EPIGRAFÍA. Valladolid (siglos X-XV). Francisco Javier Molina de la Torre

Page 1



Valladolid (siglos X-XV)

Â



INSTITUTO DE ESTUDIOS MEDIEVALES CORPUS INSCRIPTIONUM HISPANIAE MEDIAEVALIUM

Valladolid (siglos X-XV) Vol. 3

Francisco Javier Molina de la Torre

2017

Â


Molina de la Torre, Francisco J. Valladolid (siglos X-XV) / Francisco Javier Molina de la Torre. – [León] : Universidad de León, 2017 366 p. : tablas, gráf., fot. bl. y n. ; 31 cm. – (Corpus inscriptionum Hispaniae mediaevalium ; v. 3) Índices. – Bibliogr.: p. 91-110. – En la port.: Instituto de Estudios Medievales ISBN 978-84-9773-899-6 1. Inscripciones-España-Valladolid (Provincia)-Siglo 10º-15º. I. Universidad de León. II. Instituto de Estudios Medievales (León). III. Título, IV. Serie 003.071(460.185)"09/14" De acuerdo con el protocolo aprobado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de León, esta obra ha sido sometida al correspondiente informe por pares con resultado favorable.

Este trabajo fue realizado en el marco de una Beca del Programa Nacional de Formación de Profesorado Universitario (Nº Ref. AP2007-03550), de acuerdo con la convocatoria publicada en el Boletín Oficial del Estado del 17 de noviembre de 2007 (BOE-A-2007-19843) y la resolución publicada el 5 de julio de 2008 (BOE-A-2008-13026). La beca se prolongó durante 48 meses, desde el 1 de agosto de 2008 hasta el 31 de julio de 2012. Este trabajo es fruto de los estudios realizados para la defensa de la Tesis Doctoral «Epigrafía medieval y moderna en la provincia de Valladolid (987-1556)», dirigida por el profesor Dr. D. José Manuel Ruiz Asencio, la cual obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado de la Universidad de Valladolid en el curso 2012-2013. Este libro se publica en el marco del proyecto de investigación Corpus Inscriptionum Hispaniae Mediaevalium (PRPHAR2016-76310-R), concedido por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, del que es investigadora principal la Dra. D.ª María Encarnación Martín López, profesora titular de la Universidad de León.

© UNIVERSIDAD DE LEÓN I.S.B.N.: 978-84-9773-899-6 Depósito Legal: LE-335-2017 Imprime: Kadmos Impreso en España / Printed in Spain


Contenido

Presentación ................................................................................................................................................................9 Agradecimientos .......................................................................................................................................................12 Siglas y abreviaturas .................................................................................................................................................13 La epigrafía medieval en la provincia de Valladolid ................................................................................................15 La epigrafia a la luz de la teoría de la comunicación ................................................................................................27 El epígrafe.................................................................................................................................................................45 Fuentes y bibliografía ...............................................................................................................................................91 Introducción al corpus de inscripciones..................................................................................................................111 Corpus de inscripciones ..........................................................................................................................................113 Corpus fotográfico ..................................................................................................................................................277 Índices del corpus de inscripciones ........................................................................................................................353 Consideraciones finales ..........................................................................................................................................361 Índice general .........................................................................................................................................................365

7



Presentación

Salvo muy contadas excepciones, los epígrafes medievales no han sido objetos de monografías científicas hasta tiempos recientes, sino que constituían por lo general un elemento complementario, aunque constante, en los libros de Historia de la Edad Moderna. Catedrales, monasterios, iglesias y ermitas conocieron de esta forma la divulgación de parte de su patrimonio epigráfico. Podemos citar como ejemplo las muchas inscripciones con que los agustinos Flórez y Risco sembraron los volúmenes de la España Sagrada. Y no fueron la ciudad y provincia de Valladolid las menos atendidas por los estudiosos. Ya en el siglo XVIII el erudito Rafael Floranes recogió todas las inscripciones de la ciudad del Pisuerga en un manuscrito que, por desgracia, ha permanecido inédito. También son dignos de anotar el libro de Ortega Rubio sobre Los pueblos de Valladolid (1895), y, como obra más importante, el Catálogo monumental de la provincia de Valladolid, iniciado en 1959. Pero hemos de señalar inmediatamente que la tarea de lectura de las viejas inscripciones fue llevada a cabo por historiadores o historiadores del arte y no por epigrafistas especializados en la Edad Media. En la época en que estamos viviendo se ha impuesto la idea de que las inscripciones deben ser abordadas por epigrafistas cualificados y agrupadas todas las de una institución, una ciudad o una división administrativa del país. Una clara referencia tenemos en la intensa labor llevada a cabo por epigrafistas franceses, encabezados por Robert Favreau, para ofrecernos un catálogo muy bien elaborado de las inscripciones de los distintos departamentos franceses. En esta línea, en España sobresale el Corpus Inscriptionum Hispaniae Mediaevalium concebido y desarrollado por mi discípulo, colega y amigo Vicente García Lobo, cuyo interés sobre los textos escritos sobre piedra ya se puso de manifiesto en la edición de las inscripciones de San Miguel de Escalada (1982), obra que sigue la trayectoria científica de nuestro común maestro don Tomás Marín. Ha contado además con la activa colaboración de su discípula Encarnación Martín López, Profesora Titular de la Universidad de León y autora de varias monografías relevantes, como el conjunto epigráfico de la Catedral leonesa. Aunque están a la espera de ser publicadas varias obras más, por ahora han conocido la luz las de las provincias de Zamora (1997), Segovia (2000), Burgos (2015), Salamanca (2017), todas ellas inicialmente emprendidas como tesis doctorales. En la Universidad de Valladolid, cuando alguien nos traía alguna inscripción nueva para su lectura, solíamos reunirnos los miembros del Área de Ciencias y Técnicas Historiográficas para resolver dudas y establecer el texto definitivo. Ahora nos limitamos a remitir al visitante y pieza de estudio a Francisco Javier Molina de la Torre, el autor de este libro, al que consideramos nuestro máximo especialista en epigrafía medieval. Francisco Molina se incorporó algo tarde a la vida universitaria española, tras una larga estancia en los Estados Unidos de América. Su medio de vida eran las traducciones a español de obras escritas en inglés o latín sobre todo de materia teológica. Hizo una brillante carrera de Historia, con muy buenas calificaciones, que le permitieron optar por una beca FPU del Ministerio

9


VALLADOLID (SIGLOS X-XV)

de cuatro años de duración (2008-2012). De Norteamérica había traído un excelente conocimiento de latín, básico en nuestros estudios, aparte del dominio hablado de la lengua inglesa, con acento californiano. En el año 2007, terminada la carrera, se presentó un día en mi despacho diciendo que quería hacer la tesis de doctorado bajo mi dirección, apuntando que los temas epigráficos le interesaban y mucho también los de época visigoda. Una nueva edición de las Inscripciones visigodas, mejorando y ampliando la clásica obra de monseñor Vives (1942), era un tema atrayente, incluso para mí. Pero le propuse un título que tenía mayor urgencia: los epígrafes medievales y modernos de la ciudad y provincia de Valladolid, tarea que siempre entendí conectada con el Corpus de García Lobo y Martín López. En realidad era una tesis fallida, una más de las que no llegan a puerto en la Universidad española, porque la doctoranda, al no obtener beca, tuvo que incorporarse al mundo laboral. Molina desarrolló desde el primer año una intensa y programada actividad, centrada inicialmente en la lectura de la bibliografía y en recorrer todos los lugares de la provincia donde hubiera noticia de la existencia de una inscripción. Lo hemos visto a bordo de un viejo Seat Toledo, regalo del padre, con el que hizo unos 80.000 km viajando por toda la geografía vallisoletana. En más de una ocasión tuvo que repetir las visitas a determinados monumentos cuando en la primera vez no se pudieron hacer las fotografías y mediciones porque no aparecía la llave del inmueble, faltaba la electricidad, había que mejorar la imagen aprovechando la luz solar, etc. Iba siempre provisto de una carta de presentación del Obispado, para que los sacerdotes vieran que se trataba de una persona honesta y le prestaran ayuda en la tesis doctoral. Con el tiempo ha ido adquiriendo habilidades de tramoyista, electricista y fotógrafo: el coche iba cargado en las jornadas de trabajo de escaleras retráctiles, cables de alargaderas, trípode, pértiga, todo ello presidido de una cámara fotográfica Fuji, antigua pero excelente, con la que se han obtenido las buenas fotografías que componen esta obra. Por razón de volumen, la tesis hubo de detenerse en 1556, el año del inicio del reinado de Felipe II (fueron en total 437 epígrafes, de los que se han extraído los 260 de época medieval para la presente publicación), pero el acopio de los materiales, transcripción del epígrafe y estudio se ha llevado hasta el año 1800. La tesis recibió la máxima calificación y fue merecedora del Premio extraordinario de Doctorado de la Universidad y también el Primer Premio de Investigación de la Excelentísima Diputación de Valladolid. He de apuntar que el método de la obra es el compartido por todos los epigrafistas europeos: fotografía, descripción de la pieza, tamaño incluido de las letras, tipo de escritura, texto visible, transcripción completa poniendo en cursiva lo abreviado y traducción. Pero este libro presenta además un complemento muy importante, no exigible a este tipo de trabajo y del que no abundan los casos: la obtención de datos sobre los personajes que aparecen en las inscripciones –en especial las funerarias– en los ricos archivos de Valladolid: General de Simancas, Chancillería de Valladolid, Histórico provincial, catedralicio y diocesano. Como era previsible, ha sido tarea lenta, a la que se han dedicado muchas horas de búsqueda, pero los resultados son gratificantes porque iluminan la vida de los personajes que figuran en los textos epigráficos.

