ISBN: 978-958-683-910-5
El dilema de los rĂłtulos Lectura del inventario de una botica santafereĂąa de comienzos del siglo XVII
Ronderos Gaitán, Paula El dilema de los rótulos : lectura del inventario de una botica santafereña de comienzos de siglo XVII / Paula Ronderos. — 1a ed. — Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2006. — (Colección taller y oficio de la historia ; no. 1). 169 p. : ilustraciones, gráficas y tablas ; 24 cm. Incluye referencias bibliográficas (p. 162-169). ISBN: 978-958-683-910-5 1. FARMACIAS – HISTORIA – BOGOTÁ (COLOMBIA) – SIGLO XVII INVENTARIOS. 2. FARMACÉUTICOS - HISTORIA – BOGOTÁ (COLOMBIA) – SIGLO XVII. 3. MEDICAMENTOS - HISTORIA – BOGOTÁ (COLOMBIA) – SIGLO XVII. 4. BOGOTÁ (COLOMBIA) – VIDA SOCIAL Y COSTUMBRES - SIGLO XVII. I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Historia y Geografía. Maestría en Historia. CDD 615.12861 ed. 19 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca General ____________________________________________________ ech. Octubre 26 / 2006
Ilustración de cubierta: Contenedor para medicinas. Tomado de Pedanii Dioscoridis Anazarbei. De medicinale materia libri sex. 1ª Edición. Francofurti apud moenum, Apud. Chr. Egenolphum, 1543. Diseño de cubierta: JAVEGRAF
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización escrita de la Pontificia Universidad Javeriana
El dilema de los rótulos Lectura del inventario de una botica santafereña de comienzos del siglo XVII
Paula Ronderos
Pontificia Universidad Javeriana Maestría en Historia Facultad de Ciencias Sociales Colección Taller y Oficio de la Historia Bogotá, 2007
Facultad de Ciencias Sociales
Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Paula Ronderos Gaitán Editorial Pontificia Universidad Javeriana Transversal 4a. No. 42-00 edificio Rafael Arboleda S.J. primer piso, Bogotá, D. C. Dirección: Selma Marken Farley Editorial Pontificia Universidad Javeriana Coordinación editorial: Alfredo Duplat Ayala Coordinación de autoedición: Miguel Fernando Serna Jurado Corrección de estilo: César A. Mackenzie Autoedición: Sonia Montaño Bermúdez
Primera edición: Bogotá, D.C., abril de 2007 ISBN: 978-958-683-910-5 Número de ejemplares: 300 Prensa digital e impresión: Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas – JAVEGRAF
Contenido AGRADECIMIENTOS ..................................................................... 11 INTRODUCCIÓN ........................................................................... 13 CAPÍTULO 1 El inventario de la botica de Diego Ordóñez de Taboada ................................................................ 27 1.1 DESCRIPCIÓN DEL INVENTARIO .......................................... 31 1.1.1 LOS TESTAMENTOS ..................................................... 33 1.1.2 EL PLEITO JURÍDICO ALREDEDOR DE LA HERENCIA DEL BOTICARIO ........................................................... 34 1.1.3 EL INVENTARIO DE LA BOTICA ...................................... 35 1.2 EL INVENTARIO DE BOTICA COMO FUENTE PARA LA HISTORIA .................................................................... 38 CAPÍTULO 2 El entorno de las boticas en el Nuevo Reino de Granada ..................................................................... 43 2.1 EL PROTOMEDICATO EN SANTAFÉ ..................................... 46 2.2 EL PROTOMÉDICO MENDO LÓPEZ DEL CAMPO .................. 49 2.3 TESTIMONIOS ACERCA DE LAS PRÁCTICAS COMO EVIDENCIAS DEL EJERCICIO DEL PROTOMEDICATO ............... 52 2.4 EL PROTOMÉDICO ÁLVARO AUÑÓN DE CAÑIZARES .............. 56 2.5 VISITAS A BOTICAS: CONTROLES SOBRE EL MONOPOLIO, EL ABASTECIMIENTO Y LA CONSERVACIÓN DE SUSTANCIAS
................................................................ 59
CAPÍTULO 3: Las virtudes de los simples o de cómo obtener la materia médica en el Nuevo Mundo .......................... 66 3.1 LAS SEÑAS DE LAS COSAS EN LA NATURALEZA ..................... 68 3.2 FÓRMULAS FIJAS Y SUSTANCIAS MÓVILES: SINE PRO QUO .................................................................. 82 CAPÍTULO 4 Almireces y alambiques: técnicas y habilidades de boticario para procesar los simples ....................................... 87 4.1 CONTENEDORES ............................................................... 88 4.2 ARTEFACTOS, TÉCNICAS Y PROCESOS ................................. 93 4.2.1 COMPARACIÓN DE LOS COMPUESTOS CONTENIDOS EN LA BOTICA DE ORDÓÑEZ CON AQUELLOS ESTIPULADOS EN 1515 Y 1591................................... 99 4.2.2 PREPARADOS Y COMPUESTOS DE VENTA EN UNA BOTICA NEOGRANADINA DEL SIGLO XVII ....................... 103 CAPÍTULO 5 Los humores y los fármacos .................................................... 108 5.1 CONTROLES A LA VENTA DE REMEDIOS ............................. 114 5.2 LA PÓCIMA DE EPITYMO ................................................. 118 CONCLUSIÓN EL DILEMA DE LOS RÓTULOS ...................................................... 128 ANEXOS ANEXO 1: DISTRIBUCIÓN SEGÚN ORIGEN DE LAS SUSTANCIAS SIMPLES ENCONTRADAS EN EL INVENTARIO DE LA BOTICA DE
DIEGO ORDÓÑEZ. ........................................................... 133
ANEXO 2: INVENTARIO DE LA BOTICA DE DIEGO ORDÓÑEZ (DISTRIBUCIÓN POR TIPOS) .................................... 139 ANEXO 3: INSTRUMENTOS Y CONTENEDORES PRESENTES EN EL INVENTARIO DE LA BOTICA DE DIEGO ORDÓÑEZ DE TABOADA ....................................................................... 159 BIBLIOGRAFÍA ..................................................................... 162 TABLAS TABLA 1: ESTRUCTURA GENERAL DEL INVENTARIO DE LA BOTICA DE DIEGO ORDÓÑEZ DE TABOADA (SANTAFÉ, 1608) .................. 36 TABLA 2: ACCIONES DE LAS SUSTANCIAS ................................................ 95 TABLA 3: TIPOS DE COMPUESTOS EN EL INVENTARIO DE LA BOTICA DE DIEGO ORDÓÑEZ. ............................................................. 99 IMÁGENES IMAGEN 1 ............................................................................. 75 IMAGEN 2 ............................................................................. 98 IMAGEN 3 ............................................................................ 110 IMAGEN 4 ............................................................................ 111 GRÁFICOS GRÁFICO 1: COMPARACIÓN A PARTIR DEL NÚMERO DE CONTENEDORES EN LAS BOTICAS DE 1601 (VALLADOLID), 1608 (SANTAFÉ) Y 1617 (VALLADOLID).......................................................... 89
GRÁFICO 2: CONTENEDORES EXCLUSIVOS DE LA BOTICA DE ORDÓÑEZ ........................................................................ 90 GRÁFICO 3: DISCRIMINACIÓN DE SUSTANCIAS POR TIPOS. COMPARACIÓN ENTRE LOS DATOS DE 1515, 1591 Y 1608 ..................................................................... 102 GRÁFICO 4: USOS DE LAS MEDICINAS PREPARADAS POR JUAN MÉNDEZ NIETO ................................................... 117
Agradecimientos La investigación que culminó con la producción de este libro se desarrolló en diversas etapas en las que conté con el apoyo incondicional de mis profesores y amigos. En primer lugar debo agradecer a la Maestría en Historia de la Pontificia Universidad Javeriana y a la Facultad de Ciencias Sociales, al profesor Rafael Díaz, por hacer realidad la difusión de este trabajo. Al Instituto Colombiano de Antropología e Historia, al profesor Guillermo Sosa, por apoyar la investigación sobre boticas y boticarios en algunos archivos nacionales mediante el programa de Apoyo para la Investigación en Historia Colonial. A Jaime Borja por su constante y juiciosa lectura de muchos borradores a los que, finalmente, pude darles forma. Agradezco especialmente a los profesores Mauricio Nieto y Óscar Saldarriaga. Gracias a Leonardo, María Teresa y Nicolás por acompañarme desde el principio en este mundo de las historias. A Germán, con el corazón. Y claro, al gato.
Introducción Los Catálogos de Pasajeros a Indias muestran que entre los miles de viajeros españoles que se embarcaron para establecer su residencia al nuevo mundo, muchas veces definitiva, venían personas expertas en distintos oficios:1 zapateros, plateros, licenciados en derecho, soldados, médicos, boticarios. Los distintos oficios fueron parte fundamental de la organización imperial en las Indias Occidentales ya que cada experto traía consigo un saber hacer que permitía trasladar a América las estructuras de producción comercial y, con ellas, perpetuar las costumbres españolas. Sin embargo, los contenidos de estos saberes no han sido analizados de forma suficiente, especialmente aquellos que se refieren a los profesionales en las artes de componer medicinas: ¿quiénes eran esos boticarios que migraron a distintos poblados americanos con la intención de fundar una botica?, ¿qué saberes teóricos y prácticos trajeron consigo dentro de sus baúles tachelados entre alambiques y libros? Esta investigación pretende, a partir del estudio de un caso, adentrarse en una botica de la ciudad de Santafé del Nuevo Reino de Granada, y desde su inventario reconstruir cómo funcionaban los saberes terapéu-
1 Ver: Rubio y Moreno, Luis. Pasajeros a Indias: catálogo metodológico de las informaciones y licencias de los que allí pasaron, existentes en el Archivo General de Indias, siglo primero de la colonización de América 1492-1592. Compañía Ibero-americana de Publicaciones, Madrid: 1917. Bermúdez Plata, Cristóbal. Catálogo de pasajeros a Indias: durante los siglos XVI, XVII y XVIII. 2 vols. Gavidia: Sevilla, 1940.
INTRODUCCIÓN
ticos y cuál era la función de los preparados de boticas en la sociedad de la época. Para ello se parte de la documentación que se ha encontrado en el Archivo General de la Nación de Bogotá acerca del boticario Diego Ordóñez de Taboada, nacido en la ciudad de Consuegra en España, y quien vivió activamente, en términos de pleitos con la justicia española, entre 1600 y 1608. El ejercicio de la profesión, los mecanismos de control y las disputas por monopolio son elementos que se hacen evidentes desde de la reconstrucción de su vida y sus enfrentamientos ante las Audiencias de la ciudad de Zaragoza (ubicada hoy en el departamento de Antioquia) y Santafé de Bogotá. Su última y triunfal aparición la hizo al momento de su muerte, con tres testamentos y una considerable y aparejada botica en la ciudad. La disección de la botica y el establecimiento de categorías sobre sus componentes, prestando especial atención a las sustancias simples y a las preparadas, permite comprender las estructuras de los saberes farmacéuticos que hacían que una sustancia pura o muchas combinadas incidieran directamente sobre el cuerpo humano. Las medicinas, como datos materiales ordenados en un listado, son una vía de acceso a los discursos sobre la terapia y el cuerpo. Un cuerpo que, para la época, se encontraba íntimamente relacionado con el entorno natural y que dependía de unas posibilidades farmacológicas que respondían a enfermedades específicas. Los conocimientos acerca de las patologías y estrategias terapéuticas para combatirlas en el espacio americano, fueron posibles gracias a la juiciosa compilación de descripciones acerca de las enfermedades y los tratamientos. Estos saberes fueron compilados bajo orden expresa de la corona española en algunas crónicas de Indias por expertos y legos, médicos y soldados: el Rey de España quería conocer la naturaleza americana. Con un claro interés en especies que permitieran una rentable explotación económica, productos como la canela o la pimienta, el oro y la plata, que pudieran integrarse como renglón productivo del imperio. De esta forma, durante el siglo XVI diversos emisarios emprendieron la tarea de describir América en sus crónicas, algunos, como el funcionario Gonzalo Fernández de Oviedo o el protomédico Francisco Hernández, con un rigor sistemático. 14
EL DILEMA DE LOS RÓTULOS
En crónicas e historias naturales de los siglos XVI y XVII, como la Historia General y Natural de las Indias de Fernández de Oviedo o la Historia natural y moral de las Indias del padre José de Acosta, se consignaron saberes sobre el mundo americano a partir de unos códigos de reconocimiento y analogía.2 Se compilaron vademécums de sustancias medicinales, en los que se relacionaron las posibilidades de aclimatación de las que nacían en España, y se consignó la efectividad de las que se daban aquí. La incorporación de nuevas sustancias se explica por las enfermedades particulares del Nuevo Mundo y también por la disponibilidad de abasto de medicinas de tradición europea pues éstas eran difíciles de conseguir y en algunos casos, dependiendo del lugar donde se encontrara el boticario, costosas. La relación entre los cuerpos y la naturaleza, retomada de la doctrina hipocrática y propia del Renacimiento español, proponía un estrecho vínculo causal entre el cuerpo humano y el entorno en que vivía y enfermaba. De esta forma, las enfermedades que aquejaban los cuerpos podían tratarse acudiendo a la botica de la naturaleza. Para el siglo XVII, la época de los conocimientos novedosos había pasado y los españoles radicados en el Nuevo Mundo habían tenido el tiempo suficiente como para que lo extraño se convirtiera en algo común.3 Los saberes se habían asentado y existía un sistema terapéutico organizado donde médicos y cirujanos le recetaban a los pacientes y estos acudían a conseguir su medicina con el boticario. Analizar el tipo de farmacia tradicional española que era utilizada durante los primeros años del siglo XVII en la retirada Santafé, permite observar las dinámicas, características y
2 Ver: De Acosta, José. Historia natural y moral de las Indias: en que se tratan las cosas notables del cielo y elementos, metales, plantas y animales dellas: y los ritos y ceremonias, leyes y gobierno y guerras de los indios. Fondo de Cultura Económica. México, 1940. Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia General y Natural de las Indias. Ed. Biblioteca de Autores españoles, a cargo de Tudela Bueso: Madrid, 1959. 3 Los procesos de apropiación de la naturaleza y el manejo de conocimientos experimentales sobre el Nuevo mundo pueden observarse a partir de la revisión de textos impresos durante los siglos XVI y XVII en los cuales se muestra el uso común de materiales medicinales americanos como el mechoacán y el tabaco dentro de la terapéutica europea. Ver especialmente: Monardes, Nicolás. Herbolaria de Indias. Presentación y comentarios de Xavier Lozoya. Ed. Tuner. Instituto Mexicano del Seguro Social: México, 1990.
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INTRODUCCIÓN
movilidad de los conocimientos acerca de la naturaleza como parte de las relaciones culturales. Las boticas son lugares privilegiados para reconstruir en detalle las evidencias de las prácticas como tecnologías discursivas y preformativas que permitieron generar estrategias de apropiación. Dichas habilidades y estrategias hicieron posible extraer las sustancias del entorno natural para ser administradas en cuerpos enfermos luego de una compleja y elaborada transformación. La botica hacía parte del sistema administrativo español pues estaba sujeta a controles periódicos y debía ejercerse en ella un oficio calificado por parte de hombres nacidos en España, con títulos y acreditaciones. No obstante, la distancia entre la norma y las dinámicas in situ era enorme. Los controles no eran tan rigurosos como debían serlo, y se daban casos de boticarios no españoles y muchos más en los que los practicantes del arte no tenían títulos ni acreditaciones. Dado que en términos legales las desviaciones de las leyes escritas eran muchas, es justo suponer que en cuanto a los saberes aplicados la situación fue similar. Ahora bien, el choque físico y cultural que se dio con la llegada y el asentamiento español en América Latina se caracterizó por una serie de procesos necesarios de adaptación de los cuerpos y de los saberes a un nuevo entorno. En el contexto colonial hispanoamericano, los saberes tradicionales españoles pusieron a prueba su capacidad de sobrevivir en un medio ambiente diferente con nuevas enfermedades. Esto fue posible gracias a las habilidades adquiridas por boticarios y yerbateros, a una estructura flexible de saberes y, en buena medida, a los contactos humanos que se dieron cita en el Nuevo Mundo.4
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En 1626 el cirujano Miguel Cepeda de Santacruz, residente en Santafé, escribió una serie de cartas de defensa en las cuales mencionó la experiencia como la cualidad más importante que debían tener los practicantes de las artes médicas en el Nuevo Mundo. En sus propias palabras, lo que importaba en estas latitudes era la práctica del oficio ya que permitía el reconocimiento de las particularidades de los cuerpos y las enfermedades. Ver: AGNB [1605/1626] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea XI (Este expediente ha sido analizado en detalle en Ronderos, Paula. Evidencias históricas de las prácticas médicas y farmacéuticas en la Santafé del siglo xvii. El caso de la Muerte por Purga. Bogotá, CESO: Universidad de los Andes, 2004).
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Los boticarios en sus boticas continuaron con la síntesis de fármacos según las normas que exigía la estructura tradicional hipocrática, galénica y arábiga, que enfatizaba las virtudes de los elementos simples y las combinaciones posibles para tratar enfermedades.5 Sin embargo, fue necesario un trabajo de reconocimiento de la naturaleza americana para poder incorporar sustancias que respondieran a las exigencias del mercado y a las nuevas enfermedades que se daban en el contexto colonial. Pero, ¿cuáles fueron esas habilidades de las que se sirvieron los boticarios y otros yerbateros para experimentar con materia médica natural en el nuevo mundo?, ¿cómo se entabló un diálogo con el entorno natural que permitiera su conocimiento, descomposición, síntesis y aplicación en el ámbito de la salud de los cuerpos humanos?, en últimas, ¿hasta qué punto la farmacopea sufrió una transformación de los componentes utilizados en las recetas gracias a puntos flexibles en las estructuras cognitivas españolas? En la historiografía para periodo y la temática en el caso neogranadino, se pueden considerar dos perspectivas que han guiado la investigación. Por una parte, aquellos estudios que se fundamentan en la ciencia como problema desde reflexiones sobre los saberes y las prácticas, haciendo evidentes las relaciones de poder y las tensiones entre espacios de dominación, discursos y conocimientos. Desde esta perspectiva ha sido posible analizar las elites como agentes de conocimientos, reconstruyendo sus estructuras conceptuales y enfocando las prácticas alrededor del ejercicio de profesiones. Esta tendencia de estudios, que podría denominarse bajo la idea de «sociología de la ciencia y la tecnología», ha sido el marco de trabajo para muchos estudios que se han realizado en los últimos años sobre la historia colombiana, concretamente para el periodo de la Ilustra-
5 La categoría de simples reúne a todas las sustancias vegetales, animales y minerales en estado natural, sin mezclas con otras sustancias ni tampoco sometidas a procesos de transformación de forma. Las sustancias simples constituían la materia prima utilizada en las boticas. Cuando dichas sustancias estaban transformadas pero no mezcladas, se hablaba de preparados, entre los que se encuentran las rasuras, los polvos, y los extractos.
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ción. En esta corriente se ubican Diana Obregón,6 Emilio Quevedo,7 Mauricio Nieto8 y el Grupo de Investigación Historia de la Salud (GIHSA) de la Universidad Nacional sede Medellín.9 Sin poner en duda la validez y relevancia de dichos estudios, es importante llamar la atención sobre la tendencia a dejar los procesos acaecidos durante los siglos XVI y XVII como antecedentes a los problemas del siglo XVIII y no como objetos de estudio por sí mismos. Sin embargo, las generalizaciones son odiosas y no sería justo desconocer los trabajos de Estela Restrepo, Santiago Díaz Piedrahita, Jairo Solano y Víctor Manuel Patiño. Estos estudios han trabajado en periodos diferentes al siglo XVIII o han abordado la farmacia directamente y no como un apéndice de la medicina. Estela Restrepo ha trabajado la historia de la farmacia durante los siglos XVI y XVII realizando trabajos de contexto así como transcripciones de partes de textos antiguos como el Antidotario de Pedro López de León.10 Jairo Solano ha realizado análisis muy interesantes sobre la medicina y la terapia de los siglos XVI y XVII a partir de la elaboración del contexto social en el que se inscriben los textos de Juan Méndez Nieto (1607) y de Pedro López de León (1623), incluyendo un análisis de los autores clásicos, empíricos y contemporáneos, que son citados por cada autor en su obra. Ambas obras son de suma importancia por tratarse de trabajos realizados a partir de
6 Ver: Obregón, Diana. “El sentimiento de nación en la literatura médica y naturalista de finales del siglo XIX en Colombia”. Anuario colombiano de historia social y de la cultura. No. 16-17 (1988-1989). Págs. 141-161. 7 Ver: Quevedo, Emilio. Historia Social de la Ciencia en Colombia. Tomo VII: Medicina. Ed. Colciencias: Bogotá. 1993. 8 Ver: Nieto Olarte, Mauricio. Remedios para el imperio: historia natural y la apropiación del nuevo mundo. Instituto Colombiano de Antropología e Historia: Bogotá. 2000. 9 Ver: Márquez, Jorge, Álvaro Casas y Victoria Estrada. Higienizar, medicar, gobernar. Historia, medicina y sociedad en Colombia. Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. IME Dirección de Investigaciones: Medellín, 2004. 10 Ver: H. Sotomayor, A. Gómez, E. Restrepo y M. Pérez (Eds.). El Medicamento en la Historia de Colombia. Ediciones Schering Plaugh: Bogotá, 1997. Restrepo, Estella. “El arte común de curar a España y a las Indias Occidentales”. Anuario Colombiano de Historia social y de la cultura. No. 24. Universidad Nacional de Colombia, 1997.
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la investigación y experiencia de los autores como residentes en Cartagena de Indias.11 Otro trabajo interesante, es el realizado por Santiago Díaz Piedrahita y Luis Carlos Mantilla, el cual incluye la trascripción detallada de un recetario franciscano del siglo XVIII.12 El recetario es de enorme valor documental y está antecedido por una introducción comentada desde la perspectiva científica y religiosa. Sin embargo, la obra de Víctor Manuel Patiño merece un reconocimiento especial tanto por su volumen como por su rigor. Partiendo de su formación en botánica, Patiño realizó un extenso trabajo de taxonomía histórica de la cultura en la que incluye desde artefactos tecnológicos hasta costumbres. El grueso de su obra trata sobre la reconstrucción de la historia natural, botánica, zoología y mineralogía compilando un vademécum de especies, usos, tradiciones y permanencias de la naturaleza colombiana.13 La sociología de la ciencia permite pensar en saberes y redes cognitivas para enfatizar el papel de las técnicas en la construcción y performancia de los conocimientos, lo que permite hacer evidente la movilidad y flexibilidad de los saberes así como las mutaciones en las estructuras. Con el siglo XVII en mente, es necesario matizar los saberes como categoría para no dar cuenta solamente de las estrategias cognitivas de las élites. En este sentido es posible considerar una segunda perspectiva de investigación en la tradición historiográfica colombiana que ha abordado el problema de los saberes vinculada estrechamente con las propuestas y preguntas de la antropología. En esta difusa frontera que divide las disciplinas se han realizado trabajos sobre las prácticas curativas de comunidades negras e indígenas 11 Ver: Solano Alonso, Jairo. Salud, cultura y sociedad: Cartagena de Indias siglos XVI y XVII. Universidad del Atlántico: Barranquilla,1998. 12 Ver: Santiago Díaz-Piedrahita y Luis Carlos Mantilla O.F.M. La Terapéutica en el Nuevo Reino de Granada. Un recetario franciscano del siglo XVIII. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales: Bogotá, 2002. 13 Su extensa obra asciende a aproximadamente a cincuenta y cinco títulos, siendo la más conocida la colección de ocho volúmenes que componen su Historia de la cultura material en la América Equinoccial. Instituto Caro y Cuervo: Bogotá, 1990-1993.
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durante el periodo colonial, tratando de evidenciar los mecanismos y las funciones terapéuticas dentro de las estructuras generales o sistemas de interpretación que funcionaban para argumentar, desde estas tradiciones, la relación entre los seres humanos y su entorno. Como producto de la alianza estratégica entre disciplinas, se encuentra la obra de la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda quien desarrolló un estudio de análisis comparativo entre las prácticas medicinales de blancos, negros e indios a partir de la identificación de las interrelaciones culturales en el contexto colonial colombiano.14 En esta misma línea, desde finales de los anos ochenta y comienzos de los noventa, autoras como Diana Luz Ceballos y Adriana Maya han realizado estudios sobre las permanencias y los cambios en los sistemas mágicos-terapéuticos de las comunidades afrodescendientes que vinieron al territorio durante el periodo de la diáspora esclavista.15 Se trata de investigaciones rigurosas y juiciosas basadas en trabajo sobre fuentes documentales (básicamente archivos del Tribunal de la Inquisición y del archivo judicial), que han posibilitado la reconstrucción de los sistemas tradicionales no hispanos que tuvieron incidencia en el Nuevo Reino de Granada. Los trabajos desde esta segunda perspectiva, que puede considerarse como de tendencia más culturalista, son relevantes puesto que llaman la atención sobre la necesidad de comprender lo colonial desde una perspectiva compleja, de múltiples relaciones y vínculos, donde se dieron cita diferentes tradiciones. Si bien existen mecanismos que determinan la imposición de unos saberes sobre otros, la cultura no funciona sólo en una dimensión vertical estructurada por el poder, sino que se desenvuelve en múltiples escenarios, gradaciones y niveles. De esta forma, se revalúa la noción de cultura como sistema donde se asumen relaciones entre ele-
14 Ver: Gutiérrez de Pineda, Virginia. Medicina tradicional de Colombia: el triple legado. Universidad Nacional de Colombia: Bogotá, 1985. 15 Ver: Ceballos, Diana Luz. «Quyen tal haze que tal pague»: sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada. Ministerio de Cultura. Bogotá, 1999. Maya Restrepo, Luz Adriana. “Botánica y medicina africanas en la Nueva Granada, siglo XVII”. Historia Crítica No. 19 Enero-Junio. Bogotá, 2000.
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mentos discernibles que se encuentran interconectados en dinámicas de yuxtaposición. Lo cultural se explica desde la imbricación de lo complejo y lo plural, lo continuo y lo discontinuo, y la cultura se define como el movimiento entre lo que preserva su continuidad y las disrupciones que movilizan el cambio. Gracias a este movimiento, que se produce y es producido, se garantiza su existencia. Bauman propone comprender la cultura como una praxis para trascender la visión de lo cultural como un sistema y construir desde ahí la perspectiva de matriz, un molde orgánico e inorgánico donde se da forma a algo, un espacio de gestación.16 Los intentos de descripción, explicación y análisis de fenómenos culturales se articulan a partir de la construcción de series que niegan los elementos discernibles y las relaciones simples y unívocas. La fortaleza metafórica de la identidad se desmorona y los territorios frontera se convierten en los espacios donde sucede la vida. Al desaparecer las identidades culturales como entidades discernibles, las relaciones de mestizaje, intercambio y asimilación dejan de ser pertinentes y se aboga por relaciones plurales, complejas y de mutua constitución. Las prácticas de farmacia durante el siglo XVII en el ámbito urbano del Nuevo Reino de Granada, permiten un análisis desde la concepción de matriz. Si bien es posible considerar que en el caso colonial se dieron interrelaciones entre sistemas consolidados, o identidades étnicas y culturales discernibles, es también pertinente considerar que tanto el sistema como la identidad estaban en construcción. Las habilidades para manipular la naturaleza y curar los cuerpos fueron comunes a los individuos humanos independientemente del sexo, la raza o la religión, y de las explicaciones míticas, mágicas o científicas que daban sentido a la utilización y procesamiento de sustancias medicamentosas para el alma y el cuerpo. Lo que se teje alrededor de la relación cuerponaturaleza y lo que desde allí se produce, en términos de estrategias y prácticas, no constituye un sistema rígido que pueda ser explicado sólo a partir del análisis de tratados y textos académicos producidos en el con16 Ver: Bauman, Zygmunt. La cultura como praxis. Paidós Studio: Barcelona, 2002.
