La colección de pergaminos de San Ildefonso de Toro (1127-1589). Un vademécum para la diplomacia...

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Monumenta Hispaniae Pontificia 12

LA COLECCIÓN DE PERGAMINOS DE SAN ILDEFONSO DE TORO (1227-1589): UN VADEMÉCUM PARA LA DIPLOMÁTICA PONTIFICIA


Colecciรณn Monumenta Hispaniae Pontificia 12


SANTIAGO DOMÍNGUEZ SÁNCHEZ Colección

Monumenta Hispaniae Pontificia 12

LA COLECCIÓN DE PERGAMINOS DE SAN ILDEFONSO DE TORO (1227-1589): UN VADEMÉCUM PARA LA DIPLOMÁTICA PONTIFICIA

Universidad de León Área de Publicaciones 2019


La colección de pergaminos de San Ildefonso de Toro (1227-1589) : un vademécum para la diplomática pontificia/ [edición y compilación] Santiago Domínguez Sánchez. –[León] : Universidad de León, Área de Publicaciones, 2019 368 p. : fot. col. y bl. y n. ; 25 cm. – (Monumenta Hispaniae Pontificia ; 12) Índices. -- Bibliogr. p. 49-56. -- Textos en latín ; introducción en español ISBN 978-84-9773-942-9 1. Convento de San Ildefonso (Toro)-Historia-1227-1589-Fuentes. 2. Bulas pontificias-1227-1589. 3. Zamora (España : Provincia)-Historia religiosa-1227-1589-Fuentes. I. Domínguez Sánchez, Santiago. II. Universidad de León. Área de Publicaciones 272(460.184)"1227/1589"(093.2) 27‐789.33(460.184)"1227/1589"(093.2) 2-523.6(460.184 Toro)"1227/1589"(093.2) De acuerdo con el protocolo aprobado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de León, esta obra ha sido sometida al correspondiente informe por pares ciegos con resultado favorable.

© Universidad de León Área de Publicaciones © Santiago Domínguez Sánchez I.S.B.N. 978-84-9773-942-9 Depósito Legal: LE-8-2019 Imprime: KADMOS Impreso en España / Printed in Spain


A Guillermo

“Καὶ σὺ, τέκνον!”

“O, fili mi, tu quoque!” Quotienscumque accesit ad te, illic aderas. “¡Oh, hijo mío, tú también!” Cada vez que te necesité, allí estabas para ayudar.



Grabado de la portada de San Ildefonso de Toro en la segunda mitad del siglo XIX, poco despuĂŠs de la ExclaustraciĂłn



INTRODUCCIÓN Presentamos1 en esta monografía una pequeña, pero interesantísima, colección de setenta y tres diplomas en pergamino relativos al convento dominico de San Ildefonso de Toro, hoy desgraciadamente desaparecido. Y decimos interesantísima no sólo por su interesante contenido y porque casi todos esos documentos son inéditos, sino también porque en su mayoría son pontificios y abarcan casi todo el espectro posible de tipos diplomáticos utilizados por la Cancillería y la Curia de los Papas en los últimos siglos de la Edad Media y a comienzos de la Moderna.2 Antes de ofrecer unas pinceladas desde el punto de vista de la ciencia diplomática sobre tales relevantes pergaminos, parece necesario escribir unas líneas en torno a los aspectos históricos y artísticos más sobresalientes de tan notable convento zamorano, hasta ahora muy poco estudiado.3 La fundación del convento dominico de Toro hay que situarla, según explicaremos más adelante, en el año 1285, cuando la reina María de Molina, reina de Castilla y León, esposa de Sancho IV y señora de la ciudad de Toro, dona a la Orden de Predicadores unas casas y solares en dicha ciudad y cuando consta la intervención expresa de Honorio IV para facilitar la fundación de nuevos conventos dominicos. Pero nada mejor que acudir a la tradición histórica para ilustrar la historia del nacimiento del convento toresano. El llamado Libro Becerro de San Ildefonso de Toro, redactado por el fraile del mismo 1

Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación FFI2015-64340-P (MINECO-FEDER). 2 Quiero agradecer la ayuda prestada para la elaboración y edición de este libro, en especial por don Luis Miguel de la Cruz Herranz, Jefe de la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional, y por el P. Ricardo de Luis Carballada, prior de San Esteban de Salamanca. 3 Para situar este convento en su contexto social-religioso y geográfico, cf. SÁNCHEZ HERRERO, Historia de la iglesia de Zamora, 724 y ss.; e ID., Historia de la diócesis de Zamora, 832 y ss.

