para niños
8 492616 000871
5€
abril / 2010 / 84 págs
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ADIVINA LO QUE ES UN LIBRO * EL ASOMBROSO MUNDO RECORTABLE DE LLUŒS ALABERN * COSAS QUE YA SABE GABRIELA WIENER * CUENTOS Y POEMAS TRAMPOSOS DE MARIO CUENCA SANDO ? VAL, LAURA FERN NDEZ, PATRICIO PRON, SAN ? TIAGO RONCAGLIOLO Y J. P. VILLALOBOS *. GRETA PUJOL ENTREVISTA A EL PRINCIPITO Y PINOCHO LE CUENTA TODA LA VERDAD A XAVI SANCHO * LA HISTORIA SECRETA DEL TETRIS... Y `HASTA UNA OBRA DE TEATRO PARA QUE LA REPRESEN ? TES EN CASA!
Q U I M E R A
EL VIEJO TOPO GÜRTEL & (UNA
COMPANY
SERIE VALENCIANA)
Alfons Cervera El caso Gürtel tiene ramificaciones por toda –o casi toda– España, pero sólo en la Comunidad Valenciana ha alcanzado de lleno a las más altas instancias políticas, con su gobierno, presidido por Francisco Camps, a la cabeza. Unas instancias y un gobierno, además, que evidencian podredumbre en todos sus flancos: Carlos Fabra en Castellón, José Joaquín Ripoll en Alicante y Camps como presidente del PP y de la Generalitat han sido ya imputados de graves delitos. Tres provincias anegadas por la miseria moral y un apetito económico que –si nos atenemos al desmedido gusto por el lujo que se desprende de los regalos obtenidos por los políticos y familiares del PP valenciano a cargo de la trama Gürtel– ponen los pelos de punta. Gürtel & Company. (Una serie valenciana) constituye la crónica indignada de una situación que ha provocado, según todas las encuestas, que los españoles señalen a la clase política como uno de los grandes problemas que agobian a este país.
EL VIEJO TOPO LA
ERA DE PALOMARES Eduardo Subirats (coordinador) PALOMARES: en 1966 cayeron sobre esta aldea andaluza cuatro bombas de hidrógeno en una operación de abastecimiento de los temidos bombarderos B-52 que rutinariamente sobrevolaban el territorio español. Con ellas llegó la contaminación nuclear, el silencio oficial, los desmentidos, la censura, la muerte. En un país hecho de silencios y mentiras. La era de Palomares reúne cuatro voces únicas y silenciadas. Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de Medina Sidonia, movilizó a la población almeriense contra la corrupción del sistema franquista y escribió un diario sobre los acontecimientos de Palomares; el pintor Jorge Castillo realizó el Tríptico Palomares y una serie de óleos y bocetos relacionados con la catástrofe; Juan Goytisolo describió en su crónica Campos de Níjar la miseria bajo la que vivía el pueblo almeriense en aquellos años y décadas; Eduardo Subirats analizó las dimensiones globales que el desarrollo de la industria y la expansión de la guerra nuclear entrañaban para un futuro que hoy es nuestro tiempo presente.
EDITORIAL
(O LO QUE DICE EL DIRECTOR)
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un
Enano
sin barba ? Jaime Rodríguez Z.
para Lena, ornitorrinca.
¿Y qué haces leyendo esta revista? ¡¿quién te ha invitado?! Bueno, es igual, ya que estás aquí, presta atención: esta es una revista que leen los mayores ¿entiendes? ¡Los mayores! … gente, digamos… como de veinte o treinta … o incluso más. Así que, ¿qué hacemos contigo ahora? Déjame pensar… podríamos enseñarte cosas… sí, tú quieres aprender cosas ¿no? ¿No? Ummm, también podríamos decirte qué libros debes leer, ¡o mejor aún, podemos decirle a tus padres los libros que te tienen que comprar! ¡Eso es! Anda, vete y dale la revista a un adulto. ¡Va! ¡Que te vaaaayas! ¡¿Pero será posible?! ¡¿Sigues aquí?! Bueno, bueno, bueno, es probable que te haya juzgado mal… quién sabe. Hagamos algo, cuenta hasta veinte (en griego) y entonces hablaremos de algunas cosas. Empieza…. ένα…δύο, τρία… Vaya, si aquí estás. ¿Sabes una cosa? Empiezo a pensar que eres una persona importante, o sea, vas al cole, te gustan los Gormitis o Dora la Exploradora, y bueno, admitámoslo, es probable que te limpies los mocos con las mangas de la chaqueta de vez en cuando, pero eres importante. Y creo que todo eso que tienes en la cabeza (ya sabes, eso que no le dices a nadie, como cuando te cuentas cosas a tí mismo) es una de las razones por las que hacemos esta revista. Se llama imaginación, y es algo así como la parte más divertida de pensar. Gracias a ella podemos inventar cosas, lugares, personas, ¡historias!, incluso podemos cambiar un poco las cosas que de verdad existen. Como yo. No creerás que soy como el dibujo que te está hablando ahora y que voy siempre con gafas de sol y los pelos de loco ¿cierto? No, así es como me ve mi amigo Lluís. Él tiene mucha imaginación, y todas las personas que hacen esta revista también. Así que, bueno, ya que has llegado hasta aquí, y sin que sirva de precedente, vamos a dedicarte este número a ti. Sí, a ti. Tú eres el que está leyendo ¿no? Pues eso. Le voy a pedir a Lluís que haga unos dibujos de unos escritores geniales para que los recortes ¿Qué te parece? Y a Ruth que te diga como montar una obra de teatro en tu propia casa, y a Gabi que te cuente las cosas que sabe (bueno, no todas, todavía), y a Roberto que te diga las maneras de ver un libro, y a Laura, Mario, Patricio, Juan Pablo y Santiago que te expliquen algunos libros clásicos de manera divertida, y a Manolo y Juan que te regalen poemas chulísimos, y a Germán y a Jordi y a Pola que te digan cosas interesantes de la vida, y a Xavi y a Greta que entrevisten a gente guay como El Principito o Pinocho. Que sí, que eso es mucho leer, pero leer es divertido. De hecho leer puede ser lo más divertido del mundo, aunque a veces haya que esforzarse un poco. Pues ya está ¿qué estás esperando? Pasa a las siguientes páginas y lee. Ah sí, se me olvidaba, he visto que cuando se trata de cosas para gente como tú, se suele recomendar que lo leas si tienes más de 5 años, más de 8, más de 10, y así. Como no me gusta recomendar tanto, te dejo que leas lo que quieras bajo tu propio riesgo, que ya tienes una edad, y te advierto que no todo es lo que parece y que las sorpresas están a la vuelta de la esquina. Va, fuera de mi vista, renacuajo. 1 Quimera
Revista de literatura
Sumario ABRIL 2011
Ilustración de David Navas
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Editor: Miguel Riera. Director: Jaime Rodríguez Z. Diseño: M. R. Cabot. Crítica Literaria: Roberto Valencia Fotografía: Lisbeth Salas Redacción: Gil Padrol Publicidad: María José Dopacio. Edita: EDICIONES DE INTERVENCIÓN CULTURAL S.L., c/ Sant Antoni, 86, local 9 08301 Mataró (Bcn) Tel., Administración, Redacción, Publicidad y Suscripciones: 937550832 / 937962631. www.revistaquimera.com Redacción: redaccion@revistaquimera.com Administración: info@revistaquimera.com Publicidad: publicidad@revistaquimera.com Fotomecánica: Tumar Autoedición, S.L. Imprime: Trajecte, S. A.. Derechos reservados – Prohibida la reproducción total o parcial de este número, sea por medios mecánicos, químicos, fotomecánicos o electrónicos, sin autorización del editor. Quimera no retribuye las colaboraciones. Los colaboradores aceptan que sus aportaciones aparezcan tanto en soporte impreso como en digital. La redacción no devuelve los originales no solicitados ni mantiene correspondencia sobre los mismos. La revista no comparte necesariamente las opiniones firmadas de sus colaboradores. ISSN 0211-3325 / D.L.: B - 28332/1980 Impreso en España – © De las reproducciones autorizadas VEGAP, 1995, Barcelona. Esta revista es miembro de ARCE. Asociación de Revistas Culturales de España. Esta revista ha recibido una subvención de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas para su difusión en bibliotecas, centros culturales y universidades de España, para la totalidad de los números editados en el año. 4 Quimera
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UN poema De T.S. elIoT (TraDUcIDo por JUaN BoNIlla) el cómIc eNTrevISTa (mUy) míNIma: el prINcIpITo por GreTa pUJol palaU wIreleSS (¡INalÁmBrIco!) a ver SI DeJaS loS DeBereS y Te poNeS a JUGar por GermÁN SIerra GraN TUrISmo DaNNy Boy (caNcIóN) por maNUel vIlaS hay mUchaS formaS De ver UN lIBro... ¡adivina cuál es cuál! por roBerTo valeNcIa. IlUSTracIoNeS De marTa Barceló coSaS qUe ya Sé por GaBrIela wIeNer IlUSTracIoNeS De paola De GreNeT
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¿SUeñaN laS oveJaS coN NIñoS elécTrIcoS? Un relado de laura fernández, a partir de una novela de philip K. Dick.
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coSaS qUe le paSaN a holDeN caUlfIelD contadas por Juan pablo villalobos, a partir de una novela de J. D. Salinger. lolITa, UN poema para NIñoS y NIñaS De ToDaS laS eDaDeS escrito por Santiago roncagliolo, a partir de una novela de vladimir Nabokov. UNa rayUela De mIl qUINIeNTaS palaBraS escrita por mario cuenca Sandoval, a partir una novela de Julio cortázar. la excUrSIóN DomINIcal De loS aNImaleS cantada por patricio pron, a partir de un poema de heinrich pröhle.
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TeaTro SoBre plaNo Una obra dramática breve por rUTh vIlar plaNoS De roGer vIlà haBía UNa vez UNa maGDaleNa el asombroso mundo recortable de lluís alabern la cUeNTa aTrÁS (vIII) política para amador por JorDI carrIóN pINocho: “yo maTé a BoB eSpoNJa” la marioneta le cuenta todo a xavi Sancho peNTImINo y loS TeTrImINoS Un cuento de miguel espigado el qUIrófaNo (Solo para paDreS) aD lIB la literatura niña por pola oloIxarac Quimera 5
Un poema del se orT.S. Eliot que ha traducido el se Juan or Bonilla y que habla de un gato comoT
Rum tum tugger Rum tum tugger: no hay un gato como él. dale un faisán, te pedirá gallina. Si estás en casa quiere irse a un hotel. Si va al hotel añora a las vecinas. Ofrécele un ratón, querrá una rata. Dale una rata, quiere un ratoncillo. Pues Rum tum tugger no es un gato sencillo. Pero reñirle no podré, pues siempre hará lo que quiera sin más y contra eso nada se puede hacer. Rum tum tugger es a veces un problema: lo dejo en casa y se va, siempre estar en sitio equivocado, ese es su lema. Cuando regresa se vuelve a marchar. Le gusta estar tumbado en el buró pero arma una jarana si escapar no puede, qué gato tan especial. Ponerlo en duda no va bien
pues siempre hará lo que quiera sin más y contra eso nada se puede hacer. Rum tum tagger: no hay un gato como él. Sus caprichos ya no dejan perplejo. Dale un pescado, pedirá pastel. Si no hay pescado, no querrá conejo. Sírvele crema, la olerá con asco: Solo quiere lo que halla por su cuenta. Si quieres que caiga en la trampa pon la crema bien guardada en la despensa. Rum tum tugger ha aprendido la lección y no le importan nada tus brazos: disfruta deshaciendo tu labor. Rum tum tugger, como él no hay dos. No le pretendas convencer pues siempre hará lo que quiera sin más y contra eso nada se puede hacer.
T. S. Eliot (que nació en Edtados Unidos ¡en 1888!), fue un gran poeta hasta que se murió (esto ocurrió en Londres, donde vivió tanto tiempo que casi se convirtió en un londinense más, en 1965) pero sobre todo fue un gran, grandísimo crítico. Un crítico es alguien que dice qué le parecen las cosas que hacen los demas. Juan Bonilla (que nació en 1966, ¡justo un año después de que T.S Eliot se muriera!), también es poeta y es un poco crítico y hasta traductor (un traductor es alguien que pasa a un idioma lo que alguien ha escrito en otro idioma), aunque sobre todo es narrador. Un narrador es alguien que cuenta historias. y T ,¡pues tú eres el lector! 6 Quimera
El c mic Olaf va de picnic, de Pep Berrocal. Mamut Cómics. Este mes en librerías.
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ENTRREVISTA (MUY) MŒNIMA, `HABLA EL PRINCIPITO! Pregunta, en exclusiva, Greta
Pujol Palau
El Principito, es un libro escrito por un señor francés de Lyón (esto me lo ha dicho mi papá que lo ha mirado en la Wikipedia) que además era piloto y pintaba acuarelas. Mi padre, que ha estudiado una carrera, me dice que el cuento está lleno de metáforas. Que las metáforas son como ideas muy sofisticadas que sólo entenderé cuando sea mayor. Mi madre también ha estudiado mucho, pero ella piensa que el libro está bien así y que, si hay metáforas, a ella y a mí no debe importarnos, que la historia es bonita y te hace sentir bien, aunque también un poco triste, cuando la lees. El Principito trata de un niño que tendrá la misma edad que tendré yo cuando lea el cuento sola, y que vive en un asteroide pequeño con una flor y tres volcanes y unas cuantas semillas de baobab que no se ven y que baja a la Tierra, conoce a un aviador y luego se va y deja un poco triste al aviador. No sé por qué a mí me hace pensar el aviador en el señor francés de Lyón. A lo mejor eso es una metáfora. Pero es igual, el día que leeré el libro yo sola, y entonces le preguntaré…
—Los adultos aquí en la Tierra se reúnen y discuten sobre ti, escriben acerca de lo que significa tu libro. Hacen lo que llaman especulaciones. —Algo con un nombre tan feo y largo sólo puede ser una pérdida de tiempo. Suena a algo que hacen los contables. No algo que haría un aviador. ¿Dónde está él? —Se quedó triste cuando te fuiste. —Le dije que no viniera aquella noche. Pero los adultos, aunque sean aviadores, necesitan explicaciones. —Si eres un príncipe, ¿por qué no vives en un castillo? —No soy un príncipe, soy un principito. Los príncipes son principitos adultos, y ellos creen que necesitan un castillo. Yo sólo necesito deshollinar mis volcanes y cuidar de mi flor. Y vigilar los baobabs. —¿Por qué no te caes de tu planeta que es tan pequeño? —¿Por qué tendría que caerme? —Por la ley de la gravedad. —En los cuentos no hay leyes. Y mucho menos gravedad. —¿Y de dónde sacaste tus ropas? —Las dibujó el aviador que escribió sobre el aviador —¿Por qué bajaste a la Tierra? que dibujó la caja que contiene el cordero que vive en —No lo sé. ¿Nunca has hecho nada sin saber el motivo? mi planeta. —Sí, muchas veces. —¿Se comió la flor? —¿Y entonces? ¿Por qué me haces esa pregunta? —No. Cuando sale de su caja, que es su casa, protejo la —Es una pregunta que me ha dicho mi papá que te haga. flor con la campana de vidrio, y el cordero se come los —Tú papá debe ser un adulto. Los adultos siempre arbustos de baobab. Y el aviador, ¿dices que no sabes quieren saber los motivos de todo. dónde está? 8 Quimera
CADA UNO TIENE SU PROPIA FLOR. Y SUS VOLCANES QUE DESHOLLINAR. Y SUS BAOBABS. —La última vez que se le vio volaba de noche. Un vuelo nocturno. Le seguía enseñado sus dibujos a mucha gente. A muchos niños les gustó, y cuando esos niños se hicieron adultos, se los enseñaron a otros niños. Y las cosas que escribió. Y cuando esos niños se hagan adultos, aunque actuarán como adultos, se acordarán para siempre de ti. —¿Y por qué volaba de noche? ¿No es peligroso? —Sí, lo es, pero los adultos necesitaban de sus conocimientos de geografía. Había una guerra. —¿Por qué había una guerra? —No lo sé. Había una antes y habrá otra después. Siempre hay una. —Si volaba de noche, sin duda estaría mirando las
—¿Pero por qué? —Es su naturaleza. —¿Y cuál es tu naturaleza? —Cuidar de mi flor, deshollinar mis volcanes, limpiar mi planeta de baobabs… —¿Cuál es la naturaleza del aviador? —Volar. Dibujar. Y enseñar sus dibujos esperando encontrar a alguien que los entienda. —¿Y la mía? —Cuidar de tu flor. Deshollinar tus volcanes cada mañana. Ir con cuidado con los baobabs. —Pero yo no tengo una flor. —Tal vez la tienes pero no la ves. Porque a menudo
estrellas. Sin duda se acordaba de mí. Miraba las estrellas y sonreía porque sabía que en una de ellas estaba yo. —¿Cuántas estrellas hay ahora? —Yo nunca las conté. Las cuentan los contables. El contable que visité en aquel otro planeta dijo que habían 510 millones de estrellas. —¿Y ahora cuántas hay? Yo no veo tantas desde aquí. —Tienes que ir a un lugar sin casas, ni coches, ni faroles. Si hay mucha luz allí donde estás, no las podrás ver. Debes ir a lo alto de una montaña. O a un desierto. —¿Al lugar donde está la serpiente? —Sí. —¿Por qué te mordió la serpiente? —No pudo evitarlo.
lo esencial es invisible a los ojos. Me lo dijo un zorro al que domestiqué. —Entonces, ¿cómo sabré cuál es la flor que debo cuidar, los volcanes que deshollinar o los baobabs que debo vigilar? —Eso yo no lo sé. Cada uno tiene su propia flor. Y sus volcanes que deshollinar. Y sus baobabs. Debes aprender a distinguirlos. Y ahora, hazme un favor: dile al aviador que me has visto. Dile que he vuelto. Y que me tengo que ir otra vez. Y se fue. Ahora recuerdo que cuando tendré seis años veré a un niño con los cabellos de oro que vendrá hacia mí, un niño que ríe y que no acaba de contestar a las preguntas que le haré. Discúlpenme, pero ahora debo escribirle una carta a un señor de Lyón… Eso sí: avísenme, por favor, si se acerca una serpiente. Quimera 9
W IRELESS (... INAL MBRICO!) A German Sierra dice:
VER SI DEJAS LOS DEBERES Y TE PONES A JUGAR
Cuando tenía vuestra edad, los mayores solían decirme que debía ir a la escuela para convertirme en un “hombre de provecho”. Nunca he comprendido muy bien esta expresión. Han pasado unos cuantos años desde entonces, continúo estudiando —y enseñando— casi cada día, y todavía no he llegado a averiguar que querían decir con ello. Siempre me ha gustado estudiar , con una sola condición: que sea yo quien elija el tema de estudio. Por supuesto, los mayores creían saber mejor que yo lo que necesitaba aprender. Los profesores, los padres, los políticos, todos parecen tener claro lo que tienen que aprender los demás; sobre todo, vosotros. Pero no os dejéis engañar. No tienen ni idea. El mundo en el que vivimos, con sus maravi, llas y sus terribles problemas, es producto de la imaginaci n de los rebeldes de quienes un día decidieron que estaban hartos de aprender lo que les indicaban y prefirieron seguir su propia inclinación. ¡Gracias a ellos disponemos de tecnología y podemos disfrutar de obras de arte! Nuestro mundo, además, cambia cada vez más rápido, de forma que es muy poco probable que lo aprendido hoy continúe siendo útil, e incluso cierto, pasados unos cuantos años. Tendremos que continuar aprendiendo a lo largo de toda nuestra vida, y el único modo de hacerlo bien es disfrutar haciéndolo. ¿Sabes quienes han llgado a esta conclusión? Douglas Thomas y John Seely Brown, en su libro La
nueva cultura del aprendizaje. Cultivando la imaginaci n para mundo en constante cambio. Allí explican, entre otras cosas, que si antes estudiábamos para adquirir saber, ahora el propio proceso de aprender implica crear conocimiento. Esto puede parecer muy difícil, pero es exactamente lo que hacéis cuando jugáis. Por eso el aprendizaje debería parecerse cada vez más a un juego, aunque pueda ser, en ocasiones, un juego complicado. Deberíais dejar de hacer deberes para poneros a jugar. 1 0 Quimera
GRAN TURISMO Y
AHORA
,UN
POEMAZO Manuel vilas
DANNY BOY (Canción)
Rezo por tu felicidad, pero ya sé que no es preciso.
El horror y la nada hacen que yo te celebre.
Pensar en ti me convirtió en un árbol sin bien y sin mal.
Tu inocencia es el mayor ejército de hombres y mujeres, armado con flautas y tambores y cometas rojas, –The pipes are calling, dice la canción– que vieron los tiempos, este tiempo presente, pero también el vano ayer y el futuro interminable.
Fui el hombre con más poder en el universo.
Pensaba en ti en todas las habitaciones de todos los hoteles de la tierra en donde me sentí muy solo. Aprendí los nombres de esos hoteles para ofrecértelos como un sacrificio robado en las vísceras del tiempo.
Más allá de la alegría, de la exaltación y de la plenitud, vi la bondad con que está hecha la materia.
Te oiré pisar sobre mí, ya te estoy oyendo. Vi una estatua en medio del sol.
Lo ha dicho el viento en esta noche de Gotemburgo. Estoy oyendo tu canción.
En Lima pensé en ti toda una noche de místico insomnio, con los pobres de la tierra acercándose a mi cama. En Gotemburgo te vi a mi lado, sentados los dos en un banco del puerto, frente a barcos gigantescos.
Puedo verlo todo. Te veo dentro de treinta años, te veo y te toco. Dentro de treinta años. Qué alto eres. Qué guapo eres.
En Moscú soñé que te enseñaba toda Rusia, cubiertos de nieve, corriendo bajo la luna, montados en dos dinosaurios azules. La alta atmósfera era tu rostro. Las olas del mar que baña Gotemburgo tu vida futura. Quisiera que las ciudades y los días que yo amé estén en ti, pero ya lo están. 1 1 Quimera
No hará falta que te acuerdes de mí. No hace falta, te lo juro, y lo entenderás, y cuando lo entiendas seremos libres los dos. Yo estaré en las montañas, aquellas montañas que te enseñé cuando eras sólo un niño. Oh, Danny boy, oh, Danny boy, I love you so.