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INTRODUCCIÓN
texto. Estos textos constituyen unas fuentes muy interesantes pero no dan cuenta de las estrategias de adaptación, cotidiana y necesaria, que sufrieron en América. La historia étnica tiene mucho que decir, pero limita los análisis a permanencias negando la posibilidad de los cambios y su reconfiguración. Si se apropia la noción de matriz y no la de sistema, se puede considerar que las prácticas que relacionan al cuerpo con el entorno natural producen y son producidas por interrelaciones múltiples y diversas, saberes, habilidades y dinámicas de incorporación. La perspectiva culturalista se ha utilizado para dar cuenta de las estrategias de los grupos no españoles, de los subalternos que ejercieron prácticas de resistencia, de intercambio y de permanencias en términos de sus saberes y tradiciones. No pretendo negar las atrocidades de la imposición cultural ni el drama humano de la conquista de América, pero sí llamar la atención sobre los quiebres de las estructuras, sobre la flexibilidad que fue necesaria y la adopción de nuevos elementos que determinaran las posibilidades de sobrevivir. En síntesis, quiero señalar que aún cuando lo español fue impositivo y violento, su estrategia de imposición fue la incorporación sutil y soslayada de los saberes de los otros. En términos de la medicina y la farmacia, este fenómeno se explica en cuanto la estructura galénica, que se considera unitaria y clara, se basaba en el reconocimiento de un entorno en interrelación permanente con el cuerpo. Esta noción hacia el cuerpo teórico de la doctrina era una armazón que se recomponía en cualquier lugar, y que permitía a integrar desde su misma esencia lo nuevo. El lugar de trabajo podía desarmarse y ser movilizado.17 Así las cosas, ninguna de las dos posiciones, si se la toma separadamente, son suficientes para abordar el problema. La primera, por privilegiar los contenidos ilustrados; la segunda, por dejar de lado las estrategias de incorporación de los grupos dominantes. Por lo tanto, en esta investigación se ha tomado lo mejor de ambas. Se han privilegiado las nociones de
17 Ver: Latour, Bruno. La esperanza de Pandora: ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Gedisa: Barcelona, 2001.
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práctica y saberes propuestas por la sociología e historia de las ciencias a partir de la inclusión de estas categorías dentro de un marco contextual más amplio, en una idea de cultura matriz y no sistémica. A la hora de realizar una investigación histórica es fundamental la definición de un método que permita abordar el problema. Dado que el inventario de la botica de Diego Ordóñez es el centro del estudio, en este punto son útiles algunas palabras que justifiquen esta decisión. Desde la metodología cualitativa de investigación en ciencias sociales se han elaborado trabajos acerca de los estudios de caso como posibilidad y método particular para dar cuenta de fenómenos sociales complejos.18 Esta perspectiva resalta la importancia de estudiar casos en la medida en que se puedan establecer teorías adecuadas a partir de su análisis intensivo. Sin embargo, dicha propuesta está diseñada para trabajos relacionados con la sociología, la lingüística y la antropología, y aún cuando son útiles y pertinentes, no abordan directamente la problemática de la investigación histórica que en sí misma tiene una serie de necesidades y características que exigen una reflexión particular. Para justificar un estudio de caso en el ámbito de la historia aparece la microhistoria. La reducción de escala, paradigma fundamental para construir estudios históricos de casos particulares, ha sido abordada por Levi en uno de los únicos artículos teóricos que se han escrito sobre microhistoria que se consiguen en lengua castellana. Para Levi, la microhistoria, en cuanto práctica, se basa en la reducción de la escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del material documental.19 La ventaja es que un análisis intensivo, restringido desde la lente, permite distinguir sujetos operantes.20 18 Ver: Anselm Strauss y Juliet Corbin. Bases de la investigación cualitativa. Técnicas y procedimientos para desarrollar la teoría fundamentada. Ed. Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia: Medellín, 2002. 19 Ver: Levi, Giovanni. “Sobre microhistoria”. Formas de Hacer Historia. Peter Burke (Ed.). Editorial Alianza Ensayo: Madrid, 2003. Pág. 122. 20 Ver: Justo Serna y Anaclet Pons. “Formas de hacer microhistoria”. Àgora, Revista de Ciencias Sociales. núm. 7. 2002. Disponible en: http://www.uv.es/~jserna/Fhm.htm [Consultado: abril 13, 2005].
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INTRODUCCIÓN
La individuación de la historia ha sido argumentada por Ginzburg y Poni, para quienes en el nombre propio de sujetos activos radica una posibilidad de recuperación histórica. En términos de método, la idea es perseguir a individuos concretos, buscando descubrir la red material y simbólica en la que se inscriben y, a partir de esta relación, obtener la representación de relaciones sociales en las que el individuo estaba integrado y de las cuales hacía parte. Reducir la escala, restringir el campo de acción del investigador y nominalizar la historia, exige una reflexión adecuada sobre las fuentes. La historia, como disciplina académica, normalmente ha privilegiado fuentes numerosas y representativas que pueden ser sistematizadas. Documentos que permiten estructurar teorías generales y abstracciones funcionales con las cuales se caracterizan periodos y se establecen regularidades. La propuesta de la microhistoria rescata la posibilidad de hacer historia no desde el documento frecuente sino desde el documento excepcional. Esto se sustenta en que «un documento realmente excepcional, y por ello estadísticamente poco frecuente, puede ser mucho más revelador que mil documentos estereotipados».21 De esta forma, el método microhistórico permite reconstruir casos específicos partiendo de la intuición y de la posibilidad de establecer relaciones a partir de un análisis detallado, riguroso, sistemático y denso de la información. En el primer capítulo se presenta una descripción del inventario de la botica de Diego Ordóñez de Taboada realizado en la ciudad de Santafé en 1608. La reconstrucción de las partes del inventario permite comprender el contexto interno de la fuente y la función que tiene en éste el apartado destinado a la relación de los contenedores, artefactos y sustancias de la botica. En este sentido, se propone un método de trabajo para abordar el expediente como una fuente histórica, evidenciando sus problemas y ventajas. La botica de Ordóñez pertenecía a un contexto legal y social que le daba sentido, un sistema médico regulado y controlado por dos mecanismos estatales: la audiencia local y el Real Protomedicato.
21 Ibídem.
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En el segundo capítulo se contextualizan las prácticas médicas y farmacéuticas en el entorno legal general que se aplicó en las Indias. De forma particular se reconstruyen algunas características del sistema médico del Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVII enfatizando los personajes y las prácticas, entre las cuales se resaltan las visitas a boticas como vínculos entre el arte de la farmacia y los mecanismos de vigilancia y control. En los capítulos tercero y cuarto se reconstruyen las habilidades de los boticarios en términos de los saberes y las prácticas que fueron aplicadas en el Nuevo Mundo para abastecer las boticas de materias primas y, posteriormente, combinar sustancias y preparar medicinas. Para ello se recogen dos nociones básicas propias de los siglos XVI y XVII: la signatura rerum y el sine pro quo. En cuanto a los procesos, se establecen algunas relaciones entre las capacidades tecnológicas y los conceptos estructurales del sistema de relaciones farmacéuticas que generaron el arsenal de medicinas que fueron reseñadas en el inventario. El quinto capítulo se adentra en la relación que existía entre los humores, como noción determinante en el concepto de cuerpo del XVII, y los fármacos, con el fin de comprender los usos posibles de las sustancias en el contexto colonial neogranadino. Para ello se han cotejado los datos del inventario de 1608 con los Discursos Medicinales del doctor Juan Méndez Nieto, fechado en Cartagena Indiana en 1607.22 Además, se propone la descripción de una estrategia terapéutica particular alrededor de la melancolía como enfermedad enfatizando los problemas de definición, los mecanismos de diagnóstico y las dinámicas de tratamiento. En los anexos de esta investigación el lector podrá encontrar la disección de la botica en estricto sentido. En primer lugar la discriminación de las sustancias simples de acuerdo a su origen natural, es decir, la relación de vegetales, animales y minerales. Un segundo anexo presenta la distribución por tipos, sustancias simples, preparadas o compuestas, y el registro
22 Ver: Méndez Nieto, Juan [1607]. Discursos Medicinales. Cartagena Indiana. Transcripción y edición: Universidad de Salamanca, Junta Castilla y León. Salamanca: 1989.
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INTRODUCCIÓN
de su cantidad y valor comercial. En el anexo número tres se presenta la relación de los contenedores y los artefactos presentes en el inventario y que constituían elementos de enorme valor tanto en términos económicos como en relación a las prácticas específicas que se desarrollaban en el interior de las boticas.
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Capítulo 1: El inventario de la botica de Diego Ordóñez de Taboada En el contexto colonial hispanoamericano, las artes médicas eran reguladas y vigiladas por el Real Protomedicato. A nivel local, las audiencias y cabildos de los poblados podían y debían, en caso de necesidad, controlar a los individuos que hacían parte del gremio. Gracias a la preocupación del sistema colonial por regular y controlar según la costumbre legalista española, es posible encontrar en los fondos documentales de los archivos nacionales variados documentos que tratan sobre asuntos propios de las disputas que se daban en el ámbito de lo médico. Son documentos del archivo judicial, refundidos entre misceláneas o agrupados bajo el cobijo del fondo “Médicos y Abogados”. Documentos de boticas y boticarios, de pleitos y permisos, de sanciones y disputas. Entre todos estos, que se multiplican a medida que se adentra el siglo XVIII, se encuentra el inventario de la botica de Diego Ordóñez de Taboada.1 Los inventarios de botica eran comunes entre los siglos XVI y XVIII tanto en España como en las colonias americanas. En Perú, por ejemplo, hacia la década de los años veinte del siglo pasado, se publicó como documento ilustrativo de la historia de la medicina peruana un inventario del siglo XVIII que había sido encontrado en los archivos limeños. El inventario ocupa casi el centenar de páginas en un libro
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AGNB
[1608] Sección Colonia. Fondo: Testamentarias de Cundinamarca. Tomo 20.
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de formato mediano, y asombra tanto por la minuciosidad como por su presencia dentro de un libro destinado a rescatar la medicina popular peruana.2 Sin embargo, es en la Península Ibérica donde más se han publicado estudios referentes a los inventarios. En revistas españolas como la Ars Pharmaceutica y el Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia se han publicado al menos diez transcripciones completas de inventarios de boticas.3 Por lo general, el inventario es copiado en su totalidad, incluyendo un breve contexto acerca de la ciudad o espacio geográfico en el que la botica correspondiente estaba dispuesta. También se han realizado historias locales de las boticas en ciudades o regiones españolas. Ejemplo de ello es la investigación de Félix Pastor Frechoso, quien cotejó los inventarios de cincuenta boticas durante dos siglos en Valladolid.4 De dicha investigación resultó un impresionante compendio donde todos los inventarios de botica fueron agrupados, resumidos, reorganizados en función de un contexto construido a partir de las relaciones documentales en torno a los que el autor encontró en los archivos de Valladolid. En ese texto se hace una lectura de los datos disponibles partiendo del contexto de la ciudad, de sus boticarios y boticas, para terminar con un análisis de las sustancias contenidas en los establecimientos que fueron reseñadas en los inventarios. Frechoso se encarga de averiguar el papel de los materiales medicinales del Nuevo Mundo y su impacto en las farmacias de la próspera Valladolid; para
2 Ver: Ángel Maldonado y A. Valdizán. La medicina popular peruana. (Documentos ilustrativos) Tomo III. Ed. Imprenta Torres Aguirre: Lima, 1992. 3 Ver: Folch Andreu, R. “La botica de D. José Hortega”. Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia, 1952; 3 (9; 11; 12): 1-10; 97-110; 151-8; 1953; 4 (13): 8-13. Herrero Hinojo, P. “Inventarios de Farmacia”. Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia, 1968; 19 (75): 97-115. Sanchiz Garro, M. “Una farmacia malagueña del siglo XVIII”. Ars Pharm, 1961; 2 (6): 327-38. Arrebola Nacle, P., López Andújar, G. “Una botica de Murcia del siglo XVIII”. Ars Pharm, 1990; 31 (3-4): 169-73. 4 Ver: Pastor Frechoso, Félix Francisco. Boticas, boticarios y materia médica en Valladolid (Siglos XVI y XVII). Junta de Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo: Valladolid, 1993.
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ello relata la historia natural de las sustancias que identifica como americanas.5 Una historia natural que ya no era la de Plinio el Viejo y Dioscórides, sino la Nueva Historia Natural, escrita por cronistas y médicos peninsulares o americanos. Aunque las estructuras generales de los textos, en términos de la descripción fisiológica y los usos de las sustancias medicinales, se mantiene apegada a la tradición clásica europea, hay variaciones notables en cuanto a las especies vegetales, animales y minerales que son incluidas así como en relación a sus usos terapéuticos. Para la ciudad de Santafé en el Nuevo Reino de Granada sólo se ha ubicado un inventario para el siglo XVII: de la botica de Diego Ordóñez de Taboada fechado en 1608. Para el periodo, el Archivo conserva por el momento un profundo silencio. Existe otro inventario, reproducido por Díaz-Piedrahita de 17766 y un listado de artefactos y medicinas que debían contener las boticas de la ciudad fechado en 1799 que ha sido publicado por Virginia Gutiérrez de Pineda.7 Aunque estos documentos se alejan entre sí en el tiempo, es interesante pensar en una labor comparativa para vislumbrar los cambios, permanencias y transformaciones que se dieron a lo largo del siglo XVII y el XVIII. Dicha labor escapa del presente estudio pues la intención fundamental es rescatar los procesos en relación con la farmacia que se vivieron en el Nuevo Reino de Granada a comienzos del siglo XVII, en una relación más directa con la mentalidad del siglo XVI que con la del siglo XVIII.8 5 Entre los materiales medicinales incluye: la coca, el tabaco, la quina, el chocolate, y otras sustancias menos conocidas como la copaiba y el sassafras. Ver: Ibídem; págs. 143 ss. 6 Ver: Santiago Díaz-Piedrahita y Luis Carlos Mantilla O.F.M. La Terapéutica en el Nuevo Reino de Granada. Un recetario franciscano del siglo XVIII. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales: Bogotá, 2002. 7 Ver: Gutiérrez de Pineda, Virginia. Medicina tradicional de Colombia: el triple legado. Universidad Nacional de Colombia: Bogotá, 1985. 8 En el cuarto capítulo se realiza un trabajo comparativo en aras de contextualizar la botica de Diego Ordóñez. Como no se han encontrado inventarios de la época para el Nuevo Reino de Granada, la comparación se realiza en dos frentes. El primero, en términos generales, de instrumentos y contenedores que se contrasta con dos boticas
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Entonces, ¿cómo justificar el estudio de una sola fuente?, ¿cómo establecer un discurso que hable sobre una sociedad y unas prácticas desde un único documento? Los documentos excepcionales, como es el inventario que nos ocupa, permiten distinguir situaciones y particularidades del pasado que dan nuevas luces sobre las formas en las que se estructuraba el conocimiento. Un documento, que indudablemente se inscribe en un periodo y en unas circunstancias específicas, permite reconstruir el pasado a partir de una descripción densa, de escala reducida pero igualmente significativa. Las situaciones específicas, las relaciones sociales y los modos de interacción múltiples que se dan entre sujetos operantes, se inscriben en un contexto histórico. Por lo tanto, es necesario enfatizar que la historia es una disciplina en la que el contexto es fundamental, y en la cual cualquier hecho histórico sólo puede adquirir significado dentro de un conjunto de hechos. La fuente es siempre un signo de algo que está ausente pero de lo cual es expresión parcial o representación. El indicio es también una huella pequeña pero reveladora “a la que hay que dar con audacia un significado”.9 Para Levi, quien resalta al pequeño indicio como paradigma científico para la reconstrucción histórica, “el enfoque microhistórico aborda el problema de cómo acceder al conocimiento del pasado mediante diversos indicios, signos y síntomas. Es un procedimiento que toma lo particular como punto de partida y procede a identificar su significado a la luz de su contexto específico”.10
descritas por Pastor Frechoso existentes en Valladolid, la una de 1601 y la otra en 1617. El segundo punto de referencia es la botica ideal de Saladino, que fue transcrita por Rodríguez de Tudela en 1515 en su texto Compendio de Boticarios, el cual ha sido digitalizado recientemente por la Universidad de Madison. 9 Ver: Justo Serna y Anaclet Pons. “Formas de hacer microhistoria”. Ágora, Revista de Ciencias Sociales, núm. 7. 2002. Disponible en: http://www.uv.es/~jserna/Fhm.htm [Consultado: abril 13, 2005]. 10 Levi, Giovanni. “Sobre microhistoria”. Formas de Hacer Historia. Peter Burke (Ed.). Editorial Alianza Ensayo: Madrid, 2003.
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1.1 DESCRIPCIÓN DEL INVENTARIO Los inventarios de boticas durante los siglos XVI y XVII, se dieron en tres contextos: cuando una botica era vendida, cuando se presentaba una inspección o visita, y cuando el boticario moría y era necesario realizar los trámites de sucesión. Este último contexto es el motivo por el cual fue realizado el inventario de la botica de Diego Ordóñez en 1608, en la ciudad de Santafé. Diego Ordóñez de Taboada, natural de Alcázar de Consuegra, poblado ubicado en la región de Castilla-La Mancha en España, había venido al Nuevo Reino a finales del siglo XVI. No es claro el momento en el que llegó a instalarse ni cuáles fueron las motivaciones del viaje. Sólo se encuentran evidencias de su persona hasta 1600, momento en que se enfrentó contra un boticario de origen portugués que quería fundar botica propia en la ciudad de Zaragoza (actual Antioquia). Ordóñez interpuso un extenso pleito en el que exponía que su botica era más que suficiente para abastecer los requerimientos de la población.11 El pleito terminó abruptamente sin dejar una resolución contundente para el historiador: después de muchas apelaciones, testigos y pregones, se difuminó en la nada. En ese mismo año y durante los dos siguientes, en la ciudad de Zaragoza, Ordóñez se vio involucrado en otro pleito porque le adeudaban doscientos pesos de oro por unas medicinas que había dado en fiado a un dueño de minas y esclavos de la localidad. Con este mismo personaje se enfrascaría en otro pleito, esta vez como acusado, debido a que el boticario estaba haciendo mazamorreo en uno de los ríos cercanos a la mina del esclavista.12 Existe otro pleito, llevado ante la justicia cuando Ordóñez era vecino de Santafé, en el que se vio implicado en la solicitud de títulos que hiciera en 1605 el médico Lope Sanjuán de los Ríos al protomédico del momento, Álvaro Auñón de Cañizares.13 Estos rastros de Ordóñez
11 AGNB [1600] Sección Colonia. Fondo: Médicos y Abogados. Tomo I. No. 4 ff. 90-137. 12 AGNB [1600] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea. Tomo XLVI. No. 1 ff. 1-19. 13 AGNB [1605/1626] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea XI.
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son útiles para considerar al boticario en sus idas y venidas, y para ubicar un contexto de las prácticas de botica y medicina en el Nuevo Reino de Granada. El documento que más llama la atención es el expediente que se escribió a raíz de su muerte, porque se presenta el inventario de la botica y porque toda la dinámica de sucesión proporciona una semblanza de los aspectos culturales, simbólicos, emotivos y cotidianos que rodeaban el ejercicio del arte de boticario en el siglo XVII. El expediente fue levantado, compilado y comentado por Rodrigo Zapata, funcionario de la Audiencia de la ciudad de Santafé. El pleito se basó en la propiedad sobre la herencia de Ordóñez pues no era claro para quién debían ser sus bienes, incluida la botica. Una de las partes, el defensor de bienes de difuntos, abogaba porque los bienes quedaran a nombre y mando de Lope de Taboada, hermano del boticario residente en España, quien aparecía como heredero legítimo en los tres testamentos que había dejado el boticario. Por la contraparte estaba Juan de Tordesillas, médico y amigo de Ordóñez, quien tenía un poder que había firmado el boticario antes de morir en el cual le nombraba a él heredero oficial y absoluto. El pleito generó un extenso expediente que fue cuidadosamente compilado y organizado por Zapata.14 Dicho expediente puede ser dividido en tres partes: z z
z
Los tres testamentos y el poder otorgado por Ordóñez. El pleito por la sucesión y herencia entre Joan de Bastidas (defensor de bienes de difuntos) y Alonso de Aranda (defensor de los intereses de Juan de Tordesillas). El inventario de los bienes (muebles, inmuebles y los contenidos de la botica).
14 El expediente completo levantado a raíz de la muerte de Diego Ordóñez, incluido el inventario de la botica, se encuentra en el Archivo General de la Nación en Bogotá. AGN, Colonia, Testamentarias de Cundinamarca XX.
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1.1.1 LOS TESTAMENTOS15 Gracias a la información contenida en los testamentos del boticario, es posible conocer que había nacido en Alcázar de Consuegra, poblado ubicado en el priorato de Santo Joan (Castilla-La Mancha) en los reinos de España. Era hijo de Diego Ordóñez y María López, ambos difuntos. En los tres testamentos firmados por el boticario se presenta una preocupación latente por coordinar con exactitud el destino de sus restos mortales. En este sentido, dispuso que sus restos debían ser llevados en procesión hasta la catedral acompañados de seis sacerdotes de los conventos de la ciudad. Se incluyó, además, el número de misas por su alma penitente y las de sus padres. Luego proseguían los asuntos económicos. Ordóñez era amo de dos esclavos con quienes vivía: Bartolomé Viafra e Isabel de Angola. Poseía una botica ubicada en una calle principal de la ciudad, con todos los implementos y una cantidad determinada de plata labrada, oro, esmeraldas, vestidos y ropa blanca. Todos estos bienes fueron objeto del pleito que se llevó a cabo, y se consignaron detalladamente por escrito. Aprovechó para manifestar que debía cumplirse una escritura que había firmado con Pedro Gutiérrez de Carvajal en la que se determinaban algunas especificaciones acerca de la administración y beneficio de la botica. En sus tres testamentos nombraba como herederos de bienes, derechos y acciones a su hermano Lope de Taboada, boticario residente en la Península y los hijos de éste. Debido a que Lope no vivía en las cercanías del Nuevo Mundo, Ordóñez pedía que se le avisara de su fallecimiento y de los bienes que habían quedado a su nombre para que pudiera venir a tomar posesión de ellos. Como testigos de los testamentos firmaron Juan de Tordesillas, Pedro Gutiérrez de Carvajal y Juan de Torres. Había una cláusula adicional en la que se estipu-
15 En el expediente se encuentran los tres testamentos de Ordóñez y un poder que firmó el boticario Diego Ordóñez de Taboada. Las fechas respectivas de cada documentos son como sigue: Primer testamento: firmado el 9 de enero de 1607. Segundo testamento: firmado el 15 de enero 1608. Tercer testamento: firmado el 1 de abril de 1608. Poder: firmado el 4 de abril de 1608.
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laba que si pasaban dos años y no venía ninguno de los herederos, los bienes pasarían a manos de Juan de Tordesillas. De esta forma se convino que no se debía vender la botica ni distribuir ganancias por su lucro por periodo de dos años contados desde el día de su fallecimiento. Ordóñez delegó a Tordesillas la administración del negocio mientras se definía si Lope venía a cobrar o no su herencia. Después de firmados los tres testamentos ante el escribano, todos en el transcurso del mismo año, Ordóñez firmó un poder ante Marcos Murcia, también escribano, en el que revocó los tres testamentos anteriores y dejó como heredero universal y exclusivo a su amigo Juan de Tordesillas.
1.1.2 EL PLEITO JURÍDICO ALREDEDOR DE LA HERENCIA DEL BOTICARIO Joan de Bastidas, quien ejercía como defensor de bienes de difuntos, asumió en su ausencia la representación de Lope Ordóñez, el hermano español del boticario. Tordesillas nombró como representante legal a Alonso de Aranda, y los dos licenciados se enfrascaron en una pelea por deslegitimar y legitimar, según el caso, la voluntad de Ordóñez. Bastidas demandó a Juan de Tordesillas acusándolo de haberse apropiado irregularmente de los bienes de Ordóñez que, según él, no le correspondían. Para Bastidas, en tres testamentos el boticario había dejado por universal heredero a su hermano Lope Taboada y, aún cuando se determinó que los bienes estarían bajo la custodia de Tordesillas, esto sería solamente por el periodo de dos años, plazo suficiente para que Lope viniera al Nuevo Reino a reclamar su herencia. Según el defensor de bienes, el poder que había otorgado Ordóñez, no debía tenerse en cuenta, puesto que cuando lo había otorgado estaba loco, fuera y ajeno de todo entendimiento. Aranda, el abogado apoderado por parte de Tordesillas, trató de legitimar la propiedad sobre la herencia. En ellas cuestionó la actitud de Bastidas por considerar que estaba excediendo las funciones de su cargo ya que en este caso le faltaba justificación pues su oficio era sólo amparar y defender los bienes de los que morían sin testar o que
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se guardaran y pusieran en cobro los bienes según se convenía en el testamento y voluntad. Estos oficios no aplicaban para el caso de Ordóñez. Otro asunto que utilizó Aranda en su beneficio era la acusación de Bastidas acerca de la falta de juicio del boticario. Según Aranda, si Ordóñez no hubiera estado cuerdo no le habría impuesto los santos óleos, y tampoco hubiera podido desempeñarse en una profesión como el arte de botica por la dificultad y precisión que ésta implicaba. Aranda exigió a la Audiencia corroborar ante los testigos que el poder había sido efectivamente la última voluntad del boticario, y como tal debía respetarse. Si bien el expediente no terminó de forma contundente, y las cartas entre los licenciados van y vienen a diestra y siniestra, es un hecho que la herencia quedó en manos de Juan de Tordesillas, quien vendería la botica a Pedro Gutiérrez, socio comercial de Ordóñez, quien a su vez se la revendería al presbítero Pedro López de Buiza.16
1.1.3 EL INVENTARIO DE LA BOTICA17 Mientras los abogados se enfrentaron para definir cuál debía tomarse por última voluntad del finado, se procedió a inventariar los bienes del boticario para tener certeza acerca de qué cuantía era la que estaba en disputa. Para la relación de bienes muebles e inmuebles se hizo una consignación como era costumbre. Para inventariar la botica, la Audiencia desplazó a una comitiva de expertos cuya misión era definir una tasa por partes y un precio total de la botica santafereña. Es importante distinguir las partes del inventario por cuanto dan una idea de la proporción de la botica en relación a los bienes muebles. Así mismo, permite ilustrar la estructura de los inventarios, en general, y de la botica, en particular. En la tabla siguiente se han ordenado
16 AGNB [1650] Sección Colonia. Notaría 1 (Pedro López de Buiza. Testamento). 17 Para ver la trascripción de las sustancias contenidas en el inventario de la botica de Ordóñez, consultar el anexo 2. Para el listado detallado de los artefactos y contenedores, el anexo 3.
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los contenidos del inventario según el número de folio que ocupan dentro del expediente.
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Tabla 1: Estructura general del inventario de la botica de Diego Ordóñez de Taboada. AGNB [1608] Sección Colonia. Fondo: Testamentarias de Cundinamarca. Tomo 20.
