Área de Publicaciones
ISBN978-84-9773-932-0 849773932-9 ISBN
9 788497 739320
Nuevos horizontes de la crítica literaria hispánica
universidad deleón
14 mm
Ana Abello Verano, Daniele Arciello y Sergio Fernández Martínez (Editores)
170 mm
La escritura y su órbita.
60 mm
170 mm
La escritura y su órbita. Nuevos horizontes de la crítica literaria hispánica
Ana Abello Verano Daniele Arciello Sergio Fernández Martínez (Editores)
60 mm
La escritura y su órbita. Nuevos horizontes de la crítica literaria hispánica
La escritura y su órbita : nuevos horizontes de la crítica literaria hispánica / Ana Abello Verano, Daniele Arciello, Sergio Fernández Martínez (editores). – [León] : Universidad de León, Área de Publicaciones, [2018] 308 p. : il. ; 24 cm Bibliogr. ISBN 978-84-9773-932-0 1. Crítica-España-Siglo 20º. 2. Humanismo. I. Universidad de León. Área de Publicaciones. II. Abello Verano, Ana. III. Arciello, Daniele. IV. Fernández Martínez, Sergio 82.09(460)"20" 008 La revisión académica de los artículos ha sido realizada por: Ana Abello Verano, Daniele Arciello y Sergio Fernández Martínez. De acuerdo con el protocolo aprobado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de León, esta obra ha sido sometida al correspondiente informe por pares ciegos con resultado favorable.
© Universidad de León © Los autores de los artículos Diseño y maquetación digitales de interior y portada: Juan Luis Hernansanz Rubio (Área de Publicaciones de la Universidad de León) Edición de imagen de cubierta: Clara Barrio Corral Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento físico, óptico, magnético y/o digital, incluyendo la fotografía y la fotocopia, sin permiso expreso por escrito de los propietarios del copyright. ISBN: 978-84-9773-932-0 Depósito legal: LE-395-2018 Imprime: Impreso en España - Printed in Spain Septiembre, 2018
La escritura y su órbita. Nuevos horizontes de la crítica literaria hispánica
Ana Abello Verano Daniele Arciello Sergio Fernández Martínez (Editores)
PRÓLOGO Quisiéramos comenzar la presentación del volumen agradeciendo profundamente la ayuda del programa de doctorado «Mundo hispánico: raíces, desarrollo y proyección» y del Instituto de Humanismo y Tradición Clásica de la Universidad de León, cuyo apoyo a la labor de los jóvenes investigadores hace posible publicaciones como esta. Gracias a su patrocinio, no solo se potencian los valores del Humanismo, sino que también se promueven continuos diálogos reflexivos acerca de esta disciplina. Perdura así un legado docente, investigador y divulgador del pensamiento, la historia y la proyección de las humanidades españolas tanto en Europa como en América. Ejemplo de ello es este monográfico, que funciona como una plataforma que fomenta la promoción de nuevos investigadores de ambos lados del Atlántico. Los ensayos que hemos reunido en La escritura y su órbita. Nuevos horizontes de la crítica literaria hispánica obedecen al deseo de promover y valorar la investigación de jóvenes humanistas ya que, en efecto, este libro se centra en uno de los principales ámbitos de la Filología: la Literatura. Consideramos que la labor de las nuevas generaciones de investigadores consiste, en gran parte, en abordar temas novedosos, pero también en acercarse a temas más clásicos desde nuevas perspectivas y proponer lecturas más actuales. En consecuencia, hemos elegido un título que, creemos, corresponde a estas premisas. Un triple punto de partida en consonancia con las acepciones de la palabra «órbita»: importa la escritura, sí, pero también su contexto y su recepción. «Órbita» hace asimismo referencia a las influencias recibidas; una concepción que consideramos indispensable en nuestra edición. Y, finalmente, también alude a la trayectoria de un cuerpo 5
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en movimiento, aspecto este que acomuna las directrices de análisis contenidas en el presente monográfico, dotándole de mayor cohesión y uniformidad. De este modo, la estructura del libro pretende ofrecer un horizonte panorámico de la literatura española, revisitada por los jóvenes investigadores.