10


PRESENTACIÓN

En la tesis doctoral los epígrafes iban divididos según los municipios de la provincia y en éstos siguiendo el orden cronológico. Era un sistema muy cómodo si deseabas tener toda la información referida a cada uno de los pueblos, pero ha tenido que ser adaptado a la normativa del Corpus Inscriptionum en la que prevalece la ordenación según los años. Con el auxilio de los índices, el lector interesado puede averiguar cuáles son las inscripciones de cada localidad. El número más considerable procede, como era de esperar, de Valladolid ciudad (85), seguido de Tordesillas (30), para pasar a un grupo en los que las piezas conservadas solo alcanzan la docena (Medina del Campo, Mayorga, Villalón, Valbuena, Peñafiel, etc.) para ir luego decreciendo. Aunque la búsqueda de los epígrafes en libros y sobre el terreno ha querido ser exhaustiva, es evidente que han de ir apareciendo nuevos ejemplares, para cuya lectura y datación, si se estimara necesaria, se puede contar con la ayuda desinteresada del autor de este libro. Paralela al trabajo de la tesis y de algún otro que no procede mencionar, Francisco Molina lleva a cabo en la Universidad una intensa labor como docente de Paleografía, con fama de excelente profesor. Todos los miembros del Área, yo el primero, estamos seguros de su prometedor futuro en la vida universitaria. Por añadidura esas virtudes suyas de talento y capacidad de trabajo se complementan con ese carácter excelente que nos hace decir de quien lo tiene que es una buena persona. José Manuel Ruiz Asencio Marzo 2017

11


Agradecimientos

En primer lugar, quiero manifestar mi gratitud a todos los miembros del área de Ciencias y Técnicas Historiográficas, con quienes he compartido mi vida durante este tiempo y con quienes quizá –y ojalá– tenga la suerte de compartirla más años. A don José Manuel Ruiz Asencio, mi director, que a lo largo de este periodo ha sido un verdadero maestro, en las letras y en la vida, y que con su infatigable trabajo es inspiración para quienes nos adentramos en este mundo. A Irene, Marta y Mauricio... vuestra bondad y dedicación son, sin duda, luz en nuestra facultad. Gracias por tantos detalles… «si se escribieran uno por uno, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran». Y también a quienes están trabajando en sus respectivas tesis, a Noemí, María José y Víctor. Gracias por vuestra ayuda y ánimo en vuestra tarea. También quiero dar las gracias a los profesores de los distintos departamentos de la Facultad de Filosofía y Letras que a lo largo de los años me han inculcado el amor por la historia y en estos últimos días me han prestado su ayuda desinteresada para terminar este proyecto. Realizar un trabajo en el que hay que entrar en más de quinientos edificios exige de muchas llaves. Quiero dar las gracias a quienes me han abierto la puerta de todos ellos, tanto literal como figuradamente. A D. José Luis Velasco Martínez, Delegado de Patrimonio de la Archidiócesis de Valladolid, quien desde el comienzo hasta el final ha colaborado en todo lo necesario y nos ha facilitado el contacto con párrocos, directores de museos, etc. A todos los sacerdotes, párrocos o vicarios, con quienes he tenido ocasión de compartir ideas, experiencias, etc., por su disponibilidad para atenderme en todo momento. A todas las personas que me han esperado para abrirme la puerta de la iglesia, han sujetado la escalera, me han ayudado a acarrear bártulos desde el coche a la iglesia, etc., por toda su labor silenciosa no puedo sino estar agradecido. Igualmente quiero dar las gracias al personal de los archivos que he visitado por su profesionalidad y su amabilidad a la hora de brindarme el apoyo necesario. Quiero expresar también mi agradecimiento a Ediciones Sígueme, a su director, Eduardo Ayuso, y a su director de publicaciones, Carlos Arnanz. Y, a través de ellos, a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, quienes me formaron en mi juventud y, de un modo u otro, me han sostenido a lo largo de tantos años. No puedo olvidar a mis amigos de la Facultad de Filosofía y Letras. A quienes conocí cuando empecé los estudios de Historia y cuya amistad ha perdurado años después de concluir; en especial a Héctor y Noe, y a Lidia, amiga y madrina. Asimismo, a los «becarios» –ya casi todos ex-becarios– con quienes, en torno a un café, he arreglado el mundo una y mil veces. A David, Germán, Javi, Jorge, Marcos, Teo y Vicky. Por último, he de manifestar mi gratitud a toda mi familia. A mis padres y hermanos. Suyo es el coche que me ha llevado por toda la geografía vallisoletana, de modo que sin su ayuda –no solo esa, por supuesto– esta obra jamás habría sido posible. A Deima, mi mujer, por todo el tiempo robado, por toda la ayuda prestada, por todo el amor entregado. A Diego, que en su sillita de paseo ha recorrido conmigo muchos de los pueblos de Valladolid, primero buscando columpios y luego ya copiando las letras que veía en las piedras. Y a la pequeña Belén, que nació cuando ya estaba metido entre piedras y ahora comienza a entrar en el maravilloso mundo de las letras.

12


Siglas y abreviaturas

1. PUBLICACIONES AEA AEArq BRAH BSEAA BSCE

Archivo Español de Arte Archivo Español de Arqueología Boletín de la Real Academia de la Historia Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones

BSEE CLA DHEE PITTM

Boletín de la Sociedad Española de Excursiones Codices Latini Antiquiores Diccionario de Historia Eclesiástica de España Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses

2. ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS ACA ACL ACVa ADipVa AGDVa AGI AGS AHDLe AHN

AHPVa

Archivo de la Corona de Aragón Archivo de la Catedral de León Archivo de la Catedral de Valladolid Archivo de la Diputación Provincial de Valladolid Archivo General Diocesano de Valladolid Archivo General de Indias Archivo General de Simancas Archivo Histórico Diocesano de León Archivo Histórico Nacional

AMVa ARChVa AUVa BN RAH RGS

Archivo Histórico Provincial de Valladolid Archivo Municipal de Valladolid Archivo de la Real Chancillería de Valladolid Archivo de la Universidad de Valladolid Biblioteca Nacional Real Academia de la Historia Registro General del Sello

3. OTRAS ABREVIATURAS AA.VV. c. / ca. cap. coord. dir. doc. ed. f. / ff. f. s. ibid. id.

Autores varios circa capítulo coordinador director documento edición, editor folio / folios fines de siglo ibidem idem

lám. leg. lib. m.s. nº. p. / pp. p.s. s. vid. vol.

13

lámina legajo libro mediados de siglo número página / páginas principios de siglo siglo vide volumen



La epigrafía medieval en la provincia de Valladolid

La dimensión publicitaria de las inscripciones. Goméz Moreno, en respuesta al discurso de Navascués en su ingreso en la Real Academia de la Historia, afirma que los elementos que caracterizan a la inscripción son «publicidad, solemnidad y perduración»9. Aunque el estudioso granadino no desarrollará esta intuición, la importancia del aspecto publicitario va a ser recogido por sucesivos epigrafistas: Robert, Susini, Favreau, García Lobo... En este sentido son esclarecedoras las palabras de este último, quien ha afirmado que la inscripción es «el medio de comunicación publicitaria» por excelencia, único hasta la aparición de la moderna publicidad a partir de la difusión de la imprenta10. La epigrafía en relación con la diplomática. Es también García Lobo quien ha puesto de relieve los vínculos existentes entre ambas disciplinas. «Entiendo que no son pocos los puntos de contacto, al menos por analogía, entre la inscripción y el documento»11. Entre esas similitudes, el catedrático leonés señala la génesis de la inscripción, en la que, a su juicio, intervienen –al igual que en los documentos– un autor, un destinatario y un rogatario, así como las fórmulas que a veces aparecen en el texto del epígrafe12 y la tradición, que permite distinguir entre originales y copias. La epigrafía y la semiótica. Ya en la respuesta de Prosdocimi a la encuesta sobre epigrafía y paleografía de Petrucci13 encontramos cierta insistencia en lo que él llama la «semiologia del testo». En la misma línea se han manifestado López Barja14 y Jordán Lorenzo15,

1. En torno al concepto de epigrafía

Entre la brevísima definición de epigrafía que Cagnat ofrecía en 18851 y la reflexión mucho más articulada que, por ejemplo, Ramírez Sanchez incluye en su estudio sobre el concepto de epigrafía2 se ha producido un cambio de perspectiva notable. En estas páginas vamos a contemplar brevemente algunos de los momentos más destacados en esa transformación3. La epigrafía como ciencia auxiliar. Durante la primera mitad del siglo XX la epigrafía se concebía como una disciplina auxiliar de la historia, gracias a la cual se complementaba lo que encontramos en las páginas de los autores antiguos. El manual de epigrafía clásica en español más conocido, el de Batlle Huguet, así lo recogía al decir que esta disciplina «enseña a leer y descifrar las inscripciones, a interpretarlas y a deducir de ellas las enseñanzas y datos que contienen; enseñanzas y datos que pueden ser de carácter histórico, jurídico, geográfico, gramatical, etc. De ahí su importancia a pesar de ser una ciencia subsidiaria»4. La epigrafía en relación con la paleografía. Mallon, tras reconocer que los epigrafistas no prestan la suficiente atención a la escritura en sí de las inscripciones, insiste en «la unión global, total e íntima de la paleografía de las inscripciones con lo que se supone que es la paleografía ‘propiamente dicha’»5. En la misma idea abundará Navascués6, quien además plantea la necesidad de incluir en el estudio epigráfico a los elementos externos de las inscripciones7. Este tema fue objeto de un particular estudio por parte de Petrucci, quien planteó la relación entre ambas a un nutrido grupo de estudiosos8.

