Ă coma
Historia poĂŠtica de una tragedia
H. SALVADOR MARTÍNEZ
Ácoma
Historia poética de una tragedia
Estudio histórico-literario de la Historia de la Nueva México de Gaspar Pérez de Villagrá
Martínez, H. Salvador Ácoma : historia poética de una tragedia : estudio histórico-literario de la "Historia de la Nueva México" de Gaspar Pérez de Villagrá / H. Salvador Martínez. – [León] : Universidad de León, Área de Publicaciones, [2020] 492 p. : il. ; 24 cm Bibliogr.: p. 475-492 ISBN 978-84-9773-998-6 1. Villagrá, Gaspar de (1555-1620). Historia de la Nueva México. 2. Nuevo México (Estados Unidos : Estado) en la literatura. I. Universidad de León. Área de Publicaciones II. Título. 821.134.2 Villagrá, Gaspar de 7 Historia de la Nueva México.07 94(738.9):82 82:94(738.9) De acuerdo con el protocolo aprobado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de león, esta obra ha sido sometida al correspondiente informe por pares ciegos con resultado favorable.
© Universidad de León © H. Salvador Martínez Diseño y maquetación digitales de interior y portada: Juan Luis Hernansanz Rubio (Área de Publicaciones de la Universidad de León) Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento físico, óptico, magnético y/o digital, incluyendo la fotografía y la fotocopia, sin permiso expreso por escrito de los propietarios del copyright. ISBN: 978-84-9773-998-6 Dep. legal: LE-144-2020 Imagen de portada: Acoma pueblo (año 1896). California Historical Society Collection, Doheny Memorial Library (Los Ángeles, CA). U.S. National Archives and Records Administration, ARC 519831. Imprime: Gráficas CELARAYN S.A. Impreso en España - Printed in Spain Junio, 2020
Abrir caminos, donde no uvo senda, Nuevos Reynos buscar, nueua comarca, Porque el Imperio de tu Monarca, En los extraños limites se estienda: De Idolatras hazer al Cielo ofrenda, Sellados ya con la cruzada marca, Ser quanto el Cielo tiene y mar abarca, A tu pecho y valor humilde prenda: Efectos son don Iuan que al Cielo solo, Tienen correspondencia, que en el mundo, Cauer no puede lo que al mundo espanta: Tu prudencia celebre el mismo Apolo, O Villagrá que siendo a ti segundo, Las suyas calla y tus hazañas canta (Soneto de Vicente Espinel al Adelantado D. Juan de Oñate y al Capitán Gaspar de Villagrá)
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ÍNDICE A MANERA DE PRÓLOGO.........................................................................................................9
INTRODUCCIÓN. NUEVA ACTITUD DE LA CORONA HACIA LA CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE LOS TERRITORIOS TRANSATLÁNTICOS............................................................................................ 19
CAP. I. GASPAR PÉREZ DE VILLAGRÁ. DATOS BIOGRÁFICOS.......................... 31 CAP. II. LA HISTORIA DE LA NUEVA MÉXICO............................................................. 59 1. DIVISIÓN Y CONTENIDO............................................................................... 62 2. NATURALEZA DE LA OBRA......................................................................... 70
CAP. III. UNA HISTORIA POÉTICA.................................................................................... 79 CAP. IV. AL NORTE DEL RÍO GRANDE........................................................................... 97
CAP. V. LA EXPEDICIÓN DE OÑATE............................................................................123 CAP. VI. EL PASO DEL RÍO DEL NORTE.......................................................................149 CAP. VII. DEL RÍO GRANDE A SAN JUAN DE LOS CABALLEROS........................169 CAP. VIII. ESTABLECIMIENTO DE LA COLONIA. EXPLORACIÓN DE LA TIERRA......................................................................................................195
CAP. IX. OÑATE VISITA ÁCOMA. SUMISIÓN..............................................................221 CAP. X. TRAGEDIA EN ÁCOMA......................................................................................247 CAP. XI. DECLARACIÓN DE GUERRA CONTRA LOS INDIOS DE ÁCOMA.....................................................................................................................277
CAP. XII. ASALTO Y DESTRUCCIÓN. SUICIDIO COLECTIVO.................................309 CAP. XIII. CREPÚSCULO DE LOS VENCIDOS................................................................335 CAP. XIV. PROCESO CONTRA LOS VENCIDOS Y AJUSTE DE CUENTAS DE LOS VENCEDORES..................................................................355 EPÍLOGO. PASADO Y PRESENTE DEL PUEBLO ÁCOMA..........................................381 APÉNDICE DOCUMENTAL...................................................................................................385 BIBLIOGRAFÍA..........................................................................................................................475 7
A manera de Prólogo Este libro es el resultado de un love affair con el suroeste de Estados Unidos que ha durado más de cuarenta años, con repetidas visitas y permanencia en estas regiones de encanto. Este interés se despertó nada más llegar a Texas como profesor y tener que preparar un curso sobre la poesía épica del Siglo de Oro. Entre los varios textos y autores escogidos que me parecieron de particular interés por la zona en que me hallaba fue La historia de la Nueva México de Gaspar Pérez de Villagrá (1555-1620). Conocía la obra de D. Gaspar por mis estudios universitarios sobre épica con el insigne maestro Eric Von Richthofen y siempre me intrigó poder ahondar más en su conocimiento, recorriendo aquellos lugares que describe. Ahora, me pareció, había llegado el momento. Fue muy difícil encontrar su obra, pues no había tenido más que una edición moderna, desde que se publicó por primera vez en Alcalá de Henares en 1610. Lo maravilloso de este inmenso país es que existe un eficiente sistema de préstamos (Interlibrary loan system) y así, después de identificar uno de los raros ejemplares existentes a este lado del Atlántico en la Biblioteca de la Hispanic Society en Nueva York, a los ocho días lo tenía en mi mesa de trabajo. Recuerdo que, tan pronto como conseguí la obra y me puse a leerla, me di cuenta de que no era una obra de ficción sino una historia verdadera o, mejor dicho, una reconstrucción poética de la expedición que llevó a la exploración y colonización de Nuevo México. Con los mapas de México, Texas, Arizona, California y New Mexico abiertos empecé la lectura de la obra.
