Hechiceros, leyendas, casas encantadas y con encanto Taller Madrid paso a paso Abril 2012
Ballenato, el gen+licio de los madrileños
• El poner motes a todo aquel que se mueve es una tradición que, se man?ene a día de hoy. • Hay gente que es conocida por sus apodos que por sus verdaderos nombres. • En Madrid el apodo más conocido es el de gatos, pero hubo un ?empo en el que los que por aquí vivían recibían el nombre de ballenatos.
• Aunque a muchos ni les suene, si consultas el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua verás que la definición que nos da de ballenato es “hijo de la ballena” o natural de Madrid. • Este gen?licio burlesco era u?lizado hace muchos siglos por los habitantes de otras provincias para referirse a los madrileños • Su origen hay que buscarlo en una historia ocurrida en el Manzanares.
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Parece ser que un comerciante que trasnportaba una gran carga de vino sufrió un accidente que provocó que la carga que llevaba fuera a parar al río.
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Las cubas que trasnportaba fueron navegando por el río, y en su trayecto fueron divisadas por unos ciudadanos que comenzaron a exclamar “una va llena, una va llena”. No hizo falta nada más, esas tres (o dos) palabras fueron suficientes para que la no?cia corriera y llegara a todos rincones de Madrid.
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Como siempre suele ocurrir, en ese "correveidile" se confundió el mensaje y lo de “una va llena” pasó a “una ballena”.
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Según se propagaba la no?cia, el tamaño del cetáceo crecía más y más. Al final se decidió acabar con él por lo que los más valientes prepararon una estratagema para darle caza.
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Cuando la "pescaron" la sorpresa no pudo ser mayor, y es que resultó que la terrible ballena que cazaron era la inofensiva albarda de un burro. Este hecho acabó siendo la comidilla de toda la ciudad durante mucho ?empo, y desde entonces los vecinos de otras provincias cada vez que tenían que vengarse de alguna ofensa come?da por los madrileños, les recordaban a éstos su valerosa hazaña.
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Con el paso de los años este apodo se ha ido perdiendo, y de hecho hoy ya casi nadie lo conoce.
Los hijos del caballo blanco
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Según cuentan las más an?guas crónicas, el origen de Vallecas se debe a una vallecana que se ganaba la vida como lechera y a un caballo.
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Esta vallecana contaba en sus establos con un gran número de vacas a par?r de las cuales obtenía el sustento con el que poder alimentarse ella y su familia. Además en sus establos contaba con un caballo, aún más blanco que la leche que daban las vacas, cuya belleza era la envidia de todos los propietarios de caballos de los alrededores.
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Corroídos por la envidia éstos fueron propagando el rumor de que la lechera, estaba tan sumamente enamorada de su caballo que no tuvo reparos en demostrarle todo su amor manteniendo relaciones carnales con él.
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De esa relación mitológica nació un hijo que posteriormente fue el fundador de Vallecas. Desde entonces, y aunque ahora es algo que se está perdiendo, se conoce a los vallecanos como los hijos del caballo blanco, y de hecho una peña del Rayo lleva ese nombre.
La primera suicida del Viaducto •
En el año 1874 fue inaugurado el Viaducto. Construido inicialmente en hierro, fue desde muy pronto, y hasta hace pocos años el lugar favorito de los suicidas madrileños.
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La leyenda dice que la primera persona que intentó acabar su vida en este lugar fue una joven, de familia bien, enamorada de un aprendiz de zapatero.
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Sus padres, que esperaban algo más para su hija, se opusieron a esa relación y le impidieron con?nuar su relación. Fue entonces cuando la joven decidió que prefería acabar con su vida, antes que no poder disfrutar de su amor.
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Decidida se lanzó al vacío pero la suerte, o desgracia, hizo que los amplios ropajes que ves]a la frenaran parcialmente en su caída por lo que no falleció.
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Después de esto sus padres decidieron que, visto lo visto, era mejor acceder a los deseos de la muchacha y ésta se casó con su novio. Poco después una sirvienta de la calle de la Bolsa sí consiguió su obje?vo.
La monja que ponía huevos •
A principios del siglo XIX, el 6 de la calle Cantarranas, hoy Lope de Vega, era un con?nuo ir y venir de gentes. Ricos y pobres se arremolinaban allí para conseguir algún parabién de la nueva sierva de Dios, la «beata Clara». Acudían hasta consejeros de Estado, necesitados de su inspiración divina para resolver sus problemas.
