”, Anuario del IEHS 11 (1996): 57-69. Los relatos construidos sobre San Martín desde 1880 y la bibliografía ocupada del tema, en Beatriz Bragoni, San Martín. De soldado del Rey a héroe de la nación (Buenos Aires: Sudamericana, 2010), 176-198. 12 Horacio Enrique Timpanaro, “El pino de San Lorenzo”, en El pino de San Lorenzo (San Lorenzo, Asociación Cultural Sanmartiniana de San Lorenzo, 1989), 6.

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que —según él— marcaba el punto de partida de la gran campaña continental liderada por San Martín: en el relato discursivo y en el imaginario popular, el ejemplar quedaba indefectiblemente unido al acontecimiento ocurrido en el campo de batalla, en febrero de 181313. Las narraciones sobre el árbol continuaron recreándose, y hacia fines del siglo XIX algunas de sus ramas circulaban entre manos privadas y vitrinas de museos. En 1896, por ejemplo, un brote fue obsequiado por un vecino de San Lorenzo al jefe del Estado Mayor del Ejército, teniente general Pablo Ricchieri, oriundo del mismo pueblo. Y en 1898, un coleccionista ofreció una rama al director del Museo Histórico Nacional, asegurando que era traída desde el convento: afirmaba además que uno de los gajos era un regalo para Mitre y que tenía otro autentificado con la firma del guardián del convento14. Por ese entonces, el Museo Histórico Nacional comenzaba a ser reconocido por los historiadores como lugar de custodia para guardar las “reliquias” de la corta historia del país15. Los retratos de San Martín se transformaban en objetos preciados del Museo y se divulgaban mediante las publicaciones institucionales dirigidas por Adolfo P. Carranza, pasando a integrar la cultura visual de Argentina e incorporadas luego al universo escolar16. El escritor Ernesto Quesada consideraba que uno de los objetos más valiosos del Museo era el sable corvo, que San Martín había legado a Juan Manuel de Rosas —gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1829-1832 y 1835-1852—, y hasta publicó un estudio sobre las reliquias de San Martín conservadas en la institución17. Hacia los primeros años del siglo XX, el interés historiográfico por San Martín promovió medidas de mejoramiento y cuidado en los terrenos que albergaban el pino en San Lorenzo.

13 El relato de Mitre, reproducido en Enrique Udaondo, Árboles históricos de la República Argentina (Buenos Aires: Imprenta Boullosa, 1916), 30-31. Se define el “acontecimiento” como el mecanismo decisivo y el elemento determinante del proceso histórico; metafóricamente hablando, es el factor articulador de lo histórico. Materializa una ruptura y es el inductor del cambio sociohistórico; Julio Aróstegui, La historia vivida: sobre la historia del presente (Madrid: Alianza, 2004), 91-101. 14 Sobre el obsequio a Ricchieri, “Pieza 1714. Donación familia Ricchieri”, Archivo del Museo Histórico Provincial de Rosario “Dr. Julio Marc” (AMHPR-JM), Rosario-Argentina, Fondo Colección Ricchieri. Un agradecimiento por este dato a Pablo Montini. Sobre la donación al Museo, ver Carolina Carman, Los orígenes del Museo Histórico Nacional (Buenos Aires: Prometeo, 2013), 193. 15 Ernesto Quesada, El Museo Histórico Nacional y su importancia patriótica. Con motivo de la inauguración del nuevo local en Parque Lezama (Buenos Aires: G. Kraft, 1897). 16 Georgina Gluzman, “Imaginar la nación, ilustrar el futuro. Ilustración Histórica Argentina e Ilustración Histórica en la configuración de una visualidad para la Argentina”, en Atrapados por la imagen. Arte y política en la cultura impresa argentina, comps., Laura Malosetti Costa y Marcela Gené (Buenos Aires: Edhasa, 2013), 47-73; Laura Malosetti Costa, “¿Verdad o belleza? Pintura, fotografía, memoria, historia”, Crítica Cultural 4: 2 (2009): 111-123. 17 Ernesto Quesada, Las reliquias de San Martín. Estudio sobre las colecciones del Museo Histórico (Buenos Aires: Imprenta Europea de M. A. Rosas, 1901).

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El Centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, contribuyó a la elevación de la figura de San Martín entre el elenco de próceres fundadores de la nación, y ello suscitó que las ramas del árbol comenzaran a fundirse con los símbolos patrios18. Poco después, Udaondo recopiló la información sobre el ejemplar en Árboles Históricos de la República Argentina, acompañando la aparición del libro, y en el marco de las conmemoraciones por el centenario de la batalla que daba nombre al árbol, en 1913 la Sociedad Forestal Argentina (SFA) colocó una placa recordatoria en un muro cercano al pino consolidando el relato y la decisión de preservar el árbol. Mientras continuaba la circulación de sus ramas, varios “retoños” comenzaron a ser plantados en otras localidades: el 17 de agosto de 1915, por ejemplo, la SFA conmemoró el aniversario del fallecimiento del “Gran Capitán” auspiciando el acto de “reproducción” de su semilla en el Regimiento de Granaderos a Caballo de Buenos Aires19. Casi diez años después, en una ceremonia similar realizada en los patios del Museo Histórico y Colonial de la Provincia de Buenos Aires, dirigido por Udaondo, se plantó un “vástago” del pino cultivado y donado por el nieto de Mitre20. También, a fines del siglo XIX comenzaron a divulgarse relatos sobre el “ombú de la esperanza”, ubicado en terrenos que habían pertenecido a la chacra de Juan Martín de Pueyrredón, en la localidad de San Isidro, Provincia de Buenos Aires. En 1896, el historiador Mariano Pelliza (1837-1902) había reconstruido lo sucedido bajo su copa argumentando que en 1816 San Martín, Pueyrredón y Tomás Guido21 habían jurado allí consumar la obra de la independencia. En 1913 Udaondo recopiló los relatos, y un año después, la SFA colocó una placa señalizando el árbol. En terrenos cercanos se erigió el “algarrobo de Pueyrredón”, cuyas primeras referencias databan de principios del siglo XX, cuando algunos escritores aseguraban que en 1818 Pueyrredón y San Martín habían conferenciado bajo el árbol22. En Mendoza, en la localidad de El Plumerillo, se encontraba el “sauce de San Martín y O’Higgins” bajo el cual, se

18 En 1911, un estudiante utilizó una rama del pino para hacer una talla con el escudo nacional obsequiada al general Pablo Ricchieri. “Pieza 1715. Donación familia Ricchieri”, en AMHPR-JM, Colección Ricchieri. 19 El regimiento fue recreado por decisión de Ricchieri en 1903 y se le asignó el mismo nombre que San Martín le diera al que había organizado en 1812; desde 1907 tiene asignada la función de ser la escolta del Presidente de la Nación, y las instalaciones de su cuartel fueron declaradas monumento histórico nacional en 1997. Al respecto, ver: “Historia del Regimiento”, Regimiento de Granaderos a Caballo, <http://www.granaderos.ejercito. mil.ar/Historia.html>. 20 María Elida Blasco, Un museo para la colonia. El Museo Histórico y Colonial de Luján (1918-1930) (Rosario: Prohistoria, 2011), 134. 21 Juan Martín de Pueyrredón (1777-1850), hombre clave del período revolucionario. Fue Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata entre 1816 y 1819. Tomás Guido (1788-1866), militar, diplomático y político que adhirió a la Revolución de Mayo de 1810. 22 Enrique Udaondo, Árboles históricos, 50-52.

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argumentaba, se sentaron a conversar los próceres argentino y chileno: el episodio habría sucedido entre 1814 y 1817, mientras el primero formaba el ejército para cruzar la cordillera de los Andes. En 1913, Udaondo recopiló la historia, y un año después, la SFA colocó la respectiva señalización. La variedad de historias construidas sobre el pasado nacional hizo posible que a mediados de la década de 1910, estos cinco árboles se transformaran en los “testigos principales” de la ruta seguida por “El Libertador”. Pero el “héroe” había pasado por muchos lugares, y algunos de los árboles que lo habrían “visto” generaban controversias. El “quebracho de San Martín”, por ejemplo, se alzaba a un costado de la iglesia de la ciudad de San Luis, y, según el organizador del archivo provincial, era recordado por los lugareños porque en él, algún día, entre 1816 y 1819, San Martín habría atado allí su caballo. Hacia 1913 — cuando apareció la primera edición de Árboles históricos de la Argentina—, estos argumentos eran cuestionados por el ingeniero Felipe S. Velásquez, quien señalaba que el hecho no había ocurrido23. La controversia podría explicar por qué el quebracho no fue incluido en la edición de 1916 del libro de Udaondo, pero sí en el estudio Árboles históricos de San Luis, publicado en el mismo año por Juan W. Gez.

2. La proliferación de árboles (1930-1940) Hacia la década de 1930, las disputas por apropiarse de la figura de San Martín empezaban a ser intensas: mientras la difusión del culto sanmartiniano se acrecentaba en la esfera oficial promovida por el gobierno de Agustín P. Justo (1932-1938), el emergente revisionismo histórico que cuestionaba el relato consagrado buscaba asociarlo a la figura de Rosas24. En este contexto de exaltación sanmartiniana se creó el Instituto Nacional Sanmartiniano, se publicaron las obras Historia del Libertador General Don José de San Martín (1932), de José Pacífico Otero, y El Santo de la Espada, de Ricardo Rojas (1933)25, y se sancionó la Ley 11.866 mediante la cual se creó la Fundación San Martín, destinada a honrar su memoria. También comenzaron a adoptar reconocimiento público nuevos árboles tenidos por “testigos” de hechos relevantes en la

23 “Carta de Velásquez a Udaondo, San Luis, 11 de agosto de 1913”, en Archivo de la Academia Nacional de la Historia (AANH), Buenos Aires-Argentina, Fondo Enrique Udaondo, caja 55, ff.29-32. 24 La cuestión fue suficientemente analizada en Diana Quattrocchi-Woisson, Los males de la memoria: historia y política en la Argentina (Buenos Aires: Emecé, 1995), y Alejandro Cattaruzza, “Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional”, en Nueva Historia Argentina. Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943), t. 7, dir., Alejandro Cattaruzza (Buenos Aires: Sudamericana, 2001), 429-476. 25 Eduardo Hourcade, “Ricardo Rojas hagiógrafo (A propósito de El Santo de la Espada)”, Estudios Sociales VIII: 15 (1998): 71-89.

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vida de San Martín. En 1935, el general Francisco Medina, integrante de la Sociedad Amigos del Árbol, sugería revisar Árboles históricos de la Argentina para incluir en futuras ediciones nuevos ejemplares arbóreos distinguidos por haber “dado sombra a San Martín”. Era el caso del “algarrobo de La Ramada”, en la estancia de Tucumán, donde San Martín habría ido a recuperar su salud en 1814, y del “nogal de Saldán”, ubicado en una estancia de Córdoba, donde se habría alojado San Martín en junio del mismo año26. Ambos acontecimientos habían sido descriptos por Rojas en El Santo de la Espada. Respecto al primero, el escritor narraba: “la casa constaba de varios aposentos con galerías de horcones, y desde ésta podía verse la montaña. Junto al edificio alzábase un gigantesco algarrobo que se conserva aún y a cuya sombra descansó el enfermo”27. Sobre el nogal de Saldán, decía: “[…] en el sitio en el que el camino de Cosquín corta el arroyo Saldán, álzase una barranca en donde está edificada la casa del fundo que hospedó a San Martín, junto a un nogal centenario que todavía se conserva […] Desde aquel árbol a cuya sombra muchas veces el huésped meditó en su destino, se ve hacia un lado la montaña oscura y hacia el otro un amplísimo horizonte azul”28.

No es extraño que Medina reclamara la inclusión de estos dos árboles sumando Tucumán y Córdoba al conjunto de provincias que ya contaban con ejemplares de árboles relacionados con San Martín. Sin embargo, para la década de 1930, la de Mendoza condensaba todos los elementos para ser percibida como el espacio en donde la naturaleza se transformaba en patria: las montañas majestuosas se entrecruzaban con la gesta sanmartiniana fundadora de la República y de la América independiente29. Por esa época, el artista catalán Fidel Roig Matóns inició su ciclo de pinturas documentales sobre las rutas utilizadas en 1817 para la travesía de los Andes como parte de las guerras de independencia hispanoamericanas30. Y en este marco comenzó a obtener visibilidad el “manzano de San Martín”, en la localidad de Tunuyán, bajo el cual, se argumentaba, había pasado la noche el Libertador a mediados de enero de 1823,

26 “Carta de Ruiz Moreno a Udaondo, Buenos Aires, 4 de enero de 1935”, AANH, Enrique Udaondo, caja 54, f.20. 27 Ricardo Rojas, El Santo de la Espada. Vida de San Martín (Buenos Aires: Losada, 1950), 87. 28 Ricardo Rojas, El Santo, 92 29 Graciela Silvestri, El lugar común, 331-406. 30 Entre 1930 y 1938 retrató el Paso de Uspallata; entre 1938 y 1944, el Paso del Portillo, y entre 1945 y 1952, el Paso de Los Patos. Sobre el pintor y su obra, ver: Mariana Guzzante, “Roig Matóns: Cuyo como nadie lo pintó”, Los Andes on line, <http://www.losandes.com.ar/notas/2011/3/3/roig-matons-cuyo-como-nadiepinto-553824.asp>; “Sobre Fidel Roig Matóns, el pintor de Los Andes”, Grupo MAGMA Blog Oficial, <http:// magmagrupo.blogspot.com.ar/2009/05/sobre-fidel-roig-matons-el-pintor-de_24.html>.

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cuando volvía de Chile a Mendoza por el paso de El Portillo. El 7 de febrero de 1938, el árbol fue declarado monumento histórico por el gobierno mendocino, y pronto se construyó en el lugar una hostería turística promocionada por el Automóvil Club Argentino (ACA). Hasta 1938, eran ocho los árboles sanmartinianos, y tanto la recopilación de historias como las prácticas tendientes a conservarlos habían sido impulsadas por agentes con alguna afición por la historia, vinculados de manera directa o indirecta con la actividad política o el funcionamiento de las reparticiones públicas. Por otro lado, los argumentos respecto a la valoración histórica de los árboles habían generado cierto consenso entre algunas asociaciones civiles interesadas por motivos diversos en la preservación de la naturaleza y el fomento del turismo: la SFA, primero, y la Sociedad Amigos del Árbol y el ACA, después, lucharon por señalizar los árboles evitando su deterioro. Pero debe recordarse que sólo el gobierno de la provincia de Mendoza había profundizado sus acciones declarando “monumento histórico” al “manzano de Tunuyán”. A principios de 1938, una nueva entidad estatal, ahora con jurisdicción nacional, comenzó a involucrarse también en la práctica de señalización y culto a los árboles relacionados con algún episodio histórico, lo que incluía también los ejemplares vinculados a San Martín: en abril de 1938, un decreto del presidente Roberto M. Ortiz (1938-1940) estableció un cuerpo colegiado de funcionarios públicos “destacados en el conocimiento y estudio de la historia patria” para actuar de forma sistemática y unificada en la supervisión de museos, erección de monumentos y protección de sitios de interés histórico. Ello dio origen a la CNMyMH, dependiente del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación y puesta bajo la dirección del historiador Ricardo Levene, máximo referente dentro del ámbito historiográfico, educativo y cultural31. La CNMyMH auspició algunas de las prácticas de protección y señalización de los árboles gestadas en años anteriores. Pero para los historiadores, la delimitación de tareas era clara: ellos se ocuparían de los árboles “relacionados íntimamente con algún episodio histórico”, mientras que los otros “deberían ser recordados por la Sociedad Amigos del Árbol u otra similar destinada al fomento de la arboricultura”32. Actuando en consecuencia, una de las

31 Sobre Levene, Diana Quattrocchi-Woisson, Los males, 141-162; Alejandro Cattaruzza, “Descifrando pasados”, 442-451; Martha Rodríguez, “Cultura y educación bajo el primer peronismo: el derrotero académico institucional de Ricardo Levene”, en La historiografía rioplatense en la posguerra, comps., Nora Pagano y Martha Rodríguez (Buenos Aires: La Colmena, 2001), 39-65, y Fernando Devoto y Nora Pagano, Historia de la historiografía (Buenos Aires: Sudamericana, 2009), 139-200. Pormenores de la organización de la CNMyMH en: María Elida Blasco, “De objetos a ‘patrimonio moral de la nación’: prácticas asociadas al funcionamiento de los museos históricos en la Argentina de las décadas de 1920 y 1930”, Nuevo Mundo Mundos Nuevo Debates (2012): s/p. [En línea] <http://nuevomundo.revues.org/64679>. 32 Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Actas. Sesión del 22 de diciembre de 1941”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 4 (1942): 787.

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primeras acciones tuvo lugar en 1939, cuando, de acuerdo con lo solicitado por la Comisión Pro Camino a Chile por El Portillo, constituida en el marco del recorrido por la Cordillera realizado por Roig Matóns, la CNMyMH, debió gestionar la protección del “manzano de Tunuyán” ante el gobierno de la provincia de Mendoza33. En marzo de 1941, la CNMyMH comenzó a recibir información sobre lugares históricos del interior del país recopilada por sus delegados provinciales. Además del manzano, en el relevamiento realizado por el delegado de Mendoza, se mencionaban “las casas de San Martín en la Hacienda de los Barriales”, donde se encontraba el “olivo de San Martín” supuestamente plantado por el prócer34. Poco después, el mismo delegado solicitó declarar “lugar histórico” al sitio donde se erigía el olivo pero la solicitud fue denegada por cuestión de espacio: Levene argumentó que habiéndose ya completado la lista de monumentos y lugares históricos de Cuyo, se debía proceder con “criterio restrictivo”35. Como se observa, las solicitudes tenían que ver con la declaración de “lugar” o “monumento” al sitio donde se erigía el árbol, y no al árbol en sí mismo. Con el mismo criterio, en agosto de 1941, dos integrantes de la CNMyMH propusieron declarar “lugar histórico” al sitio conocido como “nogal de San Martín”, en la provincia de Córdoba. Es importante recordar que Ricardo Rojas había mencionado el árbol en El Santo de la Espada y que en 1935 uno de los miembros de la Sociedad Amigos del Árbol sugería agregarlo a futuras ediciones del libro de Udaondo. Ahora se solicitaría al Gobierno la declaración de “lugar histórico” al sitio donde se erigía, para lo cual era necesario una inspección ocular del terreno. En efecto, en septiembre de 1941, Levene expuso a sus colegas que en su viaje a la provincia había visitado el paraje: según sus palabras, aunque el árbol y la casa no alcanzaban la categoría de monumento, bien podría declararse “lugar histórico”, lo que fue aceptado dos meses después36. En 1942 llegaría el turno al otro de los árboles mencionados por Rojas, el “algarrobo de La Ramada”, cuando el diputado por Tucumán y propietario de la estancia donde se erigía pidió adhesión a la CNMyMH para su proyecto de resguardarlo, junto a la antigua casa, y esta entidad lo consideró pertinente37.

33 Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, “Actas. Sesión del 4 de julio de 1939”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 2 (1940): 440. 34 Fernando Morales Guiñazú, “Lugares históricos de Mendoza”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 3 (1941): 173. 35 Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Actas. Sesión del 1 de septiembre de 1941”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 4 (1942): 745-746; Oscar Andrés De Masi, Árboles Históricos Nacionales, 44. 36 Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Actas”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 4 (1942): 726, 733, 739-740, 768. 37 Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Actas. Sesión del 14 de septiembre y 15 de octubre de 1942”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 5 (1943): 556 y 584.

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Las acciones promovidas por la CNMyMH, en lo que respecta a la organización de actos patrióticos y conmemorativos, fueron sistematizándose a medida que se afianzaba su organización institucional. Una de las primeras celebraciones en la sede de la institución —el edificio donde había funcionado el Cabildo de Buenos Aires— fue el 17 de agosto de 1941, cuando se plantaron “retoños de árboles relacionados con la figura sanmartiniana”, que se trataba del “pino de San Lorenzo”, del “nogal de Saldán” y del “ombú de la esperanza”. Al parecer, para reforzar el carácter simbólico, el propio Levene empuñó la pala y dio comienzo a la operación de plantado. También, propuesta por Levene, se impulsó la idea de construir un parque en San Lorenzo, en el lugar donde se había librado la batalla. En un contexto de proliferación de parques nacionales y provinciales impulsados por diferentes reparticiones públicas para dinamizar el turismo, la propuesta fue solicitada al Ministerio de Agricultura de la Nación y recogida por la prensa38. Volviendo a la colección de árboles, hacia 1940 los ejemplares eran diez. A su vez, algunos de ellos se multiplicaban como “retoños”, plantados en otras ciudades imitando lo sucedido con el “pino de San Lorenzo”. Otros se resistían a la muerte, como obra de un verdadero milagro sanmartiniano. Por ejemplo, era el caso del “ombú de la esperanza”, que, según relatos de vecinos de San Isidro, al comenzar la década de los años 1940, enfermó. Un ingeniero agrónomo intentó salvarlo hasta que una tormenta le quitó la vida. La municipalidad plantó en ese lugar otro ombú, y los troncos del original fueron arrojados como restos de poda a un terreno cercano. Pero, según se cree, ante el asombro de la gente, el ombú que parecía muerto “cobró vida al crecer solo, sin ningún cuidado, solamente con la ayuda de Dios, pues ni siquiera había sido plantado”39. El conjunto de árboles se diversificaba al calor de una atmósfera crecientemente nacionalista. El 17 de agosto de 1943, los capellanes militares y oficiales del Ejército coincidieron en celebrar a un San Martín eminentemente católico40. Luego, algunos de los representantes del gobierno de facto, encabezado por el general Pablo P. Ramírez41, asistieron a una ceremonia en el Museo Histórico Nacional, junto al Arzobispo de Buenos Aires. En ella, y en nombre del PEN, el ministro Elbio Anaya disertó enfatizando el carácter militar del “Gran Capitán”,

38 Sobre la celebración del 17 de agosto y la iniciativa del parque en San Lorenzo, ver Oscar Andrés De Masi, Árboles Históricos Nacionales, 18 y 47. Sobre la instalación de parques provinciales, ver María Elida Blasco, “Museografía y recreación de la historia: la formación del Museo Pampeano y Parque ‘Los Libres del Sur’ (Chascomús, 1939-1943)”, Corpus. Archivos virtuales de la Alteridad Americana 3: 1 (2013): 1-18. 39 “Debieron podar a retoño del ‘ombú de la Esperanza’”, San Isidro/prensa, <http://msiprensa.blogspot.com. ar/2007/01/debieron-podar-retoo-del-omb-de-la.html>. 40 Loris Zanatta, Perón y el mito de la nación católica. Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo (1943-1946) (Buenos Aires: Sudamericana, 1999), 72. 41 El 4 de junio de 1943, un movimiento militar derrocó al presidente Ramón Castillo. Las Fuerzas Armadas denominaron el Golpe de Estado como una “revolución”.

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mientras honraba su uniforme de “soldado de la Patria”42. Era evidente que el Ejército que acababa de tomar a su cargo el destino del país pasaría a administrar también el culto a San Martín con acuerdo de los historiadores. Por estos años comenzaba a adquirir visibilidad el “iba-poy o higuerón de San Martín” —en la ciudad de Yapeyú, Provincia de Corrientes—, bajo el cual, argumentaban los lugareños, había jugado de niño “El Libertador”. La tesis fue confirmada por un ingeniero agrónomo, quien le atribuyó al higuerón una edad superior a los cuatrocientos años43. El árbol comenzó su puesta en valor en 1944, cuando la CNMyMH solicitó al PEN la declaración de “lugar histórico” al pueblo de Yapeyú, por ser la “cuna de San Martín”: era la primera vez que la entidad solicitaba que una ciudad o un pueblo fuera designado lugar histórico. Junto al pedido, también recomendaban la construcción de un alojamiento para guarecer a los turistas y una mejora en la red de acceso al pueblo. Respecto al higuerón, sugerían colocar “en un lugar adecuado y próximo al árbol” una placa explicativa sobre su valor histórico, aunque se tenían dudas respecto a “cuál era” el higuerón que debía señalizarse: si el que se encontraba en la plaza o el que se levantaba próximo al templete44. Poco después, la incertidumbre comenzó a dilucidarse, en el intento de dar solución a cuestiones prácticas sobre la ubicación de la cartelería, por lo que en el Boletín de la CNMyMH, el delegado por la Provincia de Corrientes publicó una nota sobre Yapeyú dando a conocer los trabajos de restauración realizados en el pueblo. Allí mencionaba los árboles conservados citando entre ellos al frondoso higuerón, que situaba sin atisbo de duda en el centro de la plaza45.

3. Las declaratorias de los árboles y el año sanmartiniano En agosto de 1944, el Instituto Sanmartiniano pasó a depender del Ministerio de Guerra, y la ceremonia de oficialización del nuevo estatus contó con la presencia del presidente, general Edelmiro Farrell (1944-1946), y del vicepresidente, coronel Juan D. Perón. Pocos meses

42 Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Homenaje a San Martín”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 6 (1944): 323-326. 43 Lucas A. Tortorelli, “Un árbol histórico. El Iba-poy o higuerón de San Martín”, SAARA 1 (1943): 15. Puede presumirse que el higuerón adquirió relevancia hacia 1940, cuando se conoció la iniciativa de la Dirección General de Arquitectura de la Nación de crear un parque en Yapeyú, en torno a la casa natal de San Martín. La propuesta había sido aprobada por la CNMyMH, quien había sugerido el carácter indígena del parque. Oscar Andrés De Masi, Árboles Históricos Nacionales, 46. 44 Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Actas. Sesión del 4 de septiembre de 1944”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 7 (1945): 551 y 564. 45 Francisco Manzi, “Yapeyú y un poco de historia”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 8 (1946): 133.

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después, un decreto del PEN estableció que la administración del capital de la Fundación San Martín, creada en 1934, quedaría a cargo de la CNMyMH46, pero el acercamiento entre los historiadores y el gabinete de Farrell se profundizó hacia mediados de 1945. Ante la solicitud de un particular, en mayo de ese año Levene pidió al ahora ministro de Guerra, Juan D. Perón, la colocación de una verja para proteger el “ombú de Caseros”, bajo el cual, se argumentaba, Rosas había redactado su renuncia a la Gobernación de Buenos Aires, el 3 de febrero de 1852, luego de ser derrotado por el ejército liderado por Justo José de Urquiza. En junio, Perón respondió favorablemente al pedido pero el expediente fue derivado a la Aeronáutica, que por ese entonces elaboraba un proyecto de construcción de pistas de aterrizaje en Caseros y consideraba que el ombú estorbaba el emprendimiento. Ante la decisión de derribar el árbol, la CNMyMH solicitó al PEN la declaratoria como árboles históricos del ombú y del célebre “pino de San Lorenzo”, que dotaba de legitimidad al pedido47. La estrategia burocrática fue aceptada y derivó en el decreto firmado por Farrell el 30 de enero de 1946. Era la primera vez que la CNMyMH solicitaba que un árbol vinculado a San Martín fuera declarado bien histórico, pero ello resultaba, a su vez, de prácticas previas: en 1940 se había declarado “monumento histórico” al convento de San Carlos, donde se erigía el pino, y “lugar histórico” al campo de batalla de San Lorenzo48. Aun así, el “ombú de Caseros” y el “pino de San Lorenzo” no dejaban de tener alto grado de connotación política, ya que eran consagrados como “árboles históricos” en el contexto de una campaña electoral intensa y decisiva, y en la cual las referencias al pasado eran insistentes. Debe recordarse que en febrero de 1946, los referentes de la Unión Democrática celebraban un nuevo aniversario de la batalla de Caseros comparando el régimen “nazi-peronista” con el despotismo de Rosas49. El acercamiento entre Levene y los funcionarios del Gobierno duró poco más de un año; con la asunción de Perón a la Presidencia de la Nación en junio de 1946 y el comienzo de las disputas en torno al campo cultural, Levene y los demás integrantes de la CNMyMH renunciaron a sus cargos.

46 Ricardo Levene, “Memoria correspondiente al año 1944”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 7 (1945): 7. Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Actas. Sesión del 7 de noviembre de 1944”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 7 (1945): 571. 47 Ricardo Levene, “Memoria correspondiente al año 1945”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 8 (1946): 28-29. Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Sección monumentos y Lugares Históricos”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 8 (1946): 440-446. 48 Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, “El convento de San Carlos, en San Lorenzo declarado monumento nacional”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 3 (1941): 459-461. 49 Diana Quattrocchi-Woisson, Los males, 233-239.

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En este marco, el 4 de julio, el PEN emitió un decreto que, recogiendo las solicitudes previas de Levene, reconocía seis nuevos árboles históricos. De ellos, tres estaban directamente vinculados a San Martín: el “sauce de San Martín y O’Higgins” y el “algarrobo de Pueyrredón” en Buenos Aires y el “nogal de Saldán” en Córdoba50. El decreto daba cumplimiento al artículo cuarto de la Ley 12.665, sancionada en septiembre de 1940, referida al “registro de bienes históricos e históricos-artísticos” dentro de la jurisdicción nacional, y autorizaba a la CNMyMH a acordar con los propietarios de los terrenos donde se ubicaban, el modo de asegurar su conservación51. En síntesis, la decisión del PEN no hacía más que legitimar iniciativas previas surgidas desde el seno de la CNMyMH; aunque la ley no mencionaba concretamente los árboles, el decreto los consideraba “bienes históricos” y daba autonomía a los miembros de la entidad para adoptar medidas de preservación sobre ellos. Sin embargo, que, a sólo un mes de asumir la Presidencia, Perón y sus funcionarios se hayan ocupado de los árboles vinculados a San Martín constituye un dato significativo, ya que algunos estudios advierten que durante los primeros años Perón evitó mezclar el pasado con el presente y que recién hacia 1950 comenzó a revertir esa práctica52. Otro dato tampoco menor, es que en agosto de 1946, a sólo un mes de las declaratorias, se haya inaugurado en el barrio de Palermo de Buenos Aires la reproducción de la casa de Gran Bourg —que San Martín había ocupado en las afueras de París hasta 1848— como sede del Instituto Nacional Sanmartiniano. Según algunas versiones, un trozo del leño seco del “manzano de Tunuyán” de Mendoza había sido recolectado por los miembros del Instituto para exhibirlo en la nueva sede53. Durante 1947, la CNMyMH permaneció desintegrada, a cargo del capitán de Fragata Jacinto R. Yaben y del director interino, Aníbal F. Imbert. A pesar de ello, se realizó “un ensayo de censo”, y se encomendó a los intendentes y comisionados municipales información sobre la existencia de edificios, lugares, sepulcros e, incluso, árboles de “reconocido valor

50 Aníbal F. Imbert, “Memoria correspondiente al año 1946”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 9 (1947): 7-8 y 11-12. Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Sección monumentos, lugares, sepulcros y árboles históricos”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 9 (1947): 303-306. 51 Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos, “Ley N° 12.665 sobre Museos, Monumentos, Lugares y Documentos Históricos y sus antecedentes”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 3 (1941): 274-275. 52 Diana Quattrocchi-Woisson, Los males, 303. 53 Augusto Marcó del Pont, El árbol en la vida del Libertador. Homenaje del autor (Buenos Aires: Talleres Gráficos CESA, 1951), 75.

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histórico”54. Estas prácticas, sumadas al señalamiento de ejemplares históricos realizado en años anteriores y a las declaratorias dictadas por el PEN en 1946, dieron el marco para que los árboles se constituyeran finalmente en “colección”. El intento corrió por cuenta del teniente coronel Leónidas Juan Montaña, quien en octubre de 1947 publicó un artículo en la Revista Militar dedicado a recopilar los árboles históricos que recordaban la vida de San Martín55. El hecho de que se publicara en la Revista Militar no puede pasar desapercibido, ya que desde la década de 1930 la cultura sanmartiniana había echado raíces profundas en la tradición militar. La lista de árboles de Montaña comenzaba por los ejemplares más conocidos, pero agregaba dos nuevos: la “higuera de batán, de Tejada”, recordada por haber provisto de higos al general San Martín, y la “parra de batán, de Tejada”, de la cual habría extraído uvas mientras preparaba su ejército para el cruce de los Andes. En total, eran trece los ejemplares de árboles vinculados al “Padre de la Patria”. Al diseño de esta prolífica colección de árboles históricos “originales” deben añadirse otras prácticas destinadas a reproducirlos y perpetuar su imagen. La figura del “manzano de Tunuyán” cobró visibilidad luego de 1943, cuando Roig Matóns publicó el estudio que reconstruía su trabajo en la Cordillera de los Andes y explicaba los detalles de la producción de las obras, incluido el cuadro que retrataba al famoso árbol56. En diciembre de 1944, la CNMyMH consideró que, por su valor artístico y documental, los cuadros podrían ser adquiridos por el Estado57, mientras que las imágenes comenzaron a ser reconocidas por gran parte de los argentinos al ilustrar el almanaque calendario de 1945 de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales. La reproducción de hijuelos y vástagos de los árboles históricos “originales” y su traslado a otras ciudades del país comenzaron a tornarse masivos desde finales de la década de 1940. Pero también fueron puestas en marcha otras prácticas de perpetuación por los miembros de la Sociedad Amigos del Árbol de la República Argentina (SAARA). En diciembre de 1948, su presidente solicitó al director de Industrias y Fomento Agropecuario de Mendoza que le remitiera un trozo de rama del “manzano de Tunuyán”58.

54 Aníbal F. Imbert, “Memoria correspondiente al año 1947”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 10 (1948): 23. 55 Leónidas Juan Montaña, “Arboles históricos que nos recuerdan hechos de la vida del General San Martín”, Revista Militar 88 (1947): 1415-1418. 56 Fidel Roig Matóns, Glosas sanmartinianas. Segundo ciclo pictórico 1939-1943 (Mendoza: Best Hermanos, 1943). 57 Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, “Actas. Sesión del 9 de octubre de 1944”, Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos 7 (1945): 592. 58 “Carta de Ruiz Moreno a Enrique Udaondo, el 9 de mayo y el 22 de agosto de 1950”, en AANH, Enrique Udaondo, caja 54, facs. 127 y 130.

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La madera, acompañada de una nota de certificación que atestiguaba procedencia y autenticidad, llegó a Buenos Aires en momentos en que se ideaban los actos recordatorios por celebrarse en agosto del año siguiente, cuando se cumpliría el centenario de la muerte del “Gran Capitán”. En este marco, el objeto por ser resguardado pasó a transformarse en potencial materia prima para construir un “recuerdo histórico”, tal como lo había sido la madera del “pino de San Lorenzo” a principios de siglo. Así, pues, para mayo de 1950, la comisión directiva de la SAARA había decidido utilizar parte del tronco del manzano para la confección de una medalla para sus socios. El anverso del distintivo llevaba el emblema de la entidad en metal, y en el reverso estaban consignados la procedencia de la madera y el nombre del poseedor. Las medallas estuvieron listas en agosto de 1950, justo para las celebraciones oficiales por el centenario de la muerte de San Martín. Los imponentes homenajes impulsados por el gobierno de Perón para celebrar “El año del Libertador” incluyeron la participación de infinidad de instituciones, y uno de los grandes eventos que marcó su finalización fue el “Congreso de Historia del General San Martín”, realizado en diciembre en Mendoza. El congreso, al que asistió el presidente Perón, marcó un punto de inflexión en la historiografía, dado que, mientras la Academia Nacional de la Historia y su presidente Levene fueron marginados de las celebraciones, la tríada San Martín-Rosas-Perón comenzaba a ser aceptada de manera explícita por buena parte de los historiadores definidos como “revisionistas”59. A tono con los homenajes, el teniente coronel Augusto Marcó del Pont decidió hacer “un modesto aporte al movimiento de evocación sanmartiniana” recopilando las historias de los ejemplares arbóreos vinculados al “Padre de la Patria”. El escrito era similar al de su colega Juan Montaña, pero se limitó a describir lo que su autor había “visto” recorriendo las zonas geográficas vinculadas a su héroe, y agregó un nuevo ejemplar arbóreo: las “palmeras de Yapeyú”, visitadas en 1936, donde, según la tradición, había jugado el “niño” San Martín60. Ahora eran catorce los ejemplares reconocidos como sanmartinianos, y en el marco de los homenajes, no dejaban de aparecer nuevos: era el caso del “ombú de San Martín en San Antonio de Areco”, donde, según la tradición oral, habría descansado San Martín al marchar hacia San Lorenzo en diciembre de 181261.

59 Diana Quattrocchi-Woisson, Los males, 292-309. 60 Augusto Marcó del Pont, El árbol, 15-26. 61 Oscar Andrés De Masi, Árboles Históricos Nacionales, 57.

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Conclusión La reconstrucción de las prácticas de identificación y preservación sobre los “árboles sanmartinianos” permitió explorar una parte de la infraestructura material de producción de discursos simbólicos en la Argentina de la primera mitad del siglo XX, señalando los momentos significativos de emergencia y resignificación. En un contexto de consolidación del Estado nacional donde era evidente la necesidad de enraizar el sentido de identidad, diversos actores de la sociedad civil se preocuparon por construir, afirmar y legitimar un relato histórico, en donde la figura de San Martín ocupó un lugar preponderante en el panteón de próceres nacionales. Los primeros discursos historiográficos que destacaban como acontecimiento trascendental los sucesos ocurridos en San Lorenzo fueron elaborados por Mitre entre 1870 y 1880. Pero las prácticas de conservación, multiplicación y culto sobre el pino promovidas por los frailes del convento de San Carlos y agentes sin vinculación directa con el ámbito historiográfico permiten observar de qué modo los escritos de Mitre podrían haber operado sobre prácticas de carácter religioso aceptadas por gran parte de la sociedad de fines del siglo XIX. En el marco de una cultura histórica maleable, que excedía la cultura letrada62, los árboles pasaron a ser concebidos como “reliquias” que acompañaban la ritualidad sobre un héroe muerto en un pasado bastante reciente: se debe recordar que en 1880 habían transcurrido sólo sesenta años de la batalla de San Lorenzo y treinta de la muerte de San Martín. Y hacia 1910, en el marco de las celebraciones por el centenario del acontecimiento considerado “fundador” de la nación argentina, el imaginario respecto a la centralidad de la actuación del héroe se acentuó adquiriendo materialidad en los árboles, que ahora no sólo rememoraban “acontecimientos”, sino todo tipo de sucesos vinculados a la presencia de San Martín en el territorio nacional. Durante la década de 1930, la producción de discursos simbólicos sobre San Martín se acentuó, modelados ahora desde el Estado, que hacía suyas y encauzaba iniciativas que habían emergido de la sociedad civil. Como se ha visto, se trata de un aspecto central de estas prácticas, en cuyo desarrollo la acción estatal no fue siempre la primera, pero resultó decisiva para su reproducción ampliada y firme inscripción en el imaginario social. Parece evidente que las autoridades estatales fueron sensibles al éxito y a la aceptación social que estaban generando estas prácticas y representaciones, y terminaron por incluirlas dentro del repertorio

62 Sobre la ritualidad patriótica promovida desde fines del siglo XIX, ver: Lilia Ana Bertoni, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX (Buenos Aires: FCE, 2001).

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de acciones simbólicas que el mismo Estado pasaba a desplegar. Y se entienden las razones para que así haya sido, puesto que, como ha sostenido Pierre Bourdieu, para comprender verdaderamente el poder del Estado es preciso atender a lo que tiene de más específico: la forma particular de eficacia simbólica que ejerce. Si se acepta que todas las relaciones de fuerza son al mismo tiempo relaciones simbólicas y que los actos de sumisión y obediencia son también actos que ponen en marcha estructuras cognitivas, el Estado pasó a estar en condiciones de imponerlas e inculcarlas constituyendo “un acuerdo tácito, pre-reflexivo, inmediato, sobre el sentido del mundo, en el que se asienta la experiencia del mundo como mundo del sentido común”63. En esas condiciones, el Estado les fue imponiendo un marco a esas prácticas, a fin de inculcar formas y categorías específicas de percepción, de entendimiento o de memoria. De esta manera, se fue reformulando un imaginario social, en el cual adquirió enorme centralidad la afirmación de la unidad territorial de Argentina, y uno de sus recursos fue enfatizar que había sido transitada y, por lo tanto, construida por San Martín. Los árboles, entonces, venían a ser una materialización de la exaltación sanmartiniana que proliferaba en ciudades y pueblos diversos del país: era una idea de “patria” sostenida por la figura del héroe y transfigurada en el liderazgo político de Justo. Ellos marcaban y señalizaban el territorio y el imaginario nacionales, transmutando la omnipresencia de San Martín en el Estado. Los “árboles sanmartinianos”, surgidos durante el siglo XIX como afirmación identitaria, hacia la década de 1940 estaban adquiriendo nuevos significados al ser utilizados con fines políticos: a través de la resignificación de prácticas previas, la identificación de Perón como el “gran conductor” de la Nación dotaba a los ejemplares de otra carga simbólica, de señas de identidad y rasgos específicos que aún en la actualidad distinguen a Argentina de los países vecinos. Si, como ha sostenido Baczko, una de las aspiraciones de acción estatal al intervenir activamente en los imaginarios sociales es organizar y dominar el tiempo colectivo sobre el plano simbólico, podría pensarse que estas acciones destinadas a marcar simbólicamente el territorio tendrían una función en parte análoga. De este modo, el territorio y la naturaleza habrían de convertirse en parte central de la simbología nacionalista, un rasgo que parece haber sido particularmente empleado en la experiencia argentina de construcción de un imaginario nacional64.

63 Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción (Barcelona: Anagrama, 1997), 115-117. 64 Luis A. Romero, coord., La Argentina en la escuela. La idea de nación en los textos escolares (Buenos Aires: Siglo XXI, 2004).

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Diego Barría Traverso

Profesor Asociado del Departamento de Gestión y Políticas Públicas de la Universidad de Santiago de Chile. Es Administrador Público por la Universidad de Chile, Magíster en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile y Doctor en Historia por la Universiteit Leiden (Países Bajos). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran el libro Valentín Letelier: estudios sobre política, gobierno y administración pública (Santiago: Editorial Universitaria, 2012) y los artículos “Continuista o rupturista, radical o sencillísima: la reorganización de ministerios de 1887 y su discusión político-administrativa”, Historia 41: 1 (2008): 5-42; y “En busca del mérito: la discusión académica en torno a los empleados públicos en Chile, 1884-1920”, Estudos Ibero-Americanos 35: 2 (2009): 148-165. diego.barria@usach.cl

Artículo recibido: 24 de febrero de 2014 Aprobado: 18 de julio de 2014 Modificado: 14 de agosto de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.03

Ï Este artículo fue realizado gracias al programa de Becas de Doctorado por Gestión Propia 2008 de CONICYT (Chile).

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Rasgos burocráticos en las reformas administrativas en el Chile de la década de 1880 Resumen: En la década de 1880, Chile experimentó cambios importantes en diferentes ámbitos sociales, que cuestionaron la eficiencia operativa de las instituciones estatales. Para hacer frente a estas dificultades, un amplio proceso de reforma administrativa fue impulsado, especialmente la adopción de la burocracia como la forma de diseñar la administración pública. En tan sentido, este artículo analiza el diseño organizacional de una serie de instituciones con el fin de evaluar cómo se adoptaron características de este sistema en la administración pública chilena. Tras el estudio de distintos documentos, se concluye que una serie de características burocráticas —la división funcional, las reglas formales y la especialización— fueron adoptadas con el fin de superar las dificultades operativas experimentadas a lo largo de la década. Palabras clave: administración pública, reforma administrativa, burocracia, Chile.

Bureaucratic Features of the Administrative Reforms in Chile in the 1880s Abstract: In the 1880s, Chile experienced important changes in different social spheres that questioned the operating efficiency of state institutions. In order to cope with these difficulties, a broad process of administrative reform was initiated, especially with respect to the adoption of bureaucracy as the way to design public administration. In this regard, the article analyzes the organizational design of a series of institutions so as to evaluate how the characteristics of said system were adopted in Chilean public administration. Based on the study of different documents, it concludes that a series of bureaucratic characteristics —functional division, formal rules and specialization — were adopted for the purpose of overcoming the operational difficulties experienced throughout the decade. Keywords: public administration, administrative reform, bureaucracy, Chile.

Características burocráticas nas reformas administrativas no Chile da década de 1880 Resumo: Na década de 1880, o Chile experimentou mudanças importantes em diferentes âmbitos sociais, que questionaram a eficiência operativa das instituições estatais. Para resolver estas dificuldades, um amplo processo de reforma administrativa foi impulsionado, especialmente a adoção da burocracia como forma de conceber a administração pública. Neste sentido, este artigo analisa a estrutura organizacional de uma série de instituições com o objetivo de avaliar como se adotaram características deste sistema na administração pública chilena. Após o estudo de diferentes documentos, conclui-se que uma série de características burocráticas —a divisão funcional, as regras formais e a especialização— foram adotadas com o propósito de superar as dificuldades operativas experimentadas ao longo da década. Palavras-chave: administração pública, reforma administrativa, burocracia, Chile.

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Diego Barría Traverso

Rasgos burocráticos en las reformas administrativas en el Chile de la década de 1880

Introducción

E

l Chile del siglo XIX era una sociedad, esencialmente, tradicional y con una estructura de poder centrada en la tenencia de la tierra1. Sin embargo, durante las últimas décadas del siglo, los rasgos tradicionales convivieron con fenómenos como la urbanización, la extensión de las relaciones laborales monetarias y el surgimiento de problemas propios de la vida urbana, como las crisis de salud derivadas de la concentración de población2. La administración pública también vivió una transición hacia una conformación más moderna en la última parte del siglo. Tras la independencia de Chile, ocurrida en 1818, una serie de instituciones, como los ministerios, las intendencias y el Ejército, continuaron mostrando los rasgos propios de sus antecesoras del período borbónico. Entre 1830 y 1880, época descrita por Germán Urzúa y María García3 como la primera etapa administrativa del país, gran parte de las oficinas públicas radicadas en el nivel central tuvieron una serie de rasgos burocráticos. Hacia 1853, por ejemplo, los ministerios contaban con estructuras organizacionales y plantas de funcionarios definidas legalmente4; algo similar ocurrió en las oficinas de Hacienda. Como muestran Sonia Pinto, Luz María Méndez y Sergio Vergara5, desde los inicios de la vida independiente hubo un esfuerzo por establecer servicios encargados de la gestión presupuestaria (como la Contaduría Mayor), los cuales fueron organizados por normativas que establecieron muy claramente las funciones de estas agencias y que, además, prescribieron las características de las plantas de funcionarios y las remuneraciones. Algo similar ocurrió con la Oficina de

1 Arnold Bauer, Chilean Rural Society from the Spanish Conquest to 1930 (Cambridge: Cambridge University Press, 1975); José Bengoa, Historia social de la agricultura chilena (Santiago: Sur Editores, 1988). 2

William Sater, Chile and the War of the Pacific (Lincoln: University of Nebraska Press, 1986).

3

Germán Urzúa y María García, Diagnóstico de la burocracia chilena (1818-1969) (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1971).

4

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5 Sonia Pinto, Luz María Méndez y Sergio Vergara, Antecedentes históricos de la Contraloría General de la República, 1536-1925 (Santiago: Contraloría General de la República, 1977).

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Estadísticas6, el servicio de correos7 y la aparición paulatina de una red de telégrafos administrada públicamente, de acuerdo con normas legales dictadas por el Estado. Al mismo tiempo, existen diversos casos de funcionarios que desarrollaron amplias carreras administrativas8. Si bien, muy probablemente, existían diferencias entre estos sectores administrativos, es posible afirmar que los casos reseñados cumplían con las características básicas para ser considerados oficinas organizadas de una forma burocrática9. La existencia de características burocráticas no fue un patrón común en el conjunto de la administración pública, de ahí que en las provincias la acción del Estado estaba lejos de sustentarse en estructuras de tipo burocrático capaces de imponerse a la notabilidad local10. Así, aunque el Estado no estuvo presente en todo el territorio con una estructura burocrática, sí logró contar con un nivel importante de lo que Michael Mann ha denominado poder infraestructural: la capacidad del Estado de penetrar en la sociedad y ejecutar sus decisiones políticas11. En la década de 1880, la administración pública debió enfrentar un escenario distinto al de la década de 1850, época en la que se dictó gran parte de la normativa que la organizó. El país había experimentado un proceso de expansión de sus fronteras efectivas hacia el sur, como resultado de la incorporación de nuevos territorios a la actividad agrícola. En tal sentido, si en la década de 1830 existían tres provincias, hacia 1888 ya eran dieciséis, cuestión que hacía más compleja la gestión territorial. Tres de estas provincias —los territorios peruanos de Tacna y Tarapacá, y Antofagasta, anteriormente boliviana— fueron anexadas tras el triunfo de Chile

6

Andrés Estefane, “Burócratas ambulantes. Movilidad y producción de conocimiento estadístico en Chile, 18601873”, Revista Enfoques. Ciencia Política y Administración Pública XI: 17 (2012): 123-146.

7

John Johnson, Pioneer Telegraphy in Chile, 1852-1876 (Stanford: Stanford University Press, 1948).

8

Véase: Diego Barría, “Empleados públicos de Hacienda. Culturas organizacionales, carreras administrativas e identidades” (Tesis Maestría en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2008), y Andrés Estefane, “Burócratas ambulantes”, 125, nota 3.

9 Para Weber, son rasgos propios de la burocracia: 1) estar organizada por sectores jurisdiccionales estables y contar con un personal organizado con base en normas legales o administrativas; 2) la existencia de una jerarquía de mando clara; 3) fundar su actuar en documentos escritos, los que, junto a los funcionarios, forman una “repartición”; 4) definir la administración de un cargo como una tarea especializada; 5) requerir que esa tarea especializada sea de dedicación exclusiva, creando así carreras administrativas; 6) establecer los cargos a partir de normas generales, estables, precisas y que pueden ser aprendidas. Max Weber, Economía y sociedad (México: FCE, 1992), 716-718. 10 Véase J. Samuel Valenzuela, Democratización vía reforma. La expansión del sufragio en Chile (Buenos Aires: IDES, 1985), y Andrés Estefane, “‘Un alto en el camino para saber cuántos somos…’: los censos de población y la construcción de lealtades nacionales. Chile, siglo XIX”, Historia 37: 1 (2004): 33-59. 11 Michael Mann, The Sources of Social Power: The Rise of Classes and Nation-States, 1760-1914 (Cambridge: Cambridge University Press, 1993). 2, 57-59. Para el caso de Chile, véase Hillel Soifer, “Authority over Distance: Explaining Variation in State Infrastructural Power in Latin America” (Ph.D. Dissertation in Political Sciences, Harvard University, 2006), 115-122.

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en la guerra del Pacífico (1881-1883); gracias a esa anexión, el país quedó con el monopolio mundial de la producción de salitre, aumentando su riqueza12. A ello se sumó la acción militar en el sur para controlar los territorios en los que se encontraba la población mapuche13. Esto no pasó inadvertido para los funcionarios estatales, quienes a menudo informaban acerca de las complejidades derivadas de la ampliación territorial y el aumento de la riqueza14. Este artículo busca establecer cuáles fueron los principales rasgos organizacionales adoptados por las organizaciones públicas como consecuencia de los cambios recién mencionados. Para ello, se analiza un número importante de iniciativas de reforma administrativa. Si bien el conjunto de modificaciones no abarca la totalidad de reformas, sí toma un número apreciable de ellas, por lo que el análisis presentado es capaz de destacar las principales características de la tendencia reformadora de la época.

1. Burocratización de las oficinas públicas De acuerdo con Weber, la Hacienda Pública ha sido el campo donde, comúnmente, se inician los procesos de burocratización del Estado15. En el caso del siglo XIX chileno, los esfuerzos por reformar las instituciones públicas comenzaron en el sector Hacienda durante la década de 1870. La Ordenanza de Aduanas, dictada en 1872, es un claro ejemplo del creciente interés estatal por normar el funcionamiento del sector. Los 182 artículos que formaban parte de esta normativa buscaron imponer la racionalidad legal en las aduanas, diseñando una red a nivel nacional, fijando valores de los impuestos, definiendo cómo desarrollar los procedimientos, determinando los tipos de empleados existentes en estas oficinas y sus responsabilidades16.

12 Entre 1870 y 1878, los ingresos fiscales chilenos fluctuaron entre $25’000.000 y $32’000.000. En 1883, año en que finalizó la guerra, alcanzaron casi $73’000.000. En los años siguientes, la cifra descendió y fluctuó, aproximadamente, entre $41’000.000 y $91’000.000, alcanzados en 1891. Es decir, incluso en los peores años de la década de 1880, la riqueza fiscal era bastante mayor que en el período anterior a la guerra. Al respecto: Markos Mamalakis, Historical Statistics of Chile. Government Services and Public Sector and a Theory of Services, vol. 6 (Westport: Greenwood Press, 1989), 225-226. 13 José Bengoa, Historia de un conflicto. El Estado y los mapuches en el siglo XX (Santiago: Planeta, 1999); Leonardo León, Araucanía: la violencia mestiza y el mito de la “Pacificación”, 1880-1900 (Santiago: Universidad ARCIS, 2005). 14 Véase: Ministerio de Hacienda, Memoria que el Ministro de Hacienda presenta al Congreso Nacional (Santiago: Imprenta Nacional, 1886), CXI-CXIII; Ministerio de Guerra, Memoria que el Ministro de Guerra presenta al Congreso Nacional (Santiago: Imprenta Nacional, 1886), XXXVI-XXXVII. 15 Max Weber, Economía y sociedad, 828. Véase también Charles Tilly, Coercion, Capital, and European States, AD 9901990 (Cambridge: Blackwell, 1990). 16 Véase Ricardo Anguita, Leyes promulgadas en Chile desde 1810 al 1º de junio de 1912, tomo II (Santiago: Imprenta Barcelona, 1912), 289-317.

