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• Filósofo de la semana Séneca* nos habla sobre el sentido de la vida feliz

Alfonso Flores Verdiguel

Cada que hay oportunidad nuestro maestro de filosofía nos da algunos consejos para aprovechar al máximo nuestra vida, alcanzar nuestros objetivos y nuestras metas. En uno de esos días, saliendo de clase , algunas de nuestras compañeras y compañeros, nos dirigimos al maestro para preguntarle por qué en algunas de sus clases nos recuerda que debemos emplear una buena parte de nuestro tiempo para prepararnos y ser mejores seres humanos, que no pretendamos hacer grandes fortunas, adquirir poder o lujos, porque al final, posiblemente no lo alcancemos y habremos gastado nuestra vida en tratar de lograrlo. Nuestro maestro accedió a escucharnos.

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—Díganme ustedes, ¿qué es lo que quieren platicar conmigo? — nos preguntó. Sofía, que siempre es la que más participa en clase, le manifestó al maestro lo siguiente:

—Maestro, lo hemos abordado mis compañeros, compañeras y yo, porque queremos preguntarle por qué en reiteradas ocasiones, en el salón de clase, nos aconseja que aprovechemos la oportunidad que se nos ofrece al estar estudiando, que dediquemos más nuestro tiempo a formarnos, que seamos mejores personas cada día.

—Sí, maestro —intervino Roberto—, creo que como jóvenes debemos disfrutar de la vida, ir a fiestas, “echarnos unos tragos.”

Todos los demás, movían su cabeza, como aprobando lo que estaba diciendo Roberto. —Sigan, yo los escucho —dijo el maestro. Fabiola tomó la palabra:

—Sí, maestro, tenemos mucho tiempo para divertirnos, convivir con chicos, y chicas ya habrá tiempo para lo que usted nos aconseja.

—Eso creemos maestro —dijeron los demás.

El maestro se quedó viendo a cada uno de los alumnos que le rodeaban. —Muy bien —dijo, y continuó diciendo un poco sarcásticamente: —Me parece perfecto lo que dijeron sus compañeros, y todos los que con sus gestos de aprobación los apoyaron. Pero les pregunto: ¿cuántos de sus compañeros ya no entran a clases? ¿A qué se dedican? ¿A disfrutar de la vida, como dice su compañero Roberto? ¿Cuántos de ellos ya hasta están inmersos en las drogas? Está bien, hoy son jóvenes, pero en poco tiempo serán adultos, y ¿qué van a hacer? El pequeño grupo se quedó meditabundo a los cuestionamientos que les formuló su profesor.

* Lucio Anneo Séneca: nació en Córdova , España, hacía el año 4 a.C., en pleno auge del Imperio Romano dentro de la provincia de Hispania. Es uno de los filósofos romanos que influenció sobremanera a los grandes pensadores de la Edad Media y el Renacimiento. Adoptó la doctrina del estoicismo, que la enfocó en sus obras como vínculo para ofrecer consejos prácticos para alcanzar la virtud moral, que, según Séneca, es el único camino para conseguir la felicidad. Séneca, también dedicó parte de su vida a la política, logrando ser senador y consejero de emperadores como Claudio y Nerón. Denostado por muchos de sus contemporáneos que le acusaron habitualmente de hipocresía, Séneca ha pasado a la historia como una de las personalidades más sugestivas del Alto Imperio romano.

Tania, irrumpió el silencio: —Pro fesor, aparte de los consejos que nos da en el salón de clase, ¿que más nos podría añadir al respecto?

—Yo creo que más que añadir algo sobre cómo dirigir sus vidas, les preguntaría a todos ustedes: ¿qué es lo que realmente anhelan en la vida? Porque de ahí podríamos dar pasos más firmes.

Nuevamente se abrió otro silen cio, el maestro, con sus manos hacía ciertos movimientos como alentando a las alumnas y a los alumnos a contestar a la pregunta formulada. Por fin, David contestó: —Yo anhelo ser feliz profe sor. —¡Muy bien contestado, David! Al oír estas palabras del profesor a David, todos convinieron que, en la vida todo hombre y toda mujer anhelan ser felices.