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Definida por sus acólitos como “portento de la fe y amiga par5cular de los santos del Cielo” esta experta en todo ?po de magia solucionaba todo ?po de problemas: sexuales, económicos, polí?cos, nada se le resis]a. Incluso los más crédulos llegaron a afirmar que la “santa”, que sólo se alimentaba de pan eucarís?co, era capaz de poner huevos de gallina.
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La afluencia de gente a su domicilio era tan grande que tuvo que “sacrificarse” y mudarse a otra casa situada en la calle de los Santos, junto al templo de San Francisco para seguir con sus tejemanejes.
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Realmente la encargada de tramitar "las milagrerías", y su cobro posterior, era la madre de la beata, ya que ésta bastante tenía con su estado de exaltación permanente.
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Su poder de persuasión era tal que incluso el ilustrísimo Obispo auxiliar de Madrid pidió al Nuncio apostólico que acudiera a visitarla y más tarde consiguieron permiso del Papa para celebrar en su domicilio el santo sacrificio, y una dispensa para hacer los tres votos de monja de Santa Clara, eso sí sin la obligación de la clausura ya que sus múl?ples dolencias se lo impedían.
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Delatada por una de sus sirvientas al párroco de San Andrés, el 14 de julio de 1803 fue apresada y conducida a la cárcel de la Inquisición, junto a sus dos principales cómplices.
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La declaración de la sirvienta no ?ene desperdicio: “Esa mujer no es tal santa, sino una grandísima pécora de la peor especie, hija de otra más pécora aún. Lejos de lacerar sus carnes, todos los días las baña en agua de rosas; a cada hora 5ene un amante y las penitentes que le acompañan no son más que lobas de la misma camada, con su lobo correspondiente. Allí nunca se supo lo que fue ayunar ya que se dan los más abundantes banquetes”.
Los fantasmas del Reina So@a •
Durante el reinado de Carlos III se encargó a Saba?ni rematar un proyecto iniciado por Hermosilla, que consis]a en construir un gran hospital en el que aglu?nar muchos de los pequeños centros que hasta entonces había diseminados por la ciudad. Así, el Hospital General fue inaugurado por Carlos III, en 1787, con capacidad para 18.000 enfermos.
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Desde entonces el hospital sufrió dis?ntas modificaciones y mantuvo sus funciones hasta que en 1965 cerró sus puertas. Desde entonces sufrió unos penosos años de abandono e incluso se pensó en demolerlo, pero afortunadamente la Academia de San Fernando y la Dirección General de Bellas Artes se opusieron y lograron que se mantuviera en pie, e incluso fue declarado mediante Real Decreto de 1977 edificio historico-‐ar?s?co.
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Cinco años después se decidió que este era un buen lugar para albergar el que se llamaría Museo de Arte Moderno Reina Soja y así lo podemos encontrar hoy día.
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Se dice que en sus primeros años de funcionamiento murieron en él muchas personas debido a las dis?ntas epidemias que asolaron la ciudad.
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La mayoría de ellas acabaron enterradas en el subsuelo del hospital y quizás de ahí vengan los sucesos que después hicieron que este lugar sea uno de los misteriosos de la capital. Desde sus inicios se contaba que eran comunes las apariciones de gente ya muerta que anunciaban el fin a los que estaban con pie y medio en el otro mundo.
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Cuando se acondicionó para museo se encontraron todo ?po de esqueletos, cadenas y grilletes e incluso cuando en 1990 se procedió a una segunda remodelación aparecieron tres monjas momificadas enterradas en la an?gua capilla del hospital, que según se cuenta siguen hoy descansando bajo de la puerta principal del museo.
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Todo se reavivó en 1992 cuando llegó al museo el Guernica. Desde entonces los vigilantes nocturnos comenzaron a notar sensaciones extrañas: puertas que se abrían y cerraban solas, alarmas que se disparan, gritos aterradores, y todo ?po de hechos más propios de Milenio Tres que de un museo. Hasta aquí se desplazaron técnicos en parapsicología y una médium llegó a deducir que el fantasma era real y que era un sacerdote que había muerto aquí torturado durante la guerra civil.
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Hubo varios vigilantes que pidieron el cambio de puesto e incluso algunos tuvo que que pedir la baja médica. Después de las inves?gaciones la Consejería de Medio Ambiente afirmó que carecía de competencias sobre fenómenos paranormales y dejó los hechos correr.