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Tres años después de la instauración de dicho cuerpo legal, se ensayó un nuevo cambio, que tuvo como objetivo organizar la Hacienda Pública a partir de otro elemento central de la racionalidad burocrática: la división funcional del trabajo17. Tras el trabajo de una comisión formada por personas con conocimientos en la gestión de la Hacienda Pública, el sector fue estructurado en seis oficinas. A cada una de ellas se le encomendó una función importante de la gestión financiera del Estado: el servicio de Aduanas pasó a contar con una Dirección de Aduanas, que se constituyó en una unidad centralizada encargada de construir datos de rendimiento aduanero, comunicar a las aduanas del país la normativa vigente, proponer al Presidente de la República las tarifas y reglamentos relativos al sector, así como elevar al Presidente propuestas de nombramiento de empleados. De igual forma, se creó una Corte de Cuentas, a la que se le encargó examinar y fallar las cuentas que debían rendir las oficinas y los funcionarios que administraban fondos públicos. En tanto, la contabilidad de las cuentas generales del Estado quedó en manos de una Dirección de Contabilidad, y el manejo del tesoro público, bajo la responsabilidad de la Dirección del Tesoro y Amonedación, la que, aparte de llevar un libro con el movimiento del tesoro, debía administrar las cuentas de cada una de las oficinas públicas y procurar que las oficinas pagadoras tuvieran fondos para responder a sus responsabilidades. En el ámbito local se establecieron tesorerías provinciales y departamentales, cuya misión era administrar los bienes del Estado, recaudar impuestos y hacer pagos autorizados por ley, decretos supremos o sentencia judicial. La especialización no fue el único criterio presente en el nuevo diseño del sector. Dada la dependencia de cada oficina respecto a las operaciones e información en posesión de otras unidades, la norma impuso una serie de interacciones entre las diferentes dependencias, que buscaron establecer mecanismos de recolección de información sensible, así como la verificación y el control de la misma. El plan original establecía que la normativa debía entrar en vigencia en un plazo de dos años; sin embargo, la reforma fue dejada de lado a causa de la crisis económica que vivió Chile durante la década de 187018. Domingo Santa María, en un contexto de bonanza fiscal, retomó la idea de reformar el sector y creó una nueva comisión encargada de proponer un proyecto. Como fruto del trabajo de esta instancia, en 1883 se dictó una ley que fijó las plantas de personal de las distintas aduanas del país, así como la forma en que debían ser nombrados y las fianzas

17 Ricardo Anguita, Leyes promulgadas, 395-405; Germán Urzúa, Evolución de la administración pública chilena (18181868) (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1970), 95-102. 18 Los Debates, Santiago, 7 de diciembre, 1887, 2.

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que debían rendir. La anexión de nuevos territorios tras la guerra del Pacífico justificaba esta decisión, pues era necesario contar con una estructura administrativa capaz de sacar provecho del potencial tributario de territorios ahora en manos chilenas. A la vez, se aprobó una ley que organizó en detalle el funcionamiento de la Dirección del Tesoro y las oficinas a su cargo, como también la Dirección de Contabilidad. Estos dos servicios eran los responsables de administrar las crecientes sumas que fueron entrando a las arcas fiscales como efecto de la guerra. La Dirección del Tesoro, por ejemplo, quedó con el control de las tesorerías repartidas por el territorio; la misión de llevar cuentas generales y particulares de los distintos servicios públicos y de la deuda pública; la realización de un inventario de los bienes del Estado; la entrega a cada tesorería de un plan de recaudación por ejecutar y remitirles un plan presupuestario anual por ejecutar. En la Dirección de Contabilidad se radicó, entre otras funciones, la responsabilidad de anotar los decretos que implicaban gastos de acuerdo con el presupuesto y diferentes leyes, formar el presupuesto anual del Estado y llevar un registro de las deudas estatales. De igual forma, le entregó la facultad de prescribir un sistema contable uniforme para toda la administración estatal, para lo cual requería el acuerdo de la Dirección del Tesoro. En cuanto servicio público a cargo de la contabilidad estatal, se le dio la facultad a esta Dirección de nombrar visitadores, quienes podían realizar inspecciones a todas las oficinas públicas y aquellas que recaudaran o administraran fondos estatales, para revisar las cuentas, los libros y los inventarios19. Durante la década de 1870 también hubo un esfuerzo por modificar el régimen interior. En 1877, José Victorino Lastarria, ministro del Interior, presentó un proyecto de reforma de este sector y de las municipalidades, el cual se fundaba, al mismo tiempo, en la necesidad de solucionar una serie de problemas operativos de la cadena de mando del régimen interior y en el deseo de limitar el poder estatal, para así asegurar los derechos individuales. Según Lastarria, el nivel de centralización del poder que la Ley de Régimen Interior de 1844 había creado no se condecía con la situación del país en la década de 1870, período en el cual el orden social estaba consolidado. Sostenía, además, el destacado político e intelectual liberal que la concentración de poder en manos del Intendente anulaba la acción de las autoridades inferiores, como el Subdelegado, y llevaba a una unidad del poder “[…] insostenible en una

19 Otro aspecto interesante de la reforma de 1883 es que reglamentó de forma detallada cómo debían realizarse los procedimientos asociados a la gestión financiera. Esto fue complementado con una ley, dictada en 1884, que normó cómo debían formularse el presupuesto y las cuentas de inversión de la nación. Dirección de Presupuestos, La Dirección de Presupuestos del Ministerio de Hacienda. 75 años. Una mirada histórica (Santiago: Dirección de Presupuestos, 2003), 6.

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situación normal de progreso”20. Los subdelegados estaban condenados a la inacción, al no contar con medios para ejercer sus funciones, razón por la cual era indispensable determinar las funciones de estas autoridades y limitar a lo estrictamente necesario el rango de acción del Intendente y demás representantes del Presidente de la República. El resultado fue un proyecto de ley más preciso en las responsabilidades de cada una de las autoridades del régimen interior, que fijaba límites legales para la acción de estas autoridades (la legislación sobre garantías individuales) y establecía responsabilidades en el actuar. El proyecto de Lastarria no fue discutido, y en 1882 el gobierno de Santa María presentó una nueva propuesta, con énfasis en la solución de problemas operativos relativos a la falta de atribuciones de algunas autoridades. Para el Gobierno, era primordial aumentar las funciones administrativas del Gobernador y el Subdelegado. Lo que se pretendía hacer era pasar atribuciones desde los intendentes a los gobernadores y desde estos últimos a los subdelegados21. El proyecto de 1877 y el de Santa María pasaron a ser estudiados por la Comisión de Gobierno de la Cámara de Diputados, la cual presentó en 1885 un tercer borrador, que mantuvo las principales ideas de sus antecesores y que terminó siendo aprobado22. En él, se fijaron de forma expresa las atribuciones del Intendente, el Gobernador y el Subdelegado. De igual forma, se legisló para dar a las autoridades atribuciones acordes con los problemas que se enfrentaban en la década de 1880. En este punto destaca la autorización para que el Gobernador pudiera decretar el allanamiento de propiedades particulares, aun contra la voluntad de los moradores, cuando esta medida fuese necesaria para cumplir medidas que buscaban combatir epidemias, impedir la propagación de incendios e inundaciones, extraer delincuentes infraganti, arrestar delincuentes, cuando la ley le diera facultades para ello, y evitar el contrabando23. Otro campo en el cual se debió avanzar en una reforma capaz de readecuar instituciones organizadas a mediados del siglo XIX fue el de los ministerios. La planta de funcionarios de estos departamentos y los respectivos sueldos fueron fijados en 1853; sin embargo, el problema iba más allá. La reforma ministerial, impulsada por el gobierno de Balmaceda a poco iniciar su mandato, ensayó una nueva división de funciones de los ministerios, para responder de

20 Cámara de Diputados, “4a sesión ordinaria, 12 de junio de 1877”, en Sesiones de la Cámara de Diputados (Santiago: Imprenta Nacional, 1877), 16-27. 21 Cámara de Diputados, “60a sesión ordinaria, 15 de septiembre de 1882”, en Sesiones de la Cámara de Diputados (Santiago: Imprenta Nacional, 1882), 637. 22 Cámara de Diputados, “30a sesión ordinaria, 8 de agosto de 1885”, en Sesiones de la Cámara de Diputados (Santiago: Imprenta Nacional, 1885), 386-390. 23 Chile, Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno (Santiago: Imprenta Nacional, 1883), 1309-1327.

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mejor forma a las nuevas características que la acción estatal iba tomando, como consecuencia de las prioridades de políticas del Gobierno. El proyecto señalaba que había una falta de preparación técnica en la ejecución de las obras públicas, por parte de los diversos ministerios. En opinión del Gobierno, los recursos públicos se invertirían con “[…] acierto i economía”, si se creaba un ministerio dedicado a las obras públicas24. Ese nuevo departamento fue el Ministerio de Industria y Obras Públicas, que se sumó a los existentes ministerios de Interior, Relaciones Exteriores, Hacienda, Justicia e Instrucción Pública, Guerra y Marina. La ley de 1887, al igual que las normas antes mencionadas en esta sección, avanzó a su vez en términos de burocratización. Por una parte, entregó una precisa definición de las funciones de cada uno de estos departamentos, y, por la otra, aunque no se definió una estructura específica para cada ministerio, sí se les fijó una planta de funcionarios, la cual daba indicios de algunos criterios de división del trabajo. Para el Ministerio de Guerra se estableció un jefe de sección, para el de Industrias y Obras Públicas tres, y el resto de los departamentos pasó a contar con dos jefes de sección cada uno. La ley no identificó cada una de estas secciones, pero ello sí fue detallado por cada uno de los respectivos reglamentos ministeriales, dictados en los años siguientes. Un aspecto fundamental de esta ley estuvo vinculado también al personal ministerial. En el decreto-ley de 1837 coexistieron requisitos educativos básicos con otras cuestiones relacionadas con la honorabilidad personal25. En la ley de 1887, al contrario, se establecieron requisitos educacionales específicos: para ser oficial de número era necesario estar en posesión del bachillerato en humanidades; para ser oficial de número de primera clase se pidió contar además con conocimientos de derecho administrativo; y para ser jefe de sección se exigió haber aprobado el examen existente en el sistema educativo sobre esa materia. De igual forma, dependiendo del departamento, se sumaba otro conjunto de pruebas. La Contaduría Mayor afrontaba un escenario similar al de los ministerios. Su planta fue establecida en 1854, lo que ya era un problema en términos de sueldos, congelados por casi treinta años. La presión que sufrió el servicio llevó a que se le entregaran medios materiales para ejercer sus responsabilidades, entre ellos, se impulsó el aumento constante del personal de la oficina26. Sin embargo, esta solución no fue definitiva. Como planteaba el Contador Mayor, en la memoria del servicio correspondiente a 1885, este servicio enfrentaba problemas en el cumplimiento de los procedimientos de la forma prescrita en la normativa. El mismo funcionario manifestaba a las autoridades de gobierno que, de seguir el retraso en el juzgamiento de

24 Diego Barría, “Continuista o rupturista”, 29. 25 Diego Barría, “Continuista o rupturista”, 9. 26 Véase Diego Barría, “Empleados públicos”, ver capítulo 2.

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las cuentas rendidas por los funcionarios públicos con dinero a su cargo, este mecanismo de control no generaría los efectos esperados27. Por lo mismo, a mediados de la década, el Gobierno presentó un proyecto de reforma, aprobado en 1888, el cual cambió el nombre del servicio por Tribunal de Cuentas28. A este nuevo organismo se le encargaron el examen y juzgamiento de las cuentas que debían rendir los funcionarios y el establecimiento a cargo de fondos públicos o de la beneficencia. Para cumplir con ambas funciones, fue dividido en dos secciones: una encargada del examen y otra dedicada al juzgamiento de las cuentas. Esta normativa fortaleció, además, el control legal sobre la ejecución presupuestaria, al establecer que la Corte debía representar al Presidente de la República los decretos de pago no conformes a la ley. Si bien éste podía insistir en el pago hasta materializarlo, en ese caso la Corte debía aceptar la decisión, pero informando de ella al Congreso o a la Comisión Conservadora, en caso de que el Congreso se encontrase en receso.

2. Nuevos espacios para la burocracia El impulso que vivió la burocracia, en cuanto forma de organización administrativa capaz de resolver problemas operativos, no solamente se dio en lo relativo a la reorganización de servicios públicos ya existentes. También ocurrió en campos hasta ese entonces no considerados, como el de los ferrocarriles y la migración. Iniciada la década de 1880, el Estado chileno administraba tres líneas férreas: la que unía Santiago con Valparaíso, una que conectaba el sur y una última que corría entre Chillán, Talcahuano y La Frontera. Cada una de ellas era administrada de forma descentralizada y tenía diferentes países como referentes, por lo cual compraban diferentes materiales y recibían distintas influencias en materia de gestión ferroviaria29. Esto trajo una serie de problemas de coordinación que hacían imposible la conexión entre líneas, por lo que en 1883 se formó una comisión de ingenieros, encargada de encontrar una solución a estos problemas30. Se buscó remediar esta situación con la creación de una sola estructura administrativa, caracterizada por la división funcional de acuerdo con las tareas centrales de la empresa y por una descripción detallada, tanto de las responsabilidades de cada una de las unidades como de la forma en la cual ciertos procesos debían llevarse a cabo.

27 Véase Contaduría Mayor, Memoria de la Contaduría Mayor (Santiago: Imprenta Nacional, 1885). 28 Chile, Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno (Santiago: Imprenta Nacional, 1888), 996-1013. 29 Win Crowther, “Technological Change as Political Choice. The Engineers and the Modernization of the Chilean State Railways” (Ph.D. Dissertation in Political Sciences, University of California, 1973), 359-360. 30 Win Crowther, “Technological Change”, 360-362; María Piedad Alliende, “La construcción de los ferrocarriles en Chile. 1850-1913”, Revista Austral de Ciencias Sociales 5 (2001): 143-161.

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Los resultados de esta comisión se materializaron en una ley, publicada en 1884, que normó la administración de los ferrocarriles31 y que dejó la gestión en manos de un Director General y un Consejo —que es analizado más adelante— encargado de apoyar al Director en la gestión de la empresa. Al Director se le encargó la representación judicial y extrajudicial de la empresa, como la responsabilidad de dirigir e inspeccionar el servicio, encargarse del cumplimiento de las normas aplicables a la gestión de la empresa y asumir otras cuestiones asociadas a la marcha administrativa, entre las que se contaba el someter al Consejo una serie de materias, principalmente de carácter técnico. La creación de una cabeza encargada de coordinar las acciones y velar por el buen funcionamiento de la empresa, de acuerdo con las normas legales correspondientes, no fue el único rasgo burocrático de la nueva estructura. La ley que organizó el servicio contaba con una serie de especificaciones sobre la forma en la cual se debían realizar ciertos procesos. Por ejemplo, la compra de materiales y útiles sólo podía hacerse a través de licitación y la enajenación de ciertos materiales, que debía realizarse mediante subasta pública. Asimismo, se centralizaron aspectos relacionados de un modo directo con la gestión de las líneas. La ley creó cuatro secciones, con funciones claramente delimitadas: la de Explotación o Conducción y Transporte, la de Vía y Edificios, la de Material de Tracción y Maestranza y la de Contabilidad. Este tipo de organización provino del modelo belga y, de acuerdo con un exdirector, generó una serie de problemas de gestión al crear cuatro unidades independientes sin un nivel superior capaz de controlarlas32. La primera sección quedó, entre otras cosas, a cargo de fijar las normas de transporte de pasajeros y de carga. La sección de Vía y Edificios, por su parte, fue concebida para mantener en buen estado las vías y las demás dependencias de la empresa. La tercera sección quedó a cargo de la gestión del equipo del camino, las locomotoras, los carros en servicio, tanto los de pasajeros como los de cargas. Por último, la sección de Contabilidad tenía la misión de fijar normas de contabilidad, llevar las cuentas de la empresa y un inventario de las existencias de los ferrocarriles, además de construir una serie de datos que servían de apoyo para la gestión de la empresa. Como resultado, Ferrocarriles del Estado se constituyó en una estructura administrativa burocratizada, gracias a la cual las líneas ferroviarias estatales pasaron a estar normadas, en su funcionamiento, mantenimiento y gestión financiera, bajo un mismo régimen de

31 Anguita, Leyes promulgadas, 568 y ss. 32 Hermógenes Pérez de Arce, Tratado de administración pública aplicado al curso de ingenieros de la Universidad de Chile (Santiago: Imprenta de La Gaceta, 1896), 173.

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administración. Así, pues, ya no era posible que entre las líneas primara la disparidad de materiales y coexistieran distintos criterios de funcionamiento y modelos de gestión, como ocurría antes de la reforma de 188433. La migración fue otro campo en el que se avanzó en el establecimiento de una estructura burocrática. Como muestra Baldomero Estrada, el Estado chileno implementó una política de atracción de extranjeros, de quienes se esperaba colaboración para poblar y desarrollar la economía del país34. Las distintas leyes que se dictaron sobre la materia, durante la segunda mitad del siglo XIX, se enfocaron preferentemente en la captación de extranjeros dispuestos a asentarse en Chile y en la repartición de tierras para estas personas y sus familias. Si bien se fueron creando unidades a cargo de las funciones de inmigración, como la Agencia de Colonización en Europa, la Inspección General de Colonización de Chile y la Comisión de Ingenieros de Mensura e Hijuelización de los Terrenos Fiscales, no se avanzó en la conformación de una estructura administrativa estatal centralizada. Incluso, en 1872 se estableció una Oficina General de Inmigración, que, en lugar de quedar bajo el alero del Estado, fue entregada a una organización privada aglutinadora de los intereses de los terratenientes: la Sociedad Nacional de Agricultura. Una estructura de ese tipo tenía cabida en la década de 1870, fecha en la que los particulares todavía ocupaban un lugar importante en el desempeño de diversas funciones. En los años ochenta, en los cuales el Estado tomó un lugar central en la gestión de asuntos públicos, para las autoridades lo más conveniente parecía ser la creación de una agencia estatal a cargo de todos los aspectos de la migración. Por ello, a finales de 1888, el gobierno de Balmaceda presentó un proyecto de ley que creaba la Dirección General de Tierras, Colonización e Inmigración, la cual, en palabras del ministro de Relaciones Exteriores, Demetrio Lastarria, terminaría por reglamentar de forma correcta la marcha de la migración y, además, reuniría todos los servicios del ramo en una sola oficina “[…] que dé unidad a sus trabajos i evite los obstáculos que con frecuencia se presentan en su funcionamiento”. La propuesta del Gobierno identificaba cada una de las funciones del servicio y lo dividía en dos secciones: una de Colonización e Inmigración y otra denominada Sección de Topografía y Radicadora de Indígenas. La propuesta original planteaba que el nombramiento del Director y los jefes de sección sería por ocho años35.

33 Win Crowther, “Technological Change”, 359-360. 34 Baldomero Estrada, “La política migratoria del gobierno de Balmaceda”, en La guerra civil de 1891: cien años hoy, ed. Luis Ortega (Santiago: Universidad de Santiago de Chile, 1993), 73-83. 35 Cámara de Senadores, “15° sesión extraordinaria, 14 de diciembre de 1888”, en Boletín de Sesiones de la Cámara de Senadores (Santiago: Imprenta Nacional, 1888), 189-190.

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La oficina fue creada, pero no mediante ley, sino a través de la aprobación, en el presupuesto para 1890, de los fondos para pagar una planta de funcionarios, y un decreto que organizó la Oficina de Tierras y Colonización36. La principal responsabilidad de este servicio era la de velar por los intereses estatales en lo relativo a las tierras consagradas a la colonización; la gestión de los territorios por ceder o arrendar; vigilar el cumplimiento de las obligaciones que los particulares tomaran en relación con los terrenos de colonización; reunir y conservar toda la documentación relacionada con los planos, transacciones y otros datos que tuvieran relación con los terrenos de colonización. El decreto también creó, por un lado, la Oficina de Contabilidad, dedicada a todos los aspectos relativos a la gestión financiera de los esfuerzos de instalación de los extranjeros, que eran traídos al país para colonizar territorios, y, por el otro, la Oficina Topográfica, encargada de la mensura y subdivisión de los terrenos fiscales entregados a la colonización. En esta oficina debían trabajar todos los ingenieros contratados para la colonización. El cargo de Inspector General fue creado por el mismo decreto, a quien se le encargó la dirección de todos estos servicios, para cumplir con el anhelo de unidad en la acción estatal. El Gobierno también procuro dividir racionalmente las funciones a cargo de la colonización. Ni el frustrado proyecto de ley ni el decreto que organizó la Oficina de Tierras habían prestado atención a la gestión de los movimientos migratorios, una tarea que debió ser desempeñada por otra agencia, con distintas características. En 1889, se creó la Oficina de Inmigración, dedicada a impulsar “[…] todos los trabajos que se relacionen con el movimiento inmigratorios libre”. El decreto de creación de la Oficina no ahondó mayormente en establecer una estructura organizativa, ni en detallar las responsabilidades de la oficina y sus autoridades. Aparte de la definición citada más arriba, el cuerpo normativo fijó una planta de ocho funcionarios. Al año siguiente, el servicio fue reglamentado de una forma más precisa, estableciendo como función de éste el “[…] recibir los inmigrantes libres que el agente general en Europa envíe á Chile, y distribuirlos en los trabajos públicos y particulares”37. Para ello, se fijaron las responsabilidades del Director de Inmigración y se crearon cargos no estipulados en el decreto de 1889, como los de Contador-tesorero, administradores de hospederías, subadministradores, médicos, porteros y mozos de servicio. Hasta ahora se ha presentado en este artículo un conjunto diverso de oficinas y sectores administrativos, en los cuales se impulsaron reformas que tuvieron como objetivo aumentar la racionalización de la gestión, impulsar la división funcional de oficinas públicas y determinar

36 Chile, Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno (Santiago: Imprenta Nacional, 1889), 889-896. 37 Chile, Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno (Santiago: Imprenta Nacional, 1889), 141-142.

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competencias con base en cuerpos legales. El objetivo era ajustar estas agencias públicas al nuevo contexto socioeconómico del país. Pero las acciones no se quedaron ahí, como se muestra a continuación, pues también se estimuló la especialización del trabajo dentro del Estado llevando al surgimiento de núcleos controlados por expertos.

3. Tecnificación de la gestión estatal: la irrupción de agencias especializadas Durante la década de 1880, los empleados públicos pasaron a ser un tema de interés en las discusiones de la arena política chilena. Las quejas de selección con base en cuestiones políticas y denuncias de incapacidad llevaron a que se propusiera avanzar hacia la especialización del personal público y la selección de los funcionarios con base en la idoneidad38. El anhelo de profesionalizar la función pública se materializó en la incorporación de exigencias académicas para algunos puestos administrativos. Al nivel ministerial, criterios como la decencia y buena comportación dieron paso a la exigencia de contar con grados académicos y haber aprobado ciertos cursos universitarios39. De igual forma, se dio una tendencia hacia la especialización de ciertos sectores estatales, lo que implicó no solamente la incorporación de criterios burocráticos como la división racional del trabajo o el uso de pruebas de conocimiento como método de selección de funcionarios, sino que también se materializó en la incorporación del conocimiento científico en la gestión del Estado. El esfuerzo por “prusianizar” las Fuerzas Armadas chilenas tuvo como idea central formar un alto mando militar con los conocimientos considerados en esa época como parte de las ciencias de la guerra40. Otro ejemplo se encuentra en la institucionalidad de salud pública, creada tras la crisis del cólera, ocurrida en Chile entre 1886 y 188841. Esta entidad estuvo en manos de funcionarios públicos y de los médicos, estos últimos incorporados

38 Véase Diego Barría, “Continuista o rupturista”, 9; Diego Barría, “En busca del mérito: la discusión académica en torno a los empleados públicos en Chile, 1884-1920”, Estudos Ibero-Americanos 35: 2 (2009): 148-165. 39 Diego Barría, “Continuista o rupturista”, 9. 40 Patricio Quiroga y Claudio Maldonado, El prusianismo en las Fuerzas Armadas chilenas: un estudio histórico (Santiago: Editorial Documentas, 1988); William Sater y Holger Herwig, The Grand Illusion: The Prussianization of the Chilean Army (Lincoln: University of Nebraska Press, 1999); Enrique Brahm, Preparados para la guerra. Pensamiento militar chileno bajo influencia alemana, 1885-1930 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2003); Bernardo Ibarrola, “El ejército de Balmaceda: modernización y crisis. Las fuerzas chilenas de mar y tierra, 1884-1890” (Tesis Doctorado en Estudios Latinoamericanos, Instituto Universitario Ortega y Gasset, 2004). 41 Véase, por ejemplo, María Angélica Illanes, “En el nombre del pueblo, del Estado y de la ciencia, (...)”. Historia social de la salud pública. Chile 1880/1973 (Hacia una historia social del siglo XX) (Santiago: Colectivo de Atención Primaria, 1993).

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en espacios estatales como hombres de ciencia y, por ende, como las personas idóneas para guiar los esfuerzos del Estado en el control de la situación. Las reformas administrativas de la década de 1880 tuvieron como efecto el surgimiento de núcleos profesionales especializados en algunas agencias públicas. Éste fue el caso de aquellas instituciones dedicadas a formar ciertos tipos de funcionarios públicos, a las que se suman agencias a cargo de tareas particulares, cuyo cumplimiento estaba asociado a un cuerpo de conocimiento científico que era monopolio de una profesión en particular. En el primer tipo se puede analizar la prusianización del Ejército chileno, aunque no se trató del único caso representativo del contexto de estudio. De hecho, desde la década de 1830 llegaron, paulatinamente, intelectuales e ingenieros para aumentar las capacidades en materias como obras públicas y educación (así, por ejemplo, en 1889 se creó el Instituto Pedagógico para formar profesores)42. Ahora bien, algunos académicos que han estudiado procesos de especialización de la gestión tienden a mirar hacia servicios como Ferrocarriles del Estado y la Dirección de Obras Públicas, donde irrumpieron los ingenieros43. El ingreso de los ingenieros no fue un resultado azaroso. Un análisis de las leyes que crearon las agencias recién mencionadas (en 1884 y 1888, respectivamente) deja en claro que, conscientemente, las autoridades estatales colocaron a los ingenieros en lugares centrales de la estructura organizacional. En Ferrocarriles del Estado, la sección dedicada a la explotación de las vías, que estaba encargada de operar los trenes, el personal no era excesivamente especializado, sino que estaba conformado por puestos como los de jefes de estación, conductores, boleteros o guarda-equipajes. Algo similar ocurría en la sección dedicada a llevar la contabilidad de la empresa, como lo muestra una mirada a su estructura organizacional. Aquí se advierte que los ingenieros copaban todos los aspectos centrales del funcionamiento organizacional; además, la ley creó un consejo a cargo de la gestión de la empresa, donde los dos directores ingenieros tenían un lugar importante. En la Dirección de Obras Públicas se encuentra también la discusión sobre la reorganización ministerial de 1887. En el contexto de este proyecto, el senador Altamirano propuso que, en lugar de crearse un ministerio encargado de las obras públicas, se formara una sección

42 Sobre este asunto, Win Crowther, “Las repercusiones de la profesionalización y de la asistencia técnica en el desarrollo tecnológico nacional: la experiencia chilena, 1887-1970”, Estudios Sociales 7 (1975), 174; Rolando Mellafe, Reseña histórica del Instituto Pedagógico: cien años en la formación de profesores (Santiago: Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, 1988), 9-10. 43 Win Crowther, “Technological Change”, 400; Guillermo Guajardo, Introducción “Raúl Simón Bernard (18931969): ingeniería y Estado en Chile”, en La situación económico-política de los Ferrocarriles del Estado, Raúl Simón Bernard (Santiago: Cámara Chilena de la Construcción, 2010), X-XI.

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especializada en esa materia dentro del Ministerio del Interior44. Durante la segunda mitad de 1887, el gobierno de Balmaceda presentó un proyecto sobre la materia, el cual tuvo una rápida discusión convirtiéndose en ley en enero de 188845. La Dirección quedó en manos de un Director General, que debía contar con el título de ingeniero de la Universidad de Chile, encargado del estudio, ejecución y vigilancia de los trabajos públicos realizados por el Estado o los particulares. La oficina tenía bajo su tutela materias como las comunicaciones terrestres, fluviales y marinas; el aprovechamiento y distribución de aguas; los edificios y las construcciones nacionales; las minas; los privilegios exclusivos; y la geografía y geodesia. Para cumplir con sus funciones, la oficina fue dividida en cuatro secciones: la primera estaba encargada de los ferrocarriles y telégrafos que se encontraban en construcción o estudio; la segunda se ocupaba de los puentes, caminos y construcciones hidráulicas; a la tercera sección se le encomendó atender asuntos relativos a la arquitectura; y la última unidad fue establecida para afrontar los temas asociados a las minas, la geografía y la geodesia. De igual forma, se estableció una planta de funcionarios plagada de profesionales, en la que se encontraban tres arquitectos, que convivían con un grupo amplio de ingenieros. Tanto el Director como los jefes de sección debían contar con tal título profesional. De igual forma, se crearon plazas para tres ingenieros primeros, tres ingenieros segundos y un secretario ingeniero, a los que se sumaron seis ingenieros aspirantes. Por último, la ley de la Dirección de Obras Públicas estableció que en cada provincia existiría un ingeniero más. Esta cantidad de profesionales fue un impulso para la ingeniería chilena, sobre todo porque los profesionales por contratar debían contar con un título, salvo excepciones calificadas. En los años siguientes, las contrataciones aumentaron, por la cantidad de trabajo, y hacia 1895 se contaban 37 funcionarios a contrata46. Otro rasgo fundamental de estas dos agencias fue la continuidad en el tiempo que se les quiso dar a los profesionales que ahí trabajaban. Tanto en la administración de los ferrocarriles como en la Dirección de Obras Públicas, las autoridades fueron nombradas por un período de diez años, que acogía tanto al Director General como a los jefes de sección. La especialización de estos funcionarios y la de sus subordinados, sumada a la permanencia largo tiempo en estas oficinas, permitió que los ingenieros actuaran con base en el principio de apoliticidad, lo cual les abrió además la posibilidad de presentarse frente al mundo político como un cuerpo

44 Cámara de Senadores, “10° sesión extraordinaria, 17 de diciembre de 1886”, en Boletín de Sesiones de la Cámara de Senadores (Santiago: Imprenta Nacional, 1886), 137. 45 Chile, Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno (Santiago: Imprenta Nacional, 1888), 259-302. 46 Hermógenes Pérez de Arce, Tratado de administración, 55-56.

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profesional que actuaba basado en criterios independientes47. Estas dos cuestiones no fueron los únicos elementos para que los ingenieros pudieran tener tal rol, también se sumó la creación de consejos en ambos servicios públicos.

4. La aparición de consejos especializados En los años ochenta, los consejos proliferaron en la administración pública chilena, conformados por profesionales expertos en las materias a tratar y por representantes del Presidente de la República u otras organizaciones. Tuvieron como principal misión orientar políticas y la gestión de agencias públicas encargadas de materias sensibles para los intereses del Estado. La manera en la que fueron conformados lleva a advertir que lo que se buscó fue compatibilizar los intereses de las autoridades estatales con el conocimiento experto en manos de una serie de especialistas. La ley de ferrocarriles de 1884 inauguró esta tendencia, estableciendo que el Director General de Ferrocarriles sería asistido por un consejo, conformado por el Director, los jefes de cada uno de los cuatro departamentos de la empresa y tres representantes del Jefe de Estado, quienes eran nombrados cada dos años. Por este cuerpo pasaban cuestiones fundamentales de la gestión de los ferrocarriles: el Director General debía someter al consejo los reglamentos generales del servicio, las tarifas de pasajeros y fletes, así como su modificación; los itinerarios generales de los trenes; la planta de empleados de cada sección y sus planes de sueldo; el presupuesto de gastos; la definición de las condiciones en las cuales debían cumplir sus actividades los funcionarios que no eran nombrados por la ley; los proyectos de nuevas obras; y la adquisición de equipos y las innovaciones, que implicaban gastos, en el campo de la explotación. Esta ley fijó igualmente como materias que le correspondían al Consejo el separar empleados por ineptitud, negligencia o falta de garantías de seguridad en el desempeño de su servicio; establecer los empleados que debían rendir fianza; determinar atribuciones y deberes de empleados de ferrocarriles; prestar su acuerdo para indemnizaciones extrajudiciales y gastos extraordinarios; establecer la distribución de maquinarias y materiales; acordar la enajenación de rieles y durmientes y otros materiales no utilizados, producto de la renovación de material u otro motivo; ordenar visitas de inspección del camino. Es decir, la gestión de los ferrocarriles quedó en manos de un grupo conformado, casi exclusivamente, por ingenieros que, aparte del conocimiento proveniente de su formación universitaria, trabajaban en el día a día de la empresa48.

47 Win Crowther, “Technological Change”, 400. 48 Ricardo Anguita, Leyes promulgadas, 568 y ss.

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En el campo de la salud, las comisiones también fueron instituidas. El combate al cólera, entre 1886 y 1888, requirió la conformación de una Comisión Directiva del Servicio Sanitario del Cólera. En 1887, la Ordenanza General de Salubridad estableció una Junta General de Salubridad, formada por veinticuatro personas, a las que se les encargó estudiar y proponer medidas para contener epidemias, atender de mejor forma a los enfermos, entregar dictámenes a las consultas del Gobierno sobre ciertos asuntos, así como nombrar comisiones para visitar el territorio nacional, inspeccionar servicios sanitarios y proponer medidas a las juntas departamentales. En 1889, esta tendencia se consolidó con la dictación de un decreto que transformó estas instituciones en el Consejo Superior de Higiene. En un inicio, este cuerpo estuvo formado por siete miembros, pero dentro del mismo año se amplió a diez personas, que eran nombradas por el Presidente de la República por un período de tres años. Al Consejo Superior se le encargaron funciones como indicar a la autoridad las medidas por tomar en salud, inspeccionar a los médicos de ciudad, velar por condiciones sanitarias de habitaciones, fábricas, escuelas, hospitales, lazaretos, hospicios, prevenir epidemias y combatirlas, para lo cual podía dictar reglamentos; de igual forma, podía recomendar a los municipios medidas en materia de salud, debía vigilar la calidad de alimentos y bebidas, además de recolectar datos para tener estadísticas médicas. Por último, se le encargó la responsabilidad de convertirse en un difusor de conocimiento científico, a través de la conformación de una biblioteca, de un museo de higiene pública y la publicación de un boletín mensual49. En septiembre de 1887 se creó el Consejo de Enseñanza Agrícola e Industrial, para orientar al gobierno en “[…] todo lo relativo a la mejor organizacion de los establecimientos i escuelas de aplicacion, tanto agrícola como industrial, i ejerza sobre ellas la necesaria supervijilancia”50. Este último consejo fue conformado de una forma tal que en su seno estaban representadas agencias públicas relacionadas con la enseñanza agrícola e industrial, como también los grandes agricultores e industriales. Sus miembros eran el Ministro de Industria, los presidentes de la Sociedad de Fomento Fabril y la Sociedad Nacional de Agricultura, un miembro nombrado por el directorio de cada una de estas asociaciones gremiales, el Director del Instituto Agrícola, el Director de la Escuela de Artes y Oficio, y cuatro personas nombradas por el Presidente de la República. Este cuerpo quedó a cargo de la gestión de los establecimientos educacionales dependientes del Ministerio de Industria y Obras Públicas, por lo cual podía proponer planes de estudio, métodos de enseñanza, modalidades de los exámenes finales, la gestión del personal de esas escuelas, la creación de nuevos centros y

49 María Angélica Illanes, “En el nombre del pueblo”, 83. 50 Chile, Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno (Santiago: Imprenta Nacional, 1887), 1503-1504.

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cualquier medida tendiente a mejorar el desarrollo de la enseñanza agrícola e industrial. De igual forma, tenía a su cargo la presentación del presupuesto anual de estas escuelas y el examen de los fondos utilizados por ellas. Dentro de la Dirección de Obras Públicas también se creó un consejo, conformado por el Director General, los jefes de sección y los ingenieros jefes de explotación de ferrocarriles con residencia en Santiago. Este cuerpo, formado solamente por ingenieros, fue concebido como un espacio técnico asesor del Gobierno, responsable de estudiar los planos y presupuestos que se presentaban al Gobierno en materia de obras públicas, además de emitir dictámenes en todas aquellas materias sobre las cuales le cabía competencia a la oficina51. Hacia 1888, entonces, el gobierno de Balmaceda se mostraba lo suficientemente convencido respecto a las bondades de conformar estos consejos a cargo de la gestión de diversos ramos. El mismo año en el que se creó la Dirección de Obras Públicas, el Ejecutivo propuso, sin éxito, crear otro consejo, encargado de las estadísticas. Para tal efecto, se envió al Congreso un proyecto de ley, que avanzaba a la instauración de un consejo conformado con una serie de autoridades y profesionales que, aunque no tenían un marcado carácter técnico, eran personeros con conocimiento suficiente del tipo de estadística que el Estado y los principales sectores económicos requerían. El Consejo era presidido por el Ministro del Interior y lo conformaban el jefe de la Oficina Central de Estadística, el Director de Contabilidad General, el protomédico, un Inspector de Registro Civil, los subsecretarios de Estado, así como representantes elegidos por las sociedades de Fomento Fabril, Minería y Agricultura. A su vez, debía encargarse de “[…] la supervijilancia i direccion del ramo i de dictar los reglamentos necesarios para determinar las materias diversas que deben abrazar los trabajos i la manera de ejecutar todas las operaciones que conduzcan a formar la estadística”52. También se esperaba que supervigilara a la Oficina Central de Estadística y la Oficina de Estadística Comercial de la Aduana de Valparaíso, que dictara una ordenanza general sobre la materia y que estuviera al tanto de una serie de cuestiones, como las materias sobre las cuales se debía construir estadística, fijar las épocas de recolección, determinar las fuentes de datos y los métodos de recolección, determinar reglamentos para las oficinas estadísticas, así como tener control sobre las publicaciones del ramo. Los casos reseñados ilustran una creciente voluntad del gobierno de Balmaceda de avanzar hacia la creación de cuerpos técnicos a cargo de ciertos sectores de la gestión estatal. Lo que

51 Chile, Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno (Santiago: Imprenta Nacional, 1888), 295-302. 52 Cámara de Senadores, “16° sesión ordinaria, 16 de julio de 1888”, en Boletín de Sesiones de la Cámara de Senadores (Santiago: Imprenta Nacional, 1888), 162-163.

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se buscaba era establecer, de forma permanente, espacios capaces de fundar la acción estatal sobre bases racionales. Para ello, los funcionarios públicos tuvieron un lugar central, en cuanto representantes de la lógica estatal. Sin embargo, su rol no fue monopólico, pues en los casos en los que las materias por tratar requerían conocimiento científico, se impulsó la incorporación en el aparato estatal de profesionales, como los médicos y los ingenieros, que contaban con un saber especializado capaz de ser utilizado para mejorar la marcha administrativa.

Conclusiones A mediados del siglo XIX, la acción estatal tenía un ámbito de acción limitado y carecía de una estructura burocrática muy desarrollada, que existía en el nivel central pero no en el local. En la década de 1880 se produjo un avance cualitativo de la burocracia en varias de las agencias del nivel central, que se caracterizó por el hecho de que los diseños de estas instituciones fueron más profundos, aumentando los detalles en torno a las estructuras organizacionales, las funciones de cada una de estas agencias, los procesos por desarrollar y la forma en que debían implementarse. La burocracia, además, avanzó hacia terrenos nuevos en los que el Estado no participaba o lo hacía bajo formas no burocráticas. Lo que estas reformas buscaban era aumentar los niveles de coordinación y las capacidades estatales. La creación de Ferrocarriles del Estado, el Ministerio de Industria y Obras Públicas o la institucionalidad en materia de salud pública son ejemplos de este esfuerzo. El modelo burocrático se mostraba propicio para ello, pues entregaba respuestas concretas a la demanda por encontrar soluciones a los problemas operativos que enfrentaba el Estado en ese momento. Si bien la burocracia se mostró útil para superar una serie de problemas operativos en diversos sectores, no fue una solución completa. De hecho, existe una serie de reportes que ilustran problemas derivados de las características burocráticas de diversas agencias públicas. Por ejemplo, en la década de 1890 se criticaba la centralización en el diseño organizacional de la Dirección de Obras Públicas y la autonomía operativa de las secciones de Ferrocarriles del Estado53. A esto se suma que durante las sesiones del Congreso constituyente de 1891 se discutió un proyecto de ley que buscaba salvar el problema. Estos hechos muestran que la burocratización trajo beneficios, pero también limitaciones. Al mismo tiempo, resultaría interesante entender por qué, a pesar de estos problemas, la burocracia continuó siendo en las décadas siguientes el modelo adoptado para diseñar las instituciones administrativas chilenas.

53 Hermógenes Pérez de Arce, Tratado de administración, 167-186.

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Finalmente, es posible destacar un último efecto derivado del proceso de burocratización: la limitación de los espacios de discrecionalidad de las autoridades políticas frente a los entes administrativos. Como se mostró, en servicios como Ferrocarriles del Estado y la Dirección de Obras Públicas, la gestión quedó radicada en un consejo en manos de ingenieros. Con ello se buscó que la marcha de esas agencias quedara supeditada a funcionarios expertos. A la vez, el establecimiento de normas racionales de estructuración y funcionamiento de las oficinas públicas en general colocaba límites a la discrecionalidad política. Por lo mismo, hacia 1890 ya era evidente que gran parte del malestar de la oposición a Balmaceda se debía a la institucionalidad pública creada en la década de 188054. A la vez, comenzó a hacerse notoria una lucha por el control del Estado chileno, el cual pasó a controlar más recursos55. Ello abre la necesidad de desarrollar una agenda de investigación futura que logre determinar cómo la burocratización del Estado chileno incidió en las disputas políticas que se hicieron manifiestas en 1880 y que finalizaron en la guerra civil de 1891.

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54 Sobre este asunto: Diego Barría, “Autonomía estatal y clase dominante en el Chile del siglo XIX: la guerra civil de 1891” (Tesis Doctorado en Historia, Universiteit Leiden, 2013). 55 Véase Thomas O´Brien, The Nitrate Industry and Chile´s Crucial Transition, 1870-1891 (Nueva York: New York University Press, 1982); Maurice Zeitlin, The Civil Wars in Chile (or, The Bourgeois Revolutions that Never Were) (Princeton: Princeton University Press, 1984).

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Aline de Figueirôa Silva

Estudiante del doctorado en Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (Brasil). Arquitecta y Magíster en Desarrollo Urbano de la Universidad Federal de Pernambuco (Brasil). Miembro del grupo de investigación Jardins de Burle Marx. Es autora del libro Jardins do Recife: uma história do paisagismo no Brasil, 1872-1937 (Recife: Cepe, 2010); del artículo “El Parque de la Juventud en São Paulo y el paisajismo contemporáneo en Brasil”, en Arquitectura y espacio urbano: memorias del futuro (Bogotá: Fundación Rogelio Salmona/Alcaldía Mayor de Bogotá D.C., 2014), 194-199; y, editora, junto a Ana Rita Sá Carneiro y Joelmir Marques da Silva, de Jardins de Burle Marx no Nordeste do Brasil (Recife: EDUFPE, 2013). alinefigueiroa@yahoo.com.br

Articulo recibido: 03 de marzo de 2014 Aprobado: 28 de julio de 2014 Modificado: 20 de agosto de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.04

Ï Este artículo es resultado de la investigación del doctorado en Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo, titulada “Os jardins públicos na história do paisagismo do Nordeste do Brasil”, financiada por la Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo (FAPESP) de Brasil y por la Dumbarton Oaks Research Library and Collection de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).

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O léxico na história do paisagismo no Nordeste do Brasil (XIX-XX)

El léxico en la historia del paisajismo en el nordeste de Brasil (XIX-XX) Resumen: El presente artículo aborda la historia del paisajismo en el nordeste de Brasil, al tomar como estudio de caso los jardines públicos proyectados o construidos en las ciudades costeras de Recife, Fortaleza y João Pessoa entre los siglos XIX y XX. El léxico de los mismos es aquí adoptado como la principal categoría analítica, ya que comprende diferentes designaciones de los lugares mencionados, que a su vez —al incluir nombres oficiales y populares— se relacionan con los atributos funcionales y morfológicos, con las edificaciones circundantes y con la recurrencia de acontecimientos políticos cristalizados en la toponimia urbana. Así, pues, se presenta un abordaje inédito, con el que se espera suscitar nuevas interpretaciones sobre la historia del paisajismo brasileño. Palabras clave: jardines públicos, espacios abiertos, terminología, historia, Brasil.

Lexicon in the History of Landscaping in Northeastern Brazil (19th -20th Centuries) Abstract: This article explores the history of landscaping in northeastern Brazil, undertaking a case study of the public gardens projected or constructed in the coastal cities of Recife, Fortaleza, and Joao Pessoa in the 19th and 20th centuries. The corresponding lexicon is adopted as the main category of analysis here, since it includes different designations for the places mentioned, which in turn — by including both their official and their popular names — are related to the functional and morphological attributes, the surrounding buildings, and the recurrence of political events crystalized in urban toponymy. Hence, it presents an original approach, which is expected to generate new interpretations regarding the history of Brazilian landscaping. Keywords: public gardens, open spaces, terminology, history, Brazil.

O léxico na história do paisagismo no Nordeste do Brasil (XIX-XX) Resumo: Este artigo trata da história do paisagismo no Nordeste do Brasil, tomando como estudo de caso os jardins públicos planejados ou construídos nas cidades costeiras do Recife, Fortaleza e João Pessoa entre os séculos XIX e XX. Elege como principal categoria de análise o léxico dos jardins públicos, que compreende as diferentes designações de tais logradouros, por sua vez relacionadas com seus atributos funcionais e morfológicos, com as edificações do entorno e com a ocorrência de eventos políticos e históricos cristalizados na toponímia urbana, incluindo nomes oficiais e populares. Trata-se de uma abordagem inovadora, consubstanciando novas interpretações sobre a história do paisagismo no Brasil. Palavras-chave: jardins públicos, espaços livres, terminologia, história, Brasil.

Historia Critica No. 56, Bogotá, abril – junio 2015, 240 pp. ISSN 0121-1617 pp 85-111


Aline de Figueirôa Silva

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Introdução

E

m seu conjunto, as narrativas, teses e dissertações acadêmicas, artigos e demais relatos produzidos no âmbito de interesse da história do paisagismo no Brasil nos informam ao menos quatro chaves de análise que vêm sendo adotadas. A dimensão técnica: os atributos morfológicos dos logradouros, seus aspectos decorativos e/ou utilitários, os materiais e sua importação, a autoria dos projetos, creditada a engenheiros, paisagistas e arquitetos; estrangeiros ocupando cargos públicos nas províncias do Império ou em circulação pela América do Sul, brasileiros, ingleses e, sobretudo, franceses. A dimensão política: a ação do governo na promoção de melhoramentos públicos, como chefes de província, governadores, prefeitos ou intendentes, ou a administração do Império na capital federal. A dimensão social: os usos dos logradouros e algumas mudanças relacionadas com as novas demandas e com a inclusão de novos equipamentos, desde o passeio, escuta da música, ocorrência de festas e celebrações cívicas às práticas esportivas. E, finalmente, a dimensão léxica: as diferentes designações, relacionadas com os atributos funcionais e morfológicos dos logradouros, com as edificações do entorno e com a ocorrência de eventos políticos e históricos cristalizados na toponímia urbana, incluindo nomes oficiais e populares. A predominância da primeira chave de análise é sintomática dos programas de pósgraduação em que tais estudos foram gestados e das abordagens estilísticas oriundas de países estrangeiros onde a disciplina está consolidada. O léxico, por outro lado, é uma entrada pouco mobilizada nos estudos de história do paisagismo, sendo mais registrado do que problematizado. Se a história é uma disciplina constitutiva de alguns domínios e linhas de pesquisa da linguística, percorrer o caminho contrário nos permite fundamentar novas interpretações no campo de estudos que, no Brasil, denominamos de história do paisagismo. Portanto, não nos propomos a problematizar uma questão de linguística a ser investigada no âmbito da história, mas partimos de um problema de investigação em história do paisagismo elegendo como objeto de reflexão um determinado aspecto da língua (o léxico).

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Como aporte metodológico, trazemos à luz o livro Arraiais e Vilas d’el Rei: espaço e poder nas Minas setecentistas1, de Cláudia Damasceno Fonseca, cuja análise de terminologias específicas fertiliza interpretações inovadoras sobre os processos de ocupação e urbanização de Minas Gerais. Ao tratar de aspectos urbanísticos das povoações mineiras, aí incluídos a estrutura fundiária, a construção e o controle de equipamentos públicos, Fonseca reconhece que, embora a palavra “urbanismo” seja relativamente recente, pois “suas primeiras ocorrências em línguas latinas datam de meados do século XIX, a prática é antiga”2. Portanto, para identificá-la no século XVIII, a autora toma por “urbanísticos” vários aspectos relacionados com a materialidade das povoações, como a demarcação dos rossios, o direito de uso das nascentes, o sistema de adução d’água, a pavimentação de vias e a construção de chafarizes. Analogamente, considerando que o vocábulo “paisagismo” foi introduzido na língua portuguesa possivelmente no século XX, derivada do francês paysagisme3, é preciso, se não defini-lo, circunscrever o limite do nosso interesse. Se a palavra é de origem recente —de fato não a identificamos em dicionários dos séculos XVIII e XIX—, o “paisagismo”, na qualidade de práxis de organização dos espaços livres nos quais a vegetação está presente, inicialmente no domínio privado e para fins utilitários ou contemplativos e mais tarde no âmbito público, recua a épocas remotas. Historicamente, tais espaços livres —palacianos, monásticos, domésticos ou urbanos, solenes ou lúdicos, vulgares ou monumentais— assumiram diferentes feições e modos de usufruto em épocas e culturas diversas. A história do paisagismo, ao menos no Ocidente, privilegiou os espaços livres privados e, mais tarde, os logradouros públicos, espaços verdes ou vegetados, que receberam várias designações, algumas das quais em uso até os dias atuais. É sobre este último conjunto que recai nosso interesse. No Brasil, os logradouros públicos das cidades da Colônia, do Império e dos primeiros tempos da República, considerando seus atributos morfológicos (traçado, equipamentos, presença ou ausência de vegetação), as funções e os usos, inclusive na sua relação com as edificações do entorno (religiosas, militares, administrativas, civis, recreativas, comerciais), podem ser reunidos em dois grupos. Por um lado, campos, pátios, largos, adros, terreiros e praças —genericamente denominados de praças, segundo a tradição urbanística lusitana e o léxico

1 Cláudia Damasceno Fonseca, Arraiais e Vilas d’el Rei: espaço e poder nas Minas setecentistas (Belo Horizonte: UFMG, 2011). 2

Cláudia Damasceno Fonseca, Arraiais e Vilas, 39.

3 Antônio Geraldo da Cunha, Dicionário Etimológico Nova Fronteira da Língua Portuguesa (Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1986); Antônio Houaiss, Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa (Rio de Janeiro: Objetiva, 2007).

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português4. E, por outro, passeios/passeios públicos, jardins, squares e parques —designados, em conjunto, como jardins públicos, quando os deslocamentos dos modos de intervir e denominar os logradouros públicos se inscrevem no espaço da cidade brasileira. É o século XIX que assinala essa ruptura, ao introduzir nos espaços livres urbanos, até então “desnudos” ou “acanhados”, como se referiu Murillo Marx5, o cultivo de vegetação, novos agenciamentos e equipamentos (coretos, pavilhões, esculturas, fontes, grutas, lagos, luminárias, gradis), alterando a forma urbana e engendrando novas relações sociais. Na região que hoje corresponde ao Nordeste do Brasil, esse processo ocorreu primeiramente nas cidades de Salvador, Recife, Fortaleza e João Pessoa no período imperial e, depois, em outras capitais, como Natal, Aracaju e Maceió. Neste estudo tratamos principalmente do léxico referente aos logradouros públicos ajardinados6 em três capitais provinciais/estaduais da atual região Nordeste. Trabalhamos fundamentalmente com fontes oficiais, escritas (relatórios de governo e de engenheiros, revistas e jornais) e iconográficas (plantas, mapas, gravuras, fotografias e cartões postais), dicionários de português, brasileiros e lusitanos, etimológicos, de línguas estrangeiras e técnicos, cronistas e memorialistas, autores estrangeiros e clássicos da historiografia local. Quanto ao corpus documental, nos orientamos na amplitude e imbricação das referências de Fonseca7, que identificou e tratou o léxico da ocupação e da urbanização de Minas Gerais a partir de registros oficiais diversos, dicionários geográficos, técnicos e linguísticos, fontes iconográficas, relatos de viajantes, autores estrangeiros e pesquisadores que se debruçaram sobre o tema no Brasil.

1. Terminologia de jardins públicos O primeiro logradouro ajardinado nas cidades de Salvador e Fortaleza recebeu o nome de passeio público. No Recife, a planta mais antiga que localizamos referente à criação de um espaço público ajardinado é a “Planta dos Arruamentos do Bairro de Santo Amaro” (1844), de autoria do engenheiro francês Louis Vauthier, chefe da Repartição das Obras Públicas,

4

Empregamos a palavra português/a designando a língua para distinguir do gentílico referente a Portugal, para o qual utilizamos o vocábulo lusitano/a (ou luso-brasileiro, quando couber).

5

Murillo Marx, Nosso chão: do sagrado ao profano (São Paulo: Edusp, 2003), 156.

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Utilizamos o termo ajardinado (e seus correlatos ajardinamento e ajardinar) para indicar a inserção e o cultivo de vegetação nos logradouros de modo planejado para fins estéticos, higiênicos ou utilitários, como provisão de sombra e amenidade climática, considerando sua recorrência nos documentos históricos e na historiografia. Preterimos a palavra arborizado porque esta apenas sinaliza o plantio de árvores (arborização), ao passo que o ajardinamento incluía vários estratos vegetais: gramados, árvores, canteiros com flores e palmeiras.

7

Cláudia Damasceno Fonseca, Arraiais e Vilas, 26-30; 57-81; 397-413.

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que contém dois passeios públicos assim designados8. Tratava-se de um plano, não realizado, para a criação de um novo bairro nas terras de Santo Amaro, que apresentava então algumas construções esparsas. Foram propostas trinta quadras, dois amplos passeios públicos e uma via arborizada entre ambos, voltados para o Rio Beberibe e catalisadores da ocupação. Entretanto, historiadores e cronistas como Pereira da Costa, Mário Sette e Orlando Parahym referiram-se ao passeio público instalado no cais criado pelo engenheiro francês Júlio Boyer em 1838 (Imagem 1). Antiga rampa de embarque na Praia do Colégio, esse espaço era conhecido como Cais do Colégio, em alusão ao conjunto religioso dos jesuítas. Após os melhoramentos efetuados na década de 1830, passou a se chamar Cais do Boyer, Cais do Ramos (1841), Cais 22 de Novembro (1859), quando ali desembarcou a Família Imperial, Cais da Regeneração (1890) e, por fim, Cais da Av. Martins de Barros. “Fizeram um novo cais —o Passeio Público, aliás. Tinha bancos pintados de verde para comodidade do público”9 e árvores vindas do Jardim Botânico de Olinda10. Conforme relata Pereira da Costa: “Como ponto de diversão pública, aos domingos, com a pomposa denominação de Passeio Público, foi por muito tempo assim chamado o lanço de Cais a que nos referimos, até que, desaparecendo os bancos, parte da arborização, e não havendo mais tocatas dominicais, ficou o público privado dessa única recreação que tinha. Algumas praças, posteriormente ajardinadas, vão em parte amenizando a palpitante necessidade de um passeio público [...]. Até o assentamento da pedra fundamental do Passeio Público 13 de Maio, em igual dia do ano de 1889 [...] e a executar-se segundo a memória – projeto do engenheiro Emílio Beringer, de 1 de julho de 1875” 11.