HAY MUCHAS FORMAS DE VER UN LIBRO.... `ADIVINA CU L ES CU L! Estas son cosas que piensa Roberto Valencia (y que dibuja Marta Barcel )
Un libro es la casa donde viven los fantasmas. Una vez que lo abres, los fantasmas se escapan y vagan libremente por el aire. A veces, incluso, se marchan a vivir a las montañas.
Un libro es un cuento que empieza en el colegio. En ese cuento aparece una maestra y unos compañeros muy parecidos a los tuyos. Y tú eres el protagonista.
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Un libro es una sandía. Y una trompeta de colores. Y ese tren boca abajo en el que te montas por las noches para dejar atrás a las arañas. Y una hormiga.
Un libro es un objeto que me pertenece a mí. Pero un libro también es un objeto que le pertenece a mi hermana. Y a mi hermano. Y todos esos libros son distintos entre sí.
Un libro es una cosa que habla de otros libros. Un libro es un árbol de libros.
Estas son yus opcociones (invesi ? ga) 1. Surrealismo 2. Posmodernidad 3. Realismo 4. Perspectivismo 5. Romanticismo
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Cosas que ya sé Textos de Gabriela Wiener. Ilustraciones de Paola de Grenet.
Que la oscuridad da mucho miedo, pero yo tengo superpoderes: puedo ver en la oscuridad…
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….Si me aprieto los ojos aparecen luces de colores, entonces puedo cocinar con jazmines y rosas y correr a toda velocidad como si mi triciclo fuera un conejo blanco.
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Sé que hay cosas que aún no puedo tocar, aunque estire mucho la mano.
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Una vez me enfermé en Navidad y me persiguió un pavo. En realidad, lo hizo volar mi tía, que estaba preparando la cena. Parece que la risa es la mejor medicina.
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Otra vez lancé un oso de peluche por la ventana para saber qué pasaba y nunca volvió. ¿Los osos de peluche vuelan? ¿Se van andando? La mamá del oso no paró de llorar. Ahora ya sé lo que pasa si tiras un oso por la ventana.
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Mis padres dicen que nadie es perfecto. Y que es mejor saberlo más pronto que tarde. Ahora sé que las princesas existen... y las brujas también.
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He dibujado a una niña que me habla desde el papel. La niña no tiene nada, me ha pedido que le dibuje una casa, unos padres, una corona de princesa y un donut de chocolate. Mi mamá dice que la niña podría vivir sin donuts, pero yo no lo creo.
¡La niña es igual que yo!
continuar ... Quimera 21
SUE AN LAS OVEJAS CON NI OS EL CTRICOS? Por Laura Fern
ndez,
a partir de una novela de Philip K. Dick
Ilustraciones de Gl ria Langreo
22 Quimera
—¡Rick, despierta! Rick se incorporó, se frotó los ojos y preguntó, medio dormido: —¿Qué pasa? —¡Vas a llegar tarde al colegio! – bramó su despertador. El despertador de Rick tenía aspecto de búho. Aunque no era un búho de verdad. Ni siquiera era un búho eléctrico. Los búhos eléctricos eran caros y los búhos de verdad, aún más. Nadie podía permitirse un búho de verdad. Ni siquiera su vecino Babour podía permitirse un búho de verdad. Aunque tenía una yegua a la que llamaba Jenny. Una yegua de verdad. Una yegua a la que había que dar de comer para que no se mudara al País de los Muertos. Rick no tenía que dar de comer a su oveja para que no se fuera a ningún sitio. Porque la oveja de Rick era de mentira. Era una oveja elétrica. Su madre le había dicho que no podían permitirse nada mejor. —Los animales de verdad son demasiado caros – había dicho. —¿Por qué, mamá? ¿Por qué son tan caros? – había querido saber Rick. —Por culpa de la lluvia. La lluvia radioactiva. Los hizo desaparecer a casi todos – había contestado su madre. Sí, Rick había oído hablar de la lluvia y de la Guerra Mundial Terminal. También había oído hablar de Marte y de Nueva Nueva York, la capital de la América marciana. Muchos de sus amigos se habían mudado allí. Decían que era otro planeta. Un planeta rojo en el que no llovía nunca. Rick se preguntó si podría comprar un búho allí. No, los búhos habían sido los primeros en desaparecer y debían ser igual de caros en todas partes. Pero quizá pudiera comprar un avestruz como el que había visto en el esca-
parate de Happy Dog, la tienda de mascotas por la que pasaba cada día camino del colegio. Aunque para eso no tenía que mudarse a ningún sitio. Si lo que quería era un avestruz, tenía que hablar con el profesor Bryant. El profesor Bryant era un hombre menudo y moreno. Tenía los dientes amarillos porque nunca se los había lavado y llevaba sombrero. Un sombrero con aspecto de barco pirata. El profesor Bryant siempre tenía sueño. A veces, se dormía mientras hablaba. Su despacho estaba situado en el extremo más alejado del corredor principal del Colegio Androides Rosen. Dave lo había visitado hacía una semana y ahora él y su madre estaban en Marte. Dave era el mejor amigo de Rick. Y un blade runner. ¿Un blade runner? ¿Qué era un blade runner? Pues algo parecido a un caza—androides. Bueno, en realidad, era un chivato. ¿Y quería convertirse Rick Deckard en un chivato? Sí. Porque estaba cansado de su oveja elétrica. Su oveja eléctrica era aburrida. Eso fue lo primero que le dijo al profesor Bryant. Rick entró en su despacho, una habitación oscura iluminada únicamente por una lámpara de mesa verde, y repleta de maletines, maletines que parecían cocodrilos cuadrados que escondían los dientes, y le dijo: —Mi oveja es aburrida, señor Bryant. Y, como mi madre dice que no podemos permitirnos nada mejor, he pensado que quizá usted pueda ayudarme. —¿Yo? – El profesor Bryant sonrió. Sus dientes amarillos también. —Usted ayudó a Dave. —Oh, el señor Holden – dijo el profesor Bryant, frunQuimera 23
ciendo el ceño. Los maletines seguían rodeándole. Sus dientes amarillos resplandecían bajo la luz verde. —Dave – dijo Rick. —¿Quieres ser un blade runner, pequeño? – preguntó el profesor. A lo que Rick respondió: —Los androides no me dan miedo.
es verdad. Por eso no sirve de nada preguntarles si recuerdan cuándo los sacaron de la caja. —¿Los sacaron de una caja? —Oh, sí. Los robots vienen en cajas, como los muñecos. Por eso algunos son iguales que otros. ¿No has ido nunca a una juguetería? —Sí — dijo Rick, y asintió, con los ojos como platos, asustado. Los androides eran como los búhos eléctricos, sólo que —Pues las tiendas de robots son muy parecidas. Casi no tenían aspecto de búho, sino de niño. Niños y niñas todas están en Marte, porque allí los Nexus-6 están coneléctricos. Sí, como robots. Los construía el mismo señor trolados. Rosen que había construido el colegio Androides Rosen. —¿Los Nexus-6? El colegio Androides Rosen no era un colegio para —Es el nombre de los robots. androides, era un colegio para niños corrientes, sólo que —¿Y por qué hay que cazarlos? ¿Qué tienen de malo? llevaba el nombre de la empresa del señor Rosen. El —No son humanos. No sienten nada. señor Rosen era muy viejo. Tenía el pelo blanco y usaba —¿Cómo es no sentir nada? bastón. Un bastón mecánico que le deseaba buenas —Escucha, pequeño. Los seres humanos tenemos algo noches. El señor Rosen también tenía una hija que se lla- llamado Empatía que es lo que nos convierte en humamaba Rachael. Rachael tenía el pelo negro y solía jugar nos. ¿Y qué es esa Empatía? Nuestra capacidad de ponersola. No le gustaban los juegos de las niñas. Tampoco los nos en la piel de otro. Voy a ponerte un ejemplo, ¿a que de los niños. Era un poco rara. tú no le harías daño a tu oveja, aunque te parezca de lo —Debes estar muy atento —le dijo el profesor Bryant. más aburrida? Rick todavía estaba en su despacho— No son lo que —No – contestó Rick, sin pensarlo. parecen. —¿Y por qué no? Pues porque, aunque no te des cuenta, —Si son robots deben parecer robots – dijo Rick. te estás poniendo en su piel y pensando que no te gusta—No. Son niños como tú. Tú podrías ser uno de ellos. ría que nadie te hiciera daño a ti si fueras una oveja. —¿Yo? —Mi madre dice que eso son los remordimientos – dijo —No todos saben que lo son. Rick. —No lo entiendo. —Ah, los remordimientos – dijo el profesor Bryant –. Los —Les han inyectado recuerdos. remordimientos son algo distinto pero puedes estar segu—¿Qué es inyectar? ro de que los androides no los sienten. —Poner algo en un sitio en el que antes no había nada. —Claro, porque no sienten nada – dijo Rick. —Oh, vaya. ¿Los robots no tienen recuerdos y luego sí —Exacto – dijo el profesor Bryant. los tienen? Luego dio una pequeña cabezada. Sí, se quedó dormido. —Exacto. Ellos creen que sus padres son sus padres y que Pero sólo durante tres segundos. Transcurrido ese tiemhan ido toda la vida al colegio Androides Rosen. Pero no po, dijo: 24 Quimera
—Bien. Ahora ya estás listo. —¿Para qué? – preguntó Rick. —Para cazar androides – contestó el profesor Bryant. —¿De veras? —Oh, sí. Ahora sabes su secreto. Los secretos eran como los cromos que nadie tenía. Valiosos y escurridizos. Rick Deckard no había guardado ninguno antes. Y tenía miedo de perderlo. Por eso cuando entró en clase procuró sentarse lo más lejos posible de Rachael Rosen. Pero no le sirvió de nada, porque, como atraída por una extraña radiación que no tenía nada que ver con la lluvia radioactiva que había acabado primero con los búhos y luego con casi todos los demás animales, Rachael Rosen dejó su sitio y se sentó justo a su lado. La clase de Ciencias Animales que dirigía un ex vendedor de mascotas llamado John Isidore dio comienzo poco después. —Sé que has ido a ver al profesor Bryant – dijo Rachael. Rick no dijo nada. Tampoco pudo mirar por la ventana porque las ventanas de la escuela eran muy pequeñas y estaban situadas tan arriba que nadie alcanzaba a ver nada por ellas. Aunque tampoco importaba demasiado donde estuvieran. Todo lo que habrían visto Rick y Rachael si las tuvieran a su alcance sería oscuridad. Oscuridad empañada de lluvia radioactiva. —¿Estás buscando replicantes? – preguntó Rachael poco después. —¿Replicantes? —Androides. Robots. Niños eléctricos – dijo Rachael. —No sé de qué me hablas – dijo Rick. —No mientas. Te he visto. Has hablado con el profesor Bryant. Y todo el mundo sabe que el profesor Bryant odia a mi padre – dijo Rachael. —¿Y qué tiene que ver tu padre con los robots?
—Mi padre es el dueño de Androides Rosen. John Isidore, el profesor de Ciencias Animales, estaba diciendo que las arañas eran los animales más abundantes de la Tierra. Estaba diciendo que habían sabido adaptarse al nuevo mundo que la Guerra Mundial Terminal y toda su lluvia radioactiva habían creado en la Tierra. Podían comprarse arañas a veinticinco centavos en cualquier tienda de mascotas. Y eso era lo que quería que hicieran todos. Comprar una araña. Y traerla a clase. Para conocerlas mejor. —¿Arañas? ¡PUAJ! – dijo Rachael, al ver que Rick le prestaba más atención al profesor que a ella. —¿Las arañas están vivas? – preguntó Rick. —No lo sé, ¿qué más da? – contestó Rachael – Dan asco. Entonces Rick levantó la mano. —¿Profesor Isidore? – preguntó. —¿Sí, Deckard? – dijo el profesor. —¿Las arañas no son eléctricas, verdad? El profesor Isidore sonrió. —Me parece que no has estado escuchando lo que he dicho – dijo. Y luego añadió – Las arañas son supervivientes. Como nosotros. Al salir de clase, Rick trató de despistar a Rachael, pero no lo consiguió. La hija de Rosen parecía dispuesta a seguirle hasta su casa y sentarse con él en el sofá a ver el programa del Amigo Buster. Rick solía ver el programa del Amigo Buster cuando regresaba del colegio. Desde que la Guerra Mundial Terminal había convertido la Tierra en una esponja gris, todo lo que podía verse en televisión era el programa del Amigo Buster. Lo emitían durante 23 horas diarias. Sí, el Amigo Buster sonreía y trataba de hacerse el gracioso con sus invitados durante 23 horas diarias. Estaba claro que no era un ser humano. Pero eso a Rick le había traído sin cuidado hasta aqueQuimera 25
lla tarde. El profesor Bryant le había dicho que estaba preparado para cazar niños eléctricos, pero Rick no creía estarlo. No sabía cómo descubrir que un niño era eléctrico. Por eso había pensado que quizá, si se fijaba en lo que diferenciaba al Amigo Buster de sus invitados, podría descubrir qué diferenciaba a un niño eléctrico de un niño de carne y hueso. —¿En qué piensas? – le preguntó entonces Rachael. —En que me estás siguiendo – dijo Rick. —No te estoy siguiendo – dijo Rachael. Rick no dijo nada, pero aceleró el paso. —Vale. Te estoy siguiendo – admitió la chica. Rick se paró en seco. —Lo sabía – dijo. —A papá no le gusta lo que hace el profesor Bryant – dijo la chica. —¿Y por eso me sigues? —Sé que estás buscando replicantes para chivarte. —¿Y a ti qué más te da? – preguntó Rick. Rachael no contestó. Se miró los zapatos, sus zapatos de charol, y luego levantó la vista, sonriente, y dijo:
La madre se la mostró. Rick se levantó del sofá, fue hasta la mesa y miró el sobre, extrañado. Era acolchado y llevaba el sello del colegio. —¿Sabes que tengo un búho? ¿Un búho de verdad? —He pensado en abrirla, pero está a tu nombre. No son las notas, ¿verdad? No podía ser cierto. Rachael Rosen no podía tener un Rick se encogió de hombros. búho de verdad. Nadie podía tener un búho de verdad. —No creo – dijo. Los búhos de verdad eran muy caros. Pero, entonces, A continuación, abrió el sobre. ¿por qué había dicho que tenía un búho de verdad? Rick Contenía tres fotografías, algo parecido a un sacapunestaba sentado en el sofá, en casa, viendo el programa del tas morado y una carta. Amigo Buster y sorbiendo un Monstruo de Hawkline. El La carta decía lo siguiente: Monstruo de Hawkline era un refresco de manzana Estimado alumno Deckard, verde. Le adjunto en este sobre a mi pequeño ayudante. Tiene —Oh, cariño, casi se me olvida – dijo su madre, desde la aspecto de sacapuntas pero es un sabueso formidable. mesa del comedor, en la que se encontraba rellenando Llévelo encima cuando crea encontrarse cerca de uno de pasatiempos –. Te ha llegado una carta. ellos. Si mi pequeño ayudante tiembla, puede estar usted —¿Una carta? seguro de que se encuentra en presencia de un niño eléc26 Quimera
trico. Lo que tiene que hacer entonces, estimado alumno, es susurrarle mi nombre a mi pequeño ayudante. Yo acudiré de inmediato. Suyo, atentamente El Profesor Bryant. Las fotografías eran fotografías de sospechosos. Rick reconoció a dos de ellos. La parecía Rachael Rosen pero
búho no había tenido que gritar para despertarle porque Rick estaba nervioso y apenas había dormido. —Porque no llueve – dijo su madre. Estaban en la cocina, desayunando. Rick estaba tomando un tazón de leche con galletas y su madre el café que había preparado su cafetera parlanchina. —Pero los niños son eléctricos – dijo Rick.
no lo era. Era una tal Pris Stratton. Los otros dos eran Luba y Roy. Luba era morena y decía que algún día sería cantante de ópera. Roy era rubio y tan alto que parecía un edificio de treinta y seis plantas. Pero, ¿quién era aquella otra niña? ¿Y por qué, si no era Rachael Rosen, se parecía tanto a ella? Rick examinó entonces el pequeño ayudante del profesor Bryant. Era un sacapuntas morado con forma de unicornio, sólo que el tornillo que unía la cuchilla al plástico no era en realidad un tornillo sino un pequeño ojo que no dejaba de parpadear. —¿Son las notas? – preguntó entonces la madre de Rick. —No. Es un trabajo. Un trabajo del colegio – dijo Rick.
La madre le miró, extrañada. —¿Qué sabes tú de eso? – preguntó. —Sé que son malos. Si encontraran un búho, le arrancarían todas las plumas. —¡RICK! – gritó la madre –. ¿Quién te ha dicho eso? —El profesor Bryant – dijo el chico. —Nunca he oído hablar de ese profesor. —Porque no es un profesor como los demás. Está siempre en su despacho. La madre pareció comprender, apuró su taza de café y dijo, muy seria: —Aléjate de él – Y luego – Esos niños no tienen la culpa de nada. En la puerta de la tienda de mascotas Happy Dog había
La madre asintió, no demasiado convencida, y continuó con sus pasatiempos.
un cartel. Y en el cartel ponía lo siguiente: “Emigra o degenera, ¡elige!”. Junto a las letras, habían dibujado un cohete y un planeta que sonreía. Rick no estaba dema—Oigamos ahora a la señora Maggie Klugman – siado seguro, pero creía que los planetas no sonreían. sugirió el Amigo Buster – La señora Klugman acaba ¿Qué sentido tendría que lo hicieran? Pensando en que de llegar a Marte y se ha instalado en Nueva Nueva quizá los astronautas eran los únicos destinatarios de esas York. Tiene una bonita casa con jardín y tres delicio- sonrisas, Rick empujó la puerta. sos niños eléctricos. Señora Klugman, ¿cuál es la prin- —Buenos días, señor – dijo, al entrar. cipal diferencia entre su vida en la Tierra contaminaEl pequeño propietario de Mascotas Happy Dog alzó da y su nueva vida aquí? la vista y sonrió. —Oh, la vida aquí es maravillosa – dijo la señora No tenía ni un solo diente. Klugman. —¿Una araña? – preguntó – ¿De las de veinticinco cen—¿Por qué es maravillosa? – preguntó Rick. tavos? Ya era por la mañana. Su despertador con forma de Rick abrió mucho los ojos. Quimera 27
—¿Cómo lo sabe? El menudo dependiente le lanzó una mirada misteriosa y dijo: —Lo he adivinado. —No. Se lo ha dicho el profesor Isidore. —JOU JOU JOU – se rió el pequeño dependiente sin dientes.
do en su mesa. Roy Baty se había sentado junto a Luba Luft y otra chica, aquella chica de pelo rosa que se parecía tanto a Rachael. Su nombre era Pris. Pris Stratton. El pequeño ayudante con forma de unicornio tembló en el único bolsillo de su pantalón hinchable. —¿Qué te pasa? – preguntó Rachael.
—Antes trabajaba aquí – dijo Rick. —Vaya – dijo el dependiente, mientras extraía con descuido una araña de uno de los tres terrarios cubiertos de polvo que había en una de las estanterías –. Un chico listo. Orgulloso, Rick asintió. —Soy un blade runner – dijo. —Oh, vaya. Suena importante – dijo el dependiente. Luego metió la araña en una cajita porosa y diminuta y se la tendió a Rick. —Cuídala. Es de verdad. El chico miró la cajita, fascinado. Luego le tendió los veinticinco centavos. Y preguntó: —¿No sabe lo que es un blade runner, verdad?
Se había sentado a su lado. Compartían mesa con otros tres compañeros de clase. Ninguno de ellos era Dave. Dave se había ido. A Nueva
—No, chico. Pero no suena a nada que se haya extinguido, así que no me interesa demasiado – dijo el tendero. —Pero pueden comprar avestruces – dijo Rick. El tendero se rió. —JOU JOU JOU.
Nueva York. —Nada – dijo Rick. —¿Has encontrado ya a alguno? – preguntó Rachael. —¿A quién tengo que encontrar? —Ya sabes – dijo Rachael – Niños eléctricos. Rick se concentró en la caja que contenía su araña. El profesor Isidore preguntó: —Ahora quiero que me digáis cómo se llaman. Vuestras arañas. Porque deben tener un nombre. Están vivas. Los chicos se apresuraron a levantar las manos y a recitar los nombres de sus arañas. Rick no había pensado ningún nombre para la suya.