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convento Juan Padrón Montemayor en el año 1627, y custodiado en el Archivo Histórico Nacional, describe de forma sencilla e inocente, aunque bien fundamentada, la fundación del convento, así como los datos más importantes sobre las diversas etapas de su construcción, siguiendo de seguro la tradición secular que sobre este hecho se conservaba de generación en generación entre los frailes de San Ildefonso. Veamos estas interesantes palabras:4 Capítulo I. De la fundación de este convento. La serenísima reina doña María de Meneses, mujer del rey don Sancho IV, hijo del rey don Alfonso el Sabio, fundó este convento en el año de 1275, siendo viuda (corregido al margen: no enviudó hasta el año de 1295, que murió el rey don Sancho). Y para dicha fundación compró unas casas que fueron de Lope García de Toro, las cuales poseía Hernán Gómez, hijo de don Gonzalo Coronel, como parece por carta de venta hecha en Zamora, a 15 de octubre era de 1322, que fue año de 1284 (...) Fundose el dicho convento en una ermita que se llamaba Santa María la Blanca, la cual se quedó incorporada en el convento, que por ella se hizo la iglesia de Santa María la Nueva. Pasando por esta ciudad de Toro los huesos del gran arzobispo de Toledo, San Ildefonso, para Zamora, donde agora están, descansaron dos días en este convento, y así se tiene por cierto que desde entonces se comenzó a llamar con el título de San Ildefonso que hoy tiene. Fue muy favorecido de los reyes este convento, y le tuvieron siempre en cabeza del patronazgo real, y enterraron en él a un infante, que antes de agora estaba al lado derecho del altar mayor, en una piedra de alabastro, y agora está en un nicho al lado de la epístola. Era dicho infante (don Enrique de Castilla, 1288-1299) hijo del famoso rey don Sancho y de la serenísima reina doña María de Meneses (...) En este convento tuvieron los reyes su casa y palacio real, donde asistieron mucho tiempo, como en casa suya. Y en ella nació el rey don Juan el II, día de nuestro padre y maestro santo Tomás de Aquino (6 de marzo), año de 1405; el cual dicho señor infante fue hjo del rey don Enrique (III) el Enfermo (Doliente) y de la serenísima reina doña Catalina de Alencastro, hija del duque de Alencastro, nieta del rey don Pedro (...) Los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel dotaron en este convento una cátedra de Teología, y para su dote dieron un 4

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Editado por HOYOS, Registro documental, 43 y ss.