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Desde entonces no se ha vuelto a oír nada sobre estos fenómenos pero no se sabe si es porque los fantasmas ya descansan en paz o es porque no interesa sacarlos a la luz.
Los va+cinios de la agorera •
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Hacia la segunda mitad del siglo XVIII llegó a la villa de Madrid, la burgalesa María Mola, conocida como la agorea. Tras ser expulsada de su ?erra por prac?car malas artes, María llegó a Madrid donde no se le permi?ó asentarse dentro de la villa por lo que tuvo que conformarse con una pequeña ?enda de comes?bles, procedente de un judío, situada en las afueras de la ciudad. Allí retomó su costumbre de realizar presagios, y debido a sus con?nuos aciertos, su fama se difundió extraordinariamente entre el pueblo madrileño. La clientela se agolpaba en la puerta de la ?enda para consultar a la célebre maga, encontrándose entre sus visitantes un viejo franciscano que cada semana recibía de María un celemín de harina como donación para su comunidad.
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En una ocasión un joven franciscano le confesó al anciano que las dudas y los remordimientos le acechaban día y noche, y su vida se estaba convier?endo en un "sinvivir".
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El anciano le convenció para que visitara a María y después de vencer sus iniciales re?cencias el joven se armó de valor y acudió a ver a la bruja. Ésta le condujo al sótano de la ?enda y allí le hizo creer que aparecería un ángel o un demonio, si ella los evocaba, pero el fraile se negó a la oferta.
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Antes de salir por piernas de aquel lugar María le profe?zó: "De arriba bajará la claridad a tus dudas. Cuando mañana celebres tu Misa al alba, ángel o demonio vendrá a 5, según tengas el estado de tu conciencia".
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Cuando a la madrugada siguiente el acongojado franciscano se disponía a celebrar la misa observó como un extraño ser trepaba por la cuerda de una lámpara. Tenía alas y cuernos, y emi]a pavorosos ruidos.
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El franciscano, suges?onado por la agorera creyó que el mismísimo diablo le visitaba y cayó sin sen?do junto al altar.
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A los pocos días el franciscano respiró aliviado: se había descubierto que María para no fallar en su adivinación había soltado una lechuza en la iglesia, y ésta atraída por la luz de la lámpara se dispuso a trepar por ella para cazar los insectos que a ella acudían.
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A resultas de todo esto María Mola fue condenada a la hora y muchos de sus clientes sin?éndose estafados, arrrojaron mul?tud piedras sobre su cadáver. A par?r de entonces la calle en la que vivió comenzó a llamarse calle de la Agorera, nombre que con el ?empo, y debido a la degeneración del vocablo, terminó conociéndose como calle de la Gorguera. Hoy día se llama Núñez de Arce y es una de las calles que salen de la céntrica Plaza de Santa Ana.
La doncella del tejado •
Se cuenta que la bella Elena fue una de tantas amantes del controver?do Felipe II y que éste, como solía hacer cuando alguna de sus amantes se ponía en exceso pesada, arregló su boda con militar del noble linaje de los Zapata.
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El nuevo matrimonio estrenó el palacete, que por otro lado fue la única construcción civil que realizó Felipe II, aunque también se comenta que fue construido por el padre de Elena, que era montero del rey, y que éste se lo regaló a su hija tras la boda.
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El capitán Zapata par?ó a la guerra de Flandes pocos meses después de contraer matrimonio con Elena y allí falleció en las primeras con?endas.
• En este punto Elena queda sola en el enorme caserón, las malas lenguas y los chismorreos de la corte contaban que por las noches, un Felipe II embozado para pasar desapercibido, acudía puntual a la cita con su amante. • Estos rumores se extendieron como la pólvora cuando una mañana Elena apareció muerta en su alcoba.
• Hay que tener en cuenta que en la época de los sucesos, Ana de Austria se encuentra en la corte para conver?rse en la cuarta esposa de Felipe II. • ¿Sabía Ana de la existencia de Elena y decidió eliminar el problema cortando por lo sano? • ¿Presionó Elena al rey para ser algo más que una simple amante y fue él quien acabó con ella?
