El último urogallo. Manuel A. González (coordinador). ISBN: 978-84-18490-12-5

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El último urogallo Manuel A. González (Coordinador)


El último urogallo / Manuel A. González (coordinador). – [León] : Universidad de León, Área de Publicaciones, [2021] 238 p. : fot. col. y bl. y n., il., gráf., tablas, mapas ; 22 x 22 cm Bibliogr.:p. 235-238 ISBN 978-84-18490-12-5 1.Urogallos-España-Cordillera Cantábrica. 2. Especies en peligro-España-Cordillera Cantábrica. I. Universidad de León. Área de Publicaciones. II. González, Manuel A., 598.261.77(234.1 Cantábrica) 502.172:598.261.77(234.1 Cantábrica) 598.261.77(234.1 Cantábrica):502.172 De acuerdo con el protocolo aprobado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de León, esta obra ha sido sometida al correspondiente informe por pares ciegos con resultado favorable. Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden reproducirse, registrarse o transmitirse, por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, fotoquímico, magnético o electroóptico, por fotocopia, grabación o cualquier otro, sin permiso previo por escrito de los titulares del copyright.

© Universidad de León. Área de Publicaciones. © Los Autores.

Edita: UNIVERSIDAD DE LEÓN. Área de Publicaciones Maquetación, diseño digital de la edición, composición y tratamiento de imágenes: Juan Luis Hernansanz Rubio Fotografía de portada: Daniel Fernández Fotografía de contraportada: Manuel A. González Logo urogallo: Almudena Revilla ISBN: 978-84-18490-12-5 Depósito legal: LE-125-2021 Imprime: Artes Gráficas EUJOA Impreso en España / Printed in Spain Abril, 2021


A Marcu Robles, cuya inmensurable pasión por el ‘gallo’ ha sido motor para que, en tiempos de pandemia, whatsapp, instagram y facebook, este libro no haya caído en el olvido. ‘El último urogallo’ es tuyo.


Foto: Gerardo González


De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria. Jorge Luis Borges Cuando estoy en el bosque, el gobierno es invisible. Henry D. Thoreau La estupidez individual se puede remediar, la estupidez institucional es mucho más resistente al cambio. Noam Chomski


Foto: Fernando Gonzalo


Índice Prólogo............................................................................................................................................................................ 11 Presentación.................................................................................................................................................................. 13 Capítulo 1: Descubrir al urogallo. Francisco J. Purroy........................................................................................ 15 Capítulo 2: Marcando urogallos. Vicente Ena..................................................................................................... 25 Capítulo 3: En pos del gallo. Rafael de Garnica.................................................................................................... 37 Capítulo 4: En los extremos de su distribución. Emilio de la Calzada.............................................................. 67 Capítulo 5: Vivencias en el Alto Sil leonés. Luis Fernández............................................................................... 91 Capítulo 6: Divulgación y voluntariado. Javier Purroy.....................................................................................109 Capítulo 7: Los gallos de monte. Manuel A. González......................................................................................119 Capítulo 8: Censo de urogallos en España. Francisco J. Purroy.......................................................................133 Capítulo 9: Andanzas tras el feisán. Benito Fuertes...........................................................................................137 Capítulo 10: El hábitat del urogallo. Mario Quevedo y María José Bañuelos.................................................145 Capítulo 11: Salta la alarma en Galicia. Luis Costa.............................................................................................145 Capítulo 12: ¿Son los predadores tan malos como los pintan? María Cano.....................................................171 Capítulo 13: ¿Para qué contar urogallos? María Morán-Luis.............................................................................181 Capítulo 14: Historias de un folívoro en un bosque caducifolio. Beatriz Blanco-Fontao................................195 Capítulo 15: La singularidad del urogallo cantábrico. Rolando Rodríguez-Muñoz.......................................205 Capítulo 16: Esos gallos locos. Alberto Fernández-Gil........................................................................................215 Epílogo...........................................................................................................................................................................219 Bibliografía recomendada.......................................................................................................................................237


