Soportes, imágenes y visiones. Estudios multidisciplinares del mundo hispánico
Soportes, imágenes y visiones : estudios multidisciplinares del mundo hispánico / Ana Beatriz Hidalgo Salamanca ... [et al.] (equipo editor).– [León] : Universidad de León, Área de Publicaciones, [2021] 248 p. : il. bl. y n. y col., tablas, fot. bl. y n. y col. ; 24 cm Bibliogr. al final de cada cap. ISBN 978-84-18490-14-9 1. Arte-España-Técnica 2. Ilustraciones, imágenes, etc. 3. Arte-España-Apreciación. I. Universidad de León. Área de Publicaciones. II. Hidalgo Salamanca, Ana Beatriz 7.023.11(460) 7.04(460) 7.011(460) La revisión académica de los artículos ha sido realizada por: Ana Beatriz Hidalgo Salamanca, Pablo López Gómez, Ana Cristina Rodríguez Guerra, Rafael Ceballos Roa y Eduardo Fernández García. De acuerdo con el protocolo aprobado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de León, esta obra ha sido sometida al correspondiente informe por pares ciegos con resultado favorable.
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Soportes, imágenes y visiones. Estudios multidisciplinares del mundo hispánico Ana Beatriz Hidalgo Salamanca Pablo López Gómez Ana Cristina Rodríguez Guerra Rafael Ceballos Roa Eduardo Fernández García (Equipo editor)
Índice
PRÓLOGO.............................................................................................................................................7 I. PIEDRA, PAPEL Y TIJERA....................................................................................... 13 Inscripciones inéditas en el Claustro de la Catedral de Jaca Daniel Vega Martínez......................................................................................................... 15
Signos quirográficos de validación en la documentación del monasterio de Santa María de Bujedo de Juarros: aportación para el estudio de las cartas partidas Mireia Peris Vicent.............................................................................................................. 33 Estudio de la impresión de los fragmentos musicales incunables supervivientes en un misal desaparecido: el Missale Compostellanum de 1495 Alicia López Carral.............................................................................................................. 47 Relaciones entre la Inquisición española y la autora mística santa Teresa de Jesús Rocío Pérez-Gironda............................................................................................................ 61
II. IMAGO, OPULENTIAM, MIRABILE......................................................................... 73 «Domus Aurea» Vírgenes-reliquia: reconversiones visuales de imágenes marianas medievales y barrocas como reliquias taumatúrgicas Francisco Jesús Flores Matute......................................................................................75 5
El Camarín de N. S. del Rosario de Granada, una joya del barroco andaluz José Antonio de Palma Fernández............................................................................... 99
La iglesia que asombró a Don Quijote de la Mancha: nuevos datos sobre la torre de la iglesia parroquial de San Antonio Abad de El Toboso María Pilar Carreras García....................................................................................... 119
III. MIRADAS, VISIONES Y RETROSPECTIVAS...................................................... 135
Miradas. Paisaje de la Alhambra de Granada (1238-1492) Ana Cortázar Sobrino...................................................................................................... 137 La imagen de los grandes monumentos de la Antigüedad en la Baja Edad Media y la Edad Moderna. Un estudio comparativo: el acueducto de Segovia (España), las Arenas de Arles y Nîmes (Francia) y la Arena de Verona (Italia) Héctor González Palacios............................................................................................. 155 El III duque de Alba en el imaginario colectivo: del siglo XVI hasta nuestros días Eduardo Muñoz Baudot.................................................................................................. 171 Béla Bartók y la cultura española: Los viajes, Don Quijote y la Rapsodia española de Franz Liszt Attila Tóth Bodor............................................................................................................. 185 Rogelio Villar González y las sociedades musicales madrileñas del primer tercio de siglo Elena Miguélez Civera.................................................................................................... 203 Héroes hispánicos medievales en los siglos XX y XXI: forma y funciones de don Ramiro y del Capitán Trueno Celia Ana Delgado Mastral......................................................................................... 231