• En este punto fue cuando comenzó la leyenda tras los rumores de que en noches oscuras se veía el fantasma de la doncella en el tejado de la casa, aunque en aquel entonces todavía no era conocida por sus chimeneas. • Esta remodelación fue ordenada por Baltasar Caoaneo unos años después tras comprar el inmueble, algunos atribuyen un significado simbólico a sus siete chimeneas, y dicen que simbolizan los siete pecados capitales
La casa de los falos • Desde ?empos remotos la representación del falo en dis?ntas formas ar]s?cas ha sido una constante. • Es posible que si ahora pensamos en esculturas fálicas pensemos en culturas precolombinas. • En el número 12 de la calle Montserrat, una bocacalle de la calle San Bernardo puedes disfrutar de esa cultura fálica. • En ella encontrarás tres parejas de falos, una por piso, junto a otro ?po de símbolos.
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La casa está construida en el año 1912.
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El encargado de realizarla fue Arturo Pérez Merino a pe?ción de Luis Navarrete, promotor de la época.
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La idea era construir "edificios con un modernismo ecléc?co, popular y barato, en viviendas de clase media; tenía pocos recursos, pero un es?lo muy imagina?vo y personal"
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Arturo Merino ?ene otras obras destacadas en la capital, una de ellas en el 96 de la calle Hortaleza y la otra en el 4 de Don Pedro.
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Parece ser que es un arquitecto que no se dio mucho a conocer entre los compañeros de la época y que se caracterizaba por intentar realizar siempre cosas que se salieran un poco de los cánones establecidos.
El Palacio de Linares de Madrid •
Don José de Murga y Reolid, fundó junto a su esposa doña Raimunda de Osorio varios centros benéficos y casas de caridad en Linares (Jaén). Don José mantuvo su fidelidad al rey italiano Amadeo de Saboya, cuando casi todos le dieron la espalda. Ésta sería la causa de que el ejmero monarca le otorgase el Marquesado de Linares.
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Decidido Murga a ocupar un si?o entre los nobles y ricos hombres de la Corte del Madrid del momento, tomó la decisión de construir un palacio, en consonancia con su poder económico y poli?co.
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Escogió para ello el esquinazo del an?guo prado de Recoletos con la calle de Alcalá. Las obras comenzaron en 1873 y concluyeron en 1878.
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Su coste ascendió a tres millones de pesetas, suma muy elevada para la época. El palacio de es?lo francés, fue pintado por los mejores ar?stas de la época alfombrado por la Real Fábrica de Tapices, y tapizado por las mejores fábricas de Lyon.
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Impregnado del roman?cismo de la época, el edificio poseía esa serie de detalles que le daban un cierto aire de misterio y de rica decadencia, como eran la escalera de caracol disimulada, la puerta escondida tras el armario... Sin duda se trataba de uno de los úl?mos y más hermosos palacios construidos en Madrid.
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El matrimonio de los marqueses tuvo un único hijo, el cual, desde muy joven, dispuso de una gran fortuna que disfrutó sin ninguna medida.
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Llegado a la edad de establecer una familia, el padre aconsejó a su hijo de manera que en su eleccion primase el amor frente a otros intereses. Nunca un consejo paterno fue tan bien recibido por un hijo, pues éste estaba profundamente enamorado de una joven hermosísima pero sumamente humilde. Se trataba de la hija de la estanquera de la calle de Hortaleza, que había fallecido recientemente.
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El marqués, al conocer la iden?dad de la futura esposa de su su hijo, cambió el semblante y dio por concluida la reunión, asaltando a su hijo un mar de dudas ante la ac?tud de su padre.
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Pero poco ?empo tuvo para hacerse más preguntas, pues al dia siguiente salió con des?no a Londres, con el pretexto de solucionar un negocio de gran importancia que requería su presencia en la capital inglesa.
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Durante su estancia esperó en vano las instruciones de su padre, pero en cambio recibió un correo comunicándole el fallecimiento del mismo. De regreso a Madrid, el dolor durante dias se apoderó del joven, del que poco a poco fue saliendo, aliviado por la presencia y el cariño de su novia, cuyo amor se habia mantenido en la forzada y inexplicable separación.
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Ambos jóvenes se casaron con celeridad en una sencilla ceremonia, como correspondía al luto recientemente sufrido.
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Los años fueron consolidando su amor y la felicidad reinaba en el palacio, cuando un dia el joven marqués hojeando unos papeles de su padre, encontró una carta dirigida a él, con su dirección de Londres y la caligraja inconfundible de su padre. Sin?ó un un vuelco en el corazón al mismo ?empo que las manos le temblaban al abrir la carta.