Localizamos duas plantas que compõem o projeto do passeio público referido por Pereira da Costa, porém datadas de 1º de junho de 1875, intituladas “Projecto de Passeio Publico —Aquarium” e “Projecto de Passeio Publico —Pavilhão” e assinadas pelo engenheiro Emile Beringer, então diretor da Repartição das Obras Públicas da província. Essa discussão compareceu em vários relatórios do governo registrando tal designação, conforme verificamos na

8 Silvana Tercila M. Pettinati Lúcio, Pernambuco no século XIX: a herança de Vauthier (Dissertação Mestrado em Urbanismo, PUC-Campinas, 2000); Cândida Freitas, O Parque 13 de Maio na modernização do Recife (Dissertação Mestrado em Desenvolvimento Urbano, UFPE, 2006); Aline de Figueirôa Silva e Rosane Piccolo Loretto, “A passeio pela cidade: o projeto de Vauthier para Santo Amaro e o planejamento de espaços verdes no Recife”, em Un ingénieur du progrès: Louis-Léger Vauthier entre la France et le Brésil, orgs. Cláudia Poncioni e Virgínia Pontual (Paris: Michel Houdiard Éditeur, 2010), 349-367. 9

Mario Sette, Arruar: História Pitoresca do Recife Antigo (Rio de Janeiro: Casa do Estudante do Brasil, 1948), 48.

10 Orlando Parahym, Traços do Recife: ontem e hoje (Recife: Governo de Pernambuco, 1978), 49. 11 Francisco Augusto Pereira da Costa, Anais Pernambucanos, vol. 9. (Recife: Fundarpe, 1983), 521-522.

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Imagem 1. Frederick Hagedorn Carls, Panorama de Pernambuco, retratando o antigo Cais do Colégio e Passeio Público do Recife (1855)

Fonte: Raras e preciosas vistas e panoramas do Recife: 1755-1855, Gilberto Ferrez (Rio de Janeiro: Fundação Nacional Pró-Memória, 1984).

“Planta da Cidade do Recife” (1906), que indica o Passeio Público 13 de Maio, cuja conclusão só veio a se concretizar em 1939 como Parque 13 de Maio12: “Passeio Publico. Continua a população desta capital na carencia deste melhoramento reclamado até pela hygiene. [...] A idéa adoptada por um dos meus antecessores de colloca-lo no Campo das Princezas, sendo removido o theatro Santa Isabel não me pareceu aceitavel. [...] não satisfaria os requisitos da obra projectada, especialmente no que respeita ao isolamento, indispensavel para a policia interna e protecção das plantas, obras d’arte, etc. O campo deve ser ajardinado, e offerecerá mais um ponto de reunião e recreio; mas não se presta a um passeio publico”13.

A exemplo do Recife, os relatórios de governadores e engenheiros provinciais do Ceará sinalizam os paulatinos melhoramentos realizados no Campo da Pólvora que culminaram com a criação de um passeio público na cidade de Fortaleza. Enraizado em diversos relatos de historiadores, cronistas e documentaristas, clássicos ou pertencentes à nova geração14, o

12 Ana Rita Sá Carneiro, Parque e Paisagem: um olhar sobre o Recife (Recife: UFPE, 2010), 86-92. 13 Diogo Velho Cavalcanti de Albuquerque, Falla recitada pelo excelentissimo presidente da provincia no dia 1º de março de 1871 (Recife: Typographia de M. F. de F. & Filhos, 1871), 26. 14 João Nogueira, Fortaleza Velha (Fortaleza: Instituto do Ceará, 1954); Gustavo Barroso, À margem da história do Ceará (Fortaleza: Imprensa Universitária, 1962); Otacílio de Azevedo, Fortaleza descalça (Fortaleza: Secult/CE, 2012 [1980]); Raimundo Girão, Fortaleza e a crônica histórica (Fortaleza: UFC, 1983); Sebastião Ponte, Fortaleza Belle Époque: reformas urbanas e controle social, 1860-1930 (Fortaleza: Demócrito Rocha, 1999); Antonio Luiz Silva Filho, Fortaleza: imagens da cidade (Fortaleza: Museu do Ceará, 2004); José Liberal de Castro, “Passeio Público: espaços, estatuária e lazer”, Revista do Instituto do Ceará, 123 (2009): 41-114.

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Passeio Público de Fortaleza ainda é alvo de muita controvérsia com relação ao seu processo de criação e transformações ao longo do tempo. Embora 1880 e 1888 sejam apontados como marcos da sua inauguração em duas fases, sua implantação recua ao menos à década de 1860. “A principio lembrei-me sómente de nivelar o espaço comprehendido entre o hospital e o quartel, calçar três faces dessa praça e planta-la de arvores. Reconheci porém que fazendo executar mais algumas obras além d’éstas, que se concluíram, poderíamos contar em breve com um passeio publico, na situação mais vantajosa, e com vista para o mar”15. “Passeio publico. Concluidas as obras de alvenaria a cargo de José Feijó de Mello, para embasamento do gradil de ferro destinado a fechar a praça da Misericordia, foi por essa presidencia autorisada [...] a construcção de uma calçada interior [...] e algumas obras de decoração consistentes em jarros. [...]. Está construído igualmente em sentido normal a muralha um lanço de muro 17 m. de comprido para o fim de limitar o jardim projectado do lado do poente [...]. Tem-se feito o revolvimento das terras para o plantio de gramma, a transplantação dos arbustos que ali existiam segundo o novo plano adoptado”16.

O Passeio Público de Fortaleza era formado por três planos correspondentes a três níveis topográficos, escalonados, com amplo descortino para o mar, dotado de portões, escadaria e vias arborizadas, cuja origem filia-se, segundo estudo de Liberal de Castro17, ao passeio lisboeta, implantado em 1764. O passeio de Fortaleza converteu-se numa área pública ajardinada, de configuração linear e destinada à prática do footing, caminhada ao ar livre, à sombra das árvores, oportuna nas cidades tropicais, mas também, ao gozo da brisa e da paisagem marítima (Imagem 2). Algumas dessas características já foram acentuadas nas interpretações sobre o Passeio Público do Rio de Janeiro (1789), o primeiro do país e voltado para a Baía de Guanabara, e o Passeio Público de Salvador, criado na década de 182018. Mais tarde, outras cidades tiveram seu passeio público, como Campinas em 1876 e Curitiba em 188619.

15 José Bento da Cunha Figueiredo Junior, Relatório apresentado á Assembléa Legislativa Provincial do Ceará no dia 9 de outubro de 1863 (Ceará: Typographia Cearense, 1863), 39. 16 José Pompeu d’Albuquerque Cavalcante, Relatórios apresentados pelo Engenheiro Chefe da Direcção de Obras Publicas (Fortaleza, 15 de abril de 1868), 4-5. 17 José Liberal de Castro, “Passeio Público”, 47-49. 18 Maria Beatriz Nizza da Silva, “Rio de Janeiro e Salvador: a função social, estética e higiênica das praças no Brasil do fim do período colonial”, em A Praça na Cidade Portuguesa, org., Manuel C. Teixeira (Lisboa: Livros Horizontes, 2001), 225-235. 19 Siomara Lima, “Para além da arquitetura: Ramos de Azevedo e os projetos de Jardins para Campinas”, em Jardins históricos brasileiros e mexicanos, orgs., Ana Rita Sá Carneiro e Ramona Pérez Bertruy (Recife: EDUFPE, 2009), 141-173; Aparecida Bahls, “O verde na metrópole: a evolução das praças e jardins em Curitiba (18851916)” (Dissertação Mestrado em História, UFPR, 1998).

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Imagem 2. Passeio Público de Fortaleza, Avenida Caio Prado no início do século XX

Fonte: Passeio Público de Fortaleza, Avenida Caio Prado, início do século XX, em Acervo Nirez (AN).

É interessante notar nos registros sobre os passeios do Recife e de Fortaleza a referência de que se tornaram jardins a partir da modificação de espaços pré-existentes, que possuíam outros nomes e funções, como cais, praças e largos, porém até então desprovidos de vegetação, equipamentos e sem amplo usufruto para o lazer da sociedade. Portanto, relacionamos o passeio de Fortaleza com os passeios de Salvador e do Recife —cidades muito próximas à Linha do Equador, de clima quente e úmido— proporcionando a contemplação da frente d’água, a criação de vias lineares e sombreadas para caminhadas e o refrigério da brisa marinha ou fluvial, todavia guardadas as devidas peculiaridades referentes à topografia e ao traçado urbanístico das três cidades. Luiz Maria da Silva Pinto20 define passeio como “acção de passear, lugar para passear” e passear, como o ato de “andar para fazer exercício, ou por vadiação”. Em Antonio de Moraes Silva21, passeio, passèo ou passeyo indica “o modo de andar, e mover os passos; o lugar ou o jardim, alameda onde se passeia”, semelhante à definição do clássico Dicionário da Arquitetura Brasileira: “nome hoje praticamente em desuso, que se dava aos locais públicos destinados a exercícios e divertimentos. Foi muito comum a expressão passeio público para designar os recantos, às vezes bastante extensos, que os poderes públicos ajardinavam e arborizavam com o fito de patrocinar ao povo local de estar ao ar livre”22.

20 Luiz Maria da Silva Pinto, Diccionario da lingua brasileira (Ouro Preto: Typographia de Silva, 1832). 21 Antonio de Moraes Silva, Diccionario da Lingua Portugueza. Melhorada, e muito accrescentada com grande numero de termos usados no Brazil e no Portuguez da India, vol. 2 (Lisboa: Typographia de Joaquim Germano de Sousa Neves, 1878), 149. 22 Eduardo Corona e Carlos A. C. Lemos, Dicionário da Arquitetura Brasileira (São Paulo: Edart, 1972), 360-361.

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Na língua corrente, empregamos passeio como designativo de uma ação mais do que para o logradouro em que se dá tal prática, sentido que, entretanto, ainda perdura em Curitiba, Fortaleza e Rio de Janeiro. Verificamos o decaimento da locução passeio público e a recorrência da expressão jardim e, menos comumente, o uso da palavra parque. Tal substituição não se operou apenas ao nível da língua, mas também no espaço urbano, pois se proliferaram jardins públicos em logradouros estruturados e nomeados no período colonial, que tinham outros usos e eram, muitas vezes, delimitados por edificações religiosas e administrativas. Os nomes correntes até então —praça, campo, largo e pátio— indicam, por um lado, do ponto de vista semântico e urbanístico, pequenas diferenças entre si, relativas à sua forma, dimensão ou função, evidenciadas em documentos, registros iconográficos e dicionários de época. Por outro lado, tais espaços pertencem a uma genealogia comum no que se refere à noção de espaço coletivo, comum, aberto e, essencialmente, vazio. A expressão praça significa, etimologicamente, “lugar cercado de edifícios, largo, mercado e feira” e seu aparecimento na língua portuguesa remonta ao século XIII, derivada do latim platea, ao passo que a locução adverbial em praça (século XIV) e o advérbio praceiramente (século XV) significavam em público23. Segundo Silva24, a praça, do francês place, derivação do latim platea é “um lugar público espaçoso e descoberto, cingido de edificios, para ornato das cidades, villas: ou onde se fazem feiras, mercados, leilões; lugar onde se tractam cousas de commercio”. O verbete comporta diversas definições e expressões e está enraizado em vários ditos populares, muitos ainda hoje utilizados no português praticado no Brasil. “Andar na praça” significa “ser público”, ao passo que “pessoas de muitas praças” são aquelas de muitas amizades, cultivadas no espaço coletivo da praça, vocação histórica que assumiu na cultura dos povos latinos. Provérbios como “Mais valem amigos na praça, que dinheiro na arca” e “O homem na praça, a mulher em casa” inscrevem, no espaço físico da cidade, a conotação da praça como espaço público por excelência e fundamental ao cotidiano, lugar dos encontros e da mercancia, dos exercícios militares e dos justiçamentos, onde se achavam homens de letras e de negócios. O verbete campo estava associado à ideia de um espaço ermo e descampado, de conotação militar. Do latim campus, significava “espaço de terra baixa e plana sem edifícios, nem arvoredo; terras de lavoura, ou pastagem; terra fora da cidade, ou Villa; o acampamento, ou arraial militar, as tropas que o compõem”25. O largo, por sua vez, era definido como “pequena praça” e o pátio ou páteo como “area murada, e descoberta, que está à entrada da casa; o pateo da

23 Antônio Geraldo da Cunha, Dicionário Etimológico, 627. 24 Antonio de Moraes Silva, Diccionario da Lingua Portugueza, vol. 2, 487-488. 25 Antonio de Moraes Silva, Diccionario da Lingua Portugueza. Melhorada, e muito accrescentada com grande numero de termos usados no Brazil e no Portuguez da India, vol. 1 (Lisboa: Typographia de Joaquim Germano de Sousa Neves, 1878), 149.

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comedia, a platea; porque aí nos páteos, e talvez descobertos ou toldados se representava, e assistia o povo ás representações”26. No Recife colonial estes significados estão cristalizados sobremodo na atual Praça da República, cuja mudança de nomes —Praça do Palácio Velho, Campo do Erário, Campo da Honra (1817), Campo dos Mártires (1817), Campo/Pátio/ Praça do Palácio ou Pátio do Palácio Novo (1843), Largo do Paço e Campo das Princesas (1859)— revela aspectos de sua história e os edifícios que a emolduravam, em parte preservados até hoje. A predominância do nome campo, ganhando sucessivos qualitativos, vincula-se exatamente ao período em que este espaço permaneceu como um grande descampado, passando, posteriormente, a ser designado por pátio e largo e, a partir de 1872, de jardim: “Amanhã será aberto e franqueado ao publico o jardim ultimamente construido no Campo das Princezas, sendo adornado com bandeiras e galhardetes, e illuminado á noute. O jardim não está ainda terminado; mas á despeito disso, continuará aberto e franco ao publico, e desde já entrará no limitado numero dos lugares offerecido á recreação publica”27.

A Praça do Conde d’EU —antigo Largo do Aterro da Boa Vista, Largo/Praça da Matriz, Praça de Nossa Sra. da Conceição da Boa Vista/Praça da Boa Vista, Praça dos Mártires (1831), Largo ou Praça do Moscoso e atual Praça Maciel Pinheiro— tornou-se o Jardim da Praça Conde d’EU. A Praça D. Pedro II —antes Pátio/Praça/Largo do Colégio, Largo/Praça do Espírito Santo (1855) e atual Praça Dezessete— converteu-se no Jardim da Praça D. Pedro II. “Vaccina excellente. Enxertada em crianças muito limpas e sadias hoje 24 e amanhã 25 as 5 horas da tarde, em casa do Dr. Lobo Moscoso, á rua do Visconde de Albuquerque. Cada pessoa que se vaccinar pagarão [sic] 2$ em beneficio da construcção do jardim da praça do Conde d’Eu”28. “E o Excellentissimo e Reverendissimo Senhor Vigario Capitular João Chrisostomo de Paiva Torres [...] deu a benção a referida pedra a qual foi conduzida pelos cidadãos [...] e collocada no centro do Jardim da Praça Conde d’EU pelo Excellentissimo Senhor Concelheiro João José de Oliveira Junqueira Presidente da Provincia. [...]. E eu o Doutor Pedro de Athayde Lobo Moscoso, formado em Medicina pela faculdade da Bahia e residente nesta Freguezia da Boa-Vista escrevi este termo e assignei. Recife de Pernambuco aos quartorze de Abril de mil oitocentos e setenta e dous”29.

26 Antonio de Moraes Silva, Diccionario da Lingua Portugueza, vol. 2, 219. 27 “Jardim do Campo das Princezas”, Diario de Pernambuco, Recife, 19 de outubro, 1872, 2. 28 “Vaccina Excellente”, Diario de Pernambuco, Recife, 24 de agosto, 1871, 4. 29 “Termo de assentamento da pedra fundamental do jardim da praça Conde D’Eu”, Revista Arquivos 1: 1 (1942): 111-112.

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“Jardim da praça de Pedro II. Em 23 de abril foram remettidos ao thesouro provincial a conta corrente e documentos comprobatorios apresentados pelo Dr. Pedro de Athayde Lobo Moscoso das despezas feitas com o ajardinamento dessa praça”30.

Etimologicamente, o vocábulo jardim, variação do francês jardin, é definido como um “terreno onde se cultivam plantas ornamentais”, encontrado no léxico português ao menos desde o século XIII31. Da expressão normanda gardin, variante antiga de jardin, originaram-se o termo inglês garden e o alemão garten, cujo radical gard significa “cercado”, assim como foi introduzida a palavra jardín no idioma espanhol32. Nas línguas vernáculas do Ocidente, o vocábulo jardim “se vincula ao hebraico gan, ou seja, proteger ou defender, sugerindo a presença de uma vala ou cerca, e eden ou oden, exprimindo a noção de prazer, deleite”33. Da combinação entre os dois termos, a palavra jardim passou a significar “um recinto de terra para o prazer e o deleite”34. Muitos logradouros públicos do Recife passaram a ser designados pela associação da palavra jardim com os termos campo, largo, praça ou pátio, que, por sua vez, resguardavam significados comuns entre si, quando não eram empregados como sinônimos. Tal justaposição no léxico sinaliza a conjugação da noção de espaço verde presente no jardim e da ideia de espaço público, livre ou descoberto expresso na praça, no campo, no largo ou no pátio. Esta prática se fez tradição também em Fortaleza durante as três primeiras décadas do século XX. As praças, quando ajardinadas, recebiam nomes que se justapunham às designações anteriores: Jardim Sete de Setembro da Praça do Ferreira (1902), antes Largo das Trincheiras, Praça Pedro II e Praça Municipal; Jardim Caio Prado da Praça da Sé (1903), antes Praça do Conselho e da Matriz; Jardim Nogueira Accioly da Praça Marquês do Herval (1903), antiga Praça do Patrocínio e atual Praça José de Alencar; Jardim Thomaz Pompeu da Praça Comendador Theodorico (1930), antes Praça da Lagoinha e atual Praça Capistrano de Abreu, e Jardim Bárbara Alencar da Praça José Júlio ou do Coração de Jesus (1931), antiga Praça da Boa Vista. “Amanhã, ás 19 ½ horas, será inaugurado e entregue ao publico, o Jardim Thomaz Pompeu, recentemente construido á praça Commendador Theodorico. A Prefeitura

30 Adolpho de Barros Cavalcanti de Lacerda, Relatorio com que o Exm. Sr. passou a administração desta provincia em 18 de setembro de 1879 (Recife: Typ. de M. Figueiroa de F. & Filhos, 1879), 20. 31 Antônio Geraldo da Cunha, Dicionário Etimológico, 453. 32 Joan Corominas, Breve Diccionario Etimológico de la lengua castellana (Madrid: Gredos, 1994), 343. 33 Aline de Figueirôa Silva, Jardins do Recife: uma história do paisagismo no Brasil, 1872-1937 (Recife: Cepe, 2010), 24. 34 Michael Laurie, Introducción a la arquitectura del paisaje (Barcelona: Gustavo Gilli, 1983), 29.

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Municipal convida a imprensa, autoridades federaes, estaduaes e municipaes e aos municipes em geral, para assitirem á referida so-emnidade [sic]”35. “O dr. Urbano de Almeida, Prefeito Municipal, por decreto de hontem, restabeleceu o nome tradicional de ‘rua do Sampaio’, antiga rua nova do Outeiro, que por lei municipal de 1924 foi substituido pelo de rua ‘Barbara de Alencar’, resolvendo dar o nome dessa heroina cearense ao jardim publico recentemente construido á Praça Dr. José Julio (Coração de Jesus), logradouro esse que será franqueado ao publico, amanhã em homenagem á grande data revolucionaria de 5 de Julho”36.

Essa foi a trajetória de vários logradouros públicos brasileiros no século XIX. É o caso do Campo de Santana (1735), no Rio de Janeiro (ajardinado em 1873), que antes fora Campo da Cidade, Campo de São Domingos, depois Campo da Aclamação (1822), Campo da Honra, Campo da Redenção, Campo da Liberdade, Campo do Passeio e, novamente, Campo da Aclamação (1841), Parque Campo de Santana (1917), Parque Júlio Furtado (1934) e Praça da República (1939)37. Destino comum teve o então Campo da Várzea do Portão, Campo do Bom fim (1867) ou Campo da Redenção (1884), futuro Parque Farroupilha (1935), em Porto Alegre38. Vários campos, largos e pátios também foram ajardinados na cidade de João Pessoa, dos mais amplos, como o Campo/Pátio/Largo do Comendador Felizardo, antes Largo do Colégio, e o Campo/Largo do Conselheiro Diogo, antes Pátio/Largo do Quartel e atual Praça Pedro Américo, aos mais modestos, a exemplo do Campo/Praça do Conselheiro Henriques, que fora Largo do Carmo e hoje se denomina Praça Dom Adauto. No Recife registramos a palavra square, peculiar denominação da qual não nos dá conta nenhum dos dicionários de português consultados, mas localizada em documentos de 1872 (Imagem 3). “Ajardinamento do Campo das Princesas. No intuito de dar mais formosura á cidade, e dota-la com uma praça condigna á sua bellesa natural, onde seus habitantes podessem achar um ponto de reunião e recreio, projectei levantar ali um ‘square’, cujas obras marcham com toda a actividade. Para a Europa encommendei [...] as estatuas e mais

35 “A inauguração do Jardim Thomaz Pompeu”, Correio do Ceará, Fortaleza, 11 de julho, 1930, 1. 36 “Prefeitura Municipal, Nota da Secretaria”, O Povo, Fortaleza, 4 de julho, 1931, 1. 37 Carlos Terra, “A criação de uma identidade na paisagem do Rio de Janeiro no século XIX: o Campo de Santana como exemplo”, em Jardins históricos brasileiros e mexicanos, orgs., Ana Rita Sá Carneiro e Ramona Pérez Bertruy (Recife: UFPE, 2009), 73-100. 38 Luís Fernando da Luz, Parque Farroupilha: composição e caráter de um jardim público de Porto Alegre (Dissertação Mestrado em Arquitetura, UFRGS, 1999).

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ornamentos precisos, bem como incumbi aos negociantes em Londres Frederico Yonle & C.ª a acquisição e remesssa do gradil e portões de ferro”39. “Hontem, logo após o acto de inauguração da exposição provincial, foi inaugurado e franqueado ao publico, posto que inacabado, o jardim ou ‘square’ do Campo das Princezas. [...] A’ tarde e á noute ahi tocaram diversas bandas de musica militar [...] e o ‘square’ conservou-se sempre cheio de visitantes, que lhe foram admirar as bellas disposições, e as lindas estatuas e candelabros de bronze”40. Imagem 3. Jardim ou Square do Campo das Princesas, Recife, provavelmente no início do século XX

Fonte: Jardim ou ‘Square’ do Campo das Princesas, Recife, provavelmente no início do século XX, Biblioteca Almeida Cunha (Recife-Brasil).

A categoria square foi mencionada, mas não aprofundada por autores brasileiros à luz de documentação e contexto específico do país. Algumas fontes esparsas que documentam essa expressão foram apresentadas por Hugo Segawa41—um depoimento de 1858 do francês Charles de Ribeyrolles sobre o Campo de Santana (da Aclamação na época), Rio de Janeiro, e uma fala de 1902 do intendente de Belém Antonio Lemos sobre a Praça Frei Caetano Brandão—, bem como por Aparecida Bahls42, que nos revela o excerto de um pronunciamento

39 João José de Oliveira Junqueira, Falla com que o Exm. presidente da provincia abrio a Assembléa Legislativa Provincial de Pernambuco no dia 1º de março de 1872 (Pernambuco: Typ. de M. Figueiroa de Faria & Filhos, 1872), 44-45. 40 “Jardim do Campo das Princezas”, Diario de Pernambuco, Recife, 21 de outubro, 1872, 2. 41 Hugo Segawa, Ao amor do público: jardins no Brasil (São Paulo: Studio Nobel/FAPESP, 1996). 42 Aparecida Bahls, “O verde na metrópole”, 150.

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do chefe da Província do Paraná, Alfredo Taunay, por volta de 1886. “E quanto ao campo da Aclamação, vasto quadrilátero que comportaria dois squares de Londres, é tão desnudo como um deserto da África”43. Em Belém, afirmou o intendente: “A disposição atual da praça é mui agradável à vista: forma um square elegante, em pleno desenvolvimento, onde às tardes e às noites se reúnem famílias inúmeras da vizinhança, apreciando os benefícios desse pequeno e gracioso logradouro”44. E, em Curitiba, sugeriu Taunay: “conservar o maior número possível de largos e praças como áreas de saneamento da população e futuros locais ajardinados e arborizados formando ‘squares’ e pontos de recreio”45. Com base no Álbum do Amazonas, Manaus (1901-1902), Otoni Mesquita descreveu a Praça General Osório, antigo Campo da Pólvora, como “do gênero square, dos ingleses, [...] sem vegetação elevada, a não ser na avenida que a delimitava, plantada de arvoredo. Quase ao centro da praça havia um coreto, com cobertura metálica”46. A descrição do autor, contudo, não nos permite saber se atribuiu tal designação à Praça General Osório ou se a encontrou no referido álbum. Guilherme Dourado47 reporta-se às atuais praças Maciel Pinheiro (Recife) e Benedito Leite (São Luís) e ao Terreiro de Jesus (Salvador) como squares do final do século XIX. Como o autor não aponta se recuperou tais expressões de fontes documentais, acreditamos que se trata de classificação imputada àqueles logradouros em razão de suas semelhanças visuais com squares franceses, abordados em sua tese. Entretanto, é significativo o fato de essa expressão ter aparecido em pontos tão distantes do território brasileiro, como Belém, Recife, Rio de Janeiro e Curitiba. O square nasceu em Londres na década de 1630 e multiplicou-se durante a reconstrução da cidade após o incêndio de 166648. Expressão do apreço dos ingleses por privacidade, conforto e convívio com a natureza, os squares foram impulsionados por construtores e incorporadores por ocasião da implantação de novos bairros residenciais. Delimitados por ruas locais, separadas do tráfego das vias públicas, eram cercados por grades e portões, cujas chaves pertenciam

43 Charles de Ribeyrolles, “Brasil pitoresco: história, descrição, viagens, colonização, instituições”, em Hugo Segawa, Ao amor do público, 68. 44 Antonio José de Lemos, “Relatório apresentado ao Conselho Municipal de Belém na sessão de 15 de novembro de 1902 pelo Intendente Senador Antonio José de Lemos”, em Hugo Segawa, Ao amor do público, 202. 45 Alfredo D’Escragnolle Taunay em Aparecida Bahls, “O verde na metrópole”, 150. 46 Otoni Mesquita, Manaus: História e Arquitetura (1852-1910) (Manaus: Valer, 2006), 286. 47 Guilherme Dourado, Belle Époque dos Jardins: Da França ao Brasil do século XIX e início do XX (Tese Doutorado em Arquitetura e Urbanismo, USP, 2008), 103-105. 48 Sigfried Giedion, Space, Time and Architecture: the Growth of a New Tradition (Massachusetts: Harvard University Press, 1967), 722.

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aos moradores, que se responsabilizavam por sua manutenção. Segundo Longstaffe-Gowan49, no segundo quartel do século XVIII, os squares e suas edificações circundantes haviam se tornado um dos aspectos inconfundíveis da capital inglesa. Esta ideia está sintetizada em um dicionário arquitetônico de 1887, coetâneo à difusão do square no Brasil. O square é definido como “um pedaço de terra no qual há um jardim enclausurado, circundado por uma via pública, dando acesso às casas de cada um dos seus lados”50. Conforme resume Franco Panzini51, o square não é unicamente uma praça que tem em seu centro um jardim, mas uma intervenção de transformação fundiária e imobiliária que pertence aos moradores das residências que o circundam. Um espaço onde os pais podiam passear com carrinhos de bebê ou avistar, da janela de casa, seus filhos brincando no gramado, os idosos podiam sentar-se em paz a poucos metros de sua moradia e todos podiam respirar um ar puro, como num jardim comunal52. Este conceito foi transplantado para cidades da costa leste americana, como Filadélfia (1682), Savannah (1733), Boston (1793), Nova Iorque (1803) e Baltimore (1827). Phebe Goodman53 esclarece que os squares estadunidenses tiveram origens, funções, usos e aparência semelhantes aos seus pares britânicos, guardadas algumas exceções. Portanto, ora constituíram uma ferramenta de planejamento urbano para incrementar novos empreendimentos residenciais, ora foram traçados como parte de novos planos urbanos. Mas, essencialmente eram levados a cabo por agentes imobiliários privados para o uso dos moradores do bairro e, apenas mais tarde, alguns foram desfrutados pelo público. Os squares parisienses, ao contrário, incluíam-se nas obras empreendidas por Napoleão III e pelo barão Haussmann. Refugiado na Inglaterra, o imperador seduziu-se pelos squares londrinos e decidiu dotar a capital francesa de espaços ajardinados neles inspirados54. Em Paris, foram traçados no meio do tráfico e abertos ao público desde sua origem e não eram limitados aos novos bairros residenciais. Eram utilizados pela classe trabalhadora, homens, mulheres e crianças que desejavam apreciar a cena urbana, frequentar concertos, jogar ou simplesmente passar um tempo entre a leitura e o relaxamento55.

49 Todd Longstaffe-Gowan, The London Square: Gardens in the Midst of Town (New Haven: Yale University Press, 2012), 65. 50 Sigfried Giedion, Space, Time and Architecture, 718. 51 Franco Panzini, Per i piaceri del popolo: l’evoluzione del giardino pubblico in Europa dalle origini al XX secolo (Bologna: Zanichelli, 1993), 144. 52 Anne Scott-James and Obstert Lancaster, The Pleasure Garden: an Illustrated History of British Gardening (London: J. Murray, 1977). 53 Phebe Goodman, The Garden Squares of Boston (Hanover: University Press of New England, 2003). 54 Sigfried Giedion, Space, Time and Architecture, 755. 55 William Robinson, The Parks, Promenades, & Gardens of Paris, Described and Considered in Relation to the Wants of Our Own Cities, and the Public and Private Gardens (London: J. Murray, 1869).

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Dicionários de francês do final do século XIX, portanto também coevos ao aparecimento do square no Brasil, o definem como “jardim cercado por uma grade que se encontra no meio de uma praça pública; de etimologia inglesa, praça quadrada”56. No Brasil, o square equivaleria a um jardim urbano, uma praça ajardinada pelo poder público, dotada de gradil, que controlava o acesso do público e impedia a entrada de animais no recinto ajardinado. Em 1879, foi iniciado o ajardinamento do primeiro logradouro público da capital paraibana: o Campo do Comendador Felizardo Leite, que passou a se chamar Jardim Público ou Jardim da Praça Comendador Felizardo, atual Praça João Pessoa (Imagem 4). Na Monographia da Cidade da Parahyba do Norte, elaborada em 1889, o agrimensor Vicente Gomes Jardim, sob o item “Praças Públicas”, descreve a geometria, ruas lindeiras, edificações do entorno e indica antigos nomes e as coordenadas de 20 logradouros da então Cidade da Paraíba, sendo 6 largos, 5 praças, 5 pátios e 4 campos, entre os quais o Campo do Comendador Felizardo: “Campo do Commendador Felizardo. Esta praça é também como a precedente, um quadrilatero. [...] Acha-se occupado com o Jardim Publico, principiado em 1879 [...] e concluido em 1881”57. Imagem 4. Jardim Público (Cidade da Parahyba, atual João Pessoa)

Fonte: Jardim Publico, Cidade da Parahyba, 15 de junho, 1921.

56 Emile Littré, Dictionnaire de la langue française: contenant la nomenclature, la grammaire, la signification des mots, la partie historique, l’étymologie, vol. 4 (París: Hachette, 1876), 2038. 57 Vicente Gomes Jardim, “Monographia da Cidade da Parahyba do Norte”, Revista do Instituto Histórico e Geographico Parahybano 3: 3 (1911): 83-111.

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Frequentemente citado nas fontes de época com essa designação, amplamente apropriada pelos escritores e historiadores de João Pessoa58, o Jardim Público transformou-se numa das principais áreas de lazer da cidade, como indicam as costumeiras retretas semanais e festividades relatadas nos anos 1920, bem como as sucessivas reformas que lhe foram imputadas e registradas na imprensa e nos relatórios de governo. “Promettem certo brilho os tradiccionaes festejos do Natal nesta cidade. A’ praça Commendador Felizardo, no jardim Publico haverá retreta a começar das 17 horas, tombola em favor da igreja das Mercês, serviço de Buffet e dois pavilhões, um chinez e outro inglez”59. “Entre os melhoramentos effectuados durante o meu governo tenho a satisfação de lembrar a reforma completa e radical do Jardim Publico, hoje um dos logradoiros mais apraziveis do norte do Brazil, reaberto a 31 de dezembro do anno passado, com um novo e elegante pavilhão de ferro e numerosos bancos de assentos duplos em sua maioria”60.

Analisando as imagens do Jardim Público, publicadas na revista Era Nova entre 1921 e 1925, as fotos captadas por Walfredo Rodriguez (1894-1974) e editadas por seu Filho José de Nazareth Rodriguez no álbum 2 Séculos da Cidade: passeio retrospectivo, 1870-193061, é evidente sua semelhança com o Jardim do Campo das Princesas no Recife, configurando um square, nos quais se notam o gradil e o coreto central, além das palmeiras imperiais demarcando os eixos que interligam as edificações palacianas do entorno. É significativo o aparecimento da expressão jardim público, registrado por Antônio Houaiss como “terreno ajardinado que pode ser frequentado gratuitamente pela população”62. Jardim Público foi o designativo do antigo Jardim Botânico e atual Jardim da Luz em São Paulo, do Passeio Público de Campinas63 e da atual Praça Benedito Leite em São Luís64. Em relação com o Jardim da Luz, Segawa afirma

58 Walfredo Rodriguez, Roteiro Sentimental de uma Cidade (João Pessoa: A União, 1994 [1962]); Wellington Aguiar, Cidade de João Pessoa: a memória do tempo (João Pessoa: Gráfica e Editora Persona, 1992); José Octávio de Arruda Mello, Os coretos no cotidiano de uma cidade: lazer e classes sociais na capital da Paraíba (João Pessoa: Fundação Cultural do Estado de Paraíba, 1990). 59 “O Natal – nesta cidade”, O Jornal, Cidade da Parahyba, 24 de dezembro, 1923, 6. 60 João Pereira de Castro Pinto, Mensagem apresentada á Assembléa Legislativa do Estado da Parahyba, na abertura da 3a sessão ordinária da 7a legislatura, a 1º de setembro de 1914 (s/c.: s/e., 1914), 24-25. 61 José de Nazareth Rodriguez, 2 Séculos da Cidade: passeio retrospectivo, 1870-1930 (João Pessoa: Interplan Editorial Propaganda, 1974). 62 Antônio Houaiss, Dicionário Houaiss. 63 Siomara Lima, “Para além da arquitetura”, 150. 64 Domingos Vieira Filho, Breve história das ruas e praças de São Luís (São Luís: s/e, 1971), 46.

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que “a pouca atividade botânica deve ter sugerido à Assembléia Legislativa Provincial mudar o nome do recinto de jardim botânico para jardim público em 1838, sem, todavia, renunciar ao eventual aproveitamento do espaço para fins botânicos”65. O jardim desvincula-se, então, da sua histórica inserção no domínio privado e adquire novas significações semânticas e urbanísticas. Tal ampliação pode ser ilustrada consultando-se a obra de Antonio de Moraes Silva. No final do Setecentos, o verbete indicava “porção de terra cultivada, e plantada de flores”66 e, quase um século depois, “porção de terra ordinariamente de pouca extensão, cultivada, e plantada de flores e outras plantas, para recreio, e passeio”67. Curiosamente, a palavra anglo-francesa square —na condição de jardim instalado numa praça pública— ganha como tradução brasileira a locução jardim público, verificada em São Paulo, São Luís, Campinas e João Pessoa. E, paradoxalmente, por nascer cercado, recupera o sentido etimológico do jardim como “recinto fechado para o deleite”. Na língua francesa corrente, square significa “jardim público, geralmente cercado”68 enquanto entre os londrinos há uma tendência de usar a expressão garden square69 em distinção às tradicionais praça portuguesa (ou luso-brasileira), plaza espanhola, place francesa e piazza italiana, espaços de origem latina e desnudos, caracterizando, então, uma inversão do que ocorreu no Brasil. O vocábulo parque, menos frequente no nosso período de estudo, consolida-se no argot dos arquitetos e urbanistas brasileiros no século XX. Aparece, de modo manifesto, no Recife em 1924, mas também em João Pessoa, denominando o recém-criado Parque Arruda Câmara (1922), e no Parque da Liberdade (Parque da Independência), de Fortaleza, iniciado em 1890 e amplamente equipado em 192270 (Imagem 5). A partir dessa época, teriam sido criados parques em outras cidades, como o Parque Teófilo Dantas em Aracaju (1928). Todavia, é em 1890 que tal denominação aparece no léxico dos espaços ajardinados em Fortaleza, contemporaneamente ao Parque Municipal de Belo Horizonte. No Recife, entre 1924 e 1925 foram construídos os parques do Derby, Paissandu, Sérgio Loreto, Oswaldo Cruz, Amorim e Entroncamento nas gestões do governador Sérgio Loreto e do prefeito Antônio de Góes. O Derby era, significativamente, o maior deles, incorporado ao desenho de um novo bairro, portanto articulado a um loteamento, sistema viário e de

65 Hugo Segawa, Ao amor do público, 134. 66 Antonio de Moraes Silva, Diccionario da lingua portugueza composto pelo padre D. Rafael Bluteau, reformado, e accrescentado por Antonio de Moraes Silva, vol.1 (Lisboa: Officina de Simão Thaddeo Ferreira, 1789), 742. 67 Antonio de Moraes Silva, Diccionario da Lingua Portugueza, vol. 2, 198. 68 Larousse, Dictionnaire de langue française maxi poche (2013) (Paris: Éditions Larousse, 2012), 1320. 69 Phebe Goodman, The Garden Squares, xiv. 70 Maria Noélia Rodrigues da Cunha, Praças de Fortaleza (Fortaleza: Impr. Oficial do Ceará, 1990), 245-246.

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Imagem 5. Parque da Independência após 1922 (Fortaleza)

Fonte: Parque da Independência após 1922, Fortaleza, em Acervo Nirez (AN), Fortaleza, Brasil.

drenagem, em área afastada do centro tradicional71. Os demais parques resultaram do ajardinamento de antigos largos e campinas, espaços ermos e alagadiços, porém reduzidos em extensão comparativamente ao Derby. Ora eram designados como parques, ora tomados por praças, inclusive num dos principais periódicos oficiais da época, a Revista de Pernambuco, criada como veículo de divulgação das ações do governo estadual. Verificamos tal oscilação no léxico em um exemplar de 1924: “Se, preliminarmente, reconhecemos que, com rigorosismo technico e radical do vocábulo, Recife não possue ainda um parque digno dessa denominação, por outro lado podemos afirmar que agora, porém com o visual e encorajante surto de vida nova e de progresso contínuo, esboçam-se novos horizontes para a nossa esthetica urbana e surgem como por encanto, dia a dia, os delineamentos de novos parques que decerto, mais tarde irão concorrer de modo decisivo para o requinte das belezas tradicionaes de nossa capital. Para a rápida e perfeita consecução desse elevado propósito tão dignificante na sua significação social, quão fecundo nas suas salutares conseqüencias, muito tem influído a ação conjunta dos poderes do município e do Estado”72.

71 Ana Rita Sá Carneiro e Aline de Figueirôa Silva, “Os prenúncios do paisagismo moderno: o Parque do Derby no ‘Novo Recife’ de 1925”, em Arquitetura Moderna no Norte e Nordeste do Brasil: universalidade e diversidade, org., Fernando Diniz Moreira (Recife: CECI, 2007), 291-302; Aline de Figueirôa Silva, Jardins do Recife, 92-103. 72 “Recife e seus parques”, Revista de Pernambuco, Recife, 6 de dezembro, 1924.

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Os parques da Independência (Fortaleza, 1922), Arruda Câmara (João Pessoa, 1922) e um projeto não executado do Parque 13 de Maio (Recife, 1923) representavam as mais expressivas áreas dotadas de tratamento paisagístico e destinadas à recreação da população à época em que foram criadas, possuíam construções, atrativos e equipamentos de maior porte, a exemplo de banheiros, restaurantes, cafés, bares, e ocupavam terrenos mais afastados do centro tradicional, portanto, relacionados à expansão urbana. Também tomavam partido de recursos hídricos pré-existentes, como lagoas e bicas, e podiam exercer funções de horto, provendo mudas de plantas para a arborização de outros logradouros. “Ao lado desses serviços de real utilidade, tenho estimulado e, até mesmo, custeado os melhoramentos emprehendidos pelo sr. dr. Guedes Pereira, prefeito do município, nas terras que circundam a fonte do Tambiá, melhoramentos que nos deram o parque ‘Arruda Camara’, um dos mais poéticos e uteis logradouros de nossa urbs. Alli, mantém actualmente aquelle operoso auxiliar de minha administração grandes viveiros de plantas destinadas á arborização da cidade”73. Etimologicamente, a palavra parque tem acepções de “bosque cercado onde há caça”, “terreno arborizado que circunda uma propriedade” e “jardim público” e remonta pelo menos ao século XVI, derivada do francês parc através do latim parricum74. O homônimo espanhol parque, de 1607, também originado do francês parc, significa “manjedoura de gado”, “sítio cercado destinado a conservar animais selvagens”, “terreno, cercado e com plantas, para recreio” —origem comum nas línguas francesas e germânicas do Ocidente75. Domingos Vieira definiu o parque como “bosque cercado, onde andam corças, veados, etc.”76. Dada a sinonímia entre bosque e parque, este expressa o caráter de mata, floresta e cobertura vegetal, em que se sobressaem sua extensão, fechamento e presença de animais. O parque “conjuga o sentido ‘público’ da praça e ‘verde’ do jardim, ou seja, na condição de espaço público vegetado, é um jardim público”77. Por sua extensão e distância em relação à área de ocupação urbana original, a que se alcançava por linha de bonde, já eletrificado, ou veículo particular, os parques foram os primeiros logradouros ajardinados dotados de área de estacionamento de automóveis. À presença

73 Solon Barbosa de Lucena, Mensagem apresentada á Assembléa Legislativa do Estado da Parahyba, na abertura da 3a sessão ordinária da 8a legislatura, a 1º de setembro de 1922 (s/c.: s/e., 1922), 32-33. 74 Antônio Geraldo da Cunha, Dicionário Etimológico, 583. 75 Joan Corominas, Breve Diccionario Etimológico, 442. 76 Domingos Vieira, Grande Diccionario Portúguez ou Thesouro da Lingua Portugueza pelo Dr. Frei Domingos Vieira dos eremitas calçados de Santo Agostinho, vol. 4 (Porto: Casa dos Editores Ernesto Chardron e Bartholomeu H. de Moares, 1871), 671. 77 Aline de Figueirôa Silva, Jardins do Recife, 24.

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tecnológica, comercial e cultural de ingleses e franceses, se justapunha a influência do capital norte-americano, representada, sobremodo, pelo deslocamento por automóvel, que, aos poucos, alteraria o projeto e as formas de fruição dos espaços urbanos. Segundo uma matéria sobre a remodelação do Parque da Independência: “Em cada angulo do parque, serão abertos portões, a fim de facilitar a entrada de autos e de pedestres, de qualquer lado que venham. [...] Internamente já se acham construidos os passeios para pedestres e para vehiculos, que circundam o lago. A avenida para autos é ladeada por passeios para transeuntes. [...] Em frente á entrada principal, num refugio que fica na bifurcação da pista, em frente á elipse, serão collocadas lampadas artísticas”78.

Considerações Finais Ao que nos parece, no Brasil, nunca perdemos de todo a designação praça, mas assinalamos sua coexistência com outras expressões ou locuções, inclusive no mesmo logradouro. Entretanto, é possível apontar uma cronologia quanto ao léxico referente aos logradouros ajardinados nas cidades brasileiras: passeio/passeio público, jardim/jardim público, square, parque, sendo a primeira expressão marcante no século XIX e a última fixada no século XX. Mesmo cientes da impossibilidade da precisão dos conceitos, identificar tal terminologia, inclusive sobreposições entre os termos que a constituem, consubstancia novas interpretações sobre a história do paisagismo no Brasil. O léxico aqui tratado, tomado além do seu contexto semântico contemporâneo, é uma entrada para caracterizar mudanças paisagísticas que se processaram nos séculos XIX e XX, anteriormente à afirmação do modernismo. Quando “confrontado ao terreno”, para usar a expressão de Fonseca79, à luz de fontes de época, o léxico sinaliza, em certa medida, significativas transformações físicas, sociais, culturais e a difusão de um determinado conjunto de recursos técnicos, políticos e porventura jurídicos materializados nas capitais dos atuais estados nordestinos, que pouco compareceram nos capítulos até agora escritos sobre o paisagismo brasileiro pré-Burle Marx. Foi neste sentido que a autora tratou o léxico da ocupação e da urbanização80 das minas setecentistas, reconhecendo,

78 “A remodelação do Parque da Independência, sua inauguração no dia 7”, O Nordeste, Fortaleza, 7 de maio, 1922, 1. 79 Cláudia Damasceno Fonseca, Arraiais e Vilas d’el Rei, 406. 80 No capítulo 1, a autora discute termos e noções ligados à ocupação das Minas Gerais, como sertão, rancho, aldeia, aldeamento, campanha, conquista, paragem, lugar, sítio, país, distrito, continente. E, no capítulo 8, ao analisar níveis de urbanização das povoações mineiras, trabalha com categorias como cidade, vila, arraial e povoado.

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por um lado, nomenclaturas específicas, e, por outro, a associação ou sobreposição de termos e a impossibilidade de fixá-los a partir de uma única variável ou atributo. Seguindo este rastro, o trato das categorias paisagísticas demanda o cruzamento de diferentes variáveis: origem, atributos físicos e funcionais, usos, ocorrência de eventos específicos e edificações do entorno, impossibilitando-nos de efetuar uma transposição literal de termos estrangeiros dos contextos em que originalmente foram moldados, seja Portugal, França, Inglaterra ou Espanha, sem considerarmos as diferenças sociais, geográficas, culturais, urbanísticas e econômicas que nos separavam da Europa ocidental. Se observarmos os nomes atuais dos logradouros constitutivos de nosso estudo fica evidente a predominância da expressão praça, também prevalecente em diversas cidades brasileiras, impondo-se sobremaneira aos demais topônimos. Publicações e Seminários81 que tratam dos logradouros públicos antigos no território de Portugal e outros países europeus ou em seus domínios coloniais circunscrevem uma generosa família de espaços à comum designação de praça. Por sua vez, obras que tratam contemporaneamente de espaços públicos em cidades lusitanas também sinalizam a preferência pelo vocábulo praça. Sob o hiperônimo82 praça, Barbosa83 inventariou uma miríade de logradouros na cidade do Porto, incluindo o jardim de passeio, a esplanada e a avenida, até largos e nós viários. O que nos parece um retorno ao termo no Brasil, indica-nos uma permanência do termo em Portugal. Contudo, se partirmos do léxico, poderemos chegar a novas aproximações com as matrizes urbanísticas lusitanas (e não apenas francesas e inglesas sobremaneira evidenciadas no século XIX), identificando e qualificando uma terminologia específica em relação com a história do paisagismo brasileiro.

81 Manuel C. Teixeira, org., A Praça na Cidade Portuguesa (Lisboa: Livros Horizontes, 2001); Miguel Figueira de Faria, org., Praças Reais: Passado, Presente e Futuro (Lisboa: Livros Horizontes, 2008). 82 O termo foi utilizado pela Professora Madalena Pinto da Silva na apresentação do livro (Magda Barbosa, As Praças da Cidade do Porto (Porto: Edita-me, 2011), 12). Segundo Antônio Houaiss, Dicionário Houaiss da Língua Portuguesa: “hiperônimo” é um “vocábulo de sentido mais genérico em relação a outro” (assento é hiperônimo de cadeira e poltrona; animal é hiperônimo de leão) e “hipônimo” é o “vocábulo de sentido mais específico em relação ao de outro mais geral, em cuja classe está contido” (poltrona é hipônimo de assento; leão é hipônimo de animal). 83 Magda Barbosa, As Praças da Cidade.

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Ernesto Castro Leal

Profesor Asociado del Departamento de Historia e investigador del Centro de Historia de Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa (Portugal). Licenciado en Historia, magíster y doctor en Historia Contemporánea de la misma Universidad. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: Partidos e Programas. O Campo Partidário Republicano Português (1910-1926) (Coimbra: Imprensa da Universidade de Coimbra, 2008); “Abel Varzim, o Catolicismo Social e a Crítica dos Totalitarismos”, en Poder e Moralidade. O Totalitarismo e outras Experiências Anti-liberais na Modernidade, ed., José Maurício de Carvalho (São Paulo: Annablume/Universidade Federal de São João del Rei, 2012), 91-104; “Modernistas Portugueses e Ideias de Europa. Entre o Cosmopolitismo e o Nacionalismo”, en Repensar a Europa. Europa de Longe, Europa de Perto, eds., José Eduardo Franco, Beata Cieszynska y Teresa Pinheiro (Lisboa: Gradiva, 2013), 131-138. castroleal@letras.ulisboa.pt

Artículo recibido: 03 de febrero de 2014 Aprobado: 12 de junio de 2014 Modificado: 18 de junio de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.05

Ï El presente artículo es producto de una pesquisa mayor titulada “Nacionalismo e Antiliberalismo em Portugal, 1789-1945”, la cual no recibió ningún tipo de financiamiento. Aspectos preliminares de este artículo fueron presentados en “Antiliberalismo. Vias de pensamento e de acção”, em Dança dos Demónios. Intolerância em Portugal (Antissemitismo, anticlericalismo, anti-islamismo, antijesuitismo, antifeminismo, antiliberalismo, antiprotestantismo, antimaçonismo, anticomunismo, antiamericanismo), eds. António Marujo e José Eduardo Franco (Lisboa: Círculo de Leitores/Temas e Debates, 2009), 484-533.

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Nacionalismo y antiliberalismo en Portugal. Una visión histórico-política (1820-1940) Resumen: Este artículo tratará de analizar momentos importantes del pensamiento y de la acción del nacionalismo antiliberal portugués entre 1820 —Revolución Liberal— y 1940 —apogeo del autoritarismo antiliberal del “Estado Novo”—. Este campo ideológico incorporó una diversidad de pensadores, de corrientes de opinión cívica y de grupos políticos, que son analizados una perspectiva histórica que combina la historia de las ideas y la historia política. Aquí se muestra que en la cultura política nacionalista antiliberal portuguesa se percibía un predominio sobresaliente de los pensadores y de grupos políticos contrarrevolucionarios franceses, y también del adoctrinamiento católico conservador. Palabras clave: Portugal, historia, identidad política, nacionalismo, antiliberalismo.

Nationalism and Anti-Liberalism in Portugal. A Historical-Political View (1820-1940) Abstract: This article will attempt to analyze important moments in the thought and action of anti-liberal Portuguese nationalism between 1820 —the Liberal Revolution— and 1940 —the height of the anti-liberal authoritarianism of the "Estado Novo"—. This ideological field incorporated a diversity of thinkers, from different currents of civic opinion and political groups, that are analyzed here from a historical perspective that combines the history of ideas and political history. It is shown how the anti-liberal nationalist political culture in Portugal was characterized by an outstanding predominance of thinkers and of French counter-revolutionary political groups, as well as by conservative Catholic indoctrination. Keywords: Portugal, history, political identity, nationalism, anti-liberalism.

Nacionalismo e antiliberalismo em Portugal. Uma visão histórico-política (1820-1940) Resumo: Este artigo analisa momentos fortes do pensamento e da acção do nacionalismo antiliberal português, entre 1820 —Revolução Liberal— e 1940 —apogeu do autoritarismo antiliberal do “Estado Novo”. Esse campo ideológico incorporou uma diversidade de pensadores, correntes de opinião cívica e grupos políticos. A perspectiva crítica de análise segue um ponto de vista a partir da História, articulando história das ideias e história política. Na cultura política nacionalista antiliberal portuguesa, observa-se uma influência dominante de pensadores e de grupos políticos contrarrevolucionários franceses, assim como da doutrinação católica conservadora. Palavras-chave: Portugal, história, identidade política, nacionalismo, antiliberalismo.

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Introdução

E

ste artigo analisa momentos fortes do pensamento e da acção do nacionalismo antiliberal português, entre 1820 (Revolução Liberal) e 1940 (apogeu do autoritarismo antiliberal do “Estado Novo”). O campo ideológico do nacionalismo e do antiliberalismo em Portugal incorporou uma diversidade de pensadores, de correntes de opinião e de grupos políticos. A perspectiva crítica da presente análise segue um ponto de vista a partir da História, articulando a história das ideias com a história política. Observa-se, como traço geral, na cultura política nacionalista antiliberal portuguesa, uma influência dominante de pensadores e de grupos políticos contrarrevolucionários franceses, assim como da doutrinação católica conservadora. A argumentação antiliberal questionou as lógicas individualistas, utilitaristas e relativistas dos liberalismos. No universo do nacionalismo e do antiliberalismo portugueses, revelou-se a atitude mental dominante do nacionalismo tradicionalista, de matriz monárquica ou republicana, apesar de coexistir com outras variantes de nacionalismo revolucionário de menor recepção. Esse tradicionalismo pode definir-se do modo interpretativo que a argúcia do poeta/ filósofo e ensaísta político Fernando Pessoa estabeleceu: “[…] o nacionalismo tradicionalista, que é o que faz consistir a substância da nacionalidade em qualquer ponto do seu passado, e a vitalidade nacional na continuidade histórica com esse ponto do passado. Diversos são os critérios com que se pode buscar esse ponto do passado, mas, seja qual for o critério que se empregue, a essência do processus é a mesma […]”1. De 1820 a 1940, manifestaram-se em Portugal os seguintes nacionalismos de matriz antiliberal: 1) O nacionalismo contrarrevolucionário de finais do século XVIII e princípios do século XIX, ainda sem estrutura partidária, no qual sobressaíram o Marquês de Penalva, José da Gama e Castro, José Acúrsio das Neves, José Agostinho de Macedo e António Ribeiro Saraiva, tendo moldado a justificação político-ideológica do Reinado de D. Miguel (1828-1834), daí a designação de Miguelismo que foi adoptada, vindo, em 1856, essa área de pensamento a originar o

1

Fernando Pessoa, Da República. 1910-1935, eds. Joel Serrão, Maria Isabel Rocheta e Maria Paula Morão (Lisboa: Ática, 1979), 223.