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Prólogo «La cultura es el muñeco de barro hecho por los artistas de su pueblo, así como la obra de un gran escultor, de un gran pintor, de un místico, o de un pensador. Cultura es tanto la poesía realizada por poetas letrados como la poesía contenida en un cancionero popular. Cultura es toda creación humana»
Paulo Freire Soportes, imágenes y visiones, advierten tres variables que conforman el sentido del presente volumen. El soporte de la imagen artística y del conocimiento histórico se define de forma general como aquello que se utiliza para mantener o sostener. Precisamente, en las investigaciones que recopila este monográfico el soporte, bien de la imagen artística, bien del conocimiento histórico, se convierte en aquel lugar en el que se guarda dicha imagen o conocimiento. Aquel lugar que ha permitido su conservación durante siglos y que tiene identidad por sí mismo. Las imágenes son aquello que el soporte ha permitido mantener, las cuales son identitarias de la realidad histórico-artística en y para la que fueron creadas. Estas pueden expresar una idea o un conjunto de ellas, un sentimiento, una emoción, una manera de entender el mundo. Así llegamos a las visiones. Existen tantas como ojos que observan esa realidad histórica o artística que expresan las imágenes. Podríamos definir visiones como aquellas miradas particulares que cada investigador ha ofrecido de su objeto de estudio, aquellos enfoques, personales y colectivos, generales y particulares, porque el hecho histórico, la imagen artística y el pensamiento no se rigen por un único paradigma, por un único dogma, ni por una sola intención. El subtítulo de este monográfico: estudios multidisciplinares del mundo hispánico hace hincapié en esta idea a través de las aportaciones de investigadores que se encuentran en sus etapas iniciales y que muestran la puesta en valor de sus avances, que se unen mediante un hilo conductor doble. De un lado, una imprescindible multidisciplinariedad; de otro, la atención a las nuevas dinámicas que se generan en la historiografía actual, y por extensión, en las 7
Los editores
Humanidades en su conjunto. Ambas circunstancias son manifestación del dinamismo que caracteriza la investigación joven en estos momentos. Si hace apenas dos décadas la nota fundamental que definía la investigación novel era un afán de renovación basado casi exclusivamente en la especialización máxima de cada uno de los temas que configuraban un mosaico extensísimo de objetos de estudio compartimentados, las páginas de este libro ponen de manifiesto que es posible otro tipo de acercamientos, más globales. No por ello con menos calidad investigadora o con renuncias a la profundización necesaria en cada uno de los aportes. El giro fundamental ha obedecido a la interiorización de la multidisciplinariedad como forma de análisis. No se trata ya de hacer un esfuerzo que, como un añadido posterior en la redacción, incorpore de soslayo la comparación con lo que en otras disciplinas se estudia, sino de haberlo incluido en el fundamento epistémico de las investigaciones desde el primer momento en que se acometen. Como la realidad, los objetos de estudio de las Humanidades presentan múltiples facetas que conviene tener presentes, aunque se inserten en un análisis histórico o artístico. La vinculación entre Historia, Educación, Arte, Política, Ciencias Bibliográficas y Música que sus autores sugieren caracteriza el avance de sus propuestas y enriquece sus conclusiones. Por otra parte, la renovación que estas investigaciones impulsan obedece a dinámicas que priman los aspectos comprensivos y explicativos sobre los meramente descriptivos. Se trata de un paso notable. Es fruto de una maduración que obedece a la mejora de los avances en cada uno de los campos de estudios, insertándolos en una visión interpretativa renovada, más amplia y pendiente de una evolución profunda y continuada en el paso de unas épocas históricas a otras. En realidad, este no es un proceso fácil en la investigación joven por el peso de los enfoques tradicionales en cada uno de los temas y por la disparidad de enfoques posibles. Consideramos que se ha logrado con acierto en estos capítulos, augurando un futuro inmediato en el que la calidad acompañará al rigor conceptual y al respeto a las fuentes. En la primera parte, Piedra, papel y tijera, se pone de manifiesto la importancia del soporte, el que guarda el conocimiento histórico pero que es analizado también de manera artística en todas las contribuciones, poniendo el acento no solo en el contenido, sino también el contenedor. Piedra y papel son los soportes que generalmente mayor cantidad de información han revelado, desde la epigrafía, en el primer caso, y la diplomática, en el segundo. Se ha establecido una analogía con el dicho popular, de manera que se ha englobado el pergamino y otros soportes de escritura dentro del papel. A esto 8
