Cuento el circo

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Mariano va al circo

Texto original: Bruno Rivas Ilustraciones: Gloria Blanco


Texto original: Bruno Rivas Ilustraciones: Gloria Blanco

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Mariano va al circo


“La fiesta se ha apagado, las luces del teatro ya no existen, estoy en la nada del circo no queda sino un traje raído cansado descolorido” Hanni Ossott

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abía una vez un valiente niño llamado Mariano. Vivía en una bonita casa blanca donde era muy feliz con papi y mami. Acababa de cumplir cinco años y ya se estaba convirtiendo en un niño grande. Ya podía ayudar a mamá y a papá en las labores de la casa. Ya no era necesario que mami le sirviera la leche antes de dormir ni que papi lo tuviera que cargar a la hora de acostarse. Mariano se sentía muy feliz ya que pronto iba a ser todo un hombrecito como papá y mamá iba a estar muy orgullosa. Lo que sí les pedía todas las noches es que le contaran un cuento antes de dormir. Un día lo hacía mamá y al día siguiente papá. Después de cada cuento, Mariano dormía plácidamente y soñaba con las aventuras de los valientes protagonistas de las historias. Un sábado Mariano despertó y se dio cuenta que ni mami ni papi estaban en casa. Como era un niño valiente no se asustó y empezó a buscarlos. En la cocina encontró el desayuno listo y junto a su taza de leche caliente halló una nota que tenía la letra de su mami. “Te esperamos en el circo”, decía el papel. Mariano se emocionó mucho. Su papá le había contado muchas veces sobre el circo. De los acróbatas, de los payasos, de los animales y del espectáculo de luces y colores del que se podía disfrutar en la carpa del circo. Se fue corriendo a su cuarto para buscar ropa adecuada para la ocasión. De repente vio que en la puerta de su ropero había un pequeño traje a cuadros y un pequeño sombrero, muy parecidos al que papá usaba de vez en cuando. Se puso la ropa rápido pero sintió que faltaba algo. Una gran idea se le vino a la cabeza. Abrió instantáneamente uno de los cajones de su cómoda y ¡Allí estaba! Era la nariz roja como la de los payasos que su mami le regaló una vez que fueron juntos al mercado. Ya estaba todo listo para ir rumbo al circo. Mariano salió a la puerta de su casa y se dio cuenta que tenía un pequeño problema. ¡No sabía donde quedaba el circo!

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De repente un hermoso búho apareció en el horizonte. Tenía plumaje negro brillante y unos lentes que lo hacían verse muy gracioso. Se notaba que era viejo pero sin embargo se movía con mucha energía. Era más dinámico que otras aves más jóvenes. -Hola Mariano, ¿quieres ir al circo?- le dijo el ave. Su mamá le había dicho que no hable nunca con extraños pero el búho le dio confianza y le respondió afirmativamente -No te preocupes. Conozco a tu mami y me pidió que te acompañe. Ven conmigo y no te perderás- le dijo el búho. -Vamos- le dijo Mariano y juntos entraron a un bosque. -¿Cómo te llamas?- le preguntó -Eso lo sabrás más adelante- le respondió. El búho lo llevó por un sendero lleno de árboles y flores mientras le contaba su vida. El ave había sido una persona muy importante en su bandada. Había liderado a su grupo varias veces y organizado a su comunidad. También le gustaba la música y había realizado varios recitales que fueron muy aplaudidos. -Pero ahora quiero pasar este tiempo contigo- le dijo el ave. -Me dan un poco miedo los árboles- le respondió Mariano. -No hay que temer, yo te estoy acompañando y cuando me vaya te vigilaré desde mi tronco. Mis lentes son de aumento y ven a larga distancia- le dijo el búho.

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-¿Me vas a dejar solo?- le preguntó preocupado Mariano. -No te voy a dejar con unos amigos que te acompañarán en el camino. Pero como te dije te seguiré mirando desde mi tronco- le respondió el búho y le siguiendo contando sobre sus aventuras cuando era más joven y lideraba al Concejo de Búhos. Recordar esos momentos hacía muy feliz al ave, así que se puso a cantar. A Mariano la voz del ave, así que lo siguió en el canto. - Los búhos no somos ciegos, solo miramos a los que queremos- cantaban los dos aventureros y se reían con cada verso. Cuando estaban a pocos metros de una pequeña casa, el búho le dijo que tenía que irse. -Mariano dos amigos míos te esperan en esa casa. Ya sabes que te seguiré mirando. No te preocupes y acuérdate de cantar siempre con alegría- le dijo el búho y se fue volando de espaldas mirándolo con sus lentes de aumento. Mariano se acercó a la casa. De ella salieron dos amables zorros. Eran jóvenes y podrían haber sido gemelos pero uno era blanco y otro negro. -¿Ustedes son hermanos?- preguntó Mariano. -Sí, yo soy el mayor- le dijo el zorro negro- El búho nos ha pedido que te acompañemos. Los dos zorros eran muy divertidos y jugaron con Mariano durante el camino. Saltaban, corrían, y se daban volantines entre la maleza. Los dos animales habían tenido historias muy interesantes. Al mayor le gustaba viajar y había estado la mayor parte del tiempo lejos de su casa. Le gustaba conocer gente y recitar poemas y aullar a la luz de la luna. El menor era más hogareño pero le gustaban el mar y los paisajes. Le contó que el búho le regaló una cámara con la que tomaba fotografías de los paisajes que más le gustaban. -¿Falta mucho para el circo?-preguntó Mariano-Estoy cansado. El zorro negro sacó una galleta y se la dio a Mariano quien se la comió de un solo bocado. Mariano sintió que recuperó las fuerzas y siguió jugando y corriendo con los zorros. La pasaron tan bien que el blanco tomó una foto de los tres y sacó tres copias de ella.