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En un primer viaje por el oeste del Estado de Nuevo México, durante la primavera de 1973, recorrí todos los Pueblos Indios existentes que aparecen en la obra de Villagrá y, con la ayuda de un potente Oldsmobile Cutlass Supreme, pude llegar a la imponente mesa donde se halla situado Ácoma Pueblo por la nueva senda abierta por la cadena de televisión CBS para filmar un documental sobre los Indios Ácoma. Fue una experiencia inolvidable recorrer con la vista desde aquella altura, entre chirridos de serpientes cascabel, el escenario de acontecimientos ocurridos hacía casi 400 años y narrados en el poema de Villagrá con la precisión de un reportero de nuestros días y la elegancia de un antiguo rapsoda.
Cuando visité por primera vez aquella “ciudad celeste” (o Sky City, como es conocida en los alrededores), estaba casi despoblada; era primavera y sus habitantes no regresan a sus casas hasta el verano; durante los meses de invierno y primavera viven en otros dos pueblecitos (Acomita y Mcartys) que forman parte de la Reserva india de Ácoma (Acoma Indian Reservation), desde donde atienden sus campos de maíz y sus ganados. Históricamente la extensión del Pueblo era de unos dos millones de hectáreas, pero hoy la Reserva ocupa solo un 10% de su extensión original. Las casas de Ácoma no tenían ni agua corriente, ni luz, ni desagües y, hasta el presente, no la siguen teniendo. En los alrededores de “la Roca” no había nada más que el camino de tierra que salía de la carretera principal, la Ruta 23 (desviación de la Interstate 40, que va de Albuquerque a Arizona), y llevaba hasta la cima del Pueblo. Hoy, la zona ha cambiado bastante en muchos aspectos. Los Indios Ácoma, como muchos otros grupos indios de EE.UU., tras los cambios en la política administrativa de las Reservas, han construido, junto a la carretera principal que atraviesa su territorio, un centro comercial, con su casino, un hotel y varias otras dependencias de recreo; en 2006 inauguraron un moderno centro cultural para la difusión del arte y la cultura de los Indios Ácoma. Los Ácoma pertenecen a la etnia de los keres (o querechos, como se les denomina en la documentación española del siglo XVI) y son uno de los mayores grupos de Indios Pueblo cuya lengua es el tewa, derivada del keres occidental. Se les conoce con el nombre de “Indios Pueblo” por vivir en agrupaciones de casas típicas, de varios pisos, construidas con adobes, alrededor de pequeños patios, a diferencia de los demás indios de los llanos que eran nómadas y vivían en tiendas1. Hasta 2005 el Pueblo era conocido como San Juan Pueblo, pero en 1 Acoma ha sido históricamente el más importante de los cinco pueblos situados en las cercanías del Río Grande que, con ligeras variaciones, hablan la lengua keresia, o queresano; los otros cuatro son: Cochití, 10
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ese año, tras las celebraciones del IV Centenario de su fundación, 1598-1998, volvió a llamarse con el nombre que tenía antes de la llegada de los españoles: O’ke Owingeh Pueblo. Tradicionalmente, San Juan (O’ke en tewa) era un lugar de reuniones de los Indios Pueblo y era considerado tan importante que solo un nativo O’ke podía declarar la guerra en nombre de los demás Pueblos. Esta tradición ancestral, como muchas otras, tuvo su fin, como veremos, con la refundación de San Juan de Ácoma, tras su destrucción por las tropas de D. Juan de Oñate en 1599, cuando le fue dado el nombre de Misión San Esteban del Rey de Ácoma. De hecho, el caudillo de la gran rebelión de los Indios Pueblo de 1680, Popé, frecuentemente llamado “taoseño” (el de Taos), en realidad era nativo de San Juan de Ácoma, por eso pudo, en nombre de todos los Indios Pueblo, declarar la guerra a los españoles.