Senderos en prosa Los estudios destinados al análisis narrativo se abren con un sugerente examen de las dinámicas lingüístico-literarias de la palabra religio, que corren parejas con las diferentes interpretaciones y opiniones, a menudo polémicas y censuradoras, que la doctrina de Epicuro y la obra de un brillante secuaz, el De Rerum Natura de Lucrecio, dieron lugar durante muchos siglos. La autora, María López Castillo, explica que el escepticismo hacia la inmortalidad del alma y la negación de una intervención divina en nuestra existencia, que promulgaban los escritos del autor latino, fueron los motivos cardinales de la poca difusión de sus ideas, y esto se vio reflejado en la Península también. El surgimiento de teorías que socavaron las certidumbres de una tradición ortodoxa, especialmente la Ilustración y el Romanticismo, logró cierto rescate del epicureísmo. De ahí que las traducciones al castellano se plasmaran en sintonía con las pretensiones literario-hermenéuticas de sus autores, a la vez que delataron su posición respeto de la diatriba; en concreto, la riqueza semántica del término religio, que se aprecia en las propuestas de traducción de varios estudiosos, representó la influencia que tuvo dicha filosofía en la cultura hispánica, a pesar de haber sido tan hostilizada, y López Castillo no deja de subrayarlo. A las reminiscencias cervantinas en la literatura del siglo pasado se dedica Sandra Mendoza Vera, mediante la comparación entre un relato de Azorín y una novela corta de Ayala. Tras esbozar un recorrido crítico, que exhaustivamente resume lo que se ha analizado hasta la fecha sobre el tema medular de su trabajo, Mendoza Vera ahonda en la pasión hacia Cervantes que manifestaron ambos escritores a la hora de escribir sus obras. Siguiendo los postulados de Genette acerca de la intertextualidad, la autora centra su investigación en el proceso de hibridación que caracteriza a los personajes de ambas composiciones. Las Novelas ejemplares y el Quijote juegan un papel decisivo en perfilar los personajes de Azorín y Ayala que, a su vez, se conectan con la estética genérica del siglo xvii. El (re)descubrimiento de los modelos 6
Prólogo
antiguos se conjuga con temáticas modernas, alcanzando altas cotas estéticas, exhibiendo una gran originalidad y trascendiendo, de manera acertada, los límites cronotópicos. Las interrogaciones de antaño, pues, se armonizan con las perplejidades de nuestra era. Claudio Moyano toma como punto de partida Madrid, de Corte a Checa, la novela más célebre de Agustín de Foxá, para analizar cómo se fija la cuestión ideológica en relación al relato fascista sobre la Guerra Civil española. Amparado bajo un marco teórico que remite a trabajos de Juan Carlos Rodríguez, Aberca, Ricœur o van Dijk, el investigador sostiene que la fijación de un pacto ambiguo con el lector parece confirmar la existencia de referencias autobiográficas en la publicación y su concepción como testimonio del Madrid de los años treinta. Además, partiendo de la idea del discurso literario como reflexión sociopolítica, sintetiza el entramado de ideas que recorren la obra, referido a la forma y el modo en que el autor ha decidido plasmar los acontecimientos. Estos y otros muchos aspectos, que se sustentan con fragmentos representativos, permiten entender la obra de Foxá como un hito en la transmisión ideológica de la legitimación franquista. El estudio de Jaime D. Rodríguez Madrazo desgrana la imagen que del movimiento anarquista español se proyecta en la novela Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway. A través de la imbricación entre la investigación literaria y la histórica, se plantea un esquemático repaso en torno a los hechos que influyeron en la concepción de la Guerra Civil por parte del autor estadounidense. A pesar de que el anarquismo en la novela puede resultar un tema periférico, el análisis de Rodríguez Madrazo sirve para comprender el interés que determinados autores extranjeros tenían en esta época. La gran carga psicológica de los personajes y el perfecto trazado de las costumbres y del folclore español hacen de esta novela un ejemplo único para comprender no solo la intrahistoria española, sino también la experimentación narrativa de los años 40. A continuación, Elena de Pablos Trigo se ocupa de Oculto sendero. Elige para su análisis la diferenciación tipológica en los modelos de mujer que aparecen en la novela: el ángel del hogar y la mujer moderna. Sin embargo, esta diferenciación no es clara, y como bien plantea la autora, Oculto sendero no es solo es una visibilización del lesbianismo en la primera mitad del siglo xx, sino también una reivindicación de la homosexualidad, de la ambigüedad y de lo andrógino como algo 7
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natural. Quizá evidenciar de una manera tan directa los cambios que se estaban produciendo en la sociedad española haya sido el motivo de la habitual exclusión de Fortún del canon literario; gracias al interés de estos dos jóvenes investigadores comienza a ser reconocida su labor. Carlos Sánchez Díaz-Aldagalán se ocupa de dos novelas muy alejadas del canon literario tradicional: Oculto sendero, de Elena Fortún y Sortilegio, de María de la O Lejárraga. Con un exhaustivo estudio de las similitudes y diferencias en el tratamiento de la homosexualidad como temática literaria, el autor analiza conceptos como «homofobia interiorizada», «Bildungsroman queer» o «suicidio emocional», tan novedosos en la narrativa de la época. Ciertamente, ambas autoras fueron mujeres adelantadas a su tiempo y supieron plantear en sus novelas ese rechazo a la heterosexualidad. También se detiene DíazAldagalán en analizar el nivel lingüístico, lo que otorga al conjunto de su ensayo un enriquecedor e innovador alcance. Jerónimo Ayesta López desarrolla en su trabajo un discurso de tipo filosófico sobre la novela Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta. La única novela del autor asturiano se apoya en la metáfora de la luz, lo que le sirve al investigador para trazar un doble nivel de análisis en su lectura del amor. Por un lado, el sentimiento interiorizado como vivencia, pero también como catalizador de lo sagrado. Sirviéndose de la filosofía helénica y católica, Ayesta López logra desentrañar las imágenes contrapuestas de la luz, la oscuridad, el amor y la culpa, tan proteicas en su desarrollo diegético. Marta Mariño Mexuto tematiza la reelaboración que Álvaro Cunqueiro realiza del mito de Orestes. Pese a que mantiene ataduras ontológicas con el modelo de partida, el autor gallego lo reviste de connotaciones humorísticas, lo que supone un punto de inflexión contundente. El procedimiento abre un diálogo que hermana una antigua historia de venganza con las implicaciones escriturales contemporáneas e involucra tanto el contenido diegético como la vertebración estilística. La autora del trabajo arroja un halo de luz en los puntos nodulares de Un hombre que se parecía a Orestes, tales como el tiempo, el espacio o los intentos de catalogación estética. La perspectiva de Cunqueiro, de acuerdo con las pertinentes conclusiones de Mariño Mexuto, abre la senda a un abanico de reflexiones que concierne a los posibles desenlaces relacionados con uno de los relatos más notorios de la mitología griega. 8
Prólogo
Para finalizar este primer apartado, Pedro Mármol Ávila toma el dominio de la memoria histórica como el eje temático vertebrador de su estudio. Luna de lobos, novela del autor leonés Julio Llamazares, publicada a mediados de la década de los ochenta del siglo xx, es la elección del investigador para trazar un interesante estudio acerca del contenido histórico: ya el mismo motivo de su publicación supone un adelanto, pues los escritores más jóvenes rechazaban, por aquel entonces, esta temática. La novela alcanza un valor contestatario por medio de un mensaje en defensa de la memoria histórica que se proyecta formalmente en los cuatro maquis protagonistas, que asumen un valor simbólico de sinécdoque del pasado de España y, en especial, de la Segunda República.