1.2 EL INVENTARIO DE BOTICA COMO FUENTE PARA LA HISTORIA
Ahora bien, ¿qué hacer con el inventario de la botica de Ordóñez?, ¿cómo utilizar los contenedores, artefactos y sustancias para reconstruir las prácticas de farmacia en un lugar específico de producción? A primera vista, el inventario se percibe como un listado difícil de aprehender, cientos de entradas diferentes que parecen estar dispuestas de manera casual sin una lógica interna discernible. Sin embargo, la lógica interna del documento comienza a hacerse evidente luego de su lectura detallada y de su cotejo con otros documentos de la misma índole. Gracias a este discernimiento es posible comprender la estructura interna del documento, las redes en las cuales se inscribe y los significados de cada uno de los elementos como parte de un contexto micro (la botica), y uno macro (la sociedad de la época). En el inventario se distinguen sustancias de diferentes clases y origen, así como un variado arsenal de tipos de contenedores y artefactos para el procesamiento y fabricación de medicamentos de botica. En un primer nivel, las sustancias pueden ser divididas según su origen, dependiendo de si se trataba de elementos vegetales, minerales o
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animales.18 De esta forma, se encuentran sustancias simples, es decir, elementos naturales en estados puros. Se trata de sustancias que se encuentran en estados cercanos a sus formas naturales, en el caso de los vegetales, por ejemplo, partes de plantas como hojas, flores, tallos y simientes que pueden encontrarse frescas o secas. Un segundo nivel se da según el grado de procesamiento en el que se encontraban. Las sustancias también se encuentran procesadas, lo que quiere decir que habían sido sometidas a un tipo de proceso primario, sin mezclas de ningún tipo. En esta categoría pueden encontrarse polvos, trozos o aguas, que corresponden a un tipo de transformación primaria en la que no se alteraban las cualidades fundamentales de la sustancia pero sí se modificaba su forma. Normalmente la transformación de este tipo permitía tiempos de conservación más largos y facilitaba la integración de la sustancia en las mezclas. El tercer tipo de presentación en la que se encuentran las sustancias, se refiere a las mezclas o compuestos. Estos eran posibles a partir de una transformación en segundo grado en la cual se modificaban tanto la forma de la sustancia como su función. Los compuestos eran de variados tipos que manifestaban un distinto grado de complejidad, se presentaban sustancias mezcladas en una nueva sustancia a partir de la combinación simple o por medio de complejas estrategias para combinar y contrarrestar las virtudes intrínsecas de cada una de las sustancias que entraban en juego. Los contenedores eran los receptáculos que albergaban los diferentes tipos de sustancias. En el siglo XVII, los contenedores eran pistas fundamentales para comprender la estructura general de una botica pues cada tipo de contenedor estaba bautizado de acuerdo a la sustancia que albergaba. De esta forma puede establecerse un vínculo entre los nombres de los contenedores y las sustancias simples y compuestas, ya que los primeros sirven como categorías de agrupación de los componen-
18 Para una relación detallada de la distribución de las sustancias simples según su origen ver el anexo 1.
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tes. También es necesario reconocer el vínculo que existía entre los tipos de sustancia, los contenedores y los artefactos. El término artefactos debe entenderse en dos sentidos; por una parte son los instrumentos simples que facilitaban la labor del boticario y que se utilizaban para realizar las transformaciones primarias sobre las sustancias, entre estos las limas, cucharas y los morteros de mano o almireces. Por otra, son aquellos que permitían realizar una transformación de segundo grado, entre los cuales vale resaltar, enfáticamente, al alambique. Los alambiques tuvieron mucha importancia tanto en la alquimia como en la farmacia, pues esta tecnología permitía extraer las virtudes o esencias de las sustancias por medio de la descomposición en partes y la destilación. Obtener las virtudes en un estado cercano a la pureza permitía construir compuestos más precisos que respondieran a enfermedades específicas de los individuos. A partir de la división entre contenedores, sustancias y artefactos es posible comprender la estructura del inventario y emprender su análisis, y para ello la comparación con otros inventarios ha sido iluminadora. Como se mencionó arriba, el trabajo de Pastor Frechoso ha sido imprescindible, así como los inventarios del siglo XVIII que han podido ubicarse tanto para el Nuevo Reino de Granada como para el Perú. A partir de la comparación se puede establecer que las categorías que se utilizarán en esta investigación son compartidas por todos. Por lo tanto, se hace evidente una estructura lógica de proceder a la hora de hacer un inventario y una comprensión colectiva y evidente ente los siglos XVI a XVIII que permitía a la vez reconocer una lógica interna en la botica e imponer una sistematización sobre ella. Con todo, el inventario de la botica de Diego Ordóñez no es exactamente igual a aquellos que se han ubicado para el mismo periodo en el territorio español. Hay sutiles diferencias. Al comenzar este trabajo de investigación existía la latente preocupación por cómo había sido la incorporación de plantas americanas en la farmacia que se ejercía en el territorio neogranadino para comienzos del siglo XVII. Esta inquietud derivaba en la hipótesis de que para comienzo de dicho siglo debían
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encontrarse múltiples sustancias americanas en el arsenal farmacéutico americano. Autores como Frechoso y Fresquet han hecho evidente cómo desde el siglo XVI se presenta en España una carrera de integración e incorporación de sustancias previa experimentación y apropiación de ellas por parte de los estamentos especializados de la época.19 Partiendo de la premisa de la necesaria asimilación, se buscaba encontrar en el inventario una relación de múltiples sustancias naturales que se hubieran incorporado en la terapéutica local. De hecho, se presumía que debía estar en uso un número de nuevas sustancias mucho mayor a aquel que se presentaba para la época en España. De forma sorpresiva y un tanto inquietante, el número de sustancias de origen americano en el inventario de la botica de Ordóñez es muy bajo, y casi inexistente. Este hecho obligó a una modificación de la ilusionada hipótesis de la que partía el estudio: ¿por qué no se presenta un gran número de sustancias americanas en el inventario de la botica? Se dan dos posibles respuestas; por una parte, porque las sustancias americanas se estaban utilizando activamente en otros sectores del ámbito médico. Las diferentes comunidades culturales, indígenas, negros y campesinos articulaban sus saberes terapéuticos a partir de los recursos que se encontraban disponibles en el medio, es decir, a partir de la farmacopea típicamente americana. Por su parte, los boticarios se habían ubicado en un sector privilegiado en términos económicos y desarrollaban el ejercicio de su profesión utilizando como gancho un criterio de distinción, de medicinas importadas. La ausencia de medicamentos americanos exigía un análisis detallado de las sustancias presentes en la botica en términos de sus usos,
19 Ver: Pastor Frechoso, Félix Francisco. Boticas, boticarios y materia médica en Valladolid (Siglos XVI y XVII). Junta de Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo: Valladolid, 1993. Fresquet Febrer, José Luis. “Los inicios de la asimilación de la material médica Americana por la terapéutica europea”. Viejo y Nuevo Continente: La medicina en el encuentro de dos mundos. Saned: Madrid, 1992. Págs. 281-307.
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del mercado en el que adquirían valor y sentido. Surgió entonces la necesidad de comprender el sistema terapéutico en un contexto más amplio donde las boticas eran sólo una parte, un espacio de desarrollo y ejercicio de un tipo particular de terapéutica, pero ¿qué caracterizaba a este tipo especial de terapias?, ¿hacia qué enfermedades estaban destinados los complejos compuestos que se reseñaron tan cuidadosamente en 1608? La búsqueda por la materia médica americana derivó en la necesidad de comprender los múltiples y complementarios sistemas terapéuticos que coexistieron en el Nuevo Reino de Granada a comienzos del siglo XVII para generar así un panorama acerca de la maraña farmacéutica, de las posibilidades materiales de ejercicio, de los intercambios, las necesidades patológicas y las redes de comercialización y consumo que se dieron en un momento histórico determinado.
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Capítulo 2: El entorno de las boticas en el Nuevo Reino de Granada Tanto en España como en el Nuevo Mundo para que un boticario pudiera ejercer su oficio en un poblado determinado era necesario que fundara su botica. Según la legislación, una nueva fundación debía ser aprobada por la Audiencia de la ciudad antes de que el boticario pudiera vender en ella sus medicinas. De esta forma, el negocio quedaba inscrito dentro de la jurisdicción del protomedicato, podía ser controlado, visitado y regulado siempre y cuando la administración de la justicia lo considerara pertinente. El control por parte de las instituciones coloniales permitía también la regulación de la competencia y los precios del mercado. Las boticas no se encontraban aisladas sino que hacían parte de un sistema médico impuesto desde el centro del imperio español. Este sistema comprendía y regulaba todas aquellas prácticas médicas que se realizaban en los poblados del Nuevo Mundo. Si bien la Corona controlaba y regulaba las prácticas, es importante resaltar el carácter urbano de dichos controles, ya que la misma estructura legal reconocía que existían espacios y comunidades en los que no tenían potestad de mando. Por lo tanto, para comprender la ubicación de las boticas y los boticarios dentro de la regulación y funcionamiento del sistema médico español en el Nuevo Reino de Granada es útil establecer algunas líneas generales acerca del Real Protomedicato como institución dentro del entramado administrativo del imperio español en las Indias Occidentales.
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EL ENTORNO DE LAS BOTICAS EN EL NUEVO REINO DE GRANADA
Las instituciones imperiales estuvieron reguladas desde la Corona a partir del establecimiento de leyes promulgadas por el Rey. Las Leyes de Indias fueron manifestaciones del imperio y el esquema de organización que se construía para regular el funcionamiento de la colonia como sistema centralizado. Sin duda, la distancia entre la legislación y la acción social era enorme, y no se puede considerar la ley como una expresión diáfana de lo social. Sin embargo, la legislación permite rescatar las prácticas que eran aceptadas o censuradas. Las Leyes de Indias regulaban desde las disposiciones que habían de tenerse sobre las comunidades sometidas, hasta las jerarquías dentro de la compleja administración burocrática. Dentro de la enorme variedad de asuntos que debían ser legislados, la corona estableció una serie de disposiciones generales que regulaban el ejercicio de las artes médicas.1 El sistema médico colonial se inscribía en un entramado administrativo regulado por el Estado que poseía una regulación específica y unos mecanismos de control. El periodo que comprenden las Leyes de Indias propiamente dichas, puede dividirse en tres etapas: la primera (1535-1538) con dos leyes promulgadas bajo el reinado de Carlos I (1516-1556). En la Ley Quinta (ff. 160v) se prohíbe el ejercicio de cualquier profesión relacionada con el sistema médico a todos aquellos que tenían la prohibición de ejercer en España. Esta prohibición cobijaba a judíos, árabes y a todos aquellos que habían tenido, o tenían, algún problema con la ley. En una ley posterior, (Ley Séptima ff. 160r), se establece que los gobernadores deben hacer visitar las boticas de su distrito y derramar las medicinas que estuviesen corrompidas. Vale resaltar que en 1538 es al gobernador a quien se le encarga de la tarea de visitar y controlar los expendios de medicinas. Es claro que existía un intercambio de sustancias medicinales y que, probablemente, los estados de corrupción eran un asunto de cuidado.
1 Ver: Cultura Hispánica. Leyes de Indias, edictos y reglas generales de administración el reino emitidas por la Corona española. Tomo II, Título 6, México, 1973. En este apartado se analizan las leyes promulgadas entre 1535 y 1648 bajo el título “De los Protomédicos, Médicos, Cirujanos, y Boticarios”.
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El problema de la corrupción de las medicinas no fue un fenómeno particular al contexto americano pero en las colonias, debido a las dificultades en el acceso a ciertos productos, la conservación de los medicamentos era un asunto muy vigilado por la ley. En el reinado de Felipe II (1556-1598) se dictaminaron normas claras y concretas sobre el control y funcionamiento del sistema médico en las Indias. Las leyes Pragmáticas de este monarca marcaron una primera etapa de lo que sería el Protomedicato. En 1570 con la Ley Primera (ff. 159v) estableció el Protomedicato en Indias y las funciones de los protomédicos. En 1588 se instauró formalmente el Protomedicato en España, existiendo una reforma y un nuevo impulso al edicto en 1593, año en el que el rey ordenó redactar una actualizada farmacopea y establecer un sistema estándar de pesos y medidas.2 El Real Protomedicato debía trasladarse a todos los dominios españoles. Según la ley, aquel nombrado protomédico de Indias, debía embarcarse a América y, en cuanto hubiese llegado, ubicar practicantes “médicos, cirujanos, herbolarios, españoles e indios, y personas curiosas en esta facultad” (ff. 159r). Con ayuda de estos practicantes, y a partir del ejercicio en el Nuevo Mundo, debía hacer relación, ojalá por escrito, acerca del cultivo, hábitat, uso, facultad y cantidad de los materiales medicinales. Posteriormente, debía enviar especímenes a España con la relación de sus propiedades e historia natural. Felipe II fundó cátedras de medicina en las ciudades principales de Indias, y con la ley de 1579 estableció la obligatoriedad del examen personal previo para poder acceder al título y ejercer como médico, cirujano, boticario, barbero o algebrista. En la tercera etapa, que corresponde al reinado de Felipe IV (16211665), se reiteró la prohibición de que en lugares de españoles curaran personas sin títulos expedidos por la universidad y examinados
2 Ver: Lanning, John Tate. El Real Protomedicato. La reglamentación de la profesión médica en el Imperio Español. Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma de México: México, 1997.
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por el tribunal. Vale destacar que en la ley se hace explícito que dicha prohibición sólo debe tenerse en cuenta para lugares de españoles y no en los de indios (ff. 160r). En el periodo comprendido entre 1535 y 1648, las Leyes de Indias reflejan el interés de la corona por generar un sistema administrativo para los asuntos de la medicina en las colonias. Para el ámbito de la farmacia en particular, desde las leyes de Felipe II se generó un sistema de recolección sistemática de productos medicinales. Vale recordar los trabajos en relación a la historia natural del protomédico Francisco Hernández (1517- 1587), o las crónicas de Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) y a José de Acosta (1540-1600). La materia médica americana y las prácticas terapéuticas fueron reconocidas como información valiosa que debía ser sometida a experiencia por los representantes del orden español. La Corona estableció un sistema general dividido en jurisdicciones que debía irradiar orden a su paso. La intención de la ley era estipular las funciones del Real Protomedicato y dejar que él controlase su jurisdicción. La figura de la visita fue utilizada para controlar las medicinas y comprobar periódicamente los títulos de ejercicio, y fue un mecanismo efectivo y necesario para controlar las prácticas médicas, de diagnóstico y terapia, en los extensos territorios americanos. Si bien las visitas tenían como prioridad derramar las medicinas corrompidas, el sistema se preocupaba también por las cualificaciones de los individuos que ejercían artes relacionadas a la medicina. Las leyes incluían un componente académico que evidencia que no se trataba solamente de un mercado, con ciertas condiciones de higiene y responsabilidad ciudadana, sino que la profesión era regulada por unos parámetros epistémicos, un conocimiento colectivo construido.
2.1 EL PROTOMEDICATO EN SANTAFÉ La reconstrucción del sistema médico regulado de la ciudad de Santafé durante el siglo XVII, se ha desarrollado a partir del establecimiento de ciertos hitos históricos, personajes y hechos notables, que se han reite-
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rado en la historiografía. Hitos que, en su mayoría, fueron construidos a principios del siglo XX a partir de estudios en historia de la medicina que se concentraban en relacionar médicos afamados en correspondencia con la idea que se tenía entonces de una historia de genealogías. Así mismo, se establecieron momentos cruciales determinados por las epidemias. Este tipo de eventos representaron una fuerte conmoción en la memoria colectiva y dejaron huellas en textos, relaciones y comunicaciones, debido fundamentalmente a la angustia de los pobladores. En este sentido, la lepra, el tifo y el tabardillo determinaron momentos cruciales, puntos definidos que han delimitado la cronología del sistema médico teniendo en cuenta las respuestas del sistema y sus funcionarios en estrecha relación con las enfermedades. Si bien la información que fue compilada por esta primera generación de estudios en historia de la medicina es de suma utilidad, los datos fueron asumidos como hechos incontrovertibles y se han repetido en nuevos trabajos sin ser sometidos a una lectura crítica. Dicha lectura debe comenzar por una relación detallada de los hitos que se han construido historiográficamente, y para ello es de enorme utilidad el trabajo de Emilio Quevedo.3 En relación al problema específico de la cronología del protomedicato, Quevedo realiza un balance detallado de las repeticiones sin fundamento documental que se han dado en la historiografía médica para la ciudad de Santafé.4 Según la tradición, la genealogía del cargo comienza con la llegada de Diego Enríquez en 1639. Esta información, originalmente anotada por Pedro Ibáñez y José Manuel Groot, fue repetida sin modificación por Ricardo Gutiérrez Lee.5 Posteriormente 3 Ver: Quevedo, Emilio. Historia Social de la Ciencia en Colombia. Tomo VII: Medicina. Ed. Conciencias: Bogotá, 1993. 4 Ibídem. 5 Ver: Ibañez, Pedro Maria. Memorias para la historia de la medicina en Santa Fe de Bogotá. Ediciones Zalamea: Bogotá, 1884. Groot, José Manuel. Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada. Ministerio de Educación Nacional: Bogotá, 1889. Gutiérrez Lee, Ricardo. Estudio sobre la historia de a medicina en la Republica de Colombia, desde el descubrimiento hasta nuestros días. Imprenta Echemendía de F. Verdugo: La Habana, 1922.
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Cuervo Márquez señaló que el sucesor de Enríquez, en el cargo de protomédico, había sido el doctor Román Cancino, información que fue reiterada por Pablo Gutiérrez.6 Para Quevedo, quien ataca la reiteración indocumentada por costumbre, el trabajo de Hernández de Alba merece una mención aparte por considerar que está fundamentado en recolección juiciosa de fuentes y marcado por la disposición a reconstruir más que a repetir. Hernández de Alba corrigió que el primer protomédico de Santafé no se había llamado Diego sino Enrique Henríquez de Andrade.7 Después de haber revisado directamente los folios correspondientes, Quevedo dice que “lo único que podemos deducir de este documento es que al doctor Henríquez de Andrade lo autoriza la Real Audiencia para ejercer como médico de acuerdo con la licencia y facultad que le había dado el protomédico y con los títulos que presentó, pero no que venía como protomédico”.8 Siguiendo con el “primer protomédico”, Soriano Lleras anota que “el médico Diego o Rodrigo Henríquez de Andrade fue uno de los que más trabajaron para combatir la epidemia [de tabardillo en Santa fe], así como el cirujano Pedro Solís de Valenzuela, su esposa Juana Solís y los padres jesuitas, pues eran los únicos que tenían conocimientos médicos”.9 El hito historiográfico se repitió sin cambio hasta el trabajo de Juan Manuel Pacheco, quien anotó información adicional en suma relevante.10 Según Pacheco, el doctor Henríquez había
6 Ver: Cuervo, Luis Augusto. Noticias sobre la historia de la medicina en Santafe de Bogotá (1528-1938). Casa Bayer: Bogotá, 1938. Gutiérrez, Pablo Elías. El sabio Mutis y la medicina en Santa Fe durante el Virreinato. Universidad Nacional: Bogotá, 1947. 7 AHN SC misc. 66 t2: 556 (citado según aparece en el texto). 8 Ver: Quevedo, Emilio. Historia Social de la Ciencia en Colombia. Tomo VII: Medicina. Ed. Conciencias: Bogotá, 1993. Págs. 55. 9 Ver: Soriano Lleras, Andrés. “La medicina en el Nuevo Reino de Granada en el siglo XVII”. Boletín Cultural y Bibliográfico. Volumen VI Número 11. 1963. Págs. 1707. 10 Ver: Pacheco, Juan Manuel. Los jesuitas en Colombia. 2 tomos. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1970.
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sido nombrado protomédico en ausencia del Dr. Mendo López del Campo. Para Quevedo, aun cuando esta es una información importante “no conocemos ningún otro documento sobre el nombramiento de protomédico del doctor Mendo López del Campo, ni del nombramiento de Enríquez de Andrade”.11 De esta forma, sería posible afirmar que Enríquez de Andrade fue protomédico del Reino, pero no aseverar que fue el primero.
2.2 EL PROTOMÉDICO MENDO LÓPEZ DEL CAMPO A partir de la investigación realizada sobre fuentes documentales en el Archivo General de la Nación entre el año 2002 y el 2005, han aparecido nuevos datos que enriquecen el panorama histórico del protomedicato para Santafé en el siglo XVII.12 Hernández de Alba menciona al doctor López del Campo como uno de aquellos practicantes que vinieron procedentes de universidades españolas y portuguesas. Lo tiene por médico raso y “poco afortunado en el ejercicio de su ministerio ‘medico científico’ en la capital del Nuevo Reino de Granada pero con grandes éxitos en Cartagena donde murió en 1640”.13 La documentación que se ha encontrado en el Archivo General de la Nación de Bogotá, pone en duda el poco éxito de López en el ejercicio, así como su estatuto jerárquico dentro del sistema médico de la época. El doctor López del Campo presentó sus credenciales ante la Audiencia de Santafé el quince de Febrero de 1622, a raíz del pleito que se presentó por la muerte del comerciante Melchor Rico.14 La
11 Ver: Quevedo, Emilio. op. cit. Pág. 55. 12 Ver: Ronderos, Paula. Evidencias históricas de las prácticas médicas y farmacéuticas en la Santafé del siglo xvii. El caso de la Muerte por Purga. Bogotá, CESO: Universidad de los Andes, 2004. 13 Ver: Rafael Martínez Briceño y Guillermo Hernández de Alba. De Hipócrates a Pasteur: contribución para la historia de la medicina. Sol y Luna: Bogotá, 1966. Pág. 99. 14 Ver: Ronderos, Paula. Evidencias históricas de las prácticas médicas y farmacéuticas en la Santafé del siglo XVII. El caso de la Muerte por Purga. Bogotá, CESO: Universidad de los Andes, 2004.
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muerte del mercader, causada por la mala administración de una purga, implicó la revisión de credenciales y títulos de los diferentes funcionarios del sistema médico que ejercían en el momento en la ciudad. Tanto el boticario que administró la purga, Pedro López de Buiza, como el médico de cabecera, Juan de Tordesillas, fueron los primeros en ser requeridos por la Audiencia para relatar pormenorizadamente lo sucedido. Sin embargo, para poder solucionar el embrollo, la Audiencia tuvo que acudir a López del Campo, protomédico y máxima autoridad dentro del sistema, quien, acompañado por el barbero Juan de Vargas, realizó la autopsia del occiso y determinó las causas de su muerte.15 En los folios que corresponden a la autopsia de Melchor Rico, López del Campo realiza una lectura de los órganos internos del cadáver a partir de las teorías humorales y de las fuerzas constitutivas del cuerpo humano. Según su perspectiva, efectivamente la purga había sido causa de la muerte, porque al haberla vomitado, pedazos cargados de virtud, presentes en la medicina, se habían apelmazado en órganos que no estaban diseñados para soportarlos. La muerte del mercader pasó a segundo plano luego de la autopsia, pues la Audiencia se concentró en verificar las cualidades de los funcionarios ocupados del cuidado de la salud en la ciudad. Para ello exigieron la presentación de títulos y acreditaciones. En este contexto, debido a que muchos no tenían título pero sí recomendaciones, el protomédico López prestó su nombre para avalar la práctica de aquellos que conocía profesionalmente. En el folio 835, y nuevamente en el 892, se encuentra la trascripción del título de protomédico que trajo consigo el doctor López firmada por don Felipe, Rey de España, el siete de Febrero de 1620.16 La trascripción de la Cédula Real en la que se le otorga el título de protomédico para el Nuevo Reino al doctor Mendo López del Campo, se encuentra varias veces como sustento
15 AGNB [1605/1626] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea XI. f: 822. 16 AGNB [1605/1626] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea XI.
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de legitimidad para otros profesionales a lo largo de los pleitos por credenciales que se llevaron a cabo en 1626 y que se compilan, algo caóticos, en un mismo expediente conservado en el fondo misceláneas del Archivo General de la Nación de Bogotá. Es interesante detenerse a analizar algunas líneas de este documento. Según el texto trascrito por el escribano de la Audiencia pero promulgado por el Rey, éste manifestaba su conocimiento de los inconvenientes que se presentaban en el Nuevo Reino de Granada por no haber en él protomédico que examinara médicos, cirujanos, barberos y boticarios, así como las demás personas que ejercitaban la medicina. Por ese motivo decidió enviar a estas tierras una persona de letras y suficiencia.17 La Cédula Real, que servía como título para el protomédico, debía presentarse ante la Audiencia para que el portador fuera reconocido en su dignidad como una autoridad, lo que implicaba que se le guardasen honras, derechos y salarios. Aparentemente, los títulos que certificaban a los protomédicos, médicos o cirujanos, eran guardados celosamente por el propietario; por ello se encuentran múltiples transcripciones pero no los documentos originales. Sin embargo, la trascripción de los títulos y acreditaciones suscita recurrentes demandas por parte de otros médicos o promotores fiscales exigiendo una y otra vez la presentación de los títulos alegando su falsedad. Por ahora contamos solamente con transcripciones de los títulos de López, fechadas y firmadas por escribanos juramentados, lo cual, sin duda, no es prueba de su veracidad. Es probable que los títulos transcritos sean falsos. Sin embargo, al tener en cuenta la dinámica del sistema como un conjunto complejo compuesto por instituciones e individuos, aún cuando López estuviese mintiendo respecto a su dignidad, era reconocido como protomédico en términos de sus funciones y del signi-
17 AGNB [1605/1626] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea XI. ff. 835/r y 835/v.
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ficado que tenía para la comunidad médica, estatal y civil. En este sentido, poco importa si el título viene en papel sellado o si es una trascripción, siempre y cuando pueda rastrearse al protomédico López ejerciendo efectivamente en su comunidad.
2.3 TESTIMONIOS ACERCA DE LAS PRÁCTICAS COMO EVIDENCIAS DEL EJERCICIO DEL PROTOMEDICATO
El título del protomédico López del Campo se presentó debido a que el médico de cabecera implicado en la muerte del mercader, el doctor Juan de Tordesillas, estaba avalado por él. López dio testimonio de que en una de sus ausencias temporales, el doctor Tordesillas había quedado encargado del hospital y de la atención de los miembros de las comunidades eclesiásticas. En su declaración, Tordesillas aclaró que ejercía como médico y cirujano desde hacia treinta y ocho años, y que había practicado en España bajo la tutela del doctor Antonio Espinosa y el licenciado Fragoso. Su práctica en este Nuevo Reino se había hecho con licencia del doctor Echevarría, y los protomédicos Auñón de Cañizares y López del Campo. De esta forma, un empírico sin títulos pero con aval de práctica, había sido encargado de funciones de enorme relevancia por los mismos protomédicos, lo cual era un reconocimiento que equivalía, dentro de la estructura colonial, a un título. Por ejemplo, cuando era presidente y gobernador el señor don Juan de Borja se emprendió una guerra de conquista contra los indios pijaos. Borja había llevado consigo como médico a la campaña al licenciado Álvaro de Auñón quien era en ese tiempo protomédico. Éste dejó a Tordesillas encargado durante ocho meses de todos los enfermos, las religiosas, y el hospital. En otra oportunidad, a causa de un viaje, lo dejó a cargo de las mismas funciones durante siete meses. Su desempeño como encargado fue satisfactorio para el protomédico quien dio buena cuenta del cuidado que había tenido y de las curas que había hecho. Otro médico que fue afectado por la exigencia de títulos fue el doctor Pedro Fernández de Valenzuela, padre de Pedro Solís de Valenzuela,
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autor de la emblemática obra El Desierto Prodigioso.18 En su testimonio se muestra que el protomédico López del Campo le encomendó en 1622 realizar las visitas a curanderos, médicos, cirujanos y barberos, fuesen hombres o mujeres, en las poblaciones de Mariquita, Tunja, Minas de las Lajas y Villa de Leyva, con el sueldo de 3 pesos de oro de 20 quilates por día de trabajo.19 Pedro Fernández de Valenzuela hizo prácticas durante diez y seis años en Madrid bajo la tutoría del doctor Olivares, médico de cámara de su majestad, protomédico y Alcalde Mayor. Después viajó a América y trabajó durante diez años en el Reino de Chile donde los gobernadores le encargaron la curación en hospitales de la gente española. Allí había ejercido la cirugía y también curado de enfermedades tocantes a la medicina. Posteriormente, se dirigió al reino de Perú donde fue bien recibido por llevar consigo una recomendación expresa del gobernador de Chile en la que se realzaban sus cualidades como curador y se le otorgaba licencia para trabajar en adelante. En el año de 1606, ante la Audiencia del Perú, Fernández de Valenzuela había sido sometido a un examen dirigido por el doctor Amusgo Figueroa y el doctor Valencia, ambos médicos, quienes le hicieron muchas preguntas sobre las causas y curaciones de las enfermedades. Los tres doctores, incluido el protomédico, estuvieron de acuerdo en que había respondido bien, que tenía una larga experiencia y, por haber aprobado y mostrado su habilidad y suficiencia en todas las ocasiones, dieron a Pedro Fernández la facultad de acudir a cualquier llamado y hacer todas las evacuaciones (sangrías y drenajes) que según su criterio fuesen pertinentes sin tener que obtener un aval previo.20 Fernández de Valenzuela es mencionado por la historiografía de la medicina debido a su capacidad, casi mítica, de desahuciar a quienes
18 Ver: De Solis y Valenzuela, Pedro (1624-1711). El desierto prodigioso y el prodigio del desierto. Instituto Caro y Cuervo: Bogotá, 1977. 19 AGNB [1605/1626] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea XI. ff. 834. 20 AGNB [1605/1626] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea XI. ff. 837.
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parecían sanos y curar a los que no tenían remedio. Tanto en Ibáñez como en Hernández de Alba se menciona un libro que supuestamente escribió, titulado Tratado de medicina y sobre el arte de curar en estas partes de Indias. Lo que no se conocía hasta el momento era su recorrido por los diferentes territorios suramericanos y el hecho de que fue titulado como médico en Indias posterior a la comprobación de su experiencia y la aprobación de un examen de rutina. Como se vio arriba, el pleito por la muerte del mercader desencadenó una revisión de títulos con la que se buscaba sancionar el ejercicio de médicos, cirujanos y boticarios en la ciudad por parte de personas no tituladas. Así, casi todos los que ejercían sin importar que hubiesen o no tenido parte en la muerte del mercader, se vieron requeridos por la Audiencia. Entre estos, se encuentra al cirujano Miguel Cepeda de Santacruz, quien declaró en su testimonio la necesidad de cirujanos que tenía el Reino, así fuesen empíricos como él.21 En referencia a la estructura jerárquica activa en el siglo XVII, Cepeda de Santacruz dijo que aun cuando no tenía titulo obtenido en universidad por no haber una en estas tierras, había ejercido con los mejores médicos y cirujanos de su tiempo. Cepeda resaltó la labor de Fray Mateo Delgado, de los licenciados Ruiz y Auñón, y “últimamente el doctor Mendo López del Campo nuestro protomédico”.22 Cepeda consideraba que debido a la multiplicidad de enfermedades que se presentaban en estas tierras era necesario que se reconociera el valor de la experiencia que muchos empíricos habían adquirido a partir del ejercicio. Además, le parecía que debía permitírseles presentar los exámenes y obtener legalmente la capacidad de curar sin tener problemas con la ley. Para Cepeda era apremiante reconocer las labores de los empíricos debido a que los pocos que tenían títulos no eran suficientes para curar a todas las personas enfermas. Argumentaba que las particularidades de
21 Ibídem: ff.853-854. 22 Ibídem: ff.830.
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estas tierras, tanto patológicas como terapéuticas no podían ser aprendidas en España y así, según sus propias palabras, aun cuando el Rey enviase a sus mismísimos médicos de Cámara, sería inevitable que éstos, aunque doctos y graduados, cometieran serios errores debidos a la falta de experiencia y desperdiciaran valiosas vidas humanas. Existía otro argumento de peso. Según Cepeda no era rentable para los médicos titulados venir a estas tierras a ejercer su profesión, y, en parte, se debía a esta condición que pulularan los empíricos. De esta forma, el hecho de que alguien de la calidad del protomédico López del Campo ejerciera en Santafé se explicaba porque venía con el cargo de protomédico, pues de no haber sido así, opinaba Cepeda, no lo hubiera hecho por las múltiples dificultades que se debían enfrentar en estas latitudes. A partir del análisis de los testimonios y cartas de Cepeda es posible reconstruir su preparación como cirujano así como los conocimientos específicos que manejaba no sólo de cirugía sino también de medicina. En sus cartas relaciona con detalle los criterios epistemológicos que determinaban el ejercicio, confesándose seguidor de las teorías de Galeno y Avicena e incluyendo autores contemporáneos como Francisco Valles, importante tratadista español que encarnó el renacimiento médico del siglo XV.23 Esta exposición teórica se combina con algunos apuntes acerca de las particularidades y diferencias de las enfermedades y terapias que se presentaban en las Indias. El expediente en el que se compilan las cartas de Cepeda no contiene una resolución acerca de si el cirujano fue sancionado, removido del ejercicio, o si siguió ejerciendo. Aunque Cepeda reconoció la autoridad y criterio del protomédico López del Campo, se quedó esperando la carta de aval del protomédico que sirviera para legitimar su ejercicio. Es probable que hubiese tenido recurrentes problemas con la ley
23 Ver: Rey Bueno, Mar. El informe Valles: los desdibujados límites del arte de boticarios a finales del siglo XVI (1589-1594). Versión electrónica en: www.ucm.es/folchia/ Abril 2004.