Prólogo
se ha añadido la tijera, el recorte de aquello que se ha perdido como enemigo de todo lo que este soporte y su investigación representa, como alegoría de los obstáculos en el camino. Comienza este primer capítulo la contribución de Daniel Vega Martínez, que realiza una oportuna aportación al ambicioso Corpus Inscriptionum Hispaniae Mediaevalium con las inscripciones inéditas del claustro de la Catedral de Jaca, proponiendo no solo una datación, sino la circulación de especialistas entre talleres. En segundo lugar, la contribución de Mireia Peris, que demuestra la cantidad de estudios aún pendientes en el análisis diplomático de las fuentes monásticas dispersas en Castilla y León. La adecuada datación de esta documentación del siglo XIII no sólo permite comprender mejor la estructura social y sus relaciones con el estamento eclesiástico, sino también el aprovechamiento económico del territorio. En tercer lugar, Alicia López Carral analiza las consecuencias de la dispersión del patrimonio bibliográfico del comienzo de la Edad Moderna a través del estudio de caso del Missale Compostellanum de 1495. Técnicas de impresión, patrimonio bibliográfico y notación musical dan cuenta del enfoque multidisciplinar de su estudio. Por último, Rocío Pérez-Gironda profundiza en un tema siempre de actualidad, el alcance y rendimiento del control social ejercido por la Inquisición dentro de las instancias clericales, en relación con una figura tan destacada como santa Teresa de Jesús. Todos esos capítulos están unidos por un cuidadoso tratamiento de las fuentes y la relación entre elementos culturales, historiográficos, diplomáticos, bibliográficos o epigráficos. En la segunda parte, Imago, opulentiam, mirabile, se hace hincapié en las imágenes artísticas, todas ellas ambientadas en la Edad Moderna y más concretamente en el Renacimiento y el Barroco. Imagen, opulencia, asombro es una declaración de intenciones de las aportaciones incluidas en él. La contribución de Francisco Jesús Flores Matute es fiel reflejo de la utilización de las obras de arte a través del estudio de caso de toda una serie de imágenes marianas medievales y barrocas como reliquias taumatúrgicas. En ella se comprueba cómo las imágenes cambian de significado y se transforman, reflejan que el arte no es algo inmutable, que se adapta a través del tiempo. Todo ello en un momento histórico-artístico como es la época del Barroco, en la que la imagen busca conmover al espectador a través de la riqueza y el asombro. 9
Los editores
La misma idea subyace en el estudio sobre el camarín de Nuestra Señora del Rosario de Granada que aborda, con gran acierto y calidad, José Antonio de Palma Fernández, apoyándose en una gran cantidad de fuentes. Como en el caso anterior, la veneración de las imágenes en la época del Barroco tuvo como consecuencia la construcción de obras artísticas que mezclaban la arquitectura, la escultura y la pintura que, en palabras del propio autor, aspiraba a ser un palacio celestial. Por último, destaca por la gran atención prestada a las fuentes la contribución de María del Pilar Carreras García, no solo las documentales sino también las literarias, puesto que nos descubre el mundo de Don Quijote, a través de la iglesia parroquial de San Antonio Abad del Toboso, entrelazando texto e imagen. También, pone de manifiesto la importancia de los libros de fábrica y los archivos parroquiales en este tipo de estudios e investigaciones, centradas en el siglo XVI hispánico. La última parte, Miradas. Visiones y retrospectivas tiene que ver precisamente con esa visión que cada espectador tiene sobre aquella imagen artística, sobre aquel hecho histórico. La retrospección indica ese carácter de mirar al pasado, de observar aquello que ya ha sido y cómo es reinterpretado por el presente, ese que expone su mirada, aportándole nuevos y ricos significados. En el primer caso, Ana Cortázar Sobrino pone su mirada en la Alhambra de Granada, donde, como ella misma nos dice, arquitectura y naturaleza se convierten en un binomio indisociable. A todo ello se une la percepción que aportan cada uno de los miradores y lugares sobre los que pone el acento y que hacen de este conjunto arquitectónico y paisajístico un lugar cambiante y de gran riqueza. La misma mirada inunda la contribución de Héctor González Palacios acerca de las creencias populares que pesaban sobre la construcción de cuatro grandes monumentos. A través del acueducto de Segovia (España), las Arenas de Arles y Nîmes (Francia) y la Arena de Verona (Italia) repasa, con un gran acierto, todas y cada una de las interpretaciones que se ofrecían a tales muestras de la ingeniería, a menudo teñidas de tintes fantásticos o diabólicos. Una vez más se pone de manifiesto las diferentes visiones que el hecho artístico evoca en quien lo contempla. Por otra parte, no siempre los acercamientos se registran sobre el hecho artístico o histórico, también sobre grandes personajes. Este es el caso de la contribución de Eduardo Muñoz Baudot, que tiene como objeto de estudio al III duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, en donde la retrospectiva 10