Por aquellos años, cuando empecé a interesarme en el poema de Villagrá, la obra era muy poco conocida; salvo un puñado de excelentes historiadores norteamericanos de finales del siglo XIX y primeros del XX (de los que hablaré en el Cap. II) que se habían ocupado de la historia de los Indios Pueblo, el resto de los historiadores estadounidenses concentraban su atención en el desarrollo de la colonia creada por los Peregrinos ingleses en Virginia. La historia colonial de España en el sur de Estados Unidos, salvo raras excepciones, ha sido, y sigue siendo, deliberadamente ignorada, cuando no denigrada, por la historiografía oficial angloamericana2. Medio siglo de convivencia entre colegas y especialistas en materia son el mejor testimonio de la hostilidad con que todavía hoy se encuentra el estudioso que se propone poner las cosas en su sitio, recurriendo a la documentación que se produjo contemporáneamente con el desarrollo de los hechos. La documentación de archivo, generalmente considerada como la fuente primaria para reconstruir los hechos del pasado, en el caso de la historiografía de Indias, es frecuentemente, en el mejor de los casos, objeto de una sonrisa benévola. Informes de campo, relaciones, cartas, memoriales, etc., se descartan como partidarios o, cuando favorecen la posición de los indios, como paternalistas y, en todo caso, irrelevantes. Este clima de indiferencia, cuando no de hostilidad, del pasado ha cambiado mucho en los últimos años, Santa Ana (Tamaya, en queresano), San Felipe (Katishtya, en queresano) y Zía. Cfr. Ch. H. Lange, “Santo Domingo Pueblo”, en A. Ortiz, Southwest. Handbook of North American Indians, 9 vols., Washington, D.C.: Smithsonian Institution, 1979, pp. 370-389; donde se hallará un estudio antropológico detallado de los Indios Pueblo y sus lenguas. 2 Lo reconoció y reprochó a sus connacionales el gran estudioso H.H. Bancroft, el cual, hablando del valor histórico y literario del poema de Villagrá. escribía: “Not less remarkable is the historic accuracy of the muse in this production, or the long concealment of the book from the eyes of students” (History of Arizona and New Mexico, San Francisco, 1889, p. 115).
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por los motivos más impensados, que tienen que ver con la emancipación de los estudios históricos del oeste de Estados Unidos por parte de nuevas generaciones de investigadores. Este nuevo impulso e interés historiográfico es el que me ha llevado a dar amplia cabida a la documentación de archivo, a veces incorporada, sorprendentemente, en la misma obra poética de Villagrá.
El punto de arranque de esos estudios han sido las celebraciones del IV Centenario de la fundación de Nuevo México, celebrado exclusivamente en el Estado de New Mexico y a espaldas de la oficialidad del gobierno en Washington, a pesar de los numerosos esfuerzos del Gobernador del Estado para atraer la atención de las autoridades federales y los medios de información. Las celebraciones fueron sin duda una buena ocasión para difundir la herencia cultural española en el suroeste de EE.UU. España estuvo representada por el vicepresidente del Gobierno, Francisco Álvarez–Cascos, y por un descendiente de D. Juan de Oñate, el abogado madrileño Manuel Gullón de Oñate y otros dignatarios, entre ellos, el capitán de ejército Raimundo Rodríguez Roca, que vestía una divisa militar como la que llevaba D. Juan de Oñate como jefe de la expedición. Durante la ceremonia de conmemoración, se puso de relieve cómo aquella expedición de 1598-1599 llevó al establecimiento de la primera colonia europea en el oeste americano, San Juan de los Caballeros (Oke Owingeh), anticipando a la primera colonia inglesa, Jamestown, en Virginia, en una década. La obra de Villagrá, por su parte, anticipará en catorce años la publicación de la Generall Historie of Virginia, New-England, and the Summer Islands del Capitán John Smith; y cuarenta la impresión de los versos de Anne Bradstreet, considerados los primeros que se escribieron en inglés en EE.UU.