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y con otros médicos que presionaban por las revisiones de títulos. Seguramente siguió con el ejercicio de su profesión por sus cualidades y porque, como él mismo lo reconoció, en la atención de enfermedades no sobraba un cirujano con experiencia en curar. No es posible, por el momento, determinar qué pasó con él, pero sí que su hijo, Antonio Cepeda de Santacruz, fue nombrado protomédico general del reino en 1646.24 En las relaciones que hacen Tordesillas, Fernández de Valenzuela y Cepeda de Santacruz se reconoce la autoridad del protomédico López del Campo, pero también se hace alusión explícita a que no fue él el primer protomédico que habían conocido en el tiempo que llevaban ejerciendo en este territorio. Dentro de aquellos mencionados, vale enfatizar al protomédico Álvaro Auñón de Cañizares quien fue antecesor de López del Campo en el cargo.
2.4 EL PROTOMÉDICO ÁLVARO AUÑÓN DE CAÑIZARES El expediente en el que se han encontrado los documentos presentados, está agrupado bajo una portada con el título Autos para que no curen, y está firmado en 1605 por Hernando de Angulo. El extenso grupo de folios contiene dos procesos llevados por la Audiencia de Santafé. Si bien la gran mayoría de folios que allí se encuentran se refieren al caso ocurrido en 1626, la muerte del mercader Rico y el requerimiento de títulos que se derivó, los primeros folios tratan de otro evento relacionado con la presentación de títulos de ejercicio pero procesado veinte años antes. Este primer caso fue llevado ante la Audiencia en 1605 por el licenciado Hernando de Angulo, y versa sobre la demanda que pre-
24 Rafael Martínez Briceño y Guillermo Hernández de Alba. De Hipócrates a Pasteur: contribución para la historia de la medicina. Sol y Luna: Bogotá, 1966. Pág. 103. Soriano Lleras, Andrés. “La medicina en el Nuevo Reino de Granada en el siglo XVII”. Boletín Cultural y Bibliográfico, Volumen VI Número 11. 1963. Pág. 1712. Quevedo, Emilio. Historia Social de la Ciencia en Colombia. Tomo VII: Medicina. Ed. Conciencias. Bogotá, 1993. Pág. 56.
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sentó el doctor Lope Sanjuán de los Ríos exigiendo que el protomédico Álvaro de Auñón presentara los títulos que lo acreditaban como tal. La historiografía nacional reconoce a Auñón pero le cataloga como médico y no como protomédico. Para Pedro María Ibáñez, por ejemplo, “en el año de 1579 vino a ejercer la profesión de médico en Santafé el licenciado Álvaro de Auñón, español de nacimiento, y primer profesor graduado que vino a esta ciudad. Residió en ella largos años y ocupó un lugar distinguido en la escala social, siendo el médico de la nobleza y del clero”.25 Por su parte, Riquelme anota que “figuran las andanzas e intrigas que realizó Álvaro Auñón para obtener el título académico; además fue el primer criollo que ejerció la medicina en Bogotá”.26 Finalmente, para Francisco Guerra, “el ejercicio del licenciado Álvaro de Auñón en Santa Fe de Bogotá, español de nacimiento y de gran renombre social, es ampliamente conocido debido a que trató de reanimar a su amigo y pariente el Arzobispo Zapata de Cárdenas, utilizando su remedio favorito consistente en envolverlo en una sábana empapada en vino caliente, sin que pudiera librarlo de la muerte súbita a pesar del estimulante”.27 En los folios que desarrollan el proceso de la demanda del doctor De los Ríos, se encuentra una posible solución para las contradicciones en la historia de Álvaro de Auñón. Según él mismo manifiesta, nació en España y cursó los requerimientos para graduarse como médico en la Universidad de Alcalá de Henares. Ante el pleito en el que se vio involucrado, presentó sus títulos a Angulo, secretario de la Audiencia, suplicando que le fueran devueltos al instante que hubiesen sido copiados para anexar al expediente.
25 Ver: Ibañez, Pedro Maria. Memorias para la historia de la medicina en Santa Fe de Bogotá. Bogotá, Ediciones Zalamea.1884. Pág. 12. 26 Ver: Riquelme, José. Médicos, farmacéuticos y veterinarios en la conquista y colonización de América. Tipografía T López. Madrid, 1950. Pág. 113. 27 Ver: Guerra, Francisco. Historiografía de la medicina hispanoamericana. México: Ed. Universidad Autónoma. 1953. Pág.179.
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Los documentos copiados por el escribano juramentado corresponden al título de Muñón, y se refieren a sus primeros años en el Nuevo Reino. Encontramos la copia del título por el cual su majestad el rey Felipe III lo nombró como Protomédico General del Nuevo Reino de Granada a raíz de la necesidad que se presentaba en estas tierras de visitar médicos, cirujanos, barberos y boticarios, así como las demás personas que curaban con o sin permiso con el fin de castigar y prevenir los daños que pudieran ser causados a la población.28 En su demanda de 1605, el doctor de los Ríos no arremete solamente contra el protomédico Auñón. Al solicitar la presentación de títulos de Auñón a quien acusaba de estar ejerciendo sin los títulos que lo acreditan como protomédico, entran en escena dos personajes que ya hemos mencionado: Juan de Tordesillas y nuestro boticario Diego Ordóñez de Taboada, quienes se presentaron como contrapartes de Sanjuán de los Ríos y le interpusieron una pugna legal. Si Sanjuán acusaba a Auñón de no tener título, Tordesillas y Ordóñez le acusaban de lo mismo. Este pleito siguió durante algún tiempo a partir de las mutuas exhortaciones a presentar los valiosos pergaminos que acreditaban el ejercicio de cada quien en su especialización médica. Aparentemente, la exaltada defensa e interposición de Tordesillas y Ordóñez en un pleito que, en principio, no iba dirigido hacia ellos se debía a que había sido el protomédico Auñón quien les había dado la licencia para ejercer. Este hecho es claro en el caso de Tordesillas pero no hay pruebas contundentes en el caso de Ordóñez. Sólo puede conjeturarse que si Tordesillas había obtenido sus títulos gracias al aval de Auñón, y Ordóñez acompañaba a Tordesillas en su reacción contra Sanjuán, probablemente se debiera a que también estaba en juego su título. Entre las funciones de los protomédicos se encontraba asignar reemplazo en su ausencia y nombrar médicos, cirujanos y barberos si consideraba que eran aptos. Es probable que el doctor Lope Sanjuán de los
28 AGNB [1605/1626] Sección Colonia. Fondo: Miscelánea XI. ff. 793.
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Ríos hubiese interpuesto la demanda porque él, quien aseguraba sus títulos, no hubiera sido el reemplazo elegido en las ausencias de Auñón y éste optara por poner en su lugar al empírico Tordesillas. Álvaro Auñón justificó su ejercicio como protomédico mostrando ante la audiencia un documento que había registrado ante la Audiencia de Santafé del Nuevo Reino de Granada el 6 de marzo de 1611 en el que se había trascrito el título firmado por don Felipe en Madrid el 22 de mayo de 1598. En el texto completo del título de Auñón se especifican las funciones con las que había de cumplir el protomédico en el territorio asignado. Auñón debía visitar a médicos, cirujanos y boticarios así como las demás personas que curaban enfermedades, exigiéndoles títulos y recaudos. Si el visitado no podía presentar títulos que lo acreditaran se debía proceder a aplicar las normas y sanciones vigentes. Además, debía visitar boticas y otros lugares donde hubiesen simples y compuestos para comprobar su estado de conservación, y proceder a la revisión de que pesos, medidas y precios correspondieran con los establecidos.
2.5 VISITAS A BOTICAS: CONTROLES SOBRE EL MONOPOLIO, EL ABASTECIMIENTO Y LA CONSERVACIÓN DE SUSTANCIAS
La función del protomedicato como institución que controlaba y vigilaba a los que ejercían dentro del sistema médico implantado en las colonias hispanoamericanas, era fundamentalmente la que se derivaba de la costumbre de la visita. La visita constituía un mecanismo de control que, en teoría, debía realizarse cada dos años.29 También podía ser solicitado por cualquier miembro del sistema médico que considerara que un colega estaba incumpliendo con lo establecido por la ley y la costumbre. Según los documentos del Archivo de Bogotá, las visitas no se dieron cada dos años sino que se realizaban de forma
29 Ver: Lanning, John Tate. El Real Protomedicato. La reglamentación de la profesión médica en el Imperio Español. Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma de México: México, 1997.
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esporádica. El motivo más común para este tipo de procesos era la demanda ante la audiencia por parte de alguno de los miembros del sistema médico en contra de otro. En el caso de los boticarios y sus boticas, estos pleitos se debían, en buena medida, a intentos por regular la competencia o mantener el monopolio sobre el negocio. Los documentos relativos a boticas que se encuentran en el Archivo General de la Nación de Bogotá, incluyen pleitos entre boticarios por competencia de mercado. Uno de ellos, pleito civil entre Diego Ordóñez y Duarte López de Vega, sostenido en Zaragoza en 1600, se desató porque Duarte, portugués de nacimiento, quería fundar una segunda botica en el poblado y Ordóñez se oponía diciendo que con la suya era suficiente.30 Otro documento interesante se produjo en Cartagena hacia 1634.31 En éste, tres boticarios aliados demandaron ante la justicia civil a Martín Sánchez, cirujano y boticario, por considerar injustos los términos en los que había realizado las visitas a sus boticas. A partir de dicho pleito se puede ver cómo el abastecimiento y las condiciones de ejercicio del oficio eran elementos sometidos a control y regulación. En todos los pleitos en los que se encuentra involucrado algún miembro del sistema médico, más aún cuando es un pleito que involucra a muchos de ellos, se acostumbraba mostrar el título que acreditaba a cada quien como perito en su arte específica. Tanto en 1600 como en 1634, los títulos juegan un rol importante. En el primero porque Ordóñez acusa al pergamino de López de estar deteriorado e ilegible y, por tanto, no era prueba suficiente. En 1634, el cirujano Martín Sánchez se rehusaría a mostrar el título hasta el punto de ser acusado de rebelión. En este caso el título era muy importante ya que los tres boticarios lo acusaban de ser cirujano y no boticario, y, por ello, de no tener potestad de realizar la visita a las boticas.
30 AGNB [1600] Sección Colonia. Fondo: Médicos y Abogados. Tomo I. No. 4 ff. 90-137. 31 AGNB [1634] Sección Colonia. Fondo: Médicos y Abogados. Rollo 006/06, ff. 880/ 1033.
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Los títulos de boticario podían adquirirse por medio de la presentación de un examen ante autoridades, protomédicos o médicos reconocidos. Según los documentos, el haber adquirido el título en España o en Santafé, en términos prácticos tenía la misma legitimidad. Por lo tanto, es posible encontrar exámenes presentados ante médicos españoles en Sevilla, ante protomédicos como Auñón o López del Campo en Santafé, y hasta en otros lugares de América como el Perú.32 Los títulos se referían a un examen que debía presentarse ante autoridad competente. En primer lugar, se mencionaban las condiciones del examen y ante quién se había presentado; proseguía la descripción física del candidato relacionando sus señales particulares: barbirro, barbicastaño, cicatriz en la mano derecha, manco del dedo medio de la mano izquierda, etc. El candidato debía demostrar que tenía cuatro años de experiencia en botica de boticario titulado, y que era mayor de veinticinco años. Luego, seguía el examen en sí. En primer lugar se le evaluaba la latinidad y la teoría, y, en una segunda parte, llevándolo a una botica, se examinaban las prácticas, el conocimiento de las drogas y simples, la elección de yerbas, la conservación, preparación y duración de las sustancias preparadas y, finalmente, en los modos de conseguir las compuestas.33 En este examen se condensaban los elementos fundamentales de la teoría farmacéutica del siglo XVII. De tradición islámica, el arte de botica se basaba en la comprensión de las cualidades de los medicamentos simples, las formas y tipos de composición y las características de almacenamiento, conservación y longevidad de las sustancias. Las tres implicaban el conocimiento empírico y, en ocasiones, teórico de los cánones farmacéuticos. En este punto existe una duda acerca de las formas sobre cómo se llevaban a cabo los exámenes que eran practicados en el Nuevo Mundo y sus diferencias con los europeos. No sola-
32 AHP [1612] Archivo Notarial. Tomo 27, ff. 222/225; AGN. (1626) Miscelánea 11, ff. 785/864. 33 AGNB [1634] Sección Colonia. Fondo: Médicos y Abogados. Rollo 006/06, ff. 880/ 1033.
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mente en cuanto a la identificación de las yerbas, que acá podían ser distintas o estar secas, sino también en los criterios de conservación que tendrían valores diferentes de acuerdo a las características climáticas particulares de las tierras americanas. Es difícil saber qué tan rigurosas o efectivas eran las visitas, pues seguramente al tener noticia de la inminente visita debían poner en acción múltiples estrategias de camuflaje, ocultamiento y préstamo. Los documentos encontrados para el siglo XVII hacen parte de pleitos donde los boticarios afectados por alguna sanción reaccionan abiertamente contra el visitador acusándolo de no haber cumplido con los procedimientos o de haber cobrado sumas no estipuladas dentro de la costumbre.34 Además, la identidad del visitador generaba resistencia en los boticarios pues estos se negaban a que fuera un médico o un cirujano, y querían que las realizara un boticario calificado para que el aval fuera parte de un asunto gremial.35 Como otras costumbres del control administrativo colonial, las visitas parecían seguir una estructura determinada de antemano pero no manifiesta dentro de los pleitos que se encuentran por su causa. Sin embargo, es clara la revisión de la cantidad y calidad de los remedios, la existencia de artefactos de preparación y los títulos y cualificaciones del boticario. Un abastecimiento suficiente debía incluir una serie de medicinas “de primera necesidad” que estuvieran en aceptables condiciones de conservación. En Cartagena de Indias durante 1634, dentro de las mutuas acusaciones que se presentan entre Martín Sánchez y los tres boticarios acusadores, entra a colación el problema del abastecimiento. Los tres boticarios acusan al cirujano Sánchez de haber comprado la botica en tan sólo mil pesos de plata por estar desproveída, y por no haberla surtido directamente de los galeones sino de sobras de barberos.36 El pobre abas-
34 AGNB [1634] Sección Colonia. Fondo: Médicos y Abogados. Rollo 006/06, ff. 880/ 1033. 35 Ibídem. 36 Ibídem.
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tecimiento se demostraba en el hecho de que nunca había pedido simples a otros boticarios, lo que era considerado indispensable pues su falta era común aún en las boticas mejor abastecidas. Las boticas debían estar abastecidas para poder cumplir con su función comercial: la atención al cliente. Mientras médicos y cirujanos podían diagnosticar y recetar en sus propias casas o mientras recorrían poblados, el boticario se debía a su botica y se le exigía la permanente atención del local. En el caso de Cartagena, para los tres boticarios demandantes, que Martín Sánchez ejerciera simultáneamente como boticario y cirujano hacía que no tuviera el tiempo necesario para dedicarse a la fabricación de medicinas y delegara estas funciones en su hijo, quien no era boticario. Para defenderse de esta acusación Sánchez dijo que su hijo tenía mucha experiencia, aun cuando no estaba titulado. Argumentó que no era cierto que no tuviera tiempo, pues a su labor de cirujano sólo dedicaba dos horas en la mañana y el resto lo empleaba en la atención de su botica. Para sacarse la espina, Sánchez acusó a los tres boticarios demandantes de no atender sus boticas directamente y de encomendar a otros el delicado trabajo. Según Martín Sánchez, Francisco Sánchez tenía en el despacho de la suya a un negrito que, como no sabía leer ni escribir, buscaba personas que le leyeran lo que se venían a buscar. La botica de Mogueines estaría atendida por un indio y la de Juan Cueto por un grumete de barco. Estas acusaciones, teniendo en cuenta que hacen parte de un pleito en el que se busca desprestigiar al contendor, dan pistas interesantes acerca de las incidencias culturales que coexistían en los establecimientos. La presencia del hijo de Martín Sánchez muestra la dinámica de aprendiz. Seguramente los cuatro años de experiencia que eran solicitados por los examinadores se referían precisamente a haber sido mozo de botica y haber atendido botica ajena. Por el otro lado, la presencia de un negro, un indio y un grumete de barco ilustran acerca de los posibles intercambios culturales, necesarios para el aumento de los conocimientos en el arte.
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Desde la legislación no era lo mismo ser médico que cirujano, ni barbero que boticario. Sin embargo, como se ha visto, las fronteras entre los oficios no se encontraban muy delimitadas en términos prácticos. Por lo tanto, en el Nuevo Reino, el ejercicio simultáneo de profesiones, lo que estaba prohibido por la ley, resultaba costumbre. Las diferencias entre las especializaciones de la medicina pueden explicarse a partir de los pleitos judiciales. En estos procesos se llegaba a un momento en el que los demandantes o demandados eran exhortados a mostrar sus títulos. Por lo general se trataba de pergaminos de aproximadamente ocho folios en los que se certificaba que el susodicho había presentado los cursos o prácticas, según fuera el caso. Eran firmados por médicos titulados y reconocidos, y debían ser radicados ante la audiencia o el cabildo de la ciudad donde el practicante quisiera radicarse. En los archivos se encuentran las transcripciones de los títulos juramentadas por el escribano del momento, quien anotaba que los originales habían sido devueltos a su dueño. El asunto de la práctica simultánea fue muy común en el Nuevo Reino de Granada durante la primera mitad del siglo XVII, según lo atestigua la documentación consultada. Así, el cirujano Pedro Gómez de Andrada, quien ejercía como cirujano en la ciudad de Pamplona poseía una botica en la ciudad.37 En su testamento, después de mencionar el destino de su cuerpo y las disposiciones para su alma, menciona que posee una botica que compró y dotó aún cuando no la había pagado todavía. En este caso no se presentó ninguna contradicción por el ejercicio de las dos profesiones.38 En Tunja no se han encontrado boticas pero se menciona el problema de la cura de enfermedades con utilización de medicinas por parte de médicos y cirujanos graduados y no graduados, sin problemas por doble ejercicio.39
37 Archivo Histórico de Pamplona (Norte de Santander, Colombia). [1612] Archivo Notarial. Tomo 27, ff. 222/225. 38 AHP. [1613] Archivo Notarial. Tomo 16, ff. 64/67. 39 AGN. [1619]. Sección Colonia. Fondo: Médicos y Abogados. Rollo 001/06 ff. 621/ 628.
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El protomedicato y, por añadidura, la ley de la Audiencia vigilaban el ejercicio de la labor de boticario, controlaban el estado de conservación de las medicinas que se fabricaban, y regulaban el abastecimiento mínimo que debía tener un establecimiento. También solicitaban títulos que acreditaran al boticario, que demostraran que era perito en la doctrina galénica, que supiera reconocer simples y mezclar compuestos. Los títulos servían para que la ley y los controles estuvieran tranquilos y también para que los miembros del sistema médicos se echaran puyas entre sí. Pero los títulos dan pistas sobre ciertos saberes específicos que debía tener el boticario, y unas habilidades especiales que eran evaluadas por conocedores en la materia. Debía manejar unas teorías, tener aprendidas unas prácticas que le permitieran ser suficiente en su oficio. Básicamente, debía ser capaz de reconocer sustancias medicamentosas y realizar los trabajos necesarios para transformarlas en compuestos.
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Capítulo 3: Las virtudes de los simples o de cómo obtener la materia médica en el Nuevo Mundo Cuando Diego Ordóñez se embarcó hacia América, probablemente trajo consigo la armadura de su botica, el alambique, algunos frascos y olletas, pero ¿cómo hizo para proveerse de materia prima para fabricar su remedios? Por más que hubiera traído consigo materiales medicinales no le alcanzarían para trabajar por mucho tiempo. Debía procurarse una red de comercio, y adaptarse en su nuevo lugar de residencia antes de comenzar a hacer negocios, pues montar una botica e importar medicamentos y sustancias era costoso. Las estrategias de abastecimiento eran múltiples, e iban desde la consecución de materiales por propia mano, con cultivos o travesías al campo, hasta la constitución de compañías comerciales de importación. Lo más probable es que se lograra un balance entre estos dos tipos de abastecimiento. Si bien muchas sustancias simples, preparadas o compuestas eran importadas desde España, otras, por fuerza de costos o por su uso frecuente, debían ser conseguidas directamente fuera por aclimatación en cultivos personales o por medio del reemplazo de sustancias. Para cumplir con las actividades de reconocimiento y recolección lo más probable es que el boticario no se encontrara solo. Existían otros boticarios, médicos y cirujanos con los que podía hablar e intercambiar conocimientos sobre el entorno, quizás hasta iban juntos de excursión por las montañas buscando simples para las medicinas. Pero los contactos no se restringían a aquellos que eran miembros, con título o no,
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del sistema médico de las ciudades. En el caso de Diego Ordóñez es probable que quien le acompañara en sus travesías campestres, a parte de su amigo Tordesillas, fuera su esclavo Bartolomé Viafra, quien estaba a su lado desde los tiempos en los que vivía en Zaragoza. La farmacéutica del siglo XVII consideraba que era posible que el boticario no tuviera a la mano todos los ingredientes que necesitaba para componer una fórmula. Así mismo, era bastante probable que en América muchos de los componentes, así se tratara de simples de muy fácil consecución en Europa, no estuvieran al alcance de la mano. Ante esta situación, la estructura de los saberes permitía el reemplazo de sustancias simples en fórmulas tradicionales, siempre y cuando cumplieran con virtudes específicas que compartieran con las originales una esencia particular que se ponían en relación con otras y generaban el efecto general deseado. ¿Cómo podía el boticario, o cualquier herbolario, identificar las virtudes presentes en las sustancias?, ¿cuáles eran las habilidades aprehendidas y puestas en práctica que permitían reconocer en la naturaleza aquellos elementos que podían usarse en la terapéutica? Y, en el caso específico del Nuevo Reino de Granada también hay que preguntarse, ¿cómo fueron las relaciones entre diversos saberes, prácticas discursivas y preformativas en relación a los tipos terapéuticos que se dieron cita e intercambiaron saberes? En las Leyes de Indias, escritas entre 1535 y 1648, se estipuló que debía recogerse toda la información disponible sobre la naturaleza en las Indias sirviéndose para ello del Real Protomedicato, institución que enraizó en América y que se extendió cobijando bajo leyes los contactos con otros saberes. Según la ley, aquel nombrado Protomédico de Indias, en cuanto hubiese llegado a América debía ubicar practicantes “médicos, cirujanos, herbolarios, españoles e indios, y personas curiosas en esta facultad”.1 Estos saberes del cuerpo y de la naturaleza, de anatomía y biología, servían para muchos objetivos, y al pasar de un conjunto de 1 En la edición de Cultura Hispánica de 1973 se recoge la síntesis de las leyes del protomedicato bajo el Titulo IV. “De los Protomédicos, Médicos, Cirujanos, y Boticarios” promulgadas por Felipe II, Carlos II y Felipe IV. Ley Primera (folio: 159/a).
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saberes a otro podían transformarse perdiendo unos significados y privilegiando otros. Esto sucedió en el campo de la brujería, las artes amorosas y afrodisíacas.2 Los intercambios de saberes en torno a la práctica de la farmacia suscitan una serie de inquietudes puesto que no se trataba de un intercambio entre pares que compartieran una misma estructura y, por tanto, un código común para referirse al entorno natural. Si no existía un lenguaje común para referirse a la naturaleza entre los españoles y las otras etnias, ni tampoco podía apelarse al de la tradición como referente directo a la experiencia ¿cómo pudieron incorporase los nuevos elementos medicinales, y qué parte del armazón se flexibilizó para hacer posible el aprendizaje?
3.1 LAS SEÑAS DE LAS COSAS EN LA NATURALEZA La Historia Natural, como disciplina, revivió durante los siglos XV y XVI en forma de Crónica de Indias. Este tipo de literatura correspondía al interés del Imperio Español por conocer el Nuevo Mundo y apropiarse de él.3 La naturaleza era importante en términos utilitarios ya que era necesario abastecerse de materiales de uso cotidiano como alimentos y medicinas, y materiales para la construcción de barcos y poblados. Otro móvil latente era la esperanza de un encuentro fortuito y afortunado con una especie vegetal, equivalente a la pimienta y la canela, que permitiera la explotación masiva en mercados rentables. Quienes llegaron a tierras americanas poseían un conjunto de elementos, una forma de ver el mundo, que les permitía relacionarse con el entorno por medio de unas categorías para explicarlo. Estas codificaciones eran producto de un complejo tejido de influencias griegas,
2 Ver: Ceballos, Diana Luz. «Quyen tal haze que tal pague”: sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada. Ministerio de Cultura: Bogotá, 1999. 3 Ver: Nieto, Mauricio. “La comprensión del Nuevo Mundo: geografía e historia natural en el siglo XVI”. El Nuevo Mundo: problemas y debates. Diana Bonnet y Felipe Castañeda (Eds.). Universidad de los Andes, 2004.
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latinas, árabes y judías que se habían consolidado en España durante el periodo de influencia islámica. La tradición académica española se construyó, pues, sobre un complejo sistema de clasificación proveniente de autores clásicos que se estableció como punto de referencia obligada para el conocimiento especializado en la época. Para el siglo XV, la autoridad de las universidades y la consolidación de escalafones como legitimadores del conocimiento produjeron instituciones de vigilancia encargadas de condicionar las prácticas bajo paradigmas homogeneizantes, instituidos desde la legitimidad del Imperio. Dentro de estos paradigmas, era fundamental la referencia a autoridades reconocidas por las academias como un criterio para demostrar conocimientos “cultos”, verdaderos y, por lo tanto, poder ser reconocidos en el ámbito intelectual.4 Por este motivo, los descriptores de América generalmente utilizaban herramientas teóricas y metodológicas provenientes de los clásicos para dar valor a la experiencia personal. En términos epistemológicos, comparten la estructura de la autoridad, el conocimiento legítimo y verdadero para el periodo. En el ámbito de la historia natural, las autoridades para el momento son indiscutiblemente Plinio el Viejo y Dioscórides, quienes propusieron compendios enciclopédicos y categorías de agrupación útiles para describir y ordenar la naturaleza. La autoridad de Dioscórides en el ámbito de la historia de los medicamentos, y de Plinio en el método descriptivo de flora y fauna extranjera, fueron fundamentales para determinar las perspectivas cognitivas de los descriptores españoles.5 4 Ver: Pardo, José. El tesoro Natural de América. Ed. Novatores: Madrid, 2002. Págs.15 y ss. 5 Plinio y Dioscórides fueron contemporáneos. Dioscórides nació en Anazarbo pero la fecha se desconoce, se calcula que fue durante el reinado de Nerón. Fue parte de las comitivas militares, actividad que le dio la posibilidad de viajar y reunir observaciones sobre la naturaleza. Plinio nació en Como en el año 23 y murió en Stabia en el 79, y su obra es un trabajo enciclopédico en el que se reúnen diversas temáticas como geografía, cosmología, historia natural y humana. Para mayor detalle de las biografías ver: http://www.uv.es/IHCD/Farmacologia/biodioscor.html. http:// www.artehistoria.com/historia/personajes/4530.htm.