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Partido Legitimista; 2) o nacionalismo contrarrevolucionário dos anos 10 e 20 do século XX, organizado em 1914 no Integralismo Lusitano, sob a grande influência de António Sardinha, e em 1923 na Acção Realista Portuguesa, dinamizada, principalmente, por Alfredo Pimenta; 3) o nacionalismo fascista dos anos 20 de século XX, que se exprimiu no Centro do Nacionalismo Lusitano, fundado em 1923 por João de Castro Osório; 4) o nacionalismo de conotação fascista dos anos 30 do século XX (com alguma simpatia pelo nacional-socialismo alemão), estruturado no Movimento Nacional-Sindicalista, surgido em 1932, sob a liderança de Francisco Rolão Preto e cujas raízes se situavam no Integralismo Lusitano; 5) e o nacionalismo sincrético dos anos 10 e 20 do século XX, que combinava elementos do antiliberalismo e do liberalismo conservador autoritário, manifestado na Liga Nacional (1915-1918), no Centro Católico Português (1917-1932) e na Cruzada Nacional D. Nuno Álvares Pereira (1918-1938), que convergirá na ideologia nacionalista antiliberal da Ditadura do “Estado Novo” (Salazarismo).

1. Ideias de nação na cultura política europeia: nação cívica e nação cultural Os contextos históricos da Revolução Francesa (finais do século XVIII) e das Unificações Italiana e Alemã (meados do século XIX) são considerados, na literatura historiográfica, por um lado, momentos genéticos da tensão entre liberalismo e antiliberalismo e da reinvenção contemporânea da ideia política de nacionalismo, e, por outro lado, marcadores de mudança em relação ao conteúdo semântico de vários conceitos. No mundo dos novos ou renovados conceitos, que a linguagem jurídica, política, social e cultural utilizará, passaram a figurar os de pátria, nação, povo, cidadão, revolução, lei, constituição, contrato social, opinião pública, partido, eleição, vontade geral, carácter nacional ou alma nacional. Quanto à ideia contemporânea de nação, fundamento do poder político e de poderes simbólicos na “era dos nacionalismos”, uma área da literatura crítica nas ciências sociais usa a distinção metodológica feita por Friedrich Meinecke, na obra Cosmopolitismo e Estado Nacional (1908), entre os conceitos de staatsnation (nação-Estado) e de kulturnation (nação-cultura), em articulação com as unidades políticas, sem que isso signifique o estabelecimento de fronteiras incomunicáveis, claramente desmentidas pelas várias dinâmicas nacionais2. Face a essa

2

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tipologia, decorrente de uma perspectiva de análise da “modernização pelo alto”, Eric J. Hobsbawm chamou a atenção para a importância de também se desenvolver uma perspectiva de análise adequada “à visão dos de baixo”, o que denominou “protonacionalismo popular”3. Por um lado, estava a tradição de matriz inglesa e francesa de nação cívico-política/ nação-contrato alicerçada em definições de John Locke, Emmanuel Siéyès, John Stuart Mill ou Ernest Renan. Por outro lado, havia a tradição de matriz alemã de nação etnocultural/ nação-génio, firmada em pontos de vista de Johann Herder ou Johann Fichte. A primeira tradição coadunava-se com os processos de construção liberal do Estado-nação, enquanto a segunda servia de justificação aos processos de formação ou de refundação da nação-Estado4. A apropriação de ambas as categorias para formulações políticas, históricas ou literárias far-se-á dentro do liberalismo e do antiliberalismo e a utilização dessas duas ideias de nação permite observar as múltiplas faces do discurso ideológico-político e suas interdependências, dentro do vasto campo do nacionalismo português —liberal e antiliberal, monárquico e republicano, católico e laico. Charles Alexis de Tocqueville viu o ano francês de 1789, na sua obra O Antigo Regime e a Revolução (1856), como um “tempo de imortal memória”, assinalado pela dupla paixão da igualdade e da liberdade e formador de uma “nova pátria espiritual”. O que esse pensador liberal pretendia afirmar era a mudança dos princípios de representação e de legitimação nos novos Estados-nação liberais: ao modelo do absolutismo de soberania dinástica (trono) e sacralização religiosa (altar), os revolucionários franceses contrapuseram o modelo do liberalismo de soberania popular (cidadão) e regulamentação jurídica (lei). Daí Tocqueville considerar que a Revolução Francesa de 1789 tenha sido essencialmente uma “revolução política” anunciadora de uma “espécie de religião nova”, que “inundou toda a terra” com os seus soldados, apóstolos e mártires5. Essa promessa de um “homem novo” num mundo novo não é exclusiva do liberalismo revolucionário francês, surpreende-se no republicanismo, no antiliberalismo comunista ou no antiliberalismo fascista. Contudo, se olharmos para a Revolução Inglesa de 1688 ou para a Revolução Americana de 1776, surpreende-se a recusa desse paradigma utopista, que conduziu, por vezes, ao despotismo, ao totalitarismo e à morte da pessoa humana, e encontramos a

3

Eric J. Hobsbawm, Nations and Nationalism since 1789. Programme, myth, reality (Cambridge: Cambridge University Press, 1990), 1-79.

4 Fernando Catroga, A Geografia dos Afectos Pátrios. As reformas político-administrativas (sécs. XIX-XX) (Coimbra: Almedina, 2013), 331-357; Ernesto Castro Leal, Nação e Nacionalismos. A Cruzada Nacional D. Nuno Álvares Pereira e as Origens do Estado Novo, 1918-1938 (Lisboa: Cosmos, 1999), 28-33. 5

Alexis de Tocqueville, O Antigo Regime e a Revolução (Lisboa: Fragmentos, 1989), 23-27.

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proposta ideal de uma pacífica “Constituição da liberdade”, de que falou Ralf Dahrendorf, nas Reflexões sobre a Revolução na Europa (1990)6, para impedir a ocorrência da catástrofe revolucionária e caminhar de forma reformista para um mundo melhor e mais justo, mas tal não impediu a ocorrência de guerras civis posteriores, como mostrou bem o caso norte-americano. A visão agregadora que dá continuidade às representações das identidades nacionais entretece-se de elementos das duas ideias de nação apresentadas, daí a importância da análise de Johann Fichte, nos Discursos à nação alemã (1807-1808), na qual se compatibiliza elementos da ideia de nação etnocultural (tradição e língua) com elementos da ideia de nação cívico-política (liberdade e vontade), refutando-se as justificações exclusivistas (raça, língua, religião ou geografia)7. De igual modo, Ernest Renan, na conferência O que é uma Nação? (1882), caracterizou o “princípio da nação” como “uma alma, um princípio espiritual”, “uma consciência moral”, mas uma consciência de duplo enraizamento: no passado, por meio das lembranças transmitidas e ritualizadas (culto dos antepassados); no presente, por intermédio do consentimento, do desejo de viver em comum, do “plebiscito de todos os dias”, recusando a ideia de eternidade e de essencialidade das nações8. A leitura fracturada desse pensamento de Renan conduziu a apropriações ideológicas distintas, quer pelo republicanismo da III República Francesa, quer pelo antiliberalismo monárquico contrarrevolucionário de Charles Maurras e da Action Française.

2. Universos nacionalistas antiliberais portugueses: tradição e revolução A gramática ideológica, cultural e política do antiliberalismo português percorreu, entre finais do século XVIII e meados do século XX, o interior do monarquismo, do republicanismo, do socialismo, do anarquismo, do comunismo e do autoritarismo de influência fascista. Se atendermos à configuração prolongada do nacionalismo antiliberal político-institucional, enraizado numa mundividência organicista do Estado e da sociedade, que foi compatibilizada com características do tradicionalismo republicanismo autoritário, o momento paradigmático será a Ditadura do “Estado Novo” de António de Oliveira Salazar e de Marcelo Caetano (1933-1974), em virtude do Reinado de D. Miguel (1828-1834), moldado num antiliberalismo tradicionalista “legitimista” e contrarrevolucionário, ter sido de durabilidade muito menor e dilacerado por uma Guerra Civil (1832-1834).

6

Ralf Dahrendorf, Reflexões sobre a Revolução na Europa (Lisboa: Gradiva, 1990), 82.

7

[Johann] Fichte, Discursos à nação alemã (Lisboa: Círculo de Leitores/Temas e Debates, 2009), 177-198.

8

Ernest Renan, Qu’est-ce qu’une Nation?, et autres écrits politiques (Paris: Imprimerie Nationale, 1996), 240-243.

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A resposta política à denominada “crise do Estado moderno” (Estado liberal), de que falou Oliveira Salazar no discurso “Princípios fundamentais da revolução política” (Lisboa, 30 de julho de 1930)9, sintetizaria um ideário antiliberal e antidemocrático, autoritário e conservador, nacionalista e colonial, elaborado fundamentalmente a partir de conceitos e de práticas ideológicas das matrizes católica social (“democracia cristã” conservadora), republicana autoritária conservadora, tradicionalista monárquica e fascista italiana. Constituiu um modelo doutrinário sincrético de antiliberalismo tradicionalista republicano e autoritário, que incluiu a violência política e social como instrumento de domínio e articulou elementos de várias matrizes ideológico-políticas para justificar a razão instrumental da competência governativa (mito dos governos técnicos), da autoridade política (mito do chefe/Estado), da harmonia social (mito do corporativismo), do equilíbrio financeiro e da modernização económica (mito da regeneração/progresso), e do culto da Pátria e dos heróis nacionais (mito da nação). Na síncrese ideológica salazarista, ecoou a tradição católica neotomista da “democracia cristã” conservadora e a teorização organicista comteana da conciliação positiva da ordem e do progresso e da ditadura sociocrática. Para a afirmação hegemónica desse pensamento nacionalista sincrético, foi necessário submeter politicamente as pulsões de antiliberalismo monárquico radical, filiadas no sindicalismo contrarrevolucionário (Georges Valois) e no revolucionarismo violentista (Georges Sorel), que tinham entrado em dissidência dentro da matriz tradicionalista antiliberal monárquica e construíram inicialmente a corrente integralista sindicalista (jornal A Revolução, Lisboa, 1922-1923) de Francisco Rolão Preto, dentro do Integralismo Lusitano, de António Sardinha, depois a Acção Realista Portuguesa (1923-1926), de Alfredo Pimenta, e, por fim, o Movimento NacionalSindicalista (1932-1935), de Francisco Rolão Preto. Em 1926 e 1927, a segunda geração monárquica integralista lançou-se na mobilização política e doutrinária da juventude académica contra o demoliberalismo republicano e publicou a revista Ordem Nova, em Lisboa, sob a direcção de Albano Dias de Magalhães e Marcelo Caetano, em que esse tipo de antiliberalismo monárquico radical encontrava expressão de relevo no subtítulo da revista: “Revista anti-moderna, anti-liberal, anti-democrática, anti-burguesa e anti-bolchevista. Contra-revolucionária; reaccionária; católica, apostólica e romana; monárquica; intolerante e intransigente; insolidária com escritores, jornalistas e quaisquer profissionais das letras, das artes e da imprensa”. Após a conversão política ao nacionalismo e antiliberalismo autoritário e conservador da Ditadura do “Estado Novo” de grande parte das personalidades do grupo monárquico integralista Ordem Nova, da Acção Realista Portuguesa e do Movimento Nacional-Sindicalista,

9

Oliveira Salazar, Discursos, vol. 1 (Coimbra: Coimbra Editora, 1961 [1935]), 72.

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a sua radicalidade dissolveu-se no “levar os portugueses a viver habitualmente”, para o que “Vamos devagarinho, passo a passo”, afirmaria Oliveira Salazar, “salarizando”, dirá, por sua vez, António Ferro10. Assim, se inculcaria nos costumes políticos da nova ditadura o “Nacionalismo português”, ideário abrangente divulgado por Quirino Avelino de Jesus, em 1932, numa obra com esse mesmo nome, e por si considerado o “mais desenvolvido sistema que se podia formar neste momento para se garantir em Portugal a marcha da civilização romana-cristã, assaltada pela Revolução”11. O tópico da Revolução recordava, por um lado, duas origens políticas fundamentais de reação do antiliberalismo europeu —a Revolução Francesa de 1789 e a Revolução Russa de 1917— e, por outro lado, dois momentos essenciais em Portugal para o desenvolvimento teórico-político do antiliberalismo —a Revolução Portuguesa 1820 (monárquica liberal) e a Revolução Portuguesa de 1910 (republicana liberal) —. Fundado como contrarrevolução perante a primeira conjuntura revolucionária liberal continental e devedor dos doutrinadores contrarrevolucionários franceses —dentro da tradição antiliberal europeia, destaque-se o pioneirismo da obra de Joseph de Maistre, Considerações sobre a França (1797)12—, o antiliberalismo político e cultural português foi reinventado na reacção às outras três conjunturas fundamentais, umas vezes limitando-se à acção doutrinária, outras vezes ganhando audiência pública assinalável por meio de acção política. Evocaram um novo D. Nuno Álvares Pereira —comandante militar do exército português em 1385 na batalha de Aljubarrota, onde foram derrotados os castelhanos e consolidada assim a independência de Portugal para a redenção nacional, manifestando-se o mito do salvador (chefe-Estado—, tendo acoplado o mito da unidade sociedade-Nação). O antiliberalismo português percorreu também as áreas ideológicas do republicanismo, do socialismo e do anarquismo, as quais, entre meados do século XIX e princípios do século XX, evidenciaram personalidades, periódicos e organizações que partilharam utopias comuns, em parte devido à importante recepção do federalismo regionalista e descentralizador de Pierre-Joseph Proudhon, divulgado na sua obra Do Princípio Federativo e da Necessidade de Reconstruir o Partido da Revolução (1863)13. Na área republicana federalista portuguesa foi relevante a influência da obra Las Nacionalidades (1877), do catalão Francisco Pi y Margall, por exemplo, nos destacados pensadores republicanos Sebastião de Magalhães Lima e Augusto

10 Antonio Ferro, Entrevistas de António Ferro a Salazar, ed., Fernando Rosas (Lisboa: Parceria A. M. Pereira, 2003 [1933]), 99, 172, 207. 11 Quirino Avelino de Jesus, Nacionalismo Português (Porto: Empresa Industrial Gráfica do Porto, Lda., 1932), 62. 12 Stephen Holmes, Anatomía del Antiliberalismo (Madri: Alianza, 1999), 33-59. 13 Marcel Prélot e Georges Lescuyer, História das Ideias Políticas. Do Liberalismo à Actualidade, vol. 2 (Lisboa: Presença, 2001), 230-236.

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Alves da Veiga14. As fórmulas políticas, económicas e sociais expostas por Proudhon ou Pi y Margall propunham uma superação do modelo clássico de Estado liberal, nacionalista e unitário, pela construção de um Estado republicano federal ou confederal, pluralista e autonomista, dentro de uma matriz solidarista (municipalista, mutualista, educativa ou assistencial). Nos anos 20 do século XX, o mundo antiliberal incorporou o comunismo, com a fundação do Partido Comunista Português (1921), e o fascismo, com a criação do Centro do Nacionalismo Lusitano (1923).

3. Dinâmicas nacionalistas antiliberais portuguesas: pensadores e organizações Acompanhando a reacção antiliberal, tradicionalista e contrarrevolucionária francesa, após o Terror de Robespierre, surgiram em Portugal pensadores convergentes com essa crítica ideológico-política. Pode considerar-se o Marquês de Penalva, Fernando Teles da Silva Caminha e Meneses, com a obra Dissertação a favor da Monarquia (1799), o primeiro doutrinador do discurso antiliberal, tradicionalista e contrarrevolucionário português. Aí se formalizava a necessidade da unidade do poder, em que o Rei detinha uma suprema capacidade arbitral, o que sugeria um poder real de carácter absoluto, mas não despótico, visto ser condicionado pela religião (moral católica) e pelo direito (leis fundamentais do reino), e se desenvolvia a crítica ao conceito liberal de soberania nacional, que conduzia, segundo ele, à criação de uma “classe política” dependente do sufrágio eleitoral e anulava as liberdades tradicionais dos povos. A argumentação antiliberal foi desenvolvida pelo jurista e economista José Acúrsio das Neves, nas Cartas de um português aos seus concidadãos sobre objectos de utilidade geral e individual (1822) e na Continuação das cartas aos portugueses (1823), nas quais encontramos quer a justificação das intenções reformistas da Regência do Príncipe D. João (futuro D. João VI), nas vésperas da Revolução Liberal de 1820, em particular a política económica por si delineada, quer considerações sobre a não preparação do povo para a liberdade. Quanto a este último aspecto, o argumento contrarrevolucionário antiliberal será recorrente na vida portuguesa: a liberdade individualista do cidadão esmagava as liberdades tradicionais e orgânicas dos povos; a falta de instrução e cultura do povo impedia a livre e consciente determinação na escolha dos seus representantes. A contrarresposta será dada pelo intelectual liberal Almeida Garrett, na obra

14 Sebastião de Magalhães Lima, La Fédération Ibérique (Paris: Guillard, Aillaud Cie, 1893); Alves da Veiga, Política Nova. Ideias para a reorganização da nacionalidade portuguesa (Lisboa: Livraria Clássica Editora de A. M. Teixeira & C.ª, 1911).

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Portugal na balança da Europa (1830)15, editada em Londres durante o seu exílio, e a pendência liberalismo/antiliberalismo firmou argumentos críticos ao longo do século XIX português16, que serão evocados no século XX português. No campo antiliberal, tradicionalista e contrarrevolucionário, encontramos variantes ideológicas sobre a origem do poder e a constituição da sociedade, que incorporam ora o providencialismo (António Joaquim de Gouveia Pinto), ora o contratualismo (António Ribeiro Saraiva), ora o voluntarismo (José da Gama e Castro), ora perspectivas mitigadas (Marquês de Penalva ou José Acúrsio das Neves); apesar de defender a solução política absolutista, Acúrsio da Neves, conhecedor da economia política liberal, perfilhava um lugar destacado para a indústria num plano de desenvolvimento nacional, que seguia as posições industrialistas de Jean-Baptiste Say. O legado do Reinado de D. Miguel (1828-1834) constituiu-se em Miguelismo (um antiliberalismo tradicionalista que se autodefinia como “Legitimista”), sob a divisa de “Deus, Pátria e Rei”. Insistiu na denúncia dos equívocos do princípio representativo e da divisão dos poderes e apresentou a necessidade de repor o princípio do Rei absoluto, a fundamentação superior da religião católica e as cortes gerais para a representação orgânica dos corpos sociais, regressando assim o ideário da antiga Monarquia portuguesa baseada numa ordem legitimada por valores eclesiástico-nobiliárquicos17. Após a derrota político-militar do “miguelismo político-institucional” em 1834 face aos liberais e o esgotamento da sua corrente revolucionária, impulsionada por António Ribeiro Saraiva, em 1847, com o final da guerra civil da Patuleia, o “miguelismo político-ideológico” desenvolveu, ao longo da segunda metade do século XIX, a lenta definição de uma estrutura de tipo partidário (Partido Legitimista), e dispôs do jornal A Nação (fundado em Setembro de 1847) para activar uma rede de núcleos locais e distritais, que veio a ingressar os “legitimistas” no sistema parlamentar liberal com cinco deputados, após as eleições de novembro de 1856. Foi muito próxima a relação político-ideológica tradicionalista antiliberal entre D. Miguel, de Portugal, e o seu primo D. Carlos de Bourbon, de Espanha, que promoveu vários levantamentos militares. Existe um paralelo entre os levantamentos militares carlistas de 1833-1840 e de 1846-184918

15 José Esteves Pereira, Percursos de História das Ideias (Lisboa: Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 2004), 171-186. 16 José Esteves Pereira, “Pensamento político em Portugal no século XIX”, em Atas do VII Colóquio Antero de Quental, org. José Maurício de Carvalho (São João del-Rei: Universidade Federal de São João del Rei/Instituto de Filosofia Luso-Brasileira, 2007), 54-84. 17 Vitorino Magalhães Godinho, Estrutura da Antiga Sociedade Portuguesa (Lisboa: Arcádia, 1977), 71-116. 18 Miguel Artola, “La burguesía revolucionaria (1808-1874)”, en Historia de España Alfaguara, vol. V, ed. Miguel Artola (Madri: Alianza, 1983), 53-57, 213-215.

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e os levantamentos militares miguelistas de 1826-1827 e de 1846-184719 (estes não exclusivamente miguelistas), com troca de apoio entre os dois primos. A partir da década de 1870, os membros do Partido Legitimista vão combater o liberalismo monárquico católico e o catolicismo liberal, identificado na divisa “Deus e Pátria”, que tinha criado a Sociedade Católica (1843-1853) como sua primeira organização e procurava desvincular-se da chamada “questão dinástica”. Os “legitimistas” envolveram-se no debate acerca da criação de um partido católico, polémica que foi em grande parte desenvolvida nas páginas do jornal A Palavra, do Porto, que aceitava as estruturas do poder liberal vigente, mas refutava a ideologia que os legitimava, e do jornal A Nação, de Lisboa, órgão do tradicionalismo monárquico antiliberal. Nos finais do século XIX, as manifestações de radicalismo anticlerical liberal monárquico e republicano propiciaram a construção de um catolicismo integral (ultramontano e devocional), que complexificava as opções, pois já existia o catolicismo liberal (constitucional e concordatário) e o catolicismo intransigente (tradicionalista e antiliberal), vindo o Centro Católico Português (1917-1932) a representar uma tentativa malsucedida de unificação política das várias correntes católicas. Um lastro comum entre sectores socialistas, republicanos e anarquistas portugueses era devido à mentalidade federal, ao associativismo e ao municipalismo autónomo, filiado genericamente em traços político-ideológicos do pensamento político de Proudhon, com importante recepção na cultura política e literária portuguesa20, que se fundava utopicamente na anarquia positiva e rompia com a modernidade liberal, o que propiciava a expressão de posições ideológico-políticas de cunho antiliberal e organicista. Um dos problemas teóricos debatidos no interior do republicanismo, a mais importante corrente doutrinária de entre essas três na crítica à Monarquia liberal, foi a compatibilização dos direitos naturais com os direitos sociais, sem cair no liberalismo individualista nem no colectivismo estatista21. Com a criação do Partido Comunista Português (1921), acrescentou-se mais um polo no mundo ideológico-político do antiliberalismo. A matriz genética anarquista, sindicalista revolucionária e anarco-sindicalista22 dos principais fundadores do Partido Comunista Português,

19 Vasco Pulido Valente, Os Militares e a Política (1820-1856) (Lisboa: Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1997), 75-96, 127-132. 20 Proudhon no bicentenário do seu nascimento, coords. Manuel Gama et al. (Braga: Centro de Estudos Lusíadas da Universidade do Minho, 2009), 9-150. 21 Fernando Catroga, O Republicanismo em Portugal. Da formação ao 5 e Outubro de 1910, vol.1 (Coimbra: Faculdade de Letras da Universidade de Coimbra, 1991), 225-246. 22 João Freire, “Anarco-sindicalismo” e “Anarquismo”, em Dicionário de História de Portugal. Suplemento, coords. António Barreto e Maria Filomena Mónica, vol. 7 (Porto: Figueirinhas, 1999), 101-103.

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alguns deles que vieram da Federação Maximalista Portuguesa (1919-1920), configurará nos primeiros anos um partido assente em princípios descentralizadores e federalistas (base 1ª, dos estatutos), o que permitirá convergências com o republicanismo radical (Partido Republicano Radical), o republicanismo esquerdista (Partido Republicano da Esquerda Democrática) e o anarco-sindicalismo (Confederação Geral do Trabalho). O “objectivo supremo” dos comunistas era a socialização integral dos meios de produção, circulação e consumo, isto é, a transformação radical da sociedade capitalista em sociedade comunista (base 3ª, dos estatutos), conseguida por meio de uma ditadura do proletariado. Ao mito político da greve geral revolucionária dos sindicalistas revolucionários, os primeiros comunistas portugueses propunham o mito político da revolução imediata, que criticava a burocratização da Confederação Geral do Trabalho e a autossuficiência sindical, pois o sindicato servia para a luta económica, enquanto o partido devia ser o instrumento da luta política23. A mais importante proposta ideológica, cultural e política, de matriz antiliberal, contrarrevolucionária e tradicionalista monárquica, constituiu-se no Integralismo Lusitano (1914), liderado por António Sardinha, com a participação destacada de Hipólito Raposo, Luís de Almeida Braga, Alberto Monsaraz, Francisco Rolão Preto ou José Pequito Rebelo, e dispôs da “revista de filosofia política” Nação Portuguesa (subintitulada, depois, “revista de cultura nacionalista”) e do diário A Monarquia, editados em Lisboa. A orientação essencial estabelecia a propaganda da monarquia orgânica tradicionalista antiparlamentar, com uma tendência concentradora (nacionalismo e poder pessoal do Rei) e uma tendência descentralizadora (municipalismo e corporativismo). Esse sistema filosófico-político destinava-se a restaurar a nação pela autoridade do Rei e pela intervenção dos corpos administrativos e profissionais, daí a formulação de base do Integralismo Lusitano ser nacionalista por princípio, sindicalista e corporativista por meio e monárquica por conclusão24. Os ideários políticos integralistas de António Sardinha aproximam-se dos ideários políticos carlistas do seu ideólogo Juan Vázquez de Mella em meados do século XX, havendo até pontos de convergência sobre a utopia de um modelo monárquico iberista confederal entre Portugal e a Espanha25. Essa geração política integralista questionará o demoliberalismo republicano português, no que ele manifestava de crise de autoridade do Estado, de conflitualidade religiosa e social ou de racionalismo cultural e positivismo científico, propondo a reinvenção dos modelos

23 José Pacheco Pereira, “Contribuição para a história do Partido Comunista Português na I República (192126)”, Análise Social 18: 67/68 (1981): 695-713. 24 Alberto Mionsaraz, Cartilha Monárquica (Lisboa: Editor Alberto Monsaraz, 1920), 48-52. 25 António Cordeiro Lopes, “Dois projectos de geopolítica ibérica, de matriz tradicionalista – Vázquez de Mella e António Sardinha”, Revista da Faculdade de Letras de Lisboa V: 16/17 (1994): 99-113.

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monárquicos medievais a partir dos valores da raça, da terra e da tradição, dotados de um estatuto messiânico para a sonhada restauração monárquica. Esse romantismo político-cultural era devedor do gosto nostálgico por um passado representado numa idealizada e mitificada medievalidade dos forais (monarquia contratual), dos concelhos (predilecção localista) e das cortes gerais (representação dos corpos sociais), para a qual, em Portugal, o historiador liberal conservador Alexandre Herculano muito contribuíra. Porém, essa leitura esteve disponível, com algumas diferenças, em Chateaubriand, Barrès, De Bonald ou De Maistre, dos quais os integralistas portugueses receberam várias influências26. A campanha pública integralista promoveu uma forte contestação do liberalismo, do democratismo, do parlamentarismo e do revolucionarismo da I República Portuguesa (1910-1926), apresentando três aspirações restauracionistas: regime político monárquico, regime administrativo municipalista e regime jurídico de união entre a Igreja Católica Romana e o Estado monárquico. Se é certa a filiação no discurso antiliberal e contrarrevolucionário português do século XIX, em particular de José Agostinho de Macedo, José da Gama e Castro e José Acúrcio das Neves, não se deve ignorar a importante projecção político-ideológica das obras de Charles Maurras, Enquête sur la Monarchie (1900), e de Léon Daudet, Le Stupide XIXe Siècle (1922). O exemplo da Action Française projectou-se de forma relevante no antiliberalismo monárquico da Acção Realista Portuguesa (1924-1926), dirigida por Alfredo Pimenta e que juntou integralistas que reconheciam D. Manuel II (Rei deposto com a revolução republicana de 5 de outubro de 1910 e exilado em Londres), o que não tinha acontecido com tanta densidade no Integralismo Lusitano, sendo defendido claramente o primado do político, o sindicalismo profissional e a organização milicial do Corpo de Voluntários da Acção Realista Portuguesa, à semelhança da maurrasiana Fédération Nationale des Camelots du Roi, criada em 1908, por Maurice Pujo. O ideário político-social organicista consagrava um modelo de estruturação social, cujas células primárias eram a família, o município e o sindicato profissional; um modelo de representação política por meio da constituição de cortes gerais representativas dos interesses “da igreja, da terra, da inteligência e da produção”; uma chefia do Estado com um Rei que governasse e escolhesse livremente os seus ministros, politicamente responsáveis perante ele27. A Acção Realista Portuguesa extinguir-se-ia entre finais de 1926 e princípios de 1927, dentro de um processo falhado de reorganização dos vários segmentos monárquicos integralistas, que passaria pelo desejo episódico de uma Liga de Acção Integralista, animada por António Rodrigues Cavalheiro.

26 Norberto Ferreira da Cunha, “O Tradicionalismo Integralista”, em Poiética do Mundo. Homenagem a Joaquim Cerqueira Gonçalves (Lisboa: Colibri, 2001), 375-399. 27 Acção Realista, Lisboa, 22 de maio, 1924, [contracapa].

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De existência efémera, deve referir-se o Centro do Nacionalismo Lusitano (1923-1925), grupo político antiliberal, cesarista e fascista, liderado por João de Castro Osório e apoiado, por exemplo, pelo coronel João de Almeida e por António de Cértima e Raul de Carvalho. O ideário político está identificado no opúsculo A Revolução Nacionalista (1922), da autoria de João de Castro Osório, no qual se pode observar a projecção do Fascismo italiano envolto numa releitura antiliberal da “República Nova” de Sidónio Pais (governou em sistema presidencialista entre dezembro de 1917 e dezembro de 1918), aparecendo esse Presidente da República como “o messias e não o político realizador”, pois a sua “mentalidade sofria ainda de preconceitos liberais e republicanos”. Entre as principais propostas dos nacionalistas lusitanos, estava a necessidade do ditador, da ditadura nacional antiliberal, do governo meramente executivo, do parlamento com exclusiva representação profissional e municipal, das milícias voluntárias e do catolicismo como religião oficial do Estado28. O surgimento em outubro de 1923, em Lisboa, do semanário A Ditadura, “periódico do fascismo português”, dirigido por Raul de Carvalho, potenciará a divulgação pública. A sua matriz revolucionária irredentista e vitalista era demasiado herética dentro do ambiente conservador dominante na elite autoritária e antiliberal portuguesa, que, cada vez mais, acreditava na intervenção organizada das Forças Armadas para solucionar a diagnosticada crise de autoridade do Estado. O exemplo da Ditadura espanhola do general Miguel Primo de Rivera recolhia simpatia junto de uma parte importante da elite política e militar da direita portuguesa, reforçada com as reportagens que fez em Espanha em 1924 o jornalista António Ferro, que incluíam uma entrevista ao general Primo de Rivera. As reportagens saíram nesse ano no periódico Diário de Notícias, de Lisboa, e depois foram publicadas em livro29. O regresso político-ideológico do monarquismo sindicalista antiliberal, que Rolão Preto e Alberto de Monsaraz esboçaram nos inícios da década de 1920, far-se-á com a organização do Movimento Nacional-Sindicalista (1932-1935) e do seu jornal Revolução, tentativa esta que visava, dentro da emergente Ditadura do “Estado Novo”, impor uma via da revolução política com caudilhismo civil milicial e mobilização de massas. O modelo alternativo de nacionalismo revolucionário antiliberal questionava o nacionalismo conservador antiliberal vigente e propunha um Estado corporativo e sindical, com chefia carismática (chefe de Estado responsável perante a nação e interveniente no governo), partido/movimento definidor da direcção política, representação política orgânica (assembleia nacional com câmara dos municípios e

28 João de Castro [Osório], A Revolução Nacionalista (Lisboa: Edição do Autor, 1922), 53-72. 29 António Ferro, “À Volta da Ditadura Espanhola”, em Viagem à Volta das Ditaduras (Lisboa: Empresa do Diário de Notícias, 1927), 189-261.

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senado corporativo), mobilização milicial de massas e sistema corporativo integral30. No início, foram muito próximas as relações do Movimento Nacional-Sindicalista de Rolão Preto com a Falange Espanhola de José Antonio Primo de Rivera, fundada em 1933, mas Rolão Preto aproximou-se pouco depois das Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, de Ramiro Ledesma Ramos, que abandonou a Falange; em fevereiro de 1934 fundiram-se e originaram a Falange Espanhola das Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista31.

4. Projecção do nacionalismo antiliberal português na Ditadura do “Estado Novo” Sendo Portugal, no primeiro quartel do século XX, um Estado-nação perfeitamente consolidado, sem problemas de unidade política, territorial, étnica, linguística ou religiosa, não admira que a pendência ideológica entre os diversos nacionalismos, com uma forte componente antiliberal, se fizesse ao redor do modelo de organização política do Estado, do relacionamento entre o poder civil e o poder religioso, dos processos de construção da memória histórica ou das formas de representação da identidade nacional. Generalizou-se, porém, uma forte visão política e social organicista, com o primado dos grupos sobre os indivíduos, que veio do positivismo sociológico comtiano (Léon Duguit) e do institucionalismo neotomista (Maurice Hauriou), que, apesar de recepções políticas contraditórias, punha em causa cada vez mais, nessa época, o liberalismo, o individualismo, o contratualismo, o Estado arbitral e a livre economia de mercado32. O historiador francês Raoul Girardet, na sua obra Mytes et mythologies politiques (1986), evocando o impacto da crise institucional na profundeza dos indivíduos e dos grupos, refere que, na passagem dum estado de certeza para um estado de dúvida e de angústia, toda a crise de legitimação latente manifesta-se com evidência. Essas crises de legitimidade articulam-se, por sua vez, com crises culturais, económicas, sociais e políticas, das quais emergem discursos de ressurgimento nacional, que podem ser organizados em quatro conjuntos político-mitológicos: a conspiração, o salvador, a idade de ouro e a unidade33. Nos anos 20 do século XX português, o “apelo ao salvador” foi a

30 António Costa Pinto, Os Camisas Azuis. Ideologia, elites e movimentos fascistas em Portugal, 1914-1945 (Lisboa: Estampa, 1994), 93-302; Jacinto Ferreira, Ao Serviço da Pátria e do Rei. Memórias políticas (1926-1974) (Lisboa: Edição do Autor, 1991), 77-82. 31 António Costa Pinto, Os Camisas Azuis, 140-148. 32 António Manuel Hespanha, Panorama Histórico da Cultura Jurídica Europeia (Mem Martins: Publicações EuropaAmérica, 1997), 196-218. 33 Raoul Girardet, Mythes et Mythologies Politiques (Paris: Seuil, 1986), 9-24.

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“constelação mitológica” predominante no pensamento nacionalista antiliberal e os tópicos discursivos insistentes sobre a decadência do presente, a restauração da ordem e das hierarquias, a chefia militar, a autoridade moral ou o passado histórico de glória apontavam para a produção das imagens de luz, de verticalidade e de combate associadas ao tema do herói salvador. Por meio do recurso contemporâneo ao modelo de heroísmo e santidade medieval de D. Nuno Álvares Pereira (1360-1431), que foi sujeito a várias leituras —republicanas e monárquicas, agnósticas e religiosas—, pretendeu-se fundamentar historicamente a liturgia política portuguesa ao chefe redentorista34. A par do culto religioso ao Santo (6 de novembro, dia do Beato Nuno de Santa Maria), impôs-se um culto patriótico oficial ao Condestável, a partir de 1920, por meio da festa nacional de 14 de agosto (Festa da Pátria), dia da batalha de Aljubarrota de 1385 contra os castelhanos. A aprovação oficial em 1925 da festa nacional de 10 de junho, Festa de Portugal, associada ao dia da morte do poeta Luís de Camões em 1580, retiraria viabilidade ao possível feriado nacional de 14 de agosto, o que não impediu anualmente a continuação das festas civis e religiosas. As celebrações oficiais da Festa da Pátria (1920-1926) contribuíram para uma articulação entre a Presidência da República, o Governo, a Igreja Católica Romana, as Forças Armadas e o Município de Lisboa, durante um tempo que foi marcado pelo confronto ideológico, pelo conflito político e pela revolta militar. O mundo político nacionalista antiliberal português nessa época divulgou uma imagem de “Portugal-Império” e viveu em situação messiânica, moldada pela criatividade ideológica, pela concorrência de chefias, pela construção de poderes simbólicos, pela pouca fixação das ideias, pela emotividade e paixão ou pela vertigem do movimento e da agitação, em que as vanguardas culturais seduzidas pelo modernismo e pelo futurismo também se exibiram com revistas, panfletos, conferências ou comícios. Nesse período, foi-se construindo um paradigma nacionalista antiliberal, conservador e autoritário, caracterizado pelo sincretismo de elites nacionalistas e pelo hibridismo de ideias nacionalistas, dos quais resultaria a consensualização da mentalidade pragmática face ao utopismo ideológico e a hegemonização da ideia política autoritária perante a ideia política totalitária. Esse processo convergiu no sincretismo ideológico do Salazarismo português, aproximando-o mais do Franquismo espanhol do que Fascismo italiano, não obstante as fortes influências deste último, por exemplo, em relação ao corporativismo (Carta del Lavoro/Estatuto do Trabalho Nacional) ou à organização política da juventude (Balilas/Mocidade Portuguesa)35.

34 Ernesto Castro Leal, Nação e Nacionalismos, 49-89. 35 Juan J. Linz, “An authoritarian regime: Spain”, em Cleavages, Ideologies and Party Systems. Contributions to comparative political sociology, orgs., Erik Allardt e Yrjö Littunen (Helsinki: Academic Bookstore, 1964), 301-304; Manuel Ramírez Jiménez, España. 1939-1975. Régimen Político e Ideología (Madrid: Gualdarrama, 1978); Javier Tusell, La dictadura de Franco (Madrid: Alianza, 1988); Manuel Braga da Cruz, O Partido e o Estado no Salazarismo (Lisboa: Presença, 1988).

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A Ditadura do “Estado Novo” recolherá organicamente e aplicará pragmaticamente uma síncrese política, ideológica e cultural dos vários mundos do nacionalismo tradicionalista português, dentro de uma matriz antiliberal, que, entre 1918 e 1926, se foi constituindo em mitologia política por meio da propaganda de várias organizações políticas, de um importante grupo de revistas e jornais e de um conjunto de personalidades, que vieram exigir a necessidade transitória de uma Ditadura militar (1926-1932). A grande ameaça à sua consolidação institucional, quando a Ditadura militar se transformou em Ditadura civil com a Constituição de 1933, sob a liderança política de António de Oliveira Salazar, veio, no interior do campo nacionalista antiliberal, da proposta totalitária do Movimento Nacional-Sindicalista de Francisco Rolão Preto, mas, como afirmou Luís Cabral de Moncada, também seduzido em 1932 e 1933 com o movimento, este “não passou de um epifenómeno de superfície como o da fosforescência de certas vagas de mar […], cuja única função consistiu apenas em aclamar, vitoriar e erguer em numerosas situações o braço direito e a mão na saudação fascista e nazi. Não foram guerreiros, foram actores […]”36. O processo de formação da União Nacional enquanto partido único da Ditadura salazarista exprimiu significativamente, dentro da mentalidade política antiliberal dominante, a recusa doutrinária do espírito de construção sistemática ao evidenciar a regra da experimentação, embora orientada por alguns pontos prévios: a unidade da nação por meio de um corporativismo de matriz centralizadora; a consolidação do Estado como instituição das instituições; o fortalecimento do poder executivo, que dispunha o seu chefe da direcção política única. A cultura do poder fixou a necessidade de reorganizar os corpos administrativos do Estado, de negociar uma outra relação com os “corpos separados” (Igreja Católica Romana e Forças Armadas), de criar novos corpos políticos (União Nacional, Mocidade Portuguesa e Mocidade Portuguesa Feminina, Legião Portuguesa) ou estruturas de propaganda (Secretariado de Propaganda Nacional e Emissora Nacional) para estruturar o consentimento de massas. A União Nacional surgiu a partir de 1930 dentro do processo político disciplinador do confronto livre das ideologias. Os Estados de matriz autoritária, corporativa e antiliberal detêm mais uma técnica do poder do que uma técnica da liberdade, facto que conduz —tendencialmente— à prática da ideia de associação e à exclusão da ideia de partido. O caso português será disso exemplo, propondo um desarmamento ideológico e entendendo a política dentro de uma visão administrativa, o que configurou uma mentalidade institucionalista, orientada por estes princípios fundamentais: moral e direito natural, visão orgânica neotomista, instituição como organização

36 Luís Cabral de Moncada, Memórias. Ao longo de uma vida (pessoas, factos, ideias), 1888-1974 (Lisboa: Verbo, 1992), 182-183.

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social, vinculação do grupo por adesão ou consentimento (poder de sufrágio), transferência para o poder executivo da decisão legislativa fundamental e valorização dos corpos intermédios. Após a Primeira Guerra Mundial, a resposta nacionalista antiliberal portuguesa não se exprimiu num partido ou num movimento político, dado que fez convergir no Exército o amplo e diversificado processo contestatário. Assim, a União Nacional apareceu após a revolução com a primordial função de doutrinação: “educar politicamente a Nação”. Mais liga patriótica do que partido político, quanto à natureza orgânica, incorporaria também as funções legitimadora (patrocínio de candidaturas ao sufrágio) e constituinte (personalidade jurídica adquirida na esfera do direito das corporações e associações). Essas funções foram apresentadas na publicação oficial A Revolução Continua (1943): formação da vontade nacional, criação de uma mentalidade corporativa e integração da vida política no Estado. A sua missão fundamental recobriria a “unidade”, enquanto à Legião Portuguesa (milícia para-militar) seria atribuída a “defesa civil” e à Mocidade Portuguesa (organização de juventude), a “continuidade” do projecto político da Ditadura do “Estado Novo”37. No interior da elite política da Ditadura salazarista, a mais completa teorização de uma União Nacional com “espírito pré-revolucionário” (força civil de vanguarda) e não com o oficial “espírito pós-revolucionário” (força civil de apoio) foi formulada por Artur Águedo de Oliveira, na sua obra A União Nacional como direcção política única (1938). Reconhecendo à União Nacional a natureza de “organização política unitária, de concepção salazarista”, o autor advogava para ela o exercício de três poderes: de consulta, de representação e de decisão política. Esse enunciado doutrinário é claro quanto a um “espírito pré-revolucionário” para a União Nacional, que seria moldado pelos seguintes ideais: espírito de vanguarda, revolução na ordem, “tenentismo” (predomínio dos novos), iniciativa política permanente, direcção única. Não ocultou os males a evitar, que já se manifestavam na União Nacional: mandarinato político, apoliticismo, plutocracia, “companheirismo” na selecção política38. Marcelo Caetano, defensor na época de um corporativismo integral, que expôs em O Sistema Corporativo (1938), chegou a propor para a União Nacional, numa interpretação também diferente da oficial, o lugar de “corporação nacional da política”, que seguia a doutrina do economista e político romeno Mihaïl Manoïlesco, exposta na obra Le parti unique (1937)39. O ambiente dessa época, marcado pela Guerra Civil de Espanha (1936-1939), seria propício à consolidação da Ditadura e do seu chefe António de Oliveira Salazar, que, na versão

37 A Revolução Continua. União Nacional – Mocidade – Legião (Lisboa: SPN, 1943), 11. 38 Artur Águedo de Oliveira, A União Nacional como direcção política única (Lisboa: União Nacional, 1938), 19-22, 65-68. 39 Marcelo Caetano, O Sistema Corporativo (Lisboa: s/e., 1938), 51.

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de um dos intelectuais orgânicos mais influentes, António Carneiro Pacheco, exposta em O Retrato do Chefe (1935), estava envolto de um “messiânico prestígio” e incumbido de uma “missão providencial”, que o transformava num “guia espiritual do Povo”, num “grande Educador do nosso tempo”40. Nesses anos, evidenciou-se a coreografia nacionalista antiliberal, exercitada pela Mocidade Portuguesa e pela Legião Portuguesa, com desfiles de rua e acampamentos, e a propagação ideológica do anticomunismo (dentro de um espírito de cruzada de matriz cristã), por meio do opúsculo, do artigo de jornal, do discurso em comício ou do programa radiofónico “Cinco Minutos Anticomunistas” emitido, de início, diariamente, na Emissora Nacional (dirigida por Henrique Galvão) e no Rádio Clube Português (dirigido por Jorge Botelho Moniz). A apoteose da liturgia cívica nacionalista da Ditadura do “Estado Novo” será revelada pela operação pública das Comemorações do Duplo Centenário de 1940 (Formação e Restauração de Portugal/1140-1640), em que o regime autoritário antiliberal se quis mostrar como “era do engrandecimento” nacional, investindo fortes recursos em representações etnográficas, históricas, políticas e simbólicas de Portugal, que as práticas desenvolvidas em torno das Grandes Exposições, do Congresso do Mundo Português e dos Cortejos, em Lisboa, e do Parque Portugal dos Pequenitos, em Coimbra, ajudaram a construir e a divulgar. A Nota oficiosa da Presidência do Conselho de Ministros, escrita por Oliveira Salazar e publicada em 27 de Março de 1938, expunha já com clareza a directriz comemorativista: “Ter oito séculos de idade é caso raro ou único na Europa e em todo o mundo, sobretudo se para a definição da identidade política se exigir o mesmo povo, a mesma Nação, o mesmo Estado. Quase desde o princípio, com o esforço dos primeiros reis, ficaram definidas e fixadas na Península Ibérica as nossas fronteiras […]. As comemorações centenárias são acima de tudo, grande festa nacional, festa para todos os portugueses do mundo e em que todos podem e devem colaborar de maneira efectiva”41.

Conclusão As diversas formulações doutrinárias e organizativas nacionalistas antiliberais, que acabámos de inquirir, que vieram do pensamento monárquico, republicano e católico, manifestaram-se com vigor organizativo autónomo durante a I República Portuguesa (1910-1926), mas não devemos ignorar os processos de convergência ético-políticos e ideológico-culturais

40 Carneiro Pacheco, O Retrato do Chefe (Lisboa: União Nacional, 1935), 7-8, 30. 41 Oliveira Salazar, Discursos e Notas Políticas, vol. 3 (Coimbra: Coimbra, 1959 [1943]), 41 e 57.

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entre antiliberais e liberais conservadores, com bastante relevância pós-1915 —dentro do contexto da Primeira Guerra Mundial—, o que propiciou a criação de novos espaços cívicos de encontro, como conferências, congressos, campanhas cívicas, revistas ou ligas, dentro de uma crítica comum ao diagnosticado revolucionarismo republicano. O debate promovido entre os seus protagonistas permitiu a identificação de um conjunto de tópicos essenciais para um programa nacionalista de compromisso, principalmente recolhido, até o golpe militar de 28 de maio de 1926, na Cruzada Nacional D. Nuno Álvares Pereira42, mas também presente no Centro Católico Português43. Depois de 1926, a convergência desse ideário nacionalista antiliberal sincrético fez-se na ideologia e na mentalidade políticas da Ditadura do “Estado Novo”, bem expresso no lema “Deus, Pátria, Autoridade, Família, Trabalho” —reduzido à divisa mínima “Deus, Pátria, Família” pela propaganda política do regime—, que António Oliveira Salazar enunciou no discurso “As grandes certezas da Revolução nacional” (Braga, 26 de maio de 1936): “Às almas dilaceradas pela dúvida e o negativismo do século procurámos restituir o conforto das grandes certezas. Não discutimos Deus e a virtude; não discutimos a Pátria e a sua História: não discutimos a autoridade e o seu prestígio; não discutimos a família e a sua moral; não discutimos a glória do trabalho e o seu dever”44. Apesar da controvérsia ideológica, que atravessou o nacionalismo antiliberal português, sobre a prioridade a atribuir ao primado da moral, ao primado do religioso ou ao primado do político, gerou-se, no primeiro pós-guerra mundial, uma opinião consensual entre elementos das elites nacionalistas antiliberais (que incluiam republicanos liberais conservadores) à volta de algumas ideias ético-políticas essenciais: moral cristã, ética da responsabilidade, patriotismo cívico, Estado unitário, nação imperial, autoridade do Estado, regime republicano presidencial, governo com forte componente de técnicos (“ministério nacional das competências”), regime de separação leal entre o Estado e as Igrejas (com crescente audiência do concordatismo de separação jurídica com a Igreja Católica Romana), organicismo e corporativismo (representação institucional de corpos sociais intermédios) e projecto de desenvolvimento económico-social com intervenção estadual.

42 Ernesto Castro Leal, Nação e Nacionalismos, 122-335. 43 Manuel Braga da Cruz, As Origens da Democracia Cristã e o Salazarismo (Lisboa: Presença, 1980), 263-351. 44 Oliveira Salazar, Discursos e Notas Políticas, vol. 2. (Coimbra: Coimbra Editora, 1959 [1937]), 130.

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La experiencia de la modernidad como una experiencia barrocaÏ

José Javier Díaz Freire

Profesor titular del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco UPV/EHU (España). Licenciado y Doctor en Historia Contemporánea de la misma universidad. Director del grupo de investigación La experiencia de la sociedad moderna en España, vinculado con algunas investigaciones al Ministerio de Economía y Competitividad (España). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “Cuerpo a cuerpo con el giro lingüístico”, Arenal. Revista Histórica de las Mujeres 14: 1 (2007): 5-29, y el artículo, en coautoría con Antoni Vives Riera y Mary Nash, “Migraciones intercontinentales: entre la representación del entrenamiento y experiencia de contacto”, en Alteridad cultural y género en la recepción mediática de la inmigración, coords. Mary Nash y Antoni Vives Riera (Barcelona: Grup. de Recerca Consolidat Multiculturalisme i Gènere, 2011), 18-54. josejavier.diazfreire@ehu.es

Artículo recibido: 10 de febrero de 2014 Aprobado: 21 de julio de 2014 Modificado: 08 de septiembre de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.06

Ï El presente trabajo se inscribe dentro del grupo de investigación La experiencia de la sociedad moderna en España, 1870-1990, de la Universidad del País Vasco UPV/EHU, financiado por GIU11/22, la UFI 11/27 y el proyecto del MICINN código: HAR2012-37959-C02-01.

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La experiencia de la modernidad como una experiencia barroca

La experiencia de la modernidad como una experiencia barroca Resumen: Este artículo propone que la experiencia de la modernidad es una experiencia barroca, lo que implica que la relación entre los seres humanos y el mundo está presidida por etapas agudas de inestabilidad. De ahí que en primer lugar se caracterice la experiencia del siglo XVII, poniéndola en relación con los cambios acontecidos en el “cosmos intelectual” como resultado de la revolución científica, y que se resumen en la afirmación de un concepto de tiempo y espacio como homogéneos e infinitos. En segundo lugar, se vincula esta etapa con otros momentos históricos para concluir que expresan una misma experiencia. Palabras clave: historia cultural, crítica literaria, experiencia barroca, modernidad.

The Experience of Modernity as a Baroque Experience Abstract: This article proposes that the experience of modernity is a baroque experience, which implies that the relationship between human beings and the world is presided over by stages of acute instability. Hence, in the first place, it characterizes the experience of the 17th century, putting it in relation to the events that ocurred in the “intellectual cosmos” as a result of the scientific revolution, and that are summed up in the affirmation of a concept of time and space as homogeneous and infinite. In the one and the same experience. Keywords: cultural history, literary criticism, baroque experience, modernity.

A experiência da modernidade como uma experiência barroca Resumo: Este artigo propõe que a experiência da modernidade é uma experiência barroca, o que implica que a relação entre os seres humanos e o mundo está presidida por etapas agudas de instabilidade. Por isso que em primeiro lugar caracteriza-se a experiência do século XVII, pondo-a em relação com as mudanças acontecidas no “cosmo intelectual” como resultado da revolução cientifica, e que se resumem na afirmação de um conceito de tempo e espaço como homogêneo e infinitos. Em segundo lugar, vincula-se esta etapa com outros momentos históricos para concluir que expressam uma mesma experiência. Palavras-chave: história cultural, crítica literária, experiência barroca, modernidade.

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José Javier Díaz Freire

La experiencia de la modernidad como una experiencia barroca

Introducción

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uando en 1987 Omar Calabrese publicó su libro La era neobarroca, propuso sustituir el término postmoderno por el de neobarroco; con lo que la postmodernidad aparecía vinculada con el barroco1. Al hablar de neobarroco y barroco se impone de inmediato una precisión, que indican Francisco Jarauta y Christine Buci-Glucksmann: “más que de una vuelta al Barroco habría que hablar de una vuelta del Barroco”, y que Calabrese remarca diciendo que no se trata “de ninguna manera, que la hipótesis sea la de una reanudación del período”. El objetivo es defender la idea de una proximidad entre el barroco y un cierto lugar común de la cultura contemporánea2. Bolívar Echeverría defiende también la idea de una proximidad entre la condición postmoderna y el barroco, al plantear que la resistencia postmoderna a la modernidad se articula en torno a una “estrategia barroca”3. El alcance que le atribuye ha suscitado una cierta discrepancia entre sus lectores4. Pero limitándose a su obra más destacada sobre este asunto —el libro titulado La modernidad de lo barroco—, se encuentra, ya en el prólogo, que Echeverría limita el alcance político del barroco en la contemporaneidad: “la actualidad de lo barroco no está, sin duda —afirma—, en la capacidad de inspirar una alternativa radical de orden político a la modernidad capitalista”, porque en su opinión lo sustantivo del barroco es su capacidad para mostrar “la incongruencia de esta modernidad, la posibilidad y la urgencia de

1 Omar Calabrese, La era neobarroca, trad. Ana Giordano (Madrid: Cátedra, 1999). La edición original italiana es de 1987. 2

Omar Calabrese, La era, 31. Francisco Jarauta y Christine Buci-Glucksmann, también lo definen como una “forma de organización cultural con estrategias de representación propias”, “El barroco y su doble”, en Barroco y neobarroco, eds., Remo Bodei, Christine Buci-Glucksmann y Francisco Jarauta (Madrid: Círculo de Bellas Artes, 1993), 11.

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Bolívar Echeverría, La modernidad de lo barroco (México: Era, 2011), 223.

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Aquí se hace referencia, por ejemplo, a la respuesta de Santiago Cevallos al artículo que Carlos Espinosa publicó en el número de la revista Íconos dedicado a la obra de Echeverría. Los artículos son, respectivamente: Santiago Cevallos, “La crítica de Bolívar Echeverría del barroco y la modernidad capitalista”, Íconos. Revista de Ciencias Sociales 44 (2012): 119-124, y Carlos Espinosa, “El barroco y Bolívar Echeverría: encuentros y desencuentros”, Íconos. Revista de Ciencias Sociales 43 (2012): 65-80.