Foto: Gerardo González


Prólogo

En el curso 2018-19 nuestra Facultad, antes de Biología y hoy de Ciencias Biológicas y Ambientales, ha conmemorado con numerosos actos y actividades el 50 aniversario del comienzo de los estudios de Biología en León, que se iniciaron cuando aún no existía nuestra Universidad y se dependía de la Universidad de Oviedo. Han sido 50 años trasmitiendo conocimientos y dotando de habilidades a miles de alumnos, pero los conocimientos en este tiempo han aumentado exponencialmente y los docentes hemos tenido que adquirir nuevas y, a veces, sofisticadas habilidades, para mantenernos al día y cumplir adecuadamente con nuestra función transmisora. Sin embargo, hay algo mucho más importante que, con nuestro ejemplo, tenemos que inculcar a los alumnos en su proceso formativo y es ACTITUD (disposición de ánimo). Partiendo de la base de que la Ciencia investiga lo invisible, todos los científicos aprendemos que el progreso no es una línea recta, que es imposible tenerlo todo siempre bajo control, que no podemos cambiar aquello que no podemos controlar, y que, bajo este supuesto, por mucho que nos angustiemos el resultado va a ser siempre el mismo. Por eso, sabemos que alcanzar el éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo; es decir, manteniendo una actitud positiva. El libro que van a leer a continuación es el mejor colofón que podíamos ofrecer para celebrar nuestro cincuentenario y conmemorar el cuarenta aniversario del reconocimiento legal de la profesión de Biólogo (BOE del 10 de enero de 1981, Ley 75/1980 de 26 de diciembre de 1980). En primer lugar, porque es un claro ejemplo de que ser biólogo, ser un estudioso de los seres vivos y de todo lo que les rodea, es algo más que una profesión; es, sin lugar a dudas, una forma de vida. Y también, porque las experiencias particulares narradas por los autores, la mayoría antiguos profesores y alumnos de nuestra Facultad, son un manifiesto de nuestras señas de identidad, pues nos aportan los conocimientos, las habilidades y las dosis de actitud positiva, que han adquirido o necesitado para estudiar a uno de los iconos de nuestra fauna, el urogallo cantábrico.

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Espero y deseo, por los que vienen detrás y, sobre todo, por el propio animal, que el título de este libro no sea premonitorio y que el urogallo cantábrico nos siga y les siga acompañando en el futuro. Porque me gustaría que las generaciones venideras pudieran tener experiencias como la que personalmente viví, acompañando a Pancho Purroy, allá por los años 80, en un bosque cerca de Fasgar y después de una accidentada ascensión nocturna hasta el cantadero, para sólo poder escuchar a una hembra (que contestó al reclamo de Pancho) e intuir (que no ver) a un macho, pero la experiencia ha quedado grabada en mi memoria. Muchos lectores se preguntarán si mereció la pena el esfuerzo para casi nada, otros pensarán que ha sido un fracaso, pero se equivocan; porque muchas veces, en la vida en general y en nuestra profesión en particular, hay que aprender a disfrutar de la trama más que del desenlace. Los biólogos somos/vivimos así. Antonio J. Laborda

Foto: Gerardo González 12

Prólogo. Antonio J. Laborda

Decano de la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales. Universidad de León


Presentación La historia del urogallo cantábrico contada a través de los ojos de un heterodoxo grupo de biólogos y gentes camperas