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Para la muestra, tres botones: Nicolás Monardes, Gonzalo Fernández de Oviedo y Francisco Hernández. Monardes, médico reconocido en su época y en la posteridad, nunca salió de su casa en Sevilla y, sin embargo, es reconocido como el primer y mejor descriptor de la naturaleza americana.6 En su inmensa obra, traducida a lenguas romances y anglosajonas a pocos años de su publicación en español, Monardes compiló referencias sobre las diferentes especies americanas. Describió, entre otras, el michoacán, la piedra Bezoar del Perú, el tabaco y la zarzaparrilla. Fue autor prolífico, compilador de historias naturales en función de acrecentar el arsenal de materia médica. Aun cuando su objeto era la naturaleza desconocida traída a España del Nuevo Mundo, fue traductor y seguidor de la obra y método descriptivo de Dioscórides. Monardes se apoyó en la autoridad de Dioscórides para corroborar relaciones y ciertos criterios taxonómicos funcionales que se aplicaban a nivel universal.7 Publicó varias obras entre 1536-1574, pero en este espacio vale resaltar dos: La Historia Medicinal de las Cosas que Traen de Nuestras Indias Occidentales y sirven en Medicina (que se publicó en tres partes: 1565, 1571, 1574), y la primera que escribió, el Diálogo llamado pharmacodilosis (1536), “donde, siguiendo la corriente humanista, recomienda el estudio directo de los clásicos, sobre todo de Dioscórides”.8 Si Monardes se quedó en Sevilla cómodamente sentado, Francisco Hernández y Fernández de Oviedo vinieron al Nuevo Mundo en largas y tortuosas ocasiones. Y fue desde el ejercicio práctico de los conocimientos como pusieron a prueba los contenidos de la tradición. Podemos ver que Hernández, primer protomédico de Felipe II en América,
6 Ver: Pardo, José. El tesoro Natural de América. Ed. Novatores: Madrid, 2002. Págs. 77 y ss. 7 Ver: Monardes, Nicolás (Ed.). Herbolaria de Indias. Presentación y comentarios de Xavier Lozoya. Ed. Tuner. Instituto Mexicano del Seguro Social: México, 1990. 8 www.uv.es/IHCD/Farmacología/biomonardes.html. Esta dirección hace parte de un conjunto de bibliografías elaboradas por la Universidad de Valencia sobre farmaceutas, médicos y viajeros españoles.
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fue traductor de la obra de Plinio y dedicó muchos años de su vida a la reproducción del método de descripción del naturalista romano. Plinio dividió el mundo en conjuntos de similares y construyó una taxonomía a partir de semejanzas: por ejemplo, la morfología de una planta determinada se ubicaba por analogía como parte de una familia, uniéndola con otras que poseían características similares. Las plantas que poseían características y funciones parecidas o idénticas, al menos en el nivel del comercio de especies, podían ser remplazadas unas por otras. La obra de Hernández es una puesta en práctica de las categorías de Plinio para agrupar el mundo natural, ya no para Europa, Asia y África, sino para un Nuevo Mundo: América. Fernández de Oviedo, quien no era médico ni académico, fue funcionario del imperio y cronista oficial en las Indias Occidentales. Aunque su obra se dedica a la representación de comunidades indígenas y de gestas de conquista españolas, no pudo escapar de la magnificencia americana, de la obligada referencia al entorno. Para poder hacerlo con los criterios establecidos al explicar este tipo de fenómenos, se apropió de la estructura de clasificación del mundo natural de Plinio para poder corroborar sus descripciones y dotarlas de un halo de veracidad. El criterio de autoridad se refleja en la estructura que organiza los textos de los descriptores de América, pues su uso era necesario dentro de los criterios académicos y retóricos de la cultura española de la época. Así, aunque Monardes, Hernández y Oviedo discutieron en sus textos la pertinencia de algunas categorías o criterios generales de clasificación, la estructura del conocimiento como tal no fue cuestionada, pues la autoridad era la posibilidad epistémica donde se articulaban las nociones y visiones de mundo natural. Los métodos que habían utilizado Dioscórides y de Plinio en la época clásica eran necesarios más que pertinentes debido a que constituían los códigos particulares con los que era posible ver el mundo. Por más fuertes que hubiesen sido las raíces de la epistemología española, en su encuentro con la naturaleza americana no encontraron un terreno pacífico. La naturaleza americana opuso resistencia a la cla-
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sificación taxonómica enfrentándose a unas categorías inadecuadas. La naturaleza, las plantas y los animales, ejercieron acciones pasivas y activas que obligaron a poner el conocimiento a prueba, tanto por las diferencias morfológicas y de hábitat, como por los peligros que el desconocimiento de especies venenosas acarreaba. En el ámbito de la historia natural, este choque fue frontal, pues las categorías parecían no explicar la realidad. Se buscaba describir plantas útiles según criterios conocidos, pero las historias de las plantas, los relatos acerca de sus usos o su morfología misma obligaban a volver flexibles las categorías. Como vimos arriba, cuando Francisco Hernández realizó su expedición botánica por Nueva España, su obra se dividió según las categorías de Plinio, utilizando similares divisiones taxonómicas, pero como en su monumental obra describió especies nativas, se produjo un desborde de criterios y el establecimiento de unos nuevos. Una muestra tangible de la experiencia de Hernández se encuentra en el hecho de que su obra Historia Natural de Nueva España hubiese sido publicada en latín, castellano y náhuatl.9 El uso del lenguaje es un síntoma claro de la necesidad de flexibilizar las teorías. Se utiliza un lenguaje descriptivo pero al hacerlo se incluyen nombres nativos y particularidades morfológicas: una danta no es una vaca. La diversidad y la manigua asombran y retan las posibilidades lingüísticas de quien intenta describir, agrupar y ordenar.10 Se hizo necesario utilizar un juego de composición y combinatoria con las palabras para poder dar cuenta con ellas de una realidad que no estaba construida bajo esos códigos. Descripciones como la de la iguana o la del encubertado, demuestran la exigencia de la naturaleza y la flexibilidad del lenguaje.
9 Ver: Pardo, José. El tesoro Natural de América. Ed. Novatores: Madrid, 2002. Págs. 145. 10 Fernández de Oviedo, Gonzalo (Ed.). Historia General y Natural de las Indias. “Introducción” Ed. Biblioteca de Autores españoles, a cargo de Tudela Bueso: Madrid, 1959.
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El uso de sustancias maravillosas o de especias costosísimas fue costumbre en el esquema cortesano de las monarquías europeas de la baja Edad Media y el Renacimiento. Las sustancias portentosas estuvieron presentes tanto en la realidad como en la ficción. Los reyes podían llegar a pagar mucho dinero para adquirir una piedra bezoar, triaca excelsa, que con sólo ser llevada al cuello permitía un resistencia contra cualquier intento de envenenamiento.11 El comercio de especies no se restringió a las experiencias de protomédicos y médicos diversos asentados en el Nuevo Mundo. Muchos otros viajeros comenzaron a llevar a Europa especies metidas entre corchos, cajas y bolsillos. Cruzando un puñado de semillas hacia España con la esperanza de encontrar en ellas una veta de explotación.12 Una vez la especie llegaba a España se procedía a realizar nuevos experimentos con ella, establecer utilidades y dosis. Los cronistas fueron portavoces de esos descubrimientos en la naturaleza y comunicaban, bajo órdenes expresas, estos conocimientos al Rey. La recolección de datos acerca de historia natural fue expresada en las Leyes de Indias donde se estipularon los deberes que había de tener un protomédico en América. El protomédico era el encargado de realizar exámenes para la obtención de títulos, vigilar el correcto ejercicio de las profesiones relativas a la curación y castigar a los infractores. La institución fue implantada en España siglos antes de la conquista, pero en tierras americanas asumió una investidura diferente con nuevas funciones.13 11 La piedra bezoar era un contraveneno muy utilizado durante los siglos XV y XVI. Se trataba de una piedra formada en los buches de ciertas especies de rumiantes que, actualmente, se explica por de la acumulación de trozos vegetales no digeridos convertidos en cálculos que aposentan en las cavidades de ciertas especies. El bezoar original provenía de regiones orientales, pero en América se conocieron nuevas especies que también tenían esta particularidad. Ver: Monardes, Nicolás. Herbolaria de Indias. Presentación y comentarios de Xavier Lozoya. Ed. Tuner. Instituto Mexicano del Seguro Social: México, 1990. 12 Ver: Monardes, Nicolás (ed. 1990). Herbolaria de Indias. Presentación y comentarios de Xavier Lozoya. Ed. Tuner. Instituto Mexicano del Seguro Social: México, 1990. 13 Ver: Lanning, John Tate. El Real Protomedicato. La reglamentación de la profesión médica en el Imperio Español. México. Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma de México. 1997.
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Si para la construcción de una historia natural de los animales de las Indias se utilizó a Plinio el Viejo como método y modelo a seguir, en los usos medicinales de las sustancias se utilizó la “Materia Médica” de Dioscórides. “El Dioscórides” era un manual de usos de plantas medicinales en el que se especificaban usos y combinaciones bajo la clasificación de las sustancias por cualidades y tipos. Muchas veces las sustancias descritas no existían en todas partes, así que la posibilidad de ubicar la planta exacta era difícil, más aún cuando en primera instancia los manuales no traían ilustraciones.14 Si bien los dibujos ayudaban, no podían ser tomados siempre al pie de la imagen. En el inventario de la botica de Diego Ordóñez desafortunadamente no aparecen consignados los títulos de los libros que poseía el boticario a excepción de la explicita mención a un texto de Mesue. “El Mesue” era un texto de origen árabe pero traducido tanto al latín como al español en el que se reseñaban las propiedades, acciones y virtudes específicas de muchas sustancias medicinales, procesos de preparación y mezcla, y algunos preparados especiales como la confección de hamec y de alchemes. Es lícito suponer que entre los cincuenta y dos cuerpos de libros que fueron mencionados genéricamente, se encontraran uno o varios manuales o vademécums útiles para la identificación de la materia médica. Dada la popularidad y vigencia del Dioscórides en los siglos XVI y XVII, podemos suponer que poseía un ejemplar en su haber. En la biblioteca histórica de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá se conserva un ejemplar del Dioscórides, con hermosas ilustraciones coloreadas a mano y, en algunos casos, anotaciones que mencionan recetas o comentarios sobre ciertas especies.
14 Ver: Font Quer, Pío. Plantas medicinales. El Dioscórides renovado. Ed. Península: Barcelona, 1999.
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Imagen 1: Se ven claramente las anotaciones al margen que se hacían sobre los libros de texto. Tomada de: Dioscórides, Pedanius de Arnazarbo, S.J. Pedanii dioscoridis anazarbei, de medicinale materia libri sex, […].1a ed. Franc[ofurti apud moenum], Apud Chr. Egenolphum, [1543].
Para poder reconocer las plantas que resultaban útiles y saber cómo tratarlas, los herbolarios o cualquiera que quisiera hacer la experiencia, se servía de las señas que se hallaban en la naturaleza misma, la signatura rerum. Una planta podía ser apropiada bajo el armazón de su uso reconociendo sus analogías con el cuerpo, y sus analogías morfológicas con otras plantas utilizadas a partir de las relaciones entre formas de hojas, flores, disposiciones y colores. También se usaba el gusto como un sentido privilegiado para reconocer sabores que correspondían a un sistema de valoración gustativa del mundo. La naturaleza era un código de relaciones que funcionaba por medio de analogías, por tanto los elementos de la naturaleza hablaban en un código de correspondencias que podía descifrarse.15 Identificar las señales exigía el desarrollo y la experiencia adquirida en
15 Ibídem.
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ciertas habilidades que permitían al yerbatero reconocer, recolectar y utilizar una planta, un animal o un mineral. Pío Font Quer menciona que estas señales podían ser de varios tipos pues se fundaban en especializaciones sensoriales diversas. Las señales más claras eran aquellas que se basaban en la forma de la planta y sus partes, es decir, un esquema de morfologías (formas y distribución de partes) que se correspondían unas con otras. La inscripción práctica se complementaba con señales basadas en el color o en las combinaciones de colores. El herbolario podía servirse de otros sentidos para aproximarse a la identificación. Eran importantes el gusto y el olfato, desarrollados en el individuo a partir de la especialización de la lengua en la identificación de tonalidades de sabores. Una lengua con pericia debía ser capaz de diferenciar sabores ácidos, amargos, rancios y dulces, y lograr establecer equivalencias entre sustancias semejantes en términos de correspondencias en cualidades del sabor.16 Una sustancia amarga, que se creía poseía ciertas propiedades específicas sola o en una combinación, podía reemplazarse con otra sustancia amarga en igual grado pues se concebían como portadoras de propiedades equivalentes.
16 Martínez de Leache comenta que, según los textos proemiales de Mesue, son ocho sabores: agudo, amargo, salado, untoso, dulce, estíptico, insípido, y acetoso. Los efectos del sabor agudo son exulcerar, mordicar, causar sed. Al amargo lo conocemos por sus efectos, que son causar sed y desecar, abrir las opilaciones, preservar de putrefacción; pone de ejemplo en los ajenjos, la centaurea, y aristoloquia, que aunque son amargos no lo son tanto como la Colocynthida, a cuya causa no son tan operativos como esta. Los efectos del salado son cortar, limpiar, adelgazar, mordicar, librar de corrupción, etc. Por ser su esencia crasa, cálida, y seca, como las especies de sal. El sabor untoso se conoce como los demás sabores por el tacto de la lengua, este se percibe por un temperamento medianamente caliente, y copiosamente húmedo. El sabor dulce según Galeno, no se halla en ningún medicamento tan amigo de nuestra naturaleza como él; por ser tan igual a nuestro temperamento, y así se acomoda mejor a nuestro cuerpo que todos por ser tan agradable al gusto son las cosas dulces de un temperamento caliente, de tal manera, que todas son calientes, y cuanto más dulces más calientes, y cuanto menos dulces menos calientes serán. Ver: Martínez de Leache, Miguel. Tratado de las condiciones que ha de tener un boticario para ser docto en su arte. Págs. 101-105.
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Un tercer grupo de señales se refería a aquellas que eran sugeridas por el lugar, ya que un hábitat similar permitía suponer condiciones similares y, por tanto, especies hermanas. De esta forma, las habilidades y pericias de los herbolarios eran complementos directos y necesarísimos de los manuales y la tradición porque era a partir del reconocimiento de plantas y virtudes, del constante experimentar, que era posible utilizarlas dentro de la terapéutica. “La adquisición de los simples […] no es sino consecuencia de fracasos innumerables, que se quisieron evitar restableciendo la eficacia de sus virtudes con instrucciones muy detalladas acerca de la manera de recolección”.17 Los manuales de identificación de sustancias medicinales eran parte integral de los objetos que poseía un boticario, y constituían un conjunto de saberes prácticos que le permitían adquirir la materia prima para su labor. Sin embargo, dado el complejo escenario cultural que caracterizaba la estructura colonial en el Nuevo Reino de Granada, sería poco preciso considerar que eran los únicos. Al momento de su muerte, aparte de sus socios Tordesillas y Gutiérrez, los únicos acompañantes de Ordóñez eran sus dos esclavos, Bartolomé Viafra e Isabel de Angola. Tanto el expediente de la muerte de Ordóñez como aquellos anteriores que se levantaron cuando se enfrentó en pleito civil ante la justicia, no hacen mayor caso a la existencia de los dos esclavos. De Isabel sólo se sabe que vivía en Santafé cuando Ordóñez murió. Y de Bartolomé que estaba tullido, lo que posiblemente le había pasado debido al trabajo de mazamorreo de oro en los ríos de Zaragoza.18 Ordóñez dejó a Bartolomé cien pesos de oro para que, si así era su deseo, comprara su libertad. Debido al silencio de la documentación respecto a los intercambios en términos de los saberes de farmacia, sólo queda la suposición. Si bien es probable que ni Bartolomé ni Isabel tuvieran algo que ver con la terapéu-
17 Ver: Font Quer, Pío. Plantas medicinales. El Dioscórides renovado. “Introducción”. Ed. Península: Barcelona, 1999. Pág. XXXVIII. 18 Esta definición de tullido para el contexto colonial se la debo al profesor Rafael Díaz.
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tica, su presencia como compañeros de Ordóñez y, en el caso de Bartolomé, la clara mención de su asistencia en la botica, son pistas que permiten abordar el tema del conocimiento de los materiales medicinales americanos desde la perspectiva del intercambio y la cultura. Tanto los descendientes de África como los españoles se enfrentaron al mismo problema: ¿cómo utilizar la naturaleza americana para un estilo terapéutico conocido previamente? Si bien se trataba de concepciones distintas de enfermedad, cuerpo y de terapia, unos y otros tuvieron la necesidad de reconocer en el entorno posibles estrategias que permitieran continuar con las costumbres que traían de acuerdo con sus tradiciones. En este sentido, las estrategias para apropiarse del entorno correspondían con una serie de necesidades compartidas por los diferentes entornos culturales, y el intercambio de descubrimientos, saberes tradicionales o adquiridos, adquirió enorme valor en unos lugares donde conocer una planta febrífuga y sus modos de administración podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Los procesos antes, durante y después de la diáspora hacia América, les presentaron a los afrodescendientes, en particular los que ejercían profesiones relacionadas con la magia y la medicina, un nuevo y desconocido escenario. Al igual, herbolarios y boticarios españoles debieron construir unas estrategias para hacer efectivos sus saberes en un nuevo entorno. Existe poca documentación que se refiera al encuentro con otros saberes o a la reconfiguración de los propios para responder a las condiciones contingentes pero, según Voeks, se presentaron dos estrategias para dinamizar los conocimientos y utilizarlos en los nuevos espacios.19 La primera fue el contacto activo con otras culturas, africanas, amerindias o europeas, pues no hay que pensar la medicina como un receptáculo de saberes, sino más bien como una estructura móvil en donde los nuevos saberes eran integrados y puestos a funcionar.
19 Ver: Voeks, Robert. “African Medicine and Magic in the Americas”. Geographical Review, Vol. 83, No.1. Enero, 1993. 66-78. Págs. 72-76.
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La segunda estrategia se refiere a la dinámica de ensayo y error. Los afrodescendientes exploraron los bosques y las sabanas guiados por categorías antropológicas que se concretizaban en los Orishas, y que comprometían dimensiones filosóficas, estéticas, anatómicas, botánicas y químicas.20 Así, el conocimiento de hojas, formas y colores del reino vegetal iba de la mano con el conocimiento de los dioses y de la comprensión de los intrincados lazos entre cuerpo, espíritu y naturaleza que regulaban la fisiología humana. Puede imaginarse al médico o médica afrodescendiente adentrándose en los espesos montes americanos, guiado por el Orisha de cabecera y poniendo en práctica un sistema de analogías entre las formas del cuerpo y la morfología de las plantas. El trance y la posesión, hacerse uno con el Orisha tutelar del bien o la enfermedad y bajo su guía encontrar las plantas, evocan estructuras de aprendizaje que permitían los vínculos entre el cuerpo y la naturaleza. Seguramente este sistema produjo en sus inicios muertes frecuentes y reacciones adversas mientras que se establecían las dosis y las plantas similares ya no sólo en criterios de forma sino también de función. Estas estrategias de búsqueda permitieron comenzar a acumular series de conocimientos botánicos que conllevaron el reemplazo de sustancias importantes en rituales o terapias por equivalentes o similares. Según Maya, el sistema de virtudes reconocidas por la medicina africana se basaba en la oposición calor-frío, cocido-crudo, que puede extenderse a elementos no procesados-procesados.21 El aporte de Adriana Maya en sus estudios sobre lo africano desde la botánica y la medicina permite distinguir tecnologías y prácticas efectivas para reconocer y recolectar los materiales médicos en el Nuevo Mundo. Este sistema, que incluye las posibilidades de interacción entre el cuerpo y materiales administrados,
20 Ver: Marks, Morton. “Exploring El monte: Ethnobotany and the afrocuban science of the concrete”. Otra América en construcción. Congreso Internacional de Americanista, Ámsterdam. Ed. Instituto colombiano de Cultura,1991. Pág. 122. 21 Ver: Maya Restrepo, Luz Adriana. “Botánica y medicina africanas en la Nueva Granada, siglo XVII”. Historia Crítica. No. 19 Enero-Junio, Bogotá. Colombia, 2000.
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untados, o incidencias a distancia, se basa en nociones de equilibrio, de vida y muerte. Aunque es interesante resaltar esta oposición de virtudes, es necesario reconocer que no constituyen un elemento particular y diferenciador de lo africano sino que, por el contrario, constituyen elementos comunes a las tradiciones europeas e indígenas que coexistieron durante el periodo colonial. Todos estaban recogiendo plantas y experimentando con ellas, y los que no eran nacidos en América buscaban equivalentes. Tanto las prácticas indígenas, chamanismo, yerbatería y otras costumbres terapéuticas se han perpetuado en la etnobotánica.22 También vale mencionar las prácticas ejercidas por parte de individuos y comunidades de descendencia africana que se apropiaron de nuevos componentes materiales y reinventaron unas dinámicas complejas en las que se vincularon aspectos tradicionales e innovaciones.23 Así, las posibilidades de recolectar elementos naturales y utilizarlos como vehículos para incidir el cuerpo en América correspondió a una matriz de saberes y prácticas. Los intercambios se dieron en escenarios algo escurridizos para la fuente documental. Es de suponer que en la convivencia cotidiana, en un contexto diglósico,24 los espacios se multiplicaron. La plaza de mercado, la
22 Ver: Gutiérrez de Pineda, Virginia. Medicina tradicional de Colombia: el triple legado. Universidad Nacional de Colombia: Bogotá, 1985. 23 Ver: Maya Restrepo, Luz Adriana. “Botánica y medicina africanas en la Nueva Granada, siglo XVII”. Historia Crítica. No. 19 Enero-Junio. Bogotá, 2000. 24 En términos lingüísticos, la diglosia se refiere al proceso mediante el cual en un escenario cultural donde se presentan dos lenguas de uso simultáneo, una de ellas se especializa de acuerdo a una función y sirve para ciertos propósitos. Esta práctica genera restricciones de acceso y los hablantes construyen reservorios que utilizan de manera conciente a partir del discernimiento de aquellos espacios donde el uso de una u otra norma lingüística adquieren sentido y producen mejores resultados. No se presenta una disolución de una norma en la otra, sino que se aceptan partes de las prácticas culturales ajenas y se mantienen en estricta complementariedad. (Ver: Romaine, Suzanne. El lenguaje en la sociedad. Una introducción a la sociolingüística. Ariel Lingüística: Barcelona, 1996. Págs. 66 y ss.) El término diglosia ha sido utilizado para abordar la historia del periodo colonial por el profesor Rafael Diaz en “Matrices coloniales y diásporas africanas: Hacia una investigación de las culturas negra y mulata en la Nueva Granada”. Memoria & Sociedad No.15 Noviembre. Bogotá, 2003.
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cocina, las largas travesías por trochas infames fueron lugares privilegiados para la gestación de un saber colectivo. Necesidades específicas e intercambios permanentes permitieron la reconfiguración del arsenal medicamentoso. Si bien no existió una nomenclatura rigurosa transcultural para referirse a la naturaleza en especie, sí se dio la posibilidad de intercambio bajo el principio de las simples y evidentes señales parlantes de la naturaleza. En el Nuevo Reino de Granada se dio un complejo sistema de comercialización y uso de sustancias medicamentosas con diferentes fines. Aunque entre las profesiones más comunes deben incluirse aquellas que fueron tratadas por la jurisdicción como brujerías y hechicerías, la codificación de las prácticas terapéuticas de los subalternos en términos de su relato dentro de la institución española fueron leídas a partir de códigos morales, de control y cohesión del imperio.25 Así, prácticas médicas curativas fueron pasadas por el tamiz de la amenaza ética y religiosa y, como tales, fueron difuminadas en el ámbito de lo criminal. Las estrategias de recolección y aprovisionamiento de sustancias se desarrollaban en contextos cotidianos donde los libros y saberes del boticario debían ponerse en contacto con otros conocimientos que le permitieran hacer su labor más eficiente. Son múltiples las fuentes documentales para abordar los intercambios, y es muy probable que los archivos conserven información más clara y precisa acerca de los lugares de intercambio y sobre los saberes específicos que fueron construyéndose colectivamente. El Archivo de la Inquisición, por ejemplo, constituye una fuente interesante que amerita una investigación más detallada y juiciosa.
25 Ver: Ceballos Gómez, Diana Luz. Quyen tal haze que tal pague: sociedad y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada. Ministerio de Cultura: Bogotá, 2002.
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3.2 FÓRMULAS FIJAS Y SUSTANCIAS MÓVILES: SINE PRO QUO Por necesidad o por curiosidad, los boticarios y otros yerbateros experimentaron con sustancias nuevas a partir del reconocimiento de sus virtudes y cualidades dentro de un sistema de analogías y funciones. Gracias a una estructura de la naturaleza en la cual cada sustancia poseía unas cualidades y unas posibilidades de ser combinada, era posible abastecerse de materias primas para la elaboración de medicinas de botica. Sin embargo, resulta inquietante saber cómo dichas sustancias podían ser incorporadas en preparaciones compuestas cuyas fórmulas estaban ya estipuladas en la literatura especializada y hacían parte de la tradición farmacológica. Las sustancias extraídas de la naturaleza podían utilizarse para diferentes propósitos: venenos mortales o amorosos, filtros, contras, amuletos, ensalmos, tinturas, remedios. Cada tipo de sustancia estaba relacionada con un entramado cultural que condicionaba sus formas y daba sentido a sus efectos. Así, los filtros de amor se dieron en el contextos de las prácticas de brujería y hechicería, mientras que las drogas para curar se asentaron en el terreno de la farmacia. La medicina del siglo XVII utilizaba drogas y remedios como curas para los cuerpos enfermos. Si bien los boticarios eran los directamente implicados con la producción y comercialización de sustancias, todos los miembros del sistema médico ejerciendo en América se vieron ante la necesidad de hacer experiencia de prácticas medicamentosas. La experiencia de las sustancias medicinales se daba a partir de su descubrimiento, recolección y aprendizaje. Los españoles basaban sus posibilidades de cumplir estas etapas en la tradición clásica, léase galénica, que fue reformulada y comentada en la España de los siglos XV y XVI. Francisco Hernández comentó la historia natural de Plinio, Andrés Laguna la obra de Dioscórides y Martínez de Leache y Antonio de Aguilera los textos farmacéuticos de Mesue.26 Los textos de 26 La imagen digital del manuscrito de Francisco Hernández titulado Historia medicinal de la Nueva España puede consultarse en la Biblioteca Digital Dioscórides de la
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Aguilera y Leache son dos ejemplos claros y contundentes del tipo de farmacia que se ejercía durante el siglo XVII. Ambos textos se construyen a partir de la necesidad de retomar los elementos expuestos por Mesue, autor árabe reconocido como príncipe de la Farmacia, y actualizarlos a partir de la iluminación de sus fragmentos difíciles incorporando nuevos materiales medicinales como conocimientos útiles para el lector. La tradición clásica ponía en podio a Dioscórides, paladín farmacéutico que había compilado un libro de referencia obligada titulado “Materia Médica”.27 “El Dioscórides”, es un modelo interesante para comprender cómo se construían los manuales de arte combinatoria para mezclar sustancias medicamentosas extraídas de la naturaleza. El texto puede considerarse como un modelo porque establece una forma de exposición y descripción de los materiales medicinales comenzando por una mención de los caracteres más relevantes de la morfología, incluyendo analogías con otras especies y sus virtudes, para seguir con una relación de los usos que tenía cada sustancia considerada aisladamente o en combinación con otras. Durante los siglos XVI y XVII se produjo gran cantidad de compendios de medicamentos, casi todos constituyen aportes a la obra de Dioscórides pues consignan, según el formato del griego, nuevos descubrimientos y experiencias tanto en materia médica como en tratamiento de enfermedades específicas.28
Universidad Complutense de Madrid. En http://cisne.sim.ucm.es/. Ver: Laguna, Andrés. Pedacio Dioscórides Anazarbeo, Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortiferos traduzido de lengua griega en la vulgar castellana & illustrado con claras y substantiales annotationes. Impreso en Anuers, en casa de Iuan Latio. Bélgica, 1555. Martínez de Leache, Miguel. Tratado de las condiciones que ha de tener un boticario para ser docto en su arte. Inpreso en Pamplona en 1662. De Aguilera, Antonio. Exposición sobre las preparaciones de Mesúe. Alcalá, 1539. 27 Dioscórides, Pedanius de Arnazarbo. Pedanii dioscoridis anazarbei, de medicinale materia libri sex. Apud Chr. Egenolphum, Franc[ofurti apud moenum], 1543. 28 Ver: Textos y Concordancias Electrónicos del Corpus Médico Español. Preparado bajo la dirección de Ma. Teresa Herrera y Ma. Estela Gonzá de Fauve. Madison, 1997.