—No tiene sentido ponerle un nombre. Va a morir de todas formas – dijo Rachael, mirando su cajita. —La mía se llamará Sidney. Como el catálogo Sidney – dijo Rick. El catálogo Sidney era el catálogo en el que se consultaban los precios de los animales de verdad. Rick guar—Muy bien, chicos – dijo el profesor Isidore – ¿Tenéis daba uno bajo su almohada. todos vuestra araña? —Bonito nombre – dijo el profesor Isidore, que se paseaLos chicos gritaron: ba entre las mesas y había oído la respuesta de Rick – —¡SÍÍÍÍÍ! Ahora quiero que las saquéis de las cajas y las miréis. No Se habían sentado de cinco en cinco, ocupando las cua- os harán daño. Pasearán por la palma de vuestra mano y tro mesas alargadas que había en la clase de los experi- quizá se apresuren a volver a la caja. Son un poco tímidas. mentos. Rick abrió su caja. La araña (Sidney) salió y, como Rick no le quitaba ojo a Roy, aunque no estaba senta- había advertido el profesor Isidore, se paseó por la palma 28 Quimera
de su mano y regresó a su pequeña cueva de cartón. —¡Lo ha hecho! – dijo Rick, entusiasmado. —Bah – susurró Rachael. El pequeño unicornio no dejaba de temblar en su bolsillo. Pero Rick estaba tan emocionado por lo que acababa de ver, por sentir que aquel animal de verdad había sali-
—¿Yo? – Rachael estaba temblando. —Tú también eres una niña eléctrica – dijo Rick –. Saliste de una caja. Como una muñeca. El unicornio tiembla cada vez que te acercas. —¿El unicornio? ¿Qué unicornio? —Sé lo que le has hecho a tu araña – dijo Rick – ¿De verdad no has sentido nada?
do de la caja sin que ningún circuito eléctrico le impulsara a hacerlo, que había olvidado lo que aquel temblor significaba. Que uno de los tres sospechosos podía ser un niño eléctrico. Fue entonces cuando oyó el primer grito. Y las risas. Risas horribles. Risas de niños que parecían monstruos. Provenían de la mesa en la que se encontraba Roy Baty. —¡Eh! ¿Qué está pasando ahí? – preguntó el profesor Isidore. El profesor se encontraba en el otro extremo de la clase. Esa fue la razón de que Rick llegara antes que él. Cuando lo hizo, el pequeño ayudante del profesor Bryant se volvió loco. Por un momento, Rick pensó que se estaba pro-
—¡Sólo es una araña! – dijo Rachael. —Estaba viva – dijo el chico – Y ahora ya no lo está. Y añadió: —Como tú. Y así fue como Roy Baty, Luba Luft y Pris Stratton fueron expulsados del colegio Androides Rosen y devueltos a Nueva Nueva York, el lugar del que nunca deberían haber salido. ¿Por qué? Muy sencillo. Los androides habían sido creados para ayudar a los humanos a instalarse en el planeta rojo y su lugar estaba allí. Fue el profesor Bryant quien los envió, después de irrumpir en clase, alertado por la señal de su pequeño ayudante. El niño que lo había hecho posible, Rick Deckard, se convirtió en uno de los más envidiados del
duciendo un terremoto en el único bolsillo de sus panta- colegio. No por su valor, sino por el avestruz que, mistelones hinchables. riosamente, apareció en su habitación al día siguiente. Pero, ¿qué estaba pasando en la mesa de Roy Baty, Lo llamó Wilbur. Wilbur Mercer. Luba Luft y la niña del pelo raro que tanto se parecía a ¿Y qué fue de Rachael Rosen. Rachael? Rachael dejó el colegio. Que estaban jugando a arrancarle (una a una) las patas Pero no se mudó a Nueva Nueva York. a la araña. Y se lo estaban pasando en grande. Se reían Era la hija de Rosen. sin parar. Como se ríen los monstruos. Y podía jugar a arrancarle plumas a un búho. —¡PROFESOR! ¡PROFESOR! – gritó Rick. Hasta aburrirse. No le gritaba al profesor Isidore, sino al profesor Bryant, a través del pequeño ayudante. Rachael le vio hacerlo y trató de alejarse. Pero Rick no la dejó. La tomó de la mano y le dijo: —Ya sé por qué te pareces tanto a Pris. Quimera 29
Ilustraciones de Paula Adamo
30 Quimera
COSAS QUE LE PASAN A HOLDEN CAULFIELD
Contadas por Juan Pablo Villalobos,
a partir de una novela de J..D.Saling Esta historia podría empezar así: “Erase una vez…” o “Había una vez…” El problema es que un inicio así no le habría hecho ninguna gracia al señor Salinger, que era un escritor tan grande como el planeta Júpiter y con una muy mala fama de tener muy malas pulgas. ¡Pero ya se murió! ¡Nunca se enterará! ¡Es imposible que nos persiga con su bastón y nos pegue unos tremendos bastonazos! Ah, bueno, entonces comencemos como se deben comenzar todas las grandes historias: Había una vez, en Nueva York, un chico llamado Holden Caulfield. Tenía dieciséis años, aunque a veces parecía mayor, sobre todo porque era alto y le habían salido muchas canas. Holden tenía una hermanita llamada Phoebe, de diez años, y un hermano mayor al que le gustaba decirle D.B. Phoebe era delgada como una patinadora y muy lista, listísima: escribía libros sobre una niña detective que era huérfana, aunque luego resultaba que el papá acababa apareciendo siempre en las historias. Tenía muchísimos cuadernos, como cinco mil cuadernos, seguro que no conoces a un niño que tenga tantos cuadernos como Phoebe.
D.B. también escribía, solo que él era un escritor profesional que se había ido a vivir a Hollywood para hacer películas. Holden lo odiaba un poco por eso, porque creía que debería dedicarse a ser un escritor normal como antes y escribir los cuentos tan buenos que escribía. Para que te hagas una idea, D.B. había escrito un cuento llamado “El pececito secreto” que a Holden le encantaba. Se trataba de un niño que se compraba un pececito y luego no se lo dejaba ver a nadie, a NADIE. ¿Sabes por qué?, porque se lo había comprado con su dinero. ¿Cómo era posible que D.B. se hubiera ido a Hollywood solo por dinero? Era algo que Holden no entendía. Antes, Holden tenía otro hermanito, Allie, que era un genio, pero Allie había muerto hacía tiempo. Una de las cosas más bonitas del mundo era el guante de béisbol de Allie. ¿Te has puesto a pensar en lo aburrido que es estar esperando a que te llegue una pelota mientras juegas al béisbol? Pueden pasar horas, semanas enteras. Por eso Allie había escrito en su guante muchos poemas, para leerlos mientras esperaba en el fondo del campo de béisbol y no aburrirse demasiado. Es muy triste que Allie haya muerto, creo que te habría gustado. La cosa es que Holden tenía esos hermanos y también tenía a sus padres, ya sabes: un papá que era abogado y trabajaba mucho y se la pasaba viajando, y una mamá que cuando no estaba en el club o comiendo con sus amigas se encerraba en su habitación porque estaba muy nerviosa y le dolía terriblemente la cabeza. Terriblemente. Ahora que lo pienso, he comenzado contándote todo este rollo sobre la familia de Holden y no te he dicho lo más importante: resulta que a Holden lo expulsaban todo el tiempo de la escuela. Digo todo el tiempo porque Holden se estaba especializando en expulsiones. ¿Cuántas te parecen muchas? ¿Tres? ¿Cuatro? Pues Holden ya llevaba varias, créeme. Él decía que estaba 32 Quimera
pasando una mala racha, pero más que nada estaba triste, tristísimo. La última escuela a donde había ido Holden se llamaba Pencey y era un internado. Pencey se distinguía por estar infestado de chicos falsísimos. Infestado, sí, como si fueran una plaga o bacterias. Eso le decía Holden todo el tiempo a todo el mundo: que todos sus compañeros eran unos tipos falsísimos a los que lo único que les importaba era estudiar para poder comprarse un coche grande y lujoso, de preferencia un Cadillac. Y solo hablaban de deportes y de chicas y tenían que fingir que les daba un infarto cuando el equipo de futbol del colegio perdía. Había un chico que se quedaba mirándose durante horas en el espejo, pero nunca limpiaba las cosas con las que se arreglaba. Imagínate, ¿cómo puede ser eso?, que las cosas con las que te limpias estén sucias, es algo absurdo, piénsalo un poquito. Y ese es solo un ejemplo. Había otro chico que se pasaba los años exprimiéndose los granos de la cara y que nunca se había lavado los dientes, NUNCA. Por si fuera poco, en esos colegios siempre había hermandades secretas a las que no te dejaban entrar si tenías granos o eras aburrido. Como ves, lo que pasaba era que Holden odiaba un montón esos colegios y por eso no era capaz de aprobar los cursos. En Pencey había suspendido cuatro de cinco, imagínate, ¡cuatro de cinco!, no es tan fácil como parece, hay que empeñarse para lograrlo. Holden había decidido que no volvería a ningún colegio y tenía un plan, una idea que le parecía estupenda. Cuando pusiera en marcha esta idea, Holden ya no tendría que darles más explicaciones a sus padres, ni tampoco continuaría angustiando a su madre, que se ponía más nerviosa cada vez que lo expulsaban. Lo que Holden quería era irse a vivir al campo, buscar un trabajo y construir una cabaña cerca del bosque. Dentro del bosque no, solo cerca, para que la cabaña recibiera los rayos del sol y se pudiera estar calientito. Cuando viviera
en su cabaña no dejaría que nadie lo visitara. NADIE. Bueno, Phoebe sí podría visitarlo cuando estuviera de vacaciones, pero SOLO PHOEBE. Otra idea que se le había ocurrido era la de marcharse de Nueva York haciendo auto-stop. Se subiría a un coche, luego a otro, luego a otro, siempre hacia el Oeste, y de pronto estaría en un lugar bonito donde buscaría un trabajo. En una gasolinera, por ejemplo. A veces también pensaba en el abuelo de uno de sus compañeros del colegio, quien tenía un rancho en Colorado y que quizá le diera trabajo. En realidad no le importaba cuál fuera el trabajo, sólo quería ir a un lugar donde no conociera a nadie. Un lugar donde no tuviera que hablar con NADIE. Holden tenía este tipo de ideas todo el tiempo, pero cuando lo expulsaron de Pencey de veras se las creía, de veras decía que iba a marcharse. Fueron solo unos cuantos días en los que le pasaron unas cuantas aventuras. Phoebe pensaba que Holden tenía esas ideas porque en el fondo no le gustaba nada. NADA. No le gustaba ningún colegio, ni ninguna persona. No le gustaban millones de cosas. De hecho, solo hablaba de las cosas que NO le gustaban. Y también por eso se la pasaba diciendo un montón de palabrotas. Holden decía que eso era mentira, que por supuesto había cosas que le gustaban, pero la verdad era que no se le ocurrían muchas. Solo podía pensar en el guante de béisbol de Allie, en los cuentos de D.B. o en sus charlas con Phoebe. Ni siquiera sabía qué le gustaría ser cuando fuera mayor. No podría ser científico, porque era muy malo con las ciencias. Podría ser abogado, como su padre, ganar un montón de dinero y salvar vidas inocentes. Aunque la verdad es que nunca sabría si salvaría
a los inocentes porque quería ayudarlos o si en realidad lo que quería era ser un abogado estupendo y que todo el mundo lo felicitara. ¿Cómo saber si no terminaría siendo un tipo falsísimo? Solo después de pensarlo muchísimo, millones de minutos, Holden descubrió lo que le gustaría ser de verdad. Se acordaba de una canción que decía: “Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo cuando viene entre el centeno” y lo que se le ocurría era eso: que quería estar entre el centeno. Holden se imaginaba un campo de centeno con miles de niños jugando. El problema era que al lado habría un precipicio peligrosísimo. Por eso Holden estaría allí, para cuidar a los niños y evitar que se cayeran al precipicio. Cada vez que un niño se aproximara al precipicio Holden lo agarraría. Eso es lo que quería: quería ser el guardián entre el centeno. Parecía una idea rara, una locura, pero eso es lo que Holden quería hacer en su vida. Al final, como podrás imaginarte, Holden no se marchó a vivir al campo, ni se fue de Nueva York haciendo auto-stop. Lo que hizo fue volver a casa, sobre todo por Phoebe. Sus padres lo mandaron por un tiempo a un lugar para que lo cuidaran y ver si así se le pasaba la mala racha. Algunas tardes Holden y Phoebe iban juntos a ver los patos de Central Park, los osos del zoológico o a pasear en el tiovivo. Eran cosas que había hecho hace mucho tiempo D.B., y también Allie, y también Holden cuando era más pequeño. La verdad es que Phoebe también comenzaba a ser un poco grande para algunas de esas cosas, como subirse al caballo gastadísimo del tiovivo. Pero Holden le insistía, porque no había nada que lo hiciera más feliz en el mundo que mirar a Phoebe dar vueltas y vueltas en el tiovivo. Quimera 33
LOLITA, Un poema para ni os y ni as... de todas las edades Humbert Humbert era un caballero De pañuelo y peine siempre en el bolsillo Hablaba con acento de maestrillo E incluso en la ducha vestía con esmero Los caballeros son muy seductores Y Humbert Humbert no fue la excepción Tomó en alquiler una habitación Y flechó a la casera. Su nombre: Dolores Dolores, hortera y un tanto marrana, No encendió la flama de amor en ese hombre Para él sus defectos tenían un nombre: La pobre Dolores era americana En cambio su hija, llamada Lolita Dejaba a los hombres con la boca abierta Ella era graciosa, lúcida y despierta En todo ese pueblo no había más bonita Humbert Humbert quedó prendado De aquella belleza sensual e inocente Pero subsistía un inconveniente Tenía trece años: edad de cuidado Así que sedujo a su madre, la espesa, Y le coqueteó con gran hipocresía 34 Quimera
Ilustraciones de Tamara Villoslada
escrito por Santiago Roncagliolo, sobre una novela de Vladimir Nabokov Pensando en su hija si le sonreía O mientras comía con ella en la mesa Dolores, la tonta, creyó sus mentiras Quería ser querida con triste inocencia Como carecía de toda prudencia La pobre a sus pies cayó dulce y rendida La mala suerte de los bribones Se cebó al fin con don Humbert Humbert Pues toda mentira algún día se hunde Y más si Dolores te abre los cajones Y es que Humbert Humbert llevaba un cuaderno En el que anotaba deseos prohibidos Amores ocultos y odios cohibidos Lolita y Dolores eran tema eterno Dolores leyó el cuaderno aterrada Con puntos y comas, no perdió detalle Huyendo de ese hombre corrió hacia la calle Cruzó sin mirar y murió atropellada Pero Humbert Humbert no lloró su muerte Para sus adentros se dijo "aleluya" Ahora Lolita era toda suya Y agradeció al diablo en silencio su suerte Quimera 35
Muy lejos en coche, de hotel en hotel Se llevó consigo a su amada pequeña La nombró con ansias por siempre su dueña Y a cambio exigía que le fuese fiel En casas de paso o en residencias En turbios moteles de la carretera Los dos se pasaban las noches enteras Jugando y haciendo tareas de ciencias Si por su camino cruzaba un extraño Humbert inventaba que era su padre Se echaba a contar una historia que cuadre Y así, entre mentiras, pasaron dos años No los descubrieron ni las profesoras Ni curas ni monjas turbaron su vida Pero esa existencia era muy aburrida Humbert vigilaba a Lolita a toda hora Deseosa de amigas más adolescentes Cansada de ser espiada sin tregua Lolita echó a correr como yegua Lejos de las garras de su pretendiente Humbert Humbert, ese cruel villano Se quedó muy solo, no tenía amigos Pues nadie quería tenerlo consigo Y muchos no iban ni a darle la mano
Y aquí llega, niños, nuestra moraleja: Si quieres a alguien, que sea tu igual Porque los amores siempre salen mal Entre una niñita y una rata vieja 36 Quimera
UNA RA YUELA DE MIL QUINIENTAS PALABRAS
Érase una vez una muchacha que se llamaba Lucía pero a la que todos conocían como La Maga, pese a que no hacía truco de magia alguno. La joven Lucía era uruguaya de nacimiento y uruguaya de profesión, aunque vivía en París, como casi todos los uruguayos y la mayoría de los argentinos, y allá, en la ciudad de la luz, había conocido precisamente a un argentino que se llamaba Horacio Oliveira, un tipo mayor que ella que se ganaba algunos francos ordenando correspondencia y que, para ser sinceros, a sus cuarenta años no sabía muy bien lo que quería ser en esta vida. Una cosa sí sabía: que le gustaba aquella Maga sin magia. Pero poco más. Sabía que se llamaba Lucía, que era uruguaya y algo bruta y muy pero que muy divertida, que tenía un bebé llamado Carlos Francisco al que todo el mundo se refería con el apodo de Rocamadour, que es nombre de queso francés, que el padre era militar, que iba de aquí para allá por las
Por Mario Cuenca Sandoval, sobre una novela de Julio Cort zar
calles de París y que, si uno cerraba los ojos y deambulaba por ellas con el propósito de no encontrarse con Lucía, o mejor, con ningún propósito, lo más probable es que se encontrara con Lucía. Así que, para citarse con La Maga, Horacio hacía siempre lo contrario de citarse con ella, es decir: no citarse. Si esta parte te parece un poco confusa, aguarda un poco. Cuando por azar se encontraban en alguna calle, en algún puente, Lucía y Horacio se dedicaban a comer hamburguesas en el Carrefour de l'Odeón, ver películas mudas, montar en bicicleta, fabricar juguetes absurdos, escuchar discos de jazz, aprender juegos malabares y charlar sobre el centro, que era una teoría que tenía Horacio según la cual, y por culpa de la geometría -ya sabes, esa parte de las matemáticas que tan poco te gusta, la que habla de triángulos y esferas-, todos andamos buscando el centro de la vida, de la misma forma Quimera 37
en que buscamos el centro del tablero del tres en raya para ganar el juego. El problema es que la vida, decía Horacio, no tiene centro. Por ese motivo, sin un centro hacia el que dirigirse, Horacio y Lucía iban de aquí para allá como vagabundos, hablaban con vagabundos, que en Francia se llaman clochards, y se juntaban con gente tan extravagante como ellos dos, como Gregorovius, Etienne, Perico, Roland, etc., junto a los cuales formaron el Club de la Serpiente, aunque serpiente, siento decepcionarte una vez más, no había ninguna, y todos se reunían y charlaban y fumaban y bebían y leían a un escritor llamado Morelli y escuchaban discos y hablaban en glíglico, que era un idioma que se había inventado La Maga, el glíglico. Así que tenemos un Club de la Serpiente sin serpiente, un tipo que buscaba el centro que no existe, una maga sin magia, un idioma inventado y un hijo con nombre de queso. Si esta parte también te parece confusa, aguarda un poco más. Un día, Lucía y Horacio decidieron vivir juntos porque ninguno de los dos andaba muy largo de dinero -ya se sabe, no suelen pagar un salario por no hacer naday, entonces, Carlos Francisco enfermó de golpe -no queda claro si lo primero guarda alguna relación con lo segundo-. El caso es que Carlos Francisco, o Rocamadour, ya no quería comer, y al mismo tiempo Horacio estaba celoso de Gregorovius porque pensaba que había algo entre él y su maga uruguaya. Y por eso discutieron. Discutieron con el llanto de Rocamadour de fondo, y tras la discusión, Horacio Oliveira se echó a la calle porque necesitaba estar solo, porque necesitaba hacer lo que mejor se le daba, nada, deambular y deambular, y en su paseo tropezó con un viejo al que había atropellado una furgoneta, y lo ayudó a incorporarse, y resultó ser el tal Morelli, y después desembocó en un teatro donde una pianista gorda ofrecía un con38 Quimera
cierto lamentable, a cuyo término, en un acto de compasión, decidió acompañarla a casa, aunque la pianista lo despechó suponiendo que lo que pretendía Horacio era cortejarla. Y esa misma noche, la noche del concierto de piano más penoso del mundo, el pobre Carlos Francisco empeoró y empeoró y subió al cielo. Sólo Horacio se dio cuenta de que Rocamadour ya no se movía en su cunita, pero no se atrevió a decírselo a La Maga y poco a poco fueron llegando los miembros del Club de la Serpiente, y conociendo la terrible noticia, y Horacio Oliveira, aterrorizado, se marchó del piso para deambular otra vez, y, a su regreso, su querida Lucía, la maga uruguaya, destrozada por el dolor, había desparecido y el Club de la Serpiente había sido disuelto, y Horacio seguiría buscando un centro que no existe. Si esta parte te parece absurda, espera un poco más. Porque la historia prosigue con Horacio en pos de La Maga, pero, en esta ocasión, al revés de lo que acostumbraba a hacer en el pasado, ya no se trata de no buscarla y encontrarla, sino de buscarla y no encontrarla, lo que sin duda es mucho peor. Y en su ir y venir se lía con Emmánuel, que es una vagabunda, que en francés se dice clocharde, y beben bajo un puente, y los arrestan a los dos por escándalo en la vía pública, con lo que a Horacio lo repatrian a la Argentina y, una vez en Buenos Aires, se instala en un piso en frente del de dos viejos amigos que trabajan en un circo: Traveler que en español significa viajero-, un argentino que no ha viajado nunca -cosa bastante excepcional-, y Talita, su esposa, a quien Horacio confunde con La Maga pues, en parte, es una doble de La Maga de idéntico modo en que Traveler es un doble de Horacio, por eso dice Horacio que la diferencia entre Traveler y él es que los dos son iguales. Entre todos construyen un puente que va de la ventana de Horacio a la de sus vecinos con dos tablones fijados por enciclopedias y libros científicos
y varios muebles, y, durante el montaje del puente, a Talita casi le da una insolación, allá arriba, sentada sobre los tablones, uniéndolos con una cuerda, y es gracias a ese puente que pueden pasarse los paquetes de mate de un piso a otro, o cruzar ellos mismos, incluso por la noche, incluso sonámbulos. Ah, se me olvidaba: Horacio vive ahora con su nueva novia, Gekrepten, que es tan tonta que no sabe usar un teléfono y está empeñada en tejerle prendas para el invierno. Aguarda: viene lo más extraño de todo. Traveler, quien ahora padece insomnio, le consigue a Horacio un empleo en el circo, pero el dueño, el señor Ferraguto, decide permutar su negocio por un manicomio en el que trabajarán Talita, Traveler y Horacio, si bien el traspaso exige la firma de todos los locos, y allí que van los tres, loco por loco, para conseguir que les firmen el documento, porque están convencidos, quién sabe por qué razón, de que cambiar un circo por un manicomio es prosperar. Una noche, en el depósito de cadáveres de su nueva clínica psiquiátrica, Horacio besa a Talita viendo en ella a La Maga, por lo que podría decirse que besa a La Maga en los labios de Talita, y, cuando se entera Traveler de esta insignificante traición, Horacio, avergonzado, se encierra en su cuarto con un pulóver verde que se va deshilachando
según se mueve de un rincón a otro de la estancia, tendiendo el hijo verde de aquí para allá como si Oliveira fuera una araña. Coloca la cama y el escritorio como obstáculos, vuelca sillas, acumula palanganas llenas para impedirle el paso a Traveler, a los enfermeros, a todos los demás. Pasa horas encerrado, volcando cosas como un loco y cubriendo el cuarto de hilos que se le van desprendiendo del pulóver. Y cuando Traveler se acerca a parlamentar con él -no creas que no comprende y disculpa a su amiga la araña-, Horacio se asoma a la ventana, desde donde se ve el patio del manicomio y, en el suelo del patio, las casillas de una rayuela de tiza desde donde La Maga, quiero decir, Talita, le pide a voces que no salte. Se encarama a la ventana con la idea de precipitarse sobre la última casilla -es importante que sepas que a la última casilla de las rayuelas se le llama el cielo-. Llega el personal médico, invitan a Traveler a que se aparte, de lo contrario es seguro que Horacio saltará. Traveler obedece y baja donde La Maga, y se colocan sobre las casillas seis y tres respectivamente. Horacio se asoma un poco más; qué fácil sería acabar con todo, qué fácil sería dar otro paso, y... puf. Piensa que podría llegar a la última casilla de un salto, que podría llegar al cielo desde allí. Eso piensa. Y, colorín colorado, el cuento queda sin terminar.