juro (...) Con este principio siempre ha habido en él Estudio de Artes y de Teología. Fundó la serenísima reina doña María (de Molina) la iglesia, con la grandeza que ahora muestra; porque hiço en ella las tres naves hasta las bóvedas, con la capilla mayor hasta dicha altura. Pero después, por los años de 1495, no dejando el patronazgo del convento, mas deseando hacer bien y merced a Rodrigo de Ulloa (señor de La Mota) y a doña Aldonça de Castilla, su mujer, los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel les dieron la iglesia para su entierro. Estos señores Rodrigo de Ulloa y Aldonça de Castilla hicieron todas las bóvedas de la iglesia y capilla mayor, desde donde están hoy sus escudos y armas. Hicieron el retablo de la capilla mayor, la custodia y la sacristía, y dieron muchas cosas para ella (...) Fray García de Castronuño, hijo profeso de este convento y confesor de la reina doña Catalina (de Lancaster) (...), fue obispo de Coria (...), fue insigne bienhechor de este convento. Labró el claustro bajo hasta las bóvedas; dio a este convento su pontifical y capilla, y era de gran precio. Atajole los pasos la muerte, y así no pudo acabar el claustro. Enterrose en la capilla de Santo Domingo, que ahora es de Nuestra Señora de las Paces, donde está su efigie en un bulto de alabastro. Don Diego de Deça, hijo de este convento y natural de esta ciudad de Toro (...), maestro del príncipe don Juan y confesor de los Reyes (Católicos), fue primero obispo de Zamora, después de Salamanca, de Jaén y de Palencia; de aquí le hicieron arçobispo de Sevilla; fue electo arçobispo de Toledo (...), labró las bóvedas del claustro e hiço el sobreclaustro, el refectorio, la sala, los dormitorios deste convento (...) Como es bien sabido, a principios del siglo XIII nació la Orden de Predicadores. Santo Domingo de Guzmán comenzó a hablar de la fundación de una nueva Orden en 12145 y al año siguiente, en 1215, estableció en Toulouse la primera sede de la misma. Santo Domingo asistió a fines de este año 1215 al IV Concilio de Letrán, en el cual, a pesar de que se prohibió la creación de nuevas Órdenes, obtuvo del Papa Inocencio III la aprobación de palabra de la Orden, con la imposición de escoger una de las Reglas ya existentes, a la que se podrían añadir constituciones propias. Santo Domingo y los clérigos que le 5

Un buen resumen de la historia de Orden de Predicadores se encuentra en PALOMO, Dominicos, 766 y ss.

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acompañaban eligieron entonces la Regla de san Agustín, elaborando un primer proyecto de constituciones que fueron presentadas al nuevo Papa, Honorio II, que ratificó formalmente la Orden en un diploma dado el 22 de diciembre de 12166, a la vez que poco después pidió a sus miembros que se dedicaran al estudio y a la predicación.7 Tras unos primeros inicios en Francia, aunque acompañado siempre de varios hispanos8, en diciembre de 1218 santo Domingo vuelve a Hispania. Varias ciudades se atribuyen la fundación de sus conventos dominicos en tiempos de dicha visita: Segovia, Palencia, Santiago de Compostela o Zamora. Comenzó entonces, a lo largo del siglo XIII, el establecimiento de numerosos conventos de la nueva Orden dominicana, apareciendo en las listas o tablas de fundación9 de tales conventos hispanos el de Toro con el número quince.10 Centrándonos en el caso del convento toresano, la citada tradición secular plasmada por escrito a principios del siglo XVII por el referido fray Juan Padrón Montemayor, que acabamos de copiar, refiere los hechos claves en la historia medieval y moderna del convento, comenzando por su nacimiento por empeño de la reina María de Molina, la cual, efectivamente, ya el año 128411 adquiere casas y solares

6 Puede consultarse su texto en GONZÁLEZ ALONSO-GETINO, Capítulos provinciales, 79-81. 7 Tal primitiva Regla fue desarrollada y aumentada con posterioridad, siendo confirmada definitivamente por Honorio IV en 1285, año precisamente en el que nació el convento dominico de Toro, en cuyo archivo se conservaban dos bulas de tal Pontífice datadas ese mismo año. 8 Siete de sus dieciséis acompañantes eran hispanos. 9 Las tablas ofrecen el siguiente listado: Santa Cruz de Segovia en 1218, San Pablo de Palencia, Santo Domingo de Compostela y Santo Domingo de Zamora en 1219, San Pedro Mártir de Toledo en 1222, San Pablo de Burgos en 1224, San Esteban de Salamanca en 1228, Santiago de Pamplona en 1242, Santo Domingo de León en 1261, Santo Domingo de Ciudad Rodrigo en 1262, Santo Domingo de Estella en 1264, San Pablo de Valladolid en 1272, Santo Domingo de Benavente en 1276, Santo Domingo de Vitoria en 1278 y San Ildefonso de Toro en 1285. 10 Para una visión general de la expansión de la Orden de Predicadores en Castilla en estos momentos, cf. GARCÍA SERRANO, Preachers of the city. 11 Cf. el doc. 3 de la Colección Diplomática. Recuérdese que el 23 de septiembre de 1284 Sancho IV cede el señorío de Toro a María de Molina. Cf. FLORANES, Memorias para la historia de Toro, 97.