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La experimentación con sustancias en América se refleja en algunos textos que se han conservado para la posteridad. Un caso ejemplar es el médico Juan Méndez Nieto. El doctor Nieto había cursado medicina en la Universidad de Salamanca y llegó a Cartagena de Indias después de haber vivido algunos años en Santo Domingo. En el puerto del Nuevo Reino de Granada vivió casi cincuenta años. Su obra principal es “Discursos medicinales”, cuya trascripción fue publicada en 1989 por la Universidad de Granada. La narrativa de los discursos es una combinación del método galénico basado en el recuento de diferentes historias clínicas a las cuales el doctor realiza diagnósticos y curaciones audaces e insospechadas por los demás.29 En términos del conocimiento y uso de estrategias terapéuticas, la obra de Méndez Nieto es bastante ilustrativa. En este texto menciona recurrentemente dos obras suyas desaparecidas tituladas “De la facultad de los alimentos y medicamentos indianos” y el Tratado de las enfermedades prácticas deste nuevo reyno de Tierra Firme. Es una lástima no poder contar con sus dos tratados, pero a partir de lo que sugieren sus títulos es posible aseverar el enorme interés del doctor por relacionar en detalle las particularidades medicamentosas de la naturaleza en América. En los discursos medicinales se puede observar el problema del aprovisionamiento y uso de sustancias medicamentosas en el Nuevo Mundo así como, siguiendo la tradición experimental galénica, la experiencia en relación con las conexiones entre el mundo natural y las enfermedades del cuerpo. En el sistema galénico “todo tiene un objeto. La naturaleza obra de un modo perfectamente sabio y nada se hace en vano; los órganos están hechos por consiguiente del modo que corresponde exactamente al objeto, al fin preestablecido contribuye cada parte del organismo. Hay por lo tanto una perfecta relación entre la
29 Ver: Solano Alonso, Jairo. Salud, cultura y sociedad: Cartagena de Indias siglos XVI y XVII. Universidad del Atlántico: Barranquilla, 1998.
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causa y el objeto y precisamente esta relación es la prueba de la omnisciencia de Dios”.30 La terapéutica galénica condensó dos tradiciones:31 por una parte, las relaciones similia similibus de la corriente hipocrática y, por otra, la curación a partir de contrarios contraria contrariis.32 Ambas tradiciones se basaban en un conocimiento del entorno natural en relación a los procesos internos, a las dinámicas de los cuerpos humanos. A partir de estas relaciones analógicas, cuerpo y materiales naturales eran reconocidos como partes de un mismo complejo de signos y relaciones. Estos vínculos, fuesen de similares o de contrarios, se comunicaban por medio de intercambios de sustancias esenciales y mezclas. Las propiedades o facultades estaban en potencia en cada elemento natural y debían ser extraídas con cuidado por medio de técnicas y conocimientos para poder obtener cantidades y cualidades deseadas, en consecuencia el efecto esperado. El cuerpo era concebido como una serie de sistemas en mutua relación donde los humores tenían un papel protagónico.33 Los humores, secreciones, filtraciones y fluidos eran relevantes en los diagnósticos y decisiones terapéuticas, ya que eran utilizados como señas de la naturaleza que manifestaban a partir de ciertos signos lo que andaba mal.
30 Castiglioni, Arturo. Historia de la Medicina. Salvat Ediciones: Barcelona, 1941. Pág. 212. 31 Claudio Galeno (131-201) nació en Pérgamo. Trabajó como médico en la escuela de gladiadores durante tres o cuatro años. En este periodo adquirió experiencia en el tratamiento de los golpes y heridas. Se basaba en conocimientos anatómicos a partir de la vivisección de animales. Fue un prolífico escritor, que “los sabía todo”, algo exagerado y ególatra. En su sistema todo tenía un objeto y promulgó una visión monoteísta lo cual hizo que su obra fuera aceptada por los árabes y los cristianos, y así su obra fue canon para la medicina durante siglos (Ver: Castiglioni, Arturo. Historia de la Medicina. Salvat Ediciones: Barcelona, 1941. Págs. 210-216). 32 Ibídem. Hipócrates consideraba que el médico debía prestar su asistencia a la naturaleza pero que era ella misma, en su poder y magnificencia, la que curaba los cuerpos enfermos, la naturaleza curatriz se servía de similares para sanarse. 33 Ver: Siraisi, Nancy. Medieval y early renaissance medicine. The University of Chicago Press, 1990.
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Las nociones de simples y compuestos fueron fundamentales para la episteme farmacéutica del siglo XVII. A partir de esta oposición se puede explicar el entramado técnico a partir del cual las sustancias eran funcionales y se hacían prácticas. Los simples eran sustancias elementales cargadas de cualidades particulares que podían actuar solas o mezclarse con otras para producir sustancias complejas. Ordóñez guardaba flores de borrajas, cantaueso, esquinanto, margaritas, violetas y rosas secas. Simientes de adormideras, acederas, beleño, calabaza, espárragos, hinojo, lechuga, linaza, peonía y perejil, rábanos, repollos y saúco. Raíces de camaleón blanco, malvavisco, galanga y turbit. También se incluyen en esta categoría partes de animales o sustancias minerales o metálicas. Entre los simples minerales se encuentran agárico, alcanfor, aljófar, alumbre ámbar, atutia, barro coral, granates, piedra imán, piedra lipi, mirra, oro y plata. Sustancias animales representativas son el almizcle, capullos de seda, caracoles y conchas, cola de piel de carnero, cuerno de ciervo, enjundias de gallina y unto de hombre, marfil unto de osos y de puerco, jutanos de vaca y de ternera. Los simples pertenecían a uno de los tres reinos naturales. En el inventario y en la farmacia del siglo XVII había una primacía de los vegetales (79%), seguidos por sustancias derivadas o parte animales (12%), y finalmente las sustancias de origen mineral (9%).34
34 Ver el listado de los simples por distribución según su origen en el Anexo 1.
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Capítulo 4: Almireces y alambiques: técnicas y habilidades de boticario para procesar los simples En el inventario de los bienes de Ordóñez hay lugar a dudas sobre la existencia real y verdadera de los elementos que son radicados por el escribano. La botica puede haber sido menguada o exagerada dependiendo de los intereses ocultos de las partes. Suspicacia. Sin embargo, es más económico pensar que sí existe una relación entre el documento y el contexto de realidad del que hacía parte. Poco importa si los objetos personales, los instrumentos, contenedores y sustancias estaban presentes exactamente como lo narra el inventario. Lo que es relevante es que a partir de su mención se puede generar un panorama acerca la maraña farmacéutica, de las necesidades y posibilidades de un momento histórico específico. El inventario de los bienes de Diego Ordóñez comienza con la relación detallada de las posesiones del boticario que correspondían a los objetos que tenía en su casa y usaba personalmente. En casa tenía dos baúles, uno viejo y el otro tachelado, una caja de madera, dos mesas y una silla. Adicionalmente, tenía tres colchones, uno de rúan y dos de manta. Dos manteles viejos y algunas carpetas de rúan, colgadas en el aposento donde estaba la cama con sus correspondientes aderezos: almohada, sábana, frazada y sobrecama. Adornaba otra habitación con un pabellón de varios colores y catorce tablas pequeñas del “mundo al revés”.1
1 Las tablillas del mundo al revés pueden haber sido representaciones de las virtudes y los pecados cada uno con siete elementos, que se relacionan de forma directa con el
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Para vestirse contaba con noventa y seis prendas diferentes. Su ropa exterior era fundamentalmente negra: negros tenía el capote, las mangas, los calzones y la ropilla, jubón, colero, escapulario y los borceguíes. Ropajes viejos, algunos raídos, de terciopelo, paño, raso, tafetán y cuero. Unas mangas y ligas moradas, par de medias de lana azules y viejas, otras pardas de seda y un capote de paño verde. Había una túnica nueva con capote de rúan. De ropa interior se mencionan tres camisas, cuatro calzones, cuatro cuellos de holanda y seis puños raídos. Todos estos bienes, muebles del boticario y sus ropas, fueron entregados a Diego de Vergara y Ana Gómez en gesto de agradecimiento por haber cuidado de él enfermo.
4.1 CONTENEDORES El grupo de expertos, acompañados de escribano y por Rodrigo Zapata quien era procurador del caso, se enfrentaron a la botica recién abierta donde cientos de contenedores los esperaban; así que ordenar el inventario a partir de los contenedores pareció una buena idea. Era una clasificación rápida y clara. En un primer momento los contenedores fueron reseñados al por mayor. En esa parte del documento se mencionan algunas sustancias o materiales de gran tamaño: un pedazo de cera amarilla de dieciocho libras, otro de pez, seis libras de oro y diez de plata, una piedra de mármol y veintiún libras de cañafístula. Luego de inventariar los contenidos. Aparecieron frascos, cajas pequeñas, doradas, para emplastos, pildoreras o para leutarios, valencianas, redomas, burnias, xaroperas para los jarabes, botes, botecillos y botijuelas, ollas, cubiletes y dadillos.
carnaval (Conversación con Jaime Borja). Para profundizar el fenómeno del carnaval, la inversión de los valores tradicionales de la religión cristiana y su papel dentro de las estructuras culturales en el Nuevo Mundo, ver: González Pérez, Marcos. Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá. Intercultura Colombia. Bogotá, 2005; Caro Baroja, Julio. El carnaval análisis histórico-cultural. Ed. Taurus: Madrid, 1965; Eco, Humberto (et all). ¡Carnaval!. Fondo de Cultura Económica: México, 1989.
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Aunque los números totales de contenedores que poseía la botica son en sí mismos ilustrativos, para comprender la proporción de los mismos y ubicar el tamaño de la botica es necesario proponer una comparación. Como se ha dicho, no se conocen al momento otros inventarios de boticas neogranadinas de la época que pudieran servir para cotejar los datos, por tanto resulta útil y pertinente servirse de otros análisis que se han realizado para el mismo periodo. En este sentido, se han tomado los datos establecidos por Pastor Frechoso en su trabajo sobre boticas en Valladolid. La comparación se ha realizado cotejando los valores totales por cada uno de los tipos de contenedores relacionados para la botica de Hernando García que fue vendida en 1601 y la de Jerónimo Álvarez vendida en 1617.2 Entre las tres boticas, incluyendo la de Ordóñez, se ha construido el siguiente gráfico que ilustra de forma comparativa la proporción por número de contenedores en cada una.
Gráfico 1: Comparación a partir del número de contenedores en las boticas de 1601 (Valladolid), 1608 (Santafé) y 1617 (Valladolid). 2 Ver: Pastor Frechoso, Félix Francisco. Boticas, boticarios y materia médica en Valladolid (Siglos XVI y XVII). Junta de Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo: Valladolid, 1993. Págs. 176-180.
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A partir del gráfico anterior se puede concluir que la botica de Ordóñez se encontraba aparejada de contenedores especializados para medicamentos simples y compuestos de forma bastante parecida a las dos boticas de Valladolid en casi todos los tipos. Comparte con la de 1617 la categoría de alambiques y alquitaras que, por tratarse de artefactos más que contenedores, reviste una importancia particular. Los alambiques y alquitaras eran necesarios para realizar procesamientos y transformaciones compuestas y preparar medicinas complejas. Se hace evidente un escaso número de redomas lo que puede explicarse por la fragilidad de estos contenedores de vidrio. Aunque es una posible explicación, en la botica de Ordóñez se encuentran otros contenedores hechos de este material por lo que debe descartarse. Resultaría, entonces, pertinente pensar que las redomas eran costosas y difíciles de transportar. En la comparación entre contenedores de las tres boticas surge algo interesante. Si bien la botica de Ordóñez comparte con las otras dos un buen número de tipos de contenedores, en el inventario de 1608 aparecen alguna categorías de identificación nominal que no aparecen en ninguno de los otros dos inventarios. Estas categorías especiales al inventario de Santafé se grafican en el siguiente gráfico.
Gráfico 2: Contenedores exclusivos de la botica de Ordóñez.
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En el gráfico de contenedores exclusivos a la botica de Ordóñez se mencionan valencianas, que eran un cierto tipo de contenedor de cerámica, las xaroperas que se destinaban exclusivamente a contener jarabes preparados, y los dadillos y cubiletes que normalmente tenían como función albergar aceites u otras sustancias oleaginosas. Si se incluyen los contenedores que se mencionan exclusivamente en el inventario de 1608 dentro de los números totales, tenemos una bien aprovisionada botica para el periodo en términos comparativos con una ciudad tan próspera como lo era la Valladolid del siglo XVII. Este punto llama la atención sobre la creencia histórica que ha caracterizado a Santafé como una ciudad pobre y aislada para el periodo. Una gran botica era posible si se inscribía en un entramado de redes comerciales de compra y venta de productos. De esta forma, no sólo se trataba de una botica bien aderezada, sino de una sociedad con capacidad de compra de bienes manufacturados complejos. El trabajo del boticario exigía un ambiente propicio, una serie de instrumentos, sustancias, y un lugar donde realizar las mezclas, conservar las medicinas y comercializarlas. La botica como espacio era el núcleo material del oficio. Según el trabajo realizado por Martha Rodríguez sobre boticas en Nueva España, para poder fundar una botica “el local debía tener tres habitaciones, la primera donde estaban los anaqueles y se atendía al público; la rebotica, donde se almacenaban las yerbas y demás productos y, por último, el obrador, donde se elaboraban los medicamentos”.3 Estos espacios internos permiten entender las tres dimensiones que caracterizaban la botica dentro del contexto urbano colonial. Existía un espacio reservado a la manipulación y fabricación donde se encontraban los instrumentos, un espacio de bodega que servía para almacenar materiales en bruto y sustancias preparadas y, finalmente, el espacio reservado a los anaqueles, donde
3 Ver: Rodríguez, Martha Eugenia. Legislación sanitaria y boticas novohispanas. Págs. 158-159. Documento electrónico en PDF. Estudios de Historia Novohispana. [Universidad Nacional Autónoma de México]. (No. 17).
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seguramente se exponían las sustancias más populares, y donde se recibía a los clientes. El trabajo del boticario se concentraba en la transformación de sustancias por medio de la aplicación de unos saberes técnicos. Las sustancias pueden dividirse en tres tipos: los simples o elementos en su estado natural; los preparados, que se refieren a elementos sometidos a un proceso de transformación pero no mezclados con otros, por ejemplo polvos o rasuras; y los compuestos, que eran combinaciones de diferentes simples y preparados que adquirían una forma específica dentro de una amplia gama de compuestos entre los que se incluían jarabes, eleutarios, emplastos, etc. Teniendo a la mano un arsenal de simples de diversas procedencias, el boticario debía proceder a su transformación. Esta era posible gracias a la combinación de una estructura de saberes acerca de las incidencias de los fenómenos físicos en relación al cuerpo y la utilización de técnicas para la composición de diversos tipos de sustancias. La estructura general del sistema procedía de la combinación del mundo clásico europeo, con autores griegos y romanos, y la tradición árabe. Durante el siglo XVII en España, puede hablarse de un renacimiento médico que incluyó dentro de la tradición galénica las obras de autores de origen islámico como Avicena y Mesue. Si bien es costumbre creer que la España de la conquista, recién salida de la reconquista, profesaba una aversión por todo aquello que fuese moro o judío, en el ámbito de la medicina y la farmacia se acoplaron las teorías útiles de ambos mundos. Mesue, por ejemplo, constituyó el pilar del sistema farmacéutico y su obra fue reeditada, comentada y ampliada durante los siglos XVI y XVII.4
4 Por ejemplo, en 1569 se publicó en Alcalá el trabajo del boticario Antonio de Aguilera titulado Exposición sobre las preparaciones de Mesue, y en Zaragoza, durante 1662, se imprimió el Tratado de las condiciones que ha de tener el boticario para ser docto en su arte de Miguel Martínez de Leache.
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4.2 ARTEFACTOS, TÉCNICAS Y PROCESOS Para poder realizar los polvos, pócimas y demás preparaciones era necesario disponer de un conjunto de instrumentos y artefactos que permitían su correcto desarrollo. De nada servían los manuales y la pericia del boticario si no tenía un alambique o un almirez. La dotación de la botica probablemente era traída desde España, aunque no se debe desacatar la posibilidad de que una u otra pieza fuera fabricada o reparada en las ciudades con ayuda de herreros o vidrieros, aun cuando no se haya encontrado evidencia de ello. Así, los manuales relacionaban los saberes europeos y de oriente medio sobre el mundo, la naturaleza y el cuerpo, y las prácticas se adecuaron a las circunstancias debido a su dimensión necesariamente cotidiana y situada en un entorno. Y las sustancias probablemente fueron el campo de transformación, adecuación y consolidación de unos tipos de remedios específicos para las enfermedades contingentes. La farmacia española del siglo XVII se alimentaba de dos tradiciones. Por un lado estaba la medicina clásica greco-romana en cuya cabeza estaban Hipócrates y Galeno, autores como Dioscórides y Plinio, fueron considerados autoridades en términos de la identificación, la historia natural y las propiedades de curación o de magia de los elementos de la naturaleza. La otra vertiente se originaba en los tratadistas árabes Avicena, Rhazes y Mesue, entre otros, quienes especificaban en completos manuales los principios y procesos de la transformación de la naturaleza para conseguir la extracción de sus esencias.5 El arte de la farmacia partía de una división triádica que se aplicaba tanto en su armazón como en los métodos de transformación de la materia y la preparación de compuestos terapéuticos. Se pueden diferenciar tres categorías que fundamentan el sistema: sustancia, virtud y acción.
5 Ibn Sina Avicena. Afshana 980/Amadan 1037. Autor del “Cánon de medicina” traducido en el siglo XII.En:http://www.artehistoria.com/frames.htm?http://www. arte historia.com/historia/personajes/4777.htm. Rhazes. Se sabe que vivió entre 860-932.
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Una sustancia era definida como aquello que oponía resistencia a ser transformado. Podía ser frágil, débil o dura según la forma como estuvieran ordenadas las virtudes que residían en cada cosa como potencias. Así, una sustancia podía poseer diferentes virtudes en diferentes estratos de su ser. Dependiendo de qué virtud se quisiera obtener de una sustancia, y del grado en el que ésta la tuviera, se utilizaba una u otra técnica. Los tratados de farmacia producidos en el contexto español entre los siglos XV y XVII, así como las traducciones de los clásicos, incluían relaciones detalladas de las especies medicamentosas que eran utilizadas en la terapéutica. Algunos de estos vademécums de botica eran libros de autores reconocidos como El antidotario de Mesue,6 también existieron manuscritos como el Tesoro de Remedios7 y el Compendio de Medicamentos.8 Es difícil comprobar la circulación de éstos últimos en la península ibérica y, con mayor razón, en las colonias americanas. Para el siglo XVII se imprimieron los textos de Martínez de Leache y Antonio de Aguilera que son claros ejemplos de la revalidación de la tradición arábiga en las técnicas de farmacia. Mesue, el joven, se establece como la Autoridad en el ámbito de la farmacia. La farmacia reseñada en estos textos y atribuida a Mesue se basa en la construcción de
Interesado en las epidemias y las clínicas. Fue el primero en introducir el uso sistemático de fármacos en la terapéutica. En: http://escuela.med.puc.cl/publ/HistoriaMedicina/ MedievalRhazes.html). Mesué el joven. (1051) Permaneció como autoridad en la materia de farmacia durante la Edad Media y el renacimiento europeo. En: http:// www.levity.com/alchemy/islam17.html. 6 Ver: Mésué, Yahiah ben-Hameo [928-1018] (1550) In antidotarium Ioannis filii Mesuae censura: cum declaratione simplicium medicinarum et solutione multorum dubiorum, ac difficilium terminorum. Fondo Libros Antiguos, Biblioteca Nacional de Colombia. Bogotá. 7 Ver: Tesoro de la medicina (Tesoro de los remedios). Seville: Colombina 5-1-17: Ed. María Purificación Zabía Lasala. Textos y Concordancias Electrónicos del Corpus Médico Español. Universidad de Madison, 1997. 8 Ver: Gómez de Salamanca. Compendio de medicina. Salamanca: Biblioteca Universitaria 2262. Ed. María Jesús Mancho. Textos y Concordancias Electrónicos del Corpus Médico Español. Universidad de Madison, 1997.
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un sistema en que sustancias, virtudes y acciones se encuentran en íntima relación. Existía una construcción teórica que daba sentido a cada sustancia y permitía explicarla dentro de un entramado de relaciones. Partiendo de estos principios, los libros de texto para el uso de boticarios relacionaban diferentes compuestos en mayor o menor grado sofisticados, estableciendo sus mecanismos de preparación, dosis y administración. El conocimiento de estos polifármacos era parte fundamental del oficio en las boticas y, seguramente, eran productos bien vendidos dentro de la comunidad. El sistema de Mesue comprendía que las virtudes producían un efecto en el cuerpo. Los efectos se daban en cuanto la sustancia administrada combatía la sustancia que estuviera causando el daño (contraria contraiis) o ayudaba a que la dinámica del agente patógeno se resolviera (similia similibus). Las acciones o efectos más populares se resumen en la siguiente tabla:
Tabla 2: Acciones de las sustancias.
Teniendo presente las múltiples sustancias utilizadas en terapéutica, los grados de intensidad en los que cada una podía contener una virtud y la extensa gama de virtudes, es esperanzador asirse de las técnicas de procesamiento como un lugar concreto para abstraer la farmacia en términos de sus prácticas especializadas. Se consideraban tres formas de extraer virtudes aprovechando el calor como fuente de transformación: la cocción, la asación y la elixación.
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La elección del proceso estaba determinado por el tipo y cualidad de la sustancia o sustancias que entraban en juego en la preparación. La cocción podía ser natural o artificial y se practicaba por medio del uso de fuego indirecto sobre las sustancias. La elixación, utilizaba el calor pero las sustancias se encontraban en un medio líquido, generalmente agua. La elixación utilizaba el calor húmedo para beneficiar la virtud y reprimirla o traspasarla para que mudara en otra. El tercer método de extracción de virtudes era la asación. La asación comprendía el uso directo del fuego sobre la sustancia lo que limpiaba impurezas. La cantidad de fuego aplicado variaba de acuerdo al tipo de sustancia que era sometido al proceso. La intención final era que los cuerpos quedaran secos y libres de cualquier cualidad ajena a la sustancia misma. Este proceso aumentaba la virtud que era más presente en la sustancia disminuyendo y reprimiendo las secundarias. Cuando la virtud se encontraba presente pero la sustancia poseía virtudes no deseadas, la extracción debía ser más cuidadosa. Ciertas sustancias, como la escamonea, debían ser corregidas en compañía de elementos que sirvieran de contrarios para eliminar los efectos y sustancias indeseables y obtener los resultados anhelados. Se realizaban balances entre virtudes opuestas a partir de combinar y reprimir. Cuando la intención terapéutica no era solamente extraer o corregir virtudes presentes en las sustancias sino generar medicamentos compuestos que funcionaran simultáneamente para diferentes objetivos, se hablaba de mezclas. El fin de este proceso era generar un efecto combinado que permitía atacar varios síntomas o potenciar la combinación para obtener efectos más fuertes. La combinatoria de sustancias debía guardar un orden en relación a las resistencias de las sustancias y sus virtudes: los débiles antes de los fuertes, los mayores antes los menores.9
9 Antonio de Aguilera (1569). Exposición sobre las preparaciones de Mesué. “Mesue en la dicha primera parte del texto procura enseñar y declarar que cada quando que fuere necesario y tuviéremos fin y propósito de con un mismo medicamento conseguir muchas y diversas intenciones y evacuar varios y diversos humores que aunque hay muchos y diferentes medicamentos de muchas y distintas intenciones y operaciones
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Desde el sistema de Mesue, según Aguilera, se presentaban dos formas de preparación de las sustancias: la corrección y la mezcla.10 La corrección era utilizada cuando se querían ejercer cambios en la virtud de un elemento específico por medio de procesos técnicos. Para poder mezclar sustancias era necesario someterlas previamente a procesos técnicos que permitieran una combinación adecuada y balanceada entre ellas. Era parte fundamental del oficio de boticario “entender recta e íntegramente la doctrina de la coctio, lactio, infusión, y trituracio [sic], y de los electos y simples medicamentos la perfecta composición, y de los compuestos la debida y congrua conservación y duración”.11 Para poder fabricar un medicamento, el boticario debía contar con los materiales de trabajo, que eran procesados según parámetros específicos determinados por la estructura de su saber, y con instrumentos para transformarlos. Por lo tanto, los artefactos constituyen un elemento central en la reflexión sobre las prácticas que conforman el arte de los boticarios.12 Entonces, antes de realizar una mezcla para obtener un jarabe, por ejemplo, el boticario debía preparar las sustancias que iba a adicionar. Algunas debían pulverizarse, para lo cual usaban almireces13 de diferentes tamaños, otras podían hervirse en ollas de metal o ser colocadas en recipientes con otras sustancias para generar precipitaciones. También podían desboronarse con el rallo de cobre, ser prensadas o limadas. De ser necesario colarían la sustancia para deshacerse de impurezas. Cuando las virtudes habían sido extraídas se servían de un sistema de pesos y
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que no se podra hazer de una vez sino fuere mezclando los dichos medicamentos para que la virtud de los unos se comunique con la de los otras para que de todos en general venga a resultar en una forma y modo de substancia una virtud infinita y entera compuesta de varias y diversas intenciones. La cual mixtion conviene q se haga por la mejor via y forma que uviere para q ansi venga mediante la / mejor mixtion a resultar mejor do de substancia de todos y dellos concreta y compuesta virtud enteramente según se pretende.” Ibídem. Ibídem. Pág. 15. Ver subtítulo 4.2.2 Almirez es lo que hoy entendemos por mortero.
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medidas basado en dracmas, onzas, puñados y libras. Otra forma de asegurar las dosis era utilizar una balanza con pesitos en oro. Si se trataba de sustancias en forma líquida se vertían con la ayuda de embudos. Las virtudes se hacían reaccionar entre sí por medio de la combinación de varias bajo procesos de anulación y potenciación. Para las mezclas podían usarse mecanismos simples, revolver en una cacerola con la cuchara, o unos más complejos como destilarla en el alambique. Los instrumentos fueron consignados en el inventario de la botica de Ordóñez incluyendo la cantidad y el valor de cada uno. Los almireces eran los más costosos.
Imagen 2: Artefactos utilizados en el arte de botica. Ilustración del texto de Pedro López de León Practica y teorica de las apostemas en general y particular: Question y practicas de cirugia, de heridas y otras cosas nuevas y particulares. ora nuevamente se han añadido los instrumentos ferrales. Calatayud: por Josef Vicente Mola [ed.1692].
La imagen que Pedro López de León anexa en su texto resulta útil, a modo de ilustración, para representar gráficamente algunos artefactos de uso común en las boticas y la práctica de la cirugía en general.
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4.2.1 COMPARACIÓN DE LOS COMPUESTOS CONTENIDOS EN LA BOTICA DE ORDÓÑEZ CON AQUELLOS ESTIPULADOS EN 1515 Y 1591 Una vez terminado el inventario, los tasadores se dieron cuenta que Pedro Gutiérrez, socio de Ordóñez, tenía unas cosas reservadas que, alegaba, eran suyas. Estos adicionales fueron incluidos en folios aparte. Gutiérrez tenía un taburete con una manta roja de algodón. Poseía tres almireces, grande, mediano y pequeño, un espatulero, cazoletas con cucharas, una caja de barbero y cedazos de seda. Se mencionan doce cuerpos de libros, de los cuales sólo se especifica un autor: Mesue. Según los parámetros de la farmacia del siglo XVII, las sustancias compuestas se agrupan por categorías y tipos. Esta clasificación es de suma importancia ya que en ella se materializan las formas ideales, parámetros fundamentales de la farmacia de dicho siglo, y se manifiestan las prácticas técnicas que caracterizan las sustancias complejas.
Tabla 3: Tipos de compuestos en el inventario de la botica de Diego Ordóñez.