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El padre confesaba al hijo que siendo joven y poseído por un amor correspondido, tuvo una hija con otra mujer. La niña creció sin conocer la iden?dad de su padre ni recibir, por expreso deseo de su madre, ayuda alguna.
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Las casualidades de la vida hicieron que se tratase de la mujer que hoy era la esposa de su hijo. El joven marqués no pudo seguir leyendo. Su cabeza cayó repen?namente sobre la mesa del escritorio, encontrándole así su esposa, quien, preocupada, preguntó a su marido por la causa de ese desmayo.
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A par?r de ese momento y después de años de feliz matrimonio, vivieron por separado en el palacio en plantas diferentes y en estado de cas?dad.
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Al parecer el matrimonio no fue tan casto pues se rumorea que llegaron a tener una hija, a la que asesinaron, ahogándola nada más nacer para evitar la vergüenza y las posibles secuelas jsicas o mentales de la niña.
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Dice la leyenda que la enterraron en la llamada Casa de Muñecas, un edificio pequeño adosado al pa?o del palacio, que se había construido para los futuros hijos de la pareja.
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Al cabo de los años el matrimonio decidió adoptar una niña, a la que pusieron el nombre de Raimunda, los rumores de la época cuentan que esta hija la tuvo el marqués con una de las criadas.
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Ella sería la única heredera de la fortuna familiar, en el bau?zo le pusieron como apellidos Avecilla Aguado. En el salón del Palacio existe un cuadro ovalado conocido como las "Señoritas de Avecilla" en el que se aprecia a otra pequeña posando junto al rostro de la niña.
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Ante tanto comentario creado en su entorno, la marquesa murió de pena tras 30 años de matrimonio, el marqués meses más tarde murió de un ?ro fortuito, se dice que se suicidó.
La casa Duende •
La Casa del Duende estaba situada entre las calles Duque de Liria, Már?res de Alcalá y la plaza Seminario de Nobles.
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Esta casa, al igual que otras muchas de la época, fue construida en las primeras décadas del siglo XVIII por orden del rey para ser arrendada a sus criados, lacayos y personal de confianza.
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La casa pasó por varias manos, hasta que fue alquilada por unos hombres que la u?lizaban por las noches como centro de reunión para juegos y grandes apuestas de dinero.
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Fue entonces cuando una noche se originó una discusión entre varios de ellos y de repente se abrió una puerta interior y apareció un hombre bajito muy barbudo que les impuso silencio. Al principio se callaron pues estaban todos desconcertados con la aparición de aquel duende misterioso, pero cuando terminaron de indagar quién podía ser y cómo podía haberse colado en la casa, como quiera que fuera la cosa volvieron a enzarzarse en la discusión que habían suspendido. Sin saber cómo ni de dónde salieron, media docena de enanos armados con garrotas se abalanzaron sobre los jugadores y los golpearon. Los hombres salieron huyendo y nunca más volvieron al lugar.
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Tiempo después, la casa fue comprada por doña Rosario de Benegas, marquesa de Hormazas, que se instaló en la segunda planta.
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Andaba la marquesa todavía con el traslado e intentando adecuar la decoración a sus gustos, cambiando cor?najes y demás detalles, cuando echó en falta un cor?nón y una imagen del Niño Jesús en su cuna que había traído de su anterior domicilio. Enfadada por el extravío, se encontraba la marquesa dando una buena reprimenda a sus sirvientes cuando, de forma sorpresiva, entró en la habitación un enano con la imagen del Niño Jesús en sus manos y, tras éste, cuatro enanos más portando el cor?nón que le faltaba. La marquesa no tardó ni dos días en poner pies en polvorosa, poniendo la casa a la venta sin tan siquiera haber vivido en ella.
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La casa quedó deshabitada durante un ?empo, como en otras ocasiones entre compra y compra hasta que se instaló en ella don Melchor de Avellaneda, un canónigo de Jaén.
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Un buen día, cuando escribía al obispo de su diócesis para pedirle cierto libro del padre Tineo que necesitaba para sus sermones, justo antes de rubricar la carta, levantó la vista y vio asombrado como ante él aparecía un enano ves?do con un traje de monaguillo que portaba en sus manos el libro que en ese mismo momento estaba pidiendo al obispo.