9

J. M.ª NAVASCUÉS Y DE JUAN, El concepto de la epigrafía, p. 93. V. GARCÍA LOBO, Los medios de comunicación social en la Edad Media, León 1991; ÍD., «La catedral de León, centro de producción publicitaria», en: J. J. YARZA LUACES – M.ª V. HERRÁEZ ORTEGA – G. BOTO VARELA (coords.), Congreso Internacional «La Catedral de León en la Edad Media», León 2004, p. 59. 11 V. GARCÍA LOBO – E. MARTÍN LÓPEZ, De epigrafía medieval. Introducción y Álbum, León 1995, p. 19. 12 S. DOMÍNGUEZ SÁNCHEZ, «Las fórmulas diplomáticas latinas en epigrafía», Documenta & Instrumenta, 6 (2008), pp. 179-200; N. RODRÍGUEZ SUÁREZ, «Fórmulas diplomáticas en las inscripciones medievales redactadas en romance», Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia medieval, 22 (2009), pp. 301-329. 13 A. PETRUCCI, «Epigrafia e Paleografia. Inchiesta sui rapporti fra due discipline», p. 289. 14 P. LÓPEZ BARJA, Epigrafía latina, Santiago de Compostela 1993, p. 17. 15 A. JORDÁN LORENZO, «Epigrafía y labor colegial de la Augustalidad en la Penísula Ibérica»: Arys, 6 (2003-2005), pp. 109-123; ÍD., «Algunos condicionantes estructurales a la disposición epigráfica en la ciudad romana hispana», en: J. ANDREU PINTADO – J. CABRERO PIQUERO – I. RODÀ DE LLANZA 10

1

R. CAGNAT, Cours d’épigraphie latine, Paris 1885, p. XIII. M. RAMÍREZ SÁNCHEZ, «El concepto de epigrafía. Consideraciones sobre la necesidad de su ampliación, cincuenta años después», Signo, 15 (2005), pp. 55-56. 3 Para un análisis más amplio sobre el interés por inscripciones desde la antigüedad y la evolución de la ciencia en el último siglo y medio, vid. F. J. MOLINA DE LA TORRE, Epigrafía medieval y moderna en la provincia de Valladolid (987-1556), tesis de la Universidad de Valladolid, 2013, pp. 20-34, accesible en <http://uvadoc.uva.es/handle/10324/2961>. 4 P. BATLLE HUGUET, Epigrafía latina, Barcelona 1946, p. 1. 5 J. MALLON, Paléographie romaine, Madrid 1952, p. III. 6 J. M.ª NAVASCUÉS Y DE JUAN, El concepto de la epigrafía, Madrid 1953, p. 77. 7 Ibíd., p. 67. 8 A. PETRUCCI, «Epigrafia e Paleografia. Inchiesta sui rapporti fra due discipline», Scrittura e Civiltà, 5 (1981), pp. 265-312. 2

15


VALLADOLID (SIGLOS X-XV)

aunque sus trabajos apenas ofrecen indicaciones teóricas respecto al modo de llevar a cabo un análisis integral del epígrafe desde una perspectiva semiológica. En cualquier caso, como nos recuerda Debiais, es preciso recurrir a la semiótica a fin de «considerar cada documento como una unidad compleja compuesta de aspectos de diversa naturaleza», permitiendo «contemplar todos los aspectos de la inscripción (de los datos formales al contenido textual), reunir las conclusiones derivadas de muy diversas disciplinas (historia textual, lingüística, paleografía, diplomática, heráldica, historia del arte y de la arquitectura, iconografía…) y presentar un objeto intelectual único»16. La epigrafía y la comunicación. La noción de «comunicación» ha entrado en el campo de los estudios medievales a finales de la década de 1970 y paulatinamente ha ido ampliando el campo de su análisis, desde la comunicación no escrita hasta un ámbito más amplio que incluye cuestiones de oralidad, literalidad, ritual y otras17. Dentro de esa ampliación hay que considerar algunos estudios relativos a la comunicación por medio de las inscripciones. El trabajo más sobresaliente es el realizado por Vincent Debiais en su Messages de pierre, donde trata de «incluir las inscripciones en un estudio más general de la comunicación publicitaria a fines de la Edad Media»18. Para ello divide su obra en tres grandes bloques (ver, leer e interpretar), analizando desde los aspectos visuales de las inscripciones, pasando por el contenido del mensaje y los destinatarios y público potenciales, hasta las funciones conmemorativas o regulativas del epígrafe. Ese mismo interés por la comunicación guía la tesina de Laura Guerra, quien pretende «investigar los aspectos comunicativos de la producción, interpretación y uso de objetos muebles inscritos» y para ello «considera el tipo de lite que exhiben y los estudia en relación con el contexto en el que fueron elaborados, remitiendo a la posible reacción de los destinatarios a los que pretendía dirigirse y de los destinatarios posteriores secundarios»19. Nuestra propuesta de lectura de las inscripciones medievales ha de inscribirse dentro de esta visión de la epigrafía como un medio de comunicación, haciendo uso de las

modernas teorías de la comunicación para interpretar los epígrafes. La epigrafía y las nuevas tecnologías de la información. En el momento actual la ciencia epigráfica no puede sino estar íntimamente vinculada a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Ya desde las décadas de 1970 y 1980 se estaban dando pasos en esta dirección20, si bien ha sido el desarrollo de las bases de datos relacionales y de internet el que ha permitido enormes avances, sobre todo en el mundo de la epigrafía clásica. Más lentos son los progresos en el ámbito de la epigrafía medieval, donde contamos con el Deutsche Inschriften Online21 y el Celtic Inscribed Stones Project desarrollado por el Departamento de Historia y del Instituto de Arqueología del University College de Londres. En cualquier caso, a la luz de las múltiples aventuras fracasadas que se encuentran al navegar por la red, se impone la necesidad de coordinar los esfuerzos22. 2. La provincia de Valladolid a lo largo de la Edad Media Sin duda resulta anacrónico hablar de la provincia de Valladolid durante la Edad Media, cuando aún no se habían establecido los límites provinciales actuales. Por razones prácticas, en cualquier caso, emplearemos esta expresión para referirnos a un territorio que otrora estaba repartido entre distintas ciudades, comunidades de villa y tierra, señoríos laicos, órdenes religiosas, etc. El marco cronológico del presente estudio lo determinan dos fechas simbólicas (711-1500). La primera corresponde a la entrada de las huestes musulmanas en el territorio de la península ibérica, poniendo fin a lo que podemos denominar «antigüedad tardía», que englobaría los últimos siglos de dominación romana y la época en que se instalaron en estas tierras diversos pueblos bárbaros. La segunda fecha (1500) marca el final del siglo XV y, por tanto, nos servirá como fecha

20

Lo logrado hasta entonces y las posibilidades que se percibían quedan plasmadas en artículos como A. BRESSON, «Épigraphie et informatique. Les perspectives d’une banque de données», Brises, 15 (1989), pp. 48-53; A. BIELMAN – P. DUCREY – R. FREI-STOLBA, «Épigraphie et informatique», Epigraphica, 53 (1991), pp. 275-278. 21 El objetivo último del proyecto, tal como declara la página web (www.inschriften.net), es la digitalización y oferta online de todos los volúmenes de la colección Deutsche Inschriften. La labor técnica se fundamenta en las bases de datos ya elaboradas en Mainz y Greifswald, las cuales han tenido una primera expresión en el proyecto dedicado a la zona del Rhin medio y Hunsrück (Inschriften Mittelrhein-Hunsrück -IMH). 22 Un panorama general del tema en el mundo español lo presenta M. RAMÍREZ SÁNCHEZ, «Recursos de epigrafía y numismática en Internet: balance actual y perspectivas en España», Boletín Millares Carlo, 22 (2003), pp. 275-301.

(coords.), Hispania: las provincias hispanas en el mundo romano, Tarragona 2009, pp. 125-138 16 V. DEBIAIS, Messages de pierre. La lecture des inscriptions dans la communication médiévale (XIIIe-XIVe siècle), Turnhout 2009, pp. 25-26. 17 M. MOSTERT, «New Approaches to Medieval Communication?», en: M. MOSTERT (ed.), New Approaches to Medieval Communication, Turnhout 1999, pp. 15-37. 18 Ibíd., p. 26. 19 L. Guerra, Inscriptions and Communication in Anglo-Saxon England (AD-600-900), tesina de la universidad de Utrecht http://es.scribd.com/doc/126712697/Inscriptions-andCommunication-in-Anglo-Saxon-England-AD-600-900-byLaura-Guerra-2008 (última consulta: 9 de enero de 2017).

16


LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID

expedición contra ella28. Debido a las sucesivas campañas de Almanzor va a desaparecer todo rastro de vida en la zona y no será hasta bien entrado el siglo XI cuando se produzca la repoblación definitiva de la provincia de Valladolid29. La situación va a cambiar radicalmente a partir de la segunda mitad del siglo XI, sobre todo con la toma de Toledo por parte de Alfonso VI en 1085. De esta manera, una zona que anteriormente había servido de frontera entre el mundo cristiano y el musulmán deja de ser campo de conflictos entre estos dos poderes. El traslado de la frontera hacia el sur va a venir acompañado del establecimiento de una red de poblaciones allende el Duero que controla un amplio espacio. En el actual territorio de la provincia vallisoletana encontramos núcleos como Íscar y Portillo. Además, en este periodo se sitúa la labor repobladora del conde Pedro Ansúrez en la ciudad de Valladolid, al cual se le va a atribuir una importante política de construcciones en nuestra urbe30: iglesia de Santa María de la Antigua, colegiata de Santa María, puente mayor, hospital de Esgueva, etc. La conquista de Toledo, tal como dice A. Rucquoi, coloca «a la villa del Esgueva a mitad de camino entre la antigua capital política, León, y la de los visigodos que acababa de conquistar y poblar Alfonso VI»31. No obstante, la compleja situación que se vive durante el siglo XII vuelve a situar el territorio vallisoletano como zona fronteriza, ahora entre los reinos de León y de Castilla, dando lugar a la edificación de una serie de fortalezas a lo largo de una línea situada al oeste de la provincia: Tiedra, Urueña, Villavellid, etc., en algunas de las cuales quedan inscripciones medievales. Para Valladolid esto va a tener una importancia trascendental y determinará el desarrollo futuro de la villa:

convencional para concluir nuestro estudio de la epigrafía vallisoletana en la Edad Media. Muy escasos son los datos que conocemos acerca de los primeros siglos de dominio musulmán. La tesis de Sánchez Albornoz sobre la total despoblación de la zona del Duero23 ha sido posteriormente matizada y rebatida24. Ciertamente la población debía ser escasa y ello facilitó el asentamiento de algunos grupos bereberes en puntos estratégicos (Simancas, Íscar, Portillo, etc.) y en otros núcleos de la provincia (cuya toponimia revela esa presencia25). A lo largo del siglo X se atestigua una incipiente actividad repobladora, centrada sobre todo en Simancas, punto estratégico en la confluencia de los ríos Duero y Pisuerga. Existen noticias de Cabezón, otro enclave defensivo de gran importancia, y de Tordesillas. A estos siglos han de adscribirse, además, una serie de pequeños monasterios, como los de San Román de Hornija, San Cipriano de Mazote y Santa María de Wamba, los cuales nos han dejado algunos restos de carácter epigráfico. También se conservan restos mozárabes en la iglesia de Santa María del Castillo de Trigueros del Valle. Tal vez algo anterior sea la repoblación de importantes enclaves de Tierra de Campos, como Medina de Rioseco, Villalón de Campos o Villavicencio26. A la luz de la documentación –tanto latina como árabe– de la batalla de Simancas del 939, es posible deducir que para aquel entonces se había repoblado buena parte del territorio localizado entre el Duero y el Sistema Central, aunque la población se concentraba en la zona más próxima al río, en torno a los castillos de Íscar, Portillo, Simancas y probablemente Peñafiel (en manos de los Banu Gómez). La importancia de Simancas en esos momentos explica por qué se convirtió –de forma efímera– en sede episcopal poco después de la batalla del mismo nombre27 y por qué en el año 983 Almanzor preparó meticulosamente una

En la segunda mitad del siglo XII, la situación geográfica de la villa del Esgueva y la coyuntura política la han convertido en una encrucijada política y militar en los confines de León, de Castilla y de las regiones de

23

C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Despoblación y repoblación del valle del Duero, Buenos Aires 1966. 24 I. MARTÍN VISO – Á. BARRIOS GARCÍA, «Reflexiones sobre el poblamiento rural altomedieval en el norte de la Península Ibérica», Studia Historica. Historia Medieval, 18-19 (20002001), pp. 53-83; J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, Sociedad y organización del espacio en la España medieval, Valencia 2004, p. 277. 25 J. M. RUIZ ASENCIO, «La provincia de Valladolid en la Alta Edad Media», en: AA.VV., Historia de Valladolid II. Valladolid Medieval, Valladolid 1980, pp. 23-31. 26 Ibíd., pp. 15-19. 27 C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, «El obispado de Simancas», en: Miscelánea de estudios históricos, León 1970, pp. 381-404; A. QUINTANA PRIETO, El obispado de Astorga en los siglos IX y X, Astorga 1968, pp. 13-14; D. MANSILLA REOYO, «Simancas», en: Q. ALDEA VAQUERO – T. MARÍN MARTÍNEZ – J. VIVES GATELL (eds.), DHEE, vol. 4, Madrid 1975, p. 2480; J M. RUIZ ASENCIO, La provincia de Valladolid en la Alta Edad Media, pp. 33-36.

28

Sobre esta campaña, vid. J. M. RUIZ ASENCIO, «La provincia de Valladolid en la Alta Edad Media», pp. 40-42; ÍD., «Campañas de Almanzor contra el Reino de León (981-986)», Anuario de Estudios Medievales, 5 (1968), pp. 50-52. 29 Sobre la repoblación en el siglo XI, vid. J. M. RUIZ ASENCIO, «La provincia de Valladolid en la Alta Edad Media», pp. 46-63. 30 Poseemos un testimonio epigráfico de época moderna que describe la acción del conde en Valladolid. Se trata de las dos tablas de madera colocadas sobre su sepulcro, conocidas ya por Antolínez de Burgos en el siglo XVI, donde se dice: «Este gran conde excelente / hizo la iglesia mayor, / y dotóla largamente: / el Antigua y la gran puente, / que son obras de valor. / San Nicolás, y otras tales, / que son obras bien reales,/ según por ellas se prueva. / Dejó el hospital de Esgueva / con otros dos hospitales». 31 A. RUCQUOI, Valladolid en la Edad Media. Vol. 1. Génesis de un poder, Valladolid 1997, pp. 59-61.

17


VALLADOLID (SIGLOS X-XV)

extrema Durii, papel que ya había desempeñado un siglo antes entre los reinos cristiano y musulmán. Este papel político-militar se ve naturalmente reforzado por un papel comercial. A lo largo de la segunda mitad del siglo XI (sic), Valladolid se encuentra a mitad de camino entre la zona económicamente desarrollada del Camino francés y las principales ciudades musulmanas32.

de modo que los arciprestazgos de Villalar y Villavellid-Villardefrades estaban incluidos en el arcedianato de Toro. La diócesis de Salamanca se extendía por las tierras de Medina, donde se encontraba el arciprestazgo de Medina del Campo. La diócesis de Ávila ocupaba la zona en torno a Olmedo, que era cabeza del arcedianato homónimo. Finalmente, a la diócesis de Segovia pertenecía una parte de la zona meridional de la provincia, donde estaban enclavados los arciprestazgos de Íscar, Alcazarén y Mojados. La ausencia de sede episcopal y de catedral en Valladolid, en cualquier caso, no la privó de un poder eclesiástico fuerte. La colegiata de Santa María36, fundada –como dijimos– por el conde Ansúrez, va a jugar un papel destacado en virtud de su sujeción directa a la Santa Sede, de modo que era inmune frente al poder real, frente a los poderes laicos locales y frente al obispo de Palencia, pese a los intentos de esta sede de someter bajo su férula a la colegiata. La importancia de la institución vallisoletana se pondrá de manifiesto a partir de 1124, cuando se convierta en sede de algunos concilios nacionales37. Las sucesivas construcciones del edificio nos han privado de gran parte de la riqueza epigráfica que conservaba entre sus muros, quedando escasos testimonios en las pocas capillas que nos han llegado de época medieval, destacando entre ellas las de San Clemente (donde se conservan algunos testimonios epigráficos en piedra) y la de Santa Cecilia (hoy almacén), que en su decoración pictórica incluye un texto. No obstante, la colegiata no va a ser el único poder eclesiástico que va a instalarse en la provincia de Valladolid. Desde los más primitivos cenobios mozárabes o incluso visigodos a los que hacíamos alusión previamente, pasando por los grandes monasterios cistercienses (Santa María de Valbuena, Santa María de Palazuelos, San Pedro de la Espina, Santa María de Matallana) y premostratenses (Santa María de Retuerta) a los más modernos jerónimos (Nuestra Señora de la Mejorada, Nuestra Señora de Armedilla o Nuestra Señora de Aniago), la provincia de Valladolid fue hogar de numerosos y bien dotados monasterios38. En

Pese a esa situación privilegiada, Valladolid no va a lograr convertirse en sede episcopal hasta finales del siglo XVI, cuando –a instancias de Felipe II– el Papa Clemente VIII promulgue la bula Pro excellenti creando la diócesis33. Por ello, a lo largo de toda la Edad Media, el territorio de la actual provincia de Valladolid se dividía entre los diversos obispados que lo circundaban34. Así pues, a la diócesis de León correspondía la zona más septentrional de la actual provincia. En el arcedianato de Mayorga se hallaban los arciprestazgos de Mayorga y de Aguilar de Campos, mientras que al arcedianato de Cea pertenecía el arciprestazgo de Villalón. También el arcedianato de Valderas incluía parte de la actual provincia de Valladolid, concretamente la zona en torno a Villafrechós, Morales de Campos y Barcial de la Loma. Era la diócesis de Palencia la que ocupaba la mayor parte del territorio vallisoletano. En ella nos encontramos con el arcedianato del Alcor (que incluía bajo su jurisdicción los arciprestazgos de Urueña, Simancas, Torrelobatón y Tordesillas), el arcedianato de Campos (con los arciprestazgos de Medina de Rioseco y Tordehumos), el arcedianato de Cerrato (incluyendo los arciprestazgos de Peñafiel y Portillo) y la vicaría de Tudela de Duero. Asimismo, como veremos, la relación entre la colegiata de Santa María de Valladolid y el obispado de Palencia fue motivo de incesantes querellas y conflictos, los cuales nos han dejado incluso testimonios epigráficos35. El resto de la provincia se encontraba mucho más dividido entre otras diócesis limítrofes. De este modo, la diócesis de Zamora tenía jurisdicción sobre una pequeña zona del extremo occidental de la provincia, 32

Ibíd., p. 61. Respecto a los distintos intentos de convertir la capital vallisoletana en diócesis, vid. A. CABEZA RODRÍGUEZ, «La difícil creación del obispado», en: T. EGIDO LÓPEZ (ed.), Historia de la diócesis de Valladolid, Valladolid 1996, pp. 6196; T. EGIDO LÓPEZ (coord.), Historia de las diócesis españolas. Palencia, Valladolid, Segovia, Madrid 2004, pp. 257-260. 34 Al respecto, vid. J. SÁNCHEZ HERRERO, Las diócesis del Reino de León, León 1978; J. SÁNCHEZ HERRERO – M.ª R. LÓPEZ BAHAMONDE, «La geografía eclesiástica en León y Castilla. Siglos XIII al XVI», en: El pasado histórico de Castilla y León. Vol. 1. Edad Media, Salamanca 1984, pp. 295-313. 35 En la parroquia de la Magdalena de Valladolid se halla el epitafio de don Sanctomé, donde se menciona una batalla «en defensa de la jurisdicción de esta abadía con el obispo de Palencia». Aunque se refiere a acciones sucedidas en la Edad Media, la inscripción procede de época moderna (no 42). 33