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Los compuestos más numerosos eran polvos, jarabes y ungüentos y, los más escasos, que se relacionan con sus elevados costos, el colirio, la oximel y las triacas. El asunto del precio es un indicador para determinar entre qué era lo que se tenía en mayor cantidad y se usaba bastante, y aquellas cosas que constituían un lujo para los habitantes de la ciudad colonial. En un término medio se encuentran las aguas, los aceites y los emplastos. En cuanto a los demás, confecciones jarabes ungüentos y emplastos, gomas y triacas, eran costosos mientras que los polvos, las conservas y las aguas era más asequibles. El análisis comparativo de las sustancias permite inscribirlas dentro de un contexto amplio que permite explicar la botica de Ordóñez y reconstruir las particularidades del ejercicio de la farmacia en el contexto neogranadino. Para comparar los tipos sustancias en menudo no se han utilizado las rigurosas tablas comparativas en las que Pastor Frechoso tabula sus cincuenta inventarios, sino que se ha preferido buscar elementos de comparación que permitan establecer relaciones no exclusivamente con los saberes institucionales. Por ese motivo se han escogido dos textos de índole diferente. El primero, un texto canónico de 1515 en el que se describen los contenidos generales y las habilidades que debía poseer un boticario. El texto, aun cuando corresponde a la traducción de uno mucho más antiguo, resulta un interesante compendio, detallado, simple y concreto que abarca de manera global las condiciones para el ejercicio y para la correcta respuesta al examen del oficio.14 En segundo lugar, un documento realizado en Oviedo (España) en 1591, el cual contiene la tasación de medicinas para regular las prácticas en la ciudad. Este documento resulta pertinente por su correspondencia temporal
14 Compendio de boticarios [1515], es un compendio abreviado de los conocimientos básicos que había de tener el boticario acerca de su arte. Fue compuesto por el doctor Saladito, físico principal del príncipe de Taranto, y traducido del latín a la lengua castellana por el licenciado Alonso Rodríguez de Tudela. El texto corresponde a la transcripción realizada por la Universidad de Madison en 1997.
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con el inventario de Ordóñez, así como por que en él se establecen las sustancias necesarias y requeridas en las boticas.15 Hay que enfatizar que los documentos son de naturaleza diferente. El texto de 1515 corresponde a una botica ideal, a una lista del abastecimiento completa. El elevado número de sustancias, tanto simples como compuestas, corresponde a una relación de las sustancias conocidas en la época y utilizadas comúnmente en la labor de botica. Teniendo esto en cuenta, es interesante que la proporción de sustancias simples presente en la botica de Ordóñez sea bastante más alta que la de 1515. En relación a los compuestos, el valor de 1608 es casi la mitad de la lista discriminada en 1515, siendo este valor superior al establecido para 1591. Ahora bien, se ha construido el siguiente gráfico cotejando los datos arrojados por la botica ideal de Rodríguez de Tudela, el inventario de la botica de Ordóñez y el listado de sustancias necesarias para las boticas de Oviedo en 1591. Con la tabulación de los datos se pretende conocer qué tan parecida era la botica santafereña, en términos de las sustancias preparadas y compuestas específicas, a la de 1515 y 1591. Aun cuando existan diferencias considerables en términos de tiempos y espacios, esta comparación sirve para analizar la botica de Ordóñez en relación con las tradiciones españolas presentes durante el siglo XVI y, por lo tanto, analizar su relación con los saberes renacentistas propios de los siglos XV y XVI en la Península Ibérica y sus colonias.
15 [1591] Memorial y tarifa elaborada por Melchor de Olivares para regular la venta de medicinas en la ciudad de Oviedo. Olivares, boticario de Medina de Rioseco, fue contratado por la ciudad de Oviedo para visitar las boticas de la ciudad. En él se recogen doscientos nueve medicamentos simples y compuestos y la correspondiente medida y precio al que se debían de vender. La trascripción fue realizada por Víctor Manuel Rodriguez Villar.
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Gráfico 3: Discriminación de sustancias por tipos. Comparación entre los datos de 1515, 1591 y 1608.
En la gráfica anterior se ilustran los valores totales de las sustancias compuestas discriminadas por tipos que aparecen en los diferentes documentos. Vale la pena resaltar que algunos tipos de sustancia son más numerosos que otros por las posibilidades de acceso o almacenaje de las sustancias de botica. La cantidad de aguas es baja en 1608, así como las gomas que eran de difícil acceso y alto costo en las Indias. Por los mismos motivos, se puede inferir que el alto número de polvos, en términos comparativos, puede explicarse en que las sustancias hechas polvo tenían una mayor duración. Se presentan algunas correspondencias interesantes, por ejemplo los valores que corresponden a aceites y jarabes, y el número relativo a las píldoras que es muy similar entre 1515 y 1608. Es interesante reconocer que los compuestos presentes en la botica de Diego Ordóñez, si son catalogados por tipos, permiten identificar un vínculo directo con las costumbres y formas terapéuticas que se utilizaron durante el siglo XVI en España. Así mismo, es importante resaltar que se comparten casi todos los compuestos funcionales para la botica hipotética de Saladino que fue traducida por Rodríguez de Tudela en 1515. Esta relación permite asumir que la farmacia en boga a principios del siglo XVII en la ciudad de Santafé del Nuevo Reino de
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Granada, correspondía con un tipo de farmacia clásica, renacentista, donde personajes como Dioscórides y Mesue estaban vigentes como autoridades y metodologías de trabajo.
4.2.2 PREPARADOS Y COMPUESTOS DE VENTA EN UNA BOTICA NEOGRANADINA DEL SIGLO XVII
En este apartado se presenta una descripción de las características de cada una de los tipos de sustancias, haciendo alusión explícita a aquellas que estaban presentes en la botica de Ordóñez. Las características de cada tipo de preparación son ilustrativas en términos de las prácticas específicas que se relacionaban con la producción de sustancias de boticas, y permiten comprender el panorama general de usos y métodos que tenían dentro de su contexto. Para construir las definiciones, se utilizaron de forma complementaria el texto de Rodríguez de Tudela “Compendio de Boticarios” de 1515, el texto “Condiciones que ha de tener un boticario para ser docto en su Arte” de Miguel Martínez de Leache, las “Plantas medicinales” de Dioscórides según la versión de la editorial Gredos, y el Diccionario de Autoridades de 1732, consultando la versión de editorial Gredos de 1990. AGUAS: se refieren a productos vegetales desleídos. Eran usadas para múltiples dolores (encías, cabeza, matriz, para inflamaciones y llagas, entre otros), pues cumplían funciones astringentes y desecativas. La más popular en el inventario es agua de rosas. Se presentan varios tipos que conocemos como hierbas medicinales en la actualidad: manzanilla, hinojo, janten, hierbabuena, etc. ACEITES: sustancias oleaginosas en gran mayoría de origen vegetal. En el inventario, el más costoso es el de almendras amargas, el cual era usado para asuntos digestivos y la molificación de humores. Se menciona también al aceite de liquidámbar, de manzanillas, violas y mostaza. Asimismo, hay aceites de minerales como la cadmia y extractos animales como el castoreo y el aceite de lombrices.
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COLIRIO: medicina para los ojos. En el inventario sólo aparece una entrada bajo esta categoría: el compuesto de rasis sin opio (se refiere probablemente a Rhazez, médico árabe autor de la fórmula). CONFECCIONES: compuesto de varios simples preparado con el punto correspondiente al uso que ha de tener o a la materia a que se ha de aplicar. Confecciones se presentan dos: la de jacintos que puede referirse al jacinto piedra que era vendido por onzas, y tres entradas de confección de hamec simple cuyo precio es 4,40 libra. La confección de hamec parece referirse a un nombre propio árabe; esta preparación es formulada por Mesue. CONSERVAS: composición que se hace de alguna fruta con azúcar o miel, poniéndola en punto para que se conserve. En el inventario todas las conservas son vegetales, hay purgantes como la de sen y expectorantes como la de borraja. ELEUTARIOS: género de confección medicinal que se hace con diferentes simples o ingredientes con miel o azúcar, formando una a modo de conserva en consistencia de miel. Hay varias especies purgantes, astringentes o cordiales. Normalmente son purgantes de ciruela y tamarindos. En el inventario se presentan con nombre de la sustancia primaria en las que priman las de origen vegetal. Algunos eleutarios como el rosado, el rosado de Mesue, y el indo. EMPLASTOS: medicamento compuesto de varias cosas o drogas bien molidas que después de mezcladas se suavizan y molifican con algún licor para que se puedan aplicar y poner sobre la parte lesa del cuerpo. Es de dura confección (en comparación con los ungüentos) y comúnmente se hace sin aceites. Algunos emplastos adquieren nombres funcionales, como contrarrotura o matriz. También nombres genéricos como magistral, rubio, griego. Otros, adquieren el nombre del ingrediente primordial: centaurea, meliloto que es el más costoso, emoliente para inflamaciones. En la botica hay emplasto de ranas; este es uno de los contados casos de uso animal. GOMAS: resinas naturales usadas comúnmente en la farmacéutica. Sustancias de difícil consecución. En el inventario de Ordóñez sólo
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hay dos de origen vegetal: el opoponaco calorífica y molificativa utilizada para las fiebres, el dolor de costado, vientre y dientes, y la goma yedra. OXIMEL: composición que se hace de miel y vinagre, mezclando dos partes de miel buena y una de vinagre blanco, que se deja cocer hasta ponerla en punto de xarave. Sólo se presenta una, de albarranas, que, se entiende, son cebollas silvestres las cuales, entre sus múltiples usos, aplicadas con vinagre servían para las hemorroides. PÍLDORAS: pelotita o bolilla del tamaño de un garbanzo o más pequeña, compuesta y confeccionada con medicamentos purgantes o confortantes. Sirven, ingeridas, para purgarse, confortar la cabeza y conciliar el sueño, entre otras cosas. Se presentan píldoras con nombres específicos como las sinequibus, agregativas, elefantinas, áureas y fétidas. Siendo las más costosas las elefantinas que eran píldoras aromáticas. También hay de nitro. Píldoras de lapislázuli. Entre otros componentes, el lapislázuli era una sustancia muy apreciada por los boticarios y enfatizada su preparación por Mesue por su uso para purgar el humor melancólico. También de origen vegetal en las que se incluyen la carana, espodio, fumaria, hermodátiles y ruibarbo. Las píldoras tenían la ventaja de la administración y la conservación de las sustancias, su preparación se basaba en el uso del almirez, muchas veces se recubrían con una capa dorada o plateada, de donde viene el adagio popular “dorar la píldora” en alusión a hacer algo más agradable o adular a una persona. POLVOS: la pulverización o trituración era una forma fundamental de procesamiento de las sustancias para fabricar otras medicinas e incluir sustancias en compuestos. Normalmente no eran administrados de manera directa, aunque existían formas terapéuticas en las que se inhalaban sustancias. Los polvos del inventario son todos de origen vegetal, se incluyen de flores como el lirio, los cominos y el malvavisco que resolvía, maduraba, rompía y cicatrizaba. También se presentan maderas en polvo como el incienso y el sándalo.
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TROCISCOS: composición de diversos polvos y especias mediante algún licor agregado. Se mencionan el de rasis, en preparado con opio, de ruibarbo, mirra, berberis y rami. TRIACAS: preparación que servía para contrarrestar venenos fueran de serpiente o inducidos. Se caracterizaban por ser compuestos muy complejos que podían reunir hasta treinta componentes diferentes, entre los que comúnmente se hallaba veneno extraído de víbora. En el inventario hay cinco entradas. Dos para triaca de esmeraldas y tres para la triaca magna de Toledo. UNGÜENTOS: particularmente se toma por la confección crasa y blanda compuesta de varios simples medicinales tomando el nombre del simple más especial o del inventor. Los ungüentos son el tipo de medicina que se presenta en mayor cantidad en el inventario. Por sus propiedades curativas, pero también por su larga duración, fueron muy utilizados en la terapia neogranadina. Vale resaltar aquellos que contienen elementos minerales como el albayalde, plomo, cobre, tierra, azogue, cal. Se presentan ungüentos de nombre propio como el populeón, marciariton, áureo, fansino y el desopilativo de hígado o bazo. XARABES: son los segundos en proporción de cantidad con un 17% sobre el total. A diferencia de los ungüentos, los jarabes son básicamente de sustancias vegetales. El más raro es de las nueve infusiones: un jarabe compuesto de muchas aguas distintas. Es un licor que se bebe compuesto de zumos o simientes y raíces o frutos con miel o con azúcar y con especias. Cuando está bien cocido se pone entre los dedos y se apega a ellos pues es viscoso. La materia médica, entendida como las sustancias medicamentosas que, de forma independiente o combinada, servían para tratar las dolencias y enfermedades, es difícil de comprender desde la actualidad debido a su complejidad. Como se ha mencionado, las posibilidades terapéuticas de cada una de las sustancias, según los libros de texto que eran utilizados en los siglos XVI y XVII, eran tan diversas que se genera un espectro complejo, enredado e inaprensible de usos y posibilidades de combinación. De esta forma, buscar la comprensión ya no de las sus-
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tancias como entidades poseedoras de virtudes curativas, sino de las preparaciones más populares, irradia algunas luces sobre el complejo escenario. Gracias a los tipos de preparaciones es posible agrupar las sustancias y proponer una tipología de compuestos que se relacionan de forma directa con las utilidades terapéuticas que eran comunes en el contexto colonial del Nuevo Reino de Granada.
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Capítulo 5: Los humores y los fármacos En el inventario de la botica los tasadores se encontraron una petaquita blanca que contenía papeles, deudas y recetas. Entre los papeles hallaron misivas, copias de pleitos que había tenido en Zaragoza, la carta de toma de su esclavo, entre muchos otros documentos que guardaba el boticario y que son descritos solamente como papeles viejos. De las deudas y las recetas, por su parte, en el inventario se consignan los nombres de los deudores y los montos que debían a Ordóñez: en total 493,5 pesos. En un caso se menciona que el deudor había dejado como prenda unos zarcillos. Lo que más inquieta de los papeles de la petaquita son las recetas, ya que estos pedazos de papel encarnan en extenso la esencia y funcionamiento de la farmacia pues eran los vínculos entre el médico, el boticario, el remedio y el paciente. Según la ley, el sistema médico español en las colonias estaba bien dividido según la especialidad de cada individuo. Como se ha visto, no era lo mismo en términos de facultades y jurisdicción, ser médico a cirujano o barbero a boticario. Pero las costumbres eran otras. En los documentos, miembros del gremio se quejan constantemente de la escasez de médicos titulados, de las dificultades de los pacientes que se morían a borbotones por las múltiples enfermedades que aquejaban a la población en el Nuevo Reino de Granada. Debido a la escasez de titulados, pero también a la estrechez del mercado, muchas veces un mismo individuo cumplía con todas las funciones que se tenían por separadas: diagnosticaba, operaba y fabricaba medicinas. Seguramente este tipo de terapéutica integral significaba tam-
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bién ahorro para el paciente, quien no estaría obligado a negociar su terapia por partes, una con el médico y la otra con el boticario. Las recetas de la botica de Ordóñez no fueron anexadas al expediente. Como ejemplos de las recetas, en términos visuales, es posible consultar el pleito de Pedro López de Buiza, presbítero que compró la botica de Diego Ordóñez, llevado ante la audiencia por un dinero que le debían por unas medicinas que había llevado a la cárcel para curar a un reo. En dicho expediente se anexan, como comprobantes del servicio, las recetas donde se especifican las medicinas que fueron llevadas por el boticario.1 Aunque aparentemente el boticario tenía potestad de recetar por sí mismo sustancias medicinales para los enfermos, el conducto regular era que fueran recetadas por un médico o cirujano después de un diagnóstico. Los pacientes de comienzos del siglo XVII, dependiendo del tipo de enfermedad acudían a un especialista particular; por ejemplo, si se trataba de un brazo roto, de una cortada o golpe, se acudía al cirujano quien recomponía huesos y miembros desgajados. Si la enfermedad no se debía a un accidente, tumor o apostema, se acudía al médico quien poseía conocimientos sobre las dinámicas interiores del cuerpo. Frente a un paciente, en la casa del médico o en la del enfermo, el doctor procedía a un análisis de la situación. En los “Discursos medicinales”, el doctor Juan Méndez Nieto realiza una intensa labor descriptiva siguiendo el método galénico de la historia clínica.2 Así que, si las recetas de Ordóñez no arrojan datos suficientes para comprender, a partir de ellas, los usos de las sustancias, el trabajo de Méndez sí constituye una fuente insuperable para descubrirlo. Méndez vivió en Cartagena y fue allí donde, a los ochenta
1 AGN (1627). Sección Colonia. Fondo Criminales Tomo XVII. 2 Ver: Méndez Nieto, Juan [1607]. Discursos Medicinales. Cartagena Indiana. Transcripción y edición: Universidad de Salamanca, Junta Castilla y León: Salamanca, 1989.
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años, escribió el único texto que le sobrevive. En su obra describe las enfermedades y terapias de la época, e inscribe su narración en un rico escenario cultural. Describe la Cartagena puerto, las posadas de los marinos, la competencia en un mercado rentable donde el mar traía consigo enfermedades y curas. El autor menciona que en sus valoraciones diagnósticas solía descubrir al enfermo y palparlo. Una vez identificado los síntomas generales, el lugar hinchado o doliente, se procedía de forma rigurosa. Se le recetaba una dieta por algunos días y una sangría para drenar los humores mal acumulados y revisar el estado de la sangre. Para complementar la lectura de signos, se analizaba la orina en términos de su espesor y coloración. Estos saberes provenían de la tradición del Renacimiento español cuyos pilares eran Hipócrates y Galeno.3
Imagen 3: Diagnóstico a partir de la lectura de la orina. Dioscórides, Pedanius de Arnazarbo, S.J. Pedanii dioscoridis anazarbei, de medicinale materia libri sex, […].1a ed. Franc[ofurti apud moenum], Apud Chr. Egenolphum, [1543]. 3 Solano Alonso ha realizado la tarea de identificar y distribuir las citas que hace Méndez Nieto en su texto y ha encontrado que el principal es galeno, seguido por Hipócrates. En términos de la historia natural y la farmacia, Méndez cita a Plinio el viejo, a Dioscórides y al árabe Mesue. También cita algunos autores más o menos contemporáneos de la escuela de Salerno, de Salamanca, tratadistas italianos y españoles que publicaron sus obras en las que se revisaba y revaluaban los conocimientos de los autores clásicos.
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Imagen 4: Las sangrías eran utilizadas comúnmente como parte de la terapia. Dioscórides, Pedanius de Arnazarbo, S.J. Pedanii dioscoridis anazarbei, de medicinale materia libri sex, […]. 1a ed. Franc[ofurti apud moenum], Apud Chr. Egenolphum, [1543].
Una vez determinada la dieta y realizada la sangría, el médico podía recetar algún fármaco para ayudar al restablecimiento del enfermo. El arsenal de medicamentos dependía del abastecimiento de las boticas o de lo rebuscado de los ingredientes. Algunas sustancias eran importadas desde España pero, como Méndez Nieto anota en sus discursos, las plantas secas que provenían de Europa no contenían las cualidades en las mismas proporciones y comúnmente había de usarse mayor cantidad que la que aparecía ordenada en las fórmulas. Los médicos, cirujanos y boticarios tuvieron que reconocer nuevas sustancias a partir de la experimentación, y buscar estrategias para reemplazar las que aparecían en la literatura ya que muchas veces no podían ser conseguidas en este territorio. Gracias a las habilidades para decodificar la naturaleza americana, fue posible la experiencia sobre nuevas sustancias autóctonas. Estas sustancias permitieron crear nuevas terapias farmacológicas pero también se utilizaron para reemplazar sustancias contenidas en las fórmulas tradicionales. Aunque las fórmulas de los compuestos medicamentosos estaban fijas en los manuales, era posible utilizar diversas sustancias siempre y cuando éstas poseyeran la misma cualidad que la original dentro de la preparación: 111
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Agora, es e saber que en la ysla de Santo Domingo, adonde residí ocho años, sucedió que, faltando el eléboro, le dava a los quartanarios que tenían fuerças bastantes, en su lugar y en el tiempo que se avía de dar, dos escrúpulos, que es adarme y poco más, de polvos de joanes mui buenos y bien calçinados en una onça de açucar rosado, y hazían el mismo efecto que el eléboro.4
El eléboro que menciona Méndez en la cita anterior debe ser tenido en consideración porque se trataba de una de las plantas predilectas en la farmacopea del siglo XVI. Tanto es así que existían compendios dedicados al eleborismo. Era utilizado de formas múltiples, para el menstruo y las criaturas, como excitante y para curar males en los ojos. Se le tenía por medicina de mucha precaución, pues en dosis muy altas podía ser mortífera.5 El reconocimiento de la efectividad de otras sustancias para combatir un mismo mal es interesante por cuanto denota ejercicios de experimentación. La farmacia, a modo similar que el álgebra, funcionaba sobre unas fórmulas cuyos elementos se rellenaban con diversas sustancias dependiendo de la función de cada lugar dentro de la fórmula como un todo. Estas restituciones eran reconocidas como una necesidad dentro de los manuales, por lo que circularon compilaciones bajo el título general de quid pro quo listados donde se anotaban las sustituciones permitidas.6 Ahora bien, una cosa era utilizar productos conocidos de reemplazo, y otra distinta hacer experiencia de nuevos materiales que pudieran ser útiles para la terapéutica. Los compendios renacentistas que establecían equivalencias para remplazar sustancias no eran de mucha utilidad en América donde las enfermedades y los medicamentos eran diferentes.
4 Ver: Juan Méndez Nieto [1607]. Discursos Medicinales. Cartagena Indiana. Pág. 64. 5 Font Quer, Pío. Plantas medicinales. El Dioscórides renovado. Ed. Península: Barcelona, 1999. 6 Nancy Siraisi. Medieval y early renaissance medicine. The University of Chicago Press, 1990. Pág. 143.
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Una experiencia prolongada en distintos lugares americanos permitía adquirir conocimientos nuevos que resultaban efectivos para combatir enfermedades viejas y novedosas. Un ejemplo es el de los frailejones: Y, juntamente con esto, le avían dado cantidad de los frailejones desta tierra, que purgan rezia y electivamente a manera de los tártagos españoles, a los quales semejan mucho en la sustançia, en la obra, vascas que azen y humor que purgan, como más largamente se verá en el capítulo que dellos hizimos en el tercero libro “De la facultad de los yndianos alimentos y medicamentos”.7
La apropiación del entorno por medio del discurso farmacéutico es notoria durante el siglo XVII, tanto en los textos impresos que dan cuenta de la incorporación de reflexiones desde América en los anales de la Academia española, como en los hechos que sucedieron en Nuevo Reino de Granada. La competencia por el mercado de la confección y uso de sustancias era reñida pues se ubicaba en una coexistencia de esferas de usos diferentes a la terapéutica farmacológica, como la magia amorosa o la culinaria. Es difícil determinar un espacio exclusivo del arte de la botica debido a que eran muchas las opciones terapéuticas en el contexto colonial: acudir donde una hechicera o curarse bajo las órdenes de alguien del hogar, son opciones que no deben ser descartadas. Sin embargo, había un momento en el que la gente que podía hacerlo acudía al doctor. Una enfermedad inexplicable, grave e intempestiva que exigiera atención urgente de un especialista. Y éste, ejecutor de unos saberes, recetaba al enfermo lo que consideraría más adecuado, aquello que tenía por experimentado: los polifármacos de las boticas. Este tipo de terapias corresponden en el Nuevo Reino de Granada a un fenómeno urbano, que cobijaba a una población determinada, blancos pudientes, instituciones religiosas, otros boticarios y personas dependientes entre los que se mencionan en la documentación, básicamente, negros esclavos.
7 Ver: Juan Méndez Nieto [1607]. Discursos Medicinales. Cartagena Indiana. Pág.402.
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5.1 CONTROLES A LA VENTA DE REMEDIOS Probablemente, Juan Méndez Nieto y Diego Ordóñez de Taboada coincidieron en la ciudad de Santafé cuando Méndez fue allí a arreglar unos asuntos ante la justicia. Pero queda en el terreno de las probabilidades porque el médico no menciona a Ordóñez en su texto. En los discursos sólo menciona a un boticario de quien se reserva el nombre. Resultaba que una vez encontrándose mal de salud en la ciudad de Cartagena, decidió acudir a un boticario para que le diese unas píldoras. Según Méndez, el boticario, con toda intención de matarlo, le había dado unas píldoras dañadas.8 Las rencillas entre sectores del gremio de la medicina eran comunes, y son la causa fundamental de su aparición dentro de los archivos judiciales del periodo colonial. La competencia en el mercado hacía que llevaran a instancias judiciales sus pleitos y los implicados se enfrascaban en largos y costosos juicios que a la larga no resolvían la situación. Cirujanos, médicos y boticarios deseaban que su oficio fuese restrictivo a quienes habían estudiado la especialización y poseían las capacidades económicas y materiales para su ejercicio, y, por lo tanto, era molesto para unos y otros cuando un especialista husmeaba en otra área y se lucraba en los terrenos de la propia. En la azarosa vida de Méndez Nieto, quien salió de Santo Domingo huyendo, era posible que aquel boticario lo hubiera tratado de asesinar. Además, unas píldoras caducas eran una buena estrategia para hacerlo, pues uno de los motivos principales para el control de las boticas era la conservación de las sustancias. Esto era una preocupación latente, por la salud de los vecinos, que hacía que el protomedicato y la Audiencia controlaran las boticas. Para hacerlo existía la figura de la visita que realizaba el protomédico acompañado de un boticario de confianza. Algunas veces podía nombrarse a un miembro activo del gremio, cirujano o médico, para que sirviera como visitador. Como se vio en el
8 Ver: Méndez Nieto, Juan [1607]. Discursos medicinales. L3, Discurso 13.
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subtítulo 2.5 (ver supra) el nombramiento de un visitador levantaba ampolla entre aquellos sujetos a la visita y, en algunas ocasiones, los boticarios se negaban a aceptar el dictamen promulgado.9 Las visitas servían como controles de la Corona sobre los boticarios que hacían parte del gremio médico, boticarios avalados en su práctica que debían cumplir con ciertas condiciones y someterse a la legislación. Poseer una botica parecía ser un negocio lucrativo pero también implicaba una ardua competencia con otros boticarios y otros especialistas del gremio médico. Así, por ejemplo, Méndez Nieto compila más de un centenar de recetas, seguramente fabricadas por él mismo, que eran administradas a sus pacientes.10 Los boticarios de la ciudad de Santafé, tan lejos del mar y tan arriba en la montaña, se asociaban para comprar y llevar simples, mientras que en ciudades puerto, como Cartagena de Indias, era costumbre comprar abastecimiento a los galeones. También se presentaba la compra entre boticarios, mayormente de simples que se habían acabado o para preparar compuestos poco comunes.11 De esta forma, también existió un mercado interno y local, y algunas sustancias podían encontrarse en las plazas de mercado o en las misceláneas.12 Sin embargo, la lucha por el mercado no se daba solamente en el terreno de la legalidad. Los vecinos podían acudir a otro tipo de terapias, y puede suponerse que así lo hacían. Del mismo modo a como hoy en día se acude al médico general, al especialista, al droguista y a
9 AGN. [1634] Médicos y Abogados. Rollo 006/06, ff. 880/1033. 10 AGN [1634] Médicos y Abogados. Rollo 006/06, ff. 880/1033. En el inventario de la botica de Ordóñez, en el apartado reservado a las cuentas que se le deben por concepto de medicamentos, se incluye a un boticario de la ciudad de Santafé, Diego Rivera. AGN [1608] Testamentarias de Cundinamarca. Tomo 20. 11 AGN. (1634) Médicos y Abogados. Rollo 006/06, ff. 880/1033. 12 En el inventario de la tienda de Diego de Ybarra (1644) entre camándulas, cuchillos, botones, hilos y listones, se encuentran algunos simples utilizados comúnmente en las boticas. Entre ellos se encuentran el soliman (mercurio utilizado para blanquear la piel), romero, cebadilla, cardenillo, piedra alumbre y cañafistula. AGN (1644) Notaria 1. ff. 232-238.
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la mujer del puesto de la plaza, en el siglo XVII los enfermos debían explorar las diferentes opciones que les daba el mercado. Un ejemplo de esta competición en el terreno puede extraerse de las narraciones extraordinarias de Méndez Nieto. En una de sus curas en Santo Domingo, un paciente grave: …tuvo por mejor consejo curarse con Villasanta, famosa curandera y aun hechizera de aquel tienpo, la qual le prometió sacarle toda el agua y desincharlo en menos de veynt horas, y esto sin darle purga ny abrirlo. Y lo hizo y cunplió como lo dixo; y fue desta manera. Cogió unas hojas de figuereta de infierno que ella bien enía conocidas y esperimentadas por ser planta de su tyerra y patria, májolas juntamnete con cantidad de cantáridas frescas, de que el matadero de aquella cyudad tiene abundançia; y ansy majadas, se las aplicó a las espinillas de entre anvas piernas, atadas con sendas vendas; y, dexándolo ansy por aquella noche, quando vino a la mañana, tenía hechas dos grandes llagas y fuentes, en cada pierna suya, que, goteando apriesa y destilando una agua amarilla salada, que no difería cosa de una cruda y delgada urina.13
Según el doctor Méndez, el paciente no volvió a despertarse y la hechicera dejó la ciudad. En síntesis, acudir a una u otra terapia era decisión del paciente y dependía de sus medios económicos y sus creencias. Lo más probable es que se utilizaran todas las estrategias posibles ante una enfermedad postrante. Si bien existían muchas posibilidades terapéuticas provenientes de tradiciones distintas y también del seno de la misma tradición española, la medicina renacentista, que utilizaba como proveedor al boticario, tenía unos espacios de acción determinados. Es decir, una gama determinada de patologías correspondían con un sistema terapéutico donde los humores podían ser transformados, evacuados, secados o madurados a partir de la administración de sustancias cuyas virtudes específicas se vinculaban directamente con la dolencia.