Prólogo
juega un papel de primer orden. En palabras del propio autor, el constructo identitario del duque pasó de negativo, durante el siglo XVI y hasta el siglo XX, a príncipe de Renacimiento en las últimas décadas. De este modo, la interpretación que se ejerce sobre un personaje puede instalarse en el ideario colectivo hasta casi convertir a aquello que se recuerda en totalmente diferente a como realmente fue. Estas aproximaciones también pueden ser ejercidas por personajes importantes. Así lo pone de manifiesto la investigación de Attila Tóth Bodor, en la cual ofrece la visión que tuvo de España el músico húngaro Béla Bartók. Las fuentes documentales las constituyen las cartas de sus viajes por la península Ibérica, la lectura del texto El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y la influencia que Rapsodia española para piano de Franz Liszt ejerció en su personalidad y obra. Sin salir del campo musical, la visión del artista Rogelio Villar sobre la sociedad de su época y su forma de entender la música, constituyen el campo de estudio de la investigación de Elena Miguélez Civera, centrada en las influencias que Rogelio Villar ejerció en las sociedades musicales madrileñas de comienzos del siglo XX, como el Ateneo de Madrid, el Círculo de Bellas Artes o la Sociedad Nacional de Música y como estas transformaron la forma de entender la música de Rogelio Villar a lo largo de toda su trayectoria. Cierra este volumen la interpretación que la cultura de masas ejerce sobre otras manifestaciones, en este caso literarias, de otros lugares y épocas, transformando y adaptando al presente su significado original. La investigación de Celia Ana Delgado Mastral explota la visión que los siglos XX y XXI tienen de los héroes medievales de la literatura, de tal modo que son utilizados como inspiración del videojuego Maldita Castilla y la obra Gontroda, la hechicera. En este caso, el análisis se ejerce sobre sus unidades narrativas, con el objeto de observar sus puntos de contacto, influencias e iconografías análogas. Ana Beatriz Hidalgo Salamanca Pablo López Gómez Ana Cristina Rodríguez Guerra Rafael Ceballos Roa Eduardo Fernández García
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PIEDRA, PAPEL Y TIJERA
Inscripciones inéditas en el Claustro de la Catedral de Jaca Daniel Vega Martínez Universidad de León
1. Introducción El trabajo que aquí presento es una porción muy pequeña del proyecto I + D Corpus Inscriptionum Hispaniae Mediaevalium, el cual trata de recoger, inventariar, estudiar y editar la totalidad de las inscripciones medievales españolas, separándolas por provincias. El trabajo realizado consiste en estudiar y analizar el conjunto epigráfico medieval de la provincia de Huesca para realizar su Corpus con posterioridad, puesto que los textos epigráficos allí localizados son muy numerosos, destacando por su cantidad y calidad los de Roda de Isábena, San Juan de la Peña, la ciudad de Huesca y la catedral de Jaca. En este caso, el estudio se centra solamente en algunas inscripciones medievales del claustro de la Catedral de Jaca por el hecho de ser inéditas. Según Joaquín María de Navascués (1953: 78-81) la acción epigráfica tiene una tipología sumamente variada, por lo que debemos estudiar la materia de la inscripción y su forma, el trazado de la escritura y la ejecución de la misma, la datación de la inscripción -tarea de gran complejidad, ya que numerosos epígrafes carecen de fecha-, la lengua utilizada en el hecho epigráfico y el pensamiento que se quiere transmitir. Favreau (1969: 395) fue otro de los grandes estudiosos de la epigrafía, proponiendo su definición como la «ciencia de lo que está escrito, en general sobre una materia resistente, en vista de una publicidad universal y duradera». En este último medio siglo ha habido varios autores que han completado 15
Daniel Vega Martínez