Constelaciones poéticas Sabido es que la figura de Luis de Góngora ha sido objeto de un sinfín de invectivas, burlas, acusaciones, sobre todo por parte de autores coevos. La crítica posterior supo valorar su obra y consagrarlo como el gran poeta del siglo xvii, deteniéndose en el escrutinio de sus composiciones líricas más conocidas, pero dejando al margen otras igualmente significativas. Ejemplo de ello es el Panegírico al duque de Lerma, y Érika Redruello Vidal puntualmente lo recuerda en su artículo. Algunos especialistas han hecho hincapié en lo que principalmente destaca de la lectura de los versos elogiosos hacia el valido de Felipe III. Por ejemplo, la cuestión de la autenticidad de la información histórica que se infiere de su contenido; el talento que Góngora demuestra al usar un recurso retórico que combina la pintura con las letras, es decir, la écfrasis; la astrología y su asociación a las esferas más altas de la sociedad de la época; aquello que formaría el andamiaje del panegírico, en particular, las fuentes clásicas. En su conjunto, las páginas que describen las vicisitudes interpretativas del poema gongorino revelan la exigencia de seguir inquiriendo en dicho texto. Por su parte, Manuel Pacheco Sánchez ofrece cuantiosos argumentos para oponerse a la clasificación de la obra poética de Vicente Aleixandre como surrealista. Si bien en los estudios de la obra de Vicente Aleixandre es habitual señalar un periodo temprano de influencia surrealista, que comprendería los títulos Pasión de la Tierra, Espadas como labios, La destrucción o el amor y Sombra del Paraíso, el hermetismo de estos conjuntos también desprende cierto rechazo 9
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al clásico enlace entre significante y significado. Elementos como la direccionalidad, la actividad consciente del escritor o la interpelación al receptor que sugiere el propio texto, le sirve a Pacheco Sánchez para cuestionar la interpretación y crítica tradicional que la obra del premio Nobel ha tenido. Cierra este apartado dedicado a las manifestaciones poéticas un artículo sobre la creadora cartagenera Carmen Conde. Anna Cacciola propone una aproximación crítica a su poemario Mientras los hombres mueren, compuesto en Valencia entre 1937 y 1939, refiriéndose en primer lugar a la gestación del mismo, sus avatares editoriales y la mirada y actitud femenina que en él se ofrece de la Guerra Civil. Además de estos datos que ayudan a contextualizar la creación, la estudiosa pone de relieve la intertextualidad bíblica, la conciencia de la alteridad y el tema de la maternidad en el compromiso social que impregnan el conjunto de poemas en prosa. Precisamente, la posición de la mujer en el conflicto será uno de los elementos más analizados, incidiendo en que Conde trata de derribar el papel pasivo asignado a la población femenina para destacar su identificación con la patria y su labor pacificadora. Cacciola no deja de lado la cuestión del difícil encasillamiento genérico y estilístico de este volumen, así como de su compleja interpretación, si bien asegura que supo adelantarse a corrientes estéticas venideras.
Mundos teatrales De los grandes dramaturgos del teatro español aurisecular, Pedro Calderón de la Barca fue sin duda alguna un maestro del arte escénico; los artificios a los que recurría con asiduidad dotaban sus piezas de gran originalidad. Prueba de ello fue la reutilización de estratagemas canónicas para que la puesta en escena resultara esplendorosa. En el caso del ardid, la trama se tornaba más intricada y favorecía el efecto cómico que el enredo producía. Es lo que Mariana Barrios Mannara aclara en su comparación entre dos piezas del comediógrafo madrileño, incidiendo en que el truco contribuyó a despojar a las dos comedias de cierto sentido trágico, que podría erróneamente verse en los actos que presentaban más pathos. El objeto en común vehicula la conexión intertextual entre La dama duende y No hay burlas con el amor, junto con los matices metaliterarios que, al margen de dar lugar a una mayor participación del lectorespectador, define las convergencias y discrepancias de sendos textos. 10
Prólogo
Barrios Mannara remata sus consideraciones al aseverar que la función del mueble sostiene el intento de hacer coincidir palabras y acción, y denota un carácter jocoso en el papel que desempeña en La dama duende. Cuando un argumento se distingue por una dispersión de datos y publicaciones, se hace imprescindible la recopilación de los mismos, especialmente si el asunto versa sobre una cultura que se empeñó en una fase de emancipación social a partir del siglo xix, rompiendo con los esquemas morales habituales, como fue la sefardí. Por ello, Marta Kacprzak efectúa una rigurosa y detallada lectura de lo que se ha argüido respecto de un patrón artístico de gran calado didáctico, es decir, el teatro, proporcionando un estado de la cuestión actualizado que pone de relieve la complejidad y relevancia de este fenómeno literario. En conformidad con un nuevo espíritu aleccionador, las representaciones se enfocaron en escenificar eventos tanto religiosos como profanos, dirigiéndose a un público mucho más heterogéneo y estableciendo vínculos de raigambre cultural con las familias que procedían de diferentes países. A este propósito, Kacprzak discierne con acuidad entre la situación decimonónica y la que marcó la desaparición de esta tipología dramática: la Segunda Guerra Mundial. Aun así, es probable que en varios manuscritos queden por localizarse testimonios de una producción posterior a la década de los 50, lo que daría pábulo a nuevos planteamientos. Lucía Ramírez Sáenz recalca el manejo del tiempo que los autores románticos evidencian en sus creaciones. Después de exponer brevemente aquello que constituye el contexto español de aquel