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LA EXCURSI N DOMINICAL DE LOS ANIMALES, cantada por Patricio Pron
Para Álvaro Ceballos Viro. «¡Ya está aquí el autobús!» anunció el ñandú. «¡Qué hermoso!» dijo al verlo el oso. «¡Sí que es bello!» agregó el camello. «¡Pero si es decadente!» rebatió la serpiente. «¡Y el que lo conduce es un viejo!» se quejó el conejo. «Mejor, así ya conoce el camino» opinó el langostino. «¡Id subiendo!» gritó la hiena, riendo. «¿Quién viene adelante?» preguntó el elefante. «Que suba el más liviano», sugirió el marrano. «¿Y por qué no el más gordo?» preguntó su amigo, el tordo. «Porque entonces no veremos el paisaje» le explicó el pato salvaje. «¡Esperadme que ya acabo!» gritó el pavo. «No esperemos, que ése siempre tarda» propuso la osa parda. «Él es siempre el más lento» dijo el caracol, somnoliento. «¿Por qué coño no se apura?» se quejó la pantera oscura. «¡No seas malhablada!» le ordenó la cigüeña, estirada. «¡Que hable como quiera!» opinó el pez desde la pecera. «¿Y? ¿Arranco o no arranco?» le preguntó el viejo al antílope blanco. «Tú arrancas cuando te digamos» le espetó el gamo. «¿Quién trae las Fantas?» preguntó la elefanta. «Las trae el coyote» respondió el ocelote. «Aquí las tengo» señaló el coyote sonriendo. «¿Y qué hay para comer?» preguntó el lebrel. «Yo he hecho tortilla» respondió la ardilla. «¡Pero si esto está duro!» se quejó el canguro. «Es que tú no tienes dientes» susurró la serpiente. «¿Y el pavo? ¿Cuándo baja?» preguntó la jirafa. «Diles que no se vayan sin mí» le pidió el pavo a la perdiz. 40 Quimera
«¿Quién te crees? Díselo tú» le respondió el cebú. «¿Te falta mucho?» le preguntó el chucho. «Si digo que me esperen, me esperarán» le respondió el pavo al can. «Y que lo diga» se rió en su cara la hormiga. «Y después, ¿qué querrá Su Alteza?» se burló la oropesa. «¿Un puro y una copita?» se rió la ardillita. «¿Viene o no viene?» preguntó el león rascándose el pene. «Por favor, un minuto» pidió el pavo mientras se ponía el macuto. «¿Un minuto? Serán diez. ¡Ése es un mentiroso!» dijo el oso. «¿A qué hora partimos?» preguntó el viejo al gusano del limo. «Cuando el pavo esté listo» respondió el otro, y agregó: «Pienso, luego existo». «El gusano del limo es un intelectual» explicó el chacal. «Si el pavo no se mueve no salimos hasta las nueve». «¿El pavo es gilipollas o mentiroso?» preguntó la pantera al oso. «A ver, pregúntale algo» sugirió, perspicaz, el galgo. «Pavo, dime, ¿a cuánto está el kilo de cigalas? » le preguntó el koala. «A dos euros en el Caprabo» respondió el pavo. «¡Éste nos toma por tontos!» se indignó el búfalo de Toronto. «Mejor nos vamos» sugirió el gamo. «Ya estamos todos» dijo el león rascándose el codo. «¡Arranca, viejo gilipollas!» ordenó la centolla. «A mí no me hablas así» le dijo el viejo a la perdiz. «Pero si yo no he sido» respondió el pájaro, abatido. «Poco importa» dijo el águila, absorta. «Somos tantos que yo no copo» dijo el topo. «Bueno, ya nos vamos» ratificó el gamo. «Por fin» dijo el delfín. «¡Y que al pavo le den por culo!» concluyó el mulo. Basado en “Sonntagsausflug der Tiere” de Heinrich Pröhle, incluido en Kinder- und Volksmärchen (Cuentos de hadas infantiles y populares, Leipzig 1853) Quimera 41
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Teatro sobre Plano Una obra dram tica breve de Ruth Vilar con planos de Roger Vil .
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(¡Qué alegría que empieces a leer por el principio! No sabes cuánta gente se salta estas líneas en cursiva, las que están escritas con la letra inclinada, porque no las entienden; hay montones de gente que se lanzan derechitos a los diálogos. Se ve que sólo les interesa lo que van diciendo los personajes: lo que se dicen unos a otros, lo que le dicen al público… Total, que se dejan las “acotaciones” o “didascalias” –ya ves que estas líneas tienen nombres misteriosos que asustan a los miedosos: quizá sea ése el motivo por el que tanta gente huye de ellas–; se las dejan y pasa lo que pasa. Pasa, ni más ni menos, lo mismo que pasaría si de una novela te leyeses una página sí y otra no, o si cuando un amigo te contase algo fueses tapándote las orejas cada siete sílabas: ¡que así no hay quien se entere de nada! Las “acotaciones” contienen información interesante: dónde sucede la historia, quién entra al escenario y qué hace allí, con quién habla, cómo se siente y cuándo se va. Antes de tomar la palabra, no está de más saber todas estas cosas, ¿no te parece? Eso sí, las acotaciones son instrucciones silenciosas. No hace falta decirlas delante del público. Tampoco decimos el nombre que nos anuncia qué personaje va a hablar. Entonces ¿qué decimos en voz alta? Las “réplicas” –otra palabra teatral misteriosa: una “réplica” es sencillamente el párrafo, la frase o la palabra con que interviene un personaje, desde que empieza a hablar y hasta que se calla, bien porque ya no tiene nada más que decir o bien porque otro le responde o le interrumpe–. Las decimos claramente, sin gritar y sin farfullar, asegurándonos de que nos oiga y entienda el espectador que se siente más lejos. ¿Probamos? Esta obra sucede en un espacio de tres metros de largo y dos de ancho. Si tu casa es pequeña, no hay problema: puedes ensayar la representación en un escenario de un metro y medio de largo por un metro y medio de ancho. Si tu casa es aún más pequeña, sienta al público de cara a la mesa del comedor, dejando en medio suficiente sitio para moverte libremente; cuando empiecen a aparecer objetos en la obra, en lugar de colocarlos en el suelo, deposítalos encima de la mesa. Al comienzo de la función, el escenario –o la mesa– están vacíos. Entra el PRESENTADOR, que puede ser interpretado, indistintamente, por un actor o por una actriz. De hecho, todos los personajes de esta obra pueden ser hombres o mujeres, niños o niñas.) PRESENTADOR: Queridos espectadores: poneos bien cómodos en vuestros asientos y preparaos para asistir a la representación de esta comedia de andar por casa. La obra se titula Teatro sobre plano. Guardad silencio y prestad atención. ¿Estáis a punto? ¡Empieza la función!
ca –o una obra entera– y que el público la entienda y la disfrute, hace falta que primero la entiendas y la disfrutes tú. Habrás notado también que, si te disfrazas, el efecto que ejerces sobre ellos se multiplica. Es agradable que te admiren, ¿verdad? Pero ahora ya eres capaz de discurrir y de eso trata esta obra: de que pienses, sientas y te expreses delante de tus espectadores.) PRESENTADOR: Cuando los niños vamos al teatro, el escenario está siempre lleno de animales prodigiosos, de seres fantásticos o de actores que cantan y bailan con vestidos de todos los colores. Nos divierten estas obras, es verdad. Pero también nos interesan otras cosas. Por eso, hoy os presentamos una obra de teatro político. Para los que no sepáis qué es “teatro político”, diré que no es un tipo de teatro en el que la gente grita y se insulta, como hacen los políticos por la televisión. Tampoco hay nadie soltando un discurso con la cara colorada por el esfuerzo. Lo que vais a ver representado aquí es un problema. No nos lo hemos inventado nosotros, ni tampoco la señora que ha escrito la obra. Es un problema que existe. ¡Ojalá al final, entre todos, se nos ocurra cómo ponerle remedio! (El PRESENTADOR sale del escenario. Si esta réplica se te ha resistido un poco, no te desanimes. Vuelve a leerla en silencio para entenderla mejor. Luego, repítela en voz alta sin correr, intentando pronunciar bien cada palabra. Piensa que, cuando estés actuando, los que te mirarán no habrán leído nunca la obra y necesitarán que se la cuentes tú con mucho cuidado. Hemos quedado, por tanto, en que esto va a ser teatro político. Hablaremos sobre el derecho de los niños a ocupar un lugar en el mundo y a decidir qué lugar es ése. Si ahora me dices: “¡Pero si eso no es un problema!”, me pondré la mar de contenta. ¿Para ti no lo es? ¡Qué suerte tienes! Es un problema que ese derecho no siempre se respete. Y aunque te hayan dicho que para hacer teatro el vestuario es imprescindible, mucho me temo que para hablar de este tema no te va a hacer falta ropa de pirata, de princesa, de superhéroe, de taxista ni de nada. Con ir vestido como tú vayas es suficiente. Lo que necesitarás es la cabeza clara: si sabes lo que dices, todo irá bien aunque te equivoques en algún momento. Bastará con que respires y repitas la frase que se te haya olvidado. Si puedes ensayar y representar esta obra con otros niños, será estupendo. Si tienes que hacerla tú solo, no te preocupes: puedes interpretar más de un personaje cambiando el volumen y el tono de la voz, la pronunciación y la intención con que dices las réplicas, la forma de moverte y gesticular… ¿Seguimos? El escenario está vacío. Entra un VIEJO.)
(¿Te has atrevido a leer en voz alta esta primera réplica? ¡Bien hecho! Eso es ensayar; puedes empezar a decir tus frases con el papel en la mano y aprendértelas a medida que ensayas. Pero ¡cuidado!: no las VIEJO: Hace más años que legañas tienen los lirones, la repitas como lo haría una cacatúa amaestrada. Para decir una répli- tierra era toda naturaleza: campo abierto y agua limpia. 44 Quimera
Por las praderas, verdes como hojas de limonero, corría desnuda la gente. Cuando hacía calor se bañaban hasta en los charcos, y se abrigaban unos a otros dándose besos y compartiendo guisos si apretaba el frío. Y la gente, a base de charcos, de besos y de guisos, se fue volviendo generosa y lista: ya no les bastaba con echar carreras y darse chapuzones, querían además hacerse la vida más fácil unos a otros, y pronto averiguaron cómo… Así fue como surgieron los problemas. (El VIEJO sale del escenario. ¡Anda, pues si el VIEJO dice que los problemas vinieron de las ganas de hacerse felices unos a otros! ¿Tú crees que puede nacer algo malo de un buen deseo? Yo sé lo que yo pienso, pero eres tú quien debe reflexionar y argumentar tus propias opiniones. No todo lo que dicen los libros –o las revistas– es verdad. Puedes no estar de acuerdo con lo que digan el VIEJO o cualquier otro personaje y aun así interpretarlos de maravilla. Ni todos los personajes que nos son simpáticos aciertan siempre, ni se equivocan o mienten sin parar los que nos caen antipáticos. Lo que tú decidas sobre sus ideas modificará la forma en que los representarás. Por otra parte, habrás notado que hasta ahora tanto el PRESENTADOR como el VIEJO se han dirigido directamente al público. En cambio, en las próximas escenas los personajes hablarán para sí mismos, como si estuviesen solos y pensasen en voz alta. También empezarán a traer objetos que irán dejando en el escenario. Serán cosas simples, trastos que podrás encontrar en casa. Ve reuniéndolos mientras duren los ensayos y tenlos todos a punto el día de la representación. Del mismo modo que en tus juegos conviertes un lápiz en una varita mágica, en el teatro basta con que tú digas que un objeto es otra cosa para que los espectadores, en su imaginación, lo vean como tal. El escenario sigue vacío cuando entra el CAMINANTE.) CAMINANTE: ¡Qué camino éste,/tan largo, tan plano, tan seco, tan feo/y tan solitario!/Se me echará encima la noche nocturna,/como si lo viese,/ y a mi alrededor no hay ni un triste techo,/ ni un refugio amable,/ni una húmeda cueva./¡Con lo mal que duermo/en el suelo al raso!/ No quiero que nadie,/cuando esté de paso,/ pase este suplicio/que ahora yo paso./¡Vengan los ladrillos,/ventanas, tejados!/De casas yo siembro/en un pispás el prado. (Sale por donde entró y vuelve con varias cajas de cartón vacías –cajas de cereales, de galletas–. Las reparte por el escenario y sale por el otro lado, silbando satisfecho. Este monólogo está escrito en verso y puede sonarte repetitivo y cursi. El secreto está en decirlo sin tonillos. Quizá a ti te han enseñado a leerlos así. Sin embargo, lo que
cuenta aquí –tanto o más que en los textos en prosa– es que comprendas y que hagas comprensible lo que dices. Practica la réplica con naturalidad, como si estuvieses usando tus propias palabras. Entra el CARRETERO. Conduce un carro tirado por dos burros, pero carro y burros son invisibles.) CARRETERO: ¡Casas y casas y casas! ¡Si yo no quiero parar! A mí me esperan en la otra punta del mundo y me va a caer una buena bronca si no llego a tiempo para descargar el carro y volver a cargarlo… ¡Y me llenan el sendero pedregoso de casas! ¡Pobre del que tenga prisa y deba cruzar estos parajes! Pero a esto le pongo yo remedio ¡como que soy carretero! (Sale por donde entró y vuelve con un par de rollos de papel higiénico o de cocina. Los despliega haciéndolos rodar.) ¡Menudas carreteras me han salido! ¡Y qué bien que se va! Arre, pollinos, que nos queda un trecho. (Sale por el otro lado, conduciendo el carro y silbando satisfecho. Entra el POLÍTICO.) POLÍTICO: ¡Qué sorpresa! Un lugar deshabitado… Hace falta aquí alguien apuesto y con dotes de mando. ¡Como yo! ¡Quién me lo iba a decir, que acabaría metido en política! Pero está este sitio tan abandonado y yo tengo tanta vocación de servicio. ¡Nada, a gobernar se ha dicho! ¿Qué podría decidir, para empezar? ¡Ya lo tengo! Inauguraré un enorme edificio, carísimo y extravagante. (Sale por donde entró y vuelve con un cubo. Lo planta en el suelo con solemnidad.) ¡Quedan abiertas las puertas del ayuntamiento! ¡Bravo, bravo! (Se aplaude y se saluda a sí mismo sin ningún pudor.) Gracias, gracias, amado pueblo. No cabe duda de que podéis estar orgullosos de ser mis súbditos. ¿Queréis hacerme un homenaje? ¡Claro, claro! No esperemos más. (Sale por donde entró y vuelve con varias botellas de plástico. Las deposita en el suelo, una a una, en distintos rincones, con mucho bombo.) ¡Monumento a mí, por lo guapo que soy y lo mucho que sé! ¡Monumento a los macarrones con tomate, porque son mi plato favorito! ¡Monumento en conmemoración de mi cumpleaños! ¡Monumento! ¡Monumento! (Suspira, exhausto.) Ya no me queda nada por hacer aquí. Parto a buscar nuevos pueblos que necesiten quién los gobierne. (El POLÍTICO sale. Las botellas de plástico pueden ser de formas, tamaños y colores variados. Así el conjunto parecerá más monumental. El personaje que viene a continuación es el más raro de todos, un URBANISTA FILÓSOFO. ¿Cómo habla? ¿Cómo se mueve? ¿A Quimera 45
quién se parece? Todo esto te corresponde a ti inventártelo. Te diré que le preocupa el uso que se hace del espacio, y viene cargado de buenas intenciones y de vallas. Las vallas las habrás construido con hojas de papel de periódico: coge una y retuércela hasta que te quede una especie de cuerda arrugada; haz lo mismo con otra, y otra… Entra el URBANISTA FILÓSOFO.) URBANISTA FILÓSOFO: En nombre de la escuadra y el cartabón, ¡qué follón! Este desorden urbano es inhumano y habrá que meterle mano. Dividamos esto en barrios, o en distritos, que son mucho más bonitos. (Marca con vallas las divisiones, creando cuadrados o rectángulos en diferentes zonas.) Avenidas paralelas, calles, plazas y parcelas. Esto ya es más razonable: un lugar aprovechable. En un sitio embarullado donde está todo mezclado, amontonado, embrollado, no hay quien viva. ¿Qué es lo que importa en la vida? Salud, dinero y amor, ya lo dice la canción. (Se saca del bolsillo un bloc de notas adhesivas. Va escribiendo en cada una de ellas “salud”, “dinero” o “amor” y las va pegando en los espacios que ha creado.) Como el enamorado es feliz en cualquier lado, al amor le asignaremos el distrito más estrecho y el barrio más apartado. El dinero siempre falta… vamos a darle un buen sitio a ver si viene a menudo a llenarnos el bolsillo: en esta parcela inmensa, en este cuadrado enorme, en esta céntrica plaza. Y a la salud, por si acaso, le guardamos un rincón, no resulte que un día de estos el enfermo sea yo. (Sale el URBANISTA FILÓSOFO. Hablaba también en rima, pero esta vez sin versos. Como antes, no hace falta que subrayes la rima sino que te concentres en el significado de lo que dice. Los personajes que siguen entran, hablan poco, colocan su objeto y salen. Entra el HOMBRE DEL CAMPO con tres toallas pequeñas.) HOMBRE DEL CAMPO: Para que haya comida, bien tendrá que crecer. Aquí un par de huertos de tomates y alcachofas… allí una granja de vacas lecheras… (Sale. Entra el PROMOTOR con un buen puñado de calcetines.) PROMOTOR: Lo que aquí falta es actividad deportiva, espectacular y aeronáutica. Hay que llenarlo todo de pistas de tenis (mientras habla, coloca los calcetines donde le da la gana), de hockey, de circo, de baile, de aterrizaje. Pistas privadas para socios acreditados. ¡Vivan las pistas! (Sale. Entra el INDUSTRIAL con unos cuantos cojines.) 46 Quimera
INDUSTRIAL: ¿Y la producción? ¿Sabrá la gente que cuanto usan debe antes fabricarse? Es imprescindible instalar un polígono industrial aquí, otro aquí, otro aquí… ¡Cadenas de montaje en marcha! ¡A toda máquina! (Sale. Entra el BASURERO con abundantes bolas de papel arrugado.) BASURERO: ¿Dónde meto todo esto? Aquí no coge ni un alfiler… Haré un huequito donde no se note mucho, que no se me queje nadie, y… (Reparte las bolas por el suelo.) ¡Hala!, ya tenemos unos cuantos vertederos y algún que otro desguace. (Sale. Entra el NIÑO con una pelota. Intenta encontrar un espacio vacío donde jugar.) NIÑO: El mundo debe de estar muy bien equipado, seguro que no falta de nada. Pero ¿por qué a nosotros no nos han guardado un sitio? ¿Cómo podemos jugar, cómo podemos vivir, donde no se cabe? (Sale el NIÑO con su pelota. Entra el PRESENTADOR.) PRESENTADOR. Queridos espectadores: hasta aquí llega la primera parte de Teatro sobre plano. ¡Pero la representación no ha hecho más que empezar! A partir de este momento, vosotros sois los actores. De uno en uno, os invito a representar un personaje. ¿Cuál? Uno que proponga una solución para el problema. No nos la contéis desde vuestro asiento. Salid, tomad la palabra y ponedla en práctica. Será el resto del público quien decidirá si ya lo habéis arreglado todo o si aún queda trabajo por hacer. (De eso se trata, ni más ni menos: de que sea el público quien se atreva a actuar también y quien busque contigo el mejor remedio. Esta segunda parte no necesita ensayo: hay que pensar e interpretar sobre la marcha. Al final de cada intervención, mirad qué ha cambiado y votad si ésa os parece la mejor opción. El Teatro Foro –que es como se llama este sistema de debate a través del teatro– no me lo he inventado yo. Aunque desde siempre una de las funciones del teatro haya sido poner en evidencia los problemas, fue el brasileño Augusto Boal quien subió a los espectadores al escenario para manifestar cómo creían que podían cambiarse las cosas. No hay una única respuesta, así que las propuestas y los personajes pueden sucederse hasta que consigáis proyectar un mundo mejor o hasta que se os acaben las ideas.)
Y ahora, el asombroso mundo recortable de Llu s Alabern presenta.
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Marcel Proust (1871?1922) fue un gran novelista fran ? c s. Escribi un gran un libro en siete vol menes llamado En busca del tiempo perdi ? do .El libro comienza cuan ? do el protagonista come una magdalena y le trae muuuuuchos recuerdos. Mis padres se quedaron solos, sent ronse un momento y luego mi padre dijo: bueno, pues si t ?quie res subiremos a acostarnos . Como quieras, aunque yo no tengo pizca de sue o. Y no ser ese anodino helado de caf el que me haya desvela ? do . En busca del tiempo perdido (Primer volumen)
Edgar Allan Poe (1809? 1849) naci en Boston, Estados Unidos. Se dedic a la escritura, la poes a y la cr tica literaria. Se hizo conocido a trav s de sus cuentos de misterio aunque tambi n le gustaban los detectives le gustaban tanto que fue l el que invent al primero de todos: C. Auguste Dupin
Los que sue an de d a son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sue ? an s lo de noche."
Alan Moore (1953) es un autor de c mics ingl s. Muchos expertos dicen que es el mejor de la historia. Sus libros m s famosos son Watchmen y V de Vendetta. Has visto las pelis? El tambi n y le parecen muy malas. `Mejor busca directamente sus libros! "Todos somos marionetas, Laurie. Aunque en mi caso soy una marioneta que puede ver los hilos." El Dr. Manhattan, en Watchmen
Herman Melville (1819? 1891) Digamos que su fama como escritor fue como una monta a rusa... o como un barco sacudido por las olas. Aunque naci en Nueva York fue un gran viajero. Uno de sus mejores momentos fue cuando public Moby Dick, una novela enorme y blanca como una gran ballena.
`All ! `All ! `All salta! `Ah delante! `El cachalote blanco! `El cachalote blanco! . Moby Dick
Jorge Lu s Borges (1899? 1986) en realidad se llama ? ba Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo. Naci en Buenos Aires, Argentina, y se dedic a la poes a, al ensayo y, sobre todo, a los cuentos. Era un se or que parec a muy serio y muy reflexivo, aunque por dentro ten a una imaginaci n como la tuya. De chico yo sol a maravi ? llarme de que las letras de un volumen cerrado no se mez ? claran y perdieran en el decurso de la noche. . El Aleph
James Joyce (1882?1941) era irland s. Su libro m s conocido se llama Ulysses y aunque todo lo que cuenta ocurre en un solo d a, es algo as como la megaestre ? lla de todos los libros. James estaba obsesionado con hacerse famoso y pasar a la inmortalidad. (Mejor no leer su libro hasta los 20 a os, m s o menos).