Como sucede frecuentemente, las celebraciones no son del gusto de todos y ésta no fue diferente. Nada más empezar el año del aniversario, 1998, un comando de Indios Pueblo, encabezado por algunos acomeses, segaron el pie derecho de la estatua ecuestre de Oñate que se halla delante del museo dedicado a la exploración y asentamiento de los españoles en Nuevo México en la villa de Alcalde (NM), pueblo indio a unos 60 km al norte de Madrid (NM), donde se celebraban los festejos. El ataque a la estatua se hizo, según los que participaron en la fechoría, en memoria del incidente de 1599, cuando Oñate, para castigar la rebeldía de Ácoma y la matanza de 12 soldados españoles, ordenó se cortase el pie derecho a 24 guerreros acomeses cautivos3. A pesar de este incidente y otras manifestaciones de protesta contra las autoridades del Estado, el gobernador de Nuevo México, Gary Johnson, en un gesto de paz 3 Sucesivamente el escultor Reynaldo Rivera fundió un nuevo pie, pero la juntura se nota. 12
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y reconciliación, quiso celebrar una cena privada en su casa para obsequiar a las autoridades españolas. Tras la cena, el Gobernador del Pueblo de Ácoma, Reginald T. Pasqual, cuando los invitados se estaban despidiendo, se volvió hacia los españoles presentes y les invitó a visitar Ácoma. El cronista del New York Times, presente a los festejos, escribió como final de su reportaje: “Fuera ya de las ceremonias, los representantes españoles y los periodistas contrastaron el impacto del colonialismo español y el británico en los indios de Norte América. Mientras las tribus desaparecidas de los indios de la Nueva Inglaterra se recuerdan prácticamente solo por los nombres de los lugares que ocuparon, los indios de Nuevo México siguen hablando sus lenguas ancestrales, practican sus religiones ancestrales y viven en sus tierras ancestrales”4. Poco después de los festejos fue anunciado que los Indios Ácoma estaban dispuestos a subscribir un tratado de paz con el gobierno español que acabaría con el estado de hostilidades que había durado cuatro siglos (ABC, 30 de abril de 1998, p. 28). El 21 de abril de 2007, después de nueve años de retraso con respecto a las celbraciones del IV Centenario, y una enorme polémica, una colosal estatua ecuestre de D. Juan de Oñate fue erigida a la entrada del aeropuerto internacional de El Paso, Texas. Traída en secciones desde México, donde fue fundida, la enorme estatua, según su autor, el escultor John Sherrill Houser, es la mayor estatua ecuestre de bronce del mundo: tiene 36 pies (12 m) de altura y pesa 30 toneladas, y descansa sobre un pedestal de 8 pies (3 m). Los texanos pagaron por ella dos millones de dólares; y en ocasión de su inauguración, ante la presencia del embajador de España en EE.UU., D. Carlos Westendorp, también aquí algunos Indios Ácoma que asistían a la ceremonia protestaron de su erección5. Tal vez el legado más duradero de las celebraciones haya sido el renovado interés por la obra de Villagrá, que hoy día se considera la fuente principal sobre la fundación del Estado de New Mexico. La Historia de la Nueva México había sido ignorada de este lado del Atlántico hasta que el 30 de julio de 1898 un desconocido periódico, titulado El Progreso, del pueblecito de Trinidad, en Las Ánimas County, Colorado, empezó a publicarla por entregas en un momento tan crítico en las relaciones de España con los EE.UU. Por los pocos ejemplares que
4 “Away from the ceremonies, Spanish officials and reporters contrasted the impact of Spanish and British colonialism on North America’s Indians. While New England’s vanished tribes are remembered largely as place names, New Mexico’s Indians still speak their ancestral languages, practice their ancestral religions and live on their ancestral lands” (James Brooke, Madrid, N.M., April 28, 1998). 5 Sobre la controversia cfr. Frank G. Pérez and Carlos F. Ortega, “Mediated Debate, Historical Framing, and Public Art. The Juan de Oñate Controversy in El Paso”, Aztlán: A Journal of Chicano Studies, 33, 2 (2008), 121-132. 13
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se conservan parece que no llegó a publicarse completa, pero de su intención de hacerlo no cabe la menor duda. En el n. 1 escribía su editor, Isidoro Armijo:
Lea nuestro pueblo esta noble composición; consérvela y guárdela para trasmitirla a su posteridad. Si El Progreso no obtiene más mérito que el haber publicado esta Historia, esto sólo bastará para recompensar a sus editores por los muchos contratiempos que necesariamente son parte de la carrera periodística (“Preciosa joya”, 1898, 1)6.
Tras esta edición, parcial, han seguido otras seis, desde la primera de Alcalá de Henares publicada en 1610, de la cual hablaremos más adelante, a la más reciente de Manuel M. Martín Rodríguez en 2010. En 1933 se llevó a cabo la primera traducción al inglés7; y en 1992 la primera edición bilingüe8. El interés en el poema de Villagrá ha ido creciendo a raíz de las celebraciones del centenario con nuevas ediciones en España, México y Estados Unidos, donde determinados grupos étnicos hispanoamericanos han visto en la Historia de la Nueva México el origen de su herencia cultural y literaria.