periodo desde el punto de vista político, social y cultural, la autora explora la forma con la que se ha percibido lo cronológico desde los albores de la filosofía occidental hasta los postulados más actuales, pasando por los dogmas medievales. Dicho esquema repercute apropiadamente en la disquisición que atañe a la apropiación de la idea de tiempo que esgriman, entre varios, Ángel de Saavedra y Juan Eugenio Hartzenbusch en redactar, respectivamente, Don Álvaro o la fuerza del sino y Los amantes de Teruel. La prosecución lineal de los sucesos se quiebra en favor de mayor fragmentariedad, cuya peculiaridad contempla la rebelión intrínseca de los protagonistas, acorde al grupo de elementos que forja el teatro del Romanticismo. Como bien apunta Ramírez Sáenz, buena parte de lo que se ha dado a luz en el mundo editorial o lo que se ha proyectado en los cines de los últimos dos siglos son deudores de aquello que Saavedra y 11
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otros aportaron respecto de la manipulación temporal. A continuación, Laura Ros Cases centra su estudio en una de las piezas teatrales más conocidas de Jacinto Grau, El señor de Pigmalión, con la pretensión de establecer concomitancias con el mito homónimo recogido en las Metamorfosis de Ovidio. Después de asentar unas consideraciones generales sobre el asunto clásico, sus versiones y sus distintas vías de recepción, la investigadora focaliza la atención en la reelaboración dramática que lleva a cabo el autor catalán. Teniendo en cuenta los rasgos predominantes de su trayectoria creativa, la investigadora señala la unión que en esta farsa se establece entre el personaje de Pigmalión y el de Prometeo, así como el legado ovidiano y las tradiciones nacional e italiana que se atisban en la caracterización de los fantoches. No se olvida tampoco de analizar el componente metatreatral de la obra, el tema del destino y la revisión que en ella se aprecia de las relaciones entre autoridad y libertad. Finalmente, Tamara Gutiérrez se adentra en dos obras centrales del corpus de Juan Mayorga: Hamelin y Himmelweg, que se erigen como «teatro contra Auschwitz». A pesar de sus divergencias temáticas, ambas comparten la problemática inherente a la representación teatral del horror, la barbarie y la violencia hacia las víctimas. Con el fin de determinar las decisiones éticas y dramatúrgicas que recorren las dos piezas, la estudiosa examina la respuesta inconformista a la estética del shock y la metateatralidad, un recurso que permite al creador madrileño reflexionar sobre los límites del teatro, revelando sus mecanismos internos y su propia condición de artificio, al tiempo que destacar el conflicto entre realidad y representación. A lo largo del artículo se profundiza también en la huella brechtiana de las producciones de Mayorga y en cómo estas, al desenvolverse en el ámbito de la memoria y la conciencia, invitan al espectador a realizar una lectura crítica de lo mostrado en escena.
Recorridos gráfico-literarios y cinematográficos En el ámbito de las artes visuales de la segunda mitad del siglo xix, relucieron los que apostaron por la realización de las imágenes en los pliegos de cordel, concretamente las cubiertas de los mismos. Nuria Aranda García se adentra con desvelos en este momento histórico, muy favorable en cuanto a la circulación de dicha literatura. Con el fin de llegar al examen de los artistas que apostaron por los grabados 12
Prólogo
a insertar en esas prácticas creativas, Aranda García comienza con una reconstrucción pormenorizada de cómo evolucionaron las técnicas de grabación a lo largo de la centuria —desde la prístina xilografía hasta la novedosa litografía—, además de indicar con minuciosidad la experiencia de las imprentas involucradas. De hecho, los datos ecdóticos relativos a aquellos productos están ligados indisolublemente con la indagación de cara a los temas que se elegían para la iconografía de las portadas. Asimismo, biografías, política, episodios bélicos o ceremonias de trascendencia nacional e internacional, participaban de este llamativo medio público de comunicación. Según la vertiente de la autora, se seguían pautas alegóricas muy estereotipadas, que beneficiaban la comprensión y, por ende, la propagación de estas representaciones por los estamentos sociales menos acomodados, lo que les confería todavía más mérito. Seguidamente, Inés Méndez Fernández se propone reflexionar sobre el escritor como personaje cinematográfico; una figura que, a diferencia de lo que ocurre en el ámbito anglosajón, no está muy presente en el mundo hispánico. Tras rastrear la presencia del autor ficcional en productos fílmicos de distinta procedencia, la autora resalta la relevancia de La flor de mi secreto, película de Pedro Almodóvar protagonizada por una creadora en crisis, Leo Macías, que se verá obligada a compaginar su vida laboral y su complejo estado sentimental. Con el propósito de profundizar en el rol de escritora protagonista, Méndez Fernández recuerda las claves del universo almodovariano, prestando atención a dos elementos principales: la subversión de roles de género y la amistad cómplice. Además, en su exhaustivo análisis de la cinta, busca puntos comunes con los escritores retratados en otras producciones contemporáneas de cine, lo que enriquece considerablemente su discurso. Por último, Inés González Cabeza aborda la inclusión y las diversas representaciones de la enfermedad en el mundo del cómic, un campo de estudio que, hasta tiempos recientes, apenas ha tenido repercusión académica. La autora relaciona la consolidación de la patografía gráfica con una nueva concepción del cómic como producto cultural e ilustra sus reflexiones con la mención de destacados exponentes del ámbito hispánico y de otras geografías. Tomando como referencia la obra Arrugas, de Paco Roca, revisa un extenso corpus de cómics españoles que tratan el tema de la salud y de los procesos 13
