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¿SE IMAGINAN UNA PESADILLA PEOR... QUE EL PEOR DE LOS VIRUS? BIENVENIDO AL MUNDO DE LAS MICOSIS
Federico AlcAlá
La pandemia de SARS-COVID-2 mejor conocida como COVID-19 dejó en la humanidad una ansiedad que, hasta la fecha, no ha podido disiparse. Sobre todo, cuando, al inicio de esta, los Estados Unidos de Norteamérica insinuaron que el virus causante podría haber sido manipulado genéticamente en los laboratorios de investigación del gobierno chino. Es decir, había la presunción de que se trataba de un arma biológica de destrucción masiva desarrollada por los militares chinos. Estas insinuaciones llegaron a nivel de conflicto cuando el presidente norteamericano Donald Trump exigió una supervisión de las instalaciones del Instituto de Virología de Wuhan. ¿Sin embargo, en verdad, los virus son los peores patógenos para un escenario de guerra biológica?
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Dentro de catálogo de armas de destrucción masiva el imaginario popular pone en primer lugar una hecatombe nuclear que destruya de inmediato todas las posibilidades de vida en la tierra, sin embargo, desde la Primera Guerra Mundial el escenario de una destrucción total de enemigo no solo contemplaba una serie de gases venenosos, sino también el uso de agentes patógenos manipulados en laboratorio que causarían enfermedades mortales en los ejércitos oponentes. Esto nos lleva a recordar que hace cien años, la pandemia de la “Gripe Española” diezmó a miles de soldados y de población civil por las condiciones favorables para su dispersión durante la Gran Guerra… inclusive quedaría la duda sí dicha pandemia no fue provocada por alguno de los bandos beligerantes.
A partir de la segunda mitad del siglo XX los arsenales de las potencias mundiales no solo se fueron llenando de armas nucleares sino también de las denominadas “armas biológicas”. Estas están constituidas por organismos vivos (bacterias, virus, hongos, parásitos, riquettsias, etc.) o sus productos tóxicos adaptados con fines bélicos. Este tipo de armamento es sumamente eficaz y puede ser utilizado en guerras rápidas o de desgaste para causar enfermedades y con ello la muerte, incapacidad o lesiones en humanos o en animales o plantas. Estos patógenos tiene como efecto la destrucción no solo de la moral y el entusiasmo bélico entre las fuerzas beligerantes, sino también destruir las fuentes de abastecimiento o simplemente para crear terror en la población civil. Las “armas biológicas” tienden a ser organismos altamente contagiosos que alcanzan un impacto potencialmente devastador en el blanco escogido.
Jack London, famoso escritor norteamericano nacido bajo el nombre de John Griffith Chaney, publicó en la London Magazine en 1912 una novela intitulada La Peste Escarlata. Una novela postapocalíptica situada en el año 2073, sesenta años después de que una pandemia diezmara la raza humana reduciendo a los supervivientes a una condición cuasi prehistórica y salvaje. Es decir, London señalaba el año 2013 como el inicio del fin, profetizando una enfermedad que tenía como síntoma particular teñir el cuerpo y la cara de las victimas de un siniestro color escarlata y, por otro lado, señala como origen de la pandemia, la ciudad de Nueva York. ¿Qué tipo de patógeno proponía Jack London?, ¿un virus? O, algo mucho más complicado, más difícil de curar y contra lo que no existe vacuna…
En estos días sobresale en la televisión de paga una serie intitulada The Last of Us. Estos programas televisivos surgen a partir de un videojuego y tienen como trama la mutación de una cepa de hongo, el Cordyceps, el cual, al infectar a la población humana afecta su actividad racional y los reduce a la condición de zoombies antropófagos. El juego proponía como inicio de esta pandemia micótica el mes de septiembre de 2013. Y debemos señalar que, en la vida real, si un hongo del género Cordyceps se introduce en un insecto, el micelio lo invade y termina por reemplazar los tejidos del huésped, mientras que el cuerpo fructífero elongado (el estroma) podrá adquirir diversas formas: cilíndrico, ramificado o de formas complejas. Algunas especies de este género son capaces de afectar la conducta de su insecto hospedador. Por ejemplo, si la variante Cordyceps unilateralis, parasita un insecto, este hongo altera su comportamiento habitual, lo que lo hace subir hasta la parte más alta de una planta antes de morir, liberando esporas que brotan del cadáver del insecto. Es decir, el hongo toma “control” del insecto, lo hace trasladarse hasta el mejor punto para diseminar sus esporas, lo mata y en el proceso las esporas salen del cadáver esparciéndose en una amplia zona para infectar a…otros insectos.
