LETRA DESVIHADA selección literaria x @putxslxsqueleen
LETRA DESVIHADA A MODO DE INTRODUCCIÓN La construcción de las identidades disidentes tiene que ser atravesada nuevamente por el vih. Todavía, viviendo o no con el virus, seguimos siendo tratadxs como enfermxs. Frente a la cronicidad (y ya no a la sentencia de muerte) los Estados abandonan los programas de vih, las ONG y las fundaciones piden sin exigir, y la cura sigue sin llegar, propiciando un poco más este lavado rosa que nos muestra limpixs, casi sin sangre en el cuerpo: nada se mancha para el Mercado. Mientras tanto, el fascismo también se filtra en las apps de citas donde obligatorios los diagnósticos son casi obligatorios. Cada tanto, unx recibe los escraches virtuales de que tal o cual, en un lenguaje primitivo para este momento, es “portadorx”, dejando ver que el prejuicio sigue muy vigente y el estigma es para cualquiera. El test rápido es el dispositivo que administra tiempo pero también la duda idiota nacida de la cobardía enseñada en las escuelas y reforzada en las familias donde se construye la dictadura del miedo a ser seropositivx. Una educación sexual no integral o una ESI que no habla de vih construyen el miedo que finalmente se concreta en la ausencia del vih en marchas, asambleas y debates. Que de eso no se habla, que eso no se dice, que eso no se toca parece ser la regla impuesta dentro de colectivxs y activismos.
Moralistas al fin, utilizando las herramientas del enemigo, terminamos por tirar aquello por lo que luchamos: el sexo y sus formas, se ausentan, una vez más, de la cartografía de los cuerpos. Militamos una nosexualidad obligatoria que parece invadir cada espacio. Un verdadero destierro del goce.
Y TENEMOS QUE ESTAR HARTXS. QUE ESTAS LETRAS NOS EN-VIH-CHEN. QUE LA LUCHA NOS ENCUENTRE, OTRA VEZ, EN LAS CALLES Y EN LAS CAMAS.
@putxslxsqueleen /// @putx.leyendo San Luis 1.12.19
LOS DIAMANTES SON ETERNOS (Frívolas, cadavéricas y ambulantes) En el gueto homosexual siempre se sabe quién es VIH positivo, los rumores corren rápido, las carteras que se abren de improviso, los papeles y remedios tirados por el suelo. Y no falta la intrusa que ayuda a recoger preguntando: ¿Y este certificado médico? ¿Y tanto remedio y pastillas? ¿Y estas jeringas niña? No me digas que eres adicta. En estos lugares, donde anida fugaz la juerga coliza: organizaciones para la prevención, movimientos políticos reivindicativos, eventos culturales, desfiles de modas, peluquerías y discotheques, nunca falta la indirecta, la talla, el conchazo que vocea alaraco la palidez repentina de la amiga que viene entrando. ¡Te queda regio el sarcoma linda! Así, los enfermos se confunden con los sanos y el estigma sidático pasa por una cotidianeidad de club, por una familiaridad compinche que frivoliza el drama. Y esta forma de enfrentar la epidemia pareciera ser el mejor antídoto para la depresión y la soledad, que en última instancia es lo que termina por destruir al infectado. En uno de estos lugares, al calor delirante de la farra marucha, es fácil encontrar una loca positiva que acceda a contestar algunas preguntas sobre el tema, sin la mascarada cristiana de la entrevista televisiva, sin ese tono masculino que adoptan los enfermos frente a las cámaras, para no ser segregados doblemente. Más bien jugando un poco con el aura star de la epidemia, así, revertir el testimonio, el indigno interrogatorio que siempre coloca en el banquillo de los acusados al homosexual portador.
—¿Por qué portador? —Tiene que ver con puerta. —¿Cómo es eso? —La mía es una reja, pero no de cárcel ni de encierro. Es una reja de jardín llena de florcitas y pájaros. —¿Barroca? —No sé lo que es eso, puede ser, una verja llena de cardenales. —¿Y adónde conduce? —Al jardín del amor. —¿Se abre? —Siempre está abierta de par en par. —¿Y qué hay en el jardín? —Un asiento también de fierro, igual que la reja llena de … —Pájaros y florcitas. —Y también corazones. —¿Partidos? —Bueno un poquito, alguna trizadura por aquí, otra por acá, pero sin flechas. Eso del angelito cupido es cuento hétero, en vez de flechas, jeringas. —¡Uy qué heavy! —¿Qué tanto? Si los pinchazos ahora me excitan.