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patológicos desde múltiples perspectivas, si bien el componente autobiográfico suele ser recurrente. Ofrece así un exhaustivo repaso de publicaciones que, en la última década, demuestran la vigencia de este asunto en la novela gráfica de nuestro país. El resultado de todos estos estudios es un volumen colectivo que funciona a modo de telescopio. A través de él puede vislumbrarse una sugerente multitud de miradas a la literatura hispana, pero también el lector podrá levantar la vista del libro para observar nuevos cauces de investigación, puesto que la lectura constituye, en muchas ocasiones el comienzo de la escritura. Confiamos en que, en las páginas que siguen, se establezca ese fructífero diálogo con algunos de los nuevos horizontes de la crítica literaria hispánica, cerrando así una órbita que reúne lo visible y lo invisible. Los editores Ana Abello Verano Daniele Arciello Sergio Fernández Martínez
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SENDEROS EN PROSA
El término religio en las primeras traducciones del De Rerum Natura en España María López Castillo Universidad Autónoma de Madrid 1. Introducción: epicureísmo y Lucrecio En palabras de García Gual, podemos afirmar que «ningún otro filósofo de la Antigüedad ha sido tan calumniado como Epicuro el materialista, el hedonista, el negador de la inmortalidad del alma y de la providencia divina, y, por tanto, el enemigo de la religión y del Estado» (2013: 7). Sin lugar a duda, una de las corrientes filosóficas más controvertidas de la Antigüedad grecolatina ha sido el sistema desarrollado por Epicuro en el siglo iv a. C. Dicha doctrina, basada en un sistema físico atomista, defiende la búsqueda de la felicidad (eudaimonía) por medio de la obtención del placer (hedoné), evitando su contrario, el dolor (pónos), de manera racional y evitando los excesos. Su doctrina era, en muchos aspectos, contraria tanto a la religión pagana como al posterior cristianismo, puesto que, según Epicuro, la Naturaleza está regida por el azar, negando tanto la intervención divina como cualquier tipo de destino o fatalismo. Asimismo, el materialismo epicúreo niega la posibilidad de una vida después de la muerte, ya que sostiene que el «alma, que es corporal y un agregado de átomos sutiles, perece con el cuerpo —la “carne”— al que estaba unida» (García Gual, 2013: 179). Los testimonios originales de la doctrina de Epicuro son escasos, tres cartas y las Máximas Capitales, a pesar de haber sido un escritor prolijo —sus escritos ocupaban trescientos rollos de papiro, según cuenta Diógenes Laercio (X 26)—, hecho que podemos explicar por 17
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la controversia que generaba su doctrina. Por este motivo, una parte importante del conocimiento de su filosofía se lo debemos a testimonios de sus discípulos y otros autores posteriores. Entre estos, destaca la figura de Lucrecio, escritor romano del siglo i a. C., que en su poema épico-didáctico De rerum natura expone con verdadero fervor el sistema filosófico creado por Epicuro1, liberador de la humanidad frente a los crímenes de la religio (Lucrecio 1, 62-101). Poco sabemos sobre la vida de este autor, al margen de lo que podemos intuir a partir de su propia obra, siendo, en general, ignorado por los autores latinos2, a pesar de su influencia en poetas tan renombrados como Virgilio3. Un claro ejemplo de hasta qué punto la figura de Lucrecio y su maestro eran figuras controvertidas es el pasaje de las Crónicas de San Jerónimo, referidas al año 94-93 a. C.: «Titus Lucretius poeta nascitur, qui postea amatorio poculo in furorem versus, cum aliquot libros per intervalla insanniae conscripsisset, quos postea Cicero emendavit, propria se manu interfecit anno aetatis XLIV» (Pearse, 2005: a. Abr. 1923). Esta acusación de locura, causada por un filtro amoroso y posterior suicidio, han sido muy discutidos a lo largo de los años. Por un lado, debemos tener en cuenta que San Jerónimo escribe esta biografía casi cinco siglos después. Por otro, el hecho de que Lucrecio y, por tanto, Epicuro defiendan una doctrina enfrentada, no solo a la moral cristiana, sino, como ya hemos expuesto anteriormente, a la ideología pagana, dieron lugar a referencias más o menos maliciosas hacia este personaje. Esta supuesta inestabilidad mental permite a los detractores de Lucrecio afirmar que su obra es «una lucha contra fantasmas propia de una mente enferma» (Cascajero Garcés, 1984: 105). Sin embargo, al estudiar la obra lucreciana, no hay motivo para afirmar que esta sea fruto del desquiciamiento, tratándose de un poema bastante bien estructurado y muy coherente. 1 Lisi Bereterbide (1997: 97) explicaba la aportación del poeta latino de esta manera: «El escrito de Lucrecio, además de un gran valor literario, tiene una significación histórica de primera magnitud. No poseemos ningún otro testimonio de la actividad proselitista del epicureísmo en la antigüedad, puesto que el resumen de la doctrina contenido en Epístola a Heródoto del fundador de la escuela se dirige a los miembros y sólo tiene la función de catecismo intraescolar. Por ello, hay muchos conceptos sobreentendidos, premisas no demostradas, etc. Contrariamente, Lucrecio tenía que aclarar todos los presupuestos, exponer claramente todas las conclusiones, repetir las nociones básicas y, fundamentalmente, convencer por medio de la palabra y la elegancia en la expresión». 2 Con contadas excepciones: Cic. ad Q. fr. 2, 9 [10], 3; Ov. am. 1, 15, 23-24. 3 «Virgilio se coloca más bien en la tradición de Arato que en la de Lucrecio, pero emula la forma amplia creada por éste» (Albrecht, 1997: 1, 271).