Pero ¿cómo se logra la felicidad?, preguntó Sonia. A lo que el maestro contestó: —La felicidad es un tema bastante complicado de contestar, ya que para algunas personas la felicidad se finca en poder seducir a las mujeres o viceversa, otros el llegar a conquistar una cima, otros acumular dinero, a coleccionar baratijas, etc. Cada persona cree alcanzar la felicidad según sus propios gustos o ambiciones, pero la realidad no es esa. —-¿Y entonces maestro la felicidad no existe?, preguntaron los demás. —Miren compañeras y compañeros, yo conozco a alguien que sí podría orientarnos sobre este tema tan controvertido. ¿Quién? —preguntó de nueva cuenta Sonia. El maestro respondió de inmediato: —Séneca, un filósofo romano, y añadió: —Si gustan vamos a su encuentro. Con ese entusiasmo que ha caracterizado siempre a las y los cecehacheros, exclamaron con cierta alegría aquel pequeño grupo de jóvenes ¡Sí vamos!

Nos dirigimos a la bella ciudad de Roma, nos maravillaron las bellas arquitecturas y al centro su gran Coliseo, y alrededor de él sus grandes monumentos construidos sobre columnas al estilo griego. Estando precisamente frente al Coliseo romano, preguntamos si alguien conocía a Séneca, maestro del emperador Nerón. Una señora de avanzada edad fue la que nos indicó que también era parte del Senado y que posiblemente ahí lo encontraríamos. —Pero ¿dónde se encuentra el senado? —preguntó Roberto. La señora amablemente nos indicó: —Se reúnen en la Curia Julia1 y se encuentra muy cerca de aquí donde están ustedes. Conforme íbamos caminando, íbamos preguntando por la Curia, hasta que por fin llegamos. Nos admiró el enorme edificio, que, aunque austero en su exterior y con una enorme puerta de bronce, luce una extraña belleza, su interior es un poco menos austero, adornado con bellas esculturas, destaca de todo el conjunto su piso de mármol con florituras de colores. Por fin, después de largos discursos de los senadores, se dieron un receso, cosa que aprovechamos para abordar a nuestro filósofo. Sofía se adelantó unos pasos de nuestro grupo y se dirigió a Séneca, lo interceptó diciéndole si podríamos platicar un momento con él. Séneca, un tanto sorprendido al ver dentro del recinto a jóvenes entre tantos hombres mayores preguntó qué era lo que queríamos platicar con él. Sofía planteó que éramos estudiantes y que tenían la inquietud de cómo se puede alcanzar la felicidad, y darle sentido a la vida. Séneca al ver el entusiasmo con que los alumnos tenían ganas de oírle, accedió a su petición:

1 Curia Iulia es un antiguo monumento de Roma sede del Senado, que se encontraba en la Regione VIII Forum Romanum. Fue construido por iniciativa de Julio César (de allí su nombre) y terminado por Augusto.

—Pues bien, empezaré diciéndoles que deben aprovechar cada momento de su existencia ya que la vida es breve, y cuando menos lo piensen estarán casi al final de sus días, y si la desperdician tratando de obtener cosas inútiles o por flojera su vida correrá sin ningún sentido, no les dejará nada bueno, y les aseguro que lo lamentarán cuando llegue ese momento, ese día se darán cuenta que ha pasado el tiempo y se perdieron de cosas bellas de la naturaleza, del conocimiento, por eso, hoy les digo: la vida es un arte y hay que saber vivirla.2 —Pero, ¿cómo se logra eso? —preguntó Sonia. Pues bien —añadió Séneca—, la vida que se dedica a la sabiduría es la que se vive honrosamente, pues será la que preserve el bien de su época para gloria de las generaciones venideras; aquellos hombres célebres y sabios prepararon el terreno para que nosotros pudiéramos tener una mejor vida. Nos han dejado bienes muy hermosos sacados de las tinieblas a la luz…3 —¿Quiere decir, entonces, que si no pretendemos saber, seríamos como esclavos, incluso de uno mismo? —preguntó Tania.