Ha sido un acontecimiento cultural que nadie podía prever que tuviese sus raíces en la obra de Villagrá y concretamente en el personaje de D. Juan de Oñate; pero éste es el viso que puede tomar la historia cuando de ella se apodera la política. La obra de Villagrá se ha convertido en la “historia disputada” del Estado de Nuevo México y del suroeste de EE.UU., no solo entre estudiosos y académicos, sino también entre grupos Chicanos y Latinos que participaron en las demostraciones callejeras de la capital del Estado durante las celebraciones del IV Centenario, en abiertas confrontaciones entre grupos rivales que se disputaban el legado hispano, el nativo americano y el angloamericano. Entre los estudiosos hispanoamericanos, interesados en rastrear sus orígenes y sus tradiciones literarias, se hallan, como acabamos de insinuar, los que han descubierto la controvertida figura de Juan de Oñate, colonizador de Nuevo México y protagonista de la obra de Villagrá, como el promotor de su causa. He aquí el motivo fundamental de su interés: Oñate era miembro de una rica e influyente familia del distrito minero de Zacatecas, en la provincia de la Nueva Galicia (hoy Estado de Jalisco). En la genealogía de la familia de los Oñate, 6 Citado por M.M. Martín Rodríguez, ed. Historia de la Nueva México, Alcalá: Universidad de Alcalá, 2010, p. 16. 7 History of New Mexico by Gaspar Pérez de Villagrá, Alcalá, 1610. Translated by Gilberto Espinosa, introd. and notes by F. W. Hodge, Los Angeles: The Quivira Society, 1933. 8 Historia de la Nueva México, 1610: A Critical and Annotated Spanish/English Edition. Translated and edited by Miguel Encinias, Alfred Rodríguez and Joseph Sánchez, Albuquerque, New Mexico: University of New Mexico Press, 1992. 14
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trazada por Villagrá en su obra, Juan de Oñate, al que define “hijo de reyes”, representa la mezcla de la sangre española con la realeza azteca por hallarse emparentado con Moctezuma, por un lado, y con Hernán Cortés, por otro9.
Efectivamente, según las investigaciones de algunos historiadores del oeste americano, Cortés tuvo una hija natural con una de las tres hijas del emperador azteca Moctezuma II; a su vez, el padre de D. Juan de Oñate, el conquistador D. Cristóbal de Oñate, se casó con una descendiente de aquella hija de Cortés, llamada Doña Isabel, bisnieta de Moctezuma y nieta de Hernán Cortés10. Es decir, D. Juan de Oñate, colonizador de Nuevo México, llevaba en sus venas sangre azteca por línea materna y sangre española por línea paterna. Era un mestizo; condición que ha sido puesta de relieve en los estudios llevados a cabo a raíz de las celebraciones del IV Centenario. Como resultado del matrimonio de D. Cristóbal de Oñate con Doña Isabel, la familia de los Oñate heredó las minas de plata de Zacatecas que habían sido descubiertas por Juan de Tolosa, yerno de Cortés y padre de la dicha Doña Isabel11. Como rico propietario y célebre guerrero, que había servido a la Corona bajo Hernán Cortés y después en la Nueva Galicia bajo Nuño de Guzmán, D. Cristóbal de Oñate fue también el principal inversor en la expedición de Francisco Vázquez Coronado que, llevada a cabo entre 1540 y 1542, estableció el derecho español al territorio que hoy es el Estado de Nuevo México. Don Juan de Oñate, por tanto, tenía buenos motivos, familiares y económicos, para lanzar la expedición a Nuevo México, la cual, por otra parte, coincidía en aquel momento con el gran proyecto imperial filipino de extender el cristianismo en el Nuevo Mundo. Aunque Oñate es el personaje principal de los primeros cantos del poema de Villagrá, según el poeta, muy justificadamente, como se verá, no estuvo presente en el asalto final a Ácoma, que fue dirigido por su sobrino, Vicente de Zaldívar. En el poema, sin embargo, se ve claramente, desde el primer momento, que Villagrá quiere presentar a su jefe, Juan de Oñate, en una luz favorable, considerándolo como estratega político y militar que luchaba en dos frentes, el 9 Cfr. Historia de la Nueva México, 1610, Canto VI. 10 Cfr. H.H. Bancroft, History of Arizona and New Mexico, 1530-1888, San Francisco: The History Company, 1889, p. 116; Beatrice Quijada Cornish, “The Ancestry and Family of Juan de Oñate”, en The Pacific Ocean in History, edited by H. Morse Stephens and Herbert E. Bolton, New York, 1917, p. 463. 11 Cfr. Beatrice Quijada Cornish, “The Ancestry and Family of Juan de Oñate”, p. 463, y pp. 452-464. 15
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de la burocracia virreinal de la Nueva España y el de las rebeliones de los indios y los colonos de Nuevo México12.