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una modernidad alternativa”5. Por tanto, la resistencia que el barroco opone a la modernidad la encuentra Echeverría en toda la construcción del mundo social, pero donde se hace más explícita es en el ámbito de la cultura y, sobre todo, en el arte. En efecto, el barroco se presenta como un conjunto de rasgos formales, una “voluntad de forma”, que expresan un modo de estar en el mundo, un ethos histórico, que se traduce en un “estilo”6: “La propuesta barroca —concreta— consiste en emplear el código de las formas antiguas dentro de un juego tan inusitado para ellas que las obliga a ir más allá de sí mismas”7. El neobarroco, como reactualización del barroco, conserva un contenido similar: “consiste —en opinión de Calabrese— en la búsqueda de formas —y en su valorización— en la que asistimos a la pérdida de la integridad, de la globalidad, de la sistematización ordenada a cambio de la inestabilidad, de la polidimensionalidad, de la mutabilidad”8. En suma, que el neobarroco se caracteriza por que en él, y parafraseando el título del conocido libro de Marshall Berman, “todo lo sólido se desvanece en el aire”. El interés que tiene para la teoría de la historia la propuesta de caracterizar la época actual como neobarroca se podría resumir en tres cuestiones fundamentales que se abordarán en las páginas que siguen. Se interpreta el neobarroco, y por tanto la postmodernidad, como un tiempo diferencial de la modernidad, esto es, como un tiempo que somete a crítica los presupuestos de la modernidad y, sobre todo, que cuestiona la relación entre los seres humanos y el mundo. Se trata de una crítica muy radical que puede llegar a poner en cuestión la misma escisión entre humanidad y mundo, y que alcanza incluso a la propia definición de ser humano. Además, esa postmodernidad, como tiempo crítico, se pone en relación con otros momentos igualmente críticos de la modernidad, lo que se hace a través de la extensión a todos esos momentos del término barroco. Todas esas temporalidades críticas se caracterizarían por proyectar su mirada inquisidora, primeramente, sobre la etapa crítica inmediatamente anterior —la postvanguardia sobre la vanguardia, por poner un ejemplo—, para después extenderla a la totalidad de la cultura; lo que ilustra la magnitud del escrutinio al que someten al mundo

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Bolívar Echeverría, La modernidad, 15.

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La “voluntad de forma” y el “estilo” en Bolívar Echeverría, La modernidad, 88 y 91. En cita de la página 114, Echeverría encuentra en la “voluntad de forma” incluido el “pliegue” que Deleuze cita como el rasgo característico del barroco: “para nosotros, en efecto —dice Deleuze—, el criterio o el concepto operativo del Barroco es el Pliegue”, y añade: “si es posible extender el Barroco fuera de límites históricos precisos, nos parece que siempre es en virtud de ese criterio”; en Gilles Deleuze, El pliegue. Leibniz y el Barroco (Barcelona: Paidós, 2012), 49.

7 Bolívar Echeverría, La modernidad, 93. Las características de la obra de arte barroca, también en Bolívar Echeverría, Vuelta de siglo (México: Era, 2010), 156 y ss. 8

Omar Calabrese, La era, 12.

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moderno. Los vínculos que, no obstante, mantienen entre sí todos esos momentos críticos aluden a una cierta unidad de la experiencia de lo moderno, que, de forma apresurada, se podría resumir en la escisión ya nombrada entre seres humanos y mundo, y en la inscripción de ese mundo en unas coordenadas de espacio y tiempo caracterizadas por su homogeneidad e infinitud. La experiencia de la modernidad sería, de acuerdo con este punto de vista, una experiencia barroca.

1. Tiempo y espacio modernos En la introducción a su libro, Calabrese anunciaba que el neobarroco es un “gusto”, una “mentalidad”, y dedicaba el primer capítulo a defender la idea de que existe un vínculo como el descrito: un carácter de época. La mayor dificultad que enfrentaba Calabrese —la misma que el resto de los autores empeñados en definir la postmodernidad—, es la gran variedad de los objetos culturales del período, lo que hacía muy difícil proponer un nexo de relación para todo lo neobarroco. Sin embargo, lo encontró en el concepto de retombée de Sarduy, de quien, presumiblemente, había ya tomado el mismo concepto de neobarroco y quizás la idea de establecer un vínculo entre neobarroco y barroco. El término retombée tiene algo de esquivo. Aunque se puede traducir como resonancia, recaída o reflejo y sospechar de inmediato que alude a alguna forma de causalidad expresiva entre fenómenos de naturaleza diversa —y más en concreto, entre la ciencia y la cultura, como luego se verá—, el hecho de que Sarduy optara por mantenerlo en francés, según dice, “a falta de un mejor término en castellano”9, debe prevenir de un acercamiento fácil. Tal precaución debe mantenerse incluso cuando se recurra a la definición que el propio Sarduy proporciona de retombée: “causalidad acrónica, isomorfía no contigua o, consecuencia de algo que aún no se ha producido, parecido con algo que aún no existe”10. La extrañeza que provoca proviene del hecho de que desafía abiertamente la causalidad lineal que constituye el esquema básico de explicación en el mundo contemporáneo, tal y como, por el mismo tiempo, hacían sus compañeros del estructuralismo y postestructuralismo francés. La retombée puede realizarse, opina Sarduy, “no respetando las causalidades”, sino “barajándolas”, esto es, desordenándolas de su emplazamiento en una temporalidad lineal11.

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Severo Sarduy, “Nueva inestabilidad”, en Barroco y neobarroco, eds., Remo Bodei, Christine Buci-Glucksmann y Francisco Jarauta (Madrid: Círculo de Bellas Artes, 1993), 75.

10 Severo Sarduy, Barroco (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1974), 9. 11 Severo Sarduy, Barroco, 39. Resaltado en el original.

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En la justificación de su libro Barroco Sarduy explica que el objetivo del mismo es “señalar la retombée de ciertos modelos científicos (cosmológicos) en la producción simbólica no científica, contemporánea o no”12. Defiende pues una orientación de la ciencia hacia el arte que parece una versión particular de la importancia de los discursos expertos de Michel Foucault para explicar la episteme de una época. Sarduy privilegia la astronomía porque encuentra en ella una “vocación totalizante, una pulsión de síntesis”13 que le permitirá alcanzar los dos objetivos que se propone y que también comparte este texto: dar inteligibilidad a la cultura de una época y, además, vincular épocas distintas. Atendiendo, por ahora, al primero de estos dos aspectos, afirma que los cambios en la concepción del universo conforman una estructura paradigmática observable también en las manifestaciones de la cultura. Algunos de los ejemplos que pone son muy expresivos, como cuando vincula la elipse con la elipsis: “el apogeo de la elipsis en el espacio simbólico de la retórica, su exaltación gongorina, coincide con la imposición de su doble geométrico, la elipse en el discurso astronómico: la teoría kepleriana”14. Para Sarduy, la revolución científica del siglo XVII puede resumirse en la enunciación en 1609 de las leyes de Kepler, porque éstas significaron la definitiva abolición de la concepción del cosmos medieval y su sustitución por la concepción moderna del universo. De un cosmos cerrado y regido por movimientos circulares de los planetas, el Sol y las estrellas en torno a la Tierra, a otro abierto en el que los planetas, incluida la Tierra, giran en torno al Sol con movimientos elípticos. La elipse resume, en opinión de Sarduy, la visión del mundo del seiscientos, y por ello se encuentra en la forma de la elipsis caracterizando la cultura del barroco. También el neobarroco, la postmodernidad, es contemplado por Sarduy como el resultado de una determinada situación de la ciencia de las estrellas: “el barroco del siglo XX podría pues identificar algunas de sus coordenadas propias, leído en función del modelo cosmológico actual —la teoría del big bang y sus desarrollos recientes— y como su perfecta retombée”15. Aquí, a la expansión constante del universo, que se deriva de las teorías de Hubble, le corresponde la expansión también constante de la materia fonética y gráfica que habría perdido todo contacto con un referente. Los dos barrocos, el del seiscientos y el actual, aparecen vinculados por su dependencia de una determinada imagen del universo. Pero no es ésta la única similitud entre ambos. Sarduy

12 Severo Sarduy, Barroco, 13. 13 Severo Sarduy, “Nueva inestabilidad”, 76. 14 Severo Sarduy, Barroco, 69. En pág. 56 dice: “Las tres leyes de Kepler, alterando el soporte científico en que reposaba todo el saber de la época, crean un punto de referencia con relación al cual se sitúa, explícitamente o no, toda actividad simbólica”. 15 Severo Sarduy, “Nueva inestabilidad”, 80. Resaltado en el original.

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también propone una “analogía” en el modo en el que los seres humanos experimentan las transformaciones científicas de los siglos XVII y XX: “el hombre del primer barroco es el testigo de un mundo que vacila: el modelo kepleriano del universo le parece dibujar una escena aberrante, inestable, inútilmente descentrada. Lo mismo ocurre con el hombre de hoy. A la creencia newtoniana y kantiana en un universo estable […] sucede hoy la imagen de un universo con expansión violenta, creado a partir de una explosión y sin límites ni forma posible”16. Este nuevo acento en la experiencia puede corregir en parte el modelo explicativo propuesto por Sarduy, que se centra en buscar una “relación” entre “cierto tipo de figuración y cierto modelo cosmológico”17, y da pie a una reinterpretación de su propuesta que enfatice la experiencia que los seres humanos tienen del mundo. La insistencia de Sarduy en la centralidad de los modelos científicos —que es la insistencia en la determinación del paradigma— no ha de ser rechazada, sino reinterpretada: lo que los modelos científicos resumen de forma admirable, y más aún los cosmológicos, son las transformaciones observadas en las dos coordenadas fundamentales de la relación entre los seres humanos y el mundo, como son el espacio y el tiempo. Según este esquema, la producción cultural de los dos barrocos debería sus características a que ambos muestran la inestabilidad provocada por la fractura de la concepción del espacio y el tiempo precedente: en el siglo XVII, la concepción aristotélico-ptolemaica, y en el XX, la newtoniana. Las páginas que siguen profundizarán en esta idea y al hacerlo mostrarán, además, la incidencia que ha tenido la construcción de la concepción moderna de espacio y tiempo como homogéneos e infinitos en la estructura de la experiencia moderna de la realidad. En primer lugar se expondrá la construcción de la concepción del espacio y el tiempo como homogéneos e infinitos, y la expansión correlativa de la subjetividad, insistiendo también en que para que esta concepción se abriera paso era necesario previamente la erosión de las concepciones aristotélico-ptolemaicas, que hasta entonces dominaban la idea de espacio y tiempo. En un segundo momento se comprobará el efecto de ese cambio de paradigma científico sobre la experiencia. La idea se resume en que ese tránsito se experimentó como inestabilidad, inseguridad o zozobra. Precisamente, los mismos rasgos que aparecen cuando en el siglo XX el modelo científico que había nacido en el XVII y se había consolidado durante los siglos XVIII y XIX, es afectado por las teorías de la relatividad y la mecánica cuántica. La revolución científica del siglo XVII, que culmina en la obra de Descartes y Newton, implicó, como ya se ha mostrado, la construcción de una nueva relación entre los seres

16 Severo Sarduy, “Nueva inestabilidad”, 76. También lo de la analogía. 17 Severo Sarduy, Ensayos generales sobre el barroco (Buenos Aires: FCE, 1987), 9.

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humanos y el mundo, entre mente y naturaleza y, en definitiva, entre sujeto y objeto. Es decir, supuso la elaboración de un nuevo cosmos intelectual, que era también un nuevo cosmos físico, una nueva filosofía de la naturaleza; la cosmología es también una metafísica. Alexandre Koyré, en una obra ya clásica y titulada significativamente Del mundo cerrado al universo infinito, resumía las consecuencias de la nueva cosmología diciendo que “el mundo creado se hizo infinito tanto en espacio como en tiempo”18. Alcanzar la idea de la infinitud del espacio fue un proceso largo. Como es conocido, fue Giordano Bruno quien la enunció por primera vez, deduciéndola de las teorías de Copérnico, mientras que Galileo y Kepler se limitaron a considerar el espacio como indefinido, lo que ya había sido propuesto más de un siglo antes por Nicolás de Cusa. Incluso Descartes, en cuya obra, como afirma Koyré, “la infinitud del mundo parece quedar establecida fuera de toda duda y discusión”19, se resistió a aceptarla, y es Henry More quien señala que este principio fundamental de la nueva ontología estaba contenido en la propia física cartesiana. A la infinitud la acompañaba en la ciencia nueva la definición del espacio y el tiempo como homogéneos. La uniformización del espacio implicaba también la idea del mundo físico como un lugar de regularidades matemáticas. Probablemente, fue Galileo el primero que concibió los cuerpos —no sólo regulares, sino también irregulares— como sujetos a la tiranía de los números, avanzando en una senda que en el pensamiento clásico se remitía a Pitágoras y Platón. A partir de ahora el espacio devendría euclidiano, y en ese ámbito geometrizado no quedaría sitio para diferencias cualitativas. El mundo físico dejaba de ser el mundo cualitativo de la percepción sensible para convertirse en un mundo cuantitativo regido por leyes matemáticas. El mundo se convierte así en un mundo de cosas constantes que se desplazan en un espacio y un tiempo homogéneos e infinitos de acuerdo con regularidades que pueden ser expresadas en magnitudes matemáticas. Podría decirse que el espacio y el tiempo se expanden desde los albores de la Edad Moderna, lo que parecería además confirmado por los viajes transoceánicos, la observación telescópica del espacio o el deterioro de la escatología cristiana y su idea de la inmediatez del fin del mundo, que ve cómo la segunda llegada del Mesías se pospone para un futuro cada vez más lejano. A este espacio y tiempo expandidos, les corresponde una expansión de la subjetividad que dará lugar a la noción de individuo moderno. De acuerdo con Heidegger, que sujeto y objeto se construyen mutuamente y, por tanto, que a las modificaciones en la concepción del mundo físico les seguirán necesariamente otras equivalentes en

18 Alexandre Koyré, Del mundo cerrado al universo infinito (Madrid: Siglo XXI, 1979), 255. 19 Alexandre Koyré, Del mundo, 102.

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la caracterización del ser humano. Es más, en opinión de Bruno, la dirección de este proceso es precisamente la inversa: “la dignidad intelectual y moral del Ego, el concepto de persona —afirmó Bruno—, requiere un nuevo concepto del mundo”20. La dignidad del hombre ya había sido invocada en su célebre Discurso de finales del siglo XV por Pico della Mirandola, precisamente extendiendo las capacidades de la humanidad, que, frente a las limitaciones del mundo de la naturaleza, podrá “obtener lo que desee, ser lo que quiera”21. Como concluye Cassirer, en su obra ya clásica The Individual and the Cosmos: “el universo infinito [que] representa, por así decir, el polo opuesto de la visión intelectual del yo sobre sí mismo”22, es decir, de la idea del ser humano como dotado de posibilidades infinitas. Esta nueva visión del mundo de la naturaleza como ámbito de la necesidad regulada por leyes matemáticas, y del mundo humano como el lugar de la libertad o de la posibilidad, necesitó, como paso previo, un arrumbamiento o, al menos, debilitamiento por el neoplatonismo, de las concepciones aristotélico-escolásticas precedentes. Es en esa tarea en la que destacó Pico, pero cuando Cassirer busca mostrar la unidad dentro del pensamiento renacentista lo hace a partir de la obra de Nicolás de Cusa. Éste, frente a la base del pensamiento y la fe medievales, que afirma que el mundo está dividido entre los de arriba y lo de abajo, entre inteligible y sensible, establece en 1440 una nueva relación entre lo intelectual y lo empírico con el concepto de docta ignorantia y la doctrina de la coincidencia de opuestos. Esta nueva orientación intelectual la complementa Cusanus con una nueva cosmología: en ella, la Tierra es móvil y tiene forma esférica. Que Cusano, que no era astrónomo, enunciara una nueva cosmología avisa sobre la importancia que en la concepción del mundo medieval tenía la cosmología geocéntrica; la destrucción de la misma implicaba la de toda la visión del mundo de la que formaba parte. Esa cosmología se nombra habitualmente como aristotélico-ptolemaica porque concentra las ideas sobre el cosmos de Platón y Aristóteles y el desarrollo de las mismas que hizo el gran astrónomo Ptolomeo. Un libro de éste del año 150, traducido del griego al árabe en el siglo IX y conocido como el Almagesto, resume esa concepción vigente hasta el siglo XVII. Y lo hace de la siguiente manera: el cosmos es un todo limitado por la esfera de las estrellas fijas y compuesto por otras esferas ocupadas por los planetas, todas ellas concéntricas y ordenadas en torno a la

20 La cita de Giordano Bruno en Ernst Cassirer, The Individual and the Cosmos in Renaissance Philosophy (Chicago: The University of Chicago Press, 2010 [1963]), 189. 21 Giovanni Pico della Mirandola, “Discurso sobre la dignidad del hombre”, Revista Digital Universitaria 11: 11 (2010): s/p. consultado el 17 de febrero de 2015, <http://www.revista.unam.mx/vol.11/num11/art102/ art102.pdf > 22 Ernst Cassirer, The Individual, 188.

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Tierra, que permanece fija en el centro; el resto de los objetos estelares siguen movimientos regulares y circulares. Define un mundo de diferencias cualitativas; así, la Tierra, que es el territorio del cambio y la corrupción, está compuesta por cuatro elementos —fuego, agua, tierra y aire—, mientras que en la Luna y hacia el exterior reina la inmutabilidad y existe un solo componente, la quintaesencia23. Se trataba de una concepción jerárquica y ordenada en torno a diferencias cualitativas que dará paso a otra homogénea y ordenada en relación con diferencias cuantitativas, conformando ese universo homogéneo e infinito que ya se ha comentado. Un paso fundamental en esa dirección fue el dado por Copérnico en 1543, quien, al situar la Tierra entre el resto de los planetas, cuestionaba la diferencia entre el mundo lunar y el sublunar del canon cosmológico geocéntrico. Algo antes, Nicolás de Cusa ya había colocado “en el mismo plano ontológico la realidad de la Tierra y de los cielos”24 y más adelante Galileo pudo comprobar, con el uso del telescopio, que la Luna no presentaba las características de perfección que se habían atribuido al mundo extraterrestre. Precisamente, Galileo realiza una gran labor en la difusión de la visión del mundo copernicana con su libro de 1632, Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, donde expone que “colocando Copérnico a la Tierra entre los cuerpos móviles del Cielo, viene a hacerla además un globo semejante a un planeta”25. Y en su correspondencia con Kepler puede observarse cómo se sienten hermanados en esa adhesión a los principios copernicanos. Ni Copérnico, ni tampoco Galileo, pudieron, sin embargo, superar la adhesión al círculo, otro de los grandes presupuestos de la cosmología ptolemaica. Incluso Kepler, que formuló la ley del movimiento elíptico de los planetas, pugnó durante mucho tiempo por acomodar a parámetros circulares las excelentes observaciones que había heredado de Tycho Brahe. Con el libro de Kepler Astronomia nova (1609), se fracturaba así un principio ontológico fundamental de la visión del mundo antigua, al tiempo que se confirmaba la desaparición de la diferencia cualitativa entre cielo y tierra. Con estas aportaciones, y las que habría que añadir procedentes de la filosofía de la naturaleza, y que laboraban en la misma dirección, el mundo iba conformándose a una estricta observancia matemática, lo que se alcanzó en la obra de Descartes: “El mundo de Descartes —señala Koyré— no es en absoluto el mundo multiforme,

23 Como lo resumen Artola y Sánchez Ron, “La esfera lunar (que) marcaba, según el modelo aristótelicoptolemaico, la frontera a partir de la cual no había cambio”, en Miguel Artola y José Manuel Sánchez Ron, Los pilares de la ciencia (Barcelona: Espasa, 2012), 133. 24 Alexandre Koyré, Estudios de historia del pensamiento científico (Madrid: Siglo XXI, 1977), 45. Sobre la obra de Copérnico: Hans Blumenberg, The Genesis of the Copernican World (Cambridge: The MIT Press, 1987). Blumenberg dedica la parte IV a la trascendencia de la obra de Copérnico para las concepciones de espacio y tiempo. 25 Galileo Galilei, Diálogo sobre los sistemas del mundo (Madrid: Ediciones Alcoma, 1946), 26.

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lleno de colorido y cualitativamente determinado del aristotélico, el mundo de nuestra experiencia y vida diarias —tal mundo no es más que un mundo subjetivo de opiniones inestables e inconsistentes basadas en el infiel testimonio de la confusa y errónea percepción sensible—, sino un mundo matemático estrictamente uniforme, un mundo de geometría hecha realidad”26. Culminaba así el proceso que se conoce como revolución científica del siglo XVII y que el mismo autor resumía de forma elocuente como el paso “del cosmos finito de los griegos al universo infinito de los modernos”27. Pero en este paso del orden aristotélico-ptolemaico al newtoniano se habrá de contemplar mucho desorden, pues al menos durante el siglo XVI y parte del XVII, las nuevas propuestas no conseguían conformar una imagen del mundo del todo coherente; esto se logró quizás con los Principia mathematica de Newton, de 1687. Muestra de esa percepción de desorden es el conocido poema de John Donne “Anatomy of the World”, de 1611, donde dice: “los hombres confiesan abiertamente que este mundo se ha consumido, cuando en los planetas y el Firmamento buscan tantas novedades […] perdida toda coherencia”28. Los agentes de esa transformación buscaban, sin embargo, activamente una nueva coherencia; Copérnico creía encontrar un nuevo orden en torno al Sol, y como confesaba: “en esta disposición hallamos una admirable armonía del mundo”29. También Kepler —que tituló su obra de 1619 Harmonices mundi— buscaba “esa maravillosa armonía en la que las observaciones y los razonamientos en física están en evidente acuerdo”30. Pero eso no obsta para que sintiera zozobra ante la transgresión del círculo y ante la posibilidad del universo infinito: “Este pensamiento —el de la infinitud del universo— conlleva no sé qué horror secreto; en efecto, uno se encuentra errante en medio de esa inmensidad a la cual se ha negado todo límite, todo centro, y por ello mismo, todo lugar determinado”31. Una zozobra semejante debió sentir Einstein en 1915 cuando formuló la teoría de la relatividad general, que implicaba la idea de que el universo se estaba expandiendo, y para conjurarla enunció la llamada constante cosmológica, lo que luego calificaría como el “mayor error” de su vida. Hasta la relatividad general se pensaba que espacio y tiempo, concebidos

26 Alexandre Koyré, Estudios, 98. 27 Alexandre Koyré, Estudios, 181. 28 Citado por Alexandre Koyré, Del mundo, 31 y 32. 29 Citado por Stephen F. Mason, Historia de las ciencias 1. Desde la Antigüedad hasta el siglo XVII (Madrid: Alianza Editorial, 2012), 201. 30 La cita pertenece a una carta de Kepler de 1603, en Carola Baumgart, Johannes Kepler: Life and Letters (Nueva York: Philosophical Library, 1953) 73. 31 Severo Sarduy, Barroco, 56-57, nota 42.

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como homogéneos e infinitos, eran estáticos, esto es, absolutos. Se entendían como las coordenadas inertes en las que se desarrollaba la existencia. A partir de entonces, esta imagen del universo habrá de cambiar, porque con la teoría de la relatividad no existe un tiempo absoluto, sino que, como recuerda Hawking “cada observador tiene su propia medida del tiempo”32. El espacio había dejado de ser absoluto mucho antes, porque aunque Newton creía en un espacio y un tiempo absolutos, la ausencia de un espacio absoluto se deducía, según el mismo Hawking, de sus propias leyes. “La teoría de la relatividad —concluye Hawking— nos fuerza […], a cambiar nuestros conceptos de espacio y tiempo. Deberíamos aceptar que el tiempo no está completamente separado e independiente del espacio, sino que por el contrario se combina con él para formar un objeto llamado espacio/tiempo”33. La ley de la gravitación universal de Newton conformó una visión estable del universo desde su formulación, a finales del siglo XVII, hasta las primeras décadas del XX. Newton consiguió dibujar un universo totalmente sometido a leyes matemáticas, un universo determinista que caracterizó la cultura de todo el clasicismo y que alcanzó su máxima expresión en la obra de Laplace, pues con él, la determinación de la realidad no se detenía en el mundo físico, sino que alcanzaba también al mundo social. En efecto, para Laplace las leyes que fundaban la física clásica, y de las cuales la ley de la gravitación universal era su ejemplo más sobresaliente, contenían un modelo que podía ser extendido a todos los ámbitos del conocimiento: el de una explicación rígidamente lineal y causal. Este optimismo determinista vendría a quebrarse a partir de la física cuántica: “Sabemos ahora —dice Hawking— que las esperanzas de Laplace sobre el determinismo no pueden hacerse realidad, al menos en los términos que él pensaba. El principio de incertidumbre de la mecánica cuántica implica que ciertas parejas de cantidades, como la posición y la velocidad de una partícula, no puedan predecirse con completa precisión”34. Hawking señala que ese principio de incertidumbre, formulado en 1926 por Werner Heisenberg, “es una propiedad fundamental, ineludible, del mundo” y, en consecuencia con la severidad de esa afirmación, concluye que “tiene profundas implicaciones sobre el modo que tenemos de ver el mundo”35. El cambio que se produce en la imagen del mundo lo resume de la siguiente manera: “con el advenimiento de la mecánica cuántica hemos llegado a reconocer que los acontecimientos no pueden predecirse con completa precisión, sino que hay

32 Stephen W. Hawking, Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros (Madrid: Alianza Editorial, 2011[1999]), 141. 33 Stephen W. Hawking, Historia del tiempo, 52. 34 Stephen W. Hawking, Historia del tiempo, 255. 35 Stephen W. Hawking, Historia del tiempo, 97.

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siempre un grado de incertidumbre”36. Se instala, pues, entre los seres humanos del siglo XX una inestabilidad similar a la acontecida en el siglo XVII. Si entonces la causa era atribuible a la progresiva destrucción de la física aristotélica por los avances de la física clásica, ahora cabría filiarla al cuestionamiento de la física clásica por las propuestas de la física cuántica y relativista. Se trataría, en ambos casos, de una cierta incertidumbre sobre el papel de los seres humanos en el mundo, precisamente porque las coordenadas fundamentales que dibujan ese mundo habrían cambiado. Y por ello, el cambio es más detectable en las magnitudes de espacio y tiempo, aunque no se limite a ellas.

2. Tiempos barrocos El vínculo que proponía Sarduy entre neobarroco y barroco, que se ha redefinido como una relación entre experiencias de lo moderno centradas en torno a la concepción del espacio/ tiempo, es importante extenderlo ahora a otros momentos de la cultura, como el romanticismo, el modernismo y la vanguardia. El objetivo es identificar todas esas etapas de la cultura como visiones del mundo barrocas, como tiempos barrocos, y explicitar su carácter, lo que se resume en interpretarlas como respuestas a los avances del mundo moderno. En su conjunto, esos tiempos compondrían un movimiento con forma espiral, esto es, como un conjunto de avances y retrocesos, donde el retroceso se refiere a la forma cultural precedente —que es sometida a crítica—, y el avance, a las propuestas que se derivan precisamente de esa crítica. El terreno criticado lo comprendería la dinámica del mundo moderno, que, sin embargo, no observaría una dirección única, fuera ésta la de la secularización o la del reencantamiento, sino que mostraría el resultado de una pugna entre visiones ordenadas y desordenadas del espacio/tiempo. La idea de un vínculo entre épocas de la cultura cronológicamente separadas la toma Sarduy de la obra del también poeta cubano Lezama Lima, y en concreto, de su concepto de era imaginaria. Ésta estaba formada por un conjunto de semejanzas que pueden observarse entre culturas muy alejadas entre sí en el espacio y en el tiempo, y que son el resultado, según explica, de la recurrencia de determinados fenómenos luego expresados metafóricamente: “donde la imagen actúa sobre determinadas circunstancias excepcionales, al convertirse el hecho en una viviente causalidad metafórica, es donde se sitúan esas eras imaginarias”37. La enunciación de esta teoría la hace en diálogo con Vico. Lo que se subraya pues es precisamente en el autor napolitano, donde se debe buscar el origen último de estas ideas. En efecto,

36 Stephen W. Hawking, Historia del tiempo, 250. 37 José Lezama Lima, Las eras imaginarias (Madrid: Editorial Fundamentos, 1971), 44.

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Vico, en su afán por desentrañar los principios que rigen el mundo social, concibió, como fundamento de lo que llamó la ciencia nueva, los caracteres poéticos, también denominados universales fantásticos, unos tropos que, formados por intermedio del cuerpo, permitían una abstracción no racional de la realidad y, por tanto, su conocimiento38. Para Vico, la formación de esas imágenes se hacía desde la fantasía, la memoria y el ingenio, las tres estrechamente relacionadas y, en realidad, todas ellas manifestaciones de la memoria. Las imágenes que componen las eras imaginarias también proceden de la memoria, concebida, en forma similar, como una instancia “siempre creadora” de la que se sirve el “sujeto metafórico”39. La filiación de la propuesta de Sarduy con Lezama y de éste con Vico remite al propio barroco que se quiere analizar y a la vitalidad de estas ideas en el romanticismo, pues aunque la obra de Vico se sitúe cronológicamente fuera del barroco —Ciencia nueva es de 1744—, su vínculo con Gracián es estrecho, y, además, Vico, como culminación del pensamiento humanista, culminaría también el pensamiento barroco. Se podría así decir que la idea de que el barroco compone —expresado en los términos de Lezama— una era imaginaria con otros momentos de la cultura es, paradójicamente, barroca. Pero a renglón seguido debería añadirse que es romántica, modernista o vanguardista; su carácter postmoderno lo acreditaría la propia propuesta de Sarduy. De hecho, Benjamin, a quien se sitúa entre la vanguardia y cuyo pensamiento se ha asociado con el romanticismo, es reconocido por Georg Lukács como el autor que proporcionó “la más profunda y original teorización” de esos lazos entre culturas distintas40. Benjamin, en El origen del Trauerspiel, señala taxativamente la “honda afinidad entre el Barroco y el Romanticismo”41, que, sin embargo, es activamente negada por Octavio Paz cuando afirma que “aunque barroco y romanticismo son dos manierismos, las semejanzas entre ellos recubren diferencias muy profundas”42. Pero hay que dejar ahora de lado la salvedad, que revelará su sentido inmediatamente, para comprobar que Paz excluye de forma expresa una relación entre barroco y romanticismo y que, cuando ésta se da, la critica como producto de un malentendido. Así, por ejemplo, la admiración de los románticos alemanes por Calderón: “la lectura romántica de Calderón confundió poesía barroca y neoescolástica

38 Vico Giambattista, Ciencia nueva (Madrid: Tecnos, 1995). 39 La cita pertenece a José Lezama Lima, La expresión americana (México: FCE, 1993), citado por Roberto González Echevarría, La prole de Celestina: continuidades del barroco en las literaturas española e hispanoamericana (Madrid: Editorial Colibrí, 1999), 249. 40 Georg Lukács, “On Walter Benjamin”, New Left Review I/ 110 (1978): 83. 41 Walter Benjamin, “El origen del ‘Trauerspiel’ alemán”, en Obras, vol. 1 (Madrid: Abada, 2006), 435. 42 Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe (Barcelona: Seix Barral, 1986), 79.

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con anticlasicismo poético y antirracionalismo filosófico”43. Para Paz, un abismo separaba el romanticismo del barroco, pues, a diferencia del primero, el barroco no rompe, en su opinión, el “sistema de creencias de Occidente”44. Todo ello no impide, sin embargo, que Paz acepte la propuesta de Curtius de vincular todos los momentos de la cultura que se están considerando, a saber, el barroco, el romanticismo, el modernismo y el vanguardismo, bajo el término manierismo: “la aparición periódica de tendencias manieristas y clasicistas en la historia de la literatura de Occidente, desde Licofrón hasta Mallarmé y Pound, revelan —asegura— una suerte de ritmo en la historia de los estilos”. Y termina planteando: “la existencia de ese ritmo me parece evidente”. Más dificultoso le parece relacionar ese ritmo con los cambios históricos y sociales, aunque se atreve a hacerlo: “de alguna manera los períodos manieristas corresponden a épocas de crisis” y a la “emergencia del subjetivismo”45. Su resistencia a vincular el barroco con el romanticismo tampoco le impide vincular los otros movimientos entre sí, lo que hace de forma notable en Los hijos del limo, y, desde luego, no le impide asociar el barroco con la vanguardia. Podría decirse que en esta última asociación del barroco con la vanguardia está el origen de toda la propuesta de vincular los momentos, donde la autoconciencia de la modernidad se muestra de forma más crítica. Así es, las teorías poética y cosmológica, respectivamente, de Lezama y Sarduy, no son sino un eco de la reivindicación del barroco por la vanguardia, cuya máxima expresión podría hallarse en el interés de la Generación del 27 por Góngora, sin olvidar la tesis ya citada de Benjamin sobre los dramaturgos barrocos alemanes. El neobarroco, entendido como una reapropiación del barroco, producida durante los años sesenta y setenta, reproduciría la asimilación anterior del mismo durante los años veinte y treinta. El primer uso del término neobarroco se produjo a mediados de los años cincuenta y aparece asociado a un conjunto de escritores latinoamericanos, entre los que destacan los cubanos, y entre ellos, evidentemente, Sarduy46. Lo que de algún modo remite a la importancia que los autores latinoamericanos tuvieron en la primera recepción del barroco en el período de entreguerras. González Echevarría es taxativo: “la revisión que hizo posible el redescubrimiento de Góngora, empezó en la América Hispánica”, y cita a los poetas modernistas José Martí y Rubén Darío y, ya en los años veinte, a

43 Octavio Paz, Los hijos del limo: del romanticismo a la vanguardia (Barcelona: Seix Barral, 1974), 95. 44 Octavio Paz, Los hijos, 97. 45 Octavio Paz, Sor Juana, 77-78. 46 El primer uso del término neobarroco es atribuido al poeta brasileño Haroldo de Campos por Arturo Dávila, “El neobarroco sin lágrimas: Góngora, Mallarmé, Alfonso Reyes et al.”, Hipertexto 9 (2009): 4; Crystal Anne Chemris distingue entre “neobarroquismo” y “neobarroco” en su libro Góngora’s Soledades and the Problem of Modernity (Norfolk: Tamesis, 2008), 105.

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Alfonso Reyes47; de ahí pasaría a los jóvenes poetas españoles de la Generación del 27. En ese retorno al barroco, que lo es a la obra de Góngora, Quevedo y Calderón y a la estética de Baltasar Gracián, fue “decisiva”, en opinión de Octavio Paz, “la coincidencia que advertían los jóvenes españoles entre la estética de Góngora y la de la vanguardia”48. El compromiso del 27 con la poética de Góngora adoptó formas muy audaces, como audaz era recordar y reivindicar un lenguaje tenido por difícil y oscuro, cuando no por directamente incomprensible: “El estilo de Góngora —dirá Dámaso Alonso— ofrece ante todo un rasgo evidente: su dificultad”, y advierte: “el lector que sin una preparación previa quiera entender con una simple lectura las Soledades, perderá el tiempo”49. Se trataba, pues, de un lenguaje muy apartado de los usos comunes de la lengua, sobre todo por la utilización muy abundante de cultismos, por la sintaxis —con el empleo frecuente del hipérbaton—, por las alusiones mitológicas, entre otros. Puede decirse que es un lenguaje en el que el sentido se halla oculto y sólo es accesible a través de un procedimiento hermenéutico; algo que el mismo Góngora reconocía abiertamente cuando explica que en su obra el entendimiento debe hallar “debajo de las sombras de la obscuridad, asimilaciones a su concepto”50. Federico García Lorca, en una conferencia que pronunció en 1926, con el título de “La imagen poética de Luis de Góngora”, explicó que lo característico de la escritura del poeta cordobés era “un nuevo método para cazar y plasmar las metáforas”, lo que conducía a un “nuevo modelado del idioma” que justificaba la extrañeza que sentían muchos de los lectores de sus poemas. En suma, y tal y como argüía García Lorca, Góngora se situaba frente a la naturaleza no para reproducirla, sino para recrearla, alzándola sobre su objetividad. El fin era “animar y vivificar” la realidad porque el poeta “odia lo sordo y las fuerzas oscuras que no tienen límite”; podría añadirse que el contenido de esa forma descansaba en la experiencia de la modernidad como un universo deshabitado. En su favor, encuentra su capacidad para modificar “todo cuanto toca con las manos” con una fuerza que García Lorca califica de “teogónica” y que alude evidentemente a la capacidad de dotar de sentido a través de la imaginación poética51. Decía García Lorca que Góngora transformaba todo en “mito” o, lo que es lo mismo, en cultura. De esta manera, se entiende que, aunque reconozca que “el castellano se les convertía en lengua extraña” a los propios hablantes, niegue la oscuridad del poeta cordobés:

47 Roberto González Echevarría, La prole, 226. 48 Octavio Paz, Los hijos, 205. 49 Dámaso Alonso, Góngora y el Polifemo (Madrid: Gredos, 1985), 131. 50 Dámaso Alonso, Góngora y el Polifemo, 133. 51 Federico García Lorca, Obras completas III. Prosa (Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 1997), 57 y 72.

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“es suntuoso, exquisito, pero no es oscuro en sí mismo. Los oscuros somos nosotros, que no tenemos capacidad para penetrar su inteligencia”52. Además señalaba que, para los años veinte, uno de los motivos de la dificultad de la obra gongoriana ya había desaparecido, pues se habían incorporado al habla común muchos de los vocablos que en el siglo XVII se tenían por raros. Pero quedaban la sintaxis y el recurso a la mitología. En esta última, la dificultad permanecía por el escaso conocimiento de la tradición clásica, mientras que, respecto al uso del hipérbaton, da el siguiente consejo: “sus oraciones, con ordenarlas como se ordena un párrafo latino, quedan claras”. Todo ello le permitía concluir que “no es fácil, pero es inteligente y luminoso”53. Atribuir luz, donde los críticos encontraban oscuridad, fue la estrategia de la Generación del 27. Dámaso Alonso, por las mismas fechas, apreciaba en Góngora “no oscuridad; claridad radiante, claridad deslumbrante”54. Muy distinta fue la respuesta de los escritores latinoamericanos contemporáneos, quienes, si se sigue a González Echevarría, optaron por reivindicar la oscuridad; también él lo hace: “sí, Góngora es oscuro, pero sólo porque su poética se formula en los bordes de la tradición occidental, en la frontera donde esa tradición se subvierte a sí misma”55. Para esos autores, la oscuridad era una forma de compromiso con lo otro, de “conciencia de la otredad en el seno del propio ser”, que, en Góngora, se expresaba en la adopción del habla de los negros en alguno de sus poemas. Esta interpretación viene a confirmar, paradójicamente, las chanzas que Góngora recibió de Quevedo, ya en el siglo XVII: quien calificó la forma expresiva de Góngora como jerigonza, entonces un término que a la dificultad de comprensión unía el hecho de pertenecer a gitanos, ladrones y rufianes, según anota un poco después el Diccionario de Autoridades. Fuera oscuro o claro, lo que resulta evidente es la ocultación del sentido en la maraña de la cultura, tanto de la alta cultura procedente de la tradición clásica como de la cultura popular. O quizás se podría decir que el significado está desparramado en gran número de pequeñas indicaciones que, por su carácter fragmentario, García Lorca ve de “perfil”56. Aludía así García Lorca al mundo de múltiples pero menudas referencias que componen un poema de Góngora y que conforman una visión del mundo en la que éste se encuentra despoblado de sentido, lo que el poeta trata de remediar sumando capas de significado que

52 Federico García Lorca, Obras, 73. 53 Federico García Lorca, Obras, 68 -70. 54 Dámaso Alonso, Góngora y el Polifemo, 134. 55 El entrecomillado, en Roberto González Echevarría, La prole, 231 y 229. 56 Dice Lorca que Góngora “pone a los mitos de perfil”, en Federico García Lorca, Obras, 71.

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se han de descifrar. Se compone así una imagen muy próxima a la del intelectual melancólico de Benjamin que, pacientemente, a partir de los vestigios del pasado, trata de recomponer la unidad de sentido de pérdida. Como ha señalado Chemris, las Soledades de Góngora reflejan los problemas de la modernidad en su fase más temprana y el intento de darles una solución en términos estéticos57. Esos problemas se refieren a la propia irrupción de la visión del mundo moderna, que se muestra de forma más aguda a principios del siglo XVII y que ya se ha resumido como una quiebra de la cosmología aristotélico-ptolemaica progresivamente sustituida por la procedente de la revolución científica y explicitada en la adopción de una concepción del espacio y el tiempo como homogéneos e infinitos. Los traumas resultantes de la modernidad, señala la misma autora, son más acuciantes en el mundo hispánico que en otros lugares, a pesar de la escasa contribución española al desarrollo científico, debido al “rápido y espectacular declive del imperio de los Habsburgo a pesar del, e incluso debido al, precoz desarrollo de algunos, pero sólo algunos, de los rasgos de la modernidad”58. El influjo de Góngora en América fue particularmente reseñable en sor Juana Inés de la Cruz y en su poema “Primero sueño”, uno de los poemas más destacados del barroco. Comentándolo, Octavio Paz hace una importante observación que corrobora la experiencia de las nuevas concepciones de espacio y tiempo: “[…] aunque el universo de sor Juana es el universo finito de la astronomía ptolemaica, la emoción intelectual que describe es la de un vértigo ante el infinito”59. Más adelante matiza y amplía estas palabras, que son el esquema de una parte muy importante de su análisis del poema. Se pregunta por la cosmología de la poetisa: “¿era realmente la de Ptolomeo?”. Y responde: “sí y no”. Pero luego se muestra más taxativo: “es imposible confundir el mundo de Primero sueño con el de la cosmografía tradicional […] Ante todo: su mundo no tiene contornos claros ni límites precisos [...] Es un mundo que si no es infinito, provoca sentimientos e imágenes que son propias de lo infinito”60. Al inicio del análisis Paz ha señalado la proximidad entre la experiencia del mundo de “Primero sueño” y la del poema de Mallarmé titulado “Un coup de dés jamais n’abolirá le hasard”, en el que el mundo también se representa como infinito. Con este paralelismo, Paz abunda en un tema, el de la relación barroco-Mallarmé, que ha ocupado a muchos especialistas y que era casi un lugar común entre los escritores de la vanguardia. Reyes fue quizás el que

57 Crystal Anne Chemris, Góngora’s Soledades, 107 y XV del prólogo. 58 Crystal Anne Chemris, Góngora’s Soledades, 142. 59 Octavio Paz, Sor Juana, 470-471. 60 Octavio Paz, Sor Juana, 500 y 502-503.

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más se aplicó en esta tarea, pero Dámaso Alonso o el mismo García Lorca ya lo señalaban. Este último indicaba que hasta la aparición de Mallarmé, “no tuvo Góngora su mejor discípulo”, al tiempo que encontraba en sus imágenes “el idéntico temblor fijo del barroco”61. Se refería entonces a la similitud de estilo y a la cercanía de los recursos formales, que parecen remitir a esa misma experiencia del mundo que encontraba Paz y que sería la contemporánea. El contenido de la forma abundaría así en la idea de la pérdida del sentido y en la inestabilidad o ausencia del referente (la elipsis de Sarduy). Derrida, en un artículo sobre Mallarmé que puede considerarse un homenaje —por la coherencia que se observa entre las propuestas de ambos—, realiza un estudio del lenguaje mallarmeano en el que también insiste en el cuestionamiento del sentido y del referente. Plantea que Mallarmé escribe habitualmente sobre un texto previo y que las palabras remiten a sí mismas, que componen un juego autorreferencial en el que el acto de la nominación, o sea el de la relación con la cosa, queda en suspenso, como indeciso: “esta indecisión, que — explica Derrida— les permite moverse solas, indefinidamente, las corta salvo simulacro, de todo sentido (tema, significado) y de todo referente (la cosa misma o la intención consciente o inconsciente, del autor)”62. El instrumento para ello es la sintaxis, y no, Derrida insiste en ello, la multiplicidad de sentidos que provoca la riqueza metafórica, porque, como es conocido, en su opinión la polisemia continúa apuntando hacia la unidad entre significante y significado. No se puede evaluar aquí si de esto último se desprende una diferencia importante con respecto a Góngora o sor Juana Inés de la Cruz, porque esto supone un análisis específico de la metáfora barroca y su permanencia o no dentro de la órbita de la similitud. Por lo que hay que contentarse con recordar que para los escritores de los años veinte, el vínculo entre Góngora y Mallarmé, o entre el barroco y Mallarmé, no era sino una anticipación de su propia relación, pues se encuentran numerosas afinidades con el simbolismo del poeta francés. Dado que el barroco es la primera expresión de la crisis de lo moderno, el resto de momentos agudos de esa crisis volverán la vista al barroco, contemplado como un antecedente. El simbolismo y el modernismo, que ocuparon la segunda mitad del siglo XIX, pueden ponerse en relación con la aceleración de la sociedad moderna en ese tiempo. En efecto, junto con la Segunda Revolución Industrial y los fenómenos que la acompañaban y que se suelen resumir bajo el concepto de modernización, se asiste a la positivación del pensamiento, que cabe interpretar como una vuelta de tuerca más —con rasgos específicos— en la visión del mundo como sujeto a leyes determinables por la razón. Simbolismo y modernismo tratarán de articular una

61 Federico García Lorca, Obras, 65. 62 Jacques Derrida, “Mallarmé”, Anthropos. Suplementos 13 (1989): 59-69.

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respuesta en términos que se podrían calificar de románticos o postrománticos. El propio romanticismo ya era una respuesta de tenor semejante, sólo que ubicada a principios del siglo XIX y referida, por tanto, a una etapa más temprana en el desarrollo de lo moderno. En su excelente estudio del romanticismo, Michel Löwy y Robert Sayre se aplican a interpretar el romanticismo como una “forma específica de crítica de la modernidad”63. Y a esta última, como un conjunto de fenómenos que, si bien tienen su origen en el Renacimiento, no alcanzan su hegemonía hasta la etapa final del siglo XVIII. Así, aunque insisten en que el romanticismo realiza una crítica del capitalismo, añaden a este último todos los rasgos propuestos por Max Weber —el desencantamiento del mundo, la razón instrumental y la burocratización—, por lo que el romanticismo se convierte en una “visión del mundo” que desafía, en nombre de valores e ideales del pasado, la que se había ido gestando desde el comienzo del mundo moderno. Lo resumen bellamente: “el romanticismo está desde su origen iluminado por la doble luz de la estrella de la revuelta y del ‘sol negro’ de la melancolía”64. Para ellos, el rechazo del pensamiento de la Ilustración no puede tomarse, lo que a menudo se hace, como la categoría unificadora del romanticismo. Niegan así, justamente, lo que proponía Octavio Paz, quien afirma que el romanticismo fue una reacción en contra de la Ilustración. Los argumentos que despliegan tienen, sin embargo, suficientes puntos en común como para no encontrarlos muy alejados entre sí. En ambos casos, el romanticismo es una autocrítica de la modernidad, y en ambos coincide el tono de la misma; porque donde Paz veía al romanticismo como una “tentativa de la imaginación poética por repoblar las almas que había despoblado la razón crítica”, Löwy y Sayre insistían en la crítica romántica al desencanto del mundo65. Se puede plantear entonces que este aspecto de la crítica romántica de la modernidad es substancial y explica la recuperación posterior del romanticismo, como explica la del barroco. La visión moderna del mundo implica, como se ha referido, una objetivación de la naturaleza y una subjetivación del ser humano, que por ello devienen entidades completamente separadas. Este proceso viene acompañado de una deshumanización de la naturaleza y una desnaturalización de los seres humanos que, en la óptica romántica, se resuelven en el desencanto del mundo natural y en la alienación o cosificación de la humanidad. Por ello, parte fundamental de la estrategia romántica consistirá en reencantar el mundo a través de la religión, el mito o la poesía y en desarrollar la subjetividad humana en contacto con su naturaleza interior —con el recurso a la pasión, la sensibilidad, la emoción y, en fin, con la vuelta del

63 Michel Löwy y Robert Sayre, Révolte et mélancolie. Le romantisme à contre-courant de la modernité (París: Payot, 1992), 31. 64 Michel Löwy y Robert Sayre, Révolte et mélancolie, 30. 65 La opinión de Löwy y Sayre, Révolte et mélancolie, 17. La cita de Paz en Octavio Paz, Los hijos, 121.

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cuerpo frente a la razón—, y en contacto también con la naturaleza exterior, propiciando un reencuentro que superase la separación del entorno natural. Esa concepción moderna del mundo, que cristaliza en la Ilustración, se desarrolló sobre todo, y primeramente, en Inglaterra y Alemania, porque el protestantismo traducía en términos religiosos, esto es, en categorías de sentido, los resultados de las primeras fases de la revolución científica. No ha de extrañar, por tanto, que también en esos países se articule una respuesta romántica. Y que la misma se encuentre en gran parte ausente en aquellos otros donde tales desarrollos han sido sólo incipientes, como es el caso de los países hispánicos. Bueno, en realidad sí se produjo, sólo que más tarde, y se llama modernismo: “el modernismo —afirma Octavio Paz— fue la respuesta al positivismo, la crítica de la sensibilidad y el corazón —también de los nervios— al empirismo y el cientifismo positivista. En este sentido, su función histórica fue semejante a la de la reacción romántica”. Y añade, refiriéndose a España y Latinoamérica, fue “nuestro verdadero romanticismo”66. En consecuencia con su carácter romántico, el modernismo era la respuesta a “la visión del cielo deshabitado, al horror ante la contingencia”67. No se trataba de una repetición o una imitación de las fórmulas románticas, sino de “otro” romanticismo. Es decir, de una visión del mundo coincidente con la romántica, pero que ahora no debía desafiar a la Ilustración sino al positivismo, porque este último encarnaba las concepciones que entonces estuvieron depositadas en aquélla y que habían iniciado la revolución científica del siglo XVII. El modernismo expresaba la experiencia moderna, y por ello componía una nueva autoconciencia de la modernidad, que, frente a la pérdida de sentido, reaccionaba intentando reencantar el mundo con recursos que tomaba prestados del simbolismo, el romanticismo y el barroco, y que se resumían en adoptar la “visión analógica” de la tradición hermética68. La idea de que el modernismo y el simbolismo recrean el romanticismo puede extenderse a la vanguardia, y de ahí, a la postvanguardia, el período neobarroco. Cuando Adorno detectó en la cultura posterior a la Segunda Guerra Mundial una reivindicación del barroco, reaccionó calificando este movimiento neobarroco como un abuso que se valía de un concepto prestigioso para generar ideología “en el sentido exacto de la conciencia falsa”, es decir, como un instrumento de oscurecimiento de la opresión social. La descalificación alcanzaba, de alguna manera, a la primera reivindicación del barroco entre la vanguardia: “cuando se redescubrió el Barroco, al mismo tiempo que empezaba el art nouveau —afirma Adorno—, lo presentaron (en palabras de Riegl) como el ‘precursor del arte

66 Octavio Paz, Los hijos, 128. 67 Octavio Paz, Los hijos, 128. 68 El texto clásico sobre esta tradición es: Frances A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética (Barcelona: Ariel, 1983).

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moderno’. Tras más de medio siglo, el Barroco se ha convertido en lo contrario, en el funesto ideal de un mundo en orden”69. Es cierto que en la etapa posterior a la guerra, sobre todo en los años cincuenta, se produce una vuelta al orden —que se aprecia de forma muy significativa en la recomposición del orden de género—. Se puede incluso conceder que en España el barroco adoptara esa función de reforzamiento del orden social, pero, en términos generales, la afirmación de Adorno que liga el barroco a la prosecución del orden es incorrecta. El error puede deberse al hecho de que el barroco aparece ligado en una primera expresión a la vanguardia y a que, después de la guerra, la vanguardia ya ha agotado su capacidad subversiva y ha sido cooptada por la cultura oficial del orden. Pero la reivindicación del barroco, ya desde finales de los años cincuenta, se debe colocar, precisamente, en el proceso de recomposición de la disidencia, de la contestación social en el ámbito de la cultura. Una interpretación así parece justificada por Octavio Paz, quien también aprecia después de la Segunda Guerra “una vuelta general al orden”, que, en el ámbito de la cultura, se expresaba en la importancia de dos academicismos, el del “realismo socialista” y el de los “vanguardistas arrepentidos”. Pero, en su opinión, todo “recomienza”, al menos en el ámbito de la poesía en español, con el libro de Lezama Lima La fijeza, de 1944, lo que interpreta como un cierto regreso de la vanguardia. Aunque como él matiza: “una vanguardia otra, crítica de sí misma y en rebelión solitaria contra la academia en que se había convertido la primera vanguardia”70. Es esa nueva vanguardia, a la que algunos llamaron postvanguardia, o parte de la misma, la que va a definirse como neobarroca. El sentido político de su retorno al barroco, lo dejó claro Sarduy: “¿Qué significa hoy en día una práctica del barroco? ¿Cuál es su sentido profundo? ¿Se trata de un deseo de oscuridad, de una exquisitez? Me arriesgo a sostener lo contrario: ser barroco hoy significa amenazar, juzgar y parodiar la economía burguesa”71.

Conclusión A modo de conclusión, cabría caracterizar la cultura postmoderna actual como un diagnóstico crítico de la modernidad emparentado con otros momentos culturales igualmente críticos: el barroco, el romanticismo, el modernismo y la vanguardia. La afinidad que se postula no significa negar las evidentes diferencias entre las modernidades que cada cultura expresa, ni, desde luego, olvidar las peculiaridades de cada forma cultural, y que exigirían un estudio

69 Theodor W. Adorno, “Un abuso del barroco”, en Crítica de la cultura y la sociedad I (Madrid: Akal, 2008), 353-354 y 366. 70 Octavio Paz, Los hijos, 208-209. Resaltado en el original. 71 Severo Sarduy, Barroco, 100.

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detallado de las mismas, pero sí quiere resaltar que tanto unas como otras pueden remitirse a una misma experiencia de la realidad que se ha dado en llamar barroca. La experiencia barroca denuncia la separación entre los seres humanos y el mundo característica de la modernidad de forma tanto más aguda cuanto mayor sea la fractura que observa en las concepciones de espacio y tiempo. En este artículo se han analizado a partir de la historia de la ciencia y de la literatura, pero pueden ser también objeto de la historia social72. La intensidad de esa percepción del cambio en las concepciones de espacio y tiempo explica la ligazón entre la ausencia de sentido contemporánea y el desencanto del mundo característico del siglo XVII. Como esta intensidad no sigue un patrón lineal, sino que, como se ha mostrado, fluctúa entre diferentes épocas, eso nos permite entender la dinámica del mundo moderno fuera de concepciones teleológicas como las de la progresiva racionalización o la inevitabilidad del desencantamiento del mundo en la modernidad. Pero sobre todo, proporciona un terreno, el de la experiencia, al que habrá de remitirse la inteligibilidad de todo el mundo social, lo que puede convertirse en una herramienta fundamental para el historiador.

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72 Ver, por ejemplo: Stephen Kern, The Culture of Time and Space, 1880-1918 (Cambridge: Harvard University Press, 2003), y Wolfgang Schivelbusch, The Railway Journey. The Industrialization of Time and Space in the 19th Century (Los Ángeles: University of California Press, 1986).