—Así es, querida jovencita. Esos pobres hombres que corren en medio de sus compromisos, que se desasosiegan a ellos mismos y a los demás, que están a punto de la locura, que día a día están recorriendo los umbrales sin concretar alguno, verán al final de su vida que fueron esclavos de un sueño que nunca pudieron alcanzar, y en ello se les fue su tiempo, porque les repito: ¡la vida es breve!4

Fabiola intervino argumentando: —Pero entonces todos somos o vivimos como esclavos, porque, quién no tiene

2 Cfr. Séneca. De la brevedad de la vida , págs. 9-10 Biblioteca virtual de Andalucía, Esp. 2010 compromisos, vive corriendo para la escuela, el trabajo, etc.

3 Cfr. Ibid, pág. 41.

4 Cfr. Ibid, pág. 42.

—Piensa bien lo que voy a decirte, y al final verás que me darás la razón —replicó Séneca—. Piensa en aquellos grandes poetas, grandes artistas, grandes científicos; ellos realizaron sus obras en libertad, se preocuparon por dejarnos un legado, ya sea para maravillarnos, para recrearnos o para hacernos la vida más placentera, si ellos hubieran sido esclavos del trabajo, de cuidar sus riquezas, de obtener poder, anda de prisa por todo, etc. entonces, la humanidad no tendría más futuro. Y no digo que todos lleguen a ser grandes sabios, pero acercarse a los grandes sabios te harán más libre, trabajar por gusto y no estar esclavizado o morir por él.

Y con ese don de la oratoria que siempre ha caracterizado a Séneca y con gran elocuencia nos sedujo con las siguientes palabras: —Verás que ningún sabio te obligará a morir, ninguno de ellos gastará tus años, te prestará los suyos; con ninguno de estos será peligrosa la charla, con ninguno será la amistad comprometida, con ninguno costará caro el trato. Tomarás de ellos lo que quieras; por ellos no quedará que tú les saques todo lo que seas capaz. ¡Qué prosperidad, qué hermosa vejez aguarda a aquel que se agrega a su clientela! Tendrá con quienes deliberar sobre las cuestiones más pequeñas y sobre las más grandes, a quienes consultar diariamente sobre sí mismo, de quienes oír la verdad sin desdoro, recibir alabanzas sin adulación5.

Fabiola, al terminar Séneca la última palabra, empezó a aplaudirle. Los y las demás nos sumamos al aplauso, cosa que Séneca agradeció con una reverencia hacia nuestro pequeño grupo. —Está muy bien el cultivar la sabiduría, seguir los pasos de los grandes sabios y estoy de acuerdo que eso da un sentido a la vida, pero, la felicidad que es la otra parte por la que venimos a preguntarle, ¿dónde quedó, maestro Séneca? —cuestionó David.

—Pues bien, jóvenes ilustres —expresó Séneca—: la antesala de la felicidad es lo que les acabo de exponer y aunque la felicidad no es fácil de conseguir, todos aspiran a ella, pero cuanto más afanosamente se la busque, si ha errado el camino, si éste lleva en sentido contrario, la misma velocidad aumenta la distancia de encontrarla, pero la felicidad no se encuentra se construye 6 .

Sofía tomó la palabra preguntando: —Pero ¿cómo construimos esa felicidad? Séneca miró a Sofía con una leve sonrisa, diciéndole —¡Ay mi querida joven! Recuerda bien, y recuerden bien todos ustedes —dirigiéndose a nuestro pequeño grupo— lo que a continuación les voy a decir: una vida feliz es aquella que está conforme a nuestra naturaleza, cuidando en todo momento que nuestra alma esté sana y en constante posesión de su salud; cuidar, también, que nuestra alma tenga siempre esa energía poderosa, magnánima y paciente, adaptable a cualquier circunstancia, cuidadosa sin angustia de su cuerpo y de lo que le pertenece, que esté atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna. Pero pongan mucha atención mis queridos jóvenes: si usan de los dones de la fortuna, nunca sean esclavos de ellos, y aunque no los añadieran, pues de ello va a depender su tranquilidad y libertad, y una vez alejadas las cosas que nos irritan, nos aterra y nos angustian, empezaremos a tener una vida plena y feliz, alejada de los placeres y de esos goces mezquinos y frágiles dañosos aún en el mismo desorden, nos viene una gran alegría inquebrantable y constante, y al mismo tiempo la paz y la armonía del alma. ¿Comprenden ahora mis queridos jóvenes el sentido de la felicidad?7