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para este convento,12 que dona al mismo en 1285.13 El convento dominico de Toro fue el único convento castellano de dicha Orden patrocinado en el momento de su fundación únicamente por la monarquía, ya que en los demás siempre se constata la intervención de los concejos, las oligarquías urbanas, etc.14 Pensamos que el año 1285 fue clave en la fundación de este convento, si tenemos en cuenta un dato que hasta ahora ha pasado bastante desapercibido: el 25 de noviembre de 128515 Honorio IV expedía unas litterae gratiosae dirigidas al maestro general de los Predicadores, precisamente un zamorano, fray Muño de Zamora, en el que autorizaba a los superiores de la Orden a acudir a cualquier obispo si el ordinario del lugar se negaba a poner la primera piedra o a bendecir una nueva iglesia dominicana. Aunque hay varias copias de este texto, si tenemos en cuenta que una estaba en el Archivo de San Ildefonso, es lógico pensar que por entonces tenía lugar la fundación del convento dominico toresano. Poco más tarde el convento de los Predicadores de Toro comienza a adquirir nuevos solares. Así, sabemos que en 1290 compró a un tal Arias unas casas sitas en la calle toresana de la Reina.16 Nuevamente se realizan más compras en 1294, en la calle llamada de don Rodrigón de Pozuelo,17 y en 1302, en la calle de la Reina.18 Aún en nuestros días se conserva una calle en Toro con esta denominación, de la Reina, vía cuyo nombre cambia a mitad de recorrido por el de Santo Domingo.19 La predilección de María de Molina hacia el convento toresano es evidente. Cuando en 1299 fallece el infante don Enrique, hijo de Sancho IV y la citada reina, éstos disponen su enterramiento en el convento dominico de Toro. Sabemos también que por entonces la reina 12 Que, según una discutida tradición, por entonces ocupaba la iglesia de Santa María la Blanca. 13 Cf. doc. 6 de la Colección Diplomática. En él, además, tres caballeros designados al efecto por el concejo de Toro tasan y contrastan tal donación. 14 Cf. GARCÍA SERRANO, Preachers of the city, 71. 15 Doc. 5 de la Colección Diplomática. 16 Doc. 12 de la Colección Diplomática. 17 Doc. 13 de la Colección Diplomática. 18 Doc. 14 de la Colección Diplomática. 19 A la altura del número 10 de dicha calle se conservan in situ los pocos restos que hoy perduran del convento.

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estableció que las rentas del portazgo de Toro las recibiese el nuevo convento dominico mientras estuviese en construcción la iglesia y el claustro mayor del mismo.20 Tal protección regia se documenta claramente en los dos testamentos firmados por dicha reina.21 En el primero, datado en los primeros meses del año 1308,22 la reina establecía entre otras cosas, la obligación de que los frailes del convento de los Predicadores de Toro oficien numerosas Misas por su alma, para lo cual le otorgaba diversas vestiduras litúrgicas y, en especial, la citada renta del portazgo de Toro, además de otros 800 maravedís anuales perpetuos procedentes de las rentas de la Judería de Toro, y ello porque, en palabras de la soberana, “el monesterio de los Frayres Predicadores de Toro començé yo et es mi voluntat de lo acabar en serviçio de Dios et a onrra de la Orden de Santo Domingo, et porque el infante don Enrique, mío fiio, yaze ý enterrado”. El 29 de junio 1321, dos días antes de fallecer, María de Molina redactó un nuevo testamento, en el que nuevamente constaban mandas similares.23 En ambos testamentos figura expresamente una mención a las labores de construcción del convento de Toro: en 1308 a la elevación de la iglesia, y en 1321 de la iglesia y del claustro mayor: “Otrossí, mando que porque el monesterio de los Fradres Predicadores de Toro començé yo (...) e porque desque lo yo començé siempre les di la renta del portadgo de Toro bien e conplidamiente, mando que fasta que sea acabada la eglesia e la claustra mayor del mío monesterio sobredicho que ayan los fradres ende las rentas del portadgo de Toro bien e conplidamientre, e que las non metan en ál sinon en la lavor de la eglesia e de la claustra”.24 Junto al convento se construyó un palacio real, que fue ocupado