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spacio estudiantil



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Jorge Luis Aparicio Erazo

Docente de la Universidad del Valle, sede Norte del Cauca (Colombia). Comunicador Social de la Universidad del Valle (Colombia) y estudiante de la Maestría en Historia de la misma institución. Es autor de los artículos “Ciudadanías y homosexualidades en Colombia”, Iconos 35 (2009): 43-54; y “Homosexualidades mediáticas: la emergencia de las ‘otras’ sexualidades en los discursos periodísticos en Colombia”, Nexus 6 (2009): 30-47. jorgeluisaparicio@yahoo.com

Artículo recibido: 05 de febrero de 2014 Aprobado: 02 de julio de 2014 Modificado: 21 de julio de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.07

Ï Este artículo es resultado parcial de una investigación sobre las representaciones alrededor de las celebraciones de la marimba entre los siglos XVIII y XX, adelantada en el marco de la Maestría en Historia de la Universidad del Valle (Colombia). No contó con financiación para su realización. El autor quiere agradecer los comentarios realizados a las versiones preliminares de este artículo por las profesoras María Griselda Gómez y María Victoria Casas Figueroa, así como las observaciones de los evaluadores anónimos de esta revista.

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Modernidad y marimba en la prensa de Tumaco (1909-1914) Resumen: El artículo presenta una aproximación a las relaciones entre la prensa y los mecanismos de condena y de denuncia de ciertos comportamientos celebratorios de los sectores subalternos, especialmente de aquellos que eran acompañados con el instrumento musical conocido como marimba, en el marco de los procesos de modernización de Tumaco, una ciudad-puerto en la Costa Pacífica colombiana, durante la primera década del siglo XX. El artículo presenta algunos aspectos de la prensa y el periodismo de la época, así como un conjunto de artículos que resaltan los bailes de los negros y que señalan elementos fundamentales de este contexto para comprender sus modalidades de aparición en la prensa. Palabras clave: Tumaco, modernización, marimba, prensa periódica, música tradicional, diferenciación cultural.

Modernity and the Marimba in the Press in Tumaco (1909-1914) Abstract: This article explores the relations between the press and the mechanisms of condemnation and complaints regarding certain celebratory rituals among the subaltern sectors, especially those that were performed with the accompaniment of the musical instrument known as the marimba, in the context of the modernization of Tumaco, a port city on the Pacific coast of Colombia, during the first decade of the 20th century. The article presents some aspects of the press and journalism of the period, as well as a set of articles that highlight the dances of the black people of the region and that point out fundamental elements of this context in order to understand the ways they were portrayed in the press at that time. Keywords: Tumaco, modernization, marimba, periodical press, traditional music, cultural differentiation.

Modernidade e marimba na imprensa de Tumaco (1909-1914) Resumo: O artigo apresenta uma aproximação às relações entre a imprensa e os mecanismos de condenação e de denúncia de certos comportamentos de celebração dos setores subalternos, especialmente daqueles que eram acompanhados pelo instrumento musical conhecido como marimba, como parte dos processos de modernização de Tumaco, uma cidade portuária na Costa Pacífica colombiana, durante a primeira década do século XX. O artigo apresenta alguns aspectos da imprensa e o jornalismo da época, bem como um conjunto de artigos que destacam as danças dos negros e que apontam elementos fundamentais deste contexto para compreender suas modalidades de aparição na imprensa. Palavras-chave: Tumaco, modernização, marimba, imprensa periódica, música tradicional, diferenciação cultural.

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Introducción

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ntre finales del siglo XIX e inicios del XX, la ciudad de Tumaco, ubicada en la región Pacífica sur de Colombia, evidenció cambios en sus órdenes sociales, políticos, culturales y económicos, propios de los intentos de algunos grupos acaudalados y líderes políticos por impulsar rasgos de modernización material de la ciudad y un cambio moral de sus habitantes. Estos procesos estuvieron favorecidos por la bonanza exportadora de una economía de extracción de recursos naturales, sin ser exagerado sostener que gran parte de los avances se debieron a una semilla, la tagua, cuya apariencia —similar al marfil— la hizo apetecida en los mercados de Estados Unidos y Europa para la realización de botones y hebillas entre 1870 y 19201. Múltiples hechos y prácticas ayudaron a crear la imagen de Tumaco como una ciudad en el camino hacia la “civilización”, en concordancia con los centros modernos que requería la nación en formación: el empedramiento de los caminos fangosos; la construcción de lujosas casas, amplios parques e imponentes inmuebles públicos; el impulso de la instrucción de jóvenes y adultos; la realización de retretas, zarzuelas, obras de teatro y conciertos; la conformación de clubes sociales donde se llevan a cabo veladas literarias y ágapes suntuosos; la inauguración de bibliotecas, imprentas y boticas; las funciones del cinematógrafo; el arribo de visitantes ilustres de otros países y regiones; la circulación de mercancías como prensa, licores y telas extranjeras; los planes de saneamiento e higiene de las vías terrestres y fluviales de esta ciudad, entre otros adelantos, convencían a una parte de la sociedad tumaqueña de los aires civilizadores y progresistas que estaban venteando en estos antiguos caseríos. Algunos

1

Aparte de la exportación de tagua, en Tumaco se dieron, principalmente desde la segunda mitad del siglo XIX, procesos de recolección y comercialización de cacao, quina, caucho y madera, materias que se usaban para la realización de accesorios, objetos, prendas y máquinas. Un buen panorama del marco económico y social relacionado con el comercio de la tagua en Tumaco en el período estudiado aquí puede consultarse en la tesis doctoral de Claudia María Leal León, “Black Forests. The Pacific Lowlands of Colombia, 1850-1930” (Tesis Doctorado en Geografía, Universidad de Berkeley, 2004), 18-159. (Existe una versión de consulta pública en la Biblioteca Luis Ángel Arango). En español, se pueden encontrar artículos de la misma autora que abordan el tema: “Un puerto en la selva. Naturaleza y raza en la creación de la ciudad de Tumaco, 1860-1940”, Historia Crítica 30 (2005): 39-65; “Disputas por tagua y minas: recursos naturales y propiedad territorial en el Pacífico colombiano, 1870-1930”, Revista Colombiana de Antropología 44: 2 (2008): 409-438.

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visitantes, por ejemplo, se llevaron buenas impresiones de este lugar. Jorge Brisson, un ingeniero civil francés al servicio del Gobierno colombiano que recorrió Tumaco, Barbacoas y Buenaventura en 1897, sostuvo que ciertas casas se asemejaban a “chalets suizos”2. Por su parte, hacia 1921, el viajero Rufino Gutiérrez se refirió a Tumaco como “la metrópoli comercial del Sur” y “el lugar más sano de la Costa del Pacífico”3. Similar a otras regiones del país durante el período estudiado —si bien con las originalidades introducidas en cada caso—, el tránsito hacia estas conquistas modernas avanzó paralelo a un intento de morigeración de las tradiciones y los hábitos cotidianos de la población. Se promovió la idea de que los cambios en varias dimensiones de la vida social debían acompañarse de una nueva sensibilidad de sus gentes, basada en una moderna moralidad y en una estricta disciplina de los comportamientos, dirigida al control de los hábitos y costumbres de todos sus habitantes, aunque en especial de sus capas subalternas, en las que se creía que pervivían acciones y formas de pensar que se consideraron como “viejas” y “obscenas”, es decir, auténticas amenazas para los ideales que se tenían de progreso. El funcionamiento de la ciudad precisó mayor vigilancia y organización de las conductas de la población, por lo que se buscó la interiorización de normas que evitaran o prohibieran actos considerados moralmente desviados. Todo un conjunto de conceptos y valores modernos —buenas costumbres, decencia, civilización, moral, urbanidad— se relacionaron con un número amplio de acciones y atributos que debían ser coherentes con los tiempos de cambio en Tumaco, en especial con el rigor del trabajo, la educación, y las conductas en los espacios públicos y domésticos. Los periodistas4 de la prensa editada en Tumaco tuvieron un papel importante en este proceso, pues intentaron, entre otras cosas, vigilar y denunciar las costumbres y los personajes que para ellos representaban una alteración del orden público y un obstáculo para el progreso. De igual manera, buscaron promover los principios de una moral renovada que encaminara a esta ciudad al progreso físico y espiritual. Quien lea los periódicos de este período constatará que son auténticos breviarios de quejas, reclamos y llamados al orden. Los redactores lamentaban y condenaban los bailes y las músicas que suponían “inmorales” y “retrasadas”, las peleas de

2

Jorge Brisson, Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1899), 12.

3

Rufino Gutiérrez, “Noticias sobre Pasto y las demás provincias del Sur”, en Monografías, t. I (Bogotá: Imprenta Nacional, 1921), 141.

4

Llamar “periodista” a quienes escribían en los periódicos puede parecer un exceso de generosidad lingüística. Sin embargo, pese a que se está en un contexto en el que el periodismo no está aún inscrito en procesos legitimados de formación, profesionalización y reconocimiento serio de las normas propias del oficio, los redactores se denominaban a sí mismos con este término y llamaban periodismo a la labor de escribir en la prensa. Sería un anacronismo o una obviedad sostener que estos periodistas eran “empíricos”, debido a que la configuración social de este contexto no permitía que fuera de otra manera.

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gallos, las riñas y escándalos de los borrachos, las prostitutas de las cantinas, el aumento de los vagos, los cerdos que merodeaban por las calles, los ladrones en las noches, los niños insumisos, y una singular variedad de individuos y acciones que se desenvolvían por fuera de lo normalizado. En este artículo se propone entonces un análisis —de manera muy general e inicial— sobre un aspecto particular de este proceso: las formas en que se incluyeron las celebraciones de los grupos subalternos, especialmente aquellas ligadas a la marimba5, en la prensa de Tumaco entre 1909 y 1914. Se busca contribuir al estudio de las relaciones entre la prensa y los mecanismos de condena y denuncia de ciertas conductas festivas y celebratorias de estos grupos, en el marco de los procesos de modernización. Evaluados con cierto cuidado, los artículos periodísticos y otras fuentes pueden brindar referencias valiosas no sólo acerca de algunas tendencias de registro que se expresaron en la prensa del lapso estudiado, sino también sobre ciertas particularidades de estas formas de sociabilidad que son las fiestas populares. Aspecto que resulta esencial para entender la vida cotidiana de las sociedades, en especial en una sociedad en proceso de transición hacia un tipo de sociedad “civilizada y moderna”, como se puede caracterizar, grosso modo, a Tumaco entre las postrimerías del siglo XIX y los comienzos del XX. Asimismo, la observación de estos fragmentos permite hacerse una idea —así sea parcial— sobre determinados rasgos de los cambios operados de manera general en la sociedad tumaqueña, en la que los modos de celebrar también debían transformarse mediante la incorporación de nuevas conductas, espacios y tiempos para su ejecución. Para realizar el siguiente artículo se ha privilegiado el estudio de unos pocos pero reveladores artículos de cuatro periódicos editados en Tumaco, al mismo tiempo que se ha procurado complementar esta información con datos provenientes de los relatos de cuatro viajeros nacionales y extranjeros —Jorge Brisson, Pablo Emilio Escobar, Miguel Triana y José María Samper— que recorrieron Tumaco y regiones cercanas, y las apreciaciones del sacerdote recoleto Bernardo Merizalde en su clásico texto Estudio de la costa colombiana del Pacífico6.

1. El triunfo del debate razonado y el espíritu patriótico En primer lugar, hay que señalar que, entrado el siglo XX, en Tumaco se configuró un tipo de periodismo que se abocó a la discusión argumentada en reemplazo de la proclama o

5 La marimba de chonta es un instrumento sonoro de percusión, similar al xilófono, compuesto de quince o veintitrés tablas de madera de chonta, de longitudes diferentes e igual número de secciones de tubo de bambú, también de diversos tamaños, cerrados en su extremo inferior, que desempeñan la función de resonadores. 6

Bernardo Merizalde del Carmen, Estudio de la costa colombiana del Pacífico (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1921).

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la crítica doctrinaria que caracterizó el periodismo del siglo anterior, aspecto que se manifestó mediante dos tendencias gruesas7. La primera, marcadamente literaria y artística, se destacó por la publicación de textos que exaltaban las artes, en especial la literatura, la publicación de conocimientos y avances en diversos ámbitos (técnica, instrucción pública, urbanización, entre otros), así como frases y poemas de escritores extranjeros. Su principal exponente fue el periódico Albores (1907). La segunda, con un talante más comercial, informativo y nacionalista, procuró ponerse al “servicio de la Patria”, y en beneficio de la región, lo cual evidenció una experiencia periodística de nuevo tipo, cuyos elementos distintivos son: a) la supervisión de los asuntos oficiales de “interés público” (la construcción de bienes inmuebles, las medidas aduaneras, la economía de la tagua, el desempeño de los empleados de las ramas administrativas); b) la promoción de proyectos que estimularan el avance de la economía local; c) las exaltaciones de las actividades artísticas realizadas por las entidades públicas y las familias acomodadas; d) la vigilancia y denuncia de las necesidades materiales y comerciales de la ciudad y el deterioro de sus espacios públicos; e) la urgencia de transformar las conductas “impropias” y “escandalosas” y el lenguaje “inmoral” de algunos habitantes de la ciudad. En otras palabras, se trató de un periodismo con una impronta “civilizatoria y progresista”, que se podría condensar en el propósito anunciado en el primer número de uno de sus periódicos insignias, El Litoral Pacífico: “Aspiramos, sobre todo á hacer conocer la región en que vivimos y á servir a su desarrollo moral é intelectual; al comercio y a la industria en general. Nuestras columnas estarán siempre al servicio de toda idea, de toda obra que interese

7 Una vez culminada la Guerra de los Mil Días (1902), el país quedó sumergido en una crisis política y económica, así como en una ruina material. Una de las consecuencias del conflicto fue el señalamiento de las luchas armadas como una de las principales causas del atraso y del desastre del país, por lo que pronto una parte considerable de la sociedad miró con desconfianza las actividades periodísticas de antaño, a las que acusaban de promover las “pasiones” políticas. En este marco, la prensa tendió a autoproclamarse como “apolítica” (evitando la promulgación de programas e idearios de los partidos tradicionales, la publicación de artículos en desmedro de candidatos, la cooptación de votantes, la citación a reuniones políticas), aunque esto no la eximió de su carácter político, pues igual siguieron publicándose periódicos que apoyaban los principios de los partidos o mostraban su apoyo a las ideas de “Paz, concordia y trabajo” y “Menos política, más administración”. Para una caracterización del periodismo de fines del siglo XIX e inicios del XX en las regiones de Tumaco y Barbacoas, Jorge Luis Aparicio Erazo, “Civilización de papel: prensa, sociedad y modernización en Tumaco y Barbacoas (1877-1920)” (Tesis pregrado en Comunicación Social, Universidad del Valle, 2011), 85-105. Para un cuadro general sobre el periodismo en Tumaco, ver Orián Jiménez, David Hernández y Edgardo Pérez, “La prensa como ‘civilización’: historias de periodismo en Tumaco”, en Tumaco. Historia, memoria e imagen (Medellín: Universidad de Antioquia, 2005), 60-64.

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al lugar”8. Otros periódicos que se pueden ubicar en esta tendencia son La Estrella (1906), El Micrófago (1913-1914), El Fiscal (1914-1916, 1918-1919), El Ariete (1915), El Camarada (19151916) y Sur de Colombia (1915)9. La documentación revisada sugiere que los directores, periodistas y administradores de los periódicos de Tumaco eran hombres, habitualmente con una decidida vocación por las letras, la mayoría ligados al comercio, las actividades políticas y el artesanado (sin ser necesariamente adinerados), con un nivel medio y alto de estudios. También se puede mencionar, sin entrar en mayores detalles, que quien leía la prensa de manera habitual no era el “pueblo” o la “sociedad entera” —como solían escribir los periodistas—, sino un público lector reducido, debido a la difícil expansión de la alfabetización entre la población y a la escasez de lectores que pagaran los ejemplares10.

2. Vida social y prácticas perniciosas Los periodistas de Tumaco no solían ser muy indulgentes cuando escribían sobre la “vida social” en esta ciudad. Son varios los artículos en los que los redactores se lamentaban de la condición “prosaica” y “mercantilista” que caracterizaba el temperamento y la sociabilidad de sus habitantes —a quienes acusaban de “incultos” obsesionados por el dinero—. También se quejaban de la distancia geográfica y social que los alejaba de la vida cultural, económica y política de regiones como Popayán, Cali o Bogotá11. Es probable que dicha concepción se

8 “El Litoral Pacífico”, El Litoral Pacífico, Tumaco, 2 de octubre, 1909, 1. El Litoral Pacífico, publicado por la Imprenta Comercial, se constituiría quizá en la empresa periodística más duradera de Tumaco en la primera mitad del siglo XX. Bajo el lema de “Periódico de intereses generales é información”, este semanario estuvo bajo la dirección de Juan Evangelista Cruz, publicándose, con algunas interrupciones, entre 1909 y 1915. 9

No se han incluido aquí las anteriores tendencias, que se podrían denominar “prensa oficial” de Tumaco. Si bien el contenido de este tipo de publicaciones variaba de acuerdo con las funciones de la oficina gubernamental que las editaba, sus contenidos, a diferencia de la prensa informativa, se caracterizaban por una presentación más bien formal, reiterativa y sin mayor suntuosidad tipográfica. Esto es una consecuencia lógica de que en sus páginas se notificaran las “providencias” de las autoridades legislativas (acuerdos, leyes, ordenanzas, decretos, estatutos, actas), ejecutivas (alocuciones del Presidente, insertos de las instancias del Estado, informes, circulares, boletines) y judiciales (reglamentos, decisiones). Entrado el siglo XX, Tumaco: Gaceta Departamental (1908-1909) se convirtió en el principal ejemplo de esta clase de periodismo.

10 Jorge Aparicio, “Civilización de papel”, 121-125. 11 Una opinión publicada en El Micrófago a inicios de 1914, a propósito de los daños en los sistemas de telegrafía y correos, ejemplifica la imagen de abandono y separación con la que algunas personas vinculaban a Tumaco: “Continuamos, pues, casi totalmente aislados del resto de la familia colombiana, sin que el Gobierno se preocupe gran cosa de extirpar este separatismo espiritual contra el cual nosotros hemos venido clamando y clamaremos con tesón”. “Correos y telégrafos”, El Micrófago, Tumaco, 31 de enero, 1914, s/p. Cursivas del original.

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resuma bien en la siguiente cita de El Micrófago, escrita por un autor anónimo a propósito de la ópera Aurora del argentino Joaquín Dicenta, que se exhibía en temporada: “Aquí donde vivimos aletargados por la materialidad de los negocios, donde perdemos los sentimientos de estética por lo informe de la raza, donde vivimos hundidos todos los días en las realidades amargas de la vida, que mucho que no aspirémos a una satisfacción honesta, cuando en realidad carecemos de todo el idealismo de la vida, ni de nada que hable al corazón. El cuadro, la estatua, el monumento, la música, la oda, la acción moral, la obra filosófica, de todo estamos desprovistos”12.

Si bien puede que el redactor proporcione excesivas argumentaciones, es probable también que las fiestas, celebraciones y reuniones sociales —tanto aquellas que se daban en espacios públicos como en ámbitos domésticos— alteraran el trascurrir pausado y tranquilo de la ciudad. La vida social pública de Tumaco estuvo marcada por el ritmo de las celebraciones religiosas y oficiales. Esto se advierte por la constante mención en la prensa de encuentros que correspondían a los festejos de fechas importantes del “espíritu republicano” (tales como el 20 de Julio y el 7 de Agosto) y a eventos relacionados con el calendario cristiano: Semana Santa, Navidad, Día de los Muertos, procesiones vinculadas a santos patronos, bautizos, entre otras actividades. Comúnmente, tanto en las fiestas de tipo religioso como en las celebraciones cívicas, delegados de la Alcaldía ordenaban la limpieza y pintura de los espacios públicos (aunque en algunos momentos esa tarea la asumieron también los habitantes por su propia cuenta), y apoyaban la presentación de la Banda Municipal, que terminaba en múltiples fiestas en las que se congregaban personas de diversos grupos sociales y distintas procedencias geográficas. La mayoría de celebraciones se llevaban a cabo en la plaza principal, llamada Cristóbal Colón o Plaza de la Libertad, un espacioso lugar en el que se expresaba la suntuosidad del sistema de poder político, económico y cultural de Tumaco. Por eso, a su lado estaban la iglesia principal, la sede de la Alcaldía, las casas señoriales de las familias acomodadas, algunos almacenes principales donde se vendían productos básicos y objetos de lujo importados, el edificio de la Aduana y la escuela pública de niños13. En esta plaza, además, los días domingos y jueves solían realizarse las llamadas retretas, una especie de serenata pública interpretada por la Banda Municipal.

12 “Teatro”, El Micrófago, Tumaco, 16 de octubre, 1913, s/p. El Micrófago, cuyo primer número salió el 12 de julio de 1913, se convirtió en uno de los más importantes baluartes del conservatismo en Tumaco. Dirigido por Pedro del Pino, al parecer dejó de publicarse después de diciembre de 1914. 13 “Plano topográfico de Tumaco 1918, levantado por Justino Garavito y Pedro Pinto G. Aumentado por el R.P. Bernardo Merizalde”, en Estudio de la costa colombiana del Pacífico (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1921), s/p.

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Aunque estas celebraciones intentaban ser vigiladas y controladas por las autoridades locales y tenían un motivo común, fueron entendidas y festejadas de formas diferenciadas entre distintos sectores de la sociedad. A manera de ejemplo, a mediados de 1914, un periodista se lamentaba de los juegos de azar y el posible mal ejemplo dado a los menores de edad: “Práctica perniciosa. Tal es la que hemos visto cada vez que se ha celebrado alguna festividad civil en esta isla de los alelíes y de los aleluyas, con permiso de la autoridad, en la esquina de la Plaza Colón y de algunas calles centrales. Esas mesas de juego de suerte y de azar, señor Prefecto y Señor Alcalde, no son por cierto el mejor ejemplo de moral y de dignidad para los niños, antes bien, son incentivos, ejemplos prácticos, para la perversión, con tanto más razón, cuando que la Policía vio a niños jugando y los dejó continuar. Ni con esa clase de juegos ni con las borracheras es como deben celebrarse las fiestas patrias; y eso un 20 de julio habla muy mal de las autoridades y de los pueblos donde se efectúa”14.

Hasta ahora se ha eludido un aspecto central del problema, que tiene que ver con las realidades demográficas de los negros. Si bien se trata de un asunto muy extenso como para detallarlo en este artículo, se puede sostener que mientras que las capas económicas acomodadas eran minoritarias y estaban conformadas principalmente por gentes blancas y mestizas —algunos de ellos provenientes de países de Europa que llegaron a Tumaco buscando nuevos mercados y formas de inversión—, los negros representaban un número mayor de la población, distribuida tanto en el espacio urbano como en las zonas selváticas. Desde luego, se dio la expansión de los fenómenos del mestizaje y de la movilidad social de esta población, aunque ésta no necesariamente coincidió con la integración total a las capas sociales más altas, pues estos factores se llevaron a cabo manteniendo y defendiendo una separación económica y cultural entre las diferentes categorías sociales. En efecto, algunos hombres y mujeres tuvieron la oportunidad de organizar tiendas, vivieron en buenas casas con sus familias, trabajaron de la mano con las personas acaudaladas, mandaron a sus hijos a escuelas y lograron cargos medios y menores —policías, dependientes en las tiendas, remeros y guardias—, pero hasta el momento no se dispone de información que permita aseverar que los negros lograron ser dueños de los negocios ligados a la extracción y

14 “Práctica perniciosa”, El Fiscal, Tumaco, 22 de julio, 1914, s/p.; resaltado del original. El Fiscal, periódico editado por la Imprenta La Verdad —la misma que prensó Sur de Colombia y El Ariete—, circuló, con algunas interrupciones, entre 1914 y 1918. Sus directores fueron Aníbal Pareja y Demetrio Rodríguez.

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exportación del oro y de la tagua o de las “casas comerciales”, que mercadearan con productos de lujo, que ascendieran a altos cargos públicos y políticos o dirigieran periódicos editados en esta provincia. Otra parte importante de la población negra se estableció en las llanuras aluviales y en los interiores del bosques y manglares, algunos viviendo en virtud de lo que ofrecía su entorno y otros estableciendo conexiones con el mercado urbano, especialmente mediante el trabajo de recolección de semillas y maderas de las zonas selváticas.

3. “Los ayes de una raza proscrita” Si varias celebraciones de los habitantes de Tumaco estaban enmarcadas en los festejos oficiales y religiosos, lo que revelan algunos artículos es que otras tantas no se organizaban a partir del calendario de fiestas, sino que el motivo podía ser fortuito, situación que molestó a los periodistas. Un redactor incluso propuso que se “deberían gravar los bailes que no se verifiquen en días feriados, según el calendario, con un alto impuesto” pues “en los campos hay semanas enteras que se emplean en bailes, jolgorios, embriagueces y corrupción general”, y agregaba que eran “incalculables los perjuicios que sufre la moralidad del pueblo con tales disipaciones”15. Dentro del conjunto de bailes y músicas que los redactores consideraban atrasados, bulliciosos y generadores de escándalos, los relacionados con las sociedades negras, en especial con el instrumento conocido como la marimba, aparecieron con cierta regularidad en las páginas de la prensa, lo que también insinúa un primer aspecto: las celebraciones de la marimba constituyeron una actividad frecuente entre los negros en la Costa Pacífica sur de Colombia16. Los

15 “Bailes”, El Litoral Pacífico, Tumaco, 22 de octubre, 1910, 154. 16 En opinión de algunos antropólogos colombianos, la marimba de chonta constituye una muestra —entre varias— de los procesos de transculturación de las sociedades negras que ingresaron a Colombia en calidad de esclavos entre los siglos XVI y XVII. Nina S. de Friedemann, por ejemplo, ha entendido la marimba de chonta como “huella de africanía”, es decir, como una muestra de los procesos de reintegración étnica de las sociedades negras —simultáneos a la trata— en los que las agrupaciones de igual o similar procedencia geográfica-cultural se encuentran en escenarios distintos a los de su continente original (África). Nina S. de Friedemann y Jaime Arocha, De sol a sol: génesis, transformación y presencia de los negros en Colombia (Bogotá: Planeta, 1986). Sin embargo, no se sabe con certeza cómo ocurrieron dichos procesos de reintegración étnica y cultural ni en qué período histórico las sociedades negras reconstruyeron dicho objeto a partir de las posibilidades materiales naturales provistas por el ambiente local. Se tienen registros escritos sobre la existencia de dicho objeto en las sociedades negras del siglo XVIII. Alfonso Zawadzky, Viajes Misioneros del R. P. Fr. Fernando de Jesús Larrea Franciscano 17001773 (Cali: Imprenta Bolivariana, 1947); Juan de Santa Gertrudis Serra, Maravillas de la naturaleza, t. III (Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1970): 235-236. No obstante, probablemente el primer registro gráfico de su existencia sea una de las acuarelas dibujadas por Manuel María Paz en 1853, como parte de la comisión corográfica de mediados del siglo XIX. Provincia de Barbacoas. La marimba, instrumento popular, acuarela sobre papel, 24 x 30 cm, Biblioteca Nacional de Colombia, Colección Comisión Corográfica, lámina 45.

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sonidos de este instrumento significaban para un conglomerado importante de la población —en especial para las capas acomodadas—, la persistencia de creencias y festejos antiguos de ancestro africano, y, en esta medida, se les consideraba un desorden propio de “gentes salvajes” en el progresista ambiente urbano de Tumaco. El principal argumento al que recurrieron los periodistas para condenar estos festejos era el hecho de que éstos perturbaban la tranquilidad de la noche e impedían el sueño del resto de la población e, igualmente, se prestaban para barahúndas y borracheras. En el primer ejemplar de El Micrófago, un redactor sostenía: “El sueño es un don de Dios, pero muchas personas soeces y sin cultura se han encargado de economizarlo a las familias, pues con gritos descompensados, algarabías ridículas, canciones indecentes, recorren las calles en estado de embriaguez, sobre todo en los días de la bendita marimba, rezago de costumbres cuasi salvajes. Ah! Cuánto vale la cultura y no se diga que ella es ajena a la raza”17. Puede apreciarse que la cultura, lejos de ser un conjunto de saberes y tradiciones ancestrales o una forma de “habitar el mundo”, era una condición por adquirir, ligada a las “buenas maneras”, a los modos elegantes y “civilizados” de proceder en distintos ámbitos de la vida cotidiana, una “virtud” que se alcanzaba con la educación recibida en la escuela y en la casa, así como a los intereses y gustos personales. De ahí que no resulte extraño que esta noción de cultura se relacionara con la raza y con la moralidad. Por lo demás, la imagen que dejan los artículos y algunas fotografías del período considerado es la de una sociedad en la que existe una enorme proximidad espacial entre los integrantes de las distintas capas sociales y raciales. Las menciones de los bailes y músicas de la marimba en la prensa parecen mostrar que éstos eran realizados continuamente, aunque de manera especial los fines de semana y en horarios nocturnos. Muchos factores pueden explicar este hecho, pero es posible plantear dos hipótesis: por un lado, la vigilancia de la Policía y las restricciones de las autoridades eclesiásticas eran menores en la noche, y, por el otro, es posible que varios de los negros laboraran durante el día y que en la noche se dedicaran a este tipo de actividades. Lo que se infiere también es que entre los negros no parecía operar, al menos no de una manera tan arraigada como lo fue en otros sectores de la sociedad tumaqueña, una demarcación mayor entre los tiempos del trabajo y los tiempos del ocio. En septiembre de 1913, por ejemplo, un artículo de El Micrófago volvió a insistir en la necesidad de imponer castigos y controles sobre los bailes de la marimba, pues éstos contrastaban con los avances sociales y urbanos de la ciudad de Tumaco:

17 “Impertinencia”, El Micrófago, Tumaco, 12 de julio, 1913, s/p.

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“Ya es tiempo de que Tumaco, población que va adquiriendo tintes de civilización y de progreso, se despoje de antiguos hábitos coloniales. La marimba, instrumento de los pueblos salvajes, nos hace recordar así como si estuviéramos en alguno de los pueblos del África. Ese eterno son, de un solo diapasón y de un solo compás, esa monotonía que semeja los ayes de una raza proscrita. El Consejo debería imponer fuertes gravámenes a dichos bailes, o el Señor Alcalde municipal suprimirlos de una vez, como logró hacerlo por algún tiempo el señor cura Fray Hilario Sánchez. La misión de las autoridades no sólo es la de castigar los delitos, sino de la prevenirlos, y en esos bacanales no solo se cometen faltas de la peor ralea, sino que la embriaguez que en ellos domina, es origen de riñas, heridas y escándalos atroces en la población. Estamos dispuestos, a que si el señor Alcalde no atiende nuestras peticiones, llevaremos la cosa hasta el último punto, porque la marimba debe acabarse o sustituirse por otra diversión que no cause escándalos”18.

Los periodistas cuestionaron la naturaleza y la “estética” de estas actividades sonoras y dancísticas de ascendencia africana, pues su pervivencia entre los negros de Tumaco demostraba tanto su mal gusto para celebrar como su falta de un “espíritu de progreso” para la ciudad. Los redactores mostraron una postura ambivalente con relación a la condena de los bailes, pues si bien hacían un llamado para acabar con estas expresiones festivas, la mayoría reconocía que la tarea era ardua, pues se enfrentaban a un conjunto de manifestaciones celebratorias largamente sedimentadas y vinculadas a eventos y modos de organización de la vida cotidiana, al punto de ser las únicas maneras interiorizadas y legitimadas (“naturales”) de celebrar para los grupos subalternos de la población tumaqueña. Los fragmentos recalcan el pasado africano de la marimba como un rasgo desfavorecedor, un síntoma que justificaba su eliminación o, al menos, su control por parte de las autoridades, muy lejos de los ideales de inclusión y diversidad cultural en los que la sociedad estaba inmersa desde hacía un par de décadas. Hasta donde se ha logrado obtener información, fray Hilario Sánchez fue un clérigo de la Orden de los Agustinos Recoletos, en plena actividad sacerdotal cuando se publicó este artículo, ya que en otros números de El Micrófago refieren los actos litúrgicos y actividades de recolección de fondos para calamidades regionales que organizó19. Es posible que se haya tratado de un sacerdote mayor, llegado a Tumaco hacia 1901 —permaneció

18 “Marimba”, El Micrófago, Tumaco, 27 de septiembre, 1913, s/p. 19 “Muy laudable”, El Micrófago, Tumaco, 16 de agosto, 1913, s/p.; y “Cuarenta horas”, El Micrófago, Tumaco, 27 de septiembre, 1913, s/p.

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al frente de la parroquia de la ciudad entre 1909 y 1911—, como parte de las misiones de su Orden en el sur de la Costa Pacífica, siendo también destacada su presencia en la provincia de Guapí, donde ayudó a levantar la iglesia matriz y se volvieron famosas sus correrías evangelizadoras por cerca de una década. A finales de 1914, el reverendo Hilario Sánchez marchó hacia Bogotá, donde unos meses más tarde fue ascendido a Padre Provincial20. Resulta difícil confirmar si este reverendo logró, como menciona el redactor de esta cita, suprimir los bailes y las músicas de la marimba “por algún tiempo”, aunque su referencia en el artículo evidencia el fenómeno de la problemática relación entre las misiones religiosas adelantadas por la Orden de los Agustinos Recoletos —a la que se le comisionaron los procesos de evangelización en la Costa Pacífica sur— y las sociedades negras. Como ha quedado registrado en varios documentos históricos y en trabajos investigativos recientes, esta Orden —cuya presencia en la zona sur de la Costa Pacífica de Colombia se remonta a fines del siglo XIX— adelantó grandes campañas y correrías con las sociedades negras, en las que la supresión de las expresiones festivas de ancestros africanos fue un asunto clave en la conversión21. En ediciones posteriores se publicó un artículo en el que se manifiesta la incomodidad que generaban estas celebraciones: “Ha continuado otra vez molestando la paciencia de los ciudadanos que no gustamos de esta clase de ruidos y escándalos. Señor alcalde, señor alcalde por caridad, es desatino darles permios para fregáa”22. Es importante señalar, como lo demuestra esta publicación, que las quejas de los periodistas no eran publicadas para que las leyeran todos sus protagonistas. Es probable que muchos de los que bailaron al son de la marimba ni siquiera hayan tenido contacto con estas hojas periódicas, que no se hayan integrado exitosamente al universo de los alfabetizados, o que no hayan tenido los recursos económicos para comprar algunos ejemplares. Las denuncias que hacían los periodistas iban dirigidas de manera especial a las autoridades locales (Alcaldía, Policía, Gobernación, Concejo Municipal, entre otros), para que tomaran medidas legales y punitivas que permitieran controlar, disminuir o eliminar estos episodios considerados bochornosos.

20 Ángel Martínez Cuesta, “San Ezequiel Moreno, misionero en Filipinas y Colombia”, Thesaurus. Boletín del Instituto Caro y Cuervo LII: 1-3 (1997): 486-514; Bernardo Merizalde, Estudio de la costa, 35, 97-98, 171, 185, 188, 192-193, 195, 200, 202, 205-206, 217, 222. 21 Para un panorama de las relaciones entre los misioneros agustinos recoletos y las sociedades negras del Pacífico sur de Colombia entre fines del siglo XIX e inicios del XX, puede consultarse: Óscar Almario García, “Modelos culturales en conflicto: grupos negros y misioneros agustinos en el Pacífico sur colombiano (1896-1954)”, Tabula Rasa 19 (2013): 193-226, aunque curiosamente no menciona el caso de fray Hilario Sánchez. 22 “Marimba”, El Micrófago, Tumaco, 16 de octubre, 1913, s/p., resaltado del original.

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Según parece, para mediados de la segunda década del siglo XX, las autoridades de Tumaco habían decretado la solicitud de licencias para la realización de los bailes acompañados de la marimba. Al menos eso parece indicar el siguiente artículo, extraído de El Ariete, de 1915: “Desde hace algunos años el Consejo Concejo Municipal de este Distrito, guiado por sentimientos cristianos, ha venido trabajando en el sentido de extirpar los bailes públicos de marimba porque además del atraso que revelan esta diversiones, son fuentes permanente de escándalos, riñas y pendencias de todo género. Con motivo de la fiesta de año nuevo el señor Juan Gregorio Arroyo, según se nos ha informado, solicitó del señor Alcalde licencia para verificar uno de los de la naturaleza arriba expresada. El señor alcalde, como era de esperarse, negó la licencia solicitada, y entonces el señor Arroyo acudió en apelación ante el señor Prefecto de la Provincia, Dr. Enrique Muñoz, quien le manifestó le era imposible acceder a lo que solicitaba, pues un Acuerdo del Concejo se lo prohibía, que el Concejo Liberal era el que les había quitado sus diversiones y que ellos eran también culpables dándoles sus votos. El señor Enrique Muñoz, aun como simple ciudadano, ha procedido con ligereza queriendo explotar la candidez de un ciudadano y mucho más grave es la falta cometida dada su categoría de Prefecto: él, como fiel observante de las leyes de Cristo, ha debido proceder con espíritu alto. De nada sirve que algunos se desvelen tratando de implementar la Moral si los llamados a sostenerla la combaten únicamente por espíritu de oposición”23.

La anterior cita pone de presente tres aspectos que no hay que pasar por alto: en primer lugar, el texto recalca, una vez más, el carácter religioso y cívico —ambos elementos intensamente relacionados en este contexto— de las luchas contra los bailes y músicas acompañados con la marimba. Se creía que acabar con estos hábitos festivos era, al mismo tiempo, una tarea urgente para la sana convivencia en Tumaco y un voto para la moralidad religiosa. En segundo lugar, el texto evidencia las luchas entre funcionarios de cargos públicos, un fenómeno que era habitual. Los motivos de estas disputas, muchas de las cuales quedaron registradas en las páginas de la prensa, eran de variada índole, e iban desde las acusaciones de abusos de autoridad hasta la mala administración de los recursos públicos, pasando por los enfrentamientos

23 “Cosas del señor Prefecto”, El Ariete, Tumaco, 9 de enero, 1915. Bajo la dirección de Euclides del Valle y con el lema “Política e intereses generales”, el primer ejemplar de El Ariete salió el 2 de enero de 1915, y, al parecer, su publicación llegó hasta el ejemplar decimoséptimo, en septiembre del mismo año.

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políticos en virtud de las diferencias partidistas. El comentario del redactor, más que lamentar la negación de la licencia al señor Juan Gregorio Arroyo, llama la atención al funcionario que caracteriza como dominado por un “espíritu de oposición”, por cuanto la consulta fue asumida por éste como pretexto para culpar a los liberales de la existencia de la prohibición y, de paso, culpar a los votantes. En tercer lugar, analizando un poco más los hechos, es posible que al señor Juan Gregorio Arroyo —un “ciudadano común”, aunque no se pueda descartar que se haya tratado de un hombre con cierto “bagaje cultural”, puesto que conocía este mecanismo de representación política—, le hayan negado las licencias oficiales para “verificar” los bailes de la marimba. Pero lo que sí parece claro es la asimilación práctica, según parece por la vía del uso, de los elementos jurídicos que caracterizan a una sociedad que reconocía a sus ciudadanos como sujetos de derechos. Si bien se carece por ahora de información sobre la efectividad o permanencia de estas leyes, el caso anterior parece mostrar la flexibilidad del sistema normativo, marcado por los procesos de negociación entre las autoridades y las sociedades negras, en los que estas actividades intentaron ser legisladas y controladas, mas no prohibidas totalmente. Los artículos no permiten hacer una representación clara de las características de estos bailes. Los redactores de Tumaco tenían muchas virtudes, pero el nivel de detalle no era una de éstas. Normalmente, los textos sobre las expresiones festivas populares tenían una extensión menor y no informaban sobre los elementos que identificaban estas prácticas —en el argot periodístico actual, se diría que se trata de “notas breves”—. Por lo que es común observar frases como las siguientes: “algún vecino nos comentó […]” o “Persona veraz y respetable nos informa […]”, hecho que parece indicar no sólo que los redactores no eran testigos directos de los bailes y otros “males sociales” sobre los que escribían sino que se recurría a personas que facilitaran los datos que necesitaban para elaborar sus noticias, es decir, a “fuentes de primer orden”, como se conoce en la actualidad. Son reveladoras también las denominaciones de “persona veraz y respetable” o de “vecino honesto” con las que varias veces se calificaban estas “fuentes”, como un intento de dar credibilidad a la información y prestigio a los escritos publicados en el periódico, aspectos que serán centrales en el periodismo moderno. Si se toman como veraces y fidedignos los aspectos comunes contenidos en las disímiles descripciones elaboradas por viajeros, periodistas de otras regiones y sacerdotes en un período relativamente cercano al aquí estudiado, podría quedar la idea de una danza colectiva que se realizaba principalmente en horas de la noche, algunas veces dentro de casas particulares, y otras, en las calles de la ciudad y en lugares cercanos a los bosques o ríos de la región. En ésta, sus participantes cantaban, gritaban, saltaban y zapateaban grupalmente casi de manera “incesante”, al ritmo de los sonidos de distintos instrumentos de percusión

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(marimba, cununo o guasá). En dichos encuentros, que podían durar varios días, las bebidas embriagantes eran de suma importancia, y no eran pocas las veces en que terminaban en riñas entre sus participantes24.

4. Solemnidad y festejos fúnebres Pero los redactores no sólo se preocupaban por la tranquilidad de los vivos, sino también por la de los muertos. En el siguiente fragmento, un redactor de El Micrógrafo enfatiza en la tristeza y la seriedad que debían existir en las festividades en honor de los muertos, al tiempo que marca una distancia con algunas actividades que suceden cerca del cementerio, revelando no sólo la importancia atribuida a los valores de la religión católica —hecho común en varios redactores—, sino la consolidación de una sensibilidad renovada sobre la muerte: “Pasó este día de tristes recuerdos para los vivientes ante el espectáculo pavoroso de la muerte, días de sentidos duelos, de fúnebres salmodias, en el que el hombre extraviado medita en el misterio profundísimo de su existencia y dando tregua a la luchas de su vida, consagra una lágrima al borde de las tumbas en memoria de aquellos que ya no existen en el libro de los vivos. El camposanto, el cementerio, lugar misterioso que abre de par en par sus puertas y que por todos partes tiene esta verdad escrita en negros caracteres: “Polvo eres y polvo has de volver”. […] Pero triste es decirlo, allí vimos turbada la paz de los muertos por conversaciones y risotadas groseras y soeces, pero eso es lo menos…lo peor son los insultos que algunos dirijen a los muertos”25.

En efecto, la tranquilidad fúnebre corría el riesgo de ser alterada por algunas conductas del “pueblo”. En septiembre de 1910, un redactor de El Litoral Pacífico comentó que “algún vecino del barrio del Cementerio se nos ha acercado á manifestarnos que es insufrible inmoralidad de los versos que cantan algunos individuos en dichos bailes [los bailes de marimba]”26, aunque no hizo referencia al tipo de letras que se oían ni tampoco ofreció una mayor descripción de estos actos ni de los elementos que los acompañaban. Otro autor se quejó años después del mismo problema:

24 Se han tomado las descripciones hechas por Bernardo Merizalde, Estudio de la costa, 152-153; Jorge Brisson, Viajes por Colombia, 69; Miguel Triana, Por el Sur de Colombia (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1950), 40; Pablo Emilio Escobar, Bahías de Málaga y Buenaventura. La costa colombiana del Pacífico, 1915-1920 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1921), 114; “El currulao”, El Correo de la Costa, Buenaventura, 16 de marzo, 1879, 27. 25 “La fiesta de los muertos”, El Micrófago, Tumaco, 8 de noviembre, 1913, s/p. cursivas del original. 26 “Bailes de marimba”, El Litoral Pacífico, Tumaco, 18 de septiembre, 1910, 132.

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“Persona veraz y respetable nos informa que en los regocijos populares que tienen lugar los sábados y domingos por la noche, allá por los lados del cementerio, se profieren expresiones inadecuadas que turban la paz de los que duermen el último sueño. Esto es increíble y revela mucha maldad e ignorancia. En todas partes el Cementerio es un lugar sagrado y por todos venerado, como que allí reposan los restos de los seres queridos, y es ésa, al fin y al cabo, la casa de todos; lo demás es vanidad de vanidades. Denunciamos el hecho a las autoridades y esperamos el remedio”27.

Ahora bien, que esos bailes escandalosos se escucharan “por los lados del cementerio” parece nombrar más una disposición del espacio urbano que una actitud pagana de las clases menos favorecidas, debido a que era precisamente en las inmediaciones del camposanto donde se ubicaba Pueblo Nuevo, el barrio de las gentes pobres de Tumaco, con gran población negra y donde era común escuchar la marimba28. Es posible además que los reclamos sobre los bailes cerca del cementerio se deban a que este espacio fue uno de los más remodelados de la ciudad entrado el siglo XX. Así, pues, tanto por parte del municipio como de las misiones de los agustinos recoletos y de iniciativas particulares, el cementerio pasó de ser —para ponerlo en palabras del sacerdote Merizalde— “un potrero cercado con alambre, indigno de una población civilizada” a un espacio que “lo rodea una elegante verja de hierro, [con] varios camellones siempre limpios, flores, árboles, artísticas sepulturas y aun algunos suntuosos mausoleos”29. En las capas subalternas, los velorios y entierros de las personas eran acompañados de música, baile y bebidas embriagantes, lo que indicaría que en éstos operaban otras creencias acerca de la muerte. En efecto, los festejos alrededor de este evento se vincularon a épocas oscuras y supersticiosas que debían superarse. El argumento para sancionarlas era la alteración del orden público y la constante relación con el ruido y la embriaguez. En 1914, por ejemplo, un redactor menciona este hecho: “Fetiquismo30 y Semana Santa ha habido en los días de la semana pasada, en uno de los cuales hemos visto paseando un ridículo disfraz durante el día y por la noche algunos ídolos, además de lo cual en el templo, lugar de meditación, poco faltó para que se

27 “Marimba”, El Litoral Pacífico, Tumaco, 20 de septiembre, 1913, 540. 28 El escritor e ingeniero bogotano Miguel Triana se refirió con estas palabras a este barrio: “Al lado del panteón queda relegado el suburbio de los holgorios, donde suena los sábados por la noche la marimba”. Miguel Triana, Por el Sur, 40, cursiva del original. La investigadora Claudia Leal expresa: “[…] el barrio de Pueblo Nuevo era primordialmente un área habitada por familias negras. Este barrio surgió en las primeras dos décadas del siglo XX con la expansión de Tumaco hacia el noroccidente, al otro lado del estero que dividía la isla en dos”. “Un puerto en la selva”, 55. 29 Bernardo Merizalde, Estudio de la costa, 198. 30 Fetiquismo fue un modo, actualmente en desuso, de denominar el “fetichismo”.

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formara uno de esos velorios populares de los negros, que tanto atraso demuestran en las poblaciones donde ocurren. Si no hubiera habido un sacristán un tanto brusco, al cual recomendamos maneras más cultas, que cerrada las puertas del templo oportunamente, el desvelo del vecindario del edificio hubiera sido toda la noche. Ya es tiempo de que de Tumaco desaparezcan ciertas prácticas de abolengo secular y de ignorancia milenaria. La humanidad avanza a pesar de todo y precioso es no quedarse rezagados en el camino del progreso”31.

En el artículo no precisa bien a qué hacen referencia los términos “ídolos” o “disfraz”, aunque es posible plantear que se trató de un hábito funerario muy común entre las sociedades negras, que consistía en la construcción de un muñeco que ubicaban en la parte superior del féretro, para luego desplazarlo al cementerio en medio de adoraciones, cantos y movimientos corporales. Por ahora resulta arriesgado proponer alguna idea sobre lo que expresaban (o representaban) estos elementos en las celebraciones de los negros, aunque vale la pena apuntar que algunos de los rasgos de esta actividad se han manifestado (mutatis mutandis) en otras sociedades negras —mediante los llamados bailes de los “diablitos”, la “cucamba” y los “desfiles” y “bailes de los enmascarados”—, eventos a los que se les asignan diversas funciones32. Por lo demás, el hecho de que un grupo de negros quisiera celebrar sus velorios en la iglesia de la ciudad durante la Semana Santa podría evidenciar, al parecer, el fenómeno de sincretismo, que debió ser amplio, complejo y cambiante, en el que estas sociedades incorporaron aspectos expresivos propios de la religión católica al conjunto de creencias y tradiciones de ancestro africano.

5. Elementos de contexto En este punto se hace necesario señalar de manera esquemática un marco más amplio para entender las percepciones de los redactores sobre los bailes de los negros. No se debe pasar por alto que, en la segunda mitad del siglo XIX, las músicas y las danzas en Colombia empezaron a integrarse a las representaciones definitorias de la “identidad nacional”, campaña en la que el bambuco se consolidó entre ciertos sectores de la sociedad como el baile y la “música nacional” por excelencia, esto es, como la principal y legítima expresión de la festividad popular

31 El Fiscal, Tumaco, 15 de abril, 1914, s/p. 32 Ver, entre otros, Fernando Ortiz, Los bailes y el teatro de los negros en el folclore de Cuba (La Habana: Publicaciones del Ministerio de Educación, 1951).

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tradicional y típica del país33. Aun entrado el siglo XX, las expresiones festivas de ancestro africano que se practicaban en varias regiones del país no eran entendidas únicamente como “extrañas” (foráneas), sino que, tanto por su “indelicadeza” y “frenesí” como por su ligazón a “actos escandalosos e impúdicos”, las hacían merecedoras de fuertes condenas. No debe sorprender, pues, que el político José María Samper —acérrimo defensor del bambuco como símbolo de nacionalidad— haya comentado, en 1878, que “la civilización no reinará en esas comarcas sino el día que haya desaparecido el currulao, que es la horrible síntesis de la barbarie actual”34. El escritor hizo este comentario luego de presenciar un “currulao” en el bajo Magdalena. No obstante, por las descripciones que hace Samper de este encuentro y por la zona donde se hallaba, lo que presenció, al parecer, no era currulao, en el sentido dado actualmente, sino los bogas de los negros de la región. En efecto, habitualmente las gentes denominaban currulao o bailes de marimba a muchos bailes y músicas de los negros —como el arrullo o el bunde—, y es posible que los redactores de Tumaco también hayan hecho lo mismo. En la actualidad, se reconoce que en las reprobaciones a los bailes y las músicas de la marimba se cruzaban muchos de los elementos que algunos habitantes de Tumaco sancionaban por considerarlos muestras de incivilización y obstáculos para la construcción de la nación. En primer lugar, era una expresión festiva realizada, principal o completamente, por negros pobres —tal vez mineros y jornaleros, aunque también por aquellos que no trabajaban— habitantes de las zonas selváticas o rurales, a los que asociaban con la vagancia, la desidia y la indolencia. En segundo lugar, al parecer era un baile nocturno, con los imaginarios negativos con los que se solían relacionar las noches en Tumaco (el robo o el escándalo). En tercer lugar, el currulao y la marimba fueron asociados a épocas pasadas que debían superarse y olvidarse. Sin embargo, algunos documentos nos impiden generalizar: pese a las apreciaciones de los redactores de Tumaco, de José María Samper y del sacerdote Merizalde, es posible deducir que la condena a la marimba y el currulao no se extendió de manera unánime entre las gentes que escucharon sus sonidos y presenciaron sus bailes. Jorge Brisson, el ingeniero francés que se mencionó al inicio de este artículo, hizo una escueta descripción de la marimba en su libro

33 Para un cuadro general de las discusiones alrededor de este tema, ver: Jesús Emilio González Espinosa, “‘No doy por todos ellos el aire de mi lugar’: la construcción de una identidad colombiana a través del bambuco durante el siglo XIX” (Tesis Doctorado en Musicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 2006); Jaime Cortés Polanía, La música nacional popular colombiana en La Colección Mundo al día (1924-1938) (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/Unibiblos, 2004); Peter Wade, Música, raza y nación. Música tropical en Colombia, trad. Adolfo González (Bogotá: Vicepresidencia de la República de Colombia/Departamento Nacional de Planeación/ Programa Plan Caribe, 2002). 34 José María Samper, “De Honda a Cartagena”, en Cuadros de costumbres y descripciones locales de Colombia, comp., José Joaquín Borda (Bogotá: Editorial García Rico, Bogotá, 1878), 145.

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Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897: “En el sur del Cauca, Provincia de Barbacoas, los habitantes, y especialmente los negros, se divierten y bailan al sonido de un instrumento llamado marimba, formado de tubos de guadua, de largo y diámetro variados, ligados entre sí en hileras y sobres los cuales pasan cintas de chonta á intervalos. Tocan sobre estas tiras con pequeños palitos terminados por una bolita de caucho; generalmente este instrumento va acompañado por un tambor de cuero de tatabro”35. Por otra parte, Miguel Triana, en su paso por Tumaco en 1907, expresó que “el viento suele traer los sábados en la noche, la plácida voz de la marimba, con la que publican sus alegrías los negros de alguna aldea vecina”36. Y en un libro publicado el mismo año que el estudio realizado por el sacerdote Bernardo Merizalde, el general Paulo Emilio Escobar se refirió a la marimba como un “instrumento ingenioso que [los negros] tocan con gran habilidad”37. Aquí falta la otra cara de la moneda: ¿cómo eran los bailes de las gentes acomodadas de Tumaco? ¿Por qué las celebraciones populares les parecían tan distantes? Responder estas preguntas implicaría un análisis mucho más profundo y juicioso. Sin embargo, para tener una idea aproximativa, resulta esclarecedor citar algunos apartes de la descripción que un periodista de El Litoral Pacífico hizo sobre un “inolvidable” baile “ofrecido galantemente por el señor Rito Antonio Medina, administrador de la Aduana, y por varios caballeros del lugar”, el sábado 11 de septiembre de 1915, en el salón del edifico de la Aduana: “[…] Una ola de entusiasmo se ha levantado en el ánimo juvenil y en el seno de las familias y se deja entrever, satisfactoriamente, el advenimiento de una época nueva, de un cambio completo en la atmósfera social, que traerá sin duda para los espíritus abatidos por la nostalgia de emociones, ratos indefinibles de verdadero solaz. El edificio, artísticamente arreglado por manos expertas, presentaba un aspecto risueño, un conjunto gracioso, con sus grandes espejos de doradas molduras, sus cuadros de bellos paisajes, sus cortinas de damasco, sus hermosos ramilletes, sus ambientes perfumados, y la amabilidad prodigada a manos llenas por el señor Medina y damas encargados de hacer las atenciones a los invitados. Nada faltó esa noche para la satisfacción y comodidad para los que tuvimos la fortuna asistir a la fiesta. El porte de los caballeros; la simpatía incomparable de las damas; el abrir de las botellas, guardadoras frágiles del secreto de la alegría; el chocar de copas en amistosas libaciones; el grupo de bellas mujeres como un grupos miscelánico de flores,

35 Jorge Brisson, Viajes por Colombia, 69. 36 Miguel Triana, Por el Sur, 40. 37 Pablo Emilio Escobar, Bahías de Málaga, 114.