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En esta ocasión, en lugar de salir corriendo, don Melchor se dedicó a buscar y rebuscar el lugar por donde había venido y por donde había desaparecido el misterioso duende, pero la búsqueda fue infructuosa.
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El canónigo decidió obviar el hecho, pero pocos días después se disponía a dar misa en el convento de los Afligidos y necesitaba una ves?menta apropiada al día, ordenando a un paje que fuera a la casa a buscarla.
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El paje, con la ves?menta bajo el brazo y cuando se disponía a cerrar la puerta de la casa para volver al convento, oyó en el interior una vocecilla curiosa que dijo: “No es ése el color de este día, vuelve a por los ornamentos que corresponden”.
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El paje se dio la vuelta lentamente y vio la figura de un enano burlón que rápidamente desapareció como el viento. Le contó lo ocurrido al clérigo jurando que no volvería a esa casa y don Melchor, parece ser que un tanto harto de tanto enano, decidió también abandonar el lugar.
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El canónigo cedió la casa a Jerónima Perrin, una lavandera que vivía en el piso de arriba, hasta que acabase el contrato de alquiler o hasta que encontrara un piso donde alojarse.
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Cierto, día la mujer sedisponía a lavar unas mantas propiedad de la marquesa de Valdecañas. Hecho esto, y como era costumbre en las orillas del Manzanares, dejó la ropa oreándose al sol y al viento.
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Se fue a casa a comer con la intención de volver más tarde a recoger la ropa, pero cuando estaba en casa se desató una terrible tormenta que le impidió salir a por ella. Mientras miraba por la ventana de la buhardilla imaginando el enfado de la marquesa, que necesitaba la ropa para esa misma noche y a la que se conocía por su mal carácter, escuchó un portazo en el portal de la casa.
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Al bajar, se encontró con tres enanos empapados que portaban una cesta enorme con toda la ropa.
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Se dice que la lavandera, que había escuchado ya todos los rumores sobre los pequeños duendes, abandonó la casa ese mismo día.
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Las historias habían llegado al Santo Oficio, quizás por los aportes clérigo. Así que la Inquisición se puso manos a la obra con el ánimo de expulsar a los demonios del lugar.
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Se tomó declaración a varios tes?gos y se realizó una minuciosa búsqueda por todo el inmueble, hasta el úl?mo rincón, desde la cueva del sótano hasta la buhardilla que habitó la lavandera. Pero no se encontró nada ni a nadie.
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por ello comenzaron a pensar en espíritus diabólicos, y por orden inquisitorial, un día al atardecer, se presentó frente a la casa una comi?va religiosa presidida por el obispo de Segovia. Llevaban enormes velones, agua bendita y mucha sal. El obispo ver?ó sobre las paredes muchos litros de esta agua que él mismo había bendecido y muchos kilos de sal, y pronunció centenares de rezos y aleluyas con los que dio por concluido el supuesto exorcismo.
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Según algunas versiones de la leyenda, los vecinos del pueblo se dirigieron a la casa con picos para derribarla; ésta, poco ?empo después, fue incendiada y cayó en el olvido.
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Pasaron muchos años, y, según se dice, las gentes de repente vieron abrirse una trampilla muy disimulada entre los escombros de la parte del sótano y cómo de ella salían nueve enanos, de los que se cuenta que eran falsificadores de moneda y que u?lizaban la noche para salir a distribuirla.
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Otra versión cuenta que, tras muchísimos años, la casa se derribó para construir el inmueble que hay hoy allí, y que los obreros, cuando llegaron a ala parte del sótano, del que desconocían su existencia, encontraron a nueve enanos demacrados entre un montón de máquinas para falsificar dinero.
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Según un acta de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, que estudia la arquitectura del edificio, se asegura que la moneda que falsificaban en el edificio eran doblillas de oro del Brasil y que todo fue un montaje de estos pillos que se inventaron una farsa en la que involucraron a varios enanos para atemorizar a los inquilinos y que les dejasen falsificar en paz.
Las casas mas estrechas de Madrid
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Calle Mayor, 61. Casa donde vivió Calderón de la barca. A menudo es señalada erróneamente como la casa más estrecha de Madrid. Sin embargo, con sus 4 metros y 36 cen]metros debemos dejarla en tercer lugar.
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Cuenta además con puerta exterior de acceso al inmueble, de la carecen las casas que vienen a con?nuación.