—Maestro Séneca —planteó Tania—, ahora comprendo, porque usted insistió al principio el que procuraremos ser sabios o al menos seguir los pasos de los hombres sabios o

6 Cfr. Séneca, De la felicidad. pág. 3. Ed. Luarna ediciones, Barcelona, Esp. 2006 incluso emularlos, ya que la ignorancia y los vicios hacen que las personas nunca alcanzan a ser felices, ¿no es así, o estoy equivocada?

7 Cfr. Ibid. 8ss.

—En efecto ilustre joven, un ser humano es bueno cuando es sabio, ser sabio es ser feliz y ser feliz es ser virtuoso. Y concluyó Séneca: la verdadera felicidad reside en la virtud. ¿Qué te aconsejaría esta virtud?, que no estimes bueno o malo lo que no acontece ni por virtud ni por malicia; en segundo lugar, que seas inconmovible incluso contra el mal que procede del bien; de modo que, en cuanto es lícito, te hagas un dios. ¿Qué te promete esta empresa?: privilegios grandes e iguales a los divinos: no serás obligado a nada, no necesitarás nada; serás libre, seguro, indemne; nada intentarás en vano, nada te impedirá; todo marchará conforme a tu deseo; nada adverso te sucederá, nada contrario a tu opinión o a tu voluntad. ¡Serás feliz!8

En ese momento ya no solo estábamos nosotros, nuestro pequeño grupo, rodeando al maestro Séneca, sino muchos de los señores miembros del senado, y cuando terminó Séneca esa última frase, todos y de manera totalmente espontánea, nos pusimos a aplaudir. Poco a poco cada senador tomó su lugar para continuar los trabajos propios del senado. Nosotros salimos del recinto en silencio, caminamos aquellas avenidas admirando algunas de las bellezas de Roma y comentando lo que recién habíamos escuchado en voz de Séneca.

¿Quieres saber más? Lee los siguientes libros: Séneca. De la brevedad de la vida, Biblioteca virtual de Andalucía, Esp. 2010. Séneca, De la felicidad. Ed. Luarna ediciones, Barcelona, Esp. 2006.

8 Cfr. Op.cit. pág.26,31, 36ss.

Cuauhtémoc, CDMX, 23/02/23

Querido Eduardo:

Leí tu carta con entusiasmo, las cuestiones abordadas en ella son congruentes con tu exposición. Es cierto que hombres ilustres han atestiguado las sinrazones del amor. También aciertas al decir que nadie parece saber qué es el amor o de qué trata, pero todos creen amar con pasión y verdadero sentimiento. Eduardo, te pregunto, ¿en qué está fundada esa creencia que nos hace pensar que amamos al ser amado con pasión y verdadero sentimiento? ¿A qué hechos del mundo refieren esas oraciones? No basta situarnos en entramajes conceptuales, es necesario remitirnos a los cuerpos y pensar desde la corporalidad. Algunos filósofos han pensado el mundo por medio de la abstracción del mismo, pero parece necesario hablar desde el cuerpo, cómo se ha entendido éste y el lugar que ha ocupado en el régimen de la configuración de la realidad. Probablemente te parezca osado mezclar aquello eterno e imperecedero con lo empírico, azaroso y contingente. Sin embargo, es una vía para comprender cómo el amor ha incidido sobre los cuerpos.