36

Sobre la colegiata, vid. A. RUCQUOI, «Fundación y evolución de la Abadía de Santa María de la Mayor de Valladolid», en: El pasado histórico de Castilla y León. Vol. 1, Burgos 1983, pp. 429-440; ÍD., «Ciudad e Iglesia: La Colegiata de Valladolid en la Edad Media», En la España Medieval, 1 (1986), pp. 961-984; M.ª Á. RODRÍGUEZ PEQUEÑO, La Colegiata de Santa María de Valladolid en la Edad Media, tesis doctoral inédita, Valladolid 1990. 37 Al respecto, vid. V. RODRÍGUEZ VALENCIA, «Valladolid, Archidiócesis de», en: DHEE, vol. 4, p. 2706. 38 La bibliografía sobre los monasterios vallisoletanos es muy amplia. Simplemente llamamos la atención sobre el pionero estudio de F. ANTÓN CASASECA, Monasterios medievales de la provincia de Valladolid, 2ª ed., Valladolid 1942; y el magistral

18


LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID

aquellos momentos además van a fundarse en la ciudad importantes conventos, tanto masculinos como femeninos, que –junto con la red de parroquias39, ya muy amplia en el siglo XIII– tendrán gran relevancia en la vida urbana, como sucede con San Pablo, San Francisco, Santa Clara, etc., muchos de los cuales, sin embargo, fueron objeto de las diversas desamortizaciones del siglo XIX y no han llegado a nosotros (o lo han hecho con muchas alteraciones en su estructura y configuración original), perdiéndose un enorme patrimonio epigráfico del que únicamente tenemos noticia en testimonios literarios. La creciente importancia de Valladolid a lo largo del periodo medieval se percibe también en la presencia del rey en la ciudad. En Valladolid se celebrarán las bodas de Alfonso VII con Rica de Polonia (1151), las bodas de Alfonso IX con Berenguela (1197), así como la proclamación de Fernando III como rey (1217). Probablemente, estas estancias se deban a la situación estratégica que mencionamos anteriormente, aunque Rucquoi también señala que su extensión facilitaba el asentamiento de un importante séquito junto al monarca40. Además, ello conlleva la existencia de una serie de construcciones para su alojamiento, las cuales fueron cambiando de ubicación a lo largo de los siglos: el alcázar viejo en la zona del actual San Benito, el palacio junto a la Magdalena, etc. A partir del reinado de Sancho IV la importancia de Valladolid crece exponencialmente, pues en ella van a residir los futuros monarcas Fernando IV y Alfonso XI durante su minoría de edad junto a María de Molina, su madre y abuela respectivamente. Esta intensa relación del monarca con la ciudad la va a colmar de privilegios y le va a conceder dominio sobre un sinfín de localidades de los alrededores, extendiéndose su señorío incluso hasta Tudela y Portillo. El cambio de dinastía tras la guerra entre Pedro I y Enrique II no conllevará una importante pérdida de relevancia para la villa del Pisuerga. Sin embargo, los grandes protagonistas de la política no van a ser exclusivamente los monarcas, sino sobre todo las familias aristocráticas que han llegado al poder con la nueva dinastía y que paulatinamente coparán la mayoría de cargos administrativos. Estas familias –recién llegadas por así decirlo– van a estar en el origen

de buena parte de la producción epigráfica vallisoletana del siglo XV, no sólo en la ciudad, sino también en los pueblos del entorno donde van a construir o a renovar residencias palaciegas (Simancas, Portillo, Trigueros del Valle, Torrelobatón, Curiel, etc.). A finales del siglo XIV, Valladolid va a convertirse en la villa donde reside gran parte del tiempo la Corte y donde se ubicará definitivamente la Chancillería41. Esta y la universidad van a ser dos motores destacados en la vida vallisoletana42, y de ello nos van a quedar también algunos testimonios en la epigrafía. Resumiendo, el número de inscripciones llegado a nosotros de época alto y pleno medieval en la provincia de Valladolid es bastante limitado. Algunos factores ya los hemos indicado. Por un lado, el tardío desarrollo de esta zona (fundamentalmente a partir del siglo XI) supone que apenas encontremos epígrafes de época anterior. En segundo lugar, la ausencia de catedral, que, en palabras de García Lobo, era un «centro de producción publicitaria»43, supone sin duda alguna la realización de un menor número de epígrafes. En tercer lugar, la riqueza de la que va a disfrutar la provincia especialmente a partir de los siglos XV y XVI conllevará la destrucción de los primitivos edificios medievales y la construcción de nuevos templos y palacios acordes con los nuevos tiempos, lo que sin duda supuso la desaparición de la mayor parte de las inscripciones que las viejas iglesias albergaban y la elaboración de nuevos epígrafes que en algunos casos sí han llegado a nosotros. Asimismo, el impacto de las desamortizaciones del siglo XIX será severo y conllevará la ruina de numerosos edificios (especialmente los monasterios de la provincia) y de gran parte de lo que custodiaban en su interior. Por último, no hemos de olvidar los devastadores efectos del desarrollo urbano de la ciudad de Valladolid a mediados del siglo XX, que supondrá la pérdida de un buen número de casonas nobles de época bajomedieval y altomoderna44. 41

Respecto a los inicios de la Chancillería, vid. G. MARCILLA SAPELA, Origen y memoria de la Chancillería de Valladolid, Valladolid 1893; M.ª S. MARTÍN POSTIGO, Historia del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Valladolid 1979; M.ª A. VARONA GARCÍA, La Chancillería de Valladolid en el reinado de los Reyes Católicos, Valladolid 1981; S. ARRIBAS GONZÁLEZ – A. M.ª FEIJOO CASADO, Guía del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Valladolid 1998, pp. 29-45. 42 Sobre estas dos instituciones, cf. A. RUCQUOI, Valladolid en la Edad Media. Vol. 2. El mundo abreviado, Valladolid 1997, pp. 32-41. 43 V. GARCÍA LOBO, «La Catedral de León, centro de producción publicitaria», en: J. YARZA LUACES – M.ª V. HERRÁEZ ORTEGA – G. BOTO VARELA (coords.), Congreso Internacional «La Catedral de León en la Edad Media», León 2004, pp. 59-75. 44 Este tema ha sido estudiado, entre otros, por L. J. PASTOR ANTOLÍN – J. M.ª DELGADO URRECHO – B. CALDERÓN CALDERÓN, Crecimiento y transformación de Valladolid, 19601988. Análisis de un proceso complejo y contradictorio, Valladolid 1992, así como por J. L. GARCÍA CUESTA, De la urgencia

estudio de A. GARCÍA FLORES, Arquitectura de la orden del Císter en la provincia de Valladolid, Madrid 2010. Además, la Diputación de Valladolid tiene una colección dedicada a los distintos monasterios, habiéndose publicado hasta el momento monografías de muy desigual calidad sobre Santa María de Palazuelos, Santa María de Valbuena, La Santa Espina, La Armedilla, Santa María de Matallana y Nuestra Señora de Aniago. 39 Sobre las parroquias vallisoletanas a lo largo de la Edad Media, vid. T. EGIDO LÓPEZ (coord.), Historia de las diócesis españolas. Palencia, Valladolid, Segovia, pp. 244-246. 40 A. RUCQUOI, Valladolid en la Edad Media, vol. 1, p. 167.

19


VALLADOLID (SIGLOS X-XV)

partes: la primera recorre la historia de Valladolid desde sus orígenes (identificándola con la Pincia tolemaica) hasta los sucesos acaecidos en tiempos de Felipe III; la segunda la titula «Fundaciones, patronatos de iglesias, monasterios y cofradías» y en ella estudia las distintas iglesias y conventos de la ciudad. Para componer su narración, Antolínez de Burgos recurrió a muy diversas fuentes y en el prólogo nos dice que «todo lo contenido en esta historia es deducido de las crónicas de España y de muchos libros auténticos, de manuscritos y de observación de antigüedades»48. Para nuestros fines, es de gran importancia el que se haya servido de la «observación de antigüedades», pues cuando en la segunda parte describe las iglesias y los monasterios existentes incluye noticias de inscripciones, algunas de las cuales no se han conservado, constituyendo así el primer testimonio escrito de ellas. Del mismo siglo son las Noticias chronográphicas y topográphicas del real y religiosísimo convento de los frailes menores observantes de San Francisco de Valladolid, cabeza de la Provincia de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, escritas por fray Matías de Sobremonte49. Se trata de un manuscrito sumamente interesante para reconstruir la historia y el aspecto del desaparecido convento de San Francisco de Valladolid. Según el autor, el libro fue compuesto porque, buscando algunos datos sobre el balcón de la fachada con motivo de la llegada de Felipe IV en 1660, al final decidió «escribir las noticias de las cosas dignas de memoria que en el convento hay y ha habido desde su fundación hasta estos tiempos». Para cuestiones epigráficas es la segunda parte, la topográphica, la que presenta mayor interés, pues recorre las distintas estancias del convento informando de lo que allí se conservaba50. También en este siglo Antonio de Daça publicó una obra que lleva por título Excelencias de la ciudad de Valladolid, en la cual recoge dos epígrafes de interés, el epitafio del conde Ansúrez, todavía conservado en la catedral vallisoletana, y la inscripción de una columna junto a la colegiata en que se hacía mención del moro Olit como fundador de esta ciudad51, la cual va a ser