—Bueno, estábamos en el amor. El jardín portador del amor. ¿No crees que te corres del tema? —Siempre, nunca tienen que saber lo que estás pensando. —¿En qué estás pensando? —Yo no pienso, soy una muñeca parlante. Como esas Barbys que dicen I love you. —¿Hablas inglés? —El sida habla inglés. —¿Cómo es eso? —Tú dices Darling, I must die, y no lo sientes, no sientes lo que dices, no te duele, repites la propaganda gringa. A ellos les duele. —¿Y a ti? —Casi nada, hay muchas cosas por las que vivir. El mismo sida es una razón para vivir. Yo tengo sida y eso es una razón para amar la vida. La gente sana no tiene por qué amar la vida, y cada minuto se les escapa como una cañería rota. —¿Es un privilegio? —Completamente, me hace especial, seductoramente especial. Además tengo todas las garantías. —¿Cómo así? —Mira, como portador, tengo médico, sicólogo, dentista, gratis. Estudio gratis. A quien le cuento el drama se compadece y me dice al tiro que sí a lo que pido. —Menos al amor.
—Bueno, a la gente le gusta que tú te mueras, se sienten más vivos, más seguros. Pero los portadores estamos más allá del amor. Sabemos más de la vida, pero por descuentos. Este mismo minuto yo soy más feliz porque no habrá otro. —Nunca hay otro para nadie. —Pero no es lo mismo; tú verás nevar alguna vez si vas a Farellones o a otra parte donde van los ricos. Pero yo nunca, porque puede que ya no esté. Y esa nieve se derrite siempre antes que yo llegue. Es un sueño que siempre tengo. Pongo la mano para recibir un copo y me cae agua. ¿Te fijas? Algo siempre está partiendo. —¿Cómo una carrera contra el tiempo? —Se me evapora el alma antes de llegar. —¿Cómo la canción? —Claro, pero sin música. Los deseos, las ganas. Ahí estamos tratando de agarrarlos. —¿Y ser viejo? —Bueno, ahí tienes otra garantía. Nunca seré vieja, como las estrellas. Me recordarán siempre joven. —¿Y si encuentran el remedio? —Me muero igual, porque de aquí a que llegue a Latinoamérica, y a qué precio. ¿Te imaginas lo que va a costar? Como siempre, se salvan las ricas primero. —Como el AZT. —Sí, pero para mí, el AZT es como la silicona, te alarga, te agranda, te engorda, te pone unos tiempos más de duración. Hay travestis que se lo inyectan ellos solos.
—¿El AZT? —No, la silicona. En la Sota de Talca, un travesti me dijo que estaba esperando la bencina para el avión. Y yo pensé que era el AZT. No niña, me dijo, es para las pechugas. ¿Y cómo lo haces? En una clínica supongo. Nada que ver, no tengo plata para eso. Me compro dos botellas de pisco, me tomo una, cuando estoy raja de curá con un gillete me corto aquí. Mira, abajo del pezón. Ahí no hay muchas venas y no sangra tanto. ¿Y? Cachay que la silicona es como jalea. Como esas lágrimas de mar que hay en la playa. Bueno, te la metes por el tajo y después con una aguja con hilo te hacís la costura. ¿Y la otra botella de pisco? Te la echaí en la herida y te tomaí el resto. Quedaí muerta de cocida, después el peso de la silicona cae y te tapa la cicatriz, no se nota. ¿Veí? —Eso era en Talca. ¿Hay mucho sida por allá? —Igual que en todas partes. Ahí supe que los travestis le dicen la sombra. —¿Cómo? —Se pegó la sombra dicen. Es bonito fijaté. Es como la sombra de los ojos. ¿Te fijas que todos los que tenemos sida, tenemos una mirada matadora? —Sin regreso… —¿Te fijas que algo se va cuando dejas de mirarme? Algo se rompe. Mírame. —Te estoy mirando. —No, no me estás mirando a mí, estás mirando mi muerte. La muerte tomó vacaciones en mis ojos. —¿Por qué tanta poesía? ¿Te ablanda el drama? ¿Es más soportable?
—Mira, yo no hablo de poesía, más bien de poseída. —¿Y escribes? —A veces, en esos días abochornados cuando está a punto de llover. Me gustaría que estuviera lloviendo cuando... Cuando me llegue la hora pues, las flores duran más tiempo con el agua.
Pedro Lemebel Extraído de Loco afán. Crónicas de sidario (1996).
UN VIRUS LLAMADO SIDA Cuando ya nadie moría por amor ni por cambiar el mundo (escépticos ante los estremecimientos de la piel y las abyecciones del poder) este pequeño retrovirus, de la familia de la varicela y de la gripe entrometido en la sangre como en las sábanas, mezclado con las lágrimas escasas y los sudores lentos parásito de los besos castos como de los perversos mudo y escondido traicionero morador de nuestras células instala otra vez la muerte entre los escépticos entre los cómodos y los cautos. Ah, el peligro de amar lo desconocido —y en efecto: ¿quién nos conoce? ¿quién nos es conocido?— tan intenso, ahora, como cambiar el mundo.