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El término religio en las primeras traducciones del De Rerum Natura en España
2. La situación en España: los siglos xviii y xix Como consecuencia de lo dicho anteriormente, nos encontramos que la fortuna del poema lucreciano y del epicureísmo en la cultura occidental ha sido oscilante, a pesar de que encontremos influencias poéticas en autores contemporáneos y de épocas posteriores a él4. No hay duda de que Lucrecio fue una «autoridad literaria que ha pesado como pocas en la obra de autores más soportables, en principio, para mentes cristianas, como es el caso de Virgilio, pero que parece haber resultado un tanto incómoda de reconocer en la propia tradición literaria romana cuyas emanaciones religiosas y morales desafía» (De Carlos Villamarín, 2016: 269-270). Con todo, el De Rerum Natura y la doctrina de Epicuro pasaron de encontrarse al borde de la extinción durante la Edad Media a experimentar un redescubrimiento y admiración a partir del Renacimiento y la Ilustración, especialmente tras el hallazgo por parte del humanista Poggio Bracciolini (1417) de un manuscrito de la obra. Sin embargo, en España admirar esta doctrina seguirá siendo arriesgado durante los siglos siguientes, como veremos a continuación. En efecto, un poema que «pregona la salvación (e.e. la liberación del miedo) colocándola justamente en lo contrario de las religiones» (García Calvo, 1999: 17-18), tuvo dificultades a la hora de su difusión, debido a las posibles reacciones que la obra, cuyos presupuestos iban en contra de la ortodoxia católica, podía encontrar en un país marcado por la censura y el poder eclesiástico (García Armendáriz, 2002: 107). Un auctor damnatus como Lucrecio, difícilmente pudo entrar en España en el canon de poetas latinos aceptables para un sistema educativo eminentemente religioso y no lo encontraremos en las colecciones de fragmentos hasta 1847, con la Colección de trozos selectos de Literatura Latina y Castellana, vol. II de José María de Terradillos (Traver Vera, 2015: 7, nn. 3 y 4). A pesar de esta cautela en torno a la obra lucreciana, serán los siglos xviii y xix los que den lugar a una admiración no solo por el arte poético, sino también por su filosofía, de la mano de la Ilustración, puesto que esta corriente de pensamiento coincide en algunos objetivos 4 A pesar de sus opositores, la influencia de Lucrecio y el epicureísmo en la cultura occidental es notable. Prueba de ello es la admiración que esta doctrina ha despertado en pensadores como Thomas Jefferson, que en una de sus cartas (1819), se declaraba a sí mismo epicureísta, o la Tesis Doctoral defendida por K. Marx, Diferencia entre la filosofía de la Naturaleza en Demócrito y Epicuro (1841). Sobre la influencia de Lucrecio en Europa, consúltense Albrecht (2002) y Alfonsi (1978).
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con los del poema latino: el progreso del hombre, la libertad y la lucha contra la superstición, mediante el uso de la razón y el conocimiento. En estos siglos se alumbran las primeras traducciones al español del De Rerum Natura, aunque, sin duda, debía de leerse anteriormente en latín o en otros idiomas europeos, como el italiano, con la traducción de Marchetti, fechada entre 1664 y 1669. Este liberalismo emergente no supone la plena aceptación de la filosofía epicúrea ni una libertad total a la hora de leer a Lucrecio, pues se encontrará con la reacción del absolutismo monárquico, que dificultará su lectura y la difusión de sus ideas. Ya en el resto de Europa la doctrina de Epicuro se había visto enfrentada al conservadurismo5. No ha de sorprendernos, por tanto, que en nuestro país se conservaran solo tres manuscritos del De Rerum Natura, pertenecientes al siglo XV6, ni que tengamos que avanzar hasta el xviii para encontrarnos con la primera traducción —manuscrita— a nuestra lengua. En efecto, es en este momento, cuando las corrientes ideológicas de la Ilustración comienzan a calar en algunas de las mentes hispanas más liberales, en las que mayor interés despierta el poeta latino, ya no solo por su excelencia poética, sino también por su detallada explicación de la Física y la Ética epicúreas.
3. Las traducciones de Lucrecio Como hemos mencionado, la época de la Ilustración y el Romanticismo despertaron en la cultura el auge de corrientes materialistas y ateas, lo que favoreció la recuperación de la doctrina epicúrea —que, sin negar la existencia de la divinidad, propugnaba un ateísmo práctico— y, por tanto, la relectura del De Rerum Natura. Podemos poner de manifiesto este hecho con la presencia de dieciséis ediciones de Lucrecio, fechadas entre 1800 y 1850 en el catálogo de la British Library (García Armendáriz, 2002: 104), un número destacable, si tenemos en cuenta las dificultades que podía ocasionar su lectura, así 5 Sin ánimo de exhaustividad, podemos mencionar algunos hechos, como el ajusticiamiento del pensador Giordano Bruno (1548-1600), la prohibición del Duque Cosme III de Toscana (16421723) de enseñar la filosofía atomística en la Universidad de Pisa (Alfonsi, 1978: 310) o el poema Anti-Lucretius (1745) del Cardinal Polignac, como muestra de las reacciones adversas que generaba el epicureísmo y, en general, el enfrentamiento entre religión y ciencia durante estos siglos. 6 El Valetinus, de la Biblioteca General Universitaria de Valencia (ms. 506), el Matritensis, de la Biblioteca Nacional de Madrid (ms. 2885) y el Caesaraugustanus, de la Biblioteca del Cabildo Metropolitano de Zaragoza (ms. 637, Armario 11, nº de orden 36), que se creía perdido y que, sin embargo, ha aparecido recientemente en dicha Biblioteca (Traver Vera, 2011: 114-115; 2009: 203, 251-252).