3. Fuentes para el estudio de la epigrafía medieval vallisoletana Son escasos los estudios dedicados a las inscripciones vallisoletanas en particular, y aún más aquellos que se preocupan de la producción epigráfica medieval y moderna45. No obstante, las obras en que encontramos recogidos determinados epígrafes son innumerables. A fin de organizar este conjunto de obras, hemos decidido clasificarlas de la siguiente manera: obras anteriores al siglo XIX; obras publicadas en el siglo XIX y en los albores del siglo XX; publicaciones de instituciones locales (Universidad de Valladolid, Diputación de Valladolid, ayuntamientos…); y publicaciones periódicas. a) Obras anteriores al siglo XIX A partir del siglo XVI crece el interés por el mundo de la epigrafía. Sin embargo, en el caso de Valladolid, la única obra de aquella época que recoge algunas inscripciones es la realizada por Ambrosio de Morales a partir de 1559. Aunque las indagaciones del erudito cordobés no estaban guiadas por su deseo de recopilar epígrafes, nos proporciona información sobre inscripciones hoy desaparecidas, como las existentes en el monasterio de Santa María de Matallana, en Villanueva de San Mancio o en el convento de San Francisco de Valladolid, o mutiladas, como la de San Román de Hornija46. Ya en el siglo XVII –si bien no fue publicada hasta el siglo XIX– hay que colocar la obra de Juan Antolínez de Burgos, quien compuso su Historia de Valladolid en torno a 163747. El libro se divide en dos social al negocio inmobiliario. Promoción de viviendas y desarrollo urbano en Valladolid (1960-1992), Valladolid 2000. 45 T. MAÑANES PÉREZ – J. M.ª SOLANA SAINZ, Inscripciones de época romana de la provincia de Valladolid, Valladolid 1999. Para el ámbito de la epigrafía medieval y moderna, la obra fundamental, como veremos, es el manuscrito de Rafael Floranes titulado Inscripciones de Valladolid, del que hablaremos más adelante. El artículo de R. MARTÍNEZ ORTEGA, «Epigrafía medieval y epigrafía moderna en la provincia de Valladolid», Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, 24 (2006), pp. 187-201, pese a lo general del título, no ofrece sino un comentario a tres inscripciones de época medieval y moderna. 46 Recientemente se ha publicado un estudio sobre los textos epigráficos que recoge Ambrosio de Morales: N. RODRÍGUEZ SUÁREZ, Ambrosio de Morales y la epigrafía medieval, León 2009. Los epígrafes que se refieren a la provincia de Valladolid son los incluidos bajo los números 22, 76, 105, 112, 114, 124, 134, 146. 47 La obra original de Antolínez concluye probablemente durante el reinado de Felipe III, aunque el prestigio del que gozó la historia llevó a la confección de numerosas copias, a la ampliación de algunos pasajes y a la interpolación de nuevos datos en el relato. Respecto a toda esta problemática, vid. C. ALMUIÑA FERNÁNDEZ, «Juan Antolínez de Burgos y la primera

Historia de Valladolid», en: J. ANTOLÍNEZ DE BURGOS, Historia de Valladolid (1887), Valladolid 1987. 48 J. ANTOLÍNEZ DE BURGOS, Historia de Valladolid (1887), p. 11. 49 BN, Mss/19351. 50 Un resumen del contenido del manuscrito lo ofrece A. de NICOLÁS FÉRNANDEZ, «Un manuscrito curioso», BSCE, 18 (1904), pp. 323-330. 51 A. DAÇA, Excelencias de la ciudad de Valladolid, Valladolid 1627, ff. 6v-7r: «Sucesso consagrado a la eternidad en la memoria del antiguo hieroglífico que está a la entrada de la puerta de la Iglesia Mayor desta ciudad, en una columa, donde se ve un leon de piedra, con una vandera en la mano derecha, que significa al sobredicho Rey don Alonso, vitorioso de los Moros: no solo porque como león los vencía, sino porque los

20


LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID

recogida por la mayor parte de estudiosos locales a fin de explicar la etimología del término «Valladolid». En el siglo XVIII nos encontramos con dos obras de trascendental importancia, aunque una de ellas no fue publicada hasta la década de los noventa del siglo pasado y la otra permanece inédita. En 1750 veía la luz la Historia de Valladolid de Manuel Canesi Acevedo52. La obra –dividida en tres tomos– constaba de seis partes organizadas de forma cronológica, desde época romana hasta la época de Felipe V, en que vivió el autor. Como él mismo nos dice en su presentación, para escribir su historia recurrió a «privilegios antiguos, escrituras auténticas, testamentos, fundaciones, rótulos…». En nuestro caso nos interesan especialmente los «rótulos» que aparecen insertos en el desarrollo de la obra cuando habla de las distintas iglesias, monasterios, etc. en la época en que estas construcciones fueron fundadas. La otra obra clave de este siglo procede de la pluma de Rafael Floranes y Encinas, ilustrado que, nacido en la actual Cantabria, estudió en Valladolid, ciudad en la que pasó gran parte de su vida (al margen de sus estancias en el País Vasco). Además de numerosas obras sobre Valladolid53, a finales del siglo XVIII se dedicó a recoger los epígrafes existentes en esta ciudad, labor que quedaría plasmada en un texto que lleva el significativo título de Inscripciones de Valladolid. Se trata de un manuscrito de reducidas dimensiones, aunque de más de quinientos folios, que se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional con la signatura mss/11246. En él se han recogido las anotaciones que hizo Floranes a lo largo de varios años, yendo de parroquia en parroquia y de convento en convento copiando cuantas inscripciones descubría. En su estado actual, el manuscrito incluye tanto los borradores iniciales como la redacción posterior. Además de recoger el texto de la inscripción, en ocasiones da breves noticias sobre el personaje al que

se refiere o remite a obras diversas que tratan de él. Es una obra sumamente importante porque incluye un elevadísimo número de inscripciones, muchas de las cuales no han llegado hasta nuestros días. Su valor es aún mayor cuando reconocemos que, por regla general, a la luz de los epígrafes conservados en la actualidad, su fidelidad es grande. Su entusiasmo por la epigrafía también nos dejó otros dos breves manuscritos54, uno de los cuales tiene un enorme interés para nuestro estudio: la descripción de los epitafios conservados en los monasterios de Santa María de la Espina y Santa María de Palazuelos. También en el siglo XVIII hay que enmarcar una obra de cierto interés para nuestro trabajo. Nos referimos al Viage de España o Cartas en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en ella, de Antonio Ponz, publicadas en dieciséis tomos entre 1772 y 1794 (el último ya de forma póstuma)55. Aunque no es el objeto exclusivo de su interés56, Ponz se ocupa de manera especial del patrimonio cultural: monumentos arquitectónicos, escultura, pintura, etc., y es en la descripción de esas obras cuando el autor inserta ocasionalmente el texto de una inscripción o hace mención de ella sin copiar literalmente su contenido. Otra obra escrita a lo largo del siglo XVIII es el Diario de Ventura Pérez, que nos relata lo sucedido en Valladolid entre 1720 y 1784, si bien en el diario aparecen acontecimientos anteriores y posteriores, ya sean tomados de otros autores o añadidos tras la muerte del autor57. En él, nos ofrece algunos datos de interés que no hemos encontrado en otras obras. Entre otras cosas incluye testimonios de lo que podríamos denominar «epigrafía efímera»58, así como la relación del hallazgo de una inscripción al llevar a cabo algunas obras en la catedral:

54

R. FLORANES, Epitafios sepulcrales de la Iglesia Mayor de Lisboa y de los Monasterios de Santa María de la Espina y Palazuelos (BN, ms. 10343, ff. 257-260); ÍD., Apuntamientos para ilustrar una inscripción greco-latina del Imperio de Valentiniano el mayor, descubierta nuevamente en Valladolid (BN, ms. 11364). 55 Para nuestros intereses, se ha editado un libro condensando las páginas referidas a Valladolid y su provincia en los tomos XI y XII de la obra original: A. PONZ, Valladolid en el «Viage de España», Valladolid 1993. 56 A. PONZ, Valladolid en el «Viage de España», pp. 19-20 (tomo XI, carta primera). 57 La obra no fue publicada hasta 1885, y ha sido posteriormente reimpresa en un facsímil: V. PÉREZ, Diario de Valladolid (1885), Valladolid 1983. 58 Menciona dos cruces con inscripciones colocadas en lugares donde murieron o fueron heridos algunos jóvenes, las cuales probablemente desaparecieron al poco tiempo, de modo que creemos adecuada la denominación de «epigrafía efímera». Vid. V. PÉREZ, Diario de Valladolid, pp. 323-324, 343.

Reyes de aquella Corona traían por armas un león e solamente hasta que el Rey don Alonso el Octavo le acompaño con el Castillo, que puso a la mano derecha, en el escudo de las armas reales. El Moro vencido a sus pies son los descendientes de Ulit, que venció en esta batalla, como lo significa el letrero que dize: Olit oppidi conditor. Llamale fundador desta ciudad, no porque la fundasse, sino porque quitándosela a los Christianos, y poblándola de Moros, la hizo como de nuevo, ilustrándola con algunos edificios y mezquitas, con que debió de aumentar mucho su población». 52 M. CANESI ACEVEDO, Historia de Valladolid (1750), 3 vols., Valladolid 1996. 53 En ese sentido, podemos mencionar los cinco volúmenes de Apuntes para la historia de Valladolid (BN, mss. 1128111285), así como su estudio de los concilios de Valladolid (BN, ms. 11219). Además, recientemente se ha publicado otra obra suya: R. FLORANES ENCINAS, Orígenes de los Estudios de Castilla, especialmente los de Valladolid y Palencia, en que se vindica su mayor antigüedad [1793], Valladolid 2002.

21


VALLADOLID (SIGLOS X-XV)

En este año [1760] se estrenó el monumento nuevo en la Santa Iglesia Catedral y al mismo tiempo hicieron una escalera nueva para subir á la librería, y al tiempo de desmontar unas piedras de una pared se encontró un sepulcro con un bulto de un diácono de piedra de grande estatura con una piedra de cosa de dos tercias en cuadro, escrita de letra gótica, que á punto fijo no se pudo leer; la quedaron embutida en la pared encima de la puerta de la escalera y el bulto le guardaron59.