20 Sobre las intervenciones arqueológicas en torno al antiguo claustro monástico, cf. SALVADOR / VIÑE, El convento de San Ildefonso: su claustro. 21 Cf. BENAVIDES, Memorias de Fernando IV, I, 680-686; GAIBROIS, Un episodio, 67-72; y LARRIBA, El testamento de María de Molina, 205-211. 22 Doc. 15 de la Colección Diplomática. 23 Doc. 17 de la Colección Diplomática. 24 Sobre los restos artísticos de este convento en el contexto de la ciudad de Toro, cf. NAVARRO TALEGÓN, Catálogo monumental de Toro; e ID. El legado artístico de Toro.

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por personajes de la corte castellano-leonesa,25 especialmente reinas, en diversas ocasiones: desde María de Molina hasta Catalina de Lancaster.26 De dicho aposento real dice el historiador dieciochesco Floranes lo siguiente: “Tenían en ella los señores reyes palacio real y aposentos donde vivían. Estaban muchas veces de asiento como en casa suya”.27 Además, muy cerca del palacio, en la iglesia conventual, como ya se dijo, se enterró el infante Enrique de Castilla (1288-1299).28 Pero el convento de los Predicadores de Toro no sólo contó con el ampario regio. A lo largo del siglo XIV son numerosas las donaciones de particulares hacia el mismo, tal como sucede en los años 1339,29 1348,30 1353,31 136232 y 1372.33 De hecho, en 1359 numerosos vecinos de Toro formaban parte de una Cofradía con sede en dicho convento, bajo el nombre de Cofradía de San Pedro Mártir, aceptada oficialmente por entonces por el maestro general de la Orden de Predicadores.34 Y unos años más tarde, en 1423, la devoción a la Virgen del Rosario era tan grande entre los ciudadanos toresanos que Martín V concedía indulgencias a quienes visitaran la capilla de la Asunción de este convento.35 25

Sobre la participación de las Órdenes Mendicantes en la vida política del reino de Castilla y León en este momento, cf. RÍOS, The Role of the Mendicant Orders in the Political Life of Castille. 26 Recuérdese el nacimiento en este lugar del rey Juan II en 1405. 27 FLORANES, Memorias para la historia de Toro, 52. A continuación narra que el citado Juan II de Castilla, agradecido por la ayuda recibida del convento toresano, había renovado el 7 de febrero de 1427, mediante un albalá, la concesión de 4.000 maravedís anuales que su padre, Enrique III, había dado a San Ildefonso. 28 “Los reyes enterraron en la capilla mayor, que tuvieron siempre por patrimonio real, un infante hijo de famoso rey don Sancho y suyo (de María de Molina), que hoy día está al lado derecho del altar mayor, debaxo del retablo, en una piedra de alabastro labrado curiosamente”, escribió en el año 1613 LÓPEZ, Tercera parte de la Historia de la Orden de Predicadores, 303. 29 Doc. 18 de la Colección Diplomática. 30 Doc. 20 de la Colección Diplomática. 31 Doc. 21 de la Colección Diplomática. 32 Doc. 23 de la Colección Diplomática. 33 Doc. 24 de la Colección Diplomática. 34 Doc. 22 de la Colección Diplomática. 35 Cf. el doc. 27 de la Colección Diplomática. Véase también el doc. 28 de la Colección, dado en 1456, en el que se hace un resumen de decenas de diplomas de concesión de indulgencias a favor de quienes amparasen a los Dominicos y asistiesen a las ceremonias de sus conventos.