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-Esto es para que estemos siempre juntos- le dijo el zorro blanco cuando llegaron a las faldas de una colina.- Unas amigas te acompañarán el resto del camino-. De repente aparecieron una ardilla y una osa panda. -Hola Mariano, nosotras te llevaremos al circo- le dijo la ardilla mientras los zorros se despedían dándole lamidas en los cachetes. -¿No pueden ir con nosotros?- preguntó Mariano. -Los verás más adelante-le dijo la ardilla. La ardilla y la osa eran muy lindas y cariñosas. A Mariano le recordaban a su mamá. A pesar de que eran muy diferentes se llevaban muy bien. La ardilla no paraba de moverse, de dar vueltas y de sonreír, mientras que la osa era más floja y menos osada. La ardilla parecía la mamá porque le decía a la osa cómo debía comportarse y ella le hacía caso. A Mariano le gustaba como hablaba la osa ya que lo hacía como una osa bebé. -Olla Mariano- le decía la panda y él se reía mucho al escuchar esa aniñada voz. -¡Vamos que se hace tarde para la función!-les decía la ardilla y redoblaba el paso pese a las quejas de la osa. Luego al ver a Mariano cansado saltó hasta su hombro y empezó a acariciar su mejilla. Mariano sentía que dichas caricias le daban fuerza y empezó a redoblar el paso. ¡Se sentía cada vez más cerca del circo!

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La ardilla tenía un alma viajera y le gustaba la vida en la montaña. Le contó a Mariano de todas las aventuras que había vivido en esos bosques y de lo maravillosa que es la vida acampando y conociendo nuevos lugares. Le dijo que cuando él fuera mayor lo llevaría a alguna de sus excursiones para que conociera de cerca más de la vida salvaje. –Pero, primero tendrás que pedirle permiso a tus papis- lo sermoneó la ardilla. -Espérenme, espérenme, no sean mallos- decía la osa que se había quedado relegada. Mariano redujo un poco la marcha y le dio una mano a la panda. La ardilla le contó que la osa era bien floja pero muy inteligente y que era muy hábil para los negocios y para las nuevas tecnologías que usaban las otras pandas como ella. – A pesar que es muy distraída yo la quiero mucho- le dijo la ardilla- la adopté cuando era una osa bebé, pero después de años dejé que creciera con otras pandas como ella. De repente y casi sin darse cuenta habían llegado a la cúspide de la colina. A pocos metros se podía ver una carpa. ¡Era el circo! La ardilla le dijo que tenía que bajar solo y Mariano no esperó ni dos segundos y empezó a correr en dirección a la carpa. -¡Cuidado qué te caes!- le dijo la ardilla pero ya Mariano se estaba dando de volantines en la colina. Dejó de darse volantines al chocarse con uno de los zancos de un enorme payaso vestido de negro. Tenía una gran nariz y una boca enorme de donde salían fuertes carcajadas. -¡Hola Mariano, bienvenido al circo!- dijo el payaso.

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Mariano miró y a su alrededor ya estaban todos los personajes del circo que su papá le había descrito alguna vez. Dos mujeres equilibristas una mexicana y otra peruana muy pequeñas, un domador de circo de larga cola, una pareja de siameses hombre y mujer, un oso blanco un poco loco, un narrador de cuentos rodeado de niños, una dragona tragona, una cocinera que vendía suculentos dulces, y muchos animales, hermosos y de todo tipo. Mariano estaba my feliz al estar rodeado de todos esos graciosos personajes. -Pero entra a la carpa, la función es adentro- le dijo el alto payaso.

Presuroso Mariano ingresó. Una fuerte luz casi lo ciega. Era el cañón de la presentación. -Con ustedes lo que el público esperaba: ¡El Gran Mariano!- dijo el presentador del circo que al parecer lo había estado aguardando. El presentador estaba vestido con un chaleco rojo, unos pantalones verdes y un sombrero grande y negro como el que se suelen usar en los circos. Un largo bigote adornaba una nariz roja muy parecida a la que tenía Mariano puesta. Mariano, como era normal, se puso un poco nervioso. Era su primera vez en el circo y era nada más y nada menos que la atracción. Su papá le había enseñado unas suertes pero no se sentía capacitado para dar el show principal.

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-Ven Mariano, no te preocupes- le dijo el presentador que estaba acompañado de una guapa mujer que tenía un vestido largo y blanco, una larga cabellera rubia y una nariz roja como la suya y la del presentador. Mariano empezó a reconocer la voz del presentador. ¡Era papá! y la señora ¡Era mamá! Mariano fue corriendo con papi y mami. -Te estuvimos esperando hijito- le dijeron y se fundieron en un abrazo. De repente vio que los espectadores del circo estaban el búho, los zorros, la ardilla y la osa panda. También estaban los personajes que vio afuera de la carpa. Se fijó bien y vio como se iban transformando los animales. El búho era el abuelo Pepe Nando, los zorros, los tíos Papo y Lolo, y la ardilla y la osa panda eran las tías Maisa y Lucía. Todos se acercaron al centro donde estaban Mariano y sus papis y empezaron la gran función. Empezó a sonar la música y todos presentaron un acto en el que Mariano era la gran estrella. La primera visita de Mariano al circo era todo un éxito y decidió que tenía que regresar seguido con la familia que siempre lo acompañaría aunque estuviera lejos. Y colorín colorado, el narrador de cuentos dice que esta historia ha terminado.

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