Otra lectura interesante la constituye la obra Recuerdos y bellezas de España, que pretendía dar a conocer, literaria y gráficamente, las antigüedades, monumentos y ruinas de España. Sus once volúmenes incluían reproducciones litográficas de los monumentos realizadas por Francisco Javier Parcerisa, así como una descripción crítica obra de autores diversos. Para nuestros objetivos nos interesa el volumen dedicado a Valladolid, Palencia y Zamora, con textos de José María Quadrado, que vio la luz en 186163. Se trata de una obra de clara orientación romántica, pero en cuya elaboración el autor hacía uso de una enorme cantidad de documentación de diversa índole, incluyendo el texto de algunas inscripciones de los monumentos que describe64. Tiene el valor añadido de incluir monumentos no sólo de la capital, sino también los edificios que más le atraían de algunos pueblos de la provincia. En ese sentido tiene capital importancia el libro Los pueblos de la provincia de Valladolid de Ortega Rubio65, pues se trata –al margen de los estudios de eruditos locales66– de la primera gran obra sobre nuestra provincia que no está centrada en la capital. De hecho, a juicio de Celso Almuiña, «Ortega Rubio tiene

b) Obras publicadas en el siglo XIX y en los albores del siglo XX Es frecuente denominar al siglo XIX como el «siglo de la historia». En el caso de nuestra provincia este periodo ciertamente es testigo de la publicación de un gran número de obras históricas. Sin embargo, muchas de ellas son meras repeticiones de una serie de datos que ya habían presentado los historiadores anteriores, en especial Antolínez de Burgos. Ante la proliferación de estudios históricos en esos momentos60, hemos optado por centrarnos en algunas obras clave, bien porque marcaran un hito o bien porque su contenido presentara peculiaridades que no contemplan otros relatos. En 1851 Matías Sangrador Vitores publicó su Historia de Valladolid en dos tomos (se ha planteado la posibilidad de que el autor considerara la confección de un tercer volumen, pero no existe certeza al respecto61). El origen de la obra se encuentra en la recopilación de datos que el jurista vallisoletano llevó a cabo a instancias de Pascual Madoz, quien los incorporó en su Diccionario geográfico-estadísticohistórico de España y sus posesiones de Ultramar. Al hilo de esa indagación, Matías Sangrador decidió componer su historia, dividiéndola, como ya era tradicional, en tres partes. La primera consistía en la relación de los acontecimientos sucedidos en la ciudad desde la más remota antigüedad hasta la muerte de Fernando VII. La segunda, de mayor interés para la epigrafía, se centra en la historia eclesiástica de Valladolid. En la tercera parte encontramos biografías de personajes ilustres de la ciudad. El conjunto de la obra tiene su importancia para nuestra labor, porque, aunque por lo general coincide con las lecturas ofrecidas por Antolínez de Burgos, en ocasiones se separa de su interpretación62.

63

En fechas recientes se ha publicado un volumen que contiene todo lo referente a la provincia de Valladolid: J. M.ª QUADRADO NIETO – F. J. PARCERISA BOADA, Recuerdos y bellezas de España. Valladolid, Valladolid 1990. 64 Por lo general el texto de las inscripciones aparece en las notas a pie de página, pero hay ocasiones en que incluso las reproducciones litográficas permiten descubrir lo que dicen los epígrafes, como en el caso de la inscripción en honor de Carlos I en la iglesia de la Magdalena de Valladolid (J. M.ª QUADRADO NIETO – F. J. PARCERISA BOADA, Recuerdos y bellezas de España. Valladolid, p. 149). 65 J. ORTEGA RUBIO, Los pueblos de la provincia de Valladolid, 2 vols., Valladolid 1895 (hemos consultado la edición facsimilar en un solo tomo editada en 1979 por el Grupo Pinciano, aunque para citarlo lo haremos conforme al original debido a la doble numeración). Es también autor de una Historia de Valladolid publicada en 1881. Pese a que incluye algunas inscripciones en su redacción, estas nos resultan conocidas merced a obras anteriores. Él mismo reconoce haberse inspirado en las historias de Valladolid de Sangrador y Antolínez, de modo que las lecturas que ofrece de los epígrafes coincide con la de estos. Vid. J. ORTEGA RUBIO, Historia de Valladolid, Valladolid 1991. 66 Desde mediados del siglo XIX comienzan a proliferar este tipo de obras, entre las que podemos mencionar: J. de PAZOS VELA-HIDALGO, Peñafiel. Memoria histórica, Salamanca 1880 (reeditada como facsímil en la editorial Maxtor de Valladolid en 2010); F. DÍAZ SÁNCHEZ, Guía de la villa y archivo de Simancas, Madrid 1885 (reeditada como facsímil en la editorial Maxtor de Valladolid en 2010); M. GUTIÉRREZ DEL CAÑO, Historia de la villa de Zaratán, Valladolid 1892; I. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Historia de Medina del Campo, Madrid 1903-1904 (reeditada como facsímil en la editorial Maxtor de Valladolid en 2008); E. FERNÁNDEZ TORRES, Historia de Tordesillas, Valladolid 1905 (reeditada en la editorial Ámbito de Valladolid en 1993); A. de NICOLÁS FERNÁNDEZ, Portillo. Recuerdos de una villa castellana, Valladolid 1907 (reeditada como facsímil en 1983 por la Institución Cultural Simancas de Valladolid).

59

Ibíd., p. 329. Lamentablemente, no se conserva la inscripción a la que se refiere la noticia, ni hemos encontrado otras referencias en los archivos de la ciudad. 60 Podemos descubrir la vasta cantidad de estudios hojeando las páginas de D. RODRÍGUEZ MARTÍN, Bibliografía vallisoletana, Valladolid 1955. 61 Vid. C. ALMUIÑA FERNÁNDEZ, «Introducción», en: M. SANGRADOR VITORES, Historia de Valladolid, vol. 2, Valladolid 1979, pp. XVI-XVII. 62 M. SANGRADOR VITORES, Historia de Valladolid, vol. 2, p. 234.

22


LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID

el mérito de haber redactado la primera y única historia existente de todos y cada uno de los pueblos de la provincia de Valladolid»67. Después de una serie de cuestiones introductorias (geología, geografía, etc.) y de ocuparse brevemente de la capital de la provincia, pasa a estudiar la historia de los pueblos, organizándolos de acuerdo con los antiguos partidos judiciales. Ciertamente no presenta un catálogo exhaustivo de todo lo que existe en cada localidad (no es ese su objetivo), pero en algunos casos llama la atención el hecho de que revela la existencia de inscripciones en lugares recónditos68. Ya en el siglo XX debemos considerar la obra de numerosos investigadores que han estudiado el patrimonio artístico de Valladolid desde distintos puntos de vista. Nombres como José Martí Monsó, Francisco Antón Casaseca o Juan Agapito Revilla son sinónimos de vidas dedicadas al examen de la historia, el arte o las costumbres vallisoletanas. Al primero de ellos, pintor de origen valenciano, debemos una obra capital69, los Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid, en cuyas páginas encontramos copiadas numerosas inscripciones, bien sea del monumento original, de otros autores anteriores o de documentos que el autor halló en los archivos70. Tal vez menos conocido sea Francisco Antón Casaseca, quien, no obstante, es autor del primer catálogo monumental de la provincia, que permanece inédito71. Además de numerosos artículos sobre monumentos muy diversos, su obra fundamental es Monasterios medievales de la provincia de Valladolid, originalmente publicada en el año 1922 como una serie de artículos en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones y posteriormente en un único volumen72. Juan Agapito y Revilla ocupará puestos destacados en la vida cultural vallisoletana (Director del Museo de

Escultura, presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, etc.), lo que le llevará a interesarse por un sinfín de temas, más allá de la arquitectura y del urbanismo (lo que era natural en un arquitecto). Para nuestros fines nos ha resultado especialmente útil su obra sobre las calles vallisoletanas73, así como su estudio sobre los escudos nobiliarios que se conservan en los muros de los edificios nuestra ciudad74. c) Publicaciones de instituciones locales El interés de los estudios anteriores a nuestro siglo radica sobre todo en el hecho de que incluyen inscripciones que han podido desaparecer o quedar gravemente deterioradas. Sin embargo, la recogida de información escrita no se limita exclusivamente a esas inscripciones, sino que también hay que considerar otras obras más recientes que incluyen información de interés para nuestro estudio. La mayor parte de estos libros sobre la provincia de Valladolid están editados por instituciones locales. Dentro de estas publicaciones, la obra fundamental es el Catálogo monumental de la provincia de Valladolid. Se trata de una magna empresa realizada a lo largo de varias décadas por un conjunto de autores vinculados con la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid75. En ella se recoge, pueblo por pueblo, el patrimonio cultural más significativo (arquitectura, escultura, pintura, orfebrería…). Como se deduce de una lectura atenta, el catálogo no está especialmente interesado en el mundo de la epigrafía, aunque sí recoge un buen número de inscripciones de los distintos núcleos de la provincia de Valladolid. En ocasiones, no obstante, la lectura que ofrece de alguno de los epígrafes resulta incompleta o errónea. Independientemente de tales observaciones, se trata de una fuente de capital importancia para nuestro estudio. Además del catálogo, de la mano de los profesores de la Universidad de Valladolid, en especial de aquellos integrados en el Departamento de Historia del Arte, ha florecido una serie de libros que, aun cuando no tienen por objeto el estudio de las inscripciones,

67

C. ALMUIÑA FERNÁNDEZ, «Prólogo», en: J. ORTEGA RUBIO, Los pueblos de la provincia de Valladolid, p. XVI. 68 Por ejemplo, menciona la inscripción existente en el interior de la torre de San Ginés de Ciguñuela (J. ORTEGA RUBIO, Los pueblos de la provincia de Valladolid, vol. 1, p. 201) o la fecha que aparece en el castillo de Tiedra (J. ORTEGA RUBIO, Los pueblos de la provincia de Valladolid, vol. 2, p. 9). 69 En nuestro estudio hemos consultado la edición facsimilar: J. MARTÍ MONSÓ, Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid, Valladolid 1992. 70 Su minuciosa labor en los archivos nos permite conocer cómo en algunos testamentos se incluía el texto que debía grabarse en la capilla donde el testador deseaba ser enterrado. Vid. J. MARTÍ MONSÓ, Estudios histórico-artísticos, p. 227. 71 Hoy en día es posible consultar la versión digitalizada a través del catálogo bibliográfico del CSIC. Constaba de dos cajas de folios sin encuadernar, fechadas entre 1916 y 1927, una dedicada al texto y otra a las imágenes. 72 F. ANTÓN CASASECA, Monasterios medievales de la provincia de Valladolid, Madrid 1923; 2ª ed., Valladolid 1942 (en 2008 la librería Maxtor de Valladolid ha publicado un facsímil de esta edición).