En algún momento de sus vidas, los autores de este libro han dedicado horas de trabajo a profundizar en el conocimiento del urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus). Algunos de los aquí firmantes fueron los pioneros en su estudio y han estado, desde los años 70 del siglo pasado hasta hoy, alertando sobre la dramática situación en la que esta subespecie se encontraba y se encuentra. Ya nadie pone en duda aquellos estudios, y desde 2018 el urogallo cantábrico está catalogado como “En Peligro Crítico”, por ser uno de los animales ibéricos que corre mayor riesgo de desaparación a corto plazo. Como en las demás profesiones de ciencias, los biólogos tenemos la tendencia, casi natural, de definir con raros tecnicismos aquello que pretendemos estudiar. En la Universidad nos enseñan que dominar una ciencia es en gran parte dominar su lenguaje, lo que tiene fundamentalmente una finalidad e infinidad de consecuencias. La finalidad es la búsqueda de la máxima objetividad en base al método científico, con el fin de obtener resultados contrastables y revisables, en este caso, por otros biólogos. Las consecuencias son muchas: los biólogos tendemos a formar grupúsculos sociales aislados, en los que la comunicación interna fluye (el emisor emite un mensaje, a menudo incluyendo latín antiguo, del tipo de -¡eh! acabo de ver un Lophophanes cristatus- y el mensaje es comprendido por el receptor). Pero fuera de ese grupúsculo social el resto de la humanidad no entiende lo que queremos transmitir y nos ven como bichos raros o, en el mejor de los casos, ecologistas bonachones. El lenguaje científico nos organiza y complace profesionalmente, pero resulta infumable para la mayor parte de la sociedad. Si desde las altas esferas universitarias se promueve y alardea de la ciencia como motor social del cambio, no nos queda otra que escribir y comunicar de manera que el lector no biólogo nos comprenda sin desfallecer en el intento. De aquí en adelante, ese es el objetivo de este libro: comunicar ciencia de forma comprensible para todos. Aunque el lector verá constantemente nuestra deformación profesional en el uso cotidiano de la clasificación lineana de las especies, tan occidental, tan ordenada, tan universal y tan inútil para comunicarse con el resto de la sociedad… Es este el precio que tendrán que pagar por leer los ensayos de biólogos, bichos raros y bonachones ecologistas. Se mezclarán ciencia, curiosidades y anécdotas, con ironía, sátira, sarcasmo e incluso con objetiva seriedad, con el fin de hacer el tema tratado más digerible. Habrá también algún guiño difícil de comprender para aquellos que no sientan la conservación de la naturaleza como una forma de vida. Habrá penas y habrá alegrías. 13


Con esta atípica colaboración entre un heterodoxo y nutrido elenco de biólogas, biólogos y gentes camperas, pretendemos mostrar al lector la apasionante historia del urogallo cantábrico, desde los primeros estudios hasta la dramática situación actual.

Ojalá sirva este libro para que el urogallo cantábrico nunca caiga en el olvido pase lo que pase en el futuro. Ojalá que todos los lectores, al terminar esta lectura, descubran que la conservación del urogallo cantábrico implica mucho más que su sola conservación. Amigo lector, ¡buena suerte, fuerza, ánimo y adelante! Este libro no te dejará indiferente. Manuel A. González Dr. en Biología por la Universidad de León Coordinador de la edición

Foto: Benito Fuertes 14

La historia del urogallo cantábrico contada a través de los ojos de un grupo de biólogos y gentes camperas. Manuel A. González

Tendrá el lector que disculpar la mala calidad de algunas de las fotografías, que se han incluido conscientemente en este libro por su enorme valor documental e histórico. Algunas de ellas muestran urogallos cantábricos donde ya no existen, otras los tristes años de la caza de trofeos, y algunas muestran escenas casi imposibles de observar, y menos de fotografiar, en la abrupta Cordillera Cantábrica. Sus autores las han cedido desinteresadamente para su uso en este libro. ¡Gracias por tantas horas de monte, por tanta paciencia y por tanta pasión por inmortalizar momentos inolvidables!


Capítulo 1. Descubrir al urogallo Francisco J. Purroy (Pamplona, 1946)

Catedrático de Zoología de la Universidad de León

Mis andanzas pajareras empezaron a profesionalizarse al realizar la tesis doctoral con una beca del Instituto de Zoología José de Acosta, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, bajo la dirección del profesor Francisco Bernis. El tema a investigar fue el de las aves de los bosques de los Pirineos y me puse a la labor, jinete en una moto Augusta MV, recorriendo los valles pirenaicos y alojándome en las fondas de los pueblos. Desde Roncesvalles hasta Camprodón, desde los encinares y quejigales basales

Fig. 1. Cabeza de urogallo macho (Foto: Desmond Dugan)

a los pinares altimontanos, el Pirineo constituyó mi gran área de trabajo. A primeros de mayo recalé en el valle del Cinqueta, en Gistaín, famoso años más tarde por la caravana de mujeres que acudió en busca de pareja, entre los tiones solteros de la localidad. Hablando con un pastor de ovejas me comentó que, en lo alto de los montes, entre los últimos pinos, solía ver algún “pavo” a finales de verano, volando desde las arandaneras a refugiarse en lo espeso. Tenía previsto hacer un censo de aves en el pinar negro (Pinus uncinata), a más de 1.800 metros de altitud, por encima del más denso y alto pinar albar (Pinus sylvestris) y, a las dos de la mañana, dejando la moto (apodada La Conrada) en un bar de Puente la Reina, donde paraba a comer bocadillos de chistorra, empecé la ascensión desde la aldea de Saravillo hacia La Cazanía, cresta forestal atisbada en la lejanía. El inicio de la caminata coincidió con una tormenta que descargó un rayo que convirtió un pino silvestre en una sombrilla de astillas y produjo en mi paraguas un resplandor como el del fuego de San Telmo. 15