Las enfermedades por hongos reciben el nombre de micosis y existen una amplísima variedad de estas. Entre las más peligrosas se encuentran aquellas que afectan el aparato respiratorio de los huéspedes o las meninges. Respecto de estas últimas, los agentes causales son varios: la Candida albicans, Cryptococcus neoformans, Histoplasmas, Coccidioides y Blastomyces puden ser algunos de los hongos que pueden causar meningitis -inflamación de las meninges-. Entre los causantes habituales encontramos el C. neoformans (meningitis criptococica).
Esta variante es un hongo unicelular, generalmente rodeado de una cápsula, que se encuentra aislado o formando pequeñas cadenas. No presenta dimorfismo y se cultiva con facilidad en los medios habituales, es un saprofito en la naturaleza, con distribución universal. Se aísla fundamentalmente en los excrementos de aves, sobre todo palomas, aunque éstas no sufren la enfermedad…el proceso infeccioso ocurre por la inhalación del microorganismo hasta los alveolos.
Una vez inhalado el patógeno, inicia un proceso inflamatorio que puede provocar síntomas pulmonares leves, pero en un momento dado, las esporas se diseminan por vía sanguínea hasta llegar al Sistema Nervioso Central, una vez infectado el mismo, las esporas se empiezan a reproducir aprovechando la escasez de anticuerpos y de glóbulos blancos. Al ubicarse en las meninges -del griego μῆῆῆῆῆ mῆninx, ‘membrana’, son las membranas de tejido conectivo que cubren todo el sistema nervioso central, añadiéndole una protección blanda que complementa a la dura de las estructuras óseas, las meninges actúan como barrera selectiva frente a patógenos y sustancias químicas que pueden dañar el sistema nervioso- la inflamación causa un edema, el cual no es necesariamente producto de la infección micótica, pero si es producto de su presencia en el sistema nervioso. Esta reacción ante la presencia del microorganismo invasor provoca un aumento en la presión intracraneal, lo que reduce sustancialmente el flujo de sangre a las neuronas cerebrales, reduciendo así el oxigeno y la nutrición de estas, lo que en poco tiempo provoca la muerte celular o apoptosis, que se traduce en…una dolorosa muerte para el individuo infectado.
Recientemente, en el Estado de Durango tuvieron lugar diversos decesos causados por el hongo fusarium solani causante también de meningitis micótica. Este brote causó serias preocupaciones tanto a las autoridades sanitarias de dicho Estado como a las autoridades federales y no fue para menos: en dos meses se confirmaron 23 fallecimientos —22 mujeres y un hombre—, más de 70 contagios y más de 1.800 personas en riesgo por una posible exposición al hongo.
Ahora bien, ¿Por qué debemos preocuparnos por las infecciones causados por hongos, es decir, las micosis? Cuando nos enfrentamos a los virus, estos organismos se encuentran en los limites mismos de lo que podemos considerar “vida”. Los virus son, en pocas palabras, capsulas que transportan su propio material genético -DNA- y buscan introducirse en células complejas para reproducirse a partir de duplicar su material genético y hacer que la célula infectada se convierte en “fabrica de virus”. Una vez conocido el tipo de patógeno se puede reproducir artificialmente y generar vacunas, es decir, introducir al organismo variantes atenuadas -generalmente la estructura exterior de la capsula que cubre el DNA del patógeno- para que, el sistema inmunológico “identifique” al invasor y proceda a destruirlo. Las mutaciones de los virus implican la posibilidad de cambiar su estructura química haciendo difícil la identificación por parte de los glóbulos blancos.
Sin embargo, siempre existe la posibilidad de desarrollar vacunas contra la generalidad de los virus que constantemente buscan reproducirse a costa de nuestras propias células. Las “vacunas” no son antibióticos, son versiones atenuadas de los propios virus que nos atacan, pero con la finalidad de “entrenar” a nuestro sistema inmunológico para, en primer lugar, identificar el patógeno y, posteriormente, atacarlo o impedirle acceder a las células que le sirven de “fabrica”. Los virus no son organismos “vivos” pues no están constituidos por células. Son, simplemente, el equivalente a “robots” programados para inocular DNA en células que les sirven como medio de reproducción. Las infecciones por virus son causantes de muchas de las variedades de cáncer, pues, al modificar el DNA de la célula infectada, esta puede mutar y empezar a reproducirse sin control, causando la destrucción del tejido circundante y, a la larga, la muerte del individuo. Asimismo, son fundamentales para el desarrollo de la vida en el planeta pues impulsan mutaciones que, también a la larga, facilitan la adaptación al medio de miles de especies vegetales y animales. Sin embargo, los hongos son otra cosa…
Una infección micótica es una infección causada por un hongo y son tan comunes que las padecen todos los organismos vivos de este planeta desde los humanos, todo tipo de especie animal ya sea terrestre o marina hasta las especies vegetales. Un delicioso ejemplo de estas ultimas es nuestro tradicional huitlacoche que saboreamos en guisados y quesadillas. Todos los mamíferos, las aves, los peces y todas las plantas y arboles son objeto de infección micótica.