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en donde hacían sugestivo contraste las rubias de ojos azules, con las trigueñas nerviosas de ojos negros y grandes a los cuales asomaba como a ventanas de fuego, el picaresco coqueteo del inquietante Dios de la Champaña. Todo esto ayudó a que las horas se pasaran insensiblemente, entre un charlar delicioso y un resbalar de pies al compás de los valses y pasillos, de las polkas y mazurcas”38.

En el artículo no se menciona si este suntuoso baile se hizo por algún motivo en particular —la reinauguración del espacio, la recolección de fondos para obras de beneficencia, celebración de aniversario—, o si sencillamente respondía a un interés por reunir a los asistentes en un ágape en el que podían consumir bebidas embriagantes, departir con sus amigos, entablar una posible relación romántica y pasar un momento de distensión de las jornadas laborales. Se carece por ahora de información sobre si el edificio de la Aduana era de carácter público o privado, aunque una fotografía existente39 muestra que se trató de un inmueble amplio de dos pisos, de madera, con salón y almacén, contiguo a la casa de la familia Del Castillo, una de las más prestantes de la sociedad tumaqueña. Una primera apreciación, obvia y no por ello menos significativa, es la preeminencia del baile y de la música en esta clase de reuniones. Llama la atención la referencia al consumo de bienes materiales pues, aun cuando las gentes acomodadas solían quejarse de su atraso cultural (en especial con relación a los otros centros urbanos de este período), tuvieron la capacidad de acceder a objetos y expresiones culturales provenientes del extranjero, que les facilitó escuchar ritmos y danzas de origen europeo, tales como valses, pasillos, polkas y mazurcas. La organización de estas tertulias y veladas involucró la presencia de un piano u otros instrumentos, que es posible intuir que eran tocados en vivo por músicos “empíricos” de la ciudad, varios de ellos extranjeros familiarizados con estos objetos y ritmos en sus países de origen. Este tipo de fiestas constituyeron además espacios de afianzamiento y diferenciación social, al tener la intención de reafirmar la preeminencia de las personas allí reunidas (acto en el que los redactores colaboraron, pues en sus artículos solían citar los nombres de los asistentes y solicitaban que su frecuencia aumentara). Un elemento importante, en este sentido, tiene que ver con las demarcaciones de clase de las prácticas celebratorias por parte de las gentes acaudaladas de Tumaco —relacionadas con el aumento de su capacidad de consumo y la imitación de los hábitos burgueses europeos—, que animaron los intentos por precisar más nítidamente los límites entre sus formas de celebrar y las del resto de la población, empezando por los espacios

38 “Fiesta social”, El Litoral Pacífico, Tumaco, 18 de septiembre, 1915, 851. Esta página también incluye otro artículo referido a la misma fiesta, escrito por un redactor que utiliza el seudónimo de “Juancho”, titulado “Fiesta”. 39 Orián Jiménez, David Hernández y Edgardo Pérez, Tumaco, 46.

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mismos donde se realizaban. Es viable inferir que estos modos de festejar hayan sido apropiados por miembros de las capas altas luego de sus viajes nacionales y extranjeros. Este tipo de fiestas, en las que los asistentes tenían la oportunidad de desarrollar su “sociabilidad” —para utilizar el término del redactor—, esto es, encontrarse, conversar, salir de la rutina, conocerse, exhibir sus finas vestimentas, danzar, conocer gente nueva, concretar negocios y dar comienzo a nuevas uniones de pareja, se constituían en eventos en los que se afianzaban sus lazos de amistad, parentesco y uniones conyugales. Por lo demás, no hay que olvidar que las entusiastas y detalladas descripciones de las fiestas por parte de los periodistas enuncian también que se trató de una experiencia quizá escasa y discontinua, pero sin duda bastante estimada, cuyo carácter inédito quizá generó cierta sorpresa para el conjunto de la sociedad, en especial para las capas inferiores, que, no obstante, con el trascurrir del tiempo, empezaron a incorporarla con múltiples variantes a sus propios modos de celebrar.

Conclusiones Para los periodistas de Tumaco, las celebraciones y los festejos variados de la población de Tumaco, en especial los de las capas subalternas, perturbaban la tranquilidad e impedían el sueño del resto de la sociedad, y también eran motivo de embriaguez, desórdenes y contiendas entre sus practicantes. De manera general, los redactores concibieron estos festejos como ejemplos del atraso espiritual y material de los sectores pobres de la ciudad, justo cuando ciertos sectores de esta población querían alinearse a un imaginario de progreso de su región. Los artículos permiten entrever algunas representaciones dominantes compartidas entre los redactores de los distintos periódicos de Tumaco sobre determinados grupos sociales que habitaban esta ciudad. Si las celebraciones populares y los actos “groseros” no hubieran colisionado con las formas de organización social moderna que se intentaron imponer entre los habitantes de Tumaco, las actividades y los episodios que protagonizaron nunca hubieran sido registrados en las páginas de la prensa. Ahora bien, que los bailes de la marimba y otros actos “bárbaros” y “deshonestos” (proferir groserías en espacios públicos, prostituirse, robar, vivir de la limosna) se hayan incluido en la prensa en las primeras décadas del siglo XX —aun bajo la forma de denuncia y de condena— señala la importancia que se les otorgó como asunto de interés colectivo. En la actualidad, estos artículos podrían ser interpretados en términos de un racismo radiante o de una ideología disciplinante y “civilizatoria”, que pretendían el control o la eliminación de prácticas festivas de la población negra. Los redactores, probablemente, no hubieran entendido esta propuesta de interpretación. Para ellos, sus declaraciones procuraron la defensa de un

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orden social que consideraban válido y legítimo para el avance y el bien común del conjunto social. Si bien no se trata de simplificar en exceso la interpretación de los artículos (que, como se ha intentado mostrar, están determinados por múltiples factores), las quejas y peticiones de los periodistas se conectaban de cierto modo con el deseo moderno de vivir armónicamente en grupo y con muchas de las condiciones que podrían considerarse básicas o legítimas: dormir tranquilamente, evitar la embriaguez, prevenir las riñas, entre otros. Por último, los textos analizados en el presente artículo resultan fuentes bastante limitadas pues en ningún momento representan la voz de los grupos cuyas celebraciones se intentó denunciar y controlar, sino precisamente lo contrario: los discursos periodísticos fungieron como medio para la circulación y socialización de representaciones sociales negativas sobre algunas manifestaciones culturales de los otros integrantes de la sociedad, en especial los pertenecientes a los sectores subalternos demográficamente mayoritarios. Muchas de las ideas y los diversos análisis propuestos en este artículo —que ha privilegiado a la prensa como fuente y se ha limitado a un período breve— podrán ser ampliados, contrastados y matizados con la consulta y el estudio de otro tipo de fuentes: archivos policiales, códigos legislativos o memorias, entre otras.

Bibliografía Fuentes primarias Publicaciones periódicas: El Ariete. Tumaco, 1915. El Correo de la Costa. Buenaventura, 1879. El Fiscal. Tumaco, 1914-1918. El Litoral Pacífico. Tumaco, 1909-1910, 1912-1915. El Micrófago. Tumaco, 1913-1914. Tumaco: Gaceta Departamental. Tumaco, 1908-1909.

Documentación primaria impresa: Brisson, Jorge. Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897. Bogotá: Imprenta Nacional, 1899. Escobar, Pablo Emilio. Bahías de Málaga y Buenaventura. La costa colombiana del Pacífico, 1915-1920. Bogotá: Imprenta Nacional, 1921. Gertrudis Serra, Juan de Santa. Maravillas de la naturaleza, tomo III. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1970. Gutiérrez, Rufino. “Noticias sobre pasto y las demás provincias del Sur”. Monografías, tomo I. Bogotá: Imprenta Nacional, 1921.

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Merizalde del Carmen, Bernardo. Estudio de la costa colombiana del Pacífico. Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1921. Samper, José María. “De Honda a Cartagena”. En Cuadros de costumbres y descripciones locales de Colombia, compilado por José Joaquín Borda. Bogotá: Editorial García Rico, 1878, 128-161. Triana, Miguel. Por el Sur de Colombia. Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1950. Zawadzky, Alfonso. Viajes Misioneros del R. P. Fr. Fernando de Jesús Larrea Franciscano 1700- 1773. Cali: Imprenta Bolivariana, 1947.

Fuentes secundarias Almario García, Óscar. “Modelos culturales en conflicto: grupos negros y misioneros agustinos en el Pacífico sur colombiano (1896-1954)”. Tabula Rasa 19 (2013): 193-226. Aparicio Erazo, Jorge Luis. “Civilización de papel: prensa, sociedad y modernización en Tumaco y Barbacoas (1877-1920)”. Tesis Pregrado en Comunicación Social, Universidad del Valle, 2011. Cortés Polanía, Jaime. La música nacional popular colombiana en La Colección Mundo al día (1924-1938). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/Unibiblos, 2004. Friedemann, Nina S. de y Jaime Arocha. De sol a sol: génesis, transformación y presencia de los negro en Colombia. Bogotá: Planeta, 1986. González Espinosa, Jesús Emilio. “‘No doy por todos ellos el aire de mi lugar’: la construcción de una identidad colombiana a través del bambuco durante el siglo XIX”. Tesis Doctorado en Musicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 2006. Jiménez, Orián, David Hernández y Edgardo Pérez. “La prensa como ‘civilización’: historias de periodismo en Tumaco”. En Tumaco. Historia, memoria e imagen. Medellín: Universidad de Antioquia, 2005. Leal, Claudia. “Black Forests. The Pacific Lowlands of Colombia, 1850-1930”. Tesis Doctorado en Geografía, Universidad de Berkeley, 2004. Leal, Claudia. “Un puerto en la selva. Naturaleza y raza en la creación de la ciudad de Tumaco, 1860-1940”. Historia Crítica 30 (2005): 39-65. Leal, Claudia. “Disputas por tagua y minas: recursos naturales y propiedad territorial en el Pacífico colombiano, 1870-1930”. Revista Colombiana de Antropología 44: 2 (2008): 409-438. Martínez Cuesta, Ángel. “San Ezequiel Moreno, misionero en Filipinas y Colombia”. Thesaurus. Boletín del Instituto Caro y Cuervo LII: 1-3 (1997): 486-514. Ortiz, Fernando. Los bailes y el teatro de los negros en el folclore de Cuba. La Habana: Publicaciones del Ministerio de Educación, 1951. Wade, Peter. Música, raza y nación. Música tropical en Colombia. Traducido por Adolfo González. Bogotá: Vicepresidencia de la República de Colombia/Departamento Nacional de Planeación/Programa Plan Caribe, 2002 [Music, Race and Nation: Música Tropical in Colombia. Chicago: University of Chicago Press, 2000].

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Entrevista: “Historia de las mujeres”. A propósito de una conversación con Isabel Morant Deusa María Victoria Montoya Gómez

Historiadora por la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Maestra en Estudios por Género de El Colegio de México y Doctora en Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro del grupo de investigación Prácticas, saberes y representaciones en Iberoamérica (Categoría C en Colciencias) y del Seminario Interinstitucional de Historia judicial y de la justicia en la Hispanoamérica Virreinal, del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. mvmontoya@gmail.com

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.08

Isabel Morant Deusa (Valencia, España, 1947) es una historiadora ampliamente conocida por sus trabajos sobre Historia de las Mujeres, una línea de investigación en la que se ha enfocado desde comienzos de la década de 1990. En esta labor ha recibido influencias de la historiografía francesa, especialmente de la obra de Georges Duby y Michelle Perrot, pioneros de este enfoque historiográfico con la conocida obra Historia de las mujeres en Occidente1. En la actualidad es catedrática de Historia Moderna en la Universitat de Valencia (España). En los últimos años ha colaborado con diferentes editoriales en grandes proyectos, tales como Historia de las mujeres en España y América Latina, editado en cuatro volúmenes2, así como en la Colección Feminismos, creada en 19903. La obra de Isabel Morant Deusa hace eco a diferentes hechos que tuvieron lugar a finales del siglo XX. El primero, como lo explica la misma historiadora, fue la dictadura franquista y la transición democrática española. Este último acontecimiento abrió las puertas a diversos

1

Georges Duby y Michelle Perrot, dirs., Histoire des femmes en Occident, 5 vols. (París: Plon, 1990-1991) [En español: Historia de las mujeres (Madrid: Taurus, 1991-1992)].

2

Isabel Deusa Morant, dir., Historia de las mujeres en España y América Latina (Madrid. Cátedra, 2005).

3

Editada por la Editorial Cátedra desde 1990.

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diálogos políticos y dio lugar a la opinión de las mujeres para que pudieran ser escuchadas en la esfera pública. El segundo hecho fue la emergencia de la denominada Tercera Ola del Feminismo, que reposicionó a las mujeres como agentes activos, capaces de hacer diferentes cuestionamientos a los Estados y, en esa medida, demandar nuevos derechos, en especial los sexuales y reproductivos. En tercer lugar, y en estrecha relación con el Feminismo, vino el cuestionamiento a las maneras de conocer, así como al conocimiento científico estructurado sólo a partir de una percepción masculina, principalmente respecto al pasado. Fue este último hecho el que llevó a historiadoras feministas a estudiar el pasado de las mujeres, el cual había permanecido oculto en los “grandes procesos”, estudiados desde una perspectiva puramente masculina, en la cual el pasado era un asunto exclusivo de los hombres. Ante este hecho, incluso desde finales de los años setenta, comenzó a pensarse la diferencia sexual partiendo del hecho de que el pasado de las mujeres implicaba una experiencia diferente a la de los hombres, por cuanto esta última había sido hasta entonces “razonada, escrita, pensada”4. Fue entonces como surgieron grandes recopilaciones, en las cuales se construyó una “historia de las mujeres” en su relación con el denominado “patriarcado universal”. Esta forma de pensar la historicidad del rol y de la representación de lo femenino incidió en una intensa polémica que ha fragmentado hasta la actualidad la relación entre Historia y Feminismo y, como consecuencia de ello, ha dejado un cierto aire de sospecha respecto a una posible Historia de las Mujeres y, todavía más, respecto a la categoría género, ampliamente desarrollada por Joan W. Scott en su conocido artículo “El género: una categoría útil para el análisis histórico”5. Lo anterior se anota sin desconocer que la historia social ha propiciado la construcción de herramientas teóricas y analíticas que han permitido abordar a las mujeres en la historia, dejando de lado las reivindicaciones que se hacen en el presente a partir del pasado —es decir, del uso político del pasado, si cabe la expresión—. Considerando que Isabel Morant Deusa ha sido una de las historiadoras que más esfuerzos ha consagrado a la construcción de una historia de las mujeres en España y América, dedicando tiempo a posicionar el debate implícito en esta “forma de hacer historia”, es

4

Gerda Lerner, citado en Isabel Morant Deusa, “Cultura y poder de las mujeres en las sociedades de Antiguo Régimen: una reflexión sobre el tema”, en Mujeres y hombres en la formación del pensamiento occidental, vol. II (Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 1989), 209.

5

La versión original de este artículo apareció como “Women in History: The Modern Period”, Past and Present: A Journal of Historical Studies 101 (1983): 141-157. En 2008, el Fondo de Cultura Económica y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicaron Género e Historia, una compilación de ensayos de Joan W. Scott que incluye una versión revisada del artículo en cuestión.

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importante retomar la entrevista que a continuación se presenta, que se realizó en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, a propósito del Coloquio Internacional “Las mujeres en la Nueva España”, en octubre de 2012. Los debates suscitados entonces pueden llevar a pensar que en América Latina se ha dejado un poco de lado el tema, siendo aún pertinente preguntar cuáles serían los fundamentos de una posible historia de las mujeres, cuál es la perspectiva que tienen las y los historiadores respecto a la categoría género; en fin, llamar a la reflexión a propósito de las ideas de una de las historiadoras que más ha trabajado desde esta perspectiva. Después de leer sus ideas, cabe preguntarse por las condiciones de posibilidad de una Historia de las Mujeres. Así como por el lugar de la categoría género en la historia y el estado actual de estos estudios en el contexto latinoamericano. En todo caso, se pretende aquí abrir paso a un debate que sigue pendiente. María Victoria Montoya Gómez [mvmg]: ¿Cuál cree que ha sido el mayor aporte del feminismo —o feminismos— a la Historia contemporánea?, pero además, ¿cómo surgen los estudios Feministas en España? La construcción de los Estudios sobre las mujeres, y de Historia, en particular, está ligada a lo que se ha denominado Tercera Ola del Feminismo, que, desde finales de los sesenta, renacería en Europa y América, con tiempos distintos según las coyunturas de los distintos países. En España, al igual que en algún país latinoamericano —como Argentina—, el Feminismo se vería detenido por las dictaduras. La dictadura del general Franco en España, que nos mantenía políticamente aislados de Europa y sin una oposición política visible, hacía muy difícil que las primeras feministas pudieran hacer oír su voz en contra de las leyes que nos discriminaban […]; la sexualidad era un tema vetado, los anticonceptivos estaban prohibidos, y en el código civil se penalizaba el adulterio, que sólo se consideraba un delito grave en las mujeres —en las casadas era un delito la simple relación amorosa por fuera del matrimonio, mientras que en los hombres sólo era delito si la amante vivía en la misma casa familiar—. Estos usos, amparados por leyes decadentes, eran cada vez más difíciles de soportar por las mujeres de mi generación, que, por otro lado, al menos en las ciudades y entre las clases medias, habíamos comenzado a estudiar, primero el bachillerato y después en la universidad, con el propósito de seguir otra profesión que no fuera sólo el matrimonio. También habíamos comenzado a relacionarnos con mayor libertad en el terreno sexual y en el espacio de la política, militando, en muchos casos, en los partidos políticos y en los sindicatos, en la clandestinidad. Pero muy pronto nos dimos cuenta de que la lucha se concentraba en la caída de la dictadura y la construcción de la democracia, y que casi nadie quería prestar atención a los problemas de discriminación que las mujeres comenzaron a plantear en el seno de las organizaciones a las que pertenecíamos, con escaso eco, al principio.

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Curiosamente, la mayor parte de los partidos democráticos crearían organizaciones femeninas —dependientes— con el objetivo de sumar mujeres a la causa de la democracia, pero poco más, lo cual […] entonces parecía normal: la escasa relevancia social y política que las mujeres tenían en las organizaciones, que se consideraban democráticas, pero que estaban dirigidas sólo por hombres. Este desinterés propiciaría el que muchas mujeres —como yo misma, que entonces era militante de la izquierda antifranquista—, nos distanciáramos de las organizaciones políticas tradicionales, al menos por un tiempo, para ocuparnos de los asuntos destacados por el feminismo. Con la muerte del dictador, en 1975, y la democracia que comienza a construirse en España, se acelera el progreso del feminismo, que, justo es reconocerlo, a partir de entonces contaría con la alianza de la mayor parte de las fuerzas democráticas, que, con mayor o menos interés, incorporarían la agenda política del feminismo: la igualdad garantizada por la Constitución de 1998 y los derechos —como el divorcio, la despenalización de los anticonceptivos— les serviría para dar una imagen de modernización de la sociedad, que se veía a ella misma con los ojos de la tradición, apoyada por la Iglesia católica. Para las jóvenes de mi generación —yo tenía 29 años la primera vez que pude votar— fueron los años de la liberación, en varios sentidos: estudios, profesión y libertad en las relaciones con los padres, los amigos, las parejas. Nuestra autoestima, ciertamente, creció en aquellos años, y de ser considerados como una sociedad atrasada y conservadora, nos convertimos en ejemplo de los europeos, que, al menos hasta hace poco, se admirarían de nuestros cambios legislativos; entre los más recientes, la Ley de igualdad hombres y mujeres y el reconocimiento, por ley, del matrimonio homosexual han sido políticas pioneras en Europa; que, sin embargo, ahora, a causa de la crisis y del retroceso político de las fuerzas progresistas, parecen menos firmes. El cambio social y político de los años setenta se notaría igualmente en la universidad, en la que ya había algunas feministas (profesoras o estudiantes) que muy pronto aplicarían la crítica del feminismo a la ciencia; al sexismo que se revelaba en los contenidos —o en los silencios— de las ciencias o a la invisibilidad de las mujeres para la Historia, entre otros. Las universitarias tuvimos acceso a los libros feministas que se estaban editando en Europa, conocimos los textos clásicos del Feminismo: Simone de Beauvoir, Betty Friedan, Kate Millett, Carla Lonzi, y, como estaba ocurriendo en otros países, nos pusimos a la tarea de cambiar el enfoque del saber académico; así, surgieron los primeros estudios feministas (tesis, libros, discusiones en seminarios) y, finalmente, los institutos de estudio e investigación sobre las mujeres, que, entre los años ochenta y noventa, se han extendido en las universidades, en las cuales hoy se imparten materias relacionadas con la cuestión de las mujeres. Un buen ejemplo de toda esta actividad científica son los libros de la Colección Feminismos, creada en 1990 en España, en donde se recogen los estudios producidos en distintos territorios

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y disciplinas, así como los textos clásicos del feminismo histórico y actual; esta Colección, que vengo dirigiendo para la Editorial Cátedra desde su creación, cuenta ya con 120 títulos6. Al pensar en su nombre y en su trayectoria académica es inevitable cuestionarse por la Historia de las Mujeres. Me gustaría que nos contara cómo surgió esta corriente, y usted cómo se vincula a ella desde lo personal y lo académico. El cuestionamiento de la invisibilidad de las mujeres en los libros de Historia era previsible en el ambiente intelectual que acabo de describir ¿Qué hicieron las mujeres en el pasado? ¿Cuál fue su historia? ¿Por qué los libros de historia no recogen las acciones o las vidas de las mujeres? Nuestra respuesta inmediata sería hacer visibles a las mujeres singulares, heroínas que añadir a la gran galería de personajes masculinos. Pero para las historiadoras que comenzarían a escribir esta historia, avanzados los años setenta, no se trataba tanto de hacer la historia de las figuras excepcionales del pasado como de comprender la totalidad del colectivo femenino y explicar sus particularidades y diferencias con el masculino. En el debate apasionante que se produjo entonces hubo algunas diferencias de enfoque. En los primeros estudios se pondría el acento en la diferencia de las mujeres, cuya especificidad se quería conocer; así, se privilegiarían los temas del trabajo, la vida diaria, las prácticas sociales o el pensamiento de las mujeres, señalando lo que el colectivo femenino tenía de específico y diferente, respecto del colectivo masculino. En otros estudios, el acento se pondría en la pertenencia social de las mujeres y en el modo en que éstas se relacionaban con su mundo religioso, económico o político. Desde esta perspectiva, se insistía en que las mujeres formaban parte de la misma sociedad que los hombres y que, por tanto, debían ser estudiadas, no como un colectivo separado y singular, sino en sus relaciones familiares, sociales; se trataba de comprender las diferencias y las relaciones de poder entre los sexos. Imposible hacer un balance de los resultados de aquellos años; entre finales de los setenta y los ochenta asistimos a lo que, usando una terminología marxista, podemos denominar “acumulación primitiva de capital”, que ha permitido hacer visibles a las mujeres y comenzar a tener una teoría feminista propia o, en el caso de la Historia, tener una historiografía que en sentido amplio podemos denominar Historia de las Mujeres, historia de la diferencia de sexos o de género, que se cultiva ya en muchas universidades en distintos continentes. En mi caso, después de mi tesis doctoral, que giraba en torno al proceso de transición económica y social entre los siglos XVIII y XIX, en el Mediterráneo español, leída en 1981, hice un giro copernicano en mis investigaciones y comencé una nueva aventura que me llevaría de los estudios mvmg:

6

La colección se puede ver en la página web de la Editorial Cátedra, Colección Feminismos, <http://www.catedra.com>.

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feministas a la Historia de las Mujeres, que sigo cultivando a plena satisfacción. En 1990, mientras disfrutaba de un año de estudios en París, en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS), pude asistir a la preparación de Histoire des femmes en Occident, dirigida por Georges Duby y Michelle Perrot, que se publicaría muy pronto en castellano. En la versión inicial de la obra, sin embargo, no hubo ninguna participación española, ni procedente de América Latina, si bien es cierto que ante la demanda del editor español, se añadiría un apéndice, que sólo aparece en la edición castellana, titulado Una mirada española, cuyo contenido se refiere a España y América Latina. Esta circunstancia me hizo pensar en la necesidad de reunir las aportaciones, cada vez más sólidas, a la historia de las mujeres producidas en el ámbito de los países de lengua castellana en una gran edición que comprendiera España y América Latina. Los contactos que ya existían entre historiadoras a uno y a otro lado del Atlántico, lo hicieron posible y, a partir 2002, comenzamos a pensar la obra con Dora Barrancos de Argentina, con Asunción Lavrin de Arizona (Estados Unidos) y con Gabriela Cano de México. Este trabajo se publicaría como Historia de las mujeres en España y América, en cuatro volúmenes, entre 2005 y 20067. Hoy, con el proyecto ya terminado, estamos satisfechas de nuestro trabajo, por los contactos intelectuales que nos han enriquecido y por la riqueza de una obra en la que hemos querido estudiar de manera comparada la historia de las mujeres, desde la Antigüedad a nuestros días, a uno y otro lado del Atlántico. El resultado es una historia plural; en ella han participado un centenar de personas, de distintos países y ámbitos académicos, pero que nos interesamos en las mismas cuestiones. En la obra, por otro lado, se muestra el gran trabajo realizado en estos años en la construcción de una historia que ha servido para hacer visibles a las mujeres del pasado y, sobre todo, para tener un relato, coherente y organizado, sobre el papel de las mujeres y sus contribuciones a la Historia, y para explicar el proceso histórico que diferenciaría de manera negativa a las mujeres. Con todo esto hemos contribuido, ahora sí, a construir una Historia menos sesgada y más real. Si se piensa que la historia de las mujeres, de alguna manera, ha buscado restituir el pasado de las mujeres, me gustaría que nos explicara cómo se piensan los procesos históricos en relación con las mujeres: ¿son éstas el objeto de estudio de la historia de las mujeres? ¿O éstas en relación con coyunturas y procesos? ¿La dimensión histórica se plantea respecto al cambio en las maneras de pensar lo femenino y lo masculino? ¿O de las mujeres respecto a otros problemas y procesos sociales? La historia de las mujeres, como he dicho, nació con voluntad de hacer memoria, de restituir el pasado, de dar visibilidad a las mujeres, pero con el tiempo hemos ido complejizando las preguntas, descubriendo nuevas fuentes y refinando nuestros enfoques. Y, en efecto, en este mvmg:

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Este material también se encuentra en la página web de la Editorial Cátedra, Historia.

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camino hicimos una historia relacional, es decir, interesada en comprender las vidas de las mujeres en los contextos sociales o culturales determinados; en este sentido, la pregunta que nos hacemos se refiere a la influencia que los cambios o los acontecimientos históricos tuvieron en la vida de las mujeres. La pregunta clásica de Joan Kelly, “¿hubo Renacimiento para las mujeres?”, ha sido repetida en referencia a otros acontecimientos o cambios culturales y políticos: ¿cómo afectó la religión o un cambio político determinado la vida de las mujeres? y ¿cuando los historiadores hablan de progreso o de democracia, también se refieren a las mujeres? En mi caso, por ejemplo, el período histórico que me interesa es la Ilustración, y en este sentido, me interesa saber: ¿qué cambios ideológicos y sociales se produjeron en relación con las identidades femeninas y masculinas? y ¿qué representaciones y qué nuevas fueron posibles?, o si pervivieron las viejas formas de la discriminación, y estas preguntas me han llevado a indagar fuentes antes desconocidas para mí, en el teatro y la novela, en las cartas personales, a partir de las cuales he podido constatar la nueva importancia de los sentimientos y la vida privada, y el modo en que las mujeres pero, también, los hombres, se representan a ellos mismos como personas sensibles, o cómo asumen los nuevos valores del matrimonio o la familia y qué nuevas funciones deberán asumir las mujeres. Mi interés en responder a estas cuestiones tiene mucho que ver con las vidas que conozco de las mujeres del pasado, las biografías de mujeres ilustradas, cuyos conflictos sentimentales y morales me impactaron en su día; desde entonces, pienso que conviene dar a conocer este pasado y reflexionar sobre los conflictos presentes. El libro en el que ahora trabajo se titulará algo así como Mujeres y hombres en la Historia. La educación sentimental. Finalmente se trata de comprender la relación entre lo público y lo privado, que, tradicionalmente, se han venido representando como ámbitos sociales separados. En nuestros estudios se ha podido mostrar cómo las dicotomías público/privado que venían siendo utilizadas por los historiadores falseaban la realidad, al considerarla dividida en dos esferas: la vida privada —que interesaría a las mujeres, estaría por fuera de las normas sociales y de las leyes de la política— y lo público —que estaría sometido a las leyes de la política, que interesaría a los hombres—. En nuestra historia, sin embargo, las cosas se complican, y, finalmente, se ha podido mostrar una mayor relación e integración entre lo privado y lo político: que lo personal es político, en la línea señalada ya por el feminismo, y que lo público y lo privado son construcciones paralelas, donde los sexos se sitúan y relacionan de manera diferente. ¿Cómo se toma la categoría género desde la historia de las mujeres? En los años ochenta, la historiografía feminista adoptaría la categoría de género, procedente del debate feminista estadounidense americano. Con ella se pretendía dejar atrás el viejo debate entre naturaleza y cultura, que empantanaría nuestros estudios, al suponer que las mujeres,

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ligadas por su biología al ámbito de lo natural, habrían tenido un destino social determinado por la procreación, que determinaría igualmente su relación con la cultura o la política. Género parecía una categoría útil para marcar las diferencias entre el sexo biológico y los mecanismos culturales, sociales o políticos que se habían planteado para construir las diferencias de los sexos y las vidas diferenciadas de las mujeres. Como escribe una de sus teóricas más conocidas, Joan W. Scott, se trataba de indagar acerca de los discursos, las representaciones ideológicas, las leyes, las instituciones, y, en fin, acerca de todo aquello que podía explicar cómo, históricamente, las mujeres habían sido condicionadas, no tanto por su biología, como por el poder social que las diferencia y las margina. Su artículo “Gender: A Useful Category of Historical Analysis”, publicado en inglés en 1986, es quizás uno de los textos más conocidos y citados del feminismo. Y como ha venido señalando su autora —entre otras—, esta categoría representa la voluntad del feminismo, sobre todo norteamericano, de encontrar una voz teórica propia, que debía marcar sus distancias con los enfoques y procedimientos habituales de la historia social y, a la vez, buscar nuevas alianzas académicas y políticas (con las corrientes postestructuralistas, con las prácticas del giro cultural). La categoría género, que había estado ausente en los debates de los años ochenta, ha ido ganando terreno en los noventa, con algunas diferencias entre los países; por lo que conozco, ha penetrado con rapidez en el ámbito latinoamericano, como en el español, y ha tenido más resistencia en Francia, en donde no han abandonado completamente las denominaciones clásicas de historia de las mujeres o de la diferencia de sexos, a la que ahora añaden historia de género —la revista Clío, creada en 1995 como revista de historia de las mujeres, lleva como subtítulo Histoire, Femmes et Societé, lo cual revela su mayor proximidad con el vocabulario de la historia social—. En España, el concepto ha tenido éxito en el mundo académico; sin embargo, la revista Arenal, creada en 1995, se define en su subtítulo como Revista de Historia de las Mujeres. El problema para algunas historiadoras sería el enfoque postestructuralista y la reconstrucción por la que han venido apostando la mayor parte de los estudios feministas en Estados Unidos; sus planteamientos provocan recelos entre las historiadoras, que, provenientes del campo de la historia social, reprocharían a la historiografía representada por Scott el abandonar los terrenos afirmados de la disciplina histórica, para adentrarse en el proceloso mar del lenguaje y del relativismo. El construccionismo, la idea de que la mujer no existe, ha permitido liberar las representaciones de las identidades, también las identidades masculinas, pero sugiere otras preguntas: ¿hasta dónde podemos llegar en el rechazo de los inmutables y hacer de la diferencia de los sexos una pura creación del lenguaje y del simbolismo? El debate, entonces, continúa y deberá continuar en la academia y en las academias del feminismo. En los estudios de Historia, ciertamente, debemos seguir avanzando en la producción teórica y afinando las

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categorías que sirven para explicar los problemas: la categoría género, que ha servido para movilizar los estudios de historia, no es una llave maestra que abriría todas las puertas. A otro nivel, existen problemas de comunicación que deberíamos cuidar. La categoría género, que ha hecho fortuna, además, en las universidades, en los medios de comunicación o la política, que consideran un término políticamente correcto, no siempre se comprende bien; debemos reconocer que, en muchos casos, se usa como sinónimo de mujeres —en lugar de mujeres— para designar la categoría social —mujeres— o las políticas —de género, violencia de género—, y si eso es así, ¿qué sentido tiene usar ese término?, y menos aún cuando en nuestra lengua existen denominaciones clásicas, como historia de las mujeres o estudios sobre la diferencia de sexos, que se comprenden mejor y que, sin duda, generan menos resistencias, especialmente en las mujeres, que por fuera de la academia lo consideran una forma elitista o políticamente marcada que produciría distancias. ¿A dónde va la historia de las mujeres? ¿Cuáles son sus problemas actuales? ¿Cómo ve la historia de las mujeres en América Latina? Sobre los problemas científico/académicos, se ha hablado ya suficientemente, pero cabría añadir una cosa más: la necesidad de seguir produciendo un debate sobre las formas de hacer historia, sobre las preguntas que debemos hacernos, los métodos de trabajo y las resultados, en fin, se trata de seguir el impulso creativo que estuvo en el origen de esta Historia, que como toda obra creativa deberá saber soslayar el peligro de las inercias académicas. Pero, además, la historia de las mujeres deberá seguir su trayectoria impulsando su carácter internacional, como hasta ahora; en un futuro no lejano deberemos hacer nuevas versiones o añadir nuevos volúmenes a nuestra Historia de las mujeres en España y América Latina. Pero contestando tu pregunta sobre ¿a dónde va la historia de las mujeres?, yo diría que deberá salir a la calle. Pienso que ha llegado ya el momento de que la historia que hemos construido en estas últimas décadas haga parte de los conocimientos habituales y necesarios de una sociedad que, ahora más que antes, pertenece a las mujeres. La historia de las mujeres debe ser un conocimiento general y no específico, como piensan la mayoría de nuestros colegas — que la hagan las mujeres y que la estudien ellas—. La historia de las mujeres deberá formar parte de la Historia con mayúsculas y deberá estar en los programas generales de historia, que recogerán los temas trabajados como se recogen los muchos descubrimientos de las ciencias sociales o de las humanidades. Me preocupa, especialmente, que la presencia de las mujeres en los libros de historia […] no sea suficientemente crítica con el pasado y que, como ocurre en muchos casos, ya constatamos, no haga otra cosa que reforzar los tópicos de la feminidad o de la singularidad de determinadas mujeres a las que se consideraba una excepción de lo femenino, cuya diferencia

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se definiría como condición ineludible de la naturaleza afirmada por las costumbres sociales. Esperamos que la experiencia intelectual y los conocimientos contenidos en éstas, las nuevas páginas de historia que se están escribiendo, contribuyan a dar otra dimensión del pasado de las mujeres, desterrando los estereotipos que nos sorprenden aún hoy en día. Y esperamos que sirvan a un público mayor de lectores: de mujeres que demandan una historia que las contenga, que sea su memoria y que permita conocer sus diferencias y sus logros históricos. También al público de estudiantes y de jóvenes que se interesan en una historia que pueda reconocer como un relato que se ocupa de los problemas que plantea la relación entre lo femenino y lo masculino, lo público y lo privado. Me gusta pensar que hay —o que habrá— un público lector que, en las cuestiones desveladas por la historia de las mujeres, reconoce un saber nuevo y más vital sobre nosotros mismos, sobre nuestras vidas y nuestras relaciones con los demás, un público que pueda servirse de la historia, pensar las vidas que vivimos y vislumbrar, si cabe, la vida que queremos.

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Kersffeld, Daniel. Contra el imperio. Historia de la Liga Antiimperialista de las Américas. México: Siglo XXI, 2012, 327 pp. doi:

dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.09

Edgar Andrés Caro Peralta

Estudiante de la Maestría de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). eacarop@unal.edu.co

El libro Contra el imperio de Daniel Kersffeld tiene como objetivo central el estudio de la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA), una de las primeras organizaciones del orden regional con la que los comunistas latinoamericanos lograron modelar y participar de manera activa en los procesos antiimperialistas y nacionalistas que se manifestaban en las primeras décadas del siglo XX en América Latina. Este trabajo se inscribe en el creciente interés que han otorgado algunos centros de investigación e investigadores al estudio de las izquierdas latinoamericanas. El lector puede encontrarse con la reconstrucción de algunos episodios poco explorados por los estudios del comunismo y el socialismo latinoamericano, como las redes políticas, organizativas y culturales que configuraron una corriente política que se extendió por toda la región, cuestión que permite enriquecer la visión del mundo comunista latinoamericano en la década del veinte. El libro de Kersffeld se divide en siete capítulos, en cada uno de los cuales busca desentrañar algunos de los rasgos centrales de los avatares de la Liga. En la introducción se pueden identificar tres aspectos centrales que permiten entender las razones que determinan la importancia de la LADLA en la historia del continente: en primer lugar, la forma en que el marxismo latinoamericano logró articular las posturas nacionalistas y antimperialistas en una lucha contra el imperialismo, cuestión inédita en la historia del comunismo en esta región. En segundo lugar, la Liga como una organización que no restringió su actividad a la participación de los trabajadores, sino que logró involucrar en este proyecto a campesinos, intelectuales radicalizados y sectores de vanguardia artística. En tercer lugar, la integración de las nacientes organizaciones comunistas de Sur-, Centro- y Norteamérica en la organización mundial Liga contra el Imperialismo (LCI), que permitió inscribir, además, la organización regional en una lucha mundial contra el capitalismo. Aunque el estudio busca mostrar un panorama general del desenvolvimiento de la Liga, el análisis se particulariza en tres países: México, Argentina y Cuba. Lo que a primera vista puede ser una elección arbitraria, se justifica a partir de la labor de la Liga en cada uno de

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estos países, que de entrada marcan un conjunto de diferencias con las demás iniciativas latinoamericanas. Los primeros años de la Liga, en estos tres países seleccionados para el estudio, permiten constatar el impulso de los partidos comunistas en su formación. En el caso mexicano, por ejemplo, el autor resalta el vínculo entre la Revolución Mexicana y el Movimiento Comunista, además de la disputa con el Workers Party, por constituirse como centro de la sección latinoamericana de la Liga. Su constitución en México estuvo mediada por el fortalecimiento organizativo del Partido Comunista, el papel del general Plutarco Elías Calles y el reconocimiento diplomático por parte del Gobierno mexicano a la Unión Soviética; así mismo, la simpatía alcanzada por figuras de la vanguardia artística como Diego Rivera, Carlos Pellicer, David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, entre otros, y el papel central del movimiento campesino en la figura de Úrsulo Galván. En cuanto a Cuba, la Liga estuvo asociada a la interacción de las acciones de estudiantes, obreros e intelectuales, que desembocarían en la creación del Partido Comunista. En Argentina, esta institución constituye un caso sui generis, por cuanto fue creada por los sectores “chispistas”, que fundaron el Partido Comunistas Obrero (PCO), en oposición al oficial Partido Comunista Argentino (PCA), que representaba una línea “izquierdista”. Aunque inicialmente el PCA se margina de las acciones de la Liga, su interés se renueva con la conferencia de organizaciones antiimperialistas en Bruselas, cuestión que va a permitir disputar originalmente el control de la seccional de la Liga con el PCO hasta la constitución de su propia filial, denominada Liga Antiimperialista (Grupo de izquierda), que tendrá un papel determinante en el apoyo a la lucha insurgente en Nicaragua. Además del desenvolvimiento de la Liga en estos tres países, Kersffeld ofrece otros aspectos que permiten situar algunas líneas centrales para entender el desarrollo de la LADLA. Uno de los primeros registros de lectura puede ubicarse en el lugar que ocupa Latinoamérica en las discusiones de la Komintern, y los cambios que implicaron para la LADLA y para los comunistas latinoamericanos sus virajes estratégicos. Aunque la Liga fue creada entre 1924 y 1925 como parte de las organizaciones auxiliares de la Komintern, el autor sugiere que Latinoamérica inicialmente ocupó un lugar marginal en las discusiones de la Internacional Comunista, en razón de que China e India eran considerados los centros de la tormenta anticolonial y antiimperialista, y constituían una muestra de la construcción de alianzas de los comunistas con organizaciones nacionalistas como el Kuomintang y los nacionalistas hindúes. Sin embargo, sólo sería hasta el “Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión Colonial”, celebrado en 1927 en Bruselas, que las secciones latinoamericanas alcanzarían alguna representación, con figuras como Julio Antonio Mella, Eudocio Ravines, Víctor Raúl Haya de la Torre, Gustavo Machado, entre otros. En el congreso de Bruselas se destacan tres aspectos importantes para el desarrollo de la LADLA: 1) la labor de Julio Antonio Mella en el desarrollo de las discusiones de la organización internacional; 2) un primer acercamiento a la

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caracterización de la realidad latinoamericana, centrada en el gradual reemplazo del imperialismo inglés por el estadounidense, en particular sus acciones coloniales sobre algunos países y su apoyo a las dictaduras que hacían viable el posicionamiento de las empresas del capital estadounidense en la región. En esta misma línea, se reafirmaba la necesidad de la constitución del “frente unido”, con el concurso de obreros, campesinos y sectores de las clases medias, que permitiera contrarrestar estas acciones; y 3) las iniciales disputas con las corrientes apristas por la interpretación del antiimperialismo latinoamericano y las tareas revolucionarias, en particular las críticas de Mella a Haya de la Torre por el cambio de las conclusiones del encuentro en Bruselas, en las que se llamaba a los trabajadores y a todos los pueblos de América Latina a luchar bajo la bandera de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Éste, sin duda, sería el inicio de estos enfrentamientos, que se replicarían en el Comité Manos Fuera de Nicaragua, cuyo centro de disputa, en esta ocasión, se relacionaba con los señalamientos hacia Haya de la Torre como agente pacificador de Estados Unidos en el conflicto centroamericano. Un segundo aspecto que resalta el autor hace referencia a la forma en que el viraje táctico impulsado por la Komintern del “frente único” al de “clase contra clase” modificó las relaciones con sectores de las clases medias (artistas e intelectuales), que habían sido un elemento principal en los primeros tiempos de la LADLA. Así, pues, las organizaciones auxiliares impulsadas por la Komintern disminuyeron las acciones amplias en las que participaban otras clases sociales, para centrar su respaldo en las tareas en defensa de la Unión Soviética y en la constitución del denominado frente único “por abajo”. Esta situación se superaría marginalmente con el movimiento Amsterdam-Pleyel, que se construyó como un proyecto en contra del fascismo, a mediados de 1933, y permitió la reactivación de las actividades de la Liga luego de un período signado por el sectarismo y la clandestinidad de sus principales filiales regionales. Un tercer aspecto tiene que ver con las acciones emprendidas por la LADLA, que pueden ser leídas como un momento importante para las corrientes internacionalistas y antiimperialistas de la región. Aquí se hace referencia, en particular, a aquellas acciones que se impulsaron desde la LADLA y que le dieron reconocimiento, importancia y prestigio en la arena política regional: el Comité en Defensa de la Vida de Sacco y Vanzetti, el Comité Pro Libertad de Mella y el Comité Manos Fuera de Nicaragua (Mafuenic), entre otros. Cada una de las campañas lideradas permitió reactivar y posicionar la organización en los ámbitos regional y local. En particular, el Mafuenic otorgó a la LADLA una proyección continental de gran envergadura, quien desplegó una serie de acciones en cada uno de los países latinoamericanos donde operaban, con efectos insospechados en apoyo político a las denuncias de las acciones de Estados Unidos en este país, así como el despliegue defensivo del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. En suma, se puede señalar que éste es un acercamiento novedoso, por cuanto explora una temática poco observada por los estudios del socialismo y el comunismo latinoamericanos.

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La perspectiva comparada permite identificar en una organización común como la LADLA algunas diferencias del desarrollo del comunismo en cada uno de estos países y, de paso, aporta una visión más compleja de las relaciones de las organizaciones comunistas latinoamericanas con la Komintern. Además, este acercamiento sirve como punto de partida para indagar sobre aspectos marginalmente abordados por los estudios del socialismo y el comunismo en Colombia, tales como el antiimperialismo, las relaciones con los intelectuales, las redes que establecieron los comunistas colombianos con sus pares latinoamericanos o la recepción del marxismo.

Biernat, Carolina y Karina Ramacciotti, editoras. Historia de la salud y la enfermedad. Bajo la lupa de las ciencias sociales. Buenos Aires: Biblos, 2014, 162 pp. doi:

dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.10

Patricio Simonetto

Investigador del Centro de Estudios en Historia, Cultura y Memoria (CEHCMe) de la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina). Licenciado en Comunicación Social y Doctorando en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes. patriciosimonetto@gmail.com

En las últimas décadas, se ha desarrollado en torno a la salud y la enfermedad un campo de preocupaciones particulares. Investigadores de distintas latitudes, desde variados enfoques y disciplinas, nutren un fecundo campo de estudios que se ocupa, en mayor o en menor medida, de manera directa o indirecta, de otorgarles a estos tópicos una dimensión social, cultural e histórica que parecía insospechada en otros tiempos. La reciente compilación a cargo de Carolina Biernat y Karina Ramacciotti reúne a muchos de los principales referentes de estos novedosos estudios, congregados en la Red de la Salud y la Enfermedad, fundada en 2005. Los trabajos compilados son producto de los debates, diálogos e intercambios del “V Taller de Historia Social de la Salud y la Enfermedad”, realizado en Buenos Aires en 2012. En el libro se pueden apreciar trabajos de autores de distintas geografías y disciplinas inscritas en las ciencias sociales: los historiadores Claudia Agostini (México), Diego Armus (Argentina-Estados

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Unidos), Carolina Biernat (Argentina), Maria Silvia Di Liscia (Argentina), Alma, Simone Kropf (Brasil), Jorge Márquez Valderrama (Colombia), Laura Méndez (Argentina); la socióloga Alma Idiart (Argentina), Marisa Miranda (Argentina), Karina Ramacciotti (Argentina) y el antropólogo Germán Soprano (Argentina). Este libro propone retomar algunos de los trayectos recorridos por este campo y marcar los nuevos desafíos que se le presentan en la actualidad, haciendo visibles las dudas e interrogantes que aún siguen presentes y las líneas por seguir en futuras investigaciones. En tal sentido, la variedad de temas abordados —que incluyen la conformación y consolidación de grupos profesionales, la delimitación e implementación de las políticas sanitarias, la comprensión de las ideas que entrecruzan los armados institucionales, la historia sociocultural de las enfermedades, la salud y el cuerpo en el pasado y en la escena contemporánea, el proceso de construcción social y político de las ciencias y la medicina y los avatares de la biomedicina en perspectiva histórica— constituye un mapa inicial de este conglomerado de estudios. Aquí se ofrece no sólo una lectura amena, congruente, donde prima la unidad en la diversidad de los autores convocados, sino también la virtud de reconocer la extensa gama de tópicos, interrogantes y perspectivas que los atraviesan. Al mismo tiempo, es un texto por excelencia para aquellos que quieran iniciarse o comprender qué asuntos centran hoy la atención de los académicos que se ocupan de estos temas; y además es un escrito especializado para quienes puedan aprovechar en la convivencia de los autores, la profundización de las perspectivas y los enfoques diversos, que resulta ser también un buen mapa de los diálogos del campo al no mostrarse uniforme o carente de conflictos. Esto debido a una pertinente imagen de un campo vivo, de sujetos preocupados por colocar en perspectiva histórica aquello que significa estar enfermo o sano, y los avatares de los diversos agentes por intervenir en esas situaciones. De ahí que el Estado, los médicos, los enfermos, la tecnología biomédica, las enfermeras, la propia historiografía sobre el tema, entre otros asuntos, son puestos bajo la lupa. Sin embargo, el libro no dirime las tensiones que pueden generarse en esta interacción sino que las potencia, al colocarlas en continuidad, mostrando una variada extensión de prismas teóricos, convergentes y divergentes, que prometen una trayectoria extensa en el tiempo para los estudios. Este libro también es un síntoma positivo del estado actual de las ciencias sociales, donde la preocupación por lo acontecido ha dejado de ser únicamente objeto de la disciplina histórica. Sociólogos, historiados y antropólogos —desde diversas voces— traman una polifonía que propone disertar sobre aquello que parecía resignado al dominio discursivo de la medicina y las ciencias exactas. Para ofrecer así una posibilidad de reflexión sobre asuntos que conciernen a la propia trayectoria de vida, a lo más íntimo que ocurre en el cuerpo, a lo que infiere la existencia misma como seres humanos que enferman, viven, sanan o no. Asimismo, quizás como

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subproducto de esta convergencia de visiones, el libro se propone, en palabras de sus autoras: “admitir que el pasado es mucho más opaco que lo que sostenían los estudios tradicionales de historia de la medicina” (p. 9). Esto promueve el desafío de refinar las metodologías de investigación, abrir una nueva agenda de preguntas, revisar verdades ya aceptadas, analizar tanto los discursos como la puesta en práctica de las políticas sanitarias y buscar nuevas periodizaciones, que seguramente escapen a la periodicidad de la historia política. Es decir, una renovación permanente que exprese la vigorosidad de los estudios sobre la salud y la enfermedad. Otra de sus principales características es la estrecha vinculación con el presente, un reflejo de toda indagación sobre el pasado. Este texto aparece impreso unos meses antes de que en el mundo emergieran en el discurso mediático, durante un corto período, palabras como “epidemia”, “enfermedad”, “miedo” y “alerta sanitaria”. Así, pues, el temor provocado por el Ébola ha puesto en marcha nuevamente la máquina fantástica y la capacidad inventiva de nuevas metáforas, que se montan sobre el padecer y sufrimiento de miles. En momentos así, los cuestionamientos y las preguntas, que tienden a problematizar, a hacer temblar formaciones discursivas que se muestran verídicas e incuestionables, deben ser bienvenidos y acogidos en las comunidades universitarias. Por último, es importante resaltar que este libro se torna de lectura obligatoria para todos aquellos estudiosos que desde distintas latitudes del campo social se preguntan sobre la salud y la enfermedad. En la vía de descomponer aquellas tramas que parecen herméticas y adheridas al discurso científico, de recolocar los procesos sociales en la perspectiva histórica, es factible tomar de estos textos líneas y propuestas de trabajo para pensar nuevos tópicos inexplorados, nuevas agendas. Este texto es una invitación abierta a actualizarse en los debates de un campo vivo que atañe, en última instancia, a mucho de aquello que nominamos vida.

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Notilibros Laurent, Muriel. Contrabando, poder y color en los albores de la República Nueva Granada, 1822-1824. Bogotá: Uniandes, 2017, 440 pp. isbn:

978-958-774-038-7

Darnton, Robert. El diablo en el agua bendita o el arte de la calumnia de Luis XIV a Napoleón. México: FCE, 2014, 564 pp. isbn:

978-607-162-343-0

Brena, Roberto. Cádiz a debate: actualidad, contexto y legado. México: El Colegio de México, 2014, 434 pp. isbn:

978-607-462-618-6

Contrabando, poder y color en los albores de la República presenta aspectos de la política en un momento de invención del Estado, de las contiendas que se libraban en la prensa y en los tribunales —que eran ahora espacios de debate—, además de asuntos de orden administrativo y fiscal, de control y competencia por territorios y jurisdicciones, y del lenguaje en que se dirimían. El aporte de esta investigación se basa en la riqueza del estudio de caso, que presenta un mundo complejo, en especial el papel de la justicia en una sociedad que oculta el color de la piel pero que no obstante lo pone en un lugar central en las relaciones, particularmente en el trato y en la obediencia o el desafío a las autoridades. La obra ofrece un enfoque transversal que posibilita poner en escena la lucha contra el contrabando, el poder, la política local, regional y nacional y la cuestión racial. Por otra parte, sostiene un diálogo con la novela gráfica El antagonista. La calumnia siempre ha sido un negocio sucio y lucrativo; puesto que destroza reputaciones, con frecuencia es utilizada para deslegitimar regímenes y derrocar gobiernos. Un ejemplo de ello fue el clima político en la Francia del siglo XVIII, cuando un grupo de panfletistas inundó el mercado literario con obras que decían exhibir el comportamiento desvergonzado de los poderosos: voraces y sediciosos, en sus opúsculos fundían el agravio con el humor y difundían las actividades secretas de los reyes y sus amantes, al igual que los amoríos de aristócratas y hombres de mundo con sirvientes, monjes y maestros de baile; estos libelos con frecuencia enlazaron, además, el escándalo con asuntos políticos y de crítica social. Este libro es, en primer lugar, un balance provisional de algunos de los principales temas históricos e historiográficos que se discuten en la academia occidental desde hace aproximadamente dos décadas respecto al mundo hispánico del primer cuarto del siglo XIX. En segundo término, esta obra pretende poner sobre la mesa algunos de los principales temas vinculados con “el momento gaditano”, un período que, cabe apuntar, tiene connotaciones e implicaciones que van mucho más allá de 1812, del marco propiamente español y de los 384 artículos del documento constitucional. El enfoque de este volumen privilegia la historia política e intelectual, pero no implica que ignore ciertos aspectos socioculturales que desde hace tiempo forman parte de la “nueva” manera de hacer historia política en la academia contemporánea.

