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Gordofobia de ayer y hoy (II)

¿Mr. Creosote es desagradable por ser rico?, ¿o por obeso?

Tengo un problema de escroleo. Con los encabezados de Google me entero de lo más urgente: Popocatépetl, Turquía, Bad Bunny haciendo berrinches.

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Hice un test sobre películas nominadas al Oscar. Así vi, por accidente, el horrendo póster de cierta comedia negra que rinde homenaje a “la escena más desagradable jamás fil mada en la historia del cine”: el sketch de Mr. Creosote (Sr. Creosota), de la película El significado de la vida, de Monty Python.

Descubrí a estos comediantes ingleses durante mi embarazo, cuando deprimida busqué las películas más hilarantes de todos los tiempos. Vi tanto La vida de Brian como Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores. En ese entonces no me parecieron tan relevantes como Adam Sandler.

Aún no veo El significado de la vida. Pero ya me leí la trama, reseñas, que ganó un premio en Cannes. Y comencé la serie televisiva Monty Python’s Flying Circus. Los escépticos dudarán de que esta tropa sea a la comedia lo que los Beatles a la música… Basta decir que el término informático spam deriva de un sketch sobre el menú del restaurante Green Midget.

Pasaron 24 horas entre que supe de Mr. Creosote y que me atreví a verlo en Youtube, con la pantalla lo más pequeñita posible. No me impresionó tanto, y eso que no puedo pensar en ciertas caricaturas sin sentir repulsión. Vi el sketch cuatro veces seguidas para saborear la escena como un todo, la caracterización de Terry Jones, la fingida afectación de John Cleese (Maître D), la actuación de los extras.

Y sí, solté alguna risita involuntaria. Aunque la escena no me pareció graciosa. Es trágica. Muy trágica. Y no por el desenlace sino por su planteamiento:

Aquí podría señalar los clichés de toda la vida: los “gorditos” son simpáticos. Se llevan bien con todos. Te hacen reír. Cuentan chistes de Pepito.

¿Acaso hay clichés tan marcados sobre la gente delgada?, ¿o de complexión promedio?

No sé si Terry Jones se planteó el futuro análisis del que sería objeto su personaje más memorable. ¿Estamos frente a un trastorno alimenticio o una adicción?

¿Es autoabuso o hedonismo sadomaso? ¿Qué diría Freud sobre el lado oscuro de ser rico?

Ah, porque el desagradable póster teatral era de El triángulo de la tristeza. “Eat the rich”. Está de moda burlarse del uno por ciento, del modelo de pasarela y de su novia influencer discutiendo por quién pagará las memelas de chicharrón. Los clichés dicen que todos los ricos son prepotentes. Viven fuera de este planeta. Hasta vacacionan en el espacio exterior. El caso sigue siendo odiar a los otros.

¿Inclusión? ¿Body positive? Con las fotografías de Michelle Rodríguez queda claro que dichos términos suenan bien bonito. Paty Chapoy se disculpó por el fat shaming contra Yuridia solo porque intervino la Secretaría de Gobernación.

¿Donald Trump se disculpó con Alicia Machado por obligarla a hacer ejercicio? Y no eran otros tiempos: la ex Miss Universo Harnaaz Sandhu es conversación muy reciente.

Aún falta hablar sobre las Mamás Almendra, el thin shaming contra Danna Paola, la cruda autobiografía de Jennette McCurdy… El tema es interminable, casi tanto como los kilogramos de pandemia que a casi todos nos sobran.

Seamos felices, pues.

bit.ly/ElTarotMx

Alejandro Valdés Barrientos

Me resistí durante décadas a ver Driving Miss Daisy (Bruce Beresford), la cinta ganadora del Óscar del año 1989, porque encontraba la premisa demasiado insabora para mi entonces joven paladar cultural. La idea de ver a un chofer llevando a una mujer de un lado a otro en su auto me parecía exactamente lo opuesto a lo que me emocionaba en aquéllos, mis años preparatorianos.

Casi un cuarto de siglo más tarde, la calcomanía en un DVD hallado en un tiradero de cosas usadas me anuncia que la cinta tuvo nueve nominaciones a los premios Óscar (de las cuales obtuvo cuatro estatuillas). La tentación es demasiada para la francamente baja cifra que piden por el disco: 10 pesos mexicanos.

Cortinas cerradas, el DVD player, la pantalla y palomitas son los vehículos de esta experiencia que me lleva de regreso más de dos décadas atrás en la historia del cine. Los descubrimientos me resultan más que asombrosos: el principal es la forma tan definitiva en que el mundo y el modo de interpretarlo cambia tan rápido (por supuesto que esto es muy relativo, 25 años en las vidas de nuestros estudiantes es hablar de casi el doble de lo que han experimentado hasta ahora).

La primera observación que salta a la vista: Driving Miss Daisy es una película que sería imposible filmar hoy en día. El motivo de ello es que nadie querría verla por considerarla una historia políticamente incorrecta y con una visión cla- ramente colonial, casi esclavista. Por supuesto que las miradas poscolonial y decolonial apenas empezaban a penetrar tímidamente las academias del mundo en los tempranos años noventa.

En pocas palabras, la historia trata sobre un hombre afroamericano (interpretado por Morgan Freeman) que, a falta de empleo, tolera todo tipo de groserías y vejaciones de su empleadora, una judía millonaria (Jessica Tandy), y trata –a base de una gran personalidad y gran corazón- de ganarse el respeto de ella. A lo largo de dos horas, ella sólo llega a decirle que lo considera su mejor amigo en una escena en la que se expresa de manera directa que ella padece un ataque de demencia senil.

Hoy en día, en la época en que la industria cinematográfica de los EEUU ha pasado por movimientos como el me too y oscars so White cabe preguntarnos si los miembros de la academia han podido realmente cambiar su perspectiva de la realidad en tan sólo una generación.

¿Será que las cuotas de paridad, equidad racial y representación de las otredades que hoy se practican en Hollywood son realmente efecto de un cambio de perspectiva?, ¿o será que influye de alguna manera que el público ha cambiado sus gustos?, ¿que las minorías ya no se dejan manipular tan fácilmente?

Necesitaríamos subirnos al auto de Miss Daisy y dar una vuelta por esas no tan remotas épocas en que la academia de cine de los EEUU premiaba cintas como la que ocupa este comentario.

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