Cristina Peri Rosi Extraído de Genealogía (1994).
PÁJAROS DE ARENA Nos entregaron la vida —¿quiénes?— como un don precioso que nunca pedimos y en cuya entrega —el nacimiento— no tuvimos ni la menor participación. Llegamos a olvidar la vida, o a considerarla como algo transparente, imperecedero; los sentidos nos distraen de su lento fluir a nuestro lado, de esa corriente en realidad fangosa en que estamos sumidos. Así hasta que de repente, un día cualquiera, nos damos cuenta de que el don, la gratuidad de que disfrutábamos nos van a ser retirados: lo anuncia la energía que se pierde, la delgadez inevitable, ese color inhabitado que el sol no logra erradicar.
Severo Sardui Extraído de Pájaros de arena (1994).
CANCIÓN DE LA MUERTE EN BICICLETA Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo Erguidas coníferas plañen como ombúes o sauces la maraña madrugada, resmas de leche chorrean a mares por la escrófula en el antecedente del derrame. Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo Lápices que se alzaban nunca más se levantan, duermen el sueño de la tristeza en sábanas de [tergopol o mausoleos de mármol donde toda virtud es yacer aterciopelado en el anclaje definitivo de los huesos Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo Siento que ella avanza en toda fosa siento que ella avanza en toda la estación de la [fosa. Toso y es un esputo que se incrusta en la láctea maduración de las panaderías en las alforzas del velorio. Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo Aparece la parca con sus velos plateados, me invita, será que llego a sonreírle? Me invita con un mate y el mate se me cae de la [cabeza. Me ceba, será que cojo sus incrustaciones? Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo Como ornamentos o condecoraciones
las manchas, los zarpullidos del sarcoma mueven en la soberana oscuridad manoplas cual tentáculos de espanto. Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo Jala, jadea el irregular espasmo. Hunde la joda en el remedio vano. Despelleja la joya la soberbia paliza de los años en anos de florecido jaspe. Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo Camina esta letanía de arrabal Lejos de todo se toma el ómnibus de extramuros del que no baja, porque no para o para pronto, en realidad no se ha movido de la parada. Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo
Partida, dividida por la mitad, agobiado por la ajorca inexorable y por la mutación en [paramecios de la joroba, de la carga de dátiles perecederos en el desierto de ceniza. Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo * * *
Me esquivo, me rajo, parecer simple sin lograrlo. Sin pliegues, una vez, en los absoluto de la atascada chimenea, el lamé atragantado en la artrosis del alma, esa consternación. Oscura, como la tumba de un amigo. Volcán cerrado, lava la lava sus lastimaduras. No hay que creer en el descanso, son puras habladurías de fantasmas perezosos en el recame de la hamaca Ahora, ahora, en este instante digo. En lo inconstante, en lo inconsciente, en lo fugaz [me disemino. Disperso y fugo. En lo fangial del fango. Imágenes ateridas bajo la lluvia de película. Palermas, pelmazos en el ascensor hacia el reloj. Grave como una piedra, cierta hiedra traviesa juguetes en la tierra mojada del pulmón urdimbre gusanesca en lo borroso del retrato.
Nos alejamos (gracias) al olvido. Júbilo de las calas, unión juvenil de las violetas. Leve la marcha hacia la extinción, la marca del humo en las cornetas pálidas. Y las patillas, pura Un algodón rocía las Uno reza, no yo, sin Descréese del ser en
pelusa. narinas de amianto. ser no créese. la fatal crecida.
Abajo los pitos, huevos chirles. Demasiado agujereado el antebrazo. Del dolor sus efluvios terminales. Una reseca perfección, aunque apenas marmórea. Jíbaros, rogad por nuestras hendiduras. Las infructuosas anfractuosidades.
Rapaces, la fiesta de las mucosas vuelve carnoso el lodo de las zanjas. Podríamos tocarlos, pero esa vecindad nos paraliza. Inane la yertez, rigor el rijo. Ricos, variados olores de flor y perdición. Desvarío en jardines invisibles de brea. * * * Ahora que me estoy muriendo Ahora que me estoy muriendo La sofocación alza del cielorraso relámpagos enanos que se dispersan en la noche definitiva e impasible.
Néstor Perlongher Extraído de Chorreo de las iluminaciones (1992).
LETRA DESVIHADA selección literaria x @putxslxsqueleen
Lápices que se alzaban nunca más se levantan, duermen el sueño de la tristeza en sábanas de tergopol o mausoleos de mármol donde toda virtud es yacer aterciopelado en el anclaje definitivo de los huesos