"Mi ni ez se inclina a mi lado. Demasiado lejos para que yo apoye una mano en ella por una vez ligeramente."
Vladimir Nabokov (1899? 1977) Aunque era ruso escribi tambi n en ingl s. Su obra m s conocida se llama Lolita (ya te la hemos contado en forma de poema en la p g. 34). Muy impor ? tante: fue un gran profesor y le gustaban las mariposas. `Qu buena combinaci n!
Pienso como un genio, escribo como un autor dis ? tinguido, hablo como un ni o.
LA CUENTA ATR S Jordi carri n Todo es política. Tienes que negociar con tu padre para conseguir que te aumente la semanada; con tu madre, para que te deje quedarte a dormir en casa de un amigo; con la maestra para que te permita repetir el examen que hiciste con fiebre; con tus compañeros de clase o de equipo para que te seas tú quien lance el penalti. Ya te expliqué, Amador, qué era la ética, en un libro donde te decía que es deseable “que la comunidad política de los hombres se base en la libertad, la justicia y la asistencia”. Al releerlo me doy cuenta de que tendría que haber insistido más en la omnipresencia de lo político, porque en otro momento te contaba que “se puede ser listo para los negocios o para la política y un solemne borrico para cosas más serias, como lo de vivir bien o no”, como si algo pudiera estar al margen de la política, como si una ética personal fuera posible sin la continua negociación con todo lo que nos rodea. Y ahora, querido Amador, que intentas convencerme de que te deje abrir un perfil de Facebook, porque todos tus amigos están en Facebook, pese a que no es legal hasta los catorce y tú tienes trece todavía –¡como tus amigos!–, se hace evidente que tu ética y la mía y la de los padres de tus amigos y la de los directivos de Facebook y la moral del colegio donde estudias y la moral española no son más que factores en movimiento. La ética es negociación y es política, no te olvides de ello. “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”, dijo Maquiavelo, una de las personas que mejor ha pensado cómo la política está en todas partes, desde lo más cotidiano y doméstico (tu casa, tu colegio) hasta lo que afecta a grandes comunidades de personas (tu ciudad, tu país). Te digo esto porque en la vida te vas a encontrar con cientos de miles de relatos. Y una y otra vez te van a intentar convencer de que sólo algunos de ellos, los menos, son políticos. Pero, a poco que escarbes en la apariencia de esos cuentos, historias, noticias, chistes, cotilleos o discursos te darás cuenta que responden a una o varias ideologías y, por tanto, a diversas prácticas políticas. Recuerdo cuando tu madre te 61 Quimera
POLŒTICA
(VIII)
PARA AMADOR
contaba el cuento de la Caperucita Roja: yo estaba en el salón, leyendo El País a la luz de la lámpara, y escuchaba su voz en la noche. Ahora que ya eres casi un hombre, te puedo revelar que hay estudios que afirman que muy probablemente tras el relato haya un hecho real: una madre que enviaba al bosque a su hija, con excusas, y con intenciones no muy sanas. El cuento nació como advertencia a las chicas: tened cuidado con los desconocidos. Aparenta ser una historia para entretener, perfecta para conciliar el sueño, pero en realidad es un discurso pedagógico, un relato de control, digamos, social. Ese tipo de lectura está, palpitante, en todos los relatos que nos envuelven. También en el de Facebook. Recuerda aquel texto de Julio Cortázar, del libro que te leí el año pasado: cuando te regalan un reloj, te regalan su marca, la obligación de darle cuerda… en fin, eres tú el regalado. En los próximos años, en el instituto, leerás a Cervantes, a Rubén Darío, a Miguel Delibes. Probablemente tus profesores insistirán en el humor, en las piruetas formales, en la verosimilitud, en la sonoridad de los versos, en la exactitud de la prosa, en sus personajes universales. Poco te hablarán del conflicto entre los cristianos viejos y los cristianos nuevos que hay en el Quijote. Probablemente nadie te señale que en la poesía modernista de Darío hay una visión de la mujer que es moderna, que es democrática, que es valiente, cuando en muchos países del mundo las mujeres todavía no podían votar. Este verano me gustaría que leyeras El camino y que, en efecto, admiraras la precisión léxica de Delibes y que te identifiques con Daniel, el Mochuelo; pero no olvides que también es una novela sobre la represión de la Iglesia y sobre la desigualdad social y sobre la guerra civil española. De hecho: las mejores obras sobre la guerra civil española son aquellas que no lo parecen, que no se publicitan como tales, pero que lo son. Ser, querido Amador, ésa es la clave. Ser político, no sólo aparentarlo. Los que tengan que verlo, lo verán. Porque la literatura se expone, no se impone, y necesita tiempo para esa exposición.
PINOCHO:
YO MAT
A BOB ESPONJA
La marioneta se lo cuenta todo a Xavi Sancho “La gente sabe poco de mí. Tal vez por eso creen que pueden tratarme como a un pedazo de madera. Al Hombre de Hojalata o a Michel Jackson jamás les sucedió esto. Es muy injusto. Y creo que ellos hicieron cosas peores que yo. El primero jamás recicló un envase y el segundo escribió Black and White. Yo he hecho grandes cosas por un mundo que no es ni mío, y a pesar de eso, aún hay gente que me tacha de mentiroso y manipulador. No saben nada”, afirma con voz resacosa la estrella italiana. Se repantiga en el sofá de su suite en el Roosevelt Hotel de Hollywood. “¿Ha visto eso?”, pregunta reincorporándose sobre el sofá. Ya que está más cerca de la mesa, aprovecha para agarrar el vaso de Jameson y pegarle un tiento. Son las nueve de la mañana y esto es el desayuno de los campeones. El líquido resbala por su barbilla y gotea sobre la alfombra. Respondemos que no, que no hemos visto nada fuera de lo común suceder alrededor del área que su dedo de madera señala. “¿Me está llamando mentiroso?”. Pinocho ha accedido a hablar con nosotros porque “en el fondo, soy un nostálgico y un romántico. Estas cosas de los libros son como guais, ¿no? Muchos se olvidan de dónde vienen, pero yo no soy así. No soy como Hansel y Gretel. Malditos Carpenters”. La estrella, que reside en una cabaña de madera de acacia a escasas manzanas del hotel, vive unos días de desaforada tarea promocional. En dos días se entregan los Dummies, galardones que se otorgan a los personajes de fantasía que han hecho más 62 Quimera
por la humanidad. La ceremonia tendrá lugar en el Teatro Twitter, antaño llamado Kodak y lugar en el que acontecía la ceremonia de los Oscar, aquellos premios cinematográficos que hace ya dos décadas, coincidiendo con la muerte de Tom Hanks, dejaron de entregarse. “2045, tío… Llevo casi 800 años esperando mi momento. Esta vez tengo la sensación de que, por fin, va a llegar el reconocimiento que merezco. No lo he tenido fácil. Mi padre fue un periodista italiano del montón. Jamás tuvo la reputación de Dahl, Kipling, Andersen o Carroll. Los hijos de éstos siempre lo han tenido más fácil. Mundos paralelos, bosques encantados… Yo, en cambio, pasé mi infancia en una carpintería, lamiendo añicos y esnifando pegamento”, recuerda Pinocho. Siente realmente que este año puede ganar. La competencia, afirma, no le asusta. Para él, los méritos de los demás nominados no son comparables a los suyos. “No es petulancia. Ya sabe todo el mundo que, si tengo que arremangarme y meterme dentro de una ballena para salvar a un viejo, lo hago. No se me caen los tornillos.¿Los otros candidatos? ¿La Bella Durmiente? No me fastidies. Todo este rollo criónico es una chorrada. Meterse en una urna rodeado de enanos no es mi idea de diversión. Además, tiene problemas con el sindicato de elfos. Le exigen que deje de obligarlos a vestir sombreros de plomo para prevenir el crecimiento. Si quieres estar joven y guapo para siempre, fuma Nobel, ése es mi consejo. ¿Y Alicia? Te voy a decir una cosa: sus libros de psicología se los escribe el gato de
Cheshire. El gato es el negro. Si me apetece algo jungia- empezó a entrar en funcionamiento y, dos meses más no, escucho discos viejos de David Bisbal”. Respira tarde, la mayoría de personajes de Pixar y Dreamorks ya hondo y le cruje el pecho. pululaban por las calles. No fue hasta que la generación de babyboomers, ya en sus años postreros, aprendió a Fue durante el verano de 2015, cuando Steve Jobs pre- manejar al aplicación que personajes como Cenicienta, sentó la que a la postre sería su última aplicación para Los Tres Cerditos o el propio Pinocho fueron desbloIphone. Su enfermedad se había agravado y su círculo queados. “Fueron años difíciles”, recuerda el muñeco. más cercano había filtrado que el mago del jersey negro “Shrek, Buzz y los demás nos trataban como ciudadanos de cuello vuelto deseaba despedirse a lo grande. Y vaya si de segunda. Los humanos nos ignoraban y se reían porlo hizo. Ante un auditorio repleto, presentó esa aplicación que nuestros trucos para entretenerlos les parecían ridímediante la cual se podían desbloquear personajes de fic- culos u obscenos, como eso de, en plena crisis alimenticia, ción. “Este mundo necesita fantasía”, afirmó ante la estu- desperdiciar pan para encontrar el camino de vuelta a pefacción de la audiencia. En septiembre, la aplicación casa, cuando existía GPS. Gente como Hansel y Gretel Quimera 63
nos dieron mala fama. Solo lograba cierta simpatía cuando me salían las orejas de burro o me crecía la nariz, pero de eso no quiero hablar…”, comenta Pinocho con voz entrecortada. Encontró trabajo construyendo cabañas en Siberia a las órdenes del mamut de Ice Age. Cuando el invierno en Rusia empezó a durar todo el año y sus habitantes se
ción entre fumar cigarrillos y contraer cáncer de pulmón. En meses se abolieron todas las leyes restrictivas con respecto del tabaco. Luego llegó la invasión de China. Pinocho recuerda aquellos meses como los más duros de su tiempo en la Casa Blanca. “Zuckerberg quería invadir a toda costa. Al parecer, a principios de siglo, los chinos prohibieron Facebook y él se la tenía jurada. Mark era
decidieron por quemar toda la madera disponible ahora así. Recuerda lo que les hizo a Fincher y Sorkin el día calentarse, tuvo que salir por patas. “Vine a California, el siguiente de la toma de posesión. Yo intenté disuadirlo, estado lleva cinco años en llamas, un pero La Cigarra, que por entonces era alivio”, recuerda. Los primeros años en Secretaria de Estado, también le tenía Los Angeles fueron difíciles, pero un día ganas a los amarillos, sobre todo, desde su existencia dio un giro inesperado. que nombraran Ministra de Economía a “Estaba yo en casa, fabricando muñeLa Hormiga. Maldita Cigarra. Iba con cas rusas para un traficante de metanfeínfulas, y sin mí, que la rescaté de la ignotamina mexicano, que los pasaba por la minia, cuando era agente inmobiliario en frontera escondidos dentro de las Dubai, hoy no sería nada. Me posicioné muñecas que le tallaba, cuando recibí en contra de la invasión hasta que me una llamada de Washington. Era el Jefe enteré de que China mantenía preso a La marioneta durante sus años de de gabinete de la administración juventud Pepito Grillo por difundir ideas revoluZuckerberg. Necesitaban una nueva cionarias, vendiendo biografías de Phil política de comunicación. La muerte por sífilis de Collins en un sótano de una casa en Pekín. Fue personal, Assange y el colapso de Wikileaks, que ya era solo utilizado para descargar pornografía, vaticiban el fin de la era de la transparencia. Los gobiernos podían volver a mentir. Yo era su hombre”, recuerda ahora emocionado el muñeco, que gracias a una terapia por hipnosis había logrado por entonces dejar de fumar y de ver episodios antiguos de Gossip Girl, además de evitar el crecimiento de su nariz cada vez que una falsedad salía por su boca. Pinocho se enciende un Nobel (“sí, he vuelto a fumar: la culpa es del estrés y de que, joder, me estaba poniendo como la novia de Shrek de tanto picar entre horas”) y mira orgulloso a su alrededor. Todo el mundo fuma y él asiente. Después de todo, una de sus primeras obras en Washington fue desmentir que hubiera alguna correla64 Quimera
sí. Pero, ¿qué no lo es?”, dice sin un ápice de remordimiento, el muñeco. —¿Cuál es su opinión ante el anunciado levantamiento de la moratoria que prohíbe el desbloqueo de personajes de cómic? —Estoy en contra. Por motivos estéticos, claro. Toda ese gente con mallas… Usted me ve a mí, o al Gato con Botas, y luego nos compara con, no sé, Batman, y es que hay color. A ese le sienta mal hasta el negro. Por otra parte, si llegan todos estos con sus superpoderes, la ONU va a deber tomar cartas en el asunto, aunque no espero mucho de la ONU desde que la preside la Reina de Corazones. —¿Ha oído las noticias que llegan de Túnez y Egipto, donde los humanos parecen estar rebelándose contra el exceso de poder y privi-
legios de algunos personajes fantásticos? Como experto en geoestrategia, ¿qué opina de esas revueltas? —He hablado por Skype con Sherezade. Esta tranquila, volvía de hacerse la manicura. A Aladino le compré por Amazon tres deseos el otro día y no hubo problemas con la operación, por lo que supongo que todo sigue en orden. Ali Babá ya es otra historia. Lo que hizo, robando
parecer, ambos salieron a dar un paseo. Mientras observaban el Atlántico desde un rompeolas natural, un golpe de mar se llevó a Bob. Jamás encontraron su cuerpo, o lo que fuera que tuviera el esponja. “Desde que se fue, no he vuelto a ducharme”, afirma Pinocho. Una lágrima le recorre el carrillo izquierdo. Nos disculpamos. “No pasa nada, lo he superado”, nos responde. Y entonces, su nariz
Israel y depositándola en Dakota del Sur no tiene nombre. Todo lo que le suceda se lo tiene merecido. —¿Cuál es su personaje histórico de referencia? —Sin duda, Kissinger. —¿Su libro de cabecera? —No Logo me parece una comedia maravillosa. Los de Noam Chomsky son ciencia ficción de la buena y, últimamente, estoy leyendo mucho a un personaje de la historia de su país con el que no estaba familiarizado: José María Aznar. Un tipo cabal. Creo que es de los pocos políticos que no hubieran jamás necesitado mi ayuda. Pinocho sorbe de nuevo su whisky. Mira el reloj. Al instante, su asistente, el viejo Pepito Grillo, que tras ser rescatado de una mazmorra china volvió a trabajar con el muñeco de madera, se acerca y nos avisa que queda
empieza a crecer. Cruje y cruje. Y crece. El muñeco se da cuenta y trata de taparse con las dos manos, pero la protuberancia es imparable. Se desarrolla a la misma velocidad que el desempleo en España. Pepito Grillo acude raudo. Pinocho llora y lo aparta de un manotazo. El viejo cae sobre una mesa de cristal que se hace añicos. “¿Ve lo que ha conseguido?”, nos interpela. Entonces, ¿todo lo que nos ha dicho antes era verdad? “No, imbécil, no era verdad prácticamente nada de lo que le he dicho. Puedo mentir sobre cualquier estupidez sin que suceda nada, pero no puedo decir falsedades al respecto de lo que me importa de verdad, y Bob… ¡Bob era mi vida! Sin Bob no soy nada. Él me dio amor, cariño, comprensión y la idea para convertir Palestina en un parking y Buenos Aires en un campo de soja… y yo, ¡yo lo maté!
tiempo para dos preguntas. Durante años se ha especulado mucho sobre el tipo de relación que mantuvieron él y Bob Esponja. Pinocho siempre negó nada más allá de la amistad, y Bob, bueno, a saber qué pensaba el viejo Bob. El ente esponjoso, dicen, fue el único que estuvo al lado del muñeco de madera en sus momentos de mayor soledad en la cumbre de la política internacional. Él siempre le dio un lugar blandito sobre el que apoyarse. Y según los mentideros de Washington, algo más. “Estoy hecho de madera y necesitará algo mejor para sacarme del armario”, bromea Pinocho. “Bob fue un buen colega. Es una pena lo que le sucedió”. El amigo esponja fallecido durante unas vacaciones en la casa que Pinocho poseía en Madeira. Al
¡Lo pateé al mar cuando se colocó sobre mi bota para secármela! Le encantaba hacer eso. Tuve que matarlo, ¿me entiende? Estaba dispuesto a hacer público lo nuestro, y ya sabe que la homosexualidad en el mundo de la fantasía infantil no está bien vista. Mire lo que le sucedió al marica del Rey León, a la loca de Mulan o al mariposón del cerdito de la izquierda”. Pinocho agarra el vaso de whisky, trata de llevárselo a la boca, pero éste percute contra su nariz y cae al suelo. Observa arrobado cómo se derriten los cubitos sobre la alfombra. “Así desapareció Bob”. Tras una pausa levanta la mirada. Parece calmado. La nariz ya vuelve a tener el tamaño natural. “Le voy a tener que pedir que no escriba nada de lo que le he dicho sobre Bob. ¿Me lo jura?”, pregunta. Se lo juramos. Quimera 65
PENTIMINO Y LOS TETRIMINOS Un cuento de Miguel Espigado I Qué tranquilos vivían los tetriminos dentro del videojuego del Tetris! Su vida era fácil y sin sorpresas. Se dejaban caer por la pantalla una y otra vez. Se encajaban una y otra vez. Se amontonaban una y otra vez. Y cuando el montón llegaba hasta el techo, vuelta a empezar. ¡No se puede decir que se complicaran mucho la vida!
No puede ser solo encajar y encajar para hacer líneas y más líneas. No puede ser solo amontonarse hasta acabar la partida. ¡Tiene que haber algo más! —¿Algo más?— dijeron los tetriminos a voz en coro— ¿Algo como qué? —¿Sabéis la puerta secreta que hay en el borde de la pantalla?—preguntó.
II Los tetriminos eran ocho, cada cual con su forma y su color. Aparte de eso, se parecían bastante entre ellos. Bueno, todos menos uno. Lo llamaban Pentimino, y tenía una forma extrañísima. Era el que daba más vueltas mientras caía, y el que más se movía de un lado a otro, buscando su sitio a toda prisa. Pero siempre acababa estorbando a todo el mundo. ¡Un desastre! —¡No hay quien encaje contigo, Pentimino!—le decían los demás— ¡siempre perdemos por tu culpa! ¡Eres peor que un círculo! Pentimino se encogía de hombros, y se quedaba pensando en sus cosas. “¿Por qué narices hacemos todos los días lo mismo?”, se preguntaba.
Y era cierto. Había una puerta secreta, y todos la conocían. Pero nadie la había usado nunca para nada. A decir verdad, los tetriminos ni siquiera sabían muy bien porqué la llamaban “la puerta secreta”. —Detrás de ella… tiene que haber algo… ¡Todo un mundo de maravillas! —exclamó Pentimino con voz misteriosa, mientras giraba hacia la puerta secreta— ¡Ya veréis como tengo razón! ¡Bon voyage! ¡Volveré! Y entonces, Pentimino abrió la puerta secreta, y desapareció.
IV Los tetriminos no sabían lo que eran los relojes. Tampoco sabían lo que era el otoño, ni el invierno, ni el III verano, ni los cumpleaños. Ni sabían lo que eran las jiraUn día, Pentimino pidió a los demás que lo escucharan. fas, ni los aviones, ni los filetes con patatas. Nunca habí—¿Qué te pasa ahora, Pentimino?— le preguntaron, an visto un televisor. Ni niños, ni relojes, ni televisores, ni riéndose por lo bajito. ¡Vaya tío raro! mascotas, ni comidas, ni canciones, ni agua, ni viento, ni —Le he estado dando muchas vueltas— exclamó—y constipados, ni fines de semana, ni países, ni mares, ni creo que la vida no puede ser solo caer por una pantalla. reyes, ni cantantes, ni nada de nada. Para los tetriminos,
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el mundo solo era la pantalla por la que caían sin parar, y no había nada, nada más. Por eso, cuando Pentimino volvió y les habló de todas las maravillas que había visto en el mundo que tú y yo conocemos, los tetriminos no se lo podían creer. ¡Casi les da algo!
VI ¡WAOOO! En el mundo exterior, el sol brillaba por todo lo alto, y en el cielo los palomos revoloteaban tan contentos entre árboles y edificios. Hacía calor, y gente de todos los tamaños, formas y colores entraba y salía de tiendas rebosantes de objetos que parecían gritarles a los tetriminos “¡cógeme!”. Por el aire les llegaba mezclados los bocinazos, la música de los móviles, el ruido de los coches, las charlas de la gente… Nunca podían haber imaginado que existiera un lugar tan lleno de cosas diferentes y fabulosas por descubrir.