El dramático final con que termina el poema de Villagrá, según el parecer de estos estudiosos hispanoneomexicanos de nuestros días, representa la enemistad irreconciliable entre los españoles y los nativos americanos; y, sin embargo, arguyen, el espacio entre unos y otros es ocupado hoy día por mestizos, cuyo poderío futuro se halla prefigurado en el poema por el jefe de la expedición, el mestizo D. Juan de Oñate. En el contexto de las controversias presentes que empañan la expedición de Oñate, los neomexicanos ven el conflicto con que acaba el poema como una riña ancestral entre dos ramas de la misma familia. “¿Pero deben los descendientes de aquellos guerreros seguir tomando una parte u otra de la vieja riña?”, se pregunta Luis Sánchez. “¿No han sido resueltas las diferencias durante siglos de matrimonios mixtos y de mezcla de las líneas genealógicas que empezó con Juan de Oñate y otras familias menos prominentes?”13. Evidentemente, responde el articulista, parece que no. Los Chicanos, como descendientes de México, España, y Estados Unidos, se ven a sí mismos como herederos de esta historia y literatura trágica, porque la destrucción de Ácoma y el dramático suicidio de Tempal y Cotumbo con que se cierra la obra, además de la destrucción de incontables pueblos indios durante las rebeliones sucesivas, continúa atormentándoles cuatrocientos años más tarde; como atormentaría en su día al español que perdió el imperio, y al mestizo Juan de Oñate que perdió su honor, su fortuna y, al final, también el gobierno de la colonia. No cabe duda, los cantos finales del poema constituyen la parte más dramática y elocuente de la obra de Villagrá y seguirán resonando en la mente de los que todavía hoy se crean afectados por aquellos hechos, tomándolos como fuente de inspiración en su lucha y aspiraciones presentes. Pero los hechos históricos, aunque pueden ser motivo de inspiración, son inmutables e impermeables a los vaivenes de los movimientos políticos o sociales; o los aceptas, o te quemas; no los puedes cambiar. Desde la perspectiva literaria, sin embargo, se espera que el debate público, las ediciones recientes y los varios estudios de la obra de Villagrá sean un buen auspicio que preanuncie una evaluación más positiva de su valor estético de lo que se le dio en el pasado. Es cierto que, a diferencia de otras grandes obras de la poesía épica colonial, como La araucana (1569) de Alonso 12 Cfr. M.R. López, “Disputed History and Poetry: Gaspar Pérez de Villagrá’s Historia de la Nueva México”, Bilingual Review / La Revista Bilingüe, Vol. 26, No. 1 (January-April 2001-2002), pp. 43-55, p. 47. 13 En M.R. López, art. cit., p. 54. 16
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de Ercilla, El peregrino indiano (1599) de Antonio de Saavedra Guzmán, o La grandeza mexicana (1604) de Bernardo de Balbuena, la Historia de Villagrá no halaga el orgullo nacional de ninguno de los tres países que en el pasado pudieron reclamar el Estado de Nuevo México como parte de su propio territorio. La obra de Villagrá, que pudiera haber sido el instrumento para ver los hechos históricos de forma imparcial y objetiva, si se la hubiese visto como texto histórico-literario y no como expresión de una tesis política o nacionalista, en realidad, hasta ahora no ha prosperado, sino que se ha convertido en motivo de contienda. Si durante siglos la obra ha sido ignorada por los estudiosos, tanto en México como en España y en Estados Unidos, esto ha sido porque, en el caso de los dos primeros países, fue vista como la crónica de un remoto rincón del imperio cuyo dominio habían perdido; y, en el caso de Estados Unidos, porque, los que tuvieron noticia de su existencia, la consideraron siempre como un artefacto literario, escrito en español, sobre la fundación de un Estado que no había sido llevada a cabo por anglos, y que, por demás, desde el punto de vista histórico-literario, no se conformaba con el canon del mito nacional de los pioneros Puritanos; por tanto, ni por la lengua ni por el contenido, merecía su atención. Esta situación de orfandad de la obra, por así decir, aparte otros factores político-sociales, es lo que ha determinado ahora la reemergencia del poema de Villagrá como texto que los méxico-americanos han reclamado como propio por ser el texto fundacional en el proceso de determinar su herencia hispanomexicana. Los críticos Chicanos, escribe Luis Leal: “han visto recientemente la obra de Villagrá como un antecedente de su herencia literaria”14. Independientemente del significado sociopolítico que se quiera dar a la obra, nuestro ensayo se centra, por un lado, en su valor histórico como texto fundacional del Estado de Nuevo México, y por otro, en su valor literario hasta ahora prácticamente olvidado por los estudiosos de ambos lados del Atlántico.
14 “Chicano critics have recently seen in Villagra’s work an antecedent of their literary heritage” (“The First American Epic: Villagra’s History of New Mexico”, en Pasó por aquí: Critical Essays on the New Mexican Literary Tradition, 1542-1988, edited by E. Gonzáles Berry, Albuquerque: University of New Mexico Press, 1989, p. 48). Según otro estudioso del poema de Villagrá, el crítico Phil Jaramillo: “… poetic worth and art are relative, and it is the reader who must ultimately determine whether a work of art is valuable and whether it speaks to the heart and uplifts the spirit of a people” (“Dispositio Textus: Paleographic or Semipaleographic Edition?”, Bilingual Review/Revista Bilingüe, 17, no. 3, September-December 1992, 276-78, 276). 17
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Deseo expresar mi más sincera gratitud a todos los que directa o indirectamente han contribuido con sus consejos y la aportación de materiales a la preparación del manuscrito de esta obra. En particular, a los bibliotecarios de la Hispanic Society of America, de la Biblioteca del Congreso de EE.UU., de la biblioteca de la Universidad de Nuevo México, de la de la Universidad de California, Los Ángeles, del Archivo General de Indias, Sevilla, y de la New York University, por sus extraordinarios servicios de asistencia técnica y de consecución de materiales de difícil acceso. Vaya también mi más cordial agradecimiento a la Universidad de León y a D. José Manuel Trabado, director del Área de Publicaciones, por haberse interesado en la publicación de esta obra y haberlo hecho con tanto esmero. New York University,
New York. Mayo, 2020.