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El término religio en las primeras traducciones del De Rerum Natura en España
como el hecho de no haber formado parte del canon, salvo excepciones muy puntuales (Traver Vera, 2009: 296-300), de autores latinos antiguos. En España, ya hemos mencionado los tres manuscritos documentados del texto lucreciano, mientras que la primera edición completa, con traducción al catalán, no aparecerá hasta 1923 de la mano de J. Balcells (Traver Vera, 1999: 461). Sin embargo, durante los siglos xviii y xix vamos a encontrar una serie de traducciones al castellano, manuscritas o fragmentarias, hasta que se imprimiese en 1892 la versión en prosa de Manuel Rodríguez-Navas. Esta carencia de ediciones y traducciones nos permite suponer los inconvenientes que la difusión de la obra podía encontrarse en un país marcado por el conservadurismo, la censura editorial y el poder de la Iglesia. Pasamos ahora a comentar las primeras traducciones del De Rerum Natura en España, especialmente desde el punto de vista léxico y haciendo hincapié en la carga ideológica que podemos encontrar en la elección de los términos castellanos. La primera traducción que encontramos en España del De Rerum Natura será la versión manuscrita de Santiago Sáez, rey de armas de su Majestad, fechada en 1785 (BNE, ms. 5828). Se trata de una traducción completa en prosa, aunque de escaso nivel literario, casi como un ensayo escolar, prosaica y sin grandes aspiraciones literarias, pero que tiene el mérito de ser la primera en lengua castellana (Traver Vera, 2009: 545). Aunque esta literalidad aporta pocos datos acerca de la ideología de su traductor, debemos destacar su prólogo (ff. I-II), pues Sáez añade un comentario acerca del De Rerum Natura, citando para ello al abate Noël Antoine Pluche y su obra La mécanique de langues et l’art de les enseigner (1751), donde, a pesar de defender la exquisitez del lenguaje y el arte poético de Lucrecio, se critica lo absurdo de su doctrina y su filosofía. Este tipo de justificaciones no van a ser extrañas en los lectores de Lucrecio, sean o no realmente afines a sus ideas, puesto que, debido a las posibles represalias que podía traer consigo la lectura de este autor, van a tratar de separar sus propias convicciones de las ideas de Lucrecio y Epicuro, apartándose de sus postulados heréticos (damnationes Lucretii. Véase Proserpi, 2004: 107111). La siguiente traducción del poema se la debemos, posiblemente7, al «Abate» Marchena, en 1791, que se mantuvo manuscrita y no se imprimiría hasta 1896, de mano del polígrafo Menéndez Pelayo, cuyas 7
Asencio Sánchez (2013: 420-422) pone en duda la autoría de Marchena para esta traducción.
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convicciones le alejaban tanto del autor latino, como de su traductor, pero que desarrolló también una extensa biografía sobre Marchena. En su VI libro de la Historia de los heterodoxos españoles, daría la siguiente descripción de nuestro traductor: «Tal fue Marchena, sabio inmundo y aborto lleno de talento, propagandista de impiedad con celo de misionero y de apóstol, corruptor de una gran parte de la juventud española por medio siglo largo, sectario intransigente y fanático, estético tímido y crítico arrojado, medianísimo poeta, acerado polemista político, prosador desigual, aunque firme y de bríos» (Menéndez Pelayo, 2018: 443). No es de extrañar, por tanto, que Marchena, político liberal y afrancesado, en el que «se concretaban las aspiraciones de todo un siglo, en el que los intelectuales españoles se atrevieron a criticar abiertamente la esterilidad de la escolástica universitaria, la intransigencia de la Inquisición y la lamentable situación social de un país empobrecido y decadente» (Traver Vera, 2009: 517), se vinculase profundamente con la ideología epicúrea y el liberador poema de Lucrecio. Este afrancesado nos presenta una traducción completa del De Rerum Natura en endecasílabos. Su versión, a pesar de las diferentes opiniones que ha generado respecto de su pericia como traductor y su arte poético, teniendo en cuenta que las ediciones actuales se basan en la de Menéndez Pelayo, quien tuvo la ocasión de emendare algunos pasajes (Traver Vera, 2009: 555), destaca por su entusiasmo, regalándonos algunos pasajes especialmente brillantes, en los que podemos comprobar su afinidad con el autor latino y su manera de entenderlo. En el siglo xix, encontramos noticias de traducciones perdidas o ilocalizables, como las de Antonio Llodrá y Javier de Burgos, ambas anteriores a 1812 y actualmente perdidas, o la versión manuscrita de Matías Sánchez de 1832, al parecer completa, que no hemos tenido oportunidad de consultar, pero que, según Traver Vera, está escrita en versos de rima libre, aunque de manera bastante prosaica (2009: 567). Por otro lado, en esta época surgirán también traducciones parciales, de las que conservamos, en primer lugar, la invocación a Venus con la que comienza el primer libro de De Rerum Natura de Alberto Lista, en concreto 1, 1-24, en endecasílabos sueltos, realizada en 1822. Este sevillano, sacerdote, matemático y poeta, tuvo que exiliarse por afrancesado y liberal en varias ocasiones, culpándosele, entre otras cosas, de pregonar ideas contrarias a la religión y al orden. Aunque 22