las palabras de Favreau, siendo una de las voces autorizadas para hacerlo la profesora Lambert (2004: 13), quien considera la epigrafía como «la ciencia histórica que se ocupa de todo aquello que ha sido escrito con la intención de comunicar un mensaje o una información a un público muy variado, en aras de una mayor visibilidad y duración». Numerosos autores han estudiado los epígrafes medievales de diferentes puntos de la geografía española, cada uno de ellos con particularidades propias. A nivel general, García Lobo y Martín López (1995: 21-22, 31-40) nos aportan los principios metodológicos de la epigrafía, que debemos tener en cuenta en este caso para la provincia de Huesca, y que consisten en conocer las características del autor, destinatario y rogatario de las inscripciones, así como el idioma en el que se realizaron las inscripciones y las fórmulas utilizadas en su confección -elementos internos-, además del soporte de escritura, tipo de letra y surco que éstas presentan -elementos externos-. También son de gran importancia los elementos funcionales, que son los que otorgan el carácter publicitario a las inscripciones, puesto que hacen referencia al módulo de las letras, luminosidad y color, decoración y emplazamiento (García Lobo, 2010: 29-44). La catedral de Jaca, símbolo del románico español, fue construida a partir de 1077 por orden del rey Sancho Ramírez debido a que la ciudad era una vía de peregrinación en el Camino de Santiago que la comunicaba con toda Europa. Hasta el año 1096 Jaca fue la capital del Reino de Aragón; sin embargo, a partir de esa fecha, fue Huesca quien ostentó la capitalidad tras ser reconquistada a los musulmanes. El claustro románico se mantuvo hasta finales del siglo XVII o comienzos del siglo XVIII, cuando fue sustituido por el actual claustro barroco debido a su estado ruinoso. Además, el claustro adosado a la fachada norte de la Catedral acogió desde 1970 el Museo de Arte Sacro Medieval, y desde 2009 el Museo Diocesano de Jaca.
2. El proceso de producción epigráfica El proceso de producción o génesis epigráfica es complejo, puesto que tenemos que averiguar los personajes que intervienen en las inscripciones, es decir, la persona que la encarga, el rogatario o persona que escribe el texto en la piedra, y el destinatario de la misma. Jean Mallon (1957: 177-194) diferencia tres momentos en el proceso de la génesis de un documento epigráfico, que son la redacción de la minuta o borrador del texto, el paso provisional a la piedra, también conocido como ordinatio, destinado a guiar la mano del lapicida, 16
Inscripciones inéditas en el Claustro de la Catedral de Jaca
y la incisión propiamente dicha. De estas tres fases, la más importante es la primera, a pesar de contar con el inconveniente de no dejar rastro, puesto que se realiza en un material que se pierde cuando termina su utilización, como pergamino, papel o tablillas enceradas, puesto que al no volverse a utilizar, se tira a la basura. Tanto la génesis, como la ordinatio y la incisión no son etapas cerradas, sino que en todas ellas se pueden utilizar nexos, formularios o expresiones que demuestren la voluntad del comitente -en la que pueden influir los conocimientos que posea el artesano del taller- y la cultura que tengan todos los actores del proceso de producción. Debido a ello, en algunas ocasiones, el escritor del texto en papel y el escultor son la misma persona. La primera fase de la génesis de las inscripciones es la actio o deseo de una persona de realizar un monumento epigráfico, que generalmente hace referencia a un acontecimiento importante que se quiere no solo conmemorar, sino también publicitar solemnemente para que generaciones venideras puedan saber lo que ocurrió. El autor moral de la inscripción puede tener bajo su autoridad al rogatario o autor material, dando lugar a las inscripciones oficiales; por el contrario, si el autor de la inscripción carece de autoridad, hablamos de inscripciones privadas. Por lo general, el destinatario de la inscripción es genérico e indeterminado, siendo esta la razón de que no aparezca su nombre de manera explícita en el epígrafe. Tras la actio tiene lugar la conscriptio, que consiste en poner el mensaje por escrito por parte del rogatario, siempre dentro del taller epigráfico o scriptorium, relacionado con el scriptoria librario de la Alta Edad Media, pudiendo compartir personal ambos lugares, excepto el experto en el manejo del cincel y del martillo, propio del primero de los scriptoria. Los scriptores de talleres humildes también trabajaban en el scriptorium librario o, al menos, tenían relación con él a tenor del análisis de las letras efectuadas tanto en epígrafes como en las partes más importantes de los códices, los tituli e íncipit, lo que demuestra que el contexto y la cultura gráfica eran comunes para ambos tipos de soporte escritorio, así como que la educación era la misma, y que la formación podía tener lugar en las mismas escuelas, ya fueran catedralicias, monásticas o parroquiales. El rogatario es el encargado de cumplir la ordinatio y la incisión -ya que muchas veces el texto ya le llega redactado-, y la amplia formación del rogatario se manifiesta en la gran calidad de los textos elaborados (Susini, 1968: 20-31). Primeramente se deben preparar la superficie en la que se realizará el epígrafe y el espacio destinado a la escritura del mismo, el espejo epigráfico, el cual, normalmente, está recuadrado, y se realiza en un material duradero 17