zo ¡Qué errados estaban los que me comentaron la fuerza y alcance del canto del gallo de bosque!, más parecido al del agateador norteño que al de otras aves más grandes. Tanto es así, que un rato más tarde, al rayar el alba, los cantos de los petirrojos (Erithacus rubecola), carboneros garrapinos (Periparus ater) y mirlos capiblancos (Turdus torquatus) en el pinar, y el de las alondras (Alauda arvensis) en el pastizal de la tasca alpina, taparon la jerigonza discreta del urogallo, el gran “pavo” de los bosques de Aragón. La jornada fue pletórica pues logré oír y ver a otros dos gallos. Por eso, el pinar de La Cazanía, lindante con el valle de Benasque, será siempre para mí una foresta de leyenda, refugio de los grandes gallos de origen boreal que viven frugalmente alimentándose de acículas de pino

Fig. 2. Urogallo escocés en celo (Foto: Desmond Dugan) 16

Descubrir al urogallo. Francisco J. Purroy

Afortunadamente encalmó y, a las seis, ya me encontraba en el bosque de pinos negros, con su sotobosque de rododendros (Rhododendron ferrugineum), enebros rastreros (Juniperus communis subsp. nana) y alfombras de uva de oso (Arctostaphyllus uva-ursi). Quieto, atento a los rumores, esperaba oír un canto que me habían dicho que se oía a distancia, bastante fuerte dada la corpulencia de la galliforme. A pesar de mis esfuerzos, salvo el ulular distante de unos cárabos (Strix aluco), no lograba escuchar ningún sonido reconocible hasta que, de repente, me llamó la atención un enigmático y fino siseo y un “toc” aislado desde lo alto de un pino puntiseco. Al aproximarme, apercibí en la penumbra la silueta de una gran ave corpulenta, con las alas algo caídas y la cola desplegada, que repetía el siseante y débil canturreo que termina en lo que parece un tapona-


y resisten las grandes nevadas y hielos sin descender a los bajos más abrigados. En los resultados de mi tesis, el urogallo ya aparece como una de las aves típicas del pinar negro, aunque más adelante también pude observarlo en el hayedo (Fagus sylvatica) con abeto blanco (Abies alba) en varios parajes del valle de Arán. El bautismo del urogallo, refugiado de la taiga en las montañas frías ibéricas, se había realizado con éxito.

EL ÚLTIMO UROGALLO. Capítulo 1

Hacia la pequeña gran Cordillera El Museo Nacional de Ciencias Naturales me dio la oportunidad de conocer a Javier Castroviejo, experto mundial del urogallo. En su tesis doctoral examina la variedad de esta especie y describe la subespecie cantábrica, la de menor tamaño y más piquicorta, habitante de los bosques frondosos de la Cordillera Cantábrica. Sus estudios de campo ocurrieron en los Ancares lucenses, donde la “pita do monte”, nuestro protagonista, resiste al invierno a base de ingerir las coriáceas hojas del acebo (Ilex aquifolium). Fue el primero en describir en español las diferentes estrofas del canto masculino, empezando por el repiqueteo o refilo -sucesión de” tic-ap” - “ticap”-, seguido de la seguidilla – la fase de siseo algo acelerada- y terminando con el taponazo, el ruido final que recuerda la salida del tapón de una botella de champán. También describió detalladamente la subespecie pirenaica, Tetrao urogallus aquitanicus, igualmente de menor talla y peso que la subespecie nominal, cuyo macho tiene el buche más verdoso que el del cantábrico, más azulino y mantel plateado.