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La casa que ha llegado hasta nuestros días no es exactamente la original donde habitó Calderón. Su aspecto actual es fruto de las intervenciones arquitectónicas realizadas en el siglo XIX, en las que fueron añadidos dos pisos, hasta los cuatro actuales. El 28 de octubre de 1859 fue inaugurada una lápida conmemora?va de mármol blanco, ubicada en el muro exterior de la primera planta, en la que reza esta sencilla leyenda: "Aquí vivió y murió Don Pedro Calderón de la Barca". La placa fue colocada a inicia?va de Mesonero, meses antes logró evitar la demolición del inmueble, enfrentándose, bastón en mano, a los albañiles encargados del derribo. A pesar de sus esfuerzos, el insigne escritor madrileño no consiguió impedir las profundas transformaciones que finalmente se llevaron a cabo.
• Calle Mayor 57, en cuyos bajos se encuentra el local “Lobato” ,donde pueden bordar tu nombre en un paño o mandil a una velocidad pasmosa, en un edificio de 3 metros y 68 cen]metros de fachada. • Al igual que la más estrecha, esta casa no posee puerta exterior de acceso y se sube a plantas superiores a través del local.
• Calle Postas, Nº 6. Con sus 3 metros y 11 cen]metros, resulta el inmueble más estrecho de la ciudad. Alberga un comercio tradicional centenario de imágenes y objetos religiosos: “Sobrinos de Pérez”. • El acceso a las plantas superiores del edificio se hace a través de escaleras situadas dentro del propio en el local.
Palacio Longoria, sede de la SGAE • La sede es uno de los edificios más originales que ?ene Madrid y como por desgracia, no se puede visitar. • Se trata de un palacete ubicado en el barrio de Chueca, en concreto se encuentra en la calle Fernando VI, esquina con la calle Pelayo. • El Palacio Longoria fue construido en el año 1902 por el arquitecto José Grasés Riera, y no por Gaudí como algunos creen.
• José Grasés Riera (autor de bastantes edificios y monumentos que aun se pueden ver en Madrid, como por ejemplo el Monumento de Alfonso XII en el Re?ro. • También catalán, se licenció por la Escuela de Arquitectura de Barcelona en 1878 y fue compañero de Gaudí-‐ (que no discí-‐pulo como algunos dicen) y construyó el palacio por encargo del financiero Javier González Longoria, tanto para residencia familiar como para las oficinas de su sede bancaria, a las que dedicó la planta baja, el palacio se habitó en 1904. • Este edificio, de es?lo modernista en su exterior, extrañó en el Madrid de esos años de principios de siglo, y fue lo que hizo que se le diera el popular nombre de “la casa tarta”.
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El edificio hace esquina y Grasés Riera lo diseñó con dos cuerpos rectangulares por un torreón circular, que rompe las lí-‐neas rectas, y que es justamente la entrada principal, donde colocó una espectacular escalera con barandilla de forja y elementos vegetales salpicados con flores y hojas de latón.
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Al ser el edificio en forma de L, diseñó un pa?o interior ajardinado , con lo cual todo el interior del edificio lo convir?ó en una galería por?cada sobre soportes en forma de palmeras con dos miradores al pa?o, que se apoyan sobre sendas columnas con forma de palmera.
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La fachada exterior, retranqueada para permi?r el paso de luz a los sótanos, cuenta con lo que se denomina pa?o inglés cerrado con una verja de hierro. Pero lo novedoso de este edificio es el conjunto de la fachada; en piedra ar?ficial y de formas suaves, toda decorada en la que los elementos se van enlazando unos con otros.
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A esta escalera, la corona una impresionante cúpula de hierro y vidrio. Por desgracia, a Javier González Longoria la fortuna no le duró y en 1912 el palacio fue vendido por 500.000 pts de las de entonces a la Compañía Dental Española, que lo reformó, desapareciendo su estructura original; la desafortunada reforma y su uso posterior, hizo que se fuera degradando su interior, hasta el punto que en el pa?o-‐jardin por?cado se construyó un edificio anexo en el que entre otros, tuvo su estudio el pintor Romero de Torres.
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Hasta que en 1946, los herederos lo vendieron a Construcciones civiles.
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Y llegamos a 1950 cuando la Sociedad General de Autores compró el edificio que estaba en pésimas condiciones por 5 millones de pesetas.