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en el tiempo por estar destinado al uso público y prolongado en el tiempo (Marín Martínez y Ruiz Asensio, 1988: 164-170). Los instrumentos utilizados en la producción epigráfica son los mismos que se empleaban en la época precedente: los picos y ferulae (grandes picos de hierro) eran utilizados para fracturar los bloques de piedra, la ascia para eliminar las partes más toscas del mismo y adaptarlo a las necesidades de la escritura, y la dolabra y el cincel o gradina para alisarlo, así como una escuadra cuya función es la de proporcionar una superficie perpendicular y unos ángulos rectos. De acuerdo con Cebrián Fernández (2000: 29-31) para utilizar y colocar de un modo correcto estos bloques se utilizaban signos alfabéticos. Por su parte, la madera era trabajada con martillos y mazas, pudiendo rectificarse los objetos con punteros, compases y escuadras. El quadratarius o encargado de diseñar la escritura traza las líneas de base y alinea las letras sobre la piedra con un punzón o un carboncillo previamente a la realización definitiva del epígrafe por parte del artesano o lapicida, quien trabaja la piedra con cincel y delimita el espacio de escritura. El alineamiento de las letras puede hacerse mirando un álbum o manual, o mediante sugerencias del personal del taller epigráfico; el hecho de que las fórmulas se repitan bastante a menudo consolida la hipótesis de la existencia de manuales. De acuerdo con Susini (1968: 9-10, 57-62) el ordinator debe preparar todo el proceso escritorio, para que a continuación el lapicida pueda ejecutar materialmente el texto en la piedra. Las rarezas epigráficas y los errores del lapicida son, en realidad, errores cometidos por el ordinator; entre los más frecuentes se encuentran los cambios de letra, la realización de letras al revés o la omisión de una letra. El trazado de las letras, la forma de la incisión, el surco, las abreviaturas, etc., se trazan con mucha destreza, aunque en algunos casos se observen las líneas de guía, tanto horizontales como verticales. Ya desde época romana y durante toda la Edad Media, la fase de la ordinatio viene reseñada en el epígrafe con dos verbos: ordinare y sculpere o scalpere (siendo más frecuentes estas dos variedades del mismo verbo en las firmas), si bien Susini (1968: 18-22, 44-46) apuntaba que hay dudas entre los estudiosos que afirman que todos o casi todos los epígrafes pasaban por esta fase (Mallon) y aquellos que opinan que esta forma de trabajar era parcial y casi excepcional (Ferrua). A pesar de estas discrepancias podemos afirmar que la ordinatio es una fase de la génesis de las inscripciones consistente en pasar el texto a una piedra, pudiendo limitarse simplemente a la composición y al diseño de página del epígrafe, o afectando a todo el diseño preliminar, incluyendo las líneas de
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guía y la simetría del texto, intentando evitar que en la parte final de la línea de texto las letras se volvieran más pequeñas. El concepto de lapicida es muy amplio, puesto que engloba a la persona experta en el trabajo de la piedra con martillo y cincel que procede del scriptorium en el que se ordena su realización y que conoce la escritura, y a la persona que se ocupa de todas las tareas escriptorias, pasando este concepto a ser un sinónimo de quadratarius. Para solventar esta posible dicotomía Susini (1968: 23) deja clara la diferencia al seguir el significado literal de las palabras lapicida y quadratarius y observar que el primero de ellos solamente trabaja el cincel (y en algunas ocasiones el buril), mientras que el segundo se encarga de seguir la fase de la ordinatio al preparar el diseño de página y el lugar destinado a la inscripción dentro de la piedra, remarcando los bordes y diseñando la forma de la letra para que después el lapicida pueda trabajar de forma sencilla. El trabajo con el cincel puede realizarse de tres modos diferentes: marcando toda su anchura, trabajando con él como si fuera una pluma o un instrumento fino, y golpeando en el surco inciso en la