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Introducción NUEVA ACTITUD DE LA CORONA HACIA LA CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE LOS TERRITORIOS TRANSATLÁNTICOS La colonización española del territorio al norte del Río Grande, hoy Estado de Nuevo México, tuvo unas características, se pudiera decir, únicas. Para entender por qué la colonización de Nuevo México fue tan diferente de las otras que España había llevado a cabo en las Indias Occidentales y en lo que hoy es Suramérica, hay que tener en cuenta el cambio radical que tuvo lugar en la política colonial durante el reinado de Felipe II (1558-1598), especialmente en el campo jurídico y burocrático, que exigía a todos los futuros exploradores la autofinanciación y, al mismo tiempo, una minuciosísima documentación de todas sus actividades e iniciativas y, sobre todo, el cumplimiento de unas nuevas normas de comportamiento que restringían considerablemente la libertad de acción del colonizador en su comportamiento con los nativos. Villagrá, cantor de la expedición, por sus cargos y responsabilidades, estaba perfectamente familiarizado con todos los requisitos burocráticos que exigían las nuevas Ordenanzas reales. En 1519 Carlos V (1500-1558), para aligerar la burocracia de la cancillería real del enorme volumen de problemas provenientes de la conquista y colonización de las Indias, creó el Real y Supremo Consejo de Indias con
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autoridad para legislar y administrar el creciente imperio colonial. Creado originariamente como sección especial del Consejo de Castilla, desde 1524 fue un organismo independiente bajo la presidencia del cardenal García de Loaysa y Mendoza (1478-1546), arzobispo de Sevilla, confesor del emperador y Inquisidor General. El Consejo se componía de veinte miembros y tenía el mismo nivel jerárquico que otros Consejos de la Corona; gozaba, sin embargo, del rango de Cancillería Regia y de Ministerio Colonial en todo lo relativo al gobierno de los territorios de América; era responsable de la navegación, armadores, fletes, comercio, cargamentos, retornos, aduanas, administración de la justicia civil, criminal y eclesiástica, causas contenciosas, fiscales y de Patronato, pleitos en apelación referentes a algunas de estas denominaciones y muchas otras prerrogativas más. Además, formulaba los informes y los proyectos de resolución, que, una vez firmados por el Rey, eran registrados en sus Archivos con carácter de Cédulas o mandatos reales. Su colección sirvió de base de datos para la compilación del Código colonial, llamado después Leyes de Indias.
Fue así como en 1573, bajo Felipe II, el Consejo de Indias, en nombre del rey, emanó la Real Orden de los nuevos descubrimientos por la cual el cariz de conquista que hasta aquel momento había tenido el descubrimiento de las Indias Occidentales, pasaba al de colonización15. Las nuevas normas constituyeron la base legal de todas las actividades de exploración y asentamiento de los territorios de Indias; eran tan radicales con respecto a las disposiciones anteriores que cambiaron no solo el nombre de “conquista” por el de “colonización”, sino que trastocaron por completo la historia de la gran aventura americana. Lo que se pretendía con las nuevas normas era cambiar la empresa de la colonización, alterando fundamentalmente su naturaleza, que pasaba de ser conquista material, mediante la fuerza de las armas, a conquista espiritual, mediante la difusión del cristianismo por la fuerza del mensaje evangélico, formulado por los misioneros que debían siempre preceder a los tercios: Los descobrimientos no se den con títulos y nombre de conquista; pues habiéndose de hacer con tanta paz y caridad como deseamos, no queremos que el nombre, dé ocasión ni color para que se pueda hacer fuerza ni agravio á los indios.
15 Ordenanzas sobre la orden que se ha de tener en los nuevos descubrimientos, poblaciones y pacificaciones, Bosque de Segovia, 13 de Julio de 1573, Archivo General de Indias [=AGI], Patronato, 22, ramo 13, fols. 968r-981v.; y en Colección de documentos inéditos… [=CDI], vol. XVI, pp. 142-188. Hay ed. fac. del Ministerio de la Vivienda, Madrid 1973. Hasta estas nuevas disposiciones, la ordenación de las Indias se regía por el Códice de leyes y ordenanzas para la gobernacion de las Indias, y buen tratamiento y conservacion de los indios, del año de 1571 (CDI, XVI, pp. 376-461). 20
Ácoma. Horia istoria poética de una tragedia
Es decir, según Felipe II, el nombre mismo de estas expediciones debía cambiarse; no se debe hablar más de “conquista”, sino de “evangelización”. Por tanto, Oñate no deberá llamarse “el último conquistador”, como lo llamó Simmons, sino “el primer colonizador” 16.