Mencionas la poca probabilidad de una relación entre el pensamiento con lo que se hace, pero ¿no es eso la ontología? Construir las herramientas conceptuales para aproximarse al mundo, entenderlo y beneficiarse de él. Ahora sabemos que la objetividad no es la Verdad, y que la Verdad posiblemente se nos escurra siempre entre los dedos. Pero sí podemos identificar al lenguaje como herramienta performativa, es decir, como el recurso para erigir el camino de acción. De la misma manera sucede con este concepto, aparentemente, rodeado de tanta oscuridad.

Es arriesgado aventurarse a hablar del amor como un concepto sin matices, sin tener a consideración su ancla a contextos históricos y a los sujetos que hacen la historia. Por lo que te pregunto, querido Eduardo, ¿qué es el amor y para quién?, ¿para los griegos?, ¿para los mexicanos? ¿Es el mismo amor el de las mujeres y el de los hombres? Y si vamos más allá del binomio de género, ¿qué podemos encontrar?

No es forzoso saber la definición del amor para amar de verdad. Te propongo rastrear aquellas prácticas hechas en nombre del amor, quizá nos puedan alumbrar sobre el posible origen de su ser.

Hablas de la verdad, ¿la verdad para quiénes?, ¿qué entiendes por verdad? Me surgen estas preguntas al leer tu texto.

Dices que del amor nada se sabe, pero ¿cómo puedes estar seguro? Hay novelas, cuentos, poemas, puestas en escena, películas, cortometrajes, crónicas, guerras y monumentos apelando a este concepto. Hace falta aterrizar el cuestionamiento sobre ellos, incluso, no es necesario remitirnos a acontecimientos históricos, puedes rastrearlo a partir de tus acciones para con los otros y para contigo mismo. Al encarnar el concepto en los cuerpos podemos encontrar un esbozo de la forma que se nos ha presentado como amor. Aunado a esto, una relación amorosa en constante cuestionamiento de las prácticas hechas en su nombre, puede generar la apertura para otras formas de relacionarse. Te preguntarás por qué lo traigo a colación, esto es porque no pretendo caer en alguno de los dos lados de la balanza: racional/cognoscible e irracional/incognoscible. Sino re-pensar la realidad. Más adelante pondré un breve ejemplo. Por otro lado, mencionas amores ejemplares y universales. Eduardo, ¿por qué ceñirnos a ellos? ¿Acaso no podemos cuestionar a las mentes ilustres? ¿De qué servirían los acuerdos en una situación confinada al ámbito privado? Ya todo estaba trazado con antelación. La llamada ilustración sólo sucedió para un puñado. Aquí la pregunta es, ¿por qué unos temas tienen el estatus de ser problematizados ante la polis y otros no? Aunque Goethe no pudo hallar las palabras para hacer referencia al amor, creo en la posibilidad de que alguna persona, incluso un cecehachero, pueda hacerlo.

En tu párrafo cuatro dices que el amor carece de hábito, moral y reglas. ¿Quién podría sobrevivir así, al arrebato contundente de las situaciones relegadas a la intimidad? Continúas, “se ama sin mirar las normas o las reglas, se ama más allá de toda moral”. Al presentar al amor sin reglas, todo estará permitido, incluso un asesinato, aún se usa el término popular de crimen pasional. Este remite a un delito en el que el perpetrador lo comente por una repentina alteración de la consciencia, causado por celos, ira, desengaño, entre otros. ¿Por qué suceden los crímenes pasionales entre parejas? ¿No crees que está vinculado con lo último que dices? La eternidad y la carencia de reglas, definitivamente, ha influido en lo que actualmente entendemos por amor. Un para siempre que mata, un para siempre en donde si no eres mía no serás de nadie más, un para siempre que somete al otro a unas reglas claras y distintas: las del amor romántico.

¿Cómo privar al amor de sus raíces? Quizá debamos arrancarlas por completo. Con lo que he dicho espero poder alumbrar un poco lo corto que nos quedamos si solo pensamos en el amor sin su incidencia en los cuerpos, los espacios y, por supuesto, el Estado.

Con cariño y respeto, Jeremy Uribe.

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