—Y no solo eso—continuó Pentimino— vosotros creéis que hacemos lo que nos da la gana, ¿verdad? ¡Pues ahí fuera hay un ser llamado niño que nos maneja y nos mueve con unos mandos para ponernos donde le sale de las narices! ¡Todo el rato! —¡San Programador bendito!—exclamaron todos a la vez. —Ahora cada uno se irá por su lado —les dijo Pentimino– y en un tiempo nos juntaremos para contarV nos lo que hemos visto. Nunca se había visto a los tetriminos tan revueltos. Desde que Pentimino había vuelto, no hacía más que discutir y Y en efecto, así fue. Y si tuviéramos que contar todo lo discutir. Discutían en parejas de dos, discutían de tres en que vieron y conocieron los tetriminos, necesitaríamos un tres, y al final discutían todos a la vez, armando tal escán- millón de revistas como esta. Solo imagina que tuvieras dalo que no se oía ni la música del videojuego. que escribir todas las cosas que has visto en la última semana... Por fin, cuando llegó el día de la reunión, —Sin Pentimino encajábamos mejor —cuchicheaba Pentimino estaba ansioso por compartir sus increíbles uno—cuando no estaba, hacíamos muchos más puntos aventuras. Nunca se le había visto tan feliz. Sin embargo, en cada partida. ¡Debería volver a irse! los otros tetriminos no tenían el mismo aspecto. Más —Pentimino tiene razón —gritaba otro— ¡la vida no bien, parecían hechos polvo. puede ser solo encajar y encajar! ¡Tenemos que hacer algo más! —Esto no está mal…—se quejaron a Pentimino— pero… es que aquí uno nunca sabe cuál es su sitio. En el “¿Debería irme yo también?” se preguntaba el de Tetris encajábamos perfectamente… Pero aquí nadie te más allá. “¿O debería quedarme? ¿Debería aprender dice donde te tienes que poner, y al final no hay quien se más sobre esas maravillas? ¿O debería olvidarme de aclare. Además, hay que pensar todo el rato. ¡Preferimos ellas? Ay, la vida era más fácil cuando no sabíamos el Tetris! nada…” Ninguno necesitó que Pentimino abriera la boca para Tras mucho discutir y comerse la cabeza, tres tetri- saber lo que opinaba de la decisión de sus compañeros. minos decidieron seguir a Pentimino en un nuevo Con gesto avergonzado, los tres tetriminos abrieron la viaje al mundo exterior. Los demás, los vieron mar- puerta secreta, y volvieron al mundo del Tetris para char sin entender muy bien lo que estaba pasando. siempre. Y Pentimino se quedó por aquí, dando vueltas y De la noche a la mañana, el videojuego del Tetris se olisqueando, trasteando y vagueando, pensando y silbanhabía quedado con solo cuatro piezas. ¿Qué leches do, y haciendo todas esas cosas que le gusta hacer a él. Así pasaba?, se preguntaban los jugadores. que si lo veis, ¡saludadlo de mi parte!
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¡Temblad, padres! DonDe viven los monstruos texto e ilustraciones de maurice sendak Trad. de Agustín Gervás Alfaguara Infantil, 2009. Madrid. 40 pags. Dicen que Maurice Sendak (EE UU, 1928) ya es un clásico de la literatura infantil. Desde luego, su reconocimiento va más allá de lo habitual en un escritor de libros para niños, y alcanza esa altura de la que gozan los artistas cuyo trabajo se convierte en un patrimonio cultural oficialmente reconocido. La cultura mayoritaria suele ser también la más convencional o políticamente correcta, y muchísimo más cuando se dirige a “nuestros niños”. Sin embargo, Donde viven los monstruos dista mucho de acomodarse a las formas que se dan por supuestas en un producto dirigido al público infantil. Cuando se publicó en EE.UU en 1963, fue prohibido en algunas librerías, obtuvo muchas críticas negativas, así como la repulsa general de los padres. Estos mismos adultos presenciarían el irresistible magnetismo que el libro ejercía sobre sus hijos, quienes quedaban hipnotizados por sus páginas y lo buscaban incesantemente en los espacios públicos de lectura. Como suele pasar, los niños se acabaron saliendo con la suya y Donde viven los monstruos se convirtió en un éxito de ventas. Unos cuantos años más tarde, uno de esos pequeños lectores se convertiría en Spike Jonze, uno de los cineastas más cool de todos los tiempos. Realizador de videoclips para la MTV, productor del reality de trompazos Jack Ass, pareja creativa del gran guionista Charlie Kaufman (Cómo 64 Quimera
ser John Malkovich), Jonze cumpliría un rendido homenaje generacional llevando Donde viven los monstruos al cine. La película es un bodrio, pero en el proceso, Jonze tuvo la feliz idea de rodar un documental titulado Tell Them Anything You Want sobre Maurice Sendak, quien le invitó a su casa y, literalmente, desnudó su corazón ante la cámara, ofreciendo a Jonze un material de una fuerza reveladora. Sendak se mostró como un viejo obsesionado con la muerte hasta el extremo, que hablaba de traumas truculentos de su infancia y lanzaba brillantes pullas, con un humor más corrosivo que el ácido sulfúrico. “La infancia no existe”, le decía a la cámara. “Si me preguntan porqué hago libros para niños... ¡Yo qué sé! Algo debe estar mal en mi cabeza, me debí quedar atrapado en mi niñez... debo estar enfermo...”. “Pero sí sé algo”, añadía, “a los niños hay que decirles la verdad”. En Donde viven los monstruos, la verdad se articulará como la historia de Max, un niño malo, al que su madre llama “monstruo”, mandándole a la cama sin cenar. Durante su castigo, Max se transporta en un viaje por mar a la isla donde viven los monstruos, quienes se muestran terribles hasta que Max los hipnotiza con su mirada, convirtiéndose en su rey. Los monstruos bailarán al son de los deseos de Max, hasta que este les abandona y vuelve a su hogar... justo a la hora de cenar. Este relato, tan inocente como el de cualquier otro cuento, adopta a través de los dibujos de Sendak una dimensión narrativa que parecía reservada a los adultos: lo grotesco, lo carnavalesco, allá donde la realidad toma la apariencia de uno de esos sueños extraños siempre a punto de tornar en pesadilla. Hay algo más que diversión en la
forma en la que los monstruos bailan con Max a la luz de la luna; un punto salvaje de placer animal, de liberación de los instinto primarios. Y hay algo torcido en la forma en la que el protagonista se revela como el líder tirano y caprichoso de los villanos. Nada que ver con la estricta división entre el bien y el mal que rige en la mayoría de los cuentos infantiles. Max no redime a los monstruos, sino que se presenta como el mayor de todos ellos. Y los monstruos lo siguen hipnotizados, con una expresión de maldad voraz y aviesa que sin duda esconde deseos terribles. Durante siglos, los adultos utilizaron el miedo de los niños para reforzar ese laberinto de prohibiciones y deberes que llamamos educación. No hay un aprendizaje más asentado entre humanos o animales que el miedo que te alerta de los límites y asegura tu supervivencia. Pero en Donde viven los monstruos, el niño no tiene miedo, da miedo. ¿Y qué padre no ha tenido alguna vez miedo de su propio hijo? Normal que los padres se asustaran con Donde viven los monstruos. Ellos saben bien dónde viven.
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Viento del Este, viento del Oeste. mary PoPPins P. l. travers Ilustraciones de Mary Shepard. Trad. Borja García Bercero Alianza Editorial. Madrid, 2002. 230 págs. Mary Poppins es, junto con Peter Pan y Alicia, el personaje más reconocible de cuantos la ficción infantil británica ha legado a las letras universales. Me refiero aquí a la primera de sus aventuras, pues la popularidad de la que gozó este personaje desde el comienzo se reflejó en la creación de toda una serie (con siete entregas). Mary Poppins es uno de esos libros infantiles de rara excepcionalidad que los padres deberían leer a sus hijos y también con sus hijos, sin excusa. Atención al pequeño matiz. Como los personajes ya citados de James Matthew Barrie y Lewis Carroll, la creación de P. L. Travers (Australia, 1899 - Inglaterra, 1996) es un personaje ambiguo desde todo punto de vista, de origen incierto, con un destino igualmente desconocido y cuyas aventuras resultan de difícil resumen y catalogación, incluso para los espíritus más ordenados. Como las grandes obras de la literatura infantil de todo tiempo y lugar, Mary Poppins elude el didactismo fácil, la moralidad pedagógica que otras historias pretenden imponer por el modo vicario, y que de hecho identificamos como propios de dicha literatura. Las lecciones de Mary Poppins son algo más sutiles que el aprendizaje de normas de comportamiento, la asunción de responsabilidades o el desarrollo de habilidades específicas, sean cuales sean. La aventura sin complejos y el continuo desbordamiento de toda lógica a través de una
libertad imaginativa absoluta, traen al frente una lección aún más importante y necesaria: el poder de la imaginación para transformar el mundo y la imposible maravilla que es la realidad . Nadie sabe quién o qué es Mary Poppins y desde luego poco importa. En la tradición anglosajona de lo maravilloso, al menos, ni siquiera es necesario planteárselo y a quien se acerque a este libro pronto dejará de preocuparle. El vacío de lo que no se sabe se llena con la inercia irresistible de la aventura. Lean con sus hijos y aprendan ustedes que no hay nada que aprender, que en la vida hay tantas cosas que no comprendemos como verdades que hemos inventado para olvidar esto. En el cuento, cuando la familia de los Bank pierden a su niñera, temiendo no encontrar a alguien adecuado para cuidar a sus cuatro niños –Jane, Michael y los bebés gemelos John y Barbara–, reciben la más que oportuna visita de Mary Poppins, una niñera experimentada que responde al muy popular estereotipo de las institutrices británicas. Inflexible, exigente, altiva, eficiente, armada con un humor seco y prácticamente inmune al contagioso encanto de la infancia, Mary Poppins añade deliciosos matices al tópico que representa con su incombustible energía (que es sin duda mágica) y su muy particular coquetería y vanidad. Enjuta y sobriamente vestida, los niños la ven llegar en volandas del viento del este y, desde el primer momento, caen rendidos a su maravilloso proceder. Es capaz de imponerse a los deseos de sus propios empleadores y de cualquier niño, por caprichoso y tenaz que sea pero, además, también es
capaz de deslizarse por las barandillas (¡hacia arriba!), sacar todo un conjunto de mobiliario de un bolso vacío o conseguir que el mismo jarabe sepa a helado de fresa, a zumo de lima o a leche templada (o también, porqué no, a ponche de ron). De ahí en adelante, los niños acumularán increíbles aventuras junto a Mary Poppins: volarán por los aires, elevados por el gas de la risa, darán la vuelta al mundo solo con el pensamiento y la ayuda de una vieja brújula, hablarán con animales muy educados, o comerán un delicioso pan de jengibre en cuyo envoltorio hay estrellas de papel que brillan en el cielo (¿o era el papel el que estaba hecho de estrellas?). Al final el carácter de Mary Poppins no puede dejar de responder a otro de los tópicos de las institutrices británicas: el pragmatismo. Cuando la institutriz estima que lo que debía hacerse ya ha sido concluido, se va como llegó. En volandas del viento del oeste. La vida sigue. l uis Gámez Quimera 65
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¡Qué mal huele! el toPo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza Werner holzwarth / Wolf erlbruch Traducción de Miguel Azaola Alfaguara . Madrid, 2008. 47 págs el arte De la baci Jean claverie / michelle nikly Traducción de Maribel G. Martínez y L. Rodríguez. Lóguez . Salamanca, 2003. 28 págs He aquí dos libros que invierten su esfuerzo en combatir el exceso de pudor por distintas rutas. El primero de ellos, El topo que quería saber…, apela a la comedia, mientras que El arte de la baci toma la delicadeza como primer recurso. Y al mismo tiempo ambos son un lugar de aprendizaje y de estímulo. El topo que quería saber… muestra, desde la portada, la idea de un individuo muy enfadado que pide explicaciones. Mientras salía de su hogar, alguien dejó caer sus heces sobre la cabeza del topo quien, sin desprenderse de la corona marrón, se dedica a preguntar a los animales de la granja quién es el responsable de tal atropello escatológico. La estructura del relato es muy sencilla: el topo encuentra a la vaca, a la cabra, al conejo, etc., practicando su actividad más frecuente, y, en respuesta a su demanda, cada uno de los animales le muestra el modo en que defecan, excusándose, de este modo, de ser los culpables. Se produce, así, una aproximación al mundo campesino. Este es un fenómeno que está a la orden del día en las escue68 Quimera
las, en una época en que a los alumnos de la ciudad se les lleva, con frecuencia, a visitar granjas para que conozcan de primera mano que la leche no viene del envase de tetra-brick. Serán, finalmente, las mayores especialistas en el mundo del desperdicio quienes le ayuden a resolver el enigma para que pueda cumplir su deseada venganza. Las ilustraciones que acompañan al texto son de un tono muy desenfadado. Al valerse de un fondo marrón que se recorta contra la página en blanco, el contraste se incrementa; un sencillo recurso para aumentar la potencia del dibujo. Además, al utilizar una forma de dar color muy espontánea, pero muy cuidada, hasta el punto que se antoja que las técnicas utilizadas (tizas, ceras, pastel) están a medio terminar, el libro se vuelve fresco, natural. Una sensación que se ve reforzada por la tipografía script, con cambios de tamaño en función de la jerarquía del texto. El topo que quería saber… es un libro muy divertido, espontáneo, al que se recurrirá con frecuencia cuando uno quiera que sus amigos esbocen la mejor de las sonrisas. Es una forma de entender los chistes sobre excrementos y malos olores mucho más elegante que el mal hacer al que nos tiene acostumbrados la comedia chabacana de éxito, al estilo de Torrente. Por su parte, lo primero que llama la atención en El arte de la baci, es la delicadeza de su dibujo, pues será la ilustración la que sostenga todo el peso del libro. Aquí no existe ningún relato, tan sólo una situación. Y la situación es que el niño debe dejar los pañales para aprender a sentarse en la bacinilla a hacer sus necesidades. Jean Claverie (Francia, 1946) hace un alarde de sus extraordinarias dotes como dibujante, de su amor a las formas redondas que no son perfectas al no rematar el dibujo, mientras refleja un mundo sencillo: el de la relación de un crío con su orinal.
Aquí el texto apenas es una excusa. Se trata de unos pareados simples que explican un poco el contexto de la imagen, lo justo como para anclar su significado. Y así se nos va mostrando el orgullo del niño tras los deberes bien hechos, la versatilidad de la bacinilla durante la defecación, y también sus posibles usos fuera del momento para el que está diseñada, unos usos que, como no podía ser de otra manera, tienen que ver con el juego. Pero será la curiosidad infantil, unida al aprendizaje por modelos, lo que termine por resolver el mensaje del libro, un mensaje que es una suerte de guiño metaliterario o, para ser más precisos, metalector: la mejor relación que se puede establecer con los instantes de sentarse en el orinal o en el retrete, tiene que ver con el propio libro. Estamos ante dos libros que se complementan, que han encontrado dos formas distintas de afrontar el final de la fase anal, esa que tantos posos nos ha ido dejando. Esa que el adulto echa con frecuencia de menos, dada su inocencia, por culpa del pudor que se nos va echando encima a medida que envejecemos. Son, por tanto, dos obras imprescindibles para aprender a crecer.
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Numen de lo diminuto o la Odisea del hijo pródigo mis cuentos PreferiDos De los hermanos Grimm Jacob y Wilhelm Grimm ed. de Jimena licitra Barcelona, 2007. 192 págs. Dos campesinos se casan y se aman con fiereza. Nuestra historia comienza varios años después. El campesino, sentado como todas las tardes en su butaca, remueve con cara seria las ascuas de la chimenea. Se lamenta en silencio de que su mujer no le haya dado ningún hijo en todo este tiempo. Entre suspiro y suspiro declara en voz alta su deseo: “quiero un hijo, no me importa cuan pequeño sea, prefiero un niño enano a no tener nada”. Cuidado con lo que deseas. Los hermanos Grimm nos cuentan la historia de cómo este sueño se hizo, literalmente, realidad. Nuestra pareja de campesinos tuvo un hijo minúsculo, no más grande que un pulgar. Pulgarcito. Una tarde, su padre le encomienda conducir un carro a través del bosque. Pulgarcito se encarama al oído del caballo y desde ahí le susurra la dirección que debe tomar a cada momento. Dos extraños ven pasar al caballo sin conductor visible y se interesan en conocer el origen de tan fabuloso fenómeno. Siguen el carro hasta su destino y quedan fascinados al descubrir a Pulgarcito emergiendo desde la oreja del caballo. Le ofrecen a su padre una cuantiosa suma de dinero por tan singular espécimen. El viejo campesino no está dispuesto a sacrificar su don más preciado, y mucho menos a que su anhelado hijo sea utilizado como un animal de feria. Pero Pulgarcito, mirando por la estabilidad económica de la familia, convence a su padre para que acepte el dinero. No tiene porqué preocuparse; Pulgarcito sabrá arreglárselas
para escapar de las garras de los extranjeros y regresar a casa. A toda costa. En este punto del relato se entrelazan el contexto social en el que se sitúa el relato y los referentes culturales manejados por los hermanos Grimm. Por un lado, estamos en una sociedad feudal donde los hijos son propiedad de los padres, susceptibles por tanto de ser objeto de transacciones económicas. Por otro lado, Pulgarcito cumple con los rasgos del hijo pródigo, aquél que “había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado” (Lc, 15: 24). El complejo viaje que conducirá a Pulgarcito de regreso a casa establece puntos de contacto con la épica arcaica, especialmente con los Nostoi homéricos. Pulgarcito encarna el prototipo de héroe que para regresar al seno del hogar tiene que superar infinidad de pruebas y combatir a todo tipo de enemigos. Al igual que Ulises, Pulgarcito es un héroe astuto que aprovecha su anonimato –en este caso producto de su tamaño– y su poder de oratoria para zafarse de sus adversarios. Ahora bien, su particular periplo acontece en el contexto de una sociedad agraria, de modo que los oponentes no son monstruos sino animales de ganado. Este minúsculo héroe tiene puntos de contacto con Teseo: ambos son vendidos por su padre a un extranjero. Si el héroe de Atenas tuvo que abrirse camino a través del laberinto de Creta para matar al Minotauro que habitaba en su interior, las aventuras de Pulgarcito reproducen el mismo esquema de interioridad monstruosa. A lo largo de su trayectoria habrá de internarse dentro de varios animales, llegando a causar su aniquilación. Toda una bomba interior, el muy pequeño. Primero en la oreja de un caballo, después en la madriguera de un ratón, más tarde en la panza de una vaca y finalmente en el vientre de un
lobo. Por todas estas oquedades habrá de pasar nuestro héroe microscópico, causando la muerte de dos de estos animales, los dos últimos, para ser más exactos. A pesar de ejecutarlos por la vía rápida, Pulgarcito tiene un especial contacto con la madre naturaleza. Posee, como tantos otros personajes de fábulas infantiles, la capacidad órfica de hacer hablar a los animales, el poder rilkeano de abrirse camino a través de un mundo habitado por seres dispuestos a contar misterios sin fin a aquél que esté en lo Abierto, preparado para la escucha. Recordemos el final del primer soneto que Rilke dedica a Orfeo: “tú les levantaste un templo en el oído”. Esto fue lo que hizo Pulgarcito con el caballo. Pulgarcito representa lo que podríamos llamar el numen de lo diminuto. La moraleja que extrae quien lee estas páginas es: Dios habita en los detalles.