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el pasaje traducido por Lista tiene un carácter bastante inocente en cuanto a su carga ideológica —tanto que ha sido el más imitado no solo en la literatura, sino también en obras pictóricas, como la famosísima Primavera de Botticelli (1477-1478)—8, el hecho de traducir versos lucrecianos puede darnos muestra de la afinidad que el sacerdote sevillano podía tener con los preceptos de Lucrecio y Epicuro, mostrándonos de nuevo que es la ideología liberal e ilustrada la que redescubrirá el epicureísmo y dará impulso al De Rerum Natura. La siguiente versión española aparece en 1825 de la mano de Gabriel de Císcar y Císcar, militar de marina y científico, quien traduciría en sus Ensayos poéticos «algunos fragmentos de Tito Lucrecio en los cuales nada hay contra la religión ni contra la moral» (García Armendáriz, 2002: 109). Estos pasajes están traducidos en verso, utilizando la silva para reflejar los hexámetros dactílicos latinos, y pertenecen todos ellos a los dos primeros libros: 1, 1-58; 1, 63-102; 1, 251-305; 2, 1-10. Su moderada traducción, como veremos en relación al término religio, junto con la declaración que le acompaña, nos muestra su voluntad de no enfrentarse a la religión católica. Sin embargo, tanto los fragmentos elegidos, como el Poema físico-astronómico (1828) de Císcar, de inspiración declaradamente lucreciana (Herreros Tabernero, 1995: 282), nos muestran la admiración y conformidad del traductor con al menos algunos de los presupuestos científicos del epicureísmo. Hay que tener en cuenta que Císcar había sido desterrado a su Oliva natal a la vuelta de Fernando VII por sus ideas liberales, a pesar de haber defendido la causa del rey durante la Guerra de la Independencia, y posteriormente, tras el triunfo absolutista, tuvo que exiliarse a Gibraltar por su participación política durante el Trienio Liberal (1820-1823), lo que puede justificar esta voluntad de no escribir nada que pudiera causarle más problemas con la monarquía hispana. En 1876, Menéndez Pelayo incluiría en sus Estudios Poéticos (publicados en 1878) una traducción en verso de la invocación a Venus, que corresponden a los versos 1, 1-101. Una muestra del carácter y la profesionalidad en la vocación filológica de este autor que, como ya hemos comentado, también editó y publicó el texto de Marchena, es esta traducción, con la que intenta mantenerse lo más fiel posible al original latino, a pesar de su oposición ideológica con muchos de los preceptos del epicureísmo, siendo Menéndez Pelayo conservador y 8
Debió de inspirarse en Lucr. 1, 10-16 y, especialmente, en 5, 737-740.
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católico a ultranza. Sabe, por tanto, apreciar el arte poético de nuestro autor y separar sus ideas de las enseñanzas epicúreas transmitidas por Lucrecio, sin necesidad de manipular su traducción para suavizar el contenido del poema ni sus ataques a los «crímenes de la religión» (Lucr. 1, 80-101). Menéndez Pelayo, además, dedica un capítulo de su Bibliografía hispano-latina clásica a Lucrecio, recogiendo aquí todas las traducciones del poema de las que hemos hablado, excepto la de Santiago Sáez y la de Matías Sánchez (Menéndez Pelayo, 1952: 77-103). Finalmente, a finales del siglo xix, en 1892, se publicará la traducción completa en prosa del filólogo gaditano Manuel Rodríguez-Navas. Este autor republicano, de ideología krausista, se encuentra en un extremo ideológico opuesto a Marcelino Menéndez Pelayo. Las notas biográficas precedentes a su traducción nos muestran una comprensión muy actual de la filosofía epicúrea, declarando que lo que Lucrecio y Epicuro atacaban era la superstición y al paganismo de su época —y así lo refleja en su traducción—, puesto que, según entiende Rodríguez-Navas, «jamás negaron Lucrecio ni otro alguno de los fieles discípulos de Epicuro, la existencia de un Supremo Principio de todo ser, origen de toda realidad y fundamento de todo conocer» (1892: VI). Así, pues, la obra de Lucrecio no debe entenderse como una negación de la existencia de la divinidad, sino del culto a las divinidades paganas grecolatinas, así como tampoco incita al hedonismo exacerbado, como numerosos autores habían acusado anteriormente, por lo que la obra de Lucrecio no hace más que exponer con un altísimo genio poético los misterios de la Naturaleza9. Este tipo de interpretaciones, el hecho de no negar la existencia de la divinidad o una Ética que en algunos preceptos se ajusta bastante bien a la cristiana, es la que ha permitido su supervivencia a lo largo de los siglos, a pesar de lo herético que podían resultar sus postulados físicos y metafísicos, y dando lugar a su inesperada influencia en autores cristianos, como es el caso de Isidoro de Sevilla, puesto que se entiende que tienen un enemigo común, el paganismo y las prácticas religiosas de la civilización grecolatina (Carlos Villamarín, 2016: 270).
9 «Y mucho de lo que Lucrecio afirmó —la composición atómica y la porosidad de los cuerpos, las atracciones y repulsiones moleculares, la gravitación universal, la existencia de muchos mundos en el espacio infinito, las leyes constantes y eternas de la vida— probado está por la ciencia moderna» (Rodríguez-Navas, 1892: VI).
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