Estas normas se pusieron en práctica por primera vez en gran escala durante la exploración del territorio al norte del Río Grande, conocido después como Nuevo México, durante la expedición de D. Juan de Oñate. De ahí que cuando se trata de evaluar, desde el punto de vista jurídico-moral, el controvertido comportamiento de Oñate y sus oficiales, no debemos olvidar que la base jurídica y las normas de conducta que debían mantener en todas sus relaciones con los indios estaban dictadas y procedían de las disposiciones contenidas en las Ordenanzas de 1573. Las Ordenanzas han sido objeto de controversia entre los estudiosos de la política colonial de Felipe II en general y de la colonización de las Indias en particular, pero no siempre se han tenido en cuenta en los estudios sobre la colonización de Nuevo México. Hoy, sin embargo, tras los varios estudios que se han llevado a cabo en los últimos años, no cabe la menor duda de que tuvieron un gran impacto en la expedición de Oñate, que fue la primera en que se pusieron a prueba, y su cumplimiento, según algunos, fue la causa del fracaso de aquel experimento. Para que el lector se haga una idea de lo que el cumplimiento de estas Ordenanzas requería, recojo aquí algunas de las disposiciones que más directamente afectaron la expedición de Juan de Oñate17.
Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, haga por su propia autoridad nuevo descobrimiento por mar ni por tierra, ni entrada nueva población, ni ranchería en lo que estobiere descobierto, ó se descobriere, sin licencia y provisión Nuestra ó de quien tobiere nuestro poder para la dar, so pena de muerte y de perdimiento de todos sus bienes para nuestra Cámara. Y mandamos a los nuestros Virreyes, Audiencias y Gobernadores y otras Justicias de las Indias, que no den licencia para hacer nuevo descubrimiento, sin enviárnoslo primero
16 Marc Simmons, en su espléndido estudio titulado “El último conquistador”, ha señalado también este cambio en la política colonial: “Oñate is known as the ‘last conquistador’. The term reflects Spain’s continually evolving attitude regarding colonization in the New World in the sixteenth century. The ‘old’ system of ‘conquistadors’ was passing away and being replaced by a system that focused significantly more on religious purposes for colonization. Oñate’s situation warrants specific attention because it stands as an example of Spain’s attempt to reconcile paternalistic ideology and policy with real world occurrence and desire (as well as need) for wealth. (Marc Simmons, The Last Conquistador: Juan de Oñate and the Settling of the Far Southwest, University of Oklahoma Press, 1991, 53). 17 Citamos por CDI, XVI, pp. 142- 187. 21
H. Salvador Martínez
a consultar y tener para ello licencia nuestra… Miren mucho por los lugares y puestos, en que se podiese hacer poblacion de españoles, sin perjuicio de indios (CDI, XVI, pp. 143-144). Si vieren que la gente es doméstica y que con seguridad puede quedar algún religioso entre ellos, y hobiere alguno que huelgue de quedar para los doctrinar y poner en buena pulicia, lo dejen, prometiéndole de volver por él, dentro de un año y antes, si antes podieren. Los descobridores no se detengan en la tierra, ni esperen en su viage aquellas bituallas se les acaben en ninguna manera ni por alguna capsa, sino quen habiendo gastado la mitad de la provisión con que hobieren salido, den la vuelta á dar razón de lo que hobieren hallado y descobierto y alcanzado á entender, así de las gentes con quien hobieren tratado, como de otras comarcanas de quien puedan haber noticia (id., p.148). Los descobridores por mar ó tierra no se empachen en guerra ni conquista en ninguna manera, ni ayudar á unos indios contra otros, ni se revuelvan en quistiones ni contiendas con los de la tierra por ninguna capsa ni razón que sea, ni les hagan daño ni mal alguno, ni les tomen contra su voluntad cosa suya si no fuere por rescate, dándoselo éllos de su voluntad (id., p.149). Las personas que hicieren cualesquier descobrimientos por mar ó por tierra vuelvan á dar cuenta á las Audiencias de lo que hobieren descobiérto é hecho en los dichos descobrimientos, los cuales nos imbien relación de todo ello larga y complida al nuestro Consejo de las Yndias para que se provea sobre ello lo que convenga al servicio de Dios Nuestro Señor y Nuestro, y al descobridor se le encargue la poblacion de lo descobierto, teniendo las partes necesarias para ello o se le haga la gratificación que mereciere por lo que hobiere trabajado y gastado o se compla lo que con él se hubiere asentado habiendo él de su parte complido su asiento. Los que hicieren descobrimientos por mar o por tierra no puedan traer ni traygan indio alguno de las tierras que descobrieren aunque digan que se los venden por esclavos, o ellos se quieran venir con ellos ni de otra manera alguna, so pena de muerte; eceto hasta tres o cuatro personas para lenguas [intérpretes], tratándoles bien y pagándoles su trabajo; aunque segund el celo y deseo que tenemos de que todo lo que está por descobrir de las Yndias, se descobriese, para que se poblicase el Sancto Evangelio, y los naturales viniesen a conocimiento de nuestra Sancta Fée cathólica. Terníamos en poco todo lo que se podiese gastar de nuestra Real Hacienda para tan Santo efeto; pero atento que la espiriencia ha mostrado en muchos descobrimientos y navegaciones que se han hecho por nuestra cuenta, se hacen con mucha costa y con mucho menos cuidado y diligencia de los que 22