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¡En ocasiones veo monstruos! farolito y los seres invisibles catherine françois. ilustraciones de issa sánchez-bella Demipage. Madrid, 2011. 18 páginas Farolito tiene los ojos muy grandes. Ve cosas que los demás no vemos. Farolito ve seres invisibles; donde nosotros vemos un banco, un callejón o un portal, Farolito ve unos monstruos invisibles que no son ni guapos ni feos, sólo monstruos que ocupan lugares cotidianos. Para ver cosas no es suficiente con tener ojos; hace falta aprender a mirar. Los niños como Farolito saben mirar; además son curiosos y no tienen miedo. Farolito podría ser escritor, porque esas son las principales cualidades de un escritor: saber mirar, ser curioso y no tener miedo a contar historias. En el cuento que protagoniza Farolito los monstruos no dan miedo y tienen nombres metafísicos: “Nunca”, “Nada”, “Nadie”. Son nombres que juegan con la ambigüedad. ¿Existen los monstruos invisibles? Pues claro. Su apariencia monstruosa no es más que la otra cara de la normalidad. A la edad de Farolito el miedo no es únicamente un concepto psicológico sino una realidad que se materializa en lugares, objetos y personas. El miedo se encarna en un pasillo oscuro, en la habitación de la abuela muerta, en la casa abandonada al final de la calle, en un hombre con lentes oscuras y piernas largas… ¿Quién no recuerda su último terror nocturno? El miedo –acaso la peor rémora psicológica, pues no es libre ni nos hace libres– nos acompaña 70 Quimera
toda la vida, y en la edad adulta esos monstruos tienen nombres menos metafísicos y más pedestres. Se llaman “Hipoteca”, “Desempleo”, “Divorcio” o “Enfermedad”. Los monstruos que ve Farolito sonríen y ocupan distintos lugares de la casa donde cumplen funciones domésticas, a la manera de empleados invisibles que se mueven al otro lado de la existencia. Se encargan de construir bombillas, de que la radio funcione o de que el agua corra por las tuberías de la casa. Como Farolito es curioso y valiente, descubre que los seres invisibles, aunque son amables, tienen problemas. Descubre que entre dos de los seres invisibles que habitan su casa hay afecto y distancia; Nadie vive en el sótano; Nada, en la azotea. Los afectos también zarandean a los monstruos invisibles. Ni siquiera ellos están a salvo de los conflictos de la vida, ni de las penurias que acechan a los humanos. Los seres invisibles cumplen funciones muy domésticas porque en este cuento el más allá es un más acá. Farolito conseguirá que Nunca y Nadie se conozcan y sean felices. Como recompensa, recibirá un hermoso y acaso irónico mensaje atado a su patito de goma: “Nadie te quiere”. Las ilustraciones de Issa Sánchez Bella (Madrid, 1984), con el texto delicado y no exento de humor de Catherine François (París, 1953), nos cuentan una historia de seres que a pesar de su invisibilidad y extraña apariencia padecen las mismas carencias que los niños y los adultos. Farolito y los seres invisibles es otra vuelta de tuerca en la obra gráfica de Sánchez Bella. En su anterior libro, Julia y el miedo indagaba en el miedo con mayúsculas a partir de una her-
mosa historia que transformaba la creencia del ángel guardián en una fábula gótica. Miedo era el nombre de un monstruo menudo y cabruno que todas las noches protegía a Julia del verdadero miedo: un miedo enorme que sólo el pequeño monstruo podía ahuyentar. Si el personaje de su anterior libro era medroso, Farolito es aventurero. Uno y otro libro forman un díptico en torno al temor y a la necesidad de conocimiento, pues es sabido que ningún fantasma aguanta nuestra mirada: al punto, desaparecen en el aire. La entrañable potencia de las ilustraciones comparece aquí para contar una historia que podrán leer y compartir padres e hijos. Los amables monstruos domésticos –como el amor, la distancia o la amistad–, tarde o temprano se harán visibles a sus ojos. Sólo es necesario aprender a mirar. J uan Gracia armenDáriz
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El placer de entrar en los cuentos clásicos alicia PataPam en los cuentos. Gianni rodari, anna laura cantone. Trad. Gemma Xiol. Beascoa. Madrid, 2006. 32 págs. alícia PataPam en els contes. Gianni rodari, anna laura cantone. Trad. al catalán Iolanda Batallé. Lumen. Barcelona, 2006. 32 págs. Cómo no recordar una tarde infantil en que las promesas de aventuras son rotas por la lluvia. Esto le pasa a Alicia Patapam, la protagonista del cuento de Gianni Rodari (Italia, 1920-1980), ilustrado por Anna Laura Cantone (Italia, 1977). Una desolada Alicia observa a través de la ventana cómo un aguacero hace imposible jugar en la calle. Nada de lo que ve en la televisión consigue contentarla, de manera que se dirige dubitativa hacia la estantería de los libros y escoge un volumen de cuentos ilustrados. Al bostezo inicial que le provoca abrir la primera página va a seguirle una atracción súbita en la segunda. En la tercera, el milagro ya se ha obrado y Alicia cae en el pozo sin fondo de la fantasía, se precipita dentro del libro para poblar las peripecias de la Bella que, fruto de un maléfico hechizo, duerme junto a todo un reino desde tiempos remotos, a la espera que un apuesto príncipe la despierte con un beso. A esta primera peripecia sucede una segunda en que Alicia va a encontrarse en una escenografía conocida: una coqueta habitación donde descansa una abuelita de afiladísimos colmillos que espera la llegada de su nieta, cabeza coronada por roja capucha. Pero Alicia
ni tiene capucha ni parece estar dispuesta a ser merienda del lobo. De sus garras huye Alicia Patapam atravesando páginas y páginas del libro ilustrado, y tanto y tan velozmente corre que llega hasta la última ilustración del libro, donde va a toparse con un astuto gato, detrás de cuyos bigotes se esconde una sonrisa furtiva, y sus patas lo hacen bajo el cuero lustrado y reluciente de unas fastuosas botas. El gato (con botas) pide a Alicia que, en caso de ser preguntada por su identidad, mienta diciendo que es la sirvienta de un tal marqués de Carabás. “Yo no puedo mentir”, apelará con convicción una Alicia a la que le han repetido hasta la saciedad el peligro que conlleva falsear la verdad. “En los cuentos está permitido mentir”, le inquiere el gato. “Pero yo no pertenezco a los cuentos”, responde Alicia justo antes de ser cogida por las trenzas y ser expulsada del libro, para volver, en un frenético retorno, a su habitación y contemplar, de nuevo, cómo la lluvia ha cesado y las últimas luces de la tarde hacen posible recuperar algunas de las aventuras que prometía la calle. Ese es el cañamazo argumental de un libro que se ha convertido en un clásico moderno de la literatura infantil. Sin duda, esta Alicia Patapam, es prima hermana de la otra famosa Alicia (la del País de las maravillas). Ambas huyen de la aburrida realidad para penetrar en la fantasía de lo imposible. Algún ceñudo crítico literario estará tentado de convertir a Alicia Patapam en los cuentos en un ejercicio de posmodernidad literaria infantil. Su utilización de otros cuentos y de personajes referentes de nuestra infancia occidental le llevará a equiparar a Rodari con Calvino, a establecer paralelismos entre el ejercicio de reformulación de los referentes novelescos que Calvino establece en Si una noche de invierno un viajero y los que
utiliza Rodari en su cuento. Aun un ingenioso comentarista hispano hará notar las semejanzas del relato de Rodari con las archiconocidas Tres mellizas de Roser Capdevila o con la televisiva Sandra, detective de cuentos, por ser éstas también un reflejo de Rodari en su práctica de forjar la historia a partir de la intromisión de los personajes principales en cuentos referenciales de nuestra cultura, a los que acceden para modificar los hechos narrados en los originales y plantear así un nuevo marco significativo. Papás, mamás: oídos sordos a los prestidigitadores que quieren acabar con la magia de los cuentos infantiles rebuscando en la trastienda de la creación. Alicia Patampam en los cuentos es solamente una maravillosa incitación a los beneficios de la lectura, un ejercicio que se sume en la magia de lo extraordinario. Un sugerente recorrido por algunas de nuestras historias de siempre, una magnífica opción con la que un niño puede clausurar el día, antes de apagar la luz de la mesita de noche. oscar carreño Quimera 71
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Filosofía para niños nous matthew lipman Traducción de Pilar Pedraza Moreno. Ediciones de la Torre. Madrid, 2004. 93 págs. La infancia, para algunos dulce despertar a la vida, acolchada en la ensoñación constante y en la candidez de quien desconoce, no está privada de la angustia existencial de quien se sabe arrojado en el mundo. En él, nada tiene sentido y los acontecimientos que se suceden alrededor del niño no están guiados ni por su voluntad ni por su deseo. La configuración del yo va a fundamentarse en las preguntas que atormentan al niño en su desvelo nocturno y que va a lanzar a su entorno. Los adultos responderán asombrados, no sólo por su falta de herramientas dialógicas, sino conmovidos porque la pregunta les obliga a cuestionarse aspectos que arrinconan en su día a día para sobrellevar las contradicciones y embestidas de la vida. Dichos cuestionamientos van a alcanzar diferentes planteamientos biológicos, económicos, sociales, antropológicos, políticos, éticos, morales, físicos… que abarcarán al mundo y al ser humano bajo distintas perspectivas. Son los problemas que han afectado a la humanidad desde la noche de los tiempos y que han sido respondidos, ya sea desde el mito o desde la razón, labor asumida por la filosofía en nuestra cultura. Sin embargo la filosofía, como disciplina y práctica, se muestra alejada de aquellos que no disponen de voz, parias en un mundo adultista. Por ello, a principios de los 70 Mattew Lipman (New Jersey, 1926-2010) planteó (aunando posturas del pragmatista Dewey y del 72 Quimera
cognitivista Vygotsky entre otros) el proyecto Filosofía para niños, dirigido a aquellos con edades comprendidas entre 3 y 18 años. Lipman tiene como propósito facilitar la construcción por parte de los jóvenes lectores de una autonomía intelectual y moral basada en el pensamiento crítico y en la argumentación. Nous (1996) es una nouvelle filosófica, ocupa el cuarto lugar en una serie de ocho que compone el currículo antes mencionado y está destinada a lectores entre 8 y 12 años. Pixie, una preadolescente de edad no mencionada, es la narradora testigo de esta historia en la que la protagonista es una joven jirafa hembra llamada Nous. Esta jirafa tiene la capacidad de hablar, gracias a las enseñanzas de Brian, y necesita escapar del zoo, pues su singularidad ha provocado recelo en el resto de su familia. Para la fuga y su posterior refugio, Brian y Pixie habrán de contar con la ayuda de la hermana de ésta, su padre veterinario y su madre profesora eventual de filosofía infantil. El argumento está inserto en una reflexión metaliteraria de la propia narradora, que al inicio interpela al lector para hacerle partícipe directo de la experiencia literaria, llevándole a cuestionarse no sólo la realidad del libro que tiene entre sus manos sino la existencia misma de su vida. De este modo, Matthew Lipman requiere un lector activo y despierto que luego tendrá que enfrentarse a cuestiones filosóficas. Éstas derivan de la propia naturaleza y desarrollo de la trama y de los diálogos filosóficos que tienen lugar en la intrahistoria, principalmente en la reproducción de las clases de educación moral (que no instrucción moral) de la madre de Pixie en el aula de ésta y Brian, a la que acude Nous. Nous es una novela corta para aprender
filosofía poniendo como base la argumentación. Por tanto, no es una obra autosuficiente sino que requiere del diálogo en torno a sí misma por parte de los lectores para que se consiga su objetivo de enseñar a tomar decisiones. La jirafa que da nombre al libro se verá aquejada por problemas de índole grupal y social, y su necesidad de alcanzar una autonomía moral para tomar una decisión vital será parte de la intriga que se desarrollará, también afectada por circunstancias externas que condicionan su capacidad de decidir. Lipman ha publicado como complemento un manual titulado Decidiendo qué hacemos que guía la lectura filosófica de Nous; ambos libros combaten un mundo que niega el raciocinio y la libertad de los niños. Los valores son importantes en tanto que pueden ser obra de uno mismo y no como imposiciones externas, del mismo modo ha de funcionar la lectura. Este libro nos ayuda en sendos procesos. Javier alonso Prieto
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Una delicia maravillosamente divertida el aPestoso hombre queso y otros cuentos maravillosamente estúPiDos Jon scieska y lane smith Trad. de Jorge González Batlle. Thule Ediciones. Barcelona, 2004. 52 págs. El apestoso hombre queso y otros cuentos maravillosamente estúpidos fue una de las primeras propuestas con las que Thule Ediciones iniciaba su viaje por la literatura infantil a finales del 2004. Trampantojos, el título de la colección, parecía una declaración de intenciones bastante explícita acerca de lo que el lector iba a encontrarse al abrir las páginas de sus álbumes: juegos de perspectiva, engaños, trampas y efectos ópticos. El apestoso hombre queso… respondía perfectamente a las expectativas. Y es que en los álbumes de los estadounidenses Jon Scieszka (Flint, 1954) y Lane Smith (Tulsa, 1959), una de les parejas más divertidas del panorama de la literatura infantil, el pacto narrativo suele iniciarse antes de abrir el libro y el juego con el lector se alarga hasta la contraportada. En este caso, nos encontramos con que la Gallinita Roja, tras haber tratado de encontrar su espacio entre las páginas del libro, sin conseguirlo, decide ocupar el espacio libre al lado del ISBN, mientras sigue gritando. Y es que a través de diferentes juegos literarios, los cuentos tradicionales se convierten en sus manos en reflexiones sobre el hecho de contar historias, de escribirlas y de ilustrarlas. Su manera de plantearlas parte de la máxima de Scieszka de no subestimar nunca la inteligencia de su audiencia. Así pues, lo que nos encontramos al abrir la primera página no responde a
las convenciones literarias del realismo, y aunque lo que nos cuentan los autores nos suena, la tergiversación, la confusión y el juego con las jerarquías nos introducen en una lógica de collage en la que nada ocupa su “lugar correcto”. La Gallinita Roja (de nuevo) discute ya con Juan, el narrador, en las páginas de cortesía; el cuento del “Pollo Rollo” se cuela antes del índice; la página de la dedicatoria se ha encuadernado al revés, otras se han quedado en blanco. Juan, bastante poco diestro en el arte de contar historias, se enfada, se anticipa al cuento que quiere narrar, olvida personajes, negocia con algunos de ellos, les tiende trampas, y el álbum se configura con retazos de historias que reverberan a otras ya conocidas por todos. Por sus páginas desfilan gigantes, princesas, ranas, ocas, zorros, patitos feos, liebres, tortugas, niñas y lobos (entre otros muchos personajes), pero aquí los hechizos no parecen funcionar como en los cuentos de hadas, la magia no resulta demasiado fantástica y los finales no suelen ser tan maravillosos. En el cuento de “Juan el de la habichuela en aprietos”, por ejemplo, las voces del narrador y del personaje se diluyen, dejando atrás la jerarquía clásica de los relatos tradicionales (en los que el narrador siempre tiene razón y nadie osa llevarle la contraria) e introducen varias voces que intentan contar versiones distintas del mismo hecho. El diálogo entre los diferentes personajes y el narrador, a lo largo de todo el álbum, configuran la historia como un relato polifónico y ambiguo que lleva al lector a plantearse qué tipo de relación puede establecer con el narrador de la historia, ya que éste no parece capaz de ordenar las historias ni a sus personajes dentro de las páginas del libro. En este planteamiento, texto e ilustra-
ción se enzarzan en un diálogo común, trazado hasta el más mínimo detalle, en el que la ambigüedad y el juego irónico se ven reforzados por la tipografía, que va cambiando según las necesidades del relato. Ésta es la parte esencial de las ilustraciones, y configuran con fuerza la forma de contar la historia, de modo que el lector tiene muy claro cómo debe sonar el texto escrito. A través de los fragmentos de las historias relatadas, de los malentendidos que introducen tanto el narrador como algunos de los personajes, y del propósito explícito de los cuentos de violar las convenciones para resaltarlas, el álbum establece una relación irónica con el lector y le pide una presencia activa para poder configurar los significados que le ofrece. Se trata, pues, de una propuesta para lectores avezados que conozcan de sobra los cuentos de hadas y que estén dispuestos a reír con los juegos y engaños que inundan las páginas del álbum. Una delicia maravillosamente divertida, en la que la aparente ligereza de los cuentos abre el camino hacia otros modos de leer la literatura infantil. anna Juan cantavella Quimera 73
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¡Quita, bicho, quita! (Instrucciones para leer el cuento de Caperucita Roja) una caPerucita roJa marjolaine leray Trad. de Kunas Océano. Barcelona, 2009. Lo primero que todo terrícola debe tener en cuenta si se propone abordar el cuento de Caperucita Roja es que no está ante una pieza de museo. Una obra cerrada, resistente a modificaciones: no. Antes de que en 1697 Charles Perrault fijara la primera versión escrita, una Caperucita primigenia –una protocaperucita, podría decirse, y pido perdón por el término– ya llevaba tiempo atravesando el bosque en las versiones orales transmitidas de generación en generación. El cuento no arrancó de la pluma de Perrault según un impulso de su imaginación, es lo que aquí se trata de apuntar, ni se clausuró en la versión de los hermanos Grimm, de 1812. Numerosos antecedentes localizan al personaje en la Francia del Antiguo Régimen, en Italia e incluso se han documentado relatos similares en China y en Taiwán (donde la amenaza ya no es un lobo sino un tigre). En realidad, el primer vestigio lo sitúa el psicoanalista Bruno Bettelheim en un texto escrito en latín en el siglo XI por Egberto de Lieja. No hace falta ser folclorista ni antropólogo de profesión para darse cuenta de que si este cuento –su estructura, sus antagonismos, su raíz oscura y despiadada– ha resistido el paso del tiempo e incluso ha sobrevivido a su envasado en pasta de papel, es porque encierra algunos motivos del alma humana que, como miguitas, conviene esparcir en el camino para que nuestros niños los vayan encontrando. En realidad, más que un asunto concreto, el cuento –casi un mito, en realidad– ha constituido una especie de laboratorio, una probeta en la que las generaciones precedentes han puesto a prueba la moral de las distintas épocas, los com74 Quimera
portamientos sociales, los miedos atávicos y aspectos de la personalidad tan silvestres como el despertar sexual, lo maligno o la ingenuidad. Sabemos que la versión de Perrault no se concibió para niños –lógico: en el siglo XVII no se imprimían libros destinados a los pequeños de la casa porque no existía la literatura infantil–, sino que se redactó con el doble propósito de estimular la lujuria de la Corte de Versalles –un lupanar en toda la regla– y de avisar a las jovencitas del reino que la castidad constituía requisito esencial en los matrimonios acordados. Sabemos también del giro victoriano que la posterior versión de los hermanos Grimm le imprimió al relato, suprimiendo toda alusión a la incipiente sexualidad de la niña, apostando a las espaldas de la misma a un patriarca protector –el leñador– e incluso inventando un segundo lobo que no sólo fracasa en su engaño a Caperucita sino que es exterminado por ésta con la ayuda de su abuela. Y sabemos, finalmente, que, al margen de esto, Caperucita ha traspasado su ámbito natural, apareciendo como el arquetipo de la inocencia en películas de todo género, siendo reformulada por el feminismo para suprimir vetas de influencia machista, sirviendo de soporte en publicidad, ofreciéndose para inspiración de los artistas pop y mil aplicaciones más. Lo sorprendente es, pues, que habiendo invocado a Caperucita en tantos formatos, todavía la utilicemos para el entretenimiento de nuestros niños y para asombrarles prematuramente con una exposición razonada de las crueldades de la vida. Ahora bien, tal y como asegura el filósofo Santiago Alba Rico en su libro Leer con niños, el cuento también le proporciona al oyente información sobre dos aspectos bastante pedestres: la cesta de la compra y la anatomía humana. La apreciación de Alba indica que existe otra
óptica del cuento, quizás bastante genuina: la puramente infantil (para bebés o niños de 1 o 2 años). En esta concepción, lo que se cuenta deja de ser relevante y se convierte en un soporte del que los mayores se sirven para conquistar los dos momentos cruciales de la narración: el recuento de las viandas introducidas por la madre en la cesta y el diálogo entre los protagonistas previo al ataque del lobo. Considerada así, la historia no sólo pierde su oscuridad sino también su consistencia como narración con planteamiento, nudo y desenlace. Esto no supone un problema, porque ya sabemos que los bebés nunca se han aferrado a nociones como la progresión argumental o la estricta coherencia adulta de una historia. Lo importante es que esta concepción (ni siquiera diremos versión) le confiere al narrador plena libertad para, en la primera escena, introducir en esa gran-gran cestita los alimentos que al bebé le conviene conocer: frutas y hortalizas, verduras, mantequilla, pescado… incluso pasteles. La cesta quedaría convertida en una suerte de una pizarra metálica a la que dicho narrador adheriría los iconos imantados de la comida, como si de una clase teórica se tratara. Después de esto y como ya se ha dicho, el resto del cuento pierde su importancia intrínseca y se convierte en un simple entretenimiento, una intriga como otra cualquiera, sólo útil para llegar en las mejores condiciones posibles a la segunda escena importante. En ésta, el cuento retoma su finalidad
informativa y sirve para familiarizar al bebé con el cuerpo humano. Es decir, eso de: “¿Dónde los ojos?”, y entonces el niño se señalaría las cuencas oculares, y “¿Dónde la boca?”, llevándose el dedito al labio, sólo que dispuesto en un formato más, digámoslo así, entretenido. Donde esté un lobo como Dios manda y una niña atemorizada que se quite todo. El único pero es que el cuento queda despiezado. Deshilachado, como deconstruido, lo que nos empuja a plantearnos si no se habrá transformado –quién lo iba a
libro ilustrado concebido por la artista belga Marjolaine Leray. Se trata de una versión posmoderna que no sólo concentra la acción en una única escena de encuentro entre niña y lobo, sino que suprime deliberadamente el resto de elementos: la abuela, la madre, la cestita, el bosque, etc. Sobre un fondo blanco, neutro y minimalista, niña y bestia se muestran más conscientes que nunca de sus respectivos papeles. Caperucita se sabe una joya anhelada y el lobo, magistral en su apresurado trazo de lápiz negro, des-
sus protagonistas. Sólo que, en su caso, la fascinación que despliega el mal ya no es un motor absoluto de horror, más parece un déjà vu, una historia cansina y repetitiva. Así, la versión parece indicar que lo importante ahora mismo es fortalecer en los niños alguna clase de seguridad en sí mismos, y también que al lobo –el mal, el atavismo– se le puede vencer porque llevamos muchos años ya diseccionándolo y combatiéndolo. Quizás esto sólo sea una ilusión intelectual –una mentira rotunda, en realidad– pero en el tiempo infantil
decir– en una narración fragmentaria. Vanguardia pura, utopía narrativa en sintonía con tiempos de disipación identitaria y atención dispersa. Que nadie se soliviante: no apostaremos por ello. Por mucho que reivindiquemos el carácter cambiante de los cuentos de hadas, por mucho que su fisonomía se haya adaptado al discurrir de los tiempos o –ay– al saqueo de las multinacionales del entretenimiento, la simplificación de Caperucita Roja en simples pasajes informativos ajenos a su contexto, no cobra relevancia deconstructivista. Se trata de un cuento popular, no de una obra de arte necesitada de semiótica. Aclarado esto, llegamos ya a la versión que da cuenta esta reseña, un pequeño
pliega el terror que se le supone con una autosuficiencia bastante cómica. El libro da cuenta de esta circunstancia: cuando dos enemigos ancestrales se reencuentran, la partida no se inicia desde cero, puesto que cada contrincante ya sabe algo de sí mismo y del otro. En esta partida de ajedrez quien más tiene que perder es el más tonto –la bestia, claro– probablemente porque las niñas de hoy día, ahítas de narraciones audiovisuales y de videojuegos, apenas le temen a un bicho que ha abandonado su piel de fiera canina y deambula por el mundo encarnado en un monigote abstracto. Como se ve, Leray ha privilegiado lo que le hipnotiza del cuento: la tensión de contrarios (bienmal) escenificada a través del duelo entre
este tipo de premisas dan seguridad al niño respecto a un mundo que a esa edad no ha empezado a derrumbarse sobre su cabeza. Como se ve, una lectura nueva para tiempos de crisis. La moraleja de todo esto es que el usuario debe evocar el cuento de Caperucita Roja como mejor le parezca. Contenidos distintos según la edad del público. Códigos específicos para cada intención. Añadamos que lo único que se le pide para hacer uso de esta historia es cierto conocimiento de la potencia simbólica que sus elementos ponen en juego. Caperucita y el lobo feroz no son cualquier cosa. roberto valencia Quimera 75
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La (glotona) experiencia de leer el increíble niño comelibros oliver Jeffers Trad. de Francisco Segovia. . FCE. Mexico, 2008. 33 págs. . Sobre las tapas gastadas de un viejo ejemplar, que sirve como original soporte para las acuarelas de Oliver Jeffers (Australia, 1977), se despliega la escena que da pie a todos los conflictos de la familia de Enrique. Sentados en la mesa, sus padres miran con una mezcla de perplejidad y tristeza al pequeño de la familia, que a su vez contempla fascinado la porción de un libro trinchado en su tenedor, y en cierta forma se preguntan cómo disuadirlo de semejante y dañina costumbre. Fue precisamente por puro azar, una tarde en la que paseaba por el jardín de su casa, con una mano agarrada a un helado y la otra a la guía telefónica, cuando, distraído con las acciones digestivas de su gato, confundió las páginas con el hielo, creyendo haber descubierto un nuevo divertimento. Zamparse la celulosa, cómo no. Dudoso, al principio probó sólo con una palabra; como le gustó, probó una frase completa y luego la página entera, hasta que acabó devorando el libro en su totalidad. Convirtió aquello en un espectáculo, y Enrique se hizo conocido por comerse un libro entero al mes. ¿Tenía alguna debilidad especial? Definitivamente, no. Todo era agradable al paladar. Lo cierto es que las novelas de aventuras podrían ser uno de sus platos favoritos (Moby Dick, por ejemplo), pero también los llamativos volúmenes forrados en cubiertas rojas, así como los diccionarios, los atlas, los manuales de matemáticas 76 Quimera
(…teoría de juegos, trigonometría…). A veces ni siquiera importaba su grosor: cuanto mayores fuesen los mazos de folios, mejor y más interesante desafío suponía. Para cuando se había tragado la página del diccionario encabezada por la palabra “intemperancia” –donde podía leerse también “intelectualismo”, “intelectualidad”, “inteligencia”–, se dio cuenta del poderoso efecto que su gastronómico hábito le causaba: a mayor número de libros devorados, más inteligente se hacía. Y entonces Enrique empezó a poner en práctica conocimientos. Así ayudaba a su padre cuando éste se desesperaba resolviendo crucigramas, impartía increíbles conocimientos de astrofísica a sus profesores, quienes lo miraban con fascinación, y hasta ganó programas televisivos de preguntas y respuestas. Enrique se impuso el desafío de convertirse en la persona más inteligente del mundo. Al revés de lo que hasta entonces sucedía, el gran libro de los monstruos lo devoró a él. Casi se diría que tanto se enfrascó en sus comidas que del mucho morder, masticar y tragar pastas duras, se le secó el cerebro; enfermó y empezó a confundir los innumerables conocimientos aprendidos en tan poco tiempo. Decía cosas como que dos más seis es igual a elefante, y sintió vergüenza cada vez que tenía que hablar en público –por ejemplo, en aquellas ocasiones en las que su profesora hacía preguntas en clase–. El padre de Enrique se enfadó con él, el médico le alertó de los peligros de sus hábitos, el bibliotecario se quejó de los ejemplares que debía devolver y los libros entristecieron ante la idea de que después de Enrique nadie más pudiera disfrutar de ellos. De ese modo aprendió que los libros, antes
que ser devorados, precisan una lectura pausada. Con ella, ahora sí, podría llegar a ser la persona más lista del mundo. Con una enigmática muesca en su contracubierta, que parece encajar con la dentadura (de leche) de algún lector voraz, y la advertencia de “no intente comerse este libro en casa”, El increíble niño comelibros, afortunadamente, no es una aprobación del consumo descontrolado y pantagruélico de literatura, ni del canibalismo de ejemplares –como tampoco participa en la habitual mistificación institucional del libro como objeto–, pero sí una llamada a la lectura razonada y una defensa del “aprendizaje agradable”. Fondos neutros, diseños minimalistas, tonos ocres y grisáceos, citas camufladas, fórmulas matemáticas y todas las alusiones posibles al medio impreso y a los viejos cuadernos escolares conforman los recursos gráficos de Oliver Jeffers. Un menú ligero y apetitoso para exponer la única invitación posible a la lectura: aquella de horizontes verosímiles. antonio J. roDríGuez
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PARA PADRES)
La ferocidad de la pena niñas Jimena néspolo / marta vicente Adriana Hidalgo. Buenos Aires, 2010. Sin paginar.
