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• El orden público en la hispania musulmana, por Jorge Ávila
JUBILADO
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(*) Por José Romero Romel
Un día te despiertas y ya está. Eres un jubilado. Ya no vestirás más el uniforme que durante tantos años luciste con orgullo. Al principio, la sensación es de alegría: “¡Por fin! ¡Se acabó! ¡A disfrutar de la vida!”. Pero algo te mantiene alerta. Vas al súper y observas con cuidado al que sospechas que hurta algo y por la calle te fijas en los coches en cuyo interior te parece que hay un par de sospechosos... Tu pareja te lo reprocha: “ya no eres policía, olvídate, que curren las nuevas generaciones”. Cuando pasas por un control en la vía pública, observas si está bien realizado, incluso ayudas en alguna intervención, aunque ya no eres el mismo físicamente. Indispensable Los primeros meses te mantienes en contacto con los compañeros. Vas a la comisaría, a la unidad, departes con tus antiguos compañeros tomando un café. Con tristeza, compruebas que no eras indispensable, que el Cuerpo al que perteneciste, al que diste todo, sigue funcionando sin ti. Es más, los jóvenes que hace solo unos días escuchaban embelesados tus intervenciones, ahora lo consideran “batallitas del abuelo cebolleta” y hacen caso omiso de tus consejos. Te miras al espejo. Ya no eres el joven fornido y atlético de antes. Te duele la espalda, las rodillas y aquella herida que un delincuente te hizo en una persecución... y poco a poco vas olvidando el gimnasio, sumido en una extraña tristeza que algunos llaman depresión.
En la imagen, José Romero Romel, autor del artículo
Contactos
Poco a poco vas perdiendo el contacto con tus antiguos compañeros, excepto algún amigo de toda la vida, con el que te juntas de vez en cuando para tomar unas cervecitas o a comer por el barrio.
Pasado un tiempo, solo conservas el contacto por algún grupo de wasap. Cada día que pasa, alargas las estancias en la casita de la playa o del pueblo, porque los niños, ya crecidos, van a su bola y hacen su propia vida.
Orgullo
Pasan años y vuelves a mirarte al espejo. Has envejecido sin darte cuenta, pero sigues sintiéndote policía, aunque en realidad solo le importa a ti, a tu familia y a tus allegados. Te sientes extraño porque la administración te trata, e incluso te maltrata, sin tener en cuenta las veces que te has jugado la vida, ni las noches sin dormir, ni los enormes sacrificios que has realizado. No eres otra cosa que un jubilado más. Cada cierto tiempo, te enteras del fallecimiento de algún compañero al que puto cáncer o un infarto se ha llevado y rebuscas entre las fotos para verte junto a él, para recordarlo. “Cada vez quedan menos...”, dices mientras pides cita con el médico para que te haga el chequeo rutinario. Y un halo de recuerdos te rodea, mientras la tristeza se apodera de ti. Y un día maldito te percatas de que todo aquello pasó. Que solo queda el orgullo de haber servido dando mucho y pidiendo poco.
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Algunos libros de la amplia bibliografía de José Romero Romel. “La mujer infinita” se presentó en la Semana Negra de Gijón 2022
Un orgullo que siempre quedará en tu corazón y que impregnará tu alma, hasta que Dios te llame junto a él.
(*) José Romero Romel, policía jubilado y escritor, es autor de novelas, relatos y artículos de prensa
Manuel Avilés, autor del libro “De prisiones, putas y pistolas”, ha sido funcionario del Cuerpo Especial de Instituciones Penitenciarias y director del Centro de Nanclares de Oca, en Álava. Ejerció la profesión en varios centros más y en puestos de responsabilidad política. Es uno de los mayores especialistas en el tema carcelario de la banda terrorista ETA. Un hombre que siempre ha ido con la cara y la verdad por delante.
Avilés es autor del libro “De prisiones, putas y pistolas”, un best seller que podría ser una novela de no ficción o, simplemente, sin ficción, justo el título que tiene la colección que dirige la escritora y periodista Marta Rºobles que ha demostrado un fino olfato publicando esta obra donde el autor y motero granadino nos desentraña la historia de cómo algunos presos etarras desafiaron a la cúpula de ETA criticándola abiertamente. Se abrió la vía Nanclares, una estrategia que Antonio Asunción supo utilizar para acabar con la banda terrorista. El autor nos lo cuenta de una manera trepidante y de forma tan atractiva que el lector se podrá sentir como si estuviera dentro de una cárcel, de papel, por supuesto.
Manuel Avilés, director de prisiones jubilado y escritor
Pregunta.- En primer lugar, enhorabuena Manuel por este “De prisiones, putas y pistolas. ¿Cómo surgió la idea de escribir un libro así?
Respuesta.- Nunca pensé escribir un libro sobre etarras ni contando cosas en las que he trabajado. Recibí ofertas sustanciosas en los años noventa, pero en esa época aún no se podía hablar sobre estos asuntos era imprescindible una cierta perspectiva. De mi época carcelaria y en asuntos de terrorismo solo he sacado la amistad imperecede-
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