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Notilibros

Mesa Chica, Darío. Miguel Antonio: el intelectual y el político. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2014, 168 pp. isbn:

978-958-761-955-3

Schuster, Sven. La Nación expuesta. Cultura visual y proceso de formación de la nación en América Latina. Bogotá: Universidad del Rosario, 2014, 244 pp. isbn:

978-958-738-523-6

Lafaye, Jacques. Un humanista del siglo XX: Marcel Bataillon. México: FCE, 2014, 142 pp. isbn:

978-607-161-817-7

Silva, Renán. Lugar de dudas sobre la práctica del análisis histórico. Breviario de inseguridades. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014, 226 pp. isbn:

978-958-695-992-6

En esta obra Darío Mesa aborda el pensamiento de Miguel Antonio Caro, acentuando aspectos poco o aún no estudiados de su vida pública, como son sus incursiones en la economía política y, desde este punto de vista, sus criterios relacionados con la adopción del papel moneda en Colombia, apartándose de las posiciones de célebres pensadores colombianos de la época en que le tocó actuar. El autor ha tenido entre sus propósitos llamar la atención sobre la compleja personalidad intelectual de Caro, desligándolo de su ideología marcadamente conservadora para presentarlo como un pensador cuyo valor en la vida nacional no se reduce a su actuación meramente partidista. Esta obra reúne once ensayos originales acerca de la función de las imágenes en los procesos de formación de la nación en América Latina, incluyendo contribuciones de especialistas de Europa, Estados Unidos, América Latina e Israel. Inspirados por el reciente “giro pictorial” en las ciencias sociales, estos textos no sólo transcienden los límites nacionales, sino también los disciplinares, combinando acercamientos de la historia, la literatura, los estudios culturales y las ciencias políticas. En general, los autores indagan sobre la función que han desempeñado las imágenes de lo propio y de lo ajeno —como parte de discursos nacionalistas— dentro de exposiciones y museos, en la prensa, en el arte, en la fotografía, en el cine, así como en forma de monumentos y estatuas, es decir en su función de “imágenes públicas”. Su amor por la historia y en espacial su interés por la hispánica hacen de Marcel Bataillon un referente indispensable en diversas disciplinas. Su formación como filólogo y su actividad como investigador y docente, que llevó a cabo durante 15 años de forma simultánea, le permitieron conformar una de las más extensas obras en estudios hispánicos. Aquí Jacques Lafaye —quien fuera uno de sus más reconocidos discípulos— nos entrega un retrato de primera mano del gran humanista del siglo XX. Junto al ensayo de Lafaye, este volumen recoge una selección, hasta hoy inédita, de la correspondencia entre Marcel Bataillon y Alfonso Reyes; esas “cartas rebosantes de obsesiones permanentes” ilustran la cercana relación entre ambos pensadores a lo largo de dos décadas y constituyen pequeños testimonios de una vida dedicada a la historia. Una observación de Norbert Elias en La sociedad cortesana puede servir para sintetizar la línea argumentativa de Lugar de dudas: “se utiliza continuamente la palabra ‘historia’ para designar tanto aquello sobre lo que se escribe, como el escribir mismo. La confusión es grande. A primera vista la historia parece un concepto claro y sin problema, pero al estudiarla con mayor detenimiento, se da uno cuenta de cuántos problemas sin solución se esconden tras esa palabra”. El propósito de este breve libro es llamar la atención sobre las consecuencias que para el trabajo de los historiadores conlleva la ingenuidad frente a su propio oficio; ha sido escrito pensando ante todo en los estudiantes de Historia y Ciencias Sociales.

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Notilibros

Salcedo Fidalgo, Hernando y Manuel Vega Vargas, editores. Movimientos sociales y ciudadanía. Reflexiones con ocasión de la visita de Michel Wieviorka. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2014, 152 pp. isbn:

978-958-772-167-6

Feld, Claudia y Marina Franco, editoras. Democracia, hora cero. Actores, políticas y debates en los inicios de la posdictadura. México: FCE, 2015, 411 pp. isbn:

9789-877-190-687

Lo que atrae los ojos de los investigadores, como sucede en este libro sobre los movimientos sociales, son sus nuevas conexiones comunicativas y tecnológicas. No se trata de la preocupación de hace unos años sobre medios y política, sino de dos oportunidades inéditas: la primera, contrastar el significado de los movimientos que hoy se tramitan en la sociedad, es decir la íntima vecindad que existe en nuestros días entre la política y la comunicación, y la segunda indagar con mayor propiedad el nuevo campo a la política con las nuevas tecnologías y sobre todo con el catálogo de sus apropiaciones. El 10 de diciembre de 1983 Raúl Alfonsín asume como presidente constitucional luego de siete años de una feroz dictadura militar y varias décadas de ciclos de violencia política, represión estatal, restricciones electorales y golpes de Estado. Ese acontecimiento es visto como la “llegada de la democracia”, un cambio abrupto en los valores sobre la violencia del pasado y el descubrimiento de los derechos humanos. ¿Qué comenzaba y qué terminaba ese 10 de diciembre? Democracia, hora cero pone en cuestión la primera etapa alfonsinista como un todo homogéneo e indaga en actores, prácticas, debates y sentidos de esos primeros tiempos de la posdictadura para presentar un mosaico histórico más complejo y diverso.

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Acerca de la revista Historia Crítica es la revista del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Cumple con sus lectores desde su creación en 1989. La revista Historia Crítica tiene como objetivo publicar artículos inéditos de autores nacionales y extranjeros, que presenten resultados de investigación histórica o balances historiográficos, así como reflexiones académicas relacionadas con los estudios históricos. La calidad de los artículos se asegura mediante un proceso de evaluación interno y externo, el cual es realizado por pares académicos nacionales e internacionales. La revista cuenta con la siguiente estructura: un director, un editor, un asistente editorial, un comité editorial y un comité científico, que garantizan la calidad y pertinencia de los contenidos de la revista. Los miembros de los comités son evaluados anualmente en función de sus publicaciones en otras revistas nacionales e internacionales. Historia Crítica contribuye al desarrollo de la disciplina histórica en un país que necesita fortalecer el estudio de la Historia y el de todas las Ciencias Sociales para la mejor comprensión de su entorno social, político, económico y cultural. En este sentido, se ha afianzado como un punto de encuentro para la comunidad académica nacional e internacional, logrando el fortalecimiento de la investigación. El público de la revista Historia Crítica está compuesto por estudiantes de pregrado y posgrado y por profesionales nacionales y extranjeros, como insumo para sus estudios y sus investigaciones en Historia y en Ciencias Sociales, así como por personas interesadas en los estudios históricos. Palabras clave: historia, ciencias sociales, investigación, historiografía.

Las secciones de la revista son las siguientes: La Carta a los lectores o Presentación del Dossier informa sobre el contenido del número y la pertinencia del tema que se está tratando. La sección de Artículos divulga resultados de investigación y balances historiográficos. Esta sección se divide en tres partes: • El Dossier reúne artículos que giran alrededor de una temática específica, convocada previamente por el Equipo Editorial. • En Tema abierto se incluyen artículos sobre variados intereses historiográficos, distintos a los que reúne el dossier. • El Espacio estudiantil publica artículos escritos por estudiantes de pregrado o maestría adscritos a diversas universidades. Si el tema del artículo corresponde con el del dossier, se ubica como último artículo del mismo; si no es el caso, se ubica al final del Tema abierto. • Las Reseñas y los Ensayos bibliográficos ponen en perspectiva publicaciones historiográficas recientes. • Los Notilibros ofrecen una breve descripción de publicaciones recientes de interés para el historiador. Adicionalmente, la revista puede evaluar la pertinencia de incluir traducciones de artículos publicados en el extranjero en idiomas distintos a español, inglés o portugués, así como transcripciones de fuentes de archivo con introducción explicativa. Todos los contenidos de la Revista son de libre acceso y se pueden descargar en formato pdf, html y en versión e-book en nuestra página web: http://historiacritica.uniandes.edu.co

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Normas para los autores

About the Journal Historia Crítica is the Journal of the Department of History of Universidad de los Andes (Bogotá,

The sections of the journal are as follows:

Colombia). It has met its readership’s demands since its creation in 1989. The Journal’s objective is to run previously unpublished articles by national and foreign authors, which present the results of historical research or historiographical balances, as well as academic analysis related to historical studies. The quality of the articles is guaranteed by an internal and ex-

The Letter to the Readers or Issue Presentation informs readers of the content of the issue and the relevance of the subject. The article section discloses research results and historiographical reviews. This section is divided into three parts: •

focus on the specific subject of the Editorial

ternal evaluation process undertaken by national

Committee’s call for papers.

and international academic peers. The Journal has the following structure: one

The Dossier section includes articles that

Open Topic includes articles related to va-

director, one editor, one assistant, one editorial com-

rious historiographical interests beyond the

mittee, and one scientific committee. The members

topic of the Dossier.

of the committees, which guarantee the quality and

Student Space includes articles written by

pertinence of the contents of the Journal, are asses-

undergraduate or Master’s students of va-

sed annually in terms of their publications in other

rious universities. If the topic of the article

national and international journals.

matches the Dossier, it will be included as the

Historia Crítica contributes to the development

last article of that section. Otherwise, it is in-

of the historical field in a country which needs to

cluded as the last article of the Open Topic

strengthen the study of History as well as all other Social Sciences to better understand its social, political, economic, and cultural environment. In

section. •

thus strengthening research in these areas.

Reviews

and

Bibliographical

Essays provide a view of recent historiogra-

this sense, it has become a meeting place for the national and international academic community,

The

phical publications. •

The Book Notes provide a brief description of recent publications of interest to the

The audience of Historia Crítica is composed

historian.

of undergraduate and graduate students and of national and foreign professionals who use it as

All the contents of the Journal are

source material for their studies and research in

available through open access and can be

History and Social Sciences. It is also read by

downloaded in PDF, HTML or e-book form

people interested in historical studies.

on our website.

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Normas para los autores

Apresentação Historia Crítica é a revista do Departamento de História da Universidad de los Andes (Bogotá, Colômbia). Mantém-se fiel com seus leitores desde sua criação em 1989. A revista Historia Crítica tem como objetivo publicar artigos inéditos de autores nacionais e estrangeiros, que apresentem resultados de pesquisa histórica ou balanços historiográficos, bem como reflexões acadêmicas relacionadas com os estudos históricos. A qualidade dos artigos é garantida por meio de um processo de avaliação interno e externo, o qual é realizado por acadêmicos nacionais e internacionais. A revista conta com a seguinte estrutura: um diretor, um editor, um assistente, um comitê editorial e um comitê científico. Os membros dos comitês, que garantem a qualidade e pertinência dos conteúdos da revista, são avaliados anualmente em função de suas publicações em outras revistas nacionais e internacionais. Historia Crítica contribui no desenvolvimento da disciplina histórica em um país que precisa fortalecer o estudo da História e o de todas as Ciências Sociais para uma melhor compreensão de seu ambiente social, político, econômico e cultural. Nesse sentido, vem se consolidando como um ponto de encontro para a comunidade acadêmica nacional e internacional, alcançando o fortalecimento da pesquisa. O público da revista Historia Crítica está formado por estudantes de graduação e pós-graduação, por profissionais nacionais e estrangeiros, como insumo para seus estudos e suas pesquisas em História e em Ciências Sociais, bem como por pessoas interessadas nos estudos históricos. Palavras-chave: história, ciências sociais, investigação, historiografia.

Abaixo estão as seções da revista: A Carta aos leitores ou Apresentação do Dossiê informa sobre o conteúdo do número e a pertinência do tema que se está tratando. A seção de artigos divulga resultados de pesquisa e balanços historiográficos. Essa seção se divide em três partes: • Dossiê: reúne artigos que giram ao redor de uma temática específica, convocada previamente pelo Comitê Editorial; • Tema aberto: onde são incluídos artigos sobre diversos interesses historiográficos, diferentes aos que reúne o dossiê; • Espaço Estudantil: publica artigos escritos por estudantes de graduação ou mestrado adscritos a diversas universidades. Se o tema do artigo corresponder com o do dossiê, passará a ser o último artigo do mesmo; se não for o caso, posiciona-se ao final do Tema aberto. • As Resenhas e os Ensaios bibliográficos põem em perspectiva publicações historiográficas recentes. • Os Notilivros oferecem uma breve descrição de publicações recentes e de interesse para o historiador. Todos os conteúdos da Revista são de acesso livre e podem ser baixados em PDF, HTML e na versão e-book. Conteúdos disponíveis em nossa página web.

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Normas para los autores

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Tipo de artículos, fechas y modalidad de recepción • Historia Crítica publica artículos inéditos que presenten resultados de investigación histórica, innovaciones teóricas sobre debates en interpretación histórica o balances historiográficos completos. • Se publican textos en español, inglés y portugués, pero se acepta recibir la versión inicial de los textos en otros idiomas (francés e italiano). En caso de ser aprobado, el autor se encargará de entregar la versión definitiva traducida al español, ya que Historia Crítica no ofrece ayuda para este efecto. • Las fechas de recepción de artículos de Tema abierto y para los Dossiers se informan en las respectivas convocatorias. • Los artículos deben ser remitidos por medio del enlace previsto para este efecto en el sitio web de la revista http://historiacritica.uniandes.edu.co o enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los demás textos (reseñas, ensayos bibliográficos, entrevistas, etc.) deben ser enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los artículos enviados a Historia Crítica para ser evaluados no pueden estar simultáneamente en proceso de evaluación en otra publicación. Evaluación de los artículos y proceso editorial A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista, así como su pertinencia para figurar en una publicación de carácter histórico. Posteriormente, toda contribución es sometida a la evaluación de dos árbitros anónimos y al concepto del Equipo Editorial. El resultado de las evaluaciones será comunicado al autor en un período inferior a seis meses a partir de la recepción del artículo. Las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, deberán ser tomadas en cuenta por el autor, quien hará los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le será indicado por el editor de la revista (aprox. 15 días). Luego de recibir el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su aprobación.

El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. Procedimiento con las reseñas y los ensayos bibliográficos Historia Crítica procede de dos formas para conseguir reseñas. Por un lado, los autores pueden remitir sus reseñas al correo electrónico de la revista. Lo mismo se aplica a los ensayos bibliográficos. Por otro lado, la revista recibe libros a su dirección postal (Cra 1a N° 18 A-10, of G-421, Bogotá, Colombia) previo aviso por correo electrónico, ojala indicando nombres de posibles reseñadores. En este caso, la revista buscará conseguir una reseña del libro remitido. Las reseñas deben ser críticas y versar sobre libros pertinentes para la disciplina histórica que hayan sido publicados en los cinco últimos años. Los ensayos bibliográficos deben discutir críticamente una, dos o más obras. Las reseñas y los ensayos bibliográficos son sometidos a revisión y, de ser aprobados, a eventuales modificaciones. Indicaciones para los autores de textos aceptados para publicación (artículos, reseñas, ensayos bibliográficos y entrevistas) • Los autores recibirán dos ejemplares del número en el que participaron. • Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del ‘Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual’, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes Departamento de Historia, para incluir el texto en la revista Historia Crítica (versión impresa y versión electrónica). En este mismo

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Normas para los autores

documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. • En caso de que un artículo quisiera incluirse posteriormente en otra publicación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación original en Historia Crítica, previa autorización solicitada al Equipo Editorial de la revista. Presentación general de los artículos Los artículos no deben tener más de once mil palabra (18-22 páginas) con resumen, notas de pie de página y bibliografía, respetando las siguientes especificaciones: • Letra Times New Roman tamaño 12, a espacio sencillo, con márgenes de 3 cm, paginado y en papel tamaño carta. • Las notas irán a pie de página, en letra Times New Roman tamaño 10 y a espacio sencillo. • La bibliografía, los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas se cuentan aparte. • En la primera página, debe figurar un resumen en español de máximo 100 palabras. El resumen debe ser analítico (presentar los objetivos del artículo, su contenido y sus resultados). • Luego del resumen, se debe adjuntar un listado de tres a seis palabras clave, que se eligen preferiblemente en el Thesaurus de la Unesco (http://databases. unesco.org/thessp/) o, en su defecto, en otro thesaurus reconocido cuyo nombre informará a la revista. • El resumen, las palabras clave y el título deben presentarse también en inglés. • El nombre del autor no debe figurar en el artículo. • Los datos del autor deben entregarse en un documento adjunto e incluir nombre, dirección, teléfono, dirección electrónica, títulos académicos, afiliación institucional, cargos actuales, estudios en curso y publicaciones en libros y revistas. • En esta hoja, también es necesario indicar de qué investigaciones resultado el artículo y cómo se financió. Presentación general de las reseñas y de los ensayos bibliográficos Las reseñas y los ensayos bibliográficos deben presentarse a espacio sencillo, en letra Times New Roman tamaño 12, con márgenes de 3 cm y en papel tamaño carta. Las obras citadas en el texto deberán ser referenciadas a pie de página. Las reseñas deben constar de máximo tres páginas y los ensayos bibliográficos tendrán entre 8 y 12 páginas.

Reglas de edición • Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos, subcapítulos, etc.) deben ir numeradas en números arábigos, excepto la introducción y la conclusión que no se numeran. • Los términos en latín y las palabras extranjeras deberán figurar en letra itálica. • La primera vez que se use una abreviatura, ésta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. • Debe haber un espacio entre cada uno de los párrafos; estos irán sin sangrado. • Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, asimismo, titulados, numerados secuencialmente y acompañados por sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se ubican enseguida del párrafo donde se anuncian. Las imágenes se entregarán en formato digital (jpg o tiff 300 y 240 dpi). Es responsabilidad del autor conseguir y entregar a la revista el permiso para la publicación de las imágenes que lo requieran. • Las notas de pie de página deberán aparecer en números arábigos. • Al final del artículo deberá ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño 11, a espacio sencillo y con sangría francesa. Se organizará en fuentes primarias y secundarias, presentando en las primeras las siguientes partes: archivo, publicaciones periódicas, libros. En la bibliografía deben presentarse en orden alfabético las referencias completas de todas las obras utilizadas en el artículo, sin incluir títulos que no estén referenciados en los pies de página. Referencias Historia Crítica utiliza una adaptación del Chicago Manual of Style, en su edición número 15, versión Humanities Style. A continuación se utilizaran dos abreviaturas que permiten ver las diferencias entre la forma de citar en las notas a pie de página (N) y en la bibliografía (B):

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Normas para los autores

Libro: De un solo autor: N Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45. B Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad: Editorial, año. Dos autores: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Cuatro o más autores: N Nombre Apellido(s) et al., Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s), Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Artículo en libro: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en Título completo, eds. Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año), 45-50. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. En Título completo, editado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año, 45-90. Artículo en revista: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título revista Vol.: No (año): 45. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título revista Vol.: No (año): 45-90. Artículo de prensa: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título periódico, Ciudad, día y mes, año, 45. B Título periódico. Ciudad, año.

Tesis: N Nombre Apellido(s), “Título tesis” (Tesis Pregrado/ Maestría/Doctorado en, Universidad, año), 45-50, 90. B Apellido(s), Nombre. “Título tesis”. Tesis Pregrado/Maestría/Doctorado en, Universidad, año). Fuentes de archivo: N Autor, “Título del documento”, lugar y fecha (si aplica), en Siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./ leg./t., f. o ff. La primera vez se cita el nombre completo del archivo y la abreviatura entre paréntesis, en seguida ciudad y país. B Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País. Sección(es), Fondo(s). Entrevistas: N Entrevista a Nombre Apellido(s), Ciudad, fecha completa. B Entrevista a Apellido (s), Nombre. Ciudad, fecha completa. Publicaciones en internet: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), eds., Título completo (Ciudad: Editorial, año), <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año. <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>. Nota: Luego de la primera citación se procede así: Nombre Apellido, dos o tres palabras del título, 45-90. No se utiliza Ibid., ibidem, cfr. ni op. cit. Consulte las “Normas para los autores” en español, inglés y portugués en http://historiacritica.uniandes.edu.co

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Submission Guidelines

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Type of Articles, Submission Dates and Guidelines • Historia Crítica prints previously unpublished articles which present the results of historical investigations, innovations regarding debates on historical interpretation or complete historiographical reviews. • The Journal publishes articles in Spanish, English and Portuguese, but also accepts drafts in other languages (French, and Italian). If the article is approved, the author responsibility to submit the final version in Spanish, as Historia Crítica does not offer assistance in this regard. • Submission deadlines for open topic articles and issue-specific topics will be provided in the corresponding calls for papers. • The articles must be submitted through the link provided in the journal’s website http://historiacritica. uniandes.edu.co or by e-mail to: hcritica@uniandes. edu.co. • Other articles (reviews, bibliographical essays, interviews, etc.) must be sent by e-mail to hcritica@ uniandes.edu.co. • The articles sent to Historia Crítica for evaluation cannot be simultaneously in the process of being evaluated by another publication. Editorial Policy When we receive an article, the Editorial Committee assesses if it meets the basic characteristics required by the journal, as well as its pertinence to a publication which is historical in nature. Afterwards, all contributions are submitted for evaluation to two anonymous peers and the Editorial Committee. The results of these evaluations will be reported to the author no later than six months from the date the article was received. The observations of the evaluators, as well as those of the Editorial Committee, must be taken into account by the author, who will make the requested adjustments. Said modifications and corrections to the manuscript must be submitted by the author within the time set by the editor of the Journal (approx. 15 days). After receiving the modified article, the author will notified if it has been approved or not.

The Editorial Committee reserves the final word on the publication of articles and the issue in which said articles will be published. This decision will be informed to the author as soon as it is known, provided that the author has submitted all requested documentation within the set times. The Journal reserves the right copy edit the text for minor errors. During the editing process, authors may be consulted by the editors to resolve certain questions. Both during the evaluation and editing processes, e-mail will be the most used means of communication with the author. Procedure for Reviews and Bibliographical Essays Historia Crítica has two means of obtaining reviews. In one, authors send in their reviews, and also bibliographical essays, to the journal’s e-mail. In the other, the journal receives books by post (Cll 18A N.o 0-33E), having previously received notice via e-mail indicating potential reviewers, when possible. In this case, the journal will attempt to find a review of the book. All reviews must be critical and focus on books which are relevant to historical disciplines and which have been published for no more than five years. Bibliographical essays must critically analyze one, two, or more works. Both reviews and bibliographical essays are reviewed and, if accepted, may be subjected to modifications. Directions for Authors Whose Articles Have Been Accepted for Publication • Authors will receive two copies of the issue in which they participated. • Authors of accepted articles will grant, by signing the “Authorization to Use Intellectual Property Rights”, the use of proprietary copyright (reproduction, public communication, transformation and distribution) to Universidad de los Andes – Departamento de Historia (Department of History), to include the article in the Journal Historia Crítica (printed and electronic version). • If the article is to be used afterwards in another publication, the original publication in Historia Crítica must be clearly stated, and authorization

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Submission Guidelines

must have been previously requested to the Director of the Journal. General Presentation of Articles • Articles must not exceed 11.000 words, including footnotes and bibliography. • Times New Roman, 12 points must be used, and text must be single-spaced, with margins at 3 x 3 x 3 x 3 cm, page-numbered, and in letter- sized paper. • Notes must be footnotes, in Times New Roman, 10 point, and single-spaced. • On the first page there must be an abstract, in Spanish, of at most 100 words. The abstract must be analytical (present the objectives of the article, its content, and its results) • After the abstract, a list of three to six keywords must be included. • Summary, keywords, and title must also be submitted in English. • The name of the author must not appear in the article. • Author information must be included in an additional document and must include name, address, phone number, e-mail, academic titles, institutional affiliation, current position, current studies, and publications in books and journals. • Said page must also indicate what investigation the article is a result of and how it was funded. General Presentation of Reviews Reviews must be at most three pages long, single-spaced, using Times New Roman, 12 points, with 3 cm margins and letter-sized paper. Bibliographical essays must be 8-12 long, using Times New Roman, 12 points, with 3 cm margins and lettersized paper . Editing Rules • Subdivisions of the body of the text (chapters, subsections, etc.) must be numbered using Arabic numerals, except the Introduction and the Conclusion, which are not numbered. • Terms in Latin and foreign words must be written in italics. • The first time an abbreviation is used, it must be placed in parenthesis after the text being abbreviated; afterwards, only the abbreviation must be used. • Quotations over four lines long must be placed in long form, between quotation marks, single-spaced,

in 11 point font and with reduced margins. • There must be a space between each paragraph of the text; these must not be indented. • Tables, graphs, illustrations, photographs, and maps must be referenced and explained in the text. They must also be titled, numbered sequentially and accompanied by their respective image notes and source(s). They must be placed immediately after the paragraph where they are announced. Images must be submitted in high quality digital format. Obtaining the publication authorization of figures which require it is responsibility of the author. • Footnotes must be numbered using Arabic numbers. • The bibliography of the article must be placed at the end, in Times New Roman, 11 points, singlespaced and with a hanging indentation. It must be organized separating primary and secondary sources. Primary sources must include: files, periodicals, books. Titles must be presented in alphabetic order. The bibliography must contain complete references to all words used in the article, without including titles that are not referenced in the footnotes. References Historia Crítica uses an adaptation of the Chicago Manual of Style, 15th ed., Humanities Style version. Below two abbreviations will be used in order to show the differences between the quotation style in footnotes (N) and in the bibliography (B). Book: Single Author: N First Name Last Name(s), Complete Title (City: Publisher, Year), 45. B Last Name(s), First Name. Complete Title. City: Publisher, Year. Two Authors: N First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s), Complete Title (City: Publisher, Year), 45-46. B Last Name(s), First Name, and First Name Last Name(s). Complete Title. City: Publisher, Year. Four or more authors: N First Name Last Name(s) et al., Complete Title (City: Publisher, Year), 45. B Last Name(s), First Name, First Name Last Name(s), First Name Last Name(s) and First Name

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Submission Guidelines

Last Name(s). Complete Title. City: Publisher, Year. Article in Book: N First Name Last Name(s), “Article Name”, in Complete Title, eds. First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s) (City: Publisher, Year), 45-50. B Last Name(s), First Name. “Article Name”. In Complete Title, edited by First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s). City: Publisher, Year, 45-90. Article in Journal: N First Name Last Name(s), “Article Name”, Journal Name Vol: No (Year): 45. B Last Name(s), First Name. “Article Name”. Journal Name Vol: No (Year): 45-90. Press Article: N First Name Last Name(s), “Article Name”, Newspaper Name, City, Day and Month, Year, 45. B Last Name(s), First Name. “Article Name”. Newspaper Name, City, Day and Month, Year. Thesis: N First Name Last Name(s), “Thesis Title” (Undergraduate/Master’s/PhD thesis in, University, Year), 45-50, 90. B Last Name(s), First Name “Thesis Title”.

Undergraduate/Master’s/PhD thesis in, University, Year. Archive Source: N “Document Name” (place, date, and other pertinent data), in File Abbreviation, Section, Fund, vol./leg./t., f. o ff. The first time it is quoted the full name of the Archive is mentioned followed by the abbreviation in parenthesis. B Full name of the Archive (abbreviation), CityCountry, Section(s), Fund(s). Interviews: Interview to Last Name(s), First Name, City, complete date. Internet Publications: N First Name Last Name(s) and First Name Last Name(s), eds., Complete Title (City: Publisher, Year), DOI or URL (date accessed). B Last Name(s), First Name, and First Name Last Name(s), eds. Complete Title. City: Publisher, Year. DOI or URL. Note: After the first quotation, proceed as follows: First Name Last Name, two or three words of the title, 45-90.

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Normas para os autores

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Tipo de artigos, datas e modalidade de recepção • Historia Crítica publica artigos inéditos que apresentem resultados de pesquisa histórica, inovações teóricas sobre debates em interpretação histórica ou balanços historiográficos completos. • Publicam-se textos em espanhol, inglês e português; contudo, aceita-se receber a versão inicial dos textos em outros idiomas como o francês e o italiano. No caso de ser aprovado, o autor se encarregará de entregar a versão definitiva traduzida ao espanhol, já que Historia Crítica não oferece ajuda para esse fim. • As datas de recepção de artigos de tema livre e para os Dossiês são informadas nos respectivos editais. • Os artigos devem ser enviados por meio do link designado para tanto na website da revista http:// historiacritica.uniandes.edu.co ou enviados ao email hcritica@uniandes.edu.co . • Os demais textos (resenhas, ensaios bibliográficos, entrevistas etc.) devem ser enviados ao e-mail hcritica@uniandes.edu.co. • Os artigos enviados à Historia Crítica para serem avaliados não podem estar simultaneamente em processo de avaliação em outra publicação. Avaliação dos artigos e processo editorial Ao receber um artigo, o Comitê Editorial avalia se cumpre com os requisitos básicos exigidos pela revista bem como sua pertinência para figurar na publicação de caráter histórico. Em seguida, toda contribuição é submetida à avaliação de dois árbitros anônimos e ao conceito do Comitê Editorial. O resultado das avaliações será comunicado ao autor em um período inferior a seis meses a partir do recebimento do artigo. As observações dos avaliadores bem como as do Comitê Editorial deverão ser levadas em consideração pelo autor, que fará os ajustes solicitados. Essas modificações e correções no manuscrito deverão ser realizadas pelo autor no prazo que lhe será indicado

pelo editor da revista (aproximadamente 15 dias). Depois de receber o artigo modificado, será informado ao autor sobre sua aprovação. O Comitê Editorial se reserva a última palavra sobre a publicação dos artigos e o número no qual serão publicados. Essa data se cumprirá desde que o autor faça chegar toda a documentação que lhe foi solicitada no prazo indicado. A revista se reserva o direito de fazer revisões menores de estilo. Durante o processo de edição, os autores poderão ser consultados pelos editores para resolver as dúvidas existentes. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, o e-mail constitui o meio de comunicação privilegiado com os autores. Procedimento com as resenhas e os ensaios bibliográficos Historia Crítica procede de duas formas para o recebimento de resenhas. Por um lado, os autores podem remetê-las ao e-mail da revista. O mesmo procedimento se aplica aos ensaios bibliográficos. Por outro lado, a revista recebe livros no seu endereço postal (Cra. 1 n. 18 A- 10, Edifício Roberto Franco, of. G-421, Bogotá, Colômbia) com aviso prévio por e-mail, de preferência indicando nomes de possíveis resenhistas. Nesse caso, a revista tentará contatá-los ou contatar algum acadêmico interessado em fazer a resenha do livro enviado. As resenhas devem ser críticas e versar sobre livros pertinentes à disciplina histórica que tenham sido publicados nos últimos cinco anos. Os ensaios bibliográficos devem discutir criticamente uma, duas ou mais obras. As resenhas e os ensaios bibliográficos são submetidos à análise de conteúdo e, sendo aprovados, a eventuais modificações. Indicações para os autores de textos aceitos para publicação (artigos, resenhas, ensaios bibliográficos e entrevistas) • Os autores receberão dois exemplares do número do qual participaram.

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Normas para os autores

• Os autores dos textos aceitos autorizam, por meio da assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais de autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidad de los Andes – Departamento de História, para incluir o texto na Revista Historia Crítica (versão impressa e eletrônica). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e que no mesmo se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros. • Caso um artigo queira ser incluído posteriormente em outra publicação, deverão ser sinalizados claramente os dados da publicação original na Historia Crítica, com prévia autorização solicitada à direção da revista. Apresentação geral dos artigos Os artigos não devem ter mais de 11 mil palavras (18 a 22 páginas, aproximadamente), contando as notas de rodapé e a bibliografia. • Deverão estar em letra Times New Roman, tamanho 12, entrelinhas simples, com margens de 3 cm, paginado e em papel tamanho carta. • As notas de rodapé deverão estar em letra Times New Roman, tamanho 10 e entrelinhas simples. • Na primeira página, deve conter um resumo em espanhol de no máximo 100 palavras. O resumo deve ser analítico (apresentando os objetivos do artigo, seu conteúdo e seus resultados). • Depois do resumo, deve-se anexar uma lista de três a seis palavras-chaves. • O resumo, as palavras-chaves e o título devem estar também em espanhol. • O nome do autor não deve figurar no artigo. • Os dados do autor devem ser entregues em um documento anexo e incluir nome, endereço, telefone, e-mail, títulos acadêmicos, afiliação institucional, cargos atuais, estudos em curso e publicações em livros e revistas. • Nesta folha, também é necessário indicar de que pesquisa o artigo é resultado e como se financiou. Apresentação geral das resenhas e dos ensaios bibliográficos As resenhas e os ensaios bibliográficos devem ser apresentados no formato Word para Windows, com entrelinhas simples, letra Times New Roman 12, margens de 3 cm e no tamanho carta. As obras citadas no texto

deverão ser referenciadas em notas de rodapé. As resenhas devem constar de no máximo três páginas, e os ensaios, entre 8 e 12 páginas. Regras de edição • As subdivisões no corpo do texto (capítulos, subcapítulos etc.) devem ir enumeradas com números arábicos, exceto a introdução e a conclusão que não se enumeram. • Os termos em latim e as palavras estrangeiras devem estar em itálico. • Na primeira vez em que se usar uma abreviatura, esta deverá ir entre parênteses depois da fórmula completa; nas seguintes menções, será usada unicamente a abreviatura. • As citações textuais que ultrapassem quatro linhas devem ser colocadas no formato de citação longa, entre aspas, entrelinhas simples, tamanho de letra 11 e margens reduzidas. • Deve haver um espaço entre os parágrafos e estes deverão estar sem tabulação. • Os quadros, gráficos, ilustrações, fotografias e mapas devem aparecer referenciados e explicados no texto. Devem estar, da mesma forma, com títulos, enumerados sequencialmente e acompanhados por suas respectivas legendas e fonte(s). Localizamse logo após o parágrafo de onde se anunciam. As imagens serão entregues em formato digital de boa qualidade. É responsabilidade do autor conseguir a autorização para a publicação de imagens. • As notas de rodapé deverão aparecer em números arábicos. • Ao final do artigo, deverão estar as referências, escritas em letra Times New Roman, tamanho 11, entrelinhas simples e com tabulação francesa1. Serão organizadas em fontes primárias e secundária, apresentando nas primeiras as seguintes partes: arquivo, publicações periódicas, livros. Os títulos devem ser apresentados em ordem alfabética. Nas referências, devem aparecer todas as obras utilizadas no artigo, sem incluir títulos que não estejam referenciados nas notas de rodapé.

1 “Sangría francesa” é um parágrafo que contém parte de um texto à esquerda na primeira linha, e o resto do parágrafo está tabulado mais à direita.

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Normas para os autores

Referências Historia Crítica utiliza uma adaptação do Chicago Manual of Style, edição número 15, versão Humanities Style. À continuação se utilizarão duas abreviaturas que permitem ver as diferenças entre a forma de citar nas notas de rodapé (N) e nas referências (B): Livro: De um só autor: N Nome Sobrenome(s), Título completo (Cidade: Editora, ano), 45. B Sobrenome(s), Nome. Título completo. Cidade: Editora, ano. Dois autores: N Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s), Título completo (Cidade: Editora, ano), 45-90. B Sobrenome(s), Nome, e Nome Sobrenome(s). Título completo. Cidade: Editora, ano. Quatro ou mais autores: N Nome Sobrenome(s) et al., Título completo (Cidade: Editora, ano), 45-90. B Sobrenome(s), Nome, Nome Sobrenome(s), Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s). Título completo. Cidade: Editora, ano.

Artigo de imprensa: N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título periódico/jornal, Cidade, dia y mês, ano, 45. B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Título periódico/jornal, Cidade, dia e mês, ano. Tese: N Nome Sobrenome(s), “Título tese” (tese graduação/PhD/Mestrado em, Universidade, ano), 45-50, 90. B Sobrenome(s), Nome “Título tese”. Tese, Universidade, ano. Fontes de arquivo: N “Título documento” (lugar, data e outros dados pertinentes)., em Siglas do arquivo, Seção, Fundo, vol./leg./t., f. ou ff. Na primeira vez se cita o nome completo do arquivo e a abreviatura entre parêntesis. B Nome completo do arquivo (sigla), Cidade-País, Seção, Fundo. Entrevistas: Entrevista a Sobrenome(s), Nome, Cidade, data completa.

Artigo em livro: N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, em Título completo, eds. Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s) (Cidade: Editora, ano), 45-50. B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Em Título completo, editado por Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s). Cidade: Editora, ano, 45-90.

Publicações na Internet: N Nome Sobrenome(s) e Nome Sobrenome(s), eds., Título completo (Cidade: Editora, ano), http:// press-pubsuchicago.edu/founders (data da consulta). B Sobrenome(s), Nome, e Nome Sobrenome(s), eds. Título completo. Cidade: Editora, ano. http:// press-pubsuchicago.edu/founders.

Artigo em revista: N Nome Sobrenome(s), “Título artigo”, Título revista Vol: N (ano): 45. B Sobrenome(s), Nome. “Título artigo”. Título revista Vol:N (ano): 45-90.

Nota: Logo após a primeira citação, procede-se assim: Nome Sobrenome, duas ou três palavras do título, 45-90. Não se utiliza nem Ibid., ibidem ou op. cit.

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Políticas éticas Publicación y autoría: La revista Historia Crítica hace parte del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, encargada del soporte financiero de la publicación. Se encuentra ubicada en el Edificio Franco, Of. GB-421. La dirección electrónica de la revista es http://historiacritica.uniandes.edu.co y su correo hcritica@uniandes.edu.co El teléfono de contacto es el 3394949, extensiones 3716 y 5526. Cuenta con la siguiente estructura: un director, un editor, un asistente editorial, un comité editorial y un comité científico que garantizan la calidad y pertinencia de los contenidos de la revista. Los miembros de los comités son evaluados anualmente en función de su reconocimiento en el área y de su producción académica, visible en otras revistas nacionales e internacionales. Los artículos presentados a la revista deben ser originales e inéditos y éstos no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Si el manuscrito es aceptado, los editores esperan que su aparición anteceda a cualquier otra publicación total o parcial del artículo. Si el autor de un artículo quisiera incluirlo posteriormente en otra publicación, la revista donde se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada al editor de la revista. Asimismo, cuando la revista tiene interés en publicar un artículo que ya ha sido previamente publicado se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación. Responsabilidades del Autor: Los autores deben remitir sus artículos a través del enlace habilitado en la página web de la revista o enviarlo al siguiente correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co en las fechas establecidas por la revista para la recepción de los artículos. La revista tiene normas de acceso público para los autores en español, inglés y portugués, que contienen las pautas para la presentación de los artículos y reseñas, así como las reglas de edición. Se puede consultar en: http://historiacritica.uniandes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores y en la versión impresa de la revista. Si bien los equipos editoriales aprueban los artículos con base en criterios de calidad, rigurosidad investigativa y teniendo en cuenta la evaluación realizada por pares, los autores son los responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es responsabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, entre otros. También aceptan someter sus textos a las evaluaciones de pares externos y se comprometen a tener en cuenta las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, para la realización de los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le sea indicado por el editor de la revista. Luego que la revista reciba el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su completa aprobación. Cuando los textos sometidos a consideración de la revista no sean aceptados para publicación, el editor enviará una notificación escrita al autor explicándole los motivos por los cuales su texto no será publicado en la revista. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo.

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Políticas éticas

Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, para incluir el texto en la revista (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Revisión por pares/responsabilidad de los evaluadores: A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista. El Equipo establece el primer filtro, teniendo en cuenta formato, calidad y pertinencia, y después de esta primera revisión, se definen los artículos que iniciarán el proceso de arbitraje. Los textos son, en esta instancia, sometidos a la evaluación de pares académicos anónimos y al concepto del Equipo Editorial. El resultado será comunicado al autor en un período de hasta seis meses a partir de la recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación exceda este plazo, el editor deberá informar al autor dicha situación. Todos los artículos que pasen el primer filtro de revisión serán sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de evaluadores pares, quienes podrán formular sugerencias al autor, señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. Estos lectores son, en su mayoría, externos a la institución y en su elección se busca que no tengan conflictos de interés con las temáticas sobre las que deben conceptuar. Ante cualquier duda se procederá a un reemplazo del evaluador. La revista cuenta con un formato que contiene preguntas con criterios cuidadosamente definidos, que el evaluador debe responder sobre el artículo objeto de evaluación. A su vez, tiene la responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones el artículo arbitrado. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como de los evaluadores serán mantenidos en completo anonimato. Responsabilidades editoriales: El Equipo Editorial de la revista, con la participación de los comités editorial y científico, es responsable de definir las políticas editoriales para que la revista cumpla con los estándares que permiten su posicionamiento como una reconocida publicación académica. La revisión continua de estos parámetros asegura que la revista mejore y llene las expectativas de la comunidad académica. Así como se publican normas editoriales, que la revista espera sean cumplidas en su totalidad, también deberá publicar correcciones, aclaraciones, rectificaciones y dar justificaciones cuando la situación lo amerite. El Equipo es responsable, previa evaluación, de la escogencia de los mejores artículos para ser publicados. Esta selección estará siempre basada en la calidad y relevancia del artículo, en su originalidad y contribuciones al conocimiento social. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado la justificación que se le da al autor deberá orientarse hacia estos aspectos. El editor es responsable del proceso de todos los artículos que se postulan a la revista, y debe desarrollar mecanismos de confidencialidad mientras dura el proceso de evaluación por pares hasta su publicación o rechazo. Cuando la revista recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo debe responder prontamente de acuerdo a las normas establecidas por la publicación, y en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema. Cuando se reconozca falta de exactitud en un contenido publicado, se consultará al Equipo Editorial, y se harán las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la revista. Tan pronto un número de la revista salga publicado el editor tiene la responsabilidad de su difusión y distribución a los colaboradores, evaluadores y a las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales. Igualmente, el editor se ocupará del envío de la revista a los suscriptores activos.

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Ethical Policies Publication and Authorship: Historia Crítica is the journal of the Department of History of the Faculty of Social Sciences at Universidad de los Andes who finances the publication. It is located in the Franco Building, Of. GB-421. The web page of the journal is http://historiacritica.uniandes.edu.co and its e-mail address hcritica@uniandes.edu.co Contact telephone is 3394999, extension 3716 and 5526. The structure of its organization is as follows: a director, an editor, an assistant editor, an editorial committee and a scientific committee who guarantee the quality and relevance of the contents of the journal. The members are evaluated annually in relation to their academic production in other national and international journals. The articles submitted to the journal must be original and unpublished and must not be in an evaluation process or have an editorial commitment to any other publication. If the manuscript is accepted, the editors expect that its appearance will precede republication of the essay, or any significant part thereof, in another work. If the author of an article wants to include it in another publication, the details of the original publication must be clearly stated by the journal where it will be published and must be authorized by the editor of the journal. In the same way when the journal is interested in publishing an article that has been previously published it will ask for permission from the editorial charged of the first publication. Author Responsibilities: Authors must submit their articles through the following link and send them to the following addresses: hcritica@ uniandes.edu.co within the dates set by the magazine for their submission. The magazine has instructions of public access for the authors that contain the guidelines for the presentation of the articles and reviews, as well as editorial procedures which can be accessed in: http://historiacritica.uniandes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores and in all the printed versions of the journal. Although the articles approved by editorial teams take into account criteria of quality, research rigor and the evaluation by peers. The responsibility for the ideas expressed in the article rest upon the authors, as well as his ethical level. The authors must specifically make clear that the essay written by them respects the intellectual property rights of third parties. If they use material which is not their property it is their responsibility to obtain due permission for their use in publication, be it illustrations, maps diagrams, photographs, etc. They also agree to submit their texts to evaluation by two external peers and must take into account their observations as well as those made by the Editorial Team. These should be noted by the author to make the necessary adjustments. The author, in the time limit indicated by the journal editor, must carry out the modifications and corrections of the manuscript. Once the modified article is submitted, the author will be notified of its complete approval. When the manuscripts submitted to the journal are not accepted for publication the editor will notify the author in writing, explaining the reasons why it will not be published. During the editing process, editors may consult the authors to clarify any doubts. Both in the process of evaluation and edition any communication with the authors will be by electronic means preferably. The editorial team will reserve rights regarding the publication of the articles and the issue in which they will be published. The publication date will be observed once the author submits the required documentation within the time frame previously indicated. The journal reserves the right to make minor corrections of style. The authors of approved manuscripts authorize the use of intellectual property rights by signing the ‘Document of authorization of intellectual property rights use’ and the usage of the author’s patrimonial rights (reproduction, public communication, transformation and distribution) to the Universidad de los Andes, in order to include the text in the journal (both printed and electronic versions). In this same document the authors confirm that they are the authors of the text and that intellectual property rights of third parties are respected in the text.

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Ethical Policies

Peer Review / Responsibility for the Reviewers: Once an article is received, the editorial team evaluates if it complies with basic requirements of the journal, as well as its relevance to the publication. The editorial team establishes a first filter, taking into account format, quality and relevance, and, after this initial revision, the articles that will start the process or arbitration will be defined. At this point the texts are submitted to two anonymous academic peer reviewers and to the assessment of the editorial team. The result will be communicated to the author within six months of receiving the article. Is for any reason the process exceeds this time the editor will inform the author. All articles that pass the first revision filter will be submitted to an evaluation process by peer reviewers, who can make suggestions to the author, pointing out possibly significant references to the author which have not been included in the essay. These readers are generally externalto the institution and are chosen taking into account they do not have interests that might conflict with the topics they are evaluating. If there are any doubts the evaluator will be replaced. The journal uses a format that contains questions with carefully defined criteria that must be answered by the evaluator about the article. He or she has the responsibility of accepting or refusing the article or approving modifications to it. During this process the journal will under no circumstances reveal the name of the author of the article being evaluated. In the same way the journal protects the identity of reviewers. During the evaluation both the names of the authors as well as those of the reviewers will not be disclosed. Editorial Responsibilities: The editorial board of the journal composed of scientific and editorial teams, is responsible for defining the editorial policies so that the journal sustains the standards of a renowned academic publication. These guidelines are constantly reviewed to improve the journal and fulfill the expectations of the academic community. Just as the journal expects editorial norms be to be observed, it must also publish corrections, clarifications, retractions and apologies when needed. The team is responsible for the choice of the best articles to be published after evaluation.This selection will always be based on the quality and relevance of the article, as well as its originality and contributions to the social knowledge. In the same way, when an article is refused, the justification given to the author must take these aspects into consideration. The editor is responsible for the procedure of all the articles submitted to the magazine, and must develop confidential mechanisms during the evaluation process that leads to its publication or refusal. When the magazine receives complaints of any kind the team must answer promptly according to the norms established for publication, and in case the complaint is justified it must make sure the necessary investigation is carried out to solve the problem. When there is a mistake in a published content it must be promptly corrected and announced in the Web site of the journal. As soon as a volume of the journal is published the editor has the responsibility of its diffusion and distribution to contributors, reviewers and institutions with whom exchange agreements have been established, as well as national and international repositories and indexation systems. In the same way the editor will be in charge of sending the journal to active subscribers.

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Políticas éticas Publicação e autoria A Revista Historia Crítica faz parte do Departamento de História da Faculdade de Ciências Sociais da Universidad de los Andes, encarregada do suporte financeiro da publicação. Sua sede se encontra no Edifício Franco, escritório GB-421. A página da Revista http://historiacritica.uniandes.edu.co, e seu e-mail é hcritica@uniandes.edu.co. O telefone para contato é (57 1) 339-4999, ramais 3716 e 5526. Conta com a seguinte estrutura: um diretor, um editor, um assistente editorial, um comitê editorial e um comitê científico, os quais garantem a qualidade e pertinência dos conteúdos da Revista. Os membros são avaliados anualmente em função de seu reconhecimento na área e de sua produção acadêmica, visíveis em outras revistas nacionais e internacionais. Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos e não devem estar simultaneamente em processo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhuma outra publicação. Se o texto for aceito, os editores esperam que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total ou parcial do artigo. Se o autor de um artigo quiser incluí-lo posteriormente em outra publicação, a revista na qual se pretende publicar deverá indicar claramente os dados da publicação original e possuir prévia autorização solicitada ao editor da Revista. Do mesmo modo, quando a Revista tiver interesse em publicar um artigo já publicado previamente, compromete-se a pedir a autorização correspondente à editora que realizou a primeira publicação. Responsabilidades do Autor Os autores devem remeter seus artigos pelo link habilitado na página web e enviá-los aos seguintes correios eletrônicos: hcritica@uniandes.edu.co nas datas estabelecidas pela Revista para a recepção dos artigos. A Revista possui normas para os autores de acesso público que contêm as pautas para a apresentação dos artigos e resenhas, bem como as regras de edição. Elas podem ser consultadas em: http://historiacritica.uniandes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores e na versão impressa da Revista. Ainda que as equipes editoriais aprovem os artigos com base em critérios de qualidade, rigorosidade investigativa e considerem a avaliação realizada por pares, são os autores os responsáveis pelas ideias expressas no texto bem como pela idoneidade ética dele. Os autores devem deixar explícito que o texto é de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Se for utilizado material que não seja de propriedade dos autores, é responsabilidade deles se assegurarem de ter as autorizações para o uso, reprodução e publicação de quadros, gráficos, mapas, diagramas, fotografias etc. Além disso, os autores aceitam submeter seus textos às avaliações de pares externos e se comprometem a considerar as observações dos avaliadores bem como as do Equipo Editorial para a realização dos ajustes solicitados. Essas modificações e correções do texto deverão ser realizadas pelo autor no prazo que o editor da Revista indicar. Assim que a Revista receber o artigo modificado, será informado ao autor sobre sua completa aprovação. Quando os textos submetidos à Revista não forem aceitos para publicação, o editor enviará uma notificação escrita ao autor na qual se explicarão os motivos pelos quais seu texto não será publicado pela Revista. Durante o processo de edição, os autores poderão ser consultados pelos editores para resolver dúvidas. Tanto no processo de avaliação quanto no de edição, o correio eletrônico constitui o meio de comunicação privilegiado com os autores. O Equipo Editorial tem a última palavra sobre a publicação dos artigos e sobre o número no qual serão publicados. Essa data se cumprirá sempre que o autor tiver enviado toda a documentação que lhe foi solicitada no prazo indicado. A Revista tem o direito de fazer revisões menores de estilo. Os autores dos textos aceitos autorizam, mediante a assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utilização dos direitos patrimoniais do autor (reprodução, comunicação pública,

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Guia Políticas éticas da Revista

transformação e distribuição) pela Universidad de los Andes, para incluir o texto na Revista (versão impressa e eletrônica). Nesse mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Revisão por pares/responsabilidade dos avaliadores Ao receber um artigo, a equipe editorial avalia se este cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista. Além disso, estabelece-se o primeiro filtro e leva-se em consideração formato, qualidade e pertinência; depois desta primeira revisão, definem-se os artigos que iniciarão o processo de arbitragem. Os textos são, neste primeiro momento, submetidos à avaliação de pares acadêmicos anônimos e ao conceito da equipe editorial. O resultado será comunicado ao autor em um período de até seis meses a partir do recebimento do artigo. Quando o processo de avaliação exceder esse prazo, o editor deverá informar ao autor a situação. Todos os artigos que passarem pelo primeiro filtro de revisão serão submetidos a um processo de arbitragem a cargo de pares avaliadores, os quais poderão formular sugestões ao autor e indicar referências significativas que não tenham sido incluídas no trabalho. Esses leitores são, em sua maioria, externos à instituição e, em sua eleição, busca-se que não tenham conflitos de interesse com as temáticas sobre as quais devem conceituar. Diante de qualquer dúvida, uma substituição do avaliador será realizada. A Revista conta com um formato que contém perguntas com critérios cuidadosamente definidos que o avaliador deve responder sobre o artigo objeto de avaliação. Ele tem a responsabilidade de aceitar, rejeitar ou aprovar com modificações o artigo arbitrado. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto o dos avaliadores serão mantidos em completo anonimato. Responsabilidades editoriais A equipe editorial da Revista, com a participação dos comitês editorial e científico, é responsável pela definição das políticas editoriais para que a Revista cumpra com os padrões que permitem seu posicionamento como uma reconhecida publicação acadêmica. A revisão contínua desses parâmetros garante que a Revista melhore e cumpra com as expectativas da comunidade acadêmica. Assim como se publicam normas editoriais que a Revista espera que sejam cumpridas em sua totalidade, ela também deverá publicar correções, esclarecimentos, retificações e dar justificativas quando necessário. A equipe é responsável, sob prévia avaliação, da escolha dos melhores artigos para publicação. Essa seleção estará sempre baseada na qualidade e relevância do artigo, em sua originalidade e contribuições para o conhecimento social. Nesse sentido, quando um artigo é rejeitado, a justificativa dada ao autor deverá ser orientada a esses aspectos. O editor é responsável pelo processo de todos os artigos que se postulam à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade enquanto durar o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa. Quando a Revista receber reclamações de qualquer tipo, a equipe deve responder brevemente de acordo com as normas estabelecidas pela publicação e, caso a reclamação seja coerente, ela deve garantir que se realize a adequada investigação a fim de resolver o problema. Quando se reconhecer falta de exatidão em um conteúdo publicado, a Equipe Editorial será consultada e serão feitas as correções e/ou esclarecimentos na página web da Revista. Assim que um número da revista for publicado, o editor tem a responsabilidade de sua difusão e distribuição aos colaboradores, avaliadores e às entidades com as quais se tenham estabelecido acordos de intercâmbio, bem como aos repositórios e sistemas de indexação nacionais e internacionais. Além disso, o editor se responsabilizará pelo envio da Revista aos assinantes ativos.

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Revista del Departamento de Historia Facultad de Ciencias Sociales · Universidad de los Andes Bogotá, Colombia

Carta a los lectores

Artículos Dossier: Redes y conexiones en la historia María Cristina Pérez, Universidad de los Andes, Colombia Presentación del dossier “Redes y conexiones en la historia” Ignacio Zubizarreta, CONICET, Argentina Las logias antirrosistas: análisis sobre dos agrupaciones secretas que intentaron derrocar a Juan Manuel de Rosas, 1835-1840 Sven Schuster, Universidad del Rosario, Colombia “La búsqueda de la perfección humana”: Brasil en la Exposición Universal de Viena de 1873 Michelli Cristine Scapol Monteiro, Universidade do São Paulo, Brasil São Paulo y Buenos Aires: la construcción de la imagen de origen en el siglo XX

Dossier:

Redes y conexiones en la historia Enero - marzo 2015 ISSN 0121-1617

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Francisco Javier Flórez Bolívar, University of Pittsburgh, Estados Unidos Un diálogo diaspórico: el lugar del Harlem Renaissance en el pensamiento racial e intelectual afrocolombiano (1920-1948) Paulo César León Palacios, Colegio de México Arte, política y redes transnacionales: el teatro La Mama en Nueva York y Bogotá, 1961-1972

Espacio estudiantil Fernanda Muñoz, Universidad del Valle, Colombia De tierras de resguardo, solicitudes y querellas: participación política de indígenas caucanos en la construcción estatal (1850-1885)

Tema abierto Diego Mauro, Universidad Nacional de Rosario, Argentina El mutualismo católico en Argentina: el Círculo de Obreros de Rosario en la primera mitad del siglo XX María Soledad Zárate Campos, Universidad Alberto Hurtado, Chile, y Maricela González Moya, Universidad Santo Tomas, Chile Planificación familiar en la Guerra Fría chilena: política sanitaria y de cooperación internacional, 1960-1973 Rafael Pedemonte, Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, Francia Una historiografía en deuda: las relaciones entre el continente latinoamericano y la Unión Soviética durante la Guerra Fría

Dirección: Cra. 1 N°18 A – 12, Of. G-421, Bogotá, Colombia, Teleléfono: +57 (1) 332 45 06 +57 (1) 339 49 49 ext. 2525-3716 Correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co Sitio web: http://historiacritica.uniandes.edu.co Tarifa en Colombia Ejemplar: $ 30.000 Librería Uniandes y librerías nacionales Para suscripción nacional e internacional: http://libreria.uniandes.edu.co/

Reseñas Renán Silva, Universidad de los Andes, Colombia Noiriel, Gérard. Chocolat Clown Nègre. L’histoire oubliée de premier artiste noir de la scène française. Paris: Bayard, 2014. Ana María Rodríguez Sierra, Universidad EAFIT, Colombia Cardona, Patricia. Y la historia se hizo libro. Medellín: Fondo editorial Universidad EAFIT, 2013. Margarita Martínez Osorio, Universidad del Rosario, Colombia Scott, Joan Wallach. The Fantasy of Feminist History. Durham: Duke University Press, 2011.

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