13 Ver: Méndez Nieto, Juan [1607]. Discursos Medicinales. Cartagena Indiana. Trascripción y edición: Universidad de Salamanca, Junta Castilla y León. Salamanca, 1989. L2 D8 pp.186.
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A partir de las historias clínicas que describe Méndez Nieto en sus Discursos, es posible proponer una tipificación de los usos a los que se asocia, según el diagnóstico del doctor, cada sustancia. Se han tabulado los usos más recurrentes en el texto y se ha construido la siguiente tabla.
Gráfico 4: Usos de las medicinas preparadas por Juan Méndez Nieto.
Esta tabla es muy interesante por cuanto permite entender cuáles eran las preparaciones de botica que respondían a los parámetros de la medicina renacentista que tenían más popularidad. Los usos de las sustancias son múltiples. Las hay para la diarrea, la comezón, pestes y desecamientos. Es importante resaltar los usos terapéuticos para males femeninos, la menstruación, el embarazo y el mal de madre. También el uso de medicinas preventivas y aperitivas, así como remedios para manejar el dolor. Sin embargo, merecen especial atención los dos renglones que dieron un resultado mayor: la melancolía y la epilepsia.
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La mayoría de las medicinas se enfocan al tratamiento de patologías accidentales o crónicas que producen efectos inmediatos en los cuerpos humanos, fiebres, diarreas, síntomas causaban dolor y malestar. Por su parte, la epilepsia como patología se encontraba en permanente discusión durante los siglos XVI y XVII, pues no se habían definido con claridad sus síntomas ni establecido las terapias para tratarla. Era un reto en términos terapéuticos, y durante el siglo XVII se produjeron manuales en los que se relataban experiencias en su tratamiento. El doctor Méndez no escapó del afán de encontrar curas posibles y tal vez sea esa la razón por la que aprovechó su obra para incluir múltiples recetas para su cura. La melancolía, por su parte, conlleva otras reflexiones que permiten reconstruir de forma menuda cómo funcionaba en términos de diagnóstico y terapia el tratamiento de una enfermedad que se oponía a ser definida y encasillada en el contexto del siglo XVII, y para cuyo tratamiento se utilizaban fórmulas aventuradas y barrocas.
5.2 LA PÓCIMA DE EPITYMO Cuando Joan de Bastidas, defensor de bienes de difuntos, demandó a Juan de Tordesillas, lo acusó de haberse apropiado de los bienes de Diego Ordóñez que, según él, no le correspondían. El boticario había dejado muchos bienes, incluyendo la botica, de los que se había apoderado Tordesillas en virtud de un poder que, abogaba, le había sido otorgado frente a Marcos de Murcia. El pleito desató un inventario y muchas cartas de apelación entre los abogados alegando desde diferentes ángulos, cada quien buscando ganar la partida. En cierta instancia del proceso, Batidas apuntó a un nuevo eje en su demanda. Para el defensor, cuando Ordóñez había otorgado el poder a Tordesillas, se suponía que estaba fuera y ajeno de todo entendimiento. Según Bastidas y sus testigos, el boticario no había sabido ni entendido lo que dispuso de sus bienes. Pues antes y después de otorgado el poder se sabía que decía y hacía muchas cosas que mostraban su demencia. Por ejemplo, no respondía cuando se le hablaba y si llegaba a proferir palabras eran desordenadas y necias. Además, no había que-
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rido que lo tratara ningún médico, ni tampoco les obedecía aun cuando sabía que su vida estaba en riesgo. Diego Ordóñez tenía una lesión y enajenación de entendimiento, era en sumo grado melancólico y defectuoso, y, adicionalmente, sufría de grandes dolores de cabeza. Tordesillas, aprovechando el estado del boticario, le habría persuadido de que cambiara su determinación sobre la herencia. Juan de Tordesillas nombró como abogado defensor a Alonso de Aranda, quien se enfrentó judicialmente con Rodrigo de Bastidas. Aranda acusó a Bastidas de estar saliéndose de sus oficios de defensor de bienes de difuntos pues ese papel se contemplaba cuando el difunto no había testado. Si el occiso había testado debía acatarse necesariamente su voluntad. Respecto a las acusaciones de ser un hombre defectuoso, Aranda contestó que el oficio de boticario implicaba que no era una persona falta de juicio. Existía otra prueba contundente. Si Ordóñez hubiera estado loco, en el momento de los santos óleos los religiosos se hubieran percatado de ello. ¿Qué querían decir esas acusaciones de melancolía sobre Ordóñez? En términos de la acusación del defensor de bienes el hecho de que Ordóñez fuera melancólico hacía que no fuera valida su última voluntad. Se declararía el poder nulo y no se acataría su voluntad. Pero, ¿ser melancólico equivalía a loco?, ¿cómo era ser melancólico en el siglo XVII? Ordóñez escribió tres testamentos en el año de su muerte. Podríamos pensar que eso es una enorme preocupación por el morir. Al momento de su muerte no aparece junto a una esposa o compañera, no reconoce hijos naturales, y está lejos de todos sus familiares. Vive en una casa con tres colchones y acompañado por dos esclavos, un hombre y una mujer afrodescendientes. Es cercano a Juan de Tordesillas y a Pedro Gutiérrez. El primero es un reconocido médico formado en América.14 Y el boticario Pedro Gutiérrez morirá dueño de un solita-
14 Ver: Ronderos, Paula. Evidencias históricas de las prácticas médicas y farmacéuticas en la Santafe del siglo XVII. El caso de la Muerte por Purga. CESO, Universidad de los Andes. Bogotá, 2004.
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rio alambique varios años después en Santafé.15 Había tenido pleitos por su oficio, le debían algún dinero pero devengaba lo suficiente, tenía unos retablos con el mundo al revés y un capote negro y unas medias verdes. Cuando se enfermó, una pareja lo había cuidado y son ellos quienes heredan ropas y muebles. Tordesillas le vendería la botica a Gutiérrez y a su nuevo socio Pedro López de Buiza.16 Por intermedio de la teoría humoral, los cuerpos se comprendían y se intervenían a partir de la idea de balance y posibilidad de transformación de sustancias constitutivas del cuerpo. Para poder tratar médicamente un cuerpo humano era necesario reconocer cómo se disponían y actuaban en él los diferentes humores. Las concentraciones de humores, diferentes en los individuos, permitieron generar una taxonomía de comportamientos y dinámicas corpóreas a partir de cuatro categorías que dependían de un humor específico: la primacía de sangre para los coléricos, de flema en los flemáticos, bilis amarilla los biliosos y el enigmático humor negro que caracterizaba a los melancólicos. Esta tipología permitía comprender las diferencias en los cuerpos y utilizar estrategias terapéuticas adecuadas y útiles en cada caso. La melancolía exigía reflexión continua, ya que era una enfermedad común en España de la que sufrían cortesanos y campesinos, posesos y mujeres. Esta patología fue controvertida por tratadistas españoles durante el siglo XVI pues para ese momento la diversidad de síntomas que eran incluidos bajo melancolía exigían una definición precisa. La acumulación de humor negro, sus efectos y efluvios debían poder identificarse para saber cómo curar al enfermo. El cuerpo melancólico fue delimitado, construyendo su naturalidad, regularidad y las prácticas necesarias para su control.17
15 AGN. Notaria 1. [1650]. Pedro Gutiérrez de Carvajal. Testamento. 16 AGN. Notaria 1. [1650]. Pedro López de Buiza. Testamento. 17 Ver: Bartra, Roger. Cultura y Melancolía. Enfermedades del alma en la España del siglo de oro. Ed. Anagrama, Barcelona, 2001.
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Dado que uno de los factores primordiales en la definición de melancolía fueron los humores que poseían los cuerpos, y que estos tenían una conexión con las incidencias del exterior, de la alimentación y de las experiencias vitales, sería justo suponer que la aplicación de la melancolía en América tuvo necesariamente que reconocer otras patologías y buscar comprender, a partir de un modelo, eventualidades de los cuerpos. Es posible que en el intercambio de saberes con culturas no europeas, indígenas y afrodescendientes, las distinciones entre la salud y la enfermedad, así como las construcciones discursivas de enfermedades particulares, se trasformaran.18 La melancolía fue un tipo patológico utilizado recurrentemente durante el siglo XVII para poner a prueba los saberes sobre los cuerpos y las terapias que podían realizarse para recomponerlos. Tratar enfermedades accidentales, un brazo roto o una herida en el pecho, eran tareas para las que se aplicaban ciertas estrategias, limpiar, coser, encajar, que correspondían con el trabajo de los cirujanos. Otro tipo de enfermedades era las crónicas, como la gota, que exigían tratamientos reiterados con medicinas específicas, recetadas por médicos y elaboradas por boticarios. Pero se presentaban otras enfermedades, del alma, que requerían un tratamiento distinto. El principal problema radicaba en su identificación. Si alguien escurre sangre por un cráneo fracturado o presenta hinchazón o dolor en una parte especifica del cuerpo, médicos o cirujanos, sabrían qué hacer, pero ante manifestaciones mentales, delirios, convulsiones, irracionalidades, ¿cuáles elementos permitían al médico saber qué hacer? Los médicos debían implementar alguna terapia, pero antes de ello era necesario asegurar el tipo de enfermedad para así utilizar el correspondiente tratamiento. La enfermedad identificada correspondía, entonces, a una férula que pretendía restringir al cuerpo y alterarlo internamente
18 Ver: Foucault, Michel. La vida de los hombres infames. Ensayos sobre la desviación y dominación. Ediciones La Piqueta. Madrid, 1990.
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mediante el uso de cierto tipo de prácticas sobre él. Las tipologías determinan la existencia de cierta forma específica que implica ciertos efectos, causas y estrategias de control. La farmacia compleja, compuesta, barroca, llena de dracmas y múltiples componentes, evidencia un tipo de sociedad particular, mágica y bastante hipocondríaca. No es lo mismo el emplasto de maíz sobre el brazo cortado de tajo de un soldado que los polifármacos que contenían treinta componentes y curaban la ictericia o la melancolía. Siguiendo a Roger Bartra, es importante resaltar el ethos enfermizo y melancólico de la cultura española.19 En el siglo XVII la melancolía corresponde, simultáneamente, a un cierto tipo de patología y a una forma de asumir la existencia. En términos de la patología, la melancólica se comprendía como el humor negro que provocaba sentimientos de soledad y abatimiento en el alma. Se manifestaba en tres formas clásicas: la melancolía del cerebro en la que la bilis negra o su corrupción desencadenaban el comportamiento agresivo, el dolor de cabeza o el sueño, y podía producir fiebre alta, acciones demenciales y movimientos raros; la segunda, afectaba a todo el cuerpo y producía terror, ansiedad y depresión; finalmente la del hipocondrio, en mayor medida digestiva, cuyos síntomas generales eran la flatulencia, la pesadez, vómitos agrios y llantos constantes. Durante los siglos XVI y XVII el tema melancólico fue objeto de estudio tanto por la medicina como por la religión. Bartra muestra la controversia que se dio entre Andrés Velásquez y Juan Huarte de Sanjuán alrededor el tema. Uno de los puntos fundamentales fue la esencia demoníaca, es decir espiritual, de la melancolía en contraposición con un discurso más cercano al cuerpo como materia y a la enfermedad desde la perspectiva orgánica. La melancolía, de acuerdo a los tipos mencionados, podía ser enfermedad de aldeano o cortesano, siendo las personas con genio más 19 Ver: Bartra, Roger. Cultura y Melancolía. Enfermedades del alma en la España del siglo de oro. Ed. Anagrama. Barcelona, 2001.
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propensas al tipo cerebral que los otros. En este sentido, la profesión de boticario no descartaba que Ordóñez fuese melancólico, y desde la perspectiva médica en alguna medida la acentuaba. Como se dijo antes, Bastidas mencionó que tenía fuertes y constantes dolores de cabeza; por sus pleitos judiciales podemos inferir que era irascible, no necesariamente demencial, pero sí algo conflictivo y obsesivo. Acerca del tratamiento a la melancolía y su existencia en el Nuevo Reino de Granada se encuentran algunos datos en los discursos medicinales del doctor Juan Méndez Nieto, escritos en Cartagena indiana en 1607 cuando el autor contaba con ochenta años. El doctor Méndez trató dos casos de melancolía (a un hombre en Cartagena que tenía muchos amuletos de esmeraldas y que había tratado varias veces de ahorcarse, y a otro que había venido de Santafé). Para el doctor, “aquella región y cyudad de Santa Fe, adonde avitava, [era] muy melancólica y aparejada para semejantes enfermedades”.20 Méndez anexó a las historias clínicas dos remedios efectivos para el tratamiento de la enfermedad: Tomen de tymo y de epytimo, de cada qual dos dramas; de açúcar blanco, una onça; de açafrán, tres granos; de buena canela, una drama. Hágase de todo ello polvo muy sutil; y con este polvo, en lugar de sal, comerá tres huevos cada mañana por espacio de treinta y quatro días, y verás la mejoría del enfermo al ojo.21
Y si esta no funcionare, aquí hay otra tomada de De Faventino, empírico italiano cuya obra consiguió Méndez en una librería española por aquellos días en los que decidió dejar de ser estudiante para ser abogado y convertirse en médico:
20 Ver: Méndez Nieto, Juan [1607]. Discursos Medicinales. Cartagena Indiana. Trascripción y edición: Universidad de Salamanca, Junta Castilla y León. Salamanca, 1989. Pág. 481. 21 Ibídem. Pág. 487.
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Apózima aperitivo y melancólico Házese esta apózima de las cinquo raices aperitivas, un manojo de cada una, y en estas partes, adonde no las ay frescas, se echará media libra de las que a ellas vienen en conserva, todas juntas; y de raices de alcaparras, seis onças; de hojas de sen, de epytimo y pólipo, de cada qual media onça; de passas sin granillos, media libra; 20 ciruelas pasas. Lo que todo cozerá en 15 quartillos de agua y menguará y se colará conforme al orden que atrás en la apózima aperetiva enseñamos, añidiendole, después de colada, seis onças de xarave de fumaria y otras tantas de açucar moreno, con que bolberá a hervir poca cosa, como ally se dijo.22
La enfermedad y la cura, la explicación corpórea y las estrategias terapéuticas, se motivan una a la otra. Para Van der Geest, las medicinas cumplen una función metonímica en cuanto representaciones físicas de un contexto más amplio del que son parte. Así, aunque en la práctica pueden removerse del sistema médico, resignificarse y reutilizarse, siguen vinculadas a él.23 La poción de epytimo hacía parte de un contexto en el que esas sustancias permitían, según cierta preparación y criterios de administración, combatir una enfermedad específica como la melancolía. ¿Sufría Ordóñez de melancolía?, ¿de esa indefinible dolencia que atacaba por los lados más flacos? No sería de extrañar que, dados los síntomas, el boticario prefiriera los lugares oscuros, los ruidos bajos y le fuese difícil tolerar aromas muy penetrantes. Que sufriera de crisis de dolor y angustia que podían durarle hasta tres días durante los cuales se sintiera deprimido y rehusara cualquier nueva medicina al haberlas probado todas. Los síntomas de Ordóñez bien podían indicar no la presencia del humor negro y melancólico, sino la enfermedad conocida como xaqueca o caephalea. Si este fuera el caso, la pócima de epitymo podría lidiar sólo con algunos aspectos de la en-
22 Ibídem. Pág. 479. 23 Ibídem. Pág. 359.
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fermedad, pero no serviría para tratarla adecuadamente. Si el doctor Méndez hubiera tratado a Ordóñez, y hubiera identificado en él síntomas de xaqueca, también habría tenido un remedio para administrarle, pues el doctor era experto en el tratamiento del infame dolor de cabeza. No sólo porque había realizado tratamientos exitosos, sino porque él mismo padecía la enfermedad, la sufría en el sentido literal de la palabra: No quiero tener al letor más suspenso, difiriendo la causa y razón que tengo para quexarme tanto de esta maldita enfermedad, y para aver mostrado el odio y rencor que le tengo y le tendré en quanto el alma mía esté conmigo.24
La receta que permitió al doctor Méndez liberarse de su sufrimiento es la que sigue: Tomo una cucharada de miel qualquiera, como no sea clarificado, y quatro de agua y lo rebuelbo todo en un cubilete o escudilla; y después lo echo en un pequeño brinquiño o aguamanil y, recostando la cabeça azia trás, meto el cañón o pico del aguamanil en la nariz y dexo caer tanta cantidad que salga por la boca sin sorverla para [a]rriba. Porque da molestia, y desta manera me aze estar media hora escupiendo y arrancando de la cabeça. Con lo qual, aziéndose dos vezes al día, la una antes de comer y la otra antes de çenar, no da lugar a que se allegue tanto humor ny vapor en la cabeça que le cause el menor dolor ny daño del mundo, y, si alguno tiene ya allegado y conçebido, aze que lo despida más presto; y conserva la cabeça con todos sus sentidos, sana y sin lysión que no ai romadizo ny enfermedad otra alguna de muchas que suele padeçer que la acometa ny fatigue.25
Aun cuando el doctor Méndez mencionó su práctica como el único remedio que le permitió una vida sin los ataques propios de su odiado dolor, es difícil atreverse a probar su efectividad. Sin duda es muy inte-
24 Ibídem. Pág. 458. 25 Ibídem. Pág. 460.
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resante el tratamiento preventivo que propone el doctor, ya que en las costumbres actuales para el tratamiento de la migraña esta es una de las estrategias con más fuerza. No tratar el dolor del paciente sino generar unas prácticas terapéuticas cotidianas que puedan prevenirlo.26 En cuanto a la definición de una enfermedad, sea la melancolía o la jaqueca, se hacen evidentes dos fuerzas que se relacionan en el escenario de los saberes y las prácticas. Por una parte, la homogenización de la categoría melancolía como una estrategia de comprensión de cuerpos diferentes en términos de un tipo de saber especifico basado en tipologías, síntomas. Por la otra, la mutación inherente de los tipos, la dificultad de incluir lo observado bajo las categorías de la enfermedad, y la necesidad de ampliar el horizonte que la define. Pero las enfermedades no fueron estáticas. A lo largo de su proceso de relaciones sufrieron cambios, adecuaciones a la experiencia de los agentes de los saberes en ámbitos y contextos con contingencias diferentes. Melancólico podía ser cualquiera en un escenario donde las personalidades buscaron regularizarse. Actuar de una u otra manera podía ser considerado raro y anormal.27 Pero la farmacia poseía compuestos específicos para tratar las enfermedades ya fueran del cuerpo o del espíritu. Al ser ingeridas, las sustancias podían sanar una enfermedad como la melancolía gracias a las relaciones simpáticas entre el cuerpo y la naturaleza y al conocimiento de las dinámicas de los humores. La pócima de epitymo o la cucharadita de miel inhalada con aguamanil, demuestran la complejidad, sutileza y precisión de una medicina que lograba incorporarse en los fluidos torrentes y recovecos del organismo humano para ejercer una incidencia sobre ellos. Una acción que producía alivio y bienestar o, en su defecto, un efecto placebo que se activaba aliviando al menos la inquietud y desazón que producía el estar enfermo. En este sentido, de uno u otro modo, las medicinas
26 Ver: Sacks, Oliver. Migraña. Ed. Anagrama: Barcelona, 1997. 27 Quien mejor que Foucault para este tema. Ver: Foucault, Michel. Historia de la locura en la época clásica. 2 vols. Fondo de cultura económica: Bogotá, 1993.
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utilizadas en el siglo XVII constituían estrategias efectivas para lidiar con las patologías de los cuerpos, pues estas se comprendían en relación directa con los componentes de las sustancias medicamentosas.
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Conclusión: El dilema de los rótulos Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus.1 Los signos son lo único que nos orienta en el mundo. La rosa primigenia persiste en su nombre, pero sólo tenemos nombres vacíos, sin substancia. Lo que son la rosa y la cosa se hallan íntimamente imbricados en el nombre mismo de “rosa”. Las rosas físicas se amustian. La rosa prístina y real permanece en el nombre desnudo. Sólo disponemos del nombre para nuestro uso permanente. Pero, si sólo tenemos nombres entonces la seriedad de los nombres es graciosa y cancelable en comparación con la seriedad tiránica de una cosa como substancia universal o esencial.2
En América, el Protomedicato buscaba regular las prácticas médicas y terapéuticas en los pueblos de españoles, y controlar que los funcionarios de la salud cumplieran con los requisitos establecidos en la ley.
1 Verso extraído del De contemptu mundi [Del menosprecio del mundo] de Bernardo Morliacense, un benedictino del siglo XII. Puede traducirse literalmente como “De la primitiva rosa sólo nos queda el nombre, conservamos nombres desnudos”, y corresponde a la frase final de la obra de 1986 de Umberto Eco: El nombre de la Rosa. Publicado por Editorial Lumen en Barcelona. 2 Ver: Quezada Machiavello, Oscar. El concepto-signo natural en Ockham. Universidad Mayor de San Marcos. Lima, 2002.
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En términos de medicina esto quería decir que debían poseer una sólida formación galénica-hipocrática y, además, conocer los tratados de origen árabe que fueron incluidos, por útiles y necesarios, dentro de los saberes. Los textos de consulta de médicos, cirujanos y boticarios hacen evidente la férula cognitiva española, las formas retóricas, las estrategias y los métodos de intervención que se ejercían sobre la naturaleza para conocerla y utilizarla. Para intervenir la naturaleza se usaron ciertas habilidades adquiridas por los yerbateros en general, como la pericia en la lectura de múltiples signos en la naturaleza que permitían identificar un espécimen como poseedor de una cualidad extraíble. Existían fórmulas fijas pero los componentes, siempre que todo podía reducirse a esencias, era intercambiables. En la literatura especializada se manifiesta una estructura de síntomas, patologías, relaciones y analogías que eran necesarias para poder aprehender la enfermedad y tomar medidas adecuadas para solucionarla. Los estrechos vínculos establecidos entre el entorno y el cuerpo, por intermedio de las relaciones de similitud y diferencia, de flujos de sustancias y humores, de sustancias extraíbles y administrables, fueron espacios de contacto entre tradiciones y prácticas diferentes. La búsqueda por la salud y el equilibrio requería una adaptación al medio y una comprensión de las redes analógicas que vinculaban las enfermedades con la naturaleza. Sólo había que saber qué planta era adecuada, cómo procesarla, y cuánto tiempo había que dejarla madurar. Las medicinas que se preparaban y vendían en las boticas respondían a necesidades patológicas y encarnaban discursos sobre el cuerpo. Los cuerpos sanos eran objeto de este tipo de medicina por cuanto existían sustancias preventivas para evitar acumulaciones de humores no deseados y promover la circulación de los sanos. Los cuerpos enfermos se trataban a partir de humores en carencia o en exceso que rompían con el balance ideal en el que debía encontrarse cada órgano o sistema. Para identificar el estado de un humor era necesario recurrir a un diagnóstico que se realizaba de acuerdo a los parámetros 129
CONCLUSIÓN
galénicos de indagación. Se revisaban los fluidos, especialmente la orina y la sangre, y también se palpaban los órganos para detectar inflamaciones. La identificación de una patología era posible gracias a la experiencia que tenían los profesionales en artes médicas, y era comprobable a partir del contraste con libros de texto, tratados o vademécums en los que se reseñaban los tipos de enfermedades. En estos textos también se explicitaban las curas posibles que incluían dieta, sangría y medicina. Los remedios preparados podían ser conseguidos en varios lugares. Un individuo enfermo podía curarse donde los yerbateros y yerbateras, utilizando medicinas caseras cuyos componentes vendían en los mercados o acudiendo a las medicinas de botica. Estas últimas, probablemente, eran las más costosas. Si en términos económicos había individuos que no podían acceder a este tipo de terapéutica, en términos simbólicos y culturales otros no querrían hacerlo. Sin embargo, los polifármacos compuestos que se vendían en las boticas podían resultar la única alternativa cuando se trataba una enfermedad recurrente, grave o de origen inexplicable. Los medicamentos respondían a una lógica estructural que se articulaba sobre las propuestas galénicas y, a partir de ese marco, fue posible la terapéutica en el Nuevo Reino de Granada. Pero, si las teorías galénicas e hipocráticas fueron el armazón de las boticas y en estas se reconoce la necesidad de relacionar el entorno con el cuerpo enfermo, ¿por qué es tan baja la presencia de sustancias nativas americanas en el inventario de 1608?, ¿por qué son productos clásicos europeos? Es posible explicar el fenómeno explicando que las aplicaciones de los materiales medicinales americanos se daban en contextos externos a la legislación. Que los curanderos y curanderas, brujas, chamanes y yerbateros tuvieron la potestad sobre estos conocimientos, y las medicinas de los boticarios buscaron ocupar un mercado que se distinguía precisamente por ser de tradición europea. Suposición.
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Pero queda una duda entre el teclado: ¿tenían rótulos los contenedores en la botica de Ordóñez? Ni el grupo de expertos ni el escribano que adelantaron el inventario de la botica de Diego Ordóñez se tomaron el trabajo de anotar en algún resquicio del documento si los contenedores y las sustancias sueltas estaban rotuladas. El asunto de los rótulos es importante por cuanto alude a la capacidad de un grupo de individuos de reconocer una serie de sustancias dispuestas en el mundo, catalogarlas y consignarlas de forma ordenada. Si los contendedores hubieran estado rotulados, habría bastado al grupo de expertos con leer las etiquetas en voz alta para que el escribano las anotara en los folios. Si era una labor de este tipo no se explicaría por qué enviaron a una comitiva y no a un sólo individuo. Lo cierto es que tampoco se menciona en el inventario que los expertos tasadores se detuvieran a probar las sustancias, olerlas o degustarlas, ni tampoco que dudaran sobre la identidad de alguna de ellas. Si los contenedores no estaban etiquetados, el inventario debió haber sido un extenuante trabajo de identificación de sustancias donde algunas eran evidentes, como las rosas, y otras un completo enigma, pues ¿cómo reconocer de qué planta proviene un agua pintada de verde que reposa plácidamente en un frasco? Con todo, ¿es posible asegurar que era epytimo lo que aparece así nombrado en el inventario? Si los contenedores estaban etiquetados bien podía el boticario guardar bajo “epytimo” una sustancia distinta. Si no estaban etiquetados, el grupo de expertos tasadores pudo haber visto “epytimo” en una redoma que contenía esquirlas de cualquier planta seca. Y ese contenido, en cualquiera de los dos casos, podía ser otra planta que equivalía al “epytimo” en términos de sus virtudes funcionales. Podía tratarse de una planta americana. No es posible resolver el misterio pero sí desenredar sus hilos para hacerlos evidentes. Las boticas fueron sólo uno de los espacios donde se sintetizaron saberes sobre el mundo americano, otros fueron las cocinas, las plazas, los campos. Una medicina distinta se ejercía en las reducciones de indios o en las profundidades de las plantaciones esclavistas; otra la del medio de la selva cuando un amigo moría de
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CONCLUSIÓN
bruces entre fiebres cuartanas. La melancolía y los hechizos compartían un lugar en las terapias viables de la época, pero los seres humanos, dependiendo de sus creencias, se enfermaban de una o de la otra. Para curarse se usaban complejos medicinales vinculados estrechamente con un sentido, con estrategias, fórmulas y componentes que se reproducían y mutaban en una matriz cultural.
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Anexos ANEXO 1: DISTRIBUCIÓN SEGÚN ORIGEN DE LAS SUSTANCIAS SIMPLES ENCONTRADAS EN EL INVENTARIO DE LA BOTICA DE
DIEGO ORDÓÑEZ. A.
VEGETALES
ANEXOS
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135
ANEXOS
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B. ANIMALES
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ANEXOS
C. MINERALES
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ANEXO 2: INVENTARIO DE LA BOTICA DE DIEGO ORDÓÑEZ (DISTRIBUCIÓN POR TIPOS) Claves de lectura
1. AGUAS
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ANEXOS
2. ACEITES
3. COLIRIOS
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4. CONFECCIONES
5. CONSERVAS
6. ELEUTARIOS
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ANEXOS
7. EMPLASTOS
8. GOMAS
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9. HARINAS
10. INDEFINIDOS
143
ANEXOS
11. OXIMEL
12. PÍLDORAS
13. POLVOS
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14. PREPARADOS
145
ANEXOS
146
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147
ANEXOS
15. SIMPLES
148
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149
ANEXOS
150
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151
ANEXOS
152
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153
ANEXOS
154
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16. TRIACAS
17. TROSCISCOS
18. UNGÜENTOS
155
ANEXOS
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19. XARAVES
157
ANEXOS
20. ZUM OS
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ANEXO 3: INSTRUMENTOS Y CONTENEDORES PRESENTES EN EL INVENTARIO DE LA BOTICA DE DIEGO ORDÓÑEZ DE TABOADA 1. Artefactos
159
ANEXOS
2. Contenedores
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3. Materiales en grueso
4. Medidas
5. Mobiliario
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