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Una labor, un personaje...

ayudaría económicamente. Mi señora un día se acercó a la municipalidad de Puente Alto, y me presenté con este proyecto, que gustó, y ya desde hace un año que me dedico a esto, bautizando mi emprendimiento como ‘Arte Cotona’, pasado y presente’, más que nada, por mi apodo”, agrega.

Juan Villavicencio crea réplicas a escala de microbuses que transitaron tanto por Puente Alto como por otras comunas, trabajo en el cual también realiza una recuperación patrimonial.

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MICROS CON HISTORIA Como emprendedor, don Juan ha expuesto en diversos sectores de la comuna, siempre llamando la atención con sus micros y automóviles de madera, pintados a mano -que evocan tiempos pasados- tanto de adultos como también de jóvenes y niños, a quienes también les responde sus dudas y consultas, haciéndoles de esta forma una clase de historia gratuita sobre las réplicas que exhibe y tiene a la venta.

“Lo que más me llena el alma, más que vender los autos y las micros, es el halago y las felicitaciones de la gente, que aprecia mucho el trabajo que realizo. Eso me da más fuerzas y ánimos a seguir haciendo esto”, comenta. Recorridos tales como Recoleta Lira, Vivaceta Matadero, Yarur Sumar, San Gerónimo Lo Curro, entre otras, son algunas de las antiguas micros que podían apreciarse en el puesto que exponía don Juan en una reciente feria que tomó lugar en el frontis de la Delegación Cordillera, todos ya extintos, entre los cuales entre medio destacaba también una antigua ambulancia del Hospital Sótero del Río.

“Trabajo bastante con pedidos, así que, si quiere algún recorrido en particular, puede contactarme al +569 5736 3506, no hay ningún problema. Pueden buscarme por Facebook, para ver más modelos. Yo feliz de atenderlo”, cierre el emprendedor puentealtino.

TALLER LITERARIO «LA ROCA»

Dirección: Magdalena Medina Arenas

LA PLAZA DE PUENTE…

Oriundo de Curacaví, Juan Villavicencio tiene muchos recuerdos de su niñez cuando acompañaba a sus padres y tomaban los microbuses de la locomoción colectiva, viajes que disfrutaba mucho, poniendo atención a los detalles de las máquinas, que por esos años distaban bastante de los modernos buses de hoy.

“Siempre quise tener de juguete una micro, pero mis padres no podían costearlo, aparte que, como tal, no habían por acá. Así que fue algo que de niño nunca tuve”, señala don Juan.

Pasaron los años, y con la llegada de la pandemia al país en marzo de 2020, Juan queda sin empleo en su trabajo como operador de maquinaria pesada, en lo que también influyó su diabetes. Fue por ese tiempo que recuerda su infancia, y se anima construir un camioncito de cartón, el que dice “no le quedo muy bueno”, y desanimado, lo iba a tirar a la basura, pero su señora le motivó a seguir mejorando. Fue ahí que se le viene a la mente la idea de recrear aquellos microbuses de antaño, los que tomaba de niño junto a sus padres, de recorridos ya desaparecidos hace décadas: pone manos a la obra y comienza, de forma artesanal, a crear sus primeras micros.

“Quien hubiera pensado que, tras tantos años, tendría finalmente el juguete que tanto anhelaba de niño”, dice emocionado. “La verdad es que esto comenzó como una colección personal, pero mis familiares me dijeron que se lo mostrara a más gente, pues lo que hacía tenía un valor patrimonial, y que mucha gente se sentiría identificada con mis micros, y al estar sin empleo, me

Enla esquina frente a “La ex-Chilenita”, reconocida panadería de inmigrantes españoles, encontré a mi buen amigo “el Nico” alborotado, irritado y gritando a viva voz sendas groserías a los trabajadores que cumpliendo una orden consistorial, motosierras en mano procedían a cortar los antiguos arboles de nuestra entonces bella plaza de armas. Era el claro sentir de un puentealtino de pura cepa que reclamaba lo que muchos se remiten solo a observar y mover la cabeza acusando desencanto.

Se llevaron todo – arboles, plantas, palmeras, recuerdos, pileta, quiosco y no sabíamos para que. Mas tarde cercada, excavada y renovada surgió la nueva plaza de Puente Alto, que honestamente no es del gusto de la población autóctona, exhibiendo dos nuevas torres en su cuadrante vacío y sin estética…las dos salidas de la estación del metro, una norte, la otra sur.

Hoy queda solo el recuerdo grato de las tardes estivales cuando salíamos a “dar una vuelta por la plaza”, buscando los ojos sonrientes de alguna puentealtina para invitarle a un helado en “la chilenita”, panadería y fuente de soda que igual que aquella plaza, ya no existe.

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