Javier Castroviejo, futuro Director de la Estación Biológica de Doñana, mantuvo una red de recogida de restos animales (cráneos, estómagos y vísceras) entre los taxidermistas de media España, cuyos bidones de formol y muestras llenaban varias salas y atrajeron a muchos estudiantes, posteriormente famosos como Miguel Delibes de Castro y Jesús Garzón, para analizar dietas y características de especies tan variadas como el lince ibérico (Lynx pardinus), el lobo ibérico (Canis lupus signatus), el meloncillo (Herpestes ichneumon) o el búho real (Bubo bubo), entre otras. Javier, también se hizo popular entre los conservacionistas por acudir a los montes de Cervantes a impedir una cacería primaveral de urogallo protagonizada por Manuel Fraga Iribarne, a la sazón ministro de interior, el de la calle es mía, al que lograron espantar a gritos el gallo que se pavoneaba en el cantadero. En los años ochenta, mi presencia en la Universidad de León como catedrático de Zoología me llevó con frecuencia a los bosques de Riaño y Mampodre, en variados viajes ornitológicos. La guardería de las reservas de caza estaba encantada por el auge de la población de urogallos, que fue pasando de cantaderos con uno o dos machos a efectivos de media docena o más, en los “picaderos” situados en puntos sobresalientes como Collado Barreyo, Collado la Vieja o Valleja Verde. Allí aprendí, de guardas de caza como Abilio Canal, Manolo, Santos y Enrique Díaz-Caneja, el arte de imitar los cloqueos de la gallina para que el macho que canta en el árbol se tire al suelo y empiece a saltar redoblando su cántico de celo. En el año 1982, bajo los auspicios del ICONA, se llevó a cabo el primer censo completo del urogallo cantábrico. Los zoólogos de León, junto con la 17


Fig. 3. Hayedos cantábricos en Picos de Europa con el pico Urriellu a la izquierda (Foto: Beatriz Blanco-Fontao)

Uno de los chascarrillos más sonados lo viví en Palacios del Sil. Había quedado con el guarda forestal de la zona, Antonio Pérez, para visitar el cantadero vecino a Braña D’Urria. A medida que nos dirigíamos al enclave, observé a distancia, el haz de una linterna que parecía encaminarse al mismo sector. Le digo al guarda: -¿No será algún furtivo que sube al cantadero? -Ni hablar, que los tengo a todos totalmente controlados. Ya en el punto, sin escuchar el canto, inicié mi costumbre de cloquear con la boca y, para nuestra 18

sorpresa, observamos a un hombre que, escopeta en mano, se acercaba sigiloso. La cara de Antonio era un poema y no tuvo más remedio que detenerlo, identificarlo y quitarle el arma. El sujeto se quejaba amargamente -con la de gente que sube aquí a cazar el ‘gallo’ y van y me pillan a mí-. En fin, que el desarrollo del conteo fue explícito en constatar que el furtivismo seguía existiendo por los montes lacianiegos. Sí que notamos, en otros cantaderos de la zona de Villablino y Rioscuro, que donde había furtivismo la actividad de los gallos era muy tímida y esquiva, con poco canto, a veces solo el repiqueteo inicial, y muy atentos a cualquier ruido inusual en el monte, volando ladera abajo al mínimo rumor extraño. Otro de los censadores que nos dejó estupefactos fue Ovidio García, tallista artesano de madera en Matalavilla, reconocido por sus obras de arte de

Descubrir al urogallo. Francisco J. Purroy

guardería, visitamos de finales de abril a primeros de junio las zonas conocidas como cantaderos, desde Brañosera y la Sierra del Brezo, en Palencia, hasta Laciana y los Ancares leoneses.


Salta la alarma en Galicia. Luis Costa

Fig. 8a. Perfil de vegetación del estrato arbustivo (50-200 cm) en el hábitat general disponible, en la figura izquierda, y en el efectivamente ocupado por urogallos en 1996, en la derecha (Gráfico: Luis Costa) 166


Fig. 14. Panorámica del Valle de Degaña. (Foto: María Morán-Luis)

grandes obras e infraestructuras; en definitiva, evitar las molestias que sabemos que son limitantes en la ocupación del urogallo cantábrico. Si en la actualidad no se puede llegar a garantizar la supervivencia de los últimos urogallos que quedan en la Cordillera, cualquier intento de reintroducción o reforzamiento de la población, independientemente de su procedencia, estarían abocados al fracaso. También se debería considerar la historia evolutiva que ha dado lugar a la distribución del urogallo por Eurasia, una homogenización de la especie podría acabar provocando la perdida de las adaptaciones locales que presentan las poblaciones en los límites de distribución.