73

J. AGAPITO REVILLA, Las calles de Valladolid. Nomenclator histórico, Valladolid 1937 (se han publicado dos ediciones facsimilares: la del Grupo Pinciano en 1982 y la de la librería Maxtor en 2008). 74 J. AGAPITO REVILLA, «Heráldica en las calles de Valladolid I», BSEAA, 10 (1943-1944), pp. 133-158; ÍD., «Heráldica en las calles de Valladolid II», BSEAA, 11 (1944-1945), pp. 119-144; ÍD., «Heráldica en las calles de Valladolid III», BSEAA, 12 (1945-1946), pp. 57-84; ÍD., «Heráldica en las calles de Valladolid IV», BSEAA, 18 (1951-1952), pp. 79-120. 75 La obra, que consta de quince volúmenes (aunque de algunos existen varias ediciones), comenzó a publicarse en 1956 y concluyó en 1987, llevándose a cabo después la elaboración de un CD-ROM con la inclusión de los volúmenes actualizados.

23


VALLADOLID (SIGLOS X-XV)

incluyen algunas en su análisis de la arquitectura76, de la escultura77, de los sepulcros78, de la orfebrería79, etc. Estos libros en ocasiones tienen un carácter local o provincial, mientras que otras veces su objeto de estudio es más amplio, y alcanza al conjunto de la comunidad autónoma e incluso del país. Importantes son las distintas colecciones de publicaciones de la Diputación de Valladolid sobre los pueblos de la provincia. Resultaría imposible mencionar aquí todos los estudios que hemos consultado, de modo que simplemente dejaremos constancia de la irregular calidad de estos libros. Algunas obras son realmente ejemplares, mientras que en otras apenas se encuentra justificación para su publicación, aunque en todas ellas puede hallarse la mención de alguna inscripción o una fotografía que da testimonio de ella, lo cual hace obligada su consulta. Además de estas publicaciones de carácter más local, también hemos consultado con provecho obras referentes a los distintos ejemplos que de un determinado estilo artístico existen en nuestra provincia. En ese sentido, queremos destacar la monumental obra sobre el románico castellano y leonés publicada por la Fundación Santa María la Real, donde encontramos un volumen dedicado al estudio de todos los vestigios románicos de nuestra provincia80. En algunos casos sus páginas constituyen la única fuente escrita que trata de determinadas inscripciones. Otras obras notables en este sentido son los distintos libros sobre el mudéjar vallisoletano81 que, publicados por la Diputación, han escrito Carlos Duque, Fernando Regueras y Antonio Sánchez del Barrio. Junto a la Universidad y la Diputación, los ayuntamientos son la tercera institución local que promueve en buena medida la publicación de determinadas obras de historia sobre los pueblos de Valladolid. Como

ocurre en el caso de las patrocinadas por la Diputación, el valor de estos libros es muy variable, aunque por lo general tienden a ser obras escritas a mayor honra y gloria de la población o incluyen elementos que no tienen demasiado sentido en una obra histórica actual. De todos modos, su consulta resulta necesaria desde el momento en que a veces incluyen una relación de las inscripciones existentes en la localidad, acompañada de su correspondiente lectura e incluso una historia de los avatares por los que han llegado a nosotros en su estado actual. d) Publicaciones periódicas En último lugar, hemos de mencionar una serie de publicaciones periódicas que con cierta frecuencia incluyen entre sus páginas noticias referidas a inscripciones situadas en nuestra provincia. Comenzando por las más antiguas habría que mencionar al Boletín de la Real Academia de la Historia, donde se han publicado artículos referentes a distintos monumentos de nuestra tierra82, al Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, donde encontramos algunas –no demasiadas– referencias a nuestra provincia83, y muy especialmente al Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones. Las andanzas de aquellos primeros «excursionistas» vallisoletanos nos proporcionan abundante material sobre cuestiones epigráficas, de tal modo que algunas de sus lecturas continúan siendo referencia en publicaciones actuales84. También son de interés las antiguas publicaciones vinculadas con la Comisión de Monumentos Históri-

82

Por ejemplo, P. de MADRAZO KUNTZ, «Santa María la Antigua, de Valladolid», BRAH, 30 (1897), pp. 449-453. 83 Entre otros, I. GIL GABILONDO, «El Castillo de Medina. Sección de Ciencias Históricas», BSEE, 13 (1894), pp. 6-8; J. AGAPITO REVILLA, «Para la historia de la iglesia mayor de Valladolid», BSEE, 46 (1942), pp. 70-80. 84 Así, por ejemplo, C. J. ARA GIL, Escultura gótica en Valladolid, p. 63, al hablar del sepulcro de Pedro Fernández Bravo conservado en Cabezón nos remite a la lectura que aparece en la crónica de la excursión publicada en dicha revista: R. ÁLVAREZ DE LA BRAÑA, «Crónica de la excursión a Cabezón, Palazuelos y Aguilarejo el 10 de abril último», BSCE, 17 (1904), pp. 285-297. Igualmente, la lectura de las llamadas laudas del Salado ofrecida por V. LAMPÉREZ ROMEA, «El Real Monasterio de Santa Clara de Tordesillas», BSCE, 128 (1913), pp. 169-172, se ha mantenido hasta la actualidad sin ser puesta en tela de juicio: F. GUTIÉRREZ BAÑOS, «Doña Leonor de Guzmán y los palacios de Tordesillas: propuestas para una revisión», Reales Sitios, 162 (2004), pp. 1-19; F. REGUERAS GRANDE – A. SÁNCHEZ DEL BARRIO, Arte mudéjar en la provincia de Valladolid, p. 149. De hecho, no hemos encontrado ningún autor que emplee la versión corregida que presentó Manuel García Moreno en su réplica a Navascués cuando este ingresó en la Real Academia de la Historia; vid. J. M.ª NAVASCUÉS Y DE JUAN, El concepto de la epigrafía, pp. 99-100.

76

F. HERAS GARCÍA, Arquitectura religiosa del siglo XVI en la primitiva diócesis de Valladolid, Valladolid 1975; M. A. ZALAMA RODRÍGUEZ, Ermitas y santuarios de la provincia de Valladolid, Valladolid 1987; J. CASTÁN LANASPA, Arquitectura gótica religiosa en Valladolid y su provincia (siglos XIII-XVI), Valladolid 1998; J. I. SÁNCHEZ RIVERA – E. GONZÁLEZ FRAILE, Humilladeros de la provincia de Valladolid, Valladolid 2003; J. J. FERNÁNDEZ MARTÍN et alii, Las ruinas de Dios. Arquitectura olvidada en la provincia de Valladolid, Valladolid 2004. 77 C. J. ARA GIL, Escultura gótica en Valladolid y su provincia, Valladolid 1977. 78 M.ª J. REDONDO CANTERA, El sepulcro en España en el siglo XVI: tipología e iconografía, Madrid 1987. 79 J. C. BRASAS EGIDO, La platería vallisoletana y su difusión, Valladolid 1980. 80 AA. VV., Enciclopedia del románico de Castilla y León. Valladolid, Aguilar de Campoo 2002. 81 C. DUQUE HERRERO – F. REGUERAS GRANDE –A. SÁNCHEZ DEL BARRIO, Rutas del mudéjar en la provincia de Valladolid, Valladolid 2005; F. REGUERAS GRANDE – A. SÁNCHEZ DEL BARRIO, Arte mudéjar en la provincia de Valladolid, Valladolid, 2007.

24


LA EPIGRAFÍA MEDIEVAL EN LA PROVINCIA DE VALLADOLID

cos y Artísticos y el Museo provincial de Bellas Artes de Valladolid85. También ha sido objeto de examen el Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, publicado por dicha institución desde 1930, aunque de forma bastante irregular (pues durante bastantes años no fue publicado). Como es natural, los temas vallisoletanos ocupan la mayor parte de sus páginas, apareciendo a veces temas en parte relacionados con la epigrafía al tratar de determinados edificios o de otras obras de arte. Asimismo, el Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología constituye otro instrumento funda-

mental a la hora de documentarse sobre la existencia de determinadas inscripciones en nuestra provincia, sobre todo en los primeros años de su publicación. Merced a esta revista hemos tenido conocimiento, por ejemplo, de epígrafes tales como el del canecillo de San Cebrián de Mazote86 y el descubierto en las excavaciones de García Guinea en Villabrágima87. En Reales Sitios, publicada desde 1964 por Patrimonio Nacional, hay un buen número de artículos en torno al monasterio de Santa Clara de Tordesillas, la mayor parte de los cuales hacen mención de algunos epígrafes allí existentes.

85

86

Nos referimos en concreto al Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia de Valladolid, revista publicada de forma irregular entre 1925 y 1932, y al Boletín del Museo provincial de Bellas Artes de Valladolid, publicado entre 1925 y 1929.

M.ª F. SOLANO PEREDA-VIVANCO, «La reconstrucción de San Cebrián de Mazote», BSEAA, 1/4 (1933-1934), p. 97. 87 M. A. GARCÍA GUINEA, «Excavación de una necrópolis medieval en Villabrágima (Valladolid)», BSEAA, 21-22 (19541956), p. 49.

25



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.