Las infecciones micóticas pueden afectar la piel, por ejemplo, el pie de atleta o la tiña inguinal, las uñas (por ejemplo, las infecciones micóticas de la uña) o el pelo (por ejemplo, la tiña del cuero cabelludo y la barba), siendo estas las manifestaciones universales y, pueden tratarse aplicando medicamentos directamente sobre las zonas afectadas. Los hongos que causan problemas a las personas incluyen el hongo en forma de levadura o moho. Asimismo, pueden reproducirse en elementos que tiene por lo menos un ingrediente orgánico, por ejemplo, el papel de los libros.
Las infecciones micóticas o micosis suelen clasificarse como “oportunistas” o “primarias”, así como “locales” o “sistémicas”. En términos generales, tanto las “oportunistas” como las “primarias” aparecen en huéspedes inmunocomprometidos, es decir, sujetos cuyas defensas naturales se encuentran inhibidas o muy debilitadas. Respecto de las “locales2 son aquellas que padecen miles de millones de humanos y que, en general, solo afectan piel y mucosas sin que, necesariamente, sus defensas estén comprometidas. Las peligrosas son las infecciones “sistémicas” que pueden afectar órganos internos como los pulmones, los ojos, el hígado y el cerebro. Estas, en un alto porcentaje pueden causar la muerte del huésped.
¿Pero que hace tan peligrosos a los hongos? En el planeta existen millones de especies de hongos, incluyendo aquellos que son comestibles. Otros tantos producen toxinas que suelen ser las más mortales, incluso más peligrosas que las toxinas producidas por bacterias. Pero en general, lo que hace particularmente peligrosas a las infecciones micóticas es la resistencia que presentan los hongos a los medicamentos. A diferencia de los virus, que, con el avance de la medicina genómica, llegará el punto de poder desarrollar una vacuna para cada caso concreto con cierta facilidad que impida nuestra extinción, o las bacterias que también, aun cuando se han convertido en organismos resistentes a los antibióticos tradicionales, son susceptibles de atacar diferenciando su material genético de las células de los organismos que infectan, los hongos son particularmente difíciles de tratar.
Los antimicóticos tópicos, es decir, aquellos que aplicamos contra el pie de atleta o la candidiasis, dificultan las condiciones para que los hongos sigan prosperando, lo cual no impide que sus esporas sigan contaminando al sujeto afectado. Por ello, ese tipo de micosis son reincidentes y difíciles de tratar, en definitiva, pues la humedad que facilita su desarrollo no termina por erradicarse del todo.
Sin embargo, las infecciones micóticas que afectan a los órganos internos de los huéspedes son extremadamente difíciles de reducir a niveles que no pongan en riesgo la vida. La capacidad de reproducción de los hongos y la rapidez en que toman control de los órganos afectados son otro aspecto que impide rescatar a los afectados. Excuso decir que la muerte sobreviene después de procesos dolorosos y extenuantes que implican la asfixia o severos dolores de cabeza.
Ahora bien, ¿que tan difícil es convertir a ciertas especies de hongos en armas biológicas? No hay dificultad alguna en ello. Es más, la dificultad de darles tratamiento eficaz y la gran facilidad con que pudieran dispersarse no solo en el bando enemigo sino en el amigo es lo que disminuye sustancialmente la tentación de convertirlos en armas de destrucción masiva.
Sin embargo, hipótesis como la planteada por Jack London en La Peste Escarlata en la cual los individuos afectados no fallecen inmediatamente y generan síntomas propios de una micosis no es un escenario imposible. Asimismo, tampoco existe una imposibilidad de que una infección micótica pudiera convertir a la raza humana en una especie de zombis tal y como lo explota comercialmente tanto el videojuego como la serie The Last of Us. Lo único verdaderamente cierto es…nos enfrentaríamos a una pesadilla mucho peor, mucho, mucho peor que el más mortal de los virus. Mors certa, sed hora incerta