Estos cientos de individuos son el reducto de su distribución y nos ofrecen la oportunidad de poder conservar a este endemismo. Muy a mi pesar creo que va a ser la última, pero en nuestras manos está utilizar los datos disponibles, poner de acuerdo a todos los sectores involucrados en su conservación y no dejarla pasar.

Fig. 15. Hábitat óptimo para el período de incubación del urogallo cantábrico (Foto: Mario Quevedo) 194

¿Para qué contar urogallos? Últimos métodos de censo. María Morán-Luis

Fig. 13. Recogiendo muestras en campo para los estudios (Foto: María Morán-Luis)


EL ÚLTIMO UROGALLO. Capítulo 14

Fig. 4. Representación del nicho trófico de hembras (izq.) y machos (drcha.) de urogallos. La diversidad que encontramos en la dieta de las hembras es mayor a base de estrategias diferentes para cada individuo. Por el contrario, para los machos la diversidad es menor, aunque su diversidad individual es mayor y similar entre individuos (Gráfico: Beatriz Blanco-Fontao)

en los abedulares, y repiten cada año. Parece que aquí sí, el tipo de árbol que forma el bosque es importante. Concluimos que los urogallos muestran una alta fidelidad por los sitios de muda. En este punto de nuestra investigación, el urogallo, aquí y tal y como los datos nos lo pintaban, había dejado de ser ese gran especialista de bosques maduros, que prefiere las coníferas, se alimenta de

Fig. 5. Recogiendo plumas de muda junto a una arandanera (Foto: Beatriz Blanco-Fontao)

ellas mayoritariamente, utiliza los árboles para posaderos invernales y tiene una dieta bastante homogénea. Nuestro dibujo mental del urogallo cantábrico se empezó a situar más cerca de un ave que encuentra su hábitat en los bosques caducifolios de la Cordillera Cantábrica, maduros pero heterogéneos, dónde las l.leras, las zonas arbustivas del límite superior del bosque e incluso los rodales más jóvenes juegan un papel importante, más allá de las zonas más maduras de los bosques propias de los cantaderos del celo. Todos los tipos de bosque le valen, tanto donde predominan las hayas, como los robles albares y los melojos, o los abedules, siempre y cuando la extensión del bosque sea grande y cada mancha forestal esté cerca o conectada con el próximo bosque cercano. Además, a nuestros gallos les gusta, o quizás no les queda más remedio, alimentarse mientras apeonan (caminan) de especies herbáceas o arbustivas que aparecen en los estratos inferiores de los bosques. La dieta es, pues, muy diversa. Tampoco pasan largos periodos en árboles-posadero. De manera que debemos añadir esta diferenciación ecológica de la población cantábrica a las diferenciaciones genética y morfológica 199


EL ÚLTIMO UROGALLO. Capítulo 15

llevarse a cabo si se justificase la necesidad de un rescate genético, en caso de detectarse la existencia de depresión por endogamia. En esta situación, el éxito dependería en primer término de la elección de la población donante siguiendo criterios de similitud, tanto genética como ecológica. Desgraciadamente no disponemos de información sobre cómo se relacionan entre ellos los urogallos de ambos linajes en aquellas poblaciones en que los dos están presentes de manera natural. Estudiar estas relaciones para saber si comparten los mismos hábitats, si se reproducen entre sí y cuál es el resultado de esta hibridación, aportaría información muy valiosa a la hora de tomar decisiones que impliquen el intercambio de ejemplares entre diferentes poblaciones. Fig. 7. La caza ha contribuido de manera importante a la desaparición del urogallo en mucho enclaves europeos. La imagen corresponde a una cacería de 5 urogallos por un ministro franquista y sus hijos en Liébana, 1969 (Foto: Archivo de Marcu Robles)

el hábitat de la población receptora. Un posible problema adicional es la introducción de enfermedades de las que la población donante sea portadora y a las que la población objeto del rescate no sea resistente. En estos casos se pueden producir epidemias que aceleren la desaparición de la población amenazada en lugar de favorecer su recuperación. En el caso del urogallo cantábrico, la existencia de dos unidades evolutivas diferentes y la propia singularidad de la población son factores que deben estar en la base de cualquier plan de recuperación. La introducción de aves de otra población sólo debería

Fig. 8. Urogallo loco de Boeza (Foto: Benito Fuertes)

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