piedra. En casi la totalidad de las inscripciones, pero siempre en aquellas de mayor valor, las marcas del cincel vienen suprimidas mediante la abrasión; a pesar de ello es posible reconocer el ductus y ángulo de inclinación del instrumento con el que se ha trabajado la piedra (Gordon y Gordon, 1957: 69). La técnica de escritura era variable, pudiendo presentarse surcos con sección triangular («a V»), a cordón («a U»), a puntos (típica de las inscripciones metálicas) o letras móviles, que consiste en la realización de un surco largo y profundo para cada letra, dentro del cual se fijaban con cemento, plomo o estaño letras móviles realizadas en metal (fundamentalmente bronce, aunque en algunos casos se utilizaba el oro); estas letras móviles se utilizaban en las inscripciones de edificios públicos de gran prestigio o en el pavimento de calles y plazas públicas. En el caso de que existan similitudes entre varias inscripciones tanto en los caracteres internos como en los externos, se puede deber a que en el monasterio en cuestión existía un taller epigráfico, o también al hecho de que una misma persona, la cual podía o no pertenecer al centro monástico, hubiera realizado varios epígrafes en un corto periodo de tiempo, si bien desde el siglo XII comenzó a ser frecuente que los artesanos se movieran de un taller a otro (Fernández García, 2003: 185-208). La redacción repetitiva de muchas inscripciones se explica debido a la existencia de formularios que demuestran el interés de las autoridades eclesiásticas por cuidar con sumo detalle el formulismo de las inscripciones, especialmente las de consagración por su gran 19
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importancia para la comunidad cristiana y por la trascendencia litúrgica del propio acto de consagración. Para estudiar los talleres y las diferencias entre ellos hay que tener presentes todos los aspectos de una inscripción, ya sean externos o internos. Los elementos internos de una inscripción son la datación, títulos o cargos ostentados, referencias a eventos, personajes, instituciones o cargos públicos, las fórmulas y abreviaciones, la lengua utilizada y el estilo empleado. Por el contrario, los elementos externos hacen referencia al tipo de monumento epigráfico, a la iconografía, a los aspectos paleográficos, al material empleado, y a los contextos arquitectónico y arqueológico. Siguiendo a García Lobo (2001: 75-120), en el aspecto externo de la escritura epigráfica se puede observar una diferenciación entre la escritura rural, considerada torpe e irregular, con un trazado semicursivo y poco cuidado, y la escritura urbana, caracterizada por ser caligráfica y solemne, si bien esta diferenciación no quiere decir que la escritura rural sea propia del campo ni la urbana lo sea de la ciudad. Como acabamos de ver, la actividad dentro del taller epigráfico se repite constantemente del mismo modo, salvo que la persona que encarga la inscripción desee algo muy concreto. El contexto artístico así como el entorno cultural del taller y las tendencias artísticas de la época (fórmulas, nexos, decoración, disposición del texto, etc.) contribuyen a determinar, clasificar y catalogar los epígrafes.
3. La epigrafía en la edad media De acuerdo con la teoría de García Lobo (2001: 92) durante el periodo medieval debemos distinguir claramente entre talleres epigráficos industriales y talleres epigráficos particulares. Los primeros guardan una estrecha relación con las construcciones de la época, siendo el scriptor un artesano del taller epigráfico, aunque es difícil averiguar si era él mismo quien escribía los caracteres en la piedra o si contaba con ayuda de otra persona. Los segundos se encuentran dentro de los monasterios y centros religiosos, por lo que la producción epigráfica se vincula a los scriptoria librarios, productores de libros y documentos. Obviamente, no todos los scriptoria epigráficos eran igual de importantes, siendo pocas las personas que conocían completamente el desarrollo de la escritura epigráfica, si bien la elaboración de epígrafes era más frecuente entre los miembros de cenobios rurales. Estos lugares, al ser más pequeños, contaban solamente con una persona que se encargaba de todo el proceso, mientras 20