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Por estos momentos, a mediados del siglo XIV, el convento adquiere la advocación de San Ildefonso. Tal título se encuentra por primera vez documentado en esta Colección Diplomática en el año 1348,36 cuando se habla literalmente del “convento de los Frayres Predicadores del monesterio de Sanctialfonso de Toro”.37 Anteriormente los diplomas hablan tan sólo del “convento de los Frailes Predicadores de Toro”. Recuérdese, sobre esta advocación a san Ildefonso, la importancia en el entorno zamorano de la figura de este santo, arzobispo de Toledo entre los años 657 y 667, considerado Padre de la Iglesia, cuyos restos descansan en la relativamente cercana iglesia de San Pedro y San Ildefonso de Zamora.38 La tradición afirma39 que los restos de san Ildefonso de Toledo, traídos a Zamora por mozárabes toledanos tras la repoblación de esta ciudad (en el año 893) en época de Alfonso III el Magno de Asturias (866-910), se depositaron en la citada iglesia de Santa Leocadia. Tales restos fueron casi olvidados, hasta que se descubrieron el 26 de mayo de 1260 en las obras de ampliación de la nueva iglesia de San Pedro, que desde entonces se llamó de San Pedro y San Ildefonso. Véase lo que dice de estos hechos la crónica escrita por el franciscano fray Gil de Zamora, testigo de tal descubrimiento:40 Cum enim gens barbarice potissime, Arabes, propter Christianorum scelera, quibus Deum altissimum irritarant, totam fere Hispaniam, exceptis Asturiarum montibus et quibusdam locis aliis inaccesibilibus, occupassent, et totius fidei christiane cultum ecclesiasticum devastarent; christiani residui, 36

Cf. el doc. núm. 20 de la Colección Diplomática. Hasta ahora los historiadores habían afirmado que la primera mención a esta advocación era del año 1362. Cf. FLORANES, Memorias para la historia de Toro, 98; y CAÑAS, El itinerario de la corte de Juan II, 152. 38 La iglesia de San Pedro de Zamora, como es sabido, se comenzó a construir a mediados del siglo XI a instancia de Fernando I de León y Castilla, sobre la antigua iglesia visigoda de Santa Leocadia. De estilo románico, fue ampliada a fines del siglo XII y en el siglo XIII, y nuevamente en el siglo XV, ya en estilo gótico. 39 Cf. FERNÁNDEZ DURO, Memorias de Zamora, II, 168 y ss.; FITA, Traslación e invención del cuerpo de san Ildefonso, 60-71; PÉREZ HIGUERA, Escenas de san Ildefonso, 808. 40 Cf. FITA, Traslación e invención del cuerpo de san Ildefonso, 6163. 37