El equívoco ha calado hondo hasta en las mentes más preclaras. Sin ir más lejos, Borges ha tropezado con él en más de una ocasión, con aquello de que el único paraíso no vedado al hombre es la infancia. Ni siquiera una de cuento de hadas resiste la confrontación –o la sesión de psicoanálisis– al tópico. Y hace falta haber pasado una realmente infeliz, encerrado entre cuatro paredes de páginas impresas, para afirmar semejante sandez. Así como no recordamos del dolor físico –cosa que de lo contrario volvería el recuerdo insoportable– más que la idea o la sospecha de su intensidad, tampoco del espiritual recuperamos más que su huella. Una ceniza –puede que indeleble, pero ceniza al fin– de lo que antes fue hoguera. Y lo mismo sucede, afortunadamente, con el bestiario completo del sufrimiento: la angustia, el miedo, la humillación, el terror, la soledad… Bestias todas ellas que pueblan la infancia, al igual que cualquier otro periodo vital. Pero a la memoria le agrada invalidarlas como si se tratara de una jauría de perros de paja, sobre todo cuando la fuerza que las anima se revela desde el presente cándida o injustificada. De allí el equívoco, pero eso le que quita un ápice de la ferocidad que tuvo su mordida. De esa ferocidad trata Niñas, con la honestidad que siempre exhibió la buena literatura. Incluso la infantil
–si es que tal categoría existe–, antes de que el buenismo y la nociva corrección política que nos azota la edulcorara (recordar si no, la dureza de los hermanos Grimm). Y esa honestidad con la que en este álbum se asume el sufrimiento –para que acaso no sea en vano– desde la letra y la imagen transmuta el dolor en belleza. Porque si algo tienen en común las diez breves historias y esa suerte de epílogo final titulado “La niña del bosque” que componen el volumen es la inconmensurable pena que arrastran sus pequeñas protagonistas. Una pena, cuya motivación apenas sugerida se sospecha en la historia de Tamara, una niña que destripa sus muñecas con las tijeras de costura en busca de un esquivo secreto que anida en su interior, o en la de Juana, la pequeña mística que aplaca los estruendos de la madrugada con la monótona repetición de rezos y plegarias. Pero en otras, en cambio, el origen de la pena roza el misterio. Ese es el caso de Justina, una niña obsesionada en descifrar el lenguaje oculto de la naturaleza: desde el silencio de la floresta o “el latido del sol al amanecer” hasta “la gramática que rige la marcha de las hormigas” y “el llamado de auxilio de los corderos”. Lo mismo ocurre con “Lucrecia, la niña del cementerio”, que tras su infructuoso intento de levantarse al alba se dijo: “Cuando sea mayor volveré a intentarlo. O quizá no, porque la luz es otro abismo…”. Otro tanto con la indescifrable Selena: “Habrá que preguntarle a los lobos qué es lo que lleva esta niña en los bolsillos de su chaqueta”. Y detrás de esa entrega (casi se diría que voluntaria) a la tristeza y la sole-
dad de estas niñas se oculta el misterio. Un misterio que no sólo viene dado por la contundente prosa poética de Néspolo, sino por el insondable y contrastado trazo en carbonilla y lápiz de Vicente. La ilustradora reserva con verdadero savoir faire sólo unas gotas de color en el carmín de las pequeñas bocas que callan su secreto y en el vértice de unos ojos sin lágrimas. No en vano Vicente tiene en el premio al mejor álbum ilustrado de El Fondo de Cultura Económica de México, y sus trabajos fueron incluidos en la prestigiosa Selection of International Children’s and Youht Literature de la Internationale Jugend Bibliothek. Néspolo, por su parte, es autora de tres poemarios, un ensayo sobre Di Benedetto que recibió el Premio Nacional de las Artes 2002 y la reciente novela el Pozo y las ruinas.
m atías nésPolo Quimera 77
EL QUIR FANO
® (SOLO
PARA PADRES)
El invento del humor maDame leonarDa artur heras Media Vaca. Valencia, 2009. 36 págs.
Polémicas recientes, sostenidas de manera errática por un periodismo que tiende cada vez más al amarillo fosforito, invitan a pensar que el humor ha sido condenado al ostracismo. Lo mandan a un lugar imposible de acceder por lo que podríamos llamar su vía natural. Los periódicos, responsables en gran medida del nacimiento y el mantenimiento de la cultura de masas, han dejado de lado el humor, traicionando así algunas de sus claves esenciales. Claves que tenían que ver con la disección de los acontecimientos desde perspectivas diversas, donde el humor adquiría un rol importantísimo. En el prólogo a Burla, escarnio y otras diversiones (Ediciones de La Tem pestad, 2004), Xavier Theros, antropólogo y co-fundador del dúo barcelonés Accidents Polipoétics, cifraba este conflicto de la siguiente manera: “Vivimos en una cultura que ha establecido una férrea dicotomía entre lo serio y lo cómico […]. Lo serio es lo importante, lo trascendente, lo interpretable. Lo cómico, en cambio, es lo accesorio, lo intrascendente, lo indescifrable”. La cita de Theros dibuja una jerarquía erigida por una sociedad, la nuestra, donde la risa –y, por ende, el humor– sólo se entiende como un divertimento infantiloide sin profundidad ni hondura. Ante tamaña falacia, es importante resaltar la importancia que tiene el humor en la formación del pensamiento. Tómese esto como una humilde pro78 Quimera
puesta: es necesario ofrecerle al niño la posibilidad de practicar la risa con lo que lee o mira. Lo que pretendo subrayar es que las viñetas de, por ejemplo, Mafalda, Calvin y Hobbes o Charlie Brown y su perro Snoopy, contienen los elementos necesarios para desarrollar la posibilidad de la risa. Esas lecturas, lentas y sumamente meditadas, propias de quién está empezando a leer, proponían que todo lo cotidiano podía ser materia de comedia y que la carcajada era algo bueno. A día de hoy, las obras de Quino, Bill Watterson y Schulz han tomado la forma de un clásico moderno y contemporáneo porque en ellas se cifran constantes vitales que, ya mayores, leemos de otra manera. Los numerosos niveles de lectura de estas obras las han convertido en clásicos indispensables en la historia del humor gráfico, pero, sobre todo, han acompañado y siguen acompañando a sus lectores. Pero esto es sabido. Por eso, esta humilde propuesta intenta también abogar por otro tipo de risa, una que provenga de motivos más abstractos. Una risa que sea fecunda porque se desprende de lo cotidiano para avivar otras facetas del humor, de la lectura del humor. Quizás más complejas, sí, pero no por ello menos nutritivas. Por eso os remito a las andanzas de Madame Leonarda: una gallina con perfil de monja que logra la risa en el tránsito entre el absurdo y la fantasía Madame Leonarda es uno de los rescates más sonados de la editorial Media Vaca, experta en avivar el goce estético sin fronteras de edad. Su colección Grandes y pequeños, a la que pertenece este volumen, aboga por lecturas que no conocen límites cronológicos. Lo cual invita así a
compartir lecturas y, sobre todo, a establecer nuevas posibilidades de diálogo. Las andanzas de Madame Leonarda están firmemente ligadas al conocimiento del entorno, al descubrimiento y la búsqueda de lo nuevo. Es posible que el niño no entienda algún chiste, y que se pierda por momentos, pero esto no debería generar desconfianza, porque entre viñetas sin palabras y espacios acotados por numerosas referencias a los pilares de la cultura occidental –como pueden ser Leonardo Da Vinci, Buster Keaton o la primera expedición a la Luna–, Madame Leonarda invita a despertar la curiosidad del joven lector, y lo hace a partir de la risa y el jolgorio. El trazo nervioso de Artur Heras (Xátiva, 1945), padre de Madame Leonarda, logra erigir una obra que, aunque quizás no reúna los elementos suficientes para convertirse en un clásico absoluto y genérico, sí ayuda a derribar la jerarquía que distingue lo serio de lo cómico. Y eso, en los tiempos que corren, es sumamente importante.
c arlos aceveDo
COLABORAN EN ESTE NúMERO Carlos Acevedo (Santiago de Chile, 1984) Estudia Filología Hispánica en la UB. Es redactor jefe de www.elbutanopopular.com y coordina el colectivo Lló lo beo a si. Paula Adamo (Buenos Aires, 1973). Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Ilustró los libros Quinquela, el pintor de la Boca (Calibroscopio, 2009) y Zep Fanlete (Parábola, 2010), y ha ilustrado el próximo dossier “Infancias” de la revista argentina Bocadesapo. Lluís Alabern (Barcelona, 1968). Ilustrador, performer y periodista cultural. Prepara el libro La trastienda del arte. http://performanceconpdeperdedor.blogspot.com Javier Alonso Prieto (Ávila, 1981). Profesor de francés en Secundaria. En la actualidad prepara su doctorado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Marta Barceló (Barcelona 1972). Es profesora de dibujo y pintura. También trabaja como diseñadora gráfica. Acaba de abrir su blog http://tramabarcelo.blogspot.com Carlos Bribián (Soria, 1982). Es autor de cómics, ilustrador y ejerce como profesor de dibujo y pintura. Su última novela gráfica es Pinocho Blues (Glénat, 2010) . Óscar Carreño (Badalona, 1973). Es programador cultural en Biblioteques de Barcelona. Coeditor y cofundador de la revista de poesía Caravansari. Jordi Carrión (Tarragona, 1976). Es escritor y crítico literario. Acaba de publicar el libro de ensayos Teleshakespeare (Errata Naturae, 2011). Ernesto Castro Córdoba (Madrid, 1990) estudiante de Filosofía en la UAM. Crítico de cine, arte y literatura. Coautor del libro Bizarro (Delirio, 2010). Escribe poesía. Mario Cuenca Sandoval (Sabadell, 1975). Poeta, narrador y profesor de filosofía. Su última novela es El ladrón de morfina (451 Editores, 2010). Juan Gracia Armendáriz (Pamplona, 1965). Es escritor y periodista; autor de la novela La línea Plimsoll, la compilación de microrrelatos Cuentos del jíbaro y Diario del hombre pálido, entre otras obras.
Paola de Grenet (Milano, 1971). Es fotógrafa e ilustradora. Ha colaborado con medios como The Guardian, The Sunday Times, La Vanguardia, El Mundo, Elle, etc. Vive y trabaja en Barcelona. www.paoladegrenet.com Miguel Espigado (Salamanca, 1981). Es narrador y crítico. Laura Fernández (Terrassa, 1981). Es escritora y periodista. Su última novela es Wendolin Kramer (Seix Barral, 2011).
Antonio J. Rodríguez (Oviedo, 1987). Es estudiante de literatura y periodismo en la UCM. Es coautor de la nouvelle Exhumación (Alpha Decay, 2010). Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) Es escritor. Su última novela es Tan cerca de la vida (Alfaguara, 2010). También escribe obras infantiles: la última de ellas es Matías y los Imposibles. Germán Sierra (La Coruña 1960). Escritor y profesor de Bioquímica. En 2009 publicó la novela Intente usar otras palabras (Mondadori).
Luis Gámez (Córdoba, 1981). Es escritor. Anna Juan Cantavella (Almassora, 1978). Trabaja como investigadora en el Centre Max Weber de Saint-Etienne. En 2011 aparecerá, Els terrats de Barcelona. Entre el cel i la terra, escrito en colaboración con Manuel Delgado. Ricardo Martínez Llorca (Salamanca, 1966). Es escritor. En 2008 publicó El carillón de los vientos (Alcalá). David Navas (Barcelona, 1971). Pintor, ilustrador y animador. Actualmente reside en Los Angeles donde trabaja para NBC/Universal. Colabora regularmente en diversas publicaciones. Matías Néspolo (Buenos Aires, 1975). Poeta y narrador. Ha publicado la novela Siete maneras de matar a un gato (Los libros del Lince, 2009). Glòria Langreo (Barcelona, 1982), directora de arte e ilustradora. Colabora en diversas publicaciones digitales e impresas. Actualmente trabaja en su primer libro como ilustradora, junto al poeta uruguayo Germán Machado. www.glorialangreo.com Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977). Escritora, guionista y traductora. Su última novela es Las teorías salvajes (Alpha Decay, 2010). Greta Pujol Palau (Vilassar de Mar, 2006). Escribe aquí a través de los seis dedos que usa su padre Rubén (Barcelona, treinta años más viejo), cuando escribe a ordenador. Él trabaja en la revista Barcelonés. Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975). Es escritor. Su último libro de relatos es El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (Mondadori, 2010).
Roberto Valencia (Pamplona, 1972). Crítico literario y profesor de escritura creativa. Coordina la sección de crítica de libros de Quimera. Ha publicado el libro de relatos Sonría a cámara (Lengua de Trapo, 2010). Roger Vilà (Caldes de Montbui, 1975). Arquitecto. Proyecta en los sectores privado y público, con orientación hacia la modernidad y el diseño, primando la racionalidad y la sostenibilidad. www.arq4.net Ruth Vilar (Zaragoza, 1978). Escritora y actriz. Su álbum ilustrado Don Queharé (La Galera, 2009) ha sido traducido y publicado recientemente en Italia. Su compañía de teatro, Cos de Lletra, desarrolla además actividades lúdicas en torno al libro y a la palabra. www.cosdelletra.blogspot.com Manuel Vilas (Barbastro, 1962) Es narrador y poeta. Su última novela es Aire nuestro (Alfaguara, 2009). Recientemente, Visor ha publicado su poesía completa bajo el título de Amor. Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, México, 1973). Es autor de la novela corta Fiesta en la madriguera (Anagrama, 2010). Combina la escritura con su trabajo en una empresa de comercio electrónico. Tamara Villoslada (1977, Esquel, Argentina). Ha publicado su trabajo en Amelia's Magazine (Reino Unido), Revista Rojo (Barcelona) y Letras Libres (México), entre otros. Ha realizado exposiciones en Barcelona, Tokyo, Buenos Aires y Nueva York. Vive y trabaja en Argentina. Gabriela Wiener (Lima, 1975). Es escritora y periodista. Nueve Lunas (Mondadori, 2009) es su última novela.
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AD LIB Pola Oloixarac
(`A TU ANTOJO!)
L
A LITERAURA NI A
My dears, Ya se van a acostumbrar a que, cuando vayan a los congresos literarios, les pregunten cómo es eso de la literatura niña, cuáles son las corrientes interiores de la Niña, qué tienen en común las Niñas, etc. Ustedes hagan como si nada. En definitiva, no tienen nada en común, y lo saben. En los festivales, pasen tranquilas a la revisión médica, donde les hurgarán la presencia de habitantes y averiguarán qué lleva escondido cada una. Les firmarán un certificado, y serán narradores o narradoras niñas según toque. Muchos intentarán ser niñas pero ser niña es un oficio aristocrático y no a todos se les da tan bien. Nada de lo que las niñas hagan será inocente ni por amor al arte porque el arte es una mascota congelada y a él nadie lo ama, simplemente. En la Liga de Niñas se recomienda envolverse en cintas mágicas y jugar en los corrales a salvo de los enemigos si bien no ha sido la primera vez que una niña sea infectada por un alien y termine devorando a las otras tres. Lentes 3D las seguirán a ver si alguna se comió un lobo y lo lleva en la barriga o qué. Algunos sacan perros a la calle y los llaman libros pero no engañan a nadie: cuando uno de sus perros libros sale a la calle, éstos hacen todo lo que pueden por pelearse con los hermanitos y envían cartas y publican diatribas intentando generar escándalos; la hermosura de su alma, ya escasa, se ve empequeñecida, porque al perseguir desesperados el arte de la Literatura Niña terminan contribuyendo en persona al mal de verdad. Pero dios salve a las princesas y envíe a los perros de la prosa a los círculos infames del pozo 2.0 por haber comprendido mal a Verónica Luise Ciccone, temprana profeta de la Literatura Niña. Se abrirán las aguas de la Literatura Niña y habrá vientos huracanados y a los niños y las niñas se les volará el taparrabos. Ojalá sean niñas futuras, sin importar su clase génetica inicial. Porque si son niñas estarán desfilando entre seres siniestros, y el arco heroico de su belleza se proyectará gótico contra los lobos. 82 Quimera
FEDERICO AZNAR FERNÁNDEZ-MONTESI NOS
La ecuación de la guerra Conocer la guerra, como conocer el cáncer, no es buscarla, sino luchar contra ella. La guerra es un enfrentamiento de poderes. Y no es un acto ético, ni justo, ni económico… ni siquiera militar. Es un acto político, de gestión de poder, de modo que cualquier análisis que se realice sin tener en cuenta este hecho no puede ser sino incompleto. La guerra es más que una sucesión de batallas o una Institución de Derecho Internacional Público; es eso y más que eso, e ignorarlo no conduce a otra cosa que equivocarse en un asunto de la máxima trascendencia. Y si la guerra es un acto político, la paz también lo es. Precisamente esa es la base de la Polemología, entendida como el estudio de la guerra como fenómeno integral.
M O N T E S I N O S
NICOLÁS GONZÁLEZ VARELA
Nietzsche
Contra la democracia Durante más de un siglo la dimensión política del pensamiento de Nietzsche ha sido un campo de batalla y fuente de confusión y desconcierto. La tradición interpretativa dominante en Occidente ha sido la de deshistorizar y despolitizar un aspecto clave del pensamiento nietzscheano: su filosofía práctica. Nietzsche fue un pensador preocupado por el destino de la Política en el mundo moderno. Desde cualquier punto de vista objetivo es evidente que la obra nietzscheana puede ser leída políticamente, que existe in nuce una completa y reflexiva filosofía práctica. Y que su posición siempre oscila en torno a un fuerte y radical pensamiento antidemocrático. González Varela reconstruye los conceptos fundamentales del Nietzsche político, analizando su génesis, influencias, evolución, tensiones, nudos temáticos y el lenguaje empleado por el filólogo-filósofo en su combate contra la Krisis de lo moderno.
M O N T E S I N O S
Una completa introducción a la hipótesis del meme y una valoración crítica de la teoría de la evolución cultural
La información como elemento fundamental constituyente del universo, más fundamental incluso que la materia o la energía
La cultura es uno de los rasgos más singulares y fascinantes de la especie humana. Hace treinta años, en su libro “El gen egoísta”, Richard Dawkins sostenía que muchos aspectos de la evolución biológica solamente son explicables desde el punto de vista del gen, y sugería que también la cultura evoluciona y que lo hace por medio de los memes, una nueva clase de replicadores sujetos a variación y selección del mismo modo que lo están los genes en el ámbito biológico. En este ameno y accesible libro, Kate Distin amplía y desarrolla la hipótesis del meme egoísta y hace una valoración crítica de las diferentes teorías de la evolución cultural surgidas en torno al campo de lo que algunos denominan la nueva ciencia de la memética, y presenta por vez primera una visión exhaustiva del ADN cultural perfectamente compatible con el punto de vista de los seres humanos como seres conscientes e inteligentes.
¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿Por qué hay algo y no más bien nada? Estas son dos de las más profundas preguntas que la humanidad se ha planteado y sobre las que han reflexionado los grandes pensadores de Oriente y Occidente. En este fascinante libro, que abarca desde las estrategias para apostar en el casino hasta la teleportación cuántica, Vlatko Vedral muestra que, a través del concepto de información, podemos empezar a entender la estructura del Universo y a vislumbrar la esencia misma RA de la realidad
❅❅❅ es un libro ameno y sugestivo, muy recomendable para personas de mente abierta y para todos aquellos interesados en cuestiones biológicas, antropológicas y sociológicas THE MAGAZINE OF THE CAMBRIDGE SOCIETY EL MEME EGOÍSTA
❅❅❅ “Vlatko Vedral nos guía hábilmente por el maravilloso mundo de la física moderna, donde nada es lo que parece. Este es el mejor tratamiento que he leído sobre las extrañas interacciones mutuas entre la realidad cuántica, la información y la probabilidad””
BIBLIOTECA BURIDÁN
PAUL DAVIES Autor de Dios y la nueva física