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que en otros monasterios más importantes cada persona se encargaba de una parte de la producción, convirtiéndose así en especialistas (De Santiago, 2003: 216-221). No parece probable que durante la Edad Media se mantuviera la oficina epigráfica tal y como la conocíamos en el mundo antiguo, puesto que la producción epigráfica fue sensiblemente inferior a la de la Antigüedad, aunque desde el siglo XII el número de inscripciones realizadas en piedra aumentó paulatinamente. Los elementos que intervienen en la producción sí fueron los mismos que en el periodo precedente, a saber, una persona que trabajara la piedra con instrumentos precisos para darle la forma requerida, un clérigo que supiera escribir, un instrumento (carboncillo o una punta seca) para trazar el borrador de la escritura dentro del espejo epigráfico -espacio destinado al texto-, y unas condiciones óptimas de iluminación. La principal productora de epígrafes durante la época medieval fue la Iglesia, algo fácilmente comprensible si tenemos en cuenta que la cultura oral tenía más importancia que la escrita, y que la escritura era prácticamente un patrimonio exclusivo del clero, lo que no quiere decir que el pueblo llano fuera analfabeto, puesto que las inscripciones eran leídas por un buen número de personas, sino que para escribir era necesaria una preparación concienzuda, y su proceso de aprendizaje estaba individualizado del de la lectura, además de que los miembros del estamento más humilde no necesitaban escribir en su vida diaria, motivo por el cual tampoco contaban con los medios o instrumentos necesarios realizar tal tarea (McKitterrick, 1995: 126-134). De hecho, la escritura estaba prácticamente reservada como instrumento de trabajo al clero y a los jueces, los cuales en su mayor parte, también eran religiosos. Vicente García Lobo (1982: 71, 75) y unos años más tarde el profesor Favreau (1997: 193-195) apuntaron la idea de que los epígrafes que presentan referencias a la Biblia, a la Antigüedad clásica o a obras literarias de la Baja Edad Media demuestran que el grado de cultura de la persona que realiza la inscripción era elevado, algo que solamente ocurría entre los miembros del clero. En ocasiones, la nobleza aprovechaba que el clero sabía leer y escribir para encargarles a ellos los epígrafes, apareciendo los nobles como autores morales de las inscripciones, aunque evitaban participar en cualquier parte del proceso de producción epigráfico, dejando esta tarea para los clérigos.
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Daniel Vega Martínez
4. Características de las inscripciones oscenses del siglo XIII Para García Lobo (1999: 175-183) los primeros rasgos comunes que observamos en la escritura epigráfica de la Península Ibérica son «el uso de letras unciales y capitales, con una forma tendente al cerramiento y al artificio decorativo, así como el abundante uso de signos abreviativos, nexos y letras inscritas». Sin embargo, en la provincia de Huesca no hay ninguna inscripción realizada en escritura uncial, y solamente una exhortatio de San Pedro el Viejo presenta escritura capital. Dos años más tarde, el mismo autor (García Lobo, 2001: 88) completó esta idea al asegurar que en cada inscripción se pueden ver tanto las intenciones como los sentimientos y mentalidad del autor, lo cual nos lleva a indagar sobre los comitentes de las obras epigráficas, que en el caso de la provincia de Huesca en el siglo XIII se corresponde con el estamento eclesiástico. Además, García Lobo (2001, 97-98) afirma que el siglo XIII supone un punto de inflexión en el empleo de la lengua utilizada, debido a que comienza a utilizarse la lengua romance; a pesar de ello, la lengua latina sigue en vigor durante una centuria más. La escritura gótica epigráfica aparece por primera vez en la Corona de Aragón durante el último cuarto del siglo XII o a comienzos del siglo XIII (Marín y Ruiz Asensio, 1977: 287-288). La gran mayoría de las inscripciones de San Juan de la Peña, así como la totalidad de las localizadas en Roda de Isábena y en el claustro de la Catedral de Jaca tienen función necrológica. Siguiendo los estudios de García Lobo y Martín López (1995: 39), era costumbre y obligación de los monasterios rezar por sus miembros y benefactores, grabando en la piedra el nombre del fallecido, la fecha de la defunción, y en ocasiones, la función del difunto, para evitar que cayeran en el olvido. En la provincia de Huesca también era frecuente que las inscripciones presentaran restos de policromía, así como el empleo de tintas negras o rojas. En cuanto a la decoración y uso de letras incisas y sobrepuestas, de signos de abreviación y signos de separación de palabras, debemos decir que estaban presentes en la casi totalidad de inscripciones. En lo referente a la datación sí encontramos diferencias entre los centros escriptorios, puesto que en Roda de Isábena se hacía por el sistema de Anno Domini -las inscripciones contenidas en el Necrologium enviado a la Catedral de Pamplona utilizan el sistema florentino-, y en el claustro de San Pedro el Viejo de Huesca se seguía el método de la Era hispánica; por su parte, las 22