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qui manus evaserant vastatorum, tanquam fidei zelatores sacratissimas ecclesiarum reliquias iuxta quod eis erat posibile collegerunt, ut in Asturias deportarentur. Inter quas, corpus beati Aldefonsi toletani archiepiscopi deferentes, cum eodem Zamoram venerunt; et in ecclesia Beati Petri, ubi sedes cathedralis fuerat aliquando, pignus sanctissimum reposuerunt. Verum, quia generatio humana preterit et alia succedit, eo quia omnes morimur, et ut aqua dilabimur super terram, sanctissimi patris Aldefonsi translatio et depositio in oblivionem devenit usque ad annorum curriculum hominibus longissimum seu prolixum. Recuperata vero terra post longa tempora, et culto divino in ecclesia dilatato, venit vir quidam Toletanus Zamoram in habitu pastorali, qui et officium gerebat pecudum alendarum: hic, recognita Beati Petri ecclesia, eandem devotus intravit et cordis contriti sacrificium toti obtulit Trinitati. Post haec, cum totam hinc et inde circunspiceret ecclesiam, tanquam divini nuntii baiulus, sedulus explorator; formidantes sacriste ne forte quidquam mali vellet in ecclesia machinari, ipsum ab ecclesia emitere tentaverunt. Sed ipso procurante quis clericus in eadem ecclesia venerabilior haberetur, et votum suum exprimente quod vellet secretum sibi aliquod revelare, ipsum stare in ecclesia permiserunt; et venerabiliorem clericum qui tunc erat in Beati Petri ecclesia, Didacum nomine, vocaverunt. Cuius genibus advolutus, post longam et secretam confessionem patefecit sibi supernam ac celicam visionem. Asseruit namque a beato Aldefonso se in virtute sepe deductum fuisse ad ecclesiam prelibatam; et omnia signa que sibi beatus Aldefonsus Deo iubente revelaverat, oculis carnalibus conspexise. Et ut argumentis necessariis probaretur quod divina revelatio impresserat apici mentis eius, locum ubi corpus beati Aldefonsi iacebat reconditum preostendit: adiiciens quod ibidem corpus beati Atilani, qui in eadem Ecclesia pontificali functus fuerat officio, quiescebat. Et ob hoc, si locum ipsum efoderent beati Aldefonsi pignus sanctissimum invenirent: in altari videlicet, quod eo tempore in ecclesia veteri fuerat in honorem Virginis almiflue dedicatum, ubi circa eiusdem almiflue Virginis altare corpus sancti Atilani pontificis, beatissimi Froylani socii, reconditum esse dicebat, sic uti revelatio declarat. Tunc prefatus clericus, Didacus appellatus, non audens ad verbum unius hominis circa huius rei investigationem aliquid quasi temerarie attentare, retulit aliis senioribus, clericis et laicis, eiusdem

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ecclesie, quod sibi fuerat revelatum. Ipso tandem clerico de huius mundi ergastulo feliciter educto, impressum cordibus hominum remansit quod ipse pastore sibi revelante, retulit aliis et detexit. Aldefonso ergo Legionis et Castelle, in regem Romanorum electo, regnante, et venerabili patre domino Suggerio episcopo Zamorensem ecclesiam gubernante, cum artifices disponerent pilaria ecclesia initiare novitus, et firmius fundare, et honorabilius fabricare, perpendiculum quasi divinitus directum est super locum illum ubi repositum fuerat corpus beatissimi Aldefonsi. Fodientes vero cementum cum devenissent usque ad rupem, thecam quandam reperiunt, miro modo ex quatuor lateribus fabricatam. Cuius coopertorium erat lapideum et conscriptum. Sed fossores, cementum improvide retundentes, ipsum coopertorium in decem et octo fragmenta vel amplius confregerunt. Quibus fragmentis et bonorum virorum consilio congregatis, et in unum glutino artificiali compaginatis, super scriptum huiusmodi titulum invenerunt: PATRIS ALDEFONSI EPISCOPI TOLETANI. Pues bien, sabemos que la devoción a este santo41 estaba muy extendida precisamente desde el año 1260 por las comarcas zamoranas, y ésta parece ser la razón de la atribución al nuevo convento dominico de Toro del título de San Ildefonso. Como antes se dijo, además, una antigua tradición sostenía que los restos de San Ildefonso habían descansado en Toro, camino de Zamora, cuando se trasladaron a fines del siglo IX desde Toledo a la ciudad del Duero.42 Por otro lado, conviene recordar que todos los conventos de la Orden en la Península Ibérica, durante el siglo XIII, pertenecían a una única provincia, Hispania. Sin embargo, la situación cambió en el siglo XIV. De hecho, desde el año 1301 se crean dos provincias, la de Hispania y la de Aragón. Este última agrupará los conventos de Cataluña, Aragón, Baleares, Valencia y Navarra. Lógicamente, San Ildefonso de Toro pertenecerá desde entonces a la provincia de Hispania, y acudirá a los capítulos provinciales de esta provincia, como

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Ligada a la devoción a la Virgen María, ya que, como es conocido, a San Ildefonso se le atribuye la aparición de la Virgen el 18 de diciembre del año 665. 42 Cf. MEDRANO, Historia de la provincia de España de la Orden de Predicadores, II/I, 626; y HOYOS, Registro documental, 38.

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