Cada inicio de año, los docentes regresamos de vacaciones con un halo de grandeza (no por las comilonas y el merecido descanso), sino por los proyectos académicos que ideamos en estas semanas de asueto, gracias a esa entelequia que se forma entre nuestro infatigable ser académico y las musas que nos asisten en estas fechas en particular, pues bajan atraídas por los confites, y los desbocados “santos peregrinos”, que despostillan baldosas, piñatas y